El rey de la mentira

Transcripción

El rey de la mentira
JacksonWorkmanPickens,conocidoportodoscomoWork,esunabogadocriminalistade
Carolina del Norte, sur de Estados Unidos. Atrapado en un matrimonio muy conflictivo,
abrumado por los problemas psicológicos de su inestable hermana, Work se encuentra
repentinamente bajo sospecha cuando aparece el cadáver de su padre, más de un año
despuésdesudesaparición.Demostrarsuinocenciaseconvierteapartirdeentoncesensu
únicoobjetivo;unabúsqueda,delaquedependerásulibertad,quereabriráantiguasheridas
yqueleobligaráahacerfrentetantoasupasadocomoasudestino.
JohnHart
Elreydelamentira
ePubr1.0
Ablewhit e20.06.15
Títulooriginal:TheKingofLies
JohnHart,2006
Traducción:FranciscoJavierCalzada
Editordigital:Ablewhite
ePubbaser1.2
ParaKatie
Agradecimientos
Nadaocurreenunvacío,ypublicarunanovelanoesunaexcepciónaestaregla.Senecesitatiempo
y fe, y el camino puede ser largo. Querría expresar mi más sincero agradecimiento a cuantos lo
recorrieronconmigo.
En primer lugar y por encima de todo, quisiera dar las gracias a mi esposa, Katie, fuente de
constante apoyo y de impagable consejo… así como la mirada más competente que un escritor de
ficción desearía tener siempre por encima de su hombro. Te quiero, cariño. A mi agente y buen
amigo, Mickey Choate, que no temió apostar por un novato: gracias por tu fe en mí y por tus
lecciones. Y, en la misma línea, muchas gracias a mi editor, Pete Wolverton, el hombre más
irreverenteymáscapazqueheconocidoentodamivida.Quenuncasedigaquetúnotemojas.A
Katie Gilligan, que es aguda como una chincheta…: gracias por aguantarme; eres la mejor. Y un
agradecimiento general y sincero a todos cuantos han trabajado tan diligentemente en St. Martin’s
Press,St.Martin’sMinotauryThomasDunneBooksparahacerposibleestelibro.
Mimásprofundagratitudatodoslosqueleyeronelmanuscritoensupeorestadoyaúnsiguen
considerándomeamigosuyo.Y,enparticular,aaquelloscuyabenevolenciafuetanevidente:aNancy
y Bill Stanback, Kay y Norde Wilson, John y Annie Hart, Mary Hart, Charlotte y Doug Scudder,
Sterling Hart, Ken Peck, Annie P. Hart, John y Megan Stanback, Anne Stanback, Charlotte Kinlock,
Mark Stanback, Nancy Popkin, Joy Hart, John Betts, Boyd Miller, Stan y Ashley Dunham, Sanders
Cockman, Sean Scapelatto, George Guise, Linda Parker, Darby Henley, Debbie Bernhardt Gray y
Allison Wilson, y David y Jennifer Wilson. Doy las gracias en especial a Clint y Jody Robins, que
siempreestuvieronpresentes,yaMarkWitte,unamigodelapalabraescrita,quesiempretuvouna
excelente idea. Gracias también a James Randolph, abogado y amigo que se tomó el trabajo de
cerciorarse de que no hubiera olvidado demasiadas cosas acerca de la ley, y a Erick Ellsweig, que
sabeperfectamentelarazónporlaquelomencionoaquí.Yqueconsteque,siheolvidadonombrara
alguno,elfalloesexclusivamentemío.Tened,sinembargo,laseguridaddequeosrecuerdoatodos
yquecontáistambiénconmigratitud.
Hayotrosconlosquemeheencontradoenelcamino…personasconlasquejamásimaginéque
mecruzaría,peroquemehanayudadoahacerqueestaexperienciafueramuchomásdeloquenunca
esperéquepodríallegaraser.MiagradecimientomáscalurosoaMarkBozekyRussellNuce,que
adquirieronlosderechosparaelcine,yalosmaravillososautoresquehansidotanamablesdeleer
este libro y de compartir sus ideas al respecto: Pat Conroy, Martin Clark, Steve Hamilton, Thomas
Perry,MarkChildressySheriReynolds.Hasidoparamíunextraordinarioprivilegiocontarconsu
ayuda.
Finalmente,unagradecimientosuperespecialamishijasTaylorySophie,porsermaravillosas.
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Siempreheoídodecirquelacárcelhueleadesesperación.¡Quétontería!Silacárcelhueleaalguna
emoción,esatemor:temoralosvigilantes,temorarecibirunapalizaoserviolado,temordeser
olvidadoporaquellosqueunavezteamaronyquepuedenonoseguiramándote.Peroyodiríaque,
sobre todo, es el temor al tiempo y a todas las demás cosas oscuras que habitan en los rincones
inexploradosdelamente.Agotareltiempo,llamanalacondena…¡menudochiste!Llevobastantes
añosporaquíparatenerunaideamáscabaldelarealidad:eseltiempoelqueteagotaati.
Duranteunrato,mehabíasentidobañadoenesetufocarcelario,sentadofrenteaunclientealque
acababan de sentenciar a cadena perpetua. El juicio había sido condenatorio, como ya le había
advertidoquesería.Laspruebaspresentadasporelfiscalfueronabrumadorasyeljuradonomostró
la más mínima simpatía por un hombre condenado ya en tres ocasiones anteriores, que había
disparado contra su hermano durante una discusión por un mando a distancia. Fueron doce sus
supuestos iguales, y a ninguno de ellos le preocupó que hubiera estado bebiendo, que estuviese
borracho como una cuba y que no lo matara intencionadamente. A nadie le importó que el tal
hermanofueraunasnoyunsinvergüenzacontodaslasdelaley:noleimportóaningúnmiembro
deljuradoytodavíamenosamí.Todoloqueyodeseabaeraexplicarlesumariamentecuáleseransus
derechosdeapelación,responderalaspreguntaslegalesquequisierahacermeysaliraescapedeallí.
MisolicituddereembolsodegastosalestadodeCarolinadelNortepodríaaguardarhastalamañana
siguiente.
Reconozcoquehabitualmenteyomemostrabaambivalente,comomucho,acercadelaprofesión
quehabíaelegido,peroendíasasíodiabaserabogado;unodioquemepenetrabatanprofundamente
que me hacía temer que algo estuviera mal dentro de mí. Que ocultaba como otros ocultarían una
perversión. Ese día, además, me sentía peor de lo usual. Tal vez fuera por el caso en sí, o por el
cliente,oporlasconsecuenciasemocionalesdeunatragediamás,completamenteinnecesaria.Había
estadoenaquellamismahabitaciónuncentenardeveces,pero,noséporqué,estavezlaencontraba
distinta.Lasparedesparecíanmoverseysentíuninstantededesorientación.Procurésacudírmelode
encima,meaclarélagargantaymepuseenpie.Lascosassehabíanpresentadomaldesdeelprimer
momento,peronoerayoquienhabíatomadoladecisióndeirajuicio.Cuandobajódelacaravana
sosteniéndose a duras penas, ensangrentado y sollozando, tenía el arma en una mano y el mando a
distanciaenlaotra.Laescenaocurríaaplenodíayélestababorrachoperdido.Elvecinomiróporla
ventanilla cuando mi cliente comenzó a gritar. Vio la sangre, la pistola…, y llamó a la policía.
Ningúnabogadohubierapodidoganaruncasoasí…,yfueloqueledije.Hubierapodidosacarlocon
solo diez años, pero él se negó a aceptar una declaración de culpabilidad que hubiera podido
servirmeparanegociarunacuerdo.Nisiquieraaceptóhablardeello.
Puedequeelsentimientodeculpafueraexcesivoenél,oquealgoensuinteriornecesitaraese
castigo.Encualquiercaso,todohabíaconcluidoya.
Finalmente, desvió su mirada de los chanclos carcelarios que habían calzado un millar de pies
antesquelossuyosyobligóasusojosafijarseenlosmíos.Lashúmedasaletasdesunarizaparecían
brillantes bajo la cruda luz y sus ojos enrojecidos temblaban, aterrados por lo que veían en el
rompecabezasdesumente.Eraélquienhabíaapretadoelgatillodelarma:unaverdadbrutalqueal
finhabíaacabadoporarraigarensuespírituycuyahuellasehabíaidomarcandopocoapocoensu
rostroenelcursodelasúltimashoras,mientrasélyyoconversábamos.Hastallegarelmomentoen
que dejó de farfullar sus negativas y yo vi, inasequible, cómo sus esperanzas se marchitaban y
morían.Habíavistotodoesoantes.
Unatoscarrasposadesúbito,eldorsodelantebrazoqueextiendemucosidadporlasmejillas…
—¿Yaestá,entonces?—preguntó.
Nomemolestéenresponder.Élasentíayaparasíyamímeresultabafácilleersuspensamientos
comosiestuvieranescritosenelairefríoyhúmedoquehabíaentrenosotros:cadenaperpetuayun
hombrecomoél,queaúnnohabíacumplidoveintitrésaños.Senecesitabandías,engeneral,paraque
estabrutalcertezaafloraraatravésdelaestúpidabravuconadaquehastaelmásneciodelosasesinos
conducidoaquísecomplaceenrepresentarcomosifueraunaespeciedederechoinalienable.Perotal
vezestetipofueramáslistodeloqueyopensaba.Enelbreveespaciodetiempotranscurridodesde
que el juez dictara su sentencia, su mirada era ya la del condenado a perpetuidad. Le aguardaban
cincuenta,talvezsesentaañosdetrásdelosmismosmurosdeladrillorojo.Sinposibilidadalgunade
obtener la condicional. No dentro de veinte años, ni de treinta, ni de cuarenta años siquiera, sino a
perpetuidad:todalaVida,conmayúsculas.Esomemataríaamí,yDiossabequeeslapuraverdad.
Unamiradaamirelojdepulseramedijoquellevabaallídentrocasidoshoras,queeraellímite
del que disponía. Sabía por experiencia que a esas alturas el olor habría impregnado mis ropas, y
pudeverlashuellasdesudorquesusmanoshabíandejadoenmichaquetaalsaludarme.Sediocuenta
dequelevantabamimiradadelrelojyélbajólasuya.Suspalabrasseevaporaronenelaireinmóvil,
dejando un vacío que mi cuerpo llenó al levantarme. No le tendí la mano para despedirme, y él
tampocomealargólasuya,peroadvertíunanuevarigidezensusdedos.
Habíaenvejecidoantesdetiempo:estabarotoasusveintitrésaños,yyocreíahaberalejadopara
siempre cualquier simpatía que pudiera albergar en su corazón. Comenzó a llorar, y sus lágrimas
cayeronalmugrientosuelo.Eraunasesino,sinduda,peroapartirdelamañanasiguientesuvidaiba
a ser un infierno en la tierra. Casi contra mi voluntad, alargué el brazo y apoyé la mano en su
hombro.Élnolevantólacabeza,peromedijoquelosentía,yyosupequeestavezlodecíadeveras.
Yo era su último contacto con el mundo real, el mundo con árboles. Todo lo demás había sido
cortadoporlaafiladarealidaddesusentencia.Notéquesushombroscomenzabanatemblarbajomi
mano,ysentíunenormevacío,quecasiparecíapesarfísicamentesobremí.Enestoestabacuando
vinieronadecirmequeporfinhabíanencontradoelcuerpodemipadre.Laironíadelcasonoseme
escapó.
ElalguacilquemeescoltóalasalidadelacárceldelcondadodeRowanydespuéshastalaoficina
delfiscaldeldistritoeraunhombrealtoyhuesudo,congrandescerdasgrisesdondelamayoríade
loshombrestenemoscabellos.Nosemolestóendarmeconversaciónmientrasíbamosatravésdelas
salas llenas de presos en los juzgados, y yo tampoco lo insté a hacerlo. Nunca he sido muy
conversador.
Elfiscaldeldistritoeraunhombredebajaestatura,deunaredondezdesarmante,queeracapazde
apagaravoluntadelcentelleonaturaldesusojos:unespectáculodignodeverse.Paraalgunoseraun
político,abiertoycordial.Paraotros,elfríoeinsensibleinstrumentodesuoficio.Yparaunospocos
que estábamos en el ajo, un buen tipo: una persona a la que conocíamos y por la que sentíamos
aprecio.Lehabíanheridodosvecesendefensadesupaíspero,adiferenciadeloquesolíallamarnos
mipadre,jamásconsideróalosjóvenesdemiépocacomo«elbajovientredeunageneraciónqueno
haconocidolaguerra».Respetabaamipadre,peroamímeapreciabacomopersona,aunquenunca
he sabido con seguridad la razón. Tal vez porque yo no proclamaba a gritos la inocencia de mis
clientesculpables,comohacíanlamayoríadelosabogadosdefensores.Oquizápormihermana…,
aunqueesaeraunahistoriamuydiferente.
—Work…—medijoencuantomevioentrarenlahabitación,sinmolestarseenponersedepie
—,lamentomuchísimoesto.Ezraeraungranabogado.
Como único hijo varón de Ezra Pickens, yo era para algunos Jackson Workman Pickens, pero
casitodoelmundopreferíallamarme«Work»,enloqueamímeparecíaverunanotadehumor.
—Douglas… —asentí, volviéndome al oír el ruido de la puerta del despacho al cerrarse a mi
espaldaenelmomentoenquesalíaelalguacil—.¿Dóndeloencontrasteis?—pregunté.
Douglassemetióunaplumaenelbolsillodelacamisayapagóelcentelleodesupupila.
—Estonoesnormal,Work,peronoveasenelloningúntratoespecial.Estásaquíporquepensé
quequerríasconocerlahistoriapormíantesdequeempezaraadifundirse.—Hizounapausayse
pusoamiraratravésdelaventana—.SupusequetalvezquerríascontárselotúaJean.
—¿Qué tiene que ver mi hermana en todo esto? —pregunté, consciente de que mi voz sonaba
demasiado alta en el pequeño y atestado espacio. Sus ojos giraron hacia mí y durante un momento
fuimosdosextraños.
—Noquieroqueellaseentereporlosperiódicos.¿Ytú?—Suvozteníaahorauntonofrío,como
si se hubiera malogrado la oportunidad—. Esta es solo una llamada de cortesía, Work. No puedo
decirtemuchomásqueelsimplehechodequehemosencontradoelcadáver.
—Hanpasadodieciochomesesdesdequedesapareció,Douglas:untiempodemasiadolargoenel
quenohahabidomásqueinterrogantes,susurrosylascarasqueponelagentecuandopiensaquehay
algoquenopuedesdecir.¿Tienesideadeloduroquehasidotodoesto?
—Nocreasquenotecomprendo,Work,peroesonocambianada.Aúnnohemospodidoconcluir
la investigación sobre el escenario del crimen. No puedo discutir el caso con un miembro de la
asociacióndeabogadosdefensores.Sabesdesobralapésimaimpresiónqueesoproduciría.
—Vamos, Douglas… Se trata de mi padre, no de algún innominado traficante de drogas… —
Estabaclaroquenoconseguiríaconvencerlo—.¡Meconocesdetodalavida,porDios!
Eraasí,enefecto…,meconocíadesdequeyoeraniño.Pero,siesoledabaalgúnpieparaquese
dejarallevarporlossentimientos,nosereflejóenabsolutoensusojosahorasinluz.Mesenté,pues,
ymepasélapalmadelamanoporlacara,olfateandoelolordelacárcelqueaúnnotabaenellay
preguntándomesiélloestaríaoliendotambién.
—Podemosseguirtodoslospasos—proseguíentonomástranquilo—,perotúsabesquelomás
correctoesquemecuentesloquesepas.
—Estamos hablando de un asesinato, Work, y va a ser el mayor notición que haya sacudido el
paísentodaunadécada.Esomeponeenunasituacióndifícil.Vaahaberunenormerevueloenla
prensa.
—Necesito saberlo, Douglas. Jean ha sido la que lo ha pasado peor. Sabes que no es la misma
desde aquella noche. Si tengo que hablarle de la muerte de nuestro padre, necesitaré darle algunos
detalles…,melospedirá.Necesitarásaberlos,¡quédemonios!Pero,porencimadetodo,hedesaber
hastaquéextremovaaserduroparaella.Tendréqueprepararla.Comodijistetúmismo,nodebería
enterarseporlosperiódicos.—Hiceunapausa,yrespiréprofundamenteparacentrarme.Necesitaba
visitar la escena del crimen y, para eso, me hacía falta su consentimiento—. Es preciso que
manejemosbienaJean.
Éljuntólosdedosbajoelmentón,enungestoquelehabíavistohacermilesdeveces,peroJean
eramibaza,yéllosabía.Mihermanahabíatenidounagranamistadconlahijadelfiscaldeldistrito.
Habían crecido juntas, eran las mejores amigas y Jean viajaba en el mismo coche cuando un
conductorborrachocruzólamedianadelaautopistayfueachocardefrentecontraellas.Jeansufrió
unaconmociónleve,perosuhijamurióprácticamentedecapitada.Fueunodeesoscasos,dijeron,en
que muy bien hubiera podido suceder lo contrario. Jean cantó en el funeral de su amiga y todavía
ahoraaDouglaslebastabaverlaparaquelosojosselellenarandelágrimas.Habíacrecidobajosu
mismo techo y dudo que, aparte de mí mismo, hubiera otra persona que sintiera su pena como el
propioDouglas.
El silencio se prolongó, y me di cuenta de que mi flecha se había colado por un pequeño
resquiciodesuarmadura.Insistíparanodarlelaoportunidaddepensardemasiado:
—Hapasadomuchotiempo.¿Estáissegurosdequeesél?
—SetratadeEzra,sí.Elforenseestáallíahorayharáluegolaidentificaciónoficial,peroyohe
habladoyaconladetectiveMills,ymeaseguraqueesél.
—Quieroverdóndeocurrió.
Aquellolofrenó.Lopillóconlabocaabiertaytuvequevercómolacerraba.
—Unavezhayamosexaminadoellugar…
—No,Douglas…,ahora…,porfavor.
Talvezfueralaexpresióndemicara,oelquemeconocieradetodalavidaylecayerabiendesde
hacíadiezaños.Oquizáfuera,despuésdetodo,porJean.Entodocaso,cualquieraquefueselarazón,
mesalíconlamía.
—Cincominutos—dijo—.YnoteapartesniuninstantedelladodeladetectiveMills.
Mills salió a recibirme al aparcamiento del centro comercial abandonado en el que habían
encontradoelcadáver,ynoestabaenabsolutofeliz.Irradiabaenfadodesdelaspuntasdesuscaros
zapatoshastalacoronilladesucortedepelomasculino.Teníaunrostroafilado,quesubrayabasu
habitualexpresióndesuspicaciaeimpedíaquelagentelaencontraraguapa,apesardesuexcelente
figura. Contaba más o menos mi edad —unos treinta y pocos años—, pero vivía y siempre había
vivido sola. En contra de los comentarios que corrían entre los medios de la abogacía, no era
lesbiana:simplemente,sentíaantipatíaporlosabogados;locualeraunabuenarecomendaciónami
mododever.
—Tienesquehaberlebesadoelculoalfiscalparaconseguiresto,Work.Ynopuedocreerqueyo
meestéprestandoahacerlo.—Suestaturanoalcanzabaelmetrosetenta,peroparecíamásalta.Ylo
que le faltaba en fortaleza física lo compensaba con su inteligencia. En más de una ocasión había
vistoenapurosamásdeuncolegamíoquesehabíaatrevidoadesafiarla.
—Ledijequenomeapartaríadetulado,ynoloharé.Soloquieroecharunvistazo.Esoestodo.
Meestudióalaluzgrisdeldía,ytuvelaimpresióndequeledesaparecíadelrostrotodahuellade
animosidad.Confiesoquelavisióndeunanotaderelajamientoenunacararigurosamenteentrenada
paranodejartraslucirsemejantecosaresultabamásbienrepelentepero,aunasí,laagradecí.
—Pontedetrásdemí,ynotoquesnada.Lodigoenserio,Work.Notoquesnadaenabsoluto.
Comenzóarecorrerapasovivoelfirmedelaparcamiento,ahoracongrietasenlasquecrecían
hierbajos, y durante un momento fui incapaz de seguirla. Mis ojos se movieron hacia la nave
comercial, la zona en la que antes aparcaban los coches y, finalmente, encontraron el arroyo: un
riachuelo sucio, medio cegado por basuras y arcilla roja; iba a parar a un túnel de hormigón que
recorríaelsubsuelodelaparcamiento.Aúnpodíaevocarelolorquedespedía,lamezcladegasolina
ylodo.Poruninstante,olvidélarazóndemivisita.
«Podíahaberocurridoayermismo»,pensé.
Oí entonces que Mills pronunciaba mi nombre y aparté mis ojos de aquel lugar oscuro y de la
infanciaquehabíavenidoarepresentarparamí.Yoteníatreintaycincoañosahora,yhabíavueltoa
estelugarporunmotivomuydiferente.MealejédeélycaminéhaciaMills,yjuntosnosacercamos
losdoshacialoqueensudíahabíasidoelCentroComercialTowne.Inclusoensusmejorestiempos
eraunedificiofeo,unatiradeelementosprefabricadosconstruidaentrelaautopistainterestatalyuna
plantatransformadoradeenergíaeléctricaqueclavabaenelfirmamentolosdientesdesustorresy
líneas de alta tensión. Construido a finales de la década de los sesenta, había luchado durante años
contra una clausura inminente. Hacía un año, solo un tercio de las tiendas mantenía actividad
comercial,ylaúltimadeellashabíacerradosuspuertasconelinvierno.Ahoratodoelsolarestaba
lleno de bulldozers, bolas de demolición y trabajadores itinerantes, uno de los cuales, según Mills,
habíalocalizadoelcadáverdemipadreenunespaciodedicadoaalmacénenlatraseradeunadelas
tiendas.
Yoqueríasaberlosdetallesyellamelosdioenbrevesyrecortadasfrasesquelatibiabrisade
primaveranopodíasuavizar.
—Alprincipio,loúnicoqueviofueronunascostillas,ypensóqueeranhuesosdeperro.—Me
miró en un intento de tranquilizarme—. No me refiero a huesos que comería un perro, sino a un,
esqueletodeperro.
Asentí neciamente, como si no estuviéramos hablando de mi padre. A mi derecha, un martillo
hidráulicotriturabahormigón.Amiizquierda,elterrenoseelevabahaciaelcentrodeSalisbury;los
edificiosquesealzabanallíparecíanresplandecer,comosifuerandeoro:yenciertosentidoloeran.
Salisburyeraunapoblaciónrica,conunmontóndefortunasantiguasyunabuenacantidaddenuevos
ricos.Peroenalgunoslugaresdeella,labellezaerafinacomounacapadepinturaqueapenaspodía
taparlasgrietas;porqueenSalisburyhabíapobrezatambién,aunquemuchosfingieranignorarlo.
Millslevantólacintaamarillaquerodeabaelescenariodelcrimenymehizopasarpordebajo.
Entramosenlanavecomercialatravésdeloqueantesfueunadoblepuerta…,ahoraconvertidaen
unaenormebocairregularconcolumnasdehormigónquesobresalíandeellacomodientesrotos.
Fuimosdejandoatrásescaparatesdetiendasahoracegadoscontablonesdemaderahastallegarala
últimadelafila:teníaabiertalapuertabajounrótuloenelquepodíaleerse:«Nature’s:animalesde
compañía y ejemplares exóticos». Nada más exótico, en efecto, que las ratas que llevaban años
correteando tras aquellas chapas…, las ratas y el cadáver en descomposición de Ezra Pickens, mi
padre.
Nohabíaluzeléctricaeneledificio,perolosmiembrosdelaunidadencargadadeexaminarla
escena del crimen habían instalado unos focos portátiles. A su luz reconocí al forense, cuya cara
crispada recordaría siempre de la noche en que murió mi madre. Rehuyó que se cruzaran nuestras
miradas, lo cual no me sorprendió en absoluto: aquella noche había habido muchas preguntas
difíciles.Delosdemás,obtuvealgunasinclinacionescortesesdecabeza,peropodríaasegurarquela
mayoría de los policías no se sentían contentos de verme. Aun así, se hicieron a un lado mientras
Millsmeguiabaatravésdelatiendallenadepolvohastaelcuartuchoquehabíaenelfondo.Tuvela
sensación de que actuaban más por respeto a Mills y a mi padre que por cualquier compasión que
pudierantenerporeldolorqueyosentía.
Y allí estaba él, con las costillas descarnadas mostrándose a través del largo desgarrón de una
camisaquehabíaolvidadoperoqueahorarecordéperfectamente.Teníaenciertomodoelaspectode
uncrucifijo,conunbrazoextendidoylaspiernasunidasjuntas.Lamayorpartedesurostroquedaba
ocultobajoloquemeparecióunablusaarayascolgadatodavíaensupercha,perodistinguíluegoun
trozo de mandíbula de color porcelana y aquello me hizo recordar sus patillas, pálidas y mojadas
bajolafarolalaúltimavezquelovivivo.
Lasmiradasqueloshombresfijaronenmíhicieronquemeapartara.Despuéslosmiréaellos;
algunos de los policías sentían simplemente curiosidad, pero comprendí que otros buscaban su
secreta satisfacción. Todos querían verme la cara: la cara de un abogado defensor metido allí, en
aquel lugar enmohecido donde el crimen era algo más que un simple caso archivado, donde la
víctimaeracarneysangre,ydondesenotabaelolordelafamiliaconvertidaenpolvo.
Sentí sus ojos sobre mí. Sabía lo que deseaban, y por eso me volví de nuevo a mirar aquellas
ropascasivacías,elbrillopálidodelhuesocurvándose…Peronolesdaríanadadeeso,ymicuerpo
no me traicionó, cosa que agradecí. Porque lo que sentí fue el retorno en mí de una rabia mucho
tiempoacalladaylaconviccióndequeaqueleraelrostromáshumanoquejamásmehabíaofrecido
mipadre.
2
Estabamirandofijamenteelcadáverdemipadre,preguntándomesipodríaolvidaraquellaimagen
einclusosialgunavezquerríaintentarlosiquiera.MeinclinécomosifueraatocarloynotéqueMills
semovíaamiespalda.Enseguidaapoyólamanoenmihombroymeempujóhaciaatrás.
—Yabasta—medijo,ysumiradaseendureciómientrasmeapartabadelaescenadelcrimeny
meacompañabahastamicaroperoyaviejocoche.
La seguí con la mirada mientras ella regresaba a la entrada y observé que se volvió en dos
ocasionesamirarme.Medespedídeellaconunainclinacióndecabezacuandosevolvióporúltima
vezydesaparecióenelinteriordeledificio.DespuésintentéllamaraJeandesdemiteléfonomóvil.
Al primer timbrazo respondió a mi llamada su compañera de piso, Alex, una mujer arisca y dura,
pocodadaahablar.Nonosllevábamosbien,ymilistadepreguntaserabastantemáslargaquelade
contestacionesqueestabadispuestaadarme.Surelaciónconmihermanahabíaenvenenadotambiéna
lafamiliadurantemuchotiempo,yellanohacíaningúnsecretodelconceptoenquemetenía.Yoera
unaamenaza.
—¿PodríahablarconJean?—pregunté.
—No.
—¿Porquéno?
—Noestá.
—¿Dóndepuedoencontrarla?—Hubounsilencioalotroextremodelhilo,ydespuéselsonidode
unencendedor—.Esimportante—insistí.
La oí inhalar el humo de un cigarrillo, como si estuviera reflexionando, pero a mí no me
engañaríaconeso.Alexnuncadabanadadebuengrado,noamí,porlomenos.
—Eneltrabajo—dijoporfin,haciendoqueyomepreguntaracuándoeralaúltimavezquemi
vozhabíasidobienrecibidaenaquellacasa.
—Gracias—ledije,peroellayahabíacolgado.
TenerquevermeconJeaneralaúltimacosaquedeseabahacer,enespecialensutrabajo,donde
laatmósferadedeteriorodebíadehaberimpregnadoprofundamentesupiel.Apesardeeso,fueel
olorapimientosysetasloquemeasaltónadamásentrarenlaviejaPizzaHutdeWestInnesStreet.
Era un olor rancio, que combinaba recuerdos de citas adolescentes y torpes besos a hurtadillas.
Solíamosreírnosdelaspersonascomomihermana,yelrecuerdodeaquellasrisashundióaúnmás
mishombrosmientrasibahaciaelmostrador.
Conocíadevistaalencargado,quienmeinformódenuevodequeJeannoestaba.
—Hasalidoahacerunaentrega—medijo—.Puedetomarasientoyesperar,silodesea.
Fuiasentarmeenunreservadoconasientosdevinilorojoypedíunacervezaparaacompañarla
espera.Estabafríaeinsípida,queeraexactamenteloqueyonecesitabaesedía.Mepuseabeberlaa
sorbosmientrasobservabalapuerta.Peroenalgúnmomentomisojossedistrajeronparaexaminara
lagentesentadaalrededordelasmesas.Habíaunaatractivaparejaderazanegra,cuyamesaestaba
siendoatendidaporunaflacuchacamarerablancaquellevabapiercingsenlalenguayunacrucecita
deplatainsertadaenunaceja.Losdossonreíanalamuchachacomosituvieranalgoencomúncon
ella. Más cerca del aparador, dos mujeres desafiaban la estabilidad de sus taburetes, que parecían
débiles y altos, aunque no lo eran, y vi cómo instaban a sus hijos a que comieran hasta hartarse,
puestoqueerajuevesylosjueveselestablecimientoofrecíabuffetlibre.
Enlamesacontiguaalamíahabíatresjóvenes,probablementeestudiantesdelauniversidadlocal
quehabríanacudidoabebersuprimeracervezadelatarde.Eranruidososybastos,perosedivertían.
Yo notaba los ritmos de su charla e intentaba recordar cómo había sido aquella edad en mi caso.
Ahoraenvidiabasusilusiones.
Se abrió de pronto la puerta para dar paso a la luz de un pálido sol, y al volverme vi a mi
hermanaqueentrabaenelrestaurante.Mimelancolíamaduróalverla.Llevabasudecadenciacomo
llevaba yo mi cartera de mano, con formalidad, y la caja roja de pizza parecía perfectamente
acomodada bajo su brazo. Pero su tez pálida y sus ojos huidizos no encajaban en el recuerdo que
tenía de ella…, no más que las sucias zapatillas deportivas o los deshilachados tejanos. Estudié el
perfildesurostromientrassedeteníaanteelmostrador.Solíasersuave,peroahorasehabíatornado
anguloso, con una nueva dureza en los ojos y en la boca. Y se me hacía difícil interpretar su
expresión:ahorayaeraincapazdeleerla.
Teníatreintayunañosyaúneraatractiva,porlomenosfísicamente.Peroparecíallevaralgún
tiempoencontrándosemal,sinserlamisma.Algonofuncionababienenella.Paramí,quelaconocía
deotramanera,estabaclaroqueleocurríaalgo,perolosdemásreparabanenelloyseloechabanen
cara.Eracomosihubiesedejadodeesforzarse.
Sedetuvoanteelmostrador,dejólacajatérmicaysequedómirandolossucioshornosdepizza
como si esperase que alguien cruzara su campo visual. Pero no se movió en absoluto. Ni un gesto
siquiera.Yopodíanotarlaamarguraqueemanabadeellacomoporoleadas.
Unrepentinosilencioenlamesadelosjóvenesatrajomimiradahaciaellos.Medicuentadeque
estabanobservandoamihermana,queseguíaallí,ajenaaellos,enlapenumbradelapartedelantera
delmostrador.
—¡Oye!—lallamóunodeellos;y,después,unpocomásalto—:¡Oye!
Susamigoslomirabansinesconderlasrisas.Sacómediocuerpodelasillaendirecciónhaciami
hermana:
—¿Quétalsimellevaraacasaenunacajauntrozodeeseculotuyo?
Unodesusamigossoltóunsilbidodeadmiración.Estabantodosmirándolaahora.
Yoestuveapuntodelevantarme—fuecasiunmovimientoreflejo—,perocuandoellasevolvió
hacialamesaocupadaporlosjóvenesborrachosylosmiródearribaabajo,mequedéinmóvil.Algo
secrispótrassurostro.Podíahabersidocualquiera.
Onadie.
Levantóambasmanosylasagitó,manteniendoaquelademánporespaciodeunossegundos.
Enaquelmismoinstantesematerializóelencargadoenlapartedeatrásdelacocina.Tiróhacia
arribadesucinturón,apoyócontraelmostradorlabarrigaqueloceñíayledijoaJeanaloídoalgo
queyonopudeoír.Ellaasintiómientraselotrohablabaymediolasensacióndequesuespinazose
doblaba bajo el peso de sus palabras. Finalmente, el hombre le indicó casi imperceptiblemente la
mesa de los muchachos, dijo unas pocas palabras más y entonces me señaló a mí. Mi hermana se
volvió y sus ojos me enfocaron. Al principio creí que no me reconocía; su boca pareció crisparse
con expresión de desagrado, pero vino hacia donde yo estaba; al pasar junto a la mesa de los
muchachos,lesdedicóuncortedemangasconeldedo,peroconlamanoapoyadacontrasupecho,
dondenopudieraverlaelencargado.
Losmuchachosrieronysiguieronbebiendo.Jeansesentóenelreservadodelantedemí.
—¿Qué haces tú aquí? —preguntó sin una simple sonrisa como preámbulo. Tenía unos ojos
inexpresivosporencimadelasombravioletadelospárpados.
Laestudiémásdetenidamente,tratandodeencontrarelmotivodequemostraratantodespegode
mí. Seguía teniendo la misma tez clara; tan pálida que parecía casi translúcida; unos ojos grandes,
sorprendidos; una barbilla delicada; y unos cabellos oscuros que le caían por la frente hasta los
hombrosconunaondulaciónnatural.Decerca,selanotabasegura.Estudiandosolounaspectosuyo
cadavez,parecíaestarperfectamente;peroesaimpresióneraerrónea.
—¿Quétehadicho?—lepregunté,señalandoconungestoalencargado.Peroellanosemolestó
enseguirladireccióndemimirada.Siguióconlavistafijaenmí,aunquesinexpresarningúncalor
ensumirada.
—¿Importaeso?—dijo.
—Supongoqueno.
Enarcólascejasymemostrólaspalmasdelasmanosenmudoademándeextrañeza:
—¿Entonces…?
Yonosabíacómoirapararalpuntoalqueteníaqueir.Extendílosdedosporelresbaladizohule
acuadrosrojosquecubríalamesa.
—Novienesnuncaaquí—observó—.Nisiquieraacomer.
Alolargodelúltimoaño,yoapenashabíavistoamihermana,asíquenopodíareprocharlesu
distanciamiento. Por injusto que fuera, evitarla se había convertido en una especie de religión para
mí.Lamayoríadelasvecesnoseríacapazdereconocerlo,peroaquellosojosamoratadossuyosme
apenaban.Habíademasiadodenuestramadreenellos,yaellatampocolehabíanservidodenada.
Laindecisióncontrajomislabios.
—HanencontradoelcadáverdeEzra—dijo.Nofueunapregunta,sinounaafirmaciónque,por
uninstante,hizoquesintieraunaextrañapresióndetrásdemisojos—.Meestabapreguntandocuál
seríaelmotivodetuvisita.—Nodescubríperdónensurostro,sinounarepentinaintensidadque,en
lugardesorpresaoremordimiento,meintranquilizó.
—Sí—asentí.
—¿Dónde?
Selodije.
—¿Cómomurió?
—Hablan de asesinato —respondí mientras estudiaba su cara: ni un simple parpadeo—. Pero
nadiesabemuchomásdeloqueteexplico.
—¿TelodijoDouglas?—preguntó.
—Asíes.
Ellainclinóelcuerpoacercándosemás.
—¿Sabenquiénlohizo?—inquirió.
—No—respondí.
Inesperadamente, sus manos rodearon las mías y noté en sus palmas un tibio sudor que me
sorprendió.Eracomosihubiesellegadoacreerquenocorríasangreporsusvenas,delofríaquese
me había mostrado. Ahora apretó mis manos mientras sus ojos recorrían mi rostro y me
escudriñaban.Despuésserecostódenuevoenelagrietadorespaldodevinilo.
—Entonces…—mepreguntó—,¿dedóndehassacadotútodoesto?
—Vielcuerpo—respondí,asustadodemispropiaspalabras.Apesardeloquelehabíadichoa
Douglas,noteníapensadocontarlemivisitaallí.
—¿Y…?
—Estabamuerto—declaré,abriendounparéntesisdesilencioqueseprolongódurantemásdeun
minuto.
—Elreyhamuerto—dijoJeanfinalmente,fijandosumiradainmóvilenlamía—.Esperoquese
estépudriendoenelinfierno.
—Esmuyduroeso—observé.
—Sí—replicósinénfasis,yyoquedéesperandoquedijeraalgomás.
—Noparecessorprendida—comentéalcabo.
Jeanseencogiódehombros.
—Sabíaqueestabamuerto—explicóparamisorpresa.
—¿Porqué?—pregunténotandounasensaciónduraymolestaenmiestómago.
—Ezra jamás se hubiera separado durante tanto tiempo de su dinero ni de su prestigio. Nada
habríapodidomantenerloalejadodeambos.
—Peroloasesinaron—observé.
Ellabajólavistaaladesgastadamoqueta:
—Nuestropadresegranjeómuchosenemigos.
Bebíunossorbosdecervezaintentandoganarunospocossegundosparacomprenderlaactitudde
mihermana.
—¿Estásbien?—preguntéporúltimo.
Ellaserio,dejandocolgadaunacarcajadaquenoguardabarelaciónconlaexpresióndesusojos.
—No, no lo estoy —dijo—. Pero eso no tiene nada que ver con su muerte. Para mí murió la
mismanochequemuriómamá,sinoantes.Ysinoentiendeseso,novamosatenernadaquedecirnos
elunoalotro.
—Nosédequémehablas.
—Losabes—replicó,conuntonocortanteensuvozquejamáslehabíaoídoanteriormente—.En
lo que a mí concierne, murió aquella noche, en el mismo segundo en que mamá se precipitó por
aquellaescalera.Sinoloentiendesdeestaforma,estuproblema,porqueyolotengomuyclaro.
Habíaesperadoencontrarlágrimas,peronoira;y,sinembargo,estaúltimaestabadirigidaamí
tantocomoaEzra,yesometurbaba.¿Cómohabíanpodidosepararsetantonuestroscaminosenun
plazotancortodetiempo?
—Mira, Jean…, mamá se cayó por aquellas escaleras y murió. Tengo clavado ese dolor en el
almatantocomotú.
Elladejóescaparotracarcajada,perohorribleestavez.
—«Secayó»—repitiócomouneco—.Tienegraciaeso,Work…Esjodidamentegracioso.—Se
pasólamanoporlacarayresoplóconfuerza—.Mamá…—empezó.
Pero inmediatamente balbuceó y le fallaron las palabras. En los rabillos de sus ojos afloraron
súbitamenteunaslágrimas,ysemeocurrióentoncesque,desdequeenterramosamimadre,jamásla
habíavistomostrarningunaemoción.Ella,entanto,recuperósucomposturayalzóunosojosqueno
expresabanningúndeseodepedirdisculpas.
—Estámuerto,Work,ytúsiguessiendosugrumete.—Suvozibatomandomásfirmezaahora—.
Y su verdad está muerta también. —Se sonó la nariz, arrugó el pañuelo de celulosa y lo dejó caer
sobre la mesa. Yo me quedé mirándolo—. Cuanto antes admitas esta verdad, que es la única que
importa,tantomejorteirá.
—Losiento,Jean…Noeramiintenciónentristecerte.
Elladesviólavistaparamirarporlaventana,alotroladodelacualhabíaunpardeestorninos
peleándoseenelaparcamiento.Lasmomentáneaslágrimashabíandesaparecidodeltodo:sinelrubor
queaúnteñíasusmejillas,nadiehubierapodidoadivinarqueestabaenfadada.
De repente olí a ajo, y aparecieron dos pizzas sobre nuestra mesa. Levanté la mirada y vi al
encargado,quehizocasoomisodemíysedirigióaJean.
—Es tu favorita —le dijo—. Lo siento. —Luego dio media vuelta y marchó hacia la cocina,
llevándoseconsigocasitodoeloloraajo.
—Tengo que irme ahora —anunció Jean, inexpresiva—. Una entrega. —Después se incorporó
para salir del reservado y, al hacerlo, sacudió la mesa y derramó parte de mi cerveza. Sus ojos
evitaron cruzarse con los míos y comprendí que mi silencio haría que se marchara sin decir nada
más.Peroantesdequesemeocurrieraalgoquedecirle,ellahabíaapiladolascajasysealejaba.
Hurguéenmibolsilloenbuscadelacartera,saquéunpardebilletesdedólarquedejésobrela
mesaylogrédarlealcancejuntoalapuertadelestablecimiento.Comoviquenomehacíacaso,la
seguíalexterioryhastasudestartaladoautomóvil.Sinembargo,yoaúnnosabíaquéqueríadecirle.
«¿Cómoteatrevesajuzgarme?»,talvez.O«¿dedóndehassacadotantafuerza?».O«erestodoloque
tengoytequiero»…Algoporelestilo,quizá.
—¿Quéhaqueridodecir?—lepregunté,sujetándolaporelbrazocuandoteníayamediocuerpo
encajadoenlaaberturadelaportezueladelcoche.
—¿Quién?—preguntó.
—Tuencargado.Cuandohadicho«Estufavorita»,¿aquéserefería?
—Anada—respondió,pormásquepusocaradetragaralgoamargo—.Cosasdeltrabajo.
Poralgunarazónquedesconozco,noqueríadejarlamarchar,peromefallólaimaginaciónpara
darconunaformaderetenerla.
—Bien…—conseguíarticularporúltimo—.¿Cenamosjuntoscualquierdía?ConAlextambién,
naturalmente.
—Claro—asintió,conelmismotonodevozquelehabíaoídotantasotrasveces—.Selodiréa
Alexytellamaremos.
Eseeraelquiddelacuestión,enefecto.Yyolosabía.Alexyaseencargaríadequeesacenanose
celebraranunca.
—Dalerecuerdos—dije,mientrasellaseintroducíaenelpequeñococheyarrancabaelcansado
motor.
Yopeguéunapalmadaenelcapócuandosealejaba,diciéndomeamímismoquelavisióndesu
rostroatravésdelaventanilladeaquelcacharroconelrótulodePizzaHutsujetoeneltechoerala
cosamáspenosaquepodríaverenlavida.
A punto estuve de meterme en mi coche entonces, y pienso ahora que ojalá lo hubiera hecho.
Pero,enlugardeeso,fuiaveralencargadoylepreguntéquéhabíaqueridodecircuandoJeanse
fue.Surespuestamerevelóuncrueltormento,semejantealdearrancarlasalasdelasmoscasqueno
había visto desde mis tiempos en el instituto y que ahora formaba parte de la vida diaria de mi
hermana. Tanto es así que me marché sin decir nada, y estaba ya en mi coche y fuera del
aparcamientoantesdequelapuertadelrestaurantesehubieracerradoamisespaldas.
Yo me fijaba a veces en las personas sin hogar y trataba de imaginar cómo había sido su vida
anterior. No era fácil. Bajo la mugre y la degradación, había un rostro que alguien había adorado
antes. Es esta una verdad que escapa a nuestros ojos; sobre la que resbalan nuestras miradas. Pero
algodebiódeocurrirparaarruinaraquellavidaydespojarladetodo;algoquemuyprobablemente
notuvolaimportanciadeunaguerra,unahambrunaounaepidemia.Quefue,talvez,pequeño,yque,
denoserporlagraciadeDios,podríasucedernosacualquieradenosotros.Taleraladesagradable
verdad, una verdad que mi hermana conocía demasiado bien. Jean tenía un techo bajo el que
cobijarse,peroeldestinoylainsensibilidaddeotrossehabíanconfabuladoparaarrebatarleunavida
queellateníaengranaprecio.Unabuenavida—algunosdiríanqueexcelente—quetodavíapuedo
verahoraconsolocerrarmisojos.Unavidaenlaqueellaconfiabaentonces,deslumbradaporla
promesadeunosañosqueseprolongaríancomoplateadosraíles.
Peroeldestinopuedeserunaarpíacaprichosa.
Comolaspersonas.
Mismanosdirigíanelvolantedelcocheporunacarreteraqueconocíadememoriayquepodíair
mirando mientras conducía. Pasé por delante del caserón que los dos conocíamos desde nuestra
infancia,vacíoahorasalvoporlaspolvorientaspertenenciasdemipadreylashuellasqueyohabía
dejadoenlascontadasocasionesenquemedeteníaallíparacomprobarquetodoestabaenregla.Dos
manzanasmásallá,surgíamipropiacasa,enlacrestadeunapequeñacolinaydominandoeltráfico
de la carretera y el parque que se extendía más allá de ella; era una hermosa casa antigua, con
excelentes huesos, como a menudo solía decir mi mujer, pero que seguía necesitando pintura y un
repasoparaeliminardeltejadolaszonasverdesporelmusgo.
Másalládemicasaestabaelclubdecampo,consucampodegolfdiseñadoporDonaldRoss,sus
pistas de tenis de tierra batida, la casa-club y una piscina rodeada de cuerpos ociosos que se
bronceaban.Tambiénestaríaallímimujer,enalgunapartedelclub,fingiendoqueéramosricos,o
felices,otalvezambascosas.
Por el otro lado del campo de golf, si sabías cómo cruzarlo, podías encontrar una espléndida
urbanizaciónconstituidaporlascasasmásnuevasyhermosasdeSalisbury.Lashabitabaunapléyade
demédicosyabogadosyotragentericayselecta,entrequienessecontabaneldoctorBertWerstery
suesposa,Glena,lamismísimareinadelasarpías.GlenayJeansolíanirjuntascuandoJeanestaba
casada también con un cirujano y tenía asimismo bronceadas piernas de tenista y una reluciente
pulseradebrillantes.Eran,dehecho,ungrupodeseisosietemujeres,quealternabanelbridgeyel
tenis con cócteles margarita y largas escapadas de fines de semana sin maridos a Figure Eight
Island[1].
ElencargadodeJean,cuyonombredesconocía,mehabíadichoquelasmujeresseguíanjugando
albridgetodoslosjueves,yquesolíanllamarparapedirpizzas.
Asíera,pues,lavidademihermana.
LleguéhastalacurvaqueseiniciabaalgomásabajodelacasadeldoctorWerster—unatorrede
piedra cubierta de hiedra— y observé cómo Jean subía los escalones que cualquier otro hubiese
encontradocómodos,peroqueaellasindudadebíandeparecerleterriblesporlapesadacargade
pizzas.
Deseépoderquitarleaquellodeencima,deseépoderquitardeenmedioaGlenaWersterconun
rifledelargoalcance.
Pero,envezdeello,retrocedíparaalejarme,sabedordequeelvermenoconseguiríaotracosa
queaumentarelpesodelacargasobresusfrágileshombros.
Conduje, pues, hasta mi casa, más allá del club, y ni siquiera me fijé en las prendas de vivos
colores que resplandecían bajo el sol. Al final de mi camino de acceso, apagué el motor y fui a
aparcarbajounasaltasparedescuyapinturadescascarilladadabalaimpresióndeburlarsedemí.Me
asegurédequenadiemeviera,subílasventanillasdelcocheyllorépormihermana.
3
Me costó veinte minutos serenarme; después entré en la casa en busca de una cerveza. Había
correspondenciaacumuladaenlaencimeradelacocinayelcontestadorautomáticoindicabaconsus
centelleosqueteníacinconuevosmensajes.Nopodíaimportarmemenosloquedijeran.Fuiderecho
al frigorífico y rodeé con los dedos los cuellos de un par de botellas de cerveza. Sonaron la una
contralaotraybebídelaprimeramientrasdejabalachaquetaenlasilladelacocinaymemovíapor
lacasavacíaysinhijoshastallegaralapuertadeentrada,queabrídeparenparalmundoquese
extendíaabajo.Mesentéenelescalónsuperior,cerrélosojosalcalorcillodelsolybebíungeneroso
tragodelabotella.
Habíacompradolacasavariosañosantes,cuandolapresenciadeEzraconferíaalaprácticadela
leyunapátinaderespetabilidadylosespíritusdesesperadospagabanloquefueraportocarsiquiera
la orla de su toga. Había sido el mejor abogado del condado, lo cual facilitaba mucho mi tarea.
Compartíamoseloficioyelapellido.Esosignificabaquepodíaescogerlosmejorescasosyqueseis
semanasdespuésdequelacamionetaderepartodeuntenderodelalocalidadatropellaraaunchico
deochoañosalretrocederenelaparcamiento,recibíunpagoacuentadecienmildólares.
Bebí otro trago y de repente me sentí presa del pánico al darme cuenta de que no recordaba el
nombredelpobrechiquillo.Duranteuninterminableminutoestuvedebatiéndomebajoelhorrorde
sentirmeunhombresinentrañashastaque,finalmente,comoenunsuspiro,mevinoalamemoria
aqueldato:
LeonWilliamMcRae.Recordétambiénlacaradesumadreeldíadelfuneral,laformacomose
deslizaban sus lágrimas por los surcos que el dolor había marcado en su rostro, hasta caer en el
blanco cuello de encaje de su mejor vestido. Recordé sus palabras ahogadas, su vergüenza por el
humilde ataúd de pino que era lo único que había podido darle a su hijo y su entierro en la zona
oscuradelcementeriodelospobres,alasombradelatorredelasaguas,dondelepreocupabaque
jamássentiríalatibiezadelsoldelatardecer.
Mepreguntéahoraquéhabríahechoconeldineroquehabíarecibidoporlamuertedelchico,y
esperéquelohubieraempleadomejorqueyo.Porque,adecirverdad,amínomegustabalacasa:era
demasiadogrande,demasiadoostentosa.Yomemovíaenellacomounamonedaenunrecipientede
hojalata.Perosiempremegustabasentarmeallíalfinaldeldía.Eraunlugartibioalatardecer.Podía
verelparqueyoírlamúsicaqueelvientocreabaconlashojasdelosrobles.Trataríadenopensar
sobremiseleccionesoelpasado.Eraunlugarparasentirselibredetodo,paralaabsolución…yque
raravezerasolomío.LohabitualeraqueBarbarasepresentaraparafastidiarlotodo.
Terminémisegundacervezaydecidíquetomaríaotra.Mesobrepuseyentréenlacasa.Alpasar
porlacocina,viqueelcontestadorteníaahorasietemensajes,ymepreguntévagamentesialgunode
ellosseríademimujer.Denuevofuera,pudesentarmeatiempoparaverquedoblabalaesquinauno
delospaseanteshabitualesdelparquequesolíaatraermiatención.
Destacaba,ciertamente,porsuaspectoestrafalario.Secubríalacabezaconungorrodecazador
forrado de piel, cuyas orejeras llevaba siempre caídas, con independencia del tiempo que hiciera.
Unos pantalones raídos, de color caqui, azotaban sus flacas piernas al caminar y sus brazos eran
esqueléticoscomolosdeunniñofamélico.Lasgruesaslentesapoyadasenelpuentedesunarizysu
boca,siemprebigotuda,ledabanunairededolor.Noseguíaningunapautaensuspaseos,sinoque
parecía caminar compulsivamente: a medianoche bajo un aguacero, explorando los senderos que
recorríanlazonaestedelapoblación,osudandobajoelsoldelamañanamientrasrecorríaelbarrio
histórico.
Nadiesabíagrancosadeél,aunquellevabaañosviviendoporallí.Yohabíaoídomencionarsu
nombreciertavezduranteunafiesta:MaxwellCreason.Sehabíahabladomuchodeélaquellanoche.
Eracasiunelementocaracterísticodelpaisajeurbano:todoslohabíanvistopasearpero,alparecer,
ningunohabíahabladonuncaconél.Nadiesabíadequévivíaycasitodosdabanporsentadoqueera
un sin techo, uno de los que se cobijaban regularmente en alguno de los pocos refugios de la
poblaciónotalvezunpacientedelhospitallocalparaveteranos;perolasespeculacionesnoibanmás
allá. En su mayoría se trataba de comentarios jocosos acerca de cómo vestía o de su obsesión por
caminar.Ningunodeloscomentarioseraagradable,enrealidad.
Yo jamás me había reído de él de esa manera. Para mí era un enigma y, en ciertos aspectos, la
personamásfascinantedelcondadodeRowan.Fantaseabainclusoconlaideadequealgúndíame
cruzaríaconélypodríapreguntarlequéeraloqueveíaenaquelloslugaresqueparecíafrecuentar
siempre.
Nooíabrirlapuerta,perodeprontolavozdeBarbaraamiespaldamesobresaltó.
—La verdad, Work… —comenzó—, ¿cuántas veces te he pedido que te tomes la cerveza en el
patiodeatrás?Parecesunpordioseroquehaocupadolacasayseasomaahífueraparaquetodoel
mundolovea.
—Buenas tardes, Barbara —dije sin volverme, pues tenía aún los ojos fijos en mi misterioso
paseante.
Alcaerenlacuentadelabrusquedaddesuspalabras,Barbarasuavizósutono:
—Tienesrazón,cariño.Losiento.Buenastardes.—Pudenotarcuandoseacercóunamezclade
perfumeydesdénquemeenvolviócomosifueraunacapadecenizas—.¿Quéestáshaciendo?—me
preguntó.
Nopodíaresponderasupregunta…¿Quépodíadecir?
—¿Verdadqueestodounpersonaje?—dije,señalándoloconungestodelacabeza.
—¿Quién?¿Él?—precisó,indicándolocomosiloapuntaraconunarmadefuego.
—Sí.
—¡PoramordeDios,Work!Avecesnoteentiendo.Deverasqueno.
Mevolvíporfin.Levantélavistahaciasurostroylaencontrémuybella.
—Venasentarteaquíconmigo.Comohacíamosantes.
Ellariodeunamaneraqueafeósurostroporunmomento,yyomedicuentaentoncesdequemis
esperanzasnoconseguiríancambiarnada.
—Antessolíallevartejanosazulestambién.Yahoratengoqueprepararlacena.
—Porfavor,Barbara.Solounpardeminutos.
Algodebiódenotarenmivoz,quelaobligóadetenersecuandoyadabamediavueltayasentarse
amilado.Afloróasuslabiosunasonrisay,aunquefuemuybreve,hizoquepensaraenlostiempos
enquelassonrisaseranespontáneasysinceras;enlosdías,notanlejanos,enqueunasonrisasuya
eracapazdedeslumbrarme.Yolaamabaentonces,ocreíaamarla,yjamásdudédelaelecciónque
habíahecho.Peroentoncesellatambiénconfiabaennuestrarectitudyhablabadenuestrofuturocon
un apasionamiento que se percibía como profético. Decía que seríamos la pareja perfecta, que
tendríamosunavidaperfecta;yyolacreí.Meconvirtióensudiscípulo,memostróelfuturoatravés
desusojos,yloviluminosoybrillante.
Aunquetodoestoocurriómuchotiempoatrás,todavíaahorapodíacerrarlosojosypercibiruna
sombradoradadeaquellavisión.¡Habíaparecidotanfácil…!
Quitéybarríconlamanolaresinadeunbrotedeprimaveraquehabíaaparecidoenlamadera
delescalón.Ella,entonces,seinclinódespacio,ycuandolavisentadaconlosbrazosapoyadosenlas
rodillas,creíverensusojoselaleteodelantiguoamor.
—¿Estásbien?—preguntó.
Lamiréypenséquesupreguntaerasincera.
Por un momento noté un nudo en la garganta y sentí que, si dejaba que salieran las palabras,
seguirían tras ellas las lágrimas. Por eso, opté por señalar nuevamente con un gesto la figura del
hombrequesealejabayaendirecciónalparqueydije,comoantes:
—¿Verdadqueestodounpersonaje?
—¡PorDios,Work…!—exclamóponiéndoseenpie—.Esunviejohorrible,yloquemásdeseo
esquedejedeunamalditavezdepasarpordelantedenuestracasa.—Memirabacomosiyofueraun
extraño,yamínosemeocurrióquédecirle—.¡Señor…!¿Porquétienesqueponermelascosastan
difíciles?Tomatucervezayveasentarteatrás.¿Quiereshaceresopormí,porfavor?
Mientras ella entraba en la casa, me restregué la cara. Hasta entonces no se me había ocurrido
pensarqueaquelhombreeraviejo,ymepreguntéporquésehabríadadocuentamimujerdeaquel
hechoyyo,encambio,no.Loseguíconlavistamientrasdescendíaporuntaludcubiertodehierba
hastalaorilladelpequeñolagosituadoenelcorazóndelparqueyseperdíadespuésenelcampode
juego,quedabalaimpresióndeirreduciendosusuperficieconelpasodelosaños.
Dentro,lacasaestabafría.LlaméaBarbaray,comonoobtuverespuesta,entréenlacocinaen
buscadeunacervezaquepensébeberme,aunquenoenaquelprecisomomento.Atravésdelapuerta
quecomunicabaconlasaladeestarviaBarbarainclinadasobreelperiódico,conunvasodevino
blancotodavíasinprobarasulado.Raravezlahabíavistotanquieta.
—¿Hayalgoenelperiódico?—preguntéconunavozquesonótenueinclusoenmisoídos.
Llevémicervezaalpozodesusilencioyfuiasentarmeenmibutacafavorita.Barbarateníala
cabezainclinada;sutezmostrabaelmismotonopálidodeloshuesosdeEzrayunasombraoscurae
inmóvilrellenabaloshuecosdesusmejillas.Cuandoalzólosojos,viquelosteníayaenrojecidosy
que se enrojecían aún más. Me pareció que sus labios eran más finos y por un momento la creí
asustada,peroenseguidasumiradaseserenó.
—¡Oh, Work! —exclamó, mientras las lágrimas resbalaban como aceite por las llanuras de su
cara—.¡Losientotanto…!
Leíentonceseltitulardelperiódicoymeparecióextrañoqueellapudierallorarcuandoyome
sentíaincapazdehacerlo.
Esanoche,mientrasaguardabaechadoenlacamaaqueBarbarasalieradelcuartodebaño,pensé
enelartículodelperiódico:enlascosasquesedecíanenélyenlasquesecallaban.Describíaami
padrecomounaespeciedesanto,undefensordelpuebloyunpilardelacomunidad.Estotrajode
nuevoamimenteelconceptodeverdadyladesnudasubjetividaddeloquedeberíaserpuraesencia.
Mipadrehubieravistoaquelartículocomounadecuadoepitafio,peroamímeprovocabanáuseas.
Contempléatravésdelaventanaunanochebañadaporelsuaveresplandordelaluna,delaque
solo desvié la mirada al oír una tímida tosecilla de Barbara. Mi mujer estaba de pie allí, inmóvil,
prendidaentrelalunaylaluzquesalíadelcuartodebaño.Llevabapuestoalgovaporosoquejamás
le había visto, y su cuerpo tenía un aspecto fantasmal bajo las gasas. Se movió al notar mi mirada
escrutadora,ysuspechossemovieronauna.Suspiernaseran,comosiempre,muylargas,peroesa
nochemeloparecíanaúnmásylazonadesombradesuunióntirabahaciaellademisojos.
Hacíasemanasquenonosamábamosymedicuentadequeentoncesseofrecíaamíporcierto
sentido del deber. Por extraño que parezca, aquello me conmovió y respondí con un vivo y casi
doloroso deseo. No necesitaba una esposa en ese momento. No quería ninguna comunicación, ni
sentimiento.Solodeseabahundirmeenlasuavidaddelacarneysentirlarealidaddeesedíadesde
mishuesos.
Barbaratomólamanoqueyolealargabayladeslizóbajolassábanassindecirnada,comosi
tambiénparaellalaacciónfueraalgoimpersonal.Labeséconfruición,saboreandoelgustosalado
deunaslágrimasapenasenjugadas.Mismanossemovieronsobreellayenellay,mientraslohacían,
dealgunamaneradesaparecieronsusropas.Barriómitóraxconsuscabellosyofreciósuspechosa
mi boca. Yo los mordí, oí su grito ahogado y después me abismé en el ímpetu de la sangre y el
entrechocardelacarnehúmedayfeliz.
4
Habíadescubiertoenlosúltimosañosquelacasasesumíaamenudoenunsilencioespecial.Era
como si la propia casa hubiera exhalado un profundo suspiro. Por eso, cuando me desperté a la
mañana siguiente, antes incluso de abrir mis ojos hinchados, supe que estaba solo. Y mientras
permanecía tendido en la cama, en los cinco segundos del primer día del resto de mi vida, me di
cuentatambiéndequemiesposahabíadejadodeamarme.Noséporquémesorprendiósemejante
constatación,perolociertoesquenopudeponerlaenduda.Eraunarealidad,comosonrealesmis
huesos.
Mirélamesilladenocheynovienellanadamásquelalámparayunvasodeaguaconelborde
plateado manchado de lápiz de labios. Barbara solía dejarme notitas: «He ido a la librería»; «Iré a
tomarcaféconlaschicas»;«Tequiero».Peroesoeraantesdequeanduviéramosmaldedinero.Me
preguntéadóndehabríaido,ysupusequeseríaalgimnasio,paraeliminarallíconelsudortodolo
quelequedabademídelanocheanterior.Habríaexaminadosurostroenelespejo,modeladouna
sonrisaensuscuidadasmejillasyfingidoquenohabíaprostituidosuvidaporunmatrimoniopoco
deseadoyunpuñadodebrillantesmonedas.
Saquélospiesdedebajodelassábanasymelevanté.Unvistazoalrelojmemostróqueerancasi
las siete. Sabía que me aguardaba un día movido. A esas horas, la noticia de la muerte de Ezra se
habríadifundidoportodoelcondadoyesperabaencontrarrepercusionesdeellaencualquierlugar
alquefueradurantelajornada.Entréenelbañoconestepensamiento,yallímeduché,meafeitéy
me cepillé los dientes. En el armario tenía un traje limpio, que vestí sin ganas, añorando tejanos
azules y chancletas. Después, en la cocina encontré una cafetera a medio llenar, me serví una taza,
añadílecheyfuiatomarmicaféfuera,bajounaluzdifusayuncieloamenazador.
Eratempranoparairalaoficinaylosjuzgadosnoabríanhastalasnueve,asíquedecidídaruna
vueltaconelcoche.Medijeamímismoqueiríasinrumbo,perodespuésmelopensémejor.Todas
lascarreterasvanaalgunaparte,endefinitiva;essolocuestióndeelegir.Laquetomémellevófuera
delapoblaciónyatravésdeGrant’sCreek.PasépordelantedelacasadelosJohnson,yviunletrero
escritoamanoenelqueseofrecíancachorrillosgratisaquienlesdieraunbuenhogar.Mipiedejó
de pisar el acelerador y frené. Por un instante, consideré la posibilidad de pararme, pero después
imaginélareaccióndeBarbaraysupequenomedetendría.Aunasí,mivelocidaddisminuyómucho
y tuve la vista fija en el espejo retrovisor mientras el letrero se hacía cada vez más pequeño y
desaparecíacomounasimplemanchablanquecina.Pasadalacurva,lavelocidadlímiteascendíaalos
noventakilómetrosporhora,yyolaalcancéaltiempoquebajabaloscristalesdelasventanillasy
echaba de menos a mi perro, que llevaba ya dos años enterrado. Intenté apartarlo de mi recuerdo,
peronoerafácil:habíasidounbuenperro.Asíquemeconcentréenconduciryfuisiguiendolalínea
amarillaqueibadejandoatráspequeñosedificiosdeladrilloyurbanizacionesconnombresdemoda
comoPlantationRidgeySaintJohn’sWood.
«Elcampoinvadiendolaciudad»,diríamimujer,olvidandoquemipadrecrecióenelSur,enuna
familiapobre.
AunosquincekilómetrosdeSalisbury,lleguéaladescoloridaseñaldecarreteraqueindicabael
camino de la granja Stolen. Aflojé la marcha y me metí por él, contento de oír el rechinar de los
neumáticosenlagravaylasvibracionesdelvolantebajomismanos.Elcaminocruzóunaparedde
árbolesyseadentróenunlugartodavíaintacto.
La granja Stolen era una propiedad antigua, casi tanto como el propio condado, que había
pertenecidodurantegeneracionesalamismafamilia:lashilerasdeárbolesqueladelimitabaneran
cedrosplantadosconanterioridadalaguerradeSecesión.Lagranjaensíhabíasidoenormeenotros
tiempos, pero las cosas cambian. El paso de los años la habían reducido a unas treinta y seis
hectáreas,yyosabíaquellevabaañosalbordedelaquiebra.Delafamilia,solovivíaVanessaStolen,
aquiendesdelainfanciaconsiderabantodosunainfelizdepocasluces.
¿Quéderechoteníayoapresentarmeallíconmisproblemas?Yoconocíadesobralarespuesta:
ningunoenabsoluto.Peronopuderesistirlatentación.Lahierbaestabaempapadaporelrocío,yella
habríapreparadocaféenelporchetrasero.Habríapreocupaciónensurostroalcontemplaraquellos
camposquepodíanhacerquecualquierasesintiesejovendenuevo,peroestaríadesnudabajolavieja
camisa de algodón que llevaba. Yo necesitaba ir a ella, porque sabía que me recibiría como había
hecho siempre; sabía que acercaría mis manos a su vientre cálido, que besaría mis ojos y me
aseguraríaquetodoibabien.Yyolacreería,comoentantasocasionesanteriores,aunqueestavez
estuvieraequivocada,terriblementeequivocada.
Me detuve en una curva del camino y avancé despacio hasta ver la casa. Se estaba cayendo a
pedazos y me dolió observar más ventanas cegadas en el piso de arriba, desde donde antes me
gustabacontemplardenocheellejanorío.Habíapasadoañoymediodesdelaúltimavezquehabía
estadoenlagranjaStolen,peroaúnrecordabasusbrazosycómoceñíaconellosmipechodesnudo.
—¿Enquépiensas?—mepreguntaría,consucaraapoyadaenmihombroyreflejándosecomoun
fantasmaenelcristaldelaventana.
—Encómonosconocimos—lediríayo…
—Nopiensesencosastandesagradables—merespondería—.Venalacama.
Aquellaeralaúltimavezquelahabíavisto.Perotodavíahabíaunaluzencendidaenelporche,y
yosabíaqueeraparamí.
Puse el coche marcha atrás, pero aún me quedé unos momentos. Siempre había sentido la
conexión que tenía Vanessa con aquel lugar. Sabía que no lo dejaría nunca y que algún día sería
enterrada en el pequeño cementerio oculto en sus bosques. Me decía a mí mismo que era hermoso
saber dónde ibas a pasar la eternidad, y me preguntaba si semejante certeza le aportaba a uno paz.
Posiblementefueraasí.
Dimediavueltaymemarché,dejandocomosiempredetrásuntrocitodemí.
Devueltaenlacintadeasfalto,elmundohabíaperdidosucarácterapacible,yelcaminohastala
oficinameparecióásperoyruidoso.Yollevabayanueveañostrabajandoauntirodepiedradelo
queloshabitantesdelalocalidadllamaban«lascasasdelosabogados»,queseencontrabanaldoblar
laesquinadelosjuzgadosyfrenteporfrentedelaviejaiglesiaepiscopaliana.Dejandoaparteunpar
de secretarias que trabajaban en el despacho contiguo al mío, la iglesia era el único atractivo que
había en toda la manzana, y yo conocía al dedillo los motivos representados en cada una de las
vidrierasdecristalemplomado.
Aparquéelcocheylocerréconllave.Elcielocomenzabaanublarseahora,porloquesupuse
queelhombredeltiempodeCharlotteestaríaenlociertoalpredecirquetendríamoslluviaaúltima
hora de la mañana; me pareció, en cierta manera, apropiado. En el momento de ir a entrar en la
oficina,meparéymevolvíamirarelcercodearcillarojaquebordeabamisneumáticoscomolápiz
delabios.Después,entréeneledificio.
Mi secretaria, la única que me quedaba, me recibió en la puerta con café y un abrazo que se
transformóeninconteniblessollozos.Porlarazónquefuera,leteníacariñoamipadreylegustaba
imaginarloenalgunaplaya,recargandolaspilasyapuntodevolverparairrumpirnuevamenteensu
vida. Me dijo que había habido numerosas llamadas telefónicas, en su mayoría de otros abogados,
para ofrecerme sus condolencias, pero también de periodistas locales, e incluso de uno que decía
telefoneardesdeRaleigh.Porlovisto,elasesinatodeunabogadoseguíateniendociertointeréspara
aparecerenletrasdemolde.Mepasóelmontóndecarpetasquenecesitabaparallevaralostribunales
—temasdetráfico,casitodosellos,másunorelativoaundelincuentejuvenil—,yprometióquese
encargaríadedefenderelfortín.
Salídeldespachominutosdespuésdelasnueve,conelpropósitodepresentarmeeneljuzgado
cuando ya hubiera comenzado la sesión, para evitar así innecesarios encuentros con curiosos o
personasdeseosasdeexpresarmesusimpatía.Porlamismarazóndecidíentrareneledificioatravés
delaoficinadelmagistrado.Lasalitadeespera,apesardelahoratemprana,estabayallenadelos
habituales malhechores y vagos. Dos hombres estaban esposados, en tanto que los agentes que los
conducían compartían un periódico y daban la impresión de aburrirse. Había una pareja que
presentaba una queja por agresión contra su hijo adolescente, así como dos sesentones
ensangrentados y molidos a golpes, pero demasiado cansados ya o suficientemente sobrios ahora
paraseguirpeleándoseelunoconelotro.Reconocíporlomenosalamitaddeellosporhabérmelos
encontradoyaeneljuzgadodelopenaldeldistrito:eranloqueennuestrajergallamamos«clientes
de por vida», que entran y salen del sistema aproximadamente cada dos meses por una acusación
menoroporotra:violacióndeunapropiedadprivada,agresión,tenenciailícita…,loquesea.Unode
ellosmereconocióymepidióunatarjeta,peroyomediunaspalmadasenlosbolsillosparaindicar
quelosllevabavacíosyseguíadelante.
Fuerayadelaoficinadelmagistrado,medirigíalazonanuevadeledificio,dondesereuníael
tribunaldelopenaldeldistrito.Pasépordelantedelpuestodebebidasybocadillos,regentadopor
una mujer medio ciega llamada Alice, y después me colé por una puerta que no ofrecía más
obstáculoquelaplaquitaquehabíaenellaconelrótulosoloabogados.Másalládeestapuertahabía
otra,estasídotadadeunacerraduradeseguridad.
Entré en la sala por la parte de atrás y el primero que advirtió mi presencia y me dedicó una
miradadeconmiseraciónfueunodelosalguaciles.Sugestofuecomounaseñal,puesalmomento
siguientetodoslosabogadospresentesmeestabanmirando.Vitantosrostrossinceramenteapenados,
que aquello me paralizó momentáneamente. Cuando tu vida es una mierda, resulta demasiado fácil
olvidar cuántas buenas personas hay en el mundo. Hasta la juez, una atractiva mujer madura,
interrumpió la lectura de las vistas programadas y me invitó a acercarme al estrado, donde me
expresósupesarenvozbajayenuntononotablementeafectuoso.Vientonces,porprimeravez,que
teníalosojosmuyazules.Despuésapretólevementemimanoconlasuyayyobajélavistaconun
brevedesconciertoalverlosgarabatosinfantilesquehabíadibujadoensublocdenotasjudiciales.
Me propuso aplazar mis casos, pero yo decliné su ofrecimiento. Entonces me apretó la mano de
nuevo,medijoqueEzrahabíasidoungranabogado,ymepidiófinalmentequeocuparamiasiento.
Durante las siguientes dos horas actué sin convicción y negocié apelaciones para clientes que
pudieranohaberconocidosiquiera;después,paséaltribunaldemenores.Miclienteteníadiezañosy
estabaacusadodeincendioconagravantesporhaberprendidofuegoaunacaravanaabandonadaen
laqueotroschicosmayoressereuníanparafumarhierbayfollar.Elmuchacholahabíaincendiado
sinlugaradudas,perojurabaquehabíasidounaccidente.Yonolocreía.
Elayudantedelfiscaldeldistritoquellevabalaacusacióneraungilipollaspagadodesímismo,
salidohacíaapenasdosañosdelafacultaddederecho.Fanfarroneabayeratanpocoapreciadopor
los fiscales como por los defensores…, un idiota, en suma, al que jamás se le había pasado por la
imaginación que un tribunal juvenil debe ocuparse más de ayudar a los chicos que de conseguir
elevadosporcentajesdecondenas.Presentábamoselcasoanteunantiguofiscalconvertidoenjuez,
queencontróculpablealchico;pero,aligualquelamayoríadelosqueteníamosalgodecerebro,el
juez pensó que el muchacho había hecho probablemente un servicio público y lo dejó en libertad
condicional:uncastigopensadotantoparareforzarlaautoridaddelospadrescomoparaaleccionar
alchico.Paramí,eralonormalylojustopueselmuchachonecesitabaayuda.
Elayudantedelfiscaldeldistritodejóescaparunasonrisillaautosuficiente.Seacercóalamesa
deladefensayechóhaciaarribaloslabiosparadejaraldescubiertosubocadentonaydecirmeque
sehabíaenteradodelodemipadre.Despuéssepasóporlosdientesunalenguadetintepurpúreoy
observó que la muerte de Ezra planteaba tantas preguntas como había dejado sin resolver la de mi
madre.
Estuveapuntodedarleunpuñetazo,perocomprendíjustoatiempoqueaquelloleencantaría,así
que me contenté con hacerle un corte de mangas. Vi entonces a la detective Mills; se hallaba algo
apartada,cercadelasalida,ymedicuentadequedebíadellevaralgúntiempoallí.Denoestaryotan
entumecido,aquellomehubieraalucinado:eslaclasedepersonaalaqueaunolegustairledetrás.
Cuandorecogímiportafoliosymeacerquéasaludarla,ellamecortóconungesto:
—Fuera—medijo,yyolaseguí.
Laantesalaeraunherviderodepersonasydeconversaciones,ylosabogados,alvernos,dejaban
dehablarynosmiraban.LadetectiveMillseraunadestacadainvestigadora;yo,elhijodeuncolega
asesinado.Noselocensuro.
—¿Quéocurre?—lepregunté.
—Aquí no —me dijo, agarrándome por el brazo y dirigiéndome hacia la escalera, en sentido
contrarioalflujodelagente.Caminamosensilenciohastaquedoblamosporelcorredorquellevaba
alaoficinadelfiscaldeldistrito—.Douglasquiereverlo—meexplicó,comosirespondieraaotra
preguntamía.
—Meloimaginaba—dije—.¿Tienenalgunapista?
Surostroeraseveroahora,loquemedabaaentenderqueaúncoleabaelasuntodeldíaanterior;
peroyoconocíaelpaño.Sialgoibamal,Millsaguantaríaeltipo,yyointuíaqueyasehabíacorrido
lavozdemivisitaallugardelcrimen.Eraalgoqueibaencontradetodoslostabúes.Lospolisno
permitíanquelosabogadosdefensorescamparanporelescenariodeuncrimenycontaminarantal
vezlasposiblespruebas.Brillantecomoeraysabedoradeloquehabíaquehacerparaguardarselas
espaldas,probablementehabríaincluidoensuinformetestimoniosdeotrospolicíasacercadeloque
yo había tocado exactamente y lo que no había tocado. También abundarían en él referencias al
propioDouglas.
Susilencionopodía,pues,sorprenderme.
ElaspectodeDouglaseraeldeunhombrequesehubierapasadoenvelatodalanoche.
—Nosécómohanpodidoenterarsetanprontolosmalditosperiódicos…—medijoencuantome
vioentrarporlapuerta,alavezquemedioseincorporabadelasiento—.Peroserámuchomejorque
túnotengasnadaqueverenello,Work.
Melimitéamirarlofijamente.
—Entra—siguió,ysedejócaerdenuevoensuasiento—.Cierreesapuerta,Mills.
LadetectiveMillscerrólapuertayfueacolocarsetraselhombroderechodeDouglas.Metiólas
manosenlosbolsillosdesustejanos,echandohaciaatrássucazadoraparamostrarlaculatadelarma
quellevabaenlasobaquera.Despuésserecostócontralaparedysequedómirándomecomosifuera
unsospechoso.
Era un viejo truco, al que probablemente recurría solo por hábito, pero con aquella postura
acentuabaalmáximosuimagendeperrosabueso.MefijéenqueDouglasseretrepabaensuasientoy
sedesinflabacomosiperdieraaireporunpinchazo.Eraunabuenapersonaysabíaqueyotambiénlo
era.
—¿Tenéisalgunapista?—pregunté.
—Nadasólidoaún.
—¿Hayalgúnsospechoso?—insistí.
—Prácticamente todo el mundo —replicó—. Tu padre tenía un montón de enemigos. Clientes
insatisfechos, hombres de negocios que no han sabido entenderlo, y quién sabe cuántos más. Ezra
hizomuchascosas,peroelcaminarprocurandonopisaranadienofueunadeellas.
Unaformademasiadosuavededecirlo,sinduda…
—¿Algunoenparticular?—pregunté.
—No—dijoDouglas,enarcandounaceja.
Mills carraspeó y Douglas dejó caer de nuevo su ceja. Era obvio que la detective se sentía
incómoda y supuse que ella y el fiscal del distrito habían estado discutiendo entre ellos acerca de
cuántoconvendríadecirme.
—¿Quémás?—pregunté.
—Pensamosquemuriólamismanochedesudesaparición.
Millsentornólosojosycomenzóacaminarporeldespachocomounhombrecondenadoadiez
añosenlamismacelda.
—¿Cómosabéiseso?—pregunté.Ningúnforensehubierapodidosertanpreciso.Noalcabode
añoymedio.
—Por el reloj de tu padre —respondió Douglas, demasiado veterano en esos temas para poder
regodearsedesuperspicacia—.Eraautomático.Eljoyeromehadichoquepodríafuncionartreintay
seishorasdespuésdequelapersonaquelollevarapuestohubieradejadodemoverse.Solohemos
tenidoquecontarhaciaatrás.
Penséenelrelojdemipadreeintentérecordarsiteníaindicacióndefecha.
—¿Ledispararon?—pregunté.
—Enlacabeza—respondióelfiscaldeldistrito—.Dostiros.
Recordé la camisa a rayas que cubría la cabeza de mi padre, la pálida curva de su mandíbula
expuesta… Alguien había tapado su rostro después de matarlo, una acción nada habitual para un
asesino.
Millssedetuvofrentealosampliosventanalesquedabanalbancolocal,alotroladodelacalle
mayor.Caíaunasuavelloviznayfinasnubesgrisestapabanelcielocomosifueranunaespeciede
pelusa,peroelsolseguíabrillandoatravésdeellas:recordéentoncesamimadreyaquellafraseque
siempremedecíadequelalluviayelsoljuntossignificabanqueeldemonioestabagolpeandoasu
mujer.
Millssecolocóanteelalféizarconlosbrazoscruzados,mientrasasuespaldaelfirmamentose
oscurecíaylasnubeserancadavezmásespesas.Alfinaldesaparecieronlosúltimosrayosdesoly
yosupusequelamujerdeldiabloestaríatendidaenelsueloysangrandoaesasalturas.
—Tendremos que ir a examinar la casa de Ezra —siguió Douglas, y yo asentí, súbitamente
cansado. Douglas hizo una pausa y añadió—: También tendremos que ir a registrar su despacho.
Revisarsusarchivosyaveriguarsidescubrimosquiénpodíatenermotivosparaestarresentidocon
él.
