Un-dia-de-aquel-invierno-Sveva-Casati
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Un-dia-de-aquel-invierno-Sveva-Casati
UNDÍADEAQUELINVIERNO SvevaCasatiModignani TraduccióndeElenaRodríguez Graciasporcompraresteebook.Esperamosque disfrutesdelalectura. QueremosinvitarteaquetesuscribasalanewsletterdePrincipaldelos Libros.Recibirásinformaciónsobreofertas,promocionesexclusivasy seráselprimeroenconocernuestrasnovedades.Tansolotienesque clicarenestebotón. UNDÍADEAQUELINVIERNO Loshechosnarradossonimaginarios.Cualquierreferenciaahechosylugares realesoapersonasqueexistenohanexistidoespuramentecasual. V.1:Agosto,2016 Títulooriginal:LéoniedeSvevaCasatiModignani ©Sperling&KupferEditoriS.p.A.Milano,2012 ©delatraducción,ElenaRodríguez,2015 ©deestaedición,FuturboxProject,S.L.,2016 Los derechos de este libro se han gestionado a través de Ute Körner LiteraryAgencyS.L.,Barcelona-www.uklitag.com PublicadoporPrincipaldelosLibros C/Mallorca,303,2º1ª 08037Barcelona [email protected] www.principaldeloslibros.com ISBN:978-84-16223-61-9 IBIC:FR Conversiónaebook:TallerdelosLibros Cualquierformadereproducción,distribución,comunicaciónpúblicao transformacióndeestaobrasólopuedeserefectuadaconlaautorización delostitulares,conexcepciónprevistaporlaley. UNDÍADEAQUELINVIERNO Imaginaquesólopudierasabrazaralhombrequeamasunavezal año Cerca de Milán, en Villanova, vive desde hace tres generaciones la respetable familia Cantoni, propietaria de la empresa que lleva el mismo nombre. Los Cantoni esconden secretos que han marcado sus vidasydejadocicatricesqueeltiemponohacurado. AesafamiliaundíaseuneLéonieTardivaux,unajovenfrancesa quesecasaconGuidoCantoni,elúniconietodelfundador. Léonie se demuestra como una esposa ejemplar. No sólo es una madre atenta, sino que, ante el desinterés de su marido por el negocio familiar, toma las riendas de la empresa y se revela como una gerente conmuchotalentocapazdepilotarlaempresaconéxitoenelhostilmar delarecesióneconómica. Pero, como todos los Cantoni, también Léonie guarda un secreto: cadaaño,el22dediciembre,lodejatodoyserefugiaenunromántico hotelaorillasdellagodeComoconunmisteriosomédicofrancés.Un únicodíacadaaño,durantemásdetreintaaños. «InquebrantableSveva.Nuncafalla.Estanovelaseelevaráalacimade laslistasdemásvendidos.» LR A EPUBBLICA CONTENIDOS Portada Newsletter Páginadecréditos Sobreestelibro Dedicatoria Villanovahoy Uno Dos Tres Cuatro Varenna Uno Dos Tres Villanova Uno Bianca Uno Dos Tres Cuatro Cinco Seis Siete Villanova Uno Dos Tres Cuatro Cinco Seis Celina Uno Dos Tres Cuatro Cinco Seis Varenna Uno Dos Tres Cuatro Cinco Amaranta Uno Dos Tres Cuatro Cinco Seis Siete Ocho Nueve Diez Once Doce Trece Catorce Quince Dieciséis Diecisiete ElascensodeLéonie Uno Dos Tres Cuatro Cinco Seis Siete Ocho Nueve Diez Léonie Uno Dos Tres Cuatro Cinco Seis Siete Ocho Nueve Diez Villanova Uno Dos Tres Cuatro Varenna Uno Varenna,seisañosdespués Uno Villanovahoy Uno Dos Tres Cuatro Cinco Agradecimientos Sobrelaautora AladulceabuelaVeliaque,durantetantosaños, sehadedicadoconamoramisnietosLunayLapo. Villanovahoy Uno Léonieralentizóelritmomientrascorríayfinalmentesedetuvofrentea la imagen de la villa que surgía al fondo del camino, imponente y silenciosa,envueltaenunaneblinafluctuante.Jadeabayelairefríode primera hora de la mañana transformaba su aliento en pequeñas bocanadasdevapor.Seinclinóunosinstantespararecuperarse. Hacía muchos años, desde que tuvo a su quinto hijo, que cada mañanaselevantabaalassiete,seponíaelchándalyseibaacorreral parquedurantemediahora,sinimportarlaclimatologíanilaépocadel año. Después de recuperar el aliento, se incorporó y se secó el sudor delrostroconlatoallaquellevabaalcuello.Actoseguido,sedirigióa pasoligerohaciaelmajestuosoedificiodefinalesdelsiglo .Lavilla se encontraba en el centro de un jardín rodeado por un parque de dos hectáreasyparecíaungigantedócilquedescansabaconelegancia.Los primerosrayosdesoldisolvíanlanieblay,alacercarse,Léonieviolos arcosdelpórticoquerecorríalafachadacolorpajaydespuésdistinguió los parterres, llenos de brezos violetas, matas de camelias todavía en capulloysalpicadosporlasbayasrojizasdelacebo. Laimagenensuconjuntotransmitíapazyserenidad,peroLéonie sabíaquelamansióncustodiabainquietudes,preocupacionesysecretos. Ella también guardaba celosamente los suyos, pensó mientras entrabaencasa. Bajó al semisótano. En un espacio inmenso iluminado por luces suaves, había una piscina. Se desnudó, se puso el bañador y se tiró al agua.Hizotrespiscinasy,alsalir,laesperabalafisioterapeuta,quele ofrecióunalbornoz,ensilencioytaneficientecomosiempre. Léonielasiguióhastalacabinarecubiertaconmaderadeabedul, setumbóenlacamillatempladayseabandonóasussabiasmanos,que, conhábilpresióndelosdedos,deshicieronlatensióndelosmúsculos. XIX Lamujerlerealizóunmasajetonificanteyparaello,leuntóelcuerpo conaceitedeesencias. Con cuarenta y ocho años y tras cinco embarazos, Léonie seguía teniendo un físico casi perfecto. La fisioterapeuta afirmaba que «la señora»estaríaperfectaaunquenorecibieraaquelloscuidadosdiarios, pero«laseñora»nosedejaballevarporloscomentariosdelajoveny persistíaensuscostumbres. Despuésdelmasaje,Léoniesepusounabatadefelpaysedirigió al ascensor para subir a su habitación. Cuando la puerta se abrió, apareciósusuegroenvueltoenunalbornoznegro. —Bonjour,papá—losaludó. —Buenos días, brujilla —respondió don Renzo Cantoni mientras sedirigíaalapiscina.Léoniesonrió.Aquelintercambiodesaludosse repetíacadadía,exactamenteigual. El ascensor se había instalado hacía unos años para facilitar los desplazamientos de Celina, la suegra de Léonie, aquejada de una obesidad devastadora. Finalmente falleció y ahora lo usaba toda la familia. Ya en su dormitorio, Léonie se vistió y, a las ocho y media en punto,llegóalaverandadeinvierno,dondeeldesayunoestabalisto. GuidoCantoni,elmaridodeLéonie,estabafrentealaparadorde maderalacadaenelqueseexponíaunricomenú.Sesirvióunaporción detartademanzanareciénsalidadelhornoquedesprendíaundelicioso aromaamantequillaycanela. En aquella casa siempre se cocinaban deliciosos manjares, pero ricosengrasas,quehabíancontribuidoacausardosinfartosalpatriarca yunictusfatalalaconsorte. SóloLéonieevitabaesascomidasyseguíaunadietasanayligera. Guidosepercatódelapresenciadesumujerylepreguntó: —¿Tecortountrozo? —No,gracias—respondióella. Léonieseacercóaélylediounbesoensumejillapálida,sellenó unvasitodeyogurcaseroyañadióunacucharadademacedoniafresca. Se sentó a la mesa frente a aquel hombre de cincuenta años y mirada melancólica. Era 22 de diciembre y por los ventanales de la veranda se perfilaba,másalládeljardín,elparquedeencinasyroblesyuncielo congrandesnubesblancas. Unsirvienteancianoenfundadoenunfracrojooscuroentróenla estanciaconlacafeteraylalechera,queposóenlamesa. —Buenosdías,señora.Buenosdías,señor—susurró. Guido devolvió el saludo y Léonie le sonrió. Estaba encariñada conelviejoNesto,quellevabaañossirviendoalafamilia.Cuandoella entróporprimeravezenaquellagranvilla,éllaacogióconunaactitud casi paternal, como si quisiera animarla a no dejarse intimidar por lo ostentosodellugar. Encuantoelcamarerodesapareció,Guidodijoasumujer: —Estásmuyeleganteestamañana. Llevaba puesto un viejo jersey negro de cuello alto y pantalones grisesdefranela. —Gracias,querido—respondió. —Y estás especialmente radiante —continuó él, con un ligero matizdecontrariedadenlavoz. Léonielomiródesconcertada. En la veranda, lugar de atmósfera apacible y tibieza confortable, laspalabrasdeGuidoCantoniresonaroncasicomounaacusación. Enelrostrodelhombresedibujólasombradeunasonrisaamarga yañadió: —Dicen que las mujeres florecen en primavera. Tú, en cambio, estásmásguapacuandoseacercalaNavidad.Siemprehasidoasí. ¿Quépretendíadecirsumaridoconeso?Eraparcoenpalabrasy sóloconseguíaexpresarsecuandoescribía,utilizandounlenguajericoy chispeante. —¿Teencuentrasbien?—preguntó. ¿HabríaGuidodescubiertoalgo?¡Imposible!Talvez,comohacía de vez en cuando, estaba ensayando las réplicas de un diálogo para algunaserienueva. Guidohabíadejadodetrabajarenlaempresafamiliarantesdeque se casaran. Prefirió el oficio de escritor a la producción de grifos. La familiadebíasuopulenciaalaGriferíaCantoni,yGuidovivíadelos beneficios,quelegarantizabansuactividaddeguionista. —Yosí.¿Ytú?—replicóél,casicontonoagresivo. En aquel momento, don Renzo Cantoni hizo su aparición. Desprendíaunaromaaaceitedeesencias,elquelafisioterapeutahabía usado para hacerle el masaje. Llevaba un elegante batín azul oscuro y pantuflasdeterciopelodelmismocolor. Guido se dirigió hacia él y retiró la silla acolchada para que se acomodara su padre, que lucía su habitual expresión ceñuda: por la mañana el señor Renzo siempre estaba de mal humor. Cogió la campanitadeplataquehabíajuntoasuplatoylahizosonarhastaque aparecióNesto. —Estoy muy bien, querido —dijo Léonie retomando la conversaciónconsumaridoyañadió—:Porlodemás,esloquetúhas dicho,cuandoseacercalaNavidadflorezcocomosifueraprimavera. —Claro —susurró Guido mientras se levantaba para acudir al aparadoryservirseotraracióndecomida. Dos Léoniesepusorojacomountomateynorespondió. Nestoapareciósosteniendounacucharadeplataqueconteníauna yemadehuevobañadaenzumodelimón.Conlaotramanosujetabaun platitopararecogercualquierposiblegoteo. El señor Cantoni engulló el huevo con evidente satisfacción y despuésdedicóasunueraunasonrisamaliciosa. —Este es mi elixir de vida, lo digo por si alguien aspirara a mi puestodepresidentedelagrifería—afirmó. Léoniesonrióeignorólaprovocación. Se había convertido oficialmente en la vicepresidenta de la empresa familiar cuatro años antes, cuando el señor Cantoni sufrió el segundo infarto y los médicos aseguraron que ya no podría dirigir el porvenirdelaempresa. Necesitóvariosmesespararecuperarsey,ensuausencia,Léonie dirigió la fábrica con seguridad y profesionalidad. Renzo Cantoni reconociósusméritosylanombróvicepresidenta,nosinprecisaralgo antes: «Pero recuerda que, mientras esté en posesión de mis plenas facultades,eljefesoyyo». Pronuncióaquellaspalabrascontonoarisco,peroenrealidadfue unalivio.Porfinteníaunsucesordignodeocuparsupuesto.Enmanos de Léonie, la empresa seguiría prosperando. Aquel hombre rudo y mordaz alimentaba por su nuera una estima y una ternura que no revelabapormiedoaparecersentimental. —¿Quiere venir conmigo a la fábrica esta mañana, papá? — preguntóLéonie. —¿Por qué? De todos modos tendré que volver para las felicitacionesdelavíspera.Yluegotemarcharásenseguida.¿Ono?— replicóconsuhabitualsonrisapícara. Todoslosmiembrosdelafamiliaylosempleadosdelagriferíalo sabían: el 22 de diciembre, día del solsticio de invierno, Léonie se montabaensucocheysemarchaba.Volvíaacasaporlatarde.Nadie sabíadóndepasabaeldía.Todos,incluidosumarido,habíanaceptado esa extravagancia sin indagar ni hacer comentarios al respecto. Pero aquellamañana,porprimeravez,Guidolelanzóunapulla. Nesto,impasibleyensilencio,sirvióeldesayunoalseñorCantoni ysequedótrasél,listoparaintervenirsilehacíaungesto. —PorlatardellegaGiuditta.¿Quiéniráabuscarlaalaeropuerto? —preguntóGuidoasumujer. Giuditta era su hija pequeña. Estudiaba en un colegio suizo muy exclusivoy,comolosdemáshijosesparcidosporelmundo,pasaríalas fiestasconsuspadres. —Yono,yalosabes—replicóLéonie. —Es que hoy tenía que ver a un director… Pero si de verdad no puedes… Léonie posó la servilleta sobre la mesa, miró a su marido a los ojosyconextremacalmapreguntó: —¿Quéintentasdecirme,Guido? Élparecióesconderseensucaparazón,comounatortuga.Después sonrió,pusounamanosobreladesumujeryrespondió: —Nada,tesoro.Nohayproblema. —¿Peronollegabael24,comolosdemás?—preguntóella. —¿Desde cuándo los hijos hacen lo que esperamos? —refunfuñó donRenzo,quefulminóaGuidoconunamiradacargadadealusiones. Despuésdetreintaañosseguíasinperdonarleasuúnicohijoque hubiesedejadolaempresafamiliar.Yañadió: —EldíaantesdeNavidadsealzaráeltelónypresenciaremosel mismoespectáculodesiempre.Tengolaintencióndepasarlatardeen elclub.Seremospocos,perobuenos. Se refería al Clubino, un destacado círculo milanés del que era consejero. —Losabemos,papá.Cadaañodiceslomismoyalfinalsiemprete quedas con la familia, orgulloso de dejarte tiranizar por tus nietos — replicóGuido. Léonieselevantódelamesa,seacercóalsuegroylediounbeso enlamejilla. —Quetengaunbuendía,papá.Yabríguese—dijoconunasonrisa radiante. —Tútambién,brujilla—farfullóelviejo,enternecido. El día en que se reincorporó a la fábrica después del segundo infarto, Léonie organizó una pequeña fiesta: los operarios le regalaron unramodefloresybrindaronporsuregreso.Élpronuncióundiscurso que había pactado con la nuera. Fueron unas pocas palabras para anunciar que Léonie Cantoni había asumido unas obligaciones nada fáciles mientras él había estado convaleciente: dirigir la empresa ella solayduranteunperiodoenelquesemanifestabanlasprimerasseñales de una recesión. Después, la nombró vicepresidenta de la Grifería Cantoni. Dado que Léonie se había ganado la estima y el respeto de todoslosempleados,elanunciodelseñorCantonifueaplaudidodurante un buen rato. De hecho, aquel traspaso ya se había realizado, porque Léonie cogió las riendas de la empresa desde que su suegro tuvo el primer infarto e implementó iniciativas fructuosas en la gestión del trabajo. Traselaplauso,donRenzoretomólapalabray,dirigiéndoseala nuera,lepreguntó: —¿Eraestoloquequerías? Léonie,quenosedejóintimidar,respondió: —Lobonitodenuestrarelación,papá,esquelosdosqueremoslas mismas cosas. Pero usted es el presidente y yo sólo soy su vicepresidenta. Hubo una nueva tanda de aplausos y apareció un ramo de flores para«laseñora». Entoneselpatriarcalesusurróaloído: —Antesdequemuera,¿conseguiréquemedigasadóndevascada 22dediciembre? —Ármese de paciencia, porque faltan muchos años para que ese díallegue—murmuróella,divertida. —¿Habéis acabado de intercambiar secretitos? —interrumpió Guido. —No te inventes unos celos injustificados —respondió la mujer conunasonrisa.Seleacercóylebesóenlamejilla.Despuésañadió—: Nosvemosestanoche.YqueGiudittatecuenteporquésepresentados díasantes. Yaenelvestíbulo,unaasistentaleofrecióunchaquetónacolchado, losguantesylacarteradeltrabajo. Léonie le dio las gracias y salió de casa. Alguien ya se había encargado de dejarle el coche frente a la villa. Se puso al volante, se abrochó el cinturón de seguridad y arrancó. Recorrió el largo camino quecruzabaelparquehastalaimponenteverjadehierroforjado,quese abrióautomáticamentecuandoelcocheseacercó. Ninadaninadie,nisiquierasushijos,podríanarrebatarleaquella jornadaque,desdequesecasó,lepertenecíasóloaella. Tres Al volante de su coche, Léonie dejó atrás Villanova, un pueblo entre MilányLecco.Desupaisajedestacabalasiluetadelcampanariodela iglesiadeSanFrancesco.Seincorporóalacarreteraprovincial,unpar de kilómetros después cruzó una rotonda, tomó un desvío y enfiló una calle asfaltada; al fondo había un edificio industrial con un cartel luminosodecaracteresgigantescos: . Juntoalafábrica,alaizquierda,seencontrabaotroedificiomás pequeñodelsiglo .Aquellaeralasedehistóricadelaempresa.Enla fachada,cubiertaparcialmenteporhiedra,conservabaelrótulooriginal, queyaestabamuydescolorido, .Enaquellaépocaseledioel nombre de «grifos» por el animal mitológico, el grifo, porque antiguamente estos aparatos tenían forma de cabeza de águila. Crippa eraelapellidodelfundadordelaempresaque,enpocotiempo,pasóa manosdelosCantoni. Elnúcleohistóricosereestructuróporcompletoyahoraacogíalas oficinas y el museo del grifo, que nació gracias a una idea genial de LéoniequeseremontabaasusprimerosañosdematrimonioconGuido, cuandodescubrióenelsótanodeledificio,entrechatarraydesechosde producción, grifos antiguos de formas muy extrañas, verdaderas esculturas, algunas obscenas, otras con cabezas de animales y, entre estas, las del grifo. Algunos grifos de bronce y plata se remontaban inclusoalsiglo .Seguramenteprocedíandelasresidenciasnoblesde la zona y se habían sustituido a lo largo de los siglos por grifos más modernosyfuncionales.Desdehacíamásdeveinteaños,elmuseo,que Léoniehabíaenriquecidoconotrosobjetosrarosrecogidosportodoel mundo, recibía visitas de estudiantes, coleccionistas y curiosos. Sin duda,eralajoyadelacoronadelaempresa. Léonie encontró ambiente festivo en las oficinas. Junto a las escaleras había un abeto gigantesco iluminado por estrellitas. Las GRIFERÍACANTONI XIX GRIFOS CRIPPA XVI puertasestabandecoradasconcoronasyguirnaldasnavideñas.Subióal primer piso, saludó a los empleados y entró a su despacho. La señora Mombelli, la secretaria, la esperaba con la correspondencia recién llegada.Sabíaque«laseñora»teníaprisaporqueera22dediciembre, queprontodesapareceríayquenovolveríahastaeldíadespués.Cada añosucedíaexactamentelomismo,desdequeerajovencísima,incluso cuando estaba embarazada o cuando tenía un hijo al que amamantar. Léonie se sentó en su escritorio, revisó las cartas y, de repente, dejó escaparungritodealegría. —¡UnnuevopedidodeDubái!¡Esfantástico!—exclamó. LaseñoraMombellipuntualizóconorgullo: —OchocientasunidadesdelmodeloGrifodeoro. —Menosmalquetenemosreservasenlacajafuerte.Conelprecio que tiene el oro ahora mismo, obtendremos unos beneficios excelentes —constató. Y añadió—: Para la empresa, esto es realmente un estupendoregalodeNavidad. Estabaradianteylasecretariasabíaquenosedebíaúnicamenteal inesperadopedidodeunhotelárabe:«laseñora»siempreestabafelizel díadelsolsticiodeinvierno. Así,mientrasLéonieabandonabasudespacho,laseñoraMombelli susurró: —Quetengaunbuendía. —Lotendré—aseguróellaysedirigióhacialasescaleras. Volvió a subir en su coche, recorrió un tramo de carretera provincialysesumergióenlaautovíahaciaLeccoyellago. Eltráficoeracadavezmásdensoytuvoqueralentizarunpocola velocidad, pero no se puso nerviosa. Quería disfrutar de cada instante hastasullegadaaVarenna. Lapequeñaciudadlaacogióconguirnaldasyadornosnavideños. Las luces estaban programadas para encenderse a primera hora de la tardeydaruntoquedecoloralasplazasyaloscallejonesestrechosy escarpados.Albajarhaciaellago,vioelpromontoriodeBellagio.El cielosehabíanubladoyunaneblinadensadehumedadcubríalaorilla opuesta,quedestacabafrentealamasaoscuradelasmontañas. Cruzóamuypocavelocidadlaplazadelaiglesia,dondebrillaba, enredadaenelcampanario,unacometaplateada.Sedirigióaunacuesta y aparcó en un espacio minúsculo. Cogió el bolso, salió del coche y descendió por una escalinata de piedra que culminaba en un callejón conunantiguoedificioenque,segúndecían,habíaestadoTeodolinda, lareinadeloslombardos.Desdehacíatiemposehabíaconvertidoenun hoteldemuypocashabitacionesyconvistasallago. Derepente,laeuforiasetransformóenunavagainquietud.Pensó: «Este año no vendrá… suceden tantas cosas en un solo instante, ¡imagínate en doce meses!». Se detuvo a contemplar la fachada del pequeñoedificioconelletrero .Elvientogélidoleazotabael rostro y, a través de la cristalera de la puerta de entrada, vio el vestíbuloiluminadoporlaluzdeldía.Cuatropasosmásyentraría,pero noseatrevíaamoverseporsi,talvez,élhabíallegadopronto.Decidió darunpaseo. Elcallejónestabadesiertoeinmersoensilencio.Caminóunpoco ygiróaladerecha,justodondeestabalaterrazapanorámicadelhotel, que tenía un pozal en el centro, mesas de hierro y columnas de piedra quesosteníanunapérgoladesnuda.Seasomóalabarandillaquedabaal agua. El viento helado del lago le golpeaba el rostro y empezaba a colarseporsuescote,asíqueselevantóelcuellodelchaquetón. Vio un barco que navegaba en dirección a Bellagio. Un taxi acuático,conelrótulo ,zumbabahaciaVillaOleandra.Apesar delfrío,habíaquiensucumbíaaldeseodeespiar,aunquefueradelejos, lacasadeGeorgeClooney,porelmeroplacerdepoderdecir«Hevisto lacasadelactor». Enlaterrazapanorámicahabíaunaspuertasqueconducíanalbar del hotel, donde un camarero colocaba vasos y tazas en un escurridor. Léonie estaba allí fuera, tiritando y preguntándose si tal vez habría dejado un mensaje en recepción, pero si no entraba, sería imposible saberlo. Conungestodecididobajólamanijadelapuertayentróenelbar. El local era cálido y acogedor, y el joven camarero se dirigió a ella: —¿Quédesea? —Voy a la recepción —respondió ella, y se encaminó hacia el vestíbulo. Traselmostrador,lapropietarialareconociódeinmediato. HOTEL DU LAC GIRO GEORGE —Bienvenida,señora—lasaludó. —Bienhallada—dijoLéonie,esbozandounasonrisa. —¿Hatenidounbuenviaje?Mimaridodicequehaymuchotráfico enlaprovincial—comentólamujer. —Sí,esnormalenestasfechas—replicó. —¿Yhavistoquéviento?Ayerporlanochesoplabaeltivano,hoy la breva… Por ahora no nevará —advirtió la propietaria mientras le entregabalallavedelasuite—.¿Quierequelaacompañeelconserje? —añadió. —Gracias, pero no es necesario, conozco el camino —respondió Léonieconunasonrisa. Comenzóasubirlospeldañosquellevabanalprimerpiso. Sedetuvofrentealasuitedesiempre.Insertólallave,lapuertase abrióyentróalminúsculorecibidor.Percibióunvagoaromaavetivery su corazón dio un vuelco de alegría. Se dirigió al salón y él fue a su encuentro.Lamiróconternura. —Bonjour,Léonie. —Bonjour,Roger—susurróella. Yserefugiaronenlosbrazosdelotro. Cuatro —¿Quéhaces,estásllorando?—preguntóRogercogiendoentresus manoselrostrodeLéonie. —No es más que una lágrima… ¿Te das cuenta de que nuestra historia es una locura? Sólo nos vemos un día al año y durante los trescientossesentaycuatrorestantesnosabemosnadaelunodelotro. —Sisupierascuántasvecesheestadoapuntodeabrirtubolsoy buscar algún carnet o una agenda con tu dirección o un número de teléfono para preguntarte cómo estás, para decirte que te echo de menos…—confesó. —Yotambiénhetenidolamismatentación.¿Nocreesquesomos unpardebobos?—preguntó. —Somos dos personas responsables que una vez al año se conceden un sueño bellísimo —respondió él mientras le acariciaba la cintura. Ellaseestremecióanteelcontactodesumanocálidasobresupiel desnudaylediounbesoenloslabios.Seamaronconternura. Despuéssequedarondormidosbajolasmullidasmantasdeaquella grancamaquelosacogíadesdehacíatantosaños. Cuando Léonie despertó, la habitación estaba prácticamente a oscuras.Rogerdormíaacurrucadoydelado,coneledredónalaaltura delabarbilla.Ellaselevantó,sepusoelalbornozdelhotelyseacercó alventanal.Ellagoapenassevislumbraba.EnlacostadeBellagioya se habían encendido las primeras luces. Se dirigió al salón y cerró la puertadelahabitaciónsinhacerruido.Encendióunalámparaycogiósu reloj,queestabaenelbolsoquehabíadejadoenelsofá.Erancasilas tres.Delfrutero,llenodefrutafresca,eligióunracimodeuvaambarina. Se acuclilló en una butaca y comenzó a saborear los granos de uva, dulcísimos.Estabahambrienta. —Te he pillado in fraganti —bromeó Roger mientras abría la puerta. Se había anudado una manta a la cintura y se sentó en el sofá, frenteaella. —¿Quéhoraes?—preguntó. —Casilastresytodavíanohemoscomido. —Perohemoshechoalgomuchomásdivertido—afirmóélconuna sonrisa.Yañadió—:Hereservadolamesadesiempreenelrestaurante delmuelle. —Entoncesvayamosya—propusoella. Cuandoseconocieron,ellateníaveinteañosyéltreintaydos.Ella eraunajovenreciéncasada;él,undiligenteginecólogoquetrabajabaen el Hospital Universitario de Marsella. Ahora era jefe de Obstetricia y Ginecología en el mismo hospital después de haber subido, de uno en uno,todoslospeldañosdesuprofesión. Ya por entonces su cuerpo imponente y su semblante severo cohibían.Perocuandosonreía,surostroseiluminaba. No había cambiado mucho a lo largo de los años. El cabello castañosehabíaencanecidoenlassienesylasarrugasalrededordela boca se habían acentuado, pero conservaba una corpulencia sólida y delgada. —¿Quién se ducha primero? —preguntó Roger a punto de levantarse. —¡Yo!—trinóLéoniey,conunaarrancadapropiadeunatleta,le ganólapartidayseprecipitóenelbaño. Acabaron duchándose juntos, riendo y jugando con el agua como dosniñospequeños. EnVarenna,comoenlasdemáslocalidadespequeñasdellago,la cocina siempre estaba abierta para satisfacer las peticiones de los clientes.Cuandoentraronalrestauranteencontraronotrosparroquianos queyahabíanempezadoapicotearlosentrantes. UnacamarerapropusoaLéonieyRogerelmenúdeldíaabasede pescado del lago, pero a ninguno de los dos les apetecía, así que acabaronpidiendounosespaguetiscontomateyalbahacayunasadode terneraconpatatasalhorno. —Entonces, ¿dónde nos habíamos quedado? —preguntó Roger, acariciando una mano de Léonie. Se refería a los acontecimientos del últimoaño. —Los chicos, como sabes, están todos fuera de casa, incluso Giuditta,lamáspequeña.VuelvehoydeGinebraycreoquemimarido haidoabuscarlaalaeropuerto.Giuseppe,elmayor,sehacasadocon Fiona, la chica americana que se cree superior a todo el mundo, pero esoyalosabes.Hantenidounaniña,Margaret,yahoratienetresmeses. LlegarándentrodeunpardedíasdesdeNuevaYork,comoGioacchino yPeter,supareja,quevendrándesdeLondres.GioiavolarádesdeParís consunuevonovio,quetrabajaenelElíseo,yGiacintaviajarádesde Roma.Pasaremoslasfiestasjuntos,comosiempre.¿Ytú? —Yo he sido abuelo por tercera vez. Alain, el mayor, tuvo otro hijoelpasadoenero.Sophiepadeceneurasteniaporculpa,segúndice, de los nietos, que no le dan tregua. Creo que si pasara las Navidades trabajando,ellainterpretaríaconalegríaelpapeldemujerdescuidada paraadelantarelviajeaSaintMoritz.Lugarquedetesto,porcierto— explicó. —Losiento—dijoLéonie. —Notepreocupes,celebraremoslaNavidadconnuestroshijosy nietos, como siempre. Además, llevaré en mi corazón la felicidad de nuestraspreciosashorasjuntos. La miró con ojos sonrientes. La emoción le hizo un nudo en la gargantaaLéonieysusojossehumedecieron.Élleacariciólamejilla. —¿Porquénomecuentasloquetepasa?Eslasegundavezquete veollorarhoy. —Nolosé…nolosé,deveras.Soymuyfelizahoramismo,pero tengolalágrimafácil. —Estásbien,¿verdad? —Nuncaheestadomejor,peromimédicodicequeestoyapunto detenerlamenopausiayqueesohacequetengalasemocionesaflorde piel—explicóella. —Si quieres, podría recomendarte un tratamiento hormonal para contrarrestar los efectos, pero antes deberías hacerte una serie de pruebas.Coméntaseloatuginecólogo—propusoRoger. Cuandosalierondelrestauranteseenfrentaronalairegélidopara llegarhastalaplazadondeLéoniehabíaaparcadosucoche. —Gracias por haber estado conmigo este año también. Eres mi mejorregalodeNavidad,pequeñaLéonie—dijoRoger. —Y tú el mío —respondió ella. Y añadió—: ¿Durante cuánto tiemposeguiremossiendoelregalodelotro? —Es mejor que no nos lo preguntemos, conformémonos con el presente,conloquetenemos.¿Recuerdascuando,haceveintiochoaños, setereventólaruedadelcocheyteobliguéacambiarla? —Aquella mañana iba a Morbegno a buscar queso bitto para mi suegra.Podríadecirsequefueellaquienmellevóatusbrazos—evocó Léonie,divertida. —Unagranmujer,tusuegra—exclamóRoger. Sedespidieronconunlargoabrazo.DespuésLéoniesemetióensu coche y arrancó. Durante el viaje de regreso a Villanova recordó su primerencuentroyloquesucediódespués. Varenna Uno UndíaCelinaCantoniledijoaLéonie,queacababadecasarseconsu hijo: —Cuando todavía podía conducir, de vez en cuando iba a Morbegnoahaceracopiodequesos.Vosotros,losfranceses,presumís mucho de los vuestros pero los italianos son mejores. Mira… ahora mismo,porejemplo,noséquédaríaporcomermeunalonchadebitto. —El médico le ha prohibido el queso, ya lo sabe —replicó la nuera. —Los médicos deberían prohibir el paso de los años y la consiguientedegradaciónfísicaymoral—comentóella,contristeza. Léonie había visto algunas fotografías de Celina de joven: estaba muy delgada y era guapísima. Ahora tenía muchas dificultades para moversedebidoalaobesidadyacababandeinstalarunascensorenla villaparaquepudieradesplazarsedeunpisoaotroconmásfacilidad. Léonielaabrazóimpulsivamenteyledijo: —Maman,undíadeestosiréyoaMorbegnoacomprarleunpoco debitto,¡peronoselodigaanadie! Lasuegrapuntualizó: —TienesqueiracomprárseloaloshermanosCiapponi.Yaverás qué tienda, parece que viajes cien años atrás en el tiempo. Desde el exterior ya se percibe el aroma de los embutidos de montaña, de las galletas de vainilla… Ya lo sé, todas esas exquisiteces me han puesto así.Mimadrellevabarazón:labellezadelajuventudesundon;ladela vejez te la regalas tú sola. Yo no lo he hecho y ahora es tarde para volveratrás. Aunqueerajoven,teníasentidocomúnyLéoniepensóque,devez en cuando, un pequeño capricho en la dieta dictada por el médico no mataríaaCelinaylaharíafeliz. A veces, a escondidas, le preparaba minúsculas raciones de escargotsalaprovenzalounadegustacióndesetasconnata.Celinale agradecía esos pequeños caprichos, que eran un secreto que ambas guardaban,ylarecompensabaconunaternuramaternaqueLéonienunca habíaconocido. En sus primeras Navidades de casada, Léonie decidió ir a Morbegnoacompraralgunasdelicatessen,enespecialelbittoparasu suegra. LosCantonilehabíanregaladounLancia.Unamañanalluviosase pusoalvolante.Era22dediciembre. Cogió la nacional y sintonizó un programa de música ligera en la radio.LosBeatleslehicieroncompañíaduranteunosminutosydespués sonó la banda sonora de una película de Jean-Luc Godard que había visto recientemente con Guido, y entonces su mente voló a su dulce e indescifrablemarido. Llevaban seis meses casados y, desde hacía tres, estaba embarazada. Se preguntó por enésima vez por qué Guido la había elegido a ella. Cuando habló de boda no dijo «Te quiero» ni «Me gustas»,sinoquesimplementepreguntó:«¿Quieressermimujer?». Ellarespondióenseguida:«Sí». Paraunachiquillafrancesadepueblo,solaenelmundo,sindinero ysinesperanzas,exceptoladevolveraSalonatrabajarenlaoficinade correos,elmatrimonioconGuidofueungolpedesuerte. Ahora no podía decir que fuera una mujer completamente feliz, pero tampoco era infeliz. Los Cantoni la querían y eso era muy importante para ella, porque nunca antes había tenido una verdadera familia y tampoco la seguridad y la tranquilidad económica que le proporcionaban. Cuando le comunicó a su marido que estaba embarazada y él la abrazó,Léonieseatrevióapreguntarle: —¿Porquétehascasadoconmigo? Guidolamirósorprendidoyrespondió,bromeando: —Porqueeresguapa. Llegados a aquel punto, esperó que Guido le preguntara por qué ellasehabíacasadoconél. Peronolohizo.Talvezporquelarespuestaestabaallí,alalcance detodoelmundo.SehabíacasadoconélporquenoteníanadayGuido, encambio,erarico,apuesto,inteligenteycortés. Acambiodetodoeso,Léonienoteníapretensiones,aceptabacon gratitud lo que le ofrecían y en contrapartida, ayudaba en todo lo que podía. Nunca había intentado sondear el pasado de aquel marido indescifrabledemiradaamenudomelancólica. Justo después de la boda, captó en conversaciones de la familia algunaalusiónalpasadodeGuido. Unanoche,Celinasusurróasumarido: —Quiera Dios que Guido haya dejado atrás aquella horrible historia. DonRenzoCantonireplicó: —Fue todo culpa tuya. Siempre lo has mimado y protegido en exceso. —YohequeridoaGuidoenparteporti,porquesobretodocuando erapequeño,erasdemasiadoseveroconél. —Debería haberlo sido más, dado que ha rechazado llevar la fábricayquiénsabecómoacabarámiempresacuandoyoyanoesté. Aquella familia escondía secretos que Léonie ignoraba y que no queríaconocer. DevueltaaVillanova,lamolestalluviaquelahabíaacompañado durante la ida se transformó en un aguacero. Léonie se resignó a ralentizarlavelocidadysepusoalacoladeunacaravanadecochesy camiones. Deberíahaberseparadounmomentoparallamaracasayadvertir dequeseretrasaríaporculpadeltráfico,peronoteníaparaguasyno quería mojarse. Estaba llegando a la altura de Bellano cuando, de repente, el vehículo empezó a dar bandazos y comprendió que había pinchado una rueda. Había un área de descanso cercana y se dirigió haciaallí. Apoyó la frente sobre el volante y, hablando para sí, se preguntó desconcertada: —MonDieu!¿Yahoraquéhago? Dos La lluvia enloquecida golpeaba la carrocería y Léonie se quedó sentada en el interior del coche. Tenía que bajar para comprobar el estadodelaruedareventada,peronoacababadeatreverse. —¡Sialmenostuvieraunparaguas!—repetíadesesperada. Alfinsedecidió.Deshizoelnudodelfularquellevabaalcuello, se lo puso sobre la cabeza, volvió a anudarlo y salió del coche. Bajo aqueldiluvioconstatóqueelneumáticodelanterosehabíadesinfladoy queeraimposiblecontinuar.Nuncahabíacambiadounarueda,asíque no le quedaba otra opción que pedirle a alguien que la llevara. Se acercóalarcén,levantóunbrazoehizoseñasauncochedeportivoque seaproximaba.Elconductorfrenóysedesvióparaaccederaláreade descanso.BajólaventanillayhablóconLéonie,quesehabíaacercado alcoche: —¿Quépasa? Eraunhombrederostrosevero,atractivoyconunmarcadoacento francés. —Se me ha pinchado una rueda del coche —explicó Léonie en francés. Ignorandoelhechodequeestabaempapada,elhombrenobajódel vehículoylepreguntó: —¿Notieneunaruedaderecambio? —Nolosé,yaunquelatuvieranoseríacapazdecambiarla,nolo he hecho nunca —respondió Léonie, molesta por la indiferencia del hombre. Entoncesélbajódeldeportivo.Teníauncuerpoimponente,estaba vestido con ropa de esquí y calzaba unas cómodas botas forradas de piel.Secubriólacabezaconlacapuchadelchaquetónyconvozfirme dijo: —Bien,hallegadoelmomentodeaprender. —Mire,dejémosloestar.Leagradeceríaquemeacercaraalpueblo máscercano—pidióella. Sinresponder,éllacogiódelbrazoylallevóhaciasuLancia. —Abra el maletero —ordenó. Y continuó—: Ahora le diré qué tienequehaceryustedcambiarálarueda.Esimportantequeaprendaa hacerlo.Loentiende,¿verdad? Incapazderebelarseantesuautoridad,Léonieabrióelmaletero. —Bien,yalove.Nohayrastroderuedaderepuesto—ledijoal desconocido. —Levante la alfombrilla. La rueda está ahí. Y si observa con atención, también están las herramientas para aflojarla y el gato para levantarelcoche. —¿Levantarelcoche?—repitióLéonie,desconcertada. —Es el único modo de cambiar una rueda —explicó él con una calmairritante. Resignada,peroterriblementemolesta,Léoniereplicó: —¿Yquémástengoquehacer? —Conlallaveaflojelospernosyliberelaruedaderepuesto. Ambosestabanbajolalluvia,peroélllevabaropaimpermeabley elabrigodeLéonie,encambio,estabaempapado. —Es usted la persona menos amable que he conocido jamás — protestó,peromientrastantoseguíasusórdenes. —¿De veras? Mis amigos no opinan lo mismo y me consideran muy simpático. De todos modos es mejor que no perdamos tiempo. Ahoracoloqueelgatobajoelcocheygirelamanivela. —¡Seestálevantando!¡Quiénlohubiesedicho!—trinóLéonieal bordedelestupor. —Desatornille las tuercas y extraiga la rueda —continuó él con una calma imperturbable. Y luego añadió—: Lo difícil ya está. Sólo faltamontarladerepuesto,volveracolocarlastuercasybajarelgato. Siguió las instrucciones sin abrir la boca, limitándose a odiar a aquelconnacionalquenohabíamovidoundedoparaayudarla. Desde que Léonie vivía en Italia, había escuchado en varias ocasiones comentarios poco agradables sobre la actitud prepotente de los franceses. En aquel momento tuvo la certeza de que los italianos teníanrazón. —¡Lo ha hecho muy bien! —exclamó él, satisfecho, después de comprobarquetodoestabaenorden. —¡Parecía imposible… y lo he conseguido! —se maravilló Léonie. Yanoleimportabalalluviaquelehabíaempapadolachaquetay loszapatos,nielfríoquelahacíaestremecerse. —¿Havisto?Noeratandifícilcomocreía—comentóélydibujó unasonrisaensuslabiosqueleiluminóelrostro. Léonietambiénsonrióydijo: —Gracias de todo corazón. ¿Cree que puedo reemprender la marchacontranquilidad?Esdecir…laruedanosesaldrá,¿verdad? —Hahechountrabajoexcelente…Nopodríahaberlohechomejor. ¿Adóndetienequeir? —Todavíatengounahoradecamino.Talvezunpocomás,porel tráfico. —No puede conducir durante una hora en esas condiciones. Está empapadahastaloshuesos.Mihotelestámuycerca.Subaasucochey sígame.Tienequesecarseybeberalgocaliente. —Noimporta,deveras…—insistióella,quequeríavolveracasa. —Esnecesario.Soymédicoyséloquedigo. Léoniecedió.Sepusoalvolanteysiguióaldeportivo.Alcabode unosmetrosleyóuncartelqueindicabalaentradaaVarenna.Cruzóel pueblosemidesiertoycontinuóhastaellago.AparcósuLanciajuntoal vehículo del desconocido. Después, mojándose todavía más con la lluvia, bajaron juntos por una escalinata y entraron al atrio de un pequeñohotelquesellamabaHotelduLac. Mientrasellasequitabaelfularmojado,unajovenrubiaylozana losacogió. —Havueltopronto,doctor. Leentrególallavedeunahabitación. —Lanieveestabamuymal.Hehechounpardepistasyluegome he ido —explicó él, dando por zanjado rápidamente el tema. Después añadió,señalandoaLéonie—:Laseñoranecesitaunahabitaciónyque alguienlesequelaropa. En aquel momento se dio cuenta de que todavía no se había presentadoaLéonie. —Perdóneme.SoyRogerBastiani. Es de origen corso, con acento de Marsella, pensó ella mientras decíaasuvez: —LéonieTardivaux. Lamujerrubiacomprobóelregistrodehuéspedes. —Losiento,peronotengoningunahabitacióndisponible. —Aun así no queremos que la señora enferme, ¿verdad? — comentóelmédicoconelmismotonoautoritarioqueLéonieyaconocía. Entonces ella notó un picor en la nariz y soltó una serie de estornudos. —Suba inmediatamente a mi habitación —le ordenó. Después se dirigió a la mujer que había detrás del mostrador—. Por favor, que la acompañe alguien del personal y mándele rápido un té caliente. Yo esperaréaquíabajo,enelbar—concluyómientrasentregabalallavea Léonie. —Noquieroserunamolestia…—susurróella,peroélnolaoyó porqueyaestabaenelpasilloquellevabaalbar. —Es huraño —comentó la mujer rubia y lozana—. Lo conozco desdehacetresañosyséloquedigo—añadió. Tres Léonie entró en la suite, donde flotaba un leve aroma de vetiver. Se quitóloszapatosyhundióconplacerlospiesenlamoqueta,gruesay cálida.Lamujerdelservicioquelaacompañabarecogióelcalzadoyla ayudóaquitarseelabrigoempapado. —Lachaqueta…¿enquécondicionesestá?—preguntólamujer. —Diría que está seca —respondió Léonie mientras se la desabrochabaparaasegurarse—.Estábien,gracias—concluyóconuna sonrisa. —Haré que le traigan en seguida el té, como ha pedido el señor Bastiani.Elbañoestáaquí—indicólamujermientrasabríaunapuerta quehabíaalaizquierda.Despuésladejóasolas. Léoniecaminóhastaelsalón,dondehabíaunsofá,dosbutacas,una mesita de centro y un televisor. Las paredes estaban decoradas con imágenesdeinspiraciónlacustreyunapuertadecristaldabaaccesoa una terraza con vistas al lago. Miró a su alrededor. Una puerta entreabierta conducía al dormitorio. Atisbó una cama hecha y cubierta porunosropajesazules.Suinstintolallevóacerrarlapuerta,comosi noquisieraviolarlaintimidaddelhombrequelahabíarescatado.Enla mesita del salón vio un montón de folletos en los que leyó: .Asíqueelhuéspederaginecólogo. —¡Quéhombremásextraño!—exclamóenvozbaja. Sesentóenunabutacaquehabíajuntoalamesita,dondeestabael teléfono.Levantóelauricular,marcóelnúmeroceroparaobtenerlínea externayllamóacasa.Nestorespondióalsegundotono. —Por favor, dígales que no me esperen para comer. Se me ha reventadounaruedadelcochey…—Realizóunaseriedeestornudos. —Señora,¿seharesfriado?—preguntóelcriado. —Metemoquesí.Detodosmodosahorayaestátodosolucionado yenbrevereemprenderéelviaje—sentenció. TERCER CONGRESO INTERNACIONALDEOBSTETRICIAYGINECOLOGÍA Llamaron a la puerta. Era el camarero del bar, que sostenía una bandejaconelté,galletasypastelitos. Léonielediolasgraciasyseencerróenelbañoparadesnudarse. Serelajóconunaduchamuycaliente.Despuéssepusoelalbornozyse secó rápidamente el cabello con el secador mientras observaba los objetos de aseo personal alineados en un estante junto al lavabo: maquinilladeafeitareléctrica,cepilloypastadedientes,hilodental,un botedeprotectorsolar,unpeineyunfrascodeperfumeVétiver. Sevistióyregresóalsalón.Seacercóalapuertadecristal;yano llovía,peroelcieloteníauncolorplomizo. Sebebiólatazadetécalienteeignorólosdulces. Llamaron de nuevo a la puerta. Era la mujer del servicio, que le entregódeloszapatos,secosyresplandecientes. —Necesitaremosunpocomásdetiempoparaelabrigo—informó. Léonie se dirigió a la planta baja, cruzó el vestíbulo, que estaba desierto,yllegóalbar. Había un par de clientes en la barra, una pareja sentada en una mesa y Roger Bastiani en pie, de espaldas, frente a la cristalera que dabaalaterraza.Sehabíaquitadoelimpermeableyeljerseydelana blanca,trenzada,revelabaunoshombrosanchosypoderosos.Pequeños rizoscastañosleacariciabanlanuca.Teníalasmanoshundidasenlos bolsillosdelospantalonesdeesquí.Léonieseacercó. —Yaestoyaquí—dijo. Élsegiróysonrió. —Nosécómodarlelasgracias.Mesientodenuevoenpazconel mundo—continuóLéonie. —Tomeasiento—dijoél,retirandounabutacadelamesa—.He pedido que nos preparen dos tostadas y té muy caliente. La hora de comeryahapasado,perodebealimentarseunpocoantesderetomarel viaje. Sesentófrenteaellamientraselcamareroextendíauninmaculado mantelalmidonado. —¿Puedorechazarlo?—preguntóella.Despuésdehaberavisadoy tranquilizadoalafamilianoteníaprisaporirse,perolahospitalidadun tantorudadeaquelhombrelecausabaunaligeraincomodidad. —Por supuesto que no. Desconozco sus compromisos, pero un cuartodehoraparaalimentarsenolecambiarálavida. —Tieneunmodomuycuriosodeejercersugenerosidad. —Nomegustanlosformalismos,lasfraseshechasnilasmemeces impuestas para guardar las formas. Y ahora coma un poco —concluyó mientraselcamareroservíalastostadasreciénhechasyeltéhumeante. —En la mesita que hay en el salón de la suite he visto algunos folletosdeuncongresodeobstetricia.¿Esginecólogo?—preguntó. —Sí, elegí la especialización a pesar de que cuando nací, mi padre,queeraungeniodelamedicina,ledijoamimadre:«Siesteniño es inteligente se convertirá en médico internista como yo o cirujano comotú,encasodequetengabuenasmanos.Sino…».Semiraronyse echaron a reír mientras decían: «¡Será ginecólogo!». Me lo contaron entre carcajadas cuando les expliqué que quería especializarme en obstetricia—relatóRoger,divertido. Léonielloróderisayluegocomentó: —No me creo ni por un momento que eso sea verdad, pero reconozcoqueesdivertido.Detodosmodos,serámejorquevuelvayaa casa.Graciasdetodocorazónporsuinfinitacortesía. —No he hecho nada, excepto poner en riesgo su salud. Pero no queríaqueserindierafrenteaunapequeñadificultad. —Loheentendidoynoseimaginalomuchoquemehaayudadosu determinación, doctor —replicó Léonie—. Lamento haberle hecho perdertantotiempo. —Hoynotrabajo.DeberíaestarenBellagioconotroscompañeros del congreso, pero prefiero quedarme en el hotel, aquí en Varenna, porquealotroladodellagohaydemasiadojaleo.Elsimposiotermina dentrodedosdíasymiconferenciaesmañana. Tuvieronqueinterrumpirlaconversaciónporqueladueñadelhotel seacercóconelabrigodeLéonie. —Señora,mirequébienhaquedado.Esuntejidoexcelenteynole haafectadoelagua. —Por favor, dígame cuánto le debo por todas las molestias — pidióella. La mujer rubia ignoró el comentario y se limitó a posar delicadamente el abrigo en el respaldo de una silla. Acto seguido se alejó. —Esmejorquevuelvaacasaantesdequeoscurezca—ledijoa Roger. —Sí,hoyeselsolsticiodeinvierno,eldíamáscortodelaño.A partir de mañana, los días comenzarán a alargarse, aunque de forma imperceptible—razonóeldoctor.Yañadió—:Voyabuscarlachaqueta ylaacompaño. Salieron del hotel y empezaron a subir la escalinata que los llevaríaalaplazadondehabíanaparcadoloscoches. —Estoy casada y espero un hijo. Estoy en el tercer mes de embarazo—dijoporsorpresa,inclusoparaellamisma. —¿Essuprimerhijo?—preguntóél. Asintió. —¿Cómoestá?Algunamolestia,náuseas… —Nunca he estado mejor, pero soy un poco más susceptible que antes—reconoció. Llegaronalaplaza. —Cuídeseyseguiráencontrándosebien—dijoeldoctormientras leabríalapuertadelcoche.Ella,apuntodesubiralvehículo,lededicó unasonrisacargadademelancolía. —Graciasportodo,doctorRogerBastiani—susurró. Deformainesperada,élcogióentresusmanoselrostrodeLéonie yposóundelicadobesosobresuslabios. —FelizNavidad,señoraLéonieTardivaux—murmuró. Ellasesentóalvolanteyarrancóelmotor.Élcerrólapuerta,se inclinóyllamóalcristal.Léoniebajólaventanillayeldoctordijo: —Elañoqueviene,eldíadelsolsticiodeinvierno,volveréaestar aquí…yteesperaré. Villanova Uno Guidoseencontrabaeneljardíndiscutiendoconlostrabajadores,que estaban decorando los arcos del pórtico con las guirnaldas luminosas. ViollegarelcochedeLéonie,zanjólaconversaciónyfueabuscarla. —¿Quéhistoriaesesadelaruedapinchada?—preguntómientras ellabajabadelcocheysedisponíaaabrirelmaletero. —Mepasóvolviendoacasa.Llovíayhacíamuchofrío.Ayúdame allevarlospaquetesadentro—dijocolocándoleenlasmanosunacaja decartónllenadedelicatessen. —¿Llamaste al servicio de ayuda en carretera del ACI? —quiso saberGuidomientraslaadelantóenelcaminohaciacasa. —Más o menos —respondió ella, que sostenía un paquete de queso.Ycontinuó—:Paréenunáreadedescansoparapedirleaalguien quemellevara.Sedetuvouncocheyelconductormeayudóacambiar la rueda —explicó, y se dirigió hacia las escaleras para bajar a la cocina. Léonieadorabaesagransalaconventanasabatiblesquedabanal jardín.Legustabanlasollasdecobrerelucientescolgadasenlapared, los bancos de trabajo sobre los que habían dispuesto de forma casi obsesiva cuchillos de todas formas y dimensiones, tijeras de aves, cucharas de palo, batidoras, licuadoras, pinzas y trinchantes, la gran campanaextractorasobrelamonumentalcocinaeconómicaylaseriede hornos a gas, eléctricos, microondas, descongeladores, desecadores… Fue Celina quien, diez años antes, reestructuró la cocina y las salas anexasparadotarlasdecámarasfrigoríficasparalacarne,elquesoyel vino.Enlacocinatrabajabanuncocinero,unpasteleroydosasistentes, comosituvieranquealimentaraunafamiliadeveintepersonas,cuando en realidad sólo eran seis: el patriarca, Amilcare Cantoni, su mujer Bianca Crippa; el hijo de ambos, Renzo, con su mujer Celina Olgiati Tremonti;yporúltimo,Guidoconsujovenesposa,LéonieTardivaux. Guido dejó la caja de comida en una mesa y Léonie guardó el paquete de queso en la nevera. No se sentía culpable por el hecho de que su salvador la hubiera besado, sino por el placer que el fugaz contacto de sus labios le había proporcionado. Y eso era inadecuado paraunamujercasadayenestadodebuenaesperanza.Estuvodándole vueltas en la cabeza al asunto y al final llegó a la conclusión de que estabahaciendounamontañadeungranodearena,peronopudoevitar preguntarse por qué no sentía el mismo entusiasmo por su esposo. QueríaaGuido,peroéleramuymesuradoydistante,comosivivieraen supropiomundo,unmundodelqueellaestabaexcluida. Se dirigió a su marido, que estaba frente a ella, y mirándolo fijamentealosojoslepreguntó: —¿Porquétengolasensacióndequesiempreestástanalejadode mí,comosiestuvierasenotrolugar? Guidosonrióyapoyólasmanosensushombros. —Escierto,amenudotengolacabezaenotraparte,perotequiero, losabes,ytambiénquieroanuestrohijo. Léoniepercibióunasombramelancólicaenelrostrosonrientede sumarido.Noeralaprimeravezquelamirabaasí.Bajólamiradayno hizo más preguntas. No quería profundizar en aquella conversación porquenoqueríasufrir.Lomejoreraconformarseconlaspalabrasde Guido,almenosporelmomento. Alguienlollamódesdeeljardín. —Los trabajadores te necesitan —dijo Léonie, agradecida por la interrupción. Guidovolvióconlosempleadosyella,quelosiguió,sedetuvoa observar desde lejos las guirnaldas luminosas que habían montado en losarcosdelpórticoyquebrillabanenlaoscuridad. Derepenteescuchóunruidosordoasuespalda.Segiróenseguida y percibió un débil lamento procedente de los arrayanes. Se acercó y viouncuerpooscuroenelsuelo. —¡Socorro!—dijoBiancaCantoniconvoztemblorosa. Léonie se agachó, la sujetó por los brazos y la levantó como si fueraunapluma. —¿Quiéneres?¿Quéquieres?—reaccionólaanciana,resentida. —SoyLéonie,grand-maman —respondió la chica al tiempo que se preguntaba cómo la matriarca había evitado la vigilancia de las criadas y de su marido—. ¿Se ha hecho daño? —preguntó mientras la sosteníaenpie,conunbrazorodeándolelacintura. —Ahoratereconozco.Déjame,nonecesitotuayuda,cazafortunas —sentencióconacidezmientrasintentabaliberarsedesubrazo. —No quiero que se caiga otra vez. Deje que la ayude —insistió Léonie. —Tú y todos los demás sois un hatajo de parásitos chupasangre. Osodio.Suéltame. Diountirónysecayóotravez. —¡Guido!—gritóLéonie—.¡Ven,rápido! Cuandollegóelmarido,lesusurró: —Mehainsultadoynoquierequelaayude.Arréglatelastúcontu abuela.Yovuelvoacasaporquetengofrío—dijo,ysealejóconpaso decidido. Laancianaerainsoportable.Noentendíacómolafamiliatoleraba su actitud sin rebelarse, pero era uno más de los muchos aspectos incomprensiblesdelosCantoni. Entróenelsalón;habíaalfombras,sofás,sillonesyantiguastelas enlasparedesquereproducíanescenasdegrandesbatallas. —Venaquí,hija—dijolasuegra,queestabahundidaenunabutaca frentealachimenea,dondebailoteabanlaschisporroteantesllamas. —Aquíestoy,mamanCelina—respondióLéonie,caminandohacia ella.Lediounbesoenlamejilla,queolíaavioleta. —¿Todobien?—preguntólamujer. —No. Acabo de tener un encontronazo con la abuela Bianca. Estaba en el jardín, sola, y se ha caído. La he ayudado y me ha respondidoconmalaspalabras.Tengoquedecírselo,maman:creoque esunamujermalvada. Celinasuspirócongestoresignado. —Esunamujerinfeliz.Siemprelohasido,almenosesoesloque mehancontadomisuegroymimarido,porqueellanohabla.Noséqué demonios la devoran por dentro, pero le ha dado guerra a todo el mundo. ¿Por qué crees que vive apartada y sólo se relaciona con el restodelafamiliadurantelacena? —Tengo que decir que son unas cenas tristísimas. Yo casi no me atrevoniarespirarcuandoestamossentadosalamesa. —Todoshacemosunesfuerzopornodespertarsuagresividad,que puede ser peligrosa, como ya hemos visto en alguna ocasión. Sólo su maridopuedecontrolarla.Perocambiemosdetema,porfavor—insistió Celina. Lamujersosteníaunapartituramusicalyprosiguió: —Mira,estabarepasandounananadeMozart.Creoquevolveréa tocar el piano porque cuando nazca tu hijo quiero tenerlo cerca y ponerlebuenamúsica.¿Quéteparece? Léonie se acarició el vientre instintivamente y reencontró su sonrisa. —Mepareceunaideapreciosa.Gracias,mamanCelina. —Gracias a ti por darme un nieto. Sé que es pronto, pero me gustaría que después de él, llegaran más. Esta inmensa villa necesita gritosycarcajadasdeniños.DespuésdemiGuido,nopudetenermás hijosymesupomal. Se quedaron en silencio. Celina estaba inmersa en los recuerdos; Léonie, por su parte, pensó de nuevo en el contacto de los labios de Rogerconlossuyosyensuvozdiciendo:«Elañoqueviene,eldíadel solsticiodeinvierno,volveréaestaraquí…yteesperaré». —¿Has ido a Morbegno? —preguntó la suegra, distrayéndola de suspensamientos. —Sí,ylehetraídounpocodebitto—respondióLéonie. —Gracias,tesoro.Noselohabrásdichoanadie,¿verdad? —Puedeestartranquila. —¿Yaquéesperasparadejarquelopruebe? —Hagamos un pacto. Yo le traigo un trocito de bitto y usted me cuentaalgodelaabuelaBianca. —Eso no es un pacto, es chantaje. Pero puesto que antes que yo, alguien se vendió por un plato de lentejas, mejor venderse por queso, ¡esmássabroso!—bromeóCelina. YprocedióahablarlesobrelaabuelaBianca. Bianca Uno Las esperanzas del comendador Luigi Crippa de ceder a su primogénito las riendas de la empresa que había creado y hecho prosperarcontantoesfuerzo,sehicieronañicoscuandosuhijomurióen la región del Carso durante la guerra. Fue un golpe inmenso del que nunca se recuperó. A veces contemplaba su segunda hija, Bianca, que naciócuandoélyaeraunanciano,yselamentabadequefueramujer,y comotal,noaptaasucederleenladireccióndelaGriferíaCrippa. Lapequeñapercibíalahostilidaddelpadreyevitabatambiénala madre, quien la consideraba una broma de la vejez, ya que se quedó embarazadacuandocreíaquehabíadejadodeserfértil. Confiada a las criadas, Bianca creció siendo muy bella y excéntrica.InternaenelcolegiodelasmonjasUrsulinas,enMilán,salió deallícondieciséisañossiendotodavíamuchomásextravagantequeal entrar. LaseñoraCrippa,cuandoestabaallímitedeloquepodíasoportar, convocabaalpárrocoyledecía: —Tengapiedad,señorpreboste,hableconellaybendígalaporque tieneeldiabloensuinterior. Elhombre,unancianocuradecampo,sesentabaenelsalónfrente alachicaylepreguntaba: —DimeBianca,¿quétesucede? —Nada,donGiuseppe—respondíaella. —¿Por qué sacas de sus casillas a tu pobre madre y a tu pobre padre? —Meodian.Enelcorazónsólollevanamihermano,elheredero altronovíctimadelaguerra.Enesteagujerodepaís,enestavillaque segúnellosesuncastillo,yoestoysola.Quieroirmeyellosmetienen aquícomosifueraunaprisionera. Había algo de verdad en las palabras de Bianca y el párroco lo sabía,aunquefingíaignorarlas,enparteporcaridadcristianayenparte porlasdonacionesdelcomendadorCrippaalaparroquia. —Debes tener paciencia, hija. Si esta casa te oprime demasiado, piensaqueelSeñorpondráentucaminounjovenformalquesecasará contigoyteirásconél—decíaparareconfortarla. —Bien,donGiuseppe,loqueusteddiga.Ahorabendígame,métase enelbolsilloelsobrequeledarámimadreydéjemeenpaz. Aquella jovencita inteligente e infeliz le daba pena. El párroco suspiraba,realizabalabendiciónysemarchaba. El «joven formal» que había pronosticado don Giuseppe se presentóundía.Eraelvástagodeunconstructorquehabíafirmadoun contratoconelcomendadorCrippa. EnlazonaruraldeLodi,entrelaspropiedadesdelaIglesia,había un antiguo convento que se iba a reestructurar para convertirlo en un internadoparaseminaristas. Luigi Crippa se adjudicó la contrata del suministro hidráulico y decidióinvitaracomer,ensuvilla,alingenieroCastelli,propietariode laempresaqueejecutaríalasobras,consuhijoGeneroso. EljovensepresentóencasadelosCrippacondosgrandesramos deflores,unoparalamujeryelotropara«suhija». GenerosoCastellillegóalvolantedeunSuperFiatazulyplateado, vestidoalamodaporsusastrelondinense,conelpeloengominadoyun bigotequedesprendíaunoloraesenciadevainillaytabaco. BiancaCrippa,queestabaapuntodecumplirdieciochoaños,era preciosa y acogió a los invitados con una elegancia que dejó estupefactosasuspadres,acostumbradosasucomportamientorudo. UnintercambiodemiradasentreBiancayGenerosofuesuficiente paradecirse«Tequiero». Despuésdecomer,mientraslosCrippaylosCastellibebíancafé enelsalón,GenerosomostróaBiancasuautomóvil,aparcadofrentea lavilla. —Piense, señorita, que este vehículo alcanza los 120 kilómetros porhora.ConestecochesepuedesalirdeaquíyllegaraParísenun díayunanoche—ledijoeljoven,queteníaveintiochoañosymuchas ganasdedivertirse. —¡Oh, París! Schiaparelli, Chanel, Marthe Régnier… Cómo me gustaría ver los Campos Elíseos y la Torre Eiffel, y el Bosque de BoulogneyelMoulinRouge.MeencantaríaescucharaMistinguettya Joséphine Baker, conocer a Colette y a Marcel Proust, beber champán enunbistrotdeMontmartre…EstimadoseñorCastelli—exclamócon airesoñadordedivadelcine,entornandosusgrandesojososcuros. —¿Ha dicho señor Castelli? Somos jóvenes y modernos, no nos tratemosdeusted.PondréParísatuspies.¿Cuándopartimoshaciaallí? —declaróélconelmismoénfasis. —Nunca, mon cher ami. Sólo puedo salir de esta casa con una alianzaeneldedo.EsoesloquehadecididoelcomendadorCrippa.Es ladesgraciadenacermujerenunmundoenelquerigelaleydelmás fuerte,esdecir,deloshombres.Aellosselespermitetodoyanosotras, nada. —Ya no estamos en el siglo y estos viejos tendrán que aceptarlo, les guste o no. Yo soy un hombre y soy partidario de las mujeres que quieren los mismos privilegios que tenemos nosotros — afirmóconvencido. —Es fácil decirlo cuando trabajas, ganas y gestionas tu propio dinero. Yo dependo de mi padre incluso para comprarme un par de calcetines, y mi madre me regaña por escuchar música y leer demasiados libros. ¿Qué otra cosa podría hacer, aparte de soñar? — preguntó Bianca, con tristeza, acariciando el metal reluciente del automóvil.Luegoañadiórepentinamente—:Enséñameaconducir. —Nada me gustaría más —respondió Generoso, que abrió la puertaparaqueBiancasesentaraalvolante. Enaquelmomento,laseñoraCrippaseasomóalaplazayllamóa suhija. —¿Hasvistoquéoportuna?Encuantomevehablarconunhombre, se pone nerviosa. Fin de la primera clase —masculló Bianca antes de volveracasa. Pasójuntoalamadresinmirarlaysindirigirlelapalabra,subióal primerpisoyseencerróconllaveensudormitorio.Deshizolacamay arrastró el colchón al balcón. Cogió unas tijeras, cortó el forro e hizo caer sobre el jardín, como si se tratara de nieve, la lana del relleno, ignorandolosgritosdesuspadresydeloscriados. XVIII —¿Qué querías demostrar? —preguntó su padre cuando por fin Biancaabriólapuerta. —Queyanoquierodormirmásenestacasa—respondió. —Noseréyoquienteretengaaquíalafuerza.Elmundoesvastoy estodotuyo—replicóelpadre,invitándola,conungesto,amarcharse. Estaba desesperado por las provocaciones de aquella hija con la quenoconseguíaentenderse. La madre, situada detrás del marido, contemplaba con consternaciónaBianca. —¡Qué bien nos has hecho quedar con los invitados! Primero coqueteasconGenerosoyluegodesaparecessinsiquieradespedirte— dijocontonorencoroso. —Nosoylahijaquehubierasquerido.Quizáesuncastigoporque erasdemasiadoviejaparatenermáshijos—protestóBiancaconira. Lamujer,escandalizadaportantadesfachatez,lagolpeóenlacara contodassusfuerzas. —¡Estásloca!—chilló. —¡Te odio! —gritó Bianca, y bajó las escaleras como alma que lleva el diablo. Las criadas, que estaban escuchando, desaparecieron rápidamente. Bianca se dirigió al jardín, cogió la bicicleta, cruzó el parqueysalióporlapuertadelaverja. Era una bonita tarde de mayo, el sol estaba a punto de ponerse y teñíaelcieloderosa.Lacampiñateníafloresdetodosloscoloresylas hileras de moreras lozanas se alineaban junto al camino. Un ratón asustadocruzóelcaminoconlavelocidaddeunaflecha.Derepente,la ruedadelabicicletatopóconunapiedraespecialmentepuntiagudaque desviósutrayectoriayBiancacayóviolentamentealsuelo. Vio el cielo en lo alto y después, nada. Cuando abrió los ojos, inclinadosobreella,habíaunchicoquenodejabaderepetir: —¿Meoye?Oiga,¿meoye? —¿Quiénesusted?—preguntóBianca,confundida. —Me llamo Amilcare Cantoni. He visto que se ha caído y he venidoaayudarla.¿Puedelevantarse? —Nolosé…Noestoysegura…Váyase,porfavor—dijoellayse pusoallorar.Sepasóunamanoporlamejillayvioqueestabacubierta de sangre. Sentía punzadas de dolor en un tobillo y en el brazo izquierdo. —Señorita Bianca, yo me iré, si lo desea. Pero no le cuente a su padrequenolahequeridoayudar—respondióél,algomolesto. Élrecogiólabicicletaquehabíaapoyadoenunárbol,semontóen ellaydeseóignorarelgritoquelanzólachicacuandolovioalejarse. Dos Amilcare Cantoni era hijo de campesinos y había terminado recientementelaescuelabásicacuandosupadreloacompañóaveral comendadorCrippa,propietariodelaempresahomónimaqueproducía grifos. Los señores del lugar siempre habían sido los Ogliati Tremonti, unaantiguafamiliaaristocráticaqueposeíatierrasygranjas,ademásdel palacionobiliariodelaplazadelaiglesia.Perodíatrasdíasereducía su patrimonio y la estima que les tenía la gente, mientras que el comendador Crippa ampliaba su esfera de actividades y ganaba prestigio. —Señorcomendador—dijoelpadredeAmilcare,sosteniendoen las manos el sombrero gastado—, este es mi último hijo. No quiere trabajarenelcampoylegustaríaveniralafábricaparapoderseguir estudiandoenunaescueladeadultos.Contrátelo,porfavor. El hombre estaba tan emocionado que no osaba mirar a su alrededor.Amilcare,encambio,examinabaconcuriosidadcadadetalle: el gran escritorio de madera oscura con el protector de cuero, las estanterías a rebosar de registros, el teléfono monumental, las butacas negras,elelegantetrajequevestíaelcomendadorCrippaysusmanos blancas con las uñas limpias como las de su maestro. El cuello almidonadodelacamisatambiénlofascinó. —Necesito un chico para barrer los restos de las máquinas que liman—respondióCrippa.Yluegoañadió—:Déjaloaquí.Verésitiene ganasdetrabajar.Sinofunciona,telomandodevueltaparacasa. Despuéslepreguntóaljoven: —¿Cómotellamas? —AmilcareCantoni—respondióconvozclara. —¿SabesquiéneraAmílcar? —El padre de Aníbal, que había cruzado los Alpes con elefantes paraconquistarRoma—explicócontonosabihondo. —Muestra un poco de respeto por el señor —intervino su padre, quelediounpescozón.LuegosedirigióalcomendadorCrippa—:¿Ve, señor,cómosonloshijoshoyendía?Maleducados. —No te preocupes, Cantoni. Déjame aquí a tu hijo —insistió, y despidióalcampesino. Al final de la jornada laboral, el comendador acudió al taller y preguntóaljefedelosobreros: —¿QuétalelhijodeCantoni? —Sigue allí, limpiando los tornos y los barrenos. No hay que explicarlelascosasdosveces. —Porlasvísperasseconocenlosdisantos.Enséñalebien—pidió eldueño,quenotóunaespeciedesimpatíaporaquelmozoimpetuoso. Cuando lo llamaron para hacer el servicio militar, Amilcare, que había acudido a la escuela para adultos, tenía un diploma de perito mecánicoyeltítulodejefedetaller.Despuésdepasardosañosenla mili,dejóelejércitoconelrangodecaporalyregresóaVillanovapara retomar su trabajo en la empresa del comendador Crippa, que decidió trasladarloaldepartamentotécnico. Aqueldomingodemayo,eljovenacudióaMilánenbicicletapara ver a un ex compañero de la mili que estudiaba Ingeniería en la Politécnica. Quería preguntarle si sería posible matricularse en la universidadsineldiplomadebachillerato. Elamigoloinvitóacomeracasadesuspadres,ambosprofesores, y Amilcare vio en primera persona el abismo que lo separaba del mundo de la cultura. Su sed por aprender no bastaba para colmar las lagunasdesupreparaciónacadémica. —Querido, no hay atajos. Si quieres matricularte en Ingeniería, tienes que tener el título de bachillerato, de letras o de ciencias —le explicaronlospadresdesuconmilitón. —¿Yquétengoquehacerparaconseguirlo?