Jardines, sitios...•6.0 - conjuntos históricos de salamanca

Transcripción

Jardines, sitios...•6.0 - conjuntos históricos de salamanca
Montemayor del Río Conjunto histórico
El viaje desde Béjar hasta la villa de Montemayor es
para el visitante uno de los momentos más agradables
por lo que supone de disfrute y contacto con la naturaleza y por las espléndidas vistas de la sierra que se
le ofrecen, que compensan lo intricado de la carretera.
Si se llega hasta el pueblo por Peñacaballera, tomando
la carretera hasta Lagunilla, iremos atravesando un
precioso bosque de robles y monte bajo que apenas
dejan entrever la sierra pues tal parece que estemos
atravesando por un tunel de vegetación, hasta que al
final, a lo lejos, vemos el caserío de la villa, levantado
sobre un pequeño altozano, en el que sobresalen la
iglesia y el castillo. Si el viajero prefiere tomar la carretera que saliendo de Béjar lleva a Valdelageve se
encontrará que discurre paralela al cauce del río
Cuerpo de Hombre, y su viaje se verá acompañado
del suave y candencioso susurro del curso del río,
dejando siempre a su izquierda un precioso y agreste
paisaje, como el Tranco del Diablo, de indescriptible
belleza, viendo al final de la carretera la imagen
impresionante la parte zaguera del castillo que desde
lo alto domina la villa.
La historia se vincula a los hijos de Alfonso XI: Sancho
el Mudo, 1331; Fernando, 1338; Juan, 1344, envueltos
en guerras fraticidas que les costarán la vida a varios
de ellos. La hija de Sancho, Leonor de Alburquerque,
la lega a su hijo el infante de Aragón don Enrique, a
quien se la confisca el rey de Castilla, Juan II, siendo
Vista aérea de Montemayor del Río
donada por el hijo de éste, don Enrique, a Juan de
Silva, quien en 1458 funda mayorazgo dejándosela a
su hijo Juan de Ribera. En 1537 el emperador don
Carlos concedió el título de marqués a don Juan de
Silva y Rivera, siendo nombrado más tarde capitán
general de Portugal concediéndole el título de marqués de Portalegre.
El caserio se dispone en torno a una pequeña Plaza
rectangular de indudable interés, tratándose en gene-
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ral de casas de dos y tres alturas, en algún caso con
galería de madera en el segundo o tercero, sin que se
pueda distinguir ni hablar de una arquitectura popular
con características propias, salvo que todas están
encaladas de blanco resaltando el granito de las partes
nobles. Al menos tres de ellas tienen algún detalle
diferenciador. En el dintel de una aparece la fecha de
1763, el único elemento que nos permite aventurar su
cronología; en otra luce un escudo de armas idéntico
al que vemos en dos lápidas funerarias que hay en la
iglesia, y en la tercera, de reciente construcción, se
han reutilizado las jambas y dintel de una portada del
siglo XVI ornados con espejos circulares, como vemos
en otras mirobrigenses de finales del siglo XVI.
En uno de los lados de la plaza se levanta la Casa
Consistorial, obra de finales del siglo XVI de indudable
interés, con un pórtico de dos vanos adintelados tenidos por columnas que rematan en capiteles con zapatas, y antepechos que protegen un pequeño porche de
las inclemencias del tiempo.
En el centro de la plaza, trasladado desde la delantera
del castillo, se alza el rollo, en forma de columna, convertido hoy en la parte central de una fuente. En uno
de los frentes presenta un escudo tenido por puttis con
detalles decorativos del siglo XVI muy erosionados que
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impiden mayores precisiones, como tampoco es posible hacerlas de las armas que vemos en el escudo, que
parecen corresponder a un león rampante que se identificarían con las de los Silva, marqueses de
Montemayor.
Desde la plaza parten una serie de calles, en pendiente, buscando la vega del río. En una de éstas, al inicio
de la misma, hay una casa de dos alturas, quizá la más
antigua del conjunto, con sencilla portada de arco de
medio punto con impostas resaltadas. Nada tiene que
ver ésta con la situada al final de la calle, donde un
escudo del siglo XVIII nos indica que perteneció a alguno de los numerosos miembros de la familia
Maldonado. Alguna otra casa nobiliaria conserva la
villa pues en otra de las calles, quizá la más tortuosa,
se ve otro pequeño escudo.
Sin duda es el antiguo recinto del castillo el que confiere gran interés a la villa y la ha hecho merecedora
de la declaración como Conjunto Histórico Artístico.
Dento de él se levanta la iglesia parroquial, de nave
única que remata en capilla mayor poligonal. Ésta presenta cinco paños marcados al exterior con potentes
estribos de sillería granítica. El interior se cubre con
bóveda gótica de seis nervios convergentes que apean
en columnillas rematadas en toscos capiteles ornados
Vista general
El rollo... convertido en fuente
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con temas vegetales. El arco toral apea en pilares con
tres columnillas en sus frentes, todo ello del más puro
estilo gótico y de lo más antiguo de la provincia. Los
vanos que se abren en el paño del testero y en su contiguo del sur se resuelven en arcos de medio punto
que acogen otros gemelos redondos de ruda factura.
El interior de la nave, más ancha que la capilla mayor,
fue reformada en el siglo XVI, momento en que se voltearon dos arcos fajones agudos que tendrían una
