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FUCSIA
A bordo
foto: cortesía Nomads of the Seas
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del Atmosphere
Cómo fungir de ‘descubridor’
en lo recóndito de la Patagonia
chilena a bordo del mejor
crucero en aguas australes.
cortes
foto:
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Texto y fotos: ©María Cristina Lamus/10
D
espués de varios intentos fallidos de ajustar mi itinerario de
vuelos, la aerolínea Lan me invitó a reconsiderar mi viaje a la
Patagonia chilena proponiéndome llegar en
helicóptero al Atmosphere, de la compañía
Nomads of the Seas, cuando éste ya se hallaría en su tercer día de viaje después de
navegar un largo trecho. Dije que sí, porque
el cansancio que arrastraba después de las
elo.
y Marc
del seno de Reloncaví, bordeando la
parte continental de sucesivas islas,
penínsulas y bahías, y observando el
contraste entre las aguas y las estribaciones montañosas cubiertas de alerces, raulíes, cipreses y otras especies
de la flora patagónica. Durante un buen
tramo de la travesía cayó sobre el helicóptero una fuerte lluvia. Para tranquilizarme, Andrés se apresuró a decirme
que la nave, uno de los dos Bell 407
que tiene el Atmosphere, era muy estable y seguro, pero, extasiada como estaba
viendo el paisaje, había dado por hecho
que no iba a pasar nada y disfruté mucho
del vuelo sobre un territorio de bosques
frente al que las islas emergen como ballenas gigantescas flotando en el mar.
En casa
tareas del año machacaba en mi cabeza la
idea de irme justamente ‘a la Patagonia’,
ese lugar extremo por antonomasia donde
no existiera celular, ni computador, ni nada
que me impidiera descansar como lo necesitaba. Durante el vuelo de una hora, entre
Puerto Montt y la isla Auchemó, Andrés, el
piloto del helicóptero, me mostró los accidentes geográficos de la Costa Sur, que
sobrevolamos haciendo un rodeo a partir
Pensándolo bien, resultó ideal aterrizar en
el helipuerto del yate Atmosphere después
de casi veinticuatro horas de viaje desde
Bogotá, sobra decir que extenuante, porque
la bienvenida de la tripulación fue lo más
parecido a un bálsamo reconfortante:
¿una copa de champaña?, ¿un jugo?, ¿un
té?, me ofrecían Cecilia y Carolina, dos
de las anfitrionas que se encargarían de
convencernos a los 19 pasajeros a bordo
de que éramos los primeros invitados de
honor en un viaje que se podría resumir en
las palabras “asombro, belleza, confort”, sin
adjetivos rimbombantes.
La primera virtud del yate Atmosphere
son las cabinas o dormitorios de dos
camas mullidas, dotados de un clóset,
una cómoda y un baño confor table.
Desempacar las cuatro cosas que llevaba
en mi maletín me tomó unos minutos,
pero tuve tiempo de bañarme y cambiarme
para ‘subir’ al comedor a tomar un coctel
que acostumbran ofrecer antes de la cena.
Allí conocí a los otros pasajeros, pero me
Las actividades incluyen varios
desembarcos en las islas y territorios
próximos a las bahías y fiordos
donde ancla el Atmosphere.
habían destinado a compartir con una
familia española, con la que desde el primer
instante hubo empatía.
Después de una copa de champaña,
pasamos a la mesa. Nos sirvieron una
centolla patagónica que atenazamos
despedazándola con avidez, mientras
contemplábamos, en el atardecer de
la primavera novembrina, las suaves
ondulaciones de islas próximas que rompían
su silueta oscura contra el cielo arrebolado.
Durante el coctel nos habían preguntado
qué actividad queríamos hacer al día
siguiente. Elegimos una caminata de
observación de la naturaleza. Después
de un desayuno que puede ser tan frugal
o tan abundante como uno quiera, y que
incluye frutas, panes, salmón ahumado
y otras carnes frías, quesos y huevos al
gusto, bañados con una mimosa de Moët
& Chandon, o varias tazas de café, nos
aprestamos a iniciar la aventura desde la
bahía de la isla Auchemó, donde habíamos
despertado en medio de un paraje en el
que asomaba el volcán Puntiagudo al fondo,
y que me trajo la sensación de estar en el
lugar más ignoto posible.
El helicóptero nos dejó en un claro de la
montaña, desde donde nos desprendimos
vestidos con nuestras ropas impermeables
y chaquetas de plumas por los senderos
del bosque patagónico, de especies de
altura media, como la Nothofagus alpina
o raulí, y variedades de cipreses que
cubren senderos escarpados donde los
musgos, como una alfombra sobre las
rocas, no son suficientes para evitar uno
que otro resbalón. Después de tres horas
de caminata, en la que el único animal
que vimos fue una lagartija, llegamos a
la orilla de un lago de rara belleza, de
orillas de arenas negras sobre las que se
veía claramente el repliegue de las aguas,
donde nos recogió el helicóptero para
llevarnos de nuevo al Atmosphere.