—preguntó. Los padres de su amigo sabían que Amilcare trabajaba en una fábricaydisponíadepocotiempoparaestudiar. —Como no puedes acudir a la escuela, tendrías que hacer lo exámenes por libre. Pero ten en cuenta que son difíciles, tienes que estudiar muchas asignaturas, como Latín, Filosofía, Literatura y Ciencias.Nohayinstitutosparaadultosydeberíasteneralmenosunpar deprofesoresquetepreparenbien. —Yoaprendorápido—respondió,buscandovalentía. —Se necesitan horas y horas de estudio. Y los libros son caros. También tienes que considerar que, aunque superaras los exámenes de acceso a la universidad, tendrías que ir a clase. ¿Cómo lo harás si trabajasenlafábrica? —Algún modo encontraré —respondió él, preocupado por los muchosobstáculosalosquedeberíaenfrentarse. Volvió a casa pedaleando con fuerza para descargar la rabia y la desilusión.EstabaapuntodellegaraVillanovacuandovioaunachica caerse aparatosamente de la bicicleta. Se detuvo para ayudarla y la reconocióporque,algunavez,elcomendadorCrippalallevabaconsigo altrabajo. AcercadeBiancaCrippa,Amilcaresabíaloquesecontabaenla fábricayenelpueblosobresudifícilcarácter. Volvió a desgana ya que, después de haberle pedido que se marchara,ellalohabíallamadodenuevoparaquelaayudara. —¿Puedelevantarse?—preguntó. Biancateníauntobillohinchadoyelrostrocubiertodesangre.La levantó a pulso y miró a su alrededor para buscar a alguien que le ayudara. Pero no vio a nadie. El sol estaba a punto de ponerse y, a aquella hora, las mujeres estaban en la iglesia y los hombres en la taberna. —Dudo que pueda subirse a la bicicleta. Si quiere, puedo ir al puebloypedirleaalguienquelavengaabuscar. —¿Tendría el valor de dejarme aquí sola? —reaccionó ella, esforzándoseporignorareldolorenelpieyenelhombro. —¿Tieneunaideamejor?—preguntóél. —Noquierovolveracasa.Dehecho,estabaescapandodeallí— confesó. —¿Parairadónde? —Notengolamenoridea.Peroacasanovuelvo. —Señorita,escúcheme:sehahechodañoysólohayunlugaralque puedeir:sucasa.Asíqueahoramismolallevoasuvilla—decidióél. La cogió en brazos y la sentó en su bicicleta. Después, sosteniéndola,sedirigióapiehacialavilladelosCrippa. AdmiróelesfuerzodeBiancapornoquejarse,peroaunasílehizo unapetición: —Porfavor,intentenodesmayarsedenuevootendréquellevarla abrazosytardaremosmuchomásenllegar. Yaestabancercadelavillacuandoellapreguntó: —¿Deverdadquieredevolvermeamispadres? Amilcare no respondió. No quería verse implicado en asuntos personalesdesuempleador. Finalmentellegaronalapuertadeentrada. Amilcarecogióenbrazosalachicayselaentregóalcomendador. Tres LosCrippallevaronaBiancaalhospitaldeMilán,dondelaingresaron yrecibiólascuraspertinentes. A la mañana siguiente, llamaron a Amilcare para que fuera al despachodelcomendadorCrippa,queledijo: —A propósito de mi hija, no la viste, no la ayudaste y no sabes nada. —Asíes.Nosénada—acordóeljoven. —Gracias—murmuróeldueño. —¿Dequé?—preguntóél,impasible.Yvolvióaltrabajo. Desdesucama,enelaladehabitacionesprivadas,Biancaescribió en una falsilla los versos de una oda de Ugo Foscolo que se sabía de memoria,ylosdirigióaGenerosoCastelli,refiriéndoseaélcomo«mi generosoUgo»yfirmandocomo«LuigiaPallavicinicaídadelcaballo». Eljovenacudióavisitarlaycolmósuhabitacióndeflores.Ellale explicósufugadelavilla,quehabíaduradosólounoscuantoscientos demetros,yquehabíaacabadodemaneradesastrosa,comocomprobó trasescucharelrelatodeBianca. Él le hizo muchas promesas y cuando faltaba poco para que le dieran el alta, ella le escribió más versos firmando como «Antonietta FagnaniArese,laamigacurada». Cuando los Crippa llegaron al hospital para recoger a su hija y llevarlaacasa,descubrieronquelafacturayahabíasidoabonadayque Biancasehabíamarchado. Nohacíafaltasermuylistoparasaberqueeljovenconelquese habíaidoenunSuperFiatazulyplateadoeraGenerosoCastelli.Entre losCrippaylosCastellihubomomentosdemuchatensióndurantelos cuales se acusaron mutuamente de haber criado y educado mal a sus hijos. Al final llegaron a la conclusión de que podía generarse un escándalo,asíquenecesitabancallaryesperar. El día después, el señor Castelli recibió un telegrama de su hijo dondelepedíaperdón«ennombredelamor».Elmensajeprocedíade laciudaddeSanremo. —Tendrán que casarse —decidió la señora Crippa, y su marido pensóquenohabíamalqueporbiennoviniera. El padre de Generoso se mostró a favor de la propuesta de los Crippa. —Si Generoso no lava nuestra deshonra con el matrimonio, juro quelodesheredo—aseguró. Dos días después, Bianca regresó a Villanova acompañada del jovenCastelli,quedijo: —Comendador,ledevuelvoasuhijaynomedigaquetengoque casarme con ella porque ni siquiera la he tocado. Dos días han sido suficientes para comprender que la señorita Bianca es una criatura intratable.Porintentardarleunacaricia,acabéconsusdientesclavados justoaquí.—Ymostróconfuriaunamanovendada. La señora Crippa se puso a sollozar y el marido habría hecho lo mismosinolohubieseconsideradoinaceptableenunhombre. —Habrá que comprobar si eso es cierto —insinuó la señora Crippaentrelágrimas. —Escierto,resígnate—susurróelmarido. —Yo soy como san Tomás, si no lo veo, no lo creo —replicó la mujer,yacompañóaBiancaaMilánparaquesuginecólogolavisitara. Lajovenpasólarevisiónmédicasinparpadear. —Esvirgen—aseguróelginecólogoalaseñoraCrippa. Bianca se vistió tras el biombo y, cuando apareció de nuevo, se enfrentóasumadremirándolaconmaldad. —¿Estás contenta ahora que me has hecho pasar por esta humillación? Ves el vicio por todas partes, en todos, y también en mí. ¡Tedesprecio,medaascomirartealacara!—gritóasumadre. —Acompañe a la señora a la otra sala, por favor —le pidió el ginecólogoalaenfermera. CuandosequedósoloconBianca,lepreguntó: —¿Porquéodiastantoatumadre? —Doctor,seríamejorquesepreguntaraporquéellameodiaamí —respondiólachica. Elhombrelaconocíabienporque,cuandolaseñoraCrippaacudía asuconsultaparalarevisiónanual,avecesibaacompañadadesuhija. Enalgunaocasión,despuésdehaberexaminadoalamadre,hacíapasar aBiancaalaconsultay,durantealgunosminutos,seentreteníaconella, hablándoleconternurapaternal. Lamiradaduraeimpenetrabledeaquellaniñaloinquietaba. UnavezledijoalaseñoraCrippa: —Biancanecesitaamor. —Esmihija.¿Acasocreequenolaquiero?—reaccionólamujer, ofendida. Élselimitóaresponder: —Entoncesdemuéstreselo. Ahorapreguntóalachica: —Si es cierto que no la odias, ¿de dónde te viene toda esta agresividadhaciaella? —Dicequellevoeldiablodentro.¿Acasotendríaqueaceptarque digaesosinreaccionar?¿Ustedtambiénpiensaqueestoyposeídaporel demonio,doctor? —Creo que eres una buena chica muy infeliz. ¿No es así? — preguntóelmédico. —Sólo Dios puede deshacer las confusiones de mi alma, pero puede que hasta para Él sea una tarea muy difícil —respondió Bianca contristeza. —¿Porquémordistealjovenconelqueescapaste?Unhombrey una mujer, cuando son jóvenes y se gustan, se entregan el uno al otro. ¿Quéteimpidió…?Bueno,yasabesaloquemerefiero. —Megustaríaresponderlequemeloimpidiólamoral,eltemorde cometerunpecado.Peronoesasí.Élqueríallevarmealacamaynose preguntó ni por un momento si a mí también me apetecía. Me enfadé tanto que perdí el control y le mordí. Cuando se me pasó la rabia, comprendíquemehabíaexcedido,peronolamentoenabsolutoelsusto queledi.Yahoranomedigaquelepidaperdónamimadre. —No te lo voy a decir… Pero voy a confesarte que estoy preocupadoportiyquerríaproponertequecharlarasconuncompañero míoqueespsiquiatra. —¿Usted también piensa que estoy loca? —preguntó Bianca con tonoagresivo. —Te repito que estoy convencido de que lo único que sucede es queeresmuyinfeliz. —Sonmispadreslosquedeberíanhablarconelpsiquiatra.Ellos sonmuchomásinfelicesqueyodesdequemuriósuqueridísimohijo. —Jovencita,eresdemasiadocomplicadaparaunviejocomoyo— dijoelmédico,resignado. Laacompañóalapuertaysedespidieron. Al regresar a Villanova, Bianca obtuvo el permiso de sus padres para pasar unos días con su amiga Anna Colombo, en Nervi, donde finalmente se quedó todo el verano. Sus padres fueron a visitarla y duranteaquellassemanasparecióquesehabíareconciliadoconellosy conelrestodelmundo.EnseptiembresemudóaNeuilly,muycercade París, para realizar un curso de pintura, y se alojó en una especie de pensiónparaseñoritasdebuenafamilia.Suspadresnuncahabíansido tancondescendientes,peroellanosesorprendió.Atribuyósudocilidad al alivio por no tener que ocuparse de ella, angustiados como estaban porsicometíaalgunaotralocura. Cuatro BiancavolviódeParísdosañosdespués,cuandofaltabanpocosdías paraNavidad.Vestíaunelegantetrajedehombreyllevabaunsombrero Borsalinomarrónoscuro,ajuegoconlaropa.Fumabaunoscigarrillos largos de color lila con el filtro dorado, conducía un automóvil, a menudo pasaba el día en Milán y, a veces, también la noche. Se relacionabaconperiodistasypoetas,adorabaaTommasoMarinettiya Alberto Savinio, y no prestaba atención a la consternación de los Crippa,quenoseatrevíanacontradecirlaylatolerabanaellayasus amigos cuando los invitaba a la villa. Aun así había días en los que vestíaropademujerylehacíacompañíaasumadre,enelsalónoenel jardín,cuandotomabaeltéconlasamigasyhablabandecosasbanales. En esas ocasiones Bianca sonreía y mostraba una actitud dócil mientrasnacían,deentresusdedos,arabescosquetejíaconunaaguja de ganchillo. A veces se sentaba frente al caballete, instalado en el jardín, y pintaba un paisaje o un atardecer, utilizando colores impensablesquereproducíanunarealidadquesóloveíaella. A los Crippa no les gustaban aquellos cuadros, les transmitían inquietud,perosereservabanesaimpresiónyledecían: —Eresmuybuena,setedamuybien. Ellalosmiraba,desafiante,yestallaba: —¡Nunca me decís la verdad! Sois unos hipócritas. —Y también añadía—: Os gustaría que fuera como las hijas de vuestros amigos: insulsasyobsequiosas.Resignaos,porqueyosoyasí. El matrimonio tragaba y callaba. Sólo una vez la señora Crippa respondió: —Teentiendo.Además,nisiquierayopuedoserdiferentedecomo soy. No era capaz de relacionarse con su hija y tampoco le dijo que, desdehacíatiempo,teníaproblemasdecorazónyque,recientemente,la enfermedad se había agravado. Había días en los que la mujer no se movíadelacamayBiancanoibaaverlaparapreguntarlecómoestaba. Una noche, mientras cenaba sola con su padre, haciendo un gran esfuerzo,lepreguntó: —¿Cómoestátumujer? —Mimujerestumadreyestámal—respondióelseñorCrippa. —Losiento—susurróella. —¿Porquénovasaverla? —Su habitación es un mausoleo a la memoria de vuestro amadísimo hijo perdido. Todas las fotografías que tenéis de él ya la consuelan.Yosobraría—concluyó. LaseñoraCrippamurióyBianca,traselfuneral,sepusountraje chillón de color lila y rojo, se montó en su coche y se fue a Milán, donde pasó algunos días. El padre ignoraba lo que hacía o con quién estabaduranteesasausencias,ytampocoseatrevíaapreguntar.Prefería no saber nada y olvidaba el dolor y la amargura centrándose en hacer prosperarsuempresa. Durantelasdosdécadasfascistas,elcomendadorCrippaconocióa un par de personas más o menos importantes y fácilmente corruptibles que, gracias a retribuciones opulentas, le adjudicaron subcontratas importantes.Élpagaba,ylosdespreciaba.Ellossemetíaneldineroen elbolsilloyfingíanignorarqueelindustrialhabíarechazadoelcarnet delpartidoyque,enlaspocasocasionesenlasquerecibíagenteensu casa,evitabacuidadosamenteinvitaralosdirigentesfascistaslocales. Bianca nunca participó en aquellas cenas y, si estaba en casa, se encerrabaensuhabitación. Desdeelfallecimientodesumadre,seacostumbróaacompañara su padre a la fábrica. Subía con él a su despacho, se sentaba en un rincón bajo la ventana y, provista de papel y lápiz, pasaba horas dibujando, aislándose aparentemente de todo cuanto sucedía a su alrededor. Se dio cuenta de que uno de los trabajadores con quien su padreseenfrentabamásamenudoeraAmilcareCantoni,eljovenquela ayudódespuésdelacaídaenbicicleta. También percibió el respeto con el que su padre se dirigía al hombre y la atención con la que escuchaba sus sugerencias. El joven tenía modales educados, vestía ropa sobria, evitaba expresarse en el dialecto de la zona y elaboraba frases complejas con la soltura de un hombreculto.Biancasabíaquehabíasuperadolaspruebasdeaccesoa launiversidaddeformabrillante,enlaramadeciencias,conlaayuda del párroco del pueblo, que ya no era don Giuseppe, retirado en un internadoreligioso,sinounjovensacerdotecultoydeorigenburgués. Ahora el joven Cantoni estaba en su segundo año de Ingeniería hidráulica y debía a la benevolencia del comendador Crippa la posibilidaddeausentarseamenudodeltrabajoparaacudiralasclases. Cuando él entraba en el despacho del padre, Bianca dejaba de dibujarparaescucharlehablar. Adiferenciadelosdemástrabajadores,Amilcarenoeraservilni con el jefe ni con ella, a quien dirigía un sonriente «buenos días» y despuésprocedíaaignorarla. Unavezescuchóunapropuestaquehizo: —¿Hapensadoalgunavez,comendador,enpublicaralgúnanuncio enlaprensa? —Los anuncios se hacen para jarabes reconstituyentes, cremas para mujeres, abrillantadores de zapatos, pero para grifos… ¿Qué utilidad tendrían los anuncios para mis clientes? —objetó el señor Crippa. —Para la nueva línea destinada a casas y hoteles se podría proponerunproductoelegante,ademásdefuncional.Habíapensadoque sepodríacomenzarconoctavillasdenuestraexposiciónenlaFeriade MuestrasdeMilán—insistióeljovenCantoni. —¿Preparo café? —intervino Bianca, repentinamente, con gesto sonriente. En una pequeña sala contigua al despacho, había una nevera para lasbebidasfrescasyunhornilloeléctricoparahacercafé.Sinesperar unarespuesta,lachicaabandonósusdibujossobreunamesitaysalióde la pequeña habitación. Una de las hojas cayó al suelo y Amilcare la recogió,laobservóydespuésselaentregóaljefe,diciendo: —Mírelo usted mismo, comendador. La señorita Bianca se me ha adelantado. Elhombrecontemplóconestuporelboceto.Biancahabíadibujado una silueta femenina fascinante frente a un fregadero de cocina. Tenía una mano apoyada en un grifo con forma de cáliz de flor, del que brotabaunchorrodeaguay,debajo,conletrasconfiligranas,habíaun pequeñotexto: . Bianca regresó al despacho sosteniendo una bandeja con el café justocuandoelcomendadorlepreguntóaAmilcare: —¿Sehapuestodeacuerdoconmihija? —Nuncahetenidoelplacerdeintercambiarunasolapalabracon laseñorita. Elhombremiróalahijaque,despuésdeapoyarlabandejaenel escritorio,lequitóeldibujodelasmanosasupadre. —Lo dibujé hace unos días, cuando te trajeron los grifos nuevos. Pero es un dibujo horrible —dijo ella, antes de romperlo y tirar los pedazosalapapelera. —¿Por qué? —preguntó Amilcare, observándola con mirada perdida. —Puedo hacerlo mucho mejor —respondió ella, y añadió—: ¿Cuántoazúcar? Aquellanoche,mientrascenabanasolas,Biancaledijoasupadre: —Ese Cantoni me convence. Le he mandado una invitación para quevengaeldomingoacomer.Estoyseguradequetegustará. El padre se reservó su opinión, pero aquella iniciativa no le desagradó. Era la primera vez que su hija hacía algo sobre lo que no teníanadaqueobjetar. CRIPPA.ELGRIFOELEGANTEYPERFECTO Cinco ElcomendadorCrippanotuvonadaqueobjetarnisiquieracuandolas maniobras de Bianca para capturar al joven Cantoni se hicieron evidentes. Pensó que era mejor un campesino inteligente y ambicioso quelosvástagosdebuenafamiliaconsentidos,yseguramenteviciosos, conlosquesehabíaentretenidoduranteaños. Desde el fallecimiento de su madre, Bianca se había calmado mucho.Yanoinvitabaapersonasextrañasalavillayhabíaespaciado lasfugasalaciudad. Ahora, mientras contemplaba a su hija junto al joven Cantoni caminando juntos por un sendero del parque después de la comida dominical,quesehabíaconvertidoenunacostumbre,sepreguntóenun susurro: —Quiénsabeloqueseestarándiciendo. Eraveranoyelhombredescansabaenunatumbonabajolasombra deunahiguera.Vioalosdosjóvenessubirseasusbicicletasyalejarse. Habíaunacalmaabsolutaasualrededor. Él los observaba pedalear en el parque y no le importaba en absoluto que la gente del pueblo dijera: «El señor Crippa no ha conseguidoun“buenpartido”parasuhijayahoraselaintentacolocara suantiguooperario,queestudiaIngeniería». Levinieronalacabezaimágenesdecuandoéleraniño,paseando porloscaminosysenderosdelcampojuntoalpadre,queerafontanero ambulanteeibadecasaencasaarepararcanalonesygrifos.Lehabría gustado quedarse a jugar a la estornija con los demás niños, pero el padresiemprelerepetíalomismo: —Primeroeldeber,luegoelplacer. Igual que Amilcare Cantoni, él también era de origen humilde y habíahechomuchossacrificiosparaganarsesufortuna. Ahora,LuigiCrippasaboreóaquellacalmay,porprimeravezen muchosaños,sesintiócasifeliz. Cerrólosojosy,mentalmente,repasólossofisticadosanunciosque desde hacía un año aparecían en los periódicos promocionando sus grifosentodoelpaís.BiancayAmilcarehabíancreadoydifundidouna imagen prestigiosa de su empresa. Pensó: «Necesitamos las ideas innovadoras de los jóvenes para progresar, pero nuestro país está dominadoporunadictaduraqueoprimeyofuscasusmentessembrando odioymiedo». Alfinalsequedódormidoynoescuchóalosdosjóvenescuando regresaron acalorados. Dejaron las bicicletas y se refugiaron en el interiordelacasa,enbuscadealgunabebidafresca. La gran villa dormitaba aquella tarde de domingo. Las ancianas criadas descansaban en la penumbra de sus habitaciones. Los perros dormían hechos un ovillo sobre las baldosas blancas y negras del recibidor. El resto de la servidumbre estaba en el pueblo de fiesta. Incluso el párroco dormía para estar descansado durante la gran procesióndelanoche. Biancapusoenlamesadelacocinadosvasosllenosdeaguafría querocióconsiropedetamarindo.Amilcarecogiósuvasoytragócon avidezlabebida,dulceyseca.Biancaobservólasminúsculasgotasde sudor que recorrían el cuello del joven. Examinó las facciones marcadasdesurostroylarobustamanoquesosteníaelvaso.Sesintió atraídaporélydeseóquelaacariciara. —Venconmigo—dijocuandoéldejóelvasoenlamesa. —No. Debería volver a casa para estudiar. Tengo que empollar doslibrosparalosexámenesdeseptiembre—respondióél,decidido. —Quiero ponerte un poco de música jazz. Me han llegado unos discosfantásticosdeAmérica—propusoella,cogiéndolodelamanoy llevándoloescalerasarriba. —No entiendo nada de música. Sólo conozco Va pensiero y Giovinezza,primaveradibellezza—protestóAmilcare. Habían dejado de tratarse de usted hacía poco, pero cuando Amilcare hablaba de ella con el comendador, siempre mantuvo la costumbre de llamarla «la señorita Bianca». Con los Crippa, padre e hija,prestabaatenciónparanosuperarloslímitesdelterritorioalque pertenecía. Aunque habían abierto un paso en la frontera que los separaba, él siempre lograba que fueran los Crippa quienes realizaran incursionesensuterritorio. Biancalollevóalprimerpisodelavillayélintentólibrarsedela presadesumano. —¿Tienesmiedo?—preguntóella. —Sí—respondió. No quería dar pasos en falso con esa extraña chica «un tanto alocada y libertina», como se decía en el pueblo, muy inteligente y dotada de un extraordinario talento artístico. Por otro lado, la proteccióndelpadreeramuyimportanteparaélynopodíaarriesgarse aperderla.Sinohubiesesidolahijadeldueño,nohabríadudadoniun instante en seguirla. Era joven, fuerte y las chicas le gustaban mucho, peronoqueríaqueBiancaCrippalosedujera. Las únicas experiencias en la cama que había tenido fueron en burdeles,duranteelserviciomilitar,conmujeresquehabíansatisfecho suapetitosexual.Lasjóvenesdelpuebloloprovocabandemilmaneras, pero él no tenía tiempo ni ganas de prestarles atención. En la universidad, en cambio, había una chica muy maja que estudiaba Ingeniería, como él. Se llamaba Margherita, era una rubia menuda y decidida a quien los demás estudiantes miraban con recelo por haber elegido una carrera típicamente masculina. Era hija de un famoso arquitecto,setraíadecasaexquisitosbocadillosdejamónyalgunavez loshabíacompartidoconélparaconversaracercadelosexámenesque estaban preparando. Margherita le gustaba, pero como era huraño y desconfiado, evitaba ser él quien se acercara a la chica. Un día ella desapareció y alguien dijo que había emigrado a América con su familia. —¿Porqué?—quisosaber. —Sonhebreos—respondióuncompañero. Lasleyesracialesaúnnosehabíanpromulgado,perolasituación, paraloshebreos,eracadadíamáspeligrosa. —Bueno, yo también tengo un poco de miedo —susurró Bianca frenteaél. Amilcareobservósupielfinayrosácea,lasmotasdoradasdesus iris marrones, las pestañas relucientes, la boca suave y la blancura de susdientesqueseentreveíaentreloslabiosligeramenteabiertos.Deseó besarla. —Estoy enamorada de ti —murmuró, y lo empujó hasta su habitación mientras besaba repetidamente su pecho desnudo—. No digas nada, por favor, por favor, por favor —susurró ella, llevándolo consigoalaenormecamaenpenumbra. Amilcare, incapaz de resistirse, se abandonó entre los brazos de Biancahastaque,vencidoporlaconsternación,exclamó: —¡Perosieresvirgen! Seis —¡Por supuesto! ¿Acaso pensabas que soy una de las mujerzuelas conlasqueseguramentepasaselrato?—gritóBianca. Se levantaron de la cama y recogieron la ropa esparcida por el suelo. —¡Yonopensabanada!Lohashechotodotú—laacusóAmilcare, aterrorizado por la idea de lo que habría podido suceder si hubiera seguido su instinto y no la razón. Y añadió—: ¿Qué otra cosa podría haber pensado, según tú? —le dijo mientras se ponía rápidamente los pantalonesylacamisa. —¡Puesclaro!Séperfectamenteloquesedicedemíenelpueblo. Bianca Crippa va y viene de la ciudad, no se sabe qué hace, fuma, conduceunautomóvil,miraaloshombresalosojos.¡Quéhipócritas! Pensaba que serías diferente y eres igual que ellos, o incluso peor, porquesinohubierasidovirgenhabríashechoelamorconmigo.Eslo únicoqueteimporta.¿Deverdadcreesquetehabríaofrecidomicuerpo si no hubiese estado enamorada de ti? Eres un imbécil y te odio con todasmisfuerzas—gritómientrassevestíaydespuéscogióuncepillo plateadoquedescansabasobrelamesitadenoche. Amilcareestabapegadoalapared,alladodelapuerta,paralizado poraquellasacusacionesqueconteníanmuchasverdades. —Perdóname—murmuró,sinpodermoverse. —Mehasofendido,mehashumillado,¿deverdadcreesquepuedo perdonarte? —dijo mientras se acercaba a él sujetando con fuerza el pesadocepillo. —Perdóname—repitióAmilcare,yprosiguió—:Sólohepensado enmí,enmitrabajo,enlauniversidad,enquepodríaperderlotodo.Me gustasdesdeeldíaqueterecogídelsuelocuandotecaístedelabici. Pero no soy más que un operario, hijo de campesinos, y estoy acostumbradodesdesiemprearespetarlasdistancias.Losdueñosylos trabajadores pueden relacionarse, claro, pero cada uno tiene que permanecer en su lugar. Ni siquiera me atrevía a pensar en la posibilidad de que te enamoraras de mí. Y si alguien entrara en esta habitación ahora mismo, no se lo creería. Más bien pensaría que he intentadoaprovecharmedeti.¿Tedascuentadelasituaciónenlaque mehasmetido?—dijo,contonosevero. Apoyó la mano en la manija de la puerta, la bajó para abrirla y entoncessediocuentadequeBiancaestabaapuntodegolpearloenla cabeza con el cepillo plateado. Con un gesto rapidísimo, le cogió la muñeca, acercó su rostro al de ella y, mirándola con ferocidad, la amenazó: —Nuncateatrevasalevantarmeunamano. Abriólapuertaybajóporlasescaleras.ElcomendadorCrippaya nodescansabaenlatumbona,bajolahiguera.Amilcarefueabuscarsu bicicleta y estaba a punto de montar en ella cuando Luigi Crippa lo llamó. El joven se dio la vuelta y pensó: «Vaya, lo habrá oído todo y ahorameecharáalacalle». Eljefeestabaenlaentradadelavilla. —Recuerda que mañana, a las siete y media, tenemos la reunión coneldepartamentotécnico. —Pensabaquemedespediría—respondióconvozinsegura. —¿Porqué?—quisosaberelcomendador. —PorelaltercadoconlaseñoritaBianca—susurró,dirigiendola miradaalsuelo. —¿Oshabéispeleado?—preguntóelhombrecontodalainocencia delmundo. —Unapeleaferozeirremediable—explicóél. Elcomendadorsegiróparaentrarencasaydijo: —No sé nada de eso y de todos modos no tiene nada que ver conmigo.Hastamañana. Aquella tarde, Amilcare no logró concentrarse para estudiar. Estabafurioso. ¿Qué tipo de juego estaban llevando a cabo padre e hija a sus espaldas?Encuantosurgieraunaoportunidad,tansólouna,renunciaría altrabajo.Paseóporlasveredasdeloscamposhastaqueelsolsepuso. Aldíasiguiente,Biancanoaparecióporlafábricay,unosdíasmás tarde,supoquesehabíamarchadoaLiguria,dondepasaríaelverano. LasemanasiguienterecibióunacartaqueleenviódesdeNervi: Todo el mundo sabe, querido Amilcare, que soy extraña. Hay momentosenlosquepierdolaluzdelarazónydejoquelacólerame domine,convencidadequeeltodoelmundoparticipaenuncomplot contramí.Enesosmomentossufromuchísimoysóloconsigosentirme mejorhumillandoalaspersonasalasqueamo.Después,recuperoel control.Lamentohaberteagredidoyhabertepuestoenunasituación comprometida.Tequieroydeseocasarmecontigo. Amilcare leyó y releyó en infinitas ocasiones el mensaje y valoró con calma la situación. Quería a Bianca, pero sabía que era una persona difícil,imprevisible.Decidióenfrentarsealapropuestadematrimonio como si se tratara de una negociación. Unos días después, llamó a la puertadeldespachodeljefe. Leenseñólacartadesuhija,queleyóconsumaatención. —Biancaquieresertumujer—constatóelcomendadorCrippa. —Usted,encambio,supongoquepreferiríaunyernoqueencajara mejorconsuclasesocial—razonóAmilcareconhumildad. —Perodetodosmodos,ellatequiereatiyamímeparecebien. —EntoncesmecasaréconlaseñoritaBiancaymeesforzarépara quererla,peroconunacondición—respondióeljoven. —Laimagino:eldíademañanalaGriferíaCrippaserátuya. El matrimonio se convirtió en una conquista inesperada para AmilcareCantoni,eracomoelcuentodeCenicientayelpríncipe,pero al revés. Él valoró todo lo que esa decisión comportaba, porque no seríaunpuntodellegada,sinodepartida. ElseñorCrippayeljovenestabandepie,cadaunoaunladodel escritorio, como si se estuvieran tomando las medidas mutuamente, y precisamente esta reciprocidad estaba desplazando al anciano, que no se esperaba esa actitud reflexiva y levemente reacia del joven interlocutor. Estaba dispuesto a ratificar el acuerdo con un apretón de manos, especialmente porque no tenía ninguna duda de que Amilcare llevaríacondignidadlasriendasdelaempresa. Amilcare, por el contrario, tenía dudas. El señor Crippa ya lo conocíacuandoéleraunadolescenteconpantalonescortos;enlosojos oscuros de aquel chico vio la determinación para cambiar su destino. Qué más querría aquel joven, se lamentó ahora, esperando a que Amilcareexplicasesuscondiciones. —Nomecasaréhastaquemehayalicenciado.Esunacuestiónde dignidad,comendador,dadoquenopuedoofrecerotracosacomodote —declaró. —¿Es una petición o una afirmación? —preguntó el comendador, quesesentóeinvitóaAmilcareahacerlomismo. —¿Debería imaginar que usted no está de acuerdo con tener que esperartresaños?—preguntóeljoven,acomodándosefrenteaél. Entonces fue el turno del señor Crippa de reflexionar y concluyó quelaactitudylascondicionesqueAmilcareponíasedebíanteneren cuenta,peroquetambiéneranpeligrosas. —En tres años pueden cambiar tantas cosas… —dijo, meditabundo. —La señorita Bianca podría cambiar de idea y elegir un hombre mejor—replicóAmilcare,quenopretendíaserunmaridomantenido. El comendador pensó en Generoso Castelli, en quien había depositadoalgunasesperanzascuandoBiancahuyóconélaParís.Pero conlacorduraqueteníaentonces,sediocuentadequeeljovenCastelli no sería recomendable para ninguna chica de buena familia, de hecho teníacomoamanteaunaactrizdevariedades. —OtalvezlasextravaganciasdeBiancapodríaninducirteatomar decisionesdiferentes—puntualizóelseñorCrippa. —Esonosucederá.Cuandonospeleamoslehiceentenderqueno aceptaríaesecomportamiento.Ymegustaríaaclararquemecasarécon Biancaporquemegustacómoesynoporelpatrimonioqueconllevará en dote —puntualizó, y luego añadió—: Mientras tanto, espero que la cosanosesepa,porqueodioloschismorreosyDiossabelosmuchos queseescucharáncuandollegueelmomento. —Le comentaré a Bianca nuestra conversación —concluyó el comendador. —YoleescribiréyesperoquesuestanciadeveranoenLiguriase alargue,porqueademásdetrabajartambiéntengomuchoqueestudiar— declarómientrasselevantabadelasilla. ElseñorCrippatambiénselevantóyletendiólamano.Esejoven al que había visto crecer, trabajar con esfuerzo y sacrificarse para estudiar,eralaúnicapersonaalaqueconfiaríasuhija,untantoalocada, peroalaquequeríamuchísimo. Esamismanoche,AmilcareleescribióunaextensacartaaBianca, que empezaba así: «Yo también te quiero y será un placer que nos casemosdespuésdeobtenermilicenciatura». Bianca se convirtió en una criatura dulce y mansa, dispuesta a complacerlosdeseosdesuprometido.Tresañosdespués,Amilcarese licenció,yunasemanamástarde,secasóconBianca. Siete La ceremonia privada tuvo lugar en la iglesia de San Francesco. El testigo por parte del novio fue un compañero de la universidad, y por parte de la novia, sin dejar de lado sus rarezas, Generoso Castelli. Cuandoyahabíansidodeclaradosmaridoymujer,Castelliseacercóa Amilcareparasusurrarle: —Sabesqueapartirdehoyteesperandíasdifíciles,¿no? —Gracias por decírmelo, intentaré no olvidarlo —respondió el jovenconironía. Estaban en el jardín de la villa, donde habían preparado un pequeño refrigerio para los pocos invitados: los padres del novio, algunosdesuscompañerosdelaPolitécnica,losamigosmásíntimosde Biancaydesupadre,yunapequeñarepresentacióndelafábrica. Losnoviosnoquisieronregalos,sinodonacionesparalaiglesia. Cuando los invitados se marcharon, el comendador convocó al novioensudespachopararubricar,conlapresenciadedosabogadosy unnotario,eltraspasodelapropiedaddelaGriferíaCrippaaAmilcare Cantoni. Según las leyes vigentes, Bianca podía ser excluida de la operación con el consentimiento del comendador, que se fiaba mucho delyernoymuypocodesuhija.Amilcare,porelcontrario,pidióquela fábricaseregistraraanombredeélydeBianca. —Pero con la condición de que aparezca sólo tu nombre como nuevo propietario de la empresa —sentenció el suegro, con tono perentorio. Cuandolosnoviosporfinestuvieronsolos,Biancalepreguntóal marido: —¿Eresfeliz? —Sí,mucho.¿Ytú? —Nuncahebuscadolafelicidad.Hasidoellalaquehavenidoa miencuentro. Amilcarelamiróconternura. —Estásagotada.Veadescansar—dijo. —¿Ytú?—preguntóella. —Yotengoquehacermealaideadevivirentretodoestelujoyno esfácil… —¿Quéquieresdecir?—preguntóBianca. —Nuestras vidas no cambiarán por el hecho de que nos hayamos casado.¿Verdad? —Verdad. —Desde que me licencié, tus criadas me llaman ingeniero, igual quellamancomendadoratupadre… —Cantoni,suéltalodeunavez—lepidiósumujer,bromeando. —Nomesientoagusto. —Decidimos,conjuntamente,vivirenlavillaconmipadre. —Lo sé, pero… —Amilcare sonrió, le acarició la mejilla y dijo —: Dame tiempo para acostumbrarme a todo esto. ¿Sabes qué podríamos hacer? Cojamos el coche y vayamos a Milán. Hay un hotel preciosoenViaManzoni. —ElDeMilan,loconozco. —Bien,pasaremosallínuestraprimeranochejuntos. —Paraesopodríamoshabernosidodelunademiel—objetóella. —Paraesotodavíanotengodinero,perosípuedopermitirmeuna habitaciónenelGranHotel.Quieroofrecerleunanochefantásticaami reina. —Gracias,tesoro—susurróella,yloabrazó. Era guapa, feliz y estaba tranquila. Amilcare la recordó siempre así en los largos años que siguieron. Comprendió que Bianca sólo deseabaquelaquisieran,yéllaqueríamuchoysiemprelaprotegería. Villanova Uno —Fue así como los Cantoni sucedieron a los Crippa, y hubo momentos en los que, poseída por la locura, Bianca aseguró que le habíanrobadolapropiedaddelaempresa.Noescierto,porsupuesto. Respectoamisuegro,quisoytodavíaquiereasumujer,sinofueraasí noseguiríaprotegiéndolaahoraqueyaesunancianoyestácansado— lecontóCelinaaLéonie. Habíapaladeadosuquesopreferidoylacopadechampán.Enel gran salón, iluminado por las llamas de la chimenea, la historia de BiancaseapoderódeLéonie,queescuchabaasusuegrahechaunovillo sobreuncojín,asuspies,yahoraesperabaaqueprosiguiera. —Creo que nadie, ni siquiera Amilcare, ha podido acceder a los caminos tortuosos de la mente de su mujer. A veces, su sinceridad te descoloca. Recuerdo la primera vez que entré en esta casa siendo la noviademimarido.Mellevóaparteymepreguntó:«¿Yalehasdadoel regalito a mi hijo? Ya sabes a lo que me refiero». Me puse roja, escarlata, lila. Ella negó con la cabeza y farfulló: «A las mujeres nos imponen que resistamos todas las tentaciones, y aun así nos definen como el sexo débil. Pero en realidad el sexo débil es el de los hombres». —¿YquésucediódespuésdequelaabuelaBiancasecasara? —No te lo quiero contar todo ahora. ¿Por qué no hacemos una pausaymeexplicastúalgo?—propusoCelina. —Deacuerdo.¿Quélepareceríasipidierapermisoparatrabajar en la fábrica? Como Bianca acudía con su padre al despacho, me apetece hacer lo mismo con mi suegro. Me gustaría observar un poco, sinmolestaranadie.¿Quéopina? Celinasehabíadadocuentadequesunueraseaburría. —Yo lo hablaré con mi marido y tú háblalo con el tuyo — respondiólamujer. Enaquelmomento,Nestoentróconsuandarcautoyseacercóalas dos. —Lo siento, pero la señora Bianca no está bien y Guido ha llamadoalmédico,queacabadellegar. —Ayúdamealevantarme.Voyaverla—dijoCelinaasunuera. —Yo también voy —decidió Léonie, de repente. Después añadió —: Si puedo. —Ahora se sentía culpable por haberse ofrecido y no haberayudadoantesaBianca. Recorrieron el ala central de la villa, entraron por el pasillo del alaoesteysecruzaronconlasdoscriadasquecuidabandelaabuela. —¿Cómoestámisuegra?—preguntóCelina. Lasdosnegaronconlacabeza.Enaquelmomento,Guidosalióde lahabitacióndelamujerydijo: —Elmédicoestáahí…Laestávisitando. —¿Ytuabuelo?—quisosaberCelina. —Estáconellos—respondióGuido,precediendoasumadreya sumujeraunsalóncontiguoaldormitorio. Léoniesesentóalladodesumaridoy,juntoasusuegra,esperaron ensilencio.PensóenlahistoriaquemamanCelinalehabíacontadoy recordó las fotografías de Bianca Crippa, sola y con su marido, que habíavistoenelálbumdelafamiliaCantoni. Mostraban a una mujer bella, de elegancia sofisticada, el rostro enmarcadoporunaaureoladecabellooscuro.Llevabacollareslargosy sombreros de todo tipo. Le llamó la atención su mirada impenetrable, mientras que Amilcare aparecía siempre risueño. El ingeniero y la heredera eran personajes fascinantes. Pero no había fotografías de Bianca con sus dos hijos: Renzo, el mayor, marido de Celina, y Gioacchino, el sacerdote arcipreste de una parroquia de la zona de Lecco. Los dos jóvenes, en cambio, habían sido retratados a menudo con su padre en instantáneas realizadas en la montaña o en el mar. Parecía como si Amilcare hubiera criado a los hijos. La historia que había empezado a contar Celina se había interrumpido en la noche de bodas. ¿Quémásescondíalavidadelagrand-maman? SesorprendióalsentirsobresumanoladeGuido,acariciándola. —Creoquelaabuelaestámuriendo—susurró. —Lo siento mucho —respondió ella, consciente de que Guido la quería muchísimo. Y continuó—: Tu madre me ha hablado largo y tendidosobreella.Mehacontadocómoseconocieronellaytuabuelo. El médico entró en el salón, seguido por la criada que le había guiadohastaallíyqueledijo: —Ahoramismoletraigoelcafé. —¿Ybien?—preguntóGuido. —Seestáapagandoconlamayorserenidadquehatenidoentoda suvida. —¿Puedoverla?—pidió. Elhombreasintió. —Amítambiénmegustaríaentrar,siosparecebien—seofreció Léonie. LapuertadelahabitacióndeBiancaestabaentrecerradaylosdos vieronalviejoAmilcaresentadojuntoalacama,hablándoleasumujer envozbajamientrasleacariciabaelcabellocándido. Léonie y Guido se intercambiaron una mirada cómplice. No interrumpirían los últimos instantes de intimidad de ese amor largo y difícil. Enelsalón,Celinasollozaba. —¿Has avisado a papá? —preguntó a Guido, que regresaba con Léonie. —¿Tengoquehacerlo?—respondióél,comosidudara. —Essumadre,tienequesaberlo—loreprendióCelina. Léonie, que no entendía nada, dirigió una mirada interrogativa al médico de familia, que probablemente estaba al corriente de todo. El facultativo respondió con un gesto que invitaba a ignorar la conversación.Luegodijo: —Voyaverlaotravez.—Ysaliódelsalón. —TambiénavisaréaltíoGioacchino—dijoGuido. Dos BiancaCantoni,desolteraBiancaCrippa,seapagólentamenteaquella misma noche. El funeral se celebró en la vigilia de Navidad. La enterraron en el panteón familiar del cementerio de Villanova. Como sucede a menudo, la ceremonia se convirtió en una ocasión para ver parientes y amigos y, por la noche, el cocinero, el pastelero y el personaldecocinahicierongaladesutalentoculinarioenunacenacon muchoscomensales. El patriarca, el ingeniero Amilcare Cantoni, presidió la mesa y pronuncióunaspocaspalabras: —Si existe un más allá, mi Bianca está ahora en los brazos del Señor.Hasidoelúnicoamordemivida,mialegría,ymimayorpesar es no haber conseguido librarla de los fantasmas que la atormentaban. Que mi mujer descanse en paz y yo intentaré vivir con serenidad los días o los años que me queden. Los Cantoni no podemos olvidar que estaessucasayqueesaellaaquiendebemostodoloquetenemos. Entre los invitados estaba Generoso Castelli, a quien en aquel momentolehabríagustadoconfesarquenuncasehabíacasadoporque en su vida sólo había amado a Bianca. Amilcare era perfectamente consciente de ello, igual que sabía que el amigo se había comportado como un perfecto chichisbeo del siglo , siempre dispuesto a acompañaraBiancaaunconciertocuandoélestabaocupado,oauna exposicióndearte,oalpreestrenodeunaobradeteatro,derritiéndose dealegríacuandoellalesusurraba«gracias»oleregalabaunasonrisa. Amilcare,ahora,lehabíapedidoquesesentaraasuderechayle conminó: —Dejadelloriquear. Generoso,queteníalosojosrojosdellorar,respondió: —Ambos tenemos un pie en el ataúd. Y aun así tú no dejas de reprocharmecosasyyonodejodedetestarte. XVII —Eso es lo bonito que tiene la amistad —replicó Amilcare con unasonrisa. Léonie,sentadaenelladoopuestodelamesaalargada,lepreguntó aGuido,queestabaasulado: —¿PorquédiscuteelabueloconGeneroso? —Simimadretehahabladodelaabuela,tehabrácontadoalgode él,también. —¿Era el del coche Super Fiat azul y plateado? —murmuró, incrédula. —Élmismo—confirmóelmarido. —¿Elabueloaceptóquepasaratantotiempoconsumujerdurante todosestosaños? —Creoquelequitóunpesodeencima—respondióGuido. —¿Peronoeraunlibertino?—insistióLéonie,enunsusurro. —Exacto. Para él las mujeres eran un pasatiempo, Bianca fue su granamor—explicóGuido.Yañadió—:Ahorabastadepreguntas. Después de la cena, los invitados, casi todos ancianos, se marcharondelavilla.TambiénsedespidióeltíoGioacchino,quedebía regresarasuparroquiaparaoficiarlamisadelgallo.EldíadeNavidad ylossiguientespasaronmuyrápido.Léonieysumaridoestuvieronunos días de vacaciones en la nieve con sus amigos, en el Tirol. Mientras Guido esquiaba por las pistas nevadas, Léonie pasaba los días dando largospaseos.Luegotomabaelsolenlaterrazadelhotel,charlandocon otrasmujeresque,comoella,esperabanelregresodesusmaridos. Despuésdelacena,ellayGuidojugabanacartasconlosamigos hastaqueelcansanciohacíamellaenellosyentoncesseretirabanasus habitaciones. Una noche, tumbados en la enorme cama de matrimonio, tapadosconunsuaveedredóndeplumasdeoca,ellalepreguntó: —¿Porquénuncahevistofotografíasdetuabuelaconsushijos? —¿Estanimportantesaberlo?—respondióél,bostezando. —Megustaríaconoceralafamiliadelaqueprontoformaráparte nuestrohijo. —No tienes bastante con lo que te cuentan tus amigas en Villanova?—replicóélcontonoprovocador. —Nomedicennadayyotampocopregunto.Lascosasdefamilia que explican los demás siempre están distorsionadas —puntualizó Léonie. —Loquesédelaabuelaprocededeloscomentariosentrefogones deloscriados.Creoquenisiquieramipadresabeexactamenteloque pasó,porqueenlaépocadelafechoríateníasólodosaños.Elabuelo, encambio,losabetodo,peronuncahablarádeello.Connadie. —¿Quéfechoría?—preguntóLéonie. —CreoquelaabuelaenloqueciódespuésdeteneraGioacchino,el segundohijo,eintentómatarlo. Anteestarevelaciónsobrecogedora,sehizoelsilencio. Después,Guidocontinuó: —Creoquefueunadepresiónposparto.Pareceserqueelpequeño le mordió un pezón mientras le daba el pecho. Ella gritó de dolor, la sangreempezóafluirdesusenoconlalecheyjustodespués,pusoal bebéenlacunayletapólacaraconuncojín.Unacriadaqueescuchóel grito de dolor de la abuela acudió a la habitación justo a tiempo para salvaralpequeño. —¡Diosmío!—susurróLéonie. Había sentido algunas historias parecidas y se preguntó qué espantososfantasmashabríanalteradolamentedeBianca. —¿Yluegoquépasó?—quisosaber. —La ingresaron en Ginebra, en un prestigioso hospital psiquiátrico.Allípasómuchosaños.Cadames,elabueloibaavisitarla ypareceserquenuncalepreguntóporsushijos.Loshabíaanuladode sumente.Cuandoelabuelolallevódenuevoacasa,losniñosyaiban al internado. Regresaban a Villanova durante las vacaciones y no los perdíandevista,porqueBlancaseponíamuynerviosasiseacercabana ella, como si tuviera miedo de sus hijos. Papá y el tío Gioacchino crecieron sin una madre, con todas las consecuencias que puedes imaginarte. Después, con el paso de los años, parece que la abuela recuperó un equilibrio relativo, hasta que el abuelo descubrió que, a escondidas,habíapuestolavillaenventa. —¿Porqué?—preguntóLéonie. —Ya no quería vivir en Villanova. Lo consideraba un pueblo miserable.Mipadre,queenaquellaépocaestudiabaIngeniería,regresó undíaacasayseencontróasuspadresdiscutiendo.Sintiólanecesidad deintervenir.«¿Porquétemetes,tú?»,ledijosumadreconuntonomuy agresivo. «Por si lo has olvidado, esta también es mi casa, la de mi padre y la de Gioacchino», respondió. Entonces ella gritó: «Debería haberparidounconejo,ynoundesvergonzadocomotú».Lacasanose vendió, pero madre e hijo no se dirigieron la palabra durante mucho tiempo.Yasíacabalaversiónqueheescuchadomásamenudodesde queerapequeño. —Esunahistoriaatroz—susurróLéonie. —Esnormalqueesomarqueunavida,¿no?Durantemuchosaños temíhaberheredadodelaabuelalasemilladelalocura,porquesesaltó amipadreyaltíoGioacchino.Ahoraesmejorquenosdurmamos— concluyóGuido. Tres LéonieentródepuntillasenlaGriferíaCantoni.RenzoCantoni,huraño como siempre, no dejó entrever lo mucho que disfrutaba con su presencia,ydijoalostrabajadores: —Minueravieneaecharunvistazo.Dadlealgoquehacer. Lamandaronalalmacén,dondeaprendiólosmodelosdegrifosy sus correspondientes siglas, a despachar los pedidos y a controlar los envíos. Le sonreía a todo el mundo, pedía perdón cuando cometía un error y se enorgullecía cuando recibía la enhorabuena. Aprendió a manejarseentreloscomplejosmecanismosdelsector,memorizandolos nombresdelosproveedoresydelosclientes.Unpardemesesdespués, pidióuntrasladoaltaller.Allísintióentusiasmoportodaslasfasesde producción. Tornos, barrenos, fresadoras y baños galvanoplásticos se convirtieronensupasión. —Me gustaría aprender a manejar un torno —le dijo al señor Cantoni. —De eso ni hablar. Estás embarazada de ocho meses y deberías descansar —decidió el suegro, que le susurró a Celina—: Léonie es muybuena.EstáhaciendotodoloquedeberíahacerGuido,quien,porel contrario,desdeaquellavez,esquivalafábrica,comosiledieramiedo. Léoniecaptóalvueloesaspalabras.¿Quéqueríadecirconaquella vez?«Misterios,siempremisterios»,pensó. Como Léonie se aburría si no estaba en la fábrica, Guido le propuso que lo acompañara a Roma. Durante aquella época estaba trabajando en el guión de una serie de televisión, y mientras se reunía con productores y directores, ella visitaba iglesias y museos. Pero al cabodedosdías,yanoseteníaenpie. Se despidió de Guido y regresó a Villanova para esperar pacientementeelparto. Pidióasusuegraqueleenseñaraaleerpartituras. Suprimogénitonacióenunaclínicamilanesa.Fueunniñosanoy fuerte que el tío abuelo Gioacchino quiso bautizar imponiéndole el nombredelsantoprotectordesuparroquia:Giuseppe. Cuando Léonie volvió a la villa con el pequeño, celebraron una fiesta.Fueunaocasiónparapresentarsealosparientesquetodavíano laconocían. Aalgunosdeellos,elseñorCantonilesconfesó: —Estanuerafrancesaeselhijoquemehabríagustadotener. Conestaspalabras,elindustrialdioaentenderelafectoquesentía por Léonie y la estima por el esfuerzo con el que se dedicaba a la empresafamiliar. LlegóunmomentoenqueLéonie,cansadaporlomuchoquehabía comidoyporhablartanto,abandonólosfestejosysubióalahabitación del niño, que descansaba en los brazos de una criada anciana y empezabaadarseñalesdedescontento.Erahoradedarleelpecho.Le dijo a la asistenta que podía retirarse, se acomodó en una butaca y empezóadarledemamar. Sentíaunplacercasifísicoalamamantarasuhijo,comosi,conla leche,letransmitieralomejordeella. Aqueldía,despuésdetantosmeses,pensóenRogerBastiani.No sabía nada de él: dónde vivía, dónde trabajaba, si estaba casado, si teníahijos,sisufamiliaerafeliz.Aunasícreíasaberlonecesario:era untiposolitario,maduro,atractivoyquellevabaconsigoelaromadela Provenza.Parecíainsolenteysevero,peroeratiernoyamable. LahabíacitadoenVarennaeldíadelsolsticiodeinviernodelaño siguiente,peroenunañopasanmuchascosas,pensóLéonie. Ella, sin ir más lejos, no estaba segura de querer volver a verlo. Ahorateníaunhijoydebíacuidardeél.Enaquelmomento,Guidoentró enlahabitación,seacercóasumujerylediounbesoenlafrente.Se quedóobservándolamientrasledabademamarasuhijo,sentadaenla butaca de piel color marfil, con el pecho turgente y cándido que asomabaporlacamisetablancadeencaje,yelcortealogarçondesu cabellonegro,querealzabalacurvaperfectadesunuca. —Erespreciosa—susurró. Léonielevantólamiradaylededicóunasonrisaasumarido. La mano minúscula de Giuseppe, que agarraba el seno materno, abandonólapresaysedeslizólentamentehaciaabajo. —Sehadormido—constatóella. Guido sonrió; tenía los ojos melancólicos, como siempre. Léonie volvió a preguntarse qué secreto escondía. Sabía que no estaba enamoradodeella,perosudulzura,sugenerosidadysuafectosincero lahabíaninducidoacasarseconél.Pensóque,aparentemente,eranuna pareja envidiable y, tal vez, lo fueran realmente, aunque no los uniera unaprofundayauténticapasión. «Mejor así», pensó, y deseó que su matrimonio durara para siempre,sinimprevistosniangustias,yquelosdíaspudieranpasarcon serenidad.Selevantódelabutaca,cogióalniño,quedormía,yleapoyó la cabeza en su hombro. Ella y Guido se sobresaltaron cuando el pequeñosoltóunpoderosoeructo.Ambosrieron,yluegoellaacomodó aGiuseppeenlacuna. Entonces Guido se acercó a su mujer y le ofreció un pequeño estuchedeterciopelo. —Estoesparati,porhabermedadounhijo—susurró. Léonie lo abrió y se quedó sin aliento: contenía un anillo de oro conformadeflorycoronado,enelcentro,porundiamantepajizo. MiróaGuidoyobjetó: —Elhijohasidounregaloparalosdos,nosóloparati. —Porsupuesto—respondióél—,¡perolohashechotú! —Yaentiendo—susurróella.Sinembargo,cerróelestucheyselo devolvió,diciendo—:Noquierounpremioporhabertraídounhijoal mundo.Elpremioesél,nuestroniño. —Noqueríaofenderte—replicóGuido,sincogerelestuche. —Nomehasofendido,querido.Peroquierodejarclaromipunto devista. —Lohashecho.Asíqueaceptaelanilloqueteofrezcoporelmero placerdehacerteunregalo. La mirada dulce de su marido, que merecía otra explicación, la enterneció.Asíquepuntualizó: —Tu generosidad y la de tus familiares siempre me pone en un aprieto.Mesientomuyafortunadaporhaberentradoaformarpartede vuestrafamilia,ylosabes.Túytuspadresmedaismuchomásdeloque podríadesear.Creoquedeberíaseryoquienoshicieraunregalopara demostrarosmigratitud. Dejó el estuche en la mesita, se acercó al marido, le acarició la mejillaydijoenvozbaja: —Estoyseguradequeloentiendes. —Nodejasdesorprenderme—susurróél,ylaabrazó. Cuatro Endiciembre,Giuseppeyateníaseismesesyestabaenfasededestete. Léonieledabaelpechodosvecesaldía,porlamañanayporlanoche. Durante el día tomaba papilla de carne, de fruta y de verdura, y se quedabaalcuidadodelascriadasmientrasellasereincorporabapocoa pocoaltrabajo. El solsticio de invierno se acercaba y Léonie estaba inquieta. Se sobresaltaba con cualquier cosa. El recuerdo del encuentro con Roger Bastianiylapromesadevolverseaverel22dediciembrenoledaban tregua.Unatardesoleada,GuidovolviódeRomaylafueabuscar. —Laseñoraestáenelparqueconelniño—leinformóNesto. Léonie descansaba en un banco, envuelta en un abrigo de piel, y mecía el cochecito donde dormía el pequeño. Guido se acercó y se encontróconlamiradaperdidadesumujer. —Soyyo,tumarido—bromeó,inclinándoseparadarleunbesoen lafrente. —Hola.Noteesperaba—respondióLéonie. Guidomiróasuhijoenelcochecitoysonrió:unrayodesolteñía derosaelrostroregordetedelniño. Ayerporlanocheacabéelguiónyestamañanaseloheentregado alresponsabledelprograma.Hesalidodeallíenseguidayconsidero queestoyoficialmentedevacacioneshastaelañoqueviene—explicó mientrassesentabajuntoaella. —Ah…fantástico.Elniñoduerme.¿Loves?—respondióella,con vozmonótona. —¿Nohacedemasiadofríoaquífuera?—preguntóél. Alolejossesentíaelruidometálicodeunrastrilloconelqueun jardinerolimpiabalossenderos,llenosdehojascaídas.Unafamiliade merlos, que había anidado entre las ramas de un cedro del Líbano, picoteabaelterrenoyermoyhelado. Eranlastresdelatarde.Faltabapocoparaqueanocheciera. —Tienes razón. Es hora de volver a casa —admitió ella, levantándosedelbanco. Se dirigieron lentamente hacia la villa. Guido empujaba el cochecitoyellametióunamanobajoelbrazodelmarido.Enelportal, lostrabajadoresestabanacabandodemontarlaslucesdeNavidad. —Tengo la impresión de que echas de menos la grifería —dijo Guido mientras se quitaban los abrigos y una criada se ocupaba del pequeño,dejandolibresalospadres. —Tienes razón. Después de las fiestas volveré a la fábrica — respondióella. Estadecisiónlaliberódeunsentimientodetorporque,desdeesa mañana,sumíasuspensamientosenunadensanieblaenlaquesóloveía límpida la imagen de Roger diciendo: «El año que viene, el día del solsticiodeinvierno,volveréaestaraquí…yteesperaré». Eldíasiguienteera22dediciembre.Todavíanosabíasiviajaría hasta Varenna. Pensó que ahora ya podía dejar al pequeño con el servicio después de darle el pecho por la mañana. Un puñado de segundosfueronsuficientesparaqueseplantearacómoseríalallegada al pequeño hotel en el lago. Se imaginó en el vestíbulo preguntando: «¿EstáeldoctorBastiani?». Lapropietariarespondería:«HaidoaesquiaraBormio».Obien: «Esteañonohavenido». Pero existía otra posibilidad: que Roger estuviese allí y le preguntara:«¿Nosconocemosdealgo?». «Por supuesto que nos conocemos. Fue usted quien me pidió que nosvolviéramosavereldíadelsolsticiodeinvierno»,respondería. Sehorrorizóimaginandoqueéldijera:«Ohsí,ahoralorecuerdo. Ustedesaquellamujertorpequenosabíacambiarlaruedadeuncoche. ¿Realmente nos citamos hoy? Ya sabe… se dicen tantas cosas… Honestamente,suvisitamesorprende». Mientras tanto, Léonie y su marido se dirigieron al salón donde Nesto serviría el té, y ella susurró en voz baja: «Prefiero cavar un agujeroyenterrarmedentro». —¿Cómo dices? —preguntó Guido, que no había entendido sus palabras. Léoniesepusorojaymiróhaciaotrolado,paraqueélnolaviera ruborizarse,yrespondió: —Estabapensandoenvozalta—mintió. EnelsalónseencontrabanCelinayelabueloAmilcare;desdeque sumujerfalleció,pasabaeltiempoencompañíadefamiliares. El patriarca disfrutaba elaborando proyectos de renovación de la villa o bien ordenando viejos papeles y fotografías, y se quedaba embobado frente a la cuna del pequeño bisnieto, observándolo con tiernos ojos que dejaban entrever la alegría que le provocaba el niño, queteníaextraordinariasaventuraspordelante. AmilcareCantonisonrióalverentrarenelsalónasunietoyasu mujerfrancesa. —¿Dóndeestánuestrocachorro?—preguntó. —Durmiendo—respondióLéonie,quesesentójuntoaél,mientras queGuidolediounbesoenlafrenteasuabuelo. —Hasvueltoantesdeloprevisto—ledijoCelinaasuhijo. Nesto entró empujando el carrito con la tetera, las tazas y una bandejadepastelitoscaseros,ricosenazúcarymantequilla,queCelina observógolosamente. Guido se puso a hablar sobre una actriz que protagonizaría el proyecto que había creado; dijo que era guapa y una negada para la interpretación,peroqueelproductorladefendíaacapayespada. LéonievolvióafantasearconRoger.Ahoraestabaconvencidade queélestabaenVarennaesperándola,asíquesólounaspocashorasla separabandeél.Perosepreguntó:«¿Porquémotivodeberíairmecon un desconocido, sólo porque hace un año me pidió que nos viéramos? ¿Quévoyabuscar?¿Esquenosoyfelizconmimarido?Puedequenoal cienporcien,perotengotodoloqueunamujerpuededesear.Estaesla casaquesoñaba,lafamiliaacogedoraquenuncatuve.Mimaridoesun poco misterioso, pero ¿es eso suficiente para arriesgar mi serenidad? No.No,noyno.¿Porquédeberíaacudiraunacitatanextravagante?Es evidentequeRogermetransmitióunaseguridadquenosabíaquetenía y,almenosporeso,deberíadarlelasgracias.MevoyaVarennaysilo veo,ledoylasgracias.Esmás,leenseñaréfotografíasdelniño.Esono implicatraicionaraGuido,notengoningúnmotivoparahacerlo.Enel fondo,notengoningúnmotivoparairaVarenna.Exacto.Noiré». Al día siguiente, le dio el pecho a su hijo y después le dijo a Guido: —MevoyaMorbegno. —¿Quieresqueteacompañe?—preguntóél. —Te lo agradezco, pero no hace falta —respondió con la esperanzadequeGuidoinsistieraenacompañarla.Enesecaso,novería aRoger. —Deacuerdo—decidióél. —No me esperes para comer. Compraré un bocadillo en algún sitio. Sesubióalcocheyemprendióelcaminohaciaellago. Cinco LapropietariadelHotelduLacleestabaexplicandoaunaparejade turistas ingleses que el hotel no tenía restaurante, pero que de todos modos,siavisabancontiempo,podíanprepararlesunplatoúnicopara comeryparacenar. —Normalmente, nuestros clientes van a los restaurantes que hay por la zona, algunos de los que están en el paseo del lago tienen una comidaestupenda. Enesemomento,lapuertadelminúsculovestíbuloseabrióyentró unamujerjovenquellevabaunachaquetadevisóndecortedeportivoy tejanospitilloconbotasdetacónmedio.Acostumbradacomoestabaa valorar a las personas de un vistazo, la propietaria la consideró una chicamuybellaydemuchaclase.Lesonrióyledijo: —Ahoramismoestoyconusted. La pareja inglesa le agradeció la información y salió del hotel. Léonieseacercóalmostradorderecepción. —Buenosdías—dijolapropietariadelhotel—.¿Puedoayudarla en algo? —La miraba con curiosidad porque estaba prácticamente seguradequeyalahabíavistoantes. —Buenos días —respondió Léonie—. Por casualidad, ¿el señor Bastiani…?—empezóadecir,peroladueñalainterrumpió. —¡Usted es la señora que tenía el abrigo empapado! Ahora lo recuerdo. El doctor Bastiani está en el bar y me ha pedido que le avisarasialguienpreguntabaporél.Espéremeaquí,voyabuscarlo— dijo,peroLéonielaretuvoconungesto. —Gracias,nosemoleste.Iréabuscarlo—respondió. Se dirigió al bar y vio a Roger sentado en una mesa, leyendo el periódico. —Buenosdías—dijovacilante. El hombre alzó la mirada y se puso en pie de sopetón. Tenía el rostroiluminadoporunasonrisa. —Léonie—susurró,ycontinuó—:Nosabíasivendrías,perotenía la esperanza de que lo harías. ¿Cómo estás? —Sin esperar una respuesta,añadió—:Vayamosfuera. Rogersepusoelabrigo,queestabaenelvestíbulo,ysalierondel hotel. —Esperoquenotengasquemarcharteprontoporquehereservado unamesaenelrestaurantedelaplaza. —Puedoquedarmeacomer,perotendréqueirmejustodespués— explicóella. Rogerlecogióunamanoylapusobajosubrazomientrasdecía: —No imaginas cuántas veces he pensado en nuestro reencuentro duranteesteaño. —Yotambién—respondióella. —¿Cómo estás? —repitió él, y continuó—: Imagino que tu embarazoconcluyóbien,¿yereslamadredeunniñoodeunaniña? —DeunniñoquesellamaGiuseppe.Estásano,espreciosoyya tienecasiseismeses. Secruzaronconpocagenteduranteelestrechopaseodelosas,que estabanligeramenteenmalestado.Unbarco,alejándosedelmuellepara emprender la marcha, rizaba el agua que rompía en la ribera. El lago destellabailuminadoporelsoldeaquelpreciosodíadediciembre. —Mehacemuyfelizqueestésaquí—exclamóRoger,yañadió—: Estabaprácticamentesegurodequenotevolveríaaver. —Hedudadomuchoantesdedecidirmeavenir—confesóLéonie. LlegaronalaplazayRogerseñalóunbar. —¿Quieres que tomemos un aperitivo o prefieres que vayamos directamentealrestaurante?—preguntó. —Directamente a comer. Aquí fuera hace un frío que pela —dijo ella. Elcamarerolosacompañóhastaunamesaapartada,cercadeuna gran chimenea que ofrecía a la pequeña sala un aire prácticamente casero, como las lasañas emilianas, buenísimas, que comieron. Recordaron,entrerisas,elincidentedelaruedapinchadayelorgullo de Léonie al haber logrado, con las indicaciones de Roger, cambiarla porlaruedaderecambio. EstabantomandoelcafécuandoRoger,observándolaconternura, ledijo: —Eresdulceyfascinante,pequeñaLéonie.Mehasconquistado. —Estoy casada, Roger, y quiero mucho a mi marido y a nuestro hijo—confesómientrasseruborizaba. —Yo también estoy casado. Amo a mi mujer y a nuestros dos espléndidos hijos, pero sucedió algo importante entre nosotros, ¿no crees? —Talvez—respondióella,dubitativa. RogercogiólamanodeLéonieylaapretóentrelassuyas: —Reservemos un pequeño espacio en nuestras vidas sólo para nosotrosdosydejemosqueeltiempotomeladecisiónpornosotros— propusoél. —¿Ycómopodemoshacerlosinheriralaspersonasquequeremos yalasquedebemosrespetar?—preguntóLéonie. —Podríamosvernossóloundíaalaño,el22dediciembre,aquí, enVarenna,mientraslosdoslodeseemos.Seránuestrosueñosecreto— explicóRoger,sonriendo. Léoniedudóydespuésasintióconunpequeñogestoconlacabeza ydijo: —Estarde,tengoquevolveracasa. Salierondelrestauranteyregresaroncogidosdelamano. Léonie le habló de Guido, de la familia Cantoni y de Villanova; Roger,porsuparte,hablódesumatrimonio,deloshijos,delhospitaly delauniversidad. Unríoirrefrenabledepalabrasfluíaentreelloscomosilesuniera unaconfianzayunaintimidadqueveníadelejos. LlegaronalaplazadondeLéoniehabíaaparcadoelcoche. —He traído unas fotos de mi pequeño para enseñártelas —dijo ella. —Enséñamelas el año que viene —propuso Roger, y le abrió la puertaparaquesubieraalautomóvil. Lediounabrazoynodejóquesesepararadesucuerpohastaque ledijo,enunsusurro: —FelizNavidad,pequeñaLéonie,cuídate. —Feliz Navidad, Roger —respondió ella, fundiéndose en sus brazos, y añadió, sonriendo—: Hasta el año que viene, el 22 de diciembre. —Aquíestaré,esperándote—aseguróél. —Ysinospasaraalgo…—dijoLéonie. —Nohaynadaquenospuedaseparar—latranquilizóRoger,que sequedómirándolamientrassubíaalcocheysemarchabapararegresar acasa. Seis El día de Navidad, la villa fue invadida por familiares y amigos de Renzo Cantoni y del abuelo Amilcare, incluido Generoso Castelli. TambiénestabanGuidoyLéonie. Estaúltimadescubrió,porqueselocontósumarido,queGeneroso había redactado un testamento en el que dejaba a Guido una parte notabledesusbienes. —¿Porqué?¿Quésentidotiene?—preguntó. —Siempresehaconsideradounmiembromásdenuestrafamilia. Me gustaría escribir un guión de cine inspirado en la historia de Generoso.Meilusionalaideadedesentrañarlavidadeunhombreque amó a la abuela Bianca por persona interpuesta, porque entre él y la abuela Bianca siempre ha estado Amilcare Cantoni. A veces me preguntosilaabuelanoquisoaGenerosodelmismomodo,atravésdel abuelo.Tambiénmeplanteocómoelabuelohabrávividoestahistoria, más allá de la soltura con la que definía a Generoso Castelli: el chichisbeodemimujer.Doshombresinteligentesyhonestosamarona la abuela Bianca. ¿No te parece una situación peculiar? —preguntó su marido. Eradenocheyestabansolosenelsalónrojo.Guidodabasorbosa suvasodecoñaccalentandolacopadefinísimocristalenlapalmade la mano. Léonie sostenía una taza de infusión de menta mientras esperabaqueseenfriaraunpoco. —Puedequenoseatanpeculiar—susurró,aturdida,pensandoen Roger. Y preguntó—: ¿Pero quién dice que la abuela Bianca no haya hechonuncaelamorconelseñorCastelli? —Queríaasumarido,yademás,todoeraperfectotalycomoera. Esprecisamenteesalaideaquequierodesarrollarparaelguión.Ella, atormentadaporlassombrasdelalocura,intelectualmenteatraídapor Generoso, pero enamorada del abuelo, a quien llamaba cariñosamente «miCantoni». »Durante mi infancia, más bien solitaria, recuerdo algunas tardes deveranocuandotodosseretirabanasushabitacionesparadescansar. En cuanto la villa se hundía en el silencio, yo me convertía en un explorador de un reino que parecía infinito, porque esta casa es muy grande y está llena de tesoros y secretos. En aquella época, el abuelo todavía era el patriarca y el dueño de la fábrica, pero ya se había retiradoconlaabuelaalalaoeste,lapartequeyoconocíamenos.Mi madre pensaba que yo también estaba en la cama durmiendo, pero en realidad me aventuraba a escondidas en las habitaciones que desconocía.Mefascinabanlaevasióndelassalas,losenormescuadros colgados en las paredes, el crujido de la madera, los cajones de los grandesarmariosabarrotadosdedocumentos,viejasfotografías,cajitas dehueso,demarfil,depiel,quecustodiabanunaflormarchita,unpar dedados,unrosario…Teníaungatoquemeseguíaportodaspartesy, en mi imaginación, era mi fiel escudero, listo para advertirme de la presencia de un peligro, representado por alguien de casa que me descubrierafisgoneando.Cuandopasabapordelantedelahabitaciónde losabuelos,pegabalaorejaalapuerta.Losoíahablar,reír.Fueronmuy felices. A veces oía extraños lamentos. Entonces me asustaba y salía corriendodeallí.Tardéunosañosencomprenderqueestabanhaciendo elamor.Yesoqueyoconsiderabaalaabuelaunavieja.Perosólotenía cincuenta años y, evidentemente, con el abuelo todavía mantenía una vidaafectivamuyactiva.