Las palmeras parecen querer cruzar el bañado para ganar la otra

Transcripción

Las palmeras parecen querer cruzar el bañado para ganar la otra
Las palmeras parecen querer cruzar el
bañado para ganar la otra orilla
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Esteros
del Iberá
Los mejores paisajes de
la Corrientes porá
Nos internamos en el gran sistema de agua dulce perteneciente
al acuífero Guaraní que son los Esteros del Iberá. La región,
compuesta por lagunas, bañados y ríos es un delicado
ecosistema que alberga una gran variedad de especies animales
y vegetales. Visitar los esteros es, para cualquier mortal, una
experiencia conmovedora y visualmente inolvidable.
Texto: Javier Martínez Zuviría.
La amplia red de arroyos, ríos, bañados y lagunas
que conforman los Esteros ocupan casi el 15 por
ciento de la provincia de Corrientes. Una gran cantidad de especies animales y vegetales, muchas en
peligro de extinción, habitan en este singular ecosistema de la región mesopotámica argentina. El
dificultoso acceso y la belleza paisajística del lugar
convierten a los Esteros del Iberá en uno de los más
espectaculares destinos de aventura y naturaleza
del país.
Corrientes
S
i hay algo totalmente distinto en la Argentina,
tanto en sus paisajes como en su gente, eso es la provincia de Corrientes. El mismo criollo correntino desde
siempre se sintió tan propio con respecto a sus compatriotas, que desde las épocas de la independencia
se acuñó una frase que ya es leyenda: “Si la Argentina
entra en guerra, Corrientes la va a ayudar”. Leída con la
entonación típica del correntino, de consonantes suaves
y cantito guaraní, es una expresión querible para quien
la escucha porque más allá del orgullo del paisano, hay
una solidaridad con sus hermanos.
Y con estas características, pero también con fama
de aguerrido, de pocas pulgas para la discusión y rápido
para el cuchillo, el criollo correntino de antaño puede
asociarse a la figura del “Gauchito Gil”, el santo popular que se venera a pocos kilómetros de la ciudad de
Mercedes, en el cruce de las rutas 123 y 119. Aunque no
hay una sola versión de los hechos que dieron origen a
la leyenda, todas coinciden en que era este un paisano
valiente, que estaba afiliado al Partido Autonomista, una
agrupación que históricamente compite en Corrientes
con la otra gran agrupación, que es el Partido Liberal. De
hecho, el rojo que identifica los santuarios del Gauchito
Gil es el color de los autonomistas correntinos. Y dice,
la gente de esta región, que es bueno parar un ratito al
pasar por el gran santuario que tiene en pleno campo
en los alrededores de Mercedes.
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Camping en la localidad
de Carlos Pellegrini
Arrastradas por el viento, las plantas flotantes se unen entre sí y forman
inestables islas que andan a la deriva y generan espontáneos cambios
visuales en el paisaje.
De Mercedes a los Esteros.
No es esta la Corrientes del Río Paraná, con sus
hermosas islas y el pescador con su bote recorriendo
su espinel. Tampoco es la del Río Uruguay, con todo
ese vasto litoral que limita con el sur de Brasil, conformando una fisonomía social totalmente distinta. La
de Mercedes es la Corrientes del campo, la del paisano que anda descalzo, con su cuchillo atravesado en
la faja, la del estanciero que aún tiene en su casco
los fusiles de la guerra del Paraguay, la que recuerda
las tradiciones. Y, sin embargo, es desde aquí donde
se accede más fácilmente a este gran reservorio de
agua del acuífero Guaraní, que son los Esteros del
Iberá.
Desde Mercedes hacia el oeste son 120 kilómetros
por un camino desde el que se ven estancias a uno
y otro lado, con abundante presencia de espinillos
y zonas inundables con arrozales. Se llega luego de
este trayecto al pueblo de Carlos Pellegrini, que es
el lugar con la mejor infraestructura turística para
visitar los esteros y donde también está el centro de
interpretación de lo que veremos allí. Al entrar, nos
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llama la atención un gran “pedraplen” (un terraplén
de piedras), que eleva el territorio por encima de la
media y nos permite entrar en este pequeño caserío,
cuyo trazado urbano es mínimo, ya que se compone
mayormente de posadas dispersas a las orillas del
agua y los bañados.
