UN VIAJE A LA NUEVA PSICODELIA

Transcripción

UN VIAJE A LA NUEVA PSICODELIA
UN VIAJE A
LA NUEVA
PSICODELIA
Una generación del presente opta por
una vuelta a lo sensorial, al espíritu
lúdico y a la diversión de la década de
los sesenta. Son muchos los grupos
musicales que miran atrás para hacer un
viaje mental y temporal. Es el nuevo ‘trip’.
POR CAROLINA VELASCO
El psicólogo Humphry Osmond inventó el término psicodelia para
definir las manifestaciones mentales «en las que se perciben
nuevos aspectos». Alucinaciones, sinestesia y cambios en la
percepción... Aldous Huxley los listó en Las puertas de la percepción, obra que escribió tras la ingesta continuada de mescalina
prescrita por Osmond. La mescalina, junto al LSD (sintetizado por
Albert Hofmann en 1938), es una de las múltiples sustancias que
desde finales de los cincuenta y hasta bien entrados los sesenta
utilizó una generación que tenía ganas de experimentar y romper
barreras de todo tipo.
El periodista Jesús Ordovás, que siguió el rastro de la psicodelia californiana durante los setenta y narró la experiencia en El
rock ácido de California (editorial Los Juglares, 1975), tiene claro
que no se puede obviar la relación entre la música psicodélica
y el ácido: «En los años sesenta los grupos de San Francisco
habían descubierto al mismo tiempo el LSD (que por entonces
no era ilegal) y un país con una economía boyante, pero con una
guerra en Vietnam a la que tenían que ir a luchar y morir. Además
eran estudiantes de la Universidad de Berkeley, que estaba muy
politizada contra la guerra y por los derechos civiles. Todo ello se
veía en las letras de sus canciones y en su música, sobre todo
en la de Jefferson Airplane, Country & the Fish, Grateful Dead o
Frank Zappa. Jefferson Airplane —luego Starship— tenían canciones como Volunteers o We can be together, en las que decían:
«Somos fuerzas del caos y la anarquía, vamos todos juntos a
derrumbar las vallas, hijos de puta». Y todo eso lo decían mientras
se fumaban unos porros o tomaban un ácido».
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Uno de los ‘montañeros cosmológicos’
que organiza en Madrid fiestas que
reivindican el espíritu psicodélico.
FOTO: IAGO BARREIRO
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Arriba, Wooden Shjips. En la página de la derecha, MGMT, Yeasayer y Gang Gang Dance (que este mes estarán actuando en el festival
Primavera Sound junto a Wooden Shjips).
Ahora asistimos a un resurgir de ese espíritu que se manifiesta
de muchas formas: en portadas de discos (la del Merriweather
post pavillion, de Animal Collective, es un auténtico delirio
gráfico), en las proyecciones lisérgicas de algunos conciertos y
videoclips y en publicaciones como Arthur, que se inspira sin disimulo alguno en la ya extinta San Francisco oracle. Tampoco en
la moda pasa desapercibido el revival: plumas, cintas en el pelo,
pantalones de campana... Pero donde más se evidencia es en lo
musical: muchas bandas emulan ahora el sonido de los sesenta.
De todos estos nuevos grupos, quienes más repercusión han
tenido son los neoyorquinos MGMT, que con Oracular spectacular se convirtieron en la revelación del pasado año. La fórmula no
era nada nueva, pero sí efectiva: una imagen entre lo hippy y lo
étnico y canciones con influencias que iban del glam al electropop pero con un importante guiño a los sesenta (en su MySpace
no dudan en definir su estilo como «música de sanación y meditación»). Time to pretend se convirtió en el hit oficial del grupo, y
no tardaron en llegar las remezclas a cargo de Justice y Soulwax.
Pero MGMT, en realidad, son la cara más comercial de lo que
muchos han bautizado ya como neopsicodelia.
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Sin aditivos ni conservantes
Sin embargo, sí que hay una serie de grupos que vuelven la
vista atrás yendo más allá de lo puramente estético. En algunos
casos lo hacen con un espíritu meramente revisionista, y en
otros, en cambio, incorporan nuevos elementos. Mientras que
en California se decantan por la psicodelia pura y dura, en la
costa este los grupos prefieren aportar algo, añadiendo elementos de la electrónica. Algunos flirtean con el drone.
