Otros géneros para completas para web 12

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Otros géneros para completas para web 12
© José Antonio Prades Villanueva
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Editado por la Asociación 3d3 LiterArt.
Ésta es una edición digital. La edición impresa está realizada bajo
demanda en la web www.bubok.es
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No está permitida la distribución ni la reproducción íntegra de toda la
obra o de relatos independientes sin permiso expreso del autor. La
reproducción parcial debe incluir la referencia al autor.
Se permite la descarga libre desde la web www.3d3escritores.com
Diseño e ilustración de portada por Pilar Aguarón
José Antonio Prades
Otros géneros
Poesía, canciones, teatro, reseñas, artículos
En medio de la vida
Compilación de obras
(1961-2011)
Relación de obras compiladas
Relatos
Arañazos
Cuentos de Luz
Fábulas de Montemolín
El juego de las sillas
Novelas
Arreglos para una oficina impúdica
El embrujo de una rubia platino
Olor a Varón Dandy
Pronto serás mía
Jugué al fútbol… historia de una ilusión
Otros géneros
Poesía, Canciones, Teatro
Reseñas, Artículos ( ir a pág.24)
Literatura de la profesión
¡Qué cosas tienes, Ceferino!
Hábiles o inútiles directivos
EntrePersonas
Desde Molintonia
En primer lugar,
Pág.
Preludio.............................................................. 6
Semblanza autobiográfica ............................... 10
5
Preludio
A los 50, edad difusa, intermedia, oculta entre el pasado y el futuro, cuando el cuerpo se queja y el alma busca su misión, he recopilado la mayoría de mis escritos para reconocerme y darte conocimiento de mí. Empecé este
trabajo en las navidades del 2010 impulsado por una
fuerza que se parecía al embrujo de una rubia platino, con
alguna intención que aún no he podido descubrir del todo
y de la cual sólo veo el perfil tapado, como aquel sombrero de Saint—Exupéry (sólo se ve bien con el corazón, lo
esencial es invisible a los ojos) escondiendo un elefante.
¿Mi elefante es un portazo hacia el pasado? Me voy a
contestar que sí y poco a poco me convenceré de ello, de
que esta recopilación, esta investigación interna, esta
obra tan gordota, es un cierre de etapa, una vuelta de postigo para guardar los retratos en sepia y buscar otros que
rezumen más color. Estoy En medio de la vida, sea espacio o sea tiempo, que todo tiene que ver con un despertar
todavía aturdido que llevo sintiendo desde hace siete
años… siete años ya.
He buceado por cajones y carpetas y me he sorprendido al encontrar mis recuerdos relativamente bien orde6
nados. Gracias a semejante extrañeza he saboreado con
nostalgia momentos que reposaban en el cementerio de
las desmemorias…. estremecimientos, lágrimas, sonrisas,
dolores, amores, admiraciones, vergüenzas… lo que fui
para ser lo que soy, plasmado en folios desgastados, con
letras a lápiz, a tinta de pluma, a tinta de bolígrafo, a tinta
de máquina de escribir, de impresora de puntos, de tóner,
de chorro de tinta… Han aparecido obras inacabadas,
obras olvidadas, obras escondidas, obras apartadas, de
las que ya no conservaba registro o creía perdidas en alguno de los innumerables traslados que he tenido en mi
vida. He puesto orden en lo encontrado y en lo existente
para transmitir cierta idea de afinidad con el universo.
Quise darle una exposición totalmente cronológica, pero
conforme preparaba los ficheros entendí que sería más
saludable aunarlos por géneros, y dentro de esa unidad,
darles cadencia por fecha de creación. Comienzo por una
corta semblanza autobiográfica y entro de lleno en los relatos porque un relato, Rosa Roja, fue la primera obra
que me atreví a lanzar hacia rutas literarias; luego viene
lo demás, porque la mayoría de las veces sólo importa lo
primero, o sólo eso es lo auténtico.
Gozo de una realidad excepcional: soy la única persona que se ha leído íntegras las páginas que siguen. Sueño, tal como soñé y soñaré siempre, que habrá más personas que también las lean, y también disfruten, sonrían,
lloren, se estremezcan, se aburran, se ilustren y se encuentren. Aunque hace muchos años, en un mal ejercicio
de introspección o egocentrismo dije que sólo escribía pa7
ra mí y que los demás que arreen; si les gusta, bien; si
no, ¡aire!, y hoy pido perdón a mi conciencia por ello, me
arrepiento y presento mi acto de contrición en este volumen que, tal como leerás en la carta al lector que incluí en
el Epistolario de un oficinista, está escrito pensando en ti.
No voy a extenderme porque a modo de refuerzo para
mi recuerdo, como un buscador de tesoros enterrados, en
cada apartado de la recopilación, he contado los motivos
y las anécdotas que rodearon la creación de las páginas
siguientes. Apenas he querido dejar unos apuntes biográficos, pero también han sido recopilados porque no
deseaba preparar líneas nuevas para algo que viene del
pasado lejano. Igualmente, he transcrito mis intervenciones en las presentaciones de los libros que he publicado, lo que sirve para evidenciar por dónde andaban mis
rumbos en aquellos momentos, y sobre los que hoy quizá
tendría discrepancias varias.
Con agradecimiento…
8
9
Semblanza autobiográfica
En 2008, envié unos relatos a www.ficticia.com. Para publicarlos, me pidieron que les hiciera llegar una
semblanza personal (de ahí el título) que los acompañara. La elaboré en aquel momento, la actualicé en enero
de 2010 y la he corregido levemente para esta recopilación.
Nací en marzo, todavía en invierno, aunque a tiro
cercano de la primavera, el día 9, en el primer año de la
década revolucionaria, 1961. Mi padre, Gregorio, trabajaba en una carnicería, y mi madre, Josefina, era modista
retirada del oficio por su matrimonio, ambos huérfanos
de padre casi a la misma edad, en la adolescencia, época
en la que comenzaron su relación como novios. Soy el hijo mayor de tres y mis hermanos son María José, un año
menor, y Andrés, cuatro años y medio menor.
Ejerzo como español, aragonés y zaragozano, de los
que vinimos al mundo en un macrohospital que se llama
Miguel Servet en honor al famoso aragonés librepensador. Casualmente, mis padres vivían en la calle Miguel
Servet –número 97– en esos momentos, aunque en la
otra punta de la ciudad, en el barrio de Montemolín, en
un bajo con un gran corral en la trasera y el local de la
carnicería en la delantera. Luego, transitamos por esa
misma calle en dos locales diferentes, números 89 y 85, y
tres pisos ubicados en Francisco de Quevedo, 1, en Montearagón, 2, y en Hermano Adolfo, 2. Perdón por la mul10
titud de datos, pero aunque rechace los límites y las fronteras, me gusta ubicarme. Cinco traslados en doce años…
y los que vendrían a partir de una década después.
El barrio de Montemolín se convirtió en ese idílico
escenario que adorna las infancias de los niños sensibles
a su crecimiento… Se transmutó en el Macondo privado
que arropó a mis fantasmas y fantasías, las cuales se animaron a regir mis vuelos durante todos los instantes venideros. Mi tía Pili comenzó a nutrirme de historias fabulosas y mi yaya Edmunda me llevaba con ella a su trabajo,
en el cine–teatro Argensola, donde viví la vida de muchos
héroes en blanco y negro. Como en la primera sesión, de
5 a 7, no abrían el anfiteatro, mi amigo Paco, el acomodador, me subía para allá y así tenía todos los palcos para
mí, qué lujo.
Estudié maternales durante dos años con las hermanitas de Santa Ana en su colegio de la calle Numancia.
Allí tuve mi primera novia y mi primera pelea por un
amor que no quería compartir. Ella se llamaba Mariasun,
y era morena. A mi rival se le conocía por su apellido: el
Galisteo. Después de esas peleas, no me servía ser un
chico listo en los estudios para librarme de los castigos de
rodillas cara a la pared… aunque la hermana Teresa, llena
de pecas, me apartaba algunas veces hacia el piso de arriba para enseñarme cuentos ilustrados.
Empezaba a ser parte de mi territorio la plaza de
Utrillas, configurada por una estación abandonada, dos
largos edificios, un pretil de piedra y un hexágono repleto
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de árboles y baldosas con hierbajos en los ribetes… Las
gárgolas vigilantes de la entrada me impresionaban.
Para cursar párvulos, me mudaron al colegio de La
Salle Montemolín, situado en los principios del barrio,
casi en la plaza de San Miguel, a tal distancia de mi domicilio que a veces tomábamos el tranvía para llegar hasta
sus puertas, la línea 1, Bajo Aragón–Pza. San Miguel.
Costaba el billete 1,30 pesetas y luego subió a 1,50.
En aquel entonces comencé a
disfrutar de cierta autonomía por
la manzana limitada por las calles del Sol, Belchite, Higuera
(Tomás) y Miguel Servet. Mis
amigos José Julián y Juan Antonio compartían aquellas aventuras que culminaban en el kiosco
de la Pilarín, comprando cromos,
o caramelos, o algún tebeo de
Bruguera (Tiovivo, Pulgarcito, DDT...), mientras nos miraba con ternura alguna señora que iba a cambiar las novelas de Marcial Lafuente Estefanía o de Corín Tellado.
Juan Antonio me pasaba los tebeos de su colección del
Jabato, que leí con interés… pero me decantaba por el
Capitán Trueno, quizá porque me gustaba más su jerarquía castrense, la época de la Edad Media y Sigrid, la dama a rescatar.
Mi tía Pili me regaló “Un capitán de quince años”
cuando yo tenía nueve… y me trajo la afición por Julio
Verne. Mi tía Paca trajo en su bolso dos libros: uno de los
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‘cinco pesquisidores’ y otro de los ‘siete secretos’, ambos
de Enyd Blyton, suficientemente atractivos para luego
comprar más y más con la misma firma. Añadí a mis
aventuras grandes relatos que editaba también Bruguera
con un página de tebeo, a modo de resumen, cada cuatro
de letra algo pequeña… “Robinson Crusoe”, “Mujercitas”,
“Las aventuras de Gulliver”, “La Flecha Negra”… Emilio
Salgari y Sandokán, Karl May y Sitting Bull, Robert L.
Stevenson y Tom Sawyer con Huckleberry Finn… Mis
padres se hicieron socios del Círculo de Lectores y recibimos el rey y la reina de madera como sujetalibros que
luego reconocí en tantas y tantas casas… Así recuerdo:
“Maravillas de mundo I y II”, “Cien obras maestras de la
pintura”, “Proyecto Apolo”, “Grandes acontecimientos de
nuestra historia”… “Chacal”, “Los perros de la guerra”,
“Nadie debería morir”, “La isla de las tres sirenas”, que
contenía las primeras páginas eróticas que elevaron mis
instintos y con las que me arreglé para que siempre el libro se abriera por ellas sin tener que perder tiempo acudiendo al índice.
Mi primera obra con consciencia de crear algo diferente a las redacciones colegiales nació en la clase de literatura de sexto de la EGB, en el nuevo colegio de La Salle
Montemolín, cuando escribí en versos pareados un comentario sobre el “Mío Cid” pedido por nuestro profesor
de lengua. En los dos cursos siguientes, el hermano que
nos impartía Literatura y Sociales, José María Bourdet,
me provocó para conseguir la mejor nota en redacción,
me dio el mejor sustento básico gramatical y me hizo
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culminar esa etapa escribiendo una novela corta como
trabajo fin de ciclo, que armé con influjos de los tebeos de
Marvel, especialmente “Los 4 fantásticos”, con la base argumental de “Odessa”, y con un cierto toque romántico
de los piratas de Salgari… extraña mezcla que dio contenido a mi primera publicación doméstica con tapas de
cartulina, ilustraciones a lápices de colores (producto del
arte de mi madre) y que por fin consiguió esa máxima calificación. Todo un acicate. Además, este hermano lasaliano creó una revista colegial que mantuvimos por dos
años, de la cual me nombró miembro del comité de dirección y jefe de la sección de deportes. Se llamaba “La Tortuga”, por lo mucho que le costaba salir, y era de obligada
compra por todos los chicos del curso al módico precio de
cinco pesetas. Hace un par de años, Miguel Ángel Gracia,
compañero de colegio y de trabajo, me hizo exclamar “¡no
jodas”! cuando me reveló que guardaba todos aquellos
números bien conservados gracias a una excelente encuadernación casera; ¡oh, dios!, un documento histórico.
Me lo prestó y lo leí tal como mira el protagonista de “Cinema Paradiso” en su última escena aquellos trozos de
celuloide con besos de películas que le dejó en herencia
quien le había enseñado cuál era su destino.
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Al año siguiente, ya en primero de BUP, en medio de
un ligoteo de pub (la cacofonía por el palíndromo está
puesta adrede, perdón), una de las chicas del grupo ‘a
conquistar’, llamada Cristina, sacó de su bolso una cuartilla donde había escrito una linda redacción titulada “A
él”. La leyó en voz alta y recogió admiración, lo que me
sedujo. Aquella noche, ya en casa, recordé mis méritos en
las clases de Literatura y, secretamente, escribí en otra
cuartilla unas cuantas líneas que titulé A ella (luego cambié a Mi chica ideal, qué cursi). Cuando superé la vergüenza, la transcribí en un papel más pequeñito, me la
metí en la cartera y la utilicé de arma de ligue con las chicas más sensibles, lo que
siempre me sirvió de cierto
reconocimiento entre ellas y
de la mayor chirigota por parte
de mis amigos. En segundo de
BUP, fui galardonado con el
primer premio de relato de La
Salle Gran Vía por un relato
anticipador de modernas tendencias entonces inexploradas
y que hoy son inspiradoras de
mi ocupación actual: el daño
del ser humano al entorno natural. Nunca recibí las mil
pesetas prometidas en libros y, además, perdí aquel original. Quizá por ello aún me creía más futbolista que escritor (ver Jugué al fútbol…)
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En esos albores de la democracia, recibiendo información compleja desde los cientos de expertos políticos
que brotaban como las setas, comencé a escribir en un
cuaderno privado –con espiral de alambre, de tamaño folio y tapas de cartón semiduro–, mis reflexiones, cuentos
y poesías, odas a mis amores y desamores tan profundos,
cuaderno que aún guardo con ternura entre los papeles
de mi intimidad adolescente como ese documento púber
que se llena de súbitos enfrentamientos con la vida.
Repleto de los suspiros ciegos por chicas atractivas y
despertares filosóficos, inicié mi relación con el teatro,
haciendo lecturas dramatizadas con obras cómicas varias.
El hermano Ángel Oteiza me premió con la medalla de
Declamación y Teatro, junto a mis camaradas de afición,
Joaquín García Gil y César Casorrán.
Con la inspiración de Ana, mi primera novia de verdad, a los diecinueve años, a las puertas del cierre sentimental que ella provocó, y anticipándolo en el argumento
como intuición literaria, escribí mi primer relato largo,
Rosa Roja, que se convirtió en inicio de una trilogía que
titulé Un mundo feliz, sin saber que copiaba a Huxley, y
que cambié más tarde por Vuelos en el jardín para finalmente llegar a Un amigo te guarda, tal como está publicado en esta recopilación. Quise haberlo prolongado hasta crear historias al modo de mi admirado “El principito”,
pero las musas mandan, y mandaron parar ahí. Mi profesor de Literatura en tercero de BUP, el hermano César
Pallarés, me hizo la primera disección crítica y fue amable, no lo dejó muy mal. Especialmente con él, y también
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con Alicia en COU, aprendí a disfrutar de “El Quijote”, a
pensar con Unamuno y su “San Manuel, bueno, mártir”,
“Niebla”, “La tía Tula”… hasta saborear los versos de la
generación del 27, sobre todo Lorca y Salinas. También
empezaba a descubrir a Gabo.
Desde aquel cuento, y desde aquella deriva sentimental, se inicia una época hasta los 28 años, con el matrimonio con Esmeralda, con dos hijos maravillosos, Raúl y
David, y muchas pisadas literarias que no terminaban de
hacer huella. Un veintena de cuentos (ver Arañazos),
una novela fallida, varios poemas y unos cuantos sainetes
de variedades surgían inopinadamente como fogonazos
aquí y allá. Preparé la primera recopilación de relatos,
que titulé Desenlaces de una partida, y se la pasé a mi jefe, un poco bruto: “¡Chico, pero todo eso has escrito tú!”,
y a Juan Antonio, que me regaló su análisis crítico. Por lo
demás, tuve relleno en esa década con un trabajo aburrido, universidad tardía, militancia y cargo sindical, fútbol,
más fútbol…
En 1989, una promesa incumplida para publicar una
novela por entregas en una revista, gestó mi primera obra
larga: El embrujo de una rubia platino, cuya culminación
me confirmó que podría llamarme escritor algún día venidero. Antes, bajo la inspiración de Álvaro de la Iglesia
(“Una larga y cálida meada”, “Yo soy Fulana de Tal”, “En
el cielo no hay almejas”…), había comenzado una novela
oficinesca que me animé a finalizar luego de desembrujarme de la rubia y que titulé La Marcha Nupcial, para
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hacerla aparece aquí como Arreglos para una oficina
impúdica.
Detalle del análisis crítico de mi amigo Juan Antonio
En la crisis de los treinta, ya mi matrimonio con final
no deseado, sin pareja sentimental, acabados los sueños
futbolísticos, y contactando con grupos de influencia espiritual, sucumbí a los deseos de trabajar en los Cuentos
de Luz, obra publicada cuatro años después en el ‘nuevo
mundo’ con una editorial despreocupada y una estafa del
distribuidor (mi recuerdo y agradecimiento a Antonio
Sempere, un enamorado de los libros, y a su mujer, Coca,
por la ayuda y consejos prestados para atrapar al tramposo). Incluí en ellos mi primer relato, Rosa Roja, y la edición me costó un ojo de la cara.
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Concretamente, el ‘nuevo mundo’ se localizó para mí
en Buenos Aires, donde, a los treinta y dos años, comencé
una nueva etapa profesional, fructífera, con cambio de
especialidad y repleta de retos, ya acompañado por Esther, mi musa desde un tiempo antes de aceptar temerariamente aquella oferta para cruzar el océano. En el primer viaje intercontinental de mi vida, volé para residir en
Buenos Aires durante tres meses, en los cuales se gestó el
regreso literario a mis raíces con Fábulas de Montemolín
–varios de sus relatos escritos sobre las mesas de mármol
del Café Tortoni o en la habitación 619 del Hotel Continental–, que incluían mis recuerdos de chico en el barrio
conjugándolos con gotas de fantasía y pinceladas de ternura (consecuencias de la añoranza, qué fructífero sentimiento). Después de esos meses, la aventura argentina se
prolongó por más de cinco años, época de crecimientos,
época de importantes responsabilidades, época de grandes sueños, con la venida de Eduardo, mi tercer hijo, que
nació exactamente dos años después del primer día en
que aterricé sobre las pistas de Ezeiza, un 13 de septiembre. Los aires argentinos me llenaron de aromas literarios y bebí de sus fuentes para hacerme fuerte en el relato
corto y así, casi como ejercicios, surgieron varios relatos
que he incluido en El juego de las sillas. Entre 1994 y
1995 publiqué los libros citados Epistolario de un oficinista (y aquí recibo un destello en mi memoria con un
enorme resplandor de gratitud a Nelly Quintás y Alberto
Prado, nuestros entrañables anfitriones) y Cuentos de
Luz. También participé en tres antologías, una desde
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Buenos Aires, Palabra y silencio, y dos desde Zaragoza,
en El libro de los 500 y Los 500 enamorados.
Cuando finalizaba …la rubia platino, leí “La muerte
de Iván Ilich”, del gran Tolstoi, y me inspiré para preparar unas pinceladas de una supuesta próxima novela.
Nueve años después de aquellas líneas iniciales, luego de
haber cerrado con ilusión las Fábulas… de mi ángel extraviado y de haberme ilustrado con teoría literaria argentina, aquella idea tomó vida tras unos meses de creación compulsiva. Primero se tituló La muerte del abuelo,
y más tarde, le adjudiqué a la totalidad el título de la tercera parte: Olor a Varón Dandy.
Estamos allá por 1998.
Siguiendo con el empuje compulsivo, tras dar por cerrada la susodicha novela, algún duende me sugirió escribir una novela erótica… y le hice caso. Antes de terminar
el año, nació Pronto serás mía, que envié a la que debió
ser la última (o de las últimas) convocatorias del Premio
La Sonrisa Vertical. No gané.
Regresé a España (aunque a Madrid, no a mi Zaragoza natal) al año siguiente, con el deseo de publicar en mi
tierra las Fábulas… que a ella pertenecían. Lo hice en
2001, habiendo agregado a mi currículum en el año anterior el primer premio de artículo profesional convocado
por AEDIPE, la Asociación de mis colegas de oficio como
experto en Recursos Humanos. Gracias a este éxito, comencé a colaborar en revistas especializadas y a ser invitado a congresos y seminarios. De estas actividades, conjugadas con mis experiencias profesionales, han surgido
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dos libros de relatos que unieron mi profesión y mi afición: cuentos sobre gestión de personas dentro de la gestión empresarial, agrupados en los títulos “Qué cosas tienes, Ceferino” y “Hábiles o inútiles directivos”, el primero
publicado en 2008 por el Grupo RHM de mi amigo Raúl
Píriz. También incluyo aquí con el título “EntrePersonas”
la recopilación de los artículos profesionales. Entretanto,
otros cuentos infantiles, escritos en Buenos Aires, me dieron nuevas satisfacciones: el primer premio de La Salle
(nuevamente, y ahora como padre de alumno), y la selección como finalista en el concurso de la Fundación Cabana y en el concurso internacional de cuento breve Ciudad
de México.
En 2008, recién regresado a Zaragoza, un buen amigo me involucró en la Asociación del Deporte Solidario
(ASDES, www.asdes.es), y publicó mi novela autobiográfica Jugué al fútbol, historia de una ilusión, en la que se
unen tres de mis pasiones: fútbol, literatura y desarrollo
de las personas. Cedí a ASDES los derechos de autor y
con los beneficios obtenidos unos cuantos niños sin recursos disfrutaron de un campamento deportivo en el Pirineo.
A los dos meses de mi vuelta, me asocié con los escritores aragoneses para vivir de cerca sus ilusiones, que son
parecidas a la mías. He participado en algunas tertulias
literarias, ¡cuánto enriquece la conversación, sobre todo
escuchando!, y de una de ellas surgió la creación del colectivo de narrativa mediante la Asociación Cultural 3d3
LiterArt, con Anabel y Pilar, con quienes he compartido
21
dos libros de relatos, Tres de Tres y Tintas distintas,
además de realizar lecturas públicas de cuentos para
reivindicar el relato corto como género con gran futuro.
Habrá más, seguro, pero en el otro medio de la vida.
Hasta hoy, ça y est.
22
Uno de mis escritos extraído del cuaderno privado en espiral
23
Otros Géneros
Índice
Pág.
Poesía ............................................................... 26
Canciones........................................................ 122
Teatro.............................................................. 136
Reseñas .......................................................... 233
Artículos ........................................................ 246
Poesía
Mi primer sueño literario fue ser poeta. Porque como
ya he contado, poesía fue mi primera obra con conciencia
de creador, aunque fuera del género épico y en pareados.
Y también porque las musas del amor adolescente me
chistaban al oído benditos sentimientos que quería plasmar en palabras derretidas. Así jugué a enamorar muchachas bellas con letras ordenadas en renglones (a los
que ingenuamente llamaba versos), a veces con acrósticos
a modo de aparentar un manejo técnico “impresionante”.
Quizá me sirvió para algo, pero lo cierto es que ninguna
me lo expresó personalmente. Después pasé a la prosa
poética, pero esa es otra línea argumental que sólo merece la pena mencionar como el inicio que me llevó a escribir ya relatos más largos, algunos tirados a la papelera
por empalagosos, dulzones, harinosos…
Repasando lo escrito a modo de poemas, he podido
darme cuenta que me muevo hacia ese género en sentimientos concretos; tal como he anticipado, uno de ellos
es la expresión del amor, ya sea a mujer concreta, casi
siempre, u onírica, soñada o deseada y no palpada, o con
amor de padre. Así los títulos,
26
Color de hoja, verde mar
Mi niño, pequeño rey
La luna escapa
Por una estrella
Otro sentimiento, quizá todavía más íntimo, es el de
la desazón, la expresión de un estado de ánimo de abatimiento, a veces contra mí mismo, a veces contra el mundo, aunque siempre con esperanza, con la ventana en el
techo de la prisión que deja pasar de vez en cuando el rayo de sol que no tapan las nubes. Trataba de desnudar mi
alma con tanto pudor, que aun quitándome la ropa siempre me he dejado cualquier adminículo o postura que me
sigue ocultando mis cosas. Así,
Sensaciones de un desencanto frustrado
Cuando crujen los corazones
Y por último, en La ceremonia, escrita con motivo de
la boda de una amiga, Paloma, inspirado por el relato de
sus preparativos y la búsqueda de textos que le proporcioné, aplico cierto estilo narrativo que nunca antes habría usado como hilo conductor de un poema.
