Colonialisme i descolonització: els nous estats africans i el jocs de
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Colonialisme i descolonització: els nous estats africans i el jocs de
Colonialisme i descolonització: els nous estats africans i el jocs de poder occidental” José María Perceval La historia de los malos Después de “la historia de los buenos”, expuesta en anteriores ponencias (estudio de las sociedades africanas), me toca contar a mí “la historia de los malos” (la intervención de los estados europeos y la desestructuración de los estados y sociedades africanas). Afortunadamente, se han introducido matices entre los estudiosos. Ni partimos de una visión idílica, un etnicismo romántico, ni llegamos a conclusiones terroríficas sobre la ‘intervención blanca’. Voy a situar mi exposición dentro del marco de la historia de la comunicación de los diversos grupos humanos que conforman el planeta. Y, en concreto, voy a analizar cómo se desarticulan las estructuras autónomas originales de las sociedades africanas al articularse como las europeas (por efectos del comercio en un principio y, posteriormente, en beneficio de la explotación o simplemente del dominio geoestratégico de los imperialistas europeos). Al mismo tiempo, cómo – en este proceso - se reorientan estas redes de comunicación de estas sociedades (redes de transporte de mercancías y de personas pero también de informaciones – y con ellas de ideología, es decir, de construcciones de la realidad y de la memoria) provocando una alteración que va más allá del comercio o del dominio político para afectar a la construcción de la realidad y la cultura. Estos cambios no se realizan de forma accidental sino que, en un momento determinado, se realizan de manera programada y metódica en razón de los intereses de las potencias occidentales. Este proceso se prepara durante el periodo mercantilista del esclavismo, se teoriza durante el periodo de las grandes exploraciones, se programa durante la colonización y adopta formas diferentes pero continuistas durante la llamada descolonización en unos juegos de poder desiguales ente occidente y el África teóricamente soberana. Terminaré mi exposición en la situación actual de dependencia del continente dentro del proceso de globalización. Uno de los graves problemas que se plantean al estudiar este proceso proviene de las consecuencias de la propia intervención occidental que coordina la teoría y la práctica, la justificación y la acción: el vocabulario académico y las trampas intelectuales representan la mayor dificultad para afrontar África desde el punto de vista teórico. Los estudiosos de África han sido viajeros y cartógrafos, funcionarios coloniales y misioneros, seguidos de universitarios de las potencias coloniales que en los años treinta estaban pagados por fundaciones anglo-norteamericanas como Rodhes, Rockefeller o Carnegie. Sus construcciones han sido muy coherentes y siguen funcionando a la perfección. Librarse de ellas es un gran reto. Vamos a comenzar la descripción de la intervención europea en África adoptando otra mirada (que no es, evidentemente, tampoco la africana): una mirada informativa e interrogante sobre las razones y consecuencias de una expansión. Comenzaremos por el propio nombre del continente impuesto desde esta perspectiva europea que traslado al conjunto el nombre de una provincia romana (África) ya que lo primero que se afronta es una imposibilidad: conocer el África subsahariana. ¿Por qué el mundo mediterráneo no podía conocer África al sur del Sahara? La red de comunicaciones del gran mar del Sahara Desde una perspectiva europea o Mediterránea, el África subsahariana fue una “terra incógnita” para el mundo greco-romano (lo que ha significado una pesada herencia teórica hasta la actualidad). Este continente era sólo accesible a través de la gran corriente del Nilo (hacia la zona de Nubia) y, probablemente, también a través de intermediarios (preludios de los cambios posteriores de oro por sal), por las grandes rutas de carros según nos muestran las pinturas rupestres del Sahara en épocas en que la desertización no estaba tan avanzada. La realidad es que, después de la destrucción del reino protegido de Mauritania, el limes (la frontera romana) es abandonado en la época de Diocleciano (s.III). Hay que partir entonces de que ni el mundo griego ni romano conoce África de tal manera que sitúa el gran océano del sur un poco más abajo del Sahara. Los famosos periplos egipcios y fenicios, si se realizaron, no aportaron grandes informaciones y es un mito la presunta relación de Cartago con el África negra (los famosos elefantes son norteafricanos así como los leones, avestruces y otros animales que serían exterminados por la caza). En cuanto a la presencia en Roma de personas negras esclavizadas, éstos proceden de Nubia. La ignorancia greco-romana la muestra claramente el atlas de Claudio Tolomeo (s.II) que lllega en sus informaciones correctas hasta el país de los garamantes (situado en el oasis de Fezzan, al sur de Libia). La razón de este desconocimiento es técnica. Por la parte occidental de África, con los conocimientos marítimos de la época antigua y medieval, es posible ir pero es imposible volver. Se trata de una cuestión de vientos alisios que impiden la navegación de vuelta al sur del cabo Bojador (actual costa de Marruecos-Sahara) y que se complementan con la impenetrabilidad de la selva tropical que niega los accesos desde la costa de Guinea al interior (una posible vuelta por tierra de los exploradores). La zona costera guineana es un fin de ruta incluso para los propios imperios sudaneses que estudiaremos después. No quiere decir esto que no haya viajeros que no lo hayan intentado. Simplemente, no han vuelto. En el África del este (Egipto) los contactos con el África negra fueron constantes durante el periodo faraónico hasta el punto de que se ha invertido una curiosa afirmación: hoy se ve cada vez más a la civilización egipcia como una cultura de raíces profundamente africanas (y no al contrario como se pretendían estudiar antes las sociedades africanas). La influencia es cada vez mayor con las últimas dinastías, hasta el momento en que los faraones negros (nubios) serán los herederos de la tradición egipcia que continuarán hasta bien entrada la edad