El amor saltillense de leyenda

Transcripción

El amor saltillense de leyenda
8-A
Sábado 14 de Febrero de 2015
Por tu maldito amor...
El amor saltillense de leyenda
E
l amor está presente en varias de
las leyendas que se
cuentan en Saltillo,
y como en todo lugar donde
se vive un apasionado amor,
también se vive el desamor y
los celos.
Estas son tres de las
leyendas que se cuentan en
nuestra ciudad y todas tienen
un tema en común: el amor.
LA DELGADINA
Cuenta la leyenda que
en 1786, allá por el barrio
Águila de Oro, en la calle
Guerrero, vivió un carnicero
en una casa grande, el carnicero era llamado “el gigante
severo”, pues siempre usaba
una camisa y un pantalón que
solamente cambiaba una vez
al mes, y siempre estaba cubierto de su ropa por sangre y
grasa de los animales.
Su nombre era Crisóstomo Sánchez, tendría unos
40 años de edad. Se casó con
una joven del mismo vecindario de nombre Isaura Delgado.
Él era mucho más
grande que ella, pero ella era
casi igual que él en cuanto a
corpulencia, robusta y fuerte,
de tez bronceada y un largo
cabello que le llegaba hasta
los tobillos.
La pareja daba la impresión de ser muy felices, y
eran por eso conocidos en el
vecindario, pues salían a pasear constantemente y su gran
estatura y corpulencia atraían
la atención de todos.
Crisóstomo un día
sorprendió a uno de sus empleados con su esposa Isaura,
en una actitud que no dejaba
duda de que había una relación amorosa entre ellos.
Meses después nadie
supo ya de Isaura Delgado,
pues repentinamente había
desaparecido y ningún vecino
daba razón de su paradero.
Fue una mañana cuando corrió el rumor de que el cuerpo
de Isaura apareció en el arroyo “La Tórtola”. Su cuerpo era
irreconocible, sólo supieron
que era ella por su largo cabello.
El celoso esposo de
Isaura, enfundado en el coraje producido por sus celos,
la había colgado desnuda en
el gancho que usan los carniceros para colgar la carne, en
uno de los cuartos de su casa.
Y la dejó así por varios
meses, alimentándola de migajas de pan y algo de agua,
hasta que su figura cambió y
se fue debilitando hasta que
murió.
El carnicero desapareció de la ciudad y jamás nadie
supo de su paradero. El nombre de la leyenda ha quedado
en duda, pues no se sabe si es
a causa del apellido de Isaura
o del aspecto con el que fue
encontrada luego de morir.
Lo que si aseguran los
vecinos de estos barrios, es
que su espíritu permanece en
el lugar, y puede verse constantemente a la Delgadina por
el barrio.
LA TACONERA
Era una mujer en edad
madura, que no había podido
contraer nupcias con ningún
hombre porque se había quedado a cuidar de su madre,
una mujer de unos 90 años
que estaba delicada de salud.
Nunca nadie supo el
nombre de la mujer, aunque
sí dicen algunos que aún transita por las calle de la Zona
Centro de Saltillo, y que vivió
en una casa de la calle Juárez.
En Saltillo se rumoraba que los tacones de aquella
mujer se escuchaban por las
noches, cuando bajaba por
las calles del Centro Histórico
hasta llegar a unas casas allá
por el Ateneo Fuente.
Decían que entaconada y muy bien vestida iba cada
noche a aquel lugar a visitar a
un hombre con quien tenía
un apasionado romance.
“Ahí va la taconera”,
decían las vecinas cuando escuchaban el andar de la mujer.
No tardó su madre en
darse cuenta de aquellos comentarios, y esto le provocaba un gran sufrimiento. Muchos aseguraban que su hija la
descuidaba, y que incluso en
algunas ocasiones no le daba
de comer por vivir su tórrido
romance.
Una noche, al regresar
de con su amado, la taconera
encontró a su madre muerta,
en absoluta soledad. Esa culpa pesó sobre la mujer en adelante, y no volvió a ir jamás en
búsqueda de su amado. Tal
fue el dolor que aquello le
causó, que terminó muriendo
de pena.
Para muchos habitantes de la calle Juárez y Bravo es
común escuchar el andar de la
taconera, aún ahora, saliendo
apresurada al encuentro de su
amado.
ROSITA ALVIREZ
Aunque la historia de
la hermosa Rosita Alvirez se
hiciera famosa por aquel corrido de Eulalio González “Piporro”, esta es otra leyenda de
amor del Saltillo de antes.
Cuentan que allá en el
1900, existió Rosita, una mujer muy bella, que levantaba
suspiros en los hombres de
aquella época, quienes buscaban a toda costa salir con
aquella mujer.
Fue en un baile que los
hombres buscaban bailar al
menos una pieza con la bella
Rosita, lugar al que su madre
le pidió con antelación que no
asistiera, pues su instinto maternal le dictaba aquello.
Uno de los hombres
más tercos era Hipólito, uno
sujeto nacido en el norte de
Zacatecas, allá en Concha del
Oro o Mazapil, según asegura
la leyenda, y que se dedicaba a
las labores agrícolas.
Hipólito insistió por
largo tiempo a la joven Rosa,
quien en repetidas ocasiones
le dio respuesta negativa. La
adrenalina producida por el
alcohol que bebía aquella noche Hipólito, lo llevó a cometer una locura, y en un arrebato de coraje por la negativa de
la bella dama, sacó su pistola
y disparó a Rosa matándola,
aunque no se sabe si como
dijo Piporro fue de tres tiros.
Hipólito asustado al
ver lo que había cometido
huyó del lugar, aunque después fue encontrado y puesto
preso por el delito que cometió en aquel baile en contra de
quien no aceptó bailar con él.
SU MADRE PIDIÓ A Rosita que no fuera a la fiesta, pero ésta la desobedecio porque gustaba del baile

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