armadura renacentista de la que nada queda, pero sí
los sendos arcosolios en los frentes de la capilla
mayor, abiertos a la nave en los lados del evangelio y
de la epístola. El exterior se corona con cornisa de
canecillos donde vemos cabezas humanas, otras de
lobo y figurillas sentadas que portan en sus manos elementos vegetales. La portada, abierta al sur, entre dos
pesados contrafuertes, es de arco doble apuntado, con
recuadro y molduras baquetonadas; la del norte y la de
hastial de poniente no tienen mayor interés, pues ésta
responde a una reforma del siglo XVI. Adosada al ábside
se yergue la torre, lisa en su cuerpo bajo, y volado sobre
repisones lo que se añadió en el siglo XVI.
La capilla mayor la preside un magnífico retablo del
siglo XVI del que conocemos bien la historia de sus
autores. Se trata de un retablo plateresco de cinco
calles, más ancha y alta la central, y cuatro cuerpos
individualizados por diminutas columnas abalaustradas y finas pilastras ornadas con relieves platerescos.
Sabemos que el retablo fue contratado en 1552 por el
pintor Antonio González y el ensamblador Francisco
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Joli, quien seguramente se encargaría de la materialización de los relieves y de las esculturas. De las pinturas poco o nada queda y difícilmente podemos
aventurar su estilo, salvo los dos tondos de los remates de las calles laterales donde vemos dos bustos
femeninos, de indudable filiación rafaelesca, como lo
serían los tableros, de los que llegamos a ver algunos
detalles antes de los repintes a que fue sometido hace
años. Más interés tiene la escultura sedente de la
Virgen con el Niño, de pie sobre sus rodillas cogiendo
una fruta, obra de marcado carácter manierista, con el
cuello alargado y rostro ovalado, recordando otras
obras que existen en la zona de La Armuña y seguramente del mismo autor, que posiblemente sea el precitado Joli, muy activo en tierras de León pues en ellas
comenzó a trabajar, seguramente en los talleres creados con la llegada de innumerables tallistas galos.
Poco se puede decir del Calvario, que no parece obra
de interés. En una pequeña repisa gótica, junto al
retablo, se encuentra una escultura de piedra de San
Miguel, obra de la primera mitad del siglo XVI, representándole con arnés militar, de indudable interés y
calidad, relacionado con otras esculturas de la capital.
En la capilla mayor se abre un lucillo sepulcral de la
segunda mitad del siglo XVI, con arco de medio punto
enmarcado por pilastras lisas y escudo entre roleos.
Acoge el llamado Cristo de las Batallas, una imagen de
tamaño natural del siglo XIII, repintadísimo, con la
cabeza inclinada y vuelta hacia la derecha, larga
barba, brazos en V muy marcada, anatomía apenas
JARDINES, SITIOS Y CONJUNTOS HISTÓRICOS DE LA PROVINCIA DE SALAMANCA
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Interior de la iglesia parroquial
insinuada y perizonium hasta las rodillas formando
pliegues alatonados y geométricos, pies cruzados y
cruz de gajos.
Bajo la tribuna se han colocado una serie de lápidas
sepulcrales entre las que destacan las de los Carvajal,
Mendoza y Tostado; en el pavimento de la capilla
existe otra, muy erosionada, con escudo apergaminado en el que figuran trece roeles.
El castillo y la muralla
En la parte alta de un pequeño montículo se alza el
castillo y la cerca o muralla. La fortaleza tiene planta
pentagonal irregular, con torres cuadradas en cada
uno de los vértices, excepto la más cercana a la torre
del homenaje, que es semicircular. Del recinto exterior
se conserva la barbacana que protegía el acceso, con
dos cubos almenados y troneras. Del interior, que se
adapta a la topografía irregular del terreno, poco se
Los restos de la muralla y el cubo
conserva, aunque es posible ver las huellas de dos
plantas de habitaciones en torno a un patio central, y
en uno de los muros se conserva una gran chimena,
que quizá nos indique que estamos ante la estancia
principal. La puerta se abre en la torre del homenaje,
en acodo, formada por dos arcos, agudo el exterior y
carpanel el interior. Los muros de naciente y meridional que unen las dos torres y la torre del homenaje con
uno de los cubos, destacan por su impresionante altura y por las serie de vanos que en ello se abren recordándonos que quizá en algún momento este castillo
se convirtió en un palacio renacentista, al igual que
sucedió con los de Béjar, Alba de Tormes y el de
Villanueva de Cañedo, lo que debió acontecer ya en el
primer tercio del siglo XVI.
De la muralla que ceñía el caserío poco se puede decir,
aunque se conserva un gran lienzo que parte de una
de las torres y llega hasta la calle del Cubo, nombre
que le da uno de los conservados, restos que pueden
verse casi hasta la altura del comienzo de la Plaza
Mayor. La obra de esta parte es de mampostería granítica levantada sobre las rocas del risco en el que se
alzaría la zona amurallada.
A la entrada del pueblo, llegando desde Lagunilla, salvando el curso del río Cuerpo de Hombre, se levanta
un precioso puente, de un gran arco apuntado, que
recuerda al de San Albín de Béjar. A su lado una
pequeña y diminuta ermita y junto a ella una preciosa
cruz de piedra con los brazos pometeados.
El castillo-palacio destaca sobre el caserío

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