vidas congruentes

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vidas congruentes
VIDAS CONGRUENTES
PRÓLOGO DE LOS EDITORES
_________________________
El lector tiene en sus manos una conjetura, a menos que use atril o sea manco.
Se ofrecen aquí, reunidos por vez primera, textos del profesor Poch a menudo citados
pero nunca impresos. Tan sólo de uno podemos asegurar que su autor lo consideraba
completo y acabado. Su estilo de trabajo, siempre embarcado en varias empresas a la
vez, junto a las circunstancias de su desaparición, hacen de esto que hoy damos a la
imprenta una reconstrucción probable, de la que trataremos de dar breve razón en este
prólogo.
*
Una bicicleta, símbolo del Progreso a cuya retrógrada mitología tantas pullas
dirigiera, acabó con la vida de Karl Kraus. Una camioneta de lencería usada redujo a
Roland Barthes al grado cero de la escritura, donde rayas y señales se funden en el
continuo negro y mudo del asfalto ¿Es la muerte "última broma de un azar cuyo sentido
del humor corre parejo a su tino"? El autor de estas palabras murió en su domicilio de
Herrera, a las afueras de San Sebastián, el sábado 11 de Abril de 1998, víspera del
Aberri Eguna, al estamparse contra el muro de su escritorio un camión frigorífico que
transportaba dos mil ochocientas tortillas y otras tantas raciones de bacalao en tomate,
destinadas a la celebración de la identidad nacional vasca. Azar o necesidad, el incendio
prosiguió la destrucción que aceite y tomate iniciaran, y que remató la generosa
disposición de cuantos se apresuraron a tratar de salvar lo posible entre los escombros,
haciendo del trabajo editorial una larga regurgitación de archivos de colegas,
anotaciones de alumnos, recuerdos de amigos y fragmentos pringosos de folios y
disquetes esparcidos hasta el puerto de Pasajes, cuyo común resultado tiene ante sí, de
algún modo, el lector.
De las circunstancias de cada texto dará razón una breve nota. El criterio
general ha sido preferir la versión más reciente, completada en lo preciso con aquéllas
que nos han parecido más elaboradas e inteligibles. Cuando ha sido posible localizar la
fuente de alguna cita o referencia se ha incluido entre las demás notas del autor sin
otra indicación. Hemos desechado finalmente dos trabajos que no parecen haber
rebasado la condición de esquema en que los hallamos. El primero debiera haber
versado sobre Otloh de Saint-Emmerdand, magister francés del siglo XI; se trata de
unas cuantas notas biográficas y bibliográficas que el estudioso puede reunir con poco
esfuerzo. Del segundo, sobre Ulfilas de Tolosa, apenas hay una nota con la cifra 654
entre interrogantes, y referencias a varias páginas de Gilson. Hemos incluido en
apéndice un tercer texto sobre el maestro budista Rahasupura, a pesar de las dudas
sobre su autoría (vid.infra).
Al excluir o postergar esos bosquejos, creemos seguir la misma lógica por la que
su autor prefirió concentrarse en los personajes y escenarios que aquí se publican.
Como el lector podrá comprobar siempre que siga leyendo, todos son finales de trayecto,
decadencias y disgregaciones de una identidad, momentos en los que se impone a las
conciencias el problema de la mediación y la unidad posible entre contrarios. Estamos
convencidos de que también ahí se expresa la inquietud que durante toda su vida sintió
el profesor Poch por su época y su mundo, y su deseo de aportar la experiencia de la
historia a la solución de los problemas del presente.
Y la primera unidad que pide justificación es la editorial que aquí se da a los
textos. Surgidos de momentos bien diversos en su evolución intelectual a lo largo de
una década, destacan sin embargo dos rasgos comunes. En primer lugar, el carácter
biográfico de todos los estudios, por más que en algún caso lo biográfico se reduzca a
unas cuantas anotaciones y en otros parezca hilo conductor en toda la trama. Se trata
siempre de presentar vidas, unas vidas separadas en tiempo y espacio que sin embargo
comparten algo: la relación con la escritura. La voluntad de durar en signos, sus
extravíos, paradojas y triunfos, forman el paisaje de estas figuras que, por lo demás,
sólo comparten su ser dispares, y aun disparatadas.
Además, hay otro indicio que pudiera hacerlas partes de un mismo proyecto: un
prólogo de finales de los años ochenta o comienzos de los noventa que ofrecemos en
apéndice al final del texto. Encontrado entre los papeles del profesor, su incierto autor
plantea un estudio de la figura retórica del oximoron como espejo del problema general
de la mediación, y como preámbulo al mismo, propone un recorrido histórico que
coincide en algunas de sus etapas con estudios iniciados más tarde por Poch. No hay
modo de saber si el autor de este bosquejo fué el propio Poch, uno de sus alumnos, o
6
alguno de sus colegas en la UPVEHU; tal vez Jose Luis Arántegui, con quien sabemos
compartió casa durante un par de años, y cuyo prolijo estilo se asemeja en algún
aspecto al de este texto, o acaso el profesor Alfredo Bayón, cuyo trato frecuentó Poch a
finales de los ochenta. Precisamente en esos años el profesor Bayón dedicó a la
mencionada figura retórica varios cursos, para uno de los cuales se redactó este
prólogo, que con independencia de su autor puede considerarse así origen inmediato del
proyecto de las "Vidas".
***
6
PREFACIO
________
¿Cómo juzgar las palabras de alguien que nos fué cercano y hoy se encuentra
más allá de cualquier posibilidad de resurrección? Porque a pesar de todo uno nunca
está cierto de que la distancia sea ya la requerida para un juicio desapegado.
Reny Poch era un personaje de novela. Por desdicha, su novela nunca se escribió.
Las novelas nunca se escriben, las escribe alguien. Otro. La suya habría sido una
novela intelectual apasionante, la catástrofe del pensamiento arrastrado por la
fascinación de las formas sensibles, de las palabras. Leyendo una de estas páginas que
nada me dice de repente en un párrafo se me abre una ventana sobre espacios
radiantes, planicies ingrávidas y blancas donde flotan fantasmas de los cuerpos, de
todos los cuerpos que pudieran haber poblado un mundo. No lo hubo.
Nada diré del valor intelectual de estos campos de ruinas, que a mí me atraen por
lo que tienen de pecios, de testimonios de pasados naufragios que interesan porque
ayudan a imaginar los viajes que fracasaron. Pero sí señalaré una impresión, facilitada
por el orden cronológico que los editores casi han respetado. Del primero de esos textos,
que hacen ellos apéndice final aunque no tenga yo pruebas ni dudas de su autoría,
hasta el último, truncado al parecer involuntariamente, es evidente un movimiento.
¿Progreso? A mí más me parece regresión. Derrumbamiento de un juicio enfermo de
trascendencia especular avergonzada. Regreso de un pensamiento convaleciente de más
allá que sólo puede ser ya al más acá del mono cotidiano con legañas de horizonte en
las pestañas.
El trayecto imaginario que concluye en el psiquiátrico de Steinhof comienza en
realidad en él: en la locura de la palabrería erudita, pseudocientífica, de las jarcas
universitarias que atestan los pasillos de un nunca con ínfulas de siempre. De ahí
arranca el giro de esta insensata centrifugadora que quiere arrojar de sí, en la rotación
acelerada de la burla, primero la jerga de congreso y seminario, para atreverse luego con
las mismísimas raíces de la veneranda lengua madre en esas etimologías que recorren
delirantes el "Falófanes", confiándose al azar para volverlo sentido en chispazos
repentinos. Ahí el ajuste de cuentas es con la memoria familiar del saber occidental, con
6
el latín y el griego, y no se me hace extraño que sólo a continuación florezca el oasis más
bello, para mí, del libro: Abenjamás, punto central de no sabemos qué equilibrio que
sólo puede ser, ay, soñado (pues apéndice o miembro siempre falta uno en la morfología
de lo cierto). Escapar mediante un juego de espejos que trata de dejar atrapado al
intérprete en su interpretación, al lector en su lectura, y escapar de ambos al país
sereno y fértil de la vida. Sólo ahí, escurridos los cielos de la lengua, escampa un claro
para la poesía. La palabra injustificable, justificada.
¿Y después? Después, que es el antes, el presente al que se van acercando los
textos se torna ominosamente lejano, ajeno, inhabitable. Después, la caída de vuelta
hacia la escena del ahora y sus pobladores trae a la luz un falsificador. Único disfraz
que queda tras aquella fuga fantástica del poeta, cuando sin embargo la presión para
declararse alguien, un nombre, no cesa y pasa de opresiva a amenazante. Las
"Estampas de una transición" no concluyen en un volatín airoso que saque al actor de
la escena del teatro, con escenario y luces y nuestros palmos de narices incluidos: aquí
la hoguera, aquí la muerte administrada, aquí la historia vuelve a exigir su imposible
satisfacción. Y el texto se rasga en dos registros entre los cuales no queda más paso que
unos tenues hilos de equívocas resonancias. Aquí el burlón intenta repetir la maniobra
con la historia entera, y encerrar el mundo que el lector -y el escritor mismo- dan por
real en la cueva de las ficciones, una más entre las tantas; pero eso no le brinda al
nagüal otra habitable. Aquí, el poder que actúa en el mundo se ha agotado, el mundo
ha sido cambiado a la medida del deseo, de otro deseo, y sin embargo no alcanza a
hogar. Es demasiado tarde. Es en la historia. Donde lo inhumano siempre ha tenido ya
lugar. Donde el amor -otro amor- siempre fue ya traicionado y alguien traido al mundo
a traición, a tal traición. A tal nombre.
Y así desembocamos en el silencio. El silencio de Steinhof al que tres trazos solos
desnudan la hondura. Ya no hay erudición, ya no hay lengua madre ni historia patria
que burlar para aliviarse. La soledad de un tiempo arrasado en que rueda un corazón
repitiendo su trayecto circular como un tranvía. De la especulación más elevada a que
alcanza el pensamiento, de los abismos y misterios del Uno hemos caído hasta un
montón de ruidos polvorientos. Y sin embargo, en el curso de ese largo derrumbarse el
pensamiento en la certeza de su inutilidad, gravedades y pesos han ido cayendo por las
6
bordas de la lengua. Desnuda, aquí ya sólo indica la puerta. Por la que alguien salió. No
la anuncia. No convoca. No pretende. Quedó ahí: es inevitable dejar huellas. La palabra
inevitable: desde la escandalosa esquiva de la palabra que constituye el corazón del
miedo parlero hemos llegado hasta aquí. La palabra inevitable que queda atrás.
No, yo no creo que se hayan perdido otros trabajos, que falten etapas de este
viaje. Y si así fuera, si se demostrara que el autor había querido seguir hablando, había
seguido hablando, tendríamos que reconocer que una vez más el azar ha venido a
enmendar sabiamente la plana.
***
J.L.A.
6
FALÓFANES DE CEFALEA
6
Respice item quam nil ad nos ante
acta vetusta temporis aeterni fuerit
Lucrecio
I - DE VIA VITAE OPERISQUE1
Lux alexandrina
"Luz de Alejandría y guía de descarriados", como le llamara Filemón
Megástomos en los albores del siglo IV, "escuercillo tiznado" en opinión de su
contemporáneo y rival Minucio Escatón, Falófanes es hoy de nuevo un perfecto
desconocido salvo para unos cuantos helenistas recalcitrantes. Como debía de
serlo al cruzar por vez primera las puertas de Alejandría en el 220 d.C. para
trabajar con algunos de los mejores gramáticos del helenismo. Como debió
parecerlo para cruzarlas en sentido inverso en el 231, burlando la persecución
de los lictores imperiales. Atrás dejaba una brillante fama de polemista, una
sólida obra de gramático y traductor, y preñada a la hija del prefecto, a más de
las ideas que al cabo habían de alumbrar un libro singular: el Perì idiotés,
conocido en la parte occidental del Imperio como De miseria traductionis, versión
latina a cargo del propio Falófanes. Permítasenos comenzar esta exposición
desplegando brevemente ante el lector el escenario vital e intelectual de nuestro
autor, el mismo que fuera objeto y sujeto de sus desvelos: el Imperio.
Transcurren desde Augusto casi dos siglos y medio -235 años hasta el
asesinato de Marco Aurelio Severo, por ser estricto- durante los cuales la pax
romana se extiende por toda la cuenca del Mediterráneo, que bosteza en arcos
triunfales de ciudades amodorradas en lo económico, lo político y lo cultural.
Más habituadas a los manejos aptos para el buen provecho de la siesta, son las
provincias y en especial las orientales quienes dejan sentir cada vez más su voz
mientras le van dando un vuelco a la situación del Estado. Pues ellas eran
quienes venían soportando el peso de los órganos imperiales, en particular su
bolsa, sin hallar a cambio nada palpable digno de mención.
7
La pobreza generalizada y la consiguiente floración de nuevos ricos, como
el Trimalción de Petronio, el convencimiento de que una Roma lejana y cara
ahogaba la vida ciudadana, junto con la ineficacia de la administración, son
algunas de las fuerzas impulsoras de ese cambio; que viene acompañado por la
difusión del cosmopolitismo estoico y las diversas religiones mistéricas, con su
énfasis en la comunión universal. El más claro testimonio del proceso es sin
embargo la concesión progresivamente acelerada de la ciudadanía romana a
amplísimos sectores de población, y a ciudades enteras, hasta la promulgación
del edicto de Caracalla (212 d.C.) por el que se concedía a todos los hombres
libres del Imperio; lo que no dejaba de ser un mero espaldarazo legal a la
transformación del estado-ciudad Roma, dominadora de pueblos, en Estado
territorial.
Pero los costos del proceso iban siendo demasiado elevados: los
numerosos militares y burócratas que lo hacían posible iban aparejados,
pecuniariamente hablando, con un gravamen tan irracional que generaba el
desinterés de las ciudades por la comunidad imperial. Como exclama Apolonio
de Tiana: "Vosotros que poseéis el poder absoluto y decís que sabeis gobernar,
¿cómo es que las ciudades por vuestra causa se ven abocadas a esta miseria que
están padeciendo?"2 Entre falsos tullidos, vocear de taumaturgos y presagios y el
periódico, puntual estruendo de legiones, entre mármoles que ya acusan la
pátina del tiempo y exigen alguna nueva gabela del municipio, languidecen
ciudades reducidas a centros de recaudación del agro y el comercio, donde el
hastío no halla más modo de matar un tiempo muerto tan inmortal que darle a
la lengua sobre estrados y triclinios. Erótica y retórica se erigen en las
producciones culturales de la época, revoluciones de viento que revuelven
abrazos con Maratón y Roma con do yago, y en el intento de hacer memorables
las pieles y tangibles las almas ilustres hacen ropero la memoria, y la palabra,
muda.
*
7
Las comarcas que se extienden al pie de las montañas al oriente de Alepo,
en el curso alto del Eúfrates, sirvieron durante mucho tiempo como puesto
avanzado en la lucha contra los reyes de Partia, empeñados en controlar los
accesos al Bósforo por el interior. Cabeza de una región de importancia
estratégica y económica, la ciudad de Cefalea se ganó no sin dolor su nombre en
todo el Asia; en efecto, la comarca fué devastada durante tres años y la propia
capital asediada en el 174 d.C. El prolongado cerco sometió a necesidades
extremas a sus ciudadanos, que se amontonaban como podían tras sus
murallas con hombres, mujeres y animales de todos los contornos. Al fin, tras
nueve meses de asedio, el procónsul Claudio Máximo hizo levantar el sitio al rey
de Partia, y durante su viaje al Oriente en el 175 el propio emperador Marco
Aurelio recompensó a los supervivientes con la ciudadanía romana. Así pues por
culpa de los partos la población de la ciudad se redujo drásticamente, pero
aumentó enormemente el número de ciudadanos. No es de extrañar su afición a
las paradojas y a la retórica en general, que contó en Cefalea con un importante
centro.
Allí nació en el 182 d.C. Falófanes, hijo de Meneo, como todo hijo de
vecino, inscrito en el censo en calidad de ciudadano romano. La región había
quedado devastada, pero aun así mantenía un activo foco cultural alimentado
por las ciudades costeras del Asia Menor y la vecina Siria, así como por las
comunicaciones con Egipto. El joven Falófanes debió de formarse por tanto en la
cultura helenística mezclada con fuertes elementos orientales. Filóstrato nos
informa en sus Vidas de que Hermógenes y Antíoco entre otros retóricos de fama
se establecieron un tiempo en la ciudad, y allí debió de verlos muchas veces el
joven Falófanes al acudir al ágora a iniciarse en las artes de la elocuencia. Safi
ad-Din al-Urmawi nos informa de que entre sus maestros se contaron "el sofista
Nicéboros y el músico y poeta Ciclóstenes de Gela, quien le inició en los secretos
de los modos y períodos comunes a todas las artes"3.
7
Habida
cuenta
de
la
ambigüedad
del
término
sofista
para
los
musulmanes, cuyo concepto de sabiduría se hallaba hipotecado por la
revelación coránica, y de que no hacían con ello sino reduplicar la ambigüedad
de los helenistas respecto a quien se ocupaba en "dikas legein kai sofisteuin ta
retorika", cabe suponer que Nicéboros no sólo le proporcionara la formación
específica del rétor a partir de los progymnasmata de Teón y Aftonio o meletai ya
clásicas, como la Monodia por la muerte del huevo o el Elogio de la fiebre
cuartana, sino que también le iniciara en los lugares comunes de una educación
filosófica esmerada, es decir, el Aristóteles del corpus lógico y la Parva Naturalia,
los estoicos en su versión romanizada, con su acento moral al modo de
Posidonio y Séneca y su descuido de la lógica proposicional, y partes de Epicuro
y Demócrito, vía Lucrecio, sin que haga falta señalar que en la Gran Siria la
afición por cultos como el de Mitra o el Cristo, que se extendía por todo el
Imperio, debió de ser otro elemento significativo en la formación del joven
Falófanes. También debió enseñarle a respirar: técnica de la frase tan
imprescindible como la del gesto, o como esas mnemotecnias tan celosamente
guardadas que a veces provocaban una acusación de hechicería.
En cuanto a Ciclóstenes4, había residido largo tiempo en Roma y conocía a
la perfección la cultura latina. A más de enseñarle la lengua e iniciarle así en su
género favorito, la sátira, a través de Lucilio y Juvenal, le enseñaría también la
restante literatura latina y por supuesto la griega, así como elementos básicos de
declamación teatral, música y danza. A lo que hay que sumar el trato con
músicos y gentes del teatro, constante de decisiva importancia en la vida de
Falófanes, cuyo primer fragmento conocido es precisamente una composición
sáfico-anacreóntica con que ganó la corona en las Diasias del 2055.
La primera intervención de Falófanes en otros asuntos de interés público
se produjo cuando contaba cerca de veinticinco años. De su alegato Contra
Hapax nos han llegado sólo referencias indirectas, pero su manejo de la reductio
ad absurdum debió de ser tan brillante como para que el gobernador de la plaza,
7
en el informe que anualmente enviaba a Roma, lo considerara digno de mención.
Otros comentaristas también, como Elipseo Crasis, entre otros: así, Epanalepsis,
como modelo de buen uso de las figuras de dicción en la discusión, en la
discusión con Anástrofe de Zeugma sobre la aféresis, Anapitixis, en su Encomio
de Repéntesis, o en fin Anapodotón de Sileps concuerdan por igual en el sentido
de considerar la pieza modelo de oratoria. Hapax salió absuelto.
El primer hito de su biografía forense se establece sin embargo a raíz del
proceso contra Pélico, un oscuro sofista nubio al que las autoridades romanas
encarcelaron en el 210 por negarse a ofrecer sacrificios al emperador. En
realidad sólo se negaba a recitar las fórmulas en latín, algo generalmente
admitido en las zonas helenizadas del Imperio pues como él muchos ignoraban
esa lengua. Pero además, cosa más infrecuente, quería entender lo que decía, y
también fué a tropezar con un gobernador especialmente incompetente,
circunstancia que acabó por llevarle ante los tribunales, a Pélico. A Falófanes le
encargó la ciudad la defensa del acusado, que no era ciudadano romano. Fue su
primera obra en latín, con un despliegue no menos brillante que en griego de
recursos oratorios, en particular del hipérbaton, consiguiendo del reo la
absolución y el repudio, al mismo tiempo, de éste, de la ciudad y de la
administración
romana,
tachado
de
inmoral,
inoportuno
e
insultante
respectivamente.
El caso es que el caso le llevó a reflexionar sobre las relaciones entre la
lengua madre, el griego, y la lengua de la patria imperial, y así, a las relaciones
entre retórica y realidad. De este proceso data también su fobia u hostilidad
hacia el representante en el mismo de los intereses de Roma, Foción o Fotius de
Abdera, rétor famoso por su adicción al poder imperial y sus ansias de medro
con quien su camino se cruzará en varias ocasiones.
A resultas de esta crisis Falófanes abandona Cefalea arruinado y confuso
a comienzos de la primavera del 211, semanas después de la muerte de Septimio
Severo en York que embute a Caracalla en el manto imperial. Fuentes no del
7
todo fiables como Libanio y Sopón señalan un viaje a la Grecia continental con
parada en Atenas; pero en la época era ése lugar obligado en las biografías de
todo filósofo o gramático, con independencia de que en efecto muchos eran los
estudiantes que viajaban desde todas las provincias del Imperio atraídos por el
aura de la antigua metrópolis y los talentos que solían reunirse en su cátedra de
Retórica6. De cierto sólo sabemos que tras su partida Falófanes vagó por el Asia
Menor durante algunos años.
Nos hallamos pues en el final de Roma. Cuando se lanza por vez primera a
construir en la tribuna largos períodos en difícil equilibrio de claridad en el
significado y voluptuosos entrelazamientos de las formas, el joven retórico se
encuentra rodeado por una estructura en la que Roma, bien que aún revestida
de su mítica aureola de crepuscular dignidad, al cabo es una más de las
ciudades en el gigantesco escenario del Imperio. Lo que sabemos de su vida
recuerda en efecto uno de esos mosaicos vueltos hoy piélago de vestigios y
archipiélago de enigmas donde cantan las chicharras y hacen futin, diminutas,
las hormigas, entre raíces de pinos que ajenas al yambo y al espondeo y al fasto
pasado de todo esplendor o grandeza de hombre destrozan con lenta inocencia
de seres ajenos al tiempo los blancos enigmas que un día sirvieran de cuna a las
diosas, buscando sustento en cantiles agrestes con dedos leñosos de hambre
entre latas y grietas del mármol que un día adornara los atrios y alcobas de
villas cual gotas de espuma dispersas por toda la rota, o mejor quebrada
geografía del mediterráneo imperial, donde impúdicos provincianos pudientes
buscaban en los edenes artificiales de la palabra un dócil rumor de fontana que
arrullara su paulatino ocaso, olvido y canción, algún bienestar en la sed final de
vivir un hoy que la historia, cruel, arrastraba a un olvido tan cierto como los
papiros que adornaban sus mansiones con el desleído testimonio de tantos
imperios y reyes muertos, en orgías mil y deleites cien, contando hasta diez
jugando a coger a quién sabe quién, bajo un cielo solo, éste, fiel testigo, y mudo
7
siempre, de las andanzas de Falófanes que recuerdan en fin a un mosaico
salpicado de luces y risas al fondo del mediterráneo, entre ciudades y multitudes
fantasmas bulliciosas en foros hoy derruídos entre las cabras. Es entonces
cuando Falófanes abandona la retórica en busca de la palabra necesaria.
*
Según una noticia poco fiable, como todo Prepux, "Falófanes el sofista,
como viera que no lograba hacerse una clientela, resolvió irse entre los actores a
fin de aprender de ellos los trucos de su arte y mejorar sus discursos". La noticia
sólo puede apoyarse en un brevísimo pasaje de Elio Arístides en que éste se
burla de quienes ignoran la distinción de los géneros y "revuelven en su olla
Demóstenes con Menandro sin saciar sus tripas, como aquel eunuco de
Cefalea"7.
Por estas y otras fuentes indirectas puede suponerse que Falófanes
abandonó Cefalea en torno a los treinta años para vagar por Cilicia, Misia,
Bitinia y Paflagonia, mezclado en ocasiones con compañías teatrales, en otras
solo, alternando la vida de actor con trabajos que su formación le facilitaba y
hoy llamaríamos de secretario para todo: redacción elegante de cartas,
educación de hijos de las clases acomodadas, intérprete y traductor... Dejó
algún tenue vestigio su paso por Apamea, Pisidia y Meonia, y algunos indicios
más sólidos su trabajo de cómico en Larisa; está confirmada por el obispo
Priscilo su presencia en Laodicea, Mileto y Éfeso durante los años que van del
213 al 219, así como su partida por mar hacia Alejandría en el mes Antesterión
de ese último año8.
La sola fuente biográfica para todo ese período es el Etairogenos kai
homogenos, escrito años después en Alejandría y tradicionalmente conocido con
el erróneo título de Peri heterou9; y aun eso, aceptando la dudosa suposición de
que sus peripecias argumentales traduzcan experiencias del autor. Por su
estructura formal semeja una extraña mezcla del clásico diálogo platónico con
7
Luciano de Samósata, lo que ha dado lugar a las especulaciones más atrevidas.
En cuanto a los episodios que cabe adscribir verosímilmente a la vida de
Falófanes, suelen aceptarse el de "la molinera, el asno y el joven actor" (PH27), y
el de las matronas que detienen en el circo, arropándolo bajo sus túnicas, a un
toro fugado gradas arriba(PH53). Éste último podría hacer concebir, desde luego,
que Falófanes trabajaba en Tralles con la compañía del egipcio Repéntesis
durante los festejos en honor del legado Minucio, que había marchado al Oriente
en el séquito de Caracalla, es decir en 217. Sabemos que los festejos se
interrumpieron al conocerse el asesinato del emperador en Carrae. Por tanto, los
disturbios que acompañaron la entronización de Macrino y las comunicaciones
de la época no habrían permitido que antes del 218 Falófanes pudiera "llevar
toda la primavera en Éfeso con la amable Ampélide", como se afirma del
protagonista del lance de la bodega (PH 110) 10.
Este último merece un breve comentario, habida cuenta de la noticia de
Elio Arístides antes citada que sobreentiende pública la condición de castrado de
Falófanes. Que se base en una experiencia del autor es cosa que puede
suponerse razonablemente. Ahora bien, considerarlo sublimación literaria de su
efectiva castración física en Éfeso a manos de marineros ilirios, poco antes de su
embarque
hacia
Alejandría,
resulta
tan
aventurado
como
considerarlo
metafórica exposición de las razones intelectuales que llevaron a Falófanes a
perder oficio y nombre, al menos en su mayor parte, para sumirse en un oscuro
anonimato11. Lo juicioso es convenir en que algo sucedió en esos años que le
llevó a abstenerse de prácticas sexuales habituales en un medio como el del
teatro, de proverbial promiscuidad. Esto pudo llamar la atención de sus
contemporáneos lo bastante para dar pie a los rumores que recoge Arístides. En
cuanto a su interés por las relaciones entre sexo y lengua, bastaría a explicarlo
su contacto posterior con el gnosticismo y los cultos de Isis así como con los
burdeles alejandrinos, si no se tratara además de un locus communis de la
retórica de la época: baste recordar las ironías de Favorino de Arelate sobre su
7
condición de sine testiculis natus en sus diatribas contra Polemón12. Dejaremos
pues a un lado las interpretaciones en asuntos tan delicados remitiendo al lector
a la bibliografía más o menos pertinente13.
*
En la Alejandría que encuentra Falófanes en el 220 d.C. se apiña más de
un millón de habitantes, a pesar de la visita no muy lejana del emperador
Caracalla que hizo cuanto en su mano estuvo por reducir tal densidad de
población. Además de su prosperidad comercial, la ciudad goza de un inmenso
legado cultural: junto a la conocida Biblioteca y el Museo, auténtica universidad
del helenismo con observatorio, anfiteatro de anatomía y jardín botánico junto al
río, confluyen allí la obra del judío Filón, la escuela teológica de Panteno,
diversas corrientes gnósticas y una pujante floración de teosofías y cultos
mistéricos entre los que destaca el de Isis; sin olvidar la filosofía helenística en
versiones casi tan numerosas como las del cristianismo.
No es de extrañar que recién llegado a una ciudad de semejante ambiente
cultural un hombre con el historial de Falófanes hallara pronta ocupación en
oficios como la siega del papiro, el raído de pergaminos o la caza del cálamo
currens por los juncales, que prosperaban en terreno abonado gracias a la
enorme actividad de la Biblioteca. Esos años dejaron huella imborrable en la
consideración de los textos como artefactos que aparece en el Perì idiotés. Las
noches las disipaba entre actores y poetas, hasta convertirse en personaje
proverbial por su afición al vino; como tal aparece en una comedia hoy perdida
de Memnón14. En esa época conoció también a la que fué su gran amor, la
cortesana Milena de Mitilene.
Esta mujer, cuya belleza y cultura fueron famosas en todo el Oriente, se
estableció en Alejandría unos años antes de la llegada de Falófanes, y
rápidamente logró reunir a su alrededor lo más selecto de la vida cultural de la
ciudad. Vivía en una lujosa residencia de las afueras junto al mar, y por los
testimonios de admiradores y detractores debió de tratarse de uno de los
7
recintos más bellos de la época, al que numerosos amantes aportaron sus
talentos. Así, Escopolón de Samos adornó peristilo y jardines con sus mejores
bajorrelieves; Cerdóforo de Agrigento taló viñedos y olivares para adornar a su
dueña con fíbulas y zarandajas; y Rudaurico de Vindobona, el citaredo, creó
para amenizar sus banquetes algunos de sus más afamados circumversus.
Entre los escritores, Cecilio Pontio dejó un caudal de elegías en que lamenta no
poder dar curso a sus sentimientos contenidos; y Sexto Crescitus, epitalamios
en tono menor sobre la suerte del amante esclavo que sufre y calla al pie del
tálamo en que la bella ama a su amo15. También encontramos huellas de aquella
pequeña sociedad epicúrea en algunas oscuras diatribas de Pánfilo y Simón de
Gaza, presbíteros cristianos que residieron un tiempo en la ciudad.
Al parecer, Falófanes conoció a Milena en el curso de sus funciones como
proveedor de pergamino, según se desprende de la fantasiosa versión del
episodio en un novela milesia contemporánea de los hechos16. Allí, los asistentes
a un banquete improvisan una justa literaria, y ante el cortés rechazo de la
dama de la casa a señalar un ganador se encuentra la solución de conservar
por escrito obras tan memorables sin excepción. Mas la noche está avanzada y
en la casa no se encuentra suficiente recado de escribir; se manda traer y tráelo
de la distante ciudad un esclavo, en secreto enamorado de la anfitriona, a quien
entrega al distribuir los pergaminos uno que contiene sus propios versos de
amor. Leídos por ésta, merecen de los congregados el elogio unánime y el laurel,
que no obstante vacilan en entregar al conocer la condición de su autor. Por
fortuna, éste revela ser un noble de los confines de Partia cautivo en su
mocedad, lo que posibilita un feliz desenlace con entrelazamientos sobre el
triclinio.
Fabulaciones literarias aparte, todo hace creer que el sincero amor y la
rendida admiración que Falófanes profesó a Milena hasta su muerte fueron
mutuos. El delicado personaje de Ampélide parece inspirado en su figura, así
como algunas de las escenas más cálidas del Peri heterou; a ella dedicó diversas
7
composiciones líricas infortunadamente perdidas, y todavía en el Perì idiotés un
Falófanes en puertas de la muerte dedica párrafos conmovedores "a esa niña
tierna y terrible, la cortesana, cuyo seno dispensa al peregrino el agridulce
consuelo del mundo, fugaz e imperecedero" (PI, III, 18).
En todo caso es seguro que ella fué quien le puso en contacto con la
escuela de traductores, gramáticos y comentadores de Eulogio Doxofobita,
fundada en el 212. Se ha demostrado su participación en la elaboración de una
gramática hebrea y la traducción de diversos textos; de esa época data también
la redacción inicial del Peri heterou y varios opúsculos polémicos. Asímismo
parece probado que a través del círculo de Milena conoció al neoplatónico
Amonio Saccas, por entonces de regreso de la India, con quien tuvo ocasión de
discutir largo y tendido acerca de la dialéctica de las partes y su fusión en el
éxtasis del Uno17.
La influencia de Milena parece haberle devuelto a Falófanes la confianza
precisa para volver al estrado. La llegada a Alejandría en el 223 de su viejo
conocido Fotius-Foción, huído de la corte de Heliogábalo tras el asesinato de
éste, coincide con el regreso de Falófanes al foro en una serie de intervenciones
que culminan en su célebre diatriba Hiper Pantaborou, que le ganó una
reputación inusitada en la ciudad. El texto parte de un incidente ocurrido en los
confines de Persia entre un virtuoso gymnosofista hindú, es decir bárbaro, y un
brutal legionario escita, es decir romano. La barbarie le sirve así de contrapunto
para mostrar el doble juego de unos civilizados que saben "llenar su boca
vaciándola" (HP 36). El propio Falófanes convirtió el texto en una sátira en latín
conocida desde la época como In sacula saeculorum por su comienzo18.
Las religiones mistéricas del amor pasan por entonces a ocupar el foco de
sus intervenciones públicas. La más conocida es sin duda su Panfilía panfylés,
contra el obispo cristiano Clemente, al que acusa de ofrecer como amor gratis
dato "la ganga de un Filón ajeno". A diferencia de críticos como Celso, empero,
Falófanes identifica al cristianismo con una más de las religiones imperiales, de
7
las que le brinda una maqueta perfecta la experiencia de Heliogábalo reciente en
todas las memorias. A partir de la discusión entre cristianos acerca de si
traducir sus textos al griego o al latín, el de Falófanes enfrenta el imperium y su
derecho con la ecclesia y su amor para mostrar el común error en que ambos
encuentran sustento, la confusión de explicatio e implicatio en una summa
complicatio sine replicatione. Durante el período final en Alejandría se torna así
franco rechazo su cauto acercamiento a las religiones de la communio y su idea
del homo viator, de un peregrinaje sin término en el verbo como catolicidad
nunca consumada.
*
La inveterada afición de Falófanes por la vida nocturna fué la causa de su
precipitada salida de Alejandría a comienzos del 231. Al parecer la hija del pretor
romano, Tulia Vulpia, mostraba un persistente interés por las iniciaciones a
oscuras, aunque concurridas, liturgias mistéricas que al igual que nuestro autor
frecuentaba, extremo que aquí ya se ha tocado antes. Por ese conducto tan
frecuentado estableció contacto con Falófanes, de quien al parecer quedó
prendada, y por metaplasmo, preñada. Sin embargo la figura retórica no le
pareció convincente al pretor, como soldado, bastante escéptico ante la potencia
virtual de la lengua, sobre todo la de un presunto eunuco. De modo que entabló
un proceso fundado en la imposibilidad de que su hija acudiera noche tras
noche a ciertos lugares de no mediar artes de nigromancia; sobre que no debía
de haberle gustado nada el malabarismo desatado por Falófanes en uno de sus
escritos
técnicos
sobre
la
traducción
al
griego
de
"praefectum"
como
"prostatés"19.
El episodio ha hecho recordar a veces a Apuleyo, juzgado en el 170 en
Sábrata por idéntica acusación. Aunque ciertas circunstancias coinciden, la
figura del autor de las Metamorfosis no puede pese a ellas confundirse con la del
7
cefaleo. Pues en este caso no contamos con un testimonio comparable al De
Magia, donde el de Madaura anticipa el camino que lleva a las ciencias de la
naturaleza, vía alquimia, al hacer de la magia una física aún inexplorada, y de
las
presuntas
propiedades
demoníacas,
atributos
de
la
materia
aún
desconocidos. Argumentación material en que la retórica cumple un mero papel
técnico de instrumento con que persuadir de cualidades y relaciones de un
objeto, aunque sea uno capaz de alterar las de todos los demás, esto es, la
magia.
Sabemos que también a Falófanes se le acusó de participar en una sesión
de nigromancia en las inmediaciones de la quinta de Milena, en el curso de la
cual habría hecho "surgir de entre sus piernas profiriendo palabras extrañas un
órgano luminoso y desmesurado que se mantuvo erguido toda la noche, visible
en varios kilómetros desde la mar, por toda la costa y en la misma Alejandría,
sin extinguirse hasta el amanecer"20. Ese falo deslumbrante habría cegado a
Tulia Vulpia e inducido la síncopa coxígea y el metaplasmo mencionados.
Ahora bien, los contemporáneos tenían como nosotros constancia de la
disgregación de la moral en la época, así como de la tenaz idiosincrasia de los
bajos en todas. Tanto en Plinio el Viejo como en Plutarco o Quintiliano se
encuentran referencias a erecciones que se prolongaron durante horas21, y el
episodio de la cornamentación del emperador Claudio por su esposa Mesalina
parece haberse apoyado en un número más que satisfactorio de testimonios
directos, así como en un sólido triclinio. Y en cuanto al difundido empleo de
afrodisíacos, nada se opone a que alguno de los emplastos al uso en Egipto
tuviera una composición fotoquímica que lo hiciera visible en la oscuridad22. De
modo que Falófanes también podía haber buscado el apoyo de su experiencia
con las plantas que crecen entre los papiros del Nilo y de autores de reconocida
autoridad, que sin duda conocía. Habría podido así elaborar con los recursos de
su arte una argumentación similar a la de Apuleyo, es decir, que la gigantesca
7
luminiscencia era exageración de unos atributos naturales desconocidos hasta
la fecha.
Pero el universalismo de la forma contenido en la retórica, capaz de
defenderle lo mismo a él que a un Foción-Fotius juzgado poco antes por alfadía y
al cabo absuelto, era precisamente lo que Falófanes rechazaba en público y en
privado desde hacía mucho. No en vano fué él quien escribió en esa época de las
palabras que "bajo el Imperio, el significado es el abuso que velan y
contradicen". También se ha sugerido que el proceso habría puesto en claro su
controvertida condición de eunuco, y que Falófanes no deseaba que se perdiera
el aura de misterio tan coquetona que le rodeaba, ni la bella Milena su
reputación profesional, ni el bestia de Lupino Vulpio la última duda respecto a la
de su hija, ni las autoridades locales su ilustre rétor, ni el prosaico tribunal, en
fin, soportar más retahílas de alejandrinos23. Sea como fuere es el caso que
Falófanes evitó toda defensa, y ayudado por su origen y su experiencia teatral
logró escapar de Alejandría caracterizado como mujer de parto. Sabemos que
hubo de dejar atrás su biblioteca y la mayoría de sus manuscritos, que
parcialmente copiados en la escuela de Eulogio llegaron a conocimiento de los
estudiosos árabes posteriores. Tenía entonces cincuenta años.
Se abre así el último capítulo de la vida de Falófanes, huído a buscar
refugio tras las fronteras de una barbarie tan invocada en estrados y triclinios
que al fin se ponía en marcha para acudir a la cita: mientras el Imperio se sume
en un período de caos que anuncia su desmembramiento, los godos cruzan por
vez primera el Danubio, y los emperadores se suceden como fuegos fatuos en el
azar de las legiones insurrectas y los sobornos. De él sólo sabemos que anduvo
exilado por el Bósforo cimerio, junto a las riberas del Borístenes, para acabar
sus días en la pequeña ciudad de Bitinia póntica a los sesenta y dos años de
edad, según Onomarco de Andros. Allí debió de redactar el Perì idiotés a partir
7
de notas e ideas parcialmente elaboradas en Alejandría y durante su
presumiblemente ajetreada huída hacia su destino final.
Podemos permitirnos imaginar su figura menuda arrebujada en un manto
pobre de peregrino, algo cargada de hombros, con las huellas de avatares
ignorados en la frente, avanzar discreta entre la multitud por las populosas
calles de Cefalea, esquivar por un callejón lateral un ruidoso temblor de cimeras
que pasan entre los puestos de fruta, devanar las callejuelas del mercado hasta
ir a dar, por un recodo apacible, ante una mansión muy blanca; atisbar por sus
puertas entornadas el trajín de los esclavos, los niños que pasan corriendo en
sus juegos junto a la alberca, la cháchara de las mujeres que se alza desde las
cocinas enzarcillada en aromas de aceite, el inmutable alero y junto al ciprés la
vieja ventana que permanece, a pesar de todo, abierta; alejarse en silencio y
reposar su fatiga sobre las gradas del Foro, donde jóvenes oradores se inician en
las artes de la palabra bajo las alas fantasmales de la gloria y los gorriones
inadvertidos; alzarse al cabo y alejarse, diminuto de nuevo, entre la
muchedumbre que busca la Puerta Antonia para volver del mercado hacia sus
aldeas en las montañas, por el camino del Norte, desaparecer. Leve, cargado aún
de pluma sólo, para esfumarse mansamente junto al fondo de un mar sin salida
en un paulatino desvivirse de renglones: "Entre la producción del absurdo y la
reducción a él, sólo un modo de conducirse le queda al hombre cuerdo si ha de
ser con sus semejantes, no sin ellos: pasar sin detenerse, mirar sin aferrar,
traducirse entre las figuras que le rodean y pasan hasta el punto final. Acaso así
le sea dado escapar a esa idiocia, por imposible universal, particularmente
cierta, que hoy todo lo invade, hasta el ayer, hasta el siempre"24.
*
7
De miseria traductionis
Obra sin par en el mundo del helenismo, el primer problema que presenta
al estudioso este libro único es que son dos. Tradicionalmente se ha considerado
el De miseria traductionis como traducción del propio autor de su obra original,
el Perì idiotés, redactada casi por entero antes de su partida de Alejandría. El
principal apoyo de esta hipótesis es que el texto griego recurre en abundancia a
citas del propio Falófanes y otros autores, en tanto el latino carece
prácticamente de toda referencia textual; lo que se debería a que el autor, ya
huído, escribía de memoria y sin apoyo de biblioteca ni escrito alguno.
Cabe sin embargo considerar tal hipótesis como efecto de un cliché
histórico que sitúa lo latino indiscriminadamente después de lo griego. La
contraposición entre el austero texto latino, en la mejor tradición de la prosa
romana, y el asiánico barroquismo del texto griego es lo bastante acusada como
para achacarla antes a un propósito de composición que a azares externos,
aunque éstos hubieran podido sugerir inicialmente la idea. Si además
consideramos la atención que se presta en ambos textos a las relaciones entre
lengua madre y lengua patria, apenas cabe ya duda de que Falófanes quiso
mostrar en la forma doble de su obra lo que trataba de decir en su contenido, a
saber, la imposibilidad de que un sólo discurso pudiera dar cuenta de ambas, o
siquiera decir algo sensato sobre el abismo que las separa.
El De Miseria se perdió a comienzos del siglo XIII en el saco del monasterio
de Saint Facund-en-Provence, incendiado por tropas almogávares en retirada
tras la derrota de Muret. Desapareció así el último manuscrito completo, de
cuya existencia se hace mención en varios códices de los siglos XI y XII, así como
en un quodlibet de Pedro de Auriol25. En cuanto a la versión griega de la latina,
se conoce tradicionalmente a través de los fragmentos reproducidos en la
Gramática del hijo bastardo del último emperador de Bizancio, Nicéforos, quien
7
tras llevar a la derrota a sus tropas en la batalla de Sinaia (Rumania) llevó a los
jinetes otomanos la suficiente delantera para ganar el monasterio de San Nicolás
de Tijain, junto al lago Balatón. Ayudada por la delación de Zoltan de
Transilvania la cabeza viajó solita de vuelta a Estambul, que estrenaba nombre,
y el manuscrito quedó olvidado en el monasterio junto con su cuerpo y otras
pertenencias.
Tras vicisitudes que ignoramos el manuscrito llegó a manos de los
Habsburgo, quienes lo depositaron en la abadía de Melk. A principios del XVI se
realizó una edición parcial en Venecia, de la que sabemos tuvo noticia Juan de
Valdés por una observación contenida en su Diálogo de la lengua26, y en 1569 se
imprime la edición princeps en Mantua, a cargo de Giacomo Pellinguini. El
editor indica en el encomio introductorio que uno de los méritos de Nicéforos es
ofrecer como ejemplos de los problemas estudiados "textos de gramáticos y
retóricos antiguos de los que nada conocemos sino éstos, como Falfanio de
Alejandría (sic), el traductor, o Focio el rétor".
Esta última alusión es decisiva porque confirma que Pellinguini
desconocía una de las fuentes más importantes con que hoy contamos para
reconstruir el texto de Falófanes: el Kitab-al-adwar de Safi ad-Din al-Urmawi
(m.en 1294), un tratado de música en una de cuyas secciones se hace extensa
mención y cita del "egipcio Alfalún de Alejandría, el primero en tratar como se
merecen las cuestiones rítmicas y fonéticas de la palabra"(KA, $3). Como quiera
que Fotius-Foción también es extensamente mencionado por Safi, podemos
concluir que el Kitab al-Adwar permaneció ignorado de los eruditos europeos
hasta los trabajos de Klinger y Tönnen a comienzos del siglo XX27.
La singularidad del Perì idiotés comienza a dejarse sentir ya en la
disparidad de contextos en que aparecen mencionados autor y texto: ¿música o
retórica, traductor o filósofo?28 Falófanes se acerca a la lengua desde posiciones
que hacen resaltar la materialidad del signo como objeto de constante
perplejidad. Las distinciones entre géneros, entre dimensiones fonéticas,
7
sintácticas, semánticas y pragmáticas, incluso entre significado y referencia,
desaparecen en un perspectiva en que el problema capital de la lengua pasa a
ser otro: la posibilidad de la idiocia, centro inasible de un universo fragmentario
esencialmente multiverso.
Dados
los
saqueos,
incendios
y
otros
deberes
inexcusables
que
acompañan la entrada de la barbarie en el curso de la historia, nos es difícil
conjeturar la estructura del texto. Pero a fin de cuentas igual nos sucede con
quien amamos, que el tiempo hace dudoso el verbo, y pretérito o presente se
confunden en una misma palabra titubeante. Y sin embargo recurrimos a
arrugas, hijos y otros indicios para reconstruir enunciado el calendario y hacer
malabares en busca de un sentido plausible. Otro tanto le pasa al historiador,
que no tiene pues de qué quejarse.
Es probable que el Perì idiotés estuviese organizado en cuatro secciones
principales, con un proemio y una oda final en el estilo más clásico de las
improvisaciones oratorias. Del proemio sólo sabemos que estaba dedicado en
forma de apóstrofe al idiota perfecto. Falófanes lamentaba que aún hubiera de
tardar tanto en venir al mundo su único lector posible, y finalizaba con una
exhortación a abandonar en ese mismo punto la lectura por actividades más
fructíferas. Salvo el fragmento antes citado y otro dudoso en Eunapio, ningún
otro nos ha llegado.
Del libro primero sabemos que trataba de la barbarie, del concepto de
idioma y la posibilidad de uno universal. De la referencia de Pedro de Auriol se
desprende que en la versión latina también se trataba aquí de la traducción,
como analogía "spatialiter atque temporaliter". Por la primera ha de entenderse
la traducción inter linguas; por traducción "según el tiempo" entiende Falófanes
lo que hoy llamaríamos filología, traducción entre dos estadios temporales de
una lengua que se supone la misma.
A propósito de la traducción en su primer sentido, el habitual, la pugna
entre griego y latín introduce la dualidad entre lengua madre y lengua patria:
7
lengua de origen la primera, de destino la segunda, todo curso vital se plantea
como traducción -sin término- entre una y otra. A la primera pertenecen los
aspectos carnales de la lengua, lo que tiene de tierra y fisis, pero por ello
también de constante devenir, lengua de corrupciones y generaciones: en este
sentido es "lingua absentiae" y "custodia Manium", guardiana de los rasgos
singulares de pueblos, individuos y momentos que no hallen ya o todavía cabida
en la "lingua presentiae". Ésta, por contra, es artífice y depositaria del "sensus
communis", de los rasgos simplificados pero a cambio compartidos que dan
lugar a un mundo simultáneo y un acción proyectada en un tiempo común.
La traducción "según el tiempo" revela así ser más amplia y abarcar
cualquier forma de transmisión de experiencia: entre pueblos, entre individuos,
o entre momentos de una misma alma. Toda forma de conciencia es traducción
entre "esto" presente y un "to heteros" que incluye no sólo los interlocutores
contemporáneos, sino también los ancestros y la posteridad de una tradición
cultural o una memoria individual, "los otros" que uno fué o será, y en general,
todo cuanto no aparece en la persona o la cosa según la perfila el orden de la
"lingua presentiae". Lo que lleva directamente al libro segundo.
Por las referencias de Safi ad-Din podemos inferir que fué ésta la parte de
la obra que circuló entre músicos y poetas de Damasco, Fustat y Córdoba en
torno al año 1000. El primero de los fragmentos que ahí aparecen citados reza
así: "hay más estadios entre dos alfas que entre alfa y omega"(KA,$1). Ello nos
muestra el engarce lógico con el libro anterior.
Si recordamos la experiencia alejandrina de Falófanes con la fabricación
de papiro, tinta y pluma, no es raro que destaque el carácter físico que separa
un trazo de otro y la primera alfa de la segunda. No sólo "lo designado" es
diferente de una a otra ocasión de uso de un signo, cosa que ya encontramos en
la primera sofística, sino que su materialidad establece entre el primer
"ejemplar" y el segundo de una palabra la misma distancia que entre dos
7
planetas29. Junto a su faceta de "semáforos" o portador de sentido, Falófanes
resalta en el "engramma" o "vestigium", la de "automóvil", forma física irrepetible
que goza de su propia animación y movimiento. Hay que señalar el sincretismo
grecolatino en el término "auto-móvil", rasgo que veremos repetirse. Pues
precisamente por su condición de fisis el movimiento de las formas automóviles
salta todas las fronteras lingüísticas según una lógica propia cuya imagen más
frecuente es el "burdel de la historia": reverso del universo del verbo imperial
donde la verdadera genealogía es un caos de cruzamientos "contra natura", es
decir, contra los mapas y diccionarios de la civitas.
Por tanto Falófanes habría tratado aquí las cuestiones tocantes a
declamación, respiración, gesticulación y memorización de pautas rítmicas que
llamaron la atención de los musulmanes como elementos a manejar por una
técnica de traducción universal "temporaliter atque spatialiter", entre "presentia
et absentia", que constituiría el objeto de la parte III. Descrita en griego como
"leithonurgia", liturgia o casa pública, en la versión latina esa técnica aparece
como "domus citae", pues su misión es concertar con garantía la cita entre fisis
y polis, cuerpos presentes y sentidos ausentes. Su primer ejemplo es la cita
retórica, pero la idea de liturgia se va ampliando hasta hacerse "pantáfora" o
"ductio superlativa". A la dualidad de aspectos del engrama corresponde su
doble vertiente: en cuanto manejo del "vestigium ab arte facto", de ausencias y
huellas, la liturgia se define como gramaturgia o evocatio; en cuanto captación
de los sentidos de los presentes, como taumaturgia o provocatio. Algunos
fragmentos anteriores sugieren que Falófanes acuñó primero en la discusión con
los aticistas el concepto de himnosis o fascinatio, que en el PI queda como el tipo
de provocatio específico del foro.
Este libro III repite la estructura dramática del Peri heterou. Pero los
personajes ostentan aquí nombres genéricos, "La Puta", "El Orador" o "El
Eunuco". Tres parejas de figuras, o mejor de figura con su contrafigura,
organizan el diálogo en el Burdel de la Historia; así, tras la expulsión del Orador
7
mediante una patada del Bárbaro en la posteridad el Eunuco afirma: "Éste no
sabía que era bárbaro hasta que se lo llamó aquél en los estrados para matar el
aburrimiento; y como por iletrado es literal, lo hará, y ni un hastiado quedará
para contarlo" (PI, III, 42).
El orador y el bárbaro legionario forman la primera pareja, aunados en la
consideración de las palabras como materia prima, ruido y mera cosa. El
bárbaro trato de la "lingua mater absentiae" como mera presencia física la
convierte en "bisutería para que las cortesanas del tiempo se luzcan en los
estrados donde compran y venden favores" (PI, III, 47). La segunda pareja, el
Pretor y la Puta, desarrolla la relación entre homo publicus y uxor sive res
publica que ya apuntaba la traducción de praefectum (vid supra). Ahora la casa
de citas oratorias se crece en escena del mundo, poblado por "corpus verbalis" y
"pecunia inscripta" cuyo encuentro ha de concertarse. Esa tercería técnica se
hace patente en la tercera pareja, El Pontífice y el Eunuco, en quienes la
traductio superlativa se extiende a todos los tiempos y espacios. Desarrollando
elementos tanto del Peri heterou como del Panfilía panfylés, Falófanes caracteriza
la liturgia como administración de Eros o Caritas: arquetipo del "symbolon", el
objeto total cuya forma ha de adoptar cualquier encuentro entre partes para ser
con sentido. Se revela así la identidad entre erótica y retórica, dos caras de una
misma profesión de amor que se pretende la más antigua del mundo porque los
contrarios que lo componen no existirían sin su intervención. Algo que da a
entender la Puta cuando a las quejas del Pontífice sobre sus soeces expresiones
responde jocosa que "para lo que busca el cliente en esta asamblea (ecclesía),
tanto da un sermón de cuatro horas como mis jadeos; sólo que yo gasto menos
las clepsidras, y colaboro así a la buena marcha del negocio" (PI, III,4).
En esta reconstrucción, por tanto, el texto parte de una dualidad de
idiomas concretos para analizar la lengua universal de la retórica y extender
luego el análisis a la iuris dictio del Imperio y hasta el Verbo de los misterios. En
7
cada caso refuta igual pretensión de ser una instancia técnica de traducción
universal, tercero en la discordia o la concordia que produciría a voluntad con
sus recursos. La necesidad del concursus que pese a todo subsiste en la liturgia
es la que da paso a la cuarta y última sección, el libro IV en que Falófanes acuña
el concepto de idiocia.
Por desdicha aquí abundan las lagunas. No es de extrañar si pensamos,
primero, que la conservación de un texto depende del concurso de otros que lo
hallen interesante, y segundo, que justo de eso se trata en él. Se diría que
Falófanes pensaba especialmente en esta sección al redactar el lamento del
proemio dedicado a su lector nonato. Sus reflexiones sobre ritmo y eufonía,
sobre imperio y culturas o sobre problemas de traducción pueden aprovecharse
aisladas como "técnica" en campos diversos, y así ocurrió; aun sus figuraciones
teatrales de la historia como burdel, de los mecanismos sexuales de la fascinatio
o las afinidades arquetípicas entre puta y pontífice presentan un atractivo
morboso para la ignorancia alfabetizada que, pese a los interdictos eclesiales, ha
permitido la transmisión del texto, siquiera velada y deformada.
El concepto de idiocia en cambio se sustrae a toda utilización, pues es
completamente idiota conforme a su propia definición. Parece que tras
establecerla el libro IV pasaba a examinar y refutar las pretensiones de
cumplirla de las figuras del libro III, hasta ir a desembocar o verse abocado,
según nos atengamos a la versión griega o latina, a la idea de "traductio de se
ipse" o "seductio", enigmática respuesta a la probada imposibilidad de la idiocia.
Ello hace plausible en cualquier caso el paso a la oda final, el "Elogio de la
idiocia", del que poco sabemos fuera de un despectivo comentario de Proclo de
Naúcratis sobre "frutos dementes de retóricos fracasados, como aquél que, por
hallar algún elogio, elogió su idiocia a solas". Cabe añadir que deben rechazarse
por infundadas las especulaciones sobre la influencia del "Elogio" en el primer
Renacimiento europeo, que deben adscribirse más bien a Luciano u otros
7
autores; hasta donde sabemos, ningún fragmento de esta oda sobrevivió a la
caída de Bizancio.
***
7
II.- PERÌ IDIOTÉS
El término griego idiotés procede de eitheos, separado o apartado, del que
proceden por igual idiosincrasia, idioma e idiota; esto aclara la definición del
idiota como aquél que se entiende a sí mismo y por sí mismo aparte de cualquier
otro. Cuando el idiota es un colectivo, por ejemplo un pueblo, surge un sentido
más familiar de apartamiento, el de idioma, o idiolecto. Aplicado a un individuo,
se usaba como el latino dividuo, por lo que paradójicamente se llamaba idiotas
al soltero y al separado como "individuos dividuos" o viduos, de donde el
castellano viudo. Por fin, en griego tardío la raíz eitheos viene a cruzarse por
motivos totalmente formales con eidos, idea; cruzamiento del que nace entre
idealista e idiota un parentesco seguramente insospechado.
El sentido del término en Falófanes puede empezar a aclararse cotejándolo
con el que utiliza en el "De Miseria traductionis" como equivalente latino, a
saber, imbecillum. Éste remite a bacillum, vara de mando del lictor, y categoría
particular de bacullum, báculo o apoyo en general. El im-becillum por tanto es el
que existe y se entiende sin apoyo, aparte y por sí mismo, o sea, el idiota. Por
último, la etimología de bacullum nos devuelve al griego bacterion, gancho o
cayado, a lo que alude el propio Falófanes cuando afirma que "los recursos de la
retórica se han extendido como una epidemia de bacteriones (muletulas o
muletillas en la versión latina) que han dejado tullidas y callados palabras y
hombres".
Pero el juego etimológico, en cuanto traducción temporaliter, es para
Falófanes punto de apoyo desde el que elevarse hacia una mayor amplitud de
sentidos. Consideremos el uso de bacullum en el siguiente fragmento,
probablemente de una diatriba contra el obispo Crescencio: "se creen báculo de
grandeza, y un suspiro les separa de no ser sino mínimo vacío (vacullum)"30. Una
7
diferencia física se convierte en metafísica: de la apertura de los labios, del apoyo
de la lengua, de eso depende toda la realidad del imbecillum.
O tomemos el que fuera ejemplo señero para Falófanes: la cita retórica
como locus communis. Ahí la palabra, para cumplirse como tal, requiere una
audiencia y una ausencia, que prosaicos vivos e ilustres muertos citados acudan
a la cita. Sólo en esa con-vocatio o ecclesia que los reúne ante el estrado pueden
las vibraciones físicas de los cuerpos, gestos y sonidos, hacerse con un sentido,
pero también, a la inversa, las almas hacerse cuerpos. Pues los significados que
el retor maneja no son sino ánimas en pena, "praeteritae animatione inter
corporibus,
quae
sensum
sensibus
coniuctum
perdiderunt"(PI,I,15):
animaciones de cuerpos pasados que perdieron su sentido al desaparecer los
sentidos en que se realizaban como armonía conjunta. Presentes y ausentes son
los báculos del retor, cuya im-becillitas en consecuencia sólo puede asegurarse
cuando todos ellos pasen a ser partes de su palabra que ésta conlleve eo ipso,
las partes que guarda escondidas pues le aseguran su perpetuación.
El aparato verbal pretende así traer la audiencia incorporada; como eso
sólo es posible teniéndola sentada, catatónica o muerta pero en todo caso
inánime e inmóvil, resulta la paradoja de un verbo que demuestra conllevar los
cuerpos con traerlos cuando quiera. Atraída por la tensión de la palabra retórica
la crispada audiencia, desposeída de sus sentidos enajenados, sale fuera de sí,
se abandona y se deja lista para ser poseída por los sentidos apropiados: "Nulla
audientia sine absentia"(PI,I,16). El medio que le falta a la audiencia es la
ausencia, expectativa y recuerdo que el retor ofrece conjurar en figura de una
tradición lingüística, o spiritus recitatus. Pero la demostración no se completa
con ese medio: "nulla absentia sine audientia", concluye el fragmento. Por su
parte el spiritus recitatus acudirá a la cita por verse resucitado, pues hacer
señas, es "pedir a otro su atención, y todo lo que fué petición quiere
repetición"(KA,$7); y por repetirse, se embutirá aunque sea deformándose en los
7
espectadores presentes, y se revestirá con cuerpos cualesquiera, aunque sea con
traídos por la fuerza de la palabra retórica.
Contraer significados en figuras sensibles, conllevar expectación con traer
a la memoria el presente con llevar espectadores a la memoria, el retórico oculta
en todo momento el sustento de su discurso, que fagocita como parte de sí al
mismo tiempo: "a base de pies quebrados pasa por sabio monipodio sin pasar de
pseudópodo inestable, que para sustentarse ha de deglutir sin cesar cuanto le
rodea"(KA,$8). El rétor se apoya alternativamente en presentes y ausentes para
poder negarlo en cada caso y proclamarse idiotez autosuficiente. Su ejemplo
muestra cómo buena parte de las idioteces son apariencia de idiotez, o idiotez
fenomenal: imbéciles que requieren el concursus para sostenerse, aunque lo
nieguen, ya que lo consiguen negándolo. De esta relación que instaura el espacio
de La liturgia ofrecen otros ejemplos diferentes pasajes del PI.
De viceimbecillis, sive imbecilli subordinati
La imbecilidad no se conforma con abarcar todo el espacio, sino que
aspira a englutir también todos los tiempos, lo que sólo es posible
transformándolos en espacio, evidentemente: como se ve, el espectáculo de la
idiotez se ha de manifestar necesariamente como teatro. Haciendo visible
expectativa y recuerdo surge un mágico espacio de tiempo donde presente y
representación coinciden: "Acudo, cruzo las puertas, y en las pétreas gradas
donde me siento porque me presiento anunciado al poco me resiento, y así,
representado, me siento por venir posteridad presente. Siendo nada siento todo
en el asiento, siendo todo allí nada siento, ansío ni lamento. Como siempre voy
sólo a no ser, por azar, con otros, lo mismo puedo ser Néstor que Tersites, pues
ni uno, ni otro, niego en el asiento lo mismo que me afirmo anegado en ríos de
llanto por la escena. Y como no me pronuncio, no hay renuncio, me siento
7
anunciado como cualquiera y al acabar allí estoy como todos. Por eso con
mucho gusto lo consiento todo en el asiento", replica en el libro III el Bárbaro al
Pontífice que le reprocha acudir al teatro y no al templo (KA,$86).
Para que el idiota se sustente solo, necesita el apoyo de un público en
cualquier circunstancia; por eso está siempre circundado, de muertos cada vez
más vivos y vivos cada vez más muertos. Su sustento depende de citar a ambos
en sus círculos, de incitarlos a acudir donde al fin "se sumen para consumarse y
se suman hasta consumirse", sumidos juntos en una carrera por hacerse a sí
mismos todos. En esta faceta la idiotez aparece como acto de habla que se
pretende a la vez modelo intemporal de dicción, como palabra que es ley al
tiempo: como iuris dictio sin límite. Oficio para el que no hay término
determinado, pues su ejercicio es su único determinante. Por eso la vocación de
ad vocatus verbum es ejercicio que sólo termina en seguir avanzando hacia el
verbo a través de todos los términos sustantivos del mundo, cada vez más
ejercitado: "exercitius omnibus terminator"(PI,II, 17).
Ahí se apunta así mismo con precisión el uniforme aspecto de la idiocia en
su manifestación política, su necesidad de hacer del tiempo un campo de
operaciones reversibles donde siempre sean posibles nuevos avances o retiradas,
órdenes y disposiciones. Exercitius irrefrenabilis que convierte el Cambio en
Estado, un Estado que sólo puede ser el del Movimiento. Por esa razón la idiotez
es consustancialmente expansionista, en busca siempre del Imperio universal:
cuyas fronteras, "summa imbecillorum, sub limine imbecillitatis"(PI,I,43), se
definen como límite de la suma de las idioteces particulares a la deriva,
integradas en una universal de uniforme, e irreversible, tendencia al infinito.
Una idiocia universal que, por un lado, ya no se apoya en nada porque todo lo
posible lo ha fagocitado ya al interior de su frontera real, que, por otro lado,
sigue siendo una posibilidad.
La reiteración de ese itinerario inacabable presenta también formas
intelectuales y religiosas. La idiotez intelectual practica un entrelazamiento
7
peculiar de implicatio y explicatio: ese entrañable anhelo que extraña lo ajeno,
principio de toda sabiduría, lleva a desentrañarlo para explicarlo. Pero al
implicarse en esa tarea encuentra que cada fragmento explicado produce
rápidamente una desbandada de implicaciones en los restantes, lo que exige
nuevos despliegues por su parte. Siguiendo así los repliegues incesantes de una
realidad inexplicablemente huidiza ante el amoroso intento de explicarla, el filosofós o para-sciente va a parar en movimiento que no puede parar para seguir
sustentándose, lo que implica su necesidad de explicación de la realidad y
explica su necesidad de implicación en ella, jamás cumplidas. Circunstancia que
a la postre le lleva a proclamar su complicación y establecerla como "opera in
acto interminabilis, perpetuum mobile dona ferente"(PI,II,9). Pues ella es quien le
mantiene, con su incesante vaivén, instituido en anuncio de restitución de la
totalidad que restituye de continuo realidad al anuncio.
La
imbecilidad
intelectual,
"prostitutio
restitutionis
in
integrum
instituto"(PI,II,11), explica e implica la figura del idiota intelectual como
proxenetés, embajador entre extraño y entraña que encuentra provecho en todo
lo que se apoya, aunque él no se apoya ni sea apoyo; por lo cual también se le
identifica en algunos pasajes como eunoukós, el que vigila a un tiempo el lecho y
su valor, asentado en el paso entre la orgia o acción y los axeos inevitablemente
adyacentes31.
En su forma religiosa y moral, por fin, y por principios, la idiotez aparece
como continuo desligar lo ligado para poder religarlo en debida o sagrada forma.
Pues analizadas en conciencia las faltas se convierten en sobras, desechos de
una vez, recuerdos y esperanzas ya pueden proponerse como pasos para
reponerse: "propositio repositionis via ad aeternum sacra"(DM,II,8). Suspender el
curso del tiempo se torna un recurso para ganar el concurso y su aprobación:
pues el objetivo de éste es alcanzar la eternidad sin pérdida de tiempo, ganando
tiempo al mismo tiempo. Y como el concurso se presta, lo prometido es deuda, y
el pago, su remisión perpetua. Ésta es la razón por la que el idiota ha de ser
7
perpetuamente misionero, con una misión consistente en prometer la remisión
en cualquier tierra, remitiéndola a la tierra de promisión; con lo que se desocupa
la remisa y puede él proceder a su ocupación en ésta, su misa, y en aquélla, su
remesa de promesas. Y por esta razón la idiotez ha de ser universalmente
católica, redundando su redondel en el tiempo y en el espacio entre los
principios últimos y confines sin fin. Todo lo cual hallará cumplida expresión en
la figura del idiota religioso como pontifex.
Es ese continuo repaso que se propasa quien da profundidad y hondura a
los diversos círculos de iniciados sin fin aún y ya sin principios. El iniciado no
encuentra término, pues es precisamente la Palabra lo que busca como fin de
trayecto; y las brillantes figuras que la representan nunca encuentran suficiente
cuerpo en su doctrina, que por eso ha de conquistar sin fin el de nuevos
katekoumenoi. Y así, literalmente inefables, en diversas sectas y secciones de la
totalidad se buscan vivos y muertos y corren por recorrer los grados prescritos
de la archidiócesis (PI, IV,75), el puente iniciático que atraviesa la idiócesis en su
camino hacia la conversión de todo corazón en idiota perfecto.
Los ejemplos presentados explican por qué Falófanes deja a la mayor parte
de los sedicentes idiotas subsumidos en el "vasto piélago de la anfidiocia", o
idiocia a medias. De cuya indefinición acaso sea la mejor definición el aforismo
transmitido por Balbino, diácono de Capadocia, cuya interpretación por cierto
desvirtúa a Falófanes para hacer de él un cristiano in pectore: "El viceimbécil es
muy suyo; lo malo es que los demás también"32.
Al mismo tiempo plantean una pregunta insoslayable, a saber, si es que
entonces puede existir en el mundo algún imbécil que no lleve un báculo oculto,
una idiotez idiota, no pensada ni compensada con apoyo alguno. Pues de
demostrarse que hasta el más perfecto imbécil lo tiene, tendría pleno sentido
examinar su pretensión de no ser caso sino modelo como caso modelo de la
7
pretensión del viceimbécil común: a saber, ser modelo de virtud por hacer caso a
los demás, para poder hacerse caso a sí mismo como modelo.
Tras los pasos de Falófanes hurgaremos pues en la figura del presunto
idiota perfecto para resolver la duda de que tenga o no báculo absconditus y qué
cosa sea, si se apoya o no, y en dónde la esconde para que no se vea.
De summa imbecillitas
Teniendo en cuenta la definición de idiocia sólo quedan dos figuras
mundanas en que parezca viable su realización: las de imperator orator y vates
orates. Para el dictador, orator total y puro agente, el mundo es puramente dicho
y hecho; la existencia en cuanto desdicha define a los segundos como puros
pacientes. Acción pura o pura pasión, rechazan la ambigüedad de vivir en
ocasiones para ser vivido a ratos y matar a veces para poder hacerse el muerto
otras, doblez que lleva a alternar entre víctima y verdugo para ser alguien en la
vida. Por eso ambos intentan ser o bien uno o bien cualquiera: el primero, que
no pasa, o el primero que pase.
El imperator orator, o tyrannos dramatikós, intenta quedar aparte como
autor controlando todo el escenario, ensanchándolo hasta incluir en la Acción
del dramma acciones y pasiones, actores y espectadores, y hasta al autor
mismo, totalidad erigida sobre un presente, pasado y futuro que ya no son sino
miembros suyos. Con ello pretende eliminar todo bacullus convirtiéndolo en
parte de sí, en un pie tal que suyo o pedes talis; de ahí su querencia por
estatuirse definitivamente, y su identificación con el trípode en que arde el
incienso sagrado y otros símbolos trinitarios: pues menos de tres puntos no
bastan para sustentar un cuerpo, sino sólo el plano.
A menos que se trate de una esfera o bola, en cuyo caso basta un punto, y
cualquiera. De ahí que la palabra del vate orate también trate de cumplirse
7
literalmente, es decir, como para-bola, pura bola lanzada junto a cualquiera que
en cualquier momento se encuentra en equilibrio sobre cualquier punto, e
incluso sin desplazarse puede moverse, sobre sí misma. Lo que implica sin
embargo que en el intento de detenerla junto a alguien el mínimo roce baste
para lanzarla lejos, girando de nuevo hacia cualquier otra parte.
La idiocia del vate persigue el mismo objetivo que la imperial, controlar al
público, pero no dictándolo, sino prescindiendo de él: de ser repetido en
cualquier otro instante en cualquier otro cuerpo, incluído el que el derecho
estatuye como suyo. Su intento no es dictar hasta la fisis en el escenario de su
imperio, sino hacer del habla acontecimiento y fisis a la que nada garantice su
urbanidad, de modo que no le quepa sombra de tercero o de repetición cuando
por azar encuentre quienes la animen con sus propias ausencias, que ella ignora
aunque les dé cuerpo.
Así pues, del habla saca el vate lo que mete, confundido con el meneo del
mundo. Esa idiocia poiética o imbecillitas creativa, que ni procrea significados ni
se recrea en ellos, se califica de "barbaridad diminuta" o "inerme"(PI, IV,2); pues
al ser el acontecer su propio modelo, en ella se erigen como metáfora del mundo
lo mismo el heroico gesto de la madre de Coriolano salvando a Roma para su
sino imperial que el pausado echar raíces de los nabos, sin destino mayor que el
humilde sopicaldo del labriego.
La idiocia imperial, "barbaridad cósmica" o "en armas" (PI,IV,5), trata
asímismo de erigir una figura del mundo, pero
mediante la expansión del
escenario dictado. Empujada por su pretensión de catolicidad la dictadura del
imperator es límite en incesante expansión del dicho y hecho, del decir con
sentido aunque nunca consentido. Su figura, perfil externo del verbo, se torna
exacto vaciado interior de la barbarie, nada importa lo que diga en su interior
que no importe a la escena generación y corrupción, orgía y muerte, y viene así a
confundirse también con el "gugutata del mundo"(HP,$73), el balbuceo cósmico
en que sílabas planetarias, minerales, dinásticas o de regadío se suceden y
7
simultanean sin que ningún semen semantikoi se reproduzca a través de los
analogoi, salvo su propio discurrir en vano sobre ellos. Pero, en este caso, no por
hacer del acontecer su propio modelo, sino haciéndose modelo de todo acontecer
y reduciendo así a los actores a idéntico estatuto que los nabos, e idénticas
posibilidades de utilización cotidiana como material fungible para la producción
de caca.
Ahí trasciende ya por qué ambas figuras son terreno abonado para que no
fructifique el intento de consumar la idiocia. La idiocia poiética se agota en las
ausencias de los cuerpos, que concita e ilumina pero no puede colmar cuando se
le presentan al fin abiertas: no sin cegarlas. La idiocia imperial en cambio choca
a ciegas por donde vaya con el cuerpo presente, que desentraña una y otra vez
sin encontrar más que más presencia, la de heridas y agujeros, ni más ausencia
que la propia, nombre vacío de la escena en que transita todo. Así, mientras uno
induce la producción de lo que no se reduce a reproducirse en el vaivén de los
tiempos, y hace resplandecer lo que no ase, asegura el otro su producción
asiendo todo y reduciendo todo vaivén entre ser y no ser a reproducción del Acto
en la Escena: donde todo está y hace en el hecho de su potencia palpable, mas
sin hallar en el acto otra cosa que otra cosa a tientas. El Uno, el más significado,
no puede alumbrarse a sí mismo, tan sólo reconocerse. Al Otro, a quien por
serlo se le abren labios ocultos de ausencia entre las cosas, por lo que tiene de
ventura le es negada la certeza: a quien engendra significado no le es posible
reconocerlo.
Esto, que por así decir está formulado en términos indeterminados más
propios de vates orates, puede presentarse también desde el punto de vista del
imperator orator, es decir, para que lo entiendan senatus populusque, urbi et
orbe, tirios y troyanos. Formulada así, la razón del fracaso de ambas idiocias es
que sí se apoyan aún en otra figura: a saber, cada una en la otra. Pero la
exposición more imperialis de este delicado punto de sutura requiere, como
7
siempre, un poco más de espacio por nuestra parte, que será tiempo por la suya:
de eso se ha de tratar inexcusablemente.
*
De bacullo imperii
"Capaz de prescribirse verbo perfecto necesita soñarse cuerpo X", reza un
enigmático fragmento del PI conservado en Fotius-Foción, quien lo aduce
precisamente a título de ejemplo de oscuridad a evitar en la expresión33.
Para tratar de aclararnos lo mejor será salir a deambular por la civitas y
confundirse con los viandantes, tomándolos por ciudadanos. En la civitas
universalis la idiocia imperial trata de asegurarse la audiencia de todos los
tiempos reunidos en un sólo tropel como res publica en la plaza. Pero Falófanes
se pregunta: ¿pueden las fronteras del latín coincidir con las del universo sin
apoyarse aún en algo? ¿No es la expresión idioma universal una contradictio in
terminus? ¿O será in re? Su afinada respuesta es que toda clase de imperio se
basa justamente en imponer la confusión de terminus y res, a fin de manejar
ambos términos como convenga y definir ambas cosas según; de modo que las
cosas quieran decir, y las palabras joder o matar, pero no acaben de hacerlo
sino en el nombre del dictador, verbo encarnado que una y otra vez medie a
tiempo como remedio crónico.
De ese modo se procede al encierro de la res publica en un corpus
incognito de términos privados, en tanto el intimissimum corpus acaba por salir
embravecido a la plaza pública: bien como "res pecuniaria" o "bos paganus",
bien como "res bramante" o graderío al que dar carrete, bien como "res delenda"
de la periódica hecatombe con clarines, o "cornus apaleatus"(DM 66 a, 53;
PI,I,71) pero siempre determinada a que se le ponga término a tal cosa y cada
cosa vuelva a sus términos. Así, la res publica quiere decir algo, aunque precise
7
intérpretes su mugiente sentir, haruspices, portavoces, retóricos y otros
addenda y aditivos a la cosa. Y a la vez, la palabra imperial es término material
del mundo que dicta su perfil y los finis terrae, aunque para ello el verbo faciens
precise prefectos y fareros. Puestas así las cosas y las palabras, como la cosa es
menesterosa y dar término a eso es menester, el imperio es ministerio necesario
que precisa términos imprecisos para que las cosas precisas, que realmente se
precisan por sí mismas, dejen de precisarse en un término preciso; con ello
termina toda privación, pues no queda ya cosa privada, de nada, gracias a ese
buen hacer público, que da término así a cosa que no lo tenga: precisamente, el
Imperio de confines infinitos.
Esa lidia circular de dichos y hechos en amasijo de prodigios se expresa
en la definición del Imperio como "televisio kai autopsía"(PI,I,33;DM 9). En lo que
toca al imperator, la auto-opsía define un medio esencial de su actividad: el
princeps, el que mira por sí mismo, es el único que puede desentrañar los
cuerpos particulares para mostrar su sentido común. Pues en su caso, virtual
espejo de virtud, mirar por sí mismo significa mirar por todos, lo que define su
televisio como providencia, mientras que verse a sí mismo allá donde mire
establece la autopsía como modelo de evidencia. Pero como su ojo que ve es al
mismo tiempo visto, repartido en arcos y monedas por todos los rincones del
Imperio, su vacío perfil es "imago ipsissimi imaginare", escena de toda imagen
posible: la televisio es el otro medio esencial del imperio, espacio de realización
de lo virtual que completa la conversión de lo real en modelo de virtud.
La tele-visio imperial despliega en ser del poder el sucesivo poder-ser de
las historias: "el poder mora en el guión"(KA,$63), "dux superlativus" o voz sobre
las voces que asegura la trans-ductio universal. Forma modélica de toda acción
y dicción posibles, es reedición y predicción continua de sí mismo en todos los
sucesos, suspenso presente que ya no descansa en ningún momento pues los
anuncia todos, anuncio cumplido con no dejar de serlo. Anuncio de
7
universalidad a las existencias privadas- privadas de acceso a otros-, al mismo
tiempo es fascinante insinuación de un encuentro privado con la res pública,
nuda potencia abierta y rendida a encarnar las figuras más privadas -privadas
de otros que accedan-. El Imperio se establece como marco universal de
conversión de la privacidad de los cuerpos en argumento político, y de lo público
en un aparte, irrepetible en público, donde los viceimbéciles hacen sus
necesidades virtudes; y de nuevo viceversa, de esa virtud necesidad, modelo que
los cuerpos han de repetir necesariamente, pues nada vale más que la virtud, y
más les vale. Escenificación de la intimidad e intimidación en escena definen
como forma de lo político la liturgia, y la obscenidad como su único contenido,
eso sí, peremnemente por conquistar: desbocado y mudo afuera de la escena
que representan en ella las figuras del bárbaro, la puta, y claro está, el vate.
Ello permite a la figura del imperator persistir por sí sola y sin apoyo como
promesa de refinamiento de la barbarie en civitas y de expansión de los
ciudadanos en aquélla cuando la precisen: anuncio siempre cumplido de que
hay otro pero es lo mismo. Tal vaivén con regreso asegurado da su ser al poder,
un poder ser sustantivado cuyo sujeto es el verbo, encarnado en el apartado
palacio al que sólo se accede a través de salones, capillas, cenáculos y otros
conjuntos de adoquines diversamente ilustrados. Así resulta que el presunto
imbecillum se apoya en que el todo se aparte para que sea parte, y un aparte,
todo; juego de asignar la falta desplazando arbitrariamente un pequeño hueco
de silencio que, en verdad, resbala por azar, ajeno en su dictado: el vacullum
que disfrazado de bacullum sustenta su idiotez.
La esencia del idiota imperial gira en torno a ese vacío mudo, que su texto
omnipresente necesita incluir para ser legible. El "corpus X" de ese misterioso
aforismo es en primer lugar la barbarie, terra incognita necesaria como troquel
del Imperio porque "nulla aequatio sine incognita, nulli equites sine bruto, nulla
aequitas sine barbaritate"(PI,III,92). Es también la hora y el día que la carpeta
laudatoria de la historia intenta atrapar entre sus antológicas tapas de esencias
7
ordenadas. Es en fin la nuda existencia, la Puta como cuerpo absoluto que ese X
califica como "matriculla honoris": matriz diminuta, hasta no ser ni haber sido,
que engendra el honor del no nacido.
Pues el idiota en funciones de capite mundi no puede ni tener sucesor ni
atenerse a precedentes, no puede ser caso, ejemplo ni suceso, lo que sólo es
posible si llegara a no suceder ni haber sucedido nunca, a nadie. Lo primero
intenta solucionarlo naciendo de nadie, con
lo que sí se convertiría
verdaderamente en "filius puta de puto suo" (DM,III,2), o hijo de su propio juicio
por único ejemplo. A ello alude el término griego "heteró-genos", puesto que
todos los demás comparten un origen homogéneo, a saber, siempre ajeno. Sólo
el idiota es heterogéneo, por engendrarse a sí mismo en nadie; y por eso puede,
autogenós, crear ciudadanos soldados con su uniforme sentido histórico pese a
la diversidad de sus orígenes físicos.
Mas para engendrarse así necesita asegurarse ese vacullum indiscernible
en el que no cabe esperar discernimiento, y trata de acuartelarlo en un terminus
privado como res publica, mujer pública o fuerza pública34. Para localizarlo
definitivamente agota las existencias desentrañándolas en balde, para que no
salpique ni un mínimo atisbo de esa su secreta impotencia, y luego las exhibe en
público como testimonio de su potencia omnipresente a la que ninguna ausencia
escapa; salvo la suya propia, que por eso necesita repetir su indagación ad
nauseam. El asesinato, "argumento esencial del tirano", trata de esconder el
hecho de que "el suicidio es su deseo existencial"(PI,IV,97), un suicidio que
comienza con el asesinato de los que no son sino él mismo, rediciones de su
dicción. El tyrannos dramatikoi ha de eliminar los cuerpos, que no pueden ser
sino erratas que deformen su acción o dicción modélica o que, a lo sumo,
aspiren a lo sumo, la imitación perfecta; lo que aún es peor, pues a más
fidelidad en la versión, mayor sospecha de subversión y larvada suplantación.
Ser como él es así mandamiento de ser y valer y el mayor de los delitos, única
salvación posible y condenación cierta. En su intento de serse y saberse solo, el
7
conocimiento del que sólo se reconoce a sí mismo en todos gira cada vez más
veloz en torno a sí mismo, y al cabo de ese paranoein ha de borrar su propio
cuerpo, último testigo de su origen y primer traidor, que delata con la limitación
del gesto la impostura de su universalidad.
Así, el homicidio es el argumento capital del tirano, que debe demostrar
que las existencias dependen necesariamente de su esencia. Frente a lo cual
sostiene Falófanes que no hay sino un solo argumento de capitale, cortar por lo
sano y separar la esencia literalmente imperial de toda existencia figurada. Entre
la tontería de la existencia y la lógica sin réplica no hay paso asegurado, pues "lo
que no es tonto, es lógico... mas en el mundo no cabe lo tontológico a no ser que
le hagamos sitio"(PI,IV,106).
Pero no se trata sólo de no suceder. Sobre todo se trata de no haber
sucedido: pues "el recuerdo es su cuerpo de aire, y el olvido la sola daga que
puede darle descanso" (PI,IV,119). Sin embargo, al igual que la reputatio filii de
puta suo, la damnatio memoriae depende al final de otros, que pueden privar de
ella a Calígula pese a todos sus esfuerzos y proponerla para Septimio sólo por
Severo. Así, ni como carne ni como palabra impera ese verbo encarnado sobre
su origen y fin, diminuto vacullum que se hurta a su poder y revela que, lejos de
imbécil, ese idiota total es sólo medio: de un symbolon cuyo envés es justamente
el vate orate.