27
.
Índice de Poesía
Pág.
Sensaciones de un desencanto frustrado (1980-1984) .. 29
A una ola (1985) ..........................................................44
Mi niño, pequeño rey (1985)....................................... 51
Color de hoja, verde mar (1982-1987) ........................ 59
La luna escapa (1989) ................................................ 89
Por una estrella (1992) .............................................. 103
La ceremonia (2005) .................................................. 111
Cuando crujen los corazones (2006-2007) ............... 117
28
Sensaciones
de un desencanto frustrado
I
Con el alma
entre las manos
declina
la materia impura,
sumérgete en el espíritu
de la imaginación.
Toma
entre los vientos
el sendero del sentido
y grita,
calcinante,
la apología
de la libertad hallada.
30
II
Para podar una montaña
no necesitas
un hacha afilada.
Toma de la calle
la crueldad que se respira
y con tu dedo,
con su daño,
romperás
de un golpe seco
esa rama que le sobra.
31
III
De un libro sin nombre
Margen blanco.
Cuando entro
en la hoja
sólo siento
margen blanco.
La hoja
no tiene margen,
no encuentro letra,
y al cerrar
los ojos
tampoco veo.
Si los abro,
todo sigue blanco
y no hay margen.
Sólo busco
una voz,
una palabra.
Todo está blanco,
me pierdo en la luz.
La hoja termina
y al final de la hoja
veo luz.
Es la palabra.
Ya no hay margen.
Toda la hoja está escrita.
32
IV
Entras en la cueva y gritas.
El eco no te responde.
Tu voz
no se oye.
Quieres de la luz
que no te hiera.
La cueva
no es oscura,
tiene luz:
un rayo.
Te tapas
tras la piedra
y rezas:
dios, dios, dios.
El dios
no viene,
le hablas.
Gritas, gritas
y el eco repite.
Ya eres tú.
La luz no te hiere...
33
V
Tauromaquia
Al despertar al cielo
la sensación se vuelve estrella.
No existe lo negro,
porque cierro los ojos
y veo luz.
Molinete a la realidad
sin sufrir del rojo rubí.
Sueño blanco.
Verde mar.
Y despierto libre, saturado.
El mundo sigue igual,
no como antes;
el cariz ha cambiado
porque el filtro
se tiñó.
Sueño blanco.
Verde mar.
34
VI
Desde el alba grito libertad
para un dios de sueño
que reza en el mar perdido
llorando por ti.
Volverá de entre las rejas
con las alas batidas,
los ojos en luz,
la fuerza en el alma vacía,
llorando por ti.
Y entre lágrimas de desencanto,
cuando beba el sueño de ser libre
y tenga entre sus dedos
el cielo del amor,
ya no llorará por ti,
quebrará sus mejillas
con el miedo de entender
que no sólo el viento
es senda de libertad.
35
VII
Evasión
Despertar.
Rutina del amanecer.
El mundo no se derrumba, sigue.
Es tu vida lo que cae,
y se levanta, y cae, y se levanta.
El quehacer continúa
y tú has tropezado...
pero te arrastran.
No te detienes, porque el mundo sigue
y tú eres mundo.
¡Párate!, le exiges
y no quieres sino pedir: ¡Avanza!,
que pase el tiempo,
que siga más rápido,
y poder decir
a la vuelta del desahucio: ¡Ya pasó!
36
37
VIII
Descansa en la sombra
sin respirar
lo macabro de la espera,
sin conocer
el martirio de la reja
que antaño cerró la puerta del mar.
No quiere ver el sol
que ofusca su mirada
en el cielo
de la soledad.
¿Por qué morir?
No quiere despertar,
sueña en un país mágico
que no existe.
Lo sabe.
Morar en quimeras,
pedirle a las brumas el sol
que no luce,
gritar sumergido
queriendo que sepan su mal,
y cuando se acueste la luna
volver a vivir una lágrima de luz.
38
¡Dios, ven!,
No permitas su descanso
en el mundo oscuro.
Ha dejado de soñar
porque el rayo
le ha dormido
las ansias del vacío.
No morirá con el sol,
abrirá los ojos entre miedo
y cuando vuelva la luna
encenderá su luz de sueño.
¿Por qué morir?
39
IX
No, no,
hoy no te buscaré.
¡Aléjate!
Quédate en el cielo de la duda
y muere por una vez.
No me pidas desaliento,
hoy soy feliz.
40
X
Fuego,
fuego del mundo
que apaga
la sed
del deseado.
Del río
se desborda
la espuma del desencanto
y no apaga
el fuego.
No hay humo,
porque veo.
No hay calor
o siento frío.
Hielo y fuego,
fuego de hielo.
41
XI
Vibración
de sentir un dios en mis entrañas.
Ahogo
de saber mal en el destino.
Sin juicio,
sin amor,
puedo morir en el martirio
de romper el encanto
de una ilusión feliz.
Ser,
no separes mi carisma
de mi muro fingido;
no es para ti.
42
XII
Agonizaba entre cipreses
de aguja al cielo.
Miraba la muerte
entre ramas de angustia.
Era dios y su luz,
dios y una cruz.
Cuando se abrió la tumba
y respiró el aroma impuro,
miró hacia lo alto: la noche,
brío de victoria, talismán.
Era dios y su luz,
dios y una cruz.
Y crecía la aurora en color,
mataba la noche sin sangre
con fuego eterno de luz.
Ya no hay muerte, es la paz.
43
A una ola
Nacía la calma
y el horizonte teñido de rubí
alejó un sueño blanco.
Tu padre, el viento, se despertó con pereza,
entre nubes doradas y sol inquieto.
Quería llegar a tu madre,
a tu madre inmensa, de seno grande
y entraña misteriosa.
Tu madre, vestida de azul y espuma,
tu madre, la mar,
suplicaba la caricia de su eterno compañero.
Y la luz daba brío al viento,
y el viento jugueteaba moviendo las nubes
como piezas de ajedrez,
siguiendo haces cada vez más amarillos,
silbando melodías enamoradas
y apenas rizando su estela para tocar ligeramente
un poco de mar,
un poco de madre enardecida,
que abría su seno grande.
El sol ascendía como único testigo
del juego de amor
y sonreía con rayos escurridizos
45
para dar calor al encuentro
de los dioses.
El viento se excitaba,
ella se entregaba
y, mientras el eterno varón descendía,
la mar inmensa pedía el goce
de un susurro en su seno.
Al crearse aquel contacto,
naciste tú, ola primogénita,
marcada con el destino de errar
sobre tu madre.
Tuviste tiempo de soledad en calma
con tus hermanas de compañeras mudas,
unas veces a lo lejos,
otras, casi empujándote
en su absorta mirada al cielo.
Descubrías a tu padre en lo alto,
al sol bebé y al sol maduro,
con sus rayos tibios o lacerantes,
amarillo
o rojizo, como cuando decía adiós
cediendo su trono a la bella princesa blanca,
que deslizaba su único rayo
en torno a ti,
acariciándote,
46
para suplicar una mirada a su rostro bonachón.
Un día vino la tempestad,
aquella señora gris que te obligó a asesinar.
Te enardeció con sus truenos y luces,
encrespó a tu padre
y te hizo crecer a tamaño de muerte.
El pequeño bajel,
un barco bello, sutil
-apenas dejaba estela-,
aquel que tú querías saludar
sin estrépito,
quizá enamorada,
murió donde tú naciste.
Vagaste mucho tiempo dolida, ¿recuerdas?
Los rayos hirientes caían en tu cresta ajada,
tu padre también calló
y tú, penitente, tragaste tus lágrimas
mojando tus párpados
con un hálito de horror.
Errabas sin rumbo en una calma cruel,
escuchando el silencio
que tendía tus suspiros
al horizonte rojizo del dios inmisericorde.
Cuando la bella princesa blanca
acarició tu cresta ajada
con el rayo inmaculado,
47
tomaste vida de su rostro bonachón.
Ella no quería perderte
y tras un velo casi negro,
quizá gris perla,
te sonrió
y despertó a los delfines.
Tú debías guiarlos en su juego,
tú debías darles felicidad.
Y, mientras alzabas tu cresta,
la princesa decía hasta mañana
saludando al sol bebé.
Él vio tu cuello largo
y sus rastros de lágrima.
Supo que sufrías,
atrajo cruces del cielo,
cruces rápidas, juguetonas,
que te tapaban el haz corinto.
Llegaban hasta ti picando en tu cresta,
llevándose el rastro de tu llanto,
te saludaban, aleteaban en tu honor,
nadie del mar quería verte sufrir.
Y hoy, mi ola, has llegado a mis ojos,
desde mi terraza oigo cómo ríes
y casi puedo ver cómo viertes
tu estela de alegría,
tu espuma de amor,
al sentir a tus pies tu madre más pequeña.
48
Apoyado en un claro de rosas
siento tu albor de agonía.
No quieres creerlo en tu gozo, ¿verdad?
Allí, donde tu madre casi muere,
alguien que no es de la mar,
un niño ingenuo, feliz,
pide a tus hermanas que mueran
sin querer herir,
suplica de ellas el último estertor
para sentir la espuma de su seno
como juego inocente.
Nadie del mar quiere verte morir, mi ola.
Es un niño
que no te conoce, que no sabe de tu mundo
ni de aquel bajel escondido.
Es un niño.
No sabe del mal.
El pertenecerá a otro mundo.
No, no lo añores,
y no creas que tu errar ha sido ingrato.
Tu entorno vive por puro
y en tu soledad has sentido calor.
No añores este mundo, mi ola.
Tú no has conocido rencores,
ni monstruos de cemento,
ni ansia de poder
para quebrar con discursos a la gente incruenta.
49
Tu mundo no se autodestruye
ni conoce engendros.
Tú eres pura a pesar de todo,
no querías dar muerte
y tu dios te ha perdonado.
Vas a morir, mi ola,
pero morirás feliz.
Valdrá la pena,
porque tu estertor saciará el deseo de gozo
en un ser inocente,
porque tu fin creará sonrisa
y tu último hálito acariciará
un poco de mi mundo, de mi mundo de verdad.
50
Mi niño, pequeño rey
Mi pequeño querubín
de rostro moreno,
mi pequeño,
que en tu manos suaves
escondes inocencia
de mundo limpio,
déjame besarte,
besar tu piel dormida.
Mi pequeño querubín
de rostro inquieto,
mi pequeño,
que tu mente ingenua
aún no sabe destruir
la paz del alma,
déjame besarte,
besar tu piel dormida.
52
Incluido en Palabra y Silencio
En ese lugar de la luna donde tú habitas,
en ese lugar donde el día no llora
y la noche te acuna con el parpadeo de mi estrella,
en ese lugar, mi niño,
jugarás un cuento de hadas
con delfines y ballenas,
piratas y corsarios
que nunca más volverá a ocurrir.
He visto a tus ojos volar
con el ruido de un cascabel
y he oído, sin eco en tus labios, papá,
cuando soñabas con miedo una tormenta.
Has robado las piezas de mi ajedrez
y mientras rompías el rey blanco
yo sonreía,
yo sonreía cuando tus zapatos
machacaban el barro
y volteabas el cubo de arena,
cuando, risueño, conducías el caballo de cartón
por las aceras
y mirabas a la gente como rey de un país infantil.
53
Me has enfadado
con tus pataleos de capricho,
con tus travesuras en el agua.
Me has enfadado, pequeño,
porque no comprendía la luna donde habitas.
Y allá, por la mañana,
cuando despiertas con los ojos encogidos
y retozas en mi cama,
tiras la sábana al suelo
y castigas mis rodillas,
sé que tu luna ha vuelto
y la quieres acercar hasta mi puerta.
Cuando alguna vez, mi niño,
quieras llevarme
a la luna donde habitas,
enséñame tu sonrisa
y tus manitas sucias de barro,
que yo jugaré a ser tu vasallo
en ese mundo de hadas y gigantes.
Yo seré tu guardián,
tú serás mi señor,
y con los brazos entrelazados,
el mundo no existirá,
para vivir en la luna donde habitas.
54
Incluido en Palabra y Silencio
Hoy he tenido tu mano en mi mejilla
y una caricia regalada en la noche
mientras dormía.
La noche te dio un mal sueño
con el capitán Garfio
y sus piratas malvados,
y me has convertido en Peter Pan
para librarte de su acoso.
Te oí llorar un llanto de miedo
con un chasquido de espadas
en tu sueño;
llamabas: ¡Peter Pan, Peter Pan!,
y yo me calcé las botas puntiagudas,
el traje rojo
y las ganas de volar con Campanilla.
Te deslicé entre mi brazos
y volamos, volamos,
hasta el refugio de mi cama,
bajo las sábanas y su calor.
y entre hipo y sollozos,
cuando te convenciste de tu salvación,
tendiste tu mano a mi mejilla,
mejilla de Peter Pan,
con una caricia regalada en la noche
mientras dormía.
55
Incluido en Palabra y Silencio
Estabas riendo con tu carcajada limpia,
tus ojos brillaban con destellos ingenuos
y en tu rostro dibujabas los colores
de un jardín feliz.
Mientras, con la carga diaria tan pesada,
con el cúmulo de tareas cumplidas,
mi cabeza pugnaba por una paz
que tú me negabas.
Te odié por un estúpido momento, mi niño,
lancé el periódico contra el jarrón
y contraje mi garganta enardecida
gritando que callaras.
Entendiste terror, pequeño,
te asustaste y corriste hasta la mesa
para encontrar cobijo entre sus faldas
de eterna protección...
y con tu sollozo y tu cara asustada,
con mi entraña estremecida,
descendió hasta la puerta de mi alma
la luna donde habitas.
Quería prestarme su blanco, gris, azul.
Me acerqué hasta tu escondite
y tendí mi mano a la tuya,
la tuya que temblaba
56
porque no me entendía...
y tu mirada vacilaba.
Yo te dije:
“Soy el mago de la sonrisa
y quiero hacerte volar, mi niño”,
y tu mirada vacilaba.
“Jugaremos a una aventura
entre olas y gaviotas,
yo seré un capitán,
tú mi timonel,
y navegaremos, navegaremos
hasta la isla de la Fantasía”,
y tu mirada vacilaba.
Corrí al cajón de tus juguetes
y tomé la espada de capitán
y el bicornio de pirata.
“Al abordaje, mi valiente”,
te grité,
y subiste a mis espaldas
con la misma sonrisa que me enfadó,
apretaste las rodillas a mi costado
y ordenaste:
57
“Acabemos con Barba Azul”.
Y el blanco, azul y gris
de tu luna encantada
pudo conquistarme
y traspasar la puerta de mi alma
con la misma sonrisa que me enfadó.
58
Color de hoja, verde mar
Perder
la inmensidad
por ti.
60
Acércate, mar
Mar,
acude a mí
y ahoga la pena
que hace morir
mi corazón.
De tu verde,
dame la caricia
de una ola.
De tu azul,
dame la sonrisa
de un susurro.
Quiero vivir en ti
como delfín
que busca
al náufrago
de la crueldad
dormida.
Desde la roca
te esperaré
para sentir
una sirena.
Acude a mí,
mar.
61
Marinero,
¡ven a mí!,
llévame
al mar.
De la brisa
tomaré
el postigo
que cierra
mis agujas.
De su entraña
beberé
la oscuridad
del gran misterio,
en la ola buscaré
el delfín
que me desliza
por la cueva
del sentido.
Del mar
quiero ver,
¡oh, dios!,
otra vez
a mi sirena.
62
Verde mar.
Quiero estar solo
en la hoja
del mar.
No me cubren
las olas
el apetito de una voz.
El faro centellea.
No viene nadie.
Los peces me ven
y escapan.
Quiero estar solo.
Me siento solo.
Cuando el mar
se enfurezca
moriré entre las olas.
Si Neptuno me llama,
acudiré a su morada
en un delfín sin alas.
No diré nada,
abriré mis brazos
y besaré su tridente
sin pasión.
Estoy solo.
63
Sobre un remolino,
una sirena cantaba.
Me tendía la mano.
De la roca
tomé un impulso
ciego
y la traje a mí.
No volverá al mar,
porque no era una sirena;
era una mujer morena
que rompía con su canto
el centelleo de la luna.
Con sus dedos
rasgaba
las cuerdas de una lira.
Con sus ojos
pedía
la mano del destino.
De su pecho
nacía
la caricia de una brisa.
Ya no estoy solo.
64
Estaba mirando cómo tu cabello
lloraba estrellas de mar
en lo oscuro de la noche tibia.
A lo lejos de tu rostro,
hacia el infinito de la nube,
nacía el mástil de un velero.
No había tormenta.
El velero vacilaba.
Tus cabellos de estrellas
ondearon al viento ruiseñor
figurando luz de guía.
Y el velero entre la bruma
despegaba la proa de las olas
furioso por llegar a ti.
65
Despertar tu sueño
con un beso de miel azul.
Mesar tu cabello
entre luces de noche sin fin.
Sentir tu piel
en la eternidad de un suspiro.
Amarte.
Más cerca.
Desearte entre encajes de luna
y brumas
para dormir en tu sueño
y escuchar la brisa
de tu ser enamorado.
Mujer,
verde sol de piedra pura,
hoy siento tu destino
entre sombras de felicidad
hoy siento de tu cielo
la paz en mi espíritu
sin miedo.
Amarte, mujer,
¡qué fácil!
66
Ven,
acaricia la palabra
que suena sin eco,
porque mi mano
no se detiene
en la linde
de tu alma.
67
En el Edén,
cuando el Sol se pone,
tu rostro brilla
entre las estrellas
porque su luz
no le pertenece.
68
He querido descansar de tu rostro
y he buscado el rocío.
Esta mañana no había flores,
no había rocío.
He buscado las flores
y no había violetas.
¿Por qué tu rostro me sigue?
He visto violetas,
pero estaban marchitas
en el frío de la noche.
Estaba mirando al cielo desnudo
cuando cantaba una alondra.
No venían las nubes,
estaba vacío.
¿Por qué tu rostro me sigue?
Sonaba el río con aguas tranquilas
y le he regalado una piedra.
El agua no era clara
y las ondas fueron turbias.
He escalado la montaña
y he tocado la nieve.
La he tocado en mis manos
y se ha derretido.
69
¿Por qué tu rostro me sigue?
He pisado la arena
y he mojado mi piel en agua verde.
El agua se ha enfadado
y ha enviado sus olas.
El cielo se ha vestido
y ha lanzado su fuerza.
Le he mirado
y en el traje de nube
he visto su rostro fuera de mi recuerdo.
He querido descansar de tu rostro.
¿Por qué tu rostro me sigue?
70
Sorbo de soledad
pensando en ti.
Tu mirada,
tu cabello negro,
tu capa de fuego.
Soledad
para pensar en ti.
71
Un halcón
hería las nubes.
Tendí la mano.
Debía sentir
sus garras
matando
mi muerte...
Una saeta
sin cuerpo
encendió
mi entraña.
Ven a mí,
arquera.
Sentí
de su rostro
luz inquieta,
entereza sin pie.
Descendí.
Mi mano
sin sangre
prendió
su carcaj vacío
72
y tomó
su anhelo.
El rey
de las nubes
moría en la noche.
73
Bella.
Tiznadas cuevas
de luz intensa;
curva de viento,
castigo suave;
algodón de rubí,
martirio indemne;
manto nocturno
de fuego muerto.
Tu armonía
inunda
desde la selva del infierno.
Tu luna simple
deslinda
la meta del sentido.
Y el mortal desesperado
que te admira
sucumbe.
Bella.
74
El silencio de un susurro
brama en lo lejano de mi seno.
La inconstancia de un gemido
derrumba la razón de mi agonía.
El capricho de un acorde
repica en el umbral de mi sentido.
No puedo morir sin ti.
Eres la onda de un molino sin muela
que gira sugestivo,
la piedra de una playa sin arena
que sonríe insinuante;
el lucero de una noche sin estrellas
que bizquea tembloroso.
¡Cálida inquietud!, aroma de ti.
Sentir que estoy amando,
sentir que te he besado,
sentir que la esquila de mi entraña
resuena prendida de tu anhelo.
¡Sentir de ti, qué fácil!
75
Al escuchar
cómo tu voz repica
en el eco del silencio,
abro el cristal de mi alma
a tu son
para que mi entraña
se estremezca.
Cuando siento
que vibras en tu canto
para decir en el cielo
la inquietud de tu sentido,
cierro la puerta a mi pensamiento,
llevando mi alma a tus pies.
Si el ruiseñor te acompaña,
apenas mi oído
conoce su canto,
porque entre haces de sonido
tu voz se deslinda,
se hace reina, como tú.
Son colores de música,
luces de malva y mar
en mi corazón,
llamadas de blanco
en capa púrpura
que robo al viento
para quebrar tu soledad.
76
Sensación
de unir dos almas,
éxtasis del amor.
Rozar el viento,
no despertar.
De sentirla dicha encontrada
suspiro
rayo
que no hiere.
Es torrente
que no cesa,
que mana del clamor
de una canción.
Es tormenta
que no arrasa,
que se esconde
de la brisa
cancelada
por la nube oscura.
Mujer de mí,
ampara otra vez
la noche
del destino
con tu fuego.
77
Brilla por siempre
en la meta
de mi anhelo
y no escapes
de la cerca
sin fronteras
que se tiende
en mi sentido.
78
Amar tu sonrisa
es tomar el cielo,
el mar y la brisa.
Mirar tu mirada
es gozar el fuego sin mal
y herir nada.
Amor,
quiero sentir en mi pecho
el susurro del viento
y tus caricias sedientas
que piden
una llamada de paz.
Romper tu silencio
es vender una estrella.
79
Estaba la luna roja,
la luna, la luna roja,
y tus labios reflejaban
la sangre rubí caliente
del torero herido.
Estaba la luna blanca,
la luna, la luna blanca
y tus ojos me decían
besa mi piel abierta
de mujer enamorada.
Estaba la luna azul,
la luna, la luna azul,
y tus manos me pedían
toca mi pecho ardiente
con tu espada ensangrentada.
Estaba la luna muerta,
la luna, la luna muerta
y el sol naciente despertaba
de mi sueño oscuro
al rocío con una luz quebrada.
80
Tu mirada, niña, tus ojos
A Federico García Lorca
Brilla un lucero en al alba
que en tus ojos se refleja;
tus ojos, niña del alma,
me miran y me desnudan.
Revienta el sol en cascada
mientras la luna se quiebra;
por el monte un caballo anda,
reluce el rayo amarillo,
y tus ojos niña amada,
me miran y me desnudan.
Tus labios quietos me hablan,
tu pelo negro me dice
acércate, ven y ama,
pero allá en el río, a lo lejos,
tus ojos, niña del alma,
me miran y me desnudan.
Cae tu enagua en la rama
y el sauce se despereza;
81
tus labios quietos me llaman,
la luz del alba me ciega
y tus ojos negros de hada
me miran y me desnudan.
El viento me arrastra y canta,
desliza un carro de luces
y allí me pide que vaya;
quiero besarte, mi niña,
pero tus ojos de amada
me miran y me desnudan.
Me lleva el carro a tu entraña
sorteando el sol amarillo,
y en la orilla, en la rama,
no estás, te has ido, pequeña.
Tus ojos, niña del alba,
me miran y me desnudan.
82
83
En tus ojos habita el negro
de la noche profunda,
negro resplandor de verdad,
noche limpia de rocío fresco
y luna llena de sonrisa.
Cuando los cometas aparecen
en tu noche con su cola de fuego
y sus destellos rabiosos,
el negro se hace luz de amor
o brasa inquieta.
Sin tus ojos deshago el mundo,
sin tu noche acaba el resplandor
y mi alma pide con silencio
que llegue un cometa
...quizá tuyo...
Soledad, amarga sonrisa,
espacio vacío a mi lado
que despierta el ansia de ti,
robando el tiempo al día,
quemando al sol rojizo,
llorando al amanecer.
84
Cuando hablas a una flor
y recoges de su cáliz
el rocío,
descansa en tu voz
una melodía de viento,
descansa en tu piel
un tibio aroma de espliego.
Palabra de miel,
susurros de estrella,
y en tus labios
un remanso de lunas y colores.
85
Caminando por un sendero
con luces de colores
mirabas un árbol seco
en un desierto de frío.
Tus dedos mesaban
hilos de viento
y tus manos esquivas
rompían el cielo.
Sobre tus cabellos
volaban gorriones y alondras
y entre rocas de hielo
escuchabas la risa del miedo.
Tus labios lamían
dulce de ángel
y las flores quebraban
tu hastío en el cieno.
El encanto se rompe
entre ramas de fuego
que prende
tu espina de amor.
86
Se entreabrieron tus labios
y rocé tu sabor a miel de lirio.
Mil besos
habría tomado,
mil besos
quise prender en miel de lirio,
pero aquel dulce desesperado
que mojó mi alma,
aquel dulce
estremeció mi dorso helado.
No escondías tu dulzura
ni aquella mirada de pasión
que prendió el encantamiento.
