VARIACIONES SOBRE EL DESEO
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VARIACIONES SOBRE EL DESEO
VARIACIONES SOBRE EL DESEO En Vivir, pensar, mirar de Siri Hustvedt El deseo aparece como un sentimiento, como un sobresalto o una explosión dentro del cuerpo, pero siempre significa un ansia por algo y siempre nos empuja hacia algún sitio, hacia eso que nos falta (….) El objeto el deseo (ya sea una buena comida, un bonito vestido, un coche maravilloso, otra persona o algo abstracto como la fama, el estudio o la felicidad) existe fuera y lejos de nosotros. Es algo que no poseemos. Aunque con frecuencia se solapen, los deseos y las necesidades son semánticamente distintos. Necesito comer, pero puede que no tenga demasiado interés en el plato que me hayan servido. Mientras que una necesidad puede suponer una urgencia para el bien estar o para la supervivencia del cuerpo, un deseo existe en otro nivel de la experiencia. Puede ser razonable o irracional, saludable o peligroso, pasajero u obsesivo, débil o fuerte, pero no es cuestión de vida o muerte (…) Un deseo vago se hace presente antes de que yo pueda definirlo. Es como una inquietud que siento y que puede ser hambre, el indicio de un apetito sexual que está surgiendo, la necesidad de sentarme otra vez a escribir o a leer, o de leer lago diferente a lo que estoy leyendo. Pero ahí está, un impulso en busca de una satisfacción que no puedo identificar… …No es ningún secreto que los objetos del deseo pierdan a menudo su encanto una vez obtenido. El París real no está a la altura de la ciudad soñada. Los zapatos de taco que vemos en la vidriera de las zapaterías brillando con su promesa de belleza, lustre urbano y riqueza son tan sólo zapatos una vez que encuentran su lugar en el armario. Después de una gran boda con toda su pompa y circunstancia, anuncio de matrimonio como punto de destino final, viene una vida junto a un ser humano real que, inevitablemente, es corto de miras, débil e idiosincrático… … El deseo es el motor de la vida. La urgencia que nos estimula a seguir adelante, con paradas intermedias, pero sin un destino final, salvo la muerte… …Escribe D. W. Winnicott en La familia y el desarrollo de individuo “ la madre es capaz de renunciar al interés en sí misma para volcarlo en su bebé”. Y añade, con su característica lucidez, que una madre tiene “la habilidad especial de hacer bien las cosas. Sabe lo que el bebé puede estar sintiendo. Nadie más lo sabe. Los médicos y enfermeras saben mucho sobre salud y enfermedad, pero desconocen lo que un bebé siente a cada minuto eso está fuera de su ámbito de experiencia”. El trabajo de una madre consiste en imaginar e interpretar con atención lo que el bebé siente y responder a ello adecuadamente. Es una relación de primera a segunda persona, que trae consigo una permanente satisfacción para ambas partes de ese dúo. Winnicott continua, al referirse a las madres, que como tales, son “buenas”. “Buenas” no significa perfectas. Significa que existe un diálogo, una receptividad que no impone al hijo los deseos monolíticos de los padres, sino que reconoce su autonomía y su identidad. FUERA DEL ESPEJO En Vivir, pensar, mirar de Siri Hustvedt No deja de ser una extraña realidad el hecho de que yo vea mucho menos de mí misma de lo que ve el resto de la gente. Puedo bajar la mirada y ver mis dedos tecleando en la computadora. Puedo observar mis zapatos, los detalles del puño de mi camisa, mirarme las piernas mientras estoy sentada y fijarme cómo me quedan un par de medias nuevas, pero si quiero verme de cuerpo entero el único lugar donde puedo hacerlo es ante el espejo. Sólo entonces veo mi cuerpo como lo ven los demás. Pero ¿la imagen que me devuelve el espejo es la que me representa realmente como persona dentro de este mundo? Esa mujer que se echa un rápido vistazo, que comprueba que no le haya quedado ningún resto de perejil entre los incisivos para no tener los dientes verdes al sonreír, que se acerca al espejo para mirarse las últimas arrugas recién descubiertas o las manchas rojas que a veces le aparecen en el rostro, un rostro que últimamente parece envejecer con demasiada rapidez, ¿es ella una imagen aproximada de lo que los demás ven? Yo no me veo a misma mientras hablo y gesticulo enfáticamente para asegurarme que se entiende mi punto de vista. No me veo mientras camino por la calle, bailo o tropiezo, ni tampoco sé qué aspecto tengo cuando me río, hago muecas, lloro o estornudo. Lo cual es, sin duda, una bendición. Si pudiera verme a mí misma tal vez mis facultades críticas estuviesen siempre alerta y no podría mover ni un dedo sin sentirme atrozmente cohibida. En lugar de ver nuestro verdadero aspecto, vamos por el mundo con una idea de nosotros mismos. Tenemos una imagen corporal o una identidad corporal. Es la noción conciente de nuestra apariencia. Soy guapa o fea, gorda o delgada, femenina o masculina, vieja o joven. Aunque sabemos que podemos estar equivocados respecto a nuestra imagen corporal. Todos hemos conocidos a delgados que se creen gordos y a viejos que se creen que tiene el cuerpo de un treintañero y se visten como tales. Confieso que a veces me sorprendo cuando alguna fotografías mías. “¡Santo cielo!” me digo para mis adentros. “¿Ese es el aspecto que tengo ahora? ¿De verdad estoy tan vieja?” En otras ocasiones me parece que estoy envejeciendo maravillosamente. “No estoy tan mal para tener cincuenta y seis años. Me mantengo bien.” ( … ) Me parece que mi imagen corporal va a la zaga de mi cuerpo real.