La clase obrera se niega a pagar los costos de la crisis

Transcripción

La clase obrera se niega a pagar los costos de la crisis
EN TODO EL MUNDO SE MULTIPLICAN Y ENDURECEN
LAS LUCHAS CONTRA LOS CIERRES Y DESPIDOS
La clase obrera se
niega a pagar los
costos de la crisis
mundial capitalista
Leandro Leiva
M
iles de fábricas cerradas, millones de despedidos y suspendidos, trabajo a tiempo parcial, bajas salariales: después
de haber embolsado dinero a
carradas durante los recientes años de auge,
ahora las patronales —y en primer lugar las
patronales imperialistas— descargan sin piedad la crisis mundial sobre las espaldas de los
trabajadores.
En Europa, en Estados Unidos y en todas
las grandes potencias en general se multiplican las acciones obreras en defensa de sus
puestos de trabajo o en reclamo de indemnizaciones justas.
Unas veces con tácticas negociadoras;
otras apelando a métodos de “acción directa”
como paros, bloqueo o toma de fábricas y “retención” de gerentes; o con formas aún más
elevadas de lucha proletaria, ocupando, disponiendo formas de autodefensa —como en
los casos que aquí se describen de los obreros
franceses y coreanos—, y a veces haciéndose
directamente cargo de la producción en fábricas en peligro de vaciamiento por sus dueños, el proletariado mundial reafirma que
existe (echando a la basura todas las teorizaciones sobre el “fin de la clase obrera” y los
“nuevos actores sociales” puestas de moda en
los ’90 por filósofos y pensadores imperialistas o revisionistas antimarxistas devenidos
socialdemócratas), y hace oír su decisión de
no ser “el pavo de la boda”, no permitiendo
que las burguesías imperialistas ni las de los
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países dependientes descarguen sobre las espaldas de la clase obrera los costos de la crisis
mundial capitalista.
Los plumíferos de la burguesía se alarman, y con razón. La “retención” de directivos fabriles, las ocupaciones y bloqueos de
plantas, y la autodefensa de masas previniendo la intransigencia patronal o la represión
estatal, desconocen y de hecho cuestionan y
deslegitiman el más sagrado de los derechos
burgueses: el de la propiedad absoluta de los
medios de producción por una minoría que
gracias a ella se hace dueña también del trabajo, de la contratación o el despido, de las
condiciones laborales y salariales, de la vida
toda de los trabajadores. Con la práctica de
variados mecanismos de democracia directa
(asambleas, delegados), la oleada de luchas
que se extiende en todo el mundo también
desconoce y deslegitima a todo el aparato
institucional burgués —“autoridad”, parlamentos, leyes, sistema judicial, “opinión pública” moldeada por los grandes medios de
comunicación— erigido para garantizar la
sacrosanta “gobernabilidad” del sistema.
Lo que sigue es un resumen incompleto de
las innumerables luchas que en este sentido
vienen desarrollándose desde fines del año
anterior en todo el mundo.
Francia
En Francia se da el nombre edulcorado de
“plan social” a los despidos y suspensiones
masivos que la crisis mundial multiplica día a
día. Si bien las luchas encaradas en general
no lograron impedir los despidos, consiguieron que se revisaran sus condiciones y aumentar las indemnizaciones.
Con ese fin se generalizó una verdadera ola
de “secuestros de jefes”: los obreros y empleados retienen a los gerentes o jerárquicos en las
plantas en peligro de cierre. Es lo que sucedió
en Caterpillar, 3M, Hewlett Packard y Sony.
A mediados de marzo, los obreros de la filial de la japonesa Sony en Pontoux-sur-l’Adour (en Landes, sudoeste del país) bloquearon el acceso a la planta industrial con ramas y
troncos de árboles y “retuvieron” toda una noche dentro de la planta al director general y al
gerente de recursos humanos de la fábrica, semanas antes del cierre de la misma, anunciado
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para el 17 de abril. Reclamaban indemnizaciones equivalentes a las de otras plantas de Sony
cerradas en la región francesa de Alsacia, y capacitación para conseguir trabajo.