Se habían deshecho
tus labios en los míos
y la marca sensual de tu sabor
había perdido
el carisma del deseo.
Un beso.
Se entreabrieron tus labios.
87
Amor sin ti,
¡qué duro resulta
saber miradas
que mueren en tu seno!,
amor sin ti.
¡Qué daño regalas
cuando mis dedos
se alargan en sus yemas
y logran rozar
tu cuerpo
con risas de disculpa!
No quiero
que tus besos se dispersen,
porque llora mi corazón
cuando susurras
a un desconocido
matador de mi alma.
Si muero
alejado de tu esfinge
te amparará
mi agonía,
porque sabrás
que en la distancia
siempre contuve mi pensamiento
llorando por ti
88
La luna escapa
En las fantasías y deseos
de un color imposible
me he acercado hasta tu puerta
para esperar tu llamada
y he creído encontrar las estrellas
y las estrellas se desvanecen
porque eres fantasía, es imposible.
90
En las fantasías y deseos...
I
Un día azul me cuenta tu recuerdo
adornado con pétalos y estrellas,
y sobre tu cabello
revolotean los destellos de una luz blanca
y tus labios se abren
y me llaman.
Extiendo mi mano a tu mano
y no estás, no te encuentro,
y con la luna blanca
una pequeña lágrima
conquista mi rostro.
Sé que no te has ido,
pero no estás, no te encuentro,
te busco con las luces,
te busco con la luna,
pero no estás, no te encuentro.
Un día gris se llevó tu mirada
adornada de luces y margaritas.
91
...de un color imposible...
II
Los vientos blancos me hablaban de ti
y yo me dejaba llevar por sus coros vagabundos,
los vientos blancos me alejaban suavemente
y yo quería volver hacia ti con la luna entre las
manos,
los vientos blancos me contaban susurros
que yo no quería oír
y tus palabras huían,
tus palabras morían con su eco lejano
en la claridad imposible,
en la belleza prohibida.
He decidido cubrir el color de los vientos
y el blanco se hizo gris, transparencia de perla,
porque yo volaba hacia ti,
y aunque el viento fuera tuyo
y en sus labios callara quejidos de un adiós furtivo,
no le creería,
porque sé dónde te escondes,
esperándome,
con tu entraña descubierta y los ojos enrojecidos,
con la luna deshojada y tu lecho desteñido.
92
...me he acercado hasta tu puerta...
III
Está cayendo un rayo de sol
sobre mi frente
y siento el fuego cerca
mientras tu recuerdo,
caricias y susurros,
me inunda de paz,
con episodios de ilusión,
con tu mirada azul y cálida,
cuando tu piel toma mi piel
y tus labios hablan de mí.
Tus labios, pequeña,
quiero que abran sendero
en mis labios.
Tus dedos, preciosa,
quiero que abran mi cuerpo
y mi entraña,
y en esa perdida soledad
quiero pensar en ti
como en un dios maravilloso
que todo lo hace fácil.
Quiero pensar en ti.
93
...para esperar tu llamada...
IV
He querido oír palabras,
palabras de tus labios,
que nacen como rosas blancas
de tallos sin espinas.
He creído conocer tu sonido
entre los susurros del viento
escandaloso y lúgubre,
entre los gorjeos
de un gorrión asustado,
sin estridencias,
calmado,
como el vuelo de tu alfombra mágica
que me eleva sobre lo blanco de tus nubes
para olvidarme de ti.
He recorrido tus labios,
tus labios a veces malditos,
pero siempre dulces,
deseando escuchar
murmullos de paz y de sol,
y siempre surgía el vacío
comiéndose el aire,
y las palabras se escapaban
en el silencio
94
y el sonido se escondía
y tus labios, dulces y malditos,
rompían tu mirada
con el cristal del deseo inacabado.
95
...y he creído encontrar las estrellas...
V
Desde una burbuja de paz y pasión
la lucha se hace incruenta
porque pienso en la hora calmada
que desapareció.
Los ángeles de la razón
juegan un juego ingenuo de locos
y me envuelven con auras extrañas
para que no te entienda...
aunque siga conociéndote
sobre tu cuadriga de amor
que conduces hacia aquello que no muere.
Tu envoltura de cuerpo humano,
columnas de piel dorada,
corazón de papel cebolla,
toca a mi puerta
con los nudillos de tu alma
y yo espero
lo que jamás puede llegar,
con cordura,
contra los ángeles de la razón
y con tu regalo
de mujer enamorada.
96
En las noches de lluvia
quiero acercarme a mi sueño mágico
pasito a pasito,
en silencio, de puntillas...
y mi sueño mágico no está en la almohada
ni entre las sábanas,
se ha desvanecido con los ángeles de la razón
que en un juego ingenuo de locos
me arrebatan tu regalo,
y cuando logro encarcelarlos en un aparte,
eres tú, diosa de luna blanca
quien se aleja mirándome con paz y pasión
con tu lágrima de desencanto,
con la mano asiendo el alma...
y busco otra vez mi sueño mágico...
y sólo encuentro lágrimas sedientas
de morir en tu mano.
97
...y las estrellas se desvanecen...
VI
Quizá luzcan las brumas,
quizá el sol se haga oscuro,
pero en cualquier vereda sinuosa
la más leve sonrisa de tu alma
enriquece la soledad escondida.
El calor de las palabras,
la niebla en la distancia
y el gris de lo imposible
se agolpan uno y otros
y congenian, congenian
con esos segundos únicos
de tu presencia entera.
Han venido hadas y magos
para demostrar sus poderes
-gnomos y brujas huyeron-,
pero la magia blanca
de varitas y deseos
se diluye entre caricias
y no sirve, claudica y muere.
Y el canto del alba
98
envuelve la lucha dulce,
la eleva hacia las nubes
y se escapa, se escapa
y desaparece.
Quizá luzcan las brumas,
quizá el sol se haga oscuro,
pero el desvarío enternece
y los días crujen y crujen
como hojarasca
que volverá a sentirse verde
quién conoce cuándo.
99
100
...porque eres fantasía, es imposible.
VII
Cuando tu imagen me inunda
y tus palabras se deslizan
hasta mi corazón vencido,
cautiva mis ojos
una lágrima dormida,
cierro los párpados
y entre las pestañas
quedan tambaleantes
días de rosas y esperanzas,
y mi lágrima solitaria
desciende lentamente
buscando en mi rostro
una rampa que le empuje
hacia sus hermanas que viertes por mí.
Con la noche
ni la compañía de las estrellas
consuelan a mi lágrima
en su búsqueda inagotable;
los destellos arrogantes
le obligan a brillar
y ella se esconde, se esconde
hasta escaparse
101
con el calor rojo de mi mejilla.
Mi lágrima ya desaparece,
pero el surco ha hecho sendero
que muere en mis labios
para que con las lluvias de verano
si alguna gota más quiere nacer
lleve hasta mi seno
el sabor de su hermana
ya centenaria entre los días grises
de invierno y de rosas.
Si hoy cumpliera mil años,
mil años te daría,
mil veranos,
mil lágrimas sin estrellas
tendrías en tu regazo
creadas para ti.
Y al ocaso,
con la luz más amarilla
y las sombras alargadas,
si alguien pregunta por el sol
engrandecido y venturoso
sólo les contaré tu regalo
como una alegoría infantil
de un dragón que se escapó
cuando la luna se escondía.
102
Por una estrella
I
Una gota de luz cae hasta tus labios,
y de tu vientre nace una llamarada,
fuego de diosa, calor eterno,
que llega hasta mis labios, sedientos de ti,
se adueña de mi luz,
-tu luzy en el impacto sutil se unen dos almas
para rogar al cielo que nunca se apague,
fuego de diosa, calor eterno,
que muera jamás,
porque mi entraña se abre,
se cierran mis párpados... y sueño
con tu morada encendida,
con tu frescor de madrugada,
con tu luna blanca,
con un dios que, como tú,
me ocupa el alma,
conquista mi cielo,
y vuela, vuela,
entre destellos de amor y eternidad.
104
II
Ojos de luz marina,
ojos de luz al amanecer,
labios abiertos, susurrantes,
piel de luna
y mirada clara,
ojos de luz marina.
Oigo tu voz, susurrante,
tu sonrisa, diáfana,
y mi cuerpo se convierte en un suspiro,
mi alma, en un sinfín de colores,
mi corazón, en un cielo enamorado.
Nacen palabras en el aire
que se tienen con hilos de seda,
y mis manos en tu espalda
se acurrucan en tu piel de luna:
calor, quietud, bendito placer de amar.
En el abrazo,
entornamos los párpados,
persianas de ilusión,
y la brasa crea fuego con lentitud,
como si no quisiera despertar,
crece y crece el beso suave,
tus manos, mi piel,
acarician, acarician
buscando un resquicio
105
deseando encontrar la puerta del amor
en el otro cuerpo, nuestro cuerpo;
y el amor no tiene puertas, ¿sabes?,
cada dulzura de tu piel,
cada latido de tu corazón,
son los peldaños
de la búsqueda inagotable;
y ahí surge el cielo, quizá edén,
porque tú y yo,
entendiendo los silencios,
nos unimos sin querer,
por pasión o por instinto,
convencidos de que somos alma,
alma pura, es decir, de Dios.
106
III
Con tu paz
mi entraña se despereza,
mi cuerpo busca las nubes,
mi puerta se deshace
y toda tú, princesa,
invades con sonrisas
la luna que miro,
la luna que busco.
Y esa transparencia,
diamante de bondad,
avanza hondo en mi alma,
como termita,
como hormiga,
en suave camino hacia el amor,
amor que dudas y tienes,
amor de hombre,
gota de Dios,
que no lastima jamás,
que siempre llena con dulzura,
que siempre regala sin respuesta,
gota de Dios
que habita en tu alma,
cielo de cariño,
que colma tu fe,
107
sendero de esperanza,
que habla de ti,
palabras benditas de amor.
Con tu paz
mi suelo desaparece,
mis ojos te sonríen,
mis dedos te recorren,
y toda tú, princesa,
invades mi corazón,
tal como deseé,
tal como deseo.
108
IV
Eres la caja de sorpresas, el sol,
como el arrullo de las olas, el mar,
como el cielo y un suspiro, el edén.
Esther, mujer, los ángeles te acercan,
tu ángel me sonríe, tu ángel,
y al oído me dice
amor, futuro, ventura, sólo dos,
dos y el mundo por conquistar;
y mi ángel, callado,
te acaricia con ternura
para que vueles y no escapes,
para que te dejes tomar,
para que muera el miedo
y contemples, feliz,
el camino en trazo corto
donde mano con mano, unidos,
podemos avanzar hacia la fe,
la fe en el amor.
Déjate llevar, mujer,
con el sentimiento, con la paz,
y mira hacia el destino
de saberte amada con dulzura,
con la pasión adolescente,
con la experiencia de quien quiere amar,
109
y olvídate del mundo,
que tu mundo está en gestación,
en semilla por nacer
y empieza hoy, cada día,
con cada beso, con mis abrazos,
con tu calor.
Y sabremos amar, porque...
eres la caja de sorpresas, el sol,
como el arrullo de las olas, el mar,
como el cielo y un suspiro, el edén.
110
La ceremonia
Un hombre es enamorado.
Ha ocurrido en una plaza, ahí delante,
y la imagen es esperanzadora.
Se han despertado unos pájaros
y la soledad ha quedado desparramada,
como rota en mil pedazos
por los rincones bajo los árboles.
Parece que ha sucedido así:
ella paseaba alrededor de la estatua,
un caballero doliente que adora a su caballo sin
cabeza
iba leyendo un libro de Salinas
prologado por Cortázar.
Poesía de Amor, decía la portada.
Es de noche.
Hay luna llena.
Un rayo se espejaba en una gota de lluvia
encima del caballero,
la mujer se ha agachado a recoger un verso
y el rayo le ha impactado,
un rayo de luna
que ha convertido en blanco su vestido.
El hombre venía de negro,
o quizá de oscuro,
112
la noche lo ennegrece casi todo.
Iba despistado, pensaba en el número
de sus tareas como un canario en su alpiste.
Se han cruzado las pisadas
y el rayo se ha escapado.
Las pisadas del hombre y de la mujer,
un pie de puntera sobre el suelo
para sostener una rodilla en equilibrio,
otro pie caminando sin sentido
lleno de números sobre controles.
Se han encontrado
y el rayo se ha fundido, se ha fundido.
Pero ahora refulge el traje negro
y el vestido se ha quedado en oro.
¿Eso es el amor?
No, no, viene después de ese impacto
prolongado, miles de segundos para la escena.
La escena se detiene cuando el caballero
desciende del pedestal
con su espada en la mano.
El silencio se corta con acero.
Un cura pasea trasteando entre el alpiste,
se santigua,
se exaspera,
maldice al caballero del caballo
gritándole que quién es él para ser sacerdote.
“Sacerdote, Vuecencia, por ahora”,
le lleva escrito en un papel una paloma despierta
en nombre del de la espada.
113
¿Será que la espada es el altar para los amantes?
¿O quizás un cáliz y la forma?
Dos muchachas se han quedado paradas
sonriendo.
Ahora mueven las manos,
para prender los restos
del rayo de luna expandido.
Ellas tienen lágrimas,
y llevan una de sus gotas hasta la espada
del caballero,
que brilla,
que está afilada de sabores,
quizá el del mosto
que van a beber en la ceremonia.
El caballero se parece a Neptuno
o a un guerrero que luchó contra los moros.
Ella se está convirtiendo en una ninfa,
su vestido se hace túnica,
y sus ojos no son los mismos,
son castaños.
El hombre sigue sin moverse,
el impacto le ha quebrado el movimiento,
pero ella lo acaricia.
Llega gente por la esquina de la plaza,
gente para mirar el desgarro de ternura,
porque ellos la perdieron, la ternura.
La gente son otros.
Los dos se miran
y los otros miran, quieren vivir en ellos,
114
y no pueden.
La paloma del mensaje se apoya en una rama,
sobrevuela la escena como una pluma
entrando en su tintero,
y el ala derecha se aposenta
en el hombro del caballero,
sólo el ala,
la paloma regresa a la rama
y sonríe.
Neptuno con espada también sonríe
a la par de la paloma.
Y ellos se miran,
ya casi se besan con las manos,
los dedos rozados,
la túnica de la dama,
la capa del amante.
Los otros miran y se emocionan, ya no son gente,
son Uno para la ceremonia,
son los ángeles, las vestales,
héroes y gigantes, musas y guardianes.
Y cuando Neptuno baja la espada,
los amantes reverberan,
son como luz en un disparo,
los dioses se arrodillan
para rendir pleitesía a príncipes recientes,
regresados,
desde siempre,
antes se amaron y ahora lo saben,
nada es nuevo,
115
es renovado después de un giro casi eterno.
Se reconocen.
El cura enfadado se difumina,
ya es sacerdote el caballero,
ya es forma y cáliz la espada,
ya se besan los esposos,
ha sido un instante, un instante de infinito,
de infinito.
Y la plaza no es plaza,
templo enarbolado,
los árboles son señores de otros reinos,
la gente, sus ejércitos,
luna se hace la noche toda,
y todos se difuminan como el cura,
más alegres,
mientras ellos, uno y otro,
los dos,
uno solo,
márgenes de amor,
página repleta de ternura,
un aura dorada,
un deseo en rebelión para las pieles,
fuego,
un Amor.
...solo mira la paloma, que ya tiene sus dos alas...
116
Cuando crujen los corazones
Vendrá
Resbala…
a lo lejos, y va cayendo lentamente
aplastando los árboles, los árboles y un templo,
gente
nadie se atreve a darle nombre
y es gelatina que se esparce
para esconderlo todo
y atarlo
y darle formas redondeadas, sutiles
Avanza, avanza, avanza
estoy en la ventana, viene hacia mí
y todos corren porque han visto
las delicadas estatuas de cálido metal
que van quedando dentro de la masa
que resbala, avanza, cubre, deglute
Si miro atrás no queda nada,
no hay nada, sí alguien, no nada
enfrente la masa viniendo
la quiero y seré libre, bello, dulce
He subido al campanario sonriente
miro abajo, atrás un poco
resbala…
lentamente aplastando árboles, un templo,
gente
y sonriente ya espero, fuera
vendrá
118
Mil dudas y la espera
Hacia donde los ojos respiran
el aroma de la certidumbre
quiero llevar mis pasos lentos y lejanos
como una pluma sin tintero.
Si volar fuera un deseo
caminaría hasta olvidarlo en el camino
con las alas de la paloma en mis alturas,
alas risueñas con semblante de guía
para la hondura de mis túneles.
Vienes y te vas, ¿qué eres?
¿te llamo esperanza? ¿o te llamo quimera?
Y las alas sonríen en un sarcasmo paternal
Sigo mirando al suelo,
unas piedras y una flor ajada,
mientras a lo lejos se abre una boca
-es una boca de luzy suspiro con los ojos cerrados
en una esperanza sin colores.
119
Ni ternura
La soledad y una mirada hacia dentro,
no veo nada, ser de los arrecifes, ni a ti,
y eres cueva o escarcha,
lánguida, muerte, descalzo y triturado…
como los bueyes uncidos
hacia delante y ojos al suelo.
¡¡No!!
Los horizontes no se detienen,
nunca se detienen
aunque los desechos del alma
se alojen en esos huecos de la sonrisa.
Císimo, laderonque, monisquela…
que sí, que quiero nuevos vientos
en nuevos mundos
en nuevas palabras
en nuevos significados.
¡No!
Pero quién se arrastra,
arañazo, sangre seca y escozor
para forjar la senda que juegan a esconder,
y está allí, la encontraré.
Retira el rostro, no es tuyo,
no tienes mérito ni valor
ni mérito ni valor ni vergüenza
ni ternura, olvídate.
No.
120
El hueco de la mirada hueca
En ese hueco de la mirada hueca, dulce
donde existe la frontera de las pérdidas
y los suspiros se cruzan con tu risa
y los aromas se guardan bajo llave
y mis palabras se equivocan porque mueren
allí, en un gris alocado lucernario hueco
me he varado para no verte, soledad…
para no verte, soledad, para no verte…
y estás, inevitable y dolorosa, sin quejidos
con las golosinas amargas de un disparo
que no puedes regalarme… aún, aún, aún
La paloma me lleva y muere, sin corazón
y abajo lodo y fiemo… oscuro y húmedo
más soledad entre la mirada hueca, dulce
el mundo sobre mí en la chistera roja
así todos ríen, no como tú, soledad,
ríen hiriendo, ríes protectora y amante
te aferras, me arrastras, huyes conmigo, o no
un chasquido, bramas, me giro, hablo
y me quedo solo, soledad, sin ti
121
Canciones
En mi búsqueda entre carpetas amarillentas con folios olvidados, he encontrado unas cuantas octavillas,
como aquéllas en las que tomé apuntes para el Epistolario…, con varias canciones escritas para Esmeralda, que
actuó como cantante durante casi tres años en varios locales de la ciudad.
Sólo dos de ellas tuvieron música en acorde de guitarra y ninguna llegó a ser grabada, porque desde que fue
madre ya no quiso volver a cantar. Así, las propuestas se
quedaron entre los borradores de poesías escondidas y las
he rescatado para esta recopilación. Algunas llevaban
fecha y la he incluido. Algunas llevaban título, y las que
no, se lo he puesto ahora. Están ordenadas tal cual las he
encontrado.
Se convierten en un homenaje especial.
122
Llegaste entre las nieblas
Sin mirar hacia atrás
no puedo comprender
el sabor de tus besos
ni el calor de tu piel.
(estribillo)
Amor, amor,
enamorada de ti,
encendida de pasión
sobre un cielo sin fin
Llegaste entre las nieblas
de una fatal herida
que has curado
con mi alma encendida.
(estribillo)
Quiero tu amor eterno,
quiero tu risa hermosa
y que te sientas en mí
como la vida en rosa.
(estribillo)
9.5.84
123
Adiós, soledad
He descubierto que el amor
en nosotros sí mueve el mar.
¡Qué hallazgo de ilusión!,
sentir en mi pecho tu paz.
(estribillo)
Amor, amor,
enamorada de ti,
encendida de pasión
sobre un cielo sin fin
Tu piel en mi corazón
es ternura en un caudal
que transporta en su candor
el aliento de la verdad.
(estribillo)
Sentir dentro de mí el calor
de tu vencida soledad
sabe a fuego del albor
de la eterna felicidad.
(estribillo)
9.5.84
124
125
Amor perdido
Eres tú la estela
que riega la noche
y deja tras ella
la luz del destino.
Eres tú el dolor
que lanza su capa
a las redes del alma
y escapa a su nube.
Eres tú el viento
que rompe las hojas
y quiebra las ramas
con hilos de estrella.
Eres tú la risa
que nace en el cielo
que muere en la tierra
y marchita la rosa.
Eres tú el recuerdo
de una triste historia
de un amor perdido
que rompe mi vida.
126
Una moneda, por caridad
Caminaba por las calles
de la maldita ciudad
con su rostro carcomido
la chaqueta hecha jirones
y en su boca una plegaria:
“Una limosna, por caridad,
tengo esposa y dos retoños.
Tienen hambre, tienen frío
y sin trabajo, sin dinero,
¿cómo los voy a alimentar?
Trabajaba en una empresa
bajo el mando de un buen jefe
que murió una tarde fría
y sus hijos como cuervos
lo arrojaron a la calle.
“Déme una moneda, por piedad.
Me han robado mi trabajo.
Tengo esposa y dos retoños.
Tienen hambre, tienen frío,
¿cómo los voy a alimentar?
Todos miran de reojo,
todos pasan con desprecio
127
y él agacha la cabeza.
El recuerdo de sus hijos
le lastima la mirada
“Una limosna, por caridad,
por piedad, una moneda.
Tengo esposa y dos retoños.
Me han robado mi trabajo.
¿No sabéis qué es amar?
128
Háblame de estrellas
No seas inquieto
déjame vivir
no seas pesado
déjame soñar.
Espera mi llamada
quizá con el viento
llegaré a tu morada
quizá con el mar
Olvida mi rostro
mi ser, mis caricias
vete con el mundo
cántale al mar
Soy libre todavía
tu voz me consuela
tu piel me estremece
pero no quiero amar
Cuando te acerques
háblame de estrellas
y quizás oiga el amor
si me traes libertad
129
Eres tú el destino
Te miré a los ojos del alma
y encontré aquella ternura
que tu rostro presagiaba.
Eres tú el destino, amor.
Con tus manos en mi regazo
reposaba mi soledad
entre lágrimas de pasado.
Eres tú el destino, amor.
El manantial de nuestras almas
ha creado un nuevo cauce
con mis lágrimas, con tus alas.
Eres tú el destino, amor.
Se han perdido aquellas brumas
que nublaban el futuro,
se han creado historias puras.
Eres tú el destino, amor
130
Suspiros de arena
Ayer soñé con tus besos,
tu risa y tus caricias.
Ayer soñe con tu rostro
y aprendí a quererte más.
Eran tus dedos olas de mar
que tomaban mis brazos
entre sollozos de viento
y suspiros de arena.
Ayer soñé con tus besos,
tu risa y tus caricias.
Ayer soñe con tu rostro
y aprendí a quererte más.
Tu voz era un soplo de brisa
tus labios un pozo de amor
y la luz de las estrellas
un destello de ilusión.
Ayer soñé con tus besos,
tu risa y tus caricias.
Ayer soñe con tu rostro
y aprendí a quererte más.
131
132
Canción del encuentro
Aquel veinte de febrero
conocimos, extrañados,
al buen niño caprichoso
que jugaba con los dos
(estribillo)
Despertamos al amor
tan sutiles como el aire
que respira el infinito,
tan desnudos como el agua
que desborda el manantial.
Aquel veinte de febrero
nos sabía a novedad
de fervor inesperado
deseoso de pasión.
(estribillo)
Y descalzos nos prendimos
al destino tembloroso
que bailaba con el viento,
señalando una ilusión.
26.7.83
133
El vagabundo
Sin hacer ruido me acerqué hasta él.
Estaba recostado en el quicio de una puerta.
Tenía sus ropas desgarradas por el tiempo.
(estribillo)
Era un vagabundo
que tendía la mano al viento
y escondía su ruta
entre el mundo de los sueños.
Mirar sus ojos me daba calor.
No habían muerto como su ropa gastada.
Sufrían del alma que recordaba su vida
(estribillo)
Al sentir miedo me alejé de él.
Sentía de su olor el vestigio del pasado.
Temía de sus manos el saludo de la vida
(estribillo)
134
Villancico
Jesús está llorando
entre la mula y el buey.
En la paja del pesebre
salpican dos lágrimas
que Madre María ve:
“Jesús del cielo, no llores.
Hay una estrella en la noche
que dice amor y paz,
que ha rasgado las nubes
para enviar al mundo
gotas de felicidad”.
El ángel está llorando
entre una estrella y un pez.
A la piedra del monte
la hieren dos ríos
que soñó Padre José.
