Capítulo 1 - Bienvenido a Acuarelas Literarias

Transcripción

Capítulo 1 - Bienvenido a Acuarelas Literarias
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Créditos
Moderadora
nElshIA
Traductoras
3
Axcia
bluedelacour
Pachi15
nElshIA
Niki26
Agus901
a_mac
Crys
Steffanie
Abby Galines
Cereziito24
Elizabeth
fmaryd
Nelly Vanessa
Val3
Valalele
rihano
vivi
SweetChildOMine
Meme Pistols
Jane
Malu_12
Correctoras
Kuami
Fatima85
Jane
Neige
gissyk
Flor212
Pachi15
JustJen
Dabria Rose
Loby Gamez
Recopilación & Revisión
Kuami & Neige
Diseño
Auro Kyle
Índice
Prólogo
Capítulo 17
Capítulo 1
Capítulo 18
Capítulo 2
Capítulo 19
Capítulo 3
Capítulo 20
Capítulo 4
Capítulo 21
Capítulo 5
Capítulo 22
Capítulo 6
Capítulo 23
Capítulo 7
Capítulo 24
Capítulo 8
Capítulo 25
Capítulo 9
Capítulo 26
Capítulo 10
Capítulo 27
Capítulo 11
Capítulo 28
Capítulo 12
Capítulo 29
Capítulo 13
Capítulo 30
Capítulo 14
Capítulo 31
Capítulo 15
Epílogo
Capítulo 16
Próximo Libro
Sobre el autor
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Sinopsis
Todos tenemos secretos.
Secretos bien enterrados.
Hasta que encontramos el alma que hace que la carga de esos secretos sólo poco más fácil
de soportar.
Lexington "Lexi" Hart está en su último año en la Universidad de Alabama. Rodeada de sus
mejores amigas, su cariñosa familia y habiendo cumplido su sueño de toda la vida de estar en el
equipo de animadoras de los Crimson Tide, todo va exactamente como ella siempre soñó que lo
haría. Pero debajo de su feliz fachada, los demonios acechan, amenazando con poner en peligro
todo lo que Lexi se ha esforzado por lograr. Cuando los acontecimientos de su vida se convierten
en demasiado para enfrentar, Lexi se encuentra en un espiral hacia abajo dentro del campo de su
mayor temor. Lexi cae con fuerza, víctima una vez más de la única cosa que puede destruirla y,
en el camino, se encuentra cayendo directo en las peligrosas manos de un hombre tatuado del
lado equivocado de las vías.
Austin Carillo, Receptor Amplio estrella para Alabama Crimson Tide, debe ser escogido en
el draft de la NFL de este año. Lo necesita. Sus hermanos lo necesitan. Más importante aún, su
madre lo necesita desesperadamente. Criado en un mundo donde los pobres son olvidados, los
enfermos son dejados para valerse por sí mismos y donde ningún héroe aparece milagrosamente
para sacarte del infierno, Austin no tenía otro remedio que ganarse la vida en el lado equivocado
de la ley, hasta que fútbol ofreció a Austin el descanso para conseguir encaminar su vida de
nuevo. Pero cuando una tragedia familiar lo arrastra de nuevo en las garras de la banda que él
creía que había dejado muy atrás, Austin se encuentra cayendo. Cayendo de nuevo en caminos
delictivos y cayendo profundamente en una oscuridad sofocante. Hasta que un espíritu
conflictivo aunque afín tropieza en su camino, donde Austin rápidamente descubre que se está
enamorando de una mujer joven, una mujer joven que simplemente podría tener el poder para
salvarlo de su peor enemigo: él mismo.
¿Pueden dos almas conflictivas encontrar una paz duradera juntas? ¿O finalmente
sucumbirán a los demonios amenazando con destruirlos?
Novela Nuevo Adulto/Romance contemporáneo contiene contenido para adultos,
situaciones sexuales y temas maduros. Adecuado para las edades de 18 en adelante.
Se puede leer como una novela independiente
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Me habla cada mañana,
El amanecer de cada nuevo día,
Impidiéndome comer,
Mi cabeza es donde permanece.
Me despoja de mis cargas,
De la sensación de hambre, de dolor,
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Me guía a la perfección,
Toma libremente el control.
Estará conmigo para siempre,
De esto no tengo otra opción,
Mi amiga, mi enemiga, mi conciencia,
Es Ana, es esa voz...
Tillie Cole
Prólogo
Querida Daisy,
Peso: 44.500 kg
Calorías: 2000
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Esta es mi primera carta para ti, bueno, la primera entrada en mi diario, quiero decir.
Desde que me has dejado, realmente no sé con quién puedo hablar, así que he decidido a
seguir hablando contigo... por medio de la pluma y papel. En lugar de nuestras charlas nocturnas
en el teléfono sobre nuestro progreso ese día, voy a hablar contigo aquí. Te contaré mi peso, la
cantidad de calorías que he comido... igual que antes.
Pero esto no es como antes, ¿verdad?
No es lo mismo. El contacto no es suficiente, pero es todo lo que tengo... todo lo que me queda
de ti, Daisy, mi mejor amiga.
Estoy sentada aquí ahora bajo el sol abrasador del verano, a la sombra de un enorme pino...
junto a su tumba. ¡Tú tumba, Daisy! ¿Cómo se llegó a esto?
Estoy deslizando mi mano por la lápida de granito negro, maravillosamente brillante,
trazando los bordes de tu epitafio:
"Ella ocultó sus lágrimas, pero compartió sus sonrisas”
Así fuiste tú, Daisy1, sonriente en la superficie, pero demasiado frágil para este mundo en tu
interior. Nunca dejaste que se mostrara, sin embargo, siempre sonriente a través del dolor. Usando
tu máscara que le decía al mundo que estabas bien, pero todo el tiempo estuviste muriendo por
dentro.
Lo sé porque llevo esa máscara también.
Siempre fuiste mi roca, la única persona en quien podía confiar. Pero me dejaste aquí sola y
estoy perdida sin ti. No sé mi lugar sin ti en este aterrador, mundo lleno de dolor, con su constante
presión para ser perfecta.
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Daisy: La traducción de este nombre sería Margarita.
Se suponía que nunca iba a ser de esta manera. Estábamos destinadas a pasar juntas por esta
vida, sobrevivir juntas. Pero al igual que la flor de tu nombre, prosperaste por un tiempo pero,
demasiado delicada para durar, te marchitaste y moriste.
Tus últimas palabras para mi fueron vive por ambas. Hacer lo que me asusta y aprecia cada
día. Y lo voy a intentar. Te lo prometo, este año, lo voy a intentar. Pero pensamientos oscuros ya
plagan mi mente. Las inseguridades me persiguen cada día.
No sé cómo purgarme de estos pensamientos horribles... de sus palabras horribles.
La voz es tan poderosa en mi mente, y sólo tú podías entender lo que es esto. Me temo que
sin ti aquí, va a ganar. Me temo que sin ti aquí, voy a perder esta lucha sin cuartel. Me temo, sin ti,
voy a escuchar sus palabras y caeré en las garras de hierro de mi mayor temor.
¡Oh, Daisy, mientras estoy sentada aquí en este cementerio silencioso y pacífico, una parte de
mí desea estar en el cielo contigo! No estoy segura de ser lo suficientemente fuerte como para
continuar así y, aún ahora, la voz me provoca y se burla de mí desde lo más profundo de mi mente.
Eres repugnante.
Eres un monstruo, me dice sin pausa, día y noche, desgarrándome de mis sueños y
empujándome a ceder.
Daisy, me temo que sin ti en mi vida, caeré... de nuevo.
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Capítulo 1
Lexi
Universidad de Alabama,
Tuscaloosa, Estados Unidos de América
Tres meses después…
Miles de pies pisoteaban en las gradas, sonando como truenos chocando agresivamente a
través del Bryant-Denny. El olor de la hierba, de un día de verano, del sudor, de la adrenalina
flotaba hacia el túnel desde el campo.
El día del partido. El día del partido de Alabama Crimson Tide. El partido de apertura de
los famosos Crimson Tide contra los Chattanooga Mocs.
Mi corazón galopa, mis manos sudan, y enderezo mi uniforme carmesí solo para ocupar
mis manos temblorosas. Un dedo chasquea frente a mi rostro, y levanto la vista para ver a la
capitana del equipo, Shelly Blair.
—¿Estás lista? —pregunta bruscamente, con su largo cabello rojo perfectamente liso
ondeando sobre sus hombros. Asiento y me enderezo, y una sonrisa presumida se extiende en
sus labios—. Será mejor que lo estés, chica gótica. Hay ochenta mil personas ahí fuera hoy, y vas
a volar. —Se acerca más—. No arruines esto. Tienes que demostrar que eres digna de este lugar.
Chica gótica. La referencia de Shelly es por mi cabello negro hasta la barbilla, maquillaje en
mi rostro pálido y ojos delineados de un color oscuro.
—No lo haré —digo con los dientes apretados. Un brusco, e impresionado asentimiento es
su única respuesta antes de girarse y tomar su lugar al frente de nuestro gran equipo mixto.
—Estarás bien, Lexi, nena. —Lyle, otro miembro del equipo y base de mi equipo de
acrobacias, me dice mientras empujaba mi brazo juguetonamente.
Me había tomado cuatro años llegar a este día. Cuatro años para regresar de vuelta en el
equipo. La mayoría del equipo se preguntaba por qué solo me había probado el último año, no
antes, pero una vez que les mostré mi triple-giro-de-espalda, no hubo más preguntas en mi
dirección, y me colocaron directamente en el equipo Crimson, el mejor equipo, el equipo que
animaba todos los partidos de fútbol, en casa y fuera de ella. El equipo en el que todos los que
alguna vez se habían probado ansiando quedarse.
—Siento náuseas —le digo a Lyle ante la idea de enfrentarme a todo el cuerpo estudiantil y
algo más, solo en mi diminuto uniforme.
Me pasa su botella de Gatorade azul.
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—Bebe esto, luego pon tu cabeza en el partido, jovencita. Salimos en dos minutos.
Hago lo que me dice y respiro hondo.
Dos minutos.
Ciento veinte segundos.
Hasta que todo por lo que he trabajado durante años se haría realidad.
Toda mi rehabilitación. Todo mi duro trabajo era para esto.
Este momento.
Esta única oportunidad de recuperar el control de mis demonios.
Para enfrentar mi mayor temor.
Para hacer frente a lo que me llevó a mi zona oscura.
Para vencer lo que casi me mató.
La Banda Million Dollar comienza a tocar. Observo su compleja formación desde mi lugar.
Los tambores ruedan. Con un crescendo de la sección de trompetas, Big Al, el elefante mascota
de la escuela, se abre paso entre el equipo y derrapa en la cancha, su teatral entrada animan a la
multitud aún más.
Los aficionados de los Tide enloquecen.
Mis piernas están pesadas mientras salto en el lugar, preparándome para correr hacia la
cancha. Puedes hacerlo, Lex. Ya no hay un detonante, me digo, repitiendo mi mantra en mi
mente.
¿Estás segura de eso, Lexington? Todo el mundo te verá. Cada giro, cada salto, cada
acrobacia.
Congelándome en el lugar, aprieto los ojos ante la voz familiar, desparasitando su camino
hacia mis pensamientos, tratando desesperadamente de acallarla.
Me veo bien, saludable, me aseguro, esforzándome al máximo para contrarrestar sus
comentarios malvados. Eres una buena atleta, la mejor animadora, la mejor gimnasta aquí.
Umm… no lo creo. Mira a Shelly. Ella es perfecta. Delgada, bonita. Todo lo que no eres tú.
¡Cállate! Exijo mentalmente mientras pellizco el puente de mi nariz entre mis dedos,
respirando rítmicamente para contrarrestar las palabras aplastantes de la voz.
Eres demasiado pesada para ser la trapecista. Las bases de acrobacias pensarán que estás
demasiado gorda. Te ridiculizarán, se burlaran… se reirán de ti, se mofa la voz.
¡No! Te equivocas. ¡No te dejaré hacer esto! No vas a ganar. ¡No volveré a caer en tu trampa!
Grito mentalmente, y un silencio dichoso envuelve mi mente. Con un suspiro de alivio, vuelvo a
abrir los ojos. La voz se había ido. He ganado esta batalla, pero sabía que la guerra todavía no
había terminado.
Lanzando una mirada rápida alrededor del túnel, me relajo cuando me doy cuenta que solo
han pasado unos segundos.
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Lyle de repente está frente a mí.
—¿Estás lista, jovencita? —pregunta con su voz vivaracha. Una excitación nerviosa me
recorre mientras asiento.
Esto era por lo que vivía.
El día del partido.
La atmósfera.
Hacer lo que amaba.
Había extrañado esto.
Lo ansiaba.
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Lo quería de vuelta.
La multitud estalla en cuando Shelly sale de la fila y salta a la cancha. Mis pies se mueven
con nerviosismo y empiezo a correr, dejando que mis piernas se animen con la experiencia,
llevándome adelante hacia el punto de mira y hacia mi etapa bajo los focos y el sol abrasador.
Mi corazón se contrae ante la vista, la gama de colores carmesí y blanco de la multitud, la
magnitud de la banda, el equipo de animadoras vestidas de blanco al lado opuesto del campo, las
chicas animadas entre la multitud, los megáfonos… la emoción.
Al llegar a la línea lateral, tomo mi lugar mientras Shelly grita el canto de apertura.
—Crimson Tide, Roll Tide, Roll Tide. —Ochenta mil personas cantaban en perfecta sintonía.
Los poderosos movimientos de baile fluyen de mi cuerpo con una precisión perfecta, mi
voz es clara y fuerte, y la respuesta de la multitud alimenta mi energía.
El presentador toma el micrófono, y en voz alta, llama al equipo. El ruido en el BryantDenny era ensordecedor y mi corazón late al unísono con el pisoteo de la multitud. Entonces,
desde el túnel, Jimmy-Don, el defensa mediocampista y novio de mi mejor amiga Cass, lidera la
marcha, seguido por Austin Carillo, el receptor estrella extremadamente tatuado.
El resto del equipo irrumpe fuera del túnel como si estuvieran saliendo de una fortaleza.
Era una hermandad. El último en salir al campo fue Rome “La bala” Prince, el mariscal de campo
estrella del SEC, y el lugar enloquece.
La multitud se calma, los jugadores toman sus posiciones, y el silbato para el saque inicial
trina ruidosamente.
***
Tres horas más tarde, habíamos ganado. Carrillo anotó tres touchdowns y los Tide se
llevaron la W de los Mocs, una apertura de temporada perfecta.
En cuestión de minutos, la multitud comienza a salir del estadio y el equipo de animadoras
corre de vuelta al túnel, celebrando la victoria.
Vagando en la parte trasera, simplemente mirando la escena, me quedé sola. Era extraño
ver el estadio tan tranquilo, un poco apocalíptico, como la secuela de un gran evento
catastrófico. Vasos de plástico rojos estaban dispersos en las gradas, confeti esparcido en el
césped, y el espeso olor a cerveza rancia se aferraba al aire húmedo.
—Un poco raro, ¿eh? —dice una voz con un profundo acento de Alabama a mi lado.
Dejando caer mis pompones por la sorpresa, pongo una mano sobre mi pecho. Captando el
destello de una camiseta de Crimson, levanto la vista, bloqueando el sol cegador de mis ojos con
la mano, y de repente pierdo el aliento.
—L… lo siento, ¿qué? —pregunto en voz baja, inclinando mi cuello para poder ver el rostro
del chico.
Cuando llegó a la sombra, aparece él. Austin Carillo, el receptor, el número ochenta y tres.
Carillo se acerca más a mí, de su lugar apartado junto al túnel de los jugadores y las gradas.
—Esto. La calma después de la tormenta. —Hace un gesto hacia el estadio vacío con la
mano—. Es mi parte favorita del partido.
Sigo el movimiento de su mano.
—¿No son los tres touchdowns que anotaste?
Las esquinas de sus labios se curvan en una sonrisa reacia. Había visto a Carillo por el
campus de vez en cuando en los últimos tres años, y creo que era la primera vez que lo había
visto hacer algo cercano a una sonrisa. No me sorprende. Él era como yo: muy oscuro, muy
tranquilo, introvertido.
Austin Carillo es el chico malo italiano de la UA2: con un metro noventa y tres, hermosa
piel oliva, montones de piercings, pendientes negros en las orejas, tatuajes desde el cuello a los
pies, cabello negro y unos ojos marrones muy oscuros.
Me siento sonrojar. Si tuviera un tipo de chico, sería como él. Pero yo no tengo citas, y por
lo que he oído, él tampoco.
—Nah. Es esto. La repetición del partido en mi mente, hacer los recuerdos en este campo.
Una sensación de paz flota sobre mí por lo que describe.
—Sé exactamente lo que quieres decir —contesto con nostalgia e inhalo el olor de la
comida grasienta, aplastada en la hierba… la victoria.
Austin mira de nuevo hacia el túnel, y sin decir otra palabra, comienza a alejarse. Me quedo
mirando la cancha de partido y suspiro de alivio… lo había hecho. Realmente he sobrevivido al
partido ilesa.
La voz interior no había tenido la fuerza para arruinarlo.
—¡Ya era hora de una puta vez, por cierto! —escucho de repente y miro detrás de mí,
directamente a Carillo.
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UA: Universidad de Alabama
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—¿Estás hablando conmigo? —pregunto con confusión, mirando a nuestro alrededor para
ver si había alguien más aquí.
Austin sonríe de una manera deliciosamente oscura y hace un gesto hacia mi cabello y
rostro.
—Sí, estoy hablando contigo. Ya era hora de que una chica pompón aquí rompiera el
molde. Es bueno tener a otro friki como nosotros en este equipo.
¿Otro friki como nosotros? Pienso, pero lo único que puedo hacer es mirar como
desaparece en los vestuarios. Mi corazón late con fuerza en mi pecho, y levanto mi mano, paso
los dedos por mi cabello negro y lápiz labial, y siento un aleteo en el pecho… otro friki como
nosotros…
Viendo al equipo de limpieza entrar al estadio, rápidamente me agacho, arranco un trozo
de hierba del campo, y recojo una sola hoja. Era mi tradición. Un pequeño recuerdo de cada
partido que había animado… pero este sería el primero en cuatro años.
El símbolo de mi nueva vida.
Recogiendo mis pompones, me dirijo a los vestuarios. No podía esperar para llegar a casa y
escribir, contándole todo a Daisy.
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Capítulo 2
Austin
—¡Vaya, chico! ¡Cuatro punto dos en el tablero de cuarenta yardas! Sigue teniendo esos
tiempos y estarás en la primera o segunda ronda del draft, sin duda —grita el entrenador Cline,
mi entrenador de atletismo, mientras cruzo la línea de cuarenta yardas.
Fue unos días después del partido contra los Mocs, y la práctica de fútbol me estaba
pateando el culo.
Me agacho, recuperando el aliento, cuando escucho:
—¡Carillo, a la oficina del entrenador, ahora!
Enderezándome, hecho un vistazo al campo para ver al entrenador defensa Moore
haciéndome un gesto hacia la oficina.
Miro al entrenador Cline.
—¿Qué he hecho?
Sus cejas se fruncen y sacude la cabeza.
—No tengo ni idea, hijo. Ahora ve allí y averígualo. Tenemos más ejercicios para correr.
En menos de dos minutos, estaba en la puerta de la oficina del entrenador, y golpeo dos
veces en la puerta de madera pulida.
—Entra, Carillo —dice el entrenador desde detrás de su escritorio. Si no estaba en el
campo, siempre lo encontrabas detrás de su escritorio.
Entro en la habitación y me siento frente a él. El entrenador levanta la vista de la montaña
de papeles en su escritorio, se quita las gafas y frota suavemente el área alrededor de sus ojos.
Esto no se veía bien. Estaba ansioso.
—¿Por qué estoy aquí, entrenador? —pregunto con cautela.
Dejando caer sus manos, se inclina hacia delante, con los codos sobre la mesa, mirándome
directamente a los ojos.
—Recibí una llamada del decano hoy.
—Está bien. ¿Y por qué eso me concierne? —pregunto con dureza. No había hecho nada
malo en más de tres años aquí en los Tide. No tenía nada que ocultar. Especialmente al
entrenador.
—Tenemos un problema en el campus, y me pidió que hablara contigo, ver lo que sabes.
—¿Qué tipo de problema? —pregunto, confundido.
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—Un problema de drogas —responde directamente y espera a que le diga alguna cosa.
Un problema de drogas. Las drogas aparecen en el campus y de inmediato piensan en mí.
—No tengo nada que ver con eso —digo firmemente.
El entrenador solo asiente.
—Yo no creo que tú lo hicieras —enfatiza.
Mi estómago se retuerce.
—¿Y por qué lo dices así? ¿Quién creen que está involucrado?
Lo sabía, por supuesto, pero quería oírlo de su boca. Quería oír su acusación contra mi
sangre en voz alta.
—Ha habido algunos rumores de que alguien que se parece a ti ha sido visto en el campus,
traficando con cocaína. —Suspira—. Se parece a ti, Austin. ¿Me escuchas? Solo conozco a una
persona que podría ser. —Hace una pausa y espero, simplemente espero. Necesitaba escucharlo
de su maldita boca.
—Está bien, hijo. Lo diré. Es Axel. Creo que es tu hermano.
Me río con incredulidad y sacudo la cabeza.
—Usted no, entrenador. ¡Usted también no! ¡No me haga esto, joder! Algún imbécil
aparece en el campus, traficando, y de inmediato piensan que es el chico becado de la caravana
con las conexiones en Heighter. ¿Eso es?
El entrenador hace un gesto para hablar.
—Aust…
—No es él. No lo habría hecho. No traería esa mierda en mi camino. Él es familia. La
familia no se jode entre sí. —Mi voz era fría y dura mientras lo interrumpo.
Demonios, estaba enojado.
El entrenador se pone de pie y levanta las manos, tratando de calmarme.
—Austin, no estoy diciendo que sea él, solo que algunos estudiantes fueron capaces de
identificar a la pandilla involucrada. El traficante tenía una estrella tatuada en la mejilla
izquierda, igual a la que tienes tú. Todos sabemos que las estrellas son la marca de…
—Los Heighters. Mi pandilla.
El entrenador sacude la cabeza con exasperación y se mueve alrededor del escritorio para
detenerse delante de mí.
—Ahora te detendré justo allí. Ya no es tu pandilla. Saliste…
—Nunca sales. Solo los tontos piensan eso —digo rotundamente.
El entrenador agarra mi hombro.
—Saliste. Tú viniste aquí. A fin de año, serás reclutado en la NFL y te irás. Dejarás todo
atrás.
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Bajo mi cabeza y el entrenador quita su mano. Tomando una larga inhalación, lo miro a los
ojos.
—Sé que él pasó un tiempo en el reformatorio, y sé que tiene una mala reputación, pero la
familia es lo primero para nosotros. Siempre lo ha sido. Somos italianos, entrenador. La familia
siempre va primero. Axel puede que no tome buenas decisiones en la vida, pero no podría hacer
esto. No lo haría… no a mí.
El entrenador mira el suelo varios segundos antes de asentir.
—Entonces te creo. Le haré saber al decano que no es él, que no sabes nada al respecto, y
que debería buscar en otra parte.
La espiral de tensión en mi estómago comienza a relajarse lentamente. Siento como si
pudiera respirar de nuevo.
—Austin, sé que no tienes un hombre en la casa, que tu padre no hizo lo correcto para ti,
tuvieron un trato brusco y tuviste que hacer una vida para tu madre de la mejor manera que
supiste. Entiendo que sean duros… Axel, Levi, tú mismo. Pero tienes la oportunidad de una vida
mejor, hijo. Luego podrás darle el mundo a tu madre. Guiar a Levi por el camino correcto.
Demonios, estoy esperando para ver a ese chico empezar en los Tide en el futuro.
Un dolor físico cortó a través de mi pecho. Una vida mejor para mamá en qué, ¿nueve o
diez meses? ¿Cuándo me reclutaran y consiguiera mi primer gran cheque? Ella no tenía meses, la
dura verdad de la que el entrenador no sabía una mierda.
Como respuesta, solo pregunto:
—¿Soy libre para irme ahora, entrenador?
El entrenador camina hacia su escritorio y se sienta de nuevo, poniéndose las gafas en su
lugar.
—Eres libre.
Justo cuando estaba a punto de salir, miro hacia atrás, mi mano se congela en la manilla.
—Aprecio que esté pendiente de mí, entrenador, pero esta vez todos ustedes están
equivocados.
El entrenador inclina la barbilla en reconocimiento, pero puedo ver la duda en sus ojos.
Salgo, cerrando la puerta detrás de mí, y apoyo la cabeza contra la gruesa madera.
—Bueno, demonios, hombre, ¿qué fue todo eso?
Respiro lentamente por la nariz y me doy la vuelta para ver a Jimmy-Don Smith y Rome
Prince, mis mejores amigos, apoyados contra la pared opuesta. Jimmy-Don era un gran linier
ofensivo de Texas, y el chico más genuinamente agradable que alguna vez he conocido. Rome
Prince era como mi hermano. Demonios, congeniaba mejor con él que con mis propios
hermanos, por el amor de Cristo. Era el chico más talentoso con el que había jugado. Sin
embargo, él no lo veía. El chico más humilde que conocía. Y con su largo cabello rubio y figura,
también era un éxito con las chicas. En la superficie, todo parecía perfecto, pero era igual que yo,
bastante jodido, y la única persona que conocía a mi verdadero yo.
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Cuando no dije nada a la pregunta de JD, ambos se miraron y Rome avanza, con
preocupación en su rostro.
—¿Estás bien, hombre?
Pasando las manos por mis mejillas, indico con un movimiento de barbilla que se muevan
fuera de vista y hacia la sala de los jugadores. Una vez dentro, Rome le hace un gesto a JimmyDon para que cierre la puerta, y nos dejamos caer en los sofás.
—¿Entonces? —insta Rome. La paciencia no era su fuerte. Por eso me gustaba Rome,
directo al grano y no se anda con cuentos. Jimmy-Don, en cambio, era tan tranquilo como
grande, lo cual era mucho.
—Drogas, cocaína, en el campus. El entrenador piensa que puede ser Axel y los Heighters.
Rome se recostó en su asiento y apretó los dientes con frustración.
—Joder. Esta mierda otra vez, no.
Conozco a Rome de casi toda mi vida. Demonios, prácticamente vivía con mi familia
cuando éramos niños, el hijo del multimillonario magnate petrolero acampaba en el suelo de mi
habitación en mi tráiler porque a su padre le gustaba usarlo como saco de boxeo. Cuando éramos
adolescentes, Rome nos vio a mi hermano mayor y a mí ser reclutados por la pandilla, y fue
atómico. También fue una de las principales razones de que saliera. Se había negado a firmar con
los Tide a menos que fuéramos un paquete. El chico me cambió la vida, y odiaba a Axel.
—¿Y qué le dijiste? —pregunta Jimmy-Don. Era una de las pocas veces que había visto al
grandote serio. Sin hacer bromas. Sin comentarios estúpidos. Sabía que esta mierda era
realmente mala para mí. Sabía lo que podría significar para mi carrera… para mi vida.
—Le dije la maldita verdad. No es Axel. No me haría esto. No aquí. No ahora. No iba a
joder mis sueños cuando los tenía en el punto de mira.
Jimmy-Don mira a Rome, quien sacude la cabeza.
—Estás malditamente soñando, ochenta y tres —dice rotundamente, usando el número de
mi camiseta en lugar del nombre. Siempre lo hacía, desde que éramos niños.
—Rome, no lo hagas. No puedo escuchar esta mierda de ti también —digo lo más calmado
posible.
—Bueno, vas a hacerlo. Conozco a Axel tanto tiempo como a ti, y tu hermano es un
problema, Aust.
—Rome —gruño.
—No le debes nada —espeta de vuelta.
Me hundo más en el sofá y echo la cabeza hacia atrás.
—Sí.
—¡Tonterías! ¡Si no fuera por ese imbécil, nunca habrías sido reclutado en los Heighters en
primer lugar!
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—Y si no fuera por ese imbécil, tampoco habría salido. Se lo debo, hombre. Y tiene mi
apoyo, hasta el final. Esta mierda aquí en el campus no es suya. Apostaría mi vida en ello.
Rome resopla una carcajada de incredulidad, pero no dice nada. El silencio entre nosotros
solo trae más tensión, así que sin mirar a mis dos amigos, digo:
—¿Pueden dejarme jodidamente solo? Necesito un minuto.
Los escucho moverse, después Rome cierra la puerta de un golpe.
Finalmente bajo la vista, solo para mirar fijamente la moqueta de color carmesí.
Sabía que Rome solo me cuidaba, pero él no podía entender cómo era ser tan pobre que
apenas podías sobrevivir cada día. No entendía cómo un niño podía tener tanta hambre que
tenía que allanar los botes de basura de los restaurantes para detener las punzadas de hambre en
el estómago. No entendía que cuando ese niño estaba enfermo, no había lujosas píldoras para
hacerlo sentir mejor. No había ningún plan o seguro de salud que cubriera los medicamentos del
parque de remolques en la parte de la ciudad que incluso Dios había olvidado. Y ciertamente no
podía entender la vida dentro de la pandilla. Cómo una vez que entrabas, lo estabas para toda la
vida… y no podía entender por qué le debía todo a Axel por sacarme cuando tenía diecisiete
años.
Inclinándome, las lágrimas llenan mis ojos. Con los codos sobre las rodillas, pongo mi
cabeza entre mis manos y susurro en voz alta:
—Axel. Por favor… por favor, dime que no hiciste esta mierda…
18
Capítulo 3
Lexi
—¿Sigues yendo a las reuniones en la universidad cariño?
—Sí, papá.
—¿Sigues comiendo bien? ¿Sigues yendo a las citas con el doctor Lund?
—¡Papá! ¡No he faltado a ninguna cita! Ni una en años. ¿Podemos dejar de hablar de este
tema cada vez que me llamas? —gruño.
Mi padre está en silencio un momento, después habla con calma.
—Lexi, es tu último año. Entraste a este equipo universitario de animadoras, lo cual sabes
que fue un detonante para ti, y la presión simplemente se está volviendo más intensa
académicamente. Y desde que Daisy murió… —Cada musculo en mi cuerpo se tensa
inmediatamente—. Bueno, no puedes culparnos a mamá y a mí por preocuparnos sobre cómo lo
estás llevando.
Suspirando, me pellizco el puente de mi nariz entre mi dedo y el pulgar.
—Lo sé. Pero estoy bien papá, lo prometo.
—Está bien, cariño. —La línea queda en silencio y mi padre susurra—: Estoy muy orgulloso
de ti. Que hayas salido, peleado contra todos tus miedos, y retomado tu vida. Solo deseo que lo
entiendas.
Mi garganta se obstruye mientras escucho la fuerza de la emoción proveniente de mi padre.
No lo he oído así desde el día que dejé el hospital.
—Lo entiendo, papá. Tienes a tus pacientes para preocuparte por ellos. Ellos son más
importantes que verme animar.
Resopla una pequeña risa.
—Son importantes, cariño. Pero no creo estar tan feliz como cuando te veo animar. Tienes
esa mirada en tu rostro, la que me dice que tu alma es feliz. Ha pasado mucho tiempo desde que
no te he visto así.
—Lo sé —dije suavemente.
—Llámanos pronto. Y recuerda, estamos siempre aquí si tienes un día malo.
—Está bien. Dile a mamá que la quiero.
—Se fuerte, cariño.
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Con eso, cuelga, y minutos después, sigo sosteniendo mi celular. La que me dice que tu alma
es feliz. No me había dado cuenta que papá pensara de ese modo. Pero entonces otra vez, no me
importaba mucho nadie o nada cuando la voz me tenía en sus garras. Cuando mis días se
trataban de contar los gramos de grasa y negarme mi propia comida… acerca de esforzarme por
la perfección, perfección delgada y maravillosa. Era todo sobre mí. Era todo sobre comida.
No era envidiosa; la terapia me enseñó eso. Estaba enferma y no podía ver más allá de mi
meta… mí… desorden.
Odiaba pensar sobre ese momento. Es difícil recordar cómo se sentía, no por la culpa, sino
porque podría estar tentada de regresar. Esa tentación siempre estaría ahí. Siempre habrá la
posibilidad de caer de nuevo. Pero he llegado muy lejos y era demasiado doloroso pensar en la
pequeña niña rota que era en ese entonces.
Me dejo caer en mí cama negra acolchada, y miro fijamente los patrones en el techo de mi
habitación de la fraternidad, después mi calendario en la pared.
Han pasado cerca de mil días.
Cuatro años hoy.
Cuatro años, este mismo día, dijeron que estaba curada, y mis padres me dieron permiso
para ir a la universidad. Local, obviamente. No había forma de que ellos me dejaran mudarme a
otro estado donde no podrían intervenir si recaía.
Curada. Una palabra extraña. Sabía que no estaba curada, al menos no realmente. Peleaba
diariamente, cada hora contra la necesidad de regresar a ese tiempo. Aún consideraba a la
comida como mi enemigo; mis amigos eran el ejercicio extremo e inanición. Pero no regresaría.
No podía. Era más fuerte. Renovada. Tenía nuevos amigos, amigos que no sabían nada de mí
pasado problemático. Tenía una vida de nuevo y no me rendiría. Tenía que seguir adelante, no
retractarme, no rendirme.
Lexington, has subido de peso… interrumpió la voz que peleaba tan duro en sofocar, un eco
que me atormentaba en los rincones de mi mente. Tus caderas están más amplias… Tienes
celulitis en tus muslos. Sabes cómo mejorar. Solo déjame entrar, ríndete ante mí…
Él nunca me dejó. Siempre estaba ahí, esperando el momento ideal para abalanzarse.
Esperando a que me debilitara lo suficiente para lo dejara tomar el control.
Sacudiendo mi cabeza, lo empujo de regreso a su cueva. No escapará de nuevo. Si lo
hiciera, finalmente él ganaría, y yo no podría seguir adelante. Conseguiría finalmente matarme.
Un golpe suena en mi puerta, y se abre de golpe, sacándome de mis oscuros pensamientos.
Cass, mi mejor amiga rubia de Texas, la chica que hablaba sin filtro. El dicho es cierto: Todo es
más grande en Texas, incluyendo a Cass. Pero la envidio. Ella es su dueña. Lo vive. Lleva su
tamaño con orgullo.
Tan pronto como la veo, me siento derecha, sonriendo ampliamente, interpretando el
papel de la chica suertuda y feliz que siempre está sonriendo. La chica que se esconde detrás de
su maquillaje, la chica reinventada que vino a la UA para escapar de su pasado. Esa chica
inventada es la única “Lexi” que mis amigos realmente han conocido.
20
—¡Tú, perra! ¿Cómo estás? —Cass entra en la habitación, vistiendo un pantalón con
imitación de diamantes con su habitual top negro ajustado, y se desploma en mi sofá de
terciopelo negro al otro lado de la habitación.
»¿Qué haces en cama a las cinco de la tarde? —Sus ojos azules de repente se amplían—.
¡Oh mierda! ¿Te estabas frotando la lámpara hasta sacarte el genio? ¿Necesitas algo de…? —
Inclina su cabeza y susurra detrás de su mano—: ¿Tiempo de Lexi?
Tomando mi almohada, gruño y la lanzo contra la cabeza de Cass justo cuando levanta su
dedo medio de la mano izquierda, lo rotaba como un vibrador, y lamía sus labios. La almohada le
dio justo en el rostro, y frunce el ceño.
—Bien, pero no debes avergonzarte por darte a ti misma… ¡Solo decía! Lo hago al menos
dos veces al día. Bueno, lo hacía hasta que Jimmy-Don comenzó a hacerse cargo de esa mierda
por mí. ¡Dios, lo que puede hacer ese chico solo con la punta de su lengua!
—Gracias por dejármelo saber, Cass —digo secamente. Solo mueve sus cejas en respuesta.
—Entonces, ¿dónde están Ally y Molls? —pregunto. Ally, la chica más hermosa que he
visto, cortesía de la apariencia exótica de su madre española, y Molly, nuestra genio británica de
intercambio quien acaba de llegar aquí a la UA hace unos pocos meses para obtener su master.
Era hermosa debajo de esa masa de cabello negro y gruesos gafas ñoñas. Y Molly, la chica más
callada que conozco, logró captar la atención del chico más popular en el campus, Rome “La
Bala” Prince, el primo de Ally y mariscal de campo de los Tide.
—Estudiando, ¿creo? —responde Cass finalmente
Cass se mueve en su asiento, y se asoma por la puerta entreabierta, se acerca.
—¿Qué diablos pasa con Molls y Rome?
—No lo sé. Al tipo jamás le importa nadie más que sus amigos, y entonces llega Molls y de
repente siempre la está vigilando, tratando de hablar con ella.
—Tiene a los chicos hablando.
—¿Molly te ha dicho algo sobre eso? —pregunto.
Cass me da su expresión de sí-claro.
—Nah, querida. Sabes que esa chica no habla de sus sentimientos. Pero, joder, ¡Rome
Prince! ¡Qué no daría por ser embestida por detrás por ese tipo!
Mis ojos se precipitaron al movimiento de la puerta.
—¡Hola, Molls! ¡Hola, Ally!
Molly entra tímidamente en la habitación, empujando sus gruesas gafas en su nariz. Ally la
sigue detrás, frunciendo el cejo hacia Cass en reprimenda.
—¿De qué están hablando? Oí que mencionaron mi nombre —pregunta Molly
cautelosamente.
Trago y doy una mirada a Cass, quien se está acomodando en el sofá.
—Umm… —balbuceo, felizmente mi maquillaje blanco cubre el rojo rubor de mi vergüenza
21
Cass rueda sus ojos.
—¡Estábamos hablando sobre ti empapándote por Rome Prince! ¡El señor que hace que
cualquier coño se vuelva una llave de agua!
Ally hizo un ruido como si fuese a vomitar.
—¡Cass! ¡Es mi primo! ¡Jesucristo! ¡El tipo es como mi maldito hermano!
Los ojos de Molly se agrandaron detrás de sus gafas, y escupe:
—¡Maldito infierno, Cass! ¡Podrías ser más cruel!
Cass guiña.
—Está bien, estábamos hablando de como “La Bala” Prince la tiene bien dura por ti. —Mira
a Molls—. ¿Eso está mejor para su majestad?
Molly ahora estaba de un rojo brillante, y Ally pone un brazo alrededor de sus hombros.
—No ha pasado nada entre nosotros —murmura Molly. Incluso Ally parece que no cree esa
excusa de declaración.
—¡Mentira! —escupe Cass.
Molly suelta sus libros sobre mi cómoda y sus manos van a sus caderas.
—¡Cass, es suficiente!
Cass se encoge de hombros.
—Lo que digas, Molls. Estarás montando ese tren en poco tiempo; recuerda mis palabras.
Molly suspira y pellizca el puente de su nariz.
—¿Por qué me molesto? —susurra
—Así como yo estoy con mi fornido vaquero JD, Molls va a estar tirándose a Bala, Ally,
bueno, ella es demasiado hermosa para permanecer soltera por mucho tiempo, así que eso solo
te deja a ti, sexy Lexy, mi pequeña princesa gótica —dice Cass, acercándose en el asiento.
Molly y Ally caminan y se sientan a mi lado. Molly mira fijamente el suelo de madera. Cass
tiende a inducir ese comportamiento nervioso en nuestra tímida amiga inglesa.
—No lo creo, Cass. No estoy interesada en los chicos, gracias —le aseguro.
Cass asiente y frunce sus labios.
—Ahh… te gustan los coños, no los penes. El maquillaje, la ropa extraña, la música metal,
finalmente tiene sentido.
—Cass…
—No, Lex, lo entiendo. He visto que has revisado mis tetas. Está bien. Debe haber algún
coño con el que puedas follar. Lo sé, comenzaremos con el equipo femenino de futbol. Esas
perras aman…
—¡Cass! ¡No soy lesbiana! ¡Solo detente!
—¡Esta bien, tranquilízate chica! No te debe avergonzar lamer los clítoris.
22
—¡Buen Dios! ¿Molly, Ally, pueden hacerla entender? —digo, obviamente demasiado
exasperada.
Molly pune su mano en mi espalda, provocando que mi respiración se detenga y tense mis
dientes.
Odiaba que me toquen la espalda.
Molly encara a Cass.
—Creo que lo que simplemente está diciendo, es que aún no está lista para un novio, Cass.
Déjala en paz. No es de tu incumbencia.
Cass se pone seria de pronto.
—¿Por qué Lex? Nunca has traído a un chico en todo este tiempo. Te conozco. ¿Qué está
pasando?
Mi corazón provoca estruendos en mi pecho y mis palmas empiezan a sudar. La mano de
Molly se congela en mi espalda, y sé que ha sentido mi reacción. Al menos ella era la única
persona reservada que era más reservada que yo; no diría nada.
—Simplemente no quiero, Cass. Dejemos esta conversación, ¿está bien?
Cass suspira y levanta sus manos pero lo deja estar cuando me muevo para revisar la hora
en mi teléfono.
¡Diablos, es tarde!
Salto de la cama y agarro mi bolso.
—¿Estás bien, querida? —pregunta Ally preocupada, y asiento con un entusiasmo
memorizado.
—Yo… yo… yo tengo una práctica a la que tengo que ir —balbuceo evasivamente y
comienzo a buscar las llaves de mi auto alrededor de mi habitación. De hecho tenía mi sesión
con el doctor Lund, mi psiquiatra, y últimamente, eran esenciales. Mis pensamientos se
acercaban a territorio peligroso.
Las cejas de Ally bajan.
—El escuadrón de animadoras no tiene práctica esta noche. —Me congelo,
manteniéndome de espaldas a mis amigas, y trato de inventar una excusa. Metí la pata. Ally
acaba de dejar el escuadrón de animadoras para centrarse en sus estudios. Ella sabía el horario
de memoria.
—Yo… yo tengo una sesión privada con Lyle. Vamos a practicar nuestros dobles. Las veo
luego chicas.
Mientras salía por la puerta, Cass toma mi mano.
—¿Estás segura que estás bien, Lex? Has estado muy distraída últimamente. No estás
siendo tú misma.
Dibujando mi sonrisa más falsa, asiento y adopto mi personaje de vamos a ser felices
fingiendo.
23
—Obvio que estoy bien, Cass. Mi vida solo está siendo locamente agitada ahora. Estoy
bien, corazón. Lo prometo.
Con eso huyo de mi puerta, dejando la actuación y convirtiéndome en mi yo real por un
rato.
24
Capítulo 4
Austin
—Y entonces esta chica se pone de rodillas y desgarra mi cierre…
—¡Joder, Reece, cierra tu maldita boca! —Rome tira las pesas que está levantando y se
queda mirando a Reece, el estudiante de primer año, segundo mariscal de campo que nos había
comenzado a seguir como si fuera un maldito cachorro.
—¿Qué? No es como si tú no obtuvieras suficientes coños, Bala. Algunos de nosotros
somos felices con los que deshechas. Era esa pelirroja a la que te follaste unos meses atrás. La
caliente con las grandes tetas. —Levanta sus manos y las mueve alrededor de su pecho.
—Reece, hombre, ve por dos Gatorades, ahora —le ordeno. Sacudiendo la cabeza, el
estudiante de primer año con apariencia de un surfista sale corriendo hacia la sala de descanso.
Rome camina hacia mí, contrayendo sus puños.
—Voy a terminar matando a ese maldito niño antes de que termine el año —dice
firmemente.
—Solo es joven. Fuiste así una vez.
Rome entonces me fulmina con la mirada, y no puedo evitar reírme.
—Nunca estuve tan malditamente desesperado —suelta—. Me refiero, ¡joder! ¿Esperando
por mis sobras de zorras?
Me levanto y le doy una palmada en la espalda.
—Nunca tuviste que ser como él. Naciste siendo un imán para los coños, incluso desde
niños. No hay duda de que serás reclutado este año y te casaras con una maldita supermodelo.
—Una mirada extraña pasa por su rostro, pero la ignoro. Sea lo qué fuese que lo estaba
carcomiendo, era su problema.
Mi celular le da un rápido alivio mientras vibra en el bolsillo de mis shorts de
entrenamiento. Sacándolo, leo la pantalla:
Axel: En el campus. En Denny Chimes. Tenemos negocios. ¿Estás cerca?
Mi corazón se hunde en mi estómago.
No puede ser. No puede ser él quien esté traficando. No me haría esto. No Axel. ¡El hijo de
puta más le vale que no me estuviese haciendo esto!
—Debo irme —le digo a Rome y agarro mi toalla, arrojándola sobre mi hombro.
—¿Necesitas que vaya contigo? —pregunta Rome tristemente.
25
Deteniéndome en medio, sin mirar atrás, niego.
—Nah, hombre, estoy bien.
Una mano sujeta mi brazo, y dejo salir un suspiro frustrado y miro sobre mi hombro. Rome
me mira fijamente, con preocupación en sus ojos.
—Carrillo, no tomes jodidamente esta mierda tú solo. Yo te cubro. Axel no va a joder tu
tiempo libre con los Tide. No voy a dejar que suceda esta mierda. No a ti. No ahora que has
llegado tan lejos.
Pasando mi mano sobre mi cabeza, tiro de mi brazo de regreso y me retiro.
—Rome, no lo hagas. Me ocuparé de ello.
Antes de que tuviese una oportunidad para discutir conmigo, escapo por la puerta al aire
cálido de la noche. Echo una mirada alrededor, comienzo a correr a toda velocidad hacia el lado
sur del patio. Diablos, estaba volando, necesitaba detener a mi hermano de traficar en los
terrenos de la escuela.
Me tomó menos de dos minutos ver movimiento detrás de Denny Chimes, la torre grande
en el patio, protegida por la sombra de los árboles. Un chico que parecía alterado me pasa a toda
prisa, introduciendo un pequeño paquete blanco en sus shorts. Mantengo la cabeza abajo, para
que no me reconozca, pero veo lo que ha comprado.
Coca.
Maldita cocaína.
¡Coca en el campus…! ¡Maldición! El entrenador tenía razón.
—Austin, ahí estás, hombre. Había pensado que no ibas a aparecer.
Volé hacia adelante, listo para romper a mí hermano mayor, un idiota, cuando atrapo a
alguien saliendo de las sombras.
Mi corazón acababa de dar un vuelco.
No.
¡No… no… no… no, no, no, no, no, no!
Era Levi.
—¡Hola, Austin! —dice Levi, saludando, y mi estómago se retuerce hasta el punto de darme
nauseas. Mi hermano menor venía pavoneándose, con un pantalón y sudadera demasiado
grandes para su cuerpo adolescente y todos sus bolsillos cargados de paquetes de nieve
perfectamente medidos. Él era más pálido que Axel y yo, quien francamente, podría pasar por mi
gemelo. Levi era nuestro hermano menor… el malditamente inocente. El que aún tenía una
oportunidad de mantenerse alejado del lado equivocado de la ley.
Sabía que estaba trabajando con el equipo, obviamente. Todos los hicimos de niños, pero
era estar haciendo cosas como ser el vigilante en el estacionamiento de remolques o contando el
dinero y juntando paquetes, pero no había jodidamente mencionado que estaba traficando.
Muevo mi barbilla en saludo, y lo acerco a mi pecho para encontrar los ojos de Axel sobre
su hombro. El rostro de Axel se transforma y se gira. Sabía que estaba encabronado, pero,
conociendo a Axel, no le importaba una mierda.
26
—Lo hicimos bien esta noche, hermano. Casi tenemos lo suficiente para el siguiente
tratamiento de mamá —dijo Levi, con orgullo en su voz mientras me mira.
Cerrando mis ojos, respiro larga y profundamente.
—¿Austin? —pregunta Levi, y siento sus ojos enfocados en mí—. ¿Estás bien?
Abro mis ojos, lo acerco agarrando su camiseta dos tallas más grandes.
—¿Cuándo empezaste a traficar con el equipo? —siseo, y Levi toma un jodido trago de
saliva con la sangre drenándose de su rostro.
Los ojos grises de Levi regresan a Axel, quien camina hacia otro grupo de chicos que se
dirigen hacia nosotros. Genial. ¡Más chicos de la fraternidad buscando drogarse, drogándose por
mí jodido doble… en mi campus!
Tirando a Levi hacia atrás, nos sitúo detrás de la protección de un árbol, muy fuera de vista.
No me pueden ver traficando o incluso que me asocien con los traficantes, o sería revocada mi
beca rápidamente. El decano ya sospechaba. Diablos, él nunca me quiso en esta universidad. Fue
la persistencia del entrenador y las demandas de Rome Prince las que lo hicieron ceder. Nunca
quiso al chico con la hoja de rap de la caravana del parque en el lado equivocado del camino.
Está mierda jugaría bien en sus manos.
Reviso si estábamos bien escondidos y sacudo Levi por el cuello, quien estaba ocupado
mirando el terreno.
—¡Levi! ¿Cuándo diablos te reclutaron para traficar con coca? —siseo.
—Cerca de un mes atrás —admite de mala gana.
—Un mes —digo sin creerlo.
Un maldito jodido mes.
Asiente, y tomo su cabeza entre mis manos.
—Maldición, Levi. ¿Por qué? Te dije que nunca siguieras ese camino. Hacer las cosas fáciles
para el equipo, está bien. ¡Pero no esto! Naciste siendo un receptor como yo, pero tienes que
obtener las mejores calificaciones, centrarte en la escuela para llegar aquí a la UA. El equipo, Lev,
¡el maldito equipo! Gio jamás te dejará irte. ¡No hay forma de que los dos salgamos!
Levi se echa hacia atrás y descansa su espalda contra el árbol, con brazos cruzados sobre su
pecho desafiante, frunciendo el ceño.
—Mamá está empeorando, Aust. El seguro médico ya no paga nada. Queremos que no
tenga dolor, necesitamos pagar para eso. Necesita todo el tiempo una ayuda. No ha dejado el
remolque en semanas. No puede caminar sin temblar y caerse al suelo.
Los ojos de Levi se llenan de lágrimas, y mi garganta se obstruye fuertemente ante la
imagen. El niño tenía catorce años. Catorce malditos años. No debería de estar preocupándose
por pagar los recibos médicos, vendiendo drogas o cuidando a mamá.
—¿Y porque mierda se me ha ocultado esto? —pregunto a través de mis dientes apretados,
con mi mandíbula doliendo de la presión.
Levi deja caer su cabeza.
—Mamá no quería que lo supieras. Dice que ya tienes suficiente con lo que preocuparte. Y
sabía que no aprobarías que yo estuviese con los Heighters.
27
Diablos si eso no me hacía sentir como mierda.
—Mira, Aust, tenemos que hacer dinero de alguna forma. Axel ya no hace suficiente él solo,
no ahora que hay una guerra de territorio con los Kings. Está fuera todo el maldito tiempo,
tratando de obtener más billetes. Tú estás aquí, tratando de entrar al draft… lo que solo me deja
a mí. Tengo que ofrecerme, cuidar el negocio, ser el hombre de la casa. Soy bueno. Los hermanos
en el equipo me cuidan, especialmente Gio. Son mi famiglia3, mis hermanos.
Cristo, si sus palabras no me atraviesan. El maldito Gio no cuida de nadie más que de él
mismo.
Doy un paso adelante y golpeo a Levi por el pecho contra el árbol.
—No son tu familia, Lev. La policía vendrá por ti y no harán ni una mierda. Yo soy tu
famiglia. ¡Soy tu maldito hermano! ¡Soy tu sangre! ¡Io sono il tuo sangue!4
Los ojos de Levi se agrandan con mi tono de enojo, y deslizo mi mano por mi cabeza,
tratando de respirar realmente despacio.
—Mira, no es tu responsabilidad, Levi. Tú eres el pequeño. Eres el orgullo y alegría de
mamá, joder. Axel y yo, ella sabe cuan jodidos estamos. Tú. Tú eres su maldito favorito. ¡Hazla
sentirse orgullosa! ¡Maldición! ¡Haz que se sienta orgullosa de uno de nosotros antes de que sea
muy tarde, por favor!
Nada más que silencio se interpone entre nosotros hasta que Levi susurra:
—Está muriendo, Austin. No seré el favorito de nadie por más tiempo. No voy a hacer
sentirse orgulloso a nadie. Debo de asegurarme que sus últimos días no los pase con dolor. No
soporto verla gritar con agonía un día más. Tú no estás cerca. Axel nunca está ahí. Me está
matando…
Me lanzo para tomarlo en mis brazos cuando la voz fuerte de Axel rompe el silencio.
—¡Perra, más vale que te pongas en camino si sabes lo que es jodidamente bueno para ti!
—¡Mierda! —escupo, atrapando con la mirada el Ford de la policía haciendo sus rondas en
la distancia, dirigiéndose en nuestra dirección. El decano advirtió al departamento de policía del
campus en las últimas semanas.
Metí mi cabeza alrededor del árbol, solo para ver a Axel juntando algunos estudiantes
contra la torre.
¡Mierda, mierda, mierda!
Las luces del auto comienzan a acercarse, y tengo que sacar al idiota de mi hermano de
aquí. Y a Levi también. La última cosa que necesita el niño es un registro y un periodo en el
reformatorio.
Girándome hacia Levi, le digo:
—Vete. Llega a la camioneta de Axel. Yo traeré a Axel.
Su boca se mueve para discutir, pero viendo que no iba a tomar su mierda, sale deprisa a
través del patio.
3
Famiglia: familia.
Yo soy tu sangre en italiano.
4
28
Tomando una profunda respiración, salgo de detrás del árbol y voy directo hacia Axel. Aún
tenía a la chica contra el ladrillo de la torre.
—No has visto una mierda, ¿verdad? No vas a mencionar lo que viste esta noche a nadie.
¿Me estás oyendo perra? ¡Necesitas mantener jodidamente cerrada la boca! —dice a través de los
dientes apretados.
—N… n… no…lo prometo…por favor…solo déjame ir…te lo ruego —La voz de la chica era
floja y temblorosa, obviamente con miedo.
Tenía que detener a Axel antes de que fuera demasiado lejos. Diablos, no iba a agregar
asalto también a su lista de mal comportamiento.
Caminando detrás de Axel, agarro sus brazos y lo retuerzo.
—Vete a la mierda, Axel —le ordeno mientras Axel se tropezaba. Mirando sobre el hombro
de Axel, un par de grandes ojos verdes levantan la vista hacia mí, y me congelo.
Diablos. Era una animadora. Con la que había hablado después del partido.
Alzo mi cabeza al cielo. Alguien realmente allá arriba jodidamente me odia.
Axel de repente estaba en mi cara.
—La perra vio demasiado. Necesita saber que no puede hablar. ¡Tengo que solucionar esta
mierda ahora! No puede haber cabos sueltos —sisea con sus manos en puños a los lados
mientras la animadora parece hundir su pequeño cuerpo incluso más contra la pared, sus ojos
miran a cualquier lado menos a nosotros. Está llorando, joder. Su maquillaje negro estaba en
todo su pálido rostro.
—No lo hará. —Miro a la chica—. ¿Lo harás? —gruño prácticamente. Estaba congelada del
miedo—. ¡Diablos, díselo!
Más agua llenó sus ojos y comenzó a negar.
—Yo… yo… yo no lo haré.
Girando a Axel por el brazo, le digo:
—Los policías están por llegar aquí. Necesitamos sepáranos. Me aseguraré que ella no nos
delate. —Axel escupe en el suelo en sus pies antes de pasar empujándome, pero no antes de que
lo tomara de nuevo por el bíceps, mi boca cerca de su oído—. Tú y yo necesitamos hablar. La has
jodido, hermano, ¡Levi traficando con el equipo, trayendo esto a mi universidad, todo! ¡No voy a
permitir esta mierda!
Burlándose de mi amenaza con una risita, Axel arranca su brazo de mi mano y se aleja en
dirección al estacionamiento. Observo cómo se aleja, y los vellos de ni nuca se levantan. No tenía
un buen presentimiento de esto. Como si un gran jodido presagio estuviera siguiendo a mis
hermanos. Era obvio que Axel se estaba metiendo más en el equipo, ascendiendo, acercándose a
Gio, y por la apariencia de las cosas, arrastrando a Levi con él.
Arrastrándolo directo al infierno.
Un sonido de arrastre detrás de mí llamó mi atención.
Mierda. La chica. Casi me había olvidado de ella.
29
Justo cuando me giro, la atrapo en la acera, tratando de escapar. Eso es hasta que me ve
observarla y se congela, como un maldito venado atrapado en las luces. Tenía que arreglar esta
mierda rápido, proteger a mi familia. Sin importar el precio.
—¿Qué diablos viste? —regaño fríamente.
—N… nada, yo no vi nada… —murmura, con ojos grandes en su pequeño rostro. Debió de
haber estado al menos a metro y medio de distancia.
—Estás mintiendo —digo fríamente.
—No… en realidad… —susurra. Puedo ver su pulso golpear en su cuello delgado.
¿Qué mierda estaba haciendo aquí en el patio, sola, a esta hora de la noche de todos
modos? La única razón por la que Rome y yo estábamos tan tarde levantando pesas, era porque
hacíamos sesiones extra, más que nadie más.
Empujo mi pecho sobre su cuerpo y oigo una corta inhalación de aire fuerte.
—Viste a mi hermano. ¿Qué estaba haciendo? Y jodidamente no me mientas.
Sabía que ella sabía lo que estaba sucediendo, claro, pero necesitaba que me tuviese miedo,
para que no dijera ninguna mierda a sus amigos más cercanos. Tenía que asegurarme que
mantuviera su boca cerrada. No podía andar esparciendo rumores por el campus.
Con la caída de sus hombros, vi la lucha irse de su cuerpo.
—Drogas. Creo que estaba vendiendo drogas —suspira derrotada—. No, sé que estaba
vendiendo drogas.
Respirando por mi nariz, miro hacia abajo.
Maldición.
Adiós, beca.
—No se lo diré a nadie, te lo juro… solo… solo déjame ir, por favor —ruega, su suave voz se
rompe con miedo. Me quedo observándola, vestida toda de ropa negra, delgada como un
maldito palillo. Y era una animadora del primer equipo. La he visto en cada partido, cada
maldito partido de la temporada. En casa y fuera.
—Carrillo, por favor, déjame ir.
La atrapo contra la pared con mis brazos, agachándome para poner mi boca en su oído.
—Olvida lo que has visto esta noche. Si lo haces, seremos buenos, no habrá consecuencias.
Pero si incluso dices una palabra de esto a alguien, y me refiero a quien sea, no te gustaran el
montón de malditas mierdas que te sucederán. No tienes idea de con quién te has metido. Con
gente que hará lo que sea para mantenerte callada. Y me refiero a lo que sea.
La escucho sorber por la nariz y asiente sumisamente, escuchando mi advertencia tan clara
como el agua. Retirándome, cruzo mis brazos sobre mi pecho y muevo mi barbilla.
—Vete. Lárgate de aquí.
Un segundo después, la animadora comienza a correr por el patio, sus piernas vuela sobre
el césped seco. Me siento como el mayor idiota que ha pisado la Tierra. Estaba petrificada por
mí.
Maldita sea, ahora era un daño colateral.
30
Desde hace mil días.
Desde hace mil días que dejé la pandilla, construí una nueva vida para mi aquí en la UA y
dejé atrás la mierda de traficar.
Y después, cerca de mil días después regresa y viene a morderme el trasero.
Frotando una mano ansiosa sobre mi frente, me encamino hacia el Dennis Chinas
Axel va a estar enfadado por el hecho de que ella lo había visto traficando coca, y él no es
alguien que olvide.
Nunca deja testigos sin asegurarse de que no hablen. Los Heighters no toleran que alguien
se meta en sus negocios, órdenes de Gio.
Dándome cuenta de las luces de una patrulla de policía a lo lejos, observo mientras se
detienen no muy lejos de donde estoy. Me congelo y contengo el aliento.
Justo cuando iba a huir, el policía sale del vehículo, desapareciendo de la vista en la
esquina. Después de un minuto, reaparece, caminando con una chica de regreso a su auto… la
chica delgada que podría hundirnos.
¡Maldición!
Al ver que el auto se mete en la calle, comienzo a correr detrás de él, manteniéndome en la
parte oscura de la acera para seguir su rastro.
31
Capítulo 5
Lexi
Mi respiración se hace más difícil y rápida mientras corro a través del patio. Al doblar una
esquina, me golpeo la espalda contra el amplio tronco de un árbol, con la cabeza cayendo hacia
atrás rozando contra la áspera corteza que araña mi cuero cabelludo.
No podía correr más; mis piernas no me dejaban.
Él había estado traficando con drogas. Ese chico había estado traficando drogas tan
descaradamente en el campus. El hermano de Austin Carillo.
Austin Carillo, el número ochenta y tres para Alabama Crimson Tide, uno de los receptores
más prometedores de toda la SEC. Austin Carillo, con piercings y tatuado, el chico malo-hechobueno, el chico del lado equivocado de las vías... traficando drogas en el campus. Supuse que tal
vez no era el chico-tan-bueno como todo el mundo pensaba.
El sonido del portazo de la puerta de un auto me hace casi saltar de mi piel.
—¿Señorita? ¿Está bien?
Mi mano da una palmada sobre mi corazón que late furiosamente, exhalo un suspiro de
alivio cuando me doy cuenta de que era del departamento de policía del campus.
—Sí... sí, estoy bien. Sólo me asustó —le digo sin aliento.
El policía se arrodilló delante de mí.
—¿Señorita...? —Se detuvo, queriendo saber mi nombre.
—Hart. Lexington Hart.
—Señorita Hart, si desea acompañarme, por favor —dijo el policía y extendió su mano para
que la tomara.
—¿Estoy en problemas? —le pregunto en voz baja.
Su sonrisa me tranquiliza.
—No. Sólo vamos a llevarte a casa a salvo. Una chica joven como tú no debería estar tan
tarde sola.
Poniéndome de pie con las piernas temblorosas, hago lo que me pide y entro en el asiento
trasero del auto, perdida en mis pensamientos mientras miro por la ventana, ignorando el silbido
y el estruendo de la radio de la policía.
Cinco minutos más tarde, nos detuvimos fuera de la oficina del decano. Mi estómago al
instante se llena de temor.
32
El oficial se gira hacia mí, con una expresión de disculpa en su rostro.
—Señorita Hart, si viene conmigo, al decano le gustaría verla —dice y abre la puerta del
auto.
Sabiendo que no tenía otra opción, entro en el edificio del decano y sigo al oficial
directamente a la oficina. Él me estaba esperando detrás de su escritorio y me saluda con una
sonrisa. Inmediatamente me siento incómoda.
—Señorita Hart, por favor, tome asiento.
Hecho una mirada cautelosa alrededor de la sala lujosamente decorada. Nerviosamente me
siento delante de él.
¿Cómo sabe mi nombre?
El decano toma una jarra de agua sobre la mesa y se sirve un vaso. Me mira y levanta la
ceja, preguntándome si quería uno también. Niego.
—Así que, Lexington, entiendo que estabas en el lado sur del patio, ¿justo ahora? Mi oficial
me informó que te encontró angustiada.
Mi corazón comienza a golpear en el pecho y una gota de sudor corre hacia bajo de la nuca.
—Sí, señor, estaba en el patio.
—Y... ¿viste que algo sospechoso pasaba?
Sus ojos azules se clavan en los míos, y hago una pausa, sin saber qué hacer. ¿Debo decirle
la verdad? ¿O me protejo de Austin y su hermano?
La advertencia de Austin sonó clara en mi cabeza.
Si incluso dices una palabra de esto a cualquiera, y me refiero a cualquiera, no te gustará la
tonelada de maldita mala mierda que encontraras en tu camino.
Antes de darme cuenta, estaba sacudiendo mi cabeza otra vez.
El decano levanta las cejas con sorpresa.
—¿No viste a algunos hombres en el patio? ¿Hombres que no pertenecían a esta escuela?
—Él se inclina hacia delante—. ¿Hombres que están tratando con drogas, tal vez? ¿No fue eso
por lo que corriste?
—No, señor —le respondí en voz baja, con un ligero temblor indicando mi falacia—.
Simplemente no me gusta estar sola en la oscuridad. Tenía prisa por llegar a casa.
—¿Y dónde habías estado tan tarde en la noche?
Bajo los ojos avergonzada.
—El hospital... tengo que asistir a terapia por un trastorno que tuve hace años. Es parte de
mi recuperación.
El decano parpadea mientras piensa sobre lo que he dicho, y se inclina hacia adelante para
que pueda oírle sólo yo.
33
—Si tienes miedo de lo que fuiste testigo, podemos asegurar tu seguridad. No podemos
tolerar este tipo de problemas en nuestro campus. Sólo necesitamos una prueba de quién es el
responsable. Cualquier persona en esta escuela, ¿por ejemplo?
Mirándolo con los ojos muy abiertos, le digo.
—Lo siento, señor, no vi nada ni a nadie. No puedo ayudarlo.
No sabía porque en ese momento no confesé lo que vi, Austin Carrillo estando ligado a
todo, su muy clara amenaza contra mi seguridad. Pero yo sólo quería ir a casa. Sólo quería poner
esta noche detrás de mí. Mis sesiones de asesoramiento siempre me hacían sentir como si
hubiera sido arrastrada a través de la suciedad y estaba cansada.
—Muy bien, señorita Hart. Si se acuerda de cualquier cosa en absoluto, sólo hágamelo
saber —dice el decano desanimado.
Asintiendo, me levanto, y el oficial me lleva de la sala y fuera del edificio hacia el veraniego
aire húmedo de la noche.
—Vamos, señorita, la llevaré a casa. —Ofrece el oficial.
—Prefiero caminar si no le importa —le contesto, y el oficial se encoge de hombros, sube
en su auto y se marcha.
Envolviendo mis brazos alrededor de mi pecho, rápidamente me dirijo hacia la casa de la
hermandad de chicas. Estaba a mitad de camino por el sendero poco iluminado cuando alguien
sale de la sombra de los árboles en frente de mí.
Amortiguando sorprendida un grito de mi boca, me detengo en seco. La persona da un
paso adelante y su rostro queda a la vista... Austin Carillo.
Él me miraba fijamente, todo tatuajes y piercings, con ira en su mirada, y yo retrocedo con
pánico.
—¿Tienes deseos de morir o algo así? —pregunta con frialdad—. No estaba bromeando
cuando dije que la gente vendría tras de ti si los delatabas. ¿Y descubro que fuiste al decano?
¿Está jodidamente bromeando conmigo en este momento?
—¡No! Yo… entendí la ad… advertencia muy bien. N…no le dije nada. ¡Lo juro! —Salgo
corriendo, mi voz temblando de miedo. La expresión de Austin permanece dura e insensible.
Girando para hacer frente a una ruta alternativa a casa, mis pies comienzan a golpear el
asfalto. Rezando para que Carillo no me siguiera, corro todo el camino a la casa de la hermandad
de chicas, corriendo directamente a mi habitación y estrellando la puerta al cerrarla.
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Capítulo 6
Austin
¡Mierda, mierda, mierda, mierda, mierda!
¿Qué mierda estaba haciendo?, saltando sobre ella como un acosador después de verla salir
de la oficina del decano Vi su rostro; estaba aterrorizada.
¡MIERDA!
¿Qué debe pensar mí?
Di la vuelta en el camino rural que conduce al parque de caravanas, la grava cruje bajo los
neumáticos de la camioneta de Rome. Él me había dejado usar su camioneta para hacer una
visita improvisada a casa.
Cuatro kilómetros hasta que alcance el final del camino.
Cuatro kilómetros hasta que llegué a la casa de mi infancia.
Y cuatro kilómetros hasta que vea lo lejos que mi madre ha ido realmente.
Al pasar la señal antigua y oxidada del parque de caravanas, Westside Heights,
balanceándose hacia atrás y adelante del lado de donde se le habían salido las bisagras, niego.
Jodido Paraíso.
Dos kilómetros, y no pasa mucho tiempo antes de que comience a ver los rostros familiares
del grupo acordonado sobre el lugar. Y todos miran hacia arriba, por supuesto. Sólo bajabas en
este camino, por dos razones: A, vivías aquí, o B, que quería marcar una dosis. Estos chicos
sabían que yo era la primera.
Varios asentimientos de barbilla me saludan mientras acerco mi camioneta al remolque
veintitrés. Deteniendo la camioneta y corriendo por las escaleras, golpeo dos veces en la puerta
de metal y me permito entrar.
—¿Mamma? —llamo, absorbiendo el desorden del lugar: platos sucios, comida rancia,
jeringas vacías, y... ¿Qué diablos era ese olor?
Levi siempre había tenido este lugar arreglado muy agradable, limpio, desinfectado, al
menos, pero mirando alrededor, estaba claro que estaba pasando la mayor parte de su tiempo
con el grupo, dejando de lado sus quehaceres. El lugar era un hoyo de mierda. Mi mandíbula se
apretó con molestia.
—¿Mamma? —La llamo de nuevo y escucho un pequeño sonido saliendo de su dormitorio.
Me tiemblan las piernas mientras me acerco a la vieja puerta decrépita. Cada vez que venía, ella
siempre lucía peor.
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El sonido de cristal rompiéndose me hizo entrar en pánico, y me atravieso la puerta, sólo
para ver a mamá inclinándose hacia abajo, su torso colgando de la cama, un vaso hecho añicos
en el suelo donde debía de habérsele escapado de la mano. Ella gime de dolor, y está claro que
no puede levantarse de nuevo hacia arriba.
Disparándome hacia adelante, agarro el pequeño cuerpo de mi madre por los brazos y la
levanto suavemente hacia la cama, casi atragantándome ante su olor. Mientras la enderezo, me
estremezco ante el dolor grabado en su rostro. Sus dientes estaban apretados y sus fosas nasales
se dilatan mientras respira entrecortadamente por la incomodidad.
Sentándome en la cama a su lado, paso la mano por su frente, apartando las hebras
sudorosas de cabello castaño de su rostro.
—Calma, Mamma, Calma —hablo en italiano, su lengua materna, relajándola hasta
calmarla. Unos grandes, ojos marrones hundidos miran hacia mí, y su labio se crispa. Sabía que
era Mamma dándome una sonrisa agradecida.
—¿Stai bene, Mamma? —¿Estás bien? le pregunto, con la esperanza de que se sintiera un
poco mejor.
Sus párpados se cierran, y sé que es su intento de un asentimiento. Estaba, o agotada o
demasiado adolorida para tratar de hablar.
Echo un vistazo alrededor de la habitación y me doy cuenta de su ropa sucia esparcida por
todo el suelo de madera y botellas de medicina grises alineadas en su tocador. Mis entrañas se
apretaron cuando me di cuenta de qué eran las botellas y de dónde provenía el dichoso olor
horrible. Eran botellas de orina.
Cierro mis ojos, luchando contra impulso de perder mi mierda por el estado en que se
encuentra. Otra cosa porque desgarrar a Axel.
Un toque, tan ligero como una pluma, deja un rastro a través de la palma de mi mano, y
luego miro hacia abajo. Mamma había puesto su mano sobre la mía, con sus ojos llenos de
lágrimas.
Inclinándome hacia delante, presiono un beso en su cabeza y le susurro:
—Ti voglio bene, Mamma. Te quiero, mamá
—Anche... a te... mio caro —susurró de nuevo, diciéndome que ella también me amaba. Le
sonrío con orgullo mientras ella lucha con el dolor al responder.
Poniéndome de pie, me froto las manos.
—Está bien, Mamma, voy a traerte un vaso de agua. Luego es el momento para conseguir
limpiar este lugar, y luego será tu turno, ¿de acuerdo?
—Tan... buen muchacho... —Se las arregló para decir.
No lo era. Los dos lo sabíamos, pero en ese momento, nunca me había sentido más
bendecido de que yo había hecho la suficientemente feliz para que ella dijera esas palabras para
mí.
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Una hora más tarde, coloqué el último de los platos recién lavados en el armario y me
trasladé al cuarto de baño para abrir la ducha. Había comprobado a Mamma cada cinco minutos,
y sus ojos estaban expresivamente tristes mientras me miraba fregar y limpiar todos los rincones
de nuestro viejo remolque. La mujer era una maldita santa. Se merecía más que toda esta
mierda.
—Está bien, mamá, voy a llevarte a la ducha. —le digo, tratando de ignorar el parpadeo de
mortificación en su hermoso rostro. Ella odiaba no ser capaz de hacer esto sola. Antes de que
esta maldita enfermedad la derrumbara, Chiara Carillo había mantenido tres puestos de trabajo
y nos amó a mis hermanos y a mí lo suficiente por dos padres, una vez que nuestro holgazán
padre nos dejara por alguna puta al otro lado del estado. Mamma nunca nos dejó pasar hambre,
siempre se aseguró de que nos quedamos en el camino correcto, y nos mantuvo fuera de los
problemas cuando todos los otros niños en el parque comenzaron a unirse a los Heighters.
Entonces hace siete años, todo cambió. La causa: ELA. La enfermedad de Lou Gehrig. Una
forma de enfermedad neuromuscular. La maldita enfermedad que debilitó poco a poco sus
músculos. La enfermedad incurable que socavó su libertad día a día, hora a hora, minuto a
minuto.
Un suave gemido escapa de los labios de la Mamma mientras levanto su ligero cuerpo en
mis brazos, y finjo ignorar las sábanas empapadas de sudor y suciedad en las que había estado
recostada durante sabe Dios cuánto tiempo.
La llevo a la ducha, la coloco en el asiento del inodoro y empiezo a quitarle el camisón
sucio. Un chorrito de agua golpea la mano, y cuando miro hacia arriba, las lágrimas corren por
las mejillas de mamá. Ella no podía mirarme a los ojos.
El dolor atraviesa de mi pecho.
Tosiendo para borrar la emoción atascada en mi garganta, compruebo la temperatura del
agua y, en silencio, levanto a Mamma en mis brazos y nos situamos bajo el chorro del agua. Mis
ropas estaban empapadas, pero no me importaba una mierda.
El agua hace un buen trabajo de ocultar su vergüenza mientras se aferra a mis hombros
como una niña asustada y tímida.
Después de lavar el cuerpo y el cabello de mamá, la envuelvo en la última de las toallas
limpias, la envuelvo en su albornoz, y la siento en el sofá desgastado.
—Tengo que cambiar la ropa en tu cama, Mamma, para que puedas dormir realmente bien
esta noche. Ya vuelvo, ¿de acuerdo? —le digo. Ella cierra los ojos, asintiendo ligeramente.
Incluso algo tan simple como una ducha la había agotado.
Maldita esta puta enfermedad.
Una vez encuentro la última limpia, aunque descolorida, ropa de cama, la pongo en la
cama, añadiendo una almohadilla debajo para la incontinencia, para salvar el colchón de
cualquier accidente. Trato de disimular lo máximo posible; Mamma odiaría saber lo que había
hecho. Ella no había es incontinente; podía ir al baño, aunque sin ayuda no podía hacerlo sola.
Camino hacia la sala de estar, me apoyo en el marco de la puerta y trato de detener la
jodida devastación absoluta al ver a mi mamá, la mejor persona que conocía, tan rota, su
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pequeño cuerpo desplomado, sus músculos debilitándose día a día. Ha estado así durante siete
años. Con la ELA, tienes suerte si te dan diez años. Mi estómago se siente como un pozo. La
forma en que las cosas se ven, no estaba seguro de que ella incluso dure los últimos doce meses.
Un gemido dolorido se desgarra de sus labios, y sus cejas se juntan con el dolor. Voy
corriendo a su lado, la recojo en mis brazos y la llevo a la cama. Un suspiro feliz escapa de sus
labios mientras yace entre la ropa fresca y limpia, y una vez más me siento a su lado.
—¿Puedo traerte cualquier otra cosa, Mamma? —le pregunto y me quedo sin aliento
mientras ella se extiende hacia mi mano una vez más.
—No, grazie, mio caro —dice en voz baja, y sus ojos comienzan a llenarse de lágrimas otra
vez.
—Maldita sea, Mamma, por favor, no llores. No puedo soportarlo —le digo, e incluso a mis
oídos, mi voz sonaba tensa.
—Ellos… lo… tienen, Austin —Mamma se las arregló para decir, y fruncí el ceño.
—¿Quién, mamá? ¿Quién tiene a quién?
Su labio inferior comenzó a temblar y ella trata de apretar mi mano con la suya, pero no
puede.
—Levi... ellos... llegaron a... él. Necesitamos... salvarlo... —La voz de Mamma se quiebra en
la última palabra, y unos escalofríos recorren mi espina dorsal.
Mi cabeza se hunde.
—Lo sé, Mamma. Acabo de descubrirlo esta noche. —Ella me mira como si yo fuera
Superman, como si yo fuera la respuesta, como si pudiera sacarlo. Sus grandes ojos marrones me
están suplicando, rogando para que yo lo salve.
—Axel... él está demasiado... dentro. Levi... tu... ambos necesitan salir. —Mamma de
repente grita y su espalda se tensa mientras el dolor atormenta su cuerpo. Tragando saliva,
sostengo su mano con fuerza en la mía mientras esperamos a que insoportable dolor disminuya.
Mamma jadea fuertemente y finalmente se calma lo suficiente como para decir:
—Austin... estoy muy orgullosa... de... ti. Prom... prométeme... que salvaras... a… Levi.