Aquellodespejómicabezaydeprontotodocobrósentido.Ezraestabamuerto.Subufeteeramío,
locualsignificabaqueDouglasylospolismenecesitaban.Permitirquelospolicíasrevolvieranen
los archivos de un abogado defensor era…, bueno, era como consentir que un abogado defensor
paseara por el escenario del crimen. Si yo me negaba, necesitarían una orden judicial. Habría una
audiencia, y probablemente yo ganaría. A los jueces no les hacía ninguna gracia minar la relación
privilegiadaentreabogado-cliente.
Comprendí entonces que el fiscal del distrito habría pensado todo esto cuando me llamó a su
despachoeldíaanterior,ylaideameresultóindescriptiblementetriste.Elquidproquoesunafea
cosaentreamigos.
—Déjamequelopiense—dije,yDouglasasintió,dirigiendounaenigmáticamiradaaladetective
Mills.
—Encontramoslasbalas—medijo—.Lasdosenelcuartito:unaenlaparedylaotraenelsuelo.
Yo sabía lo que aquello significaba. Era sumamente dudoso que Ezra hubiese entrado
voluntariamenteenaquelcuartucho.Lehabríanordenadoquelohicieraapuntadepistola.Elprimer
tiro lo había pillado de pie; le había atravesado el cráneo y había ido a empotrarse en la pared. El
segundoselohabíanasestadocuandoseencontrabatendido:elasesinohabíaqueridoasegurarse.
—¿Y…?—pregunté.
DouglasmiródenuevoaMillsycomenzóatirarsedesucejaderecha.
—Aúnnotenemoselinformedelforense,perofuerondisparadasporunrevólvercalibre357—
dijo Douglas, inclinándose hacia delante en su asiento, como si el movimiento le doliera en las
posaderas—. Hemos examinado los registros. Tu padre tenía un revólver calibre 357, un Smith &
Wessondeaceroinoxidable.—Yonodecíanada—.Necesitamoseserevólver,Work.¿Sabesdónde
está?
Sumanoderechasealzódenuevoysepusoatrabajarensuceja.Yomelopensécuidadosamente
antesdehablar.
—Notengolamásmínimaidea—respondí.
Élseechóhaciaatrásyapoyólasmanosenelregazo.
—Búscalo…,¿loharás?Yavísanosencuantoloencuentres.
—Loharé—prometí—.¿Esoestodo?
—Sí —dijo Douglas—. Llámame respecto a lo de estos archivos. Necesitamos tener acceso a
ellos.Ypreferiríanotenerquemolestaraljuez.
—Comprendo.—Erasinceroaldecireso.Mepuseenpie.
—Esperaunsegundo…—dijoMills—.Tengoquehablarcontigoapropósitodelanocheenque
tupadredesapareció.Hayunmontóndepreguntassinrespuesta.Ypodríahaberalgovaliosoenellas.
LanocheenlaquedesaparecióEzraeralamismanocheenquemuriómimadre.Noerauntema
fácilparamí.
—Después—dije—.¿Teparece?
Ellamiróalfiscaldeldistrito,quenodijonada.
—Deacuerdo.Peroqueseahoy—añadió.
—Estábien—asentí—.Hoy.
DouglassiguióensuasientomientrasMillsabríalapuerta.
—Seguiremosencontacto—dijoDouglasylevantólamanomientrasladetectiveMillscerraba
la puerta en mis narices. Fuera, en el vestíbulo, mientras los ojos de todos caían sobre mí como
dedos,mesentímuysolo.
Fui hacia la escalera de atrás y pasé de nuevo a través de la oficina del magistrado. No había
prácticamentenadieahora,ysaludéconungestoalamujerquesehallabadetrásdelarejilladetela
metálica.Ellamerespondióreventandounglobodegomademascaryyodesviélavistaensilencio.
Fuera,elsolseguíatapado,perolalluviasehabíatransformadoenfinaniebla,cuandoloqueamí
me hubiera apetecido más era un buen aguacero. Deseaba el gris encapotado del cielo, el susurro
constanteyelrepiqueteodelaguasurgidadelvacío;necesitabasentirenmirostrolapurezadelagua
y el peso sobre mí de un traje de tres temporadas convertido en una prenda definitivamente
inservible. Sin decisión ni acción, necesitaba difuminarme, ser apartado de la vista y colocado,
duranteunsusurrodetiempo,enunlugardondenadiemeconociese.Pero,enlugardeeso,megané
lamiradacuriosadedoschicos;enlugardeeso,meempapé.
Noeraaúnmediodíacuandoentréenlaoficina,ymisecretariasemostróintranquilacuandole
dijequesefueraacasa.Metióensubolso,intacto,elalmuerzoquesehabíatraídoporlamañana,un
montóndecuadernosyundiccionariodetérminosjurídicos,ydespuéssemarchóconairedolido.
Yo tenía que ir al piso de arriba para registrar el despacho privado de Ezra, pero su fantasma me
detuvo en las escaleras. Hacía seis meses que no había subido allí y ahora me sentía demasiado
deprimido para enfrentarme al esplendor polvoriento de un imperio de paja que inopinadamente
había pasado a ser mío. Decidí, por ello, agenciarme un almuerzo inocuo que me diera el valor
suficiente para encarar de nuevo el hogar de mi infancia y los recuerdos de huesos rotos tendidos
comounasuciaalfombrasobrelaseveraescalera.
Conduje por espacio de veinte minutos, buscando un lugar para almorzar que me ofreciera
alguna posibilidad de anonimato. Acababa de renunciar a buscarlo cuando di con la entrada a un
BurgerKing.Mecomíunpardehamburguesasconquesomientraspasabapordosvecesfrenteala
casa de mi padre. Era un reto para mí con sus gruesas columnas, sus abiertas ventanas que hacían
dañoalavistaylaperfectapinturadesualabastro.Máscastilloquecasa,estabaagazapadatrasfilas
desetosyarbustosdebojquemerecordabanlosfortinesquehabíavistoenciertaocasióncuando
EzrallevóalafamiliaalasplayasdeNormandía.Yosabíaquemipadrehabíadeseadodespertarmis
instintos para que pudiera continuar su cruzada contra el esnobismo de las viejas fortunas de esta
ciudadqueduranteañoshabíanafeadoelbrillodesusmagníficoslogros.Peroahoraeraconsciente,
como siempre lo he sido, de que eso no ocurriría jamás. Empeñarse en una guerra requiere
convicción,yaunqueyocomprendíalasfuerzasqueimpulsabanamipadre,noteníanadaquever
conellas.Existíanmuchasclasesdeveneno,yyonoeraunperfectoestúpido.
Me adentré por el camino de acceso de vehículos, pasé bajo las ramas cruzadas de árboles que
hacían de centinelas y de esta forma retrocedí en el tiempo, hasta mi infancia, que sentí a mi
alrededorcomovidriosrotos.Tintinearonlasllavesymesentéenelsilencioquesiguió.Viconlos
ojos de la imaginación muchas cosas que ya no existían: mi primera bicicleta y mis juguetes,
escacharradoshacíamuchotiempo;aunpadreconelrostroencendidoporsutempranotriunfo;ya
mimadrecuandotodavíavivía,felizaún,contemplandolasonrisainquisitivadeJean.Lointacto,sin
lapátinaamarillentadeltiempo;peroentoncespestañeéydesapareciótodo,comocenizasbarridas
porunsúbitoviento.
La policía no se había presentado aún allí y, cuando probé a entrar, me costó abrir la puerta
porqueestabaatascadaporfaltadeuso.Desconectéelsistemadealarmayfuiencendiendolaslucesa
medidaquerecorríalashabitaciones.Habíaunacapadepolvoenelsueloylassábanasquecubrían
los muebles de mi padre. Vi viejas huellas en las escaleras mientras bajaba lentamente por ellas,
recorría los dos comedores, la leonera, la sala de billar y llegaba a la puerta que conducía a la
bodegadevinodemipadre.Elaceroinoxidableteníaunbrilloapagadoenlacocina,quemehizo
pensarencuchillosconmangodeébanoymanosfinasypálidasdemimadre.
Busquéprimeroensuestudio,pensandoqueencontraríaelarmaenelcajónsuperiordesumesa,
juntoconelabrecartasdeplatayeldiariocontapasdepielquelehabíaregaladoJeanenlugardeun
nieto. No estaba allí. Me senté durante unos segundos en su silla y me quedé mirando la única
fotografía enmarcada que había: una desvaída instantánea en blanco y negro de un chamizo medio
derruidoydelaadustafamiliaquelohabitaba.Ezraeraelmásjoven,unchiquillogruesoconlas
piernassuciasydescalzo,quevestíaunmonodepantalonescortos.Observélasmanchasnegrasde
sus pupilas y me pregunté qué estaría pensando aquel día. Tomé el diario y hojeé sus páginas,
sabiendo que mi padre jamás hubiera confiado a un papel sus sentimientos más íntimos, pero
alentando,apesarmío,laesperanzadequelohubierahecho.Peroeldiarioestabaenblanco,asíque
volví a dejarlo donde lo había encontrado. Mis ojos recorrían la estancia intentando hallar alguna
sensación de aquel hombre al que antes había creído conocer, pero aquella habitación no me decía
nada. Estaba repleta de mapas antiguos, muebles de cuero y recuerdos de toda una vida… y, sin
embargo, ¡se notaba tan vacía! Me di cuenta de que la habitación en sí misma era un trofeo; podía
imaginarlo sentado allí, y sabía que podría sonreír en aquel despacho mientras su esposa yacía
sollozandoenlagrancamadelpisodearriba.
Sentado en su butaca, me sentí confusamente incestuoso, por lo que no permanecí allí mucho
tiempo.Aldejarsuestudionotéquemispisadasenelsuelocubiertodepolvonoeranlasúnicasque
había. Había otras más pequeñas, que me dijeron que Jean había estado allí. Las huellas iban del
estudio al vestíbulo, y después a la gran escalera. Desaparecían en el camino enmoquetado que
ascendía por el centro de la escalera, y reaparecían después en la madera dura del pasillo que
conducíaalahabitacióndemispadres.Yohacíamásdeunañoquenohabíasubidohastaallíylas
pisadaseranevidentes.Seperdíandenuevoenlaalfombrapersaquecubríaelsuelodeldormitorio,
pero junto a la cama y la mesilla de noche donde esperaba encontrar el revólver, había una huella
mediomarcadaenelpolvo.Mefijéenellechoyviquemostrabaenelcentrodelacolchaunahuella
semicircular,comosialgúnanimalsehubieraenroscadoallí.
Busqué el revólver, no encontré nada y finalmente me senté en la cama y alisé la colcha para
quitar aquella huella. Tras unos instantes más de reflexión, me levanté y salí de la casa. Lo hice
arrastrandolospiesparanoagitaraquelsuelocubiertodepolvoenelqueantañohabíanjugadodos
niños.
Yaenelexterior,meapoyécontralapuertacerrada,esperandotalvezqueladetectiveMillsse
presentara por el camino para vehículos con una docena de coches patrulla siguiéndola. Traté de
serenarmirespiración,quesonabaagitadayfuerteenunmundodeinsólitosilencio.Dealgúnlugar
llegabaelolordehierbareciénsegada.
Recordaba el revólver de mi padre de la noche en que lo vi apuntado contra el rostro de mi
madre.Cuandomipadremedescubrióallí,enlapuertadeldormitorio,tratódefingirquesetrataba
deunabroma,peroelterrordemimadreerareal.Loadvertíensusojosllenosdelágrimas,ensu
postura,enlaformacomosusmanostirabandelcinturóndesubatacuandomedijoquevolvieraala
cama.Mefuiporqueellamelopidió,peroahorarecordabaelsilenciodelacasayelchirridodelos
muelles de la cama mientras ella intentaba hacer las paces del único modo que sabía hacerlo. Esa
nochelleguéaodiaramipadre,peromecostómuchotiempodarmecuentadelaintensidaddeesa
emoción.
Nunca supe por qué discutían, pero aquella imagen jamás cicatrizó y, mientras me alejaba de
aquellugar,penséenlaslágrimasdemipropiaesposayensucansadasumisiónlanocheantes:la
pobre satisfacción que obtuve de su pequeñez mientras me aprovechaba vergonzosamente de ella.
También Barbara había llorado y, al recordar el sabor salado de sus lágrimas, pensé que por un
instantehabíasabidocómosesentíaeldemonio.Sexoylágrimas,aligualqueelsolylalluvia,se
suponequenodebencoexistirenelmismomomento;peroparaunalmacaída,unactodebondad
podíaaveceshacerquemesintierabienyahuyentarelinfiernodemí.
Bajé hasta donde había aparcado mi coche, arranqué y, mientras pasaba nuevamente bajo los
árbolesqueguardabanlacasaymedirigíahaciamihogar,mispensamientosestabansuciosporel
polvodelugaresalosquemimentenovolveríanunca.
5
Todoloquedeseabaeraquitarmeeltraje,tumbarmeenlacamayencontraralgúnalivioenaquel
horizontenegroyarenoso,peroenelinstanteenquegiréenlacarreterahaciadondesealzabami
casa,medicuentadequenoibaaocurrirnadadeaquello.Lacurvaencuestadelcaminodeacceso,
que en ocasiones como esta debería dar la bienvenida a un hombre, rebosaba hoy de relucientes
vehículosdecolornegroyplata.Lostiburonessehabíancongregado.Habíanacudidolasamigasde
mi mujer, cargadas con sus melifluas pamplinas, sus chismorreos y sus ávidas preguntas: «¿Cómo
habíamuerto?».«¿CómolosobrellevabaWork?».Y,después,cuandoBarbaranopodíaoírlo:«¿En
quéasuntoestabametido?Heoídoquelehandisparadodosbalasenlacabeza…».Paraañadirluego
envozmásbajaaún:«Probablementeselomerecía».Másprontoomástarde,algunadeellasdiríalo
que muchas pensaban: «¡Purria blanca!», murmurarían, y los ojos centellearían por encima de los
labios, partidos por demasiadas sonrisas tensas. ¡Pobre Barbara…! Idealmente, debería habérselo
pensadomejorantesdecasarseconmigo.
Porprincipio,yomeneguéavermeexpulsadodemipropiacasa,peromicochesenegóadar
media vuelta en el estrecho camino de acceso. Así que, en vez de hacerlo, seguí para ir a comprar
cervezas y cigarrillos en el autoservicio que hay al lado del instituto. Pensaba ir con la bolsa al
estadiodefútbol,subirlasgradasyemborracharmelentamentesobreelrectángulodehierbareseca.
Perolaverjadelestadioestabacerradaconllaveyconunafuertecadena,demasiadoaltaparapoder
tirardeella.Regresé,pues,conelcochealacasademipadreymepuseabeberenelcaminode
acceso.Habíadadocuentadelamayorpartedelpaquetedeseislatasantesdedecidirmearegresara
casa.
Cuando doblé el camino en dirección a ella, vi que el número de coches había aumentado,
dándole un desgraciado aire festivo. Aparqué en la calle, dos casas más abajo, y caminé hasta la
entrada. Dentro, me encontré a toda la gente que había pensado encontrar: nuestros vecinos, varios
conocidosdefueradelaciudad,médicosysusesposas,propietariosdenegociosylamitaddelos
parroquianos del bar local, incluido Clarence Hambly, quien durante muchos años había sido el
mayorrivaldemipadre.Fueélquiencaptódeinmediatomiatención,puestoquedestacaba,altoy
desdeñosoinclusoenaquellareunióndegenteadinerada.Teníalaespaldareclinadacontralapared,
elcodoapoyadoenlarepisadelachimeneayunvasodebebidaenlamano.Élfueelprimeroen
verme,yapartólavistacuandonuestrosojosseencontraron.Yomedesentendídeél,considerándolo
unamolestiamenor,yexplorélahabitaciónconlamiradaenbuscademimujer,alaquevienelotro
ladodelasala.Mirándola,pudedeciralinstante,sinperderniunsegundoenpensarlo,queerauna
hermosa mujer. Tenía una tez impecable, pómulos altos, ojos centelleantes. Aquella noche lucía un
peinado perfecto y estaba asombrosa en su vestido más caro y de última moda. La rodeaban sus
amigasmáshabituales,mujerescuyasmanosestabanfríasporlasjoyasyelcalortenuedelasangre.
Encuantomevio,dejódehablarysusamigassevolvieronamirarmetodasauntiempo.Susojos
hicieronmidisección,fijándoseenlalatadecervezaquellevabaenlamanoy,cuandoBarbaradejó
sucírculo,noledijeronnada,peroyoimaginésusafiladaslenguasdesollándomelaespalda.Encendí
otro cigarrillo y pensé que aún tenía que disponer el funeral. Al momento siguiente, Barbara se
materializóamiladoyporunmomentoestuvimosjuntosyasolaslosdos.
—Hermosafiesta—dije,yarenglónseguidosonreíparaquemispalabrasnosonarandemasiado
crueles.
Ellaapoyóunoslabiosdurosenmimejilla.
—Estásbebido—medijo—.Hazelfavordenoponermeenevidencia.
Aquel hubiera podido ser el momento más bajo, si Glena Werster no lo hubiera elegido para
aparecerporlapuertadeentrada.Exhibíaunaradiantesonrisaquehacíapareceroscurossusdientes,
y su vestido negro era demasiado corto y demasiado ceñido. Verla en mi casa me ponía enfermo.
PenséenJeanyenloduroqueseleteníaquehacersubirlaescalinatadelamansiónconpilaresde
GlenaWerster.
—¿Quéhaceesaaquí?—pregunté.
Barbara miró por encima de su vaso de vino mientras Glena se instalaba en un rincón, en el
centrodesucamarilla,yyoadvertíunanotadeinquietudenlosojosdemimujer.Cuandosevolvió
haciamí,sumurmullofuesevero:
—Pórtatebien,Work.Esamujeresmuyimportanteenestaciudad.
Yoyasabíaque,paramiesposa,«serimportante»significabaqueGlenaWersterpertenecíaala
junta del club de campo, era asquerosamente rica y disfrutaba arruinando reputaciones solo por el
placerdehacerlo.
—Nolaquieroaquí—dije,eindiquévagamenteelgrupodemujeresapiñadasbajoelretratodel
padredeBarbara—.Noquieroaningunadeellasaquí.—Meinclinéhaciasucarayellaseapartótan
rápidamente que pienso que mi olor la echó atrás instintivamente. Aun así, le dije—: Tenemos que
hablar,Barbara.
—Elsudortehaempapadolacamisa—dijo,introduciendotresdedosatravésdelosbotonesque
lacerrabanbajomicuello—.¿Porquénosubesacambiarte?—Empezóaalejarse,perodeprontose
volvió.Alargólamanohaciamicarayyolainclinéhaciaella—.Yaféitatetambién,¿quieres?
Almomentosiguienteyasehabíaapartadodemíparavolveralcírculodesusestiradasamigas.
Mequedésolo,pues,perdidoenmipropiacasamientraslagentepronunciabapalabrasamablesy
yoasentíacomosiestuvieradeacuerdocontodoloquemedecían;aunasí,existíaenunaespeciede
mágicosilencio,ylaspalabrasamablesrompíansobremícomoeloleajesobrealguiendesplomado
enlaplayamediomuerto.Unaspocaseransinceras,peronadiecomprendíalomásbásicoacercade
mipadre…,loquelohacíataninexplicable,tanextraordinarioytanmalvado.
Peregrinando a través de palabras inconexas me encaminé a la cocina, donde había esperado
poderencontrarunacervezafría.Pero,enlugardeeso,mehalléconlasorpresadeverallíunbar
perfectamente dispuesto, lo que hizo que me maravillara confusamente de mi mujer que, en la fría
secuela de una muerte, aún era capaz de improvisar lo necesario para una ocasión así. Pedí un
bourbonconhielo,yenaquelmismoinstantenotéunamanoapoyadaenmihombroyunavozque
parecíatriturarelhieloyqueseuníaalamíaparadecirlealcamareroquefuerandosenvezdeuno.
MevolvíyviamiladoaldoctorStokes,mivecino,cuyosrasgoscorreososybarbablancaledaban
ungranparecidoconlasfotografíasdeMarkTwain.
—Gracias —le dijo al camarero, y después me apartó del bar con su mano firme de médico,
diciéndome—:Demosunpequeñopaseo.—Meguioatravésdelacocinay,después,haciaelgaraje,
donde los últimos rayos del sol proyectaban polvorientos rectángulos sobre el cemento gris del
suelo.Mesoltóenelespaciovacío,ydespuéssesentóenlosescalonesdelporchetrasinvitarmea
queyoloimitaraconungruñidoyunareverencia.Bebióuntragodesuvasoychasqueóloslabios,
relamiéndose—:Estesíqueesunbuenamigo—dijo.
—Sí—asentí—.Puedeserlo.
Lovimirarmeconcuriosidadmientrasdabacuentadesubebidayencendíauncigarro.
—Heestadoobservándote—dijofinalmente—.Notienesbuenaspecto.
—Hetenidounmaldía.
—Noteestoyhablandodehoy.Llevoañospreocupadoporti.Soloquenoteníalaoportunidadde
decírtelo…,yameentiendes.
—¿Quéesloquehacediferentelasituaciónhoy?—pregunté.
Memiróyexhalóunhumoazulado.
—Llevocasadocincuentaycuatroaños—respondió—.Pensarásquenomehasvistonuncaasí,
comositumejoramigoteacabaradedarunpuntapiéenlaspelotas.Peronohacefaltaserungenio
paraverlo;mimujersehafijadotambién.—Sesacudiódelaperneradelpantalónunaimaginaria
pelusa,estudiósucigarroyprosiguió—:Bueno…,nopuedohacernadaacercadetuesposa…,enfin
decuentas,elmatrimonioesalgoenloqueunonopuedeinterferirse…,perohayciertascosasque
deberíasoír,ysémuybienqueningúnotrovaaquererdecírtelas.
Puesto que no sabía qué decirle, coloqué mi vaso en una carretilla volcada y encendí un
cigarrillo.Elsilencioseprolongómientrasguardabaelpaqueteenelbolsillodemicamisa.Cuando
volví a levantar la vista, vi que los ojos del doctor aparecían velados por sombras ahora. Eso me
entristeciósingularmente,porquesusojosteníansiempreelbrillodelafecto.
—Tupadreeraelmayorgilipollasqueheconocidoenmivida—sentenció,yacontinuacióndio
unachupadaasucigarrocomosiacabaradehaceruncomentarioacercadeltiempo.Yonoobjeté
nada,porloqueelancianocontinuóalcabodeunospocossegundos—:Erauncochinoegoísta,cuya
únicaambicióneraadueñarsedelmalditomundo…,peroesotúyalosabes.
—Sí—asentí,aclarándomelagarganta—.Esoyalosé.
—Unhombrepropensoaodiar,además,perocapazdemirartealosojosmientrasteclavabael
cuchillo,sientiendesloquequierodecir.
—No,noloentiendo.
—Quierodecirqueeraunhombresinceroensuavaricia.Comopodíaverlocualquieraquefuese
sincerotambién.
—¿Yeso?—inquirí.
—¿Te parece que he acabado de hablar? —me preguntó, y yo no supe qué decirle—. Deja que
siga, entonces… Estaba también Jean. A mí no me agradó nunca la forma como educaba a tu
hermana. Me parecía estar desaprovechando un talento sin tacha. Pero uno no puede elegir a sus
padres,yesafuesudesgracia.Aellalaheobservadoigualmenteypiensoquetodoleirábienahora
queEzraestámuerto.
Nopudereprimirunaásperacarcajada.
—¿De verdad crees que la has observado de cerca? —pregunté, pensando en lo mucho que
distabaJeandeestarbien.
Inclinóelcuerpohaciadelante,yadvertíunsúbitodestelloensusojos.
—Másdecercaquetú,apostaría—replicó,ylaverdaddesuobservaciónmeescoció—.Perono
estoypreocupadoporella.Erestúquienmepreocupas.
—¿Yo?
—Sí,yahoracierralaboca.Esoesloquehevenidoadecirte.Asíqueprestaatención…Tupadre
fue un gran hombre, con amplias visiones y grandes sueños. Pero tú, Work…, tú eres un hombre
mejor.
Sentíelescozordelaslágrimasenmisojos,ydeseéfervientementequeaquelhombrehubiera
sidomipadre.Teníaensurostrotalexpresióndesinceridadsincomponendasymovíasusgruesas
manoscontalconvicción,queporunmomentolocreí.
—Eresmejorqueélporquetúnodeseasgrandescosaspormotivospequeños.Eresmejorporque
tepreocupas…portusamigosytufamilia,porlascosasjustas…,comosevioporlaformacomo
apoyasteatumadre.—Hizounapausayasintióconungesto—.Notedejesasfixiarporlastareasde
Ezra,Work.Tengoochentaytresaños,lossuficientesparahaberaprendidounpardecosas;ylamás
importantedetodasesesta:quelavidaescondenadamentecorta.Decideloquetúquieresser.Sétu
propiodueñoysacalomejordetimismo.
Sepusoenpielentamenteyoíloscrujidosdesusarticulaciones.Comoelhieloalrechinarcontra
elcristalenelvasodelqueestababebiendo.
—Entierra a tu padre, Work, y cuando estés listo, nos encantará que vengas a casa a cenar. Yo
conocíabienatumadre,queDioslatengaensuseno,ymegustarácharlarcontigodesusbuenos
tiempos.Yunaúltimacosa…,nopierdaselsueñoporBarbara.Esunamalapécorapornaturaleza,
noporelección.Asíquenoseasdemasiadodurocontigoporsucausa.
Me guiñó el ojo y sonrió a través del humo de su cigarro. Yo le agradecí que hubiera venido,
porque no se me ocurría qué otra cosa podría decirle. Después cerré la puerta tras él y me senté
dondeéllohabíahecho,enelmismoescalóndemaderatibioaúnporsusestrechasposaderas.Bebí
bourbon aguado, pensé en mi vida y deseé que el anciano tuviera razón en todo lo que me había
dicho.
Finalmente,agotéelcontenidodemivaso…,peroesoteníaremedio.Mirelojseñalabaqueeran
casilascincodelatardey,allevantarme,penséporunmomentoenladetectiveMills:nolahabía
llamado,perotampocomepreocupabanohaberlohecho;todoloquequeríaenaquellosmomentos
era beber más. Entré y salí de la cocina sin decir ni una palabra a nadie; y, si aquello ofendió a
alguno, peor para él. Yo ya me había hartado de charla. Así que retorné a mi húmedo retiro en el
porche para ver cómo iban avanzando las sombras y beber mi bourbon tibio. Permanecí en aquel
desapaciblelugareltiemposuficienteparaquelaluzdisminuyeraylasparedesdelacasadieranla
impresión de desmoronarse. Yo no era un borracho irritable; no me pondría a lloriquear ni me
abandonaríaaimaginaciones.Michaquetafueapararauncajónllenodehierbacortadaqueyono
vaciabanuncaymicorbataacabóatadaaunclavoquehabíaenlapared,peroconservépuestasel
restodemisropas,loquereconozcoquemecostó:deseézarandearlotodo,romperconmiactitud
complaciente…,yenunmomentodelocurainclusomeimaginéamímismocorreteandoencueros
por la casa. Hablaría con las amigas de mi mujer y las desafiaría a fingir, en la siguiente reunión
socialquecelebraran,queaquellonohabíasucedidonunca;yellasaccederíanahacerlo:diríanque
yosiemprehabíaestadovestido.Porqueasítodaspodríanmirarmealacaraatravésdelosvasoso
enlacenadelasemanasiguiente,preguntarcontodatranquilidadquétalmeibaelbufeteydecirme
despuésqueelfuneraldemípadrehabíasidoespléndido.
Necesitabareírmeynecesitabamataraalguien.
Pero no hice lo uno ni lo otro. Entré, en cambio, en la casa… y conversé. Eso sí, con la ropa
puesta;ysisoltéalgunatontería,ningunomedijounasolapalabraalrespecto.Hastaque,finalmente,
salídecasayfuiasentarmeenelinteriordemicoche,conlasventanillasabiertas;ymientrasestaba
instaladoallí,conlaluzrojadelsalpicaderoiluminándomecomounasegundapiel,digraciasaDios
porunacosa:porqueapesardeestarperdidamenteborrachoyhaberestadoconfundiendorostrosy
palabrasquenoteníanparamíningúnsignificado,nohabíadejadoescaparniunasolapalabraacerca
delúnicopensamientoirrecuperablequemeobsesionaba.Y,albuscarmisojoscansadosenelespejo,
reconocí,paramí,porlomenos,quecreíasaberquiénhabíamatadoamipadre.
Motivo.Medios.Oportunidad.
Sedabanlastrescosas,sisabíasdóndemirar.
Peroyononecesitabamirar.Nuncalohacía.Poresogiréhaciaarribaelretrovisoryloaparté.
Despuéscerrélosojosypenséenmihermana,yenunostiemposquenoeranmenosdurosporsu
sencillez.
—¿Estásbien?—lepreguntéaJean.
Ellaasintió,mientraslaslágrimascaíandesupequeñabarbillayempapabansustejanosblancos
como lluvia en la arena. Sus hombros se hundían con cada sollozo, hasta el punto de parecer
humilladayrota,conelflequillotapándolelojustolapartesuperiordesurostro.Desviélavistade
lospequeñoscírculosgrisesdelllanto,evitandomirarlasangrequeleescurríadeentrelaspiernas.
Rojaylíquida,empapabatambiénlospantalonesnuevosdelosquesesentíatanorgullosa:losquele
habíaregaladonuestramadreaquellamañanadesuduodécimocumpleaños.
—Hellamadoapapáymehadichoquevendríaabuscarnos.Pronto,teloprometo.Esloqueme
hadicho.
Ella no decía nada y yo observaba cómo se oscurecía el rojo de la mancha. Sin pronunciar
palabra,mequitélachaquetaylaextendísobresuregazo.Memiróentoncesdeunaformaquehizo
quemesintieraorgullosodesersuhermanomayor,comosiesolocambiaratodo.Despuésdeslicéun
brazosobresushombrosyfingíquenoestabamortalmenteasustado.
—Losientomucho—dijoella,llorosa.
—Todovabien—ledije—.Notienesporquépreocuparte.
Estábamosenelcentro,enunaheladería.MamánoshabíadejadoallídecaminoparaCharlotte,
dondepasaríalatarde.Teníamoscuatrodólaresparaheladosyplanesparavolvercaminandoacasa.
Yo apenas sabía lo que era la regla en una chica. Cuando vi por primera vez la sangre, pensé que
podíateneralgunaherida,ysololuegomedicuentadequellevabaunratovertiendolentaslágrimas.
—Nomires—mehabíadicho,yhabíainclinadolacabezaparaquenovieraquelloraba.
Papánovinonunca,yalcabodeunahoranospusimosacaminarhaciacasa,llevandoellami
chaquetaanudadaalacintura.Habíacasicincokilómetros.
Ya en casa, Jean se encerró en el baño hasta que regresó mamá. Yo me senté en el porche
delantero,buscandovalorparadecirleamipadrequeeraunmalnacido—pornocuidardeJean,por
hacerunmentirosodemí—,peroalfinalnoledijenada.
¡Cuántomeodiéamímismo!
Cuando desperté era prácticamente de noche. Había un rostro en mi ventanilla y yo pestañeé
sorprendido por las gruesas lentes y las pobladas patillas. Instintivamente me eché para atrás, y no
soloporladesagradableaparienciadelhombre.
—Bueno…—gruñó—.Penséquepodíasestarmuerto.
Teníaunavozgutural,conunmarcadoacentosureño.
—¿Qué…?—pregunté.
—No deberías dormir en tu coche. Es peligroso. —Me miró de arriba abajo, atisbó el asiento
trasero—.Unmuchacholistocomotúdeberíatenermejorjuicio.
Lacaraseretiróyelhombredesaparecióalpunto,dejándomemedioadormiladoybebidoaún.
¿Quédemonioseraaquello?Abrílaportezuelaysalídelcoche,agarrotadoydolorido.Mirécalle
abajoylovipasardelaluzalaoscuridad,conunlargoabrigocuyosbajosflameabanalaalturade
sus tobillos, y gorro con amplias orejeras. Era mi paseante del parque: por fin, tras años de
silenciosascaminatas,élyyohablábamos.Eramigranoportunidad.Podíaponerpieenlacalzada,ir
trasélenlaoscuridad,formularlemispreguntas…,peronomemoví.
Lodejéescapar,ylaoportunidadseperdióenlaparálisisdelaindecisión.Memetíenelcoche;
notabalabocapastosaybusquéenlaguanteraunchicleounapastilladementa,peronoencontré
ninguna de las dos cosas. En su lugar, encendí un cigarrillo, pero sabía horrible y lo arrojé
enseguida.Mirelojmarcabalasdiezdelanoche.Habríadormidodos,talveztreshoras.Atisbépor
lacalleendirecciónamicasa.Loscochessehabíanidoya,peroaúnhabíalucesenlacasa,deloque
dedujequeBarbaraestabadespierta.Amílacabezamedabapunzadasysabíamuybienquediscutir
ahoraconellaeramásdeloquepodíasoportar.Loqueechabademenosrealmenteeraotracerveza
y una cama vacía. Pero tenía otra cosa completamente distinta que hacer y, mientras permanecía
sentadoallí,comprendíquehabíaestadoposponiendoloinevitable.TeníaqueiraldespachodeEzra,
parahacerlaspacesconsuespírituybuscarsurevólver.
Giré la llave de contacto, pensé en todos los estúpidos borrachos a los que había defendido de
acusacionesporconducirbajolosefectosdelalcoholydespuésmedirigíalaoficina.Eraundíaa
propósito.
Aparqué en la parte de atrás, como hacía siempre, y me introduje por el estrecho pasillo que
discurreentrelasaladedescanso,lahabitacióndelafotocopiadorayeldepósitodematerial.Cuando
salíalazonaprincipaldeoficinas,encendíunaluzytirélasllavessobrelamesa.
Oíentoncesalgoenelpisodearriba,unchirridoyungolpesordoacontinuación,ymequedé
helado.
Silencio.
Permanecíquietoescuchando,peroelsonidonoserepitió.PenséenelespíritudeEzra,perola
idea no me pareció divertida, y me pregunté si no lo habría imaginado todo. Moviéndome con
lentitud,fuihacialapartedelanteradelaoficinaencendiendotodaslasluces.Elhuecodelaescalera
quesubíaalosdominiosdeEzraatraíatodamiatención,consuoscuridadysusparedespulidasy
lustrosas.Micorazónestabaalertaypalpitanteynotabaenmíelsudorinsanodelbourbon.Meolía
mí mismo en mi inmovilidad y me pregunté si, después de todo, no sería en realidad un cobarde.
Luegoalcancéciertadosisdecalmaymedijequelosedificiosantiguosseasientanydanlugaraque
loshombresborrachosimaginencosas.MerecordéqueEzraestabamuerto.
Eché un vistazo a mi alrededor, pero todo parecía estar como siempre: escritorios, sillas,
archivadores…,todoenorden.Mirédenuevoalaestrechacajadelaescalerayempecéasubir.Me
movíadespacio,Conunamanoenlabarandilla.Cincoescalonesmásarribameparé,creyendohaber
notado un movimiento. Di, titubeando, un paso más, oí algo y me detuve. Pero entonces, en aquel
preciso momento, descendió a toda prisa sobre mí algo enorme, oscuro, que se estrelló contra mi
pecho y me hizo caer. Sentí un instante de ciego dolor; y, después, me envolvió una completa
negrura.
6
Viluz.Vacilóycesó;despuéstemblódenuevo.Medolíaalavista.Yonolaquería.
—Estávolviendoensí—dijounavoz.
—Bueno…,porlomenosyaesalgo.—Reconocílavoz:eraladeladetectiveMills.
Abrílosojosalabrillanteydifusaluz.Parpadeé,peroeldolordemicabezanodesapareció.
—¿Dóndeestoy?
—Enelhospital—respondióMillseinclinóelcuerposobremí.Nosonreía,peropodíaolersu
perfume:denso,comoeldeunmelocotónquellevarademasiadotiempoenelbolso.
—¿Quéhaocurrido?
Millsseagachómás.
—Dínoslotú—meinstó.
—Nolorecuerdo.
—Tu secretaria te encontró esta mañana al pie de la escalera. Tuviste suerte de no partirte el
cuello.
Meincorporéparareclinarmeenlosalmohadonesymiréamialrededor.Unascortinasverdes
rodeaban mi cama. A los pies de ella había una enfermera de aspecto corpulento, que sonreía
bucólicamente.Oíavocesdehospitalyolfateabaolorahospital.BusquéaBarbaraconlamirada.No
estabaallí.
—Alguienmearrojóunabutaca—dije.
—¿Cómodices?—preguntóMills.
—La butaca de Ezra, creo. Estaba subiendo la escalera y alguien empujó la butaca para hacerla
caerencimademí.
Millsguardósilenciolargorato.Estabaobservándomemientrassegolpeabalosdientesconsu
pluma.
—Hehabladocontuesposa—medijo—.Segúnella,anocheestabasbebido.
—¿Yeso?
—Muybebido.
Miréaladetectiveconmudasorpresa.
—¿Estás diciendo que me caí rodando por las escaleras? —Mills no respondió, y yo sentí el
primerramalazodeira—.Mimujernosabríasiunoestáonoborracho,amenosquelepegaraun
mordiscoenelculo.
—Hecorroboradosudeclaraciónconvariaspersonasqueestuvieronenvuestracasaanoche—
dijoMills.
—¿Quiénes?
—Esonoesrelevante.
—¡Relevante…! ¡Santo Dios, Mills…, hablas como un abogado! —Ahora estaba furioso. Sobre
todoporquemedabacuentadequemetratabacomosifueraunidiota—.¿Hasestadoenmioficina,
detectiveMills?
—No—replicó.
—Pues,entonces…¡ve!—ledije—.Veamirarsiesabutacaestáallíono.
Ella me estudió, y pude asistir a su debate interior: «¿Estaba hablando en serio aquel tipo, o
simplementeletomabaelpelo?».Sialgunavezmehabíaconsideradounamigo,veíaclaramenteque
ya no era así. Su mirada era intolerante, y supuse que la presión la estaba venciendo. Se habían
publicado muchas historias en la prensa —retrospectivas acerca de la vida de Ezra, especulaciones
conpalabrasveladasapropósitodecómomurió,vagosdetallesdelainvestigaciónencurso—yen
todasellassemencionabarepetidamenteaMills.Yocomprendíaqueaquelcasolaencumbraríaola
destrozaríapero,poralgunarazón,habíaimaginadoquenuestrarelaciónpersonalpermaneceríaal
margen.
—¿Cómo se llama tu secretaria? —preguntó. Se lo dije y se volvió hacia la enfermera, que
parecíaincómoda—.¿Hayalgúnteléfonocerca?—Laenfermeralerecomendóqueemplearaunode
lasaladeenfermeras.Alfondodelvestíbulo.Lasegundapuerta.Mills,entonces,sevolvióamirarme
—. No te vayas de aquí —dijo, y yo casi sonreí antes de darme cuenta de que no me lo estaba
diciendoenbroma.
Se abrió paso a través de las cortinas y desapareció. Estuve oyendo durante un rato su taconeo
sobrelasbaldosas,ymequedéasolasconlaenfermera,queseacercóymeahuecólaalmohada.
—¿Estoyenlasaladeurgencias?—lepregunté.
—Sí, pero los sábados por la mañana no hay mucho jaleo. Se han acabado los tiros y los
navajazoshastalanoche.—Sonrióaldecirlo.Ydeprontoseconvirtióparamíenunapersonareal.
—¿Quéesloquetengo?
—Oh…,nadadeparticular.Algunascontusionesytodoeso.Puedequeeldolordecabezaledure
algomásdeloquecabíaesperar.—Otrasonrisaymedicuentadequeyonoeraelprimercasode
resacadefindesemanaquehabíavisto—.Ledaránprontodealta.
Apoyémisdedosenlatibiacarnedesuantebrazo.
—¿Ha venido a verme mi esposa? Metro sesenta y cinco. Cabello negro, corto. Guapa. —Me
miróinexpresiva—.Miradasevera,porcostumbre—añadí,bromeandosoloamedias.
—Losiento…No.
Desviélavistaparaevitarsugestodesimpatía.
—¿Estáustedcasada?—lepregunté.
—Llevoyaveintidósaños—dijo.
—¿Dejaríaustedasumaridosoloenlasaladeurgencias?
Ella no respondió, y yo pensé: «No, claro que no. Las diferencias en una pareja acaban en la
puertadelhospital…».
—Dependería —contestó finalmente. Estaba alisando mis sábanas, con manos que se movían
segurasyrápidas,ymedijequenoqueríaacabarlafrase.
—¿Dequé?—insistí.
Memiróysusmanosseinmovilizarondepronto.
—Desiélselomerecieraono.
«Ahí la tenemos», pensé. La diferencia entre ella y yo. Porque a mí ese detalle me resultaría
indiferente. No importaría lo que fuese. De repente, aquella enfermera había dejado de ser una
inesperadaamiga,yconsemejantetristeconstataciónseevaporabaporcompletoelcalorexistenteen
el pequeño espacio entre cortinas. Y por más que ella siguiera en él intentando prolongar la
conversación,yomesentíasolasconmidolordecabezaymisdesordenadasimágenesdelanoche
anterior.
Habíaoídounsonido:ruedasgirandosobreelpisodemadera.LagranbutacadecuerodeEzra
habíacaídorodandodesdeloaltodelaescalera.Estabaabsolutamentesegurodeeso.Yhabíasentido
elimpacto,¡malditasea!
Esdecir,quenoestabatanborracho.
CuandoMillsreapareció,veníacabreada.
—Hehabladocontusecretaria—dijo—.Nohayningunabutacaalpiedelaescalera.Nolahabía
cuando te encontró esta mañana. Además, no hay nada fuera de sitio. Ninguna ventana rota. Ni una
solaseñaldequehayanforzadolaentrada.
—PerolabutacadeEzra…
—Estáarriba,juntoalescritorio—dijoMills—.Dondehaestadosiempre.
Hiceunesfuerzopararecordareldíaanterior.Habíaenviadoamisecretariatempranoasucasa.
—Quizáolvidécerrarlapuertaconllave—aventuré—.Mira…,nomeloestoyinventando.Sélo
queocurrió.—Lasdos,Millsylaenfermera,memirabanfijamenteahora,sinpronunciarpalabra—.
¡Malditasea!¡Osdigoquealguienlanzóunabutacaporlasescaleras!
—Escucha,Pickens…Ahoranotetengoprecisamenteenlalistademisfavoritos.Ayerperdíuna
hora intentando dar contigo, y no voy a perder más tiempo porque hayas decidido agarrar una
cogorza.¿Meexplico?
Nosabíaquéeraloquemeenfurecíamás:siqueMillssenegaraaaceptarloqueledecíaoelque
mimujernotuvieraladecenciadeaparecerporelhospital.Teníalacabezaapuntodeestallar,mi
cuerposesentíacomoelperdedordeuncombateconTysonymeparecíaqueelverdedelhospital
ibaahacermevomitar.
—Estábien.Loquedigas.
Millsmemirócomosihubieraesperadomásluchaysesintieradecepcionada.Laenfermeradijo
que tenía que hacerme firmar unos papeles, y desapareció para ir a buscarlos. Mills no apartaba la
vistademíyyocontemplabaeltecho,decididoamantenerlabocacerrada.Aqueldíapodíadiscurrir
dedosformasdistintas:podíamejoraroempeorar.Trasloquemeparecióunlargoratodefingir
estarinteresadoporelrevestimientoacústicodeltecho,alfinalfueMillsquiensedecidióahablar:
—Aún tenemos que conversar tú y yo de la noche en que desapareció Ezra. —Su tono era más
suaveahora,comosiselehubieraocurridoqueestainformaciónpudieraserrelevanteyqueyola
mantenía controlada. Yo no dije nada, y mi silencio provocó en ella una explosión de enfado—:
¡Malditasea,Work…!¡Eratupadre!
Yolamiréentoncesfijamente.
—¡No tienes ni puñetera idea de eso! —dije, e inmediatamente me arrepentí de mis palabras.
Habíahabidomuchovenenoenmivoz,peroenlosojosdeladetectivedetectésorpresa—.Mira…
Necesito una ducha. Tengo que hablar con mi mujer. ¿Nos vemos después, esta tarde? —Ella iba a
hablar,peroyolacorté—.Entuoficina.Hoyalastres.Iréaverte.
—Nohagasquetengaquearrepentirmedeesto—medijo.
—Estaréallí.Alastresenpunto.
EloloramelocotónmaduropersistiódespuésdehaberseidoMills.¿Mepresentaríaalacita?Tal
vez. La noche en cuestión había sido una mala noche, y yo no había hablado de ella. Nunca. Uno
guardaciertossecretosyestetansololohabíacompartidoconmihermana.Fueelúltimoregalode
Ezra, una mentira envuelta en culpa y convertida en algo vergonzoso. Me había hecho perder el
sueño pensándola y tal vez perder incluso mi alma. ¿Cómo la había llamado Jean? «La verdad de
Ezra».Bien…,laverdaddeEzraeramiverdad,teníaqueserlo;ysiJeanloveíadeotramanera,se
estabaengañandoaellamisma.
Levantélasábana.Alguienmehabíametidoenuncamisón.Perfecto.
La enfermera me dejó esperando casi una hora. Cuando por fin reapareció con mi papeleo, yo
aúnnoteníaropaqueponermeymedejóduranteotrosveinteminutosmientrasibaabuscarlasque
llevaba puestas cuando me ingresaron. El día estaba empeorando y el roce de unas prendas sucias
sobremipielnocontribuyóadisminuiresasensación.
Abandonélasaladeurgenciasparaencontrarmeconundíadesapacibleygrisporlosnubarrones
bajos que arrastraba el viento. Hacía un calor húmedo, que enseguida hizo brotar el sudor en mis
poros.Busquémisllaves,noconseguíencontrarlasyrecordéentoncesquetampocoteníacoche,así
que decidí ir caminando a casa. Si alguien me vio, no se ofreció a llevarme. Ya en casa, cerré la
puertacomosimepersiguieraelviento.
—¡Estoyencasa!—llamé.
Perolacasaestabavacía,comoyaimaginabaquelaencontraría.Enelgarajenoestabaelcoche
de Barbara. La luz del contestador automático parpadeaba con su señal roja, y en la isla de los
mueblesdelacocinaviunanota:unrectángulobeigedecaracartulina,conlaapretadaescriturade
Barbara bajo una pluma colocada en perfecta diagonal. Me acerqué a leerla sin ningún interés real
porloquepudieradecir.
«Querido Work», empezaba, lo que me sorprendió, pues esperaba algo diferente. «He ido de
compras a Charlotte. Pensé que te convendrían unas horas de tranquilidad. Siento que la velada de
anocheresultaratanduraparati.Talvezyohubieradebidoprestartemásapoyo.Loreconozco…,y
tenemosquehablarlo.¿Quétalsicenamosjuntoshoy?Losdossolos.Barbara».
Dejélanotadondeseencontrabayfuialaducha.Lacamaestabahecha,yesomerecordóqueno
tendríatrajelimpioparaellunes.Miréelreloj;lastintoreríascerraríanenveinteminutos.Metíenel
armariolasprendasmugrientasdemiropaymemetíenladucha.
Alsalir,mevestíyfuiamioficina.Unavezallí,encontrémisllaves,queguardéenelbolsillo,y
echéunvistazoamialrededor.Millsteníarazónenalgunascosas:todoparecíanormal.Peroalguien
había estado a punto de matarme, y necesitaba saber el motivo. Si allí había alguna respuesta,
esperabapoderencontrarlaenelpisodearriba.
EldespachodeEzrasealineabaalolargodelafachadadeledificio.Teníalasparedesdeladrillo
visto, lo que creaba en él una sensación de calidez todavía mayor que la de la alfombra persa de
veinte mil dólares que cubría el suelo. Tenía el techo con las vigas expuestas, mobiliario de piel y
lámparasTiffany.Ezranoposeíagustopropioparaladecoración,porloquehabíatenidoquepagar
aotraspersonas.Tratéderecordarelnombredesudecoradora,peronomevinoalamemoria.Era
unamujeraficionadaalaspinturasalóleoyalosgrandesescotes:levilospechosunavezquese
inclinóparaenseñarunasmuestrasdetapicería,Ezramepillómirándolosymeguiñóelojo.Aquello
había hecho que se me pusiera la piel de gallina pero, al compartir conmigo el placer de aquellos
blancossenos,mehabíatratadocomoaunigualporprimerayúltimavezenlavida.¡Quéestupidez!,
¿verdad?
Las pinturas de Ezra hablaban de dinero…, de dinero antiguo. Mirándolas, te parecía oír las
trompetas de los cazadores y percibir el olor de los perros. Los personajes representados en ellas
tenían guardabosques, monteros y batidores. Cazaban vestidos con costosas ropas y volvían de la
cacería para instalarse en mesas con vajilla de plata y atendidas por criados. Cazaban gacelas y
corzosenlugardeciervos,faisanesenvezdecodornices.Susmansionesteníannombrespropios.
Estaeralabestiaquehabíacabalgadoalomosdemipadre.Eldineroantiguolohabíahumillado,
pero,muchomásqueeso,lohabíairritado.Porque,apesardelobuenoquefueraensuprofesión,
deléxitoylariquezaquelehabíadado,siemprelehabíafaltadolaarrogantefamiliaridadconella.
Lapobrezahabíasidosuacicate:lohabíaimpulsado,peronuncahabíacomprendidolofuertequelo
hacía.Ahora,depieensucostosaalfombra,deseéhabérselodicho.Penséenlafotodesufamiliaque
conservabaenelescritorioqueteníaensucasa.Sehabríavistoconfrecuenciaenaquellosrostros
cansados,asintiendocomosiconversaraconellos.Habíaluchadoporescapardesumundo,másque
porprocurárnoslo.Yesolehabíacausadoheridasqueyonuncahabíaexplorado.Aquellaspersonas
llevabandemasiadotiempomuertas,demasiadofríasydescompuestasparaejerceralgunaimpresión,
perohabíansidosusprioridades.
«Aesolollamanlucharcontralasombradelpasado»,lohabíallamadoJeanenciertaocasión,
asombrándomedesuperspicacia.
Meacerquéahoraasumacizoescritorioyobservélabutaca.Habíamarcasderasponazosenel
cuero, pero podían haber sido antiguas. Enrollé una parte de la alfombra y escuché el ruido de las
ruedassobreelpisodemadera:eraelmismoquehabíaoídolanocheanterior.Volvíacolocarlaen
susitioyexaminélasparedesdelhuecodelaescalera.Teníanrasponazostambién,peropodíanser
decualquiercosa.Devueltaenelescritorio,pasélasmanosporelcueroyasentísatisfechoalver
quenomehabíaimaginadonada.
Lanocheanterioresamismabutacamehabíagolpeadoenelpecho.Y,siMillsnoqueríacreerme,
¡alláella!
Miréportodoeldespacho.Alguienhabíasubidohastaallíporalgunarazón.
MesentéenlabutacadeEzra,ahoramía,yapoyélospiessobreelescritorio.Buscabaunindicio.
¿Quépodíasertanimportante?
DespuésdeladesaparicióndeEzra,lamayoríadenuestrosclienteshabíanseguidosuejemplo.
Ezra los había representado en sus pleitos. Los había tenido en sus manos. Él se había llevado los
titularesdeprensa,yellosnoteníanniideadequegranpartedeltrabajoquehabíadetráseramío.
«No hay nada personal en esto», decían antes de retirar sus archivos para llevarlos al primer gran
bufetedeabogadosdelaciudadquepodíanencontrar.LamuertedeEzrahabíaenriquecidoaunbuen
montóndeabogadosdeCharlotte,unhechoqueaéllohubieramatadodenoserporquealguiense
habíayaocupadodehacerlo.MipadreodiabaalosabogadosdeCharlotte.
Yyomequedéenlalistadelosabogadosdeoficio,condenadoavivirdeloscasosrechazados
porotros.
Poresodudabamuchodequealguienhubieraidoallíporsusarchivos.Sihedesersincero,no
me importaba entregarle aquellos archivos a Mills. No había nada en ellos. Los había repasado a
conciencia meses atrás, buscando migajas. Era solo que no quería ponerle las cosas demasiado
fáciles.
Peroentoncesrecordéelmotivoquemehabíahechoiraldespacholanocheanterior.Registréel
escritorio de Ezra, sus archivadores, e inclusive las mesitas que había a los lados del gran sofá de
pieladosadocontralapared.Peronada…Noviningúnarma.Abríelarcónquehabíabajolaventana
e incluso me arrodillé para mirar debajo del escritorio. Volví al piso inferior y registré hasta el
último lugar imaginable donde hubiera podido esconderse un revólver. Al cabo de media hora de
búsqueda,tuvelacertezadequemioficinaeraunespaciocompletamentelibredearmasdefuego.
Subídenuevolasescaleras,fuialotroladoenelrellanoydesdeallíempecéacaminarsobrela
cara alfombra persa de Ezra. De inmediato advertí una diferencia, pequeña pero que me llamó la
atención.Mequedéinmóvil,estudiándola.
Alotroladodelahabitación,casialpiedellargosofádeEzra,laesquinadelaalfombraestaba
dobladahaciaabajo.Ellugarquedabadirectamenteenmilíneadevisión:laesquina,juntoconunpar
depalmosdeflecos,todoelloremetidobajolapropiaalfombra.Examinérápidamenteelrestodel
despacho, pero no vi ninguna otra cosa que pareciera fuera de sitio. Así que empecé a recorrer la
estanciahaciaallí.Habríadadosietelargaszancadascuandomeparecióquealgocedíabajomispies.
Notéelsordocrujidodelamaderaalflexionarse.Retrocedíyobservéunalevísimaelevaciónbajola
alfombra.Volvíapisar.Otrocrujido.
Echéhaciaatráslaalfombrayencontréunaseccióndeentarimadoflojo:dostablasanchasquese
levantaban levemente por uno de los extremos, curvadas acaso por la acción del agua. Sobresalían
apenasmediocentímetrodelasdemásdelentarimado,perosusbordesdecortenosealineabanbien
con los de las otras y daban la impresión de haber sido serrados en algún momento, pues eran
ásperos y todavía pálidos, en tanto que los otros bordes se veían casi negros por los años y las
junturasentreelloslosuníansólidamente.
Hundímisuñasenlosextremosclarosyásperosdelcorte,ytiréhaciaarriba.Lastablascedieron
con facilidad. Debajo de ellas encontré una pequeña caja de caudales. No debería haberme
sorprendido—mipadreeraunhombreaficionadoalossecretos—,peroaunasímequedémirándola
unbuenrato.
Era alargada y estrecha, y estaba encajada entre las viguetas del suelo. Su parte frontal era de
metal cepillado, con un candado numérico en la derecha. La coloqué sobre mis rodillas mientras
consideraba aquel nuevo problema. ¿Debería hablarle de ella a Mills? Decidí que aún no. No sin
conocersussecretos.
Enconsecuencia,intentéabrirla.Probéaadivinarlacombinación.Primerointentécontodaslas
fechasdenacimientodelosmiembrosdenuestrafamilia,yconlosnúmerosdelaseguridadsocial,
también.ProbéconlafechaenqueEzraingresóenlaabogacíayconladesubodaconmimadre.
Intenté con números de teléfono, y después escribiéndolos en sentido contrario. Perdí media hora
contemplando la caja y apretando botones, y al final la emprendí a puñetazos con ella. Puñetazos
fuertes,quemelastimaronlosnudillos.Eramuyparecidaamipadre:oculta,callada,indestructible.
Al final, me separé del duro metal. Encajé de nuevo las tablas en su sitio y extendí sobre ellas la
alfombra, alisándola. Después estudié la escena con ojo crítico. Seguía habiendo un bulto debajo;
pequeño,perovisible.Caminéporencima:elcrujidodelamaderaresultóperfectamenteaudible.
Bajéalcuartodematerialenelpisoinferior.Enelestantemásaltoencontréelmartillodeorejas
y los clavos que solíamos utilizar para colgar en las paredes cuadros y diplomas. Los clavos eran
demasiadopequeñosparaelempleoquedeseabadarles,peroalfondodelestanteencontrémediacaja
declavosdeochocentímetros…,largosygruesos,comolosqueemplearíaunoparaclavarlatapa
deunataúd.Toméunpuñado.Denuevoarriba,hundícuatrodeellosenlastablasflojas,dosencada
una. El martilleo era ruidoso, y en unas cuantas ocasiones tuve que dar demasiados golpes, que
quedaban marcados en las tablas cuando fallaba. Dos de los clavos se hundieron bien rectos, y los
otrosdossedoblaronmientrasloshundía;remachélascabezasparadejarlosplanos.Cuandovolvía
extenderlaalfombraencima,noadvertíningúnbultoperceptible.Pisésobrelastablas.Silencio.
DejéelmartilloylosclavossobrantesenlapartesuperiordelalibreríadeEzra,ydespuésme
dejécaerpesadamenteenelsofá.Eraprofundo.«Paradormiruno,parafollardos»,habíadichoEzra
enciertaocasión,yamímehabíaparecidounadivertidaocurrencia.Peroahoralonotéduroyfrío,
yoptéporlevantarmeenseguidadeél.Denuevoenmicoche,meenjuguéelsudordelacaraconla
mangadelacamisa.Estabaagotadoytembloroso,cosasambasqueatribuíalaresaca;peroenmi
fuero interno me pregunté si no estaría desmoronándome. Puse en marcha el aire acondicionado y
apoyé la frente contra el volante, cuya dureza me serenó. Tomé aire, lo exhalé, y al cabo de unos
momentos me sentí mejor. Necesitaba hacer algo, tenía que moverme; así que puse el coche en
marchaymeadentréenelescasotráfico.
ErahoradeiraveraJean.Cuandounoseacercabaasucasa,siempreoíaruidodetrenes.Vivía
enlapartepobredelapoblación,cercadelasvías,enunacasaqueeltiemponohabíarespetado:un
edificio pequeño, blanco y sucio, con un porche delantero cubierto y columpios verdes metálicos
comolosquelosnegrossolíantenercuandoéramosniños.Unherrumbrosotanquedecombustible
aparecíainclinadocontralasparedesdemaderaylasantañoflamantescortinasseagitabanporefecto
de la intermitente brisa que pasaba por sus ventanas abiertas. Yo solía ser bien recibido en aquella
casa.Habíamosbebidocervezaalasombradelporcheeimaginadoloquedebíadesercreceruno
pobre. No era difícil imaginar eso: por encima de la cerca crecía la maleza, y a una manzana de
distanciahabíaunacasaenruinas.
Los trenes pasaban por allí unas cinco veces al día, tan cerca que sentías sus vibraciones en el
pecho,profundasydesacordescontucorazón,ysupitido,cuandoloemitían,eratanagudoqueno
podríasnioírungritoaunquesalieradetupropiagarganta.Eltrendabaalaireunapresenciafísica,
deformaquesiextendíaslosuficientelosbrazospodíaempujartehaciaabajo.
Salídelcocheymirécalleabajo:unaseriedecasasdiminutasysilenciosas;enunpatiopróximo,
un perro atado a una cadena trazaba pequeños círculos sobre la tierra. «Es una calle miserable»,
pensémientraslacruzabaparallegaralacasademihermana.Losescalonesdemaderasecombaban
bajomipesoyhabíasuciedadenelporche.Unoloramohosalíaporlaventanaabierta,ydistinguí
unos bultos en las sombras del interior. Llamé a la mosquitera, detecté movimientos dentro y
enseguidaunavozdemujer:
—Sí,sí…,yava.
SeabriólapuertayapareciódelantedemíAlexShiften,envueltaenunanubedehumodetabaco.
Seapoyóenlajambaymirómásalládemí.
—¡Ah…!Erestú…—dijo.
Alex es la persona menos espiritual que he conocido nunca. Llevaba vaqueros y una camiseta
ceñida sin sujetador. Era alta y delgada, con hombros amplios y brazos esbeltos. Su mirada era
intensa, fija, y pensé que probablemente me daría una patada en el culo. O que, por lo menos, le
gustaríaintentarlo.
—Hola,Alex—lasaludé.
—¿Quédemoniosquieres?—respondió,accediendoporfinamirarmealacara,conelcigarrillo
colgandodesuslabios.
Teníaloscabellosrubios,cortadosalochicojustoporencimadelosmarcadospómulosyunos
ojoscontraídosquemirabanconaspectocansado.Lucíacincoaretesenlaorejaderechayunasgafas
degruesamonturanegrasincristalesenellas.Másalládeunmanifiestoantagonismo,susojosno
medijeronnada.
—EstoybuscandoaJean.
—¡No me digas…! El caso es que ha salido. —Comenzó a retroceder hacia el interior, con la
manodispuestaparacerrarlapuerta.
—Aguardaunminuto—dije—.¿Dóndehaido?
—Nolosé—respondióAlex—.Avecessolovaadarunavueltaconelcoche.
—¿Pordónde?
Ellasemovióporelporche,echándomehaciaatrás.
—Yo no soy su niñera. Ella entra y sale cuando le apetece. Cuando queremos estar juntas, lo
estamos;porlodemás,yonolafastidio.Esunconsejoquetedoygratis.
—Tieneaquísucoche—observé.
—Sehallevadoelmío.
Viéndolafumar,meapeteciótambiénuncigarrillo,yselopedí.
—No me quedan —dijo, a pesar de que yo estaba viendo la cajetilla que llevaba metida en el
bolsillodelantero.Sumiradaeradesafiante.
—Notecaigobien,¿verdad?—lepregunté.
Suvoznocambió.
—Noesnadapersonal.
—Entonces…¿quées?—Alexllevabacasidosañosennuestroentorno.Yolahabríavistotalvez
encincoocasiones.AJeannolegustabahablardeella,noacercadesulugardeorigennideloque
había hecho en sus veintitantos años de existencia. Todo lo que yo sabía era dónde se habían
conocido,yesoyaplanteabaalgunaspreguntasserias.
Meestudióysacudiólacenizadesucigarrilloaldesnudopatiodetierra.
—EresmaloparaJean—dijo—.Noloconsentiré.
Suspalabrasmedejaronatónito.
—¿QuesoymaloparaJean?
—Asíes.—Inclinómáselcuerpo—.LerecuerdasaJeanlosmalostiempos.Contigocerca,no
puededesprendersedeellos.Hacesquesehunda.
—Esonoesverdad—repliqué,ehiceungestoamialrededor,abarcandotodoconél,incluidala
propiaAlex—.Lerecuerdotiemposfelices.Anterioresatodoesto.Jeanmenecesita.Soysupasado.
¡Sufamilia,malditasea!
—Cuando Jean te mira no ve dicha, sino otra cosa muy diferente: debilidad. Eso es lo que le
aportas.Teveyrecuerdatodolomaloquelesobrevinoenelmontóndeladrillosenelquecrecisteis.
Losañosquepasóahogándoseenlamierdadetupadre.—Alexdiounpasomás.Olíaasudorya
cigarrillos.Yoretrocedídenuevo,reprochándomehacerlo.Bajóeltonodesuvoz—:«Lasmujeres
novaléisparanada.Lasmujeressoisdébiles…».
Sabíaloqueestabahaciendoysentíunnudoenlagarganta:eralavozdeEzra.Eransuspalabras.
—«Follarymamar»—continuó—.¿Noesesoloquediríaél?¿Queeraparaloúnicoquevalían
las mujeres, aparte de ocuparse en las tareas de la casa? ¿Cómo piensas que hacía que se sintiera
Jean?Teníadiezañoslaprimeravezqueleoyódecireso.Solodiezaños,Work…Unaniña.
Yonopodíaresponderaeso.Queyosupiera,habíadichoesosolounavez.Peroyabastaba.No
sonpalabrasqueunniñopuedaolvidarconfacilidad.
—¿Estásdeacuerdoconél,Work?Tú…,elhombrecitodepapá…—Hizounapausaymeespetó
—: Tu padre era un misógino malnacido. Eso es lo que tú le recuerdas a Jean…, y a tu madre: la
formacomoselotomóellaysureacción,queeslamismaquehubieraacabadoteniendotambién
Jean.
—Jean quería a nuestra madre —le rebatí, tratando de mantener mi posición—. No intentes
tergiversareso.—Eraunapobreafirmación,yyolosabía.Peronopodíaevitarsalirendefensade
mipadre,aunquetampococomprendíaelmotivodequemesintieraimpulsadoahacerlo.
Alexseguíadisparandopalabrascomoescupitajos:
—EresunapiedrademolinoalrededordelcuellodeJean,Work.Asídeclaroysimple.
—Essolotuopinión—repliqué.
—Ni hablar. —Su voz estaba tan desprovista de inflexión como su mirada, falta de cualquier
titubeooduda.
Yo no hacía más que mirar en torno al escuálido porche, pero no encontraba ayuda en él: solo
plantasmuertasyunamecedoradeexterior,enlaqueimaginéaAlexempapuzandoamihermanade
mentirasyodio.
—¿Quélehasestadodiciendo?—pregunté.
—¿Ves? Ese es el problema. Yo no necesito decirle nada. Ella es suficientemente lista para
entenderlotodo.
—Yaséqueeslista—dije.
—Puesnoactúesdeesamanera.Lacompadeces.Erescondescendienteconella.
—Nolosoy.
—Noloconsentiré—meespetócomosilahubierainterrumpido—.Yolahesacadodetodoeso.
Lahehechofuerte,lehedadoalgoynopermitiréquetúseloquites.
—Nomemuestrocondescendienteconmihermana—protestécasiagritos—.Mepreocupopor
ella.Menecesita.
—Elquetúlonieguesnocambialarealidad;y,encuantoalodenecesitarte,nolehacesmásfalta
queunagujeroenlacabeza.Eresarrogantecomotupadre,yellasedacuenta.Presumesdesaberlo
quenecesita,comosialgunavezlahubierascomprendido,perolaverdadesmuydiferente:notienes
lamásremotaideadequiénesycómopiensatuhermana:
—Y tú sí… ¿es eso lo que estás queriendo decir? ¿Sabes quién es mi hermana? ¿Sabes qué
necesita? —Había elevado mi tono de voz. Me enardecía la ira y era una sensación agradable. Allí
teníaamienemiga:alguienaquienpodíaverytocar.
—Sí.Tienesrazón—dijo—.Loséperfectamente.
—¿Qué?—pregunté.
—No lo que quieres tú de ella. Nada de sueños vanos e ilusiones. No un marido, ni un coche
familiar,yunclubdebridgealqueacudirunavezporsemana.Nadadelmalditosueñoamericano.
Todoesoyalechupólasangre.
Me fijé en sus ojos centelleantes y deseé hundir mis dedos en ellos porque veían claramente lo
muchoquemeparecíaamipadre.
LaacusacióndequeyojamáshabíaconfiadoenqueJeansupieraencontrarsupropiocaminoera
una verdad brutal, y el hecho de serlo y de que aquella mujer a la que yo apenas conocía me la
arrojaraalacarasincontemplacionesmesacódequicio.
—¿Teestásacostandoconmihermana?—pregunté.
—¿Sabesunacosa,Work…?¡Quétezurzan!Notengoquedarteexplicaciones.Jeanyyoestamos
juntasahora.Sabemosloquequeremosytúnoformaspartedeesaecuación.
—Pero¿quiéndiabloserestú?—pregunté—.¿Porquéestásaquí?
—Sehaacabadoelinterrogatorio,imbécil.Quieroquetelargues.
—¿Quétienestúqueverconmihermana?—lerepliqué.
Noté que apretaba los puños a los costados y vi, bajo su piel, la tensión y crispación de sus
músculos.Unaoleadadesangresofocósugarganta.Torciólamandíbulainferior.
—Tienesqueirteya—dijo.
—Jeanesladueñadeestacasa.
—¡Yyovivoenella!¡Lárgatedemiporche!
—NohastaquehayahabladoconJean—dije,ymecrucédebrazos—.Laesperaré.
Alex se puso tensa, pero yo me negué a ceder. En las últimas veinticuatro horas me habían
mangoneado en exceso. Ahora necesitaba a mi hermana, necesitaba saber que se encontraba
perfectamente.Necesitabaquecomprendieraqueestabaallíporella,yquesiempremetendría.Enla
caradeAlexsepintóuninstantedeindecisión.Peroentonceshubounmovimientoasuespaldayla
hojadelamosquiteraseabrióporcompleto.Jeansalióalporche.Yomequedémirándolaconfuso.
Tenía pálido e hinchado el rostro, con los cabellos despeinados. Me fijé en los círculos
enrojecidosquemarcabansusojoscongestionados.
—Vete,Work—medijo—.Veteacasaahora.
Sevolvió,yalinstantesiguientehabíadesaparecido,trabadaporlahúmedacasa.Alexsonriócon
expresión brillante de triunfo, y a continuación cerró la puerta de golpe en mi cara. Yo apoyé las
manos en la madera de las jambas y las dejé caer después a los lados, donde quedaron crispadas.
Estaba viendo el rostro de Jean, prendido en el aire como si fuera de humo. Había dolor en aquel
rostro,ycompasión,yunahorriblefuerzadevoluntad.
Todavía incrédulo, regresé a mi coche, donde me sumí en una especie de parálisis emocional.
Seguía mirando la casa y su patio de tierra cuando oí el pitido de un tren acercándose. Contuve la
respiraciónparaevitarungrito,perodespuésfuetodovientoyruidoatronador.
7
Siempreheoídohablardelqueríeelúltimo,sobretodoporpartedeEzra.Perojamáshesabido
quequienríeelúltimopudieraserunapersonareal,alguienaquienpudieraunorecordaryecharde
menos.
Todavía podía oír la risa de mi hermana. Siempre había sido una risa franca, incluso en las
ocasiones en que no había entendido del todo la gracia del chiste. Suave habitualmente, solía
reprimirla levemente en pleno desarrollo, como si fuera a darle un ataque de hipo. Sus labios
marcabanesepuntoconunaespeciedetic;despuésaparecíanuninstantesusblancosdientes,comosi
estuvieranerviosa.Peroavecesnoconseguíadominarlayleestallabaruidosaatravésdelanariz.
Estasrisaseranrarasenella,peroamímeencantaban;sobretodoporquenuncapodíapararunavez
empezaba a reír, y corrían por sus mejillas regueros plateados de lágrimas. Cierta vez, cuando
éramosniños,seriotanfuertequeseleescapóporlanarizunaburbujademucosidad,ylosdosnos
reímos tanto al verlo, que temimos morir por falta de aire. Aquella fue la mejor risa de mi vida.
Ocurrióhaceveinticincoaños.
EstabapresentetambiéncuandoJeanrioporúltimavez.Acababadecontarleunchisterealmente
malo…,algoacercadetresabogadosyuncadáver.Ellamerespondióconunadesuscaracterísticas
risas,delasentrecortadas.Peroentoncesentrósumaridoyanuncióqueibaallevaralacanguroasu
casa. Ni mi hermana ni yo sabíamos que ellos dos se acostaban juntos. Así que Jean lo besó en la
mejilla y le dijo que condujera con prudencia. Él dio un bocinazo cuando se disponía a tomar la
carreteraalsalirdelcaminodeaccesoalacasa,yellasonrióalcontarmequesiemprelohacía.
Elaccidenteseprodujoenlaparadadedescansoquehabíaaunoscincokilómetrosmásalláenla
carretera interestatal. El coche estaba aparcado. Los dos se encontraban desnudos en el asiento
trasero,yéldebíadeestarencimadelamuchachaporqueelimpactololanzóatravésdelparabrisas,
pero ella quedó dentro del coche. Mi cuñado sufrió fractura de la mandíbula, contusiones y
laceraciones en la cara, tórax y genitales, que sanaron sin complicaciones. Pero la muchacha no
recobrójamáselconocimiento,locualfueunacompletatragedia.
Elagentedetráficoqueinstruyóelasuntomecontóqueunconductorborrachohabíatomadoa
demasiadavelocidadelaccesoalazonadedescanso,habíaperdidoelcontroldesuvehículoyhabía
idoaestrellarsecontraelcocheaparcado.«Unadeesascosasquepasan»,mehabíadicho.«Unade
esasmalditascoincidenciasquepasan».
Jeanestuvojuntoasumaridodurantedosmeses,hastaqueelperiódicoanuncióquelamuchacha
dediecisieteañosenestadocomatososehallabaembarazada;entoncessedesmoronó.Yolaencontré
laprimeravezqueintentómatarse.Habíaaguasanguinolentacorriendopordebajodelapuertadel
baño,ymedisloquéelhombrorompiéndola.Ellateníasusropaspuestasydespuésmeenterédeque
lo había hecho porque sabía que yo la encontraría y no quería que me resultara violento hallarla
desnuda.Esepensamientomepartiósinremedioelcorazón.
Ezrasenegóainternarla.Supliqué,razoné,grité,perosemostróinconmovible:internarlasería
undesdoroparalafamilia.Jean,pues,sequedaríaconélyconmamá,yviviríanlostressolosenla
enormecasa.
Cuandoelmaridoladejó,sellevóconsigoasuúnicahija.Demasiadodeprimidaparacuidarde
ella,Jeanseloconsintió:éllepresentólosdocumentosqueleconfiabanlacustodia,yellalosfirmó.
Sisehubieratratadodeunchico,enlugardeunahija,meimaginoqueEzrahubieraluchadoporél.
Pero,puestoqueeraunaniña,nolohizo.
Aquellanoche,Jeanlointentódenuevo.Estavezconpastillas.Sepusosuvestidodenoviayse
tendió para morir en la cama de nuestros padres. Después de aquello fue internada durante ocho
mesesenuncentroasistencial…AlexShiftenfuesucompañeradehabitaciónenél.CuandoJeaniba
a casa, Alex la acompañaba también. Jamás supimos nada de ella. Las dos compartían una
conspiracióndesilencio.Nuestraspreguntas,cortesesalprincipio,fueroneducadamentesoslayadas.
Ycuandosehicieronmásmordaces,tambiénlofueronlasreaccionesqueprovocabanporpartede
las dos. Cuando Alex le dijo a Ezra que se fuera a la mierda, pensé que habíamos tocado fondo.
Dejamos de preguntarles. Ninguno de nosotros sabía cómo manejarlas y, en nuestro desconcierto,
fingimosquetodoibabien.¡Quéhatajodelocos!
Ahora,mientrasconducíaalejándomedeaquellacalledejadadelamanodeDios,penséenlarisa
y en lo semejante que era a una respiración: nunca sabías cuándo podía ser tu última risa. Y me
entristeció pensar que la última risa de Jean hubiera sido tan breve. ¡Ojalá le hubiera contado un
chistemejor!
Tratéderecordartambiénlaúltimavezquemehabíareído,perosolopodíapensarenJeanyen
aquella burbuja de mocos. ¡Qué gran momento aquel! Pero la memoria puede ser como una
compuerta que, una vez abierta, resulta muy difícil cerrar: mientras conducía pasaron sobre mí
oleadasdeimágenesydesentimientos.Viamimadre,desplomadaenelsuelo;vilacajafuertede
Ezra, su fría sonrisa y la sonrisa triunfal de Alex Shiften. Vi a Jean de niña y después ya mayor
flotandoenlabañeramientrassusangrediluidaformabaunamortajatranslúcidaquecorríabrillante
por el suelo y se derramaba por el hueco de la escalera. Las manos de mi esposa, frías sobre mi
cuerpo, e, inevitablemente, imágenes de Vanessa Stolen —del sudor que bañaba su rostro y sus
muslos,desusfirmespechos,queapenassemovíancuandoarqueabalaespaldaparalibrarsedelas
húmedasmantasdefranela…—.Sentíalamiradadesusojossobremí,oíaelbalbuceodesugarganta
cuando pronunciaba entrecortadamente mi nombre, y pensé en el secreto que durante tantos años
había evitado revelarle. Y en lo terriblemente que le había fallado en aquel oscuro lugar en que
nuestrasvidashabíancambiadoparasiempre.
Peroalgunascosassonmásfuertesquelasdudasolosreprochesaunomismo.Lanecesidad,por
ejemplo. Tenía que ser aceptada. Amada sin reservas. Aun cuando uno no pudiera devolverle ese
apego.Reiteradamentevolvíayoaaquellugar,alaúnicapersonaquejamásmehabíafallado.Había
hechoestoasabiendasdeldolorquedejabaamipaso.Habíatomadotodosindarnada.Y,encuantoa
esperar algo a cambio, ella jamás había pedido ni esperado nada, aunque hubiese tenido todo el
derechoahacerlo.Yyo,pormiparte,habíatratadodemantenermeadistancia;lohabíaintentado,sin
conseguirlo. Sabía perfectamente que volvería a fallarle de nuevo. Mi necesidad era demasiado
grande,comounanimaldentrodemí.
Poresomesalídelacarretera,mealejédelmundoycondujedespacioporelcaminollenode
baches que conducía a la granja Stolen. Sentía como si en mi cabeza se hubiera accionado un
interruptor. Las presiones cesaron; las preocupaciones, también. Ahora podía respirar, y lo hice,
comoaquelquehaestadomuchotiempodebajodelagua.Paséatravésdelapantalladealtosyfinos
robles,deloscedrosfamiliares,ylagravillacrujióbajomisneumáticos.Viunalcaudónquellevaba
en sus barras una lagartija atrapada en la cerca, y me pareció algo natural, como si yo también
pertenecieraaaquellugar.Eraunasensaciónagradable,perofalsa,yallínohabíamásmurmullos
quelosdelviento.
Doblé la última curva y vi la casa de Vanessa. Ella estaba en el porche de delante, haciendo
pantallaconlamanosobresusojos,yporunmomentomeparecióquehabíaadvertidomipresencia.
Mi pecho se tensó y sentí un cosquilleo en mi cuerpo y mi espíritu. Mucho más que el lugar, era
aquellamujerquienprovocabatodosesosefectosenmí.Estabaenjutaporeltrabajodelagranja,con
los cabellos muy rubios y unos ojos que resplandecían como el sol en el agua. Tenía las manos
recias, pero a mí me encantaban por las cosas que podían hacer. Me gustaba verla plantar cosas,
hundirlasmanosenlatierraoscura.Locualmerecordabaalgoquesabíayodesdeniño:quelatierra
esbuenayque,además,perdona.Teníaunospechospequeñossobreunvientreplano,ylamiradade
susojoseradulcecuandolatragediahubierapodidoconvertirlaenduraoindiferente.Lasarruguitas
quesemarcabanenlascomisurasdesusojosybocacarecíandeimportancia.
Mirándola,yosentímidebilidad.Sabíaqueaquelloestabamal,quejamáspodríadarleloqueella
tanto se merecía. Lo sabía y, por un momento, eso me preocupaba, pero solo por un momento.
Porque enseguida estaba fuera del coche y me veía en sus brazos, con mi boca unida a la suya y
perdidoelcontroldemismanos.Nosabíasiyaestabaenelporche,oaúnenelcaminodeentrada.Ni
siquiera recordaba haberme movido, aunque todo era movimiento. Ella amanecía en mí, y al
momentomesentíaperdido.Nohabíatemorniconfusión:soloaquellamujeryelmundoquegiraba
entornoanosotroscomounaniebladecolor.
Oíaunruidolejanoyreconocíaminombreenél,queabrasabaenmisoídos.Luegosentíaquesu
lenguaeraloúnicoquepodíaenfriaraquelardor.Suslabiossemovíansobremí…pormisojos,mi
cuello,mirostro.Susmanosencontrabanlaparteposteriordemicabezayatraíanmislabioshacia
lossuyos.Gustabasusaboraciruelas,labesabamásintensamenteyellasedebilitabaenmiabrazo.