“Ángel del alma, no llores,
hay una estrella en el cielo
que dice amor y paz,
que ha prestado su brillo
a la noche del mundo
para dar felicidad”.
135
Teatro
En el colegio hice algo de teatro en el sentido literal
del término (aunque también en el figurado). Recuerdo
que en segundo de primaria fui elegido para escribir una
obrita a representar y le adjudiqué al protagonista un rifle
matador que, a la postre, se materializó en la escopeta de
perdigón de mi primo Luisito, quien me la prestó para la
ocasión y la llevé a clase escondida en el abrigo, porque
en aquellos años cuando la Policía era el “gobierno”, apetecía mucho tener un motivo para pensar en correr una
aventura por culpa de su persecución.
Más tarde, leíamos obras de teatro en clase. En una
de ellas me tocó representar a Chispa, mujer soldadera en
El Alcalde de Zalamea que confirma en determinado
momento: “Estoy preñada”, y aún me escondo ante el
recuerdo del ataque de vergüenza y las jocosas intervenciones del respetable público.
Y siguiendo con teatro clásico, en el mismo acto en el
cual me entregaron mi primer premio literario, 1977, escenario del teatro de La Salle Gran Vía, interpreté a Tello,
136
el criado de El Caballero de Olmedo, que lo encuentra
muerto en la última escena de las que representábamos.
Tanto dramatismo quise darle a la interpretación, que me
agaché ante el cuerpo moribundo del caballero para exclamar:
¡Traidores, villanos, perros;
volved, volved a matarme;
pues habéis, infames, muerto
el más noble, el más valiente,
el más galán caballero
que ciñó espada en Castilla!
Y el paquete de Marlboro que llevaba en el bolsillo de
mi camisa se cayó sobre la cara de mi compañero César
Casorrán, a la sazón don Alonso, el caballero de Olmedo.
Apenas pude soportar el ridículo cuando, después de cogerlo rápidamente, me tocaba elevar el brazo gritando…
¡Venganza, piadosos cielos!
Naturalmente, sin que se viera el paquete rojo en mi
mano, aunque algunos cigarrillos quedaran sobre el escenario.
Quizá de estos hechos cómicos me vino la vena para
continuar, algunos años más tarde, mi vinculación con el
género teatral, y cómico a más inri. Tomé contacto con
los espectáculos de variedades a través de varios amigos,
precisamente en el café Variedades de Zaragoza. Allí
137
cantaba mi entonces novia, Esmeralda, y el ambiente me
llevó a querer participar en aquellos espectáculos jocosos
y extravagantes. Como no me atrevía a ser actor (aunque
lo intenté con un monólogo que titulé El Hacetiempo, y
que no incluyo aquí porque se trataba de casi no hablar,
sino solamente gesticular), comencé a escribir obritas
cómicas muy “ligeras de cascos”, acordes con lo que el
público tardío de la transición demandaba, obras picantes, incluso escandalosas en color verde y no precisamente por ecológico, en el descenso de aquel género tan espectacular llamado revista.
Va aquí una muestra de ellas, las que más se representaron, algunas de ellas interpretadas por Miguel Ángel
Tirado, a quien nombro por el buen recuerdo y cariño que
me dejó, y que responde más por su personaje, Marianico
el Corto, que por su apellido.
No quiero dejarme en estos comentarios a Piluca, mi
prima actriz, a quien le escribí un monólogo que incluyo,
y que nunca se representó porque… lo perdí entre cientos
de papeles borrador y que he encontrado por casualidad
mientras rebuscaba papeles amarillentos para esta recopilación.
Y finalmente, vaya mi saludo para el grupo de teatro
La Peonza, de Cuarte de Huerva, población donde ahora
vivo, y especialmente a su directora María Teresa Mur y a
Julio Izquierdo, con quienes he vuelto a retomar ese gustillo por la actuación (como lecturas teatralizadas) convertido en un aragonés castizo con obras de Alberto Casañal.
138
Índice de Teatro
Pág.
Don Juan, don Juanito y doña Inés ............ 140
Desposorio de un idiota ............................... 155
Paris, oh, lá, lá! ........................................... 183
Desvarío ........................................................221
Inacabada .................................................... 225
139
¡¡Vaya par de tres!!,
Don Juan, don Juanito y doña Inés
Doña Inés es una monjita que se hace la ingenua.
Don Juanito, un chulapo que se siente dueño de Inés
Don Juan, un pobre tontuelo que pierde los vientos por la
monjita
Doña Inés está tumbada en el sofá abanicándose. Suspira varias veces profundamente, mirando al vacío, y habla con tono de mojigata.
DOÑA INÉS
¡Ay!, ¡ay!
A ver si viene Don Juan
Que tengo ganas de amar
(Suspira)
O si no, prefiero a Don Juanito
Y que me alegre con su pito
(Suspira)
Me da igual uno que dos,
Lo que quiero es su ardor,
(Con voz aguerrida)
Ardor de un buen amante
Que sea muy tunante,
(Con voz melancólica)
O que le guste el amor.
140
DON JUANITO (Desde dentro)
¿Qué passsa con la Inés?
DOÑÁ INÉS
¡Ohhh! Don Juanito viene ya
Y seguro que para desenfundar.
Hállome certera y lista
Para dejar… que me desvista
(Entra Don Juanito y se dirige a él)
Don Juanito, hace tiempo que no os veo.
DON JUANITO
Esta mañana, chati.
DOÑÁ INÉS
…y echo en falta vuestro meneo.
Venid, venid aquí,
Traed vuestro pirulí,
Que de añoraros tanto
Siento perdido espanto
De que vayáis a huir.
DON JUANITO
¿Ya estamos otra vez, tía? A toas horas lo mismo, el
mismo rollo, la misma historia. ¡Qué plomazo con la
monja ésta! Quié estar tol día empolvá… toma paquí, toma pallá, ahora tráela, ahora tómala ¡Qué afición al polvo
tié la gachí!
141
DOÑÁ INÉS
Pero Don Juanito, mirad, mirad.
¿Es que no veis el mar en mis ojos,
Que tú dices que son bisojos,
Pero que brillan pidiendo guerra?
Échame el cuerpo a tierra…
Y no digas que soy gamberra.
DON JUANITO
¿Gamberra tú?.. Nooooo, qué va. Salida es lo que eres.
DOÑÁ INÉS
Salida del convento
Para dejarte contento
Con tanta sesión
Que será tu obsesión
DON JUANITO
¡Y dale la tía! Yo he venío a lo de toas las semanas, ¿vale?
A por la pasta del cepillo parroquial, ¿te enteras? Así que
déjate de historias que quiero la tela, la pasta, el parné.
DOÑÁ INÉS
Pero Don Juanito, no seáis así.
Preparad algo de vos para mí.
Aguardo sedienta todo el día
Hecha una porquería,
Esperando este momento
142
Para coger vuestro cemento
Y apuntalar mi frenesí.
¿Y ahora me venís así?
¡Hacedme vuestra, por Dios,
Que si no, desfallezco!
DON JUANITO
Passso, tía. La pasta, que quiero pasta, guita, tela, money, pelas, ¿entiendes?, billetitos de quinientos o binladen si lo prefieres. Que si no hay pasta, me piro y no me
ves más el pelo.
DOÑÁ INÉS
No seáis cruel, don Juanito.
DON JUANITO
¿Cruel yo? ¿Contigo cruel? Tú estás mal de coco. ¿Dices
que soy cruel? A ver si me aclaro. Yo vengo aquí cuando
el cuerpo te lo pide, te echo el güete de rutina, tú con eso
ya te quedas fina, satisfecha, vamos, creo yo…
DOÑÁ INÉS
Sí, don Juanito
DON JUANITO
Pues eso, a ver, que contigo mis sudores me cuesta. Te
pido la manteca. Normal, lógico, necesario, indiscutible,
¿o no? Y ahora me sales con “no seáis cruel, don Juanito”. Anda, tía y que te escapulen. La ingrata ésta.
143
DOÑÁ INÉS
Es que mi antiguo autor
Me hizo tan casta y pura
Que ahora sin rubor
Puedo ser menos dura
Y tener más ardor
DON JUANITO
¡Joer con el autor! Pues mira, buscas al Zorrilla y que te
vuelva a tu papel de monjita ñoña, porque a mí me vas a
destrozar, y le cuentas el cambio que has dao, porque eso
de Zorrilla parece que va de cachondeo, petardeo o recochineo, que más le cuadra ahora el apellido a su personaje
monjil que al autor del susodicho… Pues no es ninfómana
ni ná la tía ésta, que me deja tó chuchurrío.
DOÑÁ INÉS
Atacadme, don Juanito
Que me sube un calorcito…
DON JUANITO
Pero es que ni el Zorrilla ni el Tirso de Molinilla pudieron
crear una gachi tan salida. Pero es que no tuviste bien
apretao al don Juan, ¿Qué te hacía, encanto? ¿Te calentaba y te dejaba de canto? ¿O es que no daba abasto?
¿Por qué no le pedías más y más?
144
DOÑÁ INÉS
Él era un volcán…
Reprimido, pero volcán.
DON JUANITO
Y me vas a decir que contigo no… Pero niña, si a tu lao
dejas como santa a la Mesalina. ¿Me vas a decir que él no
mojaba?
DOÑÁ INÉS (Guardando la compostura y mirando al
vacío)
Don Juan Tenorio, don Juan,
Que así todo el mundo le conoce,
Es un caballero muy formal.
DON JUANITO
Eso es, y yo me lo creo. Me tengo que creer que al don
Juan no le picaba el pito, que tú no se lo rascabas, vamos.
Me gustaría echármelo al rostro, hombre.
DON JUAN (Desde dentro)
Doña Inés, ¿estáis visible?
(Juanito hace mutis)
DOÑÁ INÉS (Para sí)
¡Oh, es don Juan!
Tengo que cambiar el plan
(Entra don Juan)
Pasad, pasad, gran caballero.
145
DON JUAN
¡Doña Inés del alma mía,
Mi amor, mi monja virgen,
El estigma de mi porfía,
El régimen de mi entretela,
De mi vientre la agonía,
De mi bolsillo el agujero,
De tus curvas me hartaría!
DOÑÁ INÉS
¡Cuánto me amáis, don Juan!
DON JUAN
Más que la vaca al toro,
Más que la oveja al carnero.
Si es que yo os adoro
Y por vos sería un cabrero.
DOÑÁ INÉS
¡Cómo habláis, don Juan!
DON JUAN
¡Amor mío, mi cariño,
El juguete de tu niño,
Tú eres mi noche, mi día,
Mi sustento, mi alegría.
Querría que fuerais alimento
Aunque sólo fuera un momento
146
De mi hambrienta gaitica
Que espera toda tiesecica
Que os dignéis con vuestro amor
Que la alojéis en vuestro cañón.
Desespero, desespero,
Porque no cato el agujero.
DOÑA INÉS
Esperad, don Juan, sed paciente
Que mi virginidad se exaspera
Con vuestra fea pelotera
Por ser mi pretendiente.
Pronto llegará el día
En que sin demora
Se repare mi avería
Y me deis la cachiporra.
DON JUAN (Enfadado)
A ver si es verdad, coño,
Porque ya estoy hasta el moño
De oírte decir que te abrirás
Y desde cinco años atrás
Me tienes a dieta
Sin catar siquiera una teta
DOÑA INÉS
No os enfadéis, amor
Y venid hasta el sillón
147
DON JUAN (Se deja caer de rodillas ante ella y su entrepierna golpea en el pie de doña Inés, que no hace nada
para apartarlo)
Inés del alma mía… ¡¡puñetera!!
Me habéis chafao la güevera.
DOÑA INÉS
Perdonad, sed clemente,
Limpiaos vuestra frente
Y habladme de amor
Para oír vuestra voz.
DON JUAN
Inés, Inés mía.
Sufro mucho por vos
Aquí, en el corazón.
Estoy sin alegría
Porque me oprime
A toda hora la bragueta
Al recordar vuestras tetas.
Si es que sois, Inés mía,
La más bella de la montería.
DON JUANITO (Aparte)
De la montería, de montar, ya lo creo, de qué va ser si no.
DOÑA INÉS
¡Oh, don Juan, don Juan!
148
DON JUANITO (Entrando en escena)
Pero vamos a ver qué pasa aquí. Yo me olfateo algún marrón, pringao. Desembucha, Inés, ¿quién es este imbécil
tan bien cebao y tan irrisoriamente dotao?
DON JUAN (Muy sorprendido).
¡¡¡¡¡¿Eeeeeeeh?!!!!!
DOÑA INÉS (Sin dejar hablar a don Juan, se dirige a
don Juanito)
Él es mi musa, mi inspiración,
Mi alegría, mi desvarío,
Mi turbulencia, mi turbación,
Por él me arrojaría al río
Y cogería un buen torzón.
Él es, él es, sin más trapío,
El dueño de mi corazón
DON JUAN
Por eso es tan grande mi alegría
En este ambiente tan coqueto,
Tan erótico, qué virguería,
Que puedo prometer y prometo:
(Cambia la voz para declamar)
¿No es verdad, ángel de amor,
Que en esta apartada orilla
Más pura la luna brilla
Y se respira mejor?
149
DON JUANITO
Pero , tío, ¿de qué vas? Ancianito, carrozón, ¿de dónde
vienes?, obsoleto, caduco, viejo, perecedero, extinguido,
vetusto, fósil, carcamal, zancarrón. ¿Qué es eso de dártelas de romanticón? Que esa manera de ligar ya es prehistoria. No me extraña que andes tan salido. ¿Pero es que
tú mojas alguna vez?
DOÑA INÉS (A don Juan)
No le escuchéis, mi amor.
DON JUAN
Pero, ¿quién es este pollo
Que lanza todo ese rollo
Que cree que eres un chollo
Y que parece un centollo?
DOÑA INÉS
Un amigo, un buen amigo.
DON JUANITO
Sí, sí, un buen amigo que se te come el higo.
DOÑA INÉS (Reprochándole)
¡Don Juanito!
DON JUANITO
Así me llaman, el del gran pito.
150
DON JUAN
Pero ¿qué es esto?
DON JUANITO
Pues mira, que te lo voy a decir en verso:
Tú dices ¿qué es esto?
Esto es un incesto
Según la doctrina cristiana,
Pues hermanos somos los tres
Y la susodicha hermana
En la cama se metería
Con uno cada vez
DON JUAN (A doña Inés)
¿Quién es este personaje
Que hablando como un salvaje,
Con este extraño ropaje,
y su descastado lenguaje
se cree un bonito guaje
y no es más que un renacuaje.
DON JUANITO
A callar, Inés, que ahora contesto yo. (A don Juan) Mira,
chorbo decadente, yo soy el chulito de la nena, el que le
saca la pasta por su cara bonita y además se la trinca, se
la tira, se la pasa por la piedra, se le come el dominguillo
y la tiene a raya con el personal, ¿entiendes?
151
DOÑA INÉS (Suplicando)
Don Juanito.
DON JUANITO
El piquito cerrado, nenita, que ya no vas a engañar a este
pavo con ínfulas de marquesito. Se va a enterar ahora de
los tíos que han pasao por este sofá, de lo que les has cobrao y de lo que a mí me das.
DON JUAN
¿Acaso queréis decir
Que doña Inés es prostituta
Que no es mi monja virgen
Que se acuesta con cualquiera?
DON JUANITO (Al público)
Aquí tenéis al iluso éste.
DON JUAN (Hablando para sí)
Así que todo es verdad.
No hay duda, todo está claro,
Las bragas en los tobillos,
Las luces apagadas,
Los cortinajes corridos,
Tres pesetas en la mano.
No hay duda, me la han jodido.
(A doña Inés)
O sea, que el pollo este se os tira.
Pues me parece mentira
152
Tu infinita falsedad
Y mi larga estupidez
Menos mal, algo hay bueno
(Mirándose la bragueta)
Con todo este jaleo
Ya se ha bajao mi apogeo.
Si es verdad
(Sollozando),
Cómo va a aguantar
Con el engaño de la Inés.
Y yo dándole parné
Para que se la dé al Don Juanito
(Enfadado)
Pues bien, ya ha soplao mi pito,
Ya no haré más el canelo,
Ya no me veréis más el pelo
Que no seré tu cornudo
Ni un idiota cojonudo.
DOÑA INÉS
No me dejéis, don Juan,
Que ahora tendréis plan.
DON JUAN (Traspuesto)
Clamé al cielo y no me oyó
Y puesto que sus puertas me cierra
Clavo la gaitica en la tierra
Y si queréis, jodéis los dos.
Que yo no me apunto
153
DOÑA INÉS
Don Juan, don Juan.
¡Hacedme vuestra!
DON JUAN
¿Mía vos? Ni por asomo,
Ni pensar que os deje el lomo,
Que siento tres en la movida
Lo más fácil es que al tonto
Le caguéis la vida.
(Se va)
DON JUANITO
Y ahora me toca a mí, pura y casta doña Inés. En mi cuadrilla quiero subalternas leales, no monjitas ñoñas como
tú que sueñan con caballeros de carroza y espada. Así
que si quieres, te vuelves con el Zorrilla, que no hago más
de imbécil pa que tú alardees de tu virginidad. Que me
piro, tía.
(Se va)
DOÑA INÉS
Don Juan, don Juanito..
Ni Juanito, ni don Juan.
(Al público, pícara)
Y ahora, ¿quién apagará mi sed?
¡Eh, señor! ¿quiere ser usted?
154
Desposorio de un idiota
Un padre
La novia
El hijo
PADRE
Este hijo no viene. Pues si a esto llega tarde ¿qué hará en
la noche de bodas? Como le cueste tanto, en vez de hijos
tendrá nietos. En fin, que el matrimonio salga bien es lo
que hace falta.
NOVIA (Desde fuera)
¿Se puede?
PADRE
Vaya, ya está aquí la niña y éste sin venir.
NOVIA (Ya desde dentro)
¿Se puede?
PADRE
Sí, sí, pase, pase
NOVIA
No, si ya estoy dentro. ¿Que si puede empezar a comer?
155
PADRE
¿Tanta hambre trae usted?
NOVIA
Ya lo creo, pero de casarme.
PADRE
Pues vamos por buen camino.
NOVIA
Lo que hace falta es que vayamos por buena iglesia, a ver
si se echa atrás, que en la agencia matrimonial “Casorios
Apañaos” me han asegurado que nunca tienes problemas.
A ver si es verdad.
PADRE
No se preocupe, que lo tengo todo muy bien agarrao.
NOVIA
Eso déjelo usted de mi cuenta, que ya lo agarraré yo.
PADRE
De acuerdo, señorita, que a una belleza como usted nada
se le puede negar.
NOVIA
¡Ay!, qué galante es usted. No me habían hablado de este
detalle en la agencia. Además, pensaba que tendría usted
156
menos años, pero está apañaíto, está. Y esa cara, y esos
ojos, y ese tórax. Me gusta, me gusta.
PADRE
Esto… que…
NOVIA
Y usted, ¿cómo funciona?
PADRE
Mujer, aún me defiendo, me hago mi footing.
NOVIA
A partir de ahora se lo haré yo.
PADRE
Agradecido.
NOVIA
De nada, que para eso están las esposas.
PADRE
Así me gusta
NOVIA
Bueno, mire, vamos al grano. Mi dote es esta: dos fábricas de puros heredadas de mi abuelo cubano; una casa en
el pico de la Maladeta, ya se imagina como su propio
nombre indica, una casa teta, una mansión de brujas, de
157
las que solo quedo yo, un ataúd tapizado, tres gatos, dos
perros, un loro que canta La Marsellesa en inglés y un
sujetador aerodinámico que funciona con pilas recargables. Mire, mire.
PADRE
Deje, deje
NOVIA
Ay, qué recatado. Empezamos mal
PADRE
Pues seguiremos así si se comporta de esta manera.
NOVIA
Me da igual (lo abraza y lo mira embobada). Mi cariño,
mi amor, mi Aristóteles, mi Platón, contigo al fin del
mundo; sin ti el tropezón; con mis manos, virguerías te
haré; si no las quieres, una viga te dé en la sien; si me
quieres, yo te querré; si no me quieres, una urticaria te
mandaré.
PADRE
Pero señorita, compostura.
NOVIA
Con postura de amarte estoy.
158
PADRE
Guarde el orden.
NOVIA
Muy bien, primero yo y luego tú.
PADRE
Quieta, por Dios.
NOVIA
Pero bueno, si nos vamos a casar…
PADRE
¿Cómo casar?
NOVIA
Eso, tú y yo… eso
PADRE
De eso ni hablar.
NOVIA
Otro que se echa atrás
PADRE
Aclaremos. Usted es Dorita Plateada, ¿no?
NOVIA
Para casarle, digo, para servirle.
159
PADRE
Entonces, usted viene a conocer a mi hijo.
NOVIA
¡Ah! Ya decía yo que en la fotografía… Y su hijo, ¿querrá
casarse?
PADRE
Esa idea lleva. Ya veremos cuando la conozca.
NOVIA
Y a usted, ¿qué tal le he caído?
PADRE
Pues no crea, que mi pecho se resiente…
NOVIA
Pero, ¿le parezco bien?
PADRE
¿Qué quiere que le diga?
NOVIA
Ya le convenceré, ya. Y su hijo, ¿dónde está?
PADRE
Tenía hora con el psicólogo, pero ya debería haber llegado.
160
HIJO (Desde afuera)
Papá, papá. Ya estoy aquí.
PADRE (Mirando a la izquierda)
Aquí llega mi Pepito
NOVIA
¡Oh, si se llama Pepito! Yo tenía un vecino que se llamaba Pepito y le decía:
Pepito, Pepito,
Vente conmigo nomás
Sin olvidarte el pito.
Y si alegre estás
Verás mi palmito
Que te lo voy a enseñar
¡Qué alegría que también se llame Pepito¡ ¿Y es guapo
Pepito?
PADRE
Ahora lo verá.
(Entra Pepito)
HIJO
Hola, pa… ¿quién es este adefesio?
NOVIA
Buena entrada.
161
PADRE
Tu novia, hijo mío.
HIJO
¿Que me voy a casar?
PADRE
Con ella, sí, señor.
HIJO
Tú estás loco. Yo me voy.
PADRE
¡Atención! ¡Firm… eiss!
(El chico se cuadra pareciendo hipnotizado)
Un, dos, un, dos, un dos…
Así me gusta hijo. Obediencia, obediencia, que es la mejor virtud.
HIJO
Sí, papá.
NOVIA
Pero ¿esto es su hijo?
PADRE
Así lo tiene todo domadito.
162
NOVIA
Y ¿cómo lo despierto?
PADRE
Así.
(Chasquea los dedos)
HIJO
Uh, uh, ¿dónde estoy?
PADRE
En casa, hijo. Y yo me voy que tendréis mucho de qué
hablar.
HIJO
¡No me dejes, padre!
PADRE
¡¡Silencio, hijo!!
HIJO
Pero padre…
PADRE
Peropadre era un torero. Miguel Peropadre “Cinco Villas”.
HIJO
Que no me quedo solo.
163
PADRE (Se acerca cariñoso)
Hijo, ya es hora de que te comportes como un hombre,
que ya eres mayorcito, que a tus treinta y tres años… a
ver, repite conmigo, treinta y tres.
HIJO
Treinta y tres.
PADRE
Repite, repite.
HIJO
Treinta y tres, treinta y tres.
PADRE
A tus treinta y tres…
HIJO
Cuarenta y cuatro
PADRE
¿Qué dices, hijo?
HIJO
Cuarenta y cuatro, y un zapato, una golondrina en el tejado ha hecho un nido con alambre de espino y una paloma
ha pasado para defecar en mi tocado. Puf, qué olor
164
NOVIA
Pero este tío está loco.
PADRE
Qué va, qué va, que va al psicólogo pero no es nada, le
pasa pocas veces.
HIJO
Puf, qué olor
PADRE
Escucha, hijo, debes tener en cuenta que a tu edad debes
sentar la cabeza.
HIJO
Imposible, padre, no me cabe en ninguna silla.
PADRE
… y ver que las cosas deben seguir siendo como siempre
HIJO
Pues gays hubo, haylos y los habrá, así que me vuelvo gay.
PADRE
Te dejo con Dorita para que habléis de vuestros asuntos.
HIJO (Lloriqueando)
No, padre, por favor, no me abandones, que se me suben
los cordones.
165
PADRE
¡Atención! ¡Firm…eis!
(El hijo se queda hipnotizado)
(El padre le habla muy serio)
Debes comprender que un hombre que se precie tiene
honor, valentía y gallardía. Ante los problemas de la vida
hay que presentar batalla. La patria necesita varones que
la defiendan y sólo llegarán por medio del matrimonio y
de la familia. Ese es tu deber, lo que tienes que afrontar,
lo que tienes que ofrecer a tu bandera. Y tú eres hijo mío,
y lo harás.
HIJO
Sí, padre.
PADRE (A la novia)
¿No ve que fácil es de dominar?
NOVIA
Ya, ya.
PADRE
Todo suyo.
(Se va)
NOVIA
¡Eh! ¡Despierta!