De vacullo imperii
Como el lector habrá observado, en el primer modelo de idiota perfecto la
designación del tipo coincide con una de sus figuras escénicas, el Emperador, de
cuyos juegos de poder son versiones más o menos simplificadas juegos idiotas
más reducidos: oratorios, familiares, pedagógicos o de alcoba. No sucede lo
mismo con vates orates, designación que sólo ocasionalmente coincide con la
7
figura social del vate: situación lógica, pues que su vía a la idiocia consiste en
hacer de situaciones y ocasiones su estado, de la metamorfosis generalizada su
particular formalidad, y de su indefinición su definición. Por eso, si siempre
encontraremos sin problemas en su palacio la figura modelo de la pretensión
idiota de ser modelo, ya que en ella es esencial estar universalmente localizado,
tendremos en cambio que perseguir las de vates orates, plural hasta en su
nombre, por diversas penumbras, disfraces e intersticios.
Como bárbaro, cuando traduce e introduce en el estado de los significados
la virtualidad de los cuerpos significantes genera el caos más preciso para
justificar la imprecisa actividad de precisión del ordenador universal. De ahí la
atención prestada por Falófanes a Heliogábalo y Nerón ("orator orate" y "despotés
impotens", "destino ejemplar de la trashumancia estabulada"-PI,IV,101-), y en
particular a Calígula, "el único que quiso entender literalmente la justicia de los
cónsules (aequitas consulorum)" en alusión al nombramiento de su caballo
(PI,IV,104;DM,46). Como puta, no tiene nombre sino siempre pseudónimo.
Ninguna figura le es ajena, pues en todas puede entrelazar su lengua con la de
todos; pero tampoco es ninguna figura la suya, pues sólo poseído es lo que es,
hablando con propiedad. Y en cualquiera de ellas es báculo de la imbecilidad
autógena, a la que reviste de misterio con sus artes fascinantes y en la que se
apoya a su vez para conseguir la recia certidumbre del coño y el garbanzo.
La idiocia del vate aspira a reverso del universo gramático en que las
huellas versan en un único sentido; su afán de escapar a la condición de versión
que impone el tiempo desemboca en un frenesí de versiones instantáneas del
instante, o perversiones. Trata así de escapar a toda similitud asimilándose a
todo, con lo que al final el virtuoso de la virtualidad total ya no reconoce en
efecto semejantes, y sólo puede hablar de sí mismo con el silencio. Un silencio
que no obstante difunde sin reconocerlo gracias al logos del imperio: "el vate
hace mutis sólo por el foro"(KA,$57).
7
Ese mutismo en constante mutación es "ex libris et post facio dictio naris
emunctatae" (DM,36), dicción tan sagaz que ya no dice esta boca es mía por no
tener que reconocer las ajenas. Ignora los presentes en aras de lo que no tiene
nombre, aunque firma, y de los ausentes espera estatuas que le inspiran sus
suspiros. A cambio de lo que necesita incesantemente afirma que sólo lo que no
cesa es necesario, y así fabrica la diversión que precisa el universo del único sin
verterse nunca, verso irreversible. Reverso del siempre imperial, se hace eco y se
hace hueco disponible para que el aire pase y extienda y avive la dictadura del
texto. Y en cuanto pretenden sus símiles asimilar lo que transcurre entre las
señas a señas de una identidad universal, se convierte en caricatura del dux
superlativus sin más destino que mostrarlas como viator transistor a la
admirativa
interjección
de
la
barbarie
en
arcos,
orquestas
y
vanos
monumentales, en hora y lugar prescritos.
En el DM se encuentra la siguiente afirmación: "nec intrinsecus nec
extrinsecus, sed in limine barbaries sedet"(DM,13). La barbarie sólo existe en la
frontera, porque más allá los bárbaros no se designan a sí mismos como tales.
Falófanes los designa a menudo con un término inhabitual, "viatores": fruto sin
duda de su conocimiento de esas lenguas germánicas cuyos hablantes se
presentaron en las fronteras del imperio como viajeros "vagamundos", "wandler"
que el oído latino convirtió en vándalos.
La barbarie no existe tras la frontera, sino en ella. "Barbaries in
praepositione, imperius in positione positi sunt"(DM,15): la barbarie surge de
una pre-posición que justifica el continuo avance y corrección de las fronteras
por parte del Imperio, cuyo límite con la barbarie es su posición injustificada y
anticipación continua. Predicciones y presagios de su llegada se tornan pretexto
para perpetuar tanto la heroica figura del imperator, en ademán de atravesar los
límites del mundo para ir a su encuentro, como su gesto amenazante de
cruzarlos para venir a él. Igualmente irrealizable, pues la barbarie también deja
7
de existir más acá de la frontera. En esa complicidad, las figuras del límite se
ensanchan en términos territoriales. Sólo así, sin dejar de serlo, la frontera se
extiende hasta la capital en un imperio de provincias "que reivindican su
provincianismo en refecciones con prefectos"(PI,III,81), en un vindicare que se
extiende al tiempo en forma de vindictas: varas de un fascies que era haz,
imperativo de verbo, antes de convertirse en indicativo de imperio.
La barbarie es pues el precio de introducirse y traducirse a través de la
frontera, interminable traducción que convierte su movimiento en estado y
permite al Estado ponerse en movimiento. Con ello se revela bacullus y alter ego
del ego total, del imbécil imperial, también ausente de Roma vigilando las
fronteras de su cuerpo. Si aquélla tarda siglos en subirse a la capital, y éste evita
volver al origen de su imperio, es porque su instinto de seres que sólo existen
como figuración del límite les advierte del inevitable final que la lógica prepara a
la historia en sus principios. Pero también del provecho que pueden sacar de
ello, que acaba por arrastrarles: convertir la civitas toda en límite movible, toda
morada en limen perpetuamente penetrable, toda privacidad en publicidad. A
comenzar por su propia privación de la palabra, su barbarie convertida en signo
de lo inefable y portaestandarte de una palabra total, que los incluye en su
guardia y su Imperio, que por ellos y en ellos puede soñar desvelar cuerpos a su
antojo.
A cambio de esas señas de uniforme y exótico Otro, el bárbaro cruza la
frontera sin atravesarla, extendiéndola consigo. Como el imperator, el bárbaro
"solum in limine casus", sólo es el caso en el límite. La barbarie surge cuando el
viajero comienza a hacerse caso a sí mismo, es decir, cuando viene al caso en la
declinación del Imperio. Caso sí, pero ¿de qué?: del acaso mismo. Único yerro de
su errar, se presenta como caso único de su propio modelo, y su acontecer se
convierte en constante acontecimiento, torrente de acciones memorables sin
memoria. Y al entrar en la plaza del mercado el acto gratuito se convierte en el
más caro, el que no tiene precio aunque lo cobra por darse en formas palpables:
7
el aprecio mismo. La barbarie se estaba esperando a sí misma tras las tapias del
Foro con los labios pintados de sangre artificial, naturaleza inasible asequible
por un óbolo.
La loba de Roma nace en el suburbio, en el límite de la naturaleza que se
convierte en marca del acceso y el exceso de la urbe. Puta es palabra que no se
dice, anunciada a todos sin pronunciarse ni renunciar por ninguno, prostituta,
anuncio. ¿De qué? De que falta algo en cada anuncio, cada signo y cada
historia, circunstancia que por arte de insinuación se amalgama en su estancia
en Lo que falta. La hetera es singularidad figurada en forma católica e imperial,
la heterogeneidad homogeneizada: anuncio de la potencia, mágico hueco en que
todo vuelve ya a ser aún posible, reverso y matriz del imperator.
Pues gracias a su príncipe modelo los conciudadanos, "similes inter se per
similitudinem singularis", conviven en un mismo espacio y tiempo como
"simultas in similitudine simulata"(PI,II, 19). La civitas es disfraz de la inevitable
rivalidad entre los semejantes, porque la simulada similitud simultánea en una
única forma del personare implica conflictos entre las diversas versiones,
subversiones que se reclaman originales. Para aliviar la gravedad de ese leve
parecido, subalterno y levantisco, el imperio instituye la prostitución, la
provocación, el provindicare y la profecía, la constante proposición de reposición
de lo nunca visto. "Institutio restitutionis cuius constitutio careret", la
prostitución es espacio fronterizo donde los fragmentos que no encuentren sitio
en el común universo encuentren como diversión particular su locus communis.
Pues así como los ciudadanos sólo en grupo se atreven a la barbarie de
irrumpir en Palacio, en la Puta encuentran el valor para conducirse como un
hombre como un solo hombre, sin dejar de ser varios. Por eso ella es matriculla
honoris y cuna del valor, porque lo da hecho en el acto. Y por eso el "primum
praemissum", primera premisa y anuncio de cómo ser alguien en nombre
propio, precisa la imprecisión de ese cuerpo "summum summisum", sumidero y
7
resumen del "semen semesum", de todos los de más, de todos los flecos que
faltan o sobran del perfil de las personas civiles. El cuerpo prostituído,
"postremus par imparis", es la sombra inseparable de ese único Yo en sentido
propio, "impariter primus inter pares" (DM 44). Homogeneizada como cosa
pública, la singularidad de los cuerpos se convierte en ciego colector del dictado
iluminado. Éste, al que nada humano puede permanecer ajeno, se asegura
gracias a la indefinida potencia de aquélla que quede circunscrito en el acto lo
no inscrito entre sus hechos, sin que así rebase nada el círculo del synbolon
imbécil que se pretende. Anuncio de todo lo de más, esa mujer que es cosa
pública anuncia por su parte el acceso y el exceso del poder, al siguiente que
pase y al pasado, y por eso es para él como él para ella memento mori. Terror y
privilegio que el príncipe oculta celosamente, "no hay mejor lugar para esconder
algo que la superficie": por eso la superficialidad es la "essentia absente" del
Imperio (PI,IV,98).
Garantiza su aparición un aparato aparente que lleva incorporados al
patrón universal y a la cortesana, al hacedor y su hechura, para ensanchar la
línea frontera en traje y escena: el aparato de corte. Escena de los tiempos y
espejo del mundo, el ceremonial es esencia de Imperio, superficialidad que
insinúa trasfondos y más acás, un Autor que dicta y una Cosa-público dictada,
unas figuras de la acción y la pasión que parezcan abrir a los figurines puntos
de fuga hacia una idiotez autosuficiente. Superficialidad del medio que con ellos
se hace sitio y gana tiempo, escena: así, esos dos presuntos idiotas totales son
tan sólo medios del aútentico, el anónimo aparato que se apoya en el ansia de
prescindir de todo apoyo para erigirse en idiotez universal.
Constatado que no es posible alcanzar la plena idiotez, se sigue que lo
idiota es intentarlo. De modo que aparentar imbecilidad no es evento accesorio,
sino condición esencial para figurarse alguien, hablando literalmente: no ser
uno, ni tampoco nadie, sino alguien. O como afirma el Hiper Pantaborou, "uno y
pico, a ser posible de oro" (HP,70). Por eso la inmensa mayoría de los idiotas no
7
intentan serlo del todo, lo que sería auténtica idiotez, sólo lo pretenden, y a poco
rascar se les ven los báculos. Y por eso también, paradójicamente, sólo quienes
intentan de verdad ser idiotas lo son: pero no como pretenden por haber
eliminado su necesidad de bacullum, sino por proclamarla a los cuatro vientos
con su empeño en suprimirla, lo que es el mejor modo de quedarse solo como un
auténtico imbécil.
Hénos pues devueltos al escenario universal de la anfidiocia "donde el
tuerto es rey, el que no vuela corre en plumas, y la mayoría se arrastra" (PI III,
67). Presente memorable y modélico a un tiempo, la frontera se amplía en
liturgia católica: un imperio de ciudadanos, una iglesia de hermanos, una
compañía universal de homólogas personas jurídicas, un límite virtual
ensanchado en espacio de representación de la virtud; en cuyo reverso de
bambalinas sin embargo se contempla el Burdel del Mundo, donde la pasión
física vale como acción política, y lo público es obscena importación de la
privacidad al escenario; donde el verbo dado por hecho acaba con el derecho y
con el quehacer, donde los cuerpos son argumentos y las palabras matan o
elevan al éxtasis rugiente, y entre televisión y autopsia circula un inmóvil
torbellino de prodigios, una escatología perpetua en que los fines del mundo se
pasean como anuncios por el cuarto de estar ausente. Burdel de la historia en
que reina al fin un dicho y hecho omnipresente, omnisciente, total y
parcialmente por fin, y por principio, idiota: el imperio del medio imbécil y la
idiotez a medias.
7
III.- SPECUS SPECULAE (fragmentos)
Como presunta techné de la lengua, la retórica es inseparable del Imperio.
Cuando los límites del logos coinciden con los del mundo, su propia inmensidad
lo hace inabarcable a los sentidos, y el nexo de las existencias corpóreas con ése
su sentido común se torna frágil, pues su bastedad es tal que a veces depende
de una sola consonante. De ahí la necesidad de controlar el nexo que los religa:
el imperio pretende incorporar en su interior toda la barbarie, y la palabra, todos
los azares posibles del gesto y el sonido. Como sola alternativa a la homologación
con los objetos mudos, la palabra de la polis se hace objeto de manipulación,
buscando en su propia carne fonética y gráfica el placer de una alteridad que no
se encuentra, la heterogeneidad de una fisis que se ha tornado nebulosa más
allá de los inalcanzables muros de la civitas. En el siglo III d.C., donde la
civilización
consumada
tiene
de
todo,
salvo
interlocutores,
aqueja
al
pensamiento el mismo vicio solitario a que parece condenado tras jodernos y
postjodernos; esto es lo que confiere al texto de Falófanes sus rasgos más
turbadores.
Realizada la palabra, el tiempo se torna espacio, y sus posibilidades,
provincias diversamente exóticas en que los avatares un día inciertos son ya sólo
cicatrices monumentales, elevadas a mayor gloria de lo cierto al borde de las
calzadas. Mientras Cómodo asaetea animales salvajes domesticados, retóricos y
heteras codifican minuciosamente los azares del gesto, y el tiempo no encuentra
para anunciarse más vías que un tartamudeo de hijos y muertos. El torrente de
la fisis afluye canalizado al curso de la historia como mero recurso; en ese
presente omnipresente la ontología se descompone en filología y escatología, y el
jorismos entre existencia y sentido, en orificios que son estéril simulacro, por
donde vierten y revierten los desechos de una civilización que ha empezado a
nutrirse de sí misma y evacúa el trámite de su generación y corrupción con
7
códigos y codicilos. Implacable lógica de Cronos, cronologías y genealogías
facticias señalan que cuando se empiezan a plantear lógicas del tiempo el tiempo
de la lógica ha pasado, y que las lógicas modales surgen cuando los modales
han dejado de ser razonables.
La idea de discurrir sobre los recursos del discurso concurre en el tiempo
con el paso de polis a metrópolis, de la medida que mide a metro medido, de la
lógica a la tecnología, único modo en que la metrópolis puede ya permitirse el
contacto con la fisis: en sí misma y dentro de su recinto, en los espacios de la
techné. Jardines y retórica, Epicuro y lógicas modales, heterogeneidad
homogeneizada: heteras de lujo en que el sujeto realizado, total, aún quiere
jugar al diálogo con lo otro y da entrada a naturalezas vírgenes de alquiler, a
bárbaros de mentirijillas en sus naumaquías y comedias. La palabra juega a ser
también naturaleza, a dejarse ver y oir en cuerpo presente, como la oirían la
selva y el bárbaro para quien sólo es cosa... y acaba realizando la barbarie en el
interior de la razón imperial. Los vándalos no encontraron en Roma sino
bacanales y justas retóricas, organizaciones espectaculares de ellos mismos: o
de como la palabra jugó a hacerse el muerto y se le olvidó la salida.
*
Como es sabido, las mismas zonas geográficas son cuna de la segunda
sofística y de los cultos iniciáticos: Egipto y Asia Menor. Allí, la universalidad del
latín se enfrenta a universos culturales y lingüísticos anteriores; en particular, el
griego, en el que se formularon las ideas de catolicidad de las que el Imperio se
proclama heredero y realización. Con ellos no es posible el sometimiento puro y
duro, la tachadura de la romanización a que se ven abocados iberos, galos o
celtas sin filtro protector de fantasías de parentesco. Pero entonces ¿qué otra
relación cabe entre el todo imperial y sus partes fantaseadas?
La respuesta es el sincretismo que caracteriza la Pax romana. Sincretismo
no sólo spatialiter, sino ante todo temporaliter; pues las legiones han acabado de
7
ocupar el espacio y la expansión imperial necesita ya la memoria. Sincretismo
grecorromano, pero también de un único "griego" a cuyos hablantes separan mil
años, los que van de Homero a los heraldos de un helenismo común que
profieren arcaísmos arcadios como auténticos ab origenes. Del ático de los
helenistas a las catacumbas de los misterios vaga igual esperanza de cancelar
las diferencias en una communio universal a través del espacio y el tiempo. El
tratamiento retórico de las palabras en sus aspectos sensuales, como cosas, es
anverso o reverso del tratamiento de las cosas como palabras, presagios o
predicciones con que los misterios hacen del mundo alfabeto de símbolos en que
se reúna lo disperso: por ejemplo, ese elástico e indeformable Ye'u-KristhósRedemptor, salvador a la vez de hebreos, griegos y romanos sucesivamente.
El éxito de la retórica entre los públicos cultivados del siglo III es parte de
la misma reacción que en las clases iletradas, privadas de los medios culturales
para tal operación, origina la universalidad literalmente figurada del Verbo en
las religiones mistéricas. "La lengua", objeto del saber retórico, ofrece la
virtualidad de todo hablar posible cosificada en objeto de virtud, forma palpable
e indefinidamente mudable por definición. Como el gemido ensayado o la letanía
insensata, los estrados públicos ofrecen sucesiones de palabras cuyo significado
es lo de menos, pues su sentido principal es arropar de sentido el mero
comunicarse, hacer visible como communio in Verbum un presente común cuya
magnitud le ha vuelto inabarcable a los sentidos.
*
7
Ius more ture moriturum
"Quiebra tu pluma, mísero, y borra tus batallas que tantas vigilias te
costaron, tú, que en celda minúscula escribes poemas sublimes para
alcanzar a ser digno de la yedra y de una enflaquecida estatua ¡Ya no hay
esperanza! El rico avaro ha aprendido a admirarse sólo de los elocuentes, a
alabarles tan sólo a ellos, de modo en nada distinto al de los niños que
ensalzan al ave de Juno. Y va transcurriendo la edad en que somos
capaces de navegar, o empuñar azada o yelmo. Entonces el hastío se
apodera del alma y una vejez elocuente pero desamparada se odia a sí
misma y a su propia Terpsícore"35
Juvenal expresa el malestar de la vieja Roma ante el auge de la
oratoria y las transformaciones que conlleva en la identidad cultural latina, en
particular la del derecho en género retórico. No se trata de una mera relación
factual, biográfica, entre el oficio de retor y la oratoria forense: en ella se expresa
una relación nueva entre tradiciones sin formulación jurídica y una formulación
estatal sin tradición, la imperial. Un cambio a resultas del cual la idea latina de
"persona" se verá tan alterada como la griega de bárbaro. La expansión imperial
pone de manifiesto que la identificación de la persona jurídica con su
declaración pública se fundaba en unas suposiciones prácticas compartidas que
emergen como objeto de pensamiento y duda a resultas del choque con las de
otros pueblos. El acceso virtual de cualquiera al verbo (latino) que fundamenta el
personarse, suposición hasta entonces evidente, ha de hacerse visible para
germanos, nubios o fenicios. Y eso hará la retórica: hacerlo patente, y
patentarlo.
La retórica aparece de la mano del cosmopolités, de la ciudadanía
universal, como técnica que ofrece a cualquiera manejar memorias con la
disponibilidad impersonal de todo alfabeto. Pero usos y costumbres no constan
7
de proposiciones sino de suposiciones, imágenes que sirven de ejemplo; y a
diferencia de la iuris dictio, los modelos dejan al usuario un gran margen de
traducción a sus necesidades actuales. Como organización técnica de ese
proceso de las metáforas que definía a una tradición, la oratoria corresponde a
la necesidad imperial de controlar los tiempos una vez culminada la conquista
de los espacios.
La utilización de citas de los clásicos por el orador le permite a Falófanes
advertir que la sensación de participación en una comunidad intemporal no es
efecto estético accesorio, sino objetivo esencial de la retórica. La cita es un
"abuso del uso de abusar", pues el uso corriente de la lengua ya abusa de las
figuras de los ancestros, que saca bastante alteradas de su sueño. Pero la
retórica abusa de ese uso al imponerle un ritmo técnico que hace "bailar a los
muertos al son que más calienta"(PI,I,38) a cada auditorio, ciudad o pueblo. Al
convertir la lenta fusión de cuerpos y almas, la tradición en traducción
tecnológica, el retor mata a los muertos dándoles vida artificial, y a los vivos,
impidiendo que los azares del habla accedan al reino de los modelos a no ser por
la frontera que él regenta. Y el sensu communis del Imperio deja de ser forma de
hacer implícita en cada actividad de la república para convertirse en contenido y
hecho diferencial que ofrecen a los ciudadanos por las calles profesionales de lo
más común, del acceso y el vínculo36.
El Imperio liquida la educación como muda inmersión en ejemplos
tradicionales y callado regreso al acto presente, como trance personal de
enajenación y regreso; en su lugar, se establecen infinidad de "agenda
viaticorum" para organizar y acelerar el viaje. Como afirma Falófanes, el verbo
que era mneomai, recordar y pretender a un tiempo, se ha vuelto sustantivo
contenido de una mnemotechné, lista de imágenes dignas de recordarse y por
eso de ser buscadas. En la panoplia de desables objetos memorables que
constituye el Imperio, la anamnesis se torna himnosis (vid.infra), y el gobierno de
los entendimientos ya no resulta de descifrar el engrama común, se cifra en el
7
programa particular de cada agenda. El encuentro de ancestros y usuarios pasa
a trayecto organizado a través de un elenco de símbolos, y el valor modélico del
viaje depende desde entonces de las indicaciones del guía: el educere cede el
sitio a los duces, educarse, al educador, que es quien indica a los cuerpos en
qué almas admirarse.
A ello responde la definición falofaniana del Imperio como "televisio atque
autopsia". Practicar la auto-opsía es privilegio del imperator, como ya sabemos.
Cada súbdito del Imperio, en cambio, ha de ser alternativamente televisado y
televidente, pues su origen físico y su sentido universal como ciudadano se
hallan en esferas separadas; por eso se le hace preciso un índice que refiera uno
a otro para producir su realización en el único escenario de los tiempos. Nótese
que el término autopsia es puramente griego, mientras en la tele-visio se reúnen
Grecia y Roma en victorioso anacronismo, pasándose el tiempo vencido por el
arco del triunfo del Imperio: ante la televisio, cualquier forma de ser y hacer,
pasada o futura, se ofrece como hecho contenido en el ucrónico escaparate de
símbolos que es el mundo.
De ahí que la voz del guía se llame megaphoné en la versión griega, pero
sea vox copuli en la latina. Como el alma helénica única, reivindicada por los
helenistas, no ha llegado a existir más que televisada por el Imperio, éste es para
los griegos voz que llega de todas partes; pero desde la posición de los romanos,
como televidentes, es la voz que establece la cópula entre su presente imperial y
cualquier otra memoria, principal objeto de pillaje. El Imperio, "anfiteatro de
vivos y hemiciclo de muertos", se erige en symbolon redondo y sin fin que ofrece
fragmentos de todas las formas de ser habidas y por haber a vidas ávidas de
haber vivido, a una "existentia informata in omnibus formis" con vocación de
transporte público y arrebato continuo, una masa cuyo único perfil estable es el
de su movimiento continuo "en pos de nuevas noticias de otro aceite venafrano,
salmonetes de Córcega o yambos de Corinto, cenotafios de una tumba saqueada
7
en Tróade o grabados de la cópula del unicornio etíope, nuevos sones de
arcádicas zampoñas, flautas lacedemonias o siringas ibicencas, triclinios como
los de Misia, ajorcas como de Craso o leches como de Cleopatra, mil ánimas
condensadas para un tiempo disipado que no quiere perder el tiempo y los
pierde todos" (PI, I,42). Posibilidades de ser de personas y pueblos se tornan
elenco de figuras disponibles de ese "logos megafónico", y el presente común, el
Imperio, en co-lección de "katalogós" donde las existencias ojean y ojean
esencias y se llevan la más atractiva por la que puedan pujar. Pues la
legitimidad imperial ha cambiado su fundamento latino, la "licitudo populis", por
"populi licitati", publicidad: "El Imperio es un estrado de subastas donde se
trueca licitud por licitación, pues no hay patria que no sacrifique sufijos por un
interés más alto"(PI,III,25).
*
La catolicidad imperial exige que se pueda tratar y hablar con los muertos
de cualquiera como con cualquier ciudadano. Tras la cita retórica, el contrato se
extiende así "ultra inferiorum flumen" (DM, I,17) y "meta kumás metallaso"(PI,
I,45), y sibila mediante el imperio de la ley alcanza más allá de los ríos infernales
en polícromas visiones de una televisión que permite lo mismo contratar
fantasmas que hacer visible lo ilimitado de la iuris dictio. De ahí que Falofánes
califique a rétores y apóstoles de "protheos", en constante transformación para
abarcar como "episcopés" o supervisores la eternidad simultánea de la visio
beata a base de velocidad técnica en la sucesión de los somata semaforós o
cuerpos sensibles: como se puede ver, el tiempo se hace textualmente reversible.
La redefinición del personare confunde tradición y condición, genealogía y
lógica en simultaneidad tecnológica. Ya no se trata de haber estado presente
entre los ausentes, vínculo cuyo reconocimiento no puede darse ya por
supuesto. En la civitas universalis el público sustituye a la naturaleza como
criterio del natural de hombres y pueblos, y el simulacro reconocido a la
7
filiación. Mientras el Imperio saquea las tumbas del mundo para adornarse el
retrete, los advenedizos encargan a técnicos griegos de la palabra genealogías
que les hagan descender de los Curios o los Emilios. La cuestión ya no es
hacerse un nombre, sino hacerse con él, y los rétores ofrecen sobrados ejemplos
de cómo conseguir renombre de segunda mano, y pie, y anatomía, en hemiciclos
completos[...]
En sus disquisiciones sobre el nombre propio como denominatio originis
utiliza [Falófanes] una tajante distinción entre dos modos de significar, surgida
seguramente de sus trabajos con el Doxofobita y correspondiente a lo que hoy
llamaríamos "referencia" y "significación". Designa al primero de esos modos con
el término "kalkeion", o calco, lo que alude a la relación física directa entre
troquel y bronce; el segundo, "telesma", talismán, a la acción a distancia, lo que
se refiere tanto a la imposición de tributos como a la de un distante significado
celeste en un rito de iniciación. En tales términos, lo que el saber retórico ofrece
son calcos que funcionen como talismanes, es decir, símbolos: imágenes
intercambiables como signos pero inseparables como cicatrices de un pasado,
que permitan por tanto el libre intercambio de almas intransferibles[...]
[...]la himnosis o fascinatio (PI,I,23; HP, 64 y ss.) designa el efecto de esa
reunión: transmitir la presencia de los cuerpos como marca de autenticidad que
puede aplicarse o retirarse a voluntad de cualquier significado para convertirlo o
no en auténtico calco. Su maestro Ciclóstenes lo esbozó ya en líneas generales
en su disertación Perì kimbalós: "Toca un pandero, y los cuadrúpedos harán
hexápodos, los mancos dáctilos, y los renacuajos anfíbracos"37. El fragmento se
refiere a la costumbre ya anácronica en su época de acompañar la declamación
de versos clásicos con címbalos u otros instrumentos, por entender que tal era
su forma aútentica, calcada de la Grecia arcaica. Sin embargo Ciclóstenes
7
parece haberse limitado a lamentar la primacía de lo rítmico externo sobre lo
significativo en un tono satírico moral, en el que era acreditado especialista.
Falófanes, a quien ese género se le daba bastante peor, emplea en cambio
ejemplos tomados del foro, lo que dota al concepto de una dimensión foral
insospechada para su maestro. Así, en la sección III del PI aparece un rico
comerciante ilirio que alardea de su sangre romana y sus ocho apellidos
patricios, e incluso se ha hecho fabricar monedas antiguas con efigies de sus
ancestros. En alusión a él afirma el Eunuco: "Todo hijo de puta toma su
talismán por auténtica calcomanía, frenéticamente asido a lo que no ha sido... y
hasta pueblos enteros envidian una lengua que permite ser entendido en todo el
mundo y quieren ese esplendor para la suya, que jamás ha ido más allá de la
frontera de sus dientes, sin cruzarla. Por eso acusan al presente que se les hace
de silenciar una historia que no han escrito; y siempre en un pasado más
remoto que el Caúcaso o en las calendas griegas guardan oculto un verbo
materno efectivamente más antiguo que cualquier idioma: el baskaino38"
(PI,III,99).
*
[...] retruécano de Falófanes con el viejo adagio pitagórico, "soma sematós
sema somatós", para señalar que el cuerpo de los signos se convierte en signo
universal del cuerpo. De ahí que en su forma arquetípica, a la que siempre que
puede tiende, la himnosis utilice como mensaje del canal no sólo sonidos o
incienso, que hacen patentes sentidos parciales, sino una víctima entera que
haga el cuerpo presente. En el silencio del sacrificado se cumple esa palabra
mágica, que hace realidad sentida para los supervivientes la posibilidad de
cualquier comunicación y communio: "Parva imaginatio, quia vides credes; beati
qui non viderunt, et crediderunt" (PI, II, 29)
7
Se produce así la fascinante cancelación del tiempo con que Luciano
define pedagogía o psicagogía: "Si me sigues, yo te mostraré en primer lugar
muchas obras de los antiguos y sus admirables hazañas, explicándote sus
palabras y haciéndote sabedor por así decir de todo lo cognoscible (...) Ningún
hecho del pasado te será oculto, nada de lo que en el presente deba hacerse, e
incluso preverás con mi ayuda el futuro; en una palabra, todo cuanto existe de
humano y divino te lo enseñaré en poco tiempo"39. Sin embargo, la discusión
con los aticistas en que define el primer tipo de taumaturgia, la himnosis, le
permite advertir que tales comuniones intemporales en la palabra esconden
siempre algún silenciado cuerpo material a cuya costa se alzan. Como orador
bilingüe, Falófanes está especialmente bien situado para detectar en la presunta
comunidad intemporal del helenismo la sombra de la materialidad omnipresente
del Imperio romano. La oposición de los aticistas al latín es la otra cara de la
universalidad de éste, foro católico que el griego fué incapaz de conseguir pero
utiliza ahora para pregonar su propia ausencia, de la que le culpa. Y así, la
oratoria aticista se da a filigranas más bárbaras que los peores latinismos para
evitar que éstos penetren en su purísima lengua madre, de la que sin embargo
"vive exhibiéndola en estrados romanos ante públicos de todo el imperio venidos
por calzadas que arrancan de Roma" (PI, I, 64)
Ese encubrimiento del cuerpo del presente no es resultado accidental sino
esencia de toda taumaturgia o provocatio. El complemento necesario de la iuris
dictio imperial es la reclamación -en ella y ante ella- de otra identidad carnal y
silenciada. En realidad esa otra mitad es otro medio de la idiotez cumplida, pues
"intime danaos Roma referens" (PI, II, 21), y Roma, por su parte, encuentra en la
ausencia griega sucedáneo de la suya, perdida en el trajín omnipresente de su
cetro imperial: "Todo lo dicen en griego, como si a nuestras mujeres no les fuera
más vergonzoso ignorar el latín. En griego expresan los temores, las iras, las
alegrías, los goces, las preocupaciones; en griego vierten los secretos de su
ánimo ¿Algo más? Sí: hacen el amor en griego (...) cada vez que aparece ese
7
lascivo "zoé kai psijé" estás usando en público unos términos que dejaste hace
un rato bajo la manta"40.
El sincretismo imperial señala pues la conversión de la política en
importación y exportación de mores, entre los cuales el ius se convierte en un
souvenir del Lacio. Fabrica de recuerdos para ofrecer como presentes, de
presentes instantáneamente memorables, la función política se hace figuración
de la communio en símbolos que son talismán y calcomanía al tiempo. El saber
de la communio substituye a la comunión de los saberes, mientras el espacio de
la civitas aparece cada vez más como una balsa a la deriva. En un espacio
cotidiano desaparecido en la inmensidad del Imperio, el canal entre lo privado y
lo público se hace confesión religiosa o representación retórica, y el derecho
muere entre aplausos e incienso: "ius more ture moriturum"(PI, I, 56).
*
[¿Al señalar?] que la retórica ha convertido "licurgos en taumaturgos" (PI,
I,5), la elección de este término griego apunta inequívocamente a que la
degeneración del ius no es mera coincidencia con el auge del espectáculo de la
Palabra. El término taumaturgia indica que la degeneración de virtud en
virtuosismo es inseparable de la degradación del theorein en thauma, de la
contemplación en admiración, y que la transformación del foro en teatro va a la
par de la conversión de la reflexión en reflejos.
La universalidad de la forma es un problema con larga tradición en el
pensamiento griego: ¿cómo puede una idea ser universal y al tiempo causar
efectos en el mundo, que consta de particulares? Adoptando alguna multiplicada
forma sensible con la que no se confunda, de alguna forma. Ahora bien, los
tiempos han cambiado el planteamiento del problema. La mathesis universalis
correspondía a la dictadura del filósofo platónico porque una dialéctica de ideas
la requiere como instrumento ejecutivo en una materia dictada, homogénea y
7
abstracta. La retórica es la dialéctica del Imperio, porque el saber de éste es un
saber hacer con formas en que la fisis ya está entretejida al logos en una
historia: saber hacer con idiomas, no con ideas. Confrontada de hecho a
diversos universos, todos ellos únicos de derecho, el sincretismo imperial ofrece
una catolicidad de nuevo tipo, ya no basada en el ser, que en cada pueblo se
dice de un modo, sino en la manera de decirlo: una universalidad técnica. Una
comunión virtual se convierte en virtuosismo de una técnica que la hace patente
como objeto profesional suyo: la virtud.
Se trata de un desarrollo de la idea griega de areté, la virtud como "aretéficius" (HP,II, 7) o artificio, arte de articular cualquier materia con significado.
Iniciado por los sofistas 500 años antes, en el paso de Atenas a su imperio, el
virtuosismo idiomático resurge en esta nueva fundación de la cosmópolis. En la
tradición latina halla expresión en el aforismo "in medio virtus": entre significado
y existencia, entre los dos miembros en que se sustenta la realidad, se abre la
hendidura virtual, y justo ahí, en el medio justo, pone el retor el medio con que
cuenta para cubrirla.
Con ello altera la relación clásica con ella, lógica, ética y estética, según la
cual lo bonito de la verdad es que un cuerpo la encuentre justamente en aquella
forma que le corresponda. Con la aparición del rétor, un juego de palabras
convierte la justicia en suficiencia, pues una proposición se hará justamente
verdadera cuando guste a un número suficiente, es decir, los justos. Salvar el
abismo entre el ideal y la carne, lógica y técnica, se convierte en mero problema
tecnológico de ajustar el paso; y darlo sobre ese abismo ya no define el valor de
una u otra existencia, sino la existencia de una forma universal del valor: utopía
tecnológica definida como "extremo idealismo del medio que usa el idealismo
para quedarse en el medio y con los medios"(PI III, 54). En una palabra, el
problema de tender un puente sobre el jorismos platónico se transforma en
problema técnico del pontificado.
7
Conviene corregir la aberración óptica, fruto mayormente de la caverna
cinematográfica, que hace del imperator el cargo de máxima universalidad en el
Imperio: al contrario, hasta la época de Diocleciano, ya muerto nuestro autor,
este cargo seguía formalmente a disposición del Senado. De hecho los vaivenes
del mercado imperial a lo largo del siglo III llevan en ocasiones a comprar los
votos senatoriales para legitimar la entronización, y es sabido que nadie da nada
por nada (salvo acaso Heidegger).
La universalidad radica durante el Imperio en el cargo de pontifex
maximus, como ya indican el adjetivo y el doble requisito para mantener la
ciudadanía imperial: pagar impuestos y sacrificar al pontífice de Roma (otras
víctimas, se entiende, aunque el equívoco se diera ya en la época). De ahí el
interés del emperador por reunir ambos cargos. La antigua figura de pontifex,
que los romanos tomaron en préstamo a los etruscos junto con sus ciudades y
mujeres, designa al artifex pontis o pontonero mayor entre dioses y hombres.
Pero la paulatina divinización del imperator produce en su figura de pontífice un
corrimiento axiológico que reúne puente, abismo y riberas en una sola figura,
que Falófanes describe como "pontifex pontifactus".
En efecto, en el Imperio "los ciudadanos se desviven por vivir de verdad, lo
cual empero siempre sucede más allá de los muros de la ciudad o de la alcoba
del vecino". De ahí su necesidad febril de "éxtasis" o "excesus", de salir fuera de
sí a la terra incognita del cuerpo o la barbarie, pero igualmente de regreso al
logos, "felices de vivir para contarlo, pues contarlo es su forma de vivirlo". La
figura del pontifex pontifactus expresa esa nueva forma de universalidad, el
vaivén como modo de personarse un ciudadano que "sin trabajo ni descanso que
le valga discurre sobre los calendarios buscando un puente, uno que pueda
pasar y repasar perpetuamente buscándose a sí mismo en cualquier lado para
encontrarse siempre en el otro" (PI, III, 123). En la formulación del De miseria, el
pontificado responde a la conversión del "transitus" en "exitus in situ"(DM 47).
Como carencias y querencias se entienden también cosa y lugar, sólo que
7
distantes, el presente se vuelve búsqueda del exitus, a la vez exceso de la acción
presente y acceso de la pasión ausente. El éxtasis del éxito dispara una
redundancia tecnológica en que lenguas y memorias se amontonan en medios
con un único fin, el tránsito incesante. Naturalmente inalcanzable, pues todos
quieren pasar por el medio inmediatamente. Esa multitud perpetuamente en
estado de sitio provisional, en trance continuo, define al Imperio como "estado de
transición" obsesionado por las "obras públicas como pasión privada": en
especial, los puentes.
Ninguna mediación puede ser acción completa: no sin la pasión que la
consuma. Para ser verdaderamente católico el pontificado requiere que la pasión
consumidora esté siempre accesible en el acto; esto hace necesario que el acceso
de la pasión adopte un patrón católicamente reconocible. Cupiditas universalis o
panfilía es el término con que designa Falófanes ese canon universal del deseo,
que toma figura visible en el pontifex y convierte la relación política en figuración
litúrgica del acceso: que ya no significa el valor de acceder otro a uno, sino el
hecho de ceder uno a otro el suyo. El problema de acceder se convierte en el de
acceder al canon de acceso, Eros o Caritas: lo que, como se puede ver, se
multiplica recursivamente casi tan velozmente como los adverbios de un verbo o
los abogados de un misterio. Por eso el Imperio desarrolla la reproducibilidad
técnica del canon, en respuesta a su necesidad de procesos masivos de
canonización que hagan patente el patrón en cada pueblo: "pontifex more
standarte anima patentes facit" (DM, III, 54)41. De este modo, la enseña [¿...?]
*
[El symbolon es un objeto que] los amantes se parten en dos partes al
partir; así demuestran hacerse medios de una totalidad virtual, su reunión, que
simbolizará fin y valor. Claro que también puede hacerlo el comerciante como
comprobante de compraventa, para asegurar igualmente que unas existencias
7
necesitadas lleguen a otras que las necesitan; pero en este caso el símbolo se
queda en medio y se perpetúa como forma de toda cita y encuentro. Es obvio
que cualquier realidad escindida sirve como symbolon. Sin embargo, la
perpetuación del corte supone una inversión sumamente rentable: el símbolo,
recuerdo de la necesidad satisfecha, se torna imagen de la satisfacción
necesaria, cuya exhibición permite crear necesidad cuando se necesite, y avivar
la falta en los presentes reavivando la presencia de lo que falta. El símbolo, que
en un perfil de corte junta presencia y ausencia, materializa la sola acción
posible a la pasión, la espera. "Homeopatía pura", utiliza el mismo pathos que
pretende remediar: a saber, el pathos de la pasión, esa "querencia de querer
propia de hartos" que el Eunuco define como mal del "volovolo", o "volo
indefinitum", causa y efecto de la producción de "nostalgias en busca de
amantes"(III, 69), de simulacros de pasión que constituyen su enfermedad
profesional.
La tercería del Eunuco, "inter tristiculos duos informis tritumque tertium",
se descubre así reverso que completa la primacía del Pontífice: "Numero deus
impare gaudet". Pues la dualidad simbólica sólo es posible en un marco sin par,
pero otra cosa es que el synbolon quiera además reconocerse y reproducirse.
Báculo del pontificado, reverso del símbolo del simbolizar, en el Eunuco toma
cuerpo y cobra ánimos el poder de la impotencia que organiza toda historia por
no vivir una; él es la forma amorfa del exceso con que las partes tropiezan en su
intento de escapar a la forma católica del acceso: formalismo de la informalidad
que completa y redondea la información formalizada de los catecismos del Amor
en la casa de citas universal, symbolon del mundo que es la sola idiotez
completa [...]
Una administración de semejantes que no se entienden necesita
"producere et provocare" con los recursos del amor profesional la ciudadanía del
7
ciudadano, que incapaz de penetrar la cosa pública puede sin embargo adorarla
a distancia, a condición de tener una imagen apropiada en que amarla, y así,
amarse por partes interpuestas. La iuris dictio estalla en imágenes de esa
catolicidad que subsiste, como la puta o el retor, por no tener cara gracias a
tener demasiada:
"está mejor situado el que siempre, noche y día, puede componer su
rostro según la faz de otro, dispuesto a tirar besos y ensalzar a un amigo
que regoldó con elocuencia, o que orinó con brío, o que hizo retumbar el
fondo del bacín. Además, para éstos no hay nada sagrado o a salvo de su
turpitud: ni la matrona del hogar, ni la hija doncella, ni su prometido aún
imberbe, ni el hijo hasta entonces pudoroso. Y si no hay nada de eso, se
acuestan con la abuela de su amigo; lo que quieren es conocer los secretos
de las casas"42.
Confesor o portavoz, de la hendidura entre lo singular y lo común nace un
tipo humano característico, "ipse timendus est in publico, ipse in secreto"(PI, III,
18), que se apresura a alquilarla. Hombre-público, siempre él-y-otro al tiempo, el
"homo- heteros" ofrece a la realidad cómodas conquistas de virtualidades en
lugar y hora fija, y a una cualquiera de éstas, su homologación como "heterós".
"Las grandes pasiones nacen cuando los hombres se convencen de que se les ha
dejado de lado; en cambio, si creen ser el único poseedor, su deseo por así decir
se marchita"43. Naufragados en la nadería de su existencia, entre el temor y el
deseo de que el ojo del imperio repare en ellos, sus públicos se apasionan por la
inmediatez de la palabra a ellos dirigida precisamente por lo que tiene de oficio.
Saben que "Hermógenes habló con igual pasión a los de Esmirna, que sus labios
se abrirán mañana temblorosos para otros hombres, y el mismo gemido le
estremecerá incontenible por la pérdida del buque de Porción con treinta
cerdos"(HP 33). Y otro tanto sucede con Saulo-Pablo, homo-heteros capaz de
7
"amar lo mismo a efesios que a corintios, porqueros o caballeros, gentiles o
judíos" (PP $16). Tan prodigioso don de lengua capaz de adaptarse a cualquier
cuerpo para hacerle sentir único es lo que excita a los públicos: el simulacro de
arrebato del orador les permite dejarse llevar a su vez por la pasión sin dejar de
seguir reglas, por una fisis con garantía de urbanidad.
Así, si la retórica puede verse en el gran espejo de la política imperial,
también cabe hallarla asomada a espejos de mano más coquetos y adecuados a
las alcobas que las hediondas calígulas legionarias depositadas ante sus
broncíneas puertas. Erótica y retórica son vertientes esdrújulas de una misma
crisis aguda del pueblo llano. Atrapados en un presente que se confunde con
pasado y futuro en la promesa de un acceso ilimitado, el ser de los ciudadanos
no les es conferido más que referidos o proferidos al recuerdo o la promesa por
psicagogos o duces: en el Imperio, donde toda forma de ser ya ha sido
alcanzada, sólo queda como oportunidad de historia el instante del correrse, que
se quisiera perpetuo, de uno a otro de los personajes de un elenco concluso de
símbolos. La vertiente privada del sincretismo imperial es ese ansia febril de
prolongar ese momento en exitus constante y éxtasis sin término.
Erótica y retórica son "posturas de un mismo trabalenguas, el que enreda
la lengua de carne y la de aire" (PI, I, 17). No es azar que las mismas zonas sean
cuna de la segunda sofística y la novela milesia, misterios del verbo y
fascinantes heteras, técnicos y técnicas de un virtuosismo de la lengua al que no
importa el género. Apóstoles y retores nacen en lugares que no escriben la
historia, y su venganza consiste en situarse más allá de las diferencias que
aquélla dejó marcadas, en el reino de un omnipotente verbo hermafrodita que se
hace carne dónde y cómo quiere: en la ambigüedad de una palabra que es de
carne y de aire al tiempo, en la lengua, se simboliza la ambigüedad de la
antigüedad en su agonía. Saber qué y saber a qué, calco y talismán a un tiempo,
en persecución de sí otra y no la misma la lengua acaba por detenerse torpe y
como pegajosa ante ciertas hendiduras insondables, replegadas entre labios
7
burlones frente a su vana tentativa de engendrarse y saberse que la deja
paralizada en autoconciencia: ¿qué es la lengua?
Enojosa cuestión que se suele plantear durante el período, final o inicial,
de un ciclo, cuando la lengua tropieza con un amargo sabor de imposibilidad. A
intervalos más o menos regulares, parece que un goteo de posibilidades no
realizadas de un sistema de figuras cuajara en un único corpúsculo,
contrafigura de vida no engendrada que se ha de expulsar por labios
fantasmales que hablan sangre: un poder haber sido, coagulado, alumbra
entonces el ser del poder. En épocas de disipación sólo los cuerpos son
argumentos de peso para aliviar una palabra que se agota en busca de sentidos.
El destino de Apuleyo de Madaura es un espejo de esa techné rethoriké que lleva
al orador ante el tálamo y ante el cadalso44.
Apuleyo logra no perder el juicio y permanecer en el frágil territorio del
sentido común y el arbitraje público gracias a su habilidad retórica; otros corren
distinta suerte, o por las calzadas imperiales escapando de ella, como Falófanes.
Eros y thanatos señalan los horizontes entre los que el logos imperial pretende
abarcar la totalidad del ser y abrazar su propia potencia hecha cuerpo presente.
Entre profecías y refecciones, predicciones y reediciones de heroicos muertos y
accesos de pasión pautada por putas, sacerdotes y retores, los azares azarosos y
no azarados por las prisas del profesional se sumergen en el refugio carnal de
los orígenes. Y en esa mínima gruta de minúscula esperanza tantean las raíces
de la voz en la fisis, gemido y garabato, en busca de otro espacio en que abrirse
florecidas a otros que no sean el homogéneo to heterós que la técnica imperial
pone a su alcance. En busca, de una vez, de otros otros, mientras al otro lado de
las fronteras de la ciudad universal hierven los bosques de un rumor confuso
que se acerca.
"Y por eso hoy es objeto de honor sumo y principal éste que corre
rodeado de un enjambre de sacerdotes con túnica de lino y cabeza rapada,
como un Anubis, y se ríe del pueblo compungido. Cuando éste se retira,
7
(...) por una monedita, un judío te vende justamente los sueños que
deseas. Cuando ha examinado las vísceras palpitantes de una paloma, el
adivino de Armenia o de Comagene promete un tierno amante o el copioso
testamento de un rico sin hijos (...)porque el oráculo de Delfos ha
enmudecido, y atormenta a los humanos una oscuridad total sobre el
futuro"45
***
7
[EPÍLOGO]
Por más vueltas que le demos a la redondez del symbolon, nos
encontramos ante la imposibilidad de dar con un perfecto imbécil, lo que lleva a
preguntarse por qué no cesa entonces la lucha por conseguirlo ¿No es acaso
imposible "nec dare nec percipere per bacullum similes nostri", no percibir como
apoyo ni dar por báculo a quienes son semejantes símiles y semblanzas
nuestras? ¿No es en verdad imposible no forzar ni verse forzado a carne ajena
para hacer presentes ausencias propias, y perpetuos viceversas?
Al respecto nos ha llegado apenas una expresión, transductio more
instantaneo de se ipse, o seductio, que de aceptar la reconstrucción de la obra de
Falófanes aquí aventurada permite algunas conjeturas. En primer lugar, que
traducir esa expresión como "traducción simultánea" parece un error de
traducción. Pues similitud simultánea entre instantes sólo cabe en una televisio
que los abarcara todos en una vez. Desechada la posibilidad de la idiocia
imperial, mas correcto parece traducir esa traducción more instantaneo como
instantánea, o instante: cuya forma de estar es instar ya a su símil porque, al
instante, inestá.
Si no hay ductio ni dictio superlativa, queda la seductio relativa; si no hay
paso entre dos voces cualesquiera que no las haga cualquieras, en cambio cada
una alberga virtualmente todos los caminos, hogar de virtud en que todos están
instando. Frente al homo viator, que instituye en estado el movimiento de
salvación, surge para esfumarse instante la silueta del viator ad hominem,
enigma instado a una humanidad que nadie puede asegurarle, sino otros, que
nadie puede asegurarle, instantes e instados como él.
Queda pues la paradoja de una palabra sin término, tránsito nunca
asegurado que es sintaxis, no éxtasis transido al término sacro que define lo
infinito demasiado tarde, siempre un instante demasiado tarde. No queda pues
sino trance en cada trance que es ola y adiós al tiempo, sino estela confusa que
7
es pañal y mortaja del amar en la tierra, celaje de una cuna de noche y
meteoros, trayecto hilvanado a penas de quien sabe que se pierde tras la cara
oculta de la Luna: "vano adiós de carmín, sobre un espejo sin bordes, a ese
rostro en que lo incierto se asomó por un momento al nosotros".
***
7
ABENJAMÁS
para Miren46
Estamos en el siglo V d.H. (XI d.C.), y como se sabe, los sultanes selyucidas
acaban de imponer la hegemonía turca sobre el califato de Bagdad. El turco y el
persa se afirman como lenguas islámicas, cortando en dos el espacio lingüístico del
árabe. Del lado de allá, al Oriente, en centros de la cultura musulmana tan
importantes como Isfahán o Hamadán el árabe queda reducido a lengua religiosa,
situación que provoca un auténtico fervor recopilador de tradiciones orales, cuentos
y repertorios biográficos. Más acá, en Palestina, cae Jerusalén en el 1099 d.C., y los
cruzados amenazan centros vitales de la cultura y la memoria islámica; arrojados
por las armas, ocuparán su puesto comerciantes catalanes e italianos por todo el
mediterráneo. La ortodoxia sunnita se afianza en extensas áreas del Islam,
amparada en una voluntad de defensa que parece más justificada que nunca.
En el lejano oeste la situación no es mucho mejor. Desde 1032 la situación de
los musulmanes peninsulares cambia bruscamente con el desmoronamiento del
califato
omeya;
o
como
dice
la
Crónica
General,
"estonces
los
moros
desmoronáronse, e sin saberse quienes se eran partierónse cada cual a su parte en
muy grand desorden...et desta guisa a andudo el regno de Cordoua fastal tiempo que
passaron los almorauides dallend mar et fue rey dellos Yucef Abentexefin que cobró
todo el regno de Espanna yl ouo" (780, p.466)".
Los cristianos recobran partes
sustanciales del territorio hispánico, hasta que el integrismo norteafricano ya no vea
en Al-Andalus sino un mero colchón fronterizo, y en sus peculiaridades culturales,
degeneración urbana reacia a la inexcusable yihad. En medio, como un oasis o un
espejismo, se extienden los sesenta años de las taifas.
*
Entre la Sevilla de Almutamid, el rey poeta, empeñado en poco menos que la
reconstrucción del califato bajo su mando, y la minúscula corte de Tortosa, se
extienden escenarios de todos los tamaños y clases cuyo solo denominador común
parece ser lo pomposo de sus denominaciones. El período de taifas altera también la
condición de un tranquilo rincón del califato omeya, que se convierte en frontera
avanzada con la cristiandad y eje de la política peninsular. En Sharq al-Andalus,
oriente del occidente musulmán, despunta entonces un verdadero cenit de las letras
árabes en el ocaso del islam. Como señala un ilustre arabista, al florecimiento de la
lírica levantina contribuyen la "fiebre diplomática y cortesana" que la nueva situación
desata, la pureza del árabe hablado en el balcón mediterráneo frontero de Siria y
83
Egipto, y por supuesto "lo que la naturaleza valenciana pudo inocular en sus
poetas"47.
"Las pulgas bailan allí al compás de los mosquitos", aseguraba irritado AlHusri de la Valencia de la época, "la más resplandeciente de las ciudades", según
afirmaba uno de los locales, Ibn al-Zaqqaq. Acaso sea descripción más ecuánime la
de Ibn Hariq: "si alguien dice que es el lugar donde la vida es cara y diluvian sables y
lanzas, respóndele que es un paraíso cuyas colinas cercan dos cosas odiosas, el
hambre y la guerra". La Valencia almorávide parece haber sido una ciudad con
exceso de población, y aquejada de carencias y carestía crónica, debido a la
proximidad de la frontera y el esfuerzo militar. En todo caso, nombres como los de
Ibn Jafaya, el poeta de Alcira apodado "el jardinero" por sus magistrales
descripciones de la naturaleza, su sobrino al-Zaqqaq, o ar-Rusafi, entre otros, son
testimonio de la fertilidad poética de la ciudad y la huerta valenciana, "donde todo
instante es alba y el levante en sus cestos viene cargado de dulce frescor".
*
Abu l-Mutarrif `Abd al-Rahman ibn Hammas al-Quyairí, conocido entre
cristianos por Abenjamás, debió de nacer con el último tercio del siglo XI, pues se
nos dice que "acababa de posar sus labios en el néctar del matrimonio" cuando se
desbordó, arrasando las huertas y el gran puente de la capital, el río Turia, suceso
fechado en Octubre de 1088/48148. La familia era oriunda de Córdoba, de donde las
turbulencias del último período califal la habían arrastrado hasta la frontera media.
Su padre parece haber conservado una pequeña heredad, no lejos de Molina, al
trasladarse a Valencia ante la aproximación de la frontera castellana; lo que con
certeza conservó fueron buenas relaciones en la zona, en particular en la corte de
Albarracín, que resultaron sumamente útiles al joven Abenjamás tras la ocupación
de Valencia por el Cid (1094).
En efecto, al enumerar los desafueros de éste con los creyentes dice Ibn
`Alqama49: "Transcurrido un tiempo desde el martirio de Ibn Yahya, ¡Dios le acoja en
su seno!, a oídos del Campeador -¡Dios lo maldiga!- llegaron unas coplas que corrían
por la ciudad y con lengua más doble que turbante de beodo (sic) cantaban su arrojo
al saquear castillejos y las brillantes circunstancias en que partió de tierras de
infieles, su triunfal entrada en Valencia, la gloriosa salida de sus pródigos yernos y
los yermos vientres de sus hijas, tan prestamente repoblados. Mandó [el Cid] prender
83
al zalmedina Ibn Fatuh y otros notables, a quienes conminó a revelar el nombre del
autor. Mas como sólo un profeta puede decir lo que no sabe, callaron. Acusó luego
uno de sus renegados sin mayor fundamento a Ibn Hammas, el alfaquí, a quien
sabía criado por la parte de Medina Çelim y entendido en la lengua y los casos de los
idólatras. Hubo entonces de refugiarse [Abenjamas] con los Banu Razin, quienes
fingieron retenerlo cautivo, aunque secretamente se regocijaban en hacerle recitar
ante sus huéspedes, pues el hayib `Abd al-Malik gustaba de rodearse de cantores en
las dos lenguas y era amigo de las artes y las ciencias."50 O como dice la Crónica, "et
plogole tanto a ese Barrachina como trovaba las fazañas del Cid que non ouiendo
huebos dello touol con muchos buenos dones et muy grand guisa por todo el tiempo
que y estudo, et el moro gradesciolo con coplas y cantares que preciauan todos, que
desde Medina Çelim e Gormaz andauan los oir, e truxamanes pusieron los en
romance, e trovaron los juglares"51.
Lo cierto es que no hay en la época constancia alguna ni de las coplas, que
ningún cronista valenciano pudo o se atrevió a guardar por escrito, ni siquiera de la
autoría de Abenjamás, como muestra la cauta expresión utilizada por `Ibn Alqama.
La fecha del suceso es incierta, y por tanto también la duración de su estancia en
Albarracín52. Tras la conquista almorávide (1103) regresa a Valencia y se instala en
una alquería junto al Júcar, no lejos de Qulyair, la actual Cullera. Ibn Jaqan nos
informa de que era buen geómetra y jurista, y de que organizó diversas mediciones
topógraficas en la comarca de la Ribera, tras las grandes inundaciones de 1088 e
igualmente a raíz de los repartos de tierras tras la ocupación almorávide. Dedicado a
sus quehaceres y su vida familiar, en la calma de la huerta, muere alrededor del
530/1136, dejando dos viudas y una numerosa descendencia.
*
Contemporáneo de Almutamid de Sevilla, de Abenguzmán y de Yehuda Ha
Leví, Abenjamás es prácticamente desconocido como poeta en una de las épocas más
brillantes de ese género en la historia de Al-Andalus. Apenas encontramos
referencias a él en autores que fueron sus contemporáneos. Por Ibn Bassam
sabemos que "frecuentaba muy poco a los otros hombres de letras, viviendo casi
recluido en el campo; unos dicen que por timidez natural, que en él fué siempre
excesiva, otros, que por el temor a los hombres que le dejó en el alma la ocupación
83
del Campeador". Sólo en una ocasión consta su presencia en la munia que fuera de
Ibn `Abd-al-Aziz, donde se reunía la sociedad literaria. De todas formas, es seguro
que conoció a su vecino Ibn Jafaya, "el jardinero" de Alcira, y por tanto es muy
probable que a su sobrino Ibn al-Zaqqaq. Asímismo consta que trató a Ibn al-Sid al
Batalyawsi tras establecerse éste en la capital hacia el 510/1116. Su escaso círculo
ilustrado se completa con la asendereada figura de Abenguzmán, a quien
presumiblemente debió de ayudar a subsistir en un par de ocasiones.
Su retraimiento de los círculos literarios cortesanos explica igualmente la
escasez de noticias acerca de sus obras53 De su poesía nos dice Ibn Jaqan lo
siguiente: "Nunca publicó sus versos, y evitaba cuanto podía leerlos ante otro público
que sus amigos. Sus poemas parecen a veces prosa medida, pero algunos los
encuentran buenos en su llaneza. No le gustaban los alardes de erudición, a tal
punto que escribió una maqama para burlarse de quienes los prodigaban". Es
segura su autoría de diez poemas completos y algunos versos sueltos, conservados
por diversas vías, aunque ignoramos la extensión total que pudo abarcar su
producción poética. En cuanto a la calidad de conjunto de la misma, es difícil de
evaluar, al no haber ningún Diwan que permita un análisis profundo.
Otra cosa es su prosa. Ahí ya hay, completa, una Litera del literato literal, por
salvar la aliteración del título original, y que no es otra que la maqama satírica a que
alude Ibn Jaqan en la cita anterior. Como matemático y geómetra, se le atribuye un
texto sobre la medida del espacio "fundada en lo par y lo impar, que relacionaba con
los principios de la generación a la manera de los griegos", aunque esta noticia es
sospechosa por proceder del círculo masarrí de Ibn al-`Arif, en Almería, ansioso
siempre de autores en que apoyarse y distante del autor; además, ni un solo
fragmento de esa obra se ha conservado. Y está, por último, el texto al que Ibn alJatib se refiere como Risala del peregrino descarriado, "confusa epístola alegórica
sobre la peregrinación [a la Meca]", que podría ser el mismo que mencionan Ibn
Haraut al-Mursí y otras fuentes como Risala de la caravana, y que siguiendo a los
orientalistas modernos llamaremos Risala del desierto.
*
La naturaleza es escenario cuando no materia principal de las composiciones
líricas de Abenjamás. Ya los críticos árabes señalaban de los poetas andalusíes "su
afición por llevarse la belleza al huerto, a la alberca y el ciprés antes que a la tienda o
83
a palacio". Pero la de Abenjamás es una naturaleza que huye incluso del jardín de la
tradición, a los campos y los montes donde vive y trabaja el autor. La obra poética
sobrevivida muestra la detallada observación del topógrafo, del hombre que pasa su
vida entre las criaturas de la naturaleza y no las reconoce en sus estereotipados
signos tradicionales, sino con sus sentidos humanos. Así, la luna que deshilachada
se asoma entre los montes y el nublado para contemplar la reconciliación de los
amantes es "sonrisa de naranja entre las muelas/ de piedra y las de algodón"; y en
una tormenta de verano sobre la costa, "la noche desafiante tiende sus tiendas
negras/ ante azules muros de almenas blancas". Esa fidelidad a la naturaleza lo es
también, claro está, a los sentidos por ella creados para admirarse: "blando espejo
que recorre tus suaves praderas,/ estremecido asciende a tus cumbres tibias,/ se
pierde en el vello enzarzado de tus barrancos", el cuerpo encierra las claves de la
creación entera. Esa misma sensualidad lírica se manifiesta como sensualismo
radical donde se alude al problema del conocimiento, y en especial a los atributos
divinos.
Ejemplo patente de esa fidelidad a los sentidos nos dan esos versos en que el
amante chasqueado regresa "con más dardos en el pecho que espinas en el trasero/
de la chumbera que aun chafada se ríe bajo tu alféizar". Compárese estampa tan
poco noble con la del amante de Ibn al-Zaqqaq, que exclama "!Cuántas [veces] llegué
a las tiendas de su tribu/ con valor mas buido que mi espada!": se entiende
enseguida por qué Ibn Haraut, que tan a gala tiene siempre su refinamiento, cita los
versos de Abenjamás como ejemplo de tosquedad andalusí diametralmente opuesta a
su ideal de imitación del oriente. Pues se trate de Bagdad o de Alepo, de Abu Nuwas
o de Mutannabi, la lírica en árabe tiene ya establecidos casi desde sus comienzos
modelos metáforicos prácticamente inmutables. El resultado es que elegancia y estilo
estriban en hallar una combinación insólita de un catálogo cerrado de imágenes, las
de la poesía beduina, tan familiar a todo hombre culto como ajenos a su experiencia
son los objetos nombrados. Pero otro es lo que Abenjamás piensa de la imagen
poética:
"(...)ídolos pasajeros, no engañan porque no duran ni en manos de
nadie tienen lugar ni hora [de aparición], pues las oraciones no los conjuran,
los tratados [de retórica] no los enseñan, los imperios no los conquistan ni los
muros los retienen. Por eso es casi seguro que sea un farsante quien sigue
atando sus cuerdas a las estacas de tu tienda, cuando los dos vivís desde
83
niños tras recios muros de ladrillo, o quien al viento nocturno riza el follaje
como cabellera de etíope, sin haber rebasado nunca en su mula el `amal de
Quirbiliân [partido judicial de Carcagente]"54
No se trata pues de un ataque personal a su paisano al-Zaqqaq, como se ha
querido suponer a veces: ¿cuántos valencianos de la época podían presumir de
haber visto una jaima o un oasis? Su rechazo de las figuras tradicionales se debe
antes bien a que no expresan lo real sensible, lo presente. Por contra, las imágenes
poéticas debieran ser como las nubes: "Allí se abrazan en lechos de aire amantes/ a
quienes no da cobijo ningún techo terreno": encuentros que forman su propio
espacio, presentes que se regalan en un lecho de voz.
En vísperas de la invasión almorávide, esa conciencia de la singularidad del
presente se agudiza hasta lo insoportable en todas las facetas de la singular
civilización andalusí. Una conciencia que hallamos ya en Abenhazán de Córdoba:
"perdóname pues que no traiga a cuento historias de beduinos o de antiguos, pues
sus caminos son muy diferentes de los nuestros [...]". A cualquiera que tenga ojos y
atienda a su testimonio se le impone por doquier la evidencia de que los andalusíes
bien poco tienen que ver con el Hiyaz de los poemas beduinos, ni siquiera con la
Ifriquiya islámica. Pero entonces ¿quiénes son?, ¿qué es ser andaluz?
"En nuestros días... a resultas de un largo trato, los andaluces se parecen a
los Galaliqa en las vestiduras, los emblemas y un gran número de costumbres y
maneras de ser que se manifiestan incluso en la pintura de figuras en los muros, los
edificios y estancias"55. Claro que esta opinión de un musulmán no dista mucho de
la que acerca de los cristianos ibéricos expresa el anónimo redactor francés de la
"Chronica Ludovici", "hispaniae christianae gentes per tactu pertinace arabigae
gentis indiscernibiles sunt"56.
Ni árabes cristianos, ni latinos islámicos, o las dos cosas a un tiempo, la
esencia más propia de Al-Andalus es no tenerla, ser frontera: espacio de tránsito y
mudanza donde los contrarios coexisten y "dos calendarios son ciertos a un mismo
tiempo". Sin techo, sin palacio, sin califa, y pese a ello existente, la impotencia de los
poetas para alumbrar nuevas metáforas de ese presente común, su medrosa
necesidad de aferrarse a los harapos de las antiguas como a mantos de reyezuelos,
83
dejan de ser mero objeto de sátira literaria para servir como espejo del insostenible
presente de las taifas.
*
El califato reunía dos ámbitos de realidad, historia y profecía, lo profano y lo
sacro. Igualmente su expresión cultural, el `adab o ilustración, permitía llegar con
un solo lenguaje lo mismo al lado del califa que a los desocupados de las plazas. Esa
tensión armónicamente resuelta que caracteriza el esplendor de una cultura
encontró expresión literaria en el saj', prosa entreverada con los recursos formales de
la poesía: demostración de que la clara exposición de un asunto de Estado no está
reñida con su belleza, ni la seriedad de un asunto jurídico con el placer del diálogo,
ni la verdad de un pensamiento menoscabada por la belleza de los velos en que se
envuelva, y que, en fin, el conocimiento alcanzado según la frase del tiempo tampoco
diverge de la imagen eterna de la profecía.
Historia y visión profética se empeñan sin embargo en separarse desde que
Almanzor inaugura la separación de funciones temporales y espirituales del califato.
Y si en la historia se multiplican aceleradamente banderas y signos, hasta
convertirla en maraña de alianzas que obliga a afinar el cálculo, el fondo común se
abisma invisible en mística inefabilidad. Implacable articulación del silogismo
político o inarticulado gemido extático de sus conclusiones, en el máximo esplendor
de las taifas a fines del siglo XI el desarrollo de círculos sufíes marca el contrapunto
a la difusión de la lógica (Abu Salt) y las primeras síntesis aristotélicas (Ibn Sid,
Avempace o Abentofail). Un proceso que desembocará en la obra de Averroes y su
controvertida "doble verdad": reconocimiento de una separación ya irremediable que
sentencia a muerte al territorio en que la duplicidad y el desplazamiento
interminable de sentidos se erigen en institución, y el ta´wil, la interpretación, en
código obligado.
Ahí, en ese insostenible país del presente, el adab se ha vuelto erudición y el
saj' otra metáfora muerta: la de una universalidad que ya no hay, el estilo de un
"hombre total" inexistente, el idioma de un espacio imposible. Y así el poeta Ibn Burd
ya se siente obligado a desear en el prólogo a su recopilación "que el género de la
prosa no se separe del verso, ni se aleje el orden de lo petrificado del orden de lo
fluido, para que este libro mío sea tan perfecto como las bodas del día y la noche y la
mezcla del agua y el vino". Loables deseos, "como una esposa hermosa y fiel, o un
83
visir inteligente pero incapaz de concebir para sí estado más provechoso, o un cálido
verano pródigo en nieves", conviene Abenjamás: "para quien tal ofrece se dijeron las
palabras del Libro: pues tales promesas son ídolos durables, en que la cobardía da
por hecho lo que quisiera [hacer] y el capricho ofrece a la vista junto lo que al
hombre le es dado si acaso alcanzar según el tiempo [es decir, sucesivamente]".
También la metáfora califal deja de ser presente sacro en que los contrarios
coexisten. Y también sus símbolos, arrastrados en la tumultuosa sucesión de
sucesos enfrentados, se convierten en "momias que cabalgan y ganan victorias", en
"caballeros a los que el tiempo hurtó a hurtadillas la cimitarra y el cuerpo, dejando
sólo blandas vainas que blanden osados nombres usados". Cuando Abenjamás
describe así las metáforas muertas de los poetas, no hay que ir muy lejos a buscar
su modelo:
"Todas las tropas almorávides, magrebíes y saharianas, así como las
andaluzas, se habían reunido a las órdenes de este príncipe, al que también
se habían incorporado Ta'yid al-Dawla, señor de Lérida; Sayyid al-Dawla,
señor de Tortosa; Husam al-Dawla, señor de Santaver, y Nizam al-Dawla,
señor de Alpuente, todos los cuales sin embargo habían de desmentir con sus
nombres sus sobrenombres"....57
Nombres que desmienten sobrenombres, actos que desmienten palabras a las
que sin embargo necesitan para osar realizarse: tal modo de significación encuentra
su fórmula quintaesenciada en la ficción jurídica que legitima el poder de cada
"malik", o más a menudo "hayib": la de ser delegado, representación de un califa
inexistente. Como las jaimas de los poetas, los reyes de taifas son versiones sin
original, metáforas sin sentido propio que los propios sentidos conozcan: fragmentos
que forman por sí solos un presente y no saben sin embargo darle nombre propio,
por lo que recurren, cada vez más en vano, a vanas "armaduras de polvo y aire"58.
Califato multiplicado, la milagrosa armonía aparece al alcance de cualquiera como
relajada mezcolanza; la imagen se torna fórmula burocrática, y el saj', alfabeto
ordinario de lo extraordinario en una vida civil que la retórica de una poesía a sueldo
salpica por todas partes de acontecimientos culminantes y reyes sin par.
83
La concepción de la metáfora como "lecho de aire" lleva implícita así la
cuestión política más acuciante en todo el islam, la del califato: ¿existe un lugar en
que los dispersos fragmentos formen presente común?; ¿se trata de un lugar, o de
muchos?; ¿inmóvil o mudable?; ¿cuál es su naturaleza? Pero ese espacio
inconcebible, a su vez, no se legitimaba sino como metáfora del "lugar" donde surgen
las imágenes de las criaturas, las diversas reuniones de atributos que forman el
mundo: como metáfora del metaforizar mismo, figura del acto de creación del
mundo. Es en esta perspectiva teológica y política, harto más amplia que la simple
querella de antiguos y modernos, en la que hay que situar la actitud de Abenjamás
ante la rígida metafórica de la literatura en árabe, y en particular la maqama "del
literato literal" que pasamos a exponer.
**
En "el literato literal"
59
el hilo argumental es el viaje que emprende en su
litera un escribiente pedante, viaje que se promete feliz pero resulta sumamente
accidentado. En un ameno paraje se detiene a descansar, y atraido por "los granados
corazones de la primavera", los arranca con avidez de la rama de un cerezo, de la que
comienza a chorrear sangre casi al mismo tiempo que de su boca; el genio que entre
los vapores del humeante charco se alza le recrimina su ansia glotona, y le informa
que aquellos dominios son uno de los límites del mundo, y además, suyos. La pena
que a continuación le impone denota un sentido del humor que sólo cabe calificar,
cuando menos, de peculiar: desde que el pedante se da media vuelta, contempla a su
alrededor un país mágico, poblado por un bullicio de metamorfosis constantes a las
que no hay ocasión ni tiempo para dar nombre de seres, pues al ir a hacerlo ya lo
son. Así, cuando presa de la sed halla una poza, se lanza a la tal "loriga de plata" y
se hace un chichón hermoso; la "pálida mariposa del desaliento" en sus labios atrae
entonces la gazuza de un vencejo que en vuelo bajo se la lleva en el pico; cuando "la
guadaña de plata pasa impasible entre leñosas manos que imploran", una copiosa
granizada de támaras y troncos le cae encima, y si bien esa luna podadora le colma
de chichones le proporciona con qué invocar "lenguas de ardiente danza" para
calentarse la noche, cosa que en efecto hace, aunque la zambra vocinglera de tan
cálidos huéspedes no le permita dormir un instante. Más adelante, cuando se acerca
el alba, "empapadas fustas golpean a la blanca esclava entre las copas vacías":
metáforas habituales para la lluvia, la aurora y las estrellas respectivamente, que al
83
enceguecido protagonista sin embargo le llevan a abalanzarse bastante bebido hacia
"el etíope en retirada", es decir la noche, que iba tras lo de la luna es decir del
muchacho, para pedirle por favor que le deje a él también manejar sus "látigos de
nafta", es decir rayos, con el resultado de que el etíope, irritado, tras fustigarlo lo
sodomiza.
El hechizo del genio no es otro que la escenificación de las metáforas en
sucesiones históricas. Historia que no puede resultar ya sino descabellada sucesión
de incongruencias, las de sentidos que mantenía suspensos y unidos la
simultaneidad de una visión ajena al tiempo. Desatados por éste, el escenario se
brinda ya sin trabas a todos los alardes de virtuosismo, y Abenjamás se lanza a ello
sin recato, protegido por su falacia argumental que hace responsable de los mismos
al pedante, o en todo caso al genio. Así, durante una noche y un día el sol
desenfunda su espada y caen sobre el infeliz poetastro pesadas lonchas de plomo
azul que le abollan casco y soporte; las ramas a que tiende su mano famélica se la
atraviesan, como cumple a "ubérrimas lanzas", lo que obliga a tal "paloma herida" a
buscar "un nido en tu palmera": algo que la dama requerida no le niega, por ser de
cintura holgada, si bien aprovecha para intentar freirsela en el acto, previamente
desplumada con los dátiles a modo de condimento; ya se ve perdido el infortunado
cuando los labios se le entreabren a la viuda en la excitación del triunfo y se
descerraja sobre la dulce lid un alud de perlas, o sea que en la noche se le ven los
dientes, y se expande por doquier el ardiente siroco de su aliento; por suerte el
perlífero diluvio apaga el fuego por percusión en los atabales de la dama, que con el
parche al aire clama "¡ciega de amor, para tí lato y palpo, y palpito!", y al poeta,
rodando inconsciente, le arrastra hasta un campo de luceros y esmeraldas, lo que al
despertar le hace prometerse mejor fortuna.
Mas todo se tuerce de nuevo en la taberna en que busca socorro, cuando el
posadero toma las esmeraldas por vulgares arrayanes, los luceros por margaritas y a
él como es lógico por búcaro, pues se trata de un nasrani que ignora la sublime
lengua del profeta y sus sentidos ocultos. Contrito y pobre el florero sobre una mesa,
expuesto al esputo y las befas de los clientes, su malquisto reposo se acaba en
cuanto resuenan voces árabes en la sala y recomienza la danza de sus metamorfosis,
a lo que da pábulo un despabilado santón que le hace pábilo la flor y candil la boca,
mientras lo esgrime ilustrando un discurso sobre la verdad. Arde el local, acuden al
sofoco de las llamas todos, y el crepitar de tan alígeras lenguas de púrpurea saliva
83
vuelve a su ser al malhadado poeta chorreando lametones de vinazo; el paso de las
horas le deja entero como un acerico, cosa normal cuando se trata de "las flechas
que lanza el arco incansable" del sol en el horizonte, y así prosigue endemoniada y
sin tregua su mudanza, sin otro de firme que su desventura.
Un mundo bastante incómodo del que por fortuna viene a sacarlo, cuando al
cabo da con ellas, el consejo de sus "columnas inconmovibles", que, menos mal,
hablan árabe como corresponde a príncipes antiguos, tienen los dedos tiznados de
azul "de tanto tocar el cielo", y se tocan la cabeza con "brasas inextinguibles", es
decir, fama, lo que les hace calvos y de continuo irritados por un olor a chamusquina
que perciben por doquier sin saber localizarlo. Su consejo, que se mostrará eficaz
contra el hechizo del espejo, es decir del arroyo del comienzo, no es otro que
"morderse la lengua": cosa que el poetastro hace al cabo no sin que antes "le estrujen
el pecho las uñas insaciables de la duda", lo que permite a los príncipes cobrarse el
favor con la obtención de un excelente orujo "de lumbre", es decir sangre. Mordida su
lengua en toda la literalidad de la metáfora, se detiene el paisaje de la mudanza, y
aunque mudo, el poetastro retoma su camino y gana la casa de su amada, que
irritada por el retraso le ha dejado por otro. Sin que el enmudecido pueda, como es
lógico, explicarle lo acontecido.
*
La "traslación" de sentido entre dos figuras que define la metáfora es, a su vez,
una metáfora, y el espacio de la misma, figurado: el reino del genio. Mas al entrar en
contacto con el tiempo histórico, con el poetastro, esa traslación se convierte en
literal, en un inacabable correcalles, y la coexistencia simultánea de atributos
dispares se dispara en atropellada sucesión de cambios. Esto se aplica en primer
término al califato como "espacio" mundano en donde conviven figuras e intereses
dispares; pero sobre todo a la palabra que legitimaba esa pretensión suya de marco
universal, la palabra divina en la que surgen y coexisten los dispares atributos que
forman el mundo. En los pueblos del Libro toda concepción de la metáfora rebasa
necesariamente el ámbito de la estética para incidir en la cuestión de la semejanza
en su sentido eminente, la semejanza entre las criaturas y el creador.
83
"Y cuatro han de ser sus pies, pues así está escrito, como también que
a semejanza suya creó los que vemos en este mundo"60
"Según esto, la voluntad atribuida al Ser primero y la atribuida al
hombre se dicen equívocamente, lo mismo que sucede con la ciencia y los
otros atributos cuyo modo de ser en el Ser primero no puede ser el mismo que
en los seres producidos"
61
¿Cómo entender lo que se dice de Dios? ¿Cómo va a entenderse la lengua,
cuando está aplicada a los atributos divinos? El problema genera una variedad
inmensa de posturas en todo el Islam62. Descartados los dos extremos concebibles, a
saber, la literalidad absoluta y el carácter alegórico de la totalidad del texto, la
cuestión estriba en definir qué partes han de tomarse en sentido literal y a cuáles
hay que suponer otro figurado. Se trata pues de definir inequívocamente el objeto del
saber interpretativo, o ta'wil: ¿qué ha de entenderse en sentido propio por "figurado"?
Tal definición de lo figurado viene a complicarse sin embargo por la
prohibición de las figuras materiales que el Corán establece. Pues es obvio que el
sentido propio de esa prohibición se refiere a esculturas o pinturas materiales, y sólo
figuradamente a las figuras de lenguaje. Pero en ausencia del sentido propio de la
figuración, cuyo conocimiento es condenado, ¿cómo definir "lo figurativo" en sentido
figurado, es decir, las figuras de lenguaje que han de ser objeto de interpretación en
el texto coránico?
Una vía es argüir que el sentido propio de la figuración tampoco es la mímesis
de cuerpos animados, sino su reproducción: la embarazada, y no el pintor, es quien
crea propiamente una figura. Esta solución permite obviar la prohibición coránica de
figuraciones pictóricas o literarias, pero las invalida como sentido propio de lo que es
sentido figurado, que era el problema. Y además crea otros más graves, pues si se
define como sentido propio de la figuración la gestación, ¿significa que han de
entenderse figurados aquellos textos que se asemejen a ella? ¿Y en qué: en la
hinchazón, en los antojos, en la duración? Es más, ¿significa eso que el corán tiene
prohibida la reproducción?
También cabe apelar al sentido figurado de esa prohibición coránica de
figuras, es decir, a que lo prohibido no es propiamente la figuración del sentido
propio ante los sentidos ajenos, sino la apropiación de los sentidos ajenos mediante
83
la propiedad de lo figurado, como en Abenmasarra, o bien lo contrario, como en
Alfarabi y Aljaraute. Pero nuestro propósito no era detenernos en los problemas de la
exégesis coránica, sino señalar por qué la teología del islam hace de la analogía una
cuestión crucial (dicho sea en sentido figurado, naturalmente).
Común a tan diversas escuelas hermeneúticas es sin embargo suponer que
los diversos significados del texto preexisten a una interpretación que, en
consecuencia, sólo los exhuma63. Porque también pudiera pensarse que en la
metáfora no hay desplazamiento de algo subsistente entre una figura y otra, a saber,
sentido, sino que el sentido lo es siempre de un desplazamiento, en el que primera,
segunda o enésima figura son paradas que van definiendo un único plano por el que
transitan. Naturalmente, esto es tanto como decir que la supuesta interpretación no
encuentra, produce esas figuras de sentido en el texto que recorre, hasta donde
alcanza a verse, sin fin alguno. Por eso la caravana avanza a ciegas, sin poder ya
retroceder ni anticiparse lo más mínimo a lo por venir. No hay dónde ganar
perspectiva en la absoluta llaneza del arenal, no hay previsión ni providencia, no
más que la de un camello. Hombres, bestias, mercancías, están ya ahí,
irremisiblemente, y avanzan de incidente en incidente sin otro hilo que su caminar.
Nada de rumbos, la frontera del tiempo es el presente en este desierto en que el
suceso y su narración son estrictamente simultáneos en origen.
Aparecidos de noche en mitad de un arenal, no sabemos de dónde vienen, ni
dónde están, ya que ignoramos como ellos el nombre del desierto en que se hallan. A
eso se refiere la respuesta del guía, "aquí", a la pregunta del comerciante, ¿se puede
saber dónde diablos estamos? Porque, en efecto, ¿cómo fijar posiciones, con respecto
a qué, en lo que carece de límites? ¿Cómo que carece?: el desierto termina a las
puertas de la ciudad santa, y por tanto, está en alguna parte y nosotros también, a
saber, extramuros de La Meca. No te indignes, oh sapientísimo alfaquí, responde el
poeta tratando de aplacar los ánimos, y echa más leña al fuego. La noche es larga y
fría, y nada podemos hacer mejor que atravesarla a lomos de las palabras, que son
corceles acostumbrados a caminar entre sombras.
*
En torno a la hoguera, la conversación adopta la estructura del relato marco
en que se van insertando otros. El procedimiento, clásico en la literatura árabe64, tal
83
vez puede reiterarse hasta alcanzar lo infinito; pero aquí, lo que buscan los
cuentistas es pasar el tiempo sin pérdida ni extravío, de modo que casi nunca se
alejan en sus rodeos más allá del tercer paso, esto es: que personajes contados por
otro del relato marco relatan historias cuyos protagonistas, narrados, enmudecen
como narradores, poniendo así punto final al guirigay de las voces.
Una de las particularidades de esta Risala del desierto es que la voz que sirve
de guía se pierde con cierta frecuencia. De manera que bruscamente volvemos a
estar sumidos en la inmanencia de un coro de voces entre las que no se sabría qué
orden establecer, o qué dirección seguir, pues todos los planos se han vuelto
borrosos o se confunden. No obstante lo mejor es orar y aguardar el alba: el sol
saldrá por Oriente, gracias sean dadas al Clemente, que lo puso en el cielo para
señalar la dirección salvadora de La Meca, insiste el alfaquí.
