las necrópolis ibéricas y su aplicación en la clase de historia

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las necrópolis ibéricas y su aplicación en la clase de historia
Las necrópolis ibéricas y su aplicación en la clase de historia – Juan Andrés Riquelme Ibañez – ISSN: 1989-9041,Autodidacta ©
LAS NECRÓPOLIS IBÉRICAS
Y SU APLICACIÓN EN LA CLASE DE HISTORIA
Juan Andrés Riquelme Ibáñez
Licenciado en Historia
1.
LAS NECRÓPOLIS
SIGNIFICATIVO.
IBÉRICAS
MURCIANAS
COMO
EJEMPLO
Una reconstrucción ideal nos puede dar el tipo más significativo y frecuente en
las necrópolis murcianas, el de estela o cipo coronando un túmulo escalonado.
Sobre el túmulo se asentaba un plinto de base cuadrada donde estaban
labradas en relieve cuatro figuras sedentes. Del centro de esta composición
escultórica parece surgir un prisma de base igualmente cuadrada y de una altura
variable. Esta estela puede ser lisa, como es el caso de la exhumada en el Prado de
Jumilla o primorosamente esculpida, como la excavada y estudiada por A. Muñoz
Amilbia procedente de la necrópolis de Coimbra, también en Jumilla. Esta estela
posee cuatro relieves en sus caras, alusivos al paso del difunto heroizado al mundo
del más allá, representado como jinete sobre corcel que parece ejercer un papel
psicopompo o de portador del alma del difunto. Otra escena, con una figura sedente
frente a otra que parece de un muchacho, es de marcado carácter clásico y puede
indicar el encuentro del espíritu del difunto con la deidad infernal. Motivos alusivos
como el perfecto equipamiento bélico del representado. Las figuras de la paloma,
símbolo del espíritu, del conejo, símbolo de la fecundidad y resurrección de la cabeza
cortada que pisa el caballo nos indican un complicado y rico acervo simbólico e
iconográfico de complejos significados y difícil interpretación sobre el que se ha escrito
mucho.
Sobre el prisma o estela es lógico pensar que va otro elemento que aparece
desmontado, la gola o una pieza troncopiramidal decorada según los casos.
Generalmente el abigarrado relieve, la talla de la piedra en forma de hojas de agua,
ovas, contarios y otros motivos clásicos, sobre todo los jonios, enriquecen estas piezas
arquitectónicas.
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Las damas orientalizantes del SE peninsular; de izquierda a derecha, Gran Oferente
del Cerro de los Santos (Albacete), la de Elche y de Baza, respectivamente.
Esta es en esencia la estructura arquitectónica del monumento: escalones,
estela y coronamiento de la misma.
Quedan otros elementos de considerable interés y de difícil ubicación en el
monumento, sobre todo una serie de esculturas de bulto redondo y de complejo
significado en este mundo simbólico de la región ibérica de ultratumba.
En primer lugar aparecen unas esculturas exentas de animales, de
considerable tamaño y que representan fundamentalmente las figuras del toro, el león
y la esfinge (el querube bíblico).
Además de ser de un considerable tamaño están labrados por lo general estos
animales en calizas de menor calidad que las que integran el resto del monumento.
Su talla suele ser menos cuidada y a veces tosca y frecuentemente se muestran
inacabados. Es corriente que la talla no afecte a todo el volumen de la escultura, lo
que es indicativo de que se apoyaba en un elemento arquitectónico presentando
solamente una visión frontal.
Por otra parte sabemos que a lo largo de su complicada existencia
iconográfica, desde sus orígenes orientales hasta su generalización mediterránea,
tanto toro y león como esfinge son símbolos apotropaicos, es decir, símbolos
defensores o guardianes de la paz, del orden y de la custodia de un recinto o un lugar
sagrado. Así pues podemos pensar que estas esculturas, dispuestas en la proximidad
del monumento o en el recinto que lo circunda protegen la inviolabilidad del mismo.
Quedan por analizar otro grupo de esculturas que desde el punto de vista
artístico y formal son generalmente más cuidadas y elaboradas. En este grupo podrían
integrarse las damas sedentes- tan parecidas y a veces idénticas a las
representaciones de diosas griegas de la imaginería ática – la sirena y el grifo. Este
grupo aparentemente heterogéneo tiene un elemento uniformizador, la sirena y el grifo
están identificados con las almas de los muertos, como también otras volátiles, y las
damas, personificación de la gran diosa madre mediterránea ocupa un papel
primordial en la religión y en la iconografía ibéricas.
