Descargar revista N°8

Transcripción

Descargar revista N°8
Tato López
Su mirada
sobre el fútbol
uruguayo
Identidad
Entrevista a
Ignacio Guido
Montoya Carlotto
Nicolás Dibble
El gusto por
el dribling y el
mano a mano
publicación gratuita sobre la identidad del fútbol uruguayo
ENERO/FEBRERO 2016_edición_08 - issn 2393-5995
Palito Pereira
“SOY EL URUGUAYO MÁS FELIZ”
1
túnel ENE- FEB 2016
La invención de la necesidad
2
Con tantas cosas vividas, cada vez que
llego al pueblo naufrago entre la emoción
y la reflexión, como cuando se extraña lo
que fue propio y ya no lo es. No sólo que
lo siento, sino que me doy cuenta de que
lo siento. Fui un niño feliz en esta ciudad:
era la fracción de mundo que me bastaba
para entender o explicar el tiempo que
vivía. Hace un rato que almorzamos con
mi señora madre, pero decidí que hoy no
habría tiempo para la siesta. Luego de la
charla esperé pacientemente a que dijera
su salmo preferido: “Me voy a tirar un
rato, Huguito”. Quince minutos después,
con las chicharras como cómplices de una
tarde rabiosa de diciembre, salí a dar un
paseo.
Peino canas hace más de treinta
años pero lo recuerdo claramente. Sestear
cuando gurí era el castigo más grande que
podíamos recibir. Dudo que alguno de mis
amigos respetara esa necesidad horizontal
de nuestros padres. Pero más nos valía no
hacer el mínimo murmullo porque el reto
podía ser grande, en mi caso, con sanciones
que iban desde penarme la práctica de
fútbol o, mucho peor, abrir el cuaderno
de deberes el domingo por la mañana y
tener que explicarle a mi viejo y su cara
de camarada teniente general soviético
cada una de las tareas que mandaba la
maestra. De todas formas, eso pasaba sólo
si molestábamos dentro de casa o en la
vereda. Porque, egoístas ellos, si nos íbamos
a jugar al campito de más abajo, allá donde
no molestáramos a nuestra vecindad, todo
estaba permitido, hasta el griterío. Como
si alrededor de donde jugábamos a la
pelota no existieran personas mayores con
derecho a dormir la siesta. Eso, los otros,
poco les importaba a nuestros padres.
Previo a comer con la viejita leí el
diario. Miré la tapa y sus titulares, pero
inmediatamente lo di vuelta para vichar
la parte deportiva. Es diciembre y se
confirmaron los entrenadores que dirigirán
las selecciones sub 18 y mayores del pueblo
en el campeonato de la Organización
del Fútbol del Interior, la vieja OFI. A
diferencia de antes, no conozco ni uno de
los citados. Sí al técnico de la mayor, que
era uno de los más jóvenes cuando salimos
campeones del interior a principios de los
noventa. Desde el mismo momento que
ojeé la noticia, como si fuera un mandato
desde los intestinos, se me instaló la
necesidad de pasar por el estadio.
Subí por la calle de los naranjos.
Transpiré todo lo que el sol de las tres de
la tarde quiso. A falta de pocas cuadras
comencé a ver su enorme tribuna como
la proa de un barco cargado de ilusiones.
Más que caminar aquello era escalar.
Interminable cuesta arriba que, quizá en
el punto más alto de toda la ciudad, es
coronada por el coloso de cemento. El
fútbol también está más cerca del cielo.
Ya no estoy para estos trotes, pensé,
pero el consuelo fue que lo bueno de
estar arriba es que el resto va en bajada.
El estadio estaba cerrado. Lucía igual que
siempre, como casi todo en el interior del
país. Declinarse gloriosamente ante el paso
del tiempo es un arte necesario de llevar
bien. Algún maquillaje le han hecho, es
verdad, pero la esencia la conserva como un
abuelo sus arrugas. Miré por una hendija
entre el portón principal y la pared. La
cancha semiverde y semipelada torraba en
paz. De mis ídolos del ayer no quedaban ni
señales.
Al borde de la insolación y sin
almacenes a la vista para comprar una
botella de agua –no es por insistir, pero
la religiosidad de la siesta no se negocia–
resolví volver a casa. Cuando estaba a punto
de convencerme de que era el único hereje
de un poblado que dormía, a cinco cuadras
del estadio, una pelota sale desde las paredes
como una exhalación y cruza la calle.
Golpea el cordón, pica un par de veces y
encuentra la calma. En ese momento un
chiquilín de pelo enrulado cruza a buscarla.
Se la mete bajo el brazo y grita con cabeza
levantada: “La próxima pateá más suave
porque si no la vas a buscar vos, bestia
humana”.
Cercado por las dos mismas casas
de toda la vida y por un alambrado de
cinco hilos al fondo, el campito donde
correteaban cuatro gurises era el mismo
donde jugué mil tardes hace como cinco
décadas. Ya no se ve, han pintado las paredes
con un color de promoción, pero en una de
sus paredes rezaba “V.U.S.A.”, sutil manera
de llamar a los Vagos Unidos Sociedad
Anónima. Bajo la sombra de un árbol
encontré refugio y tribuna para ver aquel dos
contra dos por toda la cancha.
Más de una ganamos, más de una
nos corrieron a pelotazos, otras tantas
decidíamos los partidos a trompadas limpias.
Cuando descubrí que en ese campito
se jugaba al fútbol todos los sábados y
domingos, creo que a los diez años, mi
vida cambió para siempre. Nunca encontré
otra forma de sentirme mejor en el pasto,
fue uno de los lugares donde aprendí a
desconfiar de las normas así como de la
mirada del zaguero contrario. En aquella
cancha de la VUSA –porque la llamábamos
en femenino– aprendimos a forzar la épica, a
reconocer lo que duele una patada, a discutir
en plenarios o convenciones si fue gol o
pasó por encima de la camiseta, es decir:
fue palo; con la pelota del gordo y con las
que no nos devolvió el vecino descubrimos
que la amistad tiene forma de pared tuya
y mía, que al enemigo se lo castiga con la
indiferencia de no mirarlo cuando se le llena
la canasta de goles, que el débil sufría por
dentro y al resto no le importaba, que si hay
luz hay esperanza de empatarlo, que cuando
se iba el sol era momento de volver a casa
con el sabor del corazón transpirado.
Miro estos cuatro chiquilines. Hijos de
los hijos de los padres recreando su propio
tiempo, fiel a sí mismos. No sé cómo van,
pero se juegan todo. El más chiquito es una
máquina de maltratar sus ropajes contra
la tierra pelada –y sus rodillas y codos
pelados–. Pude verle la cara de goce luego
de que volara para sacarla de abajo contra
el palo, cuando sólo él sabía que llegaría
a manotearla. A pesar del esfuerzo, sus
contrarios lo vacunaron luego del córner.
Gol, y no pudo evitar que la pelota cruzara
otra vez la calle. Al verme sentado –creo que
fue la primera vez que se percataron de que
yo estaba ahí– no dudó en pedirme que le
alcanzara la pelota. Desconfié del adoquín
para apoyarme y tocarla con el pie, ya no
soy el de antes. La cacé con la mano y se
la devolví. Me dio las gracias y, tras darse
la vuelta, le dijo a sus amigos: “Cuatro a
cuatro, el que hace el gol gana. Vamos a
ganarle, Santi. Tenemos que volver a casa
antes de que mamá se despierte”.
_Mintxo
SÍ, LA VERDAD QUE SÍ
Se abre el telón
No importa lo que diga la mitología de los
cánticos ni cuántos cuernitos apuntemos
hacia el suelo en el momento en que el
delantero rival toma carrera para tirar un
penal: el público no influye de manera
alguna sobre el resultado.
Es lo mismo que estar viendo una
película con los protagonistas contando
una historia delante de nuestras narices.
La diferencia es que no hay red social ni
compañero de trabajo que pueda quemarte
el final, porque el guion (y esa es la magia
del fútbol) se escribe en vivo y en directo.
Para que un partido nos resulte
entretenido es indispensable decidir qué
equipo encarnará al héroe, al bueno de la
película, al “muchachito”. Si una de las
escuadras es la dueña de tu corazón, la
decisión es más que sencilla, pero se puede
encontrar al “muchachito” en casi cualquier
encuentro, incluso entre equipos que jamás
escuchaste nombrar.
Por los colores, por ese puntero
izquierdo petisito que la rompe, o porque
(y esto ocurre la mayoría de las veces) el
equipo contrario salió a comerse la cancha
y a uno siempre le tira hinchar por el
más débil. Lo importante es designar al
protagonista de nuestro relato.
La acción comienza con las veintidós
cartas sobre la mesa. Y aunque tengamos
décadas de experiencia presenciando esta
clase de espectáculo, no podremos adivinar
el resultado. Claro que habrá elementos que
dirijan la historia en una u otra dirección,
pero hasta los factores más determinantes
están ahí sólo para ser derrocados y convertir
al cuento en una gesta heroica.
Si hay héroes es porque existen los
villanos, que casi siempre los superarán en
número, en cifras de catorce a once, dado
que la terna arbitral indefectiblemente
existe para hacerle la vida imposible al
“muchachito”.
Más allá del campo de batalla hay otros
enemigos, desde abogados que revolotean
los escritorios de las asociaciones en busca de
puntos carroñeros, hasta intereses políticos que
irán siempre en contra del más débil (porque
el más débil tiene menos convocatoria y al
político le servirá el triunfo que sea celebrado
por una mayor cantidad de gente).
La función dura poco más de noventa
minutos. Abundan las vueltas de tuerca,
y aquel que se encontraba a punto de
caer por el borde del precipicio puede
recuperarse y quedarse con la princesa. La
copa. O al menos los tres puntos.
El público se involucra en la historia
como puede, abucheando al villano y
culpándolo de todos los errores del héroe.
E igual que si miraran una película desde
atrás de la pantalla, los espectadores del
lado de enfrente ven todo al revés y están
convencidos de que ese maldito que se
retuerce el bigote es en realidad quien
merece quedarse con la gloria.
Una vez que todo termina en
celebrada victoria, vergonzosa derrota
o uruguayísimo empate, es hora de
regresar a la vida real. Algunos no
logran disociar esta narración de la que
de verdad protagonizan y son un azote
en las oficinas y la vía pública. El resto
espera confiado el nuevo episodio de
las aventuras de nuestro héroe, para
continuar por la buena senda (o para
recuperarla), sabiendo que el pitazo final
del juez no es otra cosa que el cartel de
“Continuará”.
_Ignacio Alcuri
Dónde se consigue o lee la revista Túnel
Gol al futuro Estadio Centenario Sala Franzini Museo del Fútbol Estadio Centenario Socio Espectacular 18 de Julio
1618 y Carlos Roxlo Gussi Libros Yaro 1119 y Durazno Libros de la Arena Benito Blanco 962 y Avenida Brasil El Yelmo de
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Tres Cruces Librería Papacito 18 de Julio 1409 frente a la Intendencia Librería Papacito 18 de Julio 888 y Convención
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y Mercedes Nueva Galería Libros Tristán Narvaja 1536 y Colonia Byblosur Libros Magallanes 922 Librería Martín
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Centro Cultural de España Rincón 629 Centro Cultural Florencio Sánchez Grecia 3281, Cerro Biblioteca Alfredo
Zitarrosa Ciudad del Plata Km 29.500 Av. Penino Ariel García Ramón Bergalli 485 A.4 Maldonado Biblioteca Club
Banco Hipotecario Colonia 2189 y Alejandro Beisso AEBU Camacuá 575 y Reconquista Restorán y Parrillada Lo de
Silverio Rossell y Rius 1651 y 4 de Julio Cerveza Mastra Mercado Agrícola, Martín García y José L. Terra Palacio del
Café Mercado Agrícola, Martín García y José L. Terra Bar Andorra Canelones 1302 y Aquiles Lanza Casa de comidas
Ginebra Piedras 511, Ciudad Vieja Silex Ciudad Vieja, Buenos Aires e Ituzaingó Bar Palacio Garibaldi y Tuyutí Rotisería
2 Acordes Giannattasio y Becú, Lagomar Restorán El Figón, La Floresta Pizzería y Parrilla El Luichi, Gaboto 1300 y
Charrúa Cafetería del Teatro Politeama Tomás Berreta 310, Ciudad de Canelones Bar Las Flores Bulevar España 2051 y
Blanes Club Tito Borja Cerro Club Esparta Colonia Valdense AlPecho Remeras y Margass Galería del Virrey, 18 de Julio
y Quijano Peluquería Dawer Orinoco y Amazonas Peluquería Mauro Francisco Canaro y Mario Cassinoni Centenario
Fútbol 5 Luis Alberto de Herrera y 8 de Octubre La Blanqueda, CF5 Uruguay 1998 y República Cordón Paquín Bulevar
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Café Luis A. de Herrera 1020 Nueva Helvecia Intendencia de Rocha Dirección de Deportes
Se distribuye además a los integrantes de los cuerpos técnicos de los clubes afiliados a la AUF, al cuerpo técnico
de la selección nacional en todas sus categorías, a los docentes de los cursos de entrenadores del ISEF y de la
ACJ, al departamento técnico de OFI, a la Facultad de Comunicación de Udelar y en la Tecnicatura de Gestión en
Instituciones Deportivas de la Facultad de la Cultura del CLAEH.
publicación gratuita sobre la identidad del fútbol uruguayo
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Coordinación general: Pedro Cribari
Edición: Marcel Lhermitte
Escriben: Ignacio Alcuri, Juan Aldecoa,
Mauricio Bruno, Diego Graziosi, Agustín
Lucas, Mateo Magnone, Diego Martini, Fermín
Méndez, Luis Morales, Martín Otheguy, Carla
Rizzotto, Danilo Urbanavicius
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Rodrigo López, Leonidas Martínez
Diseño: Andrés Cribari, Rodrigo López
Corrección: Stella Forner
Sitio web: Pablo Scartaccini
Se utilizaron las tipografías Chau Trouville,
de Vicente Lamónaca; Rambla, de Martín
Sommaruga; y Adobe Garamond Pro
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Impreso en Gráfica Mosca
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3
Tato López, una mirada crítica
En todas las canchas
túnel ENE- FEB 2016
El básquetbol fue su modo de vida. Creció y se formó con reglas y
valores del juego colectivo. Es desde ahí que analiza, con profundidad
y franqueza, el deporte más popular y polémico de todos: el fútbol.
4
–Papá, me voy a jugar a Europa.
–No, quedate que puedo conseguirte una
beca en Estados Unidos.
–Me vinieron a buscar del Barcelona,
papá, yo me voy.
–Y yo no te firmo la salida del país.
Esta vez no me gana, pensó Horacio
López a pesar de una frustración que lo
carcomía. Su disco duro almacenaba un
revés semejante, cuando a los doce años le
prohibió viajar a China para competir en
un campeonato mundial de ping-pong,
deporte que abandonó el mismo día que
tuvo que desarmar la valija. Pero esta vez
se prometió no salir vencido y siguió con
el básquetbol.
Hoy, a 38 años de aquella orden que
–según dice– hubiera cambiado el rumbo
de su carrera, logra verlo con la objetividad
propia del paso del tiempo, o quizás con
ojos de padre (tiene dos hijas y una nieta).
“La España post Franco era un quilombo
y mis padres estaban preocupados. Era
un contexto complejo, además decían
que no podían dejarme ir con un catalán
desconocido”, rememora. Ese catalán,
José María Minguella –acota–, tiempo
después salía abrazado en fotos con Diego
Maradona.
“El deporte colectivo consiste en
sumar cualidades para potenciar
las individualidades, y que el
conjunto sea mejor que la suma
de cada parte”, afirma Tato López.
(Foto: Rodrigo López)
Ping-pong y básquet, ¿nunca fútbol,
como la media de los niños uruguayos?
Mi padre y mi abuelo eran periodistas de
turf, y me crié dentro de Maroñas. Soñaba
con ser jockey, pero a los nueve años ya era
más alto que cualquiera de ellos. Entonces
fui a jugar al baby fútbol en el Ceibo
Aguada. En aquel momento no era por
edad sino por altura; estaba con chiquilines
dos años más grandes que yo.
¿En qué puesto?
Arquero. Era titular, y cuando fuimos
a disputar la final, que ganamos 2-1, el
técnico puso a un botija que no había
jugado en todo el año. El tipo me peló. Y
encima habíamos ido a la iglesia antes del
partido, yo no rezaba nunca. Si algo me
faltaba para no entrar más a una iglesia
era eso. Al año siguiente me fui a medir y
estaba fuera de categoría, no pude seguir.
La misma altura que lo excluyó del
fútbol le abrió las puertas del básquetbol
y lo incitó a una prematura carrera
que le planteó un debut en la selección
celeste siendo quinceañero. Pero fue en
Estados Unidos –jugó becado en dos
oportunidades– donde descubrió todo:
límites de entrenamiento, conceptos
de juego, progresiones. Eso, además de
participar en un mundial de clubes con
los tops del momento; por lo que a los
diecinueve años ya tenía una formación y
una experiencia inusuales para las canchas
rioplatenses.
¿Qué tienen en común el básquet y el
fútbol?
El fútbol evolucionó muchísimo tomando
cosas del básquet. Cuando aprietan al rival
5
contra las líneas, o cuando tiran un centro y
se cortinan, son cosas del básquetbol desde
que existe. En lo que refiere a los principios
generales del deporte tienen todo en común:
es mucho más factible que tu equipo
sea ganador si construís desde la solidez
defensiva. Lo que no tienen en común es
que en el fútbol el resultado no siempre
está directamente relacionado con las
capacidades desarrolladas por el equipo. De
repente podés plantear la estrategia de jugar
a no jugar. En el básquet eso es imposible,
debés tener la pelota si querés ganar.
“Si en el deporte que
¿Los valores deportivos son los mismos?
En el libro La fiesta inolvidable hablás de
trabajo, determinación y paciencia.
Sí, eso no cambia. Aunque sucedió algo
entre el chiquilín de quince años que era
súper alto y coordinado con lo que sucede
hoy. En aquel momento, por los volúmenes
de trabajo y el conocimiento sobre el
entrenamiento, los deportistas eran setenta
por ciento de talento natural y treinta por
ciento de trabajo. El crack de mi época era
el flaco que jugaba y después iba al boliche,
como Diego [Maradona] o Sócrates. Me
resulta una época maravillosa del deporte
porque todo eso influía en el mundo social y
político, eran tipos que hablaban. Pero claro,
tampoco se rompían entrenando. Hoy es al
revés. Si en el deporte que sea te encontrás
con un diamante en bruto que no hace el
trabajo y con otro que sin ser un diamante
en bruto se mata trabajando, cuando ambos
lleguen a los veinte seguro que le irá mejor
al segundo. Incluso el concepto de talento
ha cambiado, en mi época era una persona
con brazos largos, que corría, saltaba,
tenía buen feeling con el juego y facilidad
para la técnica. Hoy el talento está en una
persona que tiene la capacidad mental de
desarrollar sus condiciones y llevarlas hacia
la excelencia.
le irá mejor al segundo.
¿Estás de acuerdo con la frase que reza que
un buen deportista “juega y hace jugar”?
De repente elegiría otra frase: “Juega y hace
mejor a sus compañeros”. Hay presencias
sea te encontrás con
un diamante en bruto
que no hace el trabajo
y con otro que sin ser
un diamante en bruto
se mata trabajando,
cuando ambos lleguen
a los veinte seguro que
[…] Hoy el talento
está en una persona
que tiene la capacidad
mental de desarrollar sus
condiciones y llevarlas
hacia la excelencia”.
que hacen bien a todos, es el caso de
Mascherano o de Godín. Hay otros
jugadores que son fantásticos pero no
veo que le hagan mejor al conjunto. No
creo que quienes juegan con Ronaldo,
por ejemplo, se potencien. El deporte
colectivo consiste en sumar cualidades
para potenciar las individualidades, y que
el conjunto sea mejor que la suma de cada
parte. El Barcelona marcó un paradigma
en ese sentido, porque consiguió que
figuras como Messi, Neymar o Suárez
pusieran sus cualidades al servicio del
conjunto. Si sacás a Iniesta de ese cuadro
y lo llevás a otro, ¿jugará tan bien como
en el Barcelona? No lo sabemos; lo cierto
es que levanta el techo de lo colectivo.
