Ingredientes: Modo de preparación:

Transcripción

Ingredientes: Modo de preparación:
La cocina
filosofica de
Mientras caminaba por las calles del Centro de la Ciudad de México,
vi a un hombre que vendía patas de pollo hervidas; los compradores
las rociaban con salsa y las chupaban hasta devorar el pellejo. Uno de
ellos se bebió el caldo con ansia. Consideré el menjunje una locura,
pero los otros se alegraban de su recién engullida ambrosía.
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Ingredientes:
Patas de pollo al gusto
Jumiles
Chapulines
Gusanos de maguey
Alacranes
Cola de iguana
Mucho licor
Una nave
Modo
de
preparación:
Tome las patas de pollo, saboréelas de la manera más repugnante posible, espolvoree los
insectos o ingredientes más
extraños que encuentre.
Acompáñese con mucho
licor.
En China, en la calle de Wangfujing, se cumple con un dicho cantonés
que versa más o menos así: “Los chinos comen todo aquello que vuela
excepto aeroplanos; todo aquello que posee cuatro patas excepto
mesas; y todo aquello que puede nadar excepto submarinos”. En el
menú es posible encontrar banderillas de alacrán o caballito de mar,
carne de perro y colas de iguana, entre otras “delicias”. Pero no es
necesario viajar a China para ver extravagancias culinarias. En los
estados de Morelos y Guerrero algunos indígenas suelen consumir los
llamados jumiles: pequeños insectos que exudan un líquido picante. En
la entofagia típica mexicana se encuentran los gusanos de maguey, los
chapulines y los escamoles, por mencionar sólo algunos. Hay quienes
los consideramos manjares, sin embargo, para muchos, el acto de
comerlos es una locura. ¿Cuál es la diferencia entre unos y otros?
La locura es entendida como la desviación de lo normal. En primera
instancia se refiere a llevar a cabo un acto que no va conforme a lo
que la mayoría suele hacer, a lo que no tiene “sentido” y se aleja de
toda regla, que va en contra de la naturaleza propia o que es realizado
bajo la inhibición de las capacidades mentales.
“Los chinos comen
todo aquello que
vuela excepto aeroplanos; todo aquello
que posee cuatro
patas excepto mesas;
y todo aquello
quepuede nadar
exc ep to s ub m a rinos”.
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Aún cuando en un principio se estipuló
que los locos debían ser exiliados,
más adelante humanistas como Sebastián Brant y Erasmo de Rotterdam
intentaron hacer una apología de la
demencia. Rotterdam decía que la
locura no podía ser algo terrible, ya
que el encanto de la juventud procede
de la locura; también aseguraba que
nadie podía soportar la vida sin un
poco de locura porque ésta es la
única capaz de mitigar las angustias
del hombre. Dichas aseveraciones
hicieron del delirio una válvula de
escape para los que querían olvidar
sus preocupaciones. En cierta forma,
estar loco es muy parecido a embriagarse. Ambas afecciones impiden
ver la realidad tal cual es, liberan el
ensueño y hacen que el individuo
se olvide del presente. Si los seres
humanos nos entregamos a Baco en
busca de alivio, ¿no será acaso que
de algún modo queremos un poco
de locura en nuestras vidas?
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En el árbol de la locura es posible encontrar muchas ramificaciones:
la estulticia o necedad, la estupidez, el delirio, la demencia… Antiguamente se concebían como consecuencia de otra enfermedad o como
obra de algún demonio que debía ser exorcizado. No fue sino hasta
el siglo XV que la locura adquirió un estatuto ontológico propio. Su
“descubrimiento” forjó una visión peyorativa de la condición y causó
el rechazo popular. Al igual que los leprosos, los locos eran obligados
a salir de las ciudades y exiliarse en bosques o montañas. En su obra
Historia de la locura, Focault dice que a principios de la Edad Media se
escribió una serie de obras literarias o alegorías llamadas “Les neufs”,
“Las naves”, en las que navegaban individuos con ciertas condiciones.
Así, por ejemplo, estaba la “Nave de las Virtudes” (“Nef de Santé”) y
la “Nef de Fous” (“Nave de los Locos”). Aunque no hay registro de una
nave repleta de personas virtuosas, se sabe que existieron las naves
de los locos: extraños barcos ebrios que navegaban por los tranquilos
ríos de Renania y los canales flamencos.
¿Por qué renegar del dios del vino,
inspirador de la locura ritual y del
éxtasis? Eleuterio (el dios libertador)
nos redime de nuestro ser normal
mediante la locura, el éxtasis o la
embriaguez y pone fin a la mortificación con un poco de música de
aulós. Dionisio es un dios que posee
su propia comitiva de juerguistas
borrachos y felices, imagen similar
a la que ofrece el Bosco en su obra
La nave de los locos. El dios del vino
es también el verdadero señor de la
igualdad, y esta premisa se entiende
a partir de su elixir. Es durante los
primeros minutos de una cata que
logramos diferenciar un vino de
otro. En la primera fase, el catador
discurre tranquilamente sobre el
contraste del chardonnay, el malbec o
el carmenere, sin embargo, después
de un par de horas de haber bebido
continuamente, todos los vinos le
saben igual. Lo mismo pasa entre
las personas durante los primeros
minutos de una comilona. Al principio
uno es capaz de percibir las diferencias entre los comensales, pero tras
haber bebido unas cuantas copas
de licor, todos parecen iguales. En
la embriaguez y en la locura todos
somos semejantes.
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Hugues de Saint-Victor, en su alegoría
El árbol genealógico de los vicios,
señala a la locura como aquella que
conduce el alegre coro de las debilidades humanas. Da a entender que
la locura no se encuentra unida al
mundo y a sus fuerzas subterráneas, sino más bien al hombre, a
sus debilidades, sueños e ilusiones.
En el fondo, el ser humano ama la
locura porque en ella es capaz de
apreciar vivazmente la sensación
de una realidad ilusoria que inconscientemente desea. En el delirio el
hombre se desinhibe y se aleja de
las angustias y resentimientos. Pero
eso no es todo, la chifladura posee
otro toque de bondad: la locura es
sabiduría; no se puede estar loco
sin antes haber aprendido algo.
Las imágenes giran en la mente y
convidan representaciones irreales
porque se interiorizaron retratos del
exterior que, de una u otra manera,
la mente utiliza a su antojo. No me
extraña que digan que “la imaginación es la loca de la casa”.
a Peraza
Patricia Garz
.
l snob fóbica
gón; intelectua
Filósofa de fo

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