nuevas aportaciones antracológicas para la caracterización del

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nuevas aportaciones antracológicas para la caracterización del
NUEVAS APORTACIONES ANTRACOLÓGICAS PARA LA CARACTERIZACIÓN DEL PAISAJE VEGETAL DEL POBLADO PROTOHISTÓRICO DE ALISEDA David M. DUQUE ESPINO
EL PERIODO ORIENTALIZANTE
Actas del //1 Simposio Internacional de Arqueología de Mérida: Protohistoria del Mediterráneo Occidental SEBASTIÁN CELESTINO PÉREZ JAVIER JIMÉNEZ ÁVILA (editores)
CONSEJO SUPERIOR DE INVESTIGACIONES CIENTíFICAS Ins tituto de Arqueología, Mérida (CSIC, Junta de Extremadura, Consorcio de Mérida) Anejos de AEspA XXXV, 2005, pág. 535
NUEVAS APORTACIONES ANTRACOLÓGICAS PARA
LA CARACTERIZACIÓN DEL PAISAJE VEGETAL
DEL POBLADO PROTOHISTÓRICO DE ALISEDA
David M. DUQUE ESPINO
Resumen
Se presentan nuevos análisis antracológicos que vienen a sumarse a los estudios paleoambientales de que ya dis­
poníamos para el poblado Orientalizante de Aliseda. Los resultados evidencian un importante impacto antrórieo
sobre el medio vegetal y permiten establecer una sec uencia evolutiva. El período más antiguo se caracteriza por un
paisaje abierto. La fase post-orientaJizante (Ali seda II) es la que registra un mayor impacto de las actividades antró­
picas relacionables con las tareas agropecuarias. Por su parte la determinación de variaciones en la fase final es más
problcmática, aunque se observan cambios relacionables con nuevas condiciones ambientales.
Abstract
We present a list of new antracological analyses to add to the environment studies already available for the orien­
talizing site of Aliseda. The results show a very impOltant human impact on the landscnpe and they aJlows to pro­
puse an evolutionary sequence. The oldest phase was eharacterized by an open landscJpe. During the Post-Orienta­
lizing Period (Aliseda II) the evidences oY the human aetivities became the most importants of the archaeological
sequence. They are related with the farming works. The determination of the variations in the last period is more pro­
blematie, although changes in the relationship with a new environmental background can be observed.
INTRODUCCIÓN
Aunque el conocimiento de Aliseda (Fig. 1) en
relación con el célebre tesoro orientalizante se
remonta a principios del siglo XX, no será hasta la
década de los 90 cuando tengan lugar las primeras
y únicas intervenciones arqueológicas sobre el
poblado asociado al mismo. Dicha intervención,
denegada un año antes en el marco de los proyec­
tos "Extremadura Protohistórica" (EXPRO) y
"Paleoambiente y Paleoeconomía en Extremadura
durante el 1 milenio a.e." (DGICYT. PB93-0415)
(Rodríguez Díaz 1998) por la Dirección General de
Patrimonio de la Consejería de Cultura y Patrimo­
nio de la Junta de Extremadura, estuvo finalmente
Dav id M. DUQ 'E ESPiNO
Departamento de HistOria. Universidad de Extremadura
Campus Universitario, s/n. 1007\ CÁCERES
despinoCalu nex.es
condicionada por las obras de remoción de tierras
para la realización de una plataforma y un camino
de acceso a una antena de telefonía móvil en el año
1995 con carácter de urgencia.
Dichos condicionamientos obligaron a la
modificación de Jos planteamientos originários
sobre la intervención del sitio, de tal manera que
éstos giraron en torno a la valoración de los daños
causados por dichas obras.
En cualquier caso, los objetivos finales se cen­
traron en la constatación de una secuencia en la
que previamente se intuía una ocupación contem­
poránea del emblemático tesoro (Rodríguez Díaz y
otros 1995), así como a partir de ella su integración
en la dinámica poblacional del Tajo Medio y sus
536
N
EVA S APO~TAC IONES . 1i'<11~ /ICOLÓG I C,IS PARA LA CARACniRIZAC i<):-; DLL I',IISAJI' VLULTAL
Anejos de AEspA XXXV
Fig. J.- Vista general dela Sierra del Aljibe (Aliseda, Cáceres) ( Folo: D. Duque).
interconexiones con la Cuenca Media del Guadia­
na (Pavón y otros 1998). Unido a ello se procedió
de igual forma a la recuperación de todo tipo de
artefactos y ecofactos ljue contribuyeran a caracte­
rizar en términos paleoecológicos y paJeoeconó­
micos las relaciones de los habitantes de Aliseda
con su entorno inmediato.
En este último sentido son reseñables los traba­
jos anexados a la memoria de la intervención (Grau
1999; Pérez Jorda 1999 ; Hernández Carretero
1999b; Castaños 1999; Rovira y Gómez Ramos
1999), así como su propia síntesis dentro de la mis­
ma (Grau el alii 1999) que ha dado lugar al inicio
del conocimiento de las realidades paisajísticas de
Aliseda, de sus bases subsistenciales y a entender la
importancia de un vector económico como el mine­
ral para el poblamiento protohi stórico del Tajo y su
complementariedad socioeconómica y sociopolíti­
ca con la Cuenca Media del Guadiana (Pavón el alii
[998: 146 y ss. ; Rodríguez Díaz y EnrÍquez 2001).
En este marco interdisciplinar y de integración
de la información arqueológica, se pre sen tan los
resultados antracológicos de Aliseda, profundizan­
do en las tareas iniciadas por la Dra. Grau (1999)
sobre las que partimos, profundizamos y plantea­
mos nuevos interrogantes.
J.- LOCALIZA IÓN Y SECUENCIA
CULTURAL
El poblado protohi stórico de Aliseda (39 0 25 '
00" N/6° 42' 08" W; M N-703) se sitúa en la lade­
ra este de la Siel1'a del Aljibe (Fig. 1). : s un pro­
montorio de 604 m de altitud perteneciente a las
estribaciones de la Sierra de San Pedro, que dentro
del conjunto de la s "S ierras Centrales EXlreme­
ñas" (Ban'ientos 1998) constituyen la divisoria de
cuencas del Tajo y Guadiana (Fig. 2).
Hecho éste que permite caracterizar al poblado
de la Sierra del Aljibe como un punto estratégico
en el control de las vías naturales Norte-Sur a tra­
vés de la falla tectónica de Plasencia (Álvarc7
Rojas y Gil Montes 1988) que, en forma de cui'ia
perpendicular, atraviesa la Sierra de San Pedro a la
altura de Aliseda y que a través del río Zapalón
conecta con otro importante núcleo protohistórico
como es la Alacazaba de Badajoz, también estu­
diado en el marco de estos mismos proyectos.