Pero decir La Meca es como decir el lugar del sentido propio, que se convierte
así, como quien dice explícitamente, en el verdadero objeto de atención. "El sentido",
eso que en la metáfora se supone pasa de un lugar propio al desplazado, ¿es algo
sustantivo además de las figuras entre las que se desplaza?, y de ser así, ¿cúal es su
lugar natural de residencia? ¿O bien es que cualquier cosa junto a cualquier cosa
produce "sentido"? Y ¿dónde buscar entonces una razón de la naturaleza efectiva, de
este orden de atributos frente a cualquier otro? ¿Es que según tu doctrina Dios
Todopoderoso no podría haber situado la Meca en otra parte?, continúa el guía
aprovechando la pausa. Claro, y podría igualmente cambiarla de nuevo a cada
momento; pero ¿a qué hacer eso con signos que ya han sido dados?, ¿para echarlo
todo a rodar otra vez?
Sorprendente anticipación en esta apostilla del poeta del más moderno de los
dilemas, ¿Einstein o Mallarmé?; aun si fuere posible, ¿para qué deshacer lo andado
por el azar de signos y pasos, si no hay mejor rumbo que ofrecer? Pero el guía no
escucha e insiste: de seguir tan estrictamente las palabras que se nos dieron, oh
sabio alfaquí, bien pudiera pasarnos como a aquel persa que quiso atrapar su
sombra, dice. Conozco muchas historias, pero jamás escuché ésa, interviene el
mercader, ¿qué fué lo que le ocurrió? Y el guía cuenta que hubo una vez en la
antigua Persia, antes de que la iluminara la verdad del Profeta, bendito sea su
nombre, un hombre llamado Yafar que exploró todos los libros, rezó todas las
oraciones, calló todos los silencios y ayunó todas las hambres que encontró dicho
perfeccionaban al hombre, pero que a pesar de todo no conseguía hacerse con lo que
83
su bárbara religión le señalaba como puerta de la salvación: su sombra. La observó a
todas las horas del día y de la noche, al sol y la luna, sobre los cantos de los ríos que
corren al mar a solas y entre los pasos de las multitudes que cobijan murallas, solo y
con ayuda de ojos ajenos hizo dibujos y comparaciones, urdió planes, tendió
trampas, y un día al rayar el alba, cuando creyó conocerla ya en todas sus
mudanzas y contornos, el júbilo le puso en pie de un salto, dice, sólo para
contemplar una silueta desconocida y burlona que a sus mismos pies nacía para
alejarse a poniente hasta perderse de vista.
Y que, desesperado, echó a correr por las calles en su persecución, pero que
ella se alejaba de él tanto más aprisa cuanto mayor era su afán. Atravesó así la
ciudad, causando la burla de los mayores y las risas de los pequeños, y por la puerta
de Poniente se alejó campo a través tras la estirada silueta, dejando a sus espaldas
comentarios que se fueron apagando en la ciudad con el correr del día; hasta que al
atardecer los guardias vieron llegar ante la puerta una figura disparatada y
detenerse, sigue el guía, haciendo una pausa dramática. Que no era otra, claro, que
la de Yafar, exhausto de seguir fielmente a su sombra por barrancos y breñas, pero
que como ella, a su vez, no había hecho sino seguir en su giro al sol, resultó que
rodeando la ciudad le condujo al mismo lugar del que había partido, sólo que
magullado, arañado y cubierto de barro, aclara.
Entonces todos sus discípulos lo abandonaron, pero ya nada le importaba, y
dispuesto a morir retírose a las montañas, donde pasó cuarenta días sentado frente
al páramo, inmóvil, sin que acudiese a él otra cosa que las gotas de la lluvia que
corrían por su rostro en breve trayectorias, describe, hasta que al fin dejó de llover,
durante la noche, y llegó el alba. Burlona nació su sombra con un largo bostezo
hasta el horizonte, pero él no se movió; el sol trepó como suele por su arco, pero él
no se movió; el sol se acercaba al alto doblegando las sombras como suele, y él no se
movió.... al cabo alcanzó su cenit, y en ese instante su sombra, vencida, dice, vino a
recogerse bajo su cuerpo, y confundida con él, desapareció. Entonces el sabio lo fué
verdaderamente por vez primera, y poniéndose en pie bajó a contar a los hombres su
verdad, concluye, y hay silencio.
Creo que cabe entender esta historia de Yafar que acabamos de oir como
parábola del destino del solipsismo; o en términos más acordes con esta caravana
medieval, del destino del alma, presa por el cuerpo en la cadena de las causas y los
83
efectos y ante todo del más inmediato de todos, hacer sombra. Hacer sombra es el
signo inequívoco de la opacidad de la materia, de su densidad ontológica, de su
carácter segundo y derivado respecto a la Palabra que la define, el que todos los
pueblos del libro le otorgamos durante siglos, y por el que la tratamos justamente
como sombra de la verdadera realidad.
Sí, no cabe duda alguna de que aquí nos encontramos frente a una palabra
que nos hace sombra. Muy oportuna, esta reflexión del guía iluminado ahí ante las
llamas, porque en efecto, esa sombra que el aislado yo persigue por el mundo, su
materialidad sombría en el sentido de la cavernaria metáfora platónica, es desde
Descartes a Wittgenstein fruto de la reflexión, y no debemos olvidar que la reflexión
es en su sentido literal un juego óptico; de modo que, por retomar el hilo argumental
en que la amena narración del guía ha venido a interrumpirnos, ese juego de Yafar y
su sombra es sin equívoco posible persecución de los sentidos propios tras los
figurados como buscan un alma un cuerpo o una ciudad una caravana, o un yo
raciocinante un yo raciocinado, o una mente demente los gigantes de tras los
molinos.
No obstante se puede pensar, a mi juicio, que la historia de un loco en pos de
su sombra no represente sino a vosotros mismos, ¿no decís en público los sufíes que
en lo que decís falta algo que no podeis enseñar allí, sino que se os ha de seguir con
discreción a una de esas casas vuestras, donde enseñareis en batin lo que a medias
ocultais en khirqa por la calle...?65 Y así embaucais al incauto con historias que,
como sombras alcahuetas, siempre van más allá o se quedan cortas en lo que
enseñan y siempre guardan algo que rebuscar, mientras a la bolsa del crédulo le
suceda otro tanto. Aclaración innecesaria aunque elocuente ésta del mercader, si
puedo decirlo, que si mi práctica con los enfermos no me engaña, el sentido de esta
discusión es saber a quién se le confía el poder de decidir que las figuras del texto,
por su posición o aspecto, no se valen ni pueden hacerse entender por sí mismas;
porque sólo después cabe plantearse interpretar sus rasgos con mejor o peor
fortuna, arte y tarifa. O bien, dicho al revés por si no queda claro, lo que estamos
discutiendo es qué papel cumple aquí el intérprete, además de molestar, cuando las
figuras se bastan por sí solas para dar a conocer su condición, empleo y función
(dice el médico66).
Ya, pero entonces, ¿esconde o no otro sentido la historia de Yafar? A mi
entender, mercader, el guía ha querido decir que así como la sombra escapa al pie
83
que la persigue, la meta de nuestra peregrinación no ocupa sitio que pueda
señalarse en los mapas; no es audible ni visible, ni pueden por más que se
multipliquen los sentidos alcanzar al sentido; y si lo que siente espera ser sentido,
más vale que se siente, ¿te he entendido bien, oh guía? Hasta donde alcanzan las
palabras, sí, poeta. La ciudad santa que buscamos es un símbolo, su puerta no está
tras de aquella loma ni en muralla alguna, sino que cada cual la lleva consigo donde
vaya. ¡Pues estamos listos!, si encima la llevamos encima, ¿para qué queremos al
guía? ¿Y de qué te ha de servir a tí, mercader, la puerta sin la llave, la senda sin el
pie? ¡Ya estamos otra vez con acertijos! Porque nunca se dijo la verdad en algarabía...
No, ni en ninguna otra lengua, guía. Eso es verdad, poeta, se ve que tratas con la
pluma y sabes dónde alcanza; pues por alto que vuelen las palabras, jamás
alcanzarán las alturas del mih'raj ¿Y es ésa razón para acusarlas? ¿Acaso acusas al
vuelo por no ser cielo, al eco por estar hueco y al canto por otro tanto?67 A las
palabras les falta su sombra y su mitad, cierto; pero ¿cómo podría llamarse, sino a lo
que esté ausente? Y la ausencia de lo llamado en vano, en ese vano en que llamas y
amas y arde la voz tarde, ese exceso de ocaso en que la ausencia que es muda y
amada discurre inmutable ¿no ocupa en las palabras todo su ser? ¿no son entonces
las más perfectas, según dice el Imam: el más vacío es el más próximo a ser
colmado?
No sé si te entiendo del todo, vate, pues mi entendimiento encuentra, torpe,
en tus razonamientos huecos que no alcanza a salvar, ¿palabras que son sombras y
son vanos...? acostumbrado a ir paso por paso, a tratar con simples y recetas, la
tuya se me hace un tanto oscura. Por su parte la princesa le dice al poeta que
debería cuidar con quien discute o acabará también mendigando a cambio de un
cuento que nunca alcanzará a consumar; y que ya le está viendo errante por esos
mundos, describiendo en parábolas sin fin lo que desea... Si es vuestro deseo, sea,
princesa: de seguro conoceis la historia de ese mercader que parte a correr el mundo
en busca de una palabra ¿Quién es...?, se vuelve la princesa a quien la llama,
curiosa, y juguetona, se acerca y se aleja en engañosos claroscuros. Y el poeta
responde con la historia de Nuredín que, pese a las críticas fundadas e infundadas
que provoca aquí como es sabido la labor del intérprete, intentaremos traducir
aunque se pierdan aliteraciones y rimas internas para los que hablamos romance,
porque puede que se trate de uno de los más raros fragmentos de la literatura árabe
por su descoyuntada modernidad que se iniciará así en boca del poeta en cuanto se
83
haga el silencio, Nuredín era un próspero mercader establecido finalmente en Basora
al que su industria y sus viajes habían proporcionado fortuna y prestigio, comienza,
así como dos esposas y un par de hijos que adornaban una casa con numerosa
servidumbre y sinnúmero de parientes, porque Dios es justo y no hay hoja sin envés.
Una tarde, cuando volvía callejeando del zoco al hogar, sus pasos le llevaron ante el
puente de la Victoria, prosigue, y de pronto se encuentra en el laberinto de un barrio
desconocido al otro lado del río. Repara en que lleva buen trecho sin cruzarse un ser
humano. Oye un quejumbroso suspiro y se adentra por la callejuela. Los muros se
estrechan hacia el río, que bate manso la ribera al final de la angosta cuestecilla. Ve
la cancela entornada, y entra.
Se halla en el más rico palacio que imaginarse pueda. Entre almocárabes y
pedrerías, ébano y sedas, sigue el curso del agua por las estancias hasta un umbrío
jardín, que entre alfagras y fontezuelas desciende la ladera hacia una gran alberca
sobre el río. Al otro lado, siluetas de cúpulas, alminares, aves y cumbres despliegan
el crepúsculo por el horizonte.
En el ángulo de la alberca más distante del palacio, ante un cenador de
aromáticas maderas que el arte ha vuelto bordado vivo de luz y sombras bajo las
palmas, sobre blando tapiz reclinada junto al agua está la fuente de tanto suspiro,
una hermosa mujer negra que contempla asomada al abismo azul el incorpóreo
vagar de los nenúfares. Nuredín le pregunta la razón de su tristeza, y de la rara
soledad de tan rico palacio, y la dama empieza así:
Yo soy la mediana de las tres hijas del dueño de este palacio, cuya sabiduría
inmortal es conocida aún hoy hasta en las riberas del lejano Ganges, y más allá.
Pero en sus últimos años la proximidad de la muerte nubló su espíritu, y entregado
a cábalas y nigromancias dió en buscar el sortilegio para vencer al tiempo también
en carne y hueso, el secreto de la eterna juventud.
Una mañana, al rayar el alba, oí deslizarse sus pasos fuera de su alcoba.
Advertí a mis hermanas, y temerosas le seguimos por la escalera hacia la azotea.
Agazapadas
las
tres
en
los
últimos
peldaños
lo
observamos
desenrollar
cuidadosamente su esterilla para la oración, y nos congratulamos; pues es ingenua
la juventud, y pensamos: Dios ha puesto fin a su prueba e iluminado el corazón de
nuestro padre. Pero de nuevo nos sofocó la aflicción al ver que su rostro se volvía
hacia poniente, en la dirección contraria a la que Dios señaló en el cielo con su
83
luminar más excelso, para terminar postrándose no ante la gloria de la creación,
sino ante un extraño espejo.
Era un marco de bronce como el brocal de un pozo, todo cubierto de signos,
que encerraba un vidrio abombado, estirado o retorcido en todas direcciones.
Pugnaba yo por retener la incomprensible jaculatoria que recitaba cuando a un
mismo tiempo asomaron sobre la azotea los rostros de mis hermanas y a sus
espaldas, a ras del barandal, sobrevolando la ciudad desde las cimas de las
montañas, los primeros rayos del sol. No sé quién llegó primero al cristal de pronto
abierto por donde acababa de entrar mi padre, si la luz o sus aturulladas bocas
clamando ¡no nos dejes! Cuando cesó el torbellino desatado sobre la azotea no
quedaban allí sino risas de los genios, que aún hoy me rodean en el calor de la noche
con algún turbio designio que yo sigo ignorando.
Pues donde un nombre debía rematar el hechizo mis hermanas impacientes
irrumpieron con una súplica, que se ha cumplido: el resplandor del espejo no nos
deja escapar ya ni un momento. Mi padre está esfumado, y nosotras hemos perdido
nuestras formas mortales, sin que los genios hayan llegado a saber a quién entregar
a cambio el cuerpo de luz que habían traído, en el que habitar por siempre joven
como ellos y las hadas en el reino intermedio de Hurqalya. Así, vuelvo aquí cada
amanecer y cada ocaso, perceptible a los sentidos humanos mientras brille en el
cielo un resplandor sin astro, una luz sin fuente, como este palacio y estos jardines
que ves, ilusión suspensa, pendientes todos de un hilo de voz inconcluso entre los
mundos.
Y así seguiremos mientras no se pronuncie ese nombre que busco en vano,
pues no está en mi mano dármelo por todos. ¿Ves esa alberca?... al igual que en ella,
cada uno que pruebo se torna en lo contrario, si cuadra a una de mis hermanas
irrita a la otra y a mí me deja siempre en el filo. Ni siquiera los genios pueden,
atrapados también en este inconcluso hechizo en que moramos. Ellos son, invisibles,
quienes atienden el palacio día y noche, quienes te han hecho oir mi perpetuo
suspiro, quienes te han guiado hasta mí, para que tú lo halles. ¿Y cómo sabría yo,
un pobre mortal..., empezó Nuredín, pero ella le corta al punto. Yo soy la última
esperanza: busca pues la última palabra. Recorre hasta el final todos los caminos, vé
al cabo de toda las rutas, más, no sé decirte.
Hay un silencio, sigue el poeta, entre las sombras.
83
No se diría, señora, tan fácil empresa que no merezca algún obsequio en
recompensa, observa cauto Nuredín. Ella se yergue y su desnudez florece entre
aromas y cendales, ¡yo soy tu presente!, ¡házlo!, ¡házlo y me tendrás!... dáme un
nombre, y por él se plegarán también a tu palabra los encantos más ocultos de mis
hermanas, el saber de nuestro padre, cuanto encierra este palacio. Tendrás tesoros
sin cuento y placeres que tampoco podrás contar, de tan exhausto. Y nada serán,
comparadas con otras que ni sueñas, estas delicias que tus ojos se esfuerzan en
vano por ignorar, discretos, entre mis velos, pues como la piedra imán fueron hechas
para atraer el fuego de los corazones por los rayos que la vista lanza. Aunque he de
advertirte, su voz se hace profunda como la alberca, que si no has regresado antes
de un año o vuelves sin lo que te pido tu también te esfumarás, y convertido en aire
pasarás a engrosar la hueste de nuestros invisibles criados, sin más destino que
ulular por los callejones para atraerme nuevos pretendientes.
En tanto habla, Nuredín no logra apartar la vista de lo que gasas y seda
pregonan más que velan. Aspira el perfume de los arriates, y el arrullo de esa voz le
infunde una somnolienta audacia en que todo parece posible. Finalmente, con un
tono que él oye bastante enérgico, la interrumpe para asegurar que no es necesario
hablar más, aunque será un placer naturalmente, que él, Nuredín, ha recorrido
suficiente mundo para no temer sino a la voluntad de Dios, alabado sea su nombre,
y a ninguna otra cosa, y que sea la que sea, si se la exige su dicha puede darse por
hecha. Y que si no lo tiene a mal le gustaría disfrutar también de la visión de sus
hermanas, siquiera un momento, pues no en balde es mercader y no da más crédito
que a sus mejores proveedores de certidumbres, sus ojos, y que asímismo está
dispuesto a escuchar cuanto antes las claúsulas de contrato que tales ganancias
promete para todas las partes.
Afligida por la ausencia que la palabra aviva, la dama negra suspira: por
desdicha, la mayor ya ha partido, y la más joven aún no ha llegado; pues cuando
ellas están es esta mansión la que deja de estar al alcance de los sentidos mortales.
Le ruega entonces que tenga paciencia, y arrojo, y prudencia, y tantas cualidades
cuantas pudieran adornar a un príncipe, ya que cualquiera de ellos le envidiaría de
culminar su empresa con éxito. Hasta entonces, ay, nada sabría hacer tangibles sus
carnes sonrosadas, ni audibles sus canoras voces, ni podría gozar la envidia del
sándalo que fluía de sus cabellos, ni las ardientes bocanadas de sus hornos
palpitantes...
83
No muy versado en literatura, Nuredín tardó unos instantes en recordar que
lo que esta última imagen designaba era usualmente el corazón; eso dió tiempo más
que suficiente para que una especie de mágico relincho le hubiera nublado ya la
vista y todos los sentidos hasta el común con un velo rojo, a través del cual sintió
confuso como que se izara una gran verga de la que aquella cortina de fuego colgara
henchida al viento, como un vaivén de ancas gigantescas que le arrojara hasta el
cielo estrellado y hasta el fondo de abismos de agua suspensa en lo alto, blanca,
como un mazazo de espuma contra una costa de huesos o un estallido de esos con
que la isla de la bruma desgarra de repente en labios incandescentes el hielo bajo los
pies. Cuando todo amainó, se hallaba a bordo de un navío que surcaba agua
desconocidas.
Tuvo tiempo sobrado en su travesía para acordarse del acuerdo en todos sus
detalles y maldecirlos uno por uno. Lo tuvo mientras abordaba costas habitadas por
hombres con tres pies, o algunos más, de ancho, y un redondel de fieltro por toda
tapa del cráneo, lo tuvo en las mazmorras de marfil de los reyes negros que montan
avestruces y comen carne humana para purgarse, tuvo semanas y meses al pie de
las cumbres perpetuamente nevadas de la isla voladora, en el templo de los
adoradores del ánsar que todo lo entonan en todos los alfabetos del mundo, cuyos
sacerdotes sin embargo tampoco encontraron en sus manuscritos la palabra
buscada que dijera aquel todo que cada día era más. Tuvo tiempo de desesperarse y
recordar y lamentar y de nuevo embravecerse con el reto, en las más remotas jaimas
de los desiertos más distantes y en los vergeles más paradisíacos de las islas de las
especias tuvo tiempo.
El relato prosigue luego con numerosas aventuras y descripciones en que
conforme al gusto árabe se mezcla relato y consejo, máxima moral e informe
geográfico. En resumen, lo que dice el poeta es que Nuredin muchas veces cree
escuchar esa última palabra. Cierta vez, por ejemplo, piensa hallarla en la ciudad
luminosa que surge del horizonte ante su caravana, tachonada de jardines donde
brillan todos los colores del mundo, cercada de brisas donde suenan todas las
armonías, y extraviado en su persecución por las arenas llega a gustar así el callado
sabor de la muerte en los labios secos. Otra vez, en una aldea perdida en mitad del
polvo, sentado en el brocal de un pozo para refrescarse las moscas, cree oirla en
labios de un rapaz mugriento y costroso que pasa corriendo, pero al seguirlo
comprueba que se trata de inarticulados sollozos de su monumental berrinche, y
83
también que ciertos pueblos paganos llevan muy mal que se interrumpa su coyunda
por cuestiones lexicográficas. Actitud que ciertamente perdona con alma generosa y
porque así lo manda el Profeta, pero sigue sin encontrar lo que buscaba.
Al fin, una tarde, el horizonte se oscurece de repente sobre unos cerros
bastante mochos, con matojos de hechura corriente, cuando según sus cálculos no
falta mucho para que se cumpla el año estipulado. Agotada su esperanza y estrujada
su memoria hace meses, no es sino con una indiferencia harto notable en tales
circunstancias como, ascendido a la cima de un otero, arroja al suelo de bruces su
cuerpo junto a su hatillo, y se asoma al abismo del fin del mundo. No sin cierto
sobresalto, del que su alma no se creía capaz a esas alturas, no puede dejar de darse
literalmente de narices con un hombre de su misma estatura que hace exactamente
lo mismo, asomarse por el borde del mundo desde el lado contrario, en el que
también debe de haber realizado un largo viaje a juzgar por lo desastrado de su
hatillo que flota contra la arena ¡Pero qué arena!: millones de granos minúsculos y
vacíos como negras perlas del revés forman lo que con gusto llamaría el techo de la
noche, de no ser por los inequívocos llenos de unas huellas, marcados uno tras otro
desde el horizonte hasta los sucísimos pies, pálidos de mugre, del extraño peregrino.
Quien, no menos perplejo que él, no aparta de sus ojos aquellos dos puntos blancos
que flotan en los sombríos huecos de su rostro.
La sorpresa y el temor pronto deja sitio a una sospecha que enseguida pone a
prueba, tendiéndole la mano a través de la invisible raya, como hace el otro,
asímismo con signos de inteligencia creciente; sin que afortunadamente logren
estrechársela, pues en el mismo punto de cruzar la linde sus pulgares brincan
repentinamente al lado contrario de sus respectivas manos diestras, seguidos por el
resto de los dedos excepto el corazón, que se limita a fruncir de otro modo las
arrugas de sus falanges. Otro tanto sucede con las palabras que a continuación se
dirigen, y así, con un poco de práctica, hablando o entendiendo del revés se hablan y
se entienden, y sentados a la vera de la raya del mundo, Nuredin Alí escucha
pacientemente la historia del peregrino de fin a principio.
No tendrá apostado su culo en este canto, rezonga rebullendo el mercader, sin
duda para romper el largo paréntesis narrativo y devolvernos al fuego de la
discusión, pero lo hacen callar la mano de la princesa sobre su brazo, las furibundas
83
miradas de Yafar y la voz del poeta; de modo que tras revolver en las brasas prosigue
con la historia que oyó del Oscuro Peregrino Nuredín.
Una historia que lo llevó a través de cielos surcados por quillas de espuma y
desiertos abovedados de dunas hasta un puerto y una ciudad de cúpulas concavas
por las que mana la lluvia hacia las callejuelas, en donde a solas pasean vaciadas
siluetas sin más compañía que el rumor constante de las palabras, o entregados a
sus asuntos intercambian largas series de silencios por los alargados salientes de los
zocos, o avanzan por sinuosos recodos, entre sombras y silencios salpicados de hojas
y murmullos, hasta un cenador de penumbra taraceada en madera, al pie de una
mastaba de agua en una de cuyas esquinas, erguida y majestuosa, le prometió
tesoros y placeres dignos de cuento si lo lograba, le sugirió que partiera a las
comarcas por donde despunta la sombra redonda para buscarlas, pues entretanto
seguirían convertidas en abultados cuerpos impenetrables porque su padre rezando
no había dejado oir cuando los genios les transmitían las primeras palabras del
hechizo del tiempo, una mujer blanca bellísima y desnuda que suspiraba mientras él
se alejaba ya lleno de curiosidad ante tan extraños palacios hacia la cancela de aire
de la entrada, por las calles del zoco, hasta la entrada de una casa bien dotada con
numerosa servidumbre y sinnúmero de parientes, porque justo Dios es y nunca sin
faz cría árbol envés, a quien dos esposas y de hijos un par así como fortuna y
prestigio le habían sido proporcionados por su industria y sus numerosos viajes,
establecido en Basora un rico comerciante finalmente era Alí....
A esas alturas ambos habían advertido ya la perfidia de las hermanas,
capaces las tres de embrujar al mismo tiempo por mantenerse jóvenes y bellas en su
jardín de penumbras. De modo que sin interrumpir el relato y con señas de mutua
inteligencia se habían puesto en pie y, en el instante en que el Oscuro Peregrino
alcanzaba el nombre de Nuredín, cruzado a un tiempo la raya para fundirse en un
largo abrazo. No siendo de un mundo ni del otro, por los atajos del reino de enmedio
al instante se hallan de vuelta, como no podía ser menos, entre el día partido y la
noche por venir en el jardín de la perpetua penumbra.
Ante el cenador vacío, la princesa se vuelve burlona al agua, a la figura que
emergiendo del quieto abismo y hundiéndose en él, en medio de su incomprensible
borboteo, la mira, blanca, negra, desnuda. Ahora ya sabes qué nombre da al hechizo
un fin que es su eterno principio, y el nuestro, ¿verdad, pobre loco? Mi hermana
83
mayor ya va a partir, la menor acaba de llegar, aquí tienes tu recompensa, escucha
ese peregrino doble, ¡mírame entera!, ¡mira por un instante a quién has dado tu
tiempo que aquí termina!, y del cuerpo de la maga vuelto cristal abombado ora sale
ora entra una niña de afilados colmillos, una anciana con cabellera de raíces y olor
nauseabundo. ¿Te gustan?, somos tuyas, para siempre, el borboteo es furioso como
un hervidero, porque tú pones con tu nombre punto final a nuestra historia en este
instante, ¡Nur... edín!, se oyó emerger otra voz doblada doblándola al unísono. Y tan
perfectamente encajaron sus sílabas, entre las calladas almenas que reflejaba el
silencio, que la superficie de la alberca saltó por todas partes en pedazos de
nenúfares y sombras, y preso en el abrazo de dos figuras el fugitivo cuerpo de la
maga tornóse tornado de espuma blanca, negra, torbellino que arrastró cenador,
tejados y arriates a un vertiginoso embudo gris en cuyo centro una figura de ceniza
se desmoronaba esparcida en un clamor de gemidos y aullidos y jadeos de animales
en celo o de parto o comidos vivos. Luego el polvo se posó, se apagó el eco por los
tejados, y quedó una cuesta rala asomada al río.
En mitad, una figura un tanto cansada se dió la vuelta, se sacudió, se
encaminó al puente de la Victoria y lo cruzó. En la casa de Nuredin, el comerciante,
el pan estaba saliendo del horno cuando llegó. Pronto regresas hoy, esposo, oyó decir
a la primera esposa. Como arrayanes se alegran mis ojos porque otro astro se alza
para ellos, dijo la segunda esposa. ¿Te acordaste de mi barco?, aullaba un tormento
con mocos colgado de su albornoz. ¡Baba, baba!, imploraba o describía otro bulto
baboso y chillón. Pareces cansado, así como ojeroso, se inclinó insinuante y solícita
entre todas la cara de su madre. Y a fe que debía de estarlo, porque durante dos o
tres días la voz le vacilaba ligeramente, trastocaba algunas palabras, confundía los
cubiertos de mano, y hasta giraba decidido en el recodo del corredor contra el muro,
en vez de tomar el arco de la derecha hacia el patio. Pero enseguida se le pasó, y
volvió a llevar los negocios con su habitual mano izquierda y su destreza de siempre;
vivió muchos años en aquella casa, gozando de sus riquezas, su jardín y sus
esposas, y llevó con honra el nombre de Nuredín Alí hasta su muerte. Y nunca volvió
a visitar el barrio al otro lado del río.
¿Y esa historia no quiere decir nada más?, rompe el guía irónico el silencio
con la pregunta que todos tenemos en mente. Evidentemente sí, entre otros extremos
que por fuerza han de quedar para más adelante, la relación entre el ego socialmente
83
definido por parámetros como profesión, domicilio, esposa, suegra y mocos, y el otro,
es decir, los yoes virtuales, las posibles relaciones con el mundo que a cada paso
quedan atrás por miríadas, como granos de ese desierto techo; ¿y no es significativa
esa omnipresencia de lo hueco, del símbolo de lo femenino? el hueco del tiempo que
media entre él y yo, que si se pronuncia apresurado por dar con la última palabra,
como Nuredín, los funde a ambos en un abrazo que es elyo, ello, la inconsciencia del
presente sin palabra en que se sucumbe ante la maga, aunque por suerte persiste el
nombre propio, la referencia, el hilo umbilical del yo histórico tejido de palabras y
tiempos ajenos que reaparece en el instante crítico para salvar de la amenazante
presencia femenina, de un tiempo que se quiere encarnado, el nombre que siempre
quiere decir otro, otra cosa, por ejemplo, no basta a arrojar luz suficiente sobre el
nombre de Nuredín su mera apariencia, la de un cliché utilizado en los cuentos de
todos los derviches, habría aún que preguntar...
Pero la princesa exclama que la historia de Nuredín le parece hermosa tal
como está, sobre todo los nenúfares; que ya le gustaría tener algunos en casa; y que
además, no cree que quiera decir nada más después de tantas fatigas. Y si quisiera,
aquí estamos para escuchar; la noche es nuestra, añade acomodándose junto al
fuego la oscura figura de otro peregrino. Ciertamente, aunque la luz sea otro cantar,
replica enigmático el guía. ¡Ya estamos!, rezonga el comerciante... Sea como fuere, a
mi entender el relato presenta todo el aspecto de una parábola alquímica, como las
muchas que es común entre musulmanes estudiar para formarse en el oficio de
médico, y más en esta época que no sería descabellado tachar de descreida. No es
raro caso, en efecto, también en la cristiandad tenemos muchos ejemplos...
Pero estábamos hablando de cómo saber cuándo una figura quiere decir algo,
aunque no se valga por sí sola para hacerlo. El problema no es de ayer, pues en
cualquier época y lugar se nos plantea a quienes cogemos la pluma un problema
similar. Como dice la escritura "quien busca, halla"; pero antes de buscarlos dobles y
trasladados, ¿cómo saber cuándo ponerse a buscar simplemente sentido? Si por
ejemplo hallamos aquí mismo una flecha en el suelo, ¿cómo sabremos si su punta
cayó al azar o señala? Es el mismo caso que si hablando de nosotros mismos y
nuestras incertidumbres dijéramos la frase "somos peregrinos perdidos que buscan
su ruta en un desierto", ¿tiene ésta un sentido?, ¿habrá que buscarlo en otro?
Comparto el parecer de quienes afirman que al final depende de quién lo diga; así
que sólo podremos estar seguros de que no es una metáfora porque lo indica el
83
escritor, yo en este caso. O sea, que no estamos perdidos en una alegoría, bufa el
comerciante; es un alivio. Tu larga explicación nos ayuda a pasar el tiempo, poeta,
pero nos ilumina más la hoguera, musita el alfaquí.
Bien, ¿y entonces? Como le ha pasado a Nuredín, héte aquí que tras un largo
rodeo, ciertamente entretenido, nos encontramos todos en el mismo punto. Quizás, o
quizás no, pues el lugar al que uno vuelve jamás es el que se dejó, y quién sabe en
quién habrá convertido el viaje al viajero. ¿Eso es lo que querías decir con tu
historia, que no somos los que fuimos los que estamos aquí...? ¡aunque mercader
como yo, tú también estás chiflado, Nuredin!...
Permítaseme una breve disgresión, al tiempo que resumo cuanto hemos
escuchado: el guía pretende que en la renuncia a nombres y actos vendrá a dársenos
por sí sola nuestra sombra, es decir, el sentido de nuestra alma y lo que en verdad la
sustenta. Y en cuanto al poeta, si es que a pesar de todo algo ha querido decir, como
parece, es que el nombre de lo que buscamos lo sabemos desde el principio; en
consecuencia, no hay meta real aparte de los otros que podemos llegar a ser
nosotros, pero así hemos de fingirlo para ponernos en camino, pues somos perezosos
y sin destino fingido no habría viaje. Opiniones harto contrarias, debo decir, a lo que
quiere decir lo que nos fué dicho por boca del Profeta, bendito sea (que es lo que
quiere decir este enrevesado pasaje del alfaquí en árabe coránico). Ni Yafar ni
Nuredín han hecho otra cosa que correr en pos de sombras, pero las sombras son
figuras deformadas de algo que propiamente existe. Nuestro viaje tiene un rumbo, La
Meca, y si lo hemos perdido lo que hay que hacer es recuperarlo; desviarnos con
estas divagaciones más de lo que es justo conceder al descanso y la honesta
diversión es correr hacia un seguro extravío; como le ocurrió a los mercaderes que
abandonaron su ruta atraídos por las riquezas sin cuento de Jabalqa cuando
viajaban a través del gran desierto del Oeste, cargados de oro, marfil y pedrerías sus
camellos, y sus corazones con toda la alegría del regreso, tras un año en las
inhóspitas regiones que rodean el país de los negros. Al atardecer del tercer día en el
desierto, la caravana atravesaba mudos pedregales cuando a lo lejos vieron un
hombre que andaba como entre muros invisibles, torcía en ángulo recto y seguía
sinuosas callejuelas en mitad de una vacía desolación; y que, oh asombro,
comenzaba a elevarse en el aire por peldaños que sus ojos no podían ver. Al poco
otra figura le siguió, con el mismísimo gesto de quien llevara en brazos alguna
pesada carga que entregaba a un tercero, surgido también del aire o de la arena,
83
hasta que una multitud creciente iba y venía entregada a lo que parecía el trajín
cotidiano de una ciudad, sólo que sin ciudad, sin objetos, sin vestidos.
Parte de la caravana siguió el criterio de un alfaquí, sigue el alfaquí, según el
cual aquella multitud desnuda que iba y venía era obra de genios de la que conviene
siempre alejarse, como si no lo supiéramos, comenta una de las hermanas, pero la
mayoría hizo caso omiso de sus palabras, y prometiéndose ingentes tesoros de la
ciudad siguieron a un andalusí, de oficio tejedor o dicen otros que tintorero, quien
llevado por extraña ansia se adentraba cada vez más en el desierto en pos de
aquellas siluetas, llamándolas a grandes voces sin obtener respuesta. Y héte aquí
que de pronto, cuando la distancia se hizo tan grande que todo aumento resultaba
imperceptible,
las
figuritas
frenéticas
parecieron
dar
alcance
a
la
muda
fantasmagoría y comenzaron a dispersarse también ellas por huertas y munias que
nadie más veía, enarbolando invisibles herramientas para tareas ininteligibles, y a
adentrarse por callejuelas, y a doblar esquinas de una kasbah que crecía y se
enmarañaba al ritmo de sus pasos. Pues en efecto, tras cada paso que daban en una
dirección parecía surgir un muro impalpable pero inquebrantable para quienes
venían detrás, que a su vez alzaban con sus pasos nuevas escaleras y pozos y
alminares a través de los anteriores, y a su lado, superponiéndose todo en un
laberinto creciente que bullía de figuritas, afanosas y felices según toda apariencia
tras unas invisibles murallas que bien podían alzarse y llenar el horizonte entero,
henchido como una amenaza gris hasta lo alto del cielo. El alfaquí recomendó dar la
espalda al diabólico espectáculo y orar. La tormenta de arena duró dos días, y
cuando acabó, y alzaron la vista, estaban rodeados de gigantescas dunas y a salvo.
Por más que buscaron, no pudieron hallar ni rastro de los perdidos, y prosiguiendo
su viaje llegaron en pocos días a Marraquesh, donde contaron lo sucedido a quien
les quiso oir. Así lo oí yo de Ibn Fathu de Elvira, que lo oyó de Ibn Dut alMarrakushi, que lo supo de Abd-al-Qadir al-Alyari, cuyo bisabuelo estuvo en la
ciudad en aquellos días, loado sea el Altísimo.
Así que cuando se desata entre legos la carrera por alcanzar el sentido, no es
posible dirigir sin error una caravana hacia la meta. Si se suprime la distancia del
relato que despliega el alfaquí, todos los instantes se confunden como le ha ocurrido
a Nuredín, y desembocan instantáneamente en el instante, en el presente sagrado
que se extiende incontenible por doquier como una charca infinita, para habitar en
la cual, si se me excusa la metáfora, no tenemos agallas.
83
En eso la postura del cristiano es distinta, desde luego: para él, el texto
canónico es barrera ante el sinfín de lo eterno que del lado de aquí permite a todos
hacer tiempo, e ir por partes. ¿Así que el Libro es dique?, dí que es lo que dices tú y
los alfaquíes como tú, y que el tiempo así ganado lo apacentais como os place. Ya, y
si no, ¿de qué dique?, sino acequia hariais vosotros con que regaros la hacienda, o
aun canales navegables de que cobrar más peaje. Está claro: o se pone coto a la
intromisión del intérprete, de una voz por todas, o no hay manera de pasarse el
tiempo sin perderse. Ya, pero ¿cómo vamos a entendernos si no podemos saber
quién está diciendo cuándo, y qué quiere decir quién?
A partir de este punto precisamente el islam sunnita que tan bien representa
el alfaquí intentará ocupar el papel de intérprete, ajeno a los tiempos que corren y a
las encontradas figuras que producen, para que haya de nuevo entre todas una voz
autorizada, supervisión que contempla y cañamazo que sustenta las identidades de
las figuras y el hueco del fondo, al precio ciertamente de localizarlo entre ellas como
una más, la suya por ejemplo. Volveremos así a un mundo más formal y menos
voluble, en que cada cosa es cada cual y no hay atajos entre épocas, lugares o
nombres, y saldremos del desierto en que atrapados nuestros pasos se suceden
como figuras en una inacabable interpretación de quién sabe qué ucrónica imagen...
...en cuanto localicemos La Meca. La Meca es la ciudad del sentido propio que
da fin al beduino vagar de la interpretación, acotado desde ese momento en ritual de
peregrinaje, paréntesis de azar planeado que la urbanidad se reserva. Tal es a mi
juicio el verdadero sentido de la discusión a la que acabamos de asistir. Para el
alfaquí el vagar de la profecía ya ha terminado con la chari'at, la ley explícita; por
contra para el imam el ciclo de la walayat es eterno, el desvelamiento ha de
continuar hasta su eterno final, sin plazo, sin rumbo, sin mapa... pero con guía. De
ahí también la anterior discusión del poeta con el representante de ese otro islam
peregrino68, según el cual el sentido está en todas direcciones, pues la ciudad de la
luz puede hallarse intacta e íntegra desde cualquier punto del desierto del tiempo: el
viaje no es en busca de un lugar, sino de una visión... pero no cualquiera, sino la del
origen, aquélla cuya autenticidad venga garantizada por el guía.
Pues no compraría yo una virgen garantizada, ¿a quién no se le alcanza que,
en ciertos asuntos, los procedimientos para eliminar la incertidumbre eliminan
también, con toda certeza, lo deseado? Con ello el médico, ciertamente, está
83
metiendo el dedo en la llaga de toda teoría de la metáfora, si se dispensa la equívoca
imagen. Traslación y corrimiento de sentidos, el instante extático en que la figura se
abandona a sí misma dejándose ir en otra deja entrever el singular espacio desierto
de un existir sin parangón ¿Y qué guía podría pretender conocer tal desierto jamás
hollado, sino el borde?, dice el mercader69. Sin embargo, el saber esotérico que sobre
tan elusivo paisaje se propone no se quiere contemplación, sino realización, no
teoría, sino teogogía: introducción al ser primero de los seres con la guía del guía.
De todos modos, si la garantía es la repetición de un itinerario, todo lo
iniciático que se quiera, ¿por qué no disfrutar de la reiteración mucho más sosegada
de la naturaleza material a través de la multiplicidad de sus ejemplares? Total, se
adopte la postura que se adopte en la materia, ella siempre habrá estado antes que
ellos; de manera que cómo se ordenen entre sí es cosa que la dejará en todo caso
indiferente. Tal es el sentido del relato que el médico contará a continuación de esta
breve aclaración de posturas; un relato con el que quiere aludir obviamente al
problema de los universales, y no sólo en su aspecto epistemológico, sino también en
lo que atañe a la ontológica realidad del tiempo y la materia, y por ende al substrato
teológico de la cuestión, esto es, por qué las ideas divinas no se quedaron en
simplemente pensadas, y a qué la necesidad de argumentar con carne que muere, o
lo que es igual, la necesidad o voluntariedad de la creación divina del mundo.
Pues a mí esa ciudad tuya, alfaquí, me recuerda a la princesa que jodió por
siete, empieza. Era en el Hadramaut y eran los tiempos del paganismo, sigue sin
hacer caso de alguna mirada helada, cuando quedó huérfana y dueña de cuantiosos
campos, así como de una parte jugosa de la gran presa que le ganaba a aquella
tierra el calificativo de feliz. Como no podía ser menos, acudieron los pretendientes
como las moscas a alguna de las variadas sustancias que les gustan. Pero cuanto
más la acosaban ellos, ella más se les hurtaba, azuzándolos unos contra otros con
promesas y otros fardos inexistentes, con los que también se alejaban escaleras
abajo tan contentos como si llevaran en brazos sus mismísimos senos desnudos
bamboleándose delante de sus narices hasta la esquina, en que el embrujo
desaparecía y se veían de nuevo burlados. Al cabo, hartos, unieron sus fuerzas y
pusieron sitio a su palacio, jurando no moverse en tanto no se rindiera a alguno. La
princesa, temerosa al parecer, propuso a sus pretendientes cambiar la guerra por
choques menos cruentos, y celebrar esa misma noche con todos ellos una justa de
83
amor con la siguiente condición, a saber: que aquél que cuerpo a cuerpo y en limpia
lid le hiciera lo que aún ningún hombre le hubiera hecho antes, se alzaría vencedor y
tendría derecho en adelante a hacer de ella lo que quisiera. Para lo que sólo pedía
que jueces imparciales oyeran, vieran y decidieran.
Parecióles de perlas a los pretendientes congregados, en número de siete, que
en alta voz proclamaron su acuerdo con los términos del desafío. Acércose al ocaso el
sol, y en torno al patio de palacio pobláronse almenas y soportales para contemplar
el pabellón que se alzaba solitario en el centro. LLegaron gallardos los caballeros,
pero ay, ante la muda cortina alzóse pendencia por quien habría de pasar primero.
Pues ése, como cayeron en la cuenta, tendría que superar un antes mucho más
despoblado, tanto, que de ser verdadera la ansiada virginidad de la princesa le
bastaría con alzar la cortina y verla dentro70 para cumplir la condición y dar por
finalizado el concurso. Como la princesa había previsto, volaron los puños a las
empuñaduras y los más astutos impusieron paz, haciéndoles ver que se trataba de
otra artimaña para enfrentarlos.
En ese momento se oyó con vencida resignación convincente su voz que desde
allí dentro proponía una solución: puesto que a ninguno le era posible que su antes
pasara antes de todos los demás antes, y ya que ninguno quería su antes después de
otros antes, no había otra solución sino justar todos al tiempo. Mas como ella, ay,
pese a todo su deseo que, bajó modosa la voz, era mucho ante la visión de tan
garridos pretendientes, era una sola y la única que era, no cabía más solución sino
que justaran con los cuerpos de siete de sus esclavas, en los que ella juraba poner
toda su alma en contemplar a un mismo tiempo a quienes se negaban a sucederse
en distintos, y decidir así con toda imparcialidad el mejor amante. Parecióles justo. Y
como no lograran, aunque recelosos, alcanzar a imaginar un nuevo ardid que en ello
pudiera esconderse, aceptaron.
La princesa mandó llamar a sus esclavas, vinieron, entraron todos y
empezaron. Corrían las estrellas y volaban los gemidos como felices aves de algodón
sobre la ciudad, y sobre corros de sombras que en torno a rescoldos también
aguardaban hablando o callando, a solas o juntas. El día llegó, y extenuados los
galanes sobre sus bellos corceles nocturnos no abrieron los ojos sino a un crudo
resplandor que los cegaba: se alzaron, y halláronse entre las caídas telas de la tienda
a la vista de la ciudad entera que los miraba burlona, curiosa, envidiosa,
comparativa o ávida. En pie, la princesa alzó su voz y su figura, y preguntó a todos si
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veían allí algo que no se le hubiera hecho aún. Hubo un eco y un clamor, ¡el amor, el
amor! ¿Y quién, quién de todos ellos me lo ha hecho? Nadie, dijeron todos. Y
vosotros, se dirigió a los príncipes, decidme ahora: ¿alguna mujer de las que
abrazasteis os excitó nunca a tales proezas como esta noche yo, ausente? Como
callaran, concluyó que en consecuencia era ella la triunfadora, y pues podía hacer
consigo lo que quisiera, quería seguir viviendo como hasta entonces en paz con sus
vecinos, que avergonzados volvieron a sus casas y a sus ciudades a meditar la
lección.
¿Y cuál es ésta? Como se puede comprobar, este relato de pretendientes que
ahora acaba introduce en la discusión lo que ya habíamos anunciado, esto es, el
tema del amor como espacio de mediación: eliminadas las pretensiones de los
discursos precedentes, y puesto que al multiplicar los sentidos más allá de sus
posibilidades la interpretación desemboca en la pérdida del sentido, queda el
desmayo en el cuerpo a cuerpo, es decir, en el mundo material de los singulares del
que el médico se quiere hacer aquí claro símbolo. Pero ¿y esa naturaleza que
permanece al margen de sus figuraciones, de sus símiles, como si la historia no
fuera con ella, inalcanzable para sus sucesiones y sus príncipes? Aunque, sin
embargo, la princesa asegura que algo sí le suena la historia, pero que ella la oyó con
final distinto y a su juicio más hermoso. ¿Y cuál es, princesa? Y ella responde al guía
que lo que oyó fue esto: el séptimo de los pretendientes, tras aceptar el trato y entrar
con todos, no quiso tocar a ninguna esclava, y ante su cuerpo desnudo permaneció
toda la noche en vela. Interrogados por la mañana pretendientes y esclavas por
separado, contaba cada uno y cada una su versión, de cuyo cotejo sacaba el pueblo
regocijo no menudo. Mas llegándole el turno a la última, contestó sucinta
"perderme", en tanto el pretendiente, no menos lacónico, respondía "guardarla". A lo
que la princesa, sin vacilar, le pasó la punta de su velo por los hombros, y él la tomó
por esposa...
Y a sus siete esclavas como concubinas, naturalmente ¿Hemos de suponer
que tambien en semejante historia se esconde algún sentido edificante, al que habría
que desnudar antes de sus ropajes... naturalmente? Este descontento del alfaquí
ante las desahogadas maneras de la princesa, convengamos, no se aviene muy bien
con su fidelidad a otras reliquias arábigas a las que sí considera parte indisoluble del
islam; como situar la ciudad de la verdad en Arabia, por ejemplo. Cierto, guía: no
guarda igual respeto por las usanzas que cantan los Moallaqat de las nobles damas
83
contemporáneas del Profeta: "ella me eligió entre todos bajo el sol/ y me hizo llegar
recado con las estrellas:/ cubierta sólo de una túnica ligera/ me esperaba tras la
puerta de su tienda"... pero será que en su amor por la verdad los doctos sólo
quieren verla bien guardada, forrada de velos y cortinajes, y a sí mismos forrados
con ella..
Lo que no se entiende, desde luego, es por qué forma parte este poeta de una
pía caravana cuyo destino es La Meca. No te irrites, alfaquí; se trata de un peregrino
de amor, ¿acaso no lo somos todos aquí? Sólo que su amor viaja con él, no es destino
que le fije rumbos ni tampoco vagar que de cualquier parte haga destino,
convirtiéndose así en su propia y sola meta... es, a lo más, otra voz distinta de la
suya a la que espera con paciencia, a la que tiende horizontes entre sus pasos y
adereza silencios entre sus voces, por si acaso alguna vez quisiera soñarse en ellos...
una voz distinta de la suya y de todas las que han hablado siempre de ella desde
lejos, de ella que callaba, de ella que se dejaba anunciar sin cumplirse nunca... Dílo
como quieras, princesa, pero a mí lo que me parece tu poeta es un esclavo de las
mujeres, y que iría lamiendo las basuras con el cuello en una correa, como los
camellos o los mulos de mis caravanas, si al final del ronzal se hallara una blanca
mano. Cierto; y no conviene a la virilidad humillarse de tal modo, si no es por
estratagema de conquista, que no desdeñó el mismo Profeta, bendito sea, para ganar
su ciudad sagrada. La que buscamos avanza entre nosotros y habla entre nuestras
palabras, musita el poeta... no se precisan guías, ni conquistadores, ni intérpretes,
para hallar en ella nuestras pérdidas y perder viejas victorias que nos atan. Bonita
expresión, aun traducida, pero en este punto de la argumentación... ¿qué significa
esto? ¿Y esas barbas? ¿Ese harapo? ¿Ese echarse al hombro por la fuerza a la
princesa?
**
Tenía que interrumpir el diálogo en este preciso momento, cuando estábamos
asistiendo al clímax por supuesto verbal de un amor udrí en la mejor tradición
arábiga. No en vano su aparición en escena la hace palpando el encontrado bulto de
la princesa: tras su irrupción, el tocar va a sustituir aquí al hablar en el registro
simbólico, y el objeto de disputa va a desplazarse inequívocamente hacia los
atributos y su sustancia, de modo que la cuestión de la meta física desplaza a la
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hermeneútica, y los sentidos, definitivamente al sentido. No es raro que el recién
llegado empiece por echarle mano a la princesa tomándola por material de trabajo;
como veremos, ningún discurso podría hacerle ver que no lo es. Pero el poeta la
arranca de su brazos y la devuelve al círculo de luz, en el que también queda cercado
el huraño personaje, expuesto a nuestra consideración.
Pariente del Solitario de Avempace o del Hayyi de Abentofail, este ermitaño es
empero diferente. No sabemos si ha nacido del fango o de un huevo, carece de
nombre y de cualquier rasgo distintivo, cuanto más de memoria. No hay modo de
saber si su presencia en el desierto obedece a un voto, por el que le pregunta en vano
el guía, o es forzada proscripción, como insinúa el mercader, abandono de una
madre con el corazón más vacío que la de Moisés, como afirma el alfaquí, o en fin
accidente inexplicable: simplemente está desde que puede recordar, es decir, un
instante cualquiera, aquí, en un desierto que nadie sabe dónde está, pues ¿está en
alguna parte lo que carece de límites? Sí: el desierto limita con la ciudad santa y por
tanto nos hallamos extramuros de La Meca, adonde nos dirigimos, insiste el alfaquí
como si no hubiera oído nada. Lo que yo decía, dice, estáis perdidos: en este desierto
se puede llegar a cualquier parte, pero a una es imposible.
Y ¿qué pinta aquí?
En las horas más tórridas del día ¿no habeis visto, viajeros, desperezarse en el
horizonte ondulantes paisajes de alminares y palmeras, de imposibles lagos
verticales? ¿No habeis oído llamar fugitivas voces en el viento? Son ecos y fantasmas,
son sones y son sombras que evaporadas arranca el calor a los peregrinos que
ignorantes unos de otros recorren el arenal. Se alzan ardientes hacia la región etérea,
mas a punto de alcanzarla comienza a caer el sol y las arrastra consigo hacia el
ocaso. Y en la hora en que una luz sin astro se demora aún sobre el mundo, tras el
horizonte cae un rocío infinito de gotas de alma extraviadas que guardan un sabor,
un resto de gesto o una mirada, el eco de una palabra o una brizna de amor antiguo,
un frescor de torrente, un son de risas y un olor a cordero recién asado. Cuando se
entra la helada oscuridad ¿no habeis oído, viajeros, un tintineo lejano? Son millones
de cristales que cuajan en la arena, a veces gemas minúsculas que guardan una
sílaba sólo o una sonrisa, a veces encabalgados en gigantescos farallones que
encierran bajo los astros, en su borroso blancor, el tumulto de todos los atributos
que forman un mundo. Y al amanecer, cuando la luz asoma al horizonte e
83
inspecciona palmo a palmo la extensión, el oido atento puede escuchar algún sordo
crujido, el ojo volverse raudo a algún destello en la lejanía: afiladas crestas, cantiles
cristalinos tras los que se adivinan aún confusas siluetas, la luz choca con ellos,
tuerce su rumbo, por un instante vaga perdida en sus laberintos, pero la simple
cercanía de su desnudez resplandeciente derrite tales moles confusas en un grácil
cimbrear de fantasmas vaporosos, y otra vez se borran en el aire los seres
improbables que forjó la noche...
En resumen, el ermitaño recoge espejismos helados. De día duerme, y tras el
ocaso sale a recorrer la oscuridad en todas direcciones. Cuando tropieza con algo, a
tientas arranca una esquirla, una astilla o una placa gigantesca, y arrastra como
puede su botín hasta su cueva. Y allí lo amontona en espera del día de juicio en que
le será devuelta a cada alma lo que perdió en las arenas, así dice creer. Aunque en
esta caravana nadie puede saberlo, esto es lo que nos faltaba en tal reunión de
discursos ante el fuego, el trasunto de la más pura empiria baconiana vuelta
anacoreta solipsista, el fantasmal correveycoge mediador entre impresiones que se le
escapó de entre las manos a David Hume... tercero en discordia en el momento en
que la discordia acerca del tercero parecía a punto de zanjarse en favor del amor,
cuando la princesa se ha decidido a decir por sí misma, lo que quiere decir resolver
el problema del poeta que hace tanto venimos discutiendo.
No es extraño pues que haya considerado espejismo a los peregrinos, ni que la
curiosidad de éstos se despierte; en especial la de la razón natural, representada por
el médico. No en vano se encuentra ante su doble, o más bien su reverso, que como
él recoge y ordena las cualidades sensibles del mundo: sólo que arrancadas de las
sustancias que fueron sus naturales soportes, destiladas en el matraz de la esfera
sublunar, y conservadas en esa otra enigmática quintaesencia del mundo donde
todo cabe ¿Nunca la ha encontrado pura? ¿No ha probado a destilarla?
El ermitaño responde al médico que ya lo intentó, pero que el torrente de
atributos aumentó tan aprisa que a poco perece ahogado y sin aliento en su caverna.
Así llegó al convencimiento de que eran infinitos, y cada instante... ¿pero de qué, de
quién?: pues es opinión unánime entre los doctos, como recuerda el médico, que no
puede haber atributos sin sustancia ¿Qué es entonces esa sustancia cristalina,
capaz de todo atributo?
Poco entiendo de cuestiones tan elevadas, interviene el mercader, pero
encuentro que hay algo que yo conozco mucho, aunque no tanto como quisiera, y
83
que se asemeja como una moneda a otra a lo que estais buscando: el oro. Él se
trueca por todo y todo se trueca en él, siempre que se encuentre quien lo acepte,
claro está, pues la fe es lo primero como dice el Libro. Sin vanidad digo que he estado
en casi todos los países civilizados, he abordado costas desconocidas y visto pueblos
que no habían tenido comercio con extranjero, y en todos ellos el oro era codiciado y
atesorado como lo más precioso del mundo, seguridad y tiempo. Hasta en el interior
de Zanzíbar, en tribus con las que no podíamos cambiar palabra, cambiamos oro
blanco por telas de colores; porque aun aquéllos que no tienen donde estamparlo y
darle forma, ni nombre ni arca donde guardarlo, tienen al continuo trueque de todas
las cosas por la mayor de las divinidades, y la única inmutable en este mundo de
mudanza. Excepción hecha del Altísimo, claro está. Y a lo que sabemos de los
antiguos, desde el becerro de Moisés para acá en oro han conservado todos los
idólatras sus imágenes, tan dispares o aun contradictorias como puedan serlo; que
gramo de oro habrá que haya sustentado sin alterarse lo más mínimo los rostros de
acérrimos enemigos, del asesino y de la víctima, del águila y la paloma.
Pues que dura, antes será sustancia del cielo que terrena, replica el alfaquí.
En cambio el comentarista interpreta que ése es precisamente el atributo esencial de
la materia prima, el más imperfecto de los seres71: carecer de forma propia y poder
por ello plegarse a todas y aspirar a cualquiera... como la arena, apunta el médico.
Sí, la arena es extensión innumerable, y en cuanto al cielo, como se sabe, es sede del
entendimiento que sabe y de las formas; pero si miramos bien, objeta el poeta, donde
se producen los espejismos no es arriba ni es abajo, es en el medio.
Mil medios y uno solo entre dos opuestos extremos,
compuesto fuiste al modo de mil formas materiales
lo que resiste a la pasión asciende a lo alto,
lo que a ella se somete a lo bajo desciende72,
El espejismo es el lugar de la contingencia, intermedio entre lo necesario y lo
imposible, y por ello perfección de los extremos que en él se unen. Por eso mismo,
asiente el guía, la única imagen que le cuadraría sería la de aquello que permite
cualquier imagen. Eso es, justamente a lo que se refiere nuestra tradición cuando
pregunta "Quid est id, quod semper est neque originem habet, et id, quod oritur nec
unquam est?"; o traducido, para que nos entendamos aqui, ¿qué es lo que siempre
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es y no tiene origen, lo que en todo momento se origina sin ser jamás? La luz, está
claro, concluye el guía volviéndose al lugar en que sonaron los versos, ¿no dice acaso
el valenciano que la luz física es a la forma sensible lo que el intelecto agente
respecto de la luz de los inteligibles, y que estos también son por analogía y en cierto
aspecto luz?73. Así que finalmente los extremos lo son del medio, y cielo y tierra no
designan sino los límites de la luz, entre la forma de tan pura invisible y la materia
informe que escapa a la visión. O como diríamos los latinos, en efecto, la intelección
no está en las figuras electas sino entre ellas. Ahí estamos, asiente el guía, como una
visión más perdida entre visiones: la luz, ése es el auténtico al-fanaa' fii al-tawh'iid, el
lugar sin lugar en que tienen lugar los lugares y los tiempos.
¿Y qué es luz?, pregunta el ermitaño volviendo el oido hacia el guía. Sólo en
este momento descubrimos que es ciego.
Curiosa refutación avant la lettre de Shoravardi. Para este ermitaño no puede
haber sofía ni sufismo sobre un objeto que ignora, aunque lo atesore. Cada
espejismo es contacto que surge de repente, en nada similar al que le sucede ni a
aquél al que sucede, algo a lo que difícilmente cabe pues llamar suceso. Lo único que
se sucede, lo que introduce la sombra de la semejanza entre un contacto y otro, es
su ciego vagar, pura forma vacía de la captación que remeda en sí la radiante unidad
que se le escapa en lo capturado. Ni ascensión por los universales hacia el
entendimiento agente, ni avance en la dimensión esotérica de una hieroarjé, no hay
tránsito donde éste desaparece en lo transido, no hay luz del saber de la que saber
desapareciendo en ella cuando ella desaparece esparcida en iluminaciones que nada
tienen de común. No hay sustancia, ni siquiera en la insustancialidad.
*
Ha llegado pues el momento de que el intérprete pregunte por el sentido de
este trayecto ¿Adónde nos ha traído esta caravana de palabras, adónde hemos
llegado siguiendo sus figuras y sus figurados sentidos? ¿Es acaso esta desolada
inquietud poblada de presencias que nos rodea la ciudad santa? ¿Y cómo llamarla,
denominarla, delimitarla?, ¿dónde situar este raro desierto cada vez más
protagonista, espacio del espejismo, intermedio lugar de la ilusión, donde estamos?
¿Dónde?.... en el culo del mundo, nos responde desenvuelto el ermitaño.
Venerable simbología médica y alquímica bien conocida en esta época, desde luego
es en el culo donde separada la sustancia de los atributos, aunque sea poco, sigue el
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médico, sigue cada cual su curso hacia la generación o la corrupción. Bifurcación
terminal y comienzo de un nuevo ciclo, al culo va asociada también la redondez, el
círculo que llena las especulaciones de Ibn al-Sid y de la herencia pitagórica y
cabalística. Y además, en cuanto nalga, el culo es pura superficialidad, horizonte en
que transcurre todo itinerario posible. Extensión que sólo la pretensión de un
destino vuelve tiempo,
espacio fronterizo de acontecimientos sin patrimonio ni
herencia de sentido, de incidentes que no llegan a sucesos pues ni suceden a otro ni
son sucedidos, este desierto es la epidermis de devenir del mundo. Y en la
inmensidad que media de uno a otro de sus granos, leibniziano infinito de
inindiscernibles o inefable vacío espinosiano, ¿qué podría orientar aún la breve
sintaxis de nuestros pasos para no sucumbir sin remedio al extravío?
Por lo visto, después de haberles oido tanto a todos, en esta caravana nadie
sabe responder. Pero el ermitaño, inequívoco anuncio del final, sí. Él conoce,
asegura, el camino más corto aunque también el más peligroso para salir de este
desierto: arranca del fondo de su caverna, donde amontona toda sensación que
alguna vez perdiera algún sentido. De un conjuro promete abrirla ante nosotros para
que así cada quien busque su atajo a través del limbo helado, y encuentre de una
voz esa dichosa luz que nombra todo el mundo.
El acuerdo parece general. Después de todo ¿qué peregrino no ha perdido algo
en el camino? Retornar hasta ahí, precisamente ahí, donde nació la pérdida y el
descarrío, pondrá de nuevo a cada uno sobre su pista. Una cosa sí es precisa,
alcanzar la entrada antes del alba; el ermitaño apremia, la noche corre. Sólo una voz
se oirá aún, para retrasar esta vertiginosa marcha entre sombras que tan aprisa
escapan, y si no puede ser, al menos para aliviarla, acaso os sea útil oir de mis labios
un último cuento, el cuento del rey que se aburría, aunque ¿a quién no arrastrará el
entusiasmo?
Así que, cuando ese ermitaño ciego promete guiar a la caravana a través de lo
que no ve y todos le creen, le es difícil al intérprete resistir la tentación de seguir a
esas figuras en sus metamorfosis a lo largo de los tiempos; pues al cabo, ¿no está
este figurado desierto de la figuración al margen de todos ellos?, ¿no son el alfaquí el
abogado, el burócrata, el gerente, el guía el analista, el comentarista, el hermeneuta,
el médico el técnico, el ingeniero, el eficiente ejecutante que nos rodean? ¿No es la
boca de esa cueva la que promete restituirnos el tiempo perdido, o al menos un
83
piquito, o una esquina, devolvernos sin más a cada cual a aquel entonces, o ése, o
éste?
Y el
rey enflaquecía del mejor régimen que a tales fines haya inventado
médico alguno, a saber, la tristeza crónica, la que a nada cabe achacar sino a la
simple visión del tiempo pasando, pasando entre las multitudes de las ciudades o los
corros de tejados que se arremolinan medrosos entre las sierras, indiferente e
inadvertido, como quien recorre un jardín ajeno y guiado tan sólo por su capricho
arranca aquí una rara flor, allá un hierbajo, sin pararse a mirar siquiera. El rey, que
era buen creyente, preguntó a los ulemas. En general le recomendaron que tuviera
fe, y que sería una prueba, y que en concreto nadie sabía la voluntad del Altísimo.
Como lo dijeron muy esmeradamente y con bellas palabras y un ritmo precioso y de
mucho mérito de conseguir, el rey se sintió aliviado mientras duró aquel mecerse de
acentos y pausas a varias voces. Pero lo mismo que al acabar sus músicos una
pieza, invisibles tras las celosías, ni el calor nebuloso del baño ni las pieles blancas o
tostadas de sus concubinas podían ahuyentar aquella inquietud, aquella cosa
pegajosa y pesada que parecía engullir el aire a grandes tragos para ocupar su lugar,
así también apenas el último de los ulemas dejó sus habitaciones reconoció
enseguida aquellas pesadas nalgas fofas que se dejaban caer de nuevo sobre la boca
de su estómago. ¿Fe? ¿Fe en la fe? ¿En que le vendría fe? ¿Y de dónde? ¿No era
precisamente eso lo que echaba en falta, algo en lo que poder creer con la piel de sus
dedos y el jadeo de las aletas de su nariz, algo que ver durar, algo en lo que creer
más acá del tiempo? Naturalmente el rey no iba a dudar de la presencia, más allá,
del Altísimo alabado sea en cuyo nombre las ciudades le entregaban sus mejores
lechugas, pechugas y doncellas, sus más briosos adverbios, caballeros y caballos, y
su propio nombre multiplicado en piezas de metales cantarinas sobre el mármol de
la ceca. Pero había cumplido ya cuarenta años, y cada vez eran menos los instantes
en que la remota sombra de una sorpresa asomaba su morro asustadizo en el
horizonte. De hecho, hacía muchos meses que el día era uno sólo, repetido desde la
saciedad hasta su desembocadura en sí mismo sin más que cambiarle la fecha para
no decepcionar a enemigos, recaudadores y cronistas.
Mira a su alrededor: en pos del ciego que les guía, nadie la escucha ya salvo el
poeta. Indiferente, continúa: de los hombres no esperaba sorpresas hacía mucho,
salvo hallar uno que aparentara fielmente lo que fuese. Pero ya había concluido que
todos, incluso él mismo, se agotaban mucho antes de cumplir esa tarea, y que gestos
83
y palabras eran llevados de su peso como piedras y torrentes, y como ellos acababan
encajando en paisajes tal vez hermosos, tal vez anodinos o terribles, pero desde luego
dictados a empellones por circunstancias y no derechamente por un propósito; o lo
que es peor aún, por una mezcla confusa de la una y de la otra cosa. En cuanto a las
bestias y las plantas y el restante mobiliario de la creación, menos aún podía
pedírsele tal pureza. En sus jardines los jardineros seguían cruzando flores y
pájaros, sin conseguir otra cosa que pétalos y trinos, diferentes ciertamente de los
anteriores en alguno de sus atributos, un par quizás, o hasta media docena ¡Pero
qué enorme peso fangoso el de lo mismo, el de ocupar sitio, el de durar y luego no, el
de no llegar sino hasta donde otra cosa distinta ocupe sitio, mientras dure, y luego
no, qué inmensa masa la de aquellas nalgas blancuzcas que cada mañana se
posaban sobre las cúpulas y los limones y las almohadas mojadas de noche, sobre el
valle y las montañas y los ríos y las ciudades asomadas a los mares de su reino, de
los otros reinos, llenos de ciudades y de ríos y de ventanas asomadas a la extensión
inacabable y blancuzca de aquel fango luminoso que lo pringaba todo!
El rey está viendo el culo de Dios, dice el ermitaño sin acortar el paso, y a
nosotros perdidos en él. Debería salir a mezclarse con las gentes del pueblo,
disfrazado como dicen que hace Harum al-Raschid, dice sabiamente Yafar desde su
camella. Sí, y esa naúsea del abandono le abandonaría como a Sartre en cuanto le
pusiera en un compromiso por diferencias de clase, de lengua, de época o religión en
que a los demás nos va la vida. Pero, como si no escuchara consejos ni razones,
prosigue la princesa, prosigue ensimismándose hasta el punto en que su sabio visir,
conocedor de textos judíos, persas y caldeos, hace pregonar por aldeas y caminos, en
zocos y madrasas, que aquél que fuere capaz de sorprender al rey con algo inaudito
gozará hasta el fin de su vida de una recompensa nunca vista. El sabio visir era
sabio y conocía textos judíos, persas y caldeos, no hay duda.
En los meses siguientes acuden a palacio cuantos aventureros, sabios y
charlatanes pueda imaginarse. Por el salón de audiencias pasan gentes y lenguas de
todo el mundo conocido, acróbatas y derviches, guerreros de fortuna, charlatanes,
médicos, comerciantes y pilotos, cantoras y princesas, inocentes chiquillas y
bailarinas expertas en todas las artes del placer, aventureros y nobles que le
proponen empresas igualmente fabulosas, igualmente desmesuradas, igualmente
iguales. Pero ni danzas ni rezos de santones ni pócimas de alquimistas ni esdrújulas
de cabalistas ni vaginas contorsionistas ni memorables conquistas logran arrancarle
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más que un leve gesto de asentimiento de la mano en ese momento dispensada de
sostener su barbilla, como si diera la bienvenida a un antiguo conocido a su regreso
a la fila de los incidentes, interminable y monótona como el mundo.
Poco a poco disminuye la peregrinación de extranjeros, pues por todos los
caminos se corre la voz de que el visir ha propuesto una tarea imposible y además ha
dicho que nadie verá jamás la recompensa. El rey se retira a un apartado pabellón,
rodeado de jardines. Los sirvientes le ven a menudo acodado en el mirador, con la
vista perdida en los tejados de la ciudad o más allá en las cumbres nevadas, inmóvil
durante horas, viendo caer el sol y resbalar las estrellas hacia quién sabe qué oscuro
fondo de la noche. Despacha los asuntos del estado confiándolos de pleno al juicio
del visir, que abandona los jardines caviloso entre preocupados consejeros. Por
suerte las fronteras están en paz, las armas también callan y los negocios discurren
florecientes. Pero ¿cuánto va a durar esto? ¿Adónde nos está conduciendo? ¿Qué
sentido tiene seguir en este panorama desolador?
Si algo parece claramente
indicado en este lance, de todas formas, es callar y no hacer interpretaciones de lo
que pasa antes de que pase, y se aleje, y se acabe y sea, concluye el visir.
Un día llega a su presencia un mercader. Ha acudido a la ciudad como cada
año con su cargamento, y atendido las necesidades de los campos y las mansiones
de los nobles y el mismo palacio, pero al califa le ha reservado aquella princesa
cautiva, cuya gracia él mismo ha podido comprobar durante las largas noches de la
caravana junto al fuego. Pues sus historias, así se lo asegura al visir, ahuyentan los
pensamientos sombríos de cualquier ánimo y lo distraen de sí. El visir ha oido ya
parecidas palabras demasiadas veces de cuantos deseaban sacar de palacio algún
provecho, pero escucha al mercader y atiende a sus peticiones, pues es un viejo
proveedor que junto a esclavos y mercaderías nunca deja de traer valiosos informes.
Así la cantora, descansada de su largo viaje, ungida y ataviada, le es presentada al
rey tres noches más tarde.
Al caer el sol comienza el banquete. Abajo las luces tiemblan en la alberca
como mariposas medrosas entre los nenúfares, en el mirador las voces vuelan dulces
bajo el artesonado y por los arcos se pierden en el profundo azul. El visir observa
desde su puesto al rey vaciar su copa, melancólico y callado. Finaliza el banquete, y
se acerca la hora de las palabras cuando comienza su relato, velada en el centro del
círculo, dice la princesa, Majestad, en la ciudad de Córdoba, en el lejano Occidente,
vivía hace tiempo un tejedor que había sido antaño, a decir de los más viejos vecinos,
83
un maestro de su oficio. A tal punto, que insatisfecho con los colores que le ofrecían
los tintoreros había comenzado a buscar él mismo los que su imaginación le dictaba.
El índigo más álgido y el púrpura más vivo salían de sus tinajas y redomas a las
túnicas reales y los tapices de las mezquitas más santas. Hasta de reinos nasraníes
habían venido muchas veces comerciantes y legados a buscar entre sus telas y pieles
lo que precisaban. En aquellos días, su tienda era un arcoiris adivinado antes de
doblar la esquina en el blancor del muro frontero, donde la luz ondulaba como se
riza el agua sobre las guijas planas del fondo en los arroyos de la montaña ...
..luego, aún lo recordaba algún viejo del barrio del río, había llegado aquel
emisario de palacio: para agasajar al poderoso califa, señor de los creyentes, y
celebrar su victoria sobre los rebeldes de las montañas, en el remoto y lluvioso norte,
el visir deseaba regalarle un tapiz simpar el día del próximo año nuevo. Y
encerrándose en su taller Ahmed preparó sus mezclas, devanó sus hilos, empezó el
trabajo, y el tapiz debía de avanzar allá en el fondo de la última trastienda, ¿quién lo
sabía... lo que sí sé es que necesitaba mi alfombra para la boda de mi sobrino
materno y de eso hace ya mes y medio, pues figúrate yo con lo de mi suegro, al final
se lo encargué a Ismail que es caro pero cumple, decían sus clientes que iban
dejando de serlo.
Pero ¿qué podía hacer el bueno de Ahmed? Sin poderlo remediar, cada color
que pasaba por su mente despertaba a su paso una multitud de competidores que
también pretendían ocupar su sitio en el mundo. Y la puerta de los dedos era
estrecha para tal zambra, donde el morado y el amarillo limón se disputaban a
tirones una cola de pájaro o un corro de pétalos en torno a un espejuelo, y se
amontonaban y venían más y más y se mezclaban hasta que todo se volvía gris,
indiferente y feo. Pronto ni siquiera se le veía ya subir y bajar los dedos indecisos
delante de alguna trama, sino sólo entrar y salir del taller a la silla o al revés, sólo
para cambiar de idea a medio camino y volverse a sentar a decidir carmesí por
esmeralda, sin duda, ahora mismo iba a cambiarlo pero en el camino se cruzaba con
un acaso que no podía dejarse ir, claro, más a la derecha, no, hay que pensarlo con
calma, viendo pasar la gente a la puerta de su tienda. A alguno, alguna vez, al ver
aquel incesante meneo de sus ojos siguiendo los pasos y las figuras del tránsito, se le
ocurrió que cuánto se parecía al vaivén de un telar, como si el hilo de su mirada
tramase en las covachas de su cabeza los colores de un invisible tapiz. Y es que
gente con imaginación nunca falta. Pero la del Ahmed, el tintorero, se había sobrado
83
hacía tiempo. Y así se quedó, con calma, junto a la muralla, hora tras hora, con la
mirada perdida en el ir y venir de las gentes por el zoco, a la puerta de su tienda
llena de hermosuras sin rematar.
Aquel tapiz tenía la culpa. Aquel tapiz que dormía en la última de las
trastiendas desde hacía ya meses, detenida una pata gracilísima de camello en el
aire sobre un amenazante escorpión, alzada la sedosa claridad de la luna sobre las
arenas, ardientes los ojos del cantor clavados en la dama que a su lado, erguida
sobre su montura, acaba de interrumpir sus palabras, polvorientos los ropajes del
ciego que a un lado los contempla tras haberlos conducido bajo las estrellas hasta
aquí, ante ese hueco en cuyos bordes la arena se detiene deshilachada en bolillos y
madejas de colores que cuelgan impotentes sobre nada, vacío, sucio serrín del suelo
tras el telar. ¿Qué, qué ha querido mostrarles trayéndoles hasta aquí esa figura
desharrapada, en cuyo rostro tramaron sus dedos impelidos de irresistible furor esa
helada sonrisa? Nada había podido avanzar desde entonces, ni un milímetro. La
caravana entera, detenida para la eternidad, contempla el abismo de la impotencia
en una penumbra admirablemente suave, entre los grados sutilísimos del color que
fingen el peso de los tejidos con perfección inigualable, entre los cuerpos torcidos o
erguidos hermosamente fingidos en las ausencias y desvíos de los perfiles de objetos
y vestiduras, una bella obra, en fin... e inacabada.
Y como si el relato quisiera hacernos sentir la impotencia de todas las figuras
del pensamiento, justo en el momento en que nos hallamos ante la conclusión, nos
hace aguardar un largo rato aún ante la pormenorizada descripción de un tapiz... la
princesa mira a su alrededor, callada, los demás aguardan expectantes, fija la
mirada en la muda boca: ¿por dónde va a salir ahora del embrollo? ¿qué podría
hacer aún el bueno de Ahmed? Una barrera impalpable como un finísimo vidrio o
un velo más tenue aún se interponía insuperable entre él y su obra, paralizaba sus
dedos ante el bastidor y desataba de nuevo aquel torbellino inmóvil de
incertidumbres. Tan sólo el tiempo corría.
Una noche en que no podía dormir, como venía ya siendo costumbre, paseó
por la casa y subió y bajó y entró y salió hasta que al cabo se quedó dormido en la
azotea, cara a las estrellas. Y tuvo un sueño, hélo aquí: vagaba entre dos setos
tupidos y más altos que su cabeza, a manera de un callejón sin escapatoria cuyo
final no alcanzaba a ver en ninguno de sus dos sentidos. El cielo era una hendidura
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radiante entre las masas verdosas, oscuras. Llevaba horas andando, tenía hambre y
sed. De pronto veía allá delante, clamorosa, una mancha amarilla. Era una flor. Su
aroma carnoso prometía mascarse entre los dientes, reconfortar los músculos,
caldear la sangre. Un grito minúsculo temblaba como un hilillo sedoso y rojo en el
hueco centro de su corola. Su mano gavilán se detuvo y se alejó mariposa entre sus
pasos. La oscura mole verdosa se abría entonces por ensalmo frente a la flor dejando
ver otro corredor semejante a aquél en que se hallaba. Convencido de que había sido
una señal, se internaba por él. A los pocos pasos brillaban en sendos huecos, como
en cálices tallados por un viento inmóvil uno frente a otro entre las hojas prietas, dos
flores desconocidas, carmesí la una, turquesa la otra. Seguro de hallarse ante una
prueba, les daba la espalda a ambas y se alejaba. Un nuevo corredor vegetal se abría
con un susurro a su derecha, a su izquierda otro. Ramilletes de colores más diversos
cada vez surgían por todas partes, frenéticas sus manos volaban hambrientas hacia
ellas, vacías regresaban a su lado, y deshechas, por el coro trémulo y minúsculo de
aquellos hilos de voz perdidos en el laberinto que se multiplicaba, entrecortado a
cada paso, impenetrable, insoslayable. Desesperado intentaba arrojarse contra los
muros verdes, oscuros, que lo expulsaban al instante. Nunca es noche en el Jardín.
Tirado en el suelo se cubría con su capa y rompía a llorar. Notaba un roce en la
oscuridad contra su mejilla. Bajo la tela, en la penumbra crecía del polvo mojado
una flor diminuta, cuatro pétalos en aspa y cuatro en cruz, de cristal purísimo todos,
intactos los del aspa, agrietados en mil añicos los de la cruz. Alzaba del suelo el
rostro embarrado, entraba luz. En la corola danzaban ingrávidos todos los colores
del mundo en un único fulgor. Con pánico insondable veía empezar a combarse
hacia el suelo mustios los cristales, palidecer tal belleza. Sus dedos rozaban el
dorado resplandor del tallo, se detenían, lo arrancaban. En pos de la flor el cerco de
llanto se alzaba gigante en una corona creciente de llamas heladas, los mudos muros
vegetales se desplomaban uno tras otro en nevadas breves de ceniza cristalina.
Espuma muerta, quieta, resplandeciente, el horizonte desvelado era mar, a su
alrededor, bajo sus pies, en todas direcciones, sin costa a que lanzarse, para siempre
inmóvil. Inmóvil extensión resquebrajada en que su cuerpo empezaba a hundirse,
confundirse, invisible mosaico, desapareciendo.
El filósofo no puede dejar de advertir que, además de aprovechar
dramáticamente la pausa en el relato de la princesa, algo significa que sea en este
mismo instante cuando la caravana se detiene y nos hallamos al fondo de una
83
hondonada. Y se cree autorizado a expresar su sospecha de que aquí se acaba el
tiempo y el reino de la palabra, no sólo la suya, sino aun la más anacrónicamente
estructurada, como la de los cuentos que se le han venido contando, dice la
princesa. Y se pregunta quien será y que querrá decir, qué quisiera haber dicho
mientras pudo ese durmiente que sueña y en el sueño se ahoga, que engulle un
sueño sin fondo, sin límites ni costas, ese necesario naúfrago al cabo de todas las
andanzas del pensamiento. Pero entretanto se le abre a él y a todos la boca del
sueño, del sueño de todas las voces que hablan de voces, prosigue la princesa su
relato, sudoroso y agitado el tintorero despierta y se precipita calle abajo a su taller,
febriles sus dedos trazan al pie de la duna la boca de una caverna negra como el
sueño, y dentro de tal negror el tallo dorado, palpitantes las sienes mezcla sus
simples y tiñe sus hebras, y sin descansar ni comer ni interrumpirse un momento
anuda uno tras otro todos los hilos pendientes con tantos y tantos otros que es
prodigio verlos converger sin enmarañarse hacia una inconcebible corola de tal
belleza que hace desfilar a sus espaldas, mudos e inadvertidos, a curiosos vecinos y
amigos preocupados, sin que ninguno se atreva a hacerse notar, sobrecogidos, en su
ausente frenesí. Así mismo llegan sin sentir el día señalado y el emisario de palacio,
y así mismo, mudo e inadvertido para tantos ojos fijos en ese rollo multicolor que a
hombros de un esclavo le precede, es conducido ante el visir.
Al alba había cantado un ruiseñor, pero una sombra suspensa al acecho en
las alturas le había hecho enmudecer, y al jardín todo con él. La noche había sido
inquieta y salpicada de pesadillas que las caricias no alcanzaban a enjugar. Un
viento desapacible le había azotado la cara al asomarse al mirador, y el río bajaba
turbio, y quizás por eso el califa acude inesperadamente en busca de su visir, a
quien halla en tan temprana hora erguido y furioso ante un tapiz apenas
desenrrollado y dos guardias que tienen asido a un pobre hombre, artesano por las
trazas, que ni hace ademán de resistirse.
¿Cómo explicar nada? Ni a sí mismo había podido. Lo había visto, eso era
todo, aquella noche. Así mismo haría ahora. Y en tensísimo silencio que su osadía
carga de miradas como dardos, sin responder al califa sus dedos dejan partir el hilo
que la retiene enrollada, y el tejedor se hace a un lado dejándole solo ante su obra.
Este hombre no ha cumplido lo prometido, a pesar de que el tiempo fue
mucho y mucho lo que se le adelantó del precio, y aunque es cierto que en esta bolsa
lo ha traído intacto, eso no disculpa la afrenta; la obra se promete bella, cierto, pero
83
¿cómo se atreve a ofrecérosla inacabada? Esa es, poderoso señor, la razón de mi ira,
pues no puedo honraros en esta fecha...
Calla, y en su silencio el silencio del que calla ante el tapiz resuena como en la
boca de una oquedad inmensa. Absorto y sordo a la perla gigante de silencio que
crece a su alrededor, que abraza el salón y el palacio, el monte entero y el cielo
plomizo que corren veloces sombras, contempla las figuras detenidas en el arenal, y
en sus rostros el estupor, el miedo, la codicia, la admiración, todo lo que tan bien
conoce. Contempla la flor deslumbradora a la que todas las miradas, las líneas todas
de los gestos inminentes y los ropajes blandamente llevan, e invisibles, como se ha
de gobernar un pueblo o el rumbo de una vida. Contempla la flor multicolor como la
campiña de los tiempos, como el zoco soleado de los siglos y los sueños, los hilos que
infinitos, y radiantes, y bellísimos, se precipitan hacia el deshilachado agujero del
centro.