media. Por lo tanto, en la parte oriental de África, la situación es bien diferente. El comercio es fluido hacia el sur y las conexiones con el mundo asiático son antiguas y favorecidas por los vientos monzónicos que convierten el Indico en un gran lago (esto explica la colonización de Madagascar por polinesios o la situación posterior de la ciudad india de Goa y Omán como capitales de la costa africana). En este África oriental se sitúa la cultura autóctona swahili - lengua para intercambios y relación entre diversos grupos - que llega a constituir toda una serie de ciudades costeras portuarias que en la Edad Media llegarán a formar una cadena comercial de toda la costa este, una red de comunicaciones marítimas, fundamentalmente costeras, que llegaba desde el mar Rojo hasta Sofala en el actual Mozambique. En África del norte, y junto a la expansión árabe, será decisiva la entrada del dromedario (siglo VI), de origen persa, que se convertirá en el barco para atravesar el gran mar del Sahara. El dromedario sustituye al caballo, el buey y al asno. La expansión de las tribus árabes se hará sobre sus lomos y provocará el desarrollo del comercio caravanero (que seguirá las antiguas rutas de carros con las etapas de los grandes oasis saharianos. Al sur, este comercio favorecerá el reforzamiento de una serie de estructuras estatales fiscales en la zona de Sudán, conocidas como los grandes imperios sudaneses. Estas monarquías son autóctonas y su clase dirigente controlará el comercio caravanero de forma efectiva. En determinados momentos, procederán incluso a una expansión hacia el norte para apoderarse de las minas de sal. El comercio instaurado entre el norte y el sur del Sahara será fundamentalmente de sal y oro (ese mito que se centrará en Tombuctú y que queda tan bien reflejado en el dibujo del rey negro del atlas catalán de los Cresques, 1375) y del que dependerá en una época todo el sistema monetario del mundo islámico. Hay que librarse de un gran mito racista: los árabes no crean estas sociedades ni en el Sudán ni en la zona suahili: las sociedades que se encuentran en este territorio son autóctonas (como lo ha sido el descubrimiento de la agricultura o la metalurgia en estas y otras sociedades africanas). Los miembros de las sociedades sudanesas y de las sociedades suahilíes del este africano son negros. Se colocan como intermediaros desarrollando una fuerte y cohesionada clase comercial que, es cierto, se islamizará profundamente. La islamización del Sudán (en el ámbito de la población y no solamente de los grupos comerciantes y de los entornos administrativos de la corte) es un asunto de la época moderna contemporáneo de los primeros contactos europeos. Y la arabización (incluida la genética) es también posterior, fruto de la progresiva desertización del Sahara que hace trasladarse a grupos que se desplazan progresivamente o asimilan a las poblaciones sureñas). Es cierto que la penetración comercial (de productos, ideas e informaciones pero también de élites islamizadas) provocará fuertes desequilibrios en los sucesivos imperios, cuya legitimidad es animista, la sucesión real es matrilineal y la imposición fiscal se realiza sin propiedad privada de la tierra. Los intentos de cambiar este sistema (sucesión, propiedad, carácter divino del monarca...) provocarán guerras civiles y debilitamiento de las élites. La crisis se solucionará paradójicamente abandonando la zona aculturada por los monoteístas y refugiándose en zonas animistas hacia el sur. Más al sur, en las zonas de origen del oro, se encontrarán todo tipo de sociedades constituidas sobre tramas de solidaridad clánica y redes de comunicación animistas que nos son parcialmente desconocidas. Estas sociedades son incomprensibles desde categorías europeas androcéntricas (propiedad, patriarcalismo y logocentrismo) que las titulan de ‘acéfalas’ al no entender su forma de gestionar el poder y el territorio ya que son matriarcales, de tradición oral y con uso comunal de la tierra. Los reyes sagrados de los imperios sudaneses Son nombres míticos: Ghana, Malí y Shongai El primero fue el Imperio de Ghana (siglos IX al XI de la era cristiana) gobernado por el Tunka (imperio soninke de wagadu), un rey sagrado elegido en la familia real cuya sucesión es matrilineal. Su poder está ligado a la serpiente sagrada cuidada en el bosque real cercano al palacio. Es un rey ocioso, es decir dedicado a las ceremonias, que recibe regalos de sus súbditos, controla el tráfico de los yacimientos aluviales de oro y tiene el monopolio del comercio de la sal que los beréberes traen de las minas del Sahel. Su dominio se extiende desde Tekur a Gao, incluyendo a múltiples reinos en su interior con una fuerte expansión en el siglo X (en 990 se conquista la ciudad berebere de Doudaghost. El comercio de sal por oro, se extiende pronto a personas esclavizadas, goma y marfil cambiados por cobre y productos de lujo para la corte (joyas, abalorios, trigo, frutas y vestidos). La Capital era doble, en Kanubi y Saleh (dos ciudades árabes-bereberes y soninke separadas por once kilómetros, donde se encontraban construcciones de mezquitas para los musulmanes y chozas tradicionales para la práctica del animismo). La expansión de los lamtuna en 1058 acabó con el imperio en 1076, que se refugió en la región animista de Sosso. Le sucedió el Imperio de Malí (s.XIII-XIV) regido por el Mansa (imperio de los mande o mandingos). Destacarón los mansa Sudiata Keita (1230-1253) que se opuso al esclavismo de los mandingas por otros mandingas y Kandu Musa (1312-1337), peregrino famoso a la Meca. El oro de Buré fue la base de la red comercial del imperio que se extendía desde el océano al Níger con capital en Niani donde hay un barrio de los blancos (comienza el desarrollo de las ciudades de Djenné, Tombuctú, Gao y Oualate). La islamización creó problemas en la sucesión (entre los partidarios de la sucesión matrilineal en evolución llamada ‘colateral’ y de la patrilinear). A partir del siglo XV, Malí se quedó sin sus provincias superiores y se vuelve hacia la costa. Los tuareg invaden el norte en 1433 y el reino se refugia en Gambia donde habrá un intento de renovación en 1599. Redes desde Tremecen donde se trae la sal de Idjil y Thegasa (dos vías: sijilmasa-thegasa-Oualate y Ouargla-TouatTombuctú-Gao). Dos