Los Muertos de la Ley 100 Jéssica M. Cano, Alma Mater, U de A
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Los Muertos de la Ley 100 Jéssica M. Cano, Alma Mater, U de A
Los Muertos de la Ley 100 Jéssica M. Cano, Alma Mater, U de A Mientras el derecho fundamental a la salud de los colombianos esté supeditado a la sostenibilidad fiscal, como está contemplado en la ley estatutaria que cursa en el Congreso o, en todo caso, se subordine al lucro económico, como ha sucedido hasta ahora desde la vigencia de ley de seguridad social en el país, es probable que se multipliquen los muertos por el caos del sistema de salud, que muchos pacientes desistan ante la negligencia de los prestadores del servicio y que las tutelas se tornen ineficaces cuando los sujetos del derecho no sobreviven a tanta mora y a tanto trámite. De cara a las reformas de salud que se adelantan en el país, tanto frente a la ley estatutaria como a la ley ordinaria, el profesor de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia Jaime León Gañán Echavarría no es optimista. Él, que acaba de presentar en formato de libro su tesis con la que obtuvo el doctorado en la Universidad Externado de Colombia —Los muertos de ley 100. Prevalencia de la libertad económica sobre el derecho fundamental a la salud: una razón de su ineficacia. Caso del plan obligatorio de salud del régimen contributivo—, sostiene que nada cambiará mientras no primen los principios, los valores, los derechos y la dignidad de la persona humana. Profesor Gañán, ¿por qué los muertos de Ley 100? —Es una expresión sarcástica que refiere a las personas que murieron esperando tratamiento, o durante la presentación de la tutela y que no alcanzaron a conocer siquiera el fallo, o a las personas que se han agravado durante esos trámites o simplemente a quienes en este maremágnum de normas y de barreras administrativas y económicas no han podido acceder a la atención en salud. ¿Es la ley responsable de esos muertos? —La Ley 100 de 1993 ha influido mucho en la prevalencia de lo económico sobre el derecho; el sistema y la ley son parte de un modelo que privilegió lo económico sobre el derecho, pero, finalmente, la parte real de la tensión son las personas que han negado lo uno o lo otro. ¿Ha prevalecido entonces la libertad económica sobre el derecho fundamental a la salud? —Desde la Constitución y la ley se permite que los particulares actúen en calidad de administradores o de prestadores del servicio, pero la intermediación que se creó con el modelo nuestro, de competencia regulada, privilegió que muchas entidades privadas —y que otras sin serlo— actuaran como privadas en temas como la contención de costos o de barreras para obtener mayor utilidad sobre el derecho fundamental a la salud. ¿Cuáles son los principales problemas del actual sistema de salud? —Hemos detectado casi catorce. En la matriz que hicimos el problema esencial es la prevalencia de la libertad económica sobre el derecho a la salud, pero encontramos otros como la falta de información real y oportuna; la mala sostenibilidad del sistema; la falta de redes, de integración, de trabajo conjunto; la falta de un objetivo claro en promoción y prevención; además, la excesiva normatividad, inclusive incoherente, la falta de gobernanza real del Estado y de inspección, vigilancia y control, y la no participación real de todos los actores. ¿La reforma que se debate en este momento qué soluciona? —Si bien tiene buenas intenciones y hay algunos puntos que teóricamente son importantes, en mi concepto la reforma no va a arreglar nada porque mantiene el sistema, es decir, no va a lograr calidad, oportunidad, acceso oportuno, goce efectivo del derecho fundamental a la salud, porque esos puntos se pierden o se ven limitados. ¿En qué consiste la propuesta de transformación del modelo que usted plantea en su libro? —Primero es necesaria una transformación no solo del sistema sino de pensamiento, de redefinición de valores en relación con la salud, la vida digna y la calidad, es decir, los colombianos debemos hacer un pacto de valores, porque aunque haya normas, si no existe la solidaridad, la calidad de vida, eso no va a servir para nada. Una vez hecho ese pacto social, jurídico y político, más que legal, propongo que la Constitución diga de una vez por todas que el derecho a la salud es fundamental, de donde se derivarían unas políticas públicas, una ley estatuaria, pero no la que se está haciendo ahora sino con otra concepción, y unas leyes ordinarias. El modelo, en mi concepto, no debe depender de la capacidad de pago de las personas sino del derecho fundamental, sin diferencias entre régimen contributivo, subsidiados u otros, sino que sea un solo plan de beneficios, que tenga una administración de recursos de un fondo público, que tenga como principio la promoción de la salud y prevención de la enfermedad, que tenga una inspección y vigilancia fuerte, presupuesto y una formación de los profesionales de la salud más abierta, con participación real de los actores.