Estamos en el sector sureste de un inmenso sistema de agua y vegetación que ocupa casi el 15 por
ciento de la provincia de Corrientes, en una extensión
de 250 kilómetros de largo, y un ancho de entre 20
y 147 kilómetros. Su orografía está compuesta por
grandes lagunas bien delimitadas: Luna, Fernández,
Trim, Disparo, Medina, Galarza e Iberá; esta última es
la que le da nombre al sistema, una palabra que en
guaraní significa “aguas que brillan”. Estas lagunas,
cercanas entre sí, están rodeadas de una serie de
bañados en los que flotan estructuras de tierra y
vegetación que se van formando a la deriva. Primero son los camalotes, que se juntan entrecruzando
su vegetación con la tierra que les va aportando el
viento y así van creando los embalsados, suerte de
pequeñas estructuras flotantes que también se van
uniendo para crear islas. Estas islas que se forman
Vista aérea del Portal
Norte de los Esteros, en la
Seccional Cambyreta
Un camalote recibiendo la
luz de la tarde
Un fascinante y complejo sistema
de biodiversidad se ha ido
generando en los esteros desde
hace cientos de años.
El arreo acuático de ganado es una actividad que
atrae a los visitantes
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Aninga y Espátula rosada, dos
de las cientos de especies
de aves que conviven en los
esteros
tampoco son tan firmes y de hecho a veces también
pueden derivar y correrse confundiendo el paisaje;
pero sí son aptas para admitir la existencia de una
importante fauna terrestre, que convive con las especies acuáticas en total armonía.
En un bote a la deriva.
La experiencia de tomar un bote e internarse en
los esteros es muy difícil de transmitir. En principio,
lo que reina es la calma. El remo que se clava en
el agua silenciosamente, apenas acompañado por el
grito de algún pájaro, el rápido salpicar de un carpincho que se zambulle en la laguna, el rumor suave de
las hojas del pequeño árbol que se apartan con el
paso de un venado. De pronto, una garza que levanta
vuelo y en el cielo se recorta una mancha blanca
que se aleja sin tiempo en un azul intenso. El botero
sigue con su lento remar procurando no interrumpir
el letargo de los yacarés que yacen al sol olvidados
de todo y sin ánimo de importunar a los turistas. Sí
lo harán las pirañas, esas pequeñas palometas, que
suelen estar en las cercanías de la orilla y se empeñan en picotear los pies de quien los introduce en el
agua invadiendo su territorio.
La fauna que se observa aquí es variada y colori-
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da: aves de gran belleza –hay por lo menos 400 variedades-, yacarés -overo y negro-, lobitos de río, coipos (parecido a la nutria), carpinchos, ciervos de los
pantanos, ositos lavadores o aguarás popé, corzuelas
rojas y pardas, monos carayás (mono aullador), gatos de los pajonales y gatos monteses, zorros grises, zorrinos, hurones, comadrejas, liebres, vizcachas,
mulitas, tatúes, peludos, cuises, lagartijas, tortugas
y víboras de coral, cascabel y boas. En cuanto a
la vegetación, es muy abundante. Camalotes, irupés,
repollitos, jacintos, helechos, pajonales y pequeños
árboles que arraigan en los embalsados, tales como
laureles y totoras. Puede verse también algún ombú
y en las costas lapachos, ceibos, sauces, jacarandaes,
urundays y espinillos, además de palmeras yatay,
pindó y coranday. Una experiencia recomendable es
animarse a desembarcar en alguna de estas islas y
embalsados, y tantear el suelo húmedo y blando que
amenaza hundirse ante el peso de nuestros cuerpos.
En esta tierra inestable el venadito pisa como si volara.
Todo aquí debe tomarse con mucha calma. Es tal
el despliegue visual y aromático que uno podría pasarse toda una tarde observando plantas y flores,
pero siempre atento al mínimo movimiento entre la
vegetación, porque lo más probable es que aparezca
Lapacho de flor rosada, árbol
característico de la región
Con gran pericia los boteros
navegan los intrincados canales
y riachos
Varias especies animales y
vegetales en peligro de extinción
logran sobrevivir en el ámbito
protegido de los esteros.
El aguará guazú, un hermoso
ejemplar de una especie en
extinción
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Yacaré: el rey de los esteros
algún pequeño ser huyendo de lo que consideran
una visita inesperada. Hasta el año 1983, esta región
estaba al arbitrio de los pobladores y muchos de
ellos vivían de la venta de cueros de carpinchos y
yacarés, a los que cazaban prácticamente sin ningún
control. Cuando el gobierno de la provincia de Corrientes decidió crear la reserva –lo que finalmente
sucedió el 15 de abril de 1983- convocó a los cazadores (llamados aquí mariscadores) para proponerles un
acuerdo: en lugar de perseguirlos, los iba a incorporar
al equipo de preservación de la naturaleza, nombrándolos guardafaunas de la reserva. De este modo, esa
relación tan estrecha que existía entre el cazador y
su presa, dejó de ser una competencia para transformarse en una convivencia vital. Muchos de quienes
hoy nos reciben en el centro de interpretación y que
tal vez nos paseen en botes por los circuitos acuáticos de observación, años atrás andaban cazando a
la buena de Dios. Y son tan baqueanos que son capaces de guiarse más allá de que el paisaje cambie
cuando las islas derivan hacia otro lugar alborotando
los paisajes.
