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LAS SIETE IGLESIAS DE ROMA
ITINERARIOS PARA EL JUBILEO DE LA MISERICORDIA
INTRODUCCIÓN
El 28 de octubre del año 312, Constantino en la batalla del Puente Milvio
venció a su rival Messenzio, entrando en la ciudad como único Augusto de Roma.
Según la tradición, ya antes de esta batalla decisiva, el emperador se había acercado al
cristianismo, abandonando el paganismo. Su voluntad era de índole reformadora, que
fue reafirmada el año siguiente con el Edicto de Milán, suscrito con Licinio, que al
tiempo era Augusto del imperio romano de Oriente.
El Edicto de Milán es uno de los más importantes documentos de la época:
Licinio y Constantino, los únicos padrones del imperio que quedaron, establecieron
para todos los ciudadanos, y entonces también para los cristianos, la libertad de
adorar a sus propias divinidades. Los cristianos tuvieron la restitución de los bienes
confiscados en el pasado, recibiendo también un resarcimiento por los daños
sufridos. Contextualmente, el paganismo perdió el status de religión de estado. Pero
estas disposiciones constituyeron solamente una etapa transitoria de las normativas
que regulaban las relaciones entre los cristianos y el imperio, tambièn porque Licinio
y Constantino tenían puntos de vista diferentes: de hecho, el primero concebía tal
concesión como la máxima posible por parte del estado, mientras que para el segundo
se trataba de un punto de partida para elaborar facilidades y beneficios cada vez más
amplios para los cristianos. En 312, cuando Constantino venció a Lucinio, unificando
todo el imperio bajo su mando, la ruta hacia la cristianización fue por eso nuevamente
acelerada, aunque su realización definitiva se cumplirà en el 380 con el Edicto de
Tessalonica de Teodosio I, con la obtención del apoyo del estado a la religión
cristiana, perjudicando aquellas preexistentes.
De hecho, Constantino, aunque prohibió algunas actividades mágicas y
rituales, no prohibió totalmente el culto pagano, que todavía contaba con muchos
seguidores, para buscar una política de compromiso. Apoyó también la expansión del
cristianismo, reconociendo el domingo como festividad también por parte del Estado,
y favoreciendo al interior de la sociedad del impero el aumento y desarrollo del clero.
En este contexto, tenemos que encuadrar también la intensa actividad
edificatoria por parte del emperador de basílicas y edificios de culto cristiano.
Algunas de estas iglesias nacieron en las cercanías de tumbas y sitios simbólicos
ligados, según la tradición, a personajes importantes de la nueva religión, que atribuía
grande importancia al culto de las reliquias.
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Roma, en calidad de sede del poder papal, llegó a ser enseguida la elegida para
las peregrinaciones de cristianos que acudían cerca de las tumbas de Pedro y Pablo y
de otros mártires (sobre todo desde el siglo VII después de la invasión árabe de la
Tierra Santa). Como consecuencia, podría haberse originado la tradición de la visita a
las siete iglesias: San Pietro, San Paolo fuori le Mura, S. Sebastiano y San Lorenzo, en
calidad de basílicas sepulcrales, osea erigidas en los lugares de sepultura de santos
mártires; San Giovanni in Laterano, en calidad de sede del papado, Santa Croce in
Gerusalemme, como lugar de conservación de reliquias muy importantes, Santa Maria
Maggiore, porque dedicada a la Virgen.
Uno de los primeros indicios que documentan un específico interés de
devoción con respeto a las siete iglesias deriva de la biografía de una santa medieval,
Begga, muerta en el 709, perteneciente a una familia noble real MEROVINGIA. Ella
se retirò a la vida religiosa en el monasterio que ella fundó en Andenne-sur-Meuse,
de regreso de una peregrinación a Roma e hizo erigir, cerca de la iglesia principal de
su ermita, otros seis pequeños oratorios que dieron al complejo el nombre de “SeptEglises”, siete iglesias. Es fácil imaginar que esta idea haya sido inspirada de su
peregrinación romana, certificando ya a esa época la existencia de una particular
primacía atribuido a las siete basílicas.
Papa Bonifacio VIII (1294-1303) en 1300 promovió el primero Jubileo,
prometiendo la indulgencia plenaria, es decir la completa absolución de los pecados,
a aquellos peregrinos que hubiesen ido a Roma a rogar cerca de las tumbas de los
santos Pietro y Paolo. Inicialmente las basílicas patriarcales eran San Pedro y San
Pablo extramuros, a las cuales en seguida se añadieron San Juan de Laterán y Santa
Maria la Mayor. Algunos textos del siglo XIV, utilizados como guías para el Jubileo,
mencionan como lugares que se deben visitar las siete iglesias, citando también, junto
a las cuatro arriba mencionadas, Santa Cruz de Jerusalèn, S. Lorenzo al Verano y S.
Sebastián: una guía para peregrinos llama a las siete iglesias, “iglesias reales”, porque
papas y emperadores las habían fundado y enriquecidas con tesoros, mientras que
otro itinerario enumera las indulgencias que se pueden comprar allí. En 1484-87,
Inocencio VIII concedió a las monjas de un monasterio alemán, el privilegio que los
peregrinos de visita en el convento pudiesen lucrar las mismas indulgencias de las
siete iglesias de Roma. La misma comunidad comisionó a Hans Holbein y a otros
pintores siete tablas que reproducían las basílicas romanas, realizadas en ocasión del
Jubileo de 1500.
En base a estos documentos, se puede entonces imaginar que alguien antes de
San Filippo Neri, el inventor “moderno” del giro de las siete iglesias, ya hubiese
cumplido el itinerario, para comprar las indulgencias, porque se trataba de un
fenómeno bastante arraigado en la práctica popular. Entonces es muy probable que la
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elaboración por parte del santo se inspirase en estos antecedentes, aunque la idea no
prevee una associación directa con los eventos jubilares. San Felipe coloca, de hecho,
el giro de las siete iglesias, la visita de los lugares más santos de Roma, en el día del
jueves santo (la primera vez en 1552) como respuesta espiritual a los festejos
inspirados en el paganismo del carnaval romano. Una práctica colectiva, a la cual
participaban más de de 5.000 fieles, vivida como un verdadero momento de
agregación espiritual y de renovación interior.
El itinerario, de dos días, empezaba desde San Pedro, alcanzando la segunda
etapa San Pablo, para llegar al tramo extraurbano, conocido como la “Via Paradisi”,
encontrando respectivamente San Sebastián, San Juan, Santa Cruz, San Lorenzo,
Santa Maria la Mayor. Los peregrinos rogaban por toda la iglesia y por el mundo: una
parte de las oraciones estaba concebida para lucrar las indulgencias.