tercios de la producción mundial de oro venía de Bambuk y de los placeres de Buré provocando un cambio en Europa que adopta el patrón oro en el siglo XIII. Con el imperio de Malí se formó la aristocracia comercial de los wangaras. El comercio seguía siendo de sal, cobre y comercio de lujo (albornoces y vestidos de seda, telas de algodón, caballos, cobre; alimentos como el trigo, dátiles e higos; joyas como perlas y abalorios de vidrio; papel para los jurisconsultos musulmanes) que eran cambiados por oro, marfil, plumas de avestruz y personas esclavizadas. El tercero es el Imperio de Gao o Songhay (s.IX-XVI) gobernado por el Askia ya desde el siglo IX. En el siglo XI comienza el comercio de Sal de las minas de Tademekka y se independiza de Ghana donde la dinastía de los Dia se trasladaron de Kukya a Gao. En el siglo XIII dependió de Malí pero se independizó en 1400 con Sonni Alí Bar y Chi Alí (1464-1492) que fundó un reino desde Kebbi en Nigeria hasta la región de Setu. Muhammad I Turé (1493-1528) luchó contra los tuaregs y provocó un desequilibrio familiar interno (masacre de los antiguos dignatarios de la aristocracia) y problemas con las salinas de Teghasa y los marroquíes (1544) que conquistan Gao en 1591 con Yuder Pachá creando el bajalato de Tombuctú y retirándose a la zona animista (el askia Nuh hermano de Isaac II se refugió en Dendi. El arroz se produce en las propiedades del Askia (junto a otros productos alimenticios como mijo, sorgo, trigo, calabazas, melones, sandias), algodón e índigo, camellos y caballos son traídos por los fulbé, moros y tuaregs. Tres vías de comercio: eje occidental (Thegasa-Tombuctú), eje central (Tademekka-Gao) y eje oriental (Takedda-Gao). El imperio ejerce una lucha contra los nómadas y la falsificación para proteger a los comerciantes. El oro proviene de Buré y Bita, la sal de Teghasa, Idjil y Taoudemi, los personas esclavizadas de las regiones del sur, arroz, algodón, mantequilla de Karité, miel, aceite de palmera, cola... Se traen del Magreb caballos, armas (sables, puñales, lanzas), productos de lujo (telas, abalorios, perlas) y el papel fundamental para el Islam. La ciudades son Tombuctú, Gao y Djenné. Surge una nueva aristocracia no animista (en las que se incluyen las familias morabíticas) después de la masacre de Turé, aliada a los comerciantes wangaras. Debajo se encuentran los hombres de casta (herreros, tejedores, zapateros, hechiceros y personas esclavizadas). La sociedad esclavista se extiende en manos del Askia y los ulemas que poseen grandes cantidades de personas esclavizadas. Se conserva el bastión animista de Dendi. Junto a estos imperios, y con una evolución parecida aunque con matices propios se desarrollaron los imperios de Kanem-Bornu en los entornos del lago Chad y las ciudades Hausa dirigidas por un Rey sacerdote de las comunidades agrícolas. La aristocracia y los campesinos (Talakawa). Siete ciudades miticas (Daura, Kano, Zaria, Gobri, Katsina, Rano y Wangara). Los comerciantes islámicos wangaras (julas). Al sur las ciudades Yoruba tenían una estructura parecida. Las características comunes de los imperios de Sudán fueron una corte en torno de un rey sagrado, que basa su legitimidad en el sistema cosmológico animista y en una sucesión de origen matrilineal. El sistema estatal se asienta en un sistema fiscal sin propiedad de la tierra – como en todos los imperioscon una fuerte solidaridad y trabajo comunal. Un grupo comercial especializado, hábil y poderoso, que controla las redes de intercambios con el mundo islámico permite a la corte disfrutar de unos productos de lujo. La base fundamental del comercio es el oro – aunque se van introduciendo personas esclavizadas como señala el viajero Ibn Battuta, después de su viaje a Tombuctú, ya que vuelve en una caravana que lleva seiscientos personas esclavizadas hacia el norte. Estos comerciantes son hábiles intermediarios que no dejan acceder a los comerciantes árabes directamente a las fuentes que controlan (las minas de oro), formula que les será muy útil en la segunda oleada de intervención exterior. Hay que acabar con el mito interesado de la propaganda colonial respecto a una masiva explotación esclavista de la trata árabe (este mito se vio reforzado por la evolución del sultanato de Zanzíbar y de Pemba en el siglo XIX con las plantaciones de Clavo). La trata fue mínima en la edad media (personas esclavizadas zendj de Mesopotamia, mulatas y eunucos para los harenes). Cambian los vientos En el siglo XIII, una serie de innovaciones técnicas de la navegación permitieron la primera expansión europea que iniciaron lo que se titula pomposamente ‘la época de los descubrimientos’. Se trata del cambio de timón (introducción del timón de codaste en el siglo XIII que permite navegar contra el viento de los alisios al sur de Marruecos) aportado por la Hansa junto con la vela cuadrada. Junto a esto, las aportaciones árabes de la brújula, astrolabios y cuadrantes, completados con la cartografía de la escuela judía (portulanos como los de la familia Cresques), fueron fundamentales. La concreción de estos adelantos fue la carabela portuguesa del siglo XVI que añadió varios mástiles para aumentar la superficie del velamen (y por tanto la velocidad) y la vela triangular (procedente del Indico y mal llamada vela latina) que permitía navegar con vientos laterales. Con este barco se podían vencer los fuertes alisios del océano atlántico. El primer intento fracasó: la expedición de 1291 de los genoveses hermanos Vivaldi que doblaron con dos galeras el cabo Nau en el sur de Marruecos y desaparecieron. En 1336 se redescubrieron las islas Canarias por el genovés Lanzarote Malocello y fueron ocupadas en nombre de Castilla en 1402-1405). Los portugueses colonizaron las islas Madera y las Azores, conquistaron Ceuta en 1415 y lucharon por ocupar territorio marroquí contra la dinastía jerifiana de los Sadies hasta la victoria de éstos sobre el rey don Sebastián en Alcazalquivir (1578). Mientras, habían lanzado una expansión marítima que les sería más fructífera. El nombre mítico es el del infante Enrique el navegante y su escuela de Sagres que comenzó una expansión programada en 1434. Al principio, el botín cegó a los exploradores y de 1434 a 1448 se vendieron 927 personas esclavizadas en Lisboa pero pronto se cambió de política evitando las razzias y sustituyéndolas por el comercio con intermediarios. 