Como
pétalos
que
arrastran
las
miradas
y
al
poco
arrastrarán
indudablemente esos cuerpos tensos, ávidos, hacia el tesoro que aguarda en el
fondo, ¿cómo puede dudarlo ese ávido perfil de mercader, de inconfundible parecido
a un ave de presa?, ¿cómo va a resistir la curiosidad esa mirada inquisitiva y sagaz,
ese inclinada figura que sostiene entre sus dedos nerviosos y finos el caduceo del
médico?, y el manto sufí del guía les seguirá, es indudable, y luego esas tres
hermanas veladas y nobles, a juzgar por sus aderezos, y todos los demás, el pausado
alfaquí con su vara y sus pergaminos y su aire de bonachona suficiencia, y ese
extraño ataviado a la persa, con pantalones y casaca ridículamente ceñidos y dos
misteriosos cristales ante los ojos, un sabio o un filósofo quizás, y los criados, y los
camellos, toda esa inmóvil caravana se precipitará a la caverna, salvo acaso esa
princesa detenida con los labios entreabiertos en medio de alguna historia que nadie
acabará de escuchar, dice, y correrán los pies por refulgentes pasadizos, y treparán
los ojos buscando en vano las claves de bóvedas altísimas, por muros de fulgor
donde se apilen, inasibles, detenidas cascadas de formas y colores a primera vista
indescifrables, y errarán en la luz perdidos, y vagarán extraviados entre todos los
caminos, solos entre cinturas rosas de lejanía de cualquier modo tiradas bajo un
peso de ámbar tormentoso, más allá una inmensidad y una ballena ronronearán en
la cuna con alas de una mariposa de montes y tornasoladas lunas por diamantes en
los ojos del guía creerán aún avanzar en tal lugar sin espacio, abarrotado de sitios, a
través de lugares y momentos de todas luces y sabores gaseosos, o pétreos, o
bruñidos, y todo convergiendo en angostura hacia el centro, y todo como en pétalos
83
de hielo crecientemente ensimismados, como translúcidas paredes de un vórtice
suspenso, sin hueco, sin respiro, cada uno cada vez más invisible a otros y aun a sí
mismo, cada vez más abismado, de súbito emergido fugaz silueta sobre desolación
estrellada, de pronto ya esfumado sobre otra palidez idéntica de carne abandonada
sobre una yerba dulce, o una sábana arrugada, o una trinchera anegada, un
brocado de princesa o un turbante de alfaquí titilante aquí o allá, en un ahora o un
luego, entre los vaporosos hastíos de monstruosas chimeneas un ojo clínico avizor
procurará no perderse nunca, en las inmediaciones de un níveo antebrazo de
opalinas agonías se esfumará también sobre un caliginoso ocaso de certidumbres en
donde brillará, minúsculo, instante, decidido, el perfil de una barbilla comerciante, y
así seguirá todo y entre todo todos, indiscernibles ya y aún ansiosos, cada vez más
hundidos entre perfiles y voces, cautivados para siempre sin saber ya dar consigo,
hasta desaparecer, puntos en los puntos infinitos de la distancia, dice, pues no de
otro modo sorbe la arenosa boca su cristalino tesoro, que no conoce más fuente sino
el alma de quienes así le prestan oidos, ojos, y en ansias o recuerdos las figuras de
sus ausencias a tan desnuda presencia, tan anónima, tan ciega, así piensa el califa
en alta voz, dice, pero nadie escucha ya, todos pendientes de esa boca abierta, ante
la que se interpone su espalda inescrutable, los comensales la miran sin atreverse a
pestañear, se oye una mosca volar en el salón del trono.
Y en este punto crucial, se hace una pregunta insoslayable: ¿por qué? ¿Cómo
cabe generosidad en aquél para quien todos somos al fin sólo sombras y fantasmas?
¿No querrá aprovecharse de esas figuras para pasar, inadvertido, el tiempo de
puntillas sobre sus perfiles confundidos, perdidos, agonizantes? ¿Y así sin cara, ni
nombre, ni memoria, ser? Y aun si así fuera ¿no sucumbiría a la tentación de
regresar? ¿No retornaría eternamente a su propia trampa prendido de sus encantos,
prendado de sus repliegues, preso de sus ecos y sus recovecos? ¿No será eso lo que
está haciendo en este instante suspenso? ¿No es ese eterno infierno de repetición el
que vacía esos ojos de toda ilusión? ...ése cuya boca irresistiblemente atrae la mirada
del califa que se abisma, se abisma en el silencioso dédalo en que nada guía, dice,
con un hilo de voz clara, y la luz bajará acariciando las faldas de las dunas y nada
hallará en la hondonada, inescrutable la arena, extintas las brasas, y las huellas
solas de una camella que se habrá alejado, bamboleando el trasero mondo,
hediondo, divinamente terreno, acaso con una princesa dormida a lomos... Sólo
entonces vuelve el califa el rostro y sus ojos húmedos hacia el hombre, al que
83
abraza, y dice: nadie en el mundo ha visto lo que aquí falta, y gracias a tus manos
nadie podrá hacerlo jamás. Este hombre ha cumplido en justicia su palabra, y
regalado en belleza lo que en silencio se le hurtaba; honrémosle como merece, y
guardemos el temor de Aquél que no tiene nombre. Y así fué como Ahmed el tejedor
vivió largos años en el favor y en el corazón del califa, y en la dicha de volver a crear
como el alba nuevos colores cada uno de los días de su vida.
*
Algunos comensales alaban la sagacidad de Ahmed, otros la magnanimidad
del califa, todos la gracia de la princesa que tan vívidas ha sabido pintar las figuras
de su historia, el celo del alfaquí y la vehemencia del poeta, el intérprete importuno y
el malicioso doctor. También el rey aplaude, pues estima a su visir y el grande
esfuerzo que por él y su reino hace. Pero éste advierte ya en sus ojos la desolación de
la noche venidera, desierta de sueños, como un minúsculo pozo insondable en sus
pupilas. También la había conocido, ay, hacía ya... muchos años, demasiados
quizás: esa desolación que despunta al caer sin un eco sobre las frías losas la voz, el
gesto y el ropaje en que extraviarse, la desolación que en los ojos del varón se alza
puntual tras el horizonte de un cuerpo de mujer exhausto, dormido, descansando en
sí mismo en cualquier lugar del mundo en que se halle. Por eso le sobresalta perdido
en sus cavilaciones la voz de la cantora, que solicita permiso para contar a su
majestad una nueva historia. La mano del rey asiente breve, y el silencio se tiende de
nuevo perplejo entre los últimos comensales, pero aún será mayor toda extrañeza
cuando la princesa comience a contar la historia de Ahmed, el tejedor de Córdoba
que un día tuvo un sueño. Sólo el respeto impide que los últimos huéspedes
abandonen el mirador antes que haya acabado de nuevo la historia de Ahmed, el
tintorero de Córdoba, y los viajes que emprendió en busca de una flor. Ya el visir,
encolerizado, iba a ordenarle a la cantora que se retirase cuando el rey le detiene con
un gesto, e incorporándose a medias se dirige a ella. ¿Sabes aún más historias,
cantora? Sí, mi señor; para todas las noches que puedas vivir, y para todas cuantas
deseo que vivas, y aun para más, si puede haber número mayor que el de las
estrellas del cielo y las arenas de las playas. Cuéntame pues una historia nueva, mi
corazón se despierta al escucharte. Y la cantora abrió sus labios y comenzó el relato
de los viajes de Ahmed, el cordobés, que cierto día, al caer la tarde, se halla sentado
a la puerta de su tienda viendo pasar las gentes y las sandalias de las gentes como
una lanzadera invisible cuando... los pasos del visir se alejan sobre la grava y se
83
pierden tras el rumor de la fuente, pensativos. Allá arriba, en el cenador, lámparas y
pebeteros se extinguen, y las estrellas en el cielo, pero una voz sigue contando y
contando, enhebrando las veces como cuentas en el hilo de una historia sola.
A la noche siguiente, el rey hizo llamar a la esclava nueva, desatando en el
harén rabias y celos que sólo aplacó el final convencimiento de su locura, cuando
mujeres y cortesanos supieron que noche tras noche la cantora contaba al rey una y
otra vez la misma, la misma historia. Se siguieron así mil noches, y una, la última,
dicen que se oyó una carcajada desde el jardín del rey, y dos risas entrelazadas
luego. Lo cierto es que a la mañana siguiente el rey se presentó de buena hora en el
salón del trono, mandó llamar a su visir, al que colmó de honores por su fidelidad, y
tomó en sus manos las riendas del reino, que gobernó desde entonces con prudencia
y justicia día por día como si fuera cada uno a ser el último, tratando a cada uno de
sus súbditos como al primero y a sí mismo como a todos. Y la cantora, ahora su
primera esposa, le acompañó desde entonces con una historia siempre distinta de
noche en noche hasta la noche, la última que a todos nos aguarda, a la que entraron
juntos y en silencio.
83
Nota editorial:
Junto a los borradores y el texto corregido, en un cartapacio negro cubierto por
sus dos caras de caracteres árabes, quedan además los llamados impropiamente
fragmentos del jardín, que nadie ha sabido dónde colocar. Las hipótesis han sido
muchas. Para unos, se trata del ermitaño que ha conseguido volver a su patria. Para
otros, es el poeta superviviente gracias a la princesa que relata para un amigo distante
todos los incidentes y relatos anteriores y da término a su carta con una descripción
del presente. Hay también quien sostiene que se trata de la descripción de uno de los
grandes espejismos, o de un fragmento. Y no falta aun quien los considera parte de
una carta con que se enviaba el texto de la Risala del desierto74. Aquí nos limitaremos
como final a transcribirlos.
"Como manos surcadas de arrugas trazan con bien ganada pausa
signos sobre el pergamino, en patios cerrados al mundo, abiertos sólo en
rumor de fuentes a lo alto, desde la más recogida estancia de mi corazón
escribo."
"¡Huída en quietud! ¡Muda victoria!...¡qué inmenso mediodía sobre los siglos!"
"¡Suficientes sufíes...! Para extinción en Dios, la hora de la jarira: el
viernes por la mañana, los perros llaman, las caballerías protestan, en el
corral chillan las aves, los niños pían ladran y relinchan y se alzan las diez mil
voces de Babel, y entretanto las mujeres, reposo umbrío y oasis del peregrino,
refriegan empujan arrastran y golpean cuanto cuenco cacharro y recipiente
pueda haber en una cocina, sin dejar de discutir a voz en cuello de cualquier
otro asunto para establecer sus tácitas jerarquías, hasta que los criados
rompen igualmente a discutir sobre faenas que no hacen para la galería,
donde me hallo, ante el pergamino, meditando en la osadía de empuñar el
cálamo para cautivar a la vida".
***
83
ESTAMPAS DE TRANSICIÓN
0.-TRANSIDOS PARA SIEMPRE
1640. Un fantasma recorre Europa, dejándose un jirón en cada punta: la
comunidad ecuménica europea, sombra de una iglesia, una aristocracia y una
burocracia de toda nación con una lengua común, el latín. La catolicidad imperial
habrá de buscarse nuevas sedes. En lo político, el estado nacional se ofrece a religar
los individuos; en cuanto al verbo, la matemática se apresta a heredar del latín la
universalidad que conviene a la ley, instrumento de la razón combinatoria e
incorpórea que sustituye a un Dios Padre soltero y malabarista.
Tampoco a esa herencia le faltan pleitos: insatisfechos con la esquelética
anatomía que el álgebra asigna a los cuerpos, hay quienes buscan otra lengua
universal, la lengua de Adán por vía de correspondencia sensual entre el cuerpo del
signo y el de la cosa. Y también aquí se deja sentir el cisma habido en Europa en
torno a la Escritura: cuando los ideogramas chinos dan que pensar a la Europa
reformada, la del libre examen y multiplicación del texto, otros llevan siglo y medio
descifrando jeroglíficos para enseñar a los indios.
Pues el vínculo claro y distinto entre la razón y cada razonar no se deja
proclamar evidente con igual facilidad en la Francia de Cartesio que en un
conglomerado de razas y lenguas esparcido en cuatro continentes. Aquí la
transparencia del signo en la intuición se hace opaca, se deja notar. Desde la Ciudad
del Sol sobran propuestas de refundar la catolicidad sobre nuevas formas de
visibilidad de lo común: la modernidad posible en ese imperio pasa por una nueva
imaginería, un nuevo santoral.
Acaso lo único que le queda intentar a una catolicidad que se sabe cada vez
más particular. Pues a diferencia de los territorios que se le enfrentan, en el imperio
sin ocaso la secesión imprescindible ha de ser en el tiempo, no en el espacio; no de
otro, sino de sí, de unas señas canónicas largo tiempo mantenidas como identidad. Y
donde se busca revisión de una memoria, y no evidencia primera, no se precisa tanto
componer el discurso en método de dar pasos cuanto métodos de discurrir entre los
dados, que ruedan y vuelven al azar en imágenes ambiguas; y no cabe duda, sino
recomposición de lugar, reflexión sin fin de un gusano de espejos donde "el verme de
la conciencia" resume el equívoco de toda imaginería entre el ayer y el ahora.
No sólo en el alma remordida de Felipe IV, el de los treinta bastardos, se
plantea tras la caída de Olivares un examen de conciencia que deshile las imágenes
148
tramadas, separe aúreas Galateas del pestoso Manzanares y devuelva Martes y
arcabuces cada cual a su tiempo. Agotados herejes e infieles, la inquisición del gesto
evoluciona en investigación del comportamiento, y siguiendo al sospechoso a las
moradas interiores descubre un ejercicio interminable, la jineta espiritual de los
espejos. Una Compañía previsora patenta un moderno tipo de inquisidor portátil
mucho menos costoso, teniendo en cuenta que trae el hereje incorporado: uno
mismo. Y entre arrobos y derrotas, entre monjas y truhanes, endeudados o
esperanzados pero sin duda transidos, en España se disponen al trance de iniciar la
transición, sin brújula por los mapas de un tiempo a la deriva.
El historiador, que conoce el final de la historia por el momento -por el
momento en que vive- sabe en qué para el examen de conciencia, quién triunfa en
esa pugna entre carácter e icono, entre el índice que escoge patrón en el retablo y el
cálculo que genera posibilidades. Por eso esa excéntrica península de perfiles
desgarrados le ofrece un observatorio privilegiado sobre un imperio planetario cuya
lengua común se ha vuelto incomprensible, más objeto que signo, cantada cada fin
de semana aunque no se entienda para animar a los parroquianos en ritos de amor,
grabada en cintas, prendida o impresa en vestiduras como protección, distinción, o
simple parche; por eso el historiador observa interesado su búsqueda imperativa de
otros alfabetos que hagan intuir a los particulares de qué tierra, de qué cielo, de qué
demonios forman parte en su forma debida, deteniendo para ello si es preciso al
mismísimo Verbo en persona, faz, imagen.
Porque entre escombros de fantasmas amenazan emerger rompecabezas de
otras memorias, mutiladas como una mezquita sin alminar, una pirámide con
campanas o una sinagoga con retablo, y entre líneas sobrantes o ausentes se
insinúa otro cuerpo seductor y aterrador y esquivo, disperso de océanos y voces,
mudable y desconocido pero indudablemente propio, como sólo pueden serlo
pérdidas y renuncias, el rostro que no se tuvo y el paso que no se osó, otro cuerpo
continente de memorias y esperanzas... a la generación de los sesenta se le ofrece el
albur de darle el suyo, y entre fantasmagorías imperiales o el mecánico futuro de
repetición de una conciencia insomne, acaso hallar una tangente inaudita hacia otro
mundo tercero e inimaginable.
148
otras voces que la imposible que enfila las cuentas incontables. otras
voces que se entierran al paso atronador de la verdad para germinar
simientes. otros ojos que se abren párpados de cobre, heridas de siglos o
instantes que sangran sombras. como instan pacientes dedos minerales a la
tierra. otro laberinto de raíces creciéndose salida hacia la luz por donde
quiera. otras voces que la imposible historia. otras visiones que la imposible
mirada sobre todo. así soñó el nagüal bajo su manta de tierra.
en la oscuridad, en el silencio absoluto sin sucesión, en la ceguera
absoluta sin extensión, en un revés sin cara, sin otro en los espacios ni en los
tiempos, sin semejante ni aun en la memoria. donde nace el mineral. donde
los sueños no soñados descienden de la luna y se empapan en la carne de la
tierra, y su luz helada se vuelve plata. donde la tierra concibe horas, días y
años que al calor del sol se han de hacer humo, perderse en lo alto, de vuelta
hacia la cuna. donde más bajo se hunden, en el breve trayecto humano del
viaje de los sueños. donde sueña el nagüal bajo su manta de tierra.
148
I.-PERFIL DE CORTE
Las revoluciones del XVII admiten muchos objetos como emblema, desde el
telescopio al Mayflower, por no hablar de cabezas de hierro y martillos de
iconoclasta. Pero el espíritu del capitalismo, ese auténtico fantasma en la máquina,
se debe ante todo a la invención de la máquina capaz de conjurarlo en cuerpos
perceptibles, aunque diminutos. Más que relojero, es un dios componedor el que
forma combinaciones infinitas con unas cuantas reglas. Ahí el monótono cuento del
reloj no cuenta, si no es como requisito de un movimiento reducido a
desplazamientos; en una caja de imprenta el tiempo no tiene lugar, salvo ése
escurridizo que el componedor disimula en su constante tejemaneje: una falta de
continuo desplazada para dar lugar al intercambio incesante.
Pero mire el lector esas tiras de plomo, lo primero que escoge un niño en el
revoltijo: a diferencia de los demás, éstas son iguales por todas partes. No ostentan
signos, su utilidad es sujetarlos ante el vértigo de un aparte, o un final, tendiéndose
para apoyarlos en los márgenes del cuadro. Vistas en una página de matrices, esas
lagunas convierten de inmediato los salientes y recodos de los cuerpos en otra cosa:
en paisaje. Especialidad de la cuna submarina del capitalismo, Holanda, el paisaje
invierte la percepción aristotélica del mundo haciendo al fondo figura en la que se
inscriben, mínimas muescas, los cuerpos. Esa necesidad de incluir la nada de la
página entre los tipos del alfabeto nos remite así a otra revolución del XVII, tan
hundida en las sombras de la imprenta como para confundirse con ella.
"El abrir de las laminas consiste en buen dibuxo, de que los
Impressores no necessitan, y la suerte de estamparla es diferente de la
nuestra, aunque tambien se llama impression; pero ellos imprimen con
torculo, y nosotros con prensa, que es en todo diferetissimo modo.
Para las estampas de madera también es menester dibuxo; mas es
facultad
diferente,
aunque
su
impression
es
con
nuestros
mismos
instrumentos. Difieren en todo de las laminas, porque en estas lo que
imprimen son los fondos, y en las estampas de madera los perfiles, por cuya
causa entre la letra de la Imprenta se pone una estampa de madera, y sale
impresso todo à un tiempo"75.
148
Así resume el primer tratado impreso sobre la imprenta sus relaciones con los
dos tipos principales de grabado, entalladura y calcografía. En el primero lo
significativo es el perfil que sobresale, como en el tipo de imprenta con el que se
compone abaratando el coste; por eso predomina en libros de mucha ilustración,
diagramas técnicos o emblemas, por ejemplo. En la calcografía, lo significativo está
en otro plano que el texto, con el que no puede componerse; las figuras, en el fondo,
son incisiones que recogen tinta. Una lámina es un sistema de ausencias donde el
sentido aparece en lo que falta, y lo que deja sitio es lo que da lugar; una calcografía
es la copia de una ausencia, una más entre sus semejantes. El sentido como falta
original, he ahí un rasgo de modernidad al parecer inesperada a la sombra de
Trento76.
*
Corralas y procesiones, revolcones del rey con la Calderona y contricciones
con la monja de Agreda, apellidos endeudados y abolengos falsificados, hábitos de
estameña y arracadas de Lima, aves del paraíso y sermones del infierno, mestizos de
los dos mundos, embozados desconocidos y bastardos por reconocer, claroscuro
Madrid como un cuadro de Ribera, un párrafo de Quevedo o el humor de Felipe IV,
donde los contrarios se suceden a tal velocidad que parecen simultáneos: milagros
de la corte donde conviven falsos tullidos y bellezas postizas, mutilados de guerra y
cuerpos de alquiler, cuanto más se pierde el mundo más se resarce la impotencia
real con aventuras imaginarias en que hay de todo, y a la vez. Claro que la cercanía
de la muerte ayuda a reconocer límites y perfiles, y dando ejemplo a sus reinos,
antes de partir a la frontera de Cataluña para hacer de rey, Felipe reconoce por una
vez a un hijo, el de la Calderona, a quien por cierto se considera adecuado enseñar
entre otros el oficio del grabador77. ¿Y cómo no, si la imaginería, en volumen o en
plano, procesión o teatro, más o menos propicia al transporte y el arrebato, es cada
vez más el único lenguaje en que reconocerse presente, la última esperanza de perfil
que le queda a la evanescente corte de los Austrias?
En ese Madrid se fechan entre 1645 y 1650 varias estampas de santos78,
anónimas, pero presumiblemente obra de la misma mano primeriza que algunas
ornamentaciones en volúmenes impresos por Alonso de Paredes, Francisco Martínez
y Diego Díaz de la Carrera, tres de los más reconocidos impresores madrileños, así
148
como aquélla en que nos detendremos ahora, la "Z" inicial del capítulo V del tratado
de caligrafía de Casanova79.
Obra de entalladura, su aspecto recuerda ciertos trabajos de Juan de
Vinglés80; la composición empero retiene nuestra atención. Los dos trazos
horizontales de la zeta se componen con los bordes del cuadro de manera que la
imagen adquiere de inmediato profundidad, a manera de abertura sobre un paisaje;
operación rematada con las dos sombras que encubren las jambas de tal ventana. Al
tiempo que hacen más fácil el engaño de un más allá, las sombras insinúan la
presencia de dos observadores en la posición desde la que se observa. Naturalmente,
el trazo oblicuo de la zeta parecería absurdo barrote y traba incomprensible, pero
con un fino trazo divergente el artista convierte a ambos en ribazos de un camino
visto desde lo alto ¿Qué más se ve?: sombras por los campos, volcanes al fondo.
Alargadas sombras que se quiebran en las peñas, se arquean en los troncos o se
doblan en la esquina del edificio que asoma por la derecha, acaso prolongación del
lugar desde el que se mira. Alargadas sombras que suponemos de ocaso, ¿no
estamos asomándonos más allá de la última letra? Y son sombras literales, sombras
sin cuerpo con toda certeza, a diferencia de las que les observan desde este lado de
la letra final, cuyo origen queda en nuestra incertidumbre.
otras visiones que la imposible mirada sobre todo. otras pieles que el redondo
fulgor sin cicatrices. otras lejanías que el cero cegador del horizonte. el
nagüal se deshace bajo su manta de tierra. atrapado en lava helada de luz,
no puede mover los dedos. no puede mover los ojos. no puede mover las aletas
de la nariz. ni el aliento puede moverse en el nagüal. sólo la luna sí. la luna
alarga sus dedos, la luna hila un cabo del atrapado y navega. navega noches
arriba con un cabo de sombra en los dedos. así sueña el nagüal que se
deshace bajo su manta de tierra. que atraviesa el hechizado océano de la
luna. yerto en muertas cordilleras de ecos. en suspensas olas cicatrices.
momias de compás. fantasmas almidonados de la danza cautivos para
siempre en los límites de un gesto. bajo su manta de tierra apenas nada ya
sino cuencas de calavera y dos dientes con una puerta entreabierta.
148
Realizada para el convento de la Santa Encarnación de Castejón, en Murcia,
la figura de San Emigdio, protector contra los terremotos, llena de intercesión el
centro de la estampa, la mano izquierda al cielo, la otra abierta hacia las víctimas de
la catástrofe. Nadie arriba a la derecha, adonde mira, sólo unas estrellas entre
nubarrones que recuerdan la Cruz del Sur; a la izquierda, una Gran Mano lanza un
equívoco haz de rayos que por detrás del obispo, o a través suyo, reaparece en la
mano derecha del santo, desplegado o refractado hasta cinco puntos donde las
figuritas rezan o alzan cruces, a salvo en el corro iluminado.
La primera impresión es que al obispo le parte un rayo. Para reinterpretarla
conforme a lo que espera, el ojo del creyente se ve arrastrado al fondo mientras
encuentra o no algún círculo de escogidos. Acaso ése del ángulo inferior izquierdo,
adonde el pulgar del santo desvia casi por reflexión la luz divina sobre un trozo de
queso descomunal -a juzgar por los cercanos galeones- que se hunde en un manojo
de gusanos ¿o no? No: es una catedral, cariada de raíces, que la selva arrastra a su
interior por una hendidura no muy distinta de los mayores labios femeninos; pero
ante ella se salvan los creyentes en torno a una cruz florida, imposible decidir si
artificial o parte de esa raíz encorvada que surge de abajo y les sostiene a todos lo
bastante para alcanzar la luz. A la derecha, del puerto sólo quedan galeones por los
aires, tendidas en jirones velas como alas; palmeras de espuma revientan la planta
rectilínea de una ciudad colonial, y en un juego de senos cóncavos y convexos, al
entrechocar las olas se entrecruzan los restos de las calles en coordenadas de
espacios imposibles. Más arriba, una presa revienta entre dos laderas salpicadas
aún de acequias y molinos, en la tromba hay figurillas asidas a un redondel
luminoso y diminuto como una moneda.
Más que los llamativos elementos indianos, sin duda sugeridos por el tema,
retengamos la relación de figura y fondo. Se trata de generar ilusión de espacio,
piedra de toque de la pericia de quien sólo puede contar con sombras ¿Y qué clase de
espacio? La zeta ya nos mostraba la ilusión de un "más allá" invertida para señalar el
"más acá", al que también se niega a continuación la realidad. Pues ¿por qué estas
sombras del más acá sí habían de tener referente? Y aun así, ¿quién podría
acompañarnos en este lugar que por definición se piensa en primera persona?
¿Dónde estamos, entonces, qué nos queda? Una ilusión plana: finalmente plana, he
aquí la diferencia. De un detrás a un delante igualmente incorpóreos, las figuras
148
fuerzan al ojo a trayectos que sólo pueden serlo en lo imaginario, cuya anatomía se
hace así sensible como cuerpo de la ausencia.
En el San Emigdio, la calcografía proporciona a ese movimiento su alfabeto
más propio: marcas que son ausencias arrancadas al cobre. Entre figuras sin
volumen y un fondo al que no cabe figurarse, se genera el plano de fractura que en el
"interior" de una superficie sin volumen expresa la realidad de ésta como límite,
único lugar posible de la representación: ese fondo figurado que las artes visuales
llaman "fondo", no siendo sino límite de convergencia y frontera con lo inimaginable.
Fijémonos en este protector contra la catástrofe: su figura nos remite al punto a ella
¿Cómo sabríamos si no de qué nos libra? ¿Cómo iba un límite a mostrar lo que
impide?: el anuncio de salvación nos lleva al desastre. Fijémonos en esa presa que
revienta entre dos laderas al fondo del fondo, en el más distante de los círculos: a su
alrededor y detrás ya sólo hay sombras, arremolinadas sombras sin salida
ahondándose en sí mismas hasta dar... en blanco, blanco de papel, blanco de bosque
machacado en donde queda desnuda una sombra de cobre. Consumación de la
inminencia perpetua, la catástrofe entra en el cuadro por el fondo: esa presa es la
estampa misma, la figuración protectora que revienta y da lugar al atrás mineral e
impenetrable
que
discurre
en
todos
esos
torrentes
sombríos,
arrolladores,
confundidos, que no discurren.
¿De qué cuándo, de qué donde surgen los fondos anónimos de patrones y
empresas emblemáticas?, ¿de cuánto qué prensado entre el rodillo del tiempo y el
horizonte de metal de un planeta ajeno a las marcas que se reparten su superficie?
De San Emigdio a San Caralampio, terremotos en tierra incógnita, animales perdidos
de la fábula y el sueño por selvas de vértigo, calles de una ciudad entre cumbres por
donde filacterias que son serpientes de la Escritura persiguen con su testimonio a un
justo del que justo vemos la sombra doblar una esquina al fondo, bajo el gran
cerro... fragmentos de un continente imposible cuya geografía no se trama en el
espacio ni en el tiempo, sino en su falta, de corte en corte, entre estampa y estampa;
fragmentos de un incontinente cuyos átomos no son extensión ni vacío, sino
vacantes, vacantes perfiles que allí tienen lugar aunque no ocurran... allí, donde
acaba la historia sus renglones como paralelos, y las naves impresas caen por el
borde del fin del mundo, o descubren otro nuevo donde errar sin miedo a errar,
inconfundible como un nombre propio...
148
...como Catay, por ejemplo. Incierta empresa tomar un grabado como indicio de un
autor ¿Quién es el autor de una estampa?: la respuesta puede complicarse más que
una cuestión teológica. Por lo pronto se requieren tres personas distintas para una
sola creación verdadera y completa. Uno es quien produce la idea, las figuras y el
espacio, en una palabra la composición de lugar; a éste se le llama inventor. El otro
opera su encarnación en la hoja en blanco, es el dibujante que alumbra con sus
trazos un ejemplar singular. Y el tercero los traslada a una plancha que "abre" con
su buril, haciendo posible su difusión universal: éste es el grabador en sentido
estricto, el que firma "sculpsit", "excudit" o "fecit". A veces, claro, dos o tres de estas
personas coinciden en un solo cuerpo, pero siempre por circunstancias imposibles
de deducir de la obra. Otro tanto ocurre con los fondos, que el grabador firmante
deja a menudo en manos de sus aprendices, aunque tampoco siempre. De modo que
si la mayoría de las calcografías van firmadas no se debe a su consideración como
expresión artística de una individualidad, sino a la legislación sobre impresos.
Acaso el historiador aún quiera legitimar indirectamente la interpretación por
medio del documento externo que demuestre que grabador, firmante e inventor
fueron el mismo. Pero, a diferencia del impresor, los grabadores no están sujetos en
el XVII a control gremial, por lo que apenas hay registros documentales de su
actividad; además las planchas pueden enviarse con poco esfuerzo muy lejos, de
manera que ni siquiera los pies de imprenta permiten seguir sus movimientos81; y
por fin, ¿qué confianza puede tener el historiador en un documento, aun
manuscrito, cuando se trata de un calcógrafo, experto en replicar trazos ajenos?
¿Siguen siendo indicios los indicios ante un profesional de su fabricación?
Comprenderemos así que ante el grabado naufraguen documento e
interpretación, y sin archivo ni hermeneútica quede el historiador desarbolado y su
discurso a la deriva ¿Qué designa entonces la firma de una estampa?: una plancha
con marcas, entre ellas la firma.
Ardua tarea espera a quien se asome al grabado con mirada inquisitiva en pos
de un autor.
*
148
II.- EL JARDÍN DE LOS LUGARES
Más conocido por la abreviatura latina de su título, Hortus geometricus,
el Jardín de la geometría, o de los linajes y fortunas del triángulo, la esfera y otros
animalia de ese reino, con la relación de la desgracia y muerte del cono y sus
vaticinios sobre el cercano engendramiento del Hordo, obra del polígrafo navarro
Francisco Odón Ordóñez, es una "cartilla de geometría para niños y mozos" en la que
se utilizan xilografía y calcografía. Por lo cuidado de su edición, el libro constituye
una notable excepción en la época82; en parte se encuentra explicación en la
dedicatoria a quien corrió con tales gastos, Francisco Sanz de Cortes, banquero
aragonés que hizo fortuna por sus relaciones con el poder y fué ennoblecido, dando
origen al título, no poco ambiguo, de marqués de Villaverde. Pero es época de
transición, y la fortuna domina el tiempo; conversos aragoneses y portugueses
compran un pasado con sacar a la corona de su perpetua bancarrota.
El interés de un banquero por "las artes de la cantidad y la figura" apenas
requiere explicación; en cuanto al contenido, adopta una forma clásica a que las
estampas didácticas se amoldan con facilidad, la fábula. Componen la obra siete,
cada una con diagramas de entalladura en el texto y su correspondiente calcografía
inicial; firmadas por "Silva", entre las más conocidas se cuentan "El crecimiento del
número tonto", que sirve de portada a la obra, y "El nacimiento del Hordo", de la
fábula que cierra el libro.
El Hortus geometricus antecede en seis años al Orbis Pictus de Comenius, que
pasa por ser la primera cartilla ilustrada para niños83. La escasa difusión de la obra
de Ordóñez (nula en Europa), que propicia tal error, se explica en parte por el tema.
Mientras la obra de Comenius reproduce formas sensibles de plantas, animales y
artefactos, el de Pamplona se mete de cabeza en una de las polémicas capitales del
XVII, la relación entre geometría y álgebra, cuerpo y número.
Ilustrar un problema de geometría es, para cuantos siguen a Cartesio y sus
coordenadas, pecado de lesa cogitación. Las verdades de razón son diferentes de las
verdades geográficas, físicas o botánicas; independiente de toda imagen, la geometría
de un ciego de nacimiento y la de un vidente deben ser iguales. El álgebra ofrece la
plasmación ideal de esa razón: un lenguaje universal sin figuras que son espúreo
sedimento de una historia. La imagen cumple a lo sumo función de ilustración:
148
resolver con figuras las más sencillas ecuaciones agotaría a la imaginación mejor
dotada84.
No obstante, ésa no es la única concepción posible de las relaciones entre
cuerpo y número. El pitagorismo, revivido en el renacimiento, considera animalia a
los números y los vincula a diferencias corpóreas -la más popular, la de femenino y
masculino, asociada a par e impar-. Aún hoy ciertas expresiones matemáticas son de
origen geométrico, y remiten a antiguos sistemas de cálculo por figuras, griegos,
egipcios y caldeos; así, el "cuadrado" o el "cubo" de un número. En esta época la
terminología matemática atraviesa una fase de remodelación paralela a la que
experimenta la matemática misma (que es distinta de aquélla, naturalmente); así por
ejemplo se habla de números cuadrados, triangulares, cúbicos, oblongos... o
sordos85. Expresiones como "número irracional" no se harán generales hasta algún
tiempo después.
Conviene recordar esto al lector antes de que se asome al "Crecimiento del
número tonto", donde diversos recursos topo-gráficos ofrecen -a manera de quipú
andino- todo un sistema de cálculo en que la figura va más allá de lo ilustrativo86, o
a la estampa que abre la última fábula, "Nacimiento y andanzas del Hordo".
La sinopsis es simple: en el Jardín de Los Lugares, al pie de una enorme
montaña que sujeta el horizonte, cada una de Las Cosas tiene lugar y lo da a su vez,
de modo que reina la armonía. Pero en el jardín existe un árbol prohibido, el Arbol de
las LLaves, cuyas raíces son cuadradas, su tronco piramidal, y sus ramas de piedra
se cubren de cifras redondeadas. Al pie del mismo se traba cierto día una feroz
disputa genealógica que gira en torno a un triángulo, el cual pretende haber dado
lugar a todas las Cosas87; la trifulca se torna revolución, que enseguida genera
encono al triángulo hasta el punto en que acaba seccionado de plano por un tajo. En
su agonía alcanza a llevarse a los labios uno de los frutos prohibidos, y enuncia una
serie de vaticinios misteriosos en forma de parábolas cuyo oscuro lenguaje,
hiperbólico y elíptico, ninguno de los sabios alcanza a descifrar excepto en un
extremo: el próximo alumbramiento de un monstruo.
"Entiéndelo éste dragón de dos cuerpos, unidos por la cabeza sólo;
otórgale aquél figura en continua mudanza, y huesos de espejo; asegura otro
que nacerá de las aguas en las Islas del Norte, y que será su cuerpo
compuesto de muchos otros, engarzados como piezas de reloxes, de modo que
148
sus obras se sigan unas de otras como golpes de batán, y de tal manera podrá
navegar por el tiempo como los navegantes caminan por las aguas mirando
las estrellas, que no se siguen éstas en sus lugares con mayor fijeza que
aquéllas en sus tiempos".
Pronto el monte vomita una extensión nuliforme que desciende hacia el jardín;
en el huevo que vemos en un rincón de esta lámina 7 la materia eruptada trae al
temido monstruo, cuyo nacimiento contemplamos: un pollo escuálido apenas visible
sobre el fondo continuo de lava; se diría garabato, pues lo forman unos cuantas
líneas enmarañadas "como hilos de títere siempre a medio alzar, cuya trama viscosa
nada sostiene(...) Su nombre es el Hordo; apenas nace comienza a perder la color, en
que funda su rapiña, pues cuanto más devora más invisible se torna a su presa"
El Hordo es una suerte de vampiro, imperceptible en cualquier sentido, que le
sobreviene al cuerpo de las cosas y las absorbe; insensiblemente se pone en su lugar
y hace sus veces, absortas, una sola. Pues un lugar se ahonda y toma cuerpo a
veces, a fuerza de veces, codiciado sustento del Hordo que así crece despacio sin
límite de tiempo. Limitada a su vez, la cosa ya no puede ni dar lugar ni ponerse en el
de otra, de modo que en vez de pasar se pasa, y cae en un torbellino pocho de
colores, olores, dolores y otros restos sin herencia que un invisible aleteo esparce.
Pues al no tener lugar no se sucede, asímismo, el cuerpo de vez en vez en vez de ser
de una vez por todas, la que tiene lugar en el Hordo.
Al cabo el monstruo será vencido y reducido a servidumbre
gracias a la
aparición de Nombril, un gigantesco ojo vagabundo llegado hasta el fondo del
horizonte en busca de su concha, y que mientras tanto, temeroso, se ha vuelto del
revés y mira todo desde dentro a través de su propia esfera. Al parecer, no sin
secuelas, pues por donde pasa deja un rastro salobre y pegajoso que envuelve "como
moco o eco" cualquier Cosa aunque no haya lugar, haciendo sus veces esos hilillos
de voz que como un manto van tendiendo a su paso docenas de labios diminutos
alineados en sus párpados.
A diferencia de las restantes estampas, aquí aparecen diversos episodios "a la
vez": lógico, pues la fábula plantea en forma alegórica las relaciones entre espacio,
tiempo y "percatación" -el problema del continuo88-. Pero Ordóñez no habla de
148
espacio y tiempo, sino de lugar y vez, y el resultado, claro, no es movimiento
numerado sino voces que enumeran. En ese Jardín de los Cuerpos toda vez es vez
porque da lugar, y un lugar, porque da la vez a su vez; no ha lugar un espacio en
que se dé todo de vez. A diferencia de la matemática de Cartesio, aquí lo que
relaciona es (a su vez) relacionado, es relato y cuenta, y no cuenta; vez y voz son
indisolubles, pues la intemporalidad de la voz matemática que cuenta se esfuma,
convertida en otra que se mueve junto con su paisaje. Al orden de la repetición
numerable se opone así el de Nombril, ese caracolojo que hubiese hecho las delicias
de algún cenáculo surrealista: el orden de la sustancia como relato y referencia que
en su resonancia da lugar a cada cuerpo en el centro del mundo, de uno compuesto
por una infinidad de centros.
¿Y qué pinta entonces el dibujante? ¿Qué lugar le queda al grabador ante
tales honduras metafísicas? En primer lugar (¿o será en el momento delantero?)
parece que se queda sin perspectiva: la estampa recuerda a las páginas ilustradas de
los tebeos, de no ser porque aquí el orden del renglón está ausente por completo: ni
arriba a la izquierda es el principio, ni abajo a la derecha el final. Acaso fueran mejor
símil los pictogramas aztecas y los hieroglifos incaicos. Si una historia es un orden
de discurso, a esta estampa le caben a la vez muchas veces, muchos trayectos que
dan lugar a dar en lugares diversos cada vez. Cabe así establecer toda clase de
transiciones entre veces y lugares que por eso mismo se multiplican y diferencian.
A quien busque aún denomirador común, sólo parece quedarle una
oportunidad: el cerro, esa silueta en que la curiosidad del erudito reconoce Guayna
Potosí, el cerro de la plata del Perú tal como lo divulgaron relatos y grabados.
Elección del grabador puramente simbólica, sin duda, ¿no fué de allí de donde se
alzó y cayó sobre Europa el dinero moderno, el monstruo de la cantidad que engulle
las diferencias? Pero poco significa esa referencia de contenido frente al significado
que le confiere su elaboración formal, su posición en la estructura de la estampa.
Disimulado en un lugar poco significativo habitualmente -para el hábito del renglón-,
al parecer uno cualquiera de la página89, pronto descubre el ojo sin embargo que el
cerro puede formar parte de cada una de las escenas dispersas por ella, y de
cualquiera: sólo que ahora, si quiere seguir este juego cuya proposición ha
descubierto, el ojo ha de intentar reconstruir conscientemente la ilusión en una
pluralidad de perspectivas incongruentes entre sí, cuyo intento de realización
148
simultánea conduce rápidamente a una especie de vértigo borroso, y al
desmoronamiento de la percepción.
Apenas cabe imaginar en un pintor de la época tal recurso a algo que la
pintura daba por abandonado desde el renacimiento. Aquí, el grabado retrata al
cuerpo como momento, pero no de inercia, sino de historias: de relaciones, como se
dice en el castellano de la época. La pintura barroca, llena de cuerpos en
suspensión, de ángeles, inmaculadas y titanes que ascienden o se derrumban, le
hace preguntarse al espectador cómo tardaron tanto en dar con la ley de la gravedad,
pero le aclara por qué tardaron aún más en dar con la idea de historia. Esos cuerpos
ingrávidos, camino del cielo o del infierno, flotan en todo caso sustraídos al orden
sensible que llamamos mundo físico; ningún pintor de la época pudo ver con sus
ojos un modelo sin gravedad. Pero sustraerse así a lo más cotidiano, el peso, exige
ser mito o estar muerto, o en trance: el pintor no sabe (aún) cómo poner a levitar una
figura en este mundo, cómo sacar fuera de sí el cuerpo sin sacarlo del mundo;
tendrá que esperar al cubismo para presentarlo en varias veces a la vez. Parece como
si el privilegio de referirlo en el tiempo, profiriéndolo o difiriéndolo hasta sí mismo, le
hubiera resultado más accesible al grabado por su contagio del texto. Después de
todo (¿o será detrás?), no se anda metido en libros impunemente.
*
Y si no que se lo pregunten a Silva. A primera vista, la concepción de los
cuerpos no parece un tema demasiado picudo desde la perspectiva de la moralidad
pública, al menos mientras se entienda geométricamente. Pero la primera vista no es
la mirada inquisitiva que quiere saber.
La escasez que aqueja a las imprentas hispanas a mediados del XVII genera
costumbres como la de aprovechar el papel hasta extremos hoy chocantes; por
ejemplo, en las cartillas para dibujantes se mezclan ojos, narices y oídos en
cualquier posición por aprovechar la hoja90. Así sucede en las que firma ese mismo
Silva en 1653 para Diego Dormer, conocido impresor de Zaragoza; en ellas se apiñan
desnudos torsos masculinos, descabezados y sin manos, a quienes la densidad de
población obliga a colocar los muñones rodeando cinturas ajenas, o sus muslos
truncados a uno y otro lado del cuello sin boca que remata un torso, puesto ahí en
forzado escorzo para aprovechar el espacio o el tiempo.
148
Puntualicemos: en la España de Felipe IV el desnudo es tema frecuentado en
la pintura. Pero los óleos no se reproducen fácilmente, y las ninfas de Rubens
tampoco salen del Retiro para correr de mano en mano. Con todo, el Santo Oficio
tampoco puso trabas a un grabado de Juan de Noort que presenta tres desnudos
integrales femeninos, o por mejor decir, un desnudo integral tres veces91. Verdad es
que en esa portada abundan las filacterias con sentencias latinas; en las láminas de
dibujo, la palabra está escandalosamente ausente, y no queda ningún velo de
simbolismo que encubra el mutismo de esos cuerpos truncados.
Además en Aragón, agotados los moriscos, el vicio nefando ha pasado a
manos de la inquisición, y a alguien le parece notar cierto olor a gomorrina en esas
planchas; inútil recordarle que si todos los torsos son del mismo sexo es por evitar,
justamente, toda insinuación copulativa que pudiera irritar al tribunal. Por no
hablar de mezclar torsos machos con animales, o peor aún, con columnas jónicas. El
colmo. El 11 de octubre se mandan retirar las estampas de las librerías de Zaragoza.
Días más tarde, el visitador Enrique de Aguilar, calificador del tribunal zaragozano,
no encuentra "ningún reparo, sino que esa estampa refleja la apretura en que nos
hallamos todos, y que más vale ofrecer una impresión así, no habiendo mejor papel
en que holgarse"92.
¿Tolerancia? Apenas hay casos de intervención ejecutiva de la inquisición
contra una estampa93. Acaso los criterios de propaganda de la fe por la imagen
invitan a no espantar más a los escasos grabadores de la península, bastante lo hace
ya la crisis económica. Ese mismo octubre se resella la moneda de vellón, para
devolverle su valor nominal al año siguiente; y aún es peor en Cataluña, donde el
cambio de moneda da lugar a un sinnúmero de negocios turbios con las nuevas
acuñaciones falsificadas. La secesión recién concluida, con tal fortuna, por el
bastardo regio y nuevo virrey Juan (josé) de Austria invita además a no irritar
suspicacias forales con el santo oficio, tradicionales en Aragón desde el asesinato del
inquisidor Arbués, luego santo -único caso conocido en que la perseverancia en
inquirir llevó a la gloria-. Sin olvidarse por último de los aires frescos de cultura
europea que a Zaragoza ha traido Su Serenidad el bastardo, derrochando en ello
cantidades asombrosas durante su estancia, ni de que éste, después de todo,
también es grabador.
De todos modos lo incierto de esa tolerancia queda claro en el hecho de que
pese al exculpatorio dictamen inquisitorial, redactado con ciertas prisas para
148
emitirse aún al amparo del tolerante virrey en vísperas de su partida, no volvamos a
encontrar desde esas fechas en Aragón estampas con la firma "Silva", aunque sí
aparezcan en imprentas catalanas trabajos menores que pudieran ser suyos con la
firma "Vilas excudit"94; que incluso se vuelve a encontrar en algunas láminas
impresas en Huesca, aunque esto, por descontado, no autoriza a suponer que el
grabador volviese a residir en esa ciudad o siquiera en territorio aragonés95.
*
Desde luego no es el grabador el único que trocea los cuerpos; de sobras lo
sabe el inquisidor: todo inquirir se funda en desmembrar primero para reducir
después a un patrón adecuado. Pero los del retablo católico ya no son los únicos. En
los países protestantes, como se sabe, es la filosofía quien los trocea en cualidades
que se suceden con algún orden; ¿y a qué achacarlo? No es sustancia sino
combinación lo que las enhebra; propósito y coherencia de la animación dejan de
residir en un ánima interna a la sucesión de los sucesos y se mudan en reiteración
de un método o mecanismo, según sean ideas o extensiones, pero en todo caso ajeno
a lo animado. Relojes, ingenios, autómatas: la paradoja de la expresión encubre la
realidad de la enajenación. Las máquinas son autómatas heterómatas, animalia
cuya ánima se encuentra permanentemente fuera de sí, cuerpos poseídos por una
animación que les es ajena: agitados miembros zombies del moderno cuerpo místico
del hombre.
Se propone como paradigma de ese universo una tabla vacía (tabula rasa)
sobre la que, impresión tras impresión, se suceden combinaciones de caracteres:
una caja de imprenta. Ciertamente, también una plancha está formada por un
conjunto numerable de trazos; y como el álgebra al geómetra, también le permite al
médico "ver con pausa" el movimiento de animales del otro lado del globo, y al
ingeniero, "observar detenidamente" el funcionamiento de un ingenio en las minas
del Perú. Pero las comillas sobran aquí, pues esa observación detenida ya no es
figurada, sino en figuras. Como recordaba Alonso Victor de Paredes, "aunque
también se llama impression" la estampa "es en todo diferetissimo modo". Un cuerpo
de imprenta puede retirarse; una incisión puede borrarse, pero no desplazarse. Su
cuerpo es acontecimiento antes que extensión. Una calcografía entre letras es
memoria entre impresiones, a diferencia de una caja de imprenta esta tabula rasa
148
tiene que haber sido arrasada antes ¿Y no guardará ninguna cicatriz propia? ¿En
verdad soporta cualquier nueva combinación de marcas? ¿Cuántas veces puede
borrarse para empezar de nuevo? Se puede calcular cuántas combinaciones admiten
los cuerpos cuando están en la caja; ante una plancha, “nadie sabe aún lo que
puede ese cuerpo” de una pieza.
*
La luna se asoma al agua que cubre el volcán dormido, en los bordes de
piedra fría, labios demasiado mordidos demasiado antes, en corro la
contemplan las sombras que hace vagar por las selvas y los llanos, las que en
el rodar de los tiempos hallaron cuerpo al que seguir y las que aún no, y las
que ya lo perdieron, todas por las pendientes, entrelazadas por un clamor
silencioso, miembros descuartizados del cuerpo infinito del sueño.
Sólo el hombre no está. Sólo el hombre no asiste al fulgor de plata que
en cercos de aguas abraza desde lo más hondo negro al blanco de llama fría,
las cenizas y los crepúsculos de todas las luces y todos sus mediodías. Sólo el
hombre no asiste a la trama sin fin que trenza cada luz en la sombra, cada
sombra en la luz.
Y el nagüal corre a buscarle, corre a llamarle con pies descalzos por la
oscuridad y sus espinas, por el alba y sus promesas corre a buscarle, a
llamarle corre por los desiertos del mediodía y entre los vientos helados del
altiplano corre sin dar con él, el nagüal sólo sombra, el nagüal que conoce lo
que es sufrir que las manos no agarren el tibio siempre del pan, que el hogar
frágil del agua se escurra entre labios sin carne, por entrañas de aire, y se
vierta estéril de humanidad de nuevo a las raíces.
Pero el nagüal no halla al hombre, y la luna deja atrás el círculo del
encuentro, y las sombras se retiran a su vez. Y llega el día y quedan solos el
hombre ignorante en la mitad del tiempo, y el nagüal vagabundo en su
búsqueda, y el mundo indiferente y azul por todas partes.
*
148
III.- ZANTOTÁ
Tras cuarenta años cumplidos, un régimen llega a su fin. La muerte de Felipe
IV en 1665 abre un período de incertidumbre para el que el historiador sólo
encuentra una palabra: transición. Y como todo trance, preso entre dos preguntas:
¿de dónde? ¿hacia dónde? Hacia dónde, nadie lo sabe; tan sólo que en 1675 deberá
concluirse la Regencia con la coronación de Carlos II. De dónde, apenas comienza a
hacerse visible en la distancia de una memoria rasgada. Uno tras otro, Portugal,
Cataluña, Andalucía, Aragón, Sicilia, Nápoles y aun Navarra siguen los pasos de las
Provincias Unidas, con muy distintas fortunas. Al alzar el vuelo el fantasma imperial
aparece un país, Castilla, reducido a los huesos por las pestes, los impuestos, la
emigración y las guerras. Y alrededor, territorios que por una u otra causa han
permanecido al margen, eclipsados hasta ahora por el ciclo de las flotas, la plata y
los créditos de guerra.
Si en alguna parte se deja sentir la crisis y las primeras reacciones, es en
Sevilla. La ciudad no es la de otros tiempos, la que en el centenario del
descubrimiento convertían en escaparate universal las mercancías de todo el mundo
y la plata americana. Hoy, tras la prolongada estancia de un sevillano en el poder, el
comercio exterior está en manos extranjeras y la administración
-ésa desde antes
de Olivares- es una pura corrupción que se mantiene en pie tolerando fraudes o
involucrándose directamente en sobornos y cohechos. Pese a todo, los contactos con
América, Flandes y la Europa del norte, hacen de Sevilla uno de los focos vitales de
la península. Con inquisición o sin ella consta que en bibliotecas sevillanas se hallan
obras de todos los autores destacados de la época, y otro tanto cabe decir de las
bellas artes mediante grabados flamencos. Por otra parte, la peste que a mediados
del siglo tiene a la ciudad en prolongada cuarentena pone de manifiesto una
admirable capacidad de organización al margen de la administración central. Como
en Valencia, en el momento del derrumbamiento de Castilla la periferia aporta las
energías que permitirán la reorganización de la Corona intercontinental y el
sorprendente desarrollo del siglo XVIII.
Buena prueba es la Academia de la Casa Lonja, de sobra conocida en la
historia de la pintura96 Pero la academia también ofrece a los grabadores la
oportunidad de entrar en contacto con pintores y tallistas en pie de igualdad, como
artistas liberales y no artesanos. Ciertamente predomina aún la relación habitual, de
148
que es ejemplo señero la obra de obligada referencia de Fernando de la Torre
Farfán97: son pintores quienes idean las láminas y las dibujan, y en algún caso hasta
graban, como Juan de las Roelas, Iñigo del Royo y Francisco de Herrera el Viejo. Pero
en Matías de Arteaga nos encontramos ya a un grabador de prestigio que es por una
parte miembro de la Academia y por otra mantiene estrechas relaciones con la
imprenta y la industria editorial98.
Figura de transición entre artesanía e industria, el grabador anticipa el
moderno lugar del artista. El objeto singular de la artesanía se desmorona en una
economía fundada -o mejor, desanclada- en el intercambio a escala planetaria, la
que comienza propiamente con los veleros de "esa nación que se encuentra bajo el
mar, o encima, o dondequiera oiga plata"99. Y si en el norte ya está claro quiénes
comprarán los paisajes de su mundo terreno y su rostro efímero también en efigie,
en el mundo católico los límites de lo mundano y lo trascendente que definían
papado e imperio se alteran con la pujanza de la monarquía francesa, esa "simpar
corona con pares y púrpura asombrosa, como nacida a golpes de un cardenal
encima de otro"100. Existencia singular que muestra un valor general, ¿cabe
problema más cercano al objeto artístico que una corona particular pero católica? La
conciencia de pérdida de la catolicidad mundana, especialmente sensible en Sevilla,
contribuye así a modificar el estatuto de las formas tanto o más que las directrices
de Trento o los jesuítas.
Ciencia e industria desaniman a cualquier cuerpo, forzado a servir a la
reproducción de algún patrón si es que quiere alcanzar valor reconocible. Pero
separar el ánima de aquel discurrir al que anima conlleva que ha de ser discurrida a
su vez; y ¿con qué patrones fabricar patrones? Una solución es multiplicar las
jerarquías metodológicas o burocráticas, lo que desemboca en recurso interminable a
la recurrencia ¿Cabe intentar, en sentido inverso, que un comportamiento oficie de
patrón de sí mismo? Tal es la cuestión, mal llamada arte, de una modernidad
impresionante: ¿puede una impresión singular, sin dejar de serlo, hacerse canon?
¿Es posible la canonización universal, libre y directa, del gesto en representante del
ánimo general?
A mediados de 1665 la joven Academia recibe de una cofradía sevillana el
encargo de una imagen de su patrón. Las cofradías, forma de religiosidad muy
popular en España, constituyen una forma de organización social paralela a los
148
gremios; éstos organizan el calendario de oficios y acciones, aquéllas, el de pasiones,
las necesidades de afiliación y pertenencia. Bajo el patrocinio del santo cuya vida les
sirve de ejemplo, los cofrades se juntan para realizar alguna clase particular de obras
pías.
De aportar leña al quemadero del Santo Oficio sevillano, por ejemplo, se
encarga la cofradía de la Zarza; la parrilla en cambio, tan necesitada de
mantenimiento, es competencia lógica de la cofradía de los Innumerables.
Precisamente, la que le plantea el encarguito a la academia; si bien, como no todo
mártir es canonizado, se ha puesto bajo el patrocinio de Todos los Santos. De Málaga
a Malagón, la cofradía se extiende y se propone organizar en Sevilla durante la
semana santa de 1666 una procesión que no desmerezca de las restantes; pero
entonces se enfrenta al problema de su advocación ¿Qué hacer? Un paso por cada
santo, inasequible; uno sólo con todos, inimaginable; afrentar a unos y preferir a
otros, inaceptable. En tal brete piden ayuda a la academia.
El zantotá (o santotem) es la abreviación local del “Sancta sanctorum
totidem...” que es encabezamiento del proyecto de Francisco González, grabador,
escrito y presentado en su nombre por el abogado Fernando Duque101. La exposición
comienza por recordar la exhortación trentina a que el pueblo participe en la
comunión de los santos mediante formas sensibles, y luego la evangelización
americana que parece conocer en detalle, ya que alude a los catecismos pictográficos
y a los cartelones de confesión102. Pero el gran formato usado con las multitudes
amerindias no se aviene a las exigencias de coste y visibilidad del paso de una
cofradía sevillana ¿Qué hacer?
La solución parte de la inmaterialidad que el dogma asegura a los santos
hasta el día del juicio, lo que aliviaría enormemente su tarea a los costaleros, que sin
duda no llegarán tan lejos, y la composición de la escena a su componedor, ya que
así los cuerpos de todos podrían penetrarse unos en otros y caber en unas andas de
medidas habituales. Pero sin vivir en la gloria ¿cómo separar figura de sustancia,
volumen de peso? González recurre a lo más lógico en la tradición cristiana: que
sean de luz. Mediante un sistema de espejos y lentes disimulados en los faroles que
rodean el paso, se condensa luz en las parábolas centrales (disfrazadas de
hemisferios celestes y terrenos); a través de una lente graduable, el haz atraviesa un
espacio oscuro accesible desde abajo donde se encuentran las imágenes grabadas en
148
cristal, y produce finalmente la aparición deseada sobre unos velos, visibles para
todos los fieles públicos. Saetas y acompañamiento, banda sonora y zurriagazos
más, los habituales.
La grabación en discos de cristal no es estrictamente una primicia, aunque sí
los procedimientos de González; en el zantotá, cuadraditos de vidrio barnizados con
mezclas de resinas y tintas simpáticas se trabajan mediante luz concentrada por
lentes a la manera del aguafuerte, dando como resultado delicados claroscuros,
"sombra diversamente disuelta en luz, que es la misión de todos los santos". La
concepción de la sombra como atributo original de la materia, del que la luz
constituye una degradación hasta dar en el blanco, no es desconocida a sus
oyentes103; la idea del pictograma era familiar desde hacía un siglo a lectores
castellanos104; y otro tanto cabe decir de la linterna mágica, aunque es dudoso si
Duque o González la conocían o la reinventaron, de oídas o por su cuenta105. Pero lo
principal es que la cuestión crucial sigue sin responder.
Porque la cofradía quiere que estén todos en el número, sin falta, cuando los
santos estén marchando con su paso por las calles de Sevilla, pero también cuando
inmóvil oficie de altar el resto del año en su capilla de la colegiata. Y de lo expuesto
se deduce la posibilidad de cambiar de patrón día tras dia con gran facilidad, pero no
de mandarlos a paseo a todos de una vez sin perecer aplastado; pues ¿alguien sabe
cuántos son todos los santos? Su manera de responder a tal cuestión explica la
modernidad de González, así como el rechazo de la academia.
...el hilo que arrastra al nagüal que es el nagüal que sueña que el sueño de la
luna le arrastra se enmaraña en garabato que parece cuerpo, y en la ciudad
de los tiempos que es todos los tiempos camina sus calles que no llevan, y
habita sus casas que no albergan, y duerme sus noches que no sueñan, y
nadie le dice y nadie le mira pero arrastra su cola cometa de luna como
vergüenza de mono, porque un hilo de luz delata el rastro hasta una calavera
pedregosa, de bocas entreabiertas como puertas de besos calvos en los labios
del gusano, y se acuchilla y se muerde y se retuerce a escondidas sin poder
cortarlo, y sigue febril arrastrándose estela de ascuas de plata viva por las
calles que son surcos sin simiente que son arrugas sin piel de la ciudad de los
148
tiempos que son todos los tiempos hechos sueños pedazos, sueños añicos...
A un pintor sevillano de 1660 no le iba a sorprender la idea de montar el
cuerpo crucificado de un modelo con una santa cabeza de otra procedencia106. Es
más, la misma Inquisición practica y exhorta al descuartizamiento en efigie, entre
otros orificios, por la autorizadísima boca del pintor Pacheco, patriarca de la pintura
sevillana y familiar del Santo Oficio: quien a la hora de retratar desnudos femeninos
recomienda "sacar del natural rostros y manos de mujeres honestas y valerse, para
lo demás107, de pinturas, estampas y modelos de estatuas". EN cuanto a “lo demás”,
no es de extrañar que los cuerpos aparezcan en los cálculos de familiares
inquisitivos como restos diversamente acoplables; pero todo tiene su medida, y
aunque sea difícil saber cuál, González la lleva demasiado lejos.
"De las imágenes que el común consentimiento tiene por mejores, y más pías,
y benditas por la santa madre iglesia de cuantas andan por el mundo", propone
reproducir un muestrario exhaustivo de "dedos crispados, torsos torturados, ojos
arrobados o humildemente abajados o apaciblemente agónicos (...)" sobre diminutas
teselas de cristal, almacenadas "a manera de órganos" en un sistema de tubos; a los
que, por poder girar cada uno independientemente revolviendo las que contiene,
mejor sería llamar bombillos o bombines. Mediante un teclado en el lateral es posible
desplazar una red de diez conductos hasta conectarlos a los bombillos seleccionados,
extraer un ademán al azar de cada uno de ellos y dejarlo rodar conducto abajo hasta
reunirse todos en lo que da nombre al artilugio, el sancta sanctorum: una especie de
"carta notómica o esquelecto de un cuerpo humano cualsequier" dividido en diez
zonas ensambladas; con idéntico principio pero mayor sencillez, el fondo se
selecciona y proyecta aparte108. En su terminología de virtudes y vicios, las reglas de
clasificación y combinación de gestos plasmadas en el teclado le ofrecen al fiel un
completo sistema del comportamiento, con la posibilidad de confeccionarse e
"invocar al punto el patrón del que haya menester para conducirse en el trance en
que se encuentre", y todo mediante la simple modificación de conducto.
Como se sabe, cada santo apadrina un gremio, un día del calendario y
algunos niños. Pero ¿cómo llamar a esos otros santos, hasta ahora ignorados entre
las infinitas cohortes celestiales, que el santotem permitirá contemplar por primera
vez? El zantotá incorpora a la derecha del teclado una palanca que hace girar de tres
148
a
doce
("Ana"
a
"Nabucodonosor")
de
una
docena
de
cilindros,
más
el
complementario; cada cilindro lleva las letras del alfabeto latino109 y las cifras del
cero al nueve, de modo que al detenerse proporcionen un nombre y una fecha de
nacimiento al aparecido; reiterando el proceso se puede, si se desea, obtener una
letanía o lema en su advocación. Finalmente, con un costo adicional se puede
acoplar un dispositivo que permite extraer el santotem e imprimir reproducciones de
la combinación seleccionada sobre tela o papel, mediante un tórculo modificado,
para llevársela a casa.
El sistema reúne, por tanto, la selección del fiel con la del bombillo; pero sería
incurrir en anacronismo inexcusable considerar ésta última puro azar. Como
argumenta González por pluma y labios de Duque, lo que hace el zantotá es dar a
todos los santos igual oportunidad de aparecerse en el vaivén de las formas visibles.
Así, el artilugio resuelve el problema de la cofradía con una original combinación en
que todas las virtudes están realmente presentes con una realidad virtualmente
inagotable.
Lo crucial aquí es que es la misma mano la que puede aparecer alzada,
requiriendo iracunda, o discretamente baja retirando un donativo110. Parece que
para el grabador la diferencia entre ira y piedad es un ángulo de codo, de la virtud al
pecado sólo van grados, y el ánima toda es un surtido de ademanes de los que
dispone el fiel usuario "a su albedrío y en abastado montante" ¿Nos hallamos ante
un conductista precoz, que se adelanta en un siglo a La Mettrie en sacar las
conclusiones del cartesianismo? Pero el cartesianismo no reconoce en “lo humano”
diferencia significativa al establecer patrones de movimiento de los cuerpos. Miremos
al zantotá: aquí, ese criterio diferencial existe, y recoge la arbitrariedad histórica que
el universo mecánico ignora. Recuérdese la selección de los elementos combinatorios
a partir de obras “famosas”: es una apreciación humana reconocida como arbitraria,
un consenso estético lo que se toma como primera certeza, y precisamente por lo que
tiene de arbitraria; arbitrio y arbitraje, artificio y probabilidades definen el campo del
conducirse humano, del movimiento de cuerpos históricos.
Primera certeza, pero no última; punto de partida, pero no de llegada: no
importa partir de los patrones católicos, porque si hacemos caso omiso a la retórica
del proyecto, en realidad es claro que es el comportamiento combinatorio actual
quien elabora su propio canon. El canonizador de González lanza ráfagas de santos
148
imprevistos, ajenos a toda providencia, lo nunca visto; denominaciones de origen sin
otro origen que el originado que las demanda, el original resulta de la copia, y los
millones de patrones de comportamientos, de uno sólo, el de patrocinarse. Y al llevar
religiosamente al límite la religazón del acto a su modelo, ¿no se convierte en una
máquina de desmitificación por exceso? La idea de una única ley de atracción, de un
formato único del intercambio de impresiones a que han quedado reducidos los
cuerpos, se hace evidente hasta el hartazgo en la persistencia de un mismo patrón
de aparición, de cualquier aparición: el aparato.
La pompa, la ceremonia, la procesión, marcan el paso, distribuyen el devenir
en figuraciones sucesivas. En el paso de Todos los Santos, la procesión se incluye en
sí misma como forma de proceder, la forma de aparición aparece en el aparato. El
guión inmutable de toda mutación escénica ha de recurrir a alguna imagen para
darse a conocer, aunque no precise, por supuesto, darse a conocer para darse el ser.
En los reinos del norte, esa imagen va a parar a sellos, banderas y otros signos del
naciente estado nacional, sobre todo a la moneda; la figura del cambio, el patrón de
patrones, aunque rueda de mano en mano es inmutable para todas, y cambiarla,
delito de falsificación tan capital como un pecado. Por contra en el zantotá el
respaldo fiduciario del fantasma es justamente su irrepetibilidad, el hecho de que el
mismo fiel y nadie más lo ha conjurado personalmente; y precisamente tener la
visión -o grabación- que nadie más tiene es lo que le une a los demás como miembro
de la cofradía. Por eso es tentador ver en esa mecanización de la personalización el
embrión del desarrollo de un imperio imaginario en imperio de la imaginación. Le
toca al historiador responder a la cuestión de por qué no iba a ser éste el origen
remoto de las proyecciones colectivas que, en el siglo XX, han caracterizado la
política de imperio en cualquiera de sus sedes111.
...la ciudad que ha crecido en torno a la mina, sin orden ni concierto
salvo acercarse a ella. A ellas: por los contornos se esparcen señales de otros
cien intentos de mejor o peor fortuna, dominados por la silueta del cerro, la
mina por antonomasia. Por ella se ha acarreado desde muy lejos material
para levantar el ayuntamiento, la iglesia, la cárcel y el fuerte, sin hablar de
los treinta y seis salones de juego y los innumerables garitos de donde salen
trompicando y a puñadas mineros enzarzados en disputas de dinero. La calle
está vacía. Sólo un niño indio pasa corriendo de un lado a otro y desaparece.
148
Se oyen disparos. A veces bandas armadas irrumpen por las calles buscando
inacabables venganzas. Puede que sean vicuñas, ¿o son vascongados? La
oficina del almocherife está vacía, no se ve un alguacil por ninguna parte.
Pero la ley se cumplirá, ya ha impuesto sus imágenes en los muros, en las
miradas, al final la vieja ley siempre se cumple. En las afueras, las casas y
los rostros de los indios siguen barro impasible bajo las nubes; sobre todos, el
cerro bosteza por todas sus bocas, qué sueño más viejo, la plata que duerme
en sus entrañas. La luna rueda. Sobre la ciudad de los tiempos, de todos los
tiempos que son sueños añicos, sueños helados...
Por importante que estas cuestiones le parezcan al historiador de las ideas,
quizás a los académicos sevillanos les preocupara más otro asunto: ¿no devaluaría
las imágenes tal proliferación a manivela? "...como las apariciones mecánicas
funcionen y ese lienzo se extienda, los españoles abrirán obrajes para hilar Santa
Faz por varas y tendrán quehacer el indio, el mulato y el mestizo y el mundo entero
para vestirse cada día de milagro"112. Esa carta de Thomas W.Skipp, librero
importador de estampas y pintor aficionado al que los tratados con Inglaterra
protegían algo más que a sus contertulios, no parece haber llegado a destino. Mas,
por suerte para su autor, no por intervención de la Inquisición, sino por azares de la
mar o algún incidente que desconocemos. En cuanto al proyecto del zantotá, no
recibirá la aprobación de la academia, convencidos seguramente de que la diócesis
de Sevilla jamás aceptaría fabricar semejantes pasos para armar por pasos, y
livianos como un lienzo; el encargo quedará en manos de Berruguete, y acabará en
un sanjuan.
Parece que, rechazado el proyecto, González empieza a trabajar en 1666 para
un comerciante del consulado holandés, Pablo Barbosa113, en la protección de
documentos financieros mediante combinaciones de filigranas y tintas simpáticas,
aplicando procedimientos experimentados en los discos del santotem e investigando
otros, entre los que sabemos se hallaron algunas combinaciones de sales de plata114.
Por desgracia, a comienzos de 1668 su patrón es discretamente conducido a las
oficinas del santo oficio, situación que dificulta el desempeño de las labores propias
del mecenazgo, y el grabador debió poner tierra o mar de por medio, a resultas de los
turbulentos sucesos de ese año memorable115.
148
*
148
IV.- "LA IMAGINACIÓN, AL PODER..."
Los sucesos de Mayo del 68 son un hito para toda una generación. Tras más
de doscientos años, la periferia vuelve a intervenir en los asuntos del centro; la
extensión sensible del cuerpo político desaloja a una imaginación extraviada en
palacios de memoria, pero no ocupa su lugar. Dos personajes y dos modos de utilizar
la imagen delimitan así, en la línea que une pasado y porvenir, el preciso punto de
inflexión
¿O será un tajo? ¿Corte, o revuelta? ¿Nithard, o el bastardo?
Un jesuíta, inquisidor, y valido, resume el poder en la Regencia: un tiempo
sin figura real que busca posibilidades en la descomposición de lo sido, en la
reinterpretación del gesto que, ceremonial o pesquisa, permita reconstruir
acontecimientos memorables mientras el presente del cuerpo se le escapa en todos
los sentidos. Nithard, jesuíta inquisidor, lleva la imaginación al poder: al poder haber
sido. Juan (josé) de Austria anuncia su llegada al poder ser: la entrada en la
imaginería de palacio de apéndices sensibles, pero innegables, del cuerpo real. Un
bastardo grabador encarna bastante bien la necesidad de reconocimiento de ese
cuerpo periférico que está sustentando a una conciencia desmedrada pero pura,
pura como un godo nunca sido, a prueba de inquisición interminable. Son
aragoneses,
napolitanos,
flamencos,
pero
también
comerciantes,
banqueros
conversos, pilotos renegados, técnicos industriosos, y sobre todo, las Indias:
continente de nombre plural y equivocado, continente que el ansia enfundó en el
menguado traje de su memoria que ahora, a cada instante, se rasga y se entreabre
en el vértigo de lo desconocido. Así, ejercicios espirituales y grabaciones de
actualidad se disputan el paso en que se funda toda política, el del sensible
particular a patrón general, o viceversa.
*
a) La cara del mundo
Tal como lo concibiera el de Loyola, en el examen de conciencia el lugar del
poder (el poder-ser) surge distinto cada vez en cada confrontación singular entre
ahora y ayer. La composición de lugar es una composición de una vez, sin que nada
tercie en ese medio irrepetible ¿Nada?: bueno, casi nada, una minucia baladí, resto
148
despreciable, siervo de los siervos del verbo: el "érase una vez" que ampara el
atrevimiento, la forma universal de dar lugar, el ars inveniendi encarnado en un
vacío esqueleto de sucesión: un programa de procesamiento de imágenes de tres
semanas donde queda al usuario la completa libertad de meterle lo que quiera, que
nada alterará su santa indiferencia. Desde finales del XVI, empero, se introduce la
imagen grabada a modo de ayuda, convirtiendo ya abiertamente el ejercicio espiritual
en gimnasia pasiva.
"Para hallar mayor facilidad en la meditación se pone una imagen que
represente el misterio evangélico, y así, antes de empezar la meditación,
mirará la imagen y particularmente advertirá lo que en ella hay que advertir,
para considerarlo en la meditación mejor y para sacar mayor provecho de ella;
porque el oficio que hace la imagen es como dar guisado el manjar que se ha
de comer, de manera que no pueda sino comerlo; y de otra manera andará el
entendimiento discurriendo y tratando de representar lo que se ha de meditar
muy a su costa y trabajo. Y allende de esto, es con más seguridad, porque la
imagen está hecha con consideración y muy conforme al Evangelio, y el que
medita, con facilidad podrá engañarse tomando una cosa por otra"116.
La acción del magín, o imaginación, cede ante el hecho maquinado; la
composición de lugar se canoniza en formato de imagen, producto y ya no productor
de condiciones factuales (las de la técnica calcográfica de la época), efecto y no
inventor de un mundo entre cuyas cadenas causales se ve, por decirlo de una vez
por todas, sujeto. Tal conversión del valor de dar un paso en paso de peaje a los
valores se hace patente en la Compañía que patenta la escena en que todo se hace
patente: la cara de la actualidad pura, que está entre todos los rostros y es ninguno.
Erigida en lugar global del intercambio de los sentidos, la Compañía multiplica el
centro en una pluralidad imaginaria de sujetos mientras mantiene una sola orden,
un solo orden de sucesión: o una dinastía. Si con Nithard pueden alzarse al poder
imperial es porque antes han llevado en sí mismos esa multiplicación imaginaria
hasta un final que es por doquier, hasta un fin que no es sino la prolongación
indefinida del medio. Escuela de mandarines del Imperio del Medio, han practicado
el imperialismo interior del masallá permanente y sus catástrofes antes de salir a
jugar con bonsais algo más amplios, pongamos China o un planeta, donde
148
igualmente se erigen en custodios del laberinto prohibido que guarda a un sujeto
inaccesible, pero garante de la sucesión y el discurso.
Obra como si tu acción dependiera exclusivamente de tí: lema de un
confucianismo católico, única posibilidad de una iglesia sin Dios capaz de adaptar a
cada lugar un texto común pero inalcanzable. Si las compañías comerciales
encarnarán en las Indias sajonas el intercambio universal sobre un denominador
común al que no cabe señalarle un fin, la cantidad, en el imperio católico otra
compañía administrará una denominación de origen común igualmente sin fin,
aunque no gratuita: la Compañía por antonomasia, Compañía del entero mundo,
anónima Sociedad por acciones en que intenciones y sujetos desaparecen del
escenario. Obra como si el resultado de tu acción dependiera exclusivamente de tí,
pero recuerda siempre que depende de Dios: he ahí la vía católica a la libre empresa.
Solipsismo de imperio realizado, ya sin más tú que el ojo avizor de un sol que
no se pone, la conciencia multiplica la sospecha en renovada inquisición, y a cada
nueva pregunta se desmorona otra cara del mundo, así sea en la geografía de un
continente o en la de un cuerpo, salvo el rostro sin rasgos del que inquiere. Imperio
del Medio convertido en fin: ganar tiempo en la espiral infinita que roe los espejos,
que corroe al personaje como una llama fría de quemadero portátil. Si los jesuítas
son sus administradores ideales es porque el primer roido de silencios ha sido el
suyo, su yo descompuesto y con el rostro alterado ante los tribunales interiores de la
palabra, culminación del Santo Oficio: el verme de la conciencia, un juego
interminable de palabras que confunde al romance de la carne con un latín
encarnado en filos y capelos, el juego que le queda a lenguas muertas vivas bajo el
imperio de un verbo que no entienden, pero señalan.
Pero al margen de otros efectos, esa evolución de los ejercicios incorpora al
grabado imágenes más complejas que las simples reproducciones de tallas
patronales, puesto que ahora se trata de ofrecer a la contemplación en directo
escenas de la vida perdurable. Y al igual que en los sermones, los tormentos del
infierno son el tema más escogido, de lejos, aunque purgatorios y glorias tampoco
faltan. Pero hay un rincón de la eternidad que rarísima vez aparece; lógico, ya que no
lo mencionan los ejercicios ignacianos, y además, sus características parecen hacerlo
inaccesible a cualquier imaginación. En efecto, no es lugar compuesto por la
memoria colectiva de la iglesia, sino cristalino fruto de especulación teológica sobre
los límites: el limbo.
148
es tope deténgase ha escogido usted la colina super josaphatis umbras
aflictionis
mare
asímismo
es
disponible
la
opción
pausaje
para
contemplación detenido de la secuencia tócamela otra vez san samuel san,
díme que me estanbaiste todos estos sacula saculorum entre los muros que
guardan los sueños momia, los tentetiesos gravados de arena y grava de
cauces desviados al desierto, en la ciudad de las veces todas las veces que es
una más el nagüal ancla menguante del sueño bajo la manta de tierra aun se
devana ya apenas hilo de voz entre los sueños pedazos sueños muros sueños
helero donde resbalan sin huella derretidos llantos de quitapón por los
eternos tormentos de las foquitas
b) El canto de un duro
Los sucesos de mayo del 68 son un hito para toda una generación. Claro que,
como en un hito sólo se puede vivir con harta incomodidad, algo así como la cabra
de los gitanos subida a lo más alto al son de una corneta, asistiremos a ellos desde
lejos, en un lugar en el que no sucedieran.
Entre la península y el atlántico, Portugal es una franja de sierras en
descenso, una inminencia peremne, un tránsito suspenso, en una palabra: un
movimiento convertido en estado. Coimbra, en algún momento a finales de los
sesenta: la independencia es un hecho; un estado nace en el mapa, y otro libro en la
imprenta.
La obra del jesuíta Martín de Roa Estado de los bienaventurados en el cielo. De
los niños en el limbo. De los condenados en el infierno: y de todo este universo
después de la resurrección y juicio universal conoce ya varias ediciones en castellano
en el momento en que se traduce al portugués, y aún conocerá otras, pero que
sepamos, ninguna ilustrada, como ésta117. Ya en las estampas dedicadas a la gloria
sorprende la presencia de artefactos, dogmáticamente sostenible pero sumamente
inhabitual, si descontamos las liras118; sorprende igualmente la asociación del
infierno con el espectáculo, tanto por el contenido como por la forma de expresarlo
mediante la propia visibilidad de la estampa119. Pero sorprende ante todo -claro- la
portada, donde puede el grabador lucirse y hacerse un nombre, y éste, anónimo,
148
coloca el limbo ¿Y qué es el limbo? Donde van los niños muertos sin bautizar, claro.
Pero no sólo.
Un pasadizo sin fin, y sin principio. El espejo que surge en la oscuridad sólo
muestra a la espalda otro tramo larguísimo, un punto de luz remoto. ¿Pero es un
espejo? ¿Es plano o volumen lo que ha alzado esa mano desde lo insondable? No hay
suelo, los lados se apoyan en la nada. La mano muestra en su palma un hemisferio
en que se confunden atrás y delante, espejo cóncavo y lente. El cristal cimbrea de
uno a otra, de pronto surge una esfera completa donde sombras y luces vibran en
una oscilación indecidible... y esos huecos entre sus luces parecen las mismas
formas que a nuestro alrededor se agazapan en las sombras. Así que es un mágico
espejo que revela siluetas demoníacas al acecho. Pero entonces ¿de dónde salen esos
huecos blancos que entre ellas de repente hinchan la esfera cristalina de cendales ¿o
son túnicas, o alas? Por suerte la historia acude en nuestra ayuda; ni ángeles ni
demonios, si aplicamos la perspectiva adecuada reconocemos sombras de letras y
cifras, dispuestas en arco por la base de un cilindro de muy escasa altura, que se
proyectaran oblicuamente en su interior, desde donde las vemos. Por si al lector, que
no tiene por qué conocer ejercicios de contorsionismo imaginario en un túnel, le
cuesta hacerse tal composición de lugar, abreviaremos: nos encontramos en el
interior de una moneda de canto, a la sombra de su leyenda.
Tal portada exige no sólo un conocimiento detallado de técnicas de acuñación,
sino también de geometría proyectiva. El lugar en que nos hallamos es el imposible
centro de un espacio hiperbólico, "intrínsecamente" desdoblado si ese adverbio
tuviera aún aplicación. Frente al habitual frontispicio de las portadas barrocas, éste
nos sitúa ya en un umbral que unas perspectivas desmedidas han convertido en
paso inacabable, sobre el que ondea un lema como de empresa: "Locum illum et
statum medium..."
120.
El limbo, que etimológicamente designa la orla de un manto,
pasa a significar un límite, un intermedio perpetuo entre dos parábolas abiertas
hasta lo infinito.
Comparemos con otro grabado que muestra la geografía completa de la
eternidad, el de Jerónimo Nadal121: resulta chocante que el centro de la tierra y de la
estampa lo ocupe el Diablo, y Dios quede en la periferia; pero más aún que, de todos
los otros mundos, el más cercano al nuestro resulte ser el limbo. Ese rasgo, allí
incidental, se desarrollará aquí a lo largo de toda la serie. Si el infierno sirve a tantos
desde Dante para mostrar la cruz de la escena humana y probar el valor del mundo
148
en su contraste, el limbo es aquí canto sin vuelta, o con infinitas, circulación
inexorable de una realidad unidimensional sencillamente atestiguada: el canto de un
duro.
Por el canto de un duro nos vamos quedando, nos estamos yendo, entre vivos
y muertos; por el canto de un duro se desliza la hoja del instante entre la cruz
universal del ser y la cara que fecha una existencia. Pero ¿puede quedar un canto en
el aire, durar un eco? Lugar imposible, ahí está pese a todo el mundo de quienes
mueren carentes de voluntad, sin saber discernir entre bien y mal, verdad y
falsedad, belleza y fealdad.
Y en él se despliegan vestidos vacíos que vagan sin procedencia ni destino por
salas atestadas de espejos de Murano, sedas de Manila y platería de Lima, o son
asaltados a sablazos en una esquina sin que se altere el paseo que les rodea, o
aparecen abrazados como amantes en el mismo armario (estampa V, "Corpora erunt
impassibilia, quia deficiet in eis potentia ad patiendum"); en ese mundo se extiende
ese grupo familiar de sillones sin orejas, ignorantes de todo gozo o dolor a su
alrededor, que de espaldas al abismo en que flotan lejanías, oceános, y más lejos la
gloria y el infierno, contemplan inexpresivos un bodegón en su marco ("Ignoti nulla
cupido", estampa IX). Habitantes sin volumen de una interioridad que resulta ser
reproducción grabada, moneda intercambiable, sus cuerpos que ni sienten ni
padecen conflicto son puros lugares de posibilidad, humanidad hipótetica sin
atributos pero con muebles, a la que en el mejor de los casos le será dado algún
atisbo del Ser, pero sólo "a través del velo y las sombras de sus pensamientos, de sus
razonamientos y sus meditaciones humanas", muertos sin llegar a darse nombre122.
pero si ni siquiera sé como te llamas, en tus brazos no pasa el tiempo, debo de
marcharme, puesto que no me noto, espera una pizca más, muchacho aquí te
harás un hombre, apriete con fuerza hasta que oiga un clic, ¿cansancio,
tirones, rotura fibrilar?, venid a mí los que estais desamparados, y le
atenderemos con nuestros mejores productos, ¿qué le parece fusilamiento en
el fuerte? ¿asalto a la trinchera con 20''de declaración prepóstuma? en la
ciudad de los tiempos cauces sin río fantasmas del desierto vagan ondas
abrasadoras por los aires ¿despedida en la estación, llueve?
148
¿Hace falta recordar que el limbo no es el purgatorio? El purgatorio es tiempo,
tiempo inscrito en la eternidad, intermedio provisional como el cálculo para las
verdades o errores matemáticos resultantes: sólo hasta que llegue el juicio a
establecer su valor definitivo. Prolongación de la transición que es el mundo, el
purgatorio quedará cancelado cuando los valores hayan sido hallados, las restas de
las indulgencias finalizadas, y llegadas a su término exacto las obras de los hombres
se disuelvan en sus resultados justos. El purgatorio no forma parte propiamente del
cuerpo eterno, en el que constituye una suerte de ombligo al revés, un colgajo de
tiempo cuyo simétrico no es el limbo, sino el edén: bostezos en que se estira la
eternidad mientras empieza y en tanto acaba en mundo, y que al cabo se recogen
como escalas enmudecidas en su esfera cerrada en punto. El purgatorio, en fin,
designa la sombra de la historia en su sentido.