Lalevantabahaciamíysentíasuspiernasrodeándome.Unmovimientomásyyaestábamosdentro
losdos,enelpisodearriba,enlacamaquetanbienconocíalafuerzadenuestrapasión.Lasropas
desaparecían,comovolatilizadasporunacarnedemasiadoardienteparatolerarlas.Mibocabuscaba
suspechos,losfirmesydispuestospezones,ylablandallanuradesuvientre.Saboreabatododeella:
elrocíodesusudor,lossurcosmásprofundosdesucuerpo,suspiernasqueseapretabancontramis
orejascomobandasdeterciopelo…Susdedosseclavabanenmiscabellos,seenredabanytirabande
mí,mientraspronunciabapalabrasqueyonopodíaentender.Meguiabaconlaendurecidapalmade
su mano y me hacía penetrar en ella. Mi cabeza se echaba hacia atrás. Era calor, fuego, gritaba mi
nombre una y otra vez, pero yo estaba ya en un lugar desde el que no podía responder, perdido y
desesperadodondenadiemeencontraríajamás.
8
Meabandonéasíduranteloquemeparecieronhoras.Ningunodelosdoshablaba.Noestábamos
para eso. Una paz así rara vez se sentía y era tan frágil como la sonrisa de un niño. Ella se había
acurrucadocontramí,delado,conunapiernaatravésdelasmías.Sumanosemovíaperezosamente
sobremipecho,bajandoporélhastamivientre.Decuandoencuandosuslabiosrozabanmicuelloy
yosentíasurocecomosifueranplumas.
Teníamibrazoalrededordeella,conlamanoapretandolasuavecurvadelfinaldesuespalda.
Observabaelgirodelventiladordeltecho,consusaspasmarronesdestacandocontralapinturacolor
cremadelahabitación.Atravésdelaventanaentrabalabrisa,quenosacariciabacomoelsusurrode
un penitente. Pero yo sabía que aquello no podía durar, y ella lo sabía también; jamás lo hacía.
Hablaríamos y, a medida que fueran brotando las palabras, iría cayendo sobre nosotros el firme
empellón de la realidad. Sabía cómo ocurría. Empezaba siempre como un pequeño e impreciso
desasosiegoenelespíritu,comolasensacióndehaberdejadoalgoinacabado.Entonceslaimagende
mimujerharíasucalladayrápidainvasión,yseimpondríapocoapocolasensacióndeculpa.Pero
noeraelremordimientodeladúltero;estehabíapasadoañosatrás,pocodespuésdequeseperdiera
lasonrisadeBarbara.
Esteeraunremordimientodistinto,surgidomuchosañosantesdelaoscuridadyeltemorenun
apestosoarroyo…,eldíaenquenosconocimos,eldíaenquemeenamoréyelmismodíaenquele
fui infiel. Aquel remordimiento era un cáncer y bajo sus efectos se malograría la crisálida y yo
tendríaquemarchar,odiándomeamímismoporhaberutilizadodenuevoalaúnicapersonaeneste
mundoquemeamabadeveras,deseandopoderdeshacerelpasadoyhacermedignodesuamor.Pero
aquelloeraloúnicoquejamáspodríahacer,porque,sielremordimientoerauncáncer,laverdadera
como un balazo en la cabeza. Ella me odiaría si lo supiera. Lo que significaba que, con el tiempo,
tendría que marchar, como siempre lo hacía, y ya estaba temiendo el dolor que descubriría en sus
ojoscuandoledijeraqueteníaquehacerunavisita,ysugestodeconformidadylasonrisaconque
expresabaquecreíaenmispalabras.
Cerrélosojosymesumergíbajolamantadeaquelmomentáneogozo,peropordentromesentía
huecoynotabayaunpuñoheladoalrededordemicorazón.
—¿Enquéestáspensando?—mepreguntó.
Habíaempezadoelasaltodelarealidad,perotodoibabien.Echabademenoselsonidodesuvoz.
—No te gustaría saberlo —respondí. Ella se apoyó sobre el codo y sonrió mirándome. Yo le
devolvílasonrisa—.Sonpensamientostenebrososyhorribles.—Eltonointrascendentedemivozlo
desmentía.
—Dímelos,detodasformas.Comounregalo.
—Bésame —le pedí, y ella lo hizo. Le explicaría mis pensamientos, pero solo los que pudiera
soportar—.Teechabademenos—dije—.Siempreteechodemenos.
—Mentiroso. —Ahuecó su mano libre para abarcar con ella mi mentón—. Eres un pésimo
mentiroso.—Mebesódenuevo—.¿Sabescuántotiempohapasado?
Lo sabía: diecisiete meses y algo menos de dos semanas, de los que cada día había sido una
agoníayunejerciciodeañoranza.
—No—ledije—.¿Cuánto?
—Noimporta—dijo—.Nopensemosenello.
Advertíunaexpresióndedolorensusojos.Laúltimavezquehabíaestadoconellafuelanoche
en que murió mi madre. Aún recordaba el reflejo de su cara suspendido en el cristal de la ventana
mientras yo exploraba la noche y buscaba en ella fuerzas para decirle la verdad. Pero sus propias
palabrasmehabíandetenidoentonces.«Nopiensesencosasdesagradables»,mehabíadicho.Asíque
nolehicecaso.
—Ezrahamuerto—ledije—.Encontraronsucadáverhaceunpardedías.
—Losé.Ylosientomucho.Deverdad.
Ellanuncahubierasacadoarelucireltema.Erasolounacosamásenlaquesediferenciabade
cualquierotra.Perosiemprehabíasidoigual.Noinstabaoindagaba,nolepreocupabanlosdetalles.
Vanessavivíaenelmomento.Yosiemprehabíaenvidiadoesoenella.Erasufortaleza.
—¿CómoselohatomadoJean?
Eralaprimerapersonaquemehacíaesapregunta.Noquéhabíaocurrido.Nocómomeloestaba
tomando yo. Sus pensamientos se centraban en Jean porque sabía que esa sería mi mayor
preocupación.Meestremecíalcomprobarlaprofundidaddesucomprensión.
—EstoypreocupadoporJean—dije—.Haidodemasiadolejosynosésipodrávolveratrás.—
Le hablé de mi confrontación con Alex. A propósito de Jean, en el porche—. Jean me ha dejado,
Vanessa.Yanolaconozco.Séqueestáenunapuro,peronomepermitiráayudarla.
—Jamásesdemasiadotarde.Paranada.Todoloquetienesquehacerestenderlelamano.
—Yalohehecho—ledije.
—Talvezsoloteparezcaquelohashecho.
—Tedigoquelohehecho.
Notélafuerzademispalabrascuandopasabanatravésdemislabios,eignorodedóndemevenía
laira.¿EstábamoshablandodeJeanodeVanessa?Ellaseincorporóenlacama,cruzólaspiernasy
memiró.
—Tranquilo,Jackson—medijo—.Soloestamoshablando.
Vanessa nunca me había llamado Work. Empleaba ahora mi nombre de pila, como había hecho
siempre.Yolehabíapreguntadoenciertaocasiónporquélohacía,ymerespondióquejamássería
untrabajo [2]paraella.Ledijequeeraunasalidaingeniosayquizálomásbonitoquemehabíandicho
nunca.Aúnrecuerdolaformacomomemiraba.Laluzdelsolentrabaporlaventanaabiertaynoté
por primera vez que ya no era la jovencita que había conocido anteriormente; los años y el duro
trabajohabíandejadohuellasensurostro.Peronomeimportó.
—Tienesrazón.Erasoloundecir.¿Cómotevanlascosasati?—lepregunté.
Sesuavizólaexpresióndesurostro.
—Ahora me dedico a la agricultura orgánica —me dijo—. Estoy orientando cada vez más mi
producciónaloscultivosecológicos.Fresas,arándanos…,loquesea.Lagenteseinteresaporeso
estosdías.Ysaleacuenta.
—Entonces…¿elnegociofunciona?—inquirí.
Ellaserio.
—¡Ni hablar! El banco aún me persigue todos los meses. Pero yo voy en la cresta de la ola de
moda de la agricultura ecológica. Y eso marcará una diferencia. Esta granja no irá a parar a otras
manos.Teloprometo.—Siguióhablándomedelaagriculturaecológica,deltractorqueseleestaba
quedandoviejoydelcamiónquenecesitabaunatransmisiónnueva.Mehablódesusplanes,yyola
escuché.Endeterminadomomentoselevantóyfueenbuscadedoscervezas,quetrajodelacocina.
Paramí,Vanessaeraunabocanadadeairefresco.Seadaptabaalasestaciones,tocabatierrafértil
todoslosdías…Yo,encambio,sabíacuándoestaballoviendo,peronoantesdemojarme.
—¿Sabes…?—medijoalpasarmelacerveza—.Eltiempoesunacosabienloca.—Sedeslizóde
nuevo en la cama y puso una almohada en su regazo. Un mechón de cabellos le caía sobre el ojo
izquierdo.Lepreguntéquéqueríadecir—.Estabapensandoennuestrasfamilias—meaclaró—.Enel
augeyladecadenciadelasfortunasfamiliares.
Yobebíunsorbodecerveza.
—¿Quépasaconellas?—pregunté.
—Eso…,queestodounalocura.Piénsalo,sino.¿Dóndeestabatufamiliaalfinaldelaguerrade
Secesión?
Ella sabía perfectamente dónde había estado mi familia; lo habíamos comentado muchas veces.
Cincogeneracionesatrás,miantecesoreraunsoldadodeinfanteríaprocedentedePensilvania,que
tuvo la desgracia de perder por efecto de un cañonazo buena parte de su pie. Lo capturaron y fue
llevadoalaprisiónconfederadadeSalisbury,dondepermanecióvariassemanashastaquemurióde
disenteríaeinfección.Ledieronsepulturaenunadelascuatrograndesfosasexcavadasallí,enlas
que llegaron a ser enterrados más de once mil soldados de la Unión. Esto ocurrió al final de la
guerra.Suesposaseenteródelamuerteyembarazadacomoestabadelhijodeambos,viajóhasta
Salisbury. Pero no había ninguna cruz con su nombre: sus huesos estaban perdidos entre miles de
otrosseresanónimos.Dicenqueaquellolepartióelcorazón.Diosuúltimodólaralmédicoquele
ayudó a dar a luz a mi tatarabuelo, y murió dos semanas después. A menudo he pensado en aquel
antepasado mío, preguntándome si con la muerte de su madre se secó para siempre la última gran
pasióndemifamilia.
Murióconelcorazónroto.¡Diossanto…!¡Quéformademorir!
Su hijo fue acogido por varias familias del condado y pasó la mayor parte de su vida
descargando paletadas de estiércol en la plantación de otro hombre. Mi bisabuelo repartía hielo en
veranoycarbónparaalimentarloshornosdelosricoseninvierno.Suhijofueunborrachoinútil,
quesacudíaamipadresolopordivertirse.LosPickenseranpobresdesolemnidadytratadoscomo
basuraenestecondadohastaquellegóEzra.Éllocambiótodo.
La familia Stolen era exactamente lo contrario. Doscientos años atrás, esta granja había tenido
casicuatrocientashectáreasylosStolenmandabanenelcondadodeRowan.
—Haymuchahistoriaenestacama—observé.
—Sí—asintióVanessa—.Ytambiénmuchoamor.
No dije nada, pero el silencio habló por nosotros y narró una historia de amor. Vanessa me
amaba,yenlosbuenostiemposcomprendíaqueyotambiénlaamabaaella.¿Porquénopodíayo
admitir que ahí estaba el problema? Ella no lo entendía y a mí me daba demasiada vergüenza
explicárselo.Poresovivíamosenestehorribleestadodeindefinición,sinnadaaloqueagarrarnos
cuandolasnocheseranfríasysenoshacíaninterminables.
—¿Porquéestásaquí,Jackson?—mepreguntó.
—¿Necesitounarazónparaestar?—repliqué,sintiéndomerastrero.
—No—respondióellaapasionadamente—.Nunca.
Yoletomélamanoquemebuscaba.
—Estoyaquíporquequeríaverte,Vanessa.
—Peronoparaquedarte.
Permanecíensilencio.
—Nuncaparaquedarte—prosiguióella,yvilágrimasensusojos.
—Vanessa…
—Nolodigas,Jackson…No.Yahemoshabladodeestoantes.Sémuybienqueestáscasado.No
entiendoquémepasa.Olvidaloquehedicho.
—Noeseso—dije.
—Entonces…¿quées?—preguntó,yadvertítalangustiaensurostroquemequedésinvoz.Era
unerrorhaberidoaverla.Ungravísimoerror.
Ellaintentóreír,perosucarcajadaquedóamedias.
—Vamos,Jackson…,dilo.
Peroyonopodíadecírselo.Memirófijamentealosojosduranteunlargosegundomientrasyo
observabacómodesaparecíaeltinteencendidodesurostroyseinstalabaenéllaresignación.Medio
unbeso,perofueunbesosinvida.
—Voyametermeenladucha—medijo—.Noteatrevasairte.
La seguí con la vista mientras salía de la habitación con los pies descalzos y desnuda.
Normalmentehubiéramosestadolosdosjuntosbajoladucha,sintiendoyosucuerpovivobajomis
manosenjabonadas.
Apurémicervezaypermanecítumbadoperezosamente,escuchandolospájarosenelexterior.Oí
elruidodeladuchaenelbañoymerepresentélacaradeVanessavueltahaciaelaguadirectamente
bajoelchorro.Añoréelfrescordesupiel.Hubieradeseadolavarsuscabellos,pero,enlugardeeso,
melevantéyfuialpisodeabajo.Habíamáscervezasenelfrigorífico;toméunaylallevéalporche
delantero. Era agradable sentir la caricia del sol en mi piel desnuda, que me secaba el sudor. Los
cultivosdelagranjaseextendíanhastalalejanalíneadeárboles,ysupusequeloqueestabaviendo
eranfresas.Apoyélaespaldacontraunposteycerrélosojosparapercibirlabrisa.Nooíacercarsea
Vanessacuandobajóporlaescalera.
—¡Diossanto…!¿Quélehapasadoatuespalda?—Avanzórápidamenteporelporche—.Parece
comositehubierangolpeadoconunbatedebéisbol.—Apoyólevementesusdedosenmí,siguiendo
lasmarcasdemismagulladuras.
—Mecaíporunasescaleras—ledije.
—¿Estabasbebido?
—Unpoco,creo—respondíriendo.
—Tienesquesermáscuidadoso,Jackson.Pudistehabertematado.
Noestabasegurodeporquélementía.Peronoqueríadecirletodalaverdad.Yateníasuficientes
problemas.
—Prontoestarébien.
Ella tomó la cerveza de mi mano y bebió un sorbo. Estaba envuelta en una toalla, con el pelo
húmedo todavía. Quería atraerla hacia mí, abrazarla y prometerle que nunca me iría. Necesitaba
decirlequelaamaba,quedeseabapasarelrestodemividateniéndolaasí.Pero,enlugardehacer
eso, le pasé torpemente el brazo por los hombros: un brazo que a mí mismo me pareció el de un
extraño.
—Meencantaestelugar—ledije,yellaaceptómispalabrassinmáscomentario.
Eralomásquepodíaacercarmeacompartirlaverdaddemissentimientoshaciaellay,dealguna
forma,ellalosabía.Larealidad,contodo,jamáshubierasidotansimple.
—¿Tieneshambre?—mepreguntó,yyoasentí—.Vamosalacocina.—Fuimosalacocinayella,
al pasar por delante del cuarto de la plancha, tomó una bata y se la puso—. Ve a ponerte los
pantalones—medijo—.Aquípuedeshacerdesnudotodoloquequieras…,salvosentarteamimesa.
—Medioungolpecitoeneltraseroalpasarasulado.
Tenía una mesa apoyada sobre caballetes, que dataría de mil ochocientos y pico, con el tablero
lleno de melladuras y arañazos. Sentados a ella, comimos jamón y queso, y hablamos de
insignificancias. Yo me bebí otra cerveza. Le hablé de la caja fuerte de Ezra y del revólver
desaparecido.Ellavacilóunminutoydespuésmepreguntócómohabíamuerto.Ledijequededos
balazosenlacabezayVanessaentoncesdesviólavistaysepusoamirarporlaventana.
—¿Tesientesdistinto?—mepreguntóporúltimo.
—Nocomprendo.
Memiróentonces.
—QuierodecirquesisientesquetuvidahacambiadoahoraqueEzrahamuertoysehaido.
Noentendíaelsentidodesupregunta,yasíselodije.Guardósilenciounosmomentosymedi
cuentadequedeliberabaconsigomismasidebíaonocontinuar.
—¿Eresfeliz?—mepreguntóalcabo.
—Tal vez —respondí encogiéndome de hombros—. Pero no lo sé. Hace mucho que no lo he
pensado.—Teníaunaexpresiónespecialensusojos—.¿Adóndequieresiraparar,Vanessa?
Elladejóescaparunsuspiro.
—Nopiensoqueestésviviendotuvida,Jackson;nodesdehacemucho.
Callé,poniéndometenso.
—Pues…¿quévidavivo?—preguntétrasunosmomentos.
—Lo sabes muy bien. —Hablaba en voz baja y casi con miedo, como si temiera una reacción
violentapormiparte.
—No,Vanessa…Nolosé.
Meestabaponiendofurioso,ynosabíaporqué…,noqueríasaberlo.Lanegacióneraunarma:
matabalaverdad,entumecíalamente,yyoeraunadictoalamentira.Unapartedemíreconocíaeste
hecho: la misma parte que sabía perfectamente adónde iba Vanessa, pero yo prefería ignorar esa
parte.Porquemelastimaba.
—¡PorDios,Jackson!Estoyintentandoayudarte.
—¿Deveras?—repliqué—.¿Aquiénestástratandodeayudar?¿Amíoatimisma?
—No es justo eso que dices —respondió. Y tenía razón, pero no me importaba. Estaba
llevándomeaextremosalosqueyonodeseabair—.Erestúquienmepreocupas.¡Siempreerestú!
—¡Malditasea,Vanessa!Esoesdemasiadapresión.Yojamástehepedidoquelascosasseandela
maneraqueson.Losonasí,sinmás.
—Ese es tu problema. —Me quedé mirándola fijamente—. Las cosas nunca son sin más. Las
elegimosnosotros,activamenteono.Túpuedesinfluirsobreelmundo,Jackson.Ezraestámuerto.
¿Nolosientesasí?
—Esdecir…,quevolvemosaEzra—dije.
—Nuncalodejamos.Yahíestáelproblema:quetúnolohasdejadonunca.Quedurantemásde
veinteañoshasestadoviviendosuvida,yquenotehasdadocuenta.
Yo no sabía de qué estaba hablando, pero en aquel instante su rostro pareció transformarse.
Despuésdetodo,eracomolasdemás.
—No—dije—.Noesverdad.
—Síloes.—Intentótomarmimano,peroyolaretiréjustoatiempo.
—¡Nohayniunapizcadeverdadeneso!—grité.
—¿PorquétecasasteconBarbara?—preguntó,conunacalmaestoicaensuvoz.
—¿Qué?
—¿PorquétecasasteconBarbaraynoconmigo?
—Nosabesdequéhablas.
—Losé,ylohesabidosiempre.
—Estásdiciendotonterías.—Mirécómoselevantabadelasillayapoyabalasmanosenlamesa
en que había comido su familia durante generaciones. Se inclinó hacia mí, y noté que tenía
congestionadaslasaletasdelanariz.
—Escúchame,Jackson,yescúchamebienporquejuroporDiosquejamásvolveréadecirteesto.
Peronecesitohacerloahora.Hacediezañosmedijistequemeamabas.Yestoyseguradequeeras
sincero.PeroluegotecasasteconBarbara.Ahoraquieroquemedigasporqué.
Me recliné en el respaldo de mi silla, consciente de sentirme a la defensiva, pero no podía
evitarlo.Teníalosbrazoscruzadossobreelpecho,comoparaprotegermicorazón.Mezumbabala
cabezaymefrotélassienes,peroeldolorquesentíadesúbitosenegóadesaparecer.
—Te casaste con Barbara porque Ezra te dijo que lo hicieras —siguió Vanessa. Pegó después
sobrelamesaunapalmadatanfuertequemeparecióquesonabaahuesosfracturados—.Reconócelo.
Admítelo,Jackson…,reconóceloaunquesoloseaunavezyjamásvolveréamencionártelo.Túvives
lavidadeEzra,teadaptasaloqueéleligió.LafamiliadeBarbaratieneunapellidorespetado;ella
fueabuenoscolegios,teníalasamistadesqueconveníatener.Eslaverdad.Reconócelo.Malditasea,
Jackson…,actúacomounhombre.
—¡No! —grité, poniéndome de pronto de pie—. No lo reconoceré porque no es verdad. —Di
mediavueltayabandonélamesaparairalpisodearriba,ponermeelrestodemisropasyrecoger
misllaves.Vanessaseequivocabaynoestabadispuestoaseguirescuchando.Perosuvozmesiguió.
—¿Quémedicesdeloshijos?—gritó—.¡Túsiemprequisistetenerhijos!
—¡Cállate,Vanessa!—Semequebrólavozalforzarla.Medabacuentadequeellanosemerecía
migrito,peroyonopodíadarmásintensidadamivoz.
—¿Dequiénfueesaidea?¿Eh?¿Aquiénseleocurrió,Jackson?Túsolíashablardeesoacada
momento. ¡Montones de hijos! Era lo que siempre habías planeado…, una casa llena de hijos, una
granfamiliaalaqueeducar…,parapoderserelpadrequedeseabasquehubierasidoEzra.¡Maldita
seaJackson…!Nocierreslosoídosaesto.¡Esdemasiadoimportante!
Peroyonolehicecaso.Teníalacamisaenelsueloyencontrémisllavesdebajodelacama.Me
calcéloszapatossinponermeloscalcetines.Lacasameahogaba,mesofocaba…Teníaqueirme.No
deberíahabervueltoallí.
Vanessameaguardabaalpiedelaescalera.
—Notemarches—merogó—.Nodeestamanera.
Habíaternuraensuvozyensusojos,perodenadaservirían.
—Déjamepasar—ledije.
Ellasubióelprimerpeldaño,hostigándome.Almirarhaciaabajo,pudeverlarayadesupelo,las
pequitasqueteníaenelpuentedelanariz,aquellosojossuyosqueparecíandemasiadograndespara
serinocentes.
—¡Porfavor!—mepidió—.Porfavor,Jackson.Losientomucho.Retirotodoloquehedicho.Te
ruegoquenotevayas.
—Apártate, Vanessa. —La expresión dolorida de su rostro me cortó, pero yo no podía parar.
Aquellaerasulucha,nolamía.
—Jackson, te lo suplico… Ha pasado muchísimo tiempo. No puedo volver a perderte. Quédate.
Tomaotracerveza.—Buscabaconlasuyamimano.
Lasescalerasmeforzabanaacelerarmispasos.Nopodíacontenerelalientoeignorabaloque
meestabapasando.Necesitabaaire,necesitabasalirdeallí.Liberémimanoylaempujéalpasar.
—Nodeberíahabervenido—dije,yapartélamosquiteracontalfuerzaquefueachocarcontrala
pareddelacasa.
Notéquemeseguía;oísuspasosenelporcheyluegoenlagravilla.Surespiraciónerafuerte.
Sabíaque,simevolvía,veríalágrimasensusojos.Asíquenomevolví.Seguíadelanteyellamedio
alcanceenelcoche.
—Notevayas—insistió.
Tampoco entonces me volví a mirarla. Ella puso una mano en mi hombro y la otra junto a mi
cuello,dondeaúnsentíasucalor.Apoyósurostroenmiespaldayyovacilé.Nadadeseabatantoenla
vida como quedarme allí, pero ella necesitaba demasiado de mí: una verdad con la que yo estaba
reñido.
—No me obligues a suplicarte, por favor —dijo, y yo sabía bien cuánto le costaba pronunciar
esaspalabras.
Peroseguísindarmelavuelta:nopodíahacerlo…porque,silamiraba,aquellomeobligaríaa
quedarme. Y, sin embargo, lo quería: eso era lo que me mataba. Si fuera posible, nunca me
marcharía,peronecesitabatambiénmiira.Tampocopodíarenunciaraesta.
—Lolamento,Vanessa.Nodebívenir.
Ellanointentódetenermemientrasmemetíaenelcoche.Retrocedísinmirarlaytanaprisaque
lasruedasrechinaronsobrelagrava.Bajélavistaynolalevantéhastaqueestuvecasienlacurvade
lacarretera.Luegolaviporelespejoretrovisor,arrodilladaenelpolvo,conlacaraocultaensus
fuertesmanosdemuchachacampesina.Parecíapequeña.Parecíahundida.
Mi ira acabó disipándose y me dejó profundamente turbado. Era la única mujer a la que había
amado,yestoeratodoloqueteníademí:laspalmasdelasmanosllenasdepolvorientaslágrimas.
«¡Diosbendito!—pensé—.¿Quéesloquehehecho?».
9
Medetuvealllegaralacarreteraasfaltada,tanmareadocomosiacabaradepisarunpájarorecién
nacido. No podía pensar en lo que acababa de suceder, pero lo tenía ante mí ahora, insoslayable.
Sentíasuslágrimas,ellevetactodesusdedosenmicuelloylasuperficielisadesumejillaapoyada
contra mi espalda. Busqué algo sólido en lo que apoyarme: el volante, el salpicadero, el reloj que
marcaba unos minutos después de las cuatro. Respiré profundamente y volví a poner el coche en
marcha.DespuésrecordéaladetectiveMillsynuestracitadelastresdelatarde.Enalgúnpuntoentre
engañaramiesposaydestruiralamujerqueamaba,mehabíaolvidadodeaquelcompromiso.
Piséafondoelacelerador.Lacarreteradiscurríanegrabajomispies.Reconocíunacanciónenla
radio y me pregunté cuándo la habría conectado. Pulsé el botón mientras iban pasando las colinas
sobrepistasdehierbayquedabanatráslasexplotacionesagrícolas.Aparcamientospararemolquesy
pequeños centros comerciales aislados iban saliendo a mi encuentro mientras me adentraba en la
población y notaba en mí el olor del sexo como una marca grabada con hierro candente. Llamé a
casaparasabersiestabaallíBarbara,ycolguécuandorespondió.Suvozalmibaradameinspiróla
idea de hablar, aunque no fuera más que para ver si se amargaba al oírme; pero, si así fuera, se
amargaría con preguntas que yo no estaba preparado para responder. Necesitaba calmarme,
controlarme.Enfriareldeseo.
Alllegaralaoficina,empleéladuchadeEzraparalavarelpecadodemicarneymepregunté
cuántasveceslahabríausadoEzraparaelmismopropósito.Ninguna,medije.Ezrateníatratoscon
mujeres, pero jamás le habían acometido sentimientos de culpabilidad. ¿Lo envidiaba por eso? No.
Yomecomplacíaenlaculpaqueaquelloimplicabaparaelalma.Poreso,alsalir,dediquéuncortede
mangasalacajadecaudalesdeEzra.Quesejodieratodoelmundo.Loquenecesitabaahoraeraun
tiempoparamí.Talvez,despuésdetodo,compraríaunperro.
Yafuera,ibahaciamicochecuandonotéunmovimientoporelrabillodelojo.Mevolvíamirar.
—Hevistotucoche.—EraDouglas,elfiscaldeldistrito.Parecíacansado,conlosojoshinchados
sobreunanarizdeuntonovinoso.Meobservóconunaireextrañoymepreguntésihabríaestado
bebiendo—.Llamépero,comonorespondías,decidíesperarte.
Nodijenada.Poralgunarazón,micorazónsenegabaaserenarse.Élcruzólostresmetrosque
nosseparabanysedetuvoantesdeaproximarsedemasiado.Susojosmeexaminarondelospiesala
cabeza, tomando nota de mis cabellos mojados y de mis ropas en desorden. Yo notaba arder mis
mejillas, pero no podía suprimir el rubor. Douglas era un hombre al que no podía engañar
fácilmente.
—¿Vatodobien?—mepreguntó,dejandoasomaruntrozodegomademascarensuboca.
—Sí—respondí,recuperandomivoz—.Sí.—Eraconscientedequemerepetía.
—TelopreguntoporqueacabodehablarahoramismoporteléfonoconladetectiveMills.Dice
que más valdría que te hubieras muerto. Es la única excusa que te aceptará. —Le centelleaban los
ojos, más que parpadear, y me di cuenta de que era su mirada oficial, la que ponía en las vistas—.
¿Estásmuerto?—mepreguntó.
—Casi—dije,yesbocéunasonrisafueradelugar—.Mira…,sientomuchonohaberpodidoira
veraMills.Hetenidoproblemas.
—¿Teimportaexplicármelos?—preguntóDouglas,acosándomesindarunsolopaso.
—Nopuedo.
Noloimpresionóeltonoairadodemivoz.Semetiólasmanosenlosbolsillosymeestudió.Yo
intentéofrecerlemicaradepóquer,micaradeabogado,peroallí,alasombradelasoficinasdemi
difuntopadre,meresultabadifícil.Noteníaniideadecómomeveíaél,perosabíaquemirostrono
teníalaexpresiónserenaytranquilaquehabíapracticadoalgunavezanteelespejo.
—Voyadecirtealgo,Work,yquieroquemeescuchesbien.—Yonoparpadeabasiquiera—.Esla
últimacosaquepuedodecirtecomoamigo.Unbuenconsejoquedeberíasseguir.—Hizounapausa
comosiesperaraqueledieralasgracias,ysuspiróalverquenolohacía—.NolacaguesconMills
—me dijo—. Lo digo en serio. Está cabreada y frustrada. Eso la convierte en la persona más
peligrosaentumundo.
Sentíquemerecorríaunhorribleescalofrío.
—¿Quémeestásdiciendo,Douglas?
—Noteestoydiciendonada.Estaconversaciónnoestásucediendo.
—¿Meconsiderasunsospechoso?—pregunté.
—Yatedijeelotrodíaquetodoelmundoessospechoso.
—Nomehasrespondido—repliqué.
Douglasmovióloshombrosypaseólavistaporelaparcamientovacíoparasubirlaluegohasta
lalíneadetejados;despuésvolvióafijarsusojosenlosmíos.Fruncióloslabios.
—Ezraeraunhombrerico—dijo,comosiesoloexplicaratodo.
—¿Yeso?—Noentendíaadondequeríairaparar.
—¡PorDios,Work!—Habíaunanotadeexasperaciónensuvozmientrastomabaunaprofunda
bocanada de aire como si quisiera enfriar su ira con ella—. Mills está buscando un motivo y
estudiandoaloshabitualessospechosos.SupongoqueEzrahizotestamento.
—¡Oh,mierda!—repliqué—.¿Meestástomandoelpelo?
—Barbaratienegustoscaros,ytubufete…—Hizounapausayseencogiódehombros.
—Vamos,Douglas…
—Solo estoy aludiendo a lo más obvio, ¿estamos? Tú eres un estratega brillante, Work. Tienes
unadelasmentesjurídicasmásagudasqueheconocidonunca.¡Demonios…!Inclusotecomportas
decentemente en el tribunal… Pero no haces milagros. No aceptarás casos de reclamación de
indemnizacionespordañospersonalesniirásbesandoelculoparaconseguirgrandesclientes.Todo
eso es lo que enriqueció al bufete y a Ezra. Pero un bufete jurídico es un negocio. Hasta Mills
entiendeeso,ytienesuficienteshorasdevueloparasaberqueeltuyoapenasessolvente…¡Enfin…!
Yoséquetúnohasmatadoatupadre.LoúnicoquetepidoesquenoledesaMillsunmotivopara
que la tome contigo. ¡Coopera, por amor de Dios! No seas un maldito idiota. Dale lo que desea y
siguecontuvida.Noesunproblematancomplicado…
—¡Esuncondenadoproblema!
—Unoyunosumandos.Peroañádeleseisosietecerosylacosacobramayoratractivo.
Me asombraron sus palabras, y vi en su rostro una mirada escrutadora como si se dispusiera a
abrirmeencanalparapredecirelfuturoenmisentrañas.
—Ezrateníaunmontóndeceros—concluyó.
Se me revolvió el cuerpo, como si él ya lo estuviera manejando con sus gruesos y carnosos
dedos.
—¿HacomentadoMillsestocontigo?—pregunté,porquenecesitabasaberlo.
—Notanclaramente—admitióelfiscaldeldistrito—.Peronohacefaltaserningúngeniopara
llegaraestaconclusión,Work.Séquéestáspensando.Cede,tómalocomounhombreysiguecontu
vida.
—¿TehadichoMillsquealguientratódematarmeanoche?—pregunté.
Lainterrupciónloobligóareflexionar.
—Talvezmemencionóalgo,sí.
—¿Y…?
Douglasseencogiódehombrosyapartósumiradademisojos.
—Notecree.
—Ytútampoco—añadíyo,concluyendounpensamientoinexpresado.
—Ladetectiveesella,Work—dijoentononeutro.
—¿Creesquemeloheinventado?
—Noséquécreer.—Aquellasencillaafirmaciónlodejabatodoenelaire.
—Alguienempujóesabutacaescalerasabajo,Douglas.Sinopretendíanmatarme,estoyseguro
dequebuscabanquitarmedeenmedio.
—¿Meestásdiciendoqueesotienerelaciónconlamuertedetupadre?
Penséenlacajafuerteyenelrevólverdesaparecido:
—Talvez.Esposible.
—Deberías saber que Mills no lo ve así. Piensa que estás generando confusión, ocultando las
claves.Siyopensaraqueesaeratuintención,yfíjatequeestoydiciendoquesilopensara,sipensara
queactuabascomounmalditoabogado,mesentiríainclinadoamostrarmedeacuerdoconMills.Es
lodela«navajadeOccam»,Work…Laexplicaciónmássimplesueleserhabitualmentelacorrecta.
—Esosonsandeces,Douglas.Alguienintentómatarme.
—Dale a Mills tu cortada, Work, y cualquier otra cosa que desee. Deja que ella investigue y
conténtateconeso.
PenséenloqueDouglasmeestabapidiendoquedijera.Podíaoírelruidodeuncuelloalpartirse
bajounaterriblefuerza.
—Túsabesloqueocurrióesanoche,Douglas.—Hubounadeclaración,casitanlargacomouna
novela.
—Séquetumadremurióaconsecuenciadeunatrágicacaída,peroesoestodoloquesé.—No
habíaningúnacentodedisculpaensuvoz.
—Essuficiente—dije.
—No, Work…, no lo es. Porque es también la noche en que desapareció tu padre y porque,
conforme a lo que Mills ha podido averiguar, tú y Jean fuisteis los últimos en verlo vivo. Es
importante,ynadievaamontarunnúmeroapropósitodetusdelicadossentimientos.Tupadrefue
asesinado.Estoesunainvestigacióncriminal.HablaconMills.
Medijeque,sihablabaunavezmásdeasesinato,loasesinaríayoaél.Nohacíaningunafaltaque
melorecordara.Veíalamandíbuladescarnadademipadrecadavezquecerrabalosojos,eincluso
ahoraluchabaconlaimagendesusrestossometidosalosbisturíesysierrasdelforenseenChapel
Hill.
LasúltimaspalabrasdeDouglasimplicabanunaamenaza,yelsilencioquesiguióaellaspedía
unarespuesta,peroyonoalcélamirada.Élqueríaqueyosoltaramirecuerdodeaquellanochecomo
un tumor sanguinolento que Mills pudiera manosear, extenderlo como plastilina y comentarlo con
otrospolicíasmientrastomabancaféyfumabancigarrillos.Policíascomoaquellosconlosqueyo
me peleaba a diario ante el tribunal. Sabía cómo iba la cosa, conocía el retorcido voyeurismo de
personasquelohanvistotodoy,sinembargo,nuncahantenidosuficiente.Loshabíaoídoespecular
enlasdependenciasdelostribunales,acercadelasvíctimasdeviolaciones,curiosearlasfotografías
ydiseccionarlahumanidaddeunapersonaenbuscadelaocurrenciamásdivertidadeldía.Loshabía
oído burlarse de la forma como habían asesinado a una persona: «¿Le habría dolido? ¿Habría
suplicado? ¿Estaba viva cuando la violaron? ¿Consciente cuando el cuchillo se clavó en su pálida
piel?¿Loviovenir?Oídecirquesemeóencima…».
Era una negra farsa, una tragedia basada en el sufrimiento de las víctimas de todas las
poblacionesdelpaís.Peroestavezsetratabademidolor.Demifamilia.Demissecretos.
Veíaamimadrealpiedelaescalera,conlosojosabiertosylabocadejandoescaparunhilillode
sangre…, con el cuello doblado en un rictus cómico y cruel. Lo veía todo: el vestido rojo que
llevaba,laposicióndesusmanos,lazapatilladeCenicientaquequedóenelescalóndesdeelquese
precipitó.Elrecuerdoeracruelylocorté.PerosilevantabalamiradapodíaveraEzra,yaquelloera
muchopeor.Noestabalistoparaeso.Nopodíahacerlo.Nootravez.Porque,simirabamásalláde
Ezra, vería lo que Ezra le hizo aquella noche, todo lo que le hizo, helado en su rostro en aquel
horriblecuadroquetodavíaaterrabamissueños.Habíahorrorensucara,yrabia,unafuerzaanimal
que la transformaba. En aquella cara yo veía a un extraño, alguien a quien podría matar, y eso me
aterraba ahora más incluso que nunca. ¿Qué había hecho de mi hermana aquella noche? ¿Y estaría
ahoraperdidaparasiempre?
SihablabaconMills,todoaquellovolveríaasalir.Ellahurgaríaeindagaría;trataríadequesu
mentedetectivescalofisgonearatodo.Podríavercosas,cosasqueyonopodíapermitirqueviera.
—Nohayproblema—ledijealfiscaldeldistrito—.Hablaréconella.
—Asegúratedequelohaces—merespondió.
—Notepreocupes.—Abrílapuertademicoche,deseandodesesperadamenteescapar—.Gracias
porinteresartepormí—ledije,peromisarcasmofueunesfuerzoinútil.Mesubíalcoche,peroél
medetuvoapoyandolamanoenmiportezuela.
—Porcierto—medijo—.¿QuéestabashaciendolanocheenquedesaparecióEzra?
Tratédemirarloalosojos.
—¿Meestáspreguntandopormicoartada?—inquirícomosimeloestuvieratomandoabroma.
Élnodijonada,yyomereí,peromirisasonóahueca—.¿Comoamigoocomofiscaldeldistrito?
—Talvezencalidaddeambascosas.Unpoco,porlomenos.
—Tienesmuchagracia—ledije.
—Síguemelacorriente,entonces.
Yo deseaba escapar de allí, evitar sus preguntas y sus ojos inexpresivos. Así que hice lo que
cualquierhombrehabríahechoenidénticascircunstancias:mentí.
—Estabaencasa—ledije—.Enlacama,conBarbara.
Élsonrió.Unasonrisapococonvincente.
—Nocostabatanto,¿verdad?—mepreguntó.
—No—reconocí,sorprendido—.Noeranadadifícil.
Me dedicó entonces una sonrisa más amplia, que me permitió ver que tenía comida entre los
dientes,restosdealgomarrón.
—¡Buenchico!—medijo,tratandodemostrarsecordial,peroenuntonoqueamímeparecióde
condescendencia.
Intentédevolverlelasonrisa,peronopudehacerlo.Unainclinacióndecabezafuelomásqueme
salió; y, aun así, a duras penas. Douglas no estaba seguro de mí; lo leí en sus ojos. ¿Podía haber
matadoyoaEzra?Eralapreguntaquesehacíayparalaquecomprobaríamicoartada.Sabíatambién
quehabíadiscutidoelasuntoconladetectiveMills.Setratabadeuncasoquehabíatenidoresonancia
enlosmediosdecomunicación,yaquelerasucondado:nuncasemantendríaalmargen.Poresome
había mentido como yo le había mentido a él, lo cual solo podía significar una cosa: que nuestra
amistadestabamuerta,tantosiDouglasloqueríacomosino.Puedequeenpocotiempocolgaraa
alguienporlamuertedemipadre,peroyonopodríayanuncavolvermeatrás.Aquelpuenteeraun
montóndecenizashumeantes.
Lo dejé, pues, y vi cómo sus anchas espaldas se perdían por el aparcamiento mientras iba
arrastrandolospiesenbuscadesuviejoChevrolet.Semetióenélysealejó.Nuncamiraríahacia
atrás,yyomedabacuentadequeéltambiéneraconscientedeeso.LamuertedeEzraeracomoun
fósforo aplicado a yesca húmeda: ardía lentamente ahora, pero era solo cuestión de tiempo que la
inflamara.Mepreguntéquémásacabaríaconvertidotambiénenunaruinahumeante.
Puse en marcha mi coche y salí con las ventanillas bajadas. Quería que se me secara el pelo y
fumar un par de cigarrillos para quitarme de encima el olor fresco del jabón. Pensé en la cara de
Vanessaalaluzdelasprimerashorasdelatarde.Esoeraloqueconservaríadetodo:cómoempezó,
nocómoterminó.Noloquelediríalapróximavezquecedieraamidebilidadybuscararedimirme
ensutiernoperdón.
Pronunciésunombreunavez,ydespuésloguardédentrodemí.
Eran casi las seis cuando llegué a casa. Al minuto de entrar supe que algo ocurría: había velas
aromáticas perfumando el aire y música suave sonando en el estéreo. Barbara me llamó desde la
cocina,yyolerespondí,dejécaermichaquetaenelrespaldodeunasillaymedirigílentamenteasu
encuentro.Ellamerecibióenlapuertadelacocinaconunvasodevinoblancofríoenlamano:un
chardonnay, que probablemente valdría una fortuna. Mostraba una gran sonrisa y vestía un escueto
conjuntonegro.
—Bienvenidoacasa,cielo—dijo,ymebesó.
Suslabiossesepararonynotélapuntadesulenguaenelbeso.Nopodíarecordarcuándofuela
últimavezquemehabíallamado«cielo»,ylaúltimavezquemehabíabesadodeesamaneraestaba
completamentebebida.Apretósucuerpocontraelmíoy,almirarhaciaabajo,vicómosuspechos
sobresalían de la parte de arriba de su vestido por efecto de la presión. Rodeó con los brazos mi
cintura.
—¿Estásborracha?—preguntésinpensarlo.
Ellanosequejó.
—Todavíano—dijo—.Perodosvasosmásdevinoypodríasconsiderarteafortunado.
Sepegómásamí,haciendoquemesintieravagamenteincómodo.Meveíarastreroamímismo.
Miréporencimadesucabezayvicacharrosenelfuego.
—¿Estásguisando?—pregunté,sorprendido.Barbarararavezcocinaba.
—SolomilloWellington—respondió.
—¿Celebramosalgo?
Barbaradiounpasoatrásydejósucopadevinoenlaencimera.
—Esparaquemeperdones—dijo—.Porlamaneracomotetratéanoche.Fueuntragohorrible
para ti. Lo pasaste malísimamente mal y yo podía haberme mostrado más dispuesta a apoyarte. —
Bajólavista,peroniaunasílacreí—.Deberíahaberlohecho,Work.Debíahaberestadoatulado.
HacíaañosqueBarbaranomehabíapedidodisculpaspornada.Asíquemequedéestupefacto.
Ella tomó mis manos y se quedó observándome con lo que tenía que ser una fingida
preocupación.
—¿Te encuentras bien? —preguntó refiriéndose, supuse yo, a mi caída—. Debería haber ido al
hospital, ya sé…, pero aún estaba enfadada contigo. —Hizo un mohín con los labios y comprendí
que,ensuopinión,aquelloarreglabalascosas.Sevolvióantesdequeyopudieradecirnada,ycogió
sucopadevino.Sucalmamepareciómenosnaturalcuandoviquelamitaddelcontenidodelacopa
desaparecíadeunsolotrago.Sevolviódenuevohaciamí,apoyadaestavezenelfregadero,conlos
ojosbrillantes—.Dime…—empezóotravez—.¿Quétaltefueayer?
Casimereí.Medieronganasdesoltarle,aunquenofueramásqueparaverlaexpresióndesu
pintiparadacara:«Alguientratódematarmeanoche,ytúnitepresentasteporelhospital.Hoymehe
acostadoconunamujerfrágilysolitaria,ydespués,poroscurosmotivosquesoydemasiadomierda
paraexplorar,mehededicadoarebajarlayecharsusánimosportierra.Amipadrelomatarondeun
pardebalazosenlacabeza,yelfiscaldeldistritoquieresaberdóndeestabayolanocheencuestión.
Reconozcoquemegustaríaborrardeturostroesafalsasonrisaque,enmiopinión,significaquemi
matrimonioestáencrisis.Mihermana,alaquelehefalladodetodaslasformasposibles,meodia.Y
lopeordetodoesquetengolaíntimaconviccióndequeesahermanamía,alaquequiero…,matóa
nuestropadre».
—Bien—ledije—.Hetenidounbuendía.¿Cómotehaidoati?
—Igual—respondió—.Veasentarte.Tieneselperiódicoenlamesa.Lacenaestarálistadentro
demediahora.
—Iréacambiarme—dije,ysalídelahabitacióncaminandoconpiesdeplomo.
Teníalasensacióndepercibirlascosasamedidaquememovía:lapared,labarandilla…¿Era
todo ello real? Pero… ¿qué importaba? Si regresaba a la cocina con la boca llena de mierda, ¿me
besaríaBarbaraymediríaqueteníagustoachocolate?
Me eché agua por la cara y me puse unos pantalones caquis y un jersey de algodón, de cuello
vuelto,queBarbaramehabíaregaladoporNavidadañosatrás.Estudiémirostroenelespejoyme
sorprendió ver la completa serenidad y calma que reflejaba. Después sonreí y la ilusión se
desvaneció.PenséenlascosasquehabíadichoVanessa.
Barbaraestabaaúndelantedelhornocuandoregreséalacocina.Teníasucopallenadenuevo.
Sonriómientrasyomeservíatambiénmásvino.Hicimoschocarlascopasensilencioybebimos.
—Diezminutosmás—dijo—.Teavisaréencuantoestéapunto.
—¿Quieresquepongalamesa?—lepregunté.
—Yalohehechoyo.Siéntateydescansa.
Dimediavueltaparairalasala,enbuscadelmullidoysuavesofá.Diezminutosmeparecíanun
tiemporazonable.
—Douglashapasadoporaquíestamañana—anunciómiesposa.
Medetuveymevolvíamirarla.
—¿Cómo?
—Unavisitaderutina,segúnél.SoloparahablardelanocheenqueEzradesapareció.
—Derutina…—repetíyo.
—Parallenaralgunaslagunas—explicó—.Ensusinformes.
—Susinformes…
Ellameobservóconaireburlón.
—¿Porquérepitestodoloquetedigo?—preguntó.
—¿Hagoeso?
—Sí,casicadapalabra.
—Losientomucho.Nomehedadocuenta.
—Laverdad,Work…—comentóriendo—.Aveceseres…—Sevolviódeespaldasalaencimera,
con una cuchara de madera en la mano. Yo me quedé inmóvil, consciente vagamente de que el
aturdimientoseestabaconvirtiendoenmiestadonormaldeexistencia.
—¿Quéledijiste?—lepreguntéporfin.
—Laverdad.¿Quéotracosapodríadecirle?
—Laverdad,claro.Pero,concretamente,¿sobrequé?
—Nomeagobies,Work—replicó—.Estoyintentando…
No concluyó la frase, y se limitó a señalar con la cuchara la atestada cocina. Gotas de algo
amarillo cayeron sobre la encimera y yo me quedé mirándolas porque no era capaz de buscar sus
ojosconlosmíos.Cuandoalcélavistaviqueteníalamanosobresubocayquelaslágrimasque
brillaban en sus ojos rodaban hacia el suelo. Otro hombre se hubiera acercado a ella y la hubiese
estrechadoentresusbrazos,peroyoyateníaelalmademasiadonegradementiras.
Lediuntensominuto,esperandoaqueserecobrara.
—¿Quéledijiste?—lepreguntédenuevo,estavezconmayorsuavidad.
—Solamentelopocoquesé.Porquetújamásmehascontadograncosa.—Suvozeratenue—.Le
contéque,despuésdeiralhospitalcon…—hizounapausa,incapazdeconcluirlafrase:habíaestado
apuntodedecir«conelcadáverdetumadre»—contumadre,fuistealacasadetupadre.Ydespués
vinisteaquí.Ledijequeestabasmuytrastornado…,queloestabaislosdos,túyJean.—Miróhaciael
suelodenuevo—.Yquelosdosospusisteisadiscutir.
Yolainterrumpí:
—¿Tecontéyoeso?
—Nomeexplicasteporquédiscutíais.Nioílaspalabras.Soloséquediscutíaisporalgo.Yquetú
estabasmuytrastornado.
—¿Quémás?
—¡Cielos,Work!¿Quéestodoesto?
—Dímelo,porfavor.
—Nohaynadamásquecontar.Queríasaberdóndehabíasestadoaquellanoche,yyolecontéque
estuvisteaquí.Mediolasgraciasysemarchó.Esoestodo.
¡GraciasaDios!Peroteníaqueponerlaaprueba.Teníaqueestarseguro.
Procuréadoptaruntonodespreocupado:
—¿Podríasjurarqueestuveaquítodalanoche?¿Podríasdeclarareso,sitellamaranatestificar?
—Meestásasustando,Work.
—No hay ninguna razón para que te asustes —la tranquilicé—. Es solo el abogado que llevo
dentro.Sécómopuedenpensaralgunaspersonas,yesmuchomejorquetengamosbienclaroesto.
Ellaseacercómásysedetuvoenlapuertadelacocina.Teníaaúnlacucharaenlamano.Había
muchafirmezaensusojosybajólavoz,comoparaponerespecialénfasisensuspalabras.
—Yo lo sabría, si te hubieras ido —afirmó simplemente, pero algo en su rostro hizo que me
preguntara si sabía la verdad. Que me había ido. Que había pasado largas horas sollozando en el
hombro de Vanessa antes de volver a meterme en nuestra cama una hora antes de amanecer,
procurandonohacerelmásmínimoruidoparanodespertarla.
»Estuvisteaquí—dijo—.Conmigo.Nopuedehaberningunadudaalrespecto.
Sonreí,rogandoparaqueestavezmirostronomedelatara.
—Bien—asentí—.Esoyaquedaclaro.Gracias,Barbara.—Merestreguélasmanos—:¡Québien
hueleesacena!—añadídemanerapococonvincente;ymevolvíayahaciaelsofáfingiendotodala
tranquilidadquemepareciórazonable,cuandootropensamientomedetuvo—:¿Aquéhoradicesque
sepresentóaquíDouglas?
—Alascuatro—respondióBarbara.
Yomesentéenelsofá.Lascuatro.Unahoraantesdequeyohablaraconélenelaparcamiento.
Estabaenunerror,pues.Nuestraamistadnohabíamuertoconsuinterrogatorio:erayauncadáver
frío y que comenzaba a apestar cuando él vino a mi encuentro. Aquel gordo malnacido estaba
poniéndomeaprueba.
Lacenahabríasidoexcelente,siyolahubieseprobado.Tomamosbriecaramelizadoconláminas
dealmendras,ensaladaCésar,fileteWellingtonypanreciénhecho.Elchardonnayresultóserunvino
australiano.Mimujerestabaradiantealaluzdelasvelasyenalgunosmomentosmepreguntésino
la habría juzgado mal. Hizo atinadas observaciones que yo pasé por alto, se refirió a noticias de
actualidadyaunlibroquehabíamosleídolosdos…y,ocasionalmente,sumanotocólamía.Yome
ablandé con el vino y la esperanza. Para las nueve y media ya pensaba que tal vez tuviéramos una
posibilidaddespuésdetodo.Peronodurómucho.
Habíamosretiradolosplatos,dejándolosamontonadosenelfregaderoparaqueseocuparande
ellos las asistentas que vendrían el día siguiente. Los restos del postre cubrían aún el mantel, y
estábamos dando cuenta del café y unas copas de Baileys. Una tranquila satisfacción me invadía y
estabayapensandoamarlaporprimeravezparasiempre.Teníasumanosobremipierna.
—Dime—preguntó,inclinándosemás,enloqueparecíaunaactituddeofrecimiento—.¿Cuándo
piensasquenosmudaremos?
Lapreguntamepillóporsorpresa.Nolaentendí,perosusojosteníanunresplandornuevoyme
encontréamímismodespejándome,casicontramivoluntad.Ellabebióunsorbodevino,consus
ojososcurosdestacandosobrelapálidamedialunadelbordedelacopa.Aguardóensilencio,como
siloúnicoqueyotuvieraquehacerfueseelegirunafechaalazar.
—Mudarnos…¿adónde?—pregunté,puestoquenoteníaotraelección.Temíasurespuesta,sobre
todoporquesabíacuálibaaser.
Ellaserio,aunquenohabíanirastrodehumorensurisa.
—Nobromees—medijo.
Sedesvaneciódeprontoelúltimorestodemiplacer,devoradoporelansiacrueldesuvoz.
—Yonoestoybromeando—dije—.¿Ytú?
Notecómosesuavizabalaexpresióndesurostro,perovitambiénqueeraforzada.Enelhasta
hacíauninstanteencantadorperfildesumandíbula,aúnseadivinabancontraídoslosmúsculos.
—PuesalacasadeEzra,naturalmente.Anuestranuevacasa.
—¿Quédemoniostehacepensarquenostrasladaremosaesacasa?
—Solohabíapensadoque…Quierodecir…
—¡Malditasea,Barbara…!Apenaspodemospermitirnosmantenerestacasaynoesnilamitadde
grandequelademipadre…
—¡Esunacasatanhermosa…!—dijo—.Habíapensadoque…
—¿Habías pensado que podíamos trasladarnos a una casa de setecientos cincuenta metros
cuadrados,cuyosgastosdecalefacciónnisiquieraestánanuestroalcance?
—Peroeltestamento…
—¡Nisiquieraséquésedisponeeneltestamento!—exclamé—.Notengolamásmínimaidea.
—PeroGlenadijoque…
Aquellomesacódemiscasillas.Estallé:
—¡Glena! ¿De eso estuvisteis hablando anoche las dos? —Pensé en las horas que había pasado
miserablementeenelgarajemientrasmimujerysudetestableamigaplaneabanelencumbramiento
socialdeBarbara—.Loteníaistodoprevisto…
UncambiosúbitoseoperóenelrostrodeBarbaramientrasyolamiraba.Derepentefuelaviva
imagendelcálculomásfrío.
—Tiene sentido si vamos a formar una familia —dijo; luego bebió un sorbo de vino y me
observóconlapacienciadeuncazador.
Aquellonoerajusto.Barbarasabíacuántodeseabayotenerhijos.Suspiréhondamenteyvertíun
chorrodeBaileysenmicopa.
—¿Estáschantajeándome?—pregunté—.¿HijosacambiodelacasadeEzra?
—¡Claro que no! —replicó—. Simplemente estoy sugiriendo que los hijos serían el siguiente
pasológicoparanosotrosdos,yquepodríamosdisponerdeeseespaciosobrante.
Intentécalmarme.Elagotamientocayósobremícomounacargadecementofresco,perodecidí,
sin embargo, que podría ser hora de encarar algunas verdades desagradables. Me venía
espontáneamentealamemoriaelrostrodeVanessasurcadoporlaslágrimas.Pensabaenlascosas
quemehabíadicho,enlasverdadesquemehabíalanzadoalacara…,unasverdadestanhorribles
paramíquehabíaoptadoporircontraellaantesqueafrontarlas.
—¿Cómoesquenuncahemostenidohijos,Barbara?—pregunté.
—Túdijistequenecesitabasconcentrarteentucarrera.
Su respuesta fue inmediata y tan espontánea, que me di cuenta de que estaba convencida de su
veracidad.Unsilenciohorriblemeinvadiópordentro:unacalmaglacial.
—Jamáshedichoeso—lerepliqué.
Hasta la sola idea era absurda. Había sacrificado demasiadas cosas al vano ídolo de mi carrera
jurídica.Perojamáshabríarenunciadoalaideadetenerhijos.
—Claroquelohiciste—dijoBarbara—.Lorecuerdoperfectamente.Necesitabasconcentrarteen
elbufete.
—Cada vez que te sacaba el tema de los hijos, me decías que no estábamos preparados para
tenerlos.Ycambiabasdetema.Sipormíhubierasido,aestashorastendríamoscinco.
UnaextrañasensacióndehabercomprendidoporfinseabriópasoenelrostrodeBarbara.
—Bueno…,talvezfueracosadeEzra—dijo,ydespuéstuvounsobresalto,comosilaasombrara
haberpronunciadoaquellaspalabras.
—¿QuetalvezfueracosadeEzra?—repetíyo.
—Nohequeridodecireso—negó,peroyaerademasiadotarde.Sabíaloquehabíaqueridodecir
yderepentenotécomounfuertezumbidoenmisoídos,unahorriblealgarabíaqueamenazabacon
hacermecaerdemisilla.
«TalvezfueEzra».
«Talvez…fue…Ezra».
Miréamiesposacomosilohicieradesdemuylejos,ycomprendí.Ezraqueríaqueyocontinuara
su tradición de grandeza. Ella quería que yo amasara más dinero. Los hijos me distraerían. Las
faccionesdeBarbarasecrisparonenunamáscaraquemeaterrorizó.Miesposaymipadrehabían
conspiradoparaarrebatarmeamishijos,yyoleshabíapermitidoquelohicieran,torpeyestúpido
comounanimaldegranja.Laclaridaddeestepensamientomeabrumó.Diunospasostambaleantes
para apartarme de mi silla, mientras la voz de mi mujer seguía sonándome como un zumbido
distante.Nosécómo,encontrélabotelladewhiskyymeservíunvasolleno.Barbarameobservaba.
Suslabiossemovieronydespuéscomenzóacaminardeunladoparaotroporlacocina.Eltiempo
pareciódetenersemientrasaclarabalosplatos,losmetíaenellavavajillasyfregabalaencimera.No
meperdíadevistaniuninstantemientrastrabajaba,comosilepreocuparaquepudieradesaparecer.
Peroyonopodíamoverme:nohabíanadiequemeguiara.Creoquemereípensándolo.
Cuando vino finalmente por mí, yo estaba mucho más borracho de lo que puedo describir con
palabras,perdidoenunasprofundidadesquenisiquierasabíaqueexistieran.¡Robado!Loshijosque
siemprehabíaquerido,lafamiliaquehabíadeseadotenerdesdemistiemposenlauniversidad…Mi
propia vida me la habían arrebatado aquellos en quienes más podía confiar. Y yo había consentido
que algo así ocurriera. Llámenlo confianza ciega. Llámenlo cobardía. O quizá pasividad cómplice.
Porqueyocompartíalaculpa,ylapropiaenormidaddeellameabrumaba.
Como si llegara a través de la bruma, la mano de mi esposa vino a buscarme. Me condujo al
dormitorio, me acostó en la cama y se quedó de pie delante de mí. Sus labios se movían, y las
palabrasquedecíasalíansegundosmástarde:
—No te preocupes, querido. Lo arreglaremos todo. Estoy segura de que Ezra proveerá. —Sus
palabrasnoparecíantenermuchosentido.
Sedesnudó,ycolgócuidadosamentesublusaantesdevolverseparaofrecermesuspechoscomo
el maná del cielo de algún otro hombre. Después se quitó la falda, para revelar unas piernas
esculpidas de bronce. Era como una estatua a la que se ha infundido vida, un trofeo a la buena
conducta.Susdedosencontraronlosbotonesdelasropasquedeberíanhabermeprotegido,perono
lo hicieron; me quitó los pantalones con una sonrisa de victoria, me dijo que me relajara y se
arrodilló delante de mí. Yo sabía que aquello estaba mal, pero lo oculté tras mis ojos cerrados
mientrasellapronunciabapalabrasyconjurosdeterriblepoder;asíquemerendí,yenmirendición
conocílacondenadelcorrompidohastalostuétanos.
10
Eldomingoporlamañana,temprano,abrílosojosaunafríaluzgris.Sefiltrababajolaspersianas
para tocar la cama, pero en su conjunto dejaba a oscuras la mayor parte del dormitorio. Barbara
dormíaamilado,consusudorosapiernaapoyadacontralamía.Meescurríhaciaelotroladodela
camaymequedéallíquieto.Mesentíafrágil.Notabapegadosmispárpados,ylalenguaquellenaba
mibocasabíaaalgoquellevabamuchotiempomuerto.Penséenlasverdadesbrutalestanamenudo
reveladasconlaslucesdelalba.Yohabíatenidoalgunasdeestaclaseenmivida,perotodashabían
llevado a esta. Era un extraño para mí mismo. Por mi padre había decidido estudiar leyes. Por mi
padre me había casado, y por él y por la misma mujer con la que ahora compartía mi cama había
renunciadoamissueñosdeformarunafamilia…,amipropiaalma.Ahoramipadreestabamuertoy
loquemequedabadeéleraestaverdad:quemividanoeramivida.Quepertenecíaauncascarón
vacíoquellevabamirostro.Sinembargo,yotodavíamenegabaacompadecermedemímismo.
Levanté la cabeza para mirar a Barbara: tenía los cabellos enmarañados por el sueño, la piel
arrugadaylabocaentreabiertadejandoveralgobrillanteensuinterior.Micarasecrispóalverla,
peroaunasí,enlaauroradelarevelación,tuvequereconocersubelleza.Sinembargo,medijeamí
mismoylopensabaconsinceridad,yonomehabíacasadoconellaporsufigura,sinoporsufuerza,
por su energía. El fuerte viento de sus convicciones me había arrastrado en su estela. De alguna
manerahabíallegadoaconvencermedequeseríalaesposaperfectaydequesolounnecioladejaría
escapar. Todavía lo pensaba ahora, cuando ya conocía la triste verdad. Era la que había dicho
Vanessa:mehabíacasadoconBarbaraporqueasílohabíadispuestoEzra.¡Diossanto!
Mispiespisaronelsueloycaminéatientasparasalirdeldormitorio.Enelcuartodelaplancha
encontréunpardetejanossuciosyunaszapatillas.Despuéstoméelteléfonomóvilyunpaquetede
cigarrillosyfuiasentarmeenelporchedelantero.Elparqueestabaenvueltoennieblayhacíafrío.
Temblabamientrasprendíaunpitilloyarrojabaunanubedehumoazuladoalmundo.Nosemovía
nada, y en mitad de aquella quietud y silencio me sentí más vivo que nunca. Marqué el número de
teléfono de Vanessa. Respondió su contestador automático, y me dije que estaría ya levantada,
descalzaenlahierbahúmeda.Mientrasaguardabalaseñalparadejarleunmensaje,decidídecirlela
verdad: que tenía razón y que lamentaba cuál había sido mi reacción al oírla. No le diría que la
amaba.Todavíano.Esoteníaquesercaraacara,yaúnnoestabapreparadoparahacerlo.Habíaotros
problemas en ello, cosas que no tenían nada que ver con la verdad o con el hecho de que mi vida
fuerauncompletodesastre.Peronecesitabaquesupieraqueyohabíacomprendido:queteníarazóny
queyoestabaequivocado.Asíqueesofueloqueledije.Laspalabraseranmeraspalabras,unpálido
reflejodelarealidad,enconjunto,peroteníanqueservirparaalgo.Cuandoapaguéelteléfono,me
sentíbien.Noteníaniideadeloquemedepararíaelfuturo,peronomeimportaba.
Así que permanecí sentado, fumando, mientras despuntaba en mi interior una sensación que
reconocícomoalgovividohacíamucho,muchísimotiempo:sealzóelsol,merodeóconsusdedos
rosadosycálidosyporuninstantesentípaz.AlmomentosiguienteadvertílapresenciadeBarbara,
quesalíaatravésdelapuerta.
—¿Quéhacesaquífuera?
—Fumar—respondí,sinmolestarmesiquieraenvolverme.
—Nosonmásquelassietemenoscuarto.
—¿Deveras?
—Mírame,Work.
Mevolví.Barbaraestabaenmitaddelapuertaabierta,envueltaenunabatadefranela.Teníalos
cabellosdesgreñadosylosojoshinchadossobreunabocaruin.Supequesuspensamientos,aligual
quelosmíos,estabanfijosenloocurridolapasadanoche.
—¿Enquépiensas?—mepreguntó.
La miré. Mis ojos expresaban una advertencia, pero sabía que ella no sería capaz de descifrar
siquierasupálidomensaje.Hubieratenidoqueconocermebienparacaptarlo,peroéramossolodos
extraños. Por eso tuve que formular mis pensamientos, expresarlos con palabras claras e
inequívocas,quecualquierneciofueracapazdecomprender:
—Pienso que mi vida ha sido secuestrada, apresada pidiendo por ella un rescate que yo nunca
podíapagar.Estoycontemplandounmundoqueantesnohabíavistoypreguntándomecómodiablos
hellegadoaquí.
—Estásdiciendobobadas—dijo,ysonriócomosipudieradescartarlassinmás.
—Noteconozco,Barbara,ymepreguntosialgunavezteheconocido.
—Vuelvealacama—meordenó.
—Creoquenoloharé.
—Vasahelarteaquífuera.
—Hacemásfríodentro.
Frunciómásprofundamenteelceño.
—Esomeduele,Work…
—Tengo la impresión de que es lo que ocurre a menudo con la verdad —dije, y me volví de
espaldas a ella. A lo lejos venía hacia nosotros por la calle un hombre vestido con una larga
gabardinaygorrodecazador.
—¿Piensasvenirono?—insistió.
—Meparecequeiréadarunpaseo—ledije.
—Estásmediodesnudo—observó.Mevolvísonriendo.
—Sí—asentí—.¿Verdadqueesparapartirsederisa?
—Meespantas,Work.
Me volví a mirar a mi caminante del parque y noté que mi mujer salía al porche. Durante un
minuto largo estuvo mirándome en silencio, y yo solo pude imaginar qué estaría pensando. De
prontonotésusmanosenmishombros,conlosdedossujetándomeconfuerza.
—Venalacama—medijo,conunavozquesugeríalasensacióndesedaperfumadayplaceres
íntimosdecama.
—Mehedesveladoya—lerespondí,dándoloaentenderenmuchossentidos—.Vetú.
Notéqueretirabasusmanosyasentíaensilencio,nosésifuriosaoextrañadaoambascosasaun
tiempo. Había desplegado sus alas de ángel en un ofrecimiento de subirme al cielo, y yo la había
derribadodeuntiro.¿Adóndeiríaahora?¿Quéresortepodríaemplearparamoverme,sielúltimo,
el de la entrega de su propio cuerpo, le fallaba al final? Lo único que podía decir yo era que la
retiradaensilencionoeraningunaopciónparaella.
—¿Conquiénhablabasantes?—mepreguntó,conunnuevotonocortanteenlavoz.
Yomiréelteléfonomóvilqueteníaallado,penséenVanessaStolenymemaravillédemipropia
perspicacia.
—Connadie.
—¿Medejaselteléfono?
Mehiceelremolón.
—Elteléfono—insistió.
Cuandolamirévienellaloqueesperabaver:unoslabiosfinosenunrostroquesehabíapuesto
pálido.
—¿Deverdadquiereshaceresto?—lepregunté.
Con un único y brusco movimiento, se agachó y cogió el teléfono móvil. Yo no hice ningún
intentodedetenerla.Mientrasellapulsabaelbotónderellamada,yomevolvídeespaldasparamirar
al extraño individuo enfundado en su gabardina. Se acercaba a nosotros, con la mirada baja y el
rostroprácticamenteoculto.YomepreguntabasiVanessaresponderíaalallamada,yesperéqueno
fueraasí;porlodemás,nosentíanada:nitemor,niiraynisiquieraremordimiento.OíqueBarbara
desconectabaelaparato,ydespuéssuvozcuandosedirigióamí,tensaporlaira.
—Pensabaqueyahabíasacabadoconella.
—Yotambiénlopensaba.
—¿Desdecuándo?—mepreguntó.
—Noquierohablardeesto,Barbara.Noahora.—Mepuselentamenteenpie,esperando,cuando
mevolvía,verlágrimasenlosojosdemimujer:quefuerareveladordealgomásquedelorgullo
herido—.Estoycansado.Tengoresaca.
—¿Yquiéntienelaculpadequeestésasí?—replicó.
Respiréhondamente.
—Voyadaresepaseo—ledije—.Podemoshablarmástarde,sitodavíaquiereshacerlo.
—¡Nomedejessola!
—Unpaseonopondrámásdistanciaentretúyyo.
—Oh,comprendo…¿Ahoraresultaquetuadulterioesculpamía?
—Novoyahablardeestoahora—repetí.
—Talveznomeencuentresaquíalregresar—meamenazó.
Yomedetuvecuandobajabayaporlaescalera.
—Haz lo que tengas que hacer, Barbara. Nadie te censurará por eso, y yo el que menos. —Me
alejé de sus bufidos y comencé a bajar por el camino que llevaba a la calle y al parque, ahora
brillanteporelfríorocíoquelobañabatodo.
—Esunasuciazorra.Nuncaheentendidoesaobsesiónquetienesconella—meespetóBarbara
cuando me alejaba, subiendo el tono de su voz al repetir—: ¡Nunca! —La última palabra fue, en
realidad,ungrito.
—¡Cuidado,Barbara!—dijeyosinvolverme—.Losvecinosteoirán.
Escuché un portazo detrás, y supuse que habría cerrado también la puerta con llave. No me
importaba.Mividaseprecipitabapendienteabajomientrassalíadenuestrapropiedadendirecciónal
caminodeentrada.Eraunhombrecomocualquierotro.Habíatomadounadeterminaciónylahabía
mantenidoconfirmeza.Aquellomeinspirabaunasensaciónderealidadsumamenteagradable.
Yaenlaverjadelacasa,aguardéaaquelhombrealquehabíavistounmillardeveces,perocon
quiennohabíahabladonunca.Pudeverlomejormientrasseacercaba.Eraunhombresingularmente
faltodeatractivo,conrasgospocomarcadosyunamuecaensurostroquelevantabasulabioenel
lado derecho de su cara, mostrando sus dientes manchados. Llevaba unas gafas de cristales sucios,
congruesamonturanegra,ypordebajodesugorrodecazadorlecolgabanunoscabelloslacios.
—¿Leimportasicaminoasulado?—lepreguntécuandoelhombrellegóadondeyoestaba.
Élsedetuvoeinclinólacabezahaciamí.Susojosverdesdieronlaimpresióndenadarenunmar
amarilloysuvoz,alhablar,eraevidentementeladeunfumador.Escuchésumarcadoacento.
—¿Porqué?—Habíadesconfianzaenaquellavoz.
—Pornadaespecial—respondí—.Soloporcharlar.
—Esteesunpaíslibre—dijo.Reanudósupaseoyyoacomodémispasosalossuyos.
—Gracias.
Notéqueteníalosojosfijosenmipechodesnudo.
—Nosoygay—medijo.
—Yotampoco.
Élgruñó,peronodijonada.
—Encualquiercaso—añadí—,noesustedmitipo.
Éldejóescaparunarisotadaqueacabóenungruñidodeaprobación:
—Unsabelotodo…¿eh?¡Quiénloibaapensar!
Íbamoscaminoabajo,dejandoatráslasgrandescasasyrecorriendoelparquealolargo.Había
unos pocos coches en las calles, y unos cuantos muchachos dando de comer a los patos. La niebla
matinalcomenzabaadesprenderselentamentedellago.
—Yolehevisto—medijofinalmente—.Lohevistoduranteaños…,sentadoensuporche.Debe
detenerunavistaespléndidadesdeallí.
Nosabíaquéresponderleaeso.
—Esunbuenlugarparavercómopasaelmundoatulado,supongo.
—Hum.Haríamejorsipasaraustedatravésdelmundo.
Dejédecaminar.
—¿Quéocurre?—preguntó.
—Elcegadordestellodeloobvio—ledije.
—¿Yesoquésignifica?
—Significaqueesustedunhombremuylisto.
—Sí —dijo—. Creo que tiene usted razón. —Se rio al ver la expresión de mi cara—. Vamos.
Sigamoscaminandoydejaréquesigaustedhalagándomelosoídos.Mepareceunbuentrato.
—Yosécómosellama—ledijecuandodejábamosatráselparqueeíbamoshaciaMainStreety
losbarriospobresquesealzanmásalládelasvías.
—¡Nomediga!
—Loheoídoporahí.MaxwellCreason,¿verdad?
—LlámemesoloMax.
Le tendí la mano y él se detuvo, obligándome a detenerme a su lado. Sostuvo mi mirada un
instanteydespuéslevantósusmanosparacolocarlasdelantedemicara.Teníalosdedosconhuellas
defracturasytorcidos,transformadosengarras,yviconhorrorquelehabíanarrancadolamayoría
delasuñas.
—¡Diossanto!—exclamé.
—Ustedsabeminombre—medijo—.Noselotomeamal,perodebodecirlequemásvaleque
dejemoslascosaseneso.
—¿Quéleocurrió?—pregunté.
—Mire…,mealegraconversarconusted(Diossabecuántotiempohapasadodesdelaúltimavez
quehabléconalguien),perocreoqueaúnnoleconozcolosuficienteparahablarledeeso.
Yocontemplémispropiasmanos:colgabancomomaderamuertaenlosextremosdemisbrazos.
—Peroyo…—comencé.
—¿Porquéquieresaberlo?—mepreguntóentonoincisivo.
—Meinteresausted.
—¿Porqué?
—No lo sé —reconocí—. Tal vez porque es usted diferente. —Me encogí nuevamente de
hombros, consciente de la incongruencia de mis palabras—. Porque creo que usted nunca le ha
preguntadoaunapersonacómoseganalavida.
—¿Yesoesimportanteparausted?
Reflexionésobrelacuestión.
—Supongo.—Élcomenzóasacudirlacabeza—.Meimportaporqueustedesreal.
—¿Quépretendedecirmeconeso?
Apartémimiradadesurostroporquedeprontotuveunainusitadasensacióndedesnudez.
—Yotambiénmehefijadoenusted,¿sabe?Lohevistoaquíyallá,paseando.Peronuncalohe
vistoconnadie.Piensoquetienequehabersinceridadenesadecisióndeestarsolo.
—¿Yustedvaloraeso?
Lomirédenuevoalacara.
—Loenvidio—dije.
—¿Porquémediceustedtodoesto?
—Porque usted no me conoce, creo. Porque por una vez me gustaría ser sincero también…
decirleaalguienquevoyadispararcontramimujerencuantolaveadenuevoyquemeencantaría
prevenirasusamigasdenuestramismacalleparaqueestuvieranatentasaladetonación…—Otro
encogimientodehombros—,porquecreoqueustednomejuzgaría.
MaxCreasonnomeestabamirando:habíavueltolacabeza.
—Nosoyningúncura—medijo.
—Avecestansolohacefaltadecirlascosas.
Élseencogiódehombros:
—Pues,entonces…,hagaalgodiferente.
—¿Esoestodo?¿Eseessuconsejo?¿Quehagaalgodiferente?
—Sí—dijoelcaminanteporelparque—.Dejedeserungilipollas.
Lapalabraquedócolgadaenelaireentrenosotrosdos,yalotroladodeellaestabasurostro,su
rostroperfectamenteserio.Y,enelecodetanrudasinceridad,mereí.Mereícontalfuerzaquecasi
me desternillo allí mismo; y mucho antes de que mi carcajada hubiera cesado, se unió a ella la de
MaxCreason.
Treshorasdespués,subíayoporelcaminodeaccesoamicasaluciendounacamisetaazulconletras
negrasenlasqueseleíadigmyrootysujetandolacorreadeuncachorrillodeLabradordoradode
apenasnuevesemanas,alquehabíadecididollamarHueso.LosJohnsonmehabíandichoqueerael
mejordelacamada,yyolocreía.Separecíamuchísimoamiantiguoperro.
LlevéaHuesoalpatiotraseroyviamimujeratravésdelaventanadelcuartodebaño.Llevaba
puestoeltrajedelosdomingosparairalaiglesiayestabapracticandosonrisasanteelespejo.La
estuveobservandoduranteunminutoydespuésdiaHuesounpocodeaguayentréenlacasa.Eran
lasdiezmenoscuarto.
Encontré a Barbara en el dormitorio. Se estaba poniendo los pendientes, mientras daba vueltas
alrededor,mirandoelsuelocomositrataradeencontrarenélsuszapatosolapaciencianecesaria
paratratarconmigo.Nolevantólacabezaparamirarme,perosuvozeraalegre.
—Voyairalaiglesia.¿Tevienesconmigo?
Eraunviejotrucosuyo.Barbaraacudíararavezalaiglesiay,cuandolohacía,eraporqueestaba
seguradequeyonoibanunca.Nosetrataba,pues,deunasalidainocente.
—No—respondí—.Tengootrosplanes.
—¿Quéplanes?—Memiróporfin.Peronohubomáspreguntas.Nialusionesanuestradiscusión
oamiinfidelidad.
—Cosasdehombres—repliqué.
—Meparecemuybien,Work.—Comenzóasalirdelahabitación,perosedetuvo—.Esunaidea
excelente—añadióysalióprecipitadamentedelcuarto.
Laseguíatravésdelacasayvicómorecogíasuagendaysusllaves,ycerrabalapuertaalsalir.
Meservíunatazadecaféyaguardé.Tuvequeesperarcomocincosegundos.
VolvióaabrirselapuertayentróporellaBarbaraapresuradamente,paracerrardeinmediatoy
volverse,horrorizada,haciamí,queestabaapoyadocontraelfregaderobebiendomicafé.
—¡Hayunvagabundoennuestrogaraje!—anunció.
—¡Nomedigas!—repliqué,exagerandomiincredulidad.
Ellaatisbóatravésdelapersiana:
—Estásentadoallíahora,perocreoquehaintentadorobarme.
Meerguíentodamiestatura.
—Yo me encargaré de él. No te preocupes. —Crucé la cocina y aparté a Barbara de la puerta.
Luego salí, mientras mi mujer me acosaba agitando en la mano el teléfono—. ¡Hola! —dije. El
vagabundo levantó la cabeza del periódico viejo que había sacado de nuestro cubo de basura. Su
acciónempujóhaciaarribaloslabiosquecubríansusdientessuciosyestropeados—.Entraencasa,
ledije.—Maxsepusoenpie—.Elbañoestáalfinaldelpasillo.
—Deacuerdo—respondió,ypasóalinterior.
Nos costó cinco minutos contener la risa después de que Barbara marchara por el camino de
accesoentreelrechinaryeloloragomaquemadadelosneumáticos.
11
Mediahoradespuésyaestabaduchado,mudadoyconlacabezaclaraporprimeravezenloqueme
parecíanaños.Puedequefueranaños,sí.Peroloquesabíaconseguridaderaesto:todoloquetienes
enlavidaesunafamilia.Sitienessuerte,esoincluyealapersonaconlaquetehascasado.Yonoera
tanafortunadocomotodoeso,peroteníaaJean.Yocargaríaconlasculpasdeloquehubierahecho
ella,sifuerapreciso.
Hiceunpardellamadastelefónicas;laprimeraaClarenceHambly:despuésdemipadre,élestaba
consideradoelmejorabogadodelcondado.RedactóeltestamentodeEzra.Acababadevolverdela
iglesia,peroaceptóaregañadientesrecibirmemástardeesedía.DespuésllaméaHankRobins,un
investigadorprivadodeCharlotte,alquehabíaempleadoenlamayoríademiscasosdeasesinato.Su
contestadorrespondió:«Ahoranopuedoresponderasullamada,probablementeporqueestoyfuera
espiando a alguien. Deje su número de teléfono para que no tenga que buscarlo». Hank era un
irreverentebastardo.Teníatreintaañosahora,peroparecíacontar,comopoco,cuarentacuandotenía
unmaldía,yeraelhombremásaudazqueyohubieraconocidoenlavida.Además,mecaíabien.Le
pedíquemellamaraamiteléfonomóvil.