(Chasquea los dedos)
166
HIJO
¡Eh! ¡Oh! ¡Ah!
NOVIA
Te faltan la i y la u, muñequito
HIJO
¡Eh! ¡Oh!, ¡Ah! ¡Ih! ¡Uh!
NOVIA
Ole la obediencia
HIJO
¿Papá se ha ido?
NOVIA
Claro. ¿No querrás que se case por ti?
HIJO
Pues cuando era pequeñito me limpiaba el morrito y con
el papelito hacía muñequitos
NOVIA
¡Ay!, qué limpio
HIJO
Y me quitaba los moquitos con cartón de embalar.
167
NOVIA
No te destrozaba las narices, claro.
HIJO
No, si es que los usaba para que duraran más, porque a
mí en al colegio me llamaban “El Dos Velas sin Par”. Tenía unos mocazos que parecían dos dientes de vampiro.
NOVIA
Tuviste una niñez muy higiénica por lo que veo. Y ahora
¿cuántos años tienes?
HIJO
33. ¿A que no los aparento?
NOVIA
Hombre…
HIJO
Gracias.
(Se ahueca)
(Llora)
¿Y mi papá? ¿Dónde está mi papá? Quiero que venga mi
papá y se lleve a esta señorita.
NOVIA
¿Acaso lloras, Pepito?
168
HIJO (Se pone serio)
No, no, son lágrimas de adelgazamiento. Lloro de vez en
cuando para perder kilos por deshidratación. ¡Papá, papá!
NOVIA
¡Atención, soldado! ¡¡Firm…eis!!
(El muchacho se estira y deja la mirada perdida)
Eso es. Ahora vamos a ver qué me contestas que tenemos que ir a lo nuestro. Primero, ¿por qué eres tan feo?
HIJO
¿Feo yo, señora?
NOVIA
Hombre.
HIJO
Gracias, señora. Es problema de ayuntamiento.
NOVIA
¿Del alcalde?
HIJO
No, señora. De ayuntamiento, de coito, de fornicación.
NOVIA
Eso me suena a mecánica.
169
HIJO
Que no, que es de la copulación, la cópula.
NOVIA
La de Florencia
HIJO
¡De follar, narices! Que ya me has hartao.
NOVIA
Enterada, hijo. Menudos sinonimios usas.
HIJO
Yo no tengo madre.
NOVIA
Naciste de un árbol.
HIJO
Soy un niño probeta
NOVIA
Sin dinero no me caso, ¡eh!
HIJO
Que no soy pobrete, soy probeta. Verás, mi padre puso su
parte y a la asistenta le quitaron la suya, las juntaron en
un laboratorio y lo que salió se lo metieron a una gorila
170
enana del zoológico de Valdesalchichón de Calamarrana.
A los nueve meses nací yo tan mondo y lirondo, ¿entiendes?
NOVIA
Ya. Eso no me lo creo yo ni que me dijeras que Miguel
Bosé tiene novia.
HIJO
Verdad es, verdad de la buena. Imagínate la cara que puse yo cuando me enteré que mamé de una gorila.
NOVIA
Al mirarte parece que me lo empiezo a creer.
HIJO
Sin faltar. Feo, tonto y loco puede ser, pero honrao, a
ver… un montón.
NOVIA
¿Eres virgen?
HIJO
Sí. Del Rosario en invierno y del Carmen en verano.
NOVIA
De ésas no, de lo otro.
171
HIJO
¡Ah, ya! ¿Por delante o por detrás?
NOVIA
¡¡Pepito!!
HIJO
Perdón.
(Muy bajito, tímido)
Sí, sí, soy virgen.
NOVIA
Eso quería yo. Un macho ibérico sin estrenar, con gallardía, buen mozo, alegre, inteligente, bien plantao.
HIJO
Ese soy yo.
NOVIA
Qué más quisieras y qué más quisiera yo… Pero me conformo.
HIJO
Algún día llegaré a ser alguien.
NOVIA
Con esa cara… con ese cuerpo… enano… y encima virgen.
172
HIJO
¿Y eso es malo?
NOVIA
No, pero influye.
HIJO
¿En qué?
NOVIA
En la cama.
HIJO
¿En la tuya?
NOVIA
En la nuestra, narices. ¿O no dormirás conmigo?
HIJO
¿Y por qué?
NOVIA
Porque nos vamos a casar, leche.
HIJO
Y tú, ¿eres virgen?
NOVIA (Mira al vacío. Suspira)
Sí… soy virgen en el pensamiento.
173
HIJO
Ya. Cosa espiritual.
NOVIA (En éxtasis)
Soy virgen como vestal griega o monja gallega.
HIJO
De las que sólo tocan los curas, vamos.
NOVIA
Soy virgen salida…
HIJO
Lo de salida me lo imagino.
NOVIA
…salida del templo de las diosas olímpicas y he caído en
este mundo para ser amada física y sensorialmente hasta
el fondo…
HIJO
Ya me lo imaginaba.
NOVIA
…hasta el fondo de mi alma.
HIJO
¿Y eso está muy lejos?
174
NOVIA
Aquí.
(Se toca el pecho).
HIJO
A ver, a ver.
NOVIA
Quieto, que no estamos casaos.
HIJO
A este paso ni lo estaremos.
NOVIA
Eso ya lo veremos, que he venido dispuesta a casarme y
de aquí no me voy sin compromiso.
HIJO
Como no te lleves el de Caspe.
NOVIA
Y ahora que nombras el mar.
HIJO
Estás bien de geografía.
175
NOVIA
Yo estudié casología y con sobresaliente, pollo. A lo que
estamos, tuerto.
HIJO
Tuerto tu padre.
NOVIA
Al nombrar el mar he de decirte que a mí me gustaría una
luna de miel por el Caribe con esclavos abanicándome la
espalda con hojas de palmera. Un crucero por Trinidad y
Tobago.
HIJO
¿Te quieres llevar a tu familia al viaje de novios?
NOVIA
Mira el que está bien de geografía…
HIJO
Por lo menos de geografía aragonesa.
NOVIA
Pues a ver si estudias la americana.
HIJO
Eso para los sastres.
176
NOVIA
El viaje durará por lo menos un mes y visitaremos playas
nudistas para bañarnos los dos juntitos muy muy desnudos.
HIJO
¿Mucho mucho?
NOVIA
Mucho mucho.
HIJO
Me vas a salir barata.
NOVIA
Ya lo creo. Plancho, lavo, cocino, friego, limpio cristales…
HIJO
¿Y moquitos? ¿Limpias moquitos?
NOVIA
Eso que te lo limpie tu padre, anda ya (da una palmada),
no te fastidia.
HIJO (Despertando).
¡Eh! ¡Oh! ¡Ah! ¿dónde estoy?
177
NOVIA
¡Señor!, que se ha despertado.
HIJO
¿Dónde estoy?
NOVIA
En tu casa, rico.
HIJO
¿Y papá? ¡Papá! ¡Papá!
NOVIA
Ven aquí y olvida a papá.
HIJO
¡Ah!, usted es la que se quiere casar a toda costa con
cualquiera que se ponga a tiro, ¿verdad?
NOVIA
Mira con el niño listillo.
HIJO
Sí, si yo conozco a algunas como usted, ¿sabe? Son todas
feas carcamales que no se han jalado un rosco en su vida
y van a la caza del marido como el que sale a buscar caracoles.
178
NOVIA
Vaya, vaya, qué expresivo el pavo éste.
HIJO
Lo que quieren es un hombre para que les quite de trabajar, porque siempre lo buscan con mucho dinero. Salen a
bronca diaria con mamporrazos y vajillas a la cabeza.
Normalmente, hacen como que quieren sexo, sexo y sexo
para enganchar al marido y fingen como nadie la culminación del placer… Pero cuando consiguen la Visa Oro, ya
están cansadas por la noche, les duele la cabeza y nastis
de plastis, Gumersindo.
NOVIA
Toma discurso del julay.
HIJO
Primero los buscan altos, guapos, educados, con bigote y
mucho dinero, como si fueran el gordo de la lotería. Y
como no los encuentran así, van bajando los humos diciendo que los hombres ya no son lo que eran. Incluso
renuncian al bigote, y a la altura, y a la guapura, pero eso
sí, al dinero jamás.
NOVIA
¿Pero a ti quién te ha contado esto?
HIJO
Mi papá, quién va a ser.
179
NOVIA
Y tu papá ¿sabe mucho de esto?
HIJO
Cantidad. Tiene una agencia matrimonial.
NOVIA
¿Y cómo se llama esa agencia, hijo?
HIJO
Casorios apañaos.
NOVIA
¡¿Qué?!
HIJO
Solterona y sorda la tía… Casorios apañaos.
NOVIA
No me digas, que lo mato. ¡Lo mato!
HIJO
¡Ojo!, que es mi padre.
NOVIA
Tú eres probeta, imbécil.
HIJO
Y a mucha honra.
180
NOVIA
Ya le he calao yo al tío trapalas ése. Quiere casar al niño
para enjaretarlo y quitárselo de en medio, y ha aprovechado su negocio para fines personales.
HIJO
¿Te ha enviado mi padre?
NOVIA
He sido vilmente engañada.
HIJO
¿Y ya le has pagado?
NOVIA
Todo el oro del mundo, incluso el de Moscú.
HIJO
Pues te fastidias, bruja.
NOVIA
Mira el niño cómo cuida la economía familiar.
HIJO
Aun así, a mi padre no le perdono este lío en que me quería meter. ¿Te parece que le demos su merecido?
181
NOVIA
Me parece, Pepito. Ya verás tú.
(Saca del bolso una porra).
Y no me quedaré sin marido. Como no te casas tú, si él
no se arregla conmigo y me lleva a la iglesia, verás cómo
queda su cabeza.
HIJO
¡¡Al ataque!!
(Se van cogidos del brazo).
182
Paris, Oh, lá, lá!
Catalina
Nabucodonosor
El director del hotel
Landelina
(Voz en off)
Doña Catalina es la marquesa de Chinchoncete. Se
arruinó por el desfalco de su administrador y, llorosa
por su estado económico y de soltería, visitando su única
propiedad no embargada, toda una plantación de patatas con que alimentar a unos diez o doce gorrinos, conoció al cacique del pueblo, Nabucodonosor Bellota Gorda.
Viendo la salida a sus males económicos, enamorólo como una bruja y casóse con él en la boda más estrambótica del siglo. Una vez consumado el matrimonio hasta la
saciedad en pajares varios de la comarca, al gusto del
buen Nabu, partieron de luna de miel hacia París, la
ciudad del amor. París, ¡oh, là, là, Paris!
183
Escena I
Catalina y Nabucodonosor
Nabucodonosor, que va vestido con boina, chaleco y lleva gayata, y Catalina, muy encopetada.
Entran al vestíbulo de un hotel. Se colocan frente al
mostrador de recepción y tocan el timbre.
CATALINA
En seguida acudirán. Conozco este hotel y sé que siempre
muestran una educación refinada.
NABUCODONOSOR
¡Ma!, y a mí qué más me da. Con que haya una cama pa
seguir el asunto del pajar me conformo.
CATALINA
¡Qué ordinario eres!
NABUCODONOSOR
Sí, pero con perras
CATALINA
A mí no me importa tu dinero
NABUCODONOSOR
Eso dices ahora que ya sabes cómo te trabajo, que antes
bien que abriste los ojos cuando te enseñé mis ovejicas,
184
mis cabricas y mis campicos de alfalfe con mi tratorico y
mi cosechadora tan maja con esos pinchos grandes.
CATALINA
Tus propiedades no me impresionan. Tengo abundancia.
NABUCODONOSOR
Abundancia de patatas y gorrinos con triquinosis d’esa,
no te digo. Menos mal que m’he vacunao.
CATALINA
Ni que yo fuera un gorrino
NABUCODONOSOR
¿Ya sabes tú de qué viviste en tus vidas anteriores?
CATALINA
Yo no creo en supersticiones estúpidas. Soy católica.
NABUCODONOSOR
Apostólica, romana, beata y te acuestas con rosario.
CATALINA
Sí, señor.
NABUCODONOSOR
¡Vaya, mujer! A mí también me gustaría acostarme con
rosario. Sí, señora.
185
CATALINA
¡¡Sacrílego!!
NABUCODONOSOR
No, querida. Mu marchoso es lo que soy.
CATALINA
Pero sólo conmigo, deja en paz a la Rosario.
NABUCODONOSOR
Como te decía… sigamos… Yo sí que sé lo que fui en la
otra vida.
CATALINA
¡Ah!, que eres un zombi. Ya decía yo que esa cara no podía pertenecer a otra raza.
NABUCODONOSOR
Y a mucha honra, que me lo dio mi padre.
CATALINA
Supongo que sin gravamen económico.
NABUCODONOSOR
Con la ayuda de mi madre, no te joroba.
CATALINA
Dime, mi querido supersticioso, ¿cuál fue tu anterior personalidad?
186
NABUCODONOSOR
Personalidad d’esa no creo que tuviera. Según me dijo el
curandero del pueblo fui burro de tracción.
CATALINA
¿Acémila tú, cariño?
NABUCODONOSOR
¡Burro te he dicho, imbécil!
CATALINA
Inculto.
NABUCODONOSOR
Sí, pero con perras.
CATALINA
Así que prestaste servicios como asno de carga.
CATALINA
Ay, qué fina.
(Con tono sarcástico).
Prestaste servicios como asno de carga.
CATALINA
Ya pensé yo al conocerte que parecían quedarte vestigios
de una infancia algo bruta.
187
NABUCODONOSOR
Como sigas así, no verás un duro.
CATALINA (Cariñosa)
Perdóname, mi amor. Son bromas sin intención.
NABUCODONOSOR
Eso está mejor. ¡Hala!, déjate de achuchones y dale al
timbrecico que ya tardan.
CATALINA
Dale tú, cariño, que eres más fuerte y más alto.
NABUCODONOSOR (Al público):
Esto paice recochineno, ¿no?
(Toca el timbre)
Ya me estoy poniendo furo, Catalina. ¿No notas qu’el
pantalón se m’ensancha p’aquí?
(Señala la entrepierna).
CATALINA
Pero, ¿por esa intención tan obscena…
NABUCODONOSOR
Esa palabreja dirás, pero bien que te gusta, pajara.
CATALINA
188
Todo sea por los millo… digo, por nuestro amor. Como te
decía, ¿por esa intención, ni niego que sana…
NABUCODONOSOR
¡Ah!, bueno, eso es otra cosa, que va muy bien p’al cutis.
CATALINA
…has venido tú a París?
NABUCODONOSOR
¡Toma! Yo he venido aquí, y mira que me caen mal los
gabachos, porque me han dicho que en este país se pué
trajinar con la luz encendida y no como en mi pueblo, que
cuando echas la faena, la mujer te dice: “Cariño, ¿por qué
no apagas la luz? Es que tengo vergüenza.” Con las ganas
que tengo yo de verte con buena luz, de ver lo que toco, de
verte toda desnudica, en pelotitas, con tus teticas, tu culico al aire… ¡Ay, cómo me estoy poniendo!
CATALINA
Mira que eres bruto. Venir a París con esa intención, a la
ciudad del amor, el paraíso romántico, sus recuerdos del
pasado, los monumentos, el glamour. ¿No te impresionan los Campos Elíseos?
NABUCODONOSOR
Sólo cuando llega un español de líder en la general y se va
a empezar el resprín ese. ¡Hala! Todas bicicletas junticas
189
y el español to tranquilazo allá atrás, de amarillico pa ganar.
CATALINA
¿Y el Parque de los Príncipes?
NABUCODONOSOR
D’eso nada, que el jodido Platini menuda colilla le clavó al
Arconada.
CATALINA
Ciclismo, fútbol, deporte. ¿Es que no entiendes de otra
cosa?
NABUCODONOSOR
Cultura deportiva se llama, que me lo ha dicho el alguacil.
CATALINA
¿Y el Arco del Triunfo, símbolo del esplendor napoleónico.
NABUCODONOSOR
Miá pa qué quió yo ver una pared con un aujero.
CATALINA
La Torre Eiffel, ¿no te asombra observar tanto ingenio
arquitectónico del siglo XIX?
190
NABUCODONOSOR
¿Ese amasijo de hierro que paice un poste de luz?
CATALINA
Y Versalles, palacio de reyes inmortales.
NABUCODONOSOR
Mujer, algo he oído d’eso, que una vez leí que es el edificio más grande que no tiene wáteres. Y yo me pregunto,
¿dónde lo harían esos duqueses empingorotaos?
CATALINA
En fin, ¿tampoco te dice nada especial la catedral de
Nôtre Dame?
NABUCODONOSOR
Pues lo que a tol mundo. Una iglesia con punticas, todo
punticas p’arriba, todo punticas.
CATALINA
Toca el timbre, por favor, que no tengo deseos de seguir
escuchando sacrilegios culturales
NABUCODONOSOR (Tocando el timbre)
¡Sereno! ¡Sereno!
191
Escena II
Nabucodonosor, Catalina y el director del hotel
(Entra el director)
DIRECTOR
Bonsoir, pardonnez-vous, monsieur et madame. Je
m’excuse.
NABUCODONOSOR
¿Qué dice el tío este?
CATALINA
Está hablando en francés.
NABUCODONOSOR
¿Y eso es francés?
CATALINA
Claro.
NABUCODONOSOR
¿Y aquí habla así tol mundo?
CATALINA
¿Qué te creías?
NABUCODONOSOR
192
Yo… como he visto películas francesas en la tele, de la
Brigite Bardó, del Alain Delon, del Jean Paul Belmondo, y
hablaban en español, yo no sabía que aquí…
CATALINA
Necio.
(Al director).
S’il vous plaît, monsieur. Nous voulons une chambre.
DIRECTOR
Je vous la prèpare inmediatement. Le monsieur doît
signer ici.
CATALINA
Non, no, lui non, moi, moi.
NABUCODONOSOR
¡Catalina, que te arreo! Pues no le echas besos al franchute este.
CATALINA
¿Yo besos a este señor tan distinguido?
NABUCODONOSOR
¿Y lo niegas, embustera? ¿O es que muá muá es el mugido de las vacas francesas?
CATALINA
En francés, muá significa yo.
193
NABUCODONOSOR
Oye, que me da igual. Me voy al mingitorio a expeler líquido proveniente de la vejiga, una vez filtrado por una
glándula par, oséase, el riñón. ¿A que te ha gustao, tía
fina? ¿O no dices tú así ir a mear?
CATALINA
Ve, ve, yo rellenaré la ficha.
NABUCODONOSOR
Abur, franchute imbécil. (Al público). Como no me entiende. (Sale)
Escena III
Catalina y el director
DIRECTOR
¡Imbécil tu padre!
CATALINA (Finge estar escandalizada)
¡Señor!
DIRECTOR
Que uno es francés, pero tiene dignidad
CATALINA
194
¿Y por qué no se lo ha dicho cuando él estaba presente?
DIRECTOR (Turbado)
Es que… no soy nada valiente.
CATALINA
¿Le tiembla la frente?
DIRECTOR
No, es que siempre salgo caliente.
CATALINA
Entiendo, será por la fiebre, digo yo. ¿Me parece que a
usted le conozco?
DIRECTOR (Asustado)
¿A mí… usted… me conoce?
CATALINA
Sí, claro, ya sé. En la boda del príncipe Pelobasto… Nos
presentó mi amiga Gunilla del Carrobajo.
DIRECTOR
¿A mí… usted… nos presentaron?
CATALINA
Claro que sí.
195
DIRECTOR
¿Yo… pobre de mí… imbécil y gabacho que soy… yo a usted? Imposible.
CATALINA
Ya entiendo. Usted tiene miedo a mi marido. No se
preocupe, que aún tardará. Tiene problemas de próstata.
Se le tapona la cosa.
DIRECTOR
Ah, bueno, eso es otra cosa…
(Se relaja).
(Pensando).
Pues no, no caigo yo…
CATALINA
Pues cayó, cayó usted en este cuerpo serrano.
DIRECTOR
¿Y le hice daño?
CATALINA
Va a tener razón mi marido con lo de imbécil. Usted y yo
tuvimos un affaire interesante.
DIRECTOR
Ya me gustaría acordarme, ya.
196
CATALINA
Yo sí recuerdo, sí. Tenía usted más pelo.
DIRECTOR (Tapándose la calva con las manos)
Es que… se me ha caído, ¿sabe usted?
CATALINA
Me imagino que no se lo habrá arrancado a tirones ni pelo a pelo. Oiga, usted no era tan tonto entonces.
DIRECTOR
Verá, he tenido problemas coyunturales. Yo era importante en el mundo, ¿sabe?, pero me descubrieron a tiempo. Sabía fingir muy bien.
CATALINA
¿Qué descubrieron?
DIRECTOR
Que era tonto…
CATALINA
Ese es un problema de política y no me interesa.
DIRECTOR
Ah, bueno, pues gracias. ¡Qué amable es usted!
197
CATALINA (Se levanta para sentarse en las piernas del
director)
A mí lo que me interesa de verdad es recordar aquella
noche.
DIRECTOR
¡Señora, por favor!
CATALINA
A callar.
DIRECTOR (Sollozando)
Señora, que soy muy tímido, que no me atrevo, que tengo
miedo, que está usted casada con un zopenco, cuadrúpedo animal.
CATALINA
Eso es lo de menos. No se enterará de nada, se lo aseguro.
DIRECTOR
¡Ay, señora! Si le digo la verdad es que hacer todo eso…
se me ha olvidado, que no sé, que no sé.
CATALINA
Yo te lo volveré a recordar, galán mío.
198
Escena IV
Nabucodonor, Catalina y el director
(Entra Nabucodonosor)
NABUCODONOSOR (Enfadado):
¡¡¿Pero qué pasa aquí?!! ¡Ahhhhhhhh, ya entiendo mala
pécora, te quieres encamar con él! ¡Y en el viaje de novios! Ya os daré yo cormamenta (los amenaza con la gayata).
DIRECTOR
¡Sopla! El marido y con gayata. Lo que me va a arrear.
¡Sálvame, Catalina!
CATALINA
Pero si sabes mi nombre.
DIRECTOR
La amenaza de mamporros es el mejor estimulante del
cociente intelectual.
NABUCODONOSOR
¡Venid aquí, que os voy a hacer café con las costillas!
(Los encorre por el escenario)
¿O preferís que os ensarte con los cuernos que me estáis
poniendo?
CATALINA (Al director)
199
¡Llama, llama a alguien, que éste nos mata!
DIRECTOR
¡Landelina, Landelina!
NABUCODONOSOR
Os voy a arreglar yo las cuentas.
Escena V
Nabucodonosor, Catalina, el director y Landelina
(Entra Landelina)
LANDELINA
¿Llamaba usted, señor director?
DIRECTOR (Asustado)
Sí, sí, mire, mire.
NABUCODONOSOR
¡Andá!
(Se queda extasiado mirando a Landelina).
DIRECTOR
Parece que se ha traspuesto la bestia.
CATALINA
Parece.
200
LANDELINA
¿Mandaba usted?
DIRECTOR
Nada, hija, nada, creo que ya está arreglado. Ven, Catalina, rellenaremos la ficha.
(Se apagan las luces y el cañón enfoca a Nabucodonosor
y Landelina)
NABUCODONOSOR (Agitando la cabeza de un lado a
otro, atónito)
Es verdad, eres tú, Landelinica, maja.
LANDELINA (Volviéndose)
¿Qué dice? No le entiendo.
NABUCODONOSOR
Mi Landelinica, ¿qué haces tú p’aquí? ¿Es tuyo este hotel
u qué?
LANDELINA (con acento francés)
Creo que usted se equivoca, monsieur.
NABUCODONOSOR
¿Qué me equivoco yo?
201
LANDELINA
A usted no le conozco.
NABUCODONOSOR
¿Tanto he cambiao, cachonda mía? ¿Ya no t’acuerdas de
los revolcones en la era del Eustaquio, allí con ese aroma
a gorrino que da gloria?
LANDELINA
No sé de qué me habla usted.
NABUCODONOSOR
Ya me estás hartando. A ver si m’equivoco pues. (Le levanta la falda para mirarle el muslo por detrás). Pues no
m’equivoco, tontalpito. Aquí tienes la misma verruga que
en el pueblo.
LANDELINA
Esa verruga no quiere decir nada.
NABUCODONOSOR
Por mucho que t’hayas vuelto franchuta no m’engañas.
¿Qué haces p’aquí, pues?... Yo, es que m’he casao, ¿sabes? y estamos de viaje de novios.
LANDELINA (Con acento aragonés y ofendida)
¿Qué t’has casao, malhombre?
202
NABUCODONOSOR
Esta es mi Landelina. Pues sí, mujer, m´he casado que
ese piazo de marquesa que hablaba tan raro con el botones ese.
LANDELINA
¡Calla, que es el director1
NABUCODONOSOR
Pero, ¿no eres tú la dueña del hotel?
LANDELINA (Carraspeando, pillada en falta)
Sí, pero…
NABUCODONOSOR
¡Anda, cuéntame, cuéntame!
