INTERVENCIÓN CIENTÍFICA EN GALICIA No puede atribuirse al
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INTERVENCIÓN CIENTÍFICA EN GALICIA No puede atribuirse al
INTERVENCIÓN CIENTÍFICA EN GALICIA No puede atribuirse al azar el hecho de que mi primer encuentro con científicos e investigadores, como Presidente del Gobierno, sea precisamente aquí, en Galicia. La Galicia de los poetas que dejaron su canto en la orilla del mar para que las aguas trajeran esperanzas; la Galicia de los viajeros, de quienes abrieron las puertas de Europa y de América; de quienes tuvieron que marcharse por motivos económicos o morales; la Galicia de quienes enseñaron a mirar más allá de las apariencias acomodaticias, y con sus palabras y sus obras estrenaron la modernidad que, como toda aventura profunda, requiere tesón y tiempo para consolidarse. Y la Galicia, cómo no, de quienes se esforzaron en propiciar imágenes creadoras de vida y no de muerte; de quienes educaron nuestra sensibilidad para que ella nos llevase hasta el mundo de la belleza, de la justicia y del bien y aprendiéramos a rechazar lo otro como un espacio que hay que evitar e impedir. Hablo de los artistas, de los políticos, pero también e inevitablemente de los científicos y de los investigadores. Cómo no mencionar al Padre Feijoo, al geógrafo Parga Condal, o a Nóvoa Santos anticipándose a las teorías de Rof Carballo, quien tanto ha ayudado a entender el papel que juega la vida psíquica en la enfermedad. A José Goyanes Capdevila, cuya obra ha sido reconocida por los más eminentes cirujanos americanos y a quien momentos sociopolíticos tan adversos hicieron retirarse hasta el olvido. O al poeta rianxeiro Rafael Dieste, uno de los mejores amigos de María Zambrano con quien compartió Misiones Pedagógicas, sueños y derrotas, y que convencido del sesgo de pensamiento que la Ciencia –sea en su vertiente humanística o de laboratorio- ha de tener si no quiere quedar reducida a mera técnica, estudia geometría durante su exilio en Monterrey eludiendo posibles fallos de formación académica pero intentando convencer de que la Ciencia afecta de tal modo a los seres humanos que toda la humanidad, y no sólo los especialistas, deben hacerse cargo de su desarrollo. Un país del siglo XXI debe incluir la ciencia y la investigación en el concepto amplio de Cultura. No en vano la Cultura es el espacio donde se resuelv3en problemas, y ahí la opinión de la ciencia cobra un peso sin parangón. La ciencia que ha librado a los seres humanos de su cautiverio de la naturaleza quizás se convierta, así, en el modo de librarlos de su cautiverio de sí mismos. En España, bien lo sabemos, ha habido momentos de despunte en lo que a la investigación científica se refiere, pero la Guerra Civil paró aquella “Hora de España”; y si la Ciencia no había sido nunca, precisamente, la característica que se destacaba de la cultura española, a partir de aquí desaparece. Pero antes, incluso, el propio Cajal denunciaba una situación que, por desgracia, todavía padecemos; contra ella pide que se creen circunstancias institucionales y no anecdóticas que permitan a los grandes científicos españoles quedarse en España y, a la vez, que los grandes de fuera de nuestro país puedan venir aquí a colaborar, a enseñar, a investigar. En nuestros días, los países que han apostado por un soporte económico basado en la Ciencia –como es el caso de Irlanda o de Finlandiahan avanzado cualitativamente en sus sociedades. Apostar por la ciencia, como han hecho ellos, es hacerse la pregunta de qué modelo de mundo queremos y arriesgar, porque desde la repuesta se empieza a construir el camino que lo permita. Preguntarse por el país que queremos es hacerlo por el papel que vamos a jugar en Europa. España, todavía hoy, casi cien años después de la situación que nuestro Nobel Ramón y Cajal denunciara, no invierte en Ciencia lo suficiente, compra casi todo y genera muy poco. Un país moderno ha de lograr autonomía, financiación y mecanismos que transformen la investigación en producto, pues las áreas científicas más innovadoras arrastran consigo grandes avances químicos, físicos, medio ambientales y, por lo mismo, un desarrollo sostenible, un desarrollo cívico, un crecimiento en el ejercicio y logro de la libertad. Entonces sí se puede hablar, en puridad, de bienestar y economía. El mañana pasa por la Ciencia. Sin duda alguna, es ella la que hace posibles y necesarias formas nuevas de la sociedad humana. Se presenta como un espejo donde quedan grabados esos pequeños y grandes logros que continuarán otros; porque si una característica ofrece el trabajo científico, la labor investigadora, es la garantía de que somos un mero peldaño en el trayecto hacia el conocimiento que hará nuestras vidas si no felices, acaso sí un poco menos desgraciadas. La labor científica ayuda a lograr una igualdad real entre los hombres y las mujeres; contempla las diferencias que se establecen entre colectivos distintos; enseña cooperación y solidaridad; despierta el asombro que, de todos es sabido, es el comienzo del pensamiento crítico. Como Russell estoy convencido de que la nueva sabiduría que el mundo nuevo necesita será aprendida más pronto o más tarde, y que la mejor parte de historia humana no reside en el pasado, sino en el futuro, ese que la tarea científica propicia. Por eso la Ciencia es una de las grandes apuestas de mi gobierno, y no puede ser fortuito que mi primer encuentro con vosotros sea aquí, en Galicia, donde ya hay ejemplos que no por incipientes pierden su valor de señeros. Pero hemos de seguir avanzando, hemos de seguir creando situaciones que permitan la incorporación del ámbito científico al ámbito más cotidiano; que las escuelas, los institutos, las universidades se conviertan en centros de aprendizaje de lo que el espíritu científico significa; hemos de lograr que la Ciencia forme parte indiscutible de nuestro patrimonio intelectual, que no sea una labor de márgenes, y que las instituciones faciliten el trabajo científico mediante ayudas y leyes ágiles que no lo entorpezcan, porque la gran meta de las sociedades democráticas, laicas, independientes, es dignificar la vida humana. Y no otra cosa hace la Ciencia. Su búsqueda de espacios habitables para el hombre incluye necesidades que sobrepasan las carencias biológicas insoslayables; porque en cada desvelamiento de un fragmento nuevo de verdad está contenido todo lo posible y eso sólo se demuestra con la perspectiva que da la historia. No hemos de temer lo que vendrá; no hemos de dejarnos llevar por quienes apelan a nuestros miedos atávicos, a nuestros temores ancestrales: la tarea científica, cuando lo es de verdad, cuando no está al servicio de un poder excluyente, se conduce tratando de acabar con el dolor personal y social. Y han de ser, de nuevo, las leyes quienes preserven ese ámbito de servicio público siempre creciente, de mejora en los sistemas de relaciones, de riqueza colectiva. Nos queda, es cierto, mucho por andar para situarnos siquiera en un lugar de relativa importancia en el marco europeo. Pero no vamos a escatimar esfuerzos ni imaginación en lograrlo. Igual que aquel glorioso “Fanto Fantini” de Cunqueiro, sabemos que no basta con desearlo, pero sí que sin ese deseo que implica una forma de estar en el mundo difícilmente se abandonan las cárceles del pasado. Galicia, que ya ha dado muestras de coraje y solidaridad en momentos de una dureza terrible, ha de ser para todos los españoles un modelo de innovación, una lección de modernidad. Desde el gobierno que presido pondremos todos los medios para que así sea.