En el mismo sentido, su disposición dominante
sobre el pasillo Este-Oeste que conforma la peni­
llanura cacereña, realza su importancia en el con­
trol caminero de esta zona vertebrada en sus inme­
diaciones por el río Salor.
Anejos de AEspA XXXV
DAVID
•
AIlsodJI
so ............... Fig. 2. - Localización general del poblado de Aliseda.
Valor geoeslralégico y divers idad de recursos
poten 'iules. princ ipalmente mi nero-metalúrgicos
(Florido 1987), van a ser los factores que hagan del
promon torio de Ajjseda un lugar preferencial én la
ocu p ac ió n y te rr itoria li zació n de es te espacio,
co m o tendremos oca s ión de comprobar en la
caracterización biogeográfica de sus entornos, al
meno ' durante el I milenio a.e.
I conocimiento de su dilatada ocupación
(Rodrígu ez Díaz y Pavón 1999), aunque no de for­
ma continuada , se debe a la intervención del año
1995 , cuya primera observación es el carácter de
urgencia de la misma, lo que sin duda alguna con­
dicionó los resultados antracológicos, y por exten­
sión, paleoambientales y paleoeconómicos que
aquí tratamos de presentar.
Centrándonos en los pormenores de dicha
intervención, se plantearon dos sondeos estratigrá­
ficos aju stados a sendos escarpes artificiales que se
habían visto afectados por las obras anteriormente
referidas, aunque eso sí algo distanciados de las
infraestructuras realizadas con el fin de no entor­
pecer el acceso y uso de las mi smas (Rodríguez
Díaz y Pavón 1999: 30). A pesar de las muchas
indicaciones sobre restos de material orgánico en
los diferentes niveles de los Corte 1 y 2, no todos
pudieron ser muestreados debido principalmente a
dos factores que condicionaron el desarrollo de la
intervención.
Los tipos de muestra recogidos se limitaron a la
recuperación de diferentes cantidades de sedimen­
to para su posterior tratamiento mediante flota­
ción . Aun a pesar de recoger un volumen de entre
M . DUQUE
EsPINO
537
10 y 20 litros de sedimento por nivel y zonación
arqueológica, el alto contenido en arcillas de los
mismos hacía de la flotación una tarea ardua y
laboriosa. Previo al lavado de las tierras había que
dej arlas en remojo al menos un día para la descom­
posición de los bloques de barro. E sta dificultad
motivó el cambio de la estrategia planteada en un
primer momento, optándose finalm e nte por el
tamizado con agua de las diferentes muestras de
sedimento, lo que condicionó sobremanera el volu­
men total tratado, reduciéndose considerablemente
el número de muestras ecofactuales recuperadas.
No obstante, y a pesar de ello, contamos con
muestras suficientes para caracterizar en términos
antracológicos las distintas fases culturales de Ali ­
seda que se corre, pond n con la siguiente secuen­
cia obtenida a partir de la cOITelación estratigráfi­
ca, construc tiva y ergológicu de los dos cortes alu­
didos, cuyos pormenores p ueden consultar 'c en s u
memoria arqueol ógica (R odríguez D Íaz y Pavón
1999):
- Ali seda 1. correspondiente al Bronce Final y
ellránsito al Orientalizan te;
- Aliseda Il adscrito al Ori ntali zante Pleno­
Reciente;
- Aliseda III relacionado con el Postorientali­
zante u Orientali zante Tardío;
- y Aliseda IV que, tra~; un hiato temporal , se
corresponde con la fase romano-republicana
del asentamiento.
Una primera aproximación a dichas cuestiones
ya se plantearon en la propia memoria de excava­
ción de Aliseda (Ca,taños 1999; Grau 1999; Her­
nández Carretero 1999b; Pérez Jordá 1999; Rovira
y Gómez Ramos 1999) donde la Dra. Grau abordó
el estudio antracológico de este yacimiento y sobre
el que aquí hemos tratado de profundizar.
Para ello y previo a la exposición de nuestros
propios resultados , creemos necesaria la caracteri­
zación biogeogrúfica de los entornos próximos a
Aliseda con el fin de establecer un marco referen­
cial sobre el que poder realizar las valoraciones
antracológicas pertinentes en términos de vegeta­
ción.
2.- CARACTERIZACIÓN BIOGEOGRÁFICA
Como quedó dicho, el poblado de Aliseda se
sitúa sobre la falda noreste de la Sierra del Aljibe
entre las cotas de los 500 y los 600 m de altitud
(Fig. 3), lo que le confiere un dominio visual
amplio tanto hacia el Tajo y sus riberos, como
hacia la Cuenca Media del Guadiana.
538
NUEVAS APORTACIONES ANTRACOL ÓGICAS PARA LA CARACTERIZACIÓN DEL PAISAJE VEGETAL
Fig. 3. - Caracteresfisiográficos de los entornos inme­
diatos al poblado de Aliseda.
La explicación a estas condiciones excepciona­
les de control visual tenemos que buscarlas en la
historia geológica regional donde podemos resal­
tar como acontecimientos más reseñables para su
disposición actual el efecto de las primeras tensio­
nes paleoalpinas sobre una superficie rígida y
endurecida que contienen, entre otras, el origen del
escalón de Montánchez (Sierras Centrales Extre­
meñas) y la individualización de las cuencas hidro­
gráficas del Tajo y Guadiana. Dichos episodios
suceden al descomponerse el macizo en dovelas
escalonadas generando fracturas como la falla de
Plasencia-Odemira, cuyo control ya apuntamos
para el poblado de Aliseda.
Retoques erosivos y deposicionales durante el
Terciario y el Cuaternario terminarán de confor­
mar el actual aspecto geomorfológico de este sec­
tor divisor de ambas cuencas hidrógráficas.
La complejidad de este proceso morfogenético
del relieve, aquí expuesta de forma sucinta, ha per­
mitido sintetizar las formaciones geológicas de
esta zona cercana a Aliseda en cuatro grandes uni­
dades geológicas (Gómez Amelia 1982) corres­
pondientes al conjunto de la penillanura cacereña,
de las que Aliseda cuenta en sus entornos con piza­
rras y grauwacas cámbricas en las zona más baja y
septentrional de su área de captación, así como
Anejos de AEspA XXXV
cuarcitas ordovicicas, calizas devónicas y depósi­
tos cuaternarios de escasa relevancia.
Este variado sustrato geológico y litológico
permite el desarrollo de un variado perfil edafoló­
gico (García Navarro 1995; García Navarro y
López Piñeiro 2001) que para el área hipotética de
captación de recursos de Aliseda se resume en un
predominio de los leptosoles dístricos y acrisoles
háplicos. Los primeros se sitúan sobre las pizarras
cámbricas de las zonas bajas situadas al norte de
Aliseda, totalmente deforestadas de antiguo para
su puesta en cultivo de bajo rendimiento; Los
segundos se asocian en términos generales a las
zonas serranas de toda la Sierra de San Pedro, don­
de se encuentran los alcornocales serranos cuya
potencialidad agrícola está limitada a cultivos
cerealistas que soporten su alto grado de acidez.