1434. Gil Eanes dobla el cabo Bojador. 1441. Nuño Tristao Cabo Blanco 1444. Dimas Días explora el cabo Verde. 1445. Se descubre la desembocadura de Senegal. 1446. Cabo Roxo. 1448. fuerte de Arguin en Mauritania. 1450. Senegal 1455. Gambia 1455. Archipiélago de Cabo Verde 1460. Pedro de Sintra alcanza Sierra leona 1461. Pedro de Sintra llega a Liberia. 1455. El veneciano Ladomarto describe el reino senegalés de Kajoor 1469. Arrendamiento de la ruta a Fernando Gomes por pare de Alfonso V 1470. Costa del Oro 1472. Desembocadura del Níger y Santo Tomé. 1473. Se atraviesa el Ecuador (Lope Gonzalves). 1473. Se bordea Camerún y Gabón. 1482. Diego Cao descubre la desembocadura del Congo. 1487. Bartolomé Dias bordea África (cabo de las tormentas luego llamado cabo de Buena Esperanza) y llega a Natal. 1497. Vasco de Gama llega a Malindi y de allí a Calicut (volvió a Lisboa en 1499) 1500. Cabral descubre Brasil. Este comercio desvió en provecho propio las corrientes comerciales transaharianas. Se intercambiaban tejidos y caballos por marfil, oro de Bambuk, Buré y Bitu, pimienta de Guinea (malaqueta). En 1510 comenzó el comercio estable de personas esclavizadas. En el África oriental, por el contrario, la política fue agresiva y se destruyeron las redes del comercio swahili, los sultanatos marítimos islámicos de la costa oriental. 1502. Vasco de Gama se apodera de Kilwa. 1509. Alburquerque se apodera de Goa y de la costa Malabar. 1511. Conquista de Ormuz, Ceilán y Malaca 1520. Reunión con el Negus de Etiopía (ayuda en el 1541) La desestructuración provocada por el esclavismo La esclavización de personas compitió al principio con el comercio de oro pero a partir de la segunda mitad del siglo XVII fue la mercancía principal extraída en África. Desde Enrique el Navegante se había evitado la razzia directa y se buscó al intermediario. Esto significó que sólo hubiera establecimientos costeros (excepto el caso del imperio del Congo). Las personas esclavizadas fueron destinados en América a las plantaciones de tabaco, índigo, cacao, café, azúcar, algodón y caña azucarera. La caña de azúcar es la primera explotación agro-industrial: requiere una inversión importante en los ingenios, un personal numeroso en la plantación y disciplina de trabajo y organización. La extensión de las costumbres de la corte a las altas capas de la burguesía y la aristocracia provocaron una fuerte demanda de estos productos alimenticios – no necesarios - que podemos titular ‘drogas europeas’ (azúcar, chocolate, tabaco y café). La plantación esclavista renueva el sistema del imperio romano. Se había realizado una experimentación genovesa de ingenios azucareros en el Mediterráneo oriental (Quios, Chipre y Creta) con personas esclavizadas obtenidos en razzias de las zonas ocupadas en el mar Negro. Posteriormente este sistema se trasladó a Sicilia, Andalucía, Madera, Canarias, y, finalmente, Santo Tomé que en 1500 (con personas esclavizadas del Congo) era el primer productor de azúcar mundial. Desde allí se introdujo en América a través de La Española (Haití), Puerto Rico y Jamaica (1522). En 1580, Brasil era ya el primer productor de azúcar. Después de la reconquista portuguesa de Brasil, los plantadores holandeses y franceses se trasladaron a las Antillas (en Barbados, en 1645, había 18 mil blancos sobre 15 mil negros; en 1667, 8 mil blancos sobre 82 mil negros). El mal trabajo de los europeos importados y la caída demográfica de las Antillas aumentaron la trata de negros esclavizados. Se apreciaba el carácter disciplinado de los negros importados de sociedades jerarquizadas y relativamente cultas como agricultores organizados. Estos eran los buenos personas esclavizadas porque procedían de una población campesina con disciplina y práctica elaborada de la agricultura. Las llamadas sociedades acéfalas daban los llamados malos personas esclavizadas a los que había que enseñar y que se rebelaban con mayor facilidad. El viaje duraba 35 días desde Luanda a Pernambuco (con un 20% de muertos en el viaje). Mientras el oro cayó de tres toneladas a comienzos del XVI a una tonelada en el siglo XVII, la venta de personas esclavizadas aumentó llegando a 100 mil personas esclavizadas en el año 1768. Se intercambiaban por productos de pacotilla (cuentas de vidrio, abalorios de cobre...), bienes de prestigio (perlas, coral, ámbar), productos de algodón a partir del XVIII, aguardiente y tabaco. Pero, sobre todo, un producto cambia la realidad social y política de los estados africanos: las armas de fuego. La importancia simbólica de la pólvora se había demostrado ya en 1591 con la destrucción de Gao por los renegados marroquíes. Las armas de fuego reforzaron el poder de los estados depredadores y dentro de ellos de los gestores de la violencia que convierten los reinos costeros en estados esclavistas acabando con las redes y solidaridades del animismo o reformándolas en su beneficio. La trata provocó una caída demográfica general, un estancamiento de la producción, una división de clases, un peso fiscal oneroso sobre los campesinos para esclavizarlos, aumento del poder de los gestores de la violencia, la caída de los imperios centrales y la caída del comercio subsahariano. Las bandas dedicadas a las razzias formaron nuevos estados con un soberano, una aristocracia y un ejército de personas esclavizadas reales que exigía imposiciones de tasas abusivas a la población y que dependía de comercio europeo de armas para mantener su poder. Hubo estados antiguos adaptados como los reinos wolof dependientes de Jolo, (centralización del poder y ejércitos de mercenarios) y los reinos Bambara. Hubo reinos nuevos y también revueltas teocráticas, rebeliones de campesinos y sustitución de las aristocracias tradicionales animistas. Fue el fin del poder de la mujer en la corte donde los gestores de la violencia viril adoptaron formas patrilineales de sucesión y donde las esposas perdieron su poder original (exceso de esclavas en la corte). Sólo el aumento de los precios de los personas esclavizadas en el siglo XVIII, provocado por la demanda de las plantaciones, introdujo una rebaja de las malas condiciones (fin de la explotación hasta la muerte y mejoras en los barcos) y una cierta