Rozando su mano sobre mis labios, presiono un beso en sus dedos y asiento.
—Te lo guiro, Mamma. Te lo juro. Voy a encontrar una manera de salvarlo.
Sus párpados caen mientras lucha contra el tirón del sueño, y, levantándome, beso su
frente, susurrando:
—Buona notte, e dormi bene, Cara Mia.
Buenas noches y duerme bien, mi amor. Las palabras que mi Mamma me susurraba cada
noche antes de dormir desde que nací. Las palabras que se llevaron mis miedos, bloqueando
toda la maldad en el mundo.
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Tras el diagnóstico de la enfermedad de Lou Gehrig, cuando sus temores se convirtieron en
demasiado para soportar, comencé a susurrárselas a ella también. La hacía sonreír, y como
Mamma siempre decía, el hombre de los sueños siempre debe encontrarte sonriendo.
Camino hacia al viejo tocadiscos de 1930, que perteneció a su nonna, un recuerdo que trajo
con ella desde Italia; saqué un disco de vinilo desgastado de su canción favorita de la estantería
en el otro extremo de la habitación. Colocando el pasador en su lugar, el sonido del vinilo gira y
comienza a crujir través del altavoz, y segundos más tarde, el "Ave María", interpretado por
Andrea Bocelli llena la habitación.
Por un momento, me detengo. Esta canción fue mi infancia. Fueron balas ahogadas
mientras estaba en la cama, tratando desesperadamente de dormir. Fue Mamma tomando
nuestras manos y girándonos alrededor, haciéndonos reír el día de Navidad, tratando de
hacernos olvidar que no teníamos regalos, ni pavo y el relleno para comer. Y fue un doloroso
recordatorio de lo que Mamma podría haber sido. Ella era una cantante de ópera, una soprano.
Mamma era de Florencia. Los padres de mi padre habían sido sicilianos pero se mudaron a los
Estados Unidos, Alabama en los años cincuenta. Mi padre fue a ver a sus abuelos en una visita,
Mamma estaba de gira con su sociedad de ópera, y que terminó en Verona en el Teatro di
Verona. Esa noche, mientras viajaba por Italia, mi padre la vio cantar. Luca Carrillo se enamoró
perdidamente de Chiara Stradi con una mirada: los ojos de color marrón oscuro, el cabello largo
y oscuro... Ella era hermosa. En cuestión de semanas, la había hecho enamorarse de él también.
Ella dejó su canto y familia atrás, y papá regresó a los Estados Unidos con una mujer exótica a
remolque. Mamma había deshonrado a su familia; ellos nunca hablaron con ella de nuevo.
Pero Chiara Stradi de diecinueve años de edad, no había sabido del problema con la bebida
de Luca Carillo de veintiséis años. Ella no sabía que él era un zorro. Ella no sabía que años más
tarde, ella se despertaría extremadamente pobre, en un dúplex en la peor parte de la ciudad, con
su marido desaparecido, después de haber huido de sus responsabilidades, sus sueños
destrozados, sin familia que la ayudara, y atrapada con tres niños creciendo para vestir y
alimentar.
Esta canción había levantado su ánimo.
Esta canción había mantenido su inquebrantable fe católica intacta.
Esta canción la había mantenido fuerte.
Le pedí a Dios que la hiciera fuerte ahora.
Volviendo a verla recostada pacíficamente, casi me derrumbé mientras su labio superior se
curvo en una sonrisa de satisfacción, incluso en el sueño.
Metiendo el edredón descolorido alrededor de su cuerpo dormido, incliné mi cabeza hacia
adelante a mis manos curvadas, cerré los ojos, y ofrecí una oración en silencio,
—Dio ti benedica, Mamma.
Que Dios te bendiga, mamá
Recojo la ropa sucia de la habitación de mamá, me dirijo hacia afuera de la caravana , hacia
la lavandería del lugar. Pasando a varios de mi vieja pandilla, manteniendo mi cabeza abajo,
ignorando las miradas de odio que ellos están lanzando en mi dirección. La única cosa que les
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impide sacudir mi culo es el hecho de que Gio me dejó salir sin repercusión. Eso y el hecho de
que todos los hermanos están cagados de miedo por lo que les haría Axel si ellos siquiera se
atreviesen a tocar un cabello de mi cabeza.
Irrumpo en la lavandería, ignorando al drogadicto pirado en la fila de sillas de plástico rojo
cargo la lavadora, poniéndole un lavado rápido. Me apoyo contra la pesada pared de grafitis,
intentando contener la intensa ira que se está enrollando en mi interior.
¿Cómo puede Axel dejar a mamá así? Mientras él está fuera con su "familia", ocupado con
nieve y haciendo billetes, la Mamma yace encharcada en su propia orina, apestando al sudor de
una semana.
¡Y Levi! ¿Dónde coño estaba la pequeña mierda casi a medianoche? Estaba seguro de una
cosa. No había ido al colegio. Lo que significaba: pura mierda… significaba: no fútbol…
Significaba: cero oportunidad para que él obtenga una beca para jugar con los Tide en la UA.
Mis uñas se hunden en mis palmas, mientras mis puños se aprietan tan fuerte que estaba
seguro que he derramado sangre. Esa jodida banda era la desgraciada maldición de mi vida.
Primero Axel, después yo, ahora Levi.
Era Gio.
Todo era culpa de Gio.
Él puso su mira en los Carrillo desde que éramos niños. Todos nosotros éramos altos y
naturalmente fuertes—intimidantes—. Perfectos para la vida de Heighter. Perfectos para la
protección personal de Gio, y todos nosotros caímos en eso como sus jodidas ovejas devotas,
siguiendo al lobo al matadero.
Todo por lo que mi mamá había luchado tan duro se había ido. Ella iba a morir viendo a
sus hijos cayendo directamente en el infierno.
—Joder, Carillo. Si el fútbol no funciona, siempre podrías convertirte en una maldita criada
—alguien dijo desde mi derecha.
Apretando mis dientes, levanto mi cabeza para encontrar a Gio en la puerta, sonriéndome.
Como una brutal llama en una lata de gasolina, exploto y me encuentro a mí mismo tirando a
Gio al suelo, inmovilizándolo en las baldosas pegajosas, y empiezo a golpear su rostro con mis
puños.
—¡Hijo de puta! —grito una y otra vez mientras Gio levanta sus brazos para protegerse de
mis golpes.
Unos brazos me agarraron y tiran de mí hacia atrás. Liberándome, me giro contra el idiota
que me había quitado y me encuentro cara a cara con Axel.
Estaba furioso.
Golpeo su pecho con mis manos, y los amplios ojos de Axel me miraban mientras cae
encima de las sillas de plástico, el drogadicto dormido apenas se había dado cuenta de lo que
está pasando justo encima de él, demasiado dopado con cualquier mierda que se había inyectado
en sus venas.
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Axel se levanta. Veo como aprieta su puño y sonrío. Vamos, hijo de puta, pienso. Necesitaba
esto. Había estado esperando mucho tiempo esto entre él y yo. Ya estaba harto de sus idioteces.
—Te voy a dar eso, una oportunidad, chico, pero inténtalo otra vez y se acabará el juego. —
Advierte Axel.
Un puñetazo llega por mi derecha de improviso, golpeándome contra la secadora.
Enderezo la espalda, me froto la mandíbula y me giro para ver a Gio retenido por Axel.
—Acabas de firmar tu sentencia de muerte, hombre. —Gio, escupe, sangre de sus dientes
salpica el suelo.
Levantando mi mano, giro mis cuatro dedos bajo mi barbilla y siseo.
—Vaffanculo —dije en una hiriente voz monótona. Los ojos de Gio casi se salen al ver que
el dije que se fuera a la mierda en italiano, y prácticamente lucha con Axel para llegar a mí.
—¡Mierda! Gio. ¡Cálmate de una puta vez! —Axel grita mientras empujaba a Gio fuera de la
puerta. Empiezo a caminar como un jodido toro burlado con una bandera roja. Quería a ese hijo
de puta muerto. Estaba muy enfadado con Axel, enojado con Levi, enojado con Gio; ¡enojado con
Dios!
La puerta se abre de golpe y Axel pasa arrasando a través de ella. Justo cuando estaba a
punto de volar a través de ella una vez más, Levi corre detrás de Axel, reflejando el terror en su
rostro adolescente. No tenía ninguna simpatía por la pequeña mierda ahora.
—Aust… —intento hablar, pero lo golpeo con mi mano, señalando con un dedo y
ordenándole—: A casa. ¡AHORA!
Levi mira a Axel como esperando su permiso. Eso sólo sirvió para molestarme más,
atravieso la habitación hasta que me elevo sobre él. Sus ojos se vuelven enormes y cae atrás,
hacia la puerta con miedo.
—¡No lo mires a él y me ignoras! Tú y yo tenemos mucha mierda que discutir, pero ahora
mismo, si tú no corres para la casa a cuidar a la Mamma, ¡voy a molerte a golpes y te arrastré
hasta allí!
Levi corre hacia la puerta, y lo miro hasta que veo que entra en el remolque. Echando una
mirada a través del parque, no hay señal de Gio, así que cierro la puerta de la lavandería y me
giro para hacerle frente a Axel.
—Primero, te defendí frente al entrenador, sólo para darme cuenta de que él tenía razón.
Estás traficando en mi universidad. ¡El decano está detrás de mi trasero, por la nieve que está por
todas partes en campus! Luego descubro que reclutaste a Levi para los Heighters, arrastrándole
al infierno contigo. Pero lo peor de todo, dejaste a Mamma tirada en su propio pis y mierda, el
tráiler como una jodida área de explosión, ¡todo esto para que puedas ser la perrita de Gio!
Axel parece temblar con rabia y se estira para alcanzar una silla de plástico, procediendo a
lanzarla contra la pared hasta que se rompe en varios trozos.
Apunta en mi dirección.
—Tú, todo poderoso, hablas sobre todo esto, chico, ¿pero dónde coño estabas? Viviendo la
buena vida en algún colegio de traseros-ricos, ochenta mil personas semanalmente están
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actuando como si fueses un maldito mesías y con apretadas perras como el jodido Rome Prince,
¡maricas con más dinero que Dios! —Camina para ponerse delante de mí.
—¿Dónde estás tú, chico? Aquí cada día cuidando a Mamma, limpiando su vómito, o estás
sentando en tú cómoda habitación de la fraternidad, bebiendo cervezas y jodiendo a una fila de
putas fanáticas de los Tide? —Presiona su dedo en mi pecho y sisea—. Estoy manteniendo a esta
famiglia, no tú, superestrella. Sólo recuerda eso cuando estés pisando fuerte por aquí en el
territorio Heigher, dejando a tu boca suelta.
Sus palabras también podrían haber sido una jodida daga. Caigo hacia atrás hasta que me
golpeo con la lavadora y me paso las manos por mi rostro.
Él tenía razón. Yo no estaba haciendo una mierda para ayudar.
Una mano de repente se envuelve a través de mi cuello, y me encuentro aplastado en el
pecho de Axel. Él me estaba abrazando…
Joder.
Caigo hacia delante, y dejo que mi cabeza caiga en su hombro, y me quedé ahí, respirando,
calmándome de una puta vez. Puedo ser más grande y más alto ahora, pero él todavía es mi
hermano mayor. Todavía el único capaz de derribarme.
—Mira, chico. Necesitas estar en esa universidad me guste o no. Tú eres nuestro boleto
para salir de aquí, salir de este maldito parque de remolques que nosotros llamamos paraíso. Tú
eres nuestra oportunidad de una vida mejor.
Comienzo a sacudir mi cabeza.
—Joder, hombre, tienes toda la razón. No estoy haciendo una mierda por Mamma. No
estoy contribuyendo. Está todo sobre ti y Levi, y eso está jodidamente despedazándome.
Axel da un paso atrás, y coloca sus manos en mis mejillas, obligándome a mirarlo.
—Chico, tú eres lo único sobre lo que la Mamma habla. Tú, superestrella, el fútbol, los
Tide. Su jodido rostro se ilumina cada sábado cuándo te ve en la pantalla. Ella habla sobre cómo
tú vas a ser un gran éxito, sobre como ella no puede creer que tú seas su hijo, sobre lo talentoso
que eres. Dice que le recuerdas a ella cuando era joven. —Axel sacude su cabeza—. No, chico. Tú
vas a quedarte en esa condenada universidad de traseros-elegantes, incluso si te tengo que
lanzar de nuevo allí yo mismo, y vas a ser escogido por la NFL.
Levantando el brazo, quito las manos de Axel de mi rostro y doy un paso atrás.
—No puedes traficar en el campus, Axe —digo firmemente—. Eso tiene que parar.
—Tengo, chico. Los King han tomado la mitad de nuestro territorio. Tenemos que ampliar,
expandirnos. Sé que te prometí que nunca te pondría esta mierda en tu camino, pero esa
universidad tuya es una condenada mina de oro. Demasiados idiotas ricos pagan altas cantidades
por coca diluida, o hierba lo que infiernos sea que puedan conseguir entre sus malcriadas manos.
—Axe, podrías pasar por mi maldito hermano gemelo. Nos vemos exactamente igual. Si el
decano averigua sobre ti y las drogas en el campus, va a poner esa mierda sobre mí. Entonces
podemos darle un beso de despedida al sueño de la NFL.
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Se detiene como si él estuviese pensando sobre está mierda.
—Me mantendré fuera de tu camino, me mantendré bajo, sin contratiempos para ti. ¿Qué
hay sobre eso? Nada te regresaría a ti, chico. Te lo guiro.
Él me lo jura. Al menos tenía que contarle sobre el decano arrastrando a esa chica a su
oficina anoche después de que él se quebrara, pero el miedo por lo que le haría me tenía
sosteniendo mi lengua. Y no podía conseguir olvidar de mi mente a su pequeño rostro asustado.
—¿Y Levi? —pregunto, derrotado. Me sentí drenado por toda la lucha. Si pudiese ganar
esta, sólo tendría que aguantar y callar.
Axel se encoge de hombros.
—Él se queda conmigo. En la pandilla. Yo estaré atento de él.
—Axel, tienes que sacarlo. Esta no debería de ser su vida. Tiene sólo catorce años. No tiene
el coraje, ni la mentalidad para vivir este tipo de vida.
—Necesitamos el dinero, chico. Todos tenemos nuestros deberes en el cuidado de mamá.
El tuyo es el fútbol, el de Levi y el mío el tráfico. No es lo ideal, pero si queremos mantener las
medicinas para el dolor, tenemos que conseguir el dinero de alguna manera. Esa mierda es cara.
Maldita sea, seguro que ir por el camino recto y amontonar estanterías en el Piggly-Wiggly no va
a conseguirlo.
Tan jodido como todo se había convertido, Axel tenía razón. No podía ver otra salida para
nosotros, y, después de ver a Mamma esta noche, ella necesitaba toda la ayuda que pudiese
conseguir… incluso si la única forma de conseguirlo para ella fuese corrupta.
—Mira. Qué hay sobre mantener a Lev tratando hasta que… —Axel mira lejos, reteniendo
su tristeza. Tosiendo, finalmente dice—: Hasta que Mamma ya no esté aquí más. Entonces
conseguiré sacarlo.
—¿Cómo vas a hacer eso?
Axel sonríe.
—Conseguiste salir, ¿no?
Exhalando, asentí con mi cabeza. Sí lo hice.
Axel puso una mano en mi hombro.
—Piensa que esto no va a durar mucho tiempo ahora, chico. Sé que Lev y yo no hemos
estado aquí tanto como deberíamos a ver estado, pero cuidar a Mamma es ahora más o menos a
tiempo completo. Ella apenas puede caminar, comer. Joder, ella incluso no puede tomar una
mierda si uno de nosotros no la apoya. Es malo, chico. Real jodidamente malo.
Por lo que vi esta noche, eso era dolorosamente cierto.
—Entonces vamos a turnarnos. Haré tiempo entre la universidad y el fútbol para hacer mi
parte, sentarme con ella un poco, limpiarla, darle de comer, llevarla las citas. Sólo estar ahí.
Axel sonríe y su grueso brazo se envuelve alrededor de mi cuello.
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—Hecho. Y será bueno verte por aquí más. Siempre y cuando no te vuelvas contra mi otra
vez —dice y sonríe. Pero su humor de pronto decae—. Y Gio. Me las arreglé para apaciguar al
hijo de puta, pero no lo presiones mucho. La última cosa que necesitamos es que él te quiera
muerto. Hay demasiados cabrones estúpidos en la pandilla queriendo ganar su aprobación. Ellos
no lo pensarían dos veces antes de hacerlo. Entonces tendría que terminar con ellos.
Acepto de mala gana.
Axel se ríe por mi fría, silenciosa respuesta y restriega sus manos encima de mi cabeza.
—Extrañaba a mi jodido hermanito pegándose como lapa detrás de mí y de los chicos. Sería
como en los viejos tiempo antes de que nos abandonases por la fama.
Eso me dejó muerto.
—No voy a ir a ningún lado cerca de la pandilla, Axe. No voy a traficar nunca otra vez. Y
cuándo vengan los días en los que Mamma… ya no necesite más medicamentos —no me atrevo a
decir "muera." No puedo ni expresar en voz alta esas palabras—. Conseguiremos sacar esa
mierda de nuestra vida. Funcionando legal. No me preocupa cómo vamos a conseguir que eso
ocurra, pero así es cómo eso va a funcionar. ¿Capisci? ¿Entendido?
Axel no responde nada, así que caminamos de regreso al remolque en silencio. Por primera
vez en años, los tres hermanos Carillo estaban bajo un mismo techo, haciendo que la mierda
funcionase.
44
Capítulo 7
Lexi
Querida Daisy,
Peso: 44 kilos
Calorías: 1600
Estoy aterrorizada.
No estoy comiendo, ni durmiendo, y estoy perdiendo el control sobre mi plan de
alimentación.
Austin Carillo es peligroso. Esto ahora lo sé.
Mi cabeza no está centrada. Ya sabes que necesito control, pero en este momento, todo está
disperso y no tengo ninguna rutina. Mi consumo de calorías ha disminuido y tengo un aumento de
ansiedad. También he perdido medio kilo. El doctor. Lund no estará contento.
Me gustaría que estuvieras aquí.
No estoy en un buen lugar.
***
—¡Yoo-hoo! ¡Agita lo que tu mamá te dio, niña! —Cass grita desde las gradas del BryantDenny mientras culminaba de animar la canción de lucha de los Crimson Tide. Estaba sentada
con Ally y una muy avergonzada Molly. No pude evitar sonreír ante Cass mientras bailaba
alrededor del asiento de Molly, gritando y vitoreando, lanzándole besos. Rome Príncipe acababa
de besarla en público, en medio del partido, sorprendiéndonos a todos como el infierno,
haciendo que Molly fuera el foco de la pantalla gigante, y haciendo que todo el estadio creyera
que era su amuleto de buena suerte. Jugó como un puto Peyton Manning5 después de ese beso.
Creo que era seguro decir que Cass estuvo en lo cierto; algo definitivamente estaba pasando
entre los dos.
5
Peyton Williams Manning (nacido el 24 de marzo de 1976) es un deportista profesional de la NFL
estadounidense. Juega fútbol americano en la posición de quarterback. Actualmente es el quarteback de los Denver
Broncos
45
Los Tide estaban jugando contra las panteras del Estado de Georgia y sólo tenía tres
minutos para el final en el cuarto tiempo. Ellos se llevarían la victoria fácilmente.
—Ahí, lo está haciendo de nuevo —dijo Lyle, un tono molesto pendiendo de su voz cuando
le dio un codazo a mi brazo, moviendo la barbilla en dirección a Austin Carrillo. Carrillo se
sienta en el banquillo mientras que la defensa sale al campo. Le había visto mirándome
fijamente, con ira, la mayor parte del partido.
Me quedo inmóvil ante las palabras de Lyle, pero no lo miro más. Me las había arreglado
para evitar a Austin durante dos semanas. Los Tide habían estado ausentes en Arkansas, me
mantuve más o menos oculta, bien lejos de Denny Chimes. No quería ver más el tráfico de
drogas, tenía demasiado miedo de las consecuencias si lo hiciera.
—Oye, ¿estás escuchándome? —pregunta Lyle.
—¡Sí! Puedo oírte. Sólo estoy eligiendo hacer caso omiso de ello. No me importa si me está
mirando. No me preocupa —digo firmemente.
La banda comienza su siguiente canción, un ritmo de cuatro, y Shelly le pide la escuadra
bailar la rutina dieciocho. Saltando de un lado a otro, sacudiendo nuestros pompones al unísono
con los tambores, Lyle grita:
—Bueno, deberías estar preocupada. ¿No sabes de dónde viene?
Eso casi me hace flaquear, y le doy un vistazo a Lyle.
—No. ¿Por qué? ¿Qué sabes?
Dando un paso adelante, nos echaron un remate alto con la pierna derecha y cantamos en
voz alta.
—VAMOS, TIDE, VAMOS. —Rápidamente caímos de nuevo en un movimiento de lado a
lado para repetir la rutina una vez más.
Lyle se inclina de nuevo para susurrar.
—Bueno, como ya sabes, llevo en este equipo desde el primer año, y, bueno, una oye cosas.
—¿Qué cosas?
Estaba desesperada por conocer los antecedentes de Austin. Había oído que eran malas
noticias, por supuesto. El rumor estaba plagado de eso. No tenía detalles, sin embargo.
—¿Has oído hablar de la pandilla de Westside Height?
Mis ojos se abrieron y mis pies vacilan, haciendo que me tropezara. Miro a través de las
filas de animadoras avergonzadas, sólo para ver a Shelly mirándome. Hago una mueca mientras
ella entorna los ojos hacia mí y murmura:
—¡Concéntrate!
Tan pronto como se da la vuelta, me enfrento a Lyle.
—¿La pandilla de West Tuscaloosa que siempre está en el noticiero de la noche por tiroteos
y drogas no autorizadas? ¿Esa pandilla de Westside Height? ¿Los italianos?
Lyle asiento con los ojos muy abiertos.
46
—Sí, esa misma.
—¿Quieres decir... ? —Mi voz se apaga y casi pierdo la señal para el doble salto con giro
delante.
Cuando aterrizamos, Lyle continúa como si no hubiera tenido que tomar un descanso.
—Sí. Carrillo es un pandillero total. Su familia está en serios problemas. Su hermano pasó
un tiempo en el reformatorio, en el condado de Shelby, creo. Oí que Austin había sido arrestado
un par de veces también, Lexi nena. El hermano de Carrillo es peligroso como el infierno, y,
honestamente, creo que Austin puede ser igual de malo.
Esta vez me detengo. Dejando totalmente de bailar.
¿Austin y su hermano eran Heighters? Eso significaba... ¡Señor! ¡Su hermano era el
traficante... de los Heighters! Mi corazón retumba como un cañón en mi pecho, y me siento
como si no pudiera respirar.
¿Por qué tuve que pasar por delante de ellos esa noche? ¿Por qué tomé esa calle? Ya tenía
demasiado en mi mente. No necesitaba esta mega amenaza también. Había sido un manojo de
nervios durante semanas.
Después de una maniobra perfectamente pulida, Lyle se dio cuenta de que no me movía y
me tomó por el brazo, sacándome la línea central y fuera del campo.
—Lexi nena, ¿estás bien? Estás pálida.
Trato de asentir para indicar que estoy bien, pero todavía estaba tratando de respirar a
recordar de la amenaza de Austin. Tenía mucho más sentido ahora...
Olvida lo que has visto esta noche. Si lo haces, seremos buenos, no habrá consecuencias. Pero
si incluso dices una palabra de esto con alguien, y me refiero a quien sea, no te gustaran el montón
de malditas mierdas que te sucederán. No tienes idea de con quién te has metido. Con gente que
hará lo que sea para mantenerte callada. Y me refiero a lo que sea.
—¡Lexi! ¿Te vas a desmayar o algo así? —pregunta Lyle, llamando la atención de algunas de
las otras chicas en la escuadra que comienzan a mirarme raro. Poco a poco sacudo la cabeza y
siento erizar el vello de mi nuca.
Fue como un tirón, una fuerza magnética, me encuentro atraída a mirar la banca de los
jugadores de los Tide. Y de inmediato, deseo no haberlo hecho. Austin Carillo, al ver mi cara de
horror, deja el banquillo, sólo para estar de pie en la línea lateral, mirándome, con los ojos de
color marrón oscuro estrechos y sus puños apretados a sus costados. Era grande, musculoso,
imponente... Él era el miedo y la amenaza encarnados.
Era como si Austin estuviera comunicando su advertencia solo por su expresión severa. La
mano de Lyle se congela en mi brazo, y dice entre dientes:
—En serio, ¿por qué Carillo se ve como si quisiera matarte? Me estoy poniendo muy
nerviosa.
Austin estaba viendo a Lyle hablar conmigo con preocupación y Austin sacude lentamente
la cabeza. Entendiendo su advertencia.
47
Pero si incluso dices una palabra de esto con alguien, y me refiero a quien sea, no te gustaran
el montón de malditas mierdas que te sucederán.
Recomponiéndome, me giro hacia Lyle.
—No es nada, Lyle.
Se burla.
—Seguro que no se parecen a na…
Agarrando los dos brazos de Lyle en mis manos temblorosas, chasqueé:
—¡Dije que lo dejes!
Al instante me siento culpable. Había herido a mi única amiga verdadera del equipo. Lyle
iba a darse la vuelta, pero la tomo de la mano. Se detiene y se gira hacia mí, su rostro lleno de
pecas se sonroja.
—Lo siento. No quise ser tan dura. Pero…
Un silbato suena, señalando el final del partido, cortándome.
Los hombros de Lyle se desploman.
—Lexi, entiendo lo que quieres decir, pero créeme cuando te digo que permanezcas lo más
lejos posible de ese tipo. Es un problema con P mayúscula. Sea lo que sea que hiciste, llamó su
atención, sólo reza para que lo olvide muy muy rápido.
Con eso, Lyle se topa con la multitud de fans asaltando el campo para celebrar la victoria.
Me giro hacia el túnel que conduce a los vestuarios. Necesitaba espacio. Pero cuando me puse en
camino para correr, vi a Carrillo todavía mirándome fijamente, con una expresión de piedra, el
resto de los jugadores corriendo por delante de él en la victoria.
Agachando la cabeza y tragando mi miedo, paso a través de la masa palpitante de
aficionados eufóricos y me dirijo a los vestuarios para esconderme.
***
—Rome Prince está dando una fiesta esta noche en la casa de la fraternidad. Ally acaba de
pasar el mensaje. —Escucho a Tanya, la vice-capitana del equipo de las animadoras, decirle a
alguien en las duchas.
—¡Impresionante! ¿Ya les dijiste a las chicas? —pregunta la segunda voz.
—Voy a hacerlo ahora. ¡No puedo esperar para emborracharme! Las fiestas de Rome
siempre son impresionantes —Tanya responde con voz aturdida, y ella y la persona con la que
hablaba dejaron el cuarto de baño.
Eso es, Lexington. Permanece oculta. No puedes ducharte con el resto del equipo. No puedes
dejar que vean lo imperfecta que eres. ¿Crees que no verán la grasa? ¿La celulitis? Verán cuan
repugnante eres mientras caminan alrededor sin ropa con sus cuerpos perfectos y bronceados.
48
Apretando los ojos, me muevo hacia atrás y adelante en el frío suelo de baldosas de la
caseta de baño, cubriéndome los oídos con las manos, tratando en vano de bloquear el tormento
de la voz.
En la distancia, puedo oír a mis compañeras riendo, haciendo bromas, y discutiendo qué
ponerse para la fiesta. Las envidiaba. Eran tan despreocupadas.
No sabía cuánto tiempo había estado aquí, escondiéndome del equipo. Por el horror de
tener que estar en las duchas comunes. Por tener que mostrar mi cuerpo con demasiada grasa.
Podría haber sido horas o meramente minutos; no lo sabía.
Sentándome, me esfuerzo por tratar de atrapar a cualquier sonido de movimiento y de la
risa.
Ahora todo estaba en silencio, y me permito exhalar de alivio.
Poco a poco de pie, abro la caseta de baño y asomo la cabeza fuera. Se habían ido todos,
gracias al Señor.
Al entrar en el vestuario vacío, el olor a laca para el cabello, perfumes, y gel de baño con
aroma a fruta parece colgar como un velo en el aire. Me muevo a mi casilla, para sacar mi bolsa
de aseo y mis toallitas desmaquilladoras, dirigiéndome de nuevo a un espejo.
Por un momento, me quedo mirando. Mis ojos verdes estaban bordeados de negro, mi cara
pálida de mi polvo compacto ligero, y mis labios son de color rojo brillante, rojo como una
muestra fresca de sangre. Esta soy yo ahora. Este maquillaje oscuro me definía. Mi máscara. Y
sacarla por la noche era la peor parte de todos los días.
Con cada pasada de la tela de algodón, mi fuerza interior se desvanece. Mi maquillaje
blanco-y-negro daba paso a la piel de color rosa de mi rostro natural. Todas mis inseguridades
llegaron de golpe. Siempre lo hacían.
Cuando tiro la toallita usada en un pequeño contenedor de basura a mis pies, inhalo
profundamente. Mi armadura ha desaparecido.
Mis ojos se concentran firmemente en la porcelana de color blanco brillante del lavabo,
pero me obligo a apartar la mirada. El doctor Lund me había enseñado que este proceso era una
parte importante de mi recuperación.
En el instante en que levanto la cabeza y ante mi reflejo, tengo la misma reacción que he
tenido durante muchos años, mi corazón procede a caer en picado en mi estómago y lo único
que siento es asco.
Allí estaba ella. Lexington. Lexington Hart. La chica con demasiadas imperfecciones como
para ser bonita. Todo lo poco atractivo, de su tez menos que perfecta con esas feas pecas en la
nariz.
Ella era asquerosa.
Era gorda.
Podemos mejorar esto, Lexington. Sólo déjame entrar. Podemos llegar a la perfección.
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Mis manos se apretaron a los puños en el borde del lavabo mientras lucho contra el
demonio que acecha dentro.
Alcanzando detrás de mí, mis ojos caen cuando desabrocho mi falda, poco a poco bajando
sobre mis caderas y mis pies. Luego la parte superior y mi ropa interior, hasta que estuve de pie
desnuda.
Hasta que me encuentro de nuevo débil.
Las lágrimas caen de mis ojos mientras me mantengo de inmóvil como una roca, mirando
el suelo de baldosas. Era la cosa más difícil de hacer. Enfrentar a mi verdadero yo.
Mi cuerpo curado.
Uno... dos... tres... cuatro... conté internamente, preparándome para lo que vería hoy. ¿Me
veré mejor? ¿Más gorda? ¿Más delgada? ¿Peor que nunca?
Abriendo de golpe mis ojos de color verde pálido, encuentro mi reflejo desnudo y sólo lo
miré. Mis ojos se llenaron de agua y mi mano instintivamente se levantó hacia mi clavícula. Era
más regordeta de lo que debería haber sido. Alguna vez fue la parte favorita de mi cuerpo, que
sobresalía, definida... visible. Pero ya no.
Ya no...
Mis dedos se dirigen a la parte superior de mi brazo, y mi pulgar y el dedo índice
pellizcaron en la carne de mi bíceps. Tengo que ahogar un sollozo por la cantidad de grasa que
pude tirar.
Una vez, todo lo que podía sacar era piel. Pero ya no.
Ya no...
De la nada, oí la risa débil y mi cabeza gira de golpe alrededor para buscar en la habitación.
No había nadie allí, y unos escalofríos recorren mi espina dorsal cuando me doy cuenta de quién
era.
Eso es cierto. Soy yo, Lexington. No hay nadie más aquí. Sólo yo, mirando la cantidad de peso
que has ganado. Y tú, tú estás viendo el efecto desagradable de tu excesiva glotonería... Lo puedo
ver en tus ojos.
Me congelo físicamente.
Permíteme regresarte a donde debes estar. A donde sabes que quieres estar. Sólo déjame
entrar. Dame las riendas. Cede ante mí. Entrégate a la perfección.
Como si fuera controlada como una marioneta, mis manos recorren mis costillas. Uno, dos,
tres, cuatro, cinco, seis... Mis dedos comienzan a tocar frenéticamente la piel. Había demasiada
grasa. Debería ser capaz de sentir hasta diez costillas, pero sólo podía sentir seis. ¡No! Sólo podía
sentir seis.
Mi mano cae más bajo, mis dedos pinchan el exceso de carne de mi estómago. Más abajo
todavía. ¡No, no, no! ¡Mis caderas! Mis caderas no eran salientes, anguladas o definidas. Había
demasiada grasa. Estoy demasiado gorda. ¡No de nuevo! ¡Por favor! Yo... yo
¡Detente!
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Lexi... ¡lucha contra ello! Me digo a mí misma con urgencia.
Jadeando duro, vuelvo a mí misma con una sacudida. Mi piel pálida, desnuda está salpicada
con marcas rojas en donde he estado golpeando mis huesos. Un sarpullido ha estallado en mi
cuello y mi pecho, y mis ojos están rojos con agravamiento y estrés.
Siete minutos.
Siete minutos y treinta y dos segundos.
Siete minutos y treinta y dos segundos, hasta que pueda moverme de nuevo.
Hasta que pueda respirar bien de nuevo.
Hasta que pueda luchar contra la voz en mi mente, tratando de hacerme caer.
Me sentía agotada. Como si fuera David que acababa vencer a Goliat. Pero mi Goliat nunca
moría. Nunca se iba. No podía ser derrotado, sólo, en el mejor de los casos, lo mantenía a raya. Y
mi corazón cae cuando pienso en lo que mi vida sería con él siempre en mi mente.
Estaba decidida a no dejarle ganar.
Caminando hacia las duchas vacías, las tuberías gimen cuando giro la perilla y dejo que el
agua se deslice sobre la cabeza, lavando la falta cercana... lavando la negatividad.
Eres hermosa, Lexi. Eres fuerte. Eres perfecta tal como eres, recito en mi mente. El doctor
Lund me había enseñado a utilizar mantras para mantener una actitud positiva. La positividad
era la mitad de la batalla, o eso había dicho el doctor Lund. E intentaba muy duro tener presente
esa lección. El infierno, me aferraba a ella con mis uñas y la sostenía como un salvavidas.
51
Capítulo 8
Lexi
Diez minutos más tarde, me ducho y me visto. Sabiendo que todo estaba libre y todos;
entrenadores y jugadores se han ido por la noche, salgo de los vestuarios.
Apretujando mi bolso contra mi pecho, todavía sintiéndome vulnerable y expuesta, camino
lentamente por el pasillo, arrastrando los pies. Cuando estoy a mitad de camino, un enorme
estruendo me hace casi tropezar por el susto. Mi cabeza se gira en dirección al ruido, hacia los
vestidores de los jugadores.
Mi corazón late con fuerza en mi pecho por el miedo, y estoy girándome para irme, cuando
un profundo sonido, un rugido de agonía resuena por el pasillo y capta mi atención. Quienquiera
que gritaba, estaba herido. Atormentado. Como si estuvieran arrancando su alma.
Al instante me siento atraída por el sonido. Después de todo, el dolor atrae al dolor.
Antes incluso de tener la oportunidad de darme cuenta, mis pies están llevándome hacia el
vestuario de los jugadores de los Tide... hacia la persona que parece más rota que yo. Hacia
alguien a quien podría entender.
Cuanto más me acerco a la puerta, más estruendos incrementan, hasta que sobreviene el
silencio y un grito de dolor rasga la garganta de alguien, rebotando en el metal de las taquillas.
Cuando llego a la puerta, me pregunto si debería tomar más medidas. Esa persona podría querer
estar sola. Probablemente yo la estaba molestando. Pero no era capaz de darle la espalda.
Me quedo mirando la puerta del vestuario cerrada.
Estoy a tres pasos más.
Tres pasos más para girar el manija y cruzar la puerta para ver quién está herido.
Tres pasos más para tal vez, tal vez, pueda de ayuda.
Acercándome más la bolsa de gimnasio hacia mi pecho, como un escudo, doy el último
paso y entro por la puerta e inmediatamente me paralizo ante quien está delante de mí.
Carillo.
Austin Carillo en el suelo, su marcado y musculoso torso sin camisa, mostrando un
intricado collage dos oscuros y coloridos tatuajes. Está apoyado de espaldas contra la puerta de
un armario frío, con su cabeza entre las manos, respirando con dificultad.
Observo en silencio mientras lucho con lo que debo hacer. Carrillo está claramente
sufriendo, pero soy yo. Él me odia, me ha amenazado. Probablemente soy la última persona a la
que querría ver.
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Resuelta a dejarlo silenciosamente sólo con su dolor, levanto mi pie para girar cuando la
cabeza de Carrillo se alza y me encuentro congelada en estado de shock.
Los ojos oscuros de Austin están inyectados en sangre del estrés, sus oscuras mejillas sin
afeitar rojas de donde, obviamente, se ha frotado repetitivamente la piel. Pero su tristeza
mengua cuando me ve, y su mandíbula se aprietan con molestia.
Oh, mierda. He cometido un error.
Un error muy grande.
Las manos de Austin golpean el suelo de baldosas y bruscamente se impulsa para
levantarse. Su metro noventa de altura parece cernirse sobre mí, incluso desde su lugar al otro
lado de la habitación. Nuestras miradas estaban fijas, y mis manos y piernas empiezan a temblar.
Él está enojado...
Y yo asustada.
Era un pandillero, un Heighter. Había sido arrestado varias veces. Su hermano había estado
en el correccional. Y ahora estaba a solas con él. A solas con él y estaba echando humo. Su ira
parece dirigida hacia mí. No hay nadie más allí para ayudarme.
Carrillo comienza a moverse hacia adelante, pero se detiene a unos pasos de distancia.
Irradiaba peligro y oscuridad de la misma forma que el sol irradia calor. Es como un campo de
fuerza a su alrededor, un aura, y eso solo sirve para asustarme aún más.
Sus ojos marrones, casi negros, se entrecierran mientras Austin estudia mi rostro, aprieto
mi bolsa de deporte con más fuerza. Pero algo en su expresión cambia cuando sus cejas se
levantan, y frunce el ceño.
¿Qué está viendo que es tan impactante?
Y luego lo recuerdo. No me he vuelto a maquillar. He estado tan conmocionada por la
facilidad con que la voz había llegado hasta mí que sólo había querido salir huyendo.
Siento vergüenza, una vergüenza intensa porque me estuviera viendo tan vulnerable e
imperfecta. No podía entender por qué me molestaba tanto. Él me odia, y yo le temo. Pero me
importaba. Me importaba muy profundamente que hubiera visto mi verdadero yo.
La chica que no está a la altura.
La chica con demasiados defectos.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí? —dice Carrillo fríamente, rompiendo mis
pensamientos, con su expresión impasible de nuevo firmemente en su rostro.
—Yo… y… yo
Austin da un paso más hacia adelante. Desde su cercanía, puedo oler su aroma, un
profundo almizcle amaderado, el olor de un partido muy jugado. Solo sumado a su oscuridad.
—¿Yo… y…yo qué? —Se echa a reír, sin sentimientos—. ¿Por qué siempre apareces en
donde no te quieren? ¿Cuándo no te quieren? ¿En lugares en los que se supone que no deberías
estar?
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Me trago nervios y trato de retroceder, pero él extiende su mano, agarra mi brazo y tira de
mí hacia adelante.
Dejo escapar un pequeño grito. Su toque no fue doloroso. De hecho, apenas me está
tocando, pero me ha sorprendido, y renuentemente lo miro fijamente.
—¿Le dijiste algo al animador hoy? —susurra en voz baja.
Incapaz de encontrar mi voz, simplemente sacudo la cabeza frenéticamente "no".
Los dedos de Austin se aprietan en mi brazo. Instintivamente trato de apartarme.
—¡Respóndeme! ¡Me ha estado mirando con miedo todo el maldito partido!
Inhalando profundamente, me las arreglo para chillar.
—No le dije nada.
Los ojos entornados de Austin me dicen que no me cree.
—Te lo prometo, no lo hice. Lo juro. No le dije al decano nada cuando me llamó. Y Lyle...
Lyle se dio cuenta que me mirabas un par de veces y me advirtió sobre ti. Eso es todo. —
Arrancando de nuevo mi brazo, me froto la piel sensible.
Austin pasa las manos por su cabello oscuro y exhala un suspiro de alivio. Pero sus ojos no
se apartan de mí ni por un segundo.
Mientras lo miro, parece que está luchando contra algo en su interior. Pero luego su rostro
helado aparece. Su intimidante máscara Heighter está de vuelta en su lugar.
—Será mejor que no cuentes lo que viste —me advierte fríamente—. Te estoy vigilando.
Encontrando la fuerza de algún lugar desconocido, me muevo directamente delante de él, y
esta vez, se queda quieto.
—Te dije que no iba a decir nada, y no lo haré. Sé lo que es tener un secreto, que alguien
revele algo que deseas mantener bien escondido. Créeme, lo sé. Así que no voy a decirle nada a
nadie, pero tú estás haciendo que la gente hable. Tú lo estas estropeando todo, al mirarme como
si me quisieras matarme, obteniendo la atención de la gente cuando el decano ya sospecha que
he visto algo. No ocultas con éxito tus emociones.
No responde nada, y aparto mis ojos de su intensa mirada, sólo para encontrarme cara a
cara con un enorme crucifijo tatuado en su pecho desnudo, una María llorando, La madre de
Cristo en su base, y María mirando a Jesús agonizando, con el rostro destrozado por el dolor al
ver a su hijo colgado en la cruz... muriendo.
Están en todas partes, los tatuajes religiosos, cubren casi cada centímetro de la parte
superior de su cuerpo, y tiene los brazos llenos. La mayoría son religiosos, algunos en un idioma
extranjero. Parece italiano.
Los enormes brazos de Austin de repente se cruzan sobre su pecho y su nariz se dilata por
la ira.
—Sólo vete malditamente de aquí —ordena con frialdad.
Sin dudarlo, me doy la vuelta para irme, girándome solo para decirle con valentía:
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—Me aterras, Carillo. Tengo miedo de ti. ¿Estás contento con eso? Sé quién eres, de que
familia vienes, de dónde vienes. He sido informada de forma fiable. Así que puedes parar con las
amenazas, las miradas asesinas. Entendí que eres malas persona. Lo entiendo. Soy incapaz de
dormir por la noche con el miedo. Sé que eres peligroso y que probablemente no tendrías
ningún remordimiento por hacerme daño, si hablo. No soy tonta. Así que te ruego, por favor,
simplemente déjame en paz. Nunca voy a hablar de lo que vi. Pero necesito que me dejes en paz.
No me quedo para ver su reacción. Sólo echo a correr todo el camino de regreso a la casa de
la hermandad de chicas, hasta mi habitación en el cuarto piso.
Justo al pasar por la puerta abierta de Cass, la voz de Ally grita:
—¡Lexi! ¡Ven aquí, cariño!
Frenándome en seco, se me cae la bolsa y me dirijo a la habitación, enfundándome mi
habitual sonrisa falsa. Cass y Ally estaban sentadas en su cama.
—¡Hola, chicas! —canté, luciendo como la chica más feliz del mundo.
—Aghh —Ally chilla y salta para abrazarme—. ¡Estuviste increíble hoy, cielo! ¡Estoy muy
orgullosa de ti! —Mientras Ally se retira, su boca se abre.
Inmediatamente soy consciente.
—¿Qué? —pregunto.
—Te ves hermosa, querida. Nunca te he visto sin todo tu maquillaje oscuro antes.
—Diablos que sí lo estás, chica. ¡Malditamente atractiva! —añade Cass desde su cama
donde estaba bebiendo su jarra llena de licor casero. Ella es una pueblerina de cabo a rabo.
Jugueteando con mi cabello húmedo, murmuro aún renuente.
—Gracias.
Yo no soy hermosa. Están tratando de ser agradables. Además de ser muy hermosa, Ally
sabe cómo ser agradable. Pero no podía soportar la idea de recibir comentarios desleales. No
podría soportar que me mintieran.
—Entonces, ¿qué pasa? —pregunto, pasando a sentarme en el borde de la cama de Cass y
apartando la conversación de mi apariencia. Agito mi mano negando la oferta de Cass de tomar
un sorbo de alcohol ilegal.
—Rome dará una fiesta en su fraternidad, y vamos a ir —dice a Ally. Mi estómago se
revuelve. Eso significa que Austin estará allí. Vive en la misma casa de la fraternidad que Rome.
Lo que significa que no sería bienvenida.
—Creo que voy a pasar, chicas. Estoy hecha polvo —trato de decir, pero Cass me
interrumpe saltando de la cama, tropezando mientras sus pies tocan el suelo de madera.
Perfecto. Ella ya estaba a medio camino para derrumbarse, lo que significa una noche de
cuidar de ella.
—¡Ni siquiera pienses en ello! ¡Vas a venir! Molly ya se zafó, ha decidido quedarse aquí y
estudiar. Nada de lo que Ally y yo digamos va a cambiar su obstinada mente inglesa. Así que no
nos vas a dejar plantadas.
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Ally cruza los brazos sobre su pecho, sonriendo a Cass, quien extiende su mano hacia el
escritorio para apoyarse.
Rodando mis ojos por su estado de embriaguez, le digo:
—Está bien. Tengo que prepárame. —Me levanto y me dirijo hacia la puerta.
—Así es, Sexy Lexi, ¡ponte gótica de una puta vez! ¡Esta noche va a ser épica! —Cass grita a
mi trasero en retirada.
Recojo mi bolsa del gimnasio, me dirijo hacía mi habitación para prepararme. Épico y una
mierda, pienso. Más bien como un maldito desastre esperando a suceder.
56
Capítulo 9
Austin
Me asustas, Carillo. Te tengo miedo. ¿Estás feliz con eso?
El comentario de esa chica ronda mi cabeza mientras estoy tirado en mi cama, y me hace
sentir asqueado. Ella me temía y yo ni siquiera sabía su maldito nombre. Y lo odiaba, todo este
desastre de mierda. Mi madre me enseñó a no hacer nunca las cosas mal con una mujer, y aquí
estoy, haciéndolo todo al revés en la cara de esa animadora, acechando sus movimientos, y
agarrando su brazo. ¡Y todo por el bien del equipo! Mi vida está muy jodida.
Mi madre ciertamente estaría avergonzada. Pero tengo que proteger a mi familia. La última
cosa que mi madre necesitaba era que alguno de nosotros fuéramos arrestados. ¿Quién la
cuidaría entonces?
Justo después del partido, recibí una llamada de Axel. Mamá estaba mal. Muy mal. La llevó
a la clínica pública, y le prescribieron más medicamentos. Está teniendo una de sus crisis y
nosotros no teníamos el efectivo para cubrir los gastos de los medicamentos todavía, así que Alex
tuvo que llevársela de la clínica adolorida.
Estuve esperando hasta que todos los jugadores se fueran de los vestidores, y luego
destrocé el lugar. Y entonces ella entró, la maldita animadora gótica. Excepto que no lo parecía
en ese momento. Me gustaba el look gótico; era oscura como yo. Pero sin maquillaje, se veía muy
diferente… Se veía bonita, y mi corazón casi explota en mi pecho.
Pero últimamente, estaba viendo mucho de mí y mi familia. Y tuve que espantarla. Era el
precio de ser un Carillo.
Un golpe suena en mi puerta y entra Rome. Me saluda con cautela y se sienta en mi sofá.
Todos los estudiantes de primer año estaban en el piso de abajo en nuestra casa de la
fraternidad, organizándose para la fiesta, así que nosotros como seniors podíamos relajarnos
hasta que la gente empezara a llegar.
Rome toma el mando a distancia de mi TV y la enciende; decide dejarlo en Sports Center.
Con desinterés, miro a los presentadores recapitulando los partidos de la NFL del domingo
pasado.
—¿Vas a hablar sobre la llamada que recibiste después del partido? —dice Rome sin quitar
los ojos de la pantalla.
Lanzo una mirada en su dirección. Viste su habitual camiseta sin mangas de los Tide y
jeans mientras se inclina sobre su mano. Debe sentir mi mirada, porque mira en mi dirección.
—¿Entonces? —presiona, me siento en el borde de la cama con mis codos apoyados en mis
rodillas y paso mis manos por mi cabeza con frustración.
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No podía hablar de mi madre. Era malditamente doloroso.
—Carillo. Vamos hombre, algo está pasando y te está consumiendo. ¿Es tu madre? —
Suspirando, miro a mi mejor amigo y el ceño fruncido en su rostro.
—Sí, está empeorando.
El rostro de Rome se ensombrece. Él amaba a mi madre hasta la muerte. Ella había sido
una madre para él cuando su propia madre no lo quería conocer. Cuidó de él, escuchó sus
problemas, y miraba cualquier partido de futbol en los que ambos jugábamos.
—¿Qué se puede hacer? —pregunta directamente.
Me encojo de hombros.
—No lo sé, necesita una píldora milagrosa.
—Entonces consíguela. ¿Cuál es el problema? —dice claramente.
Mi estómago se retuerce y lo fulmino con la mirada.
Rome se inclina hacia adelante y dice:
—Austin, si es cuestión de dinero, ya sabes que yo podría…
—No —espeté—. Ni se te ocurra terminar esa maldita frase. No voy a tomar nada de ti. Sé
que tus intenciones son buenas y todo, pero eso no va a pasar.
Rome se levanta y empieza a caminar por la habitación.
—¡Mierda, Carillo! ¡No seas tan malditamente terco! Sabes que tengo dinero para gastar.
Mis abuelos me dejaron millones… millones, ¡Ochenta y tres! Mierda, después de todo lo que tu
madre hizo por mí de pequeño, con mucho gusto se los daría. No tengo nada más en qué
gastarlos. Si mi padre se sale con la suya, estaré dirigiendo Princes Oil en poco tiempo, ¡y me
convertiré en un maldito billonario!
Camino hacia Rome, pongo mi mano en su hombro, y él se detiene. Cuando me mira pude
ver la angustia por mi madre en su rostro. Por su padre presionándolo para rechazar el
reclutamiento de la NFL y hacerse cargo del negocio familiar, mi mejor amigo estaba sufriendo
también.
Los dos estábamos jodidos.
—Uno: Tú no vas a dirigir Princes Oil. Vas a ser reclutado y convertirte en profesional.
Sabes que serás elegido en la primera ronda de reclutamiento. Quédate con ese plan. Y dos: Por
mucho que aprecie lo que estas tratando de hacer por mí, por mamá, con tu dinero, no va a
pasar. Axel no lo aceptará. Él, Levi y yo manejaremos esta mierda. Lo conseguiremos.
Rome se burla y sacude su cabeza.
—¿Y cómo vas a conseguirlo? ¿Los Heighters? ¿Esa es la respuesta a tus problemas de
dinero? ¿Cocaína? ¿Es así como vas a conseguirlo?
El hielo recorre mis venas.
—No te concierne, Bala.
Rome planta su mano en mi hombro.
58
—Ahí es donde te equivocas. Es mi maldito problema. No quiero ver a mi mejor amigo, mi
hermano, encerrado por traficar con cocaína. Tu vida se arruinará. Y te lo estoy diciendo ahora,
Carillo, si te metes en ese camino, no te apoyaré. No puedo ver cómo te arrastran de nuevo a esa
vida. Ahora tienes a la NFL en la mira.
Apartando su mano, vuelvo a la cama y me dejo caer en ella.
—¿Carillo? ¿Qué mierda? —dice Rome enojado.
—No voy a traficar con eso, así que cálmate de una puta vez.
—Pero Axel lo está —dice a propósito.
Asiento hacia Rome y se sienta a mi lado, ambos miramos a lo lejos.
No decimos nada durante varios segundos.
—Y ahora Levi —digo de mala gana.
Inmediatamente, Rome se congela.
—¿Levi? ¿El jodido Levi de catorce años? ¡Cristo, Austin! ¡No! Tú dijiste que él solo estaba
al margen de los Heighters. ¡No traficando para ellos! —grita, esta vez mucho más enojado. A
Rome le gustaba mi hermano pequeño. Él quería más para él.
—Sí, hombre. Mi hermano pequeño. Levi es lo suficientemente mayor ahora para ayudar.
Axel lo sacará cuando todo esto termine. Los Carillo conseguimos esa mierda de la única manera
que sabemos hacerlo.
—Ilegalmente —murmura Rome.
Le disparé una mirada de mierda.
—No importa cómo, Rome, siempre y cuando mamá se libere del dolor. Ambos sabemos
que no será para siempre. Un par de miles de dólares ahora, y luego yo trabajaré para sacarnos a
todos.
Rome se gira hacia mí.
—Austin, te lo suplico. Déjame pagar por el tratamiento. Nada de préstamos o reembolso.
Déjame solo regalártelo… por su bien.
Le palmeo la espalda, mi garganta estaba obstruida por la gratitud.
—No va a pasar, hombre. Pero nunca olvidaré lo qué me ofreciste. Es más de lo que
cualquiera ha hecho alguna vez por mí.
Tal vez suene terco, pero no iba a tomar ningún dinero de mi mejor amigo. Ni un centavo.
Mamá no lo querría. Ella es una mujer orgullosa… y yo soy igualmente de orgulloso.
Rome y yo nos sentamos en una silenciosa contemplación por un instante antes de que se
levantara y caminara hacia la puerta, la atmósfera entre nosotros ahora estaba calmada.
—Te quiero abajo en diez minutos, tú y yo necesitamos un trago —dice Rome, y me relaja
sabiendo que nuestras diferencias han pasado.
—Claro, hombre.
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Rome abre la puerta. Justo cuando está a punto de salir, le pregunto:
—Esa chica inglesa con la que has estado pasando tiempo…
—¿Molly? —Rome responde— ¿Qué pasa con ella?
—Esa pequeña chica gótica con la que pasa el rato, la animadora…
Los ojos de Rome se estrecharon mientras trataba de crear una imagen de la chica a la que
me estoy refiriendo, y un minuto después, una expresión de reconocimiento cruza por su rostro.
—¿Sí?
Miro hacia abajo, sin mirarlo a los ojos.
—¿Sabes su nombre?
Rome estuvo en silencio por un momento, y cuando miro hacia arriba, está pensando.
Encogiéndose de hombros, responde:
—Lana, Lucy, Lizzi, algo así. ¿Tal vez Lexi? Sí, creo que es Lexi. —Su ceño se frunce—. ¿Vas
a contarme por qué quieres saberlo?
Lo miro fijamente. Rome se ríe y golpea la puerta dos veces.
—Me lo imaginaba. Estoy fuera.
Una vez estoy solo en mi cuarto. La primera cosa en la que pienso fue en su rostro, Lana,
Lucy, Lizzi, ¿Tal vez Lexi? Lo que sea, e inmediatamente me siento como la mierda.
Me asustas, Carillo. Te tengo miedo…
***
Una hora después la casa de la fraternidad estaba llena de gente. Estoy de pie cuidando mi
cerveza en la esquina de la sala con Rome. Rome es como un maldito drogadicto, crispado,
balanceándose de un pie al otro mientras se apoya en la pared junto a mí observando la puerta.
Ya ha rechazado a cada fan que ha ido por él. Rome era un jugador de principio a fin, y
encuentro malditamente hilarante su repentino desinterés en el sexo opuesto.
Esa chica inglesa, Molly, estaba realmente llegando al chico.
Rome está hablándome sobre temas sin importancia cuando de repente veo a Ally, la prima
de Rome, entrando a la casa seguida de la chica de JD, Cass, quien parece completamente
borracha.
No me doy cuenta al principio, pero detrás estaba ella. Lana, Lucy, Lizzi, tal vez Lexi —
como maldita sea se llame— vestida totalmente en negro: una camiseta de manga larga que
mostraba su pequeña cintura, tan pequeña que probablemente podría caber en una mano
60
alrededor de ella, una minifalda negra, medias negras, tacones altos, su cabello rizado de lado
como Dita Von Teese6, con los ojos delineados de negro y lápiz labial rojo oscuro.
Mierda. Para mi enojo, ella se veía bien.
Estaba sonriéndole a Cass moviendo su boca cuando, de repente, mira hacia arriba, sus ojos
color verde pálido miran en mi dirección. Nos miramos unos segundos antes de que recordara
sus palabras de antes. Necesito que me dejes sola. Apretando mi cerveza, giro y me abro camino a
través de la masa de jugadores de los Tide y fans borrachos hasta que salgo fuera hacia el aire
húmedo de la noche.
—¡Austin! —escucho mi nombre desde un lateral. Reece estaba sentado en la fogata con el
resto de los jugadores de primer año. Muevo mi barbilla y me dirijo hacia el mariscal de campo
suplente de estilo surfero de cabello rubio y actitud relajada, tirando mi ahora vacía lata de
Coronita en la basura.
Tan pronto como estoy delante a él, Reece me entrega una nueva lata y el corredor de línea
novato junto de él, Collins, se aparta para dejarme sentar.
—¿Todo bien, hombre? —Reece pregunta sonriendo ampliamente. El chico está realmente
bien. Yo simplemente no podía hablarle como podía hacerlo con Rome y JD. Se requería de
personas realmente especiales para que las dejara entrar, para contarles sobre mi vida.
Palmeando su hombro, asiento, diciéndole que estaba bien. Reece se gira para hablar con
Caleb Baker, un joven receptor, sobre Tanya, la vice-capitana de las animadoras que se
pavoneaba al otro lado del césped. Los dejo, no quiero hablar sobre una rubia falsa cuyo único
problema es qué debería usar para ir a clases el lunes.
Recostado contra el banco, miro hacia arriba, al cielo lleno de estrellas, e inhalo. ¿Por qué
es que cuando te enfrentas a billones de pequeñas luces de la galaxia, sientes un reconfortante
sentimiento de insignificancia, como si tus problemas no fueran nada? Que más hay en la vida,
en el mundo, de lo que tú piensas, como que todos los humanos somos parte de un gran plan que
Dios diseñó para que lo llevemos a cabo. Pero tan pronto como apartas la mirada de esa gran
manta de diamantes, todos tus problemas golpean en casa una vez más, y toda la mierda que
estás pasando te aplasta. Todos los problemas que tienes te apuñalan en el pecho, y todo se
ilumina.
—¿A dónde va? —Escucho decir a Reece mientras miro la lima que flotan en mi cerveza
Mexicana. Un codo golpea mi costado. Levantando la mirada, veo a Reece apuntando hacia
Rome atravesando la calle en dirección a una casa de hermandad (femenina). Reece todavía está
mirándome esperando una respuesta, así que me encojo de hombros.
Echo un vistazo a través del patio veo a Ally, Cass y JD pasando el rato junto a la parrilla.
Pero la animadora estaba fuera de la vista.
Cuando la conversación a mi alrededor cambia a los planes de fin de año, sé que es la hora
de irme. No podía permanecer aquí, hablando de la mierda de la caravana pobre entre las rosas,
6
Dita Von Teese: es una modelo erótica, actriz y bailarina de neo-burlesque estadounidense.
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mientras que los chicos hablan de sus casas lujosas y de sus vidas perfectas, compartiendo
regalos y toda la jodida alegría de la navidad.
—Me voy —le digo a Reece mientras me levanto y camino hacia el jardín de la casa de
verano de la fraternidad. Sólo Rome y yo teníamos la llave de este lugar. Bastante jodido para
nosotros, lo sé, pero hasta para el miembro de más alto rango de los Tide, como de la
fraternidad, nuestra palabra era ley. Rome pocas veces venía por aquí, así que esto era en su
mayoría mío. Cristo sabía que tenía que alejarme algunas veces.
Alcanzando las llaves en mi bolsillo, las saco y abro la puerta de madera, decido no
encender las luces. Si lo hiciera, los estudiantes borrachos vendrán tratando de usarla para echar
un polvo, no quiero lidiar con eso ésta noche.
La casa de verano era pequeña pero impresionante, con paredes y suelos de madera,
gruesas cortinas rojas en las ventanas, dos sofás de cuero marrón, una chimenea, una pequeña
cocina, un televisor, y la joya de la corona, una gran jodida claraboya en el techo, inundando solo
el centro de la casa con luz. Otro ejemplo de cómo los futbolistas somos tratados en ésta ciudad.
¿Qué chico de veintiún años de la fraternidad necesita una maldita casa de verano?, pero
yo paso mucho tiempo aquí. No podía soportar fiestas como ésta, viendo a los chicos jugar ver
ponga y tratando de enamorar a las chicas cuando su madre podría estar en su tráiler, tumbada
de dolor o mis hermanos podrían estar recibiendo un disparo en un tiroteo. Tenía que intentar
pasar desapercibido y enfocarme en el draft. Ese era mi papel en este desastre. Concentrarme en
el draft para salvarnos a todos.
Sin presión.
El fútbol era mi salida.
Era mi respuesta.
Era la respuesta a todas las oraciones de los Carillo.
Sentado en el sofá, saco el teléfono. Axel me ha escrito:
Axel: Conseguí suficiente dinero para las medicinas de mamá ésta noche. Levi lo está
haciendo bien en las calles, recogiendo buena mercancía. Mamá está mejor que hace
unas horas. Arreglando las cosas para llevarla a dormir. Estamos consiguiendo que se
haga a la manera de los Carrillo, Aust. Vamos a mantenerlo en marcha.
Pongo mi teléfono de nuevo en mi bolsillo, sintiéndome entumecido. El infierno se desató
fuera. Al ver destellos de sombras en las paredes de madera de la casa de verano, me levanto de
un salto y cierro las cortinas, dejando suficiente espacio para ver a través de ellas lo que estaba
pasando. Esta casa estaba bastante lejos y escondida entre la sombra de los árboles, por lo que
debería estar a salvo de lo que pasara fuera.
Entonces vi uniformes.
La policía del campus junto con policías de verdad, sostienen a los perros con sus correas,
irrumpiendo en la fiesta. Algunos estudiantes están escapando, y otros están demasiado
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borrachos para darse cuenta de lo que está sucediendo. Y luego veo al decano salir al patio con
sus ojos examinando a la multitud mientras se pavoneaba en su traje gris caro a medida.
Joder, ese tío me odia.
Los policías alinean a los estudiantes de la fiesta uno por uno, y los perros comienzan su
búsqueda. Mierda, ¡los K-9! Siento mi estómago removerse cuando me doy cuenta de lo que
estaban haciendo, buscan drogas.
Varios estudiantes corren por las calles, tratando de escapar de la redada, los policías están
persiguiéndolos. Estaba agradecido de haber elegido venir a esconderme aquí, pero entonces
oigo un golpe en la puerta de la casa. Cerrando las cortinas, echo un vistazo a la perilla y veo que
estaba sin llave.
Mierda
Antes de que tener la oportunidad de cruzar la habitación para bloquear a quien quiera que
estuviera entrando, la puerta se abre y alguien se desliza en el interior. Me congelo, inmóvil,
mientras cierran la puerta y quien entra presiona su espalda contra la puerta y suspira de alivio.
Donde me encuentro está completamente oscuro, ni siquiera saben que estoy aquí.
A penas pude ver el reflejo de una figura pequeña. Era una chica. También puedo oler su
perfume, a menos que uno de los jugadores de los Tide hubiera decidido usar Coco Chanel en su
trasero, definitivamente es una mujer.
Acercándome a los bordes oscuros de la habitación, hago todo lo posible para estar en
silencio. Quien quiera que fuese no podía gritar y revelar donde estábamos, tenía que
asegurarme de ello. La última cosa que necesitaba era al decano preguntándome por las drogas.
El hijo de puta ya pensaba que yo era el responsable de la cocaína en el campus. Siempre ha
habido problemas aquí en la UA en los últimos tres años, y siempre me ha echado la culpa, solo
que ésta vez, él tenía razón.
La chica estaba jadeando pesadamente, inmóvil contra la puerta cerrada. Parpadeando,
tratando de concentrarme, extiendo la mano y accidentalmente toco su brazo. La chica
comienza a gritar, así que agarro su hombro y le doy la vuelta, tapando su boca con mi mano
para ahogar su grito.
Sus piernas comenzaron a patearme y sus manos golpearon mis brazos. Poniendo mi boca
en su oído, susurro:
—Cállate perra, no te voy a hacer daño, solo deja de gritar joder.
Sus piernas dejan de agitarse y agarra mi mano, tratando de alejarla de su boca. Necesitaba
asegurarme de que no iba a gritar. No podía dejarla ir hasta asegurarme que no causaría una
maldita escena.
—Quitaré mi mano de tu boca cuando esté seguro que no llamarás la atención. ¿De
acuerdo? —digo en voz baja, tratando de hacer mi mejor esfuerzo para no sonar amenazador.
Pero no soy estúpido, un chico susurrando a una chica en una oscura casa de verano, no es
exactamente como si fuera a sentirse segura. Duras respiraciones fluyen de sus fosas nasales
mientras trata de calmarse, y sus uñas, que estaban clavadas en mi piel, se aflojan un poco.
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—Bien. Ahora cuento hasta tres y quitaré mi mano. Solo recuerda, no te voy a dañar. Estoy
escondido aquí también. ¿Me das tu palabra de que no gritaras de nuevo? —pregunto.
Su cabello suave roza la piel desnuda de mi cuello mientras asiente de acuerdo, liberando
un pequeño gemido agradable.
—Bien, uno… dos… tres…—digo en voz baja y lentamente quito mi mano. La chica respira
hondo, se aleja y se da la vuelta para mirarme. Incluso en la oscuridad, puedo notar un par de
ojos enormes de color verde pálido, casi turquesa mirando hacia mí.
Joder, conocía esos ojos.
Estaba hipnotizado por esos ojos.
La chica al ver mi reacción, da un paso más cerca todavía. Una luz se mueve fuera,
arrastrándose desde el hueco debajo de la puerta, creando un resplandor en la casa de verano.
Desde esta corta distancia, puedo ver su rostro. Era ella, y por su reacción, sabía que se había
dado cuenta que era yo.
—¿A-Austin? —tartamudeó interrogando. No parece feliz por mi presencia. Bueno, porque
yo tampoco estoy exactamente feliz por la de ella.
—N-No sabía que estarías aquí. Simplemente no quería que el decano me interrogara de
nuevo. Vi este lugar y decidí esconderme hasta que se termine, l-lo siento. Me iré...
Sin pasar por donde estaba, y haciendo caso omiso a su tropiezo, y a su terrible disculpa,
silenciosamente me dirijo al sofá y me siento. Joder esto era todo lo que necesitaba.
Desde donde estaba puedo ver que está todavía de pie junto a la puerta, balanceando su
pie, claramente incómoda y probablemente pensando en salir e ir con el decano después de
todo.
Suspirando, agito mi mano en su dirección.
—Será mejor que te sientes. El decano no será rápido con esto. Necesitas mantenerte
alejada de ese bastardo por el bien de todos. Así que me temo que no tienes otra opción que
esperar aquí conmigo.
Al igual que un personaje de dibujos animados, su cabeza va de mí a la puerta y de nuevo, a
la puerta y de vuelta una vez más.
—No voy a lastimarte. Demonios, incluso no hablaré contigo si eso ayuda —digo
bruscamente y centro la mirada en la mesa de madera que estaba delante de mí, la luna a través
de la claraboya funcionaba como foco justo encima donde estoy sentado.
Escuchando tacones en el suelo de madera, sé que ha elegido quedarse.
Bien. No era estúpida, entonces.
El sofá se hunde a mi lado, y se sienta en la punta del sofá como si estuviera en algún
colegio privado suizo, con rodillas juntas y su espalda recta. Ésta vez resoplo una carcajada, y ella
se gira en mi dirección.
—¿Qué? —susurra, con un poco de veneno en su pequeña voz.
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Mis cejas se levantan con sorpresa por su actitud. Siempre ha estado muy tranquila las
veces que la he visto. Pero esta noche estaba mostrando algo de carácter.
Me doy la vuelta para mirarla, extendiendo mi brazo izquierdo por el respaldo del sofá.
—Pareces como si tuvieras un maldito palo clavado en el trasero sentada así.
Su boca se abrió con sorpresa, y casi río en voz alta mientras me mira de manera extraña,
luego se inclina lentamente hacia atrás contra el cojín, claramente tratando de relajarse. Luego
nos quedamos en silencio de nuevo, era malditamente incómodo.
De repente, los perros comienzan a ladrar afuera. Me muevo del sofá, corriendo hacia la
ventana y aparto la cortina solo un poco, entonces veo el patio de la fraternidad.
—Mierda —escupo a lo que estaba viendo.
—¿Qué pasa? ¿Qué están buscando? —la chica pregunta desde el sofá.
No respondo, estoy muy ocupado viendo a los estudiantes, no sabía que habían comenzado
a esposarlos y arrestarlos por la policía. El decano estaba caminando a lo largo de la línea de
estudiantes, haciendo preguntas, mientras que otro policía levanta un paquete blanco y un
estudiante está siendo arrestado.
Joder. Reconocí la marca. Era la marca de los Heighters.
MIERDA.
Unos suaves pasos suenan en el suelo detrás de mí.
—Austin, ¿que están buscando?, me estoy volviendo loca aquí.
Soltando la cortina, me giro para ver un rostro de porcelana mirándome.
—¿Cómo te llamas? —pregunto sin rodeos.
La chica parecía desconcertada.
—¿Qué? —pregunto de nuevo, confundido por su extraña reacción.
Sacude su cabeza con nerviosismo, mientras su barbilla y cabello negro azabache se
balanceaba de atrás hacia delante.
—S-Sólo me sorprendiste, eso es todo. Nunca antes habías preguntado cómo me llamo. No
pensé que quisieras saberlo después de las últimas semanas.
Muevo mi barbilla y la insto a responder la pregunta con mis ojos. La veo tragar, su cuello
era tan delgado que podía ver todos sus movimientos.
—Lexi —dice tan suave como una jodida pluma—. Mi nombre es Lexi Hart.
Rome tenía razón.
No sé porque, pero conocer su nombre la hacía parecer más humana, y me siento como un
capullo por la manera en como la he tratado. Es tan menuda. Parece tan frágil. Como si a la más
mínima pudiera destruirla.
No puedo dejar de mirarla, y aquí, entre las sombras de la habitación, solo un foco de luz
de la luna en tonos azules llega donde estábamos, dándole un aspecto como si hubiera salido de
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un cuento de hadas. Su piel es ligera y suave, su cabello del color de un cuervo, y esos labios
rojos. Sus ojos verdes me recuerdan al mar, un tranquilo mar de verano durmiendo bajo una
apuesta de sol.
Es malditamente hermosa.
Sintiéndose inquieta torpemente por mi mirada fija, envuelve sus brazos alrededor de su
estómago e insiste:
—Entonces, ¿qué está pasando fuera?
Mis dientes mordisquean mi labio inferior mientras la contemplo. Pero, ¿qué sentido
tiene?, además de Rome, solo la pequeña Lexi sabe en lo que estábamos metidos, lo que mis
hermanos hacían para ganarse la vida, el verdadero Austin Carrillo fuera del campo de fútbol.
—Los perros —dice en voz baja y mira hacia mí, pareciendo un poco asustada—. Están
buscando droga, ¿no es así?
Asiento con cautela.
Respirando con fuerza, retrocede hasta el sofá y se sienta en el borde, jugando con sus
dedos, su cabeza echada hacia abajo. La observo reflexionar, eso fue hasta que ella levanta la
vista a través de sus largas pestañas negras y valientemente pregunta:
—¿Debo suponer que las drogas las suministró tu hermano?
Un instinto de protección despierta en mí.
Salto hacia delante, alzándome por encima de ella gruño:
—Nada de eso es asunto tuyo, tú… —Pero me detengo a media frase, y me callo. Mientras
inclino mi cabeza hacia arriba para mirar el cielo nocturno sin nubes, me pregunto por qué
escondérselo a ella. Ella ya se había figurado esta mierda, había visto a Axel en acción. Ella sabe
que no puede hablar, por su propia seguridad, así que, ¿por qué cojones debo molestarme en
mentirle?
Cuando calmo mi temperamento, aflojo mis puños y miro al sofá. Lexi está presionada
contra el respaldo del sofá, toda enormes ojos aterrorizados, mirándome como si Jack el
Destripador estuviera a punto de destriparla.
Me aterras, Carillo. Tengo miedo de ti…
Un sentimiento parecido a una patada en el estómago me inunda cuando sus palabras de
esta mañana pasan por mi cabeza. Ya no seré ese nunca más.
No quería ser ese ya.
Me desplazo al extremo opuesto del sofá, y mientras tanto, que Lexi observa mis acciones
como si estuviera a punto de abalanzarme sobre ella o a pegarla en cualquier momento.
Suspirando, inclino mi cabeza en su dirección, pero no pude hacerle frente. Soy un cobarde
bastardo, y no puedo hacer frente al desprecio en sus ojos.
—No debería haber hecho eso —digo rápidamente.
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Noté su rápida inhalación. Apretando mis ojos cerrados, imagino el rostro lleno de dolor de
mamá, y quería decirle por qué estaba actuando así… pero lo más importante, por qué necesitaba
que mantuviera la boca cerrada.
—Yo solo… yo solo tengo que proteger a mi familia, y tú tienes el poder de separarnos
ahora mismo. Has visto demasiado, Lexi. Y realmente me gustaría que no lo hubieras hecho, por
ti y por mí. No es algo que quiera para ambos… pero es lo que es.
Escucho su profunda inhalación e imagino que está relajándose un poco. Todavía no podía
mirarla.
—¿Es por eso que te estás escondiendo aquí? —pregunto ella con vacilación.
Asiento de mala gana.
—¿Tú eres… eres un traficante de drogas también?
Esta vez mi cabeza se mueve en su dirección.
—Joder, no. No lo soy. No he hecho esa mierda en años, a pesar de lo que hayas oído. Ya no
soy un pandillero. No desde que vine aquí con los Tide.
Los últimos rastros de tensión parecen desvanecerse de ella.
—¿Pero tu hermano todavía lo es? —pregunta nerviosamente.
Asiento lentamente. Estoy agradecido de que no hubiera dicho hermanos. Me hace pensar
que ella no había visto a Levi en el patio también. Eso es bueno. Jodidamente bueno.
—Él se parece a ti —dice un minuto más tarde y hace un gesto hacia mi cabello oscuro y
mis tatuajes, especialmente a la estrella en mi mejilla izquierda—. Tu hermano. —Su cabeza se
inclina hacia un lado con ojos inquisitivos—. ¿Son gemelos?
Me encuentro con su mirada y contesto a regañadientes.
—No, él es mayor. Solo nos parecemos, eso es todo.
—¿Puedo preguntar por qué él tiene este estilo de vida y tú no? ¿Cómo saliste? —pregunta,
y su rostro pálido se enrojece de vergüenza. Ella sabe que está preguntado algo que no debe.
Mi ceja derecha perforada se levanta.
—Puedes preguntar, pero no te daré una respuesta.
Su labio superior se tuerce ante mi respuesta.
El silencio que se produce esta vez no es tan malo. Los minutos pasan, y escucho con
atención por si alguien se acerca a la puerta. Todavía hay policías en la casa. Puedo oír el
profundo murmuro de voces detrás de la gruesa madera de las paredes.
Lexi me ha estado observando todo el tiempo, pero yo no quería hablar demasiado. Ella no
merecía meterse más profundo de lo que ya estaba.
Recostándome en el sofá, decido intentar relajarme, pero según lo hago, siento a Lexi
inclinarse más cerca. Mis ojos se estrechan y le lanzo una mirada inquisitiva.
—¿Qué demonios estas mirando tan de cerca? —pregunto. Estoy siendo un capullo, pero
ella casi está sobre mi regazo mientras intenta mirar algo en mi cuello.
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Jugueteando con su cabello negro, se sonroja. Eso solo me hace sentir más curiosidad.
—¿Qué? —pregunto de nuevo y cruzo los brazos sobre mi pecho.
Un dedo índice huesudo señala a un lado de mi cuello. Frunzo el ceño confuso.
—Ese tatuaje —responde con expresión culpable con su rostro de duendecillo lleno de
inocente interés.
—Tendrás que ser más específica —digo haciendo un gesto hacia la parte superior de mi
pecho, mostrando la piel completamente cubierta de tatuajes por encima de mi camiseta negra,
en mis mangas y mi cuello.
—Ese —presiona de nuevo, y su dedo apuntando más cerca. La miro incrédulo. Ella no está
ayudando exactamente. Intento pensar qué tenía en ese lugar, pero podría ser alguno de los que
me hice a los quince años.
Sus dientes se aprietan molesta y presiona sobre mi cuello con la punta de sus uñas
pintadas de negro.
—¡Ese! ¡El que dice Heighters!
Mi humor se ensombrece. Al igual que la expresión molesta de Lexi y baja su mano.
Recuerdo cuándo me hice ese tatuaje. Tenía catorce años, la misma edad que Levi. Acababa
de vender mis primeros gramos de coca, y fui iniciado en la pandilla. Gio le había ordenado a
Matteo, su hombre de confianza, que me marcara. Justo en el cuello, donde todos pudieran ver
con quienes me juntaba. Y la estrella, la Stidda, en mi mejilla mostraba nuestra conexión con la
pandilla siciliana.
Era una declaración visible que yo era un Heighters para toda la vida.