LeescribíunanotaaBarbaraparadecirlequetalveznovolveríaacasaesanocheymetíaHueso
en el coche. Fuimos de tiendas. Le compré un collar nuevo, correa y cuencos para perro. Compré
también una bolsa de quince kilos de comida para cachorros y una caja de galletas. Para cuando
regresé al coche, lo encontré mascando el cuero de uno de los reposacabezas, lo cual me dio una
idea. Yo conducía un BMW que, según Barbara, tenía que atraerme clientela; lo cual, visto en
retrospectiva,meparececómico.Debíaaúnunospocosmilesporél,ycadaplazorepresentabaun
palo.Decidí,pues,llevarloaunacompraventaalairelibredelaautopista150,yallílocambiépor
una furgoneta de cinco años de antigüedad. Olía mal por dentro, pero a Hueso pareció gustarle el
sabordesusasientos.
EstábamosalmorzandoélyyoenelaparcamientocuandoHankllamó.
—¡Hombre,Work!Precisamenteheestadoleyendoacercadetienlosperiódicos.¿Quétallevaa
mipicapleitosfavorito?
—Tengoquereconocerquemepodríairmejor.
—Sí.Yamelopensaba.
—¿Cómotienestuagendaestosdías,Hank?
—Siemprellena.Algunosdías,inclusotrabajo.¿Quétienesparamí?¿Otratragediadeamoryde
engaño en el condado de Rowan? ¿Traficantes de droga rivales? Espero que no se trate de otro
asesinoporcontrolremoto…
—Esuncasocomplicado.
—Losmejoressiempreloson.
—¿Estássolo?—lepregunté.
—Aúnestoyenlacama,siesorespondeatupregunta.
—Tenemosquehablarpersonalmente.
—¿EnSalisbury,enCharlotteoamitaddecaminoentreambas?Dimetúdóndeycuándo.
Nohabíamuchoquepensar.Aprovecharíacualquierexcusaparasalirdelaciudadytomarmeun
respiro.
—¿QuétalestatardealasseisenelDunhill?
El hotel Dunhill se hallaba en Tryon Street, en el centro de Charlotte. Tenía un gran bar, con
profundosydiscretosreservados,yestaríacasivacíoundomingoporlatarde.
—¿Debollevarunachicaparaquetesirvadepareja?—preguntóHankyoíunarisitaproveniente
delotroextremodelalínea,unarisitafemenina.
—Alasseis,Hank.Yesecomentariotecostarápagartúlaprimeraronda.—Colguésintiéndome
mejor.Hankeraunbuencolaboradorparatenerlodetuparte.
El abogado de Ezra me había dicho que no fuera a verlo antes de las dos. Disponía, pues, de
mediahora.Llenéloscuencosdecomidaparaperrosylosmetíenlafurgoneta.Despuéssilbépara
llamar a Hueso. Estaba mojado por haberse metido en el lago, pero le dejé ocupar el asiento
delantero. Poco después lo tenía ya entre mis piernas, asomando la cabeza por la ventanilla. Y así,
apestandoaperromojadoyafurgonetavieja,subílosampliosescalonesdelamansiónHambly,que
dominabaunafincadevariashectáreasenlasafuerasdelapoblación.Lacasaensíeraenorme,con
surtidoresdemármol,puertasdecasicuatrometrosdealturayunpabellóndecuatrodormitorios.
UnaplacaalladodelapuertaanunciabaquelamansiónHamblyhabíasidoedificadahacia1788.Me
preguntésinotendríaquehacerunagenuflexiónantesdeentrarenella.
A juzgar por la cara de Clarence Hambly, yo no daba la talla del distinguido colega que había
esperado ver delante de sí en aquel día dedicado al culto divino. Hambly era un hombre viejo,
arrugadoymojigato,perosemanteníamuytiesoensutrajeoscuroycorbatadesedadecachemira.
Teníaunoscabellosespesosyblancos,conlascejasajuego,locualprobablementeañadíacincuenta
dólaresporhoraalatarifadesuminuta.
Eraunhombreremilgado,adiferenciadelestiloagresivodemipadre,tanafectadoensuforma
deactuarcomoentusiastahabíasidoEzra,perosiempreimbuidodeella:lohabíavistoactuarenlos
tribunales suficientes veces para saber que su actitud santurrona no interfería nunca con su
desvergonzada búsqueda de cuantiosas indemnizaciones judiciales. Sus testigos eran siempre
personasbienformadasyconmuchalabia.LosDiezMandamientosnoteníanunlugardehonoren
lasparedesdesudespacho.
EraunaantiguafortunadeSalisbury,yyosabíaquemipadreodiabaesoenél,peroeraunbuen
abogadoymipadrehabíainsistidosiempreenrecurriralmejor,enespecialsisetratabadetemasde
dinero.
—Hubierapreferidohacerestomañana—medijosinpreámbulos,mientrassusojosescrutaban
desdemisgastadasbotasdeexcursionistaamistejanosazulesmanchadosdehierbayaldeshilachado
cuellodelacamisaquemenegabaajubilar.
—Esimportante,Clarence.Necesitohacerestoahora.Losiento.
Asintió.
—Considéralounacortesíaprofesional,entonces—dijo,ymehizopasaralinterior.
Yopiséelrecibidordebaldosasdemármol,esperandonotenermierdadeperroenmiszapatos.
—Vamosamidespacho.
Loseguíporunlargopasillo,quemepermitiódivisaratravésdelasampliascristalerasaspectos
delapiscinaexteriorydeloscuidadosjardinesqueseextendíanmásallá.Ellugarolíaacigarros,
cuerobienengrasadoygentemayor.Hubierapodidoapostaraquelasdoncellasdelacasallevaban
uniforme.
Su despacho era una habitación estrecha, pero profunda, con altas ventanas, más cristaleras y
librerías que llegaban desde el suelo al techo. Por lo visto, era aficionado a las armas de fuego
antiguas,alasfloresreciéncortadasyalcolorazul.Detrásdesuescritoriocolgabaunespejodedos
metros y medio con marco dorado: al mirarme en él me vi pequeño y deforme, lo cual
probablementeeraunefectointencionado.
—Estaba revisando las disposiciones testamentarias de tu padre para legalizarlas mañana —me
dijo,encuantohubocerradoladoblepuertadeldespachoymeindicóunabutacadepielenlaque
toméasiento.Élfueasituarsedetrásdelescritorio,perosiguiódepie.Meobservabadearribaabajo
desdeaquellaposicióndesupuestaautoridad,loquemehacíarecordarcuántoodiabayotodoslos
trucosdelaabogacía—.Peronohayningúnmotivoparaquenopodamosdiscutirahoralosdetalles.
Queconste,contodo,quepensaballamarteestasemanaparaconcertarunaentrevista.
—Teloagradezcomucho—dije,porqueeraloqueseesperabaquehiciera.
No importaba la enorme cuantía de los honorarios que le corresponderían como albacea de la
herencia de Ezra. Apreté los dedos y me concentré en mostrarme deferente, cuando lo que hubiera
deseadohacereraapoyarlospiessobresumesa.
—Yhededecirtambiénqueteruegoqueaceptesmiscondolenciasportupérdida.SéqueBarbara
seráungranconsueloparati.Provienedeunabuenafamilia,yesunamujerencantadora.
Yotambiénhubieraqueridoqueconstaraquedeseéhabertenidomierdaenmiszapatos,perome
limitéadecirle:
—Gracias.
—Aunquetupadreyyohemosocupadoamenudoladosopuestosdelamesa,sientounenorme
respetoporsuslogros.Fueungranabogado.—Memiródesdesusalturas—.Algoaloqueaspirar
—concluyósignificativamente.
—Noquerríaocupartemástiempodelimprescindible—lerecordé.
—Sí,claro.Volvamosaloquenosocupa,entonces.Laherenciadetupadreeraconsiderable.
—¿Acuántoasciende?—leinterrumpí.
Ezrasiemprehabíasidomuyreservadoacercadesusfinanzas,yyosabíamuypocodeellas.
—Aunacifraconsiderable—repitióHambly.
Yo lo observé extrañado, y aguardé. Una vez legalizado el testamento, su contenido tenía la
consideración de documento público. No existía, pues, ninguna razón para mostrarse reticente.
Hamblyacabóreconociéndoloaregañadientes.
—Ennúmerosredondos,aproximadamenteaunoscuarentamillonesdedólares—dijo.
Yocasimecaídelabutaca,literalmente.Hubierapensadoenseisosietemillonesalosumo.
—Ademásdesusdotescomoabogado—prosiguióHambly—,fueunhábilinversor.Apartedela
casaydeledificiodeoficinaseneldistritodeabogados,todoestáenvaloresdegranliquidez.
—¡Cuarentamillonesdedólares!—exclamé.
—Unpocomás,enrealidad.
Hambly buscó mi mirada y, en honor suyo, debo decir que mantuvo una expresión impasible.
Aunquehubieranacidorico,jamáshabíavistojuntoscuarentamillonesdedólares.Aquelloteníaque
irritarlo, y yo comprendí de repente que esta era otra razón para que mi padre hubiera acudido a
ClarenceHambly.Casisonreíalpensarlo,peroentoncespenséenJeanyenlamiserablecasuchaen
quevivía.Olíapizzaranciaymeimaginésurostroatravésdelaventanilladesudesvencijadocoche
ylaformacomohabríatenidoquesubirlospeldañosdelmonumentopétreoalacodiciayelegode
GlenaWerster.Penséque,comomínimo,esocambiaríamuypronto.
—¿Y…?—pregunté.
—Lacasayeledificiodeoficinaspasanaserdetupropiedad.Diezmillonesdedólaressonpara
crearlaFundaciónBenéficaEzraPickens,encuyoconsejodeadministraciónocuparástúunpuesto.
Quincemillonesdedólaresquedaránparatienfideicomiso.Losimpuestossellevaránelresto.
Mequedéatónito.
—¿YquéheredaJean?—pregunté.
—Jeannorecibenada—afirmóHamblyconexpresióndesdeñosa.
Melevantédemiasiento:
—¿Nada?—repetí.
—Siéntate,porfavor.
Obedecí,sintiendoquemefallabanlasfuerzasparaseguirdepie.
—Túsabesloquepensabatupadre…Quelasmujeresnoteníannadaquehacerencuestionesde
dinero o finanzas. Tal vez cometa una imprudencia diciéndote esto, pero tu padre modificó el
testamento después de que entró en escena Alex Shiften. Inicialmente, había planeado dejar dos
millonesaJeanenfideicomiso,queseríanadministradosporestebufeteoporsumaridosillegabaa
casarse.Pero,conAlexenelcuadro…Túyasabescuáleseranlossentimientosdetupadre.
—¿Sabíaqueseacostaban?—pregunté.
—Losospechaba.
—¿Yporesolaexcluyódesutestamento?
—Básicamente.
—¿EstabaJeanalcorrientedeesto?
Hamblyseencogiódehombros,peronorespondióamipregunta.
—Las personas hacen cosas muy singulares con su dinero, Work. Lo emplean para lograr sus
propiosobjetivos.
SentícomounhormigueoeléctricoalcomprenderqueHamblynoestabayarefiriéndoseaJean.
—Hayalgomás,¿verdad?
—Esefideicomisotuyo…—comenzóHambly,decidiéndosefinalmenteatomarasiento.
—¿Quépasaconél?
—Tendráselusufructoplenoysinrestriccionesdelasrentasquegenerehastaquecumplaslos
sesenta años. Invertido sin correr riesgos, debería rentarse como mínimo un millón de dólares
anuales.Alcumplirlossesenta,lorecibirástodo.
—¿Pero…?—Tuvelasensacióndequehabíaunatrampa.
—Hayciertosrequisitos.
—¿Comocuáles?
—Setepidequeestésactivamenteimplicadoenelejerciciodelaabogacíahastaesafecha.
—¿Qué?
—La cuestión está clarísima, Work. Tu padre consideraba muy importante que siguieras con el
bufete,quemantuvierastupuestoenlasociedadyentuprofesión.Lepreocupabaque,sisimplemente
tedejabaeldinero,pudierascometeralgunaimprudencia.
—¿Comoserfeliz?
Hamblysoslayómisarcasmoylacrudaydesnudaemociónquedebiódemostrarseenmivoz.
Inclusodesdelatumba,mipadreintentabadictarlostérminosdemivida,manipularme.
—Nofueconcretoeneseaspecto—dijoHambly—,perosílofueenotros.Estebufeteactuará
como fiduciario. Nos corresponderá a nosotros —me dedicó una sutil sonrisa—, a mí,
concretamente,determinarsiestásonoimplicadoactivamenteenlaabogacía.Unodeloscriterios,
porejemplo,seráquefacturescomomínimoveintemildólaresmensuales,ajustandoesacifraala
inflación,porsupuesto.
—Yonofacturoahoranilamitaddeeso,ytúlosabes.
—Sí.—Unanuevasonrisa—.Tupadrepensabaqueestotalvezpodríamotivarte.
—¡Unajodidaidea!—dije,cuandomiiralogróexpresarsefinalmenteconpalabras.
Hambly se irguió en toda su estatura y después inclinó el cuerpo hacia delante, con las manos
abiertassobreelescritorio.
—Permítame que le diga una cosa, señor Pickens… No estoy dispuesto a tolerar esa clase de
lenguajeenestacasa.¿Entendido?
—Sí—asentíentredientes—.Loentiendo.¿Quémás?
—Cadaañoquenosatisfagaslosrequisitosdeldocumentodefideicomiso,lasrentasderivadasde
su capital se destinarán a la Fundación Ezra Pickens. Si esa circunstancia se da por dos veces en
cualquier período de cinco años, se cancelará el fideicomiso y sus fondos serán transferidos
irrevocablementealafundación.Porelcontrario,cuandoalcanceslossesentaaños,sihascumplido
con todas las condiciones, la totalidad de esos fondos será tuya y podrás hacer con ellos lo que
desees.Porsupuesto,teentregarécopiasdetodoslosdocumentos.
—¿Nohaynadamás?—pregunté,conunanotadesarcasmotanmarcadaqueaningunohubiera
podidopasarleporalto.Perodeberíahabersupuestoquefaltabaalgo.
—Enesencia,sí—respondió—.Peroquedaunúltimoypequeñodetalle.Siseprobaraalgunavez
quelehabíasdadoalgúndineroatuhermana,JeanPickens,directaoindirectamente,elfideicomiso
seríacanceladoytodoeldineroseríatransferidoalafundación.
—¡Esoyaesdemasiado!—exclamé,levantándomeycomenzandoadarpasos.
—¡Es la última voluntad y el testamento de tu padre! —me corrigió Hambly—. Su deseo final.
Pocos se quejarían después de haber sabido que heredarían quince millones para utilizarlos en su
beneficio.Tratadeverlodesdeestaperspectiva.
—Aquíhaysolounaperspectiva,Clarence,lademipadre,infernalmenteretorcida,además.—El
anciano abogado fue a hablar, pero lo corté en seco viendo cómo su rostro se congestionaba a
medidaqueyoalzabalavozysedesvanecíamirespetoporlasnormasdesucasa—.EzraPickens
fueunbastardoretorcidoymanipuladoralquenuncaleimportóunamierdasupropiahijayquese
preocupópormípocomásqueporelculodeunarata.Ahoramismodebedeestarcarcajeándoseen
su jodida tumba. —Me incliné sobre la mesa de Hambly. Era consciente de que al hablar escupía
partículasdesaliva,peronomeimportaba—.Élfueunrematadoimbécilyustedpuedeguardarsesu
dinerodondelequepa.Yameoye.¡Quédeselo!
Medejécaerenlabutacaaltiempoquepronunciabalaspalabrasfinales.Jamáshabíasentidotanta
ira,yahoramequedabaagotadoaldarleriendasuelta.Poruninstantereinóelsilencio,rotosolopor
el leve rechinar de los nudillos huesudos del viejo abogado. Cuando este habló, tenía la voz
profundamentecontenida.
—Comprendo que estés ahora sometido a una fuerte tensión, así que procuraré olvidar tu
blasfemia,peronoseteocurravolveraestacasanunca.—Susojossugeríanlafuerzaquehacíadeél
tan excelente abogado—. Nunca —repitió—. Y ahora, como abogado de tu padre y ejecutor de su
testamento,tediréesto.Eltestamentoesválido.Serálegalizadomañana.Puedequetedescuentade
quetuposturaalrespectocambiaamedidaquetetranquilizas.Siasífuera,llámame…,amioficina.
Y,paraterminar,tediréotracosa.Nohabíapensadohacerlo,perotuactitudmehahechocambiarde
idea.LadetectiveMillshavenidoaverme.Queríavereltestamentodetupadre.
SiHamblyesperabaunareacciónpormiparte,nolodefraudé.Miiradesapareció,sustituidapor
algomenoshonorable:algofríoyresbaladizoqueseenroscóenmiestómagocomounaserpiente.
Eratemory,conélenmí,mesentídesnudo.
—Al principio se lo negué, pero volvió con una orden judicial. —Hambly se inclinó más y
extendió las manos; no sonreía, aunque yo podía notar que se sentía complacido por dentro—. Lo
ciertoesquemeviforzadoaacatarlaorden—dijo—.LadetectiveMillsestabaintrigada.Puedeque
quieras explicarle a ella por qué no te interesan esos quince millones de dólares. —Enderezó el
cuerpoycerróconunchasquidosusdedos—.Peroconestosehaacabadomicortesía,igualquemi
paciencia. Cuando quieras ofrecerme una disculpa por haber profanado mi descanso dominical, la
consideraré.—Hizoungestoindicandolapuerta—.Quetengasunbuendía.
Tenía montones de cosas en la cabeza, pero había una pregunta que necesitaba hacerle. La
formulé:
—¿SabeMillsqueEzraexcluyóaJeandeltestamento?
—EsoserámejorqueselopreguntesaladetectiveMills—respondió,relajándoseaparentemente
—.Veteahora.
—Necesito saberlo, Clarence —añadí, mostrando las palmas de mis manos hacia arriba—. Por
favor.
—Nopiensointerferirconlainvestigacióndeladetective.Consúltaloconellaodéjalaenpaz.
—¿CuándolaexcluyóEzra?¿Enquéfecha?
—Misobligacioneshaciatinovanmásalládeloquerequiereserelalbaceadeestetestamento
conrespectoalprincipalbeneficiariodelfideicomisoqueseestableceenél.Dadaslascircunstancias
querodeanlamuertedetupadreyelinterésdelapolicíaenelasunto,seríaunaimprudencia,para
cualquieradenosotrosdos,seguirahondandoenél.Eslaúnicacosaquepretendíaaclararte.Unavez
haya sido legalizado el testamento, puedes ponerte en contacto conmigo, en horas de oficina, para
comentarcualquierpuntoquesearelevante.Apartedeeso,notenemosnadamásdequehablar.
—¿Enquéfechafuefirmadoestetestamento?—pregunté.Eraunapreguntarazonable,quetenía
derechoaconocer.
—El15denoviembre—dijoHambly—.Delañoanterioralcorriente.
Unasemanaantesdequedesaparecieramipadre.
Salídeallídemasiadofuriosoparasentirmeatemorizado.Perosabíacómolessonaríalacosaa
los policías. Si Jean se había enterado de que Ezra pensaba desheredarla de los dos millones de
dólaresporsurelaciónconAlex,seríaunmotivomásparamatarlo.Asílointerpretaríaladetective
Mills.Pero…¿losabíaJean?¿CuándolaexcluyóEzradesutestamento?PodíaoíraMillshaciendo
estasmismaspreguntas.Pero…¿losabía?
¡AldiabloClarenceHamblyysumezquinodeseodevenganza!
Denuevoenlafurgoneta,Huesosesubióamisrodillasymelamiólacara.Yolefrotéellomo,
felizporsucompañía.Medabacuentadequedurantelospasadosdías,mientrasyomeabandonabaal
alcohol,lapenaylaira,elmundohabíaseguidogirando.Millsnosehabíamostradoremisa:ibapor
mí. Yo era su sospechoso. Esta idea me resultaba insoportable. No podía concebirla. Había
conseguido entender muchas cosas, ninguna de ellas agradable. Y ahora resultaba que tenía quince
millonesdedólares…,aunquesoloacondiciónderenunciaralopocoqueaúnmequedabademí
mismo.
Permanecísentadoenelinteriordelafurgoneta,sindejarelcaminodeacceso,bajolasventanas
queparecíanmirarmecomoespejosymientrasnegrasideastorcíanmibocaenunaamargasonrisa
al pensar en el testamento de Ezra y en su último esfuerzo para manipularme. Mi vida era aún un
desbarajuste, pero en este aspecto sabía algo que Ezra ni siquiera logró imaginar. Donde hubiera
debido serpentear el temor, surgía un humor negro, que burbujeaba como aceite hirviendo y me
relajaba. Me imaginé la cara de Ezra; su horror si lo hubiera sabido; su total incredulidad. Yo no
queríasudinero.Elprecioquemeexigíaporélerademasiadoelevado.Estaideamehizoreíry,por
eso,mientrasarrancabalafurgonetaparaalejarmedelamansiónHambly,construidahacia1788,iba
riendocomounbobo,comounimbécilrematado.
Paracuandolleguéacasa,contodo,lahisteriahabíadesaparecidoymesentíavacío.Lacerado
pordentro,también,comollenodevidriosrotos;peropenséenMaxCreason,queteníalosdedos
rotosyarrancadaslasuñas,peroque,aunasí,todavíaconservabalafuerzayelsentidodelhumor
paradecirleauncompletoextrañoquedejaradecomportarsecomoungilipollas.Aquellomeayudó.
DejéaHuesoenelpatiotraseroconcomida,aguayunacariciaenlabarriga,ydespuésentré.Mi
notaparaBarbaraestabadondelahabíadejado.Tomélaplumayañadí:«Notesorprendaencontrar
unperroenelpatio…,esmío.Puedeentrarencasa,sitúquieres».Peroyoyasabíaqueesonoibaa
ocurrir;aBarbaranolegustabanlosperros.Alqueyohabíaaportadoalmatrimonio,otroLabrador
dorado, nunca se lo consintió. Llevábamos juntos tres años cuando nos casamos Barbara y yo; a
partir de entonces, dejó de ser un compañero constante para convertirse en un incordio apenas
tolerado:otrabajaalasmalaselecciones.Mejuréqueesonovolveríaasucedernunca.Y,mientras
observabaaHuesoatravésdelaventanadelacocina,sentíamialrededorlasoledaddelacasa,su
vacío,ypenséenmimadre.
Aligualquemipadre,ellatambiénhabíanacidopobredesolemnidad;pero,adiferenciadeEzra,
mimadresehabíacontentadoconsupropiapiel.Jamáshabíaambicionadounacasagrande,cochesy
prestigio;nadadeeso.Ezra,encambio,habíasidounapersonavorazy,amedidaqueibamejorando
suposición,llegóaculparladeserelconstanterecordatoriodesupasado.Ezrahabíallegadoaodiar
supasado,aavergonzarsedeélydelahistoriadelapersonaconquienhabíacompartidolacama.
Estaeramiteoríaporque¿cómo,sino,podíaexplicarsequedospersonassurgidasdelamisma
abyecta miseria y que habían tenido dos hijos acabaran siendo la una para la otra peor que dos
extraños?
Años enteros de este resentimiento habían hecho que mi madre se sintiera tan vacía como esta
casa: el pozo en el que Ezra había volcado su ira, su frustración y su odio. Había aceptado todo,
soportadotodo,hastaconvertirseenunasombradesímisma,ytodoloqueteníaparasushijoserasu
firme abrazo y una severa advertencia de que guardaran silencio. Jamás había salido en nuestra
defensa…, no hasta la noche en que murió. Y fue aquel breve arranque de fortaleza, aquel destello
incandescente,loquelamató,yyopermitíqueaquelloocurriera.
LadiscusiónhabíasidoporcausadeAlex.
Sicerrabalosojos,podíaverlaalfombradecolorrojorubí.
Estábamosenloaltodelaescalera,enelampliodescansillo.Yoconsultabamireloj,porqueteníaque
apartarlavistadeJeanydemipadre.Ellalodesafiaba,yelambienteseibacargandoypreludiaba
unaexplosión.Pasabancuatrominutosdelasnueve;fueraestabaoscuro,yyoapenasreconocíaami
hermana. Jean no era ya la ruina humana que nos había devuelto el hospital psiquiátrico. Ni
muchísimomenos.
Mi madre estaba de pie allí, asombrada, tapándose la boca con la mano. Ezra gritaba, Jean
gritabatambiénysubrayabalaspalabrasqueledirigíaclavándoleelíndiceenelpecho.Aquellono
podía acabar bien, y yo lo contemplaba como quien asiste a un choque de trenes, cuando vi que mi
madrequeríainterponersecomosipudieradetenereltrenenmarchaconsuspequeñosdedos.
Ynohicenada.
—¡Yaestábien!—gritómipadre—.Asíescomoseránlascosas.
—No—replicóJean—.Estavezno.¡Esmivida!
Ezraseacercómás,dominándoladesdesuestatura.YoesperabaqueJeansedeshiciera,perono
fueasí.
—Dejó de ser tu vida cuando intentaste matarte —dijo—. Y a partir de entonces ha vuelto a
depender de mí. Tú apenas has salido del hospital. No estás en condiciones de pensar nada
correctamente.Hemossidopacientes,hemossidoamablesconella,peroyaeshoradequesevaya.
—Alexnoesdetuincumbencia.Notienesningúnderechoapedirleeso.
—Dejemos una cosa en claro, señorita. No estoy pidiendo. Esa mujer es un problema, y no
consentiréqueconfundatucabeza.Teestáutilizando.
—¿Paraqué?Yonosoyrica.Nosoyfamosa.
—Túsabesparaqué.
—Nisiquieraerescapazdedecirlo,¿verdad?Parafollar,padre.
Sí…,parafollar.Estamosfollandotodoeldía.¿Quévasahacerconeso?
Ezrabajólavozdepronto:
—Eresunavergüenzaparaestafamilia.Esvergonzosalaformacomooscomportáisvosotrasdos.
—¡Asíqueeseso!—exclamóJean—.Notienenadaqueverconmigo.¡Todaesaindignaciónespor
ti!¡Siemprehasidoporti!Bien…,yaloheentendido.
Jeandiomediavueltaparairse.Nomemiró,nomiróanuestramadre;simplemente,sevolvióy
dio un único paso. Pero Ezra, entonces, la agarró. Tiró de ella con tal fuerza que la hizo caer de
rodillas.
—¡Noseteocurradarmelaespaldaasí!¡Nunca!
Jeanconsiguiólevantarseyretorcerelbrazoparasoltarlo.
—Estaeslaúltimavezquepodrásponermelasmanosencima—ledijo.
EltiempopareciócongelarseylaspalabrasdeJeanquedaroncolgandoentreambos.Observéel
rostro de mi madre: la viva imagen de la desesperación; sus ojos me suplicaron de nuevo. Pero la
sombrademipadremedominabaymimadredebiódeadvertirlo.
—Ezra…—laoídecir.
—Túnotemetasenesto—leordenó,conlosojosfijosenJeancomounapromesadeviolencia.
—Ezra… —repitió mi madre, dando un gran paso hacia él—. Déjala en paz. Es ya una mujer, y
tienerazón.
—¡Yyotehedichoquecerraraselpico!—LosojosdeEzraseguíanfijosenJean,ycuandoesta
tratódevolversedenuevo,éllalevantóenvolandasylasacudiócomoharíaunmuchachofuriosocon
unamuñecadegoma;soloqueJeannoeradegoma:teníahuesosyyotemíquesepartiesen—.¡Te
dije que nunca me dieras la espalda! —Profería gritos incoherentes, y la cabeza de Jean colgaba
comosifueraadesprendersedelcuello.Vicómomimadresedesesperabatratandodeimpedirlo.
—¡Déjala ya, Ezra! —Tiró de su fuerte brazo, Jean había perdido el sentido, pero él seguía
sacudiéndola—.¡Malditasea,Ezra!—legritó—.¡Dejaenpazamihija!
Empezóagolpearloenloshombrosconsuspequeñospuños,ylaslágrimasbrillabanalcaerpor
lossurcosdesurostro.Yointentémoverme,deciralgo,peroestabaparalizado.Yél,entonces,golpeó:
un golpe de revés que viajó lentamente y que la hizo caer. Dio la impresión de que se detenía el
tiempo,peronofueasí:almomentosiguientemimadreestabaalpiedelaescalera:otramuñecade
goma,aparentementesinhuesos,enlacasaconstruidapormipadre.
Jeancayóalsuelocuandomipadrelasoltó.Élsequedómirandosumanoymirándomedespuésa
mí.
—Hasidounaccidente,muchacho.Túlohasvisto,¿verdad,hijo?
Yolomiréalosojos,viporprimeravezquemenecesitabayalmomentomesentíasintiendocon
lacabeza,dandounpasoirrevocable.
—¡Buenchico!—medijo.
Despuésperdíelmundodevistaymehundíenelprofundopozodeldespreciohaciamímismo.
Unpozocuyofondonoheencontradoaún.
Si hubieran hallado a Ezra con una sola bala en la cabeza, yo hubiera dicho que se trataba de un
suicidio.Porque…¿cómoenfrentarsedeotraformaalaverdaddesusacciones?Y,sinembargo,el
mayorpecadopuedeserunpecadodeomisión,comoelqueyollevabaencima,quelehabíacostado
lavidaamimadreyamílapérdidademialmainmortal.ProtegeraJeaneraresponsabilidadmía:
yo conocía la debilidad de mi madre tan bien como los extremos a que podía llegar la ira de mi
padre.Ella,sinpalabras,mehabíarogadoqueinterviniera,suplicandocomosololosdébilespueden
suplicar. Y yo ignoraba por qué no había actuado, aunque me temo que mi alma esté viciada por
alguna trágica debilidad surgida bajo mi padre. Porque no fue mi amor a él lo que me impidió
hablar…, no fue nunca el amor. Entonces… ¿qué fue? Jamás lo he sabido, y es una pregunta que
todavíameatormenta.Asíhetenidoquevivirconmiculpaydormirconelrecuerdodeunacarreta
precipitándoseporunasescalerascubiertasconunamoquetadecolorrubí.
Jean estaba apenas consciente cuando sucedió; nunca llegó a saberlo con seguridad, pero lo
adivinó, y en mis ojos leyó la mentira que se había convertido en la verdad de Ezra. Cuando me
preguntó,yoledijequenuestramadrehabíaresbalado.Quehabíaintentadointervenirenladiscusión
yhabíaresbalado.Quefuesolounadeesasdesgraciasquepasan.
¿Porquéencubríamipadre?Supongoqueporqueélmelopidió.Porque,porprimeravezenla
vida,menecesitó.Porquelamuertedemimadrefueunaccidenteyporquelecreícuandomedijo
quenadabuenopodríasalirdelaverdad.Porqueeramipadreyyoerasuhijo.Talvezporqueyome
reprochabaamímismoaquellamuerte.¿Quiéndemoniospuedesaberlo?
Así que la policía hizo sus preguntas y yo conté las horribles palabras que transformaban la
verdad de Ezra en mi verdad. Pero la brecha entre Jean y yo fue irreparable; se convirtió en un
abismoyellaseretiróasuvidaenelotrolado.Lavienelfuneral,dondelaúltimapaladadetierra
cayósobrenuestrarelacióntantocomolohizosobreelataúddenuestramadre.EllateníaaAlex,yle
bastaba.
Enlamedianochedelamuertedemimadre,lapolicíasehabíaidoya.Seguimosalaambulancia
que llevaba el cadáver porque no sabíamos qué otra cosa hacer. Nos dejó en la puerta trasera del
hospital,desdedondefuellevadaporunosextrañosalinteriordelblancoysilenciosoedificio,para
serdepositadaenalgunahabitaciónfríadondelosmuertosaguardanensilencio.Nosotrostresnos
quedamos allí fuera, sin decir palabra, bajo una fina lluvia de noviembre, bajo una farola y con el
terrible fardo de nuestros pensamientos. La verdad de su muerte pesaba sobre nosotros y nuestros
ojossenegabanaaceptarla.Peroyoestuveestudiandoanuestropadremientraspude,atentoaljuego
delaguaalcorrerporsurostro,alosmúsculostensosbajosuspatillas,quebrillaban,blancas,bajo
la luz. Y cuando, finalmente, salieron las palabras, brotaron de labios de Ezra, como yo sabía que
teníaqueser:
—Volvamosacasa—dijo,ytodosloentendimos.Nohabíanadamásquedecir.
Enlacasa,laslucesestabanencendidasynossentamosenlasalamientrasEzraservíaalgunas
bebidas. Jean se negó a tocar la suya, pero la mía desapareció por arte de magia y Ezra me sirvió
otra.Jeanabríaycerrabalasmanosqueteníaenlazadasnerviosamenteensuregazo,yyoveíalas
brillantes medias lunas de sus uñas cuando las clavaba en las palmas de las manos. Se mecía
levemente,conelcuerpotenso,ydecuandoencuandoseleescapabaunlamento.Tratédeacercarme
a ella, pero se apartó. Solo quería decirle que yo no era Ezra, pero de nada hubiera servido eso.
Ahoralocomprendo.
Ningunodenosotroshablóyfuerontranscurriendolosminutossinmássonidoqueeldelhielo
enlosvasosylaspisadasdeEzraquemedíanincesantementelasala.
Todos nos sobresaltamos cuando sonó el teléfono. Ezra descolgó; escuchó unos momentos,
colgódespuéselaparatoynosmiróanosotros,sushijos.Trasellosaliódelacasasinpronunciar
palabra.Nosquedamosatónitos,inmóviles,yalpocosefueJeancasidetrásdeél,conunaexpresión
ensurostroquejamáshepodidoolvidar;yaenlapuerta,sevolvióparadecirmeconpalabrasquese
hundieroncomonavajasenmialma:
—Séqueéllahamatado.¡Ymalditoseasporprotegerlo!
Fue la última vez que vi vivo a Ezra. Permanecí por espacio de diez minutos largos en aquella
casadeloshorrores,lacasadelasmuñecasrotas,ydespuésmemarchéyotambién.Condujehastala
casadeJean,peronovisucochefuera,ynadierespondiócuandollaméalapuerta.Estabacerrada
conllave.Aguardéduranteunahorasinqueellavolviera.Marchéentoncesamicasay,delamejor
manera que pude, informé a mi mujer de lo que había ocurrido aquella noche. Bebí más luego.
ConseguíqueBarbaraseacostaray,mientrasestabadormida,meescabullídelacasaypaséelresto
de la noche en la granja Stolen, sollozando en los hombros de Vanessa como un chiquillo. Al
amanecer volví a casa; entré en nuestra habitación, me acosté en la cama de espaldas a Barbara y
esperéaquelaluzgrisáceadeldíasefiltraraporlaspersianas.Guardésilenciosobreloocurrido,
ateniéndome a la verdad de Ezra como si dependiera de ella mi vida. Pensaba que merecía la pena
hacerlo,peroeltiempopuedeacabardestrozándotepordentro.
Ahorasentídolorymefijéenmismanos:lasteníaprietascontalfuerzaenelfregaderodela
cocina que parecían exangües. Las abrí y me dolieron como si quemaran, pero el dolor era solo
relativo.Sedebíamásalesfuerzohechointentandorecordarlasimágenesdelpasado,dondetantome
habíacostadoencerrarlas.Estabayaencasa.Huesoseencontrabaenelpatiotrasero.YEzraestaba
muerto.
Oíelruidodeunmotorfueraymeacerquéalaventanadelcuartodelaplancha:uncochesubía
lentamente por el camino de acceso; lo reconocí y aquello me hizo pensar en el destino y en su
inevitabilidad.
Mividasehabíaconvertidoenunatragediagriega,peroyohabíahecholoquepensabaquetenía
que hacer: mantener unida a la familia, salvar lo que podía salvar. No hubiera podido saber de
antemano que asesinarían a Ezra, que Jean me despreciaría; pero los hechos tenían una innegable
contundencia.Mimadreestabamuerta.Ezra,también.Nadapodríacambiareso:nimiculpaniuna
vidaenteradedolor.Lohecho,hechoestaba,yfindelajodidahistoria.Asíquemehiceamímismo
lapreguntaquemehabíahechoenotrasmuchasocasiones:¿cuáleselprecioquehayquepagarpor
laredención,ydóndeesposibleencontrarla?
Noteníarespuestaparaeso,ytemíaque,cuandollegaraelmomento,tampocotendríalafortaleza
necesariaparapagareseprecio.Poreso,depieallí,enaquellacasavacía,mejuréamímismouna
únicacosa:que,cuandotodohubierapasadoymiraraatrás,nomeenfrentaríaalmismoreproche.
RoguéaDiosquemedieraesafortaleza.
Después,salíafuera,dondemeencontréaladetectiveMillsaguardandoenelcaminodeacceso.
12
V
—
aldrámásquenotengaslasllavesdelcocheenlasmanos—medijoMillsenelmomentoen
que pisaba el camino de duro hormigón y me deslumbraron las luces reflejadas en su parabrisas.
Levantélasmanosconlaspalmashaciaarriba,paramostrarlequenoteníanadaenellas.
—Relájate—ledije—.Novoyaningunaparte.
Ella lucía pantalones anchos de color marrón, botas de tacón bajo y gafas de sol. Como de
costumbre, sobresalía bajo su cazadora la culata de su pistola; una automática. La culata era de
maderatallada;nolohabíanotadohastaentonces.TratéderecordarsiMillshabíadisparadoalguna
vezcontraalguien.Pero,conindependenciadequelohubierahechoono,lociertoeraquesabría
apretarelgatillo.
—Dios es testigo de que no sé qué hacer contigo, Work. Si no fuera por Douglas estaríamos
viéndonosahoraenlacomisaría.Notengopacienciaparaaguantartupamemadepájaroherido.Es
unasandez.Vasadecirmeloquesabes,ylovasahacerahoramismo.¿Habloclaro?
La tensión y el cansancio pintaban en su rostro una capa más gruesa que el maquillaje con que
tratabadeocultarlos.Saquéuncigarrilloymeapoyéensucoche.Nosabíaquéconclusionesestaba
sacandodetodoaquello,peroteníaunaidea.
—¿Sabesporquépierdenloscasoslosabogadosdefensores?—lepregunté.
—Porqueseponendelladoequivocado.
—Porquetienenclientesestúpidos.Puedoverlosiempre.Dicencosasalapolicíadelasqueno
puedenretractarse;cosasquepudieransermalinterpretadas,enespecialcuandoexistepresiónpara
desentrañaruncaso.—Encendíelcigarrillo,ymiréhaciaelpiedelacolinapordondepasabauna
ambulanciaconlaslucesapagadas—.Esalgoquesiempremehasorprendido.Comosipensaranque
sucooperaciónconvenceráalospolisparaquebusquenporcualquierotrolado.Esunaingenuidad.
—Peroqueosmantienealagentecomotúenelnegocio.
—Asíes.
—¿Hablarásconmigoono?—preguntóMills.
—Estoyhablandocontigo.
—Notepasesdelisto.Hoyno.Notengopacienciaparaeso.
—He leído los periódicos y sé que he estado mucho tiempo sometido a vuestras sospechas.
Comprendoquetienesmuchaspresiones…—Millsdesviólavistacomoparanegarloqueleestaba
diciendo—.Sifuerasensato,mantendríacerradalaboca.
—Nohayningunanecesidaddequetepongasamalasconmigo,Work.Puedoprometértelo.
—EsomismoesloquemedijoDouglas.
LaemocióntiródelascomisurasdelabocadeMills:
—Douglasregabafueradetiesto…
—Solomepidióquecooperaracontigo.—Millssecruzódebrazos—.¿Vamosasersincerosel
unoconelotro?—pregunté—.¿Sinengaños?
—Nohabráningúnproblemapormiparte—measeguró.
—Serétansincerocontigocomotúconmigo.¿Teparece?—Ellaasintió—.Paraempezar…¿Me
consideráissospechoso?—lepregunté.
—No—respondiósindudarlo,yyosupequeestabamintiendo.
Casi me reí de que fuera tan transparente, pero hubiera sido una risa muy fea, una risa de «no
puedocreerqueestoestésucediendo».
—¿Tenéissospechosos?
—Sí.
—¿Alguienqueyoconozca?
—Todos—respondió,imitandoalfiscaldeldistrito.
YopenséenJeanyrecéparaqueMillsnohubieraahondadomuchoensuentrevistaconClarence
Hambly.
—¿Habéismiradoentresustratosdenegocios?¿Antiguosclientes?
—Nopuedohablarteacercadelainvestigación.
—SéquehablasteconHambly—ledije,observandoatentamentesureacciónsinobtenerotraque
el mismo gesto de una boca inflexible y unos ojos que me rehuían—. Sé que estás al tanto del
testamento.Odiríaquehayquincemillonesderazonesparaquemeconsideressospechosodehaber
asesinadoamipadre.
—EseHamblyesuncharlatánpresuntuoso.Deberíaaprenderatenerlabocacerrada.
Observándola, comprendí finalmente por qué tenía tanta antipatía por los abogados. No podía
intimidarlos,yesolasacabadequicio.
—Entonces—lapinché—,¿nosospechasdemí?
—Douglasdicequemeolvidedeti.Segúnél,noesposiblequehayasmatadoatupadre…,no
pordinero.Yyonosoycapazdeencontrarningúnotromotivo.
—Peroloshasbuscado.
—Sí,loshebuscado.
—¿Ypiensasseguirconeso?
—Sieressinceroconmigo,leharécasoaDouglas.Porahora.Pero,endefinitiva,setratademi
investigación. Juégamela y caeré sobre ti con tanta fuerza que hasta tus amigos lo pagarán con
sangre.¿Estáclaro?
—Como el cristal —respondí—. ¿Qué más averiguaste por Hambly? —Intenté no demostrar lo
desesperadoqueestabaportenerestainformación.
Millsvolvióaencogersedehombros.
—Quetupadreeraasquerosamentericoyque,sitúnolomataste,eresunbastardoconsuerte.
—Setrataúnicamentededinero—dije.
—Asíes—replicó—.Soloesdinero.
—¿Quieressabermáscosas?—pregunté.
—Sí.Bueno…Acercadelahora.
—Entonces, vayámonos de aquí —dije—. Barbara debe de estar a punto de llegar y no hay
necesidaddeinvolucrarlaentodoesto.
—Oh,tendréquehablartambiénconBarbara—dijoMillssignificativamente,paradaraentender
queseguíasiendoellaquienmandaba.
—Sí,perodespués,¿vale?Vámonosahora.Conducetú.
Sequitólacazadoraylalanzóalasientoposterior.Sucocheolíaalmismoperfumeamelocotón
maduroquerecordabayodelhospital.Teníaloshabitualesaparatosderadiodelapolicíayunrifle
encajadoenelsalpicadero.Seoíanvocesporlaradio,queellaapagócuandoretrocedíamoshaciala
carretera.Laestudiéporelrabillodelojo,fijándomeensusesposas,elespraydedefensapersonal,
el gancho suelto en su cinturón y la forma como se le abría la camisa mostrando un sujetador de
encaje de tono claro que desentonaba con el resto de su atuendo. Los músculos se marcaban en su
mandíbula y sospeché que preferiría mucho más tenerme bajo custodia que pasearme por la
poblaciónacuentadelerariomunicipal.Penséenloexcelentepolicíaqueeraymerecordéquetenía
queirconmuchocuidadoenloqueledecía.Ellaestababuscandounaexcusa.
Ya en la calle, giró a la derecha y pasó por delante del parque. Seguimos por Main Street en
silencio,ydespuésdirigióelcochehacialasalidadelapoblación,paraadentrarseporunadeesas
largaseinverosímilmenteestrechascarreterastantípicasennuestrocondado.
—Habla —me dijo—. Y no te calles nada. Necesito saber todo lo que ocurrió la noche en que
desapareciótupadre.Noelijaslaspalabrasnilosdetalles.Cuéntamelotodo.
Seguimos,pues,mientrasyotratabadehablarconsumacautela.
—¿Porquéteencontrabastúensucasa?
—Fueideademimadre.Unacena.Paraintentarhacerlaspaces,supongo.
Millsvolviólevementelacabezayapartólosojosdelacarretera.
—¿Laspaces…?¿Entrequiénes?
—EntreJeanymipadre.
—¿Porquéestabanpeleados?—preguntó.
—«Pelear» es una palabra demasiado fuerte. Digamos que había cierto distanciamiento entre
ellos.Unadeesascosasqueocurrenentrepadreehija.
—¿Porqué,concretamente?
Deseaba mentirle para proteger a Jean del todo, pero temí que Mills averiguaría la verdad por
otrafuente.Unamentiraenestotansoloserviríaparadarlemayorimportanciaalhecho.Eseesel
problema al que te enfrentas cuando hablas con los policías: que nunca sabes qué es lo que saben
ellos.Asíescomoteatrapan,endefinitiva.
—CreoquefueporcausadeAlex.
—¿Laamigadetuhermana?
—Sí.
—¿Noaprobabatupadresurelación?
—No.Peroerayaaguapasada.Yahabíasalidoareluciranteriormente.
—Tupadrenomencionóatuhermanaensutestamento…
—Nuncalacitóenél—dije,mintiendo—.Mipadreteníaideaschapadasalaantiguaconrelación
alasmujeres.
—¿Yporquéintervinotumadre?
—Estabapreocupada.Ladiscusiónhabíasubidodetono.
Millsmanteníalosojosfijosenlacarretera.
—¿PegabatupadreaJean?—preguntó.
—No.
—¿Lepegabaatumadre?
—No.
—¿Quiénfueelquellamóentoncesporteléfono?
—Nolosé.
—¡Perotúestabasallícuandoserecibiólallamada!
—Yonocontesté.
—Dimequéfueexactamenteloquedijotupadre.
Reflexioné.
—«Estaréahídentrodediezminutos».Esofuetodoloquedijo.Cogióelteléfono.Escuchó.Y
despuésdijoqueestaríaallídentrodediezminutos.
—¿Indicóellugar?
—No.
—¿Noosdijoadóndeiba?
—No.
—¿Niquiénhabíatelefoneado?
—No.Nada.Semarchósinmás.
—¿Cuántoratoestuvoalteléfono?
Evoquélaescena.
—Treintasegundos.
—Treintasegundosesmuchotiempo.
—Puedeser—asentí.
—Entonces…,alguienteníamuchoquedecirle.
—¿Qué hay de los registros de llamadas telefónicas? —pregunté—. ¿Conexiones…, números
pin…,todoeso…?
—Nohahabidosuerte—seapresuróadecirMillsparanoponerseacomentarlospormenores
delcaso,ycambiórápidamentedetema—.Tienequehaberhabidoalgomás.¿Sellevóalgunacosa
consigo? ¿Comentó algo? ¿Qué aspecto tenía? ¿Se le notaba enfadado, triste…, pensativo? ¿Qué
direccióntomó?
Penséenello,deverdadpenséenello.Eraalgoquenuncahabíahechoantes.¿Quéaspectotenía?
¿Había algo en la expresión de su cara? Cualquier cosa… Resolución, tal vez. Determinación…,
seguro.Eira,sí.Perohabíatambiénalgomás:petulancia,pensé.Elmuybastardoparecíasatisfecho
desí.
—Parecíatriste—ledijeaMills—.Suesposaacababademoriryselenotabatriste.
—¿Qué más? —insistió Mills—. ¿Se llevó alguna cosa? ¿Se detuvo para recoger algo entre la
llamadaporteléfonoyelmomentoenquesalióporlapuerta?Piénsalo.
—Separóparacogersusllaves—dije—.Solosusllaves.
Yentoncesrecordé:«¡SantoDios…!Susllaves».Ezradejabasusllavesenuncolgadorjuntoala
puertadelacocina.Unjuegoparasucoche,otrojuegoparasuoficina.Vilaescenacomosiacabara
deocurriresamismamañana.Pasópormilado,fuehacialacocina,extendiólamano…ytomólos
dosjuegosdellaves.Yolovi.¡Pensabairalaoficina!Pero…¿porqué?¿Ylohabríahechoantesde
queloasesinaran?
—Noencontramosningunallaveensucadáver—dijoMills.
—¿Ningúnrastrodesucocheaún?—pregunté,deseosodedistraerla.Noqueríahablarleahorade
las llaves. No mientras no supiera lo que todo aquello significaba. ¿Para qué querría Ezra ir a la
oficina?Penséensurevólverperdidoypensétambiénensucajadecaudales.Teníaqueabrirla.
—Nopuedohablarteacercadeeso.¿Tuvistealgunaotranoticiadeél?
—No.
—¿Llamadasporteléfono?¿Cartas?
—Nada.
—¿Porquénoinformasteacercadesudesaparición?
—Lohice.
—Seissemanasdespués—merecordóMills—.Muchotiempo.Esomepreocupa.
—Supusimosqueestaríallorandolatragediaenalgunaparte…,intentandoevadirsedetodo.Es
unhombremayor.
—Eraunhombremayor.
—¿Quéestásinsinuando?
—Lo que digo es que ni siquiera se presentó en el funeral y que, aun así, no denunciasteis su
desaparición.Esoesmuysospechoso.Notengootrapalabraparacalificarlo.
¿Cómoexplicarleaquello?Ezranoestuvoenelfuneralporqueélhabíamatadoamimadre.La
había empujado escaleras abajo, ¡y ella se había desnucado! Yo imaginé que el sentimiento de
culpabilidad estaría destruyéndolo. Que tenía el buen juicio de no encararnos a Jean y a mí con
palabras vacías y vertiendo lágrimas de cocodrilo. Porque ni siquiera Ezra era capaz de hacer el
panegíricodelagranmujeralaquehabíamatado.Suponíaqueestaríaborrachoperdidooviviendo
debajodeunpuente.Paramí,todoesoteníasentido.Muchísimosentido.
—Eldolorllevaalagenteahacercosasmuyextrañas—dije.
Millsmeobservóconojosescrutadores.
—Esoprecisamenteesloquenodejoderepetirmeamímisma—dijo—.Sicomprendesloque
quierodecir.
Yo no sabía qué era lo que quería decir, pero su expresión me ayudó a adivinarlo. Aún seguía
considerándomecandidatoasospechosodelcrimen.LoqueerabuenoparaJean,teníaqueserbueno
para mí. Pero yo no podría cumplir una pena de prisión. Me moriría antes de vivir dentro de una
celda.Medecíaamímismoqueesonoocurriría.Teníaquehaberotramaneradeevitarlo.
—Meparecequeestonosllevaalagranpregunta—dijoMills.Estábamosenelparque.Dobló
hacia la calle lateral que discurre hasta más allá del lago y detuvo el coche. Yo podía ver mi casa
desde allí, y capté su mensaje. «No estás en casa aún» —eso era lo que me estaba diciendo—. «Ni
muchísimomenos».
Elmotordelcochehacíapequeñosruidosmientrasseenfriaba.Yonotabasusojosfijosenmí:
quería observarme a fondo ahora, captar mis reacciones. El interior comenzaba a calentarse por
efectodelsol;elairesecargaba,peroyonecesitabauncigarrillo.Meenfrentéasusojoscontodala
firmezaquepude.
—Quierespreguntarmedóndeestuveyoesanoche,¿verdad?
—Dameunaexplicaciónconvincente—asintió.
Habíallegadolahoradedecidir.Yoteníaunacoartada.Vanessamerespaldaríaencualquiercaso.
Esaverdadrecorriómiinteriorcomounchorrodeaguafresca.Comparadaconeljuicio,laspruebas
ylaprisión,eralomásvaliosoquehabíaenelmundo.Cualquiercriminalacorraladomataríapor
teneralgoasí.Pero…¿queríayoeso?Larespuestaerasí.Lonecesitabatanardientemente,queme
parecíaestarsaboreándoloya.QueríaapartardemíaquellamiradaabrasadoradeMills.Necesitaba
dormir en mi propia cama y saber que jamás sería el cepo de un convicto. Quería entregarle mi
coartadacomounregalo:envueltaenunlindopapelyatadaconungranlazo.
Pero no podía. No hasta que Jean estuviera libre de toda sospecha. Si me absolvieran a mí,
volverían a fijarse en ella. A hurgar profundamente hasta encontrar un motivo para inculparla del
crimen,yafueralamuertedenuestramadre,eltestamentodeEzra,oelhabersufridounavidaentera
deabusoprepotente.Porcuantoyopodíasaber,JeanhubierapodidomatarloporAlex.Yrecordando
ahora lo vivido aquella noche, como lo había recordado tantas otras veces, comprendía que era
probablequelohubiesehecho.Lohabíaleídotodoensucara:larabiaporlamuertedesumadreyla
consternación por aquella extrema traición. Ezra se había ido, y Jean había marchado de casa
inmediatamentedespués.Nolehubieracostadonadaseguirlo.Y,comotodosnosotros,Jeanestabaal
corriente de dónde guardaba Ezra su revólver. Motivo, medios y oportunidad: los tres elementos
clavedelaacusacióncriminal.Douglasselacomeríavivasilossupiera.Poreso,antesdejugarla
carta de mi coartada, tenía que asegurarme de que Jean estuviera a salvo. Sin embargo, sentía una
grandebilidaddentrodemí,undesasosiegoprofundamentearraigadoenmiinterior.Serconsciente
deello,porextrañoquepuedaparecer,mehacíamásfuerte.MefijéenMills,cuyorostromostraba
rasgos angulosos y duros. Vi mis propias facciones reflejadas en los cristales de sus gafas de sol,
aunquedistorsionadaseirreales:separecíandemasiadoaloqueyosentíapordentro.Asíquetomé
unabocanadadeaire,quemediofuerzaparadecirleunamentiramás:
—YaselodijeaDouglas.Cuandomipadresemarchó,yomefuiacasa.Pasétodalanocheenla
camaconBarbara.
Algosemovióenlacaradeella,eldestellodeunaexpresióndedepredador,yasintiócomosi
hubieseoídoprecisamenteloqueestabaaguardandoquedijera.Oloqueesperabaoírdemislabios.
Medirigióunasonrisaquemepusonerviososinsaberporqué.
—¿Esoestodo,entonces?—mepreguntó—.Piénsalobien.
—Esoestodo.
—De acuerdo. —Puso en marcha el motor y me llevó el resto del camino hacia casa—. No
abandoneslaciudad—meadvirtióenelinstanteenqueyosalíadelcoche.
—Ja,ja…—Mereí—.¡Estasíqueesbuena!
—¿Quégracialeves?—preguntó,altiempoqueexhibíasumismaturbadorasonrisa.
Despuésretrocedióporelcaminodeaccesoysefue.Yoencendíunpitilloymequedémirandoel
hueco que había dejado en el camino el coche al marchar. De pronto se me ocurrió por qué me
turbabaaquellasonrisasuya:selahabíavistoanteriormenteeneltribunal,justoantesdearrancarlea
un abogado defensor, que había cometido el error de subestimarla, la alfombra en que este tenía
apoyadoslospies.
13
Recuerdohabertenidouncliente,miprimercasodeasesinato.Yoeraentoncesunjovenidealistay,
aunquelocreíaculpable,sentípenaporél.Habíamatadoasuvecinoenunadiscusióndeborrachos
porelcaminoquecompartíanambosparaaccederasusrespectivascasas.Nosabíaqueelarmaque
empuñaba estuviera cargada. Solo quería asustarlo: una historia bastante común hasta que vio
aparecerunsangrientoagujeroenelpechodelotro.
La vista duró ocho días. Yo conseguí que fuera rechazada la acusación de asesinato, pero el
juradovolvióconunfalloporhomicidio.Amiclientelecayeronsieteañosymedio:unasentencia
nodemasiadoduraengrandeslíneas.Doshorasdespuésdelveredicto,mellamaronparaquefueraa
laenfermeríadelacárceldelcondado.Miclientehabíaingeridodoslitrosdelíquidodelimpiezaen
uninfructuosointentodesuicidio.Cuandolleguéallí,losempleadosaúnseestabanriendodelcaso
enlaunidaddetratamiento.Lacárcel—meexplicaronentrerisas—tansoloutilizabaproductosno
tóxicos.Miclientetendríadeposicionesdecolorverdeduranteunasemana,peroluegoestaríabien.
Ocurremuchasveces.Guiño,guiño…¡ja,ja!
Encontréamiclienteenlaenfermería.Estabaenposiciónfetalylloraba,ajenoamíyalvigilante
quevelabaporquenorepitierasuintento.Mecostócincominutosmirarloalosojosyotroscinco
conseguirquerespondiera.
—¿Noloentiende?—sequejó.
Yoestabasinhabla,desconcertado.Noloentendía.
—Míreme.
Sacudílacabezaparaindicarlequenecesitabaalgomás.
Entoncesélgritó,conlasvenasmarcándoseensucuellocomogruesoscables.
—¡Míreme!—repitió.
Volvílavistahaciaelimpasibleguardia,queseencogiódehombros:
—Esunpelma—dijoelguardia—.Mírelo,simplemente.
Miclienteeraunhombremenudoybienformado,conlatezclarayunadentadurarectayblanca.
Eraatractivo,talvezapuesto,incluso.
Derepente,deunamaneravisceralymorbosa,entendíloquequeríadecir.
—Nopuedovolveralaprisión—dijofinalmente—.Antes,memoriré.Memataré—añadióen
tonodepromesa—.Deunamanerauotra.
Finalmente,lahistoriasalióarelucir.Yoyasabíaquehabíacumplidoanteriormenteunapequeña
condena.Peroloqueignorabaeraqueotrospresossolíanentrarensuceldadenoche.Avecestreso
cuatrosolo.Enocasiones,siete.Lodesnudaban,pegabanasuespaldadesnudaelpóstercentraldeuna
revistapornográfica,yseibanturnando…,trasmeterleenlaorejaundestornilladorparaasegurarse
de que fuera dócil. Me mostró la cicatriz de una única ocasión en la que trató de resistirse: casi se
quedósordodeaqueloído.
Melodescribiótodoentrelágrimasysollozosqueconmovíanlasentrañas.Aesoeraaloqueiba
avolver.Avecesasesionesquedurabanhorasenteras.
—Nopuedoaguantareso.Nopuedo.
AldíasiguientelotrasladaronalaPrisiónCentraldeRaleigh.Dossemanasdespués,consiguió
finalmente matarse. Tenía veintisiete años, los mismos que yo contaba entonces. Jamás lo olvidaré
porque fue la escena de desesperación más desgarradora que yo haya presenciado nunca. Desde
entonceshemiradosiempreelsistemapenitenciarioconalgoparecidoaunafascinaciónmorbosa,
sintiéndome a salvo detrás de mi portafolios, pero lo suficientemente próximo a él para no poder
olvidarnuncaloquevienlamiradadeaqueljoven.
PoresemotivoMillsmeasustaba.Meaterrorizaba,dehecho.Yoestabalibrandounapeligrosa
partida con ella, en la que las apuestas eran brutalmente reales. Pero Ezra estaba muerto, con su
sombratanlamentablementehechajironescomosuspropiascarnes,yahorayoestabacomenzandoa
aprenderunascuantascosasacercademímismo.
LeconcedíaMillsdosminutosparadesaparecery,después,memetíenlafurgoneta.Teníaque
hablar con Jean, prevenirla acerca de Mills. Decirle que tuviera la boca cerrada. Y, si ella no me
escuchaba,conseguirquelohiciera.Deunaformauotra.
¡Poderosaspalabras!SubíatodaprisaporMainStreet,perotuvequedetenermeanteunpasoa
nivelcerradoporlaproximidaddeuntren.Giré,portanto,aladerecha,paraseguirporEllisStreet
yatravesarelpuente,coneltrencirculandopordebajodemícomounaruidosaserpientedecarbón.
NosabíasiMillshabríahabladoyaconJeanono.Puedequeestuvieradecaminoasucasa,oincluso
detenida por el paso de aquel mismo tren. Así que conduje con solo un ojo fijo en la carretera
mientrasmarcabaelnúmerodelteléfonomóvildeJean.Medevolvióunaseñaldeocupado;esperé,y
volvíamarcar.Dosvecesmásobtuvelaseñaldeocupado,peroalatercerasonóeltimbre.Estabaa
mitaddecamino,circulandoaochentaporunacalledevelocidadlimitadaacincuenta,yelteléfono
seguía llamando. Conté quince timbrazos, pero no hubo respuesta. Lo lancé al asiento e intenté
calmarme,peronopodía.Estabaalbordedelpánico.Depronto,latensiónyeltemormevencieron,
y encendieron mi rostro como si fuera sudor. Me imaginé a Jean en la cárcel, y supe que no lo
resistiría;queseríaparaellatanmortalcomolasbalasenlacabezadeEzra.
El tráfico comenzaba a disminuir a medida que me alejaba de las calles más transitadas para
circular por las estrechas, donde las casas disminuían y se convertían en pequeños solares. Había
niños jugando en las aceras, y tuve que reducir la velocidad por temor a atropellar a alguno. Iba
pasandocadavezmáscallessinasfaltaramedidaquemeacercabaalasvíasdelferrocarril.Enlos
patios se amontonaban coches que parecían abandonados y la herrumbre marcaba los tejados de
chapa ondulada en su segundo siglo de existencia. Los bordillos se deshacían y desmoronaban en
ruinas,yentoncesmedicuentadequeyaestabaenlacalledeJean.Unchiquillosecolumpiabaenun
neumático colgado en el patio de enfrente de su casa y me observó con cara inexpresiva mientras
arrastraba los pies por el polvo. Por detrás de él apareció un rostro en una ventana: dos ojos y un
atisbodeboca,quesedesvanecieronalpuntotraslascortinasdecolormostazaquetemblaronalser
corridasencuantoyovolvílacabeza.
AparquédelantedelacasadeJeanydesconectéelmotordelafurgoneta.AlexShiftensehallaba
sentadaenelporchedelantero,echadahaciaatrásenunamecedorayconlospiesenlabarandilla.De
su boca colgaba un cigarrillo. Me observó a través de sus gafas sin cristales. Las comisuras de su
bocasetorcieronhaciaabajoalvermesalir.Oíaeltrenalolejos,yelvientoagitabalascopasdelos
árboles,aunqueyonopodíaverlos.Meloimpedíanlashierbasrastrerasquecrecíanalosladosdela
calle.
Subí para sortearlas y caminé hacia el patio, pisando tallos bajo mis pies. Alex no apartó ni un
momentosusojosdemí.Cuandoestuvemáscerca,viqueteníaunanavajaenlamano,conlaquese
dedicabaatallartranquilamenteuntrozodemadera.Estabadespeinada,conloscabellosapelmazados
en pequeños mechones y los firmes músculos de sus brazos se movían mientras tallaba. Se plantó
delantedemíantesdequeyosubieralaescalera,descalzayluciendounosestrechosydescoloridos
tejanos.
—¿Quéquieres?—mepreguntó.
—¿Porquénorespondesalteléfono?—lesolté.
—Tengoidentificadordellamadas—dijo,ysonrióconfrialdad.
Puseunpieenlaescaleraymedetuve.Susonrisasetransformóenunamuecacuandocerróla
hoja de la navaja y se la metió en el bolsillo, como si me dijera que no la necesitaba para lidiar
conmigo. Se reclinó contra un pilar del porche y yo tuve entonces una abrumadora sensación de
déjàvu.
—NecesitohablarconJean—dije.
—TúsiemprenecesitashablarconJean.
—¿Estáaquí?Esimportante.
—Sehaido—replicóAlex.
—¿Atrabajar?
Alexseencogiódehombrosydesviólamirada,mientraselhumodelcigarrilloascendíaenel
airealrededordesucara.
—¡Malditasea,Alex!¿Estáeneltrabajo?
Ellameobservódearribaabajoymehizouncortedemangas.Salióentoncesdemigargantaun
sonidoirreconocible,yalmomentomevihaciéndolaaunladoyentrandoenelinteriordelacasa.
Nomesiguió,yesomesorprendió,porquehabíaesperadoresistencia.
Lapuertasecerródegolpeamiespalda.Erauninteriorsombrío,enelqueelaireestabarancioy
olíaacol.LavozdeAlexmesiguió:
—Miratodoloquequieras.Peroesonocambiarálascosas.Jeannoestáytampocoteayudaráen
nada.Asíqueechaunvistazoylárgateenseguida.
Las habitaciones eran pequeñas, de techos bajos; los muebles, viejos y desvencijados. Me moví
porelcombadopisoalaluzquesefiltrabaporlassuciasventanasycaíasobremispiesylaraída
moquetaverde.Pasépordelantedeltelevisor,viencimadeélunafotografíaenmarcadademimadre
y proseguí hasta la cocina, sin perder el tiempo en mirar si había alguna foto mía o de Ezra. Los
cacharrosestabanalineadosenlarejilladelescurridorparaquesesecaran;vidossillasjuntoala
estrechamesaquehabíadebajodelaventanaquedabaalpatiotraseroyhuellasenélquelorecorrían
yseperdíanalolejos.Enelalféizarhabíaunavioletaafricana,cuyoscapullosponíanunabrillante
notadeexóticocolor.
Llamé a Jean a voces, aunque sabía ya que Alex no me había engañado: me lo decía ya la
sensacióndeunacasavacía.Miréeneldormitoriosinningunaesperanzaya,yvilacamaindividual
pulcramentehecha,elmontóndecatálogosperfectamenteapiladosquehabíaenlamesilla,lanovela
vueltaparaabajoyelvasodeaguasobreelposavasos.Recordécómosolíairasentarmeyoporla
noche junto a la cama de Jean para charlar los dos de nuestras cosas de niños. Ya entonces ponía
siempreunposavasosenlamesilla.Decíaquelamadera,comolaspersonas,necesitabaprotección.
Ahoraentendíaqueestabahablándomedesímismamásquedelamesilla.Nolahabíaentendido…,
noenaqueltiempo.
De pronto la eché de menos. No el pensamiento de ella, sino la intimidad que en otra época
habíamoscompartidocuandoelmundoeramáspequeñoycompartirlossecretoseraalgomásfácil
de hacer. Apoyé mis dedos en la mesa, miré la habitación a mi alrededor y me pregunté si las dos
compartiríanrisasallí,sihabríagozoensusvidas.Esperabaquesí,perolodudaba.Alexeratoda
ellacontrol.YJeannecesitabadirección,lanecesitabadesesperadamente,yseguiríaacualquieraque
selaseñalara.
Busqué algún indicio de nuestro pasado compartido, algo revelador de que aún pensaba en
aquellostiemposoquelosechabademenos,peronohabíanada.Misojosrecorrieronlasparedes
desnudas, los estantes de libros, y volvieron después a la cama. Me di la vuelta para irme en el
momento en que el tren pasaba de nuevo tan cerca que hacía vibrar la casa; vomitó su luctuoso
lamentoysefue,comoapagandolosrecuerdosdelainfancia.
Estabacasienlapuertacuandolodescubrí.Medetuve,dilavuelta,regreséalaaltayestrecha
libreríaquehabíaenelrincón,ymeagachéconlasrodillastemblándomecomolasdeunanciano.
Encajadoenelrincónmásbajodelaestantería,casiescondidoallí,habíaunmanoseadoejemplarde
ElHobbit,deTolkien:elregaloquelehabíahechoaJeancuandocumpliónueveaños.Teníalatapa
arrugada,ellomorotoyfrágilbajomisdedos.Lehabíaescritounadedicatoriaenlasegundapágina.
Aúnlarecordaba:«ParaJean…,porquelospequeñostambiénpuedenviviraventuras».Abríellibro,
perofaltabalasegundapágina.Rota,talvez,odesprendida…,nopodíasaberlo.
Volvíacolocarcuidadosamenteellibroenelestante.
FueraencontréaAlexensumecedora.
—¿Satisfecho?—mepreguntó.
Meesforcéendominarme.IrritandoaAlexnoconseguiríaloquenecesitaba.
—¿Sabescuándovolverá?—inquirí.
—No.
SaquédemicarteraunatarjetayselatendíaAlex.Ellalamiró,peronohizoademándetomarla,
asíqueladejéenlabarandilladelporche.
—¿QuerrásdeciraJeanquemetelefoneecuandolaveas?Elnúmerodemimóvilestáabajo.
—Noquerrállamarte,peroselodiré.
—Esimportante,Alex.
—Yadijisteeso.
—Porfavor,díselo.—Alexjuntólasmanospordetrásdelacabeza,ylaapoyóenellas—.Sime
llama,notendrénecesidaddevenirotravezamolestarte—dije—.Piensaeneso.
—¿Dequévalacosa?—preguntó.
—EsalgoentreJeanyyo—respondí.
—Loaveriguarédetodasformas.
—Yasupongo,peronopormí.—Bajédelporche,mevolvíyseñalélatarjetaquehabíaquedado
sobrelabarandilla—.Eselnúmerodemásabajo.
—Sí,sí.
Caminéporelpatio,deseosodealejarmedeAlexydesucalladaautosuficiencia,peroentonces
oíelclicdelanavajaalabrirseyelsonidodeunarisita.
—En cualquier caso, ya sé de qué va —dijo Alex. Yo seguí caminando, harto de sus
impertinencias.Estabayacasijuntoalafurgoneta—.«Tienesderechoapermanecerensilencio…»
—dijo,yyomequedéhelado.
—¿Quéhasdicho?—pregunté,ydiunpasoparaalejarmedelafurgoneta,balanceandolasllaves
enlamano.Susonrisasepropagabacomouncáncer.
—«Todocuantodeclarespodráserutilizadoentucontraenuntribunal».—Estabadepie,conlas
manosapoyadasenlabarandadelporcheylascaderascontralamadera,inclinadahaciaelexterior,
provocativa. Fui hacia ella y se inclinó más aún, con la boca abierta y los ojos brillantes: estaba
disfrutando.
—«Sinopuedespagarunabogado,seteasignaráuno»—añadió,ydespuéssoltóunacarcajada,
nosésiporlaexpresióndemicaraoporsupropiaocurrencia.Talvezporambas.
—¿Dequédemoniosestáshablando?—pregunté.
Me miraba desde arriba, obligándome a mí a mirarla desde abajo. Fue un momento que se
eternizó.
—Havenidoavernosciertaseñorita.Unamujermuycuriosa,porcierto—dijofinalmente—,que
queríavernosamíyaJean.
—¿Cómo?
—Sí…, una mujer muy atractiva y muy curiosa. —Esperaba que yo dijera algo, pero no podía
hacerlo—.Unamujermuybien…dotada.
—Mills—dijeyo.Elnombreseabriópasoatravésdemislabios.
—Teníaunmontóndedivertidaspreguntas—comentóAlex.
Yo ya sabía que Alex estaba jugando conmigo, que lo pasaba en grande viendo cómo se me
retorcíanlastripas.Peroyomeencogíaporefectodeunaterriblesensacióndefracaso,dedesgracia
inminente. Debería haber hablado con Jean inmediatamente después de saber que habían hallado el
cadáver de Ezra. Debería haberla prevenido, haciendo por una vez buen uso de mis conocimientos
jurídicos.PeroaqueldíaenPizzaHuthabíatenidomiedo:miedodequequisieraalejarse,alejarsede
míparasiempre.Miedodeveryolaverdadensusojos:queeraellaquienlohabíamatado.Miedode
que mis sospechas se convirtieran en una realidad irrevocable. Miedo de no saber cómo vivir con
eso.Después,habíaoptadoporemborracharmedurantedíasyabandonarmealaautocompasión.No
habíadichonaday,conello,habíaabiertolapuertaaldesastre.¿QuélehabríadichoJean?¿Hastaqué
extremohabríallegadomihermanamientrasyomerevolcabaenlapozademiapestosomatrimonio
y malgastaba mi vida? Notaba el sabor de la desesperación como si fuera bilis. Pero Mills no era
tonta.PorsupuestoteníaqueinvestigaraJean.
—Preguntasacercadeti—puntualizóAlex.
Notéquerecuperabaciertacalmaenmiinterior.
—¿Porquémeodiastanto?—lepregunté.
—Yonoteodioenabsoluto…Es,simplemente,queteinterponesenmicamino.
—Nopiensasdecirmeloquenecesitosaber,¿verdad?AcercadeMills.
—Comodijistetúantes,esoescosatuyaydeJean.
Noté en su cara que ya se había despachado a gusto. Había dicho la última palabra, y eso la
contentaba. Se repantigó en su mecedora, tomó el pedazo de madera que estaba tallando y señaló
haciamifurgonetaconél.
—Vete—medijo—.LediréaJeanquehasestadoaquí.
Mealejéynovolvíamiraratráshastaqueestuvedentrodelafurgonetaconelmotorenmarcha.
Ellanolosabía,peromehabíadadoalgo;muchomásdeloquepretendía:mehabíadichoqueyome
interponía.EsosignificabaqueJeantodavíaestabapreocupadapormí,deunamanerauotra,locual
eramejorquenada.
LlaméaPizzaHutmientrasconducíaymedijeronqueJeannoestabatrabajandoallíporquetenía
el día libre. Dediqué la hora siguiente a dar vueltas por la ciudad buscando su coche. Miré en el
centro comercial, en los aparcamientos de los cines y en las bollerías. No estaba allí. Finalmente,
desesperadoperosereno,telefoneédenuevoasucasa.Norespondiónadie.
AlascincodelatardemarchéhaciaCharlotteparaencontrarmeconHankRobins.Eltráficoenla
I-85 era inusualmente fluido, y cubrí la distancia en un tiempo excelente. Hacia las seis estaba ya
cómodamente instalado en la butaca de cuero de un reservado en la parte trasera del bar. El lugar
estaba en penumbra y se oía una música suave de fondo que sonaba vagamente a celta. Junto al
cenicero de cristal encontré un paquete mediado de Gitanes; saqué un cigarrillo de él, arranqué un
fósforo,loprendíydejécaerelpaqueteenlamesitademaderalacadamientraslacamarerasemovía
entrelasmesas.AlgoensuformadecaminarmerecordóaJean.Lasonrisaquemeofreciórevelaba
cansancio.NecesitabaunManhattan,algofuerte,peroenlugardeesopedíunacerveza,unaBeck’s.
A efectos prácticos, aquel reservado era solo mío, así que me dediqué a beber mi cerveza y
formaranillosdehumoatravésdelconfusohazdeluzqueiluminabamimesadesdearriba.
—Muybonito—dijounavoz,yHankRobinsocupóunabutacadelreservadoenfrentedelamía.
Señalólosrestosdelanillodehumoqueacababadeformar—:Tehasalidoperfecto.
—Llegastarde—ledije.
—Demándame.
Tomómimanoymelaestrechóconfuerzaunpardeveces,sonriendoatravésdelhumo.
—¿Cómo estás, Work? —preguntó, y siguió sin esperar mi respuesta—: Lamento mucho todo
esto.Séquetienequesermuyjodido.
—Puesnosabesnilamitad.
—¿Tanmaloes?
Meencogídehombros.
—¿Qué hay que hacer aquí para que le sirvan a uno una bebida? —preguntó, y a continuación
levantóeltonodesuvoz—.Camarera.Dosmás.
Hankeraunanacronismo.Medíaaproximadamenteunmetrosetentadeestaturaynopesaríamás
desesentaycincokilos,peroeraelhombremásvalientequeheconocidoenmivida.Yonolohabía
vistopersonalmente,perodecíanqueselashabíatenidocondostiposquelodoblabanenestaturay
peso,yloshabíapuestofueradecombate.Teníaloscabellosmorenosyespesos,unosalegresojos
verdesyundienteincisivomellado.Lasmujeressepirrabanporél.
Habíamostrabajadojuntosenunadocenadecasos,ymeconstabaqueerabueno.Nosllevábamos
bien porque a ninguno de los dos nos engañaba la ilusión: éramos realistas, aunque él se las
arreglaba para hacerlo como si nada le importara un carajo. Para Hank, el mundo jamás tendría
sentido,asíqueseadaptabaaél.Nadalosorprendía,aunquesabíaencontrarhumorencualquierparte
adondemirara,yyoloadmirabaporeso.Elmundoqueyoveíaera,másbien,undesastre.
Nuestracamarerasepresentóalpococonbebidasylamismasonrisadecansancio.Teníalosojos
fijosenHank,loquemepermitióestudiarla.Cuarentaytantosaños,conjeturé,derasgosmarcadosy
uñasmordidas.
—Gracias,muñeca—ledijoHankaltiempoquelededicabaunadesusdeslumbrantesymelladas
sonrisas.
Elpiropodiolaimpresiónderesultarleembarazoso,perosealejócaminandoconunpasomás
vivo.
—¿Noseenfadannuncacontigo?—lepregunté.
—Sololasmásinteligentes.
Sacudílacabeza,dubitativo.
—Eh—medijo—.Atodaslesgustaunpiropo.Esunaformabaratadehacerdeestemundoun
lugar mejor. —Bebió unos sorbos de su cerveza—. Bueno…, ¿qué te pasa? Te noto hecho una
mierda.
—¿Dóndeestámipiropo?—Quisesaber.
—Esehasidotupiropo.
—Gracias.
—Enserio,hombre…¿Cómoestás?
Deprontosentípesadosmispárpados.Noconseguíalevantarlavistadelabotellaquemirabacon
tantaatención.LapreguntadeHanknoteníarespuesta.Porquenadienecesitabasaberlaverdadacerca
decómomesentía.
—Voytirando—dijefinalmente.
—Apuesto a que te cansa dar esa respuesta —observó, dándome a entender que sabía
perfectamentequeyonopensabaengañarle.Despuéssonrióparamostrarmequeseconformabacon
loqueledecía—.Pero,sicambiasdeidea…
—Gracias,Hank.Teloagradezcodeveras.
—Hablemosdetrabajo,entonces.Supongoquequieresqueteayudeaaveriguarquiénmatóatu
padre.
La sorpresa debió de pintarse en mi cara. Pero, por supuesto, era muy lógico que pensara eso.
Deberíahaberlovistovenir.Ahorateníaqueiryoconmuchocuidado.Hankyyoéramoscolegasy
ocasionalescompañerosdecopas,peronoteníaniideadehastadóndellegaríasulealtadhaciamí.
Ahoraseleveíaclaramentedesconcertado.
—Jamásquisemuchoamipadre—dije—.Lospolisnosoncapacesdeentendereso.
—Comprendo—dijoHankdespacio;tambiénaéllodesconcertaba,peronoqueríainsistirenel
tema. Tamborileó con los dedos sobre la mesa—. Entonces… —Aguardó a que yo completara los
puntossuspensivos.Ylohice.Comobuenamentepude.Tardéunrato,peroleexpliquétodoloque
necesitabadeél.
—¡Señor…!—exclamó—.Nosabíaquetuvierastanbuenconceptodemí.
—¿Puedeshacerlo?—lepregunté.
—¡Ojalápudieradecirtequesí,peronomeesposible!Quieresqueaverigüequiéntelanzóesa
butacaescalerasabajo,ynotelocensuro.Peroyonosoyningúntécnicoenhuellasdactilaresyno
tengoaccesoalsistemaautomáticodeidentificaciónyaotrosbancosdedatospoliciales.Loquetú
necesitasesunpolicíayaunprofesionaldelanálisisdelescenariodelcrimen.Esoestáfuerademi
competencia.
—Lapolicíanoseentretendráeneso—ledije—.Nomecreen,yyo,pormiparte,tampocoestoy
segurodequererinsistirles.
—Entonces…,estásbienjodido,muchacho.Losiento.