Aproximadamente treinta años después de la primera visita de Filippo Neri,
papa Sixto V (1585-90) hizo del peregrinaje a las siete iglesias uno de los puntos
fuertes de su programa de reforma de las devociones romanas, promulgando en 1586
la bula Egregia populi romani pietas, que asignaba a las siete iglesias una posición
privilegiada en la larga lista de iglesias que tenían que convertirse en la meta de
procesiones. Presentó también una explicación teológica: como San Juan se dirige, en
el Apocalipsis, a las siete iglesias del Asia, representando en ellas la unidad de la
Iglesia universal que Dios llena de gracia de los siete dones de su Espíritu, de la
misma manera en Roma se veneran siete iglesias, en las que está representada la
unidad de la Iglesia, de su jefe, osea el papa. El simbolismo ligado al número siete
enunciado por el papa, encontró sucesivas interpretaciones, asumiendo muchos otros
significados: los siete viajes de Cristo en la Pasión, las siete efusiones de la sangre de
Cristo, las siete palabras de Cristo en la cruz, los siete dones del Espíritu Santo, los
siete sacramentos, las siete obras de misericordia, los siete pecados capitales, las
siete virtudes teologales y cardenales, los siete salmos penitenciales.
El evento del Jubileo, que se repite cada veinticinco años, y el giro anual de las
siete iglesias son dos hechos espirituales diferentes y distintos. Hasta el 2000, las
bulas de indicción de los Jubileos han excluído las basílicas menores de los lugares
para obtener el perdón, limitandolo al peregrinaje en las cuatro basílicas patriarcales.
Sin embargo, es igualmente verdadero que la visita a las siete iglesias en el tiempo se
reveló una práctica espiritual muy difundida durante los Jubileos también. Un mapa
de la ciudad imprimida por el francés Antoine Lafréry en 1575, precisamente en
ocasión del Jubileo, presenta solamente las siete iglesias, enlazadas entre ellas por
una procesión continua de peregrinos, como signo de atención histórica, popular y
espiritual para una tradición que liga desde hace siglos indisolublemente el destino de
esos lugares de culto.
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BASILICA DE SAN PEDRO
La Basílica de San Pedro fue construida sobre la colina Vaticana, el lugar en el
cual, según la tradición, el apóstol Pedro fue martirizado y enterrado. Durante la
época romana correspondía a un gran circo construido por Nerón.
La antigua basílica, solicitada por Constantino, fue edificada en el siglo IV: se
trataba de un imponente complejo, de cinco naves con cobertura de madera,
precedido por un gran cuadripórtico, el cual presentaba varias analogías con la
contemporánea basílica de San Pablo.
En el siglo XIX se recibió la solemne coronación de Carlomagno como
emperador, la cual inauguró una larga secuencia de coronaciones, como las de Carlos
el Calvo, Otón I, Otón II, Otón III, Federico I Barbarroja y Federico II.
A principios del siglo XIV, con el traslado del Papado a Aviñón, la basílica cayó
en un abandono progresivo. A fines de siglo, terminado el período de cautiverio, el
complejo vaticano fue elegido como la nueva sede papal, volviendo a ser el centro del
interés de las instituciones pontificias.
Papa Nicolás V (1447-55) decidió adjudicar un proyecto sustancialmente de
reconstrucción al arquitecto Bernardo Rossellino, el cual preveía la conservación del
cuerpo longitudinal original de cinco naves, la ampliación de una serie de espacios
como el transepto y el ábside, el arreglo del Palacio Vaticano y del territorio urbano
que lo rodea. Con la obra iniciada, la muerte del Papa llevó a la suspensión del
ambicioso proyecto.
Fue Papa Julio II (1503-1513) quien marcó el inicio definitivo de la nueva
Fábrica de San Pedro: en el 1506 encargó la obra a Bramante, el primero de una larga
serie de arquitectos, artistas y proyectistas que trabajarán en la proyección y la
dirección de una obra interminable que duró 176 años.
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Después de que Bramante dirigiese la obra, fueron llamados Rafael Sanzio,
Baldassarre Peruzzi, Antonio de Sangallo el Joven, y por ultimo Miguel Ángel, a la
edad de 70 años.
Miguel Ángel rechazó gran parte del proyecto precedente de Sangallo, porque
sostenía que era demasiado costoso y artificial, y retomó el proyecto con la planta a
cruz griega, ya utilizada por Bramante, en grado de resaltar el impacto de la cúpula, la
cual se transformó en la parte central del proyecto. La cúpula, inspirada en la
estructura a “doble casco” diseñada por Brunelleschi para la Basílica de Santa María
del Fiore en Florencia, después de la muerte de Miguel Ángel, la obra continuó bajo
la dirección de Pirro Ligorio y Vignola, y fue finalizada por Giacomo della Porta y
Domenico Fontana.
Bajo el pontificado de Papa Paulo V (1605-21), Carlo Maderno decidió
establecer definitivamente la planta a cruz latina, agregando un nuevo cuerpo
longitudinal a la planta central de Miguel Ángel. Maderno se ocupó también del
arreglo de la fachada, con un imponente desarrollo horizontal, también por la falta de
campanarios, que no fueron realizados por problemas estructurales. Desde la
dominante Logia de las Bendiciones sigue siendo anunciada la solemne elección de
cada nuevo papa, de la cual se da la bendición “Urbi et Orbi”.
En el 1626, Papa Urbano VIII tuvo el honor de consagrar la basílica,
finalmente finalizada con las estatuas que decoran la parte superior de la fachada.
Fue el mismo Papa quien encargó a Gian Lorenzo Bernini el arreglo de la gran
plaza que se encuentra delante. La solución ideada por el gran artista es la célebre
columnata, compuesta por dos grandes alas en semicírculo de gran efecto
escenográfico y simbólico. El obelisco en el centro de la plaza, proveniente del Circo
Neroniano, ya había sido colocado pocos años antes por Maderno. El mismo
arquitecto fue quien ideó una de las dos fuentes que adornan la plaza, la que se
encuentra a la derecha, mientras que la de la izquierda fue realizada por Bernini.
Bajo el ingreso principal, en el pórtico, se encuentra el mosaico de la Navecilla,
realizado por Giotto en el 1300, año del primer Jubileo, para la vieja basílica. De las
cinco puertas de ingreso, la más importante, desde el punto de vista histórico, es la
realizada por Filarete para la basílica Constantina entre el 1439 y el 1445, dividida
en seis paneles, 3 por hoja. En lo alto están representados Cristo y la Virgen ambos
en el trono; en los centrales los santos Pedro y Pablo; en la parte inferior el martirio
de dos santos, con la decapitación de San Pablo y la crucifixión de San Pedro. La
puerta más a la derecha es la Puerta Santa, realizada por Vico Consorti en el 1950.