política familiar para aumentar la mano de obra. Las cifras varian desde Curtis, el revisionista, que habla de 9’5 millones al máximo de 40 millones de personas desplazadas. Porcentaje 10% Senegambia hasta Sierra Leona 25% Costa de Oro (Liberia a Volta) 40% Costa de los personas esclavizadas (donde esta el puerto fuerte de Elmina) de Volta al Camerún 25% Centro y sudeste (Congo, Angola y Mozambique) En el siglo XIX, la trata de personas esclavizadas fue prohibida por Inglaterra pero continuó hasta mediados de siglo para abastecer los mercados brasileño y cubano. El mercado del marfil provocó un renacer inusitado del esclavismo. Europa se convirtió en un mercado inédito para el marfil en el XIX debido a dos entretenimientos, uno masculino, el billar; y otro propio de la educación femenina burguesa, el piano. Para su transporte desde el interior de África a la costa, los porteadores eran cazados en las aldeas cercanas al mismo tiempo que los elefantes y obligados a llevar la mercancía hasta la costa. Los que no morían en el camino, ya que la mortalidad es altísima, eran vendidos como personas esclavizadas con destino a las plantaciones. Son las fatídicas caravanas del marfil que llega a Zanzíbar desde el centro de Tanzania (tabora)donde el resto es vendido para las plantaciones. En las plantaciones de Zanzíbar, los trabajadores forzados sufren el 25 por ciento de mortalidad anual con lo que tienen que ser renovados cada cuatro años. La razón de estas matanzas, debido a la abundancia de personas esclavizadas, es paradójica: La prohibición había hecho descender el precio de los personas esclavizadas ya que la oferta era altísima (los intermediarios deseaban seguir comprando productos europeos y armas). Los barcos eran cargados a tope y, cuando se acercaba un barco inglés para interceptarlos, tiraban la carga por la borda. El comercio lícito El fin de la trata provoca un cambio en las sociedades africanas. Las élites depredadoras y guerreras, basadas en el control de las personas esclavizadas, no encuentran las fuentes de financiación. De todas maneras, las sociedades costeras ya están definitivamente orientadas en sus redes hacia el comercio exterior pero parecen haber encontrado una vía que les lleve a la creación de nuevos estados. Entre 1800 y 1870, la legitimidad del poder encuentra otros caminos lo que revela un traspaso de poder creciente entre las viejas aristocracias guerreras esclavistas y los nuevos comerciantes de los productos lícitos como el aceite de palma. Durante este periodo hay un constante aumento del precio de los productos africanos de oro, cera, caucho, marfil, pieles o cacahuete. La baja de los personas esclavizadas y el aumento de los cultivos de oleaginosas provoca un cambio interno en las sociedades costeras donde los comerciantes van adquiriendo poder frente a los últimos esclavistas. África, durante este periodo, se encontraba en auténtica conmoción con las revoluciones musulmanas del Sahel (Usman Dab Fodio, el califato de Sokoto creado en 1817, Muchamma Bello, Has Omar Taal y la tijaniya en 1850, el imperio de Samory Turé de 1867 a 1982). En el sur, los movimientos de los zulúes (Chaka, 1816) provocaron un enorme movimiento de migraciones que llegó hasta Tanzania. La evolución de estos nuevos estados será cortada de raíz por la brutal intervención europea. Las bases de la invasión serán los puertos costeros, donde se trataba con los intermediarios y seguirán las redes de comunicaciones ya establecidas por ellos. Estos puntos de contacto ya estaban divididos entre las potencias europeas, lo que explica los lugares de expansión previos. Sin embargo, la realidad comercial y política no auguraba en principio, ante las proclamas librecambistas y no intervensionistas proclamadas por británicos y americanos, que hubiera de ocurrir la catástrofe. El único imperio de la zona, el portugués, estaba prácticamente abandonado y en el resto, las actividades comerciales comenzaban a formar redes lucrativas con hábiles comerciantes locales. ¿Por qué se intervino en África militarmente? Horizontes lejanos En 1788, Inglaterra que había perdido sus colonias americanas, volvió su interés hacia África y se creó la Asociation for Promoting the discovery of de Inland Parts of Africa, sociedad geográfica que fue subvencionada por el gobierno de Londres a partir de 1805. Aparentemente, el discurso librecambista auguraba una África comercialmente interesante pero libre de intervención política. Sin embargo, franceses e ingleses preparan una prospección del terreno guiada aparentemente por el interés científico al que, desgraciadamente, se unirá pronto el humanitario. Los misioneros, y sus sociedades filantrópicas de ayuda, lanzaron enormes campañas a favor de la evangelización de los indígenas. Al mismo tiempo, la prensa relató con detalles escabrosos las crueldades de los esclavistas árabes de Zanzíbar que se convirtieron en el modelo arquetípico olvidando la trata europea. Junto a esta presión, se desarrolló una literatura de aventuras y viajes que acompañó a los primeros exploradores pagados por diarios y sociedades científicas. África comenzó a ser penetrada y cartografiada minuciosamente. La búsqueda de las fuentes del Nilo se convirtió en una obsesión científica que afectaba a las élites intelectuales franco-británicas. Lo más paradójico es que toda esta literatura presentaba un continente vacío – no se fijaban en las características culturales de las poblaciones que lo habitaban -, donde los indígenas eran tan sólo una parte del paisaje como los grandes horizontes, las montañas o los animales salvajes. Los habitantes se encontraban si acaso a la espera de ser civilizados. Nadie destacó la solidaridad que permitió la supervivencia del explorador-misionero Livingstone hasta que llegó el famoso Stanley. Los medios de comunicación se adelantaron a los gobiernos en su pasión intervencionista (sobre todo, para defender los intereses y la seguridad de los misioneros y comerciantes). A todos estos preludios intervencionistas se añadió un cambio técnicosanitario: los avances de la medicina y el uso de la quinina permitían la entrada de los occidentales en las zonas ecuatoriales que, hasta entonces, habían estado prácticamente prohibidas por los efectos de enfermedades como la malaria o la enfermedad