Me habían dolido como el infierno, y, todo el tiempo que la aguja había rasgado mi piel,
Axel había mostrado una sonrisa petulante hacia mí. Era probablemente el momento de mayor
orgullo de su vida, observando a su hermano pequeño unirse a la pandilla que encontraba tan
sagrada. Su familia. Matteo fue asesinado en un tiroteo poco después de eso, y ahí es cuando
Axel había sido ascendido, tomando el cargo de mano derecha de Gio.
La tos de Lexi me devuelve al presente. La miro a los ojos otra vez y espeto:
—Los consigues cuando te unes oficialmente a la pandilla. Y nunca te lo cubres. Les
perteneces. ¿Contenta?
Lexi mira abajo hacia sus manos con culpa.
—Solo sentía curiosidad. Nunca he conocido a alguien que estuviera en una pandilla de
verdad. Me produce interés.
Casi escupo sangre al escuchar sus palabras.
—Una advertencia, nunca tengas curiosidad sobre los jodidos Heighters. La vida de los
pandilleros no es un picnic o un cuento de hadas para entretener a una pequeña niña rica.
Los labios pintados de Lexi se separan ante mi comentario, y sus ojos se estrechan, pero, de
pronto, las voces suenan fuera de la casa de verano y los destellos de las linternas brillan a través
de las rendijas de las cortinas. El instinto me hace escapar hasta el suelo para esconderme detrás
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del sofá. Lexi deja escapar un grito sordo de pánico por los policías que están justo ahí afuera, y
sin pensar tiro de su brazo, echándola al suelo a mi lado. Rápidamente estábamos fuera del
camino de la luz de la luna y dentro de las sombras, con su cuerpo contra el mío, mis manos
sobre su boca y mi boca en su oído.
—¡Estate quieta! —gruño advirtiéndola, y su cuerpo rígido se relaja contra el mío.
—¡Busquen en la casa de verano! —ordena alguien, y los perros de búsqueda empiezan a
ladrar en la puerta desde fuera. Lexi extiende la mano y la pone en mi muslo con sus dedos
agarrando mis vaqueros.
—Solo quédate quieta. La puerta está bloqueada. No tienen ninguna razón para pensar que
hay alguien dentro mientras no hagamos ruido y nos quedemos aquí en las sombras —digo en
un tono apenas audible.
Lexi asiente entendiendo.
—¡Intenta abrir la puerta! —grita alguien, y reconozco la voz del decano—. Él tiene que
estar aquí en alguna parte. No hay forma de que haya cocaína en el campus y ese maldito criminal
de Carillo no tenga nada que ver.
Siento la cabeza de Lexi levantarse, y no había ninguna duda de que me está mirando. Pero
no miro hacia ella. Estoy demasiado malditamente molesto por eso. Sabía que ese imbécil iba a
intentar meterme esta mierda.
Ha estado esperando esta oportunidad durante tres años.
Durante más de mil días ha querido a esta basura italiana fuera de su universidad.
El pomo de la puerta empieza a girar y las luces inundan a través del ojo de la cerradura,
pasando de cerca por donde estábamos. Acerco más a Lexi, para asegurarme de que estábamos
bien metidos en la oscuridad, con su trasero ahora a ras contra mi polla bajo mis vaqueros.
—Parece vacía, señor —una voz le dice al decano, y escucho un fuerte suspiro.
—Joder, se ha escapado. Carillo estaba en esta fiesta. Tenemos testigos que lo sitúan aquí.
Rome Prince también se ha ido. No es una coincidencia. Probablemente se han ido juntos. Donde
encuentren a uno, estará el otro. Por qué un buen chico como Prince huye con ese pedazo de
basura está por encima de mi entendimiento.
Hago un esfuerzo sobrehumano para no salir volando por la puerta y romper su maldito
cuello. Le enseñaré quién es basura.
—¿Y ahora qué, señor?
—Tengan a alguien patrullando por los alrededores hasta que amanezca. Si intenta volver,
podremos interrogarlo. La cocaína que les encontramos a los cuatro estudiantes esta noche
proviene de los Heighters. Reconocí el símbolo de la estrella siciliana en el paquete. Tuvimos
problemas con esa pandilla involucrada en el tráfico de drogas hace cinco años. Carillo es la
conexión más cercana que tenemos con ellos estos días. Diablos, por lo que sabemos, él es el que lo
está distribuyendo, consiguiendo un suplemento de dinero.
Cierro mis ojos con fuerza. Iba a matar a Axel. ¡No tenía un respiro, joder! El decano me
tenía como el principal sospechoso por la presencia de drogas en el campus.
69
Jodido A.
Las voces empiezan a desvanecerse mientras los policías se alejan de la casa de verano. Pero
estarán aquí toda la noche. El decano se había asegurado de eso. Lo que significa que estaba
atrapado aquí hasta mañana… y Lexi también.
Una vez que estuvieron fuera del alcance de mi oído, quito la mano de la boca de Lexi y la
pongo en el suelo al lado de su cabeza.
Puedo sentir su respiración fuerte. Está asustada. No la culpaba. Sospecho que no está
acostumbrada a esta mierda, la vida de los perdedores. Y por la forma que el decano había
hablado de mí a los policías, probablemente pensaría que yo soy el enemigo público número
uno.
—¿Qué hacemos ahora? —dice la diminuta voz de Lexi en mitad de la quietud de la
habitación.
—Vamos a tener que esperar aquí hasta que abandonen los jardines de la fraternidad.
—De acuerdo —susurra de vuelta y se dispone a apartarse mantenernos de mí. La alcanzo,
agarro su cadera y la atraigo de nuevo. No se va a mover de aquí. Necesitamos ocultos.
No anticipé su reacción.
—¡Quítate de encima! ¡No me toques! —dice presa del pánico, su voz estridente suena
como un grito en una película de terror contra la tranquilidad de la casa.
Maldito psicópata Norman Bates de mierda.
—Joder, puta, ¡me quedo encima de ti! —espeto de vuelta y hago callar su trasero
histérico—. Tienes que quedarte aquí abajo. Puede que vuelvan, y te verán si no te escondes
detrás del sofá. ¡El resto de la habitación está demasiado abierto e iluminado con el puto
tragaluz!
Aquí en la oscuridad de las sombras no pueden verla, pero podía sentirla sacudirse.
¿Qué cojones?
Levanto mis manos hacia mi cabeza para demostrar que no la iba tocar de nuevo. No podía
enfrentarme a este nivel de locura ahora mismo.
Podía sentir el calor que irradiaba como si fuera un maldito aparato de calefacción. Y
cuando se desliza de nuevo dentro de un rayo de luz de luna, su mano está sobre su pecho como
si estuviera intentando calmar su corazón desbocado.
—Está bien… Está bien —dice casi sin aliento y se deja caer a mi lado—. Me quedaré aquí.
Esta vez ella se enfrenta y sus ojos nunca dejan mis manos, como si quisiera asegurarse de
que no iba a intentar tocarla. Me pregunto qué demonios está pasando con esa mierda. Pero no
iba a entrometerme. Tenía demasiado de lo que ocuparme como para estar preocupado por sus
malditos problemas de emocionales también.
Los grillos cantan fuera, y cada quince minutos, el sonido de las radios de los policías del
campus llena la casa. Están haciendo rondas, como si fueran las buenas putas del decano, la luz
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de sus linternas iluminan la habitación, excepto aquí detrás del sofá, donde tenemos nuestro
pequeño refugio.
Las horas pasan en silencio, y yo me acosté de espaldas simplemente mirando una vez más
a las estrellas a través del cielo, el cielo brilla con el amanecer, la habitación oscura ahora está
iluminada por un resplandor anaranjado.
Escucho a Lexi suspirar a mi lado y pregunto:
—¿Qué piensas cuando miras a las estrellas?
Consigo ver la cabeza de Lexi inclinarse a un lado y sus ojos estrecharse examinando.
Los minutos pasan y ella observa en silencio el cielo de la noche.
—A veces me pregunto qué deben hacer en nuestro mundo —susurra en voz baja. No creía
que respondiera—. ¿Las fascinamos o las asqueamos? ¿Miran abajo hacia nosotros de la misma
manera que miramos hacia arriba y piensan lo mismo que nosotros? ¿Ven todos nuestros
problemas? ¿Ven nuestras tristes excusas para vivir con una creciente sensación de lástima? ¿O
acaso nos envidian por tener una vida, buena o mala?
Su respuesta me sorprende. ¿Tristes excusas para vivir?
—¿Alguna vez las miras y te sientes inferior, pequeña? —añado, realmente queriendo
escuchar su respuesta.
Lexi se remueve a mi lado, levantando sus manos para hacer un marco con sus dedos, su
ojo izquierdo se cierra mientras estudia el Cinturón de Orión como si estuviera mirando a través
de un telescopio. Pero sus manos caen abruptamente y descansan sobre su estómago con una
sórdida expresión en su rostro.
—No necesito mirar a las estrellas para sentirme inferior, Austin. Todo lo que tengo que
hacer es abrir los ojos y mirarme en un espejo.
Mi atención se vuelca en ella y un extraño sentimiento se asienta en mi estómago,
¿simpatía?
Lexi bosteza a mi lado y sus párpados empiezan a caer, pero lucha para mantenerse
despierta, sin apartar los ojos de las estrellas. No puedo dejar de mirarla. Algo sobre ella me
intriga. O quizás es el hecho de que ella sabe sobre mí, lo que era, lo que me atrae. No tenía que
fingir aquí, en este momento.
—Duérmete —digo después de su tercer bostezo consecutivo, y se centra en mí de nuevo.
Ella me está malditamente cansando, y necesito estar alerta.
Lexi simplemente sacude la cabeza, y envuelve sus brazos alrededor de su pecho, luchando
contra otro bostezo.
Maldita chica testaruda.
—Lexi, duérmete, joder. Vamos a estar aquí toda la noche de todas formas —ordeno, y
observo cómo sus ojos cansados se ensancharon.
—¿Tú vas a dormir? —pregunta, y frunzo el ceño. ¿Por qué le importaba esa mierda?
—Probablemente, en algún momento —respondo y me encojo de hombros.
71
—En ese caso, está bien. Pero… —sus labios se fruncen—. Pero por favor no me toques.
No… no soporto que me toquen… me quedaré aquí escondida, solo… no me toques.
—No lo haré —digo con vehemencia y los dientes apretados. ¿Ella piensa que voy a
manosearla mientras duerme o alguna mierda por el estilo? ¿Qué demonios piensa de mí?
Los ojos de Lexi se cierran, y en segundos está dormida, acurrucada en posición fetal sobre
el suelo de madera. Parece un duendecillo roto y caído.
No sé por qué lo hago, pero me inclino y susurro:
—Este no soy yo, Lexi. No soy el frío e insensible capullo que piensas que soy. Solo quería
que supieras eso sobre mí.
Suspirando profundamente, saco mi móvil y le mando un mensaje a Axel:
Yo: Redada en la casa de la fraternidad esta noche. Producto ‘H’ encontrado. El
decano sabe que es de los Heighters. Me busca para interrogarme. Me estoy escondiendo.
¡Esta mierda necesita terminar lo antes posible! No puedo poner en peligro el fútbol.
Axel responde inmediatamente:
Axel: Estoy en ello. ¿Esa puta le dijo algo al decano? ¿Necesito cerrarle la boca?
Tenemos que atar todos los cabos sueltos.
Lo que sentía como pánico se abre camino hasta mi garganta cuando leo el mensaje de Axel
y miro a Lexi. Ella es inocente en todo esto, pero sé que Axel no lo iba a dejar pasar. Mirándola
dormir, tan pequeña, siento el impulso de protegerla. Ella me recordaba a la Mamma, arrastrada
a esta situación de mierda por causas ajenas.
Deslizo mis pulgares por el cristal de la pantalla y escribo rápidamente:
Yo: Ella no dijo nada. Me aseguré de ello. Esto es culpa tuya por no ser discreto.
Resuélvelo. Rápido.
Apago mi móvil. No podía hacer frente a Axel ahora mismo. Estaba furioso. Dejo caer mi
cabeza en el suelo de madera frío, miro el rostro de duendecillo de Lexi, toda oscura y gótica,
pero debajo de toda esa pintura de guerra, ella parece aterrorizada. De qué, no tenía ni idea, pero
estaba luchando con algún demonio interior. Reconocía los síntomas.
Cierro los ojos, e intento relajarme.
En cuestión de minutos, estoy dormido.
Me levanto con el sol atravesando el tragaluz con Lexi todavía a mi lado. Durante la noche,
ella se ha dado la vuelta, sus dedos tocan la punta de los míos. Es la primera vez que he pasado
realmente toda la noche con una chica. No me malinterpreten. He follado con algunas fans, pero
nada serio, nada que les hiciera pensar que podían dormir a mi lado en la cama después.
Se siente extraño.
Retiro mi mano de la de ella y Lexi empieza a moverse. Sus ojos se abren lentamente y se
fijan en mí, la expresión confusa en su rostro muestra que estaba tratando adivinar qué hace
aquí, a mi lado.
72
Sin hablar, empiezo a moverme para averiguar si la costa está vacía fuera. Observando el
recinto a través de las cortinas, todo está tranquilo. Miro al reloj sobre la chimenea, son las diez
de la mañana. Los policías del campus se habían ido hacía una hora al menos. Ellos cambian los
turnos a las nueve y media, y no patrullaran de nuevo hasta las once. Durante el primer año
aprendí bastante deprisa a estudiar sus horarios, los viejos hábitos difícilmente mueren.
Siento a Lexi antes de verla, y cuando me doy la vuelta, sé que está justo detrás de mí.
Nuestros ojos se encuentran, y casi me río. Todo su maquillaje negro está manchando su cara,
pero sus ojos están una vez más brillantes con curiosidad.
—¿Podemos irnos ya? —pregunta nerviosamente.
—Sí —contesta, pero ninguno de nosotros se mueve del sitio junto a la ventana, como si no
quisiéramos ir a lo que sea que nos estuviera esperando fuera. Nuestras desastrosas realidades al
otro lado de esa delgada pieza de madera.
Pero tenemos que hacerle frente, ¿no? No podemos permanecer en el consuelo tranquilo
de la casa de verano para siempre. La vida sigue, y nuestros asuntos están aquí para quedarse.
—¿Lexi? —ella levanta la cabeza, instándome a continuar hablando—. Tienes que
mantenerte alejada de mí.
El rostro de Lexi palidece y su respiración se detiene.
—De acuerdo. Si eso es lo que quieres. —Ella se da la vuelta, y agarro su hombro antes de
quitar mi mano y de nuevo dejarla a mi lado. Ella no quiere que la toque. Me he olvidado de eso.
—Mi hermano está haciendo preguntas sobre ti. No es seguro que hablemos, que estemos
el uno alrededor del otro. Si me ves por el campus, camina sin decir nada, y yo haré lo mismo.
Los Heighters sospechan que has hablando de ellos al decano…
—¡No lo he hecho! ¡Lo juro! No dije nada… —interrumpe, enloqueciendo, y detengo su
protesta con una mano levantada en el aire.
—Lo sé. Se lo he dicho. Pero necesitas ser cuidadosa. Mi hermano no será el único que
vendrá a por ti para mantenerte callada, y no quieres conocer al sádico hijo de puta que lo hará.
—La veo tragar con fuerza y sé que mi advertencia ha tenido éxito—. Mantente a salvo,
mantente fuera del patio por la noche, y si el decano te pregunta algo más sobre esto, mantén la
boca cerrada. Nadie sabe que tú sabes algo excepto Axel y yo. Y me aseguraré de que siga siendo
así.
Lexi asiente con aprensión y, se mueve hasta la mesa de café, toma su bolso. La veo irse,
con su ajustado top y su corta minifalda de bailarina mostrando sus piernas delgadas.
¡Cristo! No podía gustarme esta chica. Ella es demasiado pasiva. Justo cuando Lexi llega a la
puerta, me surge una pregunta. Por alguna razón necesito conocer la respuesta.
—Eh, ¿Lexi?
Ella se gira hacia mí.
—¿Sí?
—¿Por qué la pintura de guerra?
73
Adoptando una expresión glacial, responde simplemente:
—¿Por qué los tatuajes? —señala hacia mis brazos y cuello tatuados.
Ninguno dice nada y nos observamos el uno al otro lo que podía haber sido una eternidad.
Podía ver en sus ojos que el maquillaje oscuro era su escudo. Al igual que mis tatuajes eran el
mío, pero ninguno de los dos iba a admitirlo.
Lexi suspira y pone una mano sobre su corazón.
—Todos tenemos secretos, Austin. Los de algunas personas son más grandes que los de
otras, eso es todo. ¿No estás de acuerdo?
Mi falta de respuesta lo dice todo.
Sí. Sí que lo estaba
74
Capítulo 10
LEXI
Un mes más tarde...
Querida Daisy:
Peso: 43,600 kg
Calorías: 1500
Hoy me he visto en la televisión animando a los Tide.
No podía creer que fuera yo.
Cuando me miro en el espejo, veo los defectos en la chica que me devuelve la mirada. Pero
verme en la pantalla me hace retroceder casi con asco. Me veía tan gorda, Daisy, demasiado
grande. Y no puedo sacar esa imagen de mi mente.
Necesito estar más tonificada.
Necesito recortar la comida... solo por un tiempo... solo para verme bien en el campo. He
perdido un par de kilos, pero aún no es suficiente.
Conté mis costillas hoy. Solo podía contar seis. Es todo en lo que puedo concentrarme. No
puedo purgarlo de mi mente.
Seis. Seis. Seis.
Y peor aún, Ally me abrazó hoy, y te juro que pensó que estaba gorda. Es como si no pudiera
soportar que la gente me toque. Los abrazos tendrán que detenerse o voy a perder la cabeza. Nadie
puede tocarme hasta que haya perdido más peso.
Todavía estoy jugando con éxito mi papel de amiga-amante de la diversión. Ninguno de mis
amigos sospecha. Todavía mi secreto está a salvo.
A solo unos pocos kilos, Daisy, y luego todo estará bien.
***
―¿Y piensas mucho en Daisy?
Cierro los ojos con fuerza y trato de bloquear el dolor por la muerte de mi mejor amiga.
―Lexi. Responde a la pregunta ―el doctor Lund insiste.
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Asintiendo con la cabeza, le contesto:
―Sí. Pienso en ella todo el tiempo.
―¿Y qué piensas de ella? ―Puedo escuchar al doctor Lund garabateando en su cuaderno,
tomando notas sobre lo que tengo que decir.
―Pienso en que ella siempre sonreía a pesar de que se estaba muriendo por dentro. Pienso
en cómo cada vez que tocaba fondo, ella estaba allí para mí, hablándome... recogiéndome para
levantarme. ―Las lágrimas brotan de mis ojos y le digo―: Y pienso en sus últimos minutos,
cuando me cogió la mano y se escabulló silenciosamente, pero no antes de rogarme que no
sucumbiera a la enfermedad. Para no... Morir también.
―¿Alguna vez envidiaste lo delgada que estaba?
Cada parte de mí se tensa, y me quedo con la mirada en el suelo.
―Sí...―le susurro―. Envidio que ella alcanzó la perfección. Consiguió su peso ideal.
El doctor Lund pone su portapapeles sobre la mesa junto a él y se inclina hacia delante con
las manos entrelazadas.
―Lexi. ¿Entiendes que su severa pérdida de peso fue lo que la mató? ¿Que su corazón no
soporto la presión?
―Sí, lo entiendo. Pero me preguntaste si yo envidiaba lo delgada que estaba. Y lo hago.
Envidio su peso final.
―¿Has tenido pensamientos no saludables acerca de tu peso en los últimamente?
¿Cualquier cosa que debamos discutir?
Sacudo la cabeza y empiezo a tocar mis uñas.
―No. He sido buena.
Ahora, Lexington, estás mintiendo. Y a tu médico, nada menos. Sabes que me estás
permitiendo más. Me estás dando control. ¿Qué es lo que has perdido en las últimas semanas? ¿Un
par de Kilos? Yo estoy aquí contigo mientras estás parada en la escala, regocijándote en tu logro.
Todo lo que tienes que hacer es darme las riendas... Darme el control... Puedes ser como ella...
Mis dedos comienzan a dolerme, y cuando miro hacia abajo, están agarrándose a los brazos
de mi silla. Mis nudillos están blancos por la tensión.
Lexington, dame el control... Lexington, déjame entrar... Lexington, solo unos pocos kilos
más...
―¿Lexi? ―Una voz profunda suena a mi lado, tirando de mí de nuevo a la realidad.
Sigo el sonido de la voz y mi estómago inmediatamente cae.
―Doctor Lund ―digo, recordándome dónde estoy: en la consulta.
―Has perdido algo de peso ―dice el Dr. Lund directamente―. Estás perdiendo más la
concentración, y estoy empezando a preocuparme.
―No creo…
76
―Es muy notable, Lexi. Eres menuda, para empezar. Unos pocos kilos de pérdida de peso
son muy notables en tu pequeño cuerpo.
Mi cabeza instintivamente se agacha, y no puedo mirarlo a los ojos.
―Es solo porque he estado muy ocupada, te lo juro.
Sí, Lexington, mantenlo alejado de la verdad. Mantenlo alejado de saber que has comenzado a
reducir las calorías porque crees que estas demasiado gorda en tu uniforme de animadora. Ese
pensamiento de Daisy en su peso ideal te está volviendo allí también. Y tienes razón. Estás gorda.
No es más que un par de kilos lo que has perdido. Un par de kilos no son nada. Tal vez deberías
perder un poco más, solo para estar segura... para estar absolutamente segura...
―Lexi, nuestro tiempo se ha acabado, pero te puedo esperar en el grupo esta semana, ¿no?
―Asiento―. Creo que tenemos que discutir lo de ser animadora. Sabes que es tu principal
detonante. Tal vez es demasiado en estos momentos. Yo nunca estuve totalmente convencido de
que estuvieras lista para dar ese paso de nuevo en primer lugar.
Asiento sin contestar, me muevo de mi asiento y prácticamente salgo corriendo fuera de la
habitación, haciendo una pausa para apoyar mi espalda contra la pared.
Sé que las animadoras es mi detonador, y estoy muy preocupada por verme gorda en el
campo.
La voz está bien, ¿no es así? Y el doctor Lund no lo sabe todo, ¿verdad? Estará bien perder
unos pocos kilos, solo para estar segura de que no parezco demasiado grande ante la cámara.
Después de todo, la cámara añade cinco kilos, así que voy a hacerlo hasta equilibrarlo. Puedo
parar después de cinco kilos. Va a ser fácil. Soy más fuerte esta vez. Voy a ser capaz de parar muy
bien. No va a salirse de control. Voy a sentirme mucho más sana al perder un poco de peso. Con
mucha más confianza.
Va a ser fácil.
Sí, Lexington, sí. Deja que te guíe a la perfección. Puedo hacer que sea muy fácil para ti...
Mi ritmo cardíaco aumenta a medida que mi emoción crece, y empiezo a hacer un plan. Me
gustaría hacer más ejercicio, sí. Eso debería bastar. Podía correr más, ir al gimnasio más. Y tal vez
debería cortar unos cuantos carbohidratos más... ¿no? ¿Cierto? Le pregunto a la voz en mi
cabeza.
Ese será un comienzo, Lexington. La voz contesta con aprobación, y deja que me relaje. Sólo
por un momento, me dejo llevar.
Sí, Lexington, tomaré las riendas con mucho gusto.
Era reconfortante no luchar contra la voz. Estaba cansada de la lucha, del esfuerzo para ser
fuerte... para ser normal... para estar curada. Cuanto más tiempo estoy sin Daisy, más fácil era
para la voz entrar como un gusano en mi cerebro.
Registrando que la costa estuviese despejada, me dirijo a la sala privada de familiares, dos
pasillos hacia abajo. Necesito un poco de tiempo a solas para reponerme antes de regresar a la
casa de la hermandad, antes de volver a tener que actuar como si todo estuviera bien delante de
mis amigos. Pero cuando estoy a punto de entrar, un hombre sale por la puerta y comienza a
77
correr por el pasillo. Sus pesadas botas negras hacen eco en las baldosas del suelo estéril,
haciendo que mire su camino. Mi pulso empieza a acelerarse cuando me doy cuenta de quién es.
Todo vestido de negro, tatuajes, piercings, dilatadores negros en los oídos y cabello oscuro, casi
negro.
Austin Carillo.
Cuando Austin desaparece de mi vista empiezo a moverme, mi padre sale de la habitación
de familiares vestido con su bata blanca, sus ojos buscan por el largo y solitario pasillo en la
dirección en que se fue Austin.
Mi padre no me ha visto allí de pie, mirando la escena que se desarrollaba, estaba
demasiado preocupado por Austin corriendo a lo lejos. Sacudiendo la cabeza, aparentemente
sufriendo, vuelve a cerrar la puerta de la sala y finalmente, me mira.
Las cejas de papá se arquearon por la sorpresa.
―¿Lexi? ―dice, pareciendo desconcertado. Apenas he visto a mis padres en los últimos
dos meses. Papá siempre está ocupado con sus pacientes, mamá estaba ocupada con su negocio
de costura, y yo he estado ocupada con la universidad.
―¡Hola, papá! ―digo alegremente mientras me muevo hacia él―. No sabía que estarías
aquí esta noche.
Mi padre inclina su cabeza para darme un beso en la mejilla.
―No me di cuenta que estabas aquí esta noche, cariño ―dice y mira nerviosamente por el
pasillo una vez más.
―Estaba con el doctor Lund. Tuvimos que cambiar la cita, ya que tengo un partido.
Los ojos de mi papá se ensombrecen con mi respuesta, y suspira pesadamente.
―¿Y cómo te fue?
Tirando de mis largas mangas hacia delante a lo largo de mis manos, me encojo de
hombros.
―Estoy bien, supongo.
Mi padre se acerca a mí y calma su voz.
―¿Seguro que estás bien? Parece que has perdido algo de peso.
La ira hierve en mis venas.
―¡Estoy bien! ¡Creen que no puedo hacerle frente! ¡Estoy bien! ¿Por qué no me deja en paz
todo el mundo? ―le espeto.
Entonces oigo la voz en mi cabeza.
Pero no estás manejándolo bien, ¿verdad, Lexington? Estas lentamente volviendo a mí.
Quieres estar aquí también. Y te quiero de vuelta. Te echo de menos...
―¿Lexi? ―susurra mi padre con tristeza y levanta la cabeza interrumpiéndole antes de que
pueda decir algo más. ¡No podía oír nada más!
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―¿Con el que hablabas ahí era Austin Carillo? ―suelto, tratando de cambiar de tema,
señalando a la sala de estar.
Cambio de rumbo, la mayor herramienta de una anoréxica.
Mi padre se balancea sobre sus pies y su rostro enrojece. Eso significaba que lo era.
―Confidencialidad médico-paciente, Lexi. Sabes que no puedo decírtelo.
Asiento y miro con nostalgia por el pasillo una vez más.
Papá se aclara la garganta.
―¿Conoces a Austin Carillo, Lexi? Nunca lo has mencionado antes ―pregunta con cautela.
Quería rodar mis ojos. Era porque él era un Heighter. Pero no estaba segura de que Austin fuera
tan malo como parecía. Al menos, el Austin que estuvo esa noche en la casa de verano. Una parte
de mí se pregunta si vi a su verdadero yo esa noche.
―Lo conozco de las animadoras ―le contesto―. Él juega para con los Tide. Es un
receptor. Pero no lo conozco bien, no.
Papá exhala un suspiro reprimido de —supuse— alivio y se frota la frente con la mano. Está
estresado. Extiendo la mano y tiro de la manga de su bata blanca con una sonrisa orgullosa. Él es
un médico muy excepcional porque se preocupa profundamente por sus pacientes. Es, en pocas
palabras, un ser humano excepcional. El doctor Maxwell Hart es el principal oncólogo en el
distrito de Tuscaloosa a causa de su compasión y bondad por las personas, desde cualquier
ámbito de su vida. Se ofreció como voluntario para las clínicas gratuitas solo para que las
personas que no tienen seguro no tuvieran que sufrir con el dolor. Va de hospital en hospital
para ayudar donde pueda.
Mi estómago se revuelve con miedo repentino. Mi padre es un oncólogo, eso significaba...
¡Oh, no! Eso significaba que alguien en la familia de Carrillo debía tener cáncer.
—¿Quién es? —le susurro, con la empatía profunda obstruyendo mi garganta. Fijo mis ojos
en papá.
—¿Quién es qué? —pregunta confuso.
—¿Quién en la familia de Austin está enfermo? ¿Quién tiene cáncer? —Mi voz ha
adquirido un tono de pánico. Por alguna razón, saber que alguien en su familia estaba enfermo
hace que su comportamiento, e incluso sus opciones de vida, solo un poco más comprensibles.
¿Su hermano vende drogas porque estaba pagando las facturas médicas de alguien? ¿Es por eso
me amenazó tanto para que yo no hablara?
Mi padre me mira fijamente pensando. Sé que se pregunta por qué estoy tan preocupada.
Le restó importancia a su preocupación y le pido que me conteste. Papá suspira derrotado.
—Yo no soy su médico, Lexi. Martin Small, el jefe neurólogo del hospital, es su médico.
Martin tuvo que ir al otro lado de la ciudad para una emergencia y me pidió que informara a
Austin de algunas... noticias.
Asiento para que continuara, pero sacude la cabeza y pone una mano en mi hombro. La
acción hace que me paralice, y rápidamente me alejo.
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—No puedo decir nada más, cariño. Caray, ya he estirado el código ético en sí. Sólo déjalo
estar.
Le dirijo una sonrisa de apaciguamiento y asiento. Pero todo en lo que puedo pensar es que
Austin estaba hablando con un neurólogo. ¿Qué demonios podía estar mal?
—Está bien, cariño, tengo que ir a ver unos pocos pacientes más antes de ir a casa. Largo
viaje. Ven a cenar pronto, ¿de acuerdo? Mamá te echa de menos.
—Lo haré, papá —digo y, agitando mi mano en despedida, camino casualmente en la
dirección opuesta, pero en la dirección exacta en la que Carillo huyó.
Comprobando por encima de mi hombro que papá no está a la vista, agacho mi cabeza y
corro por el pasillo intentando seguir el camino de Austin. Después de buscar en cada grieta,
salida, y puerta, el pasillo llega a un abrupto final, y sólo quedaba la puerta de la entrada al
santuario del jardín. Este jardín fue creado para los pacientes, un espacio privado para ellos a fin
de reflexionar, estar solos... llegar a un acuerdo con las malas noticias. Yo lo sabía. Había pasado
más de una noche aquí con Daisy en mi adolescencia cuando habíamos sido hospitalizadas.
Al presionar mi mano sobre la madera de la puerta, inclino la cabeza, con mi mente en un
conflicto de pensamientos mientras leo la placa en la pared.
Uno está más cerca del corazón de Dios en un jardín que en cualquier otra parte del mundo
—Dorothy G. Gurney.
Probablemente no debería interrumpirlo. Pero Austin parece estar solo. Y si está molesto,
no debería estar solo, ¿o sí?
Cinco minutos más tarde, mi obstinada curiosidad me hace girar la perilla de la puerta del
—afortunadamente— vacío santuario ajardinado.
Un pequeño oasis en el desierto sin defectos del sufrimiento del hospital.
Mientras asimilo la belleza del jardín, me siento sin aliento. Entonces, como un ángel caído
maravillosamente oscuro, Austin aparece de detrás de la cubierta de la fuente de agua de
querubín y se hunde hacia abajo en el pequeño banco de metal blanco debajo del manzano,
meciéndose hacia adelante y hacia atrás con la cabeza entre sus manos.
Mi respiración se detiene en mi garganta.
Austin Carrillo está llorando. Un inquieto, atormentado llanto. Nunca he visto algo tan
desgarrador en toda mi vida.
Meciéndome sobre mis pies, miro hacia arriba a un cielo lleno de estrellas. Era fácil creer
que nos habían transportado a otro mundo en este paraíso botánico, uno lleno de asombro y
admiración, como si hubiéramos caminado a través del armario hacia Narnia, un lugar mágico
en medio de la oscuridad en la bahía.
Una tierra sin nada de sufrimiento, solo paz.
Pero Austin sufre. Un eviscerado dolor por el aspecto de las cosas.
El aire de la noche no se siente, y en este pequeño pedazo de cielo solo estamos Austin y
yo, dos impostores en un jardín artificial del Edén.
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Y él estaba tan roto, y que el Señor me ayude, no podía dejarlo solo, sin importar si
probablemente es lo que tenía que hacer.
Durante las últimas semanas, las cosas no han ido según lo planeado. Molly y Rome
estaban ahora juntos, y Austin y yo nos vimos obligados a estar en compañía de los demás más
de lo que quisiéramos. Hemos fingido ser civilizados cuando tenemos que estar juntos. Pasamos
el rato en clubs y fiestas en casa con nuestros amigos como si no tuviéramos ninguna
preocupación en el mundo, incluso fingimos una amistad. Descubrí que Austin es tan buen actor
como yo. Ninguno de nuestros amigos tiene ni idea, no había ninguna sensación de malestar
entre nosotros. Pero, en realidad, Austin y yo somos más fríos el uno con el otro que un invierno
ártico.
Me entristece, ya que me gusta un poco. Hubo veces en las últimas semanas que casi cedo.
Recuerdo la casa de verano, recuerdo a Austin protegiéndome de los policías, sosteniéndome
con su cuerpo mientras estamos tumbamos en el suelo de madera dura, hablando sobre las
estrellas. Pero luego me acuerdo de su hermano, Axel, recuerdo los Heighters, recuerdo la
advertencia de Austin y eso me hace encogerme de nuevo en mi concha... volver al silencio y el
aislamiento.
Suspirando, obligo a mis piernas a caminar y me traslado junto a Austin en el banquillo.
Silenciosamente me siento, tiré de las mangas de mi top negro sobre mi palma de la mano, un
movimiento que hago cuando estoy nerviosa. Austin no había sentido mi presencia. No ha oído
el crujido sutil del banco por encima del volumen de su dolor.
Cuando otro sollozo arranca de su garganta, pongo mi mano en su espalda, tengo que
tocarlo. Estuvo mal de mi parte, fue sin invitación, pero tenía que hacerlo simplemente. Algo
dentro de mí me empuja a ser de apoyo. Austin es fuerte, pertenece a una peligrosa banda, tiene
un pasado oscuro, pero debajo de su armadura de tatuajes, siento que también tiene un alma
pura, y que está en peligro.
Con el tacto de mi mano, Austin salta del asiento y se da la vuelta hacia mí, con los puños
apretados y preparándose para atacar, sus brazos tatuados completamente de colores saltones
debajo de su ajustada camisa negra.
Me protejo con mi brazo, pero de mismo que el puño de Austin se acerca a mi mandíbula,
él la retira.
Poco a poco bajo el brazo descubriendo mi rostro, Austin inclina su cabeza a un lado, con
la niebla de rabia levantándose de sus ojos de color marrón inyectados en sangre.
—¿Lexi? ¿Qué dia…? —dice con una cortante voz rasposa.
Austin se tambalea hacia delante hasta que se deja caer de rodillas sobre el pedazo de
césped bien cuidado a nuestros pies. Mis manos cubren mi boca y las lágrimas llenan mis ojos.
Parece agotado.
—¿Austin? ¿Qué pasa? —le susurro con temor. El escudo en el que normalmente oculta sus
emociones se ha agrietado y astillado. No tenía ni idea de qué hacer.
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Austin no podía hablar, no puede levantar la cabeza, está demasiado abrumado por,
¿dolor? ¿Sufrimiento? ¿Miedo? No lo sé. Las lágrimas caen al suelo desde sus ojos bajos, y lo
único que puedo hacer es mirarlo.
—Austin, ¿por favor? —le pido una vez más, casi haciendo una mueca por lo fuerte que mi
voz suena en la tranquilidad del jardín—. Háblame. ¿Estás bien?
—No puedo... No puedo, Lexi... —se las arregla para decir a través de sus lágrimas y el
nudo en la garganta.
Austin sigue sin levantar la cabeza, así que me dejo caer cuidadosamente de rodillas para
estar al mismo nivel que él. Extiendo mi mano para ser de consuelo, pero me alejo de nuevo.
No lo toques, Lexington. Él va a querer tocarte de vuelta. Sentirá la grasa, sentirá la capa de
grasa que cubre tu espalda y tus costillas. Sentirá repulsión por lo grande que te sientes...
Retirando de mi mano de golpe, la acuno contra mi pecho, justo como las palmas de Austin
golpearon la vibrante hierba verde, su amplia espalda temblaba mientras lucha por controlar su
respiración errática.
—Solo vete, Lexi... déjame en paz... —suplica, sin levantar la cabeza.
Moviendo mis ojos a la puerta de salida cerrada, contemplo dejarlo, pero ver a Austin en el
suelo me hace cambiar de opinión.
—No lo haré —le digo con más autoridad de la que siento—. No creo que sea correcto que
estés solo en este momento.
El puño de Austin se estrella contra la suave hierba, sonando un ruido sordo.
—¡He dicho que me dejes jodidamente solo! —grita con veneno, haciendo que me
estremezca alejándome él y golpeando mi espalda en el borde de metal del asiento del banco.
El aliento se apresura fuera de mi pecho, pero mi objetivo nunca deja de ser Austin.
Resuelta, me mantengo firme.
—No voy a dejarte así, Austin —digo, aplacándole—. No te voy a dejar en este estado,
tratando con lo que sea que estés pasando. ¡No soy una perra insensible!
Los brazos de Austin comienzan a debilitarse, los codos bajan con tristeza. Y un instante
después, Austin cae hacia adelante, con la frente golpeando mis rodillas mientras me sienta en el
suelo.
Me quedo inmóvil, y un oleaje de náuseas estrella contra mis entrañas. Mis manos se
levantan en el aire mientras sienten cómo las lágrimas de Austin empapan mis vaqueros negros
desgastados.
Uno, respira… dos, respira... tres, respira... cuento en mi cabeza. Él me estaba tocando.
Austin Carillo me estaba tocando.
Está bien, Lexi, me digo a mi misma. Está sufriendo. Está…
Me estremezco cuando los enormes brazos tatuados de Austin se entrelazan alrededor de
mi espalda, deslizando las rodillas hacia delante hasta que su cabeza está a ras contra mi
estómago, sus manos aprietan alrededor de mi columna vertebral, y su cálido aliento se
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impregna en la fina tela de mi top. Estaba envuelta en él. Sus manos me tocan... Puede sentir,
todo de mí... sentir la grasa... demasiada grasa...
Pero Austin no se da cuenta de mi angustia. No se da cuenta de que no soporto que me
toquen. Está demasiado consumido por la pena, y yo estoy siendo consumida por él.
Cierro los ojos con fuerza, como si me lastimara, los vuelvo a abrir para ver que se ha
levantado su camisa negra, revelando una inscripción tatuada en la parte baja de su espina dorsal
que dice: Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Trato de
concentrarme en la oración solo para distraerme de mi detonante.
Uno, respira… dos, respira... tres, respira... Repito mi mantra, una y otra vez en mi mente
hasta…
—Lexi… Lexi... —murmura Austin, y me preparo para su ira, su rabia, pero luego susurra—.
Abrázame... por favor...
El conteo se detiene.
Las náuseas se detienen.
Todo mi mundo se detiene.
Mis manos están suspendidas en el aire mientras miro los músculos tensos en el cuello de
Austin, escucho los gritos suaves de dolor que se escapaban de su garganta, y sin darme cuenta,
bajo mis brazos hasta que mis palmas tocan su cabello casi-negro. Ha crecido un poco en las
últimas semanas, y le sentaba bien, le hacía parecer menos severo.
Tan pronto como mis manos hacen contacto con él, Austin se apodera de mí con más
fuerza, robándome la respiración. Pero mi respuesta habitual a su contacto ha disminuido. Me
recupero más rápido. Los sofocos de miedo son más cortos, y me quedo mirando con asombro la
enorme figura de Carillo.
No te engañes, Lexington. ¿Crees que los dedos de Austin no están rastreando las costillas?
¿Crees que él no está pensando en lo grande que eres para tu altura? ¿Para una animadora de los
Tide? La voz se burla.
Me tenso ante las palabras de la voz, mis manos se deslizan desde la piel caliente de Austin
cuando él me agarra cada vez más estrechamente, con la cabeza girando ligeramente hacia un
lado. Él respira hondo.
—Lexi... no me dejes ir... por favor. Joder, no me dejes solo con esta mierda. No puedo
lidiar...
Era su necesidad contra la mía, y mi culpa sobre ese hecho me tiene en conflicto. Pero
cuando Austin inclina su cabeza y sus ojos oscuros se encuentran con los míos, me encuentro
asintiendo y enrollando mis brazos alrededor de su cuello. Los ojos de Austin se cierran mientras
que una oleada de paz pasa a él a través mi toque.
Estimulada por su reacción, trazo el pequeño tatuaje rojo de una flor de lis en su nuca.
Vago ociosamente por lo que representa.
Lexington, no. No te acerques demasiado. Él va a pensar…
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¡No! Ahora no, grito mentalmente, acallando las palabras. Empujando la voz a los rincones
de mi mente, me vuelvo a enfocar en el movimiento de mi pulgar, el movimiento circular, el acto
pacifico de la meditación.
La corriente de agua que proviene de la fuente, acompañada por un búho cantando su
canción desde el manzano. Trato de dar sentido a lo que está pasando. Estoy con Austin Carrillo,
consolando a Austin Carrillo en el hospital, el lugar que más odiaba en la Tierra.
Finalmente, las lágrimas de Austin cesan y su respiración se calma, pero mi pulgar se sigue
moviendo. Es lo único que me impide enloquecer.
Mientras sigo, los dedos de Austin empiezan a bordear a lo largo de mi espina, arriba y
abajo.
¿Está contando mis vertebras? ¿Están lo suficientemente pronunciadas? ¿Ha él… ha…?
―¿Lexi? ―la ronca voz de Austin corta a través de mi pánico, y mi pulgar
instantáneamente se detiene.
―¿Si? ―respondo nerviosamente.
―No le menciones esto a nadie, ¿de acuerdo? ―Austin se reclina hasta que puedo verlo
completamente, y siento como podría perderme en sus hipnotizantes ojos italianos. Son tan
oscuros que casi desprenden un azul nacarado. Su oscuro cabello ahora está lo suficientemente
largo para que un mechón caiga sobre su doblemente perforada ceja con aretes seguramente
diseñados, a través de su piel aceituna.
―Es nuestro secreto, lo juro ―prometo.
El labio de Austin se curva en una tímida sonrisa.
―Solo otro secreto al que añadir en nuestra ya sepultada lista, ¿eh?
―Parece que es lo mejor que sabemos hacer. ―Suspiro.
Él sonríe y mis labios se crispan también, feliz de que pudiera encontrar un poco de humor
en esta situación mientras que obviamente está preocupado por alguien que está enfermo. Estoy
desesperadamente curiosa por saber de quién.
Sin pensarlo, estiro la mano y quito la hebra de cabello rebelde de su rostro e
inmediatamente me congelo por la acción.
Quito mi mano, ruborizándome.
―Lo-lo siento.
Austin quita el cabello de su rostro el mismo.
―¿Así está mejor? ―dice en tono brusco. Mi estómago se vuelca. Él nunca ha sido de esta
manera conmigo antes… casi amigable.
Miro otra, más decorativa, flor de lis en el otro lado del cuello de Austin admirando las
intrincadas hojas del lirio, y pregunto:
―Me encanta este símbolo. ¿Qué significa para ti, para haberlo grabado en tu piel?
Los ojos de Austin brillan.
84
―Es el emblema de Firence… lo siento, es Florencia, Italia, para ti. Mi… madre es de allí.
Por alguna razón su respuesta me entristece. Es probablemente el eco de dolor en su voz
mientras habla con vacilación de su madre.
Oh no… todo esto debe ser por su madre…
Miro brevemente hacia el jardín, miro hacia Austin y trato de levantar el humor pesado.
―Entonces, ¿vas a salir de mi regazo?
Inmediatamente me arrepiento de haberlo dicho.
El rostro de Austin adopta una expresión de avergonzada, y levanta su torso, desenrollando
sus brazos de mi espalda. Instantáneamente siento la pérdida.
Se arrastra de nuevo para descansar su espalda contra el banquillo y levanta su cabeza al
cielo. Sus ojos parecían ir lejos.
―Malditas estrellas.
Tratando de ver lo que le molestaba, miro hacia el cielo también. Era solo el típico cielo
nocturno. No entendía como él podría estar enojado por las llameantes bolas de gas, pero Austin
era realmente un enigma… a pesar de ser un duro ex-Heighter en la superficie, con tatuajes de
pandilla incluidos, claramente puede amar lo suficiente como para estar tan preocupado por
alguien cercano que está enfermo.
Todo el tiempo que Austin se sienta allí observando, lo observo. Realmente robaba el
aliento. Desde sus oscuros rasgos italianos hasta su intrincado cuerpo de lienzo cubierto de
tatuajes… de su amplia gama de perforaciones a sus prominentes ojos negros evaluadores. Son
mis favoritos. No sé por qué, pero siempre he tenido algo con los chicos con expansiones.
Siempre he preferido las oscuras, torturadas almas, supongo. ¿Tal vez los opuestos se atraen?
Paso mi mano por la hierba, tomo una hoja y la levanto hacia el cielo, el vibrante verde
acentuado por la luz de la luna.
―¿Por qué estás aquí? ―la voz ronca de Austin me obliga a mirar en su dirección.
Miro nerviosa el suelo mientras pregunta. Me encojo de hombros, dándole la vuelta la hoja
entre mis dedos.
―Solo viendo a alguien ―respondo evasivamente. No quiero hablar de la consejería. Eso
llevaría a muchas preguntas sobre mi pasado.
Austin inspira y vuelve la cabeza, aparentemente paralizado por el querubín de piedra en la
fuente que sostiene un jarrón de agua fluyendo.
―¿Y tú? ¿Por qué estás aquí Austin?
En lugar de darme una respuesta, Austin extiende su mano y pone sus dedos tatuados bajo
el chorro. Una sonrisa tira de sus labios.
―¿Por qué las fuentes tienen que tener pequeñas mierdas de bebés gordos? ¿Y por qué
siempre están desnudos?
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Pequeñas mierdas de bebés gordos. ¿Escuchas eso Lexington? Austin nota que la gente está
gorda. Él es un atleta, después de todo. Un atleta con un cuerpo perfectamente esculpido, a
diferencia del tuyo. ¿Crees que cuando él te estaba sosteniendo hace un rato no estaba pensando en
la misma cosa? ¿Por qué Lexington Hart es tan gorda?
―¡Oye! ¡Lexi! ―la voz de Austin me trae de nuevo al presente. Con sus cejas oscuras
fruncidas―. ¿Por qué haces eso? ―pregunta.
Empiezo a entrar en pánico.
―¿Hacer qué?
―Irte. Te quedas en blanco por un momento, mirando al vacío.
No le respondo. En su lugar lo miro con ojos muertos.
―¿Por qué estás aquí, Austin? ¿Por qué estás tan roto?
Austin traga duro y veo su manzana de Adán moviéndose bajo un tatuaje de una paloma
con las alas abiertas en su garganta.
Mi sangre se hiela.
Una paloma.
Eso me llevó al día en me ingresaron —contra mi voluntad— en el hospital. Rápidamente
me deshago del pensamiento.
Austin se inclina hacia adelante, dobla sus piernas, y envuelve sus brazos a su alrededor
como si se protegiera. Sus ojos están firmemente pegados al suelo mientras murmura:
―Mi madre está en nivel cinco. Fue admitida está noche.
―Austin… ―trato de decir algo, pero su aura era como una pared de ladrillos. Claramente
no quiere mi simpatía. Era muy orgulloso para eso.
Austin mira hacia el suelo, perdido en sus pensamientos.
―Un doctor con bata blanca me apartó de la cama de mi madre, me llevó a una maldita
sala privada, y me dijo que solo le quedan meses de vida. Meses, Lexi. Ella no va a vivir para
verme entrar en la NFL.
Lagrimas se acumulan en mis ojos como las de él.
―Y no puedo volver allí. No puedo entrar en el maldito ascensor y mirarla postrada en la
cama, tratando de ser fuerte, tratando de forzar una sonrisa, sabiendo que para el próximo año,
ella se habrá ido. ―Entonces Austin me mira, como si tuviera todas las respuestas, como si
supiera que decir.
―¿Cómo se supone que debo hacerlo, Lexi? ¿Cómo mierda debo hacer esto… cuidar de mi
madre, la universidad, el futbol, mierda, tratar con el imbécil de mi hermano?
―¿Qué le sucede a tu madre? ―pregunto cautelosamente. No estoy segura de sí me diría
esa información.
―ELA ―responde, pero mi rostro debe de haber mostrado que no sé lo que es eso―. Lou
Gehrig. Enfermedad en las neuronas motoras, Lexi. Sus nervios están jodidos. Ya no puede
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caminar, apenas puede hablar. Pronto no va ser capaz de levantar sus brazos. Luego finalmente,
no va a ser capaz de tragar. ¿Pero quieres saber cuál es la verdadera mierda de todo esto?
Cierro mis ojos ante la devastación en su voz.
―Que su mente no está afectada. Ni siquiera un poco. Mentalmente sigue siendo
exactamente la misma, pero su cuerpo se está deteriorando. Imagina eso, querer hablar pero ser
incapaz de mover los labios, querer bailar pero incapaz de mover sus pies. Está en una prisión,
una puta prisión en su propio cuerpo, y yo solo tengo que esperar y ver qué pasa. Puta A, ¿No
crees?
Poniéndome de rodillas, me apresuro hacia adelante y me siento al lado de Austin contra el
banco. La mano de Austin está plana en el suelo. No tengo palabras para consolarlo, así que
extiendo mis dedos, mi índice enganchan el de Austin en apoyo. Lo atrapo observando la acción,
pero no responde.
Este era un gran paso para mí.
Extrañamente, sé que esto es un progreso.
¿Quién pensaría que Austin Carrillo sería el que me ayudara en mi recuperación?
―Disculpa por ser un gran puto marica ahora. Sigues viéndome en mis peores momentos
―dijo Austin, rompiendo la tensión.
Mi boca se abre ante su brusco lenguaje.
Causa que me ría y sacuda la cabeza.
―Está bien, y no fuiste un… puto… marica, como lo pusiste.
Austin sonríe y mi corazón da un salto completo en mi pecho. Casi presiono mi mano
contra él por miedo de que me dé un ataque cardiaco. La sensación me impresiona. Nunca antes
he sentido algo como eso… esa hermosa sonrisa…
―Sí, lo fui. Pero desde ya que eres muy buena guardando secretos, supongo que no
importa demasiado.
―¿Austin? ―digo nerviosamente.
―¿Mmm?
―El doctor con el que hablaste…
Austin se mueve para encararme, pero nuestros dedos lo mantienen donde está.
―¿Qué pasa con él?
―Es mi padre.
La mandíbula de Austin se tensa y aparta la mirada.
―Mierda.
―No va a decir nada. No puede decir nada. Te vi salir corriendo de la sala. Ni siquiera sabe
que vine a por ti ―digo, protegiendo la profesionalidad de papá.
Austin se da la vuelta hacia mí ante eso y sus ojos se estrechan.
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―¿Y cómo lo tomó papi cuando le dijiste que me conocías?
Ruborizándome, voy a hablar, pero rápidamente cierro mi boca.
La ceja perforada de Austin se levanta.
―Eso está bien, ¿eh?
Una risita vino por mi garganta, y cubro mi boca con mi mano. Parecía mal reírse en este
jardín, pero, extrañamente, era fácil reírse con Austin.
Austin resopla una risa también.
―No sufras. Soy un ex–Heighter que no estaría en la cima de la lista de aprobación de
amigos.
Mi humor decae.
―¿Por qué te defines por el pandillero que solías ser?
Austin me bloquea con una mirada.
―Porque eso es lo que la gente siempre ve. Ellos no miran más allá de la superficie. ―Tapa
el tatuaje de la estrella en su pómulo izquierdo y luego la palabra Heighter en su cuello.
―Podrías quitarlo con cirugía láser ―sugiero.
Austin echa la cabeza hacia atrás y da una carcajada. Frunzo el ceño. Austin deja de reírse.
―Nah, no puedo, Lex.
―Pero…
―Lexi, no puedo hacer que me los quiten. No es así ―dice, dando por seguro que no
continuaría con el tema.
Austin mira a lo lejos, claramente pensando en un tiempo más oscuro, y suspiro.
―Bueno, yo veo más, veo mucho más. Veo a un chico que cuida de su madre
prácticamente solo. Veo a un chico roto porque ella está enferma. Veo a un chico que sale de una
situación sin esperanza y está tratando de ir por un camino mejor ―susurro en voz baja.
Austin no responde nada, y, como una cobarde bajo los ojos.
Austin se levanta lentamente, y yo levanto la cabeza para verle mirar fijamente la puerta.
Pero no se mueve.
―Tengo que ir a decirle a mamá buenas noches ―me dice en voz baja.
―Bueno. Espero que ella se sienta mejor ―le digo, pero no me muevo. Quiero esperar aquí
hasta que se haya ido. Ha sido muy intensa la noche.
Pero Austin no se mueve, como si sus pies estuviesen arraigados en el suelo.
―Aust…
―¿Quieres acompañarme? ―pregunta de pronto, y casi me echo hacia atrás en estado de
shock.
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Mis cejas se surcan y mi falta de respuesta hace que Austin se gire hacia mí, con una
expresión expectante.
―¿Quieres que vaya contigo? ―le pregunto con dudas.
―Eso es lo que he dicho, ¿no? ―dice de manera cortante y se pasa la mano por debajo de
la parte inferior de la nariz con nervios.
Austin no quiere estar solo en este momento, pero se siente avergonzado por ello también.
Mientras me levanto, calidez se extiende dentro de mi estómago. Austin me está
esperando. Grande, amenazante Austin... y él me necesita a su lado.
Mientras me muevo ante él, Austin mete las manos en sus bolsillos y mueve su barbilla
hacia la puerta. Lo sigo en silencio.
Austin no habla en todo el camino hasta el ascensor, pero se queda a un centímetro de mi
lado. Podía oler su colonia como si estuviera recién perfumado y siento el calor que irradia su
piel. Sólo hay silencio.
Espera. Solo hay silencio.
La voz en mi mente no ha dicho nada desde hace rato. Por primera vez en varios días,
tengo un breve respiro de sus incesantes tentaciones y burlas.
El sonido del ascensor me hace saltar, y las pesadas puertas de acero se abren en nuestro
piso. Salgo a la sala... sola.
Las pesadas puertas comienzan a cerrarse, meto mis manos entre ellas para que vuelvan a
abrirse, y vi a Austin está de pie en el mismo lugar que antes. Por segunda vez esta noche, mi
corazón se rompe por él.
Caminando delante de él, acerco con cautela mi mano y la pongo sobre su brazo. Los ojos
oscuros fijos en los míos.
―¿Estás bien? ―le pregunto con una voz suave.
Se aclara la garganta y asiente. Sonrío como estímulo, y Austin me guía por el pasillo hasta
llegar a una puerta cerrada.
Una puerta que permanece cerrada.
La cabeza de Austin cae, y con su dedo pulgar se pellizcó el puente de su nariz.
―¿Qué diablos pasa conmigo?
Apretando mis manos con indecisión, al final levanto una y la pongo plana en la espalda de
Austin.
―Estas molesto. Es perfectamente natural dada la situación.
Levantando la cabeza y moviendo su cuello de lado a lado, me mira a través de sus largas y
oscuras pestañas. Su expresión agradecida me roba el aliento.
―Gracias, Lex.
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Acariciando su espalda, ando hacia atrás cuando Austin abre lentamente la puerta.
Inmediatamente fijo mis ojos en una bella mujer tendida en la estrecha cama del hospital, y mi
corazón se derrumba.
La madre de Austin.
―Ciao. ¿Stai bene, mamá? ―Austin le dice a su mamá en italiano, y mis ojos se abren en
estado de shock. No me había dado cuenta de que hablaba italiano. Otro secreto que acababa de
enseñarme.
―Sto Bene... mio caro. ―La señora Carrillo susurra suavemente, su embelesada atención
todavía en mí. Y yo no estoy inmóvil, extasiada al ver a Austin con esta luz. Es hermoso con su
mamá. Estoy empezando a pensar que puede ser hermoso, y punto.
Austin se traslada junto a la señora Carrillo y le da un beso en la cabeza. La señora Carrillo
levanta la mano débilmente y la pone sobre el brazo de Austin.
―Austin... ¿è chi?
Los ojos de Austin se trasladan a la puerta... y a mí que todavía estaba ahí, inmiscuyéndome
en su vida privada, incapaz de moverme, de mirar fijamente. Espero su ira. Lo que me da es una
tímida sonrisa.
―Esta es Lexi, mamma. Ella es mi... ¿amiga? ―La palabra "amiga" la dice más como una
pregunta que como una declaración, sin embargo, las mariposas revolotean en el estómago lo
mismo―. Ella estaba aquí viendo a alguien, y yo la vi en la planta baja. Me ha acompañado de
vuelta.
―Vieni... qua, cara mía... ―dice la señora Carrillo hacia mí, y miro a Austin para la
traducción.
Austin se pone de pie y camina hacia mí, deteniéndose en el extremo de la cama de su
madre.
―Quiere que te acerques.
Austin tiene una expresión un poco estupefacta en su rostro, y sonrojándome, entro en la
habitación, y luego me quedo bastante torpemente junto a Austin.
Al oír una risa tranquila a mi lado, miro hacia arriba, a Austin, y él mueve su barbilla hacia
su madre.
―Adelante. Ella quiere conocerte.
Bajando la cabeza, me dirijo a la parte superior de la cama, para contemplar a una mujer
con el cabello negro brillante hasta su espalda, una hermosa piel aceitunada y ojos del color de la
canela. La señora Carrillo era impresionante.
―Lexi, encantada... de conocerte ―dice la señora Carrillo suavemente con una voz con
fuerte acento italiano, haciendo una pausa entre las palabras. Puedo ver que es una lucha para
que ella hablar. Me siento muy mal por ella.
―Encantada de conocerla también, señora.
―Chiara ―ella presiona.
90
Sonríe.
―Encantada de conocerte, Chiara.
―Ah... lei è bella ―dice a Austin, que se ha trasladado al otro lado de la cama, y ella deja
escapar una risa sibilante.
―Un piccolo... folletto oscuro...
Austin sonríe a su madre y me mira, con humor en sus ojos.
―Sí. Lo sé.
Reduciendo los ojos, le pregunto:
―¿Qué?
Austin sacude la cabeza y esconde su sonrisa con la mano.
Frente a mí, una vez más, la señora Carrillo pregunta:
―¿Conoces a... mi... Austin de la universidad?
Me calmo y, echo un vistazo a Austin, veo exagerar un movimiento de su cabeza,
diciéndome que diga que sí. No quería que mencionara a los Heighters; eso estaba claro de ver.
―Sí, señora. Estoy en el equipo de las animadoras de Crimson. Animo todo los partidos de
ida y vuelta de los Tide.
La señora Carrillo sonríe, pero sólo el lado derecho de su cara se levanta. Ella seguía siendo
una de las mujeres más hermosas que había visto nunca, incluso con esa leve pérdida del control
muscular.
―Ah, el fútbol. Yo estoy... muy orgullosa. Austin es... tan talentoso...
Haciendo una mueca, la señora Carrillo trata de mover su posición en la cama, y Austin
saltó para ayudar a su madre girarse ligeramente a un lado.
―Grazie... mio caro ―dice con los dientes apretados y ladea la cabeza para mirarme―.
Scusami, Lexi... estoy cansada... esta enfermedad... no es buena...
―Duerme, mamma ―dice Austin y tira de las mantas hasta los hombros―. Voy a volver
pronto.
―Está bien... lleva... a Lexi a casa ahora. Es tarde... protégela.
―¡Oh, no, gracias, voy a estar bien! ―digo desde atrás―. Tengo mi au…
La señora Carrillo levanta su mano temblorosa en mi dirección, y de inmediato dejo de
hablar.
―Austin te... llevará... a casa segura. Lo hará bien... porque... ¿Está bien, mio caro? ―le
dice entonces a Austin.
Lanza una mirada larga, indecisa en mí, Austin luego fija una sonrisa a su madre.
―Ehh... Certo, mamma. Voy a llevarla a su casa segura. Lo guiro.
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―Tan... buen chico. ―Los ojos de la señora Carillo se cierran y susurra―: Ti voglio bene...
Austin... Ciao, Lexi... encantada... de conocerte... vuelve pronto... ―Y entonces ella se queda
dormida.
La ternura en el rostro de Austin cuando mira dormir a su madre enferma, casi me hace
llorar. Y cuando se traslada a un viejo tocadiscos en la esquina de la habitación y lo enciende,
una lágrima perdida escapa de mi ojo y baja por mi mejilla. Las voces calmantes de la "Ave
María" suenan desde el pequeño altavoz, Austin me mira y se encogió de hombros, avergonzado.
―Hace que sonría. ―Es todo lo que dice.
He perdido un pedazo de mi corazón con él en ese momento.
Austin me hace un gesto hacia la puerta con la mano, y yo secretamente me limpio la
mejilla. Cuando se cierra la puerta del cuarto de su madre, sacudo con torpeza mis pies.
―Le gustas ―dice Austin después de unos tensos segundos de silencio, con el labio
elevado en la comisura de su boca.
Por alguna razón, gustarle a su madre me hice sentir feliz.
―También me gusta. Es hermosa ―le contesto.
Austin asiente, pero parece que no puede hablar. Es como si casi pudiera oírle añadir: "pero
ella no va a estar mucho tiempo más".
―Fuiste realmente dulce con ella ―le digo y pongo una mano en su hombro voluminoso.
―¿Dulce? ―dice Austin, mirándome horrorizado.
―Sí, chico duro, fuiste dulce.
―Bueno, supongo que mi cariño tendrá que durar un poco más, ¿no es así?
Comienza a caminar hacia los ascensores y echó un vistazo por encima del hombro.
―¿Vienes, Pix?
Envolviendo mis brazos sobre mi pecho, le pregunta:
―¿Pix? ¿Por qué me llamas Pix?
Austin aprieta el botón del ascensor y echa la cabeza hacia un lado.
―Mi madre pensó que parecías un pequeño duendecillo oscuro. ―Él me mira fijamente,
con una chispa de humor de nuevo en sus ojos―. Y tengo que estar de acuerdo.
Trato de actuar ofendida, pero lo único que puedo pensar es que los duendecillos son
pequeños y delgados. Ellos son pequeños y delgados. ¿Austin y su mamá piensan que soy
delgada?
Ese comentario me hace sentir estar a tres metros de altura.
Las puertas del ascensor se abren, y Austin y yo entramos en el interior vacío.
―Entonces, ¿dónde has estacionado? ―preguntó.
―Estacioné en el subsuelo. ¿Dónde estacionaste?
―No lo he hecho. Me trajo el autobús aquí. Yo no tengo un auto como algunos.
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Jugando con las mangas de mi camisa tensas sobre mis palmas, le pregunto:
―¿Quieres que te lleve de vuelta a la universidad?
Austin levanta la mano y colgando de sus dedos estaban mis llaves del auto. Sonríe.
―Yo conduzco, por lo que técnicamente, voy a llevarte yo a ti.
Mi boca se abre, y registro mi bolso que estaba junto a mi cuerpo. La parte superior está
abierta. Miro hacia atrás para ver a un Austin sonriente.
―¿Cómo…?
―Crecí en un parque de caravanas, tenía que robar dinero y comida, y estaba en una
pandilla. Créeme, Pix, recogerlas de tu bolsillo no fue demasiado difícil. ―Mira hacia abajo a las
llaves y sacude la cabeza con decepción antes de mirarme de nuevo, y luego añade―: ¿Pero un
Prius? ¡Joder, Pix! ¿Con un médico como padre, no podrías al menos tener un Porsche?
Trato de parecer enojada. Realmente lo hago. Pero me estoy divirtiendo malditamente
mucho para importarme realmente.
Y con Austin Carillo de todas las personas. ¿Quién lo hubiera imaginado?
***
El auto se detiene en mi estacionamiento asignado en el campus y Austin apaga el motor.
Casi no hemos hablado realmente en todo el camino hasta aquí, sólo escuchado a Lacuna Coil en
amigable silencio. Una de mis bandas favoritas.
―Vamos ―dice Austin y sale del auto.
Abro la puerta, salgo y hablo sobre el techo.
―Puedo ir caminando desde aquí. Estoy bien.
Austin observa a su alrededor, con el rostro serio. Mi estómago se tensa un poco. Me
pregunto si él está buscando por cualquier Heighters.
―Te voy a acompañar hasta tu casa de la hermandad. No hay peros.
Me encojo de hombros y me uno a él en la acera. Me doy cuenta de que me gusta.
Unos minutos más tarde, Austin me toma por la manga, y me da la vuelta para ver una
extraña expresión en su rostro.
―¿Entonces qué… nos veremos mañana por la noche? ―dice, sin mirarme a los ojos.
La sorpresa llena cada célula de mi ser.
―¿Mañana por la noche?
93
Acercándose, huelo su aroma único. Me recuerda al agua de lluvia. Ese adictivo olor que se
obtiene después de una tormenta de verano, cuando la lluvia ha golpeado contra el asfalto
caliente. Era fascinante.
―Sí. Tú. Yo. Lejos de aquí. Solos.
Inhalo fuerte y le digo:
―¿Cómo... cómo una cita o algo así?
Austin se queda inmóvil y su mirada se estrecha en la mía.
―Simplemente nosotros sin más. Solos tú y yo, por nuestra cuenta... como lo hicimos esta
noche. No es una maldita cita. Yo no tengo citas.
No pensaba que fuera una buena idea.
―Umm... Yo no.
―Solo quiero salir de nuevo. Hablar.
Un hormigueo recorre mi columna vertebral y mi cabeza se siente ligera. Yo sé que me
hace sonrojar profundamente, pero asiento lentamente en respuesta y le susurro:
―Sí. Me gustaría verte mañana.
Austin parece exhalar aliviado, se aparta de mí, y comienza a alejarse, haciendo una pausa
sólo para gritar de nuevo:
―En la glorieta. A las siete de la tarde
Con mis dedos jugando por encima de mi boca nerviosa, asiento de acuerdo y me dirijo a
mi puerta.
Austin Carrillo ha sido el primer hombre en mi vida que me ha preguntado alguna vez para
salir... mmm... sea como sea que lo etiquetemos.
94
Capítulo 11
Lexi
―¿Y a dónde vas toda engalanada?
Miro hacia la puerta y Cass está apoyada contra el marco, con los brazos cruzados sobre su
pecho.
Coloco mi pendiente de plata enriquecida en mi oreja, lo fijo de manera que no pueda
salirse y luego tiro de la tela suelta de mi vestido negro, largo hasta el suelo, para comprobar que
no se aferra a mi figura.
―Solo voy a salir con algunos amigos del equipo ―le respondo, odiando decirle a mi mejor
amiga una mentira tan descarada.
Cass entra en mi habitación y cierra la puerta, camina hasta tomar su asiento habitual en el
sofá de dos plazas.
―Oh, bueno.
Suspiro ante su tono abatido y camino hacia ella y me siento en el borde de mi cama.
―¿Qué?
Cass se encoge de hombros y dice:
―Solo que siento que has estado alejándote de mí durante las últimas semanas. No pareces
muy feliz últimamente. ―Ella estudia mi reacción, pero mi expresión no cambia―. ¿Te ha
pasado algo?
Sacudo la cabeza.
―No.
Cass se inclina hacia delante y pasa su mano por mi mejilla.
―Ya nunca comes con nosotros, nunca. Estás fuera todo el tiempo, y la Lexi llena de vida
que conozco parece estar perdiendo su espíritu.
―Cass…
―Eres mi mejor amiga, Lex. Has sido mi hermana durante más de tres años en esta
universidad, y sé que algo pasa. Molly y Ally están pasando por sus propias cosas, estudiando,
otros grupos de amigos, pero tú y yo... bueno, siempre hemos estado unidas.
Mi estómago se revuelve por la culpa. Pero no puedo decirle que estoy luchando con la
comida. Y definitivamente no puedo hablarle de Austin.
Poniéndome de pie, apoyo mi mano en su mejilla y le digo:
95
―Cass. Estoy bien. Estás leyendo demasiado en las cosas. Estoy más ocupada este año con
el equipo, y no estás acostumbrada a ello. También tienes a Jimmy-Don ahora. Nada ha
cambiado, ¿de acuerdo? Lo prometo. Especialmente entre nosotras.
Cass me mira un segundo demasiado largo, y me preocupa que esté viendo a través de mi
fachada. Pero cuando golpea su mano sobre su muslo y se levanta sonriendo, sé que había vuelto
a ser la misma de siempre.
Lanzando sus brazos alrededor de mi cuello, tira de mí abrazándome. Mis ojos se cierran y
me esfuerzo para no entrar en pánico. Cass de repente me tira hacia atrás y me mira raro.
―¡Mierda, chica! ¿Bajaste de peso? ¡Te juro que puedo sentir tus costillas de mierda!
Mi voz se queda atascada en la garganta, con miedo, y mi pulso empieza a acelerarse. Mi
secreto ha sido descubierto. ¡Ha sido descubierto!
Por suerte, Cass desestima su comentario con un gesto y, saliendo por la puerta de mi
dormitorio, grita:
―Conozco una hamburguesería increíble. ¡Vamos a hacer planes para salir y alimentarte!
Demasiado ejercicio, chica. Simplemente baja el ritmo. No quiero que te enfermes.
Ella me deja allí de pie en medio de la habitación, tratando como el infierno de calmarme.
Eso estuvo demasiado cerca.
Una vez que dejo de temblar, alcanzo mi bolso y me dirijo hacia la casa de verano, todo el
tiempo pensando en un plan para escaparme de ir a comer hamburguesas.
***
Austin está esperándome fuera de la casa de verano y de inmediato me lleva a la camioneta
de Rome Prince. Tan pronto como entro, el olor de la barbacoa me golpea y el estómago se me
revuelve con asco.
No puedo comer eso. Tengo que inventar una excusa. Digamos que ya he cenado o algo así.
No puedo enfrentarme a comer con él.
Austin entra y de inmediato frunce el ceño ante mi comportamiento extraño.
―¿Estás bien?
Coloco mi cabello hacia atrás y trato de ocultar mi ansiedad.
―Claro. Solo tengo curiosidad por saber dónde vamos. Y, umm... me temo que ya he
comido.
Señalo a la bolsa de la barbacoa en la parte trasera.
Austin se encoge de hombros.
―No hay problema. Lo recogí porque yo no lo he hecho, y solo vamos a dar un paseo. Me
comeré tu parte también. No te preocupes.
Suspiro en silencio y trato de relajarme mientras salimos fuera del campus.
―Entonces, ¿dónde vamos?
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―Fuera de la ciudad ―fue todo lo que dice.
Encendiendo la radio, Austin sintoniza mi emisora de rock favorita. "Ever After" de
Marianas Trench comienza a sonar a través de los altavoces.
―Me encanta esta canción ―murmuro mientras miro por la ventana, viendo el mundo
pasar.
―A mí también. Encantado de conocer a alguien que aprecia la música de verdad, no esa
mierda rústica de la que no puedo conseguir jodidamente alejarme por estos lugares.
Mariposas se arremolinan en mi estómago, y no puedo evitar sonreír. No tenía ni idea de
cómo sentirme aquí con Austin Carrillo. Después de todo lo que había sucedido en las últimas
semanas, se sentía...
Correcto.
97
Capítulo 12
Lexi
Una hora más tarde, y aparentemente en el medio de la nada, Austin para la camioneta, se
detiene junto a un río y salta fuera.
―Estamos aquí, Pix.
Examino el exterior por la ventana y frunzo el ceño. No tenía ni idea de dónde era "aquí".
No había nada "aquí".
Austin aparece en mi puerta, y tomando mi mano, me saca y me lleva atrás de la
camioneta. Iba a poner sus manos en mi cintura para levantarme, pero inmediatamente doy un
salto atrás, Austin se sobresalta por la sorpresa, yo me encojo de hombros y digo:
―Puedo subir sola.
Si él estaba cuestionando mi extraña reacción, no deja que se note.
Mientras estoy detrás de la camioneta, veo una manta fuera y, cuando me giro para
sentarme, mi respiración está acelerada.
La camioneta se mece cuando Austin sube conmigo y se pasa la mano por el cabello, está
nervioso mientras permanece de pie a mi lado mirando fijamente la vista que me tenía
cautivada.
―Austin... la luna. ¿Por qué es tan grande? ―le susurro con temor.
Una luna gigante y naranja parece sorprendentemente enorme e increíblemente muy cerca.
Tan cerca que casi puedo tocarla; con un reflejo nebuloso que abarca todo el ancho del río
delante de nosotros, ya que está asentada felizmente en el horizonte.
―Es la cosa más hermosa que he visto en mi vida.
―Es una súper luna. La luna está en su órbita más cercana a la Tierra esta noche. Su
tamaño y cercanía es una ilusión para nosotros aquí en la Tierra.
―¿Cómo?
―Cuando la luna baja en el horizonte, parece enorme para nosotros, pero no es más
grande que lo que vemos todas las noches. ―Austin señala la luna delante de nosotros y yo no
puedo dejar de parpadear hacia él con sorpresa.
―¿Es por lo que hemos venido tan lejos de la ciudad? ¿Para poder ver esto?
Austin se remueve con vergüenza y asiente con un movimiento brusco.
―Las súper lunas no suceden a menudo y para apreciarla realmente es necesario alejarse
de la ciudad y de toda la contaminación lumínica.
98
Luego hace un gesto hacia las estrellas del cielo. Un cielo tan lleno de diamantes que
parece como si no hubiera espacio para un llano de oscuro cielo nocturno. Cada parte está llena
de estrellas. Nunca había visto nada igual.
―Austin... es hermoso. Yo... yo no puedo creer lo que estoy viendo. Es como un sueño.
Sintiendo su intensa mirada en mí, inmediatamente miro hacia abajo, sonrojándome.
Austin se aclara la garganta y se sienta sobre la manta, y abre su bolsa de barbacoa.
Me uno a él en la manta y envuelvo mis brazos alrededor de mis piernas. Tomando un
enorme bistec, Austin se apoya contra el costado de la camioneta y me mira a los ojos. No puedo
evitar sonreír.
―¿Qué? ―pregunta Austin con cautela.
―Nunca habría pensado te gustara todo esto. ―Hago un gesto hacia el cielo―. La
astronomía, súper lunas, estrellas.
Austin parece avergonzado y se encoge de hombros. No responde nada.
―¿Seguro que no quieres algo de esto? ―Me tiende la bolsa grande de comida y sacudo la
cabeza. Austin tira la bolsa al lado, se chupa los jugos de los dedos e inclina la cabeza para
disfrutar de la vista. Yo hago lo mismo.
―¿Cómo está tu madre?
La respiración de Austin se engancha por un momento, pero luego responde:
―Aún en el hospital. Pero la vi hoy y se está sintiendo un poco mejor.
―Siento que este tan enferma, Austin. A veces la vida no es justa.
Austin baja la cabeza para mirarme y pregunta:
―¿Sí? ¿Y cómo sabes que no es justa, Pix?
Cada músculo de mi cuerpo se tensa con su pregunta. Trato de relajarme, pero me doy
cuenta por la expresión inquisitiva de Austin que había notado mi aprehensión.
―Solo lo sé, Austin. Lo que se ve en la superficie no siempre es la realidad.
Hay una pausa incómoda, luego Austin dice:
―Estás predicando a los conversos, Pix.
Austin hace un gesto con la mano y se tumba sobre la espalda.
―¡Túmbate en el suelo! la vista es mejor.
Lamiendo mis labios con nervios, poco a poco me deslizo sobre mi espalda y miro el cielo
nocturno.
Austin señala con los dedos un grupo de estrellas.
―La Osa Mayor.
Sigo su dedo índice mientras trazó la constelación.
―Vaya ―le susurro, sintiendo el momento surrealista.
99
―Osa Menor ―Austin continúa y yo sigo su demostración con gran atención―. Osa
Mayor, Casiopea, Draco... ―Y sigue, me guía como Virgilio a través del complejo mar de
estrellas. No me toma mucho tiempo dejar de seguir su mano apuntando hacia el cielo, y
observo la expresión alegre y despreocupada en su rostro, por lo general dura y sin emociones.
Era hermoso... y había mucho más de él de lo que nunca imaginé.
Tomando una respiración profunda, Austin baja la mano, sus dedos encima de los míos. Un
suspiro de satisfacción se escapa de sus labios carnosos y me siento conmovida cuando comienza
a hacer patrones en la parte posterior de mi mano con la punta del dedo. Estaba fascinada
cuando mira hacia abajo y ve el movimiento de su caricia.
―¿Por qué te gustan tanto las estrellas? ―le susurro, tratando de calmar los temblores
frenéticos de mí brazo.
―Niente puo 'essere paragonato alla bellezza delle stelle. ―El italiano de sus labios era tan
suave como el terciopelo.
―¿Qué significa eso?
―Nada se compara con la belleza de las estrellas.