El panorama de la necrópolis, con sus túmulos, estaba generalmente dominado
por la presencia de al menos uno de estos grandes monumentos. El túmulo
escalonado con sus relieves y estatuas y las grandes figuras guardianas daban
solemnidad a un reducido espacio donde además se hallaba un ara de piedra para
ofrecer sacrificios a la divinidad como en el mundo oriental. En algún caso un pequeño
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estanque o una pila – la balsa de las purificaciones- llena de agua, completaba el
conjunto.
2. LA COSTUMBRE DE LA NO INCINERACIÓN PARA LOS NIÑOS.
Los grandes monumentos con esculturas aparecen en las necrópolis ibéricas, a
lo largo de la vía Heralklea, como hemos dicho, desde Valencia al extremo meridional
de la Península pasando por Sierra Morena. Hemos visto que abarca también los
territorios que desde esta línea van hacia el mar en el área del sureste. En toda esta
amplia zona se ha observado el alto grado de deterioro que han sufrido los
monumentos ibéricos. Se ha hablado de una intencionada destrucción de los mismos y
de una iconoclastia fenicio-púnica que indujo a los colonizadores costeros a ir
destruyendo los bellos monumentos de la cultura autóctona. Se han barajado con
argumentos no exentos de lógica las fechas en que pudo llevarse a cabo esa
destrucción para unificar y controlar áreas adscritas al territorio púnico.
Evidentemente hay un fuerte deterioro en los restos monumentales y
escultóricos de las necrópolis pero parecen estar ocasionados por una serie de
factores.
-
Los conjuntos monumentales se asientan sobre subestructuras de barro,
adobes y como máximo enlucidas de barro mezclado con yeso. Las bellas y
airosas construcciones dejan mucho que desear desde el punto de vista
estructural.
-
La piedra utilizada, una calcarenita blanquecina de grano fino, es una
piedra blanda de un grado de cohesión muy variable. A veces el simple
contacto con el agua la agrieta o disuelve parcialmente. Es también
fácilmente fracturable. La blandura y fragilidad con que se presta a ser
trabajada indujo a los iberos, como a otros tantos pueblos en la antigüedad,
a elegirla para su empleo en arquitectura y escultura; esa misma blandura
provocó el rápido deterioro y fragmentación de los elementos a que
hacemos referencia.
-
Otro factor digno de tener en cuenta es el criterio artístico e iconográfico y
los factores socio-políticos. Las modas y el cambio de conceptos religiosos
formales pudo variar con el tiempo los conceptos estéticos respecto a estas
formas monumentales.
-
Los monumentos ibéricos, parecen corresponder en su totalidad a la
primera fase del Ibérico Pleno, es decir, a finales del S. V y a los largo del
siglo IV a.C.: es el período más vigoroso y espléndido de esta cultura. ¿Hay
luego un abandono de estas áreas de culto con el consiguiente desacato,
saqueo y degradación progresiva de las mismas?.
-
Las necrópolis ibéricas, al igual que las de etapas posteriores, tienen un
uso limitado en el tiempo. Se debieron emplear durante varios decenios y al
cabo del tiempo se cambiaba el lugar de emplazamiento abandonando el
anterior cementerio de incineración. Quizá aquí esté la razón fundamental
de la destrucción monumental. La necrópolis, pasados los años queda
como “necrópolis vieja” abandonada y a veces ocupada parcialmente por
los barrios extramuros de la población, como ocurre en Coimbra de Jumilla.
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Nos podemos preguntar si todos los miembros de la sociedad ibérica eran
incinerados y depositados en la necrópolis. Los ajuares demuestran que allí se
enterraba a miembros ricos de la comunidad de distintas edades y sexos pero también
de distinta condición social. Junto a las tumbas principescas se hallan otras de una
pobreza impresionante; a veces carecen de ajuar y en algunos casos no tienen ni urna
y el montoncito de cenizas de la cremación está directamente depositado en el hoyo.
Pero no podemos afirmar que allí estén todos; no disponemos de datos sobre los ritos
fúnebres reservados a siervos, prisioneros, extranjeros y otros casos excepcionales de
miembros de la comunidad.
Si tenemos en cambio testimonios de los ritos llevados a efecto con los niños
de corta edad. La mortalidad infantil era alta, como lo ha sido hasta hace pocos
decenios en toda la cuenca del Mediterráneo. Sobre todo en la primera infancia las
enfermedades infecciosas debieron causar estragos y buen ejemplo de ellos es la
original forma de enterramiento de estos bebés. No son incinerados como las
personas mayores y generalmente no están depositados sus restos en las necrópolis.
