Trekking y hiking a los glaciares del Cerro Torre

Transcripción

Trekking y hiking a los glaciares del Cerro Torre
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EL CHALTÉN
Revista: EXTREMO PATAGONIA
Trekking y hiking a los glaciares
del Cerro Torre
PODER SALIR DESDE UN PUEBLO, CAMINAR POR LA ESTEPA, TRANSITAR BAJO LOS ÁRBOLES DE UN
BOSQUE PARA LUEGO RECORRER UN GLACIAR DE MONTAÑA CON EL MARCO DE UNO DE LOS CORDONES
MÁS ESPECTACULARES DEL PLANETA PARA VOLVER A DESCANSAR POR LA NOCHE, ES UN PRIVILEGIO
QUE POCOS LUGARES DEL MUNDO PUEDEN OFRECER… EL CHALTÉN, LO HACE POSIBLE.
10 · XLV · NOTA: EXTREMO PATAGONIA
La hostería.
La noche había sido perfecta. Una buena
cena acompañada de cervezas heladas y a la
vuelta, las mullidas camas de la hostería El
Puma, habían conseguido recuperarnos del
viaje hecho el día anterior.
Por la mañana, se podían ver caras de sueño
e inevitables sonrisas en cada uno de nosotros. Se percibía el buen humor, las ganas
de compartir el lugar y el momento. Eran
los rostros de aquellos que tienen plena
conciencia del privilegio de estar en un sitio
único, y a punto de vivir una experiencia
que, intuyen, será inolvidable.
Disfrutamos el desayuno en el comedor del
lugar, sabiamente ambientado con algunas
de las herramientas que usan los montañistas.
Antiguos tornillos de hielo, piquetas con
mangos de madera, gastados crampones,
adornaban las paredes junto a extraordinarias fotografías de los cerros Torre y
Fitz Roy, captadas desde ángulos y alturas increíbles. El cálido ambiente era una
adecuada introducción para lo que vendría
después.
En nuestras habitaciones terminamos de
preparar las mochilas que llevarían aquello
indispensable para pasar casi todo el día en
la Patagonia. Esto significaba cargar ropa
de abrigo e impermeable. A pesar de que el
día se presagiaba bueno, el cambiante clima
de esta zona obliga siempre a prever todas
las posibilidades.
Así fue que temprano nos aprontamos y,
en fila india, comenzamos uno de los recorridos más interesantes y exigentes de
la zona: hacer el trekking hasta el campamento Thorwood donde se aprovisionan
las empresas prestadoras de la zona, para
desde allí realizar un hiking hasta el glaciar
Grande, antesala del cerro Torre, para recorrerlo por dentro.
Transitaríamos pues, el mismo camino que
han hecho los grandes escaladores de la historia y que aún hacen aquellos que se internan entre sus grietas para ascender por su
campo de hielo y llegar hasta la base de este
mítico cerro. Desde ese punto parten para
subirlo por su ruta normal, la ya legendaria
“vía del compresor”.
Caminantes: ¡a caminar!
La caminata empezó a través de una senda que ascendía desde el patio trasero de la
hostería y pasaba al lado de la escuela del
pueblo. Lentamente, el grupo empezó a re-
correr los aproximadamente 15 kilómetros
que nos separaban de nuestro objetivo.
Al comienzo, nuestros pasos fueron sobre
un sendero bien marcado, a cuyos lados
se veían inconfundibles neneos y algunos
musgos, que ascendiendo paulatinamente,
se perdían entre árboles de lengas y ñires.
Desde que habíamos llegado a la región,
el clima era sorprendentemente estable. La
mañana mostraba algunas nubes dispersas
que se movían lentamente en la altura y el
pronóstico auguraba buen tiempo ese día
y los subsiguientes, hecho que sumaba un
plus de tranquilidad y confianza. Sabíamos
que había muy buenas posibilidades de ver
las montañas en todo su esplendor.