¿Acasonotepareceunahistoriapeculiar? —Siterefieresaunamujerqueamaasuamanteausenteatravés desumarido,meparecequeestáensintoníaconlalocuradeBianca— declaró. Sintióunaespeciedevergüenza,porquenopodíaevitarcomparar suactitudconladeBiancaCrippa.Despuéssospechóquesumaridotal vez sabía algo de su encuentro con Roger y que estaba buscando un modoretorcidoparahacerlahablar. —Esunahistoriabonita,créeme—afirmóelmarido. Léoniealzólavista.Enlamiradalímpidadeélnohabíaelmenor rastrodesospechayesolareconfortó. —Puede que tengas razón, es una historia bonita, pero es demasiadocomplicada,¿nocrees?—lepreguntó. —Sinolofuera,noestaríaaquíhablandocontigo.Estáshaciendo de caja de resonancia de mis pensamientos y eso me ayuda a diseccionarelasunto. —Nunca hasta ahora me habías hablado de este proyecto — observóLéonie. —Siempre hay una primera vez para todo —declaró Guido, degustandoelúltimosorbodecoñac.Apoyóelvasoenlamesa,juntoa la taza vacía de su mujer, y añadió—: Es más de medianoche. ¿Y si vamosalacama? Aquella noche hicieron el amor y después, cuando ya estaban a puntodequedarsedormidos,ellapensóenRogerydijo: —Si tu abuela Bianca hubiese sido menos extraña, se habría entregadoaCastelliyseguramentetodohabríaacabadoentreellos. —¿Ysi,alhacerlo,hubiesedescubiertoquelopreferíaaélynoa sumarido?—preguntóGuido. —En la vida hay que correr riesgos. Si no, te vuelves loco — sentenció, y en aquel instante decidió que el año siguiente acudiría al encuentroconRoger. Pocodespuéssedurmieron. Tras las vacaciones de Navidad, Léonie volvió a trabajar en la empresaysededicóaestudiaringlés.SeapuntóalBritishCouncilde MilánydedicabalosdíasalpequeñoGiuseppe,altrabajoyaestudiar. Elsuegroadquiriólacostumbredellevarlaconsigocuandoibaa visitar a los clientes por Italia y si ella declinaba la invitación para quedarse con su hijo, él notaba su ausencia, porque Léonie se había convertidoenunacolaboradoraimportante. LéonietambiéndescubrióelafectoqueelabueloAmilcaresentía hacia ella. Siempre que podía, le hacía compañía y gracias a él, que, comotodoslosancianosteníaunamemoriaperfectaparaloquehabía sucedido hacía tiempo, conoció otra historia extraordinaria de esa familia:ladeCelina,desolteraapellidadaOlgiatiTremonti. Celina Uno A la hora de comer, las mesas del restaurante Savini, en la Galería Vittorio Emanuele de Milán, estaban ocupadas por empresarios, ricos comerciantes, periodistas, corredores de Bolsa, directores de banco, turistasacaudalados,algúnintelectual,algúnrepresentantedelaantigua nobleza milanesa, algún político y su correspondiente secretario. No había ni una sola mujer. Más que un restaurante, el Savini parecía un templodelmachismoimperante. CuandoelcondeAlbertoOlgiatiTremontillegóalcélebrelocal,el directorfueadarlelabienvenidaconunadeferenciaquedebíatansólo asuapellido,yaquesesabíaqueelnobleestabaalbordedelaruina. En el transcurso de un siglo, el patrimonio ingente de los Olgiati Tremontifuedisminuyendopocoapoco.Laspropiedadesqueelconde conservaba estaban hipotecadas, excepto el palacio de Corso Venezia, donde el noble vivía con su mujer Marinella, princesa Torrani di Gallesedenacimiento,suhijoJacopo,queorganizabasafarisenÁfrica, ysuhijaCelina,noviadeljovenmarquésFilippoAldovrandi. —Suinvitado,señorconde,yahallegadoyleesperaenelbar— dijoeldirector,acompañándoloalinteriordellocal.AmilcareCantoni, enlabarradelbar,bebíaunaperitivoypicoteabaavellanas. —¡Queridoingeniero!—dijoelconde,tendiéndolelamano. —Conde—respondióAmilcare,dándoleunapretóndemanos. Precedidos por el director, se sentaron en una mesa junto al ventanalquedabaalaGalería. Uncamarerotomónotadelaconsumiciónyelsommelierdestapó unabotelladevinotintodelaregióndelOltrepò. —Entonces, hijo, ¿cómo va? —preguntó el conde Olgiati cuando estuvieronsolos. —Nomequejo.Laempresaprospera,mihijoRenzoesmáslisto queyo,yGioacchinoescura,queeseloficiomásbonitodelmundo— explicóAmilcare. —Estoy convencido de ello. En mi familia ha habido algunos obispos y cardenales. Todos vivieron muchísimos años sin nuestras tribulaciones.Sivolvieraanacer,juroqueyotambiénmeharíacura— afirmóelcondeentonodebroma.Eraunsecretoavocesquesupasión por las mujeres había contribuido a disminuir un patrimonio que ya habían reducido sus abuelos. Luego prosiguió—: Pero pasando de lo sagradoaloprofano,queríaverleparahablardelpalaciodeVillanova. —Leescucho—dijoAmilcare. —Seestácayendoatrozosyquierodeshacermedeél.Ustedsabe queestáhipotecado,peroloquenosabeesquenoquierodárseloalos bancos. Voy al grano: ¿quiere hacerse cargo de la hipoteca? Preferiría saber que está en manos de los Cantoni, más que verlo convertido en alojamiento para familias que no tendrían el mínimo respeto por su historiayporlascosaspreciosasquetodavíacontiene. Amilcare recordó cuando, de niño, se colaba en el parque de la villa con sus amigos para robar caquis, en otoño, y fruta sabrosa, en verano. A veces se acercaban al invernadero de los limoneros y, a través de los arabescos de las ventanas de hierro forjado, observaban lasplantaslimonerasenlostiestosdeterracota,otrepabanantepechos de los ventanales de la planta baja para admirar, a través de los cristales empolvados, las paredes tapizadas de damasco, los sofás rococó,losmueblestaraceados,lostechospintadosalfresco. —Siguesiendounbellísimogranpalacio—observóAmilcare. —La última de las muchas residencias de campo de mi familia. Entonces,¿quémedice? —Debería pensarlo. Gracias a mi suegro, tengo una casa. Y además, nunca compraría su palacio para vivir en él. Mis paisanos se reiríandemíytendríanrazón.LosCantonisonunafamiliacampesinaen la industria. El palacio Olgiati tiene un aura de nobleza que no nos pertenece. No estoy haciéndome el difícil, simplemente pienso en voz alta.Demealgunosdíasparatomarunadecisión. —Faltaría más. Pero recuerde que, el mes que viene, mi hija Celinasecasaynecesitodineroenefectivo.Porfortuna,secasaconel miembrodeunafamiliaquetodavíatienefincasymifuturoyernoesun altocargodeunbancoamericano.Despuésdelaboda,miCelinaseirá aviviraNuevaYork. —Enhorabuenaalacondesita—dijoAmilcare. Esamismatarde,enlafábrica,hablódelpalacioOlgiati,quedaba alaplazadelaiglesia,consuhijoRenzo. Amilcare trabajaba en el despacho que había pertenecido a su suegro, el lugar donde aprendió a apreciar a Bianca. A veces, cuando entraba en esa sala y se sentaba en la silla del comendador Crippa, imaginabaverlaallísentada,dibujandoensucuadernoideassugerentes para los grifos, o haciendo retratos de los colaboradores de su padre. Biancaerasucruzysualegría.Lehabíadadodoshijossanosdecuerpo y de mente, aunque eran algo hoscos y tozudos. De los dos, el más difícildegestionareraGioacchino,peroeligióelsacerdocioyeraun cura honesto, también un poco colérico, que los parroquianos apreciaban.Renzo,reflexivoydeterminado,separecíamásasupadre. Siempre había sido un estudiante modelo, se licenció en Ingeniería y ahoratrabajabaconél,haciendogaladesuhumildadysuinteligencia. Renzoestabasentadofrenteaélyleestabacontandocómohabía idolacomidaconelconde. —¿DeverdadCelinasecasa?—preguntóelpadre. —Conunbanquero,porloquemehadicho. —Nos vemos a menudo, sobre todo en verano en Saint-Tropez, y también hemos coincidido un par de veces en Gstaad, esquiando. Reconozcoqueentrelaschicasdesuentorno,todasmuydesenfadadas cuando tratan con los chicos, ella es más bien reservada —explicó Renzo,quesepusoapensarenlasjóvenesquehabíavistoenlasplayas de la Costa Azul, tomando un aperitivo en biquini encaramadas en los taburetesdelosbares.ConocíaaCelinadesdequeeranniños,también porque a veces, el conde Olgiati y su mujer iban a comer a su propia casa,yacudíanconlosdoshijos. CuandoAmilcareCantonilosinvitabaacomerensucasa,siempre había un motivo: una transacción económica. Cuando llegaba el momentodeloscafés,losdoshombresseencerrabanenlabibliotecay el conde proponía al industrial la compra de cuadros y bibelots. Algunosdelospreciadoslienzosquedecorabanlasestanciasdelavilla Cantoni provenían de los palacios de Olgiati. Una vez, Amilcare le confesóalconde: —Micorazónlloracadavezquepiensoenquetienequeprivarse detodosestosbellísimoscuadros. —EstimadoCantoni,¿sabecuálesladiferenciaentreustedyyo? Queustedpuedepermitirsecomprarmistelas,peroaunquelasaprecie, noesunexpertoenarte.Yo,encambio,entiendobastanteenlamateria yelpocodineroqueaúnmequedaloinviertoenobrasdeartistasque ahora cuestan poco, pero que dentro de cincuenta años valdrán una fortuna. Usted compra las figuras, y yo las ideas. Cualquiera, siempre quetengadinero,puedetenerencasaunRenoir,unCézanne,unChagall, un Van Gogh, etcétera. La habilidad de un coleccionista consiste en comprenderqueelarteesevoluciónyqueunCapogrossi,unFontanao unMirócostaránmuchoalgúndía.Noquieroofenderlo,perotieneque entenderlo… —Loentiendoperfectamente,señorconde,peroamímegustanlas figurasylospaisajes,loscolores,laslucesylassombras,porqueme despiertan emociones. También me gustan los marcos, cuando son bonitos.Ycréame,puedodistinguirunapinceladadeunmaestrodela de un pintorzucho. Pero el arte moderno me irrita cada vez más. Un cuadro me puede perturbar, pero no debe irritarme. Ya tengo bastante conlasmolestiasdemividacotidiana.Asíquedejoalosexpertoslas vanguardiasyyomequedoconlabelleza,porqueelarte,paramí,tiene quesersobretodoeso—respondióCantoni. RenzoyCelina,presentesenlaconversación,semiraronsonriendo yCelinalesusurró: —Dosaunoparatupadre. En aquella época, Renzo era un adolescente y Celina una niña de ochoañosmuydespiertayvivaz. Ahora, mientras hablaba con su padre, Renzo recordó aquel día, muy lejano ya, la mirada cómplice de Celina y la simpatía con la que siemprehabíavistoaaquellaniñadesenfadadayreservada.Pertenecían amundosdiferentesycuandocasualmenteseencontrabanenalgúnsitio, Renzo la observaba con admiración y una sombra de sumisión. Su padre,alhablardelmatrimoniodeCelina,estabadiciendo: —De todos modos, no es cosa nuestra con quién se case. ¿Sabes quémehapropuestoelconde?Quecompreelpalaciodelpueblo.¿Qué opinas? —Que habría que invertir un dineral para restaurarlo —observó Renzo. —He tenido una idea. ¿Recuerdas cuando mi padre enfermó y tuvimosqueingresarloenunaresidenciaenPalazzolo?¿Porquénola hacemos nosotros, aquí en el pueblo, una residencia para nuestros ancianos? La villa será preciosa cuando la restauremos, el jardín es grande y a los ancianos les gusta el verde. Podría convertirse en una especiedehotelacogedor.Peroaloshuéspedesnotienequecostarles nada.Esnuestragente,Renzo.Sonlospadresylosabuelosdenuestros operarios. Con una contribución de Sanidad, los Cantoni podríamos procurar hospitalidad y tratamientos a estas personas como los que disfrutaronsinoelcondeAlberto,sísusantepasadosdurantesiglos. —Hagamos números y calculemos cuánto podemos invertir en el proyecto—propusoRenzo. —Bien, llama al conde y dile que compramos —concluyó Amilcare. Renzo llamó por teléfono y fue Celina quien respondió. Cuando escuchósuvoz,sintióunsobresalto. Dos —Mipadreestáfueradelaciudadynovolveráhastadentrodeun par de días, pero sé lo mucho que le interesa librarse del palacio de Villanova.Tengolasllaves,asíquesitevabien,podríaenseñártelohoy mismo—propusoCelina. —Dimeaquéhoratevabienyteesperaréenlaplaza—respondió Renzo. Por la tarde, la condesita abrió la pesada puerta de madera y los dos jóvenes cruzaron el umbral del imponente edificio, deshabitado desdehacíatiempo. Mientras pasaban de una sala a otra, subían y bajaban escaleras, recorríanampliospasillosalaluzdelaprimeratardedemayo.Renzo sesentíaenvueltoporelaromaamuguetedelajoven. Sus voces resonaban en los salones en los que sólo había algún sillón rococó en mal estado, unas pocas mesas y bellas mayólicas antiguas en las que vivían las arañas. El moho recubría todas las paredes,destruyendolosfrescos. —Ven,teenseñarélahabitacióndeNapoleónyelbaño,dondese rumorea que olvidó un objeto muy personal —dijo Celina con gesto alegre. —A juzgar por todas las habitaciones de la villa donde el emperador durmió, podría decirse que la campaña de Italia se llevó a caboenlascamasynoenloscamposdebatalla—observóRenzo,que yahabíavisitadoestanciassimilaresenotrasmansionesdelazona. —Pero en este palacio estuvo de verdad —respondió ella, divertida ante la observación de Renzo. Abrió una puerta que dio acceso a una pequeña sala cuadrada que sólo contenía una bañera de zincyuntrípodedemadera,bajo,alargadoyestrecho,enelinteriordel cualseabríaunacavidad. »Ahí dentro había una palangana ovalada de plata maciza que se vendióconelrestodelaplateríayquiénsabeparaquélausaráahora sulegítimopropietario.¿Aquenoadivinasloqueera?—preguntóella conpicardía. —¿Unbidet?—propusoRenzo. —¡Exacto!¡ElbidetdeNapoleón!—exclamóella.Ycontinuó—: Pocodespués,algunacondesaOlgiaticonsideróqueeraunaobscenidad ylapalanganaseempezóautilizarcomomaceta.Hacedoscientosaños, noblesycampesinosnoprestabanmuchaatenciónalahigienepersonal. Acabarondevisitarelpalaciodespuésdeverlacocina,quedaba aljardín.Delinteriordeunbargueño,Celinacogiódosvasosdecristal pulido,abrióungrifoydejóqueelaguafluyera. —Mehaentradosed.¿Quieresunpoco?—dijo,ofreciéndoleuno aRenzo. El joven observó el grifo, que parecía una escultura. Era una cánuladecobrequeculminabaconlacabezadeunarietedecuyaboca manabaelagua.Sehabíaoxidadoporlahumedad,peroseguíasiendo muybonito. —¿Nopasaránadasibebemosestaagua?—preguntóRenzo. —Mipadredicequeeslamejordetodalazona,máspuraqueel agua mineral —aseguró Celina. Se sentaron en una mesa y bebieron lentamenteelagua,comosifueraunrefresco. —¿Entonces tu padre quiere comprar realmente este palacio tan estropeado?—preguntólajoven. —Parecequesí—respondióél. —¿Vendrásaviviraquícuandotecases? —¿TúteimaginasaunCantoniinstalándoseenunpalaciodelos OlgiatiTremonti? —¿Porquéno? —Deesonihablar.Ydetodosmodos,casarmenoestáentremis planes,porahora—explicó. Celina lo escrutaba con tanta intensidad que lo hizo sentir incómodo. —Algunaspersonashablandetusflirteos. —¡Ya ves tú! —intentó quitarle importancia, pensando en sus aventurasconalgunaactrizmásatractivaquebuenaensutrabajo. —Yomecasoenmenosdeunmes—anuncióella. —¿Porqué?—preguntóRenzo. —¿Porqué?¿Aquéterefieres?—preguntóCelina. —¿Porquémelodices? —Porque…nolosé,¿nodeberíahaberlohecho?Lohedichosin pensar,pordecirlo… —Ya lo sabía. Tienes veinticinco años y es normal que te cases, sobretodosihasencontradoalhombredetuvida,atractivo,defamilia noble como la tuya, con una carrera brillante. Enhorabuena —dijo Renzo,convozapagada,yselevantóderepenteparamarcharse. —¿He hecho algo que te haya molestado? Llevamos dos horas hablandoagradablementeydegolpeteenfadasytevas—seasombró ella,siguiéndoloalexteriordelavilla. —Lo siento, Celina, pero acabo de recordar que tengo que hacer algo y no me había dado cuenta de que era tan tarde —respondió él cuandoestabanapuntodellegaralaplaza—.Tengoquemarcharme— dijoaldespedirse,dejándolasinpalabras.Sesubióalcocheyarrancó conlosneumáticoschirriando. Nofuehastahabersalidodelpueblo,cuandoyaestabaapuntode llegaralagrifería,cuandosediocuentadequesehabíaportadofatal. Se preguntó por qué lo había hecho. Había sufrido un feroz ataque de celos. Pensándolo bien, también se sintió mal cuando su padre le anuncióquelajovenestabaapuntodecasarse. Aparcóelvehículoenelpatiodelafábricaysusurró,consternado: —EstoyenamoradodeCelinaynomehabíadadocuenta. Pero en lugar de subir al despacho, donde su padre lo esperaba, puso en marcha el coche y se dirigió a Milán. Entró en una floristería delcentrodelaciudad,eligióungranramodelilasblancasqueolían muybienyañadióunanotadondeescribió:«EstimadaCelina,tepido perdón por mi fuga presurosa. Has sido muy amable enseñándome el palacio de Villanova. Me alegro por tu matrimonio y espero que seas muyfeliz». EnelsobreescribióelnombredelachicayladireccióndeMilán. Seloentregóaladependientaylepidióqueloenviaraconlasfloreslo másrápidoposible.DespuéssecalmóyregresóaVillanova. Cuandosereunióconsupadreestabamuytranquiloyledijo: —HevisitadoelpalaciodeOlgiati.Laincurialoestádestruyendo yesunapena,porqueesmagnífico. —¿Creesquesepodríaconvertirenunlugarconfortableparalos ancianosdelpueblo,sinalterarlomucho?—preguntóAmilcare. —Noestoyseguro.Esrealmenteadmirablequequierasofrecera Villanovaunaresidenciaquellevetunombre—observóRenzo. —Teequivocas.LosCantoninohacengaladelascosas.Llevaráel nombre que le corresponde, el de los Olgiati Tremonti —sentenció su padre. Unosdíasdespués,mientrasdesayunabanleyendolaprensa,vieron una noticia de crónica que los sorprendió: «Luto en el mundo de las finanzas. En un horrible accidente de tráfico, Filippo Aldovrandi ha perdidolavida,eljovenyprometedordirectordeunimportantebanco americano.Elfinancieroestabaapuntodecontraermatrimonioconla condesitaCelinaOlgiatiTremonti».AmilcareCantonidijo: —ElcondeAlbertoyanonecesitaeldineroparalabodadesuhija ynovenderáelpalacio. Renzopensóquedejaríapasarunosdíasydespuésiríaavisitara Celina. Tres Aquella noche, durante la cena, mientras comentaban la muerte repentinadelprometidodeCelina,Amilcarelepreguntóasumujer: —¿Quésehaceenestoscasos?¿Sellamaporteléfono,semanda untelegramadecondolenciaoqué? —NoconocíamosaFilippoAldovrandi,yaúnnosehabíacasado con la hija del conde, así que no hay que hacer nada. Dentro de unos díasleescribirécuatrolíneasalosOlgiatiparadecirlesquenoshemos enteradodelsucesoyquelosentimosmucho—respondióBianca. —Yonolosiento—seleescapóaRenzo. —¿Porqué?—lepreguntósupadre. Renzoseinclinósobreelplatoyfarfullóalgoincomprensible. —PorqueestáenamoradodeCelina—contósumadre. —¿Enserio?—preguntósupadre,maravillado. Apesardeestarenlatreintena,Renzoseruborizócomounniñoal quesorprendenduranteunatravesura.Peroserecompusorápidamentey, fulminandoasumadreconlamirada,replicó: —Pero¿quédices? —Sólo digo lo que pienso. De todos modos, ella no se dignaría nunca a aceptar sus atenciones porque no es un aristócrata —explicó Bianca. —Desdeluego,quéformamásadecuadadecomentarlamuertede unjovenhombreyeldolordesunovia—seindignóAmilcare. —Noossoporto.Niaticontubondad,niaticontucinismo— estalló Renzo, señalando con un dedo acusador primero a su padre y después a su madre. Tiró la servilleta contra la mesa y se marchó, dejandolacenaamedias. Cogió su Porsche y se dirigió a un restaurante de Milán donde sabíaqueencontraríacompañíamásalegre. Pero allí también, en aquel grupo de amigos de la provincia, el tema de conversación era la muerte del joven Aldovrandi y la casi viudedaddeCelinaOlgiatiTremonti. Losquehabíanconocidoaljovenfinancierocontabananécdotasno siempre elogiosas acerca de su vida de estudiante y de banquero ligeramentetrepa.YtampocosesalvabanCelinanisufamilia. —Si absorbieran todo el agua bendita en la que nada, aparecería unachicadearmastomar.Lahevistomontándoleescenasalpadreyal hermanoporelmerohechodecriticarla—dijounachica. —Las esperanzas de los Olgiati de colocar rápidamente a su condesitasehanesfumado—opinóotrapersona. YdadoqueRenzoparecíaimpaciente,unaamigalepreguntó: —¿Ytúnodicesnada? —Son temas que no tienen nada que ver conmigo y detesto las banalidades —declaró, esperando acabar con aquellos estúpidos chismes. Despuésdeaquellanoche,dejópasarunpardedíasyllamópor teléfonoacasadelosOlgiati.RespondióCelina. —No llegué a darte las gracias por las preciosas lilas que me mandaste —dijo ella, liberándolo del aprieto de tener que empezar la conversación. —¿Cómoestás?—preguntó. —¿Quieresveniraverme?—loinvitóella. —EstoyenCorsoVenezia.Siteapetece… Ellalointerrumpióynodejóqueacabaralafrase. —Entoncesven.Teesperamos—dijo. Lorecibióuncriadovestidodeformaimpecablequeloacompañó hasta el estudio donde esperaba el patriarca, jovial como siempre. El condesesentóenunescritoriodeestiloregenciaylepidióaRenzoque seacomodarafrenteaél. —Hehabladohacepococonsuhijaparadecirlequelosiento… —comentóeljoven. —Sí,sí,losé.Perohablemosdeotrotemamientrasestemossolos. Aver,séqueCelinateenseñóelpalacio.¿Quédicetupadre? —Queestábien,siustedtodavíaestáinteresadoenvenderlo. —Oye,Renzo,dileatupadrequeseencargueéldelavaloracióny de todas las gestiones relacionadas con la venta. Tenemos el mismo notario,asíquenohabráningúnproblemaporqueélyadisponedetodos los documentos catastrales y creo que no nos llevaremos ninguna sorpresa durante el traspaso de la propiedad. Y cuanto antes lo haga, mejor. ¿Estás de acuerdo? —dijo el conde con ganas de agilizar la venta. Se levantó del escritorio y añadió—: Ahora perdóname, pero tengo club de bridge y debo marcharme. Celina llegará dentro de un momento.Túpontecómodoyespéralaaquí,porquelosmomentosdelas mujeressuelenserhoras. Pero Celina entró en el despacho justo cuando su padre salía. A Renzo le vinieron a la mente algunos versos de Petrarca que había estudiado en el instituto: «Pálida no, más blanca que la nieve blanca, quedesciendesinvientoenlamontaña». Celina era de piel morena y sus preciosos ojos azules dejaban entreverunaansiedadincontenible.Aunasísonreía. Llevaba un vestido de lana fina de color caramelo, ajustado a la cinturaconuncinturóndecuero.Calzababailarinasplanasysosteníaun pañuelo. —Tengo alergia y de vez en cuando estornudo —se excusó, y le tendiólamano. —Deberíasiralmar—respondióél.Yactoseguidopropuso—:Si quieres,podríamosiraSantaMargaritaelfindesemana.Allítenemos unacasaalaquenadievanunca. —¿Esunainvitación?—preguntóella. Renzoasintió. —No, gracias —respondió—. No sería apropiado, Filippo murió hacesólounosdías. Estabandepie,unofrentealotro,balanceándosesobrelaspiernas comosinosupieranquéhacerodecir. —Sipuedoayudarteenalgo…—tartamudeóRenzo. —¿Hasvistoalgunaveznuestrojardín?—preguntóCelina. —Creoqueno—respondióél. Fueronhacialaplantabaja,conCelinaalfrente,ysedirigieronal atriodemármolyestuco,rodeadoporungranportalconarabescos.Lo abrióyaccedieronaunjardínllenodeflores. —Los antiguos palacios milaneses mantienen cuidadosamente la belleza de los jardines interiores escondiéndolos de los ojos de los demás —explicó mientras lo conducía hacia un cenador cubierto de floresdejazmín. En el interior había una mesa pequeña y dos sillas de hierro forjado, colocadas una frente a la otra, donde se sentaron Celina y Renzo,envueltosporelintensoaromadelasflores. —Te he traído aquí porque en casa hay demasiados oídos escuchando, aunque no lo parezca. Me gustaría que me explicaras por qué,cuandoteenseñéelpalaciodeVillanova,temarchastederepentey concaradeenfadado—pidióella. —¿Puedo fumar? —preguntó Renzo, rebuscando en el bolsillo de lachaquetaparasacarelpaquetedetabaco. —Puedes hacer lo que quieras, también puedes responderme — insistióCelina. Élcontemplabalajoven,preciosa,degestossimplesyeducados,y derepenteconfesó: —Estoyenamoradodeti. —¿Yyaestá?—preguntóellaconunainocenciafranca. —¿Teparecepoco?—seofendióél. Celinasonrióydijo: —Voy a contarte una historia. Tú tenías doce o trece años, y yo ocho. Creo que estabas preparándote para irte de vacaciones con tu hermano y tu padre, porque acababais de volver del colegio y estábamos a principios de julio. Fui a comer a vuestra casa con mi hermanoymispadresy,despuésdecomer,nosotroscuatronosfuimosa darunavueltaaljardín.Yocaminabaatuladoyteobservaba.Tenías una especie de pelusilla sobre el labio superior, un primer asomo de barba que me intrigaba muchísimo y sobre la que me habría gustado pasar un dedo para acariciarla. «¿Qué quieres?», me preguntaste de repentealsentirteobservado.Yomepuserojaysusurré«Nada»,ylos ojos se me inundaron de lágrimas. Entonces cogiste una pequeña margarita amarilla y me la regalaste mientras me decías «¡Mira qué bonita!Tieneelbotónoscurocomotussandaliasylospétalosdorados como tu pelo». Todavía conservo esa margarita entre las páginas del libritodemisa,quemeregalaronenlaprimeracomunión. —No me acordaba de eso —dijo Renzo, mirándola con ojos tiernos. Celinacontinuó: —Noheterminado.Eldíasiguienteeradomingoyfuialaiglesia con mi familia. Nos sentamos en el primer banco, reservado para los Olgiati,justofrentealaltar.Túestabassentadodetrásdemí.Pasétodo el rato con el cuello girado hacia ti. Tu madre no estaba, tu hermano rezabacompletamenteabsorto,tupadreestabaarrodilladoconlosojos cerrados y tú temblabas de impaciencia y se notaba que tenías unas ganaslocasdequelamisaacabara.Nomemirasteniunasolavez.Pero cuando salimos de la iglesia, me regalaste una sonrisa. Parecías un arcángelconesagrancabezacubiertadepelonegrodespeinado.Pensé que bajo la chaqueta escondías las alas. Sujeté con fuerza el misal dondehabíaguardadolamargaritaydeseéquetequitaraslachaqueta para desplegar las alas. Y entonces volarías para venir conmigo. Me pregunto por qué, de entre todos los chicos que conocía, te elegí a ti, precisamentetú,queerastandiferentedenosotros—concluyóCelina. —Talvezporternura.Noeraunchicofeliz,crecísinmadreycon un padre que se esforzaba por interpretar también ese rol. Tú, en cambio,erastanserena,rubia,evanescente,siempreelegante.Medaba la sensación de que, si te hubiese rozado, te habrías roto en pedazos. Luego dejasteis de venir a Villanova. Yo, después del colegio, me matriculé en la universidad, me licencié y comencé a trabajar en la empresaconmipadre. »A menudo iba a Milán, donde mis antiguos compañeros de universidadyyoacudíamosaloslugaresdondevalagenteimportante. Peroprontomedicuentadequelallamada«jet-set»estáformadaensu mayoría por idiotas que hablan de temas idiotas y que viven de modo idiota.Sesalvanmuypocaspersonaseneseambientedondelagentese emborracha, van de un local a otro, de una ciudad a otra, de un continenteaotro,llevandoconsigolamediocridadyunvacíoquenose puedellenar.Enmásdeunaocasiónfuia«fiestasexclusivas»conríos de champagne y una miseria moral que me aterrorizaba. Me crucé contigoyerastandiferentedeaquellagente…Intercambiábamosunpar depalabrasydespuésmeiba.Cuandomeenterédequeibasacasarte sentíundolorenelpecho.Ycuandoleíenlaprensaquetuprometido habíamuerto,tengoqueconfesartequenolosentí. —Eso es una confesión en toda regla, sin la mínima intención de querer quedar bien —comentó Celina mientras dejaba entrever una sonrisa. Renzoselevantórápidamenteylamirótiernamente: —Esperonohaberteestropeadolatarde.Creoqueserámejorque memarche—dijo. —Ahoraquemehasdichoquemequieres,¿quéesperasdemí?— preguntóella,todavíasentadaenelsillón. LecogióunamanoaCelinaylediounbeso. —Nada,nadaenabsoluto.Nomegustaquesufras. —Me duele que Filippo se haya matado, pero sufro por otro motivomuchomásgrave—confesólajoven,ysusojossellenaronde lágrimas. Renzo volvió a sentarse frente a ella y la miró con curiosidad, dispuestoaescucharla. —Filippo formaba parte de ese círculo de «gente importante», como dices tú, pero te aseguro que era un hombre honesto y con la intencióndeabrirsepasoenlavida.Sumundoeraeldelasfinanzasyla política.Suslibrosfavoritoseranlostratadosdeeconomía;lamúsicay laliteraturaleaburrían.Eramuyricoyesolegustabaamipadre,quien, a raíz de su muerte, ha visto cómo se esfumaba el sueño de mi estabilidadeconómica.Peroalmorir,Filippomedejóunaherenciamuy importante. —¿Deverashizoeso?—sesorprendióRenzo. —Medejóunhijo.Estoyembarazadadedosmeses. Cuatro Renzosequedósinhabla. Unosinstantesdespués,Celinasepusodepie. —Ahorapodemosdespedirnos—dijo. —No,no,no,esperaunmomento—tartamudeóél. —Espero que no le digas a nadie lo que acabo de contarte —le pidióella. —Noabrirélaboca,yameconoces—latranquilizó. Renzo se acercó a ella y la acarició el rostro. Celina empezó a llorar.Élsesacóunpañueloinmaculadodelbolsilloyseloofreció. Pensó en que los padres de Celina la obligarían a interrumpir el embarazo.Enlasfamiliasricassepracticabanmuchosabortos,mientras queenlaspobres,dondenohabíaunapellidocuyoprestigiomantener, loshijossetenían. Celina se secó las lágrimas y logró encontrar una sonrisa. Escucharon unos pasos en el camino de grava, así que la joven se recompusoyseasomóporelcenador.Unacriadasedirigíahaciaallí. —Lacondesamemandaparapreguntarossideseáistomarunté— dijolamujer. —No, gracias. El señor está a punto de marcharse —respondió Celina. —Bueno,dehechomeapetecemuchotomarunté,notengoninguna prisa—intervinoRenzo. —Entoncesoslosirvoenseguida—replicólamujerdelservicio, ysealejó. —¿No tienes ganas de marcharte lejos, ahora que conoces mi secreto?—preguntóCelinacuandovolvieronaestarsolos. RenzopusounbrazosobreloshombrosdeCelinaylesusurró: —Nopuedessoportaresepesotúsola.¿Ysilohablarasconlos padresdetuprometido? —Lo he pensado mucho y he llegado a la conclusión de que no puedo hacerlo. Era un asunto entre Filippo y yo. Él no dijo nada y yo harélomismo. —¿QueríasaFilippo?—preguntóalfin. —Sí, no, no lo sé… Era una unión muy deseada por nuestras familias,másquepornosotrosseguramente.Delosdos,elqueestaba másenamoradoeraél.Yoestabacontentadecasarmeconélporqueera unabuenapersona.Nosacostamosporprimeravezdespuésdefijarla fechadelenlace.Paramíeralaprimeravez…ymiraenquélíomeha metidoeldestino. Unmiembrodelservicioaparecióconeltéytartademanzana,que olía muy bien. Celina se arrojó sobre ella como si, al tragar la tarta, pudiesesofocarsuinfelicidad. Renzocontemplabasupreciosorostro,laexpresiónmelancólicade susojosysufrióconella,yporella. —Tienes que solucionar esto cuanto antes, porque es inútil que sigasatormentándote.Yonoentiendomuchodeestostemas,perocreo queunamujerembarazadatienequevivirconserenidad—razonóél. CuandoRenzoestabaapuntodeirse,mientraslebesabalamano, añadió: —Llámameacualquierhorasicreesquepuedoserteútil.Tellevo enelcorazónynoestássola. Esemismodía,cuandovioasupadre,Renzoledijo: —He hablado con el conde. Para comprar la villa tenemos que hablar con el notario, que ya tiene lista toda la documentación para el traspasodelapropiedad.Entonces,¿adelante? AmilcareCantoniobservóasuhijoconrecelo. —¿Lohasvistohoy?Nosabíanada—exclamó. —HellevadoacomeranuestrosclientesdeMántovaalGirarrosto y, al salir del restaurante, me he cruzado con él delante de su casa — mintió. Mientras le contaba a su padre esa estúpida mentira, se preguntó porquélohacía.Amilcare,queconocíaasuhijomuchomejordeloque Renzoseimaginaba,sediocuentadequenohabíasidosincero,perono dijonada. Esanoche,despuésdecenar,cuandopadreehijosedirigieronal salón amarillo para leer la prensa y hablar sobre la marcha de la empresa,Renzodijo: —Mevoyadormir. —¿Me dejas solo? —preguntó Amilcare, que notó en su hijo una inquietudinsólita. —Papá, no me hagas sentir culpable si, por una vez, me marcho. Sabesperfectamentequemamállegarádentrodenadaytambiénvendrá GenerosoCastelli.Yomeaburroescuchandovuestrasconversaciones. BiancahabíasalidoconGenerosoCastelli,quesehabíaofrecido para acompañarla a la inauguración de una exposición de arte en PalazzoReale. —No van para admirar los cuadros, sino para ver cómo se ha vestido la Candiani, qué despropósitos saldrán de la boca de BaldassarriyparaenterarsedeloschismesdelamantedelaInnocenti —refunfuñódespuésdequeRenzosemarcharadelasala. De hecho, al cabo de poco rato llegó Bianca con Generoso. Entraronenelsalónmientrasmanteníanunapolémicaestérilsobrelos librosquehabíanleídodepequeños.BiancaafirmabaqueCorazónera unlibroperjudicialparalaeducaciónporquedesprendíaunespíritude sacrificio y bondad absolutamente impracticables, mientras que Pinocho, la eterna fábula del títere que se convierte en niño, era un himnoalamor. —Eselamorloquetransformaaltíteredemaderaenunniñode carne y hueso —comentó Bianca—. ¿No es así, Amilcare? —le preguntólamujermientrassedesprendíadelsobretododesedaazuly seloentregabaalpersonaldeservicio. —Siempre tienes razón, querida. Pero no sé de qué estabais hablando—respondióelmarido. —De los libros de nuestra infancia. ¿Es mejor Corazón o Pinocho?—preguntóGeneroso. —Eso.¿Cuálpreferíasdelosdos?—dijosumujer. —Prefería Gian Burrasca, porque era una buena denuncia de la hipocresía de los adultos, y también porque no llegué a leer los otros dos —respondió Amilcare, que aquella noche no tenía ganas de conversar con Bianca y Generoso. Se levantó y prosiguió—: Podéis continuarvuestrasdisertacionesdoctas.Estoycansado,asíquemevoya dormir. Lo cierto es que estaba preocupado por su hijo, que le escondía algo. Subióalprimerpisoy,alpasarfrentealahabitacióndeRenzo,lo oyó hablar en voz alta. Se detuvo a escuchar, pero sólo entendía una palabradecadacinco,asíqueesperóaquevolvieraelsilencioyluego llamódiscretamentealapuerta. Renzoabriósindemora.Sonreía. —Papá, por favor, no quiero que tengas un infarto. Pero he decididoquevoyacasarmeconCelina—dijo. —Celina… ¿quién? —preguntó Amilcare, haciendo un esfuerzo pormantenerlacalma. —OlgiatiTremonti—respondióRenzo. Vio el teléfono apoyado sobre la almohada y dedujo que Renzo habíaestadohablandoconlamuchacha. —¡Perosisuprometidoacabadefallecer! —Sus cartas ya están listas. Las mías las prepararé rápidamente. Nos casaremos cuanto antes y espero que no te sepa mal, porque mi decisiónnotienevueltaatrás. Cinco LosdormitoriosdeAmilcareyBiancaestabanseparadosporunsalón. Allíserefugiabancuandoelsueñotardabaenllegar. Esa noche, después de despedirse de Generoso Castelli, Bianca acudió al salón. Llevaba puesto un pijama de franela ligera con un estampadodeflorecitasrosasyverdes.Pareciósorprendidaalverasu marido,todavíavestidocontrajeycorbata,leyendodistraídamenteuna revistatécnica. —¿Cómoesquenoestásenlacama?—lepreguntó,ysesentóen unrincóndelsofá,asulado. —Renzosecasa—dijoAmilcare,asísinmás. Hubouninstantedesilencioyluegoellapreguntó: —¿Contraquién? —Dejadeusaresesarcasmoestéril. —Essuperioramí.Ella…¿Laconocemos? —Sí,eslahijadelconde. —¡Ahíva!Tendremosunmiembrodelanoblezaenlafamilia. Trasunossegundosdesilencio,Biancaañadió: —Creíaqueestabadelutoporlamuertedesuprometido. —Yotambién. —¿Yentoncescómoseexplica? —Yonomeloexplico. —¿Y estamos seguros de que los Olgiati aceptarán un parentesco tan…proletario? —La pregunta es otra. Celina tenía que casarse con un banquero dentro de unos días. El tipo muere y, justo después del funeral, se prometeconnuestrohijo.¿Quéhaydetrásdetodoeso? —¿Unflechazo?—preguntóBianca,convozdubitativa. —Seesfumaelmatrimonio,seesfumalaperspectivadeunfuturo seguro, se presupone el dolor por un amor roto y Celina se vuelve a prometerenseguida.¿Sehabrávueltoloca? —Si fuera así, un loco más o un loco menos en nuestra familia tampocosuponeunagrandiferencia. —Nobromees,porfavor. —¿PorquénohablasconRenzo?—sugirióBianca. —Esmáscerradoqueunabrigoenplenoinvierno. —¿Y si dejamos de meter las narices en sus asuntos y nos ocupamosdelosnuestros?—preguntólamujer,queleaflojóelnudode lacorbataydesabrochóelprimerbotóndelacamisamientrassonreía. Amilcare conocía esa mirada, que tenía el poder de relajarlo y anularlatensión.Abrazóasumujerconsuavidad. —Chico, desnúdate —dijo Bianca con voz aflautada—. ¿En tu camaoenlamía?—preguntó. —Donde quieras —respondió él mientras iba sembrando de ropa elsuelodelsalón. Llevaban casados más de treinta años, entre ellos habían habido largosydurosperíodosdeseparación,perocuandoBiancalointentaba condulzura,Amilcaresereencontrabaconlamujersensualytiernaque lohabíaconquistado. Después de la conversación con su padre, Renzo no podía conciliar el sueño. Daba vueltas en la cama, preguntándose cómo era posible que una chica que le había interesado en secreto durante tanto tiempodijeraderepente:cásateconmigo.Peroesoeraexactamentelo quehabíapasado.Alsubirasudormitorio,unmiembrodelserviciole pasóunallamadadeCelina. —Heestadodándolevueltasysóloveounasalidaparasalvarel honor de mi familia y de mi hijo: el matrimonio. ¿Quieres casarte conmigo? Sindudarloniunmomento,Renzodijoquesí.Noleimportabaque esperaseunhijodeotrohombre.Tendríanmáshijos.QueríaqueCelina fuerasuyaparatodalavida.Eracomosiderepentelehubiesellegado unasuerteinesperadaeinmerecida,porqueellasiemprehabíaestadoen elcentrodesussueños.Laqueríaporqueerapreciosa,porquelohabía hechizado con sus modales tranquilos y serenos, con su actitud reservada.Elhechodequesehubieseentregadoalhombreconelque estabaapuntodecasarsenolaconvertíaenunamujerinmoral.Celina eraunabuenachicayseríaunabuenamujer.Élseríaunbuenmaridoy un padre para ese niño. Tenía el presentimiento de que su matrimonio seríaequilibradoysereno,todolocontrarioqueeldesuspadres. Recordó con dolor las escenitas de su madre, los abandonos repentinos cuando la ingresaban en clínicas psiquiátricas y el sufrimiento de su padre debido a esas separaciones. Con Celina, todo seríafantásticoporqueéllaquería,ellalehabíarelatadosupasiónpor élcuandoeraunaniña,ylehabíaconfesadoquelasnupciasconFilippo las habían organizado sus respectivas familias. Todo eso pasó por su cabeza en un instante, mientras ella le preguntaba: «¿Quieres casarte conmigo?». Celinaañadió,justodespués: —Ereselúnicohombreconquienquierocasarme. Ahora Renzo sentía la necesidad de hablar con su padre, al que antes se había quitado de encima con unas pocas palabras, ya que necesitabapensarunpoco. Justo cuando estaba a punto de llamar a la puerta, escuchó unos suspirosquelohicierondarmediavueltayvolverasuhabitación.Ensu rostro se dibujó una mueca de contrariedad. ¿Qué tenía de cautivador esa madre problemática que conseguía mantener a un hombre sereno y razonable como su padre junto a ella? ¿Cuántas veces, de pequeño, había deseado que se librara de esa ira desencadenada que era su mujer? En más de una ocasión, él y Gioacchino se habían preguntado mutuamente: —¿Porquénopidelaanulacióndelmatrimonio? Elhermano,menosvisceralqueél,decía: —Está enamorado de mamá. A él le gusta tal y como es. No se casaronporqueellafuerarica,sinoporquelaqueríayestoysegurode queellatambiénlequiere.¿Túcreesquepapá,enestoslargosañosde alejamientoydesapego,hatenidoalgunaamante? Encasodequehubiesesucedido,élyGioacchinonohabíantenido la menor sospecha. No obstante, ambos escucharon cómo su padre le hacíaunaconfesiónaunamigomilanés:«Sinmimujer,soyunhombre perdido». Lapasiónentresuspadresnosehabíaapagado,nisiquieraahora queyanoerantanjóvenes. Renzoregresóasuhabitaciónyrecordóaquellasocasionesenque supadre,despuésdequesumadrelollamaraporteléfono,semarchaba rápidamente del trabajo para ir a verla cuando acababa de volver de algúnviaje. Después Amilcare regresaba al trabajo, feliz como un niño con zapatosnuevos. Laalocadaunióndesuspadreseraabsolutamenteperfecta.¿Cómo seríalasuyaconCelina? Estabatannerviosoquedurmiópocoymal.Porlamañana,como siempre, desayunó con su padre en la galería. Los ventanales, que estabanabiertos,dabanalparque. Amilcare,sentadoyaenlamesa,diolosbuenosdíasasuhijoyse percatódequeteníaelrostrodesencajado. —¿Hasdormidomal?—preguntóelpadre. —La verdad es que sí, gracias por preguntar. Tú, en cambio, has dormidoperfectamenteysenota—loprovocó. Elhombrenoperdiólacompostura. —No puedo quejarme —respondió, simplemente. Después preguntó—:¿QuierescontarmealgosobreCelinaOlgiati? —Estamañananoiréatrabajar.Voyahablarconsupadre. —¿Pero ha pasado así… tan repentinamente? —quiso saber Amilcare. Renzoestuvoapuntodecontarlelaverdad,peronoquisofaltara lapromesaquelehabíahechoaCelinadequenorevelaríasusecreto. —No tan repentinamente como crees. De todos modos, sé que Celina no te desagrada. Sólo espero que el conde no ponga ningún obstáculo. —Si se diera el caso, sé que harías lo que realmente deseas. Enhorabuena,hijo—sentencióAmilcare,quetalvezhabíaintuidoalgo, peropreferíanoindagar. Seis Guidosetapólasorejas,asustado.Lasvocesagitadasprocedentesde lahabitacióndesuspadreslohabíandespertado. Eraunatardedejulio,losrayosdesolsecolabanporlasrendijas de las persianas entornadas y se escuchaba el ruido monótono de las olasquerompíancontraelespolónrocosodelpromontoriosobreelque sealzabalavilladelosCantoni,cercadeSantaMargarita. Guido tenía cuatro años. Como cada verano, pasaba largas temporadasenelmarconsumadre.SupadreyelabueloAmilcareiban averloslosfinesdesemana;enmuypocasocasiones,acudíatambiénla abuelaBianca.UnaveztambiénfueeltíoJacopo,elhermanodeCelina, con dos niños de piel morena: eran los hijos que había tenido con la mujer africana con la que vivía en una casa colonial en algún lugar indeterminadodeKenia.LosdosprimossellamabanDésiréeyJoseph, hablaban en francés, pero sabían un poco de italiano, eran unos estafadoresfantásticosylehabíanenseñadoatirarsealapiscinadesde eltrampolín. LosdosprimosdepielambarinalerobaronelcorazónaGuido.Le enseñaronalgunaspalabrasenfrancésquesiguiórepitiendodespuésde que volvieran a África. También le gustaba mucho el tío Joseph, que contabahistoriasdeaventurasdeelefantes,leones,gacelasyserpientes, degrandespájarosquesecomíanlascanalesdelosanimalesmuertos, hipopótamosferocísimosapesardesuaspectopacífico,odeunviejo jefedetribuquevivíaenunagrancasademaderaenelcorazóndela jungla. Guidohabríasidounniñofelizsientresuspadreshubierahabido armonía y serenidad, pero se peleaban a menudo. Ahora se cubría las orejasconlasmanosparanosentirlosgritos. Llegados a cierto punto, la pelea acabó, y oyó un portazo y los pasosdesupadre,alejándose.Entoncessaliódesucama,seacercóala puerta, que daba al dormitorio de sus padres, y se quedó escuchando durante unos instantes. Silencio. Se puso de puntillas para bajar el tirador, abrió la batiente y le cegó la luz vespertina que entraba en la habitaciónporlacontraventanaabierta. Vioasumadresentadaenlabutaca.Teníalosojoscerrados,las rodillas recogidas y el mentón apoyado en ellas, los brazos rodeando las piernas y su larga melena rubia sobre los hombros. Celina se sobresaltócuandoélletocóunbrazo.Vioasuhijoy,apesardetener los ojos rojos por el llanto, le dedicó una sonrisa y le acarició el cabellocastaño. —¿Porquépapágritatanto?—preguntóGuido. Celina cogió a su hijo, lo acomodó en su regazo y, mientras lo abrazabaconsuavidad,ledijo: —Nohapasadonadagrave,pequeñito.Mira,yanoestoyllorando. —¿Porquégritabapapá?—insistióGuido. —Intentaré explicártelo. ¿Te gustaría tener un hermanito o hermanita? —Nolosé. —Apapálegustaríaquetuvierasunhermanito,peroelhermanito nollega. —¿Porqué? —Nolosé,peroapapálegustaríatenermuchosniñostanguaposy buenoscomotú. —Siélgritaytúlloras,¿despuésllegan? —Talvez…¡Quiénsabe!—Celinasonrió. —AmímegustaríaquefueranDésiréeyJoseph.Podríanfingirque sonmishermanitos.Alosdemáshermanitosnolosconozcoynosési losquiero—dijoelniño. Renzoentróenlahabitaciónyabrazóasumujeryasuhijo. —Soyunidiota.Osquieromuchoyoshagosufrir.Va,preparaos, bajemosalapiscinayjuguemoslostresenelagua. Elmotivodetantaspeleaserasiempreelmismo:laincapacidadde Celinadedarleasumaridounhijo. Cuando Renzo comenzó a preocuparse porque su mujer no se quedabaembarazada,Celinasesometióaunaseriedepruebasclínicas ylosresultadosindicaronqueeraunamujersana,fértilycapazdeparir aunregimientodehijos. —Es altamente probable que sea su marido quien tenga un problema—concluyóelginecólogo,queañadió—:Deberíaacudiraun especialista. Un tiempo después, hablando con Bianca, que era muy afectuosa con ella, Celina le confesó la sugerencia del médico, seguida de una frasequenuncadeberíahaberpronunciado: —¿Y cómo le digo yo a Renzo que si no podemos tener hijos es culpasuya? Deinmediatosecalló,aterrorizada.ElpequeñoGuidonaciósiete mesesdespuésdelasnupcias,perocomonollegabaalostresquilosde peso,todoelmundocreyóquehabíanacidoprematuramente,alossiete mesesdegestación. —¿Quién es el padre del niño? —preguntó Bianca, rompiendo el silencio.Yañadió—:¿SabeRenzoqueGuidonoeshijosuyo? Celinaseruborizóyrespondió: —Decidióquesecasaríaconmigodespuésdequeleconfesaraque esperabaunhijodeFilippoAldovrandi.Eslaúnicapersonaaquiense lodije. —Ahora todo encaja… La boda repentina celebrada con tantas prisas… El padre de Guido es el prometido que falleció prematura e inoportunamente—murmuróBianca.LuegoseacercóaCelinayledio unbesoenlafrente. —Aveceslanaturalezaesgenerosa.Mienfermedadsehasaltado amishijos,peropodríaafectaramisnietos.Gioacchinoseentregóala castidaddelsacerdocio,yesundonqueRenzoseaestéril,créeme.Él quiere muchísimo a Guido, os tenéis que conformar con un único hijo, sano de mente y de cuerpo. Tienes que hablar de esto con tu marido, juntos encontraréis la serenidad. Os queréis y resolveréis vuestro problema. Celina,conmovida,laabrazó. —Y no te preocupes, ya me he olvidado de vuestro secreto — susurróBianca,mientrascorrespondíaelabrazo. Varenna Uno LéoniellegóaVarennabajouncielodenubesbajasyamenazadoras. HabíasalidoprontoparapoderestarconRogertodoeltiempoposible, siesqueéltambiénacudía.GuidoestabaenSicilia,enelrodajedeuna película, y le había dicho que volvería a casa dos días antes de Navidad. CuandolapropietariadelHotelduLaclavioentraralvestíbulo, lareconocióenseguidayledijoqueeldoctorBastianihabíallegadoel díaantes. —Seguramente estará durmiendo todavía porque no ha llamado parapedireldesayuno—explicóaLéonie. —Megustaríasubirasuhabitación—respondióella. —Ledaréunacopiadelallave,asínotendráquedespertarlo— propuso la mujer. Y añadió—: El apartamento está en la primera planta… —Gracias, lo recuerdo —la interrumpió Léonie mientras se adueñabadelallave. Subiólasescalerasconelcorazónenunpuño,sedetuvoindecisa frentealapuertadelasuiteydespués,congestodecidido,laabrió.En cuantopusounpieenelsalón,escuchóelaguadeladuchaenelbañoy notóeloloraRoger.Entoncessequedóbloqueada,porquecomprendió queestabainvadiendolaintimidaddeundesconocido. «¿Peroquédiablosestoyhaciendo?»sedijo,yconlamentehecha un lío, estaba a punto de marcharse cuando Roger, envuelto en un albornoz de baño, entró en la sala. Sonrió, feliz, y se acercó para abrazarla. —Esteañotambiénhasvenidoaverme—susurró. Léoniesedeshizoensusbrazosydijo,avergonzada: —No debería haber subido sin avisar antes. No sé qué me ha pasado.Heactuadodeunmodovergonzoso.Losiento,salgoyteespero abajo. Roger no respondió y desabrochó la cremallera del plumón de Léonie. —Quítateesooteasarásdecalor. Laayudóadeshacersedelanorak.Debajollevabaunachaquetade terciopeloazul,unacamisetadepuntorasodecolorverdesalviayuna faldaajuego.Esastonalidadesdestacabanlapielámbardesurostro. —Monpetitamour—susurróélmientraslaacercabaasucuerpo. Luego inclinó la cabeza sobre el rostro de Léonie y sus labios se tocaroncondulzura. —Durante un pequeño instante, al verte, he pensado que eras una proyección de mi mente, porque llevo días pensando en ti, deseando volveraverte—confesó. —Yotambién—respondióella. Llamaronalapuerta. —Yavoyyo—dijoRoger—,acabodepedireldesayuno. Léonie lo escuchó confabular con la empleada del hotel. Poco después,Rogerregresóalsalónsosteniendounabandejaquedesprendía aromaacaféybollosreciénhorneados.Ladejósobrelamesa,pidióa Léoniequesepusieracómodaenlabutacaysesentófrenteaella.Tenía elaspectodeunniñofeliz. —¿Dequéhabéishabladotúylaempleadadelhotel?—preguntó Léonie,quesentíamuchacuriosidad. —Lehedadolasgraciasporque,comosabíanquehabíasllegado, hanpreparadodesayunoparados.Sonmuyperspicacesenestehotel— bromeóél. —¡Vaya!—respondióLéonie,sonriendo. ContemplóelrostroatractivoyserenodeRogerynotóqueenlas patillas tenía algunas canas, unas canas que el año anterior no había visto.Lasdospequeñasarrugasverticalesentrelascejaseranahoraun pocomásprofundas. Desayunaron sin dejar de hablar y se pusieron al día de lo que había pasado en sus vidas durante los últimos doce meses. Después, RogercogiósuavementelamanodeLéonie. —Nomoveríaniundedoparaquehicieraselamorconmigo,pero mentiría si no te dijera que estoy enamorado de ti y que te deseo con todomiser—declaró,mirándoladirectamentealosojos. —Sabesquedentrodeunashorastendremosquedespedirnos…— dijoLéonie,algodesconcertada. —Peroennuestroscorazoneshabráunagranalegría—prosiguióél mientrascogíasumanoconmásfuerza. Más tarde, tumbados en la gran cama de matrimonio, acurrucada entresusbrazos,Léoniedijo: —Me gustaría que nuestra historia no perturbase el equilibrio de nuestraexistencia. —Yotambiénlodeseo—lareconfortóRoger—.Somosunhombre y una mujer que se han encontrado y se han inventado un mundo fantásticoenelquevivenunúnicodíacadaaño.Nosconcedemosunas pocashorasdefelicidadydespuésvolvemosalmundoreal,conscientes de que nuestro cuento de hadas nos espera de nuevo doce meses después. Dos Nevabacuandosalierondelhotelparairacomer.Enelempedradode los callejones se estaba formando una fina capa de nieve que hacía resbaladizo el camino. Roger agarraba con fuerza el brazo de Léonie mientraslaguiabahaciaelrestaurante. —¿Noseríafantásticosipudiéramosvernosunavez…?—empezó adecirél. —¿Enverano?—Léonieterminólafrase. Semiraronalosojosylosdosnegaronconlacabeza. —Nuestrahistoriaesesta,nopodemospedirmás—afirmóLéonie. —Estoydeacuerdo—convinoél. —Aunque…unpequeñoretoque…—susurróLéonie,sonriendo. —¿Loquerríasdeverdad?—preguntóRoger. Ella reflexionó durante un momento, pero al poco volvió a negar conlacabeza. —No,esperfectoasí—sentenció. Lospocospeatonesquepasabanporallísegirabanparaobservar esaeleganteparejadeturistasquecaminabanjuntosbajolanieve. En el restaurante, mientras picoteaban un entrante y esperaban a quellegaralacremadeverduras,Rogerdijo: —Heestadoapuntodenopodervenirporquemimujerhatenido unhorribleaccidentedetráficoys’enesttiréédejustesse.Diezhoras dequirófanoparaoperarla.Temílopeory,mientrasestabapreocupado por ella, no dejaba de preguntarme si podría venir aquí. Por fortuna, hace tres días que abandonó la unidad de cuidados intensivos y pude salir,felizporelhechodequeestuvierafueradepeligroyfeliztambién porqueesperabapoderverte. —Sientomucholodetumujer—dijoLéonie. —Talvezdeberíamosdarnosnuestrosnúmerosdeteléfono,porsi nospasaraalgograve—sugirióél. —Situvieratunúmerodeteléfononosécómopodríaresistirala tentacióndebuscarte—confesóella. —Amímepasaríalomismo—convinoél. —Acabaríamosestropeándolotodoyestahistoriaestanpeculiar, tanúnica,quepodríairseapique—afirmóLéonie. —Tienes razón, sería un error —dijo él, y se llevó a los labios, condelicadeza,unamanodeellamientrassusurraba—:Mehacesfeliz, pequeñaLéonie. Cuandosemarcharondelrestauranteyanonevabaperoelfríoera todavíamásintenso. —¿TienesqueiraMorbegno?—preguntóRoger. —Debería, pero es tarde y prefiero volver directamente a Villanova. Dentro de un par de horas llegarán a casa madres y niños paralafiestanavideñademihijo. Serefugiaronenelbardelhotelparatomaruncafé,sentadosfrente alasventanasconvistasallago. —Tevoyaenseñarlasfotosmásrecientesdemipequeño—dijo orgullosa Léonie, y sacó algunas instantáneas a color de su bolso—. ¿Nocreesquesemeparece?—preguntómientrasselasenseñaba. —Esposible,peroasuedadlosrasgostodavíanoestándefinidos. Aunqueparecequeesunjovencitomuysanoyconlosojosmuyvivaces —comentóRoger. —También es un torbellino, corre y salta como un caballo, habla porloscodosypretendequetodoelmundocomprendaloquedice.Yo lehabloenfrancésylosdemásenitaliano,yélseconfundeunpoco— explicóconentusiasmo.Despuésmiróelrelojquellevabaenlamuñeca yanunció—:Tengoquevolveracasa. —Tehetraídounpequeñodetalle.—Lacogiócompletamentepor sorpresa.Sesacóunpequeñopaquetedelbolsillodelospantalones. —¿EsunregalodeNavidad?—preguntóella. —LovienunescaparatedeTiffany’slaprimaverapasada,cuando estuveenNuevaYork,ypenséenti,quesiemprellevasunapulseracon dijes. Era un colgante de oro con forma de manzana decorado con minúsculosrubíescondospequeñashojasdeesmeralda. Ellaseconmovió: —Esprecioso,gracias—dijo,ylocolgóensupulsera—.¿Ypor quéprecisamenteunamanzana?—preguntóLéonie. —Eselfrutoprohibido,elfrutoquelosdosestamosmordiendo— bromeóRoger. —Yesdulceyapetitoso—añadióella. En la plaza, Roger la abrazó una última vez antes de que ella subieraasucoche. —Tedeseounañomaravilloso—susurró. —Aurevoir,Roger,cuídate—respondióella. Cuandoregresóacasa,sesentíamal.Bajódelcocheylosdientes lecastañeteabanporelfrío.Vioalgunasmadresconsushijospequeños entrandoenlavilla. Inesperadamente, Guido estaba en la entrada recibiendo a los invitados. —¿Dóndehasestado?—dijo,yluegolamiróconaprensión—.¡Tú teencuentrasmal! —Me voy directa a la cama —murmuró ella, y se dirigió al ascensor. Se desnudó rápidamente y se metió en la cama. Tenía fiebre y, antesdequedarsedormidaytenerunapesadilla,pensóqueelmalestar lahabíalibradodetenerquementirasumarido. Elmédico,aquienGuidollamó,lavisitóylehizounaspreguntas. Despuésconcluyó: —Varicela. Evidentemente no la tuvo de pequeña y su hijo, que acabadepasarla,lahacontagiado. Tres LéoniepasólaNavidadylosdíasposterioresguardandocama,peroa medida que la fiebre disminuía, aumentaban las molestias por las pústulaspruriginosasqueteníaenelcuerpoylacara.Guidoempezóa pasaralgunashorasconellayleleíaenvozaltaartículosinteresantes de los periódicos. A menudo, Léonie caía lentamente en el sueño, acunada por su voz y por el recuerdo del día que había pasado con Roger. Giuseppe,porlanoche,solíadormirseenlacamadematrimonio, entre ella y Guido. Eran momentos muy tiernos en los que Léonie se sentía una mujer satisfecha. Pero cada noche, antes de dormirse, le dedicabaelúltimopensamientoaRoger. Enerotocabaasufin,losdíassealargabanpocoapoco,yLéonie y Guido estaban en el salón adyacente al dormitorio. Ella hablaba acerca de sus proyectos de trabajo, intentando comprender, sin que parecierademasiadoevidente,losmotivosdelalejamientodesumarido de la empresa familiar. Que se hubiese dedicado a la escritura, siguiendo una predilección natural, no justificaba su aversión por la grifería. —Cadavezquepongodemanifiestomientusiasmoporeltrabajo, tengolasensacióndequetesabemal—seatrevióadecirle,finalmente. —No es eso. Me gusta que estés aprendiendo a conocer los engranajes de la empresa, pero no puedes pretender que yo sienta el mismo entusiasmo por una actividad con la que no congenio — respondióél,condelicadeza. Léonieleacariciólamejillaycomentó: —Avecesmeparecequeestástriste. Élsonrió: —Te equivocas de nuevo. Tengo todo lo que necesito para ser feliz.Tranquilízate,Léonie.Todovabien. Lo miró dubitativa, preguntándose si Guido estaba diciendo la verdadosi,encambio,leestabamintiendoaellaytambiénasímismo. La diferencia entre su marido, al que quería mucho, y Roger era esa: Roger era transparente, Guido era hermético. Su mirada azul tenía una apariencia límpida, pero Léonie nunca sabía qué estaba pensando realmente. Se preguntaba si Guido sabía que no era hijo de Renzo Cantoniysiesoeraunmotivodeinfelicidad.LosCantonicubríansus secretos bajo una capa espesa y, si alguien intentaba levantarla, aparecíanaguijonesdispuestosaherirlamanoindiscreta. Guidoignorólamiradaperplejadesumujeryletendióunestuche deterciopelo.Dijocontonoburlón: —Esto es para ti, para celebrar que te has curado, así que no puedesrechazarlo. Léonieabriólacajita,queconteníaundije,unamanzanaderubíes idéntica a la que le había regalado Roger, pero esta era un poco más grande. —Viqueenlamesitadenocheteníaselbrazaleteconlosdijesy mesorprendiólaminúsculamanzanadeTiffany’s.Espreciosa.Asíque hepensadoquepodríaregalarteunaigual,peromásgrande,paraquela puedasllevarcomocolgante—explicó. El dije iba acompañado de una cadena de oro blanco que combinabapequeñasesmeraldasesféricasconrubíes. —Gracias,cariño.Esunregalopreciosoymegustamucho—dijo Léoniemientrassumaridoselacolocabayabrochabaelcierre. En ese momento, Léonie temió que Guido le preguntara quién le había regalado el dije del brazalete. ¿No lo hizo por discreción o porquenoqueríasaberlo?¿Leestabaenviandounmensajesilenciosoo simplemente quería regalarle algo que le gustara? Las dudas pasaron como un rayo por la mente de Léonie. Durante unos instantes, esperó unas preguntas que no llegaron. Dio gracias de todo corazón por ese silenciotancaracterísticodelafamiliaCantoniqueahoralepermitíano tener que mentir. Le dio un suave beso en los labios a Guido y le susurró: —Tuternurameconmueve. Guidolacogióporlacinturaydijo: —Quiero mencionar que debido a tu varicela hace mucho tiempo quenohacemoselamor. —¿Tengoquepensarqueturegaloesporinterés?—bromeóella. —Piensaloquequieras,perovenconmigo—respondió,ylacogió delamanoysedirigieronaldormitorio. *** Léoniesereincorporóaltrabajoenfebrero.Empezóarecopilar,limpiar y catalogar los grifos antiguos que había encontrado en el sótano y a hacervisitasaloschatarreros,queabundabanenlospuebloscercanos, para conseguir más. Hizo correr la voz y en los desguaces, cuando se encontrabanconviejasválvulasdeagua,laavisabanenseguida,porque sabían que pagaba bien. La idea de un museo del grifo iba tomando forma.Susuegrosepercatómuypronto,ymásprofundamentequeella, delaintuicióngenialquehabíatenidosunuera,yenNavidadleregaló algunos libros preciosos sobre grifería impresos en los siglos y , provistosdedibujosdeválvulasygrifos. En verano estaba embarazada de nuevo. Su segundo hijo, concebido en mayo, nacería a finales de enero. Cuando estaba en su octavomesdeembarazo,el22dediciembre,sedirigióencochehasta Varenna. Condujo lentamente, con prudencia, y durante el trayecto intentó adivinar cuál sería la reacción de Roger al verla con semejante barrigón.EsosiesqueestabaenVarennaesperándola.Sediocuentade quelaincertidumbredesuscitaseramuyestimulante,formabapartedel juegoycontribuíaamantenervivasurelación. Cuando la dueña del hotel la vio entrar al vestíbulo, observó atónita el enorme vientre de Léonie y, con su habitual cortesía y profesionalidad,preguntó: —Sinoesmuchaindiscreción…¿paracuándoloespera? —Para dentro de un mes, aunque si pudiera lo tendría ahora mismo, porque es difícil moverse con una barriga tan grande — respondióLéonieconunasonrisa. —Enhorabuena, señora. Aquí tiene la llave. El doctor me ha pedido que le llevemos el desayuno a la habitación en cuanto usted llegara. XVI XVII Léonie subió por las escaleras y al abrir la puerta del pequeño apartamento,vioaRoger,sentadoenlabutaca,hojeandounperiódico. Alzó la mirada en su dirección y se le iluminó el rostro. Acto seguido,rompióelsilencioconunacarcajada. —¡Oh, mon Dieu! Espero que no quieras parir aquí —exclamó justoantesdelevantarseyacercarseaLéonieparaabrazarla. Cuatro —¿Niñooniña?—preguntóRoger. —Sólolosabenmimaridoyelrestodelafamilia,yoprefieroque seaunasorpresacuandonazca.Detodosmodos,éloellayyoestamos muybien.Nopuedeshacertealaideadelobienquemesientocuando estoyembarazada—respondió,ysesentóenunabutacafrentealamesa dondehabíandejadolabandejaconeldesayuno. —Tubellezamedejasinaire—susurróél,admirado,mientrasse sentabafrenteaella.Losojoslebrillaban. —Sitúlodices,tecreo.Peromesientocomounaballena,eigual queuncetáceo,sólomeencuentrobienenelagua. —Es una gimnasia óptima para las mujeres encinta. ¿Nadas cada día? —Tenemos una piscina en el semisótano. También la usa mi Giuseppeparachapotear,silovieras…Haaprendidoanadarantesque acaminar. AcabarondedesayunaryRogerdijo: —Túmbateenlacama.Voyahacerteunarevisiónparacomprobar quetodoestébien. Era un día muy bonito y el sol, a través de las cortinas de la contraventana,iluminabalahabitación. Léonie se desnudó y se metió en la cama. Se tapó con la sábana hastaelmentónyentonces,Rogersequitólachaquetaysesentójuntoa ella,enelbordedelacama. —Quieroversirealmenteestástanbiencomodices—comentó.Le acarició el pelo y después sus manos descendieron para comprobar el interiordelospárpados,lamandíbula,elcuello.Apartólasábanapara palparelsenocondelicadeza,luegolasaxilasyelvientre. Laparteinferiordelvientreempezóaelevarserítmicamente. —Leestáshaciendocosquillasaminiño,estádandopatadascomo unloco—dijoLéonie,riendo. Roger sonreía, pero estaba callado y concentrado. Inclinó la cabezayapoyólaorejaenlabarriga: —No tengo el estetoscopio, pero si no hacemos ruido puedo escucharellatidodelcorazóndetuhijo. Eraagradableyreconfortantesentirsobrelapieltirantedelvientre elrostrocálidodeRoger. —Este corazoncito galopa al ritmo de un campeón —observó el médico. Después apartó la sábana y bajó sus manos por las piernas de Léonie, en una larga caricia, y se detuvo en los tobillos, que presionó conlayemadelosdedos. —¿Bebes agua? —preguntó mientras la volvía a cubrir con la sábana. —Lasuficiente—respondióella. —¿Ladigestiónvabien? —Bueno,éloellamepresionaelestómagoymecuestaunpoco. Mepasólomismoconmiprimerhijo.