Junto a éstos y relacionados con las formacio­
nes serranas, aparecen pequeños núcleos de luvi­
soles crómicos sobre calizas cámbricas de difícil
aprovechamiento por su alta capacidad de reten­
ción de agua y luvisoles háplicos en zonas de pen­
dientes estabilizadas en algunos de los pequeños
valles que conforman las sierras cercanas de Alise­
da que permitiría el desarrollo de una agricultura
de rendimientos medios a altos.
Esta situación edafológica de Aliseda contrasta
con el predominio en la penillanura cacereña de
cambisoles dístricos cuyos uso y productividad se
encuentran muy limitados.
En este mismo sentido, son necesarios para la
caracterización biogeográfica de Aliseda destacar
los parámetros bioclimáticos, 'pues unido a lo has­
ta ahora expuesto, nos ayudarán a entender su defi­
nición biogeográfica y la vegetación potencial que
en su conjunto puede albergar.
Caracteres bioclimáticos que podemos resumir
atendiendo a los valores de las temperaturas y las
precipitaciones propias de las estaciones próximas
a esta población y localizadas en unidades paisa­
jísticas similares a las que nos ocupan (Fig. 4).
Una primera lectura de los datos expuestos
marcan una notable diferencia en los valores res­
pectivos de aquellas estaciones localizadas en la
penillanura con las ubicadas en zonas serranas
similar a la que se da en el poblado de Aliseda. De
este modo, observamos cómo las localidades con
altitudes superiores a los 450 m presentan un piso
mesomediterráneo medio con ombroclima subhú­
medo, mientras que la mayor parte de las pobla­
ciones ubicadas en la peniHanura y por debajo de
esa altitud se ajustan a unos parámetros propios de
un mesomediterráneo inferior con ombroclima
generalmente seco. Esta dualidad bioclimática es
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Fig. 4.- Parámetros hioclimáticos de las estaciones próximas a la localidad de Aliseda (Dalns procedentes de Torm o,
Ruiz y Devesa).
la que debemos entender en los entornos de Alise­
da, cuyas oscilaciones bioclimáticas van desde un
mesomediterráneo inferior a medio con ombrocli­
ma oscilante entre seco y subhúmedo.
Estas marcadas diferencias entre sierra y peni­
llanura en términos orográficos , edafológicos y
bioclimáticos son las respon sables últimas de
encontrarnos de nuevo ante un espacio fronterizo
en términos biogeográficos, pues en un pequeña
porci6n de espacio en torno a Aliseda encontramos
e l límite en tre los sectores "toledano-tagano"
(aproximadamente la provincia de Cáceres) y
"maríanico-monchiquense;' (aproximadamente la
provincia de Badajoz). En ellos y con relación a
este asentamiento se definen los subsectores
"cacereños" y "oretano" para el primero, y el "ara­
ceno-pacense" para el segundo. Dentro del "s ub­
sector oretano", la ubicación misma de Aliseda se
corresponde con el reconocido como "distrito
sampedrino" que hace referencia al conjunto de
sierras que desde Montánchez se alinean en direc­
ción noroeste hasta Portugal.
Por todos estos motivos, las formaciones vege­
tales de los entornos de Aliseda van a presentar una
divers idad que responde de igual forma a e sta
compleja adscripción biogeográfica que en buena
correspondencia nos auxiliarán a la hora de valorar
los resultados concretos de su antracoanáli sis y su
integración en una valoración más amplia con el
resto de las disciplina s paleoecológicas yeconó­
micas.
Un primer punto de partida para el análisis de
las series de vegetación que corresponden a este
contrastado espacio hay que buscarlo en la carto­
grafía existente sobre este asunto (Fig. 5) (Rivas
1987; Devesa y Ruiz Téllez 1995).
En ella, podemos observar el predominio de los
encinares mesomediterráneos luso-extremaduren­
ses de Pyro bourgaeanae-Querceto rotundifoliae
sigmetum en s u faciación típica de la encina y el
piruétano (Fig. 6A). Junto a ella, contamos tam­
bién con una importante representación de los
alcornocal.es seITanos de Sanguisorbo agrimonioi­
di -Querceto suberis sigmetum (Fig. 6B).
Estas dos series dominantes en los alrededores
de Aliseda encontrarán su s diferencias florísticas y
corológicas sobre todo en las etapas sustitutivas de
los mi s mos que dependerán de la exposición de las
vertientes y los tipos de sustratos sobre los que se
asienten (Ladero 1987).
Así los encinares de la peniJlanura derivarán
hacia los ahulagares-jarales (Genisto-Cistetum
ladaniferi ) sobre litosuelos pizarro sos o hacia
escobo na les (Cytiso multiflori-Retametum sphae­
rocarpa) típicos del "sector toledano-tagano"
sobre sustrato granítico. Sobre el escaso sustrato
Fig. 5.- Mapa de series de vegetación de los entornos de
Aliseda (elaboración propia a.p. Rivas Martín ez).
540
UENAS AJ'ORTACION .
NTR,\ OLÓ<JICAl PARA IJ\
e
RAC!ERLLA IÓN DEL PAISAJE VEGIITAL
Anejos de AEs¡JÁ XXXV
o
Fig. 6.- Flora y Jlegetació1I de lo.\' entamo.j· de Aliseda: A. PimétaJ10 y encina; B. A/c'omo al: C. Coscoja ; D. JaraJ.
F()lOs: D. Dllque.
Anejos de AEspA XXXV
.
básico de los entomos de Aliseda podemos encon­
trar los coscojares de Asparago-Rhamnetum cocci­
feretosum (Fig. 6C) y sus correspondiente jaral
sustitutivo de Lavandulo-Cistetum albidi. Estos
mismos encinares en la zona sur del mapa de vege­
tación se caracterizan por la introducción de ele­
mentos más termófilos propios del "subsector ara­
ceno-pacense" como son los acebuchales y cosco­
jares.
Los alcornocales, por su parte, verán marcadas
sus diferencias en sus etapas sustitutivas en fun­
ción sobre todo de la exposición de las laderas
como ponen de manifiesto los jaguarzales de Eri­
co-Cistetum populifolii en las vertientes septen­
trionales o jarales-brezales de Erico-Cistetum
ladaniferi (Fig. 6D) en exposiciones más térmicas.
Junto a estos últimos podemos destacar la presen­
cia hacia el "subsector araceno-pacense" de char­
necales de Phillyreo-Arbutetum pistacietosum len­
tisci en solanas sobre derrubios de ladera.
Por tanto, y a pesar de esa aparente uniformi­
dad litosociológica registrada en el mapa de series
de vegetación del entorno de Aliseda, observamos
la complejidad florística de las mismas dependien­
tes de multitud de factores que intervienen en una
zona biogeográficamente fronteriza.