Hay que tener humildad para ceder
determinadas cosas en pos del conjunto,
sobre todo cuando se trata de deportistas
mediáticos, millonarios e ídolos. Igual, al
túnel ENE- FEB 2016
Se dice de mí
6
“Hay algo que se escucha en la calle y con lo cual no estoy de acuerdo, eso de que Uruguay podría jugar otro fútbol. En la construcción que viví como deportista y que veo que
los deportistas de hoy siguen teniendo es que lo que importa es el resultado. A un chiquilín que juega al básquet no tenés que explicarle que debe defender cada pelota como
si fuera la última, porque lo trae en su ADN, lo escucha desde que es un bebé. Pero eso
no significa que no podamos tener un fútbol hilvanado, con manejo de pelota, con propuestas hacia el rival y no esperar siempre a lo que el rival plantea. No estoy de acuerdo
con eso. Uruguay es un equipo con una inteligencia estratégica generalmente superior al
rival, entonces haciendo menos o pareciendo que hace menos consigue los resultados. Si
le metés los goles de cabeza a Chile es porque está clarísimo que los chilenos por arriba
son un desastre. ¿Vas a tocar la pelota 28 veces entonces? Muchas veces se desconoce la
inteligencia estratégica que un cuerpo técnico es capaz de plantear y que los jugadores
son capaces de ejecutar”.
mismo tiempo el conjunto se los retribuye
con resultados.
¿El juego colectivo es la mayor virtud de
la selección uruguaya?
Claro. Lo que el cuerpo técnico uruguayo
logró fue generar un equipo funcional
dentro de un contexto disfuncional como
es el fútbol uruguayo, donde no están
claros los roles, los límites, el calendario,
las competencias, y ahora encima hay
personas internacionalmente detenidas.
Cada club en su interna también es
disfuncional. Dentro de ese contexto, el
cuerpo técnico de Washington Tabárez
creó un cuadro funcional. Primero que
nada logró una adhesión, el interés de ser
parte de, y luego la construcción de las
categorías formativas. La posibilidad de
que los chiquilines que nacen aquí tengan
lo mínimo necesario para desarrollar su
talento. Y los resultados son maravillosos.
¿Profesionalizó al fútbol?
Diría que maximizó las posibilidades del
fútbol uruguayo en el contexto mundial
actual. La acumulación de trabajo y
experiencias a lo largo de estos años
permitieron crear un piso; entonces
cuando comienza una eliminatoria, a pesar
de estar despatarrado, el equipo entra a la
cancha sabiendo qué puede dar y qué no.
Te confieso que no pensé que iba a ver
esto: un Uruguay cuarto en un mundial,
campeón de América luego de ganar una
final por tres goles en Argentina, que las
selecciones formativas clasifiquen a los
mundiales en sus respectivas categorías. Es
un fenómeno similar al del ballet nacional.
¿Cómo es posible que vengan de distintas
partes del mundo a audicionar para el
ballet uruguayo? Eso sucede gracias a
un diagnóstico previo, gente capacitada,
una planificación y la aceptación de las
realidades que presenta el medio.
¿Este equipo desterró la nostalgia de
hazañas pasadas, como el maracanazo?
Este equipo logró desterrar aquello de
levantar a patadas al rival, aunque sin
convertirse en algo que no es. Es muy
valioso pasar de ser el cuadro que te pudre
el espectáculo o un campeonato a esto
de ahora, donde vamos y respetamos al
rival. A Uruguay le hizo muy bien volver
a entender el sentido de la hombría;
había una interpretación errónea de ese
concepto.
¿Por todo esto fue que escribiste El
camino es la recompensa, el libro sobre
Tabárez?
La ideóloga del libro fue la hija de
Washington, Tania. Cuando me convocó
me encantó la idea. Estaba escribiendo
otro libro en ese momento y lo dejé para
hacer el de Tabárez. En medio del proceso
La selección uruguaya dirigida por el Maestro
Tabárez “logró desterrar aquello de levantar a
patadas al rival, aunque sin convertirse en algo
que no es. Es muy valioso pasar de ser el cuadro
que te pudre el espectáculo o un campeonato a
esto de ahora, donde vamos y respetamos al rival.
A Uruguay le hizo muy bien volver a entender el
sentido de la hombría; había una interpretación
errónea de ese concepto”.
7
puedo entrenar de mañana y de noche.
Tengo todo solucionado”, decía. Después
la vida fue maravillosa conmigo, porque
pude vivir del deporte. Cuando veo a Los
Teros o las chiquilinas de hockey pienso
que ese pudo haber sido mi plan de vida.
Por eso los admiro tanto y los defiendo,
lo suyo es muy valioso, es de una salud
mental y emocional que impresiona.
“Lo que tiene el deporte es que le da voz a quien lo practica y si a esa voz la usás para decir más que ‘fue un partido
difícil pero por suerte lo ganamos’, sos una piedra en el zapato”. (Foto: RL)
creativo, pensé: “Si tengo a la persona acá,
lo mejor que puedo hacer es que hable y no
ponerme a narrar lo que yo entiendo del
tema”. Siempre escribo sobre las cosas que
me mueven, no puedo escribir de cualquier
cosa, y me parecía que estaba bueno que
cuando el disfuncional fútbol uruguayo se
volviera a comer de nuevo a la selección,
quedara registro del tipo que logró revertir
eso. No el análisis de tal o cual periodista,
sino su propia palabra.
túnel ENE- FEB 2016
Cosa de chicos
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En un mundo en el que el fútbol “salva”,
basta que un niño toque la pelota más
o menos bien para que padres, busca
talentos, representantes y dirigentes
sueñen con el futuro Messi. Y entonces el
tiempo de juego libre se transforma en un
horario con rigor de oficina, y un mínimo
desacierto se convierte en un drama; no
vaya a ser que la gallina de oro se olvide de
empollar los huevos.
“Hay una etapa en la vida de las personas
donde el juego nunca puede dejar de ser
un juego y el objetivo, divertirse”, recalca
Tato. Y si el mercado se ensaña en fabricar
futuros monstruos del fútbol mundial, “lo
mejor que se puede hacer es no escolarizar
demasiado a los chiquilines, dejarlos
quietos. Cuanto más libres los dejás, menos
homogéneos se vuelven. Cuando les das
la oportunidad de crecer con creatividad,
aparecen los Messi, los Neymar y los
Suárez”.
¿De niño sentiste alguna vez esa presión?
Jamás. Eso de ahora que los padres
discuten con el árbitro o se pelean entre
ellos, eso nunca. Jamás me pusieron esa
mochila. Tampoco era necesario; a los
“Confieso que no pensé que
iba a ver esto: un Uruguay
cuarto en un mundial,
campeón de América luego
de ganar una final por
tres goles en Argentina,
que las selecciones
formativas clasifiquen
a los mundiales en sus
respectivas categorías. Es
un fenómeno similar al
del ballet nacional. ¿Cómo
es posible que vengan de
distintas partes del mundo
a audicionar para el ballet
uruguayo? Eso sucede
gracias a un diagnóstico
previo, gente capacitada,
una planificación y la
aceptación de las realidades
que presenta el medio”.
catorce años ya tenía armado mi plan de
vida. Quería jugar al básquetbol, eso lo
tenía muy claro, y de 13 a 19 horas pensaba
trabajar en un banco. “Con el sueldo de
bancario me puedo comprar unos buenos
championes, los suplementos alimenticios,
¿Qué objetivos te trazaste cuando
trabajaste en las divisiones formativas de
básquetbol? ¿Qué hay que inculcarle a
los niños?
En aquel momento [de diciembre de
2002 a agosto de 2004] el gran objetivo
era brindarles a los talentos locales la
oportunidad de contar con las condiciones
mínimas para desarrollarse. Que pudieran
tener aquí lo mismo que un botija nacido
en Serbia. Además, si bien era un espacio
de básquet, en la etapa formativa no
importa tanto el jugador sino la persona.
Y eso se traducía en decisiones puntuales,
como trabajar con dos psicólogas –no
con la especialización deportiva– que
se preocupaban del ser en su visión más
integral. Trabajaban en la conformación y
el relacionamiento del grupo, y al mismo
tiempo hacían intervenciones individuales.
Se daban casos de chiquilines que tenían
otros intereses. Una vez me senté a charlar
con uno que me dijo que su pasión era
la música, no el básquet. Y le dije: “Si tu
pasión es esa, no lo dudes, te voy a ir a ver
tocar”. Pero al mismo tiempo trataba de
tranzar para que fueran al menos una vez
por semana a entrenar.
¿Cuán importante es la motivación para
un deportista?
Es muy importante. En mi caso la tenía
estructurada claramente. Yo decía: “Esto
lo hago porque me encanta, me gusta el
estadio lleno, la competencia, el hecho
de perder y no poder dormir en toda
la noche, o ganar y salir campeón. No
preciso nada más allá de esto para dar el
cien por ciento”. Pero cuando llegaban los
momentos de agotamiento, no me gustaba
el cuadro o había algo que no funcionaba
pensaba que era un trabajo. Vengo de una
familia que trabajó toda la vida, entonces
para mí era sagrado.
¿La adversidad motiva o por el contrario?
Pienso en el partido que jugó Suárez
contra Inglaterra en el último mundial.
Motiva. Eso también está en el ADN
uruguayo y no somos conscientes de que lo
tenemos. Pero claro, Suárez además tiene
una capacidad técnica y un conocimiento
de juego que puede decir “los tengo a
todos cocinados”. Existe una aptitud
mental que te permite manejar la situación,
entonces cualquier cosa que anda suelta
por ahí juega a tu favor. Por eso muchos de
nuestros deportistas juegan con un estadio
lleno en contra y lo usan para su propio
beneficio.
Lo dice en tercera persona; justo él, que al
regreso de su suspensión de seis meses por
posesión de marihuana los hinchas rivales le
dieron la bienvenida al son de “falopero” e
“hijo de puta, tendrías que estar en la cárcel”.
Tato, que estuvo internado en el Hospital
Vilardebó por este hecho sucedido en plena
dictadura, cuenta que el periodismo hablaba
mucho sobre el tema. Incluso en un programa
hasta llegaron a hacer una encuesta sobre
cuánto debía extenderse la suspensión y hubo
quienes lo sentenciaban al banco eterno.
¿Te afectó mucho el periodismo en aquel
momento?
Claro, era tenebroso. No te olvides que yo
era una figura de izquierda declarada. En
el 84, saliendo de una dictadura hacia un
gobierno de derecha, me dieron el premio
al mejor deportista del año. Todos los
directivos de la federación eran de derecha.
Lo que tiene el deporte es que le da voz a
quien lo practica y si a esa voz la usás para
decir más que “fue un partido difícil pero
por suerte lo ganamos”, sos una piedra en
el zapato. Entonces cualquier periodista
que te partía al medio quedaba bien con
un montón. Lo que siempre digo es que
por suerte jugaba bien, cuando empezaba
el partido las cosas se arreglaban bastante
[suelta una carcajada].
¿Tu posición política truncó algún pase?
Hay una anécdota de 1987, cuando me fui
a Ferro, en Buenos Aires. Yo venía de jugar
a tope en Italia, estaba quebrado por la
separación de mi mujer, acá jugaba en un
cuadro que era un desastre y firmé contrato
para irme a Argentina. Llegué en enero y
en marzo íbamos a jugar un Sudamericano
así que me puse a entrenar fuerte. Le
ganamos la final a un equipo brasilero que
era el bicampeón. Estábamos festejando
el campeonato y en un momento un
“El fútbol evolucionó
muchísimo tomando
cosas del básquet. Cuando
aprietan al rival contra las
líneas, o cuando tiran un
centro y se cortinan; son
cosas del básquetbol desde
que existe. En lo que refiere
a los principios generales
del deporte tienen todo
en común: es mucho más
factible que tu equipo sea
ganador si construís desde
la solidez defensiva. Lo que
no tienen en común es que
en el fútbol el resultado no
siempre está directamente
relacionado con las
capacidades desarrolladas
por el equipo”.
dirigente del club se me acercó y me dijo:
“Te voy a contar algo, uruguayo, las noticias
que llegaban de tu ciudad sobre vos eran
tan malas que no te querían traer. Y en una
reunión yo les dije que nadie se olvidaba
de jugar al básquetbol”. Uruguay no tenía
ni siquiera la capacidad para proteger a sus
jugadores. Cuando eso pasa, estás en un
ambiente perdedor.
El deporte de elite es mucho más duro de
lo que uno se imagina, advierte. “Es una
forma de vida”. Hoy si bien las primeras
cinco páginas del diario que lee en forma
compulsiva son las que hablan de básquetbol,
elige otra vida: la del escritor, la del periodista,
aunque no se considere tal. “Carlos Muñoz
me ofreció para trabajar en Deporte total,
que iba a ser el primer programa de canal 5
en competir con los privados. No sabía cómo
era ese mundo, y en él tuve la oportunidad
de conocer a Mario Bardanca, Diego Muñoz
–hijo de Carlos–, Martín Franco y Diego
Tabárez. Y también al amigo Enrique
Yannuzzi, que para mí fue un compañerazo,
de esos que sin decirte nada te enseñan;
siempre hacía comentarios que traían consejos
constructivos. Cuando me ofrecieron hacer
el libro de Tabárez fue al primero que llamé
para que me hiciera un paneo de situación.
Es un personaje muy valioso del periodismo
deportivo”.
¿Ahora sobre qué estás escribiendo?
Acabo de terminar un ciclo en 180.com.uy
llamado Lo no dicho –igual que el libro–,
que tiene como objetivo poner sobre la
mesa qué es y cómo funciona la adicción,
tanto individual como colectivamente
[se formó como operador terapéutico
para abordar la temática]. Tengo algunas
ideas de libros, pero prefiero no adelantar
mucho, aunque estuve pensando en escribir
sobre el retiro del deportista. Cuando sos
un adolescente y tu vida apunta hacia el
deporte profesional tenés que estar al tanto
de un montón de cosas, entre ellas, qué te
espera al abandonar el deporte.
Él lo dejó en 1997, porque sentía que el
básquet le estaba robando la vida. En este
caso, el deporte no abandonó al deportista
sino al contrario. ¿A qué se dedicó? A viajar
por el mundo, y de esos periplos nacieron
publicaciones como La vereda del destino y
Almas de vagar. Con 55 años, es el mismo de
dos metros de alto y brazos largos que aquel
que decidió seguir en el básquet a pesar de los
infortunios. Y hoy el conjunto se lo retribuye.
_Carla Rizzotto
9
10
túnel ENE- FEB 2016
Miguel del Río, ex futbolista y poeta
“Abrir las puertas
y las ventanas del alma”
Cualquier día es propicio para reunirse en
nombre de la poesía. Pero este viernes de
diciembre, soleado y cálido, parece haber
querido celebrar también los versos de
Miguel del Río, ex futbolista nacido en
el Cerro, que presenta su libro Estos que
parecen ser poemas.
Cae la tarde y un grupo de personas se
ha arrimado al Centro Cultural Rescate 11,
en el cruce de las calles Grecia y México.
La elección del lugar tiene su significado:
en ese edificio, el del viejo liceo 11 de la
Villa, estudió Del Río. A las siete y treinta,
puntualmente, comienza el acto cultural. El
autor, un hombre con una presencia física
que denota su pasado de deportista, toma
asiento junto a quien lo presentará, Danilo
Urbanavicius. Enfrente se ubican varias
decenas de personas, entre las que puede
verse a Carlos Barcos, quien acompañara
al autor en la mitad de la cancha en el
mítico Central Español campeón uruguayo
de 1984; familiares del poeta, no pocos
allegados y una referente cultural del barrio:
Mirta, una señora mayor que se sienta en
primera fila. Un detalle curioso: desde una
mesa situada a un costado de la sala, vía
internet, desde España, la esposa y otros
integrantes de la familia del poeta están
presentes.
En la próxima hora será posible
desentrañar, al menos en parte, de qué
manera, desde su infancia transcurrida
en el emblemático barrio montevideano,
su posterior pasaje por las canchas y los
avatares de una peripecia vital novelesca,
que lo llevó a recorrer varios puntos del
planeta, forjó su personalidad literaria este
uruguayo que en la actualidad reside en
Moià, un pueblito de seis mil personas en
las cercanías de Barcelona.
“Soy un autodidacta. Nunca fui a un
taller de escritura”, sostiene. Esta forma de
abrirse paso en el terreno de las letras quizá
tenga que ver con la temprana pérdida del
padre, lo que lo obligó a aprender a valerse
por sí mismo desde chico.
Sin embargo, la niñez también le
reservaba un encuentro tan afortunado
como definitorio. Nacido en 1957, en
la década del sesenta asistió a la escuela
Canterán. Al llegar a sexto año, le tocó en
suerte tener como docente a Eda Amestoy.
Ella le franqueó las puertas de ese universo
maravilloso al que se accede a través de la
lectura y la escritura. “Fue una maestra que
nos marcó muchísimo a los gurises que
estábamos en aquel grupo. Tuve la suerte
de que cinco o seis de mis compañeros
escribían muy bien las redacciones que
nos mandaban, con lo cual se formó una
competencia sana que nos retroalimentó”,
explica. Aquella mujer inspirada incluso
logró que algunas de las producciones de
sus alumnos se publicasen en La Revista
del Pueblo. Miguel se había iniciado; de allí
en más, el interés por las letras sería una
constante en su vida.
Pocos años después, ya en la
adolescencia, la compra de su primer libro
marcaría otro hito en el nacimiento de su
vocación poética. Conoció a un premio
Nobel de Literatura –no en persona pero
sí, y tal vez más importante, a través
de sus textos–. En efecto, la lectura de
Crepusculario, de Pablo Neruda, lo incentivó
a escribir sus primeros versos.
Pero su amor por la literatura no
excluía otras pasiones que distinguen desde
siempre a los botijas del Cerro: el fútbol,
tal vez la principal. En 1975 alcanzó un
sueño: jugar en Rampla Juniors, uno de los
clubes emblemáticos del barrio. En 1978,
comenzó a estudiar veterinaria, pero a los
pocos años tuvo que decidir entre su carrera
universitaria y la deportiva. Eligió esta
última, empero, sus inquietudes poéticas no
se detuvieron. Mientras tanto, con el equipo
picapiedra fue campeón de la B en 1981.
Luego de jugar en un equipo del interior
continuó en Central Español, donde logró
el histórico título de 1984. Permaneció en
el club hasta 1986. Su trayectoria prosiguió
en Centroamérica. Al cabo de algunas
temporadas, regresó a Uruguay y terminó su
carrera en Sportivo Italiano.
Como le ocurre a la inmensa mayoría
de los futbolistas, al retirarse no había
ganado una de esas fortunas de fábula a las
que sólo accede una elite tan reducida como
excepcional. Había que seguir trabajando
por un sueldo para vivir. Obtuvo el título de
entrenador y se desempeñó como ayudante
de Gerardo Pelusso en Cerro, durante la
recordada incursión del equipo albiceleste en
la Copa Libertadores de América de 1995.
Junto al mismo director técnico se fue al
O’Higgins, de Rancagua, Chile, en 1997; en
1999 y 2000 dirigió los juveniles de Rampla
y finalmente estuvo a cargo del primer
equipo. En 2001 y 2002 fue técnico de los
juveniles de Racing. Llegó la crisis y sus
turbulencias arrasaron la economía uruguaya.
Sin empleo, como consideraba que “el
proceso del fútbol está muy contaminado”
y no es hombre de “estar llamando a uno y
a otro” para conseguir un trabajo, decidió
emigrar. “Tuve que tomar una difícil
decisión, no por mí, sino a favor de los que
venían detrás”, afirma, con tono reflexivo.