(Se van a un lado del escenario saliendo de la luz del foco).
(El foco alumbra al otro lado a Catalina y al director)
DIRECTOR
A ver, dígame su nombre.
CATALINA
No me vengas con memeces otra vez. Tutéame y deja la
ficha.
203
DIRECTOR
Pero, señora, que esto es un hotel.
CATALINA
Por eso. Aquí hay camas, ¿no?
DIRECTOR
Sí, claro… Camas para dormir.
DIRECTOR
¡Ah, no! Eso no, está totalmente prohibido.
CATALINA (Con tono seductor)
Para ti y para mí no, Hércules mío.
DIRECTOR (Carraspea)
Por favor, Catalina, compostura.
CATALINA
Con postura de amarte estoy, tigre mío. O es que has
vuelta a perder la memoria.
DIRECTOR (Con timidez)
Sí, sí, sí.
CATALINA (Nostálgica)
¡Qué noche la de aquel día! ¿Recuerdas cómo me conquistaste, cómo me seduciste con sutileza para que cayera
en tus brazos y me entregara a ti?
204
DIRECTOR
Me acuerdo de que al ir a besarte la mano, se me metió tu
sortija en el ojo izquierdo, ¡qué dolor!
CATALINA
Y entonces yo te besé.
DIRECTOR
Sí, y me dejaste el otro ojo lleno de carmín. No veía nada.
CATALINA
Tú me agarraste por la cintura.
DIRECTOR
Buen arañazo me di con la hebilla del cinturón.
CATALINA
Y sujetabas fuerte, fuerte.
DIRECTOR
¡Toma!, en las condiciones que me habías dejado ya podía
andar solo, ya.
CATALINA
Hasta que te separaste de mí para que te echara en falta.
DIRECTOR
205
Qué va, mujer. Tropecé con un escalón y me di de bruces
con la pecera del recibidor.
CATALINA
Después engominaste tu pelo para atraerme todavía más.
DIRECTOR
¿Engominar yo? Había metido la cabeza en la pecera y
salí con una cigala enganchada a la nariz.
CATALINA
Expelías por tus labios espuma de pasión.
DIRECTOR
Qué va. Jabón y baba, jabón y baba.
CATALINA
En la habitación me hiciste tuya.
DIRECTOR (cantando):
Qué bulla, qué bulla, qué bulla.
CATALINA
Y observamos las estrellas.
DIRECTOR
Apagadas todas ellas.
206
CATALINA
Y una, la que más lucía…
DIRECTOR
Sí, me acuerdo, era la bombilla de la galería.
CATALINA
…nos deslumbró de un fogonazo.
DIRECTOR
Se fundió de un golpazo.
CATALINA
Era la señal de nuestro amor.
DIRECTOR
¡Ah! Pues yo pensé que era un apagón.
CATALINA
Fuimos felices.
DIRECTOR
Y nos comimos la cigala de mis narices.
(Se apagan las luces. El cañón enfoca la entrada de Nabucodonosor y Landelina).
LANDELINA
Así que te has caso, ¿eh? Me has engañao.
207
NABUCODONOSOR
Mujer, yo…
LANDELINA
Pero ¿cómo te ha dao la turruntela de enjaretarte a la tía
encopetada ésta, que parece contigo la Pitita Ridruejo en
un poblao de pigmeos? Me has sido infiel, canalla.
NABUCODONOSOR
De eso nada, Landelina. Que tu última carta tiene un año
y decías que te habías convertido en la Tatcher de las finanzas hoteleras, que habías comprao cinco hoteles…
LANDELINA
Hombre, no exageres, cinco no.
NABUCODONOSOR
Y claro, como uno no es tonto y sabía que te fuiste del
pueblo con una mano delante y otra detrás, sin braga y
con liguero, de algún sitio tenían que haber salido las perras.
LANDELINA
Una que sabe.
NABUCODONOSOR
Que sabe ponerse mirando a Pamplona.
208
LANDELINA
Sin faltar, tío bestia.
NABUCODONOSOR
Bueno, pues que vi esta oportunidad y…
LANDELINA
Y me pusiste los cuernos.
NABUCODONOSOR
¿Y tú a mí qué?
LANDELINA
Yo te he sido fiel y leal.
NABUCODONOSOR
Ya me lo creo, ya. Con lo que te gustaba el revolcón me
vas a decir que no lo has catao desde que te fuiste.
LANDELINA
Que no, que no, que estos franchutes son muy finos, que
se la agarran con servilleta.
NABUCODONOSOR
Con lo bien que nos lo pasábamos.
LANDELINA
Acuérdate de la primera vez, Nabu.
209
NABUCODONOSOR
Ay, Nabu, ¡cuánto tiempo hacía que no me llamaban así!
LANDELINA
Ya sabes que te lo mereces.
NABUCODONOSOR
Mis medidas me lo dicen, chati. Y lo de Nabuco también
me gusta. Paice que suena a trabuco, ¿verdad?
LANDELINA
Y sin truco, sin truco.
NABUCODONOSOR
Me acuerdo de la primera vez, sí. Allí, entre las ovejicas
con ese perfume tan sugerente.
LANDELINA
Y yo no quería, tan vergonzosa y tú tan lanzao.
NABUCODONOSOR
Tan lanzao, tan lanzao, que si no me empenta el carnero
aquel pa rato acabo yo la faena.
LANDELINA
Si es que yo era muy virgen.
210
NABUCODONOSOR
Pero tanto tanto… es que eso no está bien.
LANDELINA
Y cuando nos cogió la tía María en plena tarea.
NABUCODONOSOR
Sí, que le dijimos que tenías ladillas y que yo te las estaba
buscando.
LANDELINA
Y ella contestó que si seguíamos así en el pajar, me ibas a
encontrar cucarachas.
NABUCODONOSOR
Entonces nos dejó la cama de su hijo.
LANDELINA
Menuda faena, que estrenaba la falda con cremallera trasera y la llevaba atascada. No podía bajarla y entonces
me atacaste.
NABUCODONOSOR
Sí, que me tuve que poner de puntillas, mira que eres alta
y no bajabas el trasero.
CATALINA
Pero bien que acertaste. Allí agarrao a mí hasta el final.
211
NABUCODONOSOR
Pero no sabes lo mal que se engancha de puntillas. Sin
poder empentar ni apalancar.
LANDELINA
Ay, qué bien me lo pasé.
NABUCODONOSOR
Y yo que aujetas tuve.
LANDELINA
Estamos hecho el uno para el otro.
NABUCODONOSOR
Pero yo estoy caso y me alegro, por tus mentiras.
LANDELINA
¿Mentirosa yo?
NABUCODONOSOR
¿Te piensas que yo me creo tus mentiras de la compra de
los hoteles o qué? Pues vas fina. Tú está aquí de limpiasartenes y portamaletas.
LANDELINA
Y tú, que me has engañao con esa pelandrusca.
NABUCODONOSOR
Es toda una señora y te lo merece, por patrañera.
212
LANDELINA
No me insultes que te te doy, que te doy.
NABUCODONOSOR
Ven aquí, ven aquí.
(Se abrazan pegándose).
(Se enciende la luz).
CATALINA
¿Qué ocurre ahí…? ¡¿Cómo?! ¿Qué estás haciendo, Nabucodonosor? Señorita, ¿qué son esas libertades?
LANDELINA
Libertades ninguna, que él me deja.
CATALINA
¡Yo que lo vea! Ven aquí, marido mío.
NABUCODONOSOR
Deja, deja y arregláoslas vosotras dos (se sienta con el
director, que se asusta). Tranquilo, mayo, tranquilo, que
esto se va arreglar. Siéntate y no te muevas de ahí.
DIRECTOR
Bueno, bueno, si no, arrea.
213
CATALINA (A Landelina)
¿Se atreve usted a ponerle la mano encima a mi marido?
LANDELINA
Yo se la pongo donde quiero.
CATALINA
¡Descarada!
LANDELINA
Usted insulte, insulte, pero bien que quiere agarrar los
duros de mi Nabuco.
CATALINA
Eso es mentira.
DIRECTOR
Mentira, que lo dijo yo.
NABUCODONOSOR
Tú a callar, que te zumbo.
LANDELINA
¿Y también es mentira que está usted arruinada, a dos
velas, vamos?
CATALINA
¿Y a usted qué le importa?
214
LANDELINA
Claro que me importa. Nabucodonosor es mi novio.
CATALINA (A Nabucodonosor)
¿Pero has oído,cariño? ¿Qué se ha creído esta niñata?
NABUCODONOSOR
A mí no me digáis nada. Discutir entre vosotras y a ver si
os pegáis de una vez, que este señor y yo hemos pagao
tribuna y queremos un buen espectaculo, ¿no le parece,
madamo?
DIRECTOR
Hombre, yo creo que sería conveniente un arreglo.
NABUCODONOSOR
Usté a callar, qu’es un mandao.
DIRECTOR
Pero la situación podría arreglarse.
NABUCODONOSOR (Se levanta y le amenaza con la
gayata)
A callar t’he dicho.
DIRECTOR
Usted manda.
215
NABUCODONOSOR
Y vosotras a seguir.
LANDELINA
Él es mi novio desde la infancia y hemos acordao irnos a
vivir juntos al pueblo.
CATALINA
Eso es lo que tú te crees. Los millones no me los roba
nadie.
LANDELINA
Eso lo veremos.
(Se enzarzan en una pelea)
DIRECTOR
Pero hombre de Dios, intervenga.
NABUCODONOSOR
A callar, hay que ver el combate del siglo. Landelina, la
Quitapolvo, contra Catalina, la Cornufina.
DIRECTOR
Pero eso no esta bien. Mire cómo se están poniendo.
NABUCODONOSOR
¡Silencio!
(Se mantiene unos segundos la pelea).
216
¡Alto! Según mi decisión irrevocable es campeona de los
pesos gallina Landelina, la Quitapolvo.
(Le levanta el brazo).
Y por lo tanto, me voy con ella al pueblo. Adiós a París.
(Y dirigiéndose a Catalina, que balbuceaba).
Y tú a callar.
CATALINA
Pero Nabucodonosorcito…
NABUCODONOSOR
¿No podías hacer más largo el nombre?
CATALINA
Es un apelativo cariñoso.
NABUCODONOSOR
Con recochineo.
CATALINA
Con mucho amor.
NABUCODONOSOR
Y una mierda.
(A Landelina).
Hala, vamos.
CATALINA (Se agarra del brazo de Nabucodonosor)
No es posible, amor, amor, amor.
217
NABUCODONOSOR
Amortajada te dejaré como no me sueltes.
(Se suelta él).
Adiós.
(Se van del brazo Landelina y Nabucodonosor).
Escena VI
Catalina y el director
CATALINA (Al público)
Me quedo sin marido y sin millones. Arruinada del todo.
Necesitaré encontrar otro botarate que arroje su fortuna
ante mí.
(Se vuelve hacia el director).
El cielo me ilumina. ¿No veo yo una calva reluciente que
semeja estar lavada con Mistol?
(Al director).
Oh, là, là, pichoncito mío, ven aquí.
DIRECTOR (Amedrentado)
Voy, voy, diga, diga.
CATALINA
Esto… ¿Tienes acciones en este hotel?
218
DIRECTOR
Sí, madame, en éste la mayoría.
CATALINA
¿Acaso hay más hoteles?
DIRECTOR
Haylos, haylos. Vea la guía, vea, vea la lista, la vea.
CATALINA (Al público)
Parece lelo. Me interesa el tontuelo, me interesa.
(Se vuelve hacia el director).
¿Y tienes mucha participación en los otros hoteles?
DIRECTOR
Muuuuuuuuuuuuuucha participación,
muuuuuuuuuuuuuuuuuuchas acciones.
CATALINA
Pues haremos mmmmmmmmmmmmmmmmmuy buenas migas.
(Pasea seductora ante él y lo provoca sensualmente).
DIRECTOR
Ya no puedo más.
(Se arrodilla a los pies de Catalina).
Ya no puedo más. Ya no puedo más. Desde aquella noche inolvidable soy todo tuyo, Catalina. Sueño con tus
besos, con tus caricias, con tu olor a tocinillo silvestre del
219
Caribe. Con tu cabello tan suave como esparto siciliano…
¡Oh!
(Canta).
Son tus besos, tus caricias, oh, oh, oh, ¡cómo calienta el
sol! He vivido ajado en la desventura. He perdido lucidez esperando este día.
CATALINA
No lo jures, no lo jures.
DIRECTOR
Y por fin, hoy soy feliz, rendido a tus pies, besando sus
zapatos con sabor a betún. Esto es mi gloria. Te quiero.
¡¡Te quiero!! ¡¡¡Te quiero!!!
CATALINA (Mira pícara al público)
Lo conseguí otra vez. A millón muerto, millón puesto.
(Se apagan las luces del escenario o cae el telón).
FIN
220
Desvarío
Monólogo para una mujer
El escenario es la habitación de una muchacha soltera.
A la derecha del público hay una cama pegada a la pared. Enfrente, en el medio de escenario, sobre otra pared, aparece una cortina que supuestamente tapa la
ventana. A la izquierda, una mesa de escritorio con su
silla. Por las paredes, se cuelgan hojas de revista vueltas
adrede hacia la pared para tapar el contenido que deberían enseñar (fotografías eróticas de un hombre).
La obra comienza con el escenario a oscuras totalmente.
Un foco ilumina de pronto a la actriz, que está escribiendo una carta. El resto de luces irán tomando intensidad
poco a poco.
“No, no te puedo escribir, no puede ser. Tu madre me
está mirando, lo sé, no se puede ocultar. ¿Qué te voy a
contar de ella espiando por esta habitación? No te puedo
insultar.
(Se levanta y sigue mirando el folio donde escribía)
“No te puedo escribir. ¿Dónde estás, bruja? (mira por el
aire de la habitación) ¿Qué te crees que es tu hijo?
221
(Se sienta. Se queda pensativa)
“Querido amor… No, muy cursi… Supongo que tendría
que llorar, ¿no, cabrón?... Aborrecido diablo… Ojalá pudiera escribirte eso, es lo que te mereces… Aborrecid diablo… o quizá más irónico… Estimado demonio… ¡Cerdo,
que eres un cerdo!
(Se levanta. Mira alrededor buscando)
“¿Por qué no me dejas en paz, mala puta? (Persigue unos
pasos al fantasma) Vete, vete, déjame con él. Tú eres la
bruja que lo aparta de mí… él me quiere, me ama, me idolatra, (mirando hacia la cortina) ¿no es verdad, cielo?
Díselo, por favor, díselo a ella, aunque sea tu madre, rebélate… Pero no, cerdo, no, también tienes la culpa.
¡Qué fácil es decirme adiós desde tan lejos, sin mirarme a
la cara, sin ver este rostro que tanto te ilusiona! ¡Cobarde, cobarde!
(Se sienta)
“…Querido amor… ¡qué bien suena!... No puedo negar
que te adoro, maldito. ¡Cuántas veces te he tenido cerca,
así, entre tus brazos, paseando a caballo, en el mismo caballo tú y yo, hablándome al oído, con tus labios en mi
cuello, la mirada al frente, sin vernos las caras, qué falta
nos hacía… Y esa carta…
222
(Se levanta)
“Esa carta, cerdo, que no has escrito tú, que te han dictado. (Dirige el brazo con fuerza a la cortina) tú, mentiroso, cobarde, faldero… ¡maricón! Tú, el hombre, el macho, el dios de las mujeres, te pliegas a la orden de mamá… y yo aquí (va hacia la cama cabizbaja) yo aquí llorando por ti (acarica la almohada) deseando rozar tus
mejillas, queriendo que me rodees con tus brazos poderosos… ansiando que nuestro calor haga hervir los cuerpos… como aquel día, ¿recuerdas?... como ese único día,
mi cielo, que me mirabas a los ojos y me decías: amada,
amada, amada… (Se revuelve) ¡Bruja, fuera, fuera, fuera! Sal de aquí, déjame a solas con él!... que quiero sentirlo en mi entraña… como tú lo tuviste… como lo voy a
tener… (se encoge en posición fetal con los brazos rodeando su vientre y gime)
(Se levanta y camina despacio y dulcemente, medio sonriendo, hacia el escritorio. Se sienta en la silla y vuelve a
escribir)
“Querido amor… Tan llena mi vida junto a ti (arruga el
papel) ¡Mierda, cabrón! Y yo como una idiota guardándote el recuerdo (estruja el papel), como una imbécil haciéndome tu sierva, como una ingenua queriendo pedirte
perdón (tira con fuerza el papel al suelo)
(Se levanta y va rápido junto a la cama)
223
“Tú, cerdo, cerdo, tú que me amas, que me adoras, que
me necesitas (habla hacia la cortina) ¡Tú!... no puedes
hacerme esto, no, ¡no puedes! Porque eres mío, mío, para siempre, para siempre…
(Va hacia la cortina, se abraza a ella y la tira. Aparece
un póster del galán de moda. Apoya la mejilla sobre él,
levanta los brazos y solloza)
“Eres mío, mío…
(Cae el telón).
224
Inacabada
225
Un hombre sencillo se encuentra con la Muerte. La
Muerte le habla.
El escenario contiene un ataúd y una silla. La luz va dirigida a la silla. El ataúd tiene iluminación indirecta y
el escenario una luz tenue que permitirá ver el deambular del actor.
El actor irá vestido de traje viejo con camisa blanca antigua y corbata roja. Llevará barba de varios días.
La Muerte es voz en off.
El actor aparece sentado en posición erguida y con los
ojos cerrados. Tras encenderse paulatinamente la iluminación, el actor abre los ojos y se mantiene imperturbable en su actitud.
Actor: No veo nada, sólo siento paz y silencio y ojos que
me miran… (Se lleva la mano al pecho). La cicatriz ha
desaparecido… Tengo la piel fría… El corazón no me late… (Inspira). Pero respiro… ¿Estoy muerto o no? (instantes de silencio con el foco parpadeante). (Se lleva las
manos a los ojos y frota) ¡Pero mierda! Que sí, que me
han dejado morir. ¡¡Dios mío, son unos inútiles!! ¡Me
han dejado morir! ¡Estoy muerto, muerto!
Muerte: Ha llegado tu hora mortal. No te irrites, no solucionará tu destino. Todo está arreglado.
226
A: ¿Quién habla? ¿Quién eres tú?
M: Me llamáis la Muerte.
A: ¿Y quién te envía?
M: Qué más da. Vengo a buscarte.
A: ¡Ja! A buscarme. Así de fácil, tan sencillo como tomarme de la mano para dar un paseo. Tan amable como
dejarme paso ante una puerta… ¿Qué derecho tienes?
M: El que los hombres me dais.
A: ¿Yo? ¿Yo darte permiso? No, amiga, no. Quédate en
tu casita de paja, troncos o ladrillo y no me molestes, por
favor… No quiero ir contigo.
M: Ya no puedes decidir.
A: Que no puedo decidir… Ya… Semejante humillación…
Prueba, toma, coge mi mano, intenta arrastrarme. No
podrás.
M: Está todo visto. Tu cuerpo no existe.
A (Se toca): Y esto ¿qué es? ¿Un disfraz?
M: Solamente tu aspecto mortal.
227
A: ¡Ah!, el chasis.
M: Vengo a acompañar tu alma al juicio de los justos.
A: O sea, que te quieres llevar el motor… ¿Con carburante o vacío? Anda, devuélveme a la mesa de operaciones
que ya sé yo lo que tengo que hacer… Tengo ganas de
vivir, ¿sabes? Me he dejado pendientes algunas cosillas
para después de la operación.
M: Tu labor ha terminado.
A: ¡Joder con esta tía!... Escúchame, que no. Ni mucho
menos ha terminado, ni siquiera ha comenzado. ¿Sabes
cuántos años tengo? Treinta y cinco, muñeca, sólo treinta
y cinco. Así como suena… Y tú, ¿cuántos tienes? Lo menos un millón, ¿o más?... y esa es tu arma ¿no? Te crees
por encima de la eternidad, incluso.
M: Yo no soy de este mundo.
A: Pues con más razón. Quédate en el tuyo… ¡Hala!, enciende el foco ese y devuélveme al quirófano que voy a
luchar un poco para seguir viviendo… ¡Hala, morena,
que ya tardas!
M: El quirófano está vacío. Los médicos han terminado
su labor.
228
A: ¿Cómo no van a terminar si has aparecido tú? Me
imagino que como te sales del mundo puedes dar un
chasquido y dejar todo como estaba. ¡Venga, que lo he
visto en algunas películas! Actúa, actúa.
M: Hablas demasiado. Toma mi mano y sígueme.
A: ¡Estás loca! Me quieres matar y pretendes que te ayude. Ni te doy la mano ni el pie ni la oreja. Me quiero mucho, ¿sabes? Mucho como para irme contigo así sin más.
Entiéndeme, querida señora, no me gustan las bromas de
mal gusto y estás empezando a cansarme.
M: Cuando todo está escrito y sellado, ningún mortal
puede sobreponerse a los deseos del Más Allá. Está escrito que tú morirás hoy, está escrito que yo vendré a buscarte y que te presentarás ante el Juez para que sentencie
tu eternidad. Todo está escrito.
A: Preciosa, se han equivocado de novela. Yo no soy el
protagonista de esta historia… Mi historia no pertenece
al Más Allá. Vivo más acá, ¿sabes? Ahí, detrás de esa
manzana. Si lo prefieres, puedes llevarme a casa. Repasa, repasa la novela y mira si el último capítulo termina
en mi casa.
M: No hay novela. El Juez decide.
229
A: Y ¿cuál es la ley?
M: La ley del Destino, la ley del Universo.
A: Bien, bien, muy filosófico. Tenemos un refrán. Lo
conocerás, claro. Tú conoces todo. Ahí va. Puesta la ley,
puesta la trampa. Y por una vez quiero jugar a ser tramposo.
M: La Ley es perfecta, no puede eludirse.
A: Sí se puede, querida, sí se puede. Nada es imposible.
Por ejemplo, ¿no puedes marcharte, ya, ahora mismo?,
¿dejarme en paz?
M: Mi tarea es llevarte conmigo sin nada que lo impida.
A: Sólo hay un problema, yo no quiero.
M: Tu voluntad no cuenta.
A: Entonces llamaré a un abogado de oficio. Tengo derecho, ¿no?
M: Tu abogado se presentará ante el Juez.
A: Yo lo quiero ahora, para que me asesore sobre ti, sobre
el delito que he cometido.
230
M: Tú lo has dicho. Has cometido faltas.
A: No tan graves como para sentenciarme a muerte.
Además, es inconstitucional. La pena de muerte está
abolida.
M: Ha sido decidido por ley divina.
A: Habrá que llevarla al Tribunal Constitucional, será
declarada nula y quedaré libre. Todo solucionado.
¿Cuándo me voy?
M: Estás muerto. Únicamente saldrás conmigo.
A: Tendrás que arrastrarme y no creo que esté para esos
trotes. Te hace falta un buen gimnasio.
M: Es tarde. Nos esperan (lo agarra de la muñeca)
A: (Se suelta con violencia) No te atrevas a tocarme… Y
menos con esa mano tan fría. Deberás llamar a tu Jefe
para envíe sus matones. No quiero saber nada contigo,
¿entiendes? Me estás cargando, niña idiota, olvídame,
déjame en paz.
M: Si no vienes conmigo en buena voluntad, tu espíritu
vagará en el limbo por toda la eternidad.
231
A: Pero mira que eres antigua. Ni hay limbo, ni eternidad. Mi espíritu es mi cuerpo. Con éste (se toca) vivo.
Mi eternidad es mi vida.
M: No tienes poder sobre tu existencia.
A: ¿Y quién lo tiene? ¿Lo tienes tú? Devuélveme al
mundo y déjate de sentencias metafísicas. Soy un hombre, sin más, un cuerpo que vive, y no me digas lo contrario. Mientras esté aquí contigo, vivo, lo sé, y no podrás
impedirlo.
M: ¿Y qué es tu vida?
A: ¡Vaya! Pregunta la sabia. ¿Acaso no lo sabes todo?
¿No estás por encima del mundo?
M: Sólo cumplo órdenes.
A: Pues documéntate… al menos. Pide información de
tus clientes. Entérate. Si no lo haces, te equivocarás… y
esto es una equivocación.. ¡una maldita equivocación!
M: No quieras convencerte
…
232
Reseñas
de Ars mágica, de Nerea Riesco
de Historias de sujetadores, de Anabel Consejo
de Hueles a sándalo, de Pilar Aguarón
233
La junta directiva que lideró la Asociación Aragonesa
de Escritores hasta 2009 incentivó a sus asociados, entre
otras cosas, a escribir reseñas de libros y publicarlas en el
blog de la web. Al principio, no me provocó mayor interés, pero en mi participación en la Feria del Libro de
2008 la Asociación me regaló un libro, “Ars Mágica”, con
el compromiso de hacerle la reseña citada. Y me puse a
ello, y la elaboré. El libro me pareció notable y me dio
satisfacción que la propia autora, Nerea Riesco, a quien
no conozco personalmente, la leyera en el blog y me enviara un emotivo mail de agradecimiento.