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El área interna de la basílica, de tres naves, es verdaderamente inmensa. Solo la
nave central mide 90 metros de largo, 26 metros de ancho y 44 metros de altura, y los
23 metros de sus arcadas, alcanzan casi la altura del obelisco de la plaza. Toda la
basílica se extiende a lo largo por casi 187 metros, mientras la cúpula, internamente
es de 119 metros de altura a los cuales se les suman los 17 metros de la linterna y
tiene un diámetro de 42 metros. Para darse una idea de cuan extremadamente grande
sea, basta pensar que el baldaquín que sobresale del altar es de 29 metros de altura,
como el Palacio Farnesio.
Desde el elegante diseño de la pavimentación de mármol realizada por Bernini,
con motivo del Jubileo del 1650, la nave central presenta un rico escenario
decorativo, caracterizado por el revestimiento de mosaicos realizado entre el siglo
XVII y XVIII, que se extiende a lo largo de una superficie de diez mil metros
cuadrados. Es importante también la presencia de estatuas ubicadas al interno de
nichos, extraídos de las pilastras, entre las que se destaca la antigua estatua de bronce
de San Pedro, realizada por Arnolfo di Cambio (siglo XIII). Las pilas de agua bendita,
de proporciones gigantescas, con casi 2 metros de altura, fueron realizadas entre el
1722 y el 1725 por Agostino Cornacchini.
La célebre Piedad de Miguel Ángel está ubicada en la primera capilla de la nave
derecha, dentro una vitrina de cristal como protección. Las arquitecturas, las capillas,
los monumentos fúnebres, las pinturas, los mosaicos, las esculturas que se observan a
lo largo de esta nave pertenecen a celebres artistas entre los cuales se encuentras
Bernini, Fontana, Maderno, Domenichino, Pedro de Cortona. La Capilla del
Santísimo Sacramento presenta una verja diseñada por Francesco Borromini,
exactamente idéntica a la que se encuentra en la nave opuesta en la capilla del coro.
También a la izquierda se encuentran obras pertenecientes a artistas de relieve como
por ejemplo Antonio Canova, al cual se debe el monumento de los Stuart del 1829.
Entre los múltiples trabajos realizados sobre todo entre el siglo XVII y XIX, se
encuentra también una obra más antigua como la tumba de Inocencio VIII, realizada
por Antonio Pollaiolo en el siglo XV.
En el deambulatorio, el espacio que rodea las cuatro pilastras que sostienen la
cúpula, continúa el despliegue de grandes artistas, con nombres que retornan como
Antonio Canova (monumento a Clemente XIII) y Bernini (monumento al Papa
Alejandro VII), y otros que encontramos por primera vez como Alejandro Algardi,
autor de un retablo de mármol, y Bertel Thorvaldsen (monumento a Pio VII), fue el
único artista no católico que trabajó para la basílica.
La decoración de la parte interna de la cúpula es de mosaico, obra del Cavalier
d’Arpino y Giovanni De Vecchi. En las pilastras que sostienen la cúpula se
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encuentran cuatro esculturas solicitadas por Urbano VIII: San Longino de Bernini;
Santa Elena de Andrea Bolgi; Sant’Andrea de Francois Duquesnoy. Bajo la cúpula fue
colocado el Baldaquín de San Pedro, realizado por Bernini entre el 1624 y el 1633,
soportado por cuatro columnas salomónicas, hechas con el bronce recuperado del
Panteón. El baldaquín sobresale del altar papal llamado de Clemente VIII que lo
consagró en el 1594, que corresponde exactamente vertical a la tumba de San Pedro.
Sobre la pared del ábside que culmina la basílica se distingue la Cátedra de San
Pedro, un colosal relicario diseñado por Bernini que contiene la cátedra de la época
paleocristiana soportada por las estatuas de cuatro Doctores de la Iglesia, San
Agustín, San Ambrosio, San Atanasio, San Juan. Sobre el trono, encuadrada al
interno de una corona de rayos dorados rodeada de ángeles se encuentra una gran
ventana de alabastro en la cual se destaca la figura de una paloma, símbolo del
Espíritu Santo en grado de regalar espectaculares y escenográficos efectos de luz,
sobre todo en horas de la tarde, llegando el atardecer, cuando el sol se posiciona
detrás del ábside.
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BASILICA DE SAN PABLO
EXTRAMUROS
La Basílica de San Pablo Extramuros, surge a lo largo de la calle Ostiense, en el
lugar que, según la tradición habría sido sepultado el apóstol Pablo. La segunda
fundación Constantina en orden de tiempo, después de la Basílica de San Juan de
Laterán, fue consagrada el 18 de Noviembre del 324 por Silvestro I.
Originariamente el edificio era una pequeña basílica, probablemente con tres
naves, de las cuales queda como evidencia solo la curva del ábside. Esa pequeña
iglesia no fue en grado de albergar la cantidad de pelegrinos que concurrían: a fines
del siglo, durante el reinado asociado de los emperadores Teodosio, Graciano y
Valentiniano, se decidió entonces de reconstruirla íntegramente y de dotarla de las
dimensiones necesarias con respecto a la importancia del lugar.
Larga casi 132 metros, ancha 65 metros y alta 30 metros, la nueva basílica con
cinco naves sostenida por 80 columnas de granito, es la basílica patriarcal más grande
de Roma después de San Pedro. Esta estructura se mantuvo sustancialmente integra
hasta el incendio destructivo del 1823, en el cual se salvaron solamente el transepto,
el arco triunfal, el ábside y el claustro.
El incendio ocurrió en la noche del 15 de Julio, causado por la negligencia de
un obrero que había dejado encendido el fuego que utilizaban para los trabajos de
manutención que se realizaban durante el día. La obra de reconstrucción de la basílica
fue iniciada por el Papa León XII (1823-1829), que sucedió pocos días después del
incendio a Pio VII, el cual agonizante a causa de una caída que le había provocado la
rotura del fémur, no había recibido comunicación de lo ocurrido, falleciendo el 20 de
Agosto. El nuevo Papa no pudiendo hacer frente al enorme gasto, pidió ayuda
económica, promulgando la encíclica Ad plurimas easque gravissimas, obteniendo
grandes donaciones provenientes de católicos y no católicos, como el Zar Nicola I de
Rusia y el Rey Fouad I de Egipto.