Así las cosas, sin papeles, marchó a Nueva
Zelanda, donde trabajó como peón rural,
entre otras cosas. “Esa locura me enriqueció
mucho como ser humano. No me arrepiento
y la volvería a hacer”, concluye. En 2003
se trasladó a España, donde trabajó en una
textil y actualmente lo hace en una empresa
de alimentación ecológica.
En tierras peninsulares volvió a
relacionarse con el mundo del fútbol;
y, precisamente de ese vínculo, nació la
posibilidad de publicar su obra literaria.
“Vivo en un pueblito y, desde hace ocho
años, trabajo con el cuadro de fútbol de allí;
lo he hecho con los cadetes, los juveniles
y el primer equipo. Este libro surge por la
madre de un jugador juvenil que yo tenía.
Ella trabaja en la Generalitat de Catalunya,
en la parte de edición. Le dije que escribía
y que sabía que no podía proponerle
este libro a las grandes casas editoras de
Barcelona”. A pesar de lo cual, con la ayuda
de ella, luego de presentar sus textos y de
mantener algunas conversaciones con los
directivos, una editorial independiente se
interesó por su material y, a comienzos de
2015, fue aceptado para su publicación.
Una suerte de milagro propio del
“fuero judicial poético”. Mientras se apresta
a leer algunos de Estos que parecen ser
poemas, lúcidamente, Miguel reflexiona en
torno a que “en estos tiempos tan jodidos,
en los que un chip de un teléfono es más
barato que un libro”, el suyo es un sueño
hecho realidad. “Siempre tuve la ilusión
de tener este libro en la mano. Y a los
cincuenta y ocho años ya no lo esperaba”.
La obra es una selección surgida de
la relectura que hizo de la veintena de
11
“Provengo del mundo del
fútbol y sé lo que es vivir
haciendo los ‘dribblings’
que muchos jugadores y
entrenadores tienen que
hacer para mantenerse allí.
Tal vez podría estar todavía
en ese lugar, pero ese no es
mundo para mí. Decidí salir
del fútbol. Pero les digo
que soy mucho más feliz
trabajando en mi pueblito,
donde lo que gano me da
Miguel del Río, campeón uruguayo con Central Español en 1984, víctima de la crisis económica de 2002, tuvo que
marcharse del país, trabajó en Nueva Zelanda como peón rural y posteriormente emigró a España. Actualmente
reside en Moià, en las proximidades de Barcelona.
para vivir, que en muchos
lugares donde estuve
trabajando por dinero. No
reniego de esa época, pero
me marcó y me enseñó que
hay otras cosas para seguir
viviendo”.
cuadernos en los que a lo largo de su vida
escribió poemas. Un “diario íntimo”,
podría decirse, puesto que el género poético
es reconocido como el que expresa la
interioridad, transmutada en “yo lírico”
de quien escribe. El libro se divide en
túnel ENE- FEB 2016
BAJO LA cumbre
No creo en ti cumbre
de prolongados protocolos
caras de consecuencia
y mandatarios de cuello alto
que se duermen al primer discurso
No creo en tu carácter
grave y urgente
tus suculentos almuerzos
tus hoteles cinco estrellas
ni tus decisiones de eclipse
No creo en ti
por tu secuencia bianual
tus rebuscados acuerdos
tus serias declaraciones
tus compromisos infames
tan lejos de ser humanos
Disculpa cumbre que desconfíe
y te escriba con minúscula
pero no estás a la altura
de tu nombre tan alto
y estás llena de borrascas.
12
cinco partes, que el poeta explica así:
“Las ordené según debe ser el camino de
la vida de cualquier ser humano. Porque
todo hombre, a lo largo de las etapas de su
vida, debe ser auténtico y asumir lo que
le toque plenamente. La primera se llama
‘El derecho a dudar’, puesto que uno se
plantea la duda casi siempre en la niñez. La
segunda, ‘Hay una incógnita a descifrar’,
que surge en la adolescencia. La tercera es
‘La actividad enciende el fuego’, porque en
la etapa posterior la persona se aclara. La
cuarta parte está dedicada al amor, uno de
los sentimientos más hermosos que tiene
esta vida; quien no siente amor es como si
no existiese. Y la última es una colección
de haikus, poemas de tres versos en los
que es necesario decir algo en un espacio
HACERES
Sabemos qué hacer
con la mirada y con las manos
con el sabor a sal de las heridas
sabemos qué hacer
con el olvido
con la escasez de bondad
con las sobras de ternura
sabemos qué hacer
con el oficio repetido
de vivir para seguir muriendo
y de morir para vivir un día
pero qué hacer con el picor
de la vergüenza
con la infección del
arrepentimiento
muy breve; cuando los editores los leyeron,
tuvieron una muy buena impresión”.
A pesar de que se trata de una edición
pequeña, el ex jugador considera su libro
como un éxito, pero no en el sentido
que se le suele dar en la actualidad a este
término. “Provengo del mundo del fútbol,
y sé lo que es vivir haciendo los ‘dribblings’
que muchos jugadores y entrenadores
tienen que hacer para mantenerse allí. Tal
vez podría estar todavía en ese lugar, pero
ese no es mundo para mí. Decidí salir del
fútbol. Pero les digo que soy mucho más
feliz trabajando en mi pueblito, donde lo
que gano me da para vivir, que en muchos
lugares donde estuve trabajando por
dinero. No reniego de esa época, pero me
marcó y me enseñó que hay otras cosas
RAZONES
La razón siempre se pierde
por motivos de tristeza
por desgaste de los años
o amores casi imposibles
que pierden a la cabeza
la primera tiene cura
la segunda vive impresa
y la tercera se sana
comiéndose una manzana
o jugando a la ballesta
hay razones que se pierden
en trasteros de la vida
esas son las peligrosas
se nos olvidan las cosas
por causas desconocidas
10 HAIKUS AL PORVENIR
tanto dura
el porvenir
que nunca sabe llegar
bien lo sabe
el porvenir
que no tiene porvenir
antes que un porvenir
yo prefiero
un aquí estoy
toditos los porvenires
se mueren
de soledad
cuando llega
un porvenir
es porque nunca existió
qué hacer con el mal que hicimos
quien espera
un porvenir
lleva tiempo de esperar
para seguir viviendo”. El significado de sus
dichos se comprende mejor cuando se lee
uno de sus versos: “La poesía no hace la
felicidad, / tan sólo la guía”.
En la misma línea, profundiza su
razonamiento, y cuenta que antes de la
presentación estuvo en la escuela Canterán,
con los niños de sextos año. El suceso le
provocó una satisfacción inmensa. “Entrar
allí, dejar un libro en la biblioteca y que el
día de mañana alguien pueda leerlo, ya me
basta”. Puesto que “si de cien niños, a uno
le puede abrir las puertas y las ventanas del
alma”, ya habrá cumplido con creces su
cometido.
Pero las gratificaciones profundas
que le han dado sus versos no se agotan
en eso. Creador comprometido con el
tiempo que le tocó vivir, el día anterior
participó, inesperadamente, de un acto
en el Memorial de los Desaparecidos, allí
leyó su poema ‘Los perdidos’, dedicado
a quienes “izaron ante el verdugo /
una simbólica enseña, / que no cesa
de elevarse”, y que transformados en
“extraviadas cartas sin destinatario fijo /
andan no obstante rondando / millones
de pensamientos”.
La presentación se ha transformado
en un recital de poesía. Miguel del Río lee
sus poemas e invita al público a dialogar
sobre ellos. En su voz, los versos adquieren
una musicalidad que tiene mucho de
canción. Al respecto resulta esclarecedor un
comentario del autor: “Me gusta cantar” e
incluso “le puse música al poema que abre
el libro”.
En el plano del contenido, los poemas
que el público escucha con recogida
atención “tienen algo de los Cantos de vida
y esperanza, de Rubén Darío”, sostiene
el porvenir
es un duende
que sueña que va a soñar
se pasó para el pasado
un porvenir distraído
y todavía no ha vuelto
prohibieron a un
porvenir que casi
pudo llegar
“Vivo en un pueblito y,
desde hace ocho años,
trabajo con el cuadro
de fútbol de allí; lo he
hecho con los cadetes,
los juveniles y el primer
equipo. Este libro, Estos que
parecen ser poemas, surge
por la madre de un jugador
juvenil que yo tenía. Ella
trabaja en la Generalitat de
Catalunya, en la parte de
edición. Le dije que escribía
y que sabía que no podía
proponerle este libro a las
grandes casas editoras de
Barcelona”.
Mirta, y profundiza en su comentario:
“Metabolizás la angustia esencial. El
tiempo es un enemigo, porque se termina”.
Señala, además, una coincidencia estética:
como algunos poemas de Líber Falco, los
del autor parten de un “yo lírico” que luego
integra a los demás. Asimismo, le reconoce
un oficio intuitivo, natural, para la poesía.
Él continúa desgranando sus versos.
Los memoriosos lo recuerdan como a un
recio y elegante jugador que dominaba
MAESTRA
Eda
maestra de grandes ojos
y bien abiertos
hoy justo hoy
muy tarde hoy
tarde viniste a mi memoria
muy a destiempo
Eda Amestoy, maestra
que has estallado
mi ardor poeta
de doce años
verbo por verbo
como quien monta
piedra por piedra
el verso el muro
el universo
tan sólo gracias
grabarte puedo
Eda, maestra tierna energía
que abrió mis sueños
el mediocampo. Uno no puede dejar de
pensar entonces que resulta llamativo
cómo mientras se prodigaba por las
canchas de Uruguay y varios países,
Miguel plasmaba una obra poética que
se destaca por un delicado trabajo con la
palabra. Y no puede menos que establecer
un paralelo entre su etapa de técnico, en
la que debió ordenar a los jugadores y sus
movimientos en la cancha, y su capacidad
para disponer los versos sobre el blanco
de la hoja, creando ritmos y sonoridades
con sentido. En alguna medida, se puede
concluir, el poeta y el hombre de fútbol
tienen en común la necesidad de crear
algo sorprendente y bello: una jugada, un
gol, un poema.
Del Río culmina la lectura de una
selección de piezas poéticas que atravesó
las cinco partes de su libro. Un emotivo
aplauso le agradece. Al tiempo que algunos
se dirigen a la habitación contigua, donde
la celebración continuará con un brindis, el
autor comienza a autografiar los ejemplares
de su obra.
Mientras viaja en el taxi de regreso
hacia el centro de Montevideo por la
rambla portuaria, el cronista vuelve la
vista hacia el Cerro. Al otro lado de la
bahía, la oscura ladera se enciende de
lucecitas, como una continuación del
cielo estrellado. En varios puntos de
aquella constelación terrestre –se dice–,
muchos niños sueñan con bajar a una
cancha rodeada de tribunas repletas de
rugientes hinchas pero, quizá, también
alguno enhebra palabras que le ensanchan
el espíritu; y, aunque no lo sepa, aprende
a manejar “un arma cargada de futuro”.
_Luis Morales
¡te debo tanto!
y no sé por qué hoy justo hoy
muy tarde hoy
llegó volando
tu rostro bueno
tú me mostraste
de mis cenizas
todo el incendio
donde te encuentres
sana o no salva
¡gracias te debo!
En el Centro Cultural Rescate 11 de su Cerro
natal, Miguel del Río presentó su libro de
poemas recientemente publicado en España.
13
Foto: Leonidas Martínez
túnel ENE- FEB 2016
El Calle China Stadium
14
El arco que daba a la cabecera de la calle
Polonia estaba ubicado varios metros antes
de la esquina, casi en la puerta de La Casa
de la Bebida. El de la calle Puerto Rico, en
la puerta de la casa de Blanquita. Y claro,
porque si alguien “chumbeaba” y la pelota
se iba Polonia o Puerto Rico hacia abajo,
nadie quería correrla. Cuatro paños de pura
emoción.
Las tribunas laterales daban una a la
vereda del viejo Cardozo y la otra a lo de
Simón. El monopolio publicitario, o mejor
dicho propagandístico, se lo disputaban entre comunistas, socialistas y tupamaros, con
las innumerables estáticas estratégicamente
ubicadas en puertas y ventanas.
Cada 25 de diciembre, cuando bajaba
un poquito el sol, el máximo referente futbolístico de la cuadra y del barrio salía a su
palco ubicado en la tribuna Viejo Cardozo
y ahí comenzaba todo. En menos de cinco
minutos quedaban hechos los arcos que
contaban con las medidas reglamentarias de
quien los marcaba con un pedazo de ladrillo.
Digamos que, como en las viejas copas Libertadores, cada equipo buscaba incomodar
o sacar ventaja deportiva de su rival de distintas maneras.
Saltaban al césped de cemento el Gabi,
el Santi, el Ruben, el Omar, el Eduardo, el
Cristian, el Pepe, el Fede, el Mauri, mi hermano Juancho, el otro Ruben, el Carlitos, el
Ale, el Martín y el capitán de todos los tiem-
pos. El que todo lo controla y todo lo protesta. Comienza indicando: vos para allá,
vos quedate acá, vos, vos y vos conmigo, y
vos y vos con el Gabi. Así arrancamos. No
sin que alguno le protestara porque el cuadro quedó robado, pero en el fútbol todo
puede pasar y los partidos hay que jugarlos.
Rápidamente el partido se pone 2-0 a
favor del equipo del capitán, que juega notoriamente mejor, aunque es sabido que no
hay resultado más traicionero que un 2-0
parcial a favor.
Con dos lentas y geniales gambetas del
Gabi, un jugador clase A oriundo de Carmelo, y un gol mío empatamos el partido.
El equipo contrario se lanza todo al
ataque. El Pepe, muy borracho, corta el
ataque y roba la pelota, no sin antes darle
semejante patada al Martín, que se queja
con su seseo característico: “Bo, te zarpaztez, ¿zomoz todoz amigoz o qué?”. Todos
protestan. El partido se vuelve electrizante.
La jugada sigue. El Pepe descarga para el
Gabi que, con otra gambeta magistral, se
saca dos rivales y pone en carrera al Omar,
quien me habilita por derecha. De primera,
toco con el Fede que, ante la salida de su
padre y capitán, toca al medio para el Santi
que se metió a espaldas del Ruben que,
medio mamado, no llegó a cubrir el lateral
y con un toque sutil propio de los zurdos
cracks… ¡gooool! ¡Golazo! La pelota, como
pidiendo permiso, se mete contra el palo ya
casi invisible. ¡Explota “el Calle China Stadium”! David vence a Goliat.
¡Pero muchacho! ¡Qué gol ni gol!, grita
Del Río que, casi en cuclillas, indica con
las dos palmas extendidas en dirección del
vertical izquierdo. ¡Pasó por arriba del palo!
Y sigue protestando.
¡A llorar al cuartito, Miguel!, lanza una
madre emocionada desde la tribuna Simón.
El partido sigue. Friccionado. El clima se enrarece. Y al igual que cuando fue
campeón uruguayo con Central Español, el
capitán lo detecta. Sabe manejar los tiempos
y grita con voz de mando: “El que mete gol
gana”.
Todos interpretan el mensaje, menos
los niños que, por inexperiencia, quieren
seguir jugando para siempre. En realidad,
todos queremos jugar para siempre.
El gol no llega y el score se mantiene
pero el partido termina sin vencidos ni vencedores, como en aquella Guerra Grande
que no fue ni tan guerra ni tan grande.
De a poco se retiran los jugadores. La
tribuna se vacía y el tránsito vuelve a la normalidad. Cada uno regresa a su mundo.
Casi nada queda de aquel “Calle China Stadium”. Sólo el césped transitado por
autos, camiones y motos ruidosas. Sólo
alguna tímida estática queriendo resistir y
sobrevivir a sus ideales.
_Danilo Urbanavicius
BABY - FÚTBOL
–A ver. Déjame pensar. Tenemos un
diplomático, dos diputados...
–Mejor sería cambiarlos por un edil. Son
más prácticos –intervino Macoco.
–¿Qué es un edil? –preguntó Bobbie. Y hubo
que explicarle que los ediles no anunciaban
lluvia. Se confundía con alguaciles.
–Bueno, regio –seguí yo anotando–. Con
un neurólogo, que están de moda, y dos o
tres tipos como Macoco que no son nada,
ya está.
–¿Cómo, che, que no soy nada? ¡Soy
hacendado! –protestó el aludido–. ¡El único
que paga al firme las detracciones!
–¿Qué son detracciones? –preguntó Bobbie. Y
hubo que explicarle que las detracciones eran
como los impuestos, pero al revés y siempre
que la bolsa o las operaciones cambiarías no
inclinaran la balanza de pagos y...
–Puedo dormir perfectamente sin saber en
qué consisten –dijo Bobbie aturdida–. De
todos modos a mí me giran las rentas de
Australia y allí hay sólo ovejas y no esas cosas
raras que complican la vida...
–Vos estás loca si pensás que en Australia no
hay detracciones –le replicó Macoco–. ¡Si
habrá! Lo que sucede es que no te enteras y
entonces...
–¡Bueno, bueno, qué opio! Estamos
hablando en serio de la gente que vamos a
invitar el jueves y vos salís con pavadas tipo
fisco que son el bodrio –si los dejaba no
terminaban nunca.
–Tengo la impresión de que nos falta un
elemento distinto. La duquesa de Alba invita
siempre toreros...
–¿Cuál de ellas? –dijo Macoco–. ¿La vestida
o la desnuda?
–¡Ay, no seas grosero! ¡Cayetano sólo
desciende de la vestida!
–Me parece brutal –comentó Bobbie
entusiasmada–. Pero aquí no hay toreros. ¿O hay?
–No, no hay, nena –le contestó Macoco–.
Hay jugadores de fútbol. ¿Te da lo mismo?
–Genial –grité yo–. ¡Súper! ¡La caída! ¡Un
hombre primitivo, qué divino!
–Déjamelo a mí –chilló Bobbie–. ¡Vos estás
casada!
–Estoy casada –le dije–, ¡pero con Macoco!
–¡No sean absurdas! ¿De dónde van a sacar
un jugador? ¿Y de dónde sacaron que
los jugadores sean primitivos? ¿Te parece
primitivo que te paguen un millón de pesos
por dar una patada?
–¿Nada más que un millón? –los ojos verdes
de Bobbie se le saltaban entre sus pestañas
violetas–. ¡Cualquiera de mis maridos me
costó el doble!
–Está decidido. Vamos a invitar a ese
que tiene un nombre raro, algo así como
Stokovski... o Malcuzynsky...
–¡Querrás decir Sienkiewicz! –aclaró
Macoco–. No va a venir. Están en pleno
training.
–¿Qué quiere decir training? –preguntó
Bobbie. Y hubo que explicarle que cuando
estaban en training no podían ni tomar, ni
comer, ni...
–¡Pero che!... ¡Entonces yo viví casada con
jugadores de fútbol sin saberlo! –fue su
comentario.
Lo cierto es que vino Sienkiewicz y tuvo un
éxito de locura. Al final la duquesa de SirioCoturno y Bobbie se pelearon por él y hubo
que llamar a un referee.
Mónica fue a la vez el seudónimo y el personaje creados por Elina Berro (1923-1971) para
su serie de columnas humorísticas publicadas entre 1964 y 1971, primero en Peloduro
y luego en Marcha. Las andanzas de la pituca Mónica, su marido estanciero Macoco, su
amiga multidivorciada Bobbie y el resto de sus amistades, asociados y conocidos (incluyendo al Bocha Pacheco Areco) fueron un éxito absoluto en su época, tanto en la prensa
como recogidas en dos libros por la editorial Arca y en una obra de teatro que sólo se
estrenó después del prematuro fallecimiento de su autora.
Mónica por Mónica y Mónicas prontas de seguridad se reeditaron en 2015 en un solo
volumen por el sello Irrupciones, y de ahí se extrae este ‘Baby-fútbol’.