Mientras lo miro, más cerca, simplemente no puedo averiguar cómo alguien como él
podría unirse a una pandilla. Era tan talentoso en el fútbol, pero este lado de él, esta parte
sensible, casi poética de su personalidad, era divina.
―¿Austin?
―¿Mmm?
―¿Cómo te involucraste con los Heighters? ―El suave toque de su dedo en mi mano se
detiene y la máscara dura en su rostro vuelve a su lugar.
Acercándome más a él, pongo mi mano en su brazo y le digo:
―No estoy juzgándote, solo trato de entenderlo.
Suelta el aliento reprimido a través de sus labios y rueda sobre su costado para mirarme. Yo
hago lo mismo, quedándonos frente a frente.
―Donde me crie, a muchos niños no les va bien, Pix. La mayoría de ellos tienen gente en
casa que bebe, o se droga, hay prisa por conseguir dinero en efectivo. Afortunadamente éramos
diferentes. Teníamos a la mamma. Ella intentó evitar con todas sus fuerzas que nos fuéramos por
ese camino. ―Austin cierra los ojos y sé que es porque está imaginando a su madre enferma.
Estiro mi mano sobre la suya y nerviosamente envuelvo mis dedos alrededor de los suyos.
Los ojos de Austin se abren y muerde su labio. No puedo apartar los ojos de la carne, ahora
brillando por la humedad, de su boca.
―Mi hermano, Axel, siempre estuvo involucrado con los Heighters. A él le encantaba, pero
yo era diferente, así es mi hermano pequeño, Levi. ―Agarrando mi mano con más fuerza en la
suya, continúa―: Pero entonces mi madree enfermó y todo cambió. Necesitábamos dinero. Y
eso fue todo, me inicié y comencé con prisa por cualquier cantidad de dinero en efectivo que
pudiera conseguir.
100
―Y... ¿y cómo terminaste jugando para los Tide?
―Yo era bueno en el fútbol y el entrenador me reclutó.
―Eso no es lo que yo… ―trato de decir, y Austin me corta.
―Lo sé. ¿Quieres saber cómo fui capaz de salir de la pandilla?
―Sí.
La mandíbula de Austin se aprieta y cierra los ojos, como si estuviera reviviendo un
recuerdo.
―Fue Axel, él me sacó. Lo recuerdo con mucha claridad. Yo lo estaba haciendo bien en las
calles y el líder de la pandilla, Gio, se impresionó. Esto fue bueno porque nos dieron más dinero
para mamá, pero malo porque me hizo útil para él. Muy útil para dejarme ir. Acababa de
terminar un acuerdo con un grupo de adictos y volví de nuevo al parque de caravanas, cuando
Gio me llamó a su remolque. "He estado oyendo algunas cosas sobre ti, Carillo", me dijo con
frialdad. Mi estómago cayó. Recuerdo que miré a la puerta de la caravana , rezando porque Axel
se diera prisa a casa para que me ayudara. Gio me aterrorizaba. "Escuché que has estado por la
escuela secundaria. Alguna gran estrella de fútbol. ¿Es verdad?" Yo sabía que él no podía saber
acerca de la beca. En ese momento sólo mi familia lo sabía. Y definitivamente no contaba a Gio
como mi familia." He oído que los Tide te ofreció una beca. ¿Ibas a mantener la boca cerrada
acerca de eso también?" Supe entonces que él había estado haciendo algo de investigación sobre
mí. Me había convertido en alguien demasiado valioso para él como para irme. Gio se movió
alrededor de la mesa de la cocina y se puso justo en mi cara. "¿Crees que puedes irte y dejar a tus
hermanos? ¿Crees que puedes simplemente dejar esta vida detrás?" Empezó a reírse de mí,
riéndose justo en mi cara. "No es así como funciona, amiguito. Juraste al entrar. Te tatuaste.
Heighter para toda la vida." Sinceramente, pensaba que me iba a matar, Pix.
―¿Que sucedió después? ―le pregunto, pendiente de cada palabra que dice.
―Gio me empujó, golpeándome la espalda contra la pared de la caravana. "¿Estas
escuchando pequeño idiota? ¿Crees que eres mejor que yo, porque puedes correr más rápido?"
Estaba jodidamente muy enojado conmigo. Yo sabía que me mataría antes que dejarme ir. Pero
entonces oí: "¡Gio, hombre, déjalo malditamente en paz!" Gio se congeló en mi rostro y mi
corazón empezó a latir de nuevo. Era la voz de Axel y Gio se apartó bruscamente de mí. Se lanzó
al pecho de Axel, pero Axel era más grande, musculoso, y lo más importante, era letal en una
pelea, que es la razón por la que Gio mantiene a Axel tan cerca. Un hijo de puta y medio, mi
hermano. "¿Tú sabías que él consiguió una maldita beca de fútbol de los Tide y no dijiste una
mierda?" Gio le gritó a Axel. Axel me miró a mí, y mis ojos cayeron al suelo. Yo quería esa beca
muchísimo y él lo sabía, mamá quería muchísimo esa beca y él la quería también. Pero no tenía
ni idea de cómo podría tomarla. Gio estaba en lo cierto. En esta vida, la vida de mierda que me
dio con la mano, lo que yo quería no importaba. Tener verdes y a tus hermanos cuidándote la
espalda era el único código de honor en un lugar que no tenía ningún maldito orgullo.
―Austin... ―susurro, sin saber qué decir. No podía creer que esa fuera su vida. Que él
tuviera que pasar por todo eso para ir a la universidad. Para seguir sus sueños.
101
―Axel arrastró a Gio fuera de la caravana , dejándome en el interior para que pudieran
"hablar". Se sintió como toda la vida mientras estaban por ahí "hablando". Finalmente, la puerta
se abrió y Axel regresó sin Gio. Él se unió a mí en el suelo. Luego dijo las palabras que nunca
pensé que oiría: "Estás fuera, hermanito" no sabía qué decir, así que me limité a mirarlo con mi
maldita boca abierta. Axel se rió de mí. "Estás fuera. Gio no te va a causar ningún problema de
mierda." Le pregunté cómo lo consiguió, qué le había prometido a Gio, pero él sólo dijo: "Eso no
es asunto tuyo, chico" Unos meses más tarde me fui a la universidad.
Me quedo en silencio aturdida por la historia que Austin acababa de revelar. Sus ojos
marrones brillan al revivir el recuerdo y pregunto:
―¿Y qué hizo? ¿Qué le prometió a Gio?
Austin bajó la cabeza.
―No tengo jodida idea. Axel no me lo dirá. Pero voy a averiguarlo algún día. Necesito saber
qué le debo.
Todo se volvió muy claro. Fue por eso que estaba protegiendo a su hermano. Fue por eso
que estaba tratando de mantener el tráfico en el campus tan oculto. Sentía que se lo debía por
sacarlo de la pandilla.
Aprieto su mano en la mía, sintiendo un destello de comprensión y Austin lentamente se
sienta.
―Deberíamos irnos, Pix. Es un largo viaje de regreso.
Mientras me levanto y salto fuera del borde de la camioneta, absorbo la visión de la súper
luna y rezo para recordar su belleza para siempre.
Al oír el rugido del motor, abro la puerta de la camioneta y me siento en el asiento del
pasajero, notando de repente las manos de Austin congeladas en el volante.
―¿Estás bien, Austin?
―Nunca... nunca le he contado eso a nadie.
Mi respiración se agita por su confesión, mientras levanta la vista con la cabeza inclinada
hacia un lado.
―Se siente de alguna manera bien sacarlo fuera de mi pecho... Se siente bien hablar
contigo.
Soltando un suspiro tembloroso, le digo:
―Me puedes decir cualquier cosa. Nunca voy a juzgarte o traicionar tu confianza. Ya sabes,
la gente en casas de cristal...
La cabeza de Austin se hunde y sus manos aprietan el volante con más fuerza.
―Sí, Pix. Estoy empezando a darme cuenta de que eres linda de esa manera.
A medida que nos alejamos de la majestuosa súper luna y nos dirigimos de nuevo a la
escuela, las palabras de Austin ruedan alrededor de mi mente. Estoy empezando a darme cuenta
de que eres linda de esa manera...
102
***
―Vas a Tennessee esta semana, ¿no? ―Austin pregunta mientras caminamos por el
camino a mi casa de la hermandad. Me estaba acompañando a mi puerta de nuevo.
―Sí, por supuesto. El equipo de animadoras Crimson va a todos los partidos como
visitante.
Austin lanza sus ojos hacia mí y asiente.
―Bien.
Mi labio se tuerce con felicidad.
―Sí, bien.
Cuando estamos a unos cien metros de distancia de la hermandad Austin tira de la manga
de mi camisa, haciendo que me detenga mientras mira a nuestro alrededor. Pareciendo feliz de
estar a solas, dice:
―Voy a ver desde aquí como llegas a tu casa.
Estamos escondidos detrás de un buzón.
―Está bien.
Austin me mira un segundo demasiado largo para ser sólo platónico y da un paso más
cerca, tan cerca que puedo oler un toque de menta en su aliento, el olor del agua de lluvia en su
piel.
Tragándome de nuevo mis nervios, casi me pierdo por completo cuando me mira a los ojos.
―Gracias… ―Austin baja la cabeza y se aclara la garganta—. Gracias por esta noche. Por la
noche anterior. Como que perdí mi mierda allí durante un rato, llorando como un idiota.
―Las gracias no son necesarias, Austin. Estoy feliz haber conocido este lado de ti. Ya sabes,
cuando estás siendo tú mismo como fuiste esta noche, no eres tan temible como lo eres
normalmente.
Tragando saliva, Austin tira hacia atrás el cabello desordenado de su cabeza y pregunta:
―Así qué... ¿aún te atemorizo?
Esa pregunta me hace dar un paso atrás.
Austin se acerca y agarra mis dedos. Doy un grito ahogado por la electricidad que se
dispara por mi brazo.
―Antes, hace semanas. Me dijiste que te aterraba. ―Me recuerda.
Estaba realmente sorprendida de que recordara eso. No podía creer que incluso hubiera
carcomido su mente.
―Eso depende ―le contesto.
103
―¿De qué?
―De si vas a continuar amenazándome para que mantenga mi boca cerrada o de si nuestra
nueva amistad terminará tan pronto como entre por mi puerta.
Mi respuesta lo hace reír. Y su risa profunda y gutural hace que mis muslos se aprieten en
necesidad. Casi me desplomo por la nueva sensación. Me siento excitada, como si estuviera
ardiendo por todas partes.
―No, nada de más amenazas ―dice Austin sinceramente―. Sé que mis secretos se quedan
contigo.
―Entonces no, ya no me aterras. Tu hermano, sí, pero tú, no ―digo con toda honestidad.
No quiero cruzarme en el camino de Axel nunca más de nuevo. Austin dijo que su hermano era
letal. Solo rezo para que lo haya persuadido de parar de traficar en el campus.
Austin da un paso más cerca de mí, y la forma en que me mira me hace temblar.
―Axel podría ser un problema para nosotros. Él te quiere completamente fuera del radar
de los Heighters. Así que tenemos que mantener nuestro "conocernos" entre nosotros. Nuestro
"hablar más"... entre nosotros.
―¿Otro secreto? ―bromeo, mi corazón salta porque él quiere mantenerme alrededor,
punto.
―Otro secreto ―dice Austin con toda seriedad.
Bajo mis ojos.
―¿Así que quieres hablar más conmigo? ¿Llegar a conocerme más? ―La vista de nuestros
pies más cerca no está ayudando exactamente con los nervios.
―Sí. Sí, lo quiero ―dice Austin con voz áspera.
Levanto mis ojos, veo a Austin inclinarse hacia mi rostro. Cada músculo de mi cuerpo deja
de moverse. Su cabeza baja, tan cerca que puedo sentir el pequeño rastro de barba áspero de sus
mejillas contra la mía. Austin está respirando con dificultad, donde mi respiración parece
haberse detenido. La piel de gallina estalla por toda mi piel, y mis brazos duelen por la tensión
mientras yacen rígidos a mis costados.
Incapaz de hacer frente a la cercanía, aprieto los ojos cerrados, el cálido aliento de Austin
roza junto a mi oreja.
―Buona notte, Pix ―susurra Austin. Siento sus labios rozar mis labios. Luego él se aleja.
Cuando abro mis ojos de nuevo, Austin permanece de pie un par de metros delante de mí,
con una expresión indescifrable en el rostro.
―Continua ahora, Pix. Voy a esperar que llegues segura.
Asintiendo aturdida, me doy la vuelta, solo para mirar hacia atrás y decir:
―Tan mala como fue anoche para ti, me alegro de haber estado allí, ya que nos llevó a esta
noche.
Austin asiente, con un corto gesto estoico.
104
―Nos vemos más tarde, Pix.
Corro por el camino a mi casa hermandad, cuando oí que Austin grita:
―¿Pix?
Deteniéndome en seco, me doy la vuelta, y él se traslada desde las sombras hacia la luz de
la luna. Mi corazón se contrae por la hermosa vista.
―¿Por qué la pintura de guerra?
Aparto mi cabello corto y le respondo:
―¿Por qué los tatuajes?
Austin sonríe ante mi respuesta, con sus dientes blancos iluminados, y sacude la cabeza,
agitando dos dedos como en señal de adiós.
Me pongo en camino de nuevo y, cierro la puerta principal de la casa de la hermandad en
silencio, me apresuré a mi habitación. Camino hacia el baño rápidamente hasta que me miré en
el espejo y todo mi entusiasmo recién descubierto se desvanece.
Mi reflejo es una monstruosidad.
Casi me olvido de todos mis problemas esta noche. Pero mi reflexión trae todo de vuelta
con un golpe.
Extendiéndome por mi neceser, saco mis toallitas cosméticas y comienzo mi rutina
nocturna. Mientras mi maquillaje oscuro desaparece, todas las inseguridades se arrastran de
vuelta.
Parece que al chico podrías gustarle, Lexington, pero puedo hacer que le gustes más. Esos
cinco kilos que necesitamos perder harán que te quiera como a nadie antes. Imagínate lo
impresionado que estará si eres un poquito más delgada.
Mientras escucho la voz, siento estar de acuerdo. Austin estaría impresionado si bajo más.
Cinco kilos menos harían todo en mi vida simplemente mucho mejor... Cinco kilos menos
me guiarían hacia la perfección…
105
Capítulo 13
Austin
El estadio Neyland
Knoxville, Tennessee
106
Estábamos en los quince y los aficionados en el estadio Vols abuchean en masa. Me giro
hacia la base, un mar de color naranja y blanco, y sonrío. Luego, me vuelvo de espaldas, les
muestro mi número carmesí ochenta y tres con mis dos pulgares.
Comete esa, Tennessee, pienso con aire de suficiencia.
—¡Eres un asco, Carrillo! Defensa, defensa, defensa. —Es todo lo que puedo oír en respuesta
a mi burla. Echo un vistazo a la línea lateral, veo a Pix entrecruzando sus piernas con la rutina y
agitando sus pompones, estaba riéndose de mí. Le dirijo un guiño encubierto y su boca cae en
estado de shock.
El silbato del árbitro suena, y es el momento para que la ofensiva tome el campo. Rome
inmediatamente nos reúne.
—Carillo, ¿quieres pasar un buen rato? —dice con una enorme sonrisa.
Golpeando mi puño en mi mano, contesto:
—¡Joder, si!
—Entonces vamos a hacerlo —grita Rome y dice—: Denny ochenta y tres, rojo. Uno, dos…
—¿Por qué Carillo consigue una oportunidad en otro TD7? Dámelo. Él ya tiene dos. Y
estamos solo en la línea de treinta yardas. No te arriesgues. Ya tenemos la W. —Chris Porter, el
otro receptor, gime como una pequeña perra remilgada.
Odio a este marica. Ha tratado de rebajarme como receptor superior desde el primer año.
Odiaba que Rome y yo hubiéramos jugado juntos toda la vida y tuviéramos ese raro vínculo
mariscal/receptor. Y Porter odiaba el hecho de que yo era un jugador mejor que él.
Rome fija sus ojos en él y aprieta los dientes.
—Calla la boca, Porter. Yo grito los lanzamientos, y Carrillo los hace, ¿me entiendes?
Además, eres demasiado lento para este tipo de jugada. Carillo y yo la hacemos bien.
Al instante Porter se calla y Rome me dio una mirada de complicidad. Aplasta al bastardo.
Has el touchdown. Patea su trasero celoso. Sé lo que Rome piensa, porque yo lo pensaba también.
7
Touchdowns
Asiento lentamente, y Rome comienza a sonreír. Porter mordería mi polvo.
—Denny ochenta y tres, rojo. ¡Uno, dos, rojo! —grita Rome de nuevo.
Los once iniciamos nuestra formación para la temporización ofensiva. Por esto Rome y yo
éramos famosos, la jugada se hizo legendaria por Montana y Rice con los 49es. La jugada que
solo venía cuando se podía leer la mente del otro. Rara vez fallábamos con esta jugada. Los
aficionados lo amaban, respiraban por este momento. Y no los decepcionaríamos ahora.
Escuchando el eco de mi respiración fuerte dentro de mi casco, voy a la izquierda del
campo. Echando un vistazo a mi derecha, confirmo que Rome está en posición, y luego oigo:
—Denny Ochenta y Tres, Denny Ochenta y Tres, hut, hut, hut.
Tan pronto como el hut final se grita, corro a toda velocidad. Porter deja su posición en el
campo derecho y se alinea junto a mí para desviar la esquina trasera y la zona libre. Porter estira
sus piernas, y sé que él trata de demostrar que puede seguirme el ritmo, pero podía correr el
cuarenta en cuatro puntos dos segundos. El idiota no tenía ninguna oportunidad contra mi
velocidad.
Porter comienza a mover las manos, llamando la atención de la esquina trasera, creando la
separación para conseguirme una buena posición. Rome ingresa de nuevo al bolsillo y acelera
para llegar a la zona libre.
Mientras corre con más fuerza, Rome hace un pase de cuarenta yardas perfecto...
directamente a mis manos en espera. Corro campo abajo, libre y limpio, entonces clavo el balón
en la zona de anotación para mi tercer touchdown de la noche.
Los aficionados se vuelven locos, y yo grito de júbilo con los puños cerrados y la cabeza
echada hacia atrás. Alguien agarra la máscara de mi casco, dándome vuelta, y me encuentro cara
a cara con Rome, quien me atrae hacia su pecho.
—¡Un paso más, Carillo. ¡Un maldito paso más cerca del reclutamiento! ―susurra en mi
oído.
Con sus palabras, pienso en mamá, en Axel, pienso en Levi, y mi corazón se llena de
orgullo. Un paso más hacia el reclutamiento. Los chicos Carillo lo hacen bien.
Tras la exitosa anotación después del touchdown, el silbato de fin de partido suena. Los
Tide han ganado, manteniendo nuestra temporada perfecta.
Jimmy-Don, Rome, Reece, y yo salimos y nos dirigimos hacia los aficionados de pie.
Cuando nos acercamos, Rome hace una carrera, dejando caer su casco en el campo, y se dirige
hacia una sonriente Molly, quien prácticamente salta en sus brazos. Estaban uno encima del otro
en un segundo, en su propio pequeño mundo. Cass y Ally caminan lentamente hacia nosotros,
Cass deja caer un gran beso en la cara enrojecida de Jimmy-Don.
—¡Un infierno de partido, cariño! —grita y le da un puñetazo en el brazo. JD golpeó su
trasero a cambio.
Ally se acerca y nos da a cada uno un abrazo. Ally es impresionante, pero algo así como una
hermana para mí. Reece, sin embargo, parece abrazarla demasiado rato, Ally se ríe de su alegría,
ganándose una larga mirada de Rome, que todavía no deja ir a Molly.
107
—¡Aquí está! —grita Cass, y me giro para ver a Lexi corriendo hacia nosotros. Ella se ve
bien en su pequeño uniforme carmesí, los labios de color rojo brillante, y cabello rizado al estilo
1920.
—¡Hola, chicos! —dice alegremente, y frunzo el ceño. Nunca la había visto tan llena de
vida, tan... falsa. Era como mirar a una persona completamente diferente.
Cass va a abrazarla, pero Lexi le tiende la mano.
—No lo hagas, Cass. Estoy toda sudada de saltar.
Cass da marcha atrás y su rostro, naturalmente sonriente se ensombrece.
—Lexi, te juro que estás volviéndote verdaderamente rara para que te abracen. ¿Qué pasa
con eso, chica?
Lexi sacude su mano, pero me doy cuenta de que traga, nerviosa y había un destello de
pánico en sus ojos.
—¡Oh, silencio, Cass! —bromea, mientras Molly y Rome se unen a nuestro círculo
improvisado.
Lexi se pone de pie junto a mí, y discretamente le doy un codazo con el brazo. Veo el
fantasma de una sonrisa en sus labios.
—Entonces, ¿cuál es el plan de esta noche? —pregunta Ally mientras mira alrededor del
grupo.
—No nos vamos a casa hasta mañana, así que vamos a salir —responde Rome y envuelve
sus brazos alrededor de Molly desde atrás. Ella lo mira como si fuera su mundo. Oigo a Lexi
suspirar y mirar a Rome mientras presiona un beso en el cuello de Molly, como si deseara ser
ella.
Como si me sintiera mirando, los ojos de Lexi se clavan en los míos, luego los gira
inmediatamente hacia abajo.
Mi cuerpo se tensa y me enojo mucho. ¿Qué mierda era eso? ¿Ella sentía algo por Rome?
—Podríamos salir. Siento como si no hubiéramos salido mucho como grupo por un tiempo
—dice Molly con su fuerte acento inglés.
Rome asiente.
—Entonces está decidido. Esta noche salimos.
***
—Jimmy-Don, es mejor que traigas tu jugoso trasero a esta pista de baile y me des tus
mejores pasos. ¡Porque voy a bailar! —grita Cass desde la pista de baile a Jimmy-Don, que está
108
sentado con nosotros en nuestro lugar. Mi amigo vaquero sacude la cabeza y se echa a reír
mientras se abre camino hacia la rubia más grande en la vida, luciendo su sombrero Stetson.
Ellos en realidad están bastante bien juntos.
—¿Reece, quieres bailar? —pregunta Ally al novato con apariencia de surfista. Salta de su
asiento como si su trasero estuviera en llamas.
—Voy asesinar a esa pequeña mierda si sigue arrastrándose con mi prima de esa manera —
promete Rome desde el otro lado de la mesa, y yo no puedo dejar de reír. A Rome no le
importaba con quien salía Ally, pero él dibujó una línea para cualquier compañero del equipo. Lo
último que quería oír esa charla de habitación sobre cómo ella era en la cama.
—Cariño, déjalo en paz y ven a bailar conmigo —dice Molly, y, como siempre, el humor de
Rome se ilumina. Recoge a una Molly riendo del reservado y se dirige a la pista.
—¿Chicos, se nos unirán? —grita Molly por encima del hombro de Rome.
Lexi parece estar usando la misma máscara de horror que yo, y sacudimos mutuamente
nuestras cabezas.
—¿No sientes las melodías? —pregunta Lexi, vestida con su vestido amplio negro y unas
botas Doc Martin.
—No es exactamente Korn o Metálica, así que no.
La carcajada de Cass retumba desde la pista de baile, y Lexi no puede evitar sonreír.
—Entonces…
—¿Por qué mirabas a Rome después del partido? —interrumpo lo que fuera que Lexi iba de
decir.
Ella palidece.
—¿Qué?
—En el campo. Lo mirabas con ojos saltones y esa mierda. Te gusta, ¿es eso? —Mi voz
suena bastante brusca, pero realmente no importa.
—Yo no… —Intenta hablar de nuevo, pero levanto la mano y señalo a Molly y Rome
bailando lento en el borde de la pista.
—Él no va a renunciar a ella por cualquier cosa. El tipo está locamente enamorado de ella.
Con un amor para toda la vida.
El rostro de Lexi se oscurece y golpea mi mano levantada.
—En primer lugar, Molly es una de mis mejores amigas, y, aun si me gustara Rome, nunca
arruinaría su oportunidad de ser feliz. Y en segundo lugar, no me gusta Rome, excepto como un
amigo, por supuesto. Porque no es mi tipo.
Me relajo al oír esas palabras, y frunzo el ceño. No podía creer la fuerza de mi molestia
cuando pensé que le gustaba otra persona.
—¿Entonces por qué los mirabas de esa manera? —pregunto con un poco menos de dureza
en mi voz.
109
La música cambia de una melodía honky-tonk a la siguiente, y siento mis muñecas abrirse.
¿Cómo coño las personas escuchan esta mierda?
—No los miraba ellos porque quisiera a Rome. Era solo... —Lexi inclina la cabeza y
comienza a jugar con sus uñas.
Me acerco y escucho su tambaleante respiración.
—¿Solo qué? —presiono.
—Solo los envidio, eso es todo.
Estaba confundido.
—¿Envidias, qué?
—¡Ellos! Cómo de libres son uno con el otro. Tan satisfechos.
—Están juntos. ¿Qué más se puede esperar? Infiernos, mira a Cass y Jimmy-Don. —Señalo
hacia ellos haciendo el Dougie con expresiones serias.
Jesús. Cristo.
—Sí, bueno, no todo el mundo puede ser de esa manera con otra persona. Es agradable ver
pero difícil para mí entenderlo.
Ese comentario me llama la atención. Aunque los ojos de Lexi se fijan firmemente sobre la
mesa, tira de las mangas de su vestido hacia abajo sobre sus palmas.
—¿Qué diablos significa eso? —pregunto, y veo a Lexi dar un ligero encogimiento de
hombros.
—¿No tenías un chico que te tratara bien antes o algo así? ¿Un antiguo novio te lastimó?
Los ojos tímidos de Lexi parpadean hacia los míos y luego directamente hacia abajo de
nuevo. Le tiemblan las manos, e incluso por encima de esta canción horrible de Dios y el rasgueo
del jodido banjo, oí su respiración agitarse. Así que me acerco más aún, con nuestros brazos
ahora rozándose.
Inclino la cabeza, le pregunto:
—¿Me vas a contestar? —Mi estómago se revuelve al pensar en que algún imbécil le
pudiera haber hecho daño en el pasado. Ella debía pesar tanto como un trapo mojado. Joder,
Axel la había tenido contra la pared, y yo la había amenazado. Ese recuerdo solo me hizo
mostrar una mueca de dolor ante la vergüenza.
—Nunca he tenido novio —susurra de forma casi inaudible.
Mi cabeza se gira hacia ella en estado de shock.
—¿Nunca tuviste novio?
Lexi sacude la cabeza.
—Sin embargo, has salido, ¿no?
Otro movimiento de cabeza.
Simplemente no tiene sentido. Era preciosa, dulce, tenía un maldito corazón de oro.
110
¿Cuál era su problema?
Lexi se había acurrucado contra el tablero del reservado, como si estuviera tratando de
meterse en ella. Comprobando la sala, veo a nuestros amigos en el lado opuesto de la pista de
baile, girando alrededor y divirtiéndose. Decido que Pix y yo tenemos que largarnos.
Estirando mi mano debajo de la mesa, agarro la de Lexi y comienzo a tirar de ella fuera del
reservado.
—¡Austin! Qué… —dice en voz baja y lanza sus ojos alrededor del club.
—Nos iremos de aquí. Vamos. —Tiro de su brazo. Al principio, Lexi se resiste. Después
empieza a caminar y casi corre fuera del club—. ¿Deseas conseguir comida? —pregunto.
Los ojos de Lexi se abren y niega profusamente.
—No. No tengo hambre en absoluto. —Pienso que era una especie de respuesta extraña,
pero lo dejo ir. Solo quería salir de este maldito infierno de campesinos sureños.
Tan pronto como salimos al aire de la noche, me dirijo a la calle muy transitada y extiendo
mi mano llamando un taxi.
—¡Austin, espera! ¿A dónde vamos? —dice Lexi ansiosamente, tirando de mi mano.
Dándome la vuelta, pongo mis manos sobre sus hombros, una vez más, la noté
estremecerse mientras lo hago. Eso era por qué nos íbamos. Solo tenía que saber lo que pasaba
con eso.
—Vamos a mi habitación de hotel —le respondo y tiendo la mano una vez más, un taxi
baja la velocidad hacia donde estábamos parados.
—Austin. No puedo... yo no estoy... yo… —La mano de Lexi se cierra de golpe contra su
pecho y se frota enérgicamente en la piel.
Ruedo los ojos y la atraigo hacia mi lado, envolviendo mi brazo alrededor de sus hombros.
—Cálmate, Pix. No estoy pensando en follarte. Solo quiero hablar. Comparto habitación
con Rome en partidos como visitantes. Molly ha alquilado su propia habitación, por lo que va a
quedarse con ella. Tenemos el lugar para nosotros.
Los ojos de Lexi todavía están abiertos por el miedo, así que pongo mi boca en su oído y
susurro.
—Solo quiero hablar un poco más. Conocerte más. Lejos de las miradas indiscretas. ¿Y tú?
Los hombros de Lexi se desploman y asiente.
—Quiero saber más. Que el señor me ayude, pero quiero hacerlo. —Sus enormes ojos
verde pálido se fijan en los míos, y confiesa—: No estoy acostumbrada a estar a solas con un
chico... en su habitación. Estoy nerviosa.
Sonriendo ante su confesión, la sostengo más cerca. El taxi se detiene, y abro la puerta. A
medida que subimos en la parte de atrás, le digo:
—Envíale un mensaje a tus amigas. Diles que fuiste a casa. Diles que te llevé a casa a salvo.
Sacando su celular, Lexi hace lo que le pedí, a continuación, se recuesta en el asiento.
111
Ella mira por la ventana, fascinada por las brillantes luces de Tennessee, miro fuera de la
mía. Hubiera dado cualquier cosa por saber lo que piensa, a qué le daba vueltas a través de su
misteriosa cabeza. Pero me las arreglo para mantener el interés en mi mente mientras nuestras
manos se quedan entrelazadas en el centro del asiento. No puedo evitar la sonrisa satisfecha en
mi rostro.
112
Capítulo 14
Austin
Quince minutos más tarde, entramos en mi habitación de hotel. Lexi se apoya contra la
puerta cerrada mientras yo me siento en mi cama. Se balancea sobre sus pies, observando la
habitación doble estándar.
Inclinándome hacia el mini bar, saco una Coca-Cola.
―¿Quieres algo de beber? ―pregunto, y Lexi mira la lata de Coca-Cola. De hecho, miro mi
mano para ver si había cogido otra cosa por error.
―¿Qué? ―pregunto confundido.
Lexi envuelve sus brazos sobre su estómago.
―¿Tienes agua? ¿Simple y sin sabor?
Asintiendo lentamente, me inclino de nuevo sobre el mini bar y saco un San Pellegrino,
ofreciéndosela para que la tome.
Lexi vacila, y me río de lo extraña que está siendo.
Joder, ¿cuál era su problema?
―Vamos, Lexi. No muerdo ―digo, mientras ella permanece inquietantemente quieta.
Lexi mira hacia el suelo, con esa expresión en blanco en su rostro otra vez. Me doy cuenta
de que la tenía mucho últimamente, en la universidad, cuando estábamos con nuestros amigos…
en el banquillo de los partidos.
―¿Lexi? ―digo y dejo las bebidas en la mesita de noche. Pero sus cejas oscuras se fruncen
y sus manos se aferran a un lado de su cabeza. Sus ojos verdes se cierran y una expresión de
dolor llega a su rostro.
Saltando de mi asiento, corro hacia dónde está y, sin saber dónde poner mis manos,
finalmente la agarro por los brazos. Los ojos de Lexi se abren y el pánico es evidente en su
mirada. Sus manos se deslizan lentamente por sus mejillas para descansar directamente en sus
costados y sus dedos tiemblan durante todo el camino.
―Joder, Pix. ¿Estás bien?
El labio inferior de Lexi empieza a temblar y las lágrimas llenan sus ojos.
―Lo siento ―susurra―. Lo siento mucho. Es un mal día. Es realmente un mal día para mí,
eso es todo.―Ella repite la frase unas tres veces más.
La miro fijamente, completamente sin saber qué hacer. ¿Está teniendo un ataque de
ansiedad? ¿Está deprimida? Fuera lo que fuese, me asusta jodidamente.
113
La guio pasando la cama de Rome hasta la mía, y me las arreglo para sentarla. Agarrando la
botella de agua, la vierto en un vaso, se la entrego, y observo como comprueba que hay en su
interior, aparentemente aliviada cuando ve que solo es agua.
Reacción rara número dos.
Lexi toma pequeños sorbos del vaso, y parece estar volviendo en sí gradualmente. Cuando
solo ha bebido un cuarto del agua, deja el vaso sobre la mesita de noche y nerviosamente mira en
mi dirección.
―Estoy muy avergonzada ―susurra, y me arrodillo en el suelo delante de ella.
―¿De qué iba todo eso? ―pregunto, y ella gira la cabeza hacia otro lado.
Agarrando su barbilla entre mi pulgar y mis dedos, la traigo de vuelta para que me
enfrente.
―¿Qué pasa, Pix?
Lexi empieza a tirar las mangas de su vestido negro sobre la palma de sus manos y baja sus
ojos para evitarme. Levanto su barbilla de nuevo.
―No, Pix, no mires a otro lado. Estuviste para mí en el hospital hace unos días. Déjame
estar para ti ahora. ¿Qué te pasa?
Más silencio. Eso me molesta.
―¿Por qué la pintura de guerra, Pix? ―la presiono.
Ella niega, y sus ojos se llenan de lágrimas.
―No lo hagas, Austin. Por favor no me preguntes eso nunca más. ¡No puedo soportarlo!
Inclinando hacia abajo mi cabeza, me rindo.
―Estoy cansada ―dice Lexi de repente, y se levanta abruptamente.
Poniéndome de pie rápidamente, alcanzo sus manos, entrelazándolas con las mías.
―Entonces acuéstate. ―Hago un gesto hacia la cama detrás de mí.
―¡NO! ―dice Lexi, un poco más fuerte de lo que pienso que pretendía, y levanto mi ceja
ante su respuesta―. Tengo que volver a mi habitación ―dice, con sus ojos muy abiertos volando
hacia la puerta.
Pero yo no quiero que vuelva a su habitación. Le pasaba algo, y ella sola, actuando así, me
hace sentir muy incómodo dejarla sola.
Acercándome más, suelto su mano y ahueco sus mejillas.
―Quédate conmigo. Solo quédate conmigo aquí. Solo nos tumbaremos y hablaremos.
Tenemos que llegar a conocernos, ¿recuerdas? ¿Por qué demonios estás huyendo?
Puedo ver la indecisión en su mirada. Me inclino hacia delante para acercar mi boca a su
oreja.
―Quédate conmigo. Prometo que ni siquiera te tocaré si no quieres que lo haga.
Simplemente no puedo dejarte ir así de esta manera.
114
Mientras hago esa promesa, me doy cuenta de que quiero tocarla. Mucho. El pequeño
duendecillo se estaba metiendo bajo mi piel.
―Si prometes mantener cierta distancia, me quedaré un rato más ―susurra Lexi, y
liberando su rostro, suspiro de alivio.
¿Entonces, no quiere que la toque? Al menos algo está claro en este lío.
Rodeando a Lexi, me subo a mi cama, descanso mi cabeza sobre la almohada, y miro en su
dirección. Ella se ve tan jodidamente bonita de pie en medio de la habitación, mirándome
acostado en la cama, con su vestido demasiado grande para su cuerpo de solo un metro y medio,
sus botas demasiado grandes para sus piernas flacas, su cabello negro rizado y que moldeaba su
rostro como una chica de los años 1920, y sus brillantes labios rojos fruncidos.
Me siento como una especie de bestia malvada intentando atraer a una inocente virgen en
su guarida.
―Pix, no voy a hacerte nada que no quieras. Así que vamos, ven aquí y túmbate de una
maldita vez ―digo, e incluso para mí, con mi voz sonó ronca.
Parece que caminara kilómetros mientras que daba cuatro pasos hacia adelante y se
arrodilla sobre el colchón a mi lado. Poniendo sus piernas rectas, yace frente a mí, sin dejar de
mirarme.
―¿Estás cómoda? ―pregunto.
Asintiendo, su labio se tuerce.
―Sí.
―¿Has estado alguna vez en la cama con un chico? ―Sonrío cuando ella se sonroja.
―No. Nunca. Nunca he estado con chicos realmente, y punto.
―¿Y en el instituto? ―pregunto. Ella debió ser una animadora en aquel entonces también.
Eso significa que un montón de jugadores de futbol estaban a su alrededor todo el maldito
tiempo.
Sus ojos caen.
―Me educaron en casa durante el último par de años del instituto. Dejé en suspenso lo de
ser animadora hasta hace unos meses.
Frunzo el ceño.
―¿Recibiste educación en casa? ¿Por qué demonios querrías eso?
Lexi deja escapar una carcajada sin humor alguno.
―No quería ser educada en casa, Austin. Me obligaron. El instituto era… demasiado difícil
para mí. Era la única opción realista.
Cada vez más cerca, la presiono.
―¿Te maltrataban o alguna mierda de esas?
115
Lexi niega y empieza a juguetear con un trozo de lino blanco de las sábanas de la cama.
Agarro su dedo, pero sus ojos no se levantan para encontrarse con los míos. Ella está ocultando
algo. Algo que yo realmente quería saber.
―Mírame, Pix ―exijo severamente.
Suspirando, hace lo que pido.
―¿Fuiste maltratada? ¿Es por eso por lo que nunca fuiste al instituto?
Lexi no responde nada. Por lo que espero. Espero durante dos minutos, dos largos minutos,
todavía sosteniendo su mano, observándola mientras ella busca una explicación.
—Tuve algunos problemas… en el instituto ―confiesa finalmente. Su explicación no es
suficiente. Quería detalles. Quería saber cómo fue herida y, preferiblemente, quién era el
responsable. Me sentía del todo protector respecto a este pequeño duendecillo emocional. Un
extraño conocimiento que me era difícil de procesar, pero sin embargo, cierto.
―¿Qué tipo de problemas? ―pido saber.
Los ojos de Lexi se cierran fuertemente, y cuando se vuelven a abrir, dice en voz baja.
―Problemas de salud. Tuve un par… ―suspiró y añadió―. Tuve algunos problemas de
salud.
Desconcertado, miro hacia abajo y examino su pequeño cuerpo, tratando de pensar cómo
alguien como ella podía tener problemas de salud. Ella era pequeña… firme, atlética, pero se veía
muy bien, puede que un poco demasiado delgada, pero preciosa y jodidamente especial, sin
embargo.
Lexi, al notar mi interés en su cuerpo, arranca su mano de la mía y cruza sus manos sobre
su estómago, acurrucándose en una posición fetal. Sus ojos verdes se abren con miedo.
―¿Lexi? ¿Qué demonios…?
―¡No me mires así! ¡No puedo soportar que me miren de esa manera! ―dice de manera
histérica.
―¡No lo hacía! ―digo con los dientes apretados. Sus ojos se entrecierran ante mi
mentira―. Bueno, está bien, lo hacía. ¡Pero estaba intentando adivinar por qué demonios tenías
problemas! No te estaba escrutando, Pix. No soy tan imbécil.
Sus ojos cerrados y el enrojecimiento en su rostro me dice que no me cree.
Acercándome de nuevo, estoy casi contra su cuerpo.
―Pix, cuéntame por qué recibiste educación en casa.
―No puedo…
―Dímelo ―la interrumpo.
―No, no puedo.
―Por el amor de Cristo, Pix, ¡dime por qué demonios fuiste educada en casa! ―grito un
poco demasiado alto.
116
―¡Porque era anoréxica! ¡Ahí lo tienes! ¿Feliz? ―gritó y golpea mi camisa―. Porque era
anoréxica ―dice por segunda vez, las lágrimas llegan a sus ojos―. Era anoréxica… ―Se
interrumpe y esas lágrimas empiezan a brotar de sus ojos.
¿Anoréxica?
Joder, no tenía ni idea de qué decir.
La frente de Lexi encuentra mi pecho, y llora contra mi camiseta. Quería abrazarla, pero
había prometido no tocarla. Pero cuando Lexi solloza, no puedo resistirme. Por lo tanto, levanto
mis manos y lentamente las envuelvo en su cabello y la sostengo contra mí.
Lexi ni siquiera se ha estremecido por mi tacto indeseado. Eso hace que mi corazón palpite
un poco más fuerte en mi pecho.
―Shhh, Pix, tranquilízate. Está bien ―intento reconfortarla.
―No lo está, Austin. Nada de esta mierda está bien ―susurra―. Estoy demasiado harta de
luchar contra ello. ¡Contra él! Estoy a punto de rendirme.
Eso me congela y separando su cabeza de mi pecho, encuentro sus ojos inyectados en
sangre.
―¿Luchando contra qué? ¿Rendirte de qué?
Lexi hipa de llorar tan fuerte y dice:
―La tentación de la voz interior… la desesperada tentación de volver ahí, dejar las riendas
libremente.
El pánico corre por mis venas por el tono desolado en su voz.
―¿Quieres decir que sigues luchando contra esta mierda? Cuando mencionaste el
instituto, pensé que te referías a que estabas curada.
La cara de Lexi se congela y dice entre dientes:
―No se puede curar. ¡Odio esa palabra! No estoy curada. No con esto, este maldito
trastorno horrible.
―Pero…
―Es como tú y los Heighters. Tu conexión con ellos nunca termina. Te metiste en esa
pandilla de joven y permanece contigo de por vida. Lo dijiste tú mismo. ―Su declaración me
detiene en seco―. ¿Qué fue lo que dijiste cuando mencioné quitarte los tatuajes con láser, sobre
abandonar los Heighters? Ah, sí, que no funciona de ese modo. Es lo mismo conmigo y la comida.
La tentación de evitar comer está siempre ahí. Y siempre lo estará.
Pensé de nuevo en la rareza de Lexi con Cass sobre su abrazo después del partido. Su
reacción ante mi oferta de una bebida y, específicamente, a la manera a la que miró a la maldita
lata de Coca-Cola.
―La Coca-Cola ―susurro en voz alta, y Lexi deja escapar una pequeña risa.
―Sí, la Coca-Cola. Trescientos cincuenta mililitros de refresco. Ciento sesenta calorías.
Cero gramos de grasa, pero cuarenta y dos gramos de carbohidratos y cuarenta y dos gramos de
117
azúcar. Si se consume, tardaría veinte minutos de carrera el compensarla. Pero no solo me
detendría con eso. Tendría que correr otros diez minutos para asegurarme de que no he hecho
mal algún cálculo. Además, entonces estaría sobre cien calorías en negativo. Porque diez
minutos de correr muy rápido quema cien calorías, y cuantas más calorías quemas significa que
hay más kilos fuera de la escala. Yo vivo por la medida de esa escala.
Aturdido, mis manos se deslizan de la cabeza de Lexi, y ella sonríe ante mi reacción,
dejando su mano cubrir su boca con la manga tirada hacia abajo de su camiseta.
―Genial, ¿no lo es, Austin? Vivir así. Pensando en esto sobre todas las cosas: comida,
bebida, ejercicio, cada parte de cada día, para siempre. Odiando cepillarte los dientes cada
mañana y noche porque la pasta de dientes probablemente tiene calorías, ¿no es así? Así que
después de lavarte tus dientes, te pones contra las baldosas frías del suelo del cuarto de baño y
haces cincuenta flexiones de brazos y cincuenta abdominales por si acaso algunas de esas
calorías se deslizan hasta tu estómago y ponen tu meta en peligro.
―Joder, Pix. ―Era todo lo que podía ofrecer como respuesta a su arrebato. Ella parecía no
tener aliento por el esfuerzo de su confesión.
―Bienvenido al espectáculo de los horrores, Austin. Estoy aquí toda la semana ―dijo con
tristeza.
La miro con simpatía.
―Tienes razón. Eres un bicho raro ―digo sin rodeos y el dolor que transforma su rostro
casi me corta.
Lexi se mueve inmediatamente para salir de la cama, pero agarro su brazo para impedirlo.
Es la primera vez que me doy cuenta de lo frágil que es bajo mi mano. Podía sentir claramente el
hueso bajo mis dedos, y no había mucha carne a su alrededor.
―¡Dije que no me tocaras! ―chilla, intentando soltar su brazo, y, perdiendo los papeles,
salto de la cama, observándola, y procedo a rasgar mi camiseta, dejando mi pecho al descubierto.
―¿Qué… qué estás haciendo? ―preguntó Lexi, petrificada, mientras sus ojos se mantienen
fijos en mi pecho, y de nuevo vuelven a mi dura mirada.
Agarrando sus manos, las aplasto contra la piel de mi torso y las dejo ahí hasta que está a
un milímetro de distancia de su boca.
―Sí, dije que eras un bicho raro. ―Lexi se estremece al oír mis palabras, pero añado―:
Pero yo también lo soy, joder.
Jadeando, las pestañas de Lexi se agitan nerviosamente. Empiezo a presionar sus manos a
lo largo de las llanuras de mi estómago, mi pecho, y poco a poco las deslizo hasta mis caderas y a
través de la piel justo por encima de la cintura de mi pantalón.
Un rubor de color rosa se extiende por las mejillas de Lexi, y digo suavemente:
―Tengo cicatrices, un maldito puñado de ellas.
Tomando su dedo índice y medio, los pongo justo por encima de mi tatuaje del Día de
Todos los Santos sobre mis costillas.
118
―Hecha por una navaja de un rival de la pandilla a los quince años por invadir su
territorio. ―Las yemas de los dedos de Lexi tocan la cicatriz elevada, y contiene el aliento,
sorprendida.
Moviendo sus dedos sobre mi pecho hacia la parte exterior de mi brazo izquierdo, digo:
―Una herida de bala en un tiroteo. A los dieciséis. Roza la parte exterior de mi bíceps.
Tuve suerte. Otro miembro de la pandilla no la tuvo.
Una brisa de aire caliente flota sobre mi pecho, la procedencia: una exhalación fuerte de los
labios entreabiertos de Lexi.
Por último, paso sus dedos por mis abdominales y llego hasta detenerme de forma abrupta
sobre la cintura de mi pantalón. Los dejo ahí por un segundo y cierro mis ojos. Mi cuello se tensa
mientras lucha para controlar mi respiración. La pequeña Pix me lo está poniendo jodidamente
difícil, y yo estoy jodidamente tratando de tranquilizarme.
―¿Austin? ―Lexi suspira, y abre mis ojos una vez más, volviendo a tomar sus dedos y
recorriendo con ellos la cicatriz de ocho centímetros de largo que cruza mi bajo vientre.
―Me atacó un drogadicto con un pedazo de vidrio, todo por una raya de coca. Tenía
dieciséis años.
―Austin… ―dice Lexi, casi en silencio mientras que una lágrima solitaria cae de su ojo.
―Así que ya ves, Pix, también tengo cicatrices. Es solo que las mías están en el exterior
donde todo el mundo las puede ver.
Tomándome por sorpresa, Lexi lanza sus brazos alrededor de mi espalda y su mejilla
descansó al ras de mi torso. Sus uñas se clavaron en la carne de mi espalda y con cuidado
descanso mi mejilla en la parte superior de su cabeza.
Ella olía tan bien.
Se sentía tan bien.
No estoy seguro de durante cuánto tiempo estuvimos así, dos jodidos críos confesando
emotivamente sus pecados, pero el tiempo suficiente para que me diera cuenta de una cosa: me
estaba enamorando de este pequeño duendecillo oscuro.
Realmente. Y jodidamente. Fuerte.
Me llega tan de repente. Me siento inundado por la emoción.
Siento el calor que venía de la cercanía de Lexi entrando en mi cuerpo, y susurro:
―Pix, de verdad que necesito besarte ahora mismo.
Cada parte de su cuerpo se tensa, y ella susurra:
―Nunca me han besado antes. Nunca he hecho nada con un chico. ―Como si fuera la cosa
más vergonzosa en el mundo.
Mis ojos se cierran con fuerza y me siento como un capullo. Por supuesto que nunca la
habían besado, ni había tenido sexo. No se había rodeado de chicos durante la mayoría de su
adolescencia, demasiado ocupada pasando hambre para estar delgada.
119
Era un imbécil de primer grado.
Pero entonces siento sus labios suaves rozando mi esternón, y casi perdí el sentido.
Lentamente guio su cabeza hacia arriba con mi mano, mis labios rozan su cabello y hacen
su camino por su mejilla.
―Pix, te necesito ―digo con voz áspera una vez más.
Inclinando su barbilla, responde.
―Creo... creo que yo también te necesito.
Si no estuviera muriendo por la anticipación de su sabor, habría sonreído, pero en cambio,
me inclino hacia abajo hasta que nuestros labios se juntan. Al principio, simplemente dejo que se
acostumbre a mí, el movimiento del beso, pero no pasa mucho tiempo antes de que mis manos
se enrosquen en su cabello y abra sus labios con mi lengua.
Expulsando un quejido, Lexi aprieta mis brazos y, un segundo después, siento su lengua
caliente encontrarse con timidez con la mía.
Puede que nunca hubiera besado antes, pero me está haciendo perder la cabeza. Es
valiente, es todo lo que nunca pensé que una chica podría ser.
Cada segundo que la toco solo me hace quererla más, pero como un copo de nieve, ella es
frágil y necesita que vaya despacio.
De mala gana rompí el beso, me eché hacia atrás un poco, lo suficiente para captar el brillo
del agua en sus ojos. Inmediatamente me invadió una ráfaga rápida de culpa.
La había presionado demasiado. Ella me había dejado muy claro que no le gusta que la
toquen. He roto mi promesa, todo al servicio de mi polla.
―Austin… ―Lexi suspira, y miro hacia ella, esperando que pueda ver la disculpa y la
vergüenza en mi mirada. Su brillante labio superior teñido de rojo se dobla en una sonrisa
tímida, y me mira como si yo fuera de pronto todo su mundo. Siento que esa mirada va derecha
a mi corazón. Nunca antes nadie me ha mirado con una mirada tan tolerante, con esa confianza
antes, y me siento abatido de que ella me hubiera elegido a mí para darme tal regalo.
Era el sentimiento más extraño.
Lo que todos ven cuando me miran era la basura blanca, ex pandillero miembro de la
famosa Heighters con sus caravanas a través de la ciudad.
Pero ella no.
Sin saber por qué jodida razón, pero Pix veía más. Incluso después de todo en lo que la
había metido.
―Austin… gracias… ―murmura, y una vez más esa vergüenza engulle su rostro.
―No, gracias a ti ―respondo, inclinándome hacia abajo, pongo un casto beso en sus
labios, entonces, agarrando su mano, beso la parte posterior de sus dedos.
120
―Quédate conmigo esta noche, Pix. Nada de sexo ―digo, y sonrío. Ella palmea mi pecho
amonestándome juguetonamente con toda la fuerza de un mosquito―. Solo quédate conmigo.
Duerme a mi lado. Quédate a mi lado.
―Está bien ―accede y, tomando su mano, la llevo a la cama, y volvemos a tomar las
posiciones de antes. Pero nuestras manos no dejan ir las del otro. Nos habíamos movido a un
lugar diferente.
Ese pensamiento me hace retroceder. Puede que estuviéramos juntos ahora, puede que no.
No me importaba cómo lo etiquetáramos. Ella podía hablar conmigo y yo con ella. Los títulos de
novio/novia no tenían lugar entre los que estábamos verdaderamente jodidos. Solo que había
alguien más como tú, alguien que te comprendía. Alguno de nuestros secretos enterrados había
salido, y se sentía como si un enorme peso en mi pecho hubiera sido liberado.
―¿Austin? ―pregunta Lexi y lame su labio inferior.
―¿Mmm? ―respondo, siguiendo el movimiento de su lengua, mi polla se retuerce
dolorosamente en respuesta.
―¿Podrías besarme otra vez?
Mis puños se cierran en mis costados. En realidad quería hacer mucho más que besarla,
chupar sus tetas, degustar su clítoris con mi lengua, tomar su virginidad, pero sabía que eso no
iba a suceder.
―Acércate aquí ―digo, y tiro de su mano. Ella se acerca más aún. Me estiro para envolver
mis manos alrededor de su espalda cuando ella se quedó inmóvil.
Aparto mi cabeza.
―¿Qué hice?
Lexi levanta su mano tímidamente, y la deja descansar sobre mi mejilla.
―Tengo unas zonas críticas.
―Esta bieeen ―digo lentamente, sin saber qué significa "zonas críticas".
Sentándose, ella me mira y baja la barbilla.
―Mi espalda. Toda mi espalda es mi zona crítica.
Mis cejas se levantan por la sorpresa, y Lexi aclara su garganta.
―No puedo dejar que toques mis vértebras o las costillas de mi espalda.
El dolor en su voz cuando hablaba de ella misma de esta manera me destroza.
―Es la parte que más odio. Me… me causa mucho estrés. ―Los ojos avergonzados de Lexi
me miran con cautela, y tiro de ella hasta que descansa contra mi pecho desnudo.
―Pero, ¿puedo tocarte todo lo demás? ¿El resto es vía libre? ―pregunto y paso un dedo
por el delgado cuello de Lexi.
―Dentro de lo razonable ―responde sin respiración.
―Explícate mejor, Pix. Estoy algo desesperado por tocarte como quiero ―la insto mientras
mis dedos empiezan a tocar por encima de la tela de su manga.
121
―No… no lo sé ―dice, mientras mis dedos se cierran en el dobladillo de su vestido negro y
sus dedos se cierran de placer, un rubor rojo cubre su rostro de duendecillo.
―¿No sabes qué? ―Esta vez mi voz suena apagada. La manera en que está tumbada
demasiado cerca de mi polla me hace perder la cabeza. Deteniendo mis dedos, espero a que
responda.
―No lo sé. Nunca he estado con un chico antes. Ni siquiera cerca de uno. No sé qué es lo
que va a incomodarme, aparte de mi espalda. No sé si voy a asustarte.
La tomo por la barbilla y acaricio su rostro con la palma de mi mano. Pero entonces su
cabeza se inmoviliza y dice:
―Sé que nunca seré capaz de estar desnuda con un chico. Nunca seré una compañera
sexual normal. Nunca seré libre y sin restricciones. Pienso que nunca estaré muy cómoda
conmigo misma. ―Suspira y añade―. Corre ahora, Austin. Corre lejos, lejos de una chica con
demasiado equipaje.
La cabeza de Lexi todavía está contra mi mano, lejos de mi rostro, por lo que digo:
―Y yo soy extremadamente pobre, todavía atado a una pandilla metida en el negocio de las
drogas a cambio de dinero, y tengo un hermano que hará lo que sea para proteger a sus
compañeros. Tengo una madre que se está muriendo y un decano que me quiere fuera de la
universidad. Estoy lleno de cicatrices desde la cabeza a los pies, y, lo creas o no, solo he estado
con tres chicas en mi vida. Y ninguna de ellas conocía mi verdadero yo.
La cabeza de Lexi se gira hacia mí con interés.
―¿Ninguna de ellas fue tu novia?
Me encojo de hombros y con el pulgar recorro de arriba abajo su mejilla.
―Supongo que Louisa Tripodi fue mi novia, durante una semana. Vivimos a tres
remolques de distancia durante toda nuestra vida. Sus padres eran inmigrantes sicilianos, como
mi padre.
―¿Y qué pasó?
―Nos colocamos y acabamos follando en el suelo de su baño. Perdí mi virginidad esa
noche. Louisa perdió la suya mucho antes.
―¿Cuántos años tenías?
En esta ocasión me tocó avergonzarme a mí.
―Trece.
Los ojos de Lexi se abren más.
―¿Y qué pasó con ella? Esta Louisa… Louisa…
―Tripodi ―termino.
―Sí, Louisa Tripodi.
―Sufrió una sobredosis hace tres años. Heroína.
Lexi se sacude y frunce el ceño.
122
―Austin, es horrible.
Me encojo de hombros.
―Solo otra víctima de Wetside Heights ―digo con ironía.
Lexi se inclina atrevidamente hasta que su boca se cierne sobre la mía.
―¿Y las otras dos chicas?
―Rollos de una sola noche. No conocía a esas chicas. Ellas sabían que jugaba con los Tide.
Follamos. Se fueron. Y esa es toda mi vida sexual.
―Pero mírate ―dice Lexy, señalando mi pecho desnudo―. Eres perfecto. Podrías tener a
quién quisieras.
Me río.
―La perfección es relativa, Pix. La belleza es relativa. ―El retorcimiento de su boca me
dice que no me cree.
―¿A ti te gustan mis tatuajes? ―pregunto, y ella sonríe.
―Sí. Me encantan ―confiesa y mira fijamente con asombro la paloma y la flor de lis
tatuada en mi cuello.
―Pero no a todo el mundo le gusta ―le confieso, y me gano su atención una vez más.
Tomando sus dedos de nuevo, los pongo sobre la cicatriz de la herida de bala sobre mi
brazo.
―¿Te asquean mis cicatrices?
Lexi salta antes eso y sacude su cabeza con ganas.
―¡No! ¿Por qué me iban a dar asco tus cicatrices? No son lo que eres. Son de tu pasado. No
me molestan para nada. Cuentan la historia de tu vida.
Le sonrío y muevo mis manos para sostener sus brazos. La respiración de Lexi se detiene y
miró hacia abajo desesperadamente, sus brazos se tensan mientras respira.
―Al igual que tu peso no me preocupa. Tú eres lo que eres. Me importa una mierda tu
peso o altura. Yo miro a la gente verdadera. Personas reales. Tú eres real, Pix. Lo eres con creces.
El rostro inexpresivo de Lexi me hace pensar que se ha perdido de nuevo, pero con una
sacudida de cabeza, vuelve a mí más rápido esta vez. Y antes de darme cuenta, sus manos se han
plantado en mis mejillas y sus labios se estrellan contra los míos. Instintivamente, mis manos
acariciaron sus brazos, y tengo presente evitar su espalda.
Lexi se entrega más. Sus pequeños pechos presionan contra mi pecho y su pierna roza
contra mi pene. Al contacto, gimo. Lexi echa la cabeza hacia atrás.
―¿Estás bien? ―pregunta sin aliento.
―Sí, estoy bien ―digo con los dientes apretados―. Solo estoy tan excitado que no puedo
pensar claramente.
123
―Oh ―dice Lexi y mira hacia abajo. Cuando se da cuenta de lo ajustados que están mis
vaqueros, se sonroja, aparta sus ojos, y repite un exagerado―. ¡Oh!
Riéndome, tiro de ella para que me mire y, esta vez, agarra mi mano.
―Gracias, Austin ―susurra un minuto más tarde.
―¿Por qué? ―pregunto, escuchando el confortante sonido de un búho ululando fuera de
la ventana.
Encogiéndose de hombros, responde:
―Por ser amigo de un bicho raro, supongo. ―Sus dedos aprietan los míos―. Por no
hacerme sentir como una fracasada. Como una tonta sin experiencia.
―No eres una fracasada, Pix, ni una tonta. En todo caso, eres una maldita heroína.
Sobreviviste a algo que podría haberte matado.
―Ese es el caso, Austin. Algún día todavía podría pasar. Yo… ha sido difícil para mí
últimamente. Siento que estoy cayendo de nuevo. La voz interior, la anorexia… está intentando
romper las barreras. ―Lexi resopla y me mira con los ojos muy abiertos―. Esta es la primera vez
que se lo he admitido a alguien… puede que incluso a mí misma.
Retiro un mechón rebelde de cabello de su cara y digo:
―Esta enfermedad no te quitará lo mejor de ti, Pix. No lo permitiré.
Las cejas negras de Lexi se levantan y pregunta:
―¿Y cómo te asegurarás de eso?
Encogiéndome de hombros, digo:
―Supongo que no apartaré la vista de ti por un tiempo.
Riendo, Lexi responde:
―Ten cuidado, Carillo, eso suena aterradoramente como una declaración de compromiso.
―Llámalo como quieras, Pix. Todo lo que sé es que me gustas. Quiero verte más. Soy un
Heighters desde siempre con antecedentes penales…
―Y yo una emo anoréxica virgen que no deja que la toquen―termina por mí.
―Una pareja perfecta, ¿eh? ―digo con un guiño.
―¿Qué podría salir mal? ―Lexi bromea.
A pesar de que era una broma, ambos contemplamos esa pregunta en silencio. La verdad es
que una tonelada de mierda podría salir mal. Ella podría recaer, los Heighters podrían joderme y
arruinar mis sueños. Demonios, Axel, mi sangre, me condenaría a muerte si supiera que estoy
acercándome a Pix, la única chica que podría echar a los Heighters del campus.
Pero en este momento, no quería pensar en lo que podría salir mal para nosotros, no quería
pensar en mi hermano mayor, en mamá o Levi. Solo quería dormir al lado de esta pequeña
oscura duendecilla y olvidar todos nuestros problemas por una noche.
Bostezando, Lexi se acomoda mejor sobre el colchón y la observo mientras cierra sus ojos.
124
Con nuestros dedos todavía entrelazados, me quedo mirando su hermoso rostro y susurro:
―¿Por qué la pintura de guerra, Pix?
Lexi respira hondo y exhala realmente despacio. Sus ojos no se abren, y una lágrima rueda
lentamente desde esas largas pestañas negras y su mano aprieta la mía firmemente.
―Porque no puedo soportar a la chica que hay debajo ―susurra de vuelta.
Mi corazón da un vuelco, y llevo su mano a mi boca, besando la fría piel.
―¿Por qué los tatuajes? ―Lexi pregunta, y mis ojos se chocan con los suyos.
El iris de color turquesa está clavado en los míos, así que digo:
―Porque no puedo soportar ver las cicatrices de mi pasado.
Los ojos de Lexi se llenan de lágrimas y otra lágrima de comprensión baja por su mejilla.
Inclinándome hacia adelante, beso la gota salada secándola.
Y así es como nos quedamos.
Dormidos.
Confiados…
Enamorados uno del otro.8
8
En realidad dice: And that’show we fell. / Fell into sleep. / Fell into trust… / Fell for each other. Es un juego
con la palabra fell.
125
Capítulo 15
Lexi
Querida Daisy,
Peso: 43 kilos
Calorías: 1200
Ayer por la noche fue el momento más surrealista de mi vida.
Dormí toda la noche junto a un chico.
Sí, yo estaba vestida completamente.
Sí, mi maquillaje estaba todavía intacto.
Pero fue un progreso. De hecho, hice algunos progresos.
Y él me besó. Austin Carillo, el chico italiano del lado equivocado de las vías, me dio un beso.
Y fue mágico. Me hizo sentir segura y, durante una noche gloriosa, me hizo sentir hermosa.
Pero lo mejor de todo fue que, Austin logró acallar la voz, para robar sus burlas y, en el
proceso, creo que simplemente robó mi corazón también.
***
―¿Y el ser animadora, Lexi? ¿Cómo está afectando tu confianza?
Me siento mirando por la ventana del doctor Lund a las hojas doradas que bailan en la
brisa ligera mientras escribe en su portapapeles, sus notas sobre mi recuperación.
El incesante rascado de su lápiz en el bloc de papel fue rayando en mis nervios, rascado,
rascado, rascado, dejando marca en mi cerebro.
―El ser animadora va bien, doctor Lund. Es mi pasión. Siempre ha sido mi pasión. Cuando
bailo, me siento libre.
―Estás bailando sobre una espada afilada, Lexi. Sabes que fue tu detonante en la escuela
secundaria. ¿Qué pasa si sucede lo mismo otra vez? ¿Qué pasa si otro chico que te gusta te llama
gorda en uniforme? ¿Serás capaz de manejar ese tipo de crítica? ¿Eres lo suficientemente fuerte
como para manejar cualquier burla dirigida a ti?
126
―Sí ―le digo con severidad, pero mi estómago se encoge con la culpa. Ya está sucediendo.
No las burlas de los jugadores de fútbol, sino de la voz interior.
Vuelve a mí, Lexington. Si vuelves, si pierdes más kilos, nunca temerás ser animadora de
nuevo. Nunca tendrás que mentir al equipo, como sabes que estás a punto de hacer. Sabes que el
ser animadora está empezando a pasar factura.
Respirando a través de las palabras de la voz, trato de concentrarme en las preguntas del
doctor Lund.
―¿Y tu vida personal? ¿Cómo está? ―continúa.
―Está bien ―le contesto y comienzo a picar el esmalte negro en mis uñas.
―¿Algún novio? ¿Has logrado hacerte vulnerable a alguien todavía, o es que sigue siendo
un área que no puedes explorar?
Mis ojos se abren por la vergüenza y se fijan en el doctor Lund. Él se echa hacia atrás,
sorprendido, sus cejas oscuras se levantan.
―Esa fue una reacción interesante, Lexi. ¿Te importaría hablar de por qué esa pregunta ha
provocado una respuesta tan fuerte?
Bajando las dos manos, agarro los brazos de madera de la silla.
―He... He conocido a alguien ―le confío mientras siento la oleada de rubor sobre mi
rostro.
―¿Y cuándo fue esto, Lexi?
―Hace un par de meses.
Las cejas del doctor. Lund se arquean, una vez más.
―¿Un par de meses atrás?
Asiento y observo la desaprobación en su rostro.
―Hemos tenido no menos de seis sesiones en las últimas ocho semanas, ¿y hablas de esto
solo ahora? Esto hace que me preocupe, Lexi. ¿Qué estás escondiendo de este muchacho?
Aparto la mirada a la ventana y siento un apretón en mi corazón mientras miro dos niños
jugando en el parque infantil exterior, la niña trata alcanzar al niño y besarlo. Estaba llena de
confianza.
Rezo para que esa misma niña rubia no crezca con inseguridades. Para que no cuente
calorías religiosamente antes de poner una cucharada de comida en su boca, compruebe la
información nutricional en los envases de los carbohidratos, los azúcares, las grasas saturadas.
No oculte su verdadera belleza porque no pueda soportar la vista de su rostro natural. No se
asuste cuando ese mismo niño al que ella está mostrando tanto cariño como un niño de seis años
de edad, crezca y quiera darle un poco más que un beso... no crecer para dejar que un
comentario de usar y tirar de ese chico que le gusta le robe su infancia y triture su autoestima.
―Lexi, concéntrate ―dice el doctor Lund severamente, mientras mira por la ventana hacia
lo que ha capturado mi atención.
127
Frotando mis manos por mi rostro, respondo:
―Nosotros... tuvimos un... inicio lleno de baches. Él tiene... problemas también. Pero
últimamente, las cosas se han vuelto más serias entre nosotros. ¿Creo? No estoy segura.
Realmente no hemos hablado de lo que somos el uno para el otro todavía. Nunca he tenido un
novio, o... bueno, lo que sea que seamos el uno al otro, antes, así que no por eso le he dicho nada
al respecto a usted. Todavía estoy tratando de entender todo yo misma.
Desde que regresamos de Tennessee, me he reunido con Austin cada noche. Todas las
noches. Su madre acaba de ser dada de alta del hospital, pero mientras ella todavía estaba aquí,
Austin visitaba a Chiara y yo iba mis sesiones. Luego, pasábamos un par de horas en nuestro
jardín, tomados de la mano y besándonos inocentemente bajo las estrellas.
Austin sabe dónde puede tocarme ahora. Descubrimos que mi clavícula también era un
detonante, pero Austin simplemente maniobra alrededor de mis áreas problemáticas, nunca me
hace sentir pena o vergüenza acerca de mi desorden.
El doctor Lund se inclina hacia adelante y pone su portapapeles en la mesa junto a él, con
las manos en forma de campana mientras los codos descansaban sobre sus rodillas.
―¿Y estás a gusto con él, Lexi?
Desplazándome incómodamente en la silla, asiento.
―Lo estoy. No hemos hecho nada demasiado lejos, por supuesto. Pero nos hemos besado
algunas veces... tocado otras…
―¿Y? ―El doctor Lund me presiona, pareciendo sorprendido por lo abierta que estoy
siendo.
―Fue difícil al principio... ya sabe, a causa de mis detonantes, pero le hablé de mi pasado, y
él respeta mis límites. Se está haciendo más fácil con él. Día a día, está derribando mis muros.
El doctor Lund de repente se endereza en su asiento y frunce el ceño.
―¿Qué? ―le pregunto en respuesta a su reacción peculiar.
El Dr. Lund me mira extrañamente antes de preguntar:
―¿Le hablaste de tu pasado?
Asintiendo lentamente, le contesto:
―Sí.
Una lenta sonrisa se dibuja en el rostro del doctor Lund. Él tenía muchas expresiones:
serio, preocupado, intrigado, pero nunca abiertamente impresionado.
―Lexi, hemos estado teniendo estas sesiones durante años. En ese tiempo, las personas
que han tenido conocimiento de tu trastorno, las personas a las que le contaste sobre tu
trastorno, puedo contarlas con una mano: tu padre, madre, Daisy, por supuesto, y yo. No se lo
has dicho a tus mejores amigas en la universidad, Molly, Cass, y Ally, ¿porque...? ―El doctor.
Lund calla y espera a que responda.
Jugando con el borde de la manga de mi camiseta, confieso:
128
―Porque yo no quiero que me vean débil. No quiero que me vean como una víctima por la
que tengan que caminar sobre cáscaras de huevo. Quería ir a la universidad y ser otra persona
distinta a la de Lexington Hart, anoréxica.
El doctor Lund asiente pensativo, como solo los psiquiatras pueden. Llevando sus manos a
los labios, pregunta:
―Pero se lo contaste a este muchacho, después de conocerlo solo un par de meses. ¿Qué lo
hace tan diferente de tus amigas?
Encogiéndome de hombros, sigo mi enfoque hacia abajo. No le quiero decir al Dr. Lund
que siento una conexión espiritual con Austin. No quiero decirle, que a veces, alguien puede
tropezar sin previo aviso en el choque de trenes que es tu vida y empezar a sacar los enormes
escombros que pesan sobre tu pecho. No quiero compartir que Austin conoce las dificultades
también. Que, pesar de que nuestros respectivos problemas son polos opuestos en la naturaleza,
somos almas gemelas en la lucha para no dejar que estas dificultades nos destruyan como
personas.
Austin está trayendo el color a mi vida en escala de grises.
Es preciado para mí.
Es mi secreto, otro que no estaba dispuesta a compartir.
―Lexi, no tienes que hablarme sobre él de inmediato, es una muy nueva etapa en tu
recuperación, pero me gustaría que consideres lo que hizo a este caballero diferente de cualquier
otra persona. Estoy seguro de que entiende la gravedad de tu confesión, y eso me agrada. ―El
doctor Lund se recuesta en su asiento, y poco a poco levanto la mirada para encontrarme con
que su expresión de felicidad se ha convertido en verdadera preocupación―. Pero me preocupa
demasiado. Has puesto tu confianza en alguien, te has abierto a alguien después de años de
esconderte detrás del maquillaje oscuro y la ropa.
―Entonces, ¿qué le preocupa? Pensé que había dicho que era una progresión ―le
pregunto en voz baja.
―Que esto puede desembocar en dos caminos.
―No entiendo.
―Lexi, este chico podría sacarte de tu caparazón, ayudarte con tus inseguridades, te dará
un verdadero sentido de valor, uno que no se mide por una báscula. O podría levantarte solo
para derrumbarte de nuevo, y podrías encontrarte en un lugar mucho más oscuro del que
estabas hace solo unos pocos años. Tienes que decidir si vale la pena el riesgo.
Considero lo que está diciendo el Dr. Lund, pero, francamente, en las últimas semanas, me
he enamorado de Austin tan fuerte que no podría soportar la idea de no hablar con él. Austin es
la única persona con la que puedo ser yo enteramente. Sin falsedad, sin actuar a su alrededor;
éramos solo él y yo.
Austin vale la pena el riesgo.
―Tómate algo de tiempo, Lexi. Piénsalo, y podemos hablar de ello cuando estés lista.
El doctor Lund garabatea las últimas notas en su portapapeles y la cierra con un golpe.
129
―Se acabó el tiempo.
Levantándome me muevo para salir de la habitación, cuando el Dr. Lund dice:
―Ah, y, Lexi, una cosa más. Si sigo viendo evidencia de pérdida de peso, me veré obligado
a presentarte para una evaluación. Uno o dos kilos puede ser comprensible con la cantidad de
ejercicio que estás haciendo en los últimos días. Pero más que eso, y será una señal de alerta de
que estás cayendo en los viejos hábitos.
Miro con frialdad al doctor Lund, salgo rápidamente de su habitación, y me dirijo al cuarto
de baño en el pasillo. Mi corazón está golpeando en mi pecho.
Pasando a la fila de lavabos, me obligo a mirar mi reflejo en el espejo.
Había perdido peso.
Ahora estoy en cuarenta y tres kilos.
Más de lo que el doctor Lund sospechaba.
Una lenta sonrisa comienza a propagarse en mi rostro. Levantando mis dedos, rozo mi
cuerpo. Mi clavícula está cada vez más pronunciada, como a mí me gusta. Mis mejillas están
definidas, cetrinas y marcada en forma, y levantando mi vestido largo, suelto y haciendo caso
omiso de la instantánea repulsión al ver las capas de grasa en los muslos con hoyuelos, veo que la
brecha entre mis muslos está aumentando. Era leve, pero estaba allí. El hueco entre los muslos
era todo para mí, era por lo que medía mi pérdida de peso. Era la prueba de triunfo sobre la
voluntad.
Sin embargo, no era suficiente. Todavía había demasiada grasa. Aprieto mi mandíbula y
mis manos en puños a mis costados.
Hay demasiada grasa, Lexington. Tienes razón. Lo has hecho bien hasta ahora, pero puedes
hacerlo mucho mejor. Sabes que puedes. Has perdido algo de peso, es cierto, pero vamos a seguir
luchando por más. Vamos a seguir luchando por la perfección.
Alcanzando para agarrar el borde del lavabo, casi me siento fascinada por la voz, pero
mientras me imagino la tarea delante de mí, las semanas en las que tendría que recortar la
comida en secreto, haciendo más ejercicio de lo que ya estaba haciendo, el rostro de Austin
revoloteaba en mi mente... y de repente, las palabras persuasivas de la voz son silenciadas.
Al mirar hacia el espejo, a la chica con el rostro pintado, la chica que lleva una máscara.
Empuja con fuerza para purgar a mí misma de mis dudas mientras recita:
Eres hermosa, Lexi. Eres perfecta tal como eres.
Repetí el mantra del doctor Lund una y otra vez hasta que un pozo se forma en mi
estómago. Quiero ser más fuerte. Quiero ser más fuerte para Austin. Pero el mantra no está
funcionando, y todo en lo que puedo pensar es en mi espalda y el número de costillas que puedo
contar.
No puedo sacar ese pensamiento de mi cabeza. Es implacable, ya que gira alrededor de mi
mente.
130
Combatiendo con mis mejores intenciones, finalmente me arranco el vestido y comienzo el
conteo de mis costillas en la espalda como si fuera de memoria.
Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete... siete, siete, siete...
Siete. No es suficiente. No lo suficiente. Debería ser capaz de contar diez. Debería haber
diez costillas, claramente definidas y libres de grasa.
¿Qué pasaba si las cosas progresaban con Austin? Quería estar cómoda con él... conmigo
misma. Quería ser digna de él. Solo podía hacer eso si estaba más delgada. Necesitaba estar más
delgada. Es la única manera de que puedo estar contenta conmigo misma. Es la única forma de
que poder hacer el amor.
Lexington, entrégate a mí. Voy a llegar a tu meta. Austin te amará cuando hayamos tenido
éxito. Se sentirá impresionado por ti. Haz lo que debas y asegúrate de que nadie sospeche nada. El
secreto es la clave. El Dr. Lund no será capaz de forzar a la báscula mientras los kilos caen de tu
carne. No eres de su propiedad para que te ordene, ni su títere para controlar. Me perteneces a mí y
esa es siempre la forma en que va a ser. El doctor Lund es un obstáculo. Es una barrera para la
perfección...
Mientras miro a la chica reflejada en el espejo, las lágrimas llenan mis ojos a la verdad de la
monstruosidad ante mí.
So, soy digna. Me faltaba mucho. No hay una reina de belleza mirando de regreso, no hay
características reseñables en su rostro liso y gordito. Solo el exceso de grasa que envuelve sus
características y la fealdad, la fealdad allí para que todos la vean.
Resuelta, tomo mi decisión. Haré lo que la voz ordena, perderé unos cuantos kilos más.
Con unos cuantos kilos perdidos, me detendría. No sería ir demasiado lejos. Nadie sospecharía
nada. Sería fácil.
No podía ver otra manera.
Sería fácil detenerlo...
Fácil de parar...
Una vez que sea más delgada.
131
Capítulo 16
Lexi
—¿Qué quieres decir con que no puedes volar? —me pregunta Shelly Blair y escucho a Lyle
silbando bajito a mi lado.
—Simplemente acabo de volver de mi fisioterapeuta y ella insiste que no puedo volar en las
escenas acrobáticas pero que todavía puedo bailar. Mi espalda no se puede tocar debido a una
contractura muscular. Los aterrizajes de las acrobacias serian demasiado. Pero puedo bailar sola
al frente del equipo.
Mis mentiras saben a vinagre en cuanto se derraman fácilmente de mi boca pero no me
puedo permitir sentir culpa.
Bien hecho, Lexington. No les dejes tocar tu espalda. Y nunca te sientas mal por mentir. Esto
es lo que debes hacer. Sabes esto. ¿Qué es una pequeña mentira en el camino hacia la perfección?
