Boletin 116-2 - Instituto de Chile

Transcripción

Boletin 116-2 - Instituto de Chile
ESTUDIOS
Carolina Sciolla y Ricardo Couyoumdjian: La letra y
la comida. Una aproximación a los manuales de cocina como un medio de renovación culinaria en Chile
275
Daniel Campos Menchaca: Doña Carmen Urrejola del
Río (1848-1932). Una vida dedicada a la filantropía
311
Jaime González Colville: La Batalla de Loncomilla de
1851: Escenarios y testimonios
335
Solène Bergot: Baile de fantasía ofrecido por don Víctor
Echaurren Valero, 24 de septiembre de 1885 en Santiago de Chile
359
Francisco Gallegos Celis: Palabra poética, discurso político. La candidatura presidencial de Pablo Neruda,
1969-1970
391
Rafael Gaune Corradi: Historias de fisuras y conflictos
etarios en la elite de Santiago colonial (1750-1800)
411
Alejandro San Francisco: Apogeo y decadencia del Presidente de la República. El caso de José Manuel
Balmaceda, 1886-1891
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
439
B O L E T Í N D E L A A C A D E M I A C H I L E N A D E L A H I S T O R I A
CONTENIDO
B O L E T Í N
d e l a
ACADEMIA
CHILENA
d e l a
H I S T O R I A
a ñ o L X X I I I - n o 1 1 6 - Julio- Diciembre d e 2 0 0 7
N o 116
J ULIO -D ICIEMBRE
S
2007
Tapa Boletín 116-2
1
22/11/07, 15:51
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BOLETÍN
de la
ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA
AÑO LXXIII
JULIO - DICIEMBRE 2007
No 116
Director:
HORACIO ARÁNGUIZ
Comisión Editora:
HORACIO ARÁNGUIZ DONOSO, JOSÉ MIGUEL BARROS FRANCO,
RICARDO COUYOUMDJIAN BERGAMALI, JOAQUÍN FERMANDOIS HUERTA,
LUIS LIRA MONTT, SERGIO MARTÍNEZ BAEZA, RENÉ MILLAR CARVACHO,
FERNANDO SILVA VARGAS, ISIDORO VÁZQUEZ DE ACUÑA,
Consejo Editorial:
JOSÉ AGUSTÍN DE LA PUENTE CANDAMO (Pontificia Universidad Católica del Perú)
GABRIEL G UARDA GEYWITZ, O.S.B. (Academia Chilena de la Historia)
R ICARDO KREBS WILCKENS (Prof. Em. Pontificia Universidad Católica de Chile)
MATEO MARTINIC BEROS (Universidad de Magallanes)
HORST PIETSCHMANN (Universidad de Hamburgo)
LUIS SUÁREZ FERNÁNDEZ (Universidad Autónoma de Madrid)
VÍCTOR TAU ANZOÁTEGUI (Universidad de Buenos Aires)
Código Internacional: ISSN 0716-5439
ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA
Almirante Montt 454
Clasificador 245, Correo Central, Santiago de Chile
Correo electrónico: [email protected]
www.institutodechile.cl/historia
ESTUDIOS
BOLETÍN DE LA
ACADEMIA
CHILENA DE LA HISTORIA
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES
DE COCINA…
Año LXXIII - No 116 - 2007 - 275-309
ISSN 0716-5439
LA LETRA Y LA COMIDA.
UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA COMO
UN MEDIO DE RENOVACIÓN CULINARIA EN CHILE1
por
Carolina Sciolla*
Ricardo Couyoumdjian**
RESUMEN
El objeto del presente estudio es subrayar la importancia de los manuales de cocina como
un medio para la difusión en Chile de nuevas recetas y mostrar su evolución en sus
formas, entre mediados del siglo XIX y las primeras décadas del sigo XX. Se incluye una
bibliografía de libros de cocina publicados en Chile hasta 1914.
Palabras clave: gastronomía, manuales de cocina, bibliografía, cocina.
Durante la segunda mitad del siglo XIX la cocina en Chile experimentó un
cierto cambio en la forma de preparar los alimentos y, en menor grado, en los
ingredientes empleados. Esta evolución culinaria fue el resultado de la introducción de productos hasta entonces no disponibles en Chile y la masificación de otros, pero principalmente por la adopción de nuevas recetas y preparaciones procedentes del mundo europeo. La difusión de estas novedades se
llevó a cabo tanto por la vía de la imitación del ejemplo de inmigrantes
extranjeros y lo servido en cafés y restaurantes, como a través de sucesivas
ediciones en Chile de manuales de cocina y recetarios.
En la cocina tradicional chilena colonial no era usual la presencia de recetas escritas, que de poco servían por lo demás, entre una población mayoritariamente analfabeta y donde el principal mecanismo de transmisión de los
*
**
1
Pontificia Universidad Católica de Chile. Correo electrónico: [email protected]
Academia Chilena de la Historia y Pontificia Universidad Católica de Chile. Correo electrónico: [email protected]
Este trabajo forma parte de los proyectos Fondecyt 1030873 y 1070450 y DIPUC 4/2006.
Agradecemos a Rosario Valdés Chadwick sus comentarios al texto.
275
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
saberes culinarios era la mimesis y la transmisión directa de los conocimientos
adquiridos en la práctica. El analfabetismo era mayoritario entre las mujeres y
la cocina doméstica se entendía como una actividad propiamente femenina.
De ahí que los conocimientos y fórmulas se transmitieran oralmente a través
de la experiencia en las cocineras. El tradicional “cocinero” o chef propio del
desarrollo de la culinaria europea, era un personaje relativamente inexistente
en el Chile colonial y en la primera mitad del siglo XIX, aun cuando hay
ciertas menciones de su presencia. Uno de los favorecidos con un cocinero
francés fue Manuel Bulnes quien, cuando viajaba a sus tierras en el sur, lo
llevaba consigo, aunque en carruaje aparte2. El éxito o fracaso de las recetas
dependía en mayor medida de la habilidad y memoria de los aprendices en la
cocina y de la pericia y experiencia de quienes enseñaban las preparaciones.
La existencia de recetarios escritos es casi tan antigua como el arte de la
cocina, y la invención de la imprenta facilitó e hizo proliferar la difusión de
los mismos. Una Bibliografía de la gastronomía y la alimentación en España, da
cuenta de 1.361 obras publicadas sobre esta materia desde la llegada de la
imprenta a España en el siglo XV3.
LOS
MANUALES Y SUS ANTECEDENTES PENINSULARES
El libro o manual de cocina es un término muy amplio y aun ambiguo. En
su acepción más simple se reduce a una mera colección de recetas. Muchas
obras clásicas, empero, se extienden en consideraciones sobre la naturaleza y
propiedades de los alimentos, la forma de servirlos, o aun el ritual social que
debe ir asociado a la comida. El recetario que, para nuestros propósitos, es la
parte medular del libro de cocina, también forma parte de un todo mayor que
2
3
Eugenio Pereira Salas indica que las cocineras eran indígenas, y solo algunos gobernadores
tuvieron la preocupación de traer o designarse a un cocinero para su servicio, como es el caso
del gobernador Francisco de Meneses en el siglo XVII. Hay algunas referencias a la “negra
Rita”, esclava del gobernador García Carrasco, y se menciona también al cocinero Francisco
del Barrio hacia 1815 a cargo del banquete que brinda O’Higgins a San Martín; a la cocinera
Eugenia a cargo del banquete de recibimiento de Casimiro Marcó del Pont y el cocinero José
Antonio Apollinari responsable del banquete de recibimiento a Lord Cochranne en 1818.
Eugenio Pereira Salas, Apuntes para la Historia de la Cocina Chilena. Santiago, Sociedad de
Bibliófilos Chilenos, 1977, 76-77. Sobre Bulnes, véase Armando Donoso, Recuerdos de Cincuenta
Años Santiago, Editorial Nascimento, 1947, 256.
María del Carmen Simón Palmer, Bibliografía de la gastronomía y la alimentación en España.
Gijón, Ediciones Trea, 2003.
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LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
pretende abarcar no solo la preparación y conservación de alimentos sino
otros aspectos del manejo de la casa, incluyendo preparaciones de remedios
caseros, cosmética y buenos consejos de toda índole. No es del caso reparar
demasiado si la obra se califica a sí misma como libro de cocina, manual o
tratado, ya que los nombres son usados con cierta discrecionalidad.
El primer manual de cocina impreso en España en lengua vernácula es el
Regimen preservatiu e curatiu de la pestièlencia (ca. 1490) de Lluis Alcanyis, que
fue republicado en el siglo XVI nuevamente como Observaciones al comer y beber.
Para evitar la peste: disposición de las viandas, del beber carnes, salsas, quesos, peces y
aceite4. Luego vino el popular Arte cisoria o tratado del arte de cortar del chuchillo
que escribió Don Henrique de Aragón Marques de Villena, que data del siglo XV (ca.
1490) reeditado varias veces en un intento por difundir las buenas maneras de
cocinar y de la mesa5.
Hay otros dos tratados del siglo XV, que fueron la base de posteriores
ediciones sobre medicina, usos de mesa, gastronomía, cuidado de los niños y
regimiento de los príncipes: El Lilium Medicinae, seu practica. De ingeniis curandum morborum. De regimine aegritudimun… de Bernardo Gordonio, traducido al
castellano como Tratado del niño con regimiento del ama…6 y el libro de Pedro de
Gracia Dei, La crianza y virtuosa doctrina dedicada a Dona Isabel primera Infanta
de Castilla en la Universidad de Salamanca por un gallego, hijo del dicho estudio…
aparecido poco antes, que incluye un Apartado de mesa orden que se debe tener en
los maniares de la Casa de Júpiter7.
4
5
6
7
Lluis Alcanyis, Observaciones al comer y beber. Para evitar la peste: disposición de las viandas, del
beber carnes, salsas, quesos, peces y aceite. Notas manuscritas con letra del siglo XVII (ca. 1490).
Barcelona, Catalonia, 1914, 29 p. Valencia, Vicent García, 1992, 38 p. Colección de Incunables y Libros antiguos.
Enrique Aragón Marques de Villena, Arte cisoria o tratado del arte de cortar del chuchillo que
escribió Don Henrique de Aragón Marques de Villena; la da a la luz… la Biblioteca Real de San
Lorenzo del Escorial, Madrid, en la Oficina de Antonio Marín, 1766, 197 p. Madrid, Ediciones
Guillermo Blázquez, 1981, 197 p. Además de varias ediciones facsimilares y para bibliófilos a
fines del XIX y en el transcurso del XX,
Bernardo Gordonio, Lilum medicinae… Sevilla Meinardo Ungut y Estanilao Colono, 1495, 183
f. Edición corregida y enmendada, Toledo, a costa de Juan de Villaquirán de Gonzalo de
Ávila, 1513, 246 f. Luego en Madrid en 1697. Este tratado es rescatado con dos ediciones
facsimilares en el siglo XX en 1991y 1993.
Pedro de Gracia Dei, La crianza y virtuosa doctrina dedicada a Dona Isabel primera Infanta de
Castilla en la Universidad de Salamanca por un gallego, hijo del dicho estudio… Incluye, de manera
muy relevante un Apartado de mesa orden que se debe tener en los maniares de la Casa de Júpiter. S.L.
Salamanca, s.n. (ca. 1486), 20 h.; Ed. Antonio Paz y Meliá, Madrid, Sociedad de Bibliófilos
Españoles, 1892.
277
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
La literatura culinaria en el siglo XVI tiende a combinar el arte de la mesa
con las propiedades de los alimentos y bebidas, su forma de conservación y los
efectos sobre la salud una tendencia que se mantiene hasta el siglo XIX. Uno
de los libros más difundidos entonces es el Libro de Cozina de Ruperto de Nola,
cocinero de Fernando de Nápoles, que fue objeto de al menos diez ediciones
en España a partir de 15208. En la centuria siguiente aparecen dos otros
importantes manuales de cocina: el Libro del arte de cozina … de Domingo
Hernández de Maceras, publicado en Salamanca en 16079 y el Arte de Cozina
Pasteleria, Vizcocheria y Conserveria de Francisco Martínez Montiño, publicado
originalmente en Madrid en 1611. El texto, que tuvo aproximadamente 20
ediciones hasta 1807, llegó a numerosas bibliotecas americanas10.
Desde mediados del siglo XVIII este libro compitió con otras dos obras
culinarias. La primera es el Nuevo Arte de Cocina sacado de la escuela de la
experiencia económica… de Juan de Altamiras, que llevaba la “aprobación de
Francisco Ardis, de la Cocina de Su Magestad”, una prebenda que favorecía su
circulación. El libro de Altamiras, que tuvo 12 ediciones durante el siglo
XVIII y otras ocho en la primera mitad de la centuria siguiente, también
circuló en la América española. La segunda es el Arte de Repostería, en que
contiene todo género de hacer dulces secos, y en líquido, vizcochos, turrones, natas,
bebidas heladas de otros géneros, rosolís, mistelas, etc. Con una breve instrucción para
conocer las Frutas y servirlas crudas Y diez mesas con su explicación… de Juan de la
Mata, repostero de la Corte (Madrid, 1747) y que contó con seis ediciones
antes de finalizar el siglo XVIII11. Este manual habría de servir de inspiración
para los manuales de repostería del siglo XIX publicados en Chile y el resto
8
9
10
11
Rupert de Nola, Libre de doctrina pera ben servir: de Taller y Art de Coch… Barcelona, Carles
Amorós, 1520
Domingo Hernández de Maceras, Libro del arte de cozina en el cual se contiene el modo de guisar, de
comer en cualquier tiempo ansí carne como pescado, ansí pasteles, tortas y salsas, como conservas, y de
principios, y de postres a la Usanza española de nuestro tiempo. Compuesto por el cocinero en el Collegio
Mayor de Oviedo de la Ciudad de Salamanca. Salamanca Casa de Antonia Ramírez, 1607. Reeditado en La alimentación en la España del Siglo de Oro. por Val de Onsera, Huesca, 1998 y por la
Universidad de Salamanca ed. De Santiago López Laguna, 1999.
Francisco Martínez Montiño, Arte de Cozina Pasteleria, Vizcocheria y Conserveria, Madrid, Imprenta de Luis Sánchez, 1611 317 fs. (luego, Madrid, 1617, 1623, 1628, 1635, 1662, 1676,
1725, 1754, 1760, 1778, 1797, 1800, 1807, 1809; Alcalá 1637; Valencia, 1705, 1790; Barcelona,
1763, 1807.
Nuevo Arte de Cocina sacado de la escuela de la experiencia económica. Su autor Juan de Altamiras
dedícale a San Diego de Alcalá. Madrid, Imprenta Real 1745, tuvo cerca de 12 ediciones solo en lo
que restaba del siglo XVIII y cerca de 8 nuevas ediciones en el la primera mitad del siglo XIX.
278
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
de América, los cuales imitarán el esquema de presentación de las recetas y las
indicaciones para preparar las bebidas, añadiendo en muchos casos, recetas
extraídas de manuales franceses e italianos como una forma de ponerlas al
“alcance de todos”.
No sabemos de la impresión de libros de cocina en la América española
antes de la Independencia; en cambio, sí consta la existencia de recetarios
manuscritos. Un catastro de María del Carmen León García, para México
registra 18 de ellos, todos del siglo XVIII; uno de los cuales, el libro de cocina
del hermano Jerónimo de San Pelayo, ha sido editado recientemente12. También hay registros de recetas sueltas en el Perú, algunas de las cuales han sido
reproducidas por Rosario Olivas Weston, y en la actual Bolivia hay al menos
uno que ha publicado Beatriz Rossells13. De los recetarios manuscritos chilenos el más antiguo que se conoce es el que escribió el abate Juan Ignacio
Molina en Italia, tras el exilio y que recopila mayormente recetas italianas14.
En su Historia Natural menciona además productos de la tierra y destaca como
una preparación llamativa y gustosa la humita chilena. Eugenio Pereira Salas
en sus Apuntes para la historia de la cocina chilena menciona una receta para
preparar empanaditas, inserta en el libro de Caja de Juan José Concha hacia
1797, y es probable que se conserven otros cuadernos de cocina entre papeles
de familia o en algún convento15. La mayor parte de los datos que tenemos
sobre preparaciones culinarias en el período colonial corresponden a descripciones realizadas por cronistas y viajeros, que no constituyen recetas propiamente tales, sino que son datos puntuales dentro de un contexto mayor.
La cocina republicana chilena desde la primera mitad del siglo XIX se fue
formando a partir de dos tendencias: la consolidación de la comida criolla de
raigambre colonial, de estirpe española e indígena y luego mestiza, y las influencias extranjeras que llegaron tras la Independencia. Los manuales de
12
13
14
15
María del Carmen León García, El libro de Dominga de Guzmán, un documento personal del siglo
XVIII, México, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes Populares, 1997, 81-101; Libro de
Cocina del hermano fray Jerónimo de San Pelayo, México, siglo XVIII, México, CONACULTA, 2003,
179, (5). La publicación forma parte de una “Colección de Recetarios Antiguos”.
Rosario Olivas Weston, La cocina en el Virreinato del Perú, Lima, Escuela Profesional de Turismo
y Hotelería, Universidad de San Marín de Porres, 1996, 372-395; Beatriz Rossells, La gastronomía en Potosí y Charcas. Siglos XVIII y XIX. 800 recetas de cocina criolla. La Paz, editora Khana
Cruz, 1995, 129-182. El recetario corresponde al “Libro de cocina de doña Josepha de Escurrechea”, Potosí 1776.
Véase, Walter Hanisch, S.J. El arte de cocinar de Juan Ignacio Molina, Santiago, Ediciones “Nihil
Mihi”, 1976.
Pereira Salas, op. cit., 152.
279
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
cocina que se difundieron a partir de mediados de siglo permiten apreciar
este enriquecimiento y proporcionan un medio para estudiar la evolución de
las preparaciones a través de la comparación de recetas en libros sucesivos. No
obstante una marcada tendencia a copiarse unos de otros el formato y las
recetas, el número de estas va en aumento y se aprecia una paulatina y parcial
modificación de las preparaciones.
LOS
RECETARIOS IMPRESOS
La aparición en Chile de libros de cocina europeos parece coincidir con los
años de la Independencia. La biblioteca patrimonial de convento de la Recoleta Dominica de Santiago conserva un ejemplar de La cocinera del campo y de
la ciudad o nueva cocinera económica, libro basado en la obra francesa del mismo
nombre y al cual se le agregaron referentes de la cocina española según la
obra de Altamiras16; otro libro en esa biblioteca es La nueva cocinera curiosa y
económica y su marido el repostero famoso amigo de los golosos en dos volúmenes17, y
un tercero es el Manual del cocinero, cocinera, repostero, pastelero, confitero y botillero, por Mariano de Rementería y Fica (6ª ed París 1846), que parece ser la
traducción de un original francés18. De fecha posterior son un Arte novísimo de
cocina editado en París en 1862 y la novena edición de El libro de las familias.
Novísimo manual práctico de cocina española, francesa, americana, hijiene y economía
doméstica de 1862, cuyo título es sospechosamente similar a uno editado posteriormente en Chile19. Por su parte la Biblioteca Nacional de Santiago tiene un
ejemplar del Novísimo manual del cocinero y cocinera económicos de 185820.
16
17
18
19
20
La cocinera del campo y de la ciudad o Nueva cocinera económica. Traducción de la 31ª edición
francesa. Madrid, Tipográfica de F. de Mellado, 1801. Este libro tuvo en Madrid al menos
cinco ediciones más entre 1801 y 1883.
La nueva cocinera curiosa y económica y su marido el repostero famoso amigo de los golosos en dos
volúmenes, 2ª edición, Madrid, Imprenta de Don Eusebio Álvarez, 1825.
En las ediciones de 1838 del Manual de Rementería, este aparece como traductor del francés,
según el catálogo de la Biblioteca Nacional de España.
Arte novísimo de cocina. Aumentado o escelente colección de las mejores recetas. 4a Edición, Paris,
1862, 395 páginas; El libro de las familias. Novísimo manual práctico de cocina española, francesa,
americana, hijiene y economía doméstica. 9a Edición, Madrid, 1862, 571 páginas. Agradecemos
ambas referencias a Andrea Larroucau.
Manuel Rivadeneyra, Novísimo manual del cocinero y cocinera económicos de 1856 que comprende
más de 1500 recetas e indicaciones culinarias, arregladas conforme a la más sana y acreditada esperiencia de muchos años. Madrid, Calleja, López y Rivadeneyra, 1858.
280
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
No tenemos datos sobre el volumen de las importaciones de libros de cocina, pero la prensa de mediados de siglo da cuenta de algunos títulos disponibles. Es el caso de la Cocinera del Campo y de la Ciudad o nueva cocinera económica, que ofrecía a la venta la Librería del Mercurio en 1855. Este manual
contenía “método de servir y trinchar en la mesa, cocina francesa, inglesa,
alemana, española, rusa, italiana, gótica [sic], con más de 1400 recetas o
preparaciones…”21. Otro de estos libros extranjeros era El Cocinero Europeo de
Julio Breteuil, cuya quinta edición, “un tomo grueso en 12° con muchas láminas”, era anunciada a la venta en 1889. Era calificado como “el más completo
y moderno de los libros de cocina” y una “obra que contiene las mejores
fórmulas de las cocinas francesas y extranjeras”22. En todo caso, los libros de
cocina extranjeros habían cobrado suficiente difusión hacia 1840 para justificar el hecho que José Joaquín Vallejos (Jotabeche) haya publicado ese año un
artículo de prensa titulado “Tratado de Economía Doméstica por Abraham
Asnul, natural de Belén, gran miembro de la legión de los pelucas, etc.” que
se vale de este género para hacer una sátira al Presidente Prieto23.
Más influyentes desde el punto de vista de la difusión, son las publicaciones
locales, compiladas sobre la base de recetas familiares y, cada vez más, de la
copia de textos extranjeros. Estas ediciones se iniciaron en América después
de la Independencia. En México, los primeros dos libros el Novísimo Arte de
Cocina y el Cocinero Americano o colección de las mejores recetas para guisar al estilo
americano, datan de 1831 y siguen el modelo de Altamiras24. En Chile, los
primeros recetarios aparecen en 1851, si bien su popularidad solo se manifiesta a partir de la década siguiente, como lo demuestra la inclusión de recetas
en algunos almanaques25.
La difusión de estos recetarios va aparejado a dos hechos: El primero es el
paulatino aumento de la alfabetización en Chile que permite a un número de
mujeres cada vez mayor adentrarse en estos textos. El siguiente cuadro nos
21
22
23
24
25
El Mercurio, Valparaíso, 22-11-1855, 3.
Almanaque para 1889, Chillán, Librería Americana, 1889, 14.
José Joaquín Vallejos. Obras de Don José Joaquín Vallejo (Jotabeche), Santiago, Imprenta Barcelona
1911, 19-20. “Abraham Asnul” era el apodo de Jotabeche para Joaquín Prieto.
María del Carmen León García, Op. cit., 81-101. Salvador Novo, Cocina Mexicana o historia
gastronómica de la ciudad de México, Octava edición, México D.F., Editorial Porrúa, 2002, 109112.
Ver, por ejemplo, el Almanaque enciclopédico para 1866, Santiago, Imprenta del independiente
1866, 30-32, que incluye una cincuentena de recetas de “Dulces y Postres” o el “Manual de
Cocina”, incluido en el Almanaque de la Imprenta Gutenberg para 1887, Santiago, Imprenta
Gutenberg, 1886, 241-252.
281
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
muestra el número de personas que sabía leer y escribir según se consigna en
los sucesivos censos de población:
ALFABETIZACIÓN
EN
CHILE, 1854-1920
Año de
censo
Saben leer
y escribir
Población Total
Porcentaje de
alfabetización
total
Porcentaje de
alfabetización
mujeres
1854
193.898
1.439.129
13,47
9,7
1865
309.309
1.819.223
17,00
13,8
1875
477.321
2.075.971
22,99
19,8
1885
731.263
2.527.320
28,93
26,2
1895
855.495
2.687.985
31,83
29,2
19071
1.014.847
2.017.094
50,31
37,9
19201
1.465.918
2.314.782
63,33
49,5
1
Excluye Tacna y Arica. Fuentes: Markos Mamalakis, Historical Statistics of Chile, Vol. II Demography and the Labor Force, Westport Ct., Greenwood Press, 1980, 142; Juan Braun y otros, Economía Chilena, Estadísticas Históricas, Santiago, Instituto de Economía UC. Documento de Trabajo 187, 2000. 242.
Frente a estos antecedentes hay que hacer dos consideraciones: Primero,
las cifras de alfabetización en los censos hasta 1895 inclusive, consideran la
población total del país, mientras que desde 1907 solo se consideran a los
mayores de 15 años. Ahora bien, si se excluye la población preescolar, sobre
las cuales hay datos para los censos de 1885 y 1895, la tasa de alfabetización
supera el 30 por ciento 26. Segundo, es preciso distinguir entre los habitantes
urbanos y los del campo. No tenemos datos desagregados para unos y otros,
pero está claro que el acceso a la educación era mucho más limitado en las
áreas rurales, según lo advierte Sol Serrano 27. Siendo que población rural
26
27
Para este cálculo se ha restado a la población total, la mitad de la cohorte de 0 a 9 años, no
existiendo un desglose para la cohorte de 0 a 4 años.
Sol Serrano, “La escuela esquiva. Educación rural en el siglo XIX”, en Vida Rural en Chile
durante el siglo XIX, Santiago, Academia Chilena de la Historia, 2001, 9-23.
282
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
representaba el 65 y 58 por ciento del total en los censos citados, hay razones para pensar que la proporción de mujeres urbanas que podían leer era
significativa.
La segunda consideración se relaciona con la introducción de cursos de
economía doméstica en las escuelas primarias del país a partir de la década
de 1860. La Ley Orgánica de Instrucción Primaria aprobada en noviembre
de ese año disponía en su artículo 3° que en los establecimientos para mujeres se debían impartir cursos de “economía doméstica, costura, bordado y
demás labores de aguja” en lugar de enseñar dibujo lineal y la Constitución
Política, como se debía hacer en las escuelas para hombres28. En un comienzo el énfasis de estos cursos estaba en la enseñanza de “labores de mano”, es
decir, costura y tejido, como sucedía en las escuelas de la Sociedad de Instrucción Primaria” 29. Sin embargo, y pese a no incluir propiamente clases de
cocina se consideraban diversos aspectos relacionados con la compra de
alimentos, la forma de reconocer su calidad, y los medios para su mejor
preservación, como lo atestiguan algunos manuales. Es el caso de los Elementos de Economía Doméstica e Higiene Casera, de la educadora Eduvigis Casanova
de Polanco y los Principios de economía doméstica para el uso de las escuelas i
colejios de mujeres de Manuel Miquel 30. Para 1906, cuando se fundó el Instituto de Educación Física y Manual destinado a la formación de profesores el
curso de Economía Doméstica estaba firmemente establecido en el currículo. Además de los cursos de biología, bioquímica, nutrición, economato y
administración doméstica, los futuros profesores tenían clases prácticas de
cocina cuya intensidad iba aumentando conforme avanzaba la carrera: tres
horas a la semana en primer año, seis horas en segundo año y nueve horas
en tercero 31.
En una primera aproximación para evaluar el impacto de los libros de
cocina sobre la forma de preparar la comida, se ha elaborado una bibliografía
de estas obras publicadas en Chile desde mediados del siglo XIX hasta 1914,
28
29
30
31
Ley Orgánica de la Instrucción Primaria de 24-11-1860 en Manuel Antonio Ponce, Prontuario
de la Legislación Escolar, Santiago, Imprenta Ercilla, 1890, 1-11.
Javier Arlegui R., Memoria de los trabajos de la Sociedad de Instrucción Primaria de Santiago i
documentos relativos a ella, Santiago, Imprenta de La Libertad, 1867, 5-6.
Eduvigis Casanova de Polanco, Elementos de Economía Doméstica e Higiene Casera, Santiago,
Imprenta y Librería del Mercurio, 1876 y Manuel Miquel, Principios de economía doméstica para
el uso de las escuelas i colejios de mujeres, Santiago, Imprenta del Ferrocarril, 1861.
Departamento de Alimentación y Educación para el Hogar del Instituto de Educación Física
de la Universidad de Chile, La educación para el hogar. Apartado del Boletín de Educación Física,
N° 55, enero 1948, 3-4. Esta sección fue escrita por Ana Prebecke de H.
283
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
la que comprende 56 títulos y que se inserta al final del trabajo. Bajo el
término de libros de cocina hemos incluido también para los primeros años
algunos almanaques que incluyen recetarios. Esta lista, compilada a partir de
la Estadística Bibliográfica de la Literatura Chilena de Ramón Briseño, del Anuario de la Prensa Chilena, de los repertorios preparados por Eugenio Pereira y
Walter Hanisch, catálogos de bibliotecas y otras fuentes, es incompleta y nos
consta la existencia de ediciones no registradas32. La escasez de ejemplares en
bibliotecas se explica por el uso al que están sometidos los manuales de cocina por parte de las dueñas de casa y las condiciones en que se consultan, todo
lo cual no contribuye a su preservación.
LIBROS
DE COCINA PUBLICADOS EN
CHILE, 1851-1914
Si tomamos como indicador el número promedio de libros con recetas de
cocina editados en cada año, vemos que el gran aumento se produce a partir
de 1900. Esta tendencia coincide con dos fenómenos ya observados: el aumento de la alfabetización femenina y la incorporación de clases de cocina en la
asignatura de economía doméstica. El mayor interés por la cocina se refleja
en la creación de la Sociedad Cordon Bleu cuyas memorias anuales, las que
incluyen recetas de cocina, comienzan a aparecer en 1908, y la Sociedad
Confederación de Arte Culinario, posiblemente una asociación gremial, fundada en 190633. Expresión del mismo fenómeno es la incorporación de una
sección de menús y recetas en la revista Zig-Zag a comienzos de 1909 escrita
con el seudónimo de “Catalina”34. La revista publicaba cartas de las lectoras,
muchas de ellas de provincia, preguntando por recetas: algunas se interesaban
por preparaciones relativamente tradicionales, como “Olivia” de San Carlos,
que preguntaba por empanadas de horno, o la dueña de casa de Los Ángeles
que pedía la de la carbonada. Otras, en cambio, se interesaban por platos más
sofisticados, como ser los choux a la crême, según preguntaban desde Valdivia, o
las perdices en champaña35. Una lectora de Rancagua solicitó derechamente a
32
33
34
35
Ver notas 3 y 4.
Esta última, que obtuvo personalidad jurídica en 1908, según consta en la portada para su
memoria anual de 1916.
La sección aparece a partir del N° 203 de Zig-Zag de 9-1-1909.
Zig-Zag, N° 219, 1-5-1909, Id., N° 245, 31-10-1909; Id., N° 251, 4-12-1909. No sabemos si estas
cartas no eran genuinas o si las inventaba la redactora; en todo caso nos parecen ilustrativas
de lo que se suponía era el interés de las lectoras.
284
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
“Catalina” que le recomendara un libro de cocina, pero esta evitó pronunciarse a favor de alguno en especial36. La moda de incluir recetas en publicaciones periódicas la encontramos también en la revista Familia y aun en los
primeros números de El Agricultor, publicado por la Sociedad Nacional de
Agricultura a partir de 1916.
LOS
MANUALES SELECCIONADOS
De los libros a los cuales se ha podido acceder y obtener copia, se han
analizado ocho que están fechados entre 1851 y 1911 y que se consideran
representativos de este género. El recetario impreso más antiguo que se registra para Chile es el atribuido a Eugenio Marín, Ciencia Gastronómica. Resetas de
guisos i potajes para postres, publicado en Santiago en febrero de 185137, y el
36
37
Zig-Zag, N° 251, 4-12-1909.
Ver bibliografía de manuales de cocina ítem 1. Es Pereira Salas quien indica el autor, probablemente a partir de los comentarios al libro en un periódico de Talca (op. cit. 152) Una inscripción manuscrita en la portada lee: “Esta obra es propiedad esclusiva de Eulogio Martín”. Hernán Eyzaguirre Lyon, en su libro Sabor y saber de la cocina chilena, Santiago, Andrés Bello, 1986,
65, menciona el Arte gastronómico de 1851, como un folletín culinario ejemplo de las influencias
del refinamiento gastronómico francés, destacando la diversidad de sus recetas.
285
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
manual más antiguo al que hemos tenido acceso es el denominado Arte Gastronómica. Resetas de guisos i potajes para postres38, publicado en diciembre de ese
mismo año y que es una edición “considerablemente aumentada” de la Ciencia
Gastronómica. El Arte Gastronómica, comprende dos partes, cada una ordenada
alfabéticamente por título: la primera, de platillos salados, comprende 65
preparaciones; la segunda de “postres” contiene 72 recetas. A ellas agrega una
“Adición” con cuatro recetas para hacer fiambres y embutidos para llegar a un
total de 141.
El siguiente manual seleccionado es el Cuaderno de Guisos i Postres, publicado en 1866. Incluye una buena parte de las recetas del Arte Gastronómico y
otras nuevas hasta alcanzar a un total de 182. Están distribuidas en dos secciones: la primera con 60 recetas de guisos y la segunda con 122 preparaciones
de postres y dulces. El libro tiene un índice alfabético de recetas al final39. Un
extracto de 52 recetas de la sección de “Dulces i Postres”, fue publicado por el
Almanaque enciclopédico para el año de 1866, por la misma imprenta40.
A este le sigue El cocinero chileno: diversidad de guisos y postres cuya confección
está al alcance de todos, cuya tercera edición fue publicada en 1871, sin que se
conozcan ejemplares de las ediciones anteriores41. La primera parte, “Diversidad de guisos” comprende 81 recetas numeradas; la segunda parte “Diversidad de postres” contiene 125 recetas, a lo que se agrega un apéndice denominado “Guisos caseros” con otras 51 recetas.
El mayor número de recetas de postres en estas tres obras hace pensar que,
en un comienzo, las innovaciones se dieron con más intensidad en el mundo
de la confitería y pastelería, antes que en mundo de los platillos salados,
quizás porque la cocina dulce demanda mayor precisión que la salada.
38
39
40
41
Arte Gastronómica. Resetas de guisos i potajes para postres, Santiago, Imprenta de la República,
diciembre, 1851. 36 p.
Cuaderno de Guisos i Postres. Santiago, Imprenta de El Independiente., 1866, 42 p.
“Dulces i Postres”, en Almanaque enciclopédico para el año de 1866, Santiago, Imprenta de El
Independiente, 1865, 30-32. Los almanaques y guías frecuentemente incluían recetas y consejos de economía doméstica. En la Guía para Santiago y Valparaíso de 1858, al final de una serie
de consejos domésticos y de higiene se incluyen ocho recetas para hacer helados: de crema,
de almendras, de vainilla, de café, de chocolate, de alfónsigos, de céfiro (cítricos) y de
toronja. Ver Guía de Valparaíso y Santiago o Repertorio General para el año de 1858. Año primero
entrega primera. Valparaíso, Imprenta del Comercio, 1858, 140.
El cocinero chileno: diversidad de guisos y postres cuya confección está al alcance de todos. Tercera
edición correjida i aumentada con más de 50 guisos de los que se hacen comúnmente en toda casa.
Santiago, Imprenta de la “República”, 1871. 88 p. La primera edición, de la cual solo tenemos
referencias, es de 1864.
286
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
El cuarto libro seleccionado es el tomo primero del Libro de las Familias que
lleva por subtítulo Nuevo Manual de Cocina conteniendo 377 recetas de guisos
escojidos de las cocinas francesa, española, chilena, inglesa e italiana. El ejemplar
analizado corresponde a una “nueva edición aumentada” publicada en 188242,
y tal y como se indica en la portada, las 377 recetas corresponden a platos
salados, ya que las recetas de postres y dulces, están contenidas en otro tomo
del El Libro de las Familias, el Manual de Confitería, Pastelería Repostería y Botillería de 187643.
El siguiente libro incluido para nuestros propósitos es el Nuevo Manual del
Cocinero Práctico Chileno, aparecido en 1883 y que fuera reeditado en 1893 y
189644. Este manual, el más extenso de la selección, incluye un total de 677
recetas, de las cuales 463 son preparaciones saladas y las 214 restantes son
dulces. El cambio en la proporción de recetas de guisos y postres, a favor de
los primeros coincide con la creciente difusión de la cocina francesa en Chile
a partir de los años 80.
El sexto libro, un clásico del tema, es la Enciclopedia del Hogar de la Tía Pepa,
cuya autoría es atribuida por Agustín Edwards a Rafael Egaña, del cual solo se
pudo ubicar el segundo volumen, o la “segunda serie”, publicado en 189945.
A continuación se tomó una nueva edición del anterior, Mi Tía Pepa o la
Dueña de Casa, aparecida en 190746. Se trata de un extenso manual de economía doméstica que, además de entregar alrededor de 500 recetas, incluye tres
capítulos con preparaciones de tocador, consejos de higiene y medicina y un
42
43
44
45
46
El Libro de las Familias. Nuevo Manual de Cocina conteniendo 377 recetas de guisos escogidos de las
cocinas francesa, española, chilena, inglesa e italiana, arreglado para el uso de las familias del país.
Nueva edición aumentada. Valparaíso, Librería del Mercurio de Orestes L. Tornero, 1882, 103. p.
El Libro de las Familias. Tercera parte, Manual de Economía doméstica. Santiago y Valparaíso, Imprenta de la librería del Mercurio 1877. 100 páginas. Una parte anterior lleva por subtítulo Manual
de la Salud. Reglas jenerales sobre hijiene, etc., Valparaíso, Imprenta del Mercurio, 1876, 128 p.
El Libro de las Familias. Segunda Parte. Manual de Confitería, Pastelería Repostería y Botillería. 258
recetas de postres de toda clase: Masas, tortas, pasteles... Valparaíso, Librerías del Mercurio, 1876.
Nuevo manual del Cocinero Práctico Chileno. Colección escogida de guisos y postres de las cocinas
francesa, española, alemana italiana y chilena. Arreglado expresamente para el uso de las dueñas de
casa chilenas. Contiene además gran número de recetas puestas al alcance de todos para postres de todas
clases, dulces de almíbar, helados, frutas en aguardiente, etc., Valparaíso, Imprenta del Nuevo
Mercurio, 1883, 223.
[Rafael Egaña] Tía Pepa, Enciclopedia del hogar por la…: cocina, repostería, helados, bebidas, licores,
tocador, medicina e hijiene, homeopatía, economía doméstica, por… Santiago, Imprenta y Encuadernación Esmeralda, 1899, 365 p.
Flavio Becerra M., (ed.) Mi Tía Pepa o la Dueña de Casa. Enciclopedia del hogar conteniendo las
mejores recetas de las diferentes cocinas, etc. Santiago, Imprenta Cervantes, 1907, 283 p.
287
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
capítulo de recomendaciones y datos generales para la dueña de casa. Interesa destacar que la tirada de esta edición fue de 10.000 ejemplares, según se
indica en la misma. Otro manual de cocina, el Cordon Bleu de Lucía Vergara
de Smith, publicado en 1908, se editó en dos mil ejemplares que pronto se
agotaron, vista la aparición de una nueva edición aumentada al año siguiente.
Por último se escogió La negrita Doddy, Nuevo libro de cocina, enseñanza completa de la cocina casera i parte de la gran cocina, publicado en 1911 escrito bajo el
seudónimo de Lawe por un autor que no hemos podido identificar. La obra
presenta innovaciones formales y su autor advierte que fue elaborado:
tomando por base el gran libro de cocina de Jules Gauffé, cocinero del Jockey
Club de París i recopilando infinidad de recetas de la cocina francesa, inglesa,
alemana, española, italiana etc., para proporcionar a mis lectoras un libro útil,
para cualquiera circunstancia, tanto para la comida de diario, como para grandes comidas, té, cena, etc., aliviando así su pesada tarea de dueña de casa i más
en las actuales circunstancias en que la servidumbre se ha hecho tan escasa i la
vida tan difícil47.
Se ha dicho antojadizamente que los primeros recetarios publicados corresponden a recopilaciones o transcripciones de recetas que se remontan a la
época colonial. Es posible que así sea en algunos casos, pero faltándonos
fuentes coloniales para afirmarlo, parecería que lo más frecuente, si no lo
habitual, era la copia reiterada de recetas individuales o de la obra completa
de los manuales europeos en boga en la época, como por ejemplo sucede
claramente con El Confitero Moderno de José Maillet, publicado en Barcelona
en 185148, del cual se copiaron muchas recetas en el Libro de las Familias, no
solo de confitería, y pastelería sino que del arte de las conservas, los licores,
las destilaciones, etc. Ya mencionamos El Libro de las Familias de 185449 que
47
48
49
Lawe. La negrita Doddy: nuevo libro de cocina, enseñanza completa de la cocina casera i parte de la
gran cocina con un apéndice de recetas útiles i de los deberes de una dueña de casa. Santiago: Soc.
Imprenta y Litografía, Universo, 1911, 427.
José Maillet, El Confitero moderno. Tratado completo y práctico de confitería y pastelería, del licorista y
de toda clase de refrescos pertenecientes a la repostería, con el método de preparar toda clase de encurtidos. Barcelona Imprenta y Librería de la Sra. V. E. H. de Mayor, diciembre de 1851. Edición
facsimilar. Valencia, Editorial Paris-Valencia, 1999.
Libro de las Familias y Novísimo manual práctico de cocina española, francesa y americana. Higiene y
economía doméstica. Contiene mas de dos mil formulas… tratados especiales de pastelería, confitería y
repostería, diversas recetas y secretos de tocador, medicina domestica… Madrid, 1854. De este manual
constan al menos 19 ediciones en España, hasta 1881, muchas de ellas aumentadas y corregidas de manera sucesiva.
288
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
inspira a su homónimo chileno, y podríamos agregar el caso de la octava
edición del Novísimo arte práctico de cocina perfeccionada de José Antonio Giménez y Fornesa publicado en Valparaíso en 1880, cuyas anteriores ediciones
corresponden a las que aparecieron en España50. Algo semejante sería el caso
de la Enciclopedia del Hogar de la “Tía Pepa” que usa la segunda persona plural
para las recetas, una forma verbal común en España pero inusual en Chile.
LAS
RECETAS: SU FORMATO
Para efectuar comparaciones entre los manuales se elaboraron algunas
plantillas que permiten tener una visión de conjunto de los contenidos de
cada uno y comparar recetas con el mismo nombre o que correspondan a
platos semejantes por sus ingredientes o por su preparación, de manera de
comprobar el grado de innovación o copia en los recetarios y la introducción
de nuevos formatos de presentación de las recetas.
En los manuales consultados, el modo general de la presentación de las
recetas difiere en mucho de las actuales directrices para este género. Las
recetas son encabezadas por el nombre del platillo y le sigue un párrafo
entero, por lo general ausente de puntos aparte, en el cual se relata sucintamente las etapas de la preparación y los ingredientes usados en cada paso. Un
ejemplo de este formato es la receta para la Salsa Blanca de 1851.
Salsa blanca.– Se deshace una cucharada de harina flor o de chuño en una
cantidad de agua suficiente para que quede bastante clara, se puede también
deshacer en caldo, se sazona con sal i pimienta i nuez moscada, cuando la
harina o chuño esté cosido [sic] se retira del fuego i se le pone un poco de
mantequilla frezca [sic]. Antes de servirla se le añade el jugo de un limón o
vinagre, una o dos yemas de huevos deshechos en esta salsa, la hacen más
agradable51.
Medio siglo más tarde, el formato general de la exposición de las recetas
permanecía igual. Solo se había adoptado la modalidad de separar el texto en
pequeños párrafos conforme discurre la preparación y el orden de incorpora-
50
51
José Antonio Giménez y Fornesa, Novísimo arte práctico de cocina perfeccionada, repostería, y arte
de trinchar. 7ª edición. Valencia Librería de Pascual Aguilar, 1882, 875 p. Constan al menos 12
ediciones en España, hasta 1898.
Arte gastronómico, op. cit, 14, “Salsa blanca”.
289
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
ción de los ingredientes, como se aprecia en la receta equivalente de La Tía
Pepa de 1907:
Salsa blanca.– Poned en una cacerola un pedazo de mantequilla del tamaño de
medio huevo, con una cucharada de harina. Dejad un momento al fuego cuidando de revolver, a fin de que la harina se deshaga. Añadid un vaso de agua
caliente i sazonad con sal i pimienta.
Cuando la salsa esté espesa, retirad del fuego i agregad una yema de huevo
deshecha de antemano en un poco de vinagre blanco para que se incorpore.
Dejad a la orilla del fuego para que no hierva52.
Solo a partir de la segunda década del siglo XX, aparece el concepto de
detallar primero los ingredientes y sus cantidades antes de entrar a explicar
las sucesivas etapas de la preparación. La primera receta que comienza por
indicar los ingredientes requeridos corresponde a la a un budín de chocolate
publicado en el Cocinero Chileno de 1871:
Budín de Chocolate.– Seis onzas de azúcar en polvo, ocho huevos, cuatro onzas
de almendras peladas i picadas mui menudito, cuatro onzas de chocolate rayado i dos onzas de harina flor…53.
Sin embargo, el primer libro de cocina chileno analizado que emplea el
actual sistema de recetas, respetando el esquema de título, número de personas, ingredientes y preparación, es el de La negrita Doddy. Su receta para la
salsa blanca está presentada como sigue:
Salsa blanca.– Para una salsa para seis personas se necesitan:
Noventa gramos de mantequilla.
Treinta gramos de harina.
Tres decilitros de leche caliente, un poco de sal i pimienta.
Se ponen en una cacerola de cabida de un litro: treinta gramos de mantequilla,
reservando aparte los sesenta restantes, treinta gramos de harina; se mezcla la
harina con la mantequilla, se añaden la sal i la pimienta i se vierten poco a
poco los tres decilitros de leche caliente. Se le da un hervor. Esta mezcla debe
tener la consistencia bastante para cubrir el revés de la cuchara con una capa
de dos milímetros. Se retira a un lado i se le agregan los sesenta gramos restante de mantequilla en pedacitos para que se derrita mejor. Se revuelve i se sirve
inmediatamente54.
52
53
54
Becerra, op. cit., 18.
El Cocinero chileno, op. cit. 27. “Budín de Chocolate”.
Lawe, op. cit., 30.
290
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
Los primeros recetarios revisados tampoco indican cuántas porciones resultan
de la preparación. En la actualidad resulta clave conocer el número de personas
para las que alcanza una receta, por cuanto asegura que la preparación permita
atender a todos, evita que se produzcan exceso de sobrantes y permite racionalizar las compras de los ingredientes y la organización de la despensa. Determinar
las porciones resultantes de una preparación también permite distribuir porciones equivalentes entre los comensales al momento de servir.
Sin embargo, ninguno de estos factores parece haber sido relevante como
para indicar el número de porciones resultantes. Tampoco parece existir preocupación por el costo de los alimentos al momento de establecer cantidades,
ni la hay por la repartición equitativa de la comida preparada y lo que pueda
sobrar de la misma. Ello se explicaria porque a la mesa familiar asistía un
número grande e indeterminado de comensales, a los que se agregaba el
personal de servicio. Era mucho más importante que la mesa estuviera abundantemente provista, especialmente cuando había invitados, de modo “que no
se notara pobreza”. La distribución del alimento se producía naturalmente en
la mesa conforme los asistentes lo iban consumiendo, a la vez que las jerarquías sociales determinaban quienes consumían las mejores presas o las porciones más abundantes. Es muy probable que los sobrantes fueran traspasados
a la “mesa del pellejo” o distribuidos en los conchos –paquetes que se llevaban
para los que no habían podido asistir– o eran reutilizados en la mesa de la
corcoba al otro día55.
Es posible que esta falta de precisión en las cantidades pudiera obedecer
también a la forma tradicional de servir la comida. Durante el periodo hispano y aun en los comienzos de la República, de ordinario se llevaba la mesa
una bandeja con el preparado y cada comensal se servía libremente de ella. El
platillo servido en forma individual solo comienza a tener alguna relevancia a
partir del siglo XVIII por influencia francesa, que había adoptado el servicio a
la rusa, de porciones que se llevaban servidas al comensal. Según Pereira Salas
existía hasta entonces “el uso de la escudilla fraternal que se compartía, al
igual que el vaso con los vecinos”56. Felix Maynard, un viajero francés invitado
a una cena en Talcahuano en 1850, comenta sobre la ausencia de vasos y
botellas en la mesa, pero registra la existencia de “platos y fuentes de loza…
tenedores y cucharas de plata masivamente labradas… y chichillos de hoja
larga, verdaderos chuchillos de caza con mango de hueso…57. Este autor no
55
56
57
Pereira Salas, op. cit., 53.
Ibid. 21.
Felix Maynard, Voyages et aventures au Chili, Paris, Librairie Nouvelle, 1858, 203.
291
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
nos precisa si se tomaba la comida directamente desde la fuente sobre la mesa
o si había criados que pasando por cada comensal le servía especialmente,
como fue en el caso del almuerzo ofrecido por Adriana Montt al almirante
Blanco Encalada en 1826 cuando era Director Supremo58.
LAS
MEDIDAS
Muy ligado a lo anterior está la ausencia total o parcial de medidas en las
recetas59. El problema es doble. Por una parte, las cocinas de entonces no
contaban con balanzas para pesar los ingredientes aunque sí podían tener
medidas de volumen como botellas, tazas o cucharas. Por otra parte los pesos
y medidas utilizados en el comercio para la venta de alimentos distaban de ser
exactos y solía suceder que la diferencia fuera en favor del comerciante. El
problema era antiguo. Fueron muchos los intentos del Cabildo por regular los
sistemas de pesos y medidas para el expendio de mercaderías y muchos bandos fueron publicados con el fin de sancionar estrictamente a los comerciantes que intentaban defraudar a los clientes falseando o cambiando las piedras
y las masas de las pesas que se utilizaban en el mercado. Las cantidades también solían expresarse en relación al precio del producto, un recurso factible
en una época de precios más o menos estables. Mary Elizabeth Causten que
estuvo en Chile a mediados del siglo XIX, señala que “ningún comestible a
excepción del pescado de la mar se vende al peso” 60.
La aplicación del sistema métrico decimal en Chile dispuesto durante el
gobierno de Manuel Bulnes para las oficinas de aduana, solo vino a tener
aplicación en las estadísticas comerciales en 1863 y la generalización de su
empleo demoró mucho más61. El Cocinero Chileno de 1871, y el Libro de las
Familias de 1882 indican las cantidades en libras y onzas, cuando no lo hacen
58
59
60
61
Carta de Adriana Montt a José María de León, julio de 1826, reproducida por Darío Ovalle
Castillo, El Almirante Blanco Encalada. Su correspondencia, Santiago, Imprenta “El Imparcial”,
1934, 356-357.
Isabel Cruz y Rosario Valdés, ¿Preparar sin taza ni medida? Arte de cocinar en el antiguo Régimen,
versus la actual receta de cocina. Informe de Proyecto Fondecyt Nº 1030862, Sensibilidad y sociabilidad en las prácticas, creaciones y espacios culturales en Chile 1541-1820. Estudio historiográfico e
interdisciplinario.
Mary Elisabeth Causten, “Chile hace cien años”. Boletín de la Academia Chilena de la Historia,
Vol. VIII, No 19, 1941, 41-42, citada por Pereira Salas, op. cit., 89-91.
Armando de Ramón y José Manuel Larraín, “Una metrología colonial para Santiago de Chile:
de la medida castellana al sistema métrico decimal”, Historia N° 14. Santiago, 1979, 5-66.
292
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
en unidades, lo que puede obedecer tanto a la costumbre de las cocineras
como a la copia textual de un libro anterior62.
Las deficiencias en los pesos y medidas usados en el expendio de alimentos
y bebidas, sumada a la falta de balanzas en las cocinas explica la prescindencia
de estas en las recetas. En cambio, las recetas recurren al número de unidades. Por ejemplo, lo corriente es que las carnes se midan por unidades correspondiente al corte, a la pieza o al animal completo como sucede con las aves
grandes o los pescados: un lomo, un pollo, la gallina, el capón, el estomaguillo, un pato, la pierna de cordero, el pescado, una cabeza de vaca, una cabeza
de cerdo, las costillas, una lengua, una malaya, una corvina o el congrio. Otras
veces se hace mención a trozos sin especificación del tamaño o la cantidad
como sucede con el tocino o la carne picada.
Algo similar sucede con los vegetales grandes que se utilizan por unidades:
la coliflor, el repollo, la calabaza y el zapallo; los huevos, sean estos enteros o
separados en yemas y claras siempre son mencionados por unidades.
Para los vegetales pequeños o de hojas no se especifica número de unidades sino que se mencionan solo como cebollas, ajos, papas, zanahorias, puerros, zapallitos, tomates, arvejas, acelgas, ajíes dulces, porotitos verdes, dando
a entender que es más que una unidad, pero sin precisar cuántas.
Lo mismo ocurre con los vegetales o condimentos de hojas o de ramas:
acelgas, perejil, laurel, apio, hojas de naranjo, hierbabuena, etc. Otros vegetales también se mencionan en cantidades indeterminadas: trozos, ruedas o
rodelas de: limón, de cebollas, de zanahorias, de papas, de ajíes, de apio, de
repollo, de lechuga.
Las especias y condimentos simplemente se mencionan sin aludir medida
alguna; solo excepcionalmente se indica la narigada de canela, de azafrán, de
pimienta de olor, pimienta dulce, pimienta picante, las astillas o pedazos de
canela o un clavo de olor entero. Los “poquitos” o “puñados” de algunos
ingredientes de los recetarios de 1851 y de 1865, a partir del Cocinero Chileno
de 1871 –y conforme avanza el siglo– se transforman en las “cucharadas o
cucharaditas”: una cucharada de harina, de color, de azafrán, de color, de
mantequilla, de mostaza, de aceite, de leche, de vinagre. Pero estas denominaciones no desaparecen del todo: en 1899, la Tía Pepa indica poner “un buen
puñado de pasas” en una receta de torta. Aún hoy se mantiene la tendencia63.
62
63
Véase, por ejemplo, la receta de torta de bizcocho en El Cocinero Chileno [41], 60, o la de
estofado de vaca en El libro de las familias, op. cit. [42], 41.
Egaña, op. cit., 187.
293
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
La indicación de unidades en lugar de medidas de peso, conforme a la
preferencia de los recetarios de entonces, no resulta aplicable para la preparación de masas, dulces y postres. En los recetarios más antiguos las recetas
frecuentemente expresan cantidades en onzas, en libras, cuartillos o cuarterones normalmente aplicados a productos como la azúcar, la harina, las almendras enteras o molidas, la grasa o la manteca. El “Budín de caramelos”, según
receta de 1851 especifica
media libra de arina [sic], doce onzas de riñonada de ternero picada mui fina,
media libra de pasas, ocho huevos mui batidos, una copita de aguardiente,
azafrán, un limón rayado, canela en polvo i leche…64
Para los “Buñuelos fritos o en horno (1866) se pide
Medio cuartillo de agua caliente, dos onzas de mantequilla, una de azúcar,
canela, la rayadura [ralladura] de un limón, diez onzas de harina…65.
La mayoría de las veces las referencias a los líquidos no indican medida
alguna, y si las hay se trata de unidades caseras como “vasos”, “tasas”, “copitas”, “pocillos”, “medio pocillo”; en otras ocasiones se indican cuartillos de
agua, de caldo, vino, leche, oporto, aceite, anís, coñac, aguardiente o agua de
azahar hasta llegar al uso del litro. Algunos sólidos escurribles como el azúcar,
los cereales, la harina, el queso rayado o las migas de pan, también son medidos en vasos, tasas, pocillos o fuentes.
Ciertos vegetales o cereales o legumbres, como el arroz, los garbanzos, las
papas, los porotitos verdes (o frejolitos nuevos), la tapioca, y a veces la mantequilla, se mencionan en onzas. Otra medida frecuente para este tipo de productos era el almud, medida de volumen equivalente a 8,08 litros. Otra forma
de indicar medidas es en relación a los recipientes que contenían el producto,
como ser las botellas de leche y crema o los jarros de aguardiente: Una receta
para bizcochuelos de leche especifica “dos botellas de leche [que] se mezclan
con la cuarta parte de medio [sic] de grasa quemada”66; para una Carlota
Rusa se ordena:
64
65
66
Arte astronómico, 17, “Budín de caramelos”. La grasa arriñonada es de ternero, que se diferencia de la grasa empella, de vacuno, por ser de textura más blanda y de olor más suave.
Cuaderno de Guisos i Postres, op. cit., 17. “Buñuelos fritos o en horno”.
Ibid. 25, “Biscochuelo de leche”.
294
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
tomad ocho yemas de huevos frescos, deshaced estas yemas en una botella de
crema, en que se habrá puesto en infusión, dos narigadas de azare [¿azahar?],
juntando allí un cuarterón de almendras dulces i cuatro [almendras] amargas
bien molidas67.
Una temprana excepción a estos formatos la encontramos en las recetas de
las sopas “al Conde de París”, “Juliana” y “a la Condé”, en el manual de 1851,
probablemente copiadas de algún recetario extranjero, que indican cantidades precisas de ingredientes y tiempos de cocción:
Sopa al Conde de París.– Tómese tres onzas de harina de arroz, se echa en una
cacerola con seis vasos de caldo que se echarán poco a poco, teniendo cuidado
de deshacer bien el arroz en el caldo. Póngase al fuego revolviéndolo continuamente hasta que esté cosido [sic]; una hora de cocimiento es suficiente: al
tiempo de servirla agréguesele un vatido [sic] de cuatro yemas de huevo deshechas en un vaso de leche i un pedacito de mantequilla68.
Los diferentes criterios –unidades, peso, volumen y precio– solían combinarse en una misma receta. Vayan algunos ejemplos.
Bollitos.– Se baten seis huevos con cinco claras como para bizcochuelos, media
libra de azúcar, cuatro reales de mantequilla, un poco de anís machucado i la
harina precisa para que quede la masa blanda…69.
Queso de Flandes.– para un queso se toma un aro de caja, una libra de almendras
bien molidas, tres libras de azúcar, un real de leche seis yemas de huevos, un
real de clavo, medio de canela, medio de aguardiente anizado [sic]…70.
“Budín en fuente.– Se baten doce huevos, la mitad con claras i dos libras de
azúcar hasta que esté espeso, se le pondrá un poco de canela, se le harán natas
con dos reales de leche...71.
Aunque persiste la ausencia de medidas y la imprecisión en las cantidades
en las recetas de platillos salados, conforme avanza el siglo se incorporan
recetas nuevas o se reformulan las antiguas para precisar con exactitud las
67
68
69
70
71
Arte gastronómico, op. cit., 21, “Carlota rusa”. El cuarterón es un cuarto de libra (115 grs.)
Ibid. 13. “Sopa al Conde de París”. Las recetas de sopas enumeradas anteriormente se repiten
en todos los manuales de cocina consultados hasta 1899.
Arte gastronómico, op. cit., 18. “Bollitos”.
Ibid. 31, “Queso de Flandes”. Esta receta hace referencia a un dulce amoldado de leche
almíbar y almendras. De ahí su nombre de “queso”.
El Cocinero chileno, op. cit. “Budín en fuente”.
295
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
cantidades. Para los años 1870 la gran mayoría de las recetas de dulces y
postres emplean medidas bastante precisas.
Ello coincide con la difusión del uso de las balanzas. En 1873 se importaron
120 balanzas chicas usadas para expendio de alimentos, cifra que había aumentado a 277 para el año 1884; la mayoría de estas provenían de los Estados
Unidos72. Un agente comercial de esa nación, escribiendo hacia 1915, señalaba que este tipo, usado por carniceros y almaceneros “tiene una gran venta en
Chile. Los vendedores de pescado y verduras en los mercados y en los puestos
ambulantes en las calles usan una pesa de mano similar… a la que se usa en
los Estados Unidos”. Las balanzas más comunes, y que correspondían al tipo
descrito en las ordenanzas municipales que prescribían su uso, eran de dos
platos con una aguja al medio que marcaba el peso en gramos. Otras más
sofisticadas, que permitían calcular el precio del producto eran empleadas en
la mayoría de los negocios más progresistas73.
LOS
TIEMPOS EN LA COCINA
Los tiempos de preparación, indicados habitualmente en las recetas modernas, son un elemento muy inusual en los manuales de cocina anteriores a
la segunda mitad del siglo XIX. Es muy probable que, a mediados del siglo
XIX, las personas que trabajaban en la cocina no tuvieran relojes ni supieran ver la hora por este medio y que midieran el tiempo para la cocción de
un huevo por lo que duraba rezar un Ave María, como era lo usual para la
época colonial 74. Sin embargo, la difusión de estos instrumentos no pudo
menos que haber operado un cambio en la medición del tiempo, especialmente en los núcleos urbanos que eran, por lo demás, donde circulaban los
recetarios escritos.
Como señalara Eugenio Pereira Salas, las campanadas de los relojes públicos y de las iglesias marcaban los hitos del día en el Santiago del siglo XVIII.
72
73
74
Estadística Comercial de la República de Chile correspondiente al año de 1873, Valparaíso, Imprenta del Mercurio, 1874, 43; Id. 1884, Valparaíso, Imprenta del Universo de G. Helfmann,
1885, 122.
Verne L. Havens, Markets for American Hardware in Chile and Bolivia, Department of Commerce,
Bureau of Foreign and Domestic Commerce Miscellaneous Series, N° 41, Washington, Government Printing Office, 1916, 107-108.
Eugenio Pereira Salas, “Los relojes y la noción del tiempo en la época colonial”, Boletín de la
Academia Chilena de la Historia, Nº 68, primer semestre de 1963, 5-29.
296
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
El uso de relojes también se había extendido a las casas de las familias más
acomodadas, no solo de Santiago, sin también de La Serena y Concepción.
Los relojes de bolsillo eran más bien excepcionales, pero la creciente presencia de relojeros, especialmente a partir de la Independencia, indica un mayor
uso de este instrumento75. Ello lo confirman las cifras de importación de
relojes al país: en 1845 se importaron 925 relojes “de sobremesa y para colgar”
más 131 relojes de bolsillo “de oro y plata”; para 1864 la importación alcanzaba a 1.708 relojes “grandes” y 613 relojes de bolsillo, es decir, casi se duplicaba
la importación de los primeros y aumentaba más de cuatro veces la de los
segundos. El ritmo de crecimiento tiende a estabilizarse y diez años más tarde,
las importaciones solo habían aumentado a 1.957 y 992 unidades respectivamente. Estos últimos, empero, ya no eran solo de oro y plata sino también de
metal común, lo que apunta al inicio de una difusión entre otros sectores
sociales. Sin embargo es en los años 80 cuando se extiende el uso de relojes:
en 1884 la importación de relojes grandes se había más que triplicado respecto del decenio anterior, alcanzando a 5.942 unidades, a lo que se suman los
4.599 relojes de bolsillo internados ese año. El costo de los mismos se había
reducido no obstante la devaluación de la moneda: el precio promedio de un
reloj “grande” que era de 5,77 pesos en 1845, había bajado a poco más de
cuatro pesos, mientras que el de un reloj chico de metal corriente era alrededor de tres. Por entonces, el sueldo del portero de un ministerio alcanzaba a
los 20 pesos mensuales, lo que da una idea de su accesibilidad76.
La precisión de los tiempos en la cocina moderna, frecuentemente están en
relación a las particularidades de la fuente de calor, la capacidad de determinar las temperaturas que ofrecen los instrumentos, como por ejemplo los
hornos graduados, los termómetros, los graduaciones de las hornillas, los niveles de temperatura de los hornos de microondas o eléctricos, las temperaturas de las freidoras o vaporeras, en fin, la tecnificación de los instrumentos
hace que el tiempo en la receta adquiera un valor siempre relativo. Sin embargo, y también a diferencia de las actuales modalidades de recetas, en los
manuales del siglo XIX, nunca se explicita el tiempo total que toma la preparación de una receta. Este concepto, aparece en el siglo XX, cuando lentamente empieza a aparecer la noción más precisa sobre los tiempos y comienza
a florecer también la noción de las “preparaciones rápidas” y esta precisión
adquiere un valor agregado al desempeño de las labores de la cocina, en un
75
76
Pereira Salas, “Los relojes…”, 12.
Estadística Comercial de la República de Chile, 1845, 1864, 1874 y 1884. Anuario estadístico de la
República de Chile, correspondiente a los años 1865-1866, Santiago, Imprenta Nacional, 1867, 203.
297
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
claro indicio de la necesidad de preparaciones más ágiles, a la vez que son
también un indicio de la falta de tiempo y/o la necesidad que tiene el
cocinero(a) de planificar el tiempo que demorará la preparación, ya sea tanto
en el ámbito doméstico como en el profesional.
Las imprecisiones o las ausencias totales del factor tiempo en las recetas,
también nos dan cuenta de que en las antiguas recetas hay una mayor
valoración de la experiencia de los cocineros, ya la fórmula más frecuente
de indicar los tiempos en las recetas, apunta al “estado o resultado” de las
propias preparaciones o la evolución de los ingredientes conforme se avanza en el desarrollo de estas. De esta forma, el lenguaje de los recetarios
poco a poco va incorporando la prueba empírica, como indicación del
correcto avance de la preparación: “la prueba de estar cocido es meter una
plumita i que salga seca para sacarla del fuego” 77 . En otras ocasiones se
señala que se cocine hasta que esté blando, se suelte del hueso, espese, se
atraviese suave con el tenedor, hasta que esté suave, duplique su tamaño,
esté espumoso, etc.
Por ejemplo la receta de la preparación de la coliflor en salsa del Arte
Gastronómico, de 1851, por primera vez indica:
Coliflor.– Después de cocida la coliflor se hace una salsa deshaciendo un poco
de harina en leche, se pone a cocer hasta que espese, se le echa un poco de
mantequilla, pimienta i luego que esté, se le pone encima a la coliflor78.
Carne con salza [sic] de vino.– Un pedazo de lomo tierno i gordo se pone en una
cacerola con color, pan rayado [sic], medio vaso de vino, pimienta molida un
poco de caldo i se deja cocer hasta que esté bueno79.
Poco a poco comienzan a aparecer referencias más precisas tales como los
tiempos de reposo, de amasado o de cocción en el horno, una tendencia
rápidamente desarrollada por la repostería y la panadería, áreas de la gastronomía que necesitan replicar las preparaciones con total precisión, en pos de
los resultados. Un primer ejemplo de dicha afirmación, lo consigna por primera vez la receta de galletas del Arte Gastronómico de 1851.
Galletas.– Se pone medio almud de harina, una libra de azúcar molida i cernida, media libra de mantequilla sin sal i seis huevos, cuatro con claras i los
77
78
79
Arte Gastronómico, op. cit., “Leche en budinera”.
Arte gastronómico, op. cit., 2. “Coliflor”.
Cuaderno de Guisos i Postres, op. cit., 5 “Carne con salza de vino”.
298
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
demás sin ellas, se revuelve la masa i se sova [soba] por media hora, se cortan
las galletas i se ponen en el horno caliente80.
Otras recetas consignan los días que puede demorar una preparación, por
requerirlo la marinación o el adobo de carnes, el reposo y maceración de
encurtidos, fiambres o escabeches o bien la necesidad de desaguar o remojar
productos secos. Así, una receta de capón con ostiones requiere picar la carne
del capón “con los ostiones remojados bien desde el día anterior”81. Otro
ejemplo es el caso del Pan de Rancagua:
Pan de Rancagua.– Se baten doce docenas de yemas hasta que estén como para
bizcochuelo con una libra de azúcar molida, se pone en la masa medio almud
de harina, se le echa al batido una libra de mantequilla derretida, la levadura
que se tendrá preparada del día antes de seis papas regulares mui molidas con
un poco de harina por encima…82.
Con todo, suelen aparecer referencias muy puntuales que dicen relación,
por ejemplo, con el tiempo que una carne o ciertas legumbres deben permanecer al fuego, o lo que es necesario remojar algún producto, ablandar algún
ingrediente de dura cocción, o bien el número de horas para que las masas
leuden o que los adobos penetren en las carnes o piezas de caza. Es el caso del
Budín del Príncipe para el cual “durante dos horas se tiene mojando la miga
de dos panes franceses en leche”83.
A partir de los años 1880, y coincidiendo con la difusión de los relojes, se
van haciendo más frecuentes las indicaciones de los tiempos de reposo y de
cocción que deben tener ciertas preparaciones. Así, en el Nuevo Manual de
1883 se indica un tiempo de reposo de dos horas para adobar previamente un
Conejo Frito84 y, más interesante, se entregan recomendaciones genéricas
para la cocción de carnes:
La carne de vaca para el puchero debe hervir de tres a cuatro horas. La de
carnero debe hervir tres. La de cordero hora y media. La de ternera dos. La de
chancho tres. Un jamón cinco. Una gallina vieja cuatro. Un pollo una y cuarto85.
80
81
82
83
84
85
Arte gastronómico, op. cit., 23., “Galletas”.
Arte gastronómico, op. cit., 3. “Capón con ostiones”.
Cuaderno de Guisos i Postres, op. cit., 29, “Pan de Rancagua”.
Ibid. 11, “Budín de Príncipe”.
Nuevo manual del cocinero práctico, 1883 op. cit., 109 , “Conejo frito”.
Ibid. 3., “Recomendaciones útiles”.
299
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
Avanzando en este sentido, la Enciclopedia del Hogar publicada a fines del
siglo, incluye recetas que relacionan el tiempo de cocción con los ingredientes o la etapa de la preparación:
– Blanco i negro.– Tomáis una libra de carne de buei [sic], sin gordura i una
media gallina deshuesada, las machacáis ambas i las ponéis en una cacerola,
con unos 10 gramos de sal. Vaciáis litro i medio a dos litros de agua, i ponéis a
buen fuego revolviendo constantemente. Desde que comienza la ebullición,
guarnecéis el caldo con zanahorias, cebollas, nabos, porrones, apio, todo ello
cortado. Dejad hervir unos 20 minutos; colad i servid. Podéis poner en la sopa
un poco de arroz graneado o bien trocitos de pan fritos86.
– Espinacas al jugo.– Lavad minuciosamente, por lo menos dos veces, algunos
atados de espinacas i ponedlas a cocer en agua con sal. Dejadlas al fuego
solamente unos cinco minutos.
Enfriadlas en agua fresca, sacadlas cuando estén frías, esprimidlas bien para
enjutarlas cuando se pueda picadlas menudamente i ponedlas en una cacerola
con un poco de mantequilla y grasa.
Revolved por cinco minutos, agregad una o dos tazas de caldo… si lo tenéis,
espolvoread un poco de harina i dejad otros diez minutos al fuego...87.
En otro caso, al tratarse de un asado, deja el tiempo al arbitrio de la cocinera conforme sea el tamaño de la carne, no sin recomendar la plena cocción
de la misma.
Asado con cuero.– Poned el trozo de carne con cuero en una fuente o lebrillo
convenientemente grande i haced en ella varias incisiones o tajos bastante profundos para que pueda impregnarse bien con el adobo… Dejadla así por varias
horas i en seguida ponedla a asar en un fuego no mui vivo. Naturalmente el
tiempo de cocción depende del tamaño de la carne. En todo caso este asado
debe quedar bien cocido i es preciso no darlo vuelta, a fin de que no se pierda
su jugo88.
Las recetas de la edición de Mi Tía Pepa de 1907 incluyen referencias a
tiempos de cocción en todos los contextos mencionados, tanto para las preparaciones saladas como las dulces. Poco a poco se fue imponiendo en los manuales la medición de los tiempos de preparación en horas y minutos.
86
87
88
Enciclopedia del hogar, 1899, op. cit., 9, “Blanco i negro”.
Ibid. 17. “Espinacas al jugo”.
Ibid. 28. “Asado con cuero”.
300
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
Conforme avanza el siglo XX el detalle de los tiempos en las recetas no se
limitó a los tiempos de cocción, de refrigeración, de maceración, marinación
o de reposo de los ingredientes, sino que también se comenzó a indicar los
tiempos que toma cada fase de la preparación y el tiempo total de la misma.
Paulatinamente desaparece la relación entre tiempo y las transformaciones de
los ingredientes, la forma más usual de graficar los tiempos de la cocina, a la
vez que comienzan a aparecer pequeños indicios que apuntan a evitar la
sobrecocción los alimentos para mantener intactos los colores, las texturas y
los nutrientes.
LAS
PREPARACIONES DOMÉSTICAS Y LA DIDÁCTICA DE LA COCINA
Dos consideraciones adicionales surgen de la revisión de los manuales de
cocina. La primera es la existencia de una sección dedicada a la preparación
doméstica de fiambres y encurtidos. Estos productos, que hoy se adquieren
preparados y están disponibles durante todo el año, por entonces se solían
elaborar en casa con los productos de la estación y se guardaban en la despensa por varios meses sino para todo el año. Hay que tener presente que los
hogares no disponían de refrigerador y menos un congelador de cocina; solo
a finales del siglo se introduce el empleo de la heladera que mantenía el frío
mediante grandes barras de hielo adquiridas de las fábricas de hielo, a menudo asociadas a la producción de cerveza.
Los primeros manuales consultados incluyen un número muy reducido de
recetas para fiambres y no incluyen recetas para encurtidos como sucede posteriormente. El manual de 1851 indica, en una “Adicción” [sic] la manera de
preparar jamones, chorizos, salchichas y butifarras89; el manual de 1866, solo
reproduce la receta de los jamones y el Cocinero chileno de 1871, solo explica
cómo hacer carne salada.
Un capítulo aparte merece a este respecto la tercera parte del Libro de las
Familias, el Manual de Economía Doméstica de 1877, el cual incluye 53 fórmulas o
indicaciones para la conservación de “sustancias alimenticias”, lo que lo hace el
manual más completo al respecto90. Se entregan secretos para la preservación
de carnes, aves, pescados, productos lácteos, huevos, fiambres y embutidos,
frutas, vegetales y vino, con técnicas tales como las conservación por la priva-
89
90
Arte Gastronómico, op. cit., 34-36.
El Libro de las Familias. Tercera Parte. op. cit., 100 p.
301
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
ción del aire, como es el caso de las carnes en aceite y manteca, la salazón de
charcutería, la conservación en vinagre, las salmueras y la deshidratación.
El Nuevo Manual del Cocinero de 1883 no introduce mayores innovaciones en
este tema y La Enciclopedia del Hogar de 1899 recoge un número de preparaciones, más bien reducido, pero incluye algunas interesantes recetas importadas
para la elaboración de queso brie francés, salchichas de Estrasburgo, leche
condensada y una primera referencia a ahumados, en este caso, anguilas.
La edición de La Tía Pepa de 1907, en su capítulo “Fiambres y conservas”
recoge preparaciones clásicas de encurtidos y fiambres, pero innova con recetas europeas para la elaboración de paté de carnes y de hígado, salchichas de
Lyon, escabeches, canapés y sándwiches, diversas conservas de vegetales y unas
novedosas recetas para enlatar gallinas y perdices.
Otra innovación del Libro de las Familias es la difusión de la terminología
culinaria mediante un glosario. Es así como se entregan las definiciones de
cortes, de ingredientes y procesos tales como: blanquear, apastelar-dorar, cincelar, decocción, desengrasar, dorar, escaldar, mondar, arropar, chamuscar,
hacer fondo, glasear, gratinar, escamar, marinar, rebozar, mijotar, empanar,
descargar, pasar-repasar, limpiar-mechar, rejar y saltear.
Estas indicaciones y vocablos no aparecen en otros manuales de cocina del
período. La Tía Pepa en 1907, en sus capítulos de “Higiene y Medicina Doméstica” y “Misceláneas”, incluye algunas recomendaciones para la cocina pero
estas son de tipo sanitario, en torno a la carne, los pescados, el agua, los
vegetales, la leche, los huevos, el té o el café, quizás por influencia de los
cursos de economía doméstica. En esta misma línea, es interesante observar
que el formato de las recetas de la Tía Pepa, a diferencia de los manuales
anteriores, suele ser más extenso y en las indicaciones de las recetas con
frecuencia incluyen explicaciones más detalladas de los procesos. Ello es propio de los libros más didácticos, orientados a personas que no necesariamente
tenían experiencia en la cocina.
Esta situación ya era común en Europa, y de ahí la popularidad de algunos
textos como el The Book of Household Management el manual de economía doméstica de Isabella Beeton publicado originalmente en 1859, un clásico entre
las mujeres inglesas, o los libros de Mary Hahn y Henriette Davidis, de uso
corriente en Alemania y entre los colonos provenientes de esa nación avecindados en el sur de Chile91. La creciente precisión que se advierte en la indica91
Sobre los libros de Hahn y Davidis véase, Christine Gleisner, “El Kuchen: una dulce tradición
alemana en Chile” Seminario Simon Collier 2004, Nicolás Cruz e Iván Jaksic editores, Santiago,
Instituto de Historia, Universidad Católica de Chile, 2004, 75-76.
302
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
ción de cantidades y procedimientos en los libros de cocina chilenos, parece
ser el efecto de los cambios en el modelo extranjero. Como vimos más arriba,
el prologuista de La Negrita Doddy declara que se ha basado en un manual de
cocina francés. Sin perjuicio de lo anterior, hay dos aspectos a considerar. El
primero es la necesidad de reproducir con exactitud el sabor, aroma y textura
de los platos, cosa que no necesariamente sucede con el método, o la falta de
método, anterior. El segundo es la consideración que la persona que preparará la receta puede no ser una cocinera experimentada. La joven de clase
media, recién casada, que se instalaba a vivir en hogar propio no contaba
necesariamente con el acervo culinario familiar. Podía contar con una empleada doméstica y, cada vez más, con equipos modernos:
cocinas a gas o eléctricas, frigidaires, incineradores de basura, mecanismos que
lavan, que purifican el aire enrarecido, que friegan, que pelan papas, que exprimen frutas, que, en resumen, simplifican el trabajo hasta el extremo de ser
solo el esfuerzo mínimo que oprime un botón o da vuelta una llave92.
Con todo, no estaba en situación de preparar comidas largas y complejas,
aunque debía estar en situación de poder hacerlo, si las circunstancias lo
exigían. Es precisamente a este nuevo modelo de mujer que está dirigido el
libro de Marta Brunet, La hermanita hormiga (1931). En la introducción, la
recopiladora defiende a la mujer moderna, acusada de frivolidad:
… la mujercilla consciente que organiza su hogar, que cuida de sus hijos, que
muchas veces contribuye con su trabajo a aumentar la holgura del mismo y
que, inteligentemente sabe disimular su capacidad de esfuerzo, siendo siempre
mujer y por sobre todo mujer. ¿Ven ustedes a una abuela de esas tan decantadas, trabajando ocho horas diarias en la oficina, dirigiendo al propio tiempo
una casa, vigilando la educación de los hijos, enamorando siempre al marido?
¿Imposible imaginarlas, verdad? Con cuidarse de los embarazos y fiscalizar a las
chinas tenía bastante…93.
No solo se trataba de saber preparar la comida, sino también había que
hacerlo dentro de cierto presupuesto, visto el alza en el costo de la vida. El
ideal era aprovechar mejor los ingredientes de manera de comer bien y barato. Así lo señala Alberto Edwards en 1913 escribiendo en el primer número de
Pacífico Magazine.
92
93
Marta Brunet, La Hermanita Hormiga. Tratado de arte culinario. Santiago, Editorial Nascimento,
1931, 9.
Ibid. 10.
303
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
Hace no muchos años se comía en Chile casi de balde. No es raro que sea
ignorada casi en absoluto la ciencia de cocinar bien con materiales baratos. No
hemos tenido tiempo para aprender a modelarnos a las exigencias nuevas…
Y no crea que vamos a incitar a nuestros lectores a comer porquerías. Los
Menús de Pacífico Magazine serán baratos, es cierto, pero nutritivos y harto más
sabrosos que muchos platos caros a los que nos hemos habituado en razón a la
pasada baratura de los artículos de consumo94.
A
MODO DE CONCLUSIÓN
A lo largo del período estudiado se aprecia una creciente difusión de los
manuales de cocina tanto en el número de ediciones como en las tiradas de
las mismas, las que aumentan sensiblemente desde los primeros años del siglo
XX, en un fenómeno que viene desarrollándose en forma paulatina y constante desde 1850.
Se entiende bien que el empleo de manuales de cocina no es un fenómeno
masivo. Estas obras no llegaban al grueso de la población que tenía otras
prioridades en materia de gastos y que tampoco estaba en situación de adquirir todos los ingredientes que se necesitaban para preparar los platos descritos. Hay que tener presente, asimismo, los niveles de analfabetismo existente,
que impedía a muchas cocineras acceder a esta información.
En la generalidad de las cocinas chilenas se seguía preparando la comida
conforme a la experiencia y la tradición oral. No obstante lo anterior, es
posible afirmar que el empleo creciente de manuales implica que ya no se
trata de curiosidades cuyo uso estaba limitado a minorías selectas. Pasan a ser
un medio de transmisión de conocimientos culinarios en un doble sentido: en
la incorporación a la dieta de platos novedosos, que pueden serlo tanto por
sus ingredientes o sabor resultante, y en la enseñanza de técnicas de cocina.
Al comparar los manuales de cocina a lo largo del período estudiado se
aprecia un paulatino cambio en su presentación en el sentido de hacer más
didácticas las indicaciones. Las sucesivas etapas del proceso de preparación se
señalan con más claridad y se empiezan a indicar los ingredientes requeridos
antes de entrar a detallar los pasos a seguir. Por otra parte hay una exactitud
cada vez mayor en lo que se refiere a las medidas de peso y volumen, aunque
94
Alberto Edwards, “La felicidad en la vida modesta”, Pacífico Magazine, Vol. 1, 1913, 57. Citado
por Pablo Díaz Mery, La comida y cocina en Pacífico Magazine 1913-1921, Trabajo de seminario,
Instituto de Historia, Universidad Católica de Chile, Santiago, 2003, 16.
304
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
para estas últimas se empleen recipientes de uso común en la cocina. El uso
de valores para determinar cantidades tiende a desaparecer en la medida que
los precios de los ingredientes aumentan por efecto de la desvalorización de
la moneda, especialmente a partir de 1898. Los tiempos de preparación y
cocción se indican con mayor precisión desde la década de los ochenta, lo
que se podría atribuir al mayor acceso a relojes y a una creciente conciencia
del tiempo.
Es posible relacionar esta evolución de los recetarios y su influjo con los
cambios en la estructura doméstica de las usuarias. Pensamos que, en un
comienzo, el manejo de los recetarios quedaba en manos de la dueña de casa,
que disponía la comida, entregando las instrucciones pertinentes a la servidumbre, si es que no supervisaba las labores de cocina la primera vez que se
preparaba una receta. Si la cocinera tenía experiencia, es muy probable que
supiera los tiempos requeridos para la cocción de los alimentos y las cantidades requeridas para la comida familiar; por lo mismo, no se estimaba necesario especificarlas con precisión en el recetario. Es más, fue probablemente
por esta vía –la repetición de una receta que se conoce de memoria más que
la relectura de la misma– que se difundió la renovación culinaria en un primer tiempo.
La creciente precisión que observamos en los manuales obedecería no solo
al influjo de los modelos extranjeros: ya no se da por sentado que la lectora
conoce los secretos de la cocina. En la medida que las nuevas familias nucleares se alejan del techo paterno, se tiende a producir un corte en la transmisión de la experiencia culinaria. La economía doméstica, vinculada a las nociones de higiene y que incluirán clases de cocina, pasó a ser una disciplina
que se enseña en las escuelas. El interés en materias gastronómicas que observamos en la primera década del siglo XX es tanto una expresión del deseo de
probar nuevos sabores, como un testimonio de la entrada de nuevos actores.
Por esta doble vía los manuales de cocina contribuyeron a enriquecer el acervo culinario chileno.