Meencogídehombros.Surespuestanomesorprendióenrealidad.Peroteníaquesaberquiénera
elresponsabledeaquello.Habíaocurrido,yhabíaocurridoporalgunarazón.Talveztuvieraalgo
queverconlamuertedeEzra,otalvezno,peroencualquiercasoeraimportante.
—¿Quémedicesdelodeabrirlacajadecaudales?—pregunté.
—Paraesonecesitasuncerrajerooundelincuente,yyonosoynilounonilootro.
—Pensabaquequizá…
—¿Qué?¿Quequizáconocieraaalguno?—Asentí—.Puesmira…,sí.Peroestáenlacárcel.De
diezadoceaños.¿Porquénoempleasauncerrajero?
—Porquenoséquéhayallídentro,ytampocoquieroquelosepaunextraño.Noconlapolide
pormedio.
—¿Esperasencontrarelrevólver?
Asentí.Sielarmaestuvieraenlacajadecaudales,entoncestalvezfueraposiblequeJeannolo
hubieramatado.Ysinolohabíahechoella…,yopodíalibrarmedeaquellaprueba.Apartedeque…
¿quiénsabíaquéotrossecretosescondíaEzraenaquellacaja?
—Lolamento,Work…tengolasensacióndeestardefraudándote.Perotodoloquepuedodecirte
esunacosa:elcomportamientodelagenteesmuypredecible.Cuandolaspersonastienenquefijarla
combinación de una cerradura de seguridad, emplean normalmente números que son importantes
paraellos.Deberíaspensareneso.
—Loheintentadoya.Heprobadoconnacimientos,númerosdelaseguridadsocial,númerosde
teléfono…
Hanksacudiólacabeza,peroelcentelleodesusojoseraamable.
—Hedichopredecibles,Work,noestúpidos.Piensaentupadre.Imaginaquéeraimportantepara
él.Talveztendrássuerte.
—Talvez—repetíyosinconvencimiento.
—Mira,muchacho…Lamentohabertehechoperdertutiempo.¡Ojalápudieraayudarte!
—Bueno…,hayotracosamás—ledije—.Espersonal.
—Lascosaspersonalesmevan.—Bebióungrantragodecerveza,esperando.
—TienequeverconJean.
—Tuhermana.
—Sí.—Lecontéentoncesloquedeseaba.Sacópapelypluma.
—Deacuerdo—asintió—.DimetodoloquesepasacercadeesaAlexShiften.
Leexpliquétodoloquesabía.Poco,enrealidad.
Élsemetióelpapelenelbolsillodelacamisajustoenelmomentoenquedosmujerestomaban
asiento en el bar. Eran veinteañeras las dos, y ambas atractivas. Nos miraron y una de ellas saludó
imperceptiblemente.Hankdevolvióelsaludo,peroamínomeengañó.
—¿Hasmontadotúesto?—preguntéseñalandoalasmujeres.
Susonrisalodelatóantesdedecirnada:
—Penséqueiríabienparaanimarteunpoco.
—Bueno…, te lo agradezco. Pero ya hay bastantes mujeres en mi vida ahora. Una más es lo
últimoquenecesito.—Comencéasalirdelreservado,peroélmedetuvosujetándomeelbrazoconsu
mano.
—Estanotienenadaquehacerentuvida,Work.Soloentuspantalones.Créeme.
—Graciasdetodosmodos.Talvezenotraocasión.
Hankseencogiódehombros.
—Hazloquetúquieras.Peroescuchaunacosaantesdeirte.—Suvozeragraveyseria—.Ten
cuidado, ¿vale? Este caso va a dar mucho que hablar en los periódicos, incluso aquí, en Charlotte.
Quienestémetidoenél,novaaandardepuntillas.Asíquevigilatutrasero.
Pensé por un instante que quizá me había mostrado indiscreto: que había revelado demasiadas
cosasyqueélsehabíaformadounaideageneraldelasunto.Peroensusojosnohabíanadamásque
unsencillodeseodequetodosalierabien.
—Loharé—prometí,ydejésobrelamesaunbilletedeveintedólares.
—Eh,hombre…Metocabaamí…
—Págalesatusamigasunarondaenminombre.Yahablaremosmásadelante.
Fuera,eldíamoríalentamenteenuncrepúsculovioleta,cuyoalientoeralabrisaquerecorríalas
callescasivacías.Unafinacuchillanaranjamarcabalasoscurasnubes,quesedifuminabanmientras
lasmiraba.Sentíbajomispieselcalordeldíaatrapadoenelsuelodehormigón;mehizopensaren
elinfierno,comosiseenfriaraamedidaquelopisaba.
Si tenía que rescatar a Jean, tenía que salvarla de todo…, lo cual significaba que tendría que
vérmelasconAlex.Paraeso,necesitabainformación.YahíentrabaHank.Necesitabaquehurgaraen
cualquierverdadquehicieralatiraAlex.JeanamabaaAlex.Deacuerdo.Pero…¿quéqueríaAlexde
ella?Pormuchoquemeesforzara,nolograbaencontrarningunacapacidadparaelamorenAlex.Y,
sinembargo,Alexveíaalgoenmihermana.Soloqueríaasegurarmedequeesealgonofueranada
malo.
14
De nuevo en la interestatal, conduje la furgoneta todo lo aprisa que me fue posible, y cuarenta
minutos después circulaba otra vez por su calle. Las farolas estaban fundidas o rotas, pero vi que
salíaundestellodeluzdedebajodesusventanas.Descendídelafurgonetaenelmomentoenquese
oíaelladridolejanodeunperroyelcricridelosgrillosenlamalezaquecrecíaalosladosdela
carretera.Dealgúnlugarllegabaelsonidodeuntelevisor.Subílosbajospeldañosqueconducíana
suporcheyatisbéatravésdelaestrechaaberturadelascortinas.Lahabitacióndelotroladoestabaa
oscuras,perovialasdosenlacocina,sentadasalamesa.Jeanmedabalaespalda,ylacaradeAlex
eraapenasunaimagenconfusaqueseentreveíaporencimadesuhombro.Habíavelasenlamesa,
cuyo cálido parpadeo movía las sombras, y escuché la risa de Jean. ¿Quién era yo para juzgar a
Alex?Yonohabíaoídoreíramihermanadesdeaquellanoche,hacíamuchotiempoya,enlaquesu
maridosaliódecasaconlacanguroysumundosedesvanecióenunáreadedescansodelaI-85.
Casiestuveapuntodeirme,perohabíauncadáveryciertamenteMillsnodescansaría.Llaméala
puertayalmomentocesaronlasrisasyoícómomovíanlassillas.Apenasuninstantedespuéstenía
frenteamíaJean,queabríalosojosypronunciabaminombre,sorprendida.Alex,asuespalda,me
observóconcaradeirritaciónypasóunbrazoporelcuellodeJeanparaabarcarleelhombrocon
suslargosyfinosdedos.
—Hola,Jean—dije—.Lamentomuchoveniramolestaros.
—¿Quéhacestúaquí?
Laexpresióndesucaranoteníaladurezadelaúltimavezquehabíaestadoyoallí:pudeverlo
consolodarunamiradaalosbrillantespuntosnegrosqueAlexllamabapupilas.
—¿NotehadichoAlexquehevenidoantespreguntandoporti?—Jeansevolvióhaciaellayyo
notéqueAlexlaagarrabaconmásfuerza.
—No—dijoJean,indecisa,volviendolacabezauninstanteantesdevolveramirarme—.Nome
lomencionó.
Mimiradaoscilabaentreambas,pasandodelapalidezdelacaradeJeanaloscrispadosrasgos
delrostrodesuamante.Jeanteníalosojoshúmedosymeparecióoleravino.
—¿Puedoentrar?—pregunté.
—No—replicóAlexantesdequeJeanpudieradecirnada—.Yaesmuytarde.
JeanrodeóconlamanoelbrazodeAlexyapretó.
—No—dijo—.Estábien…Puedeentrar.—Mededicóunamediasonrisa,quemehizosentiruna
oleadadegratitud.
—Gracias. —Entré en la casa, oliendo al pasar junto a ella el perfume que Alex llevaba. Jean
encendiólaslucesymedicuentaentoncesdequellevabapuestounvestidolargoylápizdelabiosde
colorrosapálido.NotéqueAlexlucíatambiénunvestidolargo.Lacasaolíaaúnacomida.
—¿Llegoenmalmomento?—pregunté.
Jeandudó,peroAlexseapresuróallenarelsilencio.
—Celebramosunaniversario—dijo,ehizounapausacomodandolugaraqueyopreguntara—.
Dosañosjuntas.—MoviódespuéslamanopordetráshaciaelcuellodeJean.Suactituderaclara,así
quemedirigíaJean.
—Tengo que hablar contigo. Es importante. —Vi una sonrisa despectiva en la cara de Alex, y
pensé en sus palabras desafiantes cuando había estado allí la vez anterior—. Sé que no es buen
momento,perononosllevarámuchorato.
AlexsoltófinalmenteaJeanyfueasentarseenelsofá,conlasmanosdetrásdelacabezayuna
expresiónexpectanteenlosojos.
—Megustaríahablarasolascontigo—dije.
La mirada de Jean fue del uno al otro, mostrando una confusión que la hacía vulnerable. Yo
recordéentoncesque,cuandoéramosniños,siempreestabadeseandoiracualquierparteconmigo.
—Deberíaishablaraquí—ledijoAlexaJean.
—Deberíamos hablar aquí —repitió Jean, y vi cómo se sentaba junto Alex y la manera como
apoyabasucuerpocontraeldeella—.¿Dequéquieresquehablemos?
—Eso, Work —me instó Alex—. ¿De qué quieres que hablemos? —Bailaba la risa en sus ojos.
«Tienesderechoapermanecerensilencio».
Yo trataba de encontrar el mejor enfoque, la mejor manera de plantear aquella cuestión tan
delicada;perotodaslasfrasesensayadas,todaslasbrillantesideasquesemehabíanocurridodurante
miviajedeidayvueltaaCharlotte,sesecabanylasbarríaelvientocomosifueranpolvo.
—Notienesquehablarconlapolicía—dije.Ellasepusotensa,alarmada,ysevolvióamirara
Alex—.Enrealidad,seríamejorquenolohicieras.
—No sé a qué te refieres —dijo trabajosamente, como si su boca intentara encontrar otras
palabras—.¿Lapolicía?¿Dequéestáshablando?—Parecíaasustada,nerviosa,vivadeprontoenel
sofá. Alex le puso una mano en la pierna y se calmó visiblemente. Luego, como si aceptara lo
inevitable,exclamó—:¡Oh…!¿TerefieresaladetectiveMills?
—Así es —asentí—. Es la detective que está al frente de la investigación por el asesinato de
nuestropadre.Deberíamoshaberhabladodeestoantes…Soloquieroqueentiendascómofunciona
esto.Cuálessontusderechos…
Jeanmecortocomosiaquellolasacaradequicio.
—¡Noquierohablardeesto!¡Nopuedohablardeesto!—dijolevantándosedelsofá.
—Yono…
—LadetectiveMillsdijoquenohablaradeestoconnadie.Dijoqueteníaqueguardarsilencio.
Suactitudmeextrañóymepreocupó.
—Pero,Jean…—empecé.
—Noledijenadaacercadeti,Work…Deveras.Mehizounmontóndepreguntas,peroyonole
dijenadaacercadeti.
FueAlexquienhablóenelsilenciodemiconsternación.
—Díselo,Jean.Eselverdaderomotivodesupresenciaaquí.
—¿Dequéestáishablando?—pregunté,yJeanmemirócomosifueraunextraño.Abriólaboca
ysuslabiosbrillaronconlasalivadesulengua.
—Millsestáconvencidadequefuistetúelautordelasesinatodetupadre—dijoAlex—.Deeso
vinoahablarnos.PiensaquetúmatasteaEzra.
—¿Esoesloquedijo?
—Nocontantaclaridad,perosí.
—¿Quécontóexactamente?—insistí.
TeníalosojosfijosenAlex,perolapreguntaibadestinadaaJean.Alexnopronunciabapalabra,y
Jeandabalaimpresióndequererescabullirsecadavezmás.Asintióvariasveces.
—Nopuedohablartedeesto—dijo—.Nopuedo.Deverdadquenopuedo.
Vi que tenía los ojos llenos de lágrimas. Parecía presa del pánico e iba de un lado a otro de la
habitacióncomounanimalenjaulado.
—Estábien,Jean—ledije—.Todovabien.
—¡No!—gritó—.Noestábien.
—Tómateloconcalma.
—Papá está muerto, Work. Está muerto. Asesinado. Mató a mamá y alguien lo mató a él.
Alguien…,alguien…—Suvozseperdíajuntoconsusojos,querecorríanelsuelosinrumbo.Dejó
de caminar y empezó a mecerse, con los dedos entrelazados y pálidos por la presión de los unos
contralosotros.
AlmiraraJeanyobservarlapalidezdesurostro,aceptéfinalmentequeeraciertoelpeordemis
temores:queellahabíamatadoaEzra.Queeraellaquienhabíaapretadoelgatilloyquelaconciencia
deaquelhecholaatormentaba.Sumenteibaaladeriva,sintimóntrasunosojosqueexpresabanun
horror indescriptible. ¿Cuánto tiempo llevaría así? ¿Habría ido ya demasiado lejos para poder
recuperarse?
Meencontréamímismoponiéndomeenpieyalargandoelbrazoparaofrecerleelconsueloque
pudiera.Letoquéelhombroysusojosseabrieronmuygrandesyblancos.
—¡Nometoques!—dijo—.¡Queningunometoque!
—Jean…—leimploré.
Aún tenía húmedos los ojos, vidriosos bajo la débil luz de las bombillas. Retrocedió hacia su
dormitorioypusolamanoenlapuerta,comodecididaacerrarla.
—Papá decía siempre que lo hecho no tenía remedio, y en esas estamos ahora. He recitado mi
papel,Work.Nolehedichoaesamujernadaacercadeti.Peroahoravetedecasa.Lohecho,hecho
está.—Unruidoextraño,mitadrisa,mitadsollozo,escapódesugargantacomoungorgoteo—.Papa
está muerto…, y lo hecho, hecho está. —Sus ojos dejaron de mirarme para fijarse en Alex—:
¿Verdad, Alex? —le preguntó—. Es así, ¿no? —Aún tenía una expresión terrible cuando cerró la
puerta.
Mesentíaturdido,conlaspalabrasdeJeanresonandoenmicabeza.Suspalabrasyaquellacara
quejamáspodríaolvidar.MedisponíaairhaciaellacuandonotélamanodeAlexsobremihombro.
LapuertadelacasasehallabaabiertayAlexmelaindicaba.
—Novuelvas—medijo—.Lodigoenserio.
Señaléconunademándeimpotencialapuertaporlaquehabíadesaparecidomihermana.
—¿Quélehashecho?—pregunté,sabiendoque,porunavez,nopodíaculparaAlexdeaquello,
pero sin que aquella injusticia me importara. Dejé caer el brazo, sin fuerza—. Jean necesita ayuda,
Alex.
—Nodeti.
—Nohaynadaquepuedasdecirohacerparainducirmeaabandonarla—insistíymeacerquémás
aella—.Olaayudastú,oseréyoquienlohaga.¿Estáclaro?
Alexnocedióyyonotélapuntadesuíndiceclavadaconfuerzaenmipecho.
—¡Aléjate de Jean! ¡Mantente lejos de nosotras y de esta casa! —me espetó, con la cólera
inflamandosusojos—.¡Tú…!—dijo,golpeándomedenuevoconelíndice—,¡túereselproblema!
Estábamosfrenteafrentelosdos.Habíaquedadotrazadaunalíneaentreambos,peroensusojos
vi brillar un destello de la horrible verdad. Yo era el problema. No todo el problema, pero sí una
parte.Podíapercibirelamargoregustodelaculpa.
—Estonoacabaaquí—ledije.
—¡Vetealamierda!—mereplicó.
Porunaveznodiscutí;salíensilencioalairesuavedelanoche.Lapuertasecerróconunruido
metálicoyoícómocorríaelcerrojo.
Yaenelexteriordelaverja,mesentíterriblementesolo.
Merefugiéenelsilenciouterinodelafurgonetay,conlosojosfijosenlacasaaoscuras,reviví
losmomentosdelprogresivodeteriorodeJean.¿Cuántotiempopasaría—mepregunté—hastaque
intentara quitarse la vida de nuevo? Las señales precursoras estaban allí, y una parte oscura de mi
menteproferíapalabrasdepesadilla.
«Alaterceravalavencida».
Yyotemíaqueaquellofuerasolocosadetiempo.
Girélallavedecontactodelafurgoneta,yelmotormecontagiósuvibracióndentrodemí:noté
sutartamudeoenmicorazóncomolaverdaddeloquehabíaaprendidoaexprimir.Yanocabíanmás
preguntas: Jean lo había matado. Mi hermana pequeña le había metido dos balas en la cabeza y se
habíaidodejandoquesepudrieraallímismo.LaspalabrasdeJeanresonabanenmicabeza—«Lo
hecho, hecho está»—, y yo sabía, ahora más que nunca, que recaería sobre mí la tarea de salvarla.
Nuncapodríairaprisión.Esolamataría.
Pero…¿quérumbopodíatomaryo?¿CómoimpedirqueMillssumaradosydos?Nosetrataba
deunacuestiónaritméticafácil,yamítansolosemeocurríaunaformaderesolverla:hacerquelos
ojosdeMillssefijaranenmí.CorreríalasuertedeJean,siteníaquehacerlo;peroeseseríasoloel
últimorecurso.
Teníaquehaberotramanera.
Cuando llegué al aparcamiento de delante de mi casa, me di cuenta de que no podía recordar el
trayectoquemehabíallevadohastaallí.RecordabahaberestadoenlacasadeJeanyahoraestabaallí.
Unparpadeo,yaotracosa.Paraespantarsecasi.Giréparatomarlacallelateralquecorrejuntoal
lago,haciamicasa,yvientoncesunacamionetaaparcadaenlaacera,decaraalaslucesdemicasa.
Mientrasmeacercaba,lareconocí.Frenéamitaddecamino.EraladeVanessa.Seguíhastaponerme
asuladoymedetuve.Cerrélallavedecontacto.Laviatravésdelcristaldelaventanilla,conlas
manosaferradasalapartesuperiordelvolanteylacabezaentreellas,comosiestuvieradormidao
rezando. Si se dio cuenta de que estaba allí, no lo manifestó, y durante unos largos segundos pude
observarla,conscientedemipropiarespiraciónenelsilencio.Despuéslevantólacabeza,despacio,
comoaregañadientes,yvolviósurostrohaciamí.Enlaoscuridadreinante,erapocoloquepodía
verdeella:sololoesencialdesusrasgos,quetanbienconocía.Bajéelcristaldemiventanilla.
—¿Quéestáshaciendoaquí?—lepregunté.
—Mehasasustado—respondiósecamente.
—Nohequeridohacerlo.
Se le escapó un sollozo y me di cuenta de que había estado llorando; observando mi casa y
llorando.
—Recibítumensaje—medijo—.Pensabaquenecesitabaverte,pero…—Hizoungestoconla
cabeza en dirección a la casa y, por primera vez, noté que había coches extraños en el camino de
accesoyqueteníantodoslaslucesencendidas.Vanessaseenjugólasmejillasymedicuentadequela
habíahechosentirseavergonzada.
—¿Pensaste…?—empecé.
Por espacio de un minuto, que pareció larguísimo, no dijo nada. Un coche se metió por la
carretera,ylaluzdelosfarosperfilólabellezadesucara.
—Mehicistedaño,Jackson—dijo.Unapausa—.Nocreoquepuedadejarquemehierasasíde
nuevo.Peroluegollegóesemensajetuyo…—Selecortólavozydejóescaparunpequeñosollozo
antesdeabrazarseotravezalvolante.
—Eratodosincero.Todoeraverdad.
—Tengoqueirme—dijoelladepronto.Sumanobuscólallavedecontacto.
—Espera—lepedí—.Déjameiracasacontigo.Volveralagranja.—Lediríatodo…acercade
Jean,sobreEzra…,perosobretodoacercademissentimientosporellaydeloquemeavergonzaba
habérseloocultadodurantetantosaños—.¡Sontantaslascosasquenecesitoexplicarte…!
—No.—Suvozerafuerteyclaraahora.Luegolasuavizó—:Nopuedohacerlo.Nopuedovolver
alasandadas.
—Síquepuedes.
—No, de veras. Si lo hiciese, temo que tú me destruirías, y he decidido que no hay nada que
merezcaeso.—Accionóelcambiodemarchas—.Nisiquieratú.
—Vanessa…,espera.
—Nomesigas,Jackson.
Alinstantesiguientesehabíaidoya,yyoestabamirandosuslucestraseras:sehicieronpequeñas,
giraronydesaparecieron.Cerrélosojos,peroaúnpodíaversuresplandorrojo.Alrato,medirigía
micasa,aparquéentreunMercedesyunBMW,yentréenlacocinaatravésdelgaraje.Delcomedor
mellegabanrisas,quesiguieronenvolviéndomemientrasibahaciaallí.
—Oh,estásaquí—dijomimujer—.Llegasatiempoparaelsegundoplato.
Yenseguidasepusodepieyseacercóteatralmentehaciamí,conunasonrisaqueabríasurostro
bajo unos ojos que yo era incapaz de leer. Había otras dos parejas allí: los Werster y otra cuyo
nombrenosabríadecir.Todossonreían,divertidos,ydeprontoteníaaBarbaraamilado,oliendoa
perfumeyavino.Mepasólamanoporlacamisa.Ahora,decerca,notéqueestabainquieta.Perono,
mejordicho:estabaaterrada.Seinclinóhaciamí,meabrazóymedijoenvozmuyqueda:
—No me hagas una escena, por favor. —Después se recostó de nuevo en su silla—. Estábamos
muypreocupadosporti.
Yo miré más allá; todos asentían y sonreían, perfectamente acicalados e inclinados sobre un
manteldelinoycuberteríadeplata.Elrojovinocontenidoenlascopasdecristaltalladoreflejabalas
luces de una docena de velas, y eso me hizo pensar en Jean y en la cera que se fundía sobre la
inestablemesadesucocina.Laimaginévestidaconelmononaranjadelaprisión,enlacolaparael
almuerzo,mientrasvertíanconuncucharónensubandejadeaceromoldeadounasustanciatibiay
marrón.Aquellaimagensemeclavótanprofundamente,quetuvequecerrarlosojos.Cuandovolvía
abrirlos,BertWerstersehallabasentadoensilencioenmisilla.
—Voyacambiarme—dije.
Me volví y salí del comedor. Al pasar por la cocina, tomé una botella de bourbon y salí
directamenteporlapuertatrasera.
Enelmomentodecerrarlaamiespalda,oíunnuevoestallidoderisas.Fuera,enelairenocturno,
contemplé el firmamento y traté de eliminar la tensión. Luego oí más risas, como el sonido del
tráficoalpasar,ycomprendíquenoibaasertanfácil.Mepreguntécuántotiempotardaríanadarse
cuenta de que no iba a volver. ¿Qué excusa ofrecería Barbara como justificación de que su
matrimonionofueraperfecto?
Rodeé el patio trasero y encontré en él a Hueso que escarbaba la tierra para poder salir por
debajodelacerca.Lometídentrodelafurgonetaynosalejamoslosdosdeaquellugarsinecharuna
sola mirada hacia atrás. No podía salvar a Jean; no esa noche, al menos. Pero Vanessa estaba
sufriendo, y decidí que era hora de acabar con toda aquella mierda de una vez por todas. Así,
mientras miraba la carretera, iluminada por los faros de los coches, pensé en lo que le diría a
Vanessa.Recordéeldíaquenosconocimos.EldíaenquesaltéparaayudaraJimmy.Yoteníadoce
años entonces, y ellos dijeron que me había portado como un héroe. Dijeron que había sido muy
valiente,peroyonosabíanadadeeso.Loúnicoquerecuerdoesquemeasusté,yqueluegomesentí
avergonzado.
SellamabaJimmyWaycaster.Perotodoslollamaban«Jimmy-Un-T».Habíaunarazónparaeso.
15
Jimmyteníaunsolotestículo:unaparticularidadqueloacompañócuandofuetransferidoanuestra
escueladealgúnotrolugardelcondado.Suspadresnoteníanmáshijos,loquenofueobstáculopara
queelentrenadordebéisbolloalinearacomo«paradorencorto»enlaprimaverasiguiente.Erael
primerpartidodelatemporada,yJimmyrecibióunpelotazoenelsegundolanzamiento.Cuandose
desplomóenelsuelo,hubouncompletoyatónitosilencio.Hastaquecomenzóachillar.
ResultóluegoquelafamiliadeJimmyerapobre.Yquelaintervenciónquirúrgicaparasalvarle
suúltimotestículoeramuycostosa.Elpadredeotrodeloschicosdelequipoloorganizótodo,ydos
semanasdespuésestábamostodoscompitiendoporJimmy.ElescenariofuelaZonaDeportivadela
Ciudad, en los tiempos en que era un espacio abierto y fresco, antes de que se transformara en el
actualcentrocomercial,enelqueseamontonanlaspersonasentiendasatestadasdegente.Ylaidea
erasencilla.Loschicosrecogeríandonativosysaltaríanalacuerdaengruposdecuatroduranteuna
hora, a tanto por hora. Se suponía que la competición duraría el día entero. Había veinte equipos.
Ochentachicosentotal.
Vanessaformabapartedeunodeellos.Yyotambién.
Erarealmentemuyatractiva.
Supusequetendríaunosquinceaños,estudiantedeprimeroodesegundocursodeinstituto,locual
estaba francamente bien. No eran muchos los alumnos mayores dispuestos a saltar por el huevo de
Jimmy.Mefijéensuvestidovioletaenelmismomomentoenqueentré.Sehallabaalfinaldellargo
pasillo,alotroladodelaSkyCity.Mepillómirándolaunpardeveces,peronodimuestrasdequeme
importara.Mesonrió,incluso,peroeraunabonitasonrisa,limpiayenabsolutoprovocativa.
Despuésdeaquello,yopensabasobretodoensusonrisayencómoseríabesarla.Pensémuchoen
eso.Eraunasonrisaespecial.
Habíanumerosospadrespresentes,peroningunodeellosprestabagranatención.Noéramosmás
que un grupo de chicos saltando a la cuerda. Cada diez minutos cambiábamos de turno, lo que nos
dejabatreintaminutosantesdequevolvieraalavezsiguiente.Medabatiempodesobraparairala
galería, charlar con los amigos y observar a la chica del vestido violeta. Pero después llegaba de
nuevo mi turno y tenía que volver a saltar. Así durante todo el día. Los padres aparecían y
desaparecían,comprabanenlastiendasyseibanatomaruncafé.
Habíanpasadodoshoras,yyonopodíadejardepensarenella.Teníaloscabellosrubiosyunos
grandesojosazules.Suspiernaseranlargaspordebajodelascaderas,quesemarcabansolounpoco.
Reíamuchoyeramuyamableconloschicosmáspequeños.Yopensabaqueeralachicamáspreciosa
quehabíavistoynuestrasmiradasparecíanestarcruzándosesiempre.
—Nopierdaseltiempo—medijounavoz.
Lareconocísinvolverme:eraDeliaWalton,unamocosapresumida,hijadeFulanooMengano.
Ellayunpardeamigassuyasigualmentelindasdictabanlaleyenlaescuela.Eranlasmáspopulares,
conunascarassindefectosycuentasdeorobrillandoensusgargantas.
—¿Cómosellama?—lepregunté.
—VanessaStolen—meinformóDelia—.Esmayor.Yavaalinstituto.
Melimitéaasentir,conlosojosfijosenVanessaStolen.ADelianolecaíabien.Sabíaqueseguía
mirándola.
—Esmorralladerazablanca—meinsistió.
—¿Noesyatuturnodesaltar?—pregunté.
—Sí—asintió,haciendoungestodedesdénconlamano.
—Pues,entonces,ve—ledije,ymealejédeella.
Llegó la hora del almuerzo y los chicos seguían saltando. Oí que un adulto comentaba que
probablementesuperaríamoslosochomildólares,loquemeparecióunaciframuyconsiderablepor
unhuevo.
Eransobrelastrescuandoviquelachicadelvestidovioletaseiba.Nomesorprendiósentirel
deseodeseguirla;tansolomeasustóunpoco.Peroaqueldíanoibaaprolongarseindefinidamente.
Fuerasoplabaunvientocálido,quetraíaconsigoalaparcamientoelolordelostubosdeescape
de los coches que circulaban a toda velocidad por la interestatal. Los pájaros miraban desde las
líneasdeltendidoeléctrico.Entonceslavi,másabajo,juntoalrío,enellugarpordondesehundía
parafluirpordebajodelaparcamiento.Semirabalospiesyarrojabapiedrecillasalagua.Parecía
muyseria,yyomepreguntéenquéestaríapensandoyquépodríadecirlecuandoporfinreunierael
valornecesarioparadirigirmeaella.
Dejó atrás el último de los coches aparcados. Estábamos lejos de las galerías comerciales. No
había nadie en los alrededores. Ni niños, ni padres… Solo nosotros. Ella estaba casi en el arroyo,
junto al negro túnel que se abría en la maleza crecida del talud del ribazo. Pasaban nubes que
tapabanelsolyaumentabanlaoscuridad.Elvientosecalmóyporuninstanteyolevantélavista.
Pero entonces vi que Vanessa se sobresaltaba, que agitaba los brazos como si quisiera atrapar
algo,perosinemitirningúnsonido.Diounúnicopasoatrás.Yviemergerdellechodelarroyoaun
individuolarguirucho,queseponíadepieyseacercabaaella.Teníaojosenrojecidos,ropassuciasy
barbadescuidada.Laagarró,lepusolamanosobrelabocaydesaparecióenseguida,metiéndosede
nuevoenelarroyoyeltúnelquediscurríabajoelaparcamiento.
Miré en busca de ayuda, pero solo vi coches vacíos y al fondo, muy lejos, la nave del centro
comercial.Mequedéparalizado,peroentoncesescuchéungritoahogado.Yantesdedarmecuentade
loquehacía,estabayabajandoelribazo,tanasustadoqueapenaspodíarespirar.Volvíaoírlaotra
vez, ahora más un quejido que un grito, y la oscuridad me tragó. Pensaba en el vestido de color
violetayenlassonrisasquemehabíadirigido.Diotropasoenelnegroagujero,yyaseredujotodoa
nosotrostres.Peroyoseguíapensandoensucara,ensusojosazulesmuyabiertosporelespantoy
tapadoscasiporlosdedosmugrientos;veíalaspiernaspálidasmientraséllaarrastraba,laspatadas
que la hacía intentar el terror… y seguí adelante, tropezando, como si estuviera en mitad de una
pesadilla…
Bajéloscristalesdelasventanillasenbuscadeaire.Lasimágeneshabíansidoenestaocasiónmás
vivasqueenmuchosaños,yestaveztodofuediferente,comosialguiendesearaherirme.Penséen
lasmargaritasazulesqueparecíanojosabiertosobservándome,yentoncesretrocedíeneltiempo,de
regresoalaoscuridad,comositodoaquelloestuvieraocurriendoahoraynohacíaveintitrésaños.
… Un agua negra se movía como brea en la oscuridad. La sentía en el interior de mis deportivas,
lamiéndomelasespinillas.Losoímásadelante,unúnicogritoagudoprimeroydespuéssoloelrío…,
sumurmulloyunoscuantosdébileschapoteos.Medetuveymiréatráshaciaeldiminutocuadradode
luzqueaparecíayamuylejano.
Quería retroceder, pero eso era propio de los cobardes, de los mariquitas. Así que continué
adelante y la oscuridad aumentó. Extendí los brazos al frente como haría un ciego. Las piedras me
hacían tropezar y la oscuridad intentaba derribarme, pero en mi cabeza yo aún seguía viendo a la
chica.Despuésdiviséunaluzalfrente,lejana,ymeparecióverlos.
Tropecé,caídebruces.Mismanossehundieronenelcienoynotéqueunaguaviscosasalpicaba
micara.Algosemoviópormibrazoyestuveapuntodechillar.Pero,enlugardehacerlo,melevanté.
«Séfuerte»,medije.Extendídenuevolosbrazosyseguícaminandohacialaluzdistante.
Eracomoserciego,peropeor.Muchísimopeor.
«Unciegonohubierahecholoquehice»,medijeamímismocuandolleguéalacasadeVanessay
apaguéelmotordelafurgoneta.
«Unciegonuncalohubierahecho».
Agaché la cabeza y miré a través del parabrisas. Había luz en el interior de la casa; brillaba a
travésdelasventanasycortabalaoscuridadcomocuchillas.«Salvolasventanasqueestáncegadas
contablas»,pensé.Estassehallabanaoscuras,ysinvisión.
Arrancadas.
Ciegas.
La chica prorrumpió en un largo y prolongado «NO», que quedó asfixiado; después oíla voz de un
hombre,graveyapremiante:
—¡Calla,pequeñazorra!¡Cierraelpicoo…!
Elrestoseperdió,reducidoaunásperofarfulleo.
Entonces los vi. Los vi claramente: dos figuras inmóviles sobre una exigua mancha de luz. Las
piernas de la niña se agitaban, chapoteaban en el agua, y él la sacudía mientras la arrastraba. La
cabezadelamuchachaparecíatorcidabajoelbrazodelhombre.Logolpeabaconsusbrazos,pero
eranunosbrazospequeños.Volvióagritaryéllagolpeó.Una,dos,tresveces…,hastaqueelladejó
de moverse, colgando simplemente de sus brazos. Estaba indefensa y yo me di cuenta de que nadie
podíaprestarleayuda.Nadie,exceptoyo.
Depronto,tropecéotravezyaterricédebrucesenelsuelo,conlacabezadentrodeunaguaque
sabíaagasolinaybarro.Cuandolevantédenuevolavista,mediocegadoaúnporelaguaenmisojos,
tuvelasensacióndequeelhombrehabíaoídomitropezón:estabainmóvil…,mirandohaciaatrás.Me
acurruquéenelsuelo,conlasangrelatiendoconfuerzaenmisoídos.Nosabríadecircuántotiempo
permanecióasí,perosemehizounaeternidad.
Volveríahaciamí.Meencontraríaymemataría.
Pero no lo hizo. Al final se volvió y siguió caminando en la misma dirección que llevaba. Yo,
entonces,estuvecasiapuntoderetroceder;peroteníapresentelaimagendesusonrisayrecéaDios
como nunca lo había hecho en la iglesia. Ignoraba si me habría oído o no, pero seguí adelante en
lugardevolverme.Aúnseguíaoyendolosgolpesdelospuñosdelhombrecontrasucara.Uno,dos,
tres…
Noladejesmorir,Señor…
Oíasuspasoscontodaclaridad,moviéndoseporelaguacomosiestuvieracorriendo,ylaluzfue
pasandodelnegrodelabreaalgrisoscurohastaquepudevermispropiasmanos.Veníaaúndemuy
lejos, pero me permitió orientarme. Allí había un aliviadero subterráneo y me di cuenta de que
teníamos que estar ya muy lejos por debajo del aparcamiento. Tanteé la pared con la mano y lo
encontrébajomisdedos:unmurodecementoresbaladizoyviscoso.
Sedetuvieronbajolaalcantarilla,iluminadosdesdearribaporaquellaluzcenicienta.Porencima
del arroyo se alzaba una especie de repisa de hormigón. Él la dejó allí. Miraba en mi dirección al
hacerlo,peroyosabíaquenopodíaverme.Aunasí,seguíaconlavistafijadondeyoestabacomosi,
peseatodo,advirtieramipresencia.Casipresadelpánico,mevolvítambiénamirarpordondehabía
venido:amiespalda,eltúnelseprolongabaalolejos,convertidoenunagarganta.
Al instante siguiente, su mirada había dejado de escudriñar la oscuridad, desgarrada por su
propiaimpaciencia.Farfullabadenuevoparasí,yahoralaexpresabaensuvoz,ensudeseo:
—Sí,sí,sí…Oh…,sí…
Susdedossemovieronporencimadeella.Oíeldesgarróndelatelaymeacerquémás.Ahorala
voz del hombre se excitaba a medida que le arrancaba el vestido violeta. Lo tenía debajo de ella,
destrozado,entantoquesucuerpo,encima,aparecíabajolaluzconelbrillofríodelmármol.Lavoz
delhombrecanturreabasubiendoybajandodetono,comolasalmodiadeunloco.
—Gracias, Señor… Te doy gracias, sí. ¡Tanto tiempo, tanto tiempo…, tanto tiempo…! ¡Oh, mi
bondadoso,midulceSeñor…!
Se movió hacia un lado, dándome la espalda, y entonces pude ver la cara de la niña y la parte
inferiordesuspiernas.Nuevamenteoícómodesgarrabalatelayescuchélaexclamacióndelhombre:
—¡Oh…!
Era propiamente un gemido. Las bragas de la niña quedaron flotando en el agua que circulaba
silenciosa.Bajélavistaylasseguí:margaritasazulesenuncamponegro,comoojosmirandoenla
oscuridad.Rozaronmipiernaalpasar,giraronydesaparecieronporlagargantahúmedaqueseabría
amiespalda.
Apartémisojosdeellasymedicuenta,entonces,delomuchoquemehabíaacercado.Noestabaa
más de seis metros de distancia, y la luz casi me rozaba. La niña tenía los ojos abiertos y fijos. Su
bocaestabaabiertatambiénypudeverdóndelahabíagolpeado.Suslabiostemblaronparaemitirun
gritoahogadoymoviólosdedosendirecciónamí:peroelhombrelagolpeódenuevoy,apartirde
entonces, los labios quedaron inmóviles. Seguía teniendo los ojos abiertos, pero aparecían casi
completamenteenblanco.Sentíenmíunaoleadadeiraylaalimentésabiendoquelanecesitaba:que
medabafuerza.
Mispiestocaronalgobajoelaguayenseguidasupequéera.
Meagaché,misdedossecerraronalrededordeunapiedradeltamañodelcráneodeunbebé…
Estaba mirando la luz que salía de la casa de Vanessa. Pero no conseguía alejar mis propias
imágenes;asíquecerrélosojosymelosrestregué,temiendoque,sinolohacía,talvezpudieran
ponerseaverterlágrimas.
Levantélapiedraporencimademicabezaydiunpasomás,esperandoqueélsevolvería,meveríay
vendríapormítambién.Peronolohizo.Soloteníaojosparalaniña.
Unnuevopasoy,juntoconlaira,aumentóeltemor,queahoraeramásfuerte.Medabacuentade
queelhombrenosmataríaalosdos.Deberíahaberidoabuscaramipadre.Aquelhombreerafuerte,
estabalocoyquerríamatarnos.Eraseguroqueloharía.Estuveapuntodedarmediavueltayescapar
corriendo.Yaestabaempezandoaaceptarlo.Empezandoavolvermeatrás.
Peroentonceselhombresemovió.Yvialaniña,comounaestatuademármolsobreunpedestal
dehormigón.
Eraperfecta.
Nopodíaapartarmisojosdeella.Jamáshabíavistoantesaunachicadesnuda,nocomoaquella
almenos.Nounachicareal.Mesentíararomirándola,avergonzadoysucio,peronopodíadejarde
mirarla.Ynotéquemispiessenegabanamoverse.Lapiedraquellevabaenlamanodejódepesarme,
lo mismo que me pareció dejar de notar el peso de mi cabeza sobre mis hombros. Se me aceleró la
respiraciónysuimagendiolaimpresióndeprecipitarsesobremíhastallenarmisojos.Visuspechos
yelsuavevellorubioquellenabaelespacioentresuspiernas.Meolvidédelhombre,demipeligro,de
todo lo que no fuera ella tendida en aquel altar… Fueron solo unos pocos segundos pero se me
hicieroninfinitamentemáslargos,yloúnicoquepudehacerfuemirar.
Después el hombre se movió, y sus sucios dedos comenzaron a deslizarse por el estómago de la
chica, hacia abajo, como serpientes en un nudo; y al momento siguiente estaba encima de ella,
gruñendocomounanimal,buscandoconunosdientesnegroscomoalubiassusblancoseindefensos
pechos.
Nopodíamoverme.
Peroentoncesvisusojos,ymedicuentadequenohabíanadaenellos,ymeencontréamímismo
enaquelvacío.Mimanosetensóyaparecióenellalapiedra.
Fuihacialaluz,diunpardepasosantesdeverlacaradeaquelhombreylalocuradesusojos.
¡Los tenía clavados en mí, directamente en mí! Separó los labios para descubrir aquellos dientes
repugnantes:¡estabasonriendo,mientrassucuerposeguíahaciendofuerza,comosipertenecieraaun
animaldistinto!Cuandohabló,suspalabrasseclavaronprofundamenteenmí:
—Tegustaloqueves,¿eh,chico?
Mequedéhelado.
—Tehevistomirando.
Sus ojos estaban inyectados en sangre, de una forma que los hacía inhumanos. Pero su cuerpo
continuaba moviéndose. Arriba y abajo. Arriba y abajo. Un gruñido. Otro gruñido. Otro. Unos ojos
queyosentíacomograsaenmirostro.Ysiempreconaquellaterriblesonrisa.Élsediocuenta.
—Bueno…Fíjatebien,chico…,¡porquetúseráselsiguiente!
Seseparódeellaluegoyvinoriendohaciamí,conelbrazoextendido,comosifueraarodearcon
élmishombros.
—¡Señor,dulceSeñor…!
Subocaeraunnegroyapestosoagujero.Letemblabanlosdedos.Deprontosentíunavaharada
hedionda,comoladelacarroñadeunperroqueencontréciertavezjuntoalacarretera.
—¡Adán y Eva! —gritó—. ¡Eva y ahora Adán! —Inclinó el cuerpo hacia delante, agachándose
hastaparecerunaenormerata—.Ahorarecemos.
Repitiólasmismaspalabrasunayotravez:
—Ahorarecemos.Ahorarecemos…
Hastaquefinalmentelaspalabrassetransformaronenunacarcajadagrotescayagudaquecesó
cuandoloteníaapenasaunospalmosdedistancia.Curvóentoncesloslabiosycambiólaspalabras,
diciendolentamente:
—Juguemos…,juguemosahora.
Notésusdedossobremíyempecéachillar.
Gritabaaúncuandolegolpeéenalgunapartedelcuerpoconlapiedraqueteníaenlamano,sin
lograr otra cosa que hacer que arreciaran sus risotadas. Intenté golpearlo otra vez, pero él me
arrebatólapiedraylalanzólejos.Laoíchapotearcomosicayeraenunpozosumamenteprofundo.
Despuésmirostroseestrellócontraelmuroynotéenmibocaelsabordelasangre.Unayotravez,
hasta que ya no pude gritar. Sentía sus manos en mí, en todo mi cuerpo, pero no podía moverme.
Estabaapenasallí,casiinconsciente,pero…,aunasí,sentíasusmanos.Lasensaciónresbaladizade
sulenguasobremimejilla.
…Yempecéasollozar.
Depronto,sinembargo,seprodujoundestellodeluz,yseescucharonvocesalolejos.Vicómo
forzabalavistaparaintentaratisbarenlaoscuridad;lovisepararloslabiosparasacarlalengua
comountrozodecarneenmalestado.Porúltimo,bajólamiradadenuevoyacariciómicaraconla
mano.
—Eresunchicoconsuerte—medijo—.Sí,Señor.—Despuésmedejócaerenelagua.Micabeza
golpeólaparedotravez,yvilasestrellas.Cuandoestascesaron,élseguíaallí,agazapadosobremí,
con los ojos brillantes pero asustado; tenía la mano en mi ingle y apretaba—. Pero te recordaré,
chico…Adánenunacruz…Oh,sí…SiempreserásmipequeñoAdán.
Semarchóinmediatamente,arrastrandolospiesporeltúnel,alejándosedelaluzydelasvoces
que parecían muy lejanas aún, pero se iban acercando cada vez más. Yo pensé en la muchacha,
desnuda e indefensa, pero esta vez fue diferente. Me arrastré por el barro y me incorporé. Después
reuní los jirones de su vestido y la cubrí con ellos. Finalmente, uní sus manos sobre su vientre y le
juntélasensangrentadaspiernas.
Entoncesmedicuentadequememiraba:unsoloojoazulabierto,apenasvisibleatravésdela
carnetumefacta.
—Gracias—medijo,aunqueyoapenaspudeoírla.
—Yasehaido—ledije—.Todoirábienahora.
Peroyonolocreía,ynopiensoqueellalocreyeraasuvez.
Pensabaquehabíaconcluidotodo,quelascosasestabanresueltas,perootrorecuerdollegócomoun
depredadorsiguiendolashuellasdelprecedente.
Era algo que había dicho mi padre. Era tarde y yo estaba acostado en la cama, pero no podía
dormir.Enrealidadnohabíaconseguidodormirbienenlasdossemanasquehacíaquenoshabían
sacado del agujero y a los ojos desmesurados de unas personas que nos señalaban como si
pudiéramosverlas.Laniña,conlosjironesdesusropasmantenidosjuntosgraciasalachaquetacon
quelahabíanenvuelto.Yo,conlosmalditosdientescastañeteando,tratandodecontenerlaslágrimas.
Mis padres discutían en la sala, no lejos de mi puerta. No sé qué fue lo que dio origen a la
discusión.Oíprimerolavozdemimadre.
—¿Porquétienesquesertanduroconél,Ezra?Essolounniño,ymuyvaliente,simeapuras.
Yomeacerquésigilosamentealapuerta,abríunarendijaymiréfuera.Mipadreteníaunvasoen
lamano.Llevabasueltoelnudodelacorbatayhacíaquemimadreparecieramuymenudaenlatenue
luzdelaestancia.
—No es un jodido héroe —replicó mi padre—. A pesar de lo que se empeñen en decir los
periódicos.
Bebiódeuntragoelcontenidodelvasoyapoyólamanoenlaparedporencimadelacabezade
mimadre.Dealgunamanera,élestabaalcorrientedemivergüenza;deaquelfuegoqueabrasabami
espírituymemanteníadesveladoenlanoche.Yoignorabacómohabíapodidodarsecuenta,perolo
sabía.Yesohacíaqueresbalaranpormismejillaslágrimasardientes.
—Estápasandounamalaépoca,Ezra.Necesitasaberquetesientesorgullosodeél.
—¿Orgulloso de él? ¡Ja! Es solo un chiquillo estúpido que debería tener mejor juicio. Me
enfermalamaneraquetienesdeconsentirlo…
Noescuchéelresto.Cerrélapuertaymemetídenuevoenlacama.
Élnolosabía.
Nadielosabía.Soloyo.«Yaquelhombre».«Tehevistomirando…».
Abrílosojos,agotadoporqueyanopodíamás.AhorateníaqueexplicarleaVanessacómolehabía
fallado.Lahabíanvioladocuandoteníaquinceaños,yyohabíapresenciadolaescena,permitiendo
quesucediera.
Deberíahaberhechomás.
Levantélavistahacialacasaysentíunasúbitasensacióndenáuseas.Habíaunhombredepieen
suporche,observándome.Nolehabíavistosalirniteníaideadecuántotiempollevabadepieallí;ni
quiéneraniquéhacíaensucasa.Seacercóbajandolentamentelasescaleras.Yosaltédelafurgoneta
yfuiaencontrarmeconéldelantedeesta.Eramásjovenqueyo:tendríaunostreintaañostalvez,de
espesos cabellos castaños y ojos cejijuntos. Era alto, recio de hombros y con grandes y pesadas
manosquesalíancomosifuerandehierrodelasmangasdeunacamisatejana.
—LaseñoraStolennodeseaverlo—dijosinmáspreámbulo,mostrandounamanoconlosdedos
extendidos—.Quierequesemarche.
—¿Quiénesusted?—lepregunté.
—Noesasuntosuyo.—Seacercómásamí,colocandosumanoaapenasunoscentímetrosdemi
pecho—.¿Porquénosemetesimplementeenlafurgonetaysevaasucasa?
MirémásalládeélyvilacaradeVanessa,desdibujada,enlaventanadelacocina.«Tehevisto
mirando…».
—No—repliquéfurioso—.Estonoesdesuincumbencia.—Hiceungestobruscoqueincluíala
granja,amímismo,aVanessa…Teníamuchascosasquedecirypensabadecirlas—.Necesitohablar
conVanessa.—Diunpasoadelanteysumanoseapoyócomounapesaenmipecho.
—Meparecequenopodráser.
Deprontomeinvadiólairayestallóenmiinterior.Todaslasfrustracionesdemividaparecieron
hervirencuestióndesegundos,yaqueldesconocidolasencarnótodas.
—Apártesedemicamino—dijeconvozbaja,fríaypeligrosainclusoparamispropiosoídos.
—Nilosueñe—dijoelotro.
Ira.Rabia…Mesentíaencendidoporellas,apuntotalvezdeexplotar.Lacaradelotroeraduray
firme,yenmiinteriorseacumulabalapresión.Elasesinato.Lainvestigación.Laacuciantenecesidad
dehablarconVanessa.Enunfogonazoquemeparecióprofético,vialadetectiveMillsponiéndole
las esposas a Jean y a mi hermana pequeña sentada en una celda sombría y con las muñecas
rasguñadasporunmaltrozodemetaldentado.Todosedesmoronabaamialrededor,yloúnicocon
quepodíacontareraaquelinstanteylairaquelodefiníaconunaclaridadperfecta.Poreso,cuando
elotromeempujó,yoloderribéendosándoleunpuñetazo.Lasensacióndelimpactoquerecorriómi
brazohizoquemesintierasatisfecho.Elhombrecayóalsueloyyopermanecídepieobservándolo,
esperando que se levantara y me ofreciera alguna excusa. Pero él por el contrario, rodó sobre su
espalda,sesentóenlatierraymemirósorprendidoydolido.
—¡Caray, señor…! ¿Por qué me hace esto? —De pronto me pareció mucho más joven: un
muchachodeveinteañosalosumo.
Cesómifuriaymesentídeprontomuchomayorqueél.
Almomentosiguiente,Vanessahabíabajadodelporcheysehallabadelantedemí,conlasmanos
enjarras.
—¿Sepuedesaberquédemoniosteocurre,Jackson?¿Cuálestujodidoproblema?
Mesentíconfuso,mareado.
—¿Cómoteatrevesaveniraquíycomportartedeestaforma?Quieroquetevayas.Ahoramismo.
Veteatucasa.Vetedeaquí.
Estaba ayudándole a ponerse de pie y tenía su pequeña mano unida a la de él. Me los imaginé
durmiendojuntosysentíunnuevodolor.
—Necesitaba hablar contigo —dije, y la excusa sonó pobre, incluso a mí mismo. Estaba
desconcertado,sinsaberquépodíahacer.
—Tedijequenomesiguieras…
—Estavezesdiferente—balbuceé.
Peroellasealejódemí,hastallegaralporche,dondeabriólapuertaylasostuvoparaqueelotro
entraraenlacasa.Luegosevolvióamirarmecomosilohicieradesdeunaalturainmensa,ylaluz
delporchelailuminódentrodesupequeñocírculo.
—Saldemipropiedad,Jackson.¡Lodigoenserio!
Permanecíallícomounpasmarote,abrumadoporeldolorquebrotabaparaconsumirme;pero
solo cuando se hubo marchado e interpuesto la puerta entre nosotros como un desgarrón en el
universo…,soloentoncesmedicuentadequellevabapuestounvestidovioleta.
Laviatravésdelaventanaenlamesadelacocina.Llorabaconvulsamentebajolamanoqueel
otrohombremanteníaapoyadaensuhombro.
Memarchédeallí,conelpesodelaspalabrasquenohabíaconsentidoqueledijera.
Enelmomentodesalirdeldesvíodelagranjayrodardenuevoporelnegroasfalto,recordéque
noteníaningunacamaadondeir.Demaneraquemarchéalaoficina,alespaciodeEzrayalaluzde
unalámparadeltecho,queeraloúnicoqueproporcionabaalgúncalorallí,metendíenelsofáde
piel e hice que Hueso se tumbara contra mi pecho. El animal cerró los ojos y se durmió
prácticamenteenseguida.Yoestuvecontemplandoeltechohastabienpasadalamedianoche,peromis
ojossiguieronvagandohastalalargaalfombraantigua.Extendíelbrazoylatoqué.
Penséenlacajadecaudalesyenlossecretosquetendríamipadreguardadosallí.
Finalmente,medormí,peronosinhaberpensadoantesqueeralunesyayqueteníavistasenlos
tribunales.Porirrealqueesomepareciera.
16
Despertéenmitaddelaoscuridad,sinsaberdóndeestabaysinquetampocomeimportarasaberlo.
Lo atribuí al sueño que había tenido: dos manos entrelazadas, su paso entre campos verdes, los
ladridosdeunperroyunarisa;undestellodecielosazulesquesesucedíaninterminablementeyunos
cabellosfinosyrubiosrozabanmirostrocomosifueranseda.
Unsueño,ensuma,sobreVanessaysobrecosasquejamástendríanlugar.
Había soñado también con una niña de tez dorada y con los ojos del color de la flor del maíz,
comolosdesumadre.Teníacuatroocincoaños,yestabaradiante.
—Explícameelcuento,papá…Sindejardesaltarentrelasaltashierbas.
—¿Quécuento?
Ellasereía:
—Túyasabesquécuento,papá.Mipreferido…
Pero yo no lo sabía. No había ningún cuento, ninguna historia favorita; no lo habría nunca. El
sueñosehabíadesvanecido.HabíapensadoqueVanessaestaríaallísiempre.Habíapensadoqueyo
teníatiempo.Poralgunarazón,estabaconvencidodequelascosasiríanbienporsísolas.
¡Quérematadoidiota!
—Explícameelcuento,papá…
Me incorporé y saqué las piernas del sofá; me restregué la cara con las manos. Me dije a mí
mismoquenuncaerademasiadotarde.Pero,enlaoscuridad,laspalabrasmesonaronhuecasypensé
enelmuchachoquehabíasidoenotrostiempos.Luegolasrepetí,másaltas,másfuertes:
—¡Nuncaesdemasiadotarde!
Consulté mi reloj. Las cinco y cuarto. Lunes. Tres días antes, yo había estado observando el
cadáverdemipadre.AhoraEzrasehabíaidoyconél,también,elconsuelodelailusión.Vanessa
acertabaplenamentealdecirlo:mipadrehabíasidoelarmazónyladefinicióndetodo,pero…¿de
dónde le había venido semejante poder? ¿Era un don que le habían hecho, o algo que él había
robado?Aunque,endefinitiva,esoimportabapoco.Mivida,encambio,erauncastillodenaipesque
elvientodeladesaparicióndeEzrahabíahechocaerporcompleto.
Me calcé los zapatos pensando, mientras lo hacía, que aquel día era muy semejante a cualquier
otrolunes.
Encontré a Hueso sobre el recalentado asiento y adiviné que había estado roncando. Estaba
calienteydistendidocuandocarguéconélylollevéalafurgoneta.Alllegaracasa,puselacafetera
afuncionarmientrasmeduchabayvestía.Cuandosalí,Barbarameaguardabaenlacocina.Sehabía
sentadoenlaencimera,envueltaenlabatadefranelaquellevabaeldíaanterior.Estabamuyalterada.
—Buenosdías—lasaludésincomprometerme.
Ellamemirómientrasyomesecabaconlatoallapreguntándomequéeraloquevería.
—Dudodequelosean—respondió—.Laverdadesquehedormidomal.—Meceñílatoallaala
cintura,yellaañadióunaobviedad—:Novinisteacasa…
—No.—Sentíalanecesidaddeañadiralgomás,perodecidínohacerlo.
—¿Dónde…?—Vacilóantesdeconcluir—.¿Pasastelanocheensucasa?
—No—respondí.Nonecesitabadetalles.
—¿Entonces…?
—Enlaoficina.
Asintióyobservóluegoensilenciomientrasyorevolvíaenelarmario.Habíaolvidadoqueno
teníaningúntrajelimpio,asíquesaquédedentrounospantalonessueltosdecolorcaquiylacamisa
de tela arrugada que solía ponerme para andar por casa. Podía notar sobre mí las miradas de sus
ojos, pero, puesto que no sabía qué decirle, me vestí en un silencio que nuestros diez años de
matrimoniohacíanmásembarazoso.
—Work… —dijo por último—. No quiero que te vayas así. —Percibí una calma forzada en su
voz,ytratéderesponderconlamía.Lamiréalacara:eracasiobligado.
—¿Quiereseldivorcio?—lepregunté.
Saltódelaencimera,sorprendida,yelevóeltonodesuvoz:
—¡Diosbendito…!¡No!¿Porquésetehapasadoporlaimaginaciónsemejantecosa?
Intenté ocultar mi decepción y, al hacerlo, no conseguí más que darme cuenta de lo
desesperadamentequenecesitabalibrarmedeaquelmatrimonio.
—Entonces…,¿qué…?
Barbarasemeacercóyapoyólasmanosenmipecho.Tratabadesonreír,peroeraunespectáculo
lastimoso.Sualientoexplorómicara,entantoqueloúnicoqueyoqueríaeraapartarla.Habíavivido
tanconfiado…Tomóentoncesmismanosylascolocóalrededordesucinturaparareclinarseluego
sobremí.
—Quieroquetodoseacomoantes,Work.Quieroarreglarlascosas.—Meapretócontrasíenun
gestoquepretendióserjuguetónsinconseguirlo—.Quierohacertefeliz.Quieroquelosdosseamos
felices.
—¿Tepareceposible?—lepregunté.
—¡Porsupuestoqueloes!
—No somos los mismos que éramos, Barbara. Hemos cambiado. —Retiré mis brazos de su
cinturaydiunpasoatrás.Suvoz,cuandohabló,teníaeltonoduroqueleconocía:cortanteybrusca.
—Laspersonasnocambian,Work.Sololascircunstancias.
—Puesahora,compréndelo,somosmuydiferentes.—Mepusemichaqueta—.Tengoqueirmeya
—dije—.Estamañanahedeiraltribunal.
Mesiguióporlacasa.
—¡No te alejes de mí, Work! —gritó, y creí ver la cara de mi padre. Recogí mis llaves de la
encimera de la cocina y renuncié al café, que de repente me olió a bilis. En la puerta, sus manos
agarraron mi brazo y me obligó a detenerme—. Aguarda un minuto, por favor. —Yo cedí y me
apoyécontralapared—.Todavíahayesperanzasparanuestromatrimonio,Work…
—¿Porquélodices,Barbara?
—Porquetienequehaberlas.
—Esonoesningunarespuesta.
—Otroshanfuncionadoconmenosdeloquetenemosnosotros—dijo,yapoyólapalmadela
manoenmirostro—.Podemossacarloadelante.
—¿Meamasaún,Barbara?
—Sí. Todavía te amo —se apresuró a responder, pero vi la mentira en sus ojos, y ella se dio
cuentatambién.
—Bien…,yahablaremosdespués—dije.
—Teprepararélacenaestanoche—anunciósonriendo—.Yaverás…Todoirábien.
Mebesóenlamejilladespuésymeenvióaltrabajo,comolohacíaenlosprimerostiemposde
nuestromatrimonio.Lasonrisaeraidéntica,comotambiénelrocedesuslabiosenmicara,igualque
otrasmilvecesanteriores.Yonosabíaquéseproponía,peronopodíasernadabueno.
Fuiatomarfueraundesayunoyuncafé:huevosconpancetayunemparedadodequeso,queme
hubieransabidoagloriadenoserporqueencontrétambiénenlacafeteríaunejemplardelperiódico
deldomingo,encuyaprimerapáginaaparecíaelrelatodelamuertedeEzraynoticiasacercadela
marchadelainvestigaciónencurso,aunquenohabíamuchomásquedeciralrespecto.Poralguna
razón,publicabantambiénunafotodesucasa.Queeraahoralamía.Leíporencimaelartículoyme
alivióverquenosemencionabaminombre.Quizáloreservabanparaotraprimerapágina.
Pagué la consumición y salí de la cafetería. Era un día fresco, con cielos plomizos y vientos
racheados.Memetílasmanosenlosbolsillosmientrasobservabaelpasodeltráficorodado.Nome
sorprendióenabsolutoverentrarenelaparcamientodelacafeteríaelcochedeladetectiveMills:era
una de esas cosas que a uno le parecen coherentes como si estuvieran predeterminadas. Me incliné
haciasuventanillacuandopasóamilado.
—¿Meestássiguiendo?—lepregunté.Ellanosonrió.
—Unameracoincidencia.
—¿Deveras?
Indicóconungestoelrestaurantequeteníaamiespalda.
—Sueloalmorzaraquíunpardevecesporsemana—explicó—.Losmiércolesyviernes.
Laestudié.Llevabatejanosyunsuéterceñidodecolormarrón.Teníaelarmaenelasientodel
acompañante.Nopudeolersuperfume.
—Perohoyeslunes—observé.
—Esloquetedigo:unacoincidencia.
—¿Deverdad?
—No—rectificó—.Hepasadoportucasa.Tumujermedijoquecreíaquetalvezteencontraría
aquí.
Sentíunescalofríopremonitorio,nosésiporqueladetectiveMillshubieraestadobuscándomeo
porqueellaymimujerhubieranrespiradoelmismoaire.
—¿Quéquieresdemí?
—Douglasyyoqueremosiraverteapropósitodelosarchivosdetupadre.¿Hastenidotiempo
derevisarlos?
—Estoyenello—dije,mintiendo.
—¿Estaráshoyentudespacho?—preguntóMills.
—Tengo vistas esta mañana. Luego me pasaré por la cárcel una hora, más o menos, para
entrevistarmeconalgunosclientes…Yamediodíairéalbufete.
Millsasintió.
—Seguiremosencontacto,entonces—dijo.
Se alejó conduciendo mientras yo la observaba. Finalmente, me metí en la furgoneta y me fui
haciaeldespacho.Eratempranotodavía,ymisecretarianohabíallegadoaún,loqueagradecí:no
hubierapodidosoportarsusojoscompungidosyladecepciónqueparecíarelucirenelloscadavez
que me miraba. Prescindí de las escaleras que conducían a la gran oficina y fui a sentarme en la
butacademipequeñodespacho,enlaesquinadeatrásdeledificio.Laluzdelcontestadorautomático
sepusoaparpadearhastaqueyo,dejandoescaparunpequeñosuspiro,apretéelbotón.Mellevódiez
minutosoírtodoslosmensajes,lamayoríadeloscualeserandeperiodistas.Todosmegarantizaban
la máxima discreción…, si podía encontrar un momento para confiarles unos cuantos comentarios
acercademidifuntopadre.Perounoenparticularmellamólaatención.Lallamadasehabíahecho
esamismamañana,másomenosunahoraantes.
El nombre de la periodista era Tara Reynolds. Yo la conocía bien. Trabajaba para el Charlotte
ObserveryseocupabadelainformacióncriminalparaNorthMecklenburgyloscondadoslimítrofes
de Charlotte por el norte: Cabarrus, Iredell y Rowan. Nuestros pasos se cruzaban de cuando en
cuando.Ellajamáscitabaerróneamentemispalabrasoabusabadealgunainformacióninicialqueyo
le hubiera dado. A menudo los casos criminales se ventilaban en la prensa y yo no era contrario a
utilizarlacuandolascircunstanciaslorequerían.Ellaactuabadelamismamanera;y,sinembargo,
existíaunalíneainvisiblequeningunodelosdoshubiesecruzadojamás.Llámenlorespetomutuo,si
lesparece.Osimpatía,incluso.
Taraeraunamujerdecincuentaytantosaños,deconstituciónrecia,ojosverdesbrillantesyvoz
de fumadora. Siempre estaba desengañada de todo, esperaba lo peor de cualquiera y creía que su
trabajoeralomásimportantedelmundo.Puedequetuvierarazón.Respondióalsegundotimbrazo.
—Quieroquesepasquenuncahehechoesto.
Fueloprimeroquemedijo.
—¿Qué?—pregunté.
—Limítateaescuchar.Voyacontartealgunascosas,yluegonovolveremosahablardeellas.
Teníatodamiatención,pero,aunasí,mepareciódeprontoquevacilaba.
—¿Dequésetrata,Tara?
—Unsegundo…—Hubierapodidoasegurarquetapabaelmicrófonoconlamano:sefiltraron,
sinembargo,unasvocesahogadasydespuésseprodujounsilencio—.Perdona…,losiento…—me
dijo—.Voyatenerquesermuybreve.Túyasabesquetengoalgunasfuentes,¿verdad?
—Lo sé. —Tara sabía de ordinario, a propósito de los casos de asesinato en el condado, más
cosasquenadie,apartedelospolicíasylosquetrabajabanenlaoficinadelfiscaldeldistrito.Jamás
supecómolohacía,peroelhechoesquelohacía.
—Corre la voz en la oficina del fiscal del distrito de Salisbury que tu nombre está
mencionándose…enexceso.
—¿Cómo?
—Quesehablademasiadodeti,Work.Teestáninvestigandoafondoporesecrimen.—Suvoz
erabajayurgente,comosinopudieradarcréditoaaquello.
—Laverdadesquenomesorprendedemasiado,Tara.
—Escucha. Hay unas cuantas cosas que tal vez no sepas. Primera: han identificado la munición
con que mataron a tu padre. Las balas eran de la marca Black Talons…, muy poco empleadas e
ilegalesporahora.Ensímismasnosonningunapistaimportante,perohaninvestigadolosregistros
delosarmeroslocales.TupadrecomprótrescajasdeBlackTalonsjustoantesdequelasretiraran
delmercado.
—¿Entonces…?
—Esoaumentalasprobabilidadesdequefuerautilizadoeserevólver.Piensanquetúteníasacceso
aél.—Unapausa—.¿Haaparecidoya?
Meestabasondeando,tratandodesonsacarmeinformación.
—Nolosé—respondí.
—Bueno…,nolotienen,yesoresultasospechoso.
—¿Quémás?—pregunté,conscientedequeteníaquehabermás.Podíaoírsurespiraciónalotro
ladoyescuchéelclicdeunencendedorysusfuerteschupadasalinhalarelhumounavezprendidoel
cigarrillo.
—Dicen que tu coartada no se tiene en pie. —Otra pausa—. Que les mientes acerca de dónde
estuviste.
Eseeraelasunto.
—¿Porquépiensaneso?—pregunté,sorprendidodequemivozsonaraconlatranquilidadcon
quelohacía.
—Nolosé,peroestánconvencidos.Añadeaesoelfactordinero,ylacosaparecesólida.
—¿Estáshablandode…?
—Sí,sí.Delosquincemillones.
—Lasnoticiassepropaganconrapidez…—comenté.
—Muchamásdelaquetúpiensas.
—¿Hayotrossospechosos?—pregunté.
—¿Sabes…?Mehabríapreocupadoquenomehicierasestapregunta.
—¿Loshay?—insistí.
—Sí.Loshay.Hubovariosnegociosenlosquealqueseoponíaatupadrelodespacharonporla
vía rápida. Perdóname que te lo diga, pero tu padre era un mal bicho. Listo, pero no precisamente
escrupuloso.Sacódesuscasillasaunmontóndegente.
—¿Aalgunoenparticular?
—Aunoscuantos.Peroaningunoquetuvieraunincentivotanobvio.Algunosexpresidiariosque
fueron puestos en libertad por la época en que lo mataron. Están siendo investigados. El fiscal del
distritoestátirandodetodosloscabossueltosmientrasseresuelvelacuestióndetucoartada.Ahora
Millshaapretadolastuercas.Elfiscalyanoterespalda.
Nomesorprendió.MillsdebíadehabercensuradoladecisióndeDouglasdepermitirmeverel
escenariodelcrimen.EllahabíaconsentidomipresenciaporqueDouglasselohabíapedido.Anadie
leimportaríasielcasoquedabaviciadoporculpadeeso.Alfinyalcabo,eradecisiónsuya.Millsya
se apañaría si en esta ocasión soplaban malos vientos. En circunstancias normales, yo lo hubiera
sentidomuchoporDouglas,porquenuestraamistadlehubieracausadoproblemas;peronoeraasí
ahora.Nadapodíaimportarmemenos.
Porque Douglas llevaría adelante el caso, tanto si tenía que detener a Jean como si tenía que
detenermeamí.EsosignificabaqueDouglasibadetrásdelafamiliayqueelpasadoerairrelevante.
Recordé nuestra entrevista en el aparcamiento, la forma como sus facciones se habían mostrado
inexpresivasentornoasunarizota.Yoeraparaélunasimplepresa:metragaríaomeescupiría,igual
queharíaconcualquierotro.
—¿Quiéndicequemicoartadanoesbuena?—pregunté,sabiendoqueTaranopodíaayudarme.
—Nolosé,perohayalguienqueaduceunmotivoparanodarlaporbuena.Lospolicíaslocreen
así.Millsdicequetúlecaístebiendesdeelprincipio.Quelomásdequeteacusabaeradeentorpecer
suinvestigación.Peroahorarecibemuchaspresiones.Todoelmundosabequefueellaquientellevó
allugardelcrimen.Ahoravegrietasenturelatoycorrelavozdequesesientecomounniñoenuna
tiendadecaramelos.
—Millsesunabruja.
—No quería decirlo, pero no te diré que no. Sé que aborrece a los abogados, aunque tampoco
puedo censurarla a ella por eso. —Tara lo dijo en broma, pero cayó como una declaración—. Lo
lamento—seexcusó—.Soloqueríaanimarte.
—Mi mujer puede jurar que estuve con ella toda la noche —dije. Solo quería expresar la
coartada…,vercómoreaccionabaella.
—Testimonio sesgado, Work. Cualquier fiscal que se precie sería capaz de desayunarse con él
acribillándoloabalazos.
Estaba en lo cierto. El testimonio de Barbara era mejor que nada, pero no valía gran cosa, en
especial a la luz del testamento de Ezra. Un jurado podía imaginar que una esposa mentiría por su
marido.Pero,conquincemillonesdedólarespormedio,cabíadarloporseguro.
—Perohayunaspectobuenoentodoesto—dijoTara—.¿Quieresoírlo?—Siguióadelantesin
darmetiempoaresponder—:¿ConocesaeseabogadollamadoClarenceHambly?
—Sí.
—Andadiciendoquetúnosabíasnadadeltestamento.Quetupadreledioinstruccionesexplícitas
paraquenosupierasnadadeélbajoningunacircunstancia.Esoleharestadoalgúnvientoalasvelas
delaMills.Hamblytienemuchocrédito.
Meimaginéalancianomirándomedesdesuencumbradaposiciónconunrictusdedesagradoen
subocapatricia.PeroelhechodequeHamblyestuvieraconvencidodeesonosignificabaquefuera
forzosamente verdad. Eso era lo que diría Douglas al jurado. Podía oír incluso sus palabras: «Yo
jamásdudaríadelapalabradeestesobresalientecaballero».Despuésmiraríafijamentealjuradoy
apoyaría la mano en el hombro del anciano para demostrar que los dos estaban en el mismo lado.
«Estoyabsolutamentesegurodequeéljamáscomentóeltestamentoconelacusado».Acontinuación
haríaunapausaparaapuntarmeconsudedosebosoycondenatorio.«Perohayotrasformas,damasy
caballeros…Yelacusadoesunhombreinteligente…,unhombreeducado…».Alllegaraestepunto
alzaríasutonodevoz:«¡Unabogado!Queporespaciodediezañoshacompartidounbufeteconel
difunto. Que durante treinta y cinco años convivió en el hogar del pobre asesinado… ¡Su propio
padre!».
Asíseríasuinterpretación.Asíloharíatambiényo.Necesitabasimplementeunmotivo.
«Quincemillonesdedólares,damasycaballeros.Unmontóndedinero…».
—Ynoolvideslomásobvio—siguiólaperiodista—.Todavíalesfaltaelarmadelcrimen.Esun
granagujero.
«No tan grande como el de la cabeza de mi padre», pensé, asombrado de mi propia rudeza.
Porque,siacaso,mirechazoporaquelhombrehabíaaumentadodesdesumuerte.
—¿Algunacosamás?—pregunté.
—Unamás—medijoTara—.Yesimportante.
—¿Qué?
—Nocreoquelohicieras.Poresoestamoshablandotúyyo.Nohagasquetengaquelamentarme
dehaberlohecho.
Comprendí lo que quería decir. Si se corría la voz de que me había contado todo aquello, sus
fuentessesecaríanporcompleto.Talvezinclusopudieraverseobligadaaresponderdeacusaciones
penales.
—Teentiendo—ledije.
—Mira,Work…Mecaesbien.Erescomounniñojugandoadisfrazarse.Notedejespillarconel
culoalaire.Noseríalomismosinti.Lodigodeveras.
Noestabasegurodeloquequeríadecir,peroledilasgracias.
—Cuando llegue el momento —prosiguió—, cuéntamelo todo…, a mí, solo a mí. Si hay una
historiainteresante,quierounaexclusiva.
—Todoloquetúquieras,Tara.
Laoíencenderotrocigarrillo.Murmuróalgoparasí,ydespuéssuvozsehizomásfirme:
—Estoúltimoquetevoyadecirvaadolerte,Work,ytepidodisculpasdeantemano.Peroyano
dependedemí.
Unespantosopozoseabrióenmiestómago,ytuvelasensacióndequemicorazónseprecipitaba
porél.Supequéibaadecirmeantesdequelohiciera.
—Nolohagas,Tara—lepedí—.Nolohagas.
—Es decisión de mi director, Work. El reportaje se publicará. No formulará acusaciones
concretas…, si eso te tranquiliza. Ya sabes…: «fuentes próximas a la investigación piensan…», ese
tipodecosas.Nodiráqueseteconsiderasospechoso,sinosoloqueteestáninterrogandoenrelación
conelcrimen.
—Pero…¿publicarásminombre?
—Puedoconseguirteundía,Work…,quizádos,peronocuentesconello.Sepublicará…,yen
primerapágina.
Nopudeevitarunanotadeamarguraenmivoz:
—Entonces…,graciaspornada,Tara.
Siguióunlargosilencio,queellarompió:
—Noteníaobligacióndedecírtelo…
—Losé.Peroesonohacelascosasmásfáciles.
—Hededejarteahora,Work.Cuídate—dijo,ycolgó.
Permanecí sentado en silencio un buen rato, pensando en lo que me había dicho. Trataba de
imaginareltrenlanzadoatodavelocidadquesemeveníaencima,peronopodía.Aldíasiguiente,o
alotro.Eraunacolisiónenorme,demasiadointensa.Penséenlasotrascosasquemehabíadicho…,
porqueteníaquehacerlo.Forzosamente.
Munición Black Talons. Era difícil conseguirla. Ahora me parecía casi seguro que habían dado
muerteaEzraconsupropiorevólver.Penséenmiúltimavisitaasucasa,eneldormitoriodelpiso
dearribaalquecualquierapodíahabersubidoaecharseunratoparadescansarollorar.Jeanhabía
ido allí buscando, quizá, cierta paz. Fue allí, entonces, donde todo empezó, en aquella noche que
ahora parecía tan lejana. Habría ido en busca del revólver; todos sabíamos que era allí donde lo
guardabamipadre.Mepreguntécuántasveceshabríavueltoluegoaaquellugaryenquépensaría
mientrasestabaallí…¿Desearíacambiarelpasado,sipudiera?
Luegoestabanlosquincemillones…Nadiecreeríaqueyonopodíadisponerenabsolutodeaquel
dinero:lespareceríaunamentirademasiadoobviaeinteresada.Ylapolicíasabía,además,queyono
habíapasadolanocheencasaconBarbara.Estoplanteabaungraninterrogante:¿dedóndeleshabía
llegado esa información? De pronto pensé en Jean y en las palabras que trabajosamente había
pronunciado su boca mientras me miraba con las mil facetas que la luz arrancaba de sus ojos
llorosos…«Lohecho,hechoestá…Papáhamuertoylohecho,hechoestá».
PeronopodíaalejardemimentelaimagendeTara.¿Porquémeayudaba?¿Quéeraloqueme
había dicho? ¿Que yo era como un niño jugando a disfrazarme? ¿Así me veía ella, como un niño
empeñadoenponermeeltrajedemipadre?Medicuentadequeteníarazón,aunqueseequivocaraen
su razonamiento. Porque, si parecía un niño disfrazado, era porque el traje de mi padre jamás me
sentaríabien.Elproblemanoestabaenlatalladelapersona,sinoenlaeleccióndeltraje:unaverdad
que yo me estaba viendo forzado gradualmente a aceptar. Los buitres volaban en círculo buscando
unacarroña,uncuerpoconelquealimentarlaruidosamáquinaqueeralajusticia.Yyosabíacon
seguridadquemipadrejamásseofreceríaalavista.Nuncapodríahaberhechosemejantesacrificio.
Yo rezaba para que se me concediera la fuerza necesaria para hacer lo que tenía que hacer. Me
imaginaba a mi hermana, y eso me ayudaba a encontrar esa fuerza. Pero el pánico acechaba en mi
interior,alaespera,yyoalejabademíesospensamientosenterrándoloscomoalgoodioso.
Jean tenía razón. Mi padre estaba muerto, y lo hecho, hecho estaba. Solo una cosa importaba
ahora.
Me recliné en la butaca que había empleado durante muchos años y estudié las paredes del
despacho, en las que colgaban diplomas y mi título de abogado. Lo vi todo como si fuera por
primera vez. Allí no había toques personales, ni pinturas ni fotos, ni siquiera una fotografía de mi
mujer.Eracomosiunapartedemíjamáshubieseaceptadomivida,yvieraquetodoestoeratansolo
temporal.Y,sinembargo,paramíeracierto,eraunapequeñapartedemí.Hastaaquelmomentotodo
ello me había parecido bastante normal. Pero era consciente de que en solo cinco minutos podía
abandonar aquella oficina y que sería como si nunca hubieran existido los últimos diez años. La
habitaciónnocambiaríaapenas.«Comonocambialaceldadeunaprisión»,medije.Elbufetenome
echaría de menos, y una parte de mí necesitaba prender fuego a todo. Porque… ¿qué importancia
podíateneresoahora?Laceldadeunaprisiónsepareceaotraceldacomounagotadeaguaaotra
gota.
«Tendríaquehaberfotosenlasparedes»,pensé.Yarenglónseguidodecidítelefonearalagranja
Stolen.Medijeamímismoquelohacíaparadisculparme,paraintentarunavezmásponerenorden
elpasado,peronoeratodalaverdad:necesitabaoírsuvoz,necesitabaoírledecirunavezmásque
meamaba.
Peronohuborespuesta.
Paracuandosalíhaciaeltribunal,elcielosehabíaencapotadoyahoraestabatapadoporgrandes
nubarronesqueamenazabanlluvia.Tuvelasensacióndeagacharmebajolapresióndeaquelcielo,y
teníaelcuerpoinclinadocuandoentréeneledificiodelosjuzgados.Habíaesperadoencontrarque
todos me trataban de distinta manera, como si estuvieran al tanto de todo, pero no fue así. Había
imaginadolopeor,unrechazopúblico,peroendefinitivafuesoloundíamásenlosjuzgados.Asistí,
pues,casiensilencioalalecturadelasvistasprogramadas,dirigiéndomealtribunalamedidaque
ibasiendoleídalalistadecausas:estaparapresentarunapetición,estaotraparaservistaenjuicio.
Despuéssalíaencontrarmeconmisclientesenelatestadovestíbulo.
Eran casos insignificantes, faltas o delitos menores en general; tenía que echar un vistazo a las
carpetaspararecordardequéseacusabaamisclientes.Latípicamorralladeloslunes…,salvoun
muchachoque,enmiopinión,talvezfuerainocente.Habíaelegidosucasoparapresentarloajuicio.