Enderezando mi espalda, me centro en Shelly y digo:
—Lo siento Shelly, pero esto es lo que hay. No hay otra opción.
Shelly gruñe, su perfectamente pintado labio curvándose por enfado.
—¡Perfecto! El campeonato de la SEC está a la vuelta de la esquina, después el Campeonato
Nacional y mi mejor voladora está de baja. Este año va hacia la absoluta mierda.
Con esto Shelly se va enfadada para consultar a Tanya, la segunda capitana, dejándome
permanecer torpemente en su paso.
—Lexi nena, ¿estás herida? ¿Por qué no me has dicho nada? —dice Lyle con un mohín
mientras pone su mano en mi brazo.
Encogiéndome me aparto de su agarre y cruzo los brazos en mi pecho.
—Mi espalda ha estado haciéndome daño un tiempo y bueno, lo tengo revisado y tengo
que tomar las cosas con calma para el resto de la temporada. Pero aún puedo estar con el equipo,
solo nada muy extenuante.
Lyle hace un mohín dramáticamente.
—Pero tú eres mi voladora. No quiero a nadie más. Hemos sido tú y yo durante toda la
temporada. —Haciendo un círculo con sus dedos índice y pulgar, ligándolos a través del mío—.
Eres mi alegre langosta.
La culpa corta mi estómago y fingiendo una adorable sonrisa, tomo la mano de Lyle con mi
mano libre y la aprieto.
―Estoy segura que vas a sobrevivir.
132
—Umm… —dice con un gesto exagerado de la cabeza y mira hacia otro lado, sólo para
suspirar pesadamente y mirar hacia mí una vez más—. Ahí va otra vez —dice indiferentemente.
—¿Ahí va quién? —pregunto mirando en dirección a Lyle para ver que retenía su atención.
—Austin Carillo, mirándote otra vez.
La mano de Lyle todavía estaba en la mía. Cuando miro por donde estaba entrenando el
equipo de futbol, Austin estaba parado bebiendo una botella de Gatorade, mirando fijamente
nuestras manos.
Claramente no le gustaba que Lyle fuera mi langosta.
Los celos en la oscura mirada de Austin prenden un fuego dentro de mi estómago y le echo
una pequeña sonrisa de apaciguamiento. Su cabeza se mueve sutilmente en dirección a la mesa a
su lado. Entiendo lo que quiere, que me acerque a él… discretamente.
Tirando mi mano de la de Lyle, comienzo a alejarme. Lyle mira mi espalda en retirada.
—¿Y dónde vas ahora Lexi, nena?
—¡Necesito una bebida! —le contesto por encima de mi hombro.
Cuando llego a la mesa, me estiro por una botella de agua y siento un casi insoportable
calor radiando de repente a mi lado. Bajo la mirada hacia el agua de mi mano, fingiendo
entonces mirar hacia el equipo de animadoras practicando sus nuevas piruetas… sin mí.
Una parte de mi murió por dentro. Estaba sacrificando mi pasión para bajar de peso… pero
tenía que hacerlo. No podía soportar aquella sensación de toda la grasa en mi espalda.
—Ese tío que estaba encima de ti le gustan las pollas, ¿verdad? —pregunta Austin
discretamente, sacándome de mi envidia. Está justo a mí lado terminando el resto de su
Gatorade azul.
La pregunta me hace reír y me giro hacia las gradas mientras desenrosco el tapón de mi
botella de agua.
—Ehh… es gay, sí. ¿Por qué? ¿Estás celoso? —me burlo y entonces queda solo el silencio.
Comprobando a mí alrededor y asegurándome que nadie está escuchándonos, inclino mi
cuerpo hacia él. Austin en camiseta roja de entrenamiento y pantalón, está quitando la etiqueta
de su botella con el ceño fruncido en su rostro.
—¿Estás bien? —pregunta y me acerca más. En cuanto inhalo pude oler el sudor de la piel
de Austin, el producto de sus sprints. Pero en lugar de empezar a alejarme me atrae más cerca
todavía. Yo… yo… lo deseaba.
Mis ojos se amplían. Deseaba un chico. Pero…
—No estoy acostumbrado sentir celos, supongo —admite Austin de mala gana.
Todos los malos pensamientos que estaban inevitablemente pasando por mi cabeza sobre
cómo diablos me iba a acostar alguna vez con Austin se pararon y casi jadeo por el choque de su
confesión. Austin solo sonríe por mi reacción pero rápidamente regresa a su sobrio estado de
ánimo.
133
—Algo más te está molestando —digo.
Tirando su botella vacía dentro de la papelera, Austin disimuladamente alcanza mi mano
por debajo y la agarra firmemente.
—El decano ha venido a nuestro entrenamiento esta mañana, advirtiendo que las drogas
están en el campus y esto le presionan a aproximarse a grado de tolerancia cero. Advirtió que si
un futbolista era visto vendiendo o tomando algo, estaría terminado. El puto gilipollas estuvo
mirándome todo el jodido tiempo, Pix. Sabe que yo sé algo. Pude ver la acusación en sus
pequeños malvados ojos.
Estresada por toda la maldita situación, aprieto su mano y digo:
—Austin, tienes que parar a tu hermano y proteger tu futuro aquí en la universidad. Está
yendo demasiado lejos. Se está acercando demasiado a ti para ser pillado. Podría arriesgar todo
tu futuro.
Austin quita su mano de la mía con su rostro adoptando una fría expresión.
—Déjalo Pix. Esta mierda no es asunto tuyo.
Sintiendo como si me hubiera abofeteado le espeto:
—Por lo menos ahora sé mi lugar.
Intento girar para irme cuando Austin agarra mi mano.
—Mierda Pix, no debí decírtelo así. Es solo… solo…
Suspirando, giro otra vez hacia él, murmurando:
—Solamente… me preocupo por ti, eso es todo.
La profunda y oscura mirada de Austin se fija en mí y veo en ellos un destello por mis
palabras.
—Está bien, déjame empezar de nuevo. No existe ninguna jodida manera en que puedas
estar algún lugar cerca de toda esta mierda, a esta parte de mi vida, Pix. Tienes que mantenerte
fuera de los Heighters. Ellos no son un grupo de mariquitas y no quieren que nadie fuera de la
familia conozca sus asuntos. Si Axe y Gio alguna vez se enteran sobre tú y yo...
Tragando con agitación, comienzo a alejarme sin desear oír el resto aquí fuera en público.
Entonces escucho:
—Reúnete conmigo esta noche en la casa de verano. Al Anochecer.
Apretando mis ojos me permito mirar atrás hacia Austin. Mi corazón se encoge. El gran,
tatuado y de aspecto amenazante receptor de los famosos Crimson Tide estaba suplicándome
con sus oscuros ojos.
Inclino la cabeza asintiendo, Austin parece relajarse solo hasta decir:
—¿Porque no saltas en las acrobacias, Pix? Estuve observándote decirle a Shelly que estabas
terminada.
Mi sangre se hiela. Austin se acerca y susurra:
134
—Estas atravesando esa mierda, tienes pensamientos malos, puedes decírmelos. No te
juzgare.
Su ofrecimiento brota en mi pecho y antes de que las lágrimas llenen mis ojos, le susurra de
vuelta.
—Está bien.
No lo haré sin embargo. Austin no lo entendería.
Suelta un resoplido y se extiende para acariciar mi cabello hacia atrás. Ni siquiera me
inmuto y me pregunto: ¿Desde cuándo exactamente es que Austin toca mis "zonas seguras" como
el doctor Lund las llama, es aceptable? ¿Desde cuándo atraviesa mis muros?
Permitiendo el simple tacto de los dedos de Austin sobre mi frente, digo bajito:
—Esto se aplica a ti también. Cuando estés atravesando esa mierda me lo dices. No dejes
que te entierre vivo.
Austin parece sinceramente desconcertado con esto, como si nadie alguna vez le hubiera
ofrecido esto. No responde verbalmente pero puedo ver por la tensión en su fuerte mandíbula lo
que mis palabras significan para él.
—¡Carillo! ¡Pesas! ¡Vamos! —grita alguien por detrás y cuando miro por encima del hombro
de Austin, Rome Prince está a lo lejos con los brazos cruzados en el pecho, mirándonos.
Austin se da la vuelta y le da una mirada molesta.
—Lex —saluda Rome y mueve su barbilla en mi dirección.
—Hola Rome —le devuelvo el saludo alegre, fijando una gran sonrisa en mi rostro y
llenándome de falsa energía.
—Mierda Pix —murmura Austin y me sonríe.
—¿Qué?
—Modera el puto tono alegre de animadora. Es jodidamente raro en ti.
Perdiendo mi sonrisa con la carcajada de Austin, observo mientras se gira y corre por el
campo hacia Rome, JD y Reece juntándose desde atrás cuando se dirigen hacia el gimnasio.
Mientras miro el grupo de amigos pienso en los diferentes que son los cuatro. Especialmente
Austin. Era como si estuviera viviendo una doble vida: estrella de futbol con amigos WASP9 de
clase media por un lado y pandillero en el parque de caravanas cuyo hermano era un líder de Los
infames Heighters entre otras cosas. Todo el mundo en Tuscaloosa temía a los Heighters. Yo ya
no temía más a Austin.
De hecho era todo lo contrario.
—¡Lexi! —escucho mi nombre desde las gradas y cuando miro, Ally Prince estaba de pie en
el primer escalón, haciendo gestos en mi dirección. En cuanto empiezo a andar hacia ella, no lo
9
WASP (acrónimo inglés de White, Anglo-Saxon and Protestant, ‘blanco, anglosajón y protestante’, grupo cerrado
de estadounidenses de elevada posición social, descendientes de británicos y de religión protestante que,
supuestamente, ostentan un poder social y económico desproporcionado en los Estados Unidos.
135
pude evitar pero me río de los futbolistas restantes que estaban terminando sus sesiones, todos
mirando hacia Ally con sus lenguas colgando fuera. Envidiaba las miradas hacia Ally, pero no la
atención. Odiaba esta especie de foco.
Ally Prince es impecable. Y también una de las más cariñosas, más preocupadas personas
que había conocido alguna vez. Lo tenía todo, aunque extrañamente nunca tuvo un novio fijo,
afirmaba que no tenía suerte con los chicos. Encontraba esto incomprensible considerando que
lucía como una maldita modelo y rezaba para que algún día pudiera encontrar su príncipe
encantado. Se merecía ser tratada como una reina.
Cuando me acerco le grito de vuelta:
—Hola chica, ¿qué estás haciendo aquí? ¿Vas a reunirte con el equipo para el campeonato?
—bromeo.
Ally ensancha sus españoles ojos con fingido horror y dice:
—Diablos, no podría ponerme este uniforme ni que me pagaran.
Riéndome, le pregunto:
—Entonces, ¿qué pasa?
—Cass acaba de llamar. La profesora de psicología de Molly acaba de llamar. Molly está
enferma. Cass tuvo que ir a recogerla. Pensamos que podríamos reunirnos todas juntas y cuidar
de ella. Sabes, porque no tiene ningún familiar.
—Oh, no, pobre Molly.
—Entonces, ¿vas a venir cariño?
—Seguro que sí.
Un minuto más tarde, estoy corriendo hacia el vestuario. Agarro mi bolsa de gimnasio y me
reúno con Ally fuera. Está mirándome con expresión preocupada mientras camino rápidamente
hacia ella.
—¿Estás bien Ally? —pregunto cuando empezamos a andar una junto a la otra hacia
nuestra casa de la hermandad—. ¿Estás preocupada por Molly?
—Sí… quiero decir no… quiero decir… —está nerviosa pero después recorre con sus ojos mi
cuerpo y pregunta—: ¿Has perdido peso cariño? No quiero sonar fuera de lugar pero estas
pareciendo realmente delgada con ese pantalón de entrenamiento. ¿Está todo bien contigo? ¿El
equipo no ejercita demasiada presión en ti para perder peso o sí? Shelly puede ser una real perra
con sus acróbatas para que estén realmente flacas y pequeñas.
Los nervios casi hacen vacilar mis pies con sus palabras. ¿Sospecha ella algo? Pero
rápidamente me recupero.
—No chica, estoy totalmente bien. Probablemente solo es todo el entrenamiento de
animadora y estrés de la universidad. Mi clase de economía está pateando mi culo. —Añado con
una forzada sonrisa solo para sonar más convincente.
Ally me observa un rato antes de que una amplia sonrisa se extienda en sus labios. Exhalo
como si hubiese aguantado mi respiración una eternidad.
136
—Me siento como tú, chica. Mi profesor de historia está siendo un maldito tirano. Sigue
diciéndome que si quiero convertirme en directora de museo y obtener mi doctorado necesito
conseguir notas perfectas y esforzarme más en clase. Como te lo digo, ¡es un demonio disfrazado
bajo esa chaqueta de tweed!
Forzando otra risa hacia Ally sé que he desviado su atención cuando empezó a hablar
felizmente sobre cómo tuvo que hacer un voluntariado en el museo local para el final de su
grado.
Entonces la voz surge en mi cabeza.
¿Has oído eso Lexington? Ally observó que has perdido peso. Bien hecho… Bien hecho… ¿Y
Shelly preguntó si sus acróbatas perdieron peso? Pero no te preguntó a ti lo que quiere decir que
piensa que estás delgada. Tienes que seguir haciéndolo. El dulce aroma de la victoria está casi
rodeándonos.
Esta vez no necesito fingir la feliz actitud por la que mis mejores amigas me conocían.
Saber que parecía más delgada, que Shelly pensaba que estoy delgada y que finalmente estoy
llegando a mi meta, me da el natural resorte en mis pasos.
137
Capítulo 17
Austin
―Cualquier droga que se encuentre en alguno de los jugadores de los Tide hará que sea
expulsado inmediatamente tanto del equipo como de la universidad. Llevaremos a cabo una
política de tolerancia cero con las drogas en la universidad y NO se harán excepciones.
»El problema parece estar aumentando, y recuerden mis palabras; ustedes chicos son
modelos a seguir para ésta universidad y para ésta comunidad, no permitiré un escándalo
mientras esté a cargo. Somos un gran cuerpo estudiantil cristiano y nuestra reputación no será
ensuciada por el uso de sustancias ilegales y potencialmente letales.
»¿Ha quedado claro? ―exige el decano. Todo el tiempo está centrado en mí y en mis
reacciones.
Rome se ha encorvado a mi lado en el banco del vestuario, sin duda parece relajado con el
decano y todos los demás mirando, pero el chico parece todo lo contrario. Me doy cuenta por sus
miradas de reojo que estaba enojado con Axel quien continua traficando en el campus,
arriesgando mi puesto en el draft de éste año. Jimmy-Don sacude su cabeza de manera que
también se encuentra molesto, pero ellos no lo entienden. La única razón por la cual mamá ha
estado en un hospital de ricachones en las últimas semanas se debe a los ingresos de Axel y Levi.
Rome se gira hacia a mí después de que el decano se había ido, pero antes que abra la boca
para hablar mierda de mi hermano, lo detengo con un movimiento firme de mi cabeza.
Como de costumbre, Rome se enoja conmigo y se desquita con las pesas antes de irse a ver
cómo está Molly, quién aparentemente no se sentía bien.
***
El sonido del picaporte me tiene mirando hacia atrás desde mi sitio en el sofá frente de la
chimenea apagada. Un segundo después, entra Lexi, vestida con un largo vestido negro y un gran
suéter encima del top. Su ropa le está ahogada, pero fue su rostro lo que me hace saltar y correr a
través de la habitación. Su rostro parece cansado y preocupado.
―¿Pix, qué pasa? ―la interrogo.
Su boca se abre, pero no puede hablar.
―¿Pix? ¿Qué sucedió?
138
Lexi niega lentamente mientras la guio hacia el sofá, tratando de no poner un dedo en su
espalda.
Sus enormes ojos verdes me observan y dice:
—Se supone que no debo decírtelo.
Sonrío.
―¿Otro secreto?
Los labios rojos de Lexi se retuercen, pero responde:
—Esta vez no es mío para contarlo.
Me siento y trato de pensar que puede ser. Mis ojos se estrechan mientras miro a Lexi
jugando nerviosamente con las mangas de su suéter negro y la salida apresurada de Rome del
entrenamiento inmediatamente se me viene a la mente.
―Algo pasó con Molls ―comento más como una afirmación que como una pregunta.
Con un suspiro que sale de su boca, sé que estaba en lo cierto.
―¿Qué le pasó? ―insisto.
Lexi cierra sus ojos un segundo y lentamente exhala.
―Está embarazada.
Mierda. No me lo esperaba. Eso significaba que Rome… ¿Rome iba a ser papá? ¡Mierda!
―Prométeme que no dirás nada. Deja que te lo cuente él mismo cuando esté preparado.
Molls se está volviéndose loca por ello y Rome estaba hecho un lio cuando los dejamos solos.
―No lo haré ―aseguro. Llevando la mano de Lexi hacia mi boca, la beso su palma.
Me doy cuenta del rubor en sus mejillas, no podía compadecer menos a mi Pixie. Me
extraña que una chica de veintiún años aún se sonroje por un beso en la mano.
―Bueno, estoy seguro que lo solucionaran, Pix. Ahora mismo, sólo quiero olvidar todo lo
que pasa allá afuera durante un rato. No necesitamos que nos agobie los problemas de los
demás. Tenemos suficientes con los nuestros.
En ese momento, mi celular comienza a sonar en mi bolsillo. Inclino mi cabeza hacia atrás,
mirando directamente al techo, suelto un suspiro de frustración.
―¿Vas a contestar? ―preguntó Lexi y niego.
―Dejemos que el mundo gire sin nosotros por un momento.
Apenas cortan, el celular comienza a sonar de nuevo. Ésta vez lo saco. Axel solamente
llamaba dos veces cuando era algo urgente.
―¿Axe? ―dudo mientras respondo la llamada.
―Chico, la mierda se está viniendo abajo ésta noche y mamá está mal, necesita sus
medicinas.
―¿Qué mierda? ¿Dónde estás? ―grito y Lexi inmediatamente se queda quieta mientras
aparto mi mano de ella y comienzo a caminar frente hacia la chimenea.
139
―Estamos en Heights. Los Kings acaban de provocar un tiroteo. Dos de ellos están
muertos ―declara Axel como si no fuera nada, como si fuera el día a día en Heights.
La sangre se eleva a mi cabeza.
―¿Dónde demonios está Levi?
Parecía como si hubiera pasado una eternidad antes que Axel respondiera:
—El pequeño hijo de puta se fue por el camino fácil. Está en el remolque con mamá. Le
pedí que se quedara allí hasta que llegues.
Asentí como si Axel pudiera verme.
―Ella no se encuentra bien hoy, chico. Hay que recoger sus medicinas para el dolor.
Rellené la descripción. Solo hay que buscarlas.
―Estoy en ello. Estaré ahí lo más rápido que pueda. ―Pulsando el botón FINALIZAR del
celular, escupo―: ¡Maldita sea!
Una mano suave toca mi espalda, me doy la vuelta para ver a Pix mirándome, había miedo
en todo su rostro.
―¿Qué sucede, Austin? ¿Está bien tu madre?
Su voz tiene un ligero temblor en ella. Me inclino hacia delante y le doy un fuerte beso en
su boca, sorprendiéndonos. Solo necesitaba besarla.
―Necesito buscar las medicinas para el dolor de mamá y levarlas al remolque del parque.
Está teniendo una de sus malas rachas.
―De acuerdo… ―dice, sus ojos están exigiendo más.
Apretando mi puño, agrego:
—Ha habido un tiroteo en Heights. Tengo que comprobar que todos están bien.
La pequeña mano de Lexi comienza a golpear mis bíceps y sus dedos se me clavan.
―¡No! ¡No puedes! ―grita.
Quitando su mano de mí brazo, espeto:
—Sí, tengo que ir, Pix. Es mi familia la que está ahí, ¡como blancos fáciles para los Kings!
No responde nada. Paso por su lado para llegar a la puerta y al instante me detengo.
―¡Mierda! ―escupo en voz alta y oigo a Lexi detrás de mí.
―¿Qué pasa ahora? ―inquiere tímidamente.
―Necesito la camioneta de Rome. Tengo que llegar ahí con rapidez y no tengo tiempo para
tomar tres autobuses hasta casa.
Lexi se acerca y busca en su bolso, saca las llaves de su Prius. Doy un suspiro y voy a tomar
las llaves, pero me las arrebata.
―Conduciré yo ―dice energéticamente.
Riéndome en su cara, rápidamente pierdo el humor y respondo:
140
—¡Ni siquiera los pienses, maldita sea!
―Tienes que conseguir los medicamentos para tu madre ahora mismo, soy la única que
puede llevarte sin que tengas que explicarle tu situación a nadie más. Y sé que no vas hacer eso.
Rome está con Molly. No puedes molestarlos. Así que soy lo único que tienes.
Mi sangre hierve por su actitud obstinada. Así que me acerco a ella, elevándome por
encima de su pequeño cuerpo y la miro a los ojos. Tiene que entender ésta "situación", como ella
lo llama, muy dentro de su cabeza.
―¿Entiendes que esto no son vacaciones en el parque, verdad Pix? ¡Comprendes que hay
dos pandillas que se pelean por los territorios y que puedes recibir un disparo. ¡Un Disparo! Los
tiroteos son reales. Las personas mueren. ¿Entiendes todo eso?
Observo mientras traga lentamente, pero alza la barbilla y dice entre dientes:
—Sé perfectamente como es la situación en tu casa. Ya me lo has explicado, muchas veces.
Pero quiero ayudar a tu madre. Me gusta y soy la única que puede llevarte ahora mismo. Así que
vámonos ―dice y se dirige directamente hacia fuera de la casa de verano, dejándome en el
medio de la sala como un gatito estupefacto.
Apretando mis puños, casi hago un agujero a través de la pared de vidrio. Nunca quise que
Lexi se acercara a esa parte de mi vida. Era jodidamente embarazoso. Y ella, un dispuesto
cordero caminando hacia la guarida de los leones, estaba tomando esa decisión apartándome.
Pero era mi única oportunidad para llegar y tenía que volver a casa.
Maldición.
Éste día estaba empeorando a cada jodido minuto.
***
Mientras nos dirigimos lentamente bajo el antiguo y deteriorado cartel del Westside
Heights, un metal rojo rectangular lleno de mierda colgando de sus bisagras a un lado, las
siniestras nubes oscuras se mueven por encima de nosotros en el cielo. Las gotas de lluvias
comienzan a caer de forma esporádica en el parabrisas del Prius, los limpiaparabrisas chirrían
mientras automáticamente tratan de quitarlas del camino.
Me aferro a las medicinas de mamá en la bolsa de papel blanco, echo un vistazo a Lexi. Sus
ojos verdes se abren de horror mientras va por la jodida calle, ante una increíble vista de la casa
de mi infancia.
Un trueno retumba por encima de nosotros, sonando como una bomba escondida en el
suelo. Lexi salta, contiene el aliento y con los nudillos blancos, se aferra al volante con todas sus
fuerzas.
141
Todo lo que siento es una gran vergüenza por lo que estaba viendo: las oxidadas y grandes
caravanas de mala calidad alineadas de lado a lado, camiones hechos polvo y autos viejos de los
años sesenta para arriba amontonados. Para rematar éste hermoso paraíso, agujas usadas,
jeringas y latas de cervezas esparcidas por toda la calle, algunas flotando por el río que fluye al
otro lado del parque. Este lugar era una jodida mierda y me maldigo por dejar que Lexi venga a
éste basurero de mala muerte.
Aclarando mi garganta, exclamo:
—Gira aquí a la derecha. Es el viejo remolque color crema que está al final, el número
veintitrés.
Los ojos de Lexi me miran nerviosa, e giro para revisar el sitio ante cualquier señal de las
pandillas. Quería sacar a Lexi de éste lugar antes de que Axel, Gio o sus criados con cabezas feas
se dieran cuenta que ella está aquí. Eso sólo causaría problemas. Estoy seguro que en este
momento Axel ya se lo ha dicho a Gio, hasta ahora la pequeña estudiante gótica, que fue testigo
del asunto en el campus, la rata la habían llevado a testificar con el decano. Axel nunca le
guardaba información vital a Gio por mucho tiempo.
El normalmente ocupado sector este era un desierto, en realidad, afuera era un desierto.
Varias cortinas de los remolques rotos o destartalados estaban abiertos por las personas que
nerviosamente revisaban las calles, el habitual comportamiento como consecuencia de los
tiroteos de los Kings. Mi corazón palpitaba en mi pecho mientras nos acercábamos a mi casa de
la infancia, pero como en todas partes, estaba en silencio y tranquilo.
―Detente aquí ―le digo a Lexi y se estaciona junto al remolque. El auto de Axel no estaba
en la entrada. ¡Grazie a Dio!
Mientras el motor se apaga y los parabrisas se detienen, el cielo se abre y la lluvia comienza
a caer contra el metal del auto. Los recuerdos de mi juventud pasan por mi mente. Cuando era
niño, me gustaba estar dentro de un auto cuando se acercaba una tormenta. Alguien me dijo
cuando tenía seis años que el lugar más seguro para pasar una tormenta era un auto. Al parecer,
los neumáticos actúan como aislante de los rayos, así que incluso si recibías uno, estabas a salvo.
Siempre que me sentía asustado de niño (cuando los negocios de los Heighters salían mal,
los borrachos ensuciaban el parque y gritaban furiosos o de un tiroteo) subía a los asientos del
antiguo chevy sin motor de papá en la parte trasera y me acurrucaba, escuchando las gotas de
lluvia caer sobre el techo, cerrando los ojos, tratando de bloquear el dolor.
Era extraño volver aquí con el comienzo de otra tormenta, y con Lexington Hart junto a mí,
de todas las personas… Mi pequeña pixie emo.
Espera… ¿Mi pixie emo?
―¿Vamos a entrar o planeas sentarte aquí afuera toda la noche? ―indaga Lexi de repente,
sacándome de mis recuerdos, de mi consternación por la posesión que sentía por ella. Su voz es
un poco insegura mientras trata de bromear, lo que sólo sirve para alimentar a mis instintos
protectores.
142
―Sí ―respondo y me enfrento a Lexi mientras está sentada en el asiento del conductor,
con su rostro casi presionado contra el vidrio de la puerta y las mangas tocando sus palmas a
medida que muerde nerviosamente la uña de su pulgar.
―Vete, Pix. Encontraré la forma de volver ―le comento.
Se gira hacia a mí con el ceño fruncido.
―No, esperaré por ti. Hay una jodida tormenta justo encima de nuestras cabezas por si
acaso no lo has notado.
Suspirando por su sarcasmo, abro la puerta del auto y salgo, inclinándome para decir:
—Sal del auto, Pix. Estarás más segura allá adentro. Aquí afuera… ―Me callo, moviendo mi
barbilla hacia el parque, dejando que saque sus propias conclusiones acerca de lo que estoy
tratando de decirle.
Volviéndome a la entrada de la caravana , escucho sus pasos apresurados detrás de mí y
sonrío por la rapidez con la que se ha movido. Puede que haya sido sarcástica y seca hace un
minuto. Pero todo eso ha desaparecido en el momento que se queda sola.
Mientras alcanzo el picaporte, la puerta se abre de repente. Levi estaba pe pie delante de
mí, dirigiendo sus grandes ojos alrededor del vacío camping, apresurándome para que entre con
un saludo.
Eso, inmediatamente, pone mis pelos de punta. El chico está asustado como la mierda.
—Lev —digo serio mientras paso más allá de él a través de la puerta. Cuando miro su
rostro, me detengo.
—¿Estás jodidamente bromeando? —pronuncio, mi voz suena tan ardiente como el mismo
infierno. Colocado en la parte izquierda de su mejilla estaba recién tatuada una stidda, la
pequeña estrella negra siciliana de los Westside Heighters. Todos los Heighters eran sicilianos de
herencia. La stidda era un gesto de respeto a los Stiddari. Una rama de la Mafia Siciliana.
Tomando la camiseta de Levi, lo acerco y le pregunto:
—¿El chico vivió o lo mataste?
Levi se columpió incómodamente sobre sus pies y murmura:
—Vivió. Sólo fue alcanzado en su hombro.
Soltando la camiseta de Levi, cierro la palma sobre la pared detrás de su cabeza.
—¡Demonios!
—¿Esa estrella significa que has matado o disparado a alguien? —La voz sobresaltada de
Lexi suena a mi lado y casi maldigo de nuevo. Había olvidado que había excluido esa parte de la
explicación. Olvidé que ella no sabía nada sobre esta vida.
Observando su aturdido rostro, admito:
—La consigues cuando disparas por primera vez a un miembro de los Kings. No importa si
sobrevive o muere. Se trata de disparar por la banda. Probando que estás en esta vida al cien por
cien.
143
La palma de Lexi, cubierta por la manga, se eleva hacia su boca y sus ojos crecen del
tamaño de la luna.
—¿Has… tú has… matado a alguien? —Su concentración estaba en la stidda de mi mejilla,
como si pudiera ver la respuesta si observaba lo suficiente.
Cerrando mis ojos, trato de mantener la calma respirando muy lento por mi nariz.
—Disparé a alguien en el pecho. Nunca supe si lo maté o no.
—¿No te quedaste para averiguarlo? —susurra ansiosa.
Ojeo a Levi vigilándome por mi respuesta también y me encojo de hombros.
—No hacía falta. Axe le disparó entre los ojos antes de que me diera cuenta. Era un
miembro clave de su banda y necesitaba ser eliminado.
El agua se acumula en los ojos de Lexi, siento a Levi dejar caer su cabeza. ¿De vergüenza,
decepción? No quería saberlo.
—Hola, debes ser Levi —dice Lexi, dejando atrás lo que ha descubierto y se dirige a mi
hermano. Observo a Lexi sonreírle con fácil aceptación. Levi se sonroja y asiente. Cuando ella
agita su mano, él muerde el borde de su labio inferior como siempre hace cuando está nervioso.
Me agacho hacia Lexi y deposito un agradecido beso en su cabeza. Estoy agradecido de que
sea tan amable con mi hermano, pero más aún a Dios al saber que tras otro elemento de mi
jodido pasado, ella no ha cortado los lazos y huido.
—Sí, lo soy. ¿Quién... quién eres tú? —interroga tranquilamente Levi a Lexi, y entro para
quedar en la privacidad de la caravana y lejos de ojos entrometidos.
Mientras observa a mi hermano de catorce años tropezar y balbucear su presentación, mi
pecho se llena de arrepentimiento. El chico delante de mí estaba vendiendo coca. Este niño
nervioso y torpe estaba afuera, en las calles, vendiendo nieve a unos drogadictos. Poniendo su
joven vida en peligro para que mamá pueda vivir libre de dolor.
Todo sobre su vida, esta vida, está tan jodidamente equivocado y no tenía ni idea de cómo
arreglarla para él.
—Mi nombre es Lexi —responde Pix y deja ir su mano.
Levi me mira sobre la cabeza de Pix, luego a ella de nuevo, ese mismo sonrojo cubre sus
mejillas. Levi no era como Axel. No estaba lleno de seguridad, no era arrogante o grosero,
pensando que podía hacerse cargo de alguien sin importa qué fuerte sea. No era como yo, todo
hastiado, furioso con todo el maldito mundo y pesimista hasta el extremo. Levi era un pensador;
era silencioso, casi no decía una palabra si no se le forzaba a ello. Prefería escuchar y aprender
que ser el centro de atención. Tenía la habilidad atlética más natural que alguien que conozca. Y
era listo. Jodidamente listo. Y como necesitábamos dinero para Mamma para vivir el resto de sus
días en comodidad relativa, estaba forzado a trabajar en las calles y ponerse a sí mismo peligro.
—¿Eres... la novia de Austin?
144
Mi aliento se detiene ante la inesperada pregunta de Levi mientras espero a lo que Pix
pudiera decir. Cuando sólo le sigue el silencio, siento mi estómago caer hacia el hoyo vacío de la
decepción.
Levi me mira.
—¿Lo es, Aust? ¿Es tu chica?
Caminando hacia los dos, coloco mis manos en los hombros de Levi y anuncio:
—Ella es mi Pix. Es todo lo que necesitas saber.
Veo el ceño fruncido con confusión de Levi, pero oigo la rápida inhalación del aliento de
Lexi detrás de mí y giro para ver una dulce y pasmada expresión en su rostro.
El satisfecho susurro de felicidad fue todo lo que necesitaba. Sentía mi pecho abierto,
exponiendo sin tapujos mi corazón.
—¿Austin? —la voz apenas audible de mi madre llega desde la habitación y, como siempre,
me siento débil al instante. No era un pandillero y posible jugador de la NFL de veintiún años en
este momento. Era un desesperanzado joven cuya madre está muriendo lentamente. Ver a la
Mamma empeorando cada día me estaba matando completamente.
—Sí, Mamma. Sono qui. Estaré allí con tus medicinas en un minuto —grito de vuelta,
entonces, bajo el volumen de nuevo—. ¿Qué demonios pasó anoche, Lev? Eres un jodido
desastre.
Por primera vez desde que entramos, miro realmente el rostro de Levi. Apretando mis
dientes, pongo los dedos bajo su barbilla y alzo su cabeza gacha. Toda su mejilla derecha está
roja y rasguñada, su piel embarrada con sangre seca.
La rabia cubrió mi cuerpo.
—¿Fuiste el blanco en el tiroteo? —Realmente no estaba preguntando porque sabía la
respuesta. Él claramente se tiró al suelo y tenía en su rostro los arañazos de la gravilla como
evidencia.
—Al menos no me dispararon, Aust. Seba y Carlo lo fueron. Carlo en su brazo, pero Seba…
justo en su pecho. Ahí es donde está Axe ahora, en el hospital con Gio, viendo si Seba se
recupera. Por eso el sitio está tan silencioso. —Los ojos de Levi se llenan de lágrimas—. No estoy
seguro que lo consiga… Había mucha sangre y dejó de respirar cuando todos se fueron. —Levi
bajó su cabeza de nuevo y, mientras seguía sus ojos, vi en sus antes zapatillas blancas ahora
manchadas con sangre.
Mis dedos duelen de lo apretados que estaban mis puños. Y, girando, tuve salir del salón de
la caravana para tener un poco de espacio. Tenía que… tenía…
Una amable manó cubre mi hombro, distrayéndome de mi ira, y lentamente exhalo. Sabía
que era Lexi. He llegado a reconocer esa pequeña caricia de su mano en mi espalda, esa reacción
de calma que mi cuerpo adopta cuando está cerca. Esa completa y total paz que sólo consigues
de alguien en quién confías absolutamente.
—¿Estás bien, Austin? —consulta suavemente.
145
Cayendo al sofá rosa-rojo descolorido, paso mis manos por mi rostro y miro a Lexi,
luciendo sumamente fuera de lugar en este descompuesto palacio de hojalata.
—Mi hermano pequeño, quien no podía hablar a causa de la vergüenza cuando te conoció,
acaba de evitar que le disparen, ¿por cuánto? ¿Unos cuantos metros? —Mis dientes se aprietan
instintivamente por el recuerdo, y repito—: Un disparo, Pix. Un maldito disparo.
Lexi baja la mirada hacia mí con ojos simpáticos y se mueve para sentarse a mi lado, con su
pequeña mano envolviendo la mía.
—Honestamente no sé qué decirte ahora mismo, Austin. No tengo recursos con esto. Sabía
que la banda era mala. Inocentemente siempre pensé que no era tan malo como las noticias
hablaban, pero viendo a Levi esta noche, oír más... de tu pasado. Dios, es peor de lo que jamás
pude imaginar.
No sabía por qué, pero eso me hace sonreír. Ella era más fuerte de lo que pensaba,
enfrentándose a toda esta porquería como un pequeño soldado.
Lexi frunce el ceño ante mi reacción.
—¿Por qué sonríes?
—Tú, Pix. Solamente tú.
Mientras Lexi deja caer su cabeza, una enorme luz alumbra fuera, iluminando la parte
trasera de la caravana . Estoy agradecido por esos dos segundos de neón amarillo, porque me
permite atrapar el contento sonrojo que inundan sus perfectas mejillas.
No podía dejar de observar su belleza y, por una vez, deseé que no llevara tanto maquillaje.
La única vez que la había visto libre de ojos khol muy maquillados, labios rojo oscuro y base
pálida gótica fue ese día en las taquillas cuando presenció mi colapso. Había estado preciosa,
toda mejillas rosadas y pecas, y me destrozaba que no pudiera verlo también.
Como si sintiera mis ojos observarla, Lexi alza la mirada hacia mí a través de sus largas
pestañas negras, siento como si mi pecho fuera desgarrado y mi corazón estuviera expuesto. Es
ese momento del que la gente habla. Ese momento donde miras al mismo par de ojos que has
visto unas miles de veces antes, sólo que en esta oportunidad ves algo más en sus profundidades.
Esta vez, es como si miraras a través del objetivo o de unas gafas de espionaje y pudieras ver el
alma del otro... y parece que ser una sola con la tuya.
—¿Austin? Mamma está llamando por ti. —La voz tímida de Levi me arranca de mi fijación
en Pix y levanto mis ojos molestos hacia él.
Mi hermano, al menos, parece arrepentido por la interrupción.
Levi se balancea nervioso en sus pies y murmura:
—Está con mucho dolor.
Simplemente así, mi mal humor se evapora y lo único que siento es tristeza.
—¿Puedes… puedes darle tú las pastillas esta vez, Aust? Creo que he tenido más de lo que
puedo aguantar hoy… Ha sido duro para Mamma… para la banda… y para mí…
146
Lexi, viendo a mí hermano pequeño a punto de romperse, estira su mano y Levi mira a bajo
como si fuera un objeto desconocido. Sus ojos grises se alzan hacia el rostro de Lexi y ella sonríe
para animarlo, asintiendo para que tome su oferta de apoyo.
En este punto, me siento como el peor hermano de planeta mientras veo la reacción de
Levi ante el gesto no familiar de consolación. El chico realmente no conoce el amor. Sólo tenía
siete años cuando Mamma fue diagnosticada y supongo que se perdió ver a Mamma cuando
cantaba y bailaba para nosotros durante horas, distrayéndonos del mundo desastroso justo al
otro lado de la puerta de la caravana .
Para cuando Levi fue lo suficientemente mayor para entender algo, Mamma era casi
incapaz de permanecer sin apoyo y su energía empezó a desaparecer. No había más canto de
Chiara Carillo, antigua cantante soprano italiana. No más bailes que nos hiciera sentir vivos.
La realidad de Levi fue dura; él no tenía ni idea cómo era la Mamma sana, y miraba a Lexi
como si fuera María, la Madre de Cristo, apareciendo ante él. Como si fuera la reencarnación de
la esperanza. Y en ese momento, no vi a un más alto niño de catorce años con una premiada
stidda bajo su ojo izquierdo. Vi a un pobre niño perdido quien tuvo que luchar ante la
adversidad con toda su triste vida, no conocía otra vida que la de angustia, violencia y dolor, no
tenía ni idea que hacer con el afecto incondicional.
Levi traga y, con la mano temblando, levanta los dedos para agarrarse a Lexi. La escena
delante de mí se pone borrosa. Fue ahí cuando me doy cuenta que lágrimas llenan mis ojos
mientras veo a mi hermano pequeño tomar consuelo con el toque de una extraña.
Oyendo el susurro de un gemido detrás de mí, giro la cabeza. Mi corazón flaquea mientras
veo a mi débil y consumida Mamma en su nueva silla de ruedas, sentada en la entrada de su
habitación mirando a Levi agarrarse en mi Pix con expresión de asombro pero aterrorizada en su
rostro. Las lágrimas caen sobre las pálidas mejillas de la Mamma, pero no hace ningún
movimiento para quitárselas. No estaba seguro si no podía reunir energía o si estaba tan
derrotada por la emoción que ni había notado que estaba llorando tan fuerte.
Caminando hacia ella en silencio, los ojos oscuros de Mamma caen sobre mí finalmente.
Estaba vestida con su largo camisón blanco sin mangas y sus manos temblaban con el forcejeo
de sus sollozos.
Mientras quito un mechón sudado del cabello largo de la frente húmeda de la Mamma, su
atención se vuelve de nuevo a Lexi y Levi sobre mi hombro y puedo escuchar a Lexi preguntar:
—¿Quieres un té dulce, cariño? ¿Algo para comer?
—Sí, señorita —tomo la respuesta de Levi y el orgullo llena mi pecho ante Pix. Se está
preocupando por mi hermano mientras yo hago lo que puedo con esta mierda. Se preocupaba
por Levi desde la bondad de su corazón.
Alzando en brazos a mi Mamma, me enderezo y tomo la bolsa de sus medicinas de la mesa.
Mientras la llevo a su cama, aparto las sábanas y la tumbo. No nos decimos nada. Caminando
hacia la mesita de noche para tomar el vaso de agua de la Mamma, echo un vistazo furtivamente
a su rostro. Todavía estaba mirando hacia la puerta como si pudiera ver a través de las paredes
de papel.
147
—¿Mamma? Toma esto —le digo mientras le alcanzo a mi Mamma los calmantes solubles
de color naranja claro. A causa del ELA, su garganta no funciona como antes y el ahogarse ahora
es un riesgo real. Actualmente tenía que tomarse las medicinas mediante intravenosa o bajo la
lengua y, en breve, toda la comida tendría que ser líquida.
Mamma no abre la boca, pero me mira y dice:
—¿Trajiste... a tu... piccolo folleto... aquí, con nosotros?
Suspirando, me siento en la cama al lado de su cama y sonrío al recuerdo de cuán cabezona
había sido Lexi cuando le mencioné que iba a casa.
—Necesitaba recoger tus medicinas y para eso, necesitaba un auto. Ella tiene uno, pero no
me dejaba venir solo.
Los labios de Mamma se sacudieron divertidos.
—Ah, mio caro... ella te ha... robado el corazón.
Iba a discutir, pero tenía la extraña sensación de que la defensa era como una traición a mi
Pix, pero Mamma cerró los ojos e intenta agitar la cabeza.
—No... necesito... oír... tu respuesta para... saber... que es verdad. —Sus párpados se agitan
abiertos y lo que parecía felicidad brilla sobre ellos, eso envía un escalofrío a mi piel—. Tú eres
mi... hijo... carne de... mi carne... parte de tu... alma... vive... conmigo. —Mamma alza
débilmente su mano y la ubica en su corazón—. Siento el... cambio... en ti. Eres... libre... con
ella... —Mamma toma una larga, profunda respiración y añade—: Trae... vida... una paz a... mi
corazón.
—Mamma... —voy a contestar pero deja caer su mano sobre la mía.
—Tesoro, Austin... Lexi è un… tesoro. Una bendición... un tesoro de los cielos... hecha solo
para... ti...
Lanzando una mirada rápida hacia a la puerta de la habitación entreabierta me enfrento a
Mamma nuevamente y le susurro:
—Ella tiene problemas Mamma. Verdaderos problemas con ella misma. Me gusta... mucho.
Admito eso, pero no tengo idea de cómo tratar eso con ella. Si soy siendo honesto eso asusta a la
mierda. Eso la tiene entre sus garras.
Mamma suspira y mira por la ventana absorta en sus pensamientos. Ella ha estado
haciendo eso mucho últimamente como si estuviera acariciando el mundo, comprometiéndose a
observar para recordar.
—Veo su problema Austin... Soy una mujer... Veo lo que... otros no. Ella no ve... belleza
en... sí misma...
Dejo caer mi cabeza y siento el miedo de la verdad ante eso. No quería que tuviera
problemas con su aspecto.
Ella es hermosa.
La Mamma se aclara la garganta torpemente se inclina hacia delante y dice:
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—Todos tenemos secretos... Secretos bien enterrados. Hasta que... encontramos un alma
que... hace que la carga... de esos... secretos... sea sólo un poco... más fácil de... de... llevar.
La respiración de mamá se estaba volviendo dificultosa, así que tomo los calmantes una vez
más y le imploro con una mirada severa que abra la boca. Pero justo antes de que ella lo haga,
susurra:
—Si la amas bien... ese amor... la sanará... pero si no... La destruirá... mio caro. Si le das a
ese amor... y luego se lo quitas… eso... será algo que nunca va a superar...
Una lágrima cae de sus ojos y mi pecho se siente tan fuerte que pienso que mis pulmones
se habían apagado. Mamma se está refiriendo a mi padre. Luca Carillo la había destruido en los
últimos años, pero ella todavía lo amaba ferozmente. Ella no quería que me convirtiera en a mi
padre con Lexi. Quería que fuera el único para sanar a mi Pix, y no destruirla.
Finalmente, haciendo lo que le pido, Mamma deja que las pastillas se disuelvan bajo su
lengua y todo el tiempo sus ojos oscuros observan mi rostro.
—¡Axe! Sabes lo que esto significa. Tenemos que traerlo. Reúne a todos los que tengamos. Es
la maldita guerra, hermano. Tenemos que proteger nuestro territorio. Si perdemos eso, perdemos
todo nuestro dinero y sé lo que eso significa para ustedes muchachos Carillo.
—Caspico Gio.
—Oye Axe, ¿has estado levantando autos de nuevo? ¿De dónde viene este pedazo de mierda
Prius?
Las voces suenan ruidosamente fuera de la caravana . Rápidamente empiezo a meter a mi
Mamma dentro... cuando su mano agarra mi brazo.
—Ve... No dejes que… Levi lidie con ellos...
Asintiendo, me levanto para salir de la habitación, cuando Mamma dice:
—Envíala... dentro... quiero... hablar con tu... folletto.
Eso me hace callar, y miro hacia la sala de estar, Levi está hablando tímidamente con Lexi y
sus enormes y radiantes ojos le devuelven la mirada. El chico ya estaba enamorado de ella; podía
decirlo por su sonrisa tonta de regreso.
—¿Perché? —pregunto a mi Mamma, sin dejar de mirar la hermosa chica que está robando
mi corazón, haciendo a mi hermano pequeño se sienta querido... apreciado.
—Austin, mio caro... envíala... dentro... Es entre yo... y tu tesoro...
Un poco nervioso por lo que pueda ser dicho en mi ausencia, entro en la sala de estar para
ver a Lexi ayudar a Levi con lo que parecía ser la tarea de matemáticas. Cuando me acerco a la
pequeña mesa de café están agachados alrededor, sacudo mi cabeza para que ella se acerque a
mí.
—Así que completa las preguntas tres y cuatro, voy a comprobar si son correctas en tan
sólo un minuto. Vuelvo enseguida.
Lexi se pone de pie y comienza a caminar hacia mí. Levi se gira de color rojo brillante ante
mi expresión de complicidad y se ocupa de trabajar en su álgebra.
149
Tomo la mano de Lexi, tiré de ella hasta la cocina, para mantenerla fuera de la vista. Antes
de que tuviera tiempo de hacer preguntas, ahueco sus mejillas con mis manos y tiro de su rostro
más cerca y aprieto mis labios contra los suyos.
Un gemido entrecortado escapa de su boca y sus pequeñas manos aprietan mi camisa. Tan
pronto como esa lengua suya se asoma a través de sus labios y en mi boca, me pierdo. Girando
alrededor de Lexi, la empujo contra el mostrador y gruño mientras sus brazos rodearon a lo largo
de mi espalda, haciendo que mi entrepierna se presione contra la suya. Mi pene está duro y
puedo sentir el calor del cuerpo de Lexi arrastrándose en oleadas.
A medida que los segundos pasan, el cuerpo sin experiencia de Lexi empieza a relajarse,
cada vez más ante mi tacto. Cuando sus manos se deslizan hacia arriba y se enroscan en mi
cabello, ya no estoy pensando bien y envuelvo mis brazos alrededor de su espalda, golpeando su
cuerpo apretado contra mí pecho hasta que está al ras con el mío.
A medida que un rayo de un enorme de trueno sacude los cimientos de la caravana , Lexi se
queda inmóvil como si hubiera recibido un disparo. Sus labios de repente se congelaron en los
míos y sus manos se deslizan de mi cabello. Sus gemidos se volvieron más duros ahora, y a través
de la niebla loca por el sexo que está nublando todo pensamiento racional, me parece que es un
signo de placer, hasta que siento la humedad en sus mejillas.
A medida que me aparto, me doy cuenta de las silenciosas lágrimas que caen por las
mejillas de Lexi. Sus ojos de color verde pálido se habían vuelto vacíos y me hiela la sangre.
Ella está en su lugar oscuro, partiéndome en dos de nuevo.
Mientras me voy retirando de nuestro abrazo, me toma un momento darme cuenta de
donde mis manos estaban: planas en su espalda, mi pulgar frotando inconscientemente en su
columna vertebral.
¡Mierda!
Apartando mis brazos lejos y manteniéndolos en el aire, le susurro:
—¿Pix? ¡Pix! Regresa a mí. Estoy fuera de ti. Sólo regresa a mí.
Sé en el momento en que mi voz se ha roto cuando ella comienza a jadear y revolotear sus
pestañas, sacándola de su trance. De esa jodida voz que dice que constantemente la tienta y la
atormenta.
—Pix. —Quiero hablar, pero ella tira de las mangas negras de su suéter sobre sus palmas y
las cierra sobre su boca.
—Tocaste mi espalda —susurra ella—. No me puedes tocar en la espalda. ¿Por qué tocaste
mi espalda? Debe haber diez, pero sólo hay siete. No es suficiente. Él tiene razón. Es que no es
suficiente... —Su voz es frenética mientras habla mal de sí misma y se eleva en un tono agudo.
Lexi se tambalea hacia atrás, hasta que golpea el mostrador, pero su incesante murmullo no
se detiene.
Lanzando mis ojos hacia la puerta, escucho las voces que provenían de afuera cada vez más
cerca y como el infierno que quería a Axel supiera que Pix estaba aquí... especialmente actuando
de esta manera. Él no iba a entender nada de eso. No iba a aprobar que esté con ella.
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Con una cautelosa marcha lenta hacia adelante, atrapo a Lexi con mis brazos y presiono mi
frente con la de ella. —Pix, respira. Uno... dos... tres... cuatro... —Sigo y veo el momento en que
Lexi está de vuelta, con su pecho tratando de seguir el ritmo por mi cuenta—… cinco... seis...
siete... ocho...
—Axe, busca al chico. Tenemos que hacer nuestro movimiento.
La voz de Gio atraviesa mí cuenta y miro la puerta, esperando pacientemente a que se abra,
tratando de pensar cómo puedo ocultar a Pix.
—Estoy tranquila. Estoy tranquila… —La voz tranquila de Lexi atrae mi atención de nuevo
hacia ella.
—Mierda, lo siento, Pix —susurro y meto mi cabeza en el hueco entre su hombro y su
cuello, sólo respirando el aroma que era toda ella.
Tomo la mano levantada de Lexi, sacudiéndose furiosamente mientras se mueve detrás de
mí. Me sorprende cuando aterriza en la parte posterior de mi cuello y suelto un suspiro que ni
siquiera me he dado cuenta estoy sosteniendo.
—Está bien. Está bien. Sólo entré en pánico —dice Lexi lentamente y sabía que estaba
tratando de convencerse a sí misma tanto como estaba intentando convencerme.
Retrocediendo mi cabeza, le doy un beso en los labios con vacilación, hablando contra su
boca.
—Me olvidé, Pix. Sé que es una terrible excusa. Pero me olvidé.
Lexi cierra los ojos, inhalando profundamente por la nariz, y cuando sus párpados se abren,
ella parece un poco mejor.
—¿Austin? —La débil voz de mi Mamma flota en el remolque mientras el viento comienza
a aullar fuera y las ramas de los árboles comienzan a arañar las ventanas con la tormenta.
Si el tiempo estuviera representando el estado de ánimo de una situación, entonces, no
podría haber sido más apropiado como está en este momento.
—¿Si, Mamma? —le contesto, pero nunca, ni una vez alejo la mirada de mi Pix. Los ojos de
Lexi se quedan fijos en los míos también.
—Lexi... quiero... que ella venga aquí —grita y empieza a toser debido al esfuerzo.
Me doy cuenta de las cejas fruncidas de Lexi, pero, agachando la cabeza, ella se lanza a
caminar a mí alrededor, y levanto mi brazo para agarrar su mano.
Lexi pone su todavía agitada mano en mi mejilla y asiente que está bien.
Maldición, pienso mientras me trago mi culpa.
Mientras observo a Lexi caminar tímidamente hacia la habitación de mi Mamma, con los
brazos envueltos alrededor de su estómago, el pomo de la puerta delantera lentamente comienza
a girar.
Corriendo hacia la puerta, empujé la perilla, la puerta se abre de golpe con la ayuda del
fuerte viento. Mirando hacia mí, en estado de shock, estaban Axel, Carlo y Gio. Carlo sostenía
151
firmemente sus bíceps. Recuerdo que Levi dijo que había recibido un disparo. Parece que fue
sólo un rasguño, otra raspadura con la muerte para los Heighters.
—¡Austin! —dice Axel, instantáneamente feliz. Caminando desde el remolque hacia el
parche de grava del patio, cierro la puerta detrás de mí y entro en la fuerte y turbulenta tormenta
y, extrañamente, en la compañía de mi pesado y turbulento grupo.
—Axe. Gio. Carlo —saludo, asegurándome de que la puerta de la caravana está cerrada,
pongo mis manos en los bolsillos, con el viento rasgando a nuestro alrededor como un huracán.
Axel se pavoneaba hacia mí y cuelga su brazo alrededor de mi hombro.
—¿Conseguiste los medicamentos de mamá, chico?
—Sí, acabo de dárselos.
Atrapé a Gio sonriéndome y señala el Prius.
—¿Conseguiste eso de algún estudiante de trasero rico?
Encogiéndome de hombros, me libero de mi deseo de dejar caer su trasero en el suelo.
—Sólo lo tome prestado de alguien que conozco.
Axel se echa hacia atrás y me mira raro.
—¿A quién diablos conoces que conduzca un puto Prius?
—¿Algunas de las admiradoras de los Tide que te estés tirando? —dice Carlo, con una
enorme sonrisa.
—Claro —le contesto con evasivas y miro de nuevo a Axel—. Seba, ¿está bien? Lev dice que
recibió uno en el pecho.
El rostro de Axel se ensombrece de tristeza y sacude su cabeza.
—Falleció en la sala de emergencias. Otro hermano muerto. —Axel se santigua sobre su
pecho con la mano y vi a Gio hacer lo mismo.
Suspirando fuertemente, me froto con la mano la frente.
—Tenemos que hablar, Aust —dice Gio en serio, y miro en su dirección—. Te necesitamos
de nuevo en el equipo, sólo hasta que podamos conseguir el mejor de los Kings. Ya tomó tres
kilómetros de territorio en cuestión de semanas y ahora están buscando tomar el campus de la
UA. —Me mira durante unos momentos de silencio, y luego añade—: Ellos saben que estás ahí y
están hablando de acabar contigo.
—¡Joder! —susurro. Gio se adelanta y mueve su barbilla hacia Axel. Este último metió la
mano en el bolsillo interior de su chaqueta y saca una pistola 9mm. No, tacha eso, mi vieja
pistola 9mm.
Axel la tiende para que la tome.
—Tu famiglia te necesita, chico. Tenemos que mantener el césped para hacer billetes. Los
tratamientos de mamá sólo van a costar más a partir de ahora. Eso es lo que somos, los Carillos
juntos.
152
Miro las cortinas de la habitación de la Mamma y mi corazón se ensombrece cuando veo
que la ventana está ligeramente abierta. Habrá escuchado todo lo que acababa de decir.
—Mira, Axe, vamos a pensar en otra cosa. Voy a tragarme mi maldito orgullo, lo haremos y
le pediré a Rome que nos ayude con las cuentas de mamá
—No, joder, ¡no lo harás! No recibiré limosnas de caridad de esos ricos de mierda. ¡Odio al
idiota! Lo haremos de la manera Carillo, la manera italiana. La forma de la calle.
Mis dientes se aprietan juntos y doy un paso hasta Axel.
—Esta es la última vez que dices algo en contra de Rome. Es tan cercano para mí como un
maldito hermano.
Axel había empezado a sonreír hacia mí, hasta que expuse la última parte, y entonces, todo
lo que vi fue fiebre e ira en su rostro.
—Vamos a aclarar esto ahora mismo. Rome puto Prince no es tu hermano, niño —
escupe—. No es más que algún jugador de fútbol de trasero rico ya sabes, un jugador de fútbol
de trasero rico que está usando su trasero de mierda blanco y pies rápidos para llegar a la NFL.
No conoce esta vida, no entiende lo que se necesita para sobrevivir aquí en el oeste. Y a partir de
este día en adelante, estarás traficando en el campus junto a mí y trayendo tu trasero
universitario aquí en los Height cada vez que te llame. A la mierda el fútbol, chico. Esta mierda
es acerca de nuestro futuro. Se trata de la famiglia. Ahora. —Axel golpea mi 9mm en mi pecho,
poniendo toda su impresionante fuerza detrás de ello—. Sé un hombre de una puta vez.
Tenemos trabajo que hacer.
Agarrando el arma en mi mano, sintiendo el familiar metal rayado bajo mis dedos, mi
corazón cae cuando Axel se gira hacia la puerta de la caravana . Axel mira hacia atrás a Gio.
—Iré a buscar a Lev. Luego, vamos a dar un paseo más allá de los Kings. Esta noche es en la
que mi pequeño hermano se ganara el derecho a usar esa Stidda en la mejilla. —Axel luego me
mira—. Eso va para ti también, chico. Tú vas a venir también.
Como si todo cambiara a mitad de movimiento, dos pensamientos instantáneamente pasan
a través de mi cabeza. El primero es que Pix está en ese remolque, y si Axel la ve, él iba a echarla.
El segundo era que no había manera en el infierno de que Levi entrara en eso, maldición. Ya
había tenido un roce con la muerte esta noche. No iba a buscar otro.
El miedo y el instinto de protección me hacen decir las palabras que me prometí a mí
mismo no volver a decir de nuevo.
Justo cuando Axel comienza a abrir la puerta, doy un paso hacia delante y tiré de él hacia
atrás.
—Iré contigo, traficaré coca de nuevo con ustedes, con una condición.
Axel mira sobre mi cabeza hacia Gio y, cuando obtengo su atención otra vez, lo miro con
una mirada mortal. Esto es entre la familia de verdad, sangre de verdad.
—Lev no traficará, ya no. No irá de patrulla y definitivamente no irá armado. Me vas a dar
tu palabra ahora por este acuerdo y me tendrás de vuelta.
153
—¿Estarás de vuelta? ¿A cien por cien? —pregunta Axel, con un brillo emocionado en sus
ojos oscuros.
—Cien por cien —contesto, mi promesa parece que está rompiendo mis sueños mientras se
desliza de mis labios. Cuándo Axel y Gio tienden sus manos, casi flaqueo en el trato. Pero
mientras cierro mis ojos y pienso en Levi nerviosamente tomando la mano extendida de Lexi y a
mi Mamma llorando lágrimas de felicidad mientras lo ve encontrar consuelo en ese toque, todas
mis dudas se desvanecen.
Dos apretones de manos después y, parado en medio de la lluvia torrencial, siento un
pedazo de mi alma morir.
Una parte de mí sabe que era la peor decisión que he tomado en mi vida. La otra estaba
sólo agradecida de que mi hermano pequeño ahora tuviese una oportunidad de más. De hacer
algo de sí mismo. Para salir de esta vida.
—Carlo, ve a buscar el auto. Esta noche actuamos —ordena Gio, y Carlo, todavía agarrando
su brazo herido, empieza a caminar en dirección al remolque de Gio para tomar su viejo
Challenger.
Axel pone su mano en mi hombro mientras Gio casi vibra de emoción por la venganza
contra los Kings.
—Entonces éste es el plan…
El sonido de la puerta de la caravana se abre y golpea contra la pared hace que me dé la
vuelta sorprendido, ahí de pie está Lexi en la parte superior de las escaleras, jadeando
fuertemente y con los enormes ojos verdes llenos de miedo.
Como si ella no estuviese mirando a nadie más, su mirada se concentra en la mía y su voz
temblando, dice:
—No Austin, no lo hagas. ¡Por favor no lo hagas!
Gio se adelanta y silba.
—¿Quién es esa perra?
Me enfurecí.
Saltando hacia delante, me lanzo hacia Gio, dándole un puñetazo en la mandíbula, este cae
sobre el mojado y embarrado suelo. Pasando por encima de su despatarrado cuerpo en el suelo,
hago un movimiento para llegar a Pix, cuándo Axel me agarra del cuello de mi camisa y me
golpea contra el capó del Prius.
—¿Qué diablos hace ella aquí? —habla bruscamente, su voz gutural con rabia y su rostro a
sólo unos centímetros de la mío.
Pataleando, trato de lanzarlo fuera, pero no tengo suerte. La posición en la que me tiene le
asegura que no pueda moverme. Atrapo a Lexi gritándole para que me deje ir, aunque, eso casi
me mata.
—¡Déjala! —grito.
154
Las cejas de Axel se elevan con sorpresa y parecía genuinamente desconcertado por mi
reacción.
—¿Te acuestas con la perra? ¡La maldita perra que presenció el trato y no tuvo dudas para
delatarme al jodido decano!
Levantando la cabeza, me disparo hacia delante, golpeando mi frente en la nariz de Axel.
Este último se retira, con sus manos cubriendo su rostro y tomo la oportunidad para levantarme.
Cuando mis botas aterrizan en el barro, mis pies resbalan en un charco. Mis manos golpean el
sucio suelo y, cuándo miré hacia arriba, Gio se había levantado y estaba yendo hacia Lexi, que
estaba congelada en la puerta.
—¡NO! —grito y me echo a correr, mientras Axel me aborda desde atrás, tirándonos a
ambos al barro.
—Gio, si la tocas, ¡te mataré! —le amenazo tan alto como puedo bajo el pesado peso de
Axel.
Gio me mira y toma la navaja de su bolsillo, una raya de brillo se refleja en su hoja a lo
lejos.
—¡No! —Trato de girar la cabeza hacia Axe, pero su hombro me tiene sujeto—. Axe,
apártate de mí maldita sea. ¡Le va a hacer daño a Pix!
—¿Pix? ¿Qué demonios significa eso? —escupe en mi oído.
—¡Ella es mi puta chica, imbécil! ¡Ella es mi chica! ¡Y si algo le pasa ella, te pondré en el
jodido suelo, hermano o no! —le amenacé.
Axel se inmovilizó, y podía escuchar la mísera lluvia contra el suelo y la pesada respiración
de Axel… eso y los repentinos gritos de Lexi.
Ajustando mi cabeza hacia el rostro de Pix, grito con frustración cuándo Gio la agarra por
su cabello y la arrastra por el inundado patio, obligándola a mirar hacia mí. Las lágrimas están
cayendo por su rostro, pero esas lágrimas se secan pronto como Gio rasga a través de la costura
de la parte posterior de su suéter, liberándolo, presionándose el mismo en su espalda, sonriendo
en mi dirección.
—¿Es tu chica, Austin? ¿La puta que vio mis negocios en la UA?
Me congelo, y a través de mis apretados dientes, afirmo:
—¿Así que le hablaste de ella, Axe? ¡Te aseguré que lo tenía controlado! Esperaba que por
una vez no fueras una perra y le contases todo a Gio. —Axel no dice una mierda en respuesta y la
traición de mi hermano sólo parece añadir más combustible a Gio.
—Sí, Aust. Axe aquí me lo contó todo. Le advertí que si tú me tocabas otra vez, pagarías
por eso. Y parece que este monstruo feo es tu talón de Aquiles.
—Gio lanza suéter el hecho trizas de Lexi al suelo y recorre su dedo índice a lo largo de su
columna vertebral, todo el tiempo con esa maldita espeluznante sonrisa en su rostro.
El rostro de Lexi se queda vacío y mi corazón se parte en dos. Ella estaba en su lugar malo. Se ha
dejado… todo porque la están tocando en su jodida espalda.
155
Mis ojos se cierran y le aseguro a Axel:
—Tienes cinco segundos para quitarte de encima, Axe, no es broma, hemos terminado.
Pillo la fuerte respiración de Axel. Nosotros podríamos no compartir los mismos códigos
morales o éticos en la vida, pero lo quería. Era mi sangre y entendía el significado de lo que
estaba diciendo.
—¡Quítate de encima de ella, maldita sea! —Escucho el terror de una voz masculina gritar,
y al abrir los ojos, veo a Levi de pie en frente de Lexi, con los brazos extendidos hacia Gio. Al
principio no veo la pistola, pero cuándo Gio levanta sus manos, con su rostro enmudecido,
vislumbro el brazo temblando de Levi mientras él estaba por encima del cuerpo encorvado de
Pix, con sus ojos fijos completamente en el suelo. Ella estaba murmurando para sí misma; se
encontraba escuchando a la voz.
—¡Maldición! —silba Axel, y de repente estaba fuera de mi espalda y arremetiendo contra
Levi. Este ve a Axel acercarse y agita el arma entre Gio y nuestro hermano.
Mientras me impulso desde el suelo, con mi camisa negra y mi pantalón ahora manchado
de barro, me acerco a Levi lentamente.
—Lev, cálmate —articulo con cariño. Los ojos grises de Levi están enormes por la
adrenalina y me indica con la punta de su barbilla que me acerque hacia él y Pix.
Dejando escapar el aliento contenido, bajo hasta el suelo y la subo hacia arriba, la levanto
en mis brazos, el agua de la lluvia se desliza por su fría piel.
Con un enorme suspiro, los dedos de Lexi se agarran a mi piel y sus ojos se fijan con fuerza
en los míos.
—Austin… —susurra y miró hacia abajo, retorciéndose en mis brazos como si acabase de
entender que la estaba sosteniendo en el aire.
—Austin, por favor, soy muy pesada —dice avergonzada.
Mi corazón se hunde por cómo ella se expresa con preocupación, y, atrayéndola hacia mis
labios, le susurro:
—No eres ninguna carga para mí, Pix. Tu peso no es nada. Estás a salvo en mis brazos, tú
me perteneces maldita sea.
Los labios de Lexi comienzan a temblar y sus ojos se llenan con lágrimas frescas.
—Axe, necesitas hablar a tus hermanos antes de que se olviden a quien están jodiendo. —
Gio está mirando a Axel, y por una vez, veo lo que parece miedo en la expresión de Gio. Sé que
sin Axel, su maldito grupo se vendría abajo. Axel era el espeso pegamento que mantenía a los
chicos Heighter bajo control. Y sin importar cuánto amara Axel a su pandilla, sabia, no, rezaba
para que hubiera una cosa que amara más: nosotros.
—¡Cierra tu maldita boca, G! —espeta y se acerca lentamente a Levi—. Levi, baja el arma.
No voy a tocar a la perra de Austin. Él ha tomado su decisión.
Levi tiembla.
—¡Se llama Lexi!
156
Los dientes de Alex se aprietan y dice:
—Está bien. No voy a tocar a… Lexi.
Levi mira hacia mí, asiento para que baje el arma. Bajando cuidadosamente sus brazos, Levi
mete la pistola en la cintura de sus jeans y Alex suelta un maldito suspiro de alivio.
Gio pasa rápidamente por nuestro lado hacia su Challenger mientras las luces se
aproximan.
—Controla a tus malditos hermanos, Axe, o yo mismo voy a lidiar con ellos. —Abriendo de
golpe la puerta del pasajero, Gio sube, el chirrido de los neumáticos húmedos rocía todo el lodo
sobre nuestro remolque color crema
Un trueno resuena a lo lejos mientras los tres chicos Carillo llegan casi a punto muerto,
bajo un aguacero, conmigo apretando a mi Pix contra mi pecho, Axel y Levi mirándose con odio.
Lanzando una mirada hacia mí, Axel frunce el ceño mientras me ve besar en la cabeza a
Lexi y se ríe sin humor.
—¿Así que estas jodiendo a la perra que nos vio traficando? ¿La única perra que podría
testificar lo que estábamos haciendo en el campus?
Aprieto mis dientes mientras Lexi, quien aún está entre mis brazos, comienza a temblar de
frio. ¿O era miedo de Axel? Probablemente una combinación de ambas.
—¡Eso no es de tu maldita incumbencia! Pero es mía; no te equivoques sobre eso.
Esta vez Alex si se ríe.
—Joder, chico. ¿Actúas así por un pedazo de coño? Mierda, hijo, ¿en qué demonios estás
pensando?
Lexi se estremece como si hubiese recibido una bofetada, me giro hacia Levi.
—Ve a buscar su bolso de adentro. Necesito sus llaves. Voy a llevarla a casa.
Levi corre dentro de la caravana sin preguntar y, sólo unos segundos después, pulsa la llave
por lo que el auto se abre automáticamente. Bajo a Lexi hasta el asiento del pasajero y, poniendo
las llaves en la ignición, enciendo el termostato a todo volumen. Lexi se acurruca en el asiento y
sus ojos petrificados recorren el estacionamiento.
Nunca me perdonaré por traerla aquí.
Dejándola dentro, miro a Levi.
—¿Cómo está Mamma?
—Está dormida —dice y deja caer su cabeza para mirar el suelo.
—Vieni qua 10 —digo y Levi caminó lentamente hacia mi hasta que está a unos pocos pasos
y, agarrando la parte de atrás de su cabeza con mi mano, lo acerco hacia mi pecho—. Grazie,
fratello11.
10
11
Ven aquí.
Gracias, hermano.
157
Levi envuelve sus brazos alrededor de mi espalda y sólo para mis oídos dice:
—Me gusta. No la ahuyentes. No quiero que se vaya.
Un nudo bloquea mi garganta y asiento contra la cabeza de Levi.
—Entra. Cierra la puerta de la caravana , todas las cerraduras y no le contestes a nadie.
Tengo mi celular conmigo. Llámame si me necesitas. En cualquier momento, ¿entiendes? Me
quedaría, pero necesito llevar a Pix de regreso a la universidad. Ella no pertenece aquí. No
merece toda esta mierda de Gio y Axel. La dejaré y volveré.
Levi retrocede, mirando a Lexi sobre mi hombro, la saluda, luego se mete en el remolque.
Escucho las cinco cerraduras cerrarse detrás de él. La Mamma y él estaban a salvo.
—Estas jodido, niño —dice Axel detrás de mí ahora que estábamos solos, me gira para
enfrentarlo. Estaba limpiando la sangre que aún chorrea debajo de su nariz.
Caminando hacia él, empujo su pecho y le suelto:
—No. ¡Tú estás jodido! Qué clase de maldito hermano eres para Levi y para mí, ¿eh?
¡Esperas hasta que seamos lo suficientemente mayores y luego nos metes en esa pandilla! —
Pincho su amplio pecho—. Así que soy yo quien dice que tú eres quien está jodido Axel. ¡Tú!
Empiezo a alejarme, cuando Axel dice:
—Me importa una mierda lo que pienses de mí, Austin. Cuando papá se fue y Mamma
enfermó, hice lo que tenía que hacer para que sobreviviéramos. No espero que lo entiendas,
súper estrella.
Jodidamente odiaba cuando me llamaba así.
Acercándome a Axel, lo miro directamente a sus ojos marrones y exclamo:
—Levi esta fuera. ¿Escuchaste? El chico no tiene el estómago o el corazón para esta vida.
Merece más, más que tú y yo como hermanos.
Axel negó, pero pude ver por la palidez de su rostro que llegué a él.
—Lev se queda en la pandilla, lo siento, hermano, pero tú también volverás. Puede que
tengamos quejas el uno del otro, pero los Kings y las cuentas médicas de la Mamma aún estarán
apilándose sobre nuestras cabezas mañana.
Lo miro sin decir una palabra, luego giro sobre mis talones y me alejo.
—¿Aust?
Mis pies se detienen y digo cansadamente:
—¿Qué, Axe?
—Me quedaré con el niño y Mamma esta noche. Los protegeré. No es necesario que
vuelvas. Lo prometo.
Exhalo a través de mi nariz y comienzo a caminar hacia el auto.
—Bien. Preferiría no tener que enterrar a mi Mamma y a mi hermano en el mismo jodido
año.
158
Unos segundos después, escucho a Levi dejar que Axel entre en el remolque y las cinco
cerraduras cerrarse de nuevo.
Saltando dentro del Prius, no me lleva mucho tiempo salir del parque de caravanas y
empezar a acelerar por la carretera de regreso a la universidad.
La lluvia había comenzado a detenerse, y miro a Lexi, que está mirándome, con la mayor
parte de su pesado maquillaje corrido por la abundante lluvia.
Amaba esas pecas que salpicaban su nariz. Joder, estaba empezando a amar todo de ella,
punto.
Mientras aprieto el volante bajo mi mano, digo:
—Pix, lo siento mucho.
Lexi no dice una palabra, y mientras la miro otra vez, ni siquiera ha cambiado su expresión.
—Pix, por favor, sé que estas herida, pero solo quiero decir…
—Ve a la casa de verano, Austin.
Miro dos veces a Lexi, completamente confundido.
—Te voy a llevar de vuelta a la casa de la herman…
—Ve a la casa de verano —repite, con severidad.
—¿Por qué Pix? —indago y contengo el aliento, esperando la respuesta.
La pequeña mano de Lexi se extiende nerviosamente por los asientos y aterriza en mi
muslo.
—Porque nunca me sentí más segura en mi vida que contigo. Quiero estar contigo en el
lugar que me mostraste por primera vez los verdaderos colores. —Me mira a través de sus largas
pestañas—. Porque aún no estoy lista para dejarte.
Bajo mi mano sobre la de ella y añade:
—Porque te necesito Austin. No hay nada más que eso. Te necesito. Eso debería ser razón
suficiente.
A pesar de mi ropa mojada, la tela helada pegada a mi piel, todo lo que siento es calor
mientras las palabras de Lexi fluyen por mi cuerpo.
—Joder, Pix —digo con voz ronca, y aprieto sus dedos más fuertemente con los míos.
—¿Eso está bien?
—Más que bien —digo con una risa.
—¿Y por qué? —cuestiona tímidamente.
Llevando sus dedos a mis labios, presiono un sólo beso en su palma, todo el humor
desaparece.
—Porque yo también te necesito malditamente mucho. Jodidamente mucho para luchar
contra con ello.
159
Capítulo 18
Lexi
El ambiente afuera es extraño después de una tormenta, como si la madre naturaleza se
hubiera toma un muy ganado descanso después de destrozar el mundo. El viento desciende y el
cielo se vuelve completamente gris negruzco y silenciosamente siniestro.
Mientras Austin y yo caminábamos cautelosamente hacia la casa de verano, evitando ser
vistos por ojos entrometidos, no había ningún respaldo del trinar de los grillos, ninguna lechuza
ululando; todo está en calma, casi reflexivo en su tono. Incluso la voz en mi cabeza parece estar
tomando un descanso de torturar mi mente.
Mirando hacia el balanceo del crepuscular cielo, las nubes se están moviendo lentamente,
recuperándose de una noche turbulenta. Sé cómo se sienten ellos. Todavía estaba aturdida por el
enfado de Gio y Axel dirigido hacia mí, pero más que eso, mi pecho estaba lleno de respeto hacia
Austin. Me ha protegido y cuidado. Eligió defenderme por encima de su hermano mayor.
Aunque me arriesgo a echarle un vistazo, por el rabillo del ojo, no puedo evitar sentirme
sin aliento. Él está mirando fijamente a nuestros dedos entrelazados con un destello de
incredulidad en sus marrones ojos italianos. Como si no pudiese creer que estemos aquí juntos.
Aún sin saber que lo está mirando, Austin casualmente levanta nuestras manos unidas
hacia su boca y presiona un beso en la parte posterior de la mía. La piel de gallina rápidamente
acosa mi cuerpo, cosa que no tiene nada que ver con la fría brisa en mi empapada piel, todo es
mejor siendo querida y lo suficientemente digna para ganar la protección de Austin.
Suspirando felizmente, pongo mi cabeza en sus gruesos bíceps.
Me hace sentir muy segura.
Mientras llegamos a la puerta de la casa de verano, Austin comprueba a nuestro alrededor
para asegurarnos que nadie nos está mirando y, dejando caer nuestras manos, busca la llave de
su empapado y embarrado bolsillo del pantalón y silenciosamente abre la pesada puerta de
madera.
Cuando entramos, Austin levanta su dedo hacia mí para que esperase en la entrada y
rápidamente se mueve alrededor de la larga casa y de sus largas ventanas para correr las pesadas
cortinas y cerrarlas.
Miro a Austin mientras se gira hacia mí, con esa misma expresión de incredulidad
resaltando en su rostro por el reluciente cielo lleno de estrellas encima de nosotros, brillando a
través del tragaluz.
Su camiseta negra estaba ceñida y resbaladiza sobre su definido y musculoso torso. Su jean
húmedo no está mucho mejor. Su negro y desordenado cabello se había secado con un estilo
casual, amontonándose y desordenado en todas las direcciones, lo que, si es posible, sólo lo hace
160
más atractivo de una forma salvaje y fuerte. Sus tatuajes se doblan y flexionan a cada paso que da
en mi dirección. Parece casi como si Jesús en su crucifijo estuviese respirando.
Mi corazón es como una mariposa en mi pecho, los golpes rítmicos bombean a través de mi
cuerpo, tan fuerte que puedo sentirlos palpitando bajo mi piel desde mi cabeza hasta mis pies.