del sueño. Este fue el golpe definitivo a la autonomía del continente. De pronto, se desencadenó la gran tormenta y en tan sólo treinta años (18701900) se ocupó toda África, al menos sobre el papel. La ocupación fue una verdadera huida hacia delante. Los dos adalides, Francia e Inglaterra, se llevaron la mayor parte del pastel hasta que las demás potencias europeas intervinieron. Fueron los militares franceses, necesitados de victorias después de la gran derrota de 1870 frente a Alemania, los que buscaron en África un desquite fácil. Los ingleses se dejaron llevar, en principio forzados, a una intervención por evitar que el continete fuera un lago francés. El canciller alemán Bisckmarck buscó en la Conferencia de Berlín (1884) enfrentar a ambas potencias y lograr, sin éxito, compensar la ocupación de Alsacia y Lorena. Para impedir los intereses alemanes, se creó un estado personal en manos del tío de la reina de Inglaterra, el rey belga Leopoldo, al que se entregó el Congo (un territorio setenta veces mayor que su estado europeo). Las disputas siguieron y en 1898, Francia e Inglaterra estuvieron a punto de un enfrentamiento bélico por el incidente de Fachoda (Sudán) ya que Francia quería unir la costa del Índico y el Atlántico quedándose con todo el Sahel. La retirada obligada de la misión Marchand provocó el victimismo nacionalista francés, agitado por los medios de comunicación, que sólo se solucionó con la firma de la Entente cordial (8 de abril de 1904). En 1906, la Conferencia de Algeciras dejaba el continente prácticamente dividido entre las potencias europeas y comenzaba la etapa auténticamente colonial de explotación. La rapidez de la ocupación se explica por avances técnicos militares y de comunicaciones que se coordinaron: dentro de las armas de fuego, más que el cañón, útil para derrotar ejércitos convencionales o asaltar ciudades pero difícil de transportar, fue el fusil automático la pieza fundamental para la eliminación física de los indígenas. El telégrafo permitió la rápida comunicación entre los diversos puntos de ocupación y las tropas mientras la velocidad y la efectividad del barco de vapor permitía el trasporte de tropas e informaciones por las costas (aparte de ser un extraordinario elemento de exploración en los grandes ríos). La idea colonial, que se construyó muy rápidamente, se basó en todos los presupuestos previos desde el Robinson de Crusoe al buen salvaje de Rousseau pero se orientó de dos maneras diferentes, aunque ambas marcadas por las nuevas orientaciones racistas basadas científicamente en los descubrimientos de fisiólogos y genetistas: a) Ocupar el territorio al estilo de Sudáfrica para colocar excedentes de población europea (entonces un continente de emigrantes) eliminando o acorralando a la población local, en todo caso haciéndola servir de mano de obra barata para las plantaciones en una posición semi servilizada. b) Explotar las materias primas africanas que comenzaban a destacar por su enorme importancia y aprovechar la población local como mano de obra barata a cambio de una supuesta civilización que se les aportaría. La primera teoría fue expuesta de manera programada por P.Fabri en su libro ¿Tiene Alemania necesidad de colonias? (1879) en que pretendía convencer al canciller de una política intervencionista en el continente. Su propósito era extraer las materias primas, hacer comprar productos manufacturados de la industria europea, irradiar la cultura alemana mediante el procedimiento de colocar los 230 mil alemanes que emigraban cada año a Estados Unidos para no perder sangre alemana (trasladar la patria a África). Este proyecto se intentó realizar en las colonias alemanas, en Sudáfrica, en Rodhesia, en Argelia... Su final hubiera sido la eliminación gradual y completa de las poblaciones africanas. El segundo, más extendido, se dedicó a estructurar los territorios africanos hacia los puertos costeros donde se embarcaban las materias primas africanas y en convertir a los habitantes locales en obligados consumidores de los productos manufacturados europeos. En ningún momento, los planes civilizatorios pasaron de teorías sobre el papel: se convirtió en analfabetos a los pobladores de estos territorios al destruir sus redes educativas (despreciadas cuando no prohibidas) sin sustituirlas por redes europeas de educación (excepto en casos excepcionales la mayoría de ellos debidos a los misioneros que fueron los que finalmente educaron una nueva élite de africanos occidentalizados) Hay que librarse del mito de una victoria fácil por parte de Europa. La resistencia fue intensa y constante, las matanzas se sucedieron sin que fueran reflejadas por la prensa más que como victorias de la civilización contra la barbarie. Las revueltas de los príncipes eran acabadas en una batalla normalmente pero las revueltas permanentes de las sociedades sin estado, es decir de las que mantenía profundas redes de solidaridad animista, continuaron durante toda la ocupación. De 1870-1914 se desarrolló un periodo de ocupación y organización que continuó hasta la Primera Guerra Mundial en donde los africanos fueron utilizados por los ejércitos europeos en disputa. En la primera guerra mundial, el África francesa proporcionó 200 mil soldados negros de los que murieron 30 mil en las trincheras europeas (22%). A diferencia de otros lugares extra europeos, las guerras europeas – llamadas guerras mundiales - no les beneficiaron y las crisis posteriores, sin embargo, les afectaron. Mientras la guerra mundial provocó un florecimiento de las economías americanas de exportación, en África – donde a través de los consejos y de los acuerdos a largo plazo se mantenían los precios por debajo del mercado mundial – el efecto fue mínimo. Incluso, en los países supuestamente libres como Liberia se produjeron escandalosos contratos como el de la empresa Firestone que se abasteció de caucho a precios más bajos del mercado. En otros lugares, se levantaron momentáneamente las prohibiciones industriales (como el refinamiento del aceite de cacahuete por parte de Lessieur) pero, después de la guerra continuaron estas prohibiciones que impedían el desarrollo de una industria autónoma africana. En 1916, se desarrollaron declaraciones de igualdad que no se cumplieron pero que dejaron un regusto amargo en los