15
Foto: Pablo Cribari
16
túnel ENE- FEB 2016
Nicolás Dibble: el sueño de la pelota, el talento y las locuras
A pesar de todo
Las historias en Colonia parecen tranquilas. Eternas, gloriosas y amigables. Tienden a ser bondadosas,
espirituales y llamativas. Esta no escapa a esa realidad y reúne las características típicas de un joven
que vislumbra sus sueños a través de una pelota. Con errores, con aciertos, con garra y con talento,
Nicolás Dibble camina despacio por las calles empedradas de su Colonia del Sacramento natal y sueña,
en grande, como nunca lo hizo ningún conquistador español o portugués.
Las metas no existen, porque siempre va a
haber una por superar. Los sueños se rompen
sólo porque se consiguen. Las ganas, el amor
y el sacrificio siempre pueden más. A pesar
de los contratiempos, las fallas y las malas
decisiones, este joven talentoso de Plaza
Colonia se hace eco en cada movimiento
atípico que presenta en la cancha. Sus
amagues, sus giros, sus enganches, su
potencia, lo hacen un jugador distinto, de
poca regularidad y con algo que no se compra
en ninguna parte: garra.
De pasar hambre para ir a entrenar, de
trabajar en la construcción o de delivery, de
volverse tres veces de las juveniles de Defensor
Sporting sólo por un amor, hoy dice que “no
tiene nada”, pero al menos está tranquilo y
sabe que va por el bueno camino. Que un
equipo grande lo quiere, que el Villarreal lo
vislumbra, que es una de las revelaciones del
Apertura 2015; todo eso lo motiva, pero por
ahora va tranquilo, con esa calma que le da
Colonia y con ese madurez formal que lo
caracteriza y que lo hace disfrutar cada paso
que da con la camiseta de los pata blanca.
Contame cosas de tu niñez en Colonia del
Sacramento.
Mis recuerdos son de la etapa de baby fútbol.
Estuve un año en Peñarol, me acuerdo que el
primer día que jugué hice tres goles; el último
de ellos me la pasó el golero y me eludí a
todo el cuadro. ¡Un golazo! Después pasé a
Plaza Colonia y estuve hasta los once años y
luego recalé en Juventud. Me tocó defender a
la selección de Colonia del Sacramento y los
últimos años a la selección de Colonia. Me
acuerdo que hacía muchos goles.
¿Eran bravos esos partidos? Porque se
defendía al pueblo…
Pah, eran sí. Pero se ponía muy lindo. En
la selección de Colonia me acuerdo que
jugamos la final contra Interbalnearia de
Montevideo y dimos vuelta un 2-0. Ahí me
vio Walter López, que miraba jugadores para
llevarlos a Nacional y me arrimó.
¿A Montevideo?
Sí, fui a entrenar a Montevideo y fue todo
un cambio. Practiqué en el club y me
ficharon. Estaba todo pronto para irme a
vivir a la casona del club. En eso, me llamó
mi tía y me ofreció ir a vivir con ella (que
vivía en Montevideo) para que no estuviera
solo y me cuidara un poco más. Acepté y
llamé a Nacional para avisar. A la semana
de eso mi tía me llamó para contarme que
había conseguido trabajo en Punta del Este
y que se tenía que ir. Cuando volví a llamar
a Nacional para ocupar el lugar en la casona
ya había como 200 chiquilines en lista de
espera por ese lugar. Llegué a ir a algunas
prácticas a diario desde Colonia pero no
aguanté.
¿Cómo te adaptaste al fútbol, a los
compañeros, a otra ciudad?
Iba a entrenar dos veces por semana con el
plantel antes de que me ficharan. Fue difícil
adaptarme. Me tocó empezar a jugar en
fútbol más grande. En Colonia las canchas
eran muy chicas. Había jugadores que la
rompían en baby y en otras canchas no les
iba bien. Pero me adapté bien. Yo jugaba de
volante. Fue una etapa muy rápida, pasar
al equipo grande, a las formativas. Pienso
que podía haberme ido bien, pero fue todo
rápido. Volver a Colonia me bajoneó.
¿Qué hiciste cuando volviste?
También me costó el ritmo en Montevideo,
que es muy acelerado. La gente tiene otro
estilo. Acá en Colonia tenemos el silencio,
disfrutar un mate, la calma. Cuando volví
estuve un año sin hacer nada. No estudiaba,
no trabajaba, fui al liceo y lo dejé. Sólo por
no haber quedado en Nacional me puse
mal. Al otro año me agarró Javier Cabrera,
de Wembley School, que es una escuela de
fútbol en la que pagás todos los meses y vas
a formarte. Se juega contra equipos de todos
lados. Allí estuve un año y Cabrera me llevó
a Nacional de Nueva Helvecia, donde hice
Sub-15, Sub-17, Sub-20 y Primera.
¿No estudiaste más?
No. En casa igual me rompían un poco las
bolas porque tenía que estudiar. Porque si me
iba mal en el fútbol qué iba a hacer. Yo no
visualizaba eso. Le daba con todo en el fútbol
para llegar. Aparece la jodita, vienen cosas
lindas y no estudiaba.
¿Te gustaba la jodita?
No sé si estaba para la jodita, pero no quería
estudiar. Quería jugar. En Nacional de
Nueva Helvecia me fue bien. Me adapté bien
a la cancha de once. Ahí jugaba de media
punta, suelto, arriba. Era muy rápido y
encarador. Hacía muchos goles. Me pagaban
los pasajes para ir y venir a Nueva Helvecia.
La condición era que Javier Cabrera, que
tenía contactos, me iba a llevar a Defensor
Sporting.
¿Ese era el fin?
Esa era la meta, meter para ir. Allá fuimos
con otros dos compañeros. Quedé yo.
Fuimos a Pinchincha, Cabrera conocía a
Juan Ahuntchain. Íbamos cuando hacían
fútbol. Me probaron con la generación 93,
estaban Laxalt, Rolan, Gino. Fui a varias
prácticas y después decidieron ficharme.
Creo que me ficharon porque me fue bien.
Te daban puntajes. En la primera práctica me
dieron cinco puntos. Me puse mal y empecé
a meter, a mejorar, crecí.
17
arranqué. Estuve cuatro meses. Era herrero en
la construcción. No me importaba nada. Nada.
¿Sabés lo que es que no te importe nada?
Tres veces abandonó las formativas de Defensor Sporting para volver a su Colonia natal, donde lo esperaba una novia
y un trabajo como delivery. Hoy deslumbra en Plaza Colonia. (Foto: PC)
¿Cómo fue recalar en Defensor Sporting?
Fui a vivir a la casona para jugar en Sub-16.
Fui campeón con José Chilelli. Fue divino.
Jugué todos los partidos, hice goles, agarré
confianza. Estaba Giorgian de Arrascaeta
y era suplente. Entraba por mí. Yo llegué
y él estuvo unos meses antes que yo. Él era
muy callado, apagado, muy flaco, pero se
veía que tenía flor de condiciones. Viví en
la casona con él, con Gino, con Alaniz, con
Charamoni, con Lucas Barrios, con Franco
Pizzichillo.
O sea que te adaptaste bien.
Sí. No supe aprovechar eso. Fue una etapa
mala en mi vida, que no aproveché.
túnel ENE- FEB 2016
¿Qué te pasó?
Me enamoré. Fui al cumpleaños de una
amiga de mi madre y conocí a una chica.
Empezamos a salir. Me volvía todos los
fines de semana de Montevideo para estar
con ella. Hasta que dejé todo y me volví a
Colonia. ¡Me venía sólo por ella! Mi padre
hacía un esfuerzo y me pagaba los pasajes. En
Defensor me daban un viático de $ 1.700 y
lo gastaba en eso.
18
¿Todo por amor?
Me vine a Colonia y dejé todo. Mi familia
me preguntaba qué hacía. Pero me bancaron.
Me fui, dejé todo. Me fui a trabajar de
delivery en una carnicería. Fue mala ella, me
hizo mal.
¿Valía la pena?
No sé, yo quería estar con ella. No me
importaba nada. Hasta que un día me llamó
Ahuntchain a ver si quería volver a Defensor.
Y bueno, me fui. Un año entero estuve
en Colonia. Estuve otra vez en Wembley,
pero esa vez no pagaba. El tipo me quería
representar y no pagué. Me volví otra vez a
“Me gusta encarar. Mi
cabeza está en el mano a
mano. El juego corto, la
boluda esa del pase la hace
cualquiera. Pero no he visto
jugador que haga el mano
a mano. No digo que sea
el mejor. Pero me animo a
encarar y voy para adelante.
Me falta definición cuando
entro al área, es cierto, es
algo que debo aprender.
Pero el cambio de ritmo,
y sacarme uno de encima,
lo tengo. De chico siempre
me gustó encarar, ir, venir,
tuya y mía”.
Defensor. Estuve con Meroni. Otra vez me
fue bien.
¿Y aquella?
Estaba en Colonia, seguíamos siendo
novios. Igual me llamaba. Ese año estuve en
Defensor y ¿qué hice otra vez? Hice Quinta y
qué hice. Dale, decime.
¿Te volviste a ir?
¡Sí! Lo mismo. Hice todo Quinta y me
volví. Todo por ella. Ahí tenía 18 años.
Me volví a Colonia y empecé a trabajar
en la construcción. Entré a una empresa y
¿Preferías eso antes que jugar en Defensor?
Pero, como te digo, ella no me ayudó. Fue
una mujer mala para mí. No me ayudó en
nada. Ella trabajaba, pero nunca me dijo que
me fuera a jugar. Estuve en la construcción
seis meses. Me peleé con ella. Ya no daba
para más, a pesar de que yo hacía todo por
ella. Ahí estuve solo y mi cabeza viajó. Había
perdido todo por ella. Y me dejó. Llamé a
Ahuntchain, me atendió como diciendo “este
qué quiere, si ya se fue dos veces”. Le dije
que me arrepentía y que por favor me diera
otra chance. Fui a su casa, hablamos, y me
dio la chance. Estuve en Cuarta División con
Fernando Curutchet, pero no jugaba mucho.
Ya habías perdido continuidad y
credibilidad quizá.
De todas las veces que me fui ya no me
tomaban en serio. Fue la etapa en la que
Defensor jugó una copa Libertadores Sub-20,
en Perú. Pensé que Curutchet me iba a llevar
a ese torneo. No me llevó. Me calenté y me
fui para Colonia.
¿Te calentás con Curutchet, te vas,
pensando que dejás el fútbol de nuevo?
¿Quién vuelve?
¿Vuelve aquella?
Claro, y otra vez me vengo a Colonia. Me
había enojado. En la vida, a ningún jugador le
dan tres chances. A mi sí. Tuve mucha suerte.
Ahí dejé todo. Y me puse a laburar de delivery
otra vez. ¡Nada que ver! Yo tenía tremendas
condiciones y no me daba cuenta. Al tiempo
me arrimé a la Cuarta de Plaza Colonia. Fui,
me conocían, probé y quedé. Estuvimos
segundos en la B con la Cuarta. Al tiempo
vino Carlos Manta y me subió a Primera.
Arrancamos la etapa con Añón, ahí yo había
madurado. Tomé las cosas de otra manera.
Luego vino Espinel. En el primer partido no
me citó. Siempre me citaban. Me dijo que le
habían hablado bien de mí. Pero no me citó.
Me requemé. Al otro partido no me citó. Al
tercero entré y no salí más.
Eras profesional, ¿se cumplía un sueño?
Ya era otra cosa. Se cumplía un sueño, no
era lo que yo aspiraba. Era parte del camino.
Después que vine a Colonia me arrepentí de
todo, del esfuerzo de mi familia... ¿Cómo voy
a tirar todo por la borda?, pensé. Sabía que
estaba en la B, en Plaza, pero que podía llegar
a más. Fue un sueño ascender con Plaza. Soy
hincha del club, desde chico. Fue algo muy
especial.
Ahí me cambió la vida, para bien. Conocí
otra chica, que es mi actual novia, una chica
sana. Hoy vivo con ella y nos va bien. En la
B tuve muchos problemas. Vengo de una
familia humilde. Mi abuela me dio para
que viviera en una pieza chica al fondo
de su casa. Quedaba a tres cuadras de la
cancha de Plaza. No tenía baño. A veces
iba sin comer a Plaza. El sueldo era muy
chico y mis padres no podían ayudarme.
Cobraba un sueldo de cinco mil pesos. No
me daba, a pesar de que no pagaba alquiler.
Mi novia trabajaba y a veces ella me daba
plata para comer, y ella comía en su casa.
Yo era un jugador joven, entonces no me
animaba a decir nada en el club. Cuando
me mostré más y me fue bien lo comenté, y
me subieron a ocho mil pesos.
¿Cómo te acomodaste a jugar en Primera?
Cuando ascendí me cambió la vida. Jugar
contra Peñarol, Nacional, subir el sueldo.
Es un cambio muy radical. Hay muchos
buenos jugadores. Hay mucho dinamismo.
En la B el juego era muy parado. No había
buenas canchas. Jugar contra los grandes te
cambia.
¿Por qué parece que hace mucho que
jugás al fútbol y que tuviste mucha
continuidad?
Juego seguro. Espinel me da mucha
confianza. Igual creo que tengo mucho
más para dar. Me faltan muchas cosas para
aprender, por suerte soy joven y tengo
tiempo. Soy seguro en la cancha, me tengo
tremenda fe. Soy un gran jugador y sé que
me falta mucho por dar. A medida que pase
el tiempo y me adapte voy a dar más.
¿Qué disfrutás más?
Me gusta encarar. Mi cabeza está en el mano
a mano. El juego corto, la boluda esa del pase
la hace cualquiera. Pero no he visto jugador
que haga el mano a mano. No digo que sea
el mejor. Pero me animo a encarar y voy para
adelante. Me falta definición cuando entro
al área, es cierto, es algo que debo aprender.
Pero el cambio de ritmo, y sacarme uno de
encima, lo tengo. De chico siempre me gustó
encarar, ir, venir, tuya y mía.
“Pasé de no tener nada, a
que no me falten cosas.
Igual todavía no tengo nada.
Pero al menos no voy con
hambre [a entrenar]. De
a poco me hago conocer.
Es lindo que la gente en
la calle me felicite, me
salude. Que me diga que
me merezco que me vaya
bien por mi esfuerzo. Yo me
mandé cagadas, es cierto,
pero siempre en mi cabeza
estuvo llegar, y mi sueño era
jugar en el Centenario. Lo
conseguí, pero no me quedo
con eso, quiero ir a más”.
Ascenso, romperla en Primera, fue un gran
año el 2015…
Fue todo muy rápido. Me pasó volando todo
el año. Fue todo muy lindo. Pasé de no tener
nada, a que no me falten cosas. Igual todavía
no tengo nada. Pero al menos no voy con
hambre. Y de a poco me hago conocer. Es
lindo que la gente en la calle me felicite, me
salude. Que me diga que me merezco que
me vaya bien por mi esfuerzo. Yo me mandé
cagadas, es cierto, pero siempre en mi cabeza
estuvo llegar, y mi sueño era jugar en el
Centenario. Lo conseguí, pero no me quedo
con eso, quiero ir a más.
¿Con qué soñás? ¿Pensás en pases?
No tengo meta, entro a la cancha a
divertirme. Va en la cabeza. Muchos se
meten presión y no disfrutan. Hay cosas
maravillosas. Me pasó de jugar contra Peñarol
y me metía presión, pero me di cuenta de que
tenía que disfrutar eso. Cualquier jugador
piensa en pases. Pero quiero jugar en el hoy.
Primero acá, primero Plaza. No voy a pensar
en lo que puede venir. Después se verá. Estoy
hace tres años en Plaza, me gustaría tener un
pase importante.
¿Qué te pasa por la cabeza cuando dicen
que el Villarreal te tiene bien junado?
Son rumores. Nada concreto. Es algo especial
que la gente hable de vos y te reconozca.
También me llegan rumores de que me
quieren clubes importantes del medio. No
caigo en lo que estoy viviendo. Pongo la
cabeza en la almohada y digo: “¿Qué me está
pasando?”.
¿Cómo es Dibble?
Vivo en Colonia, con mi novia, alquilamos.
Me gusta tomar mate con ella, mirar tele.
Tenemos una moto y paseamos por Colonia.
Voy a entrenar en bicicleta. El día antes de ir a
jugar con Peñarol me fui a entrenar en bicicleta
y la gente me saludaba. Y yo decía “mañana
juego contra Peñarol en el Estadio. ¿En qué
habrá ido a entrenar Forlán? ¿Y Aguiar? En
tremenda camioneta. ¿Y yo?”. Bueno, son
etapas de la vida. Si llega, o no llega, nunca
podés perder tus costumbres y tus orígenes.
¿Quién es Dibble?
A veces cualquier jugador se la cree, pero yo
estoy tranquilo. Estoy bien. Estoy en una
linda casa, con mi novia, no me falta nada.
Soy un chico tranquilo, humilde, que vive el
día a día. Sueño con llegar a un club bueno.
Me gustaría llegar al Villarreal, por ejemplo.
Que no sea un rumor, que sea concreto.
¿Paso a paso?
Paso a paso, quemando etapas. Estoy
disfrutando esto porque no se da todos los
días. Disfruto lo máximo. Vivo el día a día y
estoy muy contento.
_Diego Martini
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Foto: Andrés Cribari
túnel ENE- FEB 2016
Palito Pereira, “el uruguayo más feliz”
Cultura de barrio
La calle Centauro está en pleno barrio Punta de Rieles. Termina, incluso, algunas casas más allá del hogar
de los Pereira Barragán. Abro el portón con confianza de vestuario y nadie parece sorprenderse. Verónica
me reconoce, me saluda y enseguida le avisa a su hermano Palito que llegamos. El lateral izquierdo de
la Selección Uruguaya atraviesa espectralmente la cortina de tiritas plásticas e irrumpe en el patio.
Nos damos un fuerte abrazo y casi como en un ritual intercambiamos camisetas. Recibe la de Miramar
y se la pone sin que medie la razón. El cuerpo la reconoce, las mil rayas negras vibran sobre las blancas y
todos los niños que fuimos corren por ellas tras un sueño que no es más que eso, un sueño.
“No me despierten del sueño que
estoy soñando” me dijo un día, y en
esa nebulosa de la querella volvemos a
encontrarnos, con la realidad una vez
más superando a la ficción, pasándonos la
ficción por la raya al medio de la memoria.
Es el cumpleaños de uno de sus
sobrinos. Los niños corretean desde el
living al patio, desde el patio al fondo y
otra vez por el living. En el posabrazos
que nos separa descansan las camisetas
cansadas de lidiar con ilusiones. Uno se
alimenta de lo que se cansa. El cansancio
es símbolo de que hubo vida, lo mismo
que el orden de los dormitorios o de la
casa. El fútbol es una casa desordenada
donde juegan niños y deambulan grandes.
“Nosotros vivimos encapsulados acá.
Cuando me fui a Argentina rompí
esa cápsula. Rompí ese cascarón y me
encontré con el mundo. Agarraba el
bondi e iba de acá para allá. Amigos
por acá, amigos por allá. Pateando,
recorriendo desde calle Corrientes hasta
Quilmes, iba y venía, tenía mis pesos en
el bolsillo. Acá en el barrio a veces pasa
eso bien de pueblo, de cápsula, de ver
qué tiene el otro, qué no tiene, qué hace
uno o qué no hace el otro. Mi padre se
dio cuenta de que yo seguía siendo el
mismo cuando fue a Porto. Vio la casa
en que vivíamos, pero también vio que
yo andaba así de chinelas, de short, así
nomás como ando ahora. Yo también
aprendí a conocer a mi padre sacándolo
del barrio, llevándolo por el mundo
conmigo. A mí me cambió la cabeza así”.