Con este precedente, quise mantener esa actividad literaria, pero otras cuestiones me apartaban de ella. No
obstante, aproveché el tirón para escribir un artículoreseña de la novela de Mario Benedetti, “La tregua”, a los
pocos días de su fallecimiento, y que publicaron en la revista virtual ForoRH, dado su contenido orientado a la
gestión de las personas. Benedetti fue oficinista algunos
años, y esa novela se ambienta en un hábitat funcionarial.
No incluyo aquí esta reseña porque va en su correspondiente lugar dentro del apartado Literatura de la profesión.
Ya después, ayudando a mi socia Pilar con retoques
para su novela “Hueles a sándalo” (antes “Boceto para un
234
retrato”) le ofrecí, y aceptó, que redactara su prólogo.
Una vez terminado, quedó como una reseña de la obra,
por lo cual también le dimos divulgación de esa manera.
Y cómo no, Anabel, mi otra socia en la aventura de
3d3, también aceptó ese ofrecimiento para reseñar su
libro de relatos “Historias de sujetadores”, reseña que se
ha publicado en varios blogs del universo cibernético.
Disfruté con todas ellas, tomando partido favorable
por cada una de las obras comentadas, pero no tanto por
lealtad al autor, sino más por compromiso con la buena
literatura que contienen.
235
Reseña de la novela Ars mágica, de Nerea Riesco
Me sedujo la portada: colores ocres para una joven
desnuda de espaldas y a su lado estanterías con libros
encuadernados en cuero, muy antiguos… y en letra blanca, casi de tarjeta de visita, una leyenda: Siglo XVII, norte de España: un inquisidor, una bruja… y algunos hechizos. El aperitivo se completa con la reseña de contraportada, que hace pensar, después de ver a la mujer desnuda, en una posible aventura del inquisidor con ella… Figuraciones atractivas, que animan a iniciar la lectura.
Así me introduje en el auto de fe del 7 de noviembre
de 1610, en la Plaza de Santiago, en Logroño, hecho histórico, narrado a modo de prólogo y que da pie a la historia protagonizada por Alonso de Salazar y Frías, un inquisidor de grado medio que quiere aumentar su fama de
justo y ecuánime valorando la certeza de unas acusaciones de brujería con la compañía de dos jóvenes frailes:
Íñigo de Maestu y Domingo de Sardo. Alonso duda de la
existencia del diablo y se afana en descubrir pruebas que
describan la falsedad de las denuncias, incluso duda de sí
mismo y de su formación teológica para justificar, por
ejemplo, un embarazo de soltera, del cual se acusa al demonio (¡oh!).
Comencé el paseo literario con buenas perspectivas
que se confirmaban con pequeños detalles, como el título
236
de cada capítulo (descripciones de fórmulas mágicas,
recordando a Como agua para chocolate con sus recetas
mexicanas) y unos iconos que acompañan principio y
final de los capítulos (el dibujo de una bruja preparando
sus mejunjes y una cruz que parece tomada de la tapa de
un escapulario).
La novela se desarrolla en dos planos que confluyen
al final: las peripecias del inquisidor, convirtiéndose
también en policía que investiga una muerte extraña relacionada con su trabajo, y las de Mayo de Labastide
(quizá la joven de la portada), que deambula con su burro (ella está convencida de que es un hombre embrujado) en la búsqueda de su aya, Ederra, un personaje que
nunca aparecerá en el plano real de la novela, aunque la
autora le da una vida primorosa.
En los primeros capítulos, sufrí algunos resbalones
porque el lenguaje se escapaba por derroteros periodísticos más que novelísticos, y podría tratarse igual de una
novela ambientada hoy que en el imperio maya… pero
recuperé el paso sin llegar a caer, y me iban subyugando
muchos elementos de la obra.
Nerea Riesco navega con pericia sobre las aguas
turbulentas de la novela histórica. Se palpa una excelente
documentación, pero los textos apenas contienen referencias que pudieran hacerla indigesta. Mezcla sus personajes inventados con históricos de relevancia, como
Felipe III, el duque de Lerma, la reina Margarita, Rodrigo de Calderón, secretario del duque, de una forma acertada y verosímil.
237
Por el género en que se encuadra, deberían primar
los hechos antes que los personajes, el ambiente histórico
antes que las profundidades psicológicas… en cambio, el
mayor valor de esta novela es la perfilación de sus protagonistas, a veces con delicadas pinceladas, siempre con
ternura, jugando con magia, ficción, historia, calor…
apartándose de una visión omnipotente, dándoles la
mano para acompañarlos y desde esa posición, dar fe de
los sucesos que les ocurren, sin juzgar, incluso confabulándose con sus creencias ingenuas. Me quedo con Ederra, pero Mayo es una delicia, Íñigo cautiva con su candidez y Alonso, con sus dudas metafísicas y su amor platónico.
La Inquisición es una época oscura de nuestra historia… pero Ars Mágica no pretende darle luz, ni mucho menos, sino convertirla en una excusa para imbuir a
sus personajes… Hay amor, hay tutelas, hay corrupción,
hay vicisitudes universales de hombres y mujeres que
con acierto la autora ha insertado en un ambiente que le
sirve como contrapunto de terrorismo de estado, de fuego y tortura, para que los personajes aún parezcan más
humanos.
Es una novela interesante, que se lee con fluidez,
que no agobia con el ritmo, sino que marca pautas de
lectura cadenciosa, a veces necesariamente atenta para
disfrutar, sobre todo, de la ternura.
238
Reseña del libro de relatos Historias de sujetadores, de
Anabel Consejo
Siempre he dependido de la amabilidad de
los extraños, dice Blanche Dubois en “Un
tranvía llamado deseo”
(cita en Historias de sujetadores)
Imaginar un sujetador promovería, al menos, dos interpretaciones, según sea evocado por un varón o por una
mujer. A través de un varón, las dos copas y el cierre presentarían un escenario erótico, un anticipo, quizá, de una
intensa sesión amatoria. En la recepción de una mujer,
convengamos que la imagen se alargaría, antes que por el
erotismo, por las vicisitudes del mundo femenino, exclusivamente femenino, como prenda práctica y cotidiana.
¿Será Historias de sujetadores un libro erótico o
un libro de mujeres? Hay contestación a las dos opciones,
aunque no sólo a ellas.
La autora se sumerge de lleno en el universo de la
mujer; mujeres son las protagonistas principales de todos
los relatos del libro, aunque en todos menos uno, “La ciega”, aparece replicando un hombre como parte importante en la acción. El mundo de Anabel en este libro es dual,
sí, del yin frente al yan, movido por las remembranzas
eróticas que a los varones nos puede despertar el título y
que resultan atractivas desde las fantasías femeninas que
239
iremos encontrando: el jardinero musculoso o un amante
esporádico, hacerlo en el baño de un tren o en la trastienda de una panadería, contratar un prostituto o seducir a
un becario…
Pero con el encanto de lo erótico sutil, dulce erotismo
blanco, este libro de catorce relatos no solamente aterriza
en el mundo sensual. A lo largo de sus páginas, nos llevamos también muestras para reflexionar sobre las mujeres prisioneras que se enfrentan a su destino, ya sea un
matrimonio hundido en la rutina, un marido humillador,
el avance de la edad, el abandono del amante o el síndrome de la cuidadora. También nos enfrentaremos al
equívoco, escandalizándonos en la primera página del
relato y riendo al final cuando comprobemos cómo las
palabras juegan malas pasadas, sobre todo si somos curiosos impertinentes.
Y por cambiar de ambiente en un ejercicio que requiere poco esfuerzo, podremos sentirnos en una sala de
cine reviviendo películas especiales que la autora nos trae
con un guiño cómplice: nada menos que el gran
Hitchcock con “Rebeca”, o la escena tan recordada de “El
cartero siempre llama dos veces” entre unos apasionados
Jack Nicholson y Jessica Lange, o esa historia sublime de
Tita, no tanto con su amado Pedro, sino en la relación con
su madre María Elena, en “Como agua para chocolate”,
de Alfonso Arau.
A mí me gusta Ingrid, sueca tenía que ser, esa señora
que se la juega frente a su marido bobo, insulso, superficial, asumiendo la nostalgia de lo que fue, pero ya no es, y
240
así se sobrepone a su realidad enfrentándose a los convencionalismos y prefiriendo su dignidad a la vida cómoda después de su último intento por recuperar un tiempo
mejor.
Anabel apenas se escabulle de lo cotidiano, se siente
vital dentro de unos entornos de la intrahistoria que
crean episodios relevantes, o que se hacen relevantes
porque la autora los coloca en el escenario literario; tanto
monta, monta tanto. Se atreve con la mirada ingenua de
una niña narrando la aventura de su padre con una prostituta. Se atreve con aventuras electrizantes de amas de
casa o ejecutivas de postín. Se atreve con la mujer madura y el joven transformado. Se atreve con insinuaciones
de zoofilia. Se atreve con la grafología. Se atreve con el
amor. Se atreve. Porque es valiente no le teme a una hoja
en blanco ni a lo que en ella crea.
Se arriesga y gana.
“Sólo entre las hojas del libro hallé
restos de su aroma”, en el relato Azules, no grises, de Anabel Consejo
241
Reseña de la novela Hueles a sándalo, de Pilar Aguarón
Ella me daba la mano y no hacía falta más...
Más que besarla, más que acostarnos juntos,
más que ninguna otra cosa, ella me daba la
mano y eso era amor.
(de La tregua, por Mario Benedetti)
Las grandes historias de amor siempre están de moda
y nunca caducan: Marco Antonio y Cleopatra (ah, Julio
César); Calixto y Melibea, con su Tragicomedia; Diego e
Isabel, los Amantes de Teruel; Romeo y Julieta, Montescos y Capuletos; Oliver y Jenny, de “Love Story”; Florentino y Fermina, que amaron en los tiempos del cólera;
Rick e Ilse, a los que siempre les quedará París; el conde
Laszlo y Katherine, de “El paciente inglés”… Casi todos
los escritores incluyen sentimientos de amantes en sus
creaciones. Las pasiones amatorias son ingredientes que
provocan atracción en el lector, quizá porque quien las ha
vivido es capaz de revivirlas, o quizá porque quien no las
ha vivido puede vivirlas con el transcurrir de la historia.
La buena literatura arranca sensaciones dentro del
mundo irreal que se crea por arte y magia de unas palabras, ya sean narrativa, poesía, teatro o guión de cine. La
pasión amorosa es uno de los altercados humanos que
más intensas emociones produce porque nos arrastra fuera de la razón y nos provoca el vuelco de los sentidos.
242
Cuando la literatura se involucra en ese frenesí de locura
y, convertida en arte, nos trasmite sus sacudidas, llegamos al estado de lectores catalépticos… y sentimos. Oh,
maravilla.
“Hueles a sándalo” es una novela que sólo, nada
más y nada menos, es una historia de amor, una historia
de amor por sí misma, sin otra intención que mostrar
cómo Fernanda y Rubén se aman, cómo se conocen, cómo se desean, cómo se divierten, cómo se separan, cómo
se añoran, y cómo son capaces de amar el amor sin saciarse. Dos muchachos que maduran sin alejarse de su
corazón juvenil para conservar las brasas del incendio
sentimental que casi los destruye. Es una historia de ida y
vuelta, con diferentes rutas y paradas, que se mueve por
un trayecto repleto de peripecias inesperadas. El episodio
de las tarjetas es tanta delicia como encontrarse cincuenta higos abiertos, jugosos, sabrosos, dulces, eróticos…
recién caídos de la higuera.
Y es también una novela histórica, aunque solamente
sea así clasificada para encuadrarla en el género más mediático, que refleja una época reciente, nuestra época,
desde los años 80 hasta hoy, treinta años de clamor, porque describe, tomando partido, los avatares de la historia
internacional en esas décadas que acompañan a los protagonistas en su amorío. Sin la Segunda Guerra Mundial,
“Casablanca” no habría existido tal como es (quizá Ilse
aún viviría con Rick en París).
Tengo la misma edad que Fernanda, catorce años
cuando murió Franco, y vivo en la misma ciudad que
243
ella, Zaragoza… Conocí “Cancela”, la cafetería donde se
ven por primera vez, me sentí indefenso en las artes del
ligoteo cuando disputaba una chica a un cadete uniformado como es Rubén, supe de algunos de estos muchachos forasteros que se aprovechaban de las chicas zaragozanas para tener desahogo pasajero mientras cursaban en
esa ciudad los tres años de Academia, y tuve mal (y bien)
de amores juveniles por las mismas calles que ella transita: Paseo de Sagasta, Dato, Gran Vía, Plaza de Aragón,
Independencia, César Augusto... ¿Quizá por eso he disfrutado con esta novela? Quizá. Pero no sólo por eso.
Para mí, Rubén es el malo. Sí, ni siquiera me lo parece el padre de Fernanda, que también interviene lo suyo,
o el del propio Rubén. Este chico se lleva mi etiqueta de
malo, que debe existir en cada relato que fabrique vida
para el lector. Y creo que opino así porque Fernanda me
ha cautivado como debe cautivar cualquier protagonista
de una buena historia para sumergirse en sus páginas y
no parar hasta el desenlace… que, por cierto, es muy inteligente, así que más loores para la autora. Probablemente,
a otra persona le cautive Rubén, es lo que tiene la vida,
que nada es negro ni blanco, sólo lleno de tonalidades de
gris que, en la paleta de Fernanda, se llenan de color para
cubrir de pinceladas su eterna desazón, la que refleja en
los ojos de su cuadro “Moreno de verde luna”, sin saber
que ahí va a residir el imán que mantendrá viva la atracción. Misterio en el frenesí.
Además, es una novela que nos hace viajar, no se
queda en Zaragoza, su lugar de origen, sino que, como
244
vuela una pluma de paloma, nos pasea por Florencia,
Madrid, París, Nayaf y Diwaniya (Irak), Herat (Afganistán), de la mano de dos rutas paralelas que no terminan
de encontrarse, casi ni siquiera al final… Pero no cuento
más.
He sonreído.
Me he enfadado.
Me he emocionado…
He vuelto a sentir escalofríos de hombre enamorado…
245
Artículos
Al poco tiempo de publicar Jugué al
fútbol…, y debido al contenido de esa
novela, Inma y Miguel, me invitaron a
dar una charla en su tertulia “Fuentes de la Mentira” sobre “Literatura y fútbol”. De aquellos apuntes sacados
con bastante rapidez, se gestó después este artículo que
incluyo a continuación con título Aproximaciones de la
literatura al fútbol, y que se publicó en la revista “Imán”
de la Asociación Aragonesa de Escritores.
Aprovecho también este apartado como cajón de sastre, y añado dos artículos de opinión que escribí para mi
blog (deseaba seguir con más artículos, pero ahí quedó el
intento), uno de ellos publicado por el diario Heraldo de
Aragón.
Y aunque me resistía al principio, me ha costado varios meses tomar la decisión de incluir algún artículo de
los que escribí en la revista sindical “Al corriente”, de
ERZ, a cuyo Comité de Empresa pertenecí durante los
años 1987 a 1991, siendo además coordinador de redacción de la susodicha revista. Mi reticencia estaba en que
aquellas colaboraciones no llevaban firmas y dudaba si
descubrirme como autor (¡demasiado pudor!). Como
veinte años son veinte años, me ha podido la mirada nostálgica y ahí te pongo esa muestra.
246
Índice de Artículos
Pág.
Aproximaciones de la literatura al fútbol...... 248
Sombras de corrupción ................................. 260
Algo sobre el aborto ....................................... 263
La obroliosis o mal de la obra ....................... 267
247
Aproximaciones de la literatura al fútbol
Incluido en la revista Imán, núm. 3
No es corriente encontrar estos dos términos tan juntos, literatura y fútbol, la primera considerada un arte
mayor, de oficio refinado, intelectual y casi siempre solitario, en silencio creativo o contemplativo, mientras que
el segundo es una actividad física, practicada en equipo,
presentada ante masas enfervorizadas, de poco rigor para
el intelecto y mucho que ver con las pasiones encendidas.
Pero los caminos hacen extraños compañeros de viaje
y como, ya desde el principio del artículo, me veo obligado a asegurar su relación para proseguir en la creencia de
que transmito credibilidad, me permito incluir, a modo
de prueba pertinente, una lista bibliográfica que los une,
con el riesgo de que alguien me acuse de haber colocado
la tirita antes que la herida.
Salvajes y sentimentales, de Javier Marías, por Editorial Aguilar
Los Cuadernos de Valdano, de Jorge Valdano, por
Santillana
El Fútbol contado con sencillez, de Alfredo Relaño,
por Maeva
El fútbol a sol y sombra, de Eduardo Galeano, por
TM Editores
Yo Soy el Diego, de Diego Armando Maradona, por
Planeta
248
Me gusta el futbol, por Johan Cruyff, de Edic. B
Cuentos de fútbol I y II, (Selección de Jorge Valdano), por Alfaguara
El Fútbol que Viví...... y que siento, de Adolfo Pedernera, por IPESA
Aquellos domingos de gloria, de varios autores, por
La Esfera de los Libros - Marca
Gracias, Vieja, de Alfredo Di Stefano, por Aguilar
Locas por el Fútbol, de Eva Orúe y Sara Gutiérrez), por
Temas de Hoy
Historia del fútbol, del juego al deporte, por Alfred
Wahl, de Editorial B
Ronaldo, un genio de 21 años, por Wensley Clarkson,
de Cooperación Editorial
…Horacio Quiroga y su relato ''Suicidio en la cancha''
…Pablo Neruda, y su poema “los Jugadores”, en su
obra Crepusculario
…Mario Benedetti y su cuento ''Puntero izquierdo''
…Rafael Alberti y su ''Oda a Platko'', portero del Barcelona
El poeta brasileño Vinicius de Moraes escribió un
célebre poema a Garrincha; el español Camilo José Cela, sus “Once cuentos de fútbol”.
Pero lo más conocido de todos es “El penal más largo del mundo”, de Osvaldo Soriano: la historia de un
tiro desde los once metros que dura una semana entera,
sobre lo cual se rodó una película en España hace tres
años con el mismo título.
249
Estos datos sirven para avalar una realidad que se ha
negado mucho tiempo: que la literatura y el fútbol están
hermanados por un pacto de sangre, por algo más allá
que un matrimonio.
Algunos intelectuales despreciaron este deporte y estimaron que no debía ser objeto de atención, como Rudyard Kipling, que inició esa mala relación en 1880, desdeñando al fútbol y “a las almas pequeñas que pueden
ser saciadas por los embarrados idiotas que lo juegan”.
Y prácticamente, desde esa fecha, el desencuentro se
mantuvo generalizado hasta los años setenta.
Jorge Luis Borges también se despachó: "Es feo estéticamente. Once jugadores contra once, corriendo atrás
de un balón no son especialmente hermosos", expresó.
Estaba claro que entre las letras y la pelota no había
amor.
Borges abundó en ese desdén, influido o arropado
por la idea de que el futbol es el opio de los pueblos, que
engaña a millones de estúpidos, por cuanto se convirtió
en arma de dictadores para despistar al pueblo, sobre todo en su país, con la celebración del Mundial de 1978 para mayor propaganda de la dictadura militar. En ese sentido, Eduardo Galeano también afirma: “El fútbol se parece a Dios en la devoción que le tienen muchos creyentes y en la desconfianza que le tienen muchos intelectuales. Su historia es un triste viaje del placer al deber. El
fútbol y la patria están siempre atados y los políticos y
los dictadores especulan con esos vínculos de identidad”.
250
Otra anécdota sarcástica de Borges sobre el fútbol sucedió precisamente en el Mundial citado, cuando Argentina venció a la magnífica selección holandesa y se proclamó campeona del mundo. Buenos Aires era un alboroto. Ese día Borges organizó una conferencia sobre Baruch
Spinoza, el filósofo holandés. Los asistentes lo miraron
con asombro y el maestro dijo: “¿Acaso alguno de ustedes piensa que ser de Argentina es mejor que ser de Holanda?”.
No voy a seguir contando ataques de los literatos al
fútbol, que los hay, porque ya desde mediados del siglo
XX, con setenta años de historia futbolística, cuando la
literatura dejó de ser elitista y llegó al pueblo llano, tuvo
la osadía de embarrarse en un campo de fútbol.
…
Le preguntaron a Valdano: ¿Son incompatibles el
fútbol y la literatura?
Y Valdano contestó: “Leer un libro no sirve para jugar mejor al fútbol ni jugar un partido sirve para hacer
mejor literatura. Son dos juegos (fútbol y literatura) que
tienen diferentes modos de expresión y que resultan
compatibles a fuerza de ser distintos”.
Otra pregunta: ¿A qué cree debida esa relación de
amor-odio entre ambas disciplinas?
Contestación de Valdano: “Es la desconfianza que
siempre ha tenido la mente con respecto al cuerpo. Los
intelectuales se desmarcaron del fútbol por considerarlo
251
una expresión popular menor, por deducir que era, como la religión, "el opio del pueblo", por desconfianza
hacia la masa y, finalmente, por snobismo. Por su parte,
el mundo del fútbol presumía de hombría en el peor sentido, esto es, desde la exhibición de la brutalidad”.
Sigo haciendo constar opiniones, ahora la de Juan
Sasturain (1945), periodista editor de la sección Deportes
del diario Página 12, de Buenos Aires, sobre los contactos
entre el fútbol y la literatura:
Tanto la práctica del fútbol como el ejercicio de la
literatura, llevados a su grado de excelencia y respeto
por los medios y posibilidades, pueden (aunque no
suelen) alcanzar el grado de la artisticidad: pueden
ser un arte, no sólo una actividad reglada por la eficacia o un trabajo marcado por la recompensa. El manejo de la pelota como el del lenguaje -puestos en buenos
pies y manos- son un desafío a la creatividad y de ahí,
de esa tensión por encontrar una forma original, cada
vez única, para resolver dificultades expresivas, puede
saltar la belleza. Ambas actividades tienen en común
su condición de juego en tanto desafío, actividad en el
fondo inmotivada, asunción de un riesgo y entrega
personal. Las habilidades que requiere el fútbol (saber
golpear una indócil pelota con cualquier parte del
cuerpo que no sean las manos) no sirven absolutamente para nada... Para nada que no sea el fútbol. De ahí
su equívoca grandeza.
252
Resulta evidente que Juan Sasturain es un apasionado del fútbol. Curiosamente, se da entre algunos intelectuales el deseo de justificar la unión de la literatura
y el fútbol, como si se sintieran necesitados de ligar externamente esas dos pasiones que les producen cierta
incomodidad en su conciencia. En cambio, Miguel
Pardeza, interpelado en una entrevista televisiva sobre
sus gustos literarios, contestó a la cuestión de si el fútbol es un arte, después de pensar largamente para medir sus palabras, algo así: “El fútbol requiere de habilidad corporal y, en su intento por agradar al público,
se provocan acciones estéticas, pero de ahí a calificarlo de arte queda mucho trecho”.
Me gustaría destacar una obra, cuya principal originalidad es que trata de futbol escrita por dos mujeres,
las periodistas españolas Eva Orúe y Sara Gutiérrez y
que fue publicada por primera vez en Internet. Se titula
“Locas por el fútbol” y habla de un deporte, el fútbol,
inventado por y para hombres, y que fue durante muchos años un terreno vedado a las mujeres. No sólo eso:
el fútbol se convirtió en un rival, y miles de novias y
esposas cantaron convencidas, durante años, aquel pegadizo por qué, por qué los domingos por el fútbol me
abandonas. Sin embargo, poco a poco, las mujeres han
saltado al campo para convertirse en protagonistas del
espectáculo. ¿Qué tiene el fútbol que las vuelve locas?
Ese es el argumento de esta novela tan divertida.
Eduardo Galeano, escritor uruguayo, es el autor de
esta definición tan aguda y repleta de sarcasmo y cali253
dad literaria: “el árbitro es arbitrario por definición.
Este es el abominable tirano que ejerce su dictadura
sin oposición posible y el ampuloso verdugo que ejecuta su poder absoluto con gestos de ópera. Silbato en
boca, el árbitro sopla los vientos de la fatalidad del
destino y otorga o anula los golpes. Tarjeta en mano,
alza los colores de la condenación: el amarillo que castiga al pecador y lo obliga al arrepentimiento, y el rojo
que lo obliga al exilio (...) A veces, raras veces, esa decisión del árbitro coincide con la voluntad del hincha,
pero ni así consigue probar su inocencia. Los derrotados pierden por él y los victoriosos ganan a pesar de
él. Coartada de todos los errores, explicación de todas
las desgracias, los hinchas tendrían que inventarlo si
él no existiera. Cuanto más lo odian, más lo necesitan”.
Tras un partido entre Junior y Millonarios, Gabriel
García Márquez declaró: ''No creo haber perdido nada
con este irrevocable ingreso que hoy hago públicamente a la santa hermandad de los hinchas. Lo único que
deseo, ahora, es convertir a alguien''.