Entre los primeros, sin duda, destacan Wooden Shjips, que
este mes estarán tocando en el Primavera Sound y que acaban
de publicar su segundo álbum, escuetamente titulado Dos. Ripley
Johnson, líder del grupo, reconoce que incluso el nombre de
la banda «es un homenaje a la escena de los sesenta en San
Francisco, pero también una broma. Sin embargo, creo que la
escena de los sesenta no nos ha influido mucho, si acaso de
forma tangencial. En todo caso, sí es cierto que en San Francisco
hay un rollo extraño que a día de hoy ejerce sobre nosotros una
influencia positiva, y hacemos guiños al pasado con el nombre,
con el artwork e incluso con el single que grabamos, Summer of
love. Pero para nosotros más bien se trata de hacer un reconoci-
miento a la historia cultural de la ciudad». En Space clothes, por
ejemplo, han incluido la voz del jazzista y poeta Sun Ra grabada
del revés mientras diserta sobre la vida. Incluso hay algo del espíritu altruista y de hacer las cosas por amor al arte que imperaba
en los sesenta. Su primer EP lo prensaron y regalaron a quien
lo pidió, sin cobrar siquiera gastos de envío: «Grabamos el disco
por nuestra cuenta y nadie nos conocía, así que parecía bastante
improbable que alguien fuera a pagar por él. Pero queríamos editarlo sin tener que esperar a que nadie lo hiciera por nosotros».
El grupo surgió de forma casi accidental, con un espíritu completamente amateur: Ripley se puso en contacto con músicos no
profesionales. «Quería hacer un experimento cuya idea subyacente es que cualquiera puede tocar rock. Al principio fue genial,
la música resultaba muy potente, pero se trataba de algo inviable
a largo plazo, así que finalmente tuve que recurrir a verdaderos
músicos». Pese a todo, el grupo ha obtenido una repercusión que
ni ellos esperaban: «Pensé que sencillamente nos iban a ignorar»,
confiesa Ripley.
Otros neopsicodélicos son Ariel Pink’s Haunted Graffiti, a
punto de publicar nuevo álbum y cuyo primer disco, editado
por Paw Tracks (el sello de Animal Collective), se llama The
doldrums. El título es un claro guiño al término que empleaba el
beatnik Allen Ginsberg para referirse a un estado de abatimiento.
La referencia no es baladí, ya que hace mención a uno de los
precursores del movimiento psicodélico. Los beatniks se adelantaron a la década ácida reivindicando una vida libre de ataduras
y convencionalismos.
La novela más conocida que retrata esa época es En el camino,
de Jack Kerouac. Anagrama acaba de publicar la obra original,
escrita en un rollo de papel continuo sin puntos y apartes y en
el que sus protagonistas aparecen con su nombre real. Además,
Neil Cassady, compañero de correrías de Kerouac, Ginsberg y
Burroughs, se embarcaría en los sesenta en un delirante viaje
organizado por Ken Kesey, quien junto a Cassady y a los Merry
Pranksters recorrió EE UU organizando fiestas de ácido tras
las cuales se obtenía un título de graduación. Tom Wolfe, que
los acompañó en la aventura, retrató todo en la imprescindible
novela Ponche de ácido lisérgico.
Otros grupos de la costa californiana a los que no conviene
perder de vista son Crystal Antlers (que acaban de publicar su
debut, Tentacles), Skygreen Leopards o Magic Lantern. También
resultan imprescindibles Pocahaunted, que si bien son de Los
Ángeles, tienen unas coordenadas musicales que están más
cercanas a la neopsicodelia que se gasta en Nueva York.
Psicodelia de la costa este: es otro rollo
¿Hay algún movimiento musical que no se desarrolle también en
la Gran Manzana? La respuesta es negativa. Pero Nueva York
siempre se ha situado en la vanguardia, y con este revival no
podía ser menos.
Si hay un grupo que destaca en la costa este, ése es Yeasayer.