BIBLIOGRAFÍA
DE MANUALES DE COCINA
PUBLICADOS EN
CHILE
HASTA
1914
(1) [MARÍN , EULOGIO], La Ciencia Gastronómica de guisos i potajes para postres. Santiago Imprenta
de la República, 1851, 29 p.
(2) [M ARÍN, EULOGIO ], Arte Gastronómico, Resetas [sic] de guisos y potajes para postres. Segunda
edición considerablemente aumentada. Santiago, Imprenta del Estado, 1851, 36 p.
305
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
(3)
Manual de Gastronomía. Colección escojida de las recetas más usuales en Chile en el arte culinario,
Valparaíso, Imprenta y Librería del Mercurio, 1856, 59 p.
(4)
Almanaque chileno ilustrado para 1861 Valparaíso, Librería española de Nicasio Ezquerra,
1861. Se incluye porque contiene recetas.
(5)
Cuaderno de guisos y postres, Santiago: Imp. de El Independiente, 1865, 42 p.
(6)
Almanaque enciclopédico para el año 1866, Santiago, Imprenta del Independiente, 1866, 32 p.
Se incluye porque contiene recetas.
(7)
Cocinero Chileno, El. Publicado por Jacinto Núñez, Santiago, Imprenta de la República, 1867, 28 p.
(8)
Cocinero Chileno, El. Diversidad de Guisos y postres cuya confección está al alcance de todos. Santiago, Imprenta de la República, 1867. 64 p.
(9)
Cocinero Chileno. El. Diversidad de Guisos y postres cuya confección está al alcance de todos. Tercera
edición corregida i aumentada con más de 50 guisos de los se hacen comúnmente en toda casa.
Santiago, Imprenta de la República de Jacinto Núñez, 1871. 88, (2) p.
(10) Cocinero Chileno, El. 3ª edición, Santiago, Imprenta de la República, 1871, 64 p.
(11) Confitero Chileno, El. Suplemento al cocinero práctico, Valparaíso, Imprenta la Patria, 1872, 70 p.
(12) [E RRÁZURIZ, A NTONIA Y E RRÁZURIZ, ISABEL ], Manual del cocinero práctico. Colección de recetas de
guisos de las cocinas francesa, alemana, española, italiana y chilena. Arreglado para uso de las
dueñas de casa del país. 3ª edición, Valparaíso, 1873, 82 p.
(13) Cocinero Chileno, El. 5ª edición, Santiago, Imprenta de la República, 1874, 112 p. [La cuarta
edición no está registrada en la Estadística Bibliográfica de Ramón Briceño].
(14) Cocinero Chileno, El. Novísimo manual práctico de las recetas más usuales de la cocina chilena.
Concepción, Librería de Serrato, 1875, 60 p.
(15) Almanaque Divertido… para los años 1876, 1877, 1878, 1879 y 1880, Valparaíso, Imprenta de
La Patria, 1875. Contiene recetas en pp 28 a 30.
(16) Libro de las Familias, El. Tercera parte, Manual de Economía doméstica. Santiago y Valparaíso,
Imprenta de la librería del Mercurio 1877. 100 páginas. Una parte anterior lleva por subtítulo Manual de la Salud. Reglas jenerales sobre hijiene, etc, Valparaíso, Imprenta del Mercurio,
1876, 128 p.
(17) [ERRÁZURIZ, A NTONIA Y E RRÁZURIZ, ISABEL ], Manual del cocinero práctico. Colección de recetas de
guisos de las cocinas francesa, alemana, española, italiana y chilena. Arreglado para uso de las
dueñas de casa del país. 4ª edición, aumentada con recetas del Diccionario de Cocina de Alejandro
Dumas y algunas más de guisos italianos. Valparaíso, Imprenta de La Patria, 1878, 112 p.
(18) M[ENA], M[ ARCOS], El consejero doméstico, o sea, un paso hacia la verdad higiénica. Colección de
instrucciones, consejos, recetas y advertencias útiles a las familias y al alcance popular. Santiago,
Imprenta de El Correo, 1880. 420 p.
(19) GIMÉNEZ Y F ORNESA, J OSÉ ANTONIO , Novísimo arte práctico de cocina perfeccionada, repostería y
arte de trinchar. Contiene además un tratado para la fabricación de licores, multitud de secretos
pertenecientes a distintos artes y oficios, diversos modos de economía doméstica, lavado y planchado de
ropas y encajes y recetas para varias enfermedades muy comunes en las familias, etc. etc., por…
Octava edición, Valparaíso, Julio Real y Prado Librería y almacén de música, 1880. 204, (2)
p. Biblioteca de la Librería Real y Prado Tomo IV.
(20) [E RRÁZURIZ, A NTONIA Y E RRÁZURIZ, ISABEL ], Manual del cocinero práctico. Colección de recetas de
guisos de las cocinas francesa, alemana, española, italiana y chilena. Arreglada para uso de las
dueñas de casa del país. 5ª edición, aumentada con recetas de Alejandro Dumas y algunas
más de guisos italianos. Santiago 1882, 105 p. (sin pie de imprenta en el ejemplar de la
Biblioteca Nacional).
306
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
(21) El Libro de las Familias. Nuevo Manual de Cocina conteniendo 377 recetas de guisos escogidos de las
cocinas francesa, española, chilena, inglesa e italiana, arreglado para el uso de las familias del país.
Nueva edición aumentada. Valparaíso, Librería del Mercurio de Orestes L. Tornero, 1882,
103 p.
(22) Confitero Práctico, El, Suplemento al Cocinero Práctico. Segunda edición aumentada y corregida,
Santiago, Imprenta Nacional, 1883. 57 p.
(23) Nuevo manual del Cocinero Práctico Chileno. Colección escogida de guisos y postres de las cocinas
francesa, española, alemana, italiana y chilena. Arreglado expresamente para el uso de las dueñas de
casa chilenas. Contiene además gran número de recetas puestas al alcance de todos para postres de
todas clases, dulces de almíbar, helados, frutas en aguardiente, etc., Valparaíso, Imprenta del
Nuevo Mercurio, 1883, 223 p. (230 p. según APCh 1877-1885).
(24) “Manual de cocina arreglado para el Almanaque de la Imprenta Gutemberg”, En Almanaque
de la Imprenta Gutemberg para Santiago, Santiago, Imprenta Gutemberg, 1885, pp. 307-330.
(25) “Manual de cocina”, en Almanaque de la Imprenta Gutemberg para 1887, Santiago, Imprenta
Gutemberg, 1886, pp. 241-252.
(26) Nuevo cocinero chileno: Contienen gran diversidad de guisos y postres de las cocinas chilena, como
asimismo de las cocinas francesa italiana y española. Valparaíso, 1890. 129 p.
(27) Novísimo manual del cocinero práctico chileno: colección escogida de guisos y postres de cocina francesa, española, alemana, italiana y chilena. Arreglada especialmente para el uso de las dueñas de casa
chilenas. Contiene además gran número de recetas puestas al alcance de todos para postres de todas
clases, dulces de almíbar, helados, frutas en aguardiente, etc., Santiago, Imp. y Librería Nacional
de F. T. Lathrop, 1892, 176 p.
(28) Nuevo manual del Cocinero Práctico Chileno. Colección escogida de guisos y postres de las cocinas
francesa, española, alemana, italiana y chilena. Arreglado expresamente para el uso de las dueñas de
casa chilenas. Contiene además gran número de recetas puestas al alcance de todos para postres de
todas clases, dulces de almíbar, helados, frutas en aguardiente, etc., etc., Nueva edición. Valparaíso, Imprenta de la Librería del Mercurio de R.S. Tornero, 1893, 216 p.
(29) Manual de cocina. Recetas para guisos y postres. Santiago, Imprenta y Encuadernación Roma,
1896, 82 p.
(30) Novísimo manual del cocinero práctico chileno: colección escogida de guisos y postres de cocina francesa, española, alemana, italiana y chilena. Arreglada especialmente para el uso de las dueñas de casa
chilenas. Contiene además gran número de recetas puestas al alcance de todos, para postres de todas
clases, dulces en almíbar, helados, frutas en aguardiente, etc., etc. Santiago, Imprenta y Librería
Nacional, 1896, 180 p.
(31) Nuevo manual del Cocinero Práctico Chileno. Colección escogida de guisos y postres de las cocinas
francesa, española, alemana, italiana y chilena. Arreglado expresamente para el uso de las dueñas de
casa chilenas. Contiene además gran número de recetas puestas al alcance de todos para postres de
todas clases, dulces de almíbar, helados, frutas en aguardiente, etc., etc., Nueva edición. Valparaíso, Imprenta de la Librería del Mercurio, 1896, 216 p.
(32) [EGAÑA , RAFAEL] Tía Pepa, Enciclopedia del hogar por la…: cocina, repostería, helados, bebidas,
licores, tocador, medicina e hijiene, economía doméstica, química doméstica, miscelánea por…1ª serie
Santiago, Establecimiento Poligráfico Roma, 1898, VII, 301 p.
(33) [EGAÑA , RAFAEL] Tía Pepa, Enciclopedia del hogar por la…: cocina, repostería, helados, bebidas,
licores, tocador, medicina e hijiene, homeopatía, economía doméstica, por… Santiago, Imprenta y
Encuadernación Esmeralda, 1899, 365 p.
(34) “Recetas de cocina”, en Almanaque pintoresco divertido 1900. Santiago, Imprenta y Litografía
Nacional, 1900, 29-32.
307
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
(35) Novísimo manual del cocinero práctico chileno: colección escojida de guisos y postres de las cocinas
francesa, española, alemana, italiana y chilena: arreglada especialmente para el uso de las dueñas de
casa chilenas. Contiene además gran número de recetas puestas al alcance de todos, para postres de
todas clases, dulces de almíbar, helados, frutas en aguardiente, etc., etc., Santiago de Chile: Imprenta. y Librería. Nacional de F. T. Lathrop, 1900. 176 p. (precio de venta 60 cts).
(36) Nuevo libro de cocina con cien recetas escogidas de la maestra de la Escuela Profesional de Niñas y
varias otras de una importante obra francesa recientemente publicada, precedido de utilísimas nociones de higiene culinaria y principios indispensables de conocer a toda dueña de casa. Es propiedad del
Centro Editorial Alberto Prado Martínez. Santiago, Imprenta Universitaria, 1902. 80 p.
(37) P RADO M ARTÍNEZ , ALBERTO (ed), La dueña de casa. Nuevo libro de cocina y economía doméstica,
editado por encargo del diario El Porvenir, que lo reparte como prima a los suscriptores de 1904,
precedido de utilísimas nociones de higiene culinaria y principios indispensables de conocer a toda
dueña de casa. Santiago, 1903, 184, (10) p.
(38) Del Ayuno y la abstinencia. Cocina de cuaresma, Santiago, 1904, 63 p.
(39) DUQUESA DE MARTELL , Cocina de cuaresma. Segunda edición, Santiago, Imprenta y Encuadernación de Guillermo E. Miranda, 1904, 56 p.
(40) Manual de cocina teórico y práctico, Santiago, Imprenta de Nuestra Señora de Lourdes, 1904,
395, ii p.
(41) J. L. A. M., Recetas y conocimientos útiles. Talca, 1904.
(42) M ASSARDO, F RANCISCO, La dueña de casa vegetariana. Cocina práctica de alimentos sin carne,
Valparaíso, Escuela Tipográfica, 1904, 64 p.
(43) Novísimo manual del cocinero práctico chileno: colección escogida de guisos y postres de cocina francesa, española, alemana. italiana y chilena. Arreglada especialmente para el uso de las dueñas de casa
chilenas. Santiago, 1906, 174 p.
(44) Mi Tía Pepa o la dueño de casa. Enciclopedia del hogar conteniendo las mejores recetas de diferentes
cocinas, etc. Santiago, Flavio Becerra M., editor, Imprenta Cervantes, 1907. 283 (3) p.
(45) L ARRAÍN BULNES , LUCÍA , Manual de cocina, Colección de recetas variadas y económicas, Santiago,
1908. 536 p.
(46) L ARRAÍN BULNES, LUCÍA , Manual de cocina, A beneficio de Lourdes. Santiago, Imprenta y Encuadernación Lourdes, 1908. 536 p. Parece ser la anterior editada con fines benéficos el
mismo año.
(47) VERGARA DE S MITH, L UCÍA, Cordon Bleu. Manual de Cocina. Edición de 2.000 ejemplares.
Santiago, Imprenta Cervantes, 1908, 535 p.
(48) SOCIEDAD CORDON B LEU. Memoria del Directorio. Recetas de cocina. Valparaíso 1908, 126 p.
(49) VERGARA DE SMITH, L UCÍA , Cordon Bleu. Manual de Cocina. 2ª edición notablemente aumentada. Santiago, Balcells & Co., 1909, 480 p.
(50) SOCIEDAD CORDON B LEU . Segunda Memoria del Directorio. Recetas de cocina. Valparaíso 1909,
164 p.
(51) C LEANHOUSE, VICTORINA [F EDERICO C HAIGNEAU ], El Consejero del Hogar, Libro útil para toda
dueña de casa, Contiene instrucciones prácticas para la limpieza la hijiene y conservación de una
casa; infinidad de consejos útiles para la elección i cuidado del menaje i de la ropa de una familia;
manera de atender las enfermedades i accidentes que ocurran en el hogar i muchas recetas para la
economía de la vida doméstica hasta disponer comidas especiales, elección de sus materiales, etc., etc.
Recopilado y traducido de libros ingleses modernos por… Santiago de Chile, Imprenta, Litografía
i Encuadernación Barcelona, 1910, 337 (1) p.
308
LA LETRA Y LA COMIDA. UNA APROXIMACIÓN A LOS MANUALES DE COCINA…
(52) LAWE, La Negrita Doddy. Nuevo libro de cocina, enseñanza completa de la cocina casera i parte de la
gran cocina... por… Edición única en Chile. Santiago, Sociedad Imprenta y Litografía Universo, 1911. 427 p.
(53) SOCIEDAD CORDON BLEU . Tercera y Cuarta Memoria del Directorio. Recetas de cocina. Santiago
1911, 306 p.
(54) VERGARA DE SMITH, LUCÍA, Cocina moderna y práctica, Santiago, Talleres de la Empresa Zig-Zag,
1912, 484, x p.
(55) LARRAÍN BULNES , LUCÍA , Manual de Cocina. A Beneficio de Lourdes, Santiago, Imprenta Claret,
1913, 363, (1) p.
(56) VERGARA DE S MITH, LUCÍA, Cordon Vert. Menús para almuerzos y comidas. Cocktails. Santiago,
Empresa Zig-Zag, 1914. 219 (5) p.
309
CAROLINA SCIOLLA / RICARDO COUYOUMDJIAN
310
BOLETÍN DE LA
DE LA HISTORIA
DOÑA CARMEN URREJOLA DEL RÍO (1848-1932)ACADEMIA CHILENA
Año LXXIII - No 116 - 2007 - 311-334
ISSN 0716-5439
DOÑA CARMEN URREJOLA DEL RÍO (1848-1932)
UNA VIDA DEDICADA A LA FILANTROPÍA
por
Daniel Campos Menchaca1
RESUMEN
El artículo trata sobre la vida, antecedentes familiares y filantropía de la distinguida
vecina penquista doña Carmen Urrejola Unzueta de del Río. Se describen los orígenes de
la familia Urrejola en Chile, y las numerosas vinculaciones de parentesco entre las
diversas ramas de la familia. Aborda asimismo su matrimonio con don Pedro del Río
Zañartu y sus actividades filantrópicas en su viudez. Se analiza destacadamente el
testamento de doña Carmen Urrejola y sus numerosos legados con los más variados fines
caritativos.
Palabras clave: Filantropía, Concepción, Testamento, Legados.
PRESENTACIÓN
Al parecer una ley histórica no escrita, postula que la personalidad de los
grandes hombres obscurece las de quienes le son próximos, aun cuando los
méritos de estos últimos sean tanto o más grandes que los del sujeto principal.
1
El doctor Daniel Campos Menchaca (1910-2001) fue miembro fundador de la Sociedad de
Historia de Concepción. Dedicó a los estudios históricos de su ciudad natal, campo en el que
destacó por la solidez de sus aportes, entre los que se cuentan 4 Cartas del Mariscal Andrés de
Alcázar, Las Trinitarias de Concepción, Don Tomás Menchaca Sanders, y el presente que tratan de
ilustres miembros de su familia, los Campos y Menchaca de Concepción. Falleció, el 21 de
enero de 2001. El presente trabajo fue escrito con la colaboración de Sergio Carrasco Delgado y Eduardo Andrades Rivas de la Sociedad de Historia de Concepción. Al cumplirse seis
años de su desaparición, los profesores Carrasco y Andrades transcribieron, actualizaron y
adicionaron el texto que se publica ahora íntegro, tal como fue la voluntad de su autor.
Correo electrónico: [email protected] y [email protected]
311
DANIEL CAMPOS MENCHACA
Así, la figura y trayectoria de don Pedro del Río Zañartu (1840-1918), el
ilustre y destacado vecino penquista, famoso por sus viajes alrededor del mundo y por sus donaciones a la ciudad de Concepción2, ha dejado en penumbras
a la otra distinguida y singular personalidad, también penquista; su segunda
cónyuge, doña Carmen Urrejola Unzueta (1848-1932), con quien contrajo
matrimonio en 1883.
Con la discreción que caracterizó su paso por la vida y apoyada en una fe
religiosa profunda, fue una mujer dedicada por entero al servicio de los más
necesitados. A ella se debe el fiel y anticipado cumplimiento de las disposiciones testamentarias de su marido, a las que incluso agregó la donación de
bienes propios y, llegado el tiempo, la disposición de los que le restaban sin
olvidar a los necesitados que en vida, permanentemente, asistía.
SU
FAMILIA , SU HOGAR
La antigua concepción, hoy Penco, era en 1712, al decir de Amadeo Frezier,
...sin contradicción el mejor descanso de la costa para las necesidades de una
nave y por la calidad de los víveres que allí se encuentran y aún cuando la villa
no sea más que una buena aldea, se hallan compañías sumamente agradables
para deshacerse del enojo que se tiene en un barco donde siempre se está con
las mismas personas3.
Esta opinión sobre “las compañías sumamente agradables” parece confirmarse porque algunos oficiales del navío “Saint Joseph” de la expedición que
él dirigía se quedaron en esta y fundaron familias en Concepción. Uno de
ellos fue José Leclerc de Bicourt y Grout de Vaulambert, de Saint Malo, quinto de los diecinueve hijos que tuvieron sus padres, José y Guiomar4.
2
3
4
Ver Armando Cartes Montory, Pedro del Río Zañartu, Patriota, Filántropo y Viajero Universal,
Editorial Renacimiento, Concepción, 1992, 215 p.
Ver Amadeo Frezier, Relation du Voyage de la Mer du Sud au Cotes du Chili, du Perou et de Bresil,
fait pendant les années 1712, 1713 y 1714, par M. Frezier, Ingenieur Ordinaire du Roi, Ouvrage
enrichi de quantité de Planches en Taille douce, Edición de Ámsterdam, s.l., 1717 ps, 144153. En el mismo sentido Fernando Campos Harriet, Historia de Concepción, Editorial Universitaria, Santiago, 1989 4, 51. Y Armando Cartes Montory, Franceses en el país del Bío-Bío, Santiago,
2004, 38.
Fernando Allende Navarro, “Los corsarios franceses en las costas de Brasil y en los mares del
Sur”, Revista de Estudios Históricos, s.l., Nº 10, s.d.
312
DOÑA CARMEN URREJOLA DEL RÍO (1848-1932)
Una vez avecindado, José se dedicó al comercio y casó con Isabel Yanzi y
Agurto, hija de Pedro, vizcaíno, y de Josefa, penquista. Una de sus hijas llamada también Isabel, sería después la esposa de don Alejandro Urrejola y Peñaloza (Santiago del Estero, 1743 - Chillán, 1815) en 17645.
Es curioso que a pesar de la escasez de comunicaciones de esa época, se
dieran las circunstancias que permitieran el matrimonio de personas de tan
distinta y distante procedencia: ella, hija de un francés radicado en un puerto
del sur de Chile y él, criollo argentino hijo de españoles radicados en Santiago del Estero que accidentalmente llegó a Concepción (entonces Penco).
Alejandro Urrejola y Peñaloza había salido desde Santiago del Estero, por
encargo de su padre, con el objeto de liquidar en España la herencia de uno
de sus antecesores para cuyo efecto se dirigió a Lima llevando una importante
partida de mulas que, vendidas allí, le proporcionarían el dinero necesario
para el viaje. Cumplida la primera parte de su misión, se embarcó en El Callao
para bordear las costas chilenas y luego seguir por el Estrecho rumbo a España. Pero una violenta tempestad lo obligó a recalar en Concepción donde se
quedó definitivamente6.
Parece que el comentario de Frézier valía no solo para los franceses...
Emprendedor, Urrejola, adquirió dos grandes haciendas en el remate de las
temporalidades de los jesuitas, una en Itata “Cuchacucha” y la otra, “Pomuyeto” en la precordillera frente a San Carlos de Ñuble. Fue, además, alcalde de
Concepción en dos períodos (1797-98 y 1807)7.
Años más tarde Cuchacucha, expropiada por el Gobierno Republicano,
fue asignada al general Ramón Freire Serrano en compensación por sus
servicios; pero este caballeroso y delicado, no tuvo inconveniente en que
fuera reivindicada en 1824, por los hijos de don Alejandro, quien había
fallecido en 18158.
Del matrimonio Urrejola Leclerc nacieron: 1) Josefa del Carmen; 2) Luis;
3) Agustín, presbítero; 4) Rita; 5) Francisco de Borja; 6) Juan Antonio; 7) y 8)
Pedro Nolasco y Bernardo, fallecidos menores; 9) María del Carmen; 10)
Manuela; 11) María Mercedes; 12) María Ignacia y 13) Ignacio.
Don Agustín Urrejola Leclerc fue diputado al Primer Congreso Nacional de
1811; su hermano don Luis fue coronel del ejército realista, y tuvo además,
5
6
7
8
Raúl Silva Castro, Don Gonzalo Urrejola, Imprenta Universitaria, Santiago, 1936, 23.
Gustavo Opazo Maturana, Familias del antiguo Obispado de Concepción, Zamorano y Caperán,
Santiago, 1957, 247.
Ibid., 247-248.
Raúl Silva Castro, op. cit., 27.
313
DANIEL CAMPOS MENCHACA
destacada actuación durante la Guerra de Independencia9. Otra Urrejola Leclerc, doña Manuela, monja trinitaria, hubo de peregrinar con el general José
Francisco Sánchez y sus tropas por los bosques de Arauco y murió más que
centenaria10.
Don Francisco de Borja Urrejola y Leclerc, intendente general del Ejército
realista y regidor perpetuo de Concepción, casó con doña María del Carmen
Díaz de Lavanderos y Ladrón de Guevara y sus hijos fueron: 1) Carlos; 2)
Alejandro; 3) Juan de Dios; 4) Carmen; 5) Nieves; 6) Juana Paula; 7) José
Francisco y 8) Gonzalo.
Del matrimonio de este último –Gonzalo Urrejola Lavanderos– con doña
Tránsito Unzueta y Rioseco nacieron: 1) Rita quien casó con Agustín Moreira
Merino (o Pizarro); 2) Filomena con Absalón Cifuentes Espinosa, abuela del
pintor Miguel Venegas Cifuentes; 3) Carmen quien casó con Pedro del Río
Zañartu; 4) Domitila con Tomás Menchaca Sanders y 5) Gonzalo con Clara
Unzueta Urrejola.
En cuanto a los bienes raíces urbanos, el solar de la familia formada por
Alejandro Urrejola con doña Isabel Leclerc de Bicourt y de sus descendientes
fue el de la esquina norte de las actuales calles de O’Higgins y Colo-Colo, es la
propiedad a la que se refiere doña Carmen cuando dice en su testamento:
“...para que perpetúe el apellido Urrejola, ya que, dicha propiedad perteneció
a mi familia desde mediados del siglo dieciocho”11.
Era un predio de más o menos cincuenta y tantos metros por cada calle,
que más tarde se dividió en dos partes: un sitio por Colo-Colo, de algo así
como de unos veinticinco metros de frente con su fondo correspondiente casi
al centro de la cuadra, adjudicado a doña Domitila Urrejola de Menchaca, su
9
10
11
Gustavo Opazo Maturana, op. cit., 248.
Reinaldo Muñoz Olave, Las monjas trinitarias de Concepción, Imprenta San José, s.l., 19262, 198.
El General José Francisco Sánchez, sucesor de Osorio después de la derrota de los realistas en
Maipú (1818) se retiró a Valdivia, llevando consigo a las Trinitarias de Concepción a las que
abandonó en medio de la Araucanía, en donde permanecieron, hasta ser rescatadas por el
Intendente de Concepción, General Ramón Freire Serrano (1822).
En el reparto de solares de la Concepción del valle de la Mocha Leonardo Mazzei de Gracia y
Arnoldo Pacheco Silva, Historia del traslado de la ciudad de Concepción, Editorial Universitaria,
Santiago, 1985, 157 y ss., no figura Urrejola, lo que hace pensar que fue adquirido después.
Esto es probable, ya que, como adictos a la jerarquía, seguramente siguieron en Penco con el
obispo José de Toro-Zambrano. Efectivamente, años después, he comprobado mi suposición
al ver figurar a don Alejandro, entre los vecinos que fueron conminados a abandonar Penco y
trasladarse a la nueva Concepción. Ver Academia Chilena de la Historia, Fundación de ciudades
en el reino de Chile, Santiago, 1986, 69.
314
DOÑA CARMEN URREJOLA DEL RÍO (1848-1932)
hermana y la otra, la restante, hacia O’Higgins donde estaba la casa de la
familia que quedó en poder de doña Carmen. Caserón colonial de un piso
con grueso portón y amplio pasadizo de entrada; mampara de cristales con
monograma y guirnaldas talladas, gran patio rodeado de corredores con postes de madera labrada y jardín con plantas y flores y tras él el “cañón del
medio” y luego el segundo patio. Las ventanas tenían la clásica reja de fierro12.
Doña Carmen Urrejola Unzueta13, tercera de las hijas de Gonzalo Urrejola
lavanderos y Tránsito Unzueta Rioseco, nació en Concepción en julio de 1848
y fue bautizada, según reza en el libro de bautismo número 15, página 170 de
la Parroquia del Sagrario:
En la Santa Iglesia Catedral de la ciudad de Concepción a seis días del mes de
Nobiembre (sic) de mil ochocientos cuarenta y ocho. En el mismo día, mes,
año y lugar de nuestro permiso el Canónigo D. Francisco Pablo de Luco puso
óleo y crisma a María del Carmen Urrejola natural de esta ciudad de cuatro
meses de edad nacida hija legítima de Don Gonzalo Urrejola y de Doña Tránsito Uzueta (sic), siendo padrinos don Miguel Uzueta (sic) y doña Domitila
Urrejola. De que doy fe. Apolinario Mayorga” y una rúbrica14.
Se educaría, probablemente, en el Colegio de Señoritas de Alph, M. Cleret,
lo que deducimos de la ausencia de congregaciones de religiosas educadoras
en esa época y del certificado que acompaña a un libro de premio de su
hermana menor, Domitila, que dice:
Colegio de Señoritas Dirigido por A. I. M. Cleret, la alumna de Primer año, Dª
Domitila Urrejola, ha merecido el primer premio de Francés. Concepción i
Enero 1 de 1861 Los Directores15.
12
13
14
15
Es la propiedad que actualmente ocupan, por calle O’Higgins la Asociación Cristiana de
Jóvenes (YMCA) y, por calle Colo-Colo, el establecimiento comercial “Productos del Sur”,
incluyendo la correspondiente farmacia que se encuentra entre ambos.
Recientemente el profesor Leonardo Mazzei de Grazia ha publicado un libro dedicado a
estudio de los Urrejola de Concepción. Destina una sección destacada a la semblanza de doña
Carmen. Ver Leonardo Mazzei de Gracia, La red familiar de los Urrejola de Concepción en el siglo
XIX, Ediciones de la Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos, Santiago, 2004, 144-155.
Don Miguel Unzueta y Rioseco era tío materno de dona Carmen y doña Domitilia Urrejola
Unzueta, la madrina, era sobrina de don Miguel, su esposo, e hija de don Francisco Urrejola
Lavanderos y de doña Clara Unzueta y Rioseco y, por lo tanto, prima de doña Carmen.
Archivo Daniel Campos Menchaca.
315
DANIEL CAMPOS MENCHACA
Su juventud transcurrió durante la segunda mitad del siglo pasado con vida
social restringida y preponderantemente a base de las relaciones familiares
como lo demuestran los numerosos matrimonios entre parientes. Las tertulias
en casa, los largos veraneos en las haciendas y las ceremonias religiosas era lo
que permitía alternar entre jóvenes de ambos sexos y a juzgar por el remedo
de la “Novena a María Santísima del Carmen” que le dedicara su primo segundo, el futuro diputado, don Guillermo Cox Méndez, Carmelita, como cariñosamente la llamaban, era una mujer atrayente y contaba con numerosos admiradores16.
MATRIMONIO
CON
PEDRO
DEL
RÍO ZAÑARTU
Dos años de viajes alrededor del mundo no habían logrado calmar el dolor
de Pedro del Río Zañartu, inconsolable ante la pérdida de su esposa doña Ana
Rosa Serrano Squella junto con sus dos pequeños hijos en plena juventud,
16
NOVENA: A María Santísima del Carmen sus devotos fieles. (Copia del original manuscrito
por doña Carmen Urrejola del Río).
Julio 16 de 1881.
Pues no valen contra vos
Nuestro mérito y desvelos
Virgen Santa del Carmelo
Válganos nuestro tesón.
Dios te guarde, gran Señora
A quien todo solterón
Sea calvo o narigón
Os persigue i os adora
I pues vuestro amor implora
En vano nuestra pasión,
Virgen Santa del Carmelo
Válganos nuestro tesón.
Dos te guarde, niña bella,
Que el poneros amorosa
Fue empresa más trabajosa
Que el alcanzar una estrella
Y pues contra vos se estrella
Hasta una diputación, (1)
Virgen Santa del Carmelo
Válganos nuestro tesón.
Cucho y Miguel, delincuentes
Si creen i sus pecados
Son haber sido templados
I rivales pretendientes;
Pero si de los vivientes
No os mueve la contrición
Virgen Santa del Carmelo
Válganos nuestro tesón.
Sois de Manuel la dulzura
Que lo embelesa i encanta
I él sus potencias levanta
A gozar de tu hermosura.
Pero si ni su amargura
Os inspira compasión
Virgen Santa del Carmelo,
etc., etc.
Vos sois ¡oh! Carmen hermosa!
De estos pobres la esperanza
Pero ninguno os alcanza
Por ser vos tan rigurosa
Y si halláis de caprichosa
Triste nuestra condición
Virgen Santa del Carmelo
Válganos nuestro tesón.
Los templados ocurrimos,
Que nos saqueéis esperamos
De este tormento en que estamos
De esta duda en que vivimos
Que nos entreguéis, pedimos,
Ese duro corazón...
Virgen Santa del Carmelo
Válganos nuestro tesón.
A ti, Carmen, suspiramos
Con gemidos y sollozos
Que no pueden haber gozos
316
En la pena en que lloramos
I si premio no esperamos
A nuestra humilde pasión
Virgen Santa, etc., etc.
Ea, pues, Carmen piadosa,
Sean tus ojos divinos
De estos pobres peregrinos
La luz clara i luminosa
I pues es tan espantosa
Nuestra pena i aflicción
Virgen Santa, etc., etc.
Pensad en nuestra inocencia
I no con indignación
No echéis en confusión
De nuestra dulce presencia
I si dictas la sentencia
Dejad siempre apelación
Virgen Santa, etc., etc.
¡Oh! Carmelita divina!
¡Oh! Consuelo celestial!
¡Oh! Dureza sin igual!
¡Oh! Belleza peregrina!
Sed vos misma medicina
Que curarnos ya es razón
Virgen Santa del Carmelo, etc.
Guillermo Cox Méndez
DOÑA CARMEN URREJOLA DEL RÍO (1848-1932)
ocurrida en 1880. Al decir de Benjamín Vicuña Mackenna, “una de esas mujeres de Chile a quienes los ángeles del cielo prestan sus alas para llevárselos
consigo i más temprano”17. “Sin embargo, viudo, apuesto y rico a los cuarenta
y tres años de edad encontró en doña Carmen lo que tanto ansiaba”. El
matrimonio se efectuó el 16 de agosto de 1883 y allí, nuevamente Guillermo
Cox Méndez18 les dedica un epitalamio; que es una composición poética lírica, con ocasión de una boda y que reproduzco por su notable originalidad,
recordando que su autor solo tenía, a la fecha, 18 años.
EPITALAMIO:
Epitalamio a Carmen Urrejola y Pedro del Río:
Agosto 16 de 1883.
Huye genio de muerte y de tristeza
Que vistiendo de luto los hogares
Ni cariño respetas ni belleza
Ni te apiadas de llantos i pesares;
¡Lejos ya! De tus hierros la dureza
Dos seres rompen hoy en los altares
I alzan la frente acrisolada y pura.
Radiantes de esperanza i de ventura.
No más la carga grave e inclemente
De tu yugo nefando i doloroso
De ese mortal doblegará la frente...
¡Huye! ¡Aparta! Que un ánjel luminoso,
Milagro de un amor puro i ardiente,
Sonriendo le llaman DULCE ESPOSO
I con su blanca mano rompe el lazo
Que en otro tiempo le atara a tu regazo.
17
18
Pedro del Río Zañartu, Viaje en torno al mundo, Cervantes, s.l., 1883, XV.
Guillermo Cox Méndez: (1865-1892), penquista, hijo de Guillermo Cox Bustillos y Loreto
Méndez Urrejola, prima hermana de doña Carmen. Nieto del protomédico inglés Natham
Miers Cox; fue abogado, diputado e historiador de Concepción. Falleció en plena juventud al
tratar de salvar a su primo Alejandro Méndez Eguiguren, ahogándose ambos en el río Ñuble.
317
DANIEL CAMPOS MENCHACA
Feliz él! Yo le vi surcar sediento
De amor y dicha dilatados mares
I volver fatigado, macilento
I siempre triste a sus desiertos lares.
Ya en su pecho el amargo desaliento
Negro acíbar juntaba a sus pesares
Cuando un bálsamo halló de encanto lleno
De una modesta virgen en el seno.
Bella misión, anjelical criatura
La que el mundo te depara el cielo!
Ayer con tu cariño i tu dulzura
De tus padres ancianos el consuelo,
I hoy, dechado de amor i de hermosura,
Precioso objeto de entusiasta anhelo...
¡Ánjel de luz, mujer de gracias llena,
Tan dichosa serás como eres buena!
Día feliz! El triste peregrino
Embriagado de amor su dicha canta
Al lado de ella en el altar divino
La vista al cielo en gratitud levanta;
Ya no le arrastra su fatal destino
¡Una mujer purísima le encanta...!
Si la envidia en mi pecho se anidara
Al felice viajero Yo envidiara.
Sí, que ya goza él de ese tesoro,
Flor cuya aroma embebecido aspira,
Risueño ideal de sus ensueños de oro,
Májico jenio que consuelo inspira;
Anjel bajado del celeste coro
Que modestia i amor solo respira
I extasiado en su gracia i su hermosura
Olvida del pasado la amargura.
Ven ánjel del amor i aquí derrama
Tu purísimo ador que el alma enciende.
I sobre los que unió tu dulce llama
Las tibias alas cariñoso extiende;
318
DOÑA CARMEN URREJOLA DEL RÍO (1848-1932)
Tú, con tu soplo que en placer inflama
La inmensa dicha de hoi guarda i defiende
I a tu sombra i a tu amor será felice
Este amor i esta unión que Dios bendice.
Sin descendencia, pues perdieron al nacer los tres hijos que tuvieron, la
vida de la enamorada pareja discurrió entre Hualpén, lugar de su residencia y
Concepción o alguna de sus otras propiedades agrícolas, como Santa Fe (Los
Ángeles) o San José (Rafael, Tomé) y viajes al extranjero; el último para la
Exposición Universal de París de 1900.
Por su hogar acogedor y siempre abierto, desfilaban, especialmente en verano sus parientes y amigos, tales como los Zañartu, Cruz, Pinto, Bulnes, Prieto,
Isidoro Errázuriz y cuanto viajero distinguido llegara por estos lados.
Enfermo ya, don Pedro del Río Z., tomó casa en Concepción en la esquina
poniente de calle Tucapel con San Martín donde falleció en 1918. La antigua
casa de doña Carmen en Colo-Colo con O’Higgins se encontraba arrendada.
Después de enviudar doña Carmen se trasladó a su nueva residencia en construcción en la esquina sur de Castellón con Barros Arana.
Pocos años antes de morir, don Pedro decidió edificar esta casa habitación
que a la vez digna de su rango social, contribuyera al ornato de la ciudad y al
efecto, adquirió un amplio predio en la esquina sur de Barros Arana con
Castellón y encargó la construcción al arquitecto Onofré Montané Urrejola19.
La mansión señorial de estilo Art Nouveau constaba de dos pisos: el primero
destinado a renta y el segundo a vivienda. En los bajos había una casa y varios
locales comerciales. A los altos debería haberse llegado a través de una magnífica puerta de entrada por Barros Arana por una escala monumental que se
bifurcaba al llegar al descanso: una parte hacia Colo-Colo daba a una galería,
recibos, comedor y sala de fumar y la otra mirando a Castellón, llevaba a los
dormitorios. Cuadrando con estas alas, hacia el interior, había otras dos, una
paralela a Barros Arana destinada a cocina y dependencias y la otra mirando a
Castellón estaba destinada a comedor de honor y por esta misma calle estaba
la puerta de servicio. El edificio20 quedó inconcluso y don Pedro no alcanzó a
ocuparlo. Poco después de su muerte, doña Carmen hizo habilitar la parte de
19
20
Hijo de Rodolfo Montané Rodríguez y Natalia Urrejola Unzueta, doble prima de doña
Carmen.
Edificado en concreto y ladrillo, era tan sólido que resistió los terribles terremotos de 1939
y 1960. No serían los fenómenos de la naturaleza, sino la mano del hombre la que lo
destruiría.
319
DANIEL CAMPOS MENCHACA
Castellón y las dependencias y se trasladó a él por los años 1920 o 1921. Los
recibos y salones, el amplio comedor y la grandiosa escala de entrada se clausuraron sin terminarlos y se accedía por escalera de servicio de la calle Castellón, debidamente alhajada.
Este edificio es el que, hoy en ocasiones, ha sido mal llamado “Palacio
Castellón”; denominación carente de toda base que la justifique21.
LA
VIUDEZ DE DOÑA
CARMEN URREJOLA
La viudez de doña Carmen fue un acto continuado de veneración y culto
de la memoria de su esposo y de generosidad para con el prójimo, especialmente sus parientes y amigos necesitados y cuando uno oponía pudorosa
resistencia frente a su largueza, lo desarmaba diciéndole: “La caridad empieza por casa”.
Piadosa y observante de la religión, conservaba resabios de jansenismo22 de
otras épocas que la hacían sentirse indigna de recibir a menudo los santos
sacramentos y prepararse rigurosamente durante una semana para hacerlo.
21
22
Enajenado para pagar los numerosos legados testamentarios de doña Carmen el edificio
pasó por las manos de varios propietarios. Se le subdividió a fin de dar cabida a múltiples
locales comerciales. Pese a ello y teniendo presente la buena calidad de la construcción y su
condición general más que aceptable, por Decreto de Educación Nº 531 de 20 de septiembre de 1995 el Consejo de Monumentos Nacionales lo declaró Monumento Histórico, ver
http://www.monumentos.cl/monumento.php?monumento_id=10367 (19-08-2007). Con
ello se creyó preservar su valor como patrimonio urbano. No obstante, las exigencias del
crecimiento económico, llevaron a sus propietarios a enajenarlo por última vez. Los nuevos
dueños, empresarios santiaguinos propietarios de una multitienda, consiguieron burlar la
declaración patrimonial de Monumento y preservando solo sus dos amplios muros exteriores de Barros Arana y Castellón, han logrado autorización para edificar dentro una moderna casa comercial de cuatro pisos. En los momentos en que este trabajo se actualiza, solo la
albañilería de los frontales subsiste apuntalada por poco estéticas vigas de acero. El resto
del edificio ha desaparecido en la misma forma que en su tiempo ocurrió con otros monumentos, como el histórico Mercurio de Santiago o la Sede de la Casa Grace en Valparaíso.
Para una descripción del edificio en los años de vida de doña Carmen ver René Louvel
Bert, Crónicas y Semblanzas de Concepción, La casa de doña Carmen Urrejola de del Río,
Concepción, 1988, 81.
Movimiento religioso surgido en Europa en la cuarta década del siglo XVII. Debe su nombre
a su fundador, Cornelio Jansen (1535-1638). Se difundió tras la muerte de Jansen, al publicarse póstumamente su obra Augustinus. Poco a poco fue derivando a tesis concilaristas, galicanas y antijesuíticas.
320
DOÑA CARMEN URREJOLA DEL RÍO (1848-1932)
De regular estatura, pálida y de facciones agradables, conservaba aún a
avanzada edad restos de la belleza que había sido. Su voz algo ronca, la sonrisa amistosa y la suavidad de sus modales cautivaban a su interlocutor, cualquiera fuera su edad, pues poseía el delicado don de adaptarse a cada uno.
Era de una bondad extrema, siempre preocupada de las necesidades de los
demás y haciendo el bien sin ostentación; todo el mundo la quería y la respetaba y en medio de ese cariño y estimación falleció en Concepción el 24 de
febrero de 1932.
LAS
DISPOSICIONES TESTAMENTARIAS
El testamento de doña Carmen Urrejola constituye una clara demostración
de su espíritu filantrópico, y más que simple solidaridad, de genuina caridad
cristiana.
Había testado el 30 de enero de 1930, en su propia casa, ante el notario
público Carlos Egaña Pinto y los testigos Luis Ibieta Plumer, Alberto Herrera
Arrau, Moisés Gómez del Fierro, Reinaldo Spoerer Cornou y Aníbal Boggiano, con lo cual reemplazó un testamento cerrado anterior del año 1929.
Su texto que constituye un documento de valor histórico, por lo cual se
transcribe, dice textualmente23:
Yo, Carmen Urrejola Unzueta esposa de don Pedro del Río Zañartu otorgo este
testamento en mi entero y cabal juicio en la forma siguiente:
Declaro que soy hija legítima de don Gonzalo Urrejola L. y de doña Tránsito
Unzueta R.; que fui casada con don Pedro del Río Zañartu, de cuyo matrimonio tuve tres niños que murieron al nacer.
Como hija de María, dejo a la casa del Sagrado Corazón de Concepción, cincuenta acciones del Banco Concepción, para que sus dividendos reemplacen
mi suscripción anual con que he contribuido siempre para los pobres que
dicha Sociedad proteje.
Dejo cien acciones del Banco Concepción a cada una de las Parroquias de San
Agustín y La Merced para que dicho Banco les entregue cada seis meses los
dividendos de mi parte, como contribución al culto.
23
Se ha optado por transcribir el texto completo enmendando las faltas de acentos gráficos
en el original. Las erratas ortográficas han sido señaladas debidamente. (Nota de los redactores).
321
DANIEL CAMPOS MENCHACA
Así mismo dejo cuatrocientas acciones del Banco Concepción al Obispado de
Concepción, para que sus dividendos se repartan una vez al año el día “del
Carmen” en Julio dieciséis a mi nombre entre los pobres empezando por los
que yo protejo actualmente, sgún (sic) lista que queda en poder de mi sobrino
Benjamín Menchaca Urrejola, quien hará personalmente el reparto el primer
año de mi fallecimiento, entregando después dicha lista al Obispado para que
continúe en el futuo (sic) en la misma fecha; en caso de morir alguna de las
personas agraciadas con esta limosna serán reemplazadas por otras acreedoras,
viudas y necesitadas.
Dejo tres mil pesos para que ocho días después de mi fallecimiento el mismo
don Benjamín Menchaca Urrejola, mi sobrino los reparta aquí (sic) mismo en
mi casa habitación, Castellón cuatrocientos ochenta y uno, entre los pobres,
según lista en su poder y otros que él crea acreedores, a mi nombre.
Lego al Ordinario Eclesiástico de Concepción la cantidad de veinticuatro mil
pesos para que la destine a fundar Becas, en el Seminario de Concepción, las
que deberán ser ocupadas en conformidad con las dispociones (sic) de la Iglesia y los reglamentos del Seminario por jóvenes que posean las cualidades físicas, intelectuales y morales que se requieran para el estado eclesiástico, y que
carezcan de los recursos necesarios para poder pagar la pensión. En igualdad
de condiciones, otorgo derecho de preferencia a mis parientes hasta el cuarto
grado inclusive.
Lego al Ordinario Eclesiástico de Concepción, mi casa de calle Colo-Colo esquina O’Higgins24, para que se destine a ayudar la instrucción de la mujer,
estableciendo en ella como “Pensionado de Niñas” que puedan seguir instrucción superior o cursos universitarios.– El pensionado llevará mi nombre “Carmen Urrejola de del Río”, para que se perpetúe el apellido Urrejola ya que
dicha propiedad perteneció a mi familia desde mediados del siglo dieciocho.–
A más con este mismo objeto lego diez mil pesos para que se arregle la casa
convenientemente para recibir las pensionistas que deban ocuparla25. El Obispado administrará esta fundación sin tener que dar cuenta a nadie de su cumplimiento, y si alguna vez se le interpusiere reclamo, es mi voluntad que sea
considerada como asignación gratuita.
24
25
Se refiere a la antigua propiedad de la familia Urrejola Leclerc de Vicourt, que con esta
disposición dejó de pertenecer a sus descendientes.
Esta propiedad fue permutada por la que la Congregación de la Inmaculada Concepción
había recibido como legado de don Domingo Ocampo Navarro, en la calle Colo-Colo casi
esquina de la calle San Martín, de Concepción y en esta última funcionó muchos años el
Pensionado Universitario femenino “Carmen Urrejola de del Río”, a cargo de dicha Congregación.
322
DOÑA CARMEN URREJOLA DEL RÍO (1848-1932)
Dejo la propiedad en la calle Zañartu de esta ciudad, que fue ajduciada (sic) en
la partición de bienes de mi esposo, para que su valor se agregue al “Censo”
por él constituido a favor de las escuelas públicas, denominado “Premio Pedro
del Río Zañartu” debiendo intacto el valor que se obtenga por dicha propiedad
como lo que yo haya percibido por las partes de ella que haya vendido26. Con
los intereses que produzca este legado, se formarán cinco premios, de los cuales uno será para el alumno más distinguido del colejio que mantiene los Padres Salesianos de esta ciudad, debiendo designar los otros cuatro, que deben
ser para escuelas públicas también, la Junta nombrada por mi esposo, al constituir el premio que lleva su nombre, conforme lo estime más conveniente para
obtener el fin que, al fundar estos premios se propuso mi recordado esposo,
entendiéndose que deben ser siempre en beneficio de los alumnos de las escuelas públicas de la comuna.–
Lego a mi sobrina Isabel Menchaca U. de Campos27 mi fundo San José28 con
sus plantaciones, edificios y lo que contenga adherido al suelo, como también
su dotación de bueyes para los trabajos, enterándole hasta diez yuntas y así
mismo hasta diez vacas, que se llevarán de Hualpén, veinte mil pesos en dinero
para una cuenta corriente que se le abrirá en un Banco para la explotación de
dicho fundo, y todo lo que contuviere al tiempo de mi fallecimiento.–
Dejo a más a esta misma sobrina los retratos grandes de mi padre don Gonzalo
Urrejola y de mi madre doña Tránsito Unzueta de Urrejola para que los coloque en el salón de su casa en esta ciudad.–
Así mismo el menaje de mi cuarto dormitorio, con su alfombra, cortinaje y
muebles tapizados.
Lego también a ella las dos mesas de arrimo de caoba del comedor, que hacen
juego con la redonda de caoba también y mármol que queda en mi dormitorio.– Los muebles de nogal tapizados que están en la salita compuestos por un
sofá, dos sillones y seis sillas, todos tapizados, terciopelo granate plomo.– La
mesa ovalada de comedor que está en hall grande, el aparador allí mismo, ocho
sillas y un sillón de junco iguales a las cuatro que ya están en su poder, un
26
27
28
Adiciona con este legado los bienes dejados por don Pedro del Río Zañartu para la educación
pública.
Doña Isabel Menchaca Urrejola (1875-1940), casada con el Dr. Miguel Antonio Campos Fuentealba (1869-1933), sobrina de doña Carmen Urrejola, fue madre de los 13 hermanos Campos
Menchaca.
Predio agrícola ubicado en la subdelegación de Guariligüe, departamento de Coelemu, que
inicialmente tuvo una extensión de 3.239 hectáreas y que al efectuarse la partición de los
bienes de don Pedro del Río Zañartu, en septiembre de 1918, tenía una extensión de
1.828,65 hectáreas.
323
DANIEL CAMPOS MENCHACA
trinche que está en el reportero, un servicio de loza de mesa y tasas guarda azul
para que lo lleve a San José lo que quede de mantelería, lo repartirá con su
hermano Benjamín Menchaca Urrejola29.
Lego también a mi sobrina Isabel Menchaca el sofá antiguo de mi madre que
está en la galería de la calle, llevarán para San José un retrato de Pedro con
marco felpa que está en mi dormitorio y uno mío con felpa y un grabado metal
que están en consola de salita.–
A esta mi sobrina se le entregarán cincuenta acciones del Banco Concepción
para enterarle cien, a más el candelabro de plata con cinco luces; mi jarra de
pata en que yo comía; tres cucharas de plata marca T.U. y dos platos de plata
fileteados de mi velador y la mesita costurero de caoba que era de mi madre, su
abuela materna doña Tránsito U. de Urrejola.
Lego a mis sobrinas nietas Isabel, Magdalena, Clara y Clemencia30diez mil pesos a cada una y cuarenta acciones del Banco Concepción, a cada una de las
tres primeras para enterarles sesenta y a la cuarta veinte para enterarle treinta.–
A Isabel C., mi ropero de nogal con espejo de cuando era sotera (sic),–
A Clara C. el piano con su mueble para música, el hall tal como esá (sic) con su
pequeña biblioteca, su platón, retratos de familia.–
A Magdalena C. mi mueble escritorio inscrustado (sic) en bronce con su silla
negra de junco y alfombra.–
A Clemencia C. el tocadorcito bronce y cristal con espejo y la caja de guantes
mismo estilo.
A Daniel, Juan, Joaquín y Mariano C., tres mil pesos a cada uno.–
A Ignacio, mi ahijado, cinco mil pesos y a Pedro31, ahijado también y llevando
el nombre de mi espso (sic), diez mil pesos.
Lego al Dr. Miguel A. Capos (Campos sic) esposo, y padre de mi sobrina Isabel
M. y familia, diez mil pesos.
29
30
31
Sobrino de doña Carmen Urrejola de del Río, quien vivía en la casa de esta. Años después
casó con Inés Herrera Unzueta, propietaria del predio Sara de Lebu, donde misionó el Padre
José Campos Menchaca, jesuita (1905-1980).
Todos Campos Menchaca. Magdalena Sofía Campos Menchaca, vecina penquista, viuda del
Dr. Ricardo Burmeister Gesswein.
Todos los anteriormente nombrados sobrinos nietos Campos Menchaca. Su ahijado Pedro
Campos Menchaca, nacido en Concepción en 1920, fue párroco en Lota y Yumbel y en sus
últimos años Canónigo Honorario de la Catedral de Concepción.
324
DOÑA CARMEN URREJOLA DEL RÍO (1848-1932)
Isabel M., mi sobrina, repartirá mi ropa negra de encima y ropa blanca, dejándole a mis cuatro empleadas, para que se pongan luto, y prefiriéndolas en todo,
lo demás como a ella le parezca.–
Lego a mi sobrino Benjamín Menchaca U. una renta de seis mil pesos al año,
renta que se sacará de las acciones que tengo en el Banco de Chile (necesarias
para producir esa renta) de cien pesos pagados y cien pesos de responsabilidad
cada una, impoiendo (sic) la condición que, el legatario don Benjamín Menchaca U. gozará del usufructo que dejo indicado, mientras viva, bajo la condición de que esta asignación que le hago no podrá ser cedida, ni embargada a
favor de tercera persona, y ocurriendo este caso terminará la asignación, pasando toda ella, sin limitación alguna, a favor de sus hijos legítimos, a falta de estos
a su esposa lejítima y a falta de amb-os (sic), a favor de su hermana doña Isabel
Menchaca U. de Campos, o sus herederos.–
Lego así mismo a mi sobrino Benjamín las fianzas que le he hecho por cincuenta mil pesos al Banco Concepción firmado en seis de Julio de mil novecientos
veintitrés y cuyos intereses y amortización se están pagando.–
A más noventa mil pesos a, la Caja Hipotecaria, deuda de dicho sobrino, con la
primera hipoteca del fundo “El Carmen de Cucha Cucha”, todo lo que quedare
por pagar en dichas deudas, quedan mis albaceas don Gonzalo Urrejola y don
Pedro del Río S. Facultados para cancelarlas.
Lego así mismo a mi sobrino Benjamín, cincuenta acciones del Banco Concepción; las dos casas de un piso signadas en Castellón con los números cuatrocientos cincuenta cinco y cuatrocientos sesenta y cinco.– La pieza escritorio
que actualmente tiene en mi casa habitación con todo lo que ella contiene,
poniéndole a más la alfombra del comedor, paisaje antiguo, con marco dorado,
sofá felpa granate, bandeja plaqué antigua marcada T.U. de U., fuentecita con
tapa y budinera loza adentro, la caja de cubiertos de plata, con mi monograma
C.U.R., el retrato de Pedro de donde se sacó la estatua del Cementerio y el mío
marco igual del año mil ochocientos setenta y ocho que están en la salita, todo
lo que tengo aquí del servicio de té y mesa Limoges porcelana.– La mesa
ovalada tallada que está en la salita con su carpeta negra con hilo de oro y cojín
igual, dos consolas con su figura de bronce.– El reloj plata con su caballo
esmaltado en la tapa y cadena que tengo en uno de mis veladores y que fue de
mi esposo, la pulsera de oro que yo he llevado en un brazo (cadena de reloj)
desde el fallecimiento de Pedro.– Una cajita de madera con una cajita de plata
adentro (de rapé de su abuela materna adentro) con todo lo que contiene, que
está en mi cómoda.– Del cuarto de alojados serán para él, la imitación gobelinos que está en la muralla y los dos catres de fierro con sus camas completas y
remuda de ropa blanca, un platón de los que adornan la galería de entrada,
mis dos cajas negras con clavitos marcadas T.U. con todo lo que contuvieren,
325
DANIEL CAMPOS MENCHACA
que están en la galería de la calle; de mi dormitorio la mesita con su cajita
costurero.
Benjamín entregará las “Libretas”32 que tengo guardas en mo (sic) cómoda,
son de Natividad Oliva y de Lastenia Urrejola C. a ambas se le completarán mil
pesos.
A Matilde Cofré de Urrejola se le darán mil pesos.–
A José y Amador Ibáñez Oliva33se les pagará la pensión hasta que estén en edad
de salir, en la protectora y se les pondrá en la Caja de Ahorros, quinientos
pesos, para colocarlos en donde puedan ganar algo para que sigan ganándose
la vida.–
El último mes que estuvieren a mi servicio mis cuatro empleadas, se les abonará
el doble de lo que hubieran estado ganando.–
A mis sobrinas hijas demi (sic) hermana Rita Urrejola de Moreira34. A los hijos
de mi sobrina M. Teresa Moreria de Barros, Carmen B. de Méndez, Teresa B. de
Sota e Isabel B. de Llona, cinco mil pesos a casa una y a mis sobrinos nietos,
Barros Moreira, Juan, Ambrosio, Guillermo, Javier, Luis y León, cuatro mil
pesos a cada uno.–
A los hijos de mi sobrina Melania Moreira de Risopatrón; a Julia su única hija,
seis mil pesos y a cada uno de sus hijos, Daniel, Joaquín y Agustín, tres mil
pesos a cada uno.–
A mi sobrina Carmela M. de Cariola, treinta mil pesos y un servicio de fuentecitas de plaqué “Pappin V. Webb” en su caja, compuesto de cinco piezas y un
calentador aparte.–
A sus hijas Josefina, Carmen, Rita, Marta, M. Cristina e Inés, cinco mil pesos a
cada una, y a su hermano Alberto Cariola M., tres mil pesos.–
A los hijos de mi sobrina Rita Moreira de Barros, Miguel e Isabel B. M., dos mil
pesos.
A los hijos de mi sobrina Josefina Moreira de Rodríguez, Josefina R. de Fuenzalida, cinco mil pesos y (cincuenta) acciones del B. Concepción, a su hermana
Lucía Rodríguez, cinco mil pesos y a su hermano Gonzalo R. M. cuatro mil
pesos.
32
33
34
Libretas de la Caja Nacional de ahorros, antecesora del actual Banco del Estado de Chile.
Jóvenes protegidos por doña Carmen Urrejola, según su costumbre de toda la vida.
Para mejor comprensión del testamento diremos que los Moreira Urrejola se entroncaron
con los Rodríguez Benavides, Barros Méndez, Barros Merino, Barros Barros, Catillo, Castellón, Risopatrón, Cariola y Montes.
326
DOÑA CARMEN URREJOLA DEL RÍO (1848-1932)
A los hijos de mi sobrina Laura Moreira de Montes; Marta, María y Mariana,
cinco mil pesos a cada una y a Rafael y a cada uno de sus cuatro hermanos
menores, tres mil pesos.–
A mi sobrina Sara Moreira de Barros M. quince mil pesos a más un servicio de
té plaqué en su bandeja, compuesto de seis piezas, a sus hijas mujeres cinco mil
pesos a cada una y a los hijos varones tres mil pesos a cada uno.–
A los hijos de mi sobrino Rafael Moreira Urrejola y de María Castillo, tres mil
pesos a cada una de las mujeres y dos mil pesos a cada uno de los varores
(sic).–
A la única hija de mi sobrino Luis Moreira Urrejola y de su esposa Dolores
Castellón, Marta, tres mil pesos como recuerdo.–
A Clemencia Lira de Menchaca 35, un mate de plata antiguo con su bombilla,
como recuerdo, a Clemencia M., cinco mil pesos y a su hermana Rosa, dos mil
pesos.–
A mis dos sobrinas Cristina Cifuentes U. y Filomena Cifuentes U. de Venegas36,
hijas de mi recordada hermana Filomena Urrejola de Cifuentes, diez mil pesos
ca– (sic) una para que se compren algo que les haga recordar a su tía Carmen.–
A M. Isabel Unzueta U. mi prima y amiga, cien acciones del Banco Concepción
y dos fruteras grandes de cristal empañado antiguas, que están en el comedor.–
A M. Mercedes Fierro, mi amiga, cincuenta acciones del Banco Concepción.–
A Inés Unzueta Cruzat, cincuenta acciones del Banco Concepción.–
A mi amiga Ana Lecaros de Urrejola, como recuerdo, una silla de nogal, mecedora con su alfombrita, que era de mi madre y dos mil pesos en plata.–
A Luisa Urrejola mi ahijada, cuatro mil pesos.–
A Domitila Urrejola M. y Filomena Urrejola L., por llevar los mismos nombres
de mis dos hermanas Filomena y Domitila Urrejola U. tres mil pesos a cada
una.–
A Marta Urrejola L. Y a María Anjélica Mira U. mil pesos, a cada una y a la
última, a más la mesita ratona importada con sus dos sillitas tapizadas.
35
36
Doña Clemencia Lira Lira fue la segunda cónyuge de don Tomás Menchaca Sanders, viudo de
doña Domitila Urrejola Unzueta. Tuvieron 14 hijos Menchaca Lira, entre estos Alejandro,
obispo de Temuco; Manuel, eclesiástico; Ana, religiosa del Sagrado Corazón; Elena, religiosa
de la Providencia y María, quien se trasladó a Santiago.
Filomena Cifuentes de Venegas, madre del ya famoso pintor Miguel Venegas Cifuentes.
327
DANIEL CAMPOS MENCHACA
A Alfonso Urrejola Mulgrew un gran jarro de plaqué con su copa, que queda
con carta para él adentro, se le entregará como recuerdo, y a las hijas mujeres
de dicho sobrino Alfonso y Eduvijes A.,37 mil pesos a cada una de ellas.–
A M. Isabel del Río de García38 dejo la mantequillera de plata con monograma
P. del R. y platito y cuchillo como recuerdo.
A Manuela García del Río, diez mil pesos, el mundo grande de hule marcado P.
del R. Z. El cuadro que está en la pieza de alojados con marco dorado, representado una viuda con sus dos guaguas, a sus dos hijos nombres (sic), cuatro
mil pesos a casa uno y a Raquel, única hija, ocho mil pesos.–
A Sabina García del río, diez mil pesos y los dos bules de Jacaranda, antiguos,
que están en la salita.
A mi sobrino político Alfredo del Río Serrano39, el retrato de su abuelo don
Pedro del Río y Cruz, por ser el mayor de los hijos de mi cuñado don Arístides
del Río Z.
A mi sobrino don Pedro del Río Serrano40, la caja baja de cuero para camoarote (sic) y el maletín de mano, ambas cosas marcadas en planchas metal P. del R.
Z., las dos palmatorias de plata, el cenicero de plata, los dos sillones de paja de
abordo con sus respectivos cojines, marcados P. del R. uno y C. U. del R. el
otro.–
A Nieves M. de del Río la fuente redonda de plata, con monograma P. del R. Z.,
la cafeterita de plata, mis dos colecciones de jarritos, grandes y chicos, uno en
una caja y el chico en un marquito blanco.–
A kos (sic) hijos varones de ete matrimonio, Pedro, Eduardo y Alfredo, cinco
mil pesos a cada uno.–
37
38
39
40
Alfonso Urrejola Mülgrew, agricultor en Rafael, hijo de Rafael Urrejola Unzueta, abogado, y
de Mercedes Mülgrew Collao, fue casado con Eduvigis Arrau Martínez.
Asignación a descendientes naturales de don Pedro del Río Zañartu: su hija doña María
Isabel del Río, casó con don Antonio García López, con quien tuvo a Isabel, viuda de Perry;
Carmela y Sabina García, viuda de Basaure. Carmela contrajo nupcias con Aurelio Coveña,
con quien tuvo tres hijos: Aurelio, Antonio y Raquel. Armando Cartes Montory, Pedro del Río
Zañartu, op. cit., 86.
Alfredo del Río Serrano, alcalde de Concepción (1931-1932) fue casado con Laura Grühn
Pastor.
Pedro del Río Serrano, abogado, fue una personalidad muy característica de Concepción,
casado con la distinguida señora Nieves Martínez Urrutia; fallecidos ambos a avanzada edad.
328
DOÑA CARMEN URREJOLA DEL RÍO (1848-1932)
A Carmen del Río Martínez41, diez mil pesos, una cartera con el nombre “Carmen” y bordes de plata también; un anillo con un brillante, que, tanto la
primera esposa de Pedro, como yo, lo llevamos siempre, y que el deseo de él
fue que quedara en su familia “Del Río”, se la dará a mi nombre cuando se
case.–
A mi amiga Adela del Río de Mathieu, se le entregarán a mi nombre, como
recuerdo, tres mil pesos para que ella, tan caritativa, aumente con esa modesta
suma, sus dádivas.–
Dejo treinta acciones del Banco Concepción, a cada una de las niñas Raquel y
Berta Fuenzalida Infante.–
A Luisa Cruzat de Yiroz (Quiroz, sic), seis mil pesos y cualesquiera otra cosa de
mi casa, como recuerdo.–
A Carmen Cruzat de Fernández, dos mil pesos.
A Malvina Fernández Cruzat, diez mil pesos y del cuarto de alojados la alfombra, cuatro sillas nogal tapizadas felpa labrada grabate (sic), la banqueta con su
colchoncito y almohada, el escaño de jardín que está en la terraza.–
A Matilde Rioseco Cruzat, cincuenta acciones del Banco Concepción, como
recuerdo.–
A mi amiga Amelia Pantoja de del Río, dejo cien acciones del Banco Concepción, como recuerdo.–
A Elena Serrano de Mathieu, el retrato, marco ovalado, de su hermana Ana
Rosa de del Río, que está en escritorio de Benjamín.–
A mis amigas Méndez Zañartu42, en estuche, dentro del cual va una moneda de
oro, cinco libras acuñada en Londres para el primer jubileo de la reina victoria,
mil ochocientos ochenta y siete, comprada por nosotros mismos allí, esto para
Elena; a su hermana Teresa una obrita en francés Limitation de la Sta. Vierge,
como recuerdo.–
A la sociedad Fleteros y Embaladores Pedro del Río Zañartu43, dos mil pesos
por haber sido la primera que se fundó con ese nombre, en caso de no tener
personería, deberá pedirla.–
41
42
A Carmen del Río Martínez, hija de los citados anteriormente, se le legó una joya de valor
histórico considerable, el anillo con un brillante usado por las dos esposas de don Pedro del
Río Zañartu. Debió recibirla con ocasión de su matrimonio con Alfonso Urrejola Arrau,
abogado, diputado e intendente de Concepción (1964-1970).
Propietarias entre otras, del predio Laguna Redonda, hoy urbanizado y que de ellas le heredó
Ramiro Méndez Brañas, ministro y presidente de la Corte Suprema.
329
DANIEL CAMPOS MENCHACA
A Adelaida Tiznado, que me ha cuidado y acompañado como enfermera desde
el año mil novecientos veinti–uno, le dejo tres mil pesos, dándole así mismo
todo lo que está en su cuarto, que es de ella, sacando lo que yo he dispuesto de
allí, la banqueta con su colchoncito, manta y cojín del baño; se le darán así
mismo los animales que le queden en Hualpén.
Al mayordomo de Hualpén don Juan Oliva y su esposa Marta44, mil pesos a
cada uno de ellos y a sus niños, Juan Marta, Isabel, Victoria y Corina, se les
sacará una Libreta de la Caja de Ahorros, con cien pesos a cada una, a más a
Marta de Oliva una vaca parida.–
A Manuela O. Viuda de Miguel Sagardia, se le mandará la copia “Virgen de
Murillos” que está en mi dormitorio.–
A los jefes de población en Hualpén se les dará a cada uno, una vaca parida y
cuatrocientos pesos, siendo para Manuel Ramos el más antiguo ocho mil pesos,
rogando a los S.S. que hagan la entrega de ese fundo, dejen a todos esos viejos
inquilinos en sus casas, allí mismo donde han nacido casi todos ellos.–
A Miguel Ortiz y Emperatriz, su mujer, empleados en la casa del fundo de mi
sobrino Benjamín, quinientos pesos a cada uno, a su mayordomo doscientos
pesos y a su cochero o campero doscientos pesos como recuerdo de mi visita a
ese fundo.–
A don Estanislao Inzunza, ebanista que nos ha servido como tal algunos año
(sic), mil pesos.–
A las Siervas de Jesús45, cincuenta acciones del Banco Concepción.–
A las hermanitas de los Pobres, cincuenta acciones del Banco Concepción.–
A la Protectora de la Infancia, cincuenta acciones del Banco Concepción para
que con sus intereses sigan pagando los gastos de los dos niños que actualmente tengo allí, José y Amador Ibáñez y saliendo estos, entren otros, hijos de mis
protejidos, que lo merezcan, quinientos pesos a ellos para colocarlos donde
puedan entrar para ganarse su vida.–
Al Hospital de Niños, cincuenta acciones del Banco Concepción para que con
el interés que produzcan dichas acciones sigan sosteniendo la camita, que fundé allí con el nombre de mi espso (sic) don Pedro del Río Zañartu.–
43
44
45
Se refleja con este legado, una vez más, el permanente recuerdo de su marido don Pedro del
Río Zañartu.
Se le asignan al antiguo personal del fundo Hualpén.
Las siguientes son antiguas congregaciones o instituciones de Concepción. Doña Carmen
Urrejola pagaba, en vida, los gastos de pensión de niños desvalidos.
330
DOÑA CARMEN URREJOLA DEL RÍO (1848-1932)
A Salomé Toro, se le darán quinientos pesos y los animales que le queden aún
en Hualpén.
A Elsa Guevara, quinientos pesos y catre madera con somier y cama completa
que se le tiene aquí y demás.–
A Gregoria Chávez, dejo quinientos pesos lo que tiene de su uso en su cuarto,
se le entregarán sus animales que le queden en Hualpén.–
A Benita Ramos que me ha servido como empleada en mi casa algunos años,
tres mil pesos para que los ponga en la Caja de ahorros, un ropero y un mundo
que están en su pieza que ella ocupa, lo demás que está allí es de ella, la mesa
de la cocina con sus cuatro sillas madera y junco, con somier con madera,
donde está una cama completa donde se le daba alojamiento a algunos empleados, que está en el hall grande, como así mismo una mesa lavatorio, los animales que le quedan en Hualpén.
Una vez que saquen todo lo que he dejado para llevar a Hualpén del salón, de
lo que quede se formarán dos lotes, uno con el boule, los dos sillones con
respaldo nogal con lira, dos sillas tapizadas terciopelo y un sillón de los grande
(sic), dos sillitas doradas tapizadas raso, la africanita con su pedestal, la mesita
negra con su carpetita florero porcelana blanco y negro con sus flores, otro
cristal con galón dorado, caja cuero para cigarros, el cuadrito japonés, este
amobladito quedará para un saloncito de mi sobrino Benjamín.–
Lo demás que quede de dichos amoblado (sic) con la alfombra y el cuadro
grande (paisaje para mi sobrina Isabel Menchaca de Campos).
Tan pronto yo fallezca se me mandarán decir a “San Agustín” una corrida de
misas Gregorianas por el descanso de mi alma46.–
Lego a mi hermano Gonzalo 47, como recuerdo, el reloj mármol de campana
que tengo en mi dormitorio, tal como está con su florerito bronce, y la escupiderita plata que era de mi padre, marcada G. U. a su esposa Clara Unzueta la
mesa redonda, caoba y mármol en que comíamos en comedor.–
Al administrador de San José don Juan Arce (fundo que he dejado a mi sobrina
Isabel Menchaca Urrejola) quinientos pesos a él y quinientos pesos a su mujer
Carmen Ramos.–
Dejo ocho ejemplares empastados de la revista “Familia” dos para cada una de
mis sobrinas nietas Isabel, Clara, Magdalena, y Clemencia Campos Menchaca.–
46
47
Antigua costumbre católica, establecida con el fin de rogar al Altísimo por el alma del difunto.
La misa era “gregoriana” por el cántico tradicional de tiempos del Papa San Gregorio Magno.
Gonzalo Urrejola Unzueta (1853-1940), diputado, ministro de Estado y senador.
331
DANIEL CAMPOS MENCHACA
Dos ejemplares empastados de “Correo Ultramar” muy antiguos a mi sobrino
Benjamín Menchaca Urrejola y dos de la “Moda Elegante” así mismo antiguos a
mi sobrina Isabel Menchaca Urrejola, mis albums y fotogrias48 (sic) en jeneral a
esta misma sobrina y prima Isabel Unzueta Urrejola.–
“América Poética” ejemplares muy escaso y buscado (sic), a mi sobrino nieto
León Barros Moreira, muy aficionado a la poesía y aún poeta él mismo.–
Nombro mis albaceas y tenedores de bienes a mi hermano don Gonzalo Urrejola y a mi sobrino político don Pedro del Río Serrano para que ellos hagan la
repartición de lo que dejo legado, sin intervención de Juez Partidor.–
Se les asignará a cada uno de ellos, diez mil pesos, encoméndole especialmente
al último el cumplimiento de la cláusula testamentaria de mi espos (sic) don
pedro del Río Z., por lo (sic) cual legó a la ciudad de Concepción su fundo
Hualpén49.–
Ruego al señor intendente, señor primer Alcalde, señor Vice Presidente de la
Junta de Beneficencia, que forman la comisión a la cual mo (sic) sobrino político, don Pedro del Río S., entregará el Parque Pedro del Río Zañartu antes fundo
Hualpén, que, cumpliendo los deseos de mi esposo, sea él don Pedro del Río
Serrano, el primer Administrador de esa propiedad, ya que conoce como nada,
cual fue la mente del testador al legársela a su ciudad natal, estando así capacitado para cumplir fielmente su voluntad.–
Se colocará en lugar preferente el atril con el pergamino el que está copiada, la
cláusula del testamento de mi esposo, en que hizo ese lagado50.–
Se dejará allí en el fundo, cuatro yuntas de bueyes, dos carretas, dos pipas
para acarrear el agua diariamente, un caballo ensillado para el uso.– El “Victoria” coche de que nos servíamos allá, con su tiro de tres caballos con sus
arneses.–
Es mi voluntad que, los Albaceas nombrados en cualquier caso de dificultad y
aún para dar cumplimiento a los que no presenten, particularmente en la
entrega del fundo Hualpén, se acompañen de mi sobrino Benjamín Menchaca
Urrejola que ha vivido muchos años en mi compañía y además que está impuesto del movimiento de mis intereses.–
48
49
50
Un antiguo álbum y parte de fotografías en archivo de Daniel Campos Menchaca.
Ya en el testamento de don Pedro del Río se designaba a don Pedro del Río Serrano, su
sobrino, para el cumplimiento de este importante encargo, una de las mayores expresiones
de filantropía en Concepción y lo que reiteraba su viuda doña Carmen Urrejola de del Río.
Este existe en la actual puerta principal de acceso al Museo Hualpén.
332
DOÑA CARMEN URREJOLA DEL RÍO (1848-1932)
Lego cinco mil pesos para que se mande a hacer un busto o retrato al óleo de
mi esposo don pedro del Río Z., que se colocará donde crean conveniente
hacerlo en alguno (sic) salón de esta ciudad como benefactor.–
Esta mi casa habitación Barros Arana esquina Castellón, cuyo sitio todo edificado, una casa en el segundo piso, una pequeña, y cuatro almacenes en el bajo,
todos arrendados, se venderá para proporcionarse dinero y cumplir mis legados.–
Una vez todo repartido según mis disposiciones, el remanente de mis bienes,
por igual valor, se repartirán mis dos sobrinos doña Isabel Menchaca Urrejola y
don Benjamín Menchaca Urrejola.–
Firmo el presente, mi testamento, para inutilizar en que tengo en el Banco de
Chile, en Diciembre catorce de mil novecientos veintinueve.
Carmen Urrejola v. de del Río.
Es mi voluntad que toda cláusula o legado que no estuviere bien claro o diere
motivo a alguna dificultad en su cumplimiento o interpretación de mi voluntad, deberá ser cumplida en la forma como lo indique mi sobrino Benjamín, ya
que él conoce la intención de todo lo que dejo dispuesto en este testamento.–
Diciembre catorce de mil novecientos veintinueve.– Carmen v. De del Río.
Se procedió a la apertura del testamento cerrado de doña Carmen Urrejola
el 3 de marzo de 1932, ante el Juez de Letras de Concepción, don Juan José
Veloso Rivera.
Como se puede apreciar, los legados en dinero fueron un total de 142, a lo
que hay que agregar joyas, obras de arte y otras especies que distribuye entre
parientes, amigas y servidores, sin olvidar a ninguno, especialmente los últimos51.
Asimismo hay legados para becas del seminario y escuelas públicas, para
limosnas y contribución al culto.
51
La liquidación de bienes dio un acervo de 1.120.315 pesos, debiendo pagarse 32.915,75 pesos
de impuesto global. El acervo disponible fue de 1.078.399,25 pesos, inferior a la suma de los
legados que fue de 1.184.121 pesos, por lo cual las asignaciones se rebajaron en un 8,928%. A
su vez y respecto de estas se debieron pagar 109.383,84 pesos como impuesto a las asignaciones. O sea, salvo las exentas, se redujeron en total, en un 13% rigiendo en la época la ley
4.533, de 1929 modificada por el D.L. 119, de 1931.
333
DANIEL CAMPOS MENCHACA
SÍNTESIS
La vida y disposiciones de doña Carmen Urrejola Unzueta de del Río,
–distinta sí por circunstancias y por recursos– se inscribe entre los ejemplos
de la filántropa chilena por excelencia que fue doña Juana Ross de Edwards
(1830-1913).
Son la fe religiosa, el sentido del servicio, el amor a su cónyuge, el recuerdo
de sus familias y la generosidad en auxiliar a los más necesitados, los distintivos que presidieron la vida de ambas.
Doña Carmen Urrejola pasó silenciosa y dignamente por la vida provinciana de Concepción, haciendo el bien hasta el último día y practicando la
caridad. Con su bondad y humildad legó un ejemplo, siempre reconocido y
respetado por quienes tuvieron el privilegio de conocerla.
334
BOLETÍN DE LA
ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA
LA BATALLA DE LONCOMILLA DE 1851: ESCENARIOS Y TESTIMONIOS
Año LXXIII - No 116 - 2007 - 335-357
ISSN 0716-5439
LA BATALLA DE LONCOMILLA DE 1851:
ESCENARIOS Y TESTIMONIOS
por
Jaime González Colville*
RESUMEN
La Batalla de Loncomilla –ocurrida el 8 y 9 de diciembre de 1851– fortaleció el gobierno
de Montt, pero además determinó la viabilidad de la Constitución de Portales, logrando,
en consecuencia, una etapa de notable estabilidad política y social, la que no fue puesta en
jaque por las intentonas revolucionarias que se sucedieran con posterioridad a esa acción
bélica.
Por una fortuna del tiempo, y tal vez por las condiciones de agreste tranquilidad de la zona,
los escenarios de ese acontecimiento han permanecido intactos y casi inalterados en el devenir
de los años. Las casas de Reyes exhiben los disparos en sus gruesas murallas de adobe; se
puede caminar por los sombrados corredores –con copihues a la vista– de la casona de
Chocoa, donde Bulnes instaló su Cuartel General. Pero también, dramáticamente, cada
cierto tiempo, entre los arados y los azadones, surgen los restos de los soldados muertos, entre
balas y fusiles carcomidos, como una evidencia dolorosa de los horrores de la guerra.
Villa Alegre custodia, conserva y honra esos lugares, los ha señalizado y ha dado
sepultura piadosa a los huesos de los combatientes. De ese acontecimiento del que se tienen
pocas luces, de esos lugares que guardan el testimonio silencioso de un instante decisivo de
nuestra vida cívica, tratan estas páginas.
Palabras clave: Manuel Montt, Manuel Bulnes, Revolución de 1851, Constitución
de 1833.
Tras el fracasado motín del 20 de abril de 1851, que intentaba impedir el
triunfo presidencial de Manuel Montt –con la muerte de su cabecilla del
Coronel Pedro Urriola San Martín– los ideólogos de la asonada, optaron por
*
Académico Correspondiente por San Javier y Villa Alegre. Correo electrónico:
[email protected]
335
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE
vía electoral: para ello buscaron un líder, del cual carecían, y cuyo prestigio
pudiera oponerse a la candidatura de Montt. De esta manera –y desechando
la postulación presidencial de don Ramón Errázuriz– ofrecieron la opción al
general José María de la Cruz Prieto, intendente de Concepción y quien había
sido Jefe del Estado Mayor de Bulnes en la guerra contra la Confederación
Perú Boliviana de 1839. En opinión de los impulsores de aquel movimiento
este reunía las condiciones de un caudillo militar.
José María de la Cruz, sin embargo, además de su adhesión a Bulnes, era un
individuo conservador, devoto del orden y era difícil imaginársele encabezando una revuelta armada. Ya en 1845 había reprobado enérgicamente los luctuosos acontecimientos de San Felipe y, en carta a Bulnes, le decía: “El gobierno no debe tener el menor cuidado con esta provincia (Concepción) respecto
de los asuntos políticos”1.
No obstante, los opositores a Montt, más que buscar una figura que representara una alternativa a su candidatura, pretendían con esa postulación
atraerse a Bulnes o, en el peor de los casos, inhibirlo de actuar ante su pariente y amigo2. Sin embargo, tras desembarcar el General De la Cruz en Valparaí-
1
2
Agustín Edwards: Cuatro Presidentes de Chile, Dos volúmenes, Sociedad Imprenta y Litografía
Universo, Valparaíso 1932, Volumen I, 4.
Por esas ironías que suelen surgir en el devenir histórico, pocas veces dos generales enemigos
han tenido tantos rasgos de vinculación familiar, como es el caso de Bulnes y De la Cruz. Para
clarificar al lector los antecedentes de ambos, daremos sus respectivas genealogías en apéndice.
BULNES:
Remonta su origen a Manuel de Bulnes y Castillo, nacido en Potes, en las montañas de
Liébana, en Santander, donde está el solar de la familia; casó, en mitad del siglo XVII, con
Manuela de Corces y Linares.
Su hijo Toribio Alfonso de Bulnes, nacido en Potes en 1733, se avecindó en Concepción
donde se dedicó al comercio, hacia 1763; fue capitán de Milicias del Ejército Real; casó en
Concepción con Manuela Quevedo y Obando.
Tuvo cinco hijos: Antonio, Norberto, Francisco Javier, Juan de Dios (sacerdote), Manuela y
Manuel José, que sigue:
Manuel José Bulnes y Quevedo, bautizado en Concepción en 1767; se enroló en el Ejército
del Rey, donde llegó a coronel en 1818; murió en combate, en Parral (actual Provincia de
Linares) el 27 de junio de 1818; casó en Concepción el 16 de febrero de 1793 con María del
Carmen Ventura Prieto Vial, con descendencia en cuatro hijos: Carmen, Manuel, José Miguel
y Francisco.
Manuel Bulnes Prieto, bautizado en Concepción el 25 de diciembre de 1799; abrazó –al revés
de su padre– la causa patriota desde su adolescencia, alcanzando el grado de general en 1831,
después de su brillante triunfo sobre la Confederación Perú-boliviana; ejerció la presidencia
de la República de Chile entre 1841 y 1851. Casó en 1814 con Enriqueta Pinto Garmendia,
hija del ex Presidente de Chile, Francisco Antonio Pinto Díaz, con la siguiente descendencia:
336
LA BATALLA DE LONCOMILLA DE 1851: ESCENARIOS Y TESTIMONIOS
so, en la ruta a la capital, un incidente absolutamente circunstancial, producto de ese azar que late en todo hecho histórico, le causa profunda conmoción:
su birlocho se cruza, en una posada en Casablanca, con la carreta, fuertemente custodiada, que conduce detenidos y al destierro a Bartolomé Mitre, Juan
Bello y Manuel Bilbao, actores y gestores de los acontecimientos del 20 de
abril. De la Cruz, que no presenció el motín, se siente afectado por la situación de los prisioneros, con quienes conversa extensamente. Bajo esa emoción, sigue a la capital.
Enriqueta cc José Larraín Larraín; Manuel cc Elena Calvo Sanfuentes; Gonzalo cc Carmela
Correa Sanfuentes; Lucía cc Ruperto Vergara Rencoret; Carmela cc Adolfo Ortúzar Gandarillas; Elena cc Ángel Ortúzar Gandarillas y Luisa cc Luis Dávila Larraín.
El general José María de la Cruz Prieto, por su parte, proviene de la familia fundada en Chile
por Pablo de la Cruz y Contreras, bautizado en Altabernas en 1714, militar en Lombardía,
asistió a la toma de Mirandola, en Portugal; vino a Chile en 1740, donde fue comandante de
la Plaza de Valdivia entre 1770 y 1771; posteriormente, mandó las milicias de Concepción.
Casó en Valdivia. en 1776, con Antonia de Goyeneche y Lope, con descendencia en diez
hijos.