Algo intensamente sexual brilla en los ojos negros de Austin, e instintivamente, envuelvo mis
brazos alrededor de mi pecho cómo si fuese a detener del desconocido enrojecimiento en mii
misma, efecto de su atención.
Austin se detiene justo ante mí, con su cálido aliento en mi rostro. Me quedo mirando el
tatuaje de la paloma en su cuello, tratando de concentrarme en los detalles del trazado-de-lasplumas en sus alas extendidas, sólo para tratar de calmar mi frenético corazón.
Con un dedo aparta un mechón de cabello de mis ojos, suavemente baja por mi mejilla y a
lo largo del puente de mi nariz. Atrapo el labio superior de Austin sacudiéndose y curvándose en
una sonrisa.
—La lluvia ha liberado a tus pecas, Pix —anuncia con voz áspera.
Mi estómago se tensa ante el hecho de que mi espeso maquillaje se había deshecho y
empiezo a entrar en pánico al estar tan expuesta.
—Yo…
Antes de que pueda terminar lo que quería decir, Austin se inclina y me da un suave beso
en la punta de mi nariz, estremeciéndome en mi sosiego. Sus labios continúan hacia mis pecas a
lo largo de mis mejillas hasta que llegan a mi oído, dónde susurra:
—Son preciosas. Me encanta verte sin tu pintura de guerra. Me gusta ver a la verdadera tú
debajo de la armadura.
Olvídate de la poesía. Olvídate de sentimientos cursis, corazones y flores y de los hombres
que saben cómo jugar con una chica con palabras. Solamente escuchando que le gusto a Austin,
la verdadera yo, la rota anoréxica chica bajo la capa de maquillaje, trae una ligereza a mi corazón
que nunca antes he sentido.
—Austin… —susurro de vuelta y estira su brazo para tomar mi mano en una suya
inclinándose hacia delante, pecho contra pecho, y cerrando la puerta detrás de él con su otra
mano.
Es como si él pudiese sentir mi recelo a su cercanía y con un apretón de su mano, susurra:
—Vamos. Necesitamos conseguir secarte.
Austin tira suavemente de mi mano y me hace a caminar a su lado. Nos dirigimos a una
gran chimenea al fondo de la casa de verano, nuestro pequeño lugar ya que nos encontramos
encerrados por las cortinas y la puerta. Al pasar junto al sofá, Austin suelta mi mano y agarra los
cojines y una manta roja, colocándolo todo encima de la alfombra de piel de oveja en el duro
suelo de madera. Austin se gira hacia mí y ahueca mis mejillas.
—Siéntate, Pix. Encenderé el fuego.
161
Tragándome mis nervios, bajo al suelo, tomo asiento en un cojín rojo mientras Austin
mueve los leños y empieza a apilarlos en el fuego uno a uno. Tomando una cerilla, Austin la
golpea contra la piedra de la chimenea y enciende los troncos apilados encima.
Serpenteando para arrodillarse ante mí, Austin me mira a los ojos y pregunta:
—¿Tienes sed? ¿Hambre? Creo que hay agua en la nevera.
Mi corazón aletea ante la mención del agua. Recuerda que sólo bebo agua. No soda. Él
todavía trata de hacer que me sienta cómoda. Siempre intentando hacerme sentir cómoda.
Levantando el brazo, pondo mi temblorosa mano en su áspera mejilla con barba incipiente.
—Estoy bien, Austin. Sólo… sólo siéntate conmigo…
Esta vez lo pillo tragando, calor se instala en mi corazón cuándo me doy cuenta de que
también está nervioso. Austin baja hasta la alfombra junto a mí, levantando sus rodillas y
envolviendo sus brazos alrededor de ellas.
Mirando hacia delante, mira las crecientes llamas de fuego, perdido en sus pensamientos.
Los troncos crepitan y ese magnífico olor a fogata, que sólo se emite por la madera quemada,
llena toda la habitación.
—Nunca debí haberte llevado allí esta noche, Pix. Y por eso, lo siento mucho —afirma
Austin finalmente. Me puedo dar cuenta por el profundo tono de su voz que lo dice enserio.
Su frase de disculpa me sobresalta. Austin parece muy decepcionado y avergonzado por los
eventos de esta noche. Los ojos de Austin se cierran por mi tacto, viéndose exhausto, y
lentamente empieza a inclinarse hacia mí, hasta que está tumbado sobre su espalda, con su
cabeza descansando sobre mi pierna y de sus labios suelta un cansado pero contento suspiro. Me
recuerda a mí estando de vuelta en el jardín del hospital en memoria de todas esas semanas
pasadas.
Tan pronto como la nuca de Austin golpea mi muslo, me tenso y los habituales
pensamientos de pánico empiezan a zumbar en mi mente. ¿Mi muslo es demasiado gordo? ¿Está
enfadado por cómo me siento por debajo del fino vestido? ¿Soy…?
Austin está mirándome con sus perlados ojos casi azules, sólo me mira mientras lucho con
mis demonios. Por alguna razón, su falta de respuesta a mi ansiedad me ayuda a que
desaparezca. Austin no se disculpa o se compadece por mi pánico interno como hizo en el
pasado. Sólo se queda quieto y me deja sobrellevarlo, sólo con un paciente afecto hacia mí en su
abierta expresión.
Fue en ese momento en el que me doy cuenta que nunca he estado tan cómoda con alguien
en mi vida. Es lo más cercano a sentirme normal en años y mi corazón se llena con un fino velo
de esperanza. Esperando que Austin pudiese abrirse camino a través de la espesa pared de hierro
alrededor de mi corazón. Que este desorden no pudiese privarme de lo que era sentirse
enamorada… Esperando poder estar con alguien y que no me provoque caer en mis
pensamientos de odio y desesperación hacia mí misma. Con la esperanza de que al abrir mi
corazón, no lo lleve a romperse.
162
Estoy tan pérdida en mi cabeza que no me he dado cuenta de que Austin está tocándome el
rostro hasta que siento las ásperas yemas de sus dedos suavemente contra mis labios.
Mis ojos se estrellan contra los suyos suavizados con… ¿lujuria? ¿Excitación? ¿Puede este
hombre realmente encontrarme atractiva? No… imposible…
—Eres tan jodidamente hermosa, Pix —calla, interrumpiendo mis cavilaciones, siento esas
palabras resonando en la profunda y más oscura parte de mi alma… tomando recuerdos de los
amenazadores insultos de la voz con ellas.
Mientras miro al tatuado y perforado chico debajo de mí, siento mi estómago contraerse de
necesidad. En medio de mis muslos está hormigueando, mi respiración está acelerando y siento
como algo dentro de mí está arañándome para liberarse.
El dedo de Austin recorre hacia arriba y abajo de mi cuello, siento endurecerse mis pezones
dentro de mi pequeño y húmedo sujetador. El dedo de Austin pasa sobre el palpitante pulso en
mi cuello y sus ojos caen en respuesta.
—Joder, Pix —murmura y gira su cabeza en mi regazo hasta que su boca está contra mi
vientre. Puedo sentir su cálida respiración fluyendo entre mis piernas y, antes de que pueda
detenerlo, un ligero gemido de placer se escapa de mi boca.
Mis dedos se aferran al cabello de Austin, con mi puño de hierro indicando la gravedad de
mi deseo. Empujándolo más cerca, Austin acaricia con la boca la parte baja de mi vientre,
besando mi ombligo a través de la fina tela negra de mi vestido. Siento como si me estuviese
quemando y sé que no es por la chimenea ardiendo delante de mí. Es Austin, el paciente,
comprensivo, maravilloso y con cicatrices Austin.
—Pix, joder, estoy muriéndome aquí… por tocarte y estar contigo… dentro de ti… —musita
Austin y baja la mano para arreglar la bragueta de su pantalón.
El calor envuelve mi rostro y aprieto mis ojos cerrándolos. ¿Podré hacer esto? ¿Puedo estar
con él cómo quiero estar con él? ¿Puedo desnudar mi cuerpo? No, no puedo ir tan lejos… y no puedo
tenerle tocándome… ¿Va a ser incómodo? ¿Pensará que estoy demasiado gorda? ¿Cómo iba a
cubrirme lo suficiente para ayudarme a llegar al final? ¿Cómo…?
La dinámica de cómo puedo realmente tener relaciones sexuales está plagando mi mente.
No soy una chica normal que podría enamorarse de un chico, besar, desvestirme, luego echarme
sobre las sábanas y hacer el amor imprudente y pasionalmente. Hay más que eso. Hace falta
coraje que no estoy segura de cómo poder reunirlo y aumentar la confianza que nunca he sido
capaz de ganar.
Lexington, no puedes hacer eso. Para eso, por lo menos deberías perder unos cinco kilos. Y el
chico nunca puede verte desnuda. Él se reiría. Te dejaría y nunca mirará atrás. Él podría…
—No lo escuches, Pix. No dejes que te diga que no quiero tenerte debajo de mí en este
momento.
La voz negativa se vapora, las palabras de Austin suenan tan suaves como una nana. La
canción de cuna toma su lugar y una sensación de paz llena mi corazón.
163
Respirando profundamente, abro mis ojos y bajo la mirada. El rostro de comprensión de
Austin es todo lo que puedo ver, y agrega:
—Porque te deseo… desesperadamente. Eres la persona más hermosa que conozco, por
dentro y por fuera. Esa voz en tu cabeza no sabe una mierda sobre cómo somos tú y yo juntos.
No sabe una mierda, pero intenta obligarte a no comer y quitarte todas tus oportunidades.
Respirando temblorosa y profundamente por su precisa evaluación sobre lo que mantenía
tan escondido, sostengo mi mano contra la suya en mi pecho. Encontrando el coraje en algún
profundo lugar dentro de mí, le confieso:
—Te necesito…
Austin parece dejar de moverse… dejar de respirar… y me musita de vuelta:
—También te necesito.
Tomando los dedos tatuados en su mano, empiezo a bajarla hacia mi pecho… hacia mis
senos, sin romper el contacto y esforzándome en presionar la punzante, amenazante y repetitiva
voz en la parte trasera de mi mente. Cuándo la mano de Austin toma mi seno izquierdo, por
encima de mi sujetador, bajo la cabeza y la presiono contra la suya. Bordeando mi temblorosa
mano hacia abajo sobre su camiseta seca, bajo el dobladillo de la parte inferior, hasta que mi
mano está plana sobre su grandiosa cálida piel.
—Austin, no creo que entiendas lo que quiero decir... No sólo te necesito… sino que…
necesito que tú…
Vi moverse la manzana de Adam de Austin en su garganta con su duro trago e imploro que
me entienda con su mirada abiertamente seria.
—Te necesito… para estar conmigo… —Esta vez la intensidad de su mirada me perturba.
Tomándome por sorpresa, Austin se sienta bruscamente, suavemente se apodera de mis
caderas y me estira para los cojines queden debajo de mí, arrastrándose por encima de mi cuerpo
tendido.
El torso de Austin baja para encontrarse con el mío y sus labios rozan mi mejilla hasta que
descansa contra mi boca, pero no se movió para besarme.
—En serio te necesito jodidamente demasiado, Pix. Cristo, es cierto.
El alivio recorre mi cuerpo como un rápido torrente blanco, una bienvenida inmersión en
el agua, como si hubiera sido bautizada, renacida, revivida desde mi jaula de inseguridad para
abrazar abiertamente al chico al que está sacrificando libremente mi corazón.
Los labios de Austin de repente se encuentran con los míos y el beso lento y sensual que
sigue derrite todos mis temores. Los labios de Austin son tan suaves como una pluma tenue
mientras se mueven contra los míos, un contraste con su aspecto duro e intimidante. Su lengua
sondes la entrada de mi boca y se desliza en el interior para encontrarse con la mía. Me agarro
con valentía sus abultados músculos de su espalda, saboreando el largo gemido que arranco de
su garganta mientras su dura longitud presiona entre mis piernas.
El beso se hace más profundo, cuanto más tiempo dura, más furiosos se convierten
nuestros movimientos. Austin me inmoviliza debajo de él, sus dedos se aferran a mi cabello y
164
agarrando el dobladillo de su camisa, empiezo a levantarlo por su espalda, el aire cálido en la
casa de verano que se aferra a la piel húmeda de Austin.
Separándose de mi boca con un grito de asombro, Austin jadea con fuerza y mira mis ojos
con su mirada oscura. Puedo ver que está asegurándose de que estoy bien, y al ver que lo estoy,
se sienta en cuclillas y se quita su camisa, exponiendo su torso desnudo, coloridamente tatuado
para que lo devore.
Levantando mi mano, paso los dedos hacia abajo, por las alas de la paloma en su garganta,
hasta su esternón, por la gran cruz italiana en su pecho y sobre las secuencias complejas de las
frases tatuadas sobre sus duros abdominales en la parte baja de su estómago. Su bronceada piel
oliva, los contornos de su físico tonificado destacan por el naranja ardiente de las llamas,
glorioso.
—Pix, como que me estás matando ahora mismo —asegura Austin con una voz rota y grave
mientras mi dedo índice se deslizaba a lo largo de la cintura de su pantalón, su estómago se
tensa y se contrae en respuesta.
Los ojos de Austin perezosamente pasan por encima de mi cuerpo, pero esta vez no siento
vergüenza como pensé que lo haría. En cambio, muevo mi mano al botón de la parte superior de
su cremallera y sacándolo a través del agujero, liberándolo.
La cabeza de Austin vuelve a caer con un siseo mientras mi dedo roza su dura punta y, cae
hacia adelante, estrellando sus labios contra los míos una vez más, el usa su grueso muslo para
levantar mis piernas abiertas, acostado en el medio, y comienza a mecerse contra mí… ahí.
—Austin… —gimo en voz alta y mi espalda se arquea en el suelo.
—Joder, Pix —exclama Austin a través de los dientes apretados—. Tengo que estar en ti…
necesito sentirte…
Luego, las palabras de Austin dan en el blanco, y siento como si se inyectara un enorme
cubo de agua helada en mis venas.
Austin inmediatamente nota el cambio en mi estado de ánimo y, levantándose en sus
brazos, baja la mirada hacia mí con temor.
—¿Pix? ¿Estás bien? —Él todavía está sin aliento, un tinte erótico enrojece su hermosa piel
latina.
Bordeando más abajo mi cuerpo y acariciando el dorso de su mano por mi rostro, susurra:
—Dime lo que pasa. Háblame, Pix. Me estás jodidamente desconcertando.
Incapaz de enfrentarme a él, me centro en las reconfortantes flores de lis en su cuello y
torpemente admito:
—Tengo miedo de reaccionar mal a tu tacto.
Austin suspira y cierra los ojos, siento una gran dosis de vergüenza sobre mi piel. Pero me
sorprende cuando toma mi rostro y me obliga a mirarlo… a mirarlo realmente.
—Pix, sé que nunca has hecho esto antes. Sé que fui tu primer beso… tu primer algo con un
chico. Y joder, sé que no soy digno de nada de eso.
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Austin pasa su pulgar hacia arriba y abajo de mi mejilla y, como siempre, con una dulzura
cariño que no se puede esperar de un gran chico, musita:
—Pero si tú estás deseando estar conmigo... realmente estar conmigo, como yo quiero estar
contigo, no voy a hacer una mierda para lastimarte. No voy a tocarte donde no quieras que te
toque. No voy a hacer que te quites la ropa si es algo que no puedes hacer conmigo todavía. —
Austin aprieta su frente contra la mía y promete—: Si no estás lista para acostarte conmigo, ni
hacer nada en absoluto, no me voy a ofender. Sólo tienes que decirme dónde estás en este
momento, porque si esto no va a ninguna parte, voy a tener que dejar de... Es un poco doloroso
para mí en este momento... —Dejó caer la cabeza hacia el hueco de mi cuello. Podía sentirlo
jadeando agresivamente con tensión.
Mientras mis manos recorren arriba y abajo su espalda, trato de hacer a un lado mis
inseguridades. Quería demasiado esto. Quería mucho estar con Austin. Por esta noche, no
quería ser Lexington Hart, un monstruo y anoréxica. Quería ser valiente. Deseaba ser la chica
que estaba cayendo perdidamente enamorada de este chico que conocía mi secreto más grande...
quien podría estar tan roto como yo... que decía que me necesitaba tanto como yo lo necesitaba
a él. Quería ser normal. Anhelaba ser amada por mí misma, por mi yo normal.
—Austin —susurro, mirando las llamas reflejadas bailando en el techo de madera. Él
asiente contra mi cuello para hacerme saber que estaba escuchando, paso mi mano por su
cabello—. Hazme el amor.
Los músculos de Austin se tensaron.
—Lexi… —se fue apagando
Mientras agarro su cabello, lo presiono:
—Austin, hazme el amor. Sólo… Sé amable… Hay una posibilidad de que pueda
romperme...
Labios suaves comienza su ascenso hasta mi cuello y siento su toque hasta el final de mis
huesos. Mientras Austin llega a mi mejilla, paso mis manos por su espalda y me aferro a sus
hombros desnudos.
—¿Estás segura? —susurra al pasar por mi oído. Asiento, incapaz de hablar a través de la
intensidad del momento y oigo su largo suspiro de liberación.
La cabeza de Austin se levanta y me mira a los ojos. Todo lo que veo es adoración,
completa e incondicional adoración.
—Me dices si hago algo mal, ¿entendido? Lo haremos de acuerdo a lo que necesites.
Respirando profundamente, susurro:
—Por favor, no toques mi espalda. No puedo dejarte tocar mi espalda. Sigue siendo un no,
ahí para mí.
Austin inclina la cabeza y roza un beso en mi cuello, apartando el cabello de mi rostro.
—No te habría hecho eso de todos modos. Recuerdo todo lo que has dicho.
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Mis ojos se cierran cuando la mano de Austin flota alrededor de la parte exterior de mi
pecho y mis pies se curvaron ante la extraña sensación que sube entre mis piernas.
—Y no puedo quitarme el vestido tampoco... Por favor... sólo trata de trabajar alrededor de
él… No estoy lista para desnudarme por completo ante ti todavía.
Austin comienza a cambiar.
—Lexi, si no…
Tomo su rostro, deteniéndolo.
—¡No! Por favor, quiero demasiado esto. Sólo tenemos que abordarlo de manera diferente
de lo que has hecho con otras chicas.
Austin me mira una fijamente con una expresión de pensamientos conflictivos durante
varios segundos de expectación, pero finalmente cierra los ojos y exhala por la nariz.
—Está bien —replica y sus ojos se abren de golpe.
Austin se balancea sobre una mano y empieza su exploración por mis pechos, bajando la
cabeza para chupar y tirar de la piel por debajo de mi vestido.
Mis manos sostienen su cabeza, y no puedo parar los gemidos de placer que salen de mi
boca.
—Quiero probarte —murmuró Austin y levantó su mano para enganchar sus dedos debajo
de los tirantes de mi vestido. Mirando hacia mí a través de sus pestañas negras, levanta la ceja,
pidiendo permiso.
Mi pulso es escandaloso, pero el descubrimiento de mis senos no me llenaba de pavor,
como me temía. Eran un promedio de copa B y nunca habían sido un motivo de preocupación.
Quería mostrarle al menos esa gran parte de mí misma.
—Por favor... —Gimo—. Tómalo lentamente. Pero deja que me quede de espaldas... No
puedo dejarte ver mi espalda...
Austin gime y, haciendo lo que le pido, poco a poco me baja los tirantes hasta que mi
sujetador negro aparece a su vista. Los ojos almendrados de Austin se ensanchan y procede a
deshacer el cierre frontal de las pequeñas copas, tirando hasta que mis pechos pálidos se
deslizan a la vista, mis pezones erectos como si quisieran alcanzar el toque de su boca.
—Malditamente perfecto —murmura Austin, dejando mi vestido y el sujetador envuelto
alrededor de mi cintura, se cierne sobre mi pecho y comienza a pellizcar juguetonamente la piel
previamente sin besarla. Mis manos se estrellan en la nuca de Austin, y mis piernas
instintivamente se envuelven alrededor de su cintura mientras me frota contra mí misma la tela
rígida de sus vaqueros.
Mi respiración hace eco en mis oídos mientras un fuego ardiente se enciende entre mis
piernas, y cuando Austin besa mi pezón izquierdo, lamiendo la punta con su lengua húmeda,
siento ganas de gritar de frustración por las sensaciones que asaltaban mi cuerpo sin experiencia.
—Joder, Pix, sabes tan bien —precisa Austin alrededor de mi pecho. Cuando chupa el
pezón con su boca y al mismo tiempo se mece entre mis piernas, una luz estalla detrás de mis
167
ojos, lo único que puedo ver son las estrellas. Una gran sensación de euforia me envía volando
hasta el cielo con un placer incontenible.
—¡Austin! —chillo mientras llego a mi punto álgido y jadeo sin aliento en su cabello,
sintiendo humedad entre mis piernas.
Con un último golpe de su lengua, Austin levanta la boca de mis pechos y me sonríe todo
rojo emocionado y avergonzado. Pero Austin no hace un comentario mientras sus fosas nasales
se dilatan con la vista; solamente me mira con falta de profundidad, bordeado por mis piernas, y
en silencio, levanta la parte inferior de mi vestido largo. Mientras se pone de rodillas delante de
mí, puedo ver la extensión de su necesidad tentando su pantalón, la cremallera deshecha y
exponiendo la tela tensa de sus bóxer negros.
Austin me miraba como un halcón mira a su presa. Sabía que era por alguna señal de
pánico que sus acciones hacia mí podrían desencadenar, pero seguí nuestra mirada y asentí,
animándole a ir más lejos.
Cuando mi falda llega a mis rodillas, dejando al descubierto las pantorrillas, un malestar se
instala en mi estómago, pero asiento una vez más para que siga adelante. Austin levanta la tela
negra lentamente hasta mis muslos, y sólo entonces la fuerza de mis temores se convierte en
algo demasiado difícil de soportar.
—¡Espera! —exclamo frenéticamente y Austin se detiene, entrecerrando los ojos
ligeramente con preocupación. Inclinando su cabeza hacia atrás para mirar por el tragaluz a la
luna, trato de concentrarme en calmarme y no en los malos pensamientos que giran en mi
mente... y de lo que Austin pueda pensar sobre mis muslos.
¿Va a ver la celulitis? ¿Va a pensar que son de gran tamaño? ¿Verá…?
El rostro de Austin aparece de repente delante de mí, sus labios bajan para besar
suavemente los míos.
—Nosotros no tenemos que ir más allá, Pix. Sólo di la palabra.
Corriendo mis dedos por la aspereza de su mejilla sin afeitar, los paso alrededor del
pabellón de la oreja y de las pequeñas dilataciones negras de sus lóbulos.
—Eres tan hermosa, Pix. Me robas el aire cada vez que miro como estás.
Esta vez, cuando mi corazón palpita, es por lujuria y adoración, no por temor. Llegando
hasta tomar la mano de Austin, pongo la mía en la parte superior de la de él y la guió por mis
pechos, por mi estómago y por la parte superior de mis muslos.
Austin gime.
—Pix…
—Sigue adelante, Austin. Quiero que sigas adelante... Siénteme... Muéstrame lo que se
siente...
La frente de Austin cae sobre mi hombro y su cabeza comienza a temblar.
—No estoy tan seguro de que esta sea una buena idea, Pix. No quiero perder el control y
asustarte.
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Las lágrimas llenan mis ojos y giro la cabeza hasta que mis labios rozan su mejilla,
respirando el mismo pequeño espacio de aire.
—Sé que soy difícil de comprender. Pero quiero que me hagas el amor... Por favor, no me
hagas rogar.
Austin fija su mirada en la mía y rueda encima de mí, con sus brazos sosteniendo mi cabeza
sobre la almohada.
—Pix, lo que siento por ti es maldito miedo. Pensé que eras preciosa desde la primera vez
que te vi de pie en el estadio vacío como un duendecillo oscuro perdido en un sueño extraño.
Pero entonces lo que sentí por ti rápidamente se fue a la mierda. Me preocupé durante semanas
que me destruyera, a mi familia, por la forma en que mis hermanos hacen dinero.
Respira profundamente, y las llamas del fuego se reflejan en sus ojos.
—Y tú me has destruido, Pix, pero nunca cómo pensé. Has destruido el muro que construí
para mantener a la gente fuera. Has destruido el personaje rudo que usaba como un escudo. Pero
aun más que eso, destruiste cualquier reticencia que tenía de encontrar consuelo en otra
persona. Me destrozaste, Pix. Tú, mi pequeño duendecillo oscuro, hiciste que todas mis defensas
se desmoronan haciéndose añicos.
Los labios de Austin se estrellan contra los míos y lo sujeto fuertemente contra mi boca,
nuestra necesidad casi rozando la fiebre. Pero Austin se aparta, con el rostro completamente
serio, y termina:
—Tengo algo que quiero decirte, Pix. Dos palabras que casi salen de mi pecho. Dos
palabras que nunca le he dicho a nadie antes. Pero hasta yo que sepa que te tengo que
totalmente y tú me tienes de mí, sin secretos, sin barreras en nuestro camino, no voy a decirlas
en voz alta. Pero quiero que sepas que estás en mi corazón de todos modos.
Mi pecho está lleno, tan repleto de emoción por su honestidad y me esfuerzo por pensar en
las dos palabras que quería decir. ¿Es amor? ¿Me ama? ¿Lo amo? ¿Puedo amarlo? ¿O estamos a la
vez demasiado destruidos para alguna vez ser buenos para el otro?
La mano de Austin comienza a acariciar la cara interna de mi muslo, disparando escalofríos
a mi centro, y todo el aire escapa fuera de mis pulmones mientras más se acercaba a la cúspide
de mis muslos.
Austin suspira temblorosamente y comenta:
—Así que dime qué tan lejos quieres ir ahora mismo. Porque quiero todo de ti. Es tu
decisión, Pix. Es sobre ti.
Veo a Austin bajar la mirada para observar su mano en mi muslo pálido y puedo ver la
pasión en sus ojos, ver la división sutil de sus labios cuando ve mis piernas desnudas. Me llena de
conmoción al darme cuenta de que él no parece rechazarme. De hecho, fue todo lo contrario.
Estaba sonrojado, encendido y... me desea.
Era casi imposible que yo comprendiera.
—Austin —susurro y aparta la mirada de la parte inferior de mi cuerpo para mirarme a los
ojos—. Tómame. Toma todo.
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Una lenta sonrisa aliviada se extiende en el rostro de Austin y de inmediato se levanta por
encima de mí, presionando un beso en mis labios. Colocando los dedos en el interior de mis
bragas, comenzó a bajarlas por mis piernas hasta que quedo completamente expuesta a sus ojos.
Lanzando mis bragas al suelo detrás de él, Austin me besa en la boca, con dulces besos
suaves y de repente siento sus dedos deslizarse suavemente a lo largo de mis pliegues.
—Austin... ah... —susurro y comienzo a mover mis caderas ante su toque. Nunca he sido
tocada allí antes, pero me gusta lo que Austin me estaba dando. Cayendo sin remedio bajo su
hechizo.
—Estás tan lista, Pix —asegura Austin cuando uno de sus dedos se desliza dentro de mí,
mis ojos se abren en estado de shock.
—Silencio, Pix. Sólo estoy preparándote. Va a lastimarte al principio, pero te prometo que
voy a hacer que te sientas bien. Te prometo que te vendrás.
—¿Qué… qué hay de ti? —pregunto. Entonces, de repente, grito, cuando la mano de Austin
tocó algo sensible dentro de mí... algo que se siente... demasiado bueno para describir.
—Voy a hacerlo bien, Pix. Es todo acerca de ti esta noche.
Levantando las manos, agarro del cabello a Austin.
—Te necesito. Te necesito ahora mismo. Casi no puedo soportarlo.
El pecho de Austin se levanta y cae, apartando los dedos dentro de mí, se pone de pie y se
dirige a un conjunto cajones al otro extremo de la habitación. Observo su espalda desde mi lugar
en la almohada mientras abre el cajón superior y saca un condón.
Austin se volvió hacia mí avergonzado y se encoge de hombros.
—Rome solía utilizar mucho este lugar antes de Moll.
Tratando de respirar a través de los nervios, la emoción, y la vista del absoluto arte vivo que
estaba a punto de tomar mi virginidad, sonrío. Austin es perfección pura, perfección artística.
Todo lo que veía cuando se miraba a sí mismo era un ex pandillero, alguien sin nada que ofrecer.
Pero alguien sin nada que ofrecer, no habría traído a alguien como yo a este lugar desconocido
de aceptación. Alguien con nada más que ofrecer no estaría jugando en uno de los mejores
programas de fútbol del país y sin duda no sería tan creativo para mostrar un hermoso collage de
arte, de las cosas que eran claramente importantes para su alma.
Austin Carrillo era un muchacho pobre de un parque de caravanas con un corazón de oro
puro.
—¿Estás lista, Pix? —pregunta Austin y asiento lentamente.
Colocando el sobre del condón dorado en su boca, Austin comienza a tirar hacia abajo la
cintura de sus vaqueros, revelando plenamente su bóxer negros.
El calor aborda todo mi cuerpo mientras admiro su forma atlética y perfectamente
musculosa, con el cabello todavía ligeramente alborotado de cuando lo recorrí con mis dedos y
el gran bulto debajo de su bóxer.
170
Tragando con fuerza, Austin mete los dedos en el borde de su bóxer y poco a poco
comienza a tirar de ellos hacia abajo también.
No puedo quitar mis ojos mientras se revelaba ante mí y me doy cuenta de que está
nervioso cuando me mira tímidamente a través de sus pestañas imposiblemente largas de ébano.
Austin comienza a acercarse a mí y observo un tatuaje en la longitud de su muslo de dos
manos juntas en oración, un rosario delicado cayendo de unos dedos entrelazados. Estaba más
nerviosa que nunca.
Arrodillado en el suelo a mis pies, sosteniendo el condón ahora en su mano, Austin
comienza a arrastrarse sobre mi cuerpo, su rostro tenso-con-necesidad se encuentra con el mío.
El lado de su labio inferior sobresale mientras sus ojos se oscurecen de placer.
Apartando un mechón de cabello de mi rostro, veo que mi mano tiembla. Lo mismo la de
Austin, y capturándola en la suya, se la lleva a los labios.
—¿Estás lista, Pix? —pregunta con una voz tensa y siento el roce de su larga erección
contra mi muslo desnudo.
Asintiendo, incapaz de hablar, Austin se pone de rodillas, arrancando el paquete del
condón con los dientes y enfundándose el látex.
Tomando cada una de mis manos, entrelaza sus dedos con los míos y los lleva por encima
de mi cabeza, ajustando sus fuertes muslos entre los míos.
Austin me mira a los ojos mientras se preparaba en mi entrada y mi corazón retumbaba en
mi pecho como un tambor. Con un suave beso en mis labios, empuja hacia adelante, con los
dedos apretando los míos, sus labios moviéndose más rápido, casi como si me distrajera de la
prisa repentina de plenitud.
Entonces se detiene, respirando ligeramente contra mi boca, sin decir una palabra.
Liberando sus dedos, rodea con sus brazos mi cabeza, los codos en la alfombra, casi como si me
estuviera protegiéndome de lo que estaba por venir.
Apretando los dientes, empuja hacia adelante y hago una mueca cuando un dolor agudo
recorre la mitad inferior. Austin se queda inmóvil cuando me llena por completo y me centro en
el rápido latido de su corazón en contra de mis pechos desnudos, su pesada respiración en mi
oído y mis piernas tensas comienzan a relajarse.
La mano derecha de Austin flota por mi lado hasta que se apodera de mi muslo,
enganchándolo sobre su brazo doblado. Con la cabeza todavía escondida en el hueco entre mi
cuello y hombro, empieza a mecerse hacia adelante a un ritmo lento y constante.
Pronto el dolor parece desvanecerse y cuando Austin toma velocidad, un nuevo tipo de
presión recorre mi espalda. Me aferro a la piel húmeda de la espalda de Austin sólo para
anclarme al levantarme del suelo.
Pequeños gemidos comienzan a deslizarse de mis labios y Austin gime en respuesta.
A medida que mis uñas se clavan en la espalda de Austin, levanta la cabeza, su cabello,
hacia adelante, cayendo en su frente de una manera adorable y sus ojos se dilatan mientras mira
a los míos.
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—Austin... —murmuro y arqueo la espalda cuando una sensación muy feroz recorre mi
cuerpo.
Un gruñido bajo resuena en el pecho de Austin y empuja su cadera más fuerte y más
deprisa, hasta que mis labios se abren y una sensación indescriptible posee mi cuerpo,
apoderándose de cualquier atisbo de pensamiento racional de mi mente.
Me rompo en diminutos pedazos.
Soy etérea.
Lucho para aferrarme a Austin y me encuentro con sus ojos oscuros fuertemente cerrados y
su boca abierta. Cuando su cuerpo se queda inmóvil, sus músculos tensos y un siseo bajo se
desliza entre sus labios carnosos.
Con los brazos temblorosos, Austin cae encima de mí, con las manos aún a mis costados y
nuestros cuerpos resbaladizos por el sudor. Rodando mis ojos hacia el norte, puedo ver la luna
llena brillando en medio del claro panel de la claraboya, y puedo una vez más distinguir los
sonidos de la leña crujiendo cuando mi cabeza comienza a despejarse.
Momentos más tarde, Austin levanta la cabeza y me mira fijamente durante lo que parece
una eternidad. Con los ojos brillantes, pregunta en voz baja:
—¿Por qué la pintura de guerra, Pix? —Su pulgar recorre mi mejilla y fue entonces cuando
me doy cuenta de que estoy llorando.
Echando un vistazo a lo lejos, siento como si él estuviera hablando directamente a la parte
más profunda de mi alma, le aseguro:
—Porque quiero ser otra persona. Alguien que no soy.
Austin se estremece como si lo hubiera herido, y responde:
—Esa no es la única razón. Todavía me estás escondiendo quién eres. Hay alguna otra
razón. Algo más grande.
Mi corazón da un vuelco. Quiero decirle la verdadera razón, pero no puedo hacerlo. No
podría incluso admitirlo a mí misma todavía. Así que simplemente callo.
—Pero es la única que te puedo dar en este momento.
Austin se inclina y deposita un beso en mis labios, y me retiro para preguntar:
—¿Por qué todos los tatuajes?
La mandíbula de Austin se aprieta y se aclara la garganta, mirando lejos en el fuego por lo
que parece una eternidad. Con un suspiro, finalmente comenta:
—La gente alguna vez pensó que era una chusma italiana. Después de intentar tan fuerte
durante tanto tiempo hacerles pensar diferente, pensé que igual mejor vivir a la altura de sus
expectativas y parecer realmente una chusma italiana también.
Entrecierro los ojos mientras mi estómago ce, y susurro:
—Esa no es la toda la razón tampoco. Todavía estás escondiéndote de mí también.
Austin suspira y acaricia su mejilla contra la mía.
172
—Pero es la única que te puedo dar en este momento.
Resoplo una pequeña risa ante nuestras respuestas evasivas a propósito y me pregunto si
alguna vez llegaremos a un lugar donde todos nuestros secretos son puestos sobre la mesa. Pero
rápidamente los aparto, tratando de aceptar la seriedad del momento, aquí y ahora.
Envolviendo mis brazos alrededor de su cabeza, beso su cabello y le digo:
—Gracias, Austin. Gracias por hacerme sentir tan especial.
Las lágrimas corren libremente esta vez por mis mejillas y Austin levanta la cabeza, con el
rostro lleno de asombro.
—No, gracias a ti, Pix. Gracias por ser tan especial por querer estar con un maldito desastre
como yo. No tengo ni idea de por qué te trajeron a mi vida, pero doy gracias a Dios todos los
días.
Veinte minutos más tarde, envueltos en una manta delgada y en frente de un fuego vivo,
un chico y una chica desastrosos se duermen bajo las estrellas, sosteniéndose mutuamente entre
sus brazos... y por primera vez en sus vidas turbulentas, se sienten totalmente expuestos y
completamente entendidos.
173
Capítulo 19
Austin
El movimiento hipnotizante del cálido aliento de Lexi contra mi cuello casi me hace caer de
nuevo dormido cuando me despierto de madrugada, con los pájaros piando fuera de las paredes
de la casa de verano, indicando que la mañana ha llegado.
Estrujando mis ojos para liberarlos del sueño, me doy la vuelta instintivamente más cerca
de Pix y una brisa fría corta bajo un hueco en la manta delgada.
Girando la cabeza detrás de mí, me doy cuenta que el fuego que había estado crepitando la
noche anterior se ha reducido a cenizas y una ligera escarcha se arrastra en el vidrio de la
claraboya, su patrón pesado casi como un caleidoscopio cuando los fuertes rayos del sol se
reflejaban en el panel.
Mientras sigo el patrón nebuloso de un rayo de sol, me guió directamente al rostro de
satisfacción de Pix escondida en mi costado y lo único que puedo hacer era mirarla fijamente.
Es jodidamente preciosa.
Su rostro estaba libre de maquillaje y sus diminutos brazos están envueltos alrededor de mi
estómago, su pálida piel contrasta completamente con el tono oscuro de mis abdominales
tatuados. Sin embargo, mis brazos no están envueltos alrededor de ella. Es como si incluso
dormido, mi mente sabe respetar sus límites. Los tirantes del vestido de Pix estaban firmemente
en su lugar, con su pecho ya no expuesto, y mi corazón se hunde en cierta manera cuando me
doy cuenta de que debe haberse cubierto durante la noche. Odiaba que se valorara tan poco a sí
misma. Que tuviera que estar plagada de inseguridades la primera vez que hicimos el amor, la
primera vez que hizo el amor. Que no se sintiera lo suficientemente cómoda conmigo para
desnudar su cuerpo completamente.
Un suspiro repentino se escabulle de los labios de Pix y agarro sus brazos con las manos,
acercándola a mi pecho, sólo inhalando su dulce aroma. Sabía que no podíamos estar aquí todo
el día. Tenía práctica. Infierno, ella también. El Campeonato de la SEC contra los Gators de
Florida en Georgia estaba próximo, pero sólo quería abrazarla así durante un rato más, antes de
que ambos tengamos que lidiar con la mierda que nos espera al otro lado de la puerta.
Pero una cosa era segura: me siento cambiado. Diferente de alguna manera… Digno,
incluso.
—¿Austin?
La voz tranquila de Lexi me hace echar un vistazo hacia abajo, sus ojos soñolientos están
fijos en los míos. No hacía falta ser un maldito detective para ver el miedo al rechazo brillando
en el fondo de ellos.
174
—Buenos días, Pix —digo, sonriendo y presionando un beso en su frente.
—Buenos días —responde ella y pasa su mejilla sobre mi pecho desnudo.
Casualmente pasando mi dedo por su brazo, le pregunto:
—¿Cómo te sientes?
Levantando su cabeza, un rubor rosa tímido se ha extendido a través de su rostro.
—Siento… tantas cosas, feliz, bendecida, valiente… incluso adorada…
Sonriendo ampliamente, atrapo su rápida inhalación y, ahuecando su rostro, atraigo sus
labios para encontrarlos con los míos. Cuando he tomado totalmente su boca, posesivamente,
obsesivamente, murmuro:
—Bueno, Pix. Eso es en realidad jodidamente bueno.
Apoyando su cabeza en mi hombro, suspira. Sé que es porque era hora de irnos. Para salir
de este pequeño vacío libre de estrés.
—¿Estás lista para ponerte en marcha?
Lexi asiente y poco a poco se sienta, estirando sus brazos, con su espalda frente a mí. Por
debajo de la fina tela de su vestido, puedo ver su pequeña silueta y mi respiración se detiene de
inmediato, una enorme oleada de miedo se apodera de la función de mis músculos.
Las Costillas. Un montón de costillas de Lexi se muestran, asomándose a través de su piel
de una forma poco saludable y su columna vertebral sobresale casi en un abultamiento poco
realista.
Como si sintiera mi mirada preocupada, Lexi gira la cabeza de golpe para mirarme al rostro
y al instante se levanta. Me siento en respuesta, viendo sus ojos ampliarse con enorme pánico.
—Pix —susurro y temo la respuesta a mi siguiente pregunta—. Estás comiendo, ¿no es así?
—Despejando mi garganta, agrego—: Como que, ¿no estás muriéndote de hambre otra vez?
Porque pareces realmente delgada. Siempre usas este tipo de ropa suelta, así que nunca me di
cuenta, pero…
Signos sutiles de ansiedad aparecen en el rostro de Lexi: sus fosas nasales están dilatadas
mientras jadea, sus labios tiemblan y su pecho está levantándose con un movimiento pesado.
—Estoy bien —espeta Lexi y se cubre con sus brazos—. Sólo estoy estresada.
Asiento con precaución y lentamente me pongo de pie para encararla. Me doy cuenta de
que sus manos tiemblan mientras me acerco, me extiendo y tomo su rostro entre mis manos. Se
niega a mirarme, con los ojos plantados firmemente hacia el suelo.
—Pix.
Lexi cierra sus ojos con fuerza durante un momento y luego fija su atención en mí, a la
espera de escuchar lo que tengo que decir. Quería decir un montón de mierda, pero al ver el
miedo en su rostro ya que iba a reclamarle sobre sus asuntos, me obligo a reestructurar mis
pensamientos.
—Puedes decirme cualquier cosa, lo sabes —le aseguro en voz baja, con cariño.
175
Los ojos de Lexi brillan y después del hechizo, asiente ligeramente en mis manos, pero las
palabras no salen de su boca. Mis dientes se aprietan en respuesta, pero finjo dejarlo estar.
Colocando un fuerte beso en su boca, me aparto y le digo:
—Necesito verte esta noche. Todas las noches a partir de ahora, aquí. ¿De acuerdo?
La tensa aprensión se filtra desde el cuerpo de Lexi y me mira con ojos tímidos, declara:
—Sí.
Sonriendo a lo malditamente preciosa que es, envuelvo mis brazos alrededor de su cuello,
acercándola.
—Vamos a tomar esto con calma, Pix. Sólo tú y yo.
—Es... Es raro, Austin. Todavía estoy tratando de procesar todo esto. Cómo llegamos hasta
aquí. Aun trato de encontrar la manera de tenerte en mi vida sin enloquecer.
—Igual que yo, Pix. —Me echo hacia atrás y la sostengo—: No es jodidamente asunto de
nadie, salvo nuestro, lo sabes.
—¿Qué pasa con nuestros amigos?
Me encojo de hombros.
—No es seguro decirle a nadie todavía. No hasta que todo el asunto con los Heighters se
calme. Hasta entonces, sólo pensaremos sobre la manera de estar juntos, porque no voy a
perderte ahora. No después de esto...
Una risita feliz se escapa de la boca de Lexi y exclamo:
—Ahora ambos necesitamos llegar al entreno, todavía estoy realmente desnudo y necesito
ponerme mi ropa o arriesgarme a ser arrestado por exhibición indecente. ¡Al decano le
encantaría eso, drogas y desnudez!
Resoplando una carcajada, Lexi retrocede, luego levanta su mano a mi mejilla, su risa
titubeando.
—Gracias, Austin.
Sabía que era por no presionar con el asunto de la comida. Pero voy a mantener un ojo en
ella malditamente bien; eso es seguro. Ella no va a volver a caer en ese asqueroso agujero de
oscuridad mientras yo esté cerca.
—Adelántate. Es lo suficientemente temprano, nadie debería verte ir a casa. Sin exhibirte.
Lexi asiente y, recoge su bolso, sale por la puerta con una última mirada de preocupación
hacia atrás. En cuanto la puerta se cierra, suspiro. Todo lo que podía ver son sus costillas. Sus
sobresalientes costillas y columna vertebral.
¡Mierda! ¿Soy yo el que la hace estresarse? ¿Está toda la mierda de los Heighter llevándola
hasta el borde, causando que baje de peso?
Asegurándome que el fuego estaba completamente apagado, me visto y limpio los cojines y
mantas del suelo en un tiempo récord. Mientras estoy guardando la caja de cerillas, me detengo.
176
No podía recordar la última vez que me sentí así de bien. Yo, Austin Carillo, me sentía realmente
bien.
Tan malditamente bien que he encontrado a una chica que me llegó al corazón y al alma...
Pero por alguna extraña razón, no podía evitar la sensación de que todo estaba a punto de
irse a la mierda.
No me tomó mucho tiempo dejar caer mi sonrisa recién descubierta.
177
Capítulo 20
Austin
Axel: En el estacionamiento. Te necesito AHORA.
Miro mi celular tan pronto como salgo de la ducha y toda la sangre se drena
inmediatamente de mi rostro. Axel me ha enviado mensajes de texto y dejado cerca de dieciséis
llamadas perdidas, mientras he estado en el entrenamiento.
Un pensamiento golpea mi mente: Mamma.
—¿Estás bien, chico? —pregunta Jimmy-Don mientras permanezco congelado en el centro
de los vestuarios, mirando mi IPhone. Su rostro redondo muestra preocupación y asiento
automáticamente. Estaba contento de que Rome no estuviera aquí para ver esta mierda. Con una
mirada sabría que algo estaba pasando.
Me pongo mi pantalón, una camisa y comienzo a correr fuera del Bryant-Denny
directamente al estacionamiento. Veo la camioneta de Axel en cuestión de segundos, pero
obviamente después de que me ha visto, porque comienza a hacer señas hacia mí, abriendo la
puerta del lado del pasajero.
—¡Entra! —ordena mientras veo a la policía del campus dirigirse hacia nosotros en su auto,
el decano está sentado delante y en el centro.
—¡Mierda!
Salto dentro, Axel pone su pie en el acelerador y, como un corredor de la calle, quema las
gomas para salir como el infierno fuera de la universidad y a la carretera hacia Westside Heights.
En cuanto a mi hermano, mi pulso se acelera cuando veo la seriedad de su rostro.
—¿Qué mierda, Axe? ¡Háblame!
Las manos de Axel aprietan el volante y sus dientes rechinan.
—Es mejor que lo veas con tus propios ojos.
Inclinándose hacia adelante, me doy cuenta de que la mejilla de Axel estaba abierta, un
trabajo de mierda de costura mantiene la piel junta. Su ojo izquierdo está negro, el blanco de sus
ojos completamente rojos con los capilares en ráfaga, y sus nudillos estaban raspados de pelear.
Mis ojos se abrieron por su estado... ¿Qué?
El puto tiroteo.
Dejándome caer hacia atrás en mi asiento, casi me atraganto con la rabia obstruyendo mi
garganta. Levantando el pie, usó esa rabia para patear el tablero, Axel gira la cabeza hacia mí en
estado de shock.
178
—¿Qué mierda, chico? —grita Axel, y me vuelvo a mi asiento para mirarlo de frente.
—¿Qué diablos? Estoy enojado; ¡eso es lo que pasa! Tú, estúpido hijo de puta, te fuiste a
perseguir anoche con los Kings, ¿no es así? ¡No podías dejar el asunto en paz! Incluso después de
todo... —Aspiro una respiración larga, tratando de calmarme y le recuerdo—: ¡Me lo prometiste!
Me dijiste que te quedarías con Mamma y Lev, así no tendría que volver. ¡Tenías que protegerlos!
Los ojos de Axel se estrechan y su pie presiona más fuerte sobre el pedal del acelerador,
dando sacudidas hacia delante hasta que fuimos casi volando por la autopista.
—¡Los protegí! Pero mientras estabas follando a tu perra, ¡tuve que cuidar de un asunto
urgente, como siempre!
—¡Los tiroteos no son un asunto urgente, Axe!
—Lo son si tienes la palabra de King de que están preparados para ir a los Heights y
terminar lo que empezaron.
Un dolor atraviesa mi pecho y me quedo inmóvil.
—¡Cristo! —vocifero y me giro hacia mi hermano—. ¿Alguna vez has pensado en lo que
Mamma pasará si mueres antes que ella? Debe estar tranquila en sus últimos meses, no estresada
como el infierno.
—Chico, ese era un asunto urgente. ¿Crees que los Kings no habrían apuntado a nuestro
remolque? Nos quieren a mí y a Lev muertos. Esta guerra la tenemos que ganar por el bien de
todos. Sin ese territorio, los Heighters pierden efectivo. Sin ese efectivo, Mamma no recibe su
medicin…
Axel golpea su mano contra el volante y ruge:
—¿Por qué tengo que seguir explicándote esta mierda? ¡Conoces el resultado y estás bien
con ello cuando no estás siendo un cobarde santurrón!
—¡Vete a la mierda! —le contesto, mis puños se aprietan. Axel capta el movimiento y se ríe
sin humor.
—Contén esa rabia, chico. Será mucho mejor en unos veinte minutos.
Incapaz de hablar a través de la neblina roja delante de mis ojos, ni siquiera me molesto en
preguntar qué demonios quiere decir. Así, sentado en mi asiento, miro por la ventana y veo el
resto del mundo pasar, realmente deseando ser otra persona.
***
—Entra ahí, superestrella —ordeno Axel en el momento que llegamos frente a nuestro
remolque.
Un montón de Heighters estaban fuera, sentados en sillas, con armas en sus manos y me
entran ganas de escupirlos.
179
Saliendo de la camioneta, no me toma mucho tiempo entrar en el viejo remolque, de
inmediato me congelo en la puerta. Toallas rezumando sangre están apiladas en el fregadero. El
fuerte olor a alcohol casi me hace vomitar y rápidamente me dirijo a la habitación de mamá.
Tan pronto como entro en su dormitorio, los ojos de mamá se fijan en los míos, pero su
cabeza no se mueve. No podía moverse.
Joder, se veía terrible.
Con mi mirada recorro por todo su cuerpo buscando, pero no hay sangre que pueda ver.
Corriendo a su lado, levanto la débil mano y casi retrocedo ante lo frágil que está. Sólo ha pasado
una noche desde que la he visto por última vez, pero parece que podrían haber sido meses.
¿Es esto por lo que Axel me trajo aquí? ¿Para decirle adiós?
—Mamma, ¿stai bene? —le pregunto en voz baja sintiéndome casi enfermo de los nervios.
Sus ojos marrones se desbordan de lágrimas y respira superficialmente, sonoro, como un
maldito silbido en su pecho.
—Mamma, háblame —presiono, luchando contra las emociones.
Mamma cierra los ojos y trata de calmarse. La veo tragar, la simple acción que todos damos
por sentada, es una tarea tan monumental como sería subir el monte Everest.
Asintiendo, me animo a hacerla tratar de hablar.
—Se lo llevaron... anoche... muy herido...
Con el ceño fruncido, trato de captar lo que estaba diciendo a través de su voz
entrecortada. Pero estoy confundido. Ella está hablando tonterías.
—Salió mal... no puedo... no puedo... —Un grito torturado sale de la garganta de Mamma,
su cuerpo comienza a sacudirse, pero para ella, eran más como espasmos, mientras trata de
moverse de la cama. Sólo sus dedos se mueven. Podía ver el dolor en su rostro, la tensión
mientras trata de levantar sus extremidades y solloza mientras su cerebro no se conecta a sus
nervios. Lloriquea tan fuerte cuando finalmente se deja caer de nuevo sobre el colchón, un
pesado sudor la recubre, cansando al delgado cuerpo.
Ahora yo estaba llorando también. Las lágrimas eran en silencio, pero me rompe el ver a mi
madre incapaz de moverse apenas un centímetro. Me destroza cuánto tarda sólo para levantar
sus dedos.
—No me gusta esto, mio caro… Quiero moverme… no puedo… no puedo… —Se
interrumpe, sollozando de nuevo. Tomándola en mis brazos, con un peso de no más de una
pluma, la acerco a mi pecho y la arrullo como a un niño.
—Silencio, Mamma, está bien, está bien. No llores. Sé fuerte —musito.
—Pero yo... no fuerte... duele... en problemas... estoy enjaulada... no soy libre.
Mientras trato de tragar el nudo en mi garganta de sus incesantes murmullos, mi madre
desliza su mano sobre la mía y musita con su fuerte acento:
—Estoy lista… quiero ir a Dios ahora… pero no puedo… Mis hijos… no es bueno… me
preocupa… no estás… en un buen lugar…
180
Un dolor absolutamente desgarrador rueda a través de mi corazón ante sus palabras. No
quería que se muriera, pero no podía soportar verla así… tan rota… tan débil… tan confusa, pero
todavía pensando en nosotros chicos.
—Me comprometo a hacer todo mejor, mamá. Lo guiro —le aseguro.
—Él necesita irse… ti prego...
—¿Quién, mamá? —indago, mis cejas se apretaron mientras trato de captar lo que estaba
diciendo.
Mamma luchaba por mantener los ojos abiertos, muy cansada de tanto llorar, de luchar...
Preocupada, y en cuestión de segundos, su trabajosa respiración se calma.
Asegurándose de que está cómoda, me aparto de la cama, sólo para ver a Axel en la puerta,
sosteniendo un rosario, con sus dedos moviéndose a lo largo de cada cuenta, con la boca
pronunciando una oración.
Sin decir una palabra, se traslada al armario de la Mamma y saca una especie de máscara
aterradora. Se movió a donde ella yace y, en momentos, la fija en su rostro. Todo el tiempo, lo
observo en silencio.
Con el simple accionamiento de un interruptor, un estruendo suena bajo y el oxígeno
comienza a verterse a través de la boca y nariz de Mamma.
Después de besar la mano sin vida de mamá, Axel me mira a la cara.
—Su máscara llegó hoy para ayudar a sus débiles pulmones. No está respirando bien ya. —
sisea flojito—. Tiré otro par de miles con esta máscara solamente. No tenemos mucho ahora, ni
siquiera para comer, chico.
Inclinando la cabeza hacia atrás hasta el techo, le pregunto:
—¿De dónde demonios salió toda esa sangre? ¿Y por qué está en tal estado, hablando sobre
desear morir y esa mierda? ¿Qué demonios pasó?
Axel mueve su pulgar hacia la habitación de Levi y de inmediato desciende la mirada.
Había tristeza allí, pero una carga total de culpa también.
Mi estómago se tensa con temor.
—Joder, Axe, ¿qué hiciste? —pregunto, aunque no quiero una respuesta y voy a la pequeña
habitación de Levi, casi astillando la puerta contra la pared mientras la abro de un empujón.
—¡Lev! —grité y volé a su lado.
Allí, en su estrecha cama, está Levi. Un pálido niño de catorce años, maltrecho y con
moretones. Tiene los ojos hinchados, casi cerrados y con manchas de sangre seca, su cabello
rubio enmarañado por el sudor y el barro. Pero lo que más me llama la atención es una gran
venda que atraviesa de su estómago. Un amplio vendaje filtrando sangre.
Joder. Había sido apuñalado.
—Lev —exclamo y, cayendo de rodillas, agarro su mano. Levi gime de dolor en su sueño y
trata de moverse, pero su respiración se calma pronto mientras se vuelve a dormir.
181
—Necesitamos gente anoche para el enfrentamiento. Sabíamos que si no actuábamos
primero, seríamos blancos fáciles. Después de que te llevaste a tu perra a casa, decidimos tomar
dos autos. Atacar a los cabrones. Lev era necesario, chico. Sabes el resultado. Cada 9mm ayuda.
Mi mandíbula se aprieta y mis dientes también hasta que juro que iban a romperse. No
podría decir una mierda en respuesta por miedo a perder el control y terminar atacando a mi
propia carne y sangre.
—Cuando llegamos al territorio de los Kings, los cabrones estaban esperando. Bueno, seis
de ellos lo hacían; sólo éramos cinco. Era una trampa. Información falsa. Tan pronto como nos
vieron, empezaron a dispararle a los neumáticos del auto como el infierno hasta que rodamos a
un lado de la carretera, donde arrastramos a los chicos a la calle. Lev estaba en ese auto con
Alberto, entonces Barton, el líder de los Kings, sacó su cuchillo. No llegué allí lo suficientemente
rápido, cortó a Lev por el estómago mientras los otros chicos estaban sobre él a puñetazos y
patadas.
Axel da un largo suspiro.
—Lo metí en el auto tan rápido como pude y me largué. Conseguí que fuera a la sala de
emergencias. Lo curaron y me dieron la mierda allí antes de que llamaran a la policía. Mamma
uso lo último de dinero en medicina para conseguir que lo cosieran.
—¿Y quién cosió ese show de mierda en tu mejilla? —pregunté.
—Conseguí que el viejo Brown de la caravana veintiuno lo hiciera. Le di unas cuantas
piedras de crack como pago.
Miro abajo hacia mi mano en la de Levi e imagino aquí a Pix, calmándolo, cuidándolo,
mientras mi madre deseaba estar muerta en la otra habitación por ser incapaz de ofrecerle su
afecto.
—Axe, me está tomando toda mi puta fuerza de voluntad para no cortar tu garganta ahora,
por arrastrarlo por ahí contigo. Pero es obvio que te importa algo o no lo habrías llevado a la sala
de emergencia.
En lugar de enojarse, Axel baja la cabeza y asiente. Era extraño ver a mi hermano de
veinticinco años lastimado de esa manera. Era la primera vez, en todo este maldito lío que
llamamos vida, que lo he visto con una grieta en su gruesa armadura.
—Axe, sigo diciéndolo, pero, ¡necesita salir de una puta vez! Tiene catorce años. Catorce, y
por la manera en que va, la forma en que esta guerra por el territorio sigue, no va a vivir para ver
el año que viene. Es talentoso, tiene mucho que ofrecerle al mundo. Está siendo vendido por
poco por nosotros. ¡Estamos arruinando toda su puta vida!
Axe camina hacia adelante, con los ojos oscuros brillando mientras mira a nuestro
hermano pequeño en la cama, y pone su mano en mi hombro.
—Seré sincero contigo, muchacho. Mamma no verá los próximos meses. No iba a decírtelo,
sin embargo, eso te permitirá centrarte en los partidos del campeonato por primera vez. Pero
bajó a ocho semanas, doce semanas en el mejor de los casos. Su sistema respiratorio se está
cerrando, y pronto no podrá respirar más. Esto es serio, chico. Este es el camino hacia el final.
182
—¿Entonces por qué me lo dices ahora? —pregunto, pero lo sé. Sé lo que vendrá. Lo que
tendría que hacer.
Axel se arrodilla a mi lado en la cama mientras miramos a nuestro hermano más pequeño
como dos ángeles oscuros caídos cerniéndonos sobre nuestra carga.
—Sabes lo que tienes que hacer, chico. Sólo durante los próximos meses. Después
podremos calcular la mierda.
—Cristo. ¡Axe! —vocifero y bajo la cabeza derrotado—. Me prometí que nunca iba a volver
a los Heighters. ¡Jodidamente no quiero volver! Tengo mucho que perder.
Axel frota su mano sobre mi cabeza.
—Lo sé, hijo. Pero a veces la vida se enrolla de esta manera y tienes que hacer lo que tienes
que hacer por tu familia.
Mi estómago se aprieta de lo injusta y jodida que es la vida.
—¿Y Pix? ¿Qué diablos se supone que voy a hacer respecto a Pix? La amo, Axel. Tanto que
es una locura y me necesita. No tienes idea de cuánto. No puedo estar atado a toda esta mierda y
cuidar de ella también. No puedo ponerla en esa clase de peligro.
El rostro de Axel se hiela, pero cuando miro sus ojos, pierden un poco de su veneno.
—Sólo voy a decir las cosas como son. Esa perra no está hecha para esta vida. Nunca
entenderá lo que hay que hacer por la famiglia, por el equipo.
—No puedo dejarla, Axe. ¡No voy a hacerlo!
—Entonces déjame preguntarte esto. ¿Vas a estar bien, cuando los Kings averigüen quién
es ella para ti y la tomen como cebo? ¿Se metan con ella hasta llegar a ti? ¿La vas a poner entre
los problemas de tiroteos y tus trabajos de las calles? ¿Vas a dejar que sea el nuevo objetivo de
Gio? Porque va a colgar la amenaza de hacerle daño por encima de tu cabeza.
Cierro los ojos y me siento realmente cortado por el dolor atravesando mi corazón.
—Me estás diciendo que termine las cosas con ella.
Axel asiente.
—Estás hecho de diferente tela, chico. Déjala ir y no te arriesgues haciéndola un blanco
más. Sólo aléjate. Camina lejos de una puta vez. ¿Capisci?
Pienso en el rostro de Pix en mi mente y lo hermosa que se ve mientras me venía dentro de
ella. Su rostro mientras me confiesa su trastorno, sus temores. Entonces pensé en lo que será mi
vida en los próximos meses, el peligro en el que estaría, el peligro en que ella estaría. El estrés
podría hacer que deje de comer de nuevo, infiernos, ya estaba causando que perdiera peso, y no
podía hacerle eso. No podía ser la causa de su recaída. Lo que le esperaba sería mucho, mucho
peor. Tenía que protegerla también.
Nunca enfrentaría lo que tenía que revolver. Los extremos que podía tener al ir para el
equipo.
Todo esto hacía la decisión fácil. Tenía que protegerla. Salvarla de esta vida. Tenía que
alejarme... de lo mejor que jamás me había pasado.
183
Joder. No estaba seguro de cómo iba incluso a hacerlo. Pero tenía que intentarlo.
Girando hacia Axel, asiento.
—Capisco.
Cierro los ojos y veo toda la mierda de mi vida como una película: mi Mamma llorando en
mis brazos, atada a la cama y desmayándose. Luego, abriendo mis ojos, me quedo mirando a
Levi justo delante de mí, golpeado y ensangrentado, todo cae en su lugar. Mientras tomo la
decisión que sabía iba a cambiar mi vida, casi podía sentir la Stidda en mi mejilla ardiente
mientras una vez más vendía mi alma a la causa de los Heighters.
Estaba oficialmente de vuelta en el infierno.
Pero, al menos, Levi y Lexi estarían oficialmente fuera.
184
Capítulo 21
Lexi
Cena del Ganador del Campeonato SEC (Conferencia del Sur-Este)
La Plantación Prince
185
―¿Te estás sintiendo bien, Molls? —le pregunto mientras Molly se sienta a mi lado en
nuestra mesa en la cena, registrando las multitudes de personas por Rome, su mano firmemente
sobre su ligeramente sobresaliente vientre. Ella se ve muy feliz a pesar de que esta cena se está
celebrando en la casa de los padres de Rome.
Rome ha sido arrastrado lejos para hablar de fútbol con algunos promotores universitarios.
Luego, cinco minutos después, Austin lo ha sido también. Los Tide han ganado el campeonato
de la SEC en Georgia y estamos dirigiéndonos al Campeonato Nacional en California. Esta cena
es para celebrar la victoria, pero yo no me siento como para hacer nada, especialmente celebrar
en estos momentos.
¿Cómo puedes intentar ser feliz cuando tu mundo se está desmoronando?
Inclinándome, y jugando el papel de la "Lexi feliz" de nuevo, froto mi mano sobre la de
Molly y sonrío.
Molly suspira, y Ally y Cass se inclinan para escuchar.
—Simplemente no puedo esperar para que esta noche se acabe. Rome está en vilo
esperando a que sus padres sicóticos me digan algo, a nosotros. Pero al menos ellos solo me han
ignorado en lugar de atacarme otra vez. —Los padres de Rome no aprobaban a Molly. Ellos no
sabían que estaba embarazada. Eran poderosos y despiadados. Si querían que te fueras,
conseguirían que te fueras.
Cass chasqueó la lengua y echó su cabello hacia atrás.
—Voy a matar a esos hijos de puta si se atreven. Lo juro, Molls. ¡Tú te quedas conmigo!
Molly se ríe de Cass, pero Ally no se ha unido a la broma. Como prima de Rome, ella sabe
lo que sus padres son capaces de hacer. Si sus ojos están buscando algo para irse, ella no iba a
dejar a Molly fuera de su vista tampoco.
Toda la pandilla ahora sabe que está embarazada, pero lo que me sorprende fue el poco
interés que Austin ha tomado en esto. Ha estado distraído. Apenas andaba por el campus con
excepción del entrenamiento, y, lo peor de todo, no estaba viéndome... en absoluto.
Desde que hicimos el amor, nunca estaba ahí, apenas me ha llamado, me envió un mensaje,
y no hemos estado ni una vez de vuelta en la casa de verano, como había prometido.
No puedo entender lo que he hecho.
Es porque él está disgustado contigo, Lexington. ¿Creías que una vez que él te follara no
encontraría defectos en todo tu cuerpo? ¿Pensaste que te querría otra vez cuando ni siquiera
podías quitarte la ropa?
Con mi estómago rodando por las palabras de la voz, me levanto y decido ir a dar un paseo.
Molly me agarra del brazo con preocupación.
—¿Estás bien, Lex? Pareces un poco decaída. Me estás preocupando, querida.
Inclinándome, beso la cabeza de Molly y doy unas palmaditas en su creciente barriga.
—Estoy bien. Sólo necesito una bebida y un poco de aire fresco.
Molly vuelve a hablar con Cass y Ally, y yo me alejo hacia los jardines paisajistas de la gran
plantación hasta que no hay nadie alrededor. Mientras camino hacia una enorme fuente de agua,
los sonidos de voces bajas llaman mi atención, y curiosidad, sigo las voces alrededor de una larga
hilera de altos setos.
Asomando mi cabeza por la esquina, mi corazón se hunde. Austin está parado contra el
seto con su mano en el bolsillo interior de su chaqueta negra del traje, y está sacando paquetes...
paquetes pequeños de plástico... llenos de polvo blanco.
No... No... No...
―Gracias, hombre —dice un estudiante que no conozco cuando toma el paquete y se va a
través de una brecha en el seto. Veo como Austin comienza a contar los billetes, los pone en su
bolsillo, y se recuesta contra una estatua de piedra del jardín, pasando sus manos por su rostro.
Mis pies se están moviendo hacia él antes de que me dé cuenta.
—¿Estás vendiendo? —susurro, con la devastación en mi voz.
Austin gira su cabeza en mi dirección y se endereza, su expresión cambia de culpa a
indiferencia forzada.
―Pix, necesitas irte de aquí... ahora. —Austin es frío y de alguna manera muy agresivo.
Como él fue en el patio cuando nos conocimos por primera vez hace meses.
Parada en mi sitio, cruzo mis brazos sobre mi largo vestido negro y digo:
—¡No me iré! —Extiendo mi mano y tiro de la manga de su chaqueta—. Estás vendiendo
drogas, ¿no es así? Es por eso que no has estado cerca.
Austin mira a nuestro alrededor y, agarrando mi brazo, me empuja hacia el lugar recortado
en el seto. Estamos completamente ocultos a la vista.
―¡Mantén tu maldita voz baja, Pix! —susurra en voz alta, la ira distorsiona su
habitualmente hermoso rostro.
Me echo hacia atrás. No reconocía a esta persona delante de mí.
―¡No te atreves a hablarme así! —digo en respuesta, y veo el destello de culpa cruzar su
rostro. Acercándome más aún, inhalando su aroma de agua de lluvia, le pregunto—: ¿Cuánto
186
tiempo ha estado pasando esto? ¿Por qué no has hablado conmigo acerca de esto? ¿Por qué no
has hablado conmigo, y punto?
―¡Porque mi Mamma se está jodidamente muriendo, Pix! ¡Ella está ahora en sus últimas
semanas de vida, y necesitamos el dinero para pagar por ello! Esto… —Se toca la chaqueta donde
su bolsillo está situado debajo—. Esto es lo que va a darle la medicación y el cuidado que
necesita para no morir de asfixia con su propia saliva, porque no tenemos un seguro para que
pueda ayudarla. ¿No puedes entender eso?
Mis ojos se llenan con lágrimas cuando añade:
—¡Y lo que realmente no necesito es mierda de ti al respecto! No te he llamado porque
estoy tratando de protegerte. ¡Estoy tratando de proteger a todo el mundo! ¡Cristo!
―Austin... —le interrumpo y paso mi mano por su mejilla. Inmediatamente cierro los ojos
y encuentra consuelo en mi tacto.
―Pix, por favor. Confía en mí. Estoy tratando de protegerte. Incluso si tú no lo ves.
Abro los ojos y pregunto:
—¿Has pensado en el fútbol? ¿Lo que estás arriesgando? —Cuando Austin solo me mira sin
comprender, realmente empiezo a sentir pánico. No había emoción, ni lucha, nada, sólo
entumecimiento.
―¡Austin! ¡El fútbol!
Suspira.
—No podría importarme menos el fútbol. Voy a llevar a los Tide al trofeo de campeonato,
pero toda mi atención está centrada en mi Mamma y sus cuentas médicas ahora, ¡no en la puta
NFL!
―Pero tu Mamma quiere que te vaya bien en el fútbol, y Levi…
Austin se me mira a la cara y pone sus manos sobre mis hombros.
—Levi, ahora mismo, está acostado en su cama, golpeado muy gravemente porque tuvo
que hacerlo para escapar del tiroteo, porque elegí llevarte a casa. Mi hermano de catorce años
fue apuñalado con un cuchillo, le travesó el estómago, porque elegí ir contigo en lugar de
cumplir mi deber para con mi familia y, ¡quedarme con ellos!
Me sentí enferma. ¿Levi fue apuñalado? Y... y...
―Te arrepientes de hacerme el amor. —susurro, y los ojos de Austin que están mirando el
camino del ladrillo saltan hasta los míos.
Su rostro se contrae, y de repente toma mis mejillas con sus manos.
—Pix, mierda... no, no me arrepiento de hacer el amor contigo. ¿Cómo podría? Mi cabeza
sólo está jodida. Todo va muy mal y no sé cómo mierda lidiar con todo. Estoy tratando de hacer
lo mejor para todos.
Yo no podía decir nada. La voz en mi mente comienza sus tortuosas burlas. Él lo lamenta,
Lexington. Él simplemente no puede decírtelo en tu cara. Tú sabes la verdad. Le das asco.
187
―¡Pix! —grita Austin, y mis ojos se fijan en los suyos. Estoy sin aliento por el pánico y
empiezo a sentirme débil.
Eso es porque exitosamente has estado comiendo sólo cuatrocientas calorías al día,
ejercitándote sin parar. Estamos ganando, Lexington. Este muchacho está disuadiéndote de tu
éxito. Olvídate de él. Escúchame. Estamos llegando a la perfección.
―¡Pix! ¡Mierda! Mírame. No vayas allí. ¡Ni se te ocurra ir allí ahora mismo! ¡No puedo lidiar
con eso también! Estoy tratando de mantenerte a salvo. Por favor. Estoy tratando de alejar
cualquier amenaza.
―Te disgusto —susurro a sabiendas, haciendo caso omiso de sus palabras, con mis ojos
llenos de lágrimas—. Ese es por qué me has ignorado últimamente. Incluso en el partido de
Campeonato de la SEC esta semana, apenas has mirado en mi dirección.
―¡No! No, yo sólo estaba tratando de hacer frente a toda esta mierda. El partido fue
televisado y sabía que los Heighters estaban observando. Yo no quería que nadie de la pandilla
me viera contigo. ¡No quiero que seas un objetivo para cualquiera de los vendedores de mierda,
Lex!
―¡Carillo! ¿Carillo, estás aquí fuera? —dice una voz baja.
Las manos en mi rostro se congelan en mis mejillas, y los dientes de Austin se aprietan
juntos. Alguien se está acercando.
Austin baja su boca a mi oreja.
—Quédate aquí. Estaré de regreso en un segundo. —Retrocedo tan lejos en el seto como
puedo hacerlo.
Austin deja nuestro escondite y se pone de espaldas a mí, protegiéndome de la vista.
―Carillo, he estado buscándote —dijo la misma voz profunda.
―¿Qué quieres, Porter? —preguntó Austin.
¿Chris Porter? ¿El receptor Chris Porter?
―Quiero un poco de coca. Oí en el viñedo que tú eres el tipo.
―Escuchaste mal —dice Austin fríamente y luego agrega—. ¿Y para que quieres cocaína?
Te hacen la prueba antes del Campeonato Nacional y pierdes cualquier posibilidad de ser
reclutado.
―Deja de joder, Carillo. No soy tan tonto. La quiero para la fiesta posterior.
―No vas a hace eso, Porter.
Oigo el roce de pies y las manos golpeando en un pecho.
—¡Jódete, Carillo! ¡Jódete!
Todo queda en silencio, y luego Austin reaparece. Mientras lo observo a la luz de una
lámpara antigua, veo lo cansado que parece, cuan estresado está. Sintiendo una abrumadora
sensación de empatía por él, me muevo hacia adelante.
—Austin…
188
―Lexi. Esto, nosotros, tiene que terminar —interrumpe él.
Me siento como si alguien golpeara mi espalda con un bate de béisbol y abriera mi pecho,
arruinando mi corazón.
Los ojos de Austin brillan y pasa una mano por su cabello.
—No creo que tú sepas lo mucho que deseo que esto fuese diferente. Pero mi vida está
jodida y soy demasiado nuevo en la pandilla para salirme. No puedes estar con alguien como yo,
Pix. Voy a arruinar tu maldita vida. Tú puedes dejar que eso pase, pero yo no lo haré. No voy a
ser como mi padre, llevando a mi chica a través de un espectáculo de mierda de vida.
Me quedo mirando a Austin, aturdida, y él se gira hacia las sombras para limpiar sus ojos.
Es extraño, pero no siento... nada. Como si mí arruinado corazón estuviera protegiéndose a sí
mismo del último golpe demoledor del rechazo de Austin. Como si hubiera tenido una inyección
de cocaína para adormecer mis sentimientos.
Mis pies comienzan a moverse de nuevo en la dirección de mis amigos y, en el fondo de mi
mente, sé que Austin está detrás siguiéndome. Tan pronto como veo a mis amigos, me siento,
pongo una sonrisa falsa automática en mi rostro, y asiento y río en los momentos adecuados a
las bromas que mis amigos están diciendo. También puedo sentir la mirada pesada de Austin,
pero no puedo soportar mirarlo.
Observo a Rome volviendo a la mesa, en busca de Molly, pero eso no me saca de mi estupor
hasta que escucho:
―¡Rome! ¡Rome! ¡Ayuda!
Unos gritos femeninos desde la casa son llevados por la brisa del invierno, me regresan a la
vida. Las voces susurrando y gente corriendo legan después, y Austin, toma de repente mi mano
en la suya, comienza a correr por la casa, arrastrándome detrás de él.
Cuando nos acercamos a la entrada trasera, veo a la gente susurrando y llorando, con las
manos sobre sus bocas.
Austin me mira y se encoge de hombros. Pero entonces vemos a Cass, Jimmy-Don, Ally, y a
Reece, todos pálidos y corriendo hacia la casa. La única persona por la que alguien estaría
alertando a Rome es... ¡Molly!
Tirando de la mano de Austin, comienzo a correr hacia las escaleras de atrás, Austin
empujando a través de la multitud para ver de qué se trataba la conmoción. Una vez dentro,
rodeamos la puerta de la biblioteca, donde mi corazón salta a mi garganta.
Entonces todo parece moverse al doble de velocidad. Shelly Blair está de pie contra una
estantería, con la mano sobre su boca y llorando. Ally y Reece están en los brazos uno del otro,
Ally inconsolable llorando, y Jimmy-Don estaba sosteniendo a Cass mientras ella se da vuelta de
algo en el suelo.
El suelo.
―¡No! —Escucho a Austin susurrar, y me agacho a través de la multitud de jugadores de
los Tide para ver lo que está sucediendo.
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Sangre. Un montón de sangre. Y Molly. Molly en los brazos de Rome mientras la mece,
llorando y gritando. Pero no puedo oír lo que está diciendo. Simplemente no puedo apartar los
ojos de la sangre.
El bebé... pienso, y siento a Austin envolverme en sus brazos, sin preocuparse de quién nos
viese así. Sin preocuparse por el hecho de lo que acababa de decirme, que hemos terminado.
Pero nadie está siquiera mirando en nuestra dirección. La habitación empieza a girar, y siento
como que no puedo respirar. ¿Por qué todo el que me importaba estaba siendo desgarrado y
apartado de mí?
Fue como un interruptor que se enciende dentro de mí y el entumecimiento regresa. ¿Por
qué el mundo está lleno de tanta tristeza y dolor?
190
Capítulo 22
LEXI
Querida Daisy,
Peso: 37.6 kilos
Ingesta de calorías: 400 250
Me gustaría que estuvieras aquí. Señor, como desearía que estuvieras aquí.
Los últimos días han sido tan duros, y siento como que estoy perdiendo contacto con la
realidad, en mi forma de comer... en todo.
Molly perdió a su bebé. Una de mis mejores amigas casi muere. Y para empeorar las cosas,
ella nos dejó. Se fue sin decir una palabra. Sabemos que ha regresado a casa, a Oxford, pero ni
siquiera nos dijo adiós. Rome está angustiado. Todos lo estamos. Y nosotros ni siquiera sabemos si
ella alguna vez va a volver.
Y Austin... Austin está traficando con drogas y de nuevo con los Heighters. Realmente ya
nunca lo veo, él no me quiere, y siento como si mi corazón se estuviera rompiendo, lenta, y
tortuosamente.
No era suficiente para él. Mi mayor temor se hizo realidad.
Me estoy ahogando con esto, Daisy. La voz es mi único consuelo, y con cada día que pasa, me
entrego a él aún más. Ya nunca me siento fuerte. Ni siquiera puedo mirar el espejo. Odio a quien
veo tanto que casi rompo el cristal con mi puño para que no tener que hacer frente la gorda y fea
monstruosidad que me mira de vuelta.