veteranos negros que volvieron y organizaron los primeros movimientos nacionalistas. De 1918-1940 se desarrollo la gran explotación, el auténtico periodo colonial en que se programó la vida de las colonias y se estructuró definitivamente su red de comunicaciones en función de los intereses europeos. Entre 1920-1940 se creó una red colonial de funcionarios que tuvo efectos tanto económicos como sociales y culturales. Se teorizó la ocupación. Los primeros estudios africanos vendrán de la red de funcionarios coloniales – incluida la red universitaria heredera de los geógrafos del XIX – y los primeros nacionalistas procederán de las antiguas clases dirigentes o de los hijos de los colaboradores. A estos hay que añadir, los ‘evolucionados’ (africanos instruidos) de las escuelas misioneras y los excombatientes de las guerras que obtenían determinados derechos (muchas veces incumplidos). La segunda guerra mundial no trajo africanos a Europa pero fue acompañada de nuevas promesas que obligaron a un cambio. En 1946, la declaración del general De Gaulle en Brazzaville dio paso a las reclamaciones de una asunción de responsabilidades políticas. Pero, la Francia de los cien millones que soñaban los nacionalistas galos era inadmisible. El modelo francés de asimilación progresiva era imposible de asumir aunque contara con ‘evolués’ (africanos occidentalizados) partidarios de entrar en el juego. En muchos lugares se había desarrollado una política maquiavélica dando los puestos secundarios – pero lucrativos -de la administración y de la represión a colaboracionistas preparados por los misioneros, mestizos o etnias minoritarias escogidas preferentemente entre las que se encontraban relativamente desconectadas de la población. Al mismo tiempo, se había provocado un verdadero cambio económico otorgando la propiedad de la tierra, inexistente hasta entonces en la mayor parte de los países, a las antiguas élites en pago de su colaboración o a los colonos europeos. Por un lado, los gastos de mantenimiento de la violencia estructural necesaria para sostener la ocupación eran cada vez más costosos (las revueltas se sucedían constantemente). Al mismo tiempo, las democracias europeas no podían absorber – si admitían los derechos de un hombre un voto que eran la columna de legitimidad de sus sociedades – a los indígenas en sus parlamentos y los remedos locales resultaban inservibles. Los gobiernos ingleses lo habían comprendido al prometer la independencia de la India al final de la II Guerra Mundial. La independencia Del mismo modo que se había ocupado África a gran velocidad, se produjo la descolonización. La presión de los Estados Unidos fue decisiva en esta operación que pretendía un cambio en las estructuras de gestión económica y política de estos territorios. En veinte años, surgieron una treintena de estados diseñados sobre las líneas artificiales de los mapas coloniales y con una élite política surgida en su mayor parte de la colaboración con Europa y que, en su mayor parte, se corrompió rápidamente al servicio de las grandes empresas occidentales. Los intelectuales y sindicalistas de la primera generación fueron desbancados rápidamente por elementos del ejército mucho más favorables a las intervenciones occidentales y más firmes frente a la amenaza que preocupaba entonces a occidente: la intervención de la Unión soviética en el continente. Los personajes que permanecieron largos años en el poder estaban en países que contaban con una red colonial desarrollada de la que se aprovecharon (Sekou Turé, Houphouet-Boigny, Ahidjo, Nyerere, Kaunda, Kenyatta y Banda). Los propósitos de estas élites africanas de trasladar el modelo de estado europeo fracasaron y las grandes obras faraónicas (industriales y agrícolas) que emprendieron acabaron por destruir la economía tradicional. Al mismo tiempo, la prensa europea reconstruyó sin perder la base anterior racista que la sustentaba una imagen de África contemporánea basada en dos acontecimientos explotados hasta la saciedad por los medios de comunicación: La crisis secesionista de Katanga (1960-1963) y la guerra de Biafra (19671970, más de un millón de muertos). La imagen miserabilista y bárbara de África que ofrecieron estos dos lugares es aún más paradójica si se tiene en cuenta que tanto Katanga como Biafra eran las regiones más ricas de sus respectivos países. En ambos, los intereses internacionales terminaron siendo ofrecidos como espectáculo de la miseria y el horror africano. Las monjas asesinadas en el Congo o las hambrunas de Biafra fueron el antecedente mediático de la situación actual, donde se desarrollaron toda una seire de estereotipos que fundamentan los nuevos humanitarismos e intervencionismos occidentales. Durante estos años, los ejércitos tomaron el poder en la mayoría de países africanos o tutelaron en la sombra débiles gobiernos civiles. En cierto sentido los militares pretendían dar cohesión a los países de manera estatalista por tener una idea cartográfica del país (desarrollar una gestión de las comunicaciones creando una red de carreteras, escolar y sanitaria que les permitiera el control del territorio). Pero, su gestión económica fue aún más catastrófica que la de la primera generación, la corrupción fue galopante y la deuda aumentó por los gastos militares utilizados en general para reprimir sus propias poblaciones y aumentar el personal militar en perjuicio de otros servicios sociales del estado. Las empresas multinacionales contaban con elementos infiltrados en la administración del estado y el ejército para imponer sus peones favoritos y oponerlos a los de otras compañías. La guerra fría de este periodo fue caliente en África, pero engañosa. Es cierto que algunos de los conflictos que estallaron se acentuaron – o se situaron – debido al enfrentamiento de bloques pero, la mayoría de los golpes de estado y revueltas estaban provocados por las propias compañías aunque se disfrazara con otros intereses ideológicos o mediante enfrentamientos fundamentalmente por étnicos países inventados. (oposición de La las lucha se realizaba compañías anglo- norteamericanas a las francesas). Lo que es evidente es que el enfrentamiento de bloques no benefició en absoluto a las políticas de los estados africanos aunque algunos políticos creyeran poder manejar esta