El tercero de ellos fue Luis de la Cruz y Goyeneche, bautizado en Concepción en 1768;
militar y coronel de la Independencia; fue Director Supremo Delegado desde diciembre de
1817 a marzo de 1818; le unió gran amistad con O’Higgins; ascendió al grado de mariscal y
fue ministro de Guerra en 1826; diputado en los Congresos de 1811, 1823, 1824 y 1826; fue
presidente de la Asamblea Provincial de Concepción en 1829; casó con doña Josefa Prieto y
Espinosa; no se sabe exactamente la fecha de su fallecimiento, dándose como tales el 9 de
octubre de 1828, en Rancagua o el 15 de octubre de ese mismo año, en Santiago.
Con descendencia en dos hijos: Luis y José María, que sigue:
José María de la Cruz y Prieto, bautizado en Concepción el 25 de marzo de 1799; militar;
coronel y ministro de Guerra en 1830; ministro de Bulnes, pero no asumió el cargo (1841);
diputado en 1833, presidente de la Asamblea de Concepción en 1829; senador en 1848; candidato a la presidencia de la República en 1851; acaudilló la revolución de 1851 y fue derrotado
en Loncomilla el 8 de diciembre de 1851, por las tropas al mando de su primo en segundo
grado, Manuel Bulnes Prieto; fue propietario de un solar en Concepción, en la esquina de las
actuales calles de Aníbal Pinto y O’Higgins, frente a la Plaza de Armas, portal conocido hasta
hoy como Portal Cruz; casó con Josefa Zañartu y Trujillo, con descendencia en Delfina de la
Cruz Zañartu, bautizada en Concepción y gran impulsora de diversas obras sociales en esa
ciudad; además de fundar un “Salón de Señoras” destinado al cultivo de diversas expresiones
artísticas; casó con Aníbal Pinto Garmendia, ex Presidente de Chile; falleció en Santiago en
1905; su hija Delfina Pinto De la Cruz, casó a su vez con Nicolás Montt Herrera.
En consecuencia, Bulnes y De la Cruz fueron primos en segundo grado, Bulnes casó con doña
Enriqueta Pinto Garmendia y una hija de De la Cruz desposó, a su vez, con Aníbal Pinto Garmendia, hermano de aquella y, como si el destino hubiese querido mezclar más aún las sangres de los
eventuales adversarios, una nieta del general De la Cruz va a casar con un pariente de Manuel
Montt. Hay, además, otras relaciones familiares de los apellidos Bulnes, De la Cruz y Montt.
337
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE
Se le recibió con muestras de regocijo, pese a lo cual el gobierno no se
alarma. Sin embargo, las presiones siguen: damas de luto –encabezadas nada
menos que por la viuda del general José Miguel Carrera– le visitan en su
domicilio. Los alumnos del Instituto Nacional le aclaman. Asiste a la sesión
solemne del Congreso Nacional. En las elecciones presidenciales –efectuadas
el 25 y 26 de julio– se habló a destajo del abuso e intromisión del Ejecutivo.
Desde luego ganó Manuel Montt. Se exige entonces a De la Cruz que actúe. El
anciano general debe hablar encaramado en una silla. El trabajo de convencimiento está hecho. Cuando el derrotado candidato presidencial va a embarcarse en Valparaíso, de vuelta a Concepción, recibe una nota del gobierno, en
la cual se le indica que ha cesado en su cargo de intendente. Aunque había
manifestado su deseo de dimitir, sin formalizar su renuncia, aquella virtual
destitución se suma al caudal de sus encontrados sentimientos.
EL GENERAL DE
LA
CRUZ
ACEPTA ACAUDILLAR LA REVUELTA
En Concepción, entretanto, se ha encendido la chispa revolucionaria. Lo
mismo acontecía en el norte. El impulsor ideológico es Pedro Félix Vicuña, de
destacada intervención en los acontecimientos que van a precipitarse. El crédito militar, en esos instantes, lo encarnaba el general Fernando Baquedano.
Apenas José María de la Cruz desembarca en Talcahuano, se le apersonó
Vicuña exigiéndole un perentorio pronunciamiento en favor de la revolución.
El general –ya entregado a los dramáticos vaivenes que le afectaron en esa
campaña– exigió, como condición previa, el concurso del Regimiento de Cazadores de Chillán. Enseguida, para hacer aún más enigmáticos sus actos, el
eventual caudillo se retiró a su hacienda de Peñuelas, al interior de Concepción, encerrándose en un obstinado mutismo. Lo político no lo atraía y esas
circunstancias eran para él un doloroso pie forzado.
Finalmente, acosado por los acontecimientos, convencido por los desbordes oratorios de Vicuña y de la llamada “causa de la libertad”, De la Cruz
abandonó su lecho de enfermo y, llevado casi en andas, aceptó el cargo de
Jefe Militar de aquella aventura. Se sentía responsable ante quienes habían
confiado en su candidatura. Al montar en su caballo, penosamente, a causa de
sus achaques, reflejó dramáticamente su realidad con una frase: “Vamos marchando, no sé si a la tumba o a la libertad”3.
3
Edwards: Cuatro Presidentes Volumen I, 74.
338
LA BATALLA DE LONCOMILLA DE 1851: ESCENARIOS Y TESTIMONIOS
Aquella fuerza, se dio así misma, el rimbombante nombre de “Ejército de
los Libres”.
SE
ESTABLECE EL CAMPAMENTO DE
CHOCOA
El 19 de septiembre, un día después de entregar la banda presidencial, el
general Manuel Bulnes recibe el encargo de Montt, de partir hacia el sur. Las
confusas informaciones provenientes de Concepción eran cada vez más alarmantes. El vencedor de Yungay no vaciló en ceñir la espada para enfrentar a
su pariente de sangre y estrecho colaborador de antaño. En la elocuente
proclama que dirigió a sus soldados, señaló meridianamente su doctrina:
Soldados: ejercéis la más augusta misión de que pueda encargársele un hombre
sobre la tierra; sostenéis el orden y la ley, y por vosotros la sociedad entera
disfruta los bienes sin cuento, que la paz derrama; custodios del bienestar
común, habéis comprendido que las instituciones solo tienen derecho a reclamar vuestro apoyo y que esa espada, que habéis recibido para la común defensa, solo debe desnudarse bajo el estandarte sagrado de la patria, que es nuestra
única y querida enseña4.
En una decena de birlochos –contratados en Santiago–, Bulnes, su Estado
Mayor y oficiales, emprendieron el viaje hacia el centro del país. En la primera etapa llegaron a Nos y luego hasta Rancagua. En San Fernando, recibió
informaciones más precisas del alzamiento, además de las numerosas deserciones causadas por las proclamas de De la Cruz en Chillán, lo cual dificultaba
la cohesión de las fuerzas al sur del Maule.
El 26 de septiembre el general Bulnes arribó a Talca, donde fue recibido
con marcada indiferencia: “Ninguna de las demostraciones que habíamos recibido en los demás pueblos nos lisonjearon en este”, escribió al Presidente
Montt5.
Sin embargo, además de la cordial acogida del intendente Pedro Nolasco
Cruzat, Bulnes tuvo la valiosa ayuda del Comandante del Regimiento Talca,
don Santiago Urzúa Silva, quien adhirió calurosamente a la causa del gobierno, junto a su cuerpo, cumpliendo una decisiva y valiente actuación en la
batalla de Loncomilla.
4
5
Archivo Nacional: Legajo de las Acciones del Sur y del Norte Durante la Revolución de 1851 s. f.
Gustavo Opazo Maturana: Historia de Talca Editorial Andujar, Santiago, 1997, 256.
339
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE
Urzúa era el dueño de las Casas de Reyes, al oriente de Chocoa –actual
comuna de Villa Alegre– las que, paradójicamente, sirvieron de reducto al
ejército del general De la Cruz.
Bulnes –ya apremiado por las circunstancias– intentó llegar a Chillán, pero
hubo de desistir de su empeño a la altura de Longaví, retornando a Talca.
Casi de inmediato viajó nuevamente a Longaví, pero las deserciones de las
fuerzas lo llevaron a instalarse en Loncomilla, a fin de organizar su ejército y
emprender una campaña en forma. El día 3 de octubre empezó a levantar las
tiendas en los terrenos ubicados al sur poniente de las actuales Casas de
Chocoa.
En ese fértil valle, Bulnes tuvo la acogida de su antiguo amigo y ex condiscípulo de Concepción, don Manuel Gregorio García Ferrer, quien le ofreció las
dependencias de sus amplias Casas de Chocoa, para hospedarse en ellas, junto
a su Estado Mayor, a lo que Bulnes accedió, instalando allí su cuartel general6.
6
Las Casas de Chocoa, aún en pie y excelentemente conservadas (salvo el ala sur, que fue
demolida), fueron edificadas a fines del siglo XVIII y adquiridas por don Feliciano Encinas
de Tapia Andía, bisabuelo del historiador Francisco A. Encina, en la primera mitad del siglo
XIX, según testamento del cual tenemos copia en nuestro archivo. La propiedad pasó a su
hija Rosario Encina Echeverría, quien casó a su vez, en 1822, con don Manuel Gregorio
García Ferrer. Don Manuel Gregorio García Ferrer está olvidado hoy, pero tuvo gran figuración y ascendencia en esta zona, durante la segunda mitad del siglo XIX. Nació en Concepción en 1803 compartiendo el banco del colegio con Manuel Bulnes, con quien le unió gran
amistad. Igual vínculo tuvo con Manuel Montt y ambos le visitaron en más de una oportunidad, en las Casas de Chocoa. Esto le dio considerable influencia durante los gobiernos de
ambos. Ejerció el cargo de subdelegado y regidor municipal de Linares, representando a
Loncomilla, antes de la creación del Departamento. Fue testigo de casi todos los hechos de la
Independencia y la República que tuvieron como escenario la zona de Loncomilla y dejó
unos apuntes, escritos en lenguaje desaliñado, pero sumamente útiles por los datos que
consigna, titulados “Razón de lo que he presenciado y mucha parte que no he visto me han
contado personas honradas de una y otra parte, desde el año diez, y para que lo sepan lo
pongo en este cuaderno”, que envió a Manuel Montt el 5 de abril de 1877 y del que tenemos
copia en nuestro archivo.
De su matrimonio con doña Rosario Encina Echeverría, tuvo la siguiente descendencia: Gregorio Antonio, que fue general de la Caballería de Reserva, durante la batalla de Loncomilla;
cc Sabina Encina Romero. Manuel Gregorio cc Rosario Encina Romero; Juan de Dios cc
Carmen Pinochet; José Ángel cc Amelia Encinas Urrutia; Pablo cc Clotilde Encinas Urrutia;
Justo cc Manuela Gana; Rosalía cc Pedro Pablo Espinosa; María Ignacia cc Blas Larraín y
Feliciano cc Luisa Ibáñez.
Don Manuel Gregorio García Ferrer falleció en San Javier el 5 de agosto de 1882 y fue
sepultado en Talca.
Los propietarios de las Casas de Chocoa, siguen así, conforme las inscripciones del Conservador de Bienes Raíces de San Javier, que hemos tenido a la vista:
340
LA BATALLA DE LONCOMILLA DE 1851: ESCENARIOS Y TESTIMONIOS
Ya el 9 de octubre, Bulnes pudo pasar revista a un ejército cohesionado y
con moral. La llegada de los refuerzos de Santiago dio mayor fortaleza a sus
huestes. El 20 de octubre se presentaba, finalmente, en el campamento de
Chocoa, el Regimiento Talca, al mando de su comandante, don Santiago Urzúa Silva, de quien ya hemos hablado. Todas eran fuerza de línea.
EL
EJÉRCITO GOBIERNISTA INCURSIONA AL
SUR: COMBATE DE MONTE
DE
URRA
Bulnes no quiso esperar a De la Cruz y decidió avanzar con sus fuerzas en
su demanda. El 9 de noviembre llegaba a San Carlos bajo torrencial lluvia,
esto dificultó el cruce del río Ñuble, sin vados utilizables. Mediante un ardid,
propio de su talento, engañó a De la Cruz con un amago de la caballería e
hizo que el ejército traspusiera el río por el vado de Nahueltoro. El 16 de
noviembre marchaba hacia Chillán y el 18 acampaba en los cerros de Peña,
donde dio descanso a sus tropas.
De la Cruz, al ser advertido de los movimientos de Bulnes, trató de cerrarle
el paso por Cocharcas. Tras algunas escaramuzas, en las que Bulnes dio renovadas pruebas de su capacidad militar, los dos ejércitos se avistaron en la
madrugada del 19 de noviembre. Vicuña, en otro de sus arranques dramáticos, hizo firmar a De la Cruz una nota a Bulnes, en la que, después de señalarle la superioridad del “Ejército de los Libres”, le exhortaba a evitar el derramamiento de sangre, bajo la condición de declarar nula la reciente elección
presidencial. Bulnes no dio respuesta –por el momento– al mensaje y avanzó
Por fallecimiento de doña Rosario Encina, las casas y propiedad pasan, en 1913, a doña Berta
García de Armas y aparecen inscritas en el Nº 427 del registro de 1913.
En 1913, el doctor Héctor Armas García compra la propiedad a Gabriel Armas y su mujer
Rosario Encina.
En 1932 doña Berta García viuda de Armas compró la propiedad al Dr. Héctor Armas García
(Fojas 86 del Registro de Propiedades de 1931 y 217 del R. de P. De 1932).
En 1968, pasó a poder de doña María Armas García, viuda de don Ramón Chaparro, por
adjudicación en la liquidación de la comunidad existente por herencia de doña Berta Rosa
García Encina (Fojas 265, Nº 241 de 1968).
En 1971, la propiedad pasó a dominio de don Juan San Martín Fonseca, después de permanecer por más de 50 años en poder de la familia y sucesión de García Encina.
En 1987, pasa a poder de doña Tatiana Pinochet Bernal, casada con José Miguel Rodríguez
Court. Su actual poseedora es nieta de don Ramón Antonio Pinochet Encina, deudo a su vez,
de la esposa de don Manuel Gregorio García Ferrer por lo que puede afirmarse que retornó a
sus antiguos dueños.
341
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE
hasta el sector llamado Monte de Urra, nueve cuadras a extramuros de Chillán. Ambos ejércitos formaron línea de batalla y los escuadrones revolucionarios habían iniciado la carga al trote, cuando recibieron la orden de detenerse
y volver a sus posiciones. Bulnes dispuso que el comandante García efectuara
un movimiento estratégico que este cumplió atolondradamente, cerrando el
ángulo de ataque y provocando una verdadera cacería de De la Cruz en contra de los soldados gobiernistas. Bulnes debió ordenar una apresurada carga
de la reserva para ayudar a su caballería y hacer retroceder al enemigo. En
forma casi tragicómica, la reserva adversaria huyó en medio de la refriega y
De la Cruz no pudo concretar un ataque que habría sido decisivo.
Bulnes permaneció en sus posiciones esperando la carga de los revolucionarios, pero bien sabía que su antiguo subalterno jamás buscaría el combate en
campo abierto, además, sus municiones se habían humedecido en el paso de
Ñuble y no tenía más de cuarenta tiros por hombre y, como si aquello fuera
poco, las personas de influencia de la zona y adictas al gobierno habían huido. Comprendiendo que su permanencia allí podía ser desastrosa, decidió
repasar el Ñuble y volver a su campamento de Loncomilla. Cuando alguien
insinuó a De la Cruz que ahora era el instante inmejorable para dar el golpe
de gracia a Bulnes, respondió con una frase enigmática: “Al enemigo que
huye, puente de plata”.
En la tarde del 5 de noviembre, el ejército de Bulnes llegaba a los cerros
de Bobadilla, junto al río Maule y de estratégica importancia durante la
guerra de la Independencia. Allí reorganizó sus fuerzas, planificó las acciones y se preparó para volver sobre De la Cruz, que le seguía a prudente
distancia y quien, en la mañana del 6 de diciembre, acampaba en el molino
de Loncomilla –entonces en construcción 7– ubicado donde hoy está el Cole-
7
El molino de Loncomilla fue instalado, en los márgenes del Loncomilla, al norte de la actual
comuna de Villa Alegre –donde existe hoy un Colegio Agrícola–, en 1852, por el industrial
Francisco Encina Echeverría, abuelo del historiador. Las maquinarias fueron adquiridas en
Norteamérica y debieron venir técnicos de ese país, para supervisar su montaje. Dos de ellos,
Allen y Beals, se quedaron en Chile y han perpetuado su apellido en varias familias de la
zona. El molino permitió procesar el trigo que se producía en la zona comprendida desde
Rancagua hasta Chillán, concentrando gran actividad económica en la zona y echando las
bases de la fundación de la actual Villa Alegre. El producto, además, de vino y cuero, era
exportado por el Loncomilla y el Maule hasta Constitución y de ahí a varias costas americanas
y europeas. Esta navegación fluvial creó un tipo especial de marinero, llamado Guanay, tema
de cuentos y novelas, especialmente de Mariano Latorre, gran descriptor de las bellezas de
Maule. En el instante de mayor auge económico, se llamó a Loncomilla “el granero de
América”.
342
LA BATALLA DE LONCOMILLA DE 1851: ESCENARIOS Y TESTIMONIOS
gio de Sagrados Corazones. El ejército revolucionario sesteó en las extensas
arboledas que existían, en esa época, en la hacienda de Huaraculen, a continuación de las casas que pertenecen actualmente al diputado Dr. Osvaldo
Palma Flores. Don Francisco Armanet –propietario en esa época– que era
francés y neutral en la contienda, así como recibió a Bulnes, departió también con De la Cruz.
Al anochecer de aquel 6 de diciembre, el ejército revolucionario llegaba a
las Casas de Reyes, donde se atrincheraron.
LAS CASAS
DE
REYES: UNA
EQUIVOCADA ESTRATEGIA MILITAR
Las Casas de Reyes, ubicadas al oriente de Chocoa, eran en esa época, la
clásica edificación de las haciendas chilenas, rodeadas de paredes de gruesos
adobes y con numerosas habitaciones flanqueadas por corredores. No obstante estas características, el general De la Cruz advirtió a primera vista su escaso
valor estratégico y manifestó su desacuerdo con quienes le guiaron hacia
aquel lugar. El general Domingo Urrutia y Juan Antonio Pando, conocedores
de la zona, le sugirieron seguir avanzando hacia las cercanías de Bobadilla, a
las casas de la propiedad de Baltierra, donde –se suponía– el ejército enemigo
quedaría amagado y cruzaría el Maule. Sin embargo, se desconocía si Bulnes
ya había iniciado el ataque y, como se aproximaba la noche, se optó por
acampar en aquellas casas y organizar la defensa.
Mirando a aquellas casas desde el norte, a la izquierda, se ubicaba –como ya
indicamos– la ramada de matanza –beneficio de animales– de la que aún
quedan restos de la muralla. A la derecha, existe todavía la viña que, en un
espacio de dos cuadras, separa los edificios del cerro de Reyes, estos, de unos
150 metros de altura.
De la Cruz, obstinado en su creencia de que Bulnes no atacaría, desestimó
mayores precauciones defensivas ni de seguridad. Para dar firmeza a su idea,
ordenó que se hiciera un reconocimiento de la línea enemiga, hacia el norte,
hasta la altura de lo que hoy es San Javier. Efectuó aquel movimiento el mayor
Videla, quien recogió datos de campesinos del lugar, los que le aseguraron
que nada habían visto. Con esa información volvió a Reyes, relajando aún más
el ánimo de los revolucionarios.
En el cuartel de Bulnes, instalado en los Cerros de Bobadilla, reinaba, entre
tanto, otro ambiente. El general, esquivo y silencioso, presentía –al igual que
en la víspera de Yungay– la proximidad de momentos decisivos. Al atardecer
del día 7 convocó a Consejo de Guerra, acordándose el ataque para esa no-
343
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE
che. Un mensajero partió a Talca llevando la orden al intendente de organizar
un hospital de sangre con capacidad para mil heridos8.
Las razones por las que Bulnes decidió súbitamente atacar, no están claras y
el propio general y sus más directos ayudantes nunca lo mencionaron. Vicuña
Mackenna supone una orden perentoria de Montt o el persistente rumor que
circulaba entre la oficialidad y las tropas, que atribuía la demora en iniciar las
acciones al parentesco que existía entre ambos jefes.
A las once de la noche del día 7, un campesino informó a De la Cruz que
Bulnes avanzaría contra ese campamento. El general revolucionario restó importancia una vez más al peligro, rehusó convocar a Consejo de Guerra y la
única precaución tomada, fue construir andamios en las paredes de la ramada
de matanza, para ubicar fusileros.
A las cuatro de la mañana, cuando se instalaba en el patio de las Casas de
Reyes, un altar destinado a oficios religiosos por la festividad de la Inmaculada Concepción, el lenguaraz Pedro Cid, quien era intérprete de los indios,
advirtió la presencia de las avanzadas de Bulnes y galopó hacia el campamento crucista, dando a gritos la alarma. En el colmo de su indecisión, De la
Cruz –que atribuyó aquel movimiento a un efecto distractivo del general
gobiernista para atravesar el Maule, lo cual era absolutamente innecesario,
por la distancia existente– se adelantó junto al general Domingo Urrutia y a
Pedro Félix Vicuña para reconocer el terreno. Durante largo rato enfocó su
anteojo, a la luz de la luna, sin mostrar ningún tipo de reacción. Tanto fue,
que Vicuña debió obligarlo a retirarse, por cuanto ya estaban al alcance del
fuego enemigo 9.
Si De la Cruz cometió un grave error al encerrarse en las Casas de Reyes, la
segunda equivocación de importancia fueron las medidas defensivas que tomó
para la batalla que se aproximaba, dados los inconvenientes naturales que
ofrecía el terreno.
8
9
Ante la certeza de la guerra, que amenazaba el norte y sur del país, el gobierno de Montt
dispuso que estudiantes de la Escuela de Medicina pasaran al ejército a prestar servicios. Este
es el primer antecedente del servicio sanitario castrense, de tanto prestigio y categoría en la
actualidad. Sin embargo, la consolidación definitiva de la asistencia médica en el ejército, va
a producirse durante la Guerra del Pacífico, donde un hijo de la provincia de Linares, el
cirujano Germán Segura y González, se inmortalizará junto a Prat, en la Esmeralda, en 1879.
El general Domingo Urrutia Vivanco (Parral 1791-1888) que fue ayudante del general
O’Higgins durante el sitio de Rancagua (1814) y salvó la vida del Libertador, al cederle su
caballo durante la desesperada huida de esa plaza, recordó después que De la Cruz demoró
excesivamente las acciones, pese a la inminencia de la batalla.
344
LA BATALLA DE LONCOMILLA DE 1851: ESCENARIOS Y TESTIMONIOS
Su primer problema fue cubrir el frente norte de las Casas, en una extensión de dos a tres kilómetros, entre los escarpados barrancos de Loncomilla y
los bosques de pataguas que existían –bastante frondosos en esa época–, hacia
el oriente de los edificios. Además, tanto él, como su Estado Mayor, habían
cometido la imperdonable omisión de no reconocer el terreno adyacente a su
campamento, lo que iba a significar un verdadero descalabro para su caballería, como se verá luego. En contrapartida, el general Bulnes conocía palmo a
palmo los territorios de Chocoa y Loncomilla, situación que aprovecharía
convenientemente10.
La primera orden de De la Cruz fue que el general Fernando Baquedano
–quien aún no hacía ensillar las cabalgaduras de su escuadrón– defendiera el
ala izquierda de las casas, a fin de impedir que Bulnes flanqueara por ese
sector, que era el amplio terreno abierto entre las fortificaciones y el río.
Como los restantes jefes no recibieron oportunamente las instrucciones y el
tiempo apremiaba, el Carampagne se alineó frente a las paredes de los edificios, en posición de combate, cubriendo el poniente y el camino por donde
debía necesariamente avanzar la infantería de Bulnes, en cuya entrada se
colocaron dos piezas de artillería11.
Las cuatro compañías del regimiento Guías se ubicaron, a su vez, en el
flanco izquierdo, entre las Casas y el Cerro de Reyes, donde además se emplazaron otros cuatro cañones. Era el territorio que debía proteger a Baquedano
con su caballería. Las compañías de cazadores del Carampagne y del Guías
defendieron el oriente del edificio, en una viña que aún existe. Aquella distribución de fuerzas dejó desprovisto de todo resguardo el sector ubicado entre
el Cerro de Reyes y las Casas. Mientras tanto, en el interior de la ramada de
matanza –en andamios de tablones y ramas–, tomó ubicación el batallón Alcázar, con los fusiles por sobre las murallas. Hacia el sur, se instaló el regimiento
Lautaro, tendido al pie de los muros.
10
11
El general Manuel Bulnes conocía los territorios de Loncomilla y particularmente los adyacentes al río. El historiador Francisco Antonio Encina refirió a Rubén Jimeno –y este los
publicó en El Mercurio del 3 de abril de 1966–, que Bulnes tenía amistad con doña Juana Pato,
quien vivía en la propiedad de Barros Negros, cerca de los barrancos del Loncomilla. El
apodo de esta dama venía de su padre y familiares, quienes transportaban vino por el río en
melones que previamente vaciaban y luego dejaban flotar (como “patos”) en el cauce.
El camino real, en esa época, desembocaba frente a las Casas de Reyes, por la propiedad que
hoy pertenece a don Juan González, unos 200 metros al oriente del actual camino que une a
Reyes con Loma el Maqui. A la derecha de ese antiguo camino (mirando desde las Casas)
fueron sepultados los alrededor de 3.000 cadáveres de soldados del ataque a la fortaleza en
que se encerró De la Cruz.
345
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE
Para hacer todavía más desafortunada aquella errada estrategia, organizada
a la buena de Dios, De la Cruz dejó en la reserva las cinco Compañías del
Carampagne, además de una del Guías, lo cual debilitó considerablemente las
fuerzas revolucionarias.
Las piezas de artillería –de nula significación en el combate– se instalaron
hacia el frente de la línea de ataque (dos cañones) y dos más se colocaron a la
derecha.
Un vistazo general de aquellas disposiciones, permitía apreciar, sin necesidad de un mayor análisis, que De la Cruz solo atinó a defenderse en el interior de las Casas, cifrando remotas esperanzas en la carga que podía efectuar
su caballería. Esta planificación dejaba a Bulnes el campo libre para atacar,
replegarse, volver a la carga y así hasta el infinito, convirtiendo al combate en
un sitio para las fuerzas revolucionarias.
El experto ojo militar de Bulnes advirtió, de inmediato, aquella desafortunada estrategia defensiva del enemigo y dispuso de tres ataques que, en forma
coordinada, debían acometer las Casas de Reyes. El más recio, indudablemente, era el dirigido al centro de la eventual fortaleza, cuyas fuertes paredes eran
un parapeto excepcional. De igual manera, entendió Bulnes que las caballerías tenían que actuar en el costado derecho, en el ancho campo que se
extendía hasta el río. Finalmente, se dio cuenta de que entre las Casas y el
Cerro quedó un espacio sin cubrir y ordenó que se envolviera por ese sector a
los revolucionarios, rodeándolos totalmente.
Como se señaló, salvo la caballería que iba a actuar en forma más libre, el
resto del ejército de De la Cruz quedó encerrado y enclavado en su reducto.
En consecuencia, dispuso Bulnes que el batallón Talca, al mando del esforzado comandante Santiago Urzúa Silva12, el cívico de Chillán, al mando de
Del Canto y el Colchagua, a las órdenes de Torres, apoyados por el Buin,
marcharan de frente sobre las Casas, por el camino real, que desembocaba en
perpendicular con las edificaciones.
A renglón seguido, el talento táctico del vencedor de Yungay, que siempre
rayó en el ingenio, hizo aún más desesperada la situación de los crucistas,
12
Es digno de destacar el patriótico mérito del comandante Santiago Urzúa Silva, perteneciente
a destacadas familias de Talca y sobrino del obispo Cienfuegos. Por un curioso azar, De la
Cruz escogió precisamente la hacienda de Reyes, de propiedad de Urzúa, para hacerse fuerte
en sus Casas y fue el batallón Talca, el que acometió en primera línea, durante la batalla,
“...hasta el extremo de considerarlos los jefes superiores del ejército como el batallón modelo por su
instrucción y bravura”, según lo expresa el oficio del intendente interino de Talca, don Bernardo Letelier al ministro de Guerra, del 27 de diciembre de 1851 (Archivo Nacional: Legajo de
las Revoluciones s. f.).
346
LA BATALLA DE LONCOMILLA DE 1851: ESCENARIOS Y TESTIMONIOS
cuando ordenó a los lanceros de Colchagua y a una columna de cazadores,
que se adelantaran por el espacio libre entre las Casas y el Cerro y se ubicaran
a retaguardia de las fuerzas revolucionarias, encerrándolas entre dos fuegos.
En la reserva quedaron, por su parte, los batallones Santiago, que mandaba
Santiago Amengual y el Rancagua.
Los sargentos mayores Escala y González, quedaron a cargo de la artillería,
en una posición de fuego discrecional, en apoyo del centro a los flancos.
El general De la Cruz, encaramado en el techo de las Casas de Reyes, sin
temor a las balas, observaba con su anteojo de larga vista aquellos preparativos.
No obstante, la única preocupación de Bulnes era su desmejorada y deficiente caballería, cuyos fatigados y maltrechos jinetes y caballos, pocas esperanzas permitían abrigar en un combate a campo abierto. Sin embargo, llegado el instante del encuentro, supo Bulnes salvar la situación.
A las 6:30 horas de la mañana, Bulnes dio el “¡Adelante!”, en el preciso
instante en que uno de sus hombres –interpretando erróneamente el movimiento de la caballería enemiga–, informó al general que De la Cruz intentaba huir, atravesando el Loncomilla, lo cual apresuró el ataque sobre las Casas,
para cortar la retirada.
SE
INICIA EL COMBATE :
LA
PRIMERA VÍCTIMA
Al ver aproximarse el Buin a las Casas, De la Cruz, desde su puesto de
mando en el tejado, dio la orden de fuego y la artillería arrasó con las filas del
regimiento que mandaba el mayor Cesáreo Peña y Lillo, abriendo una profunda brecha y llevándose por delante cerca de cuarenta hombres, entre ellos a
su valeroso comandante, que cayó por obedecer la absurda orden de Rondizzoni, quien dispuso marchar en línea, sin protección, sobre el enemigo13.
Disuelta la formación del Buin, los soldados se metieron en los potreros
vecinos, cubriéndose tras los álamos y disparando fuego graneado sobre las
paredes erizadas de fusiles. El regimiento Guías, por su parte, al mando de
Guzmán Videla, cargó a bayoneta calada sobre las Casas, aplastando contra las
murallas a los defensores crucistas, los cuales fueron prontamente superados
13
El general Rondizzoni, incomprensiblemente, ordenó al coronel García marchar en columna
por el camino real, hacia las Casas de Reyes, a lo que García le hizo ver que, en aquella
posición, una bala de cañón le iba a llevar, al menos una fila; Rondizzoni reiteró la orden sin
detenerse a meditar sus riesgos. Las consecuencias fueron las que anotamos.
347
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE
por los soldados de Bulnes. Entretanto, en el patio, la reserva revolucionaria
esperaba impaciente entrar en acción.
Desesperado por aquella situación, Alemparte se encaramó hasta el puesto
de mando de De la Cruz, para exigirle la orden que permitiera a la reserva
ayudar a los combatientes; sin embargo, cuando se equilibraba en el tejado,
advirtió que Bulnes había copado todos los accesos con sus fuerzas y estaban
prácticamente rodeados. Paralizado, De la Cruz no atinaba a resolver nada.
LA
CARGA DE
BAQUEDANO
Tras una vacilación que pareció siglos para los desesperados ayudantes del
general revolucionario, este vislumbró la posibilidad de romper el encierro y
abrir uno de los flancos, ordenando cargar a la caballería que esperaba al
mando de Baquedano, en el sector oriente de las Casas.
La embestida bien podía llevarse por delante a los desmembrados batallones (aproximadamente a la altura de los actuales “puentes gemelos” en el
camino a Constitución) y que De la Cruz advertía desde el techo de las casas,
por encima de los lomajes donde se ubican hoy las viviendas de la Loma de las
Tortillas, actual Comuna de Villa Alegre.
Sin embargo, entre la idea inicial de De la Cruz y la concreción de la carga,
hubo nuevamente –por enésima vez– toda suerte de dudas y vacilaciones. En
primer lugar, el general Fernando Baquedano, de cuyo arrojo no hay sombra
de sospecha, frenó bridas antes la primera orden que le hizo llegar el general
revolucionario –a través de un joven ayudante de Alemparte– sea porque no
conocía el terreno en el cual debía maniobrar con sus 900 jinetes, sea que el
viejo soldado entendió que su espada iba a cruzarse con la de Bulnes en
persona, de cuya capacidad y sagacidad militar nadie hacía la menor cuestión.
Lo cierto es que los minutos pasaban y la carga no se producía. El propio
Alemparte, exasperado, bajó del techo de las Casas, donde conversaba con De
la Cruz, corrió junto a Baquedano, quien le hizo saber lo riesgoso de la
maniobra –por el espacio insuficiente–, pese a la inferioridad de la caballería
enemiga. Una mirada sobre los campos permitía advertir las cercas, árboles y
canales que dificultaban en extremo el movimiento de los caballos.
Pero, reiterada la orden, Baquedano solo pudo disponer una línea de ataque, que encabezó el regimiento al mando de Eusebio Ruiz, dejando a los
restantes escuadrones para que protegieran la retaguardia. Luego, tras una
encendida arenga de Alemparte, se dio por iniciada aquella desgraciada acción de las fuerzas crucistas.
348
LA BATALLA DE LONCOMILLA DE 1851: ESCENARIOS Y TESTIMONIOS
Bulnes, en el intertanto, no pierde el tiempo, por cuanto, con su anteojo, se
ha percatado de los movimientos producidos en los alrededores de la caballería
revolucionaria y presiente que la embestida vendrá en cualquier momento. Su
preocupación por la escasa capacidad de sus hombres –pese a su valor– le hace
discurrir apresuradamente algún plan que permita evitar el contraste. A la distancia, ya puede ver que el escuadrón de Eusebio Ruiz está lanza en ristre para
cargar, por lo que ordena al coronel García tomar posiciones defensivas. Los
jinetes gobiernistas alinean dando la espalda al caudaloso Loncomilla. Avanzaron luego hasta trasponer la hondonada que forman los cauces de los puentes
gemelos de ahora. Los vacilantes movimientos de su menguada caballería aumentan la desazón de Bulnes. En ese instante, surge otra vez la chispa del genio
estratégico, que le ha labrado el bronce de la posteridad: cuando ya sus hombres iniciaban el trote a enfrentarse a las fuerzas de Baquedano, ordenó detener el avance e hizo instalar dos piezas de artillería (obuses), apuntando al
lugar en que debía producirse el choque frontal, disponiendo que se disparara,
en el momento oportuno, sobre la caballería enemiga. Luego, como en los días
de Maipú y Yungay, desenvainó su espada, se despojó de su poncho oscuro y se
ubicó al frente de sus hombres.
En ese instante, al percibir la maniobra de Bulnes, el escuadrón de Eusebio
Ruiz se detuvo –demasiado tarde y ya muy cerca– haciendo un blanco perfecto a la artillería, cuyos primeros disparos se llevaron por delante de una fila
entera, incluyendo a su comandante. Los caballos y hombres se convirtieron
en obstáculos para los que venían atrás, provocando la caída de cientos de
jinetes crucistas, antes que ambos regimientos alcanzaran siquiera a juntar sus
espadas y lanzas. Un segundo disparo hirió gravemente al general Fernando
Baquedano en una pierna y debió ser retirado del campo14.
Muerto Eusebio Ruiz y malogrado Baquedano, sucedió lo que cabía esperarse de tropas sin mística y reclutadas forzadamente: la mayoría de los soldados torció riendas y huyó del campo de batalla, en una dispersión que no
pudieron evitar las voces más apremiantes de los oficiales.
El Regimiento de Zañartu, por su parte, hacía desesperados esfuerzos por
acercarse al lugar del combate, salvando el ancho cauce que corría hacia el
Loncomilla, conocido como estero de Barros Negros y que, en esa época,
formaba una escarpada altura al llegar al sector de los puentes de hoy. Sin
embargo –una vez más se pagaban las consecuencias por no reconocer el
terreno– los caballos no lograban subir las pendientes, agolpándose, sin avan14
Estas acciones ocurrieron en el lugar donde hoy está el puente de Loncomilla, cuya estrepitosa caída, el 18 de noviembre del 2004, provocó un violento remezón político en el país.
349
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE
zar. Entretanto, los hombres de Bulnes, supliendo con el valor de su heroico
jefe su desmejorada condición, atacan y sablean denodadamente a los confusos soldados crucistas.
BULNES
SALVA FORTUITAMENTE LA VIDA
En medio de la refriega, entorpecidas las acciones por el polvo de aquellas
tierras resecas por el sol, Bulnes libró milagrosamente de ser muerto por un
lanzazo enemigo. Encina describe la escena dándole un carácter aislado. Sin
embargo, el hecho tiene circunstancias de mayor trascendencia, en cuya salvada tuvo, además, decidida participación Manuel Baquedano, hijo del general
enemigo y quien, pese a los disimulados esfuerzos de Bulnes por marginarlo
de la guerra, el joven oficial había resistido porfiadamente15.
Según la valiosa relación de García Ferrer16, el ataque al general Bulnes fue
planificado por un oficial del regimiento de Los Ángeles, de apellido Reyes,
fallecido en la batalla y que profesaba odio mortal al general. Para ello, encargó la siniestra misión a cuatro soldados, quienes eligieron la carga de Barros
Negros, para ubicar a Bulnes y perpetrar el atentado. Un lanzazo pasó cerca
del vientre del ilustre soldado y lo desvió la montura. Antes de reponerse el
atacante, un sablazo de Bulnes dio por tierra con él, mientras que Manuel
Baquedano, colocado a la espalda de su jefe, detuvo y abatió a otro agresor,
haciendo huir a los restantes.
Las deserciones de los crucistas lograron ser frenadas, en parte, por el
comandante Martiniano Urriola, quien, haciendo prodigios de valor, reunió
15
16
Es digno de destacar la situación de la familia Baquedano en esta contienda: Fernando
Baquedano y su hijo Eleuterio, reconocieron filas en el ejército de De la Cruz, mientras que
el joven Manuel, lo hizo junto a Bulnes; García Ferrer, en los apuntes ya citados, revela la
profunda preocupación que causó esto a Bulnes, al extremo de casi no separarse de Baquedano, con quien incluso dormía pared por medio, en Chocoa; en una oportunidad, pretextando
una importante misión, Bulnes quiso enviar a Santiago al joven oficial, pero este se negó,
reclamando un puesto de lucha; como si ello fuese poco, Baquedano salvó la vida del general
en Barros Negros y, terminada la batalla, pidió y obtuvo permiso de Bulnes para recoger a su
padre herido y llevarlo a Talca, lo que realizó en medio de grandes sacrificios y arriesgando la
vida en cruzar el Loncomilla en lancha, todo lo cual permitió al general Baquedano recuperarse de sus heridas.
Gregorio García Ferrer: “Razón de lo que he presenciado y mucho parte que no e bisto mean
contado personas honrradas de una y otra parte, desde el año diez, y para que lo sepan lo
pongo en este cuaderno” En Revista Chilena de Historia y Geografía, Nº 53, 55 y 56.
350
LA BATALLA DE LONCOMILLA DE 1851: ESCENARIOS Y TESTIMONIOS
un contingente de soldados suficientes para ordenar una reacción, pero, al
aparecer, un escuadrón de fusileros de Bulnes, tuvo la desafortunada idea de
replegarse hacia el Loncomilla, donde, presionados, optaron por lanzarse al
río, con la esperanza de salir por la orilla poniente, pero –¡una vez más se
pagaba caro el desconocimiento del lugar!– los escarpados barrancos, rocosos
y desprovistos de apoyo, impidieron salvar el cauce. Estorbados unos con
otros, espantadas las cabalgaduras, recibiendo un nutrido fuego de fusilería,
no menos de 400 hombres y animales murieron en las aguas tradicionalmente
torrentosas del Loncomilla, más aún en aquella época, donde era fácilmente
navegable hasta el Maule17.
Eran ya las diez de la mañana y, en el lapso de cuatro horas, las fuerzas de
De la Cruz, con ventajas reiteradas a su favor, habían sido vencidas tanto por
el talento militar de Bulnes, como por la sucesión de errores y desaciertos que
caracterizaron las acciones de los revolucionarios. La espada de Bulnes era
seguida con fervorosa mística por sus soldados, mientras que en las filas rebeldes desde el primer instante surgieron las deserciones, el descontento, la
intriga entre el propio Estado Mayor de De la Cruz y la absoluta incomprensión de las verdaderas razones por las que se combatía.
EL
SITIO DE LAS
CASAS REYES
Entretanto, sin orden, tenazmente, olvidados de los oficiales y confundidos
con estos, dejando a un lado cualquier táctica, los restantes soldados gobiernistas atacaron ferozmente a las Casas de Reyes, convertidas en un lugar erizado de fusiles, que asomaban por sobre las murallas y por cada orificio donde
cupiera un cañón. Una y otra vez los oficiales intentaron ordenar una retirada, para organizarse y planificar alguna acción coherente, pero en otras tantas, fueron desoídos. Se llegó a la pelea cuerpo a cuerpo, sin armas, perdida
ya toda noción militar.
Cuatro o cinco horas duró este ataque sin resultados positivos. Bulnes exasperado por aquella situación que minaba la moral de los soldados, llegando ya a
producirse deserciones, ordenó al mayor Erasmo Escala intentar demoler o incendiar con la artillería las Casas de Reyes, a la vez que indicó al capitán Villalón
que efectuase una carga sobre la plaza sitiada, en un intento por tomarla.
17
Los cadáveres de los combatientes quedaron en las playas del río, donde fueron arrojados en
una gran extensión que llegó incluso al Maule.
351
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE
Al parecer, el mayor Escala logró su objetivo, por cuanto, instantes después,
desde el techo de los edificios salía una densa humareda y llamas, que obligó
a los revolucionarios a sacar cueros de vino y chicha de la bodega para apagar
el incendio18.
Hasta ese instante –ya dramático para el ejército revolucionario–, De la
Cruz aún no decidía utilizar la reserva.
Por fin, después de no pocos esfuerzos, el coronel García logró cumplir la
orden de Bulnes de sacar a los soldados del sitio a Reyes y hacerlos formar
detrás de una loma, frente a las Casas. En ese instante, resurgió vigorosamente
el humo del incendio, acompañado de grandes llamaradas.
Pero, súbitamente, sin mediar circunstancia alguna, los soldados de Bulnes
volvieron la espalda y corrieron hacia el Maule, dejando fusiles y vestuarios en
el camino, en una deserción que no lograron contener los oficiales a cargo, ni
el propio Bulnes, que les apostrofó en voz alta, siguiéndolos en su caballo.
Agotados por aquella lucha interminable, los hombres buscaron el camino
hacia sus hogares, creyendo que ya estaba todo concluido.
Con no pocos esfuerzos logró Bulnes juntar a los escuadrones dispersos y,
rápidamente, se trasladó a los Cerros de Bobadilla, donde repartió armamento y levantó los ánimos para la carga final.
El general De la Cruz, entre tanto, en vez de ordenar la inmediata persecución del ejército nacional, se tomó un relajado descanso de lo que, supuso, era la victoria definitiva. El parte que redactó en Chocoa, a las 3 de la
tarde del día 8 de diciembre define claramente su errada impresión: “El
ejército enemigo ha venido a atacarnos en nuestro campamento y ha sido
derrotado...” 19.
Tras diez horas que fueron preciosas para Bulnes, De la Cruz avanzó hacia
Bobadilla, en un reconocimiento táctico y envió a un ayudante a decir a
Zañartu –que quedó reorganizando las fuerzas– que apurara la venida de las
tropas. La respuesta que le trajo su asistente hubo de derrumbarle definitivamente. Zañartu informaba que los soldados se habían embriagado y no estaban en condiciones de combatir. Anonadado, De la Cruz, retornó a las Casas
de Reyes, ya malditas para él.
18
19
Encina, en su Historia de Chile, dice que, por este motivo, los lugareños llamaron a este sector
Casas Quemadas, sin embargo, hicimos numerosas indagaciones entre las personas más antiguas de Reyes, que habían oído detalles de la batalla de labios de sus abuelos y ninguno
recordó que se hubiese dado ese nombre a las legendarias Casas de Reyes.
Archivo Nacional: “Legajo de las Acciones…” s. f.
352
LA BATALLA DE LONCOMILLA DE 1851: ESCENARIOS Y TESTIMONIOS
La actitud de Zañartu, en todo caso –y al margen de la situación de desmedro en que le colocó su respuesta, que él intentaría justificar años más tarde–
parece lógica, dado el cariz de los acontecimientos: en primer lugar, las deserciones aumentaban. De la Cruz se sumía cada vez más en su aturdimiento
mental que hacía impredecibles sus decisiones y, como si todo aquello no
fuera suficiente, el genio de Bulnes era una piedra granítica contra la cual se
habían estrellado reiteradamente, por lo que la utópica victoria que pregonaba el general revolucionario parecía, a todas luces, lejana.
En el Estado Mayor rebelde cundía la idea de que era necesario aprovechar
aquel instante de indecisiones, para llegar a un tratado con el general Bulnes
y poner fin a la guerra. El propio De la Cruz se haría luego parte de ello.
Todo el día 9 de diciembre, el general rebelde lo pasó encerrado en un
taciturno estado. Una larga conversación con su Estado Mayor lo llevó finalmente a aceptar entrar en convenios con Bulnes, pero cuando se lograba el
acuerdo, este ya marchaba nuevamente con su ejército reorganizado sobre las
Casas de Reyes.
Para apresurar los acontecimientos, se designó parlamentario, por parte de los
revolucionarios, a José Hermógenes de los Álamos, quien salió al mediodía del 10
rumbo a los Cerros de Bobadilla. Por este negociador, Bulnes supo que las fuerzas
de De la Cruz eran superiores a las suyas y, a su vez, encomendó a Manuel
Antonio Tocornal que acudiera a tratar las bases de un acuerdo con aquel, pero
excluyendo a Vicuña y a los civiles que influían sobre el general rebelde.
La conferencia de ambos, en una pieza de las Casas de Reyes, tuvo ribetes
tragicómicos que evidenciaba la profunda crisis que vivían los jefes del ejército revolucionario. Apenas iniciadas las conversaciones, sobre los puntos exigidos por Bulnes, en nombre de Montt, el general Urrutia envió un papelito a
De la Cruz comunicándole que una compañía de Bulnes había desertado. De
inmediato, las posiciones de los revolucionarios se endurecieron, poniéndose
como condición la renuncia del Presidente de la República, que el Consejero
de Estado más antiguo ocupara el mando, mientras se convocaba a nuevas
elecciones. Como era lógico, Tocornal puso término a las conversaciones y
retornó al campamento gobiernista.
La noticia del fracaso del avenimiento, corrió como reguero de pólvora por
el campamento crucista, consternando los ánimos. Hasta el último soldado,
entendió que continuar la guerra era un suicidio colectivo. Los rumores de
rebelión contra De la Cruz se cernieron sobre Reyes. En esos tensos instantes
desertaron el mayor Alcázar y el capitán González y aunque De la Cruz ordenó perseguirlos y fusilarlos, pudo advertir que el ánimo de sus fuerzas no era
el mejor.
353
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE
En un acto desesperado, el general hizo tocar llamada para vadear el
Loncomilla y, avanzando por su ribera poniente, caer sobre Talca, donde se
suponía estaba el material bélico del ejército nacional. Justo cuando se ejecutaban los preparativos, los centinelas dieron aviso que se acercaba Bulnes
con sus fuerzas. Inmediatamente, desertaron varios oficiales y soldados del
Carampagne. Sostiene A. Edwards que si De la Cruz hubiese logrado pasar el
Loncomilla, habría puesto en jaque a Bulnes. Una vez más, Zañartu se negó
a hacer valer su autoridad sobre los fugados, temiendo ser muerto por
ellos 20.
Bulnes, en realidad, no deseaba atacar pero sí presionar a De la Cruz para
forzarlo a un tratado y terminar aquella lucha que se alargaba demasiado. El
general rebelde, por su parte, logró cruzar el río por el vado del Prado –hoy
puente de Loncomilla– con un contingente no superior a los 460 hombres,
considerando los oficiales. Totalmente deshecho, marginando a los seudorrevolucionarios Vicuña y su camarilla, De la Cruz solo aspiraba a un pacto
honroso y envió nuevamente a José Antonio Alemparte Vial, jefe de su Estado
Mayor y también pariente de Bulnes, a gestionar un tratado con el general,
quien había retornado a su alojamiento de Chocoa, en casa de su amigo
García Ferrer. A las cinco de la tarde del 11 de diciembre, Alemparte salió
rumbo a Chocoa, siendo recibido con afecto por Bulnes, quien incluso bromeó con él, diciéndole que llamaría a “dos niñas bonitas” (Tocornal y García
Reyes), quienes estaban hospedados en las casas de don Gregorio Cruzat (hoy
propiedad de Patricio García Astaburoaga) ubicadas casi al frente de Chocoa.
Alemparte alojó también en estas casas, en la noche del 11 al 12 de diciembre.
Tras almorzar amigablemente, en la tarde del 12 de diciembre se inició la
redacción del tratado. Estaban ya casi terminados los borradores, cuando el
propio De la Cruz llegó a las casas trayendo un mensaje, firmado por este,
donde comunicaba a Bulnes que sus tropas se habían sublevado al conocer las
negociaciones y no le era posible responder por su control. Bulnes, hábil
militar y mejor político, respondió de inmediato al general que, en esas condiciones, no podía continuar con el tratado y le obligaba a reiniciar las acciones
para imponer el orden. El oficio terminaba con una irónica nota, en la que le
señalaba que si, tanto él, como los oficiales, temían por su vida, por la rebelión, acudieran a buscar refugio en su campamento “...donde encontrarían
todas las consideraciones que les corresponden”21.
20
21
A. Edwards, Cuatro Presidentes Volumen I, 95.
Idem. I, 97.
354
LA BATALLA DE LONCOMILLA DE 1851: ESCENARIOS Y TESTIMONIOS
El 13 de diciembre, Alemparte llegó al Cuartel General de De la Cruz,
establecido en la hacienda de Carrizal22, llevando consigo los papeles con el
tratado. En su contenido, no obstante amnistiarse a los soldados y oficiales
comprometidos, se reconocía la derrota y total rendición de los sublevados. A
los civiles no se les mencionaba entre las garantías. Leídos y analizados por
todos los jefes, al anochecer de ese día 13, Alemparte galopó de nuevo a
Chocoa, llevando la aceptación de los sublevados al acuerdo.
En la madrugada siguiente –y continuando por el actual camino a Cauquenes–, el ejército revolucionario efectuó la última etapa de su peregrinación ya
sin destino, hacia el sur. Cerca de las 11 de la mañana del 14 de diciembre,
acampaban en las Casas de la hacienda de Santo Toribio, en el sector de Santa
Rosa de Purapel. Allí permanecieron en espera de la vuelta de Alemparte.
Al amanecer del 15 de diciembre, llegó el negociador de De la Cruz, trayendo los papeles con el tratado ya firmado por los plenipotenciarios García
Reyes y Tocornal y ratificados por Bulnes.
El general no quiso aprobarlos por sí solo y convocó a Junta de Guerra a los
escasos oficiales y civiles que integraban su disminuido Estado Mayor. Estuvieron allí el general Urrutia, el coronel Zañartu, el teniente coronel Saavedra,
el teniente coronel Urriola, el teniente coronel Lara, el mayor Apolonio y
Pedro Félix Vicuña, civil, a quien De la Cruz, sin mayor trámite, le había dado
los galones de coronel.
En un espacioso granero de dos piezas y sobre una desvencijada mesa, De la
Cruz dio a conocer el tratado a su auditorio.
La discusión fue larga y enconada. Vicuña alegó la ninguna garantía dada a
los civiles, mientras que Zañartu era partidario de firmar cualquier capitulación que pusiese fin a la guerra. Esto provocó un áspero intercambio de
palabras entre ambos. Vicuña pronunció un encendido discurso lleno de románticos ditirambos ya absolutamente fuera de lugar. De la Cruz, molesto, se
paró de la mesa y arrojó los tratados al suelo, manifestando que no los firmaría mientras se negaran las garantías a los civiles. Con esa posición, otra vez
Alemparte galopó de nuevo hacia Chocoa.
Bulnes, entretanto, alarmado por las deserciones de las fuerzas crucistas y
previniendo que el mando revolucionario fuera incapaz de imponerse, levantó
22
De la Cruz atravesó el Loncomilla por el vado del
milla–, siguió por el actual camino a Cauquenes
Santa Rosa de Purapel y Santo Toribio; tenemos a
de Claudio Gay, de 1841, donde el camino y el
determinado.
355
Prado –hoy puente Las Brisas de Loncopasando por Camávida, Vaquería, hasta
la vista un mapa (original) de la edición
recorrido de De la Cruz es fácilmente
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE
el campamento que aún mantenía en Bobadilla y buscó un vado para atravesar
el Loncomilla y amagar al maltrecho ejército rebelde en la banda poniente del
río. En su trayecto por el camino carretero que hoy une a San Javier por Villa
Alegre, cruzó nuevamente por Barros Negros, donde peones, al mando de don
Luis Montesinos, mayordomo de don Francisco Encina Echeverría –abuelo del
historiador– enterraban los cientos de cadáveres, en fosas23 que se abrieron a
ambos lados del camino24; pasando por los Cerros de Loncomilla, entraron al
caserío que se conocía ya como Villa Alegre y siguiendo por Rincón de Lobos
(actual Malaquías Concha), cruzaron por el antiguo vado de Arévalo, frente a
Batudahue, hoy balsa el Peumo, continuando hacia Carrizales.
Informado Bulnes por Alemparte de las condiciones exigidas por De la
Cruz, el general no tuvo problema en asegurar inmunidad a los civiles que
militaban en el bando revolucionario. Sacado en limpio en las Casas de Chocoa, firmado por García Reyes y Tocornal y ratificado por Bulnes, Alemparte
hizo otra jornada a caballo hasta Purapel, donde De la Cruz aceptó definitivamente lo acordado25.
El 16 de diciembre, antes del mediodía, previo cordial saludo de Bulnes y
De la Cruz, se firmó el tratado, en la hacienda de Santo Toribio de Purapel26,
23
24
25
26
Cada cierto tiempo, aparecen los restos de esos combatientes, como para recordar el horror
de la guerra. El último hallazgo fue en la construcción del enlace vial de la ruta de Los
Conquistadores, en Villa Alegre, el 2005. Los restos óseos fueron ubicados en una cripta del
Museo Histórico de Villa Alegre, tras una capilla ardiente con honores rendidos por la Escuela de Artillería de Linares.
Don Luis Montesinos tuvo su casa en Villa Alegre, en calle Abate Molina Nº 535 de hoy. su
hijo Domingo Antonio Montesinos fue regidor por Villa Alegre entre 1897 y 1900 Su nieto,
don Luis Strange Montesinos, nacido en 1906 y fallecido pasados lo noventa años, nos narró
valiosos antecedentes de estos hechos oídas a su abuelo, quien vivió hasta 1940. Recordemos
de paso que don Francisco Antonio Encina también ocupó un cargo de regidor por esta
comuna, entre 1903 y 1906.
En 1985, entre unos antiguos libros de contabilidad de Chocoa, que antaño se llevaban en las
haciendas, encontramos varios documentos, seguramente borradores, de los oficios redactados durante los días posteriores a la batalla. Entre ellos estaba un texto del tratado de
Purapel con la firma del General De la Cruz.
Encina e incluso Vicuña Mackenna, al transcribir el texto del tratado, “copian” como lugar de
la firma a “Santa Rosa de Purapel”; sin embargo, tenemos a vista una fotocopia del tratado y,
en la primera parte, se lee “Loncomilla, diciembre 14 de 1851”, lo cual corresponde a la
firma efectuada por los representantes de ambos bandos; más abajo, en el párrafo de las
ratificaciones, se indica como lugar de la firma a “Santo Toribio de Purapel”, que era la
hacienda en que se instaló De la Cruz y no a Santa Rosa. No entendemos la reiteración de
este error, para lo cual bastaba leer el tratado depositado en el Archivo Nacional.
356
LA BATALLA DE LONCOMILLA DE 1851: ESCENARIOS Y TESTIMONIOS
que restableció el orden seriamente amenazado por los numerosos movimientos subversivos que convulsionaron al país, en ese año.
Por mi parte –escribió Bulnes al ministro de Guerra, el 17 de diciembre de
1851– me asiste una verdadera satisfacción de haber podido terminar la compaña de que fui encargado, con una acto en que la benignidad del gobierno y de
sus agentes va a curar las heridas profundas que la anarquía había causado al
país, única solución, por otra parte, que es posible tengan las guerras entre
hermanos 27.
El general José María de la Cruz estrechó por última vez la mano de su
primo, Manuel Bulnes, en la tarde del día 16, después de almorzar juntos. Al
despedirse y retornar a su hacienda de Peñuelas, en Concepción28; no obstante, le asistía aún la última convicción de que su derrota fue un hecho meramente eventual, idea que mantuvo hasta su muerte, ocurrida 24 años más
tarde, en 1875. En un oficio dirigido al intendente de Ñuble y firmado en
Purapel, el 17 de diciembre de 1851, manifiesta haber estado
...obligado a iniciar un tratado en que sin duda no se han obtenido mayores
ventajas respecto de la situación en que se hallaba la República antes de la
guerra. Pero un tratado era una necesidad a que había sido reducido a pesar de
hallarme con la fuerza suficiente para continuar la guerra [...] Al firmar ayer el
tratado y volver a la vida privada, he sentido desprender de mí un terrible peso
que no era fácil soportar29.
Innecesario resulta destacar, cuán grave trastorno y retroceso económico y
social habría significado para la República, el eventual triunfo de los sublevados: destruidas las instituciones recién formadas, minada la moral, dividido el
ejército, el país habría sido fácil presa de los vecinos, Perú y Bolivia, unidos ya
en pacto secreto, y de Argentina, que 30 años después, exigió reivindicaciones
territoriales que Chile pudo negociar con el respaldo de su ascendencia internacional, ganada en el campo de la diplomacia y de batalla.
27
28
29
Archivo Nacional: “Legajo de las Acciones” s. f.
De la Cruz, quien posteriormente rehusó encabezar otro movimiento revolucionario, escribió
unas memorias de gran interés histórico y que revelan antecedentes muy valiosos de la guerra
de la Independencia.
Archivo Nacional: “Legajo de las Acciones del Sur y del Norte durante la Revolución de 1851” s. f.
357
JAIME GONZÁLEZ COLVILLE
358
BOLETÍN DE LA
ACADEMIA
CHILENA DE LA HISTORIA
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN
VALERO
Año LXXIII - No 116 - 2007 - 359-389
ISSN 0716-5439
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR
DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO,
24 DE SEPTIEMBRE DE 1885 EN SANTIAGO DE CHILE
por
Solène Bergot*
RESUMEN
En este artículo se intenta reflexionar en torno a una de las formas de sociabilidad
aristocrática de la segunda mitad del siglo XIX chileno: el baile de disfraces. Se pretende
exponer las motivaciones de quienes dan y asisten a un baile, así como conocer las
influencias a la cual responde la organización de tal recepción, además de tratar de
entender los mecanismos subyacentes a la constitución de un red de sociabilidad familiar.
Palabras clave: oligarquía, sociabilidad, red, influencia europea.
I NTRODUCCIÓN
El 24 de septiembre de 1885, Víctor Echaurren Valero, con el propósito de
celebrar el cumpleaños de su esposa Mercedes Herboso España, e inaugurar
el palacio construido por ambos1, abría las puertas de su suntuosa mansión de
*
1
Estudiante del Doctorado en Historia, cotutela entre la Universidad de París 1 - Panthéon La
Sorbonne y la Pontificia Universidad Católica de Chile. Correo electrónico:
[email protected].
Agradezco muy especialmente a Ángela Cousiño, que leyó este texto y corrigió mi castellano,
así como el profesor Ricardo Couyoumdjian de la Pontificia Universidad Católica, que me
entregó valiosos comentarios y me ayudó a tomar conciencia de los errores y lagunas de mi
texto original.
“El baile del 24”, en El Ferrocarril, Santiago, 26 de septiembre de 1885, 2.
359
SOLÈNE BERGOT
la calle Dieciocho para realizar un baile de fantasía digno de un cuento de las
Mil y Una Noches. Este iba a marcar el imaginario de sus contemporáneos y
los anales de la vida mundana santiaguina por su lujo desmedido, el diluvio
de luz, el encanto del paladar, la trepidación de más de 500 invitados bailando. Un verdadero festival de los sentidos, solicitados, atormentados, vencidos.
El éxito de este baile y su entrada en el imaginario común de las elites
chilenas, que consta de la publicación de reseñas en los diarios, de la edición
de dos folletos descriptivos del evento2 y de una referencia como modelo para
unas escenas de la novela Un Idilio Nuevo de Luis Orrego Luco3, pone de manifiesto las costumbres mundanas de la sociedad de Santiago conformes a los
modelos europeos de sociabilidad, uno de los cuales es el baile, que se hace
posible gracias al aumento de las fortunas de algunas familias. Esos bailes, que
se difundan ampliamente a partir de la década de 1870, rompen con la tertulia,
forma de sociabilidad heredada de la época colonial que conjugaba discusión y
eventual baile4, pues bailar se vuelve el centro de la reunión.
En el baile, la asamblea reunida se afirma como grupo social y se diferencia
de los demás, entre otras cosas porque demanda un presupuesto importante y
un largo tiempo de organización. Es una exhibición de lujo, una gala donde
la elite mundana se pone en escena. Los diarios y los folletos que relatan los
diversos bailes hablan de ellos en términos de espectáculos. Describen la larga
fila de coches a la puerta de las mansiones, examinan las “toilettes” de las
damas, exponen los arreglos de los salones, la orquesta, a veces la calidad del
“buffet”. Es un espectáculo para la gente de la calle: los curiosos se amontonan para ver pasar los invitados. Es también un acontecimiento importante
dentro del mismo grupo: reuniéndose entre sí, el baile se vuelve una autocelebración y una manifestación de su poder. Por último, con algunos bailes la
2
3
4
Descripción del gran baile de fantasía dado en el palacio del señor don Víctor Echaurren Valero en la
noche del 24 de septiembre de 1885, Imp. Calle de la Moneda, Santiago, 1885 y El baile de fantasía
del 24 de septiembre de 1885, Imp. El Progreso, Santiago, 1885.
“Recuerdo, entre otras, la gran fiesta dada por Víctor Echaurren Valero, en su palacio de la
calle Dieciocho, descrito en mi novela Un Idilio Nuevo”, en Luis Orrego Luco, Memorias del
viejo tiempo, Ediciones de la Universidad de Chile, Santiago, 1984, 58. Su novela Un Idilio
Nuevo fue publicada en 1913.
Para una introducción sobre las tertulias se puede consultar Hernán Godoy Urzúa, “Salones
literarios y tertulias intelectuales en Chile, trayectoria y significación sociológica”, y María
Angélica Muñoz, “Tertulias y salones literarios chilenos: su función sociocultural”, en Formas
de sociabilidad en Chile, 1840-1940, Fundación Mario Góngora, Santiago, 1992; Cristóbal García-Huidobro, “La Picantería. Una tertulia del siglo XIX”, en Historia del siglo XIX chileno,
Editorial Vergara, Santiago, 2005, 191-235.
360
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO
gente del gran mundo afirma su responsabilidad social como elite: las manifestaciones filantrópicas destinadas a recaudar fondos muestran su capacidad
para hacer el bien.
A partir de estas líneas directrices, este estudio pretende ofrecer una visión
de lo que era la sociabilidad privada de las elites de Santiago durante la
segunda mitad del siglo XIX, a través de los bailes, y especialmente de su
forma más acabada: los bailes de fantasía. Ahora bien, si bien el baile era la
forma de sociabilidad de más prestigio, no era ni la única ni la más frecuente.
Así, además de reunirse para bailar, se podía reunir para conversar (tertulia),
para comer (banquete), para escuchar música (tertulia o sarao musical) o
para ver una representación teatral. Sin embargo, a pesar de la profusión del
material disponible sobre sociabilidad y de su gran importancia en la vida de
la elite, la historiografía chilena no ha aún analizado el tema de los bailes en
casas particulares5.
A partir de un corpus de fuentes compuesto por artículos de prensa, memorias de los contemporáneos y folletos dedicados a esa forma de sociabilidad
que representa el baile de fantasía, nos proponemos definir lo que es “el gran
mundo”, así como poner de manifiesto sus maneras de relacionarse a través
de esbozos de redes de sociabilidad y descripción de sus usos mundanos (manera de comportarse, bailes, etc.). Primero analizaremos algunos ejemplos de
los diferentes discursos generados por el baile, en pro y en contra de él. En
segundo lugar, describiremos el palacio donde se efectuó el baile, así como
los preparativos hechos especialmente para la fiesta. En tercer lugar, estudiaremos la fiesta en sí a través de su cronología y de los bailes que se dieron en
la época. Por último, presentaremos los invitados que hemos registrados, así
como sus disfraces, para analizar la red de sociabilidad de la familia Echaurren Herboso y los gustos de la época en lo referido a los disfraces.
1. EL
BAILE : ¿ ESPACIO DE ESPARCIMIENTO O CAMPO DE BATALLA?
Los bailes representan la forma de sociabilidad específica del invierno santiaguino, imitando así las prácticas sociales y culturales europeas. La “tempo-
5
A excepción de Manuel Vicuña Urrutia, La belle époque chilena. Alta sociedad y mujeres de elite en
el cambio de siglo, Editorial Sudamericana, Santiago, 2001, donde el autor evoca los bailes
como “mercado matrimonial”, y de Juan Eduardo Vargas, “Aspectos de la vida privada de la
clase alta de Valparaíso”, en Historia 32, Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago,
1999, 617-683.
361
SOLÈNE BERGOT
rada de invierno”, que adquirió en Chile un gran brillo en el último cuarto
del siglo XIX, se iniciaba durante la segunda mitad de junio y se prolongaba
hasta la segunda quincena de octubre, interrumpida por la semana del 18 de
septiembre, durante la cual las celebraciones eran oficiales y se realizaban en
lugares públicos, tal como el Parque Cousiño. Los pretextos para las reuniones sociales eran diversos: comunión, matrimonio, cumpleaños, celebración
del santo de un miembro de la familia, aniversario de matrimonio, victoria
política, partida o regreso de alguien, funciones para reunir fondos para
obras caritativas o inauguración de una casa. También estas podían ser a diversas horas del día: “matiné” si la recepción se daba antes de la cena, o “velada”
si se daba después.
Sin embargo, la más notable de estas instancias de reunión social era el
baile, el que podía darse en casas particulares o en lugares públicos como la
Sociedad Filarmónica de Santiago o el Club de la Unión, con vestidos de gala
o trajes de fantasía. El baile en casa particular no era el más frecuente de los
tipos de reunión social, pero el que más marcaba el imaginario de sus contemporáneos. Así, durante la “temporada social” de 1887, tal como está relatada
en el diario “La Libertad Electoral”, se ofrecieron 15 tertulias, 14 bailes (entre
los cuales un solo baile de disfraces), seis cenas y una “matiné” de niños. Sin
embargo, en las páginas del diario, los relatos de baile ocupaban mucho más
espacio que los relatos de tertulia, puesto que reseñaban no solamente los
principales hechos de la velada, sino también los bailes, los invitados y sus
disfraces. Así, si un baile podía llegar a ocupar hasta tres columnas del diario,
raras veces una tertulia ocupaba más de 15 líneas.
El baile representaba la forma más acabada de la sociabilidad oligárquica,
en el sentido de que podía considerarse como un condensado de esa sociedad, porque, como dice Alberto Blest Gana, encerraba “verdades ocultas, mil
curiosos incidentes” y en él “se encuentran los diversos elementos de nuestra sociedad”6. Constituía así un espacio de encuentro y reconocimiento social, donde
funcionaba un sistema de valores y actitudes compartidas que permitía formar
alianzas políticas, comerciales y amorosas mientras se cultivaban la música, el
baile y las buenas maneras7. El baile, como forma de esparcimiento, generó
un triple discurso de crítica, defensa y explicación. Esquemáticamente, quienes concurrían a los bailes y quienes vivían de ellos adoptaban la posición de
explicarlos mediante su descripción con un ojo más o menos imparcial, o la
de justificarlos a través de dos géneros de argumentos: su utilidad higiénica
6
Alberto Blest Gana, “Un baile en Santiago”, en El jefe de la familia y otras páginas, Santiago, ZigZag, 1956, 103-113. El artículo publicado inicialmente en El Museo, 3 de diciembre de 1853.
362
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO
como ejercicio saludable y los empleos que generaba. Quienes no podían
participar porque no pertenecían a la clase social invitada o porque pertenecian al cuerpo eclesiástico, los criticaban por los gastos excesivos que suponían y la decadencia moral que provocaban.
El artículo de Alberto Blest Gana sobre un baile en 1853 proponía un
análisis explicativo y exponía diferentes argumentos en pro o en contra del
baile. Lo describía como un campo de lucha, tratando de alumbrar las rivalidades y las posturas subyacentes. Para las mujeres, era “la arena de las terribles
luchas del amor propio y de las rivalidades”: se observaban, se evaluaban, se juzgaban. Cada infracción al buen gusto y a las conveniencias equivalía a una
condena a la muerte social. Para las madres, era una “verdadera tabla de salvación”, puesto que constituía un momento ideal para que sus hijas, rivalizando
de belleza y lujo, se presentaran a los ojos –masculinos– del mundo y trataran
de casarse antes de que se acabara la hermosura, la juventud o la fortuna.
Para los enamorados, era el escenario de un amor fugaz, lleno de gestos
simples, de “ardientes miradas”, de “incidentes y sensaciones diversas”, de “esperanzas y desconsuelos”, un espectáculo que se jugaba bajo las miradas consentidoras
pero siempre atentas de las familias8. A ese baile silencioso de los ojos y de las
intenciones, secretas o reveladas, respondía la animación de los bailarines y la
música de la orquesta: el baile era también vida y movimiento, un ejercicio
tan “higiénico y saludable como un paseo a la Alameda”9.
El baile no era solamente una forma de entretención; era también una
terapia, una cura de juventud que ayudaba a luchar contra los efectos del
tiempo y del envejecimiento: “mens sana in corpore sano”. El uso del argumento médico, o seudomédico, así como su vocabulario, es parte del discurso
en favor del baile. Sus defensores lo veían como un ejercicio de higiene que
“facilita y robustece el desarrollo del cuerpo de una manera fuerte y flexible” y que
constituía un “elemento poderoso para destruir los microbios”, al mismo tiempo que
impedía que se atrofien “nuestros órganos, desordenen sus funciones y, por consiguiente, trate las mortales consecuencias del caso”. Ejecutado con placer, permitía
desarrollar el sentido musical y rítmico, así como enseñar los buenos modales
y el comportamiento en sociedad, volviéndose “el compañero inseparable de la
gente de buen gusto” y trascendiendo el reparto de actividades según los géneros. De hecho, era una actividad que permitía la mezcla entre los sexos, du7
8
9
Claudio Rolle y Juan Pablo González, Historia social de la música popular en Chile, 1890-1930,
Ediciones Pontificia Universidad Católica de Chile, Santiago, 2005, 49.
Alberto Blest Gana [7], 110.
Ibídem, 104.
363
SOLÈNE BERGOT
rante la cual se tenía la oportunidad de acercarse fina y acertadamente a la
familia en la cual se deseaba buscar un cónyuge10.
Usando la misma metáfora, el baile, si bien no era una enfermedad, era un
contagio que llevaba a los hombres más serios a la pista, como lo afirma
Benjamín Vicuña Mackenna en su artículo sobre el baile dado por Enrique
Meiggs en 1866: “No sé quien dijo que el baile es una enfermedad. Yo no sé porque no
soy médico. Pero sí aseguro que el baile es un contagio, porque yo también he bailado”11.
El segundo argumento de los defensores del baile era de orden económico:
así, si “pasaron los invitados una noche feliz, a muchas familias pobres proporcionó un
alivio en su miseria”12. La preparación del baile Echaurren, tanto en el palacio
en el cual se ofreció, como para los invitados, generó un “mes de labor” para
“obreros de toda especie, jardineros, arquitectos, modistas y costureras”. Para los concurrentes, supuso la confección de un traje que empleó modistas, costureras y
peluqueros. Para los anfitriones, significó la impresión de invitaciones, como
también de programas y carnés de baile, el arreglo de su casa y jardín, la
preparación de un bufet y de un bar, la contratación de mozos extras para
atender a sus invitados, la presencia de una o dos orquestas, la compra de
flores en gran cantidad, a veces mantener a disposición de los invitados durante la velada un personal especializado, como por ejemplo, una costurera,
un peluquero o la contratación de un fotógrafo profesional para inmortalizar
la fiesta. Así, lejos de ser “una diversión egoísta”, permitió a la opulenta sociedad de Santiago lucir su riqueza y al humilde artesano obtener con ella “abundante y bien remunerado trabajo”, llegando a ser un “bien de todos”13.
Los detractores de los bailes ponían de manifiesto su frivolidad y la decadencia moral que engendraban. De hecho, los más puritanos estimaban que
se debía invitar a las casas para ayudar o conversar, organizando a veces un
bazar de caridad con el objeto de reunir fondos para los más necesitados,
como lo hizo varias veces Juana Ross de Edwards en Valparaíso14. En cuanto a
la Iglesia, esta consideraba que en el baile “se ofende el pudor” y que “la pérdida
de este es su consecuencia inevitable”15. Así, “una joven candorosa siente despertarse en
10
11
12
13
14
15
Alfredo Franco Zubicueta, Tratado de baile, Imprenta “La Ilustración”, Santiago, 1908, 3-9. Se
trata de la séptima edición, la primera fue publicada en 1898.
Benjamín Vicuña Mackenna, “Un baile improvisado en la Quinta Meiggs”, en Ricardo Latcham, Estampas del Nuevo Extremo. Antología de Santiago 1541-1941, Editorial Nascimento, Santiago, 1941, 153.
El baile de fantasía del 24 de septiembre de 1885 [2], 29.
Ibídem, 30.
Vargas Juan Eduardo [5], 674.
La Revista Católica, 29 de agosto de 1857, citado por Vargas Juan Eduardo [15], 674.
364
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO
su corazón pasiones desconocidas, y asomarse en su mente ideas, de que estaba tan
distante, cuanto que ni sospechaba siquiera la existencia de los objetos que turban su
fantasía”. Denunciaba, pues, los efectos perversos de los bailes, que “producen
amargos frutos para la religión y la patria: el pudor que ellos ofenden no se le arranca
a la mujer sin causarla una honda herida a la familia y a la sociedad”16. Sin
embargo, sus advertencias sobre los riesgos del baile carecían de efecto, puesto que, como decía Blest Gana, “querer desterrar el baile de nuestra sociedad es
predicar en el desierto”17.
El baile provocaba también polémicas por el comportamiento desordenado
de los invitados que habían bebido demasiado. En el número del 29 de septiembre de 1885 de “El Padre Padilla”, se publicó una caricatura y dos columnas denunciando la decadencia de los jóvenes aristócratas chilenos, quienes,
después de salir del baile en la madrugada del 26, decidieron invadir el Mercado Central para seguir tomando “un vaso de chicha o una copita de huachacai”,
molestando y seduciendo a las jóvenes que “sudan en el fogón” y terminando su
excursión en los portales de la Plaza de Armas. El periodista, Juan Rafael
Allende18, se preguntaba si no habían comido y bebido de modo suficiente
durante el baile, si no tenían ninguna vergüenza de sus actos, y si “fue aquel
baile, baile de pijes o una tertulia de Cachupín”. Se critica aquí con virulencia el
ejemplo de “crápula asquerosa” que dan los que se piensan “los más estimados de
por aquí”, y que creen que pueden invadir los “lugares de reunión del pueblo”
cuando ese pueblo no está autorizado a entrar en los suyos. Juan Rafael Allende tomó el pretexto de ese comportamiento para criticar otro asunto: la prohibición para la gente del pueblo de entrar en el aristocrático Parque Cousiño, después de una autorización que había sido dada por el intendente de
Santiago, Alejandro Fierro Carrera, y que había sido violentamente criticada
por Antonio Subercaseaux en el diario “El Estandarte Católico”. Allende aprovechó así ese episodio de desorden en la vía pública para fustigar el desdén de
16
17
18
Ídem.
Alberto Blest Gana [7], 103.
Sobre la figura de Juan Rafael Allende se puede consultar los artículos de Maximiliano Salinas Campos: “Juan Rafael Allende, “El Pequén”, y los rasgos carnavalescos de la literatura
popular chilena del siglo XIX”, en Historia 37, Santiago, enero-junio de 2004, 207-236; “Los
“Rotos” y la Nación: Juan Rafael Allende entre la Guerra del Pacifico y la Guerra Civil de
1891”, en Mapocho, 55, 2004, 211-258; “Erotismo, humor y transgresión en la obra satírica de
Juan Rafael Allende”, en Mapocho, 57, 2005, 199-248; “¡Y no se ríen de este leso porque es
dueño de millones! El asedio cómico y popular de Juan Rafael Allende a la burguesía chilena
del siglo XIX”, en Historia 39, Santiago, enero-junio de 2006, 231-262.
365
SOLÈNE BERGOT
la gente de “buen tono que no quiere codearse con los rotos”, cuando ella era la
primera en actuar sin vergüenza ni modales19.
2. UN
ESCENARIO DE LUJO : EL PALACIO
ECHAURREN
Para apreciar los arreglos del palacio y su puesta en escena para la noche
del baile, recurrimos a las descripciones hechas por periodistas de algunos
diarios de Santiago, los cuales estaban invitados y pudieron visitar la casa el
día del baile: Eduardo Hempel, de “El Ferrocarril”, Ricardo Cruz Coke, de “La
Época” y Carlos Cerda, de “El Independiente”. Sus descripciones destacan especialmente dos aspectos: el lujo del palacio con su decoración interior hecha a
medida y traída desde Europa, y el uso de la novedosa iluminación eléctrica.
El lujo de detalles dados, así como la reputación del anfitrión como coleccionista y anticuario, nos llevó a preguntarnos si esta fiesta, aparte de las razones
ya evocadas, no habría sido organizada para presentar sus colecciones a potenciales compradores, de manera más discreta que en un marco profesional
rígido.
El palacio se situaba en la calle Dieciocho y fue comprado en 1884 por
Víctor Echaurren a Ana María Ovalle por el precio de 24 mil pesos. De este
precio se pagaron ocho mil al contado, se reconoció un censo de “a favor de la
Recoleta Franciscana” y los 12 mil restantes serían pagados a dos años con cinco
por ciento de interés anual20. El palacio, cuyo arquitecto se desconoce, constaba de dos pisos más un tercero de servicio. Estaba distribuido de manera de
separar los salones de recepción en el primer piso y el espacio íntimo de la
familia en el segundo, aplicando así los preceptos de los arquitectos europeos
que trabajaban en América Latina, como también los tratados arquitectónicos
que circulaban en aquella época21.
19
20
21
El Padre Padilla, Santiago, 167 y 168, 29 de septiembre y 1 de octubre de 1885.
Archivos Notariales de Santiago, acta F23 n.44, 1884.
Así, están presentes en Chile como “Arquitecto Oficial del Gobierno” los franceses Claude
Brunet de Baines (1848-1855) y Lucien Hénault (1856-1872), quienes difunden los preceptos
europeos a través de la edificación de casas particulares, de la organización de una clase de
arquitectura y de la difusión de diversos tratados (entre otros, Claude Brunet de Baines,
Curso de arquitectura, Imp. Julio Benin, Santiago, 1853; Joseph Paul Ardant, Tratado de
arquitectura civil y edificios militares, Santiago, 1873; César Daly, L’architecture privée au XIXème siècle, nouvelles maisons de Paris et des environs, Editorial Morel, Paris, 1864; Julien Guadet,
Eléments et théorie de l’architecture, 4 volumes, Paris, 1900.
366
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO
En el primer piso se encontraba un vestíbulo con piso de mármol que
formaba un mosaico, al cual daban los diversos salones. Un alumbrado con
gas y con electricidad iluminaba una ornamentación consagrada al arte de la
guerra y de la cacería con armas y tapicerías. En el arco de la gran escalera se
instaló para el baile una orquesta compuesta de “numerosos y distinguidos profesores” y dirigida por M. Varloteau22. A mano derecha del vestíbulo, “copiado
estrictamente de uno de los salones de Versalles”23, se encontraba un primer salón
de estilo Luis XVI decorado de espejos venecianos, de muebles y tapicerías de
gobelinos, de estatuas de bronce y de pinturas de las damas de la corte de
Luis XVI. A continuación de este salón venía una copia de “la más hermosa sala
del Alhambra”, cuyos techo y murallas talladas eran una “exacta copia de los
arabescos del monumento granadino”24, y que se encontraba ornado con divanes
bajos de terciopelo rojo y de alfombras de Damasco.
El comedor, en cuyas paredes colgaban grandes telas con la firma del pintor flamenco David Teniers, era de estilo Enrique IV con una chimenea de
una sola pieza de rica madera, mesa y sillas de estilo Renacimiento hechas por
la casa Fratelli, proveedora de la casa real de Italia, y un servicio de porcelana
que perteneció al rey Luis Felipe de Francia. Se había preparado allí una
mesa permanente en que, además de una ornamentación artística y delicada,
“se ofrecía toda clase de exquisitos manjares, confites dulces, frutas y variado surtido de
vinos y licores”. El servicio estaba a cargo de Manuel Riquelme, quien era “una
especialidad en la materia”, ayudado por una comisión compuesta de cinco jóvenes que reemplazaban a los anfitriones ocupados en otra parte de la casa:
Carlos Correa Toro, Alberto Correa Sanfuentes, Luis Echeverría Larraín,
Francisco y Fernando Herboso. Este servicio fue completado por una cantina
en que se servían refrescos, fiambres y licores, además de bufetes de cerveza y
de ponche colocados en el jardín25.
La biblioteca, de estilo Francisco I, estaba ornada de tapices de seda granate, chimenea y estantes con una “escogida y lujosa librería”26. Sus muebles estaban tapizados con cuero de Córdoba que llevaban las armas de la familia. A
un costado de la biblioteca se encontraba el museo de antigüedades, con
colecciones de piezas egipcias, pompeyanas, griegas, romanas, etruscas, asirias
22
23
24
25
26
Descripción del gran baile de fantasía dado en el palacio del señor don Víctor Echaurren Valero en la
noche del 24 de septiembre de 1885 [2], 18.
Ibídem, 9.
Ibídem, 11.
Ibídem, 31.
Ibídem, 13.
367
SOLÈNE BERGOT
y venecianas, y tras de ella se podía admirar el salón de pinturas, que no se
encontraba terminado al momento del baile, pero que ostentaba ya un plafond
representando a “Francisco Pizarro y el descubrimiento del Perú” y que iba a
albergar los 200 cuadros de la colección de Víctor Echaurren. Contiguo al ala
izquierda del palacio y comunicado por una puerta secreta, abierta provisionalmente para la noche del baile, se había habilitado el pabellón particular
del hermano del dueño de casa, Alfredo, a fin de que sirviera de departamento especial para los caballeros durante la fiesta.