En medio de una sucesión de cierres de fábricas y de despidos a consecuencia de la crisis
mundial, los 300 trabajadores de la fábrica de
cintas de video declararon la huelga y bloquearon la planta con camiones. “No tenemos mucho que perder, porque ya perdimos nuestro
empleo”, dijo el delegado sindical. Los directivos fueron liberados recién después de que,
con mediación del gobierno local, los obreros
recibieron garantías para renegociar con la patronal los términos del despido.
También los empleados de la planta de
3M, en Pithiviers —centro de Francia—, tomaron como rehén al jefe de la misma durante más de 24 horas contra los despidos.
En Francia la “retención” de ejecutivos en
las fábricas retoma una “tradición” de las luchas obreras de la década de los ’70 y volvió a
aflorar a principios de 2009. El ultrarreaccionario presidente Nicolas Sarkozy puso en práctica leyes que aseguran la prestación de los servicios mínimos ante la eventualidad de una
huelga en sectores como el transporte. “Ahora,
cuando hay una huelga, nadie se da cuenta”, se
ufanó. El proletariado francés encontró la manera de que todos “se dieran cuenta”.
Poco antes de los sucesos de Sony, un ejecutivo británico de una empresa de autopartes fue “retenido” durante 48 horas en el este
del país. En Saint Dizier, en 2008, la policía
hirió a 14 obreros al tomar por asalto una fábrica de helados para liberar al gerente, rehén de los obreros que rechazaban los despidos. Este “secuestro” —según describió
Clarín (13-03-2009)— inspiró el filme francés Louise-Michel, que relata cómo un grupo
de mujeres despedidas de una fábrica en el
norte de Francia contratan a un matón para
asesinar a su patrón.
En marzo, una nutrida asamblea obrera
chifló y arrojó huevos al director de la fábrica
alemana de neumáticos Continental en Clairoix (norte de Francia), cuando intentaba explicar la política de despidos de la empresa. El
directivo debió huir con dos huevazos en su
cabeza y su traje. El 23 de abril, trabajadores
franceses y alemanes de Continental llevaron
a cabo en la ciudad alemana de Hannover una
protesta conjunta contra el cierre de plantas y
la amenaza de despido para 1.900 obreros y
empleados de Hannover y Clairoix (desde
principios de año, Continental ya había echado a 7.000 de sus 133.000 trabajadores en todo el mundo). Además de “Queridos colegas
de Clairoix, bienvenidos a Hannover”, los carteles de los alemanes proclamaban: “Proletarios de todos los países, uníos!”.
Técnicos y obreros de Numericable, operadora de Internet y de televisión por cable situada en un barrio de París, se declararon en huelga y ocuparon la empresa el viernes 13 de
marzo. Los trabajadores exigían la reincorporación de tres personas que habían sido despedidas por rechazar una modificación de su
contrato. La dirección exigió a los obreros que
evacuaran el local como condición para negociar, pero los trabajadores se negaron. La situación fue sometida a una comisión mediadora.
Los sindicatos franceses llevaron a cabo
una segunda huelga nacional el jueves 19 de
marzo. En la anterior el 29 de enero se habían
movilizado alrededor de 2 millones de personas en las principales ciudades de Francia.
El 31 de marzo, trabajadores de la planta
en Grenoble de la empresa yanqui Caterpillar
—el mayor fabricante de equipos para construcción y minería del mundo— retuvieron a
cuatro ejecutivos de la empresa en repudio a
los despidos. Caterpillar había anunciado
planes para recortar empleos en sus plantas
de Estados Unidos; en la de Francia serían
despedidas más de 700 personas.
La radicalización de las medidas que adoptan los trabajadores franceses acompaña la
profundización de la crisis económica. Hay
conciencia de que será muy difícil encontrar
un nuevo trabajo. Y la bronca aumenta al saberse que los ejecutivos, como informa diariamente la prensa, cobran millones de euros en
primas o bonus. En abril el banco Natixis
anunció el despido de 1.250 empleados,
mientras los traders –es decir, los agentes que
manejaban las operaciones especulativas que
desembocaron en el actual desastre global–
recibirían 90 millones de euros. Y encima ¡el
estado le daría a Natixis un “rescate” de 5.000
millones de euros!
