Mi primera experiencia en el intento de cumbre al
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Mi primera experiencia en el intento de cumbre al
Mi primera experiencia en el intento de cumbre al Cotopaxi. Ya de regreso en Quito, a 2800msnm, descansada y un poco recuperada del frío tengo el ánimo y tiempo para reflexionar de lo que sucedió en lo que fue mi primer intento de ascensión a la cima del volcán Cotopaxi, 5897msnm 27/07/2013 Habíamos hecho la escuela de hielo una semana atrás y el clima era perfecto, todo parecía que tendríamos el mismo clima para la fecha de la ascensión. Sin embargo, al llegar al parqueadero nos topamos con un viento que subiendo con mochila de 50 libras de peso y en una pendiente de 40 grados ponía mucha resistencia para el cuerpo. Fue muy duro y muy desesperante. La subida al refugio fue la primera señal de lo que se nos vendría en la noche. El frío era evidente, apenas nos sacábamos los guantes para coger la taza de café. A las 6:00pm cenamos y ni el viento ni el frío cesaban. Estaba totalmente despejado, un atardecer precioso, el volcán era imponente, se lo veía por completo hasta el pico final, pero con un viento que poco nos animaba a salir del refugio y hasta las fotos era imposible de tomarlas. Al terminar la cena, los guías nos indicaban las cordadas que se formarían y nos daban las últimas instrucciones para levantarnos nuevamente a las 12 a desayunar y empezar la ascensión a la 1:00am. A las 8:00pm se apagaron las luces y todo el mundo quedo a obscuras y en silencio. 28/07/2013 En el refugio a 4810msnm, de por sí ya es imposible dormir, por la altura, solo se puede descansar, y menos aún con un viento que congelo las ventanas de nuestra habitación y que la puerta sonaba toda la noche como si alguien la golpeara fuertemente para querer entrar. 12:00am cada uno se alistaba con las tres capas, botas de alta montaña, impermeable, buffs, casco, linterna, crampones en la mochila y piolet. Después de desayunar salimos a la 1:05 de la madrugada con la intención de hacer cumbre. Los primeros metros fueron una muy buena señal de mi estado físico y del entrenamiento que he venido haciendo durante tres meses. El calor corporal por transpiración que generaba no me hizo sentir frío, no me dolía la cabeza, mantenía un ritmo de respiración normal, pulsaciones normales y las piernas empezaron a caminar por sí solas y lo más importante iba orando y haciendo que mi mente le motive a mi cuerpo. Pero el viento era mayor, su fuerza era incomparable y la resistencia que nos puso, hacía que cada paso nos costara más de lo normal. Los guías hicieron solo unas pocas paradas para preguntarnos como estábamos y si deseábamos seguir, a lo que todos respondimos que sí, sin estar totalmente consientes a lo que estábamos expuestos. Yo iba primera en la cordada con un guía adelante y atrás, porque éramos solo dos mujeres en el grupo así que todas las atenciones fueron para nosotras. Cuando finalmente tomamos la arista para después de 10min llegar recién al glaciar, el viento se hizo notar como si nos dijera “¡Entiendan, no les voy a dejar subir!”. Varios caímos empujados por el viento y rodamos varios metros abajo. Todos con linternas en medio de una absoluta obscuridad donde lo único que se veía es Quito, esperábamos mientras los guías conversaban entre ellos. Unos minutos después nos hicieron caminar un poco más hacia el arenal nos hicieron sentar en fila contra el viento y nos informaron: “Chicos está decidido, vamos a bajar todos. No vamos a hacer cumbre”. Sentada en el arenal con una rodilla adolorida de lo que me caí, empecé a decir un montón de malas palabras que ni yo misma me reconocía. Es la primera vez que me pasa algo así: durante dos minutos que fueron eternos, llore desde lo más profundo de mi corazón. A parte de lograr una cumbre de una montaña, era una motivación que yo misma quería darme para seguir adelante con varios objetivos que tengo y varias situaciones que las tengo que arreglar y cerrar en estos tiempos de mi vida. Hasta ahí llegamos, no haríamos cumbre, no ese día. Solo fueron dos minutos de llanto porque el viento sonaba y empujaba muy fuerte que no teníamos tiempo de estar ahí. Sentí que cada lágrima, salió desde lo muy profundo de mí. Después de bajar el arenal y con viento con escarcha, estuvimos en el refugio nuevamente a las 3:00 de la madrugada. Ahí recién, nos enteramos de las condiciones climáticas a las que nos expusimos, cuando los guías con sus relojes especializados, nos dieron los datos: habíamos caminado solo 