No obstante, a dicha complejidad de las forma­
ciones climácicas podemos añadir un par de pun­
tualizaciones: 1) la existencia dentro del "distrito
sampedrino" de melojares (Arbuto-QuercelO pyre­
naicae sigmetum), actualmente sólo constatados
en la sierra de mayor altitud de esta unidad, la de
Montánchez, desarrollado justo por encima de los
alcomocales y cuyas etapas sus titutivas son simila­
res en <lmbas formaciones; y 2) las series edafófi­
b s, cuya escasa presencia en la actualidad debe
ponerse en relación con la gestión antrópica y con
la poca entidad de los cursos de agua de esos entor­
nos que contrasta de manera importante con el
topónimo mismo de la localidad donde se ubica el
asentamiento.
DAVID M . DUQU E E SPINO
541
Hechas todas estas apreciaciones sobre el
medio físico de Aliseda y cómo éste determina su
caracterización biogeográfica y corológica, cree­
mos estar en disposición de afrontar el análisis de
los datos ofrecidos por la Antracología.
3.- RESULTADOS ANTRACOLÓGICOS
Las bases para la exposición de los resultados
concretos del poblado protohistórico de Aliseda se
fundamentan en el análisis de JI muestras antraco­
lógicas correspondientes de forma desigual a las
cuatro fases documentadas en este asentamiento
(Fig. 7). Esas 11 muestras, sumando el trabajo des­
arrollado por la Dra. Orau (1999), contienen un
total de 2.961 fragmentos de carbón, lo que supo­
ne el doble de carbones del estudio preliminar yen
consecuencia tener una mayor diversidad taxonó­
mica y una mayor significación en términos cuali­
tativos y cuantitativos.
Fruto de esa profundización es la lista taxonó­
mica obtenida finalmente en la que contamos para
el conjunto de la analítica con un total de 20 taxo­
nes, contando los indeterminables, que son (las
marcadas con * sólo fueron determinadas en el
estudio preliminar de la Dra. Orau): Arbutus unedo
(Madroño); Cistaceae sp. (Jara); Daphne gnidium
(Torvisco); EriCil sp. (Brezo); Fraxinus angustifo­
lia-excelsior (Fresno) ; *Fraxinus oxycarpa (Fres­
no); *Juniperus sp. (Enebro); Leguminosae sp.
(Escoba blanca/Retama); Olea europaea (Olivo/
Acebuche); Phillyrea/Rhamnus (LabiérnagolEspi­
no); *Pinus halepensis (Pino carrasco); Pistucia
lentiscus (Lentisco); Populus/Sa lix (Chopo/Sau­
ce); Quercus ilex- cocc ifera (Encina/Coscoja);
Quercus sp. t. caducifoJio (Quejigo/MelojolRoble);
Qu ercus suber (Alcornoque) ; Rosaceae sp. t.
malo idea (Piruétano/Majuelo); Rosaceae sp. t.
prunoidea (Almendro/Loro/CerecinolEndrino); y
Ulmus sp. (Olmo).
Fig. 7.- Relación de muestras y sus pormenores de la campaña de 1995 de Aliseda.
542
NUEVAS APORTACIONES ANTRACOLÓGICAS PARA LA CARACTERIZACiÓN DEL PAISAJE VEliETilL
La aparición de cada taxón por muestra puede
observarse en la Fig. 8, donde podemos destacar
además el número de los mismos determinados por
muestra y su relación con el número de fragmentos
analizados en cada una de ellas. Su análisis perrru­
te realizar una serie de indicaciones sobre la flora y
vegetación predominante en el yacimiento en tér­
minos cualitativos.
Observando la Tabla (Fig. 8), podemos consta­
tar la importancia de las distintas formaciones vege­
tales que en gran medida están presentes a lo largo
de la ocupación. En este sentido, podemos estable­
cer cuatro grandes grupos en función de su frecuen­
cia: los que aparecen en el 100c!c) de las muestras,
con-espondientes a Leguminosae sp., Quercus ilex­
coccifera y Rosaceae sp. t. maloidea; los que lo
hacen en tomo al 90% como Cistaceae sp. y Quer­
cus suber; aquellos otros que aparecen aproximada­
mente en el 85% de las muestras como Arbutus
l/nedo y Erica sp.; y por último, los que se han
documentado en tomo al 80% de las muestras del
que sólo contamos con Quercus sp. t. caducifolio.
Un primer hecho que llama la atención sobre el
análisis de estos datos es la exclusividad de para
estas frecuencias de taxones pertenecientes a las
angiospermas y dentro de ellas el predominio de
los perennifolios sobre los caducifolios, represen­
tados estos últimos por el quercínea de hoja cadu­
ca y la rosácea tipo maloidea, posiblemente rela­
cionada con el piruétano (Pyrus bourgaeanae)
(Fig. 6A). Dicha situación es la que parece reflejar
la vegetación actual de los entornos de Aliseda.
Otra puntualización tiene que ver con el segun­
do grupo de taxones más frecuentes cuya discrimi­
nación se debe a la ausencia de ambos en una sola
muestra, concretamente la primera. Ésta presentaba
problemas de intrusiones con el nivel superficial
provocado por la pendiente. Además sólo se han
podido analizar 121 fragmentos de la misma, lo que
Anejos de A EspA XXXV
puede resultar determinante a la luz de los esfuerzos
que hay que realizar para contar con muestras signi­
ficativas en términos cualitativos y cuantitativos.
Por ello, creemos que ambos taxones (alcorno­
que y algún tipo de jara) pudieran considerarse
representativos del primer grupo.
En cualquier caso, las formaciones vegetales
reflejadas en toda la ocupación de Aliseda parecen
responder a las comentadas en el estudio biogeo­
gráfico actual del yacimiento, donde encinares y
alcornocales, por orden de importancia conforman
y conformaban el estrato boscoso predominante en
el área de captación de recursos del yacimiento
(Fig. 5). De este modo, taxones como Quercus
ilex-coccifera y Rosacea sp. t. maloidea (cf. Pyrus
bourgaeanae) serían las máximas representantes
de la faciación típica de los encinares luso-extre­
madurenses; mientras que Quercus suber y Arbu­
tus unedo nOS ponen en evidencia la importancia
de los alcornocales mesófitos de laderas propios de
estos lares. Leguminosae sp., Cistaceae sp. y Erica
sp, junto a Quercus sp. t. caducifolio, podrían
entenderse dentro de estas dos formaciones sin
ningún tipo de problema.
El resto de los taxones sólo vendrían a redun­
dar en las formaciones caracterizadas anteriormen­
te, salvo aquellos de carácter edafófilo que deben
ponerse en relación con las series riparias propias
de los cursos de agua próximos al yacimiento.