En el segundo piso, espacio de intimidad de la familia y comunicado con el
primero por una escalera de mármol de Carrara que se iniciaba en el hall, se
encontraba el departamento de Mercedes Herboso, compuesto de su habitación
de estilo bizantino, de un boudoir de estilo italiano y de una gran sala de toilette
especialmente arreglada como tocador para las invitadas. En esta pieza, Víctor
Echaurren “llevó su galantería hasta mantener durante toda la noche (...) al señor Rostel,
encargado de arreglar las cabelleras de las danzantes que el baile podía despeinar”27.
El dormitorio del dueño de casa, compuesto de una sola pieza, estaba adornado de felpa bordada “según la fantasía moderna” y respiraba “severidad y elegancia”28. La madre de Mercedes Herboso, la condesa de San Miguel de Carma, alojaba también en el palacio y tenía a su disposición un departamento de
tres piezas situado al lado del de su hija.
El palacio contaba con un patio interior decorado con “cascadas, pequeños
lagos, grutas, torrentes de luz, misteriosas obscuridades”, y cuyos senderos habían
sido alfombrados “para mayor comodidad de los asistentes”29. Allí se habían instalado un servicio de “bufet al estilo francés” y se habían construido dos chalets
que albergaban los salones especiales para el servicio del ponche y la banda
de música del Batallón Cívico Número 1. Un segundo patio fue convertido en
“un precioso jardín estilo inglés, cubierto en toda su extensión por una gran carpa”30, y
estaba decorado por una enorme jaula destinada a contener una multitud de
aves de corral y parejas de pájaros con plumaje de variados colores.
La mayor innovación en materia de ornamentación fue el uso del alumbrado eléctrico. La electricidad, canalizada por primera vez en 1879 por Tomás
Edison, llegaría a Chile en 1885, según los periodistas, gracias a los esfuerzos
de la familia Echaurren. Sin embargo, la nueva tecnología estaba siendo utili-
27
28
29
30
“El baile del 24” [1].
Ídem.
Descripción del gran baile de fantasía dado en el palacio del señor don Víctor Echaurren Valero en la
noche del 24 de septiembre de 1885 [2], 21.
“El baile de fantasía”, en La Época, Santiago, 25 de septiembre de 1885, 2, 6a columna.
368
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO
zada para el alumbrado público de la Plaza de Armas desde 1883, razón por la
cual el baile Echaurren debe ser el primer ejemplo conocido del uso privado
de la electricidad en Chile31. En todo caso, constituyó una herramienta más
para deslumbrar a los invitados, y para el abastecimiento de la energía se
instaló en una pieza aparte del palacio un motor a vapor destinado a producir
la electricidad necesaria para la iluminación. El efecto era tal, que parecía
que “el recinto del palacio se había sustraído esa noche al imperio de las sombras”32.
La verja ostentaba un gran sol y dos magníficas estrellas eléctricas. La fachada
exterior del palacio, además de millares de luces eléctricas, tenía al centro un
gran escudo nacional dibujado con luces de gas. En el vestíbulo y salones se
habían distribuidos luces eléctricas, de gas y de bujías, “que producían un efecto
encantador”. En el parque, lámparas eléctricas se entremezclaban con faroles
chinescos e iluminaban bosques y grutas, “favoreciendo el dulce y plácido misterio
que hacía de ese sitio el lugar predilecto de las enamoradas parejas”33.
3. LA
NOCHE DEL
24
DE SEPTIEMBRE : UN BAILE DE CUENTOS CON REGLAS
Una vez listo el escenario, se esperó el comienzo del espectáculo. En las
puertas del palacio se encontraba una guardia de honor compuesta de 20
infantes y 10 soldados de caballería al mando de un teniente, encargada “tanto
de impedir los desórdenes de la multitud de curiosos que invadía la avenida” como
también de “organizar convenientemente el desfile de los carruajes”. Este “se verificó
en perfecto orden, entrando por una de las calles del hermoso parque exterior hasta
colocarse al pie de la ancha y elegante gradería de mármol del peristilo, para salir
enseguida en sentido contrario por la gran puerta lateral del costado sur”34. A su
llegada, a partir de las 10 de la noche, los invitados eran recibidos por 12
distinguidos caballeros de la concurrencia35, quienes se encargaban del guar-
31
32
33
34
35
Sobre el tema de la historia de la energía eléctrica en Chile se puede consultar Sergio
Villalobos, Historia de la energía en Chile, Museo Histórico Nacional, Santiago, 1983 y Ricardo
Couyoumdjian, Ricardo Nazer y Pablo Camus, Cien años de energía en Chile 1905-2005, Ediciones de la Pontificia Universidad Católica, Santiago, 2005.
Descripción del gran baile de fantasía dado en el palacio del señor don Víctor Echaurren Valero en la
noche del 24 de septiembre de 1885 [2], 31.
Ibídem, 32.
Ibídem, 34.
Ibídem, 32-33. Estos doce caballeros eran: Aníbal de Agüero, Manuel María Aldunate, Adolfo
y Alejandro Carrasco Albano, Alfredo y Enrique Infante, Alfredo Echaurren Valero, Juan
Irarrázaval, Fernando y Francisco Herboso, Manuel y Ricardo Lecaros.
369
SOLÈNE BERGOT
darropa y de entregar a los asistentes un programa “lujosamente impreso” con
las diferentes piezas que interpretarían las orquestas36. Entre las 10:30 de la
noche y la seis de la mañana del día siguiente las dos orquestas tocaron, casi
sin cesar, valses, cuadrillas y lanceros. A las 12 de la noche los salones se
encontraban repletos, “ocupados hasta en sus menores rincones por una concurrencia innúmera”37. Sigamos un instante el paseo del corresponsal de “La Época”,
quien, desde el segundo piso, observaba a los invitados que paseaban, bailaban y tomaban champaña. Entre dos bailes, las parejas iban a buscar un refresco, pero el gran número de concurrentes hacía difícil el acceso a los bufetes,
aunque no por eso falló en instante alguno el orden perfecto del servicio.
Otras parejas, ante el calor que se sentía en los salones, salían a pasear al
patio cubierto, protegido de la humedad del suelo por espesas alfombras.
Alrededor de las 12, se empezó a servir un bufet en el comedor del palacio que, por grande que era, no alcanzaba a contener a todos los invitados.
Había profusión de manjares, carnes, frutas, todo arreglado con “artístico
buen gusto” 38. A las tres y media de la madrugada empezaron a retirarse
algunas familias, sin que por esa razón hubiera disminuido “la animación y el
entusiasmo de la concurrencia” 39. Al contrario, los bailes se sucedían unos a
otros, alternándose las dos orquestas presentes. Al alba del 26, alrededor de
las seis, se efectuó el último baile y se retiraron las últimas familias.
Los jóvenes anfitriones, quienes “para todos tenían una palabra amable y oportuna”, se hallaban en todas partes, acompañando a las familias o a los que
pasaban a las salas de refrescos y al comedor: “en fin, atendiendo a todo, previéndolo todo, adivinando, por decirlo así, los deseos de los concurrentes”40. Conforme a
las reglas de la sociabilidad formal que regían esta clase de encuentro, los
dueños de casa tenían que dedicarse totalmente a sus invitados, y por esa
razón no les era “lícito” bailar, sino “por vía de obsequio a alguna persona respetable” y no ambos en el mismo tiempo, porque “quedaría la reunión enteramente
privada de sus atenciones, los cuales no deben sufrir interrupción alguna”41. De
hecho, el único momento en que los anfitriones podían bailar al mismo tiempo era durante las cuadrillas de honor, es decir, la pieza de apertura del baile,
36
37
38
39
40
41
El baile de fantasía del 24 de septiembre de 1885 [2], 7.
“El baile de fantasía” [31], 6 columna.
Ibídem.
Ibídem.
Ibídem.
Manuel Antonio Carreño, Manual de urbanidades y buenas maneras, Editorial Zig-Zag, Santiago,
1992, 112.
370
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO
como se vio, por ejemplo, durante el baile dado por Francisco Undurraga
Vicuña y su esposa Ana Fernández Iñiguez en honor del príncipe Carlos de
Borbón en julio de 188742. Además, si uno de los dos dueños de casa tomaba
parte en un baile, como signo de agradecimiento a la velada ofrecida, se le
debía ceder el puesto más privilegiado. Los dueños de casa debían también
cuidar de que se ofrecieran a las señoras, durante los intermedios del baile,
refrescos por medio de sus sirvientes. En cuanto a los hombres, se les debía
invitar a servirse ellos mismos en el transcurso de la reunión, indicándoles
durante el primer intermedio la pieza en donde se hallaban los refrescos43.
En toda la segunda mitad del siglo XIX, los gustos en materia de baile
evolucionan: en 1853 se bailaban polcas, redowas, valses y cuadrillas44; en
1877 se agregaron las cuadrillas, mazurcas, galopa y un cotillón compuesto de
14 figuras y dirigido por uno de los asistentes45; en 1885, en el baile de los
Echaurren, se bailaron valses, cuadrillas y lanceros46; en los bailes dados por
la Sociedad Filarmónica de Santiago entre 1887 y 1889, se bailaba vals, cuadrillas, lanceros y polkas47; en 1905 se había introducido la costumbre de bailar
cake-walk48. Respecto de la música, no aparece en ninguno de los folletos o de
los artículos una lista de las piezas tocadas, y hay solo escasas referencias a
ellas. Así, el artículo del diario “La Época” indica que el primer vals era de
Strauss y que en diversos momentos se escucharon los “exquisitos acordes de
Carmen” y las “alegres melodías de Doña Juanita”, ópera cuya música fue escrita por Franz von Suppé.
Las cuadrillas y los lanceros pertenecían a la categoría de las contradanzas
que se distinguían por la formación de las parejas en cuadro de cuatro bailarines y la ejecución de figuras compuestas de saludos, movimientos lineales y
vueltas. Las cuadrillas clásicas, “francesas” o “polo americano”, permitían la
integración de más parejas que se colocaban vis-à-vis y ejecutaban sucesivamente cinco figuras en la cuadrilla francesa (llamadas “pantalón”, “estío”,
“polla”, “pastorcilla” y “boulangère”) y cinco en la cuadrilla “polo americano”
(“el paso”, “el canastillo”, “los caballitos de palo”, “las visitas” y “el americano”). Sin embargo, la cuadrilla “polo americano” se bailaba en “reuniones de
42
43
44
45
46
47
48
“Las cuadrillas de honor”, en La Libertad electoral, Santiago, 9 de julio de 1887, 2.
Manuel Antonio Carreño [42], 112 y 115.
Alberto Blest Gana [7].
“El baile de fantasía del señor Vicuña”, en El Ferrocarril, Santiago, 18 de julio de 1877.
El baile de fantasía del 24 de septiembre de 1885 [2], 7.
El Ferrocarril, Santiago, varios artículos entre 1887 y 1889.
Anónimo, El baile de fantasía de don Agustín Edwards, Imprenta Imparcial, Santiago, 1905.
371
SOLÈNE BERGOT
carácter privado” por su estilo “infantil”, por lo cual las cuadrillas bailadas durante la recepción de los Echaurren debían ser “francesas”. Los lanceros eran
también una forma de cuadrilla, y el maestro de baile Alfredo Franco los
llamaba “cuadrilla lanceros” en su tratado de baile49. En ese baile, de origen
inglés, las parejas formaban obligatoriamente un cuadro de cuatro personas y
ejecutaban una combinación de cinco figuras llamadas “tiradores”, “líneas”,
“molinetes”, “visitas” y “lanceros”. Cada baile debía ser dirigido por un maestro que se encargaba de anunciar las figuras, permitiendo que guardara siempre un grado de distinción y organización50. De esta manera, para el baile
dado por Claudio Vicuña en el palacio de La Alhambra en 1877, se publicó el
día anterior al baile la lista de las piezas que se iban a tocar y sobre todo las
figuras que se iban a bailar durante el cotillón, permitiendo a cada uno de los
asistentes prepararse correctamente51.
Ese tipo de baile, heredado de la solemnidad del Antiguo Régimen, prolongaba los ritos de sociabilidad colectiva en la medida en que permitía la armonía entre todos los bailarines que quedaban asociados por la coregrafia de las
figuras. Al contrario, el vals, inventado a fines del siglo XVIII, daba autonomía
a la pareja y la autorizaba a aislarse del resto de la sociedad, lo que originó
críticas de los moralistas y de la Iglesia por la violencia de los sentimientos
que provocaba52. Sin embargo, en Chile durante el último tercio del siglo XIX
el vals era ya considerado como “uno de los bailes de salón más difíciles”, pero
“más elegante y chic”. Existían varias clases de valses, según la moda vigente en
cada país. Por ejemplo, en Chile en 1908, cuando Alfredo Franco publicó la
séptima edición de su Tratado de baile, se bailaba el vals redowa, el vals arrastrado, el vals americano, el vals Boston y sobre todo el vals francés, que estaba “de
gran boga en el mundo elegante”. Cada variante del vals tenía sus características
técnicas (tipos de pasos) así como sus compositores de predilección, pero
conservaba su patrón original de “ejecución en todas direcciones, es decir, para
adelante, atrás y vueltas a derecha e izquierda al compás musical de tres tiempos”. En
cuanto a la música, su velocidad variaba en cada país: en Francia e Inglaterra
se usaba un metrónomo correspondiente a una velocidad 46, en Alemania a
50, en Rusia y Austria a 54, en Italia a 62, en España a 74 y en América a 7653.
49
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51
52
53
Alfredo Franco Zubicueta [11], 142.
Ibídem, 132-158 y 27.
“El baile de fantasía del señor Vicuña”, en El Ferrocarril, Santiago, 18 de julio de 1877.
Gabrielle Houbre, La discipline de l’amour. L’éducation des filles et des garçons à l’âge romantique,
Plon, Paris, 1997, 212.
Alfredo Franco Zubicueta [11], 75.
372
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO
Por esa misma razón, bailar un vals en América necesitaba un aprendizaje
especial para alcanzar cierta rapidez de ejecución y de virtuosismo54.
El baile no era solamente codificado por las piezas que se interpretaban, sino
también por el comportamiento que cada asistente debía mantener. Las reglas
de urbanidad, bastante rígidas, eran especialmente dirigidas a los jóvenes de
ambos sexos que se reunían en el mundo despues de años de adolescencia
separados los unos de los otros, y que debían integrarse a formas de sociabilidad que desconocían o que no manejaban todavía totalmente. Así, los padres
deseosos de preservar la honorabilidad y el comportamiento de sus hijos y de
reglamentar los posibles efectos de la mezcla de sexos, veían la buena sociedad
y sus exigencias mundanas como un sustituto, ciertamente imperfecto pero sin
embargo indispensable, del orden familiar55. Las reglas se veían enfocadas sobre el “bien parecer”: así, cuando un caballero pretendía invitar a una dama a
bailar, tenía que inscribir su nombre en el carnet de baile antes de que se tocara
la primera pieza o en los interbailes, y no podía invitarla a dos bailes seguidos56.
Por su parte, una mujer no podía rehusar bailar con un hombre, salvo que
estuviera ya comprometida con otro caballero, en cuyo caso debía manifestar
quién era su acompañante. Si rehusaba a bailar sin tener un compromiso, no
podía bailar más durante la velada, so pena de ofender al caballero rechazado. En el caso de recibir una negativa a bailar, un caballero debía cuidar de
dejar pasar un momento para dirigirse a otra sin que ella tuviera conocimiento de lo ocurrido, de manera que no supiera que no había sido elegida en
primer lugar. Todas las personas concurrentes a un baile estaban obligadas a
conocer los bailes inscritos en el carnet para no cubrirse de ridículo y demostrar una falta de educación, así como “convertir en chacota el acto más solemne y
culto de las costumbres sociales”. Justo antes de empezar la pieza concedida, el
caballero iba a buscar a su acompañante, ofreciéndole su brazo derecho y
paseándola un momento. Al empezar el baile, saludaba a la dama y debía
agradecerle el favor recibido. Durante la pieza debía tener una conversación
agradable, y cuidar de que por ningún motivo su compañera chocara con
ninguna otra pareja, ni tampoco que le pisaran la cola de su vestido. Concluido el baile, el caballero debía pasear un momento a la dama, llevándola al
bufet por un refresco si quería, y ella le debía dar sus agradecimientos57.
54
55
56
57
Sobre los bailes de moda en Chile entre 1890 y 1950 se puede consultar Claudio Rolle y Juan
Pablo González [6], en especial el capítulo “Herencia cultural bailable”, 86-114.
Gabrielle Houbre [53], 202.
Manuel Antonio Carreño [42], 114.
Ibídem, 111-116.
373
SOLÈNE BERGOT
4. CONSTITUCIÓN
DE UNA RED DE SOCIABILIDAD
En un baile de tal envergadura, los dueños de casa invitaban al conjunto de
sus relaciones (familia, amistades, relaciones laborales, personalidades políticas y cuerpo diplomático), tanto a las personas con las cuales estaban relacionados como a aquellas con las cuales querían relacionarse. En este sentido
sería mucho más revelador estudiar la lista de la gente a la cual se envió una
invitación que la lista de quienes asistieron efectivamente al baile, pero en
ausencia de tal documento nos limitaremos al análisis de la segunda. Ese
grupo constituía entonces la “red de sociabilidad” de la familia, definida
como el conjunto de individuos que fueron considerado como pertenecientes
al mismo círculo social que los dueños de casa, sea por nacimiento, educación, éxito social o manera de comportarse y enfrentar la vida.
Para estudiar esta red se estableció primero una lista de los invitados que
concurrieron al baile, a partir de distintas fuentes. Segundo, se buscaron
datos biográficos relevantes, como fecha de nacimiento y muerte, nombre
del cónyuge y fecha de matrimonio, cargo y filiación política en 1885, para
lo cual se utilizaron los artículos de genealogía de la Revista de Estudios
Históricos 58, el diccionario biográfico de Figueroa59, el estudio genealógico
de Guillermo de la Cuadra 60, el diccionario biográfico de Armando de Ramón sobre los miembros de los poderes Ejecutivo y Legislativo61 y el sitio
internet del Congreso Nacional chileno que está desarrollando un proyecto
de recopilación biográfica de los miembros del Parlamento entre 1811 y
1973 62. Este estudio prosopográfico permitió acercarse a la información según dos ejes: uno de tipo cuantitativo, a través del estudio del número de
invitados, por género y por edad, y otro de tipo cualitativo mediante el
estudio de las personas presentes y de las relaciones que tenían entre sí, de
manera de delimitar los variados círculos que formaban la red de sociabilidad de la familia Echaurren.
58
59
60
61
62
Revista de Estudios Históricos publicada por el Instituto Chileno de Investigaciones Genealógicas desde 1949.
Virgilio Figueroa, Diccionario histórico, biográfico y bibliográfico de Chile, Imprenta y Litografía La
Ilustración, Santiago, 1925 (5 volúmenes).
Guillermo de la Cuadra, Familias chilenas, Santiago, 1915.
Armando de Ramón, Biografías de Chilenos: miembros de los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial.
Editorial Universidad Católica de Chile, Santiago, 1999-2003 (cuatro volúmenes).
http://www.bcn.cl/pags/biografias/index2.php.
374
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO
a) Estudio cuantitativo
El número de asistentes se estimó en 550, “tanto en señoras y señoritas, caballeros y jóvenes”63. Sin embargo, recopilando y cruzando las listas publicadas64,
hemos llegado a un total de 439 asistentes, cifra que hemos usado para el
estudio cuantitativo, por lo cual faltarían los nombres de alrededor de 110
asistentes. Por esa razón, en el análisis cualitativo hemos señalado las personas
que no aparecen en las listas pero que nos ha parecido probable que asistieran. Así, tenemos tres casos en que está señalada la ausencia: cuando aparece
un hombre o una mujer casada sin su cónyuge y no tenemos información
sobre la fecha de deceso de ese cónyuge; cuando nos ha parecido que faltan
miembros de la familia Echaurren-Valero; cuando una fuente exterior a las
reseñas indica un invitado que no aparece en las listas. De estos 439 asistentes
conocidos, 305 son hombres (70 por ciento) y 134 son mujeres (30 por ciento). El estado civil de las asistentes es conocido porque aparece el apellido del
esposo junto a su apellido paterno (66 casadas, es decir 15 por ciento de los
439 asistentes, y 68 señoritas, o sea 15,5 por ciento), lo que no es tan fácil en
el caso de los hombres.
Llama la atención la gran diferencia entre el número de mujeres y de
hombres asistentes al baile. Este hecho se explica parcialmente por la existencia de una regla de cortesía que preconizaba no dejar una mujer “en capacidad
de bailar” sin pareja. Es decir, los dueños de casa debían tener un “cuidado
especialísimo” que no ocurriera esa situación cuando formaban las listas de
invitados, convidando “siempre mayor número de caballeros que de señoras”65. Para
compensar esa diferencia, los caballeros no podían tomar parte en dos bailes
consecutivos para dar a cada uno de los asistentes masculinos la oportunidad
de bailar66. Sin embargo, también puede ser que los periodistas que elaboraron las reseñas, todos hombres, hayan mencionado de preferencia a los hombres, sea porque podían identificarlos mejor por pertenecer a círculos públi-
63
64
65
66
Descripción del gran baile de fantasía dado en el palacio del señor don Víctor Echaurren Valero en la
noche del 24 de septiembre de 1885 [2], 35.
Ibídem, 35-68; El baile de fantasía del 24 de septiembre de 1885 [2], 7-25; “El gran baile de
fantasía de anoche”, en El Independiente, Santiago, 25 de septiembre de 1885; “El baile de
fantasía”, en La Época, Santiago, 25 de septiembre de 1885; “El baile de anoche”, en El
Ferrocarril, Santiago, 25 de septiembre de 1885; “El baile del 24”, In El Ferrocarril, Santiago, 26
de septiembre de 1885.
Manuel Antonio Carreño [40], 112.
Ibídem, 114.
375
SOLÈNE BERGOT
cos, sea porque supusieron que nombrándolos incluían también a sus esposas
o hijas. De hecho, lo más probable es que estos periodistas no pertenecieran a
la sociedad santiaguina, lo que implicaba que no participaban de las instancias de reunión social más intimas y desconocían a las mujeres de estos círculos, especialmente a las jóvenes solteras que carecían de “vida pública”. Así,
parece muy factible que los 110 nombres faltantes sean casi exclusivamente
femeninos, llegando de esta manera a una proporción más razonable de 60
por ciento de hombres y 40 por ciento de mujeres.
La segunda información que proporciona la lista y su análisis, es una
pirámide demográfica que permite apreciar el reparto de los asistentes por
edad, definiendo de esta manera la edad mínima que una persona debía
tener para ser invitado a un baile y cuál era grupo de edad principalmente
invitado. Hemos podido definir de manera segura el año de nacimiento de
139 personas, y para otros 20 ha sido posible aproximarse. Así, cuando se
conocían datos como la fecha de matrimonio de los padres, el orden de
nacimiento y la edad de los hermanos o del cónyuge, hemos podido deducir
una edad aproximada, suponiendo generalmente que la persona pertenecía
a la misma clase de edad. Cuando conocíamos la fecha de titulación de un
abogado, hemos considerado que esta persona tenía 22 ó 23 años al momento de salir de la universidad 67. De esta manera, ha sido posible tener una
aproximación de la edad para un total de 159 personas, el 36 por ciento de
los asistentes.
REPARTICIÓN
Edad (en años)
Número de individuos
Porcentaje
67
68
DE
158
DE LOS ASISTENTES POR EDAD 68
0-10
11-20
21-30
31-40
41-50
51-60
61-70
1
25
63
28
21
17
4
0,6
15,7
39,6
17,6
13,2
10,7
2,5
Nos hemos basado en un cálculo aproximado a partir de ejemplos en que conocíamos la
fecha de nacimiento y la fecha de titulación de abogado. Así, por ejemplo Miguel Luis Amunátegui Reyes nació en 1862 y se tituló en 1884; Carlos Concha Subercaseaux nació en 1863 y
se tituló en 1885; Emiliano Figueroa Larraín nació en 1866 y se tituló en 1889, etc. Sin
embargo, puede que haya variaciones: así, por ejemplo, Demetrio Lastarria Villarreal nació
en 1846 y se tituló en 1866 con solamente 20 años.
Elaboración propia. El porcentaje se calculó a partir de los 158 asistentes cuya edad es
conocida.
376
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO
Las edades registradas van desde los tres años (Víctor Manuel Echaurren
Herboso) y 62 años (general Manuel Baquedano). La presencia de un niño
tan joven en este género de fiestas era excepcional y se justificaba porque
pertenecía a la familia de los anfitriones. Descartándolo, parece que la edad
mínima para concurrir a un baile era de 16 años (Delia Vergara Clark y
Guillermo Pinto Agüero), lo que confirma Alfredo Franco Zubicueta en su
sección “De la etiqueta y del buen tono”, al indicar que la presentación en sociedad de los jóvenes, “una de las partes más delicadas y de preferente atención para los
padres”69, se debía efectuar entre los 17 y los 20, años para dar a los jóvenes el
tiempo de estar preparado a enfrentar su mundo y conocer lo suficiente sus
reglas de conducta, evitando así el ridículo para ellos y sus familias70.
Ahora bien, si analizamos las edades, vemos que alrededor del 40 por ciento
de los asistentes tenían entre 21 y 30 años. Esto se puede explicar por varios
factores, entre los cuales predominan la edad de los anfitriones (tenían 23 y 22
años al momento de la recepción, lo que implica que sus círculos de amistad
pertenecían a su generación) y el hecho de que los bailes estaban principalmente destinados a los jóvenes y era allí donde se encontraban, se conocían y
forjaban las futuras alianzas matrimoniales bajo la mirada de la gente de la edad
de sus padres (41 a 60 años). La función matrimonial de los bailes, así como la
tendencia a las uniones endogámicas propias del grupo de invitados, pueden
verificarse por el estudio de las 66 señoritas que asistieron al baile: de esas,
hemos podido identificar la futura unión matrimonial de 20 de ellas, de las
cuales 14 tenían a su futuro esposo presente, ya sea con carácter de novio oficial
y con la boda por realizarse (Manuela Salinas Vega con Víctor Prieto Valdés el 8
de octubre de 1885, Ana Echazarreta Pérez-Cotapos con el futuro Presidente de
la República Juan Luis Sanfuentes Andonaegui el 11 de noviembre de 1885) o
que la alianza se concretaría un par de años después71. A veces, el baile podía
69
70
71
Alfredo Franco Zubicueta [9], 26.
Ídem.
Manuel Antonio Carreño no parece haber indicado una edad mínima de presentación en
sociedad. Para Francia, especialmente la ciudad de Lyon durante el siglo XIX, Catherine
Pellissier indica una edad entre los 16 y 20 años. Cf. Catherine Pellissier, Loisirs et sociabilités
des notables lyonnais au XIXème siècle, Editions Lyonnaises d’art et d’histoire, Presses Universitaires de Lyon, 1996, 148.
De las bodas de las cuales se conoce la fecha, tenemos las siguientes: Josefina Larraín Subercaseaux con Vicente Correa Vergara en agosto de 1887; Lucía Concha Subercaseaux con
Joaquín Prieto Hurtado en octubre de 1887; Fidelia Bascuñán Montes con Bernardino Toro
Codecido el 1 de septiembre de 1888, Leonor Sánchez Vicuña con Emiliano Figueroa Larraín
el 12 de abril de 1889; Elena Baeza Ossa con Manuel Saavedra Rivera el 31 de octubre de
1889, Manuela Herboso España con Ramón Subercaseaux Vicuña el 25 de abril de 1891.
377
SOLÈNE BERGOT
ser uno de los pocos lugares públicos donde se podían encontrar los enamorados cuyo matrimonio no había sido aprobado por sus familias. Así, Luis Orrego
Luco, en sus memorias, cuenta que, durante el baile Echaurren encontró por
primera vez a Leonor Sánchez Vicuña, “de la cual andaba enamorado Emiliano
Figueroa (...) a quien solía acompañar en sus pololeos frente a la casa de la novia”72,
donde el joven dejaba y recibía secretamente cartas por una ventana. Los padres de Leonor, Teresa Vicuña Vicuña y Teodoro Sánchez Foulkner, se oponían
a la unión de su hija con el futuro Presidente de la República (1925-1927),
porque lo creían un “muchacho bueno para nada, sin porvenir, oficio, ni beneficio”73.
Después de algunos años de perseverancia, los dos jóvenes lograron convencer
a sus familias y se casaron el 12 de abril de 1889.
En cuanto a la edad entre 31 y 40 años, que representa el 17 por ciento de
los asistentes, se puede pensar que iban con otras expectativas: ya casados y
con hijos que todavía no tenían la edad de casarse, asistían para cumplir con
su deber de representación, divirtiéndose y subrayando su lugar en la sociedad, donde tenían una jerarquía que mantener.
b) Estudio cualitativo
La identificación de los invitados a partir de la lista establecida nos permitió definir la red de sociabilidad de los Echaurren Herboso, red que se
podía descomponer en tres círculos: un círculo familiar, un círculo políticolaboral, un círculo de amistades y relaciones mundanas. Así, más allá de su
carácter recreativo, el baile tiene un alcance simbólico: revela la amplitud y
la naturaleza de las relaciones sociales de los dueños de casa, así como sus
aspiraciones.
En el primer círculo familiar encontramos a todos los miembros de la familia de Víctor Echaurren y de Mercedes Herboso, sus hijos, sus hermanos y
familias respectivas, así como sus primos de primer y segundo grado, con sus
familias respectivas. Los anfitriones pertenecían a dos familias de origen vasco
instaladas en Chile en el transcurso de los siglos XVIII y XIX. Víctor nació el
23 de diciembre de 1862 en el hogar de Francisco de Paula Echaurren Larraín
y de su primera mujer, Petronila Valero Sotomayor, fallecida en 1884. De este
matrimonio nacieron dos hijos, Víctor y Alfredo, y tras su viudez Francisco se
casó en segundas nupcias con Laura Zañartu Zañartu, con la cual tuvo dos
otros hijos, Luis y Laura. El joven Víctor estudió en los Padres Franceses hasta
72
73
Luis Orrego Luco [3], 154.
Ibídem, 59.
378
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO
el año 1877, y después fue enviado a terminar su educación a Europa. En 1881
fue nombrado miembro de la Legación de Chile en Washington, y más tarde
pasó a ocupar el mismo puesto en Francia e Italia. En 1884 regresó a Chile,
donde empezó a construir el palacio de la calle Dieciocho con su esposa, con
la cual se había casado el 25 de diciembre de 1881.
La familia Echaurren gozaba de prestigio social por las alianzas que supo
contraer con algunas de las familias más destacadas de Chile: los primos hermanos de Francisco de Paula Echaurren daban a su hijo Víctor lazos familiares con los Eyzaguirre, los Ochagavía y los Errázuriz (su prima Eulogia Echaurren García Huidobro estaba casada con el Presidente de la República
Federico Errázuriz Zañartu). Por el lado materno, Víctor tenía una red familiar compuesta por los Eguiguren y los Errázuriz gracias a los matrimonios de
sus tías Perpetua y Carmen Valero Sotomayor.
Mercedes Herboso España nació en 1863 y aunque su familia se instaló en
Chile alrededor de las décadas 1840 o 1850, se beneficiaba del prestigio que le
daban sus apellidos y los títulos nobiliarios de sus padres. De hecho, era hija del
peruano-chileno Guillermo Herboso Recabarren, conde de San Miguel de Carma, y de Manuela España y Ochoteca, hermana del Conde de España y Ochoteca que participó en las guerras carlistas. Sus tres hermanos casados proporcionaban alianzas familiares con los Vicuña Subercaseaux, los Correa y los Agüero.
Así, gracias a su red familiar, los Echaurren Herboso estaban también vinculados con algunas de las familias más importantes de Chile.
En primer lugar, analizaremos la familia cercana a los anfitriones, es decir
con relación de primer grado. En las listas aparecen el hijo de la pareja,
Víctor Manuel, de tres años, los cuatro hermanos y la madre de Mercedes
Herboso, así como el hermano de Víctor Echaurren. Tomando en cuenta a
estos individuos así como a sus eventuales cónyuges e hijos, llegamos a un
total de 13 de los invitados registrados74. A estos 13, se pueden agregar la
familia cercana, padres y hermanos, de los cónyuges75, llegando a un total de
16 personas. Así, a primera vista, destaca el peso predominante del grupo
74
75
De la familia Echaurren, estuvieron presentes Víctor Echaurren Valero, su esposa Mercedes
Herboso España, el hijo de la pareja (Víctor Manuel) y el hermano de Víctor, Alfredo Echaurren Valero. Del lado Herboso España estuvieron Manuela España Ochoteca de Herboso y sus
cinco hijos: Mercedes, Manuela, Fernando, Francisco acompañado de su esposa María Correa
Sanfuentes, Constanza acompañada de su esposo Aníbal de Agüero Betancourt y de dos de
sus hijos, Ángela y Manuel de Agüero y Herboso.
Así, María Correa Sanfuentes, esposa de Francisco Herboso España, tenía su hermano Alberto
y su padre Carlos Correa y Toro (1824-1905) presentes.
379
SOLÈNE BERGOT
Herboso, con 14 de los miembros del círculo de la familia cercana. Es también notable la exclusión de las listas de invitados del padre de Víctor, Francisco de Paula Echaurren, por un motivo desconocido. ¿Se encontraba de viaje
fuera de Chile? ¿Existía un desacuerdo entre el hijo y el padre, por ejemplo a
propósito del segundo matrimonio de Francisco de Paula76? Nos vemos reducidos a las conjeturas.
En segundo lugar, estudiaremos el círculo familiar amplio, compuesto por
los tíos, tíos abuelos, primos hermanos y primos de segundo grado de los
anfitriones. Mercedes Herboso, siendo de emigración reciente, no tenía primos presentes, mientras se afirmaba el peso de los Echaurren y de los Valero
en este círculo, reflejo de la importancia del apellido Echaurren en las elites
del país. Así, por el lado Echaurren, asistieron seis de los primos hermanos de
Víctor, acompañados de sus respectivas familias nucleares y colaterales. Estaban presentes tres de los Echaurren González (Juan Francisco77, Teresa78 y
Rebeca79), hijos de José Francisco Echaurren Larraín y Luisa González Ibieta,
y tres de los Reyes Echaurren (Carlos, Emilio, Rafael), hijos de Trinidad
Echaurren Larraín y de Javier Reyes Pérez. Puede que otra hermana Echaurren González, María Luisa, haya estado presente, pues aparece en las listas de
invitados su esposo, Eladio Vicuña Mackenna, y algunos de los miembros de la
familia de este80. Además, creemos que el invitado “Javier Reyes” podría co-
76
77
78
79
80
Esta teoría se encuentra reforzada por el hecho de que el hermano de Víctor, Alfredo, tenía
su residencia en el palacio de la calle Dieciocho y no en la casa de su padre, como habría sido
normal hasta su matrimonio. Puede que el segundo matrimonio de su padre, realizado por
ejemplo muy poco tiempo después de la muerte de su madre, hubiera contrariado a los
hermanos Echaurren Valero. La ausencia de Francisco de Paula, o más bien su exclusión, se
volvería así un gesto de independencia y de rechazo hacia su elección matrimonial.
Juan Francisco Echaurren González (1854-1919) vino acompañado de su esposa y prima hermana, Amelia Orrego González, así como de algunos miembros de la familia de esta (su
madre, Rafael González Ibieta de Orrego, su hermana Leonor y su tío materno, Juan Antonio
González Ibieta (1834-1904)).
Teresa Echaurren González estaba acompañada de su esposo Alejandro Carrasco Albano, su
cuñado Adolfo y su sobrino Ismael Carrasco Bascuñán, hijo de Víctor Carrasco Albano y
Carmen Bascuñán Vargas.
Rebeca Echaurren González parece haber asistido sin su esposo, Francisco Rodríguez Cerda,
pero con su cuñado Samuel.
Así, están registrados Benjamín Vicuña Mackenna acompañado de su esposa Victoria Subercaseaux y de su hija Blanca, así como Nemesio Vicuña Mackenna acompañado de sus tres hijos
Cecilia, Luis y Ramón. Este último contrajo matrimonio con Manuela Herboso España un
tiempo después, reforzando así los lazos familiares ya existentes entre las familias Vicuña y
Echaurren Herboso.
380
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO
rresponder a otro hermano Reyes Echaurren, Francisco Javier, más que al
padre de los jóvenes, Javier Reyes Pérez, puesto que ninguna de las hermanas
Reyes Echaurren se encontraba presente y que de todas maneras ya no necesitaban un “chaperón” al estar casadas ambas81. Por el lado Valero, estaba presente la tía de Víctor, Perpetua Valero Sotomayor, acompañada de dos de sus
hijas, Rosa y María Mercedes Eguiguren Valero.
Así, en total, las familias Echaurren Valero y Herboso España, así como los
que llamamos “colaterales” (cónyuges y la familia más cercana de ellos) representan 41 de los 439 invitados registrados, es decir, nueve por ciento de ellos,
con un preponderancia marcada de los Echaurren Valero (29) sobre los Herboso España (12). Ahora bien, estos invitados no representan todas las ramas
de la familia Echaurren, y algunas ausencias son notorias. Los Lazcano Echaurren82, primos hermanos de Víctor, no aparecen en la lista de invitados. Tampoco los primos de segundo grado, hijos y nietos de Gregorio Echaurren
Herrera, tío abuelo de Víctor, entre los cuales destacan los Eyzaguirre Echaurren, los Ochagavía Echaurren y sobre todo la familia Errázuriz Echaurren,
que dio tres presidentes de la República a Chile: Federico Errázuriz Zañartu
(1825-1877), su hijo Federico Errázuriz Echaurren (1850-1901) y su sobrino
Germán Riesco Errázuriz (1854-1916)83.
Todas las fiestas sean públicas o privadas tienen un carácter político, porque manifiestan de manera evidente para la sociedad la existencia o la importancia de una familia o de un grupo84. Ese carácter se manifiesta aún más a
través del segundo círculo compuesto de personalidades del mundo público:
periodistas, miembros del mundo político y diplomático, así como de personas que podrían pertenecer al mundo laboral de Víctor Echaurren Valero,
sumando un total de 50 personas (11 por cierto). En la categoría de los
periodistas, las listas indican la presencia de cuatro representantes venidos a
cubrir la recepción: Carlos Cerda (El Independiente de Santiago), Ricardo Cruz-
81
82
83
84
Ana, nacida en 1854, se casó en 1877 con Rafael Echeverría Larraín, y Amelia, nacida en
1857, se casó en 1882 con Matías Edwards Garriga. Ninguna de las dos parece haber asistido
al baile, tampoco cónyuges e hijos suyos.
Prudencio, Fernando y Agustín Lazcano Echaurren, hijos de Dolores Echaurren Larraín
(+1887) y de Fernando Lazcano Mujica (1810-1886).
Gregorio Echaurren Herrera se casó con Juana García Huidobro Aldunate y tuvo cuatro hijos:
Francisco de Paula (1824-1909) quien murió soltero; Javiera casada con Manuel Eyzaguirre
Portales; Concepción casada con Silvestre Ochagavía Errázuriz y Eulogia casada con Federico
Errázuriz Zañartu.
Alain Corbin (bajo la dirección de), Les usages politiques des fêtes aux XIXe et XXe siècles, Publications de La Sorbonne, Paris, 1994, 16.
381
SOLÈNE BERGOT
Coke Nogueira (La Libertad Electoral de Santiago), Fabio de Petris (Mundo
Artístico de Buenos Aires) y Eduardo Hempel González (El Ferrocarril de Santiago). El mundo diplomático es también fácil de identificar, pues las listas lo
indican generalmente. Así, están presentes 21 agentes diplomáticos en Chile
acompañados de sus familias. Concurrieron un diplomático italiano (el señor
Cipriani, abogado del gobierno italiano ante los tribunales arbitrales), dos
franceses (el señor Cottu, secretario de la Legación, y Charles Wiener, abogado ante los tribunales arbitrales), cuatro norteamericanos (el ministro plenipotenciario William Roberts y su esposa, el señor Siehrt, secretario de la Legación, acompañado de su hija), un inglés (embajador Hugo Fresser), cinco
bolivianos (embajador Luis Salinas Vega acompañado de cuatro de sus hijos),
dos ecuatorianos (embajador general J. R. Salazar acompañado de su esposa
Julia Rendón), un brasileño (embajador Werneck Ribeiro de Aguilar) y tres
españoles (embajador Enrique Vallès y dos secretarios, Santiago Guzmán y
Alfredo Infante). El caso del ministro de Colombia en Chile, Carlos Sáenz
Echeverría, es un poco diferente, en el sentido de que se casó con Rosario
Montt Montt, hija del Presidente de Chile Manuel Montt Torres y de Rosario
Montt Goyenechea, por lo cual es a la vez diplomático y miembro de la oligarquía chilena.
El mundo político chileno está representado también por algunos ministros
(Ramón Barros Luco, ministro del Interior), un cargo de confianza presidencial (Alejandro Fierro Pérez, intendente de Santiago), senadores y diputados
de todos los partidos políticos, acompañados por sus esposas e hijos. Así, se
encontraban miembros del Partido Conservador (13), del Partido Liberal
(18), de la fracción Liberal Gobiernista (10), del Partido Radical (5) y del
Partido Monttvarista (1)85, aunque predominaban los afiliados a los partidos
liberales, puesto que Víctor Echaurren pertenecía a esa tendencia política86.
Esta convivencia entre representantes de diferentes partidos era posible por
su pertenencia a la misma sociedad y su adscripción al mismo código de
85
86
Sobre los partidos políticos de la época, se puede consultar Alberto Edwards Vives, “Bosquejo
histórico de los partidos políticos chilenos”, en Alberto Edwards Vives y Eduardo Frei Montalva, Historia de los partidos políticos chilenos, Editorial del Pacífico, Santiago, 1949. Esta primera
parte concierne al periodo 1833-1891.
Fue diputado suplente por Quillota en representación del Partido Liberal entre 1888 y 1891.
En 1891, participó en el Congreso Constituyente como representante de Santiago. Expatriado
después de la caída del presidente Balmaceda, de regreso a Chile, donde tomó la dirección
del Partido Liberal Democrático y fue elegido diputado por La Serena, Elqui y Coquimbo
(1897-1900).
382
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO
comportamiento: de esta manera, como en el caso de los jóvenes, todavía
inexpertos, las reglas del “bien parecer” constituían un marco lo suficiente
rígido para modelar las pautas de conducta y amortiguar las eventuales pasiones políticas. También podemos imaginar que, de la misma manera que las
instancias representativas constituían una extensión de los círculos familiares87, el baile era un espacio de encuentro político neutro al margen de sus
discusiones, debates, negociaciones y tentativas de influencia.
Cuatro de estos 22 personajes políticos pertenecen ya al círculo familiar de
los Echaurren Herboso (Adolfo Carrasco Albano, Juan Antonio González Ibieta, Francisco Herboso España y Carlos Correa y Toro), razón por la cual los
descontamos de esta categoría, pero los otros 18 vinieron acompañados por
sus respectivas familias, llegando de esta manera a un total de 25 personas.
Sin embargo, en el caso de cinco casados, no aparece el nombre de la esposa
o de posibles hijos en la lista88.
El tercer círculo corresponde a las “amistades” y “relaciones sociales”, sumando un total de 348 invitados, pero no pudimos establecer una distinción
clara entre las dos categorías por la falta de fuentes familiares –correspondencia y memoria– o referencias a reuniones íntimas89. Sin embargo, un primer
estudio de las listas de concurrentes al baile nos permitió establecer varios
grupos familiares, compuestos por diversas unidades: esposos, hermanos, familia nuclear (padres con sus hijos), familia amplia (familia nuclear con esposos de los hijos, grupo de hermanos con sus respectivos esposos), sumando un
total de 141 individuos. Así, vemos que la composición de la lista de invitados
incluía una gran proporción de familias aliadas entre sí, reforzando la homo87
88
89
En su artículo sobre el parentesco como estructura de poder en el siglo XIX, Marco Feeley
indica que en 1888, la Cámara de Diputados albergaba 43 grupos de parentesco (correspondiendo a lazos entre hermanos, padre-hijo, cuñados, suegro-yerno, primos, tío-sobrino), correspondiendo a 87 personas sobre 113 elegidos. En cuanto al Senado, albergaba 6 grupos de
parentesco, correspondiendo a 12 personas sobre 42 elegidos. Cf. Marco Feeley, “La parenté,
structure du pouvoir dans le Chili du XIXème siècle (1888-1925)”. Este artículo está por
publicarse en las actas de un coloquio realizado en homenaje al historiador François Xavier
Guerra.
José María Balmaceda Fernández estaba casado con Amelia Saavedra Rivera, Ramón Barros
Luco con Mercedes Valdés Cuevas, Demetrio Lastarria Villarreal con Amelia Pardo Correa,
José Ignacio Montes Santa María con Elena Valdés y Alejandro Fierro Pérez con Luisa Carrera
Pinto.
Un medio de tener acceso a esta red de sociabilidad más intima habría sido estudiando las
listas de invitados a pequeñas reuniones, tales como tertulias o comidas. Sin embargo, en las
reseñas del diario La Libertad Electoral, revisado entre 1886 y 1895, no aparece ninguna otra
reunión de los Echaurren Valero.
383
SOLÈNE BERGOT
geneidad del grupo que se reunía durante el baile. Algunos grupos podían
llegar a ser bastante grandes, trascendiendo la frontera entre círculo político
y círculo de relaciones sociales: así, por ejemplo, el grupo de las hermanas
Iñiguez Vicuña (Clotilde, Mercedes, Loreto y Carolina), con sus respectivos
esposos, hijos y eventuales cuñados, representaba un total de 12 personas.
GRUPOS
DE PARENTESCO EN EL CÍRCULO DE RELACIONES SOCIALES
Tipo de lazo
Esposos
Hermanos
Familia nuclear
Familia amplia
Número de lazos
4
16
16
12
Número de individuos
8
37
54
42
En segundo lugar, cruzando la lista de asistentes al baile Echaurren con
otras de bailes de la misma época, podemos apreciar cuáles son los invitados
que pertenecían al gran mundo santiaguino por la frecuencia de su participación en actos de esa naturaleza. De esta manera, hemos elegido tres de
bailes del invierno de 1887: un primero dado por Ruperto Vergara Rencoret
en honor del cumpleaños de su hija Enriqueta Vergara Bulnes el 15 de
julio 90; un segundo ofrecido por Carolina Zañartu de Larraín el 27 de julio
sin razón indicada 91 y un tercero dado por Domingo José de Toro Herrera
en honor del barón d’Andrada, representante de Brasil antes los tribunales
arbitrales el 4 de agosto 92. Estos bailes fueron elegidos según tres criterios:
la proximidad de su fecha con el baile Echaurren, el hecho de que sus
anfitriones fueron invitados al baile de 1885 y el hecho de que su pertenencia al “gran mundo” santiaguino no pueda ser objetado por sus apellidos y
alianzas matrimoniales (Ruperto Vergara estaba casado con Lucía Bulnes
Pinto, hija del presidente Manuel Bulnes; Carolina Zañartu estaba casada
con José Ignacio Larraín y Landa; Domingo de Toro estaba casado con Josefina Codecido Bello y era hermano de Emilia de Toro, esposa del presidente
José Manuel Balmaceda). Sin embargo, conviene precisar que ninguno de
estos tres bailes tuvo la afluencia y la resonancia del baile Echaurren, a pesar
de que las listas publicadas nunca citan a todos los invitados, especialmente
en el caso del baile Toro, que indica un número menor de asistentes mascu90
91
92
“Un hermoso baile”, en La Libertad Electoral, Santiago, 16 de julio de 1887, 2.
“Baile de esta noche”, en La Libertad Electoral, Santiago, 27 de julio de 1887, 2.
“El baile de esta noche”, en La Libertad Electoral, Santiago, 4 de agosto de 1887, 2.
384
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO
linos en relación con el número de mujeres cuando lo contrario era una
regla de base al elaborar una lista de invitaciones a un baile. Así, cruzando
las cuatro listas, llegamos al resultado siguiente: de los 79 asistentes al baile
Vergara, 34 habían participado al baile Echaurren; de los 176 invitados del
baile Zañartu, 63; de los 135 asistentes al baile Toro, 34. Eliminando los
invitados repetidos dentro de los 181 conseguidos en las tres listas, se puede
llegar a un total de 99 apellidos, de los cuales 55 pertenecían al tercer
círculo que hemos llamado de “amistades y relaciones mundanas” de los
Echaurren Herboso 93.
¿Qué hacer, entonces, de los 266 invitados que no ha sido posible identificar como familiares, hombres políticos o miembros activos de la sociabilidad
santiaguina? Una primera pista sería investigar en detalles la vida de Víctor
Echaurren a fin de conocer sus fuentes de ingreso –aparte de la fortuna
familiar– y sus eventuales socios o colegas. Así, por ejemplo, según Eduardo
Balmaceda Valdés, Víctor Echaurren era “el de más categoría de nuestros anticuarios” y tenía una reputación de mecenas. El mismo Balmaceda dice que “pocos
han tenido objetos de la calidad y valor de los del señor Echaurren que, en Europa, en
cualquier parte, con su ojo zahorí, descubría verdaderos chefs-d’oeuvres que después
vendía a altos precios”. De esta manera, descubrimos que no solamente las
bellas artes eran una de sus aficiones, sino también el comercio de ellas que
“le ayudó a vivir dignamente hasta el fin de sus no cortos días”94. Así, fueron
convidados algunos artistas de la época, tan reconocidos como novatos. Entre
los primeros, se encontraba Juan Bainville, grabador de la Casa de Moneda, y
de la nueva generación se veía a Salvador Smith Canales (1858-1918), hijo del
pintor y caricaturista Antonio Smith Irisarri, y él mismo pintor; Ernesto Molina Vásquez (1857-1904), pintor que había obtenido el premio de honor en el
Certamen General Maturana de 1884; Eugenio Guzmán Ovalle (1862-1900),
discípulo de Pedro Lira y de Onofre Jarpa; Enrique Lynch Solar (1862-1936),
joven artista que había obtenido un tercer premio en el Salón de pintura de
1884; Carlos Vidal (1867-1926), estudiante de pintura de la escuela paisajista
de Somerscales. Además, se encontraban tres prometedoras pintoras que iban
93
94
Estos apellidos son: Amunátegui, Balmaceda, Barros, Bascuñán, Borgoño, Campbell, Campino, Cazotte, Cerda, Concha, Covarrubias, Del Campo, Errázuriz, Eyzaguirre, Fernández, Figueroa, Gandarillas, García de la Huerta, Guzmán, Herzl, Iñiguez, Izquierdo, Lamas, Larraín,
Lastarria, Lecaros, Lynch, Mac-Kellar, Matta, Montt, Noguera, Ortúzar, Ossa, Ovalle, Peña,
Pinto, Porto Seguro, Reyes, Roberts, Robinet, Rodríguez, Saavedra, Sánchez, Sotto, Tagle,
Tocornal, Tupper, Valderrama, Valdés, Valdivieso, Valenzuela, Vega, Vergara, Vicuña, Zañartu.
Eduardo Balmaceda Valdés, Un mundo que se fue, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1969, 258.
385
SOLÈNE BERGOT
a exponer sus obras en el Salón poco tiempo después: Javiera Ortúzar, María
Luisa Ossa y Ana Luisa Ovalle95.
c) Los disfraces
El baile de disfraces, que es una forma de sociabilidad de la que participaban los miembros de la oligarquía desde la infancia, puesto que se organizaban “matinés” infantiles disfrazadas96, se inscribe en una doble relación: una
relación con el futuro, puesto que preparaban los matrimonios endogámicos
entre personas que se frecuentaban desde muy jóvenes y terminaban por casarse; una relación con el pasado, ya que, por los disfraces y las reconstituciones históricas, tejían lazos con el pasado y la tradición de la Corte del Antiguo
Régimen97. Sin embargo, en el caso chileno, una restricción se vuelve necesaria en relación con la segunda propuesta, puesto que estos bailes no inscribían a los asistentes en su propio pasado histórico, sino en el europeo. De
hecho, un solo disfraz está relacionado con Chile, el de la dueña de casa,
Mercedes Herboso, representando a la bandera nacional con un vestido de
seda y terciopelo de colores rojo y azul completado por varios brillantes colgados en el pecho para representar a la estrella. Sin embargo, el pasado y la
95
96
97
Estas informaciones se encuentran en Eugenio Pereira Salas, Estudios sobre la Historia del Arte
en Chile Republicano, Ediciones de la Universidad de Chile y Fundación Andes, Santiago, 1992
y en Antonio R. Romera, Historia de la pintura chilena, Editorial Andrés Bello, Santiago, 1976
(4a edición).
Existen varios ejemplos de matinés de niños descritas por los diarios. Así, El Ferrocarril del 15
de septiembre de 1878 relató un baile de fantasía infantil dado con fines caritativos y La
Libertad Electoral del 12 de septiembre de 1887 hizo la reseña de una matiné en honor de Luis
Barros Valdés. En los dos casos se dio una lista de los invitados con sus disfraces así como se
relató el desarrollo de las fiestas. La organización de un baile infantil respondía a la preocupación de los padres de introducir sus hijos en el mundo al cual debía pertenecer siendo
adultos. Estos niños que bailaban bajo los ojos de sus madres hacían el aprendizaje del
mundo en el cual habían nacido, y al mismo tiempo manifestaban la perennidad de este
mundo. Sin embargo, estas matinés no estaban del gusto de todo el mundo. Así, Luis Orrego
Luco, en un artículo sobre el tema escrito alrededor de los años 1906-1907, las consideraba
como una pérdida de tiempo y de plata, un modo de reproducción de un sistema social
basado en las apariencias y un hallazgo a la vanidad de los padres. Así, una fiesta que podía
parecer muy inocente, se volvía perniciosa porque no enseñaba a los niños a comportarse en
sociedad ni los introducía en su mundo, sino que los aprendía a juzgar sus pares y a discriminar algunos de ellos por no tener el mismo nivel económico. Cf. Luis Orrego Luco, De la vida
que pasa, Editorial Universitaria, Santiago, 1918, 69-78.
Martin-Fugier Anne, La vie élégante ou la formation du Tout-Paris, Fayard, Paris, 1990, 128-129.
386
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO
cultura europeos, adoptados y adaptados a la realidad chilena, se volvían parte del sentimiento de pertenencia a una misma clase social a través del reconocimiento de una estética común.
A propósito de estos disfraces, la primera observación que se puede hacer
es que los invitados pertenecientes al círculo diplomático no acudieron disfrazados, con excepción de la familia del ministro de Bolivia, Luis Salinas Vega y
sus cuatro hijos. Los hombres usaron generalmente su traje de diplomático y
las mujeres los trajes de baile de su época. Esa práctica aparece como usual en
los bailes de fantasía, seguramente porque el uso de disfraces no era considerado como compatible con la dignidad de la función diplomática. Esa situación se repite en el caso de los políticos, seguramente por la misma razón,
pero sin extenderse a sus esposas e hijos, que aparecen con disfraces en las
listas de invitados.
Una segunda observación concierne el uso de los disfraces según la edad y
la condición marital. Así, si usamos la distribución por edad de 158 asistentes cuya fecha de nacimiento es conocida, resulta que el disfraz era más
usado por los jóvenes en edad de casarse, permitiéndoles destacar su buen
gusto, imaginación y originalidad. Sin embargo, la originalidad debía quedar dentro de ciertos límites, correspondiendo a los temas más valorados,
tales como los relacionados con Europa y Asia. En el caso de la primera, se
trataba de apropiarse de su historia, costumbres y tradiciones en un intento
de identificación con las elites europeas y de obtener el reconocimiento por
ellas. En el caso de la segunda, correspondía a un gusto por lo exótico y lo
lejano, subrayado por los descubrimientos arqueológicos y los numerosos
viajeros que vinculan los diversos continentes, cuyos relatos llegaban a Chile.
Prueba es el disfraz de “Palikara” usado por Laura Eguiguren, que, según los
relatos del baile, era una estatua encontrada en las ruinas de la ciudad
griega de Tangará en 1872 98.
La elección de los personajes representados así como la manera en que eran
descritos en los diarios y folletos no eran tampoco neutras: formaban un sistema de autorreferencia comprensible para los propios miembros de las elites
gracias a su educación en Chile, sus viajes a Europa, sus lecturas y su asistencia a
la ópera, y constituían una manera de distanciarse de las otras capas sociales
chilenas, puesto que tratándose de personajes conocidos por todos los chilenos,
se habrían vuelto más imitables y habría hecho del baile de fantasía un acontecimiento menos hermético. Para los mejores disfraces, o los más originales, los
98
Descripción del gran baile de fantasía dado en el palacio del señor don Víctor Echaurren Valero en la
noche del 24 de septiembre de 1885 [2], 44.
387
SOLÈNE BERGOT
periodistas agregaban a veces un comentario: así, por ejemplo, para Samuel
Rodríguez Cerda, de “cable submarino”, sabemos que caracterizó su personaje
repartiendo “con profusión telegramas entre los numerosos concurrentes”, Carlos Toribio Robinet, que había nacido en el consulado de Chile en Macao de un padre
japonés y de una madre chilena, se veía “chistoso y original bajo la capa de mandarín chino” y “atraía con fuerza irresistible las miradas de ambos sexos”; Aníbal Cruz,
como “espíritu de contradicción” vestía un traje mitad blanco y mitad negro.
Pero fueron las mujeres quienes recibieron los comentarios más extensos con
una descripción del traje y a veces un poema. Así, para Blanca Vicuña Subercaseaux, hija de Benjamín Vicuña Mackenna, disfrazada de “Paloma Mensajera”,
el periodista escribió: “Como la violeta pura, / Angelical y hechicera, / Símbolo
fue de ventura / De inocencia y hermosura / La paloma mensajera”99. A veces los
comentarios eran menos románticos y con una ligera connotación sexual: así,
por ejemplos, para Fidelia Bascuñán, de “Cantinera”, el folleto añade que “no
solo a Lima, al Indostaní habrían llegado nuestros valientes guerreros con cantineras
como la señorita Bascuñán”100, o para María Gutiérrez de García Huidobro, de
“Domadora de fieras”, que “era en realidad una domadora de hombres, fieras a veces
más rebeldes que las de los bosques”101. Otras veces los disfraces podían llegar a
ocultar el sexo: Leonor Herzl Lecaros, para la “grata sorpresa” de la concurrencia, fue disfrazada de “Incroyable”, pero “su traje varonil no disimulaba las mil
gracias de su fisonomía”102. Sin embargo, en la mayoría de los casos se destacaba
la riqueza o la verosimilitud del traje, la distinción de los caballeros y la belleza
de las damas y de sus joyas, con comentarios que quedaban dentro de un tono
convencional: se esperaba del periodista encargado de las reseñas mundanas
una glorificación de la sociedad que describía, y no una crítica social, porque
era lo que deseaba un lector pobre ávido de sueño, o uno rico dispuesto a la
autocelebración y un dueño de diario que podía pertenecer a esa sociedad que
se halagaba.
CONCLUSIÓN
El baile de disfraz ofrecido por Víctor Echaurren Valero en 1885 representó
un hito en la sociabilidad oligárquica santiaguina de la segunda mitad del
99
Ibídem, 36.
Ibídem, 41.
101 Ibídem, 46.
102 El baile de fantasía del 24 de septiembre de 1885 [2], 16.
100
388
BAILE DE FANTASÍA OFRECIDO POR DON VÍCTOR ECHAURREN VALERO
siglo XIX por su gran número de asistentes y el lujo desplegado por los
anfitriones y los invitados. Inmortalizado por las reseñas en la prensa y la
publicación de dos folletos, quedó grabado en la memoria de los concurrentes que hablan de él en sus memorias.
A pesar de ser una forma de sociabilidad claramente lúdica, el baile no era
solamente frívolo, sino que ocultaba un mundo de aspiraciones y de luchas
secretas: aspiración al reconocimiento social de su propio mundo, lucha por
la mejor alianza matrimonial, guerra entre vanidades. Así, el baile ofrecía a
los miembros de la oligarquía un perfecto reflejo de su mundo, un mundo de
apariencias donde todo quedaba bajo control, las expresiones, los deseos, el
comportamiento y el cuerpo, así como afirmaba su soberanía sobre la sociedad chilena y el hermetismo de su grupo social. Símbolo de un mundo que
tenía el tiempo y los medios financieros de divertirse, falta un estudio de los
detalles de la organización que permita evaluar los gastos que provocaba, así
como la lista de las personas a quienes se mandó una invitación. El baile se
volvió también el blanco de ciertas críticas religiosas y sociales por los desórdenes que provocaba, especialmente en los jóvenes, por la proximidad de los
cuerpos y el consumo de alcohol.
Como forma de sociabilidad, el baile Echaurren reunió el conjunto de las
relaciones –efectivas o deseadas– de los anfitriones. De esta manera, estos
últimos afirmaban su posición en el mundo al cual pertenecían, quizás por
primera vez dada su joven edad, así como revelaban su red de relaciones
compuesta por un círculo familiar, cuyo estudio demostró el peso social de la
familia Echaurren por sobre los Herboso; un círculo político que reflejaba el
prisma de las tendencias políticas, aunque con una preponderancia de los
liberales a causa de la pertenencia del dueño de casa a este partido; un círculo de “relaciones” que incluye personas de figuración social y probablemente
otras que quedan por identificar. Una equilibrada mezcla entre los tres círculos, a los cuales se agregaron algunos elementos “bohemios” para sorprender
a los invitados, aseguró el éxito del baile y quizás permitió a los jóvenes anfitriones cumplir sus expectativas: promover su negocio de antigüedades al
mismo tiempo que asegurarse un lugar en su propio mundo.
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SOLÈNE BERGOT
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PALABRA POÉTICA, DISCURSO POLÍTICO
BOLETÍN DE LA
ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA
Año LXXIII - No 116 - 2007 - 391-410
ISSN 0716-5439
PALABRA POÉTICA, DISCURSO POLÍTICO.
LA CANDIDATURA PRESIDENCIAL DE PABLO NERUDA,
1969-1970
por
Francisco Gallegos Celis*
RESUMEN
El presente artículo trata sobre un hecho poco conocido en la vida de Pablo Neruda: su
campaña a la Presidencia a la República de Chile, en las elecciones de 1970. Neruda
lanza una propuesta de gobierno acorde a la realidad social de ese período y a los
postulados del Partido Comunista –al que representa–, entre ellos el argumento de la vía
pacífica para la instauración del socialismo en el país. La poesía no queda ausente de
este objetivo, en tanto que discurso político y poético se mezclan y auspician los cuatro
meses que duró su candidatura.
Palabras clave: Pablo Neruda, poesía, Partido Comunista, vía pacífica, candidatura
presidencial.
“Mi candidatura, agarró fuego. No había sitio en donde no me solicitaran. Llegué a
enternecerme ante aquellos centenares de hombres y mujeres del pueblo que me estrujaban,
me besaban y lloraban. A todos ellos les hablaba o les leía mis poemas a plena lluvia, en
el barro de las calles y caminos, bajo el viento austral que hace tiritar a la gente”.
Pablo Neruda, Confieso que he vivido.
*
Candidato a Licenciado en Historia por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Correo
electrónico: [email protected]
391
FRANCISCO GALLEGOS CELIS
PREÁMBULO
El día martes 30 de septiembre de 1969 el periódico El Siglo anunciaba en
su titular la inminente participación de un comunista como candidato a la
Presidencia de la República. Esto no deja de ser importante por dos cuestiones. La primera, el reconocimiento por parte del Partido Comunista de la vía
institucional –por las urnas– como el camino propio que Chile debía tener
para la instauración del socialismo. Ante la realidad política chilena de ese
entonces, donde los partidos políticos en Chile se presentan como un vehículo eficaz ante la demanda de los diversos sectores sociales incorporados, sonaba como la alternativa más viable. Conocida posteriormente como la vía pacífica, validada en 1956 con el Congreso del Partido Comunista de la Unión
Soviética, buscaba “[…] introducir transformaciones democráticas en el Estado con el fin de que este pudiera ser puesto gradualmente en manos del
pueblo”1. Vale decir, el Estado debía democratizarse y optar por la formación
de mayorías sociales y políticas, consolidando sus propios estamentos para que
pudieran ser puestos en las manos del pueblo. La segunda, pues sería elegido
el segundo candidato a la Presidencia en su historia. El anterior, Elías Lafertte
no había tenido mayor suerte en las urnas al comenzar la década de 1930. Sin
embargo, la votación que se llevaría a cabo en las dependencias del Partido,
era solo una formalidad. El candidato ya estaba previsto, y solo bastaba el visto
bueno de los 65 miembros del Comité Central del PCCh.
Semanas antes, el poeta Pablo Neruda, que residía en Isla Negra, recibe la
visita de su amigo Volodia Teitelboim y otros representantes del Partido Comunista. Lejos de ser una de las frecuentes reuniones sociales que el vate solía
dar, la visita tiene algo más significativo. Le hacen un ofrecimiento, que por la
seriedad con que se lo toman, no parece ser tan descabellado. Así lo recordaría años más tarde:
“Una mañana de 1969 llegaron a mi escondite marinero, a mi casa de Isla
Negra, el secretario general de mi partido y otros compañeros. Venían a ofrecerme la candidatura parcial de la presidencia de la república, candidatura que
propondrían a los seis o siete partidos de la Unidad Popular”2.
1
2
Luis Corvalán Márquez, “Las tensiones entre la teoría y la práctica en el Partido Comunista
en los años 60 y 70”, Loyola T., Manuel y Rojas F., Jorge (compiladores). Por un rojo
amanecer: hacia una historia de los comunistas chilenos. Chile, s.n., 2000, 230.
Neruda, Pablo. Confieso que he vivido: memorias. Santiago, Planeta, 2000, 302.
392
PALABRA POÉTICA, DISCURSO POLÍTICO
Hasta ese entonces, Pablo Neruda es uno de los principales referentes del
comunismo chileno. En los comienzos de la Guerra Civil española se había
integrado a sus filas. Desde entonces su poesía trasciende al ámbito de lo
político, entendiéndola él mismo como un oficio de utilidad pública. Aunque
también sus propias convicciones políticas tendrán un lado negativo. La Ley
de Defensa de la Democracia (1946) proscribirá al PC y se convertirá en un
perseguido político durante el gobierno de Gabriel González Videla. Misma
sorpresa tendría cuando se dieron a conocer a la luz pública los crímenes
contra la humanidad de Stalin, prominente figura de la Revolución Rusa y
continuamente vanagloriada por el poeta chileno. Habían pasado más de
treinta años, y con ellos Neruda y el Partido se redescubrían y se reinventaban
ante los hechos históricos.
Los que pusimos el alma en la piedra,
en el hierro, en la dura disciplina,
allí vivimos solo por amor
y ya se sabe que nos desangramos
cuando la estrella fue tergiversada
por la luna sombría del eclipse.
Ahora veréis qué somos y pensamos.
Ahora veréis qué somos y seremos.
Somos la plata pura de la tierra,
el verdadero mineral del hombre,
encarnamos el mar que continúa:
la fortificación de la esperanza:
un minuto de sombra no nos ciega:
con ninguna agonía moriremos3.
No sería la primera vez que a Neruda se le pensaba como candidato a
alguna elección. Fue senador por Tarapacá en 1946, y en innumerables ocasiones fue considerado para hacer campaña y lograr un sillón en el Congreso, aunque quienes así lo pretendían, debieron encontrarse con respuestas
como:
3
Neruda, Pablo, “Nosotros callábamos”, Memorial de Isla Negra., Editorial Losada S.A., Buenos
Aires, 1972, 246-7.
393
FRANCISCO GALLEGOS CELIS
El trabajo parlamentario está reñido con mi naturaleza y mis propias condiciones físicas de los últimos años me impedirían cumplirlo en forma satisfactoria.
Con el mayor sentimiento de mi parte me veo en la necesidad de rogarles que
eliminen mi nombre de las listas y escojan en mi reemplazo un camarada que
pueda cumplir mejor estas tareas. Yo, desde mi puesto de escritor al servicio del
Partido, continuaré tomando parte en nuestras luchas por los gloriosos ideales
de nuestro Partido4.
Aun así, la lucha por los ideales de su Partido era el principal afluente de
su escritura y política. En sus discursos y exposiciones en el Comité Central,
había un carácter fuertemente poético. ¿Pero podría la poesía lograr la vía
chilena? Es la misma pregunta que le inquiere un joven francés, en una conferencia en la Sorbona, por la utilización de la poesía para fines políticos. La
alocución del estudiante concluía con un “la poesía no hace la revolución”5.
Como respuesta, Pablo Neruda ejemplificaba con una anécdota. En una de
sus primeras visitas a Cuba, por allá por 1960, conoce a Ernesto Che Guevara.
Tal es la admiración del guerrillero hacia el poeta, que en una conversación
confidencia que en sus andanzas por la sierra cubana, consigo traía sagradamente un botiquín y dos textos: un cuaderno de matemáticas y el Canto General (1950). Neruda culmina que, si bien la poesía no hace la revolución, sí
ayuda a hacerla.
En mérito a lo expuesto, es que se hablará aquí de un suceso particular en
la vida del poeta chileno, y que escasamente es abordado dentro de sus interpretaciones literarias y sus biografías. Se trata del alzamiento de la candidatura a Presidente de la República, donde poética y política toman un mismo
rumbo, un conducto único para el cambio social. En este, sus propios valores
coinciden con los del partido al que él representa, y que posteriormente
darán paso a las ideas propias de la Unidad Popular. El advenimiento de una
posible lucha en las urnas, a fines de 1969, propone un escenario en el cual ni
las artes ni la cultura están ajenos. Este es el primer paso para entender la
designación de Neruda como presidenciable. Por otra parte, su influjo mediático, como eterno candidato al Nobel y una de las voces más reconocidas en la
literatura universal, hacen de Pablo Neruda un candidato que podría aportar
más adherentes, no necesariamente comunistas. De esta manera, los objetivos
4
5
Neruda, Pablo, “A la comisión política del Partido Comunista de Chile”. En Obras completas.
Barcelona, Galaxia, Gutemberg, 1999-2002, Tomo V, 1007.
“Gritaron a Neruda en la Sorbona: Con Poesía No Se Hace La Revolución”, Las Últimas
Noticias, Santiago, 14 de mayo de 1970, 23.
394
PALABRA POÉTICA, DISCURSO POLÍTICO
de esta exposición se centrarán en el desarrollo de la candidatura, y la unidad
político cultural de la misma.
“NERUDA, NERUDA ,
EL PUEBLO TE SALUDA ”
A las 18:30 hrs. de ese 30 de septiembre, Volodia Teitelboim dio la noticia a
la prensa nacional y extranjera. En el hall del Comité Central, se producía una
ovación por parte de sus miembros. Según el periódico El Siglo, órgano que
siguió la candidatura desde sus comienzos, fue el Subsecretario General del
Partido, Óscar Astudillo, quien a nombre de la Comisión Política y la Comisión
Nacional de Control y Cuadros, proponía el nombre de Neruda para las urnas.
Fue elegido, como se ha dicho, por decisión unánime. Los partidarios, expectantes a la salida de la calle Teatinos 416, saludaron con emoción cuando Luis
Corvalán anunciaba desde el balcón a Neruda. El Siglo así lo comenta:
Se ovacionó su nombre por más de tres minutos, mientras se agitaban banderas, estandartes del Partido, plumeros de colores, pañuelos, y hasta globos que
se lanzaron al aire. Entretanto, en la esquina de Teatinos con Compañía se
encendían fuegos artificiales y antorchas6.
Inmediatamente los miembros de la Brigada “Ramona Parra” de las JJ. CC.
pintaron el primer mural de campaña con el nombre del candidato, en Teatinos esquina Catedral, con una longitud de 25 metros y un alto de 1.30. En
medio de los carteles exigiendo la nacionalización del cobre, el respeto a la
autonomía universitaria, reforma agraria, se propagó un grito particular y que
lo acompañaría hasta los últimos días de su campaña: “¡Neruda, Neruda, el
pueblo te saluda!”. La celebración continuaría con una muestra artística, según narra Teitelboim en su más conocida biografía sobre el vate:
Víctor Jara cantó la ‘Plegaria a un Labrador’; Patricio Manns, “La hora final”.
Actuaron Rolando Alarcón y Héctor Pavez, el Aparcoa y el conjunto Millaray,
con Gabriela Pizarro7.
La noticia se haría prontamente conocida en otros puntos del país. Desde
Valparaíso llegaban informaciones de que un acto político del mismo Partido,
6
7
El Siglo, Santiago, miércoles 1 de octubre de 1969, 10.
Teitelboim, Volodia. Neruda. Editorial Sudamericana, Santiago, 2004, 438.
395
FRANCISCO GALLEGOS CELIS
en el Comité Regional, celebraba la decisión, y desde La Calera jóvenes comunistas iluminaron el cerro principal de la ciudad donde se leyó por algunos
instantes el nombre del poeta. Actos similares se desarrollarían en Cabildo, La
Ligua, Quillota y Nogales. En Antofagasta, Concepción y Temuco la reacción
de los partidarios era notoria, improvisando consignas, carteles y desfiles. Una
de las más significativas manifestaciones se produjo en Lota, donde los mineros del carbón recibieron con gran entusiasmo la designación. Llamadas telefónicas, cablegramas y notas de afecto a Pablo Neruda como nombre seguro
para la Unidad Popular, lo demuestran, por ejemplo, desde Parral (su ciudad
natal): “Saludamos al unitario y valioso abanderado, hijo ilustre de Parral,
Pablo Neruda. La Unidad vencerá”; Viña del Mar: “Chile está galvanizado.
Creo que tu nombre debe llegar hasta el final, porque es la lucha final que
comienza”; Talca: “Las juventudes comunistas de Talca felicitan la acertada
decisión del Comité Central del Partido Comunista y saludan al camarada
Pablo Neruda”8. Asimismo, sus pares artistas no quedaban atrás. Entre ellos, el
Premio Nacional de Arte Samuel Román Rojas saludaba: “Desde más abajo del
subsuelo chileno, enraizado en la esperanza de justicia y cultura para Chile,
surge la presencia de Pablo Neruda, como futuro Presidente de la República y
es honda alegría de inteligencia en nuestra amada tierra, sedienta de verdad y
de ternura”9.
Muestras de aceptación a la proclama del PC se hicieron sentir, también, al
interior de la UP. Salvador Allende, el candidato presidencial del Partido
Socialista, en una entrevista al periódico El Siglo expresaba que “el PC en su
legítimo derecho ha designado a uno de los militantes más sobresalientes”,
recordando entre otras cosas cuando el poeta lo acompañó en sus campañas
en 1958 y 196410. Jacques Chonchol, Secretario General del MAPU y también
candidato presidencial por esa entidad, señalaba al mismo periódico que en
Neruda “hay una mezcla de discurso político y lo que es Neruda”, agregando
que “es la mejor representatividad nacional. Como una persona de prestigio
internacional, demuestra que el PC eligió con seriedad”11.
Al día siguiente de su nombramiento, los principales periódicos del país
comentaban entre sus páginas este hecho particular, siendo primera plana en
casi todos los diarios santiaguinos. Las Últimas Noticias se encargó de presentar
las especulaciones en boca de políticos de los partidos que no participaban de
8
9
10
11
“Más adhesiones de todo el país”. El Siglo, Santiago, sábado 4 de octubre de 1969, 3.
Ibid.
El Siglo, Santiago, jueves 2 de octubre de 1969.
Ibid.
396
PALABRA POÉTICA, DISCURSO POLÍTICO
la Unidad Popular. “Aunque sorprende un poco la nominación de Neruda,
para el Partido Comunista es el mejor candidato como factor de presión. Con
él tampoco hubo necesidad de enfrentamientos internos y es un buen símbolo
que les dará un margen amplio para maniobrar”12, comentaba el diputado
democratacristiano Pedro Urra, mientras que Adolfo Ballas, perteneciente al
Partido Nacional, agregaba que era “una lástima que este país haya perdido
ahora su mejor oportunidad de tener un Premio Nobel. Personalmente creo
que Pablo Neruda se lo merecía”13. La crítica más ácida fue presentada por La
Nación, cuando planteaba que su aparición como aspirante a la Presidencia,
era “el reestreno en sociedad de Pablo Neruda”14. Le hacían ver sus cualidades elegantes y de carácter burgués, como la humareda de su pipa, asegurando que Neruda tenía una voz agringada.
COMIENZA
LA CAMPAÑA
El primer discurso para alentar la campaña de Neruda estuvo a cargo del
senador Luis Corvalán, quien reconoció el haber elegido como candidato
al chileno más ilustre: “Por su condición de probado luchador desde las
filas del Partido Comunista, por su fidelidad al pueblo, por su amor a
Chile, por su inteligencia y su sensibilidad. Pablo Neruda sería un gran
presidente, el mejor que el pueblo podría elegir para encabezar un gobierno pluripartidista” 15 , decía. Y si bien ponía en el tapete que se buscaría la
unidad de la izquierda para elegir abanderado, manifiesta una campaña
seria, al punto que en los primeros días debería estar designado un Comando y la programación de las primeras proclamaciones. “Abriremos secretarías en todas partes. Saldremos al norte y al sur e iremos a todos los
barrios de la capital y de todas las ciudades, a la aldea y al campo, a
centros de estudio, portando el nombre de nuestro candidato y la bandera
de la unidad popular” 16 , concluía.
En efecto, el día miércoles 1 de octubre estaba escogido el “Comando
Nacional de Pablo Neruda”, quedando integrado este por personeros del Partido, como el propio Luis Corvalán, Volodia Teitelboim, Luis Guastavino y una
12
13
14
15
16
Las Ultimas Noticias, Santiago, miércoles 1 de octubre de 1969.
Ibid.
La Nación, Santiago, miércoles 1 de octubre de 1969.
El Siglo, Santiago, miércoles 1 de octubre de 1969.
Ibid.
397
FRANCISCO GALLEGOS CELIS
joven, Gladys Marín, en representación de las JJ.CC., entre algunos17, siendo
presidente el biógrafo nerudiano. Conjuntamente, los trabajos relativos a la
campaña merecían cierto apuro. A la semana siguiente el poeta ya ostentaba
un calendario de giras y diversas peticiones de visitas. Ya para el martes 6 de
octubre se le veía en terreno, recorriendo las comunas del sur de Santiago. A
la semana siguiente, el martes 14, El Siglo anuncia el arribo del poeta al
extremo del norte chileno: Arica. Según sus datos, serían seis mil ariqueños
los que se concentraron en torno al vate. En Iquique, el jueves 16, y en
Antofagasta el 19, otras cinco mil personas. La gira por el norte auspicia
encuentros con profesores y obreros de todos los estratos sociales. Pero también se abría el espacio a que recibiera sus primeras críticas políticas. Las
discusiones en torno a su nuevo rol eran más duras que cualquiera de todas
las críticas literarias. Recaían, estas, en la falta carismática, lenta e ineficaz del
Neruda orador. En una de estas, articulada en El Mercurio de Calama, a un día
del comienzo de su gira por el norte, se reprende a su persona:
Pablo Neruda es un gran poeta que vive como burgués ricachón, viaja sin que
le cueste un cinco. Se alimenta como un gourmet, duerme religiosamente tres
horas de siesta diaria, su casa es un museo atiborrado de objetos coleccionados
por aquí y por esos mundos. […]Lo más grave con Neruda –o cualquier presidente comunista– es que estaríamos regidos por un comunismo ni siquiera
chileno sino internacional. Los comunistas son el partido mejor organizado de
la tierra. La persecución los ha fortalecido tanto que ahora forman una cofradía mundial relevante cuyos mandatarios decretan consignas generales, no
creadas para las necesidades ni para la idiosincrasia de cada país. Menos aún
para el nuestro18.
La candidatura deja espacio, también, para su modo y sentir poéticos. En
Talca, el discurso político pasa a ser un recital poético, con sus obras más
reconocidas. A fines de octubre se encontraba en Lota, donde los mineros del
carbón le daban la bienvenida. El arte no podía desligarse de sus propias
vivencias. A la par de su “Comando Nacional”, se constituye un “Comando de
intelectuales y artistas” presidido por Francisco Coloane, Juvencio Valle, Luis
Alarcón, Valentín Trujillo, por nombrar algunos. Cuando es constituido, a
mediados de noviembre de 1969, apelaría el poeta a una cualidad del arte en
17
18
“Designado Comando Nacional de Pablo Neruda”. El Siglo, Santiago, sábado 4 de octubre de
1969, 1.
Chapero, Carmen. “Pablo Neruda, candidato”. El Mercurio, Calama, 13 de octubre de 1969, 3.
398
PALABRA POÉTICA, DISCURSO POLÍTICO
su propia vida, promoviendo una antesala de lo que sería el debate cultural en
el Gobierno de la UP:
No propicio yo ningún arte dogmático. Por el contrario, si mi poesía revela
algo es su intransigente combate por los dogmas. Y no los podríamos aceptar
en ningún terreno de las artes, pero sí poner a salvo nuestra condición de
responsabilidad ante el pueblo. Nuestra convicción de que formamos parte
creadora y combatiente de nuestro pueblo19.
En los primeros días de diciembre visitó reducciones mapuches en la VIII y
IX Región, apelando al envolvimiento de una composición de fuerzas que debía
ser el gobierno popular. Para mediados del mismo mes, se encontraba en Puerto Montt, y recorriendo el extremo sur. En su ida a Magallanes, la alcaldesa de
Punta Arenas, Neida Panicucci, lo declararía huésped ilustre. Sobre la estadía
en esta última localidad, Volodia Teitelboim la recordaría con una anécdota:
El acto de proclamación en el teatro contó con una orquesta particular: una
gran tempestad. Y con una pianista muy conocida por el poeta: la lluvia, que
caía a chuzos. Rezonaba sobre el techo con una música enérgica, ruidosa, que
apagaba la voz del orador dentro de la sala. Y este detenía su discurso y callaba
unos momentos20.
En una entrevista otorgada por este mismo tiempo a Rita Guibert, Neruda
se refirió a sus formas de hacer campaña. En general, se trata de comenzar
con las barriadas populares de las ciudades. Elegido más bien un lugar, amplio y a la vista, al aire libre la mayoría de las ocasiones, se colocaba un
tablado que hace las veces de escenario. En este
primero se van presentando ahí canciones folklóricas. Luego una persona del
Comando explica el alcance estrictamente político de nuestra campaña. Mi tono
para hablar con la gente del pueblo es mucho más amplio y menos organizado,
es un tono más poético. Termino casi siempre leyendo poesía. Si no leyera poesía
la gente se iría decepcionada. Naturalmente, quieren también escuchar mi pensamiento político, pero no abuso de esta parte política o económica, porque
pienso que además tienen necesidad de otra clase de lenguaje21.
19
20
21
“Constituido comando de intelectuales y artistas”. El Siglo, Santiago, viernes 14 de noviembre
de 1969, 5.
Teitelboim, Volodia. Op. cit, 441.
Rita Guibert. Entrevista con Rita Guibert, Siete voces. México, Editorial Novaro S.A., 1974. Disponible en <www.rebelion.org/noticia.php?id=1558>
399
FRANCISCO GALLEGOS CELIS
En octubre de 1969, recibe la invitación de un canal de televisión para
plantear sus propuestas de proyecto de gobierno. Sus detractores dirán que
“como político entrevistado en televisión, Pablo Neruda no tiene ninguna
poesía”22. Se le caracteriza como un personaje que evoca sus poemas adolescentes: de tristeza infinita, monótono e incluso, se le desestima por su menudo sonsonete. Se le perfila su presumible desconocimiento de la realidad
social, a tal punto que el columnista opina que
Dejó entrever que es algo así como un peón de ajedrez comunista. Y cuando se
le preguntó concretamente si iba a ser figura decorativa en el sillón presidencial, en caso que llegara a sentarse en él, que sería manejado como una marioneta por el Secretario General de su Partido, dijo que estimaba mucho a su
Secretario y que no iba a tener ningún problema con él. Pero reconoció que
los problemas podrían surgir de los demás partidos de izquierda23.