El grupo, aunque numeroso, caminaba a
buen ritmo, pero a lo largo del trayecto fueron inevitables las detenciones para fotografiar el fantástico paisaje que nos rodeaba.
Luego de un ascenso ininterrumpido pero
no muy pronunciado, alcanzamos un punto
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Preparando equipos antes de iniciar la travesía.
en el que el terreno era más plano y pudimos ver a nuestra izquierda, encajonado
allá abajo, el río Fitz Roy. Este torrente
baja directamente desde la Laguna Torre,
nutriéndose con las aguas de deshielo que
llegan desde los glaciares Grande, Adela
y Torre. Desde su nacimiento, hace su recorrido hacia el Este por un angosto valle
que desagua en el bonito río De las Vueltas, afluente del inmenso Lago Viedma.
La vegetación, al principio baja, se fue
haciendo más alta y cerrada, escondiendo
el sendero por debajo de las copas de los
árboles e impregnando el ambiente de su
inconfundible aroma a bosque.
Un regalo inesperado.
En uno de los claros, llegamos a un mirador de inevitable parada. Allí, casi como
si lo hubieran puesto a propósito para
asombrar al caminante, apareció majestuoso uno de los cerros visualmente más
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lindos de la zona y un verdadero atalaya
mirando hacia los hielos: el cerro Solo.
Como si hubiera sido dibujada con una
inmensa brocha de pintura blanca, su inconfundible silueta formaba una letra C
gigante coronada por el glaciar.
Su ubicación, aislada de otras prominencias, da origen a su nombre. Y es justamente su soledad en relación a las otras
montañas, lo que hace suponer que si el
cerro Solo no se ve por estar tapado de
nubes, el tiempo no permitirá salir a la
montaña.
Más atrás y a la derecha de éste, ya vislumbrábamos el resto de las más famosas
montañas de la zona. Aparecía la pared
Oeste del inmenso cerro Adela y más al
Norte se veía el legendario Torre.
Luego de un rato de contemplación, continuamos nuestra marcha. El ánimo del
grupo era inmejorable y todavía no se
percibían señales de cansancio.
Poco a poco nos fuimos internando nuevamente en el bosque, que a esa altura
se había hecho bastante más frondoso y
cerrado. Las incontables ramas secas que
cruzaban la picada crujían con nuestros
pasos y quebraban el silencio, haciendo
único el momento.
Campamento a la vista.
Cerca del mediodía y luego de haber recorrido unos 10 kilómetros, aparecieron
semi escondidas, las carpas domo del
campamento Thorwood.
Este lugar está fuera del circuito normal
que usan los escaladores y sirve a las empresas prestadoras de servicios.
Allí nos detuvimos a comer nuestra vianda (que a esa altura sabía deliciosa) y pudimos notar que en un breve período de
tiempo, el cielo se había nublado y que
la temperatura había bajado repentinamente.
Se avecinaba pues, la segunda parte de la
experiencia. Nos dirigiríamos ahora hacia
la morena lateral que hace de marco al extremo Este de la laguna Torre y bordeándola, cruzaríamos con una tirolesa el río para
continuar hacia el glaciar.
Nos colocamos los arneses y cargamos los
crampones en las mochilas para, nuevamente en fila india, continuar el ascendente
camino.
Laguna, río y tirolesa.
Una vez abandonado el bosque, estábamos
en el lomo de la morena. Teníamos enfrente de nosotros la extensión de la laguna, el
frente del glaciar y, más atrás, el inconfundible y fabuloso cerro Torre, cubierto en sus
dos tercios superiores por una densa capa de
nubes grises.
En esta zona ya no había vegetación y estábamos expuestos al poderoso viento del
Oeste, por lo que para protegernos del
frío que nos pegaba por primera vez desde
nuestra salida, debimos ponernos encima
rápidamente el abrigo y las camperas impermeables.