En definitiva todos ellos, aportarán una infor­
mación cualitativa importante para el conocimien­
to de la estructuración de las formaciones vegeta­
les. Circ;unstancia que creemos más conveniente
valorar junto al análisis de los resultados cuantita­
tivos que a continuación exponemos y que sinteti­
zamos ahora en una tabla de frecuencias absolutas
por muestras y relativas por fases, tras la suma de
las anteriores (Fig. 9) que nos servirán de base para
la realización del diagrama antracológico a partir
Fig. 8. - Aparición por muestra de cada uno de los /axones determinados.
Anejos de A EspA XXXV
DAVlD
M.
Dl'QUE EsPINO
543
Fig. 9. - Tabla de j1'ecuencias absolutas por muestra considerada, sus totales por fases y frecuencias relati vas finale s
por periodo cronológico documentado en Aliseda.
del cual veremos la evolución del medio vegetal
para los entornos del poblado de Aliseda durante el
[ milenio a.e.
4.- INTERPRETACIÓN DEL
ANTRACOANÁLlSIS
En el diagrama antracológico (Fig. 10) hemos
representado los valores cuantitativos globales
para cada una de las fa ses del yacimiento , descar­
tando la Muestra 3 que estaba ligada a la acumula­
ción de cenizas en una subestmctura o cenicero, lo
que ha provocado su desestimación para la valora­
ción paleoecológica de Ali seda, y su explicación
en términos paleoetnológicos que realizaremos en
otra ocasión.
Atendiendo al diagrama de una forma general
podemos apreciar una composición f10rÍstica
homogénea a lo largo de su secuencia en la que
encinares y alcornocales parecen ser las principa­
les formaciones representadas. Junto a ellas, desta­
ca la presencia de taxones de carácter edafófilo que
experimentan un importante aumento hacia el final
del diagrama antracológico y en cuya explicación
nos detendremos en su momento.
,
r •f
•
I
J
Fig. 10.- Diagrama antracológ ico del poblado proto­
histórico de Aliseda.
544
NUEVAS APORTACfONES ANTRACOLÓGfCAS PARA LA CARACTERIZACfÓN DEL PAfSAJE VEGETAL
La secuencia antracológica está marcada por
las fluctuaciones de los dos taxones más impOltan­
tes en términos cuantitativos, Quercus ilex-cocci­
Jera y Rosaceae sp. t. maloidea , así como por la
evolución de una serie de determinaciones indica­
tivas de la incidencia sobre las formaciones vege­
tales detectadas como serían Cistaceae sp., Legu­
minosae sp., Arbutus unedo, Erica sp. y puntual­
mente Pistacia lentiscus.
La fase Aliseda 1 correspondiente al Bronce
Final y el tránsito al Orientalizante, se caracteriza
por presentar unos valores relativos bajos de Quer­
cus ilex-coccifera que se ven compensados por la
representatividad que adquiere en estos momentos
dentro del espectro Rosaceae sp. t. maloidea, con
casi la mitad de los valores cuantitativos. Dicho
panorama parece estar reflejando un paisaje abier­
to donde los encinares muestran una orla espinosa
importante, y donde especies heliófilas, como Cis­
taceae sp., o arbustivas, como Leguminosae sp.,
son indicativas de la incidencia del hombre sobre
el medio.
En esta primera fase están presentes también
elementos típicos de los alcornocales, como serían
Quercl/s suber y de sus etapas sustitutivas como
Arbutus l/nedo y Erica sp. Llama también la aten­
ción la máxima representación porcentual de las
quercíneas de hoja caduca que bien pudiéramos
integrar en los mismos alcornocales o bien enten­
derlos en el conjunto de la orla riparia.
Dicha orla riparia se caracteriza por los mayo­
res porcentajes de Ulmus sp. de toda la secuencia
y la no presencia del fresno; situación que con­
trasta con las fases siguientes, lo que podría estar
indicando la existencia de cursos de agua caracte­
rizados por gran irregularidad en su caudal como
consecuencia de unos parámetros climáticos,
sobre todo en lo que a las precipitaciones se refie­
re, algo más estacionales que para las fases
siguientes.
Por último y en relación con esta fase inicial de
Aliseda, hemos de mencionar la relativa importan­
cia cuantitativa de la única gimnosperma docu­
mentada, Pinus halepensis, cuyas características
ecológicas y fitosociológicas se han relacionado
con fases de degradación de la vegetación (Grau et
alá 1998; Grau 1999), y que sin embargo, tende­
mos a reinterpretar como elementos relictos de una
vegetación dominante en el tránsito al Holoceno,
junto a otras especie de conífera documentada a
partir del estudio de varias brácteas de piñas de
Pinus pinea, recuperadas en el grueso de las mues­
tras antracoilógicas (comunicación personal de
P.M. Vázquez Pardo).
Anejos de AEspA XXXV
Aliseda 11, inscrito en el Orientalizante Pleno­
Reciente, se caracteriza en su espectro antracológi­
co por el aumento significativo de Quercus ilex­
coccifera y el descenso, aunque todavía con unos
valores muy importantes, de Rosaceae sp. t. maloi­
dea. Sin embargo, y a pesar de dichas circunstan­
cias, los taxones indicativos de la incidencia sobre
el entorno vegetal siguen estando presente y si
cabe con ligeros aumentos con respecto a la fase
precedente. Así, por lo menos lo manifiestan Cis­
taceae sp. y Leguminosae sp. La no correponden­
cia del aumento de Quercus ilex-coccifera con un
descenso de los taxones indicados puede estar rela­
cionado con la importancia de estos últimos en los
alcornocales colindantes, que en sus fases sustitu­
tivas muestran igualmente a estos taxones como
característicos de su matorral.
Esta última formación sigue estando documen­
tada en el diagrama con las mismas especies ante­
riormente indicadas y su menor representación
cuantitativa seguramente nos estén indicando un
estadio muy avanzado de degradación donde los
jarales-brezales debieron ser importantes, y de ahí
el posible incremento de las cistáceas para estos
momentos o la presencia puntual de las quercíneas
de hoja caduca cuyo valor a partir de ahora es
meramente testimonial.
Este último taxón indicado pudiera estar rela­
cionado con la ripisilva documentada que comien­
za a partir de esta Fase y hasta el final de la secuen­
cia a mostrar ciertos cambios florísticos, quizás
relacionados con variaciones ambientales. En este
sentido, los olmos dejan de ser los protagonistas de
estas formaciones y en su lugar el fresno pasa a
caracterizar la orla vegetal riparia, que además en
esta fase se acompaña de la presencia puntual del
chopo/sauce. Todos ellos nos acercan a unas for­
maciones riparias de curso medio donde el caudal
de los cursos de agua podrían dejar de sufrir estia­
jes totales, como manifestarían los olmos de la fase
precedente o su orla sustitutiva de adelfares y
tamujares, y pasarían a tener escorrentías conti­
nuas a lo largo del año como consecuencia de unas
precipitaciones menos estacionarias. En cualquier
caso, sería deseable contar con un mayor número
de analíticas de estos momentos y para estos con­
textos biogeográficos con el fin de poder contrastar
este tipo de implicaciones que parecen repetirse en
las fases siguientes en mayor o menor medida.