El del Iberá es uno de los humedales de agua
La superficie de los esteros abarca un millón trescientas mil hectáreas. Ocupa el
quince por ciento del territorio de la provincia de Corrientes.
La observación de aves embarcado
es una de las experiencias
más buscadas
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Delicada belleza la del paisaje
del espinal en primavera
Victorias Regias, otras de las estrellas en los paisajes acuáticos
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Seccional de guardaparques en
Cambyreta
Los cazadores que antes depredaban
la zona hoy son quienes protegen
celosamente el vital ecosistema en el
que viven.
dulce más grandes de nuestro país. Limita al norte
con la Ruta Nacional Número 12 (la que acompaña
al Río Paraná hasta Puerto Iguazú); al Este con los
afluentes de los ríos Aguapey y Miriñay; al Oeste con
los arroyos y afluentes del Paraná, entre los que está
el Batel-Betilito; y al Sur, con la continuación de la
divisoria del Este, entre los afluentes del Miriñay y el
Pay Ubre. Su superficie es de un millón trescientas
mil hectáreas y sus conformación geográfica es la
de una depresión con poca caída, que alguna vez se
supone que estuvo ocupada por el río Paraná. Desde
que fue declarada reserva natural, las actividades
en la región han variado totalmente. Ya no hay cazadores, y en varios sectores de la periferia se han
instalado posadas que tienen su propio embarcadero.
En general son hospedajes muy integrados al paisaje, con espacios que permiten disfrutar del cálido
clima que se respira aquí, y asistir a los maravillosos
atardeceres sobre la laguna. En invierno las temperaturas oscilan entre los 15 y 16 grados centígrados y
en verano la media es de 26 grados. Las lluvias más
abundantes se dan en verano, y el promedio anual
por año es unos 1500 milímetros.
Hace más de diez años, nos tocó ser testigos de
uno de los arreos más largos de la historia reciente.
Por uno de los caminos que van desde Pellegrini a
Los campings y hospedajes se
integran amablemente con el
medioambiente
las estancias, transitaba una hilera de vacas que parecía no tener fin y durante un buen rato vimos pasar
lentamente a cientos y cientos ejemplares de Hereford que se dirigían hacia Mercedes abandonando el
sistema del Iberá. Al fin de la caravana, iba una tropilla de caballos y en la cola, llevando a los animales
con sus látigos arreadores, varios paisanos del lugar.
Ante la pregunta, respondieron que era la hacienda
de una estancia que pasaba a otra porque su dueño,
Douglas Tompkins, quería quitar todos los animales
exóticos de esta región para permitir que la fauna
autóctona creciera y se reprodujera sin interferencias.
Tompkins es un millonario norteamericano que,
luego de hacer fortuna con la industria textil, se dedicó a comprar tierras en Chile y en la Patagonia
argentina, que luego donó a los respectivos estados
para la creación de sendos parques nacionales. En
Corrientes compró 89 mil hectáreas para producción,
y 139 mil para conservación en los Esteros del Iberá,
a través de la organización Conservation Land Trust
Argentina S.A. Si bien algunos críticos objetan este
mecenazgo y suponen que, detrás de la compra de
tal cantidad de tierras puede haber otros fines, la organización responde desde su página de Internet, una
a una las preguntas que sus críticos puedan tener y
hasta promete donar sus tierras al estado pasados
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Ciervo de los pantanos, otra de
las especies amenazadas de
extinción
unos años. En la actualidad, Tompkins y su mujer
Kristine McDivitt tienen en la región tres estancias en
las cuales brindan alojamiento a los turistas y proponen actividades de respeto a la naturaleza. Estas son
Rincón del Socorro, Batel y San Alfonso, y en ellas
propone paseos por las lagunas, cabalgatas, avistamiento de fauna y diversas actividades ecológicas
que incluyen una alimentación natural con productos
cosechados allí mismo.
Un peligro latente para los esteros del Iberá es
la producción agropecuaria. Hace poco intervino la
justicia evitando un emprendimiento que pretendía
desviar un arroyo para inundar tierras destinadas al
cultivo de arroz que, como se sabe, requiere de abundante agua. Otras veces, los amenazados son los lugareños que viven aquí con actividades de producción
mínimas, en un entorno que conocen a la perfección
y cuya riqueza no quieren abandonar. Quien tiene la
suerte de visitar este gran ecosistema único en el
país queda tan conmovido por su belleza y diversidad
que raramente se le ocurriría influir en su naturaleza.
Sí podemos inmortalizar su encanto en las fotografías que guardemos de este paisaje inolvidable.
Fotos: CLT / Juan Ramon Diaz Colodrero / Marisi Lopez / Pascual Perez /
Douglas Tompkins y otros
Recuerdos indelebles generan
los atardeceres sobre las lagunas correntinas
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