El limbo no. Transición suspensa, sin llegar a eterno, no es historia: lugar de
lo que no alcanza a infinito pese a carecer de término, o justamente por ello. Niños
sin nombre, existencias sin patrón, no es tampoco sede de "Lo otro". Su unidad es
puramente negativa, pues ni su negatividad es uniforme: los inestantes del limbo
inestán por azares tan diversos entre sí como de las categorías de azar, premio o
castigo. "Locum illum inferorum quem limbi puerorum nomine fideles passim
designant (...)"123 Limbo de los niños, pero también limbo de los justos, donde los
patriarcas esperan el juicio definitivo... y ¿no es eso tanto como abrir una serie
indefinida por su propia naturaleza?
"De los hombres que permanecen siempre en un estado semejante al
de la primera infancia cabe decir que su suerte será la misma que de
las almas de los niños que mueren en la cuna"124
¿Limbo de los insensatos pues, a añadir a esta geografía de la impasibilidad y
la indiferencia? ¿Y cuántas categorías más podrán reconocerse incapaces de
diferenciar entre el bien y el mal? Por ejemplo, los paganos actuales, habitantes de
aquellas regiones "teóricamente posibles" -dicen los teólogos del imperio sin ocasodonde no hayan llegado los titulares de la buena nueva; es decir, ignorantes del
nombre de Dios por razón de espacio, y no de tiempo como los patriarcas ¿Habremos
topado pues, en el limbo de los paganos, con el hogar reservado a la moral natural?
Sin pena ni gloria: así se dice en castellano de aquellos actos que no pueden
148
declararse
ausentes
del
mapa
moral,
aunque
sean
ilocalizables
en
él.
Tradicionalmente se les concedía residencia en comarcas como Babia o las Batuecas,
pero los teólogos hilan fino, hablan latín, y le llaman limbo.
Tal solución no es del agrado de todos, desde luego. La tradición católica
conocía otro modo de zanjar la cuestión, mandando a niños, profetas, paganos
despistados e insensatos al infierno: "Qui enim dextra caret sinistram procul dubio
incurret", dice Agustín de Hipona125, o a la derecha o a la izquierda, no cabe duda en
el medio. Grados, transiciones, claroscuros, sólo difieren lo inexorable. Niños sin
nombre, actos sin responsable, obras sin obrero, desde el punto de vista moral
estamos ante valores de imposible tasación, excluidos de todo juicio final de su valor
por falta de patrón. ¿Cómo van a entrar en el mercado de valores si no hay quien
salga fiador de su origen?: "Nula gratia sine sponsor", afirma Tertuliano126. El niño
sin patrocinio no tiene gracia, como la obra sin marca, o con marca en blanco; pero
no se condenan por sí mismos, sino por dejar en evidencia a la catolicidad del
sistema métrico: pues ¿por qué el ajeno a una cuestión ha de verse afectado por sus
resultados? ¿por qué el que no juega ha de ocupar, pese a todo, alguna de las
posiciones del juego? ¿puede un tablero legislar sobre su margen?
"Ego istam quaestionem profundam sentio, et ad ejus fundum rimandum
meas vires idoneas non agnosco... Non satis invenio dignam causam: quia
non invenio, non quia non est"127
Aunque el entendimiento no alcance razón para ello, aun la naturaleza ajena
a la revelación del sentido ha de verse juzgada por él. Compárese con la formulación
contemporánea de Cartesio, enfrentado también al problema de esos movimientos de
los sentidos que, no siendo claros y distintos, no pueden ser apadrinados por sujeto
alguno, recibir nombre ni presentarse al juicio, pero a los que sin embargo tampoco
cabe fácilmente negar la condición de animación. Cartesio, en la duda, opta por
desterrar esas mociones a la glándula pineal, que ofrece frente al limbo la doble
desventaja de ser más fea y más angosta, si cabe; en cambio la tradición agustiniana
rechaza cualquier composición de lugar semejante en que pueda darse la cosa
aunque sin darse, la cosa ensímismada sin comparecer ante la visión ni el juicio de
otro, como hará más tarde el filósofo de Villareal128. Esto hace imposible cualquier
canon de usar y tirar, y niega la posibilidad estética de una aparición sin interés
148
ulterior pero interesante: si los purgantes del purgatorio se aparecen es para moverle
a uno las entrañas a contricción, así como ángeles o demonios no aparecen sin un
fin en las historias sagradas. No hay dato gratis en esta animada circulación, de
forma que ese sinfín de movimientos sin nombre que otros llaman cuerpos se
esfuma: o aparece en algún sentido, y será ya un acto susceptible de ser llevado a
juicio, o no aparece en absoluto, como el lugar de la composición no aparece entre lo
compuesto.
El limbo es pues el lugar y el momento ¿De qué?: la respuesta falta. No sobra,
pues ninguna otra cosa podría ocuparlo sino eso que no hay, responsabilidad. A lo
que no se ha dado lugar al no darle la voz la vez, el lugar ni el momento. Inestantes
desocupados, el limbo no es tiempo del verbo que dice el ser, sino de otro que el
castellano conoce: estar. Estar sin ser
-que es siempre referencia-, estar
quintainesenciado.
Muchas son las cavilaciones a que esto puede conducirnos, y al lector; siga
cada cual en buena hora su camino. Por nuestra parte, nos llama la atención
soberanamente el que esa portada nos devuelva de improviso a un lugar real: la
historia, y en concreto su negociado numismático, nos permite reconocer las marcas
de un doble sueldo catalán de los acuñados en Perpiñán hacia 1650, durante el
gobierno de Luis XIV en Barcelona. El lugar que ocupamos, espectadores de la
peremne transición, es pues el interior de un simpático busto borbónico; esa mano
por tanto es nuestra, y ese espejo, inspirado en las bolas donde suelen estar
ocupadas las manos de los reyes en la faz de las monedas.
Pero ¿tiene este grabador del Portugal recién seccionado alguna relación real
con la secesión catalana que quince años antes acabara, con tal fortuna, el bastardo
real Juan (josé) de Austria? ¿O sólo querrá aludir a que en cualquier bautizo, de una
persona o de un régimen, los padrinos necesitan monedas que arrojar? Y si trabaja
para la ceca de Lisboa ¿a qué el anonimato? ¿Desconfianza en la flamante
independencia? ¿Alguien cuya condición real le obliga a ocultarse? ¿Temor al Santo
Oficio? Pero aunque el historiador inquiera e inquiera, no toda inquisición alcanza lo
que persigue; de todas formas, morir en el anonimato no constituye impedimento de
peso, pues son las obras las que cuentan al final en el juicio de la historia.
*
148
c) La cruz del poder
La deposición de Nithard no elimina la imaginación del poder, en sustancia
sólo la pone en las manos de un ilustre grabador del que, rarísimo caso, sabemos
bastante. De hecho, el primer problema de Juan (josé) de Austria con el poder fue
siempre imaginarselo en sus manos, como un cetro o un buril. Antes del nacimiento
del heredero, durante una estancia en Aranjuez le presentó al rey un grabado suyo
que representaba un matrimonio incestuoso de dioses griegos. Con tema tan
familiar, en la época, por su simbolismo, pretendía sugerir a Felipe IV que le casara
con la princesa su hermanastra como remedio al problema sucesorio. Y lo consiguió:
pero la sugerencia le pareció demasiado osada incluso a un Habsburgo, y el lazo
demasiado estrecho; el rey le despidió de su lado, y en la hora de su muerte se negó
a verlo, oponiendo un lapidario "es hora de morir" a un "¿qué hay de lo mío?"
propiamente inapropiado.
Pero ¿es tan insensato confundir la imagen grabada con la real? En la imagen
se casan los contrarios sin que supongan distancia insalvable grados geográficos ni
de consanguinidad: ¿cómo, si no lo son los siglos? ¿No se confunden mitologías
grecorromanas y cristianas en cuadros y poemas? Más tarde le vemos proponerse
para el trono de Polonia mediante un plan descabellado de guerras y matrimonios,
como en el mejor Calderón. Pero, donde la etiqueta adscribe identidades, ¿qué
distingue política y teatro, personaje de persona? ¿No cabrá dar el cambiazo a la
sustancia sin modificar los atributos?
Juan (josé) es la hostia. Hijo de una actriz real y una majestad de
guardarropía, con ceremonia y sin tropas, no es raro que se liaran sus mitades,
preso de tal dualidad hasta en el nombre: Juan, ansia de renombre de aquél en
quien todos ven al héroe de Lepanto resucitado, al siglo de oro restaurado; y (jose),
terror de encerrar cien años en un paréntesis de piel enmudecida. Su historia
discurre así, entre la necesidad de darse a conocer y la de ser reconocido, como una
necesidad compulsiva de compulsa. Al lado de su hermanastra ocupa en una imagen
el lugar patronímico desde el que engendrarse a sí mismo, a un tiempo patrón y
copia, renombre inmortal sin perder el nombre: un vulgar pecar de original que es
fruto de querer comerse el tiempo.
148
Bastardía de la condición humana que él, se comprende, no puede dejar de
considerar asunto propio. En enero del 69 está con gente armada sobre Madrid,
fuerza la dimisión y destierro de Nithard, y sin embargo, no da el último paso, no
entra por la fuerza en el palacio de su padre, y se retira a Zaragoza con un título
insólito, pero irónicamente justo: vicario real.
*
"La imaginación, al poder a su antojo mudar los tiempos, engaña a quien por
tener confiado su rumbo y gobierno...": así comienza uno de los muchos panfletos
anónimos que hizo circular Juan (josé) de Austria. Pues en algo sí es el primero:
nadie puede disputarle el título de iniciador en España de un género literario
llamado a un largo futuro: la opinión pública o género umbral129. Mientras Fernando
Valenzuela, paje ascensor venido a ministro, reabre los teatros madrileños por todo
programa político, con más visión transforma él la península entera en escenario de
una esperada reposición. Cartas y carteles inundan puertas de iglesias y mentideros;
les acompaña intermitente la Gazeta de Madrid, que andando el tiempo se convertirá
en la publicación más leida del país130, y rematan la terna las grabaciones de
sucesos de actualidad. Si la legitimidad de los actos está en la Escritura, escribamos
lo que hacemos; y si la fe se da a los sentidos, grabados y no hornacinas harán que
el pueblo Tomás crea en milagros, se eche cuenta que está en donde no se cuenta, y
asista así indemne a un infierno y una gloria que se están mudando al tiempo,
impasible practicante de un moderno ejercicio espiritual de indiferencia.
Las grabaciones de actualidad se convierten en instrumento esencial de la
política a la moderna. Porque en alguna parte las palabras han de mostrar su poder
en los cuerpos: la economía de medios del cristianismo había conseguido que un solo
muerto valiera para todos; a la multiplicación protestante de las interpretaciones le
sigue la multiplicación del sacrificio que las valide. Desde finales de los sesenta, tras
la retirada del bastardo a Zaragoza, irrumpe en la península el ritual de la opinión,
verbo sin nombre que argumenta con actos mientras actúa en el mentidero; un
comando arranca de la cárcel de Madrid a otro matón a sueldo del vicario131, cuya
opinión servirá para que otra hueste secuestre al virrey de Aragón y registre sus
papeles: más tarde, cartas abiertas se encargarán de divulgar que el virrey pretendía
envenenar al vicario. Debe de ser verdad, porque para irrumpir así en el palacio de
un virrey... hechos que justifican palabras, palabras que preparan hechos, el milagro
del texto que se encarna a sí mismo se desplaza de las columnas del templo a las de
148
periódicos y tropas o viceversa. En esta política escénica, golpes de efecto crean la
causa, vale el gesto que recuerde algún acto de valor por el valor recordado, ¿y no ha
de valer la grabación por el gesto?
Pregunta ésa por la eficacia de la retórica en absoluto retórica, cuando al fin,
en noviembre del 75, va a dar comienzo la transición: conforme al testamento del
anterior jefe del estado el príncipe Carlos, mayor de edad, debe ser coronado rey. Por
si acaso, su madre nombra a Valenzuela marqués de Villaflores el día de difuntos;
broma macabra, o necesaria consecuencia de lo que es esa corte. El día 4 ambos
presentan a la firma de Carlos un documento en que acepta prolongar la regencia. Él
se niega: secretamente ha mandado llamar de Zaragoza a su hermanastro para que
le libre de la tutela de su madre. Al parecer, la España real y la de palacio se
disponen a reconocerse: Don Juan de Austria, así le llaman las gentes transidas de
entusiasmo cuando aparece con su majestad en la portada del alcázar. Es miércoles
6 de Noviembre, 15 de Brumario de 1675; por desgracia, no se encuentra disponible
quien pudiera grabar la escena.
vela a la vista y carreras por cubierta bajo unas nubes aborregadas el
mascarón se echa encima y un mono rubio en el bauprés con pantalón de mil
rayas hace malabares entre drizas, atrás entre las mandíbulas de piedra del
puerto la ansiedad mastica un balcón con pañuelo y escupe el resto a
escondidas, por dentro, la vista alcanza más que los cañones de costa, más
que el catalejo y más que la paloma que suelta un oficial malherido en la
popa y se aleja del abordaje hacia la remota ciudad de los sueños hechos
añico, sueños piezas inservibles sueños naufragio oscuro corten and rewind
on the sail cantando bajo la lluvia de un cielo donde se vuelve, se vuelve, se
vuelve menos la pluma todo
Que nada ocurre por primera vez no es afirmación nueva; pero a veces la
repetición adopta formas clamorosas. El clamor popular que rodea el Alcázar a lo
largo de esa decisiva jornada ¿será un eco del que rodeó su venida seis años antes?
Ese clamor de presente en tránsito hacia un futuro que restaure glorias pasadas
¿será para él o para su nombre? Así le llamaban también en el 69, don Juan de
Austria, el vencedor en mar y en tierra... el que retrocede en el instante del triunfo.
148
“...impassibilia, quia deficiet in eis potentia ad patiendum”... ¿irresponsable,
irresoluto, pusilánime, paranoico? Lo que frena al bastardo es la distancia que
Platón convirtiera en abismo cósmico y la iglesia católica, menos dada a
profundidades arquetípicas, en estigma de humanidad pecada de original: distancia
entre la recién nacida existencia y la esencia genérica que sólo se salva en el cuño de
un nombre siempre ajeno. Don Juan (josé) de Austria representa el reiterado drama
bufo del acontecimiento entre la necesidad de ser reconocido y la de darse a conocer,
aplastado por una memoria en la que sólo puede ser resultado de la falta. Hijo de la
tierra, le llama la partida de bautismo: de una cuyo mito fundacional es la
reconquista, que sólo reúne valor para la conquista al amparo de las armas de
repetición de la conciencia, la jaculatoria o la genealogía. Moneda real de cuño
imaginario, grabador de imaginarios cuñados reales, aplastado entre ausencias
intocables y presencias insoslayables, ninguna figura como el bastardo para una
transición.
Porque, tras cuarenta años, va a empezar al fin la transición. Tiempo anónimo
de hechuras sin patrón, de errabundos sucesos sin patria, intermedio que se
ensancha hasta revelarse capaz de todo, un tiempo bastardo hecho por bastardos y
para ellos asoma entre los harapos de la limpieza de sangre y la hidalguía. Las líneas
de un cuerpo multiforme y disperso que el imperio de la conciencia mantuvo ocultas
regresan mutiladas como soldados de viejas guerras en lugares de impronunciable
nombre que ya nadie recuerda, deformes como enanos o locos o bufones en las
penumbras de palacios enlutados, incomprensibles como jergas de corsarios
berberiscos que hubieran sido andaluces, o documentos cifrados de banqueros
portugueses que fueron toledanos, o voces quechúas o guaraníes que nunca se
escucharon en cátedras ni escaños. Tiempo de mestizos y monedas de vellón, de
sangres turbulentas sin prístina pureza gótica salvada en montañas de papel, los
reinos en que no se ponía el sol emergen del crepúsculo imperial bañados en una
oscuridad distinta, indeciso claroscuro de plata lunar, territorios confusos en que
sueños y recuerdos se amalgaman.
Y como toda transición delata ésta al texto como impresión de historiador, y a
la caja tonta de la historia, que llama transición a cuanto se le escapa entre sus
cuerpos. Historia es figuración que quisiera representar la sucesión de las figuras,
pero es la sucesión lo que aquí ha tocado fondo. La última eyaculación regia aún
vendrá a salvarla, y renqueando, el tiempo solar de faraones y calendarios seguirá su
148
marcha y continuará sus cuentas. Pero entretanto, en esa hora crepuscular de la
confusión de lenguas y linajes ya ha venido al mundo el acto consumado... que sin
embargo se juzga huérfano de origen y sentido. Materia soñada de otros continentes
que no se sabe valer sino amparada en el perfil que la inscriba y la circunde, que no
osa hacer ni pedir si no es reproducción y repetición, bastardo es el lugar que
reserva al presente la historia, que con él redondea su cuenta y su moneda.
Que nada ocurre por primera vez no es afirmación nueva; pero a veces la
repetición adopta formas clamorosas. Qué ocurriera aquella tarde entre el rey y su
madre es cuestión de disputa entre ellos y entre los historiadores. Pero el jueves 7 de
noviembre, 16 de Brumario del 75, Juan (josé) de Austria abandona de nuevo
Madrid y vuelve a ser vicario por segunda vez.
*
148
V.- 17-B
(El 17 de Brumario de Juan (José) de Austria)
La Gazeta de Madrid correspondiente a este año de 1677 no ofrece ilustración
de la noticia. En las tiendas de los mercaderes de libros se encuentra sin embargo
una estampa del prodigioso meteoro: se abalanza desde el ángulo superior izquierdo
hacia un paisaje esquilmado, sorprendentemente realista, donde una aldea en
ruinas parece constituir el blanco de su trayectoria. Cuando se mira con cierta
distancia, como la que ha puesto de por medio la traslación de la Tierra, una
inquietante sensación de familiaridad asalta al espectador; esa estrella que se dirige
al pueblo, esos pastores y labriegos cadavéricos que huyen de ella, el espanto de la
mula y la consunción del buey, todo recuerda a un grotesco belén de naúfragos
hambrientos que huyen de alguna buena nueva.
Pero no es probable que sus contemporáneos la vean así, pues el estupendo
suceso viene a coincidir con la venida de don Juan (josé) de Austria sobre Madrid
para alzarse -al fin- con el poder tan largamente perseguido132.
"El 17 de Enero aparecióse en varias partes del Reino de Aragón un
globo de fuego con cinco saetas o flechas, que se fué deshaciendo como en
rayos y con estrépito semejante al de un tiro de artillería"133.
Ese mismo día, vaya por Dios, han llegado al monasterio de El Escorial 500
jinetes al mando del joven duque de Medinaceli. Tras exigir la entrega de Fernando
Valenzuela y negarse el prior, el día 22 violan el derecho de asilo y se llevan preso al
que legalmente es todavía el primer primer ministro de la corona española en toda su
historia134. Vienen de Hita, donde acampa el mayor ejército reunido en la península
en mucho tiempo, una fuerza de 15.000 hombres. Catalanes y aragoneses forman la
mayor parte de esa tropa, mezclados con fuerzas castellanas; lo que no pudo forzar
el conde-duque contra Francia se produce por asuntos de política interior. Con la
salida de la guarnición de Madrid culmina ese mismo día la revuelta de los nobles,
enfurecidos por el ascenso de Valenzuela a la grandeza, y llega a su fin la larga
marcha hacia palacio del hijo bastardo de Felipe IV, que en la mañana del 23 de
Enero ofrece sus servicios al rey en el Buen Retiro y entra a gobernar España.
148
La estampa viene firmada "D.Acuña", como otras que ya conoce Madrid
ilustrando relaciones de sucesos notables: el "monstruo de tres cabezas con un ojo
en la cara principal y manos de cerdo hallado en los montes de Villanueva de la
Reina", la "Proclamación de Su Santidad el Papa Inocencio XI" o el "Desembarco y
muerte del almirante Ruiter tras el combate de Catania"135. Ésta es la otra fuente
habitual de ingresos de un grabador, estampas sueltas que venden los libreros o él
mismo en su domicilio. En reinos católicos predominan los iconos religiosos, a los
que se añaden batallas, catástrofes o monstruos; el retrato, sin embargo, no es
género que prospere en España: la burguesía que constituye su clientela natural
apenas florece en la península, y eso en la periferia, lejos de la Corte. Parecida suerte
corren el paisaje, las reproducciones de edificios y cuadros notables y en general las
estampas de contenido laico, incapaces de soportar la competencia de un mercado
religioso tan bien establecido.
"Desdicha grande para nuestra España, que habiendo en ella edificios
tan soberanos y dignos de memoria, así de pinturas como de esculturas y
arquitectura, por falta de no haberlos sacado en estampa, quedan á oscuras y
sin nombre para las otras naciones; y así no me admiro que toda Italia tenga
á esta nación por inútil en estos artes"136.
De ahí la importancia para el grabado de las ideas del nuevo primer ministro
sobre la propaganda como maquinaria de crédito sustituta de la fe. Este
desplazamiento de funciones de la imaginería le abre a la grabación perspectivas
inéditas. Buen ejemplo nos ofrece este Diego de Acuña: sea por la calidad de la
estampa, sea por alguna otra razón, se incorpora al cerrado círculo de la Gazeta137
en torno al primer ministro, y se hace posible su participación en los dos proyectos
que a continuación reseñaremos.
*
Mientras encuentra ocasión de abordar sus problemas mayores, Juan (josé)
procura como buen propagandista hacer visibles sus designios de reforma ¿Y qué
mejor que el alumbrado público para anticipar el siglo de las luces? En 1677 el
corregidor Francisco de Herrera introduce en Madrid, a instancias del gobierno e
148
imitación de París, una novedad deslumbrante: el alumbrado nocturno, en forma de
una farola cada 5 vecinos. El proyecto incluye la colocación en lugares estratégicos
de grabados sobre planchas de vidrio coloreadas, de modo que "al tiempo que guían
al viandante por las calles dirijan los movimientos de su ánimo con saludables
consejos"138. Inicialmente se pensaron para las esquinas de las parroquias, como
una mezcla de capilla y vitral; pero finalmente se escogieron lugares de concurrencia
popular como el Prado alto, la carrera de San Jerónimo o las gradas de San Felipe.
Iluminadas por velones o mechas de aceite, la semejanza de esas imágenes
movedizas en la oscuridad con fantasmas y apariciones hizo que los madrileños le
dieran al farolito el castizo mote de "velavisión" con que aparecen en la literatura
costumbrista de la época139, aunque según los maledicentes se debiera a que pronto
los usaron como lugar de citas cuantos suelen pasar las noches en vela. Algunos
presentan la imagen del patrón de la calle (Santa Apolonia, Costanilla de los
Ángeles), en otros casos, un jeroglífico de su nombre (Puñonrostro, calle del Codo...),
y en otros en fin representan las actividades desarrolladas en las casas
correspondientes (mesones de la Cava, tiendas de tejidos de la Puerta de
Guadalajara). En éstas asistimos a la adaptación moderna de un género
genuinamente barroco: la empresa.
Durante el siglo XVII se publican en la península al menos veinte libros de
empresas140; aproximadamente en la mitad los emblemas propiamente dichos están
realizados en madera, por motivos de coste. Por los títulos se observa ya la nota
característica de este peculiar "idiolecto iconográfico", el propósito moral; todos ellos
tienen por finalidad "mover" los ánimos, sea el lector príncipe o súbdito. Se trata de
un lenguaje específico para el manejo de la esfera ética y política, del "conatus", que
pronto otros querrán manejar en términos geométricos, demostrativos y no
mostrativos. E inseparable del contenido es la forma: una imagen con un lema,
comentada luego en una extensión que varía de unos versos breves a una docena de
páginas.
Destaca en la empresa o emblema una relación entre palabra e imagen por
completo ajena a la pintura. La imprenta ha acostumbrado al grabador a la
contemplación de las letras como elementos gráficos. Género mestizo donde los haya,
ni dibujo ni escritura, la contextura de una imagen de empresa no surge de lo visual,
sino de lo textual; es la necesidad de conectar dos significados, no dos formas, la que
dicta una relación entre objetos incongruentes "por naturaleza". El espacio en que tal
148
conexión se produce no es desde luego un espacio natural: estamos en el extremo
opuesto del otro género barroco por antonomasia. En un paisaje la naturaleza gana
la categoría de figura, y se multiplica en la atención a las diferencias; los fondos de
las empresas son siempre el mismo, un espacio abstracto que es en verdad tiempo,
el discurrir de un discurso cosificado en lugar universal del intercambio entre
sentidos. El espacio de la empresa es el expositor universal que supone sentido a
cualquier yuxtaposición posible, en donde toda posición es exposición, pues el objeto
ha sido ya eo ipso remitido a otro, y reposición, pues otro ocupa de inmediato el
lugar.
"En los acompañamientos de las bodas de Atenas iba delante de los
esposos un niño vestido de hojas espinosas con un canastillo de pan
en las manos (...) Con él pudiéramos significar también (si permitieran
figuras humanas las empresas) al que nace para ser rey" 141
¿Por qué no permiten figuras humanas las empresas? Para hacer hablar a las
cosas. Como en los teatros de la memoria, éstas aparecen en un espacio sin
localización, un tópico figurado: un escaparate sin escapatoria. Los objetos aparecen
apartados de las relaciones usuales en la hornacina de lo sagrado; contemplación de
las cosas sustraída al tiempo que las convierte en espejos, a partir de los cuales es
posible desplegar el universo entero, explicarlo. El objeto es plica, y la empresa
replica: diálogo multiplicado a máquina entre cosas que son palabras y palabras que
son cosas, adorno gráfico, cintas grabadas ¿No cantan los católicos desde hace años
en una lengua que no entienden sus sentimientos más elevados? ¿Cómo no va a ser
el verbo objeto decorativo? "Parece burla ver países enteros tomando para dar voz a
sus corazones una lengua que no entienden y que repiten como aves de la selva
amaestradas"142.
No hay figuras humanas a fin de que se oiga a las grabadas. El zoon logon se
hace el muerto y surge la objetividad: moral, en este caso. El plano sin rozamiento de
Galileo o el vacío perfecto tampoco existen, pero también hablan: en el nuevo latín
matemático143. Los objetos de la física matemática son ideales, y eso justamente
expresan las empresas, ejemplares ideales, modelos de relaciones transportables,
metáforas con plano que son huesos de santo con folleto explicativo del milagro. Por
eso la empresa es inhumana: en ella lo humano es lo ausente, el lugar del
148
desplazamiento, lo que las cosas reparten y conforman, de lo que vale como ejemplo
iluminador la farola madrileña conocida por "La tapada"144.
Bultos pardos contra el muro. El ventanuco debe de dar al puerto, a
olor de salazón y burla de gaviotas, la cadena no permite saberlo. En el
rincón un saco se esconde para morir tranquilo su hombre. Enfrente se abre
una puerta, campos de flores se abalanzan contra el perfil inconfundible de
un látigo con sombrero. Asida a una esquirla de carbón otra sombra tras las
balas de algodón pinta: entre hileras de lejanía otros hacinan sobre un
absurdo carro con chimenea aludes de flores blancas. Nadie alcanza a ver al
que graba el testimonio en las paredes del barracón. Por las rejas de los
sótanos, por las rendijas de cámaras y gambaras, al pie de las estatuas y los
crucifijos de las alcobas, con hebras desperdigadas, con hilvanes olvidados en
el revés de la túnica sagrada, con hilos sueltos del tapiz del triunfo va
devanando la luna su garabato.
Una reata de rostros sin cuerpo asoman de los pliegues de la sombra,
desfigurados por el alcohol, el agotamiento o la ira, se dirigen hacia una iglesia,
llevan un cuerpo a hombros; en las gradas se apiñan tullidos, ciegos, fragmentos en
harapos que va midiendo un pie de rey; entre las columnas del templo se enzarzan
cuerpos hechos añicos de luz en torno al único punto iluminado, el cabello de una
mujer de repente descubierta en traje de varón... Al menos desde el 68 se vienen
poniendo de moda este tipo de imágenes que la Gazeta archiva primero, y luego
empieza a encargar regularmente; desde el 77 la Gaceta ordinaria de Madrid,
semanal, les dedica un lugar propio. La pelea en torno a la mujer disfrazada ocurrió
realmente, en San Felipe el Real, la Nochebuena de 1672; esas procesiones de
Semana Santa quedan retratadas con suma fidelidad, de creer al texto que ilustran,
Las Tarascas de Madrid145; y en cuanto a la revista de pobres tuvo lugar el 18 de
Agosto de 1671, a fin de verificar invalideces y enfermedades para expedir permisos
de mendicidad. El hecho de que la administración no sólo recabara la presencia de
un grabador, sino que apoyara la impresión de la estampa, deja así patente la
mudanza a las Indias interiores que constituyen el horizonte de relanzamiento del
Imperio, su nuevo nuevo mundo, y último, por el momento.
148
En 1678 se reedita el segundo volumen de la obra De Indiarum Iure, de Juan
de Solórzano Pereira, retirado de la circulación treinta años antes por las presiones
del vaticano146. La obra expresa una idea muy querida de antiguo por los monarcas
hispanos; como mínimo, desde los tiempos del saco por el que le dieron a Roma
cumplido aviso de los límites de su catolicidad: es la doctrina del vicariato apostólico,
conforme a la cual "en aquellos estados de las Indias, además de ser el rey en lo
temporal en el modo común de la Monarquía es V.M. procurador, patrono y como
legado en lo espiritual..."147. Sin llegar a la ruptura anglicana, esa doctrina justifica
la voluntad real de reservarse el control de la jerarquía en las Indias; lo que hasta
mediados del XVII no significa mucho, pues quien estableció la iglesia indiana, quien
mayormente la mantiene y administra, no es el clero regular, sino una serie de
organizaciones no gobernadas por la curia, en especial franciscanos148.
Pero esas Órdenes No Gloriosas, como las llamará despectivamente el nuncio
en 1713 en las conversaciones previas al tratado de Unrecht, atienden no sólo las
indias y los esclavos negros en Nueva Granada, sino también a las putas, los
huérfanos, la creciente multitud de pobres urbanos desarraigados por las guerras,
todos los naúfragos que encuentran malecón y escaparate en esas estampas que
mueven a caridad. En este final de siglo no es exagerado hablar de otro nuevo
mundo que se extiende desde las rancherías peruanas hasta los mismos sótanos de
palacio, un continente marginal cuya población constituye la mayoría de los súbditos
del imperio y a la que éste reconoce no ser capaz de atender, aunque siga
reclamando su tutela exclusiva. Impotente la administración para otras obras que
las pías, la caridad gobierna la transición de la formalidad ceremonial a la
informalidad exótica, y se erige en embrión de una reformada administración
colonial, la administración del margen.
Lugar del acceso y el abandono del presente, donde se pueda asomar sin
riesgo y con razones a un más allá profano que no sabe latín o ni siquiera romance,
a un futuro que sabe ya inexcusable, el margen es el balcón de la plaza sobre la
carne hereje, el motivo honorable del hastío para asomar la nariz a los deseos, y
abrasarlos y esparcirlos a los cuatro vientos que quisiera seguir, sueños de rosas en
marchitos jardines de papel ¿Qué es el margen? La línea de fuga, la frontera con el
primero de los extraños, desterrado al otro lado del mar de plata de los espejos. La
rejilla del confesionario, el susurro de lo indecible pese a todo deletreado, el
pentecostés perpetuo que teme la decepción más aún que la renuncia. Y en el peor
148
de los casos, las Indias, retaguardia universal del ansia, continente nuevo para viejos
contenidos que jamás pensaron en cruzar el mar para venir a presentes: animalitos
exóticos, paisajes distantes, pedrería y esquirlas, cascajo de un mundo nuevo para
entretener al viejo, el margen es el trance de una transición perpetua.
*
"...Y porque mientras SM no estuviere libre de la engañosa violencia que
padece, sea en la voluntad o en el entendimiento, se debe atribuir cuanto
firmare o pronunciare en desaprobación de nuestras operaciones, no á su real
voz y mano, sino á la tiranía de aquellos que en vilipendio de esas sacras
prendas se las usurpan, para autorizar con ellas sus pérfidos procedimientos,
declaramos también que tendremos todo lo dicho por subrepticio, falsificado y
procedido, no de la Real y verdadera voluntad de SM, sino de la de sus
mayores y más domésticos enemigos"149
Una constante del XVII español es achacar a razones morales la decadencia
política: en la grandeza, por anteponer a los valores cristianos los mercantiles; en el
monarca, por dejar el gobierno en manos del valido. Tras Olivares, Felipe IV prometió
solemnemente no dejar su voluntad en manos ajenas; la complejidad de los asuntos
pronto le demostró lo inevitable de una instancia administrativa que entendiera de
los hechos, separada de la voluntad real que decidiera en conciencia. Al aceptar esa
separación entre política y moral que acaba con la mitología imperial, la
institucionalización de la figura de primer ministro es otro signo de transición.
Ciertamente forzada por las circunstancias, en la corona Habsburgo puede
describirse como aceptación de un nuevo virreinato interior: la distancia entre la
voluntad real y sus hechos que inspiró los primeros virreinatos ha dejado de ser
geográfica y aparece cada vez más claramente como distancia de representación150.
Esta separación entre entendimiento y voluntad, política y moral, calca en
efecto la de los medios mecánicos de reproducción: el texto impreso de las
pragmáticas regias puede componerlo cualquiera, la firma obliga a recurrir a la
calcografía. La multiplicación impresa termina con el aura de la Escritura como
huella de Uno. El texto de la ley ya no es grabado en piedra, sino composición
reversible; los hechos mundanos, combinatoria de secuencias, y entender de ellas,
función delegable en otros cuerpos, los de funcionarios del estado. Vale el valido por
el rey, valen sus hechuras, vale la reiteración de la representación a lo largo de la
148
pirámide burocrática que sustituye a la eclesial. Frente al entendimiento de oficio, la
voluntad se refugia en la caligrafía, huella de un cuerpo -y no de un tipo-. Aunque tal
separación desplace pero no resuelva el misterio de cómo y quién presenta los
hechos a la firma, misterio de la encarnación de una voluntad soberana en hechos
condicionados.
Aunque tampoco en esto sea el primero (se le adelantó Valenzuela), don Juan
(josé) sí es el primer primer ministro con oportunidades de gobierno. Sirva así de
rúbrica a lo que empezó como figuración de un incesto olímpico el episodio en que el
segundo primer ministro de la monarquía, y grabador, comprobado el soberano
analfabetismo de su majestad y hermano, a más de dedicar la primera hora de la
jornada a leerle la cartilla y ponerle a hacer palotes para que aprenda, decide grabar
en el ínterin un sello con la firma de su señor Carlos II, emperador de ambos
mundos: el primero, y el segundo.
*
148
VI.- EL ENSAYO EN EL ENTENDIMIENTO HUMANO
En este capítulo se trata de una forma de grabado creada para eso, tratar.
Cobre sustenta las marcas de una calcografía, cobre, unas monedas reales a las que
se niega tal nombre; ésa es la otra cara de Eldorado, su cruz cobriza que lleva tiempo
circulando bajo denominaciones falsas por Castilla. Singular oficio ése, cuya materia
se encuentra a cada instante en todas las manos, o por ser preciso, entre todas ellas;
hasta podría decirse que un grabador trabaja con acuñaciones de una sola pieza, o
que las gentes hacen tratos con imágenes del gusto general, a pesar de su desgaste.
Singular obra de arte, la más reproducida y la menos reproducible de las que pasan
por sus manos mostrándoles de qué círculo sin ocaso toman parte aún, aunque sea
poca.
Porque tras cuarenta años, claro está, va a empezar al fin la transición. Atrás
quedan desatendidos memoriales de arbitristas y escándalos económicos de una
aristocracia endeudada, que en cerrada competencia corren por los despachos de
Madrid. Nacida de la rapiña de tierras islámicas y capitales judíos, la aristocracia
castellana tuvo la fortuna de tropezarse un continente cuando se le acabó la
península, y la ideología de la reconquista se prolongó en la de conquista, ambas
para la fe. Tras las guerras europeas y las riquezas americanas se le descubre un
tercer continente que explotar, igualmente fiduciario: el crédito.
La fe en la deuda pública se desarrolla en paralelo con la fe en la culpa
adánica; y si los padres de Trento definen la historia como tiempo necesario para el
pago de una deuda, otro tanto les sucede a los nobles castellanos, fiados de la
promesa o juro conforme al cual el verbo se hará carne, pan, vino, y el resto de
provisiones y providencias necesarias para su salvación. Todos los mayorazgos
principales están hipotecados, todas las familias de la grandeza endeudadas para
generaciones, todo el tiempo profano en vela de galeones, pendiente del asentamiento
ritual con que conversos flamencos o portugueses sostengan un año más desde
Nápoles o Zaragoza la monarquía más católica del mundo. Para resolver cervantinas
dudas, no son victorias de armas sino vencimientos de letras los que tienen gentes
pendientes de España en el mundo entero, mientras un presente prestado se
evapora dejando tras de sí un país de fantasmas que viven de la fe pasada y el
crédito por venir.
148
En el otoño de 1678 los problemas se le acumulan al gobierno de Juan (josé)
de Austria: la guerra con Francia ha traido nuevos reveses militares; por segundo
año consecutivo no llegan las flotas de Indias -ni lo harán al siguiente-; hay peste en
Andalucía, y aunque los cordones sanitarios de la Mancha funcionan, el comercio se
ve dificultado y hay carestía; de postre, la cosecha se ha perdido. En ese panorama,
la paz de Nimega apenas supone un magro alivio. Falto de liquidez para emprender
cualquier reforma, el problema monetario se convierte en la primera preocupación
del ministro.
La situación monetaria de Castilla, en efecto, es única por su dualidad.
Herencia del peculiar acceso de Carlos de Gante al trono, entre lo europeo y lo
castellano persiste una separación no precisamente espiritual, grabada en la vida
económica diaria como dualidad de moneda. De una parte, los reales de plata se
utilizan apenas desembarcar de las Indias, y aun antes, para pagar a asentistas y
mercaderes europeos. De otra, los maravedíes de vellón, aleaciones de más cobre que
plata, sirven para todas las transacciones efectivas en Castilla. Asistimos así a la
paradoja de un país en que la duplicidad de valores es ley antes que doblez, como se
ve en la unidad de cuenta utilizada por la Corona, el irreal "real de vellón", expresión
de la equivalencia entre ambos sistemas que carece de todo referente material. En tal
país, donde la fuerza de la fe mueve montañas de calderilla con valores irreales y
nombre de reales, todo prodigio parece aún posible, incluso conseguir crédito para el
gobierno y sus reformas.
En el otoño de 1678 la Imprenta de Castilla saca un título harto conocido
entre los estudiosos de las impresiones del XVII: El ensayo en el entendimiento
humano, cierto y probable, de la verdad o falsedad de la moneda. Obra del físico
napolitano Gianni Locci, o Juan Loqui, que frecuentó el círculo de Juan (josé) de
Austria durante su mandato en la ciudad italiana, recuerda por su hechura a libros
de metalurgia como el de Alonso Barba donde se exponen con ayuda de grabados los
distintos métodos para beneficiar los minerales argentíferos. Pero su contenido
responde a un momento distinto en la historia de la plata: la obra contempla
brevemente la extracción y refinado tan sólo en cuanto parte de un proceso más
amplio, el proceso de conocimiento de la verdad o falsedad de la moneda en
circulación.
148
La moneda es una unidad contable; la pasta argentífera, un continuo
indiferenciado. En esa diferencia fundó hacienda la necesidad de fundar la ceca del
Potosí, pese a tener que trasladar hasta las cumbres andinas a lomos de mulas la
maquinaria de acuñación: el número de monedas o lingotes es magnitud discreta y
contable, mientras la pasta se escurre escandalosamente entre los dedos desde el
momento de la extracción. De esa distinción fiscal parte Loqui, que denomina
"propiedad primera, o común" a la que comparten el minero y la corona, o pasta y
moneda: el peso; y "propiedades consiguientes, o consegundas" a todas las demás
que hacen del peso un peso: forma, color, tamaño o denominación.
El sentido de esta distinción se aclara en cuanto consideremos que al autor le
interesa la "falsazione" o falsificación. Desde el punto de vista de la emisión de ley, la
"propiedad primera" de la pasta está asegurada por hipótesis, constituye una
suposición administrativa o postulado de existencia que ni se menciona. Por contra
para Loqui, súbdito de un reino que no tiene acceso a las minas americanas, lo
conocido son las propiedades consiguientes, mientras las existencias de las
sustancias en cuestión constituyen más bien un problema, lo que explica en buena
parte el desarrollo de su análisis.
¿Cómo es posible que en Castilla circulen monedas conforme a dos leyes tan
diferentes? ¿No ha de ser una de las dos leyes falsa? La respuesta de Loqui resume
en una lacónica fórmula la esencia de la moneda: "ser es ser percibida". El cobro, tal
es el criterio de verdad para ver qué ley, y en general, para explicar qué propiedad
consiguiente ostente la pasta en un momento dado; lo prueba el que un mismo
conjunto de propiedades pueda perder todo valor a pesar de su peso en plata -como
la moneda castellana durante la sublevación napolitana de Tomás Aniello-, o bien
adquirirlo pese a faltar tal metal -lo que es el caso en la falsificación-.
Es pues el acto de percepción el que constituye la sustancia monetaria, y no
el peso; un poco de pasta basta, como se demuestra en España, para que se perciba
casi cualquier cosa pese a haber razones de peso en contra. Con dar un paso más se
concluye que aun cuando todo rastro de plata se esfumara del conjunto, de
continuar siendo percibido por los perceptores fundándose en una impresión, ya no
en su estampación, el conjunto podría aún darse humos de auténtica moneda. Tan
humeante conclusión no llega a sacarla Loqui, aunque la insinúe por ejemplo
cuando afirma del metal que en la moneda, al contrario que en la espada, "no prueba
su valor en qué se funde cuando se desenfunda, sino en la funda" (I, 17); sin
148
embargo, hay razones para pensar que en el círculo más cercano al autor hubo
quien sí la sacó, si es que no la traía ya sacada.
*
En el otoño de 1678 la Inquisición ya no es lo que era. En Castilla menudean
los enfrentamientos con la justicia ordinaria por conflictos de competencias, a falta
de una "regla fija y clara que evite en adelante semejantes embarazos"151. Fuera de
Castilla, choca con las justicias forales de reinos que ahora sostienen la Corona:
"todos estos desórdenes que se experimentan en este tribunal en parte resultan de
ser de ordinario los inquisidores extranjeros, de otro Principado... que se hallan sin
conocimiento del genio de los naturales, de la extensión, costumbres e inclinaciones
de las comarcas, de las leyes y estilos de la provincia"152. El tribunal de Zaragoza no
tiene con qué pagar los salarios a su personal; en otros lugares no se cumplen penas
de prisión por no tener con qué alimentar al preso. En esas condiciones, menudean
los sobornos para conseguir que aparezcan o desaparezcan documentos, las hojas de
quemados en los libros del tribunal canario o las abundantes falsificaciones en libros
de linajes. Y la llegada del bastardo no augura mejorías: ¿no expulsó al anterior
inquisidor general, Nithard?, ¿no dispuso el actual, Sarmiento, ejecutar con rapidez
inusual a Mallada cuando Mayo del 68? A la vista está que el ministro no tiene
prejuicios con la limpieza de sangre, basta ver sus consejeros153; y hasta se dice que
pretende abrir a los indios la carrera eclesiástica y la universidad. No, no cabe duda
de que entre sus muchos e impresionantes planes está la reforma del santo oficio; en
1678, los consejos de Estado proponen limitarle el uso arbitrario de la
excomunión154.
Claro que, por otra parte, ¿no nació la inquisición como real brazo ejecutivo
independiente de Roma y de los poderes regionales? ¿No fué su condición aduanera,
entre la ley sagrada y la profana y administrando las dos al tiempo, la que le permitió
acumular poder y ser? Con reajustar hoy la definición del error al desplazamiento de
la ley, ningún reformista desearía mejor instrumento: un cuerpo de observación y
control del comportamiento sometido a su dictado y no a la escritura divina... sean
cuales fueren los planes gubernativos, el santo oficio aún es un poder autónomo que
verifica probanza de sangre y RH (Registro de hidalgos) en los terrenos bajo su
dominio. Y como todo libro trae portada y toda portada grabador, pero también
148
censura y autorización, y más en una imprenta oficial, el tribunal de corte requiere y
recibe del grabador diversos documentos acreditativos de su fe, entre ellos una
declaración jurada de "ser verdadero y fiel, todo cuanto asuso queda escrito del
mentado grabador Diego de Acuña, que firma pero no escribe", según hace constar el
secretario.
¿Acuña?... ¿no tendrá ascendientes portugueses? Caligrafía, firmas y sellos,
desde luego, son calcados a los de otros documentos indudablemente en regla; pero
¿no se le pide la probanza precisamente por su oficio de calcar?... sin atascarse en el
círculo que él mismo plantea, el tribunal de corte solicita información a Sevilla y
Canarias155.
*
A partir de la duplicidad de la ley aborda Loqui el concepto de falsificación. El
primer capítulo es útil para el historiador por mostrar varias formas de falsificación
acreditadas en otros documentos de la época. Particular relieve da a aquellas
técnicas más aptas a confirmar su tesis, entre las que destaca la consistente en no
grabar, sino aprovechar lo grabado, y sustraer la sustancia sin tocarle los atributos
más que al rey, figuradamente, limando los falsificadores dos monedas como
hemisferios por el ecuador, de modo que tras tomarles la plata les dejen sólo una
cruz y una cara muy finas, y que les zurzan luego por delante y por detrás, a las
masas cobrizas que hacen de relleno, una y otra, disfrazando toda la operación con
lindos cantos de cordoncillo fáciles de reproducir; técnica ésta que por así decir
realiza materialmente la loquiana distinción antes citada entre la pasta que da el
sustento y las finas películas que se perciben156.
Aquí nos interesa la especulación subsecuente sobre el concepto de
falsificación: represión que calca impresiones originales en materia nueva. Represión
supone una presión original "que ayer fué presente, y hoy, falta" (II, 2), la presión del
cuño. Ésta se hace presente en el acto como ex-presión en cuanto se pretende
producir alguna impresión. Esa distancia entre cuño y pieza es la que, en rigor,
permite el comercio: el celo excesivo, el continuo acoplamiento de uno y otra por
asegurar la fidelidad en la reproducción, paralizaría la circulación; pero desatenderlo
en demasía, también, porque empuja a la despresión, esto es, a intentos de recrearse
148
el cuño con cualquier pieza que acaban en una pérdida de valor generalizada y
represiones de nuevo cuño.
Obviamente, con tal análisis no puede haber impresión falsa por sí misma,
sino por su expresión, pues sólo respecto a aquella ausencia cabe falsificación. Las
expresiones -prosigue Loqui- pueden hacerse presentes en las impresiones de dos
modos, "por el modo de las causas o por el de los signos"(II,3). El valor facial o la cara
del rey son lo que llama el italiano "disegno", su traductor español designio, y
nosotros signo convencional. Otras expresiones se manifiestan en cambio como
"insegno" o enseña, por ejemplo la densidad y el color; hoy solemos llamarlos indicios
o síntomas, que enseñan o muestran pero no dicen. La falsificación se funda así,
según Loqui, en la confusión interesada de enseña y diseño, del orden de las causas
con el de los signos.
Una vía para evitarlo es la marca de la ceca. Ésta se halla en otro plano: ni
enseña ni designa, sino que designa a la enseña como tal, como efecto
inintencionado y por tanto válida. A nadie se le escapa que esta clase de metasigno
puede a su vez ser falsificado, y evitarlo reiterando el procedimiento con una
contramarca, lo que abre una pirámide de instancias confirmatorias sumamente
parecida a la arquitectura de un ministerio de doce plantas o la cronología de un
psicoanálisis. Y también es evidente que igualmente se acaba por no ver nada en tal
galimatías de signos ¿Qué conclusión saca el Ensayo?: que el objetivo del ensayo no
ha de ser un signo probado, sino probable, ni el entendimiento humano debe buscar
tanto pruebas como probabilidades; de lo contrario, el ensayo reiterado acaba por
mermar y destruir lo mismo que intenta probar.
Claro que se puede pensar en otras soluciones, pero falsas; con su refutación
por apéndice concluye Loqui. Por ejemplo, para evitar la reproducción ilegítima se
puede suprimir toda reproducción; ni buena ni mala, cada moneda estaría
condenada a ganarse cada vez el reconocimiento del cliente y su reutilización por sus
calidades modélicas. Pero naturalmente esto es sólo una especulación; tal regreso al
paraíso natural exigiría que ejemplar y original coincidieran, lo que tras el pecado de
Adán es dogmáticamente imposible, y que hubiera un solo ejemplar de cada especie,
lo que resulta, a la deriva en la deriva de la historia, inimaginable.
*
148
Una sombra de mujer vierte su regazo de penumbra deshecho en tormenta sin
límites de mar y cielo. Sólo contra el costado de una cuna rompe en cordilleras de
olas que la alzan cráter, cuyas faldas caen bordadas de selvas, bullentes de ríos,
bestias y aldeas, hasta el borde de un canal ¿o será un puerto?, donde agua de
nuevo se pierde en el calmo reflejo del sol. Pero la cuna no avanza, atrás masas
informes en mudanza vertiginosa y el viento la impulsan al pronto, del otro lado la
piedra, su mismo cuerpo que se hunde en piedra la para, la escora, varada, en un
brusco movimiento sobre el remolino en que un momentáneo equilibrio la sustenta.
El aliento de la tormenta que no cesa hace ondear por barlovento su imposible casco
de blanduras, marcado por un sinfín de bordadas figuras que lo adornan. Pueden
ser un tramado elefante sonriente, o acaso gajos de color de una perdido planeta de
gracias y torpezas; por aquí parecen el buey y la orquídea, el chopo y el armadillo,
por allá se dirían el lorito y el camello, la madreselva y el trigo; y flanqueando el
castillo de popa, donde a cubierto la vista se hunde en los sueños, un indio y una
llama otean y se buscan al borde de las sombras; y acá, de mascarón, una sirena de
nube con remate de turbante y rubí lucero se estira por asomarse al espejo del sol. Si
hay otras figuras de verdad a bordo de este arca, no parecen.
Tal es la portada del Ensayo. Como se sabe, sol y luna son símbolos
universales de oro y plata, y el sextante y la brújula que asoman sobre cubierta, es
decir en el presunto lugar del niño, parecen representar la ciencia y la técnica del
ensayador. Por lo demás, el simbolismo del contenido puede ser muy discutido157;
aquí destacaremos la compleja solución formal que representan las figuras bordadas
en los costados del arca-cuna. No es que el barroco no frecuente la representación de
la representación (véase una reproducción cualquiera de Las Meninas); en el
grabado, sin embargo, la primacía del dibujo sobre el color dificulta alcanzar el grado
de confusión de planos adecuado para tales juegos. Repárese en que las figuras
bordadas, es decir artificiales, representan al arte, y con ello a la grabación misma,
en el centro del asunto como mediador universal. Por una parte -la solar- podemos
encontrar sus originales reales triscando por la selva o junto al canal, por abrevar;
por otra -la lunar- en las manchas del claroscuro podemos si queremos reconocer la
sombra de cualquiera de ellas. Y por si hubiera duda y para remachar la soldadura,
las figuras bordadas a buril en la tela del casco producen sombras al aguafuerte en
el casco de tela, cosa imposible en figuras artificiales sin relieve real; estructura
machihembrada de lo uno y lo otro que se acentúa en proa y popa, donde es la figura
148
más afín a sombras y quimeras, la sirena, la que se asoma al sol, y quienes en
realidad se encuentran al sol rayan a popa en sombras.
Por lo demás, la estampa ofrece otros méritos formales, como la mezcla de
técnicas en la resolución de la línea de choque entre las sombras (aguafuerte) y la luz
(buril), mediante esa cordillera de olas en que los trazos entrecruzados del buril
sobre el claroscuro de la vertiente opuesta ganan singular relieve y recuerdan
motivos ornamentales de orfebrería, como el cordoncillo que en arras o relicarios
disimula la soldadura de dos caras distintas, que son aquí los dos campos
simbólicos que organizan toda la composición. El equilibrio interno de tal estructura
y su adecuación al contenido de estampa y libro la sitúan entre las cumbres de la
calcografía española.
Completa la portada la firma, contra lo que es habitual disimulada con mucha
elegancia en el interior del grabado; concretamente a bordo de la cuna, bajo la borda
bordada, de modo que a simple vista las minúsculas letras parecen el nombre de la
nave en el centro de la tempestad. La discusión de la tesis, si antaño viva hoy
desmoronada, de que “acuña y silva, di ego” no son apellidos sino lema, y así, un
emblema la portada entera, no tiene lugar aquí.
y en la ciudad de los tiempos que es todos los tiempos el que no es
nadie se hace presente y ofrenda a todos en copos de rumor deshilachado, y
cada hombre y cada gorrión y cada chimenea asomada a cada esquina de
callejón toma su hilo y trama con él océanos relucientes para su quilla de
latón y su bandera de trapo, y urde su verano de choperas y risas y ladridos y
entreteje sus arrugas de promesas suspendidas blancas sobre la ciudad de los
tiempos todos los tiempos nadie se hace presente a todos, luz del sueño
superviviente a todas las confusiones, viajera redonda de la noche de las
manos, carne esponjada en voz de cada vez sin nombre, el nagüal se sienta y
silba y nada suena, no tiene labios para silbar, no tiene culo para sentarse,
no tiene aliento ni tiene piedra siquiera, solo una manta de tierra, tendido al
filo de romperse, tenso hasta el borde del sueño de los sueños, donde el nunca
estira su indiferencia insondable entre dos bostezos de lava helada,
recordatorio de arropos y mares mecidos, pastel de calor y siempre entre la
piel de la tierra, sobre la piel de la tierra, piel de la tierra, el nagüal en pie se
descubre aire
148
y silban montes a su paso que no es él, el peregrino, silban bosques y
cañones y responden las jarcias y las rendijas de las buhardillas y las
arrugas de pieles calmas en los poyos alzan el contrapunto de la rosa y el
párpado que se abre, y como un solo nombre el mundo, pero no el suyo
Aunque la inquisición ya no sea lo que fué, su tozudez sigue siendo
proverbial. En la primavera de 1679, pese a las circunstancias adversas, la
inquisición de corte recibe de Sevilla un añejo expediente del tribunal canario,
fechado nada menos que en 1643, que remite enseguida al lector calificador de la
Suprema158. El documento, cinco folios de perfecta caligrafía escribanil, es decir casi
ilegible, sellados cara y verso, expone los hechos que a continuación extractamos:
Con fecha diecinueve de Marzo de 1642 se presentan ante el tribunal canario
dos personas, que dicen llamarse Juan Alberto (Jean Albert), francés de nación y de
edad de treinta y cinco años, y un criado al que llama Diego, de unos veinte; Albert
afirma haber sido conducido por fuerza a Argel, donde ha permanecido cautivo cinco
años, haber practicado su religión cristiana en secreto, de lo que exhibe como prueba
cédulas de confesión
159,
y haber aceptado la circuncisión y el nombre de Mustafá
"de boca y no de corazón, por buscar mejor ocasión de escapar", que fué introducirse
en el patache inglés en que han llegado a las islas; ambos declaran en "la lengua que
dicen de armadores", entienden castellano, y firman pero no escriben.
En cuanto a Diego, de verdadero nombre Chabán, "dice que es de Chagüen,
tierra de moros, de donde se fué a Melilla, que es una fortaleza del Rey de España
hará cosa de siete años, y de allí junto con otros moros resolvió venir a España
libremente por servir a un amo por la soldada y libremente, y con un navio francès
se fueron para Cádiz"; para el tribunal, como para el lector inquisitivo que pasados
tantos años la revisa, es una historia de sobra conocida: apenas cruzaron Gibraltar,
el patrón se apresuró a venderlos como esclavos para faenas del campo. Al cabo de
un año murió su dueña, y conforme a su testamento el marido, armador de
Sanlúcar, lo liberó y lo tuvo en uno de sus barcos durante año y medio; "y que
después de aquello, ha andado vagando por el mundo y la mayor parte del tiempo se
ha ocupado en ser pescador, y ha servido de marinero, y ha estado y hecho por dos
veces la carrera de las indias sirviendo de grumete" hasta que en 1635, a la vuelta
del segundo viaje, el Santa Lucía, procedente de Bahía de Todos los Santos con un
cargamento de azúcar, fué asaltado por berberiscos de Argel, adonde fue conducido
148
libre como musulmán y lo contrató como criado Mustafá Albert; y que según su viejo
deseo ahora "quiere seguirlo a España para servirle libremente y por la soldada", y
conocer la ley de los cristianos.
El tribunal decide finalmente dejarlos en libertad con absolución de levi para
Albert, que ha de pasar un mes en un convento; a mediados de Abril, Chabán
consigue el permiso para embarcar hacia Sevilla en uno de los galeones de Tierra
Firme que, cobijados en las islas por el temporal, se espera zarpen en una semana.
Sin embargo, quince días después amo y criado se hallan de vuelta ante el tribunal.
¿Qué ha ocurrido? La flota se ha topado y capturado la nave de un andaluz de Salé,
Alí Guardián, y enviado tripulación y cautivos a las islas; "uno de los cristianos que
venian en la dicha tartana, a quien se dio luego libertad porque se supo era
cristiano, parece que era sardo, conoció y dió aviso que el dicho Mustafá era
renegado, y que por tal era tenido y tratado de todos en Argel, donde el dicho testigo
estuvo tres años de su cautiverio".
El caso del amo Mustafá es claro, y en su segunda comparecencia admite que
en efecto no hacía cinco sino siete años que residía en Argel, al servicio según el
escribano de un tal Juan Ruiberche, es decir el flamenco renegado Jan Ruiwertsz,
lugarteniente del alcaide de la ciudad, el también renegado mallorquín Miquel Coll
alias Murat, y más tarde de su hijo Ferrat. Un flamenco y un francés trabajando
para el mallorquín que gobierna Argel, un criado marroquí que va y viene de las
indias... tampoco ese trajín suena desconocido en los oídos del lector, familiarizado
por sus informaciones con esa "aldea del globo entero en donde, comenzando de las
remotas provincias de Europa, hallánse renegados moscovitas, roxos, rojalanos,
valacos, búlgaros, polacos, úngaros, bohemios, alemanes, de Dinamarca y Noruega,
escoceses,
ingleses,
irlandeses,
flamencos,
borgoñones,
franceses,
navarros,
vazcaínos, castellanos, gallegos, portugueses, andaluces, valencianos, aragoneses,
catalanes, mallorquines, sardos, corzoz, sicilianos, calabreses, napolitanos, romanos,
toscanos, ginoveses, savoyanos, piamonteses, lombardos, venezianoz, esclavones,
albaneses, boznos, arnautes, griegos, candiotas, cipriotas, surianos y de Egypto, y
aun abexinos del Preste Juan y Indios de las Indias de Portugal, del Brasil y de
Nueva España..."160 Así que el tribunal alberga un cierto escepticismo de oficio sobre
las conversiones forzosas en Argel que, en el caso de Mustafá, no tardan en
confirmar las informaciones; año y medio más tarde, Albert es condenado a remar en
las galeras del estrecho.
148
*
En el otoño de 1678 por Castilla corren onzas, medias onzas, doblones y
escudos de oro, reales de plata con valores de ocho, de cuatro, de uno, de medio, y la
auténtica legión del cobre, los maravedíes de vellón "quo hoc etiam tempore,
quammis adulterato eo genere atque aereo facto, marevedini semissem vocamus.
Cuius valor pro varietate temporum, & ut plus aut minus aeris miscebatur, varius
extitit"161; y eso sin atender a denominaciones coloquiales y monedas de otros reinos.
Una situación desesperante para los tímidos adelantados de la racionalización.
Pero entre intocables huevos forales e idiosincrasias intangibles la inteligencia
alcanza a vislumbrar empero algo universal, acaso germen de la renovada catolicidad
que pretende: "Praesertim cum commercia impediantur moneta adulterata, neque
diuturna respiratio sit sed brevisima novae pecuaniae valore, cum pondere aut
bonitate brevi etiam inminuto. Quod omnibus temporibus & apud omnes gentes
contigisse observamus"162 Si algo se viene dando acreditadamente lo mismo en
Sevilla que en Zaragoza, en Madrid que en Portugal y seguramente aun en Argel y las
Indias y en cualquier rincón de un globo que es redondo, es la emisión de signos sin
respaldo, para conseguirlo. Tal vez no sea posible encontrar un verbo universal, pero
se puede estar seguro de hallar mentirosos en cualquier lengua. La falsificación, he
ahí una primera certeza verdaderamente católica, tan clara y distinta como oculta
por igual en todo reino y todo tiempo. Y así como entre la multitud de las
impresiones no es la más brillante sino la más dudosa quien ofrece a los modernos
Arquímedes el primer punto de apoyo para sacar el mundo de quicio, en el tropel
resplandeciente de reproducciones orgullosas de su fidelidad acaso la que se
adulteró sea la sola en descubrir los misterios de la ley verdadera. Oeso parece
rumiar el adúltero bastardo real, vista la situación.
*
Distinta es la situación del criado de Albert. Nadie le ha acusado de renegado,
y no es fácil hacerlo de encubridor, pues nadie tiene por qué conocer la historia de
otro y menos si es su amo y señor. Salvo la inquisición. Pero Diego Chabán sabe que
el tribunal va a buscar informaciones en Argel, y así, solicita ser oido por segunda
vez en Septiembre de 1642.
148
En esta segunda comparecencia reconoce haber hinchado su pasado
musulmán, mucho más corto, por miedo a ser tomado por renegado; que como
ahora ha visto lo ocurrido con su amo y con qué celo lleva el tribunal sus diligencias,
ya no teme decir la verdad y que no le crean; y que ésta es ahora no ser él moro de
nacimiento, sino portugués de indias e indio de nación, al que en su lengua
llamaban Oyantai, por no haber sido bautizado nunca; que robado por bandeirantes
portugueses fue comprado y liberado en Bahía de Todos los Santos por un español
que embarcó en el Santa Lucía, y que prometió bautizarlo así que llegaran a
Canarias, pero que no llegaron; y que sólo tras el asalto berberisco "por fuerza le
retajaron, y en que lloraba le alzaron el dedo y repitió el lailalá y los otros estribillos
por ser ése de cantar el modo de apartar el dolor que en su comarca se usa, y creído
así de ser todo en remedio suyo"; y más, porque recuerda que le dieron dos dedos de
miel para el dolor y unos polvos blancos para cicatrizar; y que de todo ello podrán
dar razón, a más del regidor si se lo encontrara, que lo cree dificultoso por tener oido
que murió al servicio del pachá de Argel, dos testigos que señala el dicho Diego
Chabán Oyantai, "Juan Cruz de Vitiza, cerca de Coroninga" que es como el escribano
bautiza con mucho menos alboroto al marinero Jan Kroisz, de Uithuizen, cerca de
Groningen, y Pedro Botí, mallorquín, que cree siga cautivo en Salé por no tener
hacienda de que rescatarse, ya que el uno remaba y el otro lo sujetaba durante la
operación.
Nada menos que Santo Tomás le niega licitud al bautismo forzado, y otros
teólogos incluso la validez. Pero el bautismo no es circuncisión, ni la buena ley como
la falsa; así, aunque esa conversión a musulmán de gentil tuviera poco, o nada, de
voluntaria, ¿no dice Matatías que es lícita la circuncisión por fuerza de los hijos de
los gentiles?163 Claro que por otra parte la Biblia no es el Corán, ni la circuncisión
hebrea la mahometana, como saben y comprueban los médicos del tribunal; pero al
fin y al cabo, si entre infieles anda el juego, poco se le da al santo oficio de que el
criado venga de uno u otro error a su proclamada intención actual de bautizarse. De
modo que en Septiembre de 1642 Oyantai es Chabán, y no hay ni sombra de
apóstata de la ley verdadera, sino un legítimo creyente de la falsa.
*
148
La ley de la moneda puede soportar falsificaciones, restampillados y cambios
en el "premio" de la plata, pero lo que más le daña, como a cualquier sistema de
crédito, son las retractaciones. Sin irse a mirar fechas demasiado lejos, Olivares
revaluó en Marzo de 1642 para devaluar en Septiembre, y volver a la cotización
inicial en Marzo del 43164. El primero que no recuperó el crédito fué el conde-duque;
y Juan (josé) de Austria ya no quiere cometer errores por segunda vez. Así, cuando la
junta de comercio comienza a considerar la reforma monetaria establece unas
normas de procedimiento: las medidas serán secretas para evitar especulaciones y
favoritismos, y no admitirán excepciones ni grados165. Pero sobre todo, y sea quien
fuere quien las hubiere de administrar -pues el primer ministro se sabe enfermo-,
serán irrevocables.
*
A la tercera va la vencida: en Marzo de 1643 el reo tira la toalla, y comparece
ante el tribunal para reconocer algo que lo enfrenta a la ruina más completa: estar
bautizado antes que retajado, y así, ser renegado.
¿Por qué? Incertidumbre sobre las declaraciones de Albert, noticia de que el
regidor haya sido localizado, quizás, simplemente, cansancio... lo cierto es que eso lo
convierte de nuevo en apóstata y lo pone al borde de la hoguera, porque además se
ha querido burlar del sacramento del bautismo y repetirlo a sabiendas: "El dicho
Chabán dixo ser castellano de indias, y indio de nación, y que en cristiano se
llamava Adan de Todos los Santos, hijo de la tierra, natural de Berenguela, cerca de
Potosí, en el Perú; y de la misma manera como el lo dixo sin fuerça ni violencia
ninguna se notó en los libros; y que es verdad que al principio procuro disimular su
nombre y condición, pero fue de haberlo persuadido que facilitaría su reconciliación,
por haberlo bautizado enemigos del rey de España".
¿Adán? Pero ¿es eso un nombre cristiano? Nuevas zozobras para el tribunal.
Adán Chabán Diego Oyantai declara haber sido bautizado a petición propia durante
el abordaje, pues se creía de cierto en trance de muerte, por un pastor inglés que
viajaba con ellos. El tribunal comprende urgencia e ignorancia y más en un indio,
conforme a la doctrina de Borges166. Pero si se trató de un bautismo puritano, por
ejemplo, la iglesia católica no lo considera válido; tendríamos entonces un bautismo
voluntario, pero nulo, y una circuncisión involuntaria, pero válida, que dejan al
apóstata de nuevo en catequista y a Adán en Chabán, y al hacer del falso cristiano
un verdadero infiel lo hacen aceptable a los ojos de la iglesia. Pero ¿y si se trató de
148
un bautismo anglicano, que la santa madre sí da por bueno? Entonces Adán es un
fiel cristiano, y por tanto, renegado, el renegado de Todos los Santos.
El tribunal canario se enfrenta a un problema de impresión: ¿cómo y cuando
imprime carácter el sacramento? Los sacramentos trentinos son liturgias en
miniatura, misterios portátiles: una secuencia de gestos y palabras que "simul sunt
causae et signa" (S.Tomás, IIª, q.LXII, a.1, ad 1um). Dicho y hecho se anudan en la
magia del sacramento, que causa lo que significa "non solum per modum signi, sed
etiam per modum causae" (id.): por dictamen conciliar, el bautismo no vale si el
oficiante no dice a la vez lo que está haciendo167. Un sacramento hace lo que
representa; eso significa anudar el orden de los cuerpos y el de los signos. Y como
una de las diferencias características es la reversibilidad del cálculo frente a lo
irreversible del acto, la naturaleza jánica del sacramento le permite deshacer los
actos por vías de palabra, como en la penitencia, o hacerlos, como en el matrimonio:
si la carne se hace verbo, se puede cancelar el tiempo, en una palabra. Pero como
por el otro lado el sacramento representa lo que hace, es imprescindible que lo haga
exactamente: si el verbo se va a hacer carne, es preciso no confundirse de especie.
Por eso el sacramento trentino es válido "ex opere operato", siempre que actos
y palabras sigan la secuencia prescrita, o como dicen los padres griegos, el
programma, con independencia del operador mientras lo opere correctamente, del
mismo modo que produce verdad el método de Cartesio o cuentas correctas el ábaco
mecánico de Corponiz. Es una manera de poner al Verbo Perfecto en el mundo pero
sin darle a éste la posibilidad de averiarlo: el sacramento no soporta el menor error
del usuario, aunque sí cualquier depravación moral, que no afecta a su
funcionamiento.
Un
bautismo
que
contenga
las
fórmulas
y
operaciones
imprescindibles es válido aunque lo ejecute un falso sacerdote, o uno verdadero en
pecado mortal, o se imponga por la fuerza168. De ahí la importancia del ritual de la
administración, y lo prescindible de administrador y usuario; y de ahí la zozobra de
un tribunal al que no se le alcanza modo de averiguar qué ocurrió verdaderamente
en la cubierta del Santa Lucía el 11 de Marzo de 1636, ni qué valor efectivo tiene el
nombre impuesto siete años antes169.
*
¿Y qué hacer con una montaña de calderilla con toda clase de valores
nominales y ningún efectivo? Retirarla en su totalidad, es iluso; restampillarla, trae a
la mente de todos el fraude de Marzo del 36, cuando el conde-duque triplicó el
148
nominal del vellón. Es aquí cuando el ministro grabador, tenga o no que ver con la
obra de Juan Loqui, demuestra estar realmente familiarizado con la relación entre
original y copia bastarda, y en general, con lo que es una falsificación circulante.
Así dispone que el valor nominal no se cancele, sino que se rebaje por bajo del
precio del cobre, tan creciente como la demanda y a punto de rebasar al de la plata
como las razones retóricas a la causa real. Sentencia condicional, que deja la
decisión al interesado; quien tenga razones fehacientes para saber que su valor real
no hace honor a su nominal, fundirá el signo para sacar del referente mayor
beneficio, la falsa denominación se extinguirá entre las llamas, y la buena se salvará.
Pues cuando se abusa de la fe del perceptor llega momento en que los signos no
valen la materia en que se imprimen.
*
¿Qué hacer entonces con el catecúmeno? Las instrucciones de Trento son
claras: "Si quis dixerit verum et rite collatum baptismum iterandu esse illii qui apud
infideles fidem Christi negaverit, cum ad paenitentiam convertitur: anathema sit"170.
Es decir: administrado conforme a prescripción el bautismo causa efecto por sí solo,
y repetir la administración puede ser perjudicial para la salud del alma; manténgase
pues fuera del alcance de los niños. Ya que, además de aumentar la confusión,
cualquier reimpresión sería nula, cuando no sacrílega por su intención.
"Si baptizatus es, ego non baptizo te; sed si non baptizatus, ego baptizo te in
nomine pater...."171. En 1643 el tribunal sentencia bautismo condicional; si estás
bautizado, no te bautizo; pero si no lo estás, te bautizo. Como súbdito cristiano de su
majestad, queda libre y parte para la península ese mismo verano, con el nombre de
Diego y los apellidos de los que fueron sus padrinos de oficio (santo), los familiares
de la inquisición Sebastián de Acuña y Luis da Silva. Así finaliza el expediente
canario en lo tocante al bautismo de Diego de Acuña y Silva, cuya verdadera
condición ya no puede ofrecer dudas para el lector: que así se lo participa al tribunal
de corte con fecha de catorce de Abril de 1679172.
Pero la duda, como la sospecha, es libre e ilimitada. Y lo que sí le sugieren a
ulteriores instancias inquisitivas las andanzas de ese cristiano nuevo y veterano
grabador por el mapa de las Españas, tal como las trazan fechas y lugares de sus
documentos, es otro perfil sorprendente realmente (aunque sólo a medias). Así, con
148
la mayor discreción, expediente, datos y conjeturas son puestos sin tardanza en
conocimiento de la Suprema.
como un solo nombre el mundo, pero no suyo,
y la muerte como un torrente de palomas presas rompió surtidor por las
pestañas labradas de vegas y lejanías, y se extendió perezosa y azul sobre los
cerros y las chaparras de un país de colores resucitados, y los perfiles fueron
sólo jugueteo de benévolos buriles en el patio del misterio aguardando
fatigados y gozosos del largo juego la hora de soñar
Pero ¿cómo salvará la moneda el tiempo entre la retirada de las falsas viejas y
la difusión de la buena nueva? Tiempo anónimo y anómalo, tiempo sin patrón en que
pudiera perderse la magnitud de las cosas, y poblarse el mundo de crecidos
monstruos y desmesuradas sombras, y desaparecer el transido curso de la historia
en el desbordado concurso de medidas sin cuento y cuentos sinnúmero. Y puesto
que el poder consiste en saber hacer tiempo, es aquí donde el bastardo lo alcanzará
realmente.
¿Porqué el valor va a depender del pedazo de materia real en que se engendra?
¿Porqué confundir el orden de las causas con el de las razones? La razón no es nada
si no te la dan, repite a menudo fray Toribio de la Paz, confesor del ministro; el valor
de la moneda se lo da el que la percibe, concluye Loqui. Con la supresión del patrón
metálico, Juan José de Austria alcanza el poder real por vez primera, que es la del
poder: suprimido el referente, el signo puede zarpar sin lastres confiado a la
confianza ajena, solo fundamento movedizo e insondable del significado; suprimido
el original, el intercambio actual se conoce productivo y se libera al presente de su
condición de reproducción. La dualidad que arrastra el bastardo desde su origen,
mitad teatral, mitad real, se resuelve con la del mundo real que le rodea.
La emisión de los primeros billetes modernos no comienza sin embargo
inmediatamente; hacen necesario un aplazamiento el volumen de impresión así
como el secreto de su distribución, que debe realizarse en lo posible el mismo día del
decreto. Las estampas de crédito, o empresas de fe como las llama el proyecto,
designan no sólo una cantidad sino un tipo y cualidad de esfuerzo; no van a ser
cincuenta cristóbales lo mismo para un carretero en Córdoba la llana que en Toledo
la pina, ni las veinte madalenas de una buscona, en los trópicos de Burgos que en
148
los fríos de Acapulco. Serán parroquias, gremios y cofradías, representantes de la
gama completa de necesidades materiales y espirituales, quienes distribuyan y
administren estampas de crédito bajo sus respectivas advocaciones, y quienes
establezcan en concilio un cepillo de compensación, o patrón total, que fije las
equivalencias de valor entre obras buenas o malas mientras dure la transición. Para
ello, cada estampa de crédito ostentará atributos de una u otra de las actividades,
pasiones o virtudes, que con sus distintas combinaciones permitan ajustar en el
pago la apreciación de la obra. Obviamente emparentado con las ideas del zantotá,
no sorprenderá hallar entre los legajos del proyecto un par de memoriales de mano
de Isaac Barbosa, consultado por la Junta a instancias del ministro.
Los resultados históricos del proyecto, de sobra conocidos, excusan su
mención; en cuanto a la historia del arte, la estampa de crédito o billete, como lo
rebautizaron los franceses tras su adopción, representa la consecución para la obra
de arte de un valor autónomo, independiente de un referente cuya circulación ni
entra en consideración, y que lejos de sitúar el valor artístico en la singularidad
figurada con particular propiedad lo pone en la propiedad particular de cada
figuración.
A comienzos del verano de 1679, en fin, ayuda a mantener el secreto de la
operación otro acontecimiento que viene a acaparar el interés del pueblo, el
compromiso matrimonial del rey que se dice inminente; en cuanto al interés de la
Junta, debe de estar en la eterna reforma de la moneda, que de fijo tampoco esta vez
llegará a nada; y el de Diego de Acuña y Silva, finalmente autorizado a grabar la
portada del Ensayo aparecida el otoño anterior, en la página que se le ha encargado
grabar en el Cronomundi, proyecto predilecto del primer ministro en que
seguramente piensa intervenir en persona.
148
VII.- PLAZA MAYOR
En esta imposible historia de intermedio y transición le llega su hora a la
historia misma ¿Conoce alguien mayor alcahueta? En su seno vienen a lugar común
quienes en vida se mataron por evitarlo, a compartir denominación quienes alzaron
patíbulos y quienes murieron en ellos por no reconocerla. Cualquier tercería palidece
como moneda gastada ante ese discurso para el que no hay barrera bastante alta,
fosa bastante honda ni fuga bastante larga que le impida seguir discurriendo.
Desembocadura del sujeto en el océano salival de la divinidad, ese lugar movedizo
entre todos los lugares y las veces es el del espectador, sujeto trascendental para
quien la existencia se define como asistencia y el acto por omisión; allí donde la no
intervención encuentra en lo intangible de cuerpos relatados su excusa perfecta.
¿Será la historia entonces es decir siempre literatura avergonzada, novela de
crímenes con trampa porque la cuenta el superviviente? Si en algún momento se le
ven las fullerías es en ésos sin epojé ni apogeo alguno, épocas sin época en que un
aliento desconocido parece a punto de separar original y calco, la humana
incertidumbre del que vive y la intriga expositiva del que escribe. Porque la
curiosidad no es angustia, ni el saber del final el sabor de la muerte, y la plaza
mayor de la historia se revela coso tramposo en torno a la sola silueta de carne que
pisa los verdaderos medios a la hora de la verdad en punto.
LLegamos así a lo último en el arte de la grabación, la de actualidad. Hace
tiempo que hemos visto aparecer en nuestra historia las grabaciones ilustrativas de
sucesos famosos. Las distancias entre suceso e impresión hacen que "instantánea"
sea más bien una imagen piadosa para esas imágenes que se ajustan, ante todo, a
los estereotipos que sea capaz de manejar su realizador: palmeras para indicar otro
mundo, cadáveres para catástrofe, y coches de muchos caballos para fastos de
postín. El problema no es meramente estético: ya el cardenal infante escribía al
conde duque que "verdaderamente, conde, va gran diferencia en discurrir en las
cosas de tan lejos"173; en la estructura del imperio español, esa distancia entre
acontecimiento y noticia constituye el primer problema militar y administrativo.
Porque ¿se puede saber qué es la actualidad de una vez por todas?
El Cronomundi es uno de los proyectos más caros a Juan de Austria: grabar la
actualidad memorable a lo largo del reinado, para ofrecerla toda junta a su hermano
148
real cuando se presente la ocasión. Según el proyecto cada página ha de presentar
simultáneamente lo que sucede en todo el imperio en un momento determinado; la
costumbre de escoger lugares y fechas señaladas pronto convierte sin embargo el
proyecto en un periódico, aunque variable, corte en el calendario. Desde que accede
al poder, más o menos cada fin de semestre los sucedidos memorables de que tiene
noticia la Gazeta se encomiendan a grabadores de prestigio para ir elaborando el
archivo del que saldrá la obra. El propio ministro se propone intervenir con dos
estampas: una, el abrazo con su hermano en la escalera de palacio el 15 de
Brumario del 75, para la primera página dedicada a la coronación; la última, sin
decidir por el momento, para la página de actualidad que cierre el álbum.
En el verano del 79 la ocasión se perfila para el ministro. Mientras la reforma
monetaria se va reduciendo ya a asuntos de detalle, entre los estorbos que aun se le
alzan por delante halla uno mayor por envergadura, por lo contrario: la sucesión del
rey. Pero a primeros de julio el compromiso es un hecho; la identidad de la elegida y
el plazo de un año deciden los últimos retoques del que será fraterno regalo de
bodas: tampoco es cuestión de que el buril venga a abrir cicatrices y suspicacias
siempre a flor de piel entre los dos reinos, ni los caprichos de la imaginación a alterar
el necesario curso de la historia, donde la sucesión es lo primero, ahora que empieza
el futuro: porque, como todos sabemos ya, tras cuarenta años, en España, al fin, va
a dar comienzo, de una vez, la transición.
*
"¿Qué fin puede aguardar a un reino que premia malsines, alimenta
cuadrillas de ladrones, destierra vasallos, deshonra linajes, ensalza libelos,
multiplica ministros, destruye el comercio, ataja la población, ama arbitrios,
roba los pueblos, confisca bienes, hace juicios secretos, no oye a las partes,
calla a los testigos, vende noblezas, condena nobles, alienta gabelas y arruina
el derecho de gentes?"174
Publicación
de
inmoralidades,
sondeos
entre
vecinos
y
poblaciones,
explotación de memorias familiares, uso público de confesiones obtenidas en
privado, rencores particulares que pregonados acaban en imborrables sambenitos...
148
en 1678 el gobierno recorta al Santo Oficio el uso de la excomunión, y de no frenar
éste sus excesos, amenaza con poner en manos de otros el derecho de información.
¿O será un velado envite? Porque la inquisición, aun mermada, cuenta
simultáneamente con funciones judiciales y carcelarias propias, lo que la convierte
en plena época mercantilista en un perfecto monopolio de la culpa: desde la
localización de materia prima en los terrenos abonados de la sospecha, pasando por
la manufactura, hasta la incineración del excipiente en la hoguera pública. El
desplazamiento de la Vulgata a la pragmática regia ya la ha convertido en policía de
costumbres, principalmente sexuales, un órgano soñado por cualquier reformista. Y
nuevas perspectivas se insinúan en las pragmáticas contra el lujo, los velos bordados
o el tabaco, donde moral, legislación y economía se amalgaman en una para prohibir
encajes de bolillos u otras maniobras de dificil descripción. Pero ¿cómo forzarla a
adoptar la posición que el poder desea?
Porque la inquisición ya no es la que era, pero su tozudez sigue siendo
proverbial; y si se impone negociar, conviene guardar buenas bazas para el lance
oportuno. El informe sobre Acuña solicitado por la Suprema señala que los
certificados presentados por ese tal Juan Alberto en las Canarias no fueron
comprobados, y que la posterior confirmación del grabador en Coimbra también está
falta de confirmación. Sobre lo cual se permite recordar a sus superiores que
"no menos habilidad mostraron siempre para las letras los indios, que
para los oficios mecánicos. Contrahacen muy al propio las materias que les
dan, y si les mudan el maestro, luego ellos mudan la forma de la letra en la
del nuevo maestro. En el segundo año que le comenzaron à enseñar, dieron a
un muchacho del Cuzco por muestra una bula, y sacóla tan al natural, que la
letra que hizo parecia el mismo molde. Puso el primer renglón de letra grande
como estaba en la bula, y abajo sacó la firma del comisario y un Jesus con
una imágen de Nuestra Señora, con todo tan al propio que no parecia haber
diferencia del molde a la que él sacó. Y por cosa notable y primera la llevó un
español a Castilla para la mostrar y dar que ver con ella"175.
Pero no conviene que un organismo de seguridad invalide públicamente sus
propios documentos, y menos cuando conciernen a alguien tan cercano al actual
detentador del poder que sus pasos se siguen y confunden durante años por los
mapas. Si el grabador y el ministro están tan juntos desde hace tanto, será preciso
148
hilar muy fino. Sin contar con otra autoridad aún mayor que también impide inquirir
directamente al cuerpo del delito: la del tiempo transcurrido. Comienza así donde la
canaria se detuvo la inquisición actual, fundada en documentos y en la convicción
de que ese Silva o Acuña habrá tenido algún otro encuentro con la justicia. Pues no
se sale tan fácilmente del círculo de la frontera donde se vive de la raya entre una y
otra ley, y el mar entre las tierras, al cabo, es un lugar común como una fórmula
escribanil, donde todo acaba por encontrarse, antes o después, en un lado u otro.
Le ahorraremos al lector idas y venidas más propias de un legajo o un
transbordador. A 2 de Mayo del 79 se pide información a los tribunales de Sevilla,
Cartagena de Indias, Zaragoza y Coimbra, así como a los padres franciscanos de
Argel176. El 18 de julio llegan de Melilla a la península regulares de la orden de
Francisco; no habiendo franco paso alguno, por tener el gobierno acordonada la
Mancha para evitar que suba la peste de África, sólo con fecha de 8 de Septiembre
dispone el inquisidor de viejos certificados mandados de Argel, cuya caligrafía
demuestra la excelente falsificación de los presentados en Canarias en 1643. Pero
eso no es nada excepcional entre los retornados, y desde luego más que insuficiente
para la magnitud de la trama que el tribunal va reconstruyendo pacientemente en
torno al primer ministro; con el que, además, acaso no haya que negociar después de
todo. Enfermo de gravedad, y ocupado Su Majestad en el solo pensamiento de su
boda, reina la incertidumbre sobre un tiempo suspenso, casi diríamos de transición.