Mario Vargas Llosa llegó a ser columnista deportivo
en “El País” durante el Mundial de 1982. Ha expresado
su amor por el fútbol en reiteradas ocasiones y en su
artículo “El corazón goleador” se expresa así:
El fútbol (muy de vez en cuando) no es una operación matemática de resultados previsibles, sino un encuentro de seres vivos que juegan más para divertirse y
gozar que para un salario o una copa. Esas tardes, en
las que el corazón mete los goles y no los pies, se recuer254
dan después como una de esas experiencias que nos reconcilian a nosotros, los hinchas pobres diablos con la
vida".
Otras referencias al fútbol por artistas y literatos, recogidas por Hernán Bienza, son:
Javier Marías dijo que ''el fútbol es la recuperación
semanal de la infancia'' y ha escrito varios artículos sobre
fútbol, especialmente uno que habla de Zinedine Zidane,
autor de un “gol sobrenatural”.
El intelectual comunista Antonio Gramsci lo definía
como ''el reino de la lealtad humana ejercida al aire libre''.
Con cierto tono meloso, el checo Milan Kundera escribía que ''tal vez los jugadores tengan la hermosura y
la tragedia de las mariposas, que vuelan tan alto y tan
bello pero que jamás pueden apreciar y admirarse en la
belleza de su vuelo''.
Y el multifacético Pier Paolo Pasolini dejó la mejor
definición que la literatura pudo hacer de este deporte,
que remite a los juegos circenses de la Roma antigua:
''El fútbol es un sistema de signos, por lo tanto es un
lenguaje. Hay momentos que son puramente poéticos: se
trata de los momentos de gol. Cada gol es siempre una
invención, es siempre una subversión del código: es una
ineluctabilidad, fulguración, estupor, irreversibilidad.
Igual que la palabra poética. El goleador de un campeonato es siempre el mejor poeta del año. El fútbol que
produce más goles es el más poético. Incluso el dribling
255
es de por sí poético (aunque no siempre como la acción
del gol). En los hechos, el sueño de cada jugador (compartido por cada espectador) es partir de la mitad del
campo, driblar a todos y marcar el gol. Si, dentro de los
límites consentidos, se puede imaginar en el fútbol una
cosa sublime, es ésa. Pero no sucede nunca. Es un sueño''.
El periodista recopilador de estas definiciones, un
apasionado argentino, después de transcribir las palabras
del cineasta italiano, se siente obligado a rendir pleitesía
a su dios con esta expresión: “Pasolini, obviamente, no
había visto jugar a Diego Maradona. A pesar de desmentidas por el segundo gol del ''Diez'' a los ingleses, sus
palabras están llenas de verdad poética. Pero de eso podría tratarse este desencuentro entre las letras y la pelota: Maradona tampoco había leído a Pasolini”.
Es conocida también la anécdota del Bryce Echenique
colegial que jugó en la selección infantil de Universitario
contra el Independiente argentino. Bryce entregó a cero
su portería en la primera parte, pero en el segundo tiempo pidió jugar por el cuadro rival. Según ha explicado el
escritor, quería sentir lo que sentía el otro, sentir lo suyo,
ponerse en su lugar. A Bryce lo botaron a patadas del estadio y hubo quien le gritó “traidor a la patria”.
Se sabe que Albert Camus fue igualmente portero juvenil en la Universidad de Argel (Heraldo de Aragón, en
“Hace 50 años”, publica el pasado 7 de Enero: El escritor
francés Albert Camus… fue un excelente guardameta; una
lesión pulmonar le hizo abandonar el fútbol); también,
256
que Rafael Alberti, hincha del Barcelona, tuvo un duelo
en verso con Gabriel Celaya, fanático del Real Sociedad.
Vladimir Nabokov jugó de portero y una vez, tras parar
un balón en el césped, recibió tal cantidad de patadas en
la cabeza que sufrió una conmoción. Günter Grass ha
dedicado un poema al Friburgo, el equipo de sus pasiones.
…
Jugué al fútbol durante treinta años, lo que me ha
proporcionado experiencia y conocimiento para saborear sus cualidades y entender sus defectos, pero además me dio base para entender que la literatura y el
fútbol se unen tal como se convierten en una pasión
doble, la del hincha, forofo, profesional o estudioso de
ese deporte con la del escritor que la reverbera en sus
páginas a modo de catarsis expresiva.
En mi búsqueda para documentar este artículo, encontré un relato de un escritor argentino nacionalizado
español, Andrés Neuman, ganador del último premio
Alfaguara de novela, que me trajo sensaciones muy parecidas a las que me invadían en mi época futbolera.
Por eso, quiero finalizar transcribiendo unos párrafos
de ese relato que creo muy especiales:
“Mi infancia son recuerdos de un patio con gravilla. Gritos desaforados. Mucho viento. La inminencia
de un timbre. Los zapatos demasiado justos. Y algo
más. Qué. Una pelota. De plástico anaranjado, o de
cuero muy frágil, casi descosida.
257
Yo no sabía, por entonces, que a la pelota debía
llamársela balón. Además, como estudiaba francés en
el colegio, semejante mote me habría parecido una
blasfemia o una concesión algo afeminada. Y en la escuela, señores, había que ser macho. Había que ser tan
macho, tan rabioso y tan bestia, que el balón, no sé si
me comprenden, de ningún modo podía ser masculino.
A mí, qué quieren que les diga, el fútbol me salvó
de muchas cosas. De ser el púber tísico, aspirante a
poeta, al que todos martirizan en el patio. De no poder
intercambiar más de tres o cuatro gruñidos vagamente sintácticos con la mayoría de la especie masculina;
esa especie brusca y hermética con la que rara vez
conseguía encontrarme cómodo. El fútbol me salvó,
también, del riesgo de ignorar el cuerpo, tendente como era a elucubrar y a soñar despierto. El fútbol me
enseñó que, en la vida, si uno echa a correr debe hacerlo hacia adelante. Que a la belleza, casi siempre, le
ponen zancadillas. Y me enseñó, desde luego, que no
conviene hacer la guerra solo, y que el enemigo, ay, es
siempre demasiado parecido a nosotros. Cada vez que
me preguntan qué habría sido de mí de no ser escritor,
cuando estoy a punto de responder que nada en absoluto -un escritor de veras, como sabía Rilke, es incapaz
de imaginarse un destino distinto a la escritura-, me
viene a la mente un sueño infantil que duró algunos
años. De modo que carraspeo, sonrío y replico: quizás
habría sido futbolista.”
258
Sombras de corrupción
Publicado en Heraldo de Aragón (21 de agosto de 2009)
Nadie sabrá si es proclive o no a la corrupción hasta
que la posibilidad de ser corrupto haya pasado delante
suyo y haya tomado partido por poner ante ella la palma
o el dorso de la mano. Gestionar grandes presupuestos
públicos es una tentación que conjuga poder y dinero para crear un fuerte imán hacia el desvío de fondos, el tráfico de influencia o el nepotismo. La mayoría de los cargos
públicos suelen vencer esa tentación y mantienen su honestidad impoluta. Otros en cambio, se enfangan engordando sus cuentas ocultas o favoreciendo a personas de
su entorno.
Ahora están saliendo a la luz pública más casos de corrupción que de costumbre, probablemente por la cercanía de las elecciones y para empuercar cada vez más al
enemigo. Me pregunto qué ocurre por los entresijos del
poder cuando no hay elecciones a la vista: la corrupción
¿se esconde bajo una cáscara?, ¿se va de vacaciones?,
¿gana el partido la honradez?... si no hubiera elecciones,
¿no habría corrupción?
Y en este tornado de informaciones que pululan de
uno a otro lado de la cancha, los políticos toman actitudes
sorprendentes (participio activo del verbo sorprender,
que viene de sorpresa):
Investigan hasta la saciedad un presunto otorgamiento gratuito de unos cuantos trajes de caba259
llero, lo que me transmite el celo con el que la corrupción es perseguida, que hasta incluso un calzoncillo o tanga comprados fraudulentamente
con fondos públicos serán perseguidos, y me alegro tanto...
Callan cuando en sus alrededores se destapan pozos fétidos de sus colegas permanentes o temporales, lo que da idea de cómo esos pérfidos compañeros los han engañado y han traicionado su
lealtad y me llenan de pena.
Elevan la protesta hasta decibelios dañinos para la
salud, exigiendo honestidad y buenas formas en
el otro, lo que me provoca una sensación de alta
estoicidad en los protestantes que casi me salta
las lágrimas.
Se alían con el imputado o imputada (en el texto
queda mejor ‘imputado’, ¿verdad?) entendiendo
que el enemigo es una mala persona que se inventa las acusaciones para conseguir unos cuantos votos más, lo que me incita a pensar en lo leales que son los políticos con su gente, y me emociono.
…
Pongo solamente cuatro ejemplos porque me preocupa más lo que no hacen que lo que sí hacen.
¿Qué no hacen?
Ningún político ejercita la política de prevención, ni
siquiera con hechos consumados, pues siempre apelan a
260
la justicia y a la presunción de inocencia. Amigos y
enemigos sobreactúan mirando con asco el destape de la
corrupción… y gran cantidad de ellos emite cantos de rechazo que suenan a músicas de hipocresía. Los mentideros de calle alargan rumores, algunos verdaderos, que se
basan en lo que cuenta quien ha visto a un alcalde conducir como propio un vehículo muy muy caro, en quien ha
visto cómo un concejal vive en un castillo remozado, en
quien han visto cómo la mujer del diputado (o el marido
de la diputada) recibe trabajos para su empresa, o cómo
la/lo han colocado “por sus méritos” en un cargo bien
remunerado, en quien ha visto cómo una alcaldesa pagaba con billetes de 18 centímetros (500 €) la manutención
y cuidado de sus caballos pura sangre… Pero quienes ven
estas acciones son ciudadanos aquejados del síndrome de
la queja o del pecado de la envidia, que perjudican la percepción y, como los políticos están sanísimos, su vista no
permite alcanzar estos panoramas.
Debe haber algún otro mal desconocido que evita investigar y/o denunciar a tu compañero político cuando
observas que su patrimonio o su nivel de vida supera lo
esperado para sus ingresos conocidos. Será un mal para
el que no se ha encontrado vacuna y por eso se contagia
desde el poder y lo van padeciendo quienes se sientan
tras una y otra y otra elección en los mismos sillones. Es
probable que se contagie por el culo (con perdón), también llamado pompis, nalgas o posaderas, entre otros.
261
Algo sobre el aborto
Esta chica del PSOE con apellido en género (que no
sexo) masculino de Aída, ocupadora de una cartera ministerial para igualar cosas... nos va a volver locos. Sus
filigranas verbales hacen época, y quizá serán motivo de
muchas risas... pero toca los temas con hierro candente.
Voy por lo del aborto.
Hay muchas teorías y opiniones sobre la definición de
"ser vivo" y "ser humano", sobre vida autónoma y sobre la
gracia de Dios. En vista de tanta polémica, un Estado que
pretende ser laico, cuasi aséptico, debe regular el aborto
por una sencilla razón: hubo, hay y habrá abortos, no se
puede apagar la luz ante la evidencia. El homicidio y el
asesinato, figuras penales con las que se compara el aborto (en una exageración demagógica) tienen su condena
porque todo el mundo (incluso el asesino) tiene claro que
quien muere en esos casos tiene vida. Hablando de un
feto, no todo el mundo tiene claro si está vivo, no todo el
mundo tiene claro si pertenece a la madre, no todo el
mundo tiene claro si el padre tiene derecho a opinar, no
todo el mundo tiene claro si este debate pertenece al ámbito científico, espiritual o religioso. Lo que sí está claro
es que pertenece al ámbito social, y lo social debe tratarlo
el Estado.
Se habla con ligereza extrema sobre el aborto, se habla con malicia, con terquedad, con vericuetos supermegahipermetafísicos... y creo que muy pocos de los parlan262
tes ha vivido lo que es un aborto. Yo tampoco. Pero quiero tratar el asunto con delicadeza, con respeto a quien
toma la decisión, con distancia respecto a creencias... y
con cercanía respecto a sentimientos... ¿Alguien se ha
preocupado en estos días de arduo debate de pensar, sólo
pensar, al menos pensar, en qué siente la mujer que se
arroja a la solución de un aborto? Espero que hayan sido
muchos más de las dos o tres personas que he leído y escuchado en ese sentido. Voy a suponer desde mi intuición
(no augurio) que ninguna mujer en su sano juicio aborta
como entretenimiento, ni siquiera como alternativa anticonceptiva. La realización de un aborto es un poquito
más compleja y agresiva que quitar una verruga con bisturí eléctrico, por ejemplo... y en esta intervención debe
estar presente un adulto responsable del menor que se
somete a ella. La señora con apellido en género (que no
sexo) masculino de Aída (la ópera) ha conseguido reclutar
expertos que ven conveniente que una adolescente de 16
años pueda abortar sin que lo sepan sus padres. ¿No parece cruel? RodrígueZP, que lo de adivino se le da muy
bien, ha declarado que el 90 (y pico) por ciento de las chicas lo compartirán con sus padres, pero que hay casos
que claro... que puede ser necesario que los progenitores
no intervengan ("por si acaso son muy fachas, y no le
permiten abortar a la chica que sí quiere, y hasta a lo mejor le pegan", y esto es mío y especulo para ponerlo no en
las dos sílabas de este último tiempo verbal, sino en un
supuesto pensamiento). Digo lo de la crueldad porque a
la niña se le da la posibilidad de ir sola, inmaduramente,
263
frente a un impacto psicológico que le marcará para toda
su vida... y como los padres severos siempre molestan,
igual que los maestros, y los curas... y cualquier persona
que quiera educar con algo de disciplina... Es cruel para
los padres (especialmente para la madre, por su condición de mujer al igual que su hija posible abortadora)
porque la ley les está privando de asistir a esa intervención quirúrgica que tanto atenta contra los sentimientos,
que tanto hiere el corazón, y así compartir y aliviar el
trance con un ser querido. ¿Hacemos entonces leyes
crueles?
Y ahora me voy por otro vericueto, me arriesgo a extraviarme, no sé si de gozo, renuncia, éxtasis o frustración.
Soy hombre y por lo tanto no puedo sentir qué es la
maternidad. No sabré nunca qué es sentir un ser creciendo dentro de mi entraña, ventaja que nos lleva el sexo
(que no género) femenino y sobre lo que me voy a plantear una petición de firmas para que la ministra me iguale
a las mujeres. Pero soy padre, así que, sin firmas, le hago
directamente una petición a doña Bibiana. ¿Me deja usted, señora Aído, intervenir en la decisión de abortar de
esa chica con la que estoy saliendo y con la que me acosté? No, por supuesto que no. ¿Es el aborto sólo cosa de
mujeres? ¿O nos sumergimos en el tópico de que el chico
se echa un polvo y se va? Me duele como hombre su tratamiento en desigualdad. Me enseñaron hace mucho
tiempo (en el colegio, sabe usted) que hay que saber leer
lo que no se dice, porque más habla la elusión o la ausen264
cia que la presencia. Y el depositario del espermatozoide,
llamado padre generalmente, no tiene hueco en la decisión. Es probable, que al menos ese casi 10% que RodrígueZP estima para las adolescentes abortadoras en solitario, aplicado al muchacho que ha participado en la fecundación del óvulo de la muchacha, quiera decir algo sobre
lo que ha provocado... ¿o no?... ¿o supone el legislador
que a esa minoría no hay que darle derechos? Me va interesando esto de la igualdad, con ministerio y todo.
Confío en que las generaciones que van entrando en
la madurez no se nutran de tantas semillas como determinados comportamientos están venteando para crear
monstruitos.
265
La “obroliosis” o mal de la obra
Un cuento con chispazo
Incluido en la revista “Al corriente”, número 12/1987
Corría el año 1987 y hacía dos que teníamos
nuevo dueño y nuevo Director General. Una de
sus decisiones fue la reforma total del edificio de
la sede central, reforma que veinticuatro años
más tarde aún perdura. Las obras se realizaron
desalojando parcialmente el edificio, y moviendo
las ubicaciones del personal según se iban terminando las áreas a ocupar. Esta es una crónico
jocosa de tal evento.
La Universidad de Levèreg (Liechtenstein) va a sorprender a la opinión hispana con la próxima publicación
de un estudio exhaustivo y profundamente documentado,
fruto de la colaboración entre las unidades sociológica y
epidemiológica de su Dirección de Medicina y Prevención. El objeto de las investigaciones parte del descubrimiento de una nueva enfermedad: la obroliosis –más
adelante detallaremos al respecto, y de sus síntomas y
consecuencia. Gracias a nuestros contactos de nuestra
corresponsalía en Vaduz, capital del pequeño estado alpino, podemos ofrecer a los lectores un avance de su contenido. Si afirmamos que va a sorprender a la opinión
española, no pretendemos diferenciarla por estimarle
algún grado de susceptibilidad o superstición, sino por266
que el párrafo referido a la localización de los primeros
atisbos epidémicos indica que los brotes más acusados se
han detectado a través del Macizo Central de los Pirineos,
en el eje Jaca-Huesca, y se están prolongando hasta la
capital de antiguo reino aragonés, dejando entrever que
podría extenderse hacia el sur de la Península, si las autoridades competentes no arrancan el mal de raíz.
Con un lenguaje marcadamente teórico, las conclusiones demostradas explican los síntomas de esta enfermedad contemporánea. Hemos conseguido la colaboración de un cuadro de médicos que cultivan la pedagogía
informativa y, gracias a sus amables traducciones, estamos en condiciones de presentar comprensivamente los
estudios referidos.
Definiremos la obroliosis, o mal de la obra –que nadie traduzca al latín-, como un conjunto de síntomas que
se aprecian tras la acumulación, en un edificio o habitáculo más o menos reducido, de actividades encaminadas a un cambio de imagen física. Este mal se produce en
aquellos individuos que por motivos laborales no pueden
sustraerse a sus consecuencias. Nace como efecto de una
trasmutación del estrés al uso de los actuales ejecutivos,
que pretenden conseguir resultados en un corto espacio
de tiempo. El apresuramiento ocasiona desorganización,
descoordinación y sinlicencia, que son caldo de cultivo
para el virus de la obroliosis. ¡Ay de los subordinados,
porque el portador de la mente impulsora se inmuniza
con vacuna de despacho!
267
Creemos necesario describir y divulgar los síntomas
que presenta esta dolencia, debiendo constatar el carácter
aproximativo del estudio, pues los casos aparecidos no
parecen suficientes para dejar atadas todas las causas.
Hay que advertir especialmente a aquellos individuos que
observen a su alrededor un movimiento inusual de operarios de la construcción, aunque con anterioridad ya se
habrá podido apreciar a topógrafos o topolinos, arquitectos o arqueólogos, en disposición de medir, remedir, medrar o remedrar, con una alegría inusitada. Generalmente, suele transcurrir algún tiempo hasta la segunda fase.
En ella se comienza a divisar en las estancias una acumulación extraña de objetos: quits de andamiajes, continentes de escombros… y personas desconocidas que estudian
la ubicación de enseres, muebles e individuos. A partir de
ahí, se precisa actuar contra el mal de la obra, porque a
continuación de estos síntomas visuales, aparecen los
síntomas acústicos, que producen consecuencias molestas como irritación, desconcentración y otitis aguda. En
caso de permitir el desarrollo de esta tercera fase, la evolución de la obroliosis es irreversible.
Reunidos los emisores de esta información, decidimos elaborar un análisis empírico de la exposición y, una
vez convencidos de que el mal se contagia a través de las
mentes impulsoras mencionadas y no a través del contacto directo con los sufridores, nos dirigimos al lugar que el
estudio nombraba como último foco descubierto de la
obroliosis. Tal como hemos apuntado, no tuvimos que
desplazarnos gran distancia: en Zaragoza, en el centro, en
268
la calle de San Miguel, bendito diablo que le ataca, en el
número diez, donde se sitúa un edificio en chaflán con
Isaac Peral, Premio de Arquitectura “Arquitecto Magdalena”, 1964, se apuntaba el desarrollo de esta enfermedad.
Una vez observado el estado del edificio, no fue difícil
obtener la primera conclusión: estaban claramente reflejados todos los síntomas que el equipo de Levèreg informaba. Algunos detalles introducirán al lector en el análisis: exceso de polvo depositado en todas las superficies
horizontales, maderas apiladas en torno a muros desconchados, deambular de obreros con objetos propios de los
gremios de la construcción, apiñamiento de sufridores en
habitáculos restringidos, material de trabajo archivado en
cajas de cartón propias de otro menester, exceso de contaminación acústica, golpeo de martillos, arrastre de mobiliario, gritos de capataz, protestas del colectivo sufridor… La comunicación con este colectivo nos confirmó
las premisas enunciadas con anterioridad, verbigracia:
topógrafos o topolinos, arquitectos o arqueólogos, midiendo, remidiendo, medrando o remedrando, en una
época no muy lejana.
Al comprobar las bases de la epidemia con una exactitud tan abrumadora, nuestro siguiente paso se dirigió a
la observación y comprobación directa de las posibles
consecuencias de la enfermedad. Antes de enumerarlas,
creemos necesario informar de las condiciones especiales
en que se desarrolla la obroliosis en este edificio. La estructura antigua y caduca va a ser sustituida por una dis269
tribución acorde con las circunstancias de una nueva empresa. Dicha distribución se fundamenta en el aprovechamiento de espacios, creando balconadas panorámicas,
escaleras transparentes y decoración agradable y económica. Esto se consigue mediante el cubrimiento de un
patio con una cúpula transparente, sin goteras y sin parasol, lo que facilita la eliminación de ventanas, antaño tan
discretas, y la prolongación de las soleras sobre el anterior espacio abierto; en el interior, desaparecen las tabiques para animar la comunicación silenciosa y evitar el
cabeceo matutino; se mejora la iluminación con pantallas
difusoras y rejillas reflectantes, que dan un ambiente jocoso mediante sus destellos multicolores, y se cubren los
suelos con moqueta desinfectada y antipolvo (¡ejem!) que
impide el repiqueteo taconil de las señoras. Ya sentadas
estas bases y, sin dejar de observar que son parciales en
tanto que esta filosofía se mantiene con diferentes modificaciones por otras estancias, estamos en condiciones de
enumerar las consecuencias reales y probables de esta
grave epidemia:
a) Alto nivel de alergia
Se aprecia en el inicio de la segunda fase y queda reflejado por estornudos atípicos e irascibilidad del
personal.
b) Heridas inciso-contusas
El traslado de enseres laborales provoca pequeños
accidentes en los miembros superiores e inferiores,
270
como arañazos, cortes y quemaduras por frotamiento… sin olvidar el agotamiento físico en individuos
poco habituados a estas tareas.
c) Desarraigo
Las nuevas ubicaciones ocasionan nostalgias y abatimientos, aumentadas por el desconocimiento de
cuánto durará el nuevo emplazamiento, cuál será la
instalación definitiva y si mejorará su anterior situación.
d) Congestiones pulmonares
El desarrollo simultáneo de los trabajos modificativos
con la actividad laboral, en general sedentaria, provoca alteraciones de la temperatura idónea para dicha
actividad, a causa de corrientes de aire a través de pasillos y grietas, incluso, adicionalmente, averías de los
sistemas de acondicionamiento.
e) Ansiedad
El avance imprevisible de las modificaciones incide
en un desconocimiento del estado puntual de las instalaciones, por lo que los individuos presentan una
actitud inestable ante la incertidumbre de su seguridad: ascensor instalado provisionalmente, peldaño
sin ajuste, bandado tambaleante, pintura fresca, agujero sin señalizar.
271
f) Claustrofobia
El achique de espacios útiles ocasiona un apiñamiento humano y material en las estancias disponibles, lo
que conlleva situaciones de agobio e indiscreción, cultivo de la rumorología por conversaciones mal escuchadas sin deseo expreso y con motivaciones censurables. Todas estas consecuencias desembocan en
una sensación de impotencia, presión o abatimiento,
según los casos particulares.
g) Riesgo de embolias
El descenso de las señoras vestidas a la antigua usanza o a la moda postmoderna por los descritos peldaños transparentes provoca avidez o sonrojamiento.
En el primer caso, el estiramiento de las vértebras
cervicales y, en el segundo, el agolpamiento instantáneo de sangre en el rostro, presentan el riesgo de
crear coágulos que desembocarían en situaciones críticas.
h) Pesimismo
Aquellos individuos que logran superar las consecuencias anteriormente expuestas se lanzan a una
cuestión espeluznante, no exenta de implicaciones
posteriores: ¿y todo esto tendrá fin algún día?
Con esta exposición no pretendemos ser agoreros, pero en cualquier caso creemos necesario informar de esta
neófita epidemia a los lectores, para que en la observan272
cia de los indicados síntomas irreversibles tomen la precaución de someterse a los cuidados de un psicoanalista,
o médico de cabecera, para aplacar con garantía sus secuelas inevitables.
Sirva como esperanza la confirmación de que no se ha
contabilizado por obroliosis ningún desenlace mortal.
273

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