Con lo que concluye, estaría más preocupado del Nobel que de la Presidencia misma. “Entre bostezo y bostezo” ironiza con el sacrificio que sería escucharle alguno de sus mensajes del 21 de mayo, en caso que fuera ungido
Presidente.
PALABRA
POÉTICA , DISCURSO POLÍTICO
La pregunta recurrente en los meses de su candidatura, tenía que ver con
la posibilidad de que, como Presidente de la República, pudiese ver limitada
su creación poética, a lo que Neruda contestaba comúnmente lo que sigue:
esa es una inquietud muy antigua, y no con respecto a mí solamente. Siempre se
está cuestionando que los escritores se metan en política. Y siempre lo han hecho. […] En cuanto a mí, mi poesía sobrevivirá a todos los esfuerzos y trabajos
que tenga que hacer. Es como una parte de mi organismo de la cual no puedo
prescindir. No puedo predecir si escribiré mejor o peor, pero escribiré”24.
El que Pablo Neruda se erigiera como abanderado del Partido Comunista
obedecía no tan solo a su amplio conocimiento público. La figura del poeta,
22
23
24
“Neruda en TV no tiene poesía”. La Nación, Santiago, 9 de octubre de 1969, 4.
Ibid.
“Neruda comunista”. Facsímil de El Siglo. Santiago, Horizonte, 1969. Viernes 3 de octubre de
1969, 30.
400
PALABRA POÉTICA, DISCURSO POLÍTICO
para el Partido Comunista, bien podría traer la unidad a la izquierda. El
resquemor a que no hubiera una unión estable podría percibirse al interior
de la coalición. El Partido Socialista, por su lado, quería sacar a la luz la vía
insurreccional, y por otro, diversos movimientos ultraizquierdistas, añadiendo
la candidatura segura en la derecha de Jorge Alessandri, pronosticaban no
muy buenos augurios. Quedó abierta la invitación, en uno de los discursos de
Corvalán, a “los demás partidos de izquierda y a los otros cuatro candidatos
proclamados por las demás fuerzas populares a ponernos todos en este mismo
plano. Los días pasan rápido. La Derecha y el Gobierno tienen sus candidatos.
La Izquierda, que es la mayoría nacional, debe tener también uno solo, sin
demora porque la demora favorece al enemigo”25. Por su parte, el propio
Neruda tenía claro esto. “Yo estoy seguro que alcanzaremos la unidad del
pueblo en el mismo desarrollo de la candidatura del Partido”26.
El programa de gobierno que Pablo Neruda y su comando tenían en mente, puede descubrirse perfectamente entre sus innumerables entrevistas y sus
discursos políticos. No está muy distante, tampoco, de lo que los otros candidatos de izquierda tenían, y que fueron concretados en diciembre de 1969 en
el Programa de Gobierno de la Unidad Popular. En síntesis, este sostiene la
urgencia de la nacionalización del cobre, los monopolios de la industria, el
comercio y la banca, clave todo esto en la economía, pues constituía el “Área
de Propiedad Social” (APS) dirigido en conjunto con los trabajadores. Se
pretende, además, acelerar la Reforma Agraria, y se llama a la mejora de las
condiciones vitales en los sectores populares27. Dos meses antes, en los inicios
de su campaña, el poeta planteaba en una entrevista la necesidad de que su
gobierno tuviera un carácter revolucionario, con la industria, estando en contra de los monopolios, de las inversiones extranjeras. Sus ideas se acercan más
a una industrialización del país:
Este país tiene la mina de cobre más grande del mundo, Chuquicamata, y es
propiedad norteamericana. La compañía de teléfonos es norteamericana, la
compañía de electricidad es norteamericana. Los chilenos, cuando encende-
25
26
27
Ibid., 34-5.
“Neruda, el candidato de la Unidad Popular”. Cuadernos universitarios (publicación de los
Estudiantes Comunistas de Chile), Santiago, Los Estudiantes, Imp. Horizonte. 13 de octubre
de 1969, 21.
“PROGRAMA BÁSICO DE GOBIERNO DE LA UNIDAD POPULAR”. Fue aprobado por los
partidos Comunista, Socialista, Radical y Social Demócrata, el Movimiento de Acción Popular
Unitaria (MAPU) y la Acción Popular Independiente, el 17 de diciembre de 1969, en Santiago de Chile. Disponible en <http://www.bicentenariochile.cl/doctos/programaup.pdf>
401
FRANCISCO GALLEGOS CELIS
mos la luz todas las noches, estamos pagándoles a algunos accionistas que están
en Nueva York o en Detroit que no saben ni que existen los chilenos. No lo
digo en forma trágica, porque esto es más bien cómico. Que en 1970, casi
llegando al año 2000, persista este sistema de coloniaje, es increíble. Las nacionalizaciones son medidas de sentido común y yo creo que los norteamericanos
las esperan28.
En el primero de sus discursos, luego de su nueva investidura política, y que
fue titulado como “Toma las banderas de la Unidad”, Pablo Neruda se acerca
en principio al programa de gobierno de la Unidad Popular, aunque este no
estuviera todavía en el papel. Puede verificarse esto en la esperanza que le da
a la fuerza creadora nacional, a los técnicos principalmente, que, en sus palabras, no tendrían nada que envidiarle a los extranjeros. Lo destaca a partir de
una concepción que, según él, está arraigada en el imaginario colectivo de las
clases sociales bajas, y que constantemente habrían estancado al país, y sería
el fundamento de su situación política y social de esos años. Se refiere a que:
La clase obrera chilena ofrece un ejemplo a todo el mundo, de una unidad
férrea que agrupa a los trabajadores de los pensamientos más diferentes. En
pocos países las mujeres han tomado parte tan decidida y ardiente en el camino
de la liberación, como la mujer chilena. En Chile ha comenzado a actuar como
protagonista de la historia un personaje que hace pocos años no existía sino
como víctima oprimida y silenciosa de cuatro siglos de coloniaje y latifundio: el
campesino ha puesto fin a una larga noche de ignominia y se ha puesto de pie
asumiendo un papel anunciador en el proceso de la revolución chilena29.
Sus convicciones atienden a la existencia de un juego por parte de los más
poderosos económicamente, quienes atemorizan a los estratos más bajos, propagando doctrinas que evitan la inserción del comunismo en la sociedad.
Considera, al contrario, que el socialismo es el único sistema que podría
rescatar a América Latina del atraso sociocultural y económico en el que vive.
Pero con una línea propia, una línea que la hace distinta, y un paradigma
para las demás naciones americanas: la vía de las elecciones. Y ese, su argumento para haber aceptado su postulación.
No obstante, el candidato Pablo Neruda no está ajeno al desenvolvimiento
político de su propia época. En el aspecto internacional, su discurso político
tiene un destino casi único: Estados Unidos. Cree que el país del Norte busca
28
29
Rita Guibert. Op. cit.
“Neruda Comunista”. Facsímil de El Siglo. Op. cit., 37-8.
402
PALABRA POÉTICA, DISCURSO POLÍTICO
establecer una doctrina imperialista, queriendo conseguir que sus razones
teóricas entren en América Latina como sucedió en Corea y Vietnam:
Por el momento la política general de los Estados Unidos no solo es agresiva
contra nosotros sino contra la mayoría de los pueblos del mundo. Se ha constituido como una superpotencia que cree necesaria la implantación de su poder
sin límites precisos, mucho más allá de su propio territorio. Esto es lo grave.
Este capítulo es muy largo y tendríamos que volver muchas veces sobre él30.
El caso más latente que tenía a seguir para lograr los objetivos de industrialización era, sin duda, el de la Alemania oriental. El hecho de la separación
del muro de Berlín, si duda, había causado una polarización en el orbe. “El
muro es antipático, pero necesario”, decía Neruda. A su juicio, era en el
bloque oriental donde se formaba un paradigma de comunismo democrático:
La Alemania Oriental, se ha elevado como una de las más grandes potencias
económicas del mundo; creo que ocupa el noveno lugar entre los países productores. Es milagroso que a pesar de tener al lado la Alemania Federal con su
gran impulso y la enorme ayuda de los Estados Unidos y de los monopolios,
este país haya salido de la destrucción, de las ruinas, y haya logrado tantos
éxitos con la nueva sociedad que ha construido31.
Era de conocimiento público, como denuncia por parte algunos senadores
democratacristianos, que la CIA intentaba provocar un golpe de Estado. En
este último sentido, en octubre de 1969, el jefe de la División Militar, el
general Roberto Viaux, se había declarado en rebeldía contra el gobierno de
Frei Montalva, acuartelándose y dando un ultimátum. Según Volodia Teitelboim, estando en un acto propio de su campaña, Neruda tenía claro que los
principios democráticos valían ante todo, fuera cual fuera el gobierno.
Neruda llegó a la calle Latorre, leyó un poema pero, en particular, llamó a
defender el régimen legal contra una asonada facciosa. Rememoró su experiencia de España, comparando el levantamiento de Franco en África con el peligroso pronunciamiento que había vivido ese día Antofagasta por parte del militar golpista. Era una alarma32.
30
31
32
Rita Guibert. Op. cit.
Ibid.
Teitelboim, Volodia. Op. cit., 442.
403
FRANCISCO GALLEGOS CELIS
Similares eran los términos con los que el vate se dirigía en una entrevista,
por esos tensos días:
Los comunistas no propiciamos ninguna solución militar, sino que exigimos
que los gobiernos afronten la tarea de dignificación a los trabajadores en sus
salarios, incluyendo las Fuerzas Armadas33.
El Programa de Pablo Neruda, con todas estas discusiones, tenía un fin, en
caso de hacerse de la presidencia: una nueva Constitución Política, que diera
nuevas formas al Estado, desde la perspectiva socialista.
EPÍLOGO
Hacia fines de 1969, su descubierta virtud política, y la no designación de un
candidato único por la izquierda, hará que la campaña tome tintes no sospechados. Panfletos con la frase Unidad Popular o Pablo Neruda hasta el final empapelaron las barriadas de las urbes y poblados chilenos. A esto se suma que en los
primeros días de enero de 1970, el candidato del PS, Salvador Allende, declinaba su propósito presidencial. Pero, como había sido la proposición de Volodia
Teitelboim a Neruda en Isla Negra, no se llegaría hasta el final. La unidad de la
izquierda era prioridad. El programa declaraba un gobierno colegiado y colectivo, en torno a la coalición, sin pretensiones personalistas:
“Mi programa será el programa de la Unidad Popular. Mi concepción de gobierno no acepta a un Presidente como un monarca sin corona, irresponsable
ante los que lo eligieron. La acción del Presidente debe inspirarla el pueblo en
todos sus instantes. Solo así se podrá realizar la revolución de verdad. Se equivocan quienes nos creen enemigos de la industria, porque apoyamos todos los
movimientos reivindicativos de los trabajadores. Y porque somos enemigos de
los monopolios, de la explotación, del maltrato y de los malos salarios de nuestra gente proletaria34.
El 3 de enero de 1970, Pablo Neruda puso a disposición de su partido sus
propósitos de ser el primer escritor que se convirtiera en Presidente de la
República de Chile. Esta decisión solo fue conocida a fines del mismo mes.
33
34
“Ante posibles ataques golpistas de la derecha”: El Siglo, Santiago, lunes 20 de octubre, 1.
“Neruda Comunista”. Facsímil de El Siglo. Op. cit., 38.
404
PALABRA POÉTICA, DISCURSO POLÍTICO
Los militantes socialistas no aceptaban la dimisión de Salvador Allende. Los
demás partidos de izquierda le entregaron su apoyo, declinando también sus
candidaturas.
La corta y aventurera campaña presidencial de Pablo Neruda –poco más
de tres meses y medio, entre octubre de 1969 y enero de 1970– no hizo
otra cuestión que revalidar su figura poética y política. El poeta sería una
de las piezas principales en la aspiración de Allende. El optimismo se acrecentó. Quizás pudo haber ayudado en eso la breve campaña de Neruda. Su
obra política se remodeló a las directrices del Partido Comunista, en este
tiempo, siendo un actor social válido en todo este proceso. Pues en su gira
como candidato presidencial por Chile, había descubierto, además, su propia poesía:
Esta candidatura no va a ser guardada como una joya en una caja de cristal,
sino que será eminentemente activa, se desplazará por todo el territorio y se
convertirá en un mandato cuando la tome todo el pueblo en sus manos para
imponer la Unidad Popular en cada provincia, en cada aldea, mina o campo. Le pertenece a cada hombre y a cada mujer que están cansados de
soportar la carestía, bajos salarios, y para los cuales subsistir es un milagro
de cada día 35 .
ANEXO
PRIMER DISCURSO
COMO
CANDIDATO A LA PRESIDENCIA
PABLO NERUDA36
DE LA
REPÚBLICA
DEL POETA
“Toma las Banderas de la Unidad”
Camaradas del partido, compatriotas de todo el país:
Ya se sabe, pues, que el Partido Comunista ha proclamado su candidato presidencial. Soy uno de sus militantes y a mí me ha confiado esa misión. La acepto con el más
absoluto desinterés, como comunista, como chileno, como hombre.
Gracias por el honor, camarada Partido. Trataré de cumplir a la medida de mis
fuerzas. Pero que comprendan todos. Será con la fuerza poderosa del Partido y la de
muchos otros más que forjaremos la unidad necesaria y la posibilidad de un comunista en la Presidencia de la República de Chile.
35
36
Ibid., 39.
“Neruda Comunista”. Facsímil de El Siglo. Op. cit., 37-40.
405
FRANCISCO GALLEGOS CELIS
Nunca he concebido mi vida como dividida entre la poesía y la política. Mi pensamiento y mi acción se ha determinado por lo que soy, que es lo mismo, en esencia, de
lo que es el pueblo en nuestra patria.
Soy un chileno que a lo largo de todo el siglo ha conocido las desventuras y las
dificultades de nuestra existencia nacional y que ha participado en cada uno de los
dolores y alegrías del pueblo. No soy extraño a él, vengo de él; soy parte del pueblo.
Soy miembro de una familia de trabajadores que repartieron sus ásperas jornadas
entre el centro y el sur del territorio. Jamás estuve con los poderosos y siempre sentí
que mi vocación y mi tarea era servir al pueblo de Chile con mi acción y mi poesía. He
vivido cantándole y defendiéndolo.
Desde mi juventud estuve con los estudiantes rebeldes y con los obreros que comenzaban a organizarse, siguiendo los pasos y las enseñanzas del gigantesco Luis
Emilio Recabarren.
Han sido míos todos los combates del pueblo chileno, incluyendo aquellos que
libró antes de mi nacimiento, y por eso he dicho a través de mi obra mi admiración
por los primeros padres de la Patria: Caupolicán, Lautaro, O’Higgins, Carrera, Manuel Rodríguez y también por los oscuros héroes silenciosos caídos en la batalla de
nuestros días.
Tengo una sola pasión
Tengo una sola pasión en mi vida y es mi patria. Ustedes son testigos de que en
países lejanos me honraron y me festejaron. Pero yo regresé de todas partes. Volví
porque soy chileno, no solo por nacimiento, sino por amor y por deber.
Llevo en mi corazón la dualidad terrible de nuestra patria. Tengo el orgullo de su
belleza incomparable y sobrellevo la desdicha de mineros maltratados y de niños sin
leche ni zapatos.
Tengo el orgullo de la lucha volcánica y heroica de la Araucanía en defensa del
territorio y sobrellevo la humillación de que Chuquicamata, Sewell o la Exótica, sigan
dando dólares a los filibusteros norteamericanos.
Sí, amé y canté a Chile en su grandeza natural o en sus destinos, en la epopeya del
ejército que fundó Bernardo O’Higgins, en nuestra escuadra libertadora, en nuestros
aviadores militares y civiles, los primeros en sobrevolar la cordillera y llegar a la
Antártida, en sus nieves andinas y en las canciones de Violeta Parra. Celebré nuestro
litoral infinito, nuestro océano despiadado y espléndido, y al mismo tiempo celebré
nuestras empanadas fritas, sin rival entre las empanadas. Celebré los árboles, las flores, los pájaros, los mariscos y los peces plateados del océano chileno, y también los
celebérrimos puñetes de Arturo Godoy y de nuestro pequeño coloso Stevens. Nada de
Chile es ajeno para mí, pero mi amor quiere elevar lo que ama, por eso quiero respeto
y dignidad para lo mejor de Chile: nuestra gente que trabaja, sufre y aguanta. Yo
406
PALABRA POÉTICA, DISCURSO POLÍTICO
quiero, con la ayuda de todos los patriotas, limpiar la República, paralizar a los que la
manchan o la venden; quiero estar orgulloso de una patria tan bella como ha sido
siempre y seguirá siéndola, pero una patria, Chile, sin harapos, sin explotación, sin
entreguismo y sin injusticia.
Por eso es que acepto esta candidatura. Y quiero que mi amor apasionado se vea
fortalecido por la unidad del pueblo.
Un fragmento de la historia
Junto con la dedicación a mi país, he comprendido nuestra historia, no como una
isla separada y apartada, sino como un fragmento de la historia de los pueblos del
mundo. Por eso he expresado también la epopeya y la penuria indivisible y conjunta de
los pobres de América, de los de ayer y de los de hoy, en su permanente batalla por su
libertad, emancipación, por el libro, el pan y la belleza. Por eso mi poesía ha descrito,
asimismo, la luz y la sombra de los otros continentes, la aventura majestuosa y difícil de
los pueblos hijos de Lenin que se libraron para siempre del capitalismo y comenzaron a
construir en la más ancha parte del mundo una nueva sociedad sin explotación ni
explotadores. Y así como ayer la lucha admirable de los españoles contra el fascismo
tomó sitió de honor en mi poesía y estremeció el corazón de todos los hombres, ahora
Vietnam y Cuba brillan en ella con el resplandor de nuevo heroísmo.
La bandera del Partido Comunista
Hoy día el Partido Comunista pone en mis manos su bandera. Es una bandera no
solo de sus militantes, sino que busca la unidad de todo el pueblo para asegurar una
victoria que el país necesita sin tardanza. Tenemos que impedir la continuación de la
injusticia y la vía que significaría el retorno de la Derecha al poder. Y tenemos la
obligación de evitar la permanencia de un continuismo que ha defraudado todas las
esperanzas que despertó hace cinco años.
Junto a todos mis compañeros, y a todos los que más allá de nuestras filas quieren
la victoria del pueblo, trabajaremos para alcanzarla a través de la unión y la suma de
las fuerzas populares.
El pueblo de Chile es la mayoría definitiva de la nación y será invencible si actúa
como un solo ser. El pueblo ha crecido. La historia ha cambiado.
Hace años muchos pensaban que un comunista no podía ser candidato a la Presidencia de la República. Hoy este partido es el primero de la Izquierda, porque el
pueblo se ha hecho más ancho y su conciencia más clara. La clase obrera chilena
ofrece un ejemplo a todo el mundo, de una unidad férrea que agrupa a los trabajadores de los pensamientos más diferentes. En pocos países las mujeres han tomado parte
tan decidida y ardiente en el camino de la liberación, como la mujer chilena. En Chile
407
FRANCISCO GALLEGOS CELIS
ha comenzado a actuar como protagonista de la historia un personaje que hace pocos
años no existía sino como víctima oprimida y silenciosa de cuatro siglos de coloniaje y
latifundio: el campesino ha puesto fin a una larga noche de ignominia y se ha puesto
de pie asumiendo un papel anunciador en el proceso de la revolución chilena.
La juventud trabajadora conoce nuevas privaciones, pero también asume responsabilidades combatientes cada vez más amplias y poderosas.
Mis primeras armas
Como si hablara de mi propia adolescencia toco esta noche el tema de la vigorosa
insurgencia estudiantil.
Junto a esta rebeldía juvenil, en la generación del año 20, hice mis primeras armas
y elevé mis primeros cantos que fueron incorporados a las batallas de ese tiempo. Hoy
día la juventud no quiere aceptar más el viejo mundo caduco y mediocre del capitalismo. Tampoco quiere tolerar la aceptación servil al dictado imperialista, ni la política
oscura que favorece a los grandes monopolios. En suma, no acepta este vivir de espaldas al siglo XX, ni a la grandiosa apertura del siglo que se anuncia con los más
audaces vuelos del hombre. Estos muchachos quieren una nueva vida. La encontrarán,
sin duda, si conjugan su ansia de lucha con la fuerza revolucionaria organizada de la
clase obrera, de todo el pueblo, del Partido Comunista, del movimiento popular.
Porque el más alto deber del revolucionario es reunir, organizar y combatir hasta
que los pueblos derroten para siempre a sus enemigos, estableciendo una nueva sociedad.
Programa de unidad
Mi programa será el programa de la Unidad Popular. Mi concepción de gobierno
no acepta a un Presidente como un monarca sin corona, irresponsable ante los que lo
eligieron. La acción del Presidente debe inspirarla el pueblo en todos sus instantes.
Solo así se podrá realizar la revolución de verdad.
Se equivocan quienes nos creen enemigos de la industria, porque apoyamos todos
los movimientos reivindicativos de los trabajadores. Y porque somos enemigos de los
monopolios, de la explotación, del maltrato y de los malos salarios de nuestra gente
proletaria.
Pero concebimos a Chile con mayor y mayor poder industrial, con una economía
plenamente desarrollada, libre de todas las amarras impuestas desde afuera y desde
adentro que ahogan su crecimiento.
Por el contrario, tenemos tanta fuerza creadora en nuestro país, tantos técnicos y
mano de obra excelente, que deseamos ardientemente la expansión de nuestra industria más allá de nuestras fronteras.
408
PALABRA POÉTICA, DISCURSO POLÍTICO
El juego de los poderosos ha sido también atemorizar a ese inmenso número de
trabajadores del pequeño comercio de las pequeñas industrias, pequeños propietarios, de los gremios hoteleros, de los garajistas, electricistas, choferes haciéndoles
creer que los comunistas van a quitarles todo. Aunque les sigan contando, ahora estas
historias de miedo pertenecen al pasado. Mi Partido lo demuestra en su defensa
continua y valerosa de sus derechos y de su trabajo. Como también de aquellos que
trabajaron toda la vida y no reciben nada o casi nada. Hablo de los pensionistas y de
los jubilados.
Las más elevadas consignas
Hemos sido los comunistas los primeros en plantear junto a la encarnizada defensa de los derechos de los trabajadores las más elevadas consignas dedicadas a la
reforma agraria, a la nacionalización del cobre y de todas nuestras riquezas mineras.
Por nuestra acción constante en el camino de la dignidad de Chile, por nuestra
denuncia permanente de todos los abusos y privilegios, fuimos acusados y perseguidos, nuestras prensas fueron desbaratadas, nuestros camaradas encarcelados, exiliados o asesinados. Todo ha sido en vano. La reacción ha retrocedido y los comunistas
hemos avanzado. Pero aún más al dar conciencia de lucha a nuestro pueblo, hemos
logrado que nuevos y nuevos sectores progresistas adopten muchos de nuestros postulados y que hasta ciertos reaccionarios quieran teñirse y vestirse con fragmentos
de nuestra ideología.
Hasta la palabra “revolución” que los comunistas adelantamos y encarnamos en
todos los países ha sido manoseada y aprovechada por los falsos revolucionarios. No
hay movimiento sin la clase obrera, ni hay gobierno revolucionario si este no lo dirigen los trabajadores. Estamos hartos en Chile y América de subterfugios y mentiras; la
revolución la hará el pueblo organizado y no los que se enjuagan la boca cada día con
la palabra “revolución”.
No le negamos el derecho a nadie a coincidir con nosotros en la defensa de los
intereses del pueblo. Pero este debe distinguir entre los que entregaron su vida para
defenderlo y los oportunistas que practican como sistema el engaño, para que no
cambie nada en nuestra patria ni en ninguna parte.
“Las proposiciones teóricas de los comunistas no descansan ni mucho menos en las
ideas, en los principios forjados o descubiertos por ningún redentor de la humanidad,
son todas expresión generalizadas de las condiciones materiales de una lucha de
clases real y vivida de un movimiento histórico que se está desarrollando a la vista de
todos”.
Esto lo escribió Carlos Marx en el Manifiesto Comunista, hace 121 años. Sigue
siendo nuestra reflexión y nuestra posición.
409
FRANCISCO GALLEGOS CELIS
Una candidatura activa
Por eso esta candidatura no va a ser guardada como una joya en una caja de cristal,
sino que será eminentemente activa, se desplazará por todo el territorio y se convertirá en un mandato cuando la tome todo el pueblo en sus manos para imponer la
Unidad Popular en cada provincia, en cada aldea, mina o campo. Le pertenece a cada
hombre y a cada mujer que están cansados de soportar la carestía, bajos salarios, y
para los cuales subsistir es un milagro de cada día.
Es también una bandera en manos del poblador de la clase media olvidada del
creador, del maestro, del artista, del universitario, del profesional.
Que nadie se equivoque. Esta candidatura no es un saludo a la bandera de un
Partido, aunque este sea mi partido glorioso y luminoso. Representa una causa que
llevaremos al triunfo a través de la Unidad Popular y esta victoria será el verdadero, el
grandioso saludo a la bandera de Chile y de la revolución.
410
BOLETÍN DE LA
ACADEMIA
DE LA HISTORIA
HISTORIAS DE FISURAS Y CONFLICTOS ETARIOS EN LA
ELITECHILENA
Año LXXIII - No 116 - 2007 - 411-437
ISSN 0716-5439
HISTORIAS DE FISURAS Y CONFLICTOS ETARIOS EN LA ELITE
DE SANTIAGO COLONIAL (1750-1800)*
por
Rafael Gaune Corradi**
RESUMEN
El artículo tiene por objetivo exteriorizar conflictos originados dentro de la elite de
Santiago colonial. Situados en la segunda mitad del siglo XVIII, expondremos casos de
estudios que manifiestan cómo las dinámicas de la elite muchas veces entraron en
conflictos y divergencias, creando múltiples fracturas internas dentro de este grupo sociocultural. El articulador común de las pugnas que presentaremos es el factor etario de los
protagonistas, pues se convirtió en un elemento que moldeó y filtró dichas problemáticas.
Desde conflictos por la sucesión del rectorado en la Universidad de San Felipe, libros e
ideas ilustradas, percepciones de la burocracia colonial, hasta pugnas por la política
fundacional de ciudades, se van demostrando los diversos puntos de vistas y perspectivas a
la hora de enfrentar procesos institucionales e interpretar coyunturas o procesos históricos
al interior de la elite santiaguina.
Palabras clave: conflictos, elite, factor etario, Santiago colonial.
“Sobre todo, huyo de aquella cantinela, frecuentísima de los viejos, de censurar todo lo
presente y alabar todo lo pasado; digo en aquel tiempo en que ellos eran mozos. A cada
momento se le oye, o con las mismas voces o con otras equivalentes, la exclamación
dolorida de ¡Oh tempora! ¡Oh mores!, de Cicerón”
(JERÓNIMO FEIJÓO )
*
**
Investigación realizada en el marco de la Tesis de Licenciatura en Historia titulada: Ser viejo de elite
en Chile colonial, siglo XVIII. Microhistorias, prácticas, representaciones de un grupo heterogéneo y minoritario, dirigida por el profesor Jaime Valenzuela Márquez. Agradezco los asertivos comentarios que
realizaron a este artículo el profesor Horacio Aránguiz, Martín Lara y Verónica Undurraga.
Licenciado en Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile. Correo electrónico:
[email protected]
411
RAFAEL GAUNE CORRADI
PREÁMBULO
Hay muchos lugares comunes dentro de la historiografía nacional. Uno de
ellos, y que se encuentra bien arraigado, es la presentación de la elite colonial
como un grupo cohesionado, homogéneo, con intereses aunados, dirigidos
hacia un fin único. Y, más aún, actuando en bloque cuando se trata de atacar
al bajo pueblo: disciplinar y normar sus sociabilidades y subjetividades. Esto,
por lo pronto, es una visión absolutamente maniquea, esencialista, homogenizadoria de los sujetos de estudio, situando al relato histórico en una línea
divisoria entre buenos y malos.
Hay que reconocer, eso sí, que muchas veces la elite sí actuaba en bloque
para defender sus intereses, pero de ahí a afirmar su consistencia homogénea
es un error. Esa visión la convierte en un objeto predecible en el cual se
pueden generalizar y extrapolar con facilidad todo tipo de hechos, procesos y
circunstancias históricas1. La transforma, a fin de cuentas, en un grupo social
en donde no se pueden desenredar todas sus tramas y complejidad.
La elite colonial, como todo grupo social, tuvo una composición múltiple y
plural que exteriorizó distintos puntos de vistas y perspectivas de mundo. Una
complicada red sociocultural que se simplifica en el concepto “elite”2.
Ahora bien, lo que intentaremos demostrar, reafirmando nuestras aseveraciones precedentes, es exteriorizar las envueltas relaciones socioculturales, las
diversas perspectivas, divergencias y conflictos de la elite santiaguina. La idea
no es buscar una definición de “elite”, sino explicitar fisuras dentro del grupo
en cuestión.
Las fisuras son hendiduras, quiebres, astillas, y eso, precisamente, es lo que
desplegaremos aquí. Discordias y conflictos coloniales a partir del desarrollo
de acontecimientos que nacen, surgen, devienen y concluyen dentro de la
elite. Básicamente, fracturas políticas que tuvieron como bisagra y mediador
el factor edad en los participantes.
1
2
Este es un problema metodológico que ya denunció James Lockhart en su artículo, “The
Social History of Colonial Spanish America. Evolution and Potential”, Latin American Researh
Review, Nº 7, 1972, 16-45.
Entendemos que esa simplificación se debe a un problema metodológico, pues hay que convocar conceptualmente a los grupos sociales para su estudio y análisis. Sin embargo, el riesgo
suelen ser las generalizaciones, las definiciones erradas y homogenización de los sujetos de
estudio. Una sugerente definición de “elite chilena” y que demuestra sus ambigüedades se
puede encontrar en Alfredo Jocelyn-Holt, La Independencia de Chile. Tradición, modernización y
mito, Santiago, Planeta/Ariel, 2001, 96-97. Ver también de Jacques Barbier, “Elites and Cadres
in Bourbon Chile” Hispanic American Historical Review, Nº 52, 1972, 416-435.
412
HISTORIAS DE FISURAS Y CONFLICTOS ETARIOS EN LA ELITE
Reflexionar sobre la edad es una meditación sobre el paso del tiempo;
sobre la relación entre persona y sociedad; entre cultura imperante y acción social. En fin, entendemos y utilizamos la edad de nuestros protagonistas como un factor relevante para entender los conflictos que presentaremos, haciendo una relectura de la edad y no solo considerándola un
factor biológico, sino también una clave histórica para entender determinadas coyunturas 3 .
Pues bien, el escrito está dividido en dos partes. El primero relata un
conflicto llevado a cabo en los márgenes institucionales de la Universidad
de San Felipe por la elección del rectorado y que, finalmente, terminó por
trascender en la elite política. La segunda parte es una selección de varios
personajes que entran en conflicto mediante la palabra escrita, enunciación de problemáticas e imposiciones de verdades. Para esto tomamos varios hechos como, por ejemplo, libros que transgredían la cosmovisión
monárquica, la defensa de ideales ilustrados, percepciones del sistema burocrático chileno y las políticas fundacionales de ciudades. Si bien a primera vista son acontecimientos y procesos que no se relacionan de forma
clara, lo que hace de estos poseer una dinámica común, es que fueron
desavenencias filtradas por el prisma de la edad, al igual que lo acontecido
en el recinto universitario.
Las historias que expondremos tienen elementos articuladores. En primer lugar, el componente etario de los interlocutores que utilizaremos y
las rupturas discursivas por mantener el monopolio de la veracidad, por
hacer, de sus discursos, válidos socialmente; en fin, por cimentar “discursos
verdaderos” 4 .
3
4
“Las agrupaciones por cohortes de edad permiten establecer todo tipo de correlaciones, por
ejemplo, con valores, economía, salud, orientaciones políticas y religiosas (...) También para
definir características comunes que se asume comparten personas de determinada edad. También para interpretar sus vidas, ya que la edad permite su contextualización en períodos
históricos concretos, definidos a su vez por las tendencias, corrientes e ideologías dominantes”, Teresa del Valle, “Contrastes en la percepción de la edad”, en Virginia Maquieira (coordinadora), Mujeres mayores del siglo XXI, Madrid, Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales e
INMERSO, 2002, 46.
Michel Foucault, El orden del discurso, Madrid, Fábula, 2002.
413
RAFAEL GAUNE CORRADI
I. YO
SOI EL RECTOR; YO SOI EL QUE MANDO AQUÍ
La discordia por el rectorado de la Universidad de San Felipe en 1768: trance generacional y tensión epistolar
En la reunión del 26 de febrero de 1768 se debía elegir al sucesor del
rector José de Ureta. Al igual de como habían sucedido las elecciones anteriores, todos esperaban en el claustro una sesión tranquila a la espera de conocer
el nuevo nombre que conduciría a la Universidad de San Felipe5. Pero la
serenidad que se esperaba, distaba de como realmente iban a acontecer los
hechos de ese día de verano. La tensión que reinaba en los pasillos de la
universidad se extendería hasta el 5 de marzo (día que asume el rector),
donde finalmente es elegido el nuevo personaje que por dentro de un año
debía encabezar la institución.
Esta pugna marca un hito, una discontinuidad, una interrupción dentro de
la larga duración: lo acalorado de la discusiones, los distintos fraudes por
cooptar votos, la conmoción pública que produjo en la elite santiaguina del
XVIII, hasta el nerviosismo del rector Ureta y del gobernador que llamaron a
ocho piquetes de dragones para controlar a los bandos patrocinadores de los
candidatos, hacen de esa discontinuidad un paréntesis dentro del trayecto de
la historia de la Universidad de San Felipe. No obstante, existe un trasfondo
mucho más sutil dentro de este conflicto: a pesar de la similitud en las ideas y
formación educacional de ambos postulantes, se esconde un conflicto generacional que a primera vista no parece tal, pero en una lectura atenta de las
fuentes teniendo como base la edad de los aspirantes, la pugna etaria emerge.
Ese 26 de febrero es una “manifestación sintética y sincrética de la temporalidad histórica”6; es un acontecimiento que concentra y marca el devenir de la
universidad. Así pues, la trama de esta discontinuidad se efectúa entre el 26 de
febrero y el 5 de marzo de 1768. Aunque retrospectivamente parecen muy
pocos días para realizar un análisis, son siete días cargados de historia, simbolismos y de acciones; siete días que trascienden el corto plazo y que se seguirían
manifestando en los meses que transcurrieron durante ese año. Como una
5
6
Para una introducción al tema ver el artículo de Mario Góngora, “Notas para la historia de la
educación universitaria colonial en Chile”, en Anuario de Estudios Americanos, vol. VI, 1949 y el
libro de Bernardino Bravo Lira en La universidad en la historia de Chile: 1622-1992, Santiago,
Editorial Pehuén, 1992.
María Angélica Illanes, “El acontecimiento”, en La batalla de la memoria. Ensayos históricos de
nuestro siglo. Chile, 1900-2000, Santiago, Planeta/Ariel, 2002, 18.
414
HISTORIAS DE FISURAS Y CONFLICTOS ETARIOS EN LA ELITE
cruel paradoja, en uno de los tantos discursos inaugurales de la universidad, el
primer rector Tomás de Azúa, se refiere al número siete como una cifra de
suerte, de proyecciones, buenos augurios y analogías de magnificencia:
Aun el número de sus Examinadores es fausto a nuestros progresos: siete días
procedieron a la portentosa fábrica del Universo; siete fueron las columnas, en
cuyo istmo servía de capitel la sabiduría; siete fueron los sabios excelentes que
admiró la Grecia, en cuyo culto expediente depositó sus perennes memorias el
aplauso; siete son los Examinadores, feliz anuncio de mayores incrementos a
nuestro Gremio 7
Él no podía intuir que veintiún años después se producirían en los aposentos del establecimiento educacional una pugna en siete días; un conflicto que
se desarrolló en el mismo transcurso temporal que todos los ampulosos simbolismos aludidos.
En la elección del rector no solo entrarían en pugna los dos candidatos
(Gregorio de Tapia y Juan José de los Ríos) y sus respectivos bandos patrocinadores, sino también se verían involucrados el gobernador Antonio Guill y
Gonzaga y la Real Audiencia, produciéndose “entre los hombres de la colonia
una agitación tan grande, como la que suele producir entre los de la república una cuestión electoral”8, al decir de Miguel Luis Amunátegui. A partir de
este conflicto práctico, se generan dos discursos más: enunciados que se suman al apremio por la elección del rector y que son alegatos institucionales
que interfieren de forma directa en el funcionamiento de la universidad.
Aunque la Audiencia y el gobernador no se hacen parte de ningún bando
explícitamente, la elección del rector los encausa en una disputa discursiva,
en una tensión epistolar por cómo se llevó a cabo el procedimiento.
Para aspirar al cargo se debía ser doctor, o un universitario que estuviese en
la cumbre de su carrera, situándolo como representante del gremio universitario y como cabeza genuina del mismo. Además, y para el caso americano
especialmente en contraposición con el español, se exigía más preparación y
madurez en el candidato para el cargo de rector9. Una descripción del oficio
7
8
9
“Discurso inaugural Universidad de San Felipe, 11 de marzo 1747”, en Archivo Nacional,
Fondo Varios (en adelante AN. FV.), vol. 276, fj. 23.
Miguel Luis Amunátegui, “La Universidad de San Felipe”, en Anales de la Universidad de Chile,
tomo 45, enero 1874, 83.
Águeda Rodríguez, La Universidad en la América hispánica, Madrid, Editorial MAPFRE, 1992,
39-40.
415
RAFAEL GAUNE CORRADI
de rector en las colonias americanas era principalmente ser el funcionario
ejecutivo de la institución. Sus atribuciones principales eran concernientes a:
La supervisión de las tareas diarias, las ceremonias y otros mecanismos de control, como la lectura anual obligatoria de las constituciones por todos los miembros de la universidad, en vísperas de la elección de un nuevo rector. Él debía
presidir en todas las ceremonias de designación de catedráticos, planes de
estudios, metodología de la enseñanza, asuntos del claustro y concesión de
títulos de bachiller10
El sistema educativo es una estructura normativa que forma representaciones colectivas, asegurando una cierta continuidad y estabilidad social. Sin
duda que el rector es la cabeza de una determinada organización normativa,
sin embargo en 1768, la estabilidad social que se esperaba que proyectase ese
sistema educativo se rompería aunque sea por un corto período en Chile
colonial; más aún, se anexa a lo anterior que el rector se vio circunscrito a las
presiones de fuerzas políticas locales, y de ahí que, como estipula Siebzehner,
“el rector gozara de gran autoridad pero poco poder”11. A pesar de esta exigua potestad, el cargo de la rectoría no solo representaba a los estudiantes,
sino a las capas más altas de la elite santiaguina; por esa razón, “los valores y
normas de tales capas habrían de proyectarse por medio del cargo de rector,
antes que los intereses del cuerpo estudiantil”12. Es así como esta pugna más
que representar un conflicto educacional, reflejó tensiones sociales de la elite
brotadas por las presiones de los grupos locales de poder que acompañaban a
los candidatos.
Hay que tener claro que lo que se inició como una pugna por un cargo,
terminó como un aprieto institucional; una lucha por imponer verdades en
los grupos de poder local. Finalmente, una problemática generacional circunscrita en un contexto determinado, se extendió hacia una minoría ilustrada, religiosa y al poder político de la época.
Del temblor institucional a la suerte fundacional
La historia de la humanidad ha estado colmada de trances. Desde conflictos
políticos, económicos, sociales, culturales hasta de corte intelectual, la pugna
10
11
12
Batia Siebzehner, La Universidad americana y la ilustración. Autoridad y conocimiento en Nueva
España y el Río de la Plata, Madrid, Editorial MAPFRE, 1994, 83-84.
Batia Siebzehner, La Universidad americana..., 84.
Ibíd., 86.
416
HISTORIAS DE FISURAS Y CONFLICTOS ETARIOS EN LA ELITE
vivida en los muros y pasillos de la universidad fue de carácter institucional
que derivó en uno político, trascendiendo los reglamentos y la formalidad
universitaria. Lo mismo sobrevino en la Universidad de San Marcos en Lima
quince años después de lo acontecido en la universidad chilena, demostrándose que los recintos universitarios son propicios para este tipo de dicotomías:
(...) la famosa lucha por el Rectorado de San Marcos en Lima hacia 1783
cuando, frente al candidato tradicional, los jóvenes levantan la candidatura
“enciclopedista” de José Bariquíjano y Carrillo. Por primera vez en esos años, la
vida colonial alcanza una extrema tensión, un avasallador choque de ideas, un
patético conflicto de generaciones13
El mundo de los viejos como el de los jóvenes muchas veces son dos
realidades que entran en tensión por la forma de relacionarse con su contexto; dos reciprocidades distintas que interactúan con la cosmovisión de
mundo imperante; dos formas de vivir y pensar; dos modos de habitar la
existencia histórica 14.
Lo anterior es el fundamento básico de un conflicto generacional: tener
dos grupos que se diferencian por la edad, bajo el alero de una institución y
con distintos planes de las dinámicas internas de la universidad, sumado a los
hábitos que se construyen con el paso de los años y las percepciones que se
poseen del mundo que cambia en el corto y largo plazo, es lo que configuraría una tensión producto de la diferencia etaria15.
13
14
15
Mariano Picón-Salas, De la Conquista a la Independencia. Tres siglos de historia cultural hispanoamericana, México, Fondo de Cultura Económica, 1944, 187.
“El viejo, como ha observado Jean Améry en el libro Rebelión y resignación. Sobre el envejecimiento, tiende a permanecer fiel al sistema de principios o valores aprendidos e interiorizados en
la edad que está entre la juventud y la madurez, o incluso solo a los hábitos que, una vez
formados resulta penosos desarraigar. Y como el mundo que lo rodea cambia, tiende a dar un
juicio negativo sobre lo nuevo, únicamente porque ya no lo entiende ni le apetece esforzarse
por comprenderlo”, Norberto Bobbio, De senectute y otros escritos biográficos, Madrid, Taurus,
1977, 28-29.
“Los conflictos generacionales encuentran su origen en una recíproca visión negativa. Al
contar con la ventaja de unos conocimientos técnicos superiores a los de sus predecesores, los
más jóvenes consideran a estos últimos incapaces de seguir el acelerado desarrollo de las
técnicas modernas. Ricos en experiencia, los mayores contemplan con escepticismo el uso de
métodos punteros sin preocuparse de las eventuales consecuencias, a más o menos largo
término”, Armine Scherler, “Envejecimiento y vejez en la vida cotidiana”, en Sociología de la
vejez, Madrid, U.D.P, 1992, 171.
417
RAFAEL GAUNE CORRADI
A lo precedente podemos añadir las palabras de Rolando Mellafe que vislumbra en el conflicto generacional la siguiente teorización: “Se supone que
cada generación, que cada nuevo ser que nace no solamente es potencialmente más sabio que sus antepasados, sino mejor dotado que ellos para una rápida comprensión del mundo tangible e intangible, físico y temporal”16. Teniendo una breve conceptualización de lo que puede significar un conflicto
generacional, no nos queda más que presentar a nuestros protagonistas de la
trama.
Gregorio de Tapia nació en Buenos Aires en 1715. Con estudios de gramática, filosofía y teología, el 18 de abril de 1746 a través de una cédula es elegido
como canónigo de la Catedral de Santiago. Es más, desde esa fecha empieza
una rápida carrera eclesial hasta convertirse en examinador sinodal del obispo y consultor del sínodo de 1763 con el obispo Manuel de Alday a la cabeza.
En el año de la elección del rector, De Tapia contaba con la edad de 53
años17, teniendo un esquema educacional bien formado. En 1768 dejó sentir
toda su red político-religiosa que formó un verdadero entramado de clientes
que lo ayudaron en la búsqueda de su anhelado puesto. Por su parte Juan José
de los Ríos nace en la ciudad de Santiago el año 1726. Bachiller, licenciado y
doctor en cánones en la Universidades de Sigüenza y Ávila, obtuvo una canonjía en Santiago el año 1754. Similar a su opositor, tejió una red de influencias
que lo apoyaría en la intención de obtener el rectorado. En el año en cuestión, De los Ríos tenía 42 años de edad18.
No necesitamos bosquejar más los aspectos biográficos de los candidatos
respectivos a sus cargos, pues lo que nos interesa es la edad de estos en el año
1768. Además, Miguel Luis Amunátegui ya lo realizó transcribiendo las “relaciones de méritos y servicios” de ambos donde se manifiesta de forma pormenorizada el curso vital de los aspirantes19. Tampoco nos importa hacer una
descripción de los detalles de lo sucedido, pues fiel a su estilo Medina lo hace
con muchas pinceladas al igual que Amunátegui que incorpora todo un lado
de narración novelística, con altos, bajos, tensiones y clímax20. Lo que nos
16
17
18
19
20
Rolando Mellafe y Lorena Loyola, La memoria de América..., 77.
José Toribio Medina, Diccionario biográfico colonial de Chile, Santiago, Imprenta Elzeviriana,
1906, 850-851.
Ibíd., 749.
Miguel Luis Amunátegui, “La Universidad..., pp. 73-82.
José Toribio Medina, Historia de la Real Universidad de San Felipe de Santiago de Chile, Santiago,
Sociedad Imprenta Literaria Universo, 1938, tomo I escritos, capítulo VIII, 111-113; Miguel
Luis Amunátegui, “La Universidad..., 82-91. Con respecto a Amunátegui se le critica su poca
rigurosidad, sin embargo el relato de lo sucedido en la universidad se adecua a la realidad
418
HISTORIAS DE FISURAS Y CONFLICTOS ETARIOS EN LA ELITE
concierne es pesquisar los aspectos que los hacen ser de distintas generaciones y, por lo tanto, cómo vivieron de diversas formas “el espíritu del tiempo”
como infirió Ortega y Gasset21. Nos atañe lo que sucedió política e institucionalmente; cómo se dividió la elite y cómo hicieron sentir las influencias los
distintos grupos de poder que acompañaron las postulaciones. Y, finalmente,
cómo se suman una vez resuelto el puzzle, dos actores que tratan de hacer
sentir su influencia política.
Once años de edad son lo que separan a nuestros protagonistas. Ríos con
42 años y Tapia con 53 pertenecieron a dos generaciones distintas. Aunque
parecen pocos años de distancia, según el “método histórico de las generaciones”22 de Ortega y Gasset ese lapso de años conformaría la “estructura empírica de la vida humana”23 como arguye posteriormente el mayor discípulo de
Ortega, Julián Marías.
Siguiendo con Marías, uno de 42 años y el otro de 53 tendrían una disímil
significación histórica y actuación en la realidad:
De los treinta a los cuarenta y cinco: iniciación o gestación. El hombre empieza
a actuar, a tratar de modificar el mundo recibido e imponerle su propia
innovación.
De los cuarenta y cinco a los sesenta: predominio cesáreo o gestión cesárea. En
parte, el hombre se ha impuesto y ha logrado alguna vigencia en el mundo que
trataba de imponer en la edad anterior. Los hombres de esta edad están parcialmente en el poder en todos los órdenes de la vida24
Si nos basamos en este método de razonamiento generacional, Ríos se encontraba en la iniciación o gestación, tratando de modificar el mundo y actuando con lo que él quería imponerle a su mundo circundante: innovando para
alcanzar el poder. Por su parte, Tapia en un estado de predomino cesáreo o
21
22
23
24
completamente tras un análisis comparativo con las fuentes. Lo que hizo es incorporar todo
mundo narrativo que vuelca al texto en un “artefacto literario” y que los más esencialistas de
la disciplina lo rotulan con la etiqueta del poco rigor. Ver Hayden White, El texto histórico como
artefacto literario y otros escritos, Barcelona, Universidad de Barcelona, 2003.
José Ortega y Gasset, En torno a Galileo, Madrid, Alianza Editorial, 1982.
José Ortega y Gasset, El tema de nuestro tiempo, Madrid, Ediciones Revista de Occidente, 1963, 7.
Julián Marías, Antropología metafísica, Madrid, Ediciones Revista de Occidente, 1970. Esto,
según Marías, se puede definir como “los requisitos, las condiciones sin las cuales no es
posible mi vida, y por tanto han de encontrarse en cada una”.
Julián Marías citado por Jorge Acevedo, Hombre y mundo. Sobre el punto de partida de la filosofía
actual, Santiago, Editorial Universitaria, 1992, 174 (cursivas en el original).
419
RAFAEL GAUNE CORRADI
gestación cesárea, quería consolidar su visión de mundo y el poder alcanzado en
la etapa anterior. Así el 26 de febrero se enfrentarían dos generaciones; dos
visiones de mundo.
Aspectos relevantes que sustenta la pugna por el rectorado es la mentalidad
de uno y otro. Hay que partir exponiendo que los dos tenían una importante
formación intelectual y fueron parte substancial de la Iglesia en Chile colonial. No obstante, esta formación erudita se hace más presente en Ríos, calzando perfectamente con lo que estipula Mario Góngora como la “ilustración
católica” que sustituyó “la escolástica por el eclectismo filosófico y por la
nueva ciencia”25. Al contrario de Tapia que en el plan de estudios que presentó al claustro, reafirma con toda fuerza la enseñanza de los postulados tomistas para recibir el grado de bachiller:
(...) en el que defiendan los filósofos treinta y tres cuestiones, que comprendan
la lógica, física y metafísica; otras tantas los teólogos, de las cuatro pestes de
Santo Tomás, y las mismas los juristas y canonistas de los cinco libros de las
Decrétales, fuera de los exámenes de los de Instituta; y lo propio los médicos y
matemáticos de sus facultades respectivas26
Juan José de los Ríos era percibido por la elite colonial como un personaje
más moderno que Tapia de Zegarra: “i como cura mas moderno, fue de su
obligación predicar el año 1750 en la capilla de la real audiencia a los ministros de ella el primer viernes de cuaresma”27. Más aún, esto se reafirma cuando en 1795 a la edad de 69 años fallece en Santiago y en el inventario de sus
bienes se encontraron entre sus libros “un Directorio de Inquisidores y algunos, como Bourdaloue, Moliere, etc., en francés, que dan fe de que Ríos y
Terán poseía una instrucción poco común para aquellos tiempos”28.
Asimismo, si Ríos era el candidato de una supuesta innovación, Tapia era el
representante de la continuidad institucional, pues el que defendió con mayor ahínco su candidatura fue el rector José de Ureta y Mena que debía llevar
a cabo la elección de su sucesor. Ese rectorado se caracterizó por la culminación del edificio de la universidad y por la ampliación de los profesores para
25
26
27
28
Mario Góngora, “Aspectos de la ilustración católica en Chile en el pensamiento y la vida
eclesiástica chilena (1770-1814), en Estudios de historia de las ideas y de historia social, Valparaíso, Ediciones Universitarias de Valparaíso, 1980, 118.
José Toribio Medina, Cosas de la Colonia. Apuntes para la crónica del siglo XVIII, Santiago, Fondo
Histórico y Bibliográfico José Toribio Medina, 1952, 348.
Miguel Luis Amunátegui, “La Universidad..., 80.
José Toribio Medina, Diccionario biográfico..., 749.
420
HISTORIAS DE FISURAS Y CONFLICTOS ETARIOS EN LA ELITE
la enseñanza de las doctrinas de Santo Tomás. Y eso es lo que simbolizó Tapia:
la consolidación de la institución educacional (material-cultural), una forma
de hacer universidad que venía desde 1758 aproximadamente y una formación ideológica donde los postulados tomistas tenían un eje primordial29.
Sumado al apoyo de Ureta, encontramos los de Alonso de Guzmán y José
Antonio Martínez, todos ex rectores, que protegieron con toda su fuerza al
aspirante Tapia. Por su parte, Ríos, entre su trama de influencias, contaba con
el apoyo de Baltazar del Caso que era el provincial de la comunidad agustina
en Chile, demostrando que las pretensiones de los candidatos iban a chocar
con las intenciones del otro más las facciones que los sustentaban:
Apenas salieron a la luz estas candidaturas, se formaron a favor de una i de otra
dos poderosas parcialidades, que desplegaron un empeño extraordinario por
hacer salir triunfantes a sus respectivos ahijados.
Los individuos del cabildo eclesiástico i de las comunidades religiosas, los de
las familias mas lustres e influyentes, i aun los del vulgo se decidieron con el
mayor claro por uno o por otro de los dos canónigos contendientes30
Aunque existieron incompatibilidades educacionales, etarias y políticas,
también concurrieron a la universidad los vínculos familiares y personales,
sumamente tradicionales, distante de ensimismamientos teóricos entre letrados, mostrándose, además, la continuidad de las relaciones interpersonales
que fomentan y fundan lealtades, como lo manifiesta la cita anterior.
La constitución de la universidad (que era igual a la que regía a las universidades en Perú) tenía reglamentada cómo se debía proceder en las elecciones de los rectores. No obstante, esa acta jurídica no representó la realidad
del 26 de febrero, incluso es más, simbolizó una inversión de valores, pues lo
que trató de impregnar con sus letras no es armónico con lo sucedido:
Primeramente se ordena y manda que la víspera de San Felipe, patrón de esta
real universidad, que es a primero de mayo, se junten el rector, doctores y
29
30
En la universidad se produce un giro educacional importante al integrar al currículo nuevas
metodologías y teorías científica-filosóficas de estudio: “El aristotelismo y escolasticismo, hasta entonces hegemónicos, ceden su lugar a un cierto eclecticismo filosófico; y se comienza a
difundir la física moderna y la nueva cosmografía. Por último, se desdibuja la tradicional
formación humanista integral la que es sustituida por una concepción de tipo enciclopédico
cuyo objetivo de conocimiento es fundamentalmente el mundo natural”, en Alfredo JocelynHolt, La independencia de Chile..., 107.
Miguel Luis Amunátegui, “La Universidad..., 82.
421
RAFAEL GAUNE CORRADI
maestros en la capilla de las escuelas, por la tarde, y jurando todos de elegir
bien y rectamente, sin excepción de personas, amor, temor, odio, ni otro interés, dadiva ni promesa, rector y oficiales y que cada uno aceptara el oficio en
que fuere elegido, como de voto conforme a esos estatutos, se hará inmediatamente la elección de rector en el que se contiene en este libro, la cual dicha
elección se hará por votos secretos, dando a cada doctor y maestro los nombres
de los que hayan de entrar en votos para ella, conforme a lo que se contiene en
estas constituciones31
Muy lejos de la verdad se encuentra el “Título primero de la elección de
rector y oficiales”, demostrando que las actas jurídicas no se adecuan la mayoría de las veces a la realidad.
Lo acaecido el día de la votación es digno de cualquier fraude electoral
moderno. Es más, ninguno de los dos bandos se quedó sin la posibilidad de
cooptar algunos votos o personas que públicamente hicieron su elección, a la
hora de escribir el nombre en el voto secreto cambiaban de parecer. En ese
sentido es revelador lo sucedido con José Ureta y Baltazar del Caso. Ambos,
cabezas de las postulaciones, con prácticas que no podemos declarar precisamente como morales, sino con un afán poco disimulado de poder o, simplemente, por la voluntad de llevar a su candidato a la cúspide institucional,
realizaron hechos que no se condicen con el plano ideal de los aspectos
legales de la universidad.
Ureta trajo desde Quillota a Juan Vargas, doctor que se encontraba en
estado paralítico para que votase por Ríos. A esto se adhiere que Vargas había
dejado de tener participación directa en los asuntos universitarios, aislándolo
totalmente de la realidad institucional. Esto, finalmente, iba a ser uno de los
puntos de reclamos de la facción de Tapia, que también cometieron este tipo
de acciones. Baltazar del Caso, provincial de los agustinos, a la hora de la
elección llamó a cinco religiosos de su orden para que fuesen a su despacho,
supuestamente en un claro intento para que estos no votasen por Ríos, pues
habían manifestado esa intención32.
La actuación punzante de las dos partes continúa hasta que se contabilizaron los votos: treinta y tres para Ríos y treinta y dos para Tapia, produciéndose
la exacerbación del conflicto. Los seguidores de Tapia encontraron en el con31
32
“Título primero de la elección de rector y oficiales”. Constitución primera que trata cuándo,
dónde y cómo se ha de hacer la elección de rector, en José Toribio Medina, Historia de la
Real..., tomo II documentos, 281.
José Toribio Medina, Historia de la Real…, tomo I escritos, 111-113; Miguel Luis Amunátegui,
“La Universidad..., 83-84.
422
HISTORIAS DE FISURAS Y CONFLICTOS ETARIOS EN LA ELITE
cepto “vicio” su mayor refugio, ya que así rotulaban lo sucedido en el salón
del claustro: los votos viciados no permitieron que su candidato llegase a la
silla del rector. Así explicó la Real Audiencia lo sucedido:
Habiéndose celebrado la elección de Rector de la Real Universidad de San
Felipe de esta Ciudad de Santiago, el día 26 de Enero de este presente año,
sacó el Doctor Gregorio de Tapia, canónigo maestre escuela de esta Santa Iglesia, 33 votos, y el Doctor don Juan Terán, asimismo canónigo de ella 32 votos,
quien le opuso al Doctor Gregorio que uno de los suyos estaba señalado o mal
cortado en la mema que le correspondía a su nombre y apellido, de que resultó
la diferencia entre los vocales de una y otra parte; que, sin embargo de haberle
dado la posesión de el asiento rectoral al Doctor Tapia, intentaron los otros
vocales expelerle de la silla y colocar en ella al Doctor Terán, con voces y
diferencia entre unos y otros (...)33
Convencidos de la falsedad de los resultados y del mal actuar de la parcialidad de Gregorio de Tapia, Ríos Terán reclamó a tal punto que se tomó,
literalmente, por la fuerza la silla rectoral. El empate de la elección es lo que
proponían los partidarios de este último, y esto no lo aceptó el rector Ureta
que hizo entrar al cuerpo de Dragones en la sala, produciéndose lo que Amunátegui, fiel a su talante, indica como el momento en el cual un hombre
desesperado advirtió la posibilidad de lo que tanto anhelaba, se diluía según
él, por arbitrariedades y errores: “Salgan inmediatamente; yo soi el rector; yo soi
el que mando aquí (...) Los soldados atemorizados al verse rechazar por tantas
personas a quienes estaban acostumbrados a respetar, entre algunas de sotana, se apresuraron a salir”34.
Otro factor se suma a esta desavenencia dentro de la elite. Tapia desconcertado apela que su triunfo es legítimo dando su parecer al procurador de la
universidad y a los miembros de la Real Audiencia. Y es aquí cuando se produce otra discordia, los partidarios de Ríos alegan nuevamente que eso era un
vicio, ya que los oidores de la Audiencia Juan Verdugo y Domingo Martínez,
33
34
“La Real Audiencia informa a Vuestra Majestad lo acaecido en la elección de Rector de esta
Real Universidad de San Felipe el día 26 de Enero de este presente año, y reverentemente
suplica se sirva de declarar, lo primero, si dicha Real Audiencia puede conocer por apelación
de las causas de Universidad reducidas a justicia entre partes; lo segundo, si los Ministros de
dicha Real Audiencia que sufragaron como Doctores en la elección de Rector, pueden conocer como Oidores de las nulidades y vicios de la elección” (5 de septiembre de 1768), en José
Toribio Medina, Historia de la Real..., tomo II documentos, 114.
Miguel Luis Amunátegui, “La Universidad..., (El destacado es nuestro).
423
RAFAEL GAUNE CORRADI
claramente a favor de Tapia y Zegarra, habían tenido participación directa en
la elección.
Así pues, Ríos incluye a otro actor a la disputa para que llevase a buen
puerto la situación: el gobernador Antonio Guill y Gonzaga que no había
estado presente en la elección por problemas de salud. La imagen mediadora
de la cabeza política de Chile, hace que este nombre un nuevo veedor, al
oidor Juan de Balmaceda, y que el claustro se reuniese nuevamente el 4 de
marzo para elegir definitivamente al rector:
En tales circunstancias y en las de que mi prudente disimulación tocaba ya en
perjuicio, aumentándose los odios, las discordias y los escándalos, sin recato a
la manifestación de los mas ocultos defectos, y aun suponiéndolos, y recelando
alguna inquietud en la República, que con tanto desvelo procuro mantener en
tranquilidad y sosiego, proveí auto, consultado con los mas prudentes y desinteresados, para que juntándose de nuevo todo el claustro de la universidad, se
sortease la elección discordante, y que, sin admitir recurso alguno, quedase de
rector aquel en quien cayese la suerte favorable35
Los odios, discordias y escándalos vividos por la elite santiaguina se saldarían con la suerte, pues como lo pactó la constitución de la universidad, los
empates se debían solucionar por un sorteo de votos: “(...) se ordena y manda
que, en tal caso, entre en suerte, y lo que por suerte saliere, sea elegido”36.
Un vaso con doce votos, diez en blanco y dos con los nombres respectivos
sellaría el destino de los aspirantes. Esta vez no habría conflicto institucional y
la suerte favoreció a la generación del predominio cesáreo: Gregorio de Tapia
que asumiría su rectorado el 5 de marzo; sin embargo, la discrepancia sube de
nivel, instalándose en el plano político. Así, lo que empezó por una disputa
por un cargo institucional, donde se enfrentaban aparte de los grupos auspiciantes, dos edades distintas, dos generaciones con disímiles formas de interpretar la vida universitaria, terminó con una querella discursiva por parte de
los miembros de la elite. En ese sentido si alguna vez fue el gobernador la
imagen mediadora, ahora se traspasan las fronteras en la búsqueda de la
mediación real que no llegaría hasta el año 1769. Mientras tanto entre marzo
y septiembre de 1768 las pendencias entre la elite proseguían.
35
36
“El Presidente de Chile informa con autos lo ocurrido en la elección de rector en la Real
Audiencia” (28 de junio de 1768), en José Toribio Medina, Historia de la Real..., tomo II
documentos, 109.
“Título primero de la elección de rector y oficiales”. Constitución séptima de la forma y modo
como se han de votar para rector, en Ibíd., 283.
424
HISTORIAS DE FISURAS Y CONFLICTOS ETARIOS EN LA ELITE
Querellas discursivas en la elite: de lo generacional a lo político
Una vez resuelto el puzzle comienza otra divergencia. El gobernador de Chile niega a la Audiencia ver las actas resolutivas de la elección, negando una
jurisdicción adquirida de la Real Audiencia y, más aún, teniendo un antecedente como el desconocimiento de la apelación de Tapia a la Audiencia por la
participación en la votación de dos oidores, esta institución se vio claramente
afectada por su nula participación y el claro desconocimiento de su potestad.
La carta del 28 de junio de 1768 del gobernador y la respuesta de la Audiencia el 5 de septiembre del mismo año dirigidas a Madrid, son letras generadores de verdades y alocuciones en pugna, enmarcadas intrínsecamente en
discursos de autoridades que simbolizan nociones de poder, ideales, proyectos
y cambios, como nos hace ver en sus estudios Teun Van Dijk37. La palabra
escrita de estos dos actores promueve una tensión epistolar, sustentada por
discursos judiciales que versan sobre control, sometimiento y orden.
La querella comienza con la explicación de Guill y Gonzaga, sobre por qué
pasó a llevar la autoridad de la Audiencia:
Mas, como el espíritu de parcialidad no se tranquilizase con la posición, ocurrieron de nuevo en la audiencia los protegidos de los citados oidores y se
sustanciaron en ella sus respectivos pedimientos; en cuyo estado, por carta que
escribí al tribunal, en cuatro de mayo último, ordene que habiendo disimulado
las repetidas instancias que se habían hecho en él por la partes, con reflexión a
que no quedasen indefensas, ya que tenían alegados sus derechos, encargaba
estrechamente que poniéndose perpetuo silencio en la materia, se pasasen los
autos originales a mi secretario, dejando testimonio, si lo hubiese por conveniente el tribunal, y dándose a los interesados que lo pidiesen, como lo tenia
acordado en mi primera38
El “perpetuo silencio de la materia” era lo que iba a salvaguardar la estabilidad de la ciudad. Y esto lo seguía justificando el gobernador, de forma un
tanto épica, por la discontinuidad de la paz:
Llegó la contestación a términos tan escandalosos, que el rector absuelto mandó a comparecer en la sala capitular algunos de los dragones, que destine para
contener todo desorden; pero sin embargo, creció el empeño y se redujo a
37
38
Teun Van Dijk, Ideología. Un enfoque multidisciplinario, Barcelona, Gedisa, 1999, 245.
“El Presidente de Chile..., en José Toribio Medina, Historia de la Real..., tomo II documentos,
109.
425
RAFAEL GAUNE CORRADI
parcialidades toda la ciudad. Los más respetables Cuerpos se interesaron en el
vencimiento. El cabildo eclesiástico, las comunidades religiosas, las familias más
ilustres no contuvieron su indiferencia sin declararse a uno de los dos partidos.
El vulgo, que con facilidad se arrebataba en estos sucesos, también se desordenaba, aumentándome los cuidados. A vista de todo, preparaba los medios al sosiego
de la república y conceptuaba que la razón y la justicia calmaban los efectos y atribuirían al que tuviese sus derechos39
Una situación privada como la elección de un rector, se instaló en un plano
público, que dividió no solo a la elite, sino al “vulgo” según el gobernador. Si se
analiza críticamente la fuente, la utilización de la palabra “vulgo” no es más que
un concepto probatorio del desorden que se produjo y ayudó, aún más, a la
cabeza política de Chile para justificar su actuar. La plebe se metaforizó con el
desgobierno; aunque es improbable la participación del bajo pueblo, de igual
forma aparece en el discurso como un chivo expiatorio en el que se dejó caer la
“razón y la justicia”. La utilización de dicha palabra sirvió para ejemplificar el
escándalo; no obstante, en un paralelismo discursivo tanto la elite como el
vulgo emergen en un mismo nivel: son objetos del “sosiego de la república” que
a principios del año 1768 estaba en peligro según la visión de Antonio Guill:
letras cargadas de exageración que buscaron una justificación ante el Rey.
Por su parte los integrantes de la Audiencia consideraron esto como “el
exceso de jurisdicción de Vuestro Presidente y despojo que hizo de ella a esta
Real Audiencia con más escándalo del público”40.
Como contrapunto, ni la perturbación de la paz, justificaba al gobernador
al desconocer las atribuciones de la Audiencia de Santiago. Para estos, eso era
más grave que el mismo escándalo producido por la elite. Y es aquí donde se
contraponen dos visiones de orden: por un lado el orden social que tanto
desvelaba al gobernador y, por otro, el orden judicial-institucional que esperaba la Real Audiencia que se cumpliese. Descargos de unos oidores heridos se
podrían titular las letras que componen la carta al Rey Carlos III:
En el decreto de 4 de febrero, en que mandó hacer el sorteo se pone por
fundamento la perturbación de la paz, división de las familias y escándalos que
se podían ocasionar; pero nada de eso puede contribuirle jurisdicción para
rehuir el conocimiento de la causa, después de otorgadas las apelaciones, pues
aunque la tarde de las elecciones hubiese habido algunas diferencias y discordias entre los vocales, pero estas no trascenderían al público y cuando así
39
40
Ibíd., 108-109 (El destacado es nuestro).
“La Real Audiencia informa..., en Ibíd., 117.
426
HISTORIAS DE FISURAS Y CONFLICTOS ETARIOS EN LA ELITE
subcediese, buen cuidado tendría esta Real Audiencia de consultar a vuestro
Presidente los medios de atajarlas, y si fuese tan inminente el peligro, debió
vuestro Presidente consultar al Real Acuerdo, como que estaba impuesto en la
justicia de la causa, para no dar a ciegas una determinación que perjudicase a
la justicia de las partes41
La diferencia con la carta del gobernador, es que esta es una descripciónjustificación de lo acontecido, en cambio la de los oidores es una acusación
que demanda el pronunciamiento del Rey frente al exceso de Guill. Así pues,
en vista a la tradición jurídica que se basa en “sólidos fundamentos, leyes
reales y ordenanzas, parece que sin duda que esta Real Audiencia tiene fundada su jurisdicción”42. El pasado, como elemento fundacional, es lo que permitía a la institución en cuestión realizar una petición que tendría que restablecer la “diversidad de los actos de juzgar y votar”43.
Lo pretérito para la Audiencia era considerado una “propiedad absoluta”44
que no podía ser trastrocado; el pasado institucional que se consolidaba en una
vasta tradición jurídica, fue arrebatado por un personaje que no respetó lo
“absoluto” de la usanza de esa institución. Sin embargo, esa “propiedad absoluta” que tanto citaban los oidores como una forma de salvaguardar su jurisdicción, se ve opacada por el rescindido relato que hacen de las irregularidades de
la votación, y que sin duda, se vieron envueltos al igual que el gobernador en
ese acontecimiento. Es este quien resulta culpabilizado en contraposición al
blanqueamiento histórico que tratan de hacer los integrantes del tribunal:
No parece creíble, señor, que vuestro Presidente estuviese tan gravemente enfermo para no entender en el Despacho de Gobierno y cometerlo a vuestro
Oidor Decano, que ni aún pudo oír verbalmente a los pretendientes, y que solo
estuviese bueno para dar la providencia del sorteo, y que no queriendo conocer
la causa, la remitiese a Vuestro Oidor Decano, y solo para esta determinación
advocase su conocimiento, estando ya radicada la causa en la Real Audiencia45.
41
42
43
44
45
Ibíd., 117.
Ibíd., 119
Ibíd., 120.
Esta terminología la tomamos de Paul Ricoeur: “En sentido ontológico, se entiende por
acontecimiento histórico lo que realmente se ha producido en el pasado. Esta misma aserción
tiene varios aspectos. En primer lugar, se admite que la propiedad de haber sucedido ya
difiere radicalmente de la de no haber sucedido todavía; en este sentido, la actualidad pasada
de lo que sucedió se considera una propiedad absoluta (del pasado)”, en Tiempo y narración I.
Configuración del tiempo en el relato histórico, México, Siglo Veintiuno Editores, 1995, 171.
“La Real Audiencia informa..., en José Toribio Medina, Historia de la Real..., 117.
427
RAFAEL GAUNE CORRADI
En oposición, el gobernador relató la restauración del orden social y cómo
se restableció el bien común en Chile gracias a su actuar: “pareció aquietada
la ciudad con reconocimiento a la indiferencia y acierto”46. No así la Audiencia que hace explícita una petición:
Suplicando humildemente a V.M. se digne de declarar si los Oidores que como
graduados votan en las Universidades, quedan impedidos para conocer como
oidores en las causas de nulidad de las mismas elecciones, para que en lo
futuro no se ofrezca el más leve embarazo que pueda empeñar el honor de
vuestros Ministros que procurar cumplir su obligación47
La preocupación de los oidores por el azaroso futuro, sumado a la afrenta a
su honor como funcionarios del Estado español, es lo que esperaban como
sentencia del Rey. Y esta llegó definitivamente el 26 de mayo de 1769 como
Real Cédula que dictaba sentencia y que, además, instauraba jurisprudencia
sobre posibles repeticiones de lo sucedido en la universidad. El “más leve
embarazo” que inquiría la Audiencia se compusiera, no encontró asidero en
las palabras del Rey. Es más, este apoyó lo practicado por el gobernador,
ordenando que los oidores egresados de la casa de estudios no concurrieran a
las próximas elecciones de rector, concediéndoles, eso sí, que su asistencia
estaba asegurada en otros actos universitarios48. Golpe acertado tanto por el
gobernador como por el Rey para los miembros de la Audiencia y sus aspiraciones de injerencia dentro del centro educacional.
Finalmente, lo sucedido en 1768 tiene tres niveles de análisis. Primero lo
generacional, segundo la realidad institucional y finalmente el ascenso a un
plano político de dos actores tradicionales del Chile colonial: luchas simbólicas por la obtención de las cuotas de poder.
II. DE
VUESTRA TINTA EL VALOR
Diásporas en la palabra escrita: bifurcando las coyunturas
Lo sucedido en 1768 en la Universidad de San Felipe fue un conflicto que
se desarrolló en un espacio físico que albergó distintas posturas con respecto
46
47
48
“El Presidente de Chile..., en Ibíd., 109.
“La Real Audiencia informa..., en Ibíd., 122.
“Real Cédula de 26 de mayo de 1769 sobre la disputa en la elección del rector de la Real
Universidad de San Felipe”, en AN. Fondo Morla Vicuña (en adelante MV.), vol. 38, pieza 47.
428
HISTORIAS DE FISURAS Y CONFLICTOS ETARIOS EN LA ELITE
al rumbo universitario que se debía emprender. Un espacio, que podemos
decir, hospedó presencialmente un apremio que trascendió a la elite santiaguina y las alocuciones que se generaron.
Ahora bien, las huellas que expondremos en esta segunda parte del texto,
no se hospedaron en un lugar concreto, sino en la búsqueda de “discursos
verdaderos” a través de la palabra escrita. En los distintos puntos de fuga a la
hora de abordar, comprender o analizar una coyuntura histórica. Palabras en
conflicto que envuelven los acontecimientos que describen, moldeando de
acuerdo a su propia subjetividad procesos y hechos históricos49.
Así, como en la universidad, fue el recinto universitario el que acogió y
fundamentó el trance, la tinta de las plumas de los autores sustentaron las
bifurcaciones que evocaremos: de vuestra tinta el valor. El valor de dar a conocer
sus ideas por medio de la palabra escrita50; el valor de enfrentar coyunturas
históricas; el valor de apasionarse por sucesos que rodearon su cotidianeidad.
He aquí cuatro diásporas en la palabra escrita.
El 10 de abril de 1780, Juan Francisco Rodríguez escribió una carta en
contra de un libro escrito en francés51. Era un texto que venía a romper con
la cosmovisión de Rodríguez, esencialmente, frente a las posturas monárquicas y la figura del Rey52. Más aún, el texto como estaba escrito en francés, creó
una mayor incomprensión.
Justamente, criticarlo, era una forma de hacer patente la diatriba frente a la
Ilustración, pero no la que venía de la Península y con representantes como
Feijóo, Campomanes, Floridablanca o la Ilustración católica, sino la que exacerbaba los paradigmas franceses o teorías antimonárquicas.
Rodríguez se había formado en un sistema colonial hermético, con fronteras culturales infranqueables frente a ideas que rompían con su estructura.
49
50
51
52
Roger Chartier, Inscribir y borrar. Cultura escrita y literatura (siglos XI-XVIII), Madrid, Editorial
Katz, 2006.
Isabel Cruz, “La cultura escrita en Chile, 1650-1820: libros y bibliotecas”, en Historia, Instituto
de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, Nº 24, 1989.
Aunque no tenemos la edad exacta de Rodríguez, la forma de escribir en que todo lo “pasado
fue mejor” y el presente como una forma que rompe el esplendor de lo pretérito, deja
patente el tramo etario de Rodríguez, pues comparte esa característica con otros viejos que
escriben sobre algún tema. Mas, en 1806 ya era considerado un hombre que “se hallaba en la
debilidad consiguiente a sus muchos años”, José Toribio Medina, Diccionario biográfico..., 753.
Por lo tanto en 1780, perfectamente, puede haberse encontrado en el tramo etario entre los
cuarenta y cincuenta años.
Para el tratamiento de ese tema recomendamos el libro de Néstor Meza, La conciencia política
chilena durante la Monarquía, Santiago, Universidad de Chile, 1958.
429
RAFAEL GAUNE CORRADI
Además, en el año que escribió, el mundo empezó a conocer el ideario básico
que fundamentó en 1789 el proceso revolucionario francés53. Por ese motivo,
se refirió de forma tan dura a la obra, pues venía a derrumbar su modelo de
vida y mundo. Mas, las líneas francesas venían a ser una forma de desgajar sus
convicciones:
Ha parecido un libro en octavo en idioma franses, cintitulado Apocalipse de
chio Roy hi Roy chef des Iroquin sauvages de Nord de Amerique: el qual esta
lleno de Doctrinas cedicciosas escandalosas, pertuvadoras del estado, enormemente injuriosas a todas las Potencias de Europa, y de propocisiones blasfemas,
temerarias, sacrilegas y heréticas, en una palabra, es subversivo de toda autoridad legitima (...)54
Para Rodríguez el contenido del texto tenía un solo apelativo: subversivas.
Era un discurso sacrílego que venía a fragmentar sus concepciones políticas y
religiosas, ya que consideraba esas ideas altamente heréticas y blasfemas. No
las aceptaba pues venían a contaminar su cosmovisión de mundo.
El mismo año que escribió Rodríguez, 1780, el virrey del Río de la Plata
Juan José de Vértiz el 22 de enero y con sesenta y un años de edad55, requisa
el libro de Robertson Historia del Descubrimiento de América56. Aunque ese virrey
es considerado por la historiografía como uno de los más ilustrados y reformistas dentro de los territorios de la Corona española, de igual forma su
reformismo tenía un límite. Cuando existían intereses ideológicos contrarios
a sus postulados, se debía actuar cerrando las fronteras culturales y cualquier
tipo de mediación.
Por el contrario, un joven Luis Campino en 1801 al inaugurar los exámenes
de la academia de San Luis que dirigió Manuel de Salas, ofreció un buen
testimonio del ideario ilustrado al cual adhirió. Aunque alabó a los “augustos
53
54
55
56
“Cabe entender por ideas políticas de la Revolución francesa no solo las surgidas al debate
publico después de 1789, sino también las ideas políticas de Las Luces que estaban ´socializadas` en Francia a partir de 1770, aproximadamente, y que constituirían el ideario básico que
se implementaría institucionalmente después de 1789”, Cristián Gazmuri, “Libros e ideas
políticas francesas en la gestación de la independencia de Chile”, en Ricardo Krebs y Cristián
Gazmuri (editores), La Revolución francesa y Chile, Santiago, Editorial Universitaria, 1990, 153.
“Bando ref. aparición de un libro sedicioso escrito en francés”, en AN. AFV., vol. 913, fj. 132.
J. Torre Revello, Juan José de Vértiz y Salcedo, Gobernador y Virrey de Buenos Aires. Ensayo basado en
documentos inéditos del Archivo General de Indias, Buenos Aires, Ediciones de la Facultad de
Filosofía y Letras, 1932.
“Documentos sobre la requisición del libro Historia del Descubrimiento de América de Guillermo Robertson, Buenos Aires”, en AN. Anexo Fondo Varios, vol. 958, fjs. 110-111.
430
HISTORIAS DE FISURAS Y CONFLICTOS ETARIOS EN LA ELITE
Borbones” queda explícito en su discurso su anhelo de un mayor espíritu
reformista, principalmente en el campo de la educación:
Señores. El siglo de las luces fue para la península el de las verdades útiles, el
que le sigue lo será para sus antípodas. En todo el espacio anterior, combatieron con las densas tinieblas que las cercaban, y han necesitado una centuria
para correr la inmensa órbita que dilata nuestra situación. Los augustos Borbones las domiciliaron en la monarquía, y hoy las propagan hasta los confines del
vasto imperio que para su felicidad les confió la providencia (...) Las ciencias y
las artes, sujetas a las vicisitudes, siguen la suerte de las cosas humanas, y peregrinan sobre el globo, huyendo de los que no las conocen (...) Vuestro Rey os
incita; la patria necesita de vuestra fatiga, vuestra fortuna está unida sus progresos, menores recursos, con iguales principios, hicieron la felicidad de otros
países, con que todo asegura la nuestra, si tenemos aplicación y constancia57
Si Rodríguez y Vértiz censuraban y criticaban libros contrarios a sus principios, Campino amparaba que las ideas y la cultura peregrinaran “sobre el
globo”, pero también refiriéndose a que estas debían huir “de los que no las
conocen”. Para un joven como Campino, las actitudes descritas anteriormente
solo atentaban contra el progreso en los “confines del vasto imperio”.
Así como hay disputas en el plano de las ideas, donde la edad se convierte
en un catalejo para mirar la realidad, también hay conflictos en el plano
administrativo-burocrático de la política. Es así como los diputados de comercio de Santiago, en su mayoría bajo la edad de cuarenta años, criticaron las
actuaciones del viejo contador del Tribunal de cuentas, Tomás de Echeverz,
en el período del gobernador Jáuregui.
Con un “carácter terco, duro y caprichoso”58, los diputados retrataron en
una carta al Rey al contador. Aunque el escrito, fechado en 1779, no era sobre
la personalidad de Echeverz, sino por omisiones graves que afectaron el correcto funcionamiento del Tribunal de cuentas y que, esencialmente, eran
productos de sus innumerables achaques producto de la vejez. Más aún, todo
lo anterior se confirma cuando en 1787 el contador pidió licencia por sus
“achaques”59 retirándose a Valparaíso ese año y falleciendo en 1787.
57
58
59
Luis Campino citado por Néstor Meza, La conciencia política..., 308-318.
“Los diputados de comercio y vecindario de la ciudad de Santiago de Chile, informa a S.M.
sobre cierta omisión del contador don Juan Tomás de Echeverz, en el desempeño de su
cargo”, en Biblioteca Nacional, Biblioteca Medina, Manuscritos (en adelante BN. BM., Mss.),
vol. 198, pieza 4845, fj. 324.
José Toribio Medina, Diccionario biográfico..., 247.
431
RAFAEL GAUNE CORRADI
De la misma forma, en Santiago el 7 de septiembre de 1782, el gobernador
Ambrosio Benavides trazó una carta sobre la muerte del gobernador de Valparaíso y haberse nombrado a otra persona como gobernador interino. Si bien
el escrito era para informar sobre lo sucedido en Valparaíso, este toma otra
fisonomía y pasó a convertirse en un discurso sobre los conflictos para el
bienestar de Chile si se mantenían en la burocracia a personas que experimentaban los achaques característicos de la vejez. Nos permitimos exponer en
su totalidad la carta, pues así se aprecia el giro de objetivo que tiene esta:
Señor.
Adoleciendo de habituales enfermedades el coronel de ejército Don Juan [...]
de la nueva [...] gobernado por su [...] del puerto y plaza de Valparaíso e
incapacitado de presentar cabal desempeño en las alteraciones de su cuerpo,
solicito licencia para ser venir a medicinarse en esta capital con los remedios de
botica y médicos de que [...]; y en el concepto de la justicia de mi petición, y de
ser cierto lo que me exponía, tuve a bien en declarar la correspondiente, [...]
al miso tiempo la ejecución de encomendar [...] a que lo [...] a Don José
Salvador Capitán del Batallón de Infanteria de la frontera sujeto de buen juicio, prudencia, rectitud e instruccion militar, [...] que acababa de vivir por
espacio de siete años, del en el [...] desembarcó en el puerto queriendo de
servir orden para que enmendase una partida el cuerpo [..] con motivo de la
guerra por refuerzo de guarnición, y para que en caso de [...] de las faltas del
servicio que inducía el estado [...] del Gobernador.
Pero en efecto ante su reparación sin otro logro que el de un inmediato fallecimiento benificiendo en esta ciudad a 23 de julio [...] sin cuyo cura, y en lo
prueben del buen acierto [...] en el intermedio el citado Don José, le mande
[...] titulo en forma nombrandole por ser interinidad de este empleo en arreglo a la luz; y en su cumplimiento lo [...] a V.E. para los fines del Real acuerdo
en los previsión de esta vacante.