Estábamosdepiejuntoalapuertadelasala,envueltosenhumodetabacoyutilizandoyocomo
escritoriouncubodebasura.Habléprimeroconotrodelaposibilidaddepresentarunapetición.Era
un hombre de cuarenta y tres años, obeso y divorciado. Asentía compulsivamente mientras le
hablaba,conellabioinferiorentreabiertosobreunosdientesmanchadosporeltabacoylacamisa
empapada ya por un sudor dulzón y enfermizo. Los «sudores del pánico», como los llamábamos.
Eranalgofrecuente.Paralamayoría,unjuiciocriminaleraunasituaciónextraña,algoquenuncase
producíarealmente.Peroque,depronto,sehacíarealidad:oíastunombrepronunciadoenvozaltaen
unahabitaciónllenadecriminales,alguacilesarmadosyelrostroseverodeljuezpresidiéndolotodo.
Haciaelmediodía,laatmósferadelvestíbuloseríasofocante,yestaríallenoarebosar;enelinterior
delasalatodavíaseríapeor.Paraesedíasehabíanprogramadoquinientoscuarentacasos:todoun
microcosmos de codicia, ira, celos y lujuria. Podías pensar cualquier emoción: allí encontrarías el
delito que la encarnaba. Y todos ellos se movían a nuestro alrededor, como un mar ilimitado: uno
buscandoasuabogado,otroasutestigo,eldemásalláasuamante.Otrosbuscandosolofumarun
cigarrilloparamatarelratohastaquelollamaranacomparecer.Muchoshabíanpasadotantasveces
a través del sistema judicial, que ya eran gatos viejos. Otros, como mi representado, conocían por
primeravezlossudoresdelpánico.
Lohabíanacusadodeagresiónsexualaunamujer,undelitograveclasificadocomoAl,próximo
alafelonía.Vivíafrentealacasadeunajovenmuyatractivaquehabíaestadosufriendoproblemas
matrimonialesconsumarido,unpastordelaIglesia.¿Quecómosabíaestomicliente?Puesporque
durante meses había estado utilizando un escáner para interceptar sus llamadas telefónicas
inalámbricas.Duranteestetiemposehabíaconvencidoasímismodequelacausadelosproblemas
delmatrimonioeraquelamujerestabaenamoradadeél…,unasuposiciónquecualquieraquetuviera
ojos en la cara podía decir que era absurda. Pero que él creía a pies juntillas. La creía ahora, lo
mismoqueseissemanasatráscuandoselashabíaarregladoparaentrarenlacaravanadelapareja,la
habíaempujadocontralaencimeradelacocinayhabíarestregadosusexoporencimadeldeella.No
había habido violación, ni penetración, puesto que en todo momento habían conservado las ropas
puestas. Se mostraba reticente a la hora de explicar por qué había acabado dejándola. Pero yo
sospechabaquehabíatenidounaeyaculaciónprematura.
Yadesdenuestraprimeraconversaciónhabíaexpresadosudeseodeirajuicio.¿Porqué?Porque
decía que ella había querido que hiciera lo que hizo. Y, por lo tanto, no merecía ser castigado por
ello.¿Osí?
«Noestaríabien,seloaseguro.Ellameama.Ellalodeseaba»,mehabíadicho.
Yoodiabaalosquesudanporefectodelpánico.Teescuchan,perosiemprebuscabanacercarse
demasiadoati,comosirealmentepudierassalvarlos.Tressemanasantesnoshabíamosencontrado
enmidespachoymehabíacontadosuversióndelahistoria.Laversiónquedabalavíctimaerala
previsible:queapenasloconocíadenombre,queloencontrabarepulsivofísicamenteyquenohabía
podido dormir una noche entera desde el día en que aquello ocurrió. Me pareció completamente
merecedoradecrédito.Unamiradaaellayeljuezdejaríacaerelmartillosobremidefendido.De
esonocabíalamásmínimaduda.
Alfinalconvencíamiclientedequeleconveníaaceptarunaacusacióndeagresiónsinmás.Era
un cargo menor, y yo haría un trato con el fiscal del distrito. Lo sentenciarían a realizar algún
serviciocomunitario,peronoaunapenadecárcel.
En el vestíbulo vi cómo se pasaba la lengua por los labios y distinguí saliva reseca en las
comisurasdesuboca.Necesitabaexplicarleloquecabíaesperarydecirlecómoteníaquedirigirseal
tribunal.Peroélsolodeseabahablardeella.¿Quémehabíadichodeél?¿Quéaspectotenía?¿Qué
ropallevabapuesta?
Tenía,ensuma,todoslosnúmerosparaconvertirseenmiclienteparatodalavida.Lapróxima
vez,lepodíasalirpeor.
Leadvertídequeeljuezordenaríaquesemantuvieraalejadodelavíctimayqueelacercarsea
ella supondría una violación de los términos del alegato. Él no lo entendió o, si lo hizo, no le
importóenabsoluto;peroyohicemitrabajo,porrepugnantequefuera,ypudovolverasuagujeroy
asusoscurasfantasíasacercadelamujerdelpredicador.
Misegundoclienteeraunjovenderazanegra,acusadoderesistenciaalaautoridad.Elpolicía
dijoquehabíaentorpecidounarrestoyquehabíaincitadoalamultitudquepresenciabalaescenaa
dargritoscontralosagentes.Micliente,empero,contabaunahistoriacompletamentedistinta.Habían
hecho falta cuatro policías blancos para detener al hombre de raza negra que había sido arrestado.
Cuandoeloficialqueestabaalmandohabíapasadojuntoamicliente,veníafumandouncigarrillo,a
lavistadelocualmiclientehabíacomentadoenvozalta:«Estaeslarazóndequenopuedadetenera
nadie:queestáustedfumando».Eloficialsehabíaparadoparadecirle:«¿Quiereustedqueloenvíea
la cárcel?». Mi cliente había soltado una carcajada: «Usted no puede detenerme por eso», le había
dicho.
Elpolicíalehabíapuestolasesposasylohabíametidoenelcochepatrulla.Yenesasestábamos
ahora.
Yodabacréditoalrelatodemicliente,sobretodoporqueconocíaaaqueloficialdepolicía.Era
unhombregordo,malhumoradoyqueempalmabauncigarrilloconotro.Eljuezlosabíatambién.
Asíquepenséqueteníamosposibilidadesdelograrunaabsolución.
Lavistadurómenosdeunahora.Miclientesaliólibre.Avecesresultafácilencontrarunaduda
razonable. Otras veces, no. Mientras le estrechaba la mano y me alejaba de la mesa de la defensa,
miréporencimadesuhombroyviaDouglasdepieenelpequeñoentrantequehayalfondodela
sala de vistas. Él no solía acudir al tribunal del distrito, no sin algún motivo especial al menos.
Levanté la mano para saludarlo como de costumbre, pero él se mantuvo con los brazos cruzados
sobreelpecho.Apartélavistadesusojosentornadosparadespedirmedemifelizclientey,cuando
mevolvídenuevoamirarlo,Douglashabíadesaparecido.
Esta circunstancia disipó de golpe la última de mis ilusiones, dejándome desnudo ante las
verdades que llevaba toda la mañana sin querer aceptar. De pronto la sala pareció dar vueltas y un
sudor repentino y caliente bañó mi rostro y las palmas de mis manos: los sudores del pánico,
surgidos esta vez desde dentro de mí. Abandoné la sala con pasos vacilantes, pasé junto a otros
abogadossinoírlosniverlos.Mehundíluegoenlamasahumanaqueseapretujabaenelvestíbulo,
buscandoatientasmicaminocomosiestuvieraciego.Tropecécasicontralapuertadeloslavabosy
noperdítiempoencerrarladeunodelosretretes.Lascarpetassemecayerondelasmanosalsuelo
en el instante en que mis rodillas chocaron contra las húmedas baldosas sucias de orines. Y
finalmente,enunaarcadaquemeparecióinterminable,vomitéenelhediondoinodoro.
17
Finalmente,meincorporé.Salíalexteriorybusquéelairefresco,quesoplósobremirostroylo
barrió dejándolo limpio. A mi espalda se alzaba el edificio de los juzgados, pálido contra un
firmamento monolítico. La luz era plateada y tenue, una luz fría. Abajo, por la acera, pasaba un
reguero continuo de gente: personas normales, que hacían cosas normales, aunque parecían
encorvadas por el peso del firmamento, inclinadas hacia la acera mientras iban colina arriba hacia
restaurantes y tiendas. Ninguna de ellas miraba hacia los juzgados al pasar por delante.
Probablementenisiquieralesdedicabanunpensamiento;enciertamanera,lasodiaba,odiríamejor
quelesteníaenvidia.
Mis ojos se desplazaron calle arriba hasta la descolorida puerta del bar local del centro.
Necesitabaalmorzar,peroqueríaunabebida.Ladeseabatanvivamente,quecasinotabasusaborenla
boca. De pie allí, mientras fantaseaba sobre una cerveza fría, me di cuenta de lo mucho que había
estadobebiendoenlosúltimosaños.Nomepreocupaba.Erasoloelmenordemisproblemas,una
pequeñarevelaciónentreotrasmuchomásgraves.Perodecidíacabarconél.Asípues,meencaminé
aldespachobajandoporlaampliaescalinatadelosjuzgados.
Una vez en la acera giré hacia la zona de los abogados. Iba mirándome los pies, así que tardé
unos momentos antes de advertir miradas extrañas pero, finalmente, caí en la cuenta de ellas.
Mientrascaminaba,lagentesedeteníaamirarme…,personasconocidasmías:unpardeabogados,
unaseñoraquetrabajabaenlasoficinasadministrativas,dospolicíasquesedirigíanaljuzgadopara
declarar en un juicio. Todos se detenían para verme pasar, y yo tenía una sensación de irrealidad,
como si estuvieran congelados en el tiempo. Veía con gran claridad sus expresiones: incredulidad,
curiosidad, desagrado. Había murmullos también cuando abogados a los que conocía desde hacía
diezañossenegabanamirarmeycuchicheabanentresítraslapantalladesusmanos.Mispasosse
hacíantorpesylentosmientrascruzabaaquellaextrañaescenayporunmomentohastasemeocurrió
que caminaba hablando para mí mismo o que llevaba la bragueta abierta. Pero cuando doblé la
esquinaysalíalazonadelosbufetesdelosabogadosmedicuentadelainsoportableverdadylo
entendítododerepente.
Lapolicíasehabíapresentadoenmidespachoysehallabaenelinterior.Habíacochespatrulla
frente a la entrada, iluminándola con sus luces centelleantes. Vehículos sin identificación habían
aparcadoaltuntún,condosruedasenlaacerayotrasdosenlacalzada.Losagentesentrabanysalían
de mi despacho llevándose cajas. Los curiosos formaban grupos dispersos: pude reconocer a casi
todosellos:eranabogadosquetrabajabanenlasoficinaspróximas.Sussecretarias.Susbecariosy
sus ordenanzas. La mujer de uno de ellos se llevó la mano a la garganta, como si temiera que yo
pudierarobarlesusjoyas.Mequedéhelado,perodealgúnmodomantuvemiairededignidad.Solo
unabogadoseatrevióamirarmealosojos,perosumiradafuecomoyohabíaimaginadoquesería.
Douglassehallabaalgoapartado,enfundadoenunabrigogrisquelesentabacomosifueraunsaco.
Estabadepiejuntoalapuertaynuestrosojosseencontraroncomoporuntácitoacuerdo.Despuésél
sacudiólacabezayvinohaciamíapartandoalamultitud.Mecostóunesfuerzodevoluntad,perofui
haciaélparaencontrarnoslosdosenplandeigualdad.
Él levantó las manos con las palmas hacia arriba, pero yo fui el primero en hablar. La gente
respetabaladistanciaynosobservabaensilencio.
—Supongoquetendrásunaordenderegistro—ledije.
Douglastomónotademiaspectoymedicuentadequevioloqueesperabaencontrar.Conlos
ojosenrojecidos,caradeandarhuyendo…Eralavivaimagendelaculpabilidad.Cuandohabló,no
habíatristezaensumirada.
—Sientohabertenidoquellegaraesto,Work,peronomehasdejadootraelección.
Los agentes de policía seguían entrando y saliendo de mi despacho. Al mirar por encima del
hombrodeDouglas,distinguíporprimeravezamisecretaria,quedabalaimpresióndefragilidady
abatimiento.
—Siemprehayotraelección—dije.
—Noenestecaso.
—Megustaríaveresaorden.
—Porsupuesto.—Douglassacólaordenylamirésinleerla.Algonoencajabaenaquelcuadroy
necesitabatiempoparaaveriguarquéera.Cuandolodescubrí,fueundurogolpeparamí.
—¿DóndeestáMills?—Miréamialrededor.Nohabíanirastrodesucoche.
Douglasvaciló,yfuesutitubeoloquemerevelólaverdad.
—Estáenmicasa,¿no?¡Estáregistrandomicasa!
—Tómateloconcalma,Work.Tranquilízate.HagamosestocomoDiosmanda.Losdossabemos
cómovanestascosas.
DiunpasohaciaélynotéporprimeravezqueeramásaltoqueDouglas.
—Sí,yasécómovanestascosas.Tútesientesfrustradoymesacasamídemiscasillas.¿Crees
quelagenteolvidaráesto?—añadíconunademán—.Miraatualrededor.Nadavolveráaserigual.
Douglas estaba inconmovible y no se conmovió. Miraba mi barbilla tan de cerca que hubiera
podidoalargarloslabiosybesármela.
—No me lo pongas más difícil de lo que ya es. ¿Vale? Ninguno de nosotros desea estar ahora
aquí.
Nopudeevitarqueelsarcasmoafloraraamivoz.
—TeestásolvidandodeMills—observé.
Douglassuspiró:suprimerindiciodeemoción.
—Ya te dije que no la cabrearas. Te lo advertí. —Dudó como si no acabara de decidirse—. No
deberíashaberlementido.
—¿De qué mentira me hablas? —pregunté, en un tono de voz más alto de lo que pretendía—.
¿Quiéndicequehementido?
Mesorprendiódeprontouncambioensucara.Diolaimpresióndequeseablandaba.Meagarró
porelbrazoymealejódelamuchedumbredecuriosos.Juntoscaminamosporlaacerahastallegar
fueradelalcancedesusoídos.Vistosdelejospareceríamoscomponerunaescenahabitualenundía
normal en la zona de los abogados: dos de ellos cambiando impresiones sobre un caso o
compartiendounchistedemalgusto.Conlaúnicadiferenciadequeaquelnoeraundíanormal.
—Te lo estoy diciendo porque consta en la declaración jurada que ha apoyado la orden de
registro,yporqueensumomentotendrásaccesoaella.Nohabríamospodidoconseguiresaorden
sinindicarunacausaprobable…
—Nomevengasconclasesacercadelaleysobreregistroyobtencióndepruebas,Douglas.Ve
derechoalgrano.
—SetratadeAlexShiften,Work.Contradicetucoartada.LedijisteaMillsquelanocheenque
murió tu madre, tú, Jean y Ezra fuisteis a casa de Ezra al salir del hospital. Le dijiste también que
despuésdedejarlacasadeEzrafuistedirectamentealatuyaypasasteallítodalanocheconBarbara.
Alexafirmaqueesonoescierto:lohadeclaradobajojuramento,dehecho.
—¿CómodiablospodríasaberAlexsiesoesciertoono?
Douglassuspiródenuevoymedicuentadequeaquellaeralapartequemásloincomodaba.
—SelodijoJean.Tuhermanafueatucasamástardeesanoche.Dicequequeríahablarcontigo.
Llegóallíenelmomentoenquetúteibas.Esodebiódeserbastantetarde,enalgúnmomentodespués
delasdoce.ViocómoteibasconelcocheyluegovolvióasucasayselocontóaAlex.Estaselo
dijoaMills,yenesasestamos.—Hizounapausayseinclinóhaciamí—.Nosmentiste,Work.No
noshasdejadoelección.
Bajélavistaycerrélosojos.Lossucesosdeaquellanochecomenzabanaaparecerclarospara
mí.JeansiguióaEzraalcentrocomercialyallílomató.Luegofueamicasaatiempodevermesalir
paralagranjaStolen.Sabía,pues,quemehabíamarchado.YselocontóaAlextambién.Peroloque
ningunadelasdospodíasabereraadóndehabíaidooquéhabíahecho.Loúnicoquemepreguntaba
yoahoraeraelmotivo.¿PorquéhabríaidoJeanamicasa?¿Yteníaaúnensupoderelrevólverde
Ezracuandollegóallí?
Cuando levanté de nuevo la vista, vi que Douglas había adoptado una postura de paciente
complacenciayledediquéunafríasonrisa.
—Tuordenderegistroseapoyaenuntestimoniodeoídas,Douglas.
—Tampocotienesquedarmeclasestúamí,Work.PrimerovinoAlex,peroluegointerrogamos
aJean.Seresistíaadeclarar(deberíassaberlodesobra),perocorroborólodeclaradoporlaShiften.
Mesentímareadodenuevomientrasunsudorfríoatenazabamicuelloydescendíapormiespina
dorsal.VielrostrodeJean,elferozabandonoqueseplasmabaensusojosmientrassollozaba:«Papá
está muerto…, y lo hecho, hecho está… ¿Verdad, Alex? Es así, ¿no?». Lo que me hundía, sin
embargo,erasaberqueellaselohabíacontadoalapolicía.Douglassedabacuentadeeso;loleíaen
susojos.
NotélosdedosdeDouglasalrededordemibrazo.
—NoirásadecirmeahoraqueJeanmiente,¿eh,Work?Jeanjamásmentiría.Nuncaacercadeuna
cosaasí.
MirémásalládeDouglas,observandoaaquellamultituddegentequehabíansidocompañerosde
trabajocuandomenos,einclusoamigosenelpeordeloscasos.¿Quéeranahora?Loshabíaperdido
por completo. Se habían alejado ya de mí como si estuviera en prisión. La serpiente del temor se
desenroscabaenmivientreperolasoslayépararesponderalfiscaldeldistritolomejorquepodía.
—Nopuedoimaginarmequeellainventaraeso,Douglas.Jean,no.
Así era. Yo había dejado mi casa pasada medianoche, y, por lo visto, Jean me había visto salir.
Pero…¿quéhabíacreído?¿Sehabíaconvencidoasímismadequeyohabíamatadoanuestropadre?
¿Habíallegadoaeseextremo?¿Oestaríasimplementefingiendo?Silamuerteerasuficientecastigo
paraelhombrequehabíamatadoanuestramadre,¿cuáleraelquememerecíayo?Habíahechomía
laverdaddeEzra.¿Cuántopodíaodiarmeporhaberhechoeso?
—Barbaraapoyamicoartada,Douglas.Estuveconellatodalanocheyellalodeclararáasí.No
tienesmásquepreguntárselo.
—Yalohemoshecho—dijoDouglas.
—¿Cuándo?—pregunté,atónito.
—Estamismamañana.
Ahoraloentendía.
—Mills —dije—. Ha hablado con Barbara esta mañana. —Imaginé a Mills en el restaurante.
Estabaalcorrientedequeeljuezaccederíaadictarlasórdenesderegistro.Poresoqueríasabermi
horario—.¿Vasadetenerme?—pregunté.
Douglasfruncióloslabiosyapartólavista,comosilapreguntaloturbara.
—Seríaprematuro—dijofinalmente,loquesignificabaqueaúnnoteníapruebassuficientespara
procederaunarresto.Entoncesloentendí.SiBarbaralehubieradichoalgodiferente,Douglashabría
obtenidotambiénunaordendedetención.Poresohabíanesperadotantoparainterrogarla:sabíanlo
quelesdiríayqueunaconfirmacióndemicoartadapodríaperjudicarsusolicituddeunaordende
registro. El juez hubiera podido dudar. O sea que más valía, en su opinión, conseguir primero la
ordenderegistro.YsiBarbaraleshubieradichoalgodistintoqueinvalidaramicoartada,Douglasy
yoestaríamosmanteniendoahoraunaconversaciónmuydiferente.
Asentí y me dediqué a estudiar por última vez aquella escena callejera como si tratara de
memorizarlaspequeñascosasquesiemprehabíadadopordescontadas.
—Deacuerdo.Entonces,procuraréapartarmedetucamino.
EmpezabaairmecuandoDouglashabló:
—Sideseashacerunadeclaración,seríaunbuenmomento,Work.
Mevolvíeinclinéelcuerpohaciadelante:
—¡Quétezurzan,Douglas!Ahítienesmideclaración.
Douglasnisiquierapestañeó.
—Esonoteayudarágrancosa,Work.
—¿Quieresquetelopongaporescrito?—lepregunté.
Douglasfruncióelceñoymiróatrás,amioficina.
—NoledigasaJeannadadeesto—mepidió—.Tieneyademasiadosproblemasparaquetúle
causes más ahora. No quiero que la enredes confundiendo las cosas para ella. Ha hecho ya una
declaraciónjuradayesoesloqueimporta.
—Túnotienesautoridadparaeso,Douglas.Nopuedesordenarmequememantengaalejadode
mihermana.
—Pues,entonces,teharéotraadvertencia:interfiereencualquieretapadeestainvestigaciónyme
veráscaersobreticonunadurezaquetepareceráimposible.
—¿Algunacosamás?—pregunté.
—Sí.Otramás.Hamblylegalizóhoyeltestamentodetupadre.¡Enhorabuena!
Loseguíconlavistamientrassealejaba.Endirecciónamidespacho.Amivida,pordecirlode
otramanera.
Desaparecióenelinterior,yloscuriosossearremolinaronjuntoalapuerta.Enaquelinstante,me
sentíademasiadofuriosoparaatemorizarmeysolomepreocupabalafacilidadconquehabíahecho
trizas la envoltura de seguridad que protegía mi vida. De nuevo advertía sobre mí las miradas de
todos,peroyanoerandecuriosidad.Eso,sobretodo,eraloquemásmerepugnaba.Yoconocíaa
aquellaspersonas,yellas,asuvez,meconocíanamí.Sinembargo,encadaunadesusmiradasse
hacía patente que no me veían solo como un sospechoso, sino que me condenaban; que estaba allí
solo en una tierra hostil. Preferí, pues, marcharme. Rodeé la manzana caminando y volví al
aparcamientodelapartetraseradeledificio.Unavezallí,memetíenmifurgonetaysalícondestino
desconocido.
Alcabolleguéalparque:teníamicasaenfrente,comosifueraladeunextraño.Resplandecíaen
laluzdelatardeceryparecíamásaltadelonormalcontraelcielodeungrismetálico.Tambiénallí
estabanlospolicías,unadocenaalmenos,ymisvecinossehabíancongregado,comomiscolegas,
para ver qué pasaba. En menos de una hora la noticia recorrería toda la ciudad. Veía ya en mi
imaginaciónexpresionesdeincredulidadyasombro,perotambiénestaríapresenteenelfondouna
corrientedeemociónauténtica,anteeloscurotemordeotrocolapsomásextremoaún.Sesoltarían
laslenguasydeellasemergeríalafiguradeEzracomoelhéroemartirizado,eltrabajadorybrillante
hombredeleyesquehabíasacadoasufamiliadelapobrezasoloparaafrontaraltérminodesuvida
aquellainjustarecompensafinal.Ahoraloveía:lohabíaasesinadoporeldinero.
Imaginéasimismoalapolicíadentrodemicasa.Enconcreto,merepresentéaMillsmanoseando
miscosas,miscajones,miescritorio.Mirandoenelinteriordemiarmario,bajomicamayenmi
desván.Nadaseríasagradoparaella.Millsseocuparíadeeso.Mividaseríadesnudada,etiquetaday
metidadentrodebolsas.¡Conocíabienaesagente,malditasea!Yahorasabíandemícosasqueno
erandelaincumbenciadenadie,salvodemímismo.Quécomía.Québebía.Quémarcadedentífrico
usaba.Laropainteriordemimujer.Nuestrométodopreferidoparaevitarelembarazo.Todoaquello
me cabreó tanto que, en lugar de marcharme, conduje la furgoneta a la casa. Barbara estaba allí,
caminandoporlaentradadecoches,presadelpánicoydeladesesperación.
—¡Gracias a Dios! —exclamó—. ¡Oh, gracias a Dios! He intentado llamarte por teléfono. He
intentado…
Laestrechéentremisbrazosporefectodelacostumbre,sensibleasupánico,peroanadamás.
—Losiento.Estabaeneltribunal.Yteníadesconectadomimóvil.
Ellaempezóasollozar,conlavozapagadapormipecho.
—Llevan aquí horas, Work. Han mirado todo. ¡Y se están llevando cosas! Pero se niegan a
decirmequé.—Seechóhaciaatrás,conlosojosencendidos—.¡Hazalgo!Túeresabogado…,por
amordeDios.¡Hazalgo!
—¿Tehanmostradounaorden?—lepregunté.
—Sí.Mehanenseñadoalgo,noséqué.Peropiensoqueeraunaordenderegistro.
—Pues,entonces,nopuedohacernada.Losiento.Odioestotantocomotú.—Intentéabrazarlade
nuevo, para ofrecerle lo que pudiera darle, pero ella me rechazó con dureza empujando mi pecho
conlasmanos.
—¡Maldita sea, Work! ¡No sirves para nada, por Dios! Ezra no habría permitido jamás que
sucedieraesto.Sehabríaopuestoylospolicíasnohubieranrechistadosiquieraparanoincomodarlo.
—Sealejódemíabrazándosefuertementeasímisma.
—Yonosoymipadre—dije,conscientedelosmuchossentidosqueteníaestafrase.
—¡Tienes toda la razón en decirlo! —me espetó Barbara. Después señaló con un gesto a la
multituddecuriosos—.Vanatenerunbuendíadefiestaconesto…Esoyatelopuedodecir.
—¡Quésejodan!
—No…, jódete tú, Work. Es nuestra vida. Mi vida. ¿Tienes idea de lo que significa esto? ¿Lo
sabes?
—Piensoquesémejorquetúloquesignifica—repliqué,peroellanoqueríaoírme.Lointentéde
nuevo—:Escucha,Barbara.Vanahacerestoconosinnosotros.Nohayningunarazónparaquenos
quedemosaquí.Déjamequetelleveaalgunaparte.Entraréyprobaréasacaralgunasdetuscosas.
¿Vale?Notienesnecesidaddevertodoesto.Despuéstellevaréaunhotel.
Ellaestabayasacudiendolacabeza.
—No.VoyairacasadeGlena.
Lamomentáneacompasiónquehabíasentidopormiesposaseevaporóenuninstantedejándome
helado.
—AcasadeGlena—repetí—.Claro…
Cuandosevolvióhaciamí,surostroaparecíamalhumorado:
—Mañana,Work.Mañanahablaremos.Ahoranecesitomarcharme.Losiento.—Diomediavuelta.
Comosiobedecieraaunaseñal,enaquelinstanteseoyóunclaxonyvienlaaceradedebajodela
casaelMercedesnegrodeGlenaWerster.Cuandomiesposasevolviódenuevoamirarme,pensé
quehabíacambiadodeidea—.Túhacesqueestonofuncione,Work…—dijoconfrialdadglacial—.
Hacesqueasínopodamosseguir.Nopuedosoportarlo.—Empezóavolverse.
—Barbara…—dije,dandounpasohaciaella.
—Teverémañana.Hastaentonces,déjamesola,porfavor.
La seguí con la mirada mientras bajaba por el camino de acceso de coches, hasta que subió al
elegantevehículo.AbrazóaGlenayenseguidadoblaronlasdosporlaesquinaendirecciónalclub
de campo y a la fortaleza de la casa de Glena. Mientras yo miraba en dirección al parque se me
ocurrió un pensamiento horrible. Barbara no me había preguntado si yo lo había hecho. Ni se le
habíaocurridoplanteareltema.
De pronto noté una presencia a mi espalda y supe que era Mills antes de volverme. Vestía
pantalones azules y una cazadora a juego. No le vi el arma. Su expresión era serena, lo que me
sorprendiópuesesperabadetectarantagonismo.Ounaexpresióndetriunfo.Perotendríaquehaberla
conocidomejor:Millseraunaprofesionalynodisfrutaríadesuvictoriahastahaberconseguidouna
condena.Despuésdelocual,todaslascuentasquedaríansaldadasyyoprobablementerecibiríasus
tarjetasdeNavidadenlacárcel.
—¿Dóndeestátucoche?—mepreguntó.
—¿Cómo?—Supreguntamepillódesprevenido.
—TuBMW.¿Dóndelohasdejado?
—Noteentiendo.
—Notehagaseltonto,Work.Estáincluidoenlaordenderegistro.Quieroverlo.
Porsupuestoquenecesitabaverelcoche.¿Quiénsabíaloquepudierarevelarmedianteunbuen
análisisforense?UncabellodeEzraenlamoqueta.Manchasdesangreenelmaletero.Mientrasle
respondía,medicuentadelofalsasquesonaríanmisexplicaciones.
—Lohevendido.
Estudiómirostrocomosipudieraleeralgoenél.
—Muyoportuno—dijo.
—Meracoincidencia—observé.
—¿Cuándolovendiste?
—Ayer.
—¡Ayer!—repitió—.Llevasañosconeseautomóvil.Lovendesapenasunosdíasdespuésdeque
hayaaparecidoelcadáverdeEzra,justoeldíaantesdequeyoejecuteunaordenderegistro…,¿y
pretendeshacermecreerqueesunacoincidencia?—Yomeencogídehombros—.¿Porquévendiste
elcoche?Dímeloparaquequedeconstancia.
Habíaenellounaamenazaclara.Respondíconunasonrisainconsciente:
—Porquealguienmedijoquedejaradedarmeimportancia.
—Estásjugandoaunjuegomuypeligroso,Work.Teloaviso.
—¡Estáisenmicasa!¡Enmidespacho!Dametodoslosavisosquequieras.Paratuinformación,
lo vendí porque me apeteció hacerlo, porque no encajaba conmigo; aunque eso es algo que tú no
entenderásnunca.Pero,siquieresperdereltiempo,puedesencontrarloenesecompraventaquehay
enlazonaoestedelaciudad,elqueestáenlainterestatal150.Túmisma.
Estabaenfadada.Conelcochefuerademicontrol,suvalorcomofuentedepruebassereducía
muchísimo.Yosabíaqueesonoimportaba,porqueelcochenoteníanadaqueverconlamuertede
Ezra,peroellaloignorabayporuninstantedisfrutéviéndolaperdersucompostura.Talcomoestaba
todo,eraunavictoriapírrica,perolaaprovecharía.
—Quiero ver la furgoneta también —dijo Mills indicando con un gesto el viejo vehículo que
parecíaencogidoalpiedelacasa.Enaquelmomento,eratodoloqueyoposeía.
—¿Semencionaenlaordenderegistro?
Untitubeo.
—No—reconocióporúltimo.
Lerepliquéconunacarcajadagrosera.
—¿Meestáspidiendomiconsentimiento?
Millsmemirófijamente:
—Estásagotandolaescasabuenavoluntadqueaúntetenía.Losabes.
—Oh, ya sé… Hemos cruzado ese puente. Tú quieres mi furgoneta… Consigue otro
mandamientojudicialparaella.
—Loharé.
—Perfecto.Pueshastaentonces,nilosueñes.
A pesar de tener ambos los ojos cerrados, noté que la recorría una emoción reprimida y que
aquelloibamásalládeloprofesional.Ellameodiaba.Queríavermeencerrado,ymepreguntésino
habríaalgomásenelcasoquejustificarasuinquina…¿Algopersonal,quizá?
—¿Nohabéisacabadoyaaquí?—pregunté,señalandolacasaconunademán.
Mills me mostró sus dientes. Eran pequeños y muy blancos, salvo uno de los de delante, que
amarilleabaligeramente.
—Todavíano—dijo,ymedicuentadequeestabadisfrutandoconeso—.Puedesentraryvigilar,
siquieres.Estásentuderecho.
Micontrolserelajó.
—¿Tieneustedalgúnproblemaconmigo,detectiveMills?
—Nohaynadapersonal—respondió—.Tenemosuncadáver,unrevólverperdidoyunhombre
quetienequincemillonesderazonesparamentirmeapropósitodedóndeestuvolanochedeautos.
Essuficienteparamí,yhasidosuficienteparaquemeextendieranunaordenderegistro.Situviera
algomás,tedetendría.Esotedaráideadeloseguraqueestoy.Y,siesosignificatenerunproblema
contigo,puessí,lotengo.Asíqueentraoquédateahífuera…,loquequieras.Pormiparte…,yono
he hecho más que empezar. —Se volvió para irse, pero al instante dio media vuelta y me miró
levantando el dedo hacia arriba como si lo tuviera en erección—. Y que quede claro: buscaré ese
coche y, si resulta que me has mentido acerca del lugar donde está, tendré contigo otro problema
más.
Meacerquéaella,alzandoeltonodemivozparaequipararloconeldeella.
—Muy bien. Haz tu trabajo. Pero recuerda que soy experto en hacer trizas esa clase de
mandamientos. No solo en cuanto a la forma como estén redactados, sino en la manera como los
ejecutan.Veconcuidadoencómoloutilizas.Vuestrocasotieneyaunenormeagujero.
Aludía a mi presencia en el lugar del crimen, y pude ver que mi comentario daba en la diana.
SabíaperfectamentequépensabaMills.Cualquierindiciofísicoquemerelacionaraconelescenario
delcrimenpodíareferirsealdíaenqueencontraronelcuerpodeEzra,noaldíaenqueloasesinaron.
Unabogadodefensorqueconocierasuoficiopodríavalersedeesoparacrucificaraunjurado.Mills
teníamotivosparapreocuparse.Noshabíamosenfrentadomuchasvecesenlostribunalesysabíaque
yoeracapazdeaprovechartodoslosresquicios.Sisepasabaconaquelmandamiento,eljuezpodría
rechazarelcasoantesinclusodellevarloajuicio.¡Sindarlesiquieralaoportunidaddeconseguiruna
condena!Alobservarelrictusdesuboca,sentíunapequeñasatisfacción.Sí…,yoteníaqueproteger
a Jean, pero eso no significaba que tuviera que facilitarle las cosas a Mills, Douglas o a cualquier
otro.Habíaunalíneaclaraentrelounoylootro.
—Entraréparallevarmeamiperro—dije—.Amenosquequierasregistrarlotambiénaél.—No
respondiónada,yselimitóaapretarlamandíbula—.Ycuandotodoestohayaacabado,esperoque
mepresentéisvuestrasexcusas.
Eraunfarol.Nohabíaformaalgunadequeaquelloacabarabienparamí.
—Yaveremos—dijo;despuésdiomediavueltaysemarchósinmás.
—Cerradcuandohayáisacabado—legritémientrassealejaba,perofueungestoinane.
Lehabíaasestadounpardegolpes,peroellahabíavencidoelasaltoylosabía.Yaenlapuerta,se
volvióamiraratrás.Medirigiólamismamiradafríadescubriendosudienteamarillentoyenseguida
semetióenlacasa.
18
Memetídentrodemifurgonetayescapédeallí.Dejéatrásloscoches,medetuveantelasseñalesy
fui de una calle a otra, pero no tenía ningún lugar adonde ir: todas las elecciones que hacía me
llevabandevueltaalamismavida.Eraunamalaépoca,llenadedesagradablespreguntasyverdades
merecedoras de desdén. Así que volví al parque, lleno de niños, viejos y basura dispersada por el
viento.Millsseguíaaúnenmicasa.Aparquéenlaacerayestuveobservandocómoentrabanysalían
los policías, rastreando lo sospechoso y lo indiferente. Aquello me irritaba, pero era una rabia
inerme.Nopodíahacernadaenestoymisdedosselimitabanaapretarelvolantecomosifuerael
cuello de Mills. Cuando sonó mi teléfono móvil, el sonido me irritó; tardé tiempo en encontrar el
aparatoyendecidirmearesponder.
—Hola.
—Hola,Work.¿Cómoteva?
Mecostóunsegundoidentificarlavoz.
—¿Hank?
—¿Quién,sino?—Semostrabatenso.
¿NonoshabíamosvistoenCharlotteeldíaanterior?Medabalaimpresióndequehabíapasado
unasemana.Tratédecentrarme.
—Losiento.¿Quéocurre?
—¿Estásbien?—mepreguntó.
—Sí. —Hice una pausa, sabiendo que me estaba mostrando demasiado lacónico con él.
Consciente,también,dequemivozdistabamuchodesernormal—.Dime—dije,altiempoqueme
restregabalosojos.
—Hetelefoneadoatuoficina—dijo—,yhacontestadounpolicía.Mehapreguntadominombre.
—Vaciló,ofreciéndomelaoportunidaddedeciralgo,peroyopermanecícallado.¿Quépodíadecir?
Casimereí—.Despuéshetelefoneadoatucasay…,¿loadivinas?
—Yasé.Estoyahoradentrodemicoche,viendocómolospolisentranysalencomosiestofuera
unaexposicióndeviviendas.
—Noséquédecirte.
—Nodigasnada,entonces.
—Es muy embarazoso, Work. Me pone en mala posición. —Hizo una pausa antes de añadir—:
Supongoqueteníanunaorden,¿no?
—Meparecequeesperanencontrarelarmadelcrimen—respondí—.Ocualquierotracosaque
meincrimine.—SabíaloqueHankestabapensando:queteníanunacausaprobableparasolicitarla
orden.Locualsignificabaqueyacontabanconalgoenmicontra.
—¿Hayalgunaposibilidadrealdequeteacusen?—preguntó.
—Esmuyprobable—dije.
Hank guardó silencio. Considerando la noticia, no podía reprochárselo. Éramos conocidos y
compañerosdecopas,peronoamigosenelsentidopropiodelapalabra.Casipodíaversudilema.
Él,paralamayoríadesustrabajos,dependíadelosabogadosdefensores,peronadieensuposición
podíaenajenarsealapolicía.Cuandoformulósusiguientepregunta,medicuentadequeloúltimo
quequeríaeratenerproblemasconlapolicía:
—¿Esserialacosa?
—Pudieraserlo.Lapersonaquedirigelainvestigaciónlahatomadoconmigo.Probablementelo
leerásmañanaenlosperiódicos.
—¿Mills?—preguntó,aunquenobuscabarespuesta.Supusequelohacíaporganartiempo,antes
dedecidirsureacciónantetodoaquello—.¿Hayalgoquepuedahacerporti?
Suvacilacióneraobvia.Implicarseenaquellosolopodíatraerleproblemas.Eradeagradecerque
melohubierapreguntadosiquiera,peroyosabíaquérespuestadebíadarle.
—Noporahora,Hank.Peroteloagradezco.
—Mira…Tuviejoeraunidiota,peronocreoqueloasesinaras.
—Bueno…, gracias por decírmelo, Hank. Eso significa algo. No hay muchos que digan eso
justamenteahora.
Eltonodesuvozsehizomáscordial.
—No dejes que te pongan nervioso, Work. Tú ya has visto estas cosas antes. Sabes cómo
funcionan.
«Sabescómofuncionan».EranlasmismaspalabrasquehabíaempleadoDouglas.
Decidícambiardetema.
—¿Quéhaydenuevo,entonces?¿Queríasdarmeporcasualidadalgunabuenanoticia?
Hanknoeraningúnbobo.Loentendió.Yonecesitabaproseguirlaconversación,llevándolaaun
terrenoneutral.
—HeidoaCharterHillsestamañana—medijo—.Mehepasadounpardehorashusmeando.
CharterHillserauncentrodesaludmentalenCharlotte,unodelosmejoresdelestado.Fueallí
donde Ezra había decidido finalmente ingresar a Jean después de su segundo intento de suicidio.
Todavía ahora podía verlo con claridad. Los colores cálidos y las flores frescas no conseguían
ocultar el dolor de los condenados a residir tras sus altos muros de ladrillo; porque condenados
estaban, tanto si su presencia era voluntaria como si no lo era. Yo había visitado allí a Jean en
repetidasocasiones;nuncaquisohablarme,ysumédicomehabíadichoqueaquelloeranormal.Pero
nuncaledicrédito.¿Cómoibaacreerlo…?¡Jeaneramihermana!
Habíapasadointerminablesmesesenaquellugar.FueallídondeconocióaAlexShiften.
—Mira,Hank…—empecé.
—NotienenningúnhistorialdeunapacientellamadaAlexShiften—mecortó.
—¿Cómo?
—Niunsolodato.
—Esonoesposible—dije—.Fueallídondeseconocieron.
—Nolocreo.Amenosqueellaestuvieraingresadaenelcentrobajounnombredistinto.
Intentéconcentrarme,perosemehacíadifícil.
—¿Quémeestásdandoaentender?
Hanksuspiró.
—No sé qué te estoy dando a entender. Ese es el problema. No aclara nada y ni siquiera tengo
informaciónsuficienteparaespecular;peroaquíhaygatoencerrado.Puedoolerlo.
MimenteestabatanllenadeMills,quemecostabacentrarlaenalgoquenofueraella;peronada
de todo aquello importaría si Jean salía con bien de la investigación solo para seguir estando sola
conAlex.Estaeraelproblema.Yolosabíadealgunamanera,ynecesitabamanejarbienestedetalle.
Antesdequefuerademasiadotarde.Pordesgracia,noentendíanada.
—¿Quésugieres?—lepreguntéaHank.
—NecesitounafotodeAlex—respondiósindudar.
—¿Quépiensashacer?
—VoyavolveraCharterHills.Luego,yaveremos.
Sentíunaoleadadegratitud.Hanknoincordiaríaalapolicía,deacuerdo;peroteníaqueseguir
conesto,pormíyporJean.Estoloconvertíaenunhombredignodeconfianzaenunmundotanfalto
deellos.Enciertomodo,esomereconciliabaconél.
—Teloagradezco,Hank—dije,ehiceunapausaporqueteníaquehacerla.
—Olvídalo.Esunainsignificancia.
—¿Quieresqueteenvíeporcorreoesafoto?—Melasarregléparaproponerle.
—Es demasiado lento. Métela en tu buzón una vez se hayan ido los polis. Yo me acercaré a
Salisburyenalgúnmomentodeestanoche.Puedequeseamuytarde.Siestásencasa,meverás.Sino,
lasacarédelbuzónymelallevaré.Encualquiercaso,tellamarésiaveriguoalgo.
—Esfantástico,Hank.Meocuparédedejarlaallí.
En el otro extremo de la línea, Hank comenzó a decir algo, pero se cortó. Durante un largo
segundoestuveoyendosurespiración.
—¿Comprendes,verdad,Work?—NoestabahablandodeAlexnideJean.
—Sí.Lavidaesunamierda.Teagradezcoloqueestáshaciendo.
—Vale.Tellamaré.
Dicho esto, colgó, y yo desconecté el móvil. Miré a Hueso, pero estaba dormido en el asiento
contiguoalmío.¿Cómopodíanocurrirtantascosasalmismotiempo?¿Cómopodíasernormalun
díaytransformarsealdíasiguienteenunabismoinfernal?Cerrélosojosymeimaginélahierbaque
sedoblababajounvientoprovenientedeunlugarlejano.Cuandovolvíaabrirlos,habíaunhombre
juntoamiventanilla,mirandoatravésdelcristal.Yoestabademasiadoagotadoparasorprenderme.
EraMaxCreason…,elmismogorrodecaza,lamismasublimefealdad.Llevabapuestounponchode
colorrojovivo,comosiéltambiénprevieralluvia.Bajéelcristaldelaventanilla.
—Hola,Max—dije—.¿Cómoestá?
Meestudióintensamente,conlosojosbrillantestrassusgruesasysuciasgafas.Despuésseñaló
micasaconunademán:
—Hay polis en su casa. —Su tono era más inquisitivo que declarativo, pero yo no mordí el
anzuelo. Eso pareció irritarlo, porque sus labios descubrieron los manchados dientes y emitió un
ruidoextrañodesdeelfondodelagarganta.Seinclinómás—:Cuandoloconocí,nosabíaquiénera
usted.Ignorabaqueeraelhijodeeseabogadoquemencionanadiariolosperiódicos.—Suspalabras
sonabanaacusación.Mirólacasaydespuésvolvióafijarlosojosenmí—.¡Yahoralapolicíaestá
ensucasa!¿Piensanquelohizousted?¿Loconsideransospechoso?
—Noquierohablardeesoahora,Max.Escomplicado.
—Perohablaresbueno.
—No.Resultapenoso.Mealegravolveraverlo,Max,peroesunmalmomento.
Élnomehizocaso.
—Vamos—medijo,dandolavueltaalafurgoneta—.Demosunpaseo.
—Gracias,perono.
Fuecomosinomeoyera.Abriólapuertadelafurgoneta.
—Leirábien.Dejequeelperroduermaysalgaadarunpaseoconmigo.—Meindicóquesaliera
ytuvequeceder.Enrealidad,noteníaningúnotrolugaradondeir.
Dejé,pues,aHuesodormidoenlafurgonetaysalíparaponermealladodeMax.Élmecondujo
colinaabajoporunestrechosenderodetierraquediscurríajuntoallago,alejándosedemicasa.No
volvílacabezaatrás.Maxdabagrandeszancadasysuponchoflameabasobresuspiernas.Estuvimos
caminandonueveodiezminutoshastadejarellago,pasarjuntoalaspistaspúblicasdetenisycruzar
una zona de aparcamiento cubierta de gravilla. Ninguno de los dos dijo nada hasta que el parque
desapareciópordetrásdeunapequeñacolina.Estábamosenunaestrechacallelateral,enlaquese
alineaban viviendas modestas. En algunos de los patios se amontonaban juguetes infantiles. Otros
estaban perfectamente limpios. Era, en suma, un vecindario de transición: de recién casados y de
ancianos.Pero…¿quéimportanciapodíatenerladiferenciaentreunosyotros?
—Voyacontarlealgo—dijoMaxfinalmente,entornandosusojosalmirarme—.Esimportante,
asíqueescúcheme.Lehablarédemismanos.—Laslevantódesuscostadosydespuéslasdejócaer:
teníanuncolorpálidoterroso,quecontrastabacontraelrojodelponcho,ysusdedoseranlargos—.
Ustedmepreguntóantesporellas,recuerde…Ahoralecontaré.
—¿Porqué?
—Tengomisrazones.Peroahora,calle.Nadieenestaciudadhaoídomirelato,ynomeresulta
fácilexplicarlo.
—Deacuerdo.
—Me las dejaron así en Vietnam —dijo, y yo entendí que se refería a sus manos—. Yo era un
muchachoentonces,igualquecualquierotro,yestabaamitaddemisegundoañodestinadoallí.Nos
capturaronduranteunapatrullayperdimosacasitodosloshombres.Unoscuantoslograronescapar,
peronoyo.Mehirieronenunapiernayacabéenuncampodeprisionerosnorvietnamita.Estabaal
mandodeuncoronelquepensóqueteníamuchamásinformacióndelaqueyoteníaenrealidad.
Viqueletemblabanlasmanos.
—Oeso,oqueeraunperfectoidiota…,porque,enresumidascuentas,creoquetantodaunacosa
comolaotra.Meestuvo«trabajando»unascuantassemanas,machacándomelasmanosaconciencia
yalfinalmearrojóaunagujeroymetuvoallícincoaños.Casimemueroenaquellugar.—Diola
impresióndequeseleapagabalavoz—.¡Cincoespantososaños!—repitió,yquedónuevamenteen
silencio.Pudeverqueteníasumentemuylejosdeallí.
—Cincoañosenunacárcel—dijeyoenaquelvacío,tratandodeimaginarlo.
Suvoz,cuandomereplicó,fuemuyamarga:
—¡Noeraunacárcel,malditasea!Eraunajaulaconsuelodetierra,dedosmetroscuarentade
anchura.Cincoañosallídentro,muchacho.Medejabansalirdosvecesalmes.Elrestodeltiempo,
todoloquepodíahacereradormir,cagaropasear.Y,sobretodo,paseaba.Cuatropasos,yvuelta.
Otros cuatro y vuelta de nuevo. —Me miró a la cara—. No puedo soportar los espacios cerrados,
Work… Por eso camino. Cuando las paredes se cierran, yo salgo. Entienda…, porque no podía
hacerloantes.—Hizoungestoconsustullidasmanos,indicandolosárboles,elfirmamento,todo…
—.Ustednopodráentendernuncaloquetodoestosignifica…—Cerrólosojos—.¡Esteespacio!
Yoasentí,peropenséquetalvezmetocaríaentenderloalgúndía.
—¿Porquémecuentaustedtodoesto?—lepregunté.
Élabriólosojosyviquenoestabaloco.Torturadoyatormentado,sí,peronoloco.
—Tengo un problema con la autoridad —me dijo—, ¿comprende? No soporto la vista de un
uniforme.Ylavisióndeesospolicíasrondandoporaquínohahechoquecambiaranprecisamente
mis sentimientos por ellos. No puedo decir que me traten con afecto y respeto. —Una sonrisa se
dibujóensutoscorostro—.Nopuedohablarconlospolicías.Noloharé.¿Comprende?
Lo entendía pero no del todo. ¿Qué tenía que ver aquello conmigo? Se lo pregunté, y él no
respondiódeinmediato,sinoquesevolvióysiguiócaminando.Yocorrítrasél.
—Ustedyavecómocamino—medijo—.Siempre.Acualquierhora.Tantomedaqueseadedía
comosiesdenoche.Lasparedessecierranyyomepongoacaminarporquetengoquehacerlo.
Doblamoshacialaderechayentramosenunacallebiencuidada,endondelascasasteníantodas
unencantopropio.Maxseparófrenteaunadeellas,unacasitarodeadadecéspedyconsetosquela
separaban de sus vecinas a derecha e izquierda. Estaba pintada de color amarillo, con persianas
azules,yteníaunpardemecedorasdelante,enelporche.Losrosalescrecíanserpenteandoporun
espaldarapoyadoenunachimeneadepiedra.MiréaMaxymedicuentaderepentedeloaltoqueera.
—Selocuentoaustedporquenoquieroiralapolicía.—Mifrustracióndebiódemanifestarse
claramente, pues se quitó el gorro y se rascó los apelmazados cabellos que aquel ocultaba—. A su
padrelomataronlanochesiguientealdíadeAccióndeGracias,¿verdad?Estaballoviendo…
Asentí,mientrasnotabaunextrañonudoenlabocadelestómago.
—¿Y, por lo visto, encontraron su cadáver en el centro comercial Towne, ese que está cerrado
ahora,juntoalacarreterainterestatal?¿Dondeelríosehundeenelsubsueloycorrepordebajodel
aparcamiento?
—¿Cómo…?—empecé,peroélnorespondió.
Era como si hablara consigo mismo, pero tenía los ojos intensamente clavados en mí, hasta el
puntodequelossentíacomosimequemaran.
—Leestoycontandotodoestoparasituarlo.Esimportante.
—¿Porquéesimportante?—pregunté.
—Selocuentoporquenocreoquemataraustedaesehombre.
Elnudoquesentíaenmiestómagoseexpandió,transformadoenunaoleadadecalorqueinvadió
mismiembrosehizocosquillearmisdedos.
—¿Quémeestádiciendo?
—Siempreestoycaminando—siguió—.Unasvecesporlossenderos.Otrasporelparque.—Una
pausa—.Y,enocasiones,tambiénporlacarreterainterestatal.—Medicuentaentoncesdequelotenía
agarradoporelantebrazo,cuyotactodabalasensacióndeagarrarunmiembroesqueléticoyduro
bajolaenvolturaresbaladizadelplástico.Élnisiquieralonotó—.Recuerdoesanocheporlalluviay
porque fue justo después del día de Acción de Gracias. Era tarde ya, pasada medianoche. Vi los
cochescercadelcentrocomercial.Nuncahaycochesallídenoche.Esunlugaroscuro,dondepuede
haberunvagabundoodos,oquizáunosdrogatas,peronomás.Enciertaocasiónpresenciéunapelea
allí,hacemuchotiempo,perojamáshevistocochesaparcados.Noaesashoras.
Elcorazónmelatíaagolpes;teníasecosloslabios.¿Quémeibaadecir?Atisbéatravésdelos
gruesos y sucios cristales de sus gafas en busca de algo: de un indicio de lo que se disponía a
contarme.Dealgúnmotivoparanosentirmeaterrado.
—¿Oyóustedalgo?—lepregunté—.¿Vioalgunacosaallí?¿Comoqué?—Medicuentadeque
estaba apretando su brazo con tal fuerza que hasta a mí me dolía la mano, sin que aquello lo
molestara.Meobliguéaaflojarlapresión.
—Quizáseaimportante.Oquizáno.Nolosé,enrealidad.Peropiensoquetalvezalospolisles
gustaríasaberlo.Alguiendeberíadecírselo.
—Decirles…¿qué?—Mesaliócasiungrito.
—Vi que alguien salía esa noche del centro comercial…, a paso vivo, pero sin correr.
Quienquieraquefuesesemovióhastamásalládeloscochesyarrojóalgoalaalcantarilla.Después
sesubióaunodeloscochesyselargódeallí.
LatrascendenciadeaquellarevelacióndeMaxcayósobremícomoalgoasombroso.
—Elañopasado…—repetí—,lanochesiguientealdíadeAccióndeGracias…¿Diceustedque
vioaunapersonasalirdelcentrocomercialTowne,arrojaralgoalacorrientedelasaguasdelluvia
eirseluegoenuncoche?
Maxseencogiódehombros:
—Esloquelehedicho,sí.
—¿Sefijóustedenelaspectodeesapersona?—pregunté.
—No.
Sentíungranalivio.NopodíaidentificaraJean.
—Eranochecerrada,llovía,yaquellapersonaestabalejos,vestidaconunabrigoytocadacon
sombrero.Todomuyoscuro.Peronocreoquefuerausted.
Lesoltéelbrazo,peronomediolasensacióndequelonotara.
—¿Porquénopodíaseryo?
—Aquellapersonaeramásbaja,creo.Demedianaestatura.Usted,encambio,esalto.
—¿Erahombreomujer?
—¿Quiénpodríadecirlo?Cualquieradeellos.
—Peroustedafirmaestarsegurodequenoerayo…
Maxseencogiónuevamentedehombros:
—Llevocuatroañosviéndolo.Ustednuncahacenada.Sesientaensuporcheybebecerveza.He
conocidoamuchosasesinosyhevistounmontóndecadáveres;ynolocreoaustedcapazdematara
unhombre.Peroesloquepienso,solomiopinión.
Deberíahabermesentidoofendido,peronoloestaba.Maxteníarazón.Apesardehaberidoala
facultad de derecho, de haberme casado y de llevar un bufete, jamás hacía nada. Me limitaba a
dejarmellevar.
—¿Quéropallevabaaquellapersona?—pregunté.
—Ropasoscuras.Sombrero.Esoestodoloquepuedodecir.
—¿Yloscoches?¿Puededecirmealgoacercadeellos?
—Unoeragrande.Elotronotanto.Ycreoquenoeranegro,sinosimplementeoscuro.
Reflexionéunminuto.
—¿Encuáldeellossemetióesapersona?
—Enelpequeño.Losiento,peronopuedodecirlemás.Estabanabastantedistanciayyonoestaba
prestandoatención,enrealidad.
—¿Quéocurrióconelcochegrande?
—Estabaallícuandoyomemarché.Piensequeibadepasotansolo,quenomequedé…Dosdías
mástardepaséporelmismolugar,peroyanovielcoche.
—¿Quéarrojóaquellapersonaalsumidero,Max?¿Loviousted?
—No,perotengounateoría;lamismaqueusted.
—Dígame—loinsté.Peroyalasabía.
—Cuandounapersonalanzaalgoaunhoyoenelterreno,tienequeseralgoquenoquiereque
encuentren.Losperiódicosdicenquelospolicíasestánbuscandoelarmaquematóasupadre.Pienso
que,sibuscaustedbajolaalcantarilla,laencontrará.Peroesmiopinión,nadamás,yyonoentiendo
deesto.
Mirélascosasatravésdesusojos.Comosihubieraestadoyoallí.Porsupuestoquesetratabadel
revólver.¿Ysilapolicíaloencontraba?Sehabríaacabadolapartida.Peroaquellaironíaeracomo
una horca clavada en mis entrañas. Cuando encontraron el cadáver de Ezra en el centro comercial
pasé un mal trago, pero mis recuerdos de aquel aciago día, ahora ya distante, eran solo eso:
recuerdos. Pero allí estaba el túnel, la garganta, y ahora tendría que volver allí para encontrar el
revólver antes de que los policías lo hicieran. Antes de que Max decidiera que debía contárselo a
algúnotro.YqueDiosmeayudara.
—Hahechobienendecírmelo,Max.Seloagradezco.
—¿Selodiráalapolicía?
Yonopodíamentirlealacara,asíquelerespondíconlomásparecidoalaverdadquepodía:
—Haréloquetengaquehacer.Muchasgracias.
—Tenía que decírselo a usted —observó Max, y había algo más en su tono de voz, algo que
callaba.
Mevolvíhaciaéljustoenelinstanteenqueuncochenosdejabaatrás.Susojosestabanfijosenél
ylosiguióconlamiradahastaquedesapareció;despuésvolvióamirarme.
—Llevo viviendo diecinueve años en esta ciudad, Work; casi veinte ya; y en este tiempo
probablementehecaminadoquincemilkilómetros.Esustedlaúnicapersonaquemehapedidoquele
dejara caminar conmigo…, la única que ha querido hablarme. Puede que esto no le parezca gran
cosa, pero significa algo para mí. —Puso sobre mi hombro una de sus maltrechas manos,
manteniendo sus ojos fijos en los míos—. No me resulta fácil decir eso, pero tengo que decirlo
también.
Me conmovió su sinceridad, y me di cuenta de que los dos habíamos pasado por caminos muy
durosenestaciudad.Quenuestroscaminoserandiferentes,perotalvezigualmentesolitarios.
—Esustedunbuenhombre,Max.Mealegrahaberleconocido.—Letendílamano,yestavezélla
estrechólomejorquepudo—.Sigamos,pues.Demosesepaseo.—Empecéavolverme,peroélno
mesiguió.
—Yomequedoaquí—dijo.
Miréamialrededorlacallevacía.
—¿Porqué?
Hizoungestoindicandolacasitaamarilla.
—Estaesmicasa.
—Peropensabaque…—Porsuertemedetuveatiempo—.Esunacasapreciosa,Max.
Laestudiócomosibuscaraenellaalgunaimperfecciónpero,alnoencontrarninguna,sevolvió
haciamídenuevo:
—Meladejómimadrealmorir.Hevividoaquídesdeentonces.Entreunrato.Buscaremosunpar
decervezasynossentaremosenelporcheatomarlas.
Yonosabíaquédecir,cohibidoporlosmuchosañosquelohabíavistopasarpordelantedemi
casa y por todas las suposiciones que había hecho acerca de él. De alguna manera, me sentía tan
insensiblecomoBarbara,yesomehumillaba.
—¿Max…?
—¿Sí?—Surostrosetorcióenunasonrisaqueyanomeparecióhorripilante.
—¿Puedopedirleunfavor?Esimportante.
—Preguntedetodasformas.Inclusopuedequeledigaquesí.—Otrasonrisa.
—Sialgomesucediera,megustaríaqueseencargarausteddemiperro.Cuidedeél.Ylléveloa
caminarconusted.
Medijequeseríaunabuenavidaparaelanimal.
Maxmeestudióantesderesponder.
—Sialgolesucede—dijocongransolemnidad—,meocuparédesuperro.Somosamigos,¿no?
—Sí—respondí,convencidodemispalabras.
—De acuerdo, entonces. Pero no le ocurrirá nada malo. Les hablará del arma a los policías y
podráocuparsedelperroustedmismo.Entreencasa.Ahoramismoletraigounacerveza.
Fueasícomonossentamosenelporchedelanterodesucasa,contemplandoelcuidadocéspedy
bebiendocervezadirectamentedelabotella.Hablamos,perodenadaimportante;yduranteuncorto
espaciodetiemponomesentísoloymeparecequetampocoél.
19
EncontréaHuesodormidoenlafurgoneta,hechounovillobajoelsol.Unamiradaaloaltodela
colina me dijo que la casa estaba vacía. Pero yo no tenía ánimos para enfrentarme a ella con el
descubrimiento del cadáver de mi padre todavía reciente. Así que decidí ir al despacho. Seguía
sintiéndolocomoelbufetedeEzraypenséqueseríamásfácilcomenzarallí.
Eran unos minutos después de las cuatro de la tarde y las calles estaban vacías, así como las
aceras. Necesitaba enfurecerme, pero caminaba más bien como si fuera una víctima. Entré por la
puertadeatrásyviprimeromidespacho.Loscajonesestabansacados,losarchivadoresvacíos.Se
habían llevado carpetas de casos, documentos personales…, todo. Mi información financiera, mis
exámenesmédicos,fotografías…Inclusoundiarioquehabíacomenzadoaescribirciertavezqueme
había sentido melancólico. ¡Toda mi vida! Cerré de golpe los cajones, y los ruidos sonaron como
martillazos en el silencioso edificio. Miré la salita de descanso y vi que se habían servido ellos
mismosdelcontenidodelfrigorífico.Latasvacíasyenvoltoriosdeplásticoseamontonabanaúnen
la arañada mesita y el lugar apestaba a tabaco. Recogí la basura y la introduje, apretando, en una
bolsa de plástico. Limpié todo a medias y, después, arrojé la bolsa al suelo. Nada de aquello tenía
sentido.
SubíluegoaldespachodeEzra.Todoestabapatasarribatambién,peroprescindídeldesordeny
fuiderechoalaesquinadelaalfombraqueocultabalacajadecaudalesdeldifunto.Agarréuntrozo
delosflecosytirédeella.Todoparecíahallarseexactamenteigual:dostablascombadasmantenidas
juntasmediantecuatroclavos:dosdeelloslimpiamenteclavadosyotrosdostorcidosyremachados
enlamadera.
Lospolicíasnolohabíanvisto,locualhacíaquemesintieralocodecontento.Sialguientenía
derechoadescubrirelúltimosecretodelviejo,esealguienerayo.
El martillo estaba donde yo lo había dejado, y me valí del extremo en forma de horquilla para
hacerpalancaysacarlosclavos.Lostorcidossalieron,perolosotrosdosseresistieronahacerlo.La
horquilla del martillo apenas podía entrar por la separación que quedaba entre las tablas, pero un
fuertetirónentreambaslaslevantóconunchirridosemejantealgemidodeunanimal.Lasretiréy
meagachéenseguidasobrelacajadecaudales.Hankmehabíadichoquepensaraenalgoimportante
para Ezra si quería abrirla sin tener que recurrir a un cerrajero. Yo intenté hacerlo, tratando de
representarmeclaramenteaaquelhombrealqueeldestinohabíaconvertidoenmipadre.
¿Qué era importante para él? La respuesta a eso era muy sencilla: el poder, la posición…, el
destacarsobrelosdemás.Perotodoesoveníaareducirsealdinero.
Enelcorazóndelacasadeunmillóndedólaresdemipadreestabasuestudio,yenelescritorio
de este había una única fotografía enmarcada. Siempre la había tenido allí, como recordatorio y
estímulo.¿Cuántasvecesnolohabíasorprendidomirándola?Eraelqueerayloqueera:elpasado
quesehabíaesforzadoenenterrarylarealidadque,sinembargo,nopodíaresignarseaolvidar.En
sucorazón,yapesardesusextraordinarioslogros,mipadresiemprehabíasidoelmismomuchacho
sucioconlasrodillasllenasdecostras.Susojosnegrosnuncahabíancambiado.
Yo había nacido entre algodones y los dos habíamos sabido siempre que a mí me faltaba su
ambición. Aquella ambición que lo hacía fuerte, pero también duro. La falta de piedad hacia los
demás era una virtud en él, y encontrarlo en mí era, para él, la prueba más evidente de que había
engendrado un hijo débil. Por eso, donde yo buscaba sentido, él buscaba poder. Su vida había sido
unadecididaascensiónalacumbre,enlaquetodosereducíaaldinero:erasufundamento.Eldinero
habíaservidoparacomprarsucasaenlamejorzona.Eldinerolepermitióadquirircoches,pagar
fiestas y financiar campañas políticas. Era una herramienta, una palanca que había utilizado para
cambiarelmundoasualrededoryalaspersonastambién.Pensabaenmicarreraymedabacuentade
quehabíaelegidoelcaminomásfácil.Ahorapodíaverlo:élmehabíacomprado.Talveznoshabía
compradoatodosnosotros,salvoaJean.Paraesta,elcostefuedemasiadoelevadoy,puestoquese
negó a doblegarse o fue incapaz de hacerlo, se había roto bajo aquel peso enorme. Por eso, en
definitiva,inclusoelpropioEzrahabíatenidoquepagarporello.Eracomounaespeciedekarma.
Estudiéatentamentelacajafuerte.Lahabíaencontradoporcasualidadypudierahaberpasadoel
restodemividasintenerlamenorideadesuexistencia,aunqueahorapesarasobremí.
Dineroypoder.
Recordaba la primera vez que mi padre consiguió que un jurado fallara a favor de sus
representadosenuncasoenelquesolicitabaunmillóndedólares.Yoteníadiezañosentoncesyél,
paracelebrarlo,nosllevóatodalafamiliaaCharlotte.Aúnloestoyviendosujetarentrelosdientes
un grueso cigarro y pedir orgullosamente la botella del mejor vino del restaurante, para volverse
despuéshaciamamáydecirle:«Ahorayanadapuededetenerme».Yrecordabatambiénlaexpresión
delacarademimadre:dubitativa.Porqueélhabíadicho«detenerme»,no«detenernos».
MamárodeabaaJeanconelbrazoy,aunqueentoncesyonomedicuenta,veoahora,mirando
haciaatrás,queaquellaexpresióneradetemor.
El veredicto de aquel jurado fue el inicio de todo. Fue la mayor indemnización concedida
judicialmenteenlahistoriadelcondadodeRowan.Laprensahizofamosoamipadrey,apartirde
entonces,lagenteacudíaatraídaporelprestigiodeEzraPickens.
Estabaenlocierto:nadapodíadetenerlo.Eraunacelebridad,unsímbolocasi,ysuendiosamiento
crecióalaparquesufamaysufortuna.Todocambióparaéldesdeaqueldía.
Ytambiénparanosotros.
Recordabaaúnlafechadeaquelveredicto.FueeldíaenqueJeancumplíaseisaños.
Escribílafechaenlacombinación.Nada.Volvíaponerlastablasensusitioylasclavéconcuatro
clavosnuevos.Metométiempoparahacerlo,yestavezloshundíenlamaderaperfectamenterectos.
Después,suspirando,volvíaextenderlaalfombraydimediavuelta.
Hubierasidodemasiadofácil.
Me puse a dar vueltas por la oficina, cerrando cajones, apagando luces…, y estaba a punto de
irmecuandosonóelteléfono.Apuntoestuvedenoponermealaparato.
—¡Al diablo toda la generosidad! —Era Tara Reynolds, que llamaba desde su despacho en el
CharlotteObserver—.Amidirectorestáapuntodedarleunaapoplejía.
—¿Dequémeestáshablando,Tara?
—¿HasvistoelSalisburyPost?—AdiferenciadelObserver,elPostsepublicabaporlastardes.
Debíadehabercomenzadoavenderseenlospuestoshacíamenosdeunahora.
—No.
—Bueno…,puesdeberíasirabuscarunejemplar.Ereslanoticiadeprimerapágina,Work.Yse
trata de una jodida injusticia…, de eso se trata. Me he partido el culo con esa historia y cuando lo
tengotodolistoparapublicarla,resultaquealgúnimbécildelPostrecibeunallamadaavisándolede
quelospolisestánentudespachoynotienemásquedarseunpaseítohastaahíytomartumaldita
fotografía.
Mivozsemostrófría:
—Lamentoqueestotehayaocasionadomolestias.
—Policíaregistraoficinaycasadelhijodelabogadoasesinado.Esteeseltitular.Yluegohayuna
fotografíatuyaconversandoconelfiscaldeldistritodelantedetubufete.
—Esofuehacecuatrohoras—dije.
—Ya…,lasbuenasnoticiasviajanrápidamente.Elartículoesbreve.¿Quieresquetelolea?
Es decir, que la noticia era ya oficial. El Post tenía cincuenta mil suscriptores. Antes de
veinticuatrohoras,lainformaciónapareceríaenelObserver,cuyoslectoresrozabanelmillón.Por
extrañoquepuedaparecer,ahoramesentíamástranquiloqueantes.Unavezpierdeslareputación,
tus preocupaciones se hacen más concretas: vida o muerte…, libertad o prisión. Todo lo demás se
difumina.
—No—dije—.Noquieroquemeloleas.Apartedefastidiarmeaúnmáseldía,¿hayalgunarazón
paraquemehayasllamado?
—Sí.Quieroquemedeslasgracias.Porqueahoramismosoyyolaquehacefavores.
—Agradecerte…¿qué?—preguntéconamargura.
—Información—respondió—.Conlasmismascondicionesquelavezanterior:túnoledicesa
nadiededóndelahassacado,yamímedasunaexclusivacuandotodoesteasuntopuedasalirpor
completoalaluz.
Yonodecíanada.Teníadeprontounaterriblejaqueca.Nadadetodoaquellosaldríaalaluz.No
porsímismo.
—¿Tienes alguna otra cosa que hacer ahora? —preguntó Tara en tono sarcástico—. Si es así,
dímeloycuelgoelteléfono.Noestoyparajueguecitos.
—No hay ningún jueguecito, Tara… Es solo que necesitaba un segundo. He tenido un día muy
durohoy.
Debiódenotaruntonodedesesperaciónenmivoz,puesrespondió:
—Sí,teentiendo.Amítambiénsemehacencuestaarribaalgunascosas.Eslamaldicióndelas
personasquetenemosuncarácterimpaciente.Losiento.
Pero no parecía sentirlo particularmente y, por eso, mis palabras, cuando salieron, fueron
concisasyásperas:
—Deacuerdo—asentí—.Túmeutilizas,yyoteutilizo.Nohaynadapersonalenello.¿Estamos?
—Así son las cosas —admitió, haciendo caso omiso del sarcasmo—. Ahí van mis noticias: la
policíahaaveriguadoporquéestabatupadreeneseviejocentrocomercial.
—¿Cómo?
—En realidad, sería más exacto decir que creen saber el motivo de que tu padre fuera allí esa
noche.
—¿Quéquieresdecir?
—Lapropiedadibaaserembargada.Tupadrefuecontratadopararepresentaralbanco.Debíade
tenerlasllavesdelapropiedad.
Estomesorprendió.Aunqueyonoestabaalcorrientedetodoslosasuntosdelbufetedemipadre,
deberíahabersabidoalgodelcaso,siquieratangencialmente.
—¿Quiéneseranlosdueños?—pregunté.
—Estoycomprobándolo.Todoloqueséporahoraesquesetratabadeungrupodeinversores,
unos locales, otro no. Adquirieron el centro comercial hace varios años cuando iban a cerrarlo.
Invirtieron millones en renovaciones, pero no llegó a materializarse la cifra de arrendatarios que
esperaban.Estabanperdiendodineroaespuertascuandoelbancodecidióporfinejecutarelembargo.
—¿Hay alguna pista de que eso esté relacionado con el asesinato? —pregunté—. ¿Está
investigandoeseasuntolapolicía?
—Meparecequeno.
—¿Lo dices en serio? —pregunté—. Ezra estaba ejecutando una operación de embargo
multimillonaria,fueasesinadoenlapropiedad…¿ylapolicíanoveningunaconexión?
NotéqueTaraencendíauncigarrilloyhacíaunapausaantesdehablar:
—¿Por qué habrían de hacerlo, Work? Ya tienen a su hombre. —Exhaló el humo del tabaco
mientras yo imaginaba sus labios fruncidos y el rojo brillante del carmín que se corría en sus
pliegues.
—No,nolotienen—repliqué—.Todavíano.
—Bueno…,esomellevaamisegundanoticia.
Nadamásoíreso,supequeteníaunproblema.
—¿Dequésetrata?
—Desconozco los detalles, ¿comprendes? Pero corre la voz de que han encontrado en tu casa
algoqueteincrimina.
—¡Imposible!—exclamé.
—Teestoydiciendoloqueheoído.Nosémás.
—Perosindudatendrásalgunaidea…
—La verdad es que no, Work. Solo que Mills estuvo a punto de tener un orgasmo cuando la
encontró:sonpalabrastextualesdemifuente.
Pensé en toda la gente que había estado en mi casa desde la desaparición de Ezra…, en fiestas,
cenasyvisitasdepaso.Jeanhabíaestadoallíunpardeveces.Alextambién.Hastaelpropiofiscaldel
distrito.¡Señor…!Mediaciudadhabíapasadoporaquellapuertaenalgúnmomentodelospasados
dieciochomeses.¿AquédemoniosseestaríarefiriendoTara?
—Nomeestarásocultandoalgunainformación,¿verdad?—pregunté—.Estoesimportante.
—Te he contado todo lo que sé. Ese es el trato que hemos convenido. —Siguió otra larga
exhalación, que me dio a entender que tenía que añadir algo más—. ¿Me has contado tú todo? —
preguntóporúltimo.
—¿Quéquieressaber?
—Volvemosdenuevoalarma,Work.Quierenelarmadelcrimen.¿Setehaocurridoalgomásal
respecto?
Me representé de nuevo la cara de Max y evoqué la humedad de aquel agujero. Olí el barro
mezclado con gasolina y, de pronto, me resultó imposible respirar. Por un momento me había
olvidadodeaquello.
—Ningúnindicioaún—respondíasupregunta.
—¿Noquerríashacerunadeclaración?Mealegraríapoderapoyartuversióndelosucedido.
PenséenDouglas.
—Seríaprematuro—ledije.
—Llámamesicambiasdeidea.
—Seráslaprimeraensaberlo.
—Querrásdecir«laúnica»…
—Sí,claro.
Hizounapausadurantelaquecasipudeolereltabaco:aTaralegustabanlosmentolados.
—Mira…—medijo—.Enrealidadyonosoytanmalbicho.Essoloquetreintaañosdetrabajar
en esto me han enseñado un par de cosas, como a no implicarme nunca emocionalmente en las
historiasquerefiero.Nohaynadapersonalenesto.Essoloquetengoquemantenerlasdistancias.Es
cuestióndeprofesionalidad.
—Puedesestarseguradequeactúasdeformamuyprofesional—ledije.
—Suenamaleso.
—Quizá.Pero,porlovisto,hoyestoyrodeadodeprofesionales.
—Lascosasseaclararán—medijo,perolosdoséramosconscientesdelarealidad:dequecon
frecuenciaibanapararalacárcelpersonasinocentesyquelasangredelosbuenoseratanrojacomo
ladelosdemás.
—Cuídate—medijo.Yporuninstantesuspalabrasmesonaronsinceras.
—Sí.Cuídatetútambién.
Finalizólaconexiónyyocolguétambiénelteléfono.Depronto,lascosasnomeparecierontan
claras.¿PorquétuvoqueirEzraprecisamenteesanocheaaquelcentrocomercialcasiabandonado?
Su esposa acababa de morir. Y su familia se estaba deshaciendo por todas sus costuras. ¿Quién le
habíatelefoneadoyquésedijoenaquellaconversaciónenvozbaja?¡Fuepasadalamedianoche,por
Dios! ¿Se dirigió primero al bufete? Y si fue así, ¿por qué? Mi padre conducía un Lincoln negro,
modeloTownCar,asíqueelcocheoscurograndedelquehablabaMaxdebíadeserelsuyo,pero…
¿de quién era el otro? Jean tenía también un coche oscuro, como asimismo lo tenían otros mil
ciudadanosdeSalisbury…¿Estaríayoequivocado?¿Podíaexistiralgunaotrarazónqueexplicarala
muertedemipadre?Volvíaenfrentarmeaunadesagradablerealidad,quehabíamantenidolejosde
mis recuerdos simplemente porque no quería afrontarla. El viejo centro comercial se hallaba a
menos de un kilómetro y medio del lugar donde estaba sentado ahora. Su estado de ruina era casi
total,peroelaparcamientoseguíaintacto,igualqueeltúnelsubterráneoquecorríapordebajodeél.
SiMaxestabaenlociertoyelasesinohabíaarrojadoelrevólveralsumiderodelasaguasdelluvia,
estaría aún allí, hundido en aquel lóbrego lugar cuyos recuerdos me asaltaban en sueños, por no
decirqueenmividaconsciente.Tendríaquevolverallíparareclamarellegadodelúltimoalientode
mipadre,ynosabíasipodríahacerlo.Peronomequedabaotraelección.Siaquelarmafueralade
Ezra, yo la reconocería. Y entonces podría disponer de ella de manera que Mills no pudiera
emplearlajamáscontraJean.¿Ysinofuerasurevólver?¿Ysi,porunmilagro,yoestabaequivocado
ynofuemihermanaquienapretóelgatillo?
PenséenVanessaymerepresentésurostrolaúltimavezquelahabíavisto.Mehabíaechadode
su casa y derramado sus lágrimas en las manos de otro hombre. ¿Seguiría adelante si se lo pedía?
¿Accederíaapronunciarlaspalabrasquemedejaríanlibre?
Teníaquepensarqueloharía.Pormuchodañoquelehubierahecho,eraunamujerbuena.
Según mi reloj, eran casi las cinco. Eché un vistazo a mi devastada oficina y por un momento
considerélaposibilidaddeponermeaordenarla;peroaquellonoeramivida,asíquelacerrécon
llaveymemarchédejándolotodointacto.Fuera,lasnubessehabíanabiertoysefiltrabaatravésde
ellasunaluzagobiante.Lagenteestabaabandonandolosdespachosdelosalrededores:recogíansus
cosasymarchabanacasayalosmismossueñosquesolíansignificartantoparamí.Nadiemedirigía
la palabra. Nadie me saludó siquiera con el brazo. Conduje, pues, a casa y aparqué bajo los altos
murosdepinturadescascarilladayventanastanfaltasdecolorcomosifuerandecristalesmerilado.
Cuando, finalmente, entré en la casa, tuve la sensación de penetrar en una herida abierta. Habían
deshechonuestracama,elcontenidodemiescritorioestabarevueltoyenelsuelohabíamontonesde
ropa. Lo mismo ocurría en el resto de las habitaciones, solo que en cada una era peor que en la
anterior.CerrélosojoseimaginélacaradeMillsysupetulantesonrisacuandomehabíadejadoen
elcaminodeaccesodecochesparareanudarsulentayvisceralinvasióndemicasa.
Vagué después por toda ella, tocando las que una vez fueron cosas personales y privadas, y
finalmenteentréenlacocinaybusquéunabotelladebourbonyunvaso.Semecayeronunasgotas
mientraslollenaba,peronomeimportó.Despuésmesentéenlamesadeldesayunoymebebímedio
vasoantesdedarmecuentadeloqueteníadelantedemisojos.Entoncesdejéelvasocontantafuerza
queelbourbonrestantesederramóyfueaformarunampliocírculohúmedoenlaprimerapágina
delperiódicoqueMillshabíadesplegadoallícuidadosamenteparaqueyoloviera.
Lo que tenía delante era un ejemplar del Salisbury Post. Y lo que me enfureció no fue tanto el
titulardesuprimeraplana,comoelhechodequeMillslohubierapuestoallíparaqueyoloviera,y
que aquel acto tan simple hubiera sido calculado para hacerme daño. Me había pillado en casa,
indefenso,ymeasestabauncrueltajoconunperiódicodecincuentacentavos.
Mivasosehizoañicoscontralapared.Yenseguidaestabayodepieleyéndolo.