Corro kilómetros al día, pero nunca es suficiente.
Mi ingesta de alimentos es casi inexistente, pero eso nunca es suficiente.
Me estoy cayendo a pedazos, Daisy.
Cayendo a pedazos completamente.
Te echo de menos.
¿Por qué tuviste que dejarme sola?
191
***
Una lágrima salpica la página de mi diario mientras firmo, la tinta acuosa corre por el
papel. Giro mi cabeza para mirar afuera por la ventana y suspiro. Es invierno. El crepúsculo. Y
todas las estrellas están brillando. Las vacaciones de navidad son oficialmente mañana, y me iré
a casa para nada.
Mis padres se han ido a regañadientes por el trabajo de mi padre. Se han ido durante las
próximas seis semanas, mientras que él monta una nueva sala de oncología en Mobile. Ellos
odian dejarme en vacaciones, pero piensan que me voy a Texas con Cass para navidad.
He mentido. Iba a estar sola en casa de mis padres. Y eso es muy bueno. Necesitaba estar
sola, lejos de la gente que me pueda obligar a comer.
Es un cóctel extraño de felicidad y tristeza mientras miro hacia el cielo nocturno. Austin
siempre se quedaba mirando las estrellas. Hablaba de ellas todo el tiempo mientras agarra mi
mano, presionando besos en mi piel. Eso siempre me hizo sentir querida.
Miro abajo hacia mi mano y envuelvo mi puño ante el recuerdo. Es casi como si pudiera
sentir los dedos tatuados de Austin envueltos alrededor de los míos. Pero eso se acabó ahora.
Hemos terminado; de eso estaba segura.
Desde la noche que hicimos el amor, habíamos sido extraños virtuales. Yo era demasiado
para que él hiciera frente. Siempre supe que lo sería. Desde luego toda su vida es demasiado para
que él le haga frente. Un niño roto lleva el peso del mundo sobre sus hombros.
Los dos estamos demasiado perdidos para estar el uno con el otro en la forma en que
necesitábamos estar. Dos estrellas fugaces que se quemaron demasiado rápido, sin alcanzar
completamente el cielo del otro.
Me siento junto a mi ventana durante horas, viendo las oscuras nubes pasar, antes de que
la lluvia comience a caer, salpicando contra el cristal y oscureciendo mi visión. La casa de la
hermandad está tranquila. Demasiado tranquila. La mayoría de las personas se fueron a casa
para las fiestas. Estaba aquí sola.
A solas con la voz.
Encontrando mi dormitorio demasiado sofocante, decido ir a dar un paseo. Lanzando mi
chaqueta con capucha sobre el pantalón negro de mi novio y la camisa Nightwish desgastada y
de gran tamaño, camino hacia fuera de la casa y que mis pies me llevaran adonde quisieran ir.
Con mi capucha levantada, me sorprendo al darme cuenta de dónde estoy: la casa de
verano. Lanzando una mirada a mí alrededor, todo está tranquilo en la casa de la fraternidad, y
pruebo el pomo de la puerta. Está abierto.
Cautelosamente entro nerviosa, me quito de encima la lluvia, levanto la cabeza, y de
repente me sobresalto tan fuerte que el latido de mi corazón retumbaba en mis oídos. Allí, ante
192
la rugiente chimenea abierta está Austin, las manos planas sobre la repisa de la chimenea y la
cabeza hundida, contemplando las llamas.
Los nervios me abordan mientras lo miro. Sus músculos son enormes debajo de su camisa
negra y pantalón, su cabello oscuro desordenado. Y sus hermosos tatuajes están orgullosamente
expuestos. Él es la perfección, y el dolor en mi estómago me recuerda lo mucho que le echaba de
menos... cuanto ha crecido mi necesidad. Y él ha arrancado esa necesidad.
Yo no me había dado cuenta que él estaba aquí, en la universidad. Por lo que pude
comprobar, siempre estaba con su Mamma en el parque de caravanas. Incluso en la práctica de
fútbol, hacía sus carreras y se iba. Nunca miraba en mi dirección, pero yo siempre estaba
mirándolo. Viéndolo de lejos.
Inclinando la cabeza, empiezo a retroceder hacia la puerta, cuando mi pie presiona sobre
una tabla suelta, un fuerte chirrido hace eco alrededor de la habitación.
La cabeza de Austin se gira hacia mí y su rostro se suaviza de inmediato cuando me mira en
la puerta.
—¿Pix? —susurra Austin con voz áspera.
Mirando hacia atrás a la puerta abierta, me decido a salir, pero Austin dice:
—Por favor, Pix... no te vayas.
Suspirando, me doy la vuelta y me encuentro a Austin justo delante de mí. Su olor se
apodera de mí como una brisa bienvenida en un caluroso día de verano y su dedo corre por mi
mejilla. Él siempre hacía eso. Yo nunca estaba segura de por qué... extrañaba eso también.
―Estaba pensando en ti... siempre estoy malditamente pensando en ti, Pix.
Ha estado bebiendo. Puedo oler el fuerte aroma de whisky en su aliento.
Inmediatamente levanto mi barbilla y me encuentro con sus ardientes ojos oscuros...
cansados ojos rodeados por anillos oscuros. Mi mano se levanta hasta su rostro y me acerco aún
más.
—Austin... —susurro y casi caigo al suelo mientras acaricia mi palma con su rostro,
buscando mi toque. Su barba áspera raspa mi piel.
—Sólo necesitaba adormecer el dolor, Pix... todo está muy jodido —dice con voz casi
inaudible, y levanto su barbilla para mirar a sus desenfocados ojos, ojos llenos de lágrimas.
―Austin, no llores —le digo entrecortadamente.
Inhalando una respiración estremecida, las lágrimas comienzan a caer de sus ojos, con los
hombros agitándose, y tiro de todo su metro noventa y dos hacia mis brazos. Su frente está en el
hueco de mi cuello, y siento las gotas saladas correr por mi piel.
Incluso roto de esta manera, él sabe que no debe tocar mi espalda, sus brazos están
apretados alrededor de mi nuca.
―Shhh, cariño, está bien —lo tranquilizo.
Su cabeza se sacude, y casi me caigo bajo el enorme peso de Austin.
193
—No, Pix... nada está bien. Todo se ha ido a la mierda... todo... tuve que alejarme, ¿no lo
ves?
Incapaz de aguantar el tono destrozado de su voz, comienzo a llorar con él, tratando
desesperadamente de quitarle su dolor.
―Austin, ven aquí. —Levantando su cabeza de mi cuello, agarro su mano y lo llevo hasta el
sofá. Austin se deja caer en el asiento primero y, tirando de mi brazo, tira de mí para sentarme
en su regazo. El pánico llega rápido y apresurado, pero Austin, percibiendo claramente mi
ansiedad, nos gira hasta que estábamos tumbados cara a cara.
El resplandor de la luz del fuego destaca la cara mojada de Austin, y agarrando la parte
posterior de mi cabeza con una mano, atrae sus labios hacia los míos. A medida que nuestras
bocas se fijaban en un lánguido y hermoso abrazo, pruebo la sal de sus lágrimas en sus labios, la
quemadura caliente del whisky en su lengua y me fundo en el contacto que he estado anhelando
durante tanto tiempo.
Alejándose con un jadeo, Austin no libera mi cabeza.
—Pix, lo siento mucho —susurra.
―No, Austin —insto—, no tienes nada por lo que disculparte. No puedes luchar contra lo
que siempre estuvo destinado a ser.
Suelta resoplando una carcajada, pero esta queda atrapada en su garganta y es liberada
como un dolorido sollozo.
―Háblame. —le presiono. No podía soportar que estuviera tan triste—. ¿Es tu Mamma?
¿Ha empeorado?
Una sombra oscura parece nublar los ojos de Austin y se muerde la esquina de su labio
inferior. Conocía ese movimiento. Lo conozco lo suficiente como para saber que estoy en lo
cierto.
―A ella sólo le quedan semanas, Pix. Es un maldito desastre. Realmente no puede hablar.
Levi es un desastre también. Nunca abandona su lado.
Mi estómago cae, y aprieto su mano en apoyo.
―¿Dónde... dónde has estado? Nunca estás en la universidad —le pregunto nerviosamente.
La mirada de Austin golpea la mía y traga con aprehensión.
—He estado por ahí, Pix. Estoy siempre por ahí.
―Y nosotros ya no somos más... —No es exactamente una pregunta o una afirmación.
Simplemente es lo que era. La realidad, supongo.
La siguiente cosa que se, es que Austin suspira y rueda encima de mí, sosteniéndose sobre
sus brazos para evitar aplastarme. Me mira durante una eternidad antes de aplastar sus labios en
los míos. El beso es cálido, ardiente y desesperado, y me consume. Cada célula de mi cuerpo se
enciende con deseo... deseo de ser todo lo que él necesita.
Aferrándome a su cabello, furiosamente nos comimos la boca el uno del otro.
194
—Austin —gimo, y siento la cremallera de mi chaqueta con capucha abrirse, y en
segundos, es un montón en el suelo.
Mi pantalón fue lo siguiente, y con un solo movimiento fluido, Austin los arrastró hacia
abajo, llevándose mis bragas con ellos. Un destello de preocupación corre por mi mente al
pensar en Austin mirando mis piernas más delgadas, pero mi corazón me está diciendo que esto
es algo más, algo más grande, y la necesidad triunfa sobre la inseguridad y sólo lo deja hacer.
Arrodillándose y a horcajadas sobre mis piernas, Austin se quita la camisa y la lanza al
suelo, con sus músculos tensos y fuertes a la vista.
Buscando en su bolsillo, saca un condón. Me doy cuenta en ese momento que él no ha
intentado quitar mi camisa, y me derrito aún más cuando sé que es porque entiende mis límites.
Él sabe mucho sobre mí, pero nunca logramos superar las cosas ocultas más profundas... en
ambos lados.
El pesado silencio entre nosotros se siente como electricidad en la habitación. El fuego
crepita y escupe, los búhos ululan afuera en los árboles, los grillos cantan a ritmo, y todo eso es
ahogado por el sonido de la cremallera de Austin bajando y el desgarro de la envoltura del
condón.
Una vez hecho esto, Austin se arrastra por encima de mi cuerpo, separa mis piernas, se
coloca entre ellas, y con un movimiento rápido, me llena hasta la empuñadura. No hay ninguna
preparación, ni marcha lenta. Es sólo la necesidad desesperada sujetándose.
No hago ruido esta vez, y él tampoco. Todo en este momento se siente diferente de alguna
manera, tal vez conmovedor, y nos abrazamos con fuerza, respirando con dificultad en el cuello
del otro.
El fuego que he llegado a reconocer se construye en mi interior, y Austin se mueve más
rápido mientras envuelvo mis piernas alrededor de su cintura. De mala gana, Austin levanta la
cabeza y me mira a los ojos, y casi me calmo cuando veo las lágrimas cayendo de sus largas
pestañas. No son lágrimas de dolor, o incluso de felicidad para el caso. Ellas me hacen pensar en
una despedida... un adiós.
Mis manos instantáneamente caen de los amplios hombros de Austin a su rostro. Adiós...
este era nuestro adiós...
En conflicto, mi cuerpo corre hacia el sentimiento explosivo de nuestro clímax, mientras mi
corazón se acelera ante la devastación y el dolor. Las emociones embriagadoras son demasiado
para soportar, y grito mientras mi orgasmo me atraviesa, casi electrizándome de adentro hacia
afuera, también me estremezco por la pérdida y la comprensión de que el chico por el que he
caído tan profundamente enamorada se está alejando de mí para siempre.
Sin romper nunca mi mirada, Austin se tensa, su cuello y los músculos sobresalen mientras
le da la bienvenida a su liberación. Luego, con una fuerte exhalación, se desploma sobre mi
pecho.
Me quedo mirando por la claraboya y arriba al hombre en la luna mientras siento el
corazón de Austin latir rápidamente en su pecho. Por un lado, estoy entumecida, pero por otro
lado, sintiendo cada punzada de rechazo y decepción que es humanamente posible. Cerrando
195
mis ojos fuerte contra el dolor en mi pecho, me permito una caricia final por el cabello de Austin
y paso mi mano por su espalda.
Al llegar a la parte baja de su espalda, Austin levanta la cabeza, con las lágrimas brillando, y
dice:
—Nunca fui lo suficientemente bueno para ti, Pix. Soy una mierda; tú eres oro. No voy a
arrastrarte a este pedazo de mierda de mundo de basura en el que vivo. Tú mereces más que yo,
más de la vida. Jodidamente mucho más. Yo solamente voy a arrastrarte hacia el fondo.
No digo nada en respuesta. Austin se mueve hacia mi lado y, uno frente al otro, tira de la
manta de la parte de atrás del sofá sobre nuestros cuerpos. Nos besamos, nos abrazamos
apretados, y no recuerdo cuando me quedé dormida. Pero recuerdo despertar a una habitación
vacía, sintiendo el vacío que la ausencia de Austin ha dejado.
Mientras miro los rescoldos del fuego, unas ligeras y suaves manos empiezan a masajear
mis hombros, y siento como me relajo.
Entrégate a mí, Lexington. Libremente pásame las riendas. Puedo hacerte sentir mejor. Puedo
darte control en tu vida donde actualmente no tienes ninguno. Estamos casi en la perfección,
Lexington. Entrégate a mí de una vez por todas. Déjanos finalmente lograr nuestro objetivo.
Vamos a llegar a la perfección...
Cerrando los ojos, dejo que las palabras de la voz se filtren en mi mente. Siempre estuvo ahí
para mí. Siempre haciéndome sentir querida, dándome un propósito.
Mientras una brisa se abalanzaba y se llevaba toda mi lucha, siento que me relajo y susurro
a la silenciosa sala:
—Toma lo que quieras. Hazme perfecta. Me entrego libremente. Ya no tengo la fuerza para
luchar contigo...
196
Capítulo 23
Austin
Campeonato Nacional SCT (Serie del Campeonato del Tazón)
Estadio Rose Bowl, Pasadena, California
197
—¡Joder, Carillo! ¡Lo hicimos! —grita Rome mientras corre en mi dirección después de
anotar el touchdown de la victoria contra el Notre Dame.
―¡Lo hiciste, Bala! ¡Reclutamiento en la primera ronda con seguridad! —contesto,
verdaderamente emocionado por mi mejor amigo. Con lo que él y su novia habían estado
atravesando los últimos meses, el chico se lo merecía.
La frente de Rome se presiona a la mía, y dice:
―Nosotros dos, Carillo, los dos conseguiremos salir de la mierda de este lugar y
empezaremos nuevas vidas.
Asiento, pero respondo nada. Rome me da un golpecito en la mejilla, a continuación, pone
toda su atención en su chica en las gradas. Molly había regresado justo antes del partido,
después de semanas de saber de ella. Ha regresado con Rome, a Bama, y nunca había visto a
Rome jugar tan bien en toda mi vida.
Como si un imán tirara de mí, giro la cabeza para mirar al otro lado del campo detrás de
mí, y allí, a través de la multitud separándose, está Pix, con sus ojos fijos en los míos. Un piccolo
folleto oscuro, pienso... un pequeño duendecillo oscuro.
Sentí una abrumadora sensación de náuseas rodar a través de mi estómago cuando veo el
dolor brillando en sus ojos. Se ve tan menuda en su uniforme de Crimson Tide, agarrando los
pompones blancos en sus manos, su cabello negro perfectamente rizado y sus labios rojos
escarlata y sus ojos delineados con kohl de manera rutinaria. Fue cuando me doy cuenta de la
esbeltez de sus brazos, de sus piernas. Lexi inmediatamente cubre su pecho con sus brazos, y su
mirada se queda en blanco y mira la hierba.
Mierda.
Me muevo para ir hacia ella, cuando su barbilla se levanta y lentamente sacude la cabeza.
Esa acción me hace quedarme quieto, y antes de darme cuenta, Lyle llega a donde ella está, y
como una actriz ganadora del Oscar, se convierte en ese personaje falso, se convierte en lo que
todos conocen de ella: la llena de vida y alegre Lexi. Me mata verlo, conociendo la verdadera
belleza de la persona que siempre esconde.
Vi como coloca un beso en la mejilla de Lyle, Después corrió hacia Molly en las gradas,
donde Molly inmediatamente envuelve a Lexi en sus brazos. Observo a Lexi tensarse, pero de
nuevo, nadie más parece darse cuenta.
¿Todos ellos están tan malditamente ciegos de que su mejor amiga esté mal? Pero entonces
miro a Cass y la mirada de intensa de preocupación en su rostro. Gracias a Dios, alguien más se
preocupa. Me doy cuenta por su rostro serio, y su mirada de complicidad con Ally, que se dan
cuenta de mi chica.
El comentarista se traslada al micrófono, y es la hora de la entrega del trofeo. Respirando
profundamente, me muevo hacia el escenario y trato de parecer orgulloso.
Otro farsante para agregar al campo.
198
***
Fiesta de Bienvenida del Campeonato Nacional
Tuscaloosa, Alabama
La fiesta está en su apogeo, y después de un desfile de bienvenida de todo el día por las
calles de Tuscaloosa, mostrando con orgullo el trofeo, estamos de regreso en la casa de la
fraternidad, celebrando la victoria. El lugar está repleto de estudiantes enterrando sus caras en
licor... y para muchos, algo más.
Mientras observo la fiesta, tomo un sorbo de mi Peroni12, comprobando que ninguno de los
policías del campus haya venido a los jardines y que el decano no esté a la vista.
Nada, eso es bueno.
Oyendo una tos detrás de mí, me doy la vuelta para ver a un chico de primer año
pareciendo nervioso, con los ojos disparándose por todo el lugar.
―¿Qué? —pregunto secamente.
―Se me pidió venir a verte para conseguir algo para la fiesta.
Comprobando que no somos observados, le digo:
―¿Qué quieres?
―E13, cocaína, no importa. —Se encoge de hombros.
―Casa de verano, allí, detrás de los árboles. —Muevo la barbilla en la dirección en que
tiene que ir.
12
13
Marca de cerveza.
Éxtasis.
Los ojos del muchacho se abren con entusiasmo, y justo cuando iba a alejarse, agarro su
brazo.
―No le dirás a nadie quien te vendió esa mierda. —Golpeo la estrella en mi mejilla, y el
chico sólo traga.
―¿H-Heighters? —susurra y casi se caga encima. Asiento lentamente, y, agachando la
cabeza, murmura―: No lo haré, Carillo. No voy a decir nada.
Lo vi desaparecer de la vista y supe que a Axel le encantaría este volumen de intercambio.
El dinero que haríamos esta noche sería suficiente para que mi madre se mantenga el resto de
sus días de la manera correcta, pero odiaba jodidamente hacer esta mierda en mi territorio, con
todos mis compañeros de equipo alrededor.
―¡Carillo! ¡Ven aquí, maldita sea!
Escuchando mi nombre, me giro para ver a Rome sentado en un sofá, con Molly en su
regazo, con todo el resto de la banda rodeándolos. Bueno, todos excepto Lexi. No tenía ni idea
de dónde estaba.
Al acercarme, Rome, todo lleno de sonrisas, me hace un gesto para que me siente.
―¿A dónde sigues desapareciendo, Carillo? Nunca estás cerca —pregunta, y me encojo de
hombros.
―No he estado yendo a ninguna parte. Estás demasiado liado con tu chica para fijarte en
mí —bromeo.
Los ojos de Rome se estrecharon ligeramente, y sé que detectaba que algo está pasando.
Molly, sin embargo, sólo atrae a Rome para un beso. Cass y Jimmy-Don están inusualmente
tranquilos. De hecho, todo el grupo lo estaba.
Atrapo a Molly empujando Rome en el costado y él asiente hacia ella.
―Nos mudaremos juntos —dijo él orgullosamente, y todos nos quedamos asombrados
ante ellos en respuesta.
―Ah, quiten esas miradas de sus malditas caras. ¿Me están diciendo que después de todo
lo que hemos pasado, vivir juntos es una sorpresa?
Cuando todos nos miramos los unos a otros, me encojo de hombros. El tipo tenía razón. Su
relación se movía a la velocidad del rayo. Tenía sentido que estuvieran viviendo juntos pronto.
Joder, estaba sorprendido de que él no se le hubiera propuesto antes.
Tomando un sorbo de lo que fuera que había en su petaca, Cass se inclina hacia adelante,
poniendo toda su atención en mí.
―Así qué, Carillo...—Jimmy-Don trata de retenerla con la mano en su brazo. Pero ella se lo
sacude, totalmente seria por una vez―. ¿Qué está pasando contigo y mi chica Lex?
Mi corazón golpea en mi pecho y, de repente, todos los ojos están puestos en mí.
―No pasa nada —le contesto evasivamente.
―¡Lo que tú digas, Carillo! Algo pasa con ella, y pienso que sabes más de lo que estás
diciendo.
199
―¿Dónde está ahora? —pregunto, y Ally arrastra los pies, incómoda en su asiento. Mis ojos
se posaron en ella.
Espero a que ella hable, y suspirando, ella dice:
―Nunca está por ahí. Siempre fuera corriendo o con Lyle, o al menos eso dice...—Su voz se
desvanece. Estaba claro que se preocupaba, lo que pone a mi mente a correr.
Inclinándome hacia adelante, miro a Ally y la animo para que siga adelante. Sé que ella está
analizando algo. Algo que ella piensa que estaba mal. Puedo ver que Cass está a punto de decir
algo también. La tensión en el grupo casi me ahoga.
―¡Carillo! ¡Ahí estás! —Oigo, detrás de mí y veo a Rome, Reece, y Jimmy-Don fruncir el
ceño. Ally desestima lo que iba a decir y comienza a masticar sus uñas. La atención de Molly está
en ella mientras parece demasiado preocupada por lo que iba a decir Ally.
―Porter, ¿qué mierda te pasa? —espeta Rome.
Porter está prácticamente saltando sobre sus pies. Joder, pienso. Está desquiciado con la
cocaína.
Saltando desde mi asiento, trato de alejarlo.
―Vamos —le digo y empujo su pecho.
Porter abre los brazos ampliamente.
―¡Carillo! Resulta que no te necesito de todos modos. Tu hermano gemelo, me vendió un
poco de nieve.
Todos a mí alrededor se quedan en silencio, y Rome se levanta.
―¿Cocaína? ¿Estás malditamente bromeando? —suelta Rome y, agarrando mi brazo, me
da la vuelta para enfrentar su dura mirada.
Los ojos de Porter estaban brillantes y sus labios rodaron sobre sus encías. Está todo
drogado, y yo iba a matar a Axel cuando lo viera. Le dije una y otra vez, ningún jodido jugador de
los Tide.
―¡Porter! —grita Jimmy-Don y salta de su asiento, tomándolo por los brazos.
―¡Mierda! —escupe Rome, y cuando miro a Porter, la sangre se derramaba de su nariz.
Mierda, mierda, mierda...
―Porter, ¿estás bien? Háblame —dice Jimmy-Don cuando los ojos de Porter se giran, con
su cuerpo convulsionando y espuma saliendo de su boca.
―¡Llamen al 911! —grita Reece, y los estudiantes comienza ron marcar de sus celulares.
―¡Muévanse! ¡Policía del campus! —grita una voz baja masculina, y abriéndose paso entre
la multitud llega el uniformado policía del campus y el decano detrás.
Los ojos del decano se fijan en los míos, y juro que el hijo de puta está sonriendo en señal
de triunfo.
―¿Qué ha tomado? —pregunta el decano, y el amigo de Porter, Cooper responde―:
Cocaína. Aspiró cocaína.
200
A medida que más policías del campus se presentan, el decano dice:
―Busquen en los terrenos. ¡Encuentren a los distribuidores! ¡Esto va a terminar esta noche!
El pavor golpea mi estómago, y Rome de repente está a mi lado.
―Sal de aquí, Carillo, ahora.
―Pero, Axe…
Rome agarra el cuello de mi camisa y me arrastra hacia atrás, y alrededor de la esquina
fuera de vista. Sujetando su muñeca, arranco su mano de encima de mí y le doy la vuelta a Rome
hasta que su espalda choca contra la pared.
―Aléjate de mí, Rome —gruño, y luego Rome me empuja hacia atrás.
―Tú necesitas sacar tu puta cabeza fuera de tu trasero, Austin. Deja a Axe. Está acabado. ¡Y
lo ha jodido regiamente esta vez! ¡Él ha vendido drogas y alguien tuvo una sobredosis! Eso es
pena de prisión, Austin. ¿Qué parte de este desastre no entiendes?
Condena en prisión. ¡Mierda!
Con mi corazón latiendo en mi pecho, me aparto y le digo:
―Tú no lo entiendes, Rome. No tienes ni puta idea. —Entonces corro, dejando a mi mejor
amigo pasándose la mano por su largo cabello rubio con preocupación. Corro todo el camino
hasta el autobús, el que sale de mi parada.
Me toma cuarenta minutos llegar a casa, y cuando lo hago bajo el aviso de Westside
Heights, el auto de Gio de repente se detiene y él salió por la puerta.
―¿Dónde está Axe? —pregunto con pánico.
―Los policías lo atraparon, pero se las arregló para escapar. El maldito está desaparecido,
Austin. Necesita mantenerse escondido. Le dije que no hiciera contacto por un tiempo.
¿Desaparecido?
¡No!
Inclinando mi cabeza hacia atrás mirando al cielo, me quedo mirando las estrellas y paso
mis manos por mi rostro. Joder, él tenía todo mi dinero. Todo el dinero de las medicinas de
Mamma.
Una mano da una palmada en mi hombro… Gio.
―Tenía todo nuestro maldito el dinero —expreso mi preocupación en voz alta.
Gio asiente como con simpatía, pero puedo ver la chispa de emoción en sus ojos.
―Entonces conseguiremos más —dice simplemente.
Mirando hacia mi caravana, veo a Levi observándome desde la ventana, su rostro
magullado ahora más amarillo. Lo miro a los ojos y veo la súplica en su mirada. Pero entonces
miro a la ventana del dormitorio de la Mamma, y sé lo que tengo que hacer.
―¿Necesitas un hombre de confianza hasta que Axel vuelva?
Una amplia sonrisa de Gio ocupa todo su rostro siciliano.
201
―Es hora de hacer algunos verdes, Austin. Tú y yo vamos a arrasar.
Una pregunta que me había estado persiguiendo durante años me viene a la mente.
―¿Gio?
―¿Sí?
―¿Cómo hizo Axe para sacarme de la pandilla cuando tenía diecisiete años? ¿Qué te
prometió?
Gio señala a Levi de pie junto a la ventana y mi corazón se hunde.
―A él. Axe me prometió a tu hermano menor tan pronto como llegara a los catorce años.
Una rabia como nunca antes se apodera de mí. ¿Por qué Axel era tal maldita decepción? ¿Y
por qué siempre tenía que poner a esta maldita pandilla en primer lugar?
―Vamos, muchacho. Tenemos negocios —dice Gio, haciéndome señas. Y con la mano de
Gio alrededor de mi hombro, lo dejo que me lleve a su remolque.
Yo era ahora el hombre número dos de los Heighters.
Maldición.
202
Capítulo 24
Lexi
Un mes después…
—¿Así que vendrás a la inauguración de nuestra casa esta noche? —Molly pregunta por
teléfono. Sonaba tan emocionada, y mi pecho arde de felicidad por ella, pero tal vez había algo
de celos.
—Yo… Yo no estoy segura, Molls. Se supone que debo ir... —El pesado suspiro de Molly me
corta.
—Lexi, ya casi no nos vemos. Siempre estás en casa con tus padres u ocupada haciendo
algo con el equipo. Lo juro, tú y Austin casi han desaparecido por completo de nuestras vidas.
Las dagas atraviesan mi corazón cuando menciona a Austin. Hace tiempo que no hablaba
con él, ni siquiera lo he visto. ¿Y en cuanto a pasar mucho tiempo con mis padres? Todos ellos
estaban equivocados, mis padres todavía están lejos. Siempre estoy en casa sola, en la tumba de
Daisy o en el gimnasio. Ya ni voy a mis clases. Ahora que he dejado a las animadoras y la
temporada de futbol llegó a su fin. Tenía que ejercitar de algún modo. Escondiéndome en algún
lugar a donde nadie fuera.
Estaba por debajo de los treinta y un kilos. Estaba cerca de la perfección.
—¿Lexi? ¿Estás ahí, cariño? —pregunto Molly.
—Sí, estoy aquí.
—¿Así que vas a venir? Queremos verte… Todos… Te extrañamos. Desde que me mude con
Rome, veo a todos pero no a ti. Odio no ver tu encantadora y brillante sonrisa. —Su voz es un
susurro al final, y me siento como la peor amiga en el mundo.
—Está bien, estaré allí, Molls. ¿A qué hora?
—A las siete, ¿de acuerdo? —pregunta, y puedo oír el alivio en su voz.
—Voy a estar allí, Moll. Estoy emocionada por ver tu nuevo hogar.
Cuando Molly cuelga el teléfono, empiezo a planear que ponerme. Tiene que ser algo que
oculte la cantidad de peso que he perdido, algo con lo que no sospechen. Debo doblar mis jeans
y mis camisas para agregar más kilos. Si mi ropa abulta no se darán cuenta de la pérdida de peso.
¿Pérdida de peso, Lexington? No has perdido lo suficiente como para que ellos lo noten,
responde la voz en mis pensamientos. Estaba en lo cierto. No había perdido suficiente para que
ellos notaran nada. No me comprometía lo suficiente con mi pérdida de peso.
203
Me paso la mano por mi cabello asustada, y cuando tiré de mi mano hacia abajo, un
mechón de cabello se viene con ella. Cuando esto sucedió por primera vez, retrocedí en shock.
Ahora me hacía feliz.
Estaba muy cerca de alcanzar la perfección.
***
Me detengo en el extenso complejo de apartamentos de color blanco, y mis ojos se abren.
Este lugar es increíble. Sabía que Rome tenía un montón de dinero, pero esto es otra cosa.
Camino hacia el intercomunicador, presiono el botón en el número cuatro, y el timbre
suena, abriendo la puerta.
Al entrar por las puertas principales, miro hacia el ascensor, pero decido ir por las
escaleras. Cuatro tramos de escaleras quemaran una veintena de calorías. Pero cuando llego a la
segunda planta, mi visón se torna borrosa y tengo que agarrarme del pasamano para apoyarme.
Siento como si alguien estuviera apretando mis pulmones mientras mi respiración se hace
fatigosa y mi cuerpo lucha por obtener oxígeno.
—¿Lexi? ¿Estás ahí abajo?
Mi cabeza se levanta al oír la voz de Molly, y me enderezo, respiro profundamente, y subo
el resto de escaleras, encontrando una fuente de energía de algún lugar muy adentro.
El rostro sonriente de Molly estaba en la cima. Ella se ve hermosa con un vestido rosa
ajustado y su cabello castaño suelto. Pero cuando sus ojos se encuentran con los míos, esa
sonrisa en su rostro parece vacilar. Al llegar a la parte superior, evito su abrazo entregándole una
bolsa de regalo.
—Para la inauguración de tu casa —le digo. Molly la toma sin mirar su interior.
—Gracias, cariño —dice, sin dejar de mirarme, me indica que entre en el apartamento.
Es hermoso, todo blanco, paredes inmaculadas y mobiliario moderno. Oyendo el murmullo
de voces que viene de lo que supuse era la sala de estar, camino para ver a Rome, Cass, Reece,
Jimmy-Don y Ally.
No estaba Austin. No estaba segura si estaba feliz o triste por ese hecho.
—Hola, chicos —digo con la voz alegre cuando me doy cuenta que nadie me ha oído
entrar. Todos los ojos se fijan en mí, el silencio llena la habitación.
Vacilantemente me tambaleo sobre mis pies, un poco mareada por subir las escaleras.
Todos me miran… y miran… y miran… antes de que finalmente, Ally se deslice y golpee el cojín a
su lado.
—Ven, siéntate, cariño —dice ella.
¿Por qué ella está actuando de manera extraña?
204
Metiendo un mechón de cabello detrás de mí oreja, tiro de las mangas sueltas de mi suéter
sobre las palmas de mis manos y, encorvándome para ocultar mi gordura, me siento.
—¿Cómo estas, Lex? —dice finalmente Rome y se inclina hacia adelante.
—Estoy bien. Ocupada con mis estudios —le contesto, y fijo mi mirada en el suelo de
madera. No puedo soportar el escrutinio, la atención—.Este lugar es precioso, Rome. Debes estar
muy feliz.
—Sí, es jodidamente perfecto —responde, y el silencio una vez más llena la habitación.
—¡Aquí vamos, chicos! —La voz de Molly llama nuestra atención, y ella sale de la cocina
llevando un enorme pastel de chocolate. Mis manos comienzan a temblar, mis palmas
comienzan a sudar, y mi estómago gruñe como si pudiera saborear el buen sabor del chocolate
en mi lengua.
No cedas, Lexington. Sal de la habitación. No dejes que te alejen de tu meta. El pánico me
recorre como un arrollador torrente de agua, y mis ojos se mueven por toda la habitación
mientras trato de pensar en una excusa para irme. Cuando levanto mis ojos, todos mis amigos
me miran, los ojos de Molly están brillando con lágrimas.
Una tos proviene de Cass y dice:
—Lexi, esto no es la inauguración de la casa.
Puntos negros empañaron mi visión, mi ansiedad era insoportable.
—¿Qué… qué quieres decir?
Cass respira hondo.
—Creemos que tienes un trastorno alimenticio, Lex.
Niego con la cabeza profusamente.
—¡No, yo no! Es solo…
—Entonces come el pastel —dice Cass, y adopta su dura actitud de nada de mierda.
No puedo, no puedo, no puedo…
Siento como todo el mundo se congela, y la tensión en la sala se torna asfixiante.
—Cariño, por favor solo quedemos ayudarte. Has adelgazado mucho y todos nosotros te
amamos tanto que eso nos asusta muchísimo. Siempre estás sola, evitando pasar tiempo con
nosotros. Lex, pienso que debes ir a ver a un médico. —Ally lleva su mano a mi espalda, tratando
de apoyarme. La acción me hace sobresaltar. Me levanto del sofá y, en el proceso, golpeo el
pastel de la mano de Molly.
—Lexi —susurra Ally y se levanta para tratar alcanzarme.
Me estremezco de nuevo y rodeo la mesa de café, enfrentando a mis preocupados amigos.
—¡No me toques! —grito—. ¡Que ninguno de ustedes me toque!
Mis ojos recorrer las expresiones de preocupación de mis amigos, pero fue la de Cass, mi
más vieja amiga, la que me asusto más.
205
Cass dio un paso adelante.
—Lex, está bien, chica. ¿Qué está pasando? Háblame. ¿Te estás matando de hambre?
La habitación parece inclinarse y no puedo respirar. ¡Dios, no puedo respirar! Me aferro al
pecho, tratando de retroceder y casi tropiezo.
—¡Lex! —grita Molly, estiro mis manos, manteniendo a distancia a mis amigos. Pero Cass
salta hacia adelante y se las arregla para agarrar mis muñecas, y todo parece congelarse.
Veo como los ojos de Cass se agrandan y su boca se abre en estado de shock. Trato de zafar
mi brazo pero el fuerte agarre Cass es como un tornillo.
—Cass, suéltala. ¡Ella necesita calmarse! —dice Ally desde atrás, pero puedo ver la
determinación en el rostro de Cass.
Apretando los labios, Cass toma mi manga y la levanta. Gimo en respuesta, pero no tan
fuerte como el jadeo de Cass. Como todos los jadeos de mis amigos.
—¡DÉJAME IR! —grito, pero Cass se lanza hacia adelante y levanta mi suéter.
—¡Mierda! ¡Lex, mira tus malditas costillas! ¡Mira tus jodidas costillas!
Tiro del borde de mi suéter de sus manos, me tambaleo hacia atrás de nuevo, golpeando la
pared detrás de mí. Un mar de rostros conmocionados me miran, y Ally da un paso hacia
adelante, los chicos no tienen ni idea de que decir.
—Te estás matando de hambre —ella susurra entrecortadamente.
Lagrimas fluyen de mis ojos y mis piernas ceden mientras me deslizo por la pared hasta el
suelo. Envolviendo los brazos alrededor de mi estómago y gimo.
—¡No puedo comer! ¡No puedo comer! ¡Estoy muy gorda y él no me deja comer!
—¿Quién no te deja comer? —pregunta Cass confundida, inclinándose frente a mí—.
¿Quién te obliga a no comer?
—¡La voz! —chillo—. La voz en mi mente. Me impide comer. Me está llevando a la
perfección. —Mis ojos se vacían y comienzo a perderme en la niebla—. ¡Él se llevó a Daisy lejos
de mí… y también se llevó lejos a Austin! Él vio un exceso de grasa.
—¿Daisy? —dice Cass—. ¿Quién es Daisy, cariño?
—¿Y Austin? ¿Austin Carrillo? ¿Mi mejor amigo?
Miro hacia arriba a través de mis ojos llorosos, veo que Rome ha dado un paso adelante,
con una expresión severa en su rostro.
—Yo lo amo… lo amo de hecho, Rome. Pero él me dejó. ¡Me hizo el amor y me dejó! Le
disgusté. ¡Él lo hacía bien, me hacía mejor, pero me dejó porque soy demasiado gorda! ¡Soy una
monstruosidad… una maldita MONSTRUOSIDAD! ¿Quién puede culparlo por haberme
dejado…?
—Lex, lo que dices no tiene sentido —dice Molly y se agacha delante de mí—. ¿Tú y Austin
juntos? ¿Hace cuánto?
206
Los dedos de Molly recorren mi cabello, y mientras baja su mano, cae hacia atrás en estado
de shock, con un mechón de mi cabello en su mano.
—Lexi, ¿qué…? —exclama Molly y me mira con horror.
—Soy casi perfecta, Moll. Estoy cerca… —Trato de sonreír.
Molly se arrastra hacia adelante y trata de tocarme, pero nuevamente me muevo hacia la
esquina, y ella deja caer la mano en su pecho.
—Me estás asustando, Lexi. Me estás asustando tanto.
—Ojala no le hubiera disgustado… Ojala lo hubiera conocido antes. ¿Por qué no lo conocí
antes? Él podría haberme salvado. Podría haber detenido la voz en mi cabeza.
—¿Austin, cariño? ¿Hablas de Austin Carrillo, nuestro amigo? —pregunta Jimmy-Don, y lo
miro sin comprender.
—No puedo continuar más, JD… estoy cansada… muy cansada de vivir así… —Mi voz se
apaga y la habitación comienza a dar vueltas.
—Lex, ¡LEXI! —Oigo a Cass gritar con pánico, pero un túnel negro se está formando en mis
ojos y mis músculos son demasiado pesados.
—Lo siento… tanto, tanto… no pude mantener mi promesa a Daisy… —susurro.
Entonces todo se vuelve negro.
207
Capítulo 25
Austin
—¿Terminaste la tarea, chico?
Levi levanta la vista de sus libros de historia de América y asiente con la cabeza. Está
masticando su pluma cuando pregunta:
—¿Sabes algo de Axe?
Suspirando, alboroto con mi mano su cabello rubio y le digo:
—Nada aún, chico. Nada aún.
Era lo mismo todos los días. Había sido la misma respuesta cada día durante más de un
maldito mes. Axel había desaparecido la noche que escapó de la policía, y no teníamos ni idea de
dónde estaba.
Maldición.
Unas linternas brillantes iluminan el remolque, y mirando por la ventana, veo un enorme
camioneta Dodge girando. Algunos ricos chicos universitarios, sin duda, que vienen por una
dosis. Desde la noche de la sobredosis de Porter, hemos tenido que hacer negocios desde nuestro
territorio. Porter está todavía en estado de coma, y hasta que despierte, los policías tenían a Axel
como el principal sospechoso de la comercialización. Axel, quien se dio a la fuga.
—Lev, tengo asuntos que atender. Revisa a Mamma en quince minutos, ¿sí? Ella necesita
su siguiente dosis de medicamentos.
Levi asiente y me observa dejar la caravana con una expresión triste en su rostro. Odiaba
que vendiera, odiaba que hubiera reemplazado a Axel como la mano derecha de Gio.
Tan pronto como salto de la caravana, la puerta de la camioneta se abre y Rome Prince
sale, sorprendiéndome como el infierno. La puerta de la caravana detrás de mí se abre de golpe,
y Levi pasa corriendo.
—¡Rome! —grita, y Rome sonríe ante el saludo entusiasta de mi hermano. Sosteniendo su
mano y la pone en su pecho, Rome dice:
—Lev, amigo mío. ¿Cómo estás?
Levi asiente y se encoge de hombros.
—Estoy bien, supongo. Axe está perdido, pero Austin está más alrededor ahora. Mi
Mamma... ella no está demasiado bien.
—Lo sé, chico. Pero trata de mantenerte fuerte, ¿sí?
208
—Sí. —El rostro de Levi se ilumina—. Estuviste impresionante en el partido del
campeonato, Rome. ¡Ese Touchdown ganador fue una locura!
Rome se ríe y le dio puñetazo juguetón a Levi en el brazo.
—Gracias, chico. No estuvo nada mal.
—Lev —digo mientras miro a los dos—. Entra. Necesito hablar con Rome a solas
—Pero…
—Adentro. Ahora —digo con severidad, y, dándole a Rome una última mirada, Levi se
dirige adentro.
—¿Qué demonios estás haciendo aquí en el culo del mundo? —le digo mientras camino
hacia Rome, buscando en el parque alguna señal de Gio. No quiero que mi mejor amigo se meta
en problemas.
Ni siquiera lo veo venir, pero Rome camina con propósito hacia mí y me da un puñetazo
directamente en el rostro. Tropiezo de nuevo, pero me recupero lo suficiente para enderezarme
y empujarlo hasta que su espalda golpea la parte trasera de la camioneta.
—¡Qué mierda, Rome! —susurro y escupo sangre de mi boca.
Rome sólo quita mis manos de su camisa y se enfrenta a mí.
—¿Qué demonios estás haciendo, ochenta y tres? —dice en voz baja, con los ojos
clavados en los míos—. ¿Esta es tu vida ahora? —dice, señalando a mi alrededor con la mano—.
¿Esto es lo que eliges ser?
—¡Vete a la mierda, Rome! ¡No sabes una mierda!
—Lo que sé es que mi mejor amigo, un chico que veo como mi hermano, está cavándose a
sí mismo en un agujero del cual no va a ser capaz de salir. No te he visto en semanas, ¡no tienes
idea de qué coño está pasando en tu vida!
Dejando caer mi cabeza, doy un paso atrás y pongo mis manos en la cintura.
—Tengo que hacerlo, hombre. Tengo que mantener a mi familia. Axe está en alguna
parte. Mamma está empeorando.
Rome inclina hacia atrás su cabeza y dice:
—¿Sabes que el decano está convencido de que tenías algo que ver con la sobredosis de
Porter? Él está buscando en el campus por cualquier persona que pueda vincularte con la venta.
Estando aquí, obviamente, vendiendo coca con los Heighters, no va a hacerte ningún favor.
—¡Mierda! Lo sé, pero…
La mano de Rome de repente me toma del brazo y levanta las cejas con sorpresa.
—Mira, ochenta y tres, no estoy aquí para decirte algo nuevo sobre la venta, la pandilla.
Entiendo lo que estás tratando de hacer. Estoy aquí para decirte que Le…
—¡AUSTIN! ¡AUSTIN! —Mi sangre se hiela mientras la voz de Levi penetra en la
tranquilidad de la noche, cortando a Rome, y me giro a verlo espigado desde el remolque, pálido
como el infierno y con lágrimas en sus ojos.
209
Corro hacia él, y mientras sostengo sus brazos, su cuerpo tiembla como una hoja en un
vendaval.
—¡Es Mamma, Aust! ¡No puedo despertarla! ¡Ella no va a despertar!
Siento a Rome detrás de mí y lo escucho maldecir. Pero mis pies ya estaban entrando en
el remolque y al cuarto de mi Mamma. Parece que está dormida, pero cuando me acerco a su
cama, puedo ver que está extrañamente quieta y su pecho apenas se mueve.
Es su respiración.
Al oír un crujido en la puerta, giro mi cabeza para encontrar a Rome allí, mirando, con su
brazo alrededor de Levi mientras mi hermano menor llora.
—Ella no va a despertar, Rome. ¿Qué coño hago?
Rome traga pero, entrando en la habitación, diciendo:
—Sacarla de la cama. Vamos a llevarla a la sala de emergencias.
—¡Pero... mierda! No tengo el dinero. No he hecho suficiente dinero para su cuidado. Axe
se fue con todo, y no he sido capaz de reponerlo todo.
El rostro de Rome se endurece.
—¡Olvídate de esa mierda y solo llévala a la maldita camioneta! ¡Vámonos!
No necesitaba más convencimiento y, tomando a Mamma en mis brazos, me zambullo en
la parte trasera de la camioneta, con Levi a mi lado, y Rome quemando sus gomas saliendo del
parque.
Con mi Mamma inconsciente sobre mi regazo, agarro la mano temblorosa de Levi.
Mirando arriba hacia sus ojos llorosos, engancho finalmente mi brazo alrededor de su cuello,
tirando de él a mi lado.
Sus sollozos se hacen más fuertes.
—¿Es el final, Aust? ¿Va a morir?
No tenía ni puta idea de cómo responder a esa pregunta. Ni yo mismo quería pensar en
ello.
—¿Aust? —Levi pregunta de nuevo.
—No sé, chico. Pero creo que mejor nos preparemos para todo.
Levi inhala y mete su rostro en mi camisa.
—No quiero que se vaya. Yo no quiero estar solo.
Luchando con el nudo en mi garganta, le doy un beso en su cabeza.
—Nunca vas a estar solo, chico. Siempre me tendrás mí.
Cruzando con los ojos preocupados de Rome en el espejo retrovisor, agarro a Levi más
fuerte y miro a mi Mamma.
—Resisti, Mamma. Resisti... ti prego.
Resiste, Mamma. Resiste... te lo ruego.
210
***
Mamma fue trasladada a una habitación en el cuarto piso. Después de una mirada del
doctor, la ingresó inmediatamente.
Al salir de emergencias, me dirijo a la sala de espera y de inmediato me detengo. Todos
mis amigos están allí, y Levi asoma la cabeza a mi espalda y lentamente se mueve a mi lado.
Mientras miro hacia la fila de rostros, están todos tristes y tranquilos. Rome me ve entrar
y, lanza una mirada de preocupación a Molly, que se enfrenta a mí.
—¿Has traído a todos aquí por mi Mamma? —le pregunto a Rome, y él sacude la cabeza
con pesar.
Mis cejas se fruncen con confusión, y atrapo mirándome a una Cass ceñuda desde el
fondo de la sala.
—Entonces, qué…
—Es Lexi, Austin —dice Rome tranquilamente.
Mi estómago se desploma y mis manos comienzan a temblar. El rostro de Rome está
blanco, y veo a Ally y Molly secarse las lágrimas de sus ojos.
—¿Q…qué le pasa a Lexi? —dice Levi apartándose de mi lado, y oigo el pánico en su voz.
El chico la idolatraba, esa reunión quedó grabada para siempre en su cabeza.
Rome se pasa la mano por el rostro, extiendo mi mano y lo tomo del brazo.
—¿Qué pasa con ella?
—Ella se desplomó sobre nosotros esta noche. Ella... Joder, Carillo, ella está gravemente
anoréxica. Ha sido internada.
Me siento como si alguien me hubiera hecho un agujero en mi pecho. Había tenido una
recaída. ¡Mierda! Había recaído. Vi los signos, pero pensé que sin todo el estrés de los Heighters,
estaría bien... ¡MIERDA!
—¿Dónde está?
Rome mueve su barbilla.
—Sala de quince. Pero ella está mal, Austin. Se ve realmente muy grave.
—¿Qué es anoréxica, Austin? —pregunta Levi, y miro su rostro petrificado.
Suspirando profundamente, le digo:
—Ella se muere de hambre, Lev. Se prohíbe a si misma alimentarse.
Las cejas de Levi caen hacia abajo confuso.
—¿Por qué... por qué iba a morirse de hambre?
Poniendo mi brazo alrededor de sus hombros, le digo:
211
—Porque tiene una enfermedad. La ha tenido una durante mucho tiempo. Ella no se ve a
sí misma como la vemos... hermosa... perfecta.
Cass salta de su asiento y me mira cara a cara.
—¿Ella ha estado qué?
Frunciendo el ceño y repito mis palabras.
—Ha sido anoréxica desde que tenía dieciséis años. Ella lo superó al llegar a la
universidad, pero este año ha tenido problemas de nuevo.
—¿Y cómo demonios lo sabes tú? —dice Cass indignada, como si la hubieran dejado fuera
de una gran conspiración.
—¡Porque hemos estado juntos durante meses, y ella me lo dijo! Nos dijimos todo. Caray,
yo sólo la dejé porque yo no soy bueno para ella, Cass. Quería salvarla de la mierda peligrosa en
la que estoy siendo obligado a hacer por mi familia. ¡Pero malditamente la amo! ¿Es esta una
suficiente buena respuesta para ti? ¡La dejé porque la amo!
El labio inferior de Cass se sacude y las lágrimas llenan sus ojos.
—¿Tú la amas?
—Cass, malditamente la adoro. Ella es todo para mí. Pero mi vida está muy jodida. No
quería arrastrarla conmigo también.
Levantando mi cabeza, acerco a Levi.
—Quédate aquí con Rome. Tengo que ir a ver a mi Pix.
Rome toma el brazo de Levi.
—Quédate con nosotros, chico.
Molly se levanta y pone su brazo alrededor de los hombros de Levi, pero Levi me mira.
—Mamma y Lexi están aquí, Austin. —Sus ojos caen al suelo—. ¿Qué pasaría si perdemos
a las dos?
Me acerco a Levi y lo miro directamente a los ojos.
—Yo no voy a mentirte, chico. Mamma está muy mal. Sabíamos que este día llegaría. Pero
Pix... —Respiro larga y profundamente logrando contener mis lágrimas—. Voy a hacer todo lo
posible para llegar a Pix.
El labio inferior de Levi se estremece, y susurra:
—¿Lo juras?
Exhalo.
—Lo guiro.
Prácticamente salgo corriendo de sala, dirigiéndome hacia el corredor hasta que llego a la
habitación quince. La puerta estaba cerrada, y mi respiración se hace más ruda.
Tres pasos.
Tres pasos hasta atravesar la puerta.
212
Tres pasos hasta enfrentar a Pix… mi chica con anorexia severa.
Pensamientos de cómo se vería rondaban mi mente, pero cuando en un segundo, empujo
la puerta, nada de lo que he estado pensando me hubiera preparado para esto.
Ahogando un sollozo, me congelo en la puerta, mirando a la chica en la cama. La chica
que no era más que un esqueleto con piel, cabello negro con parches y delgado, con sus labios de
un azul pálido sin vida.
La maquinas estaban sonando alrededor de ella, y bolsas de suero clavadas en su piel. No
creí poder soportar verla así, pero absorbiendo algo de coraje del fondo de mi estómago, obligo a
mis pesadas piernas a moverse un paso a la vez.
Uno… dos… tres… cuatro…
Las lágrimas llenan mis ojos mientras miro fijamente a Pix en la cama. Il mio piccolo
folletto rotto… Mi pequeña duendecillo roto.
Los ojos de Pix están fijos en un lugar en la esquina más alejada de la habitación, y me
dejo caer en la silla a lado de ella, mirando fijamente su pequeño cuerpo, estirando mi dedo
sobre su mano. Ni siquiera se encoge. Ni siquiera mira en mi dirección.
—Pix —susurro, mi silenciosa y controlada voz suena como un grito en la habitación
estéril.
Esta vez tomo sus manos entre las mías, casi encogiéndome de lo frías que están contra
mi piel. Podía sentir cada hueso, cada nudillo. No podía creer lo rápido que había decaído en las
últimas semanas. No debió de haber comido nada.
—Pix, por favor… mírame —ruego, y finalmente, Lexi gira su cabeza hacia mí, y casi caigo
de espalda en shock.
Sus pálidos ojos verdes están más apagados de lo habitual y se ven demasiado grandes en
su delgado rostro. Parches de piel seca marcan severamente sus hundidas mejillas, tan agudas
que parece como si hubiese usando un rubor negro sobre sus huesos. Los tendones en su cuello
son visibles, y su clavícula sobresale en un ángulo casi mortal.
—Pix… joder. Pix… —susurro mientras las lágrimas bajan por mi rostro. Pero no hay nada
detrás de sus pálidos ojos. Ni un destello de emoción, ni siquiera reconocimiento.
—Háblame, Pix.
Aún nada, y un pitido incesante suena y ella aparta su cabeza.
Entrando en pánico, me levanto y, con mi dedo, muevo su rostro para que me mire.
—Háblame, Pix, por favor. Lo siento. Jodidamente lo siento. Te dejé porque pensé que era
lo mejor para ti. ¡No pensé que esto pasaría! ¡Trataba de prevenir esto!
El sonido de la puerta abriéndose me hace dar un paso atrás, y un hombre en bata blanca
se acerca. Sus cejas se sacuden cuando me ve a lado de su cama.
—Lo siento, hijo. No me di cuenta que Lexi tenía una visita. Solo se le permite a la familia
está aquí.
—¿Es usted su doctor? —pregunto con desesperación.
213
Estira su mano.
—Soy el doctor Lund, el psiquiatra de Lexi.
Tomando su mano, pregunto:
—¿Ella va a estar bien? Por favor dígame que va a estar bien.
Su cabeza se inclina a un lado, dándome una rara expresión, y, echando una mirada a Lexi
aun recostada sin moverse en la cama, se mueve para que me una con él fuera.
Dudo sobre qué hacer. No quiero dejar a Pix sola. Quería quedarme con ella… consolarla,
pero el doctor Lund me da una palmada en la espalda.
—Estará bien durante unos cuantos minutos, hijo.
Al llegar al pasillo, veo a mis amigos afuera, Rome parece preocupado.
—¿Qué relación tienes con Lexi, hijo? —pregunta el doctor Lund. En realidad no sabía
cómo responderle. Jamás nos habíamos puesto un nombre. Pero sabía en mi corazón lo que ella
significaba para mí… cada jodida cosa.
Mirando el rostro del doctor Lund, simplemente digo:
—Ella es mi Pixie rota, y yo soy su pedazo de escoria del campamento de caravanas.
El doctor Lund me observa peculiarmente, después veo a otro doctor corriendo
aproximándose desde atrás —el doctor que todos esos meses nos daba las noticias de que mi
Mamma solo tenía algunos meses de vida— agarrado de una señora con cabello rubio.
Es el padre de Lexi y lo que parece ser la Mamma de Lexi.
—¿Nigel? Llegamos tan rápido como pudimos —dice el Dr. Hart mientras se detienen a
nuestro lado, tomando la mano de la mujer y veo que el reconocimiento paso a través de su
rostro mientras me mira.
—Sr. Carrillo —dice firmemente.
—Hola, señor —respondo de vuelta y bajo mi cabeza.
—Acaba de decirme el doctor Small que tu Mamma ha sido ingresada. Lamento escuchar
eso, hijo. Debes encontrar esto muy difícil.
—Gracias, señor —digo entrecortadamente pero mantengo mi mirada en el mosaico.
El doctor Lund tose torpemente y se gira hacia la madre y padre de Lexi.
—Austin, me estaba contando que Lexi y él están… involucrados.
Veo la sorpresa revolotear en los rostros del doctor y la señora Hart, y sus cejas se fruncen
con preocupación.
—Ella sufre de anorexia severa, Austin. ¿Sabías eso? —dice el Dr. Hart fríamente.
—Sí, señor —contesto—. Me conto su historia tiempo atrás.
El doctor Hart asiente y él y su esposa cambian miradas de intensa sorpresa.
—¿Sabes que ha recaído? —pregunta su madre con apenas un poco de voz—. ¿Puedes
decirnos porque?
214
Sacudo mi cabeza, sintiéndome como un pedazo de mierda mientras su madre rompe en
llanto.
—Solo acabo de verla. No la he visto durante un tiempo. Yo no… yo… —Me fui apagando,
incapaz de continuar.
El doctor. Hart pone una mano compasiva en mi hombro. Miro hacia abajo por el simple
gesto, y mis piernas casi se desploman. Nadie me había consolado así antes… nadie excepto Pix.
Todos me temen por la banda a la que pertenezco.
El doctor Hart se vuelve hacia el Dr. Lund.
—¿Cómo está?
El doctor Lund suspira.
—Indiferente. Cerrada. No está cooperando, Maxwell. Para nada. En este punto, ni
siquiera está hablando. Le ha estado mintiendo a sus amigos y se mantuvo escondida durante el
último mes para evitar que alguien se diera cuenta que privaba a su cuerpo de comida.
Mi corazón late muy despacio mientras escucho las noticias. Indiferente. Cerrada. Ni
siquiera está hablando. Se mantuvo escondida. Privaba a su cuerpo de comida.
—No tenemos idea de cómo tratar con esto, Nigel. No puedo creer que estemos de
regreso aquí. —El padre de Lexi se ve roto, y toma a su esposa bajo su brazo. Su esposa, quien
está inconsolable.
El doctor Lund mira al doctor Hart y dice:
—Justo como la última vez, Maxwell. Tenemos que darle tiempo. Ambos sabíamos que el
perder a Daisy podía motivar una recaída como esta.
—¿Daisy? ¿Quién es Daisy? —Se me escapa, y los ojos del doctor Hart saltan a toda
velocidad a los míos.
—Era la mejor amiga de Lexi, Austin. Fueron diagnosticadas de anorexia al mismo
tiempo, hospitalizadas juntas. Eran inseparables.
Un miedo intenso me recorre con lo que el doctor Lund ha dicho.
—¿Usted… usted dijo que la perdió? ¿Se refiere a que ella…? —No podía decir la palabra.
—Daisy murió el verano pasado. Recayó, se lo escondió a todos… exactamente como lo
que ha estado haciendo Lexi… —la señora Hart rompe en lágrimas, interrumpiendo al doctor
Hart. La acerca hacia él y presiona un suave beso en su cabeza.
—El cuerpo de Daisy no pudo luchar más contra la anorexia y murió de un fallo cardiaco.
Estaba muy delgada y su cuerpo colapsó. —El doctor Hart pone una mano en mi hombro—.
Austin, Lexi estaba con ella cuando murió. Sostuvo la mano de Lexi hasta su último aliento. Me
temo que Lexi también está en grave peligro.
¡Dios! Pix… ¿qué has pasado? ¿Y porque diablos no me lo dijiste?
Rome de repente aparece detrás de mí.
215
—Austin, el doctor de tu Mamma justamente estuvo arriba. Quieren los detalles de tu
seguro.
Dejo caer mi cabeza en mis manos.
—Joder, Rome. No lo puedo pagar. Pero tampoco puedo dejar a Pix. ¿Qué diantres se
supone que debo hace? Estoy perdido.
Rome se acerca más y susurra:
—Ya me hice cargo, hombre. Sé que no te iba a gustar, pero necesitas ayuda. Lo único que
tienes que hacer es estar aquí por tu familia y tu chica. Créeme, se cómo se siente esta mierda.
Mi cabeza se levanta de golpe y trato de negarme a su ayuda. Rome engancha su mano
alrededor de mi nuca tirando de mí más cerca, y dice:
—No es momento de ser orgulloso, Carrillo. Apóyate en tus amigos. Apóyate en mí. En
este momento puede que tengas que despedirte por última vez de la mujer que te dio la vida y de
inspirar esperanzas a la mujer con la que quieres compartir el resto de tu vida.
Esta vez unas lágrimas gruesas llegan rápidas, y me agarro a Rome como si me fuera la
vida en ello, descargando la mierda de dolor reprimido.
Después de uno o dos minutos, las lágrimas se secan, Rome me palmea en la espalda y,
volviéndome hacia el doctor y la señora Hart, les digo:
—Tengo que ver a mi Mamma. Regresare pronto, ¿está bien? Díganle a Pix que regresaré.
Ambos asienten mientras Rome renuentemente me lleva al pabellón al fondo del pasillo.
Mis amigos están todos esperando afuera: Cass y Jimmy-Don, Ally y Reece, y Molly, sosteniendo
fuertemente a mi hermano menor.
Levi levanta su cabeza, con los ojos agrandados por el miedo, mientras regreso y le invito
a unirse a mí.
—Tenemos que ver a la Mamma, chico —digo con una voz desolada y áspera.
Levi se pone de pie, con una valentía que jamás hubiese creído posible, se une a mí y
juntos entramos en la habitación. El doctor Small estaba ahí cuando entramos, y nos da una
sonrisa compasiva.
Ver a mí Mamma conectada a varias máquinas casi me mató, y sé que esto es el final.
Ahora es cuando Chiara Carrillo es liberada de su jaula, de los confines de su cuerpo maltrecho.
—Austin, Levi, lamento decirles esto, chicos, pero no hay nada más que podamos hacer.
Su madre no sobrevivirá de esta semana. Es hora que se despidan.
Un llanto de dolor desgarra del pecho de Levi, y al unísono caemos al suelo esterilizado
con lysol, y lo envuelvo en mis brazos. Varios pies caminando sobre el mosaico del hospital
suenan detrás de mí, y mis amigos se nos unen en el suelo, apoyándonos mientras nos
rompemos.
Mire a la Mamma en la cama, y casi la puedo oír decir:
216
—La Famiglia no siempre es de sangre, mio caro. La Famiglia está construida por puentes
de amor. La Famiglia está ahí para ti sin condición. La Famiglia te apoya en tus momentos más
oscuros de necesidad.
Levi y yo jamás estaríamos solos. Estos aquí son nuestra famiglia. Con una excepción
enorme. Pero estaría maldito si mi Pix no sentiría también este amor. Solo tenía que descubrir
primero como rescatarla de sí misma.
217
Capítulo 26
Austin
Tres días más tarde y no hubo ningún cambio. Pasaba mis días y mis noches aquí en el
hospital, cambiando de una habitación a otra. Mi Mamma estaba en coma, sin cambio en su
estado, y Pix estaba perdida en su cabeza, sin cambio en ella tampoco.
Desplazándome en el menú del iPhone que su padre ha traído, pulso para reproducir su
canción favorita, "Sleeping Sun" de Nightwish, las letras inquietantes llenaron la habitación. Pero
mi Pix ni siquiera se movió, sólo se quedó quieta, ausente, con la mirada perdida en el lado más
alejado de la habitación.
Se abre la puerta detrás de mí, y cuando miro al alrededor, el doctor Hart está en la puerta,
sosteniendo una especie de libro marrón en su mano. Después de echar un vistazo devastado a
Lexi, me hace una seña con un gesto para que lo siga fuera.
Tan pronto como cierro la puerta, el doctor Hart se mueve delante de mí, moviendo el viejo
libro marrón.
—Cuando encontré esto esta mañana en la habitación de Lexi y empecé a leerlo, no sabía si
abrazarte o detenerte por tus actividades extracurriculares. Supe cuando te conocí ese día en el
hospital que eras un Heighter. —Señala la Stidda en mi mejilla—. Esa famosa estrella te delató.
Pero no sabía que eras un traficante de cocaína también. Mi primer instinto fue echarte de aquí y
no permitirte ver a mi niña nunca más nuevamente.
Asimilo sus palabras cortantes y me siento como el pedazo de mierda que me hace ser.
—Pero luego seguí leyendo el funcionamiento interno de la mente frágil de mi hija, y su
auto-odio y la soledad que había tenido desde adolescente parecieron desvanecerse cuando
entraste en su vida. —Él puso una mano en mi hombro, las lágrimas llenan sus verdes ojos...
unos ojos iguales a los de Lexi—. Ella te ama, hijo. Te ama tan violentamente que nunca pensé
que vería ese día. Le hiciste ver a sí misma como hermosa... No sabes cuánto significa eso para
mí, para su madre. Contigo, ella se vio a sí misma como digna. Por eso, te debo el mundo.
El doctor Hart se rompe en ese punto, con el pecho agitado.
Pongo mi mano en su brazo.
—Pero lo jodí. La dejé.
El doctor Hart levantó la cabeza y colocó el libro marrón en mis manos.
—Este es su diario. Tienes que leerlo. Quiero que lo leas. He marcado las entradas que se
refieren a ti.
218
Bajo la mirada al libro como si fuera una bomba en mi mano, y el doctor Hart se aleja sin
decir nada más, pero mira hacia atrás y dice:
—Si ella consigue salir de esto, tienes que salir de esa pandilla. Mi hija no se pondrá en
peligro nunca más.
—Ya lo he hecho. En el momento en que entré en este lugar y vi a mi alma gemela en de la
cama del hospital. Si ella consigue salir de esto, señor, voy a hacer lo que sea necesario para
recuperar su confianza... y la de usted.
El doctor suspira.
—Sabes, Austin. Eres un buen chico. Muy bueno, pero perdido, chico. Confío en que harás
lo correcto. —Con eso, él se aleja.
Arrastrando los pies en la solitaria sala de estar, cierro la puerta y abro las páginas que
revelaban los complejos pensamientos de la mente de Pix.
Querida Daisy... Esta es mi primera carta para ti...
Querida Daisy... Estoy aterrorizada. No estoy comiendo, no estoy durmiendo...
Querida Daisy... Anoche fue la noche más mágica de mi vida...
Querida Daisy... me gustaría que estuvieras aquí... Nunca veo Austin ya, y me siento como si
mi corazón se estuviera rompiendo...
Agarrando el diario en mis manos, casi rompo el papel. Sus palabras eran cortantes,
aterradoras, y se me hace realmente difícil poder leerlas.
Pero con un largo suspiro, me dirijo a la entrada acerca de mí. Fue escrita el último día que
habíamos hablado, después de hacer el amor en la casa de verano. Justo antes de dejarla para
siempre...
Mis ojos se posaron sobre las palabras...
Querida Daisy,
Querido... tú...
¿Por dónde empezar...?
Hay tantas cosas que desearía haberte dicho. Hay tantas cosas que me gustaría poder decir
ahora. Pero me falta coraje. Sería incapaz de expresar las palabras que tan entrañablemente quiero
decir, demasiado temerosa de tu rechazo. Así que en vez de eso, me desahogo aquí, en las páginas
que más aprecio. Soy demasiado débil para decirte esto cara a cara, pero...
Te amo.
Te amo profundamente, de todo corazón, sin dudarlo, sin condiciones.
219
Me he enamorado de ti. Del niño roto que sólo ha conocido problemas y luchas. Sin embargo,
el muchacho roto logró arreglar esta chica rota, al menos por un tiempo.
No siempre estuve rota. Cuando era niña, mi vida fue feliz. Fueron interminables días de
verano y primavera. Pero en uno de esos días, mientras que jugaba sin preocupaciones entre las
margaritas, una profunda helada se abalanzó sin previo aviso, robando toda su brillante luz.
Después el invierno se descongeló y las hojas de otoño comenzaron a brotar. Pero el sol nunca
volvió completamente. Días y días pasaban perdiéndose en una capa lúgubre de incertidumbre,
hasta que... hasta que poco a poco, los rayos de sol comenzaron a romper el manto de color gris y
exponer sus rayos curativos. Esos rayos curativos que eran tuyos.
Durante un tiempo, el sol brillaba cada día. Los pájaros piaban y el tiempo se pasaba
descansando con el calor, con el contenido del resplandor de tu sol.
Pero una vez más, el invierno implacable regresó, trayendo días oscuros para siempre, y con
él, toda la pérdida de la esperanza.
El sol nunca volvió a brillar de nuevo, y sin él, todo se marchita y muere... hasta que no hay
nada, nada más que un desierto vacío de dolor.
No duramos. El señor sabe que no lo hicimos. Rompimos en la hora más crítica, y mi corazón
se fragmentó en pedazos. He caído en un profundo y oscuro pozo, sin esperanza de ser rescatada.
Durante un tiempo, contigo a mi lado, yo era normal. Durante un tiempo, contigo a mi lado,
me sentía hermosa. Pero ese tiempo se ha acabado. Ese tiempo ya no está. El último grano de arena
ha caído en ese reloj de arena que es mi resistencia a la voz, y estoy eligiendo dejarme finalmente
llevar.
Ocurrió tan gradualmente que ni siquiera me di cuenta que estaba de vuelta en la oscuridad
hasta que perdí mi camino, completamente sola, no hay luz para guiarme, no estabas tú para
guiarme.
Pensé que estaba curada, en un lugar mejor, un lugar más saludable, pero me equivoqué. Sé
que finalmente te culparás por todo esto, pero fuiste mi razón para aferrarme durante tanto
tiempo como lo hice. Mi razón para luchar la batalla que no podía ganar.
Al menos por un tiempo.
Oh, cómo me gustaría haberte conocido antes.
Ojalá te hubiera conocido entonces. Tal vez habría luchado con más fuerza contra la voz en
mi mente. Tal vez las cosas no habrían girado fuera de control.
Te habría tenido. Sólo tú me haces fuerte.
Si te hubiera conocido antes, tal vez podrías haber interceptado el camino oscuro que estaba
destinada a seguir con tu luz. Tal vez podríamos haber sido la guía de ambos. Manteniéndonos
unidos el uno al otro contra el huracán que son nuestra vida.
Pero llegaste demasiado tarde, y me cansé demasiado.
Demasiado como para seguir luchando por esta vasija vacía a la que llamo mi vida, una vida
de desolación que ahora está vacía de ti.
220
Si pudiera volver atrás en el tiempo, te buscaría. Te buscaría por todo el mundo hasta
encontrarte y hacer que te enamores de mí una vez más. Te necesitaría, y tú a mí, y todo el dolor,
todos los demonios que albergamos en el fondo, habrían desaparecido antes de que tuvieran la
oportunidad de echar raíces. Y todas las cicatrices que hemos padecido y usado con vergüenza,
nunca habrían tenido la oportunidad establecerse en nosotros.
Pero estoy perdida sin ti.
No puedo respirar sin ti.
Sin ti aquí, todo lo que puedo hacer es caer...
Con las manos temblando, vuelvo a leer la entrada y otra con las dagas golpeando
implacable en mi corazón. Nunca supe... Nunca supe que se sentía así...
¿Cómo pude haberla dejado? Me equivoqué, tan jodidamente mal, y, al hacerlo, la he
arruinado. El pedazo de basura que ha arruinado todo para ella.
De pie, dejo que mis pies me lleven a la habitación de Lexi, y en silencio abro la puerta. "All
I Need" de Within Temptation se reproducía desde los altavoces, a ella le encantaba esta canción.
Oigo el coro sonar y una lágrima cae por la mejilla pálida y cetrina de Lexi. Una parte de mi
corazón da un vuelco a la vida. Esa fue la primera reacción que ha tenido en todos los días que
he estado sentado junto a su cama.
Agarrando el diario sobre mi pecho y en silencio salgo de la habitación, agarro un bolígrafo
del mostrador de la enfermera, y me dirijo de nuevo a la habitación familiar, buscando una
página en blanco, y me pongo a escribir.
221
Capítulo 27
Lexi
No podía creer que esté de vuelta aquí otra vez. No puedo creer que esté de vuelta en esta
habitación. Los recuerdos del pasado invaden mi mente… tenía sólo dieciséis.
222
***
Me quedo mirando el reloj colgado en la pared en la pequeña oficina estéril, sintiendo tres
pares de ojos en mí.
Tic-tac, tic-tac, tic-tac…
No miré hacia su dirección. ¿Qué sentido tenía? Ellos no lo entenderían. Nadie lo hacía.
Tic-tac, tic-tac, tic-tac…
—¿Lexi? ¿Estás escuchando al doctor Lund? —pregunta mi madre con voz cortante, ¿o está
desolada? No le podía decir nada. No le importaba.
Inhala. Exhala. Mantén la calma. Ellos no pueden cambiar lo que tú no les dejes que cambien,
la voz me asegura, y me siento relajarme.
Mantente fuerte, Lexington. Sabes lo que es lo mejor. Son sólo unos cuantos kilos.
Escúchalos y ellos seguramente harán que falles. No debes fallar. Has llegado lejos. Siénteme.
Confía en mí. Confía en lo bien que ye hago parecer. Siénteme en tu mente, guiándote a la
perfección, la voz presiona y toma el control.
—¡Lexi! —mamá se rompe.
Muevo mi cabeza lejos de la vista de una segunda mano en su hipnotizante círculo, bailando
descaradamente contra el plástico blanco del reloj enfrente en una pared pintada de blanco-nieve.
—¡Lexi, te hemos sacado del instituto, a los dieciséis! Todo, las animadoras, las clases de
gimnasia, las clases de baile se acabaron. Tu beca de animadora para el Estado de Oklahoma ha
ido, revocada y dada a otra persona. ¡Todo ha desparecido! ¿Estás escuchando esto? Todos tus
sueño. ¡Todo por lo que has trabajado tan duro, durante años, ha desaparecido!
Mis ojos se estrechan ante su exagerado arrebato emocional, pero me mantengo en silencio.
Los ojos de mi madre sin embargo, están anormalmente amplios mientras me mira, las lágrimas
brillando. Mi padre, estoico como siempre, agarra su mano firmemente.
—Lexington. Estás ingresada. No estás mejorando, a pesar de nuestros esfuerzos.
Podía ver la boca del doctor Lund moviéndose, los labios tensos. Curiosamente, las palabras
parecen verterse de su boca y sale por la ventana detrás de él. Sonrío mientras miro a las letras de
su frase bailando en colores primarios y escapando hacía el brillante azul cielo de verano, flotando
suavemente en la ligera brisa.
—¡Oh, por el amor de Dios, Lexi! —Mi padre grita, provocando que salte. Deja ir la mano de
mamá y se agacha delante de mí, agarrando mis manos. Sus dedos empiezan a acariciar cada
centímetro de mis dedos demasiados delgados y mis huesudos nudillos. Los ojos llorosos de papá
parpadean hasta nuestras manos están unidas. Una sola lágrima salpica los azulejos de cerámica
blanca bajo mis pies. Por un momento, mi estómago se vuelca mientras miro a papá, tan roto, pero
la voz en mi cerebro ahoga el solitario gancho de compasión que lucha por ser escuchado.
La voz susurra: Eh-eh-eh, Lexington. No cedas a tus emociones. Ellas te hacen débil.
Recuerda, está tratando que falles. Todos ellos lo están. No debes dejarlos. Piensa en lo lejos que
has llegado. Mantente fuerte. Sólo unos kilos más y estarás perfecta. Juntas, vamos a hacer que
estés perfecta… perfecta.
Mis hombros se enderezan desafiantes, y aparto mis manos. Papá cae de rodillas en una
miserable derrota.
La voz tenía razón. Todos están tratando de bloquear el camino hacia mi meta.
—Lexington, estamos perdiéndote. ¿No puedes ver eso? —susurra, moviéndose de vuelta para
sentarse con mamá, retomando sus manos en las suyas—. Por favor… vuelve con nosotros, cariño.
Eres todo lo que tenemos. Eres nuestro mundo. Todo nuestro mundo. Esta… esta… enfermedad te
tiene reprimida. Lucha con ella, cariño. Lucha con ella con todo lo que tengas —me ruega, bajando
su cabeza una vez más.
El doctor Lund aclara su garganta.
—Lexington Hart, la anorexia nerviosa te matará. Estas gravemente malnutrida y lo has
estado durante mucho tiempo. Seré franco contigo, ya que continuas negándote a un cumplir con
cualquier intervención y descaradamente estás ignorando todos nuestros consejos.
Miro a través de la ventana grande mientras una paloma se elevaba afuera en el cielo, sólo
para bajar en picado y tomar tierra en la cornisa de la ventana de la habitación del doctor Lund.
Sus ojos negros se lanzan a través de la oficina antes de depositar su atención en mí. Su cabeza se
inclina hacia un lado como si necesitase información sobre lo que estaba mal.
—Si no le das la vuelta a esto pronto, estamos hablando de unos meses, antes de que tu
cuerpo deje de funcionar. —El Dr. Lund continúa, pero yo sigo enfocada en la paloma. Es blanca,
pura, bonita. Por un instante, deseo ser esa paloma, así poder volar lejos. Volar lejos de toda esta…
confusión… esta presión para ser… perfecta.
—Estás en un estado de desorden ahora, que estás perdiendo tu cabello, tus riñones están
fallando, tus dientes se están pudriendo, tu incesante purga ha desgastado tu esmalte a nada, y tu
corazón está demasiado cansado para hacerle frente.
El doctor Lund suspira y se inclina hacia delante, pero mi paloma y yo mantenemos el
contacto visual. No quería escuchar lo que el Dr. Lund tiene que decir. Sé que él está tratando de
asustarme.
223
El doctor se inclina hacia delante y alcanza mi mano, obligándome a mirar su rostro serio.
—Esto es todo, Lexi. Esto es a lo que se reduce todo, es el momento de elegir si vives o
mueres, justo aquí, justo ahora. Todo se resume en este minuto, este segundo. Lucha contra esto.
Gánale a esto de una vez por todas. Por tu familia… por ti misma.
Me centro de nuevo en el reloj de la pared, en los segundos haciendo tic-tac. Siento una única
lágrima deslizarse por mi mejilla, la gota mojada salpica en la piel en la palma de mi mano,
agarrando mi pierna. Veo esa gota brillar. Entonces levanto mi cabeza, veo cómo la paloma parece
enderezarse en estado de shock con mi llanto.