La nueva basílica fue reconstruida ex novo, reutilizando hasta lo que el fuego
no había destruido: la consagración fue celebrada el 10 de Diciembre de 1854 por el
Papa Pio IX (1846-1876), delante de una nutrida platea de obispos y cardenales
llegados desde todo el mundo para la proclamación del Dogma de la Inmaculada
Concepción. Un amplio cuadripórtico externo de casi 150 columnas, terminado en el
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1928 por Guillermo Calderini, pero basado sobre un proyecto inicial del arquitecto
Luigi Poletti, que precede la basílica. La fachada sobre el porticado está decorada con
mosaicos realizados entre el 1854 y el 1874, que reproducen, en lo posible, los
originales del siglo X que se perdieron con el incendio; en el nártex se abren los
portales que permiten el acceso a la iglesia. La puerta de la derecha, llamada Puerta
Bizantina, que data del siglo XI, subdividida en 54 paneles que representan escenas
de la vida de Jesús y de los apóstoles, funcionaba como ingreso principal hasta el
1967 cuando fue elegida para cerrar la Puerta Santa, que en cambio es obra del
escultor Enrico Manfrini y fue inaugurada en ocasión del Jubileo del 2000.
La planta de la basílica es de forma de cruz latina, subdividida en cinco naves,
delimitadas por cuatro filas de columnas de granito. A lo largo del entablamento de las
naves y del transepto se desliza la célebre serie de mosaicos circulares con los retratos
de papales, iniciada durante el pontificado de León I (440-461) que todavía continúa.
Sobre los medallones se destaca una serie de frescos del ochocientos que representan
episodios de la vida de San Pablo.
En el arco triunfal, es posible admirar una decoración musiva original, que data
del siglo V, por encargo de Gallia Placidia: al centro está ubicado el Cristo
Pantocrator, inscripto en el interior de una circunferencia; en sus lados los símbolos
de los cuatro evangelistas, el buey de Luca, el ángel de Mateo (a la izquierda), el
águila de Juan, el león de Marco (a la derecha). Más abajo veinticuatro ancianos, doce
a cada lado, todos vestidos con el palio llevando en la mano una corona. Todavía más
abajo, sobre un fondo azul, se destacan las imágenes de San Pablo (a la izquierda) y
San Pedro (a la derecha).
A los lados del transepto se presentan dos altares gemelos realizados en
bloques de malaquita en estilo neoclásico, donados por el Zar Nicola I de Rusia,
dedicados a San Pablo (a la izquierda) y a la Virgen (a la derecha). En concordancia
con las naves laterales, a la derecha y a la izquierda del ábside se abren cuatro capillas.
En el interior de la capilla del Santísimo Sacramento (diseñada por Carlos Maderno, a
la izquierda del ábside), un crucifijo tallado del siglo XIV, que algunos estudiosos lo
atribuyen a Pietro Cavallini y otros a Tino da Camaino. Muy preciado es también el
tríptico de marmórea de Pedro Bregno (1494) colocado sobre el altar de la capilla de
San Lorenzo (también ella de Maderno, a la derecha del ábside).
Milagrosamente salvado del incendio es el admirable ciborio de estilo gótico,
realizado por Arnolfo di Cambio en el siglo XIII: cuatro columnas de pórfido sostiene
un templete gótico, que en los cuatro ángulos contiene, dentro de nichos
puntiagudos, las estatuas de San Pablo, San Pedro, San Timoteo y el abad Bartolomé,
el comisionista de la obra. Entre agujas y pináculos, sobre una pequeña galería, el
ciborio finaliza con una cúspide alta de donde se eleva una cruz dorada. A poca
distancia del ciborio se encuentra el Candelabro Pascual, otra preciada obra, data del
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1170, realizada por Pedro Vassalletto y Nicoló D’Angelo, dividido en siete partes, de
las cuales tres contienen escenas de la vida de Jesús.
A una altura más baja respecto a la nave central está el confesionario, accesible
atreves de dos escaleras de mármol. Este es el lugar donde fue erigida la primer
basílica Constantina, de la cual es posible observar el ábside, desde la orientación
inversa respecto a la actual. La lámina que cubre el sarcófago con las reliquias del
santo se remonta al siglo IV.
Superado el transepto, en eje con la nave central y el ábside, una de las partes
de la basílica menos dañadas por el incendio. Un mosaico del siglo XIII, realizado por
artistas y trabajadores provenientes de Venecia, decora los espacios del cascaron
absidal: el redentor bendiciente sentado en el trono con el libro de los Evangelios
acompañado a los lados por parejas de santos, Pedro y Pablo sobre la derecha, y el
apóstol Andrea y Luca Evangelista a la izquierda; a los pies del trono, en menor escala
con respecto a los santos, el comisionista de la obra, Papa Honorio III con hábitos
pontificios. En la parte inferior, en el centro está representada la Cruz invicta con los
símbolos de la Pasión acompañada por dos ángeles, mientras a sus lados, alternados
por palmas están representadas las figuras de diez apóstoles. Bajo la cruz, las
imágenes, en menor escala con respecto con las otras figuras del monje Adinolfo, del
Abad de San Pablo Juan Gaetano Orsini en el siglo Papa Nicolás III; cinco jóvenes
vestidos de blanco, mejor dicho los Cinco Santos Inocentes, los restos de los cuales
fueron trasladados a la Basílica Santa María la Mayor por el Papa Sixto V.
Así como el ábside también el claustro fue afortunadamente salvado de la
destrucción del incendio; su construcción inicio en el 1205 con Pedro Vassalletto y
fue llevada a cabo por el hijo junto a los Cosmati. La diferencia de manos y de estilos
que ha distinguido la historia de la edificación de este monasterio determino también
su “fortuna”, expresada por una increíble y muy variada decoración.
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BASÍLICA DE SAN SEBASTIÁN
EXTRAMUROS
Conocida originariamente como Basílica de la Memoria Apostulorum, ya que,
en tiempos de persecuciones, custodiaba los cuerpos de los apóstoles Pedro y Paulo,
la Basílica Mayor de San Sebastián Extramuros surge en el barrio Ardeatino, a lo largo
de la Appia Antigua.
Es probable que el uso de la palabra "catacumbas" derive de una antigua
denominación de ese lugar, "ad catacumbas" (por la presencia de socavones,
llamados "kymbas" en griego). De hecho, en la zona de la basílica se concentra una
vasta presencia de cementerios paleocristianos.
La construcción de la iglesia se remonta a la primera mitad del siglo IV, pero
posteriormente fue dedicada a San Sebastián. El cuerpo constantino de la iglesia
sigue el módulo de forma circular de tres naves precedido por un amplio atrio
cuadrangular.