“El pájaro rompe el cascarón, el
cascarón es el mundo. Para nacer hay que
romper un mundo”, ese pasaje de Demian,
de Herman Hesse, se aparece entre las
jugadas de mi mente. “Ya sé cómo es mi
familia, cómo es mi barrio y cómo es
mi vida, y con eso tengo que ver qué
hago”. Mamá Ana está en la cocina con
Danilo –flor de lateral derecho– que
presenta su torta de repostería y frutillas,
“Cuando fui a cerrar sentí
el golpe, y recuerdo que
al rato había alguien
tocándome el pecho. Eran
los de la FIFA. Yo pensé que
había salido en camilla pero
con las imágenes vi que
salí caminando en realidad.
Cuando lo veo a Fucile que
va corriendo me di cuenta y
le dije que no salía nada. Ni
loco salía. Volví a entrar y a
la primera fui fuerte abajo.
El inglés quedó recaliente.
‘¡Crazy, crazy!’ me decía.
‘No, no, easy, easy’, le
respondí yo. Y bueno soy
así, soy de Punta de Rieles”.
besa a su hija y se sienta un rato con
nosotros. Somos tres hombres grandes
hablando como botijas, recordando a los
viejos amigos, las anécdotas de siempre
que se transforman con el tiempo, se
vuelven fábulas de nuestra personalidad,
son como capítulos de nuestra historia.
Ana dice que sólo la vengo a ver cuando
viene Palito. Ella es como las madres
épicas del baby fútbol, todos por un rato
somos sus hijos, y el barrio y el cuadro
son un romance tácito con la vida. Todo
lo casero va a parar a la mesa del patio
que da a la calle Centauro. Una malla
sombra nos separa de la vereda y nos
cubre del sol. Una mesa de madera con
caballetes y unas cuantas sillas invitan
a varias conversaciones que son un solo
murmullo. El cumpleaños sigue su rumbo
de calesita acelerada. Los niños juegan un
partido que nunca se sabe cómo termina
ni cuándo. Los vecinos entran y salen, el
beso a Palito vale un ciento. La foto otro
tanto más. El “moreno de ahí abajo” es
ahora la cara de la selección. La imagen
de la gloria. La sonrisa nuestra de cada
tanto, la particular mueca del fútbol
uruguayo, como si el futbolista uruguayo
o el uruguayo en sí que siempre tiene
algo que decir sobre fútbol fuera una
raza distinguida por sus rasgos. Rasgos
de negro. No existe selección uruguaya
sin rasgos de negro. No existe el deporte
sin rasgos de negro. No existe la historia
del mundo. El hombre blanco oprime, el
negro reprime, a veces al revés. Hay una
raza que discrimina que involucra todas
las pieles. Desde Martin Luther King a
Leandro Andrade, desde el Negro Rada
21
“Yo fui al Inter y estuve
casi dos años hasta que
pensé ¿para qué quiero
más plata? Si mis hijos
pasan encerrados, no
ven el sol. Están tapados
de nieve, juegan en un
espacio de cuatro por
cuatro. Nos fuimos para
Brasil y nos gozamos.
Y ahora en Argentina
estamos en nuestra casa,
los nenes van a la escuela,
tienen sus amigos”.
a Palito Pereira, de Mandela a BB King.
La contradicción quirúrgica de Michael
Jackson no es más que la explicación
masiva de quiénes somos y cómo somos.
Mateo tiene las mismas cejas que
Álvaro (“Yo soy Palito, Álvaro me decían
en la escuela”). Un par de cejas que
disponen la cara a la ternura. Tiene todo
el barrio de su padre arriba. Es un gurí de
campito bien educado y bien morfado,
un botija de mundo que habla idiomas,
pero que entiende (acá tampoco media la
razón) que una pelota salva una tarde y que
una tarde es la vida, porque el futuro son
ellos mismos, él y su hermano Lucio que
reposa sin berrinches en brazos de Cintia,
la platense que acompaña los sueños altos y
los sueños diarios.
“Cuando estaba viniendo en
Buquebús, engancho el auto en la
bodega y me preguntan si voy a
Peñarol. Yo respondí que no, que venía
a Uruguay de vacaciones, que estaba
bien en Estudiantes. Ellos respondieron
contentos, ya que eran todos bolsos.
Hasta ahí todo bien, yo ando así nomás,
pero a veces hay gente con envidia,
como unos que estaban en la vuelta,
tocaron de oído y dijeron: ‘Se queda
en Estudiantes para seguir agrandando
la hipoteca’. ¿Lo qué?, pregunté yo.
‘Para seguir engordando la cuenta’. ¿Y
vos qué sabés? ‘Y bueno, ustedes ganan
bien’. ¿Y vos qué sabés cuánto gano y
además qué te importa? Ahí se terminó
la conversación”.
Luego de un rato entre parientes,
vecinos y niños, caminamos hasta el
fondo para prender la grabadora. Atrás de
la casa de los Pereira Barragán construye
Danilo, el repostero de los centros
envenenados, y más atrás Verónica, quien
además de recibirnos es la mamá del
cumpleañero, y cuando un niño cumple
años, su mamá de alguna manera también
los cumple. Palito entra a uno de los
espacios en plena construcción y saca
dos cajones de refrescos que van a hacer
de asientos. La sombra de la medianera
nos resguarda del sol de diciembre y el
perro ladra como en una canción del
Sabalero. El peinado europeo se desarma
con el viento del barrio, los pastos están
crecidos porque la obra está demorada,
las hormigas hacen lo suyo y los pájaros
ni que hablar, cantan la tarde. “Yo fui al
Inter y estuve casi dos años hasta que
pensé ¿para qué quiero más plata? Si
mis hijos pasan encerrados, no ven el
sol. Están tapados de nieve, juegan en
túnel ENE- FEB 2016
Historias de fútbol, historias de vida.
En librerías.
22
un espacio de cuatro por cuatro. Nos
fuimos para Brasil y nos gozamos. Y
ahora en Argentina estamos en nuestra
casa, los nenes van a la escuela, tienen
sus amigos. La mayoría de la familia de
Cintia es de Estudiantes y si no eran se
hicieron hinchas ahora”.
No hay preguntas establecidas,
no quiero saber nada que no quiera
contarme. No tengo más estrategias que
la de seguir el curso del domingo. Palito
habla sin saber que la grabadora está
encendida, sabe de todas formas que hay
cosas que no salen del vestuario. Suena la
cumbia en el barrio. Los niños dejaron la
pelota a un lado pero no pierden chance
de patearla. El perro les ladra cuando
pasan corriendo porque los picaron a
las escondidas. “Cuando entré contra
Chile la hinchada gritaba y gritaba. Yo
pensé que era por Lodeiro pero alguien
me avivó que era conmigo. ‘¡Tabárez
poné a Palito!’ se sentía. Encima entro
y hago el gol. Imaginate. Yo intento
mantenerme sereno, hay que estar
preparado para todo porque del amor
al odio sólo hay un paso. Hay que
preparase para todos los escenarios.
Pero a mí la selección me vuelve loco.
Puedo estar en el Real Madrid pero con
la selección no se compara”.
Una latita herrumbrada es el
objetivo. Las piedras en la mano son el
instrumento. La consigna es meterla,
sentir el ruido de la lata repicada. Desde
que nos sentamos en los cajones somos
nosotros los que jugamos, mientras los
niños continúan su peregrinaje lúdico
de parlamentos fantásticos. Tiro yo,
una, dos, tres piedras. Pasan cerca. Tira
Palito, una, dos, tres piedras. La última
roza el filo de la lata y desprendemos
un “¡Uh!” casi al unísono. “Mi sueño
era jugar un Mundial y terminé
jugando dos, además Copa América,
Copa Confederaciones, todo. Llevo
76 partidos, hace siete años que estoy
convocado. Cintia dice que parece
que fuera ayer que me llamaron por
primera vez y atendió ella, era Celso
Otero. Ella se pensó que eran de una
radio o algo así. Teníamos un Nokia
1100. Estábamos en Rumania, yo había
jugado y estábamos concentrados
porque jugábamos de vuelta por
Champions. Estaba en la habitación
con Emmanuel Culio. Él se durmió
como a las cuatro de la mañana y yo
no me podía dormir. Faltaba como
un mes para ir a la selección y yo no
podía dormir. Estaba como loco. Fue
para un amistoso contra Francia, me
acuerdo que llegué tarde por los vuelos
y el Maestro me preguntó si podía
“Mi padre se dio cuenta de que yo seguía siendo el mismo cuando fue a Porto. Vio la casa en que vivíamos, pero
también vio que yo andaba así de chinelas, de short, así nomás como ando ahora. Yo también aprendí a conocer
a mi padre sacándolo del barrio, llevándolo por el mundo conmigo. A mí me cambió la cabeza así”. (Foto: AC)
cambiarme en el ómnibus. ‘Obvio’ le
dije, como si nunca lo hubiera hecho.
En ese partido me salieron todas”.
Uno no siempre tiene al autor de
los libros que lee sentado en un cajón de
cerveza dispuesto a conversar. Tampoco
pasa seguido con las bandas que uno
escucha. Podemos dilucidar cosas,
elucubrar explicaciones y eternizar mitos
en cuanto a lo que dicen los párrafos o los
versos, pero generalmente nunca tenemos
de primera mano la verdad de la milanesa.
En este caso yo tenía enfrente al jugador
que pido cada vez que juega la celeste, que
es casi el mismo jugador que dejó surcos
en los costados zurdos de las canchas
picadas de las juveniles de Miramar,
mientras yo me debatía en el fondo con
nueves ásperos de ilusiones intensas. En
una de las ramas no aceptadas del arte,
yo iba a tener mis respuestas, porque
aparte de ser mi entrevistado, también
es mi amigo: “Yo venía diciendo que
en San Pablo íbamos a ser locales. La
única pena fue que jugamos en cancha
de Corinthians. Fue la vuelta de Luis,
además, y yo tampoco había jugado
mucho. Unos hinchas me gritaron en un
momento y yo para saludarlos, para que
vean que los había visto, les hice el gesto
de la Torcida Independiente [una cruz
con los antebrazos] y justo me agarraron
23
“Hay que estar preparado
para todo porque del amor
al odio sólo hay un paso.
Hay que preparase para
todos los escenarios. Pero
a mí la selección me vuelve
loco. Puedo estar en el
Real Madrid pero con la
Selección no se compara”.
túnel ENE- FEB 2016
(Foto: LM)
24
en una foto y ahí la hinchada se volvió
loca. Fue un partido intenso. Con la
selección es así, no hay amistosos, no
importa nada. Cada vez que aparece
mi nombre en la convocatoria soy
el uruguayo más feliz. Lo vivo como
hincha, eso es lo que pasa, y no siento
presión. Presión tiene el que vive con
la justa.
Cuando fui a cerrar sentí el golpe,
y recuerdo que al rato había alguien
tocándome el pecho. Eran los de la
FIFA. Yo pensé que había salido en camilla
pero con las imágenes vi que salí caminando
en realidad. Cuando lo veo a Fucile que
va corriendo me di cuenta y le dije que no
salía nada. Ni loco salía. Volví a entrar y a
la primera fui fuerte abajo. El inglés quedó
recaliente. ‘¡Crazy, crazy!’ me decía. ‘No, no,
easy, easy’, le respondí yo. Y bueno soy así,
soy de Punta de Rieles”.
Yo lo dejo hablar. Uno de los
protagonistas del libro nunca escrito de la
Celeste me está contando la misma historia
que yo había visto por televisión con el
corazón en la mano y los ojos de pez.
“Y en San Pablo cuando volví me
pasó lo mismo, contra Criciuma. Apenas
me recuperé del desmayo di el pase de
gol. La hinchada cantaba ‘¡Ey Álvaro!
¡Ey Álvaro!’. Después del partido se me
trababa la lengua. Me tuvieron que llevar
al hospital. La hinchada, mientras, cantaba
mi nombre. Yo escuchaba eso como lejos
mientras me sacaban en ambulancia”.
Habla de Cintia como una protectora.
Es importante que ella y los niños estén
bien, porque ellos son su barrio mientras
anda por el mundo, son su patria.
“Conseguí por Antonio Carlos el número
del de Puma y le pedí cuarenta camisetas
de Uruguay. Le regalé a todos mis
compañeros, a los utileros, médicos y
kinesiólogos. Estuve en el Mundial gracias
a ellos porque yo venía jugando poco en
el Inter. Rogerio Ceni, Kaká, Pato, Luis
Fabiano, Michel Bastos... Teníamos un
cuadrazo. Soy un agradecido, pero como
en la selección no me sentí en ningún
equipo: los días antes de jugar se hacen
las pelotas quietas, pero antes de que
terminen nosotros ya estamos pensando
en el picado. Me divierto mucho, la paso
muy bien. Los pibes me dicen que soy
fundamental, que contagio, pero yo sólo
me divierto”.
Hay una niña que se ríe y se esconde
detrás de nosotros. Hay otro niño que
la busca y otro que le garronea la pica
detrás. El perro vuelve a ladrar. La
lata herrumbrada sigue tentando a los
hombres que somos al juego. Las piedritas
siguen cargadas en las manos a punto de
sobrevolar el patio. Habremos repetido
este ritual pagano varias veces entre las
tribunas del Méndez Piana.
“A mí me tocó subir a hacer
fútbol con quince o dieciséis años
en Miramar, y para mí los jugadores
de la primera eran próceres. Los
veía así. A veces no sabía si darle
la mano o cómo saludarlos. Ahora
es distinto. No sé si está bien o está
mal pero es distinto. Yo me divierto
mucho con los pibes, siempre ando
rodeado de los que recién ascienden,
trato de descontraerlos un poco
porque se pasan muchos nervios.
Yo pasé por eso. Es difícil llegar a
primera pero más difícil es estar en
el día a día. Hace poco vi al viejo
Darwin Quintana, cuando fuimos
a Ecuador, está enterito. También
recuerdo siempre al Pelado De
Castro. A Juanjo Díaz hace poco le
mandé unas entradas para el Estadio,
para que vaya con su hijo. El Mudo
López, el Raviol Varela y el Frula, Leo
Bordad, Gonza Noguera, el Canario
Cardozo... Nos juntábamos en la
vieja sede de Rivera y Julio César,
comíamos y salíamos en caravana
para la cancha. El cariño siempre va a
estar en Miramar. Es el club de donde
uno salió, donde uno creció. Hasta
hoy tengo amigos de la categoría 85.
Que no vaya o no me arrime tanto
no quiere decir que no lo lleve en el
corazón. ¿Y Ottonello? Un fenómeno,
se merece todo el reconocimiento.
Lo que ha hecho por las juveniles y
por Miramar en sí. Por pibes que a
lo mejor no llegaron a primera. El
esfuerzo era para todos igual, las becas,
los boletos, las canastas familiares.
Esas cosas son difíciles de olvidar.
Ottonello luchó y sigue luchando. Lo
mismo el Gordo Gustavo, William,
el Cabeza Rondeau, Gustavo Sosa,
de toda esa gente te acordás y sacás
fuerzas para seguir adelante”.
En la grabadora quedó el viento del
verano, los gritos de los niños, nuestras
voces viajando por el mundo, jugando
partidos que ya alguna vez jugamos,
cortando con risas la emoción, jugando
a quién emboca más piedritas en la lata.
Es que de eso se trata la vida, de las
cosas simples. Beso a los niños, abrazo
a los grandes, saludo a los vecinos y me
dispongo a una caminata por el barrio
hasta Camino Maldonado. Palito me
despide en el cordón de la vereda. Será
hasta la próxima convocatoria, o hasta que
los sueños se renueven, cosa que pasa casi
siempre.
_Agustín Lucas
Los vecinos entran y salen, el beso a Palito vale un
ciento. La foto otro tanto más. El “moreno de ahí abajo”
es ahora la cara de la selección. La imagen de la gloria.
(Foto: AC)
CENTENARIO
FÚTBOL 5
CORDÓN
DEPORTE Y RECREACIÓN
• 2 canchas de fútbol 5 cerradas
• Parrillero
• Salón de eventos y cumpleaños
• Vestuarios
• Gimnasio
• Servicio de cantina
Reservas: 2 480 1733 - 091 050 023
Uruguay 1998 esquina República
centenariofútbolcinco
25
Doping positivo
Agarrame que lo mato
“A los uruguayos no nos gusta que nos mojen la oreja, Mucho menos que nos
túnel ENE- FEB 2016
falten el respeto. Y los uruguayos, enojados, son los peores rivales”.
26
No creo que existan muchas distancias
tan grandes como las que separan al
entendimiento que el hincha uruguayo
tiene del fútbol de la idea que tiene de ese
entendimiento. En general, cuando ve un
partido, el hincha uruguayo no entiende
absolutamente nada de lo que está viendo,
pero algo en su cerebro lo lleva a creer que
la lógica de la acción se le está revelando
con absoluta claridad y que su palabra no
está menos calificada que la de nadie para
dar cuenta de ello.
Es cierto que opinar con autoridad
de cualquier tema es una institución más
uruguaya que la Jura de la Bandera, pero
tiendo a creer que en ningún terreno
como en el fútbol esto se manifiesta con
tanta claridad. Cuando habla de política,
por ejemplo, el uruguayo también se
apasiona, pero si uno le mira bien los
ojos podrá notar que, alternativamente,
los mueve nerviosos hacia los miembros
neutrales de su auditorio. Busca signos de
amenaza, porque en el fondo sabe que en
su argumentación puede existir un punto
ciego, y su miedo mayor es que lo agarren
pisando en falso. Pero en el fútbol, no. Allí
el uruguayo muerde cuando opina, porque
cree conocer lo que pasó con la misma
certeza que el escribano que arregla los
sorteos del 5 de Oro. (Yo soy uruguayo. Por
lo tanto, me caben las generales de la ley.
Sin embargo, para escribir esta columna, he
decidido asumir el lugar imposible de ser
un “no uruguayo”. De otra forma, escribirla
sería lógicamente imposible, ya que la
distancia existente entre lo que sé y lo que
creo que sé de los que los uruguayos creen
que saben de fútbol... sería insalvable. Por
suerte, escribiendo se puede hacer trampa).
Puesto que, en líneas generales, lo
único que separa a un periodista deportivo
oriental de un hincha es el acceso y el
uso reiterado de un micrófono, esta
misma idea puede aplicarse a muchos de
nuestros profesionales de la información
y la comunicación. Entre ellos, tal vez el
caso más extremo sea el del gran Alberto
Kesman, quien, luego del último partido
entre Uruguay y Chile por las eliminatorias,
pronunció la frase que abre esta columna
y, resumiendo como sólo él sabe el sentido
común ciudadano, volvió a demostrar que,
mal que le pese, el uruguayo es un pueblo
futbolísticamente analfabeto.
Un desarrollo de ese sencillo
argumento puede verse en el informe que
Bendita TV publicó el domingo siguiente al
partido. Por supuesto, la construcción del
relato tomaba la forma de una venganza:
la victoria uruguaya –y en especial la
forma en que se había producido– era un
ajuste de cuentas por lo sucedido durante
la última Copa América. ¿Por qué había
ganado Uruguay? Porque es más guapo y
estaba caliente. La victoria comenzaba a
construirse a los veinte minutos, cuando
una metida de pechera mutua entre varios
jugadores uruguayos y chilenos, previa al
tiro libre que derivó en el gol de Godín,
venía a decirnos algo así como “¿vos,
chilenito, nos querés ganar de guapo?
Bueno, vamo a ver... Tomá, gol de Uruguay,
sacatelá”. El cuentito del honor vengado se
cerraba, en el mencionado informe, con
la imagen de Egidio Arévalo Ríos, sudado
y sin camiseta, caminando por el túnel al
grito de “¡nos cogimos a estos putos, eh!”.
El mito de la guapeza del fútbol uruguayo
en su máxima expresión.
Sin embargo, ¿cuánto resiste la idea de
que un jugador uruguayo enojado es lo peor
que puede pasarle a un rival? Nada. Por el
contrario, no hay caramelo más fácil que
un jugador uruguayo enojado y, sin ir más
lejos, la expulsión de Cavani en la Copa
América debería ser lección suficiente.