El autor del artículo no aportaba muchos hechos, pero sus implicaciones aparecían mucho más
queexpresadasentrelíneas.Alhijodeunricoabogadodifuntoloestabaninvestigando:eraunade
lasúltimaspersonasquealavíctima,yselashabíaarregladoposteriormenteparahallarsemástarde
en el escenario del crimen y alterar tal vez las pruebas que allí pudiera haber. Y había por medio,
además,untestamentoqueascendíaaquincemillonesdedólares.
«Nomucho»,pensé,peroeramásdelonecesarioparapromoverunacrucifixiónpública.Yno
tardaríaenhabermás,juntocontodaslasinformacionesdesfavorablesparamíquelosperiodistas
pudieransonsacardemisvecinosocolegas.
Miré otra vez el periódico y enseguida cruzaron por mi mente relampagueando más y más
titulares:
ABOGADO LOCAL LLEVADO A JUICIO… LA ACUSACIÓN SE BASA EN… EL
JURADODECLARACULPABLEAPICKENSENLACAUSAPORASESINATO…HOYSE
DICTASENTENCIA…
Sonóelteléfonoymeapresuréadescolgar.
—¿Quépasa?—Breveybrutal.
Alprincipionoseescuchónada,ypenséquenohabíanadiealaparato.Perodespuésoíelsonido
deunarespiraciónmoquiteanteyloqueeraclaramenteunsollozoahogado.
—¿Hola…?—dije.
Llanto. Sollozo. Un susurro lloroso de impotencia que disminuía hasta transformarse en un
lamento tan agudo que ni siquiera podía imaginarlo… Oí unos golpes rítmicos y enseguida
comprendí que se trataba de Jean, que estaría golpeándose la cabeza contra la pared o meciéndose
convigorensubalancíncomosidesearaexpresarasísuprotesta.Enseguidadisminuyerontambién
misproblemashastapermitirmerelegarlosaunlugardistante.
—Jean…—dije—.Todoestábien.Tranquilízate.
La oí tomar una gran bocanada de aire, como si tuviera los pulmones casi exhaustos y, sin
embargo,aúnlequedaranánimosparahacerunúltimoygranesfuerzo.Elaireseprecipitóenellos
y, cuando volvió a salir por su garganta, llevó consigo mi nombre…, aunque tan débilmente
pronunciadoquecasinilooí.
—Sí,soyyo.¿Estásbien?—Intentabamantenerlacalma,perojamáshabíacreídonotartanmala
Jean, y hasta la imaginé desangrándose en el suelo o con las venas abiertas en un baño de agua
calienteenrojecida—.¡Háblame,Jean!¿Quétepasa?¿Quéestáocurriendoahí?
Nuevarespiracióncargadayhúmeda.
—¿Dóndeestás?—pregunté—.¿Estásentucasa?
Ellapronuncióminombredenuevo.Unamaldición.Unabendición.Unasúplica.Talvezlastres
cosas.Luegooíotravoz,ladeAlex,perolejana:
—¿Quéestáshaciendo,Jean?—Resonabanpasosenlossuelosdemadera,acelerándose,cadavez
másfuertes—.¿Conquiénhablas?—Jeannodecíanada.Inclusosurespiraciónpareciócesar—.Es
con Work, ¿verdad? —preguntó Alex, con voz más fuerte ahora, tan dura como si el aparato
telefónicoqueyoasíafueraunhachaenmimano—.Dameelteléfono.¡Dámelo!
AlinstantesiguienteeraAlexquienestabaalteléfono,yyodeseépoderllegaralotroextremode
lalíneaysacudirleconél.
—¿Work?
—¡DevuélveleaJeanelteléfono!¡Ahoramismo,malditasea!
—Sabíaqueerastú…—dijosininmutarse.
—Estoy hablando muy en serio, Alex. Más de lo que puedes creer. ¡Tengo que hablar con mi
hermanaynecesitohacerloahora!
—Puesesoesloúltimoqueaellaleconvieneenestemomento.
—Noerestúquientienesquedecidir.
—Jeanestádemasiadoturbadaparasaberloquehace.
—Esonoimplicaquetengastúquedecidirporella.
—¿Quiénhadehacerlo,entonces?¿Tú?
Norespondí,yduranteunosinstantesestuveoyendodefondoelllantodeJean.Sentíunaterrible
impotencia.
—Tú sabes todo lo que ha tenido que pasar, Alex… Conoces su historia. ¡Necesita ayuda, por
amordeDios!
—La necesita, sí, pero no precisamente la tuya. —Traté de decir algo, pero Alex me cortó—.
Déjame que te diga algo con toda claridad. Jean está así porque ha visto tu foto en el periódico,
condenadoidiota.Porquehaleídoenletrasdemoldequeestásimplicadoenelasesinatodesupadre.
¿Aúnteextrañaqueesolatrastorne?
Entonceslocapté.Loentendítodo.Elartículohabíaexacerbadoelsentimientodeculpabilidadde
Jean.Habíamatadoasupadreyahorasuhermanocargabaconlasconsecuenciasdeaquello.Noera
extrañoquesevinieraabajo.Talvezyaselehubieraocurridoantesquequizámeacusaríanamí—el
díaenqueestuvohablandoconladetectiveMills,porejemplo—,perounacosaerapensarloyotra,
muy diferente, ver que me consideraban culpable del crimen: era esto lo que la destrozaba. Esta
revelaciónhizoquemetambaleara.Mesentíaconfusoycomprendíaque,entalescircunstancias,ira
verlapodríahacermásdañoquebien.¡PobreJean…!¿Quémástendríaquesoportaraún?
—Silesucedieraalgomalo,teharéresponsabledeello,Alex.
—Voyacolgarahora.Novengasporaquí.
—Dilequelaquiero—lepedí.PeroAlexyahabíacolgado.
Dejéelteléfonoymesentéenlamesadeldesayuno,enelrincóndelfondodemicocina.Estuve
mirando un rato la pared y al final incliné la cabeza y la apoyé entre mis manos. Todo parecía
hundirse a mi alrededor —la habitación, mis entrañas…—, y me pregunté qué nuevas penas me
traeríaeldía.
Cuandoalcélavista,vilabotelladebourbon.Alarguéelbrazoparaasirlaymellevésinmásla
botella a los labios. Salió el licor con fuerza y bebí demasiado de golpe, hasta hacerme toser. La
sensación de ardor me obligó a cerrar los ojos, me enjugué algo que me parecieron lágrimas y
escuchéunosgolpecitosenlaventanitadecristaldelapuertadelgaraje.Levantélamirada,yvial
otro lado, sorprendido, la cara del doctor Stokes. Mientras yo lo observaba con perplejidad, él
empujólapuertaporfuera.Llevabapuestaunachaquetadetejidoarayascloqué,pantalonestejanosy
camisablanca.Teníasuscabelloscanososperfectamentepeinados.
—Nolepreguntarésivengoenmalmomento—medijo—.¿Leimportaquepase?
Era un rostro grato, arrugado, cálido y sincero…, así que negué con la cabeza. Se movió
escatimandomovimientosyentróatravésdeunapequeñarendijaquesecerrósilenciosamenteasu
espalda en cuanto hubo pasado. Después apoyó la espalda en la puerta y se agarró las manos por
delante del cinturón. Sus ojos se desplazaron por un momento por la cocina, pero retornaron
enseguidaparafijarsemásdetenidamenteenmí.
—¿Dónde guarda los vasos? —me preguntó. Su actitud era señorial y elegante, perfectamente
dueñadesí.Comoestabainsegurodemipropiavoz,melimitéaindicarleconungestoelarmario.
Entróunpocomásenlacocinayseparóamilado.Penséquemeofreceríalamanoomedaríauna
palmadaenlaespaldapero,envezdeeso,extendiólamano,agarróelperiódicoylocerróalpasar.
Caminóluegosobrelostrozosdemivasorotoydespuésllenóconhielodosvasosdeagualimpios
—.¿Tendríaustedgingerale,porcasualidad?—mepreguntó.
—Bajolaencimera—lerespondí,alavezquemeponíaenpie.
—Siéntese,Work.Pareceustedagotado.—Volvióalamesayvertióbourbonencimadelhielo—.
¿Legustaelbourboncongingerale?
—Sí, claro. —Yo seguía de pie. Él actuaba con tanta naturalidad, que nada de todo aquello me
parecíareal.Meestudiódenuevomientrasacababademezclarlasbebidas.
—Sequemaráustedlasentrañassibebedirectamentedelabotella.—Metendióunvaso—.¿Por
quénovamosasuestudio?
Caminamos los dos a través del largo recibidor y nos metimos en el estudio: una habitación
pequeñaconmoldurasdemaderaoscura,paredesverdesydosbutacasgemelasdecueroaloslados
deunachimeneaapagada.Encendívariaslámparasparaquenoparecieratanoscura.EldoctorStokes
sesentófrenteamíybebióunossorbosdesubourboncongingerale.
—NohabríavenidoaverlodesaberqueBarbaraestabaaquí—medijo.Extendiólamanoconla
palmahaciaarriba—.Pero…
—Sehamarchado—dije.
—Esomepareció.
Bebimosensilenciounosinstantes.
—¿Cómoestásuesposa?—lepregunté,conscientedeloabsurdoquesonaríamiinterésdadaslas
circunstancias.
—Estábien—respondió—.Ahoraestájugandoalbridgeencasadeunosvecinos.
Clavélavistaenlasprofundidadesdelfríolíquidomarrónquellenabamivaso.
—¿Sehallabaencasacuandosepresentóaquílapolicía?
—Oh,sí.Loviotodo.Dehecho,hubierasidodifícilnoverlos.Eranmuchosypasaronaquítanto
tiempo…—Bebióunsorbodesuvaso—.Yoloviaustedensufurgonetaabajo,juntoallago.Seme
cayóelalmaalospies,muchacho…,sientonohaberbajadoaverlo,peroenaquellosmomentosme
parecióquehubierasidounamalaidea.
Sonreíalanciano,agradeciéndolesudelicadeza.
—Laverdadesquenohubierasidounacompañíaagradableparanadie.
—Sientoloqueleestápasando,Work.Y,porsilesirvedealgo,nohecreídoniunsoloinstante
queustedlohayahecho.Quieroquesepaquesipodemosayudarledealgunamanera,notienemás
quedecírnoslo.
—Seloagradezcomucho,señor.
—Somossusamigos.Siempreseremossusamigos.
Asentíagradeciéndolesuspalabras,yestuvimoscalladosunosmomentos.
—¿ConoceustedamihijoWilliam?—mepreguntóinesperadamenteeldoctorStokes.
—SéqueescardiólogoyquetrabajaenCharlotte.Nosconocemos.Perohacecuatroocincoaños
delaúltimavezquenosvimos.
EldoctorStokesmemiróybajóluegolavistaasuvaso.
—Quiero mucho a ese chico, Work, más que a mi propia vida. Es, en todo el sentido de la
palabra,miorgulloymialegría.
—Comprendo.
—Perdonequelehabledeélahora.Leaseguroquelavejeznomehacechocheartodavía.Pero
voyacontarleunaanécdotaacercadeél,quemeparecequeencierraunmensaje.
—Adelante—ledije,preguntándomepordóndesaldría.
—CuandoMarionyyonosvinimosaviviraSalisbury,yoacababadeconcluirmiresidenciaen
el hospital Johns Hopkins y era más joven de lo que es usted ahora. En muchos aspectos era un
completo idiota…, aunque ni siquiera lo sabía entonces. Pero me encantaba la medicina. Me
encantaba todo lo relacionado con ella. Y estaba decidido, compréndame, a montar una consulta.
TodoloqueMariondeseaba,encambio,eraformarunafamilia.Sehabíamostradopacientedurante
misañosderesidencia,peroentoncesestabatandeseosadetenerhijoscomoyodeprogresarenmi
carrera.Elcasoesque,finalmente,tuvimosunhijo.
—William—aventuréyo,enelmomentáneosilencioquesehizo.
—No —dijo por fin el doctor Stokes—. William no. —Tomó otro sorbo, que dejó reducido el
contenidodelvasoaunlíquidopálido,másdehielofundidoquedecualquierotracosa—.Michael
nació un viernes a las cuatro de la madrugada. —Me miró—. Usted no llegó a conocer a Michael.
Todo esto fue antes de que usted naciera. Quisimos mucho a aquel niño. Era un chico precioso —
dijo,yañadióconunasonrisaamarga—:PorsupuestoqueyosoloviaMichaelaratitos:alahorade
cenar, algunas veces entre semana; cuando le contaba un cuento ocasionalmente al acostarlo; los
sábadosporlatardeenelparque,aquíabajo…—Hizoungestoconlacabeza,indicando,atravésde
las paredes, el parque que había al pie de la colina, que los dos conocíamos tan bien—. Yo estaba
trabajandomuchoentonces,dedicandomuchashorasamiprofesión.Loqueríamucho,entienda…,
peroestabaocupado.Teníaunaflorecienteconsultaquirúrgica.Responsabilidades.
—Comprendo—ledije.Perotalveznomeoyera,puessiguióhablandosininterrupción.
—Mariondeseabatenermáshijos,porsupuesto,peroyoledijequeno.Aúnestabadevolviendo
los préstamos por mis estudios en la facultad de medicina y, de hecho, apenas tenía tiempo, en
realidad,paradedicárseloanuestroúnicohijo.Aellanoleparecióbien,peroaceptómidecisión.
Vicómolassombrassemovíanporunladodelacaradelhombrealbajarlacabezaymefijéen
laformacomoinclinabaelvasoconsusgruesosyarrugadosdedos;contemplabaelmovimientode
laluzatravésdeloscambiantescubitosdehielo.
—Michaelteníatresañosymediocuandomurió.Elcáncernecesitósietemesesparamatarlo.—
Levantólavistaentoncesyviqueteníalosojossecos.Peroesonoimpedíaquesudolorsemostrara
a través de ellos—. No le daré detalles de esos meses, Work. Bastará decirle que fueron casi tan
horribles como la mente de un hombre puede imaginar. Nadie debería vivir momentos como
aquellos.—Sacudiólacabezaehizounapausa.Cuandovolvióahablar,suvozeramuchomásdébil
—:PerosiMichaelnohubieramuerto,jamáshabríamostenidoaWilliam.Estaesotracosaqueme
resultadurodeciryquelamayoríadelasvecesnopuedoconsiderarsinquemeasalteeltemorde
verla como un intercambio. Michael es ahora un recuerdo, pero William es real, y así ha sido por
espaciodecasicincuentaañosya.Nopuedoimaginarquéhubierasidomividadeotramanera.Tal
vezhabríasidomejor.Nuncalosabré.Loqueconozcoesalhijoquetengo,yesoesinseparablede
él.
—Nocomprendoporquémecuentaustedesto,doctorStokes.
—¿Nolove?
—Losiento.Laverdadesquehoynotengolacabezamuyclara.
Se inclinó hacia mí y me puso una mano en el hombro. Yo noté el calor de aquella mano y el
impulsoquemedabansuscansadosycomprensivosojos.
—Elinfiernonoeseterno,Work.Niestátotalmentedesprovistodeesperanza.Esoesloqueme
enseñó la muerte de mi hijo: que nunca sabes lo que te está aguardando al otro lado. Para mí fue
William.Habráalgotambiénparausted.Todoloquenecesitaesfe.
Considerésuspalabras.
—Nohepisadolaiglesiahacemuchotiempo—dije,ysentílafirmepresióndesuexpertamano
mientrasseponíadepieyseapoyabaenmihombro.Ledabalaluzenelrostrocuandohabló:
—Notieneporquéseresaclasedefe,hijo.
Caminétrasélmientrasrecorríamoslacasalosdosyloacompañabaalapuerta.
—¿Quéclasedefe,entonces?—pregunté.
Eldoctorsevolvióymediounapalmadaenelpechosobreelcorazón.
—Cualquieraquetesaqueadelante—medijo.
20
Eranlascuatrodeunamañanafríayhúmeda.Observéelagujero:undesgarrónenlatierra,yuna
oscuridadmásnegraquecuantohubieravistoenlavida.Amialrededorelmundosetornabagrisy
yomesentícomodesnudobajoaquellapálidaluminosidad.Estabaencuclillasmirandolashierbas
delbordedelaparcamiento.Unribazoenfuertependiente,cubiertodehelechos,conducíaalreflejo
delaguaalláabajo,ypodíaoírundensogorgoteoentornoalamalezaarrancadaporlatormenta
quesehabíaacumuladoenlabocadeltúnel.Loquequedabaenpiedelcentrocomercialsehallabaa
un centenar de metros de allí. Como todo a la luz del crepúsculo, parecía reducido a un esqueleto,
como una fortaleza en ruinas rodeada de excavadoras y camiones, de formas duras e inamovibles.
Escuchabaunruidolejano,peroallíparecíacallar.Soloelaguahablaba,ylohacíaenlalenguade
loschicosdedoceaños.«Vamos,entra,asústate…»,decía.
Aparqué detrás de la tienda de neumáticos que estaba en el extremo de la finca. Estaba cerrada,
por supuesto, pero había otros vehículos aparcados allí y la furgoneta no levantaría sospechas. Me
habíavestidoparalaocasiónconropasoscurasybotasdecaucho.Mearméconunbatedebéisboly
sihubieratenidounapistola,lahabríallevadotambién.Llevaba,además,unapesadalinterna,pero
susbateríasnoservíandegrancosa.
Nolashabíacomprobadohastallegarallí,yahorasabíaque,siibaenbuscadeotrasnuevas,tal
veznovolvería.Nunca.
Desdeellugarenquemehallaba,elriachuelocorríaendiagonalpordebajodelaparcamiento.
PasabaamenosdetreintametrosdelcentrocomercialantesdedoblaryalejarseendirecciónaInnes
Street. Aproveché la primera tormenta que descargó. Estaba frente a la entrada donde habían
encontradoelcadáverdeEzra,enellugardondehabíanarrojadoelrevólver.Yosabíabienloque
habíabajoaquellaalcantarilla:unaespeciederepisadehormigónquesealzabacomounaltaryel
recuerdodeunosojosenrojecidosquemeaguardabaparaamedrentarme.
—¡Alcuerno!—exclamé—.Hapasadomuchotiempodesdeeso.
Avancé a trancas y barrancas entre la maleza, consciente de estar pisando un suelo peligroso y
resbaladizo,ydespuéschapoteéenelaguaconunruidoquesonóexcesivamente.Laszarzasarañaban
mirostro,peroaúnteníalalinternayelbate.
Estaba en una situación comprometida. Tenía que moverme rápidamente. Existía la posibilidad,
pequeñaono,dequeencualquiermomentoaparecieraunpolicía.Simeencontrabanallí,todohabría
acabado.Habríademasiadaspreguntasyyonotendríasuficientesrespuestasquedarles.Poresoesta
vezlaoscuridadyeltúneleranmisaliados,unaespeciedesantuarioparamí,aunquemirespiración
sonarademasiadoagitadaenaquelespaciolibredelvientoentrelosdosribazos.
Habíahechoelpropósitodenovolverjamásallí.
Encendílaluzdelalinternaymeagachéfrentealaentradadeltúnel.Eramáspequeñadeloque
recordaba,másbaja,másangosta.Elaguamellegabaamediapiernayelfondoera,comolaotra
vez,unagruesacapadegravaycieno.Proyectélaluzporeltúnelyseextendióalolejossobrela
láminadeagua,hastadifuminarseenlaoscuridad.Habíagrancantidaddedesechosyramasmuertas,
y en algunos lugares pude ver estrechos brazos de barro que sobresalían del agua como si fueran
lomosdecaimanes.Pasélosdedosporlapared:elhormigónestabahúmedoyviscoso.Lorecordé
delaotravezymetrajoelpensamientodesangre,lágrimasygritos.Diungolpeconelbatesobreél
yseguíadelante.
Alcabodedosdocenasdepasoslabocadeltúnelerasolounapagadoreflejometálico,comouna
monedadeveinticincocentavosqueyohubiesepuestoenlasvíasdeniño,pararecogerladelagrava
una vez pasara el tren sobre ella. Veinte pasos más adelante, incluso aquel lejano brillo metálico
desapareció. Me hallaba profundamente hundido en la garganta, pero mi respiración era regular y
normalelritmodemispulsaciones.Mesentíafuerteycomprendíquedeberíahaberhechoesohacía
años. Era una terapia gratuita: una parte de mí necesitaba encontrar a aquel miserable que había
estadoapuntodedestrozarmelavida.Peroélsehabíaido.Teníaquehaberseido.
Seguí adelante, y cada paso que daba fue alejándome más de aquellos terrores de mi infancia.
Pero cuando llegué a la repisa que había bajo la alcantarilla, la encontré vacía. No había ningún
revólverallí.Poruninstante,aquellonomeimportó.Enelconodedébilluzamarillenta,larepisa
estaba sucia, como si estuviera manchada de sangre, y me quedé mirando un pasado que se alzaba
comounaaparición,súbita,malignay,sinembargo,tanrealquenisiquierameatrevíaatocarla.Y
revivítodootravez:elmiedo,eldolor…,todoello.Peroestaveznoerapormí.Eraporella;esofue
lo que vi: la densa sangre que manchaba sus muslos, que a mí me había parecido negra, sus ojos
cegadosporlaslágrimasyelbrevedestelloazulcuandolosabrióparadarmelasgracias.
¡Diossanto…!¡Mehabíadadolasgracias!
Mesentíaturdido,ydespuésmismanosseapoyaronenelhormigón,conlosdedosengarfiados
en él como si quisieran extraer así el pasado. Pero aquello era solo hormigón, y mis dedos
meramente carne. Pensé entonces en un muchacho en un terreno de juego, pidiendo a gritos una
repetición. Pero aquello no era la niñez, y allí no había repeticiones. Así que me lo cargué a la
espaldacomounamochila.Lohecho,hechoestaba.
Coloquélalinternaenlarepisaymeenjuguélabocaconelrevésdelamanga.Despuésmetílas
manosenelaguaycomencéaexplorarelfondo,enunabúsquedacadavezmásfrenética.Encontré
mucholodoyunagrancantidaddepiedras,peronounarma.Laluzdelalinternaparpadeó:notéun
movimientoenellímitedondelaluzseencontrabaconlaoscuridad:unarata.Dos,mejordicho:una
agazapadacontralaparedylasegundanadandocontracorriente.Medejécaerderodillasyampliéla
búsqueda.¡Teníaqueestarallí!Sihabíacaídoalagua,nopodíaestarlejos.Apenashabíacorrienteen
aquellugar…Peropensétambiénenlastormentasyenlasfuertescorrientesquearrastrabanrestosy
ramasmuertashastatanadentroeneltúnel…¿Podríanarrastrartambiénunrevólver?¿Empujarloen
sucurso?
Giré sobre mis talones e iluminé con la linterna la continuación del túnel: se prolongaba unos
ochocientosmetrosmásantesdeirasalirporelotroladodelaparcamiento.Unlargotrayecto.
Luegoobservélasratas.Unasehabíaido.Laotrapareciómirarmeconloquemepareciódesdén.
TalvezMaxestuvieraequivocado.Talvezestanofueralaalcantarilladedesagüeexacta.Oquizá
el revólver no estuviese allí. Alguien podía haberlo encontrado. Si yo estuviera buscando un lugar
para fumar crack, aquel podría ser un sitio tan bueno como cualquier otro para darme un chute.
Seguroquedecuandoencuandolosdrogatasentrabaneneltúnelconeseobjeto.
Exploréconlaluzbajolasuperficiedelagua,buscandoalrededordelalosadehormigón.
Nada.
Despuésmesentéenlalosa,decepcionado,respirandoansiosamente,ylaluzparpadeódenuevo.
No me preocupó. ¡Que se fuera la luz…, que me dejara a ciegas! El túnel ya no encerraba ningún
horrorparamí.Misdemoniosestabanenelpasadoycarecíandesustanciaparahacermedaño.Me
recliné contra el frío y húmedo muro y extendí los dedos en el lugar donde había yacido Vanessa.
¿Conservaríaalgúnrecuerdodeellalapiedra?
Pasélaluzporlasparedesamialrededor,comodudándolo.Erasolounlugarynoteníaninguna
necesidaddememoria.Despuésmiréhaciaarriba.Tardéunsegundoendarmecuentadeloqueveía
perocuandolohicesentíunanuevaesperanza.Laalcantarillanodesembocabaeneltúnelmediante
unconductorectoyvacío,sinoquehabíaotraespeciederepisadeunmetrodeanchura,cercadel
techodeltúnel.Parecíaprofunda,además.
Meencaraméalalosa,sucio,chorreandoagua,obligadoacaminaragachado.Eraalgomásque
unarepisa:otropequeñotúnel,quesehundíaenlaparedunosnoventaocientoveintecentímetrosy
encuyoextremoopuestoseveíalaluzdelabocadelaalcantarilla.Surecorridoestabaprácticamente
cegadoporrestos;tallosyvegetaciónsecos,basura…Alarguéelbrazoycomencéatirardeellos:
llovíanalrededordemispiernaseibanapararalalosay,deallí,alcaucedelarroyo.Tirémásy
más.Deprisa.Frenéticamente.Nopodíallegarhastaelfondo,porloquemeviobligadoaaplastarmi
cara contra el hormigón y estirar todos mis tendones al máximo. Tenía la boca abierta mientras
empujaba.Yentoncesnotéalgoduro.Misdedoslomovieron,loatrajeronhaciamí.Ydespués,enel
instanteenqueloasieronsupequéeraylosaquédeallí.Eraunrevólver.Maxteníarazón.
Medescolguédelalosa,caminandoencorvadocomounhombreprimitivo.Iluminéelarmacon
lalinternayenseguidasupequesetratabadesurevólver.DelrevólverdeEzra.Mipadrenuncame
había permitido disparar con él y ni siquiera tocarlo, pero yo lo conocía desde niño. ¿Cómo iba a
poderolvidarlo,silohabíavistoensumano,apuntadocontralacarademimadre?EraunSmith&
Wessondeaceroinoxidable,concachasdenácarfabricadaporencargo.Teníaincrustadoenestasun
medallóndeplataconlasinicialesdemipadregrabadasenelmetal.Sehabíasentidomuyorgulloso
deél:eraelarmadeunhombrerico,yconfirmabaloqueyointuíadesdehacíamucho.
QueJeansabíadóndeguardabamipadreelrevólver.
Abríeltambor:seiscartuchos,dosdeellosdisparados.Vilaspequeñasmarcashechasenestos
porelpercutor.«Estasmarcastandiminutas—pensé,tocándolas—hanhechounenormeagujeroen
miuniverso».Lovolvídelotrolado.Erapesado,feo,sucio.Nomecabíadudadequedispararíasi
apretaba el gatillo. Por un instante retuve esa imagen en mi mente, incapaz de negar la sencilla
eleganciadesemejanteacción,misuicidio,precisamenteallí,enaquellugar.
Cerréeltambordegolpe,yduranteunossegundosmeabrumólarealidaddemidescubrimiento.
Aquelrevólvereraelinstrumentodelamuertedemipadre,laúltimacosaqueélhabíavistoenla
tierra. Me dolían los dedos en torno al duro metal mientras trataba de imaginarme los ojos de mi
padre. ¿Habrían suplicado? ¿Habrían mantenido su mirada despectiva? ¿O habrían mostrado
finalmente alguna clase de amor? ¿Cómo habría interpretado el destino que llevaba a su hija a
emplear contra él su propia arma? ¿Habría aceptado alguna responsabilidad por ello o la habría
rechazadoinclusoenelmomentofinal?Pasélosdedosporeltambor.Sabíacuáleralarespuestaa
mispreguntas,ymedolía.Jeanvivíaconsudesprecio;esoeratodoloqueteníaparaellamipadre:
suconsanguinidadysuoscuraherencia.
¡Quévergüenza!¡Quéhorribleyabsurdavergüenza!
Deprontosentílaurgentenecesidaddeacabarinmediatamentecontodoaquello,escapardelas
ratas, de las pestilencias y los malos recuerdos. Tenía que librarme del revólver y pensar en cuál
seríamisiguientepaso.Peroprimeroempleéunpañueloparalimpiarlo.Loabrídenuevoylimpié
todos los mecanismos internos. Extraje todos los cartuchos y los limpié a fondo también. Había
conocidogenteenviadaalasillaeléctricaporhaberolvidadoesedetalle.Luegovolvíacargarloy
envolvíelrevólverenelpañuelo.
Si los policías lo encontraban en mi poder, nadie sospecharía de Jean. Con eso yo ya había
logradoalgo,almenos;peronomeparecíasuficiente…,aúnno.
Echéunúltimovistazoaaquelsórdidolugar,ydespuésledilaespalda.Esperabasentiralgoal
dejarlo,perononoténada;tansoloelecodelospasosquemedevolvíanalairefrescoyalaluna,
quehacíanqueelmundoparecieramásdeloqueera.Yalsalirdeltúnelallugarplateadoporsuluz,
entrelosaltosribazosqueparecíanparedes,deseéarrodillarmeydargracias,peronolohicesino
que,porelcontrario,trepécomopudeentrelaszarzashastaalcanzarlapartesuperiordeltúnel.Yme
plantéallíarriba,dondelacorrientedelaguaerasolounsusurroqueapenaspodíaoír.
21
Enestasestábamos.Teníaenlamanoelarmadelcrimen,convertidoencómpliceaposteriori del
delito.Estabasucio,empapado,llenoderasguñosyasustadodequelospolispudieranencontrarme
antesdequehubierahecholoqueteníaquehacer.Aqueleraunmallugarparaestar.Amítodavíano
mereclamabalajusticia.Peroestabaconlasogaalcuelloysabíaqueerasolocuestióndetiempo.
Habíanpasadocincodíasdesdequeencontraronelcadáverdemipadre:todaunavida,enlaque
habíaaprendidounascuantascosassobrelarealidad…,cosasqueéldeberíahabermeenseñado.Solía
decirquetodoelmundotieneserpientesquematar,ypensabaqueahoraentendíaloquequeríadecir.
Perounhombrenopuedematarsusserpientessinabrirbienlosojosparaverlas:yesteeraunhecho
queélseolvidódemencionarme.
Estabasoloahoraenelpuente,aunosochokilómetrosdelaciudad.Yacasihabíasalidoelsoly
podíaoírelruidodelrío.Sonabaconenergíaymeinclinésobreelpretilcomosipudierallenarme
desufuerza.Misdedosexplorabanelrevólvery,alhacerlo,penséenJeanyenloquetuvoqueser
paraellaapretarelgatillo,alejarseytratardeescapar.Entendíaporfinsustentativasdesuicidioy
deseépoderdecírseloasí.Porqueyo,amimanera,habíarecorridoelmismopenosocamino.Loque
antes me había parecido locura, tenía ahora pleno sentido. Olvido. Descanso. Ahora entendía la
seducciónylapiadosaternuraqueencerrabanesaspalabras.Despuésdetodo…,¿quéteníayoque
perder?¿Unacarreraquemegustara?¿Unafamilia?¿Elamordeunamujeralaqueamarayqueme
amara a su vez? Solo la insoportable proximidad de Vanessa y la certeza de saber que pudo haber
sidoalgoimportante.
Si tenía algo, era a Jean. Jean era lo único que quedaba de mi familia. Y solo en eso tenía la
posibilidaddehaceralgobuenoporella.Simemataba,aquí,conestemismorevólver,meculparían
de la muerte de Ezra. Caso cerrado. Tal vez entonces podría ella encontrar algo de paz; dejar
Salisburyeiraalgúnlugardondelosfantasmasdelosseresqueridosmuertosatormentaranaotros
peronoaella.DeseéqueloquepudierahacertuvieseelmismoefectosobreVanessa…
Pero eso no ocurriría nunca. Vanessa se había cansado, y había hecho bien. Así que eso no
importabaya.Bastaríaunmomentodevalor.
Amartilléelrevólver,yelsonidoqueprodujosonóadecisiónirrevocable.
Pero…¿habíaidoaaquelpuenteparahacerestoexactamente?No.Habíaidoallíadeshacerme
del arma, a asegurarme de que no apareciera nunca y no pudiera ser utilizada contra Jean. Y, sin
embargo, la idea de un final resultaba atrayente. Un solo instante, un fogonazo de dolor tal vez, y
Jeanseveríalibredetodo.Millssecobraríasulibradecarneymivida,finalmente,habríaservido
dealgo.
Contemplabaelríodesdeloalto,laluzdelalbaquetocabalevementelabrumaporencimadel
aguayledabaprofundidad.Undoradobordedesolasomabasobrelosárboles,miúltimoamanecer,
ymequedémirándolomientrasdabalaimpresiónderemontarsehaciaelfirmamento.Eluniversose
vioinmersodeprontoenunadescarnadarealidadyviasígranpartedeél—losverdescampos,los
oscurosárbolesyelserpenteanteyenfangadoríodelqueascendíalabruma—comositodoaquello
estuvieraentrancedeperecertambién.
Apoyé el cañón del revólver bajo mi barbilla e hice acopio de fuerzas para apretar el gatillo,
buscándolasenunasucesiónderostros.Vieldemimadrecuandoelsuelodesaparecíabajosuspies.
EldeJean,abatido,mientrasmereprochabaporhaberhechomíalaverdaddeEzra.Loviasimismo
en el funeral, cuando rechazó con disgusto la mano que yo le ofrecía. También el de Vanessa,
golpeadahastadejarlainconscienteyfolladacomounanimalenelmalolientecieno.Ymivergüenza
fuetanabsoluta,queinclusoahorameenvenenaba.EraesoloquehabíaalejadoaVanessademí,yyo
lohabíaconsentido.Eraesolopeordetodo;deformaque,enunarranquededecididoodiocontra
mímismo,encontréenéllafuerzaquebuscaba.Elgatillosemovióbajoundedoqueparecíaarder,y
apretécontalfuerzaelrevólvercontramibarbilla,queesomeobligóalevantarlacabeza.Fuede
estamaneracomoabrílosojosparaverdenuevoelfirmamento:securvabaporencimademícomo
lamanodeDiosyhabíaenélunúnicohalcónqueteníalasalasextendidasyparecíaestarinmóvil.
Daba la impresión de planear sobre el cielo ajeno por completo a mí. Di una vuelta en círculo
mientrasloobservaba.Peroentoncessoltóungraznidoysalióvolando…,yyocomprendíquejamás
podríaapretarelgatillo.
El revólver se apartó de mi barbilla y quedó colgando de mi dedo. En el silencio, llegaron
finalmente las lágrimas. Rodaban ardientes por mis mejillas e iban a remansarse en mis ropas. Ni
siquiera levanté la vista cuando solté el arma y la dejé caer al río. Después me arrodillé con los
hombros temblando y apoyé la frente en la fría barandilla metálica. Lloré al principio por los
recuerdos y mis fallos, por todo cuanto debió haber sido y no fue; pero, a medida que fueron
pasandolossegundos,trajeronconsigounagranyterribleverdad:queestabavivo,yquellorabapor
esavida.Eratodoloquemequedabayporesobrotabanporellamislágrimas.Nodecontento,sino
por la existencia misma, por la respiración que incluso ahora inflamaba mis pulmones y por las
muchasvecesque,enadelante,miraríaalcieloyrecordaría.
Fueasícomodejéelrío,llenodenuevafuerzaydeterminación…,dealgoquesentíacomouna
esperanza.Mientrasconducía,penséenloocurrido.Denuevohabíatocadofondo,yestavezhabía
rebotadoenél.Noestabavivoporquemehubiesefaltadovalor,sinoporque,depronto,habíahecho
undescubrimiento.Pudehaberapretadoaquelgatillo,peronolohice.¿Porqué?Puesporquelavida
noeraperfectayjamáslosería.Maxteníarazóneneso.
Marché,pues,haciacasa.Parélafurgonetaalpiedelcaminodeaccesoymiréenelinteriordel
buzón. Ya no estaba la foto de Alex que yo había dejado allí para Hank; lo que significaba que él
habíapasadoporallíenalgúnmomento.Enciertomodo,mealegrabadenohabercoincididoconél:
había oído la nota de desconfianza en su voz y no hubiera soportado verla también en sus ojos.
Después,talvezsí;peroenesemomentoestabaagotado.
Elagotamientoseapoderódemícuandoentréenlacocina.MecostóDiosyayudaquitarmelas
botasyenseguidapudedecirquelacasaestabavacía,comoyameesperaba.Necesitabacomeralgo
y,sobretodo,necesitabacafé…,pero¡seestabatancómodoenaquellasilla!Poresofuiasentarme
enelpequeñoescritorioenelqueBarbarapasabagranpartedeldía,escribiendonotitasycharlando
con sus amigas por teléfono. Casi podía sentir su presencia allí, su perfume y su ensayada risa de
divertida atención. Coloqué los pies encima de la mesa. Tenía los pantalones mojados y sucios de
barro, por lo que mancharon los objetos de su escribanía. Pasé un buen rato así, contemplando la
lucecitarojaparpadeantedelcontestadorautomático.Alfinal,medecidíyapretéelbotón,ylavoz
mecánicadelaparatomeinformódequeteníadiecisietemensajesnuevos.
Trece de ellos eran de periodistas. Los borré todos. Uno de Hank, para confirmarme que había
recogidolafoto,ytresdeBarbara.Enelprimeroestabaamable.Enelsegundo,educada.Peroenel
tercero se la notaba furiosa. No es que gritara, pero identifiqué al punto los tonos cortantes y
controladosdesuirritación.¿Dóndeestabayo?Esaerasupregunta,yyosabíaloqueimaginaba:que
estabaconVanessa.
Borrésusmensajestambiényconsultémireloj.Eranlasseisymedia,unnuevodía.Dormirera
imposibleahora,asíquefuiahacercafé.Teníalacafeteraenlamano,debajodelgrifo,cuandosonó
elteléfono.Dejéquelorecibieraelcontestador.Paracuandoseescuchóelmensajesalientegrabado
porBarbara,yoyahabíacerradoelgrifodelaguaymeestabaocupandodelacafetera.Mequedé
heladoaloírlavozdeJean.Eradébilyforzada,peorqueantes.
—¿Estásahí,Work?—Unavozquebrada—.Work,porfavor…—Tos.
Dejécaerlacafeteraenelfregadero,dondesehizoañicos.Agarréelteléfono.
—Estoyaquí,Jean…Nocuelgues.
—Bueno…—dijoconvozcasiinaudible—.Bueno…,yosoloquería…—Empezónuevamentea
toser—.Queríadecirte…
—¿Qué,Jean?Teoigomuymal.¿Dóndeestás?
—…decirtequetodoestábien.Queteperdono.¿Lorecordarás?
—¡Jean!—grité,perdiendodeprontolapaciencia—.¿Dóndeestás?¿Teencuentrasbien?
Duranteunosinstantessoloseoyómivozyelsonidodesurespiración,ycuandohablédenuevo,
lerogué:
—¡Porfavor…!Dimequéestápasando.
—Dimetúquerecordarásloquetedigo.Necesitooírtelo.
Respondí,sinsaberporquélohacía,sabiendosoloqueellanecesitabaoírmedecirquesíyque
yonecesitabadecírselo.
—Lorecordaré.
—Tequiero,Work—merespondióconunhilodevoz—.NocreasaAlexsitediceotracosa.—
Suvozseperdió,paravolvermomentosdespuésconmásfuerza—:Siemprehemossidounafamilia.
Inclusocuandoteodiaba.
Sabíaqueesoeraciertoynopodíasoportarlo.Peroyasuvozhabíavueltoatransformarseenun
susurroapenas:
—Deberíahabértelodichomásveces…Deberíahaber…
—¡Jean!—exclamé—.¡PoramordeDios…!
Penséquehabíacolgado,porquemiexplosiónfueseguidasoloporunsilencio,peroluegovolví
aoírla,ahoracomounsuspiroquedespuésseconvirtióendébilrisa,semejantealsusurrodelviento
atravésdelahierba.
—Escurioso—dijo—.¡Dios…!—Tomóaireconfuerza—.Selocontaré.
Oíqueelteléfonoselecaíadelamanoeibaadarcontraelsuelo.Despuésescuchédenuevosu
voz,comosillegarademuylejos.
—PoramordeDios—repitió,peroestaveznoescuchéningúnindicioderisa.
—¡Jean! —llamé—. ¡Jean! —No hubo respuesta, pero en mi cabeza resonaron de nuevo con
fuerzasusterriblespalabras:«Alaterceravalavencida».
Dejéelteléfonoenlamesaperonolocolgué,paramantenerlalíneaconectada.Después,conmi
móvil,llaméaUrgenciasMédicas,leexpliquéloocurridoalacoordinadoraylediladirecciónde
Jean.Ellameaseguróqueenseguidaenviaríanunaambulancia,ycolgué.Marquéacontinuaciónel
teléfonodelacasadeJean,perolalíneacomunicaba.Eraallídesdedondemehabíallamado.
Me calcé las mismas botas embarradas, tomé mis llaves y salí a todo correr por la puerta. La
furgonetanoestabahechaparaelcaminopordondelaconduje,peroporallínoencontrétráficoy
llegué a la casa antes que la ambulancia. Las tablas flojas vibraron bajo mis pies cuando crucé
corriendosuporche.GolpeélapuertallamandoagritosaAlex,peronadieabrió.Unperroladróal
otroladodelacalle.Meapartéunpocodelapuerta,apuntéaunlugarentreelpicaporteyelmarcoy
lancé un patadón contra ella. La madera se astilló y al momento siguiente estaba allí dentro, en la
oscuridadyeloloramoho,buscandoaJeanygritandosunombre.Depronto,Alextambiénestaba
allí,enmarcadaenlapuertadeldormitorio.Llevabapantalonescortosyunacamiseta,yloscabellos
recogidosporrulos.Comprendíqueacababadedespertarla.
—¿DóndeestáJean?—pregunté.
—¿Quédemonioshacesaquí?—megritóasuvez—.¿Erestúquienhaforzadomipuerta?
Crucélahabitaciónentreszancadas,agarréaAlexporloshombrosylasacudícontalfuerzaque
oícómocastañeteabansusdientes.
—¿DóndeestáJean,Alex?¿Dóndeestá?
Alex se libró de mis manos, entró de nuevo en el dormitorio y reapareció con un arma en la
mano.Levantóelpercutorymeapuntóconella.
—Lárgateinmediatamentedemicasa,Work,antesdequetehagaunagujero.
No hice caso de su amenaza. Para mí, el arma era intrascendente…, como si no hubiera visto
ningunaantes.
—¡Malditasea,Alex!AlgolepasaaJean.Mehatelefoneado.Estabadolida.¿Dóndeestá?
Mispalabrasencontraroncaminoatravésdesuira,yelarmavaciló.
—¿Dequéestáshablando?
—Piensoqueintentasuicidarse.
Surostrorevelóinseguridad.Buscóconlosojosportodalacasa.
—Nosé…—dijo—.Noestáenlacama.
—¿Quéquieresdecir?¡Vamos,Alex…!
—Nosé…Yoestabadurmiendo.Mehasdespertado.Yellanoestáenlacama.
—Tienesdescolgadoelteléfono…Hadeestaraquí.
—Lodescolgamostodaslasnoches.
Miréamialrededorlapequeñavivienda.Soloteníaundormitorio,lacocina,elbañoylasalade
estarenquenosencontrábamos.Registrétodoslosespacios,peronohabíarastrodeJeanenninguno
deellos.
—¡Sucoche!—dije,ymeprecipitéalaventanadelacocina,cuyasuciacortinadescorrí.Peroallí
soloseveíaelcochedeAlex,lashierbasquecrecíanenaqueltrozodetierrayunamanchadeaceite
enellugardondedebíahaberestadoelcochedeJean.
—¡Maldita sea! No está. —Me volví hacia Alex y vi su arma encima del televisor—. ¿Dónde
puedeestar?Piénsalo,Alex.
Peroellasesentíadesconcertada,yestabaallíindecisa,sacudiendolacabezaymurmurandopara
sí:
—Ellanoharíaeso.Nuncamedejaría.—Buscómibrazo,entonces,ymemiródesafiante.Suvoz
sehizomásfirme—.Jean,no.Nuncaharíanadasinmí.
—Pues,aunquetesorprendalanoticia,lohahecho.Yahorapiensa…¿Dóndepuedehaberido?
Alexvolvíayaasacudirlacabezacuando,derepente,sehizoenmílaluzysupeconabsoluta
claridadadóndehabíaidomihermana.
—¿TieneunmóvilJean?—pregunté.
—Sí.
—¡Diosmío!¡EstáenlacasadeEzra!
—¿Cómolosabes?
—Losé,simplemente.—Meencaminéalapuertamientrasmimentetrabajabaatodavelocidad
—.¿SabesladireccióndelacasadeEzra?
—Sí.
—PuesllamainmediatamenteaUrgenciasydásela.
—¿Ydespués?
—Quédateaquíporsiaparecelaambulancia.Y,sivienen,dirígelosalacasadeEzra.
—No—protestóAlex—.Jeanmenecesita.Deberíairallí.
—Estavez,no.
—Nopuedesimpedírmelo,Work.
Megirécuandoyaestabaenlapuerta.
—Jeanmetelefoneóamí,Alex.Noati.
Mispalabrasacabaronconsuresistencia,peroeldolorquelecausaronnomeprodujoninguna
satisfacción.Teníaquedecirlealgomás:
—Te lo previne, Alex. Te dije que Jean necesitaba ayuda, y te haré responsable de lo que haya
podidopasar.
Almomentoestabafueraycorríahacialafurgoneta.Lacasademipadreseencontrabaapoco
más de tres kilómetros de distancia, pero había ya mucho tráfico en las calles. Adelanté a tres
saltándome una línea amarilla continua, circulando a ciento veinte en un tramo con la velocidad
limitadaacincuenta,atajécruzandolasvíasdeltrenydespuésrecorríencontradirecciónunacalle
de sentido único para ahorrarme dos manzanas del recorrido. Di marcha atrás para entrar en el
camino de acceso, me llevé por delante un arbusto de boj y me detuve inmediatamente detrás del
cochedeJean.Corríatodaprisaalapuertadeatrásyempujé.Estabacerradaconllave.¡Malditasea!
Busquélasllavesenmisbolsillos,peromedicuentadequelashabíadejadoenlafurgonetaytuve
que volver a buscarlas. Momentos después tenía ya la llave en la cerradura y la puerta se abría
empujándola.Yadentro,empecéadarvocesyaencenderlasluces.ElnombredeJeanresonóenlos
suelosdemármol,recorriólospasillosdeparedesrevestidasdemaderayvolvióamícomosime
persiguiera.Porlodemás,lacasasolorezumabasilencio.
Me moví por ella todo lo rápido que pude: la cocina, el estudio, la sala de billar. Era una casa
grande,perojamásmelohabíaparecidotanto.MedabacuentadequeJeanpodíaestarencualquier
parte,ypenséprimeroensuantiguodormitorioenelpisodearriba;peroentoncestuveunaintuición
y corrí hacia el recibidor donde, al volver la esquina, la vi al pie de la escalera. Estaba inmóvil,
pálida,ylaalfombrapordebajodeellasehallabaempapadadesangre.
Medejécaerasulado,conmisrodillaschapoteandoensusangre.Teníalasmuñecasabiertascon
largoscortesverticales,yvilacuchilladeafeitar,brillanteyrojasobrelaalfombra.
Lasangrefluíaaúndeloscortesacadalatido.Pronunciésunombre.Nohuborespuesta.Lesaqué
los zapatos, tiré de los cordones y los até alrededor de sus brazos, apretándolos con fuerza por
encimadeloscortes.Lahemorragiacesóylebusquéelpulso,probandoenlagranvenaquecorre
pordebajodelabarbilla.Nologréencontrarla.Apretémásyentonceslonoté:elpulsoeravacilante,
débil…, pero había pulso. Di gracias íntimamente a Dios. Pero ahora ya no sabía qué más podía
hacer,porquenoteníaniidea.Asíquelecrucélosbrazossobreelpechoytratédemantenerlosen
altoapoyandosucabezaenmisrodillasysosteniéndolaasílomejorquepodía.
Estudiésucaraentonces,buscandoenellaalgunarazónquepermitieraalentaresperanzas,pero
estaba exangüe y pálida como si fuera porcelana. A través de la piel de sus cerrados párpados se
veíandiminutasvenasazules,comosilostuvieralastimados.Subocacaíafláccidaypudeverdónde
sehabíamordidoloslabiosdejandoenellosmarcasenformadelunas,deunrojobrillante,entrelas
grietas que se le marcaban. Tenía las facciones hundidas, borrosas, pero era la misma Jean de
siempre,mihermana.¡Loquesolíamosreírnoslosdos,malditasea!Juréque,sivivía,seríamucho
mejorconella.Ydealgunamaneraesomediolacertezadequeviviría,porquelascosasnopodían
acabardeesamanera.Noparaella.
Le acaricié los cabellos para retirárselos de la cara y no dejé de hablarle. Mis palabras no
tuvieron más significado que el de disculparme ante ella; fueron confusas, se prolongaron durante
unosminutosquesemehicieronhorasydespuésyanofuicapazderecordarlas…,aunquecreoque
talvezlesupliqué,también,quenomedejarasolo.
Después oí ruido a mi alrededor: el estrépito de una camilla de ruedas y voces tranquilas y
eficientes.Manosqueyoignorabadequiéneranseocuparondemíymealejaron,perotambiénme
dieron serenidad para poder ver. A Jean la rodearon hombres vestidos de blanco, cuyas manos se
movieron sobre ella para vendarle las muñecas, que le introdujeron una aguja en el brazo y la
taparonparaquenoescaparadeellaelcalorqueaúnconservaba.Alguienmepreguntósiaquellos
torniquetesloshabíahechoyo,yasentí.
—Probablementelehasalvadolavida—medijoelhombre—.Haidodemuypoco.
Metapélacaraconlasmanosymeatrevíaconfiarenquemihermanaviviría.Cuandovolvía
mirar, Alex estaba allí. Sus ojos se cruzaron con los míos sobre la inmovilidad de su amante; de
nuevo recuperarían su orgullo, su ira y su fuerza, pero por un momento ella y yo compartimos el
mismopensamiento:siJeanvivía,seríagraciasamí,yAlexreconocióaquelhechoconlosojosy
conlosdedosquecorrieronainterponerseantesubocacomoparaimpedirquesalierandeellaunas
palabrasquedespuésnopodríaretirar.Peroyoasentí,sinembargo,yellaasintióasuvez.
Unos momentos más tarde, Jean estaba en la camilla y esta se la llevaba del lugar que había
elegido.YomequedésoloconAlexyestavinoavermeallugardondemehabíaquedadosentado
conlaespaldaapoyadacontralapared.Susmandíbulassemovieronbajoloscerradoslabiosysus
manos fueron como puños que batiesen sus caderas mientras trataba de encontrar las palabras que
queríadecir.
—¿Irásalhospital?—mepreguntóporúltimo.
—Sí.¿Ytú?
—Claro.
Asentíy,albajarlacabeza,medicuentadequeestabadescalza.Ibaapoyandosupesopasándolo
deunpieaotro.
—¿Creesquesepondrábien?—preguntó.
Reflexionéantesderesponder.
—Piensoquevivirá—dije—.Losdelaambulanciaopinanlomismo.—Hiceunapausa,mefijé
en su rostro y vi que había estado llorando—. ¿Crees tú que podrá recuperarse? Quiero decir…,
bueno,túyasabesloquequierodecir.
—Jeanesfuerte—respondióAlex—.Muyfuerte,pensabayo.Peroahoranosé.Mesientocomo
sinolaconociera.Siemprehabíapensado…Siemprehabíamosdicho…
Noconcluyólafraseysesonólanariz.YorecordéalgoquehabíadichoenlacasadeJean,y
entoncesloentendí,aunquelacomprensiónmedejóhelado.
—Siempredijisteisqueosiríaisjuntas…¿Eseso?
Alexdiounpasoatrás,comopilladaporsorpresa,yyovientoncesquehabíadejadounahuella
desangreenelpisodemaderadura:lahuellaperfectadeunpie.Casipodíadistinguirlasfinaslíneas
delaplanta.
Ledijelaspalabrasquemehabíanvenidoalacabeza:
—«Noloharíasinmí».Sontuspropiaspalabras.
—¿Qué?—Suvozsonóagudadepronto,ymerevelóqueestabaenlocierto.
—«Ellanoharíaeso…Noharíanadasinmí».Fuerontuspalabras.Necesitosaberquésignifican.
Mepuseenpie,cadavezmásfurioso.
—¿Habíaishabladodeesto?¿Desuicidarosjuntas?¿Esesoloquequeríasdaraentender?
—No.—Otropasoatrás.
—¿Es esa la clase de ayuda que pensabas darle? ¿Era eso? —Un grito—. Pues, entonces, es un
milagroqueestévivaaún,ynomeextrañaenabsolutoquemetelefonearaamí,enlugardellamarte
ati.
Alex dejó de moverse, y en la forma como se encaró a mí y en su tono de voz advertí una
repentina resolución. Ya no estaba a la defensiva, sino furiosa, cabreada… Era la Alex que yo
conocíadesobra.
—Nofueasí—replicó.
—Fueunallamadadesocorro,Alex,ymellamóamí.¿Porquéhizoeso?¿Porquénotepidió
ayudaati?
—Tú no puedes saber cómo fue, y no lo entenderás nunca. No te des importancia. Sois todos
iguales.
—¿Quiénes?—pregunté—.¿Loshombres?¿Losheterosexuales?
—LosPickens—respondióAlex—.Todosloshombres.Eligealquequieras…Pero,sobretodo,
túytumalditopadre.
—Pruebaaver…—dije—.Explícamelo.
—Notienesningúnderechoajuzgarnos.
Mivozsubiódetonoyladejésalir.Estabafurioso,asustado.Nopodíatolerarlacomparación
queacababadehacer.Indiquélapuertaabiertahaciaelvestíbulo,porelcualhabíansacadoencamilla
amihermanahacialaambulancia.
—Tengotodoelderechodelmundo—grité—.¡Malditasea,Alex,lotengo!Ellamelodioytúno
puedescambiareso.SiJeanvive…,ydeberíasrezarparaqueseaasí…,yaveremosentoncesquién
tienederecho.Porque,siesasí,voyatenerqueingresarlaparaquetengatodalaayudaquenecesita.
—Esoserásiestáspresenteypuedes—dijoAlex,conlosojosbrillándoleconlaintensidadde
losdeuninsecto.
—¿Meestásamenazando?—pregunté.
Alexseencogiódehombrosyrebajólafuerzadesusrasgos.
—Soloestoydiciendoqueparecequetienesotraspreocupaciones,otrascosasenlasqueocupar
tumente.
—¿Quéinsinúas?
—Noinsinúonada.Afirmoloqueesobvio.Yahora,sihasacabadocontusimproperios,voyair
al hospital para estar con Jean. Pero recuerda esto —dijo, acercándose más—: Jamás has tenido
ningúnpodersobremí,nunca;y,mientrasyoesté,jamástendrástampocopodersobreJean.
Miré a Alex y, advirtiendo su rabia mal reprimida, sentí que la mía perdía fuelle. ¿Cómo
habíamospodidollegaraaquelextremo?
—Jeandijoquemequiere,Alex…Apesardetodo,ellasiguequeriendoasuhermanomayor.Así
que, ya ves…, no necesito ningún poder sobre ella. No lo quiero. Me llamó y le salvé la vida. Lo
mismoquehiceantesdequeteconociera.Piensaeneso.Ydespuéspensemoslosdosquépodemos
hacerparaayudaraunapersonaaquienlosdosqueremostanto.
SiesperabaqueAlexseablandara,meequivocabaatodasluces.
—Esonoesloqueyobusco,Work,ylosabes.Dejadecomportartecomounjodidopicapleitos.
Dio media vuelta y salió de allí con los pies descalzos y tan sigilosos como si escapara de la
verdad.Oíunportazo,elsonidoapagadodesucocheydespuésmequedérealmentesoloenlagran
casa que tan bien conocía. Miré la alfombra extendida bajo las escaleras, el charco de sangre que
impregnabaelespacioconsuolorpeculiar…Deélarrancabanunaseriedehuellasdepisadas,así
como la de las ruedas de la camilla, que se hacían progresivamente menos marcadas hasta
transparentarse y desaparecer. Vi el teléfono móvil de Jean y lo recogí. Lo sostuve en mi mano
estudiandolasangreresecaenélydespuéslodejéenlamesitaquehabíajuntoalapuerta.
Medecíaamímismoqueteníaqueiralhospital,perosabía,poramargaexperiencia,queelque
Jeanvivieraomuriesenodependíademipresenciaallí;yyomesentíaagotado,incapazdediscutir
con Alex de nuevo. Pensé en la gran cama del dormitorio de arriba, y me imaginé a mí mismo
tendido en sus sábanas blancas como la nieve; necesitaba envolverme en ellas, notar su limpieza e
imaginarqueeraunniñodenuevolibredepreocupaciones.Peronopudehacerlo:yonoerayaaquel
niñoytampocounimpostor.Poresometumbéenlaalfombra,juntoalerialcasiresecoyaenelque
habíaestadoapuntodeagostarselavidademihermana.
22
EnelhospitalmedijeronqueJeanviviría.Dehaberllegadoyounminutomástarde,probablemente
hubiese muerto. Tan escaso fue el margen: alrededor de unos setenta latidos. No permitían que
hubieramásdeunvisitanteenlahabitación,asíquetuvequeesperaraquelaenfermeralepidieraa
Alexquesalieracincominutos.Noscruzamoslosdosenelpasilloexterioreintentamosmostrarnos
amablesunoconotro.Fuebastanteviolentoparaambospues,alaluzbrillanteylimpiadelhospital,
sehubieradichoqueteníamoselaspectodevíctimas.
—¿Cómoestá?—pregunté.
—Dicenqueserecuperará.
—¿Algúndañoenelcerebro?
Alexsacudiólacabezayhundiómáslasmanosenlosbolsillosdesusmugrientostejanos.Mefijé
enqueaúnllevabaentrelosdedosdelospiessangresecadeJean.
—Piensanqueno—dijo—,peronoseatrevenajurarlo.
—¡Parecenabogados!—comenté,peroAlexnosonriósiquiera.
—Sí.
—¿Harecobradoelconocimiento?
—No.
—Escucha,Alex…CuandoJeandespierte,necesitaráverasualrededorgentequelaquiere,no
personasqueseodianunasaotras.Megustaríaofrecerleeso.
—¿Meestáspidiendoquefinjamos?
—Sí.
—LoharéporJean,perohayunadiferenciaentrenosotros.Quenoteengañemiactitud.Túnole
convienes,aunqueellanoloveaasí.
—Loúnicoquemeinteresaesquesepongabien,yquieroquesepaquelagentelaquiere.
AlexdirigiósuvistaporelpasillomientrassealejabadeJeanydemí.
—Voyatomaruncafé.Estarédevueltadentrodediezminutos.
—Deacuerdo.Gracias.
Habíadadodospasoscuandosevolvió.
—Nohabríadisparadocontrati—medijo.
Suafirmaciónmesorprendió.Hastaentonces,yomehabíaolvidadoporcompletodelarmacon
quemehabíaamenazadoydelafirmezaconqueparecíasostenerla.
—Graciaspordecírmelo.
—Soloqueríaquelosupieses.
LahabitacióndeJeanenelhospitaleraexactamenteigualqueaquellaenlaquehabíadespertado
después de un intento de suicidio fallido. Una cama estrecha y sencilla, con barandillas de acero,
sábanas almidonadas y un brillante despliegue de objetos que, de algún modo, parecían faltos de
color.Unostubosserpenteabanparaintroducirseensucuerpo,verdesbajolaluzdelosmonitores;
cortinascorridas…Rodeélacamaylasabrí.Laluzdelamañanaeratibia,ybajoellaJeandabala
impresión de ser una figura de cera, pálida e incompleta. Quería verla de otra manera, como una
superviviente,peronoteníapoderparaatribuirletalcondición,puestodavíanotababajomibarbilla
elcañóndelrevólver.Soloentoncessemeocurriópensarenlocercaquehabíamosestadoelunodel
otro,y,depiejuntoalacabeceradesucama,tratédeencontrarsentidoatodoaquello.Solosabíaque
vivíamosambosenunainmensaysolitariaverdad.Mesentéyletomélamano.Cuandolevantéla
vistaasucara,laencontréconlosojosabiertos,mirándome.Notéunmovimientoensuslabiosyme
inclinémáscercadeellos.
—¿Estoyviva?—preguntóenunsusurro.
—Sí—respondíconlavozquebrada—,loestás.—Memordíloslabios…¡Estabatandébil!—.
Hafaltadomuypoco.
Girólacabezaparaapartarlademí,peronosinqueyoadvirtieseunaslágrimasquebrotabande
susojosfuertementecerrados.CuandoAlexregresó,Jeansehabíadormidodenuevoyyosalídela
habitaciónsindecirleasuamiganadadeaquelbreveintercambiodepalabras.Talvezfueraegoísta,
peronomeimportó.
Yaenelpasillo,meapoyécontralaparedduranteloquemeparecióunlargorato.Antesdeirme
deallíatisbéelinteriordelahabitaciónatravésdelamirilladecristalarmadoquehabíaenlapuerta.
LascortinasestabancorridasdenuevoyAlexsehallabasentadasosteniendolamanodeJean,queno
sehabíamovidoypermanecíadecaraalapared.Mepreguntésiseguiríaaúndormida.¿Levolvería
laespaldaaAlexcomomelahabíavueltoamí?¿OeraAlexrealmentesuamiga,mientrasquemi
presenciasoloerabienrecibidaalfinaldetodo?
EstabaapuntodemarcharcuandoviqueJeansemovía.Sevolvió,vioaAlexysetapólacara
con las manos. Alex dijo algo y Jean comenzó a temblar, con sacudidas que agitaban los tubos
conectadosensusantebrazos.Alexsepusoenpieentonces,seinclinósobreellayapretósurostro
contra el de Jean hasta que las dos se quedaron inmóviles. Me marché entonces, sintiéndome un
miembronodeseadodenuestratristeypequeñafamilia.
Tuvetodoelascensorparamísolo,perocuandoseabrióenelvestíbulovialadetectiveMillsde
piejuntoalaentrada.Mirabahaciaelexterioratravésdelaventana,peromedicuentadequeestaba
esperándome. Fui a su encuentro y descubrí entonces que había un coche patrulla aparcado en la
acera.Unagentedeuniformeseapoyabaenelcapó,mientrasacariciabaconlamanolaculatadesu
arma.Erajovenyparecíaimpaciente.
—¿Hasvenidopormí?—pregunté.
Mills se volvió al oír mi voz y se quedó estudiándome detenidamente. Yo estaba sucio y
manchado de sangre. A mi lado, ella parecía la encarnación perfecta del instrumento de la justicia:
teníaloszapatosrelucienteseinclusopodíaverlarayaperfectadesuspantalones.Cuandohablóolí
inclusoelperfumedesudentífrico.
—Asíes—dijo.
—¿Qué hace ese aquí? —inquirí, señalando con un gesto al joven agente que aguardaba fuera.
Mills se encogió de hombros y no respondió—. Puro teatro, entonces —contesté yo mismo—. No
habíaningunanecesidad.
Fuera,elpolicíasemetióensucochepatrullaysefue.NomiróaMillsniamí.Ellalosiguiócon
lamiradaantesdevolversehaciamí.
—Estásunpocoquisquillosohoy,¿eh,Work?
—Yaves.
Ellasonrió.
—Nodijeenningúnmomentoqueestuvieraconmigo…
—¿Cómomehasencontrado?—lepregunté.
—Oíhablardelodetuhermana—respondió—,ysupusequeestaríasaquí.
—Teagradezcoestapruebadeconsideración—apostillésinpoderevitaruntonodeamarguraen
mivoz.
—Noesnecesarioquetemuestressarcástico,Work.
—Noestoydehumorparacharlarcontigo,detective.Noestamañana.Nienestehospital.Asíque
excúsame.
Larodeéparaevitarlayfuihastalasalidaparadirigirmealaparcamiento.Latemperaturadela
mañana había aumentado y el cielo estaba ahora claro y azul. Desde la carretera, más allá del
recortadoseto,llegabaelruidodeuntráficointenso,ylagentesemovíaamialrededorpero,apesar
detodo,notélapresenciadeMillsamiespalda:llevabataconesysuspasoseranenérgicosyrápidos.
Comprendíquenoestabadispuestaadejarquemeescaparacontantafacilidaddesuanzuelo,yme
volvídecididoaenfrentarmeaella:
—¿Quédeseausted,detective?
Sedetuvoprudentementeaunospasosdedistanciademí,ypudeverlaculatadelapistolaque
colgababajosucazadora.Despuésmemiróconlamismafríasonrisadeantes.
—Esperaba que pudiéramos tener oportunidad de charlar. Hay algunas cosas que necesito
comentarcontigo.Puedequeseancosasqueatitambiéntegustaríadecirme.Encualquiercaso,no
tengonadamejorquehacerahora.
—Yosí—contesté,ymevolvídeespaldas.
—¿Quélehaocurridoatucara?—preguntóMills.
—¿Qué?—preguntévolviéndome.
—Tucara.Estállenadecortes.
Mellevélosdedosaellacomosifueraculpabledealgúndelito.
—Arañazos—dije—.Sonsoloarañazos.
—¿Cómoteloshiciste?—preguntóMillsentonointrascendente.
—Salíadarunpaseoporelbosque.
Elladesviólavista,asintiendo.
—Entonces,¿esallídondeteensuciastetantodebarro?—preguntó.
—¿Tienealgúnobjetotodaestacháchara?
—¿Quéhicisteenelbosque?
—Estuveenterrandocadáveres.
—Vuelvesalossarcasmos…—observóMillsentonoreprobatorio.
Enestaocasiónfuiyoquienmeencogídehombros.
—Quizádeberíamoscontinuarestaconversaciónenlacomisaría…
—Enlacomisaría—repetíyo,inexpresivo.
Millspaseólavistaporelaparcamientoydespuésporelcieloazullibredenubes,comositodo
aquelloleresultaramásbiendesagradable.Cuando,finalmente,volvieronafijarseenmí,susojos
conservabanaúnlaexpresióndedisgusto.
—Podríaresultarmásprovechoso—dijo.
—¿Tienes una orden de detención? —pregunté. Mills sacudió la cabeza—. Pues, entonces, mi
respuestaes«no».
—¿Siguesafirmandoquenuncahasvistoeltestamentodetupadre?
Supreguntafuetanrepentinaquemedesconcertó;erainesperaday,alformulármela,mepareció
comosiunvelotaparasurostro.Intuíelpeligro.
—¿Porquémelopreguntas?—dije.
Millsseencogiódehombros.
—Esloquemedijisteelotrodía.Soloqueríaasegurarmedequetodosmisdatossoncorrectos.
Medijistequenuncahabíasvistoeltestamento,quenosabíasnadadesucontenido.¿Esexactotodo?
Yosabíaloquepretendía.Elqueyoconocieraeltestamentopodíainterpretarsecomounmotivo
para el crimen; por ello en el fondo de mi cabeza comenzaron a sonar señales de alarma. Los
policíaserancomoabogados.Lasmejorespreguntaseranaquellasparalasqueyateníanrespuesta.
—No estoy preparado para comentar esto ahora. Mi hermana acaba de intentar suicidarse. Aún
estoycubiertodesusangre.¿Tienealgúnsentidoparatitodoesto?
—Soloquierolaverdad,Work.Comocualquierotro.
—Séperfectamenteloquequiereusted,detective.
Ellapasóporaltomihostilidad.
—¿Deveras?
—Si quieres la verdad, ¿por qué no investigas el embargo del centro comercial? También allí
huboenjuegomillonesdedólares,inversoresfuriosos…,ymipadreenmediodetodo.¡Poramor
deDios,Mills!¡Lomataronenesasmalditasinstalaciones!¿Oesqueesonoteparecerelevante?
Millsfruncióelceño.
—Ignorabaqueestuvierasalcorrientedeeso…—dijo.
—Hay muchas otras cosas de las que tú no estás al corriente. ¿Estáis investigando eso o no?
¿Sabesalmenosquiénessonesosinversores?
—Llevaréestainvestigacióncomomeparezcaoportuno.
—Obviamente.
—Notepasesdelistoconmigo,Work.Novalelapena.
—Pues,entonces,¡quítateesasanteojerasyhaztutrabajo!
Millsbajólavoz.
—Tupadrefuesolounmandado.Matarlonodetendríaelembargo.Túeresabogadoylosabes.
—El asesinato rara vez se ejecuta a sangre fría; las personas matan por efecto de emociones
intensas.Odio,ira,venganza,deseo…Sinoconocesalosimplicados,¿cómopuedesdescartareso?
Podríahaberenestecasootromillarmásderazones.
—Olvidasuna—dijoMills.
—¿Cuál?
—Lacodicia—respondió.
—¿Hemosacabado?—lepregunté.
—Sí…,porahora.
—Bien…—dije—.Necesitounbaño.—Comencéaalejarme.
—Nosalgasdelaciudad—meadvirtiócuandoyameiba.
Girésobremis.Talonesyleespeté,indignado:
—Amínomevengacontonterías,detective.Conozcoelsistematambién.Deténgameono;pero,
mientraslopiensa,iréyvendrécomomeplazca.
Algocentelleóensusojos,peronodijonada;yomeacerquéamifurgonetayentréenelladando
unportazocontraMillsytodocuantorepresentaba.Elpequeñoespaciointeriorolíaabarro,gasolina
ysangre,peroporencimadetodoyoseguíaoliendoelaromadulzóndesudentífrico.Arranquéel
vehículo y conduje para salir del aparcamiento. Después tomé la dirección de mi casa, sin darme
cuenta,hastallegarcasiaella,dequeMillsmeseguíaconsucoche.Comprendíentoncesloquehabía
queridodecirme:quepodíairyvenircomoquisiera,peroquelaúltimapalabralatendríaella.
Aparquélafurgonetaenloaltodelcaminodeaccesoysalídelvehículo.Millssehabíadetenido
enlacalle,juntoamibuzóndecorreo.Hizosonardosveceselclaxonysiguióadelante,peronose
marchó:rodeólamanzanayfueaaparcarenlacallelateral,juntoallago.Yolaviyellamevioamí.
Yasíestuvimosunratolosdoshastaqueentréencasa.
Enlacocina,meagarréalaencimeracontodasmisfuerzas,hastaquemetemblaronlosbrazosy
mi ira hizo vibrar la habitación. Una vez la hube descargado, me quedé con la sensación de estar
exhausto.Sentíamicuerpocomomuerto,peromiespíritusehabíacentradoenunaúnicaresolución.
Acertadaoerrónea,buenaomala,estabasegurodequeeralaquenecesitaba.
Elauriculardelteléfonomepareciócalientecuandomelollevéalaorejayduranteuninstante
creíoírellatidodesucorazóncomosituvieralacabezaapoyadaensupecho.Mesentéenelsueloy
marqué su número. El timbre sonó y yo pude oírlo como si estuviera en su granja, en lugar de
telefonear desde la mía: agudo en la cocina, suave en el recibidor. La imaginé apresurándose a
descolgar,cruzandoelporchedelantero,elgolpedelamosquiteracontralapuerta,eloloralatierra
labradayeldeljabónqueellaempleaba.Viconlosojosdemimentecómosecurvabansuslabios
para pronunciar mi nombre. Pero nada de todo esto llegó a ocurrir: solamente oí su voz en el
contestador, que no era en realidad la misma. Ni de lejos. Tanto que no pude hacerme a la idea de
dejarleunmensaje.
Colgué,pues,elteléfonoymepuseenpievenciendoelcansancio.Pasémediahorabajoladucha,
peronoconseguíentrarencalor.Cuandosalídelaguacaliente,mesequéconunatoallaymemetíen
lacama.Penséqueestabademasiadonerviosoparadormirme,peromeequivocaba.
Soñé en blanco y negro: sombras en el suelo que se extendían como barrotes bajo mis pies
descalzos.Yoteníalosdedosensangrentados,oscuros;corríaporcausadeldolor,ylassombrasme
atravesaban en su giro, como si fueran un gigantesco ventilador interpuesto entre el sol y yo. Luz,
oscuridad luego, en sucesión cada vez más y más rápida; y luego, finalmente, oscuridad. Estaba
ciego.Estabasordo.Pero,aunasí,looí.Algoseacercaba.
—Hola,Barbara—dijesinvolverme.
—Sonlastresdelatarde—observó.
—Nodormígrancosaanoche.
—Yalosé—dijoBarbara.
Di la vuelta a regañadientes. Barbara lucía un traje de Chanel rosa, con un sombrerito tipo
casquete.Sucaraeraperfecta,perolaluzendiagonalarrancabapequeñassombrasenlascomisuras
desuboca.
—¿Cómolosabes?—pregunté.
Elladejósubolsoeneltocadorycomenzóaencenderinterruptores.Semovíamientrashablaba,
comosinoquisieraquelevieselacara.
—Como no respondías al teléfono, vine a ver. Hacia las cuatro de la madrugada. Estaba
preocupada. Me sentía mal por no estar aquí contigo. —Encendió la última luz y se quedó quieta,
indecisa, alisando su falda como si tuviera alguna arruga en ella. Todavía no podía mirarme, sin
embargo—.Puedesimaginarloquemesorprendióencontrarlacasavacía.
—Barbara…—empecé,sinsaberquédecirle.
—Noquierooírtusexcusas,Work.Nopodríasoportarelinsultoamiinteligencia.Puedoaceptar
quetemarcharasporqueyonoestabaaquíparati;yeneseaspecto,tengounapartedeculpa.Perono
quierohablardeelloniquieroquetúmemientas.Nosabesmentirbien.
Meincorporéparaapoyarmecontraelcabezal.
—Siéntate,Barbara—lepedí,altiempoquedabaunosgolpecitosenlacamaamilado.
—El hecho de que esté hablando contigo no significa que te haya perdonado. Estoy aquí para
decirtecómohandeirenadelantelascosas,siqueremosmantenerintactalaunidaddeestafamilia.
Enprimerlugar,tienesquesaberquenocreoquehayasmatadoatupadre.
—Bueno…,teloagradezco—lainterrumpí.
—Noesningúnsarcasmo.Ydéjameacabar,porfavor.
—Deacuerdo,Barbara.Adelante.
—NovolverásaveraesatalVanessa,yyoestaréaquíyteayudaréasuperartodoesto.Sealoque
fuereloquehayasdeafrontar,loafrontaremosjuntos.Yojuraréhastaelúltimoalientoqueestabas
conmigoalahoraquedicenquemataronaEzra.—Memiróporfin.Unaluzextrañabrillabaensus
ojos y su voz, cuando prosiguió, era tan quebradiza y dura como la pizarra—. Sonreiremos a
nuestros vecinos. No nos esconderemos como si estuviéramos avergonzados. Cuando la gente nos
preguntecómoestamos,selodiremos:maravillosamente.Somosmaravillosos.Yococinaréparatiy
hasta me apetecerá dormir contigo. Todo esto pasará y, cuando haya quedado atrás, tendremos que
seguirviviendoenestaciudad.
Suvoznohabíacambiado—erainconmoviblementemonótona—,ylaobservéconincredulidad
mientrasproseguíaenelmismotenor:
—Estaremos en casa la mayor parte del tiempo, pero saldremos de cuando en cuando para
guardar las apariencias. Todo irá como siempre. Glena ha hecho unas cuantas llamadas. Las cosas
estánmal,peromejorarán.Unavezsehayaolvidadoesto,todosearreglará.
—Barbara…—dije.
—¡No!—gritó—.Nomeinterrumpas.Ahorano.Nodespuésdeloquehaocurrido.—Recuperó
la compostura—. Te estoy ofreciendo una oportunidad, Work. Cuando lo superemos, podremos
volver.
—Volver…¿aqué?—pregunté.
—Alanormalidad.
Eligióaquelmomentoparasentarseenlacamaamiladoyapoyarunamanoenmipierna.Yome
echéareír,conunarisafalsaydesagradable,desprovistadelamásrudimentariaalegría.Unarisa
que hasta a mí mismo me pareció demente y a través de la cual, como si fuera un cristal, vi que
Barbararetrocedíaconfusa.
—«Normalidad» —repetí imitándola—. Nuestra vida de antes. Eso no es ninguna oportunidad,
Barbara.¿Oestástanimplicadaeneseplanquenisiquieraerescapazdeentenderesto?
Ellasepusoenpie.
—¿Quéestásdiciendo?
Melevantédelacamadespacio,desnudoymuypoquitacosa,ymiréaaquellamujer,conlaque
mehabíacasado.Penséennuestrosañosdevidaencomúnysentílavaciedaddenuestrasalegrías
superficialesynuestrossueñossinsustancia.Despuésapoyémismanosensushombros.
—Hayunascuantascosasquesébienahora,yunadeellasesquenovolverénuncaalavidade
antes—dije,pensandoenlassombrascomobarrotesdemisueño—.Essolootraclasedeprisión.—
Retrocedí un paso, y mis manos quedaron colgando a mis costados. También cayó la mandíbula
inferior de Barbara, que se quedó con la boca abierta y una expresión de desconcierto, aunque
enseguidalacerródegolpe.Yomemiréamímismo—.Voyaversiencuentroalgoparaponerme.
Paséporsuladoyellamesiguióalcuartodebaño.
—Esella,¿verdad?
—¿Quién?
—Esazorratehapuestoyaenmicontra.
Mevolvíypreguntéfríamente:
—¿Dequézorramehablas?
—Nojueguesconmigo.Noquieroserobjetoderisaynovoyapermitirquemeabandonespor
unafulanalocal.
—No conozco a nadie que responda a esa descripción y, si la conociera, mi actitud no tendría
nada que ver con ella. ¡Esto es por mí! ¡Es por nosotros dos! Una cuestión de elecciones y
prioridades.¡Escuestióndequeabrasdeunaveztusmalditosojosyveaslarealidadenlaquenos
ahogamos!Nuestravidaesunamentira.Somosunamentira.¿Noerescapazdeverlo?¿Nisiquiera
erescapazdeadmitirlo,dereconocerloantetimisma?Seguimosjuntosporrutina,porquenosomos
capacesdereconocerelerrorquecometimosyporquelaverdadnosresultademasiadodura.
—¡Laverdad…!—dijo—.¿Quiereslaverdad?Bien…,puesaquílatienes.Piensasqueyanome
necesitasyquetodoesedineroquesetevieneencimavaaservirparadarteelpiroyescaparcontu
putillacampesina.
—¿Quédinero?
—Tienegracia,Work.Vivimosenlamiseriadurantediezañosyahoraqueelfinalestáalavuelta
delaesquina,resultaquenosoylobastantebuenaparati.Leolosperiódicos.Ysélodeesosquince
millonesqueEzratehadejado.
Mereíantelaenormidaddeaquelabsurdo.
—Para empezar, solo a ti se te puede ocurrir que hemos estado viviendo en la miseria, sin
importarte que te he dado hasta el último céntimo de lo que he ganado. En cuanto al testamento de
Ezra,jamásverénadadeesedinero.
—Enesoaciertas,porqueyosoytucoartadaymeestássacandodequicio.
—Noquierounacoartada.Nolanecesito.Ahórrametusjodidasapariencias.Ydéjamealmargen
deellas.
Sehizoentrelosdosuntensosilencio,duranteelcualellasevolviódeespaldasyyomevestí.
EstabaponiéndomeloscalcetinescuandoBarbarasedirigióamídenuevo:
—Piensoquetalvezlosdosnoshemospasadounpoco.Yonoquieropelearme,yséquetúestás
muy alterado. Puede que estés proyectando contra mí tu resquemor…, no sé. Demos marcha atrás
unosminutos.