Una de esas etapas, concretamente a la que
sin solución de continuidad sigue a la anterior­
mente descrita es Aliseda 111, correspondiente al
Post-orientalizante, centrada en el siglo V a.e.
Este período se caracteriza por ser el de mayor
Anejos de A EspA XXXV
J
incidencia sobre el medio vegetal, según se des­
prende del diagrama antracológico y sus valoracio­
nes cuantitativas, así como por lo que de indicativo
pueda tener la presencia por vez primera de un
taxón como Olea europaea que podría estar indi­
cando su posible cultivo a partir del siglo V a.e.
De este modo, el taxón más representativo de
toda la secuencia Quercus ilex-coccifera va a ser en
estos momentos cuando manifies te su descenso
más acusado y, por consiguiente, sus valores más
reducidos. Rosaceae sp. t. maloidea, por su parte ,
muestra un ligero incremento con respecto a la fase
precedente, dando de nuevo una imagen de vegeta­
ción muy abierta caracterizada por las orlas espino­
sas que confolman estas especies. El descenso de
encina-coscoja igu almente se ve compensado por
el aumento de taxones ya importantes anteriormen­
te como Leguminosae sp. o el mantenimiento de
Cistaceae sp. Pero es indicativo de ese paisaje
abierto y expuesto sobre todo Pistacia lentiscus
que alcanza valores relativos importantes y nunca
observados ni en etapas anteriores o posteriores de
Aliseda. Igualmente fruto de la degradación de
estos encinares o de los alcornocales es la aparición
por vez primera en toda la secuencia, aunque sea de
forma puntual, del torvisco (Daphne gnidium).
En el mismo sentido, aunque con una impor­
tancia relativa menor dentro de este espectro antra­
cológico, hemos de destacar los importantes
aumentos que adquieren en Aliseda III los taxones
relacionados con las etapas sustitutiva s de lo s
alcornocales como Arbutus unedo y Erica sp.,
frente incluso al ligerís imo descenso que experi­
menta la cabeza de serie de e stas formacione s
como Quercus suber.
Ese moderado descenso es también apreciable
en la ripisilva, donde Fraxinus sp. alcanza los valo­
res más bajos de toda la secuencia. No se docu­
menta Populus/salix y tampoco se registra Ulmus
sp. Las quercíneas de hoja caduca están presente
de forma puntual y podrían estar relacionadas con
estos mínimos retazos de ripisilva o de alcornoca­
les en lugares refugiados.
Por último, tras esta fuerte fase de incidencia
sobre el medio vegetal y un hiato temporal de al
menos dos siglos, Aliseda IV es un momento mar­
cado por la presencia romana en esta zona . La
cobertura vegetal parece manifestar una cierta
recuperación, fruto quizás de ese abandono. De
este modo , de nuevo los valores de Quercus ilex­
coccifera manifiestan un incremento considerable,
el más alto de toda la secuencia; mientras que
Rosaceae sp. t. maloidea presenta un descenso sig­
nificativo con respecto a las fases anteriores, pero
D AV ID
M.
Dl:QIT. ESPINO
545
con unos valores importantes explicables por su
importancia en la serie de vegetación de los enci­
nares característicos de estos entornos. Indicativo
en este mismo sentido son el descenso de un taxón
como Cistaceae sp., cuyo s valores pasan a ser
poco importantes en el conjunto de la muestra y la
no documentación de especies termófilas como
Pistacia lentiscus, frecuentes en la s fases prece­
dentes. No obstante , durante es tos momentos y a
pesar de la recuperación del bosque se dan impor­
tantes valores de Leguminosae sp . o la presencia
puntual de Daphne gnidium, semejante a los de la
fase precedente que unido de nuevo a la presencia
testimonial de Olea europaea -si la consideramos
cultivada desde el s iglo V a.e. - , nos e s tarían
manifestando la relativa importancia de vectores
económicos como la ganadería o la agricultura res­
pectivamente.
Esa recuperación de los encinares también es
apreciable en los alcornocales donde, a diferencia
de la fase precedente , lo s valore s de Ericcl sp.
pasan a ser residuales y en consonancia con el des­
censo de Cista ceae sp. , y aumenta ligeramente
Arbutus unedo, quizás indicando un proceso de
recuperación de estas formaciones pasando de un
jaral-brezal en el siglo V a.e. a un madroñal hacia
el cambio de Era.
Más llamativo resulta para esta última fase de
Aliseda el aumento considerable de la ripisilva en
término s cuantitativos sobre todo, y en menor
medida cualitativo por la presencia de nuevo de
Ulmus sp. En función de todos los datos paleoeco­
lógicos y paleoetnológicos de esta fase romana de
Ali seda, la primera cuestión a plantear tiene que
ver con la propuesta de evolución de la vegetación
que en su día propuso la Dra. Grau (1999) en el
que se apreciaba un aumento considerable de los
porcentajes de las especies riparias , concretamente
fresno y olmo, que juntos rondaban el 30% de las
frecuencias relativas del paleopaisaje de Aliseda
hacia el cambio de Era. Dichas apreciaciones par­
tían de la valoración global de todas las muestras
pertenecientes a esta Fase sin di scriminación algu­
na, lo que sin duda motivó la sobrevaloración
cuantitativa de estos taxones en ·detrimento de las
restantes determinaciones realizadas y su interpre­
tación como consecuencia directa de una posible
variación ambiental hacia un clima algo más
húmedo.
La contextualización arqueológica de la Mues­
tra 3, sin embargo, en un área de actividad eviden­
te aunque mal conocida por las limitaciones de la
intervención, nos hacen ser cautos en la integra­
ción de la misma en la valoración paleoecológica.
546
NUEVAS APORTAC IQ NES /\Ni'\<ACOL.ÓGI C:-IS PAR /\ 1../\ CARACIl, RlZACIÓr< [)EL PAISAJl ó VEGETAL
En ese sentido, la descartamos en términos cuanti­
tativos, y los datos finalmente considerados mues­
tran un incremento de los porcentajes de la ripi si[­
va más moderado, aunque tampoco exento de pro­
blemas.
Así, [os valores de los taxones relacionados
con la ripisilva para la fase romano-republicana de
Aliseda provienen de la Muestra 2, que correspon­
den a los carbones dispersos por el nivel de habita­
ción en el que se integra el hogar y el cenicero,
pudiendo estar sobrevalorada su presencia por la
dispersión de los carbones concentrados a partir
del cenicero por el suelo de ocupación y por tanto
no ser una imagen correcta de la vegetación.