Así que me disculpo de antemano,
pues dudo mucho de que un psicólogo
autorizara el uso que voy a darle a este
concepto a continuación, pero creo que
un futbolista uruguayo enojado es la viva
imagen de la pulsión de muerte. ¿Qué
quiero decir? Que nuestro hipotético
compatriota pasado de revoluciones desea
–simbólicamente– la muerte, esto es,
abandonar el campo de juego expulsado.
¿Nunca vieron a una persona que,
claramente, no quiere estar en un lugar,
pero como no se anima a irse hace todo
lo posible para que la echen? Un ejemplo
son esas parejas que ya no funcionan, en la
que una de las partes –o las dos–, ante la
mínima discusión, la pudre, con el secreto
deseo de que la otra parte las mande a un
lugar del que no puedan volver, buscando
esa dosis de calma que inyecta el cerebro
cuando las decisiones que afectan el
curso de nuestras vidas son tomadas por
otros y se nos figuran como irrebatibles.
Con el futbolista uruguayo, cuando está
enojado, pasa lo mismo: ya sea porque lo
estén sobrando, goleando o aguantándole
la pelota contra el córner mientras se
escapan el tiempo y la clasificación, la ira
lo gana y hace –de vuelta, perdón– un
pasaje al acto sobre la humanidad del rival,
que generalmente deriva en la expulsión.
Abandona ese lugar en el que no quería
estar, esa situación que le provocaba
angustia, y transfiere la responsabilidad
de esa decisión hacia el árbitro. Hay
imágenes memorables de Paolo Montero
viendo el cartellino rosso que ilustrarían
fantásticamente esta idea, casi siempre en
partidos en que su equipo iba perdiendo
y algún delantero mimado –tipo Totti– le
pisaba la pelota en la cara. O la de Maxi
Pereira contra Costa Rica en el último
mundial.
Pero entonces, y ya que trajimos
a colación al gran Ronald Paolo, ¿qué
diferencia sus arranques de ira de reacciones
como la de Godín, en la mencionada
escaramuza contra Chile, que le valió una
amarilla? ¿Por qué creo que el periodista
de Tenfield que hacía campo de juego ese
día –Jorge Muñoz, me parece– no estaba
entendiendo nada cuando pedía que Godín
“se calme”? ¿Dónde está el error de afirmar
que Uruguay no debía “entrar en el juego de
la conversa, que es el que propone Chile”?
La diferencia es que Godín, que puteaba,
provocaba, metía pechera y empujones,
(Foto: LM)
estaba haciendo una performance, mientras
que Paolo lo hacía en serio. Entre la actitud
violenta y el fuero íntimo de Paolo no había
ninguna distancia, eran uno solo, mientras
que Godín, en ese momento, estaba
jugando el papel de matón que todo buen
capitán debe saber jugar, pero sin creérselo.
Como declaró al final del partido –y al
escucharlo no parece haber razones para no
creerle– “yo estaba tranquilo”. Y esto puede
extenderse a todo el equipo uruguayo ese
día, que no sólo no entró ingenuamente en
el juego de la conversa que supuestamente
favorecía a Chile, sino que más bien lo
propuso. Fueron los jugadores uruguayos
los que buscaron un partido conversado,
tenso –incluso a costa de alguna amarilla,
que sabían que podía a llegar–, porque una
estrategia fundamental para desarmar el
fútbol chileno era lograr que sus futbolistas
jugaran nerviosos. Cómo lagrimeó Arturo
Vidal –gran jugador, por otra parte– al
finalizar el partido: “Ellos son buenos para
hablar mucho. Se dedicaron mucho a eso,
pero así sacan diferencias”.
Hay una fina línea entre proyectar
una imagen –sabiendo que es mentira–
y terminar creyéndola. Hoy Uruguay
tiene un capitán que maneja ese arte con
sabiduría. Puede que el mito de guapeza
–o el dogma del Fair Play– impidan
comprenderlo.
Nota: En esta columna no pretendo
sembrar dudas sobre la legitimidad del 5 de
Oro. No me consta ninguna falta ética o
legal por parte de la Agencia de Loterías y
Quinielas. Solamente quise usar una figura
retórica para dar cuenta de una idea. Si
funcionó, es porque el que duda eres tú.
_Mauricio Bruno
27
Ignacio Guido Montoya Carlotto: el nieto 114
Cuestión de identidad
túnel ENE- FEB 2016
La historia la conocemos muy bien, aunque no nos deja de sorprender y emocionar: Estela de Carlotto,
fundadora y cara más visible de la organización Abuelas de Plaza de Mayo, recupera a su nieto
después de 36 pesados años de paciente búsqueda. Ese nieto, hijo biológico de Laura y Oscar, se iba a
llamar Guido Montoya Carlotto, pero la trama quiso que se llamara Ignacio Hurban. Hoy, este músico
de Olavarría se llama Ignacio Guido Montoya Carlotto. Su crónica daría pie para conversar sobre
muchas cosas, sabidas o supuestas. A días de confirmar su identidad, se descubrió que era hincha de
River Plate. Ni lerdos ni perezosos, los dirigentes de River lo homenajearon, junto a Estela, en el pasto
del Monumental. Sabia decisión. Esa imagen, sumada a su admiración por Enzo Francescoli, nos dio la
excusa perfecta para conversar con él. Ignacio, el nieto 114.
28
Alguna vez comentaste que más allá del
dolor por el descenso, la época en la
B fue, para vos como hincha de River,
fantástica. ¿Cómo viviste esa etapa?
Tuve una época de hincha fanático,
cuando jugaba Francescoli. Fanático de
ponerme a llorar por River. Pero después
dejé de ver fútbol, lo borré de mi vida, me
fui del fútbol. Sólo volvía a sintonizarme
cuando había un Mundial, pero hasta
ahí nomás. No sé qué estupidez me
pasaba por la cabeza, pero lo abandoné
de mis intereses. Habrá tenido que ver
con que empecé a estudiar música. Y
volví a ver fútbol cuando empezaron
los rumores de que nos íbamos a la B.
El primer partido con el que retomé el
lugar de hincha fue contra Lanús, luego
de haber perdido contra Olimpo, cuando
creció la sensación de que era inevitable
la promoción. Entré a preocuparme.
Fue como subirme al avión que estaba a
punto de estrellarse. Y en el momento en
que escuché a Daniel Passarella –quien
era el presidente del club– decir que era
imposible que River descendiera, me di
cuenta de que íbamos a descender. Él no
estaba viendo la gravedad del asunto. El
primer partido de la promoción contra
Belgrano lo vi en un estudio de grabación,
mientras mezclábamos un disco. La
revancha no la pude ver. Estaba en casa,
con la tele prendida, pero tenía tantos
nervios que caminaba por todos lados y
no lo vi. Esa noche, la del descenso, tenía
un concierto con una big band donde
había muchos hinchas de Boca. Y me di
cuenta de la dimensión del asunto cuando
ninguno de esos hinchas de Boca me
dijo una palabra. Es más, estuve meses
sin recibir una gastada sobre el tema.
Un acto de nobleza increíble de parte
de los “primos”. Incluso algunos padres
les decían a sus hijos que no gastaran a
otros niños en la escuela. Era terrible.
Me acuerdo de la sensación de abrir un
suplemento deportivo y no ver el escudo
de River entre los equipos de primera.
Posteriormente, durante la campaña en
la B, fui muy feliz como hincha; el hecho
de juntarse a ver a River sin importar si
ganaba o perdía, una suerte de ritual. Sólo
el hecho de ver a tu equipo significaba
felicidad. Supongo que le sucederá a los
hinchas de cuadros chicos: van a ver a su
equipo, sabiendo que las posibilidades de
perder son muchas.
¿Es cierto que la gran mayoría de los
nietos recuperados son hinchas del
mismo club que sus padres biológicos?
Es así. Es algo muy loco pero se ha
dado de esa forma, la estadística ha sido
determinante. Incluso hay casos de nietos
que son hinchas de clubes que no son
particularmente populares en la ciudad
donde crecieron, y ya recuperados se
enteraron de que sus padres eran hinchas
del mismo club. Hay algo muy fuerte allí,
de trascendencia. En mi caso, mi abuela
paterna y mi padre eran muy hinchas
de River, así que heredé el sentimiento
por allí. Aunque esa historia es un
poco más rica aún: supuestamente mi
madre y mi padre integraban un grupo
de amigos que una vez iban a ir a ver a
River juntos, en barra. Parece que mis
padres se cortaron solos y se fueron al
cine, aún siendo amigos. Ese día habría
comenzado su historia amorosa. Esto me
lo ha comentado más de una persona que
los conoció, aunque tampoco tengo tanta
certeza de que haya sucedido exactamente
así. ¡Ojalá que sí!
Se puede decir que River tiene que ver
hasta en tu gestación.
Es que el club, sin quererlo, ocupa un
lugar muy importante en mi historia. De
hecho, el 5 de agosto del año pasado River
ganó la Libertadores. Ese mismo día, pero
un año antes, yo me enteraba sobre mi real
identidad. Así que ese partido lo viví con
una carga pesada, de responsabilidad. Y
cuando ganamos lo tomé como un regalo
de cumpleaños.
¿Cuán importante fue enterarte de que
tu padre era de River?
Fue muy importante. Mi abuela paterna,
su madre, me dijo con orgullo: “Hincha
de River como tu papá”. Fue como una
confirmación para ella, como si ese dato
terminara de certificar que yo fuese su
nieto.
Fuiste homenajeado junto a tu abuela
Estela en la cancha del Monumental,
Estela de Carlotto, referente de Abuelas de Plaza de Mayo, acompañó a Ignacio al estadio de Núñez, en el homenaje
que River Plate le realizó a su nieto, el nieto 114. Fotos proporcionada por el entrevistado.
lugar donde se estaba jugando un
particular mundial en los días de tu
nacimiento. ¿Cómo es tu relación con
el estadio, considerando esa carga
histórica?
Creo que una de las intenciones del
homenaje que me hicieron fue, justamente,
exorcizar ciertos fantasmas, cerrar una
historia que tuvo mucha oscuridad.
Pensemos que Videla fue socio honorario
del club por un tiempo, hasta que fue
expulsado. Por eso acepté recibir el
homenaje, más allá de mis vergüenzas.
Además no había ido nunca a ver un
partido al Monumental, hasta me daba un
poco de pavor decirlo.
Habías ido al estadio pero no a un
partido.
Claro, fui a conocerlo, a visitar el museo.
Y en esa visita me sacaron una foto que
después subí al Facebook. Por esa foto
“descubrieron” que era hincha de River y
gestionaron el homenaje.
El fútbol y la música son vasos
comunicantes muy poderosos. ¿Pueden
ayudar en la búsqueda que lleva adelante
Abuelas, junto con otras organizaciones?
Sí, pienso seguido en ello. La gran mayoría
de los clubes han dado su apoyo a las
organizaciones, a su forma se han sumado a
la búsqueda. Y desde la selección lo mismo,
ya que, poco antes de mi encuentro, Messi,
Mascherano y algunos otros referentes
estuvieron con las abuelas y se sacaron
fotos con una pancarta de apoyo. El fútbol,
como manifestación popular, sirve para
muchas cosas, más allá de sus funciones
obvias. Me encantaría que fuera una
actividad más honrosa, dentro y fuera de
la cancha, que fuera ejemplarizante. Creo
que en el fútbol está todo muy exacerbado,
La mayoría de los nietos
recuperados son hinchas
del mismo equipo que sus
padres biológicos. “Es algo
muy loco pero se ha dado
de esa forma, la estadística
ha sido determinante.
Incluso hay casos de nietos
que son hinchas de clubes
que no son particularmente
populares en la ciudad
donde crecieron, y ya
recuperados se enteraron
de que sus padres eran
hinchas del mismo club.
Hay algo muy fuerte allí, de
trascendencia”.
hay mucha violencia, sólo sirve ganar
y no importa cómo lo logres. No son
valores positivos. El juego del fútbol es
muy poético, tiene mucho de música, de
estructura orquestal, en el que hay lugar
para la improvisación, un plan general,
apoyo entre los componentes, cierta
armonía en los movimientos, etcétera.
Pero aun con eso, teniendo una gran
oportunidad, no suele utilizarse como
ejemplo positivo.
Te referiste a la poética futbolera.
En Uruguay hay una rica tradición
de componerle canciones al fútbol.
¿Incursionaste en esa área? ¿Te interesa?
Compuse dos canciones instrumentales
vinculadas al fútbol. Una se llama ‘Santa
Rosa y La Rosales’, en honor a los dos
clubes que se fusionaron y fundaron River.
Y la otra es un vals que le dediqué a mi
amigo Antonio, quien me hizo hincha de
River en la escuela primaria. Lo escribí
cuando descendimos, en un estado de total
desazón y bronca, y lo titulé sutilmente
“Antonio la reputa que te parió”…,
embroncado con quien, en definitiva, era el
responsable de mi sufrimiento. Todavía no
grabé ninguna de las dos canciones, pero ya
llegará el momento.
¿Cómo se transmite un mensaje
futbolero, con sus metáforas, en una
canción que no lleva letra?
Es muy difícil, porque el fútbol tiene
que ver mucho con la oralidad. Aún no
29
River, “sin quererlo, ocupa
un lugar muy importante
en mi historia. De hecho, el
5 de agosto del año pasado
River ganó la Libertadores.
Ese mismo día, pero un
año antes, yo me enteraba
sobre mi real identidad.
Así que ese partido lo viví
con una carga pesada, de
responsabilidad. Y cuando
ganamos lo tomé como un
regalo de cumpleaños”.
túnel ENE- FEB 2016
Ignacio recibió la camiseta 114 de River Plate, en un homenaje que le hizo el club millonario después de que
recuperara su identidad. “Una de las intenciones del homenaje fue, justamente, exorcizar ciertos fantasmas,
cerrar una historia que tuvo mucha oscuridad”, afirma.
30
he logrado llevar el juego a una letra,
como han hecho brillantemente tantos
autores uruguayos, muchas veces a través
de la murga, y que tanta admiración me
genera. El fútbol es un juego lleno de
metáforas, recrea muchísimas situaciones
de la vida cotidiana: la ira, el amor, la
desesperación, creer y descreer en Dios
de un momento al otro. Aunque algunas
cosas han cambiado; ahora, como le pasó
a River en el Mundial de Clubes, hay
cierta lógica en los resultados: el poderoso
le gana categóricamente a su rival. En
eso se está pareciendo más al básquetbol.
Antes, y es algo que nos cuentan mucho
los veteranos, las epopeyas se veían más
seguido, un equipo de barrio le podía
ganar al poderoso. Esa era una metáfora
hermosa, la del “siempre se puede”. De
hecho, la épica uruguaya está muy basada
en eso, principalmente por Maracaná. He
escuchado la canción de Tabaré Cardozo
sobre el golero brasileño de esa final,
“Barbosa”, quien cargó una pena terrible y
lo mandaron a cuidar el pasto de la cancha.
Cuentan que se llevó los palos del arco para
quemarlos en la casa y exorcizarse.
¿Jugaste al fútbol?
Pocas veces e informalmente, porque soy
extremadamente malo. Es más, el día del
homenaje en el Monumental, cuando
estaba entrando a la cancha se me acercó
el vicepresidente de River y me dijo “podés
patearle al arco a Barovero que se va a dejar
meter el gol”. Y yo vi la pelota en el pasto,
el arco, todo precioso, y me dije “soy tan
malo que la voy a tirar a la mierda, voy
a quedar pegado y no se lo van a olvidar
más”. Así que me hice el boludo y no le
pateé. Jugar al fútbol no es lo mío, me
gusta filosofarlo, leerlo, me gusta la poesía
futbolera, los cuentos de Fontanarrosa,
de Sacheri, etcétera. De hecho he escrito
algunos relatos que se publicaron en una
revista de Rosario. Uno de ellos también
fue dedicado a Antonio, en la misma
tónica que la canción, donde fantaseo con
que él se refugia en Paraguay, exiliado,
huyendo de todos los hinchas de River que
lo culpaban por la desgracia del descenso.
Otro texto trata sobre una remontada que
tuvo San Lorenzo en el campeonato, al
mismo tiempoo en que se designaba al
papa Francisco, reconocido hincha. Contra
esa circunstancia “divina” poco se puede
hacer.
El River del 96 te agarró con 18 años,
una edad plena para ver fútbol. ¿Cómo
recordás ese equipo?
Ese River lo disfruté muchísimo, era un
equipo con mucho vuelo. Ya me gustaba
ver al equipo entrar a la cancha, con Enzo
adelante masticando chicle, con la cinta
de capitán y la pelota debajo del brazo.
Esa imagen era maravillosa. Se transmitía
una sensación de seguridad, que realmente
creí que no iba a volver a sentir, que no
se iba a repetir jamás. Pero el equipo de
Gallardo, que ganó todo en la temporada
pasada, me generó la misma sensación, de
cobijo, de que “va a estar todo bien”. Ojo,
con la posibilidad de perder partidos, pero
siempre estando a la altura y dando mucha
pelea. El año pasado fue un año épico,
ganamos mucho, le ganamos a Boca. Fue
particularmente maravilloso.
¿Qué lugar ocupa el concepto de
identidad en todo eso? ¿Existe realmente
la diferencia con Boca, entre el “paladar
negro” y el “ganar como sea”?
Creo que en algún momento eso existió,
mucho más que ahora, pero se fue perdiendo
y hoy en día todos queremos, ante todo,
ganar. El cómo, lo vemos. De hecho,
muchos partidos de la última Libertadores
los ganamos como supuestamente gana
Boca: metiendo mucho, haciendo un gol y
especulando, sin el toque bonito histórico.
La San Martín baja sí continúa siendo la
tribuna del “paladar negro”, que demanda
más y más aunque River vaya ganando 3-0
con goles de caño. Y en algún lugar me
parece que está bien, porque en definitiva
representa y defiende una biología. Pero no
deja de ser una identidad construida, muchas
veces, desde la necesidad. Sí considero que los
hinchas de River y Boca tienen características
diferentes, más allá de los colores, que hoy
están consolidadas en lo que no le podemos
perdonar a los jugadores. Un “bostero”
no perdonaría que su jugador no diera esa
patadita, y nosotros no perdonaríamos que el
pase no llegara a destino. El gen identitario
está en lo que no se perdona. Igualmente
somos bastante parecidos.
¿Conociste personalmente a Enzo?
Sí, lo conocí el día del homenaje y después
lo vi un par de veces más. A veces uno tiene
miedo de conocer al ídolo, por el riesgo
de llevarse una decepción, pero no fue el
caso. Encontré un tipo muy sencillo, muy
humano.
“El fútbol, como
Ustedes, los hinchas de River, tienen
una relación con él que acá no se tiene.
Aunque le dio mucho a la selección, le
tocó jugar en épocas complejas y siempre
se le demandó un poco más.
Claro, quizás pase lo mismo con Messi
acá. Para los hinchas del Barcelona es
un dios incuestionable, mientras que en
Argentina tenemos el tupé y la estupidez
de cuestionarle que con la selección no
juega como en su club. Enzo en River es un
prócer, y se lo respeta como tal.
sirve para muchas cosas,
¿Qué lugar ocupa el jugador uruguayo en
el hincha de River? Considerando lo de
Enzo, pero también lo de Alzamendi en el
86 y lo de Carlos Sánchez y compañía el
año pasado.
El cantito “uruguayo, uruguayo” está
pegado a las tribunas del Monumental, es
como la voz del estadio, una institución.
¿Estás al tanto del fútbol uruguayo?
El problema es que acá no se televisa,
no tenemos mucha información. Antes,
cuando TyC Sports transmitía algún
partido, estaba más actualizado. La relación
manifestación popular,
más allá de sus funciones
obvias. Me encantaría que
fuera una actividad más
honrosa, dentro y fuera
de la cancha, que fuera
ejemplarizante”.
que tengo con el fútbol uruguayo es,
principalmente, a través de los referentes
que juegan en el campeonato argentino
y a través de la selección uruguaya. Acá
hay mucho hincha de la celeste. Algunos
amigos son más hinchas, incluso, que de
la propia selección argentina. Admiramos
esa característica uruguaya de ir de puntos
y ser muy peleadores y dignos. A nosotros
nos pasa que creemos que tenemos los
mejores jugadores y terminamos fracasando,
porque eso no te asegura tener un buen
equipo. También admiramos el sentido de
“Enzo en River es un prócer y se lo respeta como tal”, dice
Ignacio, que conoció a Francescoli el día del homenaje.