Autorícenos el lector una pausa para inquirir, gracias, ¿qué es un documento?
¿Una carta de amor es documento? ¿Una receta de cocina pompeyana? ¿Qué los
hace tales? Un valor añadido. Una plusvalía de sentido que es muerte ajena, cuya
minuciosa administración recibe el casto apodo de memoria colectiva. Demos vuelta
a las estampas: nada, aunque amarillenta. Inquiramos mejor, ¿qué no puede servir
jamás de documento?177 ¿Puede alguna palabra dejar de mostrar absolutamente?
¿Existe el Verbo Perfecto y sin tras, legible pero inasible? ¿Sin luz? ¿Sin papel? ¿Sin
una cagada de mosca? ¿O, por decir algo, todo ha de querer decir algo más? Claro;
es sólo cuestión de pulsar la mancuerda adecuada: "dígalo vuesa merced, no se dé
tantos trabajos". Si se hace minuciosamente y con método, aun calderillas y
despojos permiten al historiador extraerles algo significativo; un programa de
inquisición
metódicamente
desarrollado
148
siempre
permite
así
reconstruir
racionalmente cualquier historia desarrollada a empujones de irracionalidad que no
entran en consideración, por falta de plazas; cualquier historia cualquiera, aun la
que se oculte tras las más descabaladas andanzas que pensarse pueda, las de un
hidalgo manchego extraviado en el tiempo, o un diablo cojillo por los tejados, o las de
Diego Oyantai Chabán Adán de Todos los Santos de Acuña y Silva, un indio
capturado en la selva, analfabeto pero hábil para calcar, que nunca ha visto dinero
porque en el Paraguay, ay, no lo hay, ni aun para los cristianos: ¿cómo no iban a
ponerlo malvados renegados de Berbería a fabricar moneda castellana diciéndole que
era medalla de gracia y devoción? Ya los holandeses habían acuñado falsos reales
para ofender a Su Majestad Católica, y en 1639 Richelieu les ofrece repetir la
operación a gran escala, consiguiendo ellos por sus corsarios plata acuñada,
pagando él cobre con que rellenarla, e introduciéndola luego por el flanco más
desguarnecido de una península en guerra con el norte, desde Argel...
...Richelieu ya hace mucho que está muerto, la guerra aquella se perdió hasta
en el tiempo, y muy pronto las monedas van a ser declaradas chatarra sin sentido.
Tampoco parece pues haber razón suficiente para seguir inquiriendo a estas alturas
por un vulgar falsificador178. Pero es que una meticulosa inquisición cree haber
encontrado finalmente, para los Reyes de 1680, una sorpresa que hará aún más
atractivo el enlace real entre tantos acontecimientos. Damas y caballeros adornan
bailes y cañas, y autos de fe lucidos piden delitos ejemplares; máxime si se está
cierto de que habrá en ellos cargos tan principales. Y pocos lo serán tanto como los
de ese grabador que durante años ha firmado en un nombre propio apropiado pero
falso, por todos los reinos del imperio, documentos que facilitaran la transición
fraudulenta de un mundo a otro, de una ley a otra, a cuantos mestizos y bastardos
como él parecen no tener ninguna.
Porque ya lo dice Sto.Tomás, "es más grave corromper la fe, vida del alma, que
alterar la moneda"179. Eso sí que merece escarmiento público, sobre todo ante la
posibilidad alarmante de que la falsificación se prolongue hasta la actualidad -es
decir, la inquisición en curso-, de que el falsario oculte aún su identidad tras la
instancia primera y principal de representación real, y siga escarneciendo la
Escritura al reducir a medios sus figuras, aquellas letras con que señala principios y
fines del paso por el mundo, cuyas estrecheces empero no autorizan a tomarlo sin
más por un estrecho.
*
148
"Non plus ultra": tal es el lema de la penúltima página del Cronomundi que
preparaba Diego de Acuña en septiembre del año de gracia de 1679, dedicada a la
primavera del próximo por venir, que debía finalizar nueve meses después con el
nacimiento del heredero, más o menos en Junio del 80, página siguiente y última.
Evidentemente estamos ante una falsificación, ínsita en el carácter mismo del
proyecto: dado que la grabación de cualquier suceso es un suceso que requiere
tiempo, para que el Cronomundi llegue a un final es preciso adelantarse e ir más allá
de la actualidad al menos en un lugar, donde se tome por previsión el deseo y se dé
lo prescrito por hecho.
Por lo que podemos juzgar de los papeles requisados, sólo acabó dibujos y tres
o cuatro planchas, sin que hayamos podido conseguir otras impresiones autorizadas
a pesar de haber inquirido hasta la fecha en archivos y bibliotecas de ambos
continentes. La versión precolombina del lema nacional español circundaba la
penúltima página en un banderín o filacteria, ganando así el doble sentido de
margen espacial y temporal, lo que aun reforzaba el hecho de aparecer invertido,
como visto desde dentro de un escenario desde el cual se asomara la mirada a la
memoria; de hecho, después sólo vendría el desenlace en el enlace real, entrada a
una época distinta: porque al fin, tras cuarenta años, como esperan ya casi todos, en
España se iba a iniciar, con toda certidumbre, la transición.
Por eso llama más la atención que en un proyecto de esa naturaleza, y no ya
en bocetos sino en planchas, tuvieran cabida errores inadmisibles como fantasía e
inexplicables por descuido, si tenemos en cuenta que se trata de sucesos del general
conocimiento. Así, en la titulada "El sitio de Viena", donde el incomparable marco de
la bella ciudad austríaca aparecía bajo un cometa que no pasará hasta tres años
después, o "El descubrimiento de la gravedad", que situaba inconfundiblemente al
célebre físico en un paisaje inglés en el momento de la caída de la manzana, a juzgar
por los gallardetes de la casa de la moneda visible al fondo, cuando era y es de sobra
conocido que Novotone fué genovés, y el jardín, de los Ufizzi180. Dado el ritmo de
grabación en la época, tampoco parece explicación la rapidez con que el 27 de
Septiembre desaparece de Madrid el presumible inventor de estos dibujos a la vez
que el grabador real, respaldo principal de su persona, a resultas de su grave
enfermedad.
148
¿Y en el final? En el final un roce en la sábana del mundo, entretejida
de veces, perpetúa incluso en la ternura el terror del espejo. Y volverá a
empezar el carrusel del no ser y su reflejo, o viceversa; porque en una balsa
desarbolados vuelven el moro y el negro y el indio y el judío a saberse inseres
en el desolado espacio que pudo haber sido patria, pétreo animal de rumbos y
de espumas, con la nariz en la gloria, con los rizos de roca firmes en la
niebla, con el vientre de soles y jazmines y la espalda recostada en las
sirenas que le tejieron en nanas de parra y nunca su primer sueño.
¿Y en el final? En el final por la meseta desolada como un altar listo
para el eterno holocausto pasan sombras de amantes locas tras el féretro del
hermoso que fue imposible, pasan estremecido brazos de molinos peleando
con las tapas de hechiceras novelas sin cuerpo, pasan zarcillos de humo como
letras de otros alfabetos enroscándose breves en el rastrojo, y el hollín de las
hogueras retiñe los bargueños y la piel de momia de ángel se regodea en el
interior de su cielo de tela, y el crujido revienta como un hereje frito por la
plaza.
En el final la península del delirio aún se yergue orgullosa sobre un
cuello
finísimo
de
imposibles
animales
rencontrados,
reconquistados,
malbaratados en un circo de meninas y bufones. Aun se yergue al otro
extremo de un cuello estirado hasta la inminencia, hasta la rotura que
devuelva un alud de infinitos puntos grises y azules y gaviotas al caos
agitado que balbucea, a la extensión que se tienta para volver a intentarse,
encrespada, continente en otras costas. Exprimidos los países del sueño a las
espaldas, desatendidas las flautas, y las plumas, y los saltos abismales como
un ángel de gozo en los ríos de la carne, desatendida la umbría de muerte
madre y el pájaro de luz, los ángeles son solo una cabeza que engorda y
revolotea por las esquinas del cuadro oscuro como un cerdo perplejo llamado
a dignidad que tropieza con sus límites en el inviable dolor sin labios de las
cosas.
En el final de su imperio el Verbo se deshizo de la carne y habitó entre
nosotros que no éramos sino otros del Nos sacramental que sacramentaba
menciones profanas, bandas de honor y otros perfiles del fantasma
148
inevitablemente desleído entre sus dedos de tinta que ensuciaban la cintura
de volcanes de la vida.
Pero en el fondo de la meseta preparada a troquelar en sus espejos
sueños de metal, autómatas semidioses a tornillo, vibró un último nervio al
rojo blanco, un minúsculo tirabuzón trenzado de imposibles dimensiones en el
cuerpo del monstruo caído, aplastado bajo su inmenso peso planetario: haría
falta esperanza en la larga marcha del hambre que comenzaba hasta
consumirse, mundo consumado y sin ocaso, lo bastante para poder alzar de
nuevo su propio peso de noches. Y el planeta de podredumbre se dejó ir al fin,
desparramado en sí mismo como en un oscuro seno donde anidar nada, como
un lago de ausencias donde nadar a nunca, a la otra ribera de un círculo
cerrado.
Pero debajo, bajo el huevo de ausencia necesaria de la muerte, bajo la
piel cenicienta un hilo de voz se enterró crisálida a esperarse tiempo mejor.
Por las otras geografías corrió caminos polvorientos que despertaban
bostezando al dorso del legajo de lo cierto, tendido al viento sólido del cielo
mineral voló túneles de voz cabeza abajo, despensándose en abismos
blanquinegros de los dedos, entre paredes de voz muerta, vertiginosa, hacia el
rojo fulgor del espanto sin salida, el de imposible olvido, el que nunca se
apagó en los huecos del latido, en los silencios del carnaval de las sílabas y
en las bocas de las calles ardientes y desiertas del mediodía. Y en el final de
su vuelo alucinado se hundió, meteoro, en pétalos de ardor helado que
alzados alzaron la corola subterránea del recuerdo germinal, en el candente
siempre donde siempre se engendró otro ayer para el futuro.
"Señalóse el día treinta de Junio en que se celebra la conmemoración
de San Pablo, para que en él se celebrara este gran triunfo de la fe catolica y
vencimiento de la obstinación judáica, y con esta determinación el
excelentísimo señor inquisidor general fue á convidar para que llevase el
estandarte a la procesión de la cruz verde, al excelentísimo señor, primer
ministro de la monarquía católica..."
El 30 de Junio de 1680 se celebra en la Plaza Mayor de Madrid el último gran
auto de fe de la España de los Austrias. En primer lugar, claro está, para
148
escarmiento de herejes y edificación de creyentes; pero a estas alturas el vencimiento
de la obstinación judaica no hubiera bastado para decidir el desembolso que supone
el festival. Es que el rey ha contraido matrimonio el otoño anterior, y conviene que la
recién llegada se vaya enterando de lo que le espera. Ciento treinta y dos herejes
salen ese día en la procesión, "34 de ellos en estatua, ya muertos ya fugitivos". Un
recibimiento espléndido, la reina no tendrá queja de ninguna clase que no pueda oir
aquí. Una magnífica ceremonia de que dan testimonio por lo menos un cuadro de
Rizzi, el grabado de Gregorio Fosaman y la relación que éste ilustra, escrita por uno
de los ayudantes de realización, el alcalde del Olmo181.
"Y absortos todos al contemplar por una parte tanta gala, por otra tanta
decencia y por otra tan magestuosa auctoridad, empleaban todo el conato en
la admiración de ver (...)"
Porque en esta plaza, esta tarde, al fin va a tener lugar de una vez el tránsito,
la transición definitiva de ese transido tiempo sin nombre que el historiador reduce y
bautiza una y otra vez, aterrado y fascinado porque entreacto tan fugaz escape todas
las veces aun a la más fina distinción, por ejemplo la que llena de holandas y golillas,
de encajes y cambrés su fachada de balcones numerados por categorías, la fechada
de una razón ceremonial que hace visible la distinción y palpable la diferencia en
cuerpo ajeno, una razón icónica para un mundo de ventanas que se suceden una a
otra, sobre otra, junto a otra, una gran plaza que multiplica sus ojos alrededor de
una nadería, imposible de contemplar sin embargo por todas partes a la vez, de una
vez por todas, salvo acaso para Fosaman, el grabador. Una razón mandarina de
corteses verdugos, ejecutivos ejecutantes del texto prescrito y la visión pregrabada,
administradores del verbo perfecto que recurren al Índice entre poblaciones
reducidas a señalar el patrón de lo que desean en un retablo de iconos.
"Verbum perfectum ad conclusas capsas vocat, y el coro y la plaza repitió el
estribillo, Word perfect call to the closed files...", traduce para su corte el embajador
William Gates. Anticipo de Josafat, escenificación de la única noticia cierta, de la
nueva novísima, de la última palabra, porque hoy es el día del triunfo de los signos
sobre el cuerpo. Para empezar el reo, deletreado ya miembro a miembro,
descoyuntado en sílabas de cruces, bordados y escapularios, anticipadamente
enterrado bajo sambenitos y corozas, sale a la calle vestido de Escrituras en lengua
148
imperial, ininteligibles pero hermosas. Para seguir, y rodear en procesión, y colmar la
plaza, familiares, órdenes, cofradías y nobles de distintos grados y reglas, expresas
en empresas y cifras visibles que transmiten invisibles distinciones y mantienen la
memoria de jerarquías inmemoriales. Para acabar, en la plaza y sus contornos,
cubriendo gentes y fachadas, tal densidad de marcas de corporaciones familiares o
desconocidas que el cuerpo que sustenta el acontecimiento apenas encuentra hueco
de tarde en tarde entre tantos anuncios que lo rodean en esta visión a distancia
necesariamente parabólica, vuelta alegoría y anuncio constante de otra cosa, porque
hoy es el día del triunfo de los signos sobre el cuerpo.
"Fué admirable la demostración que hicieron de su catolico celo todas
las damas de los dos palacios, mostrándole en el estudio de llevar bordado en
sus preciosos vestidos el hábito del santo oficio, y las que no tuvieron tiempo
de observar el primor de fineza tan extremada, le recompensaron con llevar
esta sagrada insignia en riquísimas veneras"
Sobre un estrado, en el centro, dos figuritas dan la espalda al espectador.
Están en jaulas, oyendo la palabra que en ellos se ha de cumplir y verse encarnada.
No son vírgenes de Belén, sino hilanderas, zapateros, viandantes que escuchan de
fuente autorizada su historia y su sentencia. A su derecha, sobre las gradas,
grotescas figuras con cucuruchos les seguirán muy pronto, o acaso les han
precedido; los rodean clérigos con ornamentos y caballeros con la cruz verde en el
pecho, porque esta es la ceremonia del poder de los signos sobre el cuerpo; los
contemplan el pueblo y los soldados, los chicos y los grandes desde las gradas que
descienden sobre la cruz enlutada y vacía, porque ésta es la ceremonia de los signos
que hoy se han de hacer con carne; los contempla desde algún lugar elevado, es de
suponer, el ojo que todo lo ve, impasible, a través de la celosía del tiempo y la tinta,
por donde no se filtre el humo de las tripas al estallar salpicando de mierda esa cara,
sin manos ya para limpiarse, tras la que aún grita uno.
Pero eso no está ya en la grabación.
*
"...empleaban todo el conato en la admiración de ver lo que con
palabras no se puede describir"
148
Con perspectiva temporal, se diría que en la ceremonia el lugar es
exhaustivamente pensado para reducirlo al Verbo y la Escritura, así sea su extensión
la de esta plaza, el mundo o el cuerpo del hereje. Imposible de captar en la sucesión
clara y distinta del discurso, queda atrapado por un lenguaje icónico, cuerpo
silabeado y escandido -cultamente troceado-, signo visible y encarnado -más o
menos chorreante- que el ceremonial hace secuencia, mitad frase reiterable mitad
vez irreversible. Una y otra vez sube el reo a su jaula, una y otra vez lee la voz la
historia y la sentencia, una y otra vez el tiempo revierte, suspenso, en memorable,
perdurable y sagrado sobre la multitud de los cuerpos en movimiento, herejes
probados o sospechosos probables.
"Fueron muchas y varias las cosas que atendía la curiosidad en tanta y
tan diversa multitud de delincuentes; aunque muchos gustaran de verlas
trasladadas aquí de verbo ad verbum; con todo, para no profanar el sagrado
del secreto [las ofrecemos] reducidas a compendio"
Ya no vivimos tiempos oscuros, y el historiador puede ofrecer sin censuras a
la curiosidad inquisitiva del lector historias ajenas completas; al menos, todo lo
completa que una historia puede llegar a haber sido escrita. Dejemos pues al texto
poner voz a la sentencia, una cualquiera, que lee desde su cátedra un dominico a la
efigie inmóvil en su jaula:
"Diego da Silva, alias Francisco Miguel González, alias Chabán, alias
Adan de Todos los Santos, alias Oyantai, alias Diego de Acuña y Silva (que es
su propio nombre), natural de la villa imperial de Potosí, vecino de Sevilla y
residente en esta corte, de oficio grabador, de edad cincuenta y ocho años,
relapso, y pertinaz en la falsificación de escrituras y cosas santas, falsario
estafador á mercaderes de la nación, adulterador de la moneda, ofendedor de
la honestidad, ausente fugitivo, fué relajado en estatua a la justicia y brazo
seglar, con confiscación de bienes (que no tuvo)"....
Estamos ante una grabación de actualidad, un auténtico documento, aunque
las discordancias entre texto e imagen muevan al historiador a breve comentario ¿A
cuál instante de la sucesión de historias y sentencias adscribir la simultaneidad de
148
esta imagen? ¿Por qué a éste? Si prescindimos de intereses particulares, la verdad es
que es intercambiable, porque el reo no es impresión de un instante sino expresión
de un significado que la ceremonia histórica asigna, y acuña, antes de que silbe
entre las brasas.
Otro ejemplo: al fondo de las gradas de los condenados, pegando ya a los
balcones, aparece una fila de monigotes negros; son los otros condenados en estatua
que aguardan su turno. Como en el óleo de Rizzi, los ejemplares del grabado de
Fosaman conservados en la Biblioteca Nacional de la antigua capital imperial
muestran nueve en total; en todas las demás estampas de bibliotecas suratlánticas
falta el segundo desde abajo, como si se lo hubiera tragado el lienzo de fachada que a
su espalda separa dos balcones182; pero si damos primacía al relato, como cumple a
la historia, son treinta y cuatro los condenados en efigie, así que el número grabado
es en todo caso simbólico, y esa falta, insignificante. Asímismo, al referirse al
"repartimiento de balcones", del Olmo indica que el número 29 quedó "cerrado por
caer sobre el de Su Majestad", y así aparece en negro en el cuadro de Rizzi; sin
embargo, en el grabado de Fosaman se advierte una franja vertical más clara junto a
una jamba, como entreabierto por alguien que escondido observara desde el interior
el espectáculo.
Así que el criterio de fidelidad en la grabación, por lo que se ve, no se acopla
sin disonancias al tradicional criterio de verdad documental, regido por lo que se
muestra. Si fuera la inmediatez de lo visto y no el modo de mostrarlo lo que convierte
en documento la grabación, difícilmente podría ésta asegurar que no se le esté
escapando inadvertida la historia verdadera entre las líneas, ya que la historia se
juega en el modo de asegurar la sucesión y no en los sucesos simultaneados, entre
ellos, la grabación misma.
Pero dejando a un lado tales salvedades intelectuales, esta grabación
constituye en la práctica del historiador un documento acreditado que nos muestra,
en su balcón central, a Carlos II presidiendo la ceremonia junto a su flamante
esposa, la princesa Carlota de Portugal; detrás, la reina madre Mariana, de nuevo
reconciliada con su hijo y con el ocupante de los balcones 32 y 33, "el excelentísimo
primer ministro de su majestad, el señor don Juan José de Austria, que en
admirable demostración de su católico celo no quiso faltar a este triunfo de la fe con
las huellas aún visibles de su larga enfermedad"; las gradas de la izquierda, desde su
punto de vista, repletas de condenados herejes, las de la derecha, desde el nuestro,
148
donde sucede exactamente lo mismo; las de la izquierda del espectador, donde una
legión de inquisidores se escalonan hasta los pies del gran Sarmiento, que se
retuerce incómodo en su asiento de inquisidor general; el frente, ese lugar que le toca
al pueblo para participar en la escena histórica, y en el centro, en sus "dos jaulas de
verjas de dos pies en cuadro y tres pies y medio de alto, con sus portezuelas por
donde pudieren entrar a oir sus causas y sentencias", insignificantes, dos reos
cualesquiera. Y por encima de todos, impasibles, las efigies, "vivamente y al natural
expresados rostros y exteriores lineamientos".
Un grabador de imágenes condenado en efigie; unas efigies que una grabación
nos muestra entre otras imágenes ¿Y cómo distinguir unas de otras, en esta plaza
gravada de memoria, en este momento memorable sobre el que pesa toda una
transición histórica, cuando todos son ejecutados de memoria? Fosaman rellena las
efigies de oscura tinta; así, inmóviles y rígidas como cuerpos de imprenta, parecen
crecerse por encima de todos, más altas que reyes y notables que llenan la
balconada del fondo, por encima de verdugos y víctimas, de la apretada multitud de
cabecitas vacías, condenadas efigies, monigotes negros.
*
La historia concede lugar singular a la figura de Juan José de Austria por su
habilidad en desligarse de los asuntos europeos mediante los acuerdos con Francia,
Inglaterra y Holanda que desembocan en el célebre tratado de Unrecht (1713);
habilidad pareja a la mostrada en implicar a los reinos mediterráneos en la
reconstrucción
de
las
relaciones
ultramarinas,
que
permite
la
sustancial
recuperación de la potencia marítima y comercial y, a la larga, la revolución de 1796
y la creación de la Unión del Sur del Atlántico (USA)183. Aunque descuidados durante
casi todo el siglo XVIII, sus conceptos económicos reaparecen a través de la
Compañía del Jesús de la Plata en los teóricos ilustrados del 96, que los
incorporaron a la práctica económica de la flamante Unión184.
A partir de la boda real y el nacimiento del heredero se precipita además un
proceso de reformas que desemboca en un nuevo modelo político, la política de
imagen. Divulgadas con ayuda de grabaciones, las "relaciones informativas" de la
corona sustituirán a las lecturas escénicas de la vulgata como esqueleto de la nueva
iglesia estatal. La mejor prueba del acierto de esa visión será que, pese a las
conmociones provocadas por la ruptura de la USA con el Vaticano, la Comunidad
Ecuménica Entrecontinental logre aglutinar aún hoy a tal multitud de pueblos en
148
torno a esas proyecciones litúrgicas, cuyos remotos antepasados fueron farolillos de
la noche de Madrid o pasos de cofradía sevillana. Nos separamos aquí radicalmente
de la historia que, como se sabe, más al norte, lleva al estado parlamentario; en el
caso USA las circunstancias impondrán algo tan ajeno a las Indias anglosajonas
como la comunión de visión, el poder del miramiento por encima del parlamento
como emisor de racionalidad social. Este auto de fe concluirá pues una historia
entendida como reproducción de un logos original, sustituido por la circulación
acelerada de patrones visibles de comportamiento, estampas y grabaciones que el
pueblo seguirá llamando santos hasta este siglo.
Ese modelo de estado requerirá saber en todo momento qué imágenes están
siendo vistas, qué letanías oídas; se impondrá así un control de audiencia y de
evidencia, convertidas en juez supremo: las inquisitione o encuestaciones generales.
Una clave de su éxito estará sin duda en la temprana percepción de las posibilidades
de la plática o entrevisión, como sustituto de la confesión, para efectuar un
"escrutinio directo y universal de las almas", como lo definirá en 1760, en frase que
hará fortuna, el Gran Encuestador Montesquivo. Así, a pesar de los excesos de la
segunda mitad del XVIII -la abolición de las "inquesta domiciliaria" y prácticas anejas
estará en el programa de los revolucionarios del 96-, la figura del encuestador que el
bastardo rescatara para la modernidad seguirá ocupando un lugar cada vez mayor
en el aparato de gobierno hasta nuestros días.
*
Y a la derecha, por encima de todos, la condenada efigie, monigote negro,
indio de hacer el muerto en la escena de repetición, en el asalto a la sucesión de los
sucesos por una imaginación trucada para entretenerla; mitad de sombras nacida de
un escenario lunar, mitad posible del mundo cautivada por el poder del Verbo,
imaginada figura sacrificada a la historia para salvarse y seguir su camino por el
grabador real.
Y a la derecha del rey, en la grada más alta, el que sabe calla. El Gran
Encuestador
Sarmiento
Valladares
preside
inmutable,
como
ignorando
las
consecuencias para los suyos del recién dictado edicto de restitución: apenas quince
años después, el regreso de capitales y personas del Magreb forzará a las repúblicas
corsarias a negociar la Paz de Tetuán (1692), y al dejar la defensa del tráfico
trasatlántico prácticamente a cargo de los andaluces de Salé, le complicará un tanto
al Santo Oficio la práctica de tradicionales actividades manuales con sus
148
correligionarios en la península. Habrá que renovarse o morir, porque al fin, guste o
no, tras tantos años que ya la cuenta se ha perdido, va a dar comienzo, estamos
seguros, la transición.
Pero en lo alto de las gradas, más alto que el ministro, el que sabe calla. Ha
sido difícil el trato, difícil asegurarse un lugar en la estampa del nuevo mundo que
está abriendo por su mano el primer ministro. Pero al final, inquirir da poder sobre
la cruz del tiempo, donde cada cual oculta otro que habría podido ser, que aún
podría haber sido él; otra figura oscura, condenada, falsaria de la cara que grabada y
acuñada se percibe y reconoce por doquier. Sí, ha habido que tratar, ha exigido
sacrificios, un pasado por un futuro, pero al fin cada mañana precisa un ayer a su
medida. Y en lo alto de las gradas, más alto que el rey presente, el que sabe calla, y
contempla lo pasado, lo presente y hasta los más ocultos pensamientos, reductor de
cuentas incontables al hilo de la historia universal, católica y global como ese velo
que envuelve la cruz verde perpetuamente a punto de despegar como un mongol
fiero abajo, muy por debajo de los monigotes que asisten negros, impasibles,
condenadas efigies.
Y en primera línea, a pie de cadalso, los "inquisidores o encuestadores, como
dicen gentes de mal romance, verdaderos ojos, oídos y narices del cuerpo místico":
veedores, oidores e inspiradores de una catolicidad en plena transubstanciación,
institución celular que explora sus células sin descanso vigilando la fidelidad en la
reproducción de posturas y palabras (aunque a veces la confusión resulte inevitable
cuando se espía cabeza abajo por las fachadas). Gentes expertas en trepar a los
tejados y meter las narices por las chimeneas, acreditados saltabardales que espían
por encima de las tapias, por debajo de las puertas, las colchas o las mismísimas
sayas de sus convecinos hasta empujarlos al borde del jergón o de la desesperación
con la masa inerte pero invisible de su mirada, ¿puede pensarse mejor material para
amasar un leviatán que un país de soplones, mirones y sobones preparados para
espiarse hasta el último rincón del último de sus miembros en cada uno de los
reinos de la esfera, ensalmados con salmos a la espera de comulgar en ese cuerpo
místico global cuando se les ofrezca cómodamente deletreado, inquirido y
definitivamente tosturrado?
Y tras ellos, en apretada falange por el frente, un mar de ceros apiñados, miles
de cabecitas sin ojos como pupilas de una monstruosa mirada invertebrada, en una
palabra, un público escogido, el público de Dios.
148
Y aún queda un lugar, de perspectiva imposible, simultánea, completa. El
grave lugar del que graba gravedad y liviandad, frente y fondo, grava y pala, a la
misma distancia ilusoria de la pura asistencia, en su grada imposible que nada
sustenta. Composición de lugar que saca al componedor de la plaza en salvo, salvo
prodigio de sangre que hable, y mueva las piedras y anime los brazos a alterar un
tiempo concluso como un vuelo estampado contra una placa firmada: el lugar de
Fosaman.
Aquí ha de hacer alto el historiador, pues aquí acaba el documento. Quien
prescribe el futuro y quien reseña el pasado, ministros e inquisidores son para él
irrevocables, y por tanto, pasado: que es deber suyo preservar hoy para que llegue
algún día al lector como estampa fiel de lo sucedido.
Lo demás son historias.
y una corola de fuego helado se desplegó en el lugar del nagüal y la tierra que
lo envolvía se alzó cometa de azar hacia lo más hondo de la noche por las sendas de
sueños sin hollar
148
EPÍLOGO: UNA CARTA DICTADA
Declaración de Diego de Acuña ante el gobierno de la isla de Curaçao (Firma pero no
escribe; el secretario, Alfred Kaaprils; sobreimpreso, sello del tribunal del Santo Oficio
de Cartagena de Indias, a 14 de Julio de 1689; a mano, al margen, la fecha 10 de
Noviembre de 1683, probablemente de defunción)
E dí cu é ha nancí na Perú, e no sá ki ten; e ta kere ku e tin casi setenta aña,
y e ta sacá cuenta asina: ku e ta bira jong, prome ku ha murí su [*texto corrupto*] y
ku e ta corda ku nan ta llama Isabel, ma ke ta llama Nanué; bini di un kunuku,
cerca di un lugá ku nan ta llama Verhela, e taba tin dos o tres yu, promé ku e ha
nací [*texto corrupto*] ha llegá conocé ku nan tábata llama Manuel. Depués e ha
empeñá na busca plata y pa favorecé su negoshi e ha obligá Nanué a complacé a un
inspector di belasting di rey, ku ha hacimi su jú. Di e asunto akí ha llegá conocé ku
nan tábata llama Andana como apellido.
E ta bisa ku su mamá tábata llamé Oyantai, y ku e no ta corda ku nan ta
llamé ku otro nomber, e tempu ku e ha viví en Potosí, ku ta diezdos años. Ku Manuel
no ha molestá pa bautisé, wel pronto el ha cansá di Nanué y solamente e tábata
ocupá di su mina, ku e no ha lográ añá gran cantidad de plata [¿?] y un hundimiento
di e galería e ha kedá derá bajo tera, lo que ha pasá di 8 di september di 1628, como
nan ta bisá.
Nanué ha kedá sin cantá e canción nan ku semper e ta cantá na su lenga, y
promto el ha birá malu y a murí. E ta bisa ku el lubidá palabra nan ma ta corda tur
e muzik nan y ku tur su vida e tabata fluit nan den su trabau pa e no lulvidá nan.
E ta bisa ku ona ku el a queda só el ha decidí pensa unda e plata ta bai pará,
y ki cos tan maravilloso la tábatin na reino éi di manera ku endenan ta biba y murí
asína. Como e ha llega tene ku Spaña tábata unda solo ta salí el a tumá caminda pa
Spaña por e ríu ku llama Pilcomayo. Acustumbrá na sierras ora di baja e orizonte
basjí e taba sintí tantu miedu a manera e a sintí na su llegada na la mar y asina el
ha sigui por e selva te hora nan a cuhí presu algún indjan ku nan tábata llamá
itatines de un provincia di Paraguay. Nan ha gordé pa nan comé dia di su fiesta di
brujería, por motivi ku nan a sacá su pader nan di e Compañía, ma promé ku e día e
jesuita nan a llegá ku algún spañió armá di un pueblo ku man tábata llama
Villarica. Durante e batalla el a scapá ku e spañe nan ku nan tabata kere pa traha
na su kunuku. Ma un de e pader nan di nomber Muntiya (¿Montoya?) a cuhí e a
148
tumá caminda na un lugá ku nan ta llama Los Angeles, den reino di indjan ku pader
nan taba tin cerca Brasil. El a bisa ku aquí el ha mirá promé vez un buki ku prentji,
el ha gusta tantu ku el ha coge un kreit y el ha cuminzá dibuja riba un tabla; y como
e padre Muntiya cu e tabata sabi el ha poné siña cu e ku taba tallá figura riba tabla
pa e kerki y el hací un di e siete angell nan di e porta, su promeu trabau di grába.
E di ku pader nan tábata prepará pa bautizá ku e otro nan di e lugá ku nan
tabatin reuní allí, pero promé ku Pascu ha llegá algún vendedor di esclavos ku
portugués nan ta llama malocas, y nan ha kimá tur cos, nan ha mata masjá y
mucho más ha murí na caminda den selva. Na Sau Pablo un mestizo ha cumpré, di
nomber Caetano Rocha, pa su kunuku, unda el ha cohé fiebre y casi un aña e tabata
pa murí. Pa su consuela e tabata dibujá ku un spinja riba blatji duru y e zumo
tabata sirvi a mes tempu como ink con lo que e tabata hací un ku tabata parcé sellos
pa estampa dorna e vistinan di otra esclavs. Un spañó ha mirá un di e dibujo y el ha
sintí interés y Rocha ha provecha vendénan, promé ku e coje fiebre di nobo y e ta
corda ku el ha cobrá diezcincu pesos como di un homber ku salud, lo que ta un
delito. E spañó tabata llama Diego Hernando Alvaro de Ribera y e tabata un regidó
en Tenerife ku tabata regresá cu su mujé cu barica, ku ha tené un ju den e viaje den
e barcu. E ju mujer semper ta stop di llorá y e ta quedá drumí semper ku e ta sintí
su fluit, lo que algún marinero tabata pensa riba brujería. Pero e regidó ha prometé
dilante di tur ku lo e ta bira su padrino día cu su ju també ta bautizá hora nan lo
llega na e isla, lo que solo tabata falta dos dia, ku nan ha encontrá barcos de Salé
den tera di moro y nan ha cajé nan presu, sin siquiera nan ha pa resistir.
E di cu tabata manda e barco un renegado cu nomber Mami el Inglés, lo que
ha pasá di cuminza aña 1636. Nan ha vendé na mercado di Salé un andaluz cu
nomber Amed, cu idea di poné den un barcu; ma cu la mar tabata poné malu ku ni
siquiera e latigazo nan po ha poné riba pia el ha vendí li he na un flamencu renegá,
cu tabatá Juan Alberto (cu ta sigur "Jan Albert") y el tabata di un lugá ku nomber
Bolduke, (cu ta "s'Herzogenbosch"); moro nan ta llamé "Mustafá". Lo que ha pasá na
aña 1636, motivo cu e doño di Mustafá, cu nan ta llamá Morat, ha murí promé cu
dos aña, ku ha sucedé aña 1638, cu e no ta lubida. Morat també tabata un renegado
di Mayorca, unda nan tabata llama Micol y nan a nombré alcalde di e lugá e rey
Piselín, e mes aña di 1638 e rey ha mandé na guera contra moros di tera aden y
nunca mas el ha volvé Argel pasobra nan ha maté; después nan ha huí a Salé y
después na Canarias /.../185
148
***
148
LOS CÍRCULOS DE VIENA
Nota de los editores
_____________________
La desaparición del profesor Poch le impidió dar forma definitiva a estas notas
en las que tenía intención de finalizar su ciclo de estudios biográficos. Dados los
destrozos, incendio y saqueo que acompañaron la irrupción del transporte patriótico
en su casa, es difícil conjeturar la estructura del texto; aunque eso irónicamente le
suceda a cada paso, aun el postrero, al historiador, que no debiera pues quejarse.
Junto a partes ya redactadas, otras son apenas referencias a archivos físicos o
informáticos. El cuerpo principal de anotaciones conservadas ocupa un cuaderno de
bolsillo, de lomo encolado, papel rayado sin margen, canto morado, de cincuenta
hojas. Asímismo quedan un archivo de ordenador llamado "oto.pre", equivalente a
nueve o diez páginas mecanográficas a doble espacio, y un fichero físico con
bibliografía y fuentes documentales de la Viena de principios de siglo. Debemos esta
información, así como el título y otras valiosas sugerencias, a la profesora Laura
Belío, a quien quedamos muy agradecidos.186
256
LOS CÍRCULOS DE VIENA
Hijo de Jusep María Berenguer, asentado en Viena a principios de los años
80, y Milena Skiwowa, hija de comerciantes checos de origen judío -Af2 "Molnitz" en
bio.dat-. En 1887 se destapa estafa en suministro de paños al ejército; grandes
firmas, altos mandos y hasta uno de la familia [¿imperial?]. Pesquisas, a la
Moyentüchtige Gmbh., pequeña importadora; entre los socios, el emigrado.
Diligencias judiciales: cinco años antes, inscribe apellido germanizado -"Wahringer,
Einsch.68-3-WB Aus, 19 de marzo, B.II"- ; eso "acrecentó las sospechas desatadas
por las tradicionales relaciones comerciales entre las aljamas catalanas y sus
correligionarios de las costas dálmatas desde los tiempos de la venganza catalana"
(NFP1187). Además, JM "llegó a tierras de la doble monarquía por causa de sus
tendencias federalistas"(NFP), republicanas (W) o anarquistas (vK). "Con tales
antecedentes no era de esperar que pusiera punto final a la deshonra con un
discreto suicidio"(NFP), como la tradición exige a los locales. Desaparece sin dejar
rastro apenas: un sobre en el correo y un hijo en su mujer. El sobre -denunciasdesaparece entre NFP y policía -completar, estaf.pre-.
Un implicado, Jakob Falten, "acoge como doncella a la desamparada esposa
del prófugo"(vK). Industrial textil, su firma prosigue con diversa fortuna hasta el fin
de la guerra (ésa); absorbida por un consorcio alemán en 1925. Los dos hijos mueren
en el frente de Galizia, depresión, suicidio en 1923, infructuoso tratamiento
psicoanalítico. Esposa Constanza interna en clínica de reposo alemana en Enero de
1916, al morir el mayor- bio.dat,"Falten"-.
Otto Wahringer: estudios primarios en la escuela pública de Simmering; [a los]
quince años, aprendiz en los talleres de la compañía de tranvías. Sobrevive a la
guerra en servicios auxiliares, ferrocarriles y luego grupo de transporte en el frente
italiano. 1920, se reincorpora a la compañía de tranvías como conductor. 1921
muere Milena; última voluntad, carta dictada a Otto con trenza de pelo a MoiàBarna; único texto conocido [de Otto Wahringer]. Deja la casa de Simmering, cuarto
en la Nibelungengasse, a comienzos de 1922. Durante diez años, conductor de la
línea 1 -ASW, Gem.Lohn.,IX a XII, por si acaso XIII; tran.dat-; otoño del 1932, a la
línea 2.
[...]
256
El siguiente suceso del que queda constancia pública sobreviene el 7 de Enero
de 1933. Esa madrugada se le detiene por el atropello a que somete a una prostituta
con su tranvía. Todo lo que sabemos de su juicio es que lo perdió: el 16 de Abril
queda internado en el psiquiátrico de Steinhof.
En 1968 muere en París Evgeni Lejtoroshov, asilado político, a resultas de
una piedra mal eliminada, un adoquín arrancado durante los sucesos de Mayo con
el que tropezó el 14 de julio. En una entrevista realizada al poco de pasarse a
occidente (LM/A, Le Monde 10 de Noviembre de 1956), el psiquiatra afirmaba
haberse hecho cargo de Steinhof en el verano del 45; entre sus misiones estaba
detectar posibles nazis ocultos entre los asilados. Recordando las muchas
dificultades de sus investigaciones menciona "entre otras curiosidades psiquiátricas,
los registros fonográficos de un tranviario internado a comienzos de los años
treinta"(LM/A,1). Lejtoroshov conservaba sus propias anotaciones sobre lo grabado
junto con partes del expediente del caso188. Probablemente por mediación suya
algunos fragmentos llegaron a ser discutidos al menos en dos ocasiones en el
seminario "Patografía y anfibología" impartido en la facultad de Nanterre por el
doctorando Jacques Lacan189, que los consideraba un documento "singular":
apreciación discutible, ya que sabemos que a París llegaron más de un disco y
menos de la docena, lo que resulta, en cualquier caso, plural.
En cuanto al resto de Otto Wahringer, se ignora qué fué de él. Es probable que
fuera gaseado en alguno de los campos sitos en territorio austríaco, como muchos
otros asilados. No obstante, cabe que aprovechara la confusión de la ocupación
soviética para escapar de su encierro y, consecuentemente, de Austria190.
[...]
-Fechas en Espe.NFP- El comisario Wagner declara que lo detuvo a las dos
horas cincuenta minutos de la madrugada. A la una y cuarenta aproximadamente el
tranviario había sacado una unidad de las cocheras. Quince minutos después
llegaba a Schottentor y comenzaba a dar vueltas y vueltas por el carril de la línea 1
en sentido contrario, "es decir, paralelo al de la dos"(NFP3). A las dos y diez había
llegado el aviso a comisaría. A las dos y cuarto el tranviario había atropellado a una
prostituta en el cambio de agujas de Franz-Joseph-Kai. Había venido tres años antes
con una compañía de variedades, "su pelo moreno y su exotismo le consiguieron
promesas de todo tipo"(W5), y se quedó. Encontraron el pelo. La puta era de Soria y
se llamaba Esperanza.
256
Si el tranvía le hubiese pasado por encima cabría la hipótesis del accidente.
Como había retrocedido para atropellarla una segunda vez se podía hablar de
asesinato, pero como luego lo había hecho otras cinco, se lo envió a Steinhof. Allí
pudo disfrutar en silencio la visión de la afamada iglesia modernista de Otto Wagner
trescientos sesenta y cinco días al año durante doce años, pero no sabemos si lo
hizo; la prensa no vuelve a ocuparse de su caso.
[...]
Todo lo que sabemos de él viene de que perdió el juicio. Antes no hubo nada
que contar. Que vivía en una habitación de alquiler de la Nibelungengasse. Que no
se le conocían próximos. Que la vista, junto a efectos personales -maquinilla,
calzoncillos, reloj- mostró una causa de locura impersonal. Durante diez años fué
conductor de la línea 1, que siguiendo la Ringstrasse circunda el primer distrito. [A
lo largo del trayecto se despliegan en ciudad a la vista del viajero todos los tiempos,
frontis griegos y fachadas renacentistas, ópera y parlamento, quehaceres y padeceres
entre anuncios de refrescos y el espadón de Schwarzenberg-nota Schorske, citas.v-].
A finales de 1932 se le traslada repentinamente a la línea 2. De golpe empieza a verlo
todo del revés. A seguir oyendo lo mismo. No pudo soportarlo.
A raíz de su internamiento, entrevistas; desde 1933, grabadas partes. Sin
fecha, sin número de orden, sin acotaciones, [podría ser] un noticiero, un actor
declamando, una lectura de un texto de ficción. No sabemos si fueron grabados a lo
largo de una década o en una misma tarde. Encerrados a solas con una voz en
espacios que sólo su despliegue constituye, carecemos de toda referencia visual, de
toda perspectiva: entonces aparecen otros sentidos.
Oímos así que el tranviario practicó durante años, inmóvil en su asiento
móvil, un juego particular "al que llama tranvía de palabras, o máquina de compensar [gegenüber-denken]", (Lej/St.9). En el espacio visual del conductor, "para
toda idea circulante existe otra tal que recorre el mismo círculo infinito en sentido
contrario (postulado del un-dos o gran parada sinfín)" (Lej.5); pero en su espacio
sonoro, en su invisible cuerpo mecánico, "a espaldas de la mirada cabe lo que nadie
se imagina"(Lej/St6). El latir del traquetreo sirve de hipnótica fonética que encola
conversaciones y anuncios radiofónicos, discursos de prohombres y ruidos de las
cosas en abortos sonoros, que pasan y regresan y se mueven al compás de unas
leyes que son compás y no leyes; geometría de un espacio ajeno a lo visual en el que
256
hay radios que salen por la tangente en cualquier punto y senos superiores a
cualquier hora, minuto o segundo dado.
Donde orbita el oído sin principio ni fin por el cerco de Viena, el que ponen las
voces ininteligibles y muchas de bárbaros nuevos encaramados a las nuevas
murallas de la ciudad, móviles con troles por el solar de la antigua. Dentro una
patria de pesadillas: seres zurcidos de sílabas y ruidos [bestia rubia cita Nietzsche
con chirrido de curvas en sintonía de cacao en polvo]; no tienen nombres sino siglas,
ni siglos sino segundos en el aire; abreviatura, comprimido, resumen, su prisa
sintaxis amalgama ecos en traquetreo al que la nuca de un Conductor mantiene en
la ilusión de un rumbo - "lemas.pre": zapatos Bergson-impulso vital-Lebensraumtacón en culo de reo desnudo/UFA, NTSC, NSPD, "kraus" en cit.v-.
Dem Camel gehört, von Führern verhört, durch Öhren (?) verführt werden191.
[En 1933 acaba un juego y empieza otro, cuya naturaleza queda radicalmente
alterada por la aplicación de la máquina: azar reproducible, los pasajeros asaltan
virtualmente el lugar del conductor; la historia dedica sus recursos a la
reproduccción del delirio] A lo largo de las grabaciones varía el radio fónico de acción
de esas criaturas. Al principio se limitan a Viena: salen del anuncio o el noticiario
antenas abajo, por los rincones asaltan a viandantes y les roban giros y rasgos para
darse a la fuga luego. Otras veces se han extendido ya por todo un país, uniformes
negros y planos, como de baquelita, del interior inescrutable que no tienen saca un
brazo rígido el impulso a reproducir al unísono, aquí o allá, los mismos lemas de
idénticas empresas.[ lemas que devoran carne, desde el simple estribillo hasta el
párrafo de prietas filas o campañas completas de propaganda que ocupan el
continente [contenido en Steinhof], cruzan los mares y los tiempos en montañas
invisibles de aliento congelado, se propagan imparables como una peste de cristal].
Se va tramando así una red de polícromas frases, de párrafos prefabricados
que proferidos a una se vuelven graves, cobran cuerpo, aspiran a más, inspiran a
más, viven y se alzan en fantasmagóricos bloques de habitación obligatoria -"jolgorio
sabatino", lemas.pre- en ciudades enteras de dichos hechos que demandan con
avidez sobre quién pronunciarse, lugares comunes ayunos en busca de alguno:
incorpóreos, cuentan con incorporarse, cuando deseen, cuerpos cuyas existencias
son inagotables; ingrávidos, ligeros, brillantes, consuman la liviandad del ser
256
[mandamiento del "leicht-sein", tomadlo todo "leicht", en particular lo ajeno]. Son
anuncios, angelós, ánimas incontables que acuden en bandadas al cuerpo
descubierto, estados de ánimo que se posan sobre el mapa del mundo, que se
reúnen en un bullente estado de animación total en que sólo desentonan los cuerpos
supervivientes - "los bultos"- que entre sonidos ininteligibles en los que nada se hace
patente se amontonan, al final de los convoyes de sílabas inacabables, en una suerte
de colas de colosal animal desanimado que espera terminar de ser consumido por las
bocas insaciables de la última palabra, que se abren en ascuas por muros y tejados
[...]
Wo Örterwucht wucht, wuchert Wörterwuchs [¿o algo así?]
Ist Rasenbann um Nivellungenring gering?,[indudablemente sugerido por el melódico
sonido de campanilla que para anunciar la inminente partida hace sonar el
Conductor con el mecánico gesto de bajar una falda prieta o ahorcar un preso]192.
[...]las notas de E.Lejtoroshov y los psiquiatras de Steinhof transmiten al pesar suyo
una historia, una dirección, un sentido: aquél que no lograba encontrar pero halló
súbitamente ausente en los raíles de enfrente. Bajo el mismo diluvio de voces de
siempre.
Una historia sin pies ni cabeza como un anillo imposible de Moebius o de los
Nibelungos, los pulmones de la niebla, el aliento del entretodo nada, los habitantes
de ese límite cerrado y concluso en sí y para sí en ombligo del mundo y de los
tiempos: El Ring. Un mundo de fantasmas en tanto el mundo, lejos, proseguía con
sus anillos [órbitas] forzados a espiral por la incertidumbre. Una historia de seres
figurados, de lugares impropios, de sentidos trasladados, arrebatados, fruto de
encabalgamientos insensatos por las sacudidas del Tranvía; una historia de frases
en busca de cuerpos. Todo lo real es oracional, todo lo oracional es real: contracanto
del universo hegeliano. Impensables configuraciones sonoras sin embargo se
producen y de inmediato se lanzan a tomar cuerpo, cuerpos, fragmentos en que
reproducir su amalgama de sílabas y ruidos, de historia y naturaleza. Esos son los
seres que crecen y crecen, que huyen veloces por los alambres, que se reúnen, que
se organizan en párrafos prietos, asfixiantes, en movimiento, uniforme marea de
ecos, uniforme informidad de informados e informantes desatados sobre un
256
continente del delirio que encerrado en Steinhof en el fondo de círculos inaudibles se
da pormenorizadamente nombres y fronteras, banderas y dinastías, monedas,
avenidas, animales y desdichas, cantos regionales y relatos de angustia en una
enloquecida multitud de idiomas que son un único idioma [de ausencias] grabado en
la grava entre los raros pasos de alguno por sus jardines.
¿Poesía fonética? ¿Objetos fónicos hallados? ¿Acto gratuito de habla? no:
historia. una historia rota entre las notas [de psiquiatras y analistas] que transmiten
a su pesar una falta, una quebradura que lo haga trayecto: pero leves los ecos de su
pesar se empeñan en cubrirla, sobrepasarla, rodearla, porque en un espacio sonoro
no hay dirección, cabe a lo indeciblemente oprimido expansionarse en todos los
sentidos, dar con otro con lo que no necesite lindar ni lidiar, ¿a que, pudiendo
penetrarse? Resonancias y espacios de frontera infinitamente multiplicada. Fuga de
una historia de pesar insoportable, ["de planetas cargados de piedras"], de una
maquinaria planetaria cuyo traquetreo de coctelera orbita y orbita una y otra vez que
son veces merced a los carteles que cercan el anillo de los tiempos, que encauzan su
rodar en noria de paradas de nombres memorables.
historia del lugar del Conductor estallado en añicos. del lugar insostenible a
no ser a ciegas. a no ser en el sitio del uno: desde el dos todo estalla de repente.
desde el anillo de enfrente el lugar del conductor se revela parodia insostenible del
aliento que pauta un rodar infinito. parodia de paradas de nombres heroicos
dictadas en verdad por aliviarme esta dureza que, el expediente no obstante y
mocmoc entonces le dije que impresentable piiii no era para ponerse así, si me
disculpa yo tenía uno y me lo quitaron en una mañana, de modo que yo en su lugar,
en su lugar insostenible que escucha pero no ve, que pauta a ciegas hasta el día en
que un vuelco le ponga a uno en el lugar de otro y se vea, monigote ridículo con
ademanes hiératicos tras su cristal. dando vueltas a lo mismo que es lo mismo
aunque otro gire en el lugar de uno en otro sentido diametralmente idéntico.
historia que crece así en las órbitas negras sin salida de viejos discos de
baquelita. desde 1933 el delirio crece y se multiplica en los círculos de repetición del
tranviario mientras el mundo gira alrededor, ajeno, en sus propias órbitas. su
mirada enturbiada poco importa, su rostro desencajado del horizonte de que le
circunda no importa: la verdadera historia crece inasequible, universo de sonido en
expansión irrefrenable, voraz. Todo puede ser a la vez, a la voz, en el Gran Tranvía de
los mil añicos, ¿a qué privarse?, todo cabe en el Anillo que lo circunda todo.
256
todo menos el conductor del tranvía de enfrente. el insostenible lugar de la
visión. desde el que todo se torna pesadilla devastada. atrases de carne calcinada.
ayeres de omisión, espaldas de destrucción, estelas sin raíces de un ejército de ecos
que no puede detenerse. que no sabe detenerse. que ya, sin piel, no puede detenerse.
en esos discos desordenados una voz que no vemos una voz sin cara se extiende y se
explaya sin límites ni sentido por el cuerpo del oyente, le perfora los tímpanos de
frases agudas como bayonetas que remueven entrañas que aún aullán al tiempo que
hablan del mal café que se sirve aquí, en esta gran hermandad en movimiento que es
Steinhof [que iba a ser todos/¿qué iba a ser?], le embucha el cráneo arrobado de
cabalgatas llameantes en los cielos y muchachas ya meadas en los senos en los
suelos, le redobla de adjetivos el corazón detenido, sin juicio, perdido ante una hilera
de bocas que se aprestan a pronunciar al unísono sentencia, ¿me da fuego? una voz
de endriago de jocoso inquisidor retransmite sus hazañas mientras las cumple, y
todo con todo se alza en reino de los mil añicos que son ecos desatados que invaden
el continente oyente y las órbitas negras desencajadas desembocan en silencio.
Nichtleben ist der derbe Streben193
en esos discos desordenados un delirio crece que se quiere ajeno a la realidad,
durante doce años, un mundo insufrible de nada en movimiento crece sí pero no de
sí mismo, no de la nada que anonada naderías en las aguas heladas del Onega, si
llegas a la otra orilla serás libre, prometido, pum, lástima, tan buen nadador. crece
de las palabras dadas por nadie a nadie en los carteles que rodean el anillo de los
años de los añicos dados en arriendo, donde desnudas bellezas rubias espolean
monigotes con un zapato de finísimo tacón en el culo por los túneles del metro, a
metro, el kilómetro final a rastras hasta el disparo estampido pam, estampado del
aburrimiento en plena cara del que pasa tras el cristal metido en el traquetreo que
no cesa por los túneles de árboles, o sombras de árboles, sobre una tierra que acaso
está ya bajo la tierra, que acaso estalla sobre la tierra, que acaso es talla en la tierra
de acrobacias fósiles de monumentos a la peste de cristal, al viento momia conjurado
por siempre y para siempre en los límites del Anillo.
[...]
256
hasta que fin de trayecto el tranvía se paró. [hasta que el tranvia se paró y fué
el final de trayecto]. y uno frente al dos el Conductor tampoco fué ya más que un
rídiculo monigote, medio cuerpo medio cifra con ruedas tras el cristal, y una vez y
otra vez, la misma vez ridícula y numerada de un atropello repetido, la historia que
las amuela en sola hostia de metal, la historia del Conductor a la que se hurtan
círculos innumerables, grabaciones inalcanzables al grabador, textos inacabables al
tejedor, y entre el tranvía número uno y el tranvía número dos el anillo se hunde y se
alza, se crece hendidura y altura de espejo ante espejo, de espejo en espejo, sólo que
algo irrumpe de plano de otro plano, tajo horizontal de horizonte en horizonte, de
cero en cero, ondas en el estanque momia del anillo [en el estanque momia del amor
en el anillo], anillos en el anillo esas grabaciones que se hurtan al lector. anillos en el
anillo ondas extendiéndose desde el instante [distante como dista del fin del mundo
una alberca] en que la mirada del uno y la del dos se entrecruzan sobre el cerco,
sobre el fantasma de la muralla [fantasma] hondas negras espirales que se hurtan al
lector [su naufragio o desembocadura] justifican la presencia [esa ausencia] del
conductor en la ronda del pensamiento.
¿acaso el ridículo monigote [que es uno] cumple otra función que dar lugar a
la ausencia [del otro]? hacer sensible su pérdida, cuanto lo siento, póngase en mi
lugar, hay una plaza vacía. hay una plaza llena de millones de manos alzadas para
asir para ser una ausencia robada. para atrapar congelado el aire. para allanar la
morada del acaso en crepúsculo de idolillos de pasillo con ganchillo y agrandarla en
oscuras fantasías grabadas en piel de noche total. de órbita cerrada.
o hay círculos inasibles que se hurtan así al asir, al ser asido que se fué o se
será, al ser pendiente, al ser en trance. o hay anillos que se entrecruzan en el cerco
de una pérdida embalsamada, de una falta grabada para permitirse mil excesos en
directo. o hay anillos en el anillo que se hurtan a la maquinación de un azar
maquinado que autoriza la maquinal sacudida de la coctelera del tiempo hecho
añicos para probar a encontrar por azar lo perdido en el mambo animoso de la
perdición ajena.
la puta muerta era de Soria y de todos y se llamaba Esperanza. mientras hay
otro, hay: esperanza en la ronda. de que se delate eco en los ecos el que chapotea
ayuno. el resabio regüeldo de revueltas del tranvía gastroenterítico de gemidos y
256
astros. cuando esperanza y esperado se confunden en un mismo traquetreo
mecánico y borroso de coxis mineral las distancias se salvan con sangre.
un país de confusiones en marcha. la marca oriental. por donde nace el sol de canto como una moneda- donde se pone el sol en la ranura de una noche de
alquiler, expendedora de día de mañana. esperanza se llama mi amor. [tralará].
El Conductor que no quiere hacer de su pérdida señas. El Guía que no quiere
guiar a nadie a la aventura de buscarlo que juega con ventaja en selva propia. A la
ventura trucada que extiende la selva por la historia, la bestia rubia por los túneles
traquetreantes del mundo.
exploración del fascismo en carne propia. laboratorio de catástrofes. mostruo
bien educado. toc toc toc, ¿me abre esa resistencia por favor? escucha, pequeño
hombrecito, esa puerta no está cerrada por tí. no es para que no entre tu temible
estatura, bonsai de visionario, veedor del imperio, mirón en busca de discóbolo
[parábolo, palabra]. es para que algo no salga a campar por sus respetos, por su
respeto a lo que se falta que es su falta de respeto a los demás. es para que no salga
a entretener el apocalipsis con malabares tu hermano mayor, cotilla. el que
desentraña metáforas literalmente. el que instaura en Estado el Movimiento [en
letanía la metáfora, en método el vandalismo] el que ordena diván, y dice uno y van
otros, prietas las filas, unos y otros al horror. de la disolución final. al preguntar sin
principios.
(&)
las voces se penetran como no pueden los cuerpos [el resto de los cuerpos].
las voces son colores. la voz de todos, blanco ¿de qué arqueros oscuros?
desembocadura o naufragio de círculos bien educados, círculos sin salida
educadamente hundidos en sí mismos. Heroísmos invertidos: sodomía sólo suya,
Agitprop pero tras el muro de la vergüenza de los dientes apretados [agitación,
decían los de Steinhof]. Círculos sin salida desembocan educadamente en el final de
una cara, en silencio.
¿y en la otra cara del Ring? ¿al otro lado del disco ya mudo del horizonte
llanada? Círculos sin salida desembocan educadamente en el verso. En el verbo
verso, participio participante del verter. [A esa voz que se hurta a la historia sólo le
256
quedaba ya saltar al poema] La fuga de Steinhof, fuga de la historia y sus reveses,
fuga del pensamiento administrador de la muerte, va a dar con el canto entre los
dientes, canto en horizonte de huellas que giran y giran y se cierran sobre sí mismas
en una cara mientras otra viene creciendo y creciendo en su meng
(&) ¿y cómo fué que las calles de ese país se llenaron de anuncios cumplidos? de
restos de frases rotundas, de rastros de gestos resueltos, de hilachas de epopeya y
tamo de tequieros que maquillan con cenizas de color y de campana rostros pálidos
sin indio, moradores de ataúdes con pantalla y altavoz. hierven las aceras de
anuncios de perfección que en cuencas de decepción preparan el odio al animal
arrugado amedrentado de ojos redondos llenos de sopa de muerte con fideos de
quisiera.
***
256
APÉNDICE
OXIMORON (¿1989?)
"El encuentro finalizó con la pérdida del
mismo por parte de todos. Y ya nada pudo
enfrentar a los contrarios por causa del
resultado".
El libro de la desmemoria, trad. de
L.M.García
Cuando se observa desde la perspectiva que presta la historia -sin interés
excesivo- el desarrollo del pensamiento filosófico en los últimos siglos, no pasa
inadvertido que cada uno de ellos consideró de igual forma a los anteriores, a saber,
últimos. De suerte que los pares de contrarios que los desgarraron en apasionadas
luchas se le ofrecen al escribano de turno como posturas sobre un mismo tapete que
él es el primero en describir. Podríamos decir que los trata como fonemas, o tal vez
cronemas, oposiciones de un mismo código que ellos mostraban sin saberlo y sólo él
logra decir ahora; si ya no con hegeliana pretensión de acabamiento, sí de una
universalidad provisional comprobable en cualquier pensamiento de lo particular
posterior al fin de siglo anterior (así a Marx como a Freud).
Por tomar prestada la expresión del "Libro de la desmemoria", la historia
entera parece entonces "un tintineo de triángulo cencerro, oculto a veces tras el
estruendo de la orquesta, paladino e irónico otras en el fondo de un silencio, pero
presente siempre como ese ojo que los mitos de este pueblo sitúan por detrás y
debajo de la órbita del mundo". Juego de triángulo en el que, desde la dialéctica
platónica al Edipo, desde la Trinidad cristiana al triángulo semántico de Osgood,
Badthem y Nulyors, la eterna mirada, y suspensa de amor, del Impar y el Par se
pone en movimiento e instaura el tiempo a ojos del tercero, que gracias a su
distancia puede ver lo que forman y nombrar lo que ellos meramente son. Un tercero
que en términos cinematográficos, esto es de la inscripción del movimiento con o sin
responso, no sólo es el guión, sino que vive de esconderlo. Tercero que se entro-mete,
que inter-viene como Ver-mittlung ajena que en-ajena e inicia el movimiento del ser
al no ser como necesidad, y viceversa de gozo: del guión del nec-essere, emblema de
tercería que a un tiempo crea la necesidad en la palabra y promete su satisfacción
cuando el verbo se haga carne, o los huevos críen pelo, por retomar la conocida
271
expresión de Freud sobre el final de la latencia como metáfora del destino humano
en sus globalidades.
La historia es lo que discurre entre el ser y el nec-esser, y cuanto de ahí va
sacando. No hay que recordar las reflexiones sobre la ideología como máscara
verdadera, el maquillaje neurótico o el desmaquillaje crítico-deconstructivo, pues se
suceden cada vez más aprisa desde J.S.Mill -la permanente posibilidad de
remodelado sensorial- hasta la actualidad -J.Derrida o M.Astor-. Especialmente
interesante a nuestros propósitos es sin embargo la propuesta de Reny Poch en su
D´ébauche et esquisse, òu ne cesser pas de passer1, donde el autor del Gamouzin
propone una relectura del nec-essere basada en un desplazamiento del guión -del
lugar del tercero- que no corresponde sin embargo al que en otros contextos
desemboca en la Ex-istenz o la de-centración. Pues el resultado de ese
desplazamiento es que "cuanto aparece para la ex-istencia enajenada como amenaza
constante de no-ser que define el heidegeriano ser-para-la-muerte, se convierte en
algo muy próximo al "ewiges Widerkehren" o revoltijo incansable nietzscheano, en un
in-cesante devenir"(p.54). En efecto, el desplazamiento del lugar del guión "convierte
el nec-essere en ne-cesser donde la promesa del movimiento se cumple en sí misma,
la e se pierde por atenuación final, y la inmanencia se torna trascendencia,
superando toda cuestión
de procedencia o descendencia en una jubilosa
condescendencia consigo otro" (ibid.)
Esa idea ya implica que la reunión del uno y el dos basta para montar sin el
concurso del tres el un dos tres, la generación de una serie infinita, la implicatio-yexplicatio del Cusano, la simultánea concentración y descentración del triángulo en
un punto sin dimensiones y por tanto desmedido, o la zambra tebana a escala
Bronston. Así, "tras la derrota del pensamiento con brújula nominal y la ruina de las
vanguardias, en el enmudecido escozor de la retaguardia la sola forma de suprimir la
tercería es hacerse guión e incluirse en la propia película, convertido cada cual en su
propio remedo y remedio" (loc. cit., p.69)
Tal será también el tema central en este ensayo: la ausencia de centro. La
supresión del nec-esser, uno de cuyos elementos imprescindibles es el espejo, como
se sabe. Supresión de su presión de abismo congelado, sí. Pero no al modo de
encubiertas teologías lacaninas que perpetúan una vida perra so capa de superarla,
1
Eds. du Micuit, Bordeaux 1985
271
situando el aperreamiento ya en la misma denominación de origen para que así, tras
una larga perrería en que el aperreado se emperre por poseer especularmente a la
gran perra original, la única, como único, al final la encuentre multiplicada por una
máquina de hacer perras que no elimina el espejo, lo quiebra en caleidoscopio194:
actividad pontifical que tiende puentes de cristal entre el mundo y el mundo sobre
un abismo que abre primero con el filo de la filiación para enfilar luego el hilo que
salve del laberinto donde entre ecos huecos se siente el mudo elocuente y el
impaciente paciente, con la muerte en los talonarios, a esperar la esperanza. Que
extiende sin límites el imperio de lo superficial en apariencias de hondura mientras
limita a una la línea de fractura de la visión y la mantiene comunicando
permanentemente. Que expande lo impalpable en planicie del presente mientras
mantiene ocupados los cuerpos en la imposible erección de una verticalidad que del
presentimiento al resentimiento los mezca en la ilusa ilusión de matar el tiempo. Que
se multiplica con la división de la unidad y la unión de la divisibilidad invisible,
porque es la línea de quebrantamiento jamás quebrada que se regala con el necesser para anunciar un verbo cumplido en carne, una belleza sin artificios y una
cubertería de acero inoxidable.
No, aquí no se trata de abrir el espejo en soi ni de abarrotarlo para estadio
comunal al que se asome, reciclaje cagón, la basilica universalis con cánticos y en
tránsito. No es un formalismo de la informalidad alternativa al formol o la mirra de
un saber canónico, al órgano riguroso de agitación y propagación de la especie
confirmada, o a cualquier otro abismo especular de mediación momificada en pasillo
de instancia con falso fondo, de institución interesada sólo en suprimirse a sí misma
para reponerse así otra. No es que no quepa quedarse en la luna del espejo cobrando
peaje a quienes transitan cosmos en unos u otros sentidos. Pero ni la traducción del
mordisco carnívoro a historia ni la escenificación de la historia para naturalezas de
baba puede ser más que perpetuación del nec-esser y su insoslayable cortejo de
alcahuetas y trujamanes: comisionistas del vaivén que aunque se vista de soi y pour
soi, en mónada se queda.
Así, el objetivo de estos ensayos será un gran triangular el triangular mismo
hasta plegarlo, de puro obtuso o por sobra de agudeza, en una sola línea. Mas no
para ponerle un punto final que no haría sino prolongar la serie de puntos finales
que la constituyen: los que cada uno pone a cuanto le precedió; sino para escapar
271
por la tangente. Pues al carecer de la misma cualquier recta, sería ya imposible que
tal tangente de salida pudiera perpetuarse en camino, verdad ni vida2.
Tal es el sentido, evidentemente no el del tacto, de escoger la venerable figura
del oximoron. Figura del tercero que entre dos limita sin existir: oximoron de la
frontera, por tanto, que escapa por la zaguera. Distinción eunuca que no se
reproduce, mediación no profesional sino amateur del amor que muestra el
contenido en la forma y el fin en los medios, que es donde se muestra lo que hay que
tener y las luces del traje. Oximoron de la Frontera, es decir escalera por la que se
sube y después se tira en la cabeza de los profesionales de la trepa.
Como se sabe, la figura en cuestión no es sino puesta en operación del
principio que los clásicos formulaban “in medio virtus". Éste, que en lo tocante a las
piernas es universalmente conocido y practicado de antaño en los mercados de flores
del mundo entero, no lo es empero en los terrenos del conocimiento, donde al
funcionar éste por bamboleo síncrono o movimiento antitético del concepto, tan sólo
los extremos son fácilmente discernibles, siendo difícil atinar en el medio. Tal
dificultad origina la figura del tercero que interesa en estos estudios, es decir, en su
manifestación como mediador intelectual o palanganero leído, detentador de un
presunto saber sobre trayectorias de oscilación o momentos angulares; cuya
aparición más característica puede encontrarse por ejemplo en la fenomenología del
espíritu de Hegel, asi como en su obra de igual título.
El oximoron, por contra, aplica otro gran principio conexo a aquél, a saber, el
que recomienda hacer de la necesidad virtud. Y si la virtud está en el medio, hay es
donde habrá más necesidad de hacerlo sin que la figura del especialista lo oculte:
según el amplio consenso de la experiencia no especializada de la especie, eso sólo es
accesible ampliando en lo posible los límites del despatarre necesario. En tal
perspectiva, la mayéutica socrática aparece como temprana aplicación del oximoron
al movimiento de la mente en busca de la virtud ¿Acaso es otra la postura que
requiere el arte del alumbramiento? El ángulo formado por ambas piernas de la
naturaleza -contrarios en que se sostiene- en trance de alumbrar la verdad en la
historia, queda inevitablemente cerrado en triángulo parental por cualquier figura de
experto que allí se ponga. Aunque prometa volverse luego y enseñar el resultado al
Si definimos la recta como círculo de radio infinito, tendría tantas tangentes como puntos, pues
cada punto sería su propia tangente, o bien una sola, que coincidiría con la recta, lo que nos llevaría a las
mismas consecuencias si pudiéramos seguirlo.
2
271
mundo, lo cierto es que sólo él puede mirarle la virtud cara a cara. Como en el Sinaí,
en el monte de Venus el amor se hace accesible sólo por partes interpuestas. En
Sócrates, la intuición de las virtudes virtuales del oximoron para mostrar la virtud
directamente se hace patente en su renuncia a la textualidad, a usar el papel
pautado de la historia, en el que resulta imposible no hacer del triángulo toque final,
entre ingenuo y excéntrico, pero parte al cabo de todo lo que pretendía resumir.
Lástima que esa intuición se hiciera a su vez patente en Platón, quien la inscribió
como denominación de origen del amor a la verdad. En Platón la triangulación se
clausura en movimiento del filo-sofós, del que ama sin llegar a penetrar en las
profundidades de lo que, no obstante, contempla en solitaria teoría.
El ejemplo socrático no es inocente, pues desde Nietzsche sabemos que en
Platón se origina una de las grandes formas del juego del triángulo. En todo caso, no
sólo por esa razón debiera este estudio empezar en tiempos presocráticos. Tanto el
"Libro de la Desmemoria", descifrado y traducido por uno de nosotros, como otras
fuentes prehelénicas, nos informan del uso que otras culturas hicieron de formas
oximorónicas para escapar a la tiranía del un-dos-tres en sistemas de triangulación
quizás más rudimentarios pero indudablemente existentes. Por tanto, es sensato
recopilar cuanto saber factual sea posible acerca de técnicas y ardides utilizados
para forzar ese despatarre mostrador de la virtud como punto de fuga a consumar.
En terminología kantiana podríamos decir para acabar con la introducción que,
puestos frente a ella, el valor sólo se puede mostrar, sin que los hechos ya hechos
nos acerquen por más que se estiren ni un mílimetro a lo que hay que echarle a la
cosa en sí para que se cumpla en el acto, a saber, precisamente valor.
De ahí que antes de abordar lo oximorónico del actual debate sobre el
pensamiento tragicómico -por contenido y forma respectivamente-, o sobre la derrota
del pensamiento débil a la deriva, nos sea reconfortante reencontrarnos con una
serie de figuras que en el video ut credere de la historia representan, si algo, la fe
ciega en el tanteo que anda hablando de oídas como táctica para orientarse en el
laberinto de los sentidos.
Nos encontraríamos así con el Bodishatva Rahasupura, fundador del budismo
Mantahyamika (s.III a.C.), cuyas técnicas de meditación muestran una estructura
oximorónica, o el oximoron como figura del discurso práctico. Aquí es el aspecto
psicagógico, psicopómpico del oximoron el que destaca con especial claridad, desde
271
la perspectiva de la dualidad realidad-apariencia tan característica de lo hindú. En
donde también se debiera hablar del tiempo como lo más socorrido sin socorro195.
Luego nos acercaríamos a la obra de Falófanes de Cefalea, rétor helenístico del
siglo II d.C., donde hallaremos la patria oficial del oximoron, la retórica, retorcida
sobre sí misma para intentar captar el momento de adherencia de la lengua a la
anatomía del ser, en el sentido del Adorno de las notas sobre Heidegger y la
metafísica de la ranura en la modernidad (Negative Dialektik, II, 3).
Desde allí iremos al medievo para hallar el oximoron como vía de apertura del
conocimiento a lo divino[196]. Por su parte, el valenciano Abd `al-Rahman al-Mutarrif
ibn Hammas al Quyairi, Abenjamás en romance, desarrolla una mística estética en
que el choque de los contrarios produce la refrescante ceguera del desierto que
multiplica las huellas del peregrino en ilusiones hasta el infinito, hasta que perdido
en su propia multiplicidad multiplicada, "atrás sea delante, y ayer mañana, haciendo
sin fin todo confín".
[Faltan en este bosquejo referencias a los dos últimos estudios aquí recogidos,
sobre Diego de Acuña y Silva, el falsificador español de fines del XVII, y Otto
Wahringer, el tranviario vienés de los años veinte]
Nuestro agradecimiento a Paco, Pepi, Mari Nieves y Sadi, que con sus consejos
e incansable esfuerzo hicieron lo posible por hacer imposible este trabajo.
***
271
PENSAMIENTO SIN LOGOS: LOS TIEMPOS ANTERIORES AL VERBO
(DUALIDAD Y UNIDAD HINDUES)
"El entendimiento sólo afina lo necesario
cuando puede tocar contrastes"
Valavanda Sinchapartala (432 a.C.)
De Schopenhauer a Lennon es recurrente el recurso de Occidente a la
sabiduría hindú. La tautología, principio básico del logos occidental, es allí puesta en
cuarentena por infecunda. Por descontado hay que matizar esta afirmación, pues la
península indostánica ofrece constantes variantes de reflexión en la identidad de lo
diverso, que resuelven la cuestión de la unidad en múltiples formas. No es objetivo
del presente trabajo exponer las formas de pensamiento que se han sucedido en la
India, diversamente emparentadas con opciones religiosas, avatares políticos y otros
episodios accidentales del mundo oriental. A título orientativo para el occidental,
remitimos a las obras clásicas en este campo197. Aquí nos ceñiremos al uso de
formas analógicas de oximoron en las prácticas de meditación, dejando a un lado
sus aspectos literarios y forenses, de los que no obstante haremos una breve
exposición introductoria.
El uso del oximoron como figura retórica es de antaño conocido entre juristas,
rapsodas y cronistas de toda la India. Pero en esos ámbitos nunca llega a hacerse
camino de liberación, paradigma de un curso de pensamiento por correspondencia,
analógica, entre su estructura y la de las grandes antinomias metafísicas:
apariencia-realidad, unidad-pluralidad, no ser-ser etcétera, etc. La causa se
encuentra en la adhesión de la figura a un cuerpo canónico del que no puede
extraerse sin sensible deformación, como bien se muestra en el conocido caso de
Sakarlansha (vid supra). Ese rigor de la preceptiva literaria, común a otras culturas
asiáticas, se justifica aquí por la separación entre la esfera profana de la apariencia y
la esfera sagrada de Brahma.
El mundo brahmánico considera tan perfectamente compatible el uso de una
lógica de identidad y contradicción en el mundo profano con la postulación de otra
271
distinta en la esfera sacra como, pongamos por caso, un titular de lógica actual
explicar la Teoría Indexical de Adscripción Nominal Probabilista de Kripke II con el
carácter digital y esencialmente unívoco de su nómina. Este anticipo, por así
llamarle, de la interpretación de la teoría de la doble verdad de Averroes por
Habermas (como avidez de verdad de la buena) propicia una sensible repugnancia en
el seno de las castas al cruce y la hibridación, en el caso dramático, de recursos
mitopoiéticos con otros más líricos, y en algún otro veda asímismo el uso de la
onomatopeya en la epopeya, pero no la prosopopeya. Podemos decir que el mundo
védico requiere el oximoron en la descripción de lo sagrado-real, junto a otras figuras
que quebranten ese principio de contradicción organizador, por contra, del mundo
profano-aparente. Pero ese uso sagrado está rigurosamente ritualizado, lo que
impide que el oximoron se salga de su papel de paradigma de un pensamiento "otro"
para desbocarse en éste, uno que sea dualidad sin tercería, pensar mundano con su
propia imposibilidad incorporada y coleando. "No hay Dios sin tres", reza la vieja
sentencia védica: así sanciona y define el lugar del brahmán, tercero en la discordia
del universo aparente al que sin embargo no hay contrario que contradiga sin caer
en contradicción o cocodrilos, pues él es el contradecir mismo al que ya no hay
forma en la turba de las formas que le induzca a más turbación ni zozobra.
Así, es posible encontrar casos de oximoron como adorno del discurso
mitopoético desde tiempos arcaicos198. En cambio en la literatura forense su empleo,
como es lógico, es raro; pues como sólo inter partes cabe conflicto, en la esencia de la
litis está que se tercie algo entre las partes, siempre que no se esté frente a un
asunto insondable y lo que se tercie sea finito. Por el contrario el oximoron supone
que cada una de las partes se erige eo ipso en la contraria, terciándose cada una de
las dos en el tercio de la verdad, lo que daría como producto la definición de la
justicia como sextercio; consecuencia ésta que a los juristas hindúes les resultaba
más inconcebible aún que al mundo jurídico que se nutre del Derecho Romano,
dada la distinta genealogía de la piastra. No obstante, además del "acta de
Shantalamuhy" que luego se comentará, algún caso hay que se hizo proverbial, como
la sentencia de Raualsutra que utiliza la fórmula "sus pérdidas ganadas a pulso".
El mundo de la ley profana desarrolló el principio de identidad desde muy
pronto, a resultas de la creciente presión fiscal y la insuficiencia topológica de la
geometría hindú para asegurar la pronta localización de los morosos199. A su vez los
caminos de liberación cuyo prototipo es el brahmán calcan la lógica de la
271
identificación psicosocial a la que tratan de escapar; en general, sus etapas repiten
como posiciones temporales los lugares del sistema en que la identidad se construye
como figura. Si no nos dejamos seducir por la lujuriante proliferación de las castas,
esas posiciones se reducen a cuatro: brahmán, el que es uno, chatria o guerrero,
vaisya o mercader, y sudra, el que tabaja. En todas (pero más en la del sudra) el
atman o alma esencial carga a sus espaldas con el jibatman, el personaje o
personalidad, como un pesado fardo de acciones. Fuera de esas posiciones
psicosociales, sin embargo, tampoco aparece directamente Brahma, sino una
naturaleza que no es divinidad sino inhumanidad, que no es lo real sino etapa
también del juego de la apariencia. Un juego en que las figuras se van corriendo al
ritmo de Maya y Karma.
*
Literalmente "principio del fin", de ella se podría decir que las apariencias
engañan al mismo Dios, esto es, que su vacuidad podría contener la substancia
misma de la vida, y que lejos de ser simplemente fenomenal, como se entiende a
menudo, su movimiento constante afecta a los nervios, a la estructura metafísica
misma del ser que sea. A Maya, pura apariencia, se puede acoplar con una
interpretación lograda de la virtud en formas sensibles (así ocurre con los vascos
desde el siglo VIII) toda una cosmología moral200. Pues si sus formas cubren el
universo hasta agotarlo, ya no hay historia que valga: como es natural, cualquier
valor se agota en la repetición; lo real, que es parecer, se convierte en juicio sin fin
donde bien o mal parecido significan bueno o malo por ahora, y ya no hay nada que
valga la pena, ni en general nada, más allá de unos límites que aparecen en cuanto
se dé la iluminación (o se rebase Pancorbo).
Rasgarle el velo, a Maya, significa entonces enfrentarse al vacío más vano, y
paradójicamente la liberación estaría en el regreso a la interpretación de un papel de
jibatman: donde el verdadero ser de Uno ha de cargar con el peso de que quien entre
en Maya siempre sea Otro. La casa donde habita, la casa del ser, en realidad sólo
existe para irse a dar una vuelta dejándola con uno que nunca es Uno, y cada vez
otro; la casa del ser son alrededores y circunstantes. Y el estado de perfección que
simboliza el turbante, un interminable rodeo de figuras que, con pelos siempre
ajenos en la lengua y ramificaciones lógicas diversa y orgullosamente erguidas, se
van sucediendo en torno al agujero en que remata lo con sentido. En tal
271
interpretación, el estado de perfección corresponde al perfil que tiene y contiene y
alquila traspasa o vende ese agujero a cualquier posición, dando valor a cualquier
cualquiera; un perfil cuya expresión matemática fué la invención del cero y cuya
realización social fué el brahman: nulidad realizada, parte total interpuesta en la que
se demuestra cualquiera a cualquiera y se alcanza la virtud real. Aquí, la
circunferencia o el arco de un umbral se prolonga y perpetúa en corredera, cripta o
lugar de iniciación.
Sin embargo también cabe entender a Maya como apariencia de "apariencia",
en el sentido de que las diferencias, y eso incluye la diferencia entre apariencia y
realidad, unidad y diferencia, son precisamente eso, aparentes, maquillaje de
máscaras. La hendidura, lugar del tercero universal, pasa entonces a repartirse entre
las partes, y desaparece embebida en el fluctuante vaivén del continuo; una vía de
interpretación que nos lleva ya a los tiempos budistas. Si la perfección consiste en
saldar deudas y descargar en brazos de Maya lo que es su-yo, el jibatman que nació
y morirá, esto se puede entender de dos maneras: una, que el verdaderamente vivo
es el que le pasa el muerto a otro, y otra, que lo es quien lo resucita. La primera
genera al brahman, que en apariencia se ha ido de la apariencia a la realidad pero
quedándose en realidad con la realidad de las apariencias como tertium inclusus,
que vive de facilitar lo que se produce solo. Esto explica que la lógica implícita en el
oximoron, autoeliminación de la dualidad, sucesión con resurrección de los
presentes sin partes cesáreas interpuestas -"omnia divisa in partes III”- quede
confinada al juego metaformal de la estilística, por si las moscas, pequeñitas,
revoltosas, también pudieran evocar solitas todas las cosas.
Más tarde o más temprano el jibatman, ese saco ambulante de atributos
encontrados, nos acaba conduciendo ante la figura que le proporciona sustento y le
permite mantenerse como ilusión de agente responsable de su propio ser, aunque
sea gracias a su sucesor: una ilusión no tan ajena al occidente cristiano. Esa figura
que le da sustento, donde físico y moral se enredan en abrazo inextricable de
cuentas y valores, es Karma. Con ella sí que cualquier cristiano siente ya la
diferencia; donde el anónimo vate del Sinparshenanda se dirige resignado a la rueda
del destino, "Nadie puede saber cuándo, dónde te vas a detener", ante el loco vaivén
de sus formas exclama Lull "¡Anda, para, no puc mès!", descripción en absoluto
inmejorable, aunque sucinta, de la cópula divina entre contrarios201. En Karma se
271
encarna, es obvio, una necesidad común a oriente y occidente: que el acto bien
hecho obtenga satisfacción y el mal pene purgue y pague por la torpeza de su avidez
(avidya). Pero en occidente el acto que une atributos para engendrar identidades es
trascendente respecto a ellas, y esa trascendencia de la cópula produce angustia
ante la elección: intelectual o práctica, puede engendrar consecuencias moralmente
fatales sin que el procedimiento pierda la corrección en ningún momento, ni error o
fealdad ofrezcan una señal de estarse condenando para la vida siguiente -y
definitiva-. El peculiar sentido moral de Karma, por el contrario, hace que la cópula
impropia de un nombre propio con una fidelidad perruna o un gesto airado lleve a
ser aire o perro, reencarnación mediante, una y otra vez, con lo que la identidad
perfecta del Dios comediante que co-media en todos los papeles se torna carrusel por
el infierno y el cielo en un juicio universal instantáneo y multiplicado infinitamente.
