Los biocombustibles: ¿raíz de todo mal?

Transcripción

Los biocombustibles: ¿raíz de todo mal?
Los biocombustibles: ¿raíz de todo mal?
Escrito por Gearoid O Loingsigh
Los biocombustibles: ¿raíz de todo mal?
Existen mucho mitos acerca de los biocombustibles: que son la raíz de todo mal en el
agro colombiano; que el hambre en el mundo se debe en su mayor parte a esos cultivos
y si no fuera por los biocombustibles todo estaría bien en el campo colombiano y no
existiría hambre en el mundo o por lo menos habría una tasa menor de malnutrición.
Nada más lejos de la verdad.
Qué son los biocombustibles?
Para entender el papel de los biocombustibles debemos definirlos. Tal como su nombre nos
indica son fuentes de energía procedente de plantas, o sea son biomasa convertida en energía.
Su nombre de bio no tiene nada que ver con un supuesto beneficio ecológico, sino con el
origen de la fuente de energía, la biomasa, es decir material orgánico originado en un proceso
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biológico, espontáneo o provocado, utilizable como fuente de energía, según la Real Academia.
Así, se ve que no se reduce a una sola planta como la palma africana, sino que casi cualquier
planta podría ser un biocombustible y lo que decide si se usa como tal es la cantidad de azúcar
que se puede extraer o la cantidad de aceite que se puede producir. Hay dos tipos de
biocombustibles: bioetanol, que es un derivado de azúcar extraído de caña de azúcar, yuca,
maíz, etc; y el biodiesel, producido a partir del fruto de la palma africana o el jatrofa, una planta
que crece en zonas áridas y con la cual se está experimentando en África y Asia.
El argumento contra estos cultivos es que desplazan la producción de pancoger y así
aumentan la dependencia del país en alimentos importados. Una simple mirada al panorama
de los cultivos de palma demuestra que efectivamente hay más palma hoy en día que hace
unos años. En Colombia hay unas 360.000 hectáreas de palma africana, comparado con unas
127,000 en 1996. Muchas de las nuevas plantaciones se encuentran en el Magdalena Medio,
donde gracias al USAID y a la Unión Europea estos cultivos han desplazado a los cultivos de
pancoger ( No sobra decir que tanto los gringos como los europeos lo hicieron a través de las
ONG, en particular el Programa de Desarrollo y Paz del Magdalena Medio y su otrora jefe único
Francisco de Roux). Sin embargo, sigo afirmando que los biocombustibles no son la raíz del
problema.
El blanco es el modelo económico
Sin embargo, no se pueden mirar estos cultivos fuera del contexto de un modelo económico y
agrícola que se viene implantando en Colombia por lo menos desde 1992, cuando al
presidente César Gaviria se le ocurrió regalarnos la infame apertura económica ( y más de un
acto legislativo que favorecía a los paramilitares, algo que se olvida en el debate actual de
posibles alianzas para las elecciones de 2010). Tampoco se puede mirar a un solo país. Para
entender lo que ocurre en el agro colombiano debemos tener referentes internacionales, pues
el fenómeno es internacional. Y, por lo demás, la destrucción del agro colombiano no es nueva.
En los años cincuenta del siglo pasado, el gobierno norteamericano, en aras de combatir el
comunismo y aumentar sus exportaciones, dio inicio a su Food Aid Programme (Ayuda de
alimentos). El gobierno colombiano se inscribió en el programa para recibir 'ayuda' en la forma
de trigo. La producción nacional de trigo se colapsó y nunca más se recuperó. Tanto que hoy
día Colombia importa más de 1.260.000 toneladas de trigo cada año. Aunque Colombia ya no
recibe tanta ayuda de alimentos, otros países de la región siguen siendo grandes receptores de
esa mal llamada 'ayuda'. Entre el 2002 y 2006 los EE.UU. 'donaron' 2.000.000 de toneladas de
cereales a la región. Los principales 'beneficiarios' de dicha ayuda fueron Bolivia, El Salvador,
Nicaragua, Ecuador, Guatemala y Haití. Todos son países pobres, pero a la vez más que
capaces de producir sus propios alimentos, sobretodo los cereales. No lo hacen por la falta de
voluntad política y por dedicar sus tierras a otros cultivos, entre ellos los biocombustibles, pero
no solo eso.
Por ejemplo, en 1984 Guatemala exportó 127,247 toneladas de café verde (es decir sin
procesar y sin valor agregado) y 320,934 toneladas de bananos. Ya para el año 2004 sus
exportaciones de dichos cultivos ascendieron a 208,490 y 1,058,161 toneladas
respectivamente. Un aumento de 64% en el caso del café y de 800% en el caso del banano. La
mayor parte de este aumento ocurrió entre 1994 y 2004 y en casi el mismo lapso de tiempo
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(1995-2005) Guatemala aumentó sus importaciones de maíz blanco desde 1,841 a 54,716,833
toneladas, pero solo empieza su programa de biocombustibles en el 2002. Sin lugar a dudas,
Guatemala notará los efectos de ese programa, pero el daño al agro ya estaba hecho.