“A veces uno tiene miedo de conocer al ídolo, por el riesgo
de llevarse una decepción, pero no fue el caso. Encontré
un tipo muy sencillo, muy humano”, subraya.
pertenencia que los jugadores uruguayos
han construido con su selección, algo que
por acá añoramos.
¿Qué hiciste con la camiseta 114 que te
regaló River en el homenaje?
La volví a usar el día de la final de la Copa
Sudamericana y el día de la final de la Copa
Libertadores. Ahora está colgada al lado del
piano, la voy a encuadrar y la voy a dejar
ahí. Dio todo lo que tenía para dar.
_Mateo Magnone
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31
Foto: Andrés Cribari
32
túnel ENE- FEB 2016
SANTIAGO OSTOLAZA ANALIZA EL
DESAFÍO DE LA CLASIFICACIÓN
El camino a Moscú
Aceptó la invitación para evaluar lo que se vio en los primeros veinte partidos del torneo clasificatorio
al Mundial de 2018, apenas algo más de la quinta parte del duro e impredecible trayecto. Para Santiago
Ostolaza no todos los equipos han llegado con un rendimiento afinado; identifica a Chile, que mantiene
una base de jugadores con decenas de juegos compartidos y con aliciente adicional del título de
América, como la selección mejor armada y que más sobresale. Visualiza ausencias de liderazgos en
varias selecciones y en ese plano destaca la figura de Godín como un diferencial a favor de Uruguay.
He aquí un resumen de un diálogo que transitó además por distintos aspectos de su rica trayectoria
como futbolista y entrenador.
¿Qué han mostrado las primeras cuatro
fechas del torneo clasificatorio al Mundial
de Rusia?
Por el lado de los rivales que nos tocó
enfrentar, Bolivia se veía como un equipo
en plena formación, muy cascoteado, con
problemas internos que se notaban dentro
de la cancha, pero ellos tienen algo muy
importante para hacerse fuertes: la altura.
Nunca habíamos ganado en la altura. En este
caso, Uruguay supo sobrellevar esa situación
que es realmente complicada. Tuve la
experiencia de jugar muchas veces ahí y sentí
dolor de cabeza antes, durante y después del
partido, a veces sale sangre de la nariz; uno
deseaba que terminara el partido de una vez
porque era muy sufrido estar ahí. Otros no
pueden jugar, no lo pueden superar, como
el lateral derecho, el caso de Maximiliano
Pereira, que por esa razón no lo pusieron, es
un problema fisiológico.
Con Bolivia sentí que Uruguay pasó un
momento importante histórico, al ganar
en La Paz. Sabiendo en ese momento que
el rival no estaba fuerte, de todas maneras
Uruguay ya ha demostrado que Bolivia
que va a ser un rival duro: ya sacaron un
resultado positivo ante Venezuela.
Después, haber jugado contra Colombia
y demostrar también una forma de jugar
que ha sido muy inteligente en cómo el
entrenador posicionó al equipo. Esa ha
sido la clave para que el plantel y hasta la
gente (nosotros, que somos muy duros
para la crítica) ha sabido posicionarse en
dónde está el equipo: bien posicionado, con
determinada forma de jugar. Él ha hecho
declaraciones que se las ha transmitido a
los jugadores y estos también han dicho
que los rivales son superiores. Hay un
posicionamiento de que el equipo está
parado en ese sector, de que no va a salir
a avasallar al rival, va a trabajar el partido
y que, por lo general, los rivales tienen la
posesión de la pelota. Y a través del proceso
Tabárez ha convencido a los jugadores de que
es una buena forma. Y también a la gente.
Vos ves los partidos y no hay una silbatina,
como a veces nos pasaba que si en los
primeros diez minutos no podíamos hacerle
un gol al rival jugando acá de local, ya
empezaban a insultarte o chiflarte y toda esa
gente que iba a ver el partido, en lugar de ser
una fortaleza y empujar al equipo, te ponía
más nervioso. Al contrario, hoy ha hecho un
buen posicionamiento de lo que es el equipo
y de cómo se va a afrontar cada partido. Eso
ha sido fundamental.
Se nota una diferencia en la posesión de
la pelota, da la sensación de mayor énfasis
en algunas selecciones y menor en otras,
como Uruguay y Paraguay, que privilegian
más la recuperación.
Y sí, los equipos paraguayo y uruguayo por
sus propias características se preocupan
mucho de la recuperación de la pelota.
Pero uno siente que hay equipos que hacen
la transición muy rápida. Chile hace muy
rápido la transición defensa-ataque ataquedefensa, tal vez dejando a veces algunos
espacios al descubierto que hace que sean
vulnerables y tiene un juego aéreo que sufre
muchísimo, tanto ahora en la era Sampaoli
como anteriormente.
Volviendo a repasar lo mostrado por los
equipos, Colombia dejó entrever la falta de
un líder dentro de la cancha, situación que
mejoró contra Chile. La ausencia de Yepes,
que es muy importante en lo anímico, tenía
voz, cuando había lío se metía y empujaba…
Si lo comparás con el futbol uruguayo donde
había un Lugano o un Godín que van para
adelante, eso le ha faltado a Colombia, por
lo menos en el partido contra nosotros se
vio la falta de liderazgo. Colombia la va a
sufrir; perdió contra nosotros, sacó un buen
resultado contra Chile, pero Argentina le
gana siendo local Colombia, en esa cancha
supuestamente eran invulnerables y tenían
los puntos asegurados.
Hay muchas selecciones que están
viviendo una transición. Quizás Chile
llegó a este certamen mejor armado que
otras.
Chile es el que a mi juicio ha llegado
mejor, y ahora, a través de los resultados,
también Ecuador. Está fortalecido por
haber salido campeón de América, lo que
le dio la posibilidad de creer más en lo de
ellos, además de tener jugadores que vienen
jugando juntos hace tiempo. En el caso de
Uruguay, hay muchos jugadores nuevos que
se vienen incorporando y que no tienen ni
cinco partidos juntos. En el caso de Chile,
no digo treinta o cuarenta partidos, pero
tienen una buena experiencia de haber
jugado juntos. Siempre juegan los mismos:
Bravo, Vidal, los defensas, Díaz, Alexis,
Medel, etcétera. En esa nueva transición de
jugadores, hay algunos equipos que la vienen
sufriendo más, como Brasil y Argentina.
A Argentina no se lo ve como un equipo
sólido, capaz que el grupo no está fuerte. A
Brasil le falta la personalidad de los jugadores
que tenía antes. No tiene una buena defensa,
no se ve a un mediocampista como Dunga,
no hay líderes con la responsabilidad que
agarren la pelota y jueguen.
Si se observan los capitanes de algunas
selecciones: Messi en Argentina, que no
tiene un espíritu de líder, Neymar en
Brasil, James Rodríguez en Colombia,
allí es donde se aprecia una falta de
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liderazgo. Porque Suárez no es el capitán
de Uruguay, es Godín. Aquellos son más
líderes futbolísticos que espirituales o
anímicos. ¿Es esa una ventaja que tiene
Uruguay?
Compartiendo ese concepto, la llegada del
liderazgo de Godín ha sido muy importante.
Porque teníamos como estandarte a Lugano
y yo me preguntaba: “¿Quién va a asumir
esa función?” Lugano, fortalecido como
líder, pero además atrás tenía al Loco Abreu,
a Eguren, al Ruso [Diego Pérez], a Scotti,
Castillo, Forlán, gente que empujaba. ¿Y
ahora? Entra Godín y no sabíamos cómo iba
a funcionar como líder, y la verdad es que
se lo ha ganado fuera y dentro de la cancha.
Adentro de la cancha, no sé si hay en otro
equipo un defensa como él, y afuera ha
demostrado liderazgo.
¿Puede haber alguna influencia del Cholo
Simeone?
Y también haber compartido con Lugano,
de quien aprendió mucho, y lógicamente
también con el Cholo, pero también con el
Maestro: cómo le dio el capitanato después
de Lugano. Porque a Godín lo eligió el
Maestro: ya hay un trabajo de un proceso,
que lógicamente no es de un día para el
otro. Esa es la gran diferencia que tiene
Uruguay en la parte futbolística y a favor.
túnel ENE- FEB 2016
¿Qué es jugar bien al fútbol?
Yo diría que jugar bien es que me creen
pocas chances, que me lleguen al arco pocas
veces, que no me creen situaciones de gol,
tratar de controlar al equipo rival lo más
lejos de mi arco, tratar de que mi equipo
llegue al arco rival de diferentes maneras:
con pelota a ras del suelo, a veces pasando
líneas y mandando el pelotazo, llegando
a hacer un contragolpe rápido, controlar
el juego con pelota detenida, que no me
hagan goles con pelota detenida, tratar de
aprovechar el juego aéreo, y poder hacer
jugadas de pelota quieta que puedan llegar
a gol. Está también el tema mental de saber
controlar las situaciones de juego tanto en
momentos negativos como positivos. Es
decir que es un conjunto de cosas: no es
jugar todo el partido con la pelota a ras del
piso y que no me hagan goles y que después
yo pueda hacer ocho goles.
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Ahora bien, fijar ciertos énfasis y no
otros, ¿puede producir desequilibrios en
el rendimiento del conjunto?
Me parece que es bueno trabajar la parte
defensiva equis cantidad de minutos y la
parte ofensiva equis cantidad de minutos y
hacerlo de la mejor manera. En la semana
voy a sumar cantidad de minutos en la
parte defensiva y cantidad de minutos en la
ofensiva. Es más difícil crear que destruir.
En la creación, ¿puede haber un debe a
nivel formativo, que se haya trabajado
más la parte defensiva y que haya una
carencia de jugadores de ofensiva para
hacer un fútbol que permita más llegada?
En la formación de los futbolistas siempre
estamos expuestos a que donde entrenan
los jóvenes no da como para hacer mucho
trabajo de pases, jugadas combinadas, más
que nada por temas individuales. Hay
jugadores que son habilidosos, pero que
han salido así porque canchas están tan
malas, que mejor conducir que dar un
pase. Pero eso sí siento que es un debe del
fútbol uruguayo de mucho tiempo, que
pasa por un tema de la poca infraestructura
que tenemos y de la poca importancia que
se le da a los jugadores en formación. Hay
excepciones en algunos equipos, pero en
general se le da poca importancia. A pesar
de eso, somos milagrosamente el país que
saca más jugadores de fútbol per cápita.
Esos déficits de estructuras adecuadas,
en especial el estado de las canchas, ¿se
reflejan en el juego, en cómo el fútbol
uruguayo hace las transiciones?
En ese sentido hay jugadores que tienen
la posibilidad de ser más completos para
manejar las transiciones, pero en nuestro
fútbol se hace lento, uno lo ve, domingo tras
domingo, en el estadio, en buenas canchas
como la de Defensor o en el Parque Central.
Es un tema de nuestra mentalidad, de que
no podemos hacer las transiciones con más
rapidez. No sé si es un problema de falta de
entrenamiento, de falta de preparación del
jugador, o la mentalidad del fútbol nuestro.
¿Cómo ves a Venezuela?
Respecto a Venezuela, siento que el
recambio no ha sido bueno, se lo ve en las
selecciones juveniles que no hace buenas
campañas. Eso lo va a sufrir, porque ¿de
dónde van a salir jugadores?
¿Qué mostró el Perú de Gareca?
Lo veo con grandes jugadores, que vienen
con una escuela diferente como es la
anterior con Markarian o Bengoechea,
ahora Gareca le va a cambiar la forma
de jugar. Los veo también con dudas
también en el tema del liderazgo. No
veo un equipo que tenga líderes y eso va
a ir pesando en algunos momentos de
la eliminatoria. Porque hay partidos –
como le pasó a Uruguay– en donde tiene
que apretar los dientes y sacar buenos
resultados. Porque, por ejemplo, contra
Colombia y Chile, si Uruguay no hubiera
estado fuerte –y eso no se consigue de la
noche a la mañana, tenés que trabajar,
tenés que preparar el partido– no hubiera
conseguido esos resultados. En una visita
reciente al Complejo Celeste me decían
que en el partido ante Chile, desde que
salieron de allí hasta que llegaron al
Estadio, todo el grupo cantando, dando
para adelante, saludando a la gente, era
un equipo que estaba fuerte, pero no uno
solo sino todo el grupo.
A Perú no lo veo como un grupo fuerte
que esté comprometido con el país, desde
lo que se deja ver. A Colombia, en este
momento, con los partidos que jugó, no lo
veo fuerte. Por ejemplo, el gol que le hace
Biglia, no luchan una pelota, Argentina
corre toda la cancha y le hace el gol y nadie
de Colombia hace una corrida fuerte,
agresiva, para quitarle la pelota.
El Maestro posicionó bien al grupo. Él
no le hace creer ni a los jugadores ni
a la gente que este es el mejor equipo
del mundo, sino que es un equipo que
la trabaja, que tiene a todo el mundo
comprometido, que “meten” todos, no
tiene estrellas. Yo resalto lo de Cavani:
lo que labura es impresionante, capaz
que no esté de acuerdo con que vaya tan
atrás, pero lo que corre, lo que labura, es
impresionante.
_Diego Graziosi
Veinte años de jugador, 15 de entrenador
Vine de Bella Vista de Dolores a Bella Vista de Montevideo en 1979,
ahí estuve hasta el 86 que pasé a Nacional, donde jugué hasta el
90, después al Cruz Azul de México dos temporadas, al Querétaro
de México otras dos temporadas, luego fui a Gimnasia y Esgrima
de La Plata, después a Kyoto Purple Sanga de Japón, regresé al país
y jugué en Defensor un año, de ahí al Olimpia de Paraguay, después vine otra vez a Nacional en el 96, después me fui al Aurora de
Guatemala, vine a Rentistas, volví a Defensor otro año y terminé
en Wanderers con Daniel Carreño como entrenador en el año 99. Y
después del 2000 empecé a trabajar como entrenador en River, fui
a Deportivo Maldonado, a Wanderers a la Copa Libertadores, después me fui a México, al Real Zacatecas, que era una filial de Santos
Laguna. Después vine a Nacional un período corto, después me fui a
México, a Durango en la B, después estuve en Ecuador, fui otra vez
a México, a Hermosillo. Ya llevo como nueve años en México, es mi
segundo país. Y ahora mirando fútbol, haciendo el curso de gerente
deportivo y sigo atrás de mi hijo.
Los entrenamientos
Cuando mi hijo estuvo en Portugal jugando, yo me fui tres meses
con él y vi varios y muy buenos entrenamientos. Me gustó mucho
el fútbol portugués. Es un estilo brasilero pero con mucho más dinámica. Ahora los entrenamientos se han igualado mucho. Yo tengo
al profe mío, 31 años, preparador físico de Aguada, que es una fiera.
Anduvo por toda Europa.
Por otro lado, en el fútbol se enseñan también muchos valores. A
veces la gente dice que se ganan la plata fácil, pero no es así. Lo
que yo aprendí en el fútbol: valores, la forma de comportarte, la
responsabilidad…
Los entrenadores
Para mí todos fueron muy importantes. En el baby fútbol: Tito Oroná, Raúl Filosi, Gorostiaga, que son de mi pueblo y no son conocidos.
A mí me trae Sergio Markarian para acá, y en ese mismo momento
conozco al Maestro Tabárez como técnico en Bella Vista. Es gente que me fue marcando. Aníbal Gutiérrez Ponce con los juveniles.
Don Raúl Bentancor, el Nacho Prieto en Cruz Azul en México, Ángel
Traverso. He tenido muchos entrenadores y de todos he robado un
poquito de las cosas que me han gustado. Tengo una agenda desde
cuando fui jugador, e iba anotando tanto las cosas que me gustaban como las que no. Ahora tengo la posibilidad de hacer una sobremesa con el Maestro Tabárez, por ejemplo, y hacerle preguntas,
siempre tratando de aprender. A veces me reúno con Markarian y lo
escuchás y te quedás así… Ahora estoy haciendo el curso con Julio
Comesaña que está en Sud América.
El título del 88
Para mí fue el triunfo del grupo, que era muy fuerte, muy unido;
había una humildad enorme. Éramos todos uruguayos pero con
mucha personalidad. Sobresalía Hugo de León por lejos: una prestancia, una categoría, una experiencia. Un grupo muy humilde, una
familia, muy amigos. Y después, personalmente, que queda un poco
feo decirlo, haber hecho goles en la final del mundo… Bueno, Palermo y yo somos los únicos jugadores que hicimos dos goles en una
final del mundo. Hice goles en la final de la Copa Libertadores, en la
Copa Interamericana también.
Lo del 88 fue un momento muy importante en mi carrera, aunque
siempre digo que lo más lindo que me pasó fue haber defendido a
la Selección. Cuando tocan el himno, antes de los partidos, es una
sensación muy linda.
La selección nacional
Estuve en el 81, con los juveniles que dirigía Gutiérrez Ponce, en el
83 en el Panamericano, que salió campeón y que el rival de la final
fue Brasil, siendo Dunga el capitán, con el Maestro de entrenador.
Después, previo al Mundial del 86, estuve con Omar Borrás y jugamos unos torneos en Miami. Pero yo a ese Mundial no podía ir.
Estuve entre los treinta y pico. Estaban Jorge Barrios, Batista, Mario Saralegui, Miguel Bossio, o sea un equipazo y yo en esa posición
no podía jugar.
Después estuve en el Mundial del 90 en Italia. También jugué en la
Copa América del 89 en Brasil, donde perdimos la final 1-0; y en la
Copa América del 93 en Ecuador.
Marcar a Maradona
En esa época, marcar a Maradona… Yo jugaba de 8 y el Chueco Perdomo de 5, y claro, por ese lado es donde caía Maradona. Nos hicimos muy amigos con el Chueco Perdomo. En los clásicos nos matábsamos, pero somos reamigos. En ese momento en la selección
nos poníamos de acuerdo en cómo marcar a Maradona, cómo marcar a Valderrama, al Diablo Echeverry en Bolivia, a Bebeto, Romerito en Paraguay. “Cuando la agarre Maradona, yo voy y escaloname”.
Eso nos enseñó Gregorio Pérez, como ayudante del Maestro: “Vos
abrí los ‘caños’, que él te la pase entre los ‘caños’, entonces la larga
y pierde el control de la pelota” y atrás venía el Chueco Perdomo y
robaba. Nos poníamos de acuerdo. Cuando el Chueco se soltaba, le
abría bien las piernas, Maradona le tiraba el caño y entonces yo venía de atrás y robaba. Nos escalonábamos. Si dejabas que te viboreara, no se la sacabas. Entonces, para marcar sin foul, la habíamos
practicado así. Te unías para contrarrestar al rival.
Maradona era un fenómeno. Otra cosa que nos decían los que lo
conocían era que no lo hiciéramos calentar porque era peor, se
agrandaba. Eso nos decían Francescoli, Ruben Paz, el Tano Gutiérrez. Entonces, cuando le pegábamos, le pedíamos disculpas y le
decíamos “sos mi ídolo”, para no hacerlo calentar.
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Divisiones formativas en Uruguay: la fuente inagotable de futbolistas
Nene patudo
túnel ENE- FEB 2016
Hay quienes dicen que el fútbol uruguayo es un milagro, pero el trabajo que se hizo históricamente
en las divisiones formativas es la explicación del inagotable surgimiento de futbolistas en el país.