En el 1218, por voluntad del papa Honorio III, fueron realizados unos trabajos
de restauración y obras de ampliación del complejo, que comprendieron sobre todo la
construcción del campanario y del claustro.
En el siglo XVII, la basílica fue objeto de un amplio proyecto de
reconstrucción, que en parte utilizó elementos de la estructura originaria. Esta
intervención fue promovida por el cardenal Scipione Borghese, que además de ser el
nieto de papa Paulo V (1605-1621) fue uno de los más importantes mecenas y
coleccionista del principio del siglo XVII. Los trabajos, encargados a Flaminio Ponzio
y proseguidos por Giovanni Vesanzio, comenzaron en el 1608.
La fachada, terminada en 1613, comprende, en la parte inferior, un pórtico de
tres arcos, sostenido por unas columnas en granito, herencia de la basílica
constantina, dominado por tres amplias ventanas separadas por parejas de parástades.
El dibujo superior de la fachada se termina con un frontón triangular, en el que se
destaca el emblema de los Borghese, ahora perdido.
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El interior, cubierto por un techo en madera en el que están representados San
Sebastián y los emblemas del cardenal Scipione Borghese y de papa Gregorio XVI
(promotor de una nueva restauración a lo largo del siglo XIX), presenta una nave
única. Un arco triunfal marca el acceso al presbiterio de planta cuadrada y está
cubierto por una cúpula.
En el lado derecho se sitúa la Capilla de las reliquias, que remonta al 1625, en
la que se conserva una piedra que presenta las huellas de los pies de Jesus en el
momento del "Domine quo vadis", una de las flechas que mataron a San Sebastián y la
columna en la que el santo fue ligado durante el martirio.
Considerable es también la Capilla Albani, construida durante los primeros
años del siglo XVIII, durante el pontificado de Clemente XI Albani, por Carlo
Fontana, Carlo Maratta, Alessandro Specchi y Filippo Bariglioni.
Del lado opuesto surge la Capilla de San Sebastián, proyectada por Ciro Ferri
en 1672: debajo del altar se encuentra la estatua depositada tendida del santo
realizada por Antonio Giorgetti (1671-1672) diseñada por Gian Lorenzo Bernini.
Con respeto al Bernini, un reciente descubrimiento (2001) reconoció la mano
del gran artista en la más estimable obra conservada en la Basílica, el Salvator Mundi,
un busto marmóreo realizado cuando tenía más o menos ochenta años y, por eso,
considerado su última obra maestra.
Desde una escalera situada donde antes de al restauración hecha durante el
siglo XVII surgía la nave derecha de la iglesia, se puede bajar al amplio complejo de
catacumbas de San Sebastián.
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ARCHIBASÍLICA DE SAN JUAN DE
LETRÁN
La Archibasílica del Santísimo Salvador y de los santos Juan Bautista y Juan
Evangelista, más conocida como Archibasílica de San Juan de Letrán, es la mater et
caput de todas las iglesias de Roma y del mundo.
Fundada por Constantino entre el 313 y el 318 y consagrada por el papa
Silvestro I (314-335) con el titulo de Basílica Sanctissimi Salvatoris, sucesivamente
dedicada a los Santos Juan Baptista y Juan Evangelista, surge en la cercanías del
monte Celio, al interior de un área que era antiguamente de propiedad de la familia de
los Letrán.
Después de haber reconocido al Cristianismo la libertad de culto con el edicto
de Milan del 313, Constantino ofreció como don al papa Milziade (311-314) los
terrenos y la residencia de los Letrán, que mientras tanto habían entrado en su
posesión porque eran de propiedad de su mujer Fausta.
La planta originaria de la Basílica constantina , de cinco naves, no era muy
diferente de la planta actual. Probablemente, como lo documentan las excavaciones
arqueológicas, las naves se extendían algunos metros más adelante con respecto a la
fachada actual. La iglesia, al tiempo de su fundación, era conocida como “basílica
aurea”, porque ricamente decorada, gracias también a importantes donaciones por
parte de emperadores, papas y bienhechores.
Daños y devastaciones, en consecuencia de saqueos, incendios, terremotos son
unas de las causas que han justificado las numerosas intervenciones de restauración
que se sucedieron en el tiempo. De hecho, la iglesia fue destruida y reedificada más
veces.
Desde el punto de vista histórico, entre las intervenciones más importantes, se
destacan la restauración de papa Adriano I (772-795), para celebrar en el día de
Pascua de 774 el bautismo de Carlo Magno, y los grandes trabajos promovidos por
papa Bonifacio VIII para el Jubileo de 1300, que comprendían la construcción de la
nueva logia de las bendiciones y los frescos de Giotto y de Cimabue, que hoy se han
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perdido. El Jubileo de 1300 fue el primer Jubileo de la historia, anunciado
precisamente en San Juan de Letrán.
El aspecto actual de la fachada fue concebido en 1732 por Alessandro Galilei,
ganador de una competencia a la que participaron otros prestigiosos arquitectos,
como Luigi Vanvitelli, Ferdinando Fuga y Nicola Salvi. El proyecto, basado
principalmente sobre una columnata colosal superada por una balaustrada y por
grandes estatuas, propone una nueva lectura en clave tardobarroca de modelos
paladinos y a la manera de Miguel Ángel Buonarroti. En el atrio, al interior de un
nicho cuadrangular, se encuentra una estatua de la época romana de Constantino,
proveniente de sus termas en el Quirinale. El portal principal de ingreso, de bronce,
proviene de la Curia Iulia, mientras que la Puerta Santa está situada a la derecha.
Los arreglos en el interior, sobre todo en lo que concierne la zona de las naves,
es producto de la obra y del ingenio del gran arquitecto Francesco Borromini. El
encargo se lo confió papa Inocencio X Pamphili, en ocasión del Jubileo de 1650. La
restauración de la Basílica de San Juan en Letrán ha sido seguramente el trabajo más
importante en la carrera de Borromini. Sin embargo, su realización se reveló muy
difícil, porque tenía que responder a una serie de limitaciones impuestas por los
comisionistas, que pedían que preservara lo más posible lo que podía ser conservado,
como obsequio al espíritu de los orígenes del cristianismo. Además, el trabajo del
arquitecto fue acompañado por un difundido escepticismo por parte de los
observadores contemporáneos que dudaban de sus efectivas capacidades de gestionar
un proyecto de alto nivel, tanto por las problemáticas estáticas del edificio, como por
el tiempo disponible bastante limitado.