El problema no es de un cultivo determinado, como la palma africana o el azúcar, sino de un
modelo productivo. En ese sentido hay que entender las relaciones de poder en el agro a nivel
mundial. No cuesta convencer a nadie que los EE.UU. tienen un gran poderío y eso se ve en
conflictos alrededor del mundo. Cualquier persona con un mínimo de sentido común puede
reconocer la depredación imperialista en Irak y que el petróleo es la principal razón para la
invasión. Los EE.UU. no tienen ningún interés en llevar la democracia a Irak sino en llevar el
petróleo a los EE.UU. En el agro funciona algo parecido sin los tanques, los bombardeos y la
tortura. Prefieren, para el caso, las oligarquías corruptas, los sobornos y las amenazas
comerciales. Funciona, pues no faltan lacayos al estilo del ex ministro de Agricultura Felipe
Arias dispuestos a entregar la producción agrícola a intereses extranjeros tanto de los EE.UU.
como de Europa.
Los EE.UU. dominan la producción agrícola en el mundo. Las tres quintas partes de sus tierras
bajo cultivos están dedicadas a la producción de apenas ocho cultivos: arroz, algodón, trigo,
maíz, avena, cebada, sorgo y soya y además es responsable por 20% de la producción
mundial de carne de res. Representa poco más de 17% de la producción mundial de granos y
sus competidores más cercanos son China, con 18%, y la India, con poco más de 10% (
Colombia solo representa 0,19% de la producción mundial). Sin embargo, estos dos países
producen para su propio consumo y no para exportar como los EE.UU, que tiene una
producción altamente especializada y concentrada en manos de unas cuantas empresas, entre
ellas Cargill, cuyos activos en Venezuela fueron nacionalizados por el gobierno de Chávez.
Estas empresas a la vez son beneficiarias de subsidios por parte de los gobiernos de los
EE.UU. y Europa.
Los subsidios no son menores. Entre 1995 y 2004 una sola empresa del sector arrocero, Rice
Foods Inc., recibió 533 millones de dólares en subsidios. En el 2004, una empresa alemana,
Grupo Sudzucker, recibió 94 millones de euros. Entre los grandes receptores de subsidios en
Europa se encuentran los parásitos de la familia real inglesa y Banque Credit Agricole, e
inclusive una multinacional del talante de Nestlé. Los campesinos, incluso muchas empresas
medianas, no pueden competir con semejantes subsidios y las redes de distribución que
controlan estas empresas, que pueden por ello vender sus productos por debajo del precio de
costo y tener una ganancia jugosa a la vez. Por ejemplo, Cargill puede exportar su arroz a un
precio 20% inferior al costo de producción y aun así ganar dinero. En vez de luchar contra este
modelo, los Felipe Arias y los Uribe del mundo decidieron dejarse cooptar y entregar la
producción agrícola del país.
En el documento Apuesta Exportadora del actual gobierno, se vislumbra su visión del campo
colombiano. Un campo dedicado al agro negocio y sin campesinos. Elabora dicho documento
un listado de 10 renglones del campo que son prioritarios para ellos. Para sorpresa de nadie, el
primer renglón es la palma africana. Pero el plan del gobierno incluye caucho, cacao, maderas,
café y además cultivos de pancoger como espárragos, ají, brócoli, entre otras hortalizas. La
inclusión por parte del Estado de cultivos como el ají nos debe indicar que el problema no es
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cual cultivo siembra sino el modelo de producción.
Muchos campesinos colombianos tienen algo de cacao o café. Lo cultivan para su propio
consumo o venta en el mercado nacional/local. Pero en la Apuesta Exportadora el gobierno
propone expandir los cultivos de cacao y café. Empero, estos cultivos de pancoger no son para
el mercado local, ni siquiera nacional. Estos cultivos son financiados principalmente por la
Unión Europea y los créditos se dan solo en el caso de que los campesinos hayan firmado un
convenio con una empresa del sector que los pueda comercializar, o sea exportar. El gobierno
ya no da créditos para otros cultivos. El ají, cebolla, espárragos, cacao etc. van desplazando a
otros cultivos de pancoger que no tienen acogida en Europa o los EE.UU. Al final de cuentas, el
consumidor europeo y gringo quiere ají, mango, freijoa, marañon etc., pero no le importa la
yuca (salvo como fuente de bioetanol). El problema como vemos no es el cultivo sino la
finalidad de la producción.