Pero en esta oportunidad no debo omitir hacer presente a V.E. en descargo de
mi obligación, que este gobierno conviene ser ocupado por persona de la mejor reputación en desinteres, celo, inteligencia, cristiandad, buenos modales, y
de las circunstancias que le hacen grato al pueblo en la mejor distribución de
infanteria, sin que entre esto; y la debida equidad que es pura nuestro remedio
Monarca para un [...] los empeños de gastos que ocasionan estos paises, o el
mismo deseo de atesorar caudales aunque solo se endorcen a ellos [...] al paso
que no es de menos movimiento el objeto del servicio de Dios y del Rey que
deben sin ocultar estos empelados puestos de igual naturaleza falto de caudales
reales, y de suficientes empleos para ocurrir en la defensa en caso de invasión,
para proporcionar el posible resguardo de su mas cintas abiertas y para el
gobierno, y en el ejecutamiento civil de las poblaciones cuyas importancias se
432
HISTORIAS DE FISURAS Y CONFLICTOS ETARIOS EN LA ELITE
logra en parte sin los [...] que ofrece la pericia, subordinación, [...], y conocimiento territorial que en antes [...] tenga adquirido estos subalternos.
Estoy persuadido a pruebe estas ventajas el [...] Don José Salvador en un servicio de su ofrecimiento, antiguedad, y buenos servicios en España, y este dominio, se que la relacion que hace en el memorial que ha presentado en voluntad
de que los acredite con V.E. para que [...] el mismo apoyo al Rey Nuestro
Señor, se digne remunenarlo en las propiedad del Gobierno60
Aunque no podemos inferir que existió una campaña de persecución en
contra de los ancianos, sí podemos establecer que para Ambrosio de Benavides, mantener a los viejos en los cargos del sistema colonial le producía un
profundo conflicto, pues la vejez estorbaba con el funcionamiento de la Capitanía General. Esta debía ser efectiva, rápida, sin burocracia, en cambio los
viejos simbolizaban todo lo contrario, interfiriendo con los planes de mayor
agilidad que proponía para Chile.
En efecto, el gobernador reafirmó su postura de efectividad y reformismo,
el 8 de julio de 1784 cuando escribió otra carta, pero esta vez solicitando
explícitamente jubilar a Carlos Vigil, superintendente de la Casa de Moneda61. Esto, Benavides lo justificó de la siguiente forma:
Satisfago con ella mi responsabilidad, celo, y devido honor en el real servicio
(…) y conbeniente, permitiendome la confianza que me conduce para estos
informes, creyendo no deber ocultarles a mi superior noticia y mi autoridad
toda empleada a beneficio dela Causa publica dela Monarquia62
Su responsabilidad, celo y honor en el servicio, en busca de la causa pública
de la Monarquía tuvo efectos para Benavides63, ya que el 2 de abril de 1785
escribió su última carta, manifestando que ya habían jubilado a Vigil.
60
61
62
63
Carta de Ambrosio de Benavides al ministro de indias, de 7 de septiembre de 1782”, en AN.
MV., vol. 6, pieza 72, fjs. 204-205.
“Carta de Ambrosio de Benavides a ministro de indias, de 8 de julio de 1785” (Perjuicios de
mantener a Carlos Vigil como superintendente de la Real Casa de Moneda; propone que se le
pensiones), en AN. MV., vol. 7, pieza 35, fjs. 108-110.
Ibíd., fj. 109v.
Ejemplos de ese celo por la causa pública queda demostrada en las reformas que ejecutó:
“procuro con repetidas medidas arreglar las milicias del reino, las remontas y cuarteles;
eximio a los corregidores de entender en la venta de bula cruzada; dispuso que los vagos se
destinasen para reclutas de la armada y para trabajar en la obra del canal de Maipo; dictó un
reglamento para el mejor orden y curso de las representaciones que por las autoridades se
enviasen a la Presidencia; agravó las penas contra los desertores; limito el nombramiento de
433
RAFAEL GAUNE CORRADI
Había conseguido el objetivo de pensionar al viejo funcionario64; sin embargo, Benavides dos años después de ratificar la pensión del superintendente, su salud empeoró a tal punto que no podía hacerse cargo de las responsabilidades de su puesto. Dicha situación lo hace testar en febrero y en marzo
tuvo que jubilar dejando a un gobernador interino. Finalmente su salud estaba tan precaria que muere el 27 de abril de 1787 a los sesenta y nueve años de
edad. Lo que producía conflicto para el buen gobierno, según Benavides, lo
terminó experimentando él mismo.
Otra situación de conflicto, sucedió por las políticas fundacionales de ciudades llevadas a cabo por el ideario borbónico y ejecutadas por los gobernadores. Los apremios tenían como punto de convergencia, las acciones de los
gobernadores frente a la reforma en cuestión.
En primer lugar, encontramos la crítica que efectúan los vecinos de Santiago el 20 de agosto de 1755, a Domingo Ortiz de Rosas y su frustrada, según
ellos, política de fundación de villas:
Nosotros Señor con humilde resignación sacrificamos al servicio de Vuestra
Majestad y pública utilidad nuestros bienes; pero en las presentes circunstancias ocurrimos a la Real piedad, porque desde luego somos arruinados quitándosenos las haciendas y haciéndolas comunes, pero las Villas no se hacen ni pueden
hacerse con tales poblaciones y su auxilio o fomento superior con rendida
suplica pedimos a Vuestra Majestad haga reconocer las Villas erigidas por el
Teniente General Don Domingo Ortiz de Rosas, y en ninguna se hallará ningún
adelantamiento a su delineación65
Los vecinos prosiguen su diatriba frente al despojo de sus tierras:
Pierdanse igualmente las haciendas vecinas por que la misma servidumbre del
camino les facilita el hurto, no pudiéndose negar el paso estando la que se
supone Villa en el centro por todas partes sentimos las consecuencias de tan
64
65
los numerosos tenientes de justicia que embarazaban la jurisdicción de los corregidores; se
ocupó en reparar los tajamares que se había llevado el río, de la fábrica de la Casa de
Moneda, etc”, en José Toribio Medina, Diccionario biográfico..., 127.
“Carta de Ambrosio de Benavides a ministro de indias, de 2 de abril de 1785” (Haberse
jubilado a Carlos Vigil y se nombra a superintendente a Bernardino de Altolaguirre), en AN.
MV., vol. 7, pieza 38, fjs. 111-113.
“Carta de la Ciudad de Santiago del Reyno de Chile informan Vuestra Majestad no haber las
villas que se supone haber referido el Conde Poblaciones, y los perjuicios que les han seguido
con el motivo de delinearlas, 20 de agosto en 1755”, en BN. BM. Mss., vol. 188, fj. 139 (el
destacado es nuestro).
434
HISTORIAS DE FISURAS Y CONFLICTOS ETARIOS EN LA ELITE
repetidas poblaciones; carecen todas las haciendas de sirvientes y asi todos nos
reduciremos a la misma miseria, por que los que antes se sujetaban a algun
trabajo en las haciendas, se han hecho pobladores queriendo vivir mejor en las
tierras propias que en las agenas y los pocos que subsisten en el ministerios de las
haciendas es siempre con el amago de que puedan hacer suya la hacienda con
ofrecerse a poblarla arrima su pensamiento (...) De suerte que con tales pobladores es imposible formar villas, y solo es segura la perdida del dueño de la hacienda, vecino principal de Santiago a quien se le despoja de su patrimonio66
El escrito anterior la firmaron los vecinos de Santiago que en su mayoría
superaban la barrera de los cuarenta y cinco años o eran hijos de importantes
vecinos que poseían haciendas. Aunque el lenguaje de la carta es de corte
pragmático, pues se refiere primordialmente a la situación económica, esas
letras esconden un profundo sentimiento identitario. Los firmantes contemplaban a las haciendas como la verdadera identidad de Chile y no las nuevas
villas que para ellos no significaban nada, solo ruina económica y moral. Esa
política reformista venía a romper con el imaginario y la cosmovisión que
representó el mundo rural en Chile colonial.
Referido al mismo proceso histórico, pero visto desde un ángulo literario,
encontramos un Romance anónimo escrito por un joven de diecinueve años
de edad. Este alabó con una alocución apologética el actuar del Gobernador
Manso de Velasco con respecto a las fundaciones de ciudades. Este Romance
aparece en el texto de José Fernández Campino67, juez oficial real que hace
alusión a los objetivos y cómo debía ser el establecimiento de los nuevos
asentamientos:
De vuestra tinta el valor, de vuestros rasgos lo vivo, que puede igualar a las mitras,
de Ambrosio, augustino, obispos.
Por ti de tiranas sombras, el Chile puerto en olvido, saldrá a la luz como
Phoenix, con buen olor de sí mismo.
66
67
Ibíd., fjs. 140-141.
“La relación de Campino es quizá uno de los primeros ejemplos intelectuales del nuevo
espíritu que vivía el país, cuya fisonomía variaba gracias a los rumbos impuestos por la Corona, preocupada ahora de ordenar prolijamente la administración de sus dominios. Fruto de
ese interés fue la real orden de Felipe V, de 28 de julio de 1739, al gobernador don José
Antonio Manso de Velasco, en que se pedía se enviase al Consejo de Indias una descripción
detallada de la provincia, tarea que este encomendó a los oficiales reales de Santiago don
Francisco de la Sota y don José Fernández Campino, siendo este último quien la redactó,
remitiendo su trabajo a la Corte en 1744”, Patricio Estelle, Introducción a José Fernández
Campino, Relación del Obispado de Santiago [1744], Santiago, Editorial Universitaria, 1981, 9.
435
RAFAEL GAUNE CORRADI
Siempre juzgué que eras manso, más hoy; muy bravo te hizo tu alto ingenio;
pero no es, culpable lo preciso.
Y así; clamo sin lisonja, que pocos los escogidos son; si han de ser como vos,
raro; aun en el de oro siglo.
Tu vuelo de águila real, loar deseo por oficio, mas ay! que es pobre mi pluma,
para estamparte en los libros (...)
Vivid pues honra de Chile noble galán y lucido, biblioteca de noticias y de
erudición de archivo.
Y basta; porque si es fácil, a bajos vuelos seguirlos! no al tuyo; que tan alto es;
según lo que queda dicho68
De esta forma, las coyunturas que hemos presentado tienen un elemento
en común. Todas fueron filtradas por el factor edad de los protagonistas, por
sus vivencias, por su forma de comprender el mundo y la realidad. Dos imaginarios que entran en conflicto y que interpretaron de diversas formas los
mismos acontecimientos. Conflictos esgrimidos que no sucedieron en un lugar físico, sino en la subjetividad del mensaje escrito. Puntos de fuga que no
convergen, sino se dispersan. Discursos que trataron de validarse socialmente
como la única verdad posible.
EPÍLOGO
Lo que hemos propuesto son historias de conflictos, historias paralelas que
se circunscriben en Santiago de la segunda mitad del siglo XVIII, relatos de
rupturas y dicotomías que colmaron de fisuras a la elite colonial.
Los sucesos históricos que presentamos, desde las relaciones institucionales
de la Universidad de San Felipe, libros e ideas reformistas dieciochescas, procesos burocráticos de la administración colonial hasta problemáticas que suscitó la política fundacional borbónica, llevan, implícitamente, tres indicios
que permiten agruparlos en una dinámica común.
El primero son las diversas miradas encontradas generacionalmente. Es así
como la edad concurre como un prisma que interpreta la realidad, modifica
las percepciones y hace interactuar, al hombre con el mundo, de diversas
formas. Sin embargo, no queremos generalizar, concluyendo que ser viejo era
ser tradicionalista, escolástico o poseer un universo sociocultural infranqueable y que ser joven no significaba ser, necesariamente, reformista e ilustrado.
68
Ibíd., 17-18 (el destacado es nuestro).
436
HISTORIAS DE FISURAS Y CONFLICTOS ETARIOS EN LA ELITE
Esto sería crear una estructura, una constante que se superpone al pasado y
que no permitiría encontrar a viejos reformistas y/o jóvenes tradicionalistas
que, a fin de cuentas, sería mucho más atractivo. Para efecto de este artículo
la dicotomía viejo-tradicionalista, joven-reformista se encuentra tácitamente
en las fuentes utilizadas y hechos analizados, pero no sería riguroso afirmar lo
anterior como una continuidad para todo el siglo XVIII.
Una segunda esfera la encontramos en la utilización de alocuciones que
trataron de generar verdades, imponer ideas y validación de discursos. El
común denominador es la pesquisa de veracidad y anulación de proposiciones
ajenas. Por sobre todo, se busca la constitución de fronteras claras entre verdad y mentira. Fuera de las convicciones personales que expusimos en los
casos citados, solo existieron mentiras y exigencias arbitrarias.
El medio que utilizamos para analizar la búsqueda de “discursos verdaderos”, y que se relaciona con el tercer indicio que proponemos, fue la palabra
escrita. El manejo de discursos escritos para enfrentar verdades, encontrarlas
e imponerlas, hace de las rupturas presentadas elementos modernizantes dentro de los andamiajes de la sociedad colonial. Confluencias y circulación de
ideas que demuestran evoluciones políticas, institucionales, administrativas y
culturales dentro de la elite del siglo XVIII chileno.
437
RAFAEL GAUNE CORRADI
438
BOLETÍN DE LA
A CADEMIA CHILENA DE LA H ISTORIA
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
Año LXXIII - No 116 - 2007 - 439-468
ISSN 0716-5439
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA.
EL CASO DE JOSÉ MANUEL BALMACEDA, 1886-1891*
por
Alejandro San Francisco**
RESUMEN
El artículo se refiere a la imagen pública del presidente José Manuel Balmaceda (18861891), quien disfrutó de un gran apoyo popular en los primeros años en La Moneda y en
sus viajes por Chile, pero que en 1890 sufrió el crecimiento de la oposición (principalmente
por medio de la prensa), en medio de la crisis política que enfrentó al gobierno con el
Congreso. Finalmente, hacia fines de 1890 era posible percibir la decadencia de la imagen
presidencial en Chile, pérdida de apoyo en los partidos y la crisis política que desembocó en
el estallido de la guerra civil al año siguiente.
Palabras clave: Presidente, popularidad, crisis política, guerra civil.
INTRODUCCIÓN
El gobierno de José Manuel Balmaceda (1886-1891) tuvo muchas características que lo distinguieron de las demás administraciones que ha tenido Chile
en su historia, pero sin duda hay un hecho que es el más determinante e
ilustrativo de los difíciles tiempos que vivió el país a fines del siglo XIX: nos
referimos, obviamente, a la guerra civil que sacudió a Chile en 1891 y que
costó la vida de miles de personas1.
*
**
1
Esta investigación forma parte del proyecto Fondecyt 1060600, “La guerra civil de 1891 y el
proceso de reconciliación política en Chile”, aprobado para el período 2006-2008. Agradezco
a Jorge Olguín su colaboración en el desarrollo de esta investigación.
Pontificia Universidad Católica de Chile. Correo electrónico: [email protected]
Sobre el gobierno de Balmaceda y la guerra civil se pueden consultar, entre otros, los siguientes trabajos: Julio Bañados Espinosa, Balmaceda, su gobierno y la revolución de 1891, 2 vols. París,
Garnier Hermanos, 1894; recientemente reeditada en Santiago, Centro de Estudios Bicente-
439
ALEJANDRO SAN FRANCISCO
Una guerra civil, siempre y en todo lugar, es un drama. Si cada guerra es un
problema mayor, una desviación del orden racional de las cosas y un síntoma
evidente de descomposición de los espíritus, una guerra fratricida es todavía más
grave y siempre dará para pensar que se pudo evitar, que se debió evitar. En el
caso del gobierno de Balmaceda la situación es todavía más complicada, considerando una serie de características que hacían de su administración, presumiblemente, el símbolo más manifiesto del éxito: así lo reflejaba su acceso, con respaldo casi unánime, a la Presidencia de la República en 1886; el impresionante
programa de obras públicas que desarrolló durante su gobierno; el logro parcial
de la unidad del Partido Liberal; la popularidad de que disfrutó en sus viajes a
provincias, entre otros factores. Sin embargo, la situación cambiaría radicalmente
y la fama se tornaría en desprestigio, los aplausos en críticas y la unidad nacional
en división. Y lo que es más grave, la paz social en guerra civil.
El presente artículo se refiere a los cuatro primeros años de la administración Balmaceda. Es decir, se detiene cronológicamente antes del inicio de la
guerra civil. Esos fueron los años en que se configuró la división política
entre el gobierno y la oposición parlamentaria y dicho conflicto se tornó
muy difícil de solucionar. El estudio analiza el gobierno desde una perspectiva específica, y a través de su máxima encarnación, el presidente Balmaceda 2 . Esto tiene una explicación obvia, por cuanto se trataba de la figura
2
nario, 2005 (en esta ocasión citamos según la primera edición); Ricardo Salas E., Balmaceda y
el parlamentarismo en Chile, 2 vols. Santiago, Sociedad Imprenta Literaria Universo, 1914-1925;
Joaquín Rodríguez B., Balmaceda y el conflicto entre el Ejecutivo y el Congreso, 2 vols. Santiago,
Imprenta Gutenberg, 1921-1926; Francisco A. Encina, Balmaceda, 2 vols. Santiago, Nascimento, 1952; José Miguel Yrarrázaval, El Presidente Balmaceda, 2 vols. Santiago, Nascimento, 1940;
Francisco Bravo, F. Bulnes y G. Vial, Balmaceda y la guerra civil. Santiago, Edit. Fundación,
1991; Harold Blakemore, Gobierno Chileno y Salitre Inglés 1886-1896: Balmaceda y North. Santiago, Edit. Andrés Bello, 1977; Luis Ortega (ed.), La Guerra Civil de 1891. Cien años hoy. Santiago, 1991; Sergio Villalobos y otros, La Época de Balmaceda. Santiago, DIBAM, 1992. Sobre los
antecedentes y la primera fase de la guerra es muy útil Enrique Blanchard Chiessi, “La
Revolución Chilena de 1891. Datos y documentos para la historia”, en Revista Zig-Zag N° 230
al 512. Santiago, 1909-1914. También son interesantes dos testimonios de primera mano:
Maurice Hervey, Dark Days in Chile. An account of the Revolution of 1891. London, Edward
Arnold, 1891-1892, y Luis Orrego Luco, Memorias del Tiempo Viejo. Santiago, Ediciones Universidad de Chile, 1984. Mi visión en Alejandro San Francisco, La guerra civil de 1891. Tomo 1. La
irrupción política de los militares en Chile. Santiago, Centro de Estudios Bicentenario, 2007.
Además de los textos mencionados arriba, es importante para estudiar a José Manuel Balmaceda el análisis de sus propios mensajes y discursos al país. Al respecto ver Rafael Sagredo y
Eduardo Devés, Discursos de José Manuel Balmaceda. Iconografía. Santiago, DIBAM, 1992, 3 volúmenes.
440
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
principal de la política chilena de esos años, sobre quien se concentraron
tanto las adhesiones como los odios políticos. Pero también hay una explicación adicional: Chile había experimentado en el período 1860-1886 un proceso de crecimiento del poder y prestigio del Congreso Nacional, paralelo al
deterioro y debilitamiento de la institución presidencial. Como resultado, se
fue configurando en Chile lo que se denominó un “parlamentarismo consuetudinario”, que otorgaba al Poder Legislativo la primacía en la dirección
de los asuntos públicos, mientras el Presidente de la República comenzaba a
ser relegado a un segundo plano 3. Balmaceda procuró revertir esa tendencia
histórica, continuando en alguna medida el gobierno autoritario de Domingo Santa María, del cual Balmaceda fue el principal ministro y figura durante todo su período.
En efecto, la carrera política de Balmaceda había estado llena de logros
personales y políticos. Desde joven asumió como diputado por Carelmapu, y
se distinguió en el Congreso como un orador destacado, convincente, una de
las principales figuras del foro parlamentario4. Durante la Guerra del Pacífico
fue designado como ministro diplomático en Argentina, con el objetivo, logrado finalmente, de que esa potencia se mantuviera al margen del conflicto5.
De regreso a Chile asumió cargos ministeriales claves en el gobierno de Santa
María: ministro de Relaciones Exteriores y ministro del Interior. En resumen,
una carrera política brillante6.
Sin embargo, Balmaceda también tropezó con piedras en el camino. Desde
luego, eso se pudo apreciar en lo que constituye uno de los mayores logros de
la administración Santa María, desde el punto de vista oficialista: nos referimos a la aprobación de las leyes laicistas. En esta lucha política Balmaceda
desempeñó un papel principal, y fue el gran promotor del matrimonio y el
registro civil y los cementerios “laicos” en esos años, en los cuales enfrentó
3
4
5
6
Julio Heise, Historia de Chile. El Período Parlamentario 1861-1925. Santiago, Editorial Andrés
Bello, 1974, Tomo I, 22-77; Alberto Edwards, La Fronda Aristocrática en Chile. Santiago, Editorial Universitaria, 1992, 13ª edición [Primera edición, 1928]), especialmente capítulos XXXXIX.
Justo y Domingo Arteaga Alemparte, Los Constituyentes de 1870. Santiago, Imprenta La Libertad, 1870, y Jorge Huneeus, Cuadro Histórico de la Producción Intelectual de Chile. Santiago,
Biblioteca de Escritores de Chile, 1910, 605-608.
Geoffrey Smith, “The Role of José M. Balmaceda in Preserving Argentine Neutrality in the
War of the Pacific”, HAHR, volume XLIX, number 2, May 1969.
He revisado la trayectoria del gobernante en Alejandro San Francisco, José Manuel Balmaceda,
en Chilenos del Bicentenario. Santiago, El Mercurio, 2007.
441
ALEJANDRO SAN FRANCISCO
tanto a la Iglesia Católica como al Partido Conservador7. Sin embargo, de la
misma manera que sufría oposiciones e incomprensiones, se ganó el prestigio
como líder liberal y consolidó su camino a La Moneda.
En el presente artículo analizamos a Balmaceda en cuanto Presidente de la
República (aunque no ingresamos sino muy parcialmente a la guerra civil de
1891). En primer lugar, se presentan las características fundamentales que
distinguieron a su administración, tanto en el plano político como en el social
y económico. A continuación el texto se refiere a uno de los elementos centrales y novedosos del gobierno de Balmaceda, como fueron los viajes presidenciales a las provincias del norte y sur de Chile, en lo que constituyó una
verdadera política dirigida por el gobernante para obtener apoyo en la población. Sin embargo, a pesar de lo anterior, el capítulo analiza después uno de
los aspectos más difíciles y negativos del gobierno, como fue el clima de
creciente división política, que enfrentó de manera irreconciliable a Balmaceda con la oposición parlamentaria. Luego la investigación aborda una de las
debilidades más marcadas de la administración: las continuas rotativas ministeriales, que produjeron un total de quince gabinetes en los cinco años del
gobierno de Balmaceda. A continuación el artículo sugiere una clave original
para comprender la naturaleza del sistema político y de la figura de Balmaceda en esos difíciles años de Chile: se trata del carácter populista (o al menos
protopopulista) de Balmaceda, lo que implicaba consecuencias respecto de su
liderazgo político, de la importancia de los partidos y del Congreso y, finalmente, de la participación del pueblo en la política nacional. Por último, el
texto se detiene en la evolución, más bien el deterioro, que sufrió la figura
presidencial entre el prestigio y popularidad de los primeros años hasta el
desencanto y creciente oposición de los últimos meses. Un conjunto de conclusiones y reflexiones finales cierran el presente estudio sobre el gobierno
del presidente José Manuel Balmaceda.
7
Ver Carlos Walker Martínez, Historia de la Administración Santa María. Santiago, El Progreso,
1890. Como señalaba un memorista años más tarde: “Lo declaro sin ambages: desde 1883,
desde los 13 años, yo odiaba secretamente al Presidente de la República don Domingo Santa
María y a su Ministro del Interior don José Manuel Balmaceda, y les deseaba toda clase de
males”, en Ricardo Cox Méndez, Recuerdos de 1891. Santiago, Imprenta Nascimento, 1944, 38
y 41. En la discusión de las leyes laicistas Balmaceda pronunció importantes discursos, reproducidos en Rafael Sagredo y Eduardo Devés, Discursos de José Manuel Balmaceda, Volumen I,
125-135; 137-140; 141-162; 199-200; 201-217; Volumen II, 93-98; 99-102; 127-144; 145-151; 153158; 171-194; 201-217 y 219-232.
442
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
1. JOSÉ MANUEL BALMACEDA, PRESIDENTE
DE
C HILE
Cuando Balmaceda llegó al gobierno de Chile en 1886, lo hizo con una
gran mayoría de votos de parte de los electores: obtuvo 324 de un total de 330
votos electorales (los otros seis fueron para el candidato alternativo, José
Francisco Vergara)8. Entre sus ideas centrales estaba la unidad del Partido
Liberal y la realización práctica del sistema parlamentario de gobierno, por
mencionar dos conceptos políticos muy arraigados en él9. Las esperanzas en
un gobierno próspero para el país y positivo para todos los sectores estaba tan
presente, que incluso fue señalada en un informe diplomático norteamericano, el que sostenía tener razones suficientes para creer que las visiones y
sentimientos expresados por Balmaceda al llegar al gobierno “eran aquellas
en las cuales él ha creído consistentemente durante su vida pública y las
cuales lo guiarán en su administración”10.
Sin embargo, Julio Bañados destaca en su historia de la administración
Balmaceda otro elemento que está ausente del análisis diplomático: en gran
medida, al llegar al gobierno, Balmaceda dejó atrás los antiguos elementos
que producían discordia en la sociedad, particularmente la cuestión religiosa contra la Iglesia Católica, de manera de iniciar una nueva etapa marcada
más bien por los signos de la concordia y el olvido de las luchas pasadas. Lo
que había detrás de la decisión de Balmaceda era la necesidad de transformarse en un Presidente de todos los chilenos, en vez de quedar marcado
como el tribuno parlamentario defensor de la secularización de la sociedad
y enemigo de la Iglesia, que lo habían caracterizado en las luchas teológicas
de 1883 y 1884 11.
El gobierno de Balmaceda tuvo varias características dignas de mencionarse, que le dieron a su administración un cierto estilo propio, lleno de contenido y acción política y que marcó tanto sus primeros cuatro años en La
Moneda como el doloroso año de la guerra civil. En el desarrollo de su
gobierno intervinieron factores de diferente naturaleza, tales como los partidos políticos existentes a fines del siglo XIX, las nuevas riquezas provenien-
8
9
10
11
Ver Julio Bañados E., Balmaceda, I, 92.
Así lo manifestó en su Discurso-Programa de 1886. Ver La Época, 20 de enero de 1886.
Mr. Roberts a Mr. Bayard, 1 de octubre de 1886, en Papers relating to the Foreign Relations of the
United States transmitted to Congress, With the Annual Message of the President, December 9, 1891.
Julio Bañados E. Balmaceda, I, 112 ss. De hecho el capítulo respectivo se denomina “Pacificación”.
443
ALEJANDRO SAN FRANCISCO
tes de la industria del salitre, la evolución política del régimen de gobierno
establecido en la Constitución de 1833 y la propia personalidad de José
Manuel Balmaceda.
Un primer aspecto que es necesario destacar estaba en el corazón del
programa balmacedista de 1886: nos referimos a la unidad del Partido Liberal, en la cual Balmaceda cifraba muchas de las expectativas de éxito de su
gestión. En la práctica, y a pesar de las dificultades propias de la campaña
presidencial que lo llevó al gobierno, en las elecciones de ese año obtuvo
una amplia mayoría, determinada parcialmente por la tradicional intervención electoral del Ejecutivo, pero también debido al prestigio de que gozaba
Balmaceda en los sectores liberales del país. De esta manera, con mayor o
menor entusiasmo, los partidos Liberal y Nacional (Montt-varista) lo apoyaron en las elecciones y fueron parte integrante del gobierno en sus primeros
años 12.
Un segundo aspecto que es necesario destacar se refiere a la profunda
transformación experimentada por la economía chilena como consecuencia de la incorporación de los territorios salitreros al desarrollo nacional,
inaugurando lo que se ha denominado “la era del salitre” 13. De esta manera, en menos de una década Chile multiplicó sus riquezas producto de los
derechos salitreros, la principal fuente de ingresos del país (ver Cuadro N°
1). Como resultado, Balmaceda comenzó una sostenida e impresionante
campaña de obras públicas (incluso creó el ministerio de ese nombre en
1887), que se reflejó en la construcción de viaductos, líneas de ferrocarriles, escuelas, fuertes militares, canalizaciones, puentes, cárceles, entre
otras obras 14 . En realidad, la cara del país comenzó a cambiar y así se pudo
percibir sin mayores esfuerzos, como reflejan claramente las cifras de inversión de esos años: los gastos del Ministerio de Obras Públicas representaron un 27,3% del gasto total del fisco en 1888, un 26,3% en 1889 y
llegaron a un 35,9% en 1890 15 .
12
13
14
15
Juio Bañados E., Balmaceda, I, capts. IV-VIII.
Michael Monteón, Chile in the Nitrate Era. USA, The University of Winconsin Press, 1982.
Gerardo Martínez, “Desarrollo económico y modernización en la época de Balmaceda”, en
Sergio Villalobos y otros, La época de Balmaceda. Santiago, DIBAM, 1992, 55-69.
John Bowman and Michael Wallerstein, “The Fall of Balmaceda and Public Finance in
Chile: New Data for an Old Debate”, Journal of Inter American Studies and World Affairs, N° 24,
1982, 438.
444
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
CUADRO N° 1
LA
INDUSTRIA DEL SALITRE ,
1880-1890
Año
Trabajadores
Producción
Exportaciones
Precios
1880
2.800
224.000
224.000
47.05
1885
4.600
436.000
436.000
33.68
1890
13.000
1.075.000
1.063.000
23.88
Nota: Producción en 1.000s de toneladas métricas, y Exportaciones en US$.
Fuente: Simon Collier and William Sater, A History of Chile 1808-1994, 163.
Hay un tercer elemento digno de ser mencionado en el gobierno del presidente Balmaceda, que está manifestado en la evolución de las ideas constitucionales del Presidente de la República. Como era habitual en esos tiempos,
el gobernante estaba convencido en la vigencia del sistema parlamentario de
gobierno en Chile, según lo había manifestado en su discurso-programa y
como lo reflejaría en sus primeros mensajes presidenciales de apertura del
Congreso Nacional16. Sin embargo, con el paso de los años Balmaceda evolucionó hacia la defensa del sistema presidencial (representativo, en la fórmula
de Julio Bañados). En esto influyó, parcialmente, el mismo Bañados, el verdadero constituyente del gobierno y un hombre muy versado en asuntos de
teoría política y constitucional17. Pero no cabe duda que el mismo ejercicio
del gobierno determinó que Balmaceda fuera perdiendo confianza en relación a la forma de parlamentarismo que se practicaba en Chile, como había
tenido ocasión de comprobarlo en el período legislativo de 1889, caracterizado por una verdadera pérdida de tiempo y ausencia de trabajo efectivo en
beneficio de la población18. El problema de fondo, quizá inadvertido para
Balmaceda en un comienzo, es que su viraje constitucional estaba destinado a
chocar frontalmente con las ideas y prácticas del Congreso Nacional, que
durante tres décadas había desarrollado una forma de parlamentarismo con-
16
17
18
Ver Discurso-Programa y Mensajes Presidenciales de 1887 y 1888.
Alejandro San Francisco, “Julio Bañados Espinosa (1858-1899), el constituyente del presidente José Manuel Balmaceda”, Boletín de la Academia Chilena de la Historia N° 113. Santiago, 2004,
especialmente 355-358.
Julio Bañados E., Balmaceda, I, 293.
445
ALEJANDRO SAN FRANCISCO
suetudinario que ya formaba parte de la cultura política de Chile en la década
de 188019. De esta manera, el gobernante fuerte debía enfrentar a un Poder
Legislativo que estaba dispuesto a defender sus fueros y a demostrar su mayor
fortaleza relativa respecto del gobierno.
En parte como resultado de la relación Balmaceda-partidos políticos y en
parte a la luz de la crisis política de su gobierno, Balmaceda fue el Presidente
de la República que más debió soportar las tristemente célebres rotativas ministeriales, los continuos cambios de gabinetes que se produjeron entre 1886
y 1890 prácticamente sin interrupción. Como resultado, en sus primeros cuatro años de gobierno Balmaceda ya había tenido más de 10 ministerios, de las
más distintas combinaciones, algunos de los cuales apenas habían alcanzado
una vigencia de unas cuantas semanas. Esta situación, obviamente, dificultaba
el ejercicio gubernamental, pero también significaba una suerte de desprestigio para el gobierno de Chile, demasiado volátil y sin continuidad. Como lo
expresó el representante diplomático inglés en 1890, “el último gabinete fue
el décimo tercero formado desde el acceso del actual Presidente al poder en
septiembre de 1886. Estos frecuentes cambios, como puede imaginarse, van
en detrimento de los negocios públicos y los intereses comerciales”20. Las
rotativas ministeriales, parcialmente, estaban relacionadas con la discusión
sobre el régimen de gobierno, en cuanto el Congreso tenía el derecho –al
menos así lo creía y así lo aceptó Balmaceda en la primera etapa de su gobierno– a aprobar los distintos gabinetes de acuerdo a las mayorías políticas de las
cámaras, con resultados a la vista.
Un aspecto que no debe dejar de mencionarse se refiere a la política presidencial en relación a las Fuerzas Armadas, y específicamente al Ejército21. Esta
institución experimentó dos procesos de la mayor importancia, ambos instigados desde La Moneda y con consecuencias muy diferentes. En primer lugar,
Balmaceda promovió la modernización del Ejército, bajo la influencia germa-
19
20
21
Como ha destacado Fernando Silva, el conjunto de pensadores constitucionales chilenos favorecía hacia 1890 la interpretación parlamentaria de la Constitución de 1833. Ver Sergio Villalobos
y otros, Historia de Chile. Santiago, Editorial Universitaria, varias ediciones, Vol. 4, 681.
Mr. Kennedy a Salisbury, Santiago, 10 de octubre de 1890, FO 16/259, N° 87. Él mismo
señalaba en otra ocasión: “El constante perjuicio a la actividad pública y a los intereses
comerciales resultantes de los cambios [de gabinete] ha producido sentimientos generales de
inseguridad y de irritación y exasperación contra el Presidente”, Mr. Kennedy a Salisbury, 24
de octubre de 1890, FO 16/259, N° 90.
Al respecto ver Bernardo Ibarrola, El ejército de Balmaceda: modernización y crisis. Las fuerzas
chilenas de mar y tierra, 1884-1890, Madrid, 2003. Tesis doctoral, Programa de América Latina
Contemporánea, Instituto Universitario de Investigación Ortega y Gasset.
446
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
na y el liderazgo del coronel Emilio Körner, cuya misión era profesionalizar la
institución después de la Guerra del Pacífico, con el objetivo de que el Ejército chileno estuviera formado de acuerdo a los cánones modernos y científicos
que se estaban desarrollando en Europa22. En segundo término, el Ejército
sufrió un severo proceso de politización interna, que se desarrolló en paralelo
a la crisis de los poderes del Estado en 1890 y que tuvo numerosas manifestaciones que involucraban a una institución militar –esencialmente apolítica,
obediente y no deliberante– en el centro de los problemas políticos y constitucionales23. El resultado de dicha politización del Ejército, y la consiguiente
militarización de la política, se reflejarían dramáticamente durante la guerra
civil de 1891.
Habría que insistir también en un elemento de la personalidad de Balmaceda. Se trataba de un hombre muy seguro de sí mismo, con alto sentido de la
responsabilidad de su cargo y un orgullo personal muy grande, una buena
figura, a veces majestuosa, con larga cabellera24. Muchas veces confundía la
grandeza de la patria con la de su propia administración e incluso con su
persona. Como decía Emilio Rodríguez Mendoza, en 1886 “llegó al poder un
hombre que llenó por completo La Moneda: pisaba fuerte y se sentía lejos el
eco de sus pasos”25. Era un seductor, hombre de buenas maneras, trato amable, una figura agradable, inteligente. En 1891 Balmaceda recibió al corresponsal del Times de Londres, en plena guerra civil. Las palabras de Mr. Hervey
son elocuentes: nadie que haya conocido al Presidente de Chile por primera
vez puede irse sin una impresión favorable26. En los momentos duros de su
administración, Balmaceda se rodeó solo de partidarios, quizá “aduladores”
22
23
24
25
26
Entre otros textos, se pueden consultar sobre este tema Patricio Quiroga/Carlos Maldonado,
El prusianismo en las Fuerzas Armadas chilenas. Un Estudio Histórico, 1885-1945. Santiago, Ediciones DOCUMENTAS, 1988; Enrique Brahm, Preparados para la guerra. Pensamiento militar chileno
bajo influencia alemana 1885-1930. Santiago, Ediciones Universidad Católica de Chile, 2003;
William Sater & Holger Herwig, The Grand Illusion. The Prussianization of the Chilean Army.
Lincoln & London, University of Nebraska Press, 1999.
Hemos tratado el tema en Alejandro San Francisco, “La convocatoria a la intervención militar
en Chile en la guerra civil de 1891”, Estudios Públicos N° 97. Santiago, Verano 2005, 161-197, y
también en “La deliberación política de los militares chilenos en el preludio de la guerra civil
de 1891”, Historia, 38, 1. Santiago, 2005, 43-84. Ahora en Alejandro San Francisco, La guerra
civil de 1891.
Mario Correa Saavedra, “Personalidad íntima de Balmaceda. Algunos rasgos de su vida”, en
Visión y verdad sobre Balmaceda. Santiago, Instituto Cultural de Providencia, 1972, 9-59.
Emilio Rodríguez Mendoza, Como si fuera ayer!... Santiago, Casa Editorial Minerva, 1919, 67.
Maurice Hervey, Dark Days in Chile, 86.
447
ALEJANDRO SAN FRANCISCO
como denunciaba la oposición, y estuvo dispuesto a seguir hasta el final, para
resguardar el principio de autoridad y la grandeza de la república27.
Finalmente debemos mencionar una característica propia del gobierno de
Balmaceda, que lo distingue de sus predecesores en La Moneda e incluso de sus
sucesores: nos referimos a los viajes presidenciales, que se transformaron en
una interesante y decisiva práctica política en el Chile de esos años28. De esta
manera, con el paso de los años el Presidente de la República había podido
visitar el norte salitrero del país, así como las regiones sureñas de la Araucanía,
en viajes que se caracterizaban por el contacto directo de Balmaceda con la
población y que significó que una política habitualmente elitista y concentrada
en la capital, se desarrollara también en otros lugares de la República, ampliando con ello la participación ciudadana y llevando a Balmaceda –al Presidente
de Chile, a su figura, su corporalidad– a algunos rincones remotos de la patria.
El gobierno de Chile, con ello, se realizaba a lo largo del país.
2. BALMACEDA
A LO LARGO DE
C HILE
Uno de los estudios más interesantes y originales que ha aparecido en los
últimos años sobre el gobierno de José Manuel Balmaceda es el de Rafael
Sagredo, Vapor al Norte, tren al Sur. El autor desarrolla un amplio trabajo de
archivos y consulta la bibliografía principal del tema para referirse a los viajes
presidenciales como práctica política en Chile. Se trataba de “una práctica
inédita en el país destinada a captar adhesiones y el apoyo popular que hiciera posible fortalecer la imagen presidencial”29.
En realidad, dicha práctica fue sostenida, motivada y llena de contenido.
Balmaceda recorrió desde el extremo norte de Chile, donde por primera vez
visitó los territorios recién incorporados de la pampa salitrera, hasta el sur del
país, en la zona de la Araucanía. Los viajes servían para conocer gente, visitar
autoridades, inaugurar obras públicas, así como para un objetivo más amplio y
siempre útil en las lides políticas: obtener adhesión ciudadana para la figura
del Presidente de la República y para sus iniciativas. Sabemos que Balmaceda
27
28
29
Han insistido en este aspecto Fernando Bravo, Francisco Bulnes y Gonzalo Vial, Balmaceda y la
guerra civil, 324-330.
El mejor libro sobre este tema es Rafael Sagredo, Vapor al Norte, tren al Sur. El viaje presidencial
como práctica política en Chile. Siglo XIX. Santiago, DIBAM, 2001. Este estudio lo usamos en
muchos aspectos del presente trabajo.
Rafael Sagredo, Vapor al Norte, tren al Sur, 19.
448
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
viajaba al norte en algún barco, mientras se dirigía al sur en uno de los
avances del siglo, el ferrocarril. Entre 1883 y 1890 realizó más de una veintena
de excursiones por el territorio nacional (ver Cuadro N° 2).
LOS
CUADRO N° 2
BALMACEDA
VIAJES DE
Año
Mes
Destino principal
Objetivo principal
1883
Enero
Valparaíso
Ceremonia de homenaje
1883
enero/febrero
La Frontera
Estudio e inspección
1883
febrero/marzo
Provincia de Coquimbo
Estudio e inspección
1884
Enero
La Frontera
Inauguración de Obras Públicas
1884
Febrero
Valparaíso
Homenaje político
1884
Marzo
Valparaíso
Homenaje político
1885
Enero
Valparaíso
Homenaje político
1885
Febrero
Los Andes
Trabajos electoraleas
1885
Abril
Talca
Inauguración de Obras Públicas
1886
Enero
Valparaíso
Convención Presidencial
1888
Abril
Llico
Estudio de Obras Públicas
1888
Mayo
Valparaíso
Ceremonia Patriótica
1888
Septiembre
Chillán
Ceremonia Patriótica
1888
Octubre
Talca
Homenaje Político
1889
Enero
Pelequén
Inauguración de Obras Públicas
1889
Enero
La Calera
Inauguración de Obras Públicas
1889
Enero/febrero
Penco
Inspección personal
1889
Marzo
Tarapacá
Primera visita a Tarapacá
1889
Abril
Los Andes
Inauguración de Obras Públicas
1889
Noviembre
Cauquenes
Personal
1890
Septiembre
Valparaíso
Inspección de Oficinas Públicas
1890
Octubre
Collipulli
Inauguración Viaducto de Malleco
1890
Diciembre
Talcahuano
Inauguración de Obras Públicas
Fuente: Rafael Sagredo, Vapor al Norte, tren al Sur, 189 y 216.
449
ALEJANDRO SAN FRANCISCO
Lo más importante, desde nuestro punto de vista, son los viajes presidenciales de José Manuel Balmaceda en cuanto Presidente de la República. En donde pasaba la comitiva presidencial había fiestas, recepciones y júbilo. Ricos y
pobres aplaudían, se diría que por igual, la presencia del gobernante. Es
interesante destacar como prácticamente la unanimidad de los medios de
prensa de las provincias visitadas celebraban la visita como un verdadero acontecimiento local, felicitando a una administración progresista y que había
extendido dicho progreso al conjunto de la población.
Lo anterior es interesante, por cuanto una de las ideas de estos viajes de
Balmaceda a las provincias era combatir “el injusto centralismo a que las
tenían condenadas las pasadas administraciones”30. Balmaceda lo que hizo fue
relacionar, por primera vez, el norte y sur de Chile a través de su figura31.
A los viajes presidenciales hay que añadir otro factor por el cual la administración se hizo presente en todo el país: fueron las obras públicas, quizá la
quintaesencia del gobierno balmacedista, otro de los hitos centrales de su
administración32. No cabe duda que dichas construcciones no fueron meramente producto de la iniciativa presidencial, sino que tenían una explicación
básica en el notorio incremento de la riqueza nacional como producto de la
incorporación del salitre a la economía chilena. Pero fue la visión de Balmaceda la que llevó a convertir ese dinero en “obras reproductivas”, como el mismo gobernante dijera en varias ocasiones y como su historiador oficial lo
destacó expresamente en su obra sobre esta progresista administración33.
En La Serena, Balmaceda resumió muy bien su concepción como hombre
público:
El Estado puede suministrar en gran parte los elementos en que las aptitudes
individuales deben ejercer su acción directa y bienhechora, y por eso procuro
que la riqueza fiscal se aplique a la construcción de liceos y escuelas y establecimientos de aplicación de todo género, que mejoren la capacidad intelectual de
Chile; y por eso no cesaré de emprender la construcción de vías férreas, de
30
31
32
33
Rafael Sagredo, Vapor al Norte, tren al Sur, 323.
Idem, 488-489.
Ver John R. Bowman and Michael Wallerstein, “The Fall of Balmaceda and Public Finance in
Chile: New Data for an Old Debate”, 421-460, y Harold Blakemore, “¿Nacionalismo frustrado?
Chile y el salitre, 1870-1895”, en Harold Blakemore, Dos estudios sobre salitre y política en Chile
(1870-1895). Santiago, Universidad de Santiago, 1991, 21-22.
Ver José Manuel Balmaceda, “La Industria Salitrera”, en Rafael Sagredo y Eduardo Devés,
Discursos de José Manuel Balmaceda, Volumen III, 185-188; Julio Bañados E., Balmaceda, I, 718720.
450
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
caminos, de puentes, de muelles y de puertos, que faciliten la producción, que
estimulen el trabajo, que alienten a los débiles, y que aumenten la savia por
donde circula la vitalidad económica de la nación34.
El asunto, sin embargo, tenía otra dimensión que es necesario considerar:
la mayor presencia estatal en la construcción de diversas obras de adelanto
común significó, por una parte, una mayor intervención del Estado en la
economía y en el desarrollo del país y, por otro lado, un fortalecimiento de la
figura del Presidente de la República, gran gestor de estas políticas. Esta
novedosa situación, como se vería con el tiempo, tendría importantes repercusiones políticas en contra del mismo Balmaceda. Así lo reflejó un editorial del
principal periódico del país en 1890:
La noción del Estado-providencia, personificada en el Presidente de la República, como fuente única de todo poder, que ha prevalecido desgraciadamente en
todas las manifestaciones de la vida nacional, trata de erigirse hoy en un dogma
político, pervirtiendo los más elementales principios de nuestro régimen representativo. Al aproximarse cada elección de Presidente, de Congreso o de Municipalidades, el Estado-providencia derrama con profusión sus promesas y sus
dones de un extremo a otro del país, haciendo depender del éxito de sus
candidatos, la realización de todas aquellas obras y mejoras que más interesan a
las localidades y haciendo servir por este medio los recursos nacionales al logro
de sus aspiraciones de predominio y de permanencia en el poder35.
Los viajes, evidentemente, también tenían un efecto político directo,
como era atraerse el favor de las poblaciones visitadas por el Presidente de
la República. En este sentido, las excursiones constituían un termómetro en
relación a las adhesiones y desafectos hacia la figura de Balmaceda. De esta
manera, el gobernante pudo disfrutar en la primera etapa del favor de la
población, mientras que el paso de los años le permitió apreciar el distanciamiento cada vez mayor entre la administración y el apoyo nacional. La razón
estaba más o menos clara: había comenzado una inmensa lucha política y en
ella tanto el gobierno como la oposición gastarían sus mejores esfuerzos
para obtener el triunfo de la opinión pública, en un principio, o la victoria
armada, en 1891.
34
35
José Manuel Balmaceda, “La Obra del Gobierno”, en Rafael Sagredo y Eduardo Devés, Discursos de José Manuel Balmaceda, Volumen III, 200.
El Ferrocarril, 5 de diciembre de 1890.
451
ALEJANDRO SAN FRANCISCO
3. LOS
PROBLEMAS POLÍTICOS Y EL ESTALLIDO DE LA DISCORDIA
¿Por qué siendo Balmaceda un gobernante popular se sumió más tarde en
agudas crisis políticas? ¿Por qué si obtuvo prácticamente la unanimidad de los
votos de los electores su apoyo político fue decreciendo? ¿Qué llevó a Balmaceda desde el máximo prestigio a la decadencia del poder presidencial?
El tema, como la mayoría de los problemas históricos complejos, no tiene
una explicación unívoca. La historiografía, a este respecto, ha esbozado diferentes interpretaciones, que unen las dificultades políticas del gobierno de
Balmaceda incluso con las causas mismas de la guerra civil36. Desde luego,
una visión tradicional habla de una diferencia sustancial en materia de interpretaciones constitucionales, que separó a los defensores del parlamentarismo
de los partidarios del régimen presidencial, en una división que no pudo o no
supo resolverse por vías pacíficas37. La historiografía que representó el revisionismo marxista a mediados del siglo XIX amplió la visión, incorporando elementos socioeconómicos y explicando la pugna política por cuanto los opositores ligados al magnate salitrero británico John Thomas North se opusieron
a las políticas económicas nacionalistas de Balmaceda38. En otras partes se ha
hablado también de un cierto conflicto de castas existente en la sociedad
chilena de fines del siglo XIX, en el cual habrían chocado los sectores aristocráticos tradicionales con los hombres que pugnaban por ganarse un espacio
en la sociedad, los denominados “siúticos”39. En cualquier caso, quizá la explicación que mejor resume el asunto es la lucha, lisa y llana, por el poder,
entendido en un sentido amplio de la palabra40. Es decir, el poder del Estado,
36
37
38
39
40
Se puede ver la historiografía de la guerra civil de 1891 en Marcos García de la Huerta, Chile
1891: La gran crisis y su historiografía. Los lugares comunes de nuestra conciencia histórica. Santiago,
Centro de Estudios Humanísticos, Universidad de Chile, 1981. Una revisión del problema lo
he presentado en Alejandro San Francisco, “Historiografía y nuevas perspectivas de estudio
sobre la guerra civil chilena de 1891”, Bicentenario. Revista de Historia de Chile y América, Vol. 5,
N° 1(2006), 85-125.
Esta visión se encuentra de alguna manera en muchos de los trabajos mencionados en la cita
número 1: Bañados, Salas Edwards, Rodríguez Bravo, Encina, entre otros.
El primero en desarrollar sistemáticamente esta postura fue Hernán Ramírez Necochea, La
Guerra Civil de 1891. Antecedentes económicos. Santiago, Editora Austral, 1951, Balmaceda y la
contrarrevolución de 1891. Santiago, Editorial Universitaria, 1958; Maurice Zeitlin, The civil wars
in Chile (or the bourgeois revolutions that never were). New Jersey, Princeton University Press, 1984.
Bernardo Subercaseaux, Historia de las Ideas y de la Cultura en Chile. Tomo II. Fin de siglo: La
época de Balmaceda. Santiago, Editorial Universitaria, 1997, 24-29.
Esta idea en John G. Kennedy, Memorandum. Chilean Revolution, constitutional questions connected with. Balcarres, 24 de septiembre de 1892, FO 16/280. Confidencial.
452
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
el control de los mecanismos político-electorales (particularmente para las
elecciones de Presidente de la República de 1891), así como de las riquezas
del fisco producto del notable incremento de ingresos producidos por el salitre chileno41. Probablemente el conflicto entre Balmaceda y la oposición parlamentaria haya tenido como origen una combinación de las razones mencionadas.
Curiosamente, Balmaceda adoptó una actitud interesante, quizá patriótica,
pero profundamente peligrosa al llegar al gobierno: buscó establecer nexos
con distintos sectores, dejando de lado a quienes habían sido sus principales
partidarios en las horas más duras de la batalla electoral. Esto mismo le llevó a
perder el respaldo de sus principales aliados de toda una vida, como eran
Augusto Orrego Luco e Isidoro Errázuriz42. Eso era solo el comienzo de la
pendiente declinante de la administración: más tarde también se separaron
del gobierno las principales figuras del montt-varismo (tales como los ex ministros Pedro Montt y Agustín Edwards), las figuras más importantes del Partido Radical (Enrique Mac Iver, Manuel Antonio Matta) y gran parte del Partido Liberal43. La situación de Balmaceda en sus últimos dos años de gobierno
era de gran debilidad, carente de apoyos entre los círculos partidistas y parlamentarios y, como resultado, con muchas dificultades para formar gobierno y
para mantener la ansiada unidad de la familia liberal. Como resumió Encina,
“los nacionales, mocetones, disidentes y radicales, cansados de la versatilidad
del Presidente”, formaron el cuadrilátero44.
En cualquier caso, existe una opinión común en el sentido de que un
momento de inflexión en las relaciones políticas de esos años se produjo con
ocasión del viaje del presidente Balmaceda al norte chileno, específicamente
a Iquique y a las zonas salitreras. Ese viaje se realizó en marzo de 1889. Fue
entonces cuando la situación ventajosa del gobernante se tornó más compleja
y difícil y se inició lo que un medio de prensa opositor denominó “el crudo y
riguroso invierno de su quinquenio”45. En realidad, como el paso del tiempo
41
42
43
44
45
La idea está desarrollada en Rafael Sagredo, Vapor al Norte, tren al Sur, 507-512.
Así lo resumió Augusto Orrego Luco, siguiendo la argumentación de Balmaceda, que lo
había apartado de los puestos principales del poder al comenzar su gobierno: “No conviene
para la nueva política. Soy un hombre demasiado teñido”. En Luis Orrego Luco, Memorias del
Tiempo Viejo, 139. Cursiva en el original.
Julio Bañados E., Balmaceda, I, Caps. VI-IX.
Francisco A. Encina, Balmaceda, Tomo XIX, 170-172.
Al respecto, Rafael Sagredo, La gira del Presidente Balmaceda al norte. El inicio del “crudo y
riguroso invierno de su quinquenio” (verano de 1889). Santiago, LOM, 2001.
453
ALEJANDRO SAN FRANCISCO
se encargaría de probar, el país se sumió en un espiral ascendente de descalificaciones y división política, que no se detendría en los años siguientes y que
culminaría con una sangrienta guerra civil.
El tema de fondo en el viaje presidencial a Iquique fue la supuesta candidatura presidencial de Enrique Salvador Sanfuentes, el “favorito” de Balmaceda para sucederlo en el cargo. Quizá no sea tan relevante el hecho mismo,
la veracidad de dicha “candidatura”, sino que es más interesante el fenómeno político que se produjo en torno a “ella”. La oposición, incluso algunos
liberales que habían apoyado al gobierno, se tornaron inmediatamente detractores de la administración, acusando a Balmaceda de querer imponer al
país una “candidatura oficial”46. Entonces comenzó a surgir, como bandera
de lucha por la cual se estaba dispuesto a llegar a las últimas consecuencias,
el problema de las elecciones libres, lo que Encina denominó la “súbita
eclosión del entusiasmo por la independencia de los partidos y la libertad
electoral” 47.
En 1889, en realidad, se produjo el decantamiento de la relación Balmaceda-oposición (y algunos de sus antiguos partidarios). Por una parte, la relación con los nacionales se rompió definitivamente. También entonces se suscitó una de las situaciones más difíciles, desde el punto de vista institucional: las
sesiones ordinarias del Congreso Nacional fueron completamente inútiles,
hubo solo discusiones y una completa falta de espíritu legislativo y avances en
beneficio de la sociedad. Como resumió Julio Bañados, “no tiene perdón
histórico ni justificativo que se hubiera hecho girar el Congreso de Chile por
cerca de tres meses de sesiones en torno de miserias de partido, de celos de
caudillos, de ambiciones de círculos y de querellas personales”48.
Harold Blakemore aporta otro elemento sobre la importancia de 1889 en la
política presidencial y en el ejercicio del gobierno por parte de Balmaceda.
“En 1889 toda su conducta política careció de juicio, y gradualmente fue
perdiendo el apoyo mayoritario del Congreso que una vez había tenido”.
Entre los factores que contribuyeron a este deterioro deben añadirse “la personalidad compleja de Balmaceda”, que lo llevó a restar importancia a los
móviles de la oposición; la amplia expansión de las obras públicas, que le fue
creando un grupo de firmes adherentes y figuras políticas nuevas cercanas a
46
47
48
Esta argumentación está claramente presente en Julio Zegers, Memorandum Político, abril de
1890. Santiago, Imprenta de La Libertad Electoral, 1890.
Francisco Antonio Encina, Historia de Chile, Tomo XX, 5-50. El tema está ampliamente tratado
también José Miguel Yrarrázaval, El Presidente Balmaceda, Tomo I, 25-26; Tomo II, 5-202.
Julio Bañados E., Balmaceda, I, 305-306.
454
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
él, en la incipiente formación de un partido Balmacedista; finalmente, el
desdén creciente de Balmaceda por los políticos49.
No podemos dejar de mencionar en el contexto de 1889 la situación personal y familiar de Balmaceda, por cuanto en ese año murió su hijo Pedro, el
poeta. El 1 de agosto el Presidente le escribió una carta a Carlos Antúnez,
donde señalaba lo siguiente:
“Esta es la primera carta que escribo sobre negocios públicos después de las
últimas desgracias que han llenado mi hogar de desconsuelo sin medida. Hace
pocos días hube de abandonar este palacio porque las fuerzas físicas me faltaban, y porque una postración general hizo temer a los médicos por mi salud
que nunca había quebrantado antes de ahora”50.
En cualquier caso, es evidente que la situación a fines de 1889, que se
agravaría a comienzos del año siguiente, era profundamente complicada en el
plano público y en la vida personal del gobernante. Por una parte, no había
acuerdo Presidente-Congreso Nacional en muchas materias de importancia.
Por otro lado, al interior del mismo órgano legislativo había divisiones internas y continuas disputas. La solución electoral se veía entonces lejana: recién
en 1891 habría elecciones presidenciales y parlamentarias, de manera que
hasta entonces la situación política se mantendría prácticamente sin solución.
Uno de los síntomas más evidentes de esta crisis política se reflejó en los
continuos cambios de gabinetes que afectaron a Balmaceda, especialmente en
la segunda mitad de su administración.
4. LAS
ROTATIVAS MINISTERIALES
Uno de los efectos más visibles de las crisis políticas que enfrentó el presidente Balmaceda fue la continua rotativa de los ministerios, que constituyó a
su vez uno de los efectos más visibles del parlamentarismo chileno51. De esta
49
50
51
Harold Blakemore, Gobierno Chileno y Salitre Inglés, 141-142.
La carta en Mario Correa Saavedra, “Personalidad íntima de Balmaceda”, 47.
Leopoldo Castedo, Vida y muerte de la república parlamentaria . Santiago, Editorial Sudamericana, 1999); René Millar, “El parlamentarismo chileno y su crisis 1891-1924”, en Oscar Godoy
(editor), Cambio de Régimen Político. Santiago, Ed. Universidad Católica de Chile, 1989), 249298; Harold Blakemore, “El período parlamentario en la historia chilena. Algunos enfoques y
reflexiones”, en Harold Blakemore, Dos Estudios sobre salitre y política en Chile (1870-1895).
Santiago, Depto. de Historia, Universidad de Santiago, 1991, editado por Luis Ortega.
455
ALEJANDRO SAN FRANCISCO
manera, ya en los primeros cuatro años en La Moneda el gobierno tuvo que
aceptar más de diez cambios de gabinetes, cuya composición variaba de acuerdo a los distintos grupos y facciones que apoyaban al gobierno, así como a la
necesidad de que la administración del país siguiera su curso, aunque ello
significara concesiones gubernativas.
En el problema constitucional de fondo, parlamentarismo versus presidencialismo, uno de los ejes principales de la discusión se refería precisamente a
la naturaleza de los ministerios, al modo de designación y a los mecanismos
de reemplazo que debían seguir las autoridades chilenas. De acuerdo al texto
expreso de la Constitución de 1833, en un sistema presidencial el gabinete era
designado por el Presidente de la República, quien podía “nombrar y remover
a voluntad” a los ministros de Estado52. La defensa del régimen parlamentario, en tanto, estimaba como un hecho de la causa el que la designación de
los gabinetes correspondía única y exclusivamente a las mayorías del Congreso, que tenían derecho a hacer y deshacer en la materia, tal como lo había
establecido la costumbre política de varias décadas. El mismo Julio Bañados
había sostenido tiempo antes que el Congreso “puede imponer Ministerios,
cambiarlos a su antojo, y por este medio hacer su santa voluntad”53. Igual
derecho reclamaban los antibalmacedistas en 189054.
Si se analizan los dos primeros años de Balmaceda en La Moneda se puede
apreciar que existió una mayor continuidad administrativa y los problemas en
la organización de los ministerios fueron mucho menores55. De esta manera,
el primer gabinete se extendió desde septiembre de 1886 a noviembre de ese
mismo año (primero presidido por Eusebio Lillo y luego por Carlos Antúnez);
el segundo fue reemplazado en junio de 1887 (bajo el liderazgo de Aníbal
Zañartu); el cuarto ministerio, dirigido por Pedro Lucio Cuadra, asumió en
noviembre de ese año y se ocupó de sus funciones hasta noviembre de 1888;
desde ahí hasta mayo del año siguiente gobernó uno dirigido por Ramón
Barros Luco. Es decir, hubo cinco gabinetes que estuvieron en funciones por
un total de dos años y ocho meses. Solo luego sobrevendrían las continuas
crisis ministeriales y las pugnas constantes por levantar y derrocar gabinetes.
Como resumiría Bañados en una ocasión, “los cambios incesantes de Ministe-
52
53
54
55
Así lo señalaba la Constitución Política de la República, 1833, art. 73, N° 6 (art. 81 en el texto
original).
Congreso Nacional, Cámara de Diputados, Sesión 40ª Ordinaria, 31 de agosto de 1888.
Ver sesiones del Congreso Nacional, de ambas Cámaras, en junio de 1890.
Sobre los ministerios hemos seguido la información de Luis Valencia Avaria, Anales de la
República. Santiago, Editorial Andrés Bello, 1986, y de Julio Bañados E., Balmaceda.
456
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
rios son la ruina de la administración pública y origen de la funesta esterilidad parlamentaria”56.
Entre el 2 de mayo de 1889 y el 7 de noviembre de 1889 se produjo la
explosión de designaciones. En esos escasos seis meses fueron designados
cuatro gabinetes: Ramón Barros Luco nuevamente; Demetrio Lastarria (9 de
junio); Ramón Donoso (23 de octubre); Mariano Sánchez Fontecilla (7 de
noviembre). De esta manera, el país podía apreciar una poderosa contradicción: avances en el ámbito de las obras públicas y del desarrollo nacional, por
una parte, luchas políticas y división en los círculos partidistas, por el otro
lado. A ello se debe añadir el hecho –como los continuos cambios ilustran por
lo demás– de que los gabinetes eran formados por acuerdos momentáneos,
sin responder a programas de largo alcance. Esa debilidad se veía prontamente confirmada con las censuras y los reemplazos que sufrían los distintos gabinetes. Así se llegó a 1890.
En 1890, en realidad, el presidente Balmaceda asumió dos grandes decisiones en relación a sus políticas ministeriales, y así se mantendría –prácticamente sin variación– hasta el fin de su gobierno. El primer elemento se refiere al
hecho de que en enero de ese año decidió designar un ministerio, liderado
por Adolfo Ibáñez, exclusivamente presidencial, prescindiendo de las ideas y
de los votos de las mayorías parlamentarias57. El segundo factor, notable por
su originalidad y peligroso por su simbolismo, fue la integración de un miembro de Ejército en dicho gabinete, el general José Velásquez, con lo cual
comenzaba la presencia militar en el seno de la administración58.
Tiempo después, uno de los principales oradores parlamentarios, Eulogio
Altamirano, resumía la situación de la siguiente manera: “Al despedir, sin
razón alguna, un Ministerio parlamentario y al reemplazarlo por otro que
no contaba sino con muy débiles fuerzas en el Congreso, se izó en la Moneda una bandera de guerra”59. De esta misma forma se organizaron también
los otros dos ministerios presidenciales de 1890: el de Enrique Salvador
Sanfuentes, de mayo (que contó nuevamente con la presencia de José Velásquez) y el de Claudio Vicuña (que incluyó entre sus figuras al general José
Francisco Gana).
56
57
58
59
Congreso Nacional, Comisión Conservadora, Sesión de 24 de octubre de 1890, 81.
La prensa opositora reaccionó inmediatamente, como lo confirman las ediciones de enero de
La Libertad Electoral, La Época y El Ferrocarril, por ejemplo.
Hemos explicado esta inflexión de enero de 1890 y su relevancia histórica en Alejandro San
Francisco, La guerra civil de 1891, Tomo 1, 139-167.
En Congreso Nacional, Cámara de Senadores, Sesión 1ª Ordinaria, 2 de junio de 1890, 77.
457
ALEJANDRO SAN FRANCISCO
Con esta fórmula el gobierno hacía un giro importante en la administración
del país, desligándose de los apoyos políticos tradicionales de los partidos y del
Congreso, para optar por una base más cercana al propio gobernante, junto al
respaldo del Ejército: comenzaban los ministerios presidenciales con integración militar que acompañarían a Balmaceda hasta el final de su gestión.
De hecho, el diputado opositor Enrique Mac Iver (radical), llegó a formular una acusación fulminante contra Balmaceda en el contexto de la censura
al Ministerio Sanfuentes, que se discutió en las dos cámaras en junio de 1890:
El Presidente de la República o más bien la política que domina en La Moneda
desde hace cuatro años, ha perseguido este ideal: romper la unidad del partido
liberal; neutralizar parte de él por medio de la otra, enfrentar la una por medio
de la otra, halagando la una con desmedro de la otra60.
Una verdadera ironía, frente a lo que Balmaceda había declarado era una
de las principales aspiraciones políticas de su gobierno, precisamente la unidad del Partido Liberal.
En efecto, 1890 fue un año de acuerdos políticos imposibles. La única
excepción la constituyó una solución promovida desde el ámbito espiritual,
por la Iglesia Católica, cuando parecía que el país ingresaba al peligroso camino de la destrucción de las instituciones, entre junio y agosto de ese año61.
Como consecuencia se produjo, una vez más, un nuevo cambio ministerial,
pero en este caso se trató de un gabinete parlamentario, acordado entre
Balmaceda y la oposición y que representó la última posibilidad de consenso
en medio de la aguda crisis política en que estaba sumido el país. El resultado
del Ministerio Prats, sin embargo, no fue el más alentador, y en octubre de
1890 fue reemplazado por el mencionado gabinete de Claudio Vicuña.
Sabiendo el Presidente –explicaba Bañados tiempo después– que esta combinación no podía ser del agrado de la mayoría parlamentaria por cuanto en ella,
como en el Ministerio Prats, no había representantes de la Coalición, resolvió
clausurar las sesiones extraordinarias del Congreso, en uso de sus facultades
Constitucionales62.
60
61
62
Ver Congreso Nacional, Cámara de Diputados, Sesión 2ª Ordinaria, 7 de junio de 1890, 81.
Carlos Oviedo, “La Iglesia en la Revolución de 1891”, Historia 14. Santiago, 1979, 275-314.
Ver también Arzobispo Mariano Casanova, “Edicto del Iltmo. y Rvdmo. Señor Arzobispo de
Santiago sobre la paz interior de la República”, Santiago, 9 de agosto de 1890, en El Chileno,
12 de agosto de 1890.
Julio Bañados E., Balmaceda, I, 651.
458
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
Se iniciaba la cuenta regresiva a la resolución armada del conflicto político.
¿Cuál era el efecto de estos continuos cambios de gabinete? ¿Cuál era la
situación de Balmaceda en medio de estas rotativas ministeriales? No cabe duda
que la posición del Presidente de la República adquiría caracteres problemáticos, a pesar de que algunos de los cambios ministeriales eran decisión de las
mayorías del Congreso y no iniciativa presidencial. Sin embargo, el hecho objetivo es que los costos políticos los debía asumir el propio Balmaceda, mientras
el desprestigio administrativo alcanzaba al gobernante y al país en su conjunto.
Así resume la situación Eulogio Allende, partidario del gobierno:
Cada Ministerio era trabajado sordamente por luchas intestinas que, germinando
en el seno de cada agrupación, producían del modo más inesperado y desastroso
la caída de los Gabinetes que parecían más estables, que contaban con el apoyo
de la opinión y del Congreso, que merecían la confianza del Presidente y de la
mayoría de ambas Cámaras; pero que no tenían la suficiente fuerza moral para
resistir a las exigencias de sus amigos, que los empujaban a hacer un gobierno
exclusivo de partidarios de un solo color político, poniéndolos en contradicción
con los elevados propósitos del Presidente de la República63.
Mr. Kennedy, el representante británico en Chile, señaló ante este problema en medio de la crisis política: “Los gobiernos formados por el Presidente
desde el comienzo de este año son conocidos como los gobiernos [ministerios] de Enero, de Mayo, de Agosto y de Octubre, y es muy probable que un
quinto y posiblemente un sexto gabinete pueda asumir antes del fin de año”.
Junto a describir el problema, destacaba el perjuicio que podía significar esta
situación para el prestigio de Chile64.
Quizá por lo mismo, por la división política y el rechazo que provocaba la
figura presidencial en medio de los partidos y los círculos opositores, Balmaceda procuró obtener el apoyo en otros sectores, tradicionalmente alejados
del poder político, como fueron los grupos populares. ¿Tendría éxito en esta
salida política?
5. B ALMACEDA:
EL PRESIDENTE PROTOPOPULISTA Y LA CRISIS POLÍTICA
El populismo, como fenómeno político o como forma de ejercicio económico, es un fenómeno del siglo XX, según lo han explicitado distintos auto63
64
Eulogio Allendes, La Revolución de 1891 en Chile. Santiago, Imprenta de “El Progreso”, 1891, 6.
Mr. Kennedy a Salisbury, Santiago, 24 de octubre de 1890, FO 16/259, N° 90.
459
ALEJANDRO SAN FRANCISCO
res 65. Desde el punto de vista histórico, una aproximación buena y convincente es la de Alan Knight, que observa el fenómeno del populismo latinoamericano, esencialmente, como un asunto de estilo político, basado en una
cierta apelación al pueblo, un contacto con los ciudadanos66. Por esta misma
razón, el concepto es necesariamente abierto, y puede caber tanto a personas de izquierda como de centro y derecha, sin que tenga necesariamente
una connotación peyorativa como en ocasiones se repite. En el caso chileno
el representante más claro del populismo en este sentido es Arturo Alessandri Palma, quien apelaba a su “querida chusma” durante su primer gobierno, en una relación directa con el populacho basado –en una medida importante– en una oratoria fascinante 67. De ahí en adelante, bajo diversas formas
y estilos, podrían caber en el mismo esquema figuras como Carlos Ibáñez
(populismo caudillesco) o Salvador Allende (populismo desde el punto de
vista económico, y parcialmente histórico)68. Sin embargo, si nos remontamos al siglo XIX también podemos encontrar un representante precoz del
estilo populista o, al menos, un protopopulismo: es el caso de José Manuel
Balmaceda.
En este tema el estudio de Sagredo también es precursor, si bien no se
refiere al “populismo” presidencial.
A través de sus desplazamientos fuera de la capital, Balmaceda hizo posible
una instancia de representación de poder y de la sociedad en virtud de la cual
no solo amplió el espacio en que tradicionalmente este se había ejercido en
Chile, sin que, además, propició la participación en la vida política nacional
de grupos normalmente ajenos a ella, intentando así fortalecer su situación
política 69.
65
66
67
68
69
Michael Conniff, Populism in Latin America. Tuscalosa and London, The University of Alabama
Press, 1999.
Alan Knight, Revolución, democracia y populismo en América Latina. Santiago, Centro de Estudios
Bicentenario, 2005, especialmente capítulo 6, “Populismo y neopopulismo en América Latina,
especialmente México”, 239-268.
Gonzalo Vial, Historia de Chile, Vol. III, Alessandri y los golpes militares. Santiago, Editorial ZigZag, 2001.
Jean Grugel, “Populism and the Political System in Chile - Ibañismo (1952-1958)”, Bulletin of
Latin American Research, Vol. 11, N° 2 (May 1992); Felipe Larraín y Patricio Meller, “The
Socialist-Populist Chilean Experience, 1970-73”, en Rüdiger Dornbusch y Sebastián Edwards,
The Macroeconomics of Populism. Chicago, University of Chicago Press, 1991, 175-214.
Rafael Sagredo, Vapor al Norte, tren al Sur, 19.
460
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
Esta apelación o contacto directo con el pueblo es un elemento central,
pero no exclusivo del populismo balmacedista. También se debe añadir a lo
anterior otra de las características de estos regímenes, como es el fortalecimiento del Poder Ejecutivo en perjuicio de los partidos políticos y su cauce
institucional, el Congreso Nacional. De una manera progresiva y clara, Balmaceda fue prescindiendo del apoyo de las distintas facciones del liberalismo,
pero además buscó extremar su propia figura: era él quien otorgaba tantos
bienes a los chilenos, como obras públicas, escuelas, ferrocarriles y caminos.
De esta manera, la mano generosa del Estado, y de un gobernante específico,
es una de las características centrales del gobierno y, por lo mismo, será criticada acremente por la oposición.
En sus últimos años en La Moneda, Balmaceda añadió otros dos elementos
propios del populismo político. El primero de ellos fue que inició contacto
formal con sectores obreros, con grupos de trabajadores, muchos de ellos
reunidos en un nuevo partido político, el Democrático, el primer conglomerado propiamente popular en Chile70. Estos sectores populares habían apoyado
a Balmaceda en las elecciones presidenciales de 1886, cuestión que había
creado un vínculo entre ellos71. A esto se añadió que, a medida que transcurría la crisis política y la oposición a su gobierno se hacía más extrema, Balmaceda y sus partidarios desarrollaron un creciente discurso antioligárquico,
símbolo evidente de un cambio de orientación del gobierno –nacido de los
mismos círculos “oligárquicos” que dominaban la política chilena– y de un
deseo de obtener favores populares por la vía de un incipiente discurso clasista72. En una ocasión en que fue visitado por líderes obreros, del Partido
Democrático, Balmaceda les señaló: “Atenderé siempre y con especial solicitud los intereses del pueblo. A él debo principalmente el alto puesto de honor
que desempeño. No puedo olvidar que este era el reproche que a mi candidatura hicieron las clases opulentas de esta capital”73. Las palabras del Presidente cayeron en saco roto. Como dice Encina, esta situación puso de relieve
“cuán dormido estaba aún el odio de clases en Chile”74.
70
71
72
73
74
Sergio Grez, “Los primeros tiempos del Partido Democrático Chileno (1887-1891)”, Dimensión
Histórica de Chile N° 8, Santiago, 1991, 31-62.
Sergio Grez, De la “regeneración del pueblo” a la huelga general. Génesis y evolución histórica del
movimiento popular en Chile (1810-1890). Santiago, DIBAM, 1997, 627-639.
Así se pudo apreciar, tanto en 1890 como durante la guerra civil, en los periódicos balmacedista La Nación y El Comercio.
José Manuel Balmaceda, “La Actualidad Política”, 20 de julio de 1890, en Rafael Sagredo y
Eduardo Devés, Discursos de José Manuel Balmaceda, Volumen III, 221.
Francisco Antonio Encina, Historia de Chile, Tomo XIX, 255.
461
ALEJANDRO SAN FRANCISCO
En cualquier caso, la situación también demuestra otra cosa, presente en la
mente de Balmaceda a medida que la oposición se fortalecía y que su apoyo
en los sectores dirigentes tradicionales se hacía cada vez más débil: de una
manera u otra el Presidente intentó ampliar su base de apoyo, apelando al
pueblo, directamente, sin intermediarios en el Congreso y sin el respaldo de
los partidos tradicionales. Con todo, es necesario precisar que la actitud del
gobierno hacia el “pueblo” no fue siempre cercana y favorable, como han
señalado algunos historiadores (Ramírez Necochea, Segall), sino que fue una
actitud más bien ambigua, como ha demostrado Sergio Grez75. Por ello dicha
alianza Balmaceda-pueblo no alcanzó niveles importantes ni mucho menos
inclinó la balanza de poderes en el preludio de la guerra civil, pero sí logró
despertar una cierta preocupación en algunos círculos aristocráticos de la
capital y también motivó la reflexión de algunos diplomáticos. El ministro
alemán, por ejemplo, señalaba lo siguiente al comenzar la guerra civil:
El triunfo del Gobierno conduciría a Chile al dominio del populacho con un
dictador a la cabeza. Si, por la inversa, saliera victoriosa del conflicto la oligarquía moderada que ha dominado hasta el presente (el partido congresista),
regirá en Chile una constitución oligárquico-parlamentaria76.
No es el momento de detenernos en la guerra civil propiamente tal, porque este estudio llega hasta los prolegómenos de la misma. Sin embargo, es
necesario notar que Balmaceda no contó con el respaldo unánime de los
trabajadores en el preludio del conflicto armado ni tampoco en 1891; el
Partido Democrático también se dividió 77. En realidad, la situación fue mucho más compleja: los sectores obreros se escindieron e incluso lucharon
contra el gobierno de Balmaceda, en parte porque habían sido objetos de la
represión gubernativa en las protestas de mediados de 1890 y a comienzos
del año siguiente, donde incluso murieron muchos trabajadores. La prensa
75
76
77
Hernán Ramírez Necochea, Balmaceda y la contrarrevolución de 1891; Marcelo Segall, Cinco
ensayos dialécticos. Desarrollo del capitalismo en Chile. Santiago de Chile, 1953, 146-257; Sergio
Grez, “Balmaceda y el movimiento popular”, en Sergio Villalobos y otros, La época de Balmaceda, 71-101.
Barón von Gutschmid al Canciller Caprivi, Viña del Mar, 29 de enero de 1891, en Los Acontecimientos de Chile (Documentos publicados por la Cancillería alemana). Santiago, 1892, N° 37, 28-29.
Al respecto ver Sergio Grez, “Balmaceda y el movimiento popular”, 71-101; Enrique Reyes,
“Los trabajadores el área salitrera, la huelga general de 1890 y Balmaceda”, y Julio Pinto, “El
balmacedismo como mito popular: los trabajadores de Tarapacá y la Guerra Civil de 1891”,
ambos en Luis Ortega (editor), La Guerra Civil de 1891. Cien años hoy, 85-107 y 109-126.
462
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
popular en esos años también ilustra sobre una división importante, tanto
en los apoyos como en los rechazos a la política gubernamental, que permitió a Balmaceda alcanzar protagonismo como un eventual defensor de los
oprimidos, así como el causante de todos los males, según cuál medio expresara las opiniones 78.
Balmaceda fue popular, y fue también populista: pero en la hora decisiva, el
pueblo se dividió, como Chile, y el Presidente de la República obtuvo el peor
resultado.
6. DECADENCIA
DE LA IMAGEN PRESIDENCIAL
Al comenzar 1891, Julio Zegers –antiguo aliado y luego duro contradictor
del presidente Balmaceda– expresaba, irónicamente, lo siguiente: “Si el señor
Balmaceda cuenta con la opinión pública, ¿por qué se encierra en la Moneda
rodeado de bayonetas?”79. La pregunta tenía un sentido profundo, considerando que una de las características más notables y específicas del gobierno
de Balmaceda fue su capacidad de extender la política al conjunto de la
población, visitando las provincias del norte y sur de Chile, mostrándose siempre solícito a conocer las demás realidades del país y no solo las que tenían
relación con las cuestiones de la capital.
En realidad, otro de los logros de Vapor al Norte, tren al Sur ha sido, precisamente, mostrar la realidad de ese deterioro de la figura presidencial en tiempos
de José Manuel Balmaceda. La situación era favorable al gobernante en sus
primeros años. “Dichos gestos, unidos a su actividad incesante, obviamente, y
por lo menos hasta mediados de 1889, contribuyeron a su popularidad”80.
Sin embargo, esa situación no duraría eternamente. “El presidente Balmaceda, enfrentado en el terreno que había elegido para combatir a la oposición, esto es, en sus salidas fuera de la capital, fue vencido”81. En otra ocasión
hemos referido como, en medio de las batallas de la pluma que antecedieron
a la guerra civil, ni el propio Presidente de la República se salvó del veneno
que los adversarios políticos se proferían a raudales. No solo eso: el mismo
78
79
80
81
Ver especialmente Maximiliano Salinas, Tomás Cornejo y Catalina Saldaña, ¿Quiénes fueron los
vencedores? Elite, pueblo y prensa humorística de la guerra civil de 1891. Santiago, LOM, 2005.
Julio Zegers, Memorandum Político, 3 de enero de 1891. Santiago, Imprenta Cervantes, octubre
de 1891, 32.
Rafael Sagredo, Vapor al Norte, tren al Sur, 163.
Idem, 398.
463
ALEJANDRO SAN FRANCISCO
Balmaceda fue objeto de críticas ácidas, hirientes y destructivas, hacia su gobierno y –sobre todo– hacia su persona82.
Efectivamente, los diarios opositores le dedicaron poemas (no de amor
precisamente), editoriales y páginas de resentimiento83. Las figuras del Congreso lo llamaron dictador, tirano, e incluso asesino84. El Independiente no
ahorraba palabras: “Ese hombre de apariencias delicadas, de cabellos rubios,
de ojos azules y de facciones de mujerzuela, tiene, sin embargo, el alma grosera de un tirano y es capaz de todos los crímenes contra la República”85. Varios
periódicos pusieron en duda el estado de salud mental del gobernante y planteaban como alternativa enviarlo a la cárcel o al manicomio86.
¿Habría sido posible tamaña desconsideración sin una desacralización previa de la institución Presidente de la República? Seguramente no. El problema
es que en el escenario político de 1890 Balmaceda “descendió” a la lucha
política cotidiana y se privó –o lo privaron– del dique de contención que
representaron siempre los ministros de Estado. En esa situación la oposición
se sintió con derecho para atacar al gobernante, para pedir su renuncia, para
promover una acusación constitucional contra él, e incluso para referirse al
eventual “homicidio” de Balmaceda87. Otro anuncio de la guerra civil que
sobrevendría en Chile.
En efecto, la situación del Presidente de la República durante 1890 (ya
esbozada en 1889) era muy difícil y estuvo marcada por las críticas, la falta de
respaldo político y el deterioro de la figura del gobernante. En medio de la
lucha de poderes, el diputado Julio Zegers estimó que era necesario evaluar
“el estado moral y fisiológico” de Balmaceda, con el objeto de abrir la posibili82
83
84
85
86
87
Alejandro San Francisco, “Las batallas de la pluma. La prensa y el odio político en Chile en el
preludio de la guerra civil de 1891”, en Ángel Soto, Entre tintas y plumas. Historias de la prensa
chilena en el siglo XIX. Santiago, Universidad de los Andes, 2004, 179-214.
Por ejemplo, La Patria, 2 de diciembre de 1890; El Fígaro, 19 de noviembre de 1890 (reproducido en La Época, 13 de diciembre de 1890); El Ají, 30 de octubre de 1890; El Independiente, 11
de diciembre de 1890.
Congreso Nacional, Comisión Conservadora, Sesión de 20 de diciembre de 1890, 265.
El Independiente, “Por la uña se conoce al león”, 11 de diciembre de 1890.
Ver El Independiente, “La locura de la vanidad”, 19 de diciembre de 1890; El Día, “Al manicomio o al presidio”, 2, 3 y 4 de diciembre de 1890. La Libertad Electoral, 8 de noviembre de
1890, habla de “su cabeza desvanecida por los vapores de su propia vanidad”.
A modo de ejemplo ver La Libertad Electoral, diciembre de 1890. El diputado Ladislao Errázuriz fue claro en su amenaza en una reunión opositora: “el Presidente de esta nación manifiesta con todos sus actos que anhela llegar a la dictadura, no debe olvidar que si Roma tuvo un
César, también tuvo a Bruto y Casio”, en Congreso Nacional, Comisión Conservadora, Sesión de
20 de diciembre de 1890, 265.
464
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
dad a declarar vacante su cargo88. De hecho, sus tradicionales viajes a las
provincias no tuvieron el unánime asentimiento de los años anteriores, sino
que se pudo ver el mismo espectáculo de división política que existía en la
capital. Así ocurrió en octubre y diciembre de 1890, en los viajes presidenciales a la inauguración del Viaducto del Malleco y de las obras en Talcahuano,
respectivamente89.
En este último caso ocurrió una situación notable por el solo hecho de
haberse pensado como solución para la crisis que enfrentaba Chile. El almirante Juan Williams Rebolledo recibió días antes del viaje a Talcahuano un papel
en que se lo instaba a aprovechar el traslado de Balmaceda al sur para detener
al Presidente, llevar a Balmaceda a la Isla de Juan Fernández, para terminar de
esa manera con el gobierno despótico y formar uno nuevo, que fuera respetuoso de la Constitución. Finalmente eso no ocurrió, por cuanto Williams no se
prestó para esa iniciativa90. No cabe duda que hacia fines de 1890 Balmaceda ya
no era el gobernante respetado por todos los chilenos: “Está prohibido estar
ahí”, le dijo un guardia al Presidente de la República, en un hecho que ilustra
claramente la pérdida de prestigio del Primer Mandatario91.