Los niños, dentro de un recipiente, cubiertos por grandes tiestos de un ánfora rota o
simplemente protegidos por unas piedras, son depositados en una pequeña fosa
practicada dentro de la casa en la línea del muro o bien se les introduce dentro del
poyo corrido de mampostería, o bajo algún escalón. Hay casas en las que se hallan
restos de varios de estos niños de menos de un año de edad lo que parece indicar
también el fuerte índice de natalidad entre estas poblaciones.
Algunos autores han insinuado la posibilidad de que estos restos de niños sean
la consecuencia de sacrificios rituales al modo semita pero esa teoría no parece
aceptable. Más bien podemos pensar que los niños, no iniciados aún en la religión
ibérica no son admitidos en los ritos litúrgicos de incineración en necrópolis y por ello
tienen q ser inhumados en un área “no sagrada” como es la de la vivienda familiar.
Esa costumbre ha pervivido a lo largo de los siglos en las distintas culturas. En el área
de Vasconia, hasta hace poco tiempo, los niños no bautizados no eran inhumados en
el cementerio cristiano y los padres les daban piadoso enterramiento en fosas junto al
muro de la casa, bajo el alero.
En las necrópolis suelen aparecer también inhumaciones, siempre infantiles y
dentro de urnas de cerámica. Suelen llevar amuletos o pequeños objetos de filiación
mágica y es posible que pertenezcan a familias influyentes dados que los objetos que
les acompañan suelen ser de cierta importancia suntuaria.
Tumba del yacimiento ibérico de El Cigarralejo (Murcia)
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En las necrópolis hay también un tipo de fosas o loculi de especial significado.
Tienen en su interior tan sólo las armas del guerrero ibérico, sin ningún otro resto.
Cabe pensar que el fallecimiento de un personaje en una lucha o en tierras lejanas ha
motivado este tipo de enterramiento singular. Al no disponer del cadáver para practicar
el rito convencional de incineración se ha llevado a cabo la inhumación simbólica de
sus atributos, las armas. Es la representación de la parte (las armas) por el todo (el
guerrero y su ajuar) llevada a cabo por los deudos del desaparecido.
La religión ibérica tiene una personalidad propia indudable pero no es una
religión original y propia como no lo es tampoco su cultura. El proceso de aculturación
ha provocado a lo largo de siglos la asimilación de influencias externas, sobre todo las
llegadas a través del Mediterráneo.
En este abigarrado contexto de tradiciones e influencias se halla incluida la
religión de matiz rogativo y de provisión, dirigido sobre todo a la deidad femenina de
tipo curótrofo y profiláctico. Las súplicas y peticiones giran sobre todo en torno a los
santuarios y cuevas santuarios.
En el área del sureste y Turdetania son típicos los santuarios ibéricos al aire
libre con estructuras sencillas. Como es un área con una importante riqueza metalifera
son muy frecuentes en este tipo de santuarios los exvotos que representan figuritas
humanas en bronce.
En el área levantina de la Península son más frecuentes los santuarios en
cueva, generalmente modestos y con escasez de exvotos.
La región de Murcia, geográficamente situada en el centro de ambas
influencias cuenta con santuarios ibéricos con notables representaciones en forma de
exvotos y también con santuarios en cueva de tipo levantino.
Generalmente estos santuarios se hallan ubicados en áreas de especial belleza
paisajística y particular situación geográfica en cuanto a sus comunicaciones. Suelen
estar también en las proximidades de un manantial o corriente de agua, elemento tan
escaso y apreciado en el área surestina. El valor sagrado, salutífero y profiláctico de
estas fuentes es innegable, como lo es en otros puntos del Mediterráneo.
Planta del santuario de El Cigarralejo (Murcia) según E.Cuadrado.
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Es característica la presencia en los santuarios de los exvotos, ofrendas
figuradas a la divinidad y de un tipo especial de recipientes como vasitos caliciformes,
platos y cuencos que están relacionados con ofrendas y libaciones, para contener
aceite y poder encender candelas o mariposas y también para llenarlos de agua y
practicar ritos mágicos y adivinatorios como en el ámbito cultural greco-fenicio.
Los exvotos suelen ser de barro, de piedra arenisca y de bronce sobre todo. Aparecen
también anillos, pequeñas laminitas o brácteas de oro y plata a veces repujados o
incisos con representaciones de ojos, figuras o letras. En los contextos de los
santuarios aparecen también figuritas de plomo o de hierro y posiblemente se hicieron
como en Grecia en Italia, de madera y cera. La inconsistencia de estos últimos
materiales ha impedido que, de momento, hayan llegado hasta nosotros.