1,5km durante dos horas a una velocidad de 0,58Km por hora, y ascendido únicamente 300 metros a desnivel desde el refugio con un viento que iba a 80km por hora y que más arriba, al cruzar la escalera y las grietas, era más que seguro que alguna vida resultaría afectada. Y según los guías, lastimosamente nos toco la noche más fría y más ventosa en lo que va del año. Felicitándonos todos y con un aplauso, todos regresamos a descansar en la habitación para retornar a quito a las 7:00am. Antes de bajar al parqueadero, despidiéndonos de todos, nos enteramos de que una pasajero brasilero con su guía en su necia intención de coronar cumbre, llegaron hasta el paso de la escalera (es una grieta que tiene 3 metros de apertura y 50 metros de profundidad, que está a a 5300msnm y que debes pasar literalmente, gateando) y no pudieron pasar de ahí porque el viento había hecho caer la escalera y tuvieron que regresar. ¿Qué hubiera pasado si nosotros avanzábamos y al regreso no entrabamos la escalera para bajar? ¿Realmente, valía la pena seguir avanzando en esas condiciones climáticas? ¿Dios quería que lleguemos cansadísimos, probablemente congelados y con un viento que arriesgaba nuestras vidas? ¿Por qué entonces no hizo como se lo pedí toda la semana y toda la noche anterior: que pare el viento y nos dé un día despejado? Si él es dueño del viento, el cielo, la montaña y demás, ¿Porqué permitió que lo intentáramos justo ese día? A todo esto, las enseñanzas que recibí de Dios fueron muchas. Primero, que Dios me quiera viva porque tiene varios propósitos que cumplir en mi vida, no solo una cumbre, tienen varios. Que no soy dueña de mi vida, ni del viento, ni de la montaña, ni del clima, ni del frío, ÉL lo es, y yo estoy en la tierra para aceptar esa realidad y no para desafiarla. Mientras regresaba al carro y le vía al Cotopaxi desde la carretera, Dios me decía que las cosas se dan de acuerdo a lo que él decide y quiere para mí, y que si bien es cierto que él conoce cada uno de los anhelos de mi corazón, eso, no se anteponen a sus decisiones. Dios me dijo que hay tiempos para disfrutar las cosas, que hay MEJORES tiempos para lograr algo y tener con quién y cómo disfrutarlo y celebrarlo, y yo, quizás no estoy en los mejores tiempos de mi vida. Aprendí que Dios me quiere en la cumbre, física y mentalmente bien, resistente, como si estuviera saliendo nuevamente del refugio, para seguir caminado más arriba porque me ha dado todo para hacerlo. Aprendí que uno tiene que aprender a reconocer las advertencias de Dios y no hacer oídos sordos a lo que dios trata de decirme porque pongo en peligro mi vida y eso también es deshonrar su nombre. Cuando hice mi devocional leí esto: “nunca sabrás del peligro en el que te encuentras hasta después de haber sido salvado”. Esto sucedió cuando en el refugio los guías, que ya han subido varias veces al Cotopaxi, nos hicieron notar del peligro al que nos hubiésemos expuesto más arriba. La lección más fuerte y hermosa que aprendí, es la de HUMILDAD. Si esta vez no subí, no lo logre, es porque debo estar más consciente de lo soberano que es Dios, para aprender a postrarme ante él, pedir perdón, reconocer errores y pedir sabiduría para ser un reflejo suyo aquí en la tierra. Si esta vez no subí, es porque él quiere multiplicar mis ganas de volver a subir, de volver a intentarlo, quiere aumentar mi deseo de llegar a él, de estar más cerca de él, para que cada paso que de, lo de por y para EL SEÑOR. Así es, esta vez, que es mi primera vez, no logre llegar a la cumbre. Pero no porque no estaba preparada, sino porque lamentablemente el clima no estuvo a nuestro favor, pero es justamente eso lo que Dios quiere trabajar en mí, el hecho de aceptar una adversidad para moldear mi carácter. Aprendí que las adversidades de la vida tienen un efecto enriquecedor y el aceptar y descubrir esa realidad está una de las verdades más caras de la existencia de un ser humano en la tierra. Aquí tengo dos opciones: desgastarme después de atravesar un momento difícil o salir más enriquecida, más purificada. Cuando prendí mi celular, recibí varios mensajes de personas, amigos y familiares que estuvieron pendientes de mí y orando por mi vida. Gracias a todas esas personas, porque cada vez compruebo que su amistad es lo más valioso que dios me dado. Como alguna vez le dije a un amigo y por lo cual lo intentaré de nuevo es porque: subo al Cotopaxi porque los planes de dios para mí están igual o más alto que la cima de la cumbre del Cotopaxi, 5897msnm, de ningún modo me lo pierdo.