Durante la guerra civil la situación se mostró todavía con una gravedad
mayor, ejemplo evidente del deterioro de la imagen presidencial y de la decadencia en el poder y el prestigio del gobernante. En primer lugar, esto se
reflejó en cuanto Balmaceda suspendió su tradicional política de viajes al
norte y sur del país. Como afirmó un testigo de La Moneda a comienzos de
febrero de 1891, “hace un mes que el Presidente no se asoma a los balcones ni
pone el pie en los umbrales de la Moneda”92. Meses después el embajador
británico continuaba esta misma reflexión, al referir que solo con ocasión de
las sesión inaugural del Congreso Constituyente, en abril de 1891, “el Presidente dejó su residencia oficial por primera vez desde mediados de diciembre
último”93. En junio agregaría: “Su Excelencia nunca deja su casa”94.
88
89
90
91
92
93
94
Congreso Nacional, Cámara de Diputados, Sesión 35ª Ordinaria, 24 de julio de 1890, 579.
Rafael Sagredo, “La dimensión política de la inauguración del viaducto del Malleco”, Mapocho
N° 47. Santiago, 2000), 339-377.
La narración de este episodio la hace el propio hijo del almirante Williams. Ver Balmaceda
1840-1891. Revolución de 1891. Santiago, 1949, 109-111. Balmaceda se la contó tiempo después
a otras personas, por ejemplo, Fanor Velasco, La Revolución de 1891. Memorias. Santiago,
Imprenta y Litografía Universo, 1914, 7 de mayo, 327.
Ver Emilio Rodríguez M., Cómo si fuera ayer!..., 144.
Fanor Velasco, La Revolución de 1891. Memorias, 7 de febrero, 173.
Mr. Kennedy a Salisbury, 27 de abril de 1891, FO 16/264, N° 40.
Mr. Kennedy a Salisbury, 23 de junio de 1891, FO 16/265, N° 61.
465
ALEJANDRO SAN FRANCISCO
En la práctica, hacia el término de la guerra civil, Balmaceda sí dejó La
Moneda, para intentar animar a sus soldados después de la batalla de Concón, donde los presidenciales habían sido derrotados95. Nada pudo hacer y,
quizá, su presencia en el frente de batalla solo sirvió para comprobar, tristemente, la cruda realidad: el viaje después de la derrota de Concón reflejó “la
soledad y el dramático deterioro en términos de imagen pública de la figura
presidencial” 96.
La situación había cambiado entre diciembre de 1890 y agosto de 1891:
Balmaceda había tomado el “vapor al sur” pocos días antes de iniciarse la
guerra civil, y el tren al frente de batalla, cuando el conflicto bélico ya terminaba con una derrota para “el dictador”.
7. CONCLUSIONES
No cabe duda que el presidente Balmaceda vivió durante sus cinco años en
La Moneda toda suerte de experiencias en relación al poder, a sus detractores
y a la sociedad en su conjunto. De esta manera, pasó de gobernante aclamado
a Presidente execrado, de líder máximo del Partido Liberal a figura principal
de la facción minoritaria de ese partido que sostuvo al gobierno hasta el final,
de un hombre que contaba con sólidas mayorías para gobernar a un Presidente que terminó buscando la colaboración en sus amigos más cercanos y en los
militares.
Quizá los momentos más exitosos de la administración de Balmaceda estuvieron relacionados con la política presidencial de viajes a las distintas regiones del país, donde fue capaz de acercar el gobierno –y su propia figura– al
resto de la población, y no mantener la política encerrada en los círculos
capitalinos. Otro aspecto central fue la política de obras públicas del gobierno, que también le permitió “estar presente” en todo Chile a través los caminos, ferrocarriles, viaductos, escuelas y un sinnúmero de construcciones que
eran el reflejo de un país que progresaba materialmente de manera sólida y
cuyo progreso se extendía a toda la sociedad.
El problema del gobierno de Balmaceda se produjo en el ámbito exclusivamente político. Fue ahí donde la división entre el gobierno y la oposición
parlamentaria se hizo creciente e insuperable, lo que comenzó a producir un
95
96
Sobre este viaje al frente de batalla ver Emilio Rodríguez Mendoza, Últimos días de la Administración Balmaceda. Santiago, Imprenta y Librería del Centro Editorial La Prensa, 1899, 44-53.
Rafael Sagredo, Vapor al Norte, tren al Sur, 407.
466
APOGEO Y DECADENCIA DEL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA
desgaste en la administración, que tuvo como resultado un deterioro de la
imagen del Presidente de la República, una situación de continuas rotativas
ministeriales y una oposición creciente y cada vez más agresiva contra Balmaceda. Quizá por eso los últimos meses de gobierno fueron más bien tristes,
marcados por las acusaciones virulentas en su contra y una soledad cada vez
más elocuente. Es que había pasado desde su apogeo al deterioro de su persona y de lo que encarnaba, el gobierno de Chile.
Sin embargo, vendría el tiempo de la revancha. La situación histórica de
Balmaceda y su prestigio casi universal en el seno de la sociedad chilena post
1891 es algo que durante su gobierno habría sido completamente impensable.
El desprestigio y decadencia de la figura presidencial en los últimos años de
gobierno, el desarrollo lamentable de una guerra fratricida en 1891, la soledad en La Moneda durante el mismo conflicto, los odios acumulados en la
sociedad chilena, entre otros factores, hacían imposible suponer una recuperación histórica de la figura de Balmaceda.
Sin embargo, la historia tiene sus vueltas. Así como Balmaceda se vio en el
lugar de los derrotados tanto en la vida política como en la lucha armada, su
figura histórica renació con gran fuerza después de su muerte, y se transformó
en una persona amada y respetada casi universalmente97. El mismo pueblo
que le había dado la espalda en 1890-1891 lo levantó como uno de sus íconos
principales, una figura casi de culto, digna de veneración. Para la lucha política, ya era demasiado tarde. No así para la historia.
97
Al respecto se puede revisar el interesante trabajo de Rodrigo Mayorga, Mártir, Demócrata y
Redentor. Balmaceda y su imagen ante la historia. Los años formativos (1891-1897), trabajo de
Seminario, Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile, 2006, inédito.
467
ALEJANDRO SAN FRANCISCO
468
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
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NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
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NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
Alfonso Cerda Catalán: La guerra entre España
y las Repúblicas del Pacífico: 1864-1866. Editorial Puerto de Palos, s.l., s.d., 366 pp. + bibliografía, índice, fotografías y facsímiles sin
paginación.
haustivas investigaciones en archivos españoles, uruguayos, argentinos y chilenos. Además de estas, ha utilizado numerosas fuentes
bibliográficas, algunas de carácter múltiple
como periódicos, revistas e historias generales. Por otra parte, muchas notas a pie de
página revelan la acuciosa consulta de otras
publicaciones.
El fruto de este gran esfuerzo documental
se ha vertido en la obra que se comenta, la cual
proporciona, al final, una serie de retratos con
breves biografías de los principales personajes
envueltos en los sucesos históricos que configuran el mencionado conflicto bélico.
Por cierto que, en principio, este conflicto
no debía haber afectado a Chile, ya que su
objetivo eran territorios ajenos a nuestro país.
Si bien se gestó desde 1860, esta expedición
naval española al Pacífico, que apuntaba inicialmente a tierras peruanas, tomaría dos
años en prepararse: la escuadra que se montó
con este fin zarpó de Cádiz en agosto de 1862.
Diversas fuentes sostienen que tal escuadra tenía primordialmente una misión de carácter científico; pero las instrucciones que
se impartieron a su jefe superior –el almirante Luis Hernández Pinzón– contienen elementos divergentes que suscitan interrogantes. Así, se le ordenaba “hacer ostentación de
poderío con aquellas naciones con las cuales
España todavía no había reconocido su independencia y también con las otras con las
cuales tenía graves asuntos pendientes”.
El conflicto armado comienza a materializarse casi dos años después, con la llegada a
Lima del antes mencionado Salazar y Mazarredo, en marzo de 1864. El Canciller peruano lo recibe simplemente como representante de Su Majestad católica porque la
denominación de Comisario “sobre no estar
conforme con las reglas y usos diplomáticos,
traería tal vez embarazos en el curso de las
negociaciones que, en bien de uno y otro gobierno, deben alejarse a toda costa”. Parecía
una advertencia protocolar; pero, apartándose de los caminos diplomáticos, el “comisario
Desde más de un ángulo, la guerra que
tuvo lugar entre España y algunos de los países americanos en la segunda mitad del siglo
XIX –materia de la obra que reseñamos– parece una lamentable comedia de errores. Su
acto final se inicia en marzo de 1864 con la
designación ante el Perú de un “comisario
especial” español: don Eusebio Salazar y Mazarredo.
El autor lo describe con siniestros matices, afirmando que este personaje se confiesa
autor intelectual de la expedición contra la
República peruana y de sucesos siguientes
que condujeron a la ruptura y a la acción de
la escuadra española contra las islas Chincha.
Y agrega que Salazar era un personaje diabólico que vivió obsesionado con la idea de rescatar para España el peñón de Gibraltar,
comprándoselo a los ingleses en quince o
veinte millones de duros, dinero que esperaba obtener de la explotación del guano de
esas islas peruanas. Este proyecto políticoeconómico habría sido a la postre acogido
por el propio Gabinete madrileño.
Es evidente que planes de tal envergadura
no habrían logrado materializarse si no se hubieran vinculado a ellos –directa o indirectamente– otros factores: los sentimientos monárquicos de las cien familias más importantes
de Lima (según opinaba el agente confidencial de Chile en el Perú); el atractivo del guano como fuente de recursos para otros planes
españoles en Europa; actividades de propaganda en pro de la monarquía que se desarrollaban en Paraguay, Salvador, Honduras y Nicaragua, amén de ciertas gestiones atribuidas
a poderosos personajes como Belzú en Bolivia
y García Moreno en Ecuador.
El cuadro es muy complejo y, para analizarlo, el señor Cerda Catalán ha realizado ex-
471
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
especial” respondió con una ruptura de relaciones. Su correspondencia privada con una
autoridad española es más reveladora de los
fines que perseguía: la idea central era “aislar al Perú de América y separar a la nación
peruana de su gobierno”. Agregaba que estaba elaborando el plan de acción militar que
propondría a Hernández Pinzón.
Aparte de esto, en su correspondencia oficial reitera que es inútil esperar un arreglo
amistoso con Perú, afirmando que la adquisición de las islas guaneras es “una empresa
fácil”. Argumenta al respecto que como la
República peruana no ha sido reconocida
por España, esta puede perfectamente buscar la reivindicación de aquellas, ya que solo
existe entre ambos países solo un pacto de
tregua: el suscrito en Ayacucho en 1824.
Como se sabe, la escuadra española se
apoderó de las islas Chincha a mediados de
abril de 1864 y ello fue el detonante del conflicto bélico en que se vio envuelto Chile.
Todo el proceso que siguió está minuciosamente descrito en este libro: los infructuosos pasos dados por Hernández Pinzón en
busca de una salida decorosa; la paralela acción diplomática en Cancillerías europeas y
americanas; el cuadro interno peruano, de
alta complejidad; la intervención del Congreso Americano de Lima en el cual actuó inteligentemente el ex Presidente chileno don Manuel Montt hacia fines de 1864; el impacto
internacional de estos hechos; etc.
Entrar en cada uno de los temas señalados excedería en mucho el espacio asignado
a una reseña. Lo que vino después es menos
desconocido entre nosotros: las formas en
que se expresó o dejó de expresarse la solidaridad americana con la República agredida;
el diestro desempeño en Chile del diplomático español don Salvador de Tavira, a la postre sancionado por su gobierno; la interferencia del almirante Pareja con su ultimátum
al gobierno de Chile y la subsecuente declaración de guerra a España. El bombardeo y
destrucción de Valparaíso sería, para Chile,
la dolorosa culminación del absurdo conflicto. Importa destacar que esta brutal acción
de guerra contra un puerto casi indefenso no
fue un acto impulsivo del brigadier Méndez
Núñez, que en ese momento comandaba la
escuadra española. En efecto, en el parte oficial que este remitió a su gobierno el 1 de
abril de 1866 expresa: “…cumpliendo con lo
que V. E. me previno en la Real Orden fecha
26 de enero último, ayer he llenado el triste
deber de bombardear este puerto…”. Chile
se había negado a aceptar las exigencias españolas y debía ser castigado.
La primera reacción oficial chilena fue
una circular que el gobierno de La Moneda
despachó a sus misiones en el exterior, el día
siguiente al ataque. En ella, se calificaba a
este como “el más triste y vergonzoso de los
atentados que recordará jamás la historia de
las naciones cultas”, aludiendo a “la cobarde
saña” de un enemigo que parecía hallar estímulos “en la impunidad con que se cebaba
en su inerme presa”.
Chile y Perú prosiguieron su resistencia al
agresor, contando con la cooperación de algunos gobiernos hispanoamericanos, aunque
también hubo neutralidad o indiferencia de
otros de ellos. Finalmente, el ataque español
a las fortalezas del Callao y el fracaso de esta
acción, el 2 de marzo de 1866, vino a poner
un punto final a la lucha armada. Sus consecuencias políticas y diplomáticas se prolongarían por varios lustros.
Todo este proceso está admirable y minuciosamente descrito y documentado en la
obra del señor Cerda Catalán, la cual debería
constituir lectura obligatoria para quienes
deseen conocer bien este conflicto que separó a España de sus hijas americanas.
Lo único que me resta por expresar es el
desagrado que, como lector, me ha causado
la desprolija forma material con que la ha
difundido la empresa que la editó: páginas
en blanco, párrafos repetidos, visibles omisiones de palabras, varios yerros de impresión
(como el de convertir comillas en puntos de
472
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
exclamación…), todo ello dentro de una
apretujada composición tipográfica computarizada, de difícil lectura. Nada me obligaba a
decirlo aquí y habría podido silenciarlo; pero
he creído necesario exponerlo movido por la
esperanza de que esta queja surta efecto en
futuras ediciones.
Una obra tan valiosa como la que reseñamos merecía un más digno ropaje editorial.
Lo central de esta visión es ubicar el acontecer chileno del siglo XX en el contexto
más amplio de la ‘política mundial’. Se señala que este concepto no se agota con la política internacional, como se lo ha entendido
tradicionalmente, sino que esta, en sus palabras, consiste en que un tema de identificación,
que quiere plasmar sus ideas y sentimientos en la
realidad social, se enseñorea de una de las sociedades que hacen de modelo o paradigma, o de un
grupo de ellas, y rápidamente se convierte en propósito de identificación, en ‘tema’ de casi todo el
mundo, de gran parte del globo. A modo de
ejemplo indica que el comunismo y el anticomunismo fueron durante el siglo XX, y dentro del ámbito político, un fenómeno acusado que ejemplifica este concepto medular de
su trabajo, sin que agote las múltiples manifestaciones en que puede expresarse este
concepto de política mundial.
Este enfoque le da sentido al título, ya
que la historia chilena que nos muestra en
este libro se la explica en su fundamental relación con el mundo y, más específicamente,
con el mundo occidental, puesto que este sería el que constituiría el modelo o paradigma
predominante en este siglo y que, por lo tanto, suscitaría el propósito de identificación para
Chile y, también, para gran parte del globo.
Esta definición deja deliberadamente un
margen para aquellos países o regiones que
no se sienten llamados a buscar esta identificación. De esta forma nos da una espléndida
lección de que en la historia los fenómenos
no son reducibles a la aplicación de una fórmula o modelo interpretativo.
Pero, al señalarla, está subrayando también que en Chile sí encontramos, como clave para comprenderlo, este propósito de
identificación con Occidente. Por lo tanto, lo
medular de este trabajo es el análisis de las
etapas por las que ha pasado el país en la
búsqueda de esta identificación, y las formas
que ha tomado a lo largo del siglo que abarca, teniendo presente que las alternativas enfrentadas por el país durante este siglo sur-
José Miguel Barros
Academia Chilena de la Historia
Joaquín Fermandois: Mundo y fin de mundo.
Chile en la política mundial 1900-2004, Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago
2005, 638 págs.
Es este un trabajo de gran envergadura.
No podía ser menos por cuanto sintetiza las
investigaciones y el saber del autor, de modo
que reúne la labor de su vida. Si bien en el
Prólogo discute si es un ensayo o una historia
general, no cabe duda que es lo primero, por
cuanto lo fundamental consiste en que Fermandois nos entrega su visión de la historia
chilena del siglo XX. Y esto no es posible
sino dentro de un ensayo. El aparato erudito
que lo acompaña no tiene otro objeto que
reforzarla. También contiene todas las investigaciones que ha realizado a lo largo de su
vida, pero ahora insertas en el marco amplísimo de su mirada para transmitirnos sus conclusiones fundamentales. De este modo, esas
investigaciones enriquecen esta obra, a la vez
que ellas se amplían al insertarse en este
marco mayor que les da una trascendencia
de la cual hasta ahora carecían. Este libro se
distingue de otros ensayos históricos, confiriéndole una particular singularidad, porque
la riqueza intelectual de su mirada se incrementa con su aporte que proviene desde el
ángulo de las relaciones internacionales y las
fuentes propias para estos estudios.
473
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
gieron, en parte, del mundo y, en parte, de
aquí ya que, afirma el autor, nada es completamente nuevo y que siempre es posible establecer comparaciones entre las situaciones y
las soluciones que se dieron en una u otra
parte. A partir de este punto de vista explica
los acontecimientos y, en algunos casos, los
episodios que se han sucedido.
En este punto cabe señalar que tanto los
acontecimientos como los episodios a que
hace mención son mirados desde mucha altura, por lo que se difuminan en el relato, al
punto que, en muchos casos, es preciso tener
un conocimiento acabado de ellos para comprender el modo como son expuestos. Se
debe señalar también que el autor piensa en
forma centellante y con gran lucidez, y que
en el relato trata de reproducir esa velocidad
del rayo, motivo por el cual, a veces, no es lo
suficientemente claro o explícito para un lector culto pero no informado de la totalidad.
Comprendiendo este marco fundamental,
y este modo de explicar, es preciso señalar el
elemento central para el autor: que en Chile
se vivió con mucha simultaneidad la política
mundial, claramente más que en los demás
países de nuestro continente. Volviendo al
ejemplo del comunismo y anticomunismo,
Fermandois reitera a lo largo del libro que
aquí vivimos el marxismo y el antimarxismo
desde antes que fuera un tema en el mundo.
Lo mismo con la guerra fría, que la tuvimos
antes que comenzara en el mundo, y que terminó también aquí antes que esto ocurriera
fuera de nuestras fronteras.
Es, pues, un trabajo que se ordena a partir
de una mirada a nuestra historia en relación
con el mundo. Ya en los primeros capítulos
se despega de la crónica para explicar cómo
se afianza esta relación entre Chile y el mundo, resaltando que la estabilidad interna, que
se sobrepone a los claroscuros de nuestra
realidad, se replica en la continuidad de
nuestros planteamientos internacionales,
afirmación sobre la cual volverá reiteradamente a lo largo de este trabajo. Destaca en
este aspecto la actitud del país frente a la
Primera Guerra Mundial. Por el contrario, el
capítulo relativo a los años veinte, en el que
predomina la crónica de los acontecimientos
por sobre la mirada al mundo, la tensión del
relato decae.
En aquellos que cubren las décadas centrales del siglo destaca con mucho relieve su
concepto de la ‘mentalidad del subsidio’, término clave para comprender la cultura chilena de entonces –y que ya había sido anticipada con motivo de la época del salitre,
marcando un rasgo de larga duración en el
Chile del siglo XX– que impregnó no solo la
vida interior del país y su tendencia a la autarquía, sino su relación mendicante con el
mundo en materia económica. Señala en estos capítulos el hecho que el marxismo y el
antimarxismo, a partir de los años treinta, así
como posteriormente la Guerra Fría, concepciones ligadas a la política mundial, reordenaron el espectro y la actividad política chilena desde los años treinta hasta los ochenta. A
propósito de la II Guerra Mundial señala la
continuidad exterior chilena y los cambios
que produjo en la misma dado el nuevo escenario mundial de multilateralismo que surgió al concluir aquel conflicto. Aborda la caída de la reputación internacional del país a
raíz de las crisis económicas de 1931 y su
paulatina recuperación, hasta llegar a su
punto más alto en los años sesenta.
La mendicidad frente al mundo, que se
impuso a partir de las políticas implementadas durante los años cuarenta, y la dependencia en que sumió al país, abrió un flanco
para la intervención de las grandes potencias. Ella produjo, como contrapartida, una
exposición más fuerte a las nuevas corrientes
ideológicas incubadas en occidente, las que
fueron adquiriendo un creciente protagonismo en nuestra vida interior. Por esto, llama
la atención que el capítulo dedicado al sexenio de Frei Montalva (1964-1970), tan preñado de política mundial, con tanta simultaneidad y anticipos respecto de lo ocurrido
474
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
fuera, sea tan parco en mostrar el desarrollo
de la revolución y de la violencia que le fue
propia y que explica el caldeamiento que se
vivía ya en 1970.
Podría pensarse que en esta parte lo traicionaron las fuentes, por cuanto la relación
con la política mundial discurrió entonces
mucho más por cauces diferentes de las cancillerías (cuyos archivos constituyen fuentes
importantes para el autor), como lo fueron
las relaciones entre partidos políticos, los
contactos directos entre personas, el ejemplo
de figuras internacionales que adquirieron
gran notoriedad en nuestro continente y el
papel descollante de algunas instituciones
externas modélicas. Los casos del cura-guerrillero colombiano Camilo Torres, el de un
chileno dirigiendo a los jóvenes parisinos en
mayo del 68 y la incontrastable influencia de
la Universidad de Lovaina (Bélgica) en la
formación de destacados jóvenes católicos
que terminaron adhiriendo al marxismo,
configuran ejemplos emblemáticos.
No pasa lo mismo en el capítulo que le
sigue, dedicado a los años de la Unidad Popular, en el cual las fuentes diplomáticas ceden espacio a otras más heterodoxas que,
por lo mismo, transmiten mejor el conflictivo
clima de aquel período, aunque su mejor
comprensión se resiente de los vacíos del anterior. La presencia del mundo en la revolución chilena (tema de su primer libro) le
permite al autor presentar interesantes antecedentes relativos al papel que jugaron los
países americanos, los de Europa Occidental,
Norteamérica, Rusia, China y Cuba. Se echa
de menos el papel que jugaron los países de
Europa Oriental y el significado y la repercusión de la guerra de Vietnam en el conflictivo escenario chileno.
Los capítulos dedicados al gobierno militar constituyen aportes valiosos para comprender la dificultad que significó hacerse
cargo de un país completamente destruido y
enfrentar su reconstrucción dotándolo de
una institucionalidad política y económica
eficaz, a la vez que enfrentaba el repudio
mundial que, en buena parte, lo agravaba la
misma política de los militares. Todo esto en
medio de los momentos más complejos y de
las tensiones más álgidas con Perú primero y
Argentina a continuación. En estas páginas
se logra una interesante vinculación entre la
crónica de los acontecimientos y la complejidad de la mirada hacia y desde el mundo.
Aporta valiosos antecedentes sobre el carácter de los militares, en general, y de Pinochet, en particular; la tipología del gobierno
militar chileno (forma de análisis muy propia
de Mario Góngora, maestro a quien el autor
rinde homenaje en la primera línea de este
libro); el alejamiento de Occidente, incluida
la Iglesia Católica, respecto del antimarxismo
que se había impuesto hasta entonces, lo que
les permitió funcionar con un doble estándar
respecto de Chile; las complejidades políticas
y la difícil posición del gobierno norteamericano frente al gobierno militar chileno, para
concluir con la pacificación interior, la transición política, la reconstrucción del espacio
público y la salida pacífica y exitosa del gobierno militar en empate con la oposición
que conquistó la Presidencia de la República
para sucederlo en el gobierno del país.
En el capítulo final, relativo a los años de
la Concertación, el autor nos deja en deuda.
Constituyen también los años finales, los más
cercanos (con todo lo que esto significa de
dificultad para el historiador) y aquellos en
los cuales el autor es, también, un actor consciente e informado del suceder. Es una deuda que Fermandois reconoce por cuanto explica que por razones editoriales debió
cercenarlo en medida importante, a la vez
que anuncia una nueva publicación relativa a
este período con todo lo que debió excluir y
aún más (le deseamos que no caiga en la tentación del exceso de crónica por lo fungible
que es cuando se trata de períodos tan próximos al momento en que se escribe).
En materia editorial cabe agregar unas últimas observaciones. En el libro se echan de
475
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
menos fotografías, que constituyen un testimonio tan fundamental para el siglo que trata. También llama la atención la confusión
en la numeración de las notas de pie de página en algunos capítulos. Por encima de esto,
la cuidada diagramación que lo distingue
contribuye poderosamente a meditar con
gozo y disfrute su lectura.
muy conocido que entre los tipógrafos se reclutó una parte no pequeña del equipo de
dirigentes de muchos movimientos revolucionarios. En términos comparativos, hace
un siglo era mucho más barato publicar un
periódico que en nuestros días. Con mayor
razón si se trataba de hojas, volantes, pequeños y delgados diarios de vida precaria y limitada en lo temporal. Si se revisa la lista de
fuentes del libro, resaltan los títulos, tan comunes en Chile y en el mundo, de estos diarios que provenían del anarquismo y de
otras persuasiones revolucionarias, El Trabajador, El Oprimido, El Proletario, El Alba. Todo
por el estilo. El autor revisó los archivos correspondientes a los informes del Ministerio
del Interior. El libro está acompañado por
anexos que constituyen una pequeña antología del anarquismo en Chile. Su pulso no
está quizás en obras de gran vuelo intelectual, pero dejan ver un sentimiento identificable como espontáneo –aunque implica
educación en un lenguaje universal– de una
conciencia de amplias masas del Chile urbano y pobre que emergía en la primera década del siglo. El autor cuando se puede entrega una filología del material, por
ejemplo, de la abundante poesía de batalla
que se produjo, y muchas veces apunta a un
origen peninsular.
Como tantos otros fenómenos políticos en
Chile, llama la atención la aparición de la persuasión de carácter anarquista en Chile con
gran simultaneidad de su presencia en la Europa del sur y en la mediterránea. Los motivos
son intercambiables, como estos versos aparecidos en una recopilación de 1904: “¡Abajo
Dios, la Ley y los Estados/No más autoridad
ni despotismo./La innúmera legión de sublevados/proclama el Ideal del Socialismo!” (…)
“Naturaleza de vigor palpita,/cada organismo
desempeña un rol./La vida es una ánfora infinita/llena de almíbar, de perfume y sol!”.
Grez identifica algunos ciclos en el desarrollo del anarquismo en Chile. Desechando
el típico cuento chileno de unos franceses
Adolfo Ibáñez Santa María
Academia Chilena de la Historia
Sergio Grez Tosso: Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de “la idea” en Chile,
1893-1915, Santiago: LOM, 2007, 435 págs.
No se ha escrito poco acerca de los anarquistas en Chile; no se trata de un terreno no
explorado. Pero esta es la primera historia
sistemática y más o menos completa que existe. Las aproximaciones anteriores eran de
otra época, con valor historiográfico algo reducido; o mirado desde otra pregunta como
en el caso de Peter DeShazo. En todo caso, la
obra de Grez se encontraba en terreno un
tanto desbrozado por muchas tesis universitarias. Y este es un tema que rodea el momento
histórico de la aparición de esta obra, el
atractivo que ejerce la idea algo vaga del
anarquismo dentro de la juventud universitaria. Esto tiene una gran tradición en la política del siglo XX, aunque intermitente. El “68”
estuvo aureolado por el destello del anarquismo, y todavía ejerce magnetismo. De ahí
que se reciba con interés un estudio minucioso acerca del anarquismo en Chile, como
el que ofrece el autor.
En la línea de otros trabajos de Grez, la
historia del anarquismo se escribe en base a
un gigantesco material documental. La
prensa de la época era infinitamente más
nutrida que en la nuestra, y las tendencias
socialistas y anarquistas –por generalizar–
hacían mucho empleo de estos medios. Es
476
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
que huían de la derrota de la Comuna de
1871, cree encontrar las raíces del anarquismo en la década de 1890. Existe un primer
florecimiento y una cierta caída de su vigor
hacia 1904/05, producto de la derrota de la
huelga de 1903 en Valparaíso, como de las
consecuencias de la Huelga de la Carne de
1905. Pero después de Santa María, el anarquismo sigue creciendo y constituirá un factor considerable de la movilización social de
la segunda y hasta tercera década del siglo.
La Huelga de la Carne, añadimos, es todo un
punto de referencia en la historia política y
social de Chile, un tanto opacado por la matanza inmisericorde de Santa María. Esto último tiene una explicación más circunscrita,
el mundo agitado y combatiente del salitre
en una ciudad que giraba en torno a él. En
cambio, la Huelga de la Carne remece a Santiago y tiene una expresión más desestabilizadora, al menos en potencia. Pero de ambos
hechos no está ausente el “universo” o “corriente” anarquista. El autor prefiere esta denominación, y no “movimiento”, aunque
puede ser válido. Como se sabe, no había
una estructura “orgánica” en el anarquismo.
Su mismo fin y su cultura política implicaban
una radical descentralización del poder de la
misma organización. Aquí se asentaba su
fuerza y su debilidad.
La idea del anarquismo en Chile está asociada a una institución llamada “Sociedad de
Resistencia”, que tenían tanto labor asistencial como de formación y movilización políticas, aunque Grez destaca que no hay que
confundirlas con el anarquismo per se. Pero
esta relación es importante, en sí misma y
también por el objeto del libro, que quiere
vincular las ideas y sentimientos anarquistas
con el “movimiento obrero”. Lo que emerge
es un cuadro muy detallado de la vida de los
anarquistas, y de su enrraizamiento en la agitada vida política y social del país. La pretensión anarquista se inscribía en una larga tradición de rescate, de “regeneración del
pueblo”, como se había llamado décadas an-
tes, y que el autor ha estudiado bien. Aquí se
llega a una de las fuentes de todo el movimiento reivindicacionista moderno, la idea
de que se debe estar “incluido”. Claro, la diferencia está en que el anarquismo casi siempre se ve a sí mismo provisto de una misión
revolucionaria, intransable, intransigente. Incluso, no acepta participar en ninguna de las
instancias que el sistema político y legal de la
época le franqueaba. “Todo lo que debe decirse sobre el voto electoral puede condenarse en pocas palabras: “Votar es abdicar”, se
leía en una columna de uno de los tantos
diarios de esta persuasión, La Agitación, del
10 de febrero de 1903 (p. 71). Condenaban a
toda otra expresión de izquierda (palabra
muy poco usada todavía) que fuera “organizada” o que participara de las instituciones
existentes. Por eso uno de sus enemigos más
denostado es el Partido Demócrata, el primer
partido político de cierta orientación obrera,
más claramente de izquierda. Claro, con el
tiempo llegaría a ser parte del “sistema”. Un
capítulo muy rico para pensar el anarquismo
es el que Grez dedica la crítica de los anarquistas, o “libertarios”, a los socialistas y demócratas. Por los primeros, se entiende a diversas agrupaciones que formaron gérmenes
de partidos políticos que con mucha generalización nos atreveríamos a llamar marxistas.
Aparte de la teoría, de la organización y
de la práctica, el autor estudia “temas nuevos”, como el internacionalismo y pacifismo,
aunque proseguido con celo casi militar, por
una parte; y por la otra, la lucha por la igualdad de la mujer. En esto último, ofrece nuevas ideas para la vida familiar. La vasta historia que aquí se escribe permite al autor traer
a luz, aunque de manera un tanto seca, la
presencia de “vidas mínimas”, la inmensa red
más o menos espontánea de hombres y mujeres sencillos, aunque a veces con una cultura
relativamente amplia, que dieron vida y calor
a este modo de vida. Así no sabemos solo de
Sixto Rojas o de Alejandro Escobar y Carvallo, sino que de mujeres que de otra manera
477
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
serían anónimas, como Josefa Capó, Carmen
Herrera, Hortensia Quinio o la abnegada y
combativa María del Tránsito Caballero.
Pues el anarquismo muchas veces eso es
lo que era, una especie de contracultura que
intentaba crear las bases de una vida nueva
en el seno de la sociedad que se veía como
periclitada. Esto lo diferenciaba claramente
de otros movimientos o reformistas o antisistema. En este sentido, se echa de menos una
reflexión acerca del valor de este anarquismo, ya sea como reproducción o como desarrollo de una sensibilidad global, que lo era,
al menos en Europa y en América. A diferencia del marxismo, no llegó ni a Asia ni a Africa. Una mirada bajo este prisma enriquecería
la individualización del fenómeno chileno.
Asimismo, se sabe acerca del eclipse del anarquismo en Chile hacia mediados de la década de 1920. Es probable que no sea el gobierno de Carlos Ibáñez “el culpable”. Un
movimiento político que no lleve a cabo trabajo político para alcanzar el poder, solo
puede vigilar para cuando llegue la ocasión
revolucionaria. El fracaso de los intentos
anarquistas para configurar la sociedad no es
un hecho azaroso. Es parte de su destino, y
tampoco aparece demasiado convincente la
tesis, esgrimida por otros autores, ya que
Grez se planta en seco en 1915, de que el
auge del comunismo detuvo al anarquismo.
Es probable que una contracultura como
el anarquismo solo pueda existir como tal
dentro del “sistema liberal”, de la cultura del
estado de derecho moderno, cuando da expresión a posibilidades de exploración de las
formas de organización de la sociedad humana. Entonces es fecundo, como lo ha mostrado en ciertos aportes educacionales. Fuera de
ese marco, o es comparsa de las fuerzas que
van a erigir un sistema totalitario, o es exterminado como sucedió en Rusia o en España.
María Eugenia Horvitz Vázquez (dirección):
Memoria del nombre y salvación eterna, los notables
y las capellanías de misas en Chile, 1557-1930,
Universidad de Chile, 2006, 491 págs.
Nos encontramos con una obra que por
cierto se constituye en pionera del tema central que aborda –las capellanías en Chile–,
desde el ámbito historiográfico. Es gratificante ver el resultado final de un equipo, a la
fecha de la publicación de este libro, de un
trabajo investigativo del que se habían apreciado avances 1. Habría sido de gran interés
que en cada uno de los capítulos se hubieran
citado los artículos o trabajos previos, o tesis,
que efectuaron los autores sobre el tema.
Entre sus aportes principales se puede destacar el haber puesto a disposición del público interesado el producto de una investigación de un tema relevante para la
comprensión y análisis de nuestro modo de
ser chileno, y su singularidad dentro del espectro latinoamericano, como también el de
someter sus resultados e interpretaciones a la
discusión especializada, no siendo menos meritorio el hacerlo de manera atractiva, con un
lenguaje sumamente ágil, claro y entretenido,
a pesar de la complejidad, tanto del tema central, como de los aspectos tangenciales.
Se sustenta en un corpus documental notable, con un estudio de casos numeroso,
para todos los aspectos que cruzan las diferentes monografías, con muestras cuya selección se realizó desde diferentes perspectivas,
con una explotación exhaustiva de un repositorio documental, el Archivo del Arzobispa-
1
Joaquín Fermandois Huerta
Academia Chilena de la Historia
Pontificia Universidad Católica de Chile
478
Por ejemplo en 1998 en las Jornadas de
Historia de las Mentalidades, Homenaje a
Georges Duby, Universidad de Chile, publicadas en el 2000 y en 2003 en el Coloquio El costo de una pronta salvación (Nueva
España y México), Universidad de Santiago,
ponencias trasformadas en artículos al
año siguiente (palimpsesto).
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
do de Santiago y otros complementarios,
como el de escribanos.
Subrayo entre sus contribuciones la de
destacar las relaciones a partir de memoria
espiritual y terrenal, posesión de la tierra y
unidad del linaje; situar el objeto de estudio
en un plazo histórico extenso (creo que por
primera vez, pues los trabajos monográficos
suelen abarcar tiempos cortos), y acompañar apéndices documentales o anexos, lo
que resulta extremadamente útil, tanto para
la comprensión de lo tratado por los autores
como por las sugerencias de nuevos filones
investigativos. Realizados con bastante seriedad, he podido comprobar, por ejemplo,
que el de la capellanía Quiroga-Suárez está
más completo que el trascrito en la Colección de Documentos Inéditos para la Historia de Chile. Otro elemento valioso es haber
puesto en muchos casos el documento original ilustrando la trascripción (pp. 128, 173,
294). No obstante, hay algunos agregados
que más bien confunden, como el Mapa 1
(p. 455), elaborado por De Ramón para ilustrar determinado asunto, cuya inclusión no
se comprende aquí. También son excelentes
los llamados “corpus documental”, cuadros
genealógicos y otros anexos confeccionados
para este fin, no obstante que, como todo
trabajo, son susceptibles de mayor perfección. Por ejemplo, en el último habría sido
conveniente señalar la fuente; cuando se repite un nombre es porque se trata de varias
capellanías de una misma persona; en el
porcentaje de género ¿se contó por fundadores o por capellanías? Podría haberse destinado una columna al monto en vez de al
siglo (p. 459).
De los seis autores, uno de ellos, María
Eugenia Horvitz, la directora, fue pionera en
los estudios de censos. De cada uno de estos
trabajos, plasmados en una introducción y
siete capítulos, me referiré a continuación.
La profesora Horvitz, en la Introducción y
en sus estudios, “Capellanías de misas: Memorial de vida, muerte y trascendencia” y “Las
capellanías y los poderes espirituales y terrenales de las elites entre 1558 y 1930”, da cuenta de manera ágil y didáctica de los principales logros de la investigación emprendida y de
la metodología utilizada, y después de una reflexión sobre las razones de los afanes historiográficos en Hispanoamérica, hace una revisión bibliográfica (especialmente en los casos
novohispano y chileno y en menor medida en
las realidades peruana, argentina, costarricense, entre otras). Destaco su análisis del significado de las instituciones pías, su relación con
aspectos espirituales, jurídicos, sociales y económicos en la larga duración del ser chileno,
como de las normas jurídicas estatales y el derecho canónico que permitieron su pervivencia en el tiempo (uno de los puntos que más
llaman la atención a la autora, que termina
por confrontar la institución con la modernidad y la modernización capitalista). Es especialmente sugerente su visión sobre las capellanías de sangre y el modo de ser de las elites,
y sobre los aspectos relacionado con “el rostro
femenino” y el resguardo de la memoria espiritual y terrena. A cada lector le llamará la
atención una vertiente diferente; a mí me interesó el análisis de las formas de inversión de
las dotaciones capellánicas. Por cierto, el tema
de los ámbitos de acción, de hecho y de derecho, de la mujer es un asunto que hay que
seguir profundizando.
Juan Carlos Luengo Peila en “Puentes
para la representación y mundos posibles
entre la vida y la muerte: Testamentos y capellanías como símbolos de pervivencia,
cambio y cultura fúnebre en el Chile del siglo XIX”, analiza, con gran originalidad, el
discurso tridentino sobre la muerte y su estructura semiótica, así como el sentido escatológico, tanto individual como general, en
el siglo XIX. Tal vez habría que revisar más,
para el caso chileno, como uno de los resultados de las fundaciones pías, el de “salvar,
materialmente, a un miembro de la propia
familia”, que ha destacado la historiografía
novohispana.
479
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
Margarita Iglesias Saldaña en “Memorias y
linajes: deberes y comportamientos de las
mujeres desde la práctica y representación
en la preservación de los patrimonios y privilegios de las elites. Siglos XVI-XX”, analiza el
papel de las mujeres en un mundo masculino, en el afianzamiento de las relaciones de
poderes, y de linajes, en la preservación de
los privilegios sociales y en la rememoración
del deber ser de las elites. Allí las obras pías
forman parte de un perceptible sistema de
representación simbólico, velando y protegiendo a los suyos a través del intercambio
entre vivos y muertos. Desde esta óptica analiza el significado del culto a los ancestros.
Finaliza con el problema en la modernidad, y
las formas (o estrategias) para conservar las
alianzas de sangre, los patrimonios y la memoria. Afirma, a modo de resumen, que “la
capellanía involucró relaciones de distinta especie: expresión del imaginario sobre la vida
y la muerte, unidad terrenal y espiritual de
un linaje, bienes destinados al culto, rentas
distribuidas entre la manutención de la Iglesia y los miembros de la familia del fundador
y operaciones de crédito. Los poderes y saberes terrenales y espirituales contribuyeron a
crear y garantizar esta red de obligaciones
privadas y públicas” (p. 248). También lo relativo a la mujer sigue teniendo puntos por
aclarar en lo que a este capítulo respecta.
Pongo por ejemplo lo relativo a que “la mujer podía ser nombrada heredera legítima o
testamentaria según las circunstancias”,
como también lo que se refiere a mayorazgos
(pp. 259 y 272).
Ximena Cortez González en “Una dote
para Dios: el patrimonio espiritual y mundano
de agustinas y clarisas”, aborda el apasionante
mundo del monjío, relacionándolo con el de
las obras pías. Toma para ello los conventos
de la Pura y Limpia Concepción Regla del Señor San Agustín y Santa Clara de la Antigua
Fundación, siendo su principal soporte documental las cartas de renuncia efectuadas ante
escribano, siendo las primeras fundadoras de
29 capellanías y de 32 las segundas. Se podría
haber enriquecido aún más el análisis con
porcentajes precisos sobre las variables estudiadas. Se centra, finalmente, en algunos casos analizados a modo de muestra, como doña
Magdalena de Silva y doña Inés de Gamboa,
en las que se podría haber dedicado una mayor atención genealógica. Aparece como legatario de la primera un Gormas de Silva y remonta la familia de la segunda a un “don
Martín Ruiz de Gamboa, miembro de la hueste valdiviana y gobernador de Chille”, sobrina
de doña Francisca Verdugo, laica a la que
hace “monja de la Orden de Nuestra Señora
de la Merced”, inexistente en Chile, y a su
madre la hace Mardones (p. 343). También
merece una discusión más acabada afirmaciones tales como que “en las escrituras de fundación de capellanías, instituidas bajo la legislación española, las líneas de sucesión estaban
dadas por las leyes de los Mayorazgos de Castilla; esto es, la preferencia en la herencia recaía en el descendiente mayor y varón. Esta
realidad tan rígida, al parecer, podía ser modificada, en cierta medida, por el hecho de
que no existía prohibición alguna en la legislación para que una mujer –religiosa o seglar–
ejerciera funciones de patronazgo de las capellanías, y no son pocos los casos en que la
encontramos haciendo uso de esta prerrogativa” (p. 313).
Marcial Sánchez Gaete, en “En busca de
lo eterno. Capellanías de la familia Toro Mazote”, estudia de manera exhaustiva las fundaciones efectuadas por esta familia, lo que
tiene un buen valor de muestra. De cada uno
de los fundadores hace una breve biografía.
Bernardo González Mella, en “Entre tradición y modernidad (1558-1928): las familias
de notables y sus vínculos patrimoniales en la
ciudad de Santiago de Chile”, ofrece en verdad dos trabajos. En el primero da cuenta de
parte del fin del proceso histórico de las fundaciones, tanto de los censos capellánicos
como de los censos en general, hasta la ley
de 1928 (caducidad a los 10 años). El segun-
480
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
do, a modo de muestra, como especie de laboratorio, trata del espacio territorial conocido como La Chimba, con profundización de
dos casos: la capellanía de doña Inés Suárez y
Rodrigo de Quiroga y la del licenciado Bartolomé Muñoz Negrón. De gran interés me ha
parecido el tratamiento que da a la traslación
de censos de propiedades particulares al Estado. Llama la atención la afirmación de que
estos censos estaban más interesados en la
seguridad que en la manutención en el tiempo, y que la deuda se traspasara al Estado,
por ley de 1865, cuando la finca gravada dejara de ser segura. Señala la presencia del
censo enfitéutico, los que no he encontrado
en Chile, salvo mencionado en unas definiciones, sin ejemplos, por Armando de Ramón (p. 407).
Hay materias cuya discusión sería necesario extender, como la de situar el tema como
casi monopolio de los “notables”, ignorando
las fundaciones de los que no lo fueron.
Tampoco deberíamos continuar aludiendo a
las capellanías como medio “para la salvación
del alma”.
Creo que es un libro motivador, que despertará diversas inquietudes a los lectores, según sus intereses, pero que servirá a todos
los que quieran contar con una visión y con
un análisis esclarecedor y pedagógico de una
de las instituciones más extendidas en nuestra larga duración.
te el siglo XX. Aunque en ellas no se encuentra relatada toda la historia de esta actividad
productiva, sino 32 casos muy representativos
de ella, lo cierto es que constituye un aporte
valioso para el estudio y conocimiento de la
génesis de un proceso que alcanza a la pequeña, a la mediana y a la gran minería metálica en nuestro país. La investigación ha
sido patrocinada por la Sociedad Nacional de
Minería y por la Corporación Minería y Cultura.
Como dice el autor en el prólogo de su
libro, el título de La Minería Metálica en Chile
en el siglo XX puede inducir a error al lector,
al creer que tendrá en sus manos un texto
completo y sintético sobre la materia, cuando
en realidad se trata solo de información sobre 32 casos, sobre los hechos que originaron su creación y, excepcionalmente, sobre
su posterior evolución.
También nos dice el autor que, aunque el
texto contiene mucha información técnica, él
es un libro de historia, pues contiene la narración de hechos vinculados a la minería metálica en Chile en el siglo pasado, con mención
de faenas exitosas y de proyectos fracasados
en la extracción de cobre, oro y hierro, como
es propio de la actividad minera.
Las narraciones contenidas en este libro
tienen un carácter episódico y el autor hace
notar que las condiciones generales del país
en cada caso son determinantes, ya que,
cuando se trata de la explotación de un producto minero, la inversión debe ser rentable
y ello depende de variados factores que en el
libro no se han incluido, pero que son muy
importantes.
El primero de estos factores es la existencia de un mercado cuya demanda y precios
sean atractivos. Prueba de ello es que en la
recesión mundial de la década de 1930, no
se hicieron inversiones en minería metálica,
con excepción de las explotaciones auríferas, puesto que el oro no solo mantuvo su
precio, sino que incluso subió durante los
años de crisis.
Juan Guillermo Muñoz Correa
Academia Chilena de la Historia
Universidad de Santiago de Chile
Augusto Millán Urzúa, La Minería Metálica en
Chile en el siglo XX. Editorial Universitaria
S.A., Santiago de Chile, 2006. 180 págs.
Este libro está compuesto por diversas
monografías en las que el autor se refiere a
la creación de algunas empresas, organismos
y faenas de minería metálica en Chile duran-
481
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
Otro factor general de carácter económico fueron las políticas tributarias, arancelarias y cambiarias, las que a veces frenaron y
otras incentivaron las inversiones mineras en
el transcurso del siglo XX. El mejor ejemplo
de la importancia de este factor causal lo
constituye el significativo aumento de la inversión extranjera en minería que se produjo
después de la promulgación del decreto-ley
600, de 1974, que otorgó al inversionista la
invariabilidad del impuesto a las utilidades, si
se acogía a este beneficio tributario.
También cabe considerar el fuerte estímulo a la inversión minera, que está representado por la existencia de un Estado de
derecho y por un modelo económico de libre empresa y de respeto al derecho de propiedad. Cabe recordar que durante el Gobierno de la Unidad Popular no se
originaron proyectos de inversiones en el
sector privado del país.
Asimismo, es importante considerar el desarrollo que van experimentando diversas
tecnologías para explotar un yacimiento, o
bien para procesar sus minerales. Así, el descubrimiento y difusión del proceso de concentración por flotación hizo posible iniciar
la explotación de sulfuros metálicos de baja
ley, desde principios del siglo XX.
La disminución de los costos operacionales, como consecuencia de modernas tecnologías, hizo posible la instalación de muchas
nuevas faenas en el siglo XX. Entre los ejemplos que cabe consignar se encuentra el empleo de nuevos explosivos, los cargadores
frontales, la molienda semiautógena, el trasporte de pulpas en largos mineroductos y, en
tiempo más reciente, el empleo de la lixiviación bacteriana, seguida de la extracción por
solventes y electrodepositación.
El libro comienza por analizar la explotación del oro en Andacollo, estimulado a partir de 1930 por el aumento de su precio en
los Estados Unidos a 35 dólares la onza. De la
noche a la mañana el pequeño pueblo minero aumentó su población de 500 a 20 mil ha-
bitantes y llegó a contabilizar 16 mil lavadores de oro, con una producción de seis kilos
al día. En 1986 se podían beneficiar en Andacollo 300 toneladas diarias de mineral de oro
y la firma francesa Chevron realizó una inversión de 10 millones de dólares. En 1989 Chevron vendió sus instalaciones a Dayton Mining Company, de Vancouver, la que llegó,
entre 1989 y 1991, a invertir unos 15 millones de dólares. Después obtuvo un préstamo
de 50 millones de dólares para la construcción de una planta de chancado, llegando a
producir 404 kilos de oro en 1995 y dos mil
726 kilos en 1996. Sin embargo, después de
seis años de operación, Dayton paralizó sus
faenas y remató sus activos vendibles. Algunos pirquineros quedaron explotando artesanalmente los residuos minerales dejados por
Dayton.
El libro aporta información útil sobre los
minerales de El Teniente y Chuquicamata,
sobre la Compañía Minera de Tocopilla, sobre El Tofo y Collahuasi.
Respecto de El Teniente dice el autor que,
tras la expulsión de los jesuitas en 1767, la
gran hacienda de la Compañía pasó a la propiedad de don Mateo de Toro y Zambrano,
primer Conde de la Conquista. Su nieto político don Juan de Dios Correa de Saa, asociado al padre de don José Victorino Lastarria y
al padre de los hermanos Blest Gana, inició
la explotación de Los Perales en 1850. A fines de ese siglo entró en escena don Enrique
Concha y Toro, quien, con Marco Chiapponi,
inició la explotación de El Teniente. Chiapponi recomendó a su amigo y socio Concha
y Toro conseguir el aporte de capitales extranjeros y ello significó la incorporación del
ingeniero norteamericano William Braden,
quien interesó a otros inversionistas de su
misma nacionalidad. En 1904 se constituyó la
sociedad Braden Copper Co., con un capital
de 2,3 millones de dólares.
Chuquicamata comenzó por iniciativa de
la firma Duncan Fox y pasó más tarde, en
1913, a ser propiedad de los hermanos Gug-
482
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
genheim, que dieron vida a la Chile Exploration Company. Después de varios años de exitosa operación, los Guggenheim vendieron
sus acciones a la Anaconda Copper Corporation, que operó el mineral de Chuquicamata
por muchos años.
La Compañía Minera de Tocopilla tuvo su
origen en don Antonio Valdés Cuevas, quien
logró transformarla en sociedad anónima y
conseguir el aporte de activos empresarios
como don Pascual Babburizza. Entre los años
1927 y 1929, llegó a producir 76 toneladas
diarias de mineral de cobre de exportación.
A principios de la década de 1950, el corredor de la Bolsa Daniel Sotta obtuvo el premio mayor de la Lotería de Concepción e invirtió todo ese dinero en acciones de la Cía.
Minera Tocopilla S.A. El negocio fue un éxito total, pues permitió a Sotta adquirir la
Cía. Minera Panulcillo, un predio de 11 mil
hectáreas en El Arrayán, al oriente de Santiago, y hacer otras inversiones muy rentables.
El mineral de hierro de El Tofo tuvo su
origen en una recomendación de la Sociedad
de Fomento Fabril, fundada en 1883, de ir a
la producción de acero, que sería la base del
desarrollo industrial del país. El ingeniero
francés Charles Vattier viajó a Francia y allí,
con la ayuda del representante de Chile, don
Carlos Antúnez, logró interesar a los Schneider, dueños de la poderosa empresa Creuzot.
En 1906 se constituyó en París una Sociedad
de Aceros de Chile, que construyó los altos
hornos de Corral. Más adelante, la Bethlehem
Steel Corporation, logró un contrarto de
arriendo de los franceses. El Tofo resultó ser
un excelente negocio para la Bethlehem, hasta su agotamiento, al promediar el siglo XX.
La Compañía Minera de Collahuasi se organizó en 1899 y en 1910 se vendió a una
empresa inglesa que pasó a llamarse Poderosa Mining Company y, en Chile, Compañía
Poderosa de Collahuasi. A fines de 1907, esta
compañía logró construir una línea férrea de
500 kilómetros que unía la veta de La Poderosa con el puerto de Antofagasta. La gran
crisis del decenio de 1930 paralizó totalmente las faenas mineras de Collahuasi. En 1975
se creó la Compañía Exploradora Doña Inés,
la que compró sus derechos a don Omar Petrinovic, antiguo empleado de Collahuasi y,
en ese momento, tenedor de su pertenencia.
Con el tiempo, y tras la incorporación de las
firmas Shell, Chevron y Falconbridge, se
constituyó en Johannesburg la Compañía Minera Doña Inés de Collahuasi, con una inversión de mil 750 millones de dólares. La explotación de los yacimientos de Ujina,
Rosario y Huinquitipa ha beneficiado notablemente a la Primera Región de Chile y a su
población.
El libro de Augusto Millán continúa con
la historia de los minerales de Michilla, Mantos Blancos, Paipote, Punta del Cobre, El Toqui, Los Pelambres, La Escondida y El Abra,
aparte de dar noticias sobre la creación de la
Empresa Nacional de Minería (ENAMI) y el
Centro de Investigación Minera y Metalúrgica (CIMM).
Es indudable que la preparación de este
libro ha requerido de una larga y ardua investigación de fuentes orales y bibliográficas,
todas ellas de carácter primario, pues aún no
existen textos especializados que relaten la
historia de nuestra minería metálica.
El autor, Augusto Millán Urzúa, es un destacado profesional que se ha desempeñado
como ingeniero, ejecutivo y empresario minero y, paralelamente, como profesor titular
de la Escuela de Ingeniería de la Universidad
de Chile. Después de haber sido director del
Departamento de Minas de la Facultad de
Ciencias Físicas y Matemáticas, decidió cursar
ramos de historia en el Instituto de Historia
de la Pontificia Universidad Católica de Chile y ha sido autor de los siguientes dos libros:
Historia de la Minería del Hierro en Chile e Historia de la Minería del Oro en Chile, antes del
presente.
Sergio Martínez Baeza
Academia Chilena de la Historia
483
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
William F. Sater, Andean Tragedy. Fighting the
War of the Pacific 1879-1884, Lincoln, University of Nebraska Press, 2007 (12), 442 págs. (2),
zones ha sido más bien postergada en nuestra historiografía reciente sobre el conflicto,
tiene la innegable ventaja de explicar el resultado de los sucesos militares y navales; recordemos que el subtítulo del libro, Fighting
the War of the Pacific, se refiere precisamente a
este énfasis. El autor entrega varias listas
comparativas sobre el número de hombres
de tropa, oficiales, buques y armamentos de
los ejércitos y armadas de Chile y Perú y Bolivia. Estos elencos no solo se refieren a las
fuerzas disponibles al estallar la guerra, sino
también a los contingentes que participaron
en cada uno de los principales enfrentamientos. En este sentido resultan impactantes las
listas del total de bajas chilenas y aliadas en
la guerra, elaboradas a partir de los caídos
en las sucesivas batallas. El autor distingue
entre muertos y heridos y agrega en una nota
que las estadísticas de los primeros son incompletas, porque no consideran aquellos
que murieron posteriormente a raíz de sus
heridas. (p. 348).
Siendo que el énfasis está en el conflicto
mismo, el autor no se explaya demasiado en
sus prolegómenos. Respecto a las causas de la
guerra, rechaza la difundida teoría de una
conspiración chilena (o anglo-chilena, según
sea la versión) de promover la guerra para
apoderarse de las riquezas salitreras no solo
de Bolivia, sino también del Perú, y así lograr
el monopolio mundial de la producción de
nitrato. Si bien es cierto que la Compañía de
Salitres de Antofagasta abogó con vehemencia
para que el gobierno defendiera sus intereses,
amagados por el nuevo impuesto boliviano,
hace ver que hubo otros chilenos, tanto o más
influyentes, que presionaban en el sentido
contrario. Preguntándose por las razones del
gobierno de Lima para respetar el tratado de
1873, Sater hace ver que “si Perú quería ‘proteger su propio monopolio de nitratos’, era su
interés detener ‘la competencia de los nitratos chilenos extraídos de litoral boliviano’”
(p. 39). En abono de esta tesis podría haber
agregado una referencia a las gestiones de
La guerra es siempre una tragedia para
los pueblos que la sufren, sea cual fuere la
justicia de su causa y el resultado del enfrentamiento. Al adoptar el título de “Tragedia
Andina” para su libro sobre la Guerra del Pacífico, el autor ha puesto de manifiesto el
drama humano que envuelve el conflicto, sin
perder de vista el desarrollo general de los
acontecimientos ni caer en la sensiblería.
Esta capacidad de mirar la guerra en su conjunto sin perder de vista en los detalles humanos es uno de los aciertos de la obra.
William Sater es un buen conocedor del
tema. Hace más de tres décadas que escribió
su clásica monografía sobre la imagen heroica de Arturo Prat, recientemente traducida
al castellano, y en 1986 esta misma editorial
publicó su libro Chile and the War of the Pacific, donde trata sobre los efectos del conflicto
en los acontecimientos internos del país. En
aquella ocasión, el autor eludió, en la medida en que le fue posible, entrar en los avatares de la guerra; esa omisión deliberada dejaba un vacío, que ahora viene a llenarse.
El hecho de que el autor se haya dedicado
de preferencia a Chile en sus investigaciones
anteriores no significa de modo alguno que
se abanderice con su causa en la guerra. Pese
a que se aprecia un mayor dominio de las
fuentes chilenas, la bibliografía inserta al final aparece bastante equilibrada. A lo largo
del texto, el heroísmo, como también la cobardía y la incompetencia, se reconocen y se
denuncian en uno y otro bando; lo mismo
sucede con los actos de salvajismo y los gestos de humanidad.
Parece lógico que el estudio de una guerra sea abordado en el contexto del estado
de la ciencia militar, es decir, del desarrollo
de los armamentos y las tácticas para su mejor aprovechamiento y defensa contra los
mismos. Esta perspectiva, que por diversas ra-
484
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
Juan Meiggs por cuenta del gobierno peruano
y con el apoyo de la casa Gibbs, para arrendar
las salitreras del Toco e impedir que entraran
en producción (véase Ronald Crozier, “El salitre hasta la Guerra del Pacífico: Una revisión”,
Historia, 30, 1997, 116-118).
En el tratamiento de la campaña naval, el
comandante en jefe de la escuadra chilena
Juan Williams Rebolledo sale muy mal parado. Su decisión de bloquear Iquique en lugar
del Callao, como lo había recomendado el
Presidente Pinto, fue un error estratégico
que dio tiempo al Perú para prepararse y tomar la iniciativa. Su posterior ataque al Callao mientras Iquique quedaba desguarnecido resultó un fracaso. Peor aun, Williams
habría emprendido dicho ataque sabiendo
que los blindados peruanos no se encontraban en el puerto, una decisión que Sater explica por el propósito del almirante chileno
de mostrar una actitud resuelta pero sin
comprometer la escuadra y, de paso, sus aspiraciones presidenciales (pp. 134-136). A su
juicio, fue la falta de capacidad y el estado de
salud mental de Williams, más que la mala
suerte, lo que explica que el Perú haya podido tener el control del mar en los meses siguientes. Su inacción y sus errores terminaron por pasarle la cuenta, sin que sus amigos
políticos pudieran impedir su remoción. Es
posible que la salida de Williams no haya
sido el único elemento que influyera en la
toma de la ofensiva por parte de Chile: también se reemplazó al comandante del Cochrane, Enrique Simpson, cuyo desempeño es mal
evaluado por el autor, y quizás más importante, hubo un cambio en el Ministerio de Guerra y Marina, aparejado con la entrega de
fondos para mejorar el estado de los buques.
Sater hace ver que la demora en obtener
el dominio del mar dio tiempo para organizar y entrenar un ejército e importar armamento, si bien no hubo demasiada preparación en lo referente a intendencia y servicios
sanitarios, como pronto quedó en evidencia.
La falla principal de ambos ejércitos fue la
insuficiente provisión de agua, una precaución vital cuando se trata de marchas en el
desierto. Con el transcurso de la guerra se
advierte una mayor preocupación en estas
materias, lo cual no significa que los problemas de abastecimiento no hayan persistido.
Así como sucedió en la marina, también
hubo cambios en el alto mando del ejército:
el general Justo Arteaga fue reemplazado por
Erasmo Escala, quien, al decir de Sater, era
“conocido más por su piedad religiosa que
por sus aptitudes militares” (p. 170). Como
advierte el autor, ninguno de los ejércitos estaba al tanto de las características que revestía una guerra moderna o, si se quiere, una
guerra librada con armamento moderno. Si
algún oficial, como lo hizo José Francisco
Vergara en el campo de la Alianza o Marcos
Maturana en Chorrillos, recomendaba el uso
de maniobras envolventes o distractivas, se
estrellaba con el convencimiento de un jefe
como Baquedano, de que los chilenos pelean
de frente. Con todo, y como Sater hace ver
en sus conclusiones, no es razonable esperar
que la Guerra del Pacífico fuera comparable
a las libradas por la Unión contra los estados
del Sur en Norteamérica, o la de 1870 entre
Alemania y Francia, naciones industrializadas, con moderna infraestructura de transporte, que combatían sobre un terreno menos hostil; quizás sería mejor equipararla a
algunos conflictos coloniales de las potencias
europeas de fines del siglo.
Una pregunta que surge con creciente
fuerza mientras avanza la lectura sobre el
curso de la guerra es el o los motivos de la
renuencia de las autoridades peruanas a
aceptar la paz y poner término al conflicto.
La campaña de Tacna y Arica había sellado la
suerte de la guerra, como lo advierte Sater,
quien explica la resistencia de Nicolás de Piérola tanto por el ejemplo del heroísmo de los
muchos peruanos que habían muerto en defensa de su patria como por el alto costo político que le habría significado. Su contumacia después de la caída de Lima tenía cierta
485
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
lógica, ya que en la Campaña de la Sierra, “la
Guerra Sucia”, como la llama el autor, lo favorecía la topografía de la zona y tenía de su
parte a la población nativa, que resentía las
exacciones chilenas; podía, pues, razonablemente esperar que los invasores desistieran
de su demanda de la cesión de Tarapacá
como condición de paz.
Para entonces esta exigencia, que había
sido considerada inaceptable durante las
Conferencias de Arica, ya no parecía tan extravagante. Pese a ello, los chilenos encontraron inesperada resistencia de parte de la
nueva autoridad erigida en Lima al amparo
de las armas chilenas, actitud que obedece al
apoyo brindado por los Estados Unidos. Sater critica las maniobras de James Blaine en
este sentido y el desatinado proceder del ministro norteamericano en Lima, gestiones
que concluyeron con la inesperada muerte
de Garfield y el reemplazo del Secretario de
Estado causante de esos trastornos. Los episodios finales del conflicto, que apuntan a la
posibilidad de una lucha interétnica además
de una guerra civil, están tratados en forma
más somera, como si el autor también deseara poner término a tanto derramamiento de
sangre. Tampoco va más allá de los tratados
de 1883 y 1884, a los que se alude en forma
somera, como una suerte de coda. Esta es
una historia de la guerra, no de la paz.
Buscando explicaciones de la victoria chilena, Sater hace ver que las tropas aliadas
eran tan valerosas como las chilenas, como lo
demuestra la decisión de muchos cuerpos de
aquellas de morir antes que rendirse. En
cambio, sí influyó la falta de oficiales preparados para reponer las bajas de todos aquellos que murieron resistiendo los ataques invasores. “Chile venció a sus enemigos”
–concluye– “gracias a su posición geográfica,
a su mejor infraestructura civil como también a sus instituciones políticas –que pudieron funcionar pese a las tensiones de la guerra– y, lo más importante, a las habilidades
intelectuales y experiencia práctica de su ofi-
cialidad”. Vistas algunas de las opiniones citadas más arriba, cabe pensar que la mayoría
de ellos era más competente de lo que parece desprenderse de la lectura,
Para terminar, unas palabras sobre los croquis de batallas navales y terrestres. Son en
extremo útiles y, en general, bastante claros,
si bien en un afán de simplificación, resulta
por momentos difícil seguir en ellos los pormenores descritos en el texto.
El libro comentado es un trabajo bien documentado, equilibrado en su perspectiva y
ameno en su lectura. Es improbable que los
juicios y opiniones del autor dejen contentos
a todos. No puede ser de otra manera: la
Guerra del Pacífico sigue siendo un tema
que toca fibras sensibles en las naciones participantes y sus consecuencias gravitan en las
relaciones entre nuestros países hasta hoy.
Con todo, estimo que, al mostrar la guerra
desde nuevos ángulos, el profesor Sater ha
hecho un aporte al conocimiento del tema.
Juan Ricardo Couyoumdjian
Academia Chilena de la Historia
Pontificia Universidad Católica de Chile
Bartolomé Yun, Marte contra Minerva. El precio
del imperio español, 1450-1600, Barcelona, Crítica, 2004, 623 págs.
Un tema recurrente de la historiografía
española, europea y americana ha sido el de
la comprensión del auge y la decadencia del
imperio español de los Austrias. Bartolomé
Yun vuelve a tratarlo en una nueva síntesis
que recoge todos los aspectos ya considerados, desde las discusiones en torno al surgimiento del Estado Moderno hasta la transición al capitalismo. Esto le permite
replantearlo originalmente y resolverlo. El
lector juzgará si en forma definitiva o no. Sea
como fuere, este texto es de lectura obligada
sobre el tema. El análisis se nutre de todo
486
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
tipo de publicaciones éditas e inéditas de los
últimos 20 años, desde obras clásicas hasta
tesinas universitarias, cuyas conclusiones son
engarzadas reinterpretando el imperio español del siglo de oro, en una explicación integrada de la economía, la política y lo social.
Tradicionalmente la historiografía ha sostenido que a fines del siglo XVI se sentía la
decadencia en una Castilla llena de planteamientos sobre el correcto uso del patrimonio
real. Se había llegado al límite de las posibilidades de desarrollo del sistema basado en la
ampliación de la renta y la reproducción de
las elites. Su eficacia había frenado el crecimiento. Esta visión de una economía en crisis contrasta, sin embargo, con la bibliografía
más reciente que muestra un crecimiento
constante de la producción y el trabajo desde
el siglo XV. ¿Ficción o realidad?
Yun explica este problema mostrando la
inserción de la economía española en Europa y desentrañando las conexiones con Francia, los Países Bajos e Inglaterra. En el siglo
XV la economía europea había crecido multipolarmente. Este crecimiento se basaba en
la estructura de la renta señorial, en la organización de las comunidades rurales y en la
fortaleza institucional de las ciudades como
señoríos colectivos. Las expansivas economías campesinas complementaron su productividad con actividades industriales y de
transporte. La colonización del sur peninsular, el territorio antes controlado por los musulmanes, significó la incorporación de nuevas tierras, una política de poblamiento y una
nueva interrelación económica con las economías del centro de la península. Simultáneamente crecía el poder de las ciudades,
una de cuyas manifestaciones era el control
sobre el campo circundante. En ellas se fortalecieron las antiguas elites o nacieron otras
nuevas basadas en el crecimiento de la agricultura de subsistencia y en el comercio. En
este escenario, todos compiten: la Corona,
las oligarquías, los señores y los campesinos
se enfrentaron por el control del patrimonio
real, por la creación y captación de nuevas
formas de renta y por el realengo.
La Monarquía adquirió un papel central
utilizando a su favor las tensiones sociales
que el crecimiento generaba inevitablemente. En este contexto los Reyes Católicos crearon un nuevo equilibrio político, cuyo centro
era el uso y rescate de los bienes de la Corona. La expansión al sur peninsular, al norte
de África y a Italia le dieron la clave: el uso
de la guerra le permitiría el uso de los recursos del reino en campañas exteriores. Con el
argumento de la defensa de la cristiandad, se
embarcó en nuevas guerras que ponían constantemente a su disposición los recursos de
los reinos. Uno de los resultados de esta política fue la inserción de los reinos ibéricos en
un sistema imperial.
Así se llega a una relación entre el rey y el
reino centrada en la guerra y en sus derivaciones fiscales, que resultará en lo que Yun
llama una cooperación conflictiva, que terminó
creando mecanismos financieros-fiscales para
afrontarla que entrelazarían los intereses del
rey con los grupos dirigentes. La Monarquía,
fomentando la oposición entre Marte y Minerva, el arte de la guerra y el arte de la paz,
creó permanentemente las condiciones para
que la sociedad desarrollara medios para
crear riqueza. Las relaciones antes tan conflictivas entre las ciudades y el rey empezaron
a cambiar. La Monarquía distribuyó entre los
patriciados locales hábitos militares, puestos
en la corte, la diplomacia o el ejército, y les
permitió manejar los mayorazgos a su antojo.
Mantuvo sumisa a la nobleza otorgándole sin
cesar privilegios impositivos. A cambio del financiamiento del imperio, la aristocracia se
incorporó a las tareas de gobierno, ampliaron sus clientelas, recibieron mercedes, etc.
El núcleo de esta nueva relación fue el
patronazgo real, ejercido en el entramado
europeo y americano del imperio. Esta política le permitió a la Monarquía imponer el recurso a los expedientes extraordinarios tales
como la toma de los cargamentos de Indias,
487
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
la venta de oficios, de rentas o de jurisdicciones. Esta evolución se produjo sobre una economía más expansiva de lo que se pensaba,
menos periférica y más incorporada al centro
dinámico europeo. América aportó a este
proceso medios de pago para el comercio internacional, y animó el desarrollo de focos
localizados de especialización productiva.
¿Cómo explicar la crisis de fin de siglo?
Castilla y los otros reinos ibéricos, con el
conjunto de Europa, entraron en crisis.
Mientras que Inglaterra y los Países Bajos resurgieron sobre otras bases, Castilla se hundió y perdió su dinamismo. El contexto económico internacional le era desfavorable y le
jugó en contra. El arribo extraordinario y
constante de metales preciosos, el segundo
ciclo atlántico, el desarrollo de los medios de
pago, generaban cada vez más competencia.
El eje de gravedad del desarrollo económico
se desplazaría hacia el norte, Castilla y su imperio quedarían situados semiperiféricamente en este nuevo contexto. Además de incapacidad productiva, no había flexibilidad y
capacidad de adaptación al nuevo esquema
económico. Ahora todo se volvió en contra.
La fragmentación del mapa jurisdiccional dificultó el aprovechamiento mancomunado
de la tierra, clave de la complementariedad
local. Unido a esto estaba la venta de baldíos,
que limitó el desarrollo de la economía campesina, particularmente sus industrias. La fijación de los derechos de propiedad en el
sur fomentó la emigración e imposibilitó la
circulación. Se desarrolló una crisis de recesión, efecto no deseado de un desarrollo político e institucional que hundía sus raíces en
la reproducción del patriciado y de la aristocracia. El sistema de equilibrio de las elites se
volvió contra la Monarquía. El problema,
más que el costo del imperio, fue su precio:
los mayorazgos, las manos muertas, la autonomía, el control municipal por pequeñas
elites…
Aunque la crisis se sentía, nada cambió: el
imperio se siguió basando en una negociación
entre Monarquía y elites, que garantizaba su
reproducción. Quizás aquí esté una de las claves de su resistencia, unida al desinterés de las
otras potencias europeas por conquistar el imperio español, del que ya se aprovechaban sin
tener que pagar los gastos de administración y
gestión de esos territorios.
Lucrecia Enríquez
Pontificia Universidad Católica de Chile
María Soledad Zárate C.: Dar a luz en Chile.
Siglo XIX. De la “ciencia de hembra” a la ciencia
obstétrica: DIBAM, Frasis Editores, Santiago,
2007. 547 págs.
La autora es doctora en Historia por la
Universidad Católica de Chile y profesora e
investigadora en el Departamento de Bioética y Humanidades Médicas de la Universidad
de Chile y del Departamento de Historia de
la Universidad Alberto Hurtado. Durante la
última década ha investigado sobre temas de
maternidad y obstetricia, políticas sanitarias y
estudios de género en la historia de la Medicina en Chile. Con estudios de posgrado en
universidades europeas y norteamericanas,
ha dedicado cerca de seis años a redactar la
presente obra.
En la introducción la autora nos explica
que su obra es un estudio historiográfico de
la trayectoria de la medicina chilena, haciendo una historia social de la asistencia al parto
y analizando el ámbito de la vida privada, las
relaciones de género, la medicina y la salud
pública en el siglo XIX en Chile. Al estudiar
la asistencia al parto se confrontan la antigua
medicina popular con la emergente medicina científica del siglo XIX. Los cambios asistenciales del parto durante ese siglo, vinculados a la hegemonía científica sobre lo vulgar,
tienen un componente de género, ya que la
asistencia al parto era una experiencia solo
entre mujeres parturientas y parteras. La in-
488
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
corporación de matronas y médicos varones
alteró el carácter popular femenino de la
asistencia al parto, creando calificaciones jerárquicas desiguales, reconocibles desde el siglo XVIII. Así, bajo un análisis de género, la
atención del parto es un hecho social en que
intervienen, además de aspectos técnicos y
profesionales, imágenes sexuales inmersas en
un orden de género. De este modo se logra
una comprensión integral de un hecho social
con implicaciones en la población femenina
y en la sociedad en su conjunto. En esta historia de la obstetricia con perspectivas de género el parto es un espacio privilegiado para
entender las relaciones de poder entre mujeres y varones, y entre matronas y médicos decimonónicos.
El libro de 547 páginas se divide en tres
partes. En la primera se describen las raíces
históricas del oficio de partera y la evolución
del parto natural hasta llegar al parto obstétrico en el tercio medio del siglo XIX. La segunda parte trata las características de la instrucción del oficio de matrona dentro de la
escuela de medicina obstétrica, supervigilada
por los médicos fundadores de la especialidad. La tercera parte describe en forma completa y exhaustiva toda la asistencia hospitalaria femenina y del parto en la segunda mitad
del siglo XIX. La obra se completa con un
capítulo de conclusiones, con numerosos
anexos descriptivos de documentos de la época, y con el listado de las fuentes y de la extensa bibliografía nacional y extranjera utilizadas.
Para describir el proceso de evolución del
parto natural al parto obstétrico la autora
nos introduce en el oficio de partera o comadrona en el mundo europeo, en que los médicos regulaban sus prácticas, por lo que las
mujeres perdieron el protagonismo exclusivo
en el parto natural. En contraste, las parteras
chilenas en la Colonia e Independencia tenían libertad para hacer su oficio. Eran mujeres mayores de edad, analfabetas, con escasas formalidades, pero respetadas en medios
rurales y populares. Ellas encarnaban la
“ciencia de hembra”, denominación en que
se apelaba a la naturaleza de sus actividades
que se vinculaban de manera ilegítima con la
medicina. En la República, objetadas por los
médicos, fueron denunciadas como parteras
ignorantes, terminando así la hegemonía femenina del parto natural. La fundación de la
Escuela de Obstetricia para matronas en
1834 estableció una relación de género en la
atención del parto en Chile, donde los médicos instruían y supervigilaban la práctica de
las mujeres matronas. En este tema la autora
analiza la hegemonía masculina en la ciencia
y la medicina en el siglo XIX en todo el mundo. Las mujeres estaban excluidas de aprender los progresos científicos para combatir la
alta mortalidad de los partos, y todos los estudiantes de medicina estudiaban clínica obstétrica en el sexto año de la carrera, para
hacerse cargo de la atención del parto, dejando a las matronas como auxiliares. Esta
primera parte del libro presenta una excelente y completa descripción de la ciencia
del parto: práctica, técnica, supervivencia,
responsabilidad y mala práctica en Chile a
fines del siglo XIX.
En la segunda parte de esta obra, la autora presenta una extensa revisión bibliográfica
de toda la historia de la obstetricia chilena
en el siglo XIX desde 1834, desde una perspectiva de género. Las matronas fueron instruidas en hospitales y clínicas universitarias
obstétricas para atender los partos normales
con gran supervigilancia médica, que se hacía cargo de los partos difíciles para prevenir
los riesgos mortales para parturientas y recién nacidos. Los planes de estudio duraban
dos años y se hacía una selección de las
alumnas considerando sus antecedentes de
buenas costumbres, moralidad, honradez y
sencillez. Las primeras 16 alumnas dieron un
examen final ante el Tribunal del Protomedicato en 1836. Con el progreso de la medicina
obstétrica se reformaron los planes de estudio en 1872, y a fines del siglo el oficio de
matrona estaba consolidado como una profe-
489
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
sión femenina supervigilada por los médicos
varones, ya que solo cuatro mujeres se habían graduado de médico y no podían ingresar todavía como doctoras a las clínicas obstétricas de los hospitales universitarios. Por
otra parte, además de las matronas, actuaban
las antiguas parteras sin instrucción, que seguían las prácticas populares en el sector privado residencial. En los últimos años del siglo XIX algunas matronas ya comenzaban a
realizar procedimientos y prácticas sanitarias
que no podían efectuar las parteras.
La tercera parte describe el proceso de
fundación y organización estatal de los hospitales, maternidades, hospicios y dispensarios
que daban asistencia médica a las mujeres en
la segunda mitad del siglo XIX. La participación femenina en el progreso médico del
país se hacía mediante falanges de parteras,
matronas, religiosas de la Caridad, señoras
de cofradías de beneficencia y por las primeras doctoras dedicadas a la salud pública y
asistencia infantil. Se describen las crudas
realidades de la asistencia del parto con las
altas mortalidades y la subordinación femenina a las autoridades públicas y médicas universitarias, totalmente masculinas. La autora
presenta una completa revisión de la literatura médica chilena y latinoamericana de esa
época, con abundantes cuadros estadísticos
hospitalarios y de la salud pública, en que se
consignan los crudos datos de la desmedrada
situación médica femenina. Se complementan estos cuadros con narrativas de casos emblemáticos de esta perspectiva de género que
conmueven al lector.
En la conclusión de su obra la autora resume sus planteamientos de género al especificar que el proceso de dar a luz en Chile en
el siglo XIX desarrolló un cambio decisivo en
tres partes: médicos interesados en la especialidad obstétrica; educación técnica de matronas “examinadas”, y supervisión médica
en casas de maternidad. Hubo una división
sexual de acceso al conocimiento de parteras
ignorantes a médicos ilustrados. La forma-
ción de equipos de matronas y médicos se
logró en la clínica obstétrica de una maternidad. Ello condujo a la medicalización de un
proceso fisiológico natural, que en esa época
tenía altas mortalidades materna e infantil.
La división sexual del trabajo obstétrico entregó a las matronas el parto natural sin complicaciones y a los médicos varones los casos
de parto artificial no espontáneo, donde pudieron introducir el fórceps, la antisepsia y la
anestesia para proteger la supervivencia del
binomio madre-niño. Así, la transición que
experimentó la asistencia al parto en Chile
en la segunda mitad del siglo XIX se inspiró
de manera práctica y simbólica en la transición del conocimiento que sustentaba dicha
atención: de la “ciencia de hembra” a la medicina obstétrica.
Debemos agradecer a esta joven historiadora por el inmenso trabajo realizado durante seis años para producir una obra monumental en la historiografía médica sobre la
obstetricia chilena en el siglo XIX. Con una
perspectiva de género, enfocó sus investigaciones sobre la asistencia al parto y su cruda
realidad de la lucha por la supervivencia del
binomio madre-niño, poniendo de manifiesto, las altas mortalidades de la época. Exploró en profundidad todos los archivos coloniales y del Protomedicato, así como la
historiografía obstétrica y médico-social chilena, latinoamericana y europea del siglo
XIX sobre el tema. Completa el texto con
decenas de anexos de documentos y cuadros
estadísticos inéditos. Con gran prolijidad y
pertinencia describe los hechos y los personajes en forma metódica y lúcida, por lo que
el texto se lee con facilidad. Sin embargo, en
algunos pasajes los relatos de historias clínicas presentan demasiados detalles técnicos
que pueden agobiar al lector historiador,
pero no a las matronas y médicos.
Finalmente, debemos agregar que un
gran mérito de esta obra es la revisión completa y exhaustiva de los libros clásicos de los
historiadores médicos Salas Olano, Ferrer,
490
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
Orrego Luco, Sierra, Laval y Costa Casaretto,
que permitieron sustentar el análisis de género de las conclusiones de la autora. Asimismo, los trabajos de los profesores fundadores
de la obstetricia nacional, Sazie, Murillo, Zorrilla, Vicencio y Pardo, son valorados adecuadamente desde una perspectiva de género. Por consiguiente, la historia masculina de
la obstetricia chilena del siglo XIX se corrige
y complementa por la versión femenina de
nuestra historiadora, logrando así entregar
una visión integradora y social de la historiografía nacional de esta especialidad.
Por lo que dice relación con la segunda
edición de La Sociedad en Chile austral antes de
la colonización alemana. 1645-1850, que prosigue y amplía la primera del año 1979, ya agotada, este amplísimo trabajo de investigación,
que se contiene en una lograda presentación, se inicia –como documento de portada– con la reproducción del árbol genealógico de la familia Carrasco, siglo XIX, y con la
imagen de fondo del puerto de Valdivia, según el plano de Juan Garland, de 1765, y se
prosigue con el detalle del Escudo de Armas
de la Muy Noble y Leal Ciudad de Valdivia en
el original de la real cédula de concesión,
por el emperador Carlos V y su madre la reina doña Juana, en Valladolid, 18 de marzo de
1554. El autor, con reconocimiento, dedica
la obra a la memoria de Ingeborg Schwarzenberg de Schmalz. Cerrándose la edición el 12
de septiembre, misma fecha de la festividad
religiosa de la patrona de Valdivia.
El contenido sustancial del texto se completa y facilita, en su comprensión, con apéndices de abreviaturas, glosario, 353 citas, varios cientos de fuentes bibliográficas
cabalmente descritas, e índices onomástico y
de 67 láminas, de destacable calidad.
El estudio anterior, publicado en 1979,
que comprendió a 1.935 individuos, mayoritariamente fundadores de familias, se ha incrementado ahora hasta llegar a 2.104, manteniendo sí las principales finalidades del
estudio, que se vinculan a estudiar en profundidad lo que hoy podría denominarse
“una gran región o gran zona geográfica”, la
más distinta y original respecto “del centro”.
Como ciertamente expresa el autor: “Habiéndose abordado por la historiografía nacional,
dentro de una visión acusadamente centralista, la realidad de Santiago y la zona central,
el presente estudio manifiesta otra hasta ahora poco conocida, contribuyendo a complementar con nuevos antecedentes el espectro
del cuadro social de Chile”.
Sin duda que con la presente obra, junto
con La economía en Chile Austral antes de la
Dr. Ricardo Cruz-Coke Madrid
Academia de Medicina
Gabriel Guarda, O.S.B., La sociedad en Chile
austral antes de la colonización alemana. 16451820. Valdivia-Osorno-Río Bueno-La Unión. Ediciones Universidad Católica de Chile, segunda edición, Santiago, 727 págs.
Veinticinco años de edad tenía Fernando
Guarda Geywitz cuando publicó su primera
obra, la Historia de Valdivia.1552-1952, piedra
sillar de una inmensa obra futura. Solo transcurrirían doce más para que la Academia
Chilena de la Historia lo recibiera en su calidad de miembro de número de la corporación, entonces ya como Fr. Gabriel Guarda G.,
de la Orden de San Benito.