Borromini comprendió pronto que tenía que renunciar a un programa de
reconstrucción total. Entonces conservó sustancialmente invariada la planta
originaria de cinco naves y el rico artesonado, realizado pocos decenios antes. Pero
no se abstuvo del cumplir algunos interventos de carácter innovativo y casi
revolucionario que, en consecuencia, cambiaron radicalmente el aspecto y la
disposición de los espacios interiores de la basílica. También para evitar eventuales
derrumbamientos durante la remoción de las antiguas columnas de la nave central,
ellas fueron incluidas en nuevos pilares, delimitados por altos parástades que suben
hasta el techo. Entre los parástades creó 12 nichos con forma de tabernáculo, que
desde 1718 contienen las estatuas de los apóstoles. Alternados a los pilares, cinco
grandes arcadas liberan el acceso a las naves laterales. La tendencia decreciente de la
altura de las naves, desde la central más alta, hasta las naves medianas y laterales más
bajas, ha permitido una difusa distribución de la luz interior, mediante la abertura de
ventanas puestas en niveles diferentes.
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El presbiterio y el ábside pertenecen a una reconstruccion del ochocientos que
representa las formas antiguas, comisionado por papa León XIII, realizado por
Francesco Vespignani siguiendo el dibujo de su padre Virginio. El mosaico de la
semicasquete absidal, realizado por Jacopo Turriti en 1291, fue transportado desde la
vieja ábside y restaurado.
El transepto, entre los ejemplos más significativos de manierismo tardío
romano, remonta a la fin del siglo XVI, cuando fue renovado por Giacomo Della Porta
en lo que concierne la parte arquitectónica, y por el Cavalier D’Arpino en lo que atañe
la pictórica.
Al final de la nave central, sobre el altar papal se encuentra el gran tabernáculo
ojival, creado por Giovanni di Stefano para Urbano V en 1367. Muy interesante es
también el altar de madera utilizado, según la tradición, por los primeros papas para
celebrar misa; a la base del altar, dentro de la recinto de la confesión, se encuentra el
sepulcro de Martino V, realizado por Simone Ghini en 1443. De la misma epoca de
Martino V es también la pavimentación cosmatesca de la basílica (1421).
Desde la nave de izquierda se puede acceder al claustro, una verdadera obra
maestra de arte cosmatesco, realizado por los Vassalletto, por voluntad de Papa
Inocencio III (1198-1216). Está perfectamente conservado el claustro a planta
cuadrada, con sus 36 metros por cada lado: es el más grande de Roma.
La fachada septentrional, conocida también como Logia de las Bendiciones,
encuadrada entre dos campanarios medievales, está precedida por un amplio pórtico,
obra de Domenico Fontana. En la plaza delante de la nueva logia fue erigido el
Obelisco Lateranense. La comisión de estas obras se debe a Papa Sixto V que en
1586 hizo destruir también el ruinoso Patriarchio, que fue el palacio de residencia de
los papas hasta 1305, para sustituirlo con el nuevo Palacio Lateranense.
Separado de la basílica, construido en el lugar donde la tradición sostenía que
hubiese sido el lugar del bautismo de Constantino, el Baptisterio, de planta
octagonal, fue restaurado muchas veces. De grande valor y en óptimo estado de
conservación están los mosaicos del catino absidal de la Capilla de San Venanzio,
erigida en el 640 por Giovanni IV.
Otro importante edificio del conjunto lateranense es la Escalera Santa: según la
tradición sería la escalera que Jesús subió en el Pretorio de Ponzio Pilato, traída a
Roma por Santa Elena, madre del emperador Constantino. Encima de la escalera se
encuentra la capilla privada de los papas transferida desde el antiguo Patriarchio,
llamada Sancta Sanctoum, ricamente decorada por los Cosmati en 1278.
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Un ábside decorado con mosaicos y abierto, erigido al lado de la Escalera
Santa, es lo que queda de uno de los ambientes más grandes del Patriarchio, el
triclinium, la sala utilizada para los banquetes de Estado. Aunque se hayan conservado
algunas partes de mosaicos originales, la estructura actual del edificio no corresponde
a la antigua.
En el Museo de la Basílica se conserva el Tesoro de la Catedral de Roma, que
presenta una rara colección de decoraciones, objetos y hábitos litúrgicos de alto valor
artístico, como ostensorios, relicarios, capas, cruces, cálices, tapices, etc.
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BASÍLICA DE SANTA CRUZ EN
JERUSALÉN
La Basílica de Santa Cruz en Jerusalén se coloca en el Rione Esquilino, cerca de
las Murallas Aurelianas, poco distante de la Basílica de San Juan, con la que está
conectada por un largo rectilíneo.
En aquella zona, por el siglo III, surgía un complejo imperial, que comprendía
un palacio llamado Sessorium, las Termas Eleniane, el Circo Variano y el Anfiteatro
Castrense, sucesivamente incluido en las Murallas Aurelianas, construidas entre el
271 y el 275.
Por voluntad del emperador Constantino y de su madre Elena, la iglesia surgió
en el interior del palacio imperial, en un salón del Palacio Sessoriano, alrededor de
320 d.C: la reina hizo convertir un gran atrio, añadiendo un ábside y separando en
tres naves el espacio interior. Contrariamente a las otras basílicas paleocristianas que
fueron realizadas de manera longitudinal, esta división fue realizada transversalmente.
Originariamente la iglesia tenía la función de capilla palatina, destinada al uso privado
y se llamaba Basilica Eleniana o Sessoriana. Custodiaba las Reliquias de la Pasión de
Cristo, descubiertas por Santa Elena a lo largo de su viaje en Tierra Santa, en el
monte Calvario, el lugar de la crucifixión.
En el siglo VIII la basílica fue restaurada durante el papado de Gregorio II
(715-731) y el de Adriano I (772-795). Una importante intervención de restauración
fue efectuada en el siglo XII, por voluntad de Lucio II (1144-45), con la consiguiente
adaptación de la iglesia al estilo romántico, y la adición de una torre campanario y un
pórtico que actualmente no existe.
Todavía, el aspecto actual de la iglesia se remonta al siglo XVIII. Papa
Benedetto XIV (1740-58) encargó a los arquitectos Pietro Passalacqua y Domenico
Gregorini que modificaran la fachada de la iglesia, desplazándola hacia adelante y
construyendo un atrio elíptico, según el gusto tardobarroco.
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El interior, caracterizado por un suelo cosmatesco, conserva la planta de tres
naves del período romántico, dividido por columnas originales de la época romana en
mármol oscuro.
El altar está dominando por el tabernáculo diseñado por Passalacqua y
Gregorini, mientras en el cascarón absidal se destaca un fresco de Antoniazzo
Romano, en precedencia atribuido a Pinturicchio, que remonta al final del siglo XV,
con el Cristo que bendice rodeado por serafines, que domina una faja semicircular en
la que está representada la Historia de la Verdadera Cruz, ambientada en Jerusalén.