En junio, mil obreros siderúrgicos france-
ses y belgas irrumpieron en la asamblea
anual de los accionistas de ArcelorMittal, la
mayor compañía de acero del mundo: destrozaron las puertas y rompieron las ventanas en la sede central de la compañía en Luxemburgo, y enfrentaron a la policía.
A principios de julio, la oleada combativa
de los obreros y empleados franceses tomó
otro cariz. Anunciado el cierre de la autopartista New Fabris, en Châtellerault, los trabajadores, en reclamo de indemnizaciones dignas por despido, rodearon la fábrica con
garrafas de gas conectadas por una mecha y
amenazaron con volar la planta.
Casi de inmediato se produjeron casos similares en otras dos empresas: la de fabricación de equipos de telecomunicación Nortel en
Chateaufort (Yvelines), donde quienes tomaron la decisión fueron los empleados jerárquicos, y de JLG (en Faullet, cerca de Burdeos, sudoeste de Francia), una compañía que fabrica
plataformas montadas en grúas para la reparación de equipamiento en altura. En esta última, después de tres semanas de huelga en apoyo a 53 compañeros dejados cesantes en el
marco de la crisis mundial, y estimulados por
el ejemplo de los de New Fabris y Nortel, el
miércoles 15/7 los trabajadores ubicaron cuatro grúas valuadas en más de 350.000 dólares
en una playa de estacionamiento y las rodearon de garrafas de gas y astillas de madera para encender fuego. Finalmente la gerencia
aceptó la demanda de 30.000 euros de indemnización para cada uno de los trabajadores
despedidos. Recién entonces los huelguistas
removieron las garrafas y llevaron las grúas de
vuelta a la fábrica. Los trabajadores de Nortel,
por su parte, consiguieron que la gerencia reanudara las negociaciones.
Corea del Sur
Al cierre de esta edición de Política y Teoría entraba en su tercer mes la gran lucha de
los obreros de la planta automotriz de SsangYong en Pyongtaek, Corea del Sur. Se trata de
una empresa chino-coreana, ya que el 51%
pertenece a la privada china Shanghai Automobile Industry Corporation (SAIC).
En febrero último, en medio de un ascenso generalizado de luchas y manifestaciones
contra el régimen proyanqui de Li Myong
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Bak, la empresa SsangYong, afectada por la
crisis mundial y local, se declaró en quiebra,
imponiendo un plan de “reestructuración”
que implicaba el despido o retiro anticipado
de 1.700 de sus 7.000 trabajadores. El camino que eligieron los obreros fue distinto al
que hasta entonces venían adoptando sus
compañeros europeos y norteamericanos. No
negociaron indemnizaciones o jubilaciones
anticipadas: en abril iniciaron una seguidilla
de huelgas contra los despidos, y finalmente
los 1.700 de la lista de despedidos paralizaron la producción de autos y ocuparon la
planta con tres demandas: ningún despido,
seguridad del empleo para todos, y no contratación externa (es decir que SsangYong no
“tercerizara” subcontratando a otra empresa
para realizar las tareas de los despedidos).
Las familias hacían llegar alimentos a los
ocupantes, que se organizaron en 60 brigadas y un cuerpo de delegados que coordinaba
la huelga.
El 16 de junio la empresa movilizó a 1.500
jerárquicos en una manifestación contra la
huelga. Desde las fábricas cercanas, incluida
la automotriz Kia, unos 750 obreros hicieron
una contramanifestación en apoyo a los de
SsangYong.
Para impedir el posible intento de desalojo, los obreros apilaron caños, barras metálicas y “bombas” molotov. El 26 de junio la policía y una cantidad de “carneros” pagados
por la empresa ingresaron a la planta. Los
ocupantes, según un plan acordado previamente, se atrincheraron en la unidad de pintura, sabiendo que la empresa no se arriesgaría a provocar un incendio en un área repleta
de materiales químicos inflamables.
Los “invasores” debieron retirarse al día
siguiente. Los trabajadores que ocupaban la
fábrica se apostaron en los techos apilando
llantas metálicas y amontonando bulones para lanzarlos con hondas sobre la policía ante
un nuevo intento de desalojo.
El 11 de julio la policía rodeó la planta, con
100 policías en cada uno de los 4 portones de
ingreso. El 16, mientras la policía intentaba
cerrar las calles y detenía a decenas de personas para impedir el acceso a la fábrica, 3.000
trabajadores marcharon por Pyongtaek en
solidaridad.
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China
Poco a poco, a través de los intersticios que
deja la férrea censura del régimen imperialista de Beijing, comienzan a conocerse algunas
de las duras luchas del proletariado chino,
principalmente contra las propias patronales
monopolistas chinas. En julio, la de los obreros de la siderúrgica estatal Tonghua Iron
and Steel, en la provincia de Jilin (noreste),
estremeció al mundo.
El viernes 24 de julio, unos 3.000 trabajadores de la fábrica de acero bloquearon la
producción y mataron a golpes a un gerente
de Jianlong —un grupo privado de Beijing
que estaba en proceso de adquisición de la
Tonghua—, después que anunció que la privatización significaría el despido de 25.000
de los 30.000 obreros de la empresa. Según
la agencia de noticias Xinhua, los manifestantes cortaron calles, volcaron tres patrulleros y arrojaron ladrillos y botellas a la policía.
Otra agencia, Beijing News, informó que grupos de obreros bloquearon una vía ferroviaria,impidiendo la llegada de materiales al
horno de fundición y forzando a la compañía
a suspender la producción durante 11 horas.
Los manifestantes levantaron el bloqueo recién una hora después que la dirección de
Tonghua anunció que se anulaba la venta a
Jianlong. El Centro para los Derechos Humanos y la Democracia, de Hong Kong, informó que en las manifestaciones participaron en total 30 mil personas, y que 100
resultaron heridas. La indignación de la gente se desbordó, además, cuando supieron que
Chen Guojun, el emisario de la empresa compradora, habia cobrado 3 millones de yuanes
(440.000 dólares) el año pasado, mientras
que los jubilados de Tonghua cobran 200
yuanes (29 dólares) por mes.
Ese mismo día el gobierno provincial debió
parar tanto la venta como la “reestructuración”
y los despidos de la siderúrgica Tonghua.
El grupo Jianlong, fundado hace apenas
diez años, es un gran monopolio con intereses en la producción de acero, astilleros y maquinaria, y ocupa el lugar 158 entre las 500
empresas más grandes de China. Desde 2005
era dueña del 35% de Tonghua; con la caída
de los precios del acero en 2008 Jianlong trató de retirar su inversión; cuando los precios
del acero volvieron a rebotar hacia arriba y
Tonghua dio 6,3 millones de dólares de ganancia en junio, Jianlong revirtió su decisión
y pujó para convertirse en accionista principal de la empresa. Para el grupo los obreros
no son más que “capital variable” al que toman o despiden al ritmo de sus “oportunidades de inversión” y de su curva de beneficios.
El régimen chino está embarcado en un
vasto plan de “reestructuración” de la industria siderúrgica. China es el mayor productor
y el mayor consumidor de acero del mundo,
pero el gobierno está implementando planes
para “consolidar” esa industria, es decir eliminar la capacidad de producción que ya era
sobrante antes de la crisis mundial (y que
ahora lo es aún más por la recesión), y crear
consorcios siderúrgicos aún más gigantescos
y “globalmente competitivos”.
Sin embargo grandes sectores de esa industria, igual que muchas otras ramas del capitalismo chino, están bajo el control de gobiernos y funcionarios provinciales y locales
que pugnan por mantener su dominio sobre
esas enormes fuentes de ingresos, y resisten la
llamada “consolidación”. Estas contradicciones entre sectores de la burguesía china —estatales y privados, nacionales y locales— se suman a la creciente resistencia popular frente a
la explotación, ahora agravada por la política
oficial que descarga despiadadamente sobre
los obreros los efectos de la crisis mundial.
En otras industrias también hay indicios
de la rebeldía que desvela a la burguesía monopolista china y al gobierno.
El 25 de noviembre de 2008, unos 500
obreros tomaron la fábrica Kaida Toy, situada en Dongguan, en la provincia de Cantón
(sur de China) —donde se ubica buena parte
del sector de la exportación chino—, cuando
la empresa decidió despedir a unas 380 personas con indemnizaciones diferentes. Según
informó el gobierno local, los trabajadores
destrozaron cinco vehículos de policía, penetraron en la fábrica tras pelear con los guardias de seguridad y destrozaron cristales y
maquinaria. Seis personas resultaron heridas
y otras 19 fueron detenidas.
Muchas compañías de la provincia de
Cantón cerraron durante 2008 por la caída
de la demanda y el aumento de los costos. En
el caso de la industria de los juguetes, más de
la mitad de los exportadores tuvieron que cerrar sus puertas ya en los primeros siete meses de 2008, incluso antes del apogeo de la
crisis mundial.
Alemania
Más de 10.000 trabajadores del monopolio
siderúrgico ThyssenKrupp de unas 200 plantas de toda Alemania manifestaron el 6 de
abril en Duisburg contra los despidos y los recortes salariales. Después del cierre de su planta en Rheinhausen, el grupo aún emplea en total a alrededor de 85.000 obreros y empleados.
Trabajadores de filiales de la empresa en
Brasil enviaron saludos solidarios, y participó una delegación de la siderúrgica francesa
ArcelorMittal.
El grupo ThyssenKrupp pretende ahorrarse 500 millones de euros anuales “reestructurando” la producción a costa de los obreros,
reduciendo el número de divisiones y hachando puestos de trabajo, salarios y condiciones
laborales, no sólo con despidos sino también
con trabajo a tiempo parcial, retiros voluntarios y jubilaciones anticipadas. Todo esto con
la complicidad de los dirigentes del sindicato
IG Metall que, protestando de boca para afuera, de hecho habían acordado con las medidas
de la empresa en su carácter de miembros del
consejo de supervisión.
La crisis económica mundial golpeó duramente a la producción siderúrgica (también
la de los astilleros). El mismo 6 de abril el
conservador Frankfurter Allgemeine Zeitung
escribió: “El mercado del acero está quebrantado. La producción local de acero está al mínimo. En todo el mundo están faltando los
pedidos. En Alemania, en marzo estaban trabajando a medio tiempo casi uno de cada dos
trabajadores... [En las compañías siderúrgicas] no ha habido recortes en la planta permanente, pero más de 10.000 subcontratistas ya han sido enviados a su casa”.
A su vez, la superproducción de hoy es el
desemboque del auge de ayer. El boom del
acero de los últimos años, durante los cuales
la demanda era insaciable —sobre todo por
parte de China—, tocó a su fin, y las ganancias de los grandes grupos monopolistas se
derrumban. Lo que a su vez derrumbó los
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planes de expansión de ThyssenKrupp, que
ahora propaga la crisis hacia todo el mundo
al paralizar la construcción de una nueva
planta siderúrgica en Brasil y otra planta de
producción de acero inoxidable en Alabama
(Estados Unidos).
El Frankfurter Allgemeine Zeitung calificó
la manifestación del 6 de abril de “rebelión en
el jardín de infantes”, porque según el diario
los obreros del acero “no entienden el signo de
los tiempos”. Pero esas expresiones brutales
expresan no sólo la posición de clase del diario,
sino también el temor de la burguesía monopolista alemana de que el camino de los trabajadores de ThyssenKrupp se multiplique.
Gran Bretaña
647 obreros que trabajaban en la construcción de una planta de desulfurización en
la refinería de petróleo de Lindsay (Lincolnshire, Inglaterra), propiedad de la empresa
Total UK y la tercera en magnitud en Gran
Bretaña, fueron despedidos a fines de junio.
Los despidos masivos fueron realizados por
firmas contratistas en represalia por una
huelga “salvaje” iniciada el 11 de junio en reclamo de la reicorporación de 51 trabajadores
declarados prescindibles por una de las 9
contratistas. La huelga se extendió mucho
más allá de la refinería: el 19 de junio, unos
4.000 trabajadores en al menos 17 plantas
petroleras de Yorkshire, Gales y Escocia estaban en lucha, incluidos 900 contratados de la
planta nuclear de Sellafield (Cumbria).
Los monopolios petroleros venían tratando de dividir al movimiento de los trabajadores del sector con la contratación de trabajadores italianos y de otros países europeos por
salarios más bajos en plena ola de despidos,
lo que generó algunos enfrentamientos.
El 23 de junio, 2.000 trabajadores (incluidos los de la refinería) participaron en
una marcha con carteles que decían: “Injusticia Total”. El 29 de junio los obreros votaron
el retorno al trabajo, tras lograr un acuerdo
por el cual serían incorporados 1.200 trabajadores, incluidos los 51 originalmente despedidos y los 647 que habían sido echados
por su huelga solidaria.
Visteon es una empresa productora de autopartes, que se separó de Ford en 2000. En
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una de las plantas, a cientos de trabajadores
les avisaron apenas minutos antes de que la
fábrica cerrara el 4 de abril. La compañía
pretendía echar a 565 de sus 610 trabajadores, muchos de ellos con 20 y 30 años de antigüedad en la empresa.
En Belfast (Irlanda), 200 trabajadores
ocuparon la planta de Visteon con apoyo de
sus familias y amigos. Al día siguiente otros
130 en Enfield hicieron lo mismo y 200 manifestaron en Basildon, Essex.
Durante las semanas siguientes Visteon aumentó la indemnización ofrecida hasta 10 veces más que su oferta inicial, pero la compañía
se negaba a depositar el dinero en las cuentas
bancarias de los trabajadores hasta que abandonaran las plantas, y los trabajadores se negaron a abandonarlas hasta ver el dinero.
La filial inglesa de Visteon, que fabrica aire acondicionado, interior y partes del tren
delantero para Ford y las marcas de lujo Jaguar y Land Rover, alegaba haber perdido
669 millones de libras desde el 2000, y probablemente su cierre —mantenido en estricto secreto— era parte del plan de supervivencia del consorcio mundial, que emplea a
33.500 trabajadores en 27 países, principalmente China, Europa y Estados Unidos, pero
también en Sudáfrica, Brasil y Argentina.
Escocia
El miércoles 4 de marzo los obreros ocuparon la Empacadora Prisme en Dundee,
cuando la patronal pretendió despedir a 12
trabajadores sin indemnización.
“¡Ni siquiera nos dicen quién es el dueño
de la empresa!”, declaró un vocero de los
huelguistas. “Recibimos la carta que indicaba
cuánto era nuestro pago por despido, por falta de preaviso y por vacaciones acumuladas.
Pero enseguida la carta decía: ‘Desgraciadamente no tenemos dinero para hacer esos pagos a usted’”.
Irlanda
En enero, la cristalería donde se fabrica el
legendario cristal de Waterford, fue ocupada
durante siete semanas, cuando una empresa
estadounidense tomó el control de la compañía matriz Waterford Wedgwood para entrar
en un tipo de bancarrota empresarial en la
que se designa a una empresa para que controle la compañía.
La compañía norteamericana puso 10 millones de euros en un fondo de indemnización y se entablaron negociaciones para mantener algunos de los puestos laborales. Pero
los trabajadores no pudieron mejorar sustancialmente sus condiciones de trabajo o sus indemnizaciones de despido debido a la traición de la dirigencia sindical.
Italia
Cientos de miles de italianos colmaron el
centro de Roma el 31 de marzo en rechazo a
las políticas del reaccionario Berlusconi frente a los efectos catastróficos de la crisis. Organizada por la Confederación General Italiana
de Trabajadores (CGIL), la principal central
sindical del país, la enorme marcha congregó
a trabajadores, jubilados, estudiantes y jóvenes. En un clima combativo, la CGIL reclamó
“políticas sociales” y criticó el paquete de
4.000 millones de euros dispuesto por el putrefacto “cavaliere” Berlusconi para “combatir” la crisis.
Pero el centro de la lucha se trasladó al
proletariado industrial el sábado 16 de mayo,
cuando 15.000 obreros de las plantas de Fiat
en toda Italia —encabezando los de TerminiImerese en Sicilia y los de Pomigliano D’Arco
cerca de Nápoles— salieron a la calle y marcharon hacia la sede central de la empresa en
Turín (norte del país) manifestando contra la
desocupación, la precarización y el traslado
de la producción automotriz al exterior.
Esas dos plantas ya estaban trabajando a
tiempo reducido como consecuencia de los
planes de Fiat para comprar la Chrysler y la
Opel en crisis. Cientos de trabajadores parciales y subcontratados fueron despedidos al
subcontratarse parte de las tareas a empresas
externas. Tras una huelga en Pomigliano, 316
trabajadores fueron castigados —con la complicidad de la dirigencia sindical ligada a Refundación “Comunista”— a otra planta en
Nola con peores condiciones laborales y salarios más bajos.
La dirigencia gremial propatronal intentó
usar la gran manifestación como respaldo de
su único reclamo: conversaciones conjuntas
entre las centrales sindicales, los empresarios
y el gobierno de Berlusconi sobre el futuro de
la Fiat. Pero el horno no estaba para bollos: el
sindicalista democristiano Giuseppe Farina
fue abucheado al grito de “¡Vendido!” y “¡Vergüenza!”. Los trabajadores repudiaron también las componendas que a sus espaldas llevaban a cabo el jefe de la empresa Sergio
Marchionne con el capo Berlusconi.
Sobre el trasfondo de un creciente desprestigio de las burocratizadas y pro-patronales centrales sindicales existentes (especialmente la vinc ulada a Refundación
“Comunista”, que en las elecciones del año
pasado se quedó sin representación en el Parlamento), los obreros del sur italiano están
siendo crecientemente organizados por el
nucleamiento Slai-Cobas (Sindicato de Trabajadores Autoorganizados Intercategorías—Comités de Base), al que la prensa reaccionaria acusó de “violento “ por los
incidentes que se generaron cuando se impidió hablar a sus representantes en el escenario del acto de Turín.
España
Los trabajadores de Nestlé-España se movilizaron en la fábrica de helados de El Henares de Guadalajara. El viernes 13 de abril se
concentraron en las puertas de la planta, y realizaron una nueva concentración el viernes
27 frente a la sede central en Barcelona.
Los trabajadores, en repudio a la propuesta
de la empresa de despedir a los empleados con
contratos “fijos-discontinuos”, “prejubilar” a
los mayores de 53 años y pasar al resto del
plantel a Lactalis-Nestlé, discutieron la posibilidad de llevar a cabo una jornada de huelga.
Grecia
El miércoles 1º de abril, y encabezados por
grandes carteles con las consignas “Basta de
despidos – Basta de explotación”, los trabajadores ocuparon las oficinas del grupo bancario Citigroup (frente al parlamento griego), el
monopolio de la aviación British Airways, y
la empresa Alico en Glyfada.
Las ocupaciones se produjeron en vísperas
de la huelga general de 24 horas que paralizó
al país el jueves 2, y en el marco de una serie
de ocupaciones universitarias en toda Grecia,
en respuesta al desalojo de la ocupación del
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Decanato de la Universidad de Aristóteles en
Tesalónica. Los estudiantes habían tomado
las oficinas administrativas de la Universidad
reclamando el cese de todos los contratos y
subcontratos de la universidad con las compañías de limpieza en solidaridad con la lucha de los no docentes.
El 31 de marzo el decanato había convocado una reunión para discutir la ocupación y
sus demandas, pero la reunión fue interrumpida por la asistencia de cientos de estudiantes, y
concluyó con un huevazo sobre el decano. Las
amenazas de éste de abrir el campus universitario a la policía antidisturbios desató un aluvión de ocupaciones de decanatos universitarios a lo largo de todo el país: se tomaron los de
la Universidad de Atenas, de la Universidad de
Ciencias Sociales Panteios en Atenas, y el de
Patras. Además del fin de las subcontrataciones de limpieza, se exigió el respeto a las ocupaciones como medio de lucha.
El clima de la huelga del 2 de abril fue
también anticipado por luchas obreras y
agrarias. Cientos de trabajadores de las fábricas textiles de Lanaras acamparon cerca del
Ministerio de Economía exigiendo la intervención del Estado para salvar esa industria y
asegurar el pago de sus salarios. Obreros tejedores ocuparon el Ministerio de Agricultura
y rodearon al ministro en su auto, siendo reprimidos violentamente por la policía antidisturbios. Pocas horas después, varios centenares de pastores se concentraron ante el
mismo Ministerio y marcharon hacia el Parlamento exigiendo apoyo a su sector.
Polonia
En junio, en el sur de Polonia —el mayor
productor de coque en Europa—, miles de
obreros tapiaron la entrada a las oficinas centrales de su compañía, en protesta contra las
reducciones salariales.
Estados Unidos
En Chicago, en diciembre de 2008, los
260 trabajadores de la pequeña fábrica Republic Windows and Doors ocuparon su
planta durante seis días para impedir el cierre de la fábrica.
La mayoría de los trabajadores de la fábrica
son inmigrantes de Centro y Sudamérica. Sus
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salarios son bajos, pero además llevan siempre
la carga de una posible deportación y enfrentan una batalla diaria contra el racismo.
Hacía décadas que en los Estados Unidos
los obreros no tomaban una fábrica. La ocupación “a la Argentina” impidió que la patronal vaciara la planta de sus equipos.
Como consecuencia de la crisis económica, las ventas de la empresa a las compañías
contructoras, que antes llegaban a 30 millones de dólares anuales, en 2008 habían caído
a 6 millones. El Bank of America —el mayor
acreedor de la compañía— le cortó el crédito
a la Republic a pesar del “rescate” de 25.000
millones de dólares que le había concedido el
Congreso. Por eso los trabajadores pusieron
allí el blanco coreando “¡A ti te rescataron, a
nosotros nos traicionaron!”. La popularidad
de la lucha y la masiva solidaridad nacional e
internacional impidió la represión y obligó al
gobierno de Barack Obama a declararse en
favor del reclamo de esos obreros de su ciudad natal.
Los trabajadores y trabajadoras de Republic lograron la indemnización que se les debía. La planta fue reabierta con nuevos dueños y nueva tecnología en la fabricación de
ventanas, recontratando a todos los trabajadores con los mismos salarios que tenían.
Hartmarx, también en Chicago, es una
empresa de más de 100 años que hace trajes
finos (por ejemplo los que Barack Obama usó
cuando asumió la presidencia). Está en quiebra. Al igual que el Bank of America, la banca Wells Fargo, principal acreedor de Hartmarx, recibió un “rescate” del Estado por
25.000 millones de dólares. Wells Fargo quería liquidar la compañía aunque había dos
ofertas para comprarla y mantenerla en operaciones. 650 trabajadores de Hartmarx votaron por ocupar la fábrica si el banco inicia
el trámite de liquidación.
En otro capítulo de la lucha entablada por
los trabajadores contra los grupos bancarios,
más de 100 trabajadores de Quad City Die
Casting, en Moline (Illinois), fabricante de
partes para Kawasaki y otras compañías, fueron informados a mediados de junio de que
su empresa (en el rubro eléctrico) cerraría el
12 de julio si el banco Wells Fargo no renovaba su préstamo.
El sindicato de la electricidad llamó a una
jornada de acción el martes 23 de junio contra el Wells Fargo y el Wachovia —al que el
primero había comprado recientemente—,
exigiendo la extensión del préstamo para
mantener la fábrica en funcionamiento. Ese
día se hicieron concentraciones frente a las
sucursales de esos bancos en Atlanta, Baltimore, Boston, Chicago, Denver, New Haven,
Philadelphia, Pittsburgh, Washington y otras
ciudades. El 11 de junio, miles de trabajadores y vecinos de Chicago, inspirándose en el
ejemplo de los de Republic Windows and
Doors, rodearon el edificio del Wells Fargo en
esa ciudad.
Canadá
Mientras las tres grandes compañías automotrices estadounidenses colapsaban, el poderoso sindicato Canadian Auto Workers impulsó la ocupación de al menos cuatro
plantas de autopartes y las oficinas de cuatro
legisladores provinciales.
En todos los casos, las fábricas estaban cerrando y los trabajadores no recibían la compensación que se les debía. Ocuparon las
plantas “a la Argentina”, para que no se llevaran las máquinas y así obligar a las compañías a volver a la mesa de negociaciones.
Corte de ruta de los
obreros de Nissan, España
nº 68 (101) / agosto-octubre de 2009 / 77
68 /
PolíticayTeoría

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