Después de almuerzo, abordamos un
Zodiac Hurricane, embarcación de rescate
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foto: ds of the S
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destinos
exclusiva de los
marines norteamericanos.
Vale acotar que el Atmosphere tiene
características de yate de lujo, buque
de guerra y barco de expediciones tipo
Calypso, es el yate más grande de Chile y el
único del mundo de este tamaño dotado,
además, con dos helicópteros propiedad
de la compañía. Construído en el astillero
Asenav, en Valdivia, se hizo a la mar a fines
del año 2006, para anclar por primera vez
en Puerto Montt.
Andrés Ergas, su dueño, es un piloto de
helicóptero, experto en pesca con mosca
y, desde luego, un apasionado viajero
que quiso hacer una embarcación a la
medida de sus afinidades, pensando en
que los atractivos de la Patagonia chilena
se acercaran a los viajeros en lugar de
que éstos tuvieran que ‘llegar’ hasta ellos,
como en efecto lo hace por mar, aire y
tierra, de la manera más expedita en
cada caso. Este ‘espíritu’ se expresa en
la quintaesencia de la comodidad dentro
de la más absoluta sencillez, al punto de
que ser pasajero del Atmosphere no exige
ninguna vestimenta formal (solamente
pantalones cómodos, camisas y chalecos
polares), y las medias antideslizantes son
el único requisito obligado para caminar en
el interior del yate.
La expedición en el Hurricane nos llevó
sin rumbo fijo, con la guía de una bióloga
marina, a descubrir la fauna patagónica.
Volando sobre la embarcación, las gaviotas
y los albatros anunciaban la proximidad
de otras especies como los patos vapor,
que no pueden volar, pero nadan sobre
la superficie del agua valiéndose de sus
alas, los cormoranes y pelícanos, los
delfines y pingüinos. Pero el espectáculo
más impactante corrió por cuenta de
unos leones marinos que se dedicaban
a devorar enormes salmones, y que
apenas si se alzaban sobre el agua para
zarandear a los peces y despedazarlos
Buena comida, naturaleza a
tutiplén, confort y amenidades,
qué más se puede pedir.
ante nuestros ojos atónitos, dejando sus
entrañas rosadas a la vista. Gozamos de
esa visión fantástica durante unos diez
minutos, como si se tratara de una película
de National Geographic, y volvimos al
barco más que satisfechos.
Al día siguiente remamos en kayak por
algunos canales cercanos a las islas Tic Toc.
Compartí barquito con Marta Alonso, mi
nueva amiga española, ya entrenada en
echar remo. Hacia el mediodía, una travesía
de una hora en jet-boat por el río Tic Toc,
nos llevó a una playa en el confín del lago
Trébol. La tripulación del Atmosphere había
establecido un puesto de avanzada en
esa playa, llamada Cancún, por sus arenas
blancas, para preparar el almuerzo, que
disfrutamos sentados en sillas de lona roja
frente a una mesa de manteles blancos.
Nos sirvieron salmón en papillote con papas
rústicas y uno de los vinos chilenos de
calidad que probamos durante el crucero,
entre los que recordamos un Almaviva de
Concha y Toro, un Caballo Loco de la línea
Premium de Valdivieso, un Cancha Alegre
Cabernet Sauvignon de De Martino, y un
Clos Apalta de Casa Lapostolle.
El día final amanecimos en una
resguardada bahía del fiordo de Quintupeu,
en cuyas proximidades nos esperaba una
jornada campesina en terrenos de una
parcela de los habitantes de la región.
Después de comer un asado de cordero
y mollejas, preparado por los chefs del
yate, Miguel, Marcos y Felipe, remontamos
un camino montañoso hasta unos pozos
termales donde descansamos un rato.
A la mañana siguiente, cuando nos
acercábamos a la bahía de Puerto Montt,
una brumosa nostalgia se posaba sobre
el recuerdo de los días vividos. Sin duda,
habíamos sido los privilegiados pasajeros
de un yate premiado como uno de los diez
mejores barcos de exploración del mundo
por la prestigiosa revista Super Yacht World
y catalogado como el mejor crucero en
aguas australes por la publicación Condé
Nast Traveler.
Ahora que escribo estas líneas, y que
sé que en el Atmosphere han viajado
ex presidentes, miembros de la realeza y
actores como Brad Pitt, no puedo menos
que ceder a la tentación de incluir mi
nombre al lado de ellos, pero en mi calidad
de ‘ilustre desconocida’. =
Tarifas y datos útiles
El Atmosphere opera de noviembre a abril
de cada año (verano en el hemisferio sur).
Precios: 4 días/3 noches, desde US$4.200/
persona; 8 días/7 noches, desde US$9.850/
persona, todo incluido.
Tiene capacidad para 28 pasajeros y se
puede tomar como un charter por una
semana por US$290 mil, con todo incluido, es decir, 32 tripulantes, entre ellos
tres chefs, una masajista y un cetólogo
profesional. El capitán del barco y los
miembros del puesto de mando han sido
marinos de guerra.
Tel.: (562)4144600; Santiago de Chile.
www.nomadsoftheseas.com

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