Donde termina la nave derecha está la capilla de Santa Elena, en la que se
conserva una estimable decoración musivaria diseñada por Melozzo da Forlì alrededor
de 1484, y restaurada sucesivamente por Baldassarre Peruzzi, que representa el
Salvador bendiciendo, rodeado por los Evangelistas y cuatro Historias de la Cruz.
Según la tradición, debajo del pavimento de la capilla estaba conservada la tierra de
Jerusalén, del que deriva el nombre de la basílica.
Atravesando la nave izquierda se accede a la Capilla de las Reliquias, en la que
están guardadas las reliquias de la Pasión de Jesus, constituidas por algunas partes de
la Verdadera Cruz, la cruz de uno de los ladrones, una porción de la corona de espinas
y el Titulus crucis, todos los objetos hallados en Jerusalén por Santa Elena.
La restauración del siglo XVIII de la iglesia comportó también la renovación
total de la bóveda en la que se destacan grandes telas del pintor Corrado Giaquinto,
realizadas en 1743.
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BASILICA DE SAN LORENZO
EXTRAMUROS
La Basilica de San Lorenzo extramuros fue construida sobre la tumba del santo
al cual está dedicada. Según la leyenda difundida por San Ambrosio, el arcediano
Lorenzo habría sido condenado a muerte por voluntad del emperador Valeriano,
quemado sobre una parrilla. En realidad, parecería que fue decapitado, de la misma
manera que el Papa Sixto II y otros obispos y sacerdotes, cuando, con dos sucesivos
edictos, en el 257 y 258, Valeriano elaboró un cambio de actitud repentino para con
los cristianos, anteriormente muy tolerante, dando la orden de cerrar las iglesias,
confiscar los cementerios y la muerte de todos los eclesiásticos.
La tumba de San Lorenzo fue centro de particulares atenciones de parte de
Costantino, que pensó en construir en el 330 una verdadera basílica, llamada Basílica
Mayor. Como otras iglesias de ese período presentaba una planta de forma circular,
que contaba con una nave central y dos laterales, que también continuaba alrededor
del ábside, formando un deambulatorio. En la parte superior de la nave central, más
elevada con respecto al resto del edificio, se abrían grandes ventanas.
Durante el pontificado de Pelagio II (579-90), se decidió la construcción de
una nueva iglesia para flanquear la basílica constantina, que presentaba serios
problemas de estabilidad, a causa de desmoronamientos e infiltraciones de agua. Por
un cierto período, al menos hasta el siglo IX, ambas iglesias se mantuvieron abiertas
al culto y la Basílica Mayor constantina, antes de su abandono definitivo, fue dedicada
a la Virgen.
La basílica pelagiana estaba dividida en tres naves con cinco columnas a cada
lado, que a su vez formaban seis intercolumnios. Columnas, capiteles, arquitrabes
estaban todos hechos con materiales de demolición, provenientes de edificios clásicos
del siglo III. Un nártex abarcaba el lado este. El matroneo desplegaba características
de originalidad, porque contemplaba la posibilidad de un acceso directo,
aprovechando la particular formación del terreno rodeado de colinas. No han quedado
refertos de la rica decoración musivaria de la cúpula absidal, porque fue demolida en
el sucesivo período. Permanece, en cambio, la decoración del arco del triunfo en el
cuál se destaca la figura de Cristo en el trono acompañado a su izquierda por los
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santos Pablo, Esteban e Hipólito y a su derecha por los santos Pedro, Lorenzo y
Pelagio, en calidad de comisionista encargado de ofrecer el modelo de la iglesia.
Data del 1148 el tabernáculo realizado por los hermanos Juan, Ángel, Sasso y
Pedro, hijos del marmolero Pablo Romano, constituido por cuatro columnas de
pórfido rojo coronadas por capiteles corintios provenientes de materiales de
demolición sobre las cuales se apoyan dos hileras de columnas, colocadas sobre
arquitrabes, de tendencia troncopiramidal en su alzado, y finaliza con un farol y una
esfera en su ápice.
Una sucesiva obra de ampliación y renovación fue iniciada por el Papa Honorio
III (1216-27), que ha sido determinante en el aspecto actual de la basílica: la obra
consistió en un cambio de orientación de la iglesia, creando un nuevo cuerpo a la
basílica de mayores dimensiones. En esta nueva disposición, al presbiterio se
transforma en la nave central del edificio pelagiano. Para adaptarla a esta nueva
función fue elevada con nueve escalones creando así un espacio para una cripta, que
en armonía con el resto de la basílica, se le realizó un nuevo piso cosmatesco.
La planta onoriana es de tres naves, separadas por 22 columnas de diferentes
dimensiones y materiales. En la controfachada está ubicado el monumento al
Cardenal Guillermo Freschi (fallecido en el 1256) consta de un sarcófago romano del
siglo III y un baldaquín cosmatesco, el cual testimonia la gran actividad decorativa y
constructiva en el área de la basilica que continuará por todo el siglo XIII.
Probablemente data de fines del siglo XII o inicio del siglo XIII, paralelamente
con los trabajos onorianos, la construcción del claustro romano, compuesto por dos
ordenes de pórticos superpuestos. El acceso al claustro es posible sea desde el
interior de la iglesia, por la sacristía, sea desde el exterior, cerca del campanario.
En el siglo XIX el arquitecto Viginio Vespiniani llevó a cabo una obra de
restauro de tipo "arqueológico", realizado con la intención de llevar la iglesia a su
aspecto onoriano original, eliminando las superposiciones renacentistas y barrocas.
Luego que la iglesia fuera gravemente dañada por un bombardeo aéreo durante
la Segunda Guerra Mundial, se estableció la urgente necesidad de un nuevo restauro
de orden reconstructivo. Los trabajos, finalizados en el 1948, utilizaron materiales
originales de la iglesia y afectaron sobretodo la fachada de ladrillos, con tres grandes
ventanas. La misma fue totalmente reconstruida, sin poder salvar la rica decoración
que se encontraba en la parte superior.
También el atrio, formado por dos pilastras y seis columnas intermedias, fue
sometido a un intenso trabajo de restauro luego de los daños causados por el
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bombardeo. En el interior del atrio permanecieron intactos los frescos sobre las
paredes que datan del siglo XIII, que representan historias de la vida de San Lorenzo
y San Esteban.
Flanquean a la iglesia, la cual se destaca sobre una gran plaza construida por
solicitud del Papa Pio IX (1846-70), el monasterio y el campanario romano.
