Entremés corrupto con rata al fondo

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Entremés corrupto con rata al fondo
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Entremés corrupto con rata al fondo
Con estilo sobrio, Guillem Frontera arma un potente fresco contemporáneo, cercano al 'thriller'
CARLOS ZANÓN
Archivado en:
14 MAR 2015 - 00:21 CET
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Este país tiene murallas de incomprensión,
indiferencia y hasta resentimiento. Cuatro
lenguas, autores excelentes escribiendo en cada
una de ellas sobre una realidad semejante pero
vista desde ángulos distintos. La política de
proximidad no es lo nuestro y nos
perfeccionamos ignorándonos unos a otros.
Tampoco es nueva esta actitud. Un día decidimos
que no existiría Portugal y, si no llega a ser por
CR7, casi lo conseguimos. Club Editor es una
editorial que quiere evitar eso respecto a autores
de lengua catalana. Fundada en 1955 por el
escritor Joan Sales y previo paso por el Grupo
Planeta, desde 2005 engrosa el batallón de
editoriales independientes que tratan de poner en
Periodistas y fotógrafos en la puerta de la Audiencia de Palma. / ULY MARTIN
circulación obras populares de calidad. Ahora
abren colección que pretende dar a conocer en
castellano a autores de largo o medio recorrido, interesantes y que merecen tener la posibilidad de llegar a un público
más amplio. El primer título es Sicilia sin muertos, expresión afortunada al referirse a Mallorca y el clima de corrupción y
clientelismo en que se ve inmerso parte del tejido político, social y empresarial de una isla como un cáncer no por
doméstico menos letal. El libro sale a la venta al mismo tiempo en catalán y castellano y su autor es Guillem Frontera
(Ariany, Mallorca, 1945). Se trata de un autor de amplia trayectoria (su primera novela, Els carnissers, data de 1968),
que tiene a Mallorca en todas sus novelas de protagonista casi más que escenario.
Sicilia sin muertos arranca con el joven —y bien posicionado para cotas mayores a la espera de llamada desde Madrid—
presidente de la comunidad autónoma balear, que recibe una rata muerta dentro de un cofre de plomo. A este envío
seguirán dos más. Y un cuarto. La tela de la corrupción se agita y aparecen las arañas. Y con ellas las sospechas y los
intereses de una casta política y empresarial ciscada en corruptelas y favores que ilustran la podredumbre de los que
quieren y no pueden tanto como los que pueden y no quieren. Una ponzoña que por cotidiana y natural no deja de ser
corrosiva e imprevisible. Por un lado del escenario aparece el periodista sesentón Mateu Llodrà. También lo hará su
antigua amante barcelonesa, una reportera rusa y una serie de personajes en el entremés, en el que nadie sabe mucho de
nadie, todos sospechan cualquier cosa del otro y la necedad y la torpeza generan más desastres que una mente criminal
con tiempo y medios de invocar las siete plagas.
Frontera ha escrito una excelente novela con mucho más riesgo del aparente. Ha construido un aquí y ahora de un tapiz
—el insular pero también el del resto de España— devorado por la codicia y la corrupción. Pero también una sociedad
consciente y permisiva de todo ello. Una sociedad —nosotros— que se llena la boca de regeneración, de limpieza y
decencia, pero que el día después damos mayorías a esos porque lo que nos duele no es que se robe sino que no sean de
los nuestros los que hayan robado. Una sociedad conservadora que ansía más el orden que la justicia, el clientelismo que
el sacrificio, las amistades que los méritos. Lampedusa como referencia y guiño en una sociedad rica en la que el turismo
es el cuerno de la abundancia y asegura la pervivencia de la casta y el sentido cíclico del sistema de alcantarillado. En
este sentido, Frontera nos sirve un soberbio fresco sin trazo grueso, afinando los pinceles, un ensayo de la corrupción con
el suficiente talento y sentido de lo verosímil para entender a los personajes. Sortea tanto la realidad grotesca para evitar
convertirlos en prototipos o caricaturas y que se nos muestren profundamente humanos, contradictorios, con un sentido
de supervivencia que uno puede comprender. Y eso en todos los personajes. La dificultad es máxima en retratos adictos
al cliché como el del presidente, el conseller, el director del diario, el empresario o el periodista veterano. Pero también
sortea la tentación de convertir lo que no deja de ser una ópera bufa en retablo épico en
la corte del rey Lear. Todo, aquel y este, material peligroso que Frontera desactiva con
oficio, talento y un excelente sentido común para la narración, y es que si entiendes las
motivaciones de los personajes, entiendes la novela.
Además de fresco contemporáneo y relato de investigación periodístico, su autor le
imprime un ritmo narrativo que lo acerca al thriller. Es en ese punto cuando la nave más
se eslora al embarranque al trabajar con nuevos tópicos —matón ruso, secuestro—, pero
con todo sale bien parado Frontera. Ha escrito —no sabe uno si con voluntad o sin ella—
una novela negra de fuste en el que es más negra por el pozo que hay dentro de cada
uno de los personajes que por montones de muertos o situaciones resultonas y leídas o
vistas mil veces. Es negra porque la historia que narra —la externa y la interna— de sus
personajes es existencialista, de un pesimismo doliente, donde nadie se salva de una
moral cuando menos cuestionable porque han perdido —sin ellos saberlo— su eje
respecto de lo que es o no justo. El desenlace, por lo tanto, ha de ser sombrío para sus
propios personajes y para el lector que se percata que la corrupción también ha carcomido la pureza de los ideales y
motivaciones de los conductores de la historia, los que, en teoría, venían a limpiar la ropa sucia. Novela sobria, con un
estilo cercano al no­estilo y eficaz de principio a fin.
Sicilia sin muertos / Sicília sens morts. Guillem Frontera. Club Editor. La Montaña Pelada. Traducción al
castellano de Rita da Costa. 315 / 320 páginas. 20 euros.
© EDICIONES EL PAÍS S.L.

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