No obstante, y a la espera de poder contar con
nuevas analíticas arqueobotánicas de este asenta­
miento o de otros con cronologías s imilares y
situaciones biogeográficas afines, lo único que
podemos concluir tiene que ver con la existencia
de unas formaciones riparia s de cauce medio ya
instalada en estos entornos en el tránsito del 11 al 1
milenio a.c., sólo que ahora quizás más desarrolla­
das por el hialus temporal que separa a "Aliseda III
y IV" lo que pudo favorecer su recuperación y
potenciación.
Por tanto, hemos visto cómo a partir de la
secuencia antracológica de Aliseda (Fig. 10) se ha
obtenido una evolución del medio vegetal cam­
bia nte en el que, sin duda alguna, los vectores eco­
nómicos, territoriales e históricos, y posiblemente
ambientales, van a ser los responsables últimos de
su explicación.
Dichos aspectos son los que a continuación tra­
taremos de ver en estrecha relación con los datos
antracológicos aquí aportados, con el fin de sinte­
tizar toda la información procedente de Aliseda
que ayude a describir y explicar las relaciones de
sus ocupantes con el entorno inmediato en el que
se instalaron y del que se aprovecharon.
S.- PALEOPAISAJE y PALEOAMBIENTE
DE ALISEDA
Un punto de partida ineludible en la valoración
general de los datos arqueobotánicos el poblado
protohistórico de Aliseda, en relación a la propues­
ta de evolución del medio vegetal elaborada a par­
tir de los datos antracológicos, es la obtenida por la
Paleopalinología (Hernández Carretero 1999a y
b), la Carpología (Pérez Jorda 1999), la Arqueo­
fauna (Castaños 1998 y 1999) Y la propia informa­
ción arqueológica de este asentamiento (Rodrí­
guez Díaz y Pavón 1999).
Anejos de AEspA XXXV
El estudio sistemático de dos columnas políni­
cas y un análi sis puntual del relleno de un vaso son
las bases sobre las que se ha obtenido una lectura
paJeoecológica y paleoeconómica de Aliseda (Grau
el alii 1998; Hern ández Can'etero 1999a y b).
Dichas analítica s palinológicas de Aliseda
muestran, en términos generales, gran sintonía
taxonómica con los resultados antracológicos aquí
obtenidos. De este modo, y a pesar de que su inves­
tigadora alude a un " bosque esclerófilo perennifo­
lio" de forma genérica, sus propias determinacio­
nes arbustivas permitirían plantear la existencia de
dos formaciones climatófilas diferentes como serí­
an los encinares y los alcornocales. Junto a ellas,
destacan también los elementos arbóreos y herbá­
ceos que manifiestan una relativa importancia del
bosque ripario en el que incluso se detecta la pre­
sencia del nogal y el aliso, junto a las ya mencio­
nadas por el estudio antracológico,
No obstante, y junto a esta correspondencia
taxonómica en lo que concierne al polen arbóreo y
arbustivo, toda la secuencia palínológica se
encuentra dominada por los pólenes no arbóreos ,
lo que pone en evidencia un importante impacto
antrópico sobre el medio vegetal desde los inicios
y a lo largo de toda la ocupación del poblado pro­
tohistórico de Aliseda.
En esLe sentido baste recordar cómo el período
más antiguo de Aliseda estaba caracterizado en el
antracoanálisis por un pai saje muy abierto y espi­
noso en el que resaltaban los porcentajes de taxo­
nes propios de formaciones vegetales alteradas
como Cistaceae sp. y Leguminosae sp.
En términos evolutivos, [a columna realizada
en el Corte 1 de A liseda es la que mejor define
dicho aspecto tanto en cuanto ha permitido esta­
blecer mínimamente una zonación polínica parale­
lizable en términos de evolución paleoecológica a
la observada a partir del estudio antracológico.
De esta manera, parece ser la fase postorienta­
lizante de Aliseda II la que registra un mayor
impacto de las actividades antrópicas en el medio
en función del descenso significativo de taxones
determinados en el estudio polínico, por la fuerte
caída de Quercus p. y el considerable aumento de
las herbáceas indicadoras de actividades relaciona­
das con la agricultura y la ganadería propiamente
dichas. Por tanto, igual que observamos para la
Antracología, es Aliseda II la etapa que marca el
punto de inflexión en la evolución del medio vege­
tal , convirtiéndose en la clave de la zonación polí­
nica detectada en Aliseda.
Las posibles causas que explican dicha infle­
xión las debemos buscar en el vector agrario, donde
Anejos de A EspA XXXV
los pastos y los cultivos agrícolas parecen estar
representados a lo largo de toda la secuencia como
ponen de manifiesto los importantes valores de
Astaraceae, Fabaceae, Poaceae, Cruciferae y
Lamiceae entre otras para los primeros, y Planta­
ginaceae , Caryophytiaceae, Covolvulaceae ,
Umbeliferae y puntualmente Cerealia para los
segundos. Junto a todos estos tipos polínicos se
presentan alto s niveles de taxones exigentes de
abundante materia orgánica como Boraginaceae ,
Urticaceae y en menor medida Potygonaceae que
indican la existencia de espacios muy humaniza­
dos. También se detectan ciertas herbáceas propias
de ambientes más húmedos como Ranunculaceae
y Cyperaceae, junto a la presencia de esporas para
espacios abieltos en las proximidades de los cursos
de agua (Grau et alii 1998; Hernández Carretero
1999a y b).
Todo este espectro polínico de las herbáceas se
ve complementado por el registro carpo lógico
(Pérez Jord a 1999) que, aunque escueto en el volu­
men de restos recuperado s, nos informan de la
importancia del cultivo del cereal para toda la
secuencia en la que reiteradamente aparecen el tri­
go desnudo (Triticum aestivum-durum) y sobre
todo la cebada vestida (Hordeum vulgare), quizás
en relación con el menor potencial productivo del
sustrato edáfico de Aliseda en el que esta última
especie encuentra menos problemas para su adap­
tación y puede mantener unos índices de producti­
vidad aceptable (Grau et alii 1998 : 55). Junto a
estos tipos de cereales se da también la presencia
de malas hierbas habituales en los campos de cul­
tivos y zonas ruderales, así como la documenta­
ción puntual del cultivo de una leguminosa en el
Orientalizante Pleno-Reciente y del olivo al menos
corroborado por esta disciplina para la fase roma­
no-republicana.
En este sentido no es de extrañar que los restos
faunísticos estudiados (Castaños 1998 y 1999),
aunque precarios en la valoración secuencial,
apuntan un dominio de la cabaña doméstica sobre
la fauna salvaje, donde el vacuno es la especie más
frecuente y dentro del mismo parece definirse un
patrón de aprovechamiento de carácter secundario
en función del aparente dominio de los ejemplares
adultos (Castaños 1999: 217).
.