—Deacuerdo—dije—.Loquetúquieras.—Acabédecalzarmeymeajustéelcinturón.
—Resolvamos este problema y después podremos mirar nuestra situación con un poco más de
calma.Hemosvividojuntosmuchotiempo.Tienequehaberunabuenarazónparaello.Yocreoque
estamos enamorados aún. Lo siento así. Cuando esto quede atrás y hayan pasado nuestras
preocupacionesdedinero,todonosparecerádiferente.
—No va a haber ningún dinero, Barbara. Tendría que vender mi alma por él, sacrificar todo
cuanto queda de mi vida, y no puedo hacer eso. No puedo permitir que disfrute de esta última
carcajada.
—¿Qué última carcajada? ¿De quién estás hablando? ¡Por amor de Dios, Work…! ¡Son quince
millonesdedólares!
—Por lo que a mí respecta, igual podrían ser mil millones —dije, apartándola de mi paso—.
Podemoshablarluego,peronoséquéotracosapodemosdecir.
—Es el momento justo, Work. La situación. —Comenzó a seguirme por la casa—. Todo se
difuminaconeltiempo.Yaloverás.Cambiaráamejor.
Paséporlacocinayrecogímisllavesymicartera.
—No lo creo, Barbara. Esta vez, no. —Al momento siguiente estaba en el camino de coches, y
ellasehallababajoelmarcodelapuertaamiespalda.
—Eresmimarido,Work.Nomeabandones.
Puseenmarchaelmotor.
—¡Malditasea!¡Eresmijodidomarido!
Me alejé conduciendo la furgoneta, sabiendo que en una cosa mi mujer tenía razón: todo se
difuminaconelpasodeltiempo.
23
Fui al bufete porque tenía que hacer algo. Si no hacía algo, bebería; y, si bebía, agarraría una
borrachera.Estaúltimaideamehorrorizabaporqueeramuytentadora.Peroelalcoholerasolouna
formamásdeescapardelarealidad,comolanoaceptacióndeunomismooelautoengaño.
Me senté en mi escritorio, sin prestar atención al desorden, y busqué el número del forense en
Chapel Hill. Era un exjugador de rugby, exfumador y exmarido. Pero era un buen forense y un
testigo decente en el estrado. Habíamos mantenido consultas en varios casos y salido adelante con
ellos.Noseasustaríaporunacopademás.
Susecretariamepusoencomunicaciónconél.
—Nosésideberíahablarcontigo—mesoltósinpreámbulos.Sutonomesorprendió.
—¿Porquéno?
—Losforensesnovivimosenloaltodeunpedestal,yasabes.Leemoslosperiódicos.
Supeadóndequeríairaparar.
—¿Entonces?—lepregunté.
—Nopuedocomentarcontigomisaveriguaciones.
—¡Setratademipadre…!
—¡PoramordeDios,Work!¡Estásbajosospecha!
—Mira…Séqueledispararondostiros.Sécuálfuelaclasedemunición.Solonecesitosabersi
hayalgomás.Algofueradelonormal.
—Volvemosalomismoenciertomodo.Comprendoloquedices.Peromeestásponiendoenun
brete. No puedo decirte nada…, no hasta que la detective jefe del fiscal del distrito lo autorice.
¡Malditasea,Work!Tendríasquesaberlodesobra.
—¿Creesquelohiceyo?
—Loqueyocreaodejedecreeresirrelevante.
—Túereselforense.Nadadeloquepiensesesirrelevanteenuncasodeasesinato.
—Noestamosmanteniendoestaconversación,Work.Siestovaajuicio,noquierovermelastrado
aldeclararporalegacionesdenohaberrespetadolasnormas.
—Aguarda—lepedí.
Unapausa.
—¿Qué?
—Tengoquehacerlospreparativosparaelentierro.¿Cuándopodrédisponerdelcadáver?
Siguióunanuevapausa,todavíamáslarga,hastaquerespondiófinalmente:
—Loentregaréencuantorecibaelpapeleodelaoficinadelfiscaldeldistrito.Comosiempre.—
Hizootrapausa;pudeintuirquehabíaalgoqueloincomodaba.
—¿Quéocurre?—pregunté.
—Noteloentregaréati,sinoatuhermana—dijodespacio—.Porlasmismasrazones.
—Mihermanaestáenelhospital—dije—.Haintentadosuicidarseestamadrugada.
—Nolosabía.
—Bueno,puesahorayalosabes.
Seabrióunparéntesisdesilencioentrenosotrosdos.ÉlhabíavistoaJeanunpardeveces.
—Reconsideraréelasunto,Work.Hastaquelleguenlospapeles.Luegodecidiré.
—Muchasgraciaspornada,entonces—dije.
—Redactaré una nota acerca de esta conversación, para incluirla en el expediente, y alguien de
esta oficina se pondrá en contacto contigo cuando haya terminado el papeleo. Hasta entonces, no
vuelvasatelefonearaquí.
—¿Quéproblematienes?
—Nomejodas,Work.Nojueguesconmigo.Yameheenteradodetuvisitaallugardelcrimen.
EngañasteaMillsyellaloestápagandoahora.Podríacostarleelcaso,ytalvezsutrabajo.Amíno
mepondrásenevidencianimedejarémanipulardeesamanera.Niamínianadiedeestaoficina.Y
ahora,adiós.
Colgóyyomequedémirandoelteléfonoqueteníaenlamano.Despuéscolguétambién.¿Qué
habría visto él cuando cerró los ojos, se llevó el auricular a su oreja y escuchó mi voz? No a un
profesional. No al colega ni al amigo. Había oído lo que nunca había oído antes en su enrarecida
oficinaconlasbrillantesmesasdeoperacionesylashilerasdesilenciososcadáveres.Habíaoídola
voz del violador, del asesino que le obligaba a pasar días y días olfateando productos químicos y
sangre coagulada. Nos conocíamos desde hacía ocho años y, sin embargo, él pensaba que lo había
hecho.Habíasidojuzgadoyconsideradocapazdehabercometidoaquelcrimen.Douglas,Mills,mi
mujer…Todalamalditaciudad.
Cerrélosojosyviunosfinoslabiosazulesmurmurandopalabrasquenopodíaoírperoque,sin
embargo,reconocíalinstante:«Purriablanca»,decían.Eranloslabiosdeunamujer,flanqueadospor
pendientesdebrillantesquecentelleabancomoelmismísimosol.Viquesecurvabanenunasonrisa
amarga.«¡PobreBarbara!Realmente,hubieradebidopensarlomejor».
Antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, me vi a mí mismo de pie, arrancando el
teléfonodelescritorioylanzándoloatravésdeldespacho.Fueagolpearcontralapareddeenfrente,
donde se hizo añicos, dejando en ella un agujero del tamaño de mi frente. Hubiera deseado
escurrirme por él y desaparecer, pero, en lugar de ello, caminé hacia allí y recogí las piezas del
destrozado aparato. No podía juntarlas de nuevo, así que las dejé caer al suelo otra vez. Después
toquéelagujerodelapared.Todosederrumbabaamialrededor.
Meacerquéalamesademisecretariaporquenopodíadejardepensarenmipadre.Telefoneéa
lafuneraria.Sialencargadoleresultóextrañohablarconmigo,nolodejóentreverensuvoz.Era
una voz líquida y medida. Como si saliera de una de las urnas de cristal que yo había imaginado
siemprealmacenadasenlossótanosdesulocal.Medijoquenoteníaquepreocuparmepornada.Que
lo único que debía indicarle era una fecha para el servicio fúnebre. Todo lo demás estaba ya
acordado.
—¿Porquién?—pregunté.
—Porsupadredeusted.Éllodispusotodo.
—¿Cuándo?
Elempleadodelafunerariahizounapausa,comosihablardelosdifuntosencualquieraspecto
requirieraunaespecialconsideración.
—Hacealgúntiempo—respondió.
—¿Quéhaydelataúd?
—Elegido.
—¿Delaceremonia?
—Elegida.
—¿Elpanegírico?¿Lamúsica?¿Lalápida?
—Todo dispuesto por su padre —dijo el de la funeraria—. Fue muy concienzudo en todas sus
disposiciones,seloaseguro.—Hizounapausa—.Entodoslosaspectos,unperfectocaballeroyel
perfectocliente.Noescatimóningúngasto.
—No…,nuncaloharía.
—¿Hayalgunaotracosaenlaquepuedaservirledeayudaenestedifícilmomento?
Habíahechoestapreguntaentantasocasiones,queinclusoatravésdelteléfonoadvertísufaltade
sinceridad.
—No—respondí—.No,muchasgracias.
Suvozsehizomásgrave.
—Entonces… ¿Me permite sugerirle que nos vuelva a llamar? Cuando las cosas se hayan
calmado.Todoloquemehacefaltaeslafechaenquedeseaustedquesecelebreelservicio.
—De acuerdo —dije—. Eso haré. —Estuve a punto de colgar, pero entonces le formulé la
pregunta que me había estado intrigando durante el anterior minuto de nuestra conversación—: ¿A
quiéneligiómipadreparaquepronunciaraelpanegírico?
Elencargadodelafunerariapareciósorprendido.
—Austed,porsupuesto.
—Porsupuesto—asentí—.Eradeesperar.
—¿Seráalgunaotrapersona?
—No,muchasgracias.
Colgué el teléfono y me quedé sentado en silencio. ¿Podría pronunciar su elogio fúnebre? Tal
vez.Pero…¿diríaloqueélqueríaquedijera?CuandoEzrahizoaquellaelección,yoeraunhombre
diferente, su mono de imitación y el depositario de su verdad. A través de mis palabras, él
prolongaría su existencia y conseguiría que todos los presentes lo recordaran y se sintieran
humilladosporél.Poresomehabíaelegido:porquemehabíahechoyestabasegurodeloquehabía
hechodemí.Perolaspalabrassonmeraspalabras,ylosrecuerdossedesvanecenconeltiempo.Por
eso había creado la Fundación Ezra Pickens, que perpetuaría su nombre. Y, por si no bastara, allí
estabaaquelsobornodequincemillonesdedólaresparagarantizarqueyocontinuaríasuobra.
Necesitabaecharlelosbrazosalcuello,decirleque,aunqueenelfondo,yolequerríasiempre…
ydespuésdarlepuñetazoshastadejarlomediomuerto.Porque…¿cuáleselpreciodelavanidad,el
costedelainmortalidad?Unnombreessolamenteunnombrey,tantosiestáesculpidoenlacarne
comosiloestáenelmármol,puedeserrecordadodemuchasmaneras,notodasellasbuenas.Loque
mihermanayyohabíamosnecesitadoeraunpadre,alguienaquienleimportáramos.
Apoyélafrenteenelescritorio,enlafríayduramadera;descanséenellalamejillayextendílas
manos. Aquello me trajo a la memoria el recuerdo del instituto. Cerré los ojos y olí borradores,
comoagomachamuscada,yenseguidalahabitaciónsedesvaneció.Estabaenelpasado.
Fuenuestraprimeravez.Yoteníaquinceaños.Vanessaerauncursomayor.Lalluviatabaleabaenel
tejadodechapaondulada,peroelgranerodelagranjaStolenestabasecoylapieldeVanessatenía
un brillo pálido a la luz del crepúsculo prematuro. Cuando descargó un rayo, iluminó el mundo
exterior y nos recluyó a los dos en nuestro recinto privado. Éramos dos exploradores, y cuando el
truenorugía,másfuertecadavez,lohacíaparanosotros,acompasándoseconnuestroscuerpos.Por
debajo, en compartimientos que olían a paja, los caballos piafaban y pateaban el suelo con sus
cascos,comosisupieranloquehacíamosyloaprobaran.Yoaúnpodíaolería.Podíaoírsuvoz.
—¿Mequieres?
—Túsabesquesí.
—Dilo.
—Tequiero.
—Repítelo.Nodejesdedecirlo.
Y yo lo hacía; tres sílabas, un ritmo. Igual que nuestros cuerpos tenían un ritmo. Al momento
siguiente su voz sonaba en mi oído. Era un ritmo suave, que repetía mi nombre una y otra vez. —
Jackson,Jackson…—,hastaquemellenabapordentrocomounafuerza.
Yderepenteloescuchémásalto.
Abrílosojosymeencontrédenuevoenmioficina.Levantélavistayellaestabaallí,encarney
hueso, en el umbral de la puerta. Yo tenía miedo hasta de pestañear, por temor a que ella pudiera
desvanecersesinmás.
—¿Vanessa?
Ellacruzólosbrazosyentróeneldespacho.Parecíavolversemástangiblealmoverse,comosi
aportaraunarealidadnuevaalaúnicarealidadqueyohabíaempezadoaodiar.Merestreguélosojos,
temerosoaúndequelavisiónsevaciaradecontenido.
—Penséquetalveznecesitaríasunacaraamiga—medijo,ysuvozpasóatravésdemícomoel
fantasmadeunseramadomuertohacetiempo.Penséamivezentodoloquenecesitabaoír…,enmi
confusión,enminecesidadyenmipena.
Peromefallólavozymesalióásperaenaquelsilencioexpectante.
—¿Dónde está tu nuevo amigo? —pregunté, y su rostro se fundió para mí con el rostro del
extraño.
—Nomezahieras,Jackson.Yasemehacenbastantecuestaarribalascosas.Heestadoapuntode
novenir.
Conseguíponermedepie.
—Noséporquéhedichoeso.Losientomucho,Encualquiercaso,noesdemiincumbencia.—
Hiceunapausayseguímirándolacomosiaúnpudieradesaparecer—.Soyunnecio,Vanessa.Apenas
mereconozcoamímismo.—Extendímismanosvacíasyellasedetuvo,asalvo,enelotroladodela
habitación. Dejé caer los brazos—. Me siento transparente, ¿sabes? No soy capaz de retener mis
pensamientos.—Recordéelteléfonoestrellado,elagujeroenlapared…—.Todosemeestáviniendo
abajo.
Dejédehablar,peroellacompletómipensamiento.
—Estáresultandomuyduroparati.
—Sí.
—Tambiénparamíloestásiendo—dijo,yyoviquesuspalabrasrespondíanalarealidad.
Teníalapielchupadasobreloshuesosdesurostro,tensaporsuspropiosproblemas.Susojos
parecíanhundidosysinvida,yvinuevasarrugasentornoasuboca.
—Intentellamarte—dije—.Norespondiónadie.
Ellairguiólabarbilla.
—No quería hablar contigo. Pero luego ocurrió esto. Y pensé que pudieras necesitar a alguien.
Penséque…talvez…
—Pensastebien—dije.
—Déjame acabar. No estoy aquí porque quiera ser tu novia o tu amante. He venido para ser tu
amiga,porquenadiedeberíapasarestosolo.
Yobajélosojos.
—Todoelmundoactúacomosiyolohubierahecho.Lagenteapartalamiradademí.
—¿YBarbara?—preguntóVanessa.
—Loestáempleandocontramí.Comounarma.—Desviélavista—.Todohaacabadoentreellay
yo—dije—.Novolveréconella.
—¿Losabe?—preguntóVanessa.
Tenía motivos para mostrarse escéptica. Le había hablado a menudo de que pensaba dejar a
Barbara.
Levantélacabeza;encontrélosojosdeVanessaeintentécomunicarmedirectamenteatravésde
ellos.Necesitabaquesupieraqueleestabadiciendolaverdad.
—Ellanolohaaceptadoaún,perolosabe.
—Supongoquemeechalasculpasamí,¿verdad?
—Sí,aunqueyoseloexpliquédeotramanera.Nopuedeaceptarlaverdad.
—¡Quéironía!—exclamóVanessa.
—¿Por…?
—No hace mucho, yo habría aceptado con gusto esa culpa. Si eso hubiera significado que
podíamosestarjuntostúyyo.
—Peroahorano—dije.
—No.Ahorano.
Queríadeciralgoparahacerqueaquellaspalabraspasaran,peroestabamuycercadeperderlay
elpensamientodesemejantesoledadextremameparalizaba.
LacaradeVanessasepusopálidaysuslabiossetransformaronenunafinalíneamientrasmiraba
cómobuscabainfructuosamentelaspalabrasquequeríadecirle.
—Tengotreintayochoañosya—dijo—.Casicuarenta.—Cruzólahabitaciónparacolocarseal
otro lado de mi mesa, y mirarme de frente desde allí—. Solo he deseado tres cosas en mi vida,
Jackson;solotres:lagranja,tenerhijosyati.
Empalideciómásaún,comosisusangresehubieraaclaradodepronto.Susojosaumentaronde
tamañohastaparecerenormes.Medabacuentadequeleresultabamuydifícilhablar.
—Queríaquefueraselpadredemishijos,queformáramosunafamilia.—Nopudoreteneruna
lágrimayselaenjugóantesdequellegarademasiadolejos—.Teamabamásdeloquepenséqueuna
mujerpudieraamaraunhombre.Desdelainfancia.Todamivida.Teníamosloquepocaspersonas
han tenido jamás… ¡Parecía tan lógico todo…! Pero entonces tú me dejaste, sin explicaciones, al
cabodecasidiezaños.YtecasasteconBarbara.Aquellocasimemata,peroconseguísuperarlo…,
arrancartedemí.Hastaquecomenzasteavenir…Erasolounavez,dosvecesalmes…,peronome
importaba.Estabasallí,conmigodenuevo,yamímebastabaconeso.Sabíaquemeamabas,incluso
cuando me utilizabas simplemente. Hasta el día en que desapareció Ezra. Tú viniste a verme esa
noche,lanocheenquetumadremurió,yyoteditodoloquetenía,todoloqueguardabaparati.Me
volquéentiehicemíotudolor.¿Teacuerdas?
Apenaseracapazdesostenersumirada.
—Meacuerdo,sí.
—Pensabaque,desaparecidoEzra,túteencontraríasdenuevoatimismo,almuchachodequien
yoestabaenamorada.Yyoqueríaeso.Queríaquefuerasfuerte,ypensabaqueasíloserías.Poreso
esperé.Perotúnovolviste.Porespaciodeunañoymedionosupenadadeti,niunasolapalabra,y
tuve que hacerme a la idea de que te había perdido de nuevo. ¡Un año y medio, Jackson! Casi lo
conseguíotravez…Peroentonces,tú,¡condenado!,tepresentasteencasalaotranoche,lasemana
pasada y, a pesar de todo, yo me dejé convencer. «¿Por qué no?», me pregunté a mí misma. Tú lo
notaste. Dieciocho meses y aún sentíamos la misma pasión, como si el tiempo no hubiera pasado.
Perohabíapasado.Porfinhabíaconseguidorehacerme,seguiradelante.Teníapordelanteunavida,
tanfelizcomojamáshubieraesperadoquefuese.Noeradichosa,peromesentíacapazdeencararel
día.Tútepresentabas,sinembargo,comosaliendodelanada,ymelodestrozabastodo.—Memiró
y vi que tenía secos los ojos—. No creo que pueda perdonarte por eso. Pero me enseñó algo: una
lecciónfeaybrutalqueheaprendidoparasiempre.
—No,teloruego,no…—dije,peroellacontinuó,implacable,atravesándomeconsuspalabras:
—Hay algo intangible en ti, Jackson, una parte de ti que es como un muro entre nosotros: un
muro alto y grueso, que me causa dolor cada vez que tropiezo con él. He dejado mi sangre en su
piedra,yyanopuedolucharmás.Noloharé.
—¿Ysiyanotuvierasquehacerlo?
Vanessamemiró,sorprendida:
—¿Reconocesqueexisteesemuro?
—Sédequéestáhecho—dije.
—¡Cómo!—Suvozexpresabaduda.
—Una vez te lo haya dicho, no habrá marcha atrás. Es algo feo y que me avergüenza, pero he
intentadoexplicártelomásdeunavez.
—¿Porquénolohashecho?—preguntóVanessa.
Titubeé:
—Porque,entonces,yanomeamarás.
—¡Nopuedesertanmalo!
—Espeoraún.Eslarazóndetodolomaloquehayentrenosotros.Elmotivodequenopueda
abrirmeati.EldequepermitieraqueEzrameconvenciesedecasarmeconBarbara,puestoqueno
podíaexplicártelo.Todavíaahorameasusta.—Memiréensusojosysupequejamáshabíaestadotan
desnudoanteella—.Meodiaráscuandolosepas.
—¿Cómopuedesdecireso?
—Porqueyomeodioamímismoporello.
—Nohablesasí.
—Esloquepienso.
—¡PoramordeDios,Jackson!¿Porqué?
—Porque te fallé cuando más me necesitabas y porque el motivo de que me quieras es una
mentira. —Extendí la mano por encima de la mesa y tomé la suya—. No soy lo que tú piensas,
Vanessa.Nuncalohesido.
—Teequivocas.Sealoqueseaenloqueestéspensando,teequivocas,porqueyoséexactamente
quiéneresyquéeres.
—Nolosabes.
—Losé.—Liberósumanodelamía—.Noerestancomplicadocomocrees—dijo.
—Entonces…¿quieresoírlo?
—Necesitooírlo—dijo,yyocomprendí.
Hayunagrandiferenciaentrenecesitaryquerer.Apesardesusvalerosaspalabras,Vanessano
queríaoíraquello.
Caminépararodearlamesa,yellasepusorígida.Temíquemedaríalaespalda,perosehabía
apoderado de ella una calma animal. Se empequeñeció en sí misma y cruzó por sus ojos algo
semejante al resplandor azogado de un espejo. Yo, entonces, como un torpe gigantón, recorrí el
espacio que me separaba de ella, y en la sombra de su alma abierta y desnuda reconocí la
extraordinaria fuerza que se necesitaba para amarme durante tanto tiempo y con semejante
convicción.
Me senté en la mesa, pero ella no permitía que se cruzaran nuestros ojos. Yo estaba deseando
abrazarla,peromecontentéjuiciosamentecontomarsusmanos.Algunaemoción—eltemor,supuse
—lasmanteníafláccidas,ycomprendíquesehabíaretiradoaalgúnlugarenelinteriordesímisma.
Me atreví a alzarle un poco la barbilla para mirarla en lo más hondo de aquellos ojos suyos
semejantesaespejos.
—Vanessa—dije.
Nuestrosrostrosestabanaapenasunoscentímetrosdedistancia,surespiracióneracomoelroce
deunaplumaenelmíoy,encuantoseabrióamí,susmanossecerraronlentamentealrededordelas
mías.Necesitabaexcusarme,explicarle,suplicarquemeperdonara,peronadadeesomesalió.
—Siempreteheamado—dije—.Desdeelprimermomentoenquetevi.Yjamáshedejadode
amarte,nisiquierauninstante.
Ellaempezóatemblar,ylafachadatraslaquehabíaocultadosurostrosedesmoronócomosi
estuvierahechadearena.Laslágrimasarrasaronsusojos,yyosupequenopodríaocultarlenada,
perolaemociónestrangulabamigargantayelsilenciohacíamásintensossustembloreshastaquese
inclinó para apoyarse en mí. Se estremecía y yo la protegí con mi cuerpo, pero luego reventó el
dique de su resolución y se echó a llorar, de manera que, cuando habló, fue dejando una distancia
entre sus palabras como si salieran de un lugar muy profundo y precisaran toda la energía de su
alientoparahacerseoír.Mecostabaentenderloquedecía.
—Melodije—empezó,ydespuéstuvoquehacerlodenuevo—.Meprometíamímismaqueno
lloraría.
La abracé más estrechamente. No podía pensar con claridad y por eso empecé a murmurarle
frasesaloído,comosimedirigieraaunaniña:
—Estábien…Todoirábien.
Quería creer yo mismo mis palabras, y por eso se las repetía. Lo había hecho así en otras
ocasiones,comoaquellejanodíaenelgranerodelagranjaStolen,cuandolaspalabrasyelcalorde
loscuerposabrasabannuestrasalmascomounhierrocandenteylashacíanluminosas.Asípodríaser
denuevo,yporesoledije:
—Todoirábien.
Nooíqueseabríalapuerta.Noviamimujernilaoíhastaqueexclamó:
—¡Vaya!—Suvozhizotrizaslacasadepapelquemispalabrashabíanconstruido—.¿Verdadque
esunaescenaenternecedora?
Noeraunapregunta,enrealidad.
Vanessasesoltódemisbrazosysevolvióhacialapuertayaquellavozquenohubierapodido
sonarmáscruel.Barbarasehallabaatresmetrosdedistancia,confloresenunamanoyunabotella
devinoenlaotra.
—Deboreconocerqueestoyunpocosorprendida,Work—dijo.
Tirólasfloresaunapapeleraypusolabotelladevinoenunamesitaauxiliar.
—¿Quéestáshaciendoaquí,Barbara?—Eltonoairadodemivozerainconfundible.
Vanessaretrocedió,peroBarbarasiguióadelantecomosinomehubieraoído.
—Porlaformacomohablabasencasadeestazorra,penséquehabíasacabadoconella.—Sus
ojossemovíansobreVanessacomosipudierandespedircalorycarbonizarlacarneavoluntad—.
Supongo que deseabas una compañía más animada para el camino. —Noté que Vanessa acusaba el
golpeysemepartióelcorazón—.Enrecuerdodelosviejostiempos.—Barbaraseacercómás,con
susojoscandentesclavadosaúnenVanessa—.Peroyaveoquemeequivocaba.
—Esonoescierto—dije—.Nadadeloquedices.
PeroVanessayaseencaminabaalapuerta.Sunombrecruzópormislabios,peromispiesfueron
demasiadolentos.PasójuntoaBarbaraantesdequeyopudieraalcanzarlaylaspalabrasdemimujer
atravesaronlafinaarmaduradesuespaldaindefensa:
—¿Pensabasdeverasquepodríascompetirconmigo?
Vanessa se volvió; sus ojos se cruzaron un instante con los míos y después cerró la puerta de
golpealsalir.Barbaragritóalacalladapuerta:
—¡Aléjatedemimarido,asquerosaramera!
Noséquémepasóderepente.Fuecomosinofuerayo.LairameempujóalladodeBarbaray
meviagarrándolafuertementeporelbrazo.Lairamehizoobligarlaavolverse.Lairamellevóa
levantarlamanocontraella.Yabajarladespués.Laabofeteécontalfuerzaqueladerribéalsuelo.
Luego la ira me invadió de nuevo y me llevó a amenazarla con darle patadas y reducirla a la
sumisiónmásextremaycallada.Lairapedíasangre,uncastigomerecidodesobra.Ymiiraeramuy
poderosa.
Tuvequereprimirla,quedoblegarlaconunextraordinarioesfuerzodevoluntad.Porque,deno
serasí,talvezlahubieramatado.
Barbara debió de verla arder en mis ojos porque no dijo ni una palabra hasta que aquel brillo
asesinoseapagó.Yasinél,violoquehabíaesperadover:alhombreconelquehabíaestadocasada
diezaños.Elhombrevacío.Lacáscara.
Porque,sihubieravistolaverdad,jamáshubieravueltoaabrirlabocaparadecir:
—¿Has acabado ya? —preguntó—. ¿Has acabado de actuar como piensas que debería
comportarseunhombre?
—¿Hedetomarmeesocomouninsulto?
—Laverdadsueleescocer.
—Escucha,Barbara…Yatelodijeantes.Hemosterminado.
Sepasóeldorsodelamanoporlamejilla.
—Terminaremoscuandoyodigaquehemosterminado.Novoyaserelhazmerreírdenadie.No
deesamujer,ytampocodeti.
—¡Teparecestantoamipadre!—dije,yaconlamanoenlapuerta.
Ella sonrió y yo me quedé mirándola, asombrado de no haber sido capaz de verlo antes. Era
comomipadre.Losmismosvalores.Idénticaindiferenciahacialosdemás.
—Me lo tomaré como un cumplido —dijo, poniéndose en pie y arreglándose la ropa con aire
despectivo.
—Noeramiintenciónquelofuese.
Respirabaprofundamenteporlanariz.Teníaelrostrocongestionadoysusojoseranbrillantesy
duroscomomonedasreciénacuñadas.
—Unodenosotrostienequeserfuerte—dijo—,ylosdossabemosquiénloes.
Medirigíalapuertadeldespacho,peromedetuveunmomentoantesdesalir.
—No te hagas ilusiones —le dije—. Puedes llamar genio a un chiflado, pero al final del día
seguirásiendounloco.
—¿Quésignificaeso?
—Significaquelaobsesióndecontrolarlotodonoeslomismoquetenerfuerzaparahacerlo:es
solounaobsesión.Yosíséloqueesesafuerza—añadí,pensandoenVanessa.
Ignoroquéveríaellaenmicara:repugnancia,talvezcompasión.Peroloquedecíaeralapura
verdad: mi mujer jamás ha sido fuerte; ha tenido solo mal genio, y hay una gran diferencia entre
ambascosas.Enelfondo,ellalosabía.
—Menecesitas,Work.Losepasono,siempremenecesitarás.
Oí las palabras finales de Barbara cuando ya recorría la desierta oficina en pos de Vanessa.
Resonaron llenas de confianza y me dije a mí mismo que en esta ocasión eran falsas. Esta vez se
equivocabaporcompleto.
—Ya sabes dónde encontrarme —gritó, y yo aceleré el paso—. Volverás. —Eché a correr—.
¡Siemprelohaces!
Empujélapuertaexteriorconelhombro.Seabriódeparenparylaluzdelatardecermecegó.
Parpadeé, hice sombra sobre mis ojos y distinguí a Vanessa tras el volante de su camioneta. Salía
marchaatrásdesuaparcamientoysedirigíahacialasalida.Redujolavelocidadalllegaralacalle,
peronoseparó;luegodoblóaladerechayaceleró,provocandolasalidadeunanubecilladehumo
azulporeltubodeescape.Corrítrasella,gritandosunombre.Olíaaaceitequemadoypodíaoírmi
respiraciónagitadayloslatidosdemicorazón.Lagentememirabacuriosa,peronomeimportaba.
CorríasiguiendolalíneaamarillayllamandoaVanessaporsunombre.
Nosedetuvo.
Pero yo no estaba dispuesto a dejar que se fuera; esta vez no. Volví por mi furgoneta. La
alcanzaría en la carretera camino de su casa. En algún lugar. Y concluiríamos lo que habíamos
iniciado.
Yoestabaenbajaformayrespirabacondificultadcuandopisélafranjadehierbaqueseparabael
aparcamiento de la carretera. Tropecé, pero logré evitar caer de bruces y, después, hurgué en mis
bolsillosbuscandolasllaves.Encontrélaquenecesitaba,laintrodujeenlacerraduradelaportezuela
de la furgoneta y la abrí. Vanessa no podía estar demasiado lejos…, a poco más de un kilómetro
comomucho.
Miré hacia arriba mientras abría la portezuela y vi a Barbara de pie en la entrada posterior del
edificio. Su rostro era inexpresivo mientras me miraba. Yo, por una vez, no tenía nada que decir
pero,probablemente,misojoslodecíantodo.
Al momento siguiente estaba dentro de la furgoneta, con el motor caliente y el pie en el
acelerador. Retrocedí y dirigí el vehículo hacia la salida. Y en aquel mismo instante, mi universo
cambió:invadierondeprontoelaparcamientocochesqueparecíanllegardetodaspartes.Lucesque
destellaban…,uniformes…Ymevibloqueado,rodeadoporaquellosvehículos.
Nadiesacóarmas,perovilaspistolasymicorazónsesobresaltó.Mecostabarespirar;sabíalo
que estaba ocurriendo. Al poco, Mills se hallaba junto al asiento de mi furgoneta y llamaba a mi
ventanillasinquesucaramedijeranada.
Yohabíaimaginadoestaescenanumerosasveces,cuandoyacíainsomnedenocheenlacama:el
chirridodelasruedasalgirarfrenando,tanestridenteydespiadado.Dealgunamanerahabíapensado
queesonoocurriríanunca,peromeimaginabainvariablementeaMills,siempreconunasonrisade
júbiloimplacable.Peroahoraaquellainexpresividadsuyameparecíapeortodavía.
Bajéelcristaldelaventanillasinsentircasimisbrazos.
—¿Querríapararelmotorysalirdelcoche,porfavor?—Lavozdeunextraño.
Hiceloquemepedíayelsuelomepareciócomodegomabajomispies.
Millscerrólapuertadelafurgonetaamiespalda,yyofuimuyconscientedelruidoquehizo:una
puertametálicagolpeadaconviolencia.Agentesdeuniformesehabíansituadoamiscostados.Nolos
reconocí,porloquesupusequeMillsdebíadehaberloselegidopersonalmente.
Millsproseguíay,mientrashablaba,notéunasmanosquemedabanlavueltaymeobligabana
inclinarmesobreelcapódemivehículo.
—Jackson Pickens: queda usted detenido por el asesinato de Ezra Pickens. Tiene derecho a
permanecerensilencio…
Elmetaleraduro,implacable.Viunazonaoxidadaquenohabíavistoantes.Olfateémialiento.Oí
ungruñidoquemedicuentadequeeramío.
—Cualquiercosaquedeclarepodráserutilizadacontraustedanteuntribunal…
LevantélamiradayviaBarbara.Seguíaaúnapoyadacontraeledificioytratédeverlelacara:
eracasitaninexpresivacomoladeMills,peroalgotransformabasusrasgosymeparecióqueera
furia.Notélasesposasqueseceñíanamismuñecas.Alguientiródemíhaciaarribaporlapartede
atrásdemicamisa.Sehabíacongregadogenteenlaacera,atentaaloquesucedía.Yolosmiréami
vezmientrasMillsacababadeleermemisderechosdeunatarjetaquellevabaconsigo.
—Tiene derecho a consultar con un abogado. —En este punto levantó la vista y se cruzaron
nuestrasmiradas—.Sinopuedepagaruno,leseráproveídoparaquelorepresente.
Yonoqueríamirarlaalacara,asíquelevantéelrostroalcielo,pensandodeprontoenelhalcón
quehabíavistodesdeelpuente.Peroelcieloahoraestabavacíoy,sialgunaredenciónsemovíaenél,
lohacíaenalgúnlugarqueyoeraincapazdever.
—¿Comprendeestosderechostalcomoselosheexplicado?
Porfinlamiré.
—Sí,loscomprendo.—Otravozextraña,queenestaocasiónsalíademispropioslabios.
—Regístrenlo—dijoMills,ydenuevonotéunasmanossobremí.
Me cachearon de arriba abajo, subieron por mis piernas, palparon mis ingles y axilas… Me
quitaronmicarterayminavajadebolsillo.Alosojosdelagente,mequitaronelcinturón…Yano
eraunapersona:eraunapartedelsistema.
Sabía cómo funcionaban las cosas. Me escoltaron hasta un coche patrulla y me metieron en el
asientotrasero.Denuevoresonóenmisoídoselestrépitometálicodelapuertaalcerrarladegolpe.
Elsonidoduróunratoy,cuandodesapareció,viqueelgentíohabíaaumentadoyqueBarbarayano
estabaallí.Noquerríaquelavieran,perolaimaginéenunadelasventanas,conunojoenmíyotro
enlamultitud.Necesitaríasaberquiéneshabíanpresenciadomihumillaciónpública.
Fuera, Mills hablaba con varios agentes uniformados. Mi furgoneta sería trasladada al depósito
municipal y registrada. Yo sería conducido a la cárcel del condado de Rowan y llevado a juicio.
Conocíaperfectamentelarutina.
Me desnudarían, me someterían a un examen de mis cavidades y me vestirían con un mono
holgadodecolornaranja.Medaríanunamanta,uncepillodedientes,unrollodepapelhigiénicoy
unpardechancletasusadas.Medaríanunnúmero.Ydespuésmeasignaríanunacelda.
Más pronto que tarde, me interrogarían, y yo sabía que tenía que prepararme para ese
interrogatorio.
Peroenaquellosmomentosnomeimportaba.Nopodíapreverlo.Enlugardeeso,veíaaVanessa
ypensabaenloquelehabríadolidoverqueyohabíafracasadoenmiintentodeseguirtrasella.
¿Cuántotiempoesperaríaantesdecerrarmedefinitivamentesupuerta?
Larespuestaerainevitable.
«Nomucho»,pensé.
Sinolahabíacerradoya.
Pensé en Jean y traté de mantener la calma. «Motivos», me dije. Tenía que haber motivos para
aquello.Buenos.Sinoparamí,almenosparaJean.Mecentréenesepensamiento,yesomeayudóa
poner los pies en el suelo. Aquello era solo el primer paso. Me conducían a la cárcel, pero no a
prisión.Nadiemehabíadeclaradoculpabletodavía.
Peronopodíaengañarmeamímismomuchotiempoy,mientrasnosalejábamos,aguardéaque
seapoderarandemílossudoresdelmiedo.
24
Lahabitacióneracuadradayteníalasbombillasdeltechoconprotectoresdealambre;olíaapies.
Laspiezasdelinóleonegrosecombabanenelsueloporefectodeltiempoydabanalaestanciauna
sensación de retorcimiento, como si se tratara de una distorsión provocada por las manos de un
gigante. Me pregunté si sería debido a una mala construcción o producto de mi estado mental. Se
hallabaenlapartedeatrásdelacomisaríadepolicíay,comolasdemásestanciasdelacárcel,esta
tenía paredes verdes, una mesa metálica y dos sillas. Había asimismo un espejo, detrás del cual yo
sabía que se encontraba Mills. Ella era consciente de que yo lo sabía, por lo cual todo aquello me
parecíaunaneciapamema.
A pesar de todo, una extraña sonrisa bailaba en mi cara. Tal vez fuera porque yo sabía que
disponíadeunacoartada.Simeveníaabajo,teníaunasalida,locualhacíatodoaquelloirreal.Talvez
me hallara más cerca del límite de lo que pensaba. Pero, en todo caso, la sensación de irrealidad
persistía.
Me habían conducido hasta allí a través del garaje que utilizaban como aparcamiento y, a
continuación,porunpasillodeparedesdecementohastaaquellugarqueapestabaapies.Unavezen
él,mehabíanquitadolasesposasymehabíandejadosolo.Llevabaunahorasentado,peronohabía
tocadolajarradeaguaquehabíaenlamesa;estabafamiliarizadoconaquellatécnicaporhabérsela
oído comentar en broma a los policías: los sospechosos que tenían la vejiga llena a menudo se
mostraban más locuaces aunque no fuera más que por acabar y poder ir al váter. La espera era
asimismo habitual: los policías buscaban que la realidad calara en el interrogado; les gustaban los
sudoresdelmiedo.
Por eso permanecí sentado en silencio, e intenté prepararme a mí mismo, aunque lo que
necesitaba de verdad era un cigarrillo. Pensaba en todos los clientes que habían ocupado aquella
habitaciónantesqueyo.
CuandoMillsentró,trajoconsigosuperfumeamelocotónmaduro.Laseguíaotrodetective,al
queconocíadecara,aunquenosunombre.Millssesentódelantedemí,yelotropermaneciódepie
reclinadocontralapared,alladodelespejo.Teníalasmanosgrandesylacabezapequeña;semetió
lasmanosenlosbolsillos,enganchandolospulgaresenellos,ymeobservósinpestañear.
Millscolocóencimadelamesalosobjetoshabituales:bloc,pluma,unagrabadora,unacarpetilla
depapelManila.Despuésmepusodelanteunahojadepapel,quereconocícomoelimpresoenque
declaraba que se me había informado de mis derechos. Puso en marcha la grabadora y comenzó
diciendolafechaylahora.Identificóatodoslospresentesy,finalmente,memiróalosojos.
—SeñorPickens…HasidoinformadousteddesusderechosMiranda[3].¿Esasí?
—¿Puedendarmeuncigarrillo?—pregunté.
MillsmiróaldetectiveCabezaPequeñayestesacóunpaquetedeMarlboroLights.Toméunode
su mano y me lo metí entre los labios. Él se inclinó sobre la mesa, lo encendió con un mechero
baratodecolorrosaydespuésseretiróasulugarjuntoalapared.
Millsrepitiósupregunta:
—¿HasidoinformadousteddesusderechosMiranda?
—Sí.
—¿Comprendeesosderechos?
—Loscomprendo.
—TieneanteustedelimpresoestándardelestadodeCarolinadelNorterelativoalosderechos
Miranda.Seleexplicanenélsusderechos.¿Tendríalabondaddeleerloenvozalta,porfavor?
Toméelpapelyloleíenatencióndelagrabadoraydecualquierjuezescrupulosoquepudiera
verseinstadoaponerencuestiónlalegalidaddeaquelinterrogatorio.
—¿Comprendeustedestosderechos?—repitióMills.Noestabadispuestaacorrerningúnriesgo.
—Sí.
—Si desea usted responder a nuestras preguntas en este momento, le rogaría que indicara su
conformidadeneseimpreso,queconsignelafechaenélylofirme.
Todosestosimpresosdeconformidadllevanunacasillaqueunohademarcarsideseaseguircon
el interrogatorio. De acuerdo con la ley, una vez que un sospechoso está detenido y solicita la
presencia de un asesor legal, la policía está obligada a suspender de inmediato el interrogatorio.
Cualquiercosadichaapartirdeesemomentoesinadmisibleanteuntribunal;y,enteoría,tambiénlo
escualquierpruebaquelapolicíapuedaencontrarapartirdelodeclarado.
Yosiemprelesrecomendabalomismoatodosmisclientes:«Nofirmennuncaesamalditahoja.
Reclamenlapresenciadeunabogadoymantenganlabocacerrada.Nadadeloquediganlesservirá
deayuda».
Prescindí de mi propio consejo, firmé el impreso y lo pasé por encima de la mesa. Si Mills se
sorprendió,loocultómuybien.GuardóelimpresofirmadoenlacarpetilladepapelManila,comosi
temieraquepudiesecambiardeideayromperlo.Poruninstanteparecióinsegura,ysemeocurrió
quejamáshabíaprevistoqueyocooperaría.Perolociertoesqueamímehacíafaltainformacióny
quenolaconseguiríasinseguirleeljuego.Habíanencontradoalgoyyonecesitabasaberdequése
trataba.Eraunjuegopeligroso,sí.
Tomélainiciativa:
—¿Haycargoscontramí?
—Soy yo quien lleva el interrogatorio. —Su actitud seguía tranquila: era aún la profesional
indiferente,peroesonoduraríamucho.
—Siemprepuedoretirarmiconformidad…—dije.
Pocas personas son conscientes de esto. Uno puede firmar con sangre ese documento, pasarse
todoeldíarespondiendolaspreguntasqueselehagany,contodo,cambiardeidealuego.Tienenque
suspenderelinterrogatorioentonces,algoqueningúnpolicíadeseahacerhastahaberlocompletado.
VicontraerseunmúsculoenlamandíbuladeMills.Labarajaestáamañadaafavordelapolicía,que
amenudosebeneficiadelaignoranciadelagenteacercadelsistemajudicial.
—No.Nohayningúncargo.
—¿Perotendráustedunaordendedetención?
Titubeódenuevo,perorespondió:
—Sí.
—¿Aquéhoralarecibió?
Sus labios se fruncieron en un apretado mohín y vi que el detective Cabeza Pequeña buscaba
mejorapoyoenlapared.
—Esoesintrascendente.
Podía advertir en su rostro la lucha que se libraba dentro de ella. Su respuesta me sacaría de
quicio, pero también lo haría su silencio. Y yo conocía bien a Mills: quería que yo hablara; lo
deseaba tan vivamente, que casi podía palparlo. Si yo hablaba, podría ponerme una zancadilla,
apuntarse una temprana victoria. Si yo ejercía mi derecho a permanecer en silencio, le negaría ese
placer. Y ella quería lo primero, un golpe rápido. Quería sangre y confiaba en su habilidad para
conseguirla.
—Alauna—dijofinalmente.
—¿Yhabéisesperadohastalascincoparadetenerme?
Millsfijólavistaensubloc,violentaporqueestaconversaciónfiguraraincluidaenlacintadel
interrogatorio oficial. También los policías tienen normas. Y una de ellas es no dejar que los
sospechososcontrolenuninterrogatorio.
—Solo quiero asegurarme de que nos entendemos el uno al otro —proseguí—. Sé por qué
esperasteis.
Ylosabía,enrealidad.Deteniéndomedespuésdelascinco,yonoteníalaposibilidaddeacudira
unjuezparapresentarunapeticióndelibertadbajofianza,noesedíaalmenos.Esosignificabacomo
mínimounanocheenlacárcel,yquelacosaerapersonal,comoelperiódicoquehabíadejadosobre
lamesademicocina.Lisayllanamente,queríaquemesintieraconlasogaalcuello.
—¿Haterminadousted?—preguntó.
—Lojustoparaqueveamoslosdosdequévalacosa.
—Pues,entonces,sigamosconello.
Comenzó sistemáticamente, y tuve que reconocer que lo hacía a conciencia. Estableció mi
identidad, mi relación con el difunto y mi ocupación mediante un diálogo mínimo. Quería una
transcripciónclaraydirectadeloshechos.Meinterrogóacercadelanocheenquemuriómipadre,y
fueexhaustiva.Deseóqueledieracuentadecadamomento,yyolerepetíelmismorelatoqueyale
habíadado.Elaccidentedemimadre.Elhospital.LacasadeEzra.Lallamadatelefónica.Susúbita
partida.RebajélaseveridaddesudiscusiónconJeanyconfirmédenuevoque,despuésdedejarla
casadeEzra,paséencasaelrestodelanoche.
—No—ledije—.Yanovolvíaveramipadre.
—¿Quéhaydesurevólver?—preguntó.
—¿Aquéserefiere?
—¿Sabíausteddóndeloguardaba?
—Losabíanmontonesdepersonas.
—Esonorespondeamipregunta.
—Sabíadóndelotenía,sí.
—¿Sabeusteddispararunarma?
—Apuntasyaprietaselgatillo.Noestancomplicadocomolanzaruncohetealespacio.
—¿Sabeusteddóndeestáahoraeserevólver?
—No—respondí—.Notengoniidea.
Volvió,pues,alprincipio.Comenzóarevisardenuevotodoslosdetalles,unayotravez.Abordó
mirelatodesdedistintosángulos,buscandoinconsistencias…,laspequeñasmentirasquecuentatodo
culpable. «¿A qué hora se fue usted a la cama? ¿Cómo encontró a su mujer? ¿De qué hablaron los
dos?Háblemedeladiscusiónquemantuvieronsupadreysuhermana.Cuéntemequéocurrióenel
hospital.¿Dijoalgomássupadrecuandosemarchó?Háblemedeesallamadatelefónica.Volvamos
sobreeso».
Y así una y otra vez, durante horas. ¿Qué tal se llevaba usted con su padre? ¿Cuáles eran sus
acuerdos financieros con respecto al bufete? ¿Eran socios los dos o era usted un empleado suyo?
¿Teníaustedllavedesucasa?¿Cerrabaélconllavesudespachoporlanoche?¿Ysuescritorio?
PedíaguayMillsmesirvióunvasodelajarra.Bebísolounsorbo.
—¿Cuándotuvoconocimientousteddelaexistenciadeltestamento?
—Sabíaquepensabadejarmelacasa,peronosupenadamáshastaquemeencontréconHambly.
—¿Supadrenuncaselocomentó?
—Eraunhombremuyreservado,especialmenteenasuntosdedinero.
—Hambly dice que se enfadó usted mucho por los términos del testamento. Que maldijo a su
padre.
—NohabíaincluidoenélaJean.
—Yesolemolestó.
—Mepareceunacrueldad.
—Hablemosdesumadre—propusoMills,yyomepuserígido.
—¿Quéquieresaberdeella?
—¿Laqueríausted?
—¿Aquévieneestapregunta?
—Responda,seloruego.
—¡Claroquelaquería!
—¿Yquémedicedesupadre?
—Éltambiénlaquería.
—Mereferíaalossentimientosdeustedhaciaél.
—Eramipadre.
—Esonorespondeamipregunta—dijo.
—Yopiensoquesí.
Seretrepóensusilla,disfrutandodeesepoderqueteníasobremí.
—¿Sepodríadecirqueexistíaamistadentreustedesdos?
Reflexionésobreello,ycasimentí.Noestoysegurodeporquésaliólaverdad,peroladije:
—Eramipadreyademásmisocioenelnegocio.Noéramosamigos.
—¿Porquéno?
—Eraunhombrebastantedifícil.Nocreoquetuvieramuchosamigos.
Millspasóunaspáginasdesubloc,buscandonotasanteriores.
—Lanocheenquesumadremurió…
—Esofueunaccidente—dije,elevandolavozquizáalgomásdelacuenta.
Millsalzólamirada,sinsoltarlaspáginasqueteníaentrelos,dedos.
—Esodeclaróusted.Peroseplantearonalgunaspreguntas.Hubounainvestigación…
—¿Nohaleídoustedelinforme?—pregunté.
—Loheleído.Planteóalgunasdudas.
Meencogídehombroscomosiaquellonomeinteresara.
—Unosmueren.Otrosseplanteandudas.Asíescomofuncionanlascosas.
—¿DóndeestabaAlexShiften?—mepreguntó.
Lapreguntamepillódesprevenido.
—¿Alex?
—Sí,duranteladiscusión.Ydespuésdeella.¿Dóndeestaba?
—Nolosé—dijesinceramente.
Millsescribióunanotaensublocydespuéscambiódetácticaalaperfección.
—Diceustedquenohavistonuncaeltestamentodesupadre.¿Esciertoeso?
«¿Esciertoeso?».
Yamelohabíapreguntadoantes.
—Jamás he visto su testamento —respondí—. No conocía su contenido. Hasta que hablé con
Clarence Hambly ignoraba que su herencia fuera tan cuantiosa. —Intuí un movimiento y miré al
detectiveCabezaPequeña.Nosehabíamovidoenrealidad,perolalíneaafiladadesubocasehabía
inclinadoenunánguloyderepentefuiconscientedelauténticopeligroqueexistíaenlapartidaque
estabalibrando.NopodíaverlatrampadeMills,perolapresentía.Poresopronunciémuydespacio
missiguientespalabras—:Y,porsupuesto,ignorabaquemedejaraquincemillonesdedólares.
PusemisojosdenuevoenladetectiveMillsypercibíelprimerdestellodeltriunfo.Fueracual
fueselacartaqueseguardabaenlamangaestabaapuntodeverla.AbriólacarpetadepapelManilay
sacódedentroloqueparecíaserundocumentoconservadobajoprecintoenunabolsatransparente
deplásticodelasutilizadasparaguardarpruebas.Leyóenunregistroelnúmerodeprueba,tomóel
documentoylopusodelantedemí.Supequéeraantesdequelodepositarasobrelamesa.Unarápida
miradaconfirmómissospechas.«ÚltimaVoluntadyTestamentodeEzraPickens»,seleíaenél.
—¿Afirmaustednohabervistonuncaestedocumento?—preguntó.
—Sí—dije,sintiendoqueseabríaunhuecoinsondableenmisentrañas—.Nuncalohevisto.
—Pero,segúneltítuloquellevaestedocumento,eseltestamentodesupadre.¿Meequivoco?
—Diceserlaúltimavoluntadyeltestamentodemipadre,asíes.TendríaquepedirleaClarence
Hamblyqueloconfirmara.
—Yalohahecho—dijoMillsdescubriendosuscartassinlamenorintencióndemostrarsesutil.
Todoseríaconfirmado.Todasycadaunadelaspalabrasqueyodijera—.¿Yustednolohabíavisto
antes?
—No.
—¿Afirmaustedquenolohabíavisto?
—Asíes.
Millsexhibióeldocumento.
—Voyairalapáginacinco—dijo—.Hayenellaunafrasequehasidomarcadaconunrotulador
amarillo.Lastresúltimaspalabrasdeesafraseaparecensubrayadasentintacontreslíneasrojas.Voy
amostrárselasyapreguntarledenuevosinolashabíavisto.
Mepresentóeldocumentocolocándolobocaarribasobrelamesa.Lairrealsensacióndecalma
quemehabíainvadidohastaentoncescomenzóadesmoronarse.
—Eslaprimeravezqueloveo—dije.
—¿Tienelabondaddeleerenvozaltalapartedestacadaconrotuladoramarillo?
Noté que el detective Cabeza Pequeña se separaba de la pared. Cruzó la habitación y fue a
colocarsedetrásdeMills.Convozneutra,leílaspalabrasdemipadre;unavozqueparecíasalidade
latumbaparacondenarme:
—«Amihijo,JacksonWorkmanPickens,ledejo,enfideicomiso,lasumadequincemillonesde
dólares». La cifra aparecía subrayada con tinta roja. Quien lo hubiera hecho, había apretado con
fuerzaalhacerlo,yafueseporefectodelairaodelaexpectación.Nopodíalevantarlacabezade
ella.Sabíacuálseríalasiguientepregunta.SaliódelabiosdeMills.
—¿Querrá usted explicarme por qué este documento, que usted afirma no haber visto nunca,
aparecióensudomicilio?
Allítenían,pues,elmotivo.
Depronto,unafuertepalmadasacudiólamesaantemisojos.YosaltédemisillaymiréaMills.
—¡Malditasea,Pickens!Respondaamipregunta.¿Quéhacíaestoensucasa?
Millscontinuó,golpeándomeconlaspalabrasigualquehabíagolpeadolamesaconlapalmade
lamanoabierta.
—Ustedconocíaeltestamento—afirmó—.¡Necesitabaeldinero,ylomató!
—No—conseguídecir—.Nadadeesoescierto.
—Hamblynosdijoquesupadrepensabacambiareltestamento.Ibaaexcluirloausted,Pickens.
Quincemillonesdedólaresestabanapuntodeescapárseleporlaventana,yustedseasustó.Poreso
lemetiódosbalazosenlacabezayaguardóaqueencontraranelcadáver.Esesoloquesucedió,¿no?
¡Confiéselo!
Yoestabaatónito.¿Mipadreibaaexcluirmedesutestamento?Hamblyjamásmehabíadichotal
cosa. Pero archivé el tema y me concentré en el presente. Era un golpe bajo, un revés estratégico,
peroloshabíasufridopeores.Teníaquepensar.Teníaquecalmarme.Respirélenta,profundamente,y
me dije a mí mismo que debía pensar en la transcripción de la entrevista…, pensar en un futuro
jurado.Aquellaeraunameradeclaración,medije.Nadamás.
Casimeconvencí.
—¿Haterminadousted?—pregunté,apoyándomeenelrespaldodemisilla.Mivozeraserena,y
comprendíquemiserenidadhacíaparecerextremosalaactuacióndeMills.Ellaestabadepie,conel
cuerpo inclinado sobre la mesa. Estudió mi cara y enderezó el cuerpo—. ¿Puedo tomar eso? —
preguntéindicandoeltestamentodemipadre.
Millsasintió,diounpasoatrásysesentódenuevo.Desurostrohabíadesaparecidobuenaparte
desucolor.
—Acondicióndequesigaaccediendoustedaresponderamispreguntas—dijo.
No respondí. Levanté de la mesa el documento y comencé a pasar despacio las páginas.
Necesitabaalgo.Loquefuera.
Encontréloqueestababuscandoenlapáginadelasfirmas.
—Estoesunacopia—dije,dejandoeldocumentobocaabajoenlamesayponiendorectoslos
bordes.
—¿Y…?—Advertíunabreveinquietudensusojos,quesemostrótambiénensuvoz.
—Decualquiertestamentosehacensolounospocosoriginales.Normalmente,elclientesequeda
conuno,lomismoqueelabogadoqueloredacta.Sondosoriginales,pues.Talveztres.Pero,porsu
propianaturaleza,puedehaberunnúmeroilimitadodecopias.
—Todoesoesirrelevante.Loqueimportaesqueustedconocíalostérminosdeltestamento.
Discutir conmigo fue su primer error propiamente tal. Había abierto una puerta, dándome
licenciaparaespecular,yahorametocóamíinclinarelcuerposobrelamesa.Necesitabaquemis
siguientespalabrasconstaranenlatranscripción,yporesolaspronunciéclaramente:
—Usted consiguió de Clarence Hambly una copia del testamento. Lo hizo con anterioridad al
registrodemicasa.Hay,pues,unapersonaquesepamosqueteníaunacopia:usted.Puedosuponer
también que hizo usted otra copia para dársela al fiscal del distrito. Son ya dos. Naturalmente,
Clarence Hambly tenía uno de los originales, del que pudo haber hecho igualmente una copia. Eso
sumatrespersonasprovistasdeunacopiadeltestamentoquehanestadoenmicasaenlosúltimos
días. —Me puse a contar con los dedos, extendiendo cada uno a medida que los iba citando—:
HamblyestuvoenelvelatoriodeEzralanochesiguienteahabersidodescubiertosucuerpo.Uno.El
otro día el fiscal del distrito se detuvo para hablar con mi mujer. Hizo un viaje ex profeso para
visitarlaenlacasa.Noenotrolugar.Enlacasa.Dos.Yustedmismaestuvoallíduranteelregistro.
Esosumatres.Cualquierdeellospudohaberpuestoallíesacopia.
—¿Estáustedponiendoendudamiintegridad?—preguntóMills—.¿Oladelfiscaldeldistrito?
—Notéqueelcolorvolvíaasusmejillas.Mispalabrashabíandadoenelblanco.Seestabaponiendo
furiosa.
—Esustedquiencuestionalamía.Asíque…¿porquéno?Trespersonas,cadaunadeellascon
unacopiadeltestamento,hanestadodentrodemicasaenlosúltimosdías.Esoleplanteaaustedun
interesante problema, detective Mills… A la gente le encanta una buena teoría conspirativa. Y no
olvidemosalosquetrabajanenelbufetedeHambly…Sonunaplantilladequinceempleados,más
otros cinco abogados. Cualquiera de ellos pudo haber hecho una copia de ese documento. ¿Los ha
investigado usted? Le apuesto a que cualquiera podría comprar por cien pavos una copia del
testamentodeundifunto,sidieraconlapersonaadecuada.¿Quémalhayeneso?Barbarayyohemos
recibido innumerables visitas en casa a lo largo del pasado año y medio. Así que cualquiera pudo
agenciarse una copia del testamento y plantarla en nuestra casa. Es un plan muy simple. Debería
investigarlosatodostambién.
Millsestabafuriosa,queeraloqueyopretendía.Suvozseelevódetonoaldecir:
—Puedeustedretorcerlascosastodocuantoquiera,peroningúnjuradolocreerá.Losjuradosse
fíandelospolicías,sefíandelfiscaldeldistrito.Eltestamentoestabaensucasa.Ustedsabíalode
esosquincemillones.
—Jamásmenospreciaríaasíalosjuradosdeestecondado.Notienenporquéfiarsedenadie.Son
muchomásinteligentesdeloqueustedpiensa.Lasorprenderían.
Millsadvirtióelpeligrodedejarmetomarelcontrolalvermisonrisa.Yoestabatranquilo.Ella
no.Sehabíapermitidocalificardeestúpidoaljurado.Yo,encambio,leshabíadedicadounsincero
elogio.Ytodoestohabíaquedadograbado.
—Estalíneadeinterrogatoriohaterminado—anuncióMills.Leardíandecididamentelosojos,y
yodistinguíenellosauténticoodio.
Pormiparte,noestabadispuestoapermitirqueaquelloacabara.Todavíano.Queríaqueconstara
enlagrabaciónunateoríamás:
—Y está también la persona que irrumpió en el despacho de Ezra —dije—. La que intentó
matarmearrojándomeencimalabutaca.Mepreguntoquéestaríabuscando.Quizárobóunacopiadel
testamento.
—Yabasta.—Millssehabíapuestonuevamentedepieyteníalasmanosaferradasalbordedela
mesa.Estabaclaroqueyanosacaríanadamásdeella.
Asíquedijeloúnicoquemequedabapordecir.
—Muybien.Retiro,entonces,mirenunciaalosderechosMirandayhagovalermivoluntadde
permanecerensilencio.Estaentrevistahafinalizado.
Millssecongestionómientraslasangreacudíaentropelasucara.Habíasaboreadosupresayle
gustaba, pero entonces yo le había tapado la boca abriendo enormes boquetes en su teoría. Eso no
bastaríaensímismoparadestruirla—losabíamuybien—,perolahacíaparecerendeble,proyectar
sobreellaunapequeñasombradeduda.Nohabíaconsideradoafondolasimplicacionesdequeaquel
documentofueraunacopia.Ciertamenteunoriginalhubierasidomuchomáscondenatorio.Pero,en
definitiva, todo aquello no eran más que espejismos y humo. Tenía lo que deseaba. Y mis palabras
estabangrabadas:nuncahabíavistoaqueltestamento,aunquehubieraaparecidoenmicasa.
Y había, además, quince millones de dólares: una cifra capaz de influir sobre la opinión de la
mayoríadelosjurados.
CuandoMillssemarchómalhumoradaymedejóasolasconmispensamientos,tuvequeabordar
dos cuestiones más que, en cierto modo, eran todavía más preocupantes para mí: ¿por qué había
queridomipadreexcluirmedeltestamentoyporquénomehabíahabladoHamblydeello?
Mepasélasmanosporunrostroquesentícomosipertenecieraaotrohombre.Barbaincipiente,
arrugasprofundas…Teníalaspalmasapretadascontralascuencasdemisojosylosabrícuandooí
queeldetectiveCabezaPequeñaseaproximabaalamesa.Dejóencimaunteléfono.
—Unallamadatelefónica,abogado.Ymejorquesealabuena.
—¿Puedeserenprivado?—pregunté.
—Nihablar—replicó,yseapartóparaapoyarsedenuevoenlapared.
Ya comenzaba a pasar a segundo término el recuerdo de la entrevista. Contemplé el teléfono y
recordélacaradeVanessaylaformacomohabíahuidoaloírlavozdeBarbara.Podíahaceruna
llamadatelefónica,asíquepenséentodoslosabogadosalosqueconocíaymarquéluegoelúnico
númeroqueteníaparamíalgúnsentido.OícómosonabaelteléfonoenlagranjaStolen,yagarréel
aparatocontalfuerzaquemedoliólamano.¿Queríaasegurarmicoartada?Quizálopenséporun
instante,peroporencimadetodonecesitabaquesupieraquenolahabíaabandonado.«Porfavor»,
supliquéensilencio…«Descuelga…,porfavor».Peroellanolohizo.Yoísolosuvoz,indiferente,
solicitandoqueelquellamabadejaraunmensaje.Peroyonopodíahacereso.¿Quépodíadecirle?
Así que bajé el auricular y lo dejé en su horquilla, vagamente consciente de la mirada curiosa del
detective y del hecho de que, lejos de allí, una insensible máquina trasladaba el sonido de mi
angustiadarespiración.
25
En mi imaginación, las celdas están siempre frías, pero en la habitación a la que me condujeron
hacía calor. Fue lo primero que noté; y después de eso, su tamaño. Estrecha y miserable, mediría
poco más de metro ochenta de anchura por unos dos y medio de profundidad, con una ventana
pequeña que yo siempre había imaginado con barrotes, pero que en este caso era de cristal con
armadura metálica. Lo noté cuando apreté mi cara contra ella intentando saber algo más del lugar
adonde Mills me había enviado. No la había visto después de que saliera de la sala donde me
interrogó,perotampocomedejósolomuchorato.EldetectiveCabezaPequeñayotrosdosagentes
deuniformemehabíanesposadodenuevoymehabíanconducidoatravésdedesiertospasilloshasta
lapesadapuertadeaceroqueguardabalaentradadelgaraje-aparcamientodelacomisaríadepolicía.
Y allí me metieron en un coche patrulla para cubrir el breve trayecto hasta la cárcel del condado,
dondemeingresaron.
Aquellapartefuepeordeloquehabíaimaginado.Metomaronelnombre,mequitaronmisropas
y con una linterna y un guante de caucho, me despojaron del último y lamentable resto de mi
dignidad. El detective Cabeza Pequeña estuvo observándolo y encendió un cigarrillo mientras me
separabanlasnalgas.
Finalmente, alguien me tiró un chándal de color naranja y yo me lo puse, avergonzado de mi
entusiasmo. Las piernas eran demasiado cortas y la entrepierna me caía casi hasta la altura de las
rodillas.Mistalonessobresalíandelapartedeatrásdelaschancletas,perologrémantenermeencima
deellastodoloderechoquepude.EldetectiveCabezaPequeñasonrióaldecirme:«Queduermausted
bien,abogado».Despuéssefueymequedésoloconlosvigilantes,queselasarreglaronparaactuar
como si no me conocieran de nada…, en lugar de las dos o tres veces por semana que me habían
vistodurantelospasadosdiezaños.
Permanecíallídepieotrosdiezminutosmientraselvigilantedemásedadrellenabaelpapeleode
lostrámitesyelmásjovennomeprestabaatención.Noentrónadieallí,yningunosaliótampoco.
Llevábamos diez minutos allí, los tres, y no habíamos pronunciado una sola palabra. La pluma
arañaba el papel de los impresos por triplicado, y el carnoso antebrazo del hombre dejaba una
húmeda huella de sudor en la mesa mientras se movía para recorrer de arriba abajo los impresos.
Dabalaimpresióndeestarmuertodeaburrimiento.Yoteníaganasdesentarme,perolaúnicasilla
que tenía a mano estaba sujeta con correas de cuero y no me apetecía tomar asiento en ella: eran
correasgruesas,suciasdesudorydesangre,yenunasenotabaninclusomarcasdedientes.Diun
pasoatrásconlaintencióndebuscarotra.
—¿Vaustedaalgunaparte?—mepreguntóconironíaelmásmayordelosvigilantes.Sacudíla
cabeza—. Relájese, abogado. Tiempo es la única cosa que nos sobra aquí. —Después volvió a su
tareayeljovensesentóenelbordedelamesa,dondesepusoaescarbarselasuñas.
Yomedediquéaobservarlasparedes,elsuelo…,eintenténomirarhacialapuertaqueconducía
alassalasdevisitas.Habíapasadoporellaunmillardeveces,peronoeramipuntodedestinoahora.
Esta vez me conducirían por otra puerta al lugar donde se hallaban los internados allí. Y, mientras
esperaba,penséenlaverdadqueencerrabanlaspalabrasdelvigilante:tiempoeralaúnicacosaque
tenía;yenaquelmomentolasentí:sentílarealidad.Nocomounconceptoounameraposibilidad,
sino con los huesos, la carne y el pelo. Estaba en la cárcel, acusado. Fue en ese preciso instante
cuando me invadieron de golpe los sudores del pánico. Deformaron la habitación, amargaron mi
estómagoytuvequereprimirunasúbitanáusea.
Estabaenlacárcel.Mesometeríanajuicio.
Alcabo,elvigilantedemásedadconcluyóelpapeleoylevantólavista.Susojosseposaronen
míyvienellosquemereconocía,perososlayómievidenteconsternación.Habíavistotodoaquello
antes.Probablementemásvecesdelasquepodíacontar.
—Sectorcuatro—dijo,indicandoaljovenellugaradondedebíallevarme.
Yoseguíalguardiaalexteriordelasalacentraldeclasificación,paraentrarenunmundodonde
nadaparecíareal.Mehabíanquitadoelreloj,perosentíaloavanzadodelahora.Cruzamospuertas
sin ninguna clase de indicación, y vi el parpadeante reflejo de mi rostro en las pequeñas ventanas
negrasconlamirillametálica.
Perdí la cuenta de las vueltas, consciente solo, en algún sentido real, de los sonidos y de los
olores: el de los embetunados zapatos del guardia al pisar el suelo de hormigón, el susurro de las
chancletas que calzaba yo, finas como la piel… Sonidos de una lejana discusión que terminaba
bruscamente.Eloloraantiséptico,ahumanidadhacinada,yelapenasperceptibletufillodeunvómito
quenoemanabademímismo.
Fuimospenetrandocadavezmásenelestablecimiento,bajamosenunmontacargas,recorrimos
otropasillolejosyadecualquierindiciodeairefresco.Yocaminabaasuespaldayélmellevabaa
unlugarcadavezmásprofundo.Enciertomomentomemiróymeformulóunapregunta,peroyo
noteníanadaquedecir:mispensamientossedesangrabanpocoapoco,hechosañicos,yseperdían.
Me sentía acosado y me acobardaban los rincones aparentemente sin salida y los lugares oscuros.
Olfateaba mi propio temor y envidiaba la arrogante indiferencia del guardia. Durante aquel largo
paseo,élseconvirtióenundiosparamí,ylleguéatemerelmomentoenquemedejaríaabandonado
enaquellugar.
Fue así como lo seguí hasta donde quiso llevarme: un espacio octogonal dotado de puertas en
todo su perímetro, que era el sector cuatro. Había ocho celdas en él y distinguí más de un rostro
apretadocontralospequeñospanelesdevidrio.Unadelaspuertasestabaabiertayelvigilantemela
indicóconunademán.Yaenlapuerta,sevolvióhaciamíymedicuentadeque,despuésdetodo,no
eraundios.Parecíaindeciso.Diolaimpresióndearrastrarlospies,aunquenolohicieradehecho.
Porúltimo,sumiradabuscómisojos.
—Lamento mucho todo esto, señor Pickens —me dijo—. Usted ha sido siempre muy amable
conmigo.
Después,mepidióconungestoqueentrara,cerrólapuertaymedejósolo.Oícómosecerraba
tambiéndegolpelapuertadelsectorypenséenelguardia.Norecordabahaberlovistoantes,pero
sindudateníaqueconocerlo,ysusamablespalabrasenaquelingratolugarcasimeemocionaron.
Fue así como, al igual que otros presos anónimos del gran estado de Carolina del Norte, me
encontré ahora con el rostro apretado contra el cristal, como si meramente con la vista pudiera
ampliarelnegroagujeroenquesehabíaconvertidomimundo.Mirandoatravésdelsector,descubrí
otrorostro,unpardeojosquecolgabanporencimadeunanarizaplastadaporelcristalyeltrazo
negrodeunaboca.Duranteunrato,nuestrosojospermanecieroncomoamarrados;después,elotro
seapartódelcristalylobesóconunoslabiossombreadosporunfinobigote.Yoretrocedíalverlo,
peronofuicapazdedesviarlamirada;nohastaquesusojosseretiraronyviquehabíandejadode
provocarme.Soloentoncesmeapartéyfuiatendermeenelestrechoyrígidocolchóndemicatre.El
corazónmemartilleabaymiaceleradarespiracióncreabacomounanieblaamialrededor.Estuveasí
unminuto,peroentoncesresonóenlosconfinesdeminuevouniversometálicoelásperosonidode
un zumbador. Apenas había cesado el sonido, cuando se apagaron las luces, dejándome sumido en
una oscuridad tan profunda que solo podía originarse en mi propia alma. El universo se apretó en
torno a mí, y en aquel horrible segundo, fui de nuevo un niño, inmovilizado bajo tierra. Notaba
aquellas manos sobre mí, aquella voz en mi oído, y el olor de un aliento que apestaba a carne
podrida.
Peroestavezeradiferente.Elguardiamehabíallamadoporminombre,señorPickens,yaquella
infancia quedaba ya muy lejos de mí. Me obligué, pues, a ponerme de pie; me agarré al lavabo de
acerohastaquemirespiraciónseserenó,ydespuéscomencéacaminarenlaoscuridad,tentandoel
caminocomoharíaunciego.DeprontopenséenMaxCreason.Cuatropasosyvuelta,durantecinco
años…,cuatro,yotravuelta.Surecuerdomediofuerzasehizoquemeadueñarademiceldaydela
oscuridad interior. La recorría y, aunque veía que podría sobrevivir a aquel interludio, me daba
cuentatambiéndequejamásseríacapazdevivirentrerejas.Hubierasidomejorparamíapretarel
gatilloenelpuente.Así,caminandoypensando,fuetranscurriendolanoche.Asutérmino,teníauna
cosa muy clara: que, si conseguía salir de aquello, jamás daría por descontada mi libertad de
elección.Habíapasadolamayorpartedemividaenunaprisiónconstruidapormímismo,atrapado
trasbarrotesdetemor,expectativasyopinionesdeotros,cuandonadadetodoaquellomeimportaba
uncomino.Verquetodoellohabíaconducidoalamuertedemipadreyamipropiadetencióncasi
mehacíareír,peroellugardondemehallabanoeracosaderisa,yjamáslosería.Busqué,pues,una
maneradeescapar.Aldíasiguientemellevaríanparamiprimeracomparecenciaanteeltribunal.Con
un poco de suerte, sería acusado formalmente y se me señalaría una audiencia para considerar la
libertad bajo fianza. De alguna manera satisfaría esa fianza. Después pasaría algún tiempo antes de
comparecerajuicio.Paraentoncestendríaquehaberaveriguadoalgooregresaralpuente.
«Olounoolootro».
Pasóasílanoche,hastahacersetambiénfinacomolapiel.Y,mientrastranscurría,yocaminabay
pensaba;pensabaenungrandísimomontóndecosas.
26
La sala estaba repleta de abogados, periodistas y otros demandados. Había familias, amigos y
testigos —la mezcla habitual— pero yo me fijé sobre todo en la presencia de otros abogados:
ocupaban el espacio junto al estrado, inmóviles, como si en mi ausencia hubieran reclamado para
ellos el derecho de constituirse en jueces. Exploré sus caras nada más entrar, flanqueado por
guardias,conmismuñecasesposadas.¿Québuscabaenellos?Unasonrisaamistosa.Ungesto.Algo
queprovinieradelavidaquesolíatener.Peronoobtuvenada.Losojosseapartaban,omostraban
unamiradavidriosa,comosivieranaunextraño.Asífuiconducidomásalládeellos,hastalamesa
de la defensa, donde me había sentado un millar de veces cuando era uno de ellos. Estaba presente
Douglas, a quien consideraba mi amigo, y con él la detective Mills. Los dos me miraban desde la
mesadelaacusacióny,comolosotros,habíanencontradounaformadevelarsusojos.
Yomehabíapreparadoparaaquelmomentoenlashorasqueprecedieronalalbayporeso,fui
capaz de mantener la espalda erguida mientras ocupaba un sitio detrás de la silla reservada para el
acusado.Lasesposastintinearonalcolocaryolasmanosenelrespaldodelasiento,ylosalguaciles
dieron un paso atrás. La sala fue invadida por un silencio notable solo por su unanimidad.
Normalmente,siemprehayunmurmullodefondomientraslosabogadosintercambiancomentarios
tapándoselabocaconlamano,losalguacilesmantienenelordenylosacusadosensayanfrasesen
voz baja, con la esperanza de que les sirvan para influir sobre el juez. He oído gente que reza y
también que llora. Algunos gritan obscenidades y son expulsados de la sala. He oído de todo, una
diaria algarabía con la que todo abogado aprende a sintonizar, pero jamás había encontrado un
silenciotanexpectantecomoaquel.
Lajuezeralamismamujermaduraquemehabíaofrecidosusentidopésameeldíadespuésde
que se descubriera el cadáver de mi padre. Incluso ahora no había animadversión en sus ojos. Mi
miradapasódeellaaDouglas,aquiennotéinsegurounosinstantes.Perodespuésélsevolvióhacia
mí,sediocuentadequelomirabayadoptóentoncesunaactitudmásparecidaaladelcazador.No
encontraríaayudaenél;estabacomprometidoylucharíacontramíencadapasodelcamino.
Lajuezhablóy,aunquelohizoenvozbaja,suspalabrasfueronunaavalanchaenaquelsilencio.
—Alguacil—ordenó—.QuítelealseñorPickenslasesposas,porfavor.
Unmurmullorecorrióladoblefiladeabogadossentadosfrentealatarima.Douglasinclinóel
cuerpoenlamesadelaacusación.
—Meopongo,señoría.Alacusadoseleimputaunasesinato.
Lajuezlocortó:
—¿Está usted sugiriendo que el abogado Pickens representa alguna amenaza física contra este
tribunal?—Habíaexpresadosuburlademanerasutil,yviqueundébilruborsubíaporelcuellodel
fiscaldeldistrito.
—Elacusadoestábajocustodia.Seleacusadehaberasesinadoasupropiopadre.
—¡Elacusadoesunmiembrodeestaprofesión!Serátratadocomotalhastaelmomentoenquese
hayadeclaradosuculpabilidad.¿Meheexpresadoclaramente?
Sentíunnudoenlagargantayunainmensagratitudporsuspalabras.
—Sí,señoría—dijoelfiscaldeldistrito—.Estáperfectamenteclaro.
—Bien.Quítelelasesposas,alguacil.
Elalguacilseadelantóyyoletendímismanos.Quedaronlibresdeesposas.Hubieraqueridodar
lasgraciasalajuez,perosolopudeindicarmigratitudconunainclinacióndecabeza.
Lajuezmemiróconmayorfijeza.
—¿Tendrían la bondad los letrados de acercarse al estrado? —dijo. Yo titubeé, dudando de que
estuvieraincluidoenaquellallamada—.Sí,señorPickens.Merefierotambiénausted.
Rodeélamesa,rozandocasiloshombrosdelfiscaldeldistrito,ylosdosjuntosnosacercamosal
estrado. Apenas habíamos llegado hasta allí cuando Douglas se dirigió de nuevo a la juez en un
ásperosusurro:
—Protesto de nuevo, señoría. Este hombre está aquí como acusado, no en calidad de letrado.
Semejanteexhibiciónminamiposiciónenestetribunalyenestecaso.
Lajuezinclinóelcuerpohaciadelante:
—Yoyahedejadomuyclaramiposiciónenesto,también.Adiferenciadeusted,señorfiscaldel
distrito, yo aguardaré las pruebas antes de declarar convicto a este hombre, en mi espíritu y de
cualquier otra forma. Ha servido durante diez años como letrado de este tribunal, y no pienso
desconocerestehecho.
—Deseoquemiobjeciónconsteenacta.
—Estábien.Queconste.Peroesteesmitribunalylollevarécomomeparezcaoportuno.Elseñor
Pickensnoserátratadocomounvulgarrufiáncallejero.
—Sesuponequelajusticiaesciega,señoría…
—Ciega,peronoestúpida—replicólajuez.Despuésmemiródirectamentealacara—.Ynosin
sentimientos.
—Gracias,señoría—logréarticular.
Ellaestudiómicaraunossegundosantesdepreguntar:
—¿Cómosehizoustedesemoretónenelojo,señorPickens?
Misdedossemovieronporsupropioimpulsoytocaronlacarnehinchadaytumefactabajomi
ojoizquierdo.
—Nadaserio,señoría.Unadiscrepanciaconotrorecluso.Estamañanatemprano—respondí.
—¿Alguacil?—dijoella,volviendolamiradahaciaél.
Elhombrecarraspeó.
—Uno de los presos trató de intimidarlo, señoría. Pero solo verbalmente. El señor Pickens
empezó.
—Esanoestodalahistoria,señoría.
Ellavolvióamirarme.
—¿Quiereustedcompletarla?
—Notieneimportancia.—Penséenelpresodelaceldadeenfrentealamíaenelsector.Aunque
fuisuabogado,lohabíavistoentrarysalirdeljuzgadoduranteaños.Eraundrogadictoymaltrataba
asuesposa.Habíavenidoderechoamíencuantoabrieronlaspuertasdelasceldasynosalineamos
paraeldesayuno.
Lajuez,sinembargo,seguíasosteniendomimiradayestabaclaroquedeseabaunarespuesta,así
quemeencogídehombros:
—Exigíamizumodenaranja,señoría.
Ellavolviósusojosdehalcónhaciaelfiscaldeldistrito.
—Usted me aseguró que este hombre estaría apartado de los presos comunes —dijo y, al
observarlaintensidaddesusrasgos,medicuentadealgo:eraellaquienhabíafirmadolaordende
detención;sesentíaresponsable.
—Lohice,señoría.Peronopuedocontrolarloqueocurredentrodelacárcel.
Denuevosusojosbuscaronlosmíos;semovieronpormirostroynotéenellosunaprofunda
tristeza.
—Muybