La representación de la mujer en la India: Imágenes de la historia 1
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La representación de la mujer en la India: Imágenes de la historia 1
La representación de la mujer en la India: Imágenes de la historia 1 Dra. Ana García-Arroyo Resumen: El objetivo de esta conferencia consiste en exponer algunas de las imágenes de la diversidad cultural de las mujeres de la India a lo largo de su Historia, en la tradición hinduista, budista y musulmana del pasado antiguo y medieval. Por otra parte en la época moderna y contemporánea la mujer india ha tomado parte en las transformaciones sociales, políticas, económicas, culturales y religiosas de la etapa colonial y postcolonial, avanzando en el camino de su legitimación y reconocimiento social. La teoría postcolonial, y más concretamente el artículo de Chandra T. Mohanty, “Under Western Eyes” (1984)2, expone que la colonización siempre implica dominio y supresión de la heterogeneidad del sujeto conquistado. Cuando el sujeto-objeto de conquista es la mujer del ‘tercer mundo’, arguye Mohanty, el discurso hegemónico occidental tiende a representarla como un bloque, un monolito homogéneo y esencialista. En el caso de la mujer de la India, todavía hoy, a través del discurso académico, de los medios de comunicación o del pensamiento popular, frecuentemente nos encontramos con imágenes simplistas que reducen y describen el total de la población femenina india, más de 600 millones de mujeres, con términos como ‘pobres’, ‘sexualmente oprimidas’, ‘carentes de educación’, ‘aferradas a la tradición y a la familia’, víctimas sumisas, o devotas de un marido torturador. El objetivo de esta conferencia es precisamente deconstruir estas imágenes esencialistas y presentarles a ustedes algunos ejemplos de la diversidad cultural de las mujeres de la India a través de su historia. La diversidad cultural de la India siempre ha relacionado la visión de lo sagrado con la mujer y todo lo que la rodea. El Sarvollasa Tantra afirma: “las mujeres 1 Para más información sobre este tema y amplia bibliografía ver mi libro: Historia de las mujeres de la India. Sobre mitos y realidades (Barcelona: Laertes editorial). 2 El artículo de Mohanty, “Under Western Eyes” fue primeramente publicado en la revista Boundary 2 12 (3), 13 (1), 1984. 1 son la divinidad, el aire vital que respiramos. Las mujeres son diosas, ellas son la vida” (Mookerjee, 1999: 25). Y en el Shaktisamgama Tantra (II. 13.43-49) el himno glorifica a la mujer de la siguiente manera: La mujer es la creadora del universo, el universo toma su forma, La mujer es el pilar del mundo Es la forma esencial de cada cuerpo (Kumar, 2003) En la India los orígenes de este poder femenino y de su divinidad se remontan a las sociedades prehistóricas del Valle del Indo (3000-4000 a. C.). Los valores de estas sociedades giran en torno al concepto de ‘mujer’ y el de ‘madre’. Las evidencias arqueológicas demuestran que en este tipo de sociedades la estratificación jerárquica según el género era mínima. La tesis de algunos antropólogos –arguye Chakravarti- sobre la división sexual del trabajo, siendo el hombre el que se dedicaba a la caza y la mujer a la casa y a la recolección de frutos se ha confirmado como una falacia. En sociedades cazadorasrecolectoras como las del Valle del Indo, se sabe que el 60% de la comida procedía de la recolección de frutos, de la pesca en ríos o arroyos o de la captura de pequeños animales; tareas éstas que realizaban las mujeres. No era pues un trabajo nada despreciable por su importante contribución a la economía de la familia. Este hecho queda constatado hoy en día si observamos algunas de las tribus de la India, llamadas Adivasi, que todavía sobreviven. Los bihor, por ejemplo, en el estado de Orissa, son semi-nómadas, viven de la caza y recolección de frutos silvestres, y de algunas otras actividades que se han visto obligados a hacer para subsistir. El trabajo de las mujeres en tribus como los bihor aporta una fuente de recursos muy importante en la economía de la familia (García-Arroyo, 2008). La visión de la mujer como imagen de la Diosa Madre es fundamental. En India esta Gran Diosa o Diosa Madre que se identifica con la Tierra, con el cosmos, con la misma India, con la geografía sagrada en general, y que posee el poder del principio femenino que todo lo impregna, lleva el nombre de Devi (diosa) o Mahadevi (la gran diosa). La divinidad del principio femenino está conectada con la Tierra. 2 En el Devi-Bhagavata-Purana se identifica al cosmos, también llamado MahaDevi, con un gran cuerpo compuesto por diversas partes. Los continentes serían sus lomos; los océanos las entrañas, las montañas sus huesos, los ríos sus venas y los árboles su vello corporal. El sol y la luna serían sus ojos. En el Devi-mahatmya, uno de los primeros textos que habla de la diosa, se la define como la realidad suprema, formada por el principio femenino (Shakti). Este texto se considera la Biblia de la tradición Shakta o Shaktismo, una corriente del hinduismo que concede prioridad a la Gran Diosa o Devi, cuyos orígenes se remontan a las sociedades pre-arias. Aunque su escritura se suele datar alrededor del VI d. C. en realidad su composición se sitúa entre el 20001500 a. C. Tal como especifica Thomas B. Coburn, un estudioso del texto, el Devi-mahatmya pertenece a ese estado de transición que aúna los cultos de los pueblos arios y no-arios del Valle del Indo que adoran a la diosa Madre (1992). En el capítulo I. 56-58 del Devi-Mahatmya se nos dice: Tú eres la Diosa, la madre suprema Todo se apoya en ti; a través de ti el mundo se creo; Tú lo proteges, O Diosa; y a través de ti se extingue con el tiempo (Coburn, 1992: 37) La diosa Madre aparece representada de distintas formas y con distintos nombres. Uno de estos es Durga. Durga es una mujer-divina que derrota al demonio-búfalo Mahisa. Así lo relata el Devi-Mahatmya (III. 28-40): Lanzándole una flecha, doblegó al gran Asura. Derrotado en la gran batalla, abandonó su forma de búfalo. Inmediatamente después se transformó en león. En cuanto Ambiká le cortó la cabeza, se convirtió en un hombre, con una espada en la mano. En un instante la Diosa le hizo pedazos con sus flechas. Y con su espada y escudo, se transformó en un gran elefante [...] En este momento, el gran Asura recobró su forma de búfalo otra vez [...] El gran Asura que había emprendido de nuevo el ataque, cayó muerto, derribado por la Diosa. (Coburn, 1992: 47). 3 ¿Cuál es en realidad el significado del mito de Durga desde la perspectiva de la mujer india? Durga desafía el modelo tradicional de mujer hindú sumisa y subordinada al poder masculino. Durga no aparece en una escena familiar en el hogar, sino que es un guerrero independiente que se enfrenta sin temor al mal, la desigualdad y la injusticia, que adoptan distintas formas y se repiten sin cesar. La mujer india ve en la diosa un ejemplo a imitar, alterando los papeles y patrones que la sociedad patriarcal le ha asignado y siendo protagonista de la realidad. Si avanzamos históricamente y nos situamos en el contexto patriarcal donde surge la épica, india modelos de mujer como el de Draupadi, cuya historia se narra en el Mahabharata, o el de Sita, que aparece en el Ramayana, han ensalzado la figura sufridora femenina, solidificando las estrictas barreras de género y exponiendo alegóricamente la moral de la época para las castas más altas. Una moral que ha seguido prevaleciendo a lo largo de la Historia hasta la época contemporánea. Es esta sublimación del sufrimiento y la opresión lo que triunfa en la conciencia popular. La construcción de modelos idealizados como el de Draupadi, o el de Sita contribuyen a solidificar las estrictas barreras de género que distribuyen a las personas en parámetros binarios y las dotan con roles y características explícitamente definidas. Conceptos como el de masculinidad, feminidad, hombre, mujer, que van acompañados de sus respectivos papeles y funciones se presentan como hechos naturalizados con la constante repetición de ciertos mitos y el ensalzamiento de figuras sufridoras como Draupadi. El engranaje que sujeta y da cuerpo a la sociedad contemporánea india tiene sus raíces en el paradigma cultural y la hegemonía brahmánica de la antigua India. La sociedad patriarcal que aparece ya formada en épocas tan tempranas como la del Rig Veda, la superioridad y el dominio de los brahmanes, las leyes y patrones de conducta que éstos introducen, secundados por la complejidad del sistema de castas, establecen los fundamentos de una sociedad desigual. La subordinación de la mujer y el control de su sexualidad son características esenciales para mantener el sistema de castas (Chakravarti, 2003). Uno de los textos sagrados cuya influencia ha marcado el pensamiento y la conducta de la sociedad india hasta nuestros tiempos es el Ramayana. 4 El Ramayana de Valmiki y las figuras mitológicas de Sita y Rama han ahondado con profundidad en la psique hindú hasta el punto de convertirse en ideales a seguir. Es habitual el hecho de oír a las niñas el deseo de querer tener un marido como Rama que las salve de Ravana, y de parecerse a Sita. No es extraño que las jóvenes persigan este ideal femenino si ya, desde niñas, han interiorizado la narración de Sita, repetida infinidad de veces, han visto la representación de los principales episodios en la celebración del Ram Lila y se saben de memoria muchas de las canciones tradicionales del folclore popular donde se exaltan las cualidades de Sita. Igualmente, en el lenguaje de cada día se utilizan metáforas y comparaciones que aluden a ‘ser pura como Sita’ o ‘ser una segunda Sita’, que denotan obediencia y sumisión en la mujer. El sistema patriarcal y la tradición hegemónica de los brahmanes ha priorizado el Ramayana de Valmiki excluyendo y anulando todas las demás versiones de Ramayanas que narran la historia desde la perspectiva de la mujer. Así, las narraciones épicas como la de Valmiki resaltan a los héroes masculinos, cantan sus glorias y se centran en detalles que las versiones alternativas simplemente desestiman. Para que los valores patriarcales se sigan perpetuando es necesario que narraciones épicas como el Ramayana de Valmiki continúen ensalzando el ideal hindú masculino y el femenino a través de Rama y Sita. Pero si el sistema patriarcal ha utilizado a Sita para construir un modelo de mujer y esposa sumisa y silenciosa, el folclore popular y la voz de las mujeres indias ha sabido imponerse a este atropello, narrando y cantando otras historias muy distintas del mito de Sita. De este modo textos brahmánicos como las Leyes de Manu y la construcción de mitos como la versión de Valmiki del Ramayana, junto con el énfasis en determinadas figuras mitológicas, establecen un control absoluto sobre la sexualidad de la mujer. Este discurso hegemónico selectivo se ‘naturaliza’ e institucionaliza, y las mismas mujeres, sin ser conscientes ayudan a perpetuar la ideología de casta, la ideología patriarcal brahmánica. Durante la edad media el movimiento bhakti cuestionó de manera radical el poder patriarcal. Anita Desai en “Women Well Set Free” dice: Bhakti era un movimiento de protesta contra el patriarcado del hinduismo brahmánico, contra su pedantería y su retiro ascético, 5 elogiando en su lugar la intensidad de la naturaleza subjetiva en la unión mística con la divinidad. Fue una revuelta del pueblo contra las castas más altas y los rituales de los sacerdotes brahmanes [...] Era obvio que atrajese a las mujeres. Aquellas que luchaban contra las limitaciones de la familia y el hogar, se marcharon, abandonándolo todo para vivir en libertad (2002: 117). Fue el movimiento llamado ‘de los pobres’ porque éstos se alzaban en contra de un hinduismo brahmánico institucionalizado. El movimiento bhakti realza la unión mística con la divinidad acentuando la individualidad. Por esta razón no es de extrañar que muchas mujeres abandonasen sus casas y sus familias para unirse al movimiento bhakti. El alzar la voz en favor de su libertad y su independencia era una reacción que se ha de interpretar más bien en el sentido de protesta individual. En el siglo XVI, Mirabai canta la siguiente bhajan: Mi Maestro me ha revelado el espejo dentro de mí; ahora cantaré y bailaré en éxtasis. Al verdadero Señor he llegado a ver nadie sabe de este tesoro que yace dentro de mi propio ser. (Bakshi & Mittra, 2002: 257) La representación de la mujer en el budismo se ha caracterizado siempre por reflejar un estado de ambivalencia. Por un lado el androcentrismo y la misoginia que respiran los textos canónicos budistas ha contrastado siempre con las enseñanzas y filosofía de Gautama, el Buda, y algunos de sus seguidores. Es importante recordar que la primera antología literaria en lengua pali, muy posiblemente la primera en el mundo, corresponde a la de las monjas budistas indias del siglo VI a. C., compilada posteriormente en la colección Therigatha, alrededor del 80 a. C.. Esta antología es un excelente testimonio del cambio que se produce en las vidas de estas monjas gracias a las enseñanzas del Buda, que cantan amorosamente las experiencias ascéticas de estas mujeres ante el nuevo culto. “Libre, tan gloriosamente libre”: Libre, tan gloriosamente libre, libre de tres pequeñas cosas, 6 del mortero, del mango y de mi retorcido señor. Liberada del renacimiento y de la muerte estoy y todo lo que me ha sometido ha desaparecido. (Tharu & Lalita, 1999: 68) Por otro lado el principal texto budista que ha contribuido a crear una imagen negativa de la mujer es el conocido como historias Jataka. Muchas de estas historias conciben a la mujer como un ser con naturaleza dañina, capaz de arruinar la vida de un hombre y mucho más la de un devoto en busca de iluminación. Los siguientes versos lo muestran de forma explícita: Las mujeres son coléricas, calumniadoras, desagradecidas, sembradoras de disensión y de contienda. Así, Hermano, elige el camino de la divinidad y la eterna felicidad en él hallarás (2001: I-155). Si nos trasladamos ahora al contexto social y cultural donde vivían las mujeres del harén mogol nuestra visión, construida a base de estereotipos y leyendas fantásticas, y guiada por nociones modernas de libertad, concibe una vida miserable, monótona y oprimida para las mujeres del harén que guardan el purdah. No obstante, mi intención es cuestionar todo esto y presentar algunas paradojas. El harén mogol estaba formado por miles de mujeres procedentes de distintas partes de la India, que hablaban por tanto distintas lenguas y tenían distintas funciones. El harén de Akbar, por ejemplo, llegó a tener hasta cinco mil, según apunta Nath (2007), pero es un error pensar que todas ellas estaban destinadas a satisfacer los favores sexuales del emperador. Los edificios palaciegos, lejos de rezumar la idea de ‘prisión’, se parecían más a una gran ciudad que tenía vida propia. Las estancias destinadas para las mujeres en purdah gozaban de grandes patios y espaciosos jardines. También tenían sus baños, sus patios interiores con fuentes, canales conductores de agua y diferentes habitaciones en varios pisos para que la vida resultase placentera. Un buen ejemplo de estas huellas del pasado mogol lo tenemos en el Fuerte de Agra, el Fuerte Rojo de Delhi y sobretodo en Fatehpur Sikri cerca de Agra. 7 Una característica que me gustaría remarcar es que las señoras del harén mogol recibían una educación exquisita y eran las transmisoras de las artes literarias. “No resultaba extraño encontrar entre ellas estudiosas, poetas, mujeres de estado, e incluso arquitectas” (Tharu & Lalita, 1999: 99). Algunas copiaban el Corán, mientras otras componían sus propios versos. En la India antigua y medieval el arte de la música y la danza siempre ha estado muy directamente vinculado a las distintas facetas de la vida religiosa y secular. De forma metafórica y ha través de la danza, la tradición devadasi ha expresado la unión divina del ser humano con la deidad. Por otro lado, al margen de la manifestación religiosa, la danza y su acompañamiento musical siempre han proporcionado entretenimiento y diversión y han ocupado un espacio primordial en la corte con la figura de las cortesanas. Las cortesanas, también conocidas con el término de ganiká, o de tawaif (urdu), tenían la misión de ilustrar a las clases altas sobre la sabiduría de la vida en general y sobre las artes amatorias del Kamasutra. Las tawaifs tuvieron su época de apogeo durante el periodo mogol, principalmente del XVI al XVIII. Solían componer y escribir su propia poesía. La gran mayoría de sus poemas son ghazals que es el género poético por excelencia de la literatura urdu. (En realidad la ghazal es un poema de amor y en muchas de éstas las imágenes de la vida urbana y de los mercados rezuman erotismo 3 ). Un ejemplo de ghazal es el escrito por Mahlaqa Bai Chanda, una tawaif (1767-1824) del norte que se trasladó a la corte de Hyderabad donde destacó profesionalmente: Tu mirada furtiva es más asesina que la flecha o la espada; ha derramado la sangre de muchos amantes (Tharu & Lalita, 1999: 122) La música y el arte de la danza ha estado siempre presente en el templo a través de la tradición devadasi. En el sentido literal el término devadasi significa sirvienta de la divinidad. A través de la danza la devadasi expresa la unión y comunicación con la divinidad y manifiesta simbólicamente su orgullo y su devoción. El mero hecho de casarse o unirse con la deidad y bailar en el templo la acercaba al estado de divinidad y la hacía diferente del resto de las 3 Ver Sexualidades alternativas en el arte y la cultura de la India de Ana García-Arroyo donde se especifica que las ghazals también podían ser homoeróticas y había clubes de poetas que cantaban sus amores a otros hombres. 8 mujeres y de muchos hombres. La tradición devadasi de los templos fue evolucionando, transformándose y convirtiéndose en lo que hoy se conoce como la danza clásica india o Bharatnatyam. En el siglo XIX surge la nueva clase media india y con ella aparecen también los reformadores sociales con sus particulares ideas sobre la moral. Este grupo de intelectuales indios, marcados por la filosofía del racionalismo y la ilustración, establece como base de su pensamiento los derechos individuales de las personas y la idea de progreso humano en relación con su evolución. Lo que ocurre es que: “La élite de la sociedad había empezado a adoptar e imitar los valores victorianos y se sentían orgullosos de hacerlo. Era la época en que todo lo que procedía de Occidente se valoraba, mientras que se rechazaban nuestras artes autóctonas” (Pal, 2000). Los reformadores sociales indios consideran que el foco de atención y centro de todas estas reformas para lograr cambiar la imagen de India es la mujer y sus costumbres. Pero, ¿por qué emprender todas estas reformas? Las razones las encontramos en la ideología del gobierno colonial que se distingue por demostrar insistentemente las prácticas bárbaras de la civilización india para justificar su empresa colonizadora. Los textos, por ejemplo, de James Mill, Dubois y Macaulay acentúan la degeneración de la cultura hindú, resaltando la falta de moralidad de los nativos. El tema de la mujer en la India colonial se centra pues en la reforma de sus roles y en la modernización de su imagen, no realmente en lo que las mismas mujeres quieren. Los reformadores sociales indios con gran energía se distinguieron por su labor de cambio amparándose en las sucesivas leyes coloniales que poco a poco se fueron promulgando. Para contraatacar la ideología y el efecto devastador causado por la publicación de los escritos coloniales los reformadores de esta época crearon la imagen del nuevo hombre hindú basándose en los ideales de la casta ksatriya, la de los guerreros: vigorosos, luchadores, sin temor. Con respecto a la mujer se forma una única imagen de la mujer india, identificada como mujer hindú. Los reformadores mitifican este periodo ario arguyendo que en esa 9 época las mujeres gozaban de educación, se casaban cuando llegaban a la edad adulta y participaban en la vida social y política de la época. Lo que realmente interesa preguntarnos es de qué manera las estructuras del patriarcado reconstruyen la imagen de la mujer en un nuevo molde que contribuye a consolidar el poder imperial. Los reformadores pusieron su atención en desterrar costumbres como el infanticidio femenino, la poligamia, el matrimonio infantil, el sati y la tradición devadasi. Uno de los pilares fundamentales en la reforma de las mujeres era su educación. Sólo a través de que sus mentes fueran educadas se podían desterrar determinadas tradiciones. Las mujeres con educación, es decir, las esposas, las hijas, las hermanas de los reformadores sociales, comenzaron a encargarse de las reformas sociales que habían iniciado los hombres. Entre éstas estaba educar a otras mujeres. Éstas, ahora, eran quienes tomaban las riendas en las campañas y movimientos en favor de la mujer. En realidad la lucha de estas ‘nuevas mujeres’ educadas consistía en o bien defender los intereses y agendas de las mujeres indias, o trabajar por el nacionalismo, la independencia y la creación de la futura nación india. Por otro lado, lo que sucede a principios del siglo XX es que la mujer india de clase media-alta comienza a intervenir en la esfera pública de forma colectiva a través de movimientos y organizaciones. Su visión del poder opresor masculino va asociada a la imagen del colonizador. Las mujeres indias abandonan sus propios objetivos en la lucha por la igualdad de derechos y se adhieren a la causa nacional para derribar al conquistador británico. En el discurso nacionalista la nación india se transforma en la ‘Madre India’ que adquiere las características divinas de una diosa. India es una gran Madre, una MahaDevi (Gran diosa) que quiere y cuida a todos sus hijos e hijas, y que les pide a todos su unión para poder liberarse del mal colonizador que la ha esclavizado. La retórica nacionalista construida alrededor del concepto de la divinidad de la ‘Madre-India’ exalta las virtudes femeninas de la mujer como representación directa de MahaDevi.. 10 La mujer india de clase media-alta, además de satisfacer los roles convencionales de madre y esposa, debía realizar esta labor dentro de un contexto de conciencia nacional, es decir, era guardiana de la tradición y debía educar a sus hijos y familia teniendo presente los ideales de lucha, de independencia y de creación de su nueva nación. “La mano que mece la cuna gobierna el mundo” (Kumar, 2004: 50) expresó con precisión Sarojini Naidu, una de las líderes de la lucha activista de esta etapa que solía ir en compañía de Gandhi. Sarojini Naidu exhorta a las generaciones jóvenes, principalmente, a traspasar las barreras de las diferencias para lograr un único propósito, el swaraj o autogobierno: Pero si lo que os gobierna dentro de vosotros es el sentimiento de que hay barreras entre hindú e hindú debido a la casta, entre hindú y musulmán, entre musulmán y parsi, entre parsi y cristiano, si todavía nos definimos a nosotros mismos en términos de sectas y provincias y castas y divisiones, no hay Swaraj para nosotros; no hay Swaraj para las generaciones jóvenes (339). El país se feminiza y sacraliza mediante la adopción de las diosas Durga, Kali o Devi, la Gran Diosa, y desafía políticamente el discurso construido en torno a otra figura divinizada, la Reina Victoria, que el imperio había adoptado como su Gran Madre. El mismo discurso de Gandhi para impulsar la causa nacionalista nos sorprende por ser muy paradójico. Por un lado confiere supremo respeto a la mujer india. Este respeto se basa esencialmente en la protección de su pureza; de su sexualidad frente a la agresividad impulsiva de los instintos carnales del hombre. Por otro lado Gandhi concede a la mujer un papel activo de extremada relevancia. Sus palabras, las del 29 de junio de 1919, son sencillas y explícitas: Hasta que la mujer no ocupe su puesto al lado del hombre y reclame sus derechos, no será ella misma. Y hasta que no ocurra esto, no habrá progreso para nosotros. Si una de las dos ruedas de un carro funciona, pero la otra se sale del eje, el carro no se moverá (Joshi, 1988: 24). 11 Como un gran patriarca Gandhi utiliza las figuras mitológicas de Sita y Draupadi para exponer los ideales que la mujer india ha de reunir. Gandhi se dirige así a las mujeres indias: Si queréis que se establezca swaraj en India [...] tenéis que ser puras de mente y cuerpo como Sita, y así os convertiréis en madres de héroes. (Joshi, 1988: 197). El 8 de junio de 1947, una vez más, Gandhi pronuncia las siguientes palabras: Si las mujeres no tienen presentes los ejemplos de Draupadi y Sita y muestran la misma fuerza de la virtud, nunca podrán servir al país bien, aunque muchas se eduquen (Joshi, 1988: 357). Por otro lado, y paradójicamente, la postura de Gandhi que reaviva la feminidad contrasta con la de aquéllos nacionalistas indios que se esfuerzan en revivir el vigor masculino del héroe ario para contrarrestar la masculinidad del colonizador británico. David Hardiman en Gandhi in his Time and Ours (2005) expone que el mahatma: Prefería enfatizar el principio femenino de la no-violencia [...] Al priorizar los valores femeninos Gandhi atacaba la tradición sánscrita patriarcal que devaluaba a la mujer, y también la visión colonial de la masculinidad. En su lugar combinaba elementos de la cultura popular india que celebraban el principio femenino (Hardiman, 2005: 111). El resultado de este discurso da lugar a la participación masiva de las mujeres en los movimientos de desobediencia civil que se inician en los 1920s y alcanzan su punto álgido con la marcha de la sal. No obstante, es también importante remarcar las palabras de Radha Kumar en The History of Doing (2004): Gandhi descubrió una nueva dignidad para la mujer, una nueva forma de mirarse y de sentirse segura, que la transformó de objeto pasivo en sujeto activo y agente de la reforma. No obstante, debe ser reconocido que las ideas de Gandhi fueron expresadas en un momento en que las mujeres ya habían logrado estos hitos por ellas mismas, no sólo en sus vidas profesionales como médicos, maestras, trabajadoras sociales etc, sino también en la vida política, en las campañas nacionalistas y reformistas y en las agitaciones de campesinos y trabajadores (2004: 83). . 12 La pasión y el fervor de los movimientos activistas de mujeres de este momento es mucho elevado y se expresa, por ejemplo, en algunas composiciones artísticas como la de la poeta nacionalista Subramanya Bharati que compone su “Dance of Liberation” (Danza de la liberación): ¡Danza! ¡Alégrate! Aquéllos que dijeron es peligroso para la mujer tocar libros están muertos. Los lunáticos que dijeron que encerrarían a las mujeres no quieren mostrar ahora su cara. Nos enseñaron nuestro lugar en el hogar; como a bueyes nos criaron y nos pegaron para trabajar en silencio Hemos terminado con esto. ¡Cantad y bailad! (Kumar, 2004: 65). En 1926 se produce un hecho de extraordinaria relevancia pues se forma la primera organización de mujeres de carácter nacional, la All India Women’s Conference (AIWC), que va a impulsar la temática de la mujer en las décadas siguientes de los 30s y 40s. La participación de las mujeres alcanza su punto álgido con la Marcha de la Sal. En Bengala, por ejemplo, se forma la Ladies’ Picketing Board en 1931 que como todas las demás tenía el objetivo de debilitar el poder del colonizador Como auténticas Durgas las mujeres demostraron que eran capaces de llevar las riendas de la nación india. Las mujeres lograron más credibilidad y respeto por su labor social y política. Pero el discurso de Gandhi sobre la emancipación de la mujer india no rompe con las estructuras económicas a nivel público y privado que la esclavizan y la hacen dependiente de la unidad familiar. De manera que, como arguye Geraldine Forbes en Women in Modern India: Las mujeres pudieron “salir afuera” porque la casa se estaba quemando. Lo que se esperaba después era que una vez el fuego fuese extinguido, las mujeres retornasen al interior de sus casas (1999: 156). Con la independencia de la India en 1947 el país se convierte en un estado democrático liderado por el partido del Congreso y dirigido por Jawaharlal 13 Nehru. La Constitución declara la igualdad entre hombres y mujeres, con lo cual se procede a realizar una serie de reformas que conciernen a la mujer y la benefician. Entre 1955-56 se aprueba el Código Civil Hindú que lleva consigo cambios positivos con respecto al matrimonio, los derechos de sucesión, de custodia, de divorcio y adopción. El objetivo de Nehru era integrar a todas las comunidades en el territorio indio y hacer que habitasen en paz. Un método que facilitó la integración de las minorías consistió en reconocerlas como miembros de comunidades religiosas con sus respectivas ‘Leyes Personales’ (Hasan, 2000). Estas ‘Leyes Personales’ aluden a los derechos que cada comunidad religiosa puede ejercer, y están fundamentadas en sus libros sagrados. Pero, ¿qué representan, pues, estas Leyes Personales para la mujer india? Que en áreas como el matrimonio, divorcio, adopción, herencia, educación, trabajo etc. cada comunidad es libre para guiarse por los dictámenes de su propia cultura y / o sus textos sagrados. A pesar de estas consideraciones sí que se hicieron modificaciones en la ley hindú atendiendo a las peticiones de los movimientos de mujeres. En 1937 la organización All India Women’s Conference solicita un Código Civil Uniforme (Uniform Civil Code), que continúa exigiéndose en los 1940s y 50s. Este documento pretendía eliminar las discrepancias entre comunidades y mejorar la situación de la mujer. En el periodo post-independencia, concretamente finales de los 60s y principios de los 70s, las mujeres toman conciencia de las contradicciones entre la ley y la realidad. Sabemos perfectamente que la ley en sí es insuficiente para que se produzcan transformaciones sociales. Por otro lado: la naturaleza contradictoria de la ley misma muestra que mientras por una parte ésta garantiza igualdad formal a la mujer, por la otra el discurso legal ha construido a la mujer como sujeto de género (esposas y madres dependientes), reiterando las mismas ideas sobre el deber y la sexualidad femeninas, amparándose en una ideología muy tradicional sobre la familia (Niranjana, 2000: 273). Las mujeres toman conciencia de la relevancia de su papel activo y gracias a su trabajo los 70s y 80s son años especialmente prolíficos. En este periodo se crea la SEWA en 1972 (Self Employed Women’s Association) una organización de mujeres auto-empleadas que vela por los intereses de la mujer trabajadora 14 y lucha por mejorar su condición. También se llevan a cabo las dos primeras campañas relevantes para combatir las distintas formas de violencia: Se trata de la campaña contra la dote y la campana contra la violación sexual. Si de forma panorámica recordamos las transformaciones acontecidas en la lucha por la defensa y los derechos de la mujer india, llegamos a la conclusión de que en cada ola de reforma o etapa clave de mejora (los reformadores, nacionalistas, la era gandhiana, los movimientos feministas de los 70s-80s) el pulso sostenido ha estado entre la propia mujer y la familia como institución. La resistencia mayor se ha dado al querer transformar la concepción del estado de la mujer y su rol dentro del hogar familiar. Aún así, la distancia que media entre la ley y la costumbre social hace que las interpretaciones sean relativas y muchas veces la mujer no goce de los derechos que le corresponden. En los 1980s y 90s se continúa en esta misma línea. Para evitar los enfrentamientos políticos entre las distintas comunidades religiosas regidas por sus Leyes Personales se ha propuesto la aplicación de la secularidad y la creación de un Código Civil Uniforme. Pero un concepto como el de ‘secularidad’ da lugar a diferentes interpretaciones y de nuevo es difícil encontrar una vía armoniosa. Con respecto a la elaboración de un Código Civil Uniforme, en este momento de la historia los movimientos feministas indios que salieron en su defensa en la etapa Nehruviana, se muestran ahora desconformes. Temen en realidad que sea otra estrategia más de los partidos en el poder para moldearlo según sus necesidades políticas. Acuerdos políticos en los que se tenga en cuenta la secularidad y la tolerancia religiosa mientras se respetan los derechos humanos, en este caso los de la mujer, conllevan destreza intelectual, estrategia y grandes dosis de sensibilidad. Tal vez, la elaboración de un proyecto que aborde ‘nuevas leyes comunes’ ha de concebirse dentro de un espacio democrático y secular que abogue por la justicia y la igualdad de la mujer india. En la confección de este proyecto, obviamente, no ha de intervenir el estado ni tampoco ninguna coalición de representantes religiosos, sino que dichas leyes sólo pueden dejarse en las manos de un grupo de profesionales no religiosos que estudien 15 los respectivos puntos y características y concedan siempre a la persona el derecho de elegir. Echando una mirada al pasado es inevitable aceptar que el poderoso resurgimiento de las comunidades religiosas (comunalismo) y el retorno al gobierno de una derecha excesivamente conservadora en los 90s han desmantelado los objetivos prioritarios de las mujeres indias que siempre han trabajado por la justicia de género. Las divisiones ideológicas entre las mujeres son un claro indicador de que todavía queda mucho por hacer y un largo camino por recorrer. En cualquier caso los conflictos del presente no pueden nunca negar los éxitos del pasado y los enormes esfuerzos de las mujeres indias para que el cambio y las mejoras sean una realidad. La intervención de la mujer en la esfera pública es un hito innegable. Las mujeres indias, que eran objetos regulados por la ley y la costumbre, se han convertido ahora en sujetos que cuestionan ciertas leyes, potencian la aplicación de otras y desafían el estado anquilosado de la costumbre. Bibliografía -Bakshi, S. R. & Sangh Mittra (eds.). 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