Hacia el Sur, podíamos observar una singular formación sobre la pared lateral de un
cerro aledaño. Era el llamado Pliegue Tumbado, que debe su nombre a las distintas capas de roca sedimentaria que al aflorar, se
doblaron sobre sí mismas, haciendo que sus
paredes parezcan gigantes marcas hechas
por un peine, formando con sus líneas paralelas una onda inmensa. Esa sería nuestra
salida del día siguiente, el próximo objetivo,
desde cuya cumbre podríamos ver como en
una panorámica, todo el circo de montañas
y glaciares.
Ya preparados, bajamos hacia la naciente
del río Fitz Roy para armar la tirolesa que
nos permitiría cruzarlo y continuar nuestro
camino.
Uno a uno fuimos sorteando el cauce y a
partir de allí caminamos sobre las piedras de
la morena lateral sur, para volver a montarnos sobre lo que es el contrafuerte del Solo.
Una pronunciada pendiente requirió que
tuviéramos que treparla en cuatro patas, dejándonos sobre una ladera cubierta de lengas
y pequeñas cascadas de agua, adornadas con
abundantes musgos y pequeñas flores rojas.
Así, entre grandes troncos caídos y dejando
a nuestra derecha la laguna, lentamente seguimos subiendo hasta cruzar el arroyo que
baja del cerro Solo y que es el comienzo de
la ruta para poder ascenderlo.
14 · XLV · NOTA: EXTREMO PATAGONIA
CUANDO LO INESPERADO
SUCEDE…
Fotos, contemplación y puro placer en el glaciar,
repentinamente se vieron interrumpidos por el
EL GRUPO, AUNQUE NUMEROSO, CAMINABA A BUEN RITMO,
PERO A LO LARGO DEL TRAYECTO FUERON INEVITABLES LAS
DETENCIONES PARA FOTOGRAFIAR EL FANTÁSTICO PAISAJE
QUE NOS RODEABA…
accidente que uno de los miembros del grupo
sufrió al caer en una grieta poco profunda, provocándole una fractura de la muñeca derecha.
La rápida intervención de los guías y del numeroso grupo de médicos que formábamos parte
de la comitiva, inmovilizó el antebrazo con una
férula hecha de botellas de plástico y vendas
que llevábamos con nosotros.
A partir de este hecho, se decidió el regreso.
La buena inmovilización, sumada a la entereza
y resistencia del lesionado que debió caminar
las siguientes 8 horas fracturado, nos permitió
regresar sin más inconvenientes.
El hecho demostró que siempre es importante
la previsión y el conocimiento de la montaña. En
otras condiciones, un hecho similar en un lugar
solitario, hubiera sido un acontecimiento realmente grave…
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Superado el torrente de agua que proviene del
hielo de esta montaña y que baja hasta la laguna, continuamos el camino sin perder altura y
en dirección Oeste. Ahora podíamos ver desde arriba toda la magnitud del frente glaciar
y las cicatrices dejadas sobre la piedra en su
intenso retroceso.
Por entonces, nuestro fuerte ascenso había
hecho mella en algunos de los integrantes del
grupo. Llevábamos varias horas de trekking y
no todos tenían experiencia en caminata por
este tipo de terreno.
Al glaciar Grande.
Con cuidado comenzamos a descender hacia el hielo, saltando y sorteando las grandes
piedras que la inmensa fuerza glaciaria había
colocado en forma anárquica, una sobre otra.
Ya abajo y viendo el gran manto de hielo
quebrado que abordaríamos, la expectativa
creció. Con la atenta mirada de Juan, el guía
que nos acompañaba, y sus ayudantes, nos
calzamos los crampones.
EL BLANCO AZULADO MUNDO DEL HIELO NOS MOSTRÓ SUS GRIETAS, SUS PEQUEÑOS LAGOS
HELADOS, LOS ENIGMÁTICOS Y PROFUNDOS SUMIDEROS QUE ALIMENTAN Y LUBRICAN CON
AGUA EL LECHO DE ESTE RÍO CONGELADO AYUDANDO A SU DESLIZAMIENTO CONSTANTE
SOBRE LAS ROCAS.