¿Quieresasustarme? —Estás perfectamente… O mejor dicho, estáis perfectamente. ¿Cuándosalesdecuentas? —Dentrodeunmesyunospocosdías,aunquepreferiríaquefuera ya,porqueestasúltimassemanasestánsiendoagotadoras. Rogersepusoenpieypreguntó: —¿Teimportasiestoycercadeti? —¿Enseriomelopreguntas? Rogersetumbóenlacamajuntoaellaylaabrazó. Empezaronaponersealdíasobreloqueleshabíasucedidoenel últimoaño.Rogerexplicóquesumujertodavíanosehabíarecuperado por completo después del accidente, por lo que sus dos hijos estaban consusabuelosmaternos,peroesperabaquevolvieranacasaantesdel verano,porqueenfebrerosumadretendríaquesometerseaunaúltima operaciónortopédicaparacolocarbieneltobillo.Tambiénlecontóque habíaganadolacátedradeginecologíayconcluyó: —Se ha probado un hecho peculiar: parece ser que me he reblandecido. Lo aseguran mis compañeros de trabajo, mis amigos y tambiénmifamilia.Haceunosdías,mipadremepreguntó:«¿Quiénes ella?». Yo estaba bebiendo un café y me atraganté. Y él, sin darme tregua,continuó:«Hascambiado,Roger.Paramejor,naturalmente».No podía mentirle, nunca lo he hecho. Así que respondí: «Pienso en algo que me hace feliz», y ¿sabes qué contestó? «Entonces no lo dejes escapar,porquetesientamuybien». LéonieseapretócontraelcuerpodeRogerysusurró: —Mehacessentirimportante. —Nopuedonegarqueestoycelosodetumarido—confesóRoger. —Yotambiénloestoydetumujer.Perosoncelosbuenos,sinlas sombrasdelospensamientososcuros. —Dentro de poco tendremos que despedirnos. Propongo que excluyamos de nuestro mundo fantástico nuestros respectivos cónyuges —dijoél,riendo,yabrazóconmásfuerzaaLéonie. Sequedaronasí,abrazados,acariciándose,hastaquetuvieronque levantarsedelacama. Sedijeronadiósenlaplazadesiempre.Después,cadaunosubióa sucocheysemarcharondeallí. Cinco Gioacchino nació a finales de enero. Léonie había estado toda la mañana en la oficina con su suegro. A la hora de comer notó una leve punzadaquepasóalpocotiempo.Dehecho,cuandoGuidollamódesde Romaparasabersihabíaalgunanovedad,ellalotranquilizó: —Todavíafaltaunasemana,yalosabes.Túsiguetrabajandoyno tepreocupes. Desdehacíaunosmeses,sumaridosededicabaaunproyectoque le motivaba mucho: una historia ambientada en el siglo y que se desarrollabaentreMilányellagodeComo. La negociación con los altos cargos de la Rai iba cada vez más lentaporque,otravez,losdirectivoshabíancambiadoytocabaempezar de cero. Guido los conocía a todos, pero era muy difícil llegar a un acuerdoenesemundotaninfluenciadoporlospartidospolíticos. Cuando regresaba a Villanova, se quejaba mucho de eso y una noche,durantelacena,despuésdehaberrelatadoelenésimotentativo fallidodefirmaruncontrato,concluyó: —No es sólo agotador, sino que también es humillante y tengo ganasdemandarlotodoalgarete. —¿Ves? Muy bien, vuelve a ocupar tu cargo en la grifería — comentósupadreconlaesperanzadequeGuidovolvieraatrabajaren laempresafamiliar. Sabía que eran palabras desperdiciadas, porque su hijo nunca volvería a la Grifería Cantoni después de aquel horrible suceso que todoshabíanolvidado. AhoraestabahablandoporteléfonoconLéonieydijo: —¿Estás segura de que si vuelvo el jueves llegaré a tiempo para verelnacimientodelniño? —Segurísima. XVIII A media tarde fue a ver al abuelo Amilcare, quien, desde hacía algunassemanas,yanosalíadesuhabitaciónporquenoteníasuficientes fuerzascomopararecorrerladistanciaqueseparabasudormitoriodel salón. Lo encontró sentado en una butaca. Estaba dormitando mientras una criada, sentada frente a él, hacía punto y veía en la televisión un concursopresentadoporMikeBongiorno. —Voy a preparar una infusión —dijo la mujer en cuanto entró Léonie. Léonieapagóeltelevisor,sesentóenotrabutacajuntoalanciano, leacaricióunamanoylesusurró: —Hevenidoahacerlecompañía. Elhombreabriólosojos,lamiró,sonrióydijo: —Eresmuybuenachica.¿Quéhoraes? Desde hacía una temporada, le preguntaba a todo el mundo qué horaera,comosituvieraunacitaytemierallegartarde. —Sonlascinco. —Estabasoñando—dijoAmilcare. —¿Unsueñobonito? —Era joven y fuerte. Estaba sentado en la hierba, en el jardín, y jugaba a dados con Bianca. También estaba Generoso Castelli, ese insoportable chichisbeo. A mi edad por fin puedo permitirme decir la verdad: siempre me cayó mal, aunque lo apreciaba porque era un hombresinceroeinfeliz. —Peroahoraestámuerto—comentóLéonie. —Queenpazdescanse.Noesagradablecompartirelamordeuna mujerconotrohombre,aunquesepasqueellasólotequiereati. Léonienotóotrapunzadaenelvientreypensóenelhijoqueestaba apuntodenacer,ensumaridoyenRoger.AdiferenciadeBianca,que reservabaasulegítimoesposotodalacargaeróticaysóloestabaunida a Generoso por un sentimiento de amistad, ella sentía por Guido un afectoauténticoyprofundoqueconvivíaconlaatracciónporRoger,a quien,apesardetodo,sóloreservabaunpequeñoespacioensuvida. EmergiódesuspensamientosysonrióaAmilcareCantoni. —Esaguapasada,abuelo—dijoLéonie. —Sí,tienesrazón.Además,hetenidounavidafantástica.Mishijos han seguido sus vocaciones con resultados excelentes. Mi nieto se ha casado contigo, que parece que hayas nacido para tener hijos y para dirigir la empresa familiar. Todos, en nuestro interior, vamos acumulandodisgustosporquenosgustamostrarunaaparienciaperfecta. Perocuandotehacesviejotienesquepasarcuentasconloquehayahí dentro.Esperoqueamisbisnietos,esdecir,atushijos,lasapariencias lesimportenuncominoyqueprestenmásatenciónalaesenciadelas cosas. Lacriadaentróenesemomentocondosinfusiones. —Tambiénlehepreparadounaparausted,señora—dijomientras leofrecíaunataza. —Déjela en la mesa, por favor —pidió Léonie, que empezó a sentirnáuseas.Otrapunzadamásagudaleatravesólosriñones. Selevantódelasientoconmuchasdificultadesysusurró: —Creoquetengoqueirmeahoramismoalacama. Cuando se puso en pie, notó un líquido caliente recorriendo sus piernas. —Herotoaguas—exclamó,preocupada. —¡Dios mío, señora! La acompaño a la cama —dijo la sirvienta, alarmada. —Quécama,tienesquellamaraunaambulancia,tienequeingresar enunhospital—intervinoelviejoAmilcare,quetambiénsepusodepie conunaagilidadinesperada. Después todo sucedió muy rápido. Léonie tenía contracciones dolorosas,cadavezmásfrecuentes,elginecólogoestabailocalizabley llamaron inútilmente a una ambulancia. El médico de familia llegó a tiempo para asistir el parto del segundo hijo varón de la familia Cantoni. Guido estuvo pegado al teléfono hablando con su padre, que estabaenlapuertadelahabitacióndeLéonieconCelinayelabuelo. Siguiólosmomentospreviosalpartoycuandoporfinpudohablarcon ellaporteléfono,dijo: —¡Gracias,tesoro,eresfantástica!Salgoinmediatamenteyllegaré esta misma noche. —Luego añadió—: ¿Qué te parece si lo llamamos Gioacchino? —¿Igualqueeltío?—preguntóella. —ParacontinuarconlaletraGdeGiuseppe. —Çava—concluyóella. Mástarde,elabueloAmilcarevolvióconellaparacomprobarque estuvierabien. —Papá,Léonienecesitadescansarahora—ledijoRenzoCantoni, queestabajuntoalacamadesunuera. —Esta muchacha me necesita —dijo el patriarca, alejándolo con ungestoautoritario. Dos criadas se habían encargado del recién nacido, que ahora descansaba en la habitación adyacente. Giuseppe soñaba felizmente en su habitación y todavía no sabía que ahora ya era un hermano mayor. Léonie, abandonada sobre los cojines de su cama, pensaba en su marido, que estaba viajando por autopistas para volver a casa, y en Roger, a quien le habría gustado mostrar su precioso hijo. Amilcare estabasentadoenunasillaalospiesdelacamaylaescrutaba. Entoncesellasusurró: —Abuelo,¿puedohacerleunapregunta? —Porsupuesto—respondióAmilcare. —¿Guidotuvounhijodeotramujerantesdecasarseconmigo? Léonieselopreguntabadesdeundíaenque,mientrasordenabalos cajones del despacho de su marido, se encontró una especie de carta, enrolladaysujetaporunminúsculobrazaletedebolitasdecoloresde cristal.Enlahoja,amarillenta,habíaescrito: , yunalistaenlaquehabíaunaseriedetareasnumeradas. Leyólalistadearribaabajo,luegovolvióaenrollarelfolioylo dejóenelcajónconelbrazalete. —No —respondió el viejo Amilcare. Y añadió—: Si lo hubiese tenido,noseríassumujer. —NosénadadelpasadodeGuido—susurróella. —Esconderloshechosdolorososesunviciofamiliar. —¿Hasufridomucho?—lepreguntóalanciano. —Todos hemos sufrido. Pero creo que llegados a este punto, deberíassaberciertascosas.Ycomominietonohablaránunca,voya hacerloyo. COSASQUEHACERANTESDEQUENAZCAELNIÑO Amaranta Uno Guido se parecía mucho a su madre, pero siempre había alguien que reconocía, en algunas de sus expresiones, una semejanza a su padre. Nadie habría puesto en duda que Renzo fuera su padre. A medida que fuecreciendoycadavezqueasumíaexpresionesoactitudestípicasde los Cantoni, le decían: «Mira, igual que tu padre». Y Renzo estaba orgulloso, porque siempre lo había considerado y lo había querido comosifuerasupropiohijo. Guido, por su parte, alimentaba por su padre un respeto reverencial. Cuando era pequeño, le escribía cartas afectuosas. A su madre, que lo mimaba de todas las maneras posibles, le reservaba su partemástierna. ConlaabuelaBiancateníaunrelaciónconflictiva,porqueella,a veces, se ponía a su mismo nivel y le hacía cosas que él devolvía. Acababan discutiendo y ella se ponía de morros. Entonces Guido se refugiabaconelabuelo,quepasabamuchotiempoconél,leenseñabaa cuidarlasplantasdeljardín,apescarenelrío,aconstruircarritoscon tablas de madera y le contaba viejas historias del pueblo. El abuelo conocíaatodaslasfamiliasdellugarysusentresijos,yselosexplicaba aGuidoadornándolosconanécdotas.Élescuchabaynuncasecansaba. A la villa acudía de vez en cuando el tío Gioacchino, que le regalaba imágenesdesantos.ConmásfrecuencialosvisitabaGenerosoCastelli, alqueGuidollamaba«tío»,ydequienrecibíaregalosimportantes:una bicicleta,unaenciclopediaparaniñosountelescopioparacontemplar lasestrellas.DespuésseencerrabaenelsalónconlaabuelayGuidolos sorprendía en discusiones acaloradas sobre temas que no alcanzaba a comprender. A veces el abuelo se lo llevaba al pueblo, a la Villa Olgiati, a charlarconlosancianosquepasabantemporadasallí. La residencia era, después de la empresa familiar, el pasatiempo de Amilcare. Se ocupaba de ella activamente y, si era necesario, intervenía con todo el peso de su autoridad para proponer la contratación de un médico en lugar de otro, escuchaba al personal y a los residentes, discutía con las cocineras que preparaban la comida, exigíaprobarlosalimentosyselosdejabaprobartambiénaGuido. —Miraesteescalopínydimequéteparece—loanimaba.Opor ejemplo—:Pruebaestepostreyeseotroydimecuáltegustamás. Guidosesentíaimportantecuandolepedíanqueeligiera.Aunque sabíaque,detodosmodos,elabuelohacíaloquequería,siempretenía encuentalosgustosdesunieto. Después Amilcare convocaba en su despacho al administrador y hablabanlargoytendidosobreloscostes,laausenciadedeterminadas prestacionesolasventajasdealgunaterapiarespectoaotra. Enunaocasión,elabuelofueaRomaysellevóaGuido.Amilcare había solicitado una reunión con alguien del Ministerio de Sanidad y Guido estuvo sentado a su lado mientras exponía sus peticiones a un secretariodelministroqueloescuchabaatentamente. Cuandosemarcharon,elabueloledijo: —Ese tipo es un cretino. No entiende nada. Tengo que hablar directamente con el ministro si quiero conseguir algo. Porque mira, Guido, Villa Olgiati tiene que autofinanciarse, es el único modo para quenuestrosancianosesténsegurosynadielospuedaechar. Guidonocomprendíamuybienesosrazonamientos,peroaunasíle resultabanestimulantes. Larelaciónconlosotrosabuelos,loscondesOlgiatiTremonti,no era tan cercana. El abuelo conde se dedicaba a gozar de la vida y considerabaeldinerocomounmalnecesario.Renzodecía: —Entremisuegroyeldineronuncahahabidosintonía. Alaabuelaprincesa,encambio,parecíaquetodoytodosledaban igualyseenfrentabaalossucesosdelmundocondistancia.Devezen cuandodecíaquequeríadejarMilánparamudarseyvivirconsuhijoen África. —Si no fuera porque allí abajo son todos tan negros, incluida mi nuera,mehabríamarchadohacetiempo.Diosmío,tambiénelpersonal deservicio,conesasmanosnegrísimas…quecocinanlacomida,hacen lascamas…Quiénsabe,¿puedeunafiarsedeellos? Yconestosdilemas,nuncaseatrevíaamarcharse. Guido era el único niño en un mundo de adultos. Celina no quiso llevarloalaguardería,peroRenzoinsistióenqueelpequeñoteníaque ir a la escuela primaria pública, y entonces la villa se llenó de niños porque Celina no desperdiciaba ninguna ocasión para ofrecer una merienda a todos sus compañeros y los trataba como si fueran hijos suyos.Amuchosdeellosleshabíaenseñadoanadarenlapiscinadela villaylosmirabaconcariño,suspirando: —Me habría encantado poder darle a mi hijo un ejército de hermanitosyhermanitas. YaGuidoledecía: —Algúndía,cuandoseasgrandeytecases,deberástenermuchos hijos,porquelosniñossonunabendición. Detodosloscompañerosdelaescuela,GuidopreferíaaAmaranta Casile, hija de inmigrantes calabreses que habían llegado al norte empujadosporelhambre.TodoslallamabanMara,peroéladorabaese nombredulceyásperoqueseadaptabaaella,porqueAmarantateníaun encarnadooscuro,elcabellodelcolordelgranomaduroyojosverdes degata.Eradelgadacomounpalilloyvestíaropadesgastada,peroera tanfuertecomolosniñosconlosqueamenudosepeleabapornada.Y no lloraba nunca, ni cuando salía de las peleas llena de moratones ni cuandolamaestralaregañabaporalgúnerror.Hablabapoco,perosus ojos despiertos transmitían todo ese orgullo que tenía y que fascinaba tantoaGuidocomosuvozronca. Una vez, él le dejó en la cartera una nota escrita: «Amaranta, me recuerdasalsol.Elotrodíaterocéunamanoyprácticamentemequemé delocálidaqueera.Avecesnopuedomirarteporquetuluzmeciega. Tequiero». Aldíasiguiente,ellalesusurró: —Erestonto. Élseavergonzóporesaspalabrasestúpidasquehabíaescritopor impulso.Después,Amarantalediounaexplicación: —Siempretengofiebre,poresotengolapielcaliente.Perosomos pobres,notenemosdineroparaqueunespecialistameveayelmédico delamutuanosabequéhacerparacurarme.Peroestoybien.Porcierto, olvídatedelaluzcegadoraydelsol.¡PorelamordeDios!¿Quésabrás tú,queeresunseñorito,decómofuncionanlascosasdelospobres?Mi madretieneotroscincohijosalosquecuidarytrabajaenelcampo,mi padreesalbañilysóloganaunaspocasliras. Guidoleexplicóesahistoriaasuabueloyalfinallepreguntó: —¿Nopodemosayudarlos? —Ser rico no significa ser omnipotente. Si ayudáramos a todo el mundo,alfinalyanopodríamosayudaranadie.Yademás,lospobres también tienen dignidad. ¿Te gustaría regalar dinero a los Casile? ¿Y después qué? En cuanto se acabara el dinero, volverían a la misma situación. —¿Entoncesnohayningunaesperanzaparaellos? —¿Esperanza de qué? ¿En la justicia social? Es mejor que se la dejemos a los políticos, que la utilizan como eslogan durante las campañaselectorales.Nuncahahabidoninuncahabrájusticiasocial. Despuésdelaeducaciónbásica,Guidocontinuólosestudiosenun internado,siguiendolatradiciónfamiliar,yseolvidódeAmarantahasta el día en que, después de licenciarse, entró a trabajar en la empresa familiarparaayudarasupadre. Dos Enaquellaépoca,laempresafamiliarprosperaba.LosCantonihabían reestructuradoydestinadoaoficinaselviejoedificio,lasedehistórica delagrifería.Allado,construyeronunedificiomodernoquedisponía de una sala para el comedor de los trabajadores y una enfermería que contabaconlapresenciapermanentedeunmédicoyunaenfermera.El númerodeempleadoshabíaaumentadomucho;prácticamentecasitoda la fuerza de trabajo de Villanova estaba en las dependencias de los Cantoni. Laagricultura,quedurantesigloshabíasidoelúnicorecursodela zona,cedióelpasoalaindustriaylasáreascultivablessedestinarona la construcción. La periferia del antiguo arrabal era una especie de canteradondeselevantabanedificiosdestinadosalostrabajadoresque veníanespecialmentedelsurdeItalia.LosCantonieranpropietariosde una decena de edificios cuyos apartamentos alquilaban a precios asequibles a los trabajadores de la fábrica. Fueron los años de las protestas juveniles, de las manifestaciones, de las huelgas a ultranza. Todos los trabajadores estaban sindicados, excepto los de la Grifería Cantoni. Cuando los representantes de los sindicatos acudían a la fábricaparaarengaralpersonal,lesdecían: —Nosotros tenemos un sueldo correcto y las negociaciones las hacemosdirectamenteconlosdueños. Eranconscientesdeque,actuandodeesemodo,noayudabanalos compañeros menos afortunados, pero también sabían que todos los privilegios de los que disfrutaban derivaban del trato diario con Amilcare,eldueñoqueprimerohabíasidocampesinoydespuésobrero, y que hablaba igual que ellos. Los trabajadores lo hacían partícipe de susnecesidadesyAmilcarelosimplicabaenlavidayenlosproblemas de la empresa. Si había discrepancias, trabajaban en equipo para encontrarunasoluciónquesatisficieraatodoelmundo. Desde que Guido era niño, Amilcare siempre le había dicho lo mismo: —Lafábricaesnuestrafamilia.Sialosempleadosdomésticosles damosbuenascamasybuenacomida,tendránbuenasaludytrabajarán bien. Del mismo modo, si retribuimos adecuadamente a nuestros operarios,silosrespetamosysientenqueformanpartedeunaempresa, trabajanmejor.Recuérdalo,porqueundíalaGriferíaCantoniserátuya. Guido ya tenía el futuro escrito. Pero prefería la literatura a los grifos,omejordicho,lainvestigaciónuniversitaria,peronoseatrevíaa confiaresavocaciónanadie.Porotraparte,conocíalafábricaentoda sucomplejidad,porquedepequeñohabíapresenciadolasdiscusionesy lasreflexionesentresupadreysuabuelo. Después de licenciarse, se matriculó en un curso de especializaciónenunauniversidadamericanaypasóunañoenEstados Unidos. En aquella época tuvo algunas aventuras sentimentales, se enamoródeunaperiodistadelaNBCysefueavivirconellaasucasa de Nueva York. Fue una lástima que, después de un breve viaje a Boston, al volver a casa se la encontrara en la cama con otro. Le molestómáselhechodetenerquebuscarseunnuevoalojamientoquela traicióndelajoven.AlregresaraItaliaempezóatrabajarenlagrifería. Elmédicodelafábricalecomunicóquevariasempleadassufrían trastornosnerviosos,ansiedadymalestarpsicológicodebidoalasuma del trabajo con las responsabilidades y las tareas familiares. Guido hablódeelloconsupadreylepropusocontrataraunasistentesocial. El proyecto se aprobó rápidamente y se llevó a cabo. Guido también tuvolaideadeeditarunperiódicoenelquelostrabajadorespudieran escribirparaexpresarsusopinionesacercadeltrabajo,laempresaola competencia. El primer número tenía que salir con motivo del centenariodelafábricay,sindemostrardemasiadaimaginación,Guido lobautizóconelnombredeElNoticiario.Leencargóladirecciónaun amigoqueerareporterodeundiariomilanés.Lainiciativafueacogida conentusiasmoporlostrabajadoresyasuescritoriollegaronpáginasy páginas muy interesantes, prácticamente todas manuscritas y a menudo con caligrafía y gramática torpe. Guido se apasionó tanto por El NoticiarioquedonRenzoCantoniledijounanocheasumujer: —Guido está teniendo muchas ideas para rejuvenecer la fábrica. Cuandollegueeldíaenquetengaquedirigirla,esperoquelohagacon elmismoímpetuconelqueseocupadelperiódico. EraelmesdejulioyGuidohabíatrabajadodurantevariassemanas enlaconfeccióndelnúmerocero.Antesdemandarloaimprenta,pasó eldíarevisándoloatentamentejuntoaldirector,quehabíaacudidoala fábricaporlatarde.Enplenanoche,cuandolosempleadosyasehabían marchado y sólo quedaban los dos guardias nocturnos, Guido se despidió del periodista y cada uno se subió a su coche en el aparcamiento. Guido encendió el motor, puso la marcha atrás y chocó contraalgunacosaqueemitióungritoagudo.Sedetuvoinmediatamente, bajódelvehículoyseencontróaunamujerenelsueloconlabicicleta delrevés.Unguardiaseacercócorriendomientrasgritaba: —Conducíacomounalocayustednopodíaverlallegar,señor— precisó, no sólo para aclarar la dinámica del accidente, sino para ponerseinmediatamentedepartedeldueño. Guido ni siquiera le escuchó mientras se inclinaba consternado sobrelapobrecita. Lareconocióalinstante:eraAmarantaCasile. —¿Dónde te duele? —preguntó, preocupado, y le tendió la mano paraayudarlaaponerseenpie. —Enelcostado—respondiócuandoestuvoenpie,sujetándoseen él.Elcabellolecaíasobreloshombrosgráciles. —¿Estásentera?—preguntóelguardia,acercándoseaellos. —Yosí,peromibicicleta…—protestóella. El guardia levantó la bicicleta, puso derecho el manillar, que se habíatorcido,ygruñó: —Esta chica sale siempre tarde y se mueve como un cohete sin miraradóndeva. —Perdóname,Amaranta—susurróGuido. —¿Dequé,señor?Laculpaesmía—replicóellafulminándolocon lamiradamientrasrecuperabasubicicleta. —¿Metratasdeusted? —Nomegustahablardeotromodoalosempresarios—respondió conactituddesafiante. —Perosinosconocemosdesdeniños…—dijoél,avergonzado. La joven no respondió, se sentó sobre el sillín, dio un par de pedaladasinsegurasysemarchó. —Todosolucionado,señor—loreconfortóelguardia. —¿Trabajaconnosotrosesachica?—preguntóGuido. —Enelalmacén—respondióelguardia. Guidosemontóensucocheysediocuentadequeletemblabanlas manos. Tres Lamañanasiguiente,Guidoacudióalasoficinasypidióconsultarel listadodelaplantilla.Entrelosnombresdelosempleadosdelalmacén figuraba el de Amaranta Casile, de veinticuatro años. Su nivel de estudioseradeeducacióngeneralbásica;anteriormentehabíatrabajado enunbar;sobrelasanotacionesdelmédicodelafábrica,teníafiebre persistente de probable origen nervioso, carácter hosco y era una trabajadoraquisquillosa. Pocas palabras para describir a una persona que desarrollaba concienzudamente su trabajo. La noche anterior, cuando ayudó a Amaranta, afloraron en él todas las emociones que sintió cuando eran compañeros en el colegio. Recordó su infantil enamoramiento y comprendióqueaquellachicaseguíaatrayéndolocomounimán. La piel morena, el cabello del color del trigo, esos grandes ojos verdes, vivaces e intensos, la hacían irresistible. Y su voz ronca tenía algo cautivador. Las chicas con las que Guido salía pertenecían a un mundomuydiversoyningunadeellashabíasuscitadoenéluninterés remotamentecomparablealoquesentíaporella. Devolvió él mismo en persona la documentación a la oficina de personal y le preguntó a una empleada si la señorita Casile había acudidoatrabajar. Lamujerpasórápidamentelasfichasdelaspersonaspresentesy dijo: —Ha fichado, como cada día, con diez minutos de antelación. Siemprellegaprontoysemarchatarde. —Gracias—respondióGuido,ysaliódelaoficina. Esa mañana no logró concentrarse en el trabajo. Estaba irritado consigo mismo, porque encontrarse a Amaranta lo había perturbado mucho y eso le parecía ridículo e irracional. Llamó por teléfono a un amigo de Villanova que, igual que Amaranta, había sido compañero suyo del colegio y que, justo después, asistió al ISEF. Ahora era profesordetenisydevezencuandojugabaconélenelClubdeTenis local. —¿Notendrásporcasualidadunahoralibre?—preguntó. Semarchódeldespachoysefueajugar.Despuéscomióconélen elrestaurantedelclub. Mientrascomíanunaensalada,Guidoledijo: —¿Sigues en contacto con alguno de nuestros compañeros del colegio? —Veo a Giovanna Zappa, que trabaja en el restaurante La Rinascente,yaFaustoBaroni.¿Teacuerdasdeél?Parecíaeltontitode la clase. Pues bien, es profesor de música y segundo violín en la orquestadelaScala.AhoraestádegiraporAméricadelSur.Siempre medaentradasparalosconciertos.Siquieres,lepuedopedirentradas parati.YtambiénveoaFrancesca,lahijadelosRatti… —Yotambiénlaveodevezencuandoenalgunafiesta. —SelicencióenQuímicayesinvestigadoraenlauniversidad.¡Es unachicapreciosa!EstásaliendoconunabogadodeMilán.Yluego… —¿TeacuerdasdelaCasile?—soltóGuido,comosinada. —¿Mara?Sí,meacuerdo,lallamábamoslagartijaporqueteníaun colorextrañodepiel,uncuerpecillodelgadoyseescabullíaencuanto alguien se le acercaba. No, no la he vuelto a ver. Vivía en una granja humildeconunmontóndehermanos.Gentemuypobre… Guidovolvióaltrabajoydecidióqueesanoche,despuésdecenar, le preguntaría a su padre por Amaranta, ya que conocía a todos los empleadosyseguroquesabríaalgodeella.Peroalfinalsintiómucha vergüenzaporelexcesivointerésporlachica,nohablóconsupadrey llamóporteléfonoaBonaViscontiparainvitarlaalcineenMilán. EntrelosmilanesesdesuedadconlosqueGuidoserelacionaba estabaBona,unachicaquenoleresultabaindiferente.Trabajabaenun estudiodearquitecturacomodecoradoradeinterioresyellatambién,en más de una ocasión, le había dado a entender que apreciaba su compañía.Esanoche,despuésdesalirdelcine,pasearonporlaavenida VittorioEmanuele. —¿Quéhacemos?—preguntóGuido. —Mañanaporlamañanatengounainspecciónenunedificiodela avenidaMagenta.Yovuelvoacasa—respondióBona. —Teacompaño—propusoGuido. Bonaeradesenfadadaydivertida,yrieronsobrealgunastonterías hastaquellegaronalportaldesucasa. —Tengounamigoamericanoquevendrádentrodeunosdíasyse hospedará en casa. Hemos planeado un viaje a Irlanda y luego nos gustaría pasar unos días en las islas Aran. Alquilaremos una barca y pescaremoslangostas—explicóGuido. —Yo estaré en Cap Ferrat con mis padres. ¿Por qué no vienes a vernos?Lacasaesgrandeypodemosalojartambiénatuamigo. —Graciasporlaoferta.Tediréalgo—respondióél,esperandoa queBonaabrieraelportal. —Buenas noches —susurró ella, y levantó el rostro para que le dieranunbeso. YGuidolohizo.Enlamejilla. RegresóaVillanovadeunpésimohumor. Eramedianocheysuspadresestabaneneljardínconlosabuelosy GenerosoCastelli. —¿Acaso habéis decidido ofreceros como comida a los mosquitos?—preguntóGuido. —Hay horchata fresca —dijo Celina a su hijo, indicándole el carrito de las bebidas donde el hielo se deshacía en el botellero de plata. Guidosesentóconellosypreguntó: —¿Hapasadoalgo,porquéestáisdespiertosaestashoras? —Generososehapresentadoalasdiezdelanocheparacontarnos quelehacompradounbarcoauncerveceroalemán.Dicequehahecho un buen negocio porque tiene un comandante, tres marineros y dos sirvientes.Todosalemanes.¿Teimaginasunbarcopilotadoporuntipo de Múnich? Insiste en que tenemos que ir todos de crucero a las islas griegas—explicóRenzoasuhijo. —Exacto —intervino Generoso—, puede ser muy divertid, ¿no creéis? Guido contempló a través de la luz temblorosa de las velas antimosquitosasuabuelo,ligeramenteirritadoporesaactividadqueno loentusiasmaba,asuabuelaemocionadísimaporelnuevoproyecto,el padre que seguramente estaba ya preocupado por tener que dejar la empresaenmanosajenasdurantesuausencia,lamadreconciliadoray dispuesta como siempre, y el amigo de la familia que anhela constantemente sentirse aceptado. Esa plácida estampa nocturna era comoelaguaopacadeunestanquequeescondeenelfondounpulular devidainquieta. —UncruceroenGreciamepareceunaideafantástica—comentó Guido. —Lo sería si hubiera un poco de juventud entre nosotros —dijo Celina. Su deseo por incluirlo era evidente, ya que nadie se atrevía a rechazarlainvitacióndeGeneroso. —Pero los jóvenes no estarían a gusto con tanto vejestorio — sentencióelabuelo. GuidopensóenAmarantayselaimaginótumbadabajoelsol,en elpuentedelyate,conélinclinadosobreella,viéndosereflejadoensus ojosdegata. Cuatro Guido, que siempre evitaba decepcionar a su padre, se acabó inmolando y aceptó aquel viaje con la familia. También se llevó a su invitado americano, a un par de amigos milaneses cuyas novias los habíandejadoyaBonaVisconti.Estaúltimaaceptólainvitaciónporque esperabaqueGuidoquisierapresentarlaasufamilia. Seguramente no iba del todo errada, porque Bona le gustaba. Su bellezadiscreta,laeleganciadesusmodalesysucaráctercalmadole recordaban a su madre, pero a diferencia de Celina, Bona era combativa. Después de licenciarse en Arquitectura, se puso a trabajar para ayudar a su familia de holgazanes, a los que habían criado entre algodones. Pero Guido no tenía ninguna intención de casarse. Cuando Celina ledecía«Cásate,quieroquemedesmuchosnietos»,élrespondía«Lo haré,perolomástardeposible». Aunque la convivencia en un barco no siempre es fácil, las vacacioneslesfueronbienatodos.Elclandelosancianosnoeramuy entrometido.Porlanoche,losjóvenesbajabanatierrayseibanatomar algoyadivertirsemientraslosCantonicenabanabordoyseacostaban pronto. Cuando el barco atracó mar adentro en la isla de Ítaca, donde la abuela Bianca ya había estado unos años antes, bajaron todos juntos a tierra.Biancaqueríaenseñarlealoschicosellugarenelque,segúnla leyenda, se alzaba el palacio de Ulises. Después se asustó por una serpiente que asomó de repente de entre unas piedras que había en un sendero,asíquevolvióabordo. Alcabodeunasemana,losjóvenessefueronyendodeunoenuno. Guido y Bona continuaron en el crucero y llegaron a las islas Espóradas.SedieronunúltimobañofrentealaplayadeMandrakien Skiathos. Por la noche subió al barco una pequeña orquesta local y bailaron sirtaki en el puente del yate. De forma inesperada, la abuela Bianca también quiso bailar e intentó que el abuelo Amilcare la acompañara,peroélnoqueríasabernadadeeso.Alfinalsepusierona discutir frente a los músicos, que reían y acompañaban la disputa con apropiadosacordesdeviolín.Derepente,laabuelaagarróuncenicero de cristal pesado para golpear a Amilcare y él, con la agilidad de un atleta,usóunamanoparabloquearladelgadamuñecadeBiancaycon la otra la cogió por la cintura y se la llevó a los camarotes bajo cubierta. Todo eso ocurrió muy rápido. Los músicos no dejaron de tocar. Renzo, Celina y Generoso siguieron charlando y un miembro de la tripulaciónsirvióalosinvitadoschampánhelado. BonasusurróaloídodeGuido: —¿Meexplicasquéhapasado? —Nada,absolutamentenada—respondióélcontranquilidad. —Perosiestabaapuntodegolpearatuabuelo.¿Teparecequeeso esnada?—insistióBona. —Laabuelaestáloca,siemprelohaestado.Esposiblequeestos díassehayaolvidadodetomarlaspastillas—explicó. —Peroesoesterrible—murmurólachica. —Bueno,paranosotrosescompletamentenormal—replicóGuido. Alamañanasiguiente,duranteeldesayuno,Bianca,envueltaenuna capadesedaazulyenunanubedeperfumeGivenchy,trinabacomoun gorrión,yAmilcareyGenerosoreíanporalgoqueellalesacababade contar.Bonasesentóalamesaconellosy,mientrasGuidoengullíacafé ytartadealbaricoque,ellaobservabaperplejaelrostroresplandeciente de Bianca. El barco se dirigía a vela hacia Atenas, y allí los dos jóvenesdesembarcaronpararegresaraItalia. GuidosepercatódelsilenciodeBonaylepreguntó: —¿Teencuentrasbien? —Hedormidofatalyestoycansada—respondiólajoven. Habíapasadolanocheintentandoconvencersedequelalocurade laabuelanoteníanadaqueverconelchicodesussueños.Peronolo consiguió.Sabíaquelalocuraeraunmalhereditario,asíque,talvez,el señor Cantoni y su hijo Guido también estaban locos. ¿Era adecuado unirseaél? CuandovolvieronaMilánnoreiterólainvitaciónaCapFerraty Guido,queintuyóelmotivo,tampocoselorecordó. LasvacacionesenGreciafueronunaespeciedepruebadefuego. GuidohabíaestadobienconBona,peronohabíadejado,nisiquieraun día,depensarenAmaranta,aunquetambiéneraconscientedequeese pensamientoobsesivoeraunaformadelocura. Volvió a la villa. Sólo había un par de criados ancianos con su nieto. El pequeño contemplaba con curiosidad «al señor» y lo seguía por todas partes, casi a escondidas, como si Guido fuera un extraterrestre.Aéllegustabatenerlocerca,ycuandosedecidióairala fábrica,ledijoquepodíasubiralcocheyselollevóconél.Laempresa estaba cerrada por vacaciones, pero había un guardia, el que había presenciado el incidente con Amaranta. Guido y él charlaron mientras teníacogidodelamanoalpequeño. Selollevóconsigoaldespachoyallíleyólostélexquelehabían llegadodurantesuausenciayabriólacorrespondenciadejandoqueel niño jugara con los clips y los sellos. Cogió apuntes para comentar algunos asuntos con su padre cuando llamara desde Grecia, temas relacionados con algunos pedidos que no se habían despachado. Despuéssalierondeledificiodelasoficinasyllamóalguardiaparaque abrieraelalmacén. QueríaverellugardondetrabajabaAmaranta.Elpequeñolocogía delamanoconlamismaconfianzaconlaqueunnáufragoseagarraríaa cualquierobjetoabandonadoenelmar. En la entrada del almacén, que era un enorme laberinto de estanterías altísimas abarrotadas de mercancía, había un ventanal a manoizquierdaqueloseparabadelasoficinas. Elguardialesabriólapuertayseencontraronenunagransalacon cinco escritorios. Guido adivinó en seguida cuál era el de Amaranta; encima había algunas figuritas de animales de cerámica y un jarrón minúsculoconfloresdeplástico. Seacercóalamesaysentóalniñoenlasilla. —Dimetodoloqueves—ledijoGuido. —Dosocas,unpingüino,unportalápicesconbolígrafosylápices, unaVirgenconuncollardecolor… Guidolointerrumpióylepreguntó: —¿Quiéncreesquesesientaenesteescritorio? —Yo—respondióconprontitud. Guido se puso a reír, divertido por la ocurrencia del niño. El «collar» que decoraba la estatuilla de la Virgen era el brazalete de bolitasdecristalqueGuidolehabíaregaladoaAmarantacuandoiban juntosalcolegio.Loreconociódeinmediato. Ayudóalniñoabajardelasilla.Conungestoimperceptible,cogió elbrazaleteyselometióenelbolsillo. Aldíasiguiente,porlamañana,semarchóaIrlandaconsuamigo americano. Cinco Despuésdelasvacaciones,Guidovolvióatrabajaralafábricaycada díateníalaesperanzadeveraAmaranta. Una tarde, desde la ventana de su despacho, la vio alejándose en bicicleta.Entonces,antesdequeelguardiacerrara,entróalalmacény colocó en la estatuilla de la Virgen un brazalete de oro hecho de corazones unidos entre sí y que formaban una cadena. Lo había compradoenDublíndurantelasvacaciones. Estabaconvencidodequeseestabacomportandocomounidiota, peronolograbasacarseaAmarantadelacabeza. Esa chica antipática le recordaba, en cierto modo, a su abuela Bianca. Él, que había heredado de su madre un carácter equilibrado y unaactitudcompuesta,estabafascinadoporesaabuelaimprevisibleala queparecíanimportarletrespimientoslasconveniencias,queseguíasus impulsosyquenohacíanadaparacaerbien. Pensóque,talvez,suabueloAmilcaresehabíasentidoatraídopor Bianca Crippa del mismo modo que ahora él se sentía atraído por la hurañaAmarantaCasile,precisamenteporserdiferente. Despuésdecolocarelbrazaletedeoroensumesa,dejópasarunos díasyluegosedecidióahablarconella.Unanochesaliódeldespacho, sesubióalcochey,enlugardedirigirsealavilla,tomóelcaminoque llevabaalpueblo. Aparcó el vehículo en el arcén de hierba que estaba junto a un riachuelo de agua que gorgoteaba y esperó. Cuando vio llegar a Amaranta en su bicicleta, se puso en medio del camino y la chica se detuvo. Puso un pie en el asfalto y lo observó sin mencionar una sola palabra. NisiquieraGuidopudohablar.Teníalabocasecaynodejabade preguntarse qué hacía allí, en esa posición humillante. Negó con la cabeza,compadeciéndose,diomediavueltaysedirigióalcoche.Puso lamanoeneltiradorparaabrirlapuertayentoncesellapreguntó: —¿Porquémerobasteelbrazalete? —Losustituíporotromásdigno—respondió,ysegiróhaciaella. —¿Másdignoparaquién?¿Paraqué?Quizáamímegustabamás elotro. —Cuandoteloregalénopareciógustarte.Perodespuéslovientu escritorioyahoraveoqueelbrazaletenuevolollevaspuesto. —Esdeoro.Alguienpodríacogerlo. —¿Nopuedesdecirquetegusta? —No—respondió.Yañadió—:Detodosmodos,gracias.Aunque noséporquémelohasregalado. —Creoquelosabesperfectamente.Porquederepentehasvueltoa tratarmedetú,nomehasatropelladoconlabici,cosaquehetemidopor un instante, y me has detenido cuando estaba a punto de marcharme porquenosabíaquédecirte.—Guidosemetióunamanoenelbolsillo del pantalón, extrajo el brazalete de bolitas de colores y prosiguió—. Han pasado catorce años desde que estábamos en quinto. Y lo has guardadotodoestetiempo. —Fuiste el primer niño que me hizo un regalo. No estaba acostumbrada a ese tipo de cosas. Ahora es mejor que zanjemos este asunto de una vez por todas —concluyó, y se marchó pedaleando con energía. Llevaba puesto un vestido modesto de algodón y unos zapatos de telanegra. Guidosubióalcocheyregresóacasa. En la plaza, frente a la villa, había algunos coches azules aparcados.Losconductoresseguíanaunacriada,quelosguiabahacia elcomedordelossirvientes. —¡Vaya, me había olvidado! —susurró Guido, y trepó por la verandaparasubirasuhabitaciónycambiarsederopa. Esanochesupadrehabíainvitadoacenara«loscarniceros».Era asícomollamabaalafamiliaPanigada,propietariadelamayorcadena de distribución alimentaria y que recientemente había empezado a cotizar en Bolsa. Además, habían adquirido una participación mayoritaria de una importante cadena de hoteles. El trabajo de renovacióndeloshoteleshabíasidoasignadoalaempresadeGeneroso Castelli, y para los suministros hidráulicos habían firmado un contrato conlosCantoni. Pidieron a Guido que participara en la negociación, que se había concluido felizmente unos días antes, y la invitación a la villa representaba la coronación de ese notable negocio. El cocinero y el pastelero llevaban un par de días trabajando en la cocina, y la abuela Biancahabíasidolaencargadadeelegirelmenú,algoquehacíamejor quenadie. Los Panigada tenían dos hijas gemelas de veintidós años, muy guapas.Unaeracampeonadeoff-shore,ylaotraacababadeterminarun máster en gestión empresarial. La deportista estaba saliendo con un directivo emergente de televisión, y la otra sólo estaba unida a su trabajo. RenzoCantoniysumujerCelinainvitarontambiénalaschicasyle pidieron a Guido que los acompañara en la cena. Pero él tenía otras cosasenlacabezaysehabíaolvidadoporcompletodelacita. Aun así, durante la cena fue amable con los invitados, especialmente con la señora Panigada, que alababa cada plato «del chef»delacasadelosCantoniydisertabaconsolturasobreelcortede lacarne,recreándoseenminuciosasdescripcionesacercadeldeshuese delosanimalesyhaciendoquesushijasyotroscomensalespasaranun pocodevergüenza. Lacampeonadeoff-shorereaccionó: —Mamá, déjalo. Tus discursitos horripilantes molestan a todo el mundo. Lamadreseenfadó. —No,déjalotú.Yonomeavergüenzodedecirquelasjoyasque llevolashecompradoconeldineroqueheganadovendiendocarnede buey. Tú, en cambio, tienes el valor de decir que eres vegetariana. Si todoelmundosevolvieravegetarianoyapodríasirolvidándotedetus lanchas. La abuela Bianca reía escondiendo la boca tras una servilleta y despuéslesusurróasunieto: —Mejorlacarniceraquelahija,¿nocrees? Guido sonrió con complicidad. Escrutaba a las dos gemelas millonariasypensabaenAmaranta,ensuszapatosdetela,ensudifícil vidadechicapobre. Cuando la abuela anunció que quería retirarse porque estaba cansada,éllaacompañóparalibrarsedelaconversaciónconlafamilia Panigada.Encuantollegóalsalóndesuapartamento,Biancaempezóa quejarsedeRenzoyCelina,diciéndoleaGuidoqueteníanlaestúpida maníadequereremparentarseconunafamiliarica. —Me da igual, abuela. No te enfades por eso —la tranquilizó el nieto. —¿Has visto en qué se ha convertido esa pobre carnicera? Una marioneta de quien sus hijas se avergüenzan. Y la condesa, tu madre, quetuvounaeducaciónperfecta,sigueteniendomiedodelamiseriay haríalavistagordasitecasarasconunadelasgemelasmillonarias. —Peromamáestáenamoradadepapá—comentóelnieto. —No lo sé… es posible… pero no estoy segura de que sea una mujerfeliz.Yolohesidocontuabuelo,yélnoteníanada.Eldineroes laharinadeldiablo—sentenció. —Estoydeacuerdocontigo.Dehecho,megustaunachicaqueno tienenada,ynisiquieraesmuyguapa—dijo. —¡Vaya, vaya! ¿Y de quién se trata? Cuéntamelo todo. Ya sabes quemegustanlashistoriasdeamor. GuidóleexplicólopocoqueteníaquedecirsobreAmaranta. —Quieroquevayasconcuidadoynoledestroceslavidaporque, tal y como hablas de ella, lo tuyo es una pasión irracional que desaparecerá del mismo modo en que llegó. Esa pobrecilla que se encargadelregistrodedescargademercancías…Mira,lapasiónentre dosjóvenes,cuandoestálimitadaalapiel,seacaba. —¿Porquécorrestanto?Nisiquierasésialgúndíameatreveréa invitarlaacomer—dijoGuido. —Lomejoresquenolainvitesnunca.Aunqueesinútilquetedé consejos,nomeharáscaso. Seis No,Guidonohizocaso.Dedíatrabajabayporlanoche,cuandolos empleados se marchaban a casa, se plantaba frente a la ventana del despachoparaveraAmarantaalejándoseenbici. Lo único que impedía que fuera tras ella era el temor a los cotilleos. No quería que el nombre de Amaranta acabara en boca de todos,nielsuyotampoco.Esperaba,sindemasiadaconvicción,quela pasiónquesentíaporellafueraamenos.Ymientrastanto,salíaconsus amigosmilanesesysedistraíaconlacompañíadeotraschicas. Devezencuandoteníaquesalirparahacergestionesdetrabajo,y cuandovolvíaalasoficinas,nopodíaevitarespiaraAmarantaporla ventana de su despacho. Era otoño y ella estaba abrigada con una chaquetadelanayconelcabellorubioescondidobajoungorronegro. Cuando llovía, la veía salir disparada en la bici. En esas ocasiones llevabaunacapadeplásticoamarillo.Cuántaternuradespertabaenél esachicasola,delaquenosabíanadaydelaquenadiehablabaporque muypocoslaconocíany,detodosmodos,nohabíanadaquedecirsobre ella. LlegóelinviernoyGuidoteníaprevistopasarunfindesemanaen Sestriere.Eldíaqueteníaquesalirhaciaallídesayunóenlaveranda. Su padre ya estaba en la mesa y estaba comiendo una tarta napolitana queunclientedeSalernolemandabacadaañoporNavidad. —¿Quéhaceslevantadotanpronto?—preguntóGuidomientrasse sentabafrenteaél. Eran las siete de la mañana y antes de marcharse, Guido quería pasarporeltrabajoparaverelcorreo. —MehadespertadodonTranquillo.Guido,hazmeunfavor,hace unmesquemedalavarayyomeolvidounayotravezdepasarpor allí.Quierecambiarlosgrifosdelosbañosdeloratorio—explicó. —¿Ycuáleselproblema?Yasabesquelosgastosdelaparroquia correnanuestrocargo. —Peroquierequevayaacomprobarelestadodedegradaciónde losgrifosparaquenocreanquequieresacarprovechodelcambio.Ve tú,porfavor. —¿Cuándo? —Ahora. Cuanto antes, mejor. Échale un vistazo y el lunes le mandasunfontanero. Guido no podía negarse a los favores que le pedía su padre, así queleprometióqueiríaaveradonTranquillo,aunqueesoretrasaraun pocoelviajealamontaña. Entróenlacasaparroquial.Ernestina,laviejaamadellavesdel sacerdote,estabacortandoelpanenunatabladecortarenlacocina. —Don Tranquillo está oficiando misa —le explicó al joven Cantoni. Guidoteníaprisa. —Hevenidoparaverlosbañosdeloratorio.Puedohacerlosolo —replicó. Conocía muy bien el lugar porque de niño acudía a la parroquia regularmente. —No,quierehablarconusted—sentenciólamujer. Guidofuealaiglesiaysedirigióalaltar.DonTranquilloestaba leyendo el Evangelio del día para una sola parroquiana, sentada en el banco de la primera fila, el de la familia Cantoni, con la cabeza inclinadaylasmanosjuntas.EraAmaranta.Guidosequedódepiedra, elcorazónseledetuvo.Luego,caminódepuntillashastaelbancoyse sentóasulado. —Hola—susurró. Elsacerdoteestabaacabandolalecturay,alverlo,losaludócon ungesto. —Hola—dijoella,mirándolodereojo. Estabaabrigadaconunachaquetadeborreguitoyllevababotasde gomaparaenfrentarsealanievequecubríalascalles. —¿Quéhacesenlaiglesiaaestashoras?—preguntóGuido. —Rezar—respondió. Selevantópararecibirlacomunión,despuésvolvióasusitioyse aislóenlaplegaria.DonTranquilloacabódecelebrarlamisaybendijo alosdosjóvenes. Despuésbajódelaltar,seacercóaGuidoyledijo: —Nosvemoseneloratorio. GuidoasintióysiguióaAmarantahastalasalidadelaiglesia. —Elsábado,quepodríasdormir,¿televantasalalbaparavenira misa?—lepreguntó. Ellasecolocóbienelgorrodelanaenlacabezayrespondió: —Vengotodaslasmañanas,inclusocuandodonTranquillo,como hoy,celebralamisasóloparamí. —¿Porqué?—insistióél. —Rezarmehacesentirbien—respondió,ysepusolosguantesde lanamientrascruzabarápidamentelaanteiglesia. Cadavezquerespirabansualientoformabanubecillasdevaporen elairegélidodeprimerahoradelamañana. —¿Tantospecadostienenqueperdonarte?—bromeóGuido. —Como a todos, imagino. Pero yo rezo para que el Señor me indiqueelcaminoaseguir. —Noteentiendo. —Meentiendoyoyesoessuficiente. —¿Puedespararunsegundo?¡Teestoyhablando! Entoncesellasedetuvo,lomiróalosojos,conesosojosdegata,y ledijo: —Teescucho. En ese momento Guido ignoró el viaje a la montaña, donde iba a divertirseconlosamigos,ypreguntó: —¿Quierescomerconmigohoy? —De acuerdo —respondió ella, dejándolo de piedra, porque no esperabaqueaceptara. —¿Tepasoarecogeralauna?TellevaréaMilán,aunrestaurante muyagradable… —No.¿ConoceslapizzeríadeRita?Eslaqueestáalfondodela plaza. Te espero allí a la una. Y ahora ve con el párroco, te está esperando. A Guido no le pareció adecuado dar rienda a los chismes en el pueblo dejándose ver con ella. Estaba a punto de objetarlo, pero Amarantasesubióalabiciysealejódeallí. DonTranquilloloesperabaeneloratorio. —¿PorquéhasseguidoaMara?—preguntócontonosevero. —Porquemegusta—respondióGuido,sorprendido. —Esbuenachica,peronoesparati.Déjalaenpaz. —Éramoscompañerosenlaescuelayellaveníaacasacuandomi madreorganizabameriendasparaloschicosdelpueblo. —Ahora ya no sois compañeros de escuela y ella es empleada tuya. Respétala —sentenció don Tranquillo, mirándolo de forma amenazadora. —¿Creequesoydelosquemolestaasusempleadas?—preguntó Guido.Yañadió—:Lacosaesqueellameevitacomosituvieraalgo contagioso. —Noquierosabernada,sólotedigoquetealejesdeella.Yahora vayamosaverlosgrifos—dijoelcura. —CuéntemealgodeMara—insistióGuido. —Nomehagasperdereltiempoporquetengoqueiravisitaralos enfermosydespuéstengoquehablarconelcarbonero—murmuró. Guido comprobó el mal estado de los grifos, tomó apuntes del trabajo que tenía que llevarse a cabo allí y cuando estaba a punto de despedirsedelcura,donTranquilloledijocontonoperentorio: —DedícatealasmujeresdetuclasesocialydejaenpazaMara, queyatienebastanteconsuspropiosproblemas. Siete LapizzeríadeRitaeraunagujeroconcuatromesas,unhornodeleña queemanabamuchocaloryunabarradondevendíanpizzaparallevar. El local olía a aceite quemado y a mozzarella licuada. Detrás de la barra,unamujerjovenconungorroblancodoblabahojasdecartónpara formarlascajasenlasquemeterlapizza,mientrasqueunjovenmenudo alineabalasbolasdepastaquehabíanfermentado.Elhornoalavista, ademásdecalentarellocal,loiluminaba. AmarantaestabasentadaenunamesaysonrióaGuidoencuantolo vioentrar. —He pedido dos Margaritas. En la barra tienen dos Coca Colas paranosotros.¿Puedesirabuscarlas? Élobedeció.Despuéssequitóelabrigoylocolgóenunsoporte, junto al de Amaranta. Finalmente, se sentó frente a ella. Se quedó mirándoladuranteunoslargossegundosy,denuevo,nolevinoninguna palabraalamente. —¿Ybien?—loanimóAmaranta,convozserena. —Don Tranquillo, esta mañana, me ha dicho, bueno, me ha ordenadoquetedejeenpaz. —Mehavistocreceryesmuyprotector.¿Quéquieresdemí?— preguntó. Apoyó los codos en la mesa y entrelazó los dedos. Por la mangadeshilachadadeljerseyseveíaelminúsculobrazaletedeorocon loscorazones. —¿Tehedichoquetehasconvertidoenunaespeciedeobsesión? Nopuedodejardepensarenti.Pasamoseldíaenelmismositioytengo quelucharparanoirabuscarte. —No estamos en el mismo sitio: tú estás en el edificio de las oficinasyyoenelalmacén.Ladistanciaesmínima,peronosseparaun universo. Me he dado cuenta de que te gustaría que saliéramos juntos, peronopodemos…porahora—dijoella,titubeante. —¿Porqué?—preguntóGuido. —No lo sé, en el designio que Dios tiene en mente para mí, tú también estás —respondió, aliviando a Guido. Y continuó—: Llevo tiempo pidiéndole que me indique el camino a seguir, pero Él calla. Aunquenosabeaquiéntienedelante:soyunacalabresatestaruday,al final,sabréquécaminodeboseguir.LepidoaDiosquemeindiqueel caminoyyoloseguiréconabsolutaconfianza.¿Hesidoclara? —Yo que tú, dejaría en paz a Dios, que tiene muchas cosas que hacer.Ydetodosmodos,simedicesquenosientesnadapormí,meiré ynotebuscarénuncamás—seimpacientóél. Dos clientes entraron a la pizzería. Se sentaron en la mesa que había junto a la suya y saludaron con un gesto a Amaranta. Ella les sonrióyluegolesusurróaGuido: —Túsiemprehassidomiideafija. —Aquí tenéis las pizzas —anunció la propietaria, detrás de la barra. Selevantaronparairabuscarlosplatos. Laspizzas,altasycrujientes,estabanexquisitas. LasdevoraronensilenciomientrasGuido,feliz,ledabavueltasa laspalabrasdelachica. —Hevenidoapie.Asíquesiquieres,puedesacompañarmeacasa —propusoella. —¿Estássegura?—preguntóél,conscientedequelosveríanjuntos ylagentedelpueblonotardaríaencotillearsobreellos. —Notengonadaqueesconder. Guidoseacercóalmostradorparapagarlacuenta. —Ya está pagado —dijo Rita. Y añadió—: Con Mara no hay cuentas que pagar, pero si le ha gustado la pizza, hágame publicidad, señorCantoni. Amarantasonrióyleexplicó: —Cuando tengo tiempo, por las noches, vengo aquí a ayudar a Rita.Yasabes,unamanolavalaotra. Cruzaron el pueblo y Guido detuvo el coche frente a la alquería Pompea, un complejo agrícola que habían transformado en minúsculos apartamentosparalasfamiliasdeobreros.AmarantaleexplicóaGuido quevivíaallíconunamujerancianaalaquellamabatía,peroqueen realidad era prima de su madre. Fue ella quien hizo que sus padres dejaranlaregióndeCalabriaysetrasladaranaVillanova. —Cuando estabas en el internado, yo seguía estudiando aquí. Esperaba que llegara el verano para volver a verte, preguntándome si vendrías a buscarme. Pero tú me olvidaste. Y lo que hacía era ir en bicicleta hasta el parque y te espiaba de lejos cuando estabas en el jardín con tus amigos. Estabais tan guapos, elegantes, desenfadados… Escuchaba vuestras voces límpidas. Os miraba y me deshacía por ti. DespuésmuriómiabuelopaternoyvolvíaCalabriaconmifamilia— explicóella. —¿Cuántotiempotequedasteallí?—preguntóGuido. —Un par de años. Cuando regresé a Villanova trabajé en aquella pizzería grande que hay en la carretera provincial. Hacía unos turnos demoledoresyademás,teníaquedefendermedelosclientesborrachos. Después me enteré de que había un puesto libre en la grifería, me presenté y me contrataron. Tú estabas en la universidad y yo era feliz porpodertrabajarentuempresa,yaqueeraunmododeestarcercade ti.Noteimaginasmisfantasíasdeadolescente.Túerasunpríncipeazul que se ponía de rodillas a mis pies y me decías: «¿Quieres casarte conmigo y convertirte en mi princesa?». Después las fantasías se acabaron, pero seguí pensando en ti. Algunos chicos intentaron ligar conmigo, pero en mi cabeza sólo estabas tú. Entonces empecé a preguntarme qué sentido tenía este sentimiento absurdo que era como una obsesión. Rezar siempre me ha ayudado y decidí hacerlo con más intensidadypedirleaDiosqueguiaramicamino.Esperosurespuesta —concluyóAmaranta. —Yoestoyaquí,contigo.¿Noesesalarespuestaquebuscabas?— susurróél,conmovidoporesalargaconfesión. —Nolosé.ElSeñornomehahabladotodavía—respondió—.O talvezmeestádiciendoquesiestuviéramosjuntos,tecansaríaspronto de alguien como yo, porque soy bruta e ignorante y no quiero ser el caprichodenadie,nisiquieraeltuyo. Guido le acarició el rostro con delicadeza y contempló los preciososojosverdesdeAmaranta,quelomirabancontantaintensidad queloperturbaban. —Megustaríabesarte—susurróél. —A mí también me gustaría, pero no lo hagas, por favor. He habladoconsinceridad,yasabesloquepienso,asíquenomelopongas todomásdifícil.Noquierosertuamanteynopuedosertumujer. —Síquepodríasserlo. —Nodigatonterías,señorCantoni—respondióellaconamargura. Abriólapuertaparabajardelcoche,peroéllaretuvoagarrándole unbrazoeintentóbesarla. Amarantalepusolasmanosenelpechoy,confuerza,loalejóde ella. —¡Novuelvasahacerlonuncamás!—dijofuriosa. —Nohablasenserio—murmuróGuido,incrédulo. Amaranta bajó del coche, cerró la puerta de un portazo y caminó conpasodecididohacialaalquería. Ocho Aunqueeldestinohabíahechodeélelpatriarcadeunanuevadinastía deindustriales,AmilcareCantoninodejódeestarunidoalatierra.Hijo decampesinos,loprimeroqueaprendióahacerdepequeñofueromper losterronesdetierra. Ahoraqueyanotrabajabaenlaempresa,exceptocuandolepedían consejosobrealgunacosa,sededicabaacuidardeljardínydelparque delavilla. En febrero, cuando el sol despertaba a la tierra de su letargo invernal, ayudaba a los jardineros, que se dedicaban a podar árboles, trasplantar matorrales, plantar esquejes o roturar el terreno cultivado conhortalizas. Cuandolafamiliasereuníaparacomeralmediodía,sequejaba: —Yanosoyunhombre.Doshorasdetrabajoeneljardínyestoy paraquemecortenlaspiernas. Pero cuando los demás seguían en la mesa, él se escapaba de nuevoalparque,diciendo: —Mientras no se vaya el sol, ayudo a los hombres porque queremos trasplantar las camelias. —O bien—: Quiero plantar calabazasyloshombrestienenquemontarunapérgolaparasostenerlas yquecrezcanbientiesas. Una tarde febrero, mientras ayudaba a desarraigar una planta de kiwi,Guidoaparecióenelhuerto. —¿Hayalgúnproblema?—preguntóelabuelo,quien,desdehacía algunassemanas,sehabíapercatadodequesuqueridonietonoestaba demuybuenhumor. —¿Por qué quieres quitar los kiwis? —preguntó Guido, sin responderasupregunta. —Esunaplantaestúpidayapesta.Tuabuelainsistióenquequería tenerlay,comosiempre,lehicecaso.Peroelotoñopasadoellatambién sediocuentadelpestazoqueechanestasplantasque,porcierto,cuando erajovennisiquierasabíamosqueexistían—explicó. Después, saludó al jardinero, se alejó con su nieto y fueron a sentarsealmurodepiedraquerodeabaunaviejamorera. —¿Nuncalellevaslacontrariaalaabuela?—preguntóGuido. —¡Nunca! Ya la conoces. Cuando le dan esos cinco minutos se poneentucontracomounavíbora. Guidoestabasentadoasulado. —¿Porquénoconfiesasquesusrabietastegustan?—dijo. —Nosiempre. —Cuandoexagera,laponesaraya. —Porsubien. —¿Noescansadovivirconunamujerasí?¿Nohabríaspreferido unamujermástranquila,alguiencomomimadre,porejemplo? —¿Bromeas?Mehabríamuertodelaburrimiento.Tumadreesuna santa mujer, por supuesto… una gran señora, de gran clase, nunca una palabra o un gesto fuera de lugar… ¿Pero no ves cómo se ha transformado?Comeycome…parasofocarquiénsabequé…ytúpadre hacelomismo.Sedanatraconesdecomidaparaacallaralosmonstruos delinconsciente. Amilcare respondía a su nieto mirando a los ojos para intentar entenderquéescondíansuspreguntas. —Laverdadesqueennuestrafamiliatodoelmundocalla,incluso loscriados,ytútambién.Sólohablasconlaabuela. —Tienes razón hasta cierto punto. También hay cosas silenciadas entreellayyo.Perohablemosdeti,¿tienesalgoquedecirme?—fueal grano,poniéndosedepie. Sabíaquesunietoestabaapuntodepedirlealgo,peroquenose atrevíaahacerlo. CuandoGuidoerapequeñoyaúnnosabíaleeryescribir,Amilcare le enseñó a ir en bicicleta y luego lo llevó a pasear por el campo. Le enseñaba los renacuajos en los canales de agua clara, le señalaba las hierbasquecreíanenlosterraplenesyleexplicabaparaquéservían:el berroparasazonarlaspatatas,lasfloresdelhinojoparalasensaladas, lashojasdelamalvaparahacertisanasrefrescantes.Alzabalavistaal cieloy,apartirdeunpequeñoindicio,unanubecillaoelvuelodelas golondrinas,ledecíaquétiempoharíaaldíasiguiente.Lehablabadel maravillosomundodelashormigas,delainteligenciadelosratonesde campoyledecía: —Mira esta planta tan lozana y con tantos capullos. Los más robustossonlosquecrecencercadelamadre.Pasalomismoconlos niños:losmássanossonlosqueestáncercadesusmadres. YGuidoledecía: —Mimadrenomedejanunca.Asíquecrecerésanoyrobusto. Ahora,porfinsedecidióadecir: —LaabuelaBiancasiempremehafascinado,aunquemedabaun poco de miedo. Y yo me siento atraído por una chica que se parece a ella:raraeimprevisiblecomounpotrosalvaje. Amilcarevolvióasentarseenelmuro. —¡Yaerahora!Creíaquequeríassersolterodurantetodatuvida —exclamó,satisfecho. —Esque…Porcadapasoquedoyconella,cometounerror. —He pasado por eso —sonrió Amilcare. Y añadió—: ¿Dónde la hasconocido? —Enlaescuela.Fuimosjuntosacuartoyquinto.Estáenamorada de mí. Me lo ha dicho. Pero se escabulle como una anguila. Intenté besarlaymerechazó. —¿Quiénes?—preguntóelabuelo. —Trabajaconnosotros,enelalmacén. Amilcarenohizoningúncomentario. —¿Temolestaquenoseaunamujerdenuestroambiente?—añadió Guido. —¿Túquécrees?—preguntóelabuelo. —Tútampocopertenecíasalambientedelaabuela. Amilcarecalló. —¿Entonces?¿Nodicesnada?—loincitóGuido. —Yalohasdichotodotú,miopiniónnotesirvedenada. —Teequivocas,síquemesirve.Nopensarásquequierohablarde estocontuhijo.Élnoconocematices.Paraél,lascosassonblancaso negras. Y en cualquier caso, es pronto para saber cómo evolucionará esta historia, también porque ella va cada mañana a misa, como las mujerespíasdelpueblo,ydicequeesperaunarespuestadeDios.Está loca, te lo he dicho. Esperaba que me ayudaras a entenderla —se enardeció.Yañadió—:Peroevidentementemeequivocaba. ElabuelomiróaGuidoalosojosyexclamó: —El matrimonio con tu abuela fue una feliz transacción de negocios. Pero yo estaba profundamente enamorado de ella y adoraba mi trabajo en la empresa Crippa: estaba dispuesto a hacer cualquier sacrificioconelfindeocuparmelomejorposibledelagriferíaydemi mujer. Tú estás en la empresa para complacer a tu padre más que a ti mismo.Undía,laempresaserátuyaynecesitarásaunamujersólidaa tu lado y, tal vez, que trabaje contigo. La chica loca del almacén que espera una señal del Padre Eterno no funciona y no funcionaría ni siquiera como madre, en el caso de que tuvierais hijos. No es una cuestiónderiquezaoclasesocial,sinodeculturaysolidezdecarácter. Así que ya puedes dar las gracias si te trata mal mientras espera una respuestadeDios.Esmás,rezatútambiénparaqueelSeñorleindique uncaminomuyalejadodeltuyo. —Muchas gracias. ¡Has sido de gran ayuda! —exclamó Guido, decepcionado. —De nada y, como se suele decir, lamento informarte de ello — respondióelabuelo,sinperderlacompostura. Nueve Pocos días después de la decepcionante conversación con Amilcare, mientrasestabaenelhipódromodeSanSiroconeltíoGeneroso,Guido mencionósuproblemaconAmaranta. El anciano amigo de familia lo escuchó distraídamente, porque estabaocupadoanimandoaunpurasangreporelquehabíaapostadouna grancantidaddedinero.YcomoGuidolepidiósuopinión,respondió: —Perdóname, es mejor que hablemos luego porque tengo que seguirlacarrera. Eljovenseresignóyesperóalfinaldelacarrera.Éltambiénhabía apostado,peroporuncaballodebutanteporelquepagabancincoauno, ysequedómássorprendidoquesatisfechodelavictoriadesucaballo. —Eslasuertedelosincompetentes—dijoconrabiaGeneroso.Y continuó—:Ahoramárchateporquemetraesmalasuerte… —Voyacobrarelpremioyvuelvoacasa—dijoGuido. Enesemomento,Generososeenterneció. —Aldiablolascarreras.VengocontigoaVillanova—decidió. Se subió al coche con él y, mientras dejaban atrás la ciudad, retomólasconfidenciasconeljoven. —¿Telahasllevadoalhuerto?—dijosindarrodeos. —¡Estásdebroma!Nisiquieralahetocado. —Entoncesestásdestinadoaacabarigualqueyo.Merefieroatu abuela, naturalmente. De jóvenes, cuando huimos juntos y yo estaba decididoaquedarmeconlaflordesupureza,intentébesarla.Estuvoa puntodearrancarmeunamanodeunmordisco.Peroeranotrostiempos yuncaballeronuncadeberíaforzarlasituaciónconunachica.Perosi hubierainsistido,quiénsabe… —¿Túdicesque…?—preguntóGuido. —Yonodigonada.Sólotecuentocómofuemihistoriaconella, quememeteencinturatodavíaahora. —Eso significa que yo debería… —repitió Guido. Se estaba agarrandoalaspalabrasdeGeneroso. —Conlasyeguassalvajessenecesitaunpaloyunazanahoria.Así que, en tu caso, creo que no deberías menospreciar las palabras de tu abuelo:ladiferenciadeeducaciónydecultura.Esosincontarconque esemisticismomaníaconomegustaniunpelo—observóelviejo. —Esculpamía.Nohelogradotransmitirtelacomplejidaddeesta chica—intentódefenderla. —He entendido perfectamente lo que me has contado de ella y tambiénloquehascalladoacercadeti:buscasunconsensoquenoteha dadoAmilcareyqueyotampocotedaré.Estosupondráunpretextomás para consolidar una pasión incomprendida y te darás de bruces contra unmuro.Teharásdaño,muchodaño,ycuandotengasotrahistoria,con otramujer,nuncamásserásfeliz—concluyóGenerosoCastelli. —¿Nocreesqueeresunpococatastrofista?—bromeóGuido. —Amiedadpuedopermitirmedecirlaverdad.Ytencuidadocon elvolante,porquehashechounadelantamientomuyarriesgado. Atravesaron la verja del parque y, a sus espaldas, escucharon el claxondeuncochequelosseguía.EraCelina,queveníadelpuebloen su coche. Aparcaron frente a la villa y Guido la ayudó a bajar del vehículo. Comocadadomingoporlatarde,lamadrehabíahecholarutade losancianos,losqueestabaningresadosenPalazzoOlgiatiylosquele había indicado don Tranquillo, que vivían en sus casas, para escuchar susnecesidadeseintervenirenloscasosenqueeraposible. —Voyasaludaralosabuelos—anuncióGenerosocuandoentraron en casa. Y dejó a madre e hijo dirigiéndose hacia el apartamento de Amilcareydesumujer. —Eltíosequedaacenar—leanuncióGuidoaNesto,quelosfue arecibir. —Teesperábamosparacomerynohasaparecido—ledijoRenzo asuhijoencuantoentróalsalónrojo. Oficialmente,GuidovivíaenMilánenunapartamentoenelúltimo pisodeunedificioenlacalleMozart.Fueunregalodesupadreenla épocadelauniversidad.Ahorasóloloutilizabacuandoibaalaciudad yselehacíatardeporlanoche. —Lo siento, me olvidé de decir que comería con los abuelos Olgiati—seexcusó. —¿Cómo están? —preguntó Celina mientras se sentaba en la butaca. —Siguen viviendo alegremente, sin importarles sus finanzas exangües—explicóGuido. Elabuelomaternotambiénhabíapuestoalaventaeledificiodela avenida Venezia porque estaba decidido a mudarse a Mombasa, en Kenya, con su mujer. Propuso a los Cantoni que lo compraran, pero declinaron la oferta, aunque Guido les presentó a un empresario del sector alimentario que, aparentemente, estaba muy interesado en instalarse allí con su familia. Las negociaciones llevaban meses prolongándosey,mientrastanto,cadavezqueGuidoibaavisitarlos,le regalaban una tela o un mueble que contribuían a enriquecer su apartamentodesoltero. —¿Hascomidobien?