Consignar el catálogo de sus obras publicadas completaría muchas carillas. Los que
hace 25 años eran 12 libros y 160 artículos
llegan hoy a 30 libros, con varias ediciones
agotadas, y más de 300 artículos, todos fuente de conocimientos esenciales en los temas
abordados por el autor. Si se agrega un comentario sobre el contenido esencial de lo
investigado y expuesto, sumándole las obligaciones conventuales y docentes del P. Guarda, se comprueba una capacidad de trabajo
creativo poco común.
491
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
colonización alemana (1971), La cultura en Chile austral antes de la colonización alemana
(1976) y Los encomenderos de Chiloé (2003), el
padre Gabriel Guarda ha configurado un
muy completo estudio sobre la historia fundacional y de desarrollo del sur de Chile más
allá de la Araucanía. Lo ha hecho en región
o zona de pioneros, sin existencia de encomiendas desde la primera destrucción de
1599 (si bien, según algunos datos que proporciona, con indios de servicio en 270 casas
de Valdivia y en 39 de Osorno), colonos, en
fin contribuyentes importantes a la formación de Chile como país y que han configurado caracteres muy precisos, de especial identidad local.
Por lo que también la importancia del estudio se comparte con su contribución a “esclarecer la identidad propia, hecho hoy internacionalmente muy valorado, por el
creciente proceso de globalización y, consiguientemente, despersonalización del individuo y de su medio social y cultural”.
A lo que se agrega que la compulsa rigurosa de numerosos fondos documentales, en
especial correspondientes a los siglos XVII y
XVIII, pone a disposición de expertos e interesados fuentes inéditas, que permiten construir aquella identidad, encarnada en “las elites de las ciudades históricas del sur”, desde
hace tiempo trasladadas, en mayor o menor
proporción, a todos los sectores sociales de
Chile: “una amplia clase media, con un segmento menor en el sector alto y otro en los
medios populares”.
Dividido el estudio en cuatro períodos,
que corresponden a la primera dependencia
virreinal (1645-1740), vínculo que fue determinante en el establecimiento de sus diferencias con el otro Chile (lo que explicará el
entusiasmo de Valdivia, “de ninguna manera
compartido por las demás provincias del
país” por el fracasado ensayo de gobierno federal de 1826); a la dependencia de la Capitanía General de Chile (1740-1812); a la segunda dependencia virreinal (1812-1820) y a
la época republicana (1820-1850), todos se
recorren analizando los núcleos urbanos, la
formación, vicisitudes y refundaciones de las
ciudades, los órganos de gobierno, las órdenes religiosas, jesuitas, franciscanos, hospitalarios, de San Juan de Dios, mercedarios,
agustinos, la evangelización (374 sacerdotes y
religiosos activos entre 1645 y 1820), también
por los “fiscales”, los aportes y características
de los pobladores, los rangos, las formas, y
las leyes dictadas, con su real aplicación.
De manera que siendo lo principal el estudio genealógico, nada está más lejano que
la fría relación de nombres y sucesiones, sino
que todo se inserta en un logrado cuadro de
hechos, costumbres, movilidades, oficios, decisiones e importancia.
Junto con ello formula pertinentes aclaraciones, tales como la precisión de que los títulos de la nueva ciudad principal, procedente de la repoblación de 1645, fueron los de
Plaza, Puerto y Presidio del Dulce Nombre
de María de Valdivia, no coincidente la tercera denominación –Presidio– con lo que hoy
así se denomina, sino que con una condición
honorífica de “guarnición de soldados que se
pone en las plazas, castillos y fortalezas para
su custodia y defensa”, rango que indica
mantienen en España, Cádiz, Barcelona o
San Sebastián, y que en Chile, luego de Valdivia, lo tuvieron Valparaíso y Chiloé.
Siendo, también, la sociedad austral principalmente militar, civil y eclesiástica, el autor formula similares aclaraciones respecto
de calidades o cargos, entre otras, tales como
las de “cabo”, “criado” o “decencia”. También respecto de la distinción entre nobleza
de sangre, de privilegio y de cargo. O de tratamientos, como el de “don” o el muy singular de “señoras mayoras”.
De particular interés son las explicaciones
o cursos sobre las prohibiciones de enlace en
América de los altos funcionarios con mujeres habitantes en los distritos en que ejercían
sus funciones. Lo que llevó a la pérdida de su
cargo por el gobernador Alonso de Ribera
492
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
(1601-1605; 1612-1617) al casar con la valdiviana doña Inés de Córdoba y Aguilera, y disposición aquella que hizo acentuar su discreción al gobernador Ambrosio Higgins,
explicándose así la reserva mantenida respecto de su relación con doña Isabel Riquelme
de la Barrera Meza y con su hijo, don Bernardo, Director Supremo y consolidador de la
Independencia Nacional.
Aborda, asimismo, el tema de la naturalidad o las “bastardías”, destacando que en los
casos existentes se mantenían la situación familiar y social, así como ciertamente los apellidos. Lo cual señala es concordante con el
fuero de Castilla, según el cual el hecho de
ser hijo natural no tenía efecto para la transmisión de la nobleza. Ello explica, en el caso
de la sociedad del Chile austral, que el ingreso a las órdenes militares no se viera dificultado por tal situación. Concreción, por lo demás, de la antigua expresión según la cual
“bastardía no excluye hidalguía”.
La cuestión de los “patrimonios” o más
bien de las fortunas se aborda por el autor,
evidenciando que, aunque son no pocas las
que se forman, las mayores están muy lejos
de lo que ocurría en la misma provincia de
Concepción. En la cual hacia 1800 el empresario José Francisco de Urrutia y Mendiburu
(1744-1804), poseía bienes más de diez veces
superiores a la principal fortuna de Valdivia,
la de doña Ramona Henríquez y Santillán,
viuda de Vicente Agüero de Godarte.
De especial interés es la investigación del
autor sobre la procedencia de los mil 761 individuos venidos al Chile austral entre los
años 1645 y 1820. De los 821 respecto de
quienes consigna su naturaleza, 313 son españoles, especialmente andaluces, vasco-navarros y castellanos; 56 europeos no nacidos
en España y 227 procedeeron de Chile.
El poblamiento del sur de Chile nunca
fue una tarea fácil. Ni en la Araucanía ni en
la zona austral. De hecho la frontera efectiva
fue el Biobío. Y así lo dicen los solo 900 habitantes de la sociedad, casi puramente militar,
de Valdivia hacia 1645. De esto también trata
el P. Guarda cuando describe la situación hacia 1820-1850, en que una desalentada “emigración” la convierte “en la provincia menos
poblada de Chile; con un abismo económico
y cultural entre los distintos estratos sociales”.
Lo que hace que, en distintas oportunidades, gobernantes o funcionarios propongan
traer al sur agricultores o artesanos de la
zona central de Chile, irlandeses o suizos. Y
todo ello, como bien anota el autor, sin que
se contara con “un estudio serio, técnico o
meditado de las autoridades del momento”;
es decir, que así como la llegada de personas
antes de la colonización alemana fue el resultado de iniciativas no organizadas, sino que
producto de las respectivas actividades, también la posterior colonización alemana –que
finalmente tuvo los resultados positivos conocidos– derivó de “una gran improvisación”.
Y solo bastante después, ya muy andando
el siglo XIX, pudo consolidarse la situación.
Así, en la obra se señala que hacia 1868 la
población solo llegaba a 3.100 habitantes, un
tercio de los cuales eran alemanes. Sobre
este último punto, ya en los comienzos del
1700 estaban los misioneros Andreas Supetius, Ignacio Steidle, Juan Evangelista Hertel
y otros, a los que se sumará, a comienzos del
siglo XIX Guillermo Frick, músico, “el más
chileno de los alemanes”. Todos ellos predecesores de la denominada “colonización alemana”, concretada por los gobiernos portalianos de Bulnes, Montt y Varas.
La presencia y constitución familiar de los
2.104 individuos, prolijamente estudiados por
el padre Gabriel Guarda, revive en esta extraordinaria obra, con la cual se da cumplida
satisfacción a las finalidades de un estudio verdaderamente fundamental. En que se aprecia
que la sociedad austral, durante sus primeros
siglos, fue formada –en buena parte– a partir
de hombres y mujeres que vinieron desde el
Chile pencopolitano y capitalino. No todos,
incluso algunos vinculados familiarmente con
493
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
el autor, han podido ser estudiados con mayor
detalle, y tal vez nunca se podrá, por las destrucciones de las ciudades y de parte de los
archivos de la antigua Concepción, de Chillán
y Rere, entre otros. Pero ello no desdice que
lo consignado es un aporte admirable y valioso a la reconstrucción de parte importante de
Chile y su historia.
do chileno había causado a sus comunidades
en el transcurso de veinticuatro años.
Tomando lo último como punto articulador de su análisis; Carmen Arellano, Hermann Holzbauer y Roswitha Kramer presentan en coedición El padre Sigifredo de
Frauenhäusl y el Parlamento mapuche de Coz Coz
de 1907, una hermosa publicación que da
cuenta del lamentable proceso de exclusión
que los mapuches de Panguipulli sufrieron en
desmedro de sus tierras y cómo un sacerdote
capuchino en el ímpetu de la defensa de sus
derechos, hizo todo lo posible por evitarlo.
El libro, que por su objeto de estudio podría ser considerado una microhistoria, pensamos que escapa a dicha categoría. Debido
que en la búsqueda de respuestas a la constitución del parlamento de 1907, sumado al
papel que cumplió Sigifredo, se intenta dar
un sentido conjunto y más amplio de su función en la historia. Para ello, los autores se
sumergen en la bastedad de complejos hechos y sucesos que permitieron el progresivo
avance de militares por el norte y granjeros
por el sur a dicha zona de la Región de Los
Ríos.
En términos generales, una vez alcanzada
y lograda la ocupación de la Araucanía por
parte del Estado chileno hacia 1883, representada por un cuerpo de militares encabezados, en un primer momento, por Cornelio
Saavedra y, más tarde, por Gregorio Urrutia,
la avanzada de hombres, familias y empresas
no se hizo esperar. El acelerado incremento
de población desde el centro del país, el establecimiento de empresas e industrias, sumado a un no menor contingente extranjero,
preferentemente de origen belga, español,
italiano, francés, suizo y alemán, fueron en
conjunto con la política del Estado, los principales agentes en la división de grandes espacios rurales para la formación de haciendas y granjas y la fundación y refundación de
villas esparcidas anárquicamente en un espacio comprendido entre los ríos Biobío por el
norte y San Pedro por el sur.
Sergio Carrasco Delgado
Académico correspondiente por Concepción
Carmen Arellano, Hermann Holzbauer y
Roswitha Kramer (Eds.), En la Araucanía. El
padre Sigifredo de Frauenhäusl y el Parlamento
mapuche de Coz Coz de 1907. Madrid /
Frankfurt am Main, Publikationen des Zentralinstituts für Lateinamerika-Studien der
Katholischen Universität Eichstätt-Ingoldstadt, Iberoamericana / Vervuert Verlag, 2006,
616 pp.
Durante el verano de 2007 se realizó en el
valle de Coz Coz, cercano a la ciudad de Panguipulli una reunión que convocó a diversas
comunidades indígenas, mayoritariamente
de la etnia mapuche-huilliche con la finalidad de discutir y reflexionar en torno a las
problemáticas actuales y desafíos futuros que
en materia social, económica y política han
afectado su vinculación intraétnica y la relación con el Estado. Dicho encuentro se podría considerar como una asamblea que se
enmarca dentro de muchas que se han realizado sobre la materia. Sin embargo, esta no
era una común y, curiosamente, el lugar elegido tampoco, por cuanto estaba cargado de
un gran simbolismo histórico, político y espiritual –en esto los mapuches son igual de excesivos que los ingleses–, debido que justo
hace un siglo y en el mismo lugar, se había
desarrollado el último gran parlamento mapuche, para analizar los vaivenes y consecuencias que la ocupación por parte del Esta-
494
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
Dentro del mismo período, específicamente en 1896, arribaron a estas tierras un
grupo bávaro de la Orden de Frailes Menores
Capuchinos (OFMCap) con la intención de
continuar la labor de sus pares italianos, enfatizando su tarea en la evangelización indígena y particularmente la defensa de estos
con respecto al Estado y privados. Bajo esta
lógica de acción, se debe entender la labor
de Sigifredo de Frauenhäusl y otros connotados frailes como Félix de Augusta, Wolfgang
Emslander y Bucardo María de Röttingen.
La acción de Frauenhäusl, que se evidencia en la ardua tarea que por más de cuarenta y cinco años desempeñó como párroco de
Panguipulli (1904-1950), el libro la ejemplifica en los preparativos que hizo ad portas del
Parlamento de Coz Coz, con la invitación a
dos periodistas, Aurelio Díaz Meza de El Diario Ilustrado y Oluf Erlandsen de El Correo de
Valdivia para cubrir en el verano de 1907 dicho encuentro con un claro objetivo: impactar y demostrar a la clase política y opinión
pública en general las injusticias y atropellos
que se estaban cometiendo en contra de las
comunidades mapuches por parte de privados y, de particular modo, por quienes especulaban el valor de la tierra, sin importar derechos ancestrales y cuestiones básicas de
dignidad humana.
Los editores, en clara señal de tratar un
tema complejo por naturaleza, para dar una
visión completa del caso y contribuir al debate actual, construyeron un libro interdisciplinario, en donde la historia como principal
área de trabajo comulga con la filología, antropología, análisis literario y etnografía, invitando para ello a especialistas de Alemania,
Chile, Perú y Estados Unidos. El resultado
fue interesante.
El libro estructuralmente dividido en tres
partes, como ya señalamos, hace un estudio
pormenorizado del encuentro en Coz Coz el
año 1907. Así, la primera sección, está compuesta por siete estudios, que en su conjunto
indican el espacio geográfico, los protagonis-
tas, la problematización y hechos. La segunda parte presenta una serie de documentos
de gran riqueza histórica, como En la Araucanía de Aurelio Díaz; El Parlamento indígena de
Oluf Erlandsen y un extracto de Crónica de la
Misión de San Sebastián de Panguipulli y Epistolarios de Sigifredo de Frauenhäusl. Por último, la tercera parte del libro está compuesta
por: un glosario de conceptos en mapudungun; un levantamiento biográfico de los misioneros e ilustraciones. Sobre cada uno de
ellos, nos detendremos consecutivamente a
continuación.
El estudio inaugural está firmado por Carlos Aldunate, quien en “Indígenas, misioneros y periodistas. Actores de una epopeya en
el sur del Toltén (1848-1922)” da a conocer
cuáles fueron las causas y resultados de la
ocupación chilena en dicho territorio. Estudiando el caso con una mirada histórica de
mediana duración, presenta la relación que
los mapuches desde mediados del siglo XIX
tienen con el Estado. Para ello da un especial
énfasis a la cuestión de la tierra como el punto central del conflicto. Si bien este es importante, no está lejos de ser el único. Factores
como: cuestionamientos protoideológicos,
relaciones y vinculaciones sociales y violencia
interétnica, son también de relevancia. En sí,
el aporte sobre el tema es magro, no busca
causas que vayan más allá de la cuestión de la
tierra, exceptuando los pasajes referidos a las
relaciones fronterizas y la idea final; en que
invita al estudio retrospectivo de los documentos inmuebles para buscar a un posible
culpable de lo sucedido en illo tempore, que
son interesantes.
Con un análisis antropológico titulado
“En la Araucanía de Aurelio Díaz Meza. Una
visión antropológica del Parlamento de Coz
Coz”, Tom Dillehay construye un texto en el
que presenta un estudio de la composición
estructural de dicho encuentro, tomando
como fuente la descripción realizada por Aurelio Díaz. En esta parte, Dillehay comprueba
la validez de la obra de Díaz como documen-
495
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
to antropológico, por cuanto establece que a
través de este, se puede levantar un modelo
político social de la macrocomunidad mapuche. Aquí, el autor plantea que no solo participaron los miembros de las comunidades
cercanas, sino también de regiones alejadas
(p. 63), validando que aun en el siglo XX en
casos de mutua necesidad, la unidad mapuche en forma extinta de ayllarehue o butanmapu era tangible tanto como en los siglos
coloniales, según nos cuentan los cronistas.
Concluye, que el gran parlamento de 1907
fue el intento de crear una entidad política
superior, capaz de armonizar mejor las necesidades y aspiraciones locales (p. 69).
Desde una mirada etnológica, Helmut
Schindler presenta “Continuidad y cambio
en la liturgia mapuche: El kamarikun en la
región de Coz Coz”. Considerando que el kamarikun no es más que el nombre que se da
al conocido guillatún en esa zona, realiza un
ejercicio de comparación de uno desarrollado actualmente con todos sus actores y fases,
para luego contrastarlo con el observado por
Díaz y Erlandsen a principios de la centuria
pasada. Si bien esta es una clásica actividad
desarrollada por quienes son exponentes senior o aprendices de la antropología histórica y social, tal como en algún momento lo
hicieron Guevara y Faron, el aporte que da
Schindler radica en que no se puede mirar a
un guillatún actual solo como un ritual de
petición o agradecimiento de corte religioso,
sino también, con todo el peso social y teatral que implica en un grupo temeroso de
perder parte de su historia (p. 82). Es un
estudio socioantropológico singular.
A la luz de los últimos parámetros analíticos de la lingüística y filología, el estudio de
María Catrileo es sustancialmente importante en el libro. Con el título “Notas acerca de
la lengua mapuche”, la autora construye un
detallado corpus del mapudungun. A partir
de trabajos anteriores como los de Luis de
Valdivia, Febres y Havestadt en el período indiano, hasta llegar a Lenz y Augusta en el
XIX y XX, la autora plantea que el mapudungun per fectamente se puede considerar
como una unidad lingüística, ya que se hablaba hace un par de siglos desde el Maule a
Chiloé y desde el Pacífico hasta el Atlántico
(p. 100). En la actualidad, dice la autora,
este idioma sigue vigente, beneficiado en
parte con su transcripción escrita y el fomento de algunas comunidades por enseñarlo a
las generaciones más jóvenes. Asimismo, señala que a pesar de ser una unidad, algunas
regiones tienen estilos lingüísticos propios
como San Juan de la Costa o la zona cordillerana de Villarrica. Este artículo es de vital
importancia para los etnohistoriadores y colonialistas, quienes a la hora de construir padrones de bautismo o defunciones, testamentos de indios, o también, de genealogía
mapuche desde el siglo XVI hasta nuestros
días; el seguimiento de las variantes o estilos
lingüísticos le será de gran utilidad.
Carmen Arellano Hoffmann presenta “Las
opiniones erróneas que... circulan en la capital.
La percepción cultural entre los wingkas y
los mapuches”, conformándose como uno de
los estudios más interesantes del libro. Tomando como punto referencial la prensa de
época y material secundario, la autora cuestiona la mirada general que comúnmente tienen los historiadores chilenos sobre el tema.
Casi todos, o según ella, todos los historiadores concluyen que la percepción social fue
negativa para con los mapuches durante el
siglo XIX, pensando que fue la causa principal para que se haya ocupado la Araucanía
desde 1880 en adelante. Sin embargo, Arellano cuestiona esta posibilidad esgrimiendo
que existía otra imagen sobre el indígena;
una positiva que tenía como sustento al buen
salvaje, considerando la valentía histórica demostrada y el amor por la tierra que los caracterizaba, a tal punto, que de esta tomaban
su nombre (p. 116). Pero ¿quiénes tienen
esta idea y porqué sería errada o incompleta?
Dicha afirmación es totalmente cuestionable,
por cuanto un sustantivo número de trabajos
496
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
como los desarrollados por Luis Carlos Parentini, Leonardo León y Jorge Pinto dan a
conocer que factores como: el miedo, la necesidad de unificar el territorio, el desconocimiento sobre estos indígenas y una buena
cuota de intereses comerciales volcados con
negativas ideas sobre ellos en los medios de
comunicación de Santiago y Concepción,
principalmente, fueron los ingredientes necesarios para una imagen no favorable hacia
los mapuches chilenos.
Un aspecto interesante que promueve la
autora es el trabajo sicohistórico que a partir
de una hipótesis desarrolla, cuando plantea
la influencia anímica que ejerció el padre Sigifredo sobre la figura de Aurelio Díaz, que
en la época contaba tan solo 23 años y que se
vería volcada en la fuerza y textura de las argumentaciones que el periodista redactara
en la prensa capitalina y en los escritos posteriormente publicados (p. 119). Esta hipótesis, perfectamente con un poco de coordinación se podría haber comprobado si
ahondara en la figura de Aurelio Díaz quien,
según nos cuenta María Eugenia Góngora,
tenía una fuerte vertiente e influencia cristiana que adquirió durante su breve estadía en
el Seminario Menor (p. 183). Esto, tal vez,
hubiese aclarado la suposición de Arellano.
Concluyen esta primera parte los textos
de Othmar Noggler y el recién citado de María Eugenia Góngora, quienes respectivamente trabajan una semblanza del padre Sigifredo y una pequeña nota biográfica de Aurelio
Díaz Meza.
La segunda parte del libro, que es significativa dentro del total de hojas, da a conocer
una rica cantidad de fuentes primarias, entre
las que se cuentan el escrito íntegro de Aurelio Díaz En la Araucanía, una selección de
prensa redactada por Oluf Erlandsen y los
textos de Fray Sigifredo: Crónica de la Misión... y una selección del Epistolario. Esta última, posee un innegable valor para futuros
estudios monográficos sobre la vida de los capuchinos o, si se quiere, sobre la visión reli-
giosa de la violencia. Al respecto, el documento Nº VI Los Indios y Joaquín Mora (p.
413) refleja la crudeza del trato a los indígenas, en donde se acusa al recién citado Mora
de expulsar a un grupo familiar, que a pesar
estos últimos de demostrar su Título de Merced, el nuevo propietario insistió que estaban
dentro de sus tierras y, en un arranque de
ira, entró a una ruka expulsando a todos los
que se encontraban dentro, tirando por el
aire a un niño moribundo y de inmediato la
mandó a quemar. O la carta-artículo Villa
Rica y sus alrededores (p. 418), en donde hace
gala de sus conocimientos históricos, geográficos, botánicos y zoológicos de la región andina meridional.
En la parte final de los anexos, se puede
consultar un buen y detallado levantamiento
biográfico de algunos capuchinos que misionaron en la Araucanía, redactado por Hermann Holzbauer entre las páginas 475 y 498.
Asimismo, se encuentra una serie de ilustraciones de gran valor para aquellos que trabajan la estética e imagen histórica. Algunas
nos hacen recordar el libro de Margarita Alvarado y Pedro Mege Construcción y montaje de
un imaginario. Fotografías mapuches, siglos XIX
y XX, en la cual demuestran cómo muchas de
las imágenes clásicas de los mapuches durante el XIX eran solo una representación visual
y artística de lo que se quería ver en ellos.
Dos ejemplos bastan para cerrar estas líneas;
la imagen Nº 16 que muestra a una machi
con su kultrun en el último escalón de un
rewe, realmente fantástica. Y la presentada
en la imagen Nº 26, que muestra a una hermana de la Santa Cruz de Menzingen enseñando el catecismo a una niña mapuche vestida con los atuendos típicos.
El presente libro es atípico en su género,
por lo menos para el caso chileno. De sólidas
proporciones, con ilustraciones a color, buen
papel, excelente diagramación y lo importante, con un fondo de análisis riguroso y serio
que trasciende publicaciones de coyuntura
actual, que por lo mismo, tienden a ser des-
497
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
echables. En síntesis, es un buen libro para
quienes se dedican al mundo mapuche contemporáneo como para aquellos historiadores de la Iglesia en Chile.
Existe versión en alemán con el título Die
Mapuche und die Republic Chile. Pater Siegfried
von Frauenhäusl und das Parlament der Mapuche von 1907 in Coz Coz. Carmen Arellano,
Hermann Holzbauer und Roswitha Kramer
(Eds.). Wiesbaden: Harrassowitz, 2006.
nombres de investigadores ligados al estudio
de las variadas y complejas relaciones creadas
a través del Atlántico entre Europa, África y
América. La historia atlántica no puede ser,
por su propia naturaleza, sino una historia
comparativa. Subraya Céspedes del Castillo
que el gran océano, al servir de base para la
circulación entre mundos muy diferentes en
lo cultural, en lo racial, en lo religioso y en
lo económico, permitió el surgimiento de sociedades plurirraciales y multiculturales. Lo
notable es que estos fenómenos se originaron en la reducida faja costera que va desde
Noruega por el norte hasta el Algarbe por el
sur. La pesca, en especial la del bacalao, y el
comercio más adelante, fueron seguidos por
los grandes viajes, primero de los vikingos
hacia el oeste, y después de los habitantes de
los sectores más septentrionales de la costa
atlántica, que lograron unir el Mediterráneo
con el Báltico. A continuación, las exploraciones portuguesas de la costa africana en
busca de un paso hacia el Oriente permitieron contar, a fines del siglo XV, con un adecuado conocimiento de las corrientes y de
los regímenes de vientos del sector oriental
del océano, en el sentido norte-sur. Los descubrimientos colombinos, a su turno, aseguraron ese conocimiento para la parte occidental del mismo. Pero junto a las
exploraciones vinieron el poblamiento y la
explotación de América, con diferentes énfasis, por castellanos, portugueses, ingleses,
franceses y holandeses, y la instalación por
los portugueses en las costas del golfo de
Guinea de fuertes y factorías desde las cuales
se realizaba la extracción de la mano de obra
africana.
Esta brevísima referencia al desenvolvimiento del mundo atlántico pone de relieve
las múltiples facetas envueltas en la historia
de ese espacio marítimo: migraciones, modalidades de asentamiento, relaciones con los
naturales, formas de trabajo, mestizaje, evangelización, estructura del comercio marítimo, actitudes de las monarquías europeas ha-
Martín Lara
John H. Elliott, Imperios del mundo atlántico.
España y Gran Bretaña en América, 1492-1830.
Taurus Historia, Madrid, 2006, 830 págs.
En el artículo “La historia atlántica”, publicado en el Boletín de la Real Academia de la
Historia, tomo CCIII, mayo-agosto de 2006,
pp. 145-162, el destacado americanista Guillermo Céspedes del Castillo se refirió a lo
que, en palabras de John H. Elliott, cabe considerar como “uno de los nuevos desarrollos
historiográficos más importantes de los últimos años”. El que probablemente fue el último trabajo de Céspedes del Castillo es, más
que un estado de la cuestión, una acabada
aunque sintética descripción del surgimiento
de esta corriente historiográfica. Si bien hacia 1945 hay ya una formulación acerca de
una civilización noratlántica, no cabe duda
de que la obra de Jacques Godechot sobre el
Atlántico es la primera que debe considerarse al seguir los pasos de esta subdisciplina.
Poco después, en 1949, la aparición del libro
de Braudel sobre el Mediterráneo ofreció un
modelo, difícil de superar por la riqueza de
sus puntos de vista, para el tratamiento histórico de los espacios marítimos. Huguette y
Pierre Chaunu, Antonio Rumeu de Armas,
Charles Verlinden, Ralph Davies, Peter Russell, Anthony Pagden, John Thornton y Pieter C. Emmer son algunos de los muchos
498
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
cia sus extensiones transatlánticas, actitudes
de los colonos y sus descendientes hacia sus
países de origen. El análisis de cualquiera de
estos temas obliga necesariamente a comparar los procesos, tanto respecto de las metrópolis como respecto de los diversos modelos
de sociedades establecidas en América. Esta
subdisciplina no tiene, pues, hasta ahora, límites definidos ni en lo geográfico ni en lo
cronológico. Es obvio que Perú y Chile, por
ejemplo, no obstante estar bañados por el
Pacífico y estar muy alejados del Atlántico,
dependieron, como todo el resto de América, de este último para su conexión política y
comercial con la metrópoli. También es evidente que ni la independencia de las trece
colonias ni las de los territorios americanos
de la monarquía hispana constituyeron un
corte en la historia atlántica. Nos encontramos, en consecuencia, frente a una disciplina
en pleno proceso de desenvolvimiento, que
ha sido objeto de variados y novedosos análisis en el intento de definir sus límites y su
metodología.
Ya en 2001 John Elliott, cuyos espléndidos
trabajos sobre Olivares, sobre los validos y, en
general, sobre la España de los Habsburgo
crearon una verdadera escuela de labor historiográfica seria y exhaustiva, había abordado el problema de la historia atlántica. Cinco
años después ha dado a la luz Los imperios del
mundo atlántico. España y Gran Bretaña, 14921830. Se trata de una obra monumental, basada en una bibliografía extensísima y moderna, llena de originales puntos de vista
nacidos del minucioso trabajo comparativo
entre los modelos inglés y castellano de expansión en el Nuevo Mundo y que, por cierto, pone al lector frente a los varios problemas subrayados por Céspedes del Castillo en
lo relativo a los deslindes de la historia atlántica. El profesor Elliott ha analizado a España
y a Gran Bretaña, y ha prescindido de Portugal, de Francia y de Holanda. El autor reconoce este hecho, y agrega que solo ha podido
incluir algunas referencias pasajeras al perío-
do de 60 años en que España y Portugal estuvieron unidos. También le ha dado más énfasis a la Nueva Inglaterra y a Virginia que a las
colonias centrales atlánticas. Es, nos dice,
una cuestión de opciones cuando se intenta
escribir la historia de grandes partes de un
hemisferio durante un período de tiempo
tan largo. La posición del profesor Elliott es
perfectamente atendible y razonable, pero
despierta dudas igualmente atendibles y razonables. Aunque el propósito del autor ha
sido, en sus palabras, analizar el “desarrollo
de las sociedades coloniales y sus relaciones
con sus países de origen”, parece evidente
que la determinación de prescindir de Portugal, tan decisivo en el abastecimiento de esclavos africanos a todo el mundo americano
en el siglo XVI, y, por otra parte, tan esencial
como factor de estímulo a la colonización
hispana del Río de la Plata y de su extenso
hinterland, no ayuda a cumplir cabalmente
ese objetivo. Otro tanto puede afirmarse de
Francia, cuya importancia en el desarrollo
americano no puede estimarse tomando en
consideración solo los territorios del río San
Lorenzo, del curso inferior del Mississippi y
de los enclaves que tuvo en el Caribe. En
efecto, la presencia de Francia en América, a
través de España, con motivo de la entronización de la casa de Borbón tras la muerte de
Carlos II, fue de tal amplitud, que no puede
prescindirse de ella al intentar comprender
el desenvolvimiento del mundo indiano. Solo
baste tomar, como ejemplo, el efecto producido por la presencia de las naves francesas
en el Pacífico. Ellas, en rigor, pusieron la lápida al sistema de flotas y galeones, es decir,
al núcleo del régimen de comercio con las
Indias, al abastecer generosamente a esa extensa área de toda suerte de mercaderías.
Con todo, lo que nos ofrece el profesor
Elliott en esta obra es de tal magnitud y riqueza, que habrá de introducir un cambio
radical en la forma en que hasta ahora los
historiadores han mirado el pasado americano. La comparación entre los diversos proce-
499
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
sos colonizadores debe partir de una circunstancia esencial: que tanto las sociedades española e inglesa sufrieron hondas modificaciones en los casi tres siglos y medio que
comprende el estudio –la colonización española, iniciada en los años finales del siglo
XV, tenía más de un siglo cuando comenzó la
protagonizada por Inglaterra, país que entretanto había vivido las dramáticas consecuencias de la Reforma–, como, a su turno, también las experimentaron las sociedades
coloniales. De aquí se derivan aspectos de
enorme interés. Los ingleses pudieron conocer las experiencias hispanas, recogerlas, modificarlas y adaptarlas a sus propias realidades. Los españoles, a su turno, también
tuvieron a los ingleses como modelos en ciertas áreas. Recordemos el ejemplo de las trece
colonias y su independencia en el siglo
XVIII, seguido pocos decenios después por
los territorios americanos de la monarquía
hispana.
El autor ha organizado su exposición en
tres grandes secciones, referidas a la ocupación del territorio, a la consolidación de dicho proceso y a la emancipación. En los numerosos capítulos que forman cada una de
esas partes el profesor Elliott logra demostrar, mediante la comparación de los procesos gestionados por españoles e ingleses, la
existencia de semejanzas y diferencias y, lo
que es más interesante, ha podido explicar
convincentemente las razones de las mismas.
Unas dependen, como es evidente, de los rasgos distintivos de la costa este de América del
Norte, donde se instalan los migrantes provenientes de Gran Bretaña, y de los que son
propios del resto del Nuevo Mundo. Baste referirse a solo dos aspectos. La simple comprobación de que en la Nueva Inglaterra y en
Virginia los ingleses no encontraron a una
población nativa comparable a aquellas, de
extraordinaria complejidad, con que los españoles se relacionaron en México o en
Perú, da pautas para comprender las relaciones disímiles establecidas entre colonos y
aborígenes en uno y otro sector, y, como derivación natural, las diferencias en la explotación de los territorios y en el empleo de la
mano de obra nativa. La inexistencia de yacimientos metálicos en Nueva Inglaterra y la
increíble abundancia de los mismos en toda
la América española generaron modalidades
de desarrollo económico enteramente distintos. Pero también fue diversa la actitud de las
respectivas metrópolis hacia los nuevos espacios que debían ocupar, como es claro respecto de Gran Bretaña, que miró con mucha
distancia el proceso de expansión en América, en tanto que España se preocupó de trasladar, en la medida de lo posible, sus propias
instituciones al otro lado del Atlántico. Y, por
supuesto, las consecuencias que derivaron de
ambas actitudes fueron muy diferentes y, además, variaron en el tiempo. Son muy instructivas a este respecto las comparaciones entre
las modalidades de resistencia local a las autoridades en la América española y en la inglesa.
“Sociedades en movimiento” es el nombre
de uno de los capítulos de la obra. Nos parece que ese concepto es extremadamente esclarecedor para aprehender el núcleo de la
historia americana, la del siglo XVI, pero
también la de nuestro siglo. Todo circula en
América, tanto lo que está dentro del continente como lo que viene del exterior. Circulan los hombres, las ideas, las cosas. Las ciudades pueden concebirse como lugares de
estabilidad, pero bien sabemos la fuerza que
han tenido para atraer a los migrantes. Piénsese solo en los enormes circuitos que originó Lima merced a la Universidad de San
Marcos, adonde iban estudiantes de toda
América del Sur. Otro tanto puede decirse de
los complejos circuitos creados por el comercio negrero o de indios esclavizados, por el
transporte de los situados, por los desplazamientos de la mano de obra indígena, por el
comercio hacia el Alto Perú. Hay, es cierto,
fronteras, que, al menos en la teoría, suponen cierto grado de estabilidad. Pero, por
500
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
una parte, las fronteras también se mueven y,
por otra, son extremadamente permeables,
como la araucana, o mal definida, como la
que existió entre Brasil y el virreinato del
Perú, según lo subraya certeramente Elliott.
En una obra de tan extraordinaria amplitud y complejidad como la que nos ha entregado el profesor emérito de la Universidad
de Oxford no pueden faltar afirmaciones
que merecen reparos. Es probable que los
historiadores del Derecho Indiano se manifiesten en desacuerdo con el sentido que el
autor le da a ciertas instituciones, y con seguridad objetarán la perturbadora transformación de funcionario real en oficial real por obra
de la traducción, pero nada de esto impide
calificar a Imperios del mundo atlántico como
una de las más importantes, lúcidas y sugerentes contribuciones al conocimiento de la
historia americana hechas en los últimos decenios.
agentes institucionales, los historiadores estuvieron dispuestos a otorgar protagonismo a
nuevos actores, insertos y actuando en el
mundo de la cultura, utilizando distintos códigos de lenguaje según el momento histórico y aportando inteligibilidad a una realidad
que la misma disciplina había contribuido a
desencantar.
A la recuperación de los actores sociales
siguió necesariamente la recuperación de su
lugar en el mundo de la cultura y la búsqueda de instrumentos y temáticas que dieran
cuenta de un nuevo paradigma donde tuvieran su lugar los símbolos, representaciones,
lenguajes y textos que forman parte de los
conjuntos culturales. Con ello, a la tradicional división del oficio historiográfico entre
historia política, económica, intelectual y social como compartimentos relativamente estancos, se agregó la historia cultural como
lugar de encuentro del quehacer de los historiadores con otras disciplinas que también
privilegiaban la cultura como objeto de estudio. La antropología, la sociología e incluso
la psicología entraron como interlocutoras
del investigador en historia, aportando nuevas miradas y datos. Los trabajos de Lynn
Hunt, Robert Darnton, Clifford Geertz, Nathalie Davies, Jacques le Goff y Peter Burke
entre otros, profitaron del giro antropológico que dio mayor complejidad y significado a
lo sociocultural. La microhistoria dio cuenta
no solamente de cambios sustanciales en el
macronivel de las naciones, sino también de
los individuos, los pequeños poblados. El énfasis en la cultura material y la comparación
fueron asimismo importantes aportes de la
historia cultural. Carlos Ginzburg y su El Queso y los Gusanos de l976 y Emmanuel Le Roy
Ladurie con su Montaillou de l975 fueron
precursores en el trabajo de reconstrucción
de los detalles imprescindibles para penetrar
en las profundidades de la vida individual y
social del pasado.
La primera colección de Historia de la
Vida Privada, inspirada en estos aportes his-
Fernando Silva Vargas
Academia Chilena de la Historia
Historia de la vida privada en Chile, bajo la dirección de Rafael Sagredo y Cristián Gazmuri, 2 tomos, Aguilar Chilena de Ediciones,
Santiago: 2005 y 2006.
Esta colección, que incluirá un tercer
tomo por aparecer en 2007, se inserta dentro
de lo que es ya una tradición historiográfica
que cobró vida como crítica al reduccionismo de la Escuela de los Annales y su énfasis
en la historia económica, cuantitativa y estructural, de influencia marxista. Desde los
años 70 del siglo pasado surgió, especialmente en Francia, un grupo de historiadores empeñados en recuperar lo cotidiano, lo individual, lo afectivo, lo “puertas adentro” de la
historia. Ante la desilusión con los grandes
procesos, y su posibilidad de explicar el pasado, dar sentido al presente y soñar un futuro
desde la intervención del Estado o de los
501
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
toriográficos, fue editada en Francia en l987
bajo la dirección de Philippe Ariès y Georges Duby, eximios exponentes de la historia
de las mentalidades, parte también de la historia cultural. De allí, el modelo sirvió de
inspiración para sendas colecciones en distintos países, entre las cuales la chilena que
reseñamos, con algunas diferencias metodológicas. La edición francesa, en sus 10 tomos ordenados cronológicamente, recoge
en grandes unidades –dos o tres por tomo–
los temas que trata. Así, por ejemplo, el
tomo 8, correspondiente a la Sociedad Burguesa, se divide en dos capítulos: Escenas y
Lugares, y Entre Bastidores, los cuales se
subdividen en unidades temáticas cuyo hilo
conductor permite un recorrido por diversos espacios y realidades personales y sociales que dejan al lector con una impresión de
conjunto de esa realidad social. En el caso
de la colección editada en Chile, se trata de
un conjunto de artículos escritos por distintos especialistas sobre temas de su especialidad, dando la impresión que, a diferencia
de la obra francesa, los editores organizaron
los tomos de acuerdo a lo que los autores
escogidos podían ofrecer más que según un
proyecto orgánico al que los autores se sumaran.
En cada volumen: Tomo I, El Chile tradicional: De la Conquista a l840, y II, El Chile
moderno: l840-l925, participan l3 autores. En
el primero, los temas dan preferencia a la
vida íntima: el matrimonio, la angustia, la
fidelidad conyugal, el sufrimiento del desvalido. Un poco más aislados quedan los capítulos sobre niños populares, el mundo mestizo, de los claustros y comerciales. En el
segundo, aparecen otros temas igualmente
interesantes, pero que también tuvieron su
relevancia en el período anterior: la comida, la música, la educación. Aunque ello no
desmerece el valor individual de cada artículo, habría sido interesante que los editores en su Introducción, o que cada autor en
forma individual, estableciera cierta conti-
nuidad en su tema, de manera que la colección sea más que un conjunto de artículos
unidos tan solo por tratar materias desde
una mirada que favorece lo privado. En ese
sentido, creemos que los editores fueron excesivamente modestos en considerar que la
obra es valiosa con tan solo “… convencer al
lector de lo importante que es el estudio de
la vida privada de los individuos o grupos
pequeños…” Parece razonable que el lector
exija que la obra que lee no solo demuestre
el valor del tema que trata sino que directamente lo trate como corresponde a su importancia.
Hay muchos artículos en esta colección
que logran ese objetivo. Por razones de espacio solo puedo referirme a algunos. El artículo de René Salinas, “Población, habitación e intimidad en el Chile tradicional”,
incluido en el Tomo I es uno de ellos. Basado en estadísticas y testimonios, el autor
hace un importante aporte a la historia social de Chile, precisando los conceptos de
matrimonio, familia, hogar y relaciones familiares como conceptos culturales que han
cambiado su significado en el tiempo y que
tenían distintas definiciones para los sectores dirigentes y los sectores populares. Asimismo, el relato se enriquece con la presentación de las complejidades culturales que a
veces la historiografía tiende a obviar. A la
visión uniforme de un país católico que imprime un concepto de familia nuclear único, el autor agrega la realidad social de coexistencia de varias formas de vida familiar,
donde los “agregados”, los hijos de una relación extraconyugal, de huérfanos o incluso
de niños abandonados por su familia de origen definen una familia donde no siempre
prima la moral católica Las habitaciones, la
comida, los espacios de reunión, el lugar de
la infancia y la relación con los afectos y la
muerte forman parte de una narrativa donde los datos complementan una visión de
conjunto de la sociedad chilena en el siglo
XVIII, donde se puede prefigurar la evolu-
502
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
ción respecto de los siglos anteriores y comprender los cambios que el autor presenta.
El artículo de Isabel Cruz, “Seducciones
de lo íntimo, persuasiones de lo público. El
lenguaje del vestido en Chile, l650-l820” es
también digno de destacar en la línea de
una historia cultural que incluye la relación
con la cultura material y la psicología social
en un contexto histórico de larga duración.
La autora sitúa el traje barroco como parte
de las dos tradiciones que han regido la relación entre cuerpo y vestido: “la tradición
del desnudamiento de origen griego y la tradición del recubrimiento de origen judeocristiano”. Desde ese marco, describe la
moda chilena, su relación con el estatus social, los modales y gestos correspondientes,
los maquillajes y perfumes. En lugar de recluir su descripción a los aspectos privados,
Isabel Cruz la inserta en un marco mayor de
lo político, donde el tránsito hacia la república se expresó en una “reorientación del
gusto” hacia patrones franceses. De este
modo, la moda se estudia como lenguaje
que habla de la modernidad y su recepción
en Chile.
En el Tomo II, por razones de espacio,
destacaremos solamente el artículo de Carlos Donoso y Juan Ricardo Couyoumdjian,
“De Soldado orgulloso a veterano indigente.
La Guerra del Pacífico”. En la misma línea
que los artículos mencionados anteriormente, en este caso los autores relatan las peripecias del reclutamiento voluntario y forzoso, los problemas disciplinarios y los
aspectos físicos, psicológicos, espirituales
que enfrentaban quienes se vieron involucrados como soldados en una guerra para la
cual el país no estaba preparado militarmente. Fiel a la exploración de los sentimientos privados, el sufrimiento de los reclutas es un aspecto relevante de la
narración. No obstante, también en este, los
aspectos institucionales y políticos entran
como contexto explicativo de la vida privada
en la guerra, sin la cual esta carecería de
toda profundidad. Los excesos de las tropas
invasoras en Lima y la desmoralización de
sus soldados, contra la que tuvo que enfrentarse Patricio Lynch, añaden verosimilitud
al relato.
Aunque habría que destacar la calidad de
otros artículos incluidos en la colección por
su valor como traducciones culturales, salvadas las reservas hechas al comienzo de esta
reseña, la Historia de la Vida Privada es un
aporte colectivo que consigue dejar un “perfume” de aspectos de la historia que la historia positivista desconocía. En ese país extraño que es el pasado, esta obra permite
familiarizarse con nuevos habitantes que parecen domesticarse y aproximarse. No obstante, como en toda historia, fragmentaria
por su naturaleza, se corre el riesgo de hacer desaparecer el todo por subrayar un aspecto. Conscientes de que la división social
en lo privado y lo público es un paradigma
útil para explicar el mundo moderno y la
separación de lo institucional estatal de lo
privado personal, es conveniente tener
siempre en cuenta que esta no es más que
un instrumento analítico. En la realidad histórica, la vida privada se encuentra profundamente imbricada con la vida pública. Ello
hace imprescindible que el historiador contemple en su narración la interacción entre
lo cultural y lo político, entendiendo que el
ejercicio del poder es también una práctica
cultural que se introduce por los intersticios
de la vida privada.
En síntesis, los dos tomos que reseñamos
son un valioso ejercicio de realización de la
versión chilena de las historias de la vida privada. La mayoría de los artículos son un
aporte a aspectos desconocidos de nuestra
historia. El conjunto se habría beneficiado
de una estructura más orgánica o de introducciones que situaran los estudios en su
contexto temático y público.
Ana María Stuven
Pontificia Universidad Católica de Chile
503
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
Patricio Valdivieso F., Dignidad humana y justicia. La Historia de Chile, la política social y el
cristianismo 1880-1920, Ediciones Universidad
Católica de Chile, 2006, 418 páginas, ilustraciones.
los crecientes contingentes de obreros –salidos del crecimiento vegetativo fuerte y de la
migración del campo a la ciudad–, impuso
normas y contratos muy desfavorables para
los nuevos operarios. A propósito de crecimiento demográfico, se muestra en este capítulo cómo la población de Chile, en poco
más de 100 años, se multiplicó por 5,5, es
decir, pasó de 600 mil habitantes hacia 1810,
a tres millones 300 mil, hacia 1900.
Se analizan también las condiciones de
trabajo, de vivienda, de salud y de educación
en los grupos populares, que resultan ser
bastante malas, en particular en Santiago y
en otras ciudades. La falta de espacio y de
higiene en las viviendas, los horarios excesivos de trabajo –que podían llegar hasta las 16
horas diarias–, la contratación de mujeres y
niños en tareas pesadas, y la ausencia de organizaciones o instancias que velaran por el
obrero, son presentadas en este capítulo. Hacia el final, se señala el progresivo desarrollo
de las protestas o huelgas, que en Chile comienzan en las oficinas salitreras, en la última década del siglo XIX.
En el capítulo segundo, titulado “Palabra,
acción y la renovación”, se pasa revista al despertar de la conciencia en las diversas naciones europeas y en Chile.
Como bien se sabe, los hechos en cuestión no pasaron inadvertidos para los filósofos, políticos y clérigos de la época. De aquí
surgió un gran debate en que participaron
empresarios, ideólogos e instituciones religiosas cristianas, en particular, católicas. El
debate se produjo en publicaciones, enfrentamientos políticos de diversa índole y la lenta aparición de instituciones favorable a los
trabajadores. Tal como señala el autor, todo
esto se originó en la década de 1830 a 1840, y
fue creciendo en importancia a lo largo del
siglo XIX, a medida que autoridades y personas naturales caían en cuenta de la gravedad
del problema. Durante ese período surgieron
iniciativas jurídicas, políticas y religiosas para
subsanar la situación. Incluso, aparecieron
Este libro aborda un tema del más alto
interés para la historia de los últimos dos siglos. Se trata de la llamada “Cuestión social”,
relativa al trabajo, sus distintas formas y la
búsqueda de mejores condiciones para los
trabajadores, tanto en Europa como en Chile, en los siglos XIX y comienzos del XX.
El autor demuestra conocer muy bien las
principales fuentes atingentes al estudio, tanto en Chile como en Europa, en particular
en Francia, Alemania y Bélgica. Estos últimos
tres países parecen haber sido los que mayor
preocupación mostraron por la mencionada
“Cuestión social”. En el caso chileno se agregan a los libros y tratados citados las principales publicaciones periódicas, entre los años
de 1850 y 1920.
El libro fue dividido en tres capítulos. En
el primero, llamado “El malestar en la sociedad chilena”, se examina el marco general
en que se desarrolló el trabajo artesanal y
obrero, tanto en Europa como en nuestro
país. El autor muestra cómo el liberalismo,
acompañado del capitalismo, transformó las
bases mismas de la sociedad, ante todo en los
aspectos laborales. Siempre se ha dicho que
los problemas sociales del siglo XIX nacieron
de la mezcla de dos revoluciones, que ocurrieron contemporáneamente: la Revolución
Francesa y la Revolución Industrial. En efecto, la primera, a través de la ley Le Chapelier,
abolió las antiguas corporaciones y gremios
de artesanos y trabajadores que regían el
mundo laboral en nombre de la igualdad
ante la ley. De esta manera se dejó a las clases
más pobres sin elementos de defensa o de
apoyo frente a los cambios. La Revolución Industrial, por otra parte, separó capital de trabajo, transformó a este último en una mercancía más y, si bien proporcionó empleo a
504
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
largos tratados sobre el tema en diferentes
países de Europa, como los de Ozanam, Le
Play, Von Ketteler, De Mun y muchos otros.
También se publicaron documentos de gran
trascendencia, como pueden ser, por un
lado, el “Manifiesto comunista” de Marx, en
1848, y la Encíclica Rerum Novarum, del papa
León XIII, en 1891. Todo ello es presentado
por el autor, incluyendo las reacciones en
Chile, de manera adecuada y documentada.
Se describen las malas condiciones de vida y
trabajo de los pobres y el crecimiento progresivo de la conciencia “social”.
La preocupación fue muy fuerte en los
medios católicos, entre los cuales se achacó
generalmente la culpa al liberalismo triunfante. Incluso dos documentos del papa Pío
IX, la encíclica Quanta Cura y el “Syllabus”,
ambos de 1864, condenaron al liberalismo
sin ambages. Se lo consideraba como el destructor del orden natural de la sociedad, en
donde ricos y pobres, patrones y trabajadores
debían ocupar su puesto respectivo, pero debían sentirse solidarios y caritativos los unos
con los otros. En Francia, en particular, varios tratadista abogaron por una conducta
tradicional y paternalista de los empresarios
hacia sus subordinados. En cambio, en Bélgica, la tendencia fue más bien hacia el desarrollo de la conciencia obrera. En Alemania,
por su parte, por influencia del célebre obispo Wilhelm Emmanuel von Ketteler, el asunto se trasladó al plano político, con la aparición del partido del “Centro”, muy influyente
en los finales del siglo en cuestión.
Al trasladar el problema a Chile, el autor
subraya la similitud de nuestros tratadistas
con los de Europa y la existencia de las tres
tendencias señaladas. El paternalismo patronal apareció en documentos privados, sobre
todo en “ La Revista Católica”, a partir de la
década de 1850. Obedece a dicha orientación la fundación de organismos importantes
como la “Sociedad de San Vicente de Paul”,
de carácter caritativo, dirigida a los obreros,
y el “Patronato de Santa Filomena”, de tipo
más bien asistencial hacia los mismos obreros. A la vez, se analizan algunos documentos
pastorales de los obispos, como el de José Hipólito Salas, obispo de Concepción, en 1881,
el de Juan Ignacio González Eyzaguirre, arzobispo de Santiago, en 1910, o los múltiples
estudios realizados por don Martín Rücker,
rector de la Universidad Católica y obispo de
Chillán. Se subrayan en este capítulo las iniciativas surgidas del clero de los colegios católicos para formar en sus alumnos una conciencia social. Aquí destacan los colegios de
San Ignacio y de los Sagrados Corazones, o
Padres Franceses. De los egresados de ambos
colegios habían de salir casi todas las personas que se ocuparon del tema en Chile.
En cuanto a la política, el tema fue muy
relacionado, desde las décadas de 1860 y
1870, a la defensa del catolicismo, amenazado por las tendencias laicas, masónicas y liberales. La libertad de culto y las posteriores
“leyes laicas” fueron vistas como un ataque
directo a la Iglesia. De ahí que el Partido
Conservador haya asumido un fuerte tinte social, con resultados concretos importantes,
como la creación de varias revistas, la fundación de la Universidad Católica de Chile, en
1888, y el respaldo a organismos caritativos y
asistenciales de origen europeo, implantados
en Chile. Por cierto, el Partido Radical también asumió un carácter “social” y cuando dicho carácter pareció desdibujarse, surgió el
Partido Democrático, para enfatizarlo. Pero
estos grupos políticos propiciaban un estado
y una sociedad de laicos, sin la tutela del catolicismo. El autor señala el hecho de que en
el pensamiento tradicionalista católico se insistía en la participación del Estado como administrador del “bien común”, para nivelar
los desequilibrios y corregir las desigualdades, lo que no ocurría en el pensamiento liberal, obviamente.
Poco a poco, sin embargo, la mentalidad
católica se fue transformando de paternalista
a reivindicadora de derechos, y surgió el término “justicia social”, muy en boga en los pri-
505
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
sándose en la “doctrina social de la Iglesia”,
como dio en llamarse. No es difícil proyectar
el estudio hacia tiempos más recientes y ver
los elementos fundantes de los llamados más
tarde “social cristianismo” y “democracia cristiana”. El autor recalca el hecho de que el
mercado chileno de la época no era eficaz
para guiar la economía por los rumbos liberales y exitosos.
En resumen, este libro es un estudio interesante y bien documentado sobre un tema
no muy estudiado por la historiografía, y sitúa el problema social como uno de los centros del pensamiento y la política chilenos en
los años del paso del siglo XIX al XX. Resulta un tanto repetitivo por la estructura central del trabajo, y a veces cansa esta repetición. Pero constituye un interesante aporte a
la historia social chilena y es digno de una
lectura seria y provechosa.
meros años del siglo XX. Entre las peticiones
o sugerencias de esta mentalidad se encuentra
la del “salario justo” (tema de debate hasta
hoy), la aparición de los seguros de accidente,
la formación de asociaciones de autoayuda y
el respeto a la dignidad humana del obrero.
Se agregaron aspectos como el acceso del trabajador a la propiedad de su casa, a una educación mínima y a una salud mejorada.
Por último, el tercer capítulo, titulado
“Reforma social y política social en Chile”, se
divide en 10 acápites que abordan temas concretos como vivienda, enfermedad, ahorro,
educación y otros, con presentación de soluciones concretas y avance en cada uno de
ellos.
La conclusión, que ocupa las últimas páginas de este libro, recapitula muchos temas de
los tres capítulos, pero subraya el hecho de
que el catolicismo buscó –y, en cierta medida, encontró–, soluciones al problema social
que no eran las del liberalismo, pero tampoco las del socialismo. Esto ocurrió tanto en
Europa como en Chile y en ambos casos ba-
Julio Retamal Favereau
Academia Chilena de la Historia
Universidad Adolfo Ibáñez
506
ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA 2007
ACADEMIA CHILENA
DE LA
HISTORIA
2007
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ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA 2007
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ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA 2007
BOLETÍN DE LA
ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA
Año LXXIII - No 116 - 2007 - 1-00
ISSN 0716-5439
ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA
JUNTA DIRECTIVA
Presidente
D. FERNANDO SILVA VARGAS
Secretario perpetuo
D. RICARDO COUYOUMDJIAN BERGAMALI
Tesorero
D. LUIS LIRA MONTT
Bibliotecario perpetuo
D. ISIDORO VÁZQUEZ DE ACUÑA
Censor
D. JOSÉ MIGUEL BARROS FRANCO
ACADÉMICOS DE NÚMERO
Medalla
N°
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
Orden de
precedencia
P. Gabriel Guarda Geywitz, O.S.B. (5 de junio 1965)
D. Carlos Aldunate del Solar (2 de octubre 1984)
D. Juan Ricardo Couyoumdjian (29 de octubre de 1985)
Dª. Teresa Pereira Larraín (2 de diciembre de 2003)
D. Javier Barrientos Grandon (5 de octubre de 2004)
D. Sergio Martínez Baeza (15 de junio de 1982)
D. Santiago Lorenzo Schiaffino (19 de mayo de 1998)
Vacante
D. Luis Lira Montt (30 de junio de 1975)
D. Pedro Cunill Grau (6 de julio de 1972)
D. Julio Retamal Favereau (14 de abril de 1992)
D. Antonio Dougnac Rodríguez (14 de mayo de 1991)
D. Hernán Rodríguez Villegas (21 de septiembre de 1984)
509
2
14
16
29
31
11
22
6
5
19
17
13
ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA 2007
14.
15.
16.
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27.
28.
29.
30.
31.
32.
33.
34.
35.
36.
D. Fernando Silva Vargas (7 de junio de 1972)
D. Alejandro Guzmán Brito (15 de abril de 1982)
D. Horacio Aránguiz Donoso (8 de noviembre de 1982)
Pbro. Fernando Retamal Fuentes (18 de mayo de 2004)
D. José Miguel Barros Franco (9 de noviembre de 1977)
D. Juan Guillermo Muñoz Correa (15 de mayo de 2001)
D. Juan José Fernández Valdés (18 de abril de 2000)
D. Rodolfo Urbina Burgos (20 de julio de 1999)
D. Joaquín Fermandois Huerta (2 de junio de 1998)
Dª. Regina Claro Tocornal (16 de mayo de 2000)
D. Bernardino Bravo Lira (7 de mayo de 1985)
D. Adolfo Ibáñez Santa María (31 de mayo de 2005)
D. Cristián Guerrero Yoacham (28 de mayo de 1976)
Vacante
Vacante
D. Antonio Rehbein Pesce (2 de mayo de 2006)
D. Juan Eduardo Vargas Cariola (7 de mayo de 1996)
D. Gonzalo Vial Correa (19 de noviembre de 1965)
D. Ricardo Krebs Wilckens (17 de noviembre de 1955)
D. René Millar Carvacho (12 de mayo de 1992)
Dª. Isabel Cruz Ovalle (28 de mayo de 1991)
D. Isidoro Vázquez de Acuña (25 de julio de 1978)
D. Cristián Gazmuri Riveros (4 de abril de 2000)
4
10
12
30
8
28
26
24
23
27
15
32
7
33
21
3
1
20
18
9
25
ACADÉMICOS CORRESPONDIENTES EN CHILE
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
D. Raúl Bertelsen Repetto (20 de octubre de 1981), en Valparaíso
D. Juan de Luigi Lemus (20 de octubre de 1981), en Concepción
D. Sergio Carrasco Delgado (20 de octubre de 1981), en Concepción
D. Mateo Martinic Beros (20 de octubre de 1981), en Punta Arenas
P. Osvaldo Walker Trujillo O.S.A. (8 de septiembre de 1992), en Concepción
D. Jorge Martínez Busch (8 de septiembre de 1992), en Valparaíso
D. Carlos Salinas Araneda (25 de junio de 1996), en Valparaíso
D. Jaime González Colville (23 de junio de 1996), en San Javier y Villa Alegre
D. Leonardo Mazzei de Grazia (8 de agosto de 2000), en Concepción
D. Juan Andrés Medina Aravena (23 de octubre de 2000), en Concepción
D. José Antonio González Pizarro (13 de noviembre de 2001), en Antofagasta
510
ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA 2007
ACADÉMICOS CORRESPONDIENTES EN EL EXTRANJERO
EUROPA
España
Los Académicos de Número de la Real Academia de la Historia (Madrid)
1.
2.
3.
4.
5.
6.
7.
8.
9.
10.
11.
12.
13.
14.
15.
16.
17.
18.
19.
20.
21.
22.
23.
24.
25.
26.
27.
28.
29.
30.
31.
D. Gonzalo Menéndez-Pidal y Goyri (29 de junio de 1958)
D. Carlos Seco Serrano (21 de enero de 1977)
D. Gonzalo Anes y Álvarez de Castrillón (14 de diciembre de 1980)
D. Juan Vernert Ginés (10 de mayo de 1981)
D. Miguel Artola Gallego (2 de mayo de 1982)
D. Manuel Fernández Álvarez (8 de enero de 1987)
D. Vicente Palacio Atard (24 de enero 1988)
D. Eloy Benito Ruano (22 de mayo de 1988)
D. Joaquín Vallvé Bermejo (2 de abril de 1989)
D. José Alcalá-Zamora y Queipo de Llano (7 de mayo de 1989)
D. José Manuel Pita Andrade (21 de mayo de 1989)
D. José María Blázquez Martínez (4 de enero de 1990)
Dª. María del Carmen Iglesias Cano (4 de noviembre de 1991)
D. Miguel Ángel Ladero Quesada (26 de enero de 1992)
D. José Ángel Sánchez Asiaín (8 de abril de 1992)
D. Faustino Menéndez Pidal de Navascués (17 de octubre de 1993)
D. Luis Suárez Fernández (23 de enero de 1994)
D. Martín Almagro Gorbea (17 de noviembre de 1996)
P. Quintín Aldea Vaquero, S.J. (16 de febrero de 1997)
D. Alfonso E. Pérez Sánchez (13 de diciembre de 1998)
D. José Antonio Escudero López (3 de marzo de 2002)
D. Luis Miguel Enciso Recio (17 de marzo de 2002)
D. Julio Valdeón Baruque (9 de junio de 2002)
D. Miguel Angel Ochoa Brun (15 de diciembre de 2002)
Dª. Josefina Gómez Mendoza (27 de abril de 2003)
D. Hugo O’Donnell y Duque de Estrada (1 de febrero de 2004)
D. Francisco Rodríguez Adrados (22 de febrero de 2004)
D. Fernando Díaz Esteban (28 de marzo de 2004)
D. Manuel Jesús González González (6 de junio de 2004)
D. Vicente Pérez Moreda (8 de mayo de 2005)
D. José María López Piñero (27 de noviembre de 2005)
511
ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA 2007
32. Dª. Carmen Sanz Ayán (8 de mayo de 2005)
33. Rvdmo. Antonio Cañizares Llovera (Electo)
Otros Miembros Correspondientes en España
1.
2.
3.
D. Ismael Sánchez Bella (28 de mayo de 1985), en Pamplona
D. Alfredo Moreno Cebrian (14 de agosto de 2001), en Madrid
D. Feliciano Barrios Pintado (12 de diciembre de 2006), en Toledo
Alemania
4.
5.
D. Horst Pietschmann (26 de junio de 1990)
D. Hans Joachim König (26 de junio de 1990)
Francia
6.
7.
8.
9.
D.
D.
D.
D.
Pierre Chaunu (26 de junio de 1990), en París
François Chevalier (26 de junio de 1990), en París
Frédéric Mauro (26 de junio de 1990), en Saint-Mandé
Jean Tulard (26 de junio de 1990), en París
Gran Bretaña
10. D. John Lynch (25 de junio de 1985), en Londres
Portugal
11.
12.
13.
14.
D. Joaquín Veríssimo Serrao (10 de agosto de 1993), en Lisboa
P. Henrique Pinto Rema O.F.M. (10 de diciembre de 1996), en Lisboa
D. Justino Mendes de Almeida (10 de diciembre de 1996), en Lisboa
D. Antonio Pedro Vicente (10 de diciembre de 1996), en Lisboa
AMÉRICA
Argentina
15. D. José María Mariluz Urquijo (11 de octubre de 1973), en Buenos Aires
16. D. Edberto Óscar Acevedo (11 de octubre de 1973), en Mendoza
17. D. Eduardo Martiré (25 de junio de 1985), en Buenos Aires
512
ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA 2007
18.
19.
20.
21.
22.
D.
D.
D.
D.
D.
Víctor Tau Anzoátegui (25 de junio de 1985), en Buenos Aires
Pedro Santos Martínez Constanzo (22 de julio de 1986), en Mendoza
José María Díaz Couselo (25 de marzo de 1997), en Buenos Aires
Isidoro Ruiz Moreno (25 de marzo de 1997), en Buenos Aires
Tulio Halperin Donghi (12 de noviembre de 2002), en Buenos Aires
Barbados
23. John Mayo (10 de junio de 2003), en Barbados
Bolivia
24.
25.
26.
27.
28.
Dª. Teresa Gisbert de Mesa (12 de septiembre de 1983), en La Paz
D. José de Mesa Figueroa (12 de septiembre de 1983), en La Paz
D. Valentín Abecia Baldivieso (9 de abril de 1991), en La Paz
D. José Luis Roca (9 de abril de 1991), en La Paz
D. Jorge Siles Salinas (15 de diciembre de 1992), en La Paz
Brasil
29. D. Max Justo Guedes (25 de junio de 1985), en Río de Janeiro
Colombia
30. D. Jaime Jaramillo Uribe (26 de junio de 1990), en Bogotá
Ecuador
31. D. José Reig Satorres (25 de junio de 1985), en Guayaquil
Estados Unidos
32.
33.
34.
35.
36.
D. John P. Harrison (11 de diciembre de 1970), en Miami
D. Carlos López Urrutia (14 de mayo de 1974), en Menlo Park, California
D. Arnold J. Bauer (26 de junio de 1990), en Davis, California
D. Robert N. Burr (26 de junio de 1990), en Los Ángeles
D. William Sater (26 de junio de 1990), en Long-Beach (California)
513
ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA 2007
México
37. D. José Luis Soberanes (12 de julio de 1994), en México
38. D. Andrés Lira González (12 de julio de 1994), en México
39. Dª. Gisela von Wobeser (28 de octubre de 2003), en México
Paraguay
40. Dª. Idalia Flores G. de Zarza (10 de agosto 1982), en Asunción
Perú
41. D. José Agustín de la Puente Candamo (10 de abril de 1956), en Lima
42. D. Armando Nieto Vélez, S.J. (13 de agosto de 1985), en Lima
43. D. Luis Millones (26 de junio de 1990), en Lima
Venezuela
44. D. Rafael Armando Rojas (9 de noviembre de 1993), en Caracas
514
INFORMACIÓN SOBRE EL BOLETÍN
INFORMACIÓN SOBRE EL
BOLETÍN DE LA ACADEMIA CHILENA DE LA HISTORIA
El Boletín de la Academia Chilena de la Historia es una publicación semestral
editada por esta Academia, entidad que es una de las seis que integran el
Instituto de Chile. El objetivo de la revista es difundir las investigaciones y
estudios que en el campo de la historia, la geografía y sus respectivas ciencias
auxiliares realizan tanto los miembros de la Academia como los de las universidades y centros de estudios dedicados a estas disciplinas en Chile y en el
extranjero. La publicación está dirigida a los especialistas, a los estudiantes de
historia y, en general, al público interesado en las referidas materias. El Boletín
de la Academia Chilena de la Historia solo considera para su publicación investigaciones originales e inéditas.
SISTEMA
DE PRESENTACIÓN Y SELECCIÓN
Los colaboradores del Boletín de la Academia de la Historia deberán ceñirse a
las normas que se describen a continuación, lo que evitará la intervención de
los editores para uniformar los textos de acuerdo a ellas, con los evidentes
riesgos de errores. Toda colaboración deberá ser enviada al director de la
publicación, y si cumple con las normas de presentación se encargará su
evaluación a miembros especializados en el área a que corresponde el trabajo
presentado. En caso de que la evaluación genere diferencias de apreciaciones
en la comisión editora, se solicitará una segunda opinión a un par externo. Se
comunicará al autor la recepción del trabajo y, en su caso, el hecho de haber
sido aceptado. Los trabajos rechazados no serán devueltos a sus autores. La
publicación del artículo supone la cesión del derecho de autor a la Academia
Chilena de la Historia, la que se extiende a la versión impresa y a la electrónica, y a su inclusión en catálogos, bibliotecas o sitios virtuales, tanto de la
propia Academia como de las instituciones chilenas o extranjeras con las cuales esta haya celebrado convenios.
515
INFORMACIÓN SOBRE EL BOLETÍN
NORMAS
DE PRESENTACIÓN
1. Extensión
La extensión de las colaboraciones se indica en páginas, cuyo total, incluyendo láminas y gráficos, no podrá exceder de 65. Para los fines editoriales la
extensión de la página se calcula de la siguiente manera: letra Times New
Roman, cuerpo 12, interlineado 1,5, con una media de dos mil 700 caracteres,
con espacios, lo que equivale a alrededor de 415 palabras. Las notas al pie de
página irán en cuerpo 10.
2. Entrega del texto
Los trabajos se entregarán en disquete, CD o correo electrónico, digitados
de acuerdo a las indicaciones anteriores. Se acompañarán de un resumen en
castellano y otro en inglés, de no más de 20 líneas, y con una lista breve de
“palabras clave” en ambos idiomas.
El autor deberá indicar su grado académico, la institución a la que pertenece y su dirección (ciudad, país y correo electrónico).
3. Dirección de los envíos
Los interesados en publicar en el Boletín enviarán sus trabajos a
Boletín de la Academia Chilena de la Historia
Almirante Montt 454, Santiago, Chile
Fonofax: 639 93 23
E-mail: [email protected]
4. Presentación del texto
El texto se dividirá mediante subtítulos en versales. Cuando los parágrafos
resultantes deban ser subdivididos a su vez, se emplearán títulos con tipos de
otras características y cuerpos, como alta redonda, alta y baja redonda, versalita, o alta y baja cursiva, excepto negrita, cuyo uso no se admite. Las subdivisiones del texto pueden ser objeto de numeración, para lo cual se usarán solo
cifras árabes, sin mezclarla con números romanos o letras. No se recurrirá a la
división por niveles mediante números separados por puntos, del tipo 1.1.1,
1.1.2, etcétera. Los párrafos de separarán con espacios.
516
INFORMACIÓN SOBRE EL BOLETÍN
5. Citas textuales
Se acepta la inclusión de citas textuales si es indispensable para dar mayor
claridad a la exposición. Cuando no exceda de dos líneas se transcribirá en
redonda y con entrecomillado doble (i). Una cita dentro de otra irá entre
comillas simples (ii). Cuando se trate de una cita de más de dos líneas se
transcribirá separada del texto, sin comillas, en cuerpo 10 y dejando un margen lateral izquierdo mayor (iii).
Ejemplo (i):
Manuel Guirior, virrey de Nueva Granada, formó una instrucción de alcaldes de barrio “a semejanza de lo practicado en España”. En Lima el visitador
Jorge Escobedo dictó en abril de 1785 una instrucción basada también en las
disposiciones peninsulares.
Ejemplo (ii):
Ver la “representación de Manuel José de Silva, en nombre de Jerónimo
Francisco Coello, dueño del bergantín ‘San Antonio de los Ángeles’, apresado
en la barra de Río de Janeiro el 18 de agosto de 1801 por el corsario español
mercante ‘Pilar’, de Jerónimo Merino”.
Ejemplo (iii):
Así relata Cárdenas, testigo presencial del nacimiento y primeros días del
Colegio:
En consideración al estado religioso no solo de Chiloé sino de las otras provincias australes, el Presidente de la República, que lo era a la sazón el General D.
Joaquín Prieto, y su primer Ministro D. Diego Portales, de acuerdo con la
autoridad eclesiástica, determinaron enviar a Italia en busca de misioneros, ya
que, como en lo pasado, no era posible recurrir a España.
6. Notas
Todas las notas deben ir a pie de página, y no se aceptarán al final del
artículo.
6.1. Libros: Se indica autor (nombre y apellidos, redonda alta y baja),
[coma], título (cursivas, alta y baja), [coma] volumen, [coma], tomo, si existe
esta subdivisión, entre paréntesis (en número romano o arábigo), [coma]
517
INFORMACIÓN SOBRE EL BOLETÍN
editorial, [coma] lugar de edición, [coma] año, [coma] dato de edición (en
número volado sobre el año), [coma] y página o páginas de la cita (221; 221229; 221 y ss.). Cuando se hace remisión a la edición moderna de una obra
antigua, la cita sigue las mismas pautas anteriores, indicándose, entre paréntesis, el año de la primera edición.
Si la obra no indica año, se suple la ausencia con la abreviatura s.d. (sine
die), y cuando no indica el lugar de edición, se suple con la abreviatura s.l.
(sine loco).
Ejemplos:
Diego Barros Arana, Historia Jeneral de Chile, V, Rafael Jover, editor, Santiago, 1885, 157.
Fernando Retamal Fuentes, Chilensia Pontificia. Monumenta Ecclesiae Chilensia, I, (III), Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago, 1998, 1315 y ss.
Fernando Campos Harriet, Historia Constitucional de Chile. Las instituciones
políticas y sociales, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 19927, 289 y ss.
Alonso de Ovalle, Histórica Relación del Reino de Chile (1646), Santiago,
1969, 83.
6.2. Referencias de libros tomados de citas hechas por otro autor.
Se recomienda evitarlas.
6.3. Artículos de revistas: Se indica autor (nombre y apellidos, redonda alta
y baja), [coma] título (entre comillas, redonda alta y baja), [coma] nombre
de la revista (en cursivas alta y baja), precedido de la preposición “en”,
[coma] lugar, [coma] volumen y número, [coma] fecha, [coma] y página o
páginas de la cita.
Ejemplo:
Julio Retamal Favereau, “El incidente de San Juan de Ulúa y la pugna
anglo-española de fines del siglo XVI”, en Historia, Santiago, 5, 1966, 172-173.
6.4. Artículos publicados en obras colectivas: Se indica autor (nombre y
apellidos), [coma], título del artículo (entre comillas, redonda alta y baja),
[coma], nombre y apellidos del editor (precedidos de la conjunción “en” y
518
INFORMACIÓN SOBRE EL BOLETÍN
seguidos de la abreviatura ed. entre paréntesis), [coma] título de la recopilación (en cursiva), [coma] editorial, [coma] lugar, [coma] fecha [coma] y
página o páginas.
Ejemplo:
Isabel Cruz, “El traje como signo de los nuevos tiempos: la Revolución
Francesa y la moda en Chile 1800-1820”, en Ricardo Krebs y Cristián Gazmuri
(eds.), La Revolución Francesa y Chile, Editorial Universitaria, Santiago, 1990,
179-223.
6.5. Documentos de archivo: se indica el género de documento (carta, oficio, informe, memoria) autor, si lo hay o es pertinente, [coma] título del
documento, si lo tiene (en cuyo caso va entre comillas), [coma] lugar y fecha,
[coma] repositorio, [coma] archivo, [coma], serie, [coma] volumen o legajo
(vol. o leg.), [coma] pieza (pza.), si corresponde, [coma] foja o fojas (fs.). Si
los documentos no están foliados, se indica así: s.f.
Ejemplos:
Carta del gobernador Ustáriz al rey, Santiago, 10 de noviembre de 1712,
Biblioteca Nacional de Santiago, Manuscritos Medina, vol. 175, fs. 205.
Informe del intendente de Maule Víctor Prieto al ministro del Interior, 15
de diciembre de 1887, en Archivo Nacional de Santiago, Archivo del Ministerio del Interior, vol. 1.411, fs. 161.
“Estado general de los valores y gastos que han tenido los ramos de Real
Hacienda del Virreinato de Lima”, diciembre de 1789, en Archivo Nacional de
Santiago, Archivo Gay-Morla, vol. 35, fs. 76.
6.6. Artículos de diarios o revistas: Se indica autor, si procede (nombre y
apellidos), [coma] título (entre comillas), [coma] nombre del periódico (en
cursivas), [coma] lugar de edición, [coma] fecha, [coma] página [coma] y
columna o columnas si procede.
Ejemplos:
Luis Valencia Avaria, “La declaración de la independencia nacional”, en El
Sur, Concepción, 1 de enero de 1968, 2.
6.7. Cita de textos legales y clásicos: se omiten los datos de la edición y se
519
INFORMACIÓN SOBRE EL BOLETÍN
identifica la referencia por la división de la obra y no por la paginación.
Tratándose de leyes recopiladas se indica primero el libro (en números arábigos), [coma] a continuación el título (en números arábigos), [punto] y finalmente la ley (en números arábigos).
Ejemplo:
Esa materia está cuidadosamente regulada en la ley 2,12.1 de la Recopilación de Leyes de Indias de 1680.
6.8. Documentos publicados en colecciones: se indica autor (nombre y apellidos), si procede, [coma] título (entre comillas) o descripción del documento, [coma] lugar, [coma] fecha, [coma] y colección de donde procede, con las
referencias completas de acuerdo a la forma de citar los libros.
Ejemplo:
“Sobre el nuevo Tribunal de Administración del Ramo de secuestros”, Santiago, 4 de febrero de 1816, Archivo Nacional de Santiago, Archivo de la
Contaduría Mayor, Toma de Razón, N o 23, en Archivo de don Bernardo
O’Higgins, Editorial Universidad Católica, Santiago, 1959, XIX, 243-244.
6.9. Documentos obtenidos de internet: se cita la dirección exacta y la
fecha en que fue consultada, y se la copia de la página web de donde procede
la información.
Ejemplo: Ángel Soto, “América latina frente al siglo XXI: llegó la hora de
reformas institucionales”, en www.bicentenariochile.cl/fondo datos/articulos/
asoto/SOTOAMERICALATINA. pdf, 10-3-2004.
6.9. Entrevistas: se indica el nombre completo del entrevistado, [coma]
lugar [coma] y fecha de la entrevista [coma] y nombre del entrevistador, si es
persona diferente del autor. Si la entrevista está publicada, la referencia se
completa indicando el correspondiente libro, diario o revista, de acuerdo a las
pautas usadas para estos.
Ejemplo:
Entrevista a Gabriel González Videla, Santiago, 12 de julio de 1971 (Gonzalo Vial).
520
INFORMACIÓN SOBRE EL BOLETÍN
7. Abreviaturas para notas
7.1. Cuando la cita repite la referencia inmediatamente anterior se utiliza la
abreviatura Ibid. Si se trata de la misma obra pero la cita remite a otra página,
se pone Ibid. y el número de la página.
7.2. Cuando se repite una obra citada anteriormente, después de varias
citas de otros autores, se indica el apellido del autor, seguido de la abreviatura
op. cit. y la página de la cita.
7.3. Cuando se repite una referencia citada en una nota anterior no contigua se indica el apellido del autor seguido de la abreviatura loc. cit., sin indicar el número de página.
7.4. Cuando se repite la referencia de una obra citada anteriormente, de
cuyo autor se ha citado otra publicación, se reemplaza la expresión op. cit. por
un título corto.
Ejemplos:
Campos, Historia,121.
Campos, Sufragio, 45
7.5. Cuando la cita o idea a que se refiere la nota se encuentra en varios
lugares o a lo largo de la obra, se reemplaza la página por la expresión passim.
7.6. Cuando se quiere remitir al lector a otra parte del trabajo se usa la
abreviatura cfr. (confrontar), indicando si es antes (supra) o después (infra), y
la página. Esta expresión se usa también para hacer referencia a una opinión
diferente a la citada en la nota.
8. Abreviaturas en el texto
Las abreviaturas utilizadas en el texto y en las notas se explicarán en una
tabla que irá al comienzo del artículo. Además, la primera vez que se haga
referencia a un archivo o a una revista de uso frecuente se pondrá el nombre
completo de aquel o de esta, indicándose a continuación y entre paréntesis la
sigla, precedida de los términos “en adelante”.
521
INFORMACIÓN SOBRE EL BOLETÍN
Ejemplo:
Obligación de José Urquieta a favor de Samuel Haviland, 27 de junio de
1832, en Archivo Nacional de Santiago, Archivo Notarial de Vallenar (en adelante, ANS. NV) 8, No 2, fs. 3.
9. Bibliografía
Si el trabajo incluye una bibliografía con los libros y artículos más destacados, estos se citan en orden alfabético de apellidos de los autores. En el caso
de los artículos se indica la paginación completa de ellos. Cuando se citan
varios trabajos de un mismo autor, a continuación del primero se pone una
línea continua en lugar del nombre. La bibliografía irá al final de la colaboración.
10. Presentación de cuadros estadísticos, mapas e iconografía
Los cuadros estadísticos y los diagramas deben numerarse correlativamente
en el orden en que aparecen en el texto. La referencia a ellos en el texto se
hará citando ese número. Cada cuadro o diagrama debe ir precedido de una
leyenda que indique el número del mismo y la materia a que se refiere. Las
ilustraciones, mapas y fotografías deben llevar un título o una leyenda identificatoria.
11. Reseñas
Las reseñas no podrán exceder de cuatro páginas, es decir, de 10 mil 800
caracteres, con espacios, aproximadamente. Precederán al texto de la reseña
los apellidos y el nombre del autor o autores, en redonda alta y baja [coma];
el título de la obra, en cursiva alta y baja [coma]; editorial [coma] y los datos
de la edición [punto]. El nombre del autor de la reseña irá en cursiva alta y
baja.
522
ÍNDICE
ÍNDICE
ESTUDIOS
Carolina Sciolla y Ricardo Couyoumdjian: La letra y la comida.
Una aproximación a los manuales de cocina como un medio de renovación
culinaria en Chile
275
Daniel Campos Menchaca: Doña Carmen Urrejola del Río (1848-1932).
Una vida dedicada a la filantropía
311
Jaime González Colville: La Batalla de Loncomilla de 1851:
Escenarios y testimonios
335
Solène Bergot: Baile de fantasía ofrecido por don Víctor Echaurren Valero,
24 de septiembre de 1885 en Santiago de Chile
359
Francisco Gallegos Celis: Palabra poética, discurso político. La candidatura
presidencial de Pablo Neruda, 1969-1970
391
Rafael Gaune Corradi: Historias de fisuras y conflictos etarios en la elite
de Santiago colonial (1750-1800)
411
Alejandro San Francisco: Apogeo y decadencia del Presidente de la República.
El caso de José Manuel Balmaceda, 1886-1891
439
523
ÍNDICE
NOTAS BIBLIOGRÁFICAS
Alfonso Cerda Catalán: La guerra entre España y las Repúblicas del Pacífico:
1864-1866
José Miguel Barros
471
Joaquín Fermandois: Mundo y fin de mundo. Chile en la política mundial
1900-2004
Adolfo Ibáñez Santa María
473
Sergio Grez Tosso: Los anarquistas y el movimiento obrero. La alborada de
“la idea” en Chile, 1893-1915
Joaquín Fermandois Huerta
476
María Eugenia Horvitz Vázquez (dirección): Memoria del nombre y
salvación eterna, los notables y las capellanías de misas en Chile, 1557-1930
Juan Guillermo Muñoz Correa
478
Augusto Millán Urzúa, La Minería Metálica en Chile en el siglo XX
Sergio Martínez Baeza
481
William F. Sater: Andean Tragedy. Fighting the War of the Pacific 1879-1884
Juan Ricardo Couyoumdjian
484
Bartolomé Yun: Marte contra Minerva. El precio del imperio español, 450-1600
Lucrecia Enríquez
486
María Soledad Zárate C.: Dar a luz en Chile. Siglo XIX. De la “ciencia de
hembra” a la ciencia obstétrica
Ricardo Cruz-Coke Madrid
488
Gabriel Guarda, O.S.B.: La sociedad en Chile austral antes de la colonización
alemana. 1645-1820. Valdivia-Osorno-Río Bueno-La Unión
Sergio Carrasco Delgado
491
Carmen Arellano, Hermann Holzbauer y Roswitha Kramer:
En la Araucanía. El padre Sigifredo de Frauenhäusl y el Parlamento
mapuche de Coz Coz de 1907
Martín Lara
494
524
ÍNDICE
John H. Elliott: Imperios del mundo atlántico. España y Gran Bretaña
en América, 1492-1830
Fernando Silva Vargas
498
Rafael Sagredo y Cristián Gazmuri (dirección): Historia de la vida
privada en Chile
Ana María Stuven
501
Patricio Valdivieso F.: Dignidad humana y justicia. La Historia de Chile,
la política social y el cristianismo 1880-1920
Julio Retamal Favereau
504
Academia Chilena de la Historia 2007
507
Información sobre el Boletín de la Academia Chilena de la Historia
515
525
ÍNDICE
526
ÍNDICE
Se dio término a la impresión de este tomo del
Boletín de la Academia Chilena de la Historia
en el mes de noviembre de 2007 en los
talleres de Alfabeta Artes Gráficas,
Carmen 1985, Santiago de Chile.
LAUS DEO!
527
ÍNDICE
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