El cuarteto de Brooklyn ha conseguido hacerse un hueco con
su debut All our cymbals. El disco está lleno de ritmos tribales,
loops y una psicodelia más cercana al pop, más accesible que la
de otros grupos. Donde muchos emplean las guitarras, Yeasayer
opta por dar más protagonismo a los teclados. Eso sí, a la hora de
apuntarse a la estética de los sesenta no lo dudaron ni un minuto,
y su artwork y sus videoclips no ocultan las fuentes de las que
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bebe el grupo. Ahora mismo se encuentran inmersos en la grabación de su segundo álbum. De momento, los fans se pueden
conformar con Tightrope, la canción con la que el grupo ha participado en el recopilatorio Dark was the night (un álbum cuyos
ingresos se destinan a la lucha contra el VIH). Los más curiosos
pueden visitar www.odd-blood.blogspot.com, el blog abierto por
el grupo para documentar el proceso de grabación (aunque en él
hay más fotos que muestran su vida campestre que detalles de
la composición del disco).
Otro de los grupos neoyorquinos que juega un papel relevante
es el trío Gang Gang Dance. El trío, que empezó vinculado al
rock experimental, ha cambiado radicalmente en su último disco,
Saint Dymphna: aunque le dan al dub y la electrónica, el grupo
se aventura por caminos más cercanos a la acidez. Canciones
como Inner peace o A foot, sin ir más lejos, son buenos ejemplos
de una psicodelia del siglo XXI que no se ha quedado anclada en
el pasado.
Los tentáculos del movimiento
La neopsicodelia, gracias a la globalización e Internet mediante,
no se constriñe a dos únicos focos. Los grupos florecen: The
Goslings desde Florida, Eat Skull desde Oregón, Mythical Beast
desde Kansas o Raccoo-oo-oon desde Iowa son sólo algunas
de las bandas que se han dedicado con ahínco a recuperar el
espíritu de la década prodigiosa.
Es un movimiento imbuido de nostalgia que también ha llegado a nuestro país: hace poco más de un mes que el colectivo
Montaña Sagrada organiza en la sala Nasti (Madrid) unas fiestas
en las que la psicodelia y la interacción con el público (al que
invitan a llevar sus sintentizadores o a disfrazarse) son sus principales señas de identidad. No es la primera vez que en España se
hacen guiños al movimiento contracultural psicodélico.
Jesús Ordovás recuerda que en los sesenta «hubo grupos
como Smash, Pau Riba o Música Dispersa que fumaban porros
y tomaban algún que otro ácido traído de Holanda o de Ibiza y
Formentera, pero en una situación como la que vivíamos entonces la cosa no llegó a más». Nada que ver con lo que sucedía en
California, donde «el LSD era tan fácil de conseguir como los
chicles o los caramelos, y que sus efectos te permitieran conocer
nuevas experiencias sensoriales fue determinante en el sonido
y la creatividad de los grupos en todos los aspectos: portadas,
ropa, pósteres, fotografía, cine, etc.».
Como en tantos otros revivals, en esta ocasión son la estética
y el espíritu festivo los factores predominantes. Son pocos los
grupos que van más allá y profundizan en las raíces ideológicas
y culturales de un movimiento que trascendió lo meramente
musical. En este resurgir de la psicodelia, poco o nada queda de
la reivindicación política que hicieron la mayoría de los grupos de
la época, y apenas hay voces artísticas o literarias que se sumen.
«Hoy en día —afirma Ordovás—, también hay grupos muy politizados, pero los que optan por los sonidos psicodélicos prefieren
flotar sobre los problemas políticos o económicos porque no les
atañen tan directamente, como les ocurría a los estudiantes de
San Francisco, que tenían que ir a morir a Vietnam o refugiarse
en Canadá». De hecho, el célebre barrio Haight-Ashbury, en
torno al cual se gestó todo este movimiento, ha quedado convertido «en una zona turística con tiendas que venden recuerdos del
verano del amor y la psicodelia de los sesenta». Q
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Sobre estas líneas, varios momentos de una de las fiestas de
Montaña Sagrada. En la página de la derecha, sus artífices, los
‘montañeros cosmológicos’. FOTOS MONTAÑA SAGRADA: IAGO BARREIRO
MONTAÑA SAGRADA
«Somos tres montañeros
cosmológicos estelares»
Cada quince días, la sala Nasti (Madrid)
acoge Montaña Sagrada, una fiesta «cósmica, sideral, anormal y silvestre» organizada por los tres agitadores culturales de
la foto, que prefieren ocultar su identidad y
presentarse y responder como colectivo.