El significado religioso mágico y simbólico de estos materiales puede resultar
aventurado y controvertido. Ciertas figuras parecen representar a divinidades, algunas
de ellas imitadas fielmente de la iconografía clásica como es el caso de
representaciones de Tanit, de Perséfone o Artemisa. Otras figuras representan
mujeres, posiblemente relacionadas con votos de iniciación, virginidad y matrimonio,
ofrecen en su mano generalmente palomas o frutos.
Un conjunto de figuras varoniles está vinculado evidentemente con cultos relacionados
con el sexo y posiblemente con ritos iniciáticos viriles de pubertad.
El grupo más numeroso lo compone la serie de guerreros peones o a caballo
con sus atavios, falcatas, cintos, cascos y lanzas que nos documentan sobre las
modas y trajes de los iberos.
La representación de animales también está presente en los santuarios. Parece
tener un fundamento particularmente profiláctico ya que la salud de los animales
domésticos o la curación de los mismos es importante en una sociedad agropecuaria.
Se representa fundamentalmente a los animales de mayor porte y más valiosos como
el buey y sobre todo el caballo. En el Cigarralejo de Mula E. Cuadrado, excavó y
estudió este tipo de exvotos, la mayoría equinos.
Exvoto de El Cigarralejo (Murcia)
Hemos aludido a lo aventurado de las interpretaciones acerca de la vida
espiritual de los iberos. Parece evidente que es un tipo de religión muy similar al de las
demás culturas mediterráneas en cuanto a sus líneas generales y muchos de sus ritos
e iconología. Prueba de ello es que los comentaristas greco-latinos al aludir a los
detalles de la vida y costumbres ibéricas no hacen referencia apenas a aspectos
religiosos. Ellos cuentan lo que consideran extraño, anormal o aberrante de la
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conducta de los pueblos a que aluden. En este aspecto no debieron ver nada extraño,
nada digno de mención; ellos debieron hallar una religión convencional con unos ritos
que les parecieron normales porque se semejaban a los suyos propios.
En otras áreas peninsulares se conservan en época romana los nombres de las
deidades autóctonas y su culto y devoción, sobre todo en las zonas más lejanas y
atrasadas del ámbito peninsular. La rica epigrafía romana del sureste no conserva
nombres de deidades posiblemente porque fueron asimiladas de forma natural al
panteón helenístico romano.
Es evidente pese a la escasez de datos, la presencia de una deidad masculina
relacionable con el dios guerrero Marte, con Hércules y con el fenicio-púnico Shmun.
Una deidad femenina confirma una fuerte tradición mediterránea. Debió ser
muy importante como deidad madre, fecunda y diosa del amor. Asociada a la luna
ejerce tutela sobre el mundo subterráneo y es patrona de la muerte y la resurrección.
Es la deidad que puede quedar asimilada a Artarté y a los mitos personificados en las
figuras de Deméter y Perséfone.
Si las fuentes literarias antiguas son parcas en sus disposiciones acerca de la
religión ibérica, si describen ceremoniales y ritos que se practicaban en los funerales,
danzando al son de la música, los bailes y cánticos a la luna llena, las luchas y torneos
simulados, los cantos colectivos y la alusión a fiestas de boda. Los festines debieron
ser la base de la mayoría de estas reuniones de tipo social.
En las grandes ceremonias, sobre todo en las de tipo funerario está constatada
la representación de frutos de adormidera, conocida y utilizada milenios atrás en la
Península. Atributo de las deidades relacionadas con el sueño y la muerte, estas
plantas narcóticas y alucinógenas debieron tener un uso restringido en los ritos
religiosos.
Esta es a grandes rasgos la imagen que hoy tenemos de la religión ibérica en
tierras murcianas; una religión mediterránea fuertemente influenciada por los ritos de
la muerte pero vigorosamente volcada a la alegría de la vida y continuamente atenta al
patronazgo de deidades protectores y nutricias.
BIBLIOGRAFÍA
Cuadrado Díaz E. (1950). Excavaciones en el Santuario Ibérico del Cigarralejo
(Mula, Murcia). Ministerio de Educación Nacional. Madrid.
Cuadrado Díaz, E. (1987) La necrópolis ibérica de "El Cigarralejo" (Mula,
Murcia) CSIC, Madrid.
Museo de El Cigarralejo, Mula, Murcia. Boletín de la Asociación Española de
Amigos de la Arqueología, Madrid 1998.
Quesada Sanz F, Zamora Merchán M (eds) (2003). El caballo en la Antigua
Iberia. RAH, Madrid.
Varios autores (2005). “Museo de Arte Ibérico El Cigarralejo de Mula”.
En Museos de la Región de Murcia.
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