Haití
Haití es uno de los países más pobres del continente y buen ejemplo de lo que nos espera. Su
economía es la más liberalizada, es decir, la más entregada al capital extranjero. En 1986-87
abolió las restricciones sobre las cuotas de importaciones de ciertos alimentos y en 1995 abolió
por completo los aranceles aduaneros para la mayoría de los alimentos importados, con la
excepción de maíz. Hoy día el maíz es el único cultivo que no proviene en su mayor parte de
fuera.
Antes de 1986, Haití era autosuficiente en muchos de los productos de la canasta familiar. Lo
que cambió fue la política del Estado. Apostó a la exportación de productos exóticos y la
importación de productos básicos. El país sigue siendo pobre después de tan desafortunado
experimento, pero lo que debemos recordar es que no había un biocombustible por medio. Los
biocombustibles llegaron a Haití muchos años después, cuando el lacayo brasileño del
imperialismo, Lula Da Silva, decidió expandir su emporio a Haití y montar plantas de bioetanol
fomentando un aumento en las tierras con vocación azucarera en este, el país más pobre de la
región. Lula les dio plantas para fabricar gasolina para los gringos y les quitó la comida de sus
bocas (gracias compañero).
México
Quizás sea México un ejemplo más cerca de la realidad colombiana. En fin, Colombia no es
como Haití, es un país algo más rico y el gobierno Colombiano nunca ha desafiado al Tío Sam
como lo hizo Haití en los años noventa (eso sí, pobre pero con algo más de dignidad que la
burguesía colombiana que solo piensa en como arrodillarse). Antes de entrar en vigor el tratado
de libre comercio con los EE.UU. y Canadá, México era autosuficiente en sus alimentos
básicos. Pero una vez entrada en vigor el TLCAN los precios del maíz cayeron en un 48% y se
abolieron los aranceles con un costo al erario público de dos millardos de dólares en ingresos
perdidos. Si en los años ochenta por cada 10 kilos de arroz consumidos en México, 1,7
provenía del exterior ya para 1998, 5,3 kilos de cada diez venía de fuera y 3,5 kilos de trigo por
cada 10. Diez años después las importaciones de maíz se duplicaron y ni un solo
biocombustible por medio, solo una política de especialización en cultivos exóticos en el marco
de un acuerdo de libre comercio.
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La dimensión del problema de los Biocombustibles
Empero, esto no significa que los biocombustibles no sean un factor en la pérdida de seguridad
y soberanía alimentaria, sino que solo son un factor más. Si no hubiese palma africana, el
problema sería de otro cultivo pero no de otra índole. Por eso es el modelo quien debe ser el
blanco de nuestros ataques, pues en Colombia hemos vivido bonanzas de café, cacao, fique, y
ahora palma y azúcar para producir combustible. Solo son los últimos enlaces en una larga
cadena de esclavitud del campo, pero como enlaces en esa cadena no dejan de preocuparnos.
Colombia ha aumentado las tierras dedicadas a estos cultivos, pero no es el único país en
hacerlo. Si el modelo es el problema y no el cultivo, el modelo se reproduce en varios países y
Colombia es solo un ejemplo más, aunque debemos reconocer que en el caso de los
biocombustibles Colombia junto con Brasil es un país líder en el sector y además promueve la
expansión de estos cultivos en la región. Ha donado plantas procesadoras de biocombustibles
a El Salvador, Honduras y Guatemala. Brasil ha invertido en plantas en Haití y Guatemala para
así exportar a Europa pagando cero arancel. No hay gobierno alguno en América Latina que se
oponga a los biocombustibles, ni siquiera Venezuela o Bolivia. Ecuador aprobó una ley en 2004
declarando los biocombustibles de interés nacional y tiene más de 205,000 hectáreas de palma
y pretende llegar a los 350,000 ha. Colombia tiene unos 360,000 ha. y pretende llegar a 3.5
millones de ha. Sin lugar a dudas, los biocombustibles son un factor muy preocupante en la
crisis alimentaria, pero solo un factor.
Todos los gobiernos quieren emular el modelo mexicano y firmar un tratado de libre comercio
con los EE.UU. y Europa (Colombia esta negociando un TLC con Europa en la actualidad). Sin
embargo, las elites no esperaron a que se llegara a un acuerdo para implementar el modelo.
En los años ochenta Colombia gozaba de una autosuficiencia en la mayoría de sus alimentos,
siendo el trigo la notable excepción. Ya para 1994, en plena apertura económica, el país
importaba 1,043,524 toneladas de maíz y en el 2004 esta cifra casi se duplicó a 1,909,354
toneladas. En el caso de trigo las importaciones aumentaron de 849,457 a 1,265,783 toneladas
en el mismo lapso; y en 1994 ya estaba importando masivas cantidades de alimentos. No hacia
falta un acuerdo de libre comercio.
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