—preguntóCelina. —¿Túquécrees? —¿Quéhascomido?—quisosaberelpadre,curioso. Guido no se acordaba. Mientras comía sólo tenía una cosa en mente: Amaranta. Se inventó un menú que despertó el apetito de sus padres. —¿Y tú, has encontrado en el pueblo algún otro caso del que hacertecargo?—preguntóaCelina. —Pues sí. Don Tranquillo me había hablado de una anciana que viveconunasobrinaenlaalqueríaPompea.Lapobrecillahatenidouna seriedeictusyahoraestáenunasilladeruedas.EldoctorBerettaleha pedido a la sobrina en varias ocasiones que solicite el ingreso en nuestraresidencia,perolajovennoquieresabernadadeeso.Diceque sutíaestábienasí,cuidadaporella,yporsusvecinascuandoellaestá en la fábrica. A propósito, la chica trabaja para nosotros —explicó Celina. —Laconozco—dijoGuidoenunsusurro. —¿Quiénes?—preguntóRenzo. —AmarantaCasile. —¿Laquetrabajaenelalmacén? —Sí.Fuimoscompañerosdeclaseencuartoyquinto.Vinoacasa muchasvecescuandoorganizabasmeriendasparatodoelpueblo.¿Note lohadicho?—lepreguntóasumadre. —Hablapocoymeharecibidocomosifueraunametomentodo.Ni quehubieraidoparafastidiarla…Tengoquereconocerquelatíaestá muybiencuidada,susobrinalalava,laviste,leponecolonia,también seencargadelasinyecciones…¡Peroquémalgenio! —Esunacalabresaorgullosa—afirmóGuido,casisatisfecho. —Peroyodigounacosa:unachicatanjovennopuederenunciara su vida para cuidar a una anciana, por mucho que la quiera —opinó Celina. —Ya hablaré yo con el doctor Beretta, que la conoce muy bien y sabrácómoplanteárselo—seentusiasmóGuido,porqueenesasolución entrevióunmodoparaacercarseaAmaranta. Unpardesemanasdespués,latíadeAmarantaCasileingresóenla residenciadelosCantoni.Guido,quenohabíavueltoaveralajoven desdeeldíadelapizzería,laesperóunanocheenlacañada,mientras ellasemarchabadelafábricaenbicicleta. Era plenamente consciente de que se iba a meter en una historia difícilpero,alcontrariodeloquepensabanelabueloyeltíoGeneroso, estaba convencido de que Amaranta era la mujer de su vida, y la moldearía hasta hacer de ella una criatura excepcional. Al final, pensaba,loshechosledaríanlarazón. Diez —Tengo que hablar contigo —le dijo Guido, plantándose frente a Amaranta. —Notengotiempo.Tengoqueiraveramitíaantesdequecierre elhospicio—respondióella. —Elhospicio,comotúlollamas,esprácticamenteunhoteldelujo y tu tía está mejor atendida que en casa. Baja de la bicicleta —la conminóconvozfirme. —Fueradelafábricanoaceptoórdenesdelosjefes—reaccionó ella. —Sigues en mi propiedad —afirmó él, y agarró el manillar con ambasmanos,inclinandolabiciaunlado. Amaranta se vio obligada a bajar. Él apoyó la bici en el suelo y, cogiendoalachicadeunbrazo,lahizosubirasucochemientrasellalo amenazaba: —Podríadenunciarteporsecuestro. —Esolohacesdespués.Ahoravienesconmigoynoabraslaboca. Noquierosentirniunapalabra. Salieron del claro de la fábrica y se dirigieron rápidamente a Milán. En un par de ocasiones Amaranta intentó hablar, pero él la enmudecióconunperentorio«¡Silencio!». Increíblemente,ellacalló. YaeraoscurocuandoGuidoaparcóelcocheenlacalleMozarty entróconAmarantaalvestíbulodeledificiodondevivía. Elporterolovio,losaludóydijo: —Mimujerloesperaensupiso,señor. —Gracias—respondióGuido,empujandoalajovenalinteriordel ascensor,quesedetuvoenelquintopiso. La puerta de su apartamento estaba abierta y Gina, la esposa del portero,estabaallípararecibirlo. VioaAmarantaynopudodisimularsusorpresa. CuandoelseñorCantonilepidióqueprepararaunacenaparados, dedujo que la invitada sería una mujer bella y sofisticada, pero en cambioaparecióconunaextrañacriaturaquevestíaropamodesta,tenía el rostro enfurruñado, los ojos verdes de felino, el pelo despeinado y recogidoconunapinzadeplástico.Sonrióalosdosjóvenesylosdejó solos.GuidoentróconAmarantaalapartamentoylaacompañóalgran salón, cuyas puertaventanas se abrían sobre los tejados de la ciudad. Había unos pocos muebles antiguos, muy bonitos, que procedían de Palazzo Olgiati, como las telas de pintores del , inspiradas en los escorzosmássugerentesdeMilán,estanteríasdemaderaquellegabanal techo, sofás inmaculados, alfombras modernas y una chimenea encendidaqueponíaderelieveelambienteacogedordelasala. Amaranta miró a su alrededor y Guido percibió estupor en su mirada. —Esta es mi casa —dijo. Y añadió—: Desde que empecé a trabajarenlafábricapasopocotiempoaquíporqueestoymáscómodo enVillanova. Seacercóalmueble-baryvertióundedodewhiskyenunvaso.A ella,quesehabíaacercadoaunapuertaventanayobservabalostejados yeljardínquehabíaabajo,noleofreciónada. Ginaaparecióenelsalónyanunció: —Enlacocinaestátodolisto.¿Pongolamesa? —Gracias,nosencargamosnosotros—replicóGuido. —Entoncesvuelvoabajo.Lorecogerétodomañanaporlamañana —dijolamujer,ysefue. Estaban solos. Él se sentó en un sofá, cruzó las piernas y dio un sorboalwhisky.LuegoledijoaAmaranta: —Ahorapuedeshablar. Segiróhaciaél,seagazapóenlaalfombraquehabíadelantedela chimeneaysusurró: —Oh,muchasgracias. Cogióunabrecartasdeplataquedescansabaenunamesitabajay XVIII comenzóadargolpecitossobrelasuperficielanosadelaalfombra,que reproducía un cuadro de Miró. Guido, con un gesto fulminante, se abalanzósobreellayseloquitódelamano. —Porsinolosupieras,estaalfombraesunaobradearteypodrías estropearlaconlapuntadelabrecartas—explicó. —¿Quéquieresdemi?Necesitosaberelmotivoporelquemehas secuestrado, porque esto es un secuestro. Te advierto que si pretendes usar la violencia conmigo, primero te mato y luego te denuncio — advirtióella. —No te saltaré encima, lo sabes, y deja ya de hacerte la supermujer,porquenoloeres—respondiómolesto. Ellabajólamiradaydijo: —Necesito serenidad desesperadamente, y a veces la encuentro, aunqueseafugazmente,cuandovoyarezaralaiglesia.SóloDiossabe porquéarrastrotodaestarabiaquemedevorapordentro.Megustaría ser un torrente de alegría, de ganas de vivir, como muchas chicas que conozco.Ellasnosehacenpreguntas,trabajancuandotocatrabajaryse divierten cuando tienen que divertirse, y son felices. Tienen novio, se imaginan un futuro, van a bailar, quedan juntas y se ríen y charlan sin parar.¿Quétendránquecontarse?Yo,encambio,prefieroestarcallada y reflexionar. Los pensamientos se me amontonan en la cabeza y me vuelvenloca.Entoncesmepongoarezaryrecuperolapazylacalma. Nunca he tenido novio, ¿sabes? Si un chico intenta ligar conmigo, en lugardesentirmehalagada,meenfadoporquecreoquemeestátomando elpelo.Entoncessacolasuñasyaraño.Cuandoerapequeña,mimadre echabaunchorritodeaceiteenlasrebanadasdepanquecortabapara mipadre,paramíyparamishermanos.Luegorecogíalasmigasdela mesa, se las metía en la boca y decía: «Yo no tengo hambre». Se me llenabanlosojosdelágrimasylarabiamedevorabaporquementía.No sabes cuánta miseria hay en el campo calabrés y no tienes ni idea del cinismo de los capataces, que tratan a los jornaleros como animales. Fueelhambreloquenosempujóalnorte.¡Yesoquemiabuelopaterno teníadineroytierras!Peronoeranparanosotros,porquenosecharon. EnVillanova,alfin,dejamosdesufrirelhambre.Porlodemás…Nos vestíalaparroquiaytufamilianosofrecíalameriendaenvuestravilla. Yahíestabastú…tanperfectoquenoparecíasreal.Paracualquiercosa le pedías permiso a tu madre: «Mamá, ¿puedo?», o «Mamá, ¿me permites?».Yerastanguapo,dulce,elegante…yotequería.Cuandome hablabas,habríalloradodealegríayporestadebilidadmíaqueodiaba. ¿Lo entiendes? Ya por entonces estaba confundida y atormentada. Me preguntosielsentidodemividaestáentodaestagranconfusión.Ahora meprovocasdemilmanerasymehacessentirtodavíapeor.Túyyono tenemosnadaencomún. Alzólamiradaparaobservarloysonriócontristeza. —Por ahora compartiremos la cena —dijo Guido, que absorbió suspalabras. En el horno, recién apagado, había gnocchi al gorgonzola y polpettonedeterneraconpatatasasadas. Cenaronenlamesademármoldelacocina,sentadosunofrenteal otro,yseintercambiaronmuypocaspalabras. Después,ellaquisoquitarlamesa. Guidosiguiósusgestosrápidosyprecisos. Cuandolacocinaestuvoenorden,Amarantalesonrióydijo: —Ahoramegustaríavolveracasa. Guidocomprendióquelajoventeníasuspropiostiemposyéllos respetaría.Estabaenamoradodeellaynoqueríaquecambiara. —Teacompaño. Cuandoestuvierondelantedelafábrica,Guidollamóporteléfono al guardia nocturno para que abriera la verja. Tenían que coger la bicicletadeAmaranta,queestabaaparcadaenelinteriordelrecinto. Lametieronenelmaleteroyretomaronlamarchahacialaalquería Pompea,dondeahoralajovenvivíasola. Guidoleentrególabicicletaydijo: —Graciasporhabermecontadoalgunascosasdeti. —Hayotrasquemehecallado—respondióella. —¿Porejemplo?—preguntóGuido,curioso. —Tuveunhijo—reveló,ysealejódeallídejándolosinhabla. Once Elquiosquerodelpueblo,quevivíaenlaalqueríaPompea,selevantó alascuatrodelamañanaparairasuquioscoyesperarlaprensaylos periódicosdeldía.Alsalirdelpatio,viounvehículoparadofrenteala verjayensuinterior,enelasientodelconductor,lasiluetaoscuradeun hombreconlacabezaapoyadaenelvolante. Sepreguntósiestaríavivoomuerto,asíquellamóalaventanilla. El hombre levantó la cabeza y lo observó con mirada perdida. El quiosqueroloreconoció:eraeljovenCantoni. —¿Todobien,señor?—preguntó. Guidobajólaventanillayrespondió: —Creoquesí.—Aunquenoparecíasermuyconscientedellugar enelqueestaba. —¿Necesitaayuda?—insistióelhombre,queloconocíadesdeque eraunchavalporquelecomprabatebeosycromosdefutbolistas. EntoncesGuidorecordóloquehabíasucedidoypreguntó: —¿Quéhoraes? —Lascuatroymedia. —Graciasporhabermedespertado.Creoquemehadadounataque repentinodesueño—sejustificó. —Mejorasí.Entoncesyomemarcho—dijoelquiosquero. Actoseguido,semontóensuciclomotordestartaladoysedirigió alcentrodelpueblo. La farola iluminaba el perfil macizo de la construcción rural y el bordedeloscamposalotroladodelacalle.Guidocontemplólasilueta recortada de algunas grúas que se alzaban a lo lejos, donde nuevos edificiosestabannaciendo.LuegovolvióaescucharlavozdeAmaranta diciendo:«Tuveunhijo». Despuésdequesemarchara,subióalcocheysequedóallí,conla frenteapoyadaenelvolante,pensando.Noteníaningúnderechosobre ella,peronodejabadepreguntarsedóndeestabaesehijoyquiénerael padre. Además,Amarantalehabíadicho«Nuncahetenidonovio»y«Si un chico intenta ligar conmigo, me enfado y saco las uñas». Entonces susurróconrabia: —¿Porquémehasmentido? «El misticismo, la necesidad de dirigirse a Dios para que le indique el camino a seguir, son todo patrañas. El abuelo y el tío Generosotienenrazón,esmejorquemeolvidedeella.Esunabruja», concluyóaregañadientes. Justo después empezó a preguntarse por él mismo, por la absurdidad de los sentimientos que sentía por ella, por la incapacidad de aclararse y de entender qué quería de la vida. Y al final se quedó dormido.Luegopusoenmarchaelcocheysefue. Enlugardevolveracasa,sedirigióalafábrica. Elguardia,quelovioconAmarantalanocheantesyqueahoralo veía llegar solo a las cuatro y media de la mañana, sacó conclusiones muypersonalesquesereservóparaél. —Voyaldespacho—informóGuido. Entróalantiguoedificioconelguardia,queleencendiólasluces. —¿Quiereuncafé,señor?—preguntó,antesdedejarlosolo. —Nomeapetecenada,gracias—sentencióGuido. Entre su despacho y el de su padre había una habitación con el armariodelaropalimpiadondeguardabaunpardetrajesderecambio paraélyparasupadre,ytambiénhabíaunapequeñacocina.Guidofue albaño,seduchó,sepusounalbornozysepreparóuncafé.Selobebió deunsorbo,sevistióyregresóaldespacho.Sesentóenelescritorioy encendiólalamparitademesa.Apoyólacabezacontraelrespaldodel asientoycerrólosojosconlaesperanzadedormirsedenuevo. Recordócuando,depequeño,eldomingoporlamañana,después de misa, su padre lo llevaba con él al despacho, donde tenía una pequeña nevera con chocolatinas, canapés, bebidas y refrescos. Le decía:«Cogeloqueteapetezca». Guido se servía un vaso de Coca-Cola y agarraba un puñado de cacahuetes salados del envase de lata. Su padre se sentaba en el escritorioyseponíaatrabajar.Mientrastanto,Guidopasabarevistaa unaserieinfinitadegrifosalineadosenunaestanteríaqueocupabauna pared entera. Cada grifo tenía una tarjeta que indicaba el nombre y el número del modelo. Con el tiempo se los aprendió todos de memoria; dabalavueltaalastarjetasyledecíaasupadre:«¿Tedigoloquehay escrito?». Renzoasentía,loescuchabaysonreía. —Dentro de quince años, este será tu reino y entonces te darás cuentadequenobastaconsaberselosnombresdememoriaparallevar laempresa.Yrecuerdaquecadagrifotienesuhistoria.Porejemplo,el modeloFenicehasidounagujerosinfondo.Cientosdehorasdetrabajo que no sirvieron de nada. No gustó al público, aunque el abuelo y yo habíamosapostadomuchoporestaformaescuadrada—contaba. UnavezGuidolepreguntó: —Papá,¿demayortengoqueseringenierocomotúyelabuelo? —Puedes estudiar lo que quieras, pero este será tu trabajo — respondióRenzo. Guido tuvo unos instantes de pánico, como cuando jugaba a los indios con sus amiguitos y lo ataban a un palo para quemarlo vivo. Sabía que todo era una simulación y que no se prendería ninguna hoguera, pero en ese momento estaba aterrorizado. Las palabras de su padre sobre el futuro que había designado para él causaron el mismo efecto.Fuesólounmomento,ydespuéslepropuso: —¿Vamosacasa? Recordó ese suceso porque como en aquel instante, se sentía prisionerodeuntrabajoquenoconsiderabasuyoydeunamorqueen lugar de darle alegrías, le causaba dolor. Escuchó un chasquido en el silencio. Abrió los ojos y miró a su alrededor. Estaba solo. El chasquidoserepitiócontraelcristaldelaventana.Selevantóyapartó lacortina.Fuerahabíaluzy,enlaplaza,vioaAmarantaconpiedrecitas en la mano y mirando en su dirección. El guardia estaba junto a ella. Guidoabriólaventanayelladijo: —Baja. —Subetú—respondióél. Pocodespués,Guidoescuchópasosacercándosealapuertadesu despacho. Doce El rostro de Amaranta revelaba una noche de insomnio. Su melena estaba más enredada de lo normal. Seguramente se habría vestido con prisas porque llevaba el mismo jersey que el día anterior, pero del revés.SesentófrenteaGuidoy,conunhilodevoz,dijo: —¿Porquéteestoytratandoasí? Guido,quesehabíalevantadopararecibirla,regresóasusillayse limitóamirarlaalosojos,sinresponder. —Nomegustaconfiarmeconnadie,nisiquieracontigo.Elúnicoa quienpuedocontárselotodoeselSeñor,porqueÉlnomejuzga—dijo. Guidocalló,irritado,porquepensabaqueAmarantaibaacontarle máspatrañas. —Escúchame,porquesinohabloahora,nohablarénuncamás.No es que necesite justificarme contigo, pero pasó cuando volvimos al pueblo,aCalabria,porqueelabuelomurióydejótodoloqueteníaami padre.Mientrasestuvovivo,siempresenegóacompartirconsuhijolo queteníaporquedetestabaamimadreycuandomipadresecasócon ella,contrasuvoluntad,loechódecasaylodesheredó.Traslamuerte del abuelo, por tanto, heredamos una preciosa masía, unas cuantas hectáreas de olivos y mucho dinero. Por aquel entonces tenía quince años—explicóAmaranta,ylecontóaGuidoque,despuésdevolvera Calabria, tuvieron que enfrentarse a las reivindicaciones de los dos hermanosdesupadre,alosquesóloleshabíatocadolapartelegítima cuandopensabanqueheredaríantodoelpatrimonioporquesupadreno reconocíaalhijoqueemigróalnorte. —¿Crees que puedes venir aquí y decirnos que todos es tuyo porqueasíestáescritoenunpapel?—gritaronlosdoshermanosfrente alafamilia,reunidaenlagrancocinadelamasía. —¡Perdistecualquierderechocuandotecasasteconesa!—chilló unacuñadamientrasseñalabaconeldedoalamadredeAmaranta. —Esa es mi mujer y tienes que respetarla. Pídele perdón ahora mismo—ordenóAntonioCasile,furibundo. La mujer se dio la vuelta y, poniendo el culo en pompa y riendo, dijo: —Tepidodisculpas,cuñadamía. El pie de Antonio se movió de forma fulminante y le golpeó el trasero,tirándolaalsuelo. Su hermano Rafael, marido de la mujer, agarró una navaja. El hermano pequeño, Michele, hizo lo mismo. Antonio, después de haber vivido tantos años en el norte, había olvidado la costumbre de tener siempreenelbolsillounanavajaycogióunbancoparadefenderse.Las mujeres, que deberían haber pedido a los hombres que entraran en razón,losinstigabanconmaldad.Eranmásferocesqueellos.Amaranta, que estaba en el grupo de los jóvenes, sabía que los Casile despreciabanasumadreporqueAntoniosecasóconellacuandoestaba embarazadadeseismeses.Embarazadadeella.SegúnlafamiliaCasile, dadoquelamujersehabíadejadoseducirporsuhijo,deberíanhaberla abandonadoenlugardecasarseconella.Aterrorizadaporloqueestaba sucediendo,lachicacorrióafueraparairalpuebloypedirayudaalos carabineros.Nonecesitóirtanlejos,selosencontróaunoscienmetros decasa. Raffaele y Michele Casile habían herido a Antonio y se los llevaron esposados. Raffaele, cuando pasó por su lado, le sonrió y susurró: —Tieneslaedadperfectapararecibirlarecompensaquetetoca. Amaranta descubrió el significado de aquella frase sibilina unas semanasdespués,cuandoeltíosaliódelacárcelyregresóalpueblo. Laviolóunanochedeoctubre,enelcampo,durantelarecogidade las aceitunas. Y después, mientras se abrochaba los pantalones y ella lloraba,leescupióenlacara. Aquella noche Amaranta volvió tarde a casa y no le dijo nada a nadie. Siguió callando incluso cuando su condición de chica embarazadafueevidente.Sihubierahablado,supadrehabríamatadoa su hermano y habría acabado en la cárcel. Sus padres la pegaron y la presionaron durante mucho tiempo para que confesara quién la había seducido.ComoAmarantaseobstinabaennodecirnada,lamandarona un centro religioso donde el niño que llevaba en el vientre nació con apenasseismesesymuriópocosdíasdespués. —En el centro religioso descubrí el consuelo del rezo. Si no hubiese aprendido a dialogar con el señor, me habría vuelto loca —le dijoahoraaGuido. Guido estaba horrorizado después de escuchar la historia de Amarantaylamirabaconunapenainfinita. —Ahora comprendes por qué rezar es tan importante para mí — añadiólajoven,ycontinuó—:Porfavor,nuncahagasnadaquemehaga sufrir.Simequieresporuncapricho,déjameir,porquemegustastanto quenuncatediríaqueno. Trece —Todo el mundo me critica y ya no sé qué hacer —se quejó Amaranta. Estaba con Guido en la terraza de su apartamento milanés disfrutandodelsoldelmediodía,enlacalmadominical,mientraselaire expandíaelrepiqueteodelascampanasdelaiglesiadeSanBabila. —Nopuedovolveralafábricaporquemiscompañerosmemiran mal. Tu familia me ve como una engañifa. Mis padres están muertos y desdehaceañosnosénada,niquiero,demisfamiliaresenCalabria. —Pero me tienes a mí —la interrumpió Guido, y prosiguió—: Entiendo que no quieras seguir en Villanova, porque todo el mundo te escruta con curiosidad, pero aquí en la ciudad la gente ignora a los demás. —Tambiénporquememantienesalejadadetusamigosyloaprecio mucho; me sentiría muy incómoda con ellos y ellos conmigo. Pero a vecesmepreguntohastacuándopodrásaguantarnuestroaislamiento.Ya nosalesconnadieynisiquierasésiesjusto. —Sóloesunaetapa,laprimera,denuestrahistoria.Esmejorque noforcemoseltiempoydejemosquelascosassucedanporsísolas.Te confesaré que ha sido muy agradable no tener que hacer gala de una dialéctica efervescente para aderezar los encuentros mundanos. Me relajaoírtehablardeladiferenciaentrelaharinadobleceroylafécula de patata del supermercado de porta Venezia que vende los productos que no encuentras en el charcutero de Montenapoleono, del sacerdote sordodeSanBabilaqueobligaalospenitentesagritarsusconfesiones, de la mala costumbre que tiene Gina de probar la comida mientras cocinaynoenjuagarnuncalacuchara.Noeresconscientedelacantidad de vida que hay en tus palabras respecto a los discursos de determinadas personas que empiezan hablando de la teoría de los cuantosyacabandiscutiendosobreelúltimomodelodeMaseratiode unJaeger-LeCoultreconfaseslunares—dijoélmientrasleacariciaba dulcementeunbrazo. Los Cantoni se habían negado, «al menos por el momento», a recibiraAmarantaensucasa,convencidos,debuenafe,dequeGuido se estaba equivocando, para no ser cómplices de su error. Él no se enfadó por eso y, cuando estaba con sus padres, evitaba hablar de Amaranta,pormuchoqueestuvieseconvencidodequeeralamujerde suvida. —Esmediodía.¿Vamos?—preguntóella. Guidoasintió. Bajaron a la calle y subieron al coche. Se dirigían a Villanova. Ella iría a la residencia a visitar a su tía. Comería con ella y le haría compañíahastaqueGuidopasaraarecogerla,despuésdecomerconla familia. Salíanjuntosdesdehacíaunmesytodavíanosehabíanacostado. Después de que la violaran, la mera idea de hacer el amor con un hombre,pormuchoqueloadoraraylodeseara,laaterrorizaba.Guido lo comprendía y decidió no forzar la situación. Él era el primero que queríaquetodosucedieralomásserenamenteposible.Cuandopasaba lanocheenlacalleMozart,dondeellayaestabaviviendo,dormíaenel sofáynoleimportaba,erafelizasí.Habíamuchamásintimidadentre ellosdelaquenuncahabíaexistidoconlasmujeresquehabíaconocido enunsentidobíblico. Díaadía,trabajabanensurelación,cadavezmásimportantepara ambos. Paramantenerlaocupadamientrasélestabaeneltrabajo,Guidose acostumbró a darle el periódico de la empresa para que leyera los artículos que se publicaban en él. Amaranta tenía la tarea de decirle cuáles le habían gustado y cuáles le habían aburrido, cuáles eran los temasqueleinteresabanyteníaquesubrayartodaslaspalabrasofrases quenoentendíaalaprimera. Amaranta era muy inteligente y, siguiendo sus observaciones, Guidosediocuentadeloútilqueerasuopiniónconelfindeofrecera susempleadosunperiódicoalalcancedetodos. Aquel mes salió de viaje un par de veces con su padre y ella se quedósoladuranteunosdías.Amarantadedicóesetiempoaescribirun artículoacercadelosproblemasdelasoperariasenlafábrica,quese publicóenElNoticiarioyobtuvoungranéxito. —Mi tía ha tenido otro ictus y no habla —le explicó a Guido cuandopasóarecogerlaporlaresidenciaalfinaldeldía. —¿Laestánmedicando?—quisosaberél. —Lesuministranfármacosabasedecortisona.Nosepuedehacer nadamás.Hehabladoconelmédicoymehadichoquelequedanpocos días. —Ytegustaríapasarlosconella. —Sí.Estásolaenunahabitaciónyhayunabutacacómoda.Mehan dichoquepuedoquedarmeahí.¿Teparecemal? —Sientoquetutíaestémal—dijoél,acariciándolelamano. Lamujermuriótresdíasdespués. —Ahora estoy completamente sola —constató ella, después del funeral,cuandoregresóconGuidoalapartamentodelacalleMozart,en Milán. —Perometienesamí—latranquilizóGuido. —Necesitounapoyosólidoalqueagarrarme. —¡Muchasgracias!¿Ysiprobarasasostenertesobretuspiernas? —replicóGuido,ofendido. —Esloquesiemprehehecho,aunquenopodíaevitarlasensación deencontrarmeenelbordedeunprecipicio.Latíaeraunsubrogadode mi familia, el trabajo en la fábrica me daba dignidad, rezar me daba fuerza.Ahoramitíayanoestáynovoyatrabajar.Lafe,porsísola,no es suficiente. No puedes comprender cómo me siento porque siempre hastenidolaproteccióndetufamilia. —Tú y yo podemos ser una familia. Me caso contigo cuando quieras. —Paracasarsenoessuficienteconestarenamorados,laspersonas tienen que quererse, y yo no estoy segura de la fuerza de mis sentimientos por ti. Y tú, ¿estás seguro? ¿Qué pasaría si hiciéramos el amor y descubriéramos que sólo hay pasión entre nosotros, pero no amorverdadero,delqueduraparasiempre? Guido no lograba entender qué le pasaba por la cabeza y la observabaconconsternación. Después del funeral, se la había llevado a su piso de la calle Mozartconlaintencióndemimarla,consolarlayplantearleunfuturoen común,yresultaqueellaleestabadiciendoque,talvez,losuyonoera unahistoriadeamor. —Estás loca y quieres volverme loco a mí también —reaccionó, molesto. Ellaabriósuspreciososojosverdesdeparenpary,conteniendo unsollozo,balbuceó: —¡Medasmiedo! Erapreciosayfrágil,yestabaasustada,confundidayéllaadoraba aunque estuviera cansado de sus elucubraciones, de la necesidad incesantedecomplicarseydecomplicarlelavidacuandotodoeramuy simple…Yalfinsedecidió.Sonrió,lacogióenbrazosysedirigiócon ellahacialahabitaciónmientraslesusurraba: —Tequieromuchísimoyloúnicoquequieroeshacertefeliz. Catorce En la penumbra de la iglesia, entre el olor antiguo de los cirios, el aroma sagrado a incienso y el perfume extenuante de las flores, Amaranta se estaba confesando con don Tranquillo, que escuchaba impasiblesumurmullodensodeinterrogantesqueponíandemanifiesto suarduabúsquedainterior.Cuandocalló,elsacerdotedijo: —Mara, no puedes poner en duda el dogma de la Iglesia. Estás cometiendounpecado. —Entoncesexplíquemeporqué,enelfondodemicorazón,siento quenoesasí—objetóella. —Meestáshaciendosufrirdesdehacemediahoraporquequieres que te diga que no te estás equivocando. Te lo diría encantado si tus premisasfuerandistintas,perodudasdelamorporGuido,ytepreguntas sipuedeserelhombredetuvidaosi,porelcontrario,noexisteeneste vasto mundo un hombre más adecuado para ti. Así que si dudas, no puedodecirtequehacesbienofreciéndoteaél.¿Loentiendes? —Sí. Es usted quien no me entiende. Yo dudo acerca de todo, padre. Dudo sobre si mañana saldrá el sol, sobre si los hijos son una bendición para los padres, sobre si esta noche cenaré menestra, sobre que Dios me vea y me escuche, incluso dudo sobre la existencia de Dios,aunquelonecesitomuchísimo.Asíque¿porquénodeberíadudar sobreelamordeGuidopormíydelmíoporél?Hedichoamorynosé si es la palabra adecuada. Entre nosotros hay una pasión que nos une desdequeéramosniños.Ymientrashacemoselamor,yosoyfeliz. —¡No vegas a contarle esas cosas a un viejo cura! —estalló don Tranquillo. —¿Yentonces?Sinoesconusted,¿conquiénpuedohablardemi angustia?¿PorquélaIglesiaestátanlejosdelagente,especialmentede losque,comoyo,intentanbuscarrespuestas? —Nohablesasí.LaIglesiasabeloqueestábienyloqueestámal ynotecorrespondeaticriticarla.Cierto,laIglesianosehaadaptadoa nuestrostiempos.Anteseraimpensablequeunpenitenteyunconfesor hablaran de sexualidad, excepto como admisión de culpa sujeta a ferocespenitencias.Hoyendíanoesasí,yyopuedoinclusoabsolverte. Pero dado que soy viejo y tengo mucha experiencia, te digo que la pasiónqueteunealjovenCantoniestádestinadaaterminar.Siconéllo único que alimentas son dudas, ¿de qué se nutrirá vuestra unión? Piénsalo, Mara. Ahora, por penitencia, rezarás tres padrenuestros, tres avemaríasytresgloriasalpadre.Yahoralargodeaquí,tengomuchas cosasquehacer—cortósecoelsacerdote,exhaustoporlaconfesiónde Amaranta. Ellasequedóenlaiglesiaunbuenratorezandoypensando. Cuantomásreflexionaba,másprisionerasesentíadeunasituación en la cual no se reconocía. Cuando hacía el amor con Guido, tenía la sensación de rozar los límites del éxtasis. Eran momentos sublimes en losquedejabadepensarparaconvertirseenunaesponjaqueabsorbía el placer hasta la última gota. Las horas que pasaba con él eran una fiesta.Susojos,celestescomoelmantodelaVirgen,ledecíanmucho más que sus palabras. El cuerpo de él, perfecto, ágil, sólido, que se enroscaba en torno al suyo, delgado, le provocaba sensaciones extraordinarias. Pero después, él salía de casa, se iba a trabajar, quedaba con los amigos, hablaba de un modo que enfatizaba las diferencias de clase social, de educación y de cultura que había entre ellos,yesolahacíasentirinútil,solayperdida. UntiempoatráslehabíapreguntadoadonTranquillo: —¿Dónde puedo encontrar las respuestas a las preguntas que me acechan? —Enloslibros.Leelasvidasdelossantos—respondió,yluego le prestó algunos libritos que explicaban la vida de santa Rita de Cascia,desantaCaterinadeSienaydesantaTeresadeÁvila. Losleyó,peroleparecieronaburridos,melososyestúpidos. —Mehubieradivertidomásleyendolavidadelashormigas—le confesóalsacerdotecuandoselosdevolvió. —Porque eres ignorante, pero no te atormentes por ello. Sigue rezandoylasrespuestasvendránporsísolas—ledijo. Sefuedelaiglesiayregresóacasaobsesionadaconlaspalabras del confesor: «La pasión entre tú y Guido está destinada a terminar». Peroellaseguíaenlafasedel«tequerrésiempre».Elamorquehabía entre ellos estaba más vivo que nunca, alimentado por el deseo recíproco. Cuandoentróencasa,elteléfonoestabasonando.Sedioprisapara iraresponder.EraGuido. —Esta noche no puedo llevarte a Milán. Duermo en casa de mis padresporquemañanaalassietetengoquecogerunvuelohaciaRoma. Voyconmipadre,tenemosquereunirnosconunosclientesalasnueve. ¿Podrásaguantarhastamañanaporlanoche?—preguntó. —Excepto tú, tengo todo lo que necesito. Hasta mañana — respondióella. Colgó el teléfono y se fue a la cocina. Abrió la nevera. En el congelador encontró los buñuelos de calabacín que tanto le gustaban a Guidoysopadepescado.Sicalentabaunpocodecadacosa,cenaríaen unmomento. Elteléfonosonódenuevo.EraGuidootravez. —¿Estásenfadada?—preguntó. —Estoysola—respondió. —Nopuedesestarlo,porquemispensamientosestáncontigo. —Losmíostambién,perosigoestandosola. Sesentíacomoaquellasmujeresquetienenunamanteyquesaben queélpasarálatarde,lanocheyeldíasiguienteconsumujer. —VoyabuscarteynosacompañasaRomaamíyamipadre. —No iría, ya lo sabes. Me estoy comportando como una cría… perdóname. Habríamásviajesyausencias,porloquedebíaaprenderatener unavidaautónoma. —Todavíaestoyenfasederodaje.Dametiempoparaverenqué puedoemplearmisratoslibres.Teesperarécontandolosminutosylas horasquenosseparan—dijo. Regresó a la cocina. No tenía hambre. Estaba allí, de pie, preguntándosecómodarleunsentidoasuvida. —Meharéunzabaione—decidió,hablandosola. Puso sobre la mesa dos huevos, azúcar, una botella de vino Marsala,unbolylabatidora.Recordóque,cuandoerajoven,sutíale decía: «Si estás deprimida, hazte un zabaione. Devuelve a la vida inclusoaunmuerto». Puso las yemas en el bol, añadió dos cucharadas de azúcar y una pizca de sal, lo batió todo hasta que se creó una suave espuma que diluyó con un vaso de Marsala. Lo puso en una sartén con el fuego al mínimo.Luegomezclólentamenteellíquido,quepocoapocosevolvía másconsistenteyseinflaba.Devezencuandololevantabaunpococon lacucharaparacomprobarelcuerpoqueestabatomando. Apagó el fuego, vertió el zabaione en una taza, esperó a que se enfriaraunpoco,sedirigióalaventana,observóelcielodejunioque se oscurecía lentamente, se llevó la taza a los labios, dio un sorbo a aquellaambrosíaysintióunasensaciónquehabíavividomuchosaños antes.Dejólatazaenlamesaysusurró: —Estoyembarazada. Quince No habló de su embarazo hasta mediados de julio, cuando Guido le dijo: —Te llevo a Santa Margarita. Allí tenemos una casa grande. Estaránmisabuelosymispadresyotrosamigosíntimosqueconocerás. —No—respondióella. —¿Por qué no, lagartija mía? —preguntó él, que imaginó que la negativasedebíaalmiedodeenfrentarseaunafamiliaquesededicaría aobservarla,juzgarlayponderarla. HabíansalidoacenaryGuidolahabíallevadoaunrestaurantea las puertas de la ciudad conocido por sus especialidades en pescado. Habíapocasmesas,unaclientelaselectaypreciosdeinfarto. Amarantaestabaapuntoderespondercuandounavozfemenina,a suespalda,gritó: —¡Guido!Porfintevuelvoaver. Amarantasediolavueltayvioaunachicarubia,depielmorena, sinmaquillajeyquellevabaunvestidosencilloperomuyelegante. Pensóquehabíansidonecesariasmuchasgeneracionesdemujeres cultasyrefinadasparaproduciresetipodemujer.Ellanuncaseríaasíy, francamente,ledabaigual.Peroasulado,sesentíaunanulidad. Se preguntó por qué Guido, que pertenecía al mismo mundo que aquellaatractivajoven,lahabíaelegidoprecisamenteaella. Élselevantó,estrechólamanoqueletendiólamujeryledioun besoenlamejilla. —HolaBona.¿Cómoestás? —Yaves.Megustaríaestardevacaciones,peroestoytrabajando. —¿Conoces a Amaranta? —preguntó él, e indicó a su acompañante,quelosobservabaconrecelo. —No,aunquesehablamuchodeella—revelóconunasonrisa,y añadió—:¿Cómoestás? —Bien,gracias—respondióellaenunsusurro. —¿Tegustaríasentarteconnosotros?—dijoGuido. —Nopuedeshacertealaideadelomuchoquemegustaría,pero estoyconlosCarminati,¿tesuenan? —Losdelascalderas,¿verdad?—preguntóGuido,queconocíade oídaselapellidodeesosindustrialesdelterritoriodelaBrianzaquese hicieron de oro en la posguerra y que estaban deseando entrar en el mágicomundodelosseñores. —¡Exacto! Estoy decorando su casa de Pallanza. ¡Un montón de trabajo!NosoncapacesdedistinguirunatapiceríadeFortunydeunade Ideal-casayestánrevisandolascuentasconstantementepormiedoaque lostimen.Meestánmirandodesdelamesaynoquieroqueseacerquen con la excusa de que os presente. Tenemos que vernos una de estas noches,tengomuchasganasdecharlarcontigo. SedespidiódeAmarantaconunasonrisaamableylesusurró: —Tienes que contarme cómo has conseguido hacerte con este hombreinalcanzable. —Confieso que fue él quien se hizo conmigo —respondió Amarantaconcomplicidad. Bonalaobservóuninstanteconcuriosidad.Nosabíadóndesituar a aquella extraña criatura; luego sonrió porque lo comprendió todo: Guido había elegido la mujer perfecta para él. En los preciosos ojos verdes de Amaranta captó una vena de locura similar a la de Bianca Cantoni, que conoció durante el crucero por Grecia. Entonces lamentó haberrenunciadoaélporquelegustabamuchísimo,perosedejóllevar porelsentidocomún. LediounbesoenlamejillaaGuidoyvolvióasumesa. —Me estabas preguntando por qué no quiero enfrentarme a tu familia.AcabasdeobtenerlarespuestaviéndomeconBona.Pormucho que tus padres pongan buena cara, soy y siempre seré diferente. Y lo sabes—ledijoaGuido. —Peroalgúndíanoscasaremos—aseguróél. —¿Esunapeticiónoficialdematrimonio?—preguntóbromeando. —Noeslaprimeravezquetepidoqueteconviertasenmimujer. Megustaríaquemedierasunarespuesta—puntualizóél,serio. Amaranta pensó en el niño que crecía en su interior. ¡Este embarazoeramuydiferentealqueviviócuandoerapocomásqueuna adolescente! Recordó el dolor, la humillación por la violación que sufrióyaquelpequeñoserinocentequellevóenelvientreduranteseis mesesinútilmenteyquemurióencuantollegóalmundo. Ahora estaba feliz por esperar un hijo de Guido. Le sonrió y susurró: —Serámejorqueprimeronazcanuestrohijo. Dieciséis Amaranta estaba tumbada en la cubierta del barco y tomaba el sol. Guido,inclinadosobreella,leacariciabaelvientre.Seencontrabanen elyatedeGenerosoyestabanpasandounosdíasdevacacionesenlas islasgriegas. —Mehacescosquillas—dijoella,riendo. —¿Quédices?Estoyacariciandoanuestrohijo—replicóGuido. Laembarcaciónoscilabaligeramentesobreelagua,estabanenuna cala refugiada donde habían hecho un alto en el camino para darse un baño. Amaranta alzó los brazos, rodeó el cuello de Guido y lo atrajo haciaella. —Peso demasiado para apoyarme sobre nuestro hijo —dijo él mientrasseapartaba. Se encontraba en el quinto mes de embarazo y su cuerpo estaba adoptandounasiluetamásredondeada. —Nuestrohijoestáprotegidodentrodelsacoamniótico.Dejade tratarmecomosifueraunobjetofrágil—reaccionóAmaranta. —Eresmimujeryerespreciosa—respondióél,ylaabrazó. Llevaban algunos días navegando, desde que Guido comprendió que su pareja necesitaba calma y no podía sufrir presiones de ningún tipo.Abordodelgranyate,queGenerosolehabíaprestadoaGuido,los dosjóveneseranfelices. —Dicen que pasar diez días en el mismo barco es la prueba definitiva para una pareja: nueve de cada diez veces, los dos acaban peleándoseysedejan—explicóGuido. —Nosotrosyanospeleamosensudía,yanomequedamásrabia enmiinterior.Quierodisfrutardeestasvacacionescontigo.Esincreíble lafacilidadconlaqueunoseacostumbraalabuenavida. Desde que estaba embarazada, Amaranta se había vuelto mucho más dulce y Guido estaba descubriendo su esencia más íntima, que se nutríadeunaamabilidadinnataydeunaagudasensibilidad. Cuando la tripulación regresó a bordo, decidieron bajar a tierra paravisitarKos.Seadentraronenloscallejonesblancosdelaaldea,se cruzaron con algunos ancianos isleños que sonreían a los dos enamoradosylossaludabanconunasonrisayunkalispera.Sesentaron en la mesa de un bar para beber algo, después compraron botellas y jarronesdecristaldecoloresmadeinMuranoycollaresdeplatamade inIndiaquehacíanpasarporproductoslocales.Alatardecercenaron bajo la pérgola de un restaurante, saboreando pescado a la parrilla y albóndigas de arroz envueltas en hojas de berza, planeando una excursiónalmonteAthosyotraenMacedoniaparaveralascigüeñas queanidanallí. Porsihubiesehechofalta,enaquellargomesdevacacionesGuido obtuvolacertezaabsolutadequeAmarantaeralamujerdesuvida,la única persona capaz de infundirle seguridad, la única con la que enfrentarsealfuturoconserenidad,porquesabíaescucharloconamore inteligencia. —Estoy convencida de que en la empresa familiar estás desperdiciado. Tienes una sensibilidad extraordinaria que clama por liberarsedelyugodelosgrifos.Ladevociónquetieneshaciatupadrey lanecesidaddeseguirsuspasoshanofuscadotucapacidaddedecidir librementetufuturo.Teobservocuandoleesycomentaslaspáginasde loslibros,cuandocogesapuntesfrenéticamentealleerunapoesíaoun relato, y la conclusión que extraigo es que eres un artista que necesita expresarseconpalabras—ledijounanochemientraselbarconavegaba por las costas del Peloponeso y ellos reposaban en el puente, contemplandolasestrellas. Guido reflexionó largo y tendido sobre aquellas palabras. Cuanto máspensabaenello,másseconvencíadelainteligenciadeAmarantay de la profundidad de su relación. No había secretos entre ellos y lograban decirse incluso las cosas incómodas, porque sabían que no habíabarrerasinsuperables. Cuando volvieron a Milán, Guido decidió que le enseñaría unos cuantos relatos que había escrito en los últimos dos años y que había guardadocuidadosamenteenuncajón. Llegaron a la ciudad unos días antes de lo previsto porque AmarantateníaunarevisiónenelginecólogoyGuidonoqueríaquela retrasara. Él mismo la acompañó al médico, que había sido un compañero suyo del instituto y que ahora era el asistente del médico titular de la clínicaMangiagalli. Elespecialistalasometióaunarevisiónexhaustivayconcluyóque elembarazoprogresabaconnormalidad;Amarantaledijoquesufiebre misteriosahabíadesaparecidodesdehacíamásdeunmes. —Eslapotenciadelamaternidad—respondióelmédico,quele diootracitaquecoincidíaconelfindelséptimomesdeembarazo. Pasaronlanocheencasa.Amarantapreparóunacenafrugal. Sesentaronalamesadelacocinaconunplatodesopadefarroy ella le entregó un folio que había escrito con su caligrafía delicada. Guidoleyó: .Alzólamiradadelahoja. —¿Loleoya?—preguntó. —Sí,porfavor.Asílocomentamosmientrascenamos—respondió ella. Élprocedióaleerenvozalta: —Primero: nuestro hijo tendrá una habitación propia cuando empieceairalcolegio.Hastaentoncesdormiráalladodelamadre,sin lapresenciadeunatata. —Noquieroqueelniñocrezcapensandoqueperteneceaunaclase socialprivilegiada—explicóAmaranta. —Peroesoespurahipocresía,porqueélyapertenecealmundode los privilegios. Tiene una madre que acaba de pasar un mes de vacacionesenunbarcoprecioso.Lasmadresproletariassóloviveneste tipodecosasensueños. —Ocuandoconocenaunhombrecomotú.Peroeldíademañana podríasfaltar.Elpuntofijodenuestrohijosoyyo,yyosoyunamujerde pueblo. —¿Creesquepodría…morir?—preguntóGuido,preocupado. —Esonunca,amormío.Másbienpiensoquepodríascansartede mí. —Estoyautorizadoparapensarlomismodeti. « COSASQUEHACERANTESDEQUENAZCAELNIÑO» —Peroyosoysumadreynolodejaríanunca. —¿Asíquemeestásdiciendoquepodríassertúquiensecansara demí?—preguntóél,molesto. —Estáshaciendoquemihijoseponganervioso—respondióella apoyandolamanoenelvientre. —Silasotrascosasquequiereshacersondelmismoestilo,novoy aleermás,ynointenteschantajearmediciendoqueospongonerviosos atiyanuestrohijo—protestóél. —Intentaba que lo discutiéramos de forma razonable, ¡pero veo que contigo es imposible hablar de algo serio! —dijo Amaranta, enfervorizada,ylearrancóelfoliodelasmanos. Éllamiró,desolado. —Amaranta,¿estamosdiscutiendo?—susurró. —Eso parece —respondió, y en seguida se llevó una mano a los riñones y contuvo un grito—. Acabo de tener una contracción… me encuentrofatal.Llamaalmédico,porfavor. Diecisiete Estaba amaneciendo cuando todo acabó. Amaranta yacía aturdida por elefectodelossedantesenlacamadelaclínicadondelaingresaronde urgencia. Guido estaba sentado a su lado y le acariciaba una mano. Estabaconfundidoytriste,porquesuhijoyanoestabaahí. Eran las seis de la mañana y se escuchaban los tañidos de las campanasdeunaiglesia. Amarantadejóescaparundébillamento.Lapuertadelahabitación seabrióyentraronunaenfermerayelginecólogo. Laenfermeraseinclinósobrelamujerparatomarlelapresiónyel médicolesusurróaGuido: —Salgamosunmomento. Cuandoestuvieronenelpasillo,hablóconél: —Talycomotehedichoalsalirdelquirófano,hehechotodolo posibleportuparejayporvuestrohijo.Sihubierasucedidodentrode unmes,talvezhabríamostenidomásposibilidadesdesalvarlo,peroa estasalturas…Losiento,Guido.Cuandolavisitéayerporlatardeno habíanadapreocupanteenlaspruebas. —¿Quéhapasadoexactamente?—preguntóGuido. —Nolosé.Losresultadosdelaspruebasfueronperfectos,elútero estababien,nohabíatenidopérdidashemáticas,nadahacíapreveresta conclusióndramática,exceptoelhechoque,dejoven,nopudollevara cabo un primer embarazo. Hay mujeres propensas a abortos espontáneos, pero eso no significa que no puedan tener hijos. La próximavez,noobstante,deberápasarelembarazoenlacamaytodo acabarámejor—concluyóelamigo. —Mesientoculpable.Mira,nohemosdejadodehacerelamory talveznodeberíamoshaberlohecho—murmuróGuido. —Esonohaprovocadoelaborto.Créeme.Amarantaesunamujer fuerte y tendréis todos los hijos que queráis. Ahora está bastante deprimida, así que cambia esa cara oscura que tienes y anímala — ordenóeldoctor. —En seguida —dijo Guido, y regresó a la habitación mientras la enfermeralesuministrabauncalmanteenlasolucióndelgotaagota. Cuandoestuvieronsolos,seacercóaAmaranta,lepasóunamano porelcabelloylesonrió. —¿Cómoestás?—preguntóellaconvozdébil. —Soy yo quien te pregunta a ti cómo estás —replicó él, sonriéndole. —Hechatrizas,ynopuedopensar—sequejó. —Yo te ayudo, tesoro —susurró él, y prosiguió—: Piensa que somosunhombreyunamujermuyafortunados,porquemetienesamíy yotetengoati,ynosqueremosmuchísimo. —Hastaayerporlanochetambiénteníamosunhijo—susurróella. —ElSeñor,alquetútedirigescomosifueraunparientecercano, hadecididoqueeseniñonoteníaquenacer. Ellaasintióydijo: —Estáscansado.Porfavor,veteacasa. Élnoqueríadejarlasolayselodijo. —Peroesquenecesitoestarsola—insistióella. Él volvió a la calle Mozart y se abandonó en la cama sin desvestirse.Secubrióelrostroconelcojínysollozóduranteunbuen rato;nopodíaparar.Erapresadeunamelancolíaatormentadoranosólo por el hijo no nacido, sino porque temía que la extraordinaria historia deamorconAmarantaacabara.Cuandolaslágrimasseagotaron,cayó enunsueñoprofundosinsueños. Lodespertólamujerdelportero,queentróalpisoparalalimpieza diaria. Entoncesselevantóysaliódelahabitación. Lamujerlomirócomosifueraunfantasma. —¡Señor!¿Seencuentramal? —Prepáremeuncafé,porfavor.Yomevoyadarunaducha—dijo sin dar más explicaciones. Al entrar a la cocina, enfundado en un albornoz,susurró—:Amarantaestápeorqueyo.Estanochehaperdido alniño. Lamujerleofrecióunatazadecaféconazúcarydijo: —Lo siento muchísimo. Creo que volveré más tarde a limpiar, cuandoustedsalga. Despuésdesapareció. Élregresóalahabitaciónysevistió.Mientrasrecogíasuscosas delabolsa,vioelfolioconlasanotacionesdeAmarantaqueempezóa leerlanocheanterior.Prosiguióconlalectura. «Segundo: apuntarme a un curso de lectura e interpretación de la Biblia. Tercero: llevar a la tintorería vestidos y jerséis que llevan meses en el trastero. Cuarto: escribir un diario de mi vida en pareja. Quinto:sustituirlaruedapinchadademibicicleta.Sexto:confesarlea Guido que he leído a escondidas sus relatos y que me han encantado. Séptimo:dejardementirleaGuidosobreelusodelajo,queéldetestay yo niego usar. Octavo: no agobiar más al Señor con mis pretensiones absurdas.Noveno:recordarsiemprequeinclusoeneldíamásluminoso se hará de noche. Décimo: lo he olvidado; evidentemente no era importante». Doblóencuatroelfolioyselometióenelbolsillodelachaqueta. Poco después salió de casa. Estaba decidido a hacer todo cuanto pudieraparanoperderasumujer.Pasóporelflorista,compróunramo derosasblancasyvolvióconAmaranta. Laencontrósentadaenlacama.Estababebiendounatazadetéyle diolabienvenidaconunasonrisa.Élacercólasillaalacamaysesentó juntoaella. —Graciasporlasrosas,sonpreciosas—dijomientrasselasdaba aunaenfermeraparaquelaspusieraenunjarrón. —¿Tesiguesencontrandomal?—preguntóGuido. —Sólo tengo malestar en el bajo vientre. El médico dice que mañanameencontrarémuchomejoryquedentrodeunpardedíasme daránelalta. —Estanochemegustaríadormiraquícontigoy…—dudóantesde continuar. —¿Y?—preguntóAmaranta. —Creoquedeberíamoslegalizarnuestraunión.Estamoshechosel unoparaelotro,amormío,ynopuedovivirsinti. —Tengo que llevar a cabo mi luto —susurró ella, después de un largosilencio. —Estedolornoessólotuyo,Amaranta—observóGuido. Ellaasintióyleacaricióelrostro. —Enelcielohayamoresyaescritosquesóloesperanservividos. ¿Estáelnuestroentreesos?—preguntó,mirándoloalosojos. —¿Tienesalgunaduda? —Yotequieroprofundamenteysiempretequerré—murmuróella, yprosiguió,contristeza—:Peronosésinuestrahistoriaestáescritaen elcieloporque,siloestuviera,nonoscausaríatantodolor. —Incluso en el día más luminoso se hará de noche. Eso lo escribistetú,yteolvidasteporcompletodelacontinuación:después,el solvuelveasalir—dijoGuido,intentandoreconfortarla. —Has leído mi decálogo —se sorprendió Amaranta, y con la miradabajasusurró—:Destrúyelo,yanosirveparanada. En los dos días siguientes, Guido apenas se ausentó y Amaranta parecía más tranquila. El médico los tranquilizó a los dos sobre el hechodequepodríantenerotrosembarazosy,altercerdía,Guidobajó aadministraciónparasaldarlacuentadelaclínicamientrasAmaranta sevestíaparavolveracasaconél.Cuandosubióabuscarla,sólohabía unaenfermeraenlahabitación. —Laseñorayasehaido.Hadejadoestoparausted—ledijola mujer,queleentregóuntrozodepapeldobladoencuatro. Guido lo leyó: «El cielo no quiere que tenga hijos ni pareja. No puedo ir en contra de la voluntad del Señor. Sé que lo entenderás. Te quieromucho,Guido,peronopuedosertumujer». ElascensodeLéonie Uno —Después, por fortuna, llegaste tú y te acogimos como un don del cielo—dijoelviejoAmilcare. Léonie estaba cansada y el abuelo también. Aun así quería saber máscosas. —¿AdóndefueAmaranta?—preguntó. —Con don Tranquillo. Se la confió a las monjas benedictinas de Lecco,quelaacogieroncomopostulante.Ahoraesmadreabadesaenun convento.SéporGuidoqueesunamonjafeliz—concluyóAmilcare. —¿Significaesoquesiguieronencontacto? En la habitación adyacente, el pequeño Gioacchino se puso a chillar. La anciana criada que había criado a Giuseppe entró en la habitaciónconelreciénnacidoenbrazos. —Tiene hambre, mi pequeño —sonrió Léonie, que lo cogió en brazos. —Ayúdameavolveramihabitación—dijoelancianoalacriada. PocodespuésllegóCelina,quesesentóenlabutacaqueacababa dedejarlibroelsuegroysequedóallíobservandoalanueramientras ledabaelpechoasusegundonieto. Cuandoelpequeño,saciado,sevolvióadormir,Léoniedijo: —Estoycansada,maman.Guidonotardaráenvolverymegustaría dormirunpoco. Leconfióelbebéalacriada.Celinalediounbesoenlafrenteyla dejó sola. Léonie se durmió y, cuando se despertó con las primeras lucesdeunamañanainvernal,vioasumarido,vestidoconvaquerosy jersey,durmiendoasulado. Giuseppe,elprimogénito,dormíaabrazadoasupadre. En esa enorme cama, en la tranquilidad de primera hora de la mañana, descansaba su sólida y reconfortante familia, tal y como siempreselahabíaimaginadoylahabíadeseado.Podíaconsiderarse unamujerafortunada. Lapuertadelahabitaciónseabrióyunacriadaasomólacabeza; llegabaconelbebéparaqueledieraelpecho.Léoniesecolocóeldedo índiceenloslabiosparapedirlealamujerquenohicieraruidoysalió de la cama. Cogió al pequeño en brazos, salió del dormitorio con la criadaysefuealahabitacióndeallado,destinadaalreciénnacido.Le diodemamaryluegoseloconfiódenuevoalacriada. —¿Hayalguienenlacocina?—preguntó. —Sí,señora. Léonie se dirigió al ascensor y bajó. La cocina estaba iluminada con luz natural. La acogió un delicioso aroma a café. Del tinelo procedíanlasvocesdelosjardineros,delchóferydelasempleadasde lalimpieza,queestabandesayunando.Enunamesahabíandispuestolas tartas,quetodavíadesprendíanelaromadelhorno,pancrujienteyfruta cortada.Unamujerestabaexprimiendonaranjas. —Buenosdías,Evelina—dijoLéonie. —¡Señora! —exclamó la sirvienta, limpiándose rápidamente las manosenunpaño—.Enhorabuena—añadióconunasonrisa. —Gracias. Tengo hambre —anunció Léonie, que acercó un taburetealamesademármol. —Le serviré el desayuno en la veranda —respondió Evelina, tan atentacomosiempre. —No,quierovolveralacama.Perounzumo,unpocodetartayun caféseríanunabendición—replicóella. Evelinaseapresuróparapreparárseloy,mientrasLéoniesebebía el zumo de naranja, llegaron Guido y Giuseppe, que la saludaron con besosyabrazos. Ellaerafelizyestabasatisfechacontodoloquelavidalehabía ofrecidocontantagenerosidad. —¿Aquéhoravolviste?—lepreguntóaGuido. —Alastres,perodormíasprofundamente.Yotambiénestabamuy cansado, porque después de coger en brazos al pequeño Gioacchino, saquéaGiuseppedesuhabitaciónynosquedamosdormidosatulado. Graciaspornuestronuevoypreciosohijo—ledijoconmovido,yledio unbesoenlamejilla. —No es verdad que sea precioso. Es muy feo —lo corrigió Giuseppe,colgándosedelcuellodesumadre. —Tienes toda la razón —confirmó Léonie, con ternura—. Gioacchinoesfeúcho,peroyosoyfeliz,porquetetengoati,queeres guapísimo—añadióparacalmarloscelosdelprimogénito. —PeroGioacchinotequiere,porquealnacertehahechounregalo —ledijoGuidoalhijo. —¿Ahsí?—preguntóelpequeño,incrédulo. Ellaobservóalmarido,quelehizoungestodecomplicidad,yle explicóalniño: —Cuando vuelvas a tu habitación verás la bonita sorpresa que te hahechotuhermanito. —Voyahoramismo—decidióGiuseppe,quebajóatodaprisade lasrodillasdesumadre. Evelina se acercó para acompañarlo al primer piso y Guido le revelóasumujer: —Antes de marcharme a Roma le compré una bicicleta. Tenía muchasganasdeteneruna.Selahedejadoalladodelacama,peroaún nolahavisto. —¿Estáscansado?—preguntóella. —De los dos, quien ha hecho un esfuerzo titánico has sido tú — respondió el marido. Cogió una mano de la mujer, se la llevó a los labiosyrepitió—:Gracias. LéonieobservóaGuidoconternura,comosilovieraporprimera vez, y de hecho era así, porque la historia que le había contado el abueloAmilcaresobrelapasióndeGuidoporAmarantaproyectabauna nueva luz sobre su personalidad compleja y, ahora, menos misteriosa. Estuvoapuntodepreguntarle:«¿Todavíalaves?»,porqueungranamor comoaquelnopodíaapagarseconlafugadeellaaunconvento.Siél hubierarespondido«Sí,todavíalaquiero»,¿cómohabríareaccionado? Sepreguntósiellaeraunamujerqueservíadeparche,unafigura secundaria respecto a Amaranta. Aun así no tenía nada que echarle en cara a Guido, era un marido perfecto. Se guardó para sí misma la curiosidadynolepreguntónada. No quería saber si todavía cultivaba en secreto la pasión por la monja,porqueellatambiénllevabaenelcorazónaotrohombre.Pensó que, tal vez, los Cantoni eran una familia de personas sabias, custodiaban los secretos y no permitían que estropearan sus vidas. Pensóqueeraunamujerserenaeincreíblementefelizyquehabíatraído al mundo a otro hijo que contribuía a consolidar el afecto que esa generosafamiliasentíaporella. EnlamanoqueGuidohabíabesadoahorarelucíaunanilloconun diamanteazul. —Estás loco —exclamó, admirando la magnífica piedra preciosa degranvalor. —Esperaaverloqueteregalaréporeltercerhijo—rioGuido. —Pensaba que dos serían suficientes —protestó ella, sin demasiadaconvicción. —¿Notegustaríatenerunaniña,guapaydeterminadacomotú? —Tengo que pensarlo —respondió. Pero ya sabía que los fantásticosmesesdelembarazoydespuéselplacerdeamamantarotro hijoeranunaalegríaquequerríareviviralinfinito. Dos En el amplio pasillo del primer piso de la villa, inundado por la luz que se filtraba por los ventanales que daban al parque, Léonie estaba sentada en un pequeño sofá dando el pecho a Gioacchino. Giuseppe, mientras tanto, recorría a lo largo y ancho el gran espacio sobre su bicicleta,equipadacondosruedaspequeñasparaayudarloamantener elequilibrio. —Mira,mamá,puedoirmuyrápido—anuncióelprimogénito,que nodesperdiciabaningunaocasiónparaatraerlaatencióndesumadreen detrimentodelhermanito. —Teconvertirásenuncampeón—afirmóella. —Peromihermanitono.¿Verdad,mamá? —Él no, no es un campeón como tú, pero tú serás generoso y le enseñarásairenbicicuandoseagrandecomotú. El niño se bajó del sillín, dejó la bici y correteó hacia Léonie. Apoyóloscodosenlapiernadelamadre,seacercólasmanosalacara y se quedó allí un rato, observando al bebé mientras mamaba. Luego dijo: —¿Porquéledaslechesóloaél? —CuandoeraspequeñocomoGioacchino,tambiéntedabaati. —Nomeacuerdo. —Cuandoélseagrandetampocoseacordará. —¿Yporquéahorayanomedas? —Porquetúyacomesenlamesaconnosotros. —Yotambiénquierochupar—afirmó. —Hazlo—respondióLéonie,sonriendo. Giuseppedescubrióelotropechodelamadreychupó.Enseguida seretiró,disgustado. —¡Quéasco!—exclamó. —Ahoraentiendesporquéyanotedoymileche—ledijoLéonie, riendo. Giuseppeselimpióloslabiosconeldorsodelamanoynodejóde repetir: —¡Quéasco,quéasco! Celina asomó por el ascensor y se acercó a Léonie con su paso incierto. Ledijoalgoaloídodelanuera. —¡Quierouncaramelo!—reclamóGiuseppe. Ellalocogiódelamanoyselollevóconsigo,diciéndole: —Ven,tedejaréescogerunodelcolorquemásteguste. —¡Elrojo!—gritóelniñomientrasLéonieseapresurabapordejar al pequeño con una criada. Después se dirigió al ala este de la villa, dondeseencontrabaeldormitoriodeAmilcareCantoni,alquenohabía visto en los últimos días, desde la noche en que tuvo al bebé y él le contólahistoriadeGuidoyAmaranta. Lapuertadelahabitacióndelpatriarcaestabaentrecerrada. Cuando entró esperaba encontrárselo en la cama. Pero estaba sentadoconsumarido,susuegroyeldoctorenlamesaovalquehabíaa lospiesdelacama.Loscuatrohombresteníancartasdeunabarajaen lasmanosyestabaninmersosenunsilencioabsorto,inmóvil. LéoniesabíaqueAmilcareeraunextraordinariojugadordemalilla y durante toda su vida había acudido con frecuencia a la taberna del pueblo,lamásantigua,laqueestabaenlaplazadelaiglesia,dondea menudoloreclamabancomocompañerodejuego.Habíatransmitidoa sumujer,asuhijoRenzo,alnietoGuidoymásrecientementetambiéna ellalapasiónporlamalilla. Ahora,seacercóaloscuatrohombresylepreguntóasumaridoen vozbaja: —¿Cómova? —El abuelo te esperaba —respondió Guido, y añadió—: Le ha pedidoamimadrequetetraiga. Amilcare, hundido en la butaca, recostado en algunos cojines, le sonrióydijoconunhilodevoz: —AhoraqueLéonieestáaquí,quieroquemetomeelrelevo. Léonieacercóuntaburetealabutacadelabuelo,sesentóycogió lascartasqueAmilcareleentregómientrasledecía: —Estamosenlaúltimaronda. Luegolesusurróaloído: —El incapaz del doctor tiene en la mano el siete de copas, tu marido tiene el rey de oros, a ti te tocará el siete de bastos y mi hijo tendráelreyde…—Callóyreclinólacabeza. Sepusieronenpieyelmédicocogiórápidamenteelestetoscopio. LoapoyósobreelpechodeAmilcareynegóconlacabeza. —Losiento—susurró,conmovido. Tres Hacía tiempo que Amilcare sentía que el fin de su existencia estaba cada vez más cerca. A veces le causaba pánico, y en otras ocasiones, más frecuentes, la anhelaba. La vejez, con todo lo que comportaba, le afectaba estéticamente. Recordaba que su madre, campesina ruda pero inteligente,susurródesdeellechodemuerte: —Despuésdeviejoyanosepuedesernadamás. Con ello expresó la inevitabilidad de un evento que nadie puede eludir.Yaunasí,Amilcarenopodíaaceptarlamuertequemarcabala descomposición de una persona que rebosaba fuerza, belleza e inteligencia. El patriarca pensaba a menudo en las personas que lo habían acompañadoensucaminoyqueyanoestaban.Nocreíaenelmásalláy estaba convencido de que el infierno y el paraíso estaban unidos estrechamente a la vida terrenal. Él había sido una persona afortunada porquehabíapasadopormuchosinfiernosdesufrimiento,perotambién pormuchosparaísosdealegría. Apesardetodo,seleseguíaescapandoelúltimosignificadodela muerte,elopuestoexactodelavidaqueélsiemprehabíaamado,tanto enlosmomentosmásapasionantescomoenlosmásdolorosos. Desde hacía tiempo buscaba una explicación en las palabras de muchos filósofos y escritores que había leído y le habían gustado. «Recuerda que debes morir», decían los frailes trapenses y él se los imaginabarepitiendo,satisfechos,casiconplacer,aquellaamenazaque noexplicabanadayqueafectabaalhumildeyalpotente,albuenoyal malo. Un dramaturgo francés afirmó: «La muerte es un misterio inexplicable».Petrarcaescribió:«Unamuertebellahonratodalavida». YSvevodefiníalamuertecomo«lagranfechoría».«¿Llevadaacabo por quién?», se preguntaba Amilcare. ¿Por Dios? No, Dios no existe. ¿Porlavida?Talvez.Lavidaescomounabellamujeraparentemente generosay,enrealidad,sádica.Primerotelodatodoyluegosedivierte quitándotelo. Él se acercaba a su fin y con él moriría el niño tenaz y lleno de sueñosquehabíasido,elchicoquevolcósupasiónenlavida,eljoven enamorado de una chica rica e inquieta, el hombre que soportó lo insoportable de una mujer difícil, el padre aterrorizado por la idea de quelalocuradeBiancapudieracontagiarseasushijos,elpatriarcaa quien el destino le consintió perpetuar el apellido de los Cantoni a travésdeunnietoquenoteníaniunasolagotadelasangreenloquecida deBiancaCrippa. SufrióalveraGuidoenfermodeamorporAmaranta,peroahora teníalacertezadequesumujer,aquellapequeñafrancesadepueblo,lo curaría. Ahora tenía dos bisnietos, llegarían más y la estirpe de los Cantonicontinuaría,inclusosinunasolagotadesusangre.Peronoesla sangreloqueimporta,pensaba,sinolafamilia,yesaerasufamilia. Sentía que había hecho un buen trabajo en la vida. Tenía algunos remordimientos,peronosearrepentíadenada. Lamuerte,«lagranfechoría»,secerníasobreél.Poresosintióla necesidaddecontarleaLéonielahistoriadeGuido,porquesabíaqueél no diría nada y estaba convencido de que los secretos no eran buenos paraelequilibriodeunapareja. El día de su muerte, Amilcare se encontraba mal. El médico de familia, al que llamaron en seguida, le hizo un reconocimiento minuciosoyafirmó: —Amigomío,estásmássanoqueyo,peroeresmuymayor. —Miraquiénhabla…—bromeóAmilcare. —Tengoveinteañosmenosquetú,todavíasoyunchaval. —Entoncestrátameconrespeto. —Es lo que hago, amigo mío. No te obligo a comer si no tienes hambre,perosítienesquebeber. Amilcare obedeció y cuando el médico regresó por la tarde, le dijo: —No quiero que la muerte me pille en la cama. Ayúdame a sentarmeenlabutaca. Elamigolehizocasoydespuéssacódesubolsoelestetoscopio paraauscultarellatido. —Olvídate de estas tonterías —protestó Amilcare, y añadió—: Quierohacerunaúltimapartidademalilla.LlamaamiRenzo,asuhijo yúneteanosotros.Notelopediríasimiotrohijoestuvieraaquí.Pero notardaráenvenirporqueyalohabránavisado.MonseñorCantoniha presenciadobautismos,bodasyfuneralesdeestafamilia.Siemprellega enlosmomentossolemnes. —Amilcare,yonocreoque…—intentóprotestarelmédico. —Túnotienesquecreer.Tienesqueobedecer. Pocodespués,loscuatrohombresestabansentadosenlamesade juego. Elpatriarcasosteníaensumanolascartasysoltabalasqueeran útilesparasusocio,elhijo,yqueletocaranaél.Siemprehabíasido imbatible en ese juego y, en la última ronda, a partir de un cálculo matemático,sabíaquécartasteníansuscontrincantes.