La nece sidad de pastos para éstos, junto al res­
to de la especies que conforman la cabaña ganade­
ra, ovicápridos y suidos, avalan la necesidad de
espacios abiertos que evidencian los resultados
polínicos, y su posible complementación al menos
en época romano-republicana ante el carácter efí­
mero de éstos mediante la práctica del ramoneo de
547
ciertas especies leñosas asociadas principalmente
a los curso's de agua como el fresno y el olmo,
según dejan entrever la valoración paleoetnológica
de la Muestra 3, interpretada como posibles restos
de las partes lefÍosas menos apetecible s para el
ganado y reaprovechados como combustible de un
hogar doméstico .
Junto a la posibilidad de ese doble uso de la
madera procedente de ciertas especies riparias , en
esta misma muestra encontramos un amplio abani­
co de matorrales y arbustos como cistáceas, rosá­
ceas, ericaceas y leguminosas -estas últimas deter­
minadas específicamente por un resto carpológico
de Retama sphaerocarpa (Pérez Jordá 1999)­
recolectados en espacios de encinares y alcornoca­
les aclarados, en las que podemos integrar los res­
tos de malas hierbas recuperados en el cenicero
-crucíferas, Silene sp. y Chenopodium sp.- quizás
utilizados como rastrojos para la puesta en marcha
de la combustión (Pérez Jorda 1999: 204).
Esta tónica paisajística y económica es extensi­
ble por el momento a toda la secuencia de Aliseda,
enfatizándose durante el Postorientalizante según
se desprende de los da tos palinológicos por la
menor riqueza taxonómica de árboles y arbustos al
desaparecer Rhamnus y Myrtaceae para las series
climatófilas o Populus y Jun glans regia para las
series edafófilas , junto a un ligero aumento de Ole­
aceae que pudiera estar indicando el inicio de su
cultivo o Ericaceae en relación con la degradación
de los alcornocales acorde con lo documentado en
el antracoanálisis.
Frente a estos espacios abiertos próximos al
poblado, existirían igualmente espacios boscosos
en los que se podrían desarrollar multitud de labo­
res recolectoras de las que de momento no se cuen­
ta con información o actividades venatorias como
pone de manifiesto la caza constante a lo largo de
la secuencia del ciervo (Castaños 1999), cuyas
necesidades vitales hacen patente la existencia de
formaciones vegetales más o menos cerradas en la
que encontrar refugio.
Más problemática resulta la determinación de
ciertas variaciones ambientales hacia el final de la
secuencia de Aliseda. En este sentido, ya comenta­
mos los problemas que presentaba el estudio
antracológico preliminar (Grau 1999) y cómo la
reducción de los porcentajes en esta revisión de
los mismos tampoco estaba exentas de problemas
al poder estar sobrevaloradas en términos cuantita­
tivos las especies riparias. Los datos paJinológicos
en este sentido tampoco son definitivos pues, aun­
que se observa la presencia continuada de esporas
propias de ambientes húmedos y templados como
548
NUEVAS APORTACIONES ANTRACOLÓGICAS PARA LA CARACTe RIZACIÓN DEL PA ISAJE V EGET,\L
Selaginella denticulata t. desde el Postorientali­
zante y especialmente en época romano-republica­
na para los resultados del Corte 2, éstos no se ven
corres pondidos por los obtenidos en el Corte J
(Hernández Carretero 1999a: 132) . No obstante y
a pesar de estas limitaciones arqueobotánicas, sí
que podemos apuntar ciertos datos en relación con
una posible variación de las precipitaciones a par­
tir de los dato s antracológicos y palinológicos
expuesto s en con so nancia con la significación
ambiental de las esporas anteriormente indicada.
En este sentido, dicha s variaciones en las precipi­
taciones habría que entenderlas no tanto como un
incremento de las mismas, como en una distribu­
ción anual quizás menos estacional y por tanto más
regular.
Dicha situación tendríamos que hacerla exten­
s iva al menos hasta los inicios de la Edad del Hie­
n'o que se manifestaría en la posible consolidación
paulatina de un bo sque ripario de curso medio
donde alisos, fresno s y chopos/sauces nos infor­
marían de una humedad edáfica más constante jun­
to a los cursos de agua, sustituyendo a los olmos
dominantes en la fase precedente del Bronce Final
con menores exigencias hídricas que indican unos
cursos de agua con un régimen más estacionario.
Esto podría explicar la prese ncia de especies sensi­
bles como el nogal en el diag rama políni co en el
Orientalizante Pleno-Reciente y en época romano­
republicana y la continua presencia y aumento de
las esporas del tipo Selaginella denticulata desde
al menos el Postoriental izante, independientemen­
te del grado de antropización que pudieron alber­
gar estos espacios.
Por tanto y partir de todos lo s dato s aquí
expuesto s, los entornos de Aliseda durante el 1
milenio a.e. presentan una diversidad vegetal que
podemos resumir en dos series climatófilas como
serían los encinares y alcornocales y una edafófila,
que presentan unos Índices de antropización altos
desde los ini c ios, pero que encuentran en la fase
postorientalizante o Aliseda II su punto de infle­
xión como consecuencia de una mayor presión
antrópica en función de vectores económicos
como la ganadería y la agricultura.
Esta mayor incidencia sobre el medio a partir
del siglo V a.e. pudiera estar motivada por los rea­
justes soc ioeconómicos que introduce la crisis tar­
tés ica del s iglo VI a.e. que afectó de un modo
especial a la actividad minero-metalúrgica en las
que poblados como Aliseda se vieron seguramente
afectados al ser ésta uno de los vectores, si no el
más importante, de la economía de este sitio hasta
esas cronologías.
Anejos de A EspA XXXV
E s tas circunstanci as quizás motivaron una
potenciación de las actividades agropecuarias cuya
princ ipal consecuencia es el impo rtante grado de
alteración del medio detectado a partir de la Pali­
nología y la Antracología. Desarrollo agropecuario
que de momento no podemos más que caracterizar
de forma genérica a partir de los escuetos datos
obtenidos por la Carpología y la Arqueofauna que
necesi tan de la ampliación de los trabajos arqueo­
botánicos y arqueofaunísticos en este mismo asen­
tamiento para ampliar la base analítica e interpre­
tativa de dichos aspectos.
Igualmente se hace necesaria la continuación
de es to s trabajos con el fin de ir delimitando las
po s ible s variaciones ambientales, que aunque
tod avía expuestas en términos hipotéticos. parecen
manifestar ciertas osc ilaciones difíciles de precisar
ante espacios tan humanizados desde el ini cio de
su ocupación como es el caso de Aliseda.
Espacios humanizados donde ganadería, agri­
c ultura, metalurgia, caza y recolección pa recen
conformar las bases paleoeconómicas y paleoetno­
lógicas de un asentamiento que supera el ámbito
local y debemos entender en relación a su control
sobre las principales vías de comunicación que pri­
mero lo integran en las redes interregionales tarté­
sicas , y tras el hiatus del Hierro II , vuelven a
encontrar s u protago nismo en el proceso de con­
qui sta y control territorial llevado a cabo por los
romanos en la Cuenca Media del Tajo .
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