La compresión entonces me ilumina. Dejaría a todos que llegasen a mí. Ellos se han filtrado a
través de mis grietas. Les he dejado que me alejen de mi meta. Esa gotita es mi fuerza tratando de
escapar de mi cuerpo. Estaba resulto. No habría más lágrimas. No podría fallar. No fallaría.
Sacudiendo mi cabeza, limpio frenéticamente mis mejillas mientras mi paloma se agacha,
ahuecando sus plumas y casi parece sacudir su cabeza. La paloma está decepcionada conmigo.
Otra más para agregar a mi lista cada vez mayor.
Salto cuándo siento el susurro de un súper ligero masaje de manos en mis hombros,
tranquilizándome para relajarme. Caigo en su abrazo.
No te des por vencida ahora, Lexington. No podemos dejarla ganar. Nosotros estamos tan,
tan cerca, la voz susurra en el oído de mi mente, envolviéndome en su capullo protector. La voz, mi
amigo más cercano y más odiado adversario, me mantiene a salvo. Me impide fallar en mi objetivo.
No me daría por vencida todavía.
Tan sólo eran unos kilos más hasta la perfección.
Mis muros emocionales empezaron a reconstruirse, apreciado ladrillo por ladrillo,
bloqueando la culpa, bloqueando sus preocupaciones.
Bien hecho, Lexington. Has hecho lo correcto. Siempre estaré aquí, empujándote a la
perfección. Somos un equipo, un equipo irrompible. Nunca te dejaré, nunca. Juntos, no podemos
hacerlo mal.
Un ruidoso sordo atrae mi atención, y miro una vez más la ventana abierta, la ligera brisa del
verano pasa a través de mi rostro. Mi paloma abre sus alas, dándose la vuelta para enfrentarse al
mundo exterior, persistiendo sólo para echarme una última mirada preocupada por última vez.
Lentamente, cuándo rompo mi mirada, echa a volar, subiendo en el infinito cielo azul, bailando
hacia el sol, siendo libre, para no ser vista otra vez, dejándome y a la voz —la voz que me garantiza
que nunca me fallará.
***
No eches abajo, lo que queda de mí.
Haz mi corazón un lugar mejor.
224
Mientras escucho la inquietante letra de otra canción de la lista de reproducción que
Austin ha puesto, no puedo evitar sentir una pizca de algo en mi pecho. Los últimos días han
sido un borrón, pero una cosa que sé es que Austin ha estado a mi lado.
Sólo en las pequeñas grietas de mi profunda depresión podía sentir el toque de su mano, el
movimiento de su dedo calloso moviéndose a través de mi mejilla.
No podía entender por qué estaba él aquí.
¿Todavía puedes ver el corazón en mí?
Toda mi agonía desaparece.
Cuándo me tomas en tus brazos.
Las letras se filtran a mi cerebro como un mensaje musical, y antes de que me dé cuenta,
siento la humedad deslizarse por mi mejilla. Sé que estoy llorando. Sólo pensar en Austin puede
hacer que se rompan los muros altos de la voz.
Mientras me miro fuera de la ventana al ardiente sol de invierno, la vista de unas plumas
blancas llama mi atención. Una paloma vuela sobre un árbol detrás de mi ventana y se encarama
en la rama.
Es preciosa.
Me recuerda el tatuaje de la garganta de Austin, a la paloma que veía todos estos años atrás
cuando fui ingresada la primera vez. Su visión siempre me ha calmado. La paloma: la
característica representación de amor y paz.
Oigo el crujido de la puerta de mi cuarto, no me giro, pero pronto huelo el olor de Austin
de lluvia de verano, ese fresco, refrescante olor que era tan genuino en él. Austin se sentaría a mi
lado, tomaría mi mano y tocaría mi rostro. Pero no diría nada, sólo se sentaría junto a mí,
queriéndome.
Pero esta vez es diferente.
El sonido de algo colocado en la bandeja de alimentos hace que mis oídos den un pinchazo,
y con un fuerte suspiro, escucho a Austin dejarme sola.
Mientras miro a la paloma, girando su cabeza, casi como estimulándome a mirar hacia
abajo.
Levanto la mano débil, me las arreglo para rodarla un poco de lado y veo mi diario sobre la
bandeja. Está abierto en una página, pero frunzo el ceño cuando me doy cuenta de la letra no es
la mía.
Lanzando una mirada a la puerta cerrada, me permito tirar lentamente la bandeja más
cerca de mí y empiezo a leer el intruso mensaje en mi más preciada posesión...
225
Querida Lexi,
Querida Pix,
¿Por dónde empezar?
Supongo que debería empezar con una disculpa.
La he hecho muy mal contigo. Jodidamente mal.
Me fui cuando más me necesitabas. Te dejé sola con la voz, sabiendo que se estaba siendo
cada vez más difícil para ti cada día. Pensé que dejándote fuera de mi jodida vida, podría evitar que
salieras herida. Que volvieras a caer en sus poderosos brazos. Pero todo lo que hice fue aplastarte
haciéndote sentir indeseada... rechazada, y eso no puede estar más lejos de la verdad.
Mi tiempo contigo en los últimos meses ha sido el más especial de mi vida. Después de años
de ocultar la vergüenza de lo que era y de dónde venía, tú me aceptaste por mí, sin pretextos, sólo
por mí. Sueño contigo. Sueño contigo todo el tiempo. Sueños que, antes de ti, nunca habría creído
posibles.
Y ahora estás aquí, en este infierno, y yo no puedo llegar a ti. No puedo conseguir que hables.
Por favor, Pix, di algo. Sólo algo así sabré que no has renunciado a la vida, a tus amigos... a
nosotros.
Te necesito tanto que no puedo respirar. Todo está mal sin ti en mi vida. Háblame. Regresa a
mí. Lucha contra la voz, por mí. No te diré adiós a ti también.
Es gracioso. Solía mirar las estrellas y sentirme tan pequeño e insignificante. Pero me he dado
cuenta de que la única cosa que puede hacerte sentir vivo e importante es la persona que te acepta
por quien eres.
Una vez me dijiste que te preguntabas si las estrellas miraban hacia nosotros. ¿Tenían piedad
por las escorias que somos? Pero ahora veo la verdad. Ahora yo me compadezco de las estrellas.
Porque por mucho que los humanos lo estropeen una y otra vez, también podemos enamorarnos.
Tenemos la oportunidad de estar con la otra mitad de nuestra alma, la que nos completa. Todo lo
que las estrellas pueden hacer es mirar desde arriba, deseando estar sintiendo esta aplastante
emoción aun así liberadora.
Te necesito, Pix.
Necesito tanto que vuelvas a mí... y cuando lo hagas, tengo dos palabras que finalmente
quiero sacar de mi pecho.
Así que cuando estés lista, mira hacia arriba. Estoy esperándote, nena. Siempre estaré ahí,
esperando a que regreses a casa.
Levantando los ojos borrosos fuera de la página, miro hacia la puerta, y allí, apoyado en el
marco de la puerta como un ángel caído, está Austin, con los brazos cruzados sobre el pecho y
sus ojos oscuros fijos en mí.
226
Incapaz de encontrar la fuerza para levantar mis manos para limpiar la humedad en mis
mejillas, dejo que la cascada de lágrimas caiga de mis ojos y miro al chico roto que amaba tan
ferozmente tragar y susurrar con voz ronca:
—¿Por qué la pintura de guerra, Pix?
Mi ritmo cardíaco lento se acelera a un ritmo alarmante, y cerrando los ojos, empujo hacia
abajo la voz que había estado controlándome durante meses y finalmente confieso:
—Porque soy anoréxica. Soy seriamente anoréxica, y trato de ocultarlo al mundo.
Austin inclina hacia atrás la cabeza y se muerde la esquina del labio inferior. Él también
está llorando.
—¿Por qué los tatuajes, Austin?
Austin fija su mirada en mí y responde:
—Porque hacen al jodido, asustado niño perdido del parque de caravanas parecer duro.
Hacen que se sienta lo suficientemente fuerte como para lidiar con el espectáculo de mierda al
que él llama vida.
Inhalando por la nariz, suelto un fuerte sollozo y oigo las pisadas de Austin correr hasta mi
cama, y agarrar mi mano en la suya.
—¡Pix! Joder, Pix. Estoy muy asustado. Estoy tan jodidamente aterrado de perderte.
Abriendo los ojos miro fijamente a los suyos y susurro:
—Tengo mucho miedo también. No quiero morir. No quiero perder. Pero no sé cómo
ganar.
Envolviéndome en sus brazos, evitando mi espalda, Austin sube a la cama, con su camiseta
negra y jean arrugado de días de uso. Frente a mí en la cama, los dos rompemos en llanto,
exorcizando nuestros demonios y exponiendo nuestro verdadero yo, por primera vez en nuestras
vidas.
—No tenemos más secretos —me las arreglo para decir con una pequeña sonrisa cuando
nos hemos calmado, y en completo silencio.
Levantándose en sus codos y acariciando el cabello de mi rostro, Austin dice:
—No del todo, Pix. Hay una cosa más que tengo que decirte.
No sabía si era el tono de su voz o la mirada seria en su rostro, pero los nervios devanaron
mi cuerpo y contengo el aliento a la espera.
Austin baja la cabeza, sus labios casi encontrándose con los míos, y confiesa:
—Ti amo, Pix. Tantissimo Ti amo.
—Tú... ¿tú me amas? —pregunto, todavía en estado de shock.
Austin asiente.
—Más que a las estrellas en el cielo.
227
Siento como si fuegos artificiales explotaran en mi pecho y, encontrando la fuerza para
levantar mi mano temblorosa, la pongo sobre su barba áspera y susurro:
—Yo también te amo, Austin. Yo también te amo.
Austin aprieta sus labios contra los míos y deja besos como plumas en mi boca. Tirando
hacia atrás, dice:
—Necesito que te mejores, Pix. Te necesito, y punto. Y has estado haciéndome temblar de
miedo estos últimos días.
Sólo puedo mirarlo.
—Eres hermosa, Pix. Y creo que sería malditamente estupendo estar juntos. Sé que la he
jodido. Pero ya está hecho. Ahora me doy cuenta. Axel se desaparecido, y juro que voy a rescatar
a Levi de los Heighters aunque sea la última cosa que haga.
Llevando mi palma a su mejilla, le susurro:
—Esta es tu salvación, Austin. Tu oportunidad de salir... y te quiero más que a mi vida
misma.
Las lágrimas llenan sus ojos, y dice:
—Tienes que empezar a comer, Pix.
No le respondo porque no sé si lo podía prometer.
—Porque sigo teniendo este sueño. Este maldito sueño que parece demasiado real para ser
sólo una ilusión, que es algo que nunca puede hacerse realidad.
Mi pulso se acelera.
—Qué... ¿qué pasa en ese sueño?
Austin presiona besos en mi mano y dice:
—Estamos tú y yo. Estamos en una playa en alguna parte, cerca del agua. Estás riendo tan
fuerte, tan libre. Estás sana. Fuerte. Y tenemos tres niños, diablos. Todos con cabello y ojos
oscuros. Están corriendo chapoteando en el agua mientras te tengo en mis brazos,
observándolos. Siento que ríes contra mi pecho, y no la mierda falsa que muestras a tus amigos.
Es una risa feliz de verdad, la risa de tu corazón.
—Austin... —le interrumpo, viendo el sueño tan vívidamente en mi mente, que mis
emociones saltan por todo el lugar.
—Pix, nunca me he permitido pensar así antes. Para ser honesto, nunca pensé que viviría
más allá de mi adolescencia. —Austin aprieta sus labios contra mi palma... con su rostro
desesperado porque lo escuche y quiera ese sueño también—. Pero me hiciste querer más. De la
vida. De un Dios que pensé que me había abandonado. De mí mismo. Me hiciste creer que
podría haber más por ahí que simplemente andar con drogas y armas. Así que no puedes morir,
Pix. Porque realmente quiero que el maldito sueño se haga realidad. Realmente necesito que se
haga realidad.
Quería asegurarle, decirle que todo iba a estar bien, pero no podía seguir adelante con mi
futuro hasta que conquistara a los demonios de mi pasado.
228
—¿Nena? —susurra Austin—. Te amo.
—Austin... ¿está mi bolso aquí?
Austin frunce el ceño ante mi pregunta pero mira alrededor de la habitación buscando mi
bolso. Levándose, lo recupera de la cómoda y lo lleva a la cama.
—Ábrelo —le pido. Austin lo hace y le digo—: Mira en el compartimento con cremallera.
—Una vez más, lo hace, y sé que ha sentido la fotografía cuando sus cejas se levantan con
interés.
Austin se sienta en el borde de la cama y saca la vieja foto. Poco a poco veo el
reconocimiento en su rostro. Sus ojos se dirigen a los míos.
—¿Esta eres tú?
Tratando de detener mi labio de temblar, asiento.
—Tenía dieciséis años. Fue tomada en el campo de animadoras un mes antes de que me
enfermara. Antes de que la anorexia llegara a mi vida y me empezara a destrozarme. —Tomo
una respiración profunda—. Esa era yo antes de las pinturas de guerra. Antes de que me
escondiera lejos del mundo.
Austin pasa el dedo sobre la vieja fotografía arrugada.
—Eres rubia natural.
—Sí. Era el estereotipo de animadora. Rubia, bronceada y llena de vida. Maquillaje
perfecto, estudiante de grado. Falsas apariencias.
Austin se inclina y se pasa la mano por el cabello.
—Eras preciosa de rubia, Pix, pero como que prefiero el negro. Sabes que me encanta el
look maduro.
Con el corazón acelerado y el pulso palpitante, pregunto:
—Supongo que crees que esa chica es más bonita que la que ves ahora, ¿eh?
Austin toma la fotografía y la pone de nuevo en mi bolso, y al hacerlo, pone mi pasado
sobre la cama. Tomando mi mano en la suya, me dice:
—Ahora es ahí donde te equivocas. Siempre serás hermosa para mí, Pix. Nada de lo que
hagas va a cambiar eso. Baja, alta, gorda, delgada, rubia, morena... con tal de que seas tú,
siempre y cuando la verdadera tú brille.
La felicidad estalla en mi pecho ante sus palabras porque me doy cuenta de que él habla en
serio, y no puedo contener mis sollozos.
Las lágrimas ajan por el rostro de Austin también y, presionando su frente en la mía, dice:
—Pix, necesito que empieces a comer... por favor. ¿Va a intentarlo por mí? Te lo ruego...
—Yo... voy a intentar...
—Entonces eso es todo lo que puedo pedir.
Austin se mueve hacia abajo para presionar el más suave de los besos en mis labios...
229
La voz en mi cabeza se queda en completo silencio.
230
Capítulo 28
Lexi
—¿Por qué nunca nos lo dijiste, Lex? —pregunta Cass, su personalidad beligerante habitual
ha quedado reducida a una niña tímida.
—He luchado durante tanto tiempo que cuando llegué a la universidad, quería hacer
amigos que no supieran acerca de mi pasado.
—Entendemos eso, cariño —dice Molly y besa la palma de mi mano—. Pero, ¿por qué
nunca nos hablaste de Daisy? ¿Acerca de perder y estar en duelo por tu mejor amiga?
Me encojo de hombros, bajo mis ojos y digo:
—Daisy y yo nos conocimos en el hospital. Las dos teníamos dieciséis años. Ella era tan
cercana a mí como una hermana. Infiernos, durante años, ella fue todo mi mundo. Entendía lo
que era vivir con este trastorno. Podríamos fortalecernos la una a la otra, pero podríamos
también rompernos la una a la otra. Nos apoyábamos la una a la otra para no comer, incluso
animándonos a morir de hambre. Cuando ella murió, ya no sabía cómo lidiar con esta
enfermedad yo sola... y no quería agobiaros, chicos, con mi sufrimiento. Supongo que pensé que
entrar a las animadoras de nuevo, podría distraerme. Ayudarme... me equivoqué.
—Sabes que estamos aquí para ti siempre, para siempre, ¿no? —dice Cass a través de su
garganta apretada.
Aclarando mi garganta obstruida, le digo:
—Lo sé ahora... lo sé.
—¿Y cómo llegaste a esto? —pregunta Ally—. ¿Cómo llegaste a ser... de esta manera?
Cierro los ojos, simplemente recordando ese día.
—Yo estaba animando en la universidad, y un chico que me gustaba jugaba para el equipo
de fútbol. Después del partido, estábamos todos alrededor y se acercó a mí y me dijo: "Tienes que
dejar de comer chocolate, Lex. Estás empezando a engordar". —Abro los ojos y respiro hondo—.
Fue tan simple como eso. Un comentario como ese y cambió toda mi vida. Me fui a casa esa
noche mortificada y le dije a mi madre que no me sentía bien y me salté la cena. Cinco meses
después, me hospitalizaron por severa anorexia nerviosa y no me anime otra vez... hasta el año
pasado. —Suspiro y sacudo la cabeza—. Supongo que pensaba que era más fuerte de lo que en
realidad era.
Miro los rostros de apoyo de mis mejores amigos y les digo:
—Aunque yo actuaba como si fuera una chica amante de la diversión alrededor de ustedes,
eso no significaba que no confiara en ustedes. El personaje falso, el maquillaje gótico, era acerca
231
de tratar con mi desorden. Era mi máscara, mi escudo. Esto no quiere decir que no los ame. Que
no aprecie su amistad.
—Las lágrimas de un payaso —dice Molly tristemente en respuesta. Cierro los ojos. Ella
entiende exactamente lo que yo estoy tratando de explicar.
—¿Qué demonios significa eso? —dice Cass con su habitual efervescencia.
—Los payasos pintan las expresiones en sus rostros con maquillaje, ¿no? Y todos sabemos
que esas expresiones no son reales, las lágrimas pintadas, por ejemplo. Todos sabemos que no
están realmente llorando, las lágrimas son falsas. Nadie puede ver el verdadero rostro debajo de
la máscara del payaso. Representan su papel debidamente gracias a su maquillaje: tristeza,
felicidad, diversión, etcétera. Disfraza su verdadera personalidad al mundo. Su maquillaje
esconde como realmente son... Por lo tanto, las lágrimas de un payaso.
Los ojos de Cass se llenan de lágrimas y vuelven su atención de nuevo a mí.
—Así que si no eres la divertida y alegre tonta Lexi que todos conocemos, si eso era tu
máscara de payaso... ¿quién eres?
—No… no lo sé. He estado fingiendo durante demasiado tiempo, creo que todavía estoy
tratando de averiguar eso yo misma. He cambiado mucho como para ser la Lexi de mi
adolescencia, y este desorden me ha definido durante tanto tiempo que he perdido el sentido de
mi verdadero yo.
Cass asiente y me lanza un guiño alegre.
—Entonces vamos a tener un montón de diversión arrancado las capas y descubriendo
quién eres. ¡Sexy Lexi!
Por primera vez en mucho tiempo, una risita libre y auténtica sale de mi boca.
—Estamos contentos de que lo estás haciendo bien —Ally añade, alegremente sacudiendo
la cabeza hacia Cass mientras acaricia mi mano.
Cass suelta una tenue carcajada.
—Por supuesto que se va a poner mejor. Logró enganchar a Carillo, quien está
malditamente loco por ella. ¡Ese tipo es pecado en un palo! ¡Guau!
Los cuatro nos detuvimos y lanzamos nuestras miradas la una a la otra antes de estallar en
carcajadas.
Se sentía bien reír. Se sentía bien abrazar la vida.
Habían pasado dos días desde Austin me había traído de nuevo a él, y me siento un poco
más fuerte. He reiniciado a mis sesiones con el Doctor Lund, y era de esperar, que podría
conseguir que las cosas funcionaran lento pero seguro de nuevo.
He estado rezando todas las noches, rogando para tener la fuerza para llevarlo a cabo.
No quiero morir, suplicaba. Quiero que el sueño de Austin para ambos se haga realidad.
—Te hemos echado mucho de menos, Lex —dice Molly, y sorbe las emociones provocadas.
232
—Prométeme que nos lo dirás si te sientes así de nuevo. Y quiero esa promesa con un pacto
de sangre, si es posible —Miro a Cass y trato de prometerle cruzando mis dedos débiles. Las
cuatro nos sentamos en silencio por un momento, disfrutando de nuestra cercanía.
Un golpe en la puerta suena, y Rome entra, su rostro está desolado y su atención se centra
en mí.
—Es el momento.
Mi buena sensación pronto se desvanece, y al instante intento incorporarme, pero
inmediatamente vuelvo a caer.
—¡Vaya, chica! ¿Qué estás haciendo? —dice Cass con miedo, y mis amigos se levantan
todos de un salto, tratando de regresarme de nuevo a la cama.
Les tiendo la mano.
—¡No! Austin me necesita. No puedo dejarlo hacer esto solo.
Molly mira a Rome, quien asiente.
—Dame un minuto. —Con eso, sale de la puerta, sólo para volver minutos después con una
silla de ruedas y una enfermera, quien de inmediato comienza a desengancharme de la máquina
de intravenosa y adjunta la bolsa a la parte posterior de la silla de ruedas.
Avanzando hacia mí, Rome pregunta:
—¿Puedo levantarte para acomodarte en la silla?
Luchando contra el pánico habitual con el hecho de que alguien me toque, especialmente
mi espalda, rápidamente asiento, y Rome me levanta en sus brazos y me coloca en la silla,
contengo la respiración y cierro los ojos.
Esto es por Austin.
Por Levi...
Por Chiara.
Yo sólo tenía que llegar a Austin.
—¿Estás segura de que estás lo suficientemente fuerte para esto, querida? —pregunta Ally,
y asiento mientras Cass comienza a empujarme por el pasillo hacia la habitación de la madre de
Austin. Haciendo una pausa en la puerta, asiento a Rome para abrirla.
Cass me lleva, e inmediatamente veo a Leví y a Austin a cada lado de la cama, ambos
angustiados y cada uno agarrando las manos inertes de su madre mientras el médico se sitúa en
la cabecera de la cama.
Los ojos de Austin saltan a los míos y su rostro se contorsiona por el dolor. Se desliza de la
cama y corre hacia mí, de rodillas en el suelo, coloca su cabeza en mi regazo. Cansadamente
levantando mi mano, paso los dedos por su cabello oscuro desordenado.
—No creo que pueda hacer esto, Pix —dice a través de un espeso nudo en su garganta.
Luchando contra mis propias lágrimas, le digo:
233
—Sí puedes, cariño. Tienes que ser fuerte. —Cuando miro hacia arriba, miro hacia Levi en
el lado de la estrecha cama de su madre, viéndose perdido allí, sentado completamente solo.
Sosteniendo mi mano, le sonrío a Levi, quien traga en respuesta.
—Ven aquí, cariño —digo.
Levi da un paso vacilante antes de detenerse y preguntar:
—¿Estás... estás bien ahora, Lex? ¿Sigues muriéndote de hambre? Te ves tan delgada...
Resistiendo la risa ante sus palabras contundentes, le susurro:
—Lo voy a estar, cariño. Lo voy a estar...
Levi entonces agarra a mi mano como si fuera su fuente de fuerza, sus dedos tiemblan
contra los míos.
Austin levanta la cabeza cuando el médico se aclara la garganta.
—Austin, Levi, la frecuencia cardíaca de su madre está desacelerando ahora. Es hora de
decirle adiós.
Austin me mira, y suelto la mano de Levi. Austin se levanta y tomando a Levi de la mano, lo
acerca hasta la cama.
La mano libre de Austin sobresale junto a él, buscándome, y Rome me lleva hacia él
mientras el resto de nuestros amigos estás de pie en la pared del fondo, silenciosa y
respetuosamente.
—¡Espera! —Austin dice entrecortadamente y busca en el bolsillo su iPhone. Confundida,
veo lo que estaba haciendo. Al presionar reproducir en una canción de su lista de música, coloca
el teléfono junto a la cabeza de su madre.
EL "Ave María" comienza a sonar suavemente a través del teléfono, y Austin mira con
tristeza el rostro sereno de su madre.
—Ella nunca duerme bien sin escuchar esto. Siempre la hace sonreír... y siempre debe
encontrarte con Morfeo sonriendo.
Lucho duro para no romperme con ese acto desgarrador.
—Lev, dile adiós a mamá, chico —dice Austin bruscamente, tratando de ser fuerte, y Levi
se acercó más a ella y deposita un suave beso en su mejilla.
—Benedica ti Dio, Mamma. Ti voglio bene14.
Levi se mueve de nuevo y Austin ocupa su lugar. Levi está llorando, estiro mi mano y tomo
la suya, trayéndolo de vuelta a mi lado.
—Mamma... —Austin llora, y el médico da un paso adelante, presionando una mano en su
espalda.
—Tienes un minuto, hijo.
Austin asiente y, moviendo su iPhone más cerca, le dice:
14
Que Dios te bendiga, mamá. Te amo
234
—Axe no está aquí ahora, mamá. Pero él quiere que te diga que te amaba. Todo lo que
alguna vez hizo fue para nosotros. Entiendo eso ahora, incluso aunque él tuviera una manera
endiabladamente divertida forma de demostrarlo. Espero que algún día te sientas orgullosa de él.
Suspira temblorosamente cuando el monitor de su corazón comienza a disminuir a una
velocidad aterradora, una cuenta regresiva angustiosa hasta el final de la vida de Chiara Carillo.
»Eras demasiado buena para esta vida, Mamma. Siempre perteneciste en el cielo. Debes
estar con los ángeles y lejos de esta vida de mierda. —Austin se rompe con un grito de dolor, y
aprieta su mano en la mía y no puedo evitar sollozar junto con él.
Inclinándose hacia adelante, Austin acaricia el cabello castaño de su Mammá de nuevo,
justo cuando Andrea Bocelli alcanza un crescendo y en el monitor del corazón resuena con un
largo y continuo pitido, diciéndonos a todos que Chiara Carillo ha fallecido.
A medida que el médico apagaba el monitor y el silencio llena la habitación, Austin le da
un beso en su cabeza y le susurra por última vez:
—Buona notte, e dormi bene, mia cara. Ti voglio bene.
Buenas noches y duerme bien, querida. Te amo.
235
Capítulo 29
Austin
Ella se había ido. Mamma se había ido.
Mientras me levanto del cuerpo de mamá, lanzo una mirada alrededor de la habitación y
no tengo ni puta idea sobre qué hacer ahora.
Pero tan pronto como miro a mi Pix, mi pecho se siente un poco más ligero. Agachándome
a su silla, le doy un beso en la cabeza y le susurro:
—Ti amo.
—Te amo, también.
—Si quieres esperar en la sala de estar al otro lado del pasillo, la tendrás para ti solo—
Informa el Doctor Small.
Asintiendo aturdidamente, me pongo detrás de la silla de Lexi y comienzo a sacarla de la
habitación... y la dirijo directamente a una maldita pesadilla.
En el momento en que entramos en el pasillo, dos policías se acercan a mí, con el decano.
—Es él, allí mismo —dice el decano, apuntando en mi dirección.
Los policías se dirigen hacia mí, sacando sus esposas.
—Austin Carillo, estás bajo arresto por tráfico de drogas y distribución de narcóticos clase
A en la universidad. —Ellos me leyeron el resto de mis derechos, golpeándome contra la pared y
esposando mis muñecas.
—Austin —Lexi chilla, y la veo tratando de salir de su silla, con sus brazos delgados que no
pueden soportar su peso.
Me encuentro con los ojos de Rome.
—¡Cuida de ella y Lev!
Rome asiente, y Molly corre para calmar a Lexi.
Cuando los policías se me llevan, Rome grita:
—¡Voy a llamar a mi abogado! ¡Él se reunirá contigo en la comisaria!
Mientras me llevan por el pasillo, el decano camina a mi lado.
—Era sólo una cuestión de tiempo, Carillo. Tenemos un estudiante de primer año que
afirma que le vendiste coca. Porter acaba de despertar, y estamos esperando su testimonio en
cualquier momento. Despídete de tus sueños sobre la NFL. No eres un modelo a seguir para los
chicos jóvenes. Tu sitio está tras las rejas.
236
La sonrisa de orgullo en su rostro me enloquece, y gruño:
—¡Eres un maldito imbécil, mi madre acaba de morir y llegas y haces esto!
El decano se gira hacia mí, pareciendo genuinamente simpático, y dice:
—Mis condolencias, hijo. Pero se debe hacer justicia, y estoy seguro que tu madre querría
que pagaras por tus errores. Los pecadores deben ser castigados y rezar por el perdón.
—¡No he hecho nada malo! ¡Nunca le vendí nada a nadie!
El decano se dirige rápidamente hacia la puerta.
—Bueno, eso lo decidirá un jurado. Un jurado y Dios.
237
***
Durante doce horas, me dejaron sentado en una celda de detención. El abogado de Rome
se presentó alrededor de una hora después de mi llegada, y he estado sentado solo desde
entonces.
Tenía la garganta tensa cuando pensaba en Mamma, Pix, en Levi agarrando la mano de
Pix... Joder, joder, joder, ¡joder! ¿Qué hago si se presentan cargos contra mí? ¿Qué pasaría con
Levi? ¿Qué pasa si Pix recae de nuevo? Y si…
—Carillo, eres libre de irte. —Un policía llega a la puerta de la celda, con sus llaves
traqueteando en la cerradura, y abre la pesada puerta de acero y hace un gesto para que salga.
Me levanto, camino hacia el policía y le digo:
—No lo entiendo. ¿Cómo es que soy libre para irme? Pensé que sería imputado.
El policía se encoge de hombros.
—Resulta que alguien hizo una confesión. Tomó la responsabilidad de todo el asunto.
Todos los cargos han desaparecido.
Mis cejas se fruncen con confusión, y sigo al policía hacia la comisaría, donde mi abogado,
Rome, JD, y Reece, todos estaban esperando. Los cuatro se levantan y corren hacia mí.
Miro directamente a mi abogado.
—¿Quién diablos confesó?
El policía miro el papeleo y luego me miró a los ojos.
—Un señor de nombre Axel Carillo.
Mi corazón se detiene. ¿Axe? ¿Está de vuelta? ¿Cómo…?
Rome se adelanta y me dice:
—Lev lo llamó desde el hospital, le dejó un mensaje diciéndole lo que había sucedido.
Resulta que el chico tiene bolas, ochenta y tres. Comenzó a maldecir por teléfono acerca de
cómo era su culpa y que no era justo que fueras a tomar la responsabilidad de ello.
—Dejamos a Lev con las chicas y vinimos aquí a la comisaría, esperando a ver qué estaba
sucediendo contigo, cuando Axel entró por las puertas principales, descarado como el infierno, y
confesó todo. Dijo que había sido el que suministró las drogas en el campus solo todo el año y
fue el que le dio a Porter y la estudiante de primer año. Ambos verificaron la historia. —Rome
me dio una palmada en la espalda—. Tu beca y expediente académico no se verá afectado por
esto. Y todavía puedes entrar en el draft.
Joder.
—¿Puedo verlo? —le pregunto al abogado con voz ronca.
Él sacude su cabeza.
—No van a dejarte entrar allí. Yo podría pedir si…
—¿Chico? —Oí detrás de mí, y Axel, esposado, estaba siendo trasladado a una habitación
por algunos policías, el decano lo sigue detrás, con la cabeza agachada avergonzado mientras
pasa junto a mí.
—¡Axe! —grito, ignorando al decano y corro hasta mi hermano, envolviendo mis brazos
alrededor de su espalda. Los policías se han trasladado a la mesa y entregan unos papeles al
secretario, y, finalmente, suelto a mi hermano.
—Hola, chico. —Axel trata de sonreír, pero parece malditamente hundido. Cansado
incluso—. Así que, ¿Mamma murió? —pregunta con su típico tono patea traseros.
—Sí —le contesto, conteniendo las lágrimas—. Joder, Axe, todo se ha ido a la mierda.
Él lo niega.
—No, chico. Ha ido exactamente como sabía que pasaría
—¿Qué quieres decir? —le pregunté con confusión.
—Esta es tu oportunidad, Fratello. Tienes que salir de la pandilla, de Bama. Llévate a Leví
contigo. Utiliza el fútbol para empezar de nuevo. Ese chico me ha enseñado por teléfono acerca
del maldito fracaso que soy y lo malditamente santo que tú y tu chica son.
Mi corazón se hincha cuando me imagino a Levi defendiéndome.
—Pero, ¿y tú? —le pregunto.
—Siempre estuve destinado a terminar aquí, chico, encerrado. Siempre. Esta siempre fue
mi suerte en la vida, pero tienes la oportunidad de salir. Un nuevo comienzo... Es lo que la
Mamma siempre quiso. Ella siempre supo que llegarías lejos, súper estrella... siempre y cuando
no te involucrarás conmigo y los Heighters. Tienes la oportunidad de hacer tu sueño realidad.
Tienes la oportunidad de que merezca la pena todos sus años de lucha para que seamos unos
buenos hombres.
—Gio no nos va a dejar ni a mí ni a Levi salir de la pandilla, Axe, sobre todo porque te has
ido. Vamos a tener que mudarnos a otro estado o algo así, mantenernos escondidos.
238
—Gio no será un problema. Me aseguré de ello.
Una sensación de hundimiento llega a mi estómago.
—¿Qué has hecho?
Axel se encoge de hombros.
—Pedí en algunos favores. —Mi dura mirada le dijo que quería saber más. Axel suspira y se
acerca más, comprobando que ya no lo están escuchando—. Gio no les iba a permitir a los dos
salir. Los mataría si lo intentarán. Ambos estarían en peligro. Así que me hice cargo de ello.
—Axe, no…
—Para la medianoche de hoy, Gio ya no será un problema. Los Kings tomarán el territorio
de los Heighter, y la pandilla tendrá que reorganizar su localización con un nuevo líder. Para
entonces, vas a estar en la NFL y lejos de aquí.
—Joder, Axe —digo con una voz grave. Mi hermano mayor finalmente se ha decidido por
nosotros. Traicionando a su hermano en la pandilla, a su mejor amigo. El hijo de puta nos puso
en primer lugar, después de todo—. ¿Esto no te permitirá regresar a tu vida?
Axel se encoge de hombros.
—Yo puedo manejarme en la cárcel.
Luchando contra mi tristeza, le digo:
—Sí, ¿y qué demonios vas a hacer después?
Axel suelta una carcajada.
—Voy a cumplir con mi condena. Entonces me iré vivir contigo, súper estrella. Tendrás una
maldita mansión para entonces, ¿sí? ¿Capisci?
Me río y le contesto:
—Capisco.
—Carillo, vámonos. —Un policía llegó detrás de mí, y Axel baja su boca a mi oreja.
—Sé que no he sido el mejor hermano para ti, chico. Sé que la cagué más de lo que hice
bien, especialmente con Lev. Pero la famiglia siempre fue todo para mí. Y quiero que sepas lo
malditamente orgulloso que estoy de ti. Tengo el orgullo de que eres mi sangre. Tú y Lev.
Prométeme que estarán bien.
Golpeando mi mano en la mejilla de Axel, lo tiro hacia mí y beso su cabeza.
—Mira de pasar desapercibido y no te metas en ningún problema, y cuando vayas a salir,
voy a estar ahí para llevarte a casa.
Axel sonríe ampliamente.
—¿Es un trato? Porque me aferraré a ello.
—Es un trato —le contesto, rompiendo en una sonrisa.
Con un gesto brusco, la policía comienza a alejar a Axel, cuando se gira con lágrimas en los
ojos.
239
—¿Se fue pacíficamente?
Mi corazón se rompe cuando me di cuenta de que estaba hablando de Mamma, y tengo que
cruzar los brazos sobre mi pecho para evitar que mis manos tiemblen. No podía hablar por lo
que sólo asentí.
—Eso es bueno, chico. Eso es jodidamente bueno. Al menos ella finalmente es libre de
nuevo, ¿eh?
El policía se lleva a Axel, y me giro para reunirme con mis amigos.
Jimmy-Don pasa un brazo alrededor de mi cuello.
—¿Estás listo para volver con tu Pix y hermanito, y empezar a vivir una vida correcta,
muchacho?
Soltando un largo suspiro, asiento. Comenzar a vivir. Eso es lo que voy a hacer. Cortar toda
la mierda con los Heighter y realmente empezar a vivir.
***
Más tarde esa noche, Giovanni "Gio" Marino recibió un disparo desde un auto en Westside
Heights. No hubo testigos del asesinato, y los Kings de inmediato se apoderaron del territorio de
los Heighter.
240
Capítulo 30
Lexi
Draft de la NFL, Segunda Ronda.
Radio City Music Hall, New York.
Dos meses después…
—Y para los San Francisco 49ers15… ¡Austin Carillo, de Alabama Crimson Tide!
Los ojos de Austin se estrellan con los míos mientras nos sentamos detrás del escenario en
la Radio City Hall y, sosteniendo mi mano, Austin la lleva hasta sus labios. Estaba temblando.
—Pix… joder —se calla, y me inclino contra su hombro mientras sus ojos están cerrados
rezando.
—¡Austin! ¡Los 49ers! —grita Levi y salta de su asiento. Austin suelta mi mano y se levanta
para abrazar a su hermano, los dos se aprietan, solo saboreando la magnitud este momento.
Austin se aleja, aturdido, y camina hacia el oficial en el escenario para recibir su camiseta.
Me siento mirándolo en la pantalla de televisión y no puedo alejar la sonrisa de mi cara.
—¿Cómo te sientes cariño? —pregunta Ally con preocupación.
—Estoy bien, solo un poco cansada, pero bien.
Ha pasado dos meses desde mi recaída, y ya he ganado veinte quilos. Es un proceso lento,
pero estaba mejorando cada día… con la ayuda de Austin. Y él también estaba mejor. Se las
arregló para conseguir una casa para Levi y el, lejos de Westside Heights, y nunca han vuelto a
saber nada de la pandilla otra vez.
El sillón de repente se hunde a mi lado, y el rostro sonriente de Levi mira en mi dirección
—¿Puedes creerlo, Lexi? ¡Iremos a San Francisco!
Tocando su mano excitada en su regazo, le devuelvo la sonrisa
—Por supuesto que sí, cariño. Comenzaras de nuevo, harás algo realmente bueno de ti en
California.
La sonrisa de Levi cae e inclina su cabeza
—¿También vendrás, verdad? ¿También estarás allí con nosotros?
15
San Francisco 49ers: El equipo de fútbol americano, llamado así por los buscadores de oro de California en plena
fiebre del oro.
241
Bajo mis ojos antes de echar un vistazo alrededor de mis amigos. Todos habían decidido
venir junto con el draft aquí en NYC. Rome fue el primero en ser elegido por el draft ayer y se
estaba dirigiendo hacia los Seattle Seahawks. Habíamos celebrado con ellos anoche. Pero hoy era
el turno de Austin.
Mis amigos me miraban con simpatía mientras lucho con la pregunta de Levi. La verdad es
que, no estaba segura de estar lo suficientemente bien para ir a cualquier lugar fuera de
Tuscaloosa justo ahora. Demonios, había tenido que rogar insistentemente al Dr. Lund para que
me permitiera venir aquí durante unos días. Y además, Austin no me había mencionado que iría
con él. Después de tener una vida normal durante las últimas ocho semanas, después de años de
agitación, no estaba segura de que quisiera llevar a su novia anoréxica de viaje. Solo era mucha
presión para él.
—Solo vamos a disfrutar el día, cariño. Podemos ver como resultan las cosas más adelante
en el camino.
Los ojos de Levi se llenan con preocupación, pero no dura mucho cuando Austin reaparece,
agarrando su nueva camiseta de los Niners.
Su expresión es de completa incredulidad, pero sé que lo hará… Y estaba malditamente
segura de que su madre también estaba viendo esto, bailando de felicidad una vez más.
Sonriendo con orgullo hacia el hombre en el que se había convertido su hijo.
Rome se pone de pie y apretando a Molly en su costado, dice:
—¿Vamos a salir a celebrarlo?
Austin me mira, sé que está comprobando si me siento lo suficientemente fuerte para ir.
Asiento:
—Puedo manejar un par de horas más.
La sonrisa de respuesta de Austin casi me derriba.
Mi niño roto del parque de caravanas está recomponiéndose lentamente otra vez…
tomando mi corazón y alma en el viaje.
***
—¿Te sientes bien, Pix? —dice Austin mientras entramos a nuestra habitación de hotel
más tarde esa noche, estirándose y tomando mi mano en la suya.
Sonriendo, asiento y trago mi aprensión. Austin y yo hemos pasado todos los días juntos en
el último par de meses, pero aun teníamos que hacer el amor otra vez. Fue a cada reunión que
tuve, se quedó conmigo en el hospital, junto con Levi, hasta que me dieron el alta y me enviaron
a casa con mis padres, donde apareció cada día y solo se quedaba a mi lado, amándome.
Hacía dos semanas, que hablé con mis padres para pedirles que me dejaran volver a mi casa
en la hermandad, pero esta era la primera vez que estábamos realmente solos.
242
Presionando un beso en la parte posterior de mi mano, Austin me deja ir y comienza
dirigirse hacia el baño, quitándose la chaqueta mientras lo hacía.
Lucia tan hermoso vestido, todo elegante con su traje negro, su cabello oscuro y coloridos
tatuajes luciendo pecaminosos contra el corte caro de la tela.
Austin mira hacia atrás, con su stidda luciendo menos grave en su mejilla.
—Solo voy a darme una ducha. Volveré pronto.
Tan pronto como la puerta del baño se cierra, camino lentamente hacia el espejo y,
manteniendo mis ojos bajos, cuento hasta tres.
Uno… dos… tres…
Abriendo mis ojos, miro a la chica frente a mí y suelto una larga y profunda exhalación.
Miro su cabello oscuro, engrosándose lentamente después de la gran pérdida que había causado
su recaída. Sus ojos verdes estaban delineados de negro y sus labios pintados con un rojo oscuro
y profundo.
Nunca adelgazaras, Lexington. Nunca lo harás. Nunca seremos lo suficientemente buenas
para él, nunca seremos lo suficientemente hermosas.
Apretando mis ojos cerrados, dejé que la voz continúe hablando. Luego los abrí otra vez,
miré el reflejo y susurro:
—Sí, lo eres. Eres hermosa pare él. No te rechazará. Eres hermosa, y punto.
La voz cae en mi subconsciente, y de repente siento calor en mi espalda y el olor de la lluvia
llena mi nariz. Mirando en el reflejo detrás de mí, Austin está allí, solo en bóxer, luciendo más
allá de perfecto y oscuro, solo había adoración en sus ojos, y mis miedos desaparecen.
Austin levantó su mano y desliza su dedo por mi mejilla, acariciando el hueco de mi
mejilla, y besa lo largo de mi piel caliente.
Cerrando mis ojos, llego a la parte trasera de su muslo y lo acerco, sintiendo su dureza justo
contra mí.
—Austin… —susurro y siento una piscina de calor en mi núcleo.
—Pix… —dice con voz ronca, y me giro en sus brazos. Mi palma plana en su pecho, me
levanto en las puntas de pies y beso suavemente el tatuaje de la paloma blanca en la parte
inferior de su garganta.
Agarrando mi nuca, Austin rueda sus caderas y gime:
—Joder… Pix… Te necesito…
Retrocediendo, tomo la mano de Austin y lo llevo hasta la enorme cama. Austin me está
mirando confundido, le hago un gesto para que se siente en el borde.
Haciendo como le pido, Austin se sienta a un lado de la cama, y paso mi mano por su
cabello, sus ojos ruedan hacia atrás por mi tacto. Su reacción me llena mi coraje.
Cuando se mueve para sostener mi cintura, yo me alejo, Austin inclina su cabeza.
—¿Pix? ¿Qué pasa?
243
Incapaz de hablar con la intensidad de lo que estoy a punto de hacer, sacudo la cabeza y
alcanzo el cierre en mi espada de mí vestido. Los ojos de Austin se agrandan, y mi mirada no
deja la suya.
Bajando el cierre, cierro mis ojos y con una respiración profunda, dejo que la tela negra
caiga en el suelo. Atrapo a Austin respirando dolorosamente, y mientras abro mis ojos otra vez,
está apretando las sabanas en sus puños, mirando fijamente mi sostén y bragas como si no
pudiera resistir, su dura longitud abultando en la tela de su bóxer.
Subiendo mis manos hasta el cierre frontal de mi sostén, mi corazón golpea en mi pecho,
lentamente libero mis pechos y dejo caer el sostén al suelo. Sintiéndome pequeña y débil, casi
vacilo en mi acción, hasta que un gemido frustrado escapa de los labios de Austin mientras
recorre con hambre mi cuerpo casi desnudo.
Inhalo una respiración afilada.
No le estoy dando asco… lo estoy excitando…
Las manos me tiemblan con la importancia del momento, engancho mis pulgares en los
lados de mis bragas negras y las empujo hacia abajo por mis piernas.
Mientras me enderezo, miro a Austin directamente a los ojos, y las lágrimas llenan su
oscura mirada italiana.
—Pix… —susurra, estirándose por mi mano, tirando de mí a su pecho y pasa sus manos por
mi pecho y estomago—. Eres tan jodidamente hermosa —dice con voz ronca—. Tú, así…
perfecta…
La perfección… la meta que siempre me esforcé en lograr.
Casi derritiéndome en el interior por sus palabras honestas, respondo:
—Soy hermosa... contigo...
Y entonces me doy cuenta: ya no tengo miedo con Austin. No tengo miedo de desnudar
mis miedos, todos mis secretos... mi alma... a mí misma.
De pronto, envolviendo sus manos alrededor de mi cuello, Austin tira hacia debajo de mí
sobre él y estrella su boca con la mía.
Estaba perdida en su toque.
Mis manos se aferran a los mechones desordenados de su cabello, y su lengua empuja entre
las comisuras de mi boca, en duelo con la mía como si quisiera meterme en mi piel.
Separándome de su boca, uso las manos en el colchón para arrastrarme lentamente por su
cuerpo, besando la piel caliente de su estómago, sus músculos teniendo espasmos y tensándose
debajo.
—Pix... Cristo, eso se siente bien... —murmura y se apodera de mi pelo.
Al llegar a la cinturilla de su bóxer, hundo mis dedos en ellos y los deslizo por sus muslos y
fuera de sus tobillos, deshaciéndome de ellos en el suelo con mi ropa.
244
Estamos piel contra piel, y ambos nos detenemos, asimilando lo que esto significa. He
conquistado mi mayor temor. Estoy desnuda ante Austin. Finalmente soy completamente yo
misma, con Austin.
Es perfecto.
Haciéndome rodar sobre mi espalda, Austin abre mis piernas y se apoya en mi entrada. Su
lengua lame a lo largo de la ardiente piel de mi garganta y sus dedos recorren mi torso, todo el
camino hasta que rozan mi núcleo. Los escalofríos atormentan mi cuerpo cuando Austin deja un
rastro húmedo de besos sobre mis pechos, por mi estómago, y a través de mis caderas. Con sus
manos apretadas en la parte interior de los muslos, y, mirándome, Austin empuja mis piernas y
mueve su cuerpo hacia abajo en la cama hasta que su boca se cierne en el vértice de mis muslos.
—Cariño, tengo que probarte. He estado queriendo lamerte durante demasiado tiempo.
Tragándome de nuevo mis nervios, Austin agacha la cabeza y su lengua recorre mis
pliegues lentamente. Mi cabeza se echa hacia atrás y un largo gemido escapa de mis labios
cuando Austin rodea y me chupa con sus labios y lengua caliente.
Instintivamente, mis caderas se agitan contra su boca, y me siento como si estuviera
flotando en el aire, alcanzando un cielo que nunca había tocado antes.
—Joder, Pix, que sabor tan bueno. Malditamente bueno —Austin murmura contra mi
carne, y el calor quema mi piel.
—¡Austin! —grito cuando inserta su dedo dentro de mí, presionando contra ese lugar
perfecto dentro de mi canal. La sensación de caer me inunda y, cuando Austin aumenta la
velocidad de su lengua, me corro contra de su boca, Austin gime acariciando su longitud,
mientras lo hace.
Levantando la cabeza, los ojos de Austin están determinados mientras se alza sobre mi
sonrojado y su cuerpo desnudo saciado. Mientras se posa a lo largo de mi humedad,
tensándome. Austin inmediatamente lo hace también.
—¿Pix? —pregunta con voz tensa.
Me tomó la cara con las manos.
—Quiero... —Tomo una respiración fortificante—. Quiero estar... en la parte superior.
Tengo que tomar las riendas de esta noche...
Los ojos de Austin se abren y lo veo tragar.
—¿Segura?
Asintiendo, levanto mi pecho, y Austin nos acomoda, por lo que estoy a horcajadas sobre él
entre sus muslos.
—¿Condón? —le pregunto con valentía, pero sé que mi cara está ardiendo con mi rubor.
—En el cajón de arriba —responde, e inclinándome, saco un paquete de papel dorado y lo
abro con los dientes.
Austin toma el condón de mis manos, y observo como lo hace rodar por su longitud.
Acariciando mis pantorrillas, se detiene cuando se posan en mis muslos.
245
—¿Estás lista, Pix? —pregunta, y sus ojos están de repente preocupados.
Inclinándome hacia adelante, encuentro sus labios con los míos, degustándome a mí
misma en su lengua, y bajando mi cuerpo, tomo su longitud en la mano y lo guio en mi interior.
Al empujar su dureza dentro de mí hasta la empuñadura, Austin rompe el beso con un
jadeo, con sus manos firmes casi dejando marcas en mis muslos.
Sentándome, chillo cuando Austin se empuja dentro de mí, haciéndome sentir tan
increíblemente llena, pero no lo suficiente. Quería ser poseída por él, consumida por él, y
cuando bajo la mirada a sus ojos italianos, puedo sentir esa necesidad en él también.
Aquietando mis caderas, el cuello de Austin se tensa y su pulgar acaricia con dulzura en mi
muslo.
—¿Qué pasa, nena?
Tomando un suspiro tembloroso, me agarra de sus manos y las sostengo delante de mí.
—Quiero que me toques.
Frunciendo el ceño, Austin me pregunta:
—¿Dónde, Pix? ¿Dónde te toco? Sólo dime... sólo dime dónde.
Cuando mis manos empiezan a temblar por los nervios, Austin muerde la esquina de su
labio inferior, y yo con cautela guio sus manos alrededor de mi espalda.
Austin se congela y trata de retroceder.
—Pix, no. No. No tengo que tocarte allí. Está bien. No quiero activar tu detonante.
Mi corazón da un vuelco ante su consideración, y respondo:
—Quiero que me toques ahí. Quiero ser tuya, y quiero que seas mío en todos los sentidos,
sin obstáculos en nuestro camino. —Bajo los párpados con vergüenza y susurro:
—Es el último de mis muros... y... y...
Los dedos de Austin se enroscan con los míos, y dice:
—¿Qué, Pix?
—Quiero que seas el que finalmente quiebre ese detonante. Todo esto comenzó con el
rechazo de un chico que me gustaba... Y quiero que termine con la aceptación del chico al que
amo.
Sus fosas nasales se abren y asiente de acuerdo.
Manteniendo la mirada fija en la mía, guio sus manos a mi espalda y, cerrando los ojos, los
aplano sobre mi piel.
En un primer momento, las palmas de Austin se sentían como planchas de hierro, y no
podía respirar... ¡No puedo respirar! ¡Está sucediendo otra vez! Yo... yo...
—Shhh, Pix. Está bien —Austin me tranquiliza y comienza a mover sus manos arriba y
abajo de mi espalda con un movimiento lento y rítmico. Me concentro en el movimiento de sus
manos, y, minutos más tarde, mi respiración se ha calmado y mis ojos se abren de golpe.
246
Está tocando mi espalda... Está tocando mi espalda.
—Austin... —murmuro mientras las lágrimas caen de mis ojos.
Levantando su torso, nuestros estómagos ahora carne con carne, Austin aplasta sus labios
con los míos, y comienza a mecerme sobre él.
El calor se construye entre nuestros cuerpos, nos movemos más rápido, y con cada caricia
de la mano de Austin en mi espalda, me siento profundamente enamorada, disfrutando de la
confianza total que se está edificando, junto con nuestra liberación cuando agarro su pelo oscuro
y desordenado.
Jadeando, Austin se separa de mis labios y deja escapar un largo gemido, interminable.
—Pix... me voy a correr. Voy a correrme con fuerza, cariño.
Jadeando sin aliento, me agarré fuerte al pelo de Austin y presioné mí frente a la suya.
—Yo también... Voy a... ah... Austin... Ya voy... Dios... estoy…
Cerrando mis ojos, las luces explotan, y siento a Austin tensarse, con sus uñas clavándose
en mi espalda, y gime con fuerza en mi cuello.
Aún unidos, nuestros cuerpos ahora resbaladizos por el sudor, nos aferramos juntos
mientras bajamos de nuestro mutuo éxtasis... desde el momento en que nuestras vidas
cambian... de desnudar nuestras almas... de romper mi detonante finalmente.
El aliento caliente de Austin resuella contra mi cuello, y cuando levantó la vista, veo el
amor puro brillando a través de ellos.
—Ti amo —susurra, sus pestañas largas como la tinta húmeda por la emoción—. Ti amo,
Pix.
Acariciando su mejilla, le contesto:
—Ti amo. Ti amo tantissimo.
La sonrisa al responderle a Austin podría haber opacado al sol por ser tan brillante.
—¿Puoi Parlare Italiano, Pix? —¿Puedes hablar italiano? dice Austin entre besos en mi
cuello.
—Ci sto provando. —Estoy tratando, le digo a cambio.
Soltando una carcajada y pasando sus labios sobre la mis pechos, Austin se retira,
enroscado mi mano con la suya, y me dice:
—Ven conmigo a San Francisco. Ven conmigo y Lev. Sé nuestra familia.
Golpeando mi mano libre en mi pecho, comienzo a sacudir la cabeza.
—No quieres eso, Austin. Todavía me estoy recuperando de esta enfermedad, y no
necesitas distraerte conmigo cuando intentas abriste camino en el mundo.
—Te necesito —dice con severidad—. Te necesito tanto. Y podría estar allí para ti... para
ayudarte.
—¿Qué... pasa si recaigo de nuevo? Sería demasiado…
247
—Entonces estaré allí para ayudarte a atravesar eso. No quiero jugar fútbol en California si
no te tengo. Te necesito... Te necesito jodidamente mucho. Me salvaste de mí mismo... y salvaste
a Lev también.
Sonrío ante el repentino destello de un recuerdo.
—¿Qué? —preguntó Austin, sonriendo también.
—Esa noche, en el parque de caravana cuando tu madre quiso hablar conmigo, me dijo
algo similar.
Asimilando la profundidad de la mención de su madre, Austin susurra:
—¿Lo hizo?
Asentí y poniendo mi mano en su mejilla y le digo:
—Me dijo que solía pensar que serías tú quien salvarías a tu familia, con el fútbol. Pero
después de conocerme, supo que sería yo quien te salvaría a ti.
Austin trata de apartar las lágrimas parpadeando, pero una se le escapa y corre por su
mejilla abajo.
—Dijo que mi alma igualaba la tuya.
—Tenía razón, Pix. —Levanta la mirada rápidamente como rezando silenciosamente antes
de fijar su atención en mí—. Así qué, ¿qué dices? Te mudarás conmigo. Te juro que nunca te
dejaré caer de nuevo.
—Está bien —le digo con una sonrisa feliz—. Me iré a vivir contigo.
Al presionar su frente a la mía, Austin suspira y dice:
—Maldición.
248
Capítulo 31
Austin
Florencia, Italia
Un año después…
249
—¿È tua moglie quella?
¿Es tu esposa? La anciana de la pasticceria me pregunta cuando estoy parado en el
mostrador pagando la cuenta.
Observo a Lexi mirando a las gente de Firenze entrando a la Piazza della Signoria con una
sonrisa en su rostro. Mi pecho se encoge ante la vista. Su dulce rostro curtido por el fuerte sol de
invierno de la Toscana, sus labios de un color rosa oscuro debido al lápiz labial ridículamente
caro que constantemente lleva, y sus hermosos ojos verdes pálidos abiertos ampliamente con
intriga. Ama Italia. Diablos, ama la vida de nuevo.
Mi pequeño duendecillo emo que ya no es tan emo. El cabello de Lexi todavía es negro
azabache hasta la barbilla, se negó a desprenderse de esa parte, pero ya no llevaba los colores
oscuros como armadura, ya no se embadurna con maquillaje blanco y delineador kohl para
ocultar lo que encontraba repulsivo, de ella misma.
Observo como un chico tras otro la mira descaradamente cuando pasan por su mesa Típico,
malditos italianos, pienso apreciando su pequeña pero llena figura, mostrada por su vestido
corto y rojo de verano. Extraño, pero no me molesta mucho. Me encantaba verla así, libre de sus
demonios por un tiempo, tomando de nuevo el control día a día. Todavía tiene sus momentos,
días de tropiezo, pero siempre estoy ahí, para traerla de regreso, y ella siempre está para mí,
cuando mi jodido pasado juega con mi mente.
La anciana se aclara la garganta, con una sonrisa entrañable en su rostro. Agachando la
cabeza con vergüenza al ser descubierto mirándola fijamente, sonrío y respondo:
—No, é la mia fidenzata.
No, es mi prometida.
La anciana sonríe ampliamente y pone su mano en el pecho, mirando por encima de mi
hombro a Lexi.
—Ah, giovane amore.
Amor joven.
Una mano suave se posa en mi hombro.
—È preziosa, tesoro. Proteggi il suo cuore.
Es Hermosa, querido. Protege su corazón.
Asiento, acariciando los consejos de la mujer, y respondo:
—Sempre. Sempre. È l’amore della mia vita. —Siempre, siempre. Es el amor de mi vida.
Camino de vuelta con Lexi al otro lado de la repleta terraza al aire libre y pongo mi mano
en su nuca. Unos grandes y bellos ojos me miran, y me sonríe.
Todavía me robaba el aliento.
—¿Estas lista, Pix? —le pregunto y le tiendo la mano para que la tome. Lexi cubre mi mano
con la suya, y me inclino para darle un beso a su anillo de compromiso, un diamante negro de
cuatro quilates engarzado en oro negro de dieciocho quilates, nada mejor para mi chica gótica.
No era muy grande, ni demasiado lujoso, pero con encajes a los bordes y es completamente ella.
Sonrojada, se levanta y envuelve sus brazos alrededor de mi cuello. Su rostro está
repentinamente serio.
—Estoy lista, cariño. ¿Seguro que tú lo estás?
Inhalo profundamente, le doy un beso en los labios a Lexi, retirándola solo para decirle:
—Lo estoy.
Caminamos de regreso a nuestra villa privada en una impresionante colina en una aldea
apartada, me aferro a la mano de Lexi como si pudiera darme coraje. No responde nada. Sabe
que hoy iba a ser un día difícil para mí, o Levi, pero siempre es mi apoyo silencioso. Diablos, ¿ha
sido así todo el tiempo, o no? Manteniendo mis secretos, manteniendo los suyos.
Lexi se ha mudado conmigo a San Francisco. Y en el último año, juntos hemos abierto un
centro de tratamiento para jóvenes con trastornos alimenticios. Lo llamé La sonrisa de Daisy, y
estaba malditamente orgulloso de ella. Ayudaba a los demás, a pesar de que todavía estaba
recuperándose a sí misma.
No podía esperar para casarme con ella, tenerla como mi esposa, pero acordamos que el día
llegaría cuando se sintiera completamente cómoda de nuevo. Sentirse como ella misma de
nuevo. La recuperación de Lexi sería un proceso largo, y quería darle algún día la boda de sus
sueños, no una nublada por sus inseguridades. Realmente no me importaba esperar. La veo
como mi alma gemela, mi vida, independientemente de que un pedazo de papel nos diga lo que
somos legalmente.
Diez minutos más tarde, después de un ritmo lento y constante, Lexi y yo entrabamos a
través de la puerta de la villa, Lexi estaba sin aliento por el exceso de ejercicio. Todavía está
débil, pero cada vez más fuerte con el tiempo.
Levi inmediatamente nos recibe en la puerta, deseoso de que nos pusiéramos en marcha. El
chico se veía bien en estos días. Se había arreglado. Su cabello rubio, corto y con estilo, juntos
con sus ojos grises y profundos con acento sureño, tenía a las chicas de California humedeciendo
sus bragas por su trasero de Bama. Conseguimos eliminar su stidda también. Renaciendo de
nuevo. No necesitaba las marcas de su pasado sobre él.
250
Desde que nos mudamos a San Francisco, tenía a Levi en una buen instituto privado, una
buena escuela de futbol y había obtenido calificaciones altas. Estaba centrado en el futbol, y
tenía a casi todas las malditas universidades del país queriendo que jugara para ellos en un par
de años —era el receptor con más talento que he visto nunca.
Por supuesto, Levi quería jugar para los Tide, el equipo de casa, pero él no va a volver a
Tuscaloosa. No puedo permitírselo. Se fue de la banda, y no va a acercarse al territorio de los
Heighters nunca más.
Estaba condenadamente orgulloso del chico… Mamma también estaría orgullosa del
hombre que se está convirtiendo.
—¿Ya nos vamos? —pregunta nervioso Levi, y Lexi deja mi mano y se mueve para darle un
abrazo. Levi envuelve sus desgarbados brazos y los aprieta alrededor de su espalda. Me doy
cuenta de su sutil estremecimiento, pero era Levi, quien la adoraba. Se había convertido en una
especie de madre para él, asegurándose de que no estuviera nunca más perdiendo una figura
parental en su vida.
Pix tenía un corazón de oro.
—Vas a estar bien, todo estará bien, cariño. Estamos aquí para ti —dice Lexi mientras se
echa hacía para atrás y le frota los brazos a Levi.
—Lo sé, Lex. ¿Solo que va a ser raro, sabes? —Levi se encoge los hombros y se mueve hacia
adelante, lo tomo en mis brazos, tirándolo hacia atrás solo para poner mis manos en sus mejillas.
—Andrà tutto bene, fratellino mio. Te lo guiro.
Todo estará bien, hermanito. Te lo juro.
Lexi camina hacia nuestro dormitorio, dándonos un momento de privacidad, y minutos
más tarde, reaparece sosteniendo la pequeña urna dorada de manera protectora entre sus
brazos.
Su pequeña sonrisa alentadora me dice que es el momento.
***
La Mamma me contó que creció en El Ponte Vecchio y que era su lugar más preciado en la
tierra, el Puente del siglo trece que pasa por encima de la puerta superior de Fiume Arno, el rio
Arno. Eso simbolizaba su casa, Firenze, sus raíces, y soñaba con mostrarnos toda su belleza algún
día.
Nunca tuvo esa oportunidad.
Cuando la Mamma murió, esparcir sus cenizas en Alabama no pareció lo correcto. Este era
su hogar; Italia fue su alma, su corazón. Y ya era hora de que regresara permanentemente.
251
Lexi, Levi, y yo caminamos lentamente a lo largo de Ponte Vecchio, con las manos de Lexi
sosteniendo las nuestras, nuestra roca en este momento tan intenso.
La simbólica atracción turística estaba desierta extrañamente en invierno pero hoy era un
día soleado. Es como si Dios supiera lo que íbamos hacer y quisiera presentar sus respetos,
dándonos un poco de intimidad para decir nuestro adiós final a su hija.
Pasamos por una hilera de casitas que se estaban al lado del viejo puente y me pregunté a
cuál pertenecía a la familia de mamá. Su nonna vivió en una de las históricas casitas diminutas
hasta su muerte algunos años atrás, y Mamma me dijo que no había lugar más bonito para
crecer.
Miro hacia las casitas, el puente, con asombro y me imagino a mi Mamma corriendo aquí
cuando era niña, jugando con sus amigos, cantando para los lugareños en su perfecto tono de
soprano, con sus caderas bailando extendidas contra la brisa.
Ese pensamiento me da paz.
Cuando llegamos al punto central del puente, me inclino sobre el antiguo muro de piedra y
miro hacia abajo, el flujo del agua corre debajo. Siento la mano de Lexi en mi espalda baja.
Es el momento.
Retrocedo enderezándome, miro a Levi y engancho mi brazo alrededor de su cuello. Los
ojos de Levi se encuentran con los míos. Sus ojos llenos de lágrimas, pero como un campeón, mi
hermanito se mantuvo.
Desenganchando del todo mí brazo de Levi, sostengo la pequeña urna con las dos manos,
apenas notando a la gente de las casas que circula al vernos decir nuestro adiós.
Al acercarme a la pared, miro por encima de la ciudad medieval y siento una sensación de
paz a través de mí. Esta ciudad es una parte de mi a través de. Il Duomo di Firenze, Palazzo
Medici Riccardi, todo ello. Tengo la sangre de Bama corriendo por mis venas, y tengo el orgullo
de pertenecer a la verde, blanca y roja16 también.
—¿Cariño? —Lexi susurra y apoya su cabeza en mi hombro—. ¿Quieres decir algunas
palabras? ¿Ya sabes, para la ocasión?
Agarrando la urna, apretándola más en mi mano, no puedo apartar los ojos del dorado que
refleja el sol. Giro la cabeza hacia un lado, presiono un beso en la cabeza de mi prometida,
respiro su dulce aroma y lo utilizo para recuperar las fuerzas.
Respirando profundamente, me quedo mirando la urna, con mis nudillos blancos alrededor
de ella, hablo directamente de mi corazón.
—Mamma, sabía que este día llegaría pronto. Durante un año he planeado esto, trabajo
duro para que te sientas orgullosa… —miro a Levi, que había colocado un brazo alrededor de mi
espalda, agarrando a Lexi con fuerza con su otra mano, lo miré a los ojos—. Y también Lev.
Mi garganta se obstruye, pero me la aclaro tosiendo y me las arreglo para seguir adelante.
16
Con estas palabras describe el sentimiento de sentirse italiano también. Con los colores de la bandera italiana.
252
—Ha pasado un largo tiempo desde que nos dejaste, Mamma. He hecho tu sueño realidad
y ahora soy de los San Francisco 49er. Soy bueno, Mamma. Realmente bueno. Llegamos a la
Superbowl este año, pero perdimos contra los Seahawks. Contra Rome, Mamma. Hubiera
querido que nos hubieras visto a ambos en el partido.
Dejo escapar una pequeña sonrisa al recordar, a Rome palmeándome en la espalda y
diciéndome:
—El próximo año.
—Lev está en una buena escuela y está trabajando duro en ella, y Axe.
Mis manos comienzan a temblar al pensar en Axel. Todavía estaba dentro, después de
haber cumplido un año de su condena de diez por distribución de drogas de clase A. lo visito
cuando puedo y le hice una promesa, cuando él esté fuera, se mudará con nosotros.
Nueve años.
Nueve años hasta que salga y comience su nueva vida.
—Axe, también lo está haciendo bien. Está manteniéndose discreto y alejado de los
problemas ahí dentro. Y está estudiando. Mamá. Axe va a graduarse en empresariales. ¿Puedes
creerlo? Va a conseguir ser alguien, eso es seguro. Va a hacerte sentir muy orgullosa también.
Mis ojos se llenan de lágrimas cuando una brisa fresca nos envuelve. Parece como si la
Mamma me estuviera oyendo, y me encuentro con la jodida realidad de lo difícil que es dejarla
ir.
—¿Cariño? Lo estás haciendo muy bien. Ti amo —susurra Lexi y de alguna manera
encentro las fuerzas para seguir adelante.
—Fuiste engañada en esta vida, Mamma. Tenías un corazón de oro y recibiste una vida
difícil. Pero nunca te quejaste. Hacías lo mejor de lo poco que tenías y solo amabas a tus
muchachos con más amor de lo que nadie fuera posible soñar. Sabías que Bama nunca fue tu
casa, Mamma, y que siempre quisiste volver aquí, volver corriendo entre los cipreses, cantar en el
centro del escenario del Teatro di Verona, y repartiendo el pan con su familia. Pero Dios tenía
otros planes para ti. Sabía que habías dado demasiado, demasiado joven y quería que tomarás tú
lugar con él en el paraíso. Pero de una típica manera, antes de que te fueras, te aseguraste de que
estaríamos bien, que íbamos a estar bien, que iba a estar bien. Reconociste mi milagro cuando
estaba demasiado ciego para verlo por mí mismo.
Oigo una aspiración a mi lado y miro hacia abajo para ver a mi hermosa prometida, su
corazón se rompe pero todavía me alentaba, con una enorme sonrisa.
Cristo, la amo.
Levanto la cabeza hacia el vasto cielo azul sin nubes, me imaginé a la Mamma mirando
abajo hacia a nosotros en paz ahora que los chicos Carrillo lo están haciendo bien, con Lexi a mi
lado. Todos estamos fuera de problemas, haciendo las cosas bien.
—Cada día que viva, voy a tratar de hacer que te sientas orgullosa. Has estado sola sin
ningún hombre que cuidara de ti, pero me enseñaste lo que era ser fuerte, lo que era ser un
253
hombre. Amo a Pix con todo lo que soy, y un día si tenemos niños, los amaré tanto como nos has
amado tú.
Esta vez, no puedo contener las lágrimas, y el agua salada comienza a correr por mis ojos y
mejillas.
—Que duermas bien, Mamma. Espero que estés cantando allí con una sonrisa en tu rostro.
Dejando escapar un sollozo, Levi se acurruca en mi pecho y sacude con intensidad su dolor.
Lexi toma la urna de mis manos para que pueda envolver a mi hermano en mis brazos.
—Shhh, Lev. Todo estará bien.
La mano de Levi agarra la parte posterior de mi camisa mientras se libera de la pena de
todo el año:
—La extraño, Austin. Maldita sea la extraño demasiado. No puedo hacer esto.
—Lo sé, Lev. Lo sé.
Dejo que se desahogue y miro a Lexi, que está luchando con todas las emociones. La agarro
de un brazo, y la envuelvo, uniéndose a nosotros, los tres recordando a una de las mujeres más
grandes que ha existido.
Cuando Levi se calma, lo tomo de sus brazos y lo miro a los ojos.
—¿Vas a decir algo, chico? A la Mamma le hubiera gustado que lo hicieras.
Los ojos de Levi van hacia los de Lexi en buscar de apoyo, y ella le aprieta el brazo.
—Puedes hacerlo cariño. Estamos aquí contigo.
Levi asiente y toma la urna, la mira fijamente con tristeza, pero logra enderezar sus
hombros. Casi me rompo al verlo tan fuerte.
—¿Austin? —pregunta Levi.
Pongo una mano en su espalda y levanto la barbilla.
—¿Si?
—¿Crees que puedo decir una oración en su lugar? Te… tengo una que creo le podría
gustar.
Mi pecho se aprieta, y siento a Lexi tomar mi mano y apretarla como apoyo.
—Claro que sí, Lev. A la Mamma le hubiera encantado esto.
Levi se mueve a la derecha de la pared y equilibra la urna sobre la antigua piedra. Inclina la
cabeza y oigo a Lexi jadear cuando los lugareños alrededor de nosotros hacen lo mismo,
presentan sus respetos a una mujer que nunca conocieron.
"L’eterno riposo, dona a loro, o Signore,
e splenda ad essi la luce perpetua,
possano le anime dei fedeli defunti,
Attraverso il ricordo di Dio, risposare in pace,
254
Amen."
Levi habla en perfecto italiano, la oración suena más como una canción en sus labios.
Los deseos de Dio ti benedica de la gente local, Dios los bendiga, se hace un eco a nuestro
alrededor, y Lexi se acerca un poco más.
—¿Eso fue hermoso, pero que fue lo que dijo?
Poniendo mi boca en su oído, susurro:
"Concédeles el eterno descanso, Oh Señor.
Y que la luz perpetua brille sobre ellos.
Que las almas de los fieles difuntos,
a través de la memoria de Dios, descansen en paz,
Amen".
—Oh, Austin. Es hermoso —dice Lexi mientras mete la cabeza en mi pecho y derrama sus
lágrimas por la mujer que conoció tan brevemente, pero que amaba tanto…
Coloca un beso en la cabeza de Levi, presiono mi frente contra la suya y cierro los ojos. No
hay palabras que decir. Sé que estoy orgullo de él…
Tomo la urna dorada, desenrosco la tapa y como una unidad, todos nos movemos hasta el
borde de la pared para finalmente liberarla.
Miro a Lexi, y digo:
—Ti amo tantissimo.
Ella pone un beso en mi brazo.
—Te amo, también, cariño.
Echando un vistazo a Levi, asiento, asegurándome de que está listo. Reuniendo un poco de
coraje de muy adentro, mi pequeño hermano de quince años, asiente como respuesta. Está listo.
Otra ráfaga de viento se filtra a través del puente cerrado, y cierro los ojos y suspiro feliz.
Sé que estas aquí, Mamma. Te siento con nosotros.
Al abrir mis ojos, me inclino hacia adelante, y al contar hasta tres, dejo caer las cenizas de
mamá al rio.
Cuando la urna está vacía, la dejo caer en las profundidades del Arno y contengo la
respiración viendo como Chiara Carillo baila libremente en la brisa.
Exhalando suavemente, sintiendo el amor de Levi y Lexi a mi lado, susurro:
—Benvenuta a casa, Mamma. Benvenuta a casa.
Bienvenida a casa, mamá, bienvenida a casa.
255
Epílogo
Lexi
Honolulu, Hawái
Dos años más tarde...
256
Querida Daisy;
Peso: N A
Calorías: N/A
Hoy es el día de mi boda.
¿Puedes creerlo?
Aquí, en este paraíso tropical, es el día de mi boda. Y me gustaría más que cualquier cosa que
pudieras haber estado aquí, a mi lado, uniéndote a la felicidad.
He llegado muy lejos en el último par de años. Ya no tengo miedo, ni aprensión mientras me
siento aquí en el asiento de la ventana, mirando hacia la playa de arena blanca.
Me siento fuerte, revivida, pero lo más importante, me siento hermosa. Nunca pensé que
volvería a ser posible. Pero lo hago. Me siento verdaderamente hermosa. Me siento hermosa con
Austin. Me siento verdaderamente hermosa con él... dentro de mí.
La voz está todavía conmigo. Sé que nunca me abandonará. Pero hoy, todo lo que escucho es
el suave arrullo de mi mente y el maravilloso canto de los pájaros a la deriva desde fuera de mi
habitación.
Nunca he tenido tanta paz.
Mi viaje contigo ha sido duro y largo, y más de lo que hubiera gustado, lleno de dolor. Pero
hoy, rodeada de mis amigos y familiares más cercanos, me siento alegre y feliz de que esta sea mi
vida.
Ahora entiendo que si no has viajado por un camino difícil, no puedes apreciar lo que es
verdaderamente importante. Para mí, esto es aceptarme, con defectos y todo. Pero también es
amor. Estando total y perdidamente enamorada de la persona que, a pesar de todo, me hace sentir
como la chica más hermosa en la Tierra.
Sé que después de hoy, nunca voy a estar sola con mis miedos. Sé que después de hoy, mi
corazón estará completo, unido eternamente al único hombre que ha sabido alguna vez cómo
amarme de la manera que tenía que ser amada.
Él me salvó. Yo lo salvé.
Y me ha hecho la mujer más feliz del mundo.
Una vez juré que nunca volvería a enamorarme de nuevo. Pero hoy, me enamoro
voluntariamente.
Estoy perdidamente enamorada del chico malo italiano tatuado del lado equivocado de las
vías. Y caigo en sus protectores brazos abiertos con abandono al cien por cien.
Esta noche marca oficialmente el inicio de mi hermosa nueva vida.
Mi imperfectamente perfecto para siempre.
Y esta noche, bajo el resplandor naranja abrasador de la puesta de sol de Hawái, en la playa
de polvo blanco, y contra los sonidos del mar azul ondulante, atesoraré la más dulce y hermosa
caída...
Con Austin Carillo, mi hogar.
~x~ Fin~x~
~x~ Inicio ~x~
257
Próximo Libro
Sweet Hope (Sweet Home #4)
258
La Historia de Ally
2015
Sobre el Autor
Tillie Cole oriunda de Tennessee de un pequeño pueblo del
nordeste de Inglaterra. Creció en una granja con su madre
inglesa, padre escocés, una hermana maya y una multitud de
animales recogidos. En cuanto pudo, Tillie dejó sus raíces rurales
por las brillantes luces de la gran ciudad.
Después de graduarse en la Universidad de Newcastle, Tillie
siguió a su marido jugador de Rugby Profesional alrededor del
mundo durante una década, convirtiéndose en profesora de
ciencias sociales y disfrutó enseñando a estudiantes de
secundaria durante siete años.
Tillie vive actualmente en Calgary, Canadá dónde
finalmente puede escribir (sin la amenaza de que su marido sea
transferido), adentrándose en mundos imaginarios y las fabulosas mentes de sus personajes.
Tillie escribe comedia Romántica y novelas nuevos adultos y felizmente comparte su amor
por los hombres-alfa masculinos (principalmente musculosos y tatuados) y personajes
femeninos fuertes con sus lectores.
Cuando ella no está escribiendo, Tillie disfruta en la pista de baile (preferentemente a Lady
Gaga), mirando películas (preferiblemente algo con Tom Hardy o Will Ferral, ¡por muy diversas
razones!), escuchando música o pasar tiempo con amigos y familiares.
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