pugna de bloques como auténticos aprendices de brujo. De la crisis de 1973 a la mundialización Una serie de acontecimientos complementarios provocaron un choque terrible en África de la llamada crisis de 1973. El encarecimiento del precio del petróleo no fue compensado en absoluto por la llamada solidaridad árabe y llegó en un momento de avance de la desertización y hambruna en los países del Sahel que tuvo un efecto mediático evidente. Pero, lo más preocupante fue la acción combinada de un alza de los precios de productos manufacturados y una caída de los precios de materias primas agrícolas y mineras. El estado occidentalizado (tanto en su versión proamericana como prosoviética) entró en una crisis profunda. Esta huida del estado se dio por arriba y por abajo: las élites depredadoras abandonaron la retórica social desmantelando lo poco que se había construido, se relacionaron directamente con las multinacionales y acentuaron la explotación salvaje de los recursos naturales. Al mismo tiempo que se debilitaban o desaparecían los sectores de servicios sociales, aumentaban los miembros del ejército. En ciertos casos, el estado llegó al colapso y nuevos gestores de la violencia – los llamados señores de la guerra -, se apoderaron de zonas concretas para la explotación de los recursos mediante ejércitos de trabajadores servilizados. El caso de Taylor o el del este del Congo es muy significativo de esta nueva forma empresarial de la violencia sin ninguna ideología ni justificación teórica necesaria. Las redes de comunicaciones sufrieron un retroceso acentuado con la aparición de aeropuertos que permitían la salida de minerales y productos sin necesitar enormes infraestructuras. Esta economía informal (diamantes, droga, armas) se pagaba directamente en especie y salía del control del estado formal. La desarticulación a favor de occidente alcanzó su nivel máximo - las empresas sustituyeron a los gobiernos anteriores, normalmente a través de empresas intermediarias mercenarias y sin escrúpulos. El estado, que se volatilizaba en sus capas superiores, también perdió apoyo en su base: la comunidad que teóricamente regía, controlaba y gestionaba (en habitantes y territorio) se organizó fuera de las redes estatales renovando antiguas formas tradicionales o reinventando nuevas formas de organización. Por abajo, el estado dejó de avanzar fiscal y monetariamente, creándose una red de relaciones que alternaba el trueque y el intercambio con formas monetarias alternativas, la sociedad y la solidaridad se organizan en pequeños grupos (se reinventan o se recrean pasados étnicos comunes o se crean nuevas realidades de grupo como en los bidonvilles de las ciudades). Esta economía alternativa o informal (muy diferente a la de las élites depredadoras aunque a veces se englobe en el mismo apartado), es una economía no fiscalizada, y provoca la paradoja de unas estadísticas inservibles para captar la realidad de la sociedad africana (sólo contabiliza lo que el estado controla). La gente vive al margen del estado construyendose una personalidad social y económica que le protege y le da identidad propia. De la misma forma que en épocas anteriores, el animismo significó un refugio – con su reforzamiento de los valores y las redes de la solidaridad comunal -, nuevas redes de solidaridad y construcción de la memoria han surgido estructurando la sociedad civil (si se puede utilizar ese término en África). Esto no significa que se haya desconectado la sociedad africana. La desestructuración que sufre en beneficio de occidente continúa. Al contrario, el proceso se ha acentuado durante la etapa neo liberal que ha debilitado las capacidades de los estados africanos y adelgazado (por arriba y por abajo) sus posibilidades de gestión del poder y del territorio. Qué viene el transistor Los medios impresos han tenido un efecto relativamente débil en la sociedad africana aunque han sido fundamentales (en conexión los locales con los de las antiguas metrópolis) para la constitución de la sociedad civil. La radio, sobre todo después de la revolución del transistor, ha penetrado profundamente las sociedades africanas formando unas redes de comunicación vivas e influyentes. La radio demostró su poder en los terrible efectos en la guerra de Ruanda. La radio es una voz extraña, externa a la familia - la primera voz pública que entra en el hogar -, pero también es un fuerte medio de afirmación comunal al transmitir valores e informaciones. La música es el elemento más aculturizador de la radio pero se encuentra matizada por la intervención de los comentaristas, verdaderos filtros locales del medio (aunque, evidentemente, constituyen un sector fuertemente occidentalizado). El cine ha sido un factor aculturizador más importante y ha aportado todas las modas occidentales pero, su carácter de espectáculo público, le confiere matices comunitarios y de afirmación del grupo tan importantes o más que los de la radio. Frente al papel de la radio y el cine, la televisión aporta matices fundamentales y absolutamente destructivos de la tradición oral. Los medios audiovisuales requieren la atención completa del espectador y lo desconectan momentáneamente con su realidad cotidiana. La televisión está regida según principios y esquemas absolutamente occidentalizados (desde su estructura a la forma de presentación de los contenidos). El estado puede ejercer – o cree que ejerce -un control mucho más estricto que en el caso de la radio aunque solamente ejerce esta censura en las informaciones de los noticiarios. La diferencia es radical. Mientras la radio no destruye las formas de transmisión oral y refuerza las redes de comunicación local, la televisión es un corte radical con la tradición - y con la conciencia tradicional. Las series americanas triunfan y presentan un modelo de vida completamente diferente. Las que tienen una mayor influencia son las infantiles y los culebrones – donde el estado no ejerce prácticamente ninguna censura. Africa se debate entre dos identidades: la local, con sus redes fortalecidas tras la catástrofe de los estados post coloniales y la de los medios de comunicación – en manos de los estados o al menos bajo su teórico control. Pero, con diferencias que les llevan a una elección entre el mundo de Disney y la música de la Toya Jackson.