Esa identificación de naturaleza y virtud hace que se esfume en el acto toda
potencia capaz de engendrar estados de cosas diferentes: sólo en la apariencia serán
estética es decir moralmente diversos universos. El hombre es ante Karma nadería
revestida por Maya evanescente, y mientras siga sometido a la impotencia y el deseo,
a la ficción del sujeto activo en el mar de las diferencias, como a sujeto pasivo que es
se le seguirá levantando o bajando, de ficción en ficción, sin saber quién le ha metido
dónde en qué quién ni por dónde se le va a sacar, impotente para aplacar la
necesidad que impulsa el interminable vaivén de Karma.
"Hay varios niveles, por debajo y por encima, que puede atravesar (el
alma) en el transcurso de su reencarnación, durante períodos de tiempo
fascinantemente largos, rozando las más altas variedades del placer y los
abismos más hondos del dolor, girando en la rueda del samsara durante miles
y millones de años"
Por contra, en una introducción tan breve como la nuestra hemos de
limitarnos a señalar como podamos que si ontología y axiología son una misma cosa,
Esa, la forma que a uno le toca produce eo ipso un juicio de valor que no puede dejar
de ser negativo ¿Qué valor puede tener otro que Lo Uno, si siempre será finito? Por
eso el brahmanismo hace de la necesidad virtud en sentido pleno: ante una
necesidad de límites sin límites, imposible de aplacar, pues visto desde Karma no
hay potencia que no se agote en el acto, surge la virtud como virtuosismo y
271
virtualidad. Virtuosismo en la interpretación del jibatman, que suple la ausencia de
toda potencia verdadera con el minucioso formalismo de las convenciones, y a falta
de otra cosa, Esa, al menos gana tiempo y abre un espacio de virtualidad, única
forma de historicidad pensable, que paradójicamente sólo puede ser el tránsito de un
tiempo ficticio a un sin tiempo real.
La problemática de Uno y Karma, en absoluto agotada por lo que aquí se ha
visto, también lleva al final a hablar del tiempo como siempre. Porque entre las
partes de Uno que sólo son figuradas, el acto prácticamente se identifica con la
cópula lógicamente, y ésta requiere tiempo: cadenas de proposiciones o gestos,
instantes o latidos. El tiempo entra en la cosmología brahmánica entre las
extremidades de la "y", cópula universal de las particulares, negativo del triángulo,
imposible figura del Absoluto tal como es posible verlo desde el interior de la
apariencia. El tiempo no se abre aquí en horizonte de incertidumbre de lo fáctico
sobre lo moral, sino fugazmente tan sólo para que lo vulva a taponar el siguiente
acto en que se realiza la apariencia porque se aparenta lo real. Esto dota de su
peculiar estructura cíclica a la Weltanschauung brahmánica, ya que en cada acto se
inicia y consume la epifanía del Uno en el Dos en un un dos tres que no adopta, sin
embargo, la forma de triángulo porque el tercero ha salido a dar una vuelta; un
tercero que no es otro que el mismo tratando de morder una cola que no es sino la
suya, la de sus actos que colean, otros, en Karma. Sino que adopta más bien la
forma de un círculo cuya persecución infinita e instantáneamente elongada de sí
mismo lo convierte por un instante en embudo o cono, antes de desaparecer en un
punto de fuga indesmayable, que es el que coge el brahmán pacientemente con las
agujas del tiempo. La historicidad por tanto aparece como hendidura fugaz en que la
cópula de los aparentemente contrarios desemboca en sujetos que se desvanecen;
entonces, es decir nunca siempre, por fin se hacen silencio, o lo que es igual,
brahman.
Y luego, es decir antes o al menos cuanto antes, vuelta a empezar.
**
271
II.- LOS ASCETAS DE TANKHARATASSA Y LOS ORÍGENES DEL BUDISMO
MANTAHYAMIKA
Es claro que el jibatman, presunta sustancia agente en un mundo
insustancial, oculta el nudo en que se paraliza una lógica de predicados aplicada a
una ontología radicalmente modal. Una confusión que encuentra paralelos
didácticos en las exégesis alejandrinas del argumento capital de Carnéades y en la
refutación kantiana del argumento ontológico. En el escenario que nos ocupa, la
insatisfacción con el virtuosismo brahmánico hizo surgir al pie de la cordillera del
Himalaya toda una escuela que se refugió bajo sus faldas a explorar sus propios
caminos de virtud: los ascetas de Tankharatassa.
Por el viajero sidonio Dionisio Catáfano, miembro del ejército de Alejandro
Magno, sabemos que "la mayoría rehúsan toda validez al lenguaje dialógico para
aclarar y transmitir el conocimiento, y parece que sostienen la tesis de Cratilo
[¿texto corrupto?] sobre la coronilla, en la que meditan durante horas"202. Respecto
a sus posturas lógicas, informa Catáfano de que "mantienen una notable opinión
sobre la cópula, así como sobre la disyunción o descoyunción que juzgan mera
consecuencia de aquélla, teniéndolas por formas en cualquier caso erróneas de
conectar atributos", puesto que "los atributos no existen fuera de la atribución", y en
otro lugar "no hay atributos si no son atribuidos". Sus técnicas yóguicas giran pues
en torno a un "hombre sin atributos" sorprendentemente próximo al de Musil en lo
que éste denomina sentido de la posibilidad, y aquéllos, los cuernos del caracol. Un
breve fragmento recogido en Plinio el Viejo nos informa de que a resultas de sus
prácticas de meditación "no padecen enfermedades y viven más de cien años", a lo
que el latino apostilla que "eso no prueba nada sobre sus tesis, pues ellos mismos
sostienen que cantidad jamás puede implicar necesariamente cualidad"203. Hay
algunos otros fragmentos breves sobre la escuela que no aportan nada aquí204.
1.-El acta de Shantalamuy
Para introducir al lector en las difíciles posturas gnoseológicas de los
ascetas, daremos un rodeo por el "acta de Shantalamuy", fragmento de un pleito
entre propietario y aparcero de un arrozal descubierto en 1926 escarbando en la
bodega del palacio del virrey Hillbaten. El texto, datado en 450 a.C., era ya conocido
desde antiguo gracias a las discusiones que suscitó otrora en las escuelas lógicas de
271
Madrás, Kurdalabad y Calcuta, en el curso de las cuales parecen haberse
desarrollado en suelo indostano las primeras tentativas de lógicas modales o
probabilísticas, más rudimentarias que las megáricas o estoicas pero no menos
sugerentes205. Pues bien, en el fragmento Hillbaten se encuentra precisamente una
de las figuras más citadas por los lógicos hindúes, con la que señalaba la
terminología jurídica de la época que la crecida del Brahmaputra no había
alcanzado al objeto de la litis: "la vana plenitud de las aguas".
No es lugar aquí para exponer el estado de la cuestión entre los
investigadores actuales206. Las discusiones que suscitó prueban la extrañeza de sus
coetáneos ante el uso profano de figuras reservadas a lo sacro y sus metamorfosis, y
acreditan la insatisfacción de algunos sectores con las paradojas del brahmanismo y
su toma de conciencia de las posibilidades de las figuras retóricas como paradigmas
de otras figuras y posiciones en sentido más literal.
2.-El vértigo del caracol
Haciendo balance, la historia diría de la escuela de Tankharatassa que
desempeñan en el monto sin piedad de la empresa filósofica un papel de cambio. Su
insistencia en la privación constante les lleva a descubir los riesgos de que esa
conciencia de una dualidad autosuficiente, en trance de aparición como demuestra
el interés por "la vacua plenitud", pueda volver a cosificarse en tercero remendón sin
salir de medio, haciendo del fin -que está enmedio- de nuevo remedio.
En esa perspectiva se mueve el trabajo de M.Facker y colaboradores (1987),
según el cual los ascetas establecen para la interpretación de la "vacua plenitud de
las aguas" lo que llama lógica sin predicados ni predicadores207. Según la autora, en
Tankharatassa sabían que la lógica de predicados predicada para la apariencia
encierra en su estructura axiomática a la altura del Gödell lo que llama "un
pseudooximoron, u oximoron de elongación infinita". Recordemos que el giro de
Karma no es exactamente circular, sino espiral en que cada sucesiva existencia se
acerca al hipotético eje de giro y a la vez se va elevando sobre el plano de partida, la
moralidad/materialidad aparente. Si desarrollamos esa trayectoria como volumen,
evidentemente obtendríamos la figura de un caracol como los que suelen aparecer
en los arrozales tras las crecidas del Brahmaputra, una concha que se eleva y
estrecha para rematar, tras un número mayor o menor de giros, en un punto.
271
Justo el que pretende ocupar el intocable, como señala E.Ness en su estudio
sobre la espiral y la serpiente en el "Lago de Kundalini" de Sakarlansha208. Vértice
de un triángulo al que viene a sumarse la tercera dimensión, volumétrica, de la
perfección moral (o si se prefiere, el eje axiológico), de modo que la superficie
definida por la horizontal (apariencia-materialidad) y la vertical (abstracción y
universalización de la apariencia) se pone además en rotación para generar un
cuerpo, Brahma. De tal manera el movimiento triádico no se desarrolla en un plano
solo -pongamos por caso la Historia como desarrollo de la Razón-, sino que siempre
es al mismo tiempo una de las infinitas posiciones o historias en el círculo de la
perfección moral, al que no obstante su tracción va obligando, a su vez, a elevarse
hacia la cúspide.
En tal "espacio" la identidad de un punto no viene dada como síntesis tercera
de dos términos antitéticos coordenados, sino como movimiento de deconstrucción y
reconstrucción simultáneas de "infinitantes infinitados", por emplear la expresión de
Facker y colaboradores; así se esquivan las antinomias que plantea de siempre al
logos la conexión entre la dimensión factual -donde a su vez la síntesis de concepto
y empiria quedó resuelta en Kant- y la axiológica, en donde paradigmáticamente el
mismo Kant reconoce un tajo insalvable para pegarle una tirita estética.
Discontinuidad que en el caracol sería cierta e incierta: cierta, porque nada en la
perpendicular del logos puede determinar el punto siguiente en el movimiento
frente-fondo, en el volumen moral de la acción; incierta, porque en ese rotar sin
certidumbre cada punto genera empero todo un plano perpendicular, una entera
Historia posible (compárese con la interpretación de Freud de la filosofía como
paranoia, y en particular con el impublicado caso Schrauber, donde se ve cómo el
pensamiento enloquece porque le falta un tornillo como el descrito, que se bloquea
por falta de práctica en su movimiento hacia la metanoia; y cómo Freud sucumbe a
su prurito científico al ofrecer como explicación y remedio a esa corrosión de lo
moral su célebre y complejo "tres en uno"209).
Hasta aquí todo sería compatible con la posición del brahman sobre la
realidad en la que está. Pero en la hipotética cúspide de ese movimiento el arrastre
rotatorio de lo moral se queda sin el contrapeso pendular de las formas que le tira
hacia abajo de lo que parecen atributos; sin la dualidad que lo convertía en vector
angular, de intensidad inversamente proporcional al recorrido, el trabajo moral de
erigir la apariencia en perfección pierde de golpe todo rozamiento, y esa erección
271
alcanza en un instante o punto una aceleración infinita al concluir toda resistencia
¿Cómo pensarse identidad, aun vacía, si desaparece el arrastre de lo moral que
sustituye a la tirita kantiana? El brahmán, concluye la autora, se muestra
finalmente impotente para concebir nada en ese punto final y eso demuestra que su
Uno no es Uno, sino medio, ya que el fin es sólo el instrumento. O sea, medio medio.
En esa tesitura Facker y (1988) colaboradores apelan a la interpretación que
los ascetas de Tankharatassa, antes incluso de la disputa de Benarés, hicieron de la
"vacua plenitud"; interpretación cifrada naturalmente en mandalas y posturas de
meditación, entre las que destaca la llamada "fuga del caracol". Antes de seguir,
expondremos brevemente la metodología empleada por Facker (69) y colaboradores
(88) para traducir esas formas sensibles a información textual.
Se trata de un modelo de simulación, llevada a cabo con un ordenador
invertido y sin acoplamiento de ninguna clase, para acercarse lo más posible a las
condiciones de meditación de esa escuela210. Tras un análisis de contenido de las
respuestas de la máquina a la instrucción "convierta en información secuencial el
icono 'vacua plenitud de las aguas` de acuerdo con los parámetros del sistema T", se
procedió a un análisis factorial y un contrabalanceo llevado a cabo por Facker y
cada uno de sus colaboradores separadamente, con bloqueo temporal de VC para
evitar variables extrañas, y finalmente se procedió a un recluster cross-country o
enlace transverso de campos semánticos. No cabría aquí examinar las técnicas ni la
fecundidad de esos trabajos; nos limitaremos a comentar brevemente los resultados
expuestos por Facker y supervivientes (89).
"Vacuamente el acuático colmarse", "en vano hincharse húmedamente" e
incluso "el colmo de la vacuidad corriente" son las conversiones de máxima
saturación semántica que Facker discute en detalle (IV.3, 4, 5a y 6c). Veamos aquí
las dos últimas.
Si los atributos sólo existen en la atribución y los modales en la adecuación,
no cabe un saber sobre el tiempo que no se sabe de qué estaría pendiente, a falta de
todo atributo ajeno; pero sí "modales consentidos", esto es, aquellos puntos del
sistema de experiencia -mandala o cuerpo- a los que sólo se accede con ayuda de
otro, so pena de romperse la figura en el intento. Si uno quiere realizar sobre la
materia corpórea el mandala, ha de dejala hueco en que se acomode hasta que a su
vez lo abra y dé; necesario para consumar la obra, todo esfuerzo por abreviar
señalándolo no haría sino cegarlo, "en vano hincharse húmedamente para llenar".
271
Ello evoca ciertos lugares oscuros de la lógica hegeliana en torno a la materia
como azar necesario en que se insinúan "otras necesidades" inexcusables, aunque
inexistentes. En todo caso, una consecuencia es que el asceta renuncia a toda lógica
de lo Otro mediante la cual se sueñe demostrar a Otro la necesidad de atribuirle a
Uno lo que Uno señala como suyo, su necesidad, lo que no tiene, poniendo en
marcha la espiral de la paranoia antes historia ¿Qué queda? Un continuo de
modales en que a lo sumo los hay huecos, normalmente donde más a menudo sea
presumida una identidad; huecos que aunque parezcan blanco de ausencia no son
ajenos al continuo en el que es posible -pero no probable por principiosintroducirse discretamente. O como reza la digitalización de otra figura de Suami
Valavanda Sinchapartala, "la probabilidad es probable, pero no se puede probar:
hay que probar"
Parafraseando a Faker y cola (88), ahí no cabe contradicción sino
modificación infinita, estando lo infinito por así decir emparedado en el mismo plano
que sus modificaciones. Otro tanto tendríamos que decir del "emparedado sin pan
carente de relleno", traducción de un mandala de Nayunara Singusa que presagia el
cuchillo de Wittgenstein. En todos esos casos, la figura retórica y la física dejan de
serlo por un instante para instar a mirar, apuntar a "algo más" y suprimirse en
cuanto se disparan. La dualidad es aquí principio sin fin de significado y de acción
que disuelve a la par las preguntas kantianas de qué puedo saber y qué debo hacer
en que puedo esperar.
Todo un cambio de acento metafísico, pues ¿qué antítesis cabe aún para la
lógica antitética? Otra lógica de lo Uno es inconcebible, una lógica de lo Otro, estéril
por onanista211. Eso llevaría a desenmascarar todo otro como uno (la astucia del
arrozal al dejarse superar por el río para devenir club de polo) o todo uno como otro
(el nietzscheano camello-león-niño que las prisas comprimen en camaleoñoño, o la
extinta ex-istenz heidegeriana). ¿Qué alternativa pensar a la alternancia y el
perpetuo meneo? Acaso ponerlo todo patas arriba para poner las cosas en su sitio al
sol, y que el "polvoriento metesaca de las estrellas" del Libro de la Desmemoria212
alcance de tan vertiginoso la inmovilidad en la apariencia para un pensador
impensable; que aparente y real, real y virtual, virtual y virtuoso vengan a concordar
en un solo de todo el conjunto trinando a dúo consigo otro, a ver si lo consigue, y se
escabulla el faquir gracias a un prolongado ejercicio de desprendimiento de sus
atributos por la fisura del ente, que él encuentra entre cualesquiera partes, antes de
271
que la pieza quede cerrada por un toque de triángulo, es decir, justo a tiempo, y no
antes ni después.
3.- Los cuernos del caracol
Por agotar la metafórica de Facker e ilotas (92) ¿no cabría que en el instante
culminante, en que lo posible y lo real convergen en el ápice realmente imposible,
posiblemente irreal de su concha, el caracol sacara los cuernos al sol? ¿Que se fuera
con su música a otra parte? Volvamos al relato de Catáfano:
"El mas anciano trepó por una roca como su madre le echó al mundo,
haciendo equilibrios sobre una angosta cresta que simbolizaba la virtud. La
peña en que se detuvo no tenía más de seis uitos de ancho (aprox. seis
palmos), colgada en el vacío y la luz. Allí enfrente, a tres pasos sobre nuestras
cabezas en la otra pared del barranco le esperaba una joven cubierta con un
fino velo multicolor. Los otros le llamaban Maya, pero no pude saber si era su
verdadero nombre o también le daban un sentido iniciático, pues los filósofos
-así les llama Catáfano- a quienes pregunté no hicieron sino reirse e
indicarme que mirara la escena.
Los griegos no lo creerán, pues son gentes dadas a la burla y la
impiedad, y ya me pasó así cuando volví al campamento: siguiendo la danza
de Maya el filósofo hizo girar su cuerpo sin mover los pies hasta formar una
espiral de dos vueltas completas, de manera que entrelazadas las piernas
como serpientes de Esculapio las nalgas ya miraban como los pies hacia
nosotros [texto corrupto, Diels propone "y a diferencia del vientre"] que nos
daba la espalda y la espalda nos daba la cara hasta dar en la cara que
miraba sobre nosotros con la mirada vacía [Diels: Entonces la muchacha] le
ofreció su virtud a menos de un uito de su órgano atrapado en la espiral de
los muslos... -Catáfano introduce una larga disgresión sobre Eleusis que
estimamos improcedente y concluye así:- esos recuerdos y esas ideas
ocupaban mi espíritu cuando en uno de sus bamboleos el órgano de la
muchacha rozó levemente la piel del filósofo, cuyos brazos surgieron de la
compacta espiral que formaba y se alzaron al sol en direcciones dispares
como los cuernos de un caracol, la danza de la muchacha se aceleró
igualmente y en sus giros no parecía ya sino columna multicolor en el hueco
entre los brazos del filósofo, al que de repente la erección de su miembro
desenroscó con tal violencia que se alzó en el aire no menos de dos uitos,
271
arrastrando a la muchacha y manteniéndose ambos suspendidos en el aire
no menos de cien latidos de corazón, sin que en todo ese tiempo llegaran a
rozarse. Una paloma salió volando del espacio que les separaba, cayeron
mansamente a la roca y desaparecieron. No había ponzoña en el agua, lo
único que se me permitió probar en todo el día, pues la saqué de mi odre. Si
había algún artificio oculto como en los teatros de Jonia, no lo sé; pero he
contado lo que ví aunque mi entendimiento no haya dado aún con la
explicación por las primeras causas [Diels: principios]"213.
No hay que señalar la analogía entre la concepción de la imagen arriba
expuesta y la imagen de la pareja puesta allá arriba ante los ojos perplejos del
Logos-Catáfano, que no puede sino sospechar un tercero oculto -la techné, el
artificio como código de la historia-. Baste recordar el fragmento conservado del
sermón del guindo o del despertar, de Valavanda Sinchapartala: "No habléis de
realidad con quien sospecha de la ilusión, pues ése es un iluso que aún cree posible
el desengaño. No sostengáis lo que habeis visto, pues se sostiene a sí mismo". En
este sentido, Rahasupura no hará sino llevar a sus últimos principios las primeras
conclusiones de Tankharatassa, incluyendo sus técnicas de desilusión o, por ser
más postmodernos, de tratamiento de la metáfora, que disuelven el mito de un
núcleo de verdad en los sentidos figurados de un campo semántico de arroz. Como
dirá Rahasupura, "sólo hay un modo de cosechar verdades: si mientes, a su tiempo,
en el lugar oportuno".
4.- El laberinto
Y esto nos devuelve a la última digitalización de Facker, "el colmo de la
vacuidad corriente". Si no hay potencia presunta ni durable, sólo mostrada en el
acto, hay que cuidarse muy mucho del virtuosismo, símil y simulacro uniforme de la
pluralidad de la virtud, en un sentido cercano al clásico "simio de similia curantur".
Pues la lógica de lo uno-mono termina en la paradoja de que siendo todo Uno le falte
una sola cosa en todas, la pluralidad de los sentidos que se vierte en tiempo y
espacio -estereo-. Así, la digitalizacion de una postura de Singusa asevera que "los
monos sólo se preocupan de su semilla"; al Mono todo que le preocupa es su
identidad, pero al tener que reproducirla mediante similia, el resultado es
necesariamente similar, no idéntico.
271
Esto es casi como decir que en la lógica del Mono la identidad es casi como si
fuera, pero no del Todo; que la metáfora, corrupta en símil, acaba en metonimia.
Pues al establecerse él como parangón, la dualidad de los sentidos se somete a una
meta externa, la propia operación de comparación. Pero entonces mal puede
evitarse que reaparezca la historia, en que la hendidura es medio apropiado por la
tercería que lo promete remedio. Ya no se da en modo alguno el salto hacia otro que
también es a su modo; el símil no afirma otro lo que es, sino, de lo que es, que es
otro, al final de la comparación o antes de ella. Es decir, que es como si fuera. Y así
pasa de nuevo al dominio de pasados no sucedidos, y así la hendidura de hipótesis
abierta en cada uno que es se realiza sin dejar de ser subjuntiva, y así juntarse ya
es sólo subjuntarse sub specie ajena, ya no enmedio sino en remedio que conduzca
al todo por las partes: la dolorosísima figura de la historia como metonimia.
Mas si ninguna forma canónica asegura la comparación, ¿cómo cabe
contacto entre las partes en que cada una pierda el sentido y resucite a los
sentidos? Perderlo ¿pero dónde? ¿A quién pasar el muerto, si no al otro? Lo que
pierde el sentido puede ser porque lo guarde dentro, o porque lo meta fuera. La
metáfora, aquí, se entiende en sentido literal: un verterse los sentidos sin garantía
de ser con sentido, al final, por otro. Pero esta postura de los ascetas, al
desmetaforizar
literalmente
la
metáfora,
la
cumple.
Comparemos
con
la
interpretación en que la metáfora se entiende metafóricamente como metáfora del
metaforizar en todo terreno, lo que lleva a su cosificación como máquina ideal de
explanaciones, deconstrucciones, y similares.
Cuando Sin Katardhinasa afirma que "brahmanes y parias queman igual
incienso ante Komosi", diosecilla marimacho y alcahueto del atiborrado panteón
brahmánico, alude a que pese a las diferencias en lo imaginado ambos tratan de
imaginar con garantías, esto es, de imaginarse cómo se imagina. Ambos buscan una
imagen del imaginar mismo, esto es, el símil, "ídolo incapaz capaz de casar por ello a
Shiva con Kali". El vacío en que todo acoplamiento cabe se corrompe en esa
imposible figura del figurarse, "la metáfora", vana plenitud delimitada en el espacio
del templo o de la casta abarrotados, completos y con cacahuetes, esto es, en
"vacuidad colmada" o "el colmo de la vacuidad corriente". Donde el flujo potencial de
los sentidos se vierte en un "fuera" que no es, claro, sino vacío interior a la sombra
del ídolo Komosi. Como el acto para ser con sentido ha de ser consentido, la plena
vacuidad del templo asegura a quienquiera el quien con quien sentirlo, y así,
aunque quienquiera crea la meta fuera, al creer sin embargo la pone dentro.
271
Y entonces ya es imposible que se alcance, ni con la mayor inteligencia, que
dentro sería sólo Komosi quien metiera fuera el quién fuera él fuera quien fuera
dentro, y aunque dentro fuera otro por lo que fuera, por que le fuera por lo que no
fuera, o bien porque no lo fuera, o bien por que no le fuera que se le fuera por fuera,
lo que es seguro es que no se sacaría en cuanto fuera dentro de otro lo que fuera se
prometiera dentro, dentro o fuera, allí donde fuera seguiría siendo como si fuera
dentro solo, y nadie, nada por más que se metiera sabría sacar otro fuera de lo que
fuera a no ser fuera, fuera de lo que no fuera; y como dentro es como si fuera lo
mismo fuera que es, aun si se fuera lo que no se es vendría a ser lo mismo que se
fuera como si no se fuera lo que se es, pues lo que no es o lo que es lo mismo fuera
no podría venir a ser a no ser dentro si no fuera, y dentro no es sino lo que es y no
sería si no fuera, con lo que dentro tampoco podría ser sino fuera, o sea, será o fué o
era, pero ser lo que se dice ser lo mismo vendría en todos los tiempos a un mismo
tiempo a no ser, pues, lo mismo si se es como si no se es, si no se fuera como si se
fuera Komosi se es.
Lo que nos devuelve a la paradoja parada de un tercero sin pareja que se
reproduce en todas: misterio de una casta en que Todo es concebido, Komosi, plena
vacuidad que se pretende Acto de la Potencia, donde pasado y futuro se presentan
en un imposible hecho, el Hacedor. Pero ya dice Singusa que "La falsa sabiduría se
agota en el hecho porque no lo hace en el acto. La verdadera yace en el acto porque
ya hace en el lecho". La falsa sabiduría son ecos en los huecos del templo, el birrete
o la tambura rotativa del prensamiento: la plena vacuidad, corriente continua que
no cesa de ser alternativa, consumida en figurarse otro desde el que figurarse una
aútentica figura, en figurarse alguien y con ello otro que no pueda dejar de acudir a
verse.
Redundancia de unas señas de identidad que señalan que son señas en
busca de otro en quien ensañarse, "las gradas del templo de Komosi son infinitas",
dice Valavanda. Nada raro, que cuando llegan a encontrarse en "plena vacuidad
corriente" estén ya agotados y sin potencia unos sentidos que ya sólo son propios
por ser apropiados; que así apropiado nadie logre alzarse imagen ni meta fuera de
mí mismo, se de por contento con el desvaído eco, y la meta nimia y sin dolor -sólo
con tiempo- le lleve al todo por las partes.
Precisamente de la historia así entendida como "caer de la higuera en higo
escuchimizado y nimio" pretendía escapar el fundador del budismo Mantahyamika
del que pasamos a ocuparnos.
271
*
III.-MANTAHYAMIKA: EL CAMINO DE LO RIGUROSAMENTE NECESARIO
1.- El despertar de Rahasupura
La identidad de Sivanaranda Paranriassa, de cuya extinción definitiva habría
de despuntar el Bodhisatva (más o menos "iluminado" o "perfecto") conocido como
Rahasupura, está bastante mal perfilada. Debió nacer en el 347 aC. en la pequeña
aldea de Dansopore, a unos noventa kilómetros al noroeste de Delhi, pero ya desde
su nacimiento se vió rodeado de señales y presagios de un carácter poco común,
pues no lo hizo hasta considerarlo oportuno, lo que habría sucedido durante la
estación de las lluvias del 346 aC. Digamos que su madre murió a consecuencia de
los esfuerzos del parto; que su padre, funcionario de casta inferior, se trasladó a la
siguiente estación con el pequeño y sus cinco o seis hermanos a la corte, donde
tendría que parar su familia mientras crecía, y también Sivanaranda; y que allí
tendría tiempo para educarse en alguna escuela brahmánica, corretear por los
templos y mercados de la ciudad, aburrirse o empezar a buscar un medio de
transporte y místico abandono de su identidad. Aunque no obstante, como
Paranriassa, se habría de demorar aún bastante tiempo en Delhi, y cabe imaginar
que decepcionado ya de las voces que anunciaban, en las diversas vías de
liberación, una salida hacia el norte de sus ansias.
Si su padre hubiera muerto en el 328 aC., el joven no habría tardado
entonces ni un año en abandonar definitivamente Delhi y dedicarse, los diez años
siguientes, a peregrinar por monasterios y lugares santos, recibir enseñanzas de los
gurús más venerados y formarse en el Vedanta, el Yoga y las doctrinas budistas en
proceso de expansión, además de efectuar al menos un viaje lejos de la península
indostana. Pues en el Milindapaña cuenta Nagasena que el rey griego Menandro lo
interrumpió en sus esfuerzos por expresarse tras un copioso banquete "para
convencer al rey de que la reencarnación puede darse sin presencia de un alma real
hasta alcanzar al cabo el nirvana, momento en que cortó mi discurso y objetó: pero
en tal caso, mi querido Nagasena, tendremos que aceptar la hipótesis de vuestro
Paranriassa, cuando discutió con los perros de Sínope la inutilidad de la quietud y
del movimiento para alcanzar la sabiduría"214.
Así, Paranriassa debía de ser un virtuoso en casi todas las sendas de virtud
cuando regresara, hacia finales del siglo IV aC., a la corte de Murtalpindi, para
permanecer allí siete años en que medite sobre la confusión de los tiempos y los
271
modos. Su fama habría llevado al rey a elevar un ala entera de palacio para
albergarle junto con toda clase de sabios, además de ponerlo al frente del proyecto
de escuela regia y de la educación de su heredero. No sin que la prosperidad
mundana de Paranriassa desatara los lazos de la intriga a espaldas de la hermosa
concubina del rey, su protectora Dalyhkaya, cuya reiterada solicitud de los servicios
del maestro, practicados según costumbre docente en sus aposentos, acabara por
despertar en palacio tales rumores que llevaran a todos a sacar del hecho evidencias
al parecer irrefutables de baldón. Se dice que el proceso lo llevó a un hondo
desengaño de la falsedad de las letras y la confusión del entendimiento, y el
destierro, a las faldas del Himalaya, donde entró en contacto con los ascetas de
Tankharatassa. En cuanto a Dalyhkaya, se habría sumido en una profunda crisis
espiritual
hasta
recluirse
en
total
mutismo
en
una
comunidad
budista
Mantahyamika, tras abrazar también el cuerpo doctrinal de su fundador.
La iluminación de Rahasupura sigue contando como única fuente con las
leyendas transmitidas oralmente entre los escasos practicantes del budismo
Mantahyamika en la actualidad. Aseguran que entre el 307 y el 304 aC. Paranriassa
se retiró al monasterio budista de Marasmauamy, donde alcanzó el despertar al caer
de la tarde a la sombra del guindo. Y que tras levantarse abandonó inmediatamente
el convento, ya como Bodhisatva Rahasupura, y acabó de empezar su camino.
2.- La discusión de Benarés
Con frecuencia se ha querido emparentar a Rahasupura con la escuela de
Nagarjuna. Aunque puedan establecerse afinidades entre las escuelas Madhyamika
y Mantahyamika, basadas sobre todo en
lo equívoco de las palabras, la
desconfianza hacia el lenguaje y otros rasgos de escepticismo intelectual, la función
asignada a la lengua en la liberación de las formas y el papel del cuerpo en la
meditación descansan para Rahasupura sobre bases rotundamente fisiológicas,
imputables a su formación en Tankharatassa.
Esto explicaría también la consideración del Mantahyamika como mera rama
de ese budismo tantas veces traducido tan traidoramente como tantra -en realidad
la fonética más adecuada al pali es "tentra"-. Pero habría que ignorar el hecho de
que en el tentra el cuerpo es símil y sinónimo del Bodhi, lo que habría de constituir
precisamente el punto crucial de la llamada "discusión de Benarés" entre
Paranriassa, en vísperas de su despertar, y el famoso rapsoda Sakarlansha215.
Según este furibundo defensor de las posturas del tentra, se podría hacer coincidir
271
la potencia con el acto en todas las modalidades, bastaría con que sobrara el
tiempo. Según Paranriassa, "hay mahas -magnitudes- que pueden ser muy bien
parecidas sin tener por qué ser dobles", esto es, sin que su parecido lo establezca la
comparación con cualquier segunda cosa. Penetrarlas una por una en el intento de
alcanzar el todo hace aparecer en toda su nimiedad al organon humano del saber,
pero al mismo tiempo es el acto de valor que descubre el valor en el acto, o sea, una
verdadera homonimia de cada quis quid consigo mismo. Lo otro es ilusión de
simionimia, que aun reconociendo su nimiedad pretende mantenerla entre acto y
acto sin ver que, aun dejando a un lado los atributos, la mínima prolongación de
esa nimiedad ya es ganancia que se debe al hueco ajeno, a la ausencia de otro. Esto
es, lo que significa literalmente la metonimia para Sakarlansha: una inversión en
tiempo, que gana el todo partiendo de las partes, pero sin moverse de allí. Es lógico
que en las técnicas del tentra no se llegue a difundir, sino sólo a confundir antes y
después y dentro y fuera, pues que fuera dentro lo que fuera no implicaría que
antes fuera después, sino sólo similar, símil y simionimia216.
Por
contra
Paranriassa
funda
su
argumentación
en
limitar
a
"lo
rigurosamente necesario" la doctrina budista de "la vacua plenitud del correr que se
corre a sí mismo" (sun-yatá). En términos más accesibles a un occidental, es la
misma discusión que opone la interpretación según la cual la articulación de lo
inconsciente sólo es accesible mediante una semántica árborea, enraizada en la
trilateralidad edípica como metáfora fundante en que se enfunda toda metonimia
posible, a aquella otra que plantea una semiótica rizomática como única vía
hermeneútica de mostración de la descentración de los significantes con respecto a
un significado que es tan sólo el sueño metonímico de una metáfora que
metaforizara el metaforizar mismo en otro y otro metaforizado217.
Ésta última tesis se aproxima, es obvio, a la tesis de Nagarjuna cuando
afirma que "lo absoluto no es una realidad contrapuesta a otra, lo empírico. Lo
absoluto visto a través de las formas mentales (vikalpa) es fenómeno (samsara).
Éste, liberado de las formas mentales de segundo grado (nirvikalpa), es lo
absoluto."218 Sólo que donde Nagarjuna -y tras él una larga serie de prácticas que
llegan hasta el koan japonés- entienden que la lengua que crea la confusión en las
partes por querer entenderse éstas literalmente debe ser la misma que las resuelva,
y que por tanto esa lengua ha de entenderse en los términos del problema que
genera, esto es lingüísticamente, Rahasupura entiende que la lengua que lía y la
que deslía han de desligarse para no liar más la manta. De ahí la figura del
271
"vanaprastha nirduhkha", lengua vagabunda en el bosque que detiene la angustia,
hito que marca el despertar de Rahasupura.
3.-Mantahyamika (el camino de lo rigurosamente necesario)
Lo que era ya el germen de su doctrina se formula aún en su "sermón del
peregrino", pronunciado según la tradición al abandonar desterrado el palacio de
Murtalpindi: "Nada precisa el amante para reunirse con su amiga, salvo carretera y
manta". En el devenir que es la carretera de Delhi al norte, atravesando fértiles
recuestos y amenos campos de arroz inundados de caracoles, la manta que es lo
que une a los amantes los tapa a la vez que borra sus figuras y apariencias, pero es
fácilmente transportable, jamás es ella la que se reproduce, y además no tiene
mamporreros con caballo ni eunucos sacristanes conturbantes.
Nada de palabras, sino a lo sumo, versos y mantras. Y aun eso porque es
como si la lengua tejiera y tramara rítmicamente algo que oculte. Paranriassa ya era
partidario de no meter la lengua donde nadie la llama. Y donde los sujetos se
desvanecen ¿cómo iban a llamarla? Así pues, si la lengua crea problemas es su
problema. No queda sino dejar vagar la lengua huyendo de la lengua por los
ensortijados bosques de la apariencia.
De ahí que tras su iluminación la práctica de Rahasupura se vuelva algo
verdaderamente único, de lo que no se sabría ya cómo encontrar símil en la historia
del Logos: pues para liberarse de la apariencia no apareció jamás, y el mamporrero
mayor fué degradado para disgusto de la reina. Y lo que es más, liberado por
completo de la plena vacuidad de la existencia, en realidad no existió nunca.
*
271
NOTAS
271
FALÓFANES DE CEFALEA
Redactado en 1992 o 93, este texto se encuentra acabado en dos terceras partes, que el
autor llegó a hacer circular en copias limitadas; la tercera sección está formada por
fragmentos comprobados pero de ubicación desconocida.
1.
Epístola 30, cit. por C.J. de Vogel, Greek Philosophy, vol.III (período helenístico), Leiden
1959, p.37
2.
Safi ad-Din, Kitab al-adwar, hrsg. H.Klinger y B.E.Tönnen, Berlín y Munich 1904 (en
adelante, KA); p.46.
3.
"Un santo varón de cabeza rapada, vestido con túnica de lino, inteligente, que hablaba
un griego no muy puro, de elevada estatura, chato, de labios gruesos y piernas algo
flacuchas”, según la descripción que de él nos dejara Arígnoto en su diatriba contra
Musarión, Reth.Graec. XII, 75
4.
En este precioso poema de un ritmo prodigioso, tradicionalmente conocido entre
nosotros como Checheché -"pocha chumbera que el hacha anhela" es su comienzo en la
traducción canónica de Florentino Llorente, La poética helenística, Daniel Jorro, Madrid,
1925-, el joven autor aprovecha el clásico tema del sueño de Epiménides para mostrar su
dominio formal, especialmente en la descripción de los sueños y el contraste con la
realidad; en la que Epiménides al despertar encuentra forzadas y mustias su casa, su
huerta, y la chumbera de su mujer, vieja y arrugada.
5
Mil en la municipal y cinco mil en la imperial; cfr.A.Vicent y P.Hernot, "Des sources
rethoriques",II, Ed.du Midi, Narbonne
1968, p.XXXV. Sobre Libanio y Sopón, pgs.77, 107 y ss.
6.
7.
Id.,IX,1923, p.71 (Flavio Prepux, IV); E.Arístides, en Reth.Graec., XII, p.97.
En una carta de Herodiano a Priscilo, vid. Feigenhand,L., "Altchristliche Stücke", ed.
Unitas Christi, Würtenberg 1923, p.179
8.
El error se origina al parecer en una transcripción bizantina del siglo VII, por la
evolución fonética del griego que viene a facilitar el juego ya contenido en el propio texto
entre "etaira", hetera o compañera, y "eteros", lo otro, lo diverso. No obstante, aquí la
seguiremos por ser la denominación mayormente aceptada, en lo sucesivo abreviada
"PH".
9.
Según relata Melanio (PH 108 y ss.), se trata de un rétorico ambulante a quien la
pelirroja Ampélide acoge en un lupanar como aquél en que se produce su propio relato.
Tras diversos enredos, la fogosísima y rubia Báquide se lleva al orador a la bodega, de la
que horas después éste emerge extenuado, ebrio, exangüe, enfermo y enmudecido: las
"imperiales pestilencias" que la noche anterior dejara en Báquide un cuestor galorromano
le han provocado una infección que inflama su lengua casi hasta asfixiarle. Los cuidados
amorosos de Ampélide salvan su vida, que no su virilidad ni la muda de su voz en una
atiplada, inútil para los discursos y "apta sólo para acompañar los tañidos de Ismenodora
la beocia en los banquetes de Clonión el sordo" (PH 117) Finalmente el rétor se queda de
10
271
eunuco en el lupanar, donde más adelante tiene ocasión de tomar tajante venganza en el
galo, cliente asiduo. Así, "barbarie y retórica se suceden entre unos mismos labios" (PH
125), como comenta Timócrates para quitar hierro a la indignación de Mausolo por el
relato.
11.La
primera interpretación se encuentra en Albania Grosaise, "Coupure et futur: la
décentration de l'homme-phalus aux mistères de la Sibelle", ed.Mardi, Cumas 1989, y
Kurt Glied, "Fall des Vögel eins: göttliche Zentrum und Kreis der Zerstreuung in den
Mythen des Menschen Flieges", Akten, XXVII Congreso de Socioantropología Aplicada a
la Aeronáutica, Peenenmünde 1992; la segunda interpretación en Fernando Gomaraes,
"A llapia da morte", R&P eds., Cascais 1980.
12
Filóstrato, op.cit. 76 y ss.
La castración es cuestión a la que el hermeneuta no sabría permanecer ajeno, aunque
en tales asuntos no quepan sino tanteos a ciegas, pues toda hipótesis se enfrenta en ellos
a una paradoja: lo que la apoya es, manifiestamente, una suposición que sin embargo
permite que se formulen por otra parte proposiciones atractivas y en principio
plausibles. Así, el atractivo de lo propuesto depende de la ausencia de lo supuesto,
paradoja ya señalada en el propio helenismo. Cfr. B.P.Reardon, "Courants litteraires
grecs des II et IIIe. siècles a.JC.", p.1971, p.245; Luciano de Samósata, "El eunuco y
Demonacte" 12-13;Sobre las relaciones entre sexo y oratoria, C.Mannonani, "Castrum et
castration: des origines symboliques du miaulement jouxte le chateau dans la literature
du Moyen Age", Revue Psychoanalitique DCCXVIII, 45-123, París 1970; C.Appon, "The
cut-in and his precedents in the Rhetoric", en "Seven Essays on Burrough's system of
literary composition", J.of historical Critics, Pennsylvania U.P., Unuk Valley, 1993;
W.Schneider, "Griechischer Abschnitt", Hellax Vlg., Kurzfürchterdame Vlg, Berlín 1967.
13.
"La enomaquia", cit. en Libanio, Morapio y Sopón, Rhet.Graec.XXXVI, p.345 y 476,
XXIX, p.415; véase también una referencia en el estudio previo a "Dos comedias antiguas,
puestas en lengua española y criticadas(...)" del padre Nina, Federico, Haro 1886.
14.
15.
Cf.F.LLorente, loc.cit., p.235
El texto es conocido en la bibliografía por "Los huevos de Clonio", a partir del
fragmento mejor conservado. Clonio es el marido de la anfitriona, cuyas aficiones
estéticas que detesta le han llevado a refugiarse en su granja con las gallinas, donde pasa
sus horas tallando cuernos para hacer candiles. Cfr. Reardon, op.cit., 357 y ss.
16.
Entre las traducciones figuran textos de Numenio de Apamea y Celso, así como de
Basílides, Carpócrates y otros gnósticos; como obra propia, no podemos dejar de
recordar el divertido De Originis Sincope y el breve De impotentia traductionis, posible
embrión del Perì idiotès que hoy sólo conocemos por una alusión marginal a Doxópatres
en Lucio Agrícola; cfr. Reardon, op.cit., cap.15, quien recuerda la influencia de la escuela
en Plotino, R.Thorpe y M.Aumont, loc.cit.
17.
"In sacula saeculorum velut in imo ventre parva lingua copiosa tempora mutavit...";
del texto griego, así como del "Panfilía panfylés" que se cita a continuación, hay edición
española en "Diatribas y sátiras alejandrinas", Gredos, Madrid 1990.
18.
271
En el "Praemissum post facto" sostenía Falófanes que por tratarse "praefectum" del
participio de un factitivo, es más, del factitivo por excelencia, al traducir ese cargo al
griego debían existir al menos tres formas adjetivales derivadas del "prostatés". Por la
primera, pasiva, el "factum praefectum" tendría que ser necesariamente "prostático" al
referirse a sus atributos y en general a su ser estatuído. Por la segunda, activa, las
personas o cosas en que están recayendo las acciones del "praefectum alias faciens" están
siendo "prostatuídas". Y por fin, como atributo de cosas o personas relacionadas
permanentemente con él, se impone el calificativo de "prostatutas" para personas y, en el
caso de sus cosas, al ser la contracción inevitable, "prostatas".
19.
El dato aparece en un comentador de Plinio el Viejo, Abúlides Tefeo, al mencionar las
propiedades de ciertas plantas de la ribera del Nilo (Act.Alx.VII, ff.67)
20.
Así, Quintiliano, "Nihil enim rerum ipsa natura voluit magnum effingi cito" (De
oratore, 2) o Plinio "Numerus horarum comparatur, ubi quaeritur pondus" (Historia
Natural, III, 21)
21.
Por ejemplo, una acantosebácea que crece en el Alto Nilo, la Priapia ortogonadalis, aún
se usa hoy en programas de investigación ya que sus componentes fosfóricos permiten
orientarse o seguir un rastro en la más completa oscuridad. Precisamente ésta es una de
las plantas mencionadas por Abúlides, vid.nota 22.
22.
Nutte, S.von, "Tügender Jugender im Alter", Altstadt 1990, en especial el último
capítulo, y Rostand, E. "Epilogue ancien", Bordeaux 1902
23.
PI, Proemio; cit. en "Documentos para una doctrina católica de la sexualidad", Joaquín
Condón O.P., Ed.Sígueme, Salamanca 1947
24.
Al que se alude en el proceso contra Otloh de Saint-Emmerdand, Bib.Nat.París, legajo
17.532; sobre el texto de Pedro de Auriol, S.Shwayder, "Modes of Referring and the
Problem of Universals", p.165 y ss, Taikon Press, Tomahawk Cnt., Utah 1961
25.
Sobre la edición veneciana, de editor desconocido, está probado que Aldo Manucio la
usó como material para su "Dicta notabilia, sive illustriores sententiae ad excolendos
mortalium et vitae recte instituendas [etc], Venetiis, ad signum Sepei, MDLXVII". En
cuanto a Valdés, vid. Guillermo L.Guitarte, "Nuevas observaciones sobre el diálogo de
las lenguas", Filología, XIX, Buenos Aires 1978; la observación, correspondiente a la p.135
de la edición de Cátedra, Madrid 1990, utiliza dos citas de Luciano con igual
transcripción y orden que los "Dicta..." de Manucio, lo que permite inferir que tuvieron a
la vista la misma fuente.
26.
La traducción de Klinger aparece en H.Stumpf,Leipzig 1885; véase asímismo,
Klinger,W.,"Das Grundprinzip der altarabischen Qasidah in der musikalischen Form
äegyptischer Volkslieder", Ph.D.Dissertation, Univ.Halle 1884; T.Tönnen, "DerBegriff des
maqam in Ägypten.Beiträge zur musikgeschichtlichen Forschung", vol.I, Teil II, "Die
Überlieferung der helenistichen Musik", Leipzig 1896; ha de mencionarse el "Kitab almusiqa al-kabir", de Abu Nasr Muhammad Ibn Tarhan al-Farabi, Al-Iskandiriya 1954,
que dedica una breve mención a nuestro autor en su repaso a los orígenes de la música
egipcia.
Los fragmentos de la obra procedentes del "Kitab..." se citan KA; los demás, PI,
salvo los que pueden adscribirse con certeza al "De miseria...", que aparecen como DM.
27.
271
Un catálogo completo de los textos de Falófanes está aún por realizar.[N de los Eds: Lo
más cercano es el de Poch y Bayón, lamentablemente inconcluso por desaparición de uno
de sus autores; las notas estenográficas se han publicado en Ed. de Labache, Donibane
1998; a él remiten los números de cada cita]. Hay que mencionar las relaciones de Spürer,
W., "Alexandrinische Redekunst", vol.XXVI- "Bibliograpische Verzeichniss", y BottomRose, F., "The spring of Alexandria: a Study on the helenistic Rethorics", a las que
remitimos al lector. Se ha de citar también la obra de D'Erlanger, Barón Rodolphe,
"Racines de la poésie populaire traditionelle chantée au Proche-Orient arabe", vol.V,
Egipto, Librairie Orientaliste Paul Geuthner, París 1948, que si bien omite muchas de las
obras mencionadas por los autores anteriores, recoge la totalidad de los textos conocidos
sobre declamación teatral, métrica lírica y dramática y gestos en la oratoria. Hay un buen
resumen de la investigación sobre Falófanes en B.Albetto y T.A.Artaglia, "Un sécolo
d'investigaziones filologica nella rettorica alessandrina", ed. R.Mutti, Firenze 1954, así
como en Review of Rhetorics and Political Values XXXII (1986), Univ. of Princeton
(Series of Selected Bibliographical Issues).
28.
Aquí cabe ese fragmento de resonancia heracliteana citado por Safi, "Nadie escribe dos
veces la misma tinta" (y no "con la misma tinta", como traducen Peter Leikan y D.Lancre,
"The Classic and the fragments", Fractal XII (1990), p.17). Sobre los aspectos gráficos de la
escritura, en especial la jeroglífica, vid.O.K.Hondoro, "On simility between sintoist and
hyerogliphic conceptions of graphics", Ashido:Rev. of Comp. Dessign, III, Oku-Nueva
York 1991
29.
30.
Cit.en Feigenhand,p.186.
Algunos intérpretes y copistas han entendido desde antiguo "euné", porqueriza,
aunque esto no altera mucho la situación; por razones de concordancia oukós se
convertiría en ekós, y el eunekós intelectual pasaría a ser un eco en la corte, es decir, una
señal acústica difusa en un establo de cerdos. Ello encaja con el uso de la expresión
"homo proporcio" para quien sabe "disponer porciones lógica y racionadamente" (DM,
II,16)
31.
32.
En Feigenhand, p.269
33.Reth.Graec.,XXVI,
p.75
"privates Termin", en la obra imprescindible de M.Arlen y Dietrich Engelblau, "Erotik
und Wer Macht: der Begriff des Angriffs und die Frage des Subjekts in der griechischen
Dialektik", Friedensverlag, Berlín 1938
34.
35.
Juvenal, "Sátiras" VII, Espasa Calpe, Madrid 1965, p.79
"Ingenio vivo, desvergonzada audiencia, parloteo pronto y más torrencial que el
de Iseo... díme, ¿quién crees que es un griego? Nos ha traído consigo un hombre útil para
todo, gramático, orador, geómetra, pintor, masajista, augur, equilibrista, médico, mago,
todo lo conoce un grieguillo hambriento", Juvenal, loc.cit.,III, 29-30
36.
37.
Reth.Graec. XLI, 65
En griego, envidiar, encandilarse, quedar fascinado. El adjetivo "bascanos",
maledicente o envidioso, sufre alteraciones en el Bajo Imperio, apareciendo formas como
38.
271
"bascanes" o "bascones" cuya utilización como gentilicio sigue siendo muy discutida. Se
ha sugerido por ejemplo (Niloseviç, 1991) que "balcanes" pudiera haberse derivado del
mismo como corrupción, lo que desde luego coincidiría con el origen ilirio que Falófanes
asigna al comerciante; otras hipótesis clásicas al respecto, en Arana y Goiti (1897).
39.
Luciano de Samósata, "El sueño, o vida de Luciano", Planeta, Barcelona 1988, p.183
40.
Juvenal, loc.cit., VI, p.59
41.[N.de
los Eds.: es ésta una nota mecanografiada cuya autoría es dudosa, acaso
correspondiente al trabajo de un doctorando sobre Heidegger] Expresado en un lenguaje
más accesible, la figura del pontifex pontifactus expresa la conversión de la Ver-mittlung
en Er-mittlung: la mediación pasa de actividad pontifical a hecho pontificio, esto es, de
media acción a acción completa y consumada. Esto se apreciaba ya en la transformación
del diálogo socrático en monólogo diálogico del dictador filósofo, luego imperator. En él
el acto ilocucionario, que siempre es medio acto como todo acto a medias, se completa en
sí y para sí haciendo que se le incorpore, como accesorio, el receptor fuera de sí,
condición lógica de todo interlocutor convertido en locución. Corolario inevitable es que
el interlocutor así locutido se deshaga de cuanto interfiera en su ser proferido, es decir lo
que se refiera a su cuerpo, que prefiera librarse de ese muerto potencial y se ponga como
una fiera hasta que lo confiera a otros, de los que ya sólo sepa por conferencia,
precisamente, mediante ese verbo locutor o telephonós teleologós, el que sabe del telele.
Ello puede lograrse ya por vía erótica, o jo lines, ya thanática, o vermis in pace, aludiendo
en ambos casos al definitivo matar el gusanillo. Por eso afirma Falófanes que el
pontificado, "cópula universal entre vivos y muertos", produce "copiosas floraciones y
desfloraciones de mártires y putas".
42.Juvenal,
43.
loc.cit., III, 30-31
Luciano, Diálogo de las putas,8.
"¿De qué os escandalizais, cabezas huecas, mejor dicho, borregos del foro, o más
exactamente, buitres togados, por que ahora los jueces trafiquen con sus sentencias (...)
cuando un juez campesino designado por el mismo Júpiter ya se dejó comprar por el
precio de las bajas pasiones, desbaratando de paso su propia estirpe?" , Apuleyo, El asno
de oro, Clásicos para todos, Madrid 1990, p.148
44.
45.
Juvenal, loc.cit., VI,p.62
ABENJAMÁS
46. Redactado en 1994 o 95, la dedicatoria confirma las comunicaciones personales según
las cuales era éste el único texto que Poch daba por acabado; además, cuadra
perfectamente con el carácter de este estudio, el más cercano al escritor entre todos ellos.
47. E.García Gómez; del abultado volumen de ejemplos, destaquemos "la adelfa y la
avispa", la famosa qasida de Ibn Zaqqaq. Salvo mención expresa, todas las citas poéticas
son traducción propia.
271
48. La noticia se encuentra en la Takmila de Ibn al-Abbar, quien la toma de fuente
desconocida a través de un texto puente de al-Qantari.
49. Sobre la identidad del Abenalfarax de la Crónica General (Iª Crónica General, p.578b)
e Ibn `Alqama, véase E.Levy-Provençal,"La toma de Valencia por el Cid". El texto está
extraído de su "Exposición clara de la calamidad oprobiosa", crónica de la toma de
Valencia por el Cid recogida por Ibn `Idari, al-Bayan al-mugrib.
50. `Abd al-Malik ibn Razin, 1058-1102
51. Primera Crónica General, p.586 b
52. Nati Ariel (Quelques mots encore sur le Cantar de Mio Cid, Bulletin Hispanique XC,
pp.86-89) niega esa estancia en Albarracín, argumentando que difícilmente hubiera
podido permanecer al menos dos años en una corte que pechaba al Campeador alguien
que le fuera francamente hostil. Desgraciadamente, la sociedad política de que gozaban
los hombres del siglo XI no alcanzaba ni de lejos el canon de estabilidad de un
departamento universitario francés; de modo que cualquier corte de taifas, y más aún las
minúsculas como la de los Banu Razin, tenía que reservarse siempre alguna carta en la
manga en una situación que podía dar un vuelco de la noche a la mañana, y en la que el
proscrito de hoy podía ser el visir que mañana enviase el poderoso sultán o el astuto rey
de Castilla. Que Abenjamás permaneciese en la corte de Albarracín o de Molina a título
de huésped o de prisionero son cosas que pudieron ser verdad simultáneamente, en un
momento en que la lógica de Aristóteles y su principio motor, el de no contradicción, se
convertían en objeto de gran curiosidad para los intelectuales supervivientes. La
supervivencia de los últimos andalusíes, si los habitantes de la frontera lo eran, dependía
precisamente de que el intercambio entre ser y no ser para ser lo contrario fuese tan
fluido como reversible, de modo que juramentos y traiciones constantes, aceptados como
parte de la supervivencia al mismo nivel que la ingesta o la excreción, establecían en la
práctica una lógica diferente, más bien dialéctica, en que la doble verdad no significaba
sino una redoblada posibilidad de mentir, y así de seguir en la vida, definida por tanto
como el "continuo escapar y verterse de un ser en otro a través de una frontera de
constante devenir", frase que corresponde a un secretario de cancillería que además
escribía obras metafísica, Ibn al-Sid de Badajoz.
53. No aparece en al Humaydi ni en al-Dabbi; Ibn Bachkuwal le menciona como
geómetra y jurista, autor también de "algunos cantares populares", y recoge dos zéjeles;
Ibn al-Abbar, el valenciano, le hace autor de una maqama "famosa por su exageración
del artificio literario" y de "algunos poemas en árabe", precisión que permite suponer
conocida su autoría de otros en distinta lengua; en Ibn al-Jatib, en cambio, aparece
mencionado indirectamente, a propósito de Ibn al-Sid, como "geómetra dado a
especulaciones pitagóricas y místicas que le llevaron a fundar un círculo sufí".
54. cit. por Ibn Jaqan
55. Ibn al-Jatib, Prolegómenos, I, 267, ed. de Beirut 147, de Cairo 128
56. Ch.Lud., Cod.B.N. XII,$4.
57. Ibn al-Qama, p.147.
271
58. Quizás con la única salvedad de Al-Mutamid, el poeta rey de Sevilla, cuya memoria
defendió públicamente al menos una vez en la Valencia ya ocupada por los almorávides,
de ser cierto lo que afirma Ibn al-Abbar en op. cit. 42, 17 y ss., precisamente por haberse
"revestido de coraza y no de pluma para defender reinos de tierra y no de aire".
59. Y a la vez, "literado", o sea también "letrado", para traducir cabalmente el equívoco
del original.
60. al-Jowayni, Kitab al-Irshad, Sobre el trono de Dios.
61. Averroes, Gran Comentario, lib.II, 45
62.
Una de las razones obvias es la ausencia de una ortodoxia como la que representa
la jerarquía eclesiástica en el catolicismo. Así por ejemplo, Averroes sostiene contra
Avicena que son análogos el concepto de ente, la noción de causa y la de principio
aplicadas a Dios y a las criaturas. [Compendio de Metafísica, trad. Carlos Quirós, Madrid
1919, lib. II, n.1-3, lib.III, n.72, lib.IV, n.36] y en general todo nuestro conocimiento de las
cosas divinas[lib.IV, n.48]; la equivocidad, bi-stirak al-ism, señala el límite de antinomias
a partir de las cuales es necesario creer (doble verdad). Los mutakallimun por su parte
conceden a la analogía un campo más amplio. No faltan chiítas o sufíes sumamente
propensos a la visión de otros sentidos que se han ocultado a los sentidos (Al Zaylusi,
Ibn Uard), ni por contra literalistas notables por su inquina en zaherir a los partidarios de
la interpretación alegórica, (como el zahirí Ibn Hazm). Descartados los extremos
concebibles, a saber, univocidad y equivocidad completas, es decir, que todo el texto ha
de de entenderse en sentido propio, o bien todo en sentido figurado, queda un abanico
de escuelas interpretativas a las que diferencia la amplitud concedida al ta'wil, la
hermeneútica sacra.
63. El lugar de esa preexistencia ha de ser, lógicamente, el propio texto, al que se viene a
añadir así un más allá que añade a lo llano del texto una profundidad indeterminable a
priori, lo que encuentra explicación obvia con sólo aceptarla equivalente a la intención
divina. (cita Abentofail) Directamente vinculada a ese supuesto está la introducción en el
texto del tiempo profano o real, definido simplemente como aquél en el que la
interpretación se produce. En efecto, si entre el literal y el figurado hay un
desplazamiento de sentido, eso significa que hay un espacio común en el que tal
desplazamiento se efectúa, y en consecuencia, la relación metafórica pasa a entenderse
como viaje o trayecto que exige, claro está, un tiempo para hilvanar los dos o más puntos
en su discurrir.
Pero supongamos ahora por nuestra parte que determinadas circunstancias
ahondan la distancia entre lo sacro y lo profano, hasta el punto de proclamarse la
incongruencia mutua. La trascendencia absoluta del sentido propio, figurado, respecto a
las figuras en que se expresa trae como consecuencia que, de una parte, el sentido propio
escape definitivamente a toda posibilidad de figuración, lo que no deja para alcanzarlo
sino la vía del éxtasis, o salida del espacio de la figuración: acaso sea posible
contemplarlo, pero no figurarlo, acaso mostrarse, pero no decirse. Por otro lado, la
desaparición del sentido propio del campo de la figuración hace que en éste todas y cada
una de las figuras sirvan como punto de partida para un número de desplazamientos
estrictamente indeterminable.
[Cabría la tentación de definirlo como infinito menos uno, con lo que la
combinatoria sería infinito menos uno entre infinitos puntos tomados de x en x, siendo x
271
un número indeterminado que oscilaría entre dos e infinito. Pero ni aun eso es cierto,
puesto que la relación de una figura consigo misma también constituye un trayecto, su
trayecto mínimo de sí misma a sí misma: así, es evidente que nada impide a "rosa como
la rosa" ser un desplazamiento literariamente tan válido como "rosa como la aurora". Lo
que desemboca en consecuencias que no carecen del todo de cierta ironía]. O dicho de
otro modo, cada acontecimiento se vuelve objeto de interés como potencial punto de
llegada o partida de algún itinerario de sentido. Como ocurrirá en la Europa del siglo
XIV d.C., la ruptura del espacio analógico entre las criaturas y el creador desemboca en
la eclosión de la mística y de la ciencia; un proceso del todo paralelo a la desaparición de
una lengua común sacro-profana, el latín o el árabe, que pasan a quedar recluidos en
espacios o tiempos delimitados, y el surgimiento de una pluralidad de lenguas profanas.
64. No es ese el único estereotipo de la tradición literaria que utiliza este texto, al
contrario, aparece llamativamente plagado de ellos. Así, se ha llegado a negar la autoría
de Abenjamás de esta "Risala del desierto", arguyendo que tan enconado adversario de la
imagen retórica no habría escogido un escenario que a él y a su lectores les era
desconocido, un desierto de fábula o de tebeo con camellos y dunas. A mi juicio se trata
antes de contraste que de inconsecuencia. Ofreciendo un escenario en tan flagrante
contradicción con las ideas estéticas que se le conocían, Abenjamás quiere poner de
manifiesto algo esencial, y plenamente conforme con ellas. A saber, que el espacio de "la
figuración" en general, el de cualquier teoría de la metáfora... sólo puede ser otra
figuración retórica.
65. batin, sentido interior u oculto; khirqa, manto sufí.
66. (O sea, lo que venimos señalando, que aquí de lo que se habla es de la
autoeliminación del discurso mediador que como la escalera de Wittgenstein o la epojé
de Husserl, el terapeuta o el partido guía, se ponen a sí mismos entre paréntesis,
voluntariamente. Lo que apenas deja concebir otra alternativa que el diálogo como
génesis del orden, concepción asaz rara en el mundo islámico aunque aquí, entre
nosotros, sea evidente).
67. Aquí y en lo sucesivo se ha tratado de respetar las aliteraciones del original siempre
que ha sido posible.
68. O del naciente sufismo, como muestra la intervención del comerciante. Sobre los
puntos de contacto entre chiítas y sufíes, vid. Henri Corbin, "Historia de la filosofía
islámica", ed. Trotta 1994.
69. (Es cosa digna de señalar que sea el mercader, y no el poeta, quien expone una de las
consecuencias capitales que la doctrina del autor sobre la metáfora conlleva en el plano
religioso y existencial. Sin entrar en otras disquisiciones, baste decir que el mercader es el
representante por antonomasia del intercambio, del ciclo del mundo en que los atributos
se truecan y mudan sin descanso dando origen a la multiplicidad de los seres. Justo por
eso, y por su familiaridad con ese trajín del que a diferencia de todo esoterismo él no se
excluye, es quien puede apreciar la irreductibilidad de lo original y admitir la necesidad
de creer en ello, la fe y la confianza como riesgo del negocio. Con ellos se corta el camino
a toda fórmula, esóterica o no, destinada a asegurarlo o hacerlo más probable. Por
último, es difícil no identificar en este rasgo del comerciante una sabiduría nacida del
271
contacto con el mundo, como la del topógrafo, lo que añade una luz más entrañable al
tono burlón con que se le trata en la hoguera).
70. Hay un juego de palabras con la perífrasis traducida por "virginidad", literalmente "la
cortina tras la que nunca ha sido contemplada".
71. (No puede referirse a Averroes, lo que sería un anacronismo, pudiera ser a Ibn al-Sid
al-Batalyausi y su Libro de los círculos, cap.1, p.101, trad. Asín Palacios).
72. Jafif, en el original.
73.
(Acaso se refiera a Avempace, quien afirma algo parecido en su Risala fi ittisal al`agl bi-l-insan, o Tratado de la unión del intelecto con el hombre)
74. Asín Palacios propone la primera hipótesis, que se trata del regreso del ermitaño al
mundo, a su patria, y de escenas en su mansión, mientras que Levy Provençal sugiere
que se trata de una carta enviada por un copista de la risala en el mismo legajo, y arguye
para ello la flora y fauna que se esbozan en el texto, típicas según él del mediodía francés;
de modo que a su juicio nada tiene que ver con el texto original, pues se trata de un carta
escrita por otra persona unos ciento cincuenta años después. Otras propuestas, en fin,
sugieren que el interior de la cueva del ermitaño se abre sobre un jardín místico, habitual
en la literatura sufí, si bien eso no cuadra en exceso con el trajín de cocinas y cuadras
retratado, que pudiera simbolizar los negocios mundanos. A nuestro parecer, hay un
pasaje que sí ofrece una conexión muy lógica con el texto anterior, el pasaje "sobre la
fusión con Dios"; si bien esa conexión se mantiene en el plano del contenido, y
argumentalmente no podamos demostrar cómo se llega, ni quién, hasta ese jardín.
ESTAMPAS DE TRANSICIÓN
75. Alonso Victor de Paredes, Institución y origen del arte de la imprenta, y reglas
generales para los componedores, Sevilla 1674-77, impreso en Madrid en 1680; cap. XI,
p.46. Alonso Victor de Paredes es hijo del impresor madrileño Alonso de Paredes,
muerto el 5 de Diciembre de 1647; en 1651 aún aparece "en la emprenta junto a la
portería de la Compañía" un libro (el de Gabriel Martínez Montero, v.nota 4) con su pie
de imprenta, que sigue utilizando su hijo Alonso Victor; después de 1651 éste se traslada
a Cerdeña, Nápoles y Sevilla, antes de regresar a Madrid hacia 1678, donde imprime
hacia 1680 la "Institución...", el más antiguo tratado impreso sobre composición de textos
en imprenta. Murió a comienzos de los años ochenta. Hay una reedición de la
"Institución" en El Crotalón, Madrid 1984. Respecto al maestro Alonso de Paredes padre,
véase Mercedes Agulló y Cobos, "Noticias de impresores y libreros madrileños de los
siglos XVI y XVII", Anales del Instituto de Estudios Madrileños, I, 1965, 202.
76. "Enseñen diligentemente los obispos que por medio de las historias de los misterios
de nuestra redención, expresadas en pinturas y en otras imágenes, se instruye y confirma
271
al pueblo en los artículos de la fe, que deben ser recordados y meditados continuamente
y que de todas las imágenes sagradas se saca gran fruto..." Trento, ses.25.
77. Con el miniaturista Eugenio de las Cuevas, que le enseña asímismo dibujo y pintura.
78. San Dámaso, abogado de los perseguidos con falsos testimonios, ent., col.RM-156;
Virgen del Sudor, abogada contra la peste, ent., col.BN, Est.51708; San Emigdio, abogado
contra los terremotos, cobre, t.dul., h.; San Babiles, abogado de los relajados, cobre, t.dul.,
h., col.BN, Est.Albert, M-435, H-86
79. Paraíso espiritual de las almas amigas de Dios, de Gabriel Martínez Montero, imp. por
Alonso de Paredes en 4º, tasa de 23 de marzo de 1651, Madrid, B.N., R.13.760, Patria del
Hijo de Dios, de Gaspar García de la Cruz, imp. por Francisco Martínez, 1642, BN, 357528, iniciales ff.5,9,16; Tratado de caligrafía de José de Casanova, 1650, Ejercicios de la
gineta, de Gregorio Tapia y Salcedo, 1643, con grabados de Mª.Eugenia de Beer, ambos
impresos por Diego Díaz de la Carrera.
80. Por ejemplo, Aviso de curas, muy provechoso para todos los que exercitan el officio de curar
animas, Medina, Pedro de Castro, c.1545, BN, R-17409.
81. En más de una ocasión la escasez de buenos grabadores en la península llevó a traer
de lejos profesionales de prestigio, como está documentado por ejemplo en el caso de
Alardo de Popma, quien al menos en dos ocasiones, en 1625 y 1631, se desplazó por un
encargo hasta Sevilla, que, sin embargo, no era su lugar de residencia.
82. El papel es genovés, importado, apenas hay erratas, los tipos no parecen gastados, y
el número y calidad de las estampas sólo tiene parangón en las publicaciones de la
Imprenta Real de Madrid. La obra, fechada en 1652, lleva el pie de imprenta de
"Herederos de Pedro Lanaja", imprenta relacionada de antiguo con el colegio San Vicente
Ferrer donde enseñó Ordóñez entre 1648 y 1663.
83. Orbis sensualium pictus, Nuremberg 1658. Un precedente de ilustraciones didácticas es
Reipublicae Christianopolitanae Descriptio, Estrasburgo 1619; es usual remitirse como
precedente programático a La ciudad del sol de Tomaso Campanella, en cuyos
concéntricos muros aparecen representados los seres todos del mundo para instruir
deleitando a sus habitantes. No obstante, es dudoso que ese libro llegara a poder de
Ordóñez, dadas las relaciones de Campanella con la censura eclesiástica. Por otro lado,
en el mundo hispánico hay ejemplos bastante anteriores de uso didáctico de la
ilustración; se trata de las cartillas para indios, a comenzar por el llamado "catecismo
azteca" de Fray Pedro de Gante, ¿Méjico 1550?, compuesto con pictogramas.
84. Respecto a la cuestión de las imágenes y el cálculo, véase Hierozoicon... de animalibus
sacrae scripturae (1663) de Samuel Bochart y Essay towards a Real Character and a
Philosophical Language (1668), de John Wilkins (1614-1672).
85.Se llama así a aquellos que, como la raíz cuadrada de dos, sin dejar de ser números no
pueden expresarse en forma de cociente entre dos enteros, o dicho pitagóricamente: que
la vibración de una cuerda cuya longitud se exprese por un número así no puede
armonizar con las de cuerdas cuya longitud se exprese por números racionales.
271
86. Un segmento rectilíneo de avenida atraviesa oblicuamente del tercer al primer
cuadrante, ligeramente por debajo del centro. Los parterres de un laberinto que se
extiende en perspectiva de fondo se revelan en el primer término (ángulo inferior
derecho) compuestos por cientos de figuras geométricas; es notable la gradación de
claroscuros conseguida por ese procedimiento, que técnicamente no es sino punteado
irregular. La luz, a nuestra espalda, no arroja sobre los minúsculos poliedros de la
gravilla sombra alguna de los paseantes.
Estos son cifras arábigas corrientes. En la puerta del pabellón, un 7 corteja en
vano a un 8 convexo que le da la espalda y se aleja, más cerca un 6 con cimera sobre un 5
enjaezado con yedras viene hacia nosotros, un venerable 4 caligráfico (abierto por arriba)
desatiende a lo demás sentado en banco de mármol y contempla el círculo de un
estanque donde flotan ceros nenúfares. En esta progresión elegida como ejemplo, los
tamaños reales de las cifras crecen en proporción inversa a sus cuadrados (el 4 mide 49
mms., el 7, 16 mms.), pero es posible establecer bastantes más series entre todos los
paseantes; mencionemos esas dos procesiones diminutas que en el fondo de la
perspectiva convergen, cada una con su reflejo respectivo y ambos con la otra pareja realimaginaria, en algún punto de la superficie del estanque, justo donde nos impide ver su
encuentro el barco a la deriva con su elegante mascarón de proa a modo de "S" alargada
en su reflejo.
En el tercer cuadrante se sitúa en primer plano la escena principal. En un
fortísimo escorzo vemos la coronilla del número tonto, tocado a la berberisca, que está
creciendo casi en vertical del borde inferior del cuadro hacia nosotros, frente al
abombado horizonte del paisaje. En el interior de su calva se hunde una sucesión de
cabecitas más pequeñas, que suponemos son sus pasadas medidas y magnitudes; sobre
el conjunto de pozos concéntricos se advierte una sombra curva ¿Y esto? Un examen más
atento la revela, proseguida en el follaje del árbol de la esquina derecha, la inconfundible
curvatura de la cabeza de un dos: al que, por tanto, ese número incógnito en su
crecimiento no alcanzará jamás, pues respecto a la unidad del cuadro es un número
trascendente.
¿Qué expresión nos oculta ese cero turbante? ¿Cuánto tiempo lleva esta cifra de
persecución sin esperanza? ¿Qué frustrado edén es éste, impedido del pecado original,
originar la historia natural de los números? Ahora advertimos que en él árbol algunas de
las figuras se parecen sorprendentemente a una manzana, que las sombras espirales del
follaje no son azar, y vistas en conjunto pespuntean una silueta serpenteante entre las
ramas, apenas diferente de la grieta de luz entre las nubes que discretas llevan todo el
tiempo inmóviles sobre el palacete ¿Es esa luz la misma que arroja a la sombra del dos al
interior del cuadro? No lo parece, pues la sombra del turbante se proyecta hacia el
ángulo inferior izquierdo, en un sentido claramente dispar, formando una franja que
divide en tres partes, dos claras, una oscura, la grava de la avenida.. Lo que sí es claro es
que nuestra vista acaba de trazar un triángulo -dos árbol-tres nubes- y de vuelta a la
mirada de uno que se hunde bajo el turbante.
87. La discusión le permite al autor exponer los tipos de figuras en una clasificación
según sus generaciones, que opone a la clasificación sincrónica o lógica fundada en sus
propiedades formales; en cuanto a las pretensiones del triángulo, esencialmente se
fundan en que tres puntos generan el espacio en todas las geometrías clásicas. Algunos
han supuesto aquí una parodia del Libro Verde o registro inquisitorial de linajes, y otros,
ironía con el dogma católico, aunque no la inquisición de Zaragoza que nada tuvo que
271
objetar a la publicación.
En el texto latino queda más clara la alusión que el árbol supone a Petrus Ramus,
primero en proponer como técnica de organización y rememoración de conocimientos
los árboles lógicos; la representación tipográfica tradicional de tales diagramas era por
medio de llaves, en latín, clavis. Su objetivo era eliminar de las clasificaciones, en
beneficio de la dicotomía, categorías transversales fundadas en similitudes y analogías
formales, tan caras al renacimiento. Como señala Miqel Fucó en su Pendulació i ondulació
(Ed. de Mitjanit, Barcelona 1971, p.75 y ss), analogía y dialogía contornean como sendos
labios la hendidura epistemológica del XVII. En esta obra de Ordóñez se muestra con
claridad cómo puede la genealogía intentar oficiar de mediador entre la "pendulación"
dialógica cara al varón, o la fuerza del sí-no, y la femenina "ondulación" analógica que
establece la continuidad cíclica entre posturas, al menos entre todas las que quepa
concebir; la genealogía se configura así como continuidad diádica, precisamente, en un
intento de "anamorphose universelle des différences non plus differées sur le seul plain
d'un espace devenu eo ipso temporel" (Derriba, Jaume, Explanació i demolició, Eds. de
Mitjanit, Barcelona 1972).
88. A diferencia de Galileo, Kepler, Novoson o Descartes, Ordóñez intenta expresar en
un lenguaje de figuras el problema del continuo, la vinculación entre espacio, tiempo y
percepción. El resultado es un mundo compuesto por una infinidad de centros que hace
pensar, antes que nada, en otra metafísica de la multiplicidad nacida en el catolicismo
barroco, la de Corpóniz. Sin embargo debe de ser rechazada toda relación de Ordóñez
con la moderna física relacionista, puesto que no se sostiene.
89. En un rectángulo de 6x10, sus coordenadas exactas son (-2'7, -2).
90. Así en la de José García Hidalgo, o en los grabados de
Francisco Fernández para los Diálogos de la pintura de Vicente Carducho, Madrid,
Francisco Martínez 1633.
91. El que sirve de frontispicio a la obra jurídica de Jerónimo Altamirano Commentarium
in titulum Codicis de filiis officialium qui in bello mortui sunt, Madrid, Diego Díaz de la
Carrera, 1648. Se trata de las tres figuras que sostienen el escudo, que pueden
organizarse como tres momentos de una sola circulación, y por ende, alegoría de pasado,
presente y futuro, por ejemplo; muy adecuada a un libro cuyo problema de base es la
objetivación de la memoria, en este caso, en pensiones del estado para hijos de militares.
92. AHN, Inq., leg.2323, ref. Ferrer y Rius
93.
En 1633, la que representa a la Virgen del Carmen dando escapulario a San Simón
Stock; en 1634, de Juan de Noort, "San Benito de rodillas ante San Basilio" (por cuestión
de rango).
"Y para obviar en parte el grave escándalo y daño no menor que ocasionan las
pinturas lascivas: mandamos que ninguna persona sea osada á meter en estos reinos
imágenes de pintura, láminas, estatuas, ú otras de escultura, lascivas, ni usar de ellas en
lugares públicos de plazas, calles, ó aposentos comunes de las casas. Y asimismo se
prohibe a los pintores el pintarlas, y á los demás artífices que no las tallen ni hagan, pena
de excomunión mayor latae sententiae, trina canonica monitione praemissa, y de quinientos
ducados por tercias partes á gastos del Santo Oficio, jueces y denunciador, y un año de
271
destierro á los pintores y personas particulares, que las entraren en estos reinos, ó
contravinieren en algo de lo referido... Asímismo se prohíben las láminas, sellos,
medallas, sortijas, y las cuentas, cruces, imágenes, retratos y otras cosas de este género, á
que se atribuyen efectos que penden de sóla la voluntad, ó libertad humana, afirmando
que sucederán infalible o regularmente" Novissimus librorum prohibitorum et
expurgandorum index. Pro Catholicis Hispaniarum Regnis, Philippi IIII. Reg.Cath. Madrid,
Diego Díaz, 1640.
94. Para Pedro Guasp, de Mallorca, cabeceras junto con Antonio Bordoy; para Antonio
Lacavallería, de Barcelona, iniciales y adornos de sus diccionarios trilingües.
95.
Con respecto a este Silva, tan sólo podemos arriesgar conjeturas. En una carta que
cita Ceán con otros propósitos (los grabados de su coleción de medallas), el erudito
aragonés Juan Vincencio Lastanosa alude a un proyecto referente a los pictogramas de
las lenguas indias que juzga inviable por dificultades materiales, aunque "no había de
faltar aquí ilustre grabador que abriera muy buenas planchas", por estar familiarizado
"de sus ojos con materias semejantes"(arch.Aguilar, leg.1998). Fechada en Junio de 1654,
iba dirigida a un franciscano de Roa, fray David de Burgos; según se deduce de la
respuesta, fray David había podido ver en Roma la edición del Oedipus aegiptiacus de
Kircher (1652-1654) y antes de regresar a Méjico le había propuesto a Lastanosa algún
trabajo, cuyos términos concretos desconocemos, sobre los "hieroglifos de los indios a
modo de música de los ojos".
¿Puede ser Silva ese ilustre grabador? El adjetivo no parece cuadrarle muy bien
(la historia del grabado sólo reseña obras que le sean atribuibles en la corona de Aragón
entre 1651 y 1654). Pero si recordamos la estructura del "Nacimiento del Hordo" y el
cerro del Potosí, ¿no podemos conjeturar que conociese "de sus ojos" las Indias, al menos
el Perú? Cabe que Juan Nogués, el impresor oscense, pusiese a Silva en contacto con
Lastanosa a través de Gracián, como hizo con Lorenzo Agüesca. Por otra parte el
secretario de Juan (josé) de Austria, Francisco Fabro Bremundán, da cuenta a su patrón
en un informe de 1653 de la feliz conclusión "de nuestro asunto con el grabador de
Lastanosa"; de qué asunto se trate, es imposible saberlo. Si bien es conocida la afición de
Juan José de Austria al grabado, el contexto induce a pensar en asuntos de índole
práctica y más bien reservada, ya que de la carta cifrada sólo se conserva una hoja,
posiblemente por descuido, en los papeles que fueron del duque de Medinaceli (AHN,
Consejos, l.175)
96. Recordemos a Valdés Leal, Murillo, Zurbarán y Alonso Cano, junto a otros menos
conocidos como Bernabé de Ayala, Pedro Campolargo o Josefa de Obidos.
97. Fiestas de la Santa Iglesia de Sevilla al culto nuevamente concedido al Rey San Fernando III,
de Fernando de la Torre Farfán, impresa en el taller fundado en 1640 por Nicolás
Rodríguez pero publicada por su viuda en 1671, fecha de la muerte del impresor.
98. Es miembro de la academia desde 1660 a 1673, siendo secretario en el 66 y cónsul en
el 69; su contacto con el mundo editorial le viene principalmente a través de Farfán.
Posiblemente a inspiración suya inició una empresa editorial, que resultó un fracaso, de
reproducciones grabadas de cuadros famosos, como objeto decorativo o como modelo
para pintores. Otros grabadores relacionados con la Academia son Luisa Morales, autora
de dos láminas del libro de Farfán, Justino García y Cocho, que estampó notables escenas
costumbristas, y Juan Méndez, introductor de González en el círculo académico.
271
99. F.de Quevedo, España defendida y los tiempos de ahora, cap.V, p.587, ed. Felicidad
Buendía, Aguilar Madrid 1966
100. ibid., p.586
101. Las actas de la sesión de la academia en que se debatió su proyecto se conservan
parcialmente en la RASF (ms.n.358, Sev-Ac); también hay una breve referencia al santotá
en Bozal, V., "Ladran luego cabalgamos: kinesis e icono en la literatura barroca", La Balsa
de la Medusa, 18, Visor, Madrid 1991). En cuanto a González, el fiscal de la Academia en
el año de 1660, Pedro Schutz, menciona la presentación a través del grabador sevillano
Juan Méndez "de un tal Francisco González, que al parecer tiene abiertas y dadas a la
estampa en los reinos de Aragón, Cataluña y Cerdeña" obras que Schutz ni enumera ni
conoce, al parecer. Es probable que se tratara de una visita exploratoria, y que su estancia
sevillana no comenzara sino en torno a 1662 (Papeles de la Academia de la Lonja, AMS,
leg.76-1, actas). Por una referencia de Alonso de Paredes (vid nota 1), sabemos que éste
coincidió en Cerdeña con "el que llaman Francisco González, que abrió los tipos de la
lengua arábiga que tuvo Micer Oscar Grossi", y al que "un tiempo dixeron renegado pues
parece fué preso con los turcos de Argel, y es notable caso que no sabiendo escribir ni
aun leer aquella caligrafía sacara tan buenos tipos"(p.75-76), lo que parece coincidir con
el hecho de que exponga su proyecto a través de un tercero; la última noticia disponible
sobre González, si es que se trata de la misma persona, la ofrece Ceán, quien informa de
que un González grabador "aunque no estuvo entre los que concurrieron al
establecimiento de una academia de dibujo en la Casa Lonja de Sevilla el año de 1660,
contribuyó a sostenerla hasta el de 1669. Grabó a buril con dibuxo y delicadeza, y
practicó indagaciones no poco curiosas sobre el abrir las láminas por la luz, avivada con
lentes y espejos" (Ceán Bermúdez, Juan Agustín, Diccionario histórico de los más ilustres
profesores de Bellas Artes en España, 6 vols., Madrid 1800, p.56)
102. Los franciscanos utilizaron primeramente en Méjico grandes pinturas representando
los pecados capitales para que el usuario indio señalara el icono de su falta. El
procedimiento atendía al gran número de conversiones y a las dificultades de traducción
de los misterios del Verbo Perfecto a lenguajes icónicos.
