Érase una vez un cocinero de mucho prestigio llamado Pedro , que

Transcripción

Érase una vez un cocinero de mucho prestigio llamado Pedro , que
ÁLVARO GONZÁLEZ PÉREZ, 1º E.S.O.
2º Premio (categoría Primer Ciclo E.S.O.) en el I Concurso de Narrativa del IES nº 5
Érase una vez un cocinero de mucho prestigio llamado Pedro, que se enteró de que iba a su
restaurante un crítico gastronómico muy exigente. Pedro no sabía qué plato ponerle, ya que la
semana anterior ya le había puesto su mejor plato a otro crítico, y si se lo volvía a poner a este
otro, la critica sería negativa.
Al día siguiente, Pedro habló con su mujer, ella le dijo que inventase otro plato.
Pedro pensó qué ingredientes le podría poner al nuevo plato durante toda la noche, pero se
le ocurrió otra cosa, un plato extranjero, quizá francés, chino o indio. A la mañana siguiente, lo
consultó con el equipo del restaurante. Ellos le dijeron que de esos tres países cogiese el mejor
plato y luego hiciera uno con los tres.
Ese mismo día hizo las maletas y se marchó a Francia.
En muy poco tiempo llegó a Francia y cogió un tren a París. Allí enseguida empezó a preguntar a los mejores chefs.
Pero todos decían que sus platos eran los mejores y Pedro, para salir de dudas, celebró un
concurso para ver el mejor plato de todos. Cuando lo tuvo, se marchó a la India. Allí encontró a
un viejo amigo que le invitó a dormir a su casa.
Un día después, el amigo llevó a Pedro al mejor restaurante de la ciudad, pero a Pedro no
le gustó y no comió nada.
Después, por la noche, tenía hambre y salió al mercado nocturno, paró en un puesto y pidió
un pincho de carne y verdura. A Pedro le encantó el pincho, así que le pidió la receta a la mujer
del puesto y esta se la dio.
Pedro se quedó dos días más allí y después se fue a China.
Ya en China buscó un buen plato, pero no encontraba nada. Se quedó un par de días allí en
China, hasta que se enteró de que hacía poco tiempo había habido una epidemia y la carne y el
pescado no se podían comer.
Entonces, se fue a España para pedir consejo a su mujer y al restaurante.
Pedro llegó a España, y después de un largo día, preguntó a su mujer qué hacer. Ella le
aconsejó que fuese a Méjico, a algún pueblo pequeño, porque ahí cocinarían mejor que en la
ciudad.
Pedro se fue a dormir, y a la mañana siguiente lo pensó mejor y decidió no ir a Méjico por
toda la corrupción y delincuencia. Y como él era muy conocido en España y Sudamérica, le
daba miedo que le pudieran hacer algo, como raptarlo o matarlo.
Después de pensarlo le comentó a su mujer que no iba a ir a Méjico.
Al rato, ella le dijo que diese una vuelta para pensar un poco mejor.
Paseando vio a un amigo y le contó lo ocurrido y el amigo le dijo a Pedro que faltaban
nada más cinco días para que el crítico fuese a su restaurante.
Pedro se dirigió al restaurante y les preguntó a sus empleados, pero ellos no le sirvieron de
gran ayuda.
Pedro siguió paseando y se paró en un viejo parque muy bonito para pensar. Y se le ocurrió ir a visitar a un viejo amigo, también chef, que trabajaba en un restaurante cercano.
Cuando llegó, comió allí y después habló con su amigo. Este le dijo que fuera a Australia,
y Pedro le preguntó por qué a Australia y el amigo le dijo que en Australia los platos son buenos
y aquí se conocían. A Pedro, después de pensarlo mucho, la idea le convenció y cogió el primer
avión rumbo a Australia.
Cuando llegó, estuvo descansando de todos los viajes y después se fue a buscar al mejor
chef, pero todos sus platos eran de otros países.
Solo faltaban tres días y Pedro fue en busca de los críticos de Australia para preguntar por
el mejor plato que habían probado y los que le decían no le convencían, pero un plato sí que le
gustó y se pasó todo el día buscando al chef creador del plato para pedirle la receta, pero no lo
encontró. Así que, al día siguiente, siguió buscando. Al fin encontró al chef, pero este le dijo que
hacía tiempo que quitó ese plato de la carta. Pedro, desilusionado, se fue a su casa a comer y a
pensar alguna cosa que poder hacer.
Siguió pensando, pero se quedó dormido y durmiendo soñó con los aborígenes y cuando se
despertó, pensó en ir a ver si ellos podían servirle de ayuda. Se fue a ver si conseguía alquilar un
todoterreno para ir allí. Lo consiguió y se puso en marcha.
Ya había llegado y se puso a preguntar como loco, pero ellos no le entendían, así que tuvo
que volver a la ciudad a por un traductor. Cuando lo tenía, se fue otra vez y ya pudo preguntarles
y conseguir una respuesta. El plato que encontró le gustó mucho, de modo que se fue hacia España y solo quedaba un día. Pedro descansó ese día antes.
Por fin, había llegado el día de que fuera al restaurante el crítico. Este fue a las dos en
punto y Pedro le sirvió el maravilloso plato y al crítico le gustó tanto que puso la mejor crítica
de su vida.

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