Élyelhijoiban ganando,peroélestabacansadoy,aunquehabíadichoquenocreíaen Dios, ahora le rezaba en silencio para que le concediera un pasaje rápidoporlalíneaqueseparabalavidadelamuerte. —Llamad a mi nuera. Que sea ella quien tome mi relevo —dijo conunhilodevoz. Cuando Léonie estuvo a su lado, durante un instante saboreó el perfumedelavidaydespués,sucorazónsedetuvo. MonseñorCantonillegócuandoelcuerpodesupadredescansaba enlacama.Fueél,donIvano,elnuevopárrocodelpueblo,quienofició la ceremonia fúnebre y fue él, el día después, quien bautizó al recién nacidoenlafamiliaCantoni,elpequeñoGioacchino,quienrecibióde segundonombreeldesubisabuelo,Amilcare.MonseñorGioacchinose quedó un par de semanas con la familia durante las cuales, él y el hermanoseretiraronamenudoalashabitacionesdesuspadres.Guidoy Léonie dedujeron que había cuestiones hereditarias por aclarar, pero más tarde descubrieron que habían pasado horas reordenando cartas y fotografíasparasatisfacerlanecesidadderevivirlosañoslejanosdela infanciayrecordarasuspadres. Cuando el sacerdote se marchó, Renzo Cantoni fue consciente de queeraeljefedesuempresa,yvolvióaltrabajo. Cuatro —TenemosunproblemaconEdilcapitale—anuncióelseñorCantoni durantelacena,alvolverdeltrabajo. Era una empresa romana propiedad de un constructor, Ennio Tommasini,queestabaedificandociudadessatéliteenelextrarradiode lacapitalyaquiensusdetractoresdefiníancomo«cerdoespeculador». A los Cantoni no les interesaban las opiniones poco favorables acercadeltalTommasini,loconsiderabanunclientemás,dehechoera el mejor a juzgar por la cantidad de pedidos que hacía y que significabanunafacturacióndevariosmillonesdeliras. Léoniepercibiólamiradapreocupadadesusuegro,pensóqueno eranormalqueelhombreexteriorizaraenlamesalosproblemasdela empresaydedujoquelasituaciónteníaquesergrave.Dejóeltenedory esperóaquehablara. —Noquierefacturasydicequepagaráenefectivoenunacuenta deLuxemburgo—explicóRenzo. —Entonces es verdad lo que se dice de él en Roma —intervino Guido. —También en Milán. Hace poco me contaron que está alargando sus tentáculos por nuestro territorio, y de hecho ya ha comprado el palacetenobledePortaVittoriaylohaconvertidoenoficinas—reveló Celina, que tenía amigas en Milán cuyos maridos trabajaban en el mundodelosnegocios. —Papá,ayúdemeacomprenderlo—pidióLéonie. —Tesoro,despierta.Sellamaevasiónfiscal,esundelitofiscal— intervinoGuido. —Nuestra empresa tiene sus reglas y son ineludibles, también cuando comportan un agravio fiscal. Claro, podríamos ser mucho más ricos de lo que somos si no respetáramos las reglas, pero si nos saltáramos la ley, nos mancharíamos con un delito. Aunque no nos descubrieran, ¿cómo acabaría nuestro país si la evasión se convirtiera en una norma? Todos saldríamos perjudicados. Y además tendría que transigir con mi consciencia, y eso es un ejercicio que no sé llevar a cabo. Así que sólo hay una respuesta a la propuesta de Tommasini: rechazarla y, por tanto, perder uno de nuestros mayores clientes. ¿He sidoclaro?—explicóelseñorCantoni. Continuaron cenando en silencio. Al final, cuando sirvieron la macedonia,Léoniedijo: —Papá, me gustaría hablar con este Tommasini, hablar con él mirándoloalosojos. —Quéingenuaeres.Nohablarásnuncaconél.Tieneunejércitode delincuentes que le sirven de tapadera y, si alguna vez aceptara verse contigo,podríarespondertequeyatieneunacuerdoconpapáacercade esto, porque también me han dicho que es un mentiroso —intervino Guido. —Perodetodosmodosmegustaríaintentarlo,hacerloamimanera —replicóLéonie,queyahabíaempezadoaelaborarsuplandeataque. —Olvídate, le estás dando de mamar a tu hijo pequeño y no necesitas encargarte de este problema. Pero es inútil que te intente convencer,séquellamarásaTommasini—concluyóelsuegroconuna mediasonrisa. Febrerollegabaasufin,lasnieblasseestabandespejandoycada vez había menos hielo. Guido remoloneaba por casa, sin decidirse a retomar el trabajo, Celina se hartaba de comida y se arrastraba por el salónylashabitacionesdelosnietos. Léoniesepresentóenlafábricadespuésdedarleelpechoamedia mañana. Pidió revisar los contratos con Edilcapitale y llamó a las oficinas de Milán para solicitar un encuentro con el señor Ennio Tommasini. Tuvo que esperar mucho rato en línea, pero al cabo de un ratolavozaflautadadeunasecretarialedijoqueelseñorlarecibiríaa lasdosdelmediodíadeaquelmismodía. —Mevoyalamadrigueradellobo—anuncióLéoniealentraren eldespachodesusuegro,ylecontóquehabíaconseguidounacita. —Vengocontigo—dijoRenzoCantoni. —Por favor, déjeme hacer las cosas a mi manera. Me llevo a Gioacchino. —¡Eso es una tontería! Implicar al pequeño… —estalló Renzo Cantoni.Peroellanoledejóacabar. —À la guerre comme à la guerre! Tengo mis armas y estoy decididaausarlas.Sipierdo,lepediréperdónpormiosadía—afirmó ella,yelsuegrocomprendióquenopodríadetenerla.Léonieregresóa la villa y le dijo a Floriana, la niñera que atendía al recién nacido—: Nos vamos a Milán. Prepárate y viste a Gioacchino, porque iremos todosjuntos. LasoficinasdelconstructorenMilánseencontrabanenunedificio del siglo rodeado por una imponente cerca que conducía a un pequeño jardín. En la verja y en la puerta había cámaras que confirmaronlallegadadeLéonie,conelpequeñoGioacchinoenbrazos, ydelaniñera. La puerta de entrada se abrió automáticamente y el singular trío accedió a un vestíbulo luminoso con las paredes hechas de piedra veneciana y de color marfil. Los recibió una azafata de cuerpo exuberanteenfundadaenuntrajeazulvioletadedostallasinferioresa lasuya. —SoyLéonieCantoniytengounacitaconelseñorTommasini— se presentó Léonie. Y como la chica la estaba obsequiando con una sonrisa dubitativa que dejaba entrever alguna perplejidad, añadió—: ¿Hayalgúnproblema,querida?¿Nohavistonuncaaunreciénnacido? —Eh… Sí, el señor la está esperando, pero no sabía… Es decir, creíaque…—murmurólajoven. —Noesnecesarioquepiense,querida.Limíteseaanunciarquehe llegado—lainterrumpióLéonie,conunasonrisadulcísima. Sehabíamaquilladoconesmero,vestíauntrajedecolorfucsiay olía a colonia. Estaba decidida a causar la mejor impresión frente al constructorarrogantequeimponíasupropialeyenlugarderespetarla delEstado. La escoltaron junto a Floriana hasta el ascensor. Un instante después estaban en el primer piso. Allí los acogió una especie de bailarina de espectáculo de variedades vestida de secretaria que susurró: —Elseñorlarecibiráahora.Nosésidebería… Gioacchino dormía plácidamente. Léonie le entregó el bebé a XVIII Florianaydijo: —Sí,deberíaofrecerunlugarcómodoalaniñerayamihijo.Ya ve, todavía no es lo suficientemente mayor como para presenciar una reunióndetrabajo. Absolutamenteconfundida,lasecretariaseapresuróallevarlaaun pequeñosalóndondelamujerserefugióconelpequeñomientrasLéonie ledabaunasúltimasindicaciones: —Sivesqueseponenervioso,ledaselchupete. Después,conaltivez,esperóaquelasecretarialeabrieralapuerta deldespachodeTommasiniylapresentara. Léonieseencontróenunambientesuntuoso,decoradocontupidas alfombras, espejos antiguos y plantas lozanas. La decoración, en lugar de camuflar la presencia del cincuentón calvo y con sobrepeso que estaba sentado al fondo de la habitación, en una especie de trono, la destacaba. Él estaba situado detrás de una mesa traslúcida. A su lado, completamente firme, un tipo delgaducho de melena leonada abandonó suposiciónparairasaludarlamientraselconstructorbajabadeltrono paraacercarseaellayofrecerleunaampliasonrisa.Léonieactuócon precauciónparanoexteriorizarningúntipodereacción. —Señora Tardivaux, es usted más atractiva de lo que me habían contado —dijo Tommasini antes de llevarse a los labios la mano que Léonieleofreció.Yañadió—:Yosoyelconstructorromanoqueaquíen elnortedetestan,peroacabaránapreciándome.LepresentoaLucetti,el insensatodemiasistente.Nomemalinterprete,esuncolaboradormuy importante,peroseobsesionademasiadoconhacercuadrarlascuentas. Por favor, tome asiento —dijo, y le indicó con un gesto teatral una butacafrentealamesa. LéonieleestrechólamanoaLucettiysesentó.Tommasinivolvió ainstalarseensutrono. —ElseñorLucettiestandiligenteque,aveces,exagera.Metemo quehoyseráunadeesasocasiones. El asistente maltratado no se descompuso y regresó a su sitio, al ladodeljefe. —He pedido una cita con usted, que me ha concedido generosamente,parademostrarlelomuchoquenosimportapodercontar con su empresa entre nuestros clientes. En este caso, me temo que la culpaesnuestra.Meheleídoelcontratoyhevistoquelamodalidadde pago estaba excluida, pero había una postilla que preveía un acuerdo posteriorquenuncasellegóaformalizar. Mientras ella hablaba, Lucetti acercó algunas hojas a su jefe que ignoróconungestoseco. —Lo sé, lo sé —respondió Tommasini sin dejar de sonreír—. Déjeme explicárselo. Usted, que tiene la suerte de ser francesa, no imaginahastaquépuntodecapciosidadllegalalegislaciónitalianaen estamateria.Nosabehastaquépuntodeavidezlleganuestrofisco.Nos ponenenelpuntodemira,agentecomoyo,queconstruimosciudades para ofrecer un alojamiento digno a la gente, y nos maltratan, nos exprimenhastalamédula.Miscolaboradores,parasalvarelpellejo,a vecesincurrenenunpecadovenial,comoenestecaso. —En este caso, los pecados veniales serían dos, el suyo y el nuestro.Yonosénadaacercadetemasfiscales,perocreoquelasuma dedospecadosvenialesnodacomoresultadounaabsolución—replicó Léonie. Elhombresequedócalladounosinstantesyluegodijo: —¿Sabequé?Estoytentadodepedirlequetrabajeparamí.Usted conjugainteligencia,bellezayencanto.Créame,noexageroenabsoluto. —Le agradezco el cumplido, aunque no me lo merezco, pero quiero preguntarle algo: ¿de verdad quiere que mi empresa también cometa el pecado? Ya sabe, somos industriales de Brianza bastante simples,nosgustatenerclientesimportantescomousted,perotambién nos gusta dormir tranquilos. Bien, sabiendo que no podemos aceptar pagosenelextranjero,¿creequepodríaseguirmanteniéndonosentresus proveedores?—preguntóconunagransonrisa. —Me está poniendo entre la espada y la pared, pero lo hace con tantagraciaque…¿cómopodríadecirlequeno?—lloriqueóelhombre extendiendolosbrazos,comosiestuvieraapuntodesercrucificado. Léonieselevantódegolpeyletendiólamano,observándolocasi conadoración,mientrasdecía: —Gracias, señor. Gracias de todo corazón. Estaba segura de que llegaríamos a un acuerdo. Tenga en cuenta que he querido venir personalmenteapesardemisobligacionescomomadre,yhetraídoami hijoquetieneapenasunmesyquedentrodepocoreclamarásutomade leche. Semoviócongracia,conscientedelhechodequecadamovimiento desprendíaalaireondasseductorasdeperfume. —Entiendo que tenga prisa. Me han comunicado que su hijo está fueraconlaniñera.¡Quépena!EstoyapuntodevolveraRomaenmi avión privado y quería proponerle que me acompañara porque, mire, estoytanocupadoqueaprovechoestosdesplazamientosparahablarcon laspersonasinteresantes. —Sí, qué pena —admitió ella, asumiendo una actitud resignada quenolecorrespondía.Yconcluyó—:Peroyanoshemosdichotodolo quenosteníamosquedecir. La acompañó hasta la puerta, seguido por el asistente mudo, y exclamó: —Se equivoca, señora Tardivaux. Le he hecho una propuesta de trabajomuyseriasobrelaquelainvitoareflexionar.Pienseenquégran saltosupondríapasardelaempresadesusuegroaEdilcapitale,dela pequeña empresa familiar al gran negocio. Usted no imagina la gran carreraquepodríadesarrollarsitrabajaraparamí.Meencantatrabajar conmujerescuandosoninteligentesy,obviamente,bellascomousted. —Lo haré, señor —prometió ella, agradecida, y se apresuró en añadir—: Mientras tanto espero que nuestras facturas se abonen del modocorrecto. Cinco Gioacchino, en los brazos de Floriana, empezaba a dar muestras de impaciencia.Léoniesemetióenelascensorconellosyseapresuróen dejar aquel edificio como si la estuviera persiguiendo una jauría de perros. Cogióalniñoyleentregóalaniñeralasllavesdelcoche. —Conducetú,yomesentarédetrás—dijo,yentoncesrespirócon alivio. Cuando el coche arrancó, Léonie empezó a darle el pecho al pequeñoylesusurróaFloriana: —Hasidounapesadilla,peroheganado. ElseñorTommasiniletransmitiómalasvibracionesysepreguntó si no deberían, después de saldar las deudas, excluirlo de su lista de clientes. —Eso nunca —sentenció el suegro, cuando lo fue a ver al despacho.Ycontinuó—:Losclientessonnuestropatrimonioysinellos tendríamosquecerrar. —Sí,perounclienteasí…—protestóella. —Deberías estar contenta por haber salido indemne de allí, brujilla—replicóelseñorCantoni. —Todavíanolehedichoquemehaofrecidounpuestodetrabajo conél. —Nomesorprendeconsiderandoelpersonajequees.¿Tengoque explicarteenbaseaquécriterioseligealasmujeres? —Puede ahorrárselo porque me ha quedado muy claro. Por muy espabiladoquesea,lepetitbonhommenopuedecamuflarsuverdadera naturaleza. —Graciasportodo,hija.Ahoravecontuspequeñosyolvídatedel trabajohastaelverano. —Sabe muy bien, papá, que no lo haré. Aunque hoy estoy muy cansada y creo que pasará un poco de tiempo hasta que vuelva a la empresa. Para concluir aquella tarde desagradable, Léonie sintió la necesidaddeestarconlosniños. Encontró a su marido en la habitación de Giuseppe que, con su ayuda,estabaconstruyendounacasitaconpiezasdeplásticodecolores. El niño corrió hacia ella. Lo levantó del suelo y lo cogió en brazos mientrasobservabaelrostroirritadodesuesposo. —Meheportadomuybiencuandonoestabas.¿Meleeráselcuento delcocinerodelreydeBerlín?—pidióGiuseppe. —¿Elquehacelatartaconazúcarysémola?—preguntóella. —Y después el oso Giovanni se la come entera. Ese cuento, mamaíta. —Coge el libro y lo leemos juntos —replicó ella, y entonces se sentóenlaalfombrajuntoalmarido. Mientras Giuseppe hurgaba en la pequeña estantería que contenía suslibros,Guidofarfulló: —¿Eranecesarioquefuerasaveralloboasumadriguera? EstabaaldíadesuvisitaaTommasini. —Meparecióunabuenaideaylohasido,dadoelresultadoquehe obtenido. Esperaba una acogida más afectuosa por tu parte — respondió. —Silohubierashabladoconmigo,tehabríaahorradoelviaje. —Yhabríamosperdidouncliente. —Probablemente,peropodríahaberhabladoyoconél. Léonieledirigióunamiradainterrogativa. —¿Porquécreesquellevoaquí,enVillanova,másdeunmes?Ese industrialrampantequedisfrutadeimportantesproteccionespolíticasse ha metido en la cabeza la idea de producir una película. No es que el cine le interese, pero le atraen todas las mujeres que gravitan a su alrededor. Ha conseguido subvenciones estatales y parece que será él quien gestione mi próxima producción. Está acaparando directores y guionistas para imponer las intérpretes que son amables con él — concluyó. —¡Menudanovedad!—exclamóLéonie. —Lee—leordenóGiuseppe,poniéndoleellibroentrelasmanos. —Espera,mamáyyoestamoshablando—leadvirtióGuido. —Mamáhadichoquemeleeríaelcuento—protestóelpequeño. —Es cierto. Mamá y papá hablarán en otro momento —decidió Léonie,yGuido,molesto,saliódelahabitación. Aquellanoche,mientrasGiuseppedormíaensudormitorio,Léonie estabaconsumaridoenlahabitaciónadyacenteyledabalaúltimatoma delecheaGioacchino.Unacriadaencendiólachimenea.Guidoestaba sentado junto a ella en el sofá mientras leía un libro y, como de costumbre, subrayaba los fragmentos que le gustaría releer después. Léonielimpiabalasgotasdelechequesupequeñodejabaescaparpor la boca. De vez en cuando alzaba la mirada de su hijo para observar aquelhombredeportearistocrático,conlafrenteanchaacariciadapor algúnrizonegroydeexpresiónabsortaeimpenetrable. —Lees como si quisieras aislarte de ti mismo y de la vida — observó. Éllevantólavista,lamiróyleregalóunasonrisaafectuosa. —No puedes imaginar cuánta verdad hay en tus palabras. Por cierto,quieropedirteperdónporlareacciónfuriosaquehetenidoantes. Haestadofueradelugar—dijo. —Hellegadoapensarqueestabasceloso. —Loestoy,peronodeTommasino,nidetutrabajo.Talvezestoy celosodelagracia,delainteligenciaydelgustoquededicasalnegocio familiar. Pero bien pensado, no se trata de celos… Es sorpresa, más bien. Te has revelado una mujer diferente de la mujer con la que me casé.Creíaqueerasunalmalineal,tranquila,satisfechaporelhechode haberconseguidounafamiliayestabaconvencidodequeadoptaríaslas costumbres de las amas de casa pudientes que pasan el tiempo en la peluquería, de compras, jugando al bridge o entran a formar parte de alguna asociación inventada para que pasen su tiempo entretenidas, dispensando beneficencia y organizando sus vacaciones. No me estoy expresandobien.Quierodecirquenotehaspreocupadoporintegrarte ennuestromundoy,conbuenhacer,tehashechoconuntrabajocomosi hubierasnacidoparadirigir,ynoparaserunaseñoradelaburguesía. Estoyintentandodecirte,conpocotino,peroconmuchasinceridad,que teaprecioyteadmiro. —Es la primera vez que me hablas de ti —constató Léonie, satisfecha. Y prosiguió—: Tengo que reconocer que en mis elecciones no ha habido ningún tipo de premeditación, todo ha sucedido casi por casualidad. —Lo sorprendente es que puedes compaginar perfectamente los embarazosyeltrabajo—afirmóGuido,sonriendo. —Megustatenerhijos.Nuncalohabríaimaginado,peroesasí— afirmóella. —Si te apetece, podríamos tener otro en seguida —susurró él, rodeándoleloshombrosconunbrazo. —¿Puedo acabar de darle el pecho a nuestro hijo? —preguntó Léonieconunasonrisamaliciosa. Seis Gioia, la tercera hija, nació a finales de noviembre. Fue la primera hembra en una familia de chicos y los Cantoni lo celebraron con una granfiesta.Giuseppe,queyahabíacumplidocuatroaños,sehabíaido acostumbrandopocoapocoasupapeldehermanomayoryacogiócon benevolencia a la nueva intrusa. Gioacchino era demasiado pequeño para tener celos. Guido le regaló a su mujer un ático en un palacio romano,enelbarriodeTrastevere,yledijo: —Cuando tengas ganas de poner tierra de por medio de esta guardería,podrásveniravermeaRomayasítendremosunashoraspara nosotrosdossolos. EligióRomaporqueallíseencontrabalasededesutrabajoyera dondepasabacincodíasalasemana. CasiunmesdespuésdelnacimientodeGioia,el22dediciembre, LéoniecogiósucocheparadirigirseaVarenna. Antes de partir, llenó un par de frascos con leche materna, que bastaríanparaunascuantashorasdeausencia. Varenna la acogió con un sol maravilloso. Ya era mediodía y, desdeelvestíbulodelhotel,atravésdeloscristalesdelaveranda,vio algunos clientes que tomaban un aperitivo sentados en las mesas de la terraza. —EldoctorBastianiestáfuera—dijolapropietaria,señalandoun hombrequeobservabaellagodesdelaorilla. Rogersegiródegolpealescucharunospasosy,cuandolavio,su rostroseiluminódealegría.Ellaletendiólamano,yélselallevóalos labiosylesusurró: —Tevoilàenfin,monamour. —Bonjour,monami—sonrióella. —¿Cómoestás?—preguntaronalavez,yluegoestallaronenuna carcajada.EntoncesRogerlaabrazó. —Esteañonopodréquedarmemuchorato—murmuróLéonie. —¿Cuántotiempo?—quisosaberél. —Sólounpardehoras—explicóella,yseescapódelapresade susbrazos. Rogerasintióynohizopreguntassobreelporqué. —¿Tieneshambre?—preguntó. Lospocoshuéspedesquehabíaenlaterrazaentraron,sedirigieron albarysequitaronlosabrigos. —Me apetece un sándwich —respondió ella. Se sentaron en una mesayañadió—:Yunacervezarubia,quemeayudaconlaleche. —¿Leche?—preguntóél,curioso. —A mediados de enero nació Gioacchino, y a finales de noviembretuveaGioia,miprimerahija—anuncióella,feliz. Rogerestallóenunacarcajada. —Doshijosenunaño,¡eresformidable!¿Yhasdejadosolaala pequeñaparaveniraverme? —Está acompañada por mujeres encantadas de cuidarla y en la neverahayunabuenaracióndemileche.Pero…sí,lahedejadosola paraveniraverte. —Podríashaberllamadoalhotelyhabríamoshabladoporteléfono —comentóél. —¿Habríasidolomismo? —No—confesóél. —¿Recuerdasnuestropacto?Paseloquepase,siempreharemoslo imposibleporvernosaquí.Yolohehecho.¿Ytú? Uncamareroseacercóalaterrazaypusounmantelenlamesa. —¿Estánseguroslosseñoresdequererquedarseaquífuera? RogeryLéonieasintieronypidieronbocadillosycervezas. —Yo he llegado esta noche de Venecia. Han trasladado allí el congresoyayerporlatarderealicémiponencia.Despuéscogíelcoche paravenirhastaaquí—explicóRoger. Léonieleacaricióunamejillaysusurró: —Erestanguapo. —Mon amour, no me digas estas cosas que luego me hago ilusiones—protestóél. Elcamarerolessirvióloquehabíanpedido. Unabandadadepatosapareciódelanadaenlasuperficiedelagua frentealaterraza. —¿Quéhashechoenestoslargosdocemeses?—preguntóLéonie. —Mis dos hijos me contagiaron la escarlatina y ha sido una experienciaembarazosa,ademásdeengorrosa.Hepasadoseismesesen EstadosUnidos,enCincinnati,enuncursodereciclaje,lepractiquéuna cesárea a una niña de color de doce años que se había quedado embarazada de su novio de catorce, he superado una crisis con mi mujer,quenoaceptalassecuelasdeaquelhorribleaccidente… —¿Quésecuelas? —Una cojera imperceptible. En lugar de estar agradecida al destinoporhaberserecuperadocasiporcompleto,agigantaesepequeño handicap y está sumida en una profunda depresión. Nuestros hijos sufren y yo también me resiento. Por lo demás, de noche miro las estrellas,lasmismasqueiluminantunoche,ypiensoenti. Léoniediountragodecerveza,cerrólosojosysedejóacunarpor elsonidodesuspalabras. —Meconsiderounhombremuyafortunadopornuestrahistoria,es algo único, tan intensa y maravillosa… Te quiero mucho, pequeña Léonie. Unaráfagadevientogélidohizoqueellaseestremeciera. —No puedes coger frío. Vayamos dentro —decidió Roger. Después miró el reloj—. Creo que deberías volver con tu Gioia — añadió. —¡Perosiacabodellegar!—protestóella. —Haceunpardehoras.Nomelopongasmásdifícil,tesoro. El pequeño vestíbulo estaba desierto. Salieron a la calle del Prestino y empezaron a subir lentamente, cogidos de la mano, las escalerasquellevabanalaparcamiento. Léoniesubióasucocheylopusoenmarcha.Rogersesentóasu lado. Seabrazaronyéllesecóunalágrima. —Noesmomentoparaconmoverse.Sólofaltaunañoparanuestro próximoencuentro—intentóbromear. —¿Ysinosviéramos…?Yoquésé…—susurróella. —¿Enprimavera?—propusoél. —Estaríamosfaltandoanuestropacto—observóellacontristeza. Élasintió. —FelizNavidadybuenaño,pequeñaLéonie—susurróRoger. —Tequiero—dijoella. —Cuídateycuidaatuscachorrillos—lepidióél.Cuandoestuvoa puntodebajardelcoche,lededicóunasonrisamaliciosayañadió—: Porfavor,nodesaluzatucuartohijoenlasfechaspróximasanuestro encuentro. —Harétodoloqueestéenmimano,peroyasabescómofunciona esto:loshijosllegancuandoquieren—respondióella. Siete Aunque el 22 de diciembre era el día más corto del año, Léonie regresó a Villanova cuando el sol todavía no se había puesto en el horizonte. La acogió la melodía de un villancico interpretado por su suegra al piano y cantado por Giuseppe, los gemidos de Gioia y los versosdeGioacchino,quequeríaimitarasuhermanomayor,perotenía sueñoyseestabaquedandodormido. Diounbesoasusdoshijosycogióenbrazosalbebé. —¿Sehabebidotodalaleche?—preguntóalaniñera. —Hastalaúltimagota—respondiólamujer,quedivertíaatodoel mundo por su lenguaje estrambótico. Para ella, las persianas de las ventanaseranprusianasyloszapatoserangazapos. Gioia seguía gimiendo con mucha intensidad, Giuseppe había acabadodecantary,paraquesuabuelasiguieratocando,seacercóal pianoyempezóagolpearlasteclasconfuerza. —Prepare una manzanilla. Quiero darle un poco a la pequeña — ordenóLéoniealacriada.Luegosesentóenelsofá,dondeGioacchino yasehabíaquedadodormido. Léonieadorabaestarconsushijosyconsusuegra,queenvejecía serenamente entre una sonata de Mozart y un rosco relleno de fruta confitada. —Giuseppe,dejadegolpearlasteclasyvenconmamá,quequiero abrazarte—dijo. —Quierocantar—replicóelpequeño. —Entoncessiéntateaquí,amilado,ycantamosjuntos—propuso Celina, intentando inútilmente buscarle un hueco en la banqueta del piano. La criada trajo una taza de manzanilla tibia endulzada con miel y Léonie le dio algunas cucharadas a Gioia, a quien le gustó mucho. La pequeñasetranquilizóinmediatamente. —NoveoaGuido—dijoLéonie. —Haidoalpuebloconelelectricistaabuscarbombillasparalos adornosnavideños.Lasdelañopasadoestántodasfundidas.Debeser culpadelosaguacerosdelveranopasado.Habíaunagoteraeneltejado delacabaña—explicólasuegra. PocodespuésllegóGuido.Elsolyasehabíapuesto. Lediounbesoenlafrenteasumujerylepreguntó: —¿Dóndehascomidohoy? —Conunaamigaquenoconoces,unacompañeradelcursodeyoga —mintióLéonieconunacalmasorprendente. Fue precisamente su marido quien la convenció para que se apuntaraauncursodegimnasiaalprincipiodesutercerembarazo.Le hizocasosinmuchaconvicciónyalcabodeunosmeses,sediocuenta delosbeneficiosquehabíaobtenido. —¿Te apetece que salgamos esta noche? He encontrado a un director muy apañado y lo he invitado junto a su mujer al Vecchio Mulino. —Conestefríopodríasinvitarlosacasa—intervinoCelina. Léonieestuvodeacuerdo: —Va,invítalosaquí.Tengoquedarleelpechoalapequeña. Guido, resignado, se alejó refunfuñando. Giuseppe, necesitado de atenciones,lequitóespacioaGioiahastalograrsituarseenlosbrazos desumadre.Gioacchinosedespertóysepusoallorar.Nueraysuegra semiraronyLéoniedijo,riendo: —¡Seacabólapaz! El matrimonio romano se presentó con una botella de champán y una tarta; ignoraban que los Cantoni tenían en casa a un cocinero y un pastelero.¿Acasoselespodíaculpar?EnRoma,Guidonuncahablaba deélnidesufamilia,peroahora,cuandoestuvieronsentadosalamesa, empezó a halagar a su mujer y la definió como una madre fantástica y unagerentellenadesorpresas. —Se ve que pasáis poco tiempo juntos —comentó la mujer del director,quetrabajabaendepartamentosdevestuariodelosrodajes.Y continuó—: ¿No le preocupan todas las mujeres que pululan por el mundodelcineyquehacenloqueseaparaconseguirunpapel?Están dispuestasacualquiercosaparatriunfar.Unguionistaatractivocomosu maridoesuncaramelitoparamuchasdeellas. Léonie reprimió una respuesta seca, se limitó a sonreír y dijo delicadamente: —¿Dedóndeprocedetodoesemenosprecioporloshombresylas mujeres?Sitieneunamotivaciónconcreta,noquieroconocerla. La diseñadora de vestuario comprendió que había llegado a un terrenopeligrosoeintentócorregirlo. —Estababromeando—confesó. —No pierdes ocasión de quedar como una cualquiera —le reprochóelmarido,avergonzado. Léonie dedujo que el hombre, estaba prácticamente segura, la engañaba. Guido relajó el ambiente cambiando de tema, pero cuando los invitadossemarcharonyseencontróasolasconsumujer,dijo: —Élesundirectorexcelente,perotieneunamujervulgarycretina quelodomina. Esa opinión despiadada se correspondía exactamente a la de Léonie,yleagradóconstatarqueélyGuidopensabandelmismomodo. —Estoydeacuerdo—respondió. —Hehechobieninvitándoteaestacena.Sinohubierasestado,no habríaentendidoque,altrabajarconél,tendríaquecontratartambiéna sumujer.Creoquedejarépasarlapropuesta.Graciasporsersiempre tanvaliosa—afirmóél. Enprimavera,Léonie,queyahabíarecuperadosufiguraradiante, regresó al trabajo a jornada completa. Guido renunció al proyecto de crear una productora propia porque no podría competir con las más importantes, como Cineriz, Titanus o De Laurentiis. No le faltaban los medios, pero no le apetecía dedicarse a las rutinas estresantes que caracterizabanlasvidasdelosproductores.Despuésdetodo,éleraun creador de historias, alguien que amaba inventar personajes para llevarlosalagranpantallayquesedivertíaimaginandosituacionesde intrigayescribiendodiálogosconvincentes. Afinalesdeaño,el22dediciembre,Léoniedejóasustreshijosa cargodelasmujeresdelacasaparaacudiraVarenna. Semarchósinremordimientosporquenoteníaqueinventarseuna excusaparasuausencia,yaqueGuidosehabíamarchadodosdíasantes para inspeccionar una serie de localizaciones con un director y un directordefotografía. —Voy a buscar algún lugar evocador para ambientar mi guión — dijo—.EstarédevueltaparalaNochebuena. Ella, en Varenna, se encontró con Roger. Como siempre, tenían muchas cosas que contarse. Se confesaron sus recíprocas debilidades, las alegrías, los miedos, las decepciones y todo aquello de lo que estaban orgullosos. Pasaron unas horas juntos, amándose con dulzura, olvidando el mundo que los rodeaba, riendo por tonterías, conmoviéndose por ese sentimiento que a pesar de los años que pasaban,noseapagaba. Aúltimahoradelatarde,antesdedespedirse,dieronunpaseopor elbarrioviejo. —¿Crees que el próximo invierno estaremos otra vez aquí? — preguntóLéonie. —¿Porquémelopreguntas? —Porquetodaslascosasbonitasseacaban. —Lanuestra,monamour,noesbonita,essuperlativa,asíqueno puedeacabarse. Se detuvieron a observar los escaparates de las tiendas que vendíanrecuerdosyadornosnavideños.Yfueallí,enelinteriordeuna de esas tiendas, donde Guido vio a su mujer abrazada a un hombre atractivo y elegante: se miraban a los ojos y hablaban entre risas, divertidos. Ocho Guido acabó en Varenna por casualidad después de decidir, junto al director y al director de fotografía, inspeccionar la zona de Lecco en busca de rincones que conservaran un aire antiguo. Pasaron la mañana enBellano,dondecomieron,yporlatardesetrasladaronhastaallí. Fueronporcaminosdemulasentrecasasdecampomedievalesy porticadas con vistas al lago. Fotografiaron tabernas, toneleros y antiguoshornos.Tambiénestuvieronenalgunastiendasexcavadasenla montaña. DeVarennalellamólaatenciónlatiendaderecuerdosquevendía reproduccionesdemaderadelafamosabarquitaconlaquelaLucíade Manzoni abandonó la ribera de Pescarenico. Entraron a la tienda y, mientras el fotógrafo retrataba el viejo techo abovedado, Guido fisgoneóentrelasestanterías.PorelescaparatevioaLéonieabrazadaa un hombre. Casi se le detuvo el corazón. Sintió que la sangre se le congelaba.Uninstantedespués,losdoshabíandesaparecido.Entonces se asomó a la puerta de la tienda y los vio entrar a un pequeño restaurante.Lossiguióy,atravésdelasventanasveladasporcortinas de punto blancas, presenció el momento en que se sentaban a la mesa juntoaunagranestufadeterracota. Seapoyóalafachadadelrestaurantepararecuperarelaliento.Vio salir de la tienda al fotógrafo, que miraba a izquierda y derecha en su busca. No lo encontró y, mientras seguía mirando a su alrededor, el director salió de la tienda y se reunió con él. Ambos hablaron unos momentosyfinalmenteecharonaandarporelcallejónquellevabaala plazadelaiglesia,haciaelHotelRoyal,dondehabíanreservadounas habitacionesparapasarlanoche. A Guido no le apetecía acompañarlos y tampoco quería pasarse allí toda la tarde meramente por el placer masoquista de seguir a su mujer con el hombre que, evidentemente, era su amante. Aun así, la necesidad de saber qué estaba pasando tomó la delantera y Guido se resignóaesperaraqueLéonieysumisteriosoacompañantesalierandel restaurante. Después los siguió hasta que entraron al Hotel du Lac. Entoncesfueabuscarsucocheyemprendióelcaminodevueltaacasa. Mástarde,llamóasuscompañerosalhotel,sedisculpó,ylesdijoque estabacansadoyquehabíaregresadoaVillanova. Mientrasconducíarecordóque,desdehacíaalgunosaños,incluso en las primeras Navidades de su matrimonio, Léonie se ausentaba de casacada22dediciembre. ¿Quién era aquel hombre? ¿Era su amante? ¿Cómo se habían conocido? ¿Cuándo y dónde se veían? ¿Era posible que una madre atenta,unatrabajadoraincansable,unamujerservicialytierna,pudiera tenerunadoblevida?¿Porquénohabíasospechadonada?Pensandoen losúltimosaños,comprendióquenohabíaprestadoatenciónrealalos desplazamientosdesumujer,nisiquieracuandoseausentabadecasaun díaenterooduranteperiodosmáslargos.Además,cuandoestabafuera yélnecesitabahablarconella,siempresabíadóndeencontrarla,porque la localizaba por teléfono en la empresa, en el gimnasio, en casa de amigoscomunesoenalgúnhotelcuandoviajabaportrabajo.Yenese últimocaso,siempreibaacompañadaporsupadre. Aunasí,alrepasarmentalmentesumatrimonio,recordóunparde ocasionesenlasquenohabíalogradodarconella. Cuando llegó a la villa, sus hijos dormían y su padre también se había acostado. Su madre estaba en el salón, frente a la chimenea, y decoraba con lazos y notas los regalos de Navidad mientras seguía un serialdetelevisiónconguióndeGuidoqueemitíanesanoche. —Guidomío,parecesmuertodefríoyagotado—dijoCelina. —Loestoy,peronotantocomoparanodarmecuentadeloquehas hecho con los bombones. Los has escondido debajo del sofá y lo he visto—laacusóelhijo. —Ten paciencia. Que a mi edad tenga que verme haciendo las mismastravesurasquelosniños… —Esastravesuras,mamá,sonvenenoylosabes. —Déjame disfrutar en paz estos pocos vicios que me reconfortan —pidiólamujer. Guidonorespondió,peroacambiolepreguntóporLéonie. —Sehamarchadoestamañanayhadichoquevolveríadespuésde cenar—explicóCelinaconabsolutatranquilidad. —¿Sabesdóndepuedeestar? Sumadreparecióreflexionarunosinstantes,perodespuésadmitió: —Notengoniidea.Simehadichoadóndeiba,semehaolvidado. ¿Tienesquehablarconella? —Esmimujerysóloquierosaberdóndeestá. —Puedes estar tranquilo. Tu padre y yo estamos bien, los niños están perfectamente y Léonie estará a punto de volver. ¿Has cenado algo? —Noynotengohambre. —Elhambrellegacomiendo.LlamaaNestoyquetepreparealgo. —Daigual,mamá.Voyadormir. Se sentía perdido como un niño pequeño. Se fue al estudio y se abandonóenunsillón.Sumujerteníaunamanteyhabíaaprovechadosu ausenciaparaverloypasareldíaconél. Pensóquellevabaañoscontandohistoriasdeamorydetraicióny a menudo conseguía dignificar estas últimas encontrando en las vivencias de los personajes una justificación legítima. A veces elaboraba equívocos para después desmentirlos y hacer emerger la inocenciadelpresuntoculpable.Enestoscasos,sedivertíaponiendode manifiestoodios,celos,espíritusvengativos,lágrimasyperdones.Para transmitir estos sentimientos fuertes y punzantes, también utilizaba el recuerdodesuinfelizhistoriadeamorconAmaranta,todavíapresentey vivaenél. Ahora se preguntó por qué precisamente él había amado a dos mujeresquelohabíantraicionado.Laprimera,sugranpasión,sehabía refugiado en los brazos de la Iglesia. La segunda, su mujer, se abandonabaenlosbrazosdeunfascinantedesconocido.¿Porqué?¿Qué habíaenélqueinducíaalasmujeresatraicionarlo? Seatormentóhastaque,exhausto,sequedódormido. Cuandosedespertóeracasimediodía.Delpasilloquehabíafrente asuestudiollegabanlospasosdelascriadasocupadasconlalimpieza diaria. Se fue a su dormitorio, se desnudó, se dio una ducha y volvió a vestirse.Regresóalestudioytocóeltimbredelacocina.Pocodespués aparecióNesto. —Querríauncafélargoydosgalletas—pidió. CuandoNestoselosirvió,tambiénleentrególacorrespondencia deldía. —¿Novedades?—preguntóGuido. —Ninguna. La señora se encuentra en el jardín con los niños y estánobservandoaloselectricistasmientrasmontanlasluces.Suseñor padrehaavisadodequenovendráacomer,suseñoramadreestáconel doctor,queleestátomandolatensión,yTinaestáencamaporquetiene fiebre.Amigdalitis,hadichoelmédico.Unjardinerohaencontradoun gatomuertoquealguienhatiradodesdelacalleporencimadenuestra tapia. El cocinero se ha enfadado con Clotilde porque ha echado demasiadasalalrellenodelosravioli.Peronadamás,señor. —Yo también voy a salir a ver cómo va el trabajo de los electricistas—anuncióGuido. DetodalainformaciónqueNestoleproporcionó,laúnicaquele interesabaeralaqueteníaqueverconsumujer. LéoniesosteníaenbrazosaGiogia,cogíadelamanoaGioacchino y observaba atentamente a Giuseppe, que ayudaba a los operarios a sostener una pesada guirnalda de luces. Lo vio y se dirigió hacia él, ofreciéndoleelrostropararecibirunbesoenlamejilla. —¿Cuándohasvuelto?—lepreguntó. —Ayerporlanoche,perotrabajéhastatardeymequedédormido enelestudio—respondió,yluegoañadió—:¿Cómoestástú?—Evitó someterlaauninterrogatorio. —Mirapapá,estoytrabajando—gritóGiuseppe. —¡Lo haces muy bien! —dijo Guido, que seguía mirando a su mujer. —Estoymuybien.¿Acasonoseve? Parecíafeliz. —¿Dónde estuviste ayer? —preguntó de nuevo con aparente desinterés. —Me cogí una pausa de doce horas —respondió ella, con tranquilidad. Indecisoentrelasganasdellevárselaacasayacusarla,yelmiedo aescucharunarespuestadesagradable,optóporunaterceravía. Nueve Guidoacudióaunaagenciadedetectivesprivados.EnMiláneranmuy conocidos por dos factores: la seriedad profesional y los honorarios estratosféricos. La dueña de la empresa era una mujer de honradez ejemplar, Antonella Ponzani, que heredó el negocio de su padre y expandió el radio de acción de la empresa para poder cubrir las necesidades de un grupo industrial o financiero que necesitara informaciónparatomardecisionessobreposiblespréstamosbancarios, fusiones y transacciones. Sus investigaciones patrimoniales eran más fiables que las que llevaba a cabo el fisco, en parte porque los colaboradoresdelaagenciaeranexagentesdelapolicíafiscal. Demodomásdiscreto,casisecreto,AntonellaPonzanitambiénse ocupaba de problemas familiares: traiciones conyugales, adolescentes transgresoresoadiccionesajuegosdeazar. GuidoCantoniconocía,comotodoelmundo,laexistenciadeesta agenciadeinvestigación,peronuncahabríaimaginadoquetendríaque contratarsusservicios.Perolohizo,aunqueseavergonzóunpoco.Yes que la necesidad de saber era más fuerte que el pudor por sus sentimientos. Guidoestabacelosodesumujer. Léonie Tardivaux, la chica de pueblo atractiva e inteligente, lo habíasalvadodeladesesperacióndespuésdelabandonodeAmaranta. SieldolorporelrechazodeAmarantanolohubieseabocadoal profundo pozo de la humillación, seguramente le habría dedicado sus atenciones a otro tipo de mujer más parecida a él en cuanto a gustos, culturayeducación.Peroenplenadepresiónmotivadaporlapérdidade confianzaensímismo,habíaencontradoenLéonieaunapersonaenla quepodíaconfiaryquetalvezloayudaríaarecuperarelequilibrio.Y asíhabíasido.Ellanoledabaproblemas,loapoyabaentodoygracias alajoven,habíaempezadoavivirdenuevo.Después,conelpasodel tiempo, su mujer había revelado cualidades inesperadas que la habían llevadoaconvertirseenunmiembrofundamentaldelafamilia. Sindarsecuenta,díatrasdía,Guidosehabíaenamoradodeellay el recuerdo de Amaranta se había vuelto cada vez menos doloroso. Todavía iba a visitarla, de vez en cuando, al convento, como siempre había hecho. Pero desde hacía unos años, cuando la veía estaba muy sereno.Unavez,incluso,llegóadecirle: —Noshaidobienalosdos.Túhasabrazadotuvocaciónyyome he dado cuenta de que tenías razón: si nos hubiésemos casado, habríamosacabadoodiándonos,amigamía. AhoraledijoaAntonellaPonzani: —He pillado a mi mujer en Varenna con un hombre y entraron juntosaunpequeñohotelquehayenellago. Silamujerhubieserespondidoconunafrasebanaldeconsolación, Guidosehabríamarchadodeallí.Porquenoestabanadaorgullosode loqueestabahaciendo:lafiguradeldetectiveprivadosólolegustaba enlasnovelaspolicíacasdeMickeySpillaneodeRaymondChandler, porqueantesdehumillarasumujerhaciendoquelasiguieran,seestaba humillando a sí mismo al acudir a una agencia de detectives. Pero la mujerdijo: —Ya veo. ¿Pero usted está seguro de querer saber si su mujer le engaña?¿Haintentadohablarconella? Antonella Ponzani tenía la apariencia de una señora con clase, rondabaloscuarenta,llevabaelcabellorecogidoenunmoño,teníaun rostro relleno, los labios grandes y la nariz carnosa. No era atractiva, pero su mirada era inteligente y dulce y olía a muguete. Su despacho estabaamediocaminoentreunestudioprofesionalyunsalónfemenino, conestampasfloralesenlasparedes,cortinasdepuntoenlasventanasy sofásadamascadosentonospastel. —Honestamente,no—respondióGuido,titubeante—.Lacuestión esque,contreshijospequeños,eltrabajoylavidasocial,nosécómo encuentratiempoparaalimentarunarelación.Porlodemás,Léoniees una madre atenta, una estajanovista y una excelente ama de casa. Tambiéntengoquedecirlequeesunamujermuydulce,quequiereamis padres como quería a mis abuelos, en fin, diría que es una mujer perfecta—concluyó. —Una razón de más para preguntarle otra vez si está seguro de querer saber la verdad a través de nosotros, que tenemos por oficio observar por el agujero de una cerradura, en lugar de conocerla directamente de boca de la interesada, que tal vez podría tener una explicaciónrazonablealosucedido—insistiólamujer. —Nopuedohacerlo—admitióGuido. —Loentiendo—replicólaseñoraPonzani.Despuésleofrecióuna sonrisa de ánimo y prosiguió—: Mis hombres seguirán a su mujer durante algunas semanas. Dentro de un mes le comunicaré lo que hayamosaveriguado. Al cabo de un mes, la señora Ponzani convocó a Guido en sus oficinasyleexplicó: —Efectivamente,laseñorapasóunapartedelajornadadelpasado 22 de diciembre en el Hotel du Lac de Varenna con un señor de Marsella,uncompatriota…Perodesdeentonces,nosehanvueltoaver yensusescasosdesplazamientosnohaysombradetraición.Dudoque el francés sea un amante. Tal vez sea un pariente. ¿Quiere que investiguemosaRogerBastiani?—preguntóladueñadelaagenciade detectives. —Quieroquecontinúensiguiendoamiesposa. —Unamujerconunarelaciónclandestinanosecomportacomosu esposa,créame.Habloporexperiencia. —No intente disuadirme y haga lo que le pido. Cuando descubra algo,póngaseencontactoconmigo—insistióGuido.Despuésdefirmar unchequeconunasumaconsiderable,concluyó—:Porquehayalgoque descubrir. Aqueldía,porprimeravez,discutióconLéonie. Los celos desencadenaron un deseo incontenible de poseer a su mujer,que,conelpasodelosdías,dabasignosdeimpaciencia. Unanoche,despuésdeunnuevoasalto,ellalepreguntó: —¿Quéintentasdemostrarme? Guido, tomado por sorpresa ante la pregunta que su esposa había formuladocontonosevero,respondió: —Quetedeseo. —Haydemasiadarabiaentumododequererme. —¿Acasonoseráquetúnomedeseasconlamismaintensidad?— replicóGuido,conairedesafiante. —Puedes apostar por ello. Si estos asaltos tienen que repetirse hastaelinfinito,creoquemeiréadormirconlosniños.Yunacosa,lo tuyonoesdeseo,sinoganasdeprimate,comosiquisierascompetircon eluniversomasculinoparademostrarmequeereselmásvirildetodos. Nomegustaestecomportamiento,nolegustaaningunamujer—declaró con aspereza, abandonando la cama y refugiándose en el salón adyacenteasudormitorio. Eraprácticamentemedianoche.Ellaestabacansada,peroelsueño habíadesaparecidoynoteníaganasdeponerseamirarlatelevisión,ni de hojear una revista y tampoco de leer un libro. Pensó en bajar a la cocinayprepararseunamanzanilla,yjustocuandoestabasaliendodel salón,Guidoaparecióconaspectodeperroapaleado. —Perdóname,Léonie—susurró. Mientraspronunciabaesasdospalabrastuvolavisióndesumujer acompañadaporaqueldesconocido. —Creoquedeberíamoshablar—añadió. Diez La acompañó a la cocina y Léonie puso el hervidor en el fuego. Después, en la taza de porcelana con el filtro, vertió flores de manzanilladesujardín,algunashojasdelimonero,semillasdehinojoy dos clavos de clavel. Guido, sentado en la mesa de mármol, la observabacaptandolagraciadesugestualidadserena. Le habría gustado empezar con una pregunta: «¿Quién era el hombre con quien pasaste el 22 de diciembre en Varenna?» No pudo. Léonie era una mujer intachable de la que se había enamorado y el miedoaperderlaleimpedíahacerleesapregunta. Ella apoyó dos tazas humeantes en la mesa que contenían la infusióndecolorámbar. —¿Quieresponerleunpocodemiel?—lepreguntó. —Sí,porfavor—respondióGuido.Yañadió—:¿Túnotepones? —Engorda. Tú puedes atiborrarte de dulces y no pierdes esa siluetaenvidiable.Yomeconvertiríaenuntonelsinoestuvieraadieta constantemente. —Amínomeimportaríaqueengordaras. —¡Peroamísí!—exclamóLéonie. —Lacomidaesunmododecompensarotrascarencias.Estáclaro quelosCantonitenemosmuchosdisgustos,sobretodoafectivos. —¿Querías hablar de esto? —preguntó ella, después de dar un pequeñosorboalainfusión. —Queríadecirtequesoyconscientedemisfrustracionesyquehe intentado vengarme estúpidamente —respondió. Luego, en voz baja, continuó—: Me doy cuenta de que he estado insoportable. Si me denunciaras por abuso sexual o maltrato psicológico o por cualquier otracosa,tendríastodaslasdeganar.Losientomucho,deverdad. —Ça suffit, mon pauvre ami —dijo Léonie, dándole una caricia —.Yateheperdonado,porqueséquenolovolverásahacer.Yademás, nuncatehabíascomportadoasí.¿Esmuchopedirquemecuentesquées loquevamal? —Nolosé—mintióél—.Otalvezsílosé.Loshombressomos mezquinos,insegurosydespreciables,aveces.Yomesientoasíeneste momento—confesóGuido. Léonieobservóaaquelgranseñorqueerasumarido,conelrostro pálido de rasgos aristocráticos, la mirada dulce y doliente, y se convenciódequeseguramentehabríapasadoalgoquelehabríatraídoa la memoria su antigua pasión por Amaranta y el recuerdo de su final lacerante.Nosospechó,nisiquieraporuninstante,queGuidopudiera haberdescubiertosuhistoriaconRoger. Tendióunbrazoalotroladodelamesayacaricióelrostrodesu marido. —Mira,Guido,osestoymuyagradecidaatiyatufamiliaporel afecto que me dais. Cuando me conociste, estaba completamente perdida.Hoy,encambio,soyunamujerserenayfeliz.Sientoqueestés pasando por un momento de inquietud, pero estoy segura de que lo superarás.Somosunabuenafamilia,¿nocrees? DesdequesecasóyvivíaenlagranvilladelosCantoni,algunas veces acudía al lago del parque y se detenía a observar el espejo del agua.Sentadaenunbancodepiedra,seabandonabatotalmentealapaz de aquel lugar que reflejaba la familia Cantoni. Estaba convencida de queenlasprofundidadesoscurasdelpequeñolagohabíaconmocionesy oscuros recovecos inquietantes, pero que no se veían. El paisaje era tranquilizadoryesolebastaba. —Somosunabuenafamilia—convinoél,sonriendo. En la tibieza envolvente de la gran cocina, Léonie pensó que tal vezellayGuidonoeranunaparejaperfecta,perojuntosestabanbien porque les unía el afecto, el amor por sus hijos, la estima recíproca y losproyectosdefuturo. —¿Vamosaveralosniños?—preguntóelladulcemente. Sedirigieronalascensor,subieronalprimerpisoyseasomarona lahabitacióndeGiuseppe,queeraelmayoryyadormíasolo. Una lamparita en el suelo, en una esquina de la habitación, desprendíaunaclaridadapenasperceptible. Seacercaronalpequeño,quedormíaprofundamenteabrazadoaun osito de peluche. Tenía el pelo negro y rizado, como su padre, la piel rosácea típica de los niños sanos y olía tan bien que enternecía el corazóndesuspadres. Guido apoyó una mano en la cabeza de su hijo; parecía que lo estuvierabendiciendo.Léonieseajustólachaquetadeplumasdeocay decoloresvívidos.Salieronsigilosamentedelahabitación,dejandola puerta entornada, y, cogidos de la mano, se metieron en el dormitorio, dondeGioacchinoyGioiadormíanensusrespectivascunas. Gioacchinoestabaacurrucadoporquelamantasehabíaescurridoa suspiesyteníafrío.Aratoschupabaelpulgarquesehabíametidoenla boca.Léonielotapó.Gioia,porelcontrario,teníaunchupeteylosojos abiertos de par en par. Sonrió al verlos y el chupete se le cayó a la almohada. Léonie se llevó el dedo índice a los labios para pedirle que no hicieraruidomientrasGuidosusurraba: —Esdenoche.Duerme. Gioiasepusodenuevoelchupeteenlaboca,seestiró,cerrólos ojosysedurmió. —Sonpreciosos—dijoGuidomientrasélysumujerrecuperaban suhabitación. —Estántranquilos—confirmóella. —¿Creesquepodránhablarycompartirsusdramas,porpequeños ograndesquesean,cuandocrezcan?—preguntóél. —Por el bien de su serenidad, haremos lo posible para que no respirendemasiadoelairedeestacasa—respondióella. —Elairedeestacasaescontagioso.Tútambiénlohasabsorbido —dejóescaparGuido. Léonienocaptólaalusióny,enlugarderesponderaeso,dijo: —Megustaríatenerotrohijo. —Amítambién—convinoGuido. —Perocondulzura—remarcóella. AquellanocheconcibieronaGiacinta.Guidoabrazóconfuerzaa sumujeryantesdedormirse,pensó:«Mañanallamoaladetectiveyle digoquepare.NoquierosaberlossecretosdeLéonie,delmismomodo queellanoconocelosmíos». Léonie, por su parte, se quedó tranquila junto a él, pensando que eraunamujermuyafortunada.Nisiquieraporuninstantehabríaquerido volver atrás en el tiempo, a la vida difícil e infeliz que tuvo antes de casarseconGuido. Léonie Uno —Léonie,¿quéhacesaquíaestashoras? Laniña,quesebalanceabaenunbancoquehabíaenelvialdelos plátanos, se asustó y abrió los ojos como platos. Esa voz era la de Thérèse,queestabaallíjuntoaNinette,suinseparableamiga. —¿Pero qué hace una niña tan pequeña fuera de casa en plena noche?—selamentóNinette. Lasdosancianassesentaronasuladocomoángelesdelaguarda. Léonie las observó; iban vestidas con ropa oscura, tenían las caras sudadas,porqueerajulio,yaunquefueradenoche,elairenorefrescaba mucho. Sabía que las dos amigas volvían de dar una vuelta en los locales del centro donde vendían ramitos de lavanda y bolsitas de lavandaseca. —¿Esperasamamá?—preguntóThérèse. Lapequeñaasintió. Nadine Tardivaux tendría que pasar por allí al volver a casa, Léonielavería,correríahaciaellaysumadre,talvez,laabrazaría. ThérèseyNinettesabíanquelaniñateníamiedodequedarsesola encasadenoche,ysumadretambiéneraconsciente.Dehecho,antesde salirporlanoche,laobligabaabeberseunainfusióndemanzanillacon laesperanzadequelaayudaraadormir.PeroLéonie,comotodoslos niños inseguros, tenía el sueño ligero y se despertaba con cualquier cosa. Entonces, al no encontrar a su madre, y presa del miedo a la oscuridadyalasoledad,sevestíaysalíaalacalleaesperarla. —¿Cuántas veces te he dicho que no puedes estar en la calle de noche?Siteveungendarme,tellevaráalacomisaría.Yalosabes—la regañóThérèse. —Aunque es mejor que la vea un gendarme que un turista con malasintenciones—intervinoNinette. —Venconnosotras,pequeña.Volvemosacasa—dijoThérèse. No necesitaron repetírselo. Las dos amigas y Léonie vivían en el mismo edificio a los pies del Château de l’Empéri, que antaño había sidolamoradadelosobisposdeArlésyquedespuéshabíaacogidoa muchosreyesdeFrancia. La niña sabía que Thérèse la dejaría dormir en su cama, un catafalco monumental al que ella subía con la ayuda de una silla. Una veztumbada,envueltaporelaromaafloresdelavanda,queestabanen bolsitasdegasaquedecorabanelcabezal,yconelronroneodelgato, hechounarosquillaalospiesdelacama,sedormiríaprofundamente. TambiénsabíaqueNadine,alvolveracasa,nosepreocuparíasinola encontraba,porqueamenudoacababadurmiendoconlavecina,quela había visto nacer y la cuidaba como una abuela auxiliadora cada vez quelalibertinadesumadreladejabasola. Thérèseabriólaventanadelahabitación,quehabíaestadocerrada todoeldía,paradejarentrarlabrisadelanocheque,porfin,empezaba a refrescar un poco el ambiente. De lejos llegaron las voces de los turistasqueestabandevacaciones,elsonidodelaorquestadelCaféde l’Empéri, los pasos de los pasantes, el maullido de algún gato enamoradoylasrisasdelosjóvenes.Elrelojdepéndulodelacocina tocó las doce de la noche. Léonie cerró los ojos y escuchó el característico sonido de Thérèse quitándose la ropa para ponerse el camisón. LuegoThérèsesetumbóasuladoyLéoniesequedódormida. Fueelfuertearomaacaféaulaitloqueladespertó.Lospostigos de las ventanas estaban abiertos para dejar entrar la claridad de los primerosrayosdesol.Léoniesedeslizóhastaelsuelo;llevabapuestas una braguitas y una camiseta interior de color azul un poco vieja. Descalzaydepuntillassedirigióalacocina. Sesentóenlamesarústica,cubiertaconunhuleblancoyrojo. —Bonjour,mapetite—dijoThérèse. —‘jour—respondióLéonie,conlosojossoñolientos,ysonrióal ver la taza de café que desprendía ese aroma junto a una baguette todavíacaliente. Mientrasmojabaelpanenellíquidohumeante,lamujerdijo: —Tumamásehaidoatrabajar.Tehadejadoencasaunpocode dineroparalacomidayhadichoqueestanoche,cuandovuelva,quiere encontrarlacocinalimpia. —Siempre me toca a mí lavar sus platos —se quejó la niña mientrasdevorabaeldesayuno. —Te ayudaré yo. Ahora lávate, vístete y ayúdame a hacer los ramitos de lavanda para esta noche —le pidió la mujer, que ya tenía preparadosdoscestosllenosdefloresenlaterraza. DelacallellególavozdeNinette,quellamóasuamiga. —Esta noche no puedo venir a pasear contigo —dijo con una sonrisa que le llegaba de oreja a oreja. Y le explicó el motivo—: El pequeñoPierrotvendráabuscarmeymellevaráaAix.Pasarétodala semanaconlafamilia. Léonie,queseasomóalbalcón,preguntó: —¿Puedovenircontigo,Ninette? Para la niña, cualquier ocasión era buena para intentar no dormir sola. Vivía aterrorizada por la soledad y la noche desde que era pequeñísima. —Monpetitlapin,yatehehabladodeminuera.Yaesmuchoque mehayainvitadoamí.Ylaverdadesquenisiquieraestoysegurade poder aguantar una semana con madame la baronne —se lamentó la mujer. —Entonces,diviértetemucho—ledeseóThérèse. —¿Lo ves? Todo el mundo se va de vacaciones excepto yo — protestóLéoniemientrasquitabalamesaylavabasutaza. —No te quejes, ma petite. El buen Dios ve y provee. Mientras tanto, piensa que ha hecho que nazcas sana e inteligente, y eso no es poca cosa. Si algún día mereces recibir un premio, lo obtendrás —la alentólaviejaamiga. —Sí, pero mejor espero sentada —respondió la pequeña, que apenasteníaochoañosyyaseexpresabacomounaadulta. Lacalleempezabaaanimarse,laspequeñasboutiqueslevantaban las persianas y los turistas madrugadores paseaban por las calles armadosconsuscámarasdefotos. Esa tarde, cuando Salon se quedó en silencio, las calles se vaciaron, las tiendas echaron el cierre e incluso las campanas de las iglesias se callaron, la vieja Thérèse se refugió en la oscuridad de su dormitorio.EntoncesLéoniesesentóalospiesdelaFuentedemusgo, unaenormemanchaverde,ysepusoaleerElpequeñoNicolás,unlibro que había sacado de la biblioteca del colegio y con el que se identificaba porque reconocía las incongruencias del mundo de los adultoscuandoserelacionanconlosniños. EmpezóatenersedysedioelcaprichodetomarseunaCoca-Cola en el Café du Midi. Después fue a visitar a su madre a la peluquería dondetrabajabacomoesteticista. ElnegociosellamabaChezJulesetLorette.Estabaenlaplazadel centro y tenía dos entradas, una para hombres y otra para mujeres. La peluquería, a aquella hora, estaba cerrada, pero Léonie sabía que encontraría a su madre con algunas compañeras en el patio interior, dondedescansabanantesdeabrirporlatarde. Monsieur Jules y madame Lorette jugaban a cartas con Stanis y Linda.DeNadinenohabíanirastro. —Tumadrehavueltoacasa.Estabacansadaynecesitabaecharse unrato—ledijomadameLorette. Léoniefuecorriendoacasaporquenecesitabaverasumadre. Lapuertaestabacerradaconllavepordentro,asíquellamó.Como nadie respondía, empezó a golpear la puerta con las manos, y llamó a Nadineagritos. La vieja Thérèse abrió la puerta de su casa, al otro lado del rellano,ydijo: —¿Es necesario hacer tanto ruido? Estaba durmiendo y me has despertado. —Pero no he despertado a mamá —replicó la niña, que seguía llamandoalapuerta. —Va,mapetite, no me vengas con tantas historias y entra en mi casa—laconminóThérèse. —No,nomevoyatucasa.Quieroirconmimadre—gritóLéonie, queestabaapuntodellorar. Entonces, la puerta de casa se abrió. Apareció el perfil de una mujer joven, sudada y despeinada, muy guapa y muy enfadada. Vestía enaguas. —Léonie,hashechounruidoinaceptable.VeconThérèse.Luego vendréyoallamarte. Lecerrólapuertaenlacara,peroLéonieconsiguióveralhombre casidesnudoqueestabadetrásdesumadre. Dos Laniña,dolida,diounapatadaalapuertaygritó: —¡Eresmala! Thérèselallamó,peroLéoniechilló: —Tútambiéneresmala. Salióalacalleynodejódecorrerhastaquellegóalatiendadel épicier,queestabaabriendodespuésdelapausaparacomer. Sedirigióalhombrequelaatendíahabitualmenteyleapuntabalas cosas cuando no tenía dinero, porque sabía que su madre pasaría a pagarladeuda. —Quiero un paind’épices, una tableta de chocolate dulce y una bolsitadebonbonsdemiel.Lopagarámimadre. Eldependiente,quelaconocíadesdesiempre,preguntó: —¿Estásseguradequetumadretedejacomprartodoesto? —Estoysegura—respondiólaniñacondecisión. Con ese cargamento de delicias llegó a la plaza, se sentó en un bancoalasombradeunplátanoquehabíafrentealapeluqueríadonde trabajabasumadreyempezóacomerlosdulces,conelcorazónherido porlasoledadylamentevacía. Unpocodespuésvioasumadre,quecaminabarápidoparavolver al salón de Jules y Lorette. Observó su modo de andar orgulloso, el contoneo de piernas que hacía volar la falda blanca llena de grandes amapolas y el pecho generoso que asomaba por la camiseta ajustada, conlasmangasenformadeglobo.Elcabellooscuroyonduladolecaía sobreloshombroscomounamasadeinquietasserpientes,yloslabios colorescarlataestabanabiertosydejabanentreverlablancuracegadora de una dentadura perfecta. Nadine era guapísima. Cuando tenía dieciocho años, fue elegida Miss Provence y se habría convertido en MissFranciasinosehubieraquedadoembarazada. Unavezledijo: —Mira, siempre hay algún modo para deshacerse de un hijo incómodo.Yonolohice.Decidíquetequeríaytetuve.¿Quéquieresde mí? Léonieteníalasensacióndetenerunamadreprestadayqueríauna familia.Desahogabasufrustraciónysunecesidaddeafectomintiéndole atodoelmundoyportándosemal,sobretodoconsumadre. Entonces, su madre la vio y, en lugar de continuar hacia la peluquería,sedetuvofrenteaellaylamiróseveramente. Lerepitiólapreguntadesiempre: —¿Quéquieresdemí? Ahora,porprimeravez,Léoniedijo: —Tellevasextrañosalacama.Nuncamehasllevadoamí. Nadine tenía veintiséis años, estaba aterrorizada por el paso del tiempoyqueríaencontrarunmarido,apoderserrico,quelegarantizara seguridadeconómicayposiciónsocial.Peroentrelosmuchoshombres con los que se entretenía, no había ni uno que tuviera la más mínima intencióndecasarseconella. Lamujerechóunvistazoalapeluquería,queestabadesierta:por ahora no había clientes. Se sentó en el banco, abrió el bolso de rafia rojo, extrajo un pañuelo de papel y le limpió la cara a Léonie, que estaba manchada de chocolate. Arrugó el pañuelo y lo tiró a una papelera. Volvió a meter la mano en el bolso y sacó un puñado de monedasqueenseñóasuhija. —Quizás no conseguiré darte un padre, pero el dinero para mantenerteestáasegurado—dijo.Ycontinuó—:¿Deverdadcreesque lo que gano trabajando en la peluquería es suficiente para pagar el alquiler, las facturas, la comida, tu ropa, la mía y el hospital de tu abuela? Léonienorespondió.Contemplóeljuegodelucesysombrasque lasramasdelplátanodibujabanenelrostrodesumadre. —Ya eres lo bastante mayor para saber cómo están las cosas. Tu abuelacrecióenunorfanatoenLyon,yalosdieciochoañosempezóa trabajar en el servicio de una familia pudiente. Pero el padre de la familia primero la dejó embarazada y luego, la puso de patitas en la calle.Porvergüenza,tuvoquemarcharsedeLyonysetrasladóaArlés. Trabajó en el campo, recogiendo violetas, lavanda y aceitunas, hasta quenacíyo.Sufriómuchopornohaberconocidoasuspadres,asíque decidióqueyo,almenos,tendríaunamadre.Metuvosiempreasulado, matándoseatrabajar.Despuésempezóabeber.Peroyoyaeramayory podía cuidar de mí misma. Pronto comprendí que la belleza es una mercancía que te consigue dinero, y yo era guapa. Cuando me proclamaronMissProvence,medije:«Elmundoesmío».Teníadinero, ropa, joyas. Los hombres ligaban conmigo y me inundaban de regalos parallevarmealacama.YomeveíadesfilandoenlaspasarelasdeDior odeChanel,yactuandoenpelículascomolaBardotolaDeneuve.Pero todosmissueñosseesfumaroncuandomequedéembarazada.Elresto delahistoriayaloconoces.Tequierodelúnicomodoquesé:dándote una casa y comida. No puedo cambiar, soy así. ¿Quieres odiarme por eso?Tengounasganaslocasdevivir,aúnestoyesperandoalgranamor de mi vida y ahí estás tú, mirándome con ojos de hielo y juzgándome. Tus amigas del colegio ahora están en la playa y tú no. Ellas también tienen un padre, seguramente una casa para pasar las vacaciones, o dinero para pagarse un hotel. Tú tienes que conformarte conmigo. Me gustaríaestarenelmarconunmaridojoven,ricoyguapo,yencambio estoyaquítrabajando.¿Puedocambiartodoeso?Porahoraloúnicoque puedo hacer es dejar que comas todas esas porquerías que has compradoenlatienda,yesoestodo.EldomingotengoqueiraArlésa veramimadre,conlaquecasinopuedonihablaryencimatengoque pagar el hospital. Para llegar a fin de mes tengo que encontrar algún hombregenerosoquemedédinero.Asíquedejadejuzgarme,tomalo quepuedoofrecerteynomepidasnadamás.¿Hesidoclara? Léonie no comprendió del todo las palabras de Nadine, pero una cosa era evidente: su madre intentaba vivir su vida, soñando un futuro brillante, y ella no era más que un obstáculo en la realización de sus sueños. —¿Quiénesmipadre?—preguntó. Eralaprimeravezquesometíaasumadreaeseinterrogatorio. —¿Quiénsabe? —¿Nolosabesonoquieresdecírmelo? Nadinerecordócuandoeraunajovendediecisieteañosque,para participar en el concurso de belleza, falsificó sus documentos de identidadparafingirqueeramayordeedad.Enaquellaépocatrabajaba enunaempresaqueexportabafloresyestabacansadadevolveracasay encontrarse a su madre borracha ahogándose en su propio vómito. En losescasosmomentosdelucidez,lamujerledecía: —Debestenerunavidamejorquelamía.Llévameaunaclínicay líbratedemí.Sideverdadmequieres,hazmecaso. Pero eran relámpagos en la oscuridad de una mente incapaz de razonar. Una noche, al volver del trabajo, Nadine pensó que estaba muerta, pero en realidad estaba en coma. En el hospital le diagnosticaronAlzheimer.Elalcoholnoteníanadaquever.Nadinetuvo queelegirentrevolverallevarlaacasayestarasuladodíaynoche,o ingresarla en una clínica psiquiátrica, asumiendo unos costes que no cubríalasanidadpública.Lasegundasolucióneralaúnicaviable,con loquebuenapartedesusueldoiríadestinadaalaclínica.Necesitaba dineroyelconcursodebelleza,encasodeganar,leproporcionaríaun buen premio. Finalmente ganó y pagó por adelantado los gastos de un año entero. Recibía invitaciones para ir a cenar, a comer, a fiestas importantes que se celebraban en la costa y a castillos de campo. Parecíaquelariquezaestabaahí,alalcancedelamano.Loúnicoquele pedíaneraquefueracomplacienteconlosdueñosdelacasa.Cuandose dio cuenta de que estaba embarazada, los hombres con los que se relacionabadesaparecieron.Yellanoteníaniideadequiénpodíaserel padre.UnañodespuésdelavictoriadeltítulodeMissProvence,tuvoa Léonie.AbandonóArlésyseinstalóenSalon,dondenadielaconocía. Vendiólasjoyasypagóporadelantadoelalquilerdeunavetustacasa dondevivíandosancianasafectuosas:NinetteyThérèse.Laayudarona encontrar trabajo en Chez Jules et Lorette, y se encargaban de la pequeñacuandoellatrabajaba. —Léonie, te juro que no sé quién es tu padre. Y es mejor así porque,seaquiensea,esunbastardo—respondióahora. Suhijalacreyó. —Perotardeotempranotedaréunpadre.Elhombrequehasvisto hoy es el dueño de un hotel en Tolone, es guapo y tiene un montón de dinero.Nomecompliqueslavidaydéjametiempoparaseducirlo. Léonienodijonada.Comprendióquesumadreseguíaviviendode sueños. Tres Ninette no regresó de Aix. Un infarto fulminante se la llevó pocas horasdespuésdellegaralaespectacularcasadesuhijo. Thérèseestabadestrozada. —Escomosimefaltaraunbrazo—ledijoaLéonie. Lasdosancianaseranamigasdesdepequeñas.Habíanidojuntasal colegio, y también compartido trabajo en el campo. Ninette se había casado, pero cinco años después había enviudado. Había tenido dos hijos:unohabíaemigradoaAustraliayelotro,Pierre,habíaencontrado trabajoenunconcesionariodecochesenParís;allíhabíaconocidoala hijafeúchaypresuntuosadeldueño. Pierreledijoasumadre: —Casarmeconellaescomoecharmeunasogaalcuello.Peroes unamujerleal. —¿Y el amor? ¿Dónde está el amor en este matrimonio? — preguntóNinette. —El amor va y viene, pero el dinero no desaparece, si lo administrasbien—respondióél. Ninettenuncaaceptóuncéntimodeaquelhijoqueseenriquecióal casarse.ComoThérèse,sobrevivíaconlapensióny,enverano,ganaba algoextravendiendolavanda. Lasdosamigassehabíanhechocompañíadurantetodalaviday, ahora que Ninette ya no estaba, Thérèse pensó que pronto también le llegaríasuhora. —¿Sabes?Ninettemehadejadotodossusbienes—leconfesóla mujeraLéonie,mientraslaacompañabaalprimerpiso,alapartamento desuamiga. Pierre,elhijodeNinette,lallamóparacomunicarlequeafinales dejuliovaciaríalacasayledevolveríalasllavesalpropietario. —Ninette tenía sábanas de lino bordadas a mano y también mantelesmuybonitos.Leencantabalaropadecasa.Ahorasonmíosyte los regalo a ti. Yo me quedaré las tazas de Limoges y la estola de conejo, que será muy útil en invierno. Por cierto, si ves algo que te guste,cógelo.Todoloquehayaquídentroesmíoporqueasílodecidió ella,¿comprendes?Melohadichosuhijo—añadiólamujermientras abríalapuertadelacasadelaamiga. ALéonieledabamiedoentraralminúsculoapartamento.Aunque lo conocía muy bien, ahora su inquilina ya no estaba. La muerte, para ella,eraalgomisteriosoyterrible. —No quiero las sábanas de una muerta —dijo, sin decidirse a entraraldormitorio. Thérèsenoinsistió. —Entoncesbajaamicasayespérameallí—ordenó. La mujer regresó al atardecer y se encontró la mesa puesta y la sopadecebollaenelfuego. —Ma petite, ¿has preparado todo esto tú sola? —preguntó Thérèse. —¿Sabes?ComoNinetteyanoestá,notesentirássola,porquehe decididoquevoyavivircontigo—anunciólaniña. —Peroyavivesconmigo,sobretodoahoraquetienesvacacionesy novasalcolegio—observóThérèse. —Siéntateyteservirélasopa.Dejaquevivaaquí.Mimadreesun desastre,vivedesueñosquenosecumpliránnuncaynomequiereensu vida. Las palabras de Léonie afectaron a Thérèse. Ella la quería muchísimo,comosifuerasuverdaderaabuela.Pensóqueaquellaniña estabacreciendodemasiadorápidoydeformadolorosa. —Sería una gran responsabilidad que vivieras conmigo —le explicó. —Dejaalmenosqueteayude.AhoraqueNinetteyanoestá,porla noche podría ayudarte a vender lavanda y juntas haríamos buenos negocios. —Lopensaré—prometióThérèse. —Empezaronacomerselasopadecebolla,quenoestabaperfecta, peroeracomestible. Y así, con ocho años, Léonie se convirtió en una excelente vendedora de lavanda. La gracia con la que vendía los ramitos a los turistasdecualquiernacionalidadqueatestabanloslocalespúblicosle proporcionó sus primeros ingresos. Léonie tenía el aspecto de una muñecadeporcelanavestidaparalasfiestas,conunafalditaprovenzal decoloreschillones.Lasonrisafrancaledabalaaparienciadeunaniña feliz.Yaquelverano,Léoniefuerealmentefeliz. A menudo los clientes de los bares y de los restaurantes al aire libreledabanalgunapropinaalcomprarlosramitosdeflores,algunos la trataban con más simpatía que otros, y algunas mujeres creían que Thérèseerasuverdaderaabuelaylafelicitabanportenerunanietatan preciosa. Una noche le pasó algo que cambiaría su vida para siempre. Se acercó a una mesa de italianos, formada por adultos y adolescentes, para ofrecer bolsitas de lavanda. Una de las señoras, en un intento de comunicarseenfrancés,ledijoquelosqueríatodos,ytambiénelcesto decañasentrelazadasqueconteníalasbolsitasaromáticas. Léonie la miró con perplejidad, temiendo no haber comprendido bienloquedecía,mientraslajovenseñoraseguíapreguntando: —Combien,combien? —El cesto no está en venta —insistió Léonie. La señora no lo entendía.Lepidióquehablaraeninglés,perolajovenapenashablaba francés, porque estaba acostumbrada a expresarse en dialecto provenzal.EntoncesintervinoThérèse. —Treintabolsitasdelavandamáselcostedelcestohacenuntotal dedoscientosfrancos—dijorápidamente. Fue un hombre, probablemente el marido de la mujer, quien le entregó el dinero a Thérèse, mientras una jovencita le preguntaba a la pequeñaflorista: —Commentt’appellestu? —Léonie —respondió, y después dijo—: Et toi, comment tu t’appelles? —Daniela. —Danielle? —No,Danielà—insistiólapequeñaitaliana. —Hola,Danielà—lasaludóLéonie. —¿Quieresheladodefresa?—preguntóDaniela,señalandoelque estabacomiendo. —Glace à la fraise —dijo Léonie—. Non, merci. —Porque no habríasidoprofesionalsentarseenlamesadelosturistasricos. Mientrastanto,losotrosjóvenesdelacompañíaobservabanasu amigayalapequeñavendedoradelavandaconcuriosidad.Thérèsele susurró: —Mapetite,dalasgraciasyvámonos. Pero la madre de Daniela insistió con su pobre francés porque Léonielesdespertabamuchaternura. —Déjelaaquíparaquesecomaunheladoconlosniños. —Sehahechotarde,eshoradevolveracasa—replicóThérèse. —Grand-maman,jet’enprie—suplicóLéonie,quederepentela llamó«abuela». LamadredeDanielaprometióqueacompañaríaaLéonieacasasi Thérèsedejabaquelaniñasequedaraunratoconsuhijaylosdemás niños. Léonie explicó que era huérfana de padre y de madre, que vivía con su abuela, que en verano vendía flores para poder comprar los libros de la escuela y otras inocentes fantasías sobre su vida. Thérèse estabaenlapuertadecasaesperándolacuandolacomitivadeitalianos apareció.Lasdosniñasseintercambiaronsusdireccionesyprometieron escribirse, una en francés y la otra en italiano, así aprenderían sus respectivosidiomas.YfueasícomoDanielaPallavicinisehizoamiga deLéonieTardivaux. Cuatro Lasvacacionesseacabaronyllególavueltaalcolegio.Thérèsehabía enseñadoaLéoniecómoprepararycocinarlatarteauxchampignonsy, unanoche,lajovenpusoenlamesa,paraellayparasumadre,aquella exquisitez recién sacada del horno. La había preparado con setas pratenses que ella misma había recogido ese día, el último de las vacaciones, en los campos donde los champiñones crecían abundantementetraslaslluviasdefinalesdeverano.Juntoalplato,puso eldineroquehabíaganadovendiendolavanda. Nadinecomióadesgana. —Lapastaestáunpocochamuscada—observó,yañadió—:Pero claro,quehagasalgobienesmuchopedir.¿Quéestodoesedinero?— preguntó. Léonie se sintió mal porque se esperaba algún tipo de cumplido. Asíquenorespondió. Nadinecontóeldineroeinsistió. —¿Dedóndehassacadoeldinero? —Esunapequeñaayudaparamisgastos.Loheganadovendiendo lavandaconThérèse—susurró. —Este año necesitas zapatos nuevos, otro abrigo y algún jersey para el invierno. Sigues creciendo y los vestidos viejos te van pequeños. Léonieesperabaquesumadre,comomínimo,ledijeraqueerauna buena niña por contribuir a los gastos, pero en lugar de eso consiguió destruirlamoralmenteconunaspocaspalabras. —Sialmenostuabuelamurierapronto…—añadióNadineenvoz baja. Léoniesabíaquesumadre,cuandocobrabaafinaldemes,seibaa Arlés a pagar la mensualidad de la clínica de su madre. Comprendió queeratansecaporlafaltadedinero.Dehecho,lamujerañadió: —Eldueñodelpisohasubidoelalquiler. Y de nuevo, Léonie echó de menos a un padre que podría haber hechoquesusituaciónfueramásllevadera. —ElseñorClémentmehadichoquesilesacoapasearelperroun pardevecesaldía,medaráalgodedinero—confesólaniña. —¿Peroesquenoentiendesquetucalderillanosirvedenada?— gritólamujer. —¿Quépasa?¿Acasotupretendienteyanotedamásdinero?¿Se ha esfumado como todos los demás? —gritó ella también, al borde de laslágrimas. Recibióunabofetadatanfuertecomounlatigazo. —Exijoquemehablesconrespeto—dijoNadine. Laniña,amododerespuesta,tirólatarteyeldineroalcubodela basura,saliódelacocinadandounportazoysefueasucuarto.Setiróa la cama, se cubrió la cabeza con la almohada y lloró desconsoladamente. Sentía que era un peso para su madre; sin ella, se habría ahorrado mucho dinero, y en cambio tenía a una hija a la que mantener y siempre estaba en busca de dinero. Habría sido mejor que Nadinenolahubiesetenido,yaquelaculpabadetodoloqueibamal. Llegadosaesepunto,sólopodíahacerunacosa:morir.Sedejaríamorir dehambre. Sequedódormidaconesepropósitoenmente. Sedespertóporlamañana:erasuprimerdíadeescuela.Lacasa estaba vacía. En la mesa de la cocina había un tazón con leche y cerealesyuncroissantquetodavíaestabacaliente. Léonie sonrió pensando en su madre, quien, a pesar de su mal genio,laquería. Sereencontróconsusamigasdelcolegio.Todashabíancrecidoy lamaestralaspusoatrabajarenseguida. —Tenéisquehacerunaredacciónyexplicarcómohabéispasado lasvacaciones—dijodespuésdepasarlistaycomprobarquenofaltaba ningúnalumno. Léonieempezóachuparelboliporquenoteníanadaqueescribir. Susamigashablaríandesusvacacionesenelmar,enlamontaña,talvez enParísoenelextranjero.Ellasehabíaquedadoencasasufriendoel caloryllorandodesoledad.Nopodíacontarquesumadrenoladejaba entrar en casa cuando recibía a un hombre, que Ninette había muerto, queThérèselehacíadeabuela,quehabíavendidofloresyquesumadre ni siquiera le había dado las gracias cuando le entregó el dinero que ganó. Lamaestrasediocuentadelamiradatristedesumejoralumna.La llamóasumesaylepreguntóenvozbaja: —¿Porquénoescribes? Léonieseencogiódehombros. —¿Tehapasadoalgomalo? La niña negó con la cabeza. La maestra había averiguado algunas cosasdesualumnaatravésdelasredaccionesquehabíahechodurante elcursoanterior.Yahoraledijo: —Venconmigo. Lallevóalexteriordelaulayantesdesalirdeclaseledijoalas demásniñas: —Continuadconvuestrasredaccionesensilencio. Llegaron al patio de la escuela, rodeado de parterres llenos de flores,einvitóaLéonieasentarsejuntoaellaylepreguntó: —¿No haces la redacción porque crees que no tienes nada que contar? Léonieasintió. —Pues yo estoy segura de que puedes explicar cosas mucho más interesantes que tus compañeras. El hecho de que tú no hayas ido de vacaciones podría hacerte sentir inferior. Pero respecto a inteligencia, capacidad de aprendizaje y sensibilidad, las ganas a todas. Para vivir una gran aventura, no es necesario viajar por el mundo. De hecho, ¿sabes qué pienso? Las aventuras más interesantes son las que has vivido tú, porque seguramente habrás leído algún libro y habrás escuchadohistoriasdeaquelpardeancianasquevivenentuedificio… —Yasóloquedauna,Ninettemurió—dijotímidamentelaniña. —¿Ves?Yatienesuntemadelquehablar. —Conocíaunaniñaitaliana.SellamaDanielà.Esmuysimpáticay yamehaescritodesdeunaciudadquesellamaMilán.Sucartaestaba enitalianoyyo,conlaayudadeThérèse,quesabealgunaspalabras,la leí y la entendí. Yo le respondí en francés, porque esa era la promesa quenoshicimos. —Va,volvamosaclaseyponteaescribirturedacción—laanimó laprofesora. Léonie empezó a escribir y llenó cuatro páginas de su libreta. El díadespués,laprofesoraanuncióenclasequelaredacciónmásbonita habíasidoladeLéonie. Aquellanoche,lapequeñalecontótodoasumadre,quelaescuchó distraídamente,yluegoledijo: —Loselogiosdetumaestranopagaránlacalefaccióneninvierno. Elhombrequenotegustabayanoestá,poresoelviernesyelsábado por la noche tendré que trabajar en la cervecería y tú dormirás con Thérèse,porquevolverétarde. De repente, la niña ya no tuvo ningún motivo por el que sentirse orgullosa. Volvió a sentirse una carga para su madre y lloró todas las lágrimasqueteníaentrelosbrazosdelaviejaThérèse. Luego sucedió una cosa. Un domingo, al volver de visitar a su madre,Nadineledijo: —He conocido a un señor rico. Esta vez voy a ser más astuta, quierojugarbienmiscartas. Cinco Se llamaba Jean-Marie Perrin, tenía hectáreas de viñedos en la zona, habíacumplidoloscuarenta,eraviudoyteníadoshijosqueestudiaban enParísy,enopinióndeLéonie,eramuyfeoyantipático. Nadine lo había conocido en Arlés, en el hospital donde estaba ingresadasumadre,alaqueibaavisitarcadasemana. Seencontraroneneljardíndelaclínica,dondeambosempujaban lassillasdesusrespectivasmadresporuncaminitoqueconducíaauna fuente. LamadredeJean-Marie,queteníademenciasenil,eramuchomás tranquilaquelamadredeNadine,quesólosecalmabagraciasalefecto delossedantes. Al principio se limitaban a saludarse y a intercambiar algunas palabras de cortesía, pero en verano empezaron a hablar más y a contarse cosas. El viñero era un hombre a quien le gustaba hablar y pocasvecesescuchabaasuinterlocutor.Nadinecomprendióqueeraun tipoegocéntrico,egoístaymachista,yquesudebilidaderasumadre. —Llevaasídesdehacecincoaños.Durantecuatroañoslatuveen casa,contratéadosenfermerasquesealternabandíaynoche.Peroella esmuylista.Unamínimadistracciónysetira.Elañopasadolasalvaron demilagromientrassaltabalabarandadelaterraza.Yoviajoamenudo ynecesitoestartranquilocuandotrabajo.Asíquemedecidíaingresarla en esta clínica porque tienen barrotes en las ventanas. Me duele saber queestáaquíynoencasa,peroellaloentiende—explicó. Nadinepensóqueaquel«ellaloentiende»sóloeraunamuletilla, porque al hombre le importaba un pimiento si lo entendía o no, sólo queríaquealguienloescuchara.Parecíaquenisiquierasehabíadado cuentadelojovenyatractivaqueeraella,ytampocoleinteresabalo más mínimo la enfermedad que sufría su madre. Una vez, no obstante, hizounaobservación: —Yovengocadadomingo,peroustedno. Una enfermera le explicó a Nadine que Monsieur Perrin era un hombremuyricoyqueproducíaelmejorvinodetodalaCamargayque suempresahabíacumplidocienaños. Entonceslerespondió: —Estoy sola, tengo un trabajo modesto, una hija a la que criar y hago malabarismos para pagar la clínica. No puedo permitirme cuatro viajesalmesdesdeSalon.Porsuerte,mimadrenosedacuentadela realidad, y el hecho de que yo venga o no venga no supone ninguna diferencia. A mí, en cambio, me da mucha pena no verla todas las semanasporquelaquieromucho. Por primera vez, Jean-Marie la miró con curiosidad y luego le dijo: —Siquiere,eldomingopuedopasararecogerlaporSalonyluego acompañarlaacasa. —Creoqueseríademasiado…Nosabríacómopagarle…—dudó Nadine. —¡Por favor! ¡No es nada! Además, no tengo a nadie que me escuche,nisiquieramishijoscuandovuelvenacasa.Mimujersí,ella me escuchaba. Pero falleció hace dos años. Una enfermedad devastadora.EchomuchodemenosamiRégine. Domingotrasdomingo,mientraslapequeñaLéoniesequedabacon Thérèse, Nadine se convirtió en una compañía indispensable para el ricoempresario. En Navidad le regaló una cesta que contenía vino, aceite y otros productosdelcampo,yledijo: —Espero que usted, querida Nadine, pueda tener una copiosa comida navideña. Me gustaría invitarla a pasar las fiestas en mi casa, peroestánmishijosyquiénsabeloquepensarían.Vendréarecogerla lamañanadeAñoNuevo.FelizNavidad. ANadineselesaltaronlaslágrimas.Elhombrepensóquesehabía emocionadoporelregaloqueacababaderecibir.Ella,encambio,tenía ganas de tirarle la cesta a la cabeza, porque no la ayudaba en nada a solucionarsusproblemaseconómicos. Losproblemaslosresolviólaviejamadre,quemuriódespuésde lasNavidades.Cuandoaprincipiosdeeneroelhombresepresentóen sucasaparallevarlaaArlés,Nadineledijo: —Seloagradezco,MonsieurPerrin,peronovendréconusted.Mi madreestáenelcementerio. Leyó la consternación en el rostro de aquel hombre egoísta y egocéntricomientraspreguntaba: —¿MeestádiciendoquetendréqueirsoloaArlés? LamiradadeNadineseoscurecióyreplicó,severa: —Pensabaque,porunavez,ustedsepreocuparíapormíymediría quelosiente. Jean-MariePerrinlaobservóincréduloyluegomurmuró: —Perdóneme. Por supuesto que lo siento… Bien, que tenga un buen domingo. —Dio media vuelta, se subió al coche y se marchó de allí. Léonie, que estaba detrás de su madre, presenció la escena y le preguntó: —¿Esesteelpretendientequenosharegaladolasexquisitecesesta Navidad? —Esél,yesmuyrico.Detodosmodos,noimporta.Esperoquea partirdeestemes,misueldoseasuficienteparamantenernosalasdos. Perotútendrásquecrecerrápidoyencontraruntrabajo. EnaquellosmeseslamujerhabíacomprobadoquePerrineramás pesado que un mulo, pero tenía una robusta estabilidad económica. Habíacreídoquepodríahacermella,sinoensucorazón,almenosen sus ganas de rehacer su vida con una mujer atractiva y joven. Pero se había equivocado de nuevo. Él ni siquiera se había dado cuenta de lo apeteciblequeera.Nuncahabíadichounapalabraohechoungestoque dejara entrever un mínimo interés por ella. Sólo quería su compañía parairaverasumadre.Laúnicarecompensaportodaslashorasque habíaperdidoconéltodoslosdomingoshabíasidounacestanavideña. —Me había hecho ilusiones de convertirme en la segunda señora Perrin. Lo he intentado todo, créeme —le dijo a la hija—. Me he comportado como una aprendiz y he sido completamente sincera. Léonie,selocontétododemíporquequeríaempezarunanuevavida. Ahora sé que ese caradura ni siquiera me escuchaba. ¡Sinvergüenza! Comotodoslosricos. A Léonie le hubiese gustado decirle: «Tú tampoco me escuchas». Peroenlugardeeso,sequedócalladaporqueestabasatisfechaconla desaparicióndeaquelhombrealqueapenashabíavisto,peroquenole gustaba.Ahoraquelaabuelahabíamuertoyqueyanoteníanquepagar la clínica, las dos vivían sin la angustia de no llegar a fin de mes. Y quiénsabe,talvezelveranosiguientepodríanirjuntasalmar,almenos duranteunosdías.AsítendríaalgoquecontarleasuamigaDaniela. Léonie le confesó que no era completamente huérfana. No sabía quién era su padre, pero sí tenía una madre y Thérèse no era más que unavecinadecasa,perolaqueríamásqueasupropiamadre.Ycomo enNavidadesDanielalemandódesdeMilánunpanettone,ellaleenvió unacestitaconfloresdelavanda.Habíacomprendidoquelafamiliade su amiga era rica, así que no estuvo de acuerdo con la opinión de su madreacercadelagentequetienemuchodinero. Estabapensandoenesocuandollamaronalapuerta. —¿Quién será, ahora? —preguntó la mujer, dirigiéndose a la entradaparaabrir.MonsieurJean-MariePerrinestabaenlapuerta. —¡Buenosdías!—murmuróNadine,sorprendida. —¿Puedoentrar?—preguntóél. Ellaseapartóyélentróalacocina,dondeLéonieestabasentada. Echóunvistazoalapequeñayluegodirigiótodasuatenciónala madre. —EstabadecaminoaArlés,comosabe,yhedadomediavuelta— empezóadecir. —Leescucho—dijoNadine. —Bien…queríadecirlequelosiento—murmuró. —¿Sientequemimadrehayamuerto? —También—respondióél.Yañadió—:Perosobretodosientono podervenirmásabuscarlaypasarunashorasconustedcadadomingo. —Amítambiénmedisgusta—susurróNadine. —Mepreguntabasipodríainvitarlaacomer.AquíenSalonhayun buenrestaurantequecompramisvinos.Siaceptamiinvitación,vendría todoslosdomingos,siemprequeesonointerfieraensusobligaciones. Nadinesedirigióasuhija: —¿Túquédices? —Meparecebien—respondiólaniña,condesgana. —TúpuedescomerconThérèse—añadiósumadre,quevolvióa albergaresperanzas. Seis —Porloquecuentas,parecequeMonsieurPerrinsehayaenamorado detumadre.Verásqueestavezseráladefinitivayaellaleirábien— comentóThérèse. —Esfeoyantipático—objetóLéonie. —Perotodoelmundoloconsideraunhombrerespetable. —Noesorotodoloquereluce—opinóLéonie,imitandounrefrán quehabíaescuchadoaThérèse. —¿Esdecir? —Nosabeloquequiereydetodosmodos,noquerráaunamujer quenoestéasualtura—sentenciólajoven. Thérèsenodijonada,perocontemplóasupequeñaamigaconuna especie de admiración. A sus nueve años, era realmente perspicaz. AunquesiNadineconseguíajugarbiensuscartas,quiénsabe… El productor de vino, al cabo de un año, todavía mantenía la invitación dominical cada semana y seguía tratándola de usted y hablando sin parar. Nadine asentía sin intervenir, aburriéndose soberanamente.Ycomoerajovenyrezumabaganasdevivir,sesintió rebajadaporlaasiduidaddeunhombrequeleasignabaelpapeldeuna granoreja. Ahora que Léonie se estaba haciendo mayor, Nadine empezó a confiarenella.Undíaledijo: —¿Te parece justo que yo desperdicie mi tiempo con un casi cincuentónqueesricoyavaro?Eldomingopasadoledijequeerami cumpleañosyélsonrióymedijo:«Muchasfelicidades».Yoquieroun hombrequemehagadisfrutardelavida,quemesaqueabailardevez encuando.QuemelleveaParís,quemehagaregalos.¿Entiendesaqué me refiero? El próximo domingo le cerraré la puerta en los morros cuandovengaabuscarme. —¿Ynotepreguntacómoestoyyo?—quisosaberLéonie. —¡Qué va! Apenas me pregunta cómo estoy yo. Y eso por no mencionarqueodiaalosjóvenes,lemolestan. —Losabía,MonsieurPerrinesantipático. —Tú detestas a todos mis pretendientes. Y eso que si pudiera casarme,podríaestartranquilaelrestodemivida. —¿Enseriotecasaríasconélsitelopidiera? Nadinesetomósutiempoyluegorespondióenvozbaja: —Porfinestaríaasalvo.Túnopuedesentenderlo,perovivocon el temor de que, algún día, mientras esté mirándome en el espejo, vea que mi belleza empieza a marchitarse. Este cuerpo y esta cara son mi únicodon.¿Durantecuántotiempopodréseguirofreciéndolosacambio de solidez económica? Mi tiempo, ahora, es muy valioso y tengo que pasarloconalguienqueseamenosegoístaquePerrin. —Quizásyahasempezadoahacerlo—insinuósuhija. Desde hacía algunas semanas, cuando ella se iba a dormir, escuchaba a su madre hablando por teléfono, en voz baja, durante un buenrato.HabíavistounacoloniacarísimadeDiorenelbañoy,enel cajón de la ropa interior, encontró una preciosa combinaison de seda negra,todavíaenvueltaenelpapeldelatienda. Entoncessumadrerespondió: —Estáclaroqueatinoseteescapanada.Essólounrepresentante deL’Oréal.Loconocíenlatienda.Almenosesunchicoguapoymuy divertido.Tienemuchosproyectos,quiereabrirunsalóndebellezaen Aviñón…Peronosé.Mepropusoqueloacompañaraaunafiestadefin deañoenMarsella. —¿Yyoconquiénpasoelfindeaño? —Mira, ¿ves cómo eres? Sólo piensas en ti. En mí no piensas nunca. Léonietuvopiedaddeaquellamadretaninfantil.Asíquenotardó entranquilizarla. —Puedes ir. Yo me quedaré con Thérèse y una pariente suya que vendrándesdeNantes. ElúltimodíadelañoeradomingoyNadinesemarchóaprimera horadelamañanaconelrepresentantedeL’Oréal.Alahoradecomer sepresentóMonsieurPerrin. —Mimadrenoestá—dijoLéoniecasiconalegría. —¡Es imposible, hoy es domingo! —respondió el hombre, desconcertado. Llevabaunabrigocolorcamelloconelcuellodepiel,guantesyun gorro negro, y ella percibió el aroma de su loción para después del afeitado. —Perotambiéneselúltimodíadelaño.Haninvitadoamamáaun cotillónenMarsella—explicóella. —¡Perosiguesiendodomingo!—reaccionóél,ofendido. Léonie se regocijó al ver la decepción dibujada en el rostro del ricoseñor. —Al menos podría haber avisado —comentó, y se marchó sin despedirse. Léonie tuvo su pequeña fiesta de fin de año con crêpe Suzette incluido y un dedo del champán que le regaló Perrin a su madre en la cestanavideña.EscuchólasconversacionesinfinitasentreThérèseysu cuñaday,cuandocayórendidadesueño,lallevaronalacamaydurmió entrelasdosancianas. Cuandosedespertó,lacuñadaquehabíavenidodeNantesseguía durmiendo. Thérèse, en cambio, ya se había vestido y estaba en la cocina preparandoeldesayuno. Entonces Léonie le contó la visita de Monsieur Perrin y ambas estuvieronriendo. —¿Sabesqué?Esehombredebeteneruncaráctertaninsoportable queestámássoloquelauna,ytumadrehahechomuybienconociendo alotro—comentólamujer,yluegoprosiguió—:TalvezhoyPerrinha comprendidoquesiquiereseguirasfixiandoaNadineconsuspalabras, tendráquecasarseconella. —Esperoquenolohaga. —Yotambién,porqueellaseríacapazdedecirlequesí. —Nocreoquevuelvaaaparecerporaquí.Losientoporlacesta navideña.Elañoquevienenotendremosninguna—observóLéonie. Jean-MariePerrindesaparecióduranteunassemanas. Enprimavera,Léonievioalproductordevinomedioescondidoen unaparadadefloresenlaplaza.MirabahacialapeluqueríaChezJules etLorette,conlasmanosenlosbolsillosdelabrigo.Intuyóqueestaba espiandoasumadre.Asíqueseacercóy,envozalta,losaludó. —Buenosdías,MonsieurPerrin. Élrespondiódistraídamente: —¿Quiénerestú? —Soy la hija de Mademoiselle Nadine. ¿Se acuerda de mí? — preguntóconactitudmaliciosa. —Ah,sí,sí.Tengoprisa,debomarcharme—replicó.Ysealejóde allí. Porlanoche,Léonieselocontóasumadre. —MonsieurPerrinteestáespiando. —Lo sé. Como los vencejos, ahora que es primavera, revolotea alrededordelapeluquería.Estantontoquecreequenolohemosvisto. Yoledejohaceryyasecansará—respondiólamadre. Nadine había empezado a salir de nuevo por las noches con el jovenatractivoquetrabajabaderepresentante.Noteníamuchodinero, sólo sueños, y ella, que estaba dejando de soñar, tenía muchas dudas cuandolaqueríanimplicarenproyectos. —Pensabaquenovolvería—comentósuhija. —SelimitaaespiarmeymehavistosalirconPhilippe.Creoque está arrepentido, porque otra tonta como yo, dispuesta a escucharlo a cambiodenada,nolavaaencontrar. Una noche, a principios de verano, Monsieur Perrin llamó por teléfono. —Pásameatumadre—pidióaLéonie. —Mamá, Monsieur Perrin llama por teléfono. ¿Estás o no? — preguntólaniña,conscientedequeelhombrelaestabaescuchando. —Dilequenoestoy—gritóNadine,asegurándosedequeeltipolo oyera. —Mimadrenoestá—dijoLéonie,ycolgóelteléfono. Lamujersepusoareíryledijoasuhija: —Creo que está lo bastante desesperado como para dar el paso definitivo.Peroestavezseréyoquiendictelasreglas. Siete Nadine se encontró con Monsieur Perrin la noche siguiente mientras volvíaacasadeltrabajo. —No quiero molestarla, Mademoiselle Nadine, pero necesito hablarunpococonusted,entreotrascosasporquequeríadecirlequemi pobremadrehafallecido. Todo el pueblo sabía que la vieja y terrible Madame Geneviève Perrin falleció lanzándose por el balcón de la clínica. Nadie averiguó cómoconsiguióeludirlavigilanciadelosenfermeros. —MonsieurPerrin,sientomucholodesupobremadre,peropara ser del todo sincera, yo perdí a mi madre antes y usted se limitó a ofrecermeunabanalfrasedecondolencia—dijolajoven.Yconcluyó —: He estado escuchándole durante dos años. Me he tragado las proezas de su difunta esposa, los problemas con sus empleados, las descripciones minuciosas de las fases de producción del vino. Lo sé todoacercadeladiferenciaentreuntapóndecorchoyunodeplástico, cómo se etiquetan las botellas, cómo se limpian las botas, las consecuencias en las uvas según si la temporada ha sido soleada o lluviosa. Durante dos años me ha hablado de sus beneficios y de sus pérdidas, de cuánto cuestan sus sillones Luis y sus alfombras de Aubusson.Ustedtendrápaciencia,peroyotengounaseriedeproblemas muchomásserios.Adiós,MonsieurPerrin. Elhombresequedóallí,inmóvil,enelcentrodelaplaza,conla mirada trastornada, la boca abierta, incapaz de comprender qué había hecho tan indecoroso para que Nadine rechazara sus invitaciones a comer, a ponerse al teléfono y para que ahora lo tratara tan mal. Despuésdetodo,élhabíatratadoaaquellajovenmujercomosifuera una amiga y la había invitado a restaurantes excelentes cada domingo. ¿Era esa la recompensa? No, la verdad es que Nadine era un poco libertinaynobastabaconquehubiesetenidounahijasinestarcasada, XV conquenosupieraquiéneraelpadredelaniñayconqueserodearade tantoshombresquelehacíanregalosyledabandinero.Ahorasalíacon untiposinblanca,queerarepresentanteyquenuncalepodríaofrecer unfuturosólido.Él,encambio,síquehabríapodido… Aquel pensamiento cayó como un rayo y rompió el velo que le ofuscabalamente.Entonessupoque,apesardetodo,estabadispuestoa casarseconella.Serconscientedeesolecausópánico. ¿Podía un Jean-Marie Perrin rebajarse hasta pedir matrimonio a unamujerzuelaignorante,dedudosareputación,deoscuraprocedencia yconunahijaacargo? Pues sí. Podía, pero no quería. Él le había demostrado cómo un hombre con clase podía respetar a una mujer, pero ella no lo había comprendido.Pormuymalquelesupiera,ladejaríairalencuentrode su destino. Después de todo, él era Monsieur Perrin y ella, una pobrecilla que se ocupaba de cuidar los pies de la gente. Si al menos hubiesesidopodóloga…Perosimplementehacíapedicuras.«Nopuedo casarmeconella»,sedijomientrassubíaasucocheparavolveracasa. Nadinenoentendióque,consuverborrea,comolahabíadefinidoella, él sólo pretendía mostrarle un mundo diferente, estimulante, de alta burguesía. Pero fue como ofrecerle una ostra del Atlántico a un gato callejero. —Peorparaella—concluyóenvozbajamientrassemarchabade laplazadeSalon. ¿Sobrequiénpodríadescargarahorasuamargura?¡Sialmenossu madre siguiera viva! Ella sí que sabía escucharlo. ¡O la santa de su mujer!LapobreRégineloescuchabadurantehorasysabíaconsolarlo. Ahora estaba desesperadamente solo. Tenía a sus dos hijos, pero se dejabanvermuypoco.Ypensarquealgúndíalaempresapasaríaaser suya… Cuandoenelhorizonteseperfiló,entreviñedos,lasiluetaaustera desuvilla,élteníalamiradainundadadelágrimas. Nadine, en cambio, estaba riendo porque, una vez más, había dejado con un palmo de narices a aquel egoísta presuntuoso y locuaz que,ensusoberbia,senegabaareconocerlomuchoquelanecesitaba. Lecontóasuhijalosucedido,peroaellanolepareciódivertido. Dehecho,comentó: —Amínomehacegracia. —¿Ves cómo eres? ¡A saber qué hombre te habrá transmitido un caráctertanpestífero! —A mi padre, sea quien sea, me gustaría conocerlo, pero eso no sucederá nunca, porque no te tomas nada en serio, ni siquiera las relacionesconloshombres,ytampocometomasenserioamí,quesoy tu hija. Estoy cansada de oírte hablar siempre de hombres. ¿Cuándo hablarásunpocodemí?—replicó,resentida. —¿Yquémásdeberíahacer,apartedemantenerte?—preguntó. —Yoquierounamadre,porquenuncahetenidouna—gritó. Léonie comparaba a su madre con las de sus compañeras del colegio;aveceslainvitabanasuscasasporqueerabuenaestudiantey ayudabaasushijasconlosdeberes.Susmadresnoerantanjóvenesni tanguapascomoNadine,peroeranmadresdeverdad,mientrasquela suyaeraunaespeciedehermanamayor,frívolayegoísta.Ellanoquería sabernadadesusaventurasconloshombres.Asíqueprosiguió: —¿Sabesquétedigo?Cuandoseamayor,lepegaréunapatadaen elculoacualquierhombrequesemeacerque.Ysifuerasinteligente,tú haríaslomismo. —No entiendes nada. Tendría que darte un guantazo, pero no lo hago porque estoy cansada. ¿Qué has preparado para cenar? —le preguntó. Estaba realmente cansada después de una jornada de trabajo, y amargada,porqueahoraqueLéonieseestabahaciendomayoresperaba encontrarunaamigaenella,nounaenemiga.Despuésdetodo,tampoco Nadinehabíatenidopadreynoporello,segúnrecordaba,habíasidotan malvada con su madre. Al contrario, se había vuelto protectora con aquellapobremujeryhabíacuidadodeellahastasuúltimodía. —Porcierto—dijo—,elañoquevienecumpliráscatorceañosy acabaráselcolegio.Tendrásquebuscarteuntrabajo. Léonietodavíasentíalahumillaciónlacerantedeaquellanocheya lejanaenlaqueleofrecióelpocodineroqueganóvendiendolavanda. —Estoy deseando que llegue el momento, por fin podré mantenermeyosola—respondió. Mientras tanto, la joven sirvió menestra de cebada y un plato de quesofresco. SonóelteléfonoyNadinefuearesponder.Eraelrepresentantede L’Oréal;comoaldíasiguienteteníaqueiraMarsella,lepedíasipodía pasarlanocheencasadeella. Nadine pensó en su hija. Empezaba a avergonzarse de tener que pedirle tan a menudo que pasara la noche con Thérèse. Y en aquel precisoinstantellamaronalapuerta. Léonie fue a abrir y se encontró un gran ramo de rosas rojas que sujetabalamanotemblorosadeMonsieurPerrin. Nadineviolaescenayledijoasuamigorepresentante: —Estanocheesimposible.Tengounproblemaconmihija. ColgóysefueconLéonieyconelviñador. Ocho —¿Son para mí, Monsieur Perrin? —preguntó Nadine, con voz aflautada. —Mademoiselle Nadine, he venido a preguntarle si quiere convertirse en mi mujer, después de un adecuado periodo de noviazgo —dijoelhombre,sinrespirar,poniéndoserojoprimeroyluegomorado. —Léonie,cogelasflores—ordenóNadine. —Cógelas tú —respondió su hija. Y añadió—: Yo me voy con Thérèse. Seescabullódeallíyentróalapartamentodesuviejaamiga,que últimamenteteníaachaquesdesaludyyasehabíaacostado. —¡Bingo!—anunciómientrasThérèsedejabaellibroysequitaba lasgafas. —¿Quéhapasado?—preguntólamujer. —El viudo Perrin le ha pedido matrimonio a mi madre, se ha presentadoconungranramoderosasrojasyyohedejadolamenestraa medias.Voyalacocinaaversiquedaalgodecomer—dijo,ysalióde lahabitación. —Quieroquemelocuentestodo—murmurólamujer,quesalióde lacama,sepusolaspantuflasysefuealacocinaconLéonie.Lajoven estabaapuntodeuntarseunpocodefoiegrasenunalonchadepan. —Yatehedichotodoloquesé.Meheidojustodespuésdequeél pronunciaralafataldeclaración—explicó. Laancianasesentófrenteaellayempezóamordisquearuntrozo depan. —HayquereconocerqueestavezNadinehasidomuyastuta.Ha idocociendoaPerrinhastaquehaestadoapunto—comentó. —Amamánolegusta,sóloquieresudinero.Ynoestáclaroque vayan a casarse. Él ha hablado de un periodo razonable de noviazgo. ¿Sabes cuántos noviazgos ha tenido mamá? Sus enamorados huyen siempre y espero que este también lo haga, sobre todo porque ella ya tieneotronovio. —Yesunbuenmozo,mientrasquePerrin… —Esfeo,viejoyantipático—concluyóLéonie. —Pero si las cosas llegan a buen puerto, tú podrías seguir estudiando.Tegustairalaescuelay,enlugardelimitartealcertificat d’étude, podrías ir al collège y luego al instituto, y sé que eso te gustaría. La joven acabó de comer, limpió las migas de la mesa y lavó el cuchillodelpan.Luegopreguntó: —Thérèse,¿creesquedemayorserécomomimadre? —Creo que tu padre, fuera quien fuese, tenía una buena cabeza, porqueeresmásinteligentequeNadineynocometerásloserroresque hacometidoella,especialmentetenerunahijasinunmarido. —Laabuelatambiéntuvoamimadresinunmarido. —Tú, en cambio, algún día encontrarás a tu príncipe azul. Os casaréisytendréismuchoshijos. —Ya soy mayor y no creo en las fábulas. Y tampoco en los hombres.Asíquemequedarésoltera. Thérèsesonrió. —Tiempoaltiempo,jovencilla. Escucharon una puerta cerrándose y, por la ventana, vieron a MonsieurPerrinsubirasucoche.Sealejóy,enaquelmomento,Nadine irrumpióenlacocinadeThérèse.Anuncióconunasonrisatriunfal: —LaspuertasdelaBastillahancedido.Miradesto. Mostrólamanoizquierda,dondelucíaunanilloconunbrillante.Y prosiguió: —Porprimeravez,lohellamadoJean-Marieyélmehallamado Nadine. Me ha besado en la mejilla y el domingo me ha invitado a comerasucasa.¿Noesfantástico? —¿Cuándooscasaréis?—preguntóThérèse. —Dentro de un año exactamente —respondió ella, radiante. Y añadió—:MesabefataltenerquedejaraPhilippe.Esunbuenchicoy megusta,peroestaríalocasimequedaraconélynoconPerrin,sobre todoporquePerrinmehapedidomatrimonio,mientrasqueél… —¿Y yo con quién comeré el domingo cuando tú estés en la gran villadetuprometidorico?—laprovocóLéonie. —Ten paciencia, las cosas hay que hacerlas de una en una. Él todavía no le ha hablado de mí a sus hijos, y espera que yo haga lo mismocontigo.Séquenotegusta. —Yatitampocotegusta—afirmó. —Por lo que se cuenta, él fue avaro, muy avaro, con su primera mujer—intervinosumisamenteThérèse. —Sedicentantascosas…Yoséquemeconvertiréenlarespetable señoraPerrin,servidayrespetadacomounagrandama,ytú,Thérèse, vendrásacomeralavilla,ytú,Léonie,tendrásunmontóndevestidos preciosos.Yotendréunabrigodevisón. Aquella noche, Léonie le escribió a Daniela, su amiga italiana, paracontarlelagrannoticiayconcluyódiciéndole: «Así que parece que dentro de un año tendré un padrastro rico, perocomoesunseñormuyantipáticoynomegusta,noestoycontenta. Encambioloquemegustaríamuchoesvolveraverte.Porlafotoque mehasmandado,estásencantadora.¿CuándovuelvesaSalon?». Daniela respondió al cabo de unos días y la invitó a Italia en verano.Escribió: «TenemosunacasaenCastiglioncello,ycomoséquesuspenderé dos asignaturas, tendré que estudiar allí. Si vienes, nos lo pasaremos muybienenlamiseriademisvacacionespunitivas». LosdíaspasaronyNadinerecuperólacomidadominicalconJeanMarie;ahoranoibanarestaurantes,sinoalavilla,enelcorazóndesus viñedos. Las criadas de Monsieur Perrin la miraban con recelo, mientras que su prometido la acompañaba en interminables caminatas por las habitacionesdelaricamoradaoentrelashilerasdevides.Enlacasa, ensalzabalaeleganciadeladecoraciónydelosobjetos,delatapicería ydelasalfombras,yatribuíaacadaelementosuvalordemercado.En el campo, le mostraba el follaje, le hablaba de peronosporas, de granizadasydecondicionesclimáticas.Ellaasentíaybostezaba.Porla tarde, antes de acompañarla a casa, le regalaba un vino especial, un aceitereciénmolido,unacestadefresassalvajesodesetaspratenses, unbotedeconservaodemermeladadefruta.Ellaseloagradecía. —AhoraquemiLéoniehaacabadolaescuelayhaconseguidoel certificat d’étude, me gustaría que la invitaras algún día. Después se marcharáaItaliadosmeses—ledijoasuprometido. —Tiempo habrá para esas formalidades. Podríamos hacerlo cuandofaltepocoparalasnupcias,enotoño—propusoél. Undomingolepresentóasusdoshijos,quehabíanviajadodesde París.Eranpersonasinconstantesyaltivas,yNadinecomprendióquela consideraban una nimiedad. Ella optó por aguantarlo y se prometió tratarlosdelmismomodocuandoseconvirtieraenMadamePerrin. Él no sabía cómo disculparse por los malos modales de «esta juventud» y Nadine aprovechó la ocasión para pedirle una ayuda económicaparasuhija.—NomegustaríaqueLéoniequedaramalcon lafamiliaitalianaquelaacogetangenerosamente—explicó. Después de un momento de desconcierto por esa petición inesperada, el hombre abrió la cartera y le puso dinero en la mano, precisando: —Noquieroqueestoseconviertaenunacostumbre. —Pues tendrá que serlo. Me has obligado a dejar el trabajo a cambiodepagarmelomismo.Ahoraestoyapuntodeconvertirmeentu mujerymeparecequehallegadoelmomentodeaumentaresacantidad, ¿nocrees? —¿Meestásdiciendoquetendréquehacermecargodelosgastos detuhija? —Sí.Esoesexactamenteloqueteestoydiciendo—sequejóella. Yañadió—:Léonieesmuybuenaenlosestudios.Sinohubierasidopor ti, se vería obligada a trabajar. Ahora pienso que será un placentero deberdepadrastrocontribuiraquesigaestudiando. Élsetomóunossegundosparareflexionarydijo: —Deacuerdo,perotúmeharáselfavordeevitarquelatengaque ver. Odio que los chicos merodeen por aquí. Como ves, me molestan inclusomishijos. Cuando acompañó a Léonie hasta la estación para que cogiera el trenquelallevaríaaItalia,NadineledioeldinerodePerrinyledijo: —Quédate allí todo el tiempo que puedas. Yo estoy en una encrucijada: o te dejo a ti para casarme, o lo dejo a él para estar contigo. —Hazloprimero,nolodudes—declarósuhija. Desdelaventanilla,sedespidiódeellaagitandoelbrazo. Nueve Léonie tenía quince años cuando Nadine Tardivaux se casó con Monsieur Perrin y se trasladó a vivir a la villa de los viñedos. Le agradecióasuhijaquenoleimpusierasupresenciaalricomaridoyno se sintió culpable por haberla dejado en la vieja casa de dos habitaciones de Salon, convencida de que eso era lo que deseaba Léonie. Devezencuandolavisitabayleregalabaropayperfumesquesu hijaaceptabaparanohacerleunfeo,peroqueenseguidaguardabaenel armario. En alguna ocasión, en plena noche, Léonie se puso a llorar en la camaquepertenecióasumadreporquesesentíadesesperadamentesola enelmundo.Ahoraqueestabaconvirtiéndoseenunamujer,Léonieera menosseveraconNadineyhabíacomprendidoquenuncacambiaríay que su mayor gesto de amor fue tenerla y quedarse con ella cuando nació.Criarlafueunaobligacióndemasiadodifícily,noporcasualidad, seladelegóprácticamentealasdosancianasvecinasdecasa.Sindarse cuenta, Nadine le enseñó que una vida equilibrada no depende de los hombres que conoces, sino del ritmo que consigues imprimir a la existencia.Nadinenoteníasentidodelritmo.Léonieloposeíaporque lo asimiló durante las vacaciones que pasó en Italia con la familia de Daniela Pallavicini. En aquella ocasión, además, absorbió como una esponjaalgunoselementosqueresultaríanfundamentalesparasufuturo: aprendió a comportarse en sociedad y a controlar su agresividad. Comprendió las sutiles e insuperables diferencias que separan a los ricosdelosseñores.Perosobretodoconocióaunaverdaderafamiliay deseóconfuerzaformarpartedeella.Sejuróque,algúndía,tendríauna familiaasí. Cuando volvió a casa buscó un trabajo. El director de la oficina postal,quelaconocíadesdesiempreyeraunbuenhombre,laayudóa rellenar una serie de formularios para que la contrataran en Correos. Mientrasesperabaunarespuesta,ladueñadelrestauranteLeChâteaule ofrecióunempleoensucocina.ComoNadineestabaapuntodecasarse yellaqueríamantenersesola,searmódecofiaydelantalytrabajólo mejorquepudoenlastareasmáshumildesdeaquelpequeñotemplode larestauraciónprovenzal.Lavabacazuelas,pelabamanzanasypatatas, limpiaba verdura, acompañaba al chef al mercado y cargaba con las bolsas de la compra, fregaba el suelo, limpiaba las planchas de la cocinayporlanoche,alllegaracasa,caíarendidaenlacamaporel cansancio. El día antes de la boda de su madre, Léonie recibió su primer sueldo.Quisoregalarleelramodenovia. CuandoMonsieur Perrin fue a recoger a Nadine para llevarla al municipiodondeelalcaldelosdeclararíamaridoymujer,Léoniehabló consumadre: —Esperoquepuedasserfeliz,deverdad. Se lo dijo porque, en el fondo, dudaba de que pudiera llegar a serlo. Monsieur Perrin quiso que sus hijos asistieran a la ceremonia y Léonie vio por primera vez a los que, a partir de ahora, serían sus hermanastros.Nolegustaron,igualqueellatampocolesgustóaellos, peronolediomásvueltas. Despuésdelconvite,enlavilla,supadrastroleentregóunsobre condinero. —Esparacompletartusueldo—precisó. Ella le dio las gracias y se lo devolvió, haciendo gala de los buenosmodalesquehabíaaprendidoenItalia. —Se lo agradezco mucho, pero estoy intentando vivir con mis propiosmedios. Selodijoconserenidad,porquelasumadispensadaadesganaera másbienexiguay,detodosmodos,suorgulloleimpedíaaceptarayuda económicadelricoavaro. Alcabodeuntiempo,sumadrefueavisitarla.Elinviernoestabaa punto de llegar y Nadine llevaba un abrigo de visión que había pertenecidoalaprimeramujerdePerrin. —No puedo quedarme mucho rato porque Jean-Marie me espera paracomeryparacenar.Peroquieroqueaceptesestascosas—dijo,y dejó en la mesa de la cocina una caja llena de comida—. La respetabilidadtieneunpreciomuyalto.Tengoquehacermalabarismos pararatearcuatrochavos,paraconvencerloquedealgunavezmelleve aParísoparaqueescuchemosunpocodemúsicaporlanoche,porque a él lo que le gustaría es que me quedara en el sofá haciendo punto, comosupobremujer. —Sinolehicierascompañíaalahoradecomerodecenar,¿qué pasaría?—preguntóLéonie. —No lo sé y no quiero saberlo. Yo le hago caso y cuando ya no puedo más, me tomo un tranquilizante. Cada noche me voy a dormir esperandoquemañanaseaundíamejor. Aquel invierno, la vieja Thérèse le ofreció su alma a Dios de formarepentinamientrasLéoniesepreparabaparapasarlasNavidades conella. EnprimaverarecibióunacartadeCorreosdondelecomunicaban quelacontrataríanenlaoficinalocal. Nodejóeltrabajoenelrestaurante.Dedíaatendíalaventanillade laoficinapostalyporlanocheayudabaalcocinerodelChâteau. ManteníaalejadosaloschicosdeSalonquelainvitabanasalir.A vecessedecía: —Enalgunaparte,enestevastomundo,estáelhombreconelque me casaré. ¿Cómo será? ¿Rubio o moreno? ¿Guapo o feo? ¿Qué voz tendrá,dequémodopensará?¿Dóndeviveenestemomento?¿Estudiao trabajo?¿Legustairalcineoprefiereleer?¿Esricoopobrecomoyo? ¿Sabréamarlo?Yél,¿sabráamarme? Cuando un joven la impresionaba por su aspecto o por cómo se expresaba,ellasepreguntaba:«¿Seráél?».Perodespuéselinstintole decíaquenoeraeseelhombrequeeldestinohabíaelegidoparaella. Un día, mientras trabajaba en la oficina de Correos, Monsieur Perrinlallamóporteléfono. —TumadrehatenidounaccidentedecocheenAviñón.Hamuerto —anunció. Y como ella se quedó completamente muda, añadió—: Ahoramismolaestánllevandoalacámaramortuoriadelhospital,por siquisierasverla. El hombre colgó, pero ella se quedó allí, con el teléfono en la mano,paralizadaporesanoticiaquelehabíandadotanbrutalmente. Dos días después, tras el funeral, el dos veces viudo Perrin la llevóasuvilla. Porelcamino,ledijo: —Nadineinsistióenteneruncochepropio.Yoledijequesiempre estabademasiadodistraídacomoparaconduciruncoche.Peronoquiso escucharme.Yluego,¿porquédiablosteníaqueiraAviñónahacerla compra?¿EsquenopodíairaSalon?Seleestabanmetiendopájarosen la cabeza, cada vez pedía cosas más absurdas. Lo último que dijo era que le gustaría pasar las Navidades en la montaña porque quería aprender a esquiar. Pues bien, resulta que se acabó todo. ¡En menuda situaciónmehametido!Vuelvoaestarsoloyesporculpasuya. —¿Y no se le ha pasado por la cabeza que tal vez mi madre prefiriómorirantesqueseguirsoportandoaunmaridocomousted?— preguntóLéonieconvozáspera. —Sifuerasmihija,tedaríaunabofetada—dijoél,dirigiéndosea laentradadelavilla. —Porsuertenolosoy—respondióella,ybajódelcoche. Aceptó acudir a la villa porque su padrastro la invitó para que pudierallevarselosenseresdesumadre. Éllaacompañóalinteriordelacasaypuntualizó: —Noteequivoques,nomegustaríaquepensarasquevasarecibir una herencia. Tu madre no era dueña ni de la ropa que llevaba. Pero puedes llevarte sus vestidos y su ropa interior, toda de encaje y volantes. Ella no respondió y lo siguió en silencio hasta el dormitorio, suntuosoyaustero,dondeNadinehabíapasadosusúltimasnoches. El hombre la dejó sola y ella miró a su alrededor. Observó las coloniasylascremasqueestabanenelbaño,lahileraderopacolgada en el armario, sonrió al ver la colección de muñecas con trajes regionalessituadasenlaentreventana,rebuscóenloscajonesllenosde ropa interior de seda y encontró, en el fondo, un ramo de flores de lavandayfrancesillasblancassecas.FuesuregalodebodasyNadine lohabíaguardadoconunapequeñafotografíaenblancoynegrodonde aparecíaLéonie,depequeña,juntoasumadre. Unafotodelainfancia,consumadrealcoholizada,yunramitode flores eran la conexión que unía a Nadine con el pasado. Cuidadosamente escondidos en un cajón, representaban su mundo afectivo.Léoniecogiólafotografíaylasfloresybajóalvestíbulodela villa,dondeMonsieurPerrinlaesperaba. —Estossonlosefectospersonalesdemimadrequevoyallevarme —lecomunicó. —¿Ytodolodemás?—preguntóél. —¿Se refiere a las joyas que usted ya ha puesto a buen recaudo? ¿Oserefierealabrigodevisónquepertenecíaasuprimeramujer?Le agradeceríaquealguienmeacompañaraacasa,porqueelcochedelínea quevaaSalonpasarádentrodedoshorasynopiensoquedarmeaquí tantorato. Elgranjerolallevóacasa.Cuandollegó,Léoniesepusoapelary cortar cebollas. Preparó una deliciosa sopa donde ahogó algunas rebanadasdepantostadoyladevoró.Fuesumododedecirleadiósasu madre. Diez Aunquemuydespistadayausente,Nadinehabíasidounodelospuntos de referencia de su vida. Pensándolo bien, Nadine y Thérèse habían sidoapoyosmuysólidos,peroelfallecimientodesumadrelaabocóa lasoledad. Léonie acababa de cumplir dieciocho años y no tenía familia. HablóconeldirectordelaoficinadeCorreos. —Necesitounpermisoparaausentarmedeltrabajo—lesolicitó. —Loentiendo.Tienesquerecuperarte,unamadreesunamadre— respondió él, con comprensión paternal. Y añadió—: Tómate un mes enteroparatiyyomeencargarédequecobrestumensualidad. La noche antes, presa del desconsuelo, llamó por teléfono a su amiga Daniela y le contó los recientes sucesos, incluido el comportamientomezquinodelmaridodesumadre.Danielaledijo: —CogeuntrenyvenaMilán.Pasaunatemporadaconnosotros. Léoniehabíaaceptadodeinmediatolainvitación. Asíquelerespondióaldirectordelasucursal: —Seloagradezco.MegustaríairmeunpardesemanasaItalia. Sacó de su cuenta corriente postal todo el dinero que Thérèse le había dejado. No era mucho, pero le bastaría para sobrevivir durante unosmeses.Luegofuealcementerio.Asumadrelahabíanenterradoen el mausoleo de los Perrin. En la lápida provisional, una inscripción hechaconcarboncilloindicabaelnombredeNadineTardivaux,esposa dePerrin.Depositóenlatumbaelramodefloressecasqueleregalóel díadesuboda.Recitóunaplegariayvolvióacasa. PreparólamaletayporlamañanasemarchódeSalon.Eneltren, lloróporlamuertedesumadreyporquesesentíasolayperdida. Cuando llegó a la estación de Milán, la oscuridad del atardecer empezaba a cernirse sobre la gran ciudad. Daniela la esperaba en el andén,laabrazóy,orgullosa,leenseñósunuevocoche,aparcadofrente alaestación. —Acabodesacarmeelcarnédeconduciryteaseguroquesoyun asalvolante—ledijomientrasmetíalamaletadeLéonieenelasiento trasero,porqueelmaleteroerademasiadopequeñocomoparaguardarla allí. —He metido todas mis pertenencias —explicó Léonie. Y añadió —:Nopiensesquequieroinstalarmeentucasa,peronecesitotenermi casaconmigo. —Léonie, escúchame, tienes que creer que te espera un futuro mejordelavidaquehastenidohastaahora.Mifamiliaestámuyfelizde tenerteaquíyharemostodoloposibleparaqueencuentresserenidad— la reconfortó mientras esquivaba el tráfico de camino a la calle Boccaccio,dondeseencontrabaelpalaciodelosPallavicini.Luegola pusoaldíasobresusnovedades. Le contó que tenía un noviete que se acababa de licenciar en Medicinayqueseestabaespecializandoenoftalmología. —SellamaDamiano.Estáhaciendoprácticasconmipadre.Estoy deseando que lo conozcas. Es muy guapo y muy dulce y estoy enamoradísima de él. Y yo, en contra de la tradición familiar, he decidido que haré Arqueología. Me encanta la historia antigua y me entusiasma la idea de excavar en el pasado. Aunque ahora tengo que esforzarmealmáximoparasuperarlaselectividad. —Y encima vengo yo para hacerte perder el tiempo —concluyó Léonie,desolada. —Hasvenidoparaecharmeuncable.Oye,loheorganizadotodo. Dedíametocairalaescuelaydespuéstengoqueestudiar,peroporla noche no me pierdo una buena película o una de las últimas obra de teatro.Duranteelfindesemanameolvidodelasobligacionesescolares y me divierto. De día estarás con mi madre y por la noche nos lo pasaremosgenialjuntas.Necesitasmejorartuitalianoyestainmersión milanesateayudará. TodoslaacogieronconafectoyLéonietuvolasensacióndehaber encontradounafamilia. Danielacompartióconellasuhabitacióny,porlanoche,antesde dormirse, las dos jóvenes hilvanaban conversaciones y tejían sueños. No tenían nada en común, excepto el afecto que las unía desde su infancia, pero sus sueños eran idénticos: aspiraban a la felicidad imaginandounfuturollenodeaventurasyamor. LéoniellevabadossemanasenMiláncuandoDanielaledijo: —Mañana por la tarde vamos a una fiesta a un pueblo de las afueras.UnamigodeDamianoquesellamaGuidoCantoniofreceuna especie de recepción en el parque de su villa para celebrar su primer contratoconlaRai,latelevisiónpública.Haescritounanovelabrevey laadaptaránalatelevisión. —¿Esunescritorfamoso?—preguntóLéonie. —Honestamente, no lo sé. Es miembro de una familia de industrialesyconoceaminoviodesdeelinstituto.Pareceserquetienen una casa y un parque fantásticos. Nos lo pasaremos bien —aseguró Daniela. Aquel día, Guido y Léonie se conocieron y ella no volvió nunca másaFrancia. Léonie llevaba una falda acampanada de color azul intenso y una camiseta verde esmeralda que resaltaba su rostro dorado y el pelo oscurocortadoalogarçon.Apartedelasiluetamenuda,desucintura delgadaydelsenopequeño,aGuidolellamaronlaatenciónlosrasgos desurostro,queerandulcesymarcados,ylamiradavivazeinteligente. —Tú debes ser la chica provenzal de la que me ha hablado Damiano. —Más que provenzal, me definiría como «de pueblo», porque lo soyentodoslossentidos—confesóLéoniemientrasseruborizaba. —Nopierdasnuncaesaingenuidadtanauténtica. —Si sucediera, no te enterarías. Regreso a Salon dentro de unos días—respondió. —¿Salon?¿Dóndeestá? —Enlarica,fértilyevocadoraProvenza. —La conozco porque la visité en varias ocasiones cuando estudiabalahistoriadelospapasydelreydeFrancia.Peronorecuerdo ningúnSalon. —Es normal. Los aviñoneses odian Salon, el lugar más feo de la Provenza—respondióella. —¿YquieresmarchartedeItaliaparavolveraesesitio? —Noquiero,perotengoquehacerlo. —Porquetufamiliateespera—dedujoél. —Notengofamilia,sólountrabajo. —Podríamos vernos alguna noche —propuso Guido sin indagar más. LéoniecontemplóconcuriosidadalasamigasyamigosdeDaniela y midió la distancia que la separaba de ellos. Su forma de vestir y su comportamiento no tenían nada que ver con ella. Algunas chicas la mirabandereojo,comosiquisieranevaluarla,haciéndolesentirtodavía másvergüenza.Sóloeljovenanfitrión,conlacortesíadeunverdadero señor, se acercó a ella con una curiosidad genuina. De camino a Villanova,elnoviodeDanielalehablósobrelosCantoni,ydeGuido dijo:«Haceunañosaliódeunahistoriadevastadoraytodavíaseestá reponiendodeello». Ahoraloobservómientrascharlabaconunaparejadejóvenesmuy desenvueltos. —Si me lo permite, déjeme decirle que es usted la invitada más atractiva,señorita—comentóunavozasuespalda. Se giró de golpe y se encontró con un criado que le ofrecía una bandejaconvasosdealgunabebidarefrescante. —Esmuyamable,monsieur—respondióLéonie,sonrojándose. —Soy Nesto y llevo trabajando con esta familia desde siempre. Perdónemesimehetomadolalicenciadedecirleunpiropo.Ahorale sugieroquetomeestabebidarealizadaconlasfresasdenuestrojardín —explicóelhombre. Danielaseacercóylacogióporelbrazo. —Has causado impresión en Guido —le susurró de forma maliciosa. —¿Enserio?—preguntóLéonie,fingiendoindiferencia. —Estáhablandodeticonminovio. Unosmesesdespués,GuidoyLéoniesecasaron. Villanova Uno LaecografíarevelóqueelcuartohijodeLéonieseríaunaniña. —MegustaríaquesellamaraDaniela—ledijoasumarido. Un tiempo atrás, una enfermedad incurable había matado a su amiga. Llamar a su hija con el nombre de su amiga sería un modo de recordar a una persona que siempre estuvo a su lado en los años difícilesyquehabíahechoquesuvidadieraunvuelcodecisivo. —QueríallamarlaGiacinta,porquelosjacintostegustanysonmuy tiernos y aromáticos. Daniela podría ser su segundo nombre. ¿Qué opinas? Léonienoteníaganasdediscutirporque,duranteesosdías,estaba bastante irritable. Incluso su suegro se dio cuenta de su nerviosismo y conocíaelporqué. Últimamente, Léonie había discutido mucho con él para convertir laGriferíaCantonienunamarcadeexcelenciamoderna. Para ello, había llamado a un famoso arquitecto y le había encargado que diseñara una línea de grifos innovadora. El arquitecto habíacreadounprototipoenacerobruñidoyplexiglás,apruebadecal, muyoriginalyextremadamentefuncional.Tambiénhabíatenidolaidea de sustituir las mangueras de las duchas, que se deterioraban con demasiadafacilidad,porcánulastransparentescomoelcristal.Algunas empresas fabricantes de sanitarios modernos las probaron y acogieron conmuchoentusiasmoelprototipo.Loúnicoquefaltabaeraunestudio demercadoparaconocerlaopinióndelosdistribuidores.Fueentonces cuandoelseñorPanizza,eldirectorcomercial,habíadicho: —Esinútiltirareldineroenunestudiodemercado.Estacosade diseño sólo puede tener un mercado de nicho y dudo mucho que recuperemoslainversión. Léoniesiempreescuchabaatentamentelaopinióndetodoelmundo ynodiscutióacercadelaexperienciadeuntécnicocomoPanizza.De todosmodos,supuntodereferenciaerasusuegro,aquienleplanteólas dudasdeldirectorcomercial,unhombreentradoenedadyqueestabaa puntodejubilarse. —¿Túcreesenestanuevalínea?—preguntóelseñorCantoni. —Mucho—dijoLéonie. —¿Porqué? —Porque me gusta. Si tuviera una casa nueva, decorada de una determinadamanera,megustaríaponergrifosasí—explicóella. —El señor Panizza también se opuso cuando pasamos de las dos válvulas,ladelaguacalienteyladelaguafría,almezclador.Sifuera porél,sóloproduciríamoslosmodelosOldEngland. —De hecho, me gustaría llamar «New Generation» a esta línea. Perocreoqueaustedtampocoleentusiastamucho. —Mepedistecartablancaytelaconcedí—dijoél,conelaspecto deunabueloquepermitequesunietomeriendepanconNutella. —Así, si la cosa sale mal, la culpa será mía. Pero si va bien, el mérito será de todos —respondió Léonie con actitud algo agresiva. Y, como si quisiera acusarlo, preguntó—: ¿Por qué nunca toma partido? Primero dice que el director comercial está anclado a la tradición y justodespuésselavalasmanoscomodandoaentenderquetodoestono serviráparanada.Estaempresaessuya.¿Porquénomedasuopinión? —¿Desdecuándotehasvueltotandesconfiada? —Desdequeustedsehaapartadodeestaideaquehetenidoyque meniegoadesarrollarsinunestudiodemercado,¡porDios! —Estásmuynerviosaynoesbuenotrabajarasí.¿Tehaspeleado conmihijo? —No, pero no me sorprendería que ahora usted mencionara los cambiosdehumordelasmujeres.Bien,nocaeréensutrampa. Furibunda, cuando se marchó del despacho tuvo que controlarse paranodarunportazo. ¿Cuántas veces, a lo largo de los años, había asumido responsabilidades sin inmutarse? Nunca había tenido ningún altercado consusuegro.¿Quéestabapasando?Enlugardevolverasudespacho, saliódeltrabajo,cogióelcocheyregresóacasa,justoatiempopara ponerpazentreGiuseppeyGioacchino,quequeríanelmismojuguete, mientraslapequeñaGioiallorabaporquelosdoshermanos,durantesu pelea,habíanrotosumuñecafavorita. Cuando Léonie entró a la habitación de los juguetes, todo fueron quejasde«mamá,esmalo»,«mamá,tienesquecastigarlosincenar»o «Léonie,regardemapauvrepoupée!». GioialallamabaLéonie,yasupadrelollamabaGuido,ynohabía forma de corregirlo; también se obstinaba en hablar en francés porque decíaquenoentendíaelitaliano. Ersilia,ladecanadelascriadas,estabatranquilamenteenunsillón tejiendoydijo: —Es mejor dejar que los niños se desahoguen, así por la noche caenrendidosyseduermenenseguida. —Entonces,estanochevosotrosdososquedáissincrèmecaramel por haberle roto la muñeca a vuestra hermana, y tú tampoco comerás, pequeña calamidad, porque te niegas a hablar en italiano —decretó Léonie,ysemarchódeallí,ignorandosusprotestas. Subió a su habitación, se quitó la ropa, se puso el bañador y el albornoz. Luego bajó al semisótano. Se tiró a la piscina y empezó a nadar. Necesitóhacerdiezpiscinashastaquesesintiórelajada.Entonces ralentizóelritmodelasbrazadasy,alfinal,saliólevantándoseporel bordedelapiscina.Cuandovolvióasudormitorioacaricióconternura elvientre,quecadadíacrecíamás,ysusurró: —Tranquila,niñamía.Ahoratumadresabeexactamentequéhará, porsiseteocurrieranacerdespuésdelaprimeramitaddediciembre. Era ese el disgusto que temía: pensó que si el parto se producía cercadeldíadesuencuentroconRoger,nopodríaasistir,yasaberqué horribles cosas pensaría él. Eso en caso de que Roger se presentara, comosiempre. Pasólosmesesdeembarazoquefaltabanhastaelpartotrabajando en la empresa y cuidando a sus hijos. Guido, que recuperó su ritmo creativoatiempocompleto,volvíadeRomaparapasarelfindesemana encasay,cuandonopodía,Léonielovisitabaconlosniños,queyase habían acostumbrado a los viajes en avión y que tiranizaban a las azafataspidiendocontinuamentejuguetesycaramelos. Guido también recuperó la serenidad y se volvió más cariñoso. Hacíapartícipeasumujerensutrabajocomonuncaanteshabíahecho, y poco a poco recuperaba su inversión inicial gracias a su nueva productoradepelículas,programasdetelevisiónytelecomedias. —Me gusta pensar que nuestros hijos, cuando crezcan, podrán elegirentrelosgrifosyelcine—ledijoundíaaLéonie. —Sisalenamí,adoraránlosgrifos—opinóella. —Aunque también podrían querer hacer algo completamente diferente. —Losapoyaremos,igualquetupadrehizocontigo. —Mi padre me reemplazó en la empresa por una chica francesa muydura.Tantasuertenopuederepetirse. —Al final tú liquidarás la productora, yo liquidaré la empresa y, juntos,daremoslavueltaalmundo—imaginóLéonie. —Será una vuelta larguísima. Durará varios años y podremos quedarnos temporadas largas en los lugares que nos gusten más — decidióGuido. —Peroloschicosnosdaránalgúnnieto.¿Nocreesquedeberíamos hacerdeabuelos,también?—objetóLéonie. —Ya estoy haciendo de padre. De nuestros nietos se ocuparán nuestroshijos. Léoniesoltóunacarcajada. —Nosotros todavía no hemos acabado de tener hijos y ya nos preocupamosporloshijosdenuestroshijos. —Megustafantasearconestosmonstruitosquequeremostantoya quienes se lo damos todo porque, en su infinito egoísmo, lo quieren todo. Y me gusta que me roben tiempo, amor, pensamientos… —dijo Guido. Léonie adoraba esos momentos de calma que pasaba con su marido. LapequeñaGiacintaeligióelprimerdíadelsolsticiodeinvierno paranacer.Léonieingresóenelhospitallanochedel21dediciembre condoloresmuyintensos. —Todavíanohadilatadolosuficiente—constatóelginecólogo.Y precisó—:Creoquenosucederánadahastamañanaporlamañana. Apesardelaspunzadasylanáusea,Léonieinsistióasumaridoya su suegro, que la habían acompañado, para que ellos dos volvieran a casa. —Os llamaré antes de empezar los trabajos del parto. Ahora quierodescansar—dijo. Nodurmióentodalanoche.Porlamañana,elginecólogovolvióa visitarlayledijo: —Voyaponerteungoteroparaacelerarladilatación. Cuando la enfermera entró en la habitación para inyectarle la solución prescrita, Léonie le pidió que esperara unos minutos y llamó porteléfonoaVarenna,alHotelduLac. —El señor Bastiani no ha llegado todavía —respondió la dueña delhotel. —Sillega,dígalequeestoyenlaclínicaMangiagalliyqueestoya puntodedaraluzamicuartohijo. Dos 22 de diciembre por la noche. Aunque estaba exhausta, Léonie se sentía feliz de tener consigo a toda su familia. La pequeña Gioia se había quedado dormida en la cama, a su lado. Giuseppe y Gioacchino jugaban al escondite y de vez en cuando, se acercaban a la cuna de Giacinta y escrutaban con desconfianza a su nueva hermanita. Según decían:«nosepuedesermásfea». Consusgritos,yalahabíandespertadounpardevecesydenada servía que Guido los amenazara con castigos. Tras unos momentos de silencio,volvíanaalborotar. —Me voy a casa y me llevo a estos dos desgraciados —dijo el señorCantoni,dandoporsupuestoqueGuidosequedaríaunpocomás enlaclínicayqueseencargaríadeGioia,quedormía. LapequeñaGiacintatambiénsehabíadormido,asíqueGuidoysu mujeralfinpudieronsaborearelsilencio,conscientesdequenoduraría mucho. —¿SabesquenomequitaránlospuntoshastaSanEsteban?—dijo Léonie. —Hehabladoconelmédico,losétodo.¿Notemolestapasarla Navidadaquídentro?—preguntósumarido. —SeráunaNavidaddiferente.Prométemequenotendrásideasde bombero. —¿PorejemplocelebraraquílacomidadeNavidad? —Mehasleídolamente. —¿NoecharásdemenosalafamiliaeldíadeNavidad? —No,notepreocupes,tecedoelprivilegiodegestionar,poruna vez,niñosyparientes.Dejépreparadosregalosparatodos.Sólotienes que ponerlos en el árbol. Te lo pido por favor, porque necesito descansar.Seránmisprimerasvacacionesdesdeagostodelañopasado —afirmóella. —Sabesqueteecharémuchodemenos. —Noestoyseguradepoderdecirlomismodevosotros—replicó Léonie,bromeando. —¿No me echarás de menos ni siquiera a mí? —dijo Guido, suspicaz. —Espero que puedas venir, ya lo sabes. Pero sólo tú. Esta vez estoyrealmentecansada.Escomosihubieraescaladounamontaña. —Te he visto sufrir mucho mientras dabas a luz a este cuarto monstruito y creo que ha llegado el momento de decir basta. Cuatro hijosdeberíansersuficientes. —DijistelomismocuandonacióGioia.Perodespués… Como si se hubiera sentido aludida, la pequeña abrió los ojos, miróasualrededorysonrió,diciendo: —Bonsoir, maman, bonsoir, papa. On y va? —Y se sentó en la cama. En aquel momento, Giacinta se agitó en la cuna, hizo gala de una seriedemuecasterriblesyluegorompióallorar. —Findelacalma—constatóGuido,cogiendoaGioiaenbrazos. Unaenfermeraseasomóalahabitaciónydijo: —Esta chillona tiene el despertador incorporado. Es exactamente lahoradesutomadeleche. Empujóelcarritoconelcambiador,lospañales,toallitasycremas emolientesparacambiaralareciénnacida. —¿Pero por qué chillas? ¿Te gustaría hacerle la competencia a María Callas? —bromeó la mujer mientras manipulaba a Giacinta con ladestrezadeunprestidigitador. —Ah,qu’elleestagaçante—reprobóGioia,observándola. —Nos vemos mañana por la mañana —dijo Guido, inclinándose sobresumujer.Lediounbesoenloslabiosysemarchóconlaniña. —Porfinsolas—sealegróLéoniemientrasledabaelpechoasu hija,queolíaapolvosdetalco. La presencia de los demás, incluso de sus hijos, le impedía disfrutar plenamente del placer de la comunión con su hija, a quien acababadedaraluz,yesaeralarazónporlaqueolvidabarápidamente losdoloresdelparto.Unafelicidadsimilarlaacompañabadurantelos meses de lactancia. Cuando empezara el destete, esta necesidad de intimidadsedisolveríaenunsosegadoamormaterno. En esta ocasión, el parto coincidió con su cita en Varenna, y la felicidaddetenerentrelosbrazosasupequeñaleimpidiósufrirporno haberpodidoveraRoger. Sonrióalrecordarsuspalabras:«Porfavor,nodesaluzatucuarto hijo en las fechas próximas a nuestro encuentro». Faltaba otro año enterohastaelsiguientediciembre,perosaltarselacitavaliólapena, porque la concepción de Giacinta había coincidido con el primer momentodeverdaderodiálogoentreellayGuido. Aquelmaridotranquiloymisteriosofinalmentehabíahabladodesí mismo,algoqueellallevabaesperandodesdeeldíadesuboda. Cuandolapequeñadejódemamar,Léonielaacomodóenlacuna, volvióalacamaysedurmióconunasonrisaenloslabios. Pocodespués,Rogerseasomóalapuertadelahabitación. Habíatenidoundíamuymovido.AlllegaraVarenna,ladueñadel hotellehabíatransmitidoelmensajedeLéonie. —¡Oh no, otra vez! —exclamó sonriente, y pensó que en todo el mundonohabíamujermásimprevisibleydivertidaqueLéonie. Decidióqueaprovecharíaeldíaparairaesquiar,ycomonotenía susesquísallíconél,alquilaríaunos.Perodespuéssintióunanecesidad apremiantedeverla,desabersielpartohabíaidobien. CogióelcocheysedirigióaMilán.Hizounaltoenelcaminopara comerenunpequeñorestaurantedecomidacaseraquelerecomendóun colegamilanés. Antes de sentarse en la mesa, consultó la guía telefónica de la ciudad,encontróelnúmerodelaclínicayllamóalacentralita. —Tengo que entregar unas flores a la señora Tardivaux. ¿Podría darmeelnúmerodehabitación? Despuésdecomer,conlaayudadeunplano,llegóalascercanías delaclínica.Aparcóelcocheydiounlargopaseoapieporlascalles del centro, asediadas por el tráfico navideño. Al final, regresó a la clínica,subióaltercerpiso,ysesentóenlasaladeesperaquehabía frentealahabitacióndeLéonie. Desde aquella posición privilegiada, observó a las personas que entrabanysalían. Asistió a la procesión de ramos de flores que entregaban y que, pocodespués,lasenfermerassacabandeallí. Vioaunhombredeaspectoaristocráticosalirdelahabitacióncon unaniñaydedujoquedebíadeserelmaridodeLéonieconsutercera hija. Yaeratardeynadieentrabanisalíadelahabitación.Entonces,con elcorazónenunpuño,entreabriólapuertayvioaLéonieyalarecién nacidaenlacuna. Ambas dormían profundamente. La habría gustado acariciarle el rostro, darle un beso en la frente, pero tuvo miedo de despertarla. Estababienyesoeratodoloquenecesitabasaber.Depuntillas,salió de la habitación, de la clínica, de la ciudad, del mundo de Léonie y buscó un hotel donde pasar la noche. Volvería a Marsella al día siguiente. Tres Era uno de esos días de febrero que anunciaban la llegada de la primavera,apesardequeelvientodelnortearañaralascarasconsus agujasdehielo.Lanaturalezaestabaapuntodedespertarsedesulargo letargoinvernal. ElviejoNestollamóaunexpertoysubieronaltejadodelavilla paracomprobarlosdañoscausadosporlascopiosasnevadasdeenero. Se presentaron el carpintero, el fontanero y el electricista. El tapicero recibió el encargo de realizar un presupuesto para la sustitución de algunastapiceríasylarenovacióndelascortinas.Elhombrequeinstaló elparquévalorólaeliminacióndealgunoslistonesdelviejosueloyel ebanistadecidiórestauraruntechoartesonado. —Ha llegado el momento de acabar con este invierno —dijo Nesto, que se movía entre todo aquel trasiego con la agilidad de un adolescente. Léonie retomó paulatinamente su trabajo en la empresa y Guido empezóairyvenirentreVillanovayRoma. Giuseppe,queestabaenprimercurso,volvióllorandodelcolegio porquesuscompañeroslehabíandichoqueeraun«pudiente». —¿Cómohasucedido?—indagóGuido. —Selohandichoalamaestra—explicóelniño. —¿Yellaquéhadicho? —Hadichoquehaygentequenacepudienteyotrosqueno,yque serpudientenoesmalo. —¿Sabesquésignificaesapalabra? —¿Escomoestarpodrido?—preguntóelniño. Guidotuvoquehacergaladetodasupacienciaparaexplicarleque la palabra pudiente no era un insulto, y que sus compañeros estaban conociendolarealidadylasdiferenciasquehabíaentreellos.Portanto, estabanconfirmandoquemientrasélerarico,esdecir,pudiente,otros loeranmenosqueél,ytambiénhabíaotraspersonasqueeranpobres. Guidoañadióqueesadisparidaderainjusta,asíquelaspersonas que poseían más tenían el deber de ayudar a los menos afortunados. Concluyó la explicación diciéndole a Giuseppe que los Cantoni, tradicionalmente, habían ayudado a las familias que pasaban por dificultades económicas, a ancianos indigentes y a niños pobres ofreciendopuestosdetrabajo,acogiendoalosmayoresenresidenciasy a los niños en la guardería, un proyecto que había ideado Léonie. Giuseppesetranquilizóconlaexplicacióndesupadre.Gioacchino,por su parte, también tenía sus preocupaciones. Le gustaba jugar con las muñecasdesuhermanay,aunquesepeleabaconsuhermanomayor,huía de las peleas con sus compañeros y terminaba siempre por sucumbir antesusamigosmásimpetuosos. Gioia seguía siendo un misterio. Era muy testaruda, se empeñaba ennohablarenitalianoy,aveces,llegabaafingirquenoloentendía. No había castigos ni recompensas que la hicieran cambiar de actitud. Léonieempezóapensarquehabíallegadoelmomentodequelavisitara una psicoterapeuta infantil, pero Guido y su suegro se opusieron convencidos de que no era necesario recurrir a un médico por un caprichoquedesapareceríaconelpasodeltiempo. —Yo tuve una madre con problemas muy serios y os puedo asegurarqueGioiaestáperfectamenteequilibrada.Porlodemás,pobre niña, con ese nombre tan delicado que le habéis puesto, ¿qué podría hacer para demostraros su enfado, sino daros alguna que otra preocupación?—sentencióelabuelo,dandoporzanjadalacuestión. Un día, mientras le daba el pecho a Giacinta, Léonie le dijo a Guido: —¿Nocreesquetupadrellevaunatemporadaunpocoextraño? —¿Enquésentido?—preguntóél. —Ha renovado el armario y, francamente, no creo que lo necesitara.Hacambiadodemarcadecolonia,ahorautilizaunainglesa. Tú pasas en Roma cinco días a la semana y no te das cuenta de estas cosas, pero por las noches, después de trabajar, en lugar de volver a casasevaacenar,ynoportrabajo,porquesifueraasí,yolosabría.Y luego hay otro tipo de señales que una mujer capta al vuelo —reveló Léonie,divertida. —¿Crees que tiene una amante? —susurró Guido, casi con renuencia. —Sifueraasí,¿tegustaríasaberlo? —Amíno.¿Yati? —Amítampoco.Soncosassuyas.Además,esviudoytienetodo el derecho del mundo a tener pareja. Aunque… si se entretuviera con unamujercillainteresadaensudinero…—insinuóella. —Túlohasdicho:sudinero,noelnuestro.Aunque…eldinerono es exclusivamente suyo. Hay una empresa que es de todos nosotros. Pero, digo yo, papá siempre ha sido un hombre muy reflexivo y concreto. Tal vez estamos construyendo castillos en el aire a partir de pequeñosindiciosquesólohasnotadotú—razonóGuido,yenseguida añadió—:¿Otalvezhablasporexperiencia? Léonienosedescompuso.Leofrecióunamiradaplácidaydijo: —Esperoquelohayasdichoenbroma,aunqueesuncomentariode pésimogusto. Tantatranquilidadprocedíadelaconviccióndequesuhistoriacon Rogernointerferíadeningúnmodoensuvidaconyugal,nosóloporque veíaasuamanteunavezalaño,aunquefaltóalúltimoencuentro,sino porqueloquesentíaporélnoteníanadaqueverconelafectoprofundo quelauníaasumarido. Guido, por su parte, después de las garantías que le ofreció la detectivedeMilán,habíadecididonohacerleningúntipodepreguntaa Léonie, que se había demostrado como una mujer y una madre impecable.Asíquerespondió: —Viniendo de un tipo que se dedica a escribir diálogos, es un comentariorealmentepésimo.Tienesrazón.Paraquemeperdones,esta nocheteinvitoalteatro.PavarottiactúaenlaScala.Laóperategusta, esLaBohème,unaobramaestra. Fue así como, esa noche, acabaron sentados en platea junto al señor Cantoni, acompañado por una bella mujer que tendría entre cuarentaycincuentaaños,yqueRenzo,pasandounpocodevergüenza, presentóasuhijoyasunuera. Se llamaba Violetta Bianchi Clementi y era la propietaria de una tiendadeantigüedadesquehabíaenlacalleBagutta. —Acertastedepleno—susurróGuidoaloídodesumujer. —Meparecemuchocommeilfaut—constatóLéonie. —Almenosnoesunaveinteañera—respondióelmarido. «Peor», pensó ella. Era una señora muy atractiva, con una educación exquisita y un trato señorial. Era, en definitiva, una mujer capazdehacerqueunviudosolitarioperdieralacabeza. Más tarde, cuando se reencontraron en el vestíbulo del teatro durante el descanso del primer acto, Renzo se sintió obligado a darle unaexplicaciónasuhijo: —Essólounaamiga.Melapresentómihermanocuandodecidió comprarunretabloparaelaltardesuiglesiayquisoqueloayudaraen lasnegociaciones.Noteníaganasdehablarsobreestaamistadqueme gratificamucho. —¿Porquénolainvitasacasa?—preguntóGuido. —Porque no quiero complicar una cosa que es muy simple — sentencióelpadre,ydioporzanjadoeltema. Unos meses después, en plena noche, la señora Violetta Bianca ClementillamóporteléfonoalavillaparadecirqueelseñorCantoni estabaapuntodellegaraUrgenciasdelHospitalPoliclínicoporquese encontrabamal. Aquel fue el primer infarto de miocardio que obligó a Renzo a estar hospitalizado durante una larga temporada y que lo privó de esa relaciónquehabíaqueridohacerpasarporunasimpleamistad. Cuatro —Noquierovisitasdeempleados,peroesperoquemetengasaldía detodo—ledijoelseñorCantoniasunuera. Léonieibayveníaentrelaempresayelhospital. Guido pasaba el día junto a su padre y sólo volvía a casa para dormir. Ahora que Renzo había salido de cuidados intensivos, ansiaba volver a la fábrica, pero los médicos fueron tajantes: si quería recuperarse por completo, tenía que resignarse a una convalecencia bastante larga. En la grifería todos daban por sentado que Léonie sustituiría al jefe, y se dirigían a ella cuando surgía un problema rutinario.Léonieescuchabaatodoelmundoyrespondía: —Selocomentaréamisuegroyosdiréalgo. En realidad, no le comentaba nada. Reflexionaba sobre la mejor soluciónytomabaunadecisiónellasola. Envistadesudinamismo,amenudoGuidolepreguntabadedónde sacaba tanta energía para ocuparse simultáneamente de la pequeña Giacinta,losotrostreshijosylamarchadelaempresa.Ellasonreíay decía: —Soyunamujer.Eseeselsecreto.Optimizomitiempoeintento hacerlotodoconganas. Despuésdepasarunpardehoraseneldespacho,Léoniellegóa casayacudiódirectamentealahabitacióndeGiacinta,quereclamara gritos su toma de leche. Estaba hambrienta, y mientras la pequeña mamabavorazmente,Nestoseasomóalapuerta. —LaseñoritaMombellipreguntaporusted—anunció,yleofreció unteléfonoinalámbricomacizoypesado,unanovedaddelatecnología telefónica. —Anoserquesehayadeclaradounincendio,hablamosdespués —dijo Léonie, antes incluso de que la secretaria de su suegro pudiera pronunciarpalabra. —Me he tomado la licencia de llamarla porque hay un poco de nerviosismoenlaoficinadelpersonal—explicólamujer. Durante esos días, el director de personal estaba en Turín realizando un curso de reciclaje y si la señorita Mombelli la llamaba eraporquehabíaunproblemaurgentequeresolver. —Entoncesdejemosquelosánimossecalmen.Vendréporlatarde —respondió,yluegocolgó. Seimaginóquetalvezhabríaunadisputaentreempleadasquela secretarianosabíagestionar.Mientrasdabaelpechoasuhija,Léonie visualizó la situación de ese departamento, dirigido por un hombre joven, el señor Luigi Stucchi, bastante atractivo y casado. Las trabajadoras,seisentotal,competíanporrecibirunasonrisasuyaoun cumplido; él ignoraba por completo las expectativas que ellas tenían: eranjóvenes,guapasyestabanenamoradasdesujefe. Eltrabajodeldirectordepersonaleradetodomenosfácil.Taly como afirmaba el señor Stucchi, licenciado en la Bocconi, con dos másters que cursó en Italia y en el extranjero: «Es más fácil gestionar trescientosoperariosquetresempleados». Léonieaprendióaconocerbienalosunosylosotros,yestabade acuerdoconStucchi. Aun así, tal vez porque era una mujer o porque entendía las frustraciones de esas empleadas que a menudo tenían vidas difíciles, hacíauntiempoquelehabíanotorgadounroldeautoridadmaternayla llamabanpararesolvercontroversiasyencontrarsolucionesadecuadas. Así, después de darle el pecho a su hija, sostuvo en brazos a la pequeñaGiacintamientrasleleíauncuentoaGioia,quelainterrumpía acadalíneaconunaristrainfinitadeporqués:¿Porquéeldragónmalo hahechoprisioneraalaprincesa?¿Porquéeljovencaballeronoutiliza una pistola en lugar de la espada para matar al dragón? ¿Por qué el dragónnotienenovia? CuandoGiacintasedurmió,selaconfióalaniñeraybajóacomer conGioia.GiuseppecomíaenelcolegioyGioacchinoenlaguardería del pueblo. Luego acostó a su tercera hija para que echara la siesta y volvióaltrabajo. —Las señoras Rovani e Isgrò han discutido y cuando el contable Picchihaintentadosepararlas,lehanclavadounagrapaenlanarizyha empezadoasangraryahoraparecequetengauntomateenlacara—la informólaseñoritaMombelliencuantoLéoniellegóalasoficinas. Ella conocía a las implicadas, ambas atractivas y con muchas ganasdedestacar.LaseñoraRovanillevabacincoañostrabajandoenla empresa y se consideraba la reina de la belleza del departamento de personal.LaseñoraIsgròllevabapocosmesestrabajandoallíy,además de atractiva, era agresiva, por lo que se había puesto como objetivo arrebatar el rol de primadonna a la señora Rovani. Se cayeron mal desde el principio, entablando una contienda a fuerza de desprecios mezquinos.LasdosestabanenamoradasdelseñorStucchi. —La señora Rovani ha llamado puta, perdone la palabra, a la señora Isgrò, que la había calificado de solterona frustrada capaz únicamente de hacer de espía del jefe del departamento. Después del incidente con el contable Picchi, he llamado al guardia de seguridad parasepararlas.Elasuntoesgrave,señora—dijolasecretaria. Léonie se preguntó si el señor Picchi tendría motivos para poner unadenunciayloconvocóensudespacho. Sunarizparecíarealmenteuntomate.Peroelhombre,quellevaba treinta y cinco años trabajando para los Cantoni, le quitó hierro al asunto. —Meloheganado.Nuncahayquemeterseentredosmujeresque se detestan. Pero es que habían llegado a las manos —explicó el trabajador. —¿Noquiereinterponerunadenuncia?—preguntóLéonie. —Mancharíaelnombredelaempresa—respondióél. —¿Y qué propone? —preguntó ella, consciente de que había motivosparaeldespidoinmediatodelasimplicadas. —Intentaría no perder a dos empleadas excelentes. Pero hay que separarlas, que trabajen en departamentos diferentes —recomendó el señorPicchi. Léonie le dio las gracias y, después de que se marchara de su despacho,convocóalastrabajadoras. Se quedaron de pie frente a ella, que estaba sentada en su mesa. Léonie tampoco las invitó a que se pusieran cómodas. Las miró a los ojos,conunrostrodepiedra,sinpronunciarpalabra. FuelaseñoraIsgròquienrompióelhielo. —¿Estoydespedida?—susurró. Era una mujer calabresa, dura y muy determinada que sabía perfectamenteloquesignificabaquedarsesintrabajo. Léonienorespondió. —Losiento.NoqueríahacerledañoalseñorPicchi—seexcusóla señoraRovani. Léonie siguió callada mientras las dos empleadas permanecieron inmóvilesfrenteaella. Cuandoambasestuvieronapuntodeecharseallorar,Léoniedijo: —Esunapenaquedoschicasguapasybuenastrabajadorascomo vosotrasconfíentanpocoenellasmismascomoparallegaralasmanos, transformándose en dos bestias irracionales. ¿Es que nadie os ha enseñado lo importante que es la solidaridad entre mujeres? Si nos respetáramos mutuamente en el trabajo, seríamos mejores que los hombres. Después de lo que habéis hecho, podríamos despediros o trasladaros a ambas a otros departamentos. Pero yo creo que hay una tercera opción: seguir trabajando juntas cesando cualquier tipo de hostilidad.Dentrodeunmestomaréunadecisiónsobrevuestrofuturo. Miró el reloj. Tenía que volver a casa para darle el pecho a la pequeña y luego ir al pueblo a recoger a los niños de la escuela. Se levantóysaliódeldespachosindespedirse. El día después, la situación se había calmado y entre el personal existía la opinión de que «la señora» era una mujer imparcial, casi mejorqueeljefe. La nariz del contable Picchi estaba menos hinchada y el señor Cantoninoseenteródeunsucesoquelohabríaalterado. Varenna Uno LéoniesalióhaciaVillanovabajolanievequehabíaempezadoacaer lanocheanterioryquehabíacubiertoconunacapablancaelcampoyla carreteraporlaquecirculaba. Amedidaqueseacercabaallago,lanievesevolvíamáspesaday húmeda.EnVarennallovíaylosneumáticosdeinviernoconclavosde sucocherepiqueteabansobreelasfalto. Mantuvo los nervios bajo control mientras la dueña del hotel le dabalabienvenidaconunasonrisa. —ElseñorBastianinohallegadotodavía,perosuhabitaciónestá lista.¿Deseasubir?—preguntó. LlevabadosañossinveraRogerypensabaqueestaríaenelhotel desdehacíahoras. —Prefiero esperar en el bar. ¿Podría traerme un té? —pidió, sofocandoladecepción. Se sentó frente al ventanal, perlado por la lluvia, preguntándose quéhacíaallí. Se desabrochó el abrigo sin quitárselo porque tenía frío y aquel lugar,sinRoger,nolepareciótanacogedor.«Todavíanohavenidoyno hallamadoporteléfono.¿Porqué?»,sepreguntóLéonie. ¿Talvezestabaenfermo?Descartóenseguidaesahipótesisporque habríaencontradoelmododeavisarla,igualqueellahabíahechoelaño anterior,cuandoingresóenelhospitalparadaraluz. Quizáshabíamuerto…Rogerllevabamuertounañoyellanosabía nada.Lafantasía,queempezóatransformarseentragedia,lecausóuna sensación de asfixia. De hecho, no se percató de que el camarero le había dejado en la mesa la taza y la tetera. Se calmó y recuperó la sonrisacuandounamanoleacaricióelpeloyunavozconocidasusurró: —Bonjour,Léonie. Ella se llevó las manos al rostro y no pudo evitar que se le escaparaunsollozo. Roger, de pie tras ella, la abrazó mientras se recostaba en su cuerpoparamurmurarle: —Shhhh…estoyaquí,amormío. —Dejaquetevea—dijoLéonie. Rogerrodeólamesaysecolocófrenteaella. —¿Estásbien?—preguntó. Élsonrióyrespondió: —Perfectamente.VengodeVeneciay,cuandopasabaporBrescia, semehaestropeadoelcoche.Lohellevadoaunmecánicoyhetenido suerte porque en seguida me han conseguido un coche con chófer. Esperaballegarantesquetú,comosiempre,perocontodaestanievelas carreteras están impracticables. He llegado escandalosamente tarde. Perdóname. —Estoymuyfelizdequeestésaquí. —Bébeteeltéantesdequeseenfríe. Lellenólataza,luegolaayudóaquitarseelabrigoy,porúltimo, sesentófrenteaella,escrutándola. —¿Vuelvesaestarembarazada?—preguntómientrasLéoniedaba unsorboalabebidacalienteydecolorámbar. —No, pero no podremos estar juntos mucho tiempo porque es el cumpleañosdeminiña—anuncióLéonie. —Losé—confirmóRoger. Aquella mañana, mientras desayunaba con su marido y sus tres hijosmayores,Guidolahabíaobservadoconcuriosidad. —¿Pasaalgo?—habíainquiridofinalmenteLéonie. —Me preguntaba qué has organizado para el cumpleaños de Giacinta—dijoél. —Sólo un pastel con una velita, mucho zumo de naranja y una alfombra de goma con un teclado de piano dibujado. Cuando caminas encima,suena—respondió. Lostreshijosmayores,quenoseperdíanniunasílabacuandosus padreshablabanentreellos,intervinieronparaexpresarsuentusiasmo. Lostresquisieronverlaalfombramusical. —¡Deesonihablar!Cuandovolváisdelcolegiocelebraremosel cumpleañostodosjuntos—insistióLéonie. —¡Peronoesjusto!Aestaremilgadaletocalaalfombraquesuena yamínada—protestóGioia,quedesdehacíauntiempoyahablabaen italiano. —Ya no saben qué inventar para volver tontos a los niños — farfullóelseñorCantoni.Cadavezqueunodesusnietoscumplíaaños, élregalabaunalibraesterlinadeoro. —Creíaquehoyteníastucitadecadaañofueradecasa—dijoel marido. Ellanoquisoresponderalaprovocaciónyafirmócondecisión: —Volveré a casa por la tarde, cuando mis diablillos salgan del colegio,justoatiempoparacelebrarelcumpleañosdeGiacinta. Guidosaliódecasaparallevaralosdoschicosalaescuelayala guardería,yGioiayGiacintasequedaronconlasniñeras.Léoniepartió haciaVarenna. —Noquierodejarte,perotengoquevolverconmipequeñita—le dijoaRoger. —No lo dudes, ve con ella —respondió él y sonrió, como si quisiera decirle que los hijos son lo más importante del mundo. Y añadió—: Vamos, te acompaño al aparcamiento. Conduce con cuidado porqueenlaautopistaseguiránevando. Fueélquienselevantóprimero,laayudóaponerseelabrigoyla condujo a las escaleras que, desde el callejón del Prestino, llevaban hastaelaparcamiento. Cuandoestabaapuntodesubirsealcoche,éllaabrazóconfuerza yledijo: —Nosvemoselañoqueviene,amormío.Docemesespasanmuy rápido,créeme.Mientrastanto,nodejarédepensarentiydedesearte. Ellasesentóalvolanteybajólaventanilla. —¿Yquévasahacerhoy?—lepreguntó. —Me encerraré en nuestra habitación y pensaré en ti. Insisto, conduce con cuidado y, si de verdad quieres hacerme feliz, llama al hotelparadecirmequehasllegadoacasasanaysalva.Aunque…no,no llames,daigual. —Hastaelañoqueviene—exclamóLéonie. Varenna,seisañosdespués Uno —¿DiríasqueyacasiesNavidad?—preguntóLéonie. —Hace un día estupendo, no hace frío, parece primavera — respondióRoger. LlevabanunalbornozyestabanenelbalcóndesusuiteenelHotel duLac. Todavíanomehascontadonadadecómotehaidoesteúltimoaño —dijoella. —¿Acasohemostenidotiempo?—preguntóél,sonriendo. —Creoqueno,dadatucalurosabienvenida—bromeóella. —Nomeechestodalaculpa.Túbrillabas. —Teníamos que recuperar el tiempo perdido —razonó ella aludiendo a su último encuentro, cuando volvía a estar embarazada después de una tregua de seis años. Así que continuó—: La verdad es que Giuditta fue un accidente. Mi marido y yo no teníamos ninguna intencióndetenerunquintohijo. —¿Porquéno?Parecequelacosategusta. —Porquelosúltimosañossinembarazoshansidofantásticos.He podidotrabajarbienycreoquetambiénhesidounabuenamadre.Pero apartirdeahoraseacabaronloshijos,nisiquieraporaccidente. Permanecieron en silencio escuchando el chapoteo del agua al chocarcontralaribera. —Nomehascontadonadadeti—repitióLéonie. —¿Vamosacomer?—propusoRoger,ysepusoenpie. Léonieloimitóeinsistió: —¿Ybien? —MimujerhaqueridoveniraItaliaconmigo.Estavezelcongreso se celebra en Milán. La he dejado en el hotel con las mujeres de los demás médicos. Espero que se vaya de compras y se distraiga — confesófinalmente. —Me siento como una intrusa… Lo siento. ¿Qué excusa le has puesto? —Lehedicholaverdad. —¿Metomaselpelo? LéonieyRogerestabanenelsalóndelasuite. —No,habloenserio.Lehedichoquevolveríaaúltimahoradela tardey,comoqueríaacompañarme,leheexplicadoquenopodíaporque teníaqueveramiamante. —¡Dios mío, Roger! Eso no estaba en nuestro pacto. Nos prometimosnohacerdañoanuestrasparejas. —No le he hecho daño. Cuando se lo he dicho me ha mirado consternada,perojustodespuéssehapuestoareírymehapreguntado quecuándopiensocomportarmecomounapersonaseria.Teloaseguro, elmejormodoparaquenotecreanesdecirlaverdad.Estáconvencida dequeestoypasandoeldíaenlaspistasdeesquí.Detodosmodos,si sospechara, evitaría exteriorizarlo, porque no puedo negar que soy un maridoimpecabletrescientossesentaycuatrodíasalaño. Salierondelhotelysedirigieronalrestaurante. —Mi marido también se preguntará qué hago en mis misteriosas desapariciones prenavideñas. Pero él, igual que tu mujer, prefiere no hablardeltema—explicóLéonie. —Llevamos muchos años desapareciendo poco antes de la Navidad.Estaríamosinfravalorandolainteligenciadetumaridoydemi mujersipensáramosquenosehanpreguntadosientuvidayenlamía hayunparéntesissecreto. —Yasídebeseguirsiendo—afirmóLéonie,condecisión. Cuando estuvieron sentados a la mesa frente a una antigua chimeneadondelaleñachisporroteaba,Rogerretomólaconversación. —Nuestrahistoriaseguirásiendosecreta.Hastaquetumaridoomi mujerdecidanhacerpreguntas—dijoél. —Roger, sólo tenemos un día al año para nosotros solos. ¿Podríamoshablardeotracosa?—propusoella. —Peroesquenopodemoshacercomoellosyesconderlacabeza enlaarena. —Entonceshablemosdeello—cedióLéonie. —Situmaridotepillaraconmigo,¿quéharías?—preguntóél. —Tendría que confesarle nuestra historia y me vería obligada a elegir:otúoél—razonólamujer. —Deberíasenfrentarteatussentimientospormí. —Túdeberíashacerlomismo,situmujertedescubrieraconmigo. —Yoteelegiríaati,peronosoymadredecincohijos,elúltimode loscualesdeunospocosmesesdeedad. —Y estoy muy unida a mi marido y a su familia, más que a mis niños. Le debo mucho a Guido, lo sabes. Era una chica sola e infeliz antes de conocerlo, y él me dio todo lo que deseaba: una casa, una familia, estabilidad económica y afecto sincero. Pero la pasión que, como dices tú, me hace brillar, hasta el día de hoy sólo la he sentido contigo—declaróconsinceridad. —¿Perosituvierasqueelegir? —Roger, ça suffit! Si sucede, te lo diré. Y lo mismo harás tú conmigo. Por ahora me conformo con pensar que todavía me quedan unashorascontigo.Yahorapidamoslacomida—concluyóella. Cuando regresaron al hotel, la sala adyacente al vestíbulo estaba patasarribaydosmúsicos,conunaguitarrayunacordeón,afinabanlos instrumentos. —Lespidodisculpas,peromihijaselicenciólasemanapasaday queríacelebrarloconsusamigos.Esperoquenolesmolesteunpocode ruido—seexcusólapropietariadelhotel. —Amímegustalamúsica—revelóLéonie. —Perovuestrasuiteestájustoencimadeesasala,yhetenidoque elegir entre garantizar el silencio a mis huéspedes o complacer a mi hija: me he dicho que los hijos van antes que los clientes —afirmó la mujer,sonriendo. —Estoy completamente de acuerdo con usted —la tranquilizó Léonie. —Tú no sabes de qué son capaces los hijos. Yo sí. Espera a que crezcanlostuyosyyaverásloqueharán—laadvirtióRogermientras subíanporlasescalerashastasuhabitación. —¿Ya te has olvidado de cuando tenías veinte años? —preguntó Léonie. —Tienesrazón.Soyunviejogruñón. No volvieron a hablar de sus respectivos cónyuges, pero era un temaquepesabasobreelloscomounalosa. Seamaroncomosinofueranaversenuncamás.Alfinal,Léoniese pusoalloraryél,abrazándolaconternura,lesusurró: —Seguiremos viéndonos como siempre. Yo no quiero perderte, y tútampocoquieres. Lesecólaslágrimasylaacunócomosifueraunaniña. Salierondelasuitecuandoyacasihabíaoscurecido.Albajarpor lasescalerasvieronaloschicosqueentrabanalasalaparacelebrarla fiesta.LosmúsicostocabanunamazurcayRogerlesusurróaLéonie: —¿Ysibailáramostambiénnosotros? —Teloibaaproponer—respondióLéonie. Derepenteseencontraronenunafiestadondetodos,incluidoslos músicos, se estaban divirtiendo. Ellos dos bailaron y bailaron intentando olvidar que su sueño se estaba desvaneciendo, perseguido porlarealidad. Villanovahoy Uno Una vez más, las fiestas fueron el pretexto para llenar la casa de amigosyfamiliares,poniendoapruebalapacienciadeGuidoyLéonie. Pero como siempre, después de fin de año, los dos se marcharon a la montañaconsushijosycuandovolvieronaVillanova,sóloencontraron al señor Cantoni y a su hermano monseñor que, debido a la edad, se quedaban en casa descansando. Los hermanos disfrutaban de la compañía recíproca, algo que no pudieron hacer de jóvenes. Les encantaba recordar anécdotas de cuando eran pequeños y a menudo acababanriendodelosmomentosdifícilesdesusvidas. Ahora, mientras esperaban la cena, que se servía puntualmente a lassieteymedia,losdoshermanosocupabanlosextremosdelamesa. Observaban a Guido y Léonie, que estaban sentados en los laterales juntoasushijos. ElindustrialyelreligiosoconsiderabanalafamiliadeGuidouna especiedeobramaestraynodejabandepreguntarsededóndeprocedía tantaperfecciónydedesearquenadalaperturbase. Mientras degustaban un arroz al gorgonzola y un escalope vienés concondimentodetrufas,losadultoshablabandetrabajo,deeconomía o de política, y los jóvenes, educados por Léonie, callaban y escuchaban. En las conversaciones aparecían críticas al nuevo gobierno, que prometía la luna y que al final acababa repartiendo higos secos. Lamentaban la difusa indulgencia respecto a la evasión fiscal y otras ilegalidades que se estaban convirtiendo en hábitos comunes, comparándolosalbuenhacerdeantaño,queaúnsobrevivíaenalgunos países europeos, y pronosticaban grandes problemas para el futuro de Italia. —Chicos,lasreglassonlabasedelaarmoníadelmundoydela convivenciacivilizada—sermoneóeltíomonseñor,dirigiéndoseasus sobrinos. —Sinreglasnosevaaningúnsitio—confirmóelseñorCantoni. Antelaenésimarepeticióndeesteconcepto,Gioacchinopreguntó: —¿Existeunareglaparasabersiesmejorelpasteldechocolateo latartaconcremadelimón? Léoniefulminóasusegundohijo: —Tais-toi,s’ilteplaît. —¿Por qué? No es una pregunta que esté tan fuera de lugar — intervinoGuido. LapreguntadeGioacchinonacíadeunmomentodeintimidadcon sumadre. El día antes, aprovechando que Guido había madrugado, GioacchinosemetióenlacamaconLéonieenbuscademimos,queella noescatimabaaningunodesushijos. Mientras estaban cómodamente debajo de la colcha, abrazados, ellalesusurró: —Quenolleguenuncaeldíaenquetengaqueelegir. Sin percatarse, dio voz a los pensamientos que la atormentaban desdesuúltimoencuentroconRoger. —¿Situvierasqueelegir?—preguntóelniño,queescuchólafrase quemurmurósumadre. —¿Elqué?—preguntóella,desprevenida. —Esolosabestú.¿Porquénomelodices? —Pensabaqueentrelascosasquemásmegustanestánelpastelde chocolate y la tarta con crema de limón, y no sabría cuál de las dos preferiría —explicó, imaginándose tener que elegir entre Guido y Roger. —¿Porquéelegir?Yocomeríadelasdos—replicóelchico. —Estoydeacuerdocontigo—declaróLéonie,riendo. Pocodespués,elniñosedurmióabrazadoaella. AhoraGuidoledecíaasuhijo: —La única forma de saber cuál te gusta más es probar las dos cosas. —Peromamálashaprobadoydicequelegustanlasdos—insistió elniñoenlugardequedarsecallado,comolehabíapedidoLéonie. —¿Enserio?Nosabíaquefuerastangolosa—ledijoGuidoasu mujer. —Esa no es la cuestión. ¿Cómo se puede elegir entre dos cosas, sabiendo que sólo puedes quedarte con una? —intervino Giuseppe dirigiéndose a su abuelo, a quien reconocía una autoridad superior al restodelosmiembrosdelafamilia. —Buscas una tercera cosa que te guste más que esas dos y se acabóelproblema—dijoGioia,queeramuypragmáticaydetestabala introspección. —Hay cosas para las que no existen reglas, sólo compromisos. Volviendoalasdostartasquelegustantantoavuestramadre—dijoel abuelodirigiéndoseasunuera—,bastaráconreducirlaporcióndeuna ydeotraydisfrutardeambas. EntoncesGuidoleregalóunasonrisaasumujeryconcluyó: —Devezencuando,unsanoatracóndepasteldechocolatesienta bienalamoral. Porunmomento,Léoniesepreguntóquéescondíanlaspalabrasde sumarido,perosurostrosonrienteyserenolatranquilizó. Dos Habíanochesenque,frentealachimeneadelsalónrojo,Léonieyel suegro se quedaban solos charlando después de cenar. Con los niños durmiendo y Guido en Roma, si no había invitados, el patriarca de la casa Cantoni dejaba fluir las palabras, consciente de que su nuera lo escuchabaatentamente. Léonie era inteligente, sabia y estaba dotada de extraordinarias capacidades empresariales. Renzo sentía por ella un afecto paterno, perocomoteníauncarácterduro,enlugardedecirle«Tequiero»,ode felicitarla por una negociación que había acabado bien o por alguna iniciativa que había puesto en marcha, le decía: «Puedes hacerlo mejor». Desdehacíatiempo,lanuera,queloconocíabien,leofrecíauna sonrisaafectuosaynorespondíaalaprovocación. Unanochedeabril,mientrasenelexteriorhabíauntemporalyel anciano bebía una infusión de amapola de California preparada por Nesto,ellacomentó: —Hepensadoquepodríamosmontarunaguarderíaparaloshijos delosempleados.Permitiríaalasjóvenesmadresquehantenidohijos volver a trabajar sin tener que recurrir a una excedencia porque no saben con quién dejar a los niños. En Japón y en otros países, estas guarderíasdanmuybuenosresultadosenelrendimientodeltrabajo. —¿No tienes bastante con el Museo del Grifo y el comedor transformadoenunrestauranteconmenúaelegir?Ahoramevienescon estadiablura—exclamóRenzo,ensuhabitualtonoarisco. —Sienlafábricahubiésemostenidounaguarderíaparamishijos, yo me habría ahorrado un tiempo precioso y habría trabajado más y mejor—insistióella,nadadesalentadaporlaactituddesusuegro. —¡Tú eres de las que piensan cien cosas y luego hacen una! ¿Tienes la más mínima idea de lo que nos costaría este proyecto y de todaslasobligacionesquehabráquecumplirylasmultasalasquenos exponemos si no obedeces las normativas y pasas los controles de Sanidad y todo lo demás? Y por cierto, ¿dónde lo harías? —preguntó concuriosidad. —Entre la fábrica y las oficinas, hay un área donde se puede construir un edificio funcional y hacer un jardín para que los niños jueguenalairelibre.Yatengolosplanos,unpresupuestodeloscostes, lasolicituddelospermisosyelresultadodeunaencuestaentrenuestras trabajadoras.Estaríanmuycontentassipudieranllevaralospequeños altrabajo.Asípodríanestarconellosdurantelahoradecomeryenlas pausas.Esopornomencionarquelaguarderíaenelpuebloesmuycara, mientras que nosotros podríamos pedir una cantidad simbólica, asumiendo los gastos de gestión que recuperaríamos con una mejor productividad —explicó Léonie, revelando todo el trabajo que había llevado a cabo con la esperanza de que su suegro diera su consentimiento. —¡Eresunabrujilla!Yatehasganadolaestimayelafectodelos empleados,peroparecequeatinotebasta.Quieresqueteadoren— exclamóRenzo,divertido. —Yo sólo quiero lo que usted quiere, papá. De todos modos, he expuestomiidea.Ahoraletocaaustedtomarunadecisión. Renzo Cantoni admiraba la inteligencia y las dotes empresariales de su nuera. Se consideraba muy afortunado porque ella había garantizadolacontinuidaddelaempresafamiliar.Hubounaépocaenla que temió tener que vender la grifería por la falta de sucesor, ya que Guido, su único hijo, no estaba predispuesto a continuar el negocio. Pero sucedió un milagro, en el horizonte apareció aquella joven francesa que se apasionó con la fábrica y que al tener cinco maravillososhijos,habíaaseguradolacontinuidaddelafamiliaydela empresadelosCantoni.Ynosóloeso,estabamodernizandolaimagen algo pasada de moda de la grifería transformándola en una marca moderna,casifuturista. Todas las revistas del sector, incluidas las más prestigiosas, dedicaban artículos y fotografías a los modelos de la producción Cantoni, que eran cada vez más elegantes e innovadores. Sus grifos estabanenlosbañosdelascasasmásimportantesydeloshotelesmás exclusivos de todo el mundo. El golpe maestro de Léonie fue adjudicarse el suministro para el Elíseo y el Kremlin. Los rusos sólo queríangrifosdeoromacizo,comolosqueseproducíanparalospaíses árabes. AhoralapropuestaqueLéonielehabíahechoasusuegroencajaba en la línea de acciones sociales que la familia había llevado a cabo tradicionalmente:lafinanciacióndelaresidenciadeancianosydeuna guarderíainfantilconeducadoresprofesionales. A Renzo Cantoni le encantaba repetir, igual que a su padre, la frase: —Tenemosquehacernosperdonarnuestrosprivilegiosayudandoa losnecesitados. A lo largo de los años, a Renzo le había tocado escuchar a empresarios que presumían de las medidas que habían llevado a cabo parafavorecersusnegociosendetrimentodesusoperarios,sobretodo delasmujeres,alasqueobligabanafirmarunacartadedimisiónjunto al contrato. De este modo, si se quedaban embarazadas, estaban obligadas a dejar el trabajo. Muchos de ellos mantenían una doble contabilidad:lalegalyotraennegro,ycontratabandeformalícitasólo a la mitad de los empleados, un sistema perverso que castigaba a los emprendedoreshonestosyquecausaríaproblemasatodos. Cuando Renzo criticaba a estos empresarios, algunos le respondían: —Túeresmásastutoquenosotros.Tehasmetidoatugenteenel bolsilloynadieseatreveameterlasnarices. Eso era cierto, pero sucedía porque respetaba las leyes y se preocupaba por los empleados. Eran los valores que le había transmitidosupadre,AmilcareCantoni,ynuncaloshabíatraicionado. Ahora,trasunlargosilencioenfatizadoporlostruenos,Renzodijo aLéonie: —Quieroanalizarlospresupuestosdelproyecto.—Selevantódel sillónyañadió—:Ahoramevoyadormir. —Yotambiénsubo—concluyóella,ylosiguió. Alpasarjuntoalpianoquepertenecióasumujer,Renzoacarició lasteclasconsuavidadysusurró: —Echodemenosalacondesa.Noentiendoporquétúytúmarido pasáis tan poco tiempo juntos. Todo es por culpa de ese trabajo descabelladoquesehainventadoyqueleobligaaestarenRoma.Pero bueno…veteasaberporqué.Semereceríaqueteecharasunamante— murmurómientrassalíandelascensorenelprimerpiso. Léoniesonrióylepreguntó,divertida: —¿Esunasugerencia? —Alcontrario,esuntemor—murmuróél,mirándoladirectamente alosojos. —Estétranquilo,papá—respondióLéonie,ylediounbesoenla mejilla. Tres Todalafamiliasesentóalamesa,queestabapreparadaparacelebrar unafiesta.Enelexterior,lanievecaíalentaysilenciosa. Renzo Cantoni y el tío Gioacchino, cada vez más ancianos y pesados,estabansituados,comodecostumbre,enlasdoscabecerasde lamesa,mientrasqueLéonieyGuidoestabanenloslaterales,unofrente alotro.Losacompañabansushijosysusrespectivasparejas. Suprimeranieta,Margaret,hijadeGiuseppeydesumujerFiona, tenía tres meses y descansaba en su habitación acompañada por una niñera. Era Nochebuena y, siguiendo la tradición, después de cenar, se trasladaronalsalónamarillo,dondealospiesdeunabetomonumental les esperaba una montaña de regalos por abrir. El señor Cantoni murmuró: —Disfrutad de este don de Dios, porque el año que viene podríamos vernos obligados a cenar sopa y tener que calentarla con nuestropropioaliento. Pretendíasersupersticioso,peroaunasídabavozaltemordeuna crisisquehabíainvertidoelmundoyqueenItaliaseveíaagravadapor laescasaconfianzadelagenteenlaclasepolítica,incapazdellevarel paísabuenpuerto. La empresa familiar no mostraba todavía signos de flaqueza gracias a la intuición de Renzo Cantoni y de Léonie, que los había animado a invertir en los procesos de producción para lograr la excelenciayabuscarnuevosclientesenlospaísesárabesyenChina. Cuando Léonie contemplaba los grifos destinados a los altos cargoschinosyalossultanesárabes,suspiraba: —Mepareceuninsultoalamiseria. Eranobjetosrecubiertosconláminasdeoro,deplataofabricados en oro macizo, con formas futuristas y destinados a casas de millonarios.Cadaunoeraunajoyamuycostosaquellevabaimpresoel nombredequienlohabíaensamblado.Unaseriedeestosgrifossehabía expuestoenelMuseodeArteModernodeNuevaYork. Gracias a la especialización en el mercado internacional de lujo, los Cantoni habían garantizado la supervivencia de la empresa y a los empleados un trabajo cualificado y un sueldo adecuado. Pero en Villanovahabíaoperariosdeotrasempresaspequeñasymedianasque teníanquequedarseencasacobrandoelparoporquesehabíaparadola producción,yesocuandolafábricanocerrabadirectamente. La desconfianza en el futuro envenenaba el carácter de todo el mundo. Gioacchino,quetrabajabaenLondres,enlaCity,yveíadeprimera mano la marcha de los mercados financieros, realizó una descripción sumariaydespiadadadelcursodelaeconomíaenlospróximosaños. Giuseppe,quetrabajabaenunbufetedeNuevaYork,declaró: —Hayquetenerpacienciaduranteunospocosañosyluegollegará larecuperación. —AlmenosenNavidadpodríamosdejardehablardelacrisisy disfrutar de nuestros regalos, ¿no? —intervino Guido, que abrió el regalodesuhijaGioiaydesunovio,Bertrand. Eran unos gemelos de oro con sus iniciales grabadas. Entonces empezó una serie interminable de agradecimientos, intercambios de abrazosydepullitasentrehermanos. Léonieobservabaconorgulloasushijos,guaposyconunmontón desueños,ysepreguntabacuáldeellosheredaríalagrifería.Giuseppe no tenía ninguna intención de volver a vivir en Italia, a menos que se dieracuentadelomuyantipáticaqueerasumujer,larubiaFiona,quelo tenía dominado y le imponía sus elecciones. Gioia vivía en París y, siguiendo los pasos de su padre, se dedicaba al periodismo. Estaba haciendoprácticasenlarevistaElleysunoviotrabajabaenelElíseo. Léonie, en cambio, sí tenía algunas esperanzas fundadas en GioacchinoyGiacinta. Gioacchino,guapísimocomounarcángelyconunfísicoatléticode estatuagriega,cadavezquevolvíaaVillanovaacudíarápidamenteala empresayseplantabaensudespachoparasometerlaapreguntassobre laproducción,lagestióncomercial,laplanificaciónylasinversiones. Giacinta, que había hecho el bachillerato artístico y es estaba especializandoenrestauracióndeantigüedadesenRoma,estudiabacon curiosidadlosbocetosylosdiseñosdelosmodelosqueestabanenfase deproducción.Enunpardeocasionescomentó: —Adoro la restauración, pero me deprime la miseria de los medios de los que disponemos. Creo que tarde o temprano perderé la pacienciayvendréatrabajarcontigo. Léonienopresionabaaningunodesushijosyesperabaque,algún día,llamaranalapuertadesudespacho. Gioacchino tenía una relación desde hacía varios años con Peter, que trabajaba en el Sunday Mirror. Era un hombre simpático y un periodista brillante, pero terriblemente posesivo, y Gioacchino empezabaamostrarseñalesdeimpaciencia.Perograciasaélconsiguió compartirabiertamentesuhomosexualidad.LafamiliaCantoniaceptósu condiciónyasuparejasinningúndrama,peroLéonieestabasegurade que,enalgúnmomento,Gioacchinopondríapuntoyfinalasurelación conPeteryvolveríaaVillanova. Giudittatodavíaeraunmisterio.Teníadieciséisaños,estudiabaen uncolegiodeSuiza,odiabalaactividadfísicaypasabalamayorparte del tiempo leyendo novelas románticas. A diferencia de sus hermanas, quemanteníanlospiesenlatierrainclusocuandoteníanlacabezallena desueños,ellavagabacomounglobomovidoporelvientoyparecíano desear ningún anclaje. Léonie se decía que estaba creciendo más lentamentequesuscuatrohermanos. Pocoantesdemedianoche,salierontodosjuntosparairalamisa delpueblo. El tío Gioacchino se marchó un poco antes, porque tenía que oficiarlamisaconelpárroco. Al día siguiente, por la mañana, como cada Navidad, Guido, su padre y Léonie visitaron a los ancianos de la residencia y repartieron regalos.Losancianosysusfamiliaresrecibieronlosdonesconamplias sonrisas.Alregresaracasa,lafamiliasereunióentornoalamesabajo lavigilanciadelviejoNesto,quedirigíaalpersonaldeservicioconla habilidaddeundirectordeorquesta. Siguiendolatradición,elseñorCantonisepusoenpieyempezósu discursoconlafrasederigor: —Unavezmás,enlafiestadelnacimientodenuestroSeñor,siento unagranalegríaportenerosatodosconmigo. Recordó a su padre Amilcare, a su madre Bianca Crippa y a su amadaCelina,cuyoespíritu,estabaconvencido,cuidabadetodosellos. Comosiempre,seconmovióaldecir: —No sé cuántas Navidades más me concederá el buen Dios, porquesoyunviejocansadoymaltrecho.Peroledoylasgraciasporque todavía estoy aquí con mi hermano, con el cual compartí una infancia difícil;conmihijo,quelamentablementenosiguiómispasos,peroque aúnestáatiempodehacerlo;conminuera,quetieneelaspectodeuna jovencita pero la fuerza de un león y que forma parte de la columna vertebral de nuestra empresa; con mis nietos, que gracias a Dios han salidoguapos,sanosyenloscuales,almenosenalgunos,depositola esperanzadetransmitirelamorpornuestraempresa.—Hizounapausa parasecarseunalágrimayconcluyó—:¡FelizNavidadatodos! Renzosesentó.MonseñorGioacchinohizoelsignodelacruz,los demás lo imitaron, bendijo a los comensales y, finalmente, se dispusieronacomer. A última hora de la tarde Guido y su mujer se quedaron por fin solosenelsalóndesuapartamento.Estabanagotadosyseabandonaron enelsofámientrasunacriadadejabaenlamesadelahabitaciónunpar detazasyunateteraconinfusióndehierbas. —¿Cómohaido?—preguntóGuidomientrasservíalasinfusiones. —Bien,comosiempre.¿Nocrees?—opinóLéonie. —Sí, ha ido muy bien. Esperemos que nuestros hijos sean como parecen,serenosyequilibrados. —Yo también espero que no nos escondan disgustos o preocupaciones. —Sialgunodeellostedijeraquetienealgúndisgustoapremiante desdehaceaños…ensecreto… —HeabsorbidotanbienelcomportamientodelosCantoniquemi consejoseríaelsiguiente:ciérraloconllaveenelfondodetucorazóny hazverquenoexiste—lointerrumpióLéonie.Luegoañadió,mirándolo alosojos—:¿Acasoquieresdecirmealgo? Entreelloscalóelsilencio.Guidoseterminólainfusiónyalfinal murmuró: —EsteañotambiénhasidoaVarennaparaverteconaquelhombre. Cuatro Léonieapretóconfuerzalatazaqueseestaballevandoaloslabiosy nodijonada. —Hapasadomuchotiempodesdelaprimeravezqueosvijuntos —continuóGuido. Siguióotrolargosilencio.Desdeeljardínllegabanlasvocesylas risasdesushijos,quejugabanatirarsebolasdenieve. —La primera vez, el descubrimiento fue del todo casual. Estaba buscandolocalizacionesparaambientarunguión.Osviyelmundose me vino abajo. El hombre con quien estabas era un tipo atractivo y parecíaisestarmuybienjuntos. Guido hablaba con calma con la mirada fija en la ventana, por dondeseveíacaerlanieve. —Cuandovolvisteacasa,yoestabadurmiendoenmiestudio,pero eldíadespuésteviradiante—prosiguió,yluegoañadió—:Porprimera vez desde que nos casamos, me di cuenta de que estaba perdidamente enamorado de ti. No sabía qué hacer, incluso acudí a una agencia de detectives privados, que te siguió durante meses sin descubrir nada, sóloqueteveíasconaquelhombreunaspocashorasduranteunúnico díaalaño,el22dediciembre.Intentéquesalierasdetusilencio,pero luego no me atreví a insistir porque tenía miedo de perderte. Durante estos años, más de una vez, cuando ibas a Varenna me habría gustado seguirte.Peromequedabaencasarezandoparaquevolvierasconmigo. Despuésdecadacitaintentabaconvencermedequeseríalaúltimavez, queeltiempopondríapuntoyfinalaesahistoria.Peroturelacióncon elmarsellésparecenotenerfin.Asíqueestoydispuestoadesaparecer si decides dejarme, pero quiero que sepas que te amo profundamente, queereslamujerdemivida. Conmanostemblorosas,Léoniedejólatazasobrelamesa. Lágrimas silenciosas se deslizaban por sus mejillas mientras respondía: —¿Porquéhasesperadotantotiempoparadecirmetodoesto? —Porque soy un Cantoni, y los Cantoni, ya lo sabes, callan — respondióGuido. Ellasesecólaslágrimasydijo: —SiemprehecreídoqueseguíasenamoradodeAmaranta,queen tu corazón no había sitio para otro amor y yo necesitaba desesperadamentesentirmeamada. —Asíque…losabes…¿Quiéntelohacontado?—preguntóélen unsusurro. —ElabueloAmilcare. —Ynuncamehasdichonada—constatótristemente. —Me adapté a la actitud de la familia —replicó ella, con amargura. —Esa actitud ha causado mucho sufrimiento inútil —precisó Guido.Tomóunamanoasumujeryprosiguió—:Amarantafuedurante mucho tiempo el fantasma de una pasión juvenil, absurda y delirante. Peroestoyenamoradodetidesdehacemuchosaños.Tequiero,tedeseo y no quiero compartirte con ningún otro hombre, ni siquiera un día al año. «Bien, ha llegado el momento de la verdad», pensó Léonie. Y de repente, se sintió presa de una rabia furibunda. Se puso en pie y, enfrentándoseasumarido,loatacó: —Tú te casaste conmigo y seguiste alimentando durante años una pasión por otra mujer, y ahora, de repente, dices que siempre me has querido,queestásceloso,quetehehechosufrir,quenotolerasquehaya otro hombre en mi vida y, como eres muy generoso, me ofreces la posibilidad de escoger. ¿Pero cómo te atreves? ¿Recuerdas nuestra noche de bodas? Yo era virgen y estaba muy asustada. Frente a mi miedo, sólo pudiste decir una cosa: «Bueno, ya lo intentaremos más tarde». Te giraste y te quedaste dormido. Cierto, siempre has sido impecable, me has colmado de regalos y de ternura, pero tus pensamientos estaban en otro lugar. Cuando me viste con un hombre, entonces y sólo entonces descubriste que estabas celoso y locamente enamorado de mí. ¿Y qué hiciste? ¡Quedarte callado! ¿Qué tipo de hombre eres, Guido Cantoni? Si realmente quieres saber la verdad, el hombrealqueveoenVarennayalquehededicadounamínimapartede mi atención, una sola vez al año y durante unas pocas horas, ha contribuidoamantenerenpienuestromatrimonio,alaesperadequetú, despuésdecasitreintaaños,tedecidierasadecirmequemequieresa mí,ynoaAmaranta.Ahoraerestúquiendebeescoger,noyo.Puedes optar por seguir estando conmigo sin más secretos ni misterios, o puedesvolveraRomadonde,porotrolado,haspasadounagranparte detutiempo,dejándomesolaparacuidardelosniños,conlaayudade tus abuelos y de tus padres, que, a diferencia de ti, me han querido desdeelprimerdía.Ahoramevoyconlosniñosysisedancuentade queestoymal,porqueestoymal,nomentirédiciendoquenopasanada, sinoquelesexplicaréqueestoyfuriosacontigo. Pronunciólasúltimaspalabrasmientrasdabaunportazo. Los hijos no le preguntaron nada. Giuseppe y Fiona se habían marchado a Milán y se habían llevado a la pequeña Margaret. Gioacchino y Peter jugaban al ajedrez, Gioia y Giaccinta hojeaban algunasrevistasdemoda,Giudittaestabatumbadaenlaalfombrafrente alachimeneay,comosiempre,leíaunanovelaromántica. Apenas levantaron la vista cuando entró en el salón amarillo y luegolaignoraron.Ella,entonces,sedirigióalsalónrojo,dondeeltío Gioacchino roncaba, tumbado en un sofá, y su suegro veía la tele hundidoenunabutaca. —Parece que te haya mordido una tarántula —observó Renzo al verlaentrar. —Hediscutidoconsuhijo—explicóLéonie,contonodecidido. —Las fiestas son siempre el mejor momento para pelearse — replicóél,conairecomplacido. —EsposiblequeGuidoyyonosseparemos—confesóella. —¿Noestáisunpococreciditosparaestastonterías? —Tarde o temprano tenía que suceder. Y ha pasado ahora — respondióLéonie. EntoncesentróGuido.Sinmediarpalabra,lacogióporunbrazoy se la llevó afuera, mientras Renzo Cantoni reía sarcásticamente y su hermano monseñor seguía roncando. Léonie no opuso resistencia, en parte porque su marido tenía mucha fuerza, y lo acompañó al primer piso,alsalónquehabíajuntoasudormitorio. —Siéntate—leordenóconuntonoqueladesorientó. Ellaobedecióyélseplantódelante.ElrostrodeGuidoseendulzó yledijo: —Soy un estúpido. Durante demasiados años me he comportado comounidiota.Nosirvedenadaquetepidadisculpas.Peroloquesíte quiero preguntar, a pesar de todo, es si quieres seguir compartiendo conmigo el resto de nuestra vida. Por favor, di que sí, porque te amo hastalalocura. Cinco Léonie nunca había visto a su marido tan conmovido y desesperado. Cedióyletendióunamano,queélcogióentrelassuyas. —¿Ybien?—preguntóansioso,sentándoseasulado. —Esunalocura—susurróLéonie,másasímismaqueaél. —¿Elqué? —Quehayasesperadotantosañosparadecirmequemequieres. —Nomeparecíanecesario,dadoquetelodemostrabacadadíade milmaneras. —¿Cómo? ¿Haciéndome regalos? ¿Pasando en Roma toda la semanayfingiendoquenuestromatrimonioeraperfecto? —Cada palabra que pronuncias es un hachazo a mi esperanza de comenzarunanuevavidacontigo—selamentóGuido. —Ytú,¿tieneslamásremotaideadecuántomehamortificadotu amortibio,carentedeimpulsosytuhistoriaconAmarantaquesiempre hasescondido,comosiyofueraunaextraña?Yotehecontadotodami vida.Túnuncamehasdichonadadeti—sedesahogóLéonie. —¿Porquénomehasdejadoparairteavivirconelmarsellés?— reaccionóGuido,ignorandosupregunta. Léonie no respondió en seguida. Observó a su marido, que la mirabadirectamentealosojos,ysesintióperdidaporunmomento. —¿Porquetequeríaati?—susurró. —Notienesquepreguntármeloamí,sinoati—laapremióGuido, cogiéndolelasmanoscondecisión. —¡Diosmío!Yo…mequedéporque…estoyenamoradadeti— confesóella. Rompióalloraryestuvoasídurantemuchoratoentrelosbrazosde sumarido,quelaabrazabaconfuerza. Cuandosecalmó,Guidoledijo: —Hemossidodosidiotas. —Piensa en cuántos años nos hemos perdido —observó Léonie, secándoselosojos. —Enrealidadnoloshemosperdido,porquetodavíaestamosaquí, losdos,juntos—latranquilizóGuido,sonriéndole. —Necesitoestarsolaunratopararecuperarmedetantaemoción. Encárgatetúdeloschicos,porfavor. —De acuerdo —respondió él, la besó en la frente y salió del salón.Léoniesefuealdormitorio,setumbóenlacamaypocodespués sequedódormida. Cuandosedespertó,Guidoestabaasulado. Léonieserefugióensusbrazosyledijo: —¿Notegustaríaquetuviéramosotrohijoparainaugurarnuestra nuevavidajuntos? —¿Anuestraedad?—preguntóGuido,riendo. —Exacto,seríaunnuevoairedejuventud—respondióella. —Puesintentémoslo—decidióGuido. Después de las fiestas, antes de que sus hijos se marcharan de Villanova,GuidoyLéonielepidieronaltíoGioacchinoquecelebrara una misa en la iglesia del pueblo para todos ellos, por la familia reunida. Tresmesesmástarde,Guidollamóporteléfonoatodossushijos paracomunicarlesquesumadreestabaembarazada. ElsextohijonacióaprincipiosdeoctubreylollamaronGiovanni. Aprincipiosdediciembre,LéoniefueaVarennayleentregóala propietariadelHotelduLacunsobreparaeldoctorBastiani,paraque seloentregaracuandoacudieraalhotel,siesquelohacía.Conteníaun foliodondehabíaescritounmensaje: «Amigo mío, he sido feliz contigo en cada instante que hemos pasadojuntos.Perodespuésdemuchosaños,porfinheencontradoen mimaridoloquedurantetantotiempobusquéenti,ennuestrabellísima historia.Eresunhombremaravilloso.Adieu,moncherami.Léonie». Agradecimientos Paralosdetallesrelacionadosconlaesferadelafeminidad,hepedido ayuda a don Massimo Candiani, jefe de Ginecología del hospital San RaffaeledeMilán. Respecto a las modalidades de sustitución de un neumático de automóvil he seguido las instrucciones de Edoardo Colombo, responsabledeAsistenciaRenaultdeEzioColombo. Por lo demás, quiero dar las gracias a mi preciada editora Donatella Barbieri y a todas las «chicas» de la editorial italiana Sperling. Sobrelaautora SvevaCasatiModignanieselpseudónimoqueutilizaronBiceCairatiy su marido Nullo Cantaroni para firmar sus novelas. Cantaroni falleció en2004ydesdeentonces,sumujerhaseguidoutilizandoelpseudónimo ysehaconvertidoenunadelasautorasmásvendidasdeItalia.Concasi treinta novelas publicadas, sus obras han alcanzado los once millones deejemplaresvendidosentodoelmundoysuslibrossehaneditadoen másdeveintepaíses. Graciasporcompraresteebook.Esperamosquehayas disfrutadodelalectura. QueremosinvitarteaquetesuscribasalanewsletterdePrincipaldelos Libros.Recibirásinformaciónsobreofertas,promocionesexclusivasy seráselprimeroenconocernuestrasnovedades.Tansolotienesque clicarenestebotón. Elairequerespira Cherry,BrittainyC. 9788416223503 304Páginas Cómpraloyempiezaaleer ¿Esposiblevolverarespirartrashaberloperdidotodo? Tristanhaperdidoasumujeryasuhijo. Elizabethhaperdidoasumarido. Sondosalmasheridasqueluchanporsobrevivir. Necesitanrecordarloquesesientealquerer. Soloasípodránvolverarespirar. LanovelarománticarevelaciónenEstadosUnidos Cómpraloyempiezaaleer Porfavor,déjameodiarte Premoli,Anna 9788416223473 304Páginas Cómpraloyempiezaaleer ¿Puedesllegaraenamorartedealguienaquienodias? Jenniferesabogada. Ianeseconomista. Yseodian. Unclientelosobligaatrabajarjuntos. ¿Ysidelodioalamorsolohayunpaso? PremioBancarelladeloslibrerositalianos MásdemediomillóndeejemplaresvendidosenItalia Cómpraloyempiezaaleer Homicidio Simon,David 9788416223480 784Páginas Cómpraloyempiezaaleer El escenario es Baltimore. No pasa día sin que algún ciudadano sea apuñalado,apalizadooasesinadoatiros.Enelojodelhuracánseencuentra la unidad de homicidios de la ciudad, una pequeña hermandad de hombres queseenfrentaalladomásoscurodeEstadosUnidos. David Simon fue el primer periodista en conseguir acceso ilimitado a la unidad de homicidios. La narración sigue a Donald Worden, un inspector veterano en el ocaso de su carrera; a Harry Edgerton, un iconoclasta inspectornegroenunaunidadmayoritariamenteblanca;yaTomPellegriniun entusiasta novato que se encarga del caso más complicado del año, la violaciónyasesinatodeunaniñadeonceaños. Homicidioseconvirtióenlaaclamadaseriedetelevisióndelmismonombre ysirviódebaseparalaexitosaTheWire. Cómpraloyempiezaaleer Real Evans,Katy 9788494223488 336Páginas Cómpraloyempiezaaleer Unboxeadorinestable. Unajovenconlossueñosrotos. Unacombinaciónexplosiva. RemingtonTateeselhombremássexyycomplicadoqueBrookehaconocido jamás. Es uno de los boxeadores más admirados, deseados y ricos del circuito de boxeo clandestino. Pero cuando la invita a la habitación de su hotel, lo último que la joven fisioterapeuta espera es que le ofrezca un empleo. Laatracciónentreellosesevidente,peroBrookenoestádispuestaatirarsu vidaprofesionalporlaborda.¿Podráaguantartresmesesjuntoaélsincaer enlatentación?¿QuéquiereRemingtonTatedeella?¿Ycuálessuterrible secreto? Cómpraloyempiezaaleer Enrealidad,nuncaestuvisteaquí Ames,Jonathan 9788416223329 96Páginas Cómpraloyempiezaaleer Unhéroecuyaarmafavoritaesunmartillo…claramentetieneproblemas JoeesunexmarineyexagentedelFBI,solitarioyperseguido,queprefiere ser invisible. No se permite ni amigos ni amantes y se gana la vida rescatandojóvenesdelasgarrasdelostratantesdeblancas. UnpolíticolocontrataparaquerescateasuhijadeunburdeldeManhattan, yentoncesJoedescubreunaintrincadareddecorrupciónquellegaalomás alto.Cuandoloshombresquelopersiguenacabanconlaúnicapersonaque le importa en el mundo, abjura de su voto de no hacer daño a nadie. Y si alguienpuedeabrirsepasohastalaverdadafuerzadecadáveres,eseesJoe. En realidad, nunca estuviste aquí es un homenaje a Raymond Chandler y a DonaldWestlakeysuseriesobreParker.Enestadurayemocionantenovela, Amesdesafíaloslímitesdelanovelanegraycreaunprotagonistademoledor ypsicológicamenteperturbadoquesalvaaotrosperoesincapazdesalvarse asímismo. Cómpraloyempiezaaleer TableofContents UNDÍADEAQUELINVIERNO ÍNDICE Villanovahoy Uno Dos Tres Cuatro Varenna Uno Dos Tres Villanova Uno Bianca Uno Dos Tres Cuatro Cinco Seis Siete Villanova Uno Dos Tres Cuatro Cinco Seis Celina Uno Dos Tres Cuatro Cinco Seis Varenna Uno Dos Tres Cuatro Cinco Amaranta Uno Dos Tres Cuatro Cinco Seis Siete Ocho Nueve Diez Once Doce Trece Catorce Quince Dieciséis Diecisiete ElascensodeLéonie Uno Dos Tres Cuatro Cinco Seis Siete Ocho Nueve Diez Léonie Uno Dos Tres Cuatro Cinco Seis Siete Ocho Nueve Diez Villanova Uno Dos Tres Cuatro Varenna Uno Varenna,seisañosdespués Uno Villanovahoy Uno Dos Tres Cuatro Cinco Agradecimientos Sobrelaautora