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Los austríacos volviendo a El Chaltén luego de coronar el Torre.
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Para muchos, ésta era su primera vez.
Así que, cuidadosamente, nos fuimos asomando al siempre increíble, hermoso y
fascinante terreno glaciar.
El blanco azulado mundo del hielo nos
mostró sus grietas, sus pequeños lagos helados, los enigmáticos y profundos sumideros que alimentan y lubrican con agua
el lecho de este río congelado ayudando a
su deslizamiento constante sobre las rocas.
Hacia el Oeste, las agujas del cerro Adela,
del Torre, de la Standhard, de la punta Herron, la Bífida y más adelante el Mocho;
estaban en su extremo superior tapadas de
nubes y nos hacían pensar lo terrible de
sus verticales paredes en ese ambiente tan
frío y húmedo.
Lejos de ellas, el sol asomaba por momentos y nos acariciaba con tibieza, como queriendo imponernos ese fuerte contraste de
sensaciones.
De repente, en medio del blanco, aparecieron dos puntos de color que rápidamente se
acercaban a nosotros. Pronto pudimos ver
sus rostros: rojas de sol sus frentes y narices, la cara marcada por los lentes, y la inconfundible mueca del que vuelve cansado
pero feliz por haber logrado su objetivo.
Cerro Solo, un próximo destino...
Eran rasgos jóvenes. Tendrían poco más de
una veintena de años y habían nacido en
Austria. Bajaban, precisamente, del Torre.
Habían hecho con éxito la vía del compresor. Nos contaron que el temido hongo
cumbrero de hielo tenía este año una rampa que les había permitido ascenderlo con
relativa facilidad…
Para ellos también era su primera vez. Y para
El Chaltén, serían los primeros de la temporada en lograrlo.
Un rápido y breve diálogo, el fugaz cruce
con los escaladores nos despertó un poco de
envidia y mucha admiración. En ellos habitaba omnipresente el espíritu del montañista.
Gente a la que nadie conoce y que no saldrán
en televisión, diarios o revistas, pero que son
capaces de hacer lo que muy pocos hombres
en la tierra se animarían y sólo por amor a la
montaña, por el simple placer de hacerlo.
Luego de internarnos en el glaciar y recorrerlo
durante un par de horas, había llegado el momento de regresar.
El regreso a casa.
El camino inverso también era exigente y
ahora se sumaba el cansancio como un obstáculo más.
Lentamente desandamos los kilómetros que
nos separaban de la tirolesa y una vez que todos estuvimos del otro lado, dimos un último
vistazo al impresionante marco que el lugar
nos mostraba.
Varias horas más tarde, aparecían nuevamente ante nosotros las coloridas paredes y techos
del poblado de El Chaltén.
Al llegar, dejamos las mochilas en la hostería
y brindamos con cerveza la experiencia que
habíamos tenido la suerte de vivir.
Se terminaba el día y la aventura. Habíamos
vivido una jornada muy intensa y extraordinariamente variada. Después recorrimos el
pueblo para cenar y más temprano que tarde,
nos fuimos a dormir.
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El Chaltén. Un combo fantástico.
Esta salida nos había permitido realizar
algo seguramente factible en muy pocos
lugares del mundo: poder partir desde un
poblado que brinda mucha comodidad y
seguridad, atravesar por paisajes tan variados e interesantes como la estepa patagónica, el bosque andino y el tránsito sobre
un glaciar, teniendo como marco a sólo un
par de kilómetros de distancia, uno de los
cordones montañosos más espectaculares,
codiciados y difíciles del mundo: el del cerro Torre y sus agujas satélites.
El Chaltén, localidad patagónica que todos los amantes de la naturaleza debieran
conocer y que no en vano es llamada la
capital nacional del trekking, lo había hecho posible.
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