¿Qué es Montaña Sagrada?
Es una reacción frente al pasotismo general que veníamos sintiendo en la noche
madrileña. Queríamos oír otras cosas y
montar algo especial cada vez. Hacer una
especie de campamento para todos con
mil estilos de música distintos, mucho
baile, disfraces, desparrame y a tope
de todo. Montaña Sagrada es el nuevo
mantra de los miércoles por la noche.
Conciertos, recitales, proyecciones... de
todo para todos y hasta arriba de tutti.
¡Una fiesta cósmica, sideral, anormal,
montañera, campestre, silvestre, folclórica, marchetosa, petona, discotecona,
pedrolona! Un centro de sapiencia juerguista íntimamente ligado con los anillos
de los planetas más aborígenes y con
los mejillones y los panes voladores de
nuestro hábitat. Tope güeno, cacho bacilas a tope cohetero como un pepino acid
y camionero en busca del pimiento de
Padrón. Un lugar para ti y para mí. Un bosque en las nubes con dibujos animados.
¿Quiénes lo organizáis?
Somos tres montañeros cosmológicos
estelares. Estábamos hartos de la planicie. Queríamos estar más cerca de Dios,
y ésta es la forma que se nos ocurrió, en
plan pagano. Así... ¡a tutti! El nombre fue
producto de una iluminación transitoria.
En algunas fiestas invitáis a que la
gente interactúe con vosotros...
Con sólo entrar por la puerta ya estás
interactuando. Es más, sin gente no hay
Montaña. Esto es una montaña huma-
na, sudorosa, humeante y en constante
estado de cambio. John Cage dijo que
experimentar es comenzar un proyecto
sin saber cómo va a terminar y, aún así,
aceptar el resultado fuese cual fuese.
John Cage era un capullo, pero esto es
justo lo que nosotros estamos haciendo.
Experimentar... a ver qué pasa.
También os definís como ‘montañeros
cosmológicos expedicionarios’...
Nos gustan las alturas, somos medio
marcianos, nos atraen las zonas oscuras,
esas a las que te dicen que no vayas. Nos
chiflan las expediciones de llevar la barba
muy larga y abrigos con retales cosidos
y telas atadas. Las expediciones hacia lo
desconocido, hacia los glaciares extremos, las montañas y el cosmos.
¿Qué os parecen grupos como
Yeasayer o Wooden Shjips?
Nos gustan mucho. Yeasayer nos parecen
muy buenos, pero lo de Wooden Shjips
es increíble. Sobre todo después de lo
que vimos cuando vinieron a tocar. ¡Era
como estar en una lavadora en el centro
del universo haciendo la croqueta con los
Stooges y Hawkwind!
¿Creéis que se puede hablar de un
retorno a la psicodelia?
Hay un montón de grupazos haciendo psicodelia y hay un interés por el amanecer
de los sentidos enraizado en los últimos
sesenta y primeros setenta. Nuestra vida
es pura psicodelia desde el principio de
los tiempos. Nunca hemos dejado de
creer ciegamente en que todo esté patas
arriba. Los retornos son siempre ciertos,
porque todo anda yéndose y retornando.
Vivimos en un bucle de puta madre.
¿Cómo explicaríais vuestra filosofía?
Las gentes y los animales amables y
graciosos necesitan expresarse a la luz
de las luces de un microcosmos de garito
para explosionar en el cosmos general.
Montaña Sagrada es una acción de todos
para devolver a la noche el sentido de liberación interna, cultural, social. Montaña
Sagrada nace como hábitat catalizador
de energías chorreantes desde cualquier
punto del bosque espacial.
¿Algo que queráis recomendar?
Que disfrutéis de la vida, en el sofá o en
un zeppelin sobre las Bermudas. Que os
queremos y que vengáis disfrazados a la
montaña, y así la montaña será generosa
con vosotros. Ésta es una realidad paralela y hay que venir preparados: nunca se
sabe con qué te vas a encontrar.
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