Algunos clubes le dieron la importancia necesaria a ese factor desde siempre; otros han empezado a
profesionalizarse en los últimos años y ese trabajo se ve reflejado en los jugadores que aportan a las
selecciones uruguayas juveniles primero, y en Primera División después. ¿Cuál es la importancia de las
formativas y cómo pesan a la hora de llegar a Primera División? ¿Cómo incide esa profesionalización
que viene ocurriendo en varios clubes? ¿Qué falencias existen en las divisiones formativas del fútbol
uruguayo? ¿Qué hay que mejorar para poder dar el salto de calidad y competir a la par con otros países?
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En el primer semestre de la temporada
2015-2016 se jugó el Torneo Apertura y
la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF)
consignó en su sitio web el número de
futbolistas que debutaron en Primera
División. Fueron 30 los chiquilines que
empezaron a dar sus primeros pasos en
el fútbol profesional; el más joven es
Facundo Vigo, de River Plate, con 16
años, y Nicolás Olivera, de Villa Teresa,
el mayor con 22. Los otros 28 fueron
Marcelo Saracchi (17 años), de Danubio;
Rodrigo Amaral (18) y Leandro Otormín
(19), ambos de Nacional; Federico
Valverde (17) y Gastón Guruceaga (20),
los dos de Peñarol; Darío Pereira (19),
Camilo Núñez (20), Diego Fernández
(20), Cristian Souza (20) y Paolo Dantaz
(21), todos de Rentistas; Michael Guerra
(19), de Sud América; Mathías López
(21), de El Tanque Sisley; Facundo
Rodríguez (20) y Octavio Colo (21),
ambos de Villa Teresa; Juan Pintado
(18), Esteban de Iacovo (19), Delis
Vargas (21) y Juan Boselli (21), de
Juventud; Maximiliano Gómez (19),
Facundo Ospitaleche (19), Guillermo
Fratta (20) y Gonzalo Carneiro (20), de
Defensor Sporting; Nicolás de la Cruz
(18) y Federico Martínez (19), ambos de
Liverpool; Diego Vicente (17) y Santiago
Ciganda (21), de River Plate; Agustín
Sant’Anna (18), de Cerro; y Roberto
Fernández (17), de Fénix. Durante toda la
historia del fútbol uruguayo las canteras
de algunos clubes fueron la grifa para
mostrarse en Primera División y después
en el exterior. Antes los jugadores de los
cuadros chicos pasaban por alguno de los
dos grandes para dar el salto de calidad
y ser transferidos al fútbol extranjero.
Hoy la realidad es diferente. Hay clubes
que siguen trabajando de buena manera,
invierten en formativas, tienen un plan,
un proyecto de formación y el beneficio
se ve en la calidad de los futbolistas y
en su estadía en el fútbol de elite. Esos
clubes tienen siempre jugadores en las
selecciones, llegan a la mayor, van al
extranjero, se adaptan y se quedan. En
cambio, hay otros que deslumbran, se van
y al poco tiempo vuelven o directamente
pasan desapercibidos porque se corta el
hilo conductor de la formación integral,
que es más importante que la deportiva.
“Los equipos hoy por hoy tienen que
ser multidisciplinarios, por ejemplo:
todos los clubes que trabajan e invierten
en juveniles tienen el área psicológica
cubierta por un profesional, el área social
con algún asistente, o profe o maestra;
están atendiendo todos esos aspectos que
son fundamentales. Hay una camada
de entrenadores jóvenes que son muy
inquietos, se turnan, están en todos los
congresos, averiguan cómo se entrena en
determinados lugares y lo traen adaptado,
más que nada la periodización táctica y la
progresión de enseñanza de fundamentos.
Todo eso habla de que se están atendiendo
todos los aspectos de la formación integral
del jugador, se está encima de los estudios,
de que tenga salud, salud bucal. Todo eso
ayuda para que lleguen más chiquilines y
en mejores condiciones”, le dijo Alejandro
Garay a Túnel.
Garay, con experiencia en la
formación de juveniles y reciente
vicecampeón del Sudamericano Sub-15
con la selección uruguaya, apunta a un
fútbol nacional que integre la capital con
el interior del país, pero también hace
hincapié en que hay que repensar nuestro
calendario futbolístico: “Un elemento
más para redondear todo eso que se está
haciendo sería que varíen los calendarios,
se haga otro tipo de campeonatos, más
entretenidos. Ese es el elemento que hay
que atacar ahora, un desafío de todos los
estamentos del fútbol. Hay que evaluar la
cuestión de la competencia, por ejemplo:
en Séptima División habría que hacer tres
tiempos de treinta minutos y que jueguen
todos los chiquilines. Hay clubes que
captan mucho, pero muchos no juegan en
todo el año y se atrasan, se aburren y se
van. Por lo menos en Sexta y Séptima es
una propuesta por la que vengo peleando”.
Luis González, coordinador de
Juveniles y entrenador de la Primera
División de Danubio, le da más
importancia a la mejora de los campos
de juego para entrenar y jugar: “Tener
canchas de césped sintético para mejorar
la calidad y la cantidad de trabajo; un
equipo que tiene cancha sintética está
cuarenta por ciento por encima del que no
la tiene, en calidad y en cantidad de horas
de trabajo. Mejorar la infraestructura,
que los equipos tengan pelotas, materiales
de trabajo, sala de musculación,
alimentación, complementos vitamínicos
para que los jugadores estén en una etapa
de formación real”.
(Foto: AC)
Ignacio Silva, preparador físico de
las divisiones formativas y de la Primera
División del Club Trouville, con pasado
en Unión Atlética y en las formativas de
Wanderers y Cerro, le cuenta a Túnel que
lo más importante es “generar hábitos
saludables” para tratar de disminuir la falta
de recursos y la influencia que eso tiene en
el crecimiento físico de los chiquilines. “El
profe en algunos clubes no tiene recursos,
tenés que jugar mucho con la imaginación,
mostrar una metodología de trabajo para
ir rotándolos y que todos puedan trabajar
de la misma manera. En esas situaciones
Lo general pesa
En 2015 el Danubio Fútbol Club se consagró campeón de la Tabla General de Juveniles
por octava vez en su historia. En 1996, 1999, 2003, 2006, 2007 y 2013 también la había
logrado, y desde el club se le dio mucha importancia a ese hecho tanto en las redes sociales como en su sitio web oficial. Los franjeados lograron la primera posición con 333
unidades; seguidos por Liverpool, que sumó 322; Peñarol, con 321; Defensor, con 320,
y Nacional, con 318 puntos. Según Luis González, la importancia de esta tabla general
radica en “el equilibrio del trabajo, porque no sólo estás hablando de una categoría.
Cuando vos ganás la tabla anual quiere decir que tenés varias categorías peleando arriba.
Es el trabajo global, no sólo hay buena materia prima sino que hay educadores que están
haciendo bien las cosas”.
Marcelo Saracchi también habló de la importancia de esta tabla pero desde el punto de
vista del futbolista: “Si yo tenía que bajar a Quinta para dar una mano bajaba. Si el equipo
estaba de acuerdo, claro”.
“Cuando llegué a Danubio hacía ocho años que no ganaban la tabla Anual. Volví como
coordinador de juveniles, no había estado en esta faceta, y eso me dio un espaldarazo
como organizador de la institución. Lo primero que hicimos fue traer gente joven. Así
arrancamos en 2013 y el primer año ganamos la general y tuvimos la suerte de meter dos
categorías. Ya en 2014 no llegamos y salimos cuartos, pero siempre definiendo todos los
campeonatos; esa vez fuimos campeones en Sub-17. Y ahora volvimos a ganar este año
la Anual y una categoría”, agregó el actual entrenador danubiano.
lo ideal es ser proactivo, llamar, insistirle
a los dirigentes, muchas cosas se terminan
sacando, muchos clubes se mueven con
las personas del barrio, se consiguen cosas
prestadas, hacés vínculos con gimnasios,
etcétera; si te quedás en el ‘no se puede’
te va a faltar mucho entrenamiento”.
El salto de calidad se da con una buena
planificación, un lineamiento general
entre todas las divisiones formativas y la
Primera División. Ese aspecto ha sido uno
de los factores comunes que se encuentran
a la hora de entrevistar a los protagonistas
del deporte. Profesionalización, le
dicen. “Con una buena organización y
planificación se podrían conseguir mejores
cosas. Hay que fomentar el estudio,
ellos tienen que tener una herramienta
para poder vivir si no llegan. Apuntar
a un entrenamiento integral: no sólo
físico, también psicológico, mental, las
sanas costumbres. No todos lo hacen y
es difícil llegar a ello. Un claro ejemplo
es el de las selecciones uruguayas, que
hoy en día están a la par y compiten
internacionalmente, y todo es gracias a un
proyecto –que claro que significa un gasto
económico importante– que está bien
ejecutado, organizado, hay un proceso
que se respeta. Todo eso es algo que
tendrían que imitar los clubes, a menor
37
(Foto: AC)
escala, para poder trabajar bien”. Además,
el profe Silva agrega: “Algo que resalto y es
muy positivo es el plan Gol a Futuro. Con
ese plan reciben alimentación, cuidados
médicos, materiales para los clubes para
poder trabajar, y más. Hay que apuntar
a eso, a las cosas buenas, pero siempre el
profe sin perder el rol de educador. Muchas
veces queda de lado la parte física y te
tenés que basar más en ser un educador
para la vida de estos chiquilines; vos sos
una referencia para ellos”.
El proyecto a largo plazo
Desde que comenzó el proyecto de
selecciones uruguayas con Óscar
Washington Tabárez a la cabeza en 2006
se disputaron doce torneos oficiales de la
Confederación Sudamericana de Fútbol
(Conmebol). Entre sudamericanos juveniles
túnel ENE- FEB 2016
Los mejores
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Se cerró el año de las divisiones juveniles y los campeones ya recibieron sus premios.
La copa fue levantada por cinco clubes. En la categoría Sub-19 el campeón uruguayo
fue el Liverpool Fútbol Club, que como ninguno en otra categoría se quedó con los tres
torneos que disputó: el Apertura, el Clausura y por ende la Anual. En Sub-17 el campeón
fue el Club Atlético Peñarol, que se había quedado con el Torneo Apertura y la Anual y
tuvo que derrotar en la final a Danubio –campeón del Clausura– para consagrarse como
el mejor de la temporada con un contundente 3-1. En la Sub-16 el mejor fue Danubio,
que ganó el Clausura y la Anual y luego derrotó a Liverpool 2-0 en la final. La Sub-15 fue
para el Defensor Sporting Club; en esa categoría los torneos se los repartieron Defensor
(Apertura), Danubio (Clausura) y Nacional (Anual). Los tuertos tuvieron que derrotar a
Danubio (1-0) en la semifinal y a Nacional en la final (2-0) para dar la vuelta olímpica. La
categoría más chica, la Sub-14, fue para el Club Nacional de Football –campeón del Clausura–, que derrotó a Peñarol –campeón del Apertura– en la semifinal con el gol histórico
de su golero tras salir desde su área eludiendo rivales y remató el campeonato en la final
por 1-0 ante los carboneros.
y eliminatorias Uruguay, entre 2007 y
2015, en las categorías Sub-17, Sub20 y mayor entró en diez mundiales de
doce posibles. El trabajo a largo plazo
da sus frutos, nadie más que la selección
uruguaya puede dar fe de eso. Muchos de
los futbolistas que pasaron por las juveniles
celestes, se calzaron la camiseta color cielo
y se acostumbraron a pisar el Complejo
Uruguay Celeste están hoy siendo parte de
la selección absoluta, esa con la que sueñan
chicos y grandes desde la tribuna.
Marcelo Saracchi es uno de los
proyectos de jugador que ha dado
la cantera de Danubio y la selección
uruguaya. El Chelo tiene 17 años y es
uno de los descubrimientos en la Primera
División del fútbol uruguayo. Saracchi
nació en Paysandú y su primer club en el
baby fútbol sanducero fue Progreso. Su
segunda experiencia como futbolista fue en
el campeonato de baby de la Organización
del Fútbol del Interior (OFI), donde fue
campeón con su selección y lo fueron a ver
desde Montevideo. Danubio lo sedujo a
pesar de que Defensor, Peñarol y Nacional
fueron por él: “Me vine a Montevideo a los
doce años a probarme en Peñarol y cuando
fui a firmar en Séptima División terminé
yendo a Danubio. No me quedé en Peñarol
porque no me convencía: en el cuadro
grande cuesta mucho llegar a Primera. En
Danubio te facilitan muchas cosas y tomé
en cuenta que le da más chances a los
juveniles, podés mostrarte más. Defensor
me llamó para que me probara pero no fui,
Nacional me tomó los datos pero nunca
me llamó”. Sobre la profesionalización
que se ocurriendo en los clubes del
fútbol uruguayo en los últimos años Luis
González, entrenador de Marcelo Saracchi,
contó cómo se trabaja en Danubio. “Se
les exige en la parte psicológica, técnico
táctica, en el liceo, en las costumbres
sociales; se los reeduca. Nos apoyamos
mucho en el orden, la disciplina, y en hacer
crecer la materia prima a través del equipo
multidisciplinario que tenemos: psicólogos,
asistentes sociales, nutricionistas. Todo lo
que se les enseña después se ve terminado
en Primera División. Un caso claro
actual es el de Marcelo Saracchi. Cuando
llegamos era Sexta División; hoy con
17 años está en un proyecto a futuro en
Primera División para ser una de las piezas
importantes de Danubio”.
Otro que empezó a forjar su camino
en Primera fue el cerrense Agustín
Sant’Anna. Ya forma parte de la selección
Sub-20 que se prepara a las órdenes de
Fabián Coito para el Sudamericano Sub20, que se disputará en enero de 2017 en
Ecuador. El chiquilín de dieciocho años
se formó en el Club Atlético Cerro pero
desde los tres a los siete años vivió en el
departamento de Artigas, en la localidad
de Baltasar Brum. En el fútbol infantil
jugó en el Nacional de Artigas pero cuando
su familia pegó la vuelta desde Artigas a
El entrenamiento de la
velocidad
Los factores relacionados con
la velocidad de ejecución que
determinan el rendimiento.
De Gilles Cometti, profesor
de la Facultad de Ciencias del
Deporte de la Universidad de
Bourgogne, Francia.
El salto de calidad se da con
una buena planificación,
un lineamiento general
entre todas las divisiones
formativas y la Primera
División. Ese aspecto
ha sido uno de los
factores comunes que
se encuentran a la hora
de entrevistar a los
protagonistas del deporte.
la capital se desempeñó en el Sauce del
Cerro hasta que llegó a la Séptima División
de Cerro. Sobre el camino para llegar al
primero albiceleste Agustín cuenta que
fue difícil: “Con lo poco que teníamos en
Cerro hacíamos lo posible. Había lo básico:
dos o tres pesas, unos kilos de más o de
menos para los más chicos. Las canchas no
ayudaban mucho pero tratábamos de tirar
todos para adelante”. El lateral que puso
Eduardo Acevedo en Primera División ya
participó de un torneo internacional Sub18 con la selección uruguaya y notó las
diferencias con respecto al fútbol interno:
“Francia y Corea juegan muy bien al fútbol.
Son fuertes, es casi lo mismo que jugar
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ejercicio
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medicina y ciencia del deporte, y en
el campo de la salud y la condición
física. Del Colegio Americano de
Medicina del Deporte.
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Evento Deportivo
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diseñadores de eventos y directores
de operaciones. De Michel
Desbordes y Julien Falgoux, con
prólogo de Michel Platini.
en Primera, capaz que más intenso. Ellos
tienen mucho la pelota, muy pocas veces
tenés el balón vos”.
Hay quienes dicen que el fútbol
uruguayo es un milagro, pero el trabajo
que se hizo históricamente en las divisiones
formativas es la explicación del inagotable
surgimiento de futbolistas en el país. El
comienzo de la nota puede ser el corolario
de ella. No hay milagro, y Luis González
lo refuerza: “Hay educadores muy buenos
en Uruguay que saben trabajar con
poca infraestructura y tienen que usar,
a veces más allá de la planificación, la
intuición. Hay entrenadores juveniles muy
capacitados, por algo se ven tantos valores
en un fútbol exportador. Se pone énfasis en
la preparación. No es de un día para el otro,
eso lleva tiempo, pagar buenos educadores,
que los contengan bien. Eso se hace a través
de un trabajo ordenado y serio”. Uruguayos,
garra y calidad.
Dice su mama que usté va a ir
hasta “los cerros” lejos de aquí
que tiene que aprender a escribir
nunca se pudo.
Nene patudo no va a tener
teta ni libro ni lancha a motor
leche su mama no tiene y yo
vivo desnudo.
‘Nene patudo’, Alfredo Zitarrosa, 1970.
Medicina del Fútbol
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más importantes, habituales y
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Garret, Donald Kirkendall y Robert
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39
Fútbol y tendencias
El delantero que eludía clichés
Miguel Arias no era un puntero
especialmente habilidoso, ni un goleador o
un jugador que cambiara el partido al entrar,
pero en algunos aspectos era único. No
había visto en toda su vida una entrevista
a un futbolista y jamás se quedaba a
escuchar cuando le tocaba responder
a algún compañero de equipo. Como
cualquier persona sana, Arias cambiaba de
canal después de que pasaban los goles.
Esta particularidad, inofensiva en otras
profesiones, quedó en evidencia cuando le
hicieron la primera entrevista post partido,
tras pasar a uno de los grandes de nuestro
fútbol como parte de un paquete armado por
un contratista para lavar dólares.
–Ganaron 5 a 0. ¿Se lo esperaban? –preguntó
el periodista.
–Sí, sabíamos que iba a ser un rival fácil
porque por algo va último. Juega muy mal y
planteó el partido en forma poco inteligente.
Hay algunos equipos que no son difíciles ni
hay que respetarlos, y este fue un caso.
El periodista de cancha, habituado a casetes
propios y ajenos, no registró que por primera
vez en 24 años había obtenido una respuesta
distinta y siguió adelante.
túnel ENE- FEB 2016
–Les quedan cinco finales hasta terminar el
campeonato…
–No, final jugamos si hay desempate. De los
40
–Contanos cómo fue el gol –le pedían otras
veces.
–¿Pero cómo? ¿No lo transmitieron ustedes
por televisión? –se asombraba inocentemente
el puntero.
cinco que quedan hay por los menos tres que
parecen una papa.
Fue toda una revelación. La gente empezó a
seguir a Arias para verlo en acción, pero no
en la cancha, donde su desempeño no solía
pasar de mediocre, sino en sus declaraciones
al periodismo deportivo. Se volvió tan popular
que DirecTV adquirió los derechos de las
entrevistas, forzando a los usuarios del cable
tradicional a cambiar de proveedor para
verlas o acudir a Roja Directa. La revolución
llegó a los propios movileros, que se vieron
obligados a pensar preguntas por primera vez
en décadas.
–Desbordaste, viste que el arquero
descuidaba el primer palo y la metiste
justo ahí.
–Sí –respondía Arias, y se callaba luego,
esperando la pregunta.
El delantero también llevó su pulsión por
eludir los clichés a las camisetas que se
ponía por debajo de las de su equipo y que
mostraba a las cámaras en los escasos
goles que convertía. “Para vos, vieja, que me
abandonaste cuando era chico”, decía una,
escrita con marcador negro, y otra afirmaba:
“No pertenezco a Jesús. Atletas Agnósticos”.
Arias siempre se mostraba feliz cuando
hacía un gol, aunque su club perdiera, y se
manifestó una vez “contento en lo personal,
aunque el equipo haya quedado eliminado”.
Nunca decía “tuve la suerte de convertir hoy”,
sino que culpaba a la torpeza del arquero, el
defensa rival o tiraba un sincero “la rompí”.
El puntero perdió la titularidad con rapidez,
debido a su discreto desempeño, y fue
olvidado rápidamente tras abandonar el
fútbol profesional a una joven edad, pero
su verdadero legado está aún intacto,
esperando ser reconocido y reflotado por
las futuras generaciones. Incursionó en el
periodismo deportivo pero no logró triunfar
debido a una peculiaridad imperdonable en
el rubro: cuando no tenía nada interesante
para decir, se callaba.
_Martín Otheguy

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