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BASÍLICA DE SANTA MARIA
LA MAYOR
Según una tradición popular, la Virgen apareció en el sueño al Papa Liberio en
la noche del 5 de Agosto del 358, pidiéndole la construcción de una iglesia en su
honor. Esa misma mañana la nieve cubrió el sitio donde luego fue construida la
Basílica de Santa Maria la Mayor: Liberio interpretando ésta señal como milagrosa
habría trazado en la nieve el perímetro de la iglesia.
Las verdaderas razones de la construcción de la basílica derivan del
reconocimiento de la maternidad divina de la Virgen, consagrada en el Concilio de
Éfeso del 431. Un año después, el Papa Sixto III (432-440), ordenó la construcción
de la iglesia, ubicada en la cumbre de la colina del Esquilino, con el intento de
dedicarla al culto de la Virgen. La Basílica de Santa Maria la Mayor es la única iglesia
de Roma que ha conservado la estructura paleocristiana original, aunque fue
enriquecida y ampliada con sucesivas obras. La basílica construida por el Papa Sixto
III tiene tres naves, divididas por 21 columnas de demolición por lado con capiteles
jónicos, dominadas por un arquitrabe. Eran también 21, por cada lado, las ventanas
que iluminaban la nave central, dominada por una cobertura de madera con cerchas a
la vista.
A lo largo de las paredes se desarrolla una rica decoración de mosaico del
período sixtino, que cumplía un preciso orden programático, ligado a las
disposiciones conciliares: reafirmar la divinidad de Cristo encarnado en la Virgen y el
primado de la iglesia romana en el mundo cristiano.
Durante el siglo XII, el Papa Eugenio II (1145-53) ordenó realizar un nuevo
piso cosmatesco y proyectó la disposición de un atrio cercano a la fachada. Estas
intervenciones fueron fuertemente modificadas o totalmente removidas durante la
reestructuración del siglo XVIII de Ferdinando Fuga.
Tuvieron más éxito las intervenciones promovidas con miras al Jubileo del
1300 que dotaron a la basílica de un transepto y un nuevo ábside, decorado con un
ciclo musivario mariano, obra del fray artista Jacobo Torriti. Del mismo período son
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también los mosaicos de la fachada realizados por Filippo Rusuti y la preparación de
la Capilla del Pesebre por parte de Arnolfo di Cambio, pero que fue a continuación
modificada para dar lugar a la Capilla Sixtina.
Las obras que datan de, siglo XV conciernen sobre todo al techo y se ve
involucrado en el proyecto Giuliano de Sangallo bajo comisión del Papa Alejandro VI.
La nave central fue dotada de un rico techo artesonado revestido con el primer
cargamento de oro proveniente de las nuevas tierras descubiertas en América,
mientras las laterales fueron cubiertas con bóvedas.
A fines del siglo XVI el Papa "urbanista" Sixto V, eligió la basílica como el
lugar para su propria sepultura, haciendo construir por el arquitecto Domenico
Fontana una capilla monumental para sí mismo y su familia. El proyecto iconográfico
de la decoración pictórica, dirigida por Giovanni Nebbia y Cesare Guerra en el 1585,
donde están representados los antepasados de Cristo, historias de la Virgen y de la
vida de Jesus, tiene su punto fundamental en la Capilla del Pesebre ubicada bajo el
altar que conserva el antiguo Oratorio del Pesebre, realizado en el siglo XIII por
Arnolfo di Cambio, que Domenico Fontana transportó en bloque del ábside de la
basílica.
El altar en el centro de la capilla, realizado por Sebastiano Torrigiani, es una
obra de gran interés: consta de cuatro ángeles de bronce dorado en tamaño natural
sosteniendo el sagrario que es el modelo de la capilla, lujosamente decorado con
esculturas de bulto redondo y bajorrelieves en las portezuelas.
La capilla Sforza, diseñada por Miguel Angel, data de fines del siglo XVI.
A principios del siglo XVII, otro Papa, Paulo V Borghese, decidió construir la
capilla familiar en el interior de Santa Maria la Mayor, otorgándole el proyecto de la
misma a Flaminio Ponzio. En las paredes laterales se destacan las tumbas de los Papas
Clemente VIII y Paulo V, circunscripto al interno de una arquitectura de arco triunfal
que consta de las estatuas de ambos y una serie de bajorrelieves pictóricos.
Las esculturas de la capilla fueron realizadas por varios artistas, todos de una
determinada relevancia, entre ellos Camilo Mariani, Stefano Maderno, Nicola
Cordier, Ambrosio Buonvicino, Silla Longhi, Pietro Bernini, Francesco Mochi.
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La dirección de los trabajos pictóricos fue en cambio otorgada al Cavalier de
Arpino (penachos y lunetas sobre el altar) que contó con la prestigiosa colaboración
de artistas como Ludovico Cigoli (cúpula), Guido Reni, Passignano, Giovanni
Baglione (imágenes de los santos). El altar de la capilla custodia el ícono con la figura
de la Salus popoli romani (Protectora del pueblo romano), que data del siglo XII-XIII.
en la segunda mitad del siglo XVII las condiciones externas del ábside eran tan
precarias que el Papa Clemente IX encargó a Gian Lorenzo Bernini de preparar un
proyecto de reconstrucción, que no se pudo llevar a cabo, por ser demasiado costoso.
Sucesivamente, el Papa Clemente X se hizo cargo del problema, encargó los trabajos a
Carlo Rainaldi, y finalizaron con éxito en el 1673.
Fueron muy importantes los trabajos de reconstrucción de la fachada realizados
por Ferdinando Fuga por encargo del Papa Benedicto XIV. En el proyecto estaba
previsto la construcción de un pórtico con cinco aberturas en la parte baja y tres en la
galería superior, para cubrir y proteger los mosaicos del siglo XIII que decoran la
antigua fachada.
La primera piedra de ésta fachada que, dejando vislumbrar el juego
policromatico y e, destello de la pared trasera musivaria, puede ser comparada a un
tabernáculo en gran escala, fue colocada por Benedicto XIV el 4 de Marzo de 1741.
Los trabajos finalizaron en el 1750 y luego de haber supervisado el restauro en su
totalidad, el mismo Papa admitió sarcásticamente : "se pensaba que fuésemos
empresarios teatrales porque parece un salón de baile".
La arquitectura de los dos edificios laterales son: el de la derecha de Ponzio
(1605), el de la izquierda de Ferdinando Fuga (1743), construido después de 138
años para uniformar el aspecto de toda la fachada de la basílica. El campanario es de
estilo románico. En el interior de la iglesia se encuentra la tumba de Gian Lorenza
Bernini, con un estilo muy simple y descarnado, al contrario de la complejidad de la
obra del gran artista.
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