103. Esa idea circula desde el renacimiento, asociada a herejías gnósticas o toleradas
especulaciones herméticas a las que acaso no fueran del todo ajenos algunos miembros
de la academia y el propio Duque. En concreto, en el expediente inquisitorial abierto a
raíz de la denuncia contra el depuesto conde-duque de Olivares en 1645 "por guardar en
su biblioteca obras hebreas y heréticas", aparece en el catálogo un ejemplar de Leçons de
ténèbres, obra de Girard Desargues (1593-1662) aparecida en 1640 y cuyo texto sólo nos
es conocido a través de Abraham Bosse, Manière universelle de M.Desargues pour pratiquer
la perspective par petit pied, comme le Geometral. Ensemble les places et proportions des fortes et
faibles touches, teintes ou couleurs, París 1649. Autor asímismo de Brouillon project, París
1639, germen de la geometría proyectiva, Desargues hace converger en el citado Leçons de
ténèbres geometría proyectiva y pintura en notables reflexiones sobre el concepto de
"apariencia" y sobre la naturaleza de luz y materia, a la que asocia como atributo esencial
"dar lugar a la sombra". No se menciona ya la obra en ningún otro cátalogo de las
colecciones a las que fueron a parar libros del conde-duque. Posteriormente sólo se
encuentra una referencia en Mylius, Bibliotheca Anonymorum, I, 914, más de un siglo
después; la obra se tiene hoy por perdida, pero es seguro que permaneció en los
Alcázares bastante tiempo, y probable que fuera a parar a manos de algún sevillano
271
interesado en tales cuestiones o en hacerla llegar a manos de alguien que lo estuviera
(dada la vocación de la ciudad por el comercio y el intercambio).
El episodio permite también asegurar, contra lo que se insinúa en ocasiones, que
ya por esas fechas los profesionales de la grabación buscaban con cierta asiduidad en
Sevilla otro instrumento en la luz del día, y que ello no tiene que deberse necesariamente
a contactos posteriores con amantes de las artes de Hermes tan abundantes en la colonia
extranjera, en particular ingleses; así, entre los más conocidos, Eduardo Estuqueley,
caballero británico residente en Cádiz y Sevilla por asuntos de comercio hasta 1665, tío
de William Estuqueley; el capitán Juque, según el escribano de la Compañía de Indias en
Sanlúcar, primo de Robert Hooke; y un tal Juan Francisco Borelli, florentino, íntimo que
sería del gran físico Novosone.
104. Ante todo a eclesiásticos relacionados con las Indias y eruditos interesados en las
lenguas. No así al resto de Europa, que en esa época se interesa por la ingeniosa
traducción de Kircher de los jeroglíficos egipcios y por los pictogramas chinos en su
búsqueda de "caracteres universales", esto es, de un lenguaje que aunase la posibilidad
de recombinación regulada de los caracteres con la vinculación natural, sintomática,
entre éstos y lo designado. Baste citar a Erhard Weigel (1625-1699), profesor de la
universidad de Jena, autor de una "esfera moral", compuesta con "figuras muy
ingeniosas que representan cosas morales" (Puede encontrarse añadida a los Elementos de
la jurisprudencia universal, La Haya 1660, obra de Samuel de Pufendorf (1632-1694),
discípulo suyo).
105. Se atribuye su invención a Dane; Athanasius Kircher la menciona en el Ars Magna
Lucis, 1646.
106. Véase el "Martirio de San Pedro" de Zurbarán, donde el análisis radióscopico
muestras hasta seis cabezas superpuestas en esa cabeza bocabajo de la iglesia.
107. Algunas lecturas del manuscrito entienden "de más" (por ejemplo, Verges y Pollock
(86), W.Pitt (66), o el ya clásico O.Naninger (1904); con la mayoría de los expertos, lo
consideraremos un error de reproducción.
108. Lo decisivo, como se ve, es el sistema plasmado en el teclado. Este consta de tres
niveles diferentes, más un panel de registros; cada nivel está formado por teclas blancas
con teclas negras sobrepuestas. En cuanto al panel, está dividido en siete grandes zonas,
cada cual con su llave, correspondientes a las tres virtudes teologales y las cuatro
cardinales; debajo siguen las virtudes medicinales, astrológicas, botánicas, militares, etc.,
dispuestas en una suerte de hemiciclo que recuerda a los teatros de la memoria
renacentistas; encuadrando a éste se dispone de setenta y seis registros, que
corresponden a "caracteres meritorios" y rotulan adjetivos (paciente, juiciosa, vehemente,
prudente). La combinación de los registros principales (virtudes) y secundarios
(caracteres calificativos) con teclas blancas (intensidades) y negras (modulaciones, por
ejemplo, varón o hembra, blanco o negro, vestido o desnudo) y con nivel del teclado (que
corresponde grosso modo a las almas inteligible, irascible o concupiscible) modifica
posiciones y ángulo de los conductos, parecidos a los canales del actual billar brasileño,
acoplando cada uno a uno de los diez bombillos por un extremo, y por el otro a las diez
zonas en que el zantote divide el cuerpo humano.
271
109. Duque puntualiza en su exposición que el tambor debería llevar al menos los
caracteres de los varios alfabetos en lo que ha habido santos (griego, cirílico, árabe,
persa...), e idealmente todos los existentes y pensables, lo que desde el punto de vista
técnico no implicaría sino aumentar el diámetro de los tambores y su peso y ajustar los
resortes. Pero teniendo en cuenta, añade, la probable parroquia de espectadores de tales
visiones parabólicas, el diseño presentado se limita al alfabeto del romance castellano,
con curiosas modificaciones que hacen de él un antepasado de la transcripción fonética
moderna; por ejemplo, la gráfica alteración gráfica de las eses sordas y las zetas.
110. Así, la misma mano puede aparecer (seleccionada vía "esperanza vehemente" desde
el segundo teclado, alma irascible) en una especie de San Bernardo predicando o bien
apoyada en la cabeza de un lobo, en la parte baja de algo que recuerda a San Francisco
(en este caso seleccionada vía "fortaleza paciente" desde el teclado concupiscible). Pero el
artilugio puede dar lugar también a combinaciones a primera vista insólitas, como ésta
Santa Choepes extraída por un enfermo de tercianas, o el doble patrón invocado por un
veedor de la contaduría real, en el que los atributos permiten reconocer una síntesis de
San Tomé y San Dimas aunque el nombre de aparición fuera San Jestinver, o como el
beato Etavicilo, un monje con dos cabezas, encapuchada la una, la otra tocada con gorro
bicorne al modo de la santa hermandad, y desnudo pero majando el resto de su
esqueleto, con sus tres brazos teologales y una tranca, a una parroquia entera que se
desbanda como mejor puede (ejemplos que cita Duque).
111. Hay pruebas, por ejemplo, de que el proyecto de González fué conocido al menos de
oídas por los organizadores de la evangelización de las Marianas, por entonces recién
descubiertas, inspiradores del famoso Catemoto o catecismo móvil que tanto dió que
hablar a los japoneses en sus contactos con los jesuítas, y tanto contribuyó al desenlace de
las relaciones de la compañía con la administración imperial en China y Japón. Sin
embargo, pese a ser Acapulco el punto de contacto de las Indias occidentales con
aquellos territorios, no está claro que antes de la independencia del virreinato esas
experiencias litúrgicas hubiesen logrado tanta divulgación a través de las misiones de
California como para hacerlas responsables del espectacular desarrollo en nuestro siglo
de los estudios y talleres de San Silván y Palo Alto, que más parecen atribuibles a las
ideas comerciales y técnicas de Pathé, Gaumont o los hermanos Lucini importadas de
Francia.
112. En una carta a un destinatario desconocido en Londres, que se encuentra en el
Archivo del Museo Canario, c.168, doc.53.
113. Barbosa, un converso portugués de cuyo nombre queda constancia por primera vez
en la documentación referida a la conspiración del duque de Medina Sidonia en 1640, fué
soplón de poca monta para la organización del Conde-Duque; sus contactos con la
comunidad judía en Lisboa y Amsterdam le llevan a subir puestos rápidamente en los
últimos tiempos de Olivares. Su caída no debió de pillarle desprevenido, puesto que en
Agosto de 1652 aparece en Barcelona, en los primeros contactos secretos con el conseller
en cap para la rendición de la ciudad a Juan (José) de Austria. El cambio de patrón le
resultó a la perfección, pues al servicio del bastardo anduvo como acompañante de
diversas misiones diplomáticas por los países bajos y Nápoles hasta 1660. Así, sabemos
que acompaña a su patrón en la entrevista con Luis XIV de Marzo de 1659, y que Mme.
de Montpensier lo describe fugazmente como "harto repugnante a la par que repulsivo y
271
sumamente repelente, en suma, desagradable" (Des Lettres, Coquimére, París 1856)
Asímismo aparece mencionado en la acusación fiscal contra Antonio de Córdoba y
Montemayor, otro de los hombres de la organización ("Querella y acusación fiscal por
D.José Beltrán, que lo era del Real, contra Don Antonio de Córdoba y Montemayor sobre
diferentes falsedades y mentiras contra la Reina Nª Sª (q.D.g.)y su Gobierno", t.XXXVIII de la
Colecc.Vega, fols.61 y ss)
114. Lo más probable es que el conocimiento entre ambos surgiera de un encargo de
papeles timbrados a través del impresor Juan Gómez de Blas. A González se le encargó
una filigrana especial, que debía servir de garantía para ciertos papeles financieros.
Barbosa, según se desprende de la carta de Skipp antes citada, se interesó enseguida por
sus investigaciones y le facilitó sus abundantes conocimientos en tintas simpáticas. El
grabador no tardó en encontrarles aplicación, pues hay una letra de cambio presentada
al cobro en Amberes en Septiembre de 1666 en la que parte de la filigrana, dos de los
hilos concretamente, ofrecen muestras inequívocas de haber sido revelados mediante
calor con posterioridad a la impresión (Net.NB.Arch.,IX,Ab.5) Esto da explicación
asímismo a la incompleta colección de papelillos estampados con líneas intermitentes
encontrada entre las hojas de un volumen que perteneció al asentista aragonés Francisco
Sanz de Cortes, futuro marqués de Villaverde: nos encontramos ante un symbolon
mecánico, un dibujo cuyas dos mitades han de superponerse. Sólo los trazos revelados
por calor en un billete permiten completar los fragmentos de la otra media contraseña en
una figura reconocible (un ganso en el caso de la letra de Amberes, como ha podido
demostrar nuestra colaboradora Bettina Busenrand); en algún caso, es preciso además
recurrir a una lente para que un determinado aumento de escala permita la operación. El
procedimiento, que se ha de contar entre las anamorfosis tan caras a la pintura
arquitectónica barroca, también es obviamente aplicable a textos cifrados.
115. La detención de Barbosa ordenada por Fernando Villegas, fiscal de la inquisición de
Córdoba, está en relación con cierta carta manuscrita, y falsificada, que con firma de Juan
José de Austria iba dirigida a José Mallada, noble aragonés detenido poco después y
ejecutado con excepcional presteza, acusado de intentar asesinar al inquisidor general y
valido de la reina regente, el jesuíta Everardo Nithard. El día 4 de Octubre se produce la
detención de Barbosa; el 13, en Madrid, es detenido el secretario de Su Serenidad, Mateo
Patiño, acusado de conspiración para secuestrar a Nithard; una semana más tarde, el 19
de Octubre, la junta de gobierno vota la detención por instigación al asesinato de Juan
(José) de Austria, que escapa y se refugia en Barcelona. Tras una campaña de agitación
sin precedentes en España, regresa sobre Madrid en enero del 69, fuerza la salida de
Nithard del gobierno y de la península, pero él mismo no llega a tomar el poder y es
enviado a Zaragoza.
La naturaleza reservada del caso y la pérdida de los archivos de la inquisición de
Sevilla hace que el historiador se enfrente a muchos puntos oscuros. Está probado que
Barbosa desarrollaba labores de espía y agente de Juan (José) de Austria ¿Por qué iba a
falsificar una carta que comprometía a su patrón en un delito de conspiración? ¿Había
comprado Nithard sus servicios?: no se explica entonces que el bastardo pusiera su
liberación entre las condiciones para resolver la crisis. Aun si no afecta directamente a
nuestro asunto, la hipótesis más viable es a nuestro entender la que resume el proverbio,
"el lugar más oscuro está debajo de una lámpara": encargando una falsificación buena
pero detectable y haciéndola caer en manos de la inquisición, Juan (José) de Austria notable calcógrafo, no se olvide- desviaba las sospechas hacia algún misterioso personaje
que intentaba hacerle parecer culpable; o si no, como mínimo, sembraba duda.
271
116. Francisco de Borja, Ejercicios espirituales, prólogo. Imp. del Sagrado Corazón,
Bilbao, 1908
Las primeras láminas de que se tenga noticia son las de Jerónimo Nadal; son una
serie completa, correspondiente al trayecto completo de los ejercicios (véase nota 48); en
1609 aparecen en Roma las estampas de Zanetti para ejercicios espirituales (se encuentra
en la Universidad Pontificia Gregoriana; la ornamentación xilográfica aparece repetida
en ediciones de la imprenta el Collegio Romano, p.ej. los ejercicios de 1615) En España, la
viñeta del título de la primera edición de los ejercicios (1548) es recogida en Emblemas
morales de Don Sebastián de Covarrubias Orozco (1539-1613), imp. en Madrid por Luis
Sánchez ("Col suo lume se medesmo cela"). Hay una segunda serie de ejercicios
ilustrados completos que aparece en 1663 en Varese, con grabados de cobre muy buenos.
Cfr. I.Calveras y C. de Dalmases, Sancti Ignatii de Loyola Exercitia spiritualia (MHSI
100), Roma 1969
117.Sevilla 1624, redds. Gerona 1627, Madrid 1645, 1653; Alcalá 1663, etc. Martín de Roa
es autor asímismo de Beneficios del Santo Angel de la Guarda, Córdoba 1632, con una
meritoria portada de Godofredo Rila. Por alguna razón que desconocemos, esta edición
portuguesa aparece reseñada en E.Weller, Die falschen und fingierten Druckorte, 1863,
Zürich; no sabemos a partir de qué fuente, pues no aluden a ella Querard (Les
supercheries litteraires devoilées), Kayser (Gelehrten Deutschlands) ni Heinsius; por otra parte
Brunet (Manuel du libraire) y Barbier (Dictionnaire des ouvrages anonymes) la atribuyen a
Frans van Wyngaerde y le asignan Amberes como verdadero lugar de impresión.
118. Lám.1, "¿Qué gracia tan particular fuera la de uno que pudiera en un dia correr
todos los Reynos del mundo, y ver en ellos lo que pasaba?", donde aparece una especie
de ángel de relojería con un escudo cóncavo asomado sobre la esfera del mundo; lám.3,
"La gravedad del cuerpo no les ha de causar ningún peso, y asi de la misma manera
andarán y pararán en el ayre que en el agua y por la tierra, como sobre los Cielos", donde
aparecen toda suerte de aparatos similares a animales y plantas; son de destacar el
pepino submarino y la grulla hueca, que cargada de bienaventurados atraviesa los aires
y se repite en la lám.4, "con mayor facilidad atravesarán los peñascos que una saeta el
ayre puro; y lo mismo será para ellos subir de la tierra hasta la Luna, por donde no hay
cuerpo solido que embarace el camino, que baxar al centro de la tierra...", en la que
igualmente aparece una constante de la mayoría de los dibujos, pasillos atestados por la
multitud, en este caso de los buenos; así en la lám.2, "¿Qué quieres, cuerpo mio? Qué
deseas, anima mia? Alli hallaréis cuanto querais, alli quanto deseais", texto que ondea en
una filacteria sobre una gran caverna llena de figuritas que deambulan entre toda clase
de objetos, amontonados bajo los nombres radiantes de sus respectivas categorías que
brillan en el aire; y en la final, "¿Quánta será la claridad de aquella Ciudad santa, donde
inumerables Santos habitarán? Y si con la vista de cada uno crecerá mas el gozo, con la
vista de un numero sin numero, qué medida podrá tener el gozo, que de tan hermoso
espectáculo puede resultar?", que figura a vista de pájaro un paseo sumamente parecido
al Prado, pero de noche, iluminado por grandes farolas, lleno de paseantes y aparatos de
todos los tipos antes citados, y multiplicado una y otra vez hasta el horizonte. Sobre el
primer plano de la gloria ondea una cita en latín, "...qua bene beateque vivitur...", que
curiosamente no procede a lo que sabemos de ningún texto religioso; la utiliza en el De
rege el padre Mariana para describir la vida civil cuya garantía es exigible al monarca
por parte de los súbditos.
271
119. Ejercicios, Medit.VI, punto 1º, Primer preámbulo: "composición de lugar, que es aquí
ver con la vista de la imaginación la longura, anchura y profundidad del infierno". En
medio, sólo un fuego. LLama la atención, reza una cinta. Y la llama. Momia de
movimiento, esa llama extrañamente rígida es lo inánime en estado puro. Ninguna
animación sería capaz de sobrevenirle, sobreponerse, sobrevivirla. Pero ¿y las ánimas?
¿Y los condenados? Esa extensión parece vacía. La apariencia está desierta. Sólo ese
fuego sin color, inánime, mudo... ¿mudo? Acerquémonos: apliquemos el ojo al cristal.
La siguiente plancha, titulada la esfera del infierno, nos muestra más de cerca un
costado de la anterior perspectiva general. Y entonces vemos de una sola vez dónde
están las ánimas y de qué está compuesto el fuego del infierno.
Cada uno de los minúsculos trazos que forman cada una de las llamas del paisaje
infernal está compuesto por docenas de caracteres alfabéticos, latinos, griegos, hebreos y
árabes, jeroglíficos egipcios y cifras arábigas reducidas a lo increíble: a lo insensato. El
mudo clamor del infierno es un griterío de letras que se extiende hasta donde se pierde la
vista, y el sentido. Inmóvil. ¿Inánime? Peor aún: exánime. Letras que tuvieron un
sentido, memoria despedazada en cuyos huecos anida el tormento eterno de lo que pudo
haber sido: ¿qué son esas minúsculas siluetas que parecen advertirse aún en los círculos
de las óes, en los travesaños de las tés y bajo el arco de las omegas? ¿qué, esos vestigios
infinitesimales cuando hubiéramos dicho haber llegado al fondo de los fondos de lo
imperceptible, del ser como sin ser, como si no se fuera, ni hubiera fuera? ¿Son qué
extrañas aves, entre esas alas...: rostros.
Al fin hemos hallado las ánimas de los condenados. En los resquicios de un
clamor congelado.
Absoluta enajenación de lo irreversible, de lo que preso entre los
signos no es signo ni podrá ser conjurado jamás, ya más: llamas sin respuesta. Más allá
de lo sentido y lo sensible, a no ser por el cristal. El cristal que nos aleja infinitamente en
un vértigo de retroceso. El cristal que forma la pared del infierno, una lupa descomunal y
sin confines que permite a la vista advertir el inextenso lugar de la condena. Los infinitos
rostros de los inestantes condenados, puro lugar de lo malogrado. La inmensa curva de
cristal que anuncia "La esfera del infierno", el título del grabado... ante el cual estamos.
Contemplando la penúltima y más cruel revelación (o delación) del lugar del
infierno, esas esquinas en que las figuras se desdibujan según la fuga de la esfera,
inabarcable en su totalidad. ¿Obra del tiempo? Sí: pero no del discurrido. En esas
esquinas, estiradas como superficies de una reflexión sin fin, se anticipa el discurrir que
separará por siempre el grabado de la visión, en esas esquinas que deforma una
perspectiva sin salida está el lugar del espectador: adherido a la piel de cristal de la
mirada sin traspasarla jamás. Pues sólo hay un lugar desde el que contemplar sin
participar la insalvable enajenación que llamamos el infierno: y esas borrosas alas de
cristal, esquinas de una fuga espacial condenada a volver una y otra vez cerrada sobre sí
misma, le muestran al espectador la esfera del infierno desde el único lugar en que ello es
posible.
120. ... Se trata del comienzo del articulo 26 del Auctorem fidei, de Pio VI, contra
jansenistas, que prosigue ...expertem culpae e poenae inter regnum Dei et damnationem
eternam.
121. La estampa de Nadal ofrece, en el recuadro superior, la leyenda: "EADEM FERIA"
(se refiere al uso en el año litúrgico para la misma festividad); debajo, "Ex inferno
interpellat Abrahanum Epulo frustra", y el número 75; y debajo, "Eodem cap. Anno
xxxiij. xxxix" . La estampa remite a otras de la serie, y en ella aparece Abraham destacado
271
entre las figuras del limbo de los patriarcas o los justos, y Epulón entre las llamas del
infierno.
El jesuíta presenta bajo un cielo nuboso un corte de la esfera terrestre, una
sucesión de arcos estratificados desde la superficie de la tierra con un horizonte
montañoso de fondo: primero aparece una capa ancha de roca y tierra, por la que
pululan dos serpientes y emerge otra. Luego, señalado como B, un estrecho recinto en
que, sentados en cómodas rocas aparecen cuerpos desnudos solos, en parejas o en
grupos, sin perder en ningún momento la vertical del observador (lo que en los laterales
lleva a falsear fuertemente el eje de gravedad): la B nos remite al pie a la leyenda
"Limbus patrum, ubi Abraham et Lazarus", el primero de los cuales destaca a un tamaño
desproporcionado. Debajo, la C designa otro arco similar como "Limbus puerorum, quo
nec lux e limbo Patrum, neque ardor ex purgatorio", donde aparece una multitud de
ceros que parecen cabezas, o viceversa. Siguen, cada vez más angostos como cumple a
una esfera, los arcos ya llameantes del purgatorio y del infierno, donde destaca Epulón, y
en el centro de la tierra, el diablo en su trono monoplaza, centro del mundo visible. Es de
señalar igualmente la creciente angostura de espacios, inversamente proporcional al
número de almas (y cuerpos, no lo olvidemos) que presuntamente han de albergar.
122. "(ut...) in suo ordine non sit otiosus, ne frustra in mundo esse videatur, sed ut
excognitione sui et aliarum rerum creatarum auctorem suum et mundi totius illustri
modo cognoscant..." (De pecc. et vitiis, disp.IX,sect.VI, Suárez).
123. Pio VI, Auctorem fidei, art.26, contra jansenistas
124. Teófilo G. Corponiz, Nuevos ensayos en el entendimiento del hombre, trad. B.Feijoo,
Madrid 1750, p.474
125. Agustín, Serm. 14, de verbis Apost.,Cap. 7
126.En De bautismo, cap.18
127. Agustín, Serm. 14, de verbis Apost.Cap. 7
128. Por lo menos al principio. Como se sabe, las dos primeras críticas de Manuel del
Canto trazan una filosofía del límite entre el conocimiento según causas y la acción según
fines; muy discutida sigue siendo en cambio el sentido de la tercera, dedicada a la
posibilidad de ocupación de ese límite por objetos sensibles pero universales,
expresiones empíricas de valor, o en una palabra, sucesos ejemplares: el objeto-sujeto
estético, condicionado pero al tiempo expresión de propósito. Ya que lo universal
mostrado en esos particulares debe carecer de nombre, pero los particulares nacen
forzosamente de una genealogía determinable de condiciones, siendo éstos necesidad y
aquello virtud, la discutida solución de Canto es que el límite o línea de fuga estética de
los sentidos consiste en hacer de la necesidad virtud, hacer honor (que es virtud) al
nombre (que es consecuencia) nombrando innecesariamente lo necesario, dándole
nombre a lo dado, es decir, transformando en juego de azar el destino.
Aunque sin duda rebasa los límites de este estudio, es el desarrollo de esta idea el
que lleva finalmente a plantear a del Canto la posibilidad de jugar sin llegar siquiera a
arrojar efectivamente lo dado, tan sólo virtualmente, como hace poco planteara Federico
Nieche; con la inevitable consecuencia de dejar que los sucesos se sucedan mientras los
jugadores traman entre líneas el sinfín menos uno de historias restantes; eso sí, sin tocar
apenas los hechos dados. ¿Es pues la historia un género literario al que sólo distingue la
271
encuadernación en piel? Pregunta equivalente, a escala, a la que aquí nos ocupa: ¿Es el
nombre propio un género de seudónimo al que sólo distingue la reiteración?
De lo
que apenas cabe duda es de que esa discusión, tan reciente en la Liga y Sajonamérica,
testimonia el encuentro del programa de la libre interpretación del texto con el problema
del texto historia ¿Por qué, de todas las secuencias de condiciones igualmente necesarias,
ésta recibe nombre y ser, y no aquéllas? ¿Dónde paran las historias anónimas, los cuentos
no contados? ¿Está definitivamente perdida la existencia que alguna vez tuvo lugar,
aunque no dicha? De lo que apenas cabe duda es de que cuando el imperio alcanza
Babel, y la pirámide metasistémica se cuartea, y a todos amenaza ruina bajo los
escombros de jerarquías desplomadas, se muda en historia, que es una pirámide
tumbada para que convertida en perspectiva dure más, y se esparza y divierta en el
desierto circundante sembrándolo de insinuaciones o recuerdos de sentido, iconos caídos
en los que disfraza de exotismo de fronteras coloniales sus propias ruinas. En el limbo,
como en lo inconsciente o en unas vacaciones en La Habana, la conciencia autofundada
puede regocijarse encontrando fantasmas de ayeres y mañanas embuchados en carne y
animados siguiendo sendas a las que ella renunció, disponibles para poder visitarlas
desde cualquier momento en que se encuentre en su auténtico automóvil, la actualidad;
reservas cronológicas de especies en extinción, a disposición del extintor.
129. Se ha definido como su atributo esencial la transición constante, del suceso privado
con interés público al interés público como divertimento privado. Con el tiempo, este
carácter liminar o límbico hallará su forma cumplida en las columnas de última página.
Vid. mi "Columnata", 1997.
130. La Gaceta de Madrid empieza a publicarse en 1661, dirigida por Francisco Fabro
Bremundán. Y desde esa fecha hasta 1680 (?) la imprime Julián de Paredes, "impresor de
libros en la plazuela del Ángel",con una prensa a brazo original del inglés Josef Moxon,
cuyo libro sobre el arte de imprimir seguirá por pocos años al del hermano de Julián,
Alonso. Su primer número se titula "Relación o gaceta de algunos casos particulares así
políticos como militares sucedidos en la mayor parte del mundo hasta el fin de
diziembre de 1660"; cada número aparece con distinto título. En 1663 aparece otra de las
características esenciales de los hechos, dejar de hacerse; en efecto, los reveses en el frente
de Portugal del padrino de la publicación, Juan (José) de Austria, recomiendan
suspender temporalmente la producción de eventos memorables.
131. Se trata de Antonio de Córdoba y Montemayor, ya citado (nota 116)
132. "De mediana proporción; rostro bueno y agradable; en la música y matemáticas,
pintura, lenguas, historia, discreto uso de la elocuencia natural, singular y próspero estilo
de la pluma, fue único y admirable. Hizo algunas coplas, y hasta la letra era excelente; en
los juegos de pelota, truco y maneo de arcabuz y en la caza, con sumado... Fué gran
Príncipe, y fuéralo mucho mayor si a este cúmulo de prendas hubiese agregado la
lineralidad en los premios, la magnanimidad en las quejas y la lisura y sinceridad en el
trato" ( Menor Edad de Carlos II, en Codoin, vol.LXVII, p.51- Col. Docs.Inéditos para la
H.de Esp.,1877; tb. vol.79, 1882)
"Con el talento y experiencia a sus órdenes, don Juan figuraba entre los
gobernantes mejor dotados de España en el siglo XVII. Notable general y astuto político,
contribuyó a la introducción en España del saber científico y fomentó el periodismo. A
diferencia de Olivares, ni favoreció el imperialismo exterior ni la imposición de la política
271
castellana en la corona de Aragón. Fué el único hombre público de su época en llegar al
poder por aplauso universal, y algunas de las medidas más prometedoras del
reinado,como la creación de la Junta de Comercio, van ligadas a su gobierno" (Henry
Kamen, La España de Carlos II, p.546)
La vida de Juan (José) de Austria y los sucesos aquí descritos se cuentan en todas
las historias generales de España y del Imperio. Obras de obligada referencia son las de
Maura, Carlos II y su corte, Madrid 1915, o Vida y reinado de Carlos II, Madrid 1942, y
H.Kamen, La España de Carlos II, así como alguna otra menor. Hijo de la actriz María
Calderón y de Felipe IV, se crió en el campo y recibió una cuidada educación; destaca su
afición por el grabado, que conservó toda su vida. En 1647 recibe el encargo de reprimir
la sublevación de Palermo, desempeñado con eficiencia, y el título de príncipe de la mar;
los dos años siguientes es virrey de Sicilia. En 1650 accede al Consejo de Estado y se le
nombra comandante de los ejércitos de Cataluña; el 10 de Octubre de 1652, el conseller
en cap rinde Barcelona al que ya es conocido como don Juan de Austria y comparado
con el vencedor de Lepanto. En Febrero de 1653 es nombrado virrey de Cataluña. Al
acabar los dos años de virreinato es destinado con el mismo cargo a Flandes, de donde
regresa en 1659. En 1661 suceden dos acontecimientos de importancia; el primero, que el
general siempre invicto por tierra y mar es destinado al frente de Portugal con resultados
nuevos; el segundo, que nace un heredero de la corona, hermanastro suyo, que habrá de
reinar como Carlos II. El 17 de Septiembre de 1665 muere Felipe IV, tras negarse a
recibirle a pesar de sus insistentes demandas. La Regencia ofrece un inesperado marco a
las ambiciones políticas de muchos, y entre todos el primero, el segundo Juan de Austria.
En 1667 estalla la guerra con Francia y se le autoriza a asistir a Consejos de estado; se le
ofrece la comandancia de Flandes, e impone dos condiciones, una de ellas, cambiar la
"monstruosa naturaleza del presente gobierno". Se refiere al valimiento del confesor de la
regente e inquisidor general, el jesuíta Everardo Nithard. A lo largo de 1668 se descubren
dos conspiraciones contra el valido organizadas por él (v.nota 41). En Febrero del 69
Nithard sale de Madrid y en Junio de España; pero don Juan (José), acampado en
Torrejón, no se hace con un Madrid desguarnecido y parte para Zaragoza, donde
permanece hasta 1677.
133. cit. por Maura, II, p.376
134. Fernando Valenzuela, "el Duende de Palacio", fue ascendiendo por el favor de la
regente Mariana hasta ser nombrado marqués en vísperas de la mayoría de Carlos II;
para él se creó por vez primera el cargo de "primer ministro" con tal denominación
oficial. En Noviembre de 1676 el rey le hirió levemente en una cacería en El Escorial, y en
recompensa le nombró grande de España de primera clase, motivo inmediato de la
revuelta de los nobles, que dejan de asistir a las ceremonias de la corte. Durante el mes
de Diciembre Juan (José) de Austria se suma a la conspiración y pone en marcha desde
Aragón su maquinaria propagandística primero y la militar más tarde, hasta llegar a los
sucesos de El Escorial. Preso Valenzuela en Consuegra, para arreglar el incidente con el
Vaticano se le entrega a la justicia eclesiástica, en tanto la justicia civil quema al parecer la
totalidad del expediente. Desterrado por diez años a Cavite, en Filipinas, cumplió su
condena, y en 1689 regresó a Méjico, donde aguardó permiso para regresar a España,
que no llegó hasta fines de 1691. Murió a resultas de una coz el 7 de Enero de 1692.
135. BN, Ms. 2348, n.25; BN, Ms.2633, n.7; Colecc. de A.Bayón, San Sebastián, n.154-D
136. Discursos practicables del nobilísimo arte de la pintura, de Iusepe Martínez, 1675. Léase
271
también lo que dice en 1610 Pedro Antonio Torri a Bartolomé Crescencio: "(...) que todas
las naciones menos esta, tienen tal inclinación á grabar en estampas, para que todo el
mundo vea lo sutil de sus ingénios, así en obras mayores como menores, y como vos
sabeis, en vuestra Roma e Italia han grabado tres y cuatro veces una misma cosa, hasta
las piedras viejas, donde por este medio han adquirido grande fama y estimación: bien al
contrario de lo que sucede en nuestra España, que si lo que hasta ahora hay obrado se
grabara la centésima parte de lo admirable que hay, superara a muchas provincias, así en
pintura como en escultura y arquitectura" (cit. en Alfaro, C., Maldita sea su estampa
(documentos gráficos para una historia del turismo en el Levante peninsular), Ed.Fomento
Municipal, Vandellós 1990, p.VII)
*
137. F.Fabro Bremundán entra en contacto con el grabador por mediación de Enrique de
Garcíroldán, asímismo grabador, que abrió entre otros conocidos retratos el de Ana
Portocarrero, marquesa de la Fuente. Bremundán asistió al menos en dos ocasiones a los
banquetes organizados por Juan Herault, señor de Gourville, un notorio espía francés
que mimaba a la señora marquesa, por cuyo conducto consiguió toda la información
respecto a los frentes del norte de los que el viejo marqués, su esposo, estaba encargado
en el Consejo. Según las memorias del francés (Gallimard, 1976, facs.) a esos convites
asistió varias veces Acuña, amante durante los años de su estancia madrileña de una
criolla hispano-francesa, amiga de la marquesa y ennoblecida por su matrimonio con el
repugnante vizconde de Lezame, María de las Nieves d'Harigneau. Para más detalles,
véase Vallejo Najera, "Ezequiel de Lezame: su vida" (vol.1 de la obra), y D'Harigneau,
M.N., Bajada a los infiernos del abandono y triunfo de amor en la perseverancia, Cartagena de
Indias, 1682?
138. AHN, l.1542, Consejos
139. "Y una hostería, que tiene la fortuna en aquella rinconada de la calle de Alcalá
donde todo cristiano ve la visión sin milagro ni amparo, vendiendo aloja y limonada es
propiamente hostería, porque allí está toda la enemistad y hostilidad nuestra (...) Bautista
Remírez del Olivo, Nuevos peligros de Madrid (ed.del Lunar, Jaen 1998, p.154)
140. Citamos los más destacables: 1655-1684, traducciones de Alciato; (1670, Villagrasa,
Valencia); 1610, Emblemas morales de Sebastian de Covarrubias, (Luis Sánchez, Madrid);
1660, Idea de un Príncipe Político Christiano representado en cien empresas, Diego de Saavedra
Fajardo, (Melchor Nogués, Valencia); 1638, Affectos divinos con emblemas sagrados, Hugo
Herman, (Gregorio de Bedoya, Valladolid; trad. de Pedro de Salas; 45 embs. anónimos, 1
dibujado por Francisco Rizi); 1653, Emblemata Regio Politico, de Juan de Solórzano
(Madrid García Morras; 2ª ed., Valencia, Nogués, 1658 a 1660, grabs. Juan Felipe Jansen);
1670, L.A.Seneca Ilustrado en blasones políticos, de Juan Baños de Velasco, (Mateo de
Espinosa y Arteaga, Madrid, grabs. de Marcos Orozco y Diego de Obregón -inventor de
los 4 que graba-)[Título: Gobierno general, moral y político hallado en las figuras más
generosa y nobles]; 1677, Memoria, entendimiento y voluntad, Luis Ortiz, (Francisco de Blas,
Sevilla).
141. D.Saavedra Fajardo, Empresas políticas, emp.20: "Bonum fallax"
142. Francico de Soto, S.J., Destierro de los malos cantares, con que nuestro Señor se ofende; y
271
para que canten los niños en las calles y escuelas dejando los del mundo por los de Dios, Sevilla
1621, p.35
143. Género específico del barroco, la búsqueda de este lenguaje natural de los procesos
morales se suma a las búsquedas del siglo de un nuevo lenguaje universal, cuyo
resultado más conocido es el uso de la matemática en la descripción física de los cuerpos.
Para una discusión de la idea de una lengua universal, véase el diccionario etimológico
teológico de Adrián Koerbagh (1668); Georgius Dalgarno, Ars signorum, vulgo
Characteristica universalis et lingua philosophica, 1661; P.Labbé, Grammatica linguae
universalis, 1663. Respecto a un lenguaje de cálculo moral universal, véase la Esfera Moral
de Erhard Weigel (1625-1699), profesor en 1663 en Univ. Jena, incluida en la edición de
Jena de la obra de su discípulo Samuel de Pufendorf (1632-1694) Elementos de la
jurisprudencia universal (La Haya 1660). La Esfera Moral contiene "figuras muy ingeniosas
que representaban cosas morales", inspirada en la llamada Tabla de Cebes, diálogo sobre
virtudes y vicios atribuido a este discípulo de Sócrates. Más en general, respecto a una
gramática universal de las imágenes, Artificium perorandi, 1587, Jordanus
Brunus(Giordano Bruno) Frankfurt 1612, ed. de Alsted; Simonides redivivus, Adam
Bruxius, Leipzig 1610; J.H.Alsted, Methodu admirandorum mathematicorum novem libris
exhibens universam mathesis, Herborn 1623, y Clavis artis Lullianae, Estrasburgo 1633;
Pharus Scientiarum ibi quidquid ad cognitionem humanm humanitatis asquisibilem pertinet,
Sebastián Izquierdo, Leyden 1659; Ars magna sciendi in XII libros digesta, Athanasius
Kircher, Amsterdam 1669; T.W.Corponiz: Nova methodus discendae docendaeque
jurisprudentia (1667)
144. "La tapada" (BN-Sta.Cruz, Calc.-XVII (doc), r.346), pensada para las tiendas de
tejidos de la Puerta de Guadalajara, muestra o mejor oculta una buscona en una pieza de
tela andando sola por la calle, rodeada por hombreras, calzas y espadas que parecen
seguirla. La imagen dobla aquí la suposición de la mujer, pues se supone que ya nos la
suponemos entera dentro: el punto de vista escogido es tan bajo que lo anunciado se nos
vuelve nimio e invisible en los pliegues de su anuncio. Así, al forzar la metonimia sale
engrandecida la cosa en detrimento de la mujer, reducida a supuesto en su anuncio.
145. 2ª ed. de Francisco Santos,1673 (1ª, 1664, 3ª en Valencia 1694).
146. El primer volumen del De Indianum Iure se imprimió en 1629, y este segundo, en
1639. Al aparecer en 1647 la Política Indiana, el libro III, tomo II, fué censurado "omnino" y
"de modo absoluto". El choque entre la Corona y la Congregación Propaganda Fide se
cerró por el momento con la orden de retirada del De Indianum Iure, firmada el 25 de
Marzo de 1647 por Felipe IV, quien no se privó de expresar su acuerdo con las ideas del
autor.
147. Fray Juan de Silva, loc.cit., III; sobre los orígenes y desarrollo de la idea del vicariato
real en las indias, véase Juan de Focher, Itinerarium Catholicum, Sevilla 1574; Alonso de la
Veracruz, Speculum coniugiorum, Méjico 1566; Luis Miranda, Directorium sive manuale
praelatorum regularium, Colonia 1615; Antonio de Remesal, 1619, Historia de la provincia de
San Vicente de Chiapa y Guatemala, así como los escritos de Fray Jerónimo de Mendieta o
Fray Juan de Silva.
271
148. Más detalles en Baudot, G., La vie quotidienne à l'Amerique espagnole... París 1981 ("La
vida cotidiana en la América Española...", FCE Méjico 1983); CODOIME, UAM, Méjico
1995, III ("O.N.G: órdenes regulares y clero secular en la evangelización").
149. Manifiesto de grandes, 15 de Diciembre de 1676
150.En la fórmula francesa de teocracia estatal, los funcionarios sustituyen a los
sacerdotes para soldar las leyes a los movimientos regulados de los cuerpos, sujetos en la
ley. Ahí la única figura sensorial de ésta se encuentra en el rey-sol, que permite ver y es
al tiempo visible, única forma-contenido, acontecimiento-mito que viene a sustituir al
calvario. Para todos los demás la ley es texto, lo que implica antes o después la
desaparición del caballero modelo en beneficio de la definición regular.
Otro es el caso cuando las lengua son muchas, y muchas las que permanecen
ajenas a la imprenta o a la escritura misma; cuando la ficción de aplicación simultánea de
una misma palabra a todos los puntos del "cuerpo de la nación" es manifiestamente
insostenible, pues el proceso de transmisión y aplicación se convierte en objeto y
problema por sí mismo. Para el "rey de los dos mundos", todo se decide en ninguno de
ellos, sino en el medio: en un limbo oceánico entre un tiempo y otro, un espacio y otro.
La materialidad de la palabra y su influencia en la esfera de lo significado es así
dolorosamente conocida para los gobernantes de "los dos mundos", cuyas derrotas y
crisis de los últimos cincuenta años se deben, esencialmente, al problema que el buen
Descartes ha ocultado sin más debajo de la alfombra pineal: la comunicación entre ideas
y cuerpos, leyes y súbditos.
151. Plasmados ya en 1669 en esta queja del Consejo de Castilla, o en los enfrentamientos
con la chancillería de Granada [AHN Consejos 7194/260]
152. Dietari, 3-I-1677, Barcelona 1967, vol. XXI, pp.321, 323-326.
153. Entre los consejeros de estado se cuentan en 1678 Vicente Gonzaga, el Príncipe de
Ligne, Francisco Totavilla; Carlos Manuel de Este es embajador en Londres, y Felipe
Arquinto en Viena.
154. "no ay vassallo por más independiente de su potestad que no lo traten como a
súbdito inmediato, subordinándole a sus mandatos, censuras, multas, cárceles, y lo que
es más, a la nota de estas execuciones. No ay ofensa casual ni leve descomedimiento
contra sus domésticos que no le venguen y castiguen como crimen de religión... No les
basta eximir las personas y las haciendas de los sus empleados de todas las cargas y
contribuciones públicas por más privilegiadas que sean, pero aun las casas de sus
havitadores quieren que gocen la inmunidad de no poderse extraher de ellas ningunos
reos..." Consulta Magna, redactada por dos miembros de cada consejo de Estado y
presentada el 12 de Mayo de 1678 (no 1696, como inexplicablemente reproducen algunos
textos).
155. "todas las comisiones referidas las despachó su excelencia por don Antonio Alvarez,
secretario de la inquisición de corte, de cámara del señor inquisidor general y de la junta
de calificadores del consejo" (AHN, Sec.Inq.,1758)
156. "Ésta es la manera más ingeniosa de falsificar moneda. Para hacer un real de a ocho
falso hay que deshacer dos buenos; véase la operación:
Se lima un real de á ocho hasta que una de sus superficies quede tan delgada
271
como una hoja de papel; se hace la misma operación con otra moneda igual, cuidando de
dejar entera la superficie opuesta, y después se suelda una pieza de cobre entre las dos
superficies, de la cual una es el busto y la otra el escudo. El cordoncillo se hace por medio
de una máquina. Resulta un real de a ocho dificilísimo de reconocer. La impresión es
buena. El sonido casi perfecto. No puuede distinguirse más que por el peso.
El monedero falso gana más de los siete octavos de la materia".
(Del informe del físico C.Gimbert, v.nota 181)
157. Según Cantalapiedra y otros se trata de una alegoría alquímica similar a las de obras
alemanas y bohemias de la época, en la que el matrimonio de oro y plata en una
sustancia nueva simboliza el nacimiento del hombre nuevo, la religazón de lo escindido,
del varón con la mujer y del individuo con la especie; Matusek y Schmelzen, en cambio,
señalan la similitud estructural con ciertos mitos aimaráes, identificando oro y plata
como vigilia y sueño, las dos caras de lo real equivalentes a lo apolíneo y dionísiaco
niechano (o viceversa) Cfr. Boyle, An Historical account of a degradation of Gold (1678),
donde se habla por primera vez del platino; Two Essays concerning the Unsuccessfulness of
Experiments (en Certain Physiological Essays 1661, trad. latina 1667)
158. Remite el expediente Antonio Zambrano de Bolaños, de la inquisición de corte, a
Juan Cortés Osorio, aunque finalmente el dictamen lo lleve a cabo el jesuíta Andrés
Mendo. Lo que queda del expediente se encuentra en AHN, Inq., ns.1758 (1)y 1956(2);
otros datos se han reconstruido a partir de documentación del Arch.Dioc.de Sevilla,
XC,57 a y 69b (3); fondos del Museo Canario -sin catalogar; caja 16(4)- y British Museum,
Sp.-let., c.157 y 158 (5), así como de bibliotecas particulares de Rabat, Xauen y Argel (6).
159. "Nosotros, padres capellanes de los esclavos de esta ciudad de Argel, testificamos
que el susodicho Jean Albert, insultado y maltratado, se apartó de nuestra santa fe
católica. Pero, tras reconocer la gravedad de su pecado nos pidió ponerle remedio con el
fin de retornar a nuestra fe. Por tanto yo, Fray Carlos Angulo, español, de padres
castellanos, religioso de la orden de nuestro santo padre Francisco, como el más
experimentado, lo he examinado como asunto de gran importancia y he reconocido que
su abjuración fué fingida, cosa que nos determinó a entregarle la siguiente carta con el fin
de que pudiera pasar sin ser tomado por un faccioso o un espía sino sólo por quien busca
el remedio para su alma... Dado en Argel el 4 de Diciembre de 1640. Sellado y firmado
por Fray Carlos Angulo, fray Roberto Fernández y Cebrián y Fray Tomás de Moratinos,
de la orden de los frailes predicadores" (loc.cit., 1, f.5; 6)
160. Fray Diego de Haedo, Abad de Frómista, de la Orden de San Benito, Topografía e
historia general de Argel, Valladolid 1612
161. Juan de Mariana, 1599 Toledo, apud Tomas Guzmán, De ponderibus et mensuris, (base
del cap.VIII del De rege); p.145
162. Mariana, op. cit., p.149
163. I Mach, II, 46,
164. 1 marco de plata son 67 reales hasta 1642, pasa a 83 y 3/4 (la de 8 pasa a valer 10); el
15 de setiembre, deflacción: las de doce y ocho maravedís, a dos, las de seis y cuatro, uno,
y las de uno, blancas, medio maravedí; se vuelve a la equivalencia anterior en Marzo de
1643. Ese mismo año, Pascal inventa la máquina de calcular.
271
165. Francisco Centani, de la Contaduría Mayor y del Consejo de Hacienda, Memoriales
76, 81, 84 y 85; Madrid 1671; British Library, BL Eg.mss 2.084/3221,342; Arch. del
Ministerio de Asuntos Extranjeros, París, Corresp.política, vol.601, f.56; BN, Berlín,
Abt.Dip.Korr., dok.17/Sp/654-b.
166. "Sería injusto exigir a los indios una aceptación tan lúcida y firme de la fe como la
que cabría esperar de otro convertido cualquiera, excepto del indio, aunque sólo fuera
medianamente culto, o procediera de un ambiente social menos corrompido que el de las
Indias con anterioridad a la penetración del Evangelio en ellas... El cristianismo no es una
religión como para ser enseñada por muchachos, y menos a gentes tan torpes para
comprenderlo como los indios" Borges,P. Métodos misionales en la Cristianización de
América, Siglo XVI, Madrid 1960, CSIC166.
167. En el siglo XII, Alejandro III dixit: Si quis puerum ter in agua immerserit in nomine
Patris, et Filii, et Spiritus Sancti, Amen, et non dixerit: Ego baptizo te in nomine Patris, et
Filii, et Spiritu Sancti, Amen, non est puer baptizatus (Publicado por Gregorio IX en la
primera colección de decretales a mediados del XIII). Y Sto.Tomás: Quia ablutio hominis
in aqua propter multa fieri potest, oportet quod determinetur in verbis formae ad quid
fiat, quod quidem non fit per hoc quod dicitur: In nomine Patris..., quia omnia in tali
nomine facere debemus, ut habetur" Col.III; por fin, el concilio de Florencia: "Non tamen
negamus quin et per illa verba: Baptizatur talis servus in nomine Patris, et F. et SS.; vel:
Baptizatur manibus meis talis in nomine P. etc. verum perficiatur baptisma".
168. Ilícito, pero válido, tal como aclara el Santo Oficio para su gobierno interno desde el
3 de Marzo de 1633 (AHN, Inq.,724)
169. Pero ¿y el acto sacramental mismo? ¿Puede deshacerse? ¿Puede repetirse? ¿Todas
las veces que se da una hostia son la misma vez? ¿Porqué no se bautiza cada hombre
cada día, si se bautiza cada día con un nombre? La paradoja campa a sus anchas en la
frontera en que el proceso toca al procesador y el tiempo a su medida y patrón. En
algunos sacramentos no se soporta repetición más que instalándoles una complicada
extensión del significado, como en el matrimonio, en otros, de ninguna manera. Eso
quiere decir que estos últimos establecen hitos, hacen tiempo: bautismo, confirmación y
sacerdocio. Los tres afectan o alteran el nombre. En el extremo opuesto, penitencia y
eucaristía deben repetirse cada cierto tiempo; ambos aluden a lo que queda fuera del
nombre propio, a los actos que se borran de una memoria o a la vinculación con el resto
del sistema.
El sacramento sacerdotal ocupa un plano diferente, como es lógico; Trento le
llama sacramento del orden, y de eso se trata precisamente, de una instancia de control
del propio sistema. Con él se reproduce el orden mismo, la posibilidad de repetición de
actos sacramentales. Por algo se llama seminario el lugar en que se crían. Con los
sacramentos trentinos, la frontera entre el sistema y su despliegue, la encarnación del
verbo perfecto no es ya un misterio, sino siete y más transportables; las vías de acceso del
suceso verbal al valor de Verbo católico, global, se han ampliado pero no desmandado.
Nada de libre comercio entre los dos mundos: la Casa de contratación es magnánima,
pero no suicida.
170. Trento, De sacramentis in genere. can.11
271
171. Alejandro III, 1159, incluida en Corpus juris por Gregorio IX; habitualmente usada
con niños expósitos o recogidos, en caso de "que tras inquisición no se esté cierto de que
hayan sido bautizados"
172. AHN., loc.cit. 1
173. Del Cardenal-Infante a Olivares, 9 de Enero de 1637, Archivo de la Casa de
Miraflores; cit. Elliot, p.496
174. Política angélica, de Antonio Enríquez Gómez, alias Fernando de Zárate, mercader,
que asistió a su propia quema, en 1660, en Sevilla.
175. loc.cit. (2), fol.3.
176. Al tribunal de Cartagena de Indias se le requiere a que inquiera acerca de "un tal
Juan Ruiberche o Reberche, natural de Maastricht, flamenco de nación, de oficio la mar,
por tener noticia cierta de que pasó a la carrera de Indias, y saber de cosas que tocan a
este santo oficio" (loc.cit. (2), f.12; (4),doc.56), así como al tribunal de Mallorca acerca de
Pedro Botí, testigo de abono citado en 1643 y al que se sabe liberado recientemente en
Argel tras más de treinta años de cautiverio (loc.cit.(3),32;(6),docs.2 y 3), así como de
cualquier otro testimonio relativo a Juan Alberto (loc.cit.(5), doc.7/b).
177. Así, el Pope Carlo en la más conocida de sus encíclicas, "De aperta ecclesia et hostis
suis" (1970), que tanta influencia ha ejercido en las repúblicas del norte y las indias
sajonas.
178."(...) "el cardenal [Richelieu] ha querido aprovechar la perturbación general para
falsificar reales de á ocho españoles y ponerlos en circulación en todos los países donde
esta moneda es admitida, es decir, en las Antillas, en la parte mayor de las Américas y
hasta en las Indias Portuguesas, e incluso en la misma península española (...) V.E. verá
por lo que voy á decirle que durante varios años se han fabricado falsos reales de á ocho
en Argel a sabiendas del rey Pichelín y sin que haya tomado éste medida alguna para
oponerse (...)" [De la Memoria firmada por Jan Albert]
Estos hechos, desconocidos hasta el día, están confirmados por otras vías, como
prueban los documentos siguientes:
*"...Hay cinco especies diferentes de reales de á ocho, falsos o compuestos que he
visto, y de los que envío a V.E. muestras. He tenido que cortarlos para poderlos ensayar
y conocer la composición. Muy pocos ejemplares he podido conseguir, pues estas
falsificaciones se hacen muy secretamente y el fabricante las envía enseguida a quienes se
la encargan y explotan fuera del país" [Del informe del físico C.Gimbert; siguen
descripciones de procedimientos de falsificación, entre ellas el citado en nota 81]
(...)La citada Memoria me ha sido remitida por el autor para hacer de ella un uso
conveniente. Añade que habiendo sido enviada asímismo al Ministro en Madrid, éste, en
un momento de indignación, resolvió hacer mención de tan gran perjuicio en su
manifiesto de guerra, pero el Consejo, por el temor de perjudicar el crédito de la moneda,
se ha abstenido, y, por lo tanto, han acordado guardar secreto el asunto y se han
contentado con enviar muestras de las monedas falsas á los puertos españoles de
América y de las Indias Orientales para impedir la introducción de la moneda falsa. VE
decidirá si puede utilizarse este descubrimiento para perjudicar el crédito de los reales
de á ocho españoles o dar un golpe sensible al crédito de Francia por tales prácticas de su
Hacienda, o ambas cosas. Aparte de que, por descontado, sería moralmente doloroso que
271
el crimen quedase impune y quedase la ventaja para un gobierno falsificador (...)"
[Tom Skipp, acompañando el envío a Lisboa de la Memoria firmada por Jan
Albert y documentos adjuntos, con fecha de Febrero de 1644( loc.cit.4, doc.15 y 16); con
fecha de Septiembre de 1679 el embajador inglés en Madrid William Gates envía
correspondencia relacionada con la boda real y añade partes de esos documentos (faltan
el peritaje y el comienzo de la carta); ambos actualmente en loc.cit.(5, doc.54/a,b); cit. y
frags. en Archs.del FO, Londres, Corresp.política, vol.590, fol.212 y ss.]:
"[los documentos] me los hizo llegar alguien que siendo aun muy joven se vió
enredado en los hechos que narra, así, de primera mano. Como sabemos, durante las
guerras por entonces desatadas la violencia y animosidad fueron extremas, y los
ministros de todas las monarquías se creían en el derecho de acudir a todos los medios
para defenderse. Ése no es hoy el caso, como sabemos; pero dejo en sus manos decidir si
tales secretos lo siguen siendo, o bien puede el público conocimiento de pasados yerros
contribuir a prevenir los venideros(...) En tal caso [de publicación] pediré únicamente
que el nombre de mi amigo no resulte comprometido con el ministro del Rey de España,
con el que actualmente goza de gran favor" [De la carta de William Gates acompañando
el envío arriba citado; copia manuscrita de esta carta se encuentra en el expediente
presentado por la Suprema al primer ministro, loc.cit. (2),anexo].
179. Cit. por Mariana, loc.cit.
180. Los emblemas de los gallardetes son en efecto similares a los anteriores a la tercera
confederación de Kalmar, los que aparecen en alguno de los medallones recientemente
hallados en las excavaciones de las colonias danesas en Villaurania la Nueva
(Noiranenborro, al norte de La Florida);vid."Heráldica paleoamericana", M.Asteel, UAM,
Méjico 1979 -N.Arjus U.P. 1973-)
181. "Relación histórica/ del/ Auto general de fe/ que se celebró en Madrid este año de
1680 con asistencia del rey N.S. Carlos II, y de las magestades de la Reyna N.S., y la
augustísima Reyna Madre, así como de la alteza de su primer ministro y la grandeza de
este reino, siendo el inquisidor general el excelentísimo señor D.Diego Sarmiento
Valladares (...) Va inserta la estampa de toda la perspectiva del teatro, plaza y balcones/
por José del Olmo/ alcaide y familiar del Santo Oficio, ayuda de la furriela de SM y
maestro del Buen Retiro y Villa de Madrid; Madrid 1680; BN, ms,9475. Todas las citas
que siguen están tomadas de este texto; puede encontrarse la información oficial en
AHN, Inq., lib.735, "Relaciones de causas de fe desde el año de 1665 hasta el de 1692".
182. Tres en la Antigua Calcografía Nacional de Madrid (ns.1063, 1078,3452), dos en la
Biblioteca de Ambos Reinos, en Santa Cruz (317a/AI), anteriormente en los Archivos de
Indias de Sevilla adonde llegaron durante la capitalidad procedentes de la colección
particular de Carlo III, uno en el Archivo Histórico del Oeste, en Buenos Aires
(Ext./Pen.,Calc.762) y otro en la Real Biblioteca de Ciencias Morales de La Florida (Sp.A63;mic.182.). El ejemplar más antiguo de los que se conservan en Santa Cruz muestra una
suerte de quemadura en el lugar de la figura ausente, cuyo origen no han logrado
establecer todas las pruebas efectuadas a instancias nuestras, por las que estamos
hondamente agradecidos al conservador real, docto Henrique Fandique. Sin embargo,
no hay rastro de la efigie en los demás ejemplares citados, así como tampoco en las
copias posteriores de la Biblioteca Virreinal del Río de Oro, Seminario Real de Salta ni
271
Universidad Católica de Legazpia (antiguo Real Seminario Filipino).
183. El nórdico Han Heliote hablaba en 1975 (La España Imperial, p.136) de "segunda
fundación del Imperio", e Indiano Castro en 1942 de "encrucijada de los tiempos y filo de
la historia" (Suratlan y los suratlantes,p.69). Pues "¿qué es una historia sino el despliegue
de las posibilidades de un sistema?" (Jorge Ignacio Jeguel, Ciencia de la lógica, v.3, p.521,
Monaco de Baviera, 1826).
El éxito de la estrategia de la multiplicidad se manifiesta en
primer lugar en lo político con el matrimonio del rey, y tras el nacimiento de su
primogénito, también en lo económico. En este sentido general es ciertamente atinado
hablar de un "imperio de mestizos", como la despectiva frase del ministro de Luis XIV al
conocer los edictos de restitución de 1679 y 1687 (por los que se autorizaba y alentaba el
regreso de moriscos y judíos, estableciéndose en el caso de los artesanos e industriales
incluso ciertas indemnizaciones aplicables a los gastos de repaertura de instalaciones
productivas). Tras la alianza con Portugal (1695) que precede a la unión de 1708, los
acuerdos con Marruecos y Berbería recuperan para la navegación el Atlántico sur, y al
integrar en las flotas y los beneficios sudamericanos la maquinaria pirata de Salé han de
contarse entre los primero factores que llevarán a Gran Bretaña y Holanda a los acuerdos
de 1713.
La grave enfermedad de JJ en Septiembre de 1679 marca así un rubicón para la
historia: a partir de aquí, cede lo prescrito ante la escritura, bastardo reino donde el
presente se enfrenta y se amalgama con los tiempos ausentes; la necesidad de ser
reconocido es vencida por la molestia de darse a conocer, y el esfuerzo por establecerse
triunfa de la obsesión de restablecerse. Esa toma de conciencia señala el verdadero inicio
de la recuperación del "reino de los dos mundos", cuyos hitos son de sobra conocidos
desde el traslado de la capital a Santa Cruz de Tenerife en 1718 hasta los acuerdos de
1789. Y las medidas de Juan José de Austria, en efecto, no se apartarán ya de esa
dirección tras su sorprendente recuperación -que incluso algún historiador llega a
achacar a prácticas mágicas-: la tensión con el Vaticano alcanza sus puntos críticos en la
supresión de la Congregación de la Fe y la reorganización de la Inq. (1685 y 1691), y la
atribución del nombramiento de obispos y cargos a raíz de los acuerdos de unión con
Portugal en 1708; sobra decir que la fundación de San Pedro Nuevo en Funchal en 1725 y
la proclamación oficial del Vicariato Regio es más una rúbrica que un paso en ese
proceso que llevará a la Unión del Sur, remoto embrión de la actual Comunidad
Ecuménica Entrecontinental.
184. Pensada como provisional, la organización diversificada en círculos parroquianos
de un crédito que al cabo es uno y católico, adelantaba en una peregrina mezcla de
pasado y futuro algunas de los rasgos del dinero moderno, en que el crédito que
atestigua la estampa no se aplica a cualquier persona ni a cualquier producto, frente a las
teorías del valor dominantes en Sajonámerica que le conferían una catolicidad numérica
y abstracta. En una palabra, la estampa de crédito anticipa el actual concepto dominante
del dinero personalizado a través de cofradías y patronazgos diferenciados, y no cabe
duda de que su temprana introducción en la Unión ayudó a la hegemonía comercial de
ésta durante el siglo pasado. Al respecto, véase Samuélez, S., El valor del dinero, FCE, Boa
Vista 1963; Q.v.Gálbrez, Geldin van yester, Bomgarden, N.Arjus 1975.
185. Dice que nació en el Perú, y no sabe cuánto [-s años] tiene; y cree que tiene casi
setenta años, y saca la cuenta así: que era muy joven cuando murió su [¿padre?][...] y que
se acuerda que la llamaban Isabel, pero que se llamaba Nanué; venía de una granja cerca
271
de un lugar que se llamaba Verhela [¿Berenguela?] y había tenido dos o tres niños antes
que naciera él [¿...?] ha llegado a saber que se llamaba de nombre Manuel. Luego se
empeñó en buscar plata y para favorecer su negocio obligó a Nanué a complacer a un
veedor de hacienda del rey, que le hizo un hijo. De éso sólo ha llegado a saber que de
apellido le llamaban Andana.
Y que su madre le llamaba Oyantai, y que no recuerda que le hayan llamado con
otro nombre en el tiempo que vivió en Potosí, que fueron doce años. Que Manuel no se
ha molestado en hacerle bautizar, pues pronto se cansó de Nanué y sólose ocupaba de su
mina, donde no logró encontrar gran cantidad de plata, y un hundimiento de galerías le
dejó bajo tierra, lo que pasó el 8 de Septiembre de 1628, como se ha dicho.
Nanué dejó de cantar las canciones que cantaba siempre en su lengua, y pronto
enfermó y murió. Y que él ha olvidado las palabras pero recuerda la música y toda su
vida las ha silbado al trabajar para no olvidarlas.
Y que al quedar solo decidió averiguar dónde iba a parar la plata, y qué
maravillas en el reino aquél para que vinieran a vivir y morir así. Como se enteró que
España quedaba hacia la salida del sol echó a andar por el río que llaman Pilcomayo.
Acostumbrado a las sierras, al bajar el horizonte le dió tanto miedo como el que sintió
luego cuando llegó al mar, así que siguió por la selva hasta que lo cogieron preso unos
indios que llaman itatines de la provincia del Paraguay. Le engordaron para comerlo el
día de su fiesta de brujería para celebrar que se había echado a los padres de la
Compañía, pero antes de llegar el día los jesuítas llegaron con algunos españoles
armados de un pueblo que llamaban Villarica. Durante la batalla escapó y los españoles
querían llevarlo a trabajar en sus granjas. Pero uno de los padres, de nombre Muntiya
[¿Montoya?] le cogió y le llevó a un lugar que llaman Los Ángeles, en el reino de indios
que los padres tenían cerca del Brasil. Y que aquí vió por primera vez un libro con
estampas, que le gustó tanto que cogió una tiza y empezó a dibujar encima de una tabla;
y omo el padre Muntiya lo supiera, le puso a aprender con los que tallaban las figuras
para un retablo de la iglesia, y que hizo uno de los siete ángeles de la puerta, que fué su
primer trabajo de grabador.
Y que los padres le preparaban para bauizar con otros del luar que estaban allí
reunidos, pero antes que la Pascua llegaron vendedores de esclavos que en portugués
llaman malocas, y quemaron todo, y mataron muchos, y muchos más murieron en los
caminos de la selva. En San Pablo le compró un mestizo de nombre Caetano Rocha para
su plantación, donde cogió fiebre y estuvo casi un año a punto de morir. Para consolarse
dibujaba con una espina en hojas duras y el zumo le servía de tinta, con lo que hizo una
especie de sellos para estampar adornos en los vestidos de otros esclavos. Un español vió
un dibujjo y se interesó, y Rocha apovechó para venderlo antes de que le volvieran las
fiebres, y recuerda que cobro quince pesos como si fuera un hombre sano, lo que es un
delito. Y el español se llamaba Diego Hernando Alvaro de Ribera y era un regidor de
Tenerife que volvía con su mujer en estado, que tuvo la niña durante el viaje en el barco.
Y la niña siempre paraba de llorar y se quedaba dormida cuando le escuchaba silbar, lo
que algún marinero pensó que era brujería. Pero el regidor prometió delante de todos
que sería su padrino cuando se bautizara junto con su hija en cuanto llegaran a las islas,
para lo que solo faltaban dos días, cuando encontraron barcos de Salé, en tierra de moos,
y les cogieron presos sin que pudieran resistir.
Y dice que mandaba el barco un renegado de nombre Mami el Inglés, lo que
ocurría a principios de 1636. Le vendieron en el mercado de Salé a un andaluz de
nombre Ahmed, con ideade ponerle a servir en un barco; pero como el mar le ponía tan
enfermo que ni los latigazos le podían tener en pie, le vendió a un flamenco renegado,
Juan Alberto -lo que era sin duda Jean Albert- y era de un lugar llamado Bolduque -que
271
es s'Herzogenbosch-; los moros le llamaban Mustafá. Esto pasaba en el año de 1636,
porque el dueño de Mustafá, llamado Morat, murió antes de dos años y eso sucedió en
1638, que no se le ha olvidado. Morat también era una renegado de Mallorca, donde le
llamaban Micol [Miqel] y le nombró alcaide del lugar el rey Pichelín, y en 1638 le mandó
a la guerra con los moros de tierra adentro y no volvió más a Argel, por lo que
seguramente le mataron; después huyeron a Salé y a Canarias /.../
186. Actualmente residente en Univ. de Tarif al Gadí
LOS CÍRCULOS DE VIENA
187. Neue Freie Presse, 28-XII, p.13; Poch reunía en un archivo las citas de prensa,
agrupadas por publicaciones y numeradas. Las siglas más habituales son NFP, Neue
Freie Presse, W, Die Welt, vK,Die verdoppelte Kröne. En los casos en que hemos podido
localizar la cita, como éste, la incorporamos en nota.
188. Citadas en adelante "Lej"; cuando las notas de Lejtoroshov se remiten a fuentes de
Steinhof, "Lej/St".
189. Nos ha sido imposible localizar la referencia entre los materiales publicados hasta la
fecha del seminario lacaniano.
190. Según comunicación personal de L.Belío, entre 1983 y 1988 el profesor Poch realizó
no menos de tres viajes a Moià y sus alrededores; ello parece indicar que pensaba en una
búsqueda de sus orígenes por parte de Otto.
191. Hemos incluido en lugares que nos han parecido pertinentes cuatro frases alemanas
anotadas en una libreta con datos sobre Steinhof. Es muy probable que se trate de
transcripciones de los registros fonográficos a que alude el texto; las ambigüedades o
errores que contienen, que no obstante hemos respetado, sugieren una transcripción
apresurada, sin oportunidad de comprobación o corrección. Una traducción un tanto
libre de ésta primera sería: "Cuadra al camello pasar a ser interrogado por el guía,
descarriado por el ojo del oído".
192. "Donde se empeñe el ímpetu local, medra la maleza verbal". "¿Se limita la
proscripción racial al cuadrilátero de las nivelaciones?". La primera frase juega con
Wörter-buch, libro de palabras o diccionario, Wuchs, vegetación, Wucht, violencia o
ímpetu, wuchern, proliferar, pero también Wucher, estraperlo; lasegunda, con
Strassenbahn, tranvía, y Nibelungenring, el anillo de los Nibelungos; ring, además de
anillo o palenque es también ronda, como el Ring de Viena.
193. "Desvivirse es el esfuerzo más crudo". Pero la fonética induce a invertir el orden del
grupo "er" en Streben, convirtiéndolo en Sterben, morir: no vivir es el morir más arduo.
OXIMORON DE LA FRONTERA
194. Donde la actividad celestinesca del correveidile y oyevaicuenta reintroduce la
dualidad en el interior de la frontera de cristal que se pretendía sin dimensiones,
siéndolo tan sólo respecto al plano ortogonal del emperramiento emperrado en
alcanzarse a través, mientras que se extiende ilimitadamente en la superficie de un
espacio y un tiempo que aplana mientras explana.
271
195. La longitud y las dudas sobre su atribución nos han llevado finalmente a excluirlo
del cuerpo principal del texto. Sobre su autoría y contenidos, "Sustine et abstine: lo
estrictamente necesario y la lógica modal estoica", JL.Arántegui, La Ventana (2), 1989,
pp.34-41.
196. Aquí se insertaría lógicamente el siguiente fragmento, antes aludido: "Próximo a los
círculos de los lógicos parisinos de fines del siglo XII y principios del XIII, Otloh de Saint
Emerdand muestra el influjo de las discusiones suscitadas por Guillermo de
Champeaux, Odon de Tournai y Roscelino de Compiègnes en torno al problema de los
universales. El oximoron aparece en él como paradigma de coincidencia de contrarios
que culminará en la doctrina herética de la vacuidad del mundo como perpetua
'evacuatio Dei` ". Como se ha indicado, el trabajo sobre Otloh no llegó a comenzarse.
197. M.Gruberl, Am schönsten grauen Ganges:Über indischen Ärgniss und Fröhlichkeit,
P.Lanyi, Wien 1913; A.Watts, Zen Guay -hay trad. española, "El camino del zen", Edhasa
1977; S.Radhakrisma, Brain as Mine, CUP, Calcuta 1934; Petra Omposi, Della utilizazione
sensa senso della linga nella veccia India, IUP, Dark Hill, Indiana 1956; A.K.Coomarasuami,
Swaning on the loosed Age, Proust&Cake, Madeleine, New Jersey 1968; S.B.Dasgupta, Tears
on the thirty Tea, Twinnings ed., Sindolore, 1945; A.J.Bahm, P.J.Bein y J.K.Vloom, Being as
doing a Big Bang, Vulcan Pub.,Bombay 1972, y las obras clásicas sobre la literatura védica
del profesor Kurz Kelchenbein, Ueber verdoppelten Schauen im extatischen Anschauungen
nach den indischen Weltanschauungen, Rechtlink Verlag, Xauen 1924, Atilio Tremedal y
Evaristo William-Palacios, Breve investigación introductoria a las afinidades geoantropológicas
entre las escuelas indias de la renuncia y los indios del Paraná, Paraguaya de Clásicos,
Asunción 1944 (en especial los capítulos CX a CXL), así como John Ledges y Pateta, No,
MIT, Mass.UP., 1967
198. Sean mencionados aquellos versos del Ruyanijab, "¡tengo La Negra encima sin
blanca/ luz para apagar un polvo de sombras!", que exclama Vishnú a punto de ser
alcanzado por Kali (trad. Rodríguez Porriños, Biblioteca de Autores Paganos, Meco,
Madrid 1941); cfr. Z.Zähler, "Retorische Gestalten in vedischen Literatur” Ztsch.f.östliche
Filologie (IX), 3, 769 y ss.
199. Cfr. los trabajos clásicos de A.Steuer y O.Limpot, y en castellano, de P.Arias y
G.Abela, así como la obra imprescindible de Aradi Videnda, Parias Treasure and
topological Theory of Catastrophes, M.Isrich & Sons, Exeter 1988.
200. Al respecto resulta inevitable la obra de O.Mingarigabe Eusko kosmolegia mundu
zikinaren kontra, Ed.Ipurzulo, Zugarramurdi 1938, aunque ciertamente dificultada al estar
redactada sobre dolmen, lo que hace ineludible desplazarse hasta el lugar de edición.
201. Ars inconveniendi, esc.2; como en ese escolio suelen naufragar exégesis y
traducciones, seguimos la de LLom y Muntadas; es accesible el facsímil de Eds. La
Gavina, Columbretes 1989.
202. "Katakefaloi anapodós", en Diels, Helenistische Stücke, Bd.XIII, hrsg. von M.Sturb,
Steil Vlg., Himmelfussdorf a.E, Dresde 1927, pp.107 y ss.
203. Historia Natural, I, Clásicos Gredos n.206, p.74.
271
204. Así en Parva philosophorum, L.A.Collera, Trillas, Méjico 1982, cap.II, y en Anágenes, o
el Chanquete, atribuido al Pseudoaeropagita, aunque recientemente se ha presentado otra
interpretación que lo atribuye nada menos que a Narsés, el gran eunuco y mariscal de
Justiniano; remitimos a la introducción de la edición crítica bilingüe de Carlos Arente de
Argamandijo, eds. Lathapa, s.Clásica n.7, Jerez de la Frontera 1976, pp.123 y ss.
205.Cfr. Aradi Videnda, loc.cit; G.Mehrzahl y G.Marx, "Von Nichts zur Null: die Indische
Mathemathik und ihre paradigmatische Verweisung zum Alles", Jahrbuch für exakte
Wissenschaften und Handel, Bremen (XII, 3, pp.564 y ss.); sobre megáricos y estoicos,
I.F.Nolossd, T.H.E.Newhavit, Capital Arguments and Paradoxes on the Province of Modal
Logic, Arnie Hades ed., Little Big Horn 1987
206. El acta está editada en "De silente iuris", Actas del XII Congreso Internacional de
Historia Comparada en el Derecho, Begin Pubs., Shatila 1983. Referencias útiles son
D.Lagauche, ”Diction aryenne du shij analysée", Revue de Sesa (V), 3, 69 y ss., que
estudia detalladamente los problemas de traducción del acta; M.A.Jupon, "Le réfus de la
supe(inte)riorité", Bouletin des Champs Freudiens, n.ext.Julio 1975, ed.B.Edullis y
M.Ouscaria; W.Brown, Remaking the Indian Unmaking: Alltoy's Sistematic Deconstruction,
MacMillan, Londres 1986; Ettore Achillei, Corsi e discorsi deli valori eroici, Eds. Vadoglio,
AdisAbebba 1935; P.Parigi, "Morte senza tino", en De silente iuris; K.van Linjeen-Poppe,
"Shantalamuye umkeeren", Filologica Neederlandica (III), 1, 23 y ss; Fortunato Luziano y
Aldo Chicken-Loos, Shoot up for Ever-Now: The Big One and the No-Contradiction's Axioma,
Morgue Pubs., Chicago 1931, así como la obra de Facker citada luego.
W.Brown, siguiendo a M.Jupon, señala que en el uso lingüístico de la época
"plenitud" no designa un atributo que un sujeto alcance mediante cópula, sino un modal
o modalidad a la que pueden adherirse o no infinitos actos, que sólo tendrán algo de
sujeto en cuanto puedan sujetarse por algún accidente a ella. Esta figura del sujeto
necesariamente accidentado en la cópula coincide con lo que el maestro de Kurdalabad,
el célebre geómetra y aritmético Arasumanda Sali, llamaba pérdida de modales, lejano
precedente de la teoría de funciones alternas. Según Brown la traducción de "plenitud" a
lenguas europeas respeta en las terminaciones "ud", "ude", "heit" una marca de
impersonalidad, pero sin embargo sustancializa lo que debiera ser "adecuación de
modalidades" o "modales adecuados", y propone la expresión "plenear aguas". No
obstante esta traducción hace recaer en el linguocentrismo, pues igual cabría "aguar de
pleno", lo esencial de su argumento, como ya planteó la conocida paradoja del mudo de
Shitakayanda, un lógico heterodoxo de fines del siglo V aC.
La diferencia entre el predicar en la cópula y los modales adecuados se hace
palmaria en el número. En la primera sólo habría una plenitud, nunca consumada por el
número de los individuos, mientras con modales adecuados la plenitud se colma y vacía
de significado a la vez cada vez, perdiéndose el sentido en el mismo instante en que es
más sentido; esto encaja con la formulación de la figura "plenitud de plenitudes y sólo
plenitud que te vas para no volver, déjala correr", a la que Brown llama
"encabalgamiento sucesivo de categoría" y los lógicos de Madrás "las primaveras de
búfalo" (cfr. Cody, W., "Indian Mithologics and Rethorics", in Arizona Review of
Literature (XLII), 3, p.94 y ss., Phoenix, Arizona)
También es claro que atributos que "no existen fuera de la atribución" nada tienen
que ver con un organon metafísico que se extiende al menos hasta los atributos divinos
de Leibniz, que ciertamente ya empiezan a funcionar como un reloj porque se atribuyen
a sí mismos; sólo que a solas y en la penumbra de esas petites perceptions que salpican,
como gotitas al sacudirse la ola en la costa, la conciencia. Con los modales adecuados, el
271
centro de gravedad de esa "puesta en relación", o tiempo, deja de ser topos categorial, y
abolida la idea de posición, se va corriendo fuera de lugar en cualquier lugar, esto es, a
cualquier momento [Sobre las relaciones entre Leibniz y los Vedas, F.Stina, "De l'
harmonie établie à l'avance et les essaies de dé-montrer le dépassement du Suprème
Horloger aux origines de la pensée digitale", Cahiers du Tictac (LVII), 7, p.78 y ss.,
Gèneve 1989]
Esto podría dar lugar a pensar, ante todo porque es actividad que mantiene el
riego cerebral sin esperar la plenitud del Brahmaputra, que ese desplazamiento -del
tiempo, no del Brahmaputra- se produce porque plenitud y vacuidad, como cualquier
pareja que en occidente se entiende unida gracias a la cópula, representan extremos
modales en distinta posición de una jerarquía. A esto apunta la interpretacion, a nuestro
juicio superficial como el agua de un arrozal, de E.Achillei: vacuidad y plenitud expresan
dos modalidades existenciales entre las que corre el sentido por un desnivel axiológico,
ínsito en la desigualdad terminológica. Plenitud, sustantivo, se sitúa por encima de
vacuidad, carencia predicada que queda debajo. Esta postura sustituye así la plenitud
vacua del Uno por la plena vacuidad de una oscura "casa del ser" a la que basta sacar la
lengua que recalama para que se revele equívoca casa de citas donde reside la meta física
de occidente desde el principio.
P.Parigi apunta al punto débil de Achillei recordando el tradicional carácter
simbólico del agua, panta rei heracliteano que fluye, si no con sentido, sí por alguna
dirección. Mas no a resultas de nada "pendiente", carencia óntica o desnivel axiológico
que instaure tiempo y discurso entre modalidades del Ser -que no se dice de muchos
modos, sino que se desdice de todos modos-, sino en una relación históricamente
variable construida en interacción comunicativa, esto es, mediante canales regulables con
esclusas y ruedas de molino. Según eso los lógicos del siglo V y en especial en Benarés,
ciudad sagrada bañada por el eterno fluir del Ganges y punto obligado de parada del
viajero, resulta obligada la visita a la parrilla del Ritz, nos encontraríamos con una
interpretación que haría de los lógicos de Benarés, ciudad sagrada bañada por el eterno
fluir del Ganges y punto obligado en que no se puede dejar la parrilla, donde nos
encontraríamos con una interpretación en que los lógicos del eterno fluir del Ganges
harían del viajero a mordiscos, más que un refinado primer platonismo, a la postre, un
hegelianismo avant la lettre que pondría "el río", "las aguas", el devenir en una palabra
como Vermittlungsinbegriff, remozando el juego de palabras de Hegel como mediadoren-el-concepto y a la vez quintaesencia autoproclamada de la mediación.
No sólo las críticas de K.van Linjeen-Poppe y D.Lagauche han señalado lo
insostenible de esta postura. Con intereses distintos, F.Luziano y A.Chickenlos
apuntaron con tino en la escuela pragmática de Chicago a sus inconsistencias, dando en
el blanco al menos en dos puntos: primero, las elevadas miras de la metafísica del
lenguaje pasan por alto el campo de arroz, objeto de la litis. De no ser por la
contradicción, en este caso jurídica, planteada desde un sistema de funcione externo a
toda "esencialidad" del lenguaje, en este caso el pali, y en referencia a un "objeto"
aceptado como identidad subsistente, y que permite subsistir, por muchos guiones que
se barajen nadie habría echado a rodar la película ni habría emergido sentido alguno del
desencharcado arrozal de Shantalamuy, ni la nada nadearía por falta de Grund para
hacerlo, ni en fin se habría dado esa puesta en relación que ciertos autores suponen dada
por una gramática ontológica. Aquí no nos encontraríamos tanto ante un hegelianismo
avant la lettre de la patrie como ante un marxismo puesto en pie en la tierra de los parias,
bañada por el Ganges milenario y su eterno etcétera de Almanzora a la guitarra. O como
afirman Luziano y Chickenlos, el mismo Heráclito del panta rei es el beligerante trinitario
del polemós pan patrés, es decir, que el que no hace llorar no mama, y sin la demanda
271
judicial que interpuso el propietario fuera de sí para asegurar para sí las existencias
existentes, nada sabríamos hoy del Gefügtsein de la horticultura indostana, para otros
existencial universal. Y en segundo lugar, la hipótesis encubierta por la hermenéutica de
charca de aquellos autores según éstos es la que llaman éstos "hipótesis del cebollo". En
la interpretación de estos autores de la de aquéllos, ésta sería igualmente aplicable al
campo en cuestión si no se tratara de un arrozal sino de un cebollar, siendo así que la
experiencia demuestra que: a)de tratarse de un cebollar la "vacua plenitud" debiera
entenderse "plena vacuidad", pues el exceso de agua arruinaría las cebollas donde haría
granar el arroz, y subsecuentemente b)el propietario no habría demandado al cultivador,
y éste con una porra no habría pegado a la perra de aquél, y como la guerra es la parra
que tapa el origen de las cosas y las cosas del origen, parra sin perra ya no da guerra, lo
que engarza con la hipótesis anterior. En una palabra, lo cualitativo no es "lo cualitativo",
o por decirlo con Valavanda Sinchapartala, "de ilusión también se vive si es la de otro".
207. "An ominous anonymous: the Tankharatassa's logical corpus", Actas del Madison's
Quare Congress, M.Facker et al., Pennsylvania UP., 1989, pp.238 y ss.
208. E.Ness, The dream of Reason: Monsters of Logic and No-Linear Aesthetics, Corkscrew
Pub., Aberdeen 1988.
209. Freud, S., GW IX, p.577 y ss; (Bib.Nueva, XI,73 y ss.; Chamorrortu, XII, pp.132 y ss.)
Asímismo, sobre movimiento helicoidal y pendular, Elena R. Carrillón, Puntualidad y cita
en la obra freudiana, eds.Tatatu, Madrid 1998
210. La simulación se realizó con un Apple BAN-AN Sexium, con un RAM de 740 Gg,
driver poliparamétrico y escalar de trees tipo monovial con desviaciones aleatorias, así
como monitor especial con turbante acoplado para resistir la elevada presión durante la
digitalización de la postura del caracol.
211. C.Clay y M.Alí, "Name's Duality and Identity Crak", Madison's Quare Congress NY
1966; G.Ratter, "De l'inaccesibilité dès moi au toit", Bouletin des Champs Freudiens, eds.
B.Edullis y M.Ouscaria, XIX, 2, p.43, París 1987
212. Libro de la Desmemoria, trad. L.M.García, Unicum vlf., Budapest 1992, p.111
213. Diels, loc.cit., p.111
214. Milindapaña, ed. de G.Ardel; D.Anzing pub., Woodbreeze 1967; p. 19
215. P.Omposi, loc. cit., p.87; A.Watts, loc.cit., p.176 y ss.; Revue des littératures d'Orient
(IV), 1971, monográfico que contiene contribuciones antiguas y actuales de J.K.Vloom,
Nikolas Niotroboulos, P.I.Tyllin y Kurz Verweit; asímismo, desde el punto de vista
lógico, F.A.Lusteigen, Drinnen und draussen: ekstatische Zeit als Moment der Vermehrung in
den indischen logischen Anschauungen des Kopulierens (der "Streit von Benarés), Auslag
Verlag, Entmunden am See 1989.
216. W.McAcken y M.Andrill, The Age of Simility: Mankind in Postmodern, Harper&Raw,
NY 1986
217. Así, L.Lacan, en uno de cuyos fragmentos olvidado con demasiada premura al
271
aparecer la figura del "Grand Gardien" se afirma que "si L'On veut d'être analysé, il faut
tomber en défaut d'où tombe Outre qu'en tombe jusqu'au fond de l'accour, veuillez
sonner la cloche" (Seminario, VII, Apéndice). Igualmente, G.Deleuze en "Empirismo y
Subjetividad", p.75: "métaphore est à mesure qu'on y peut aproffondir le falus re-plié,
duplié sans se déplier par l'inminence de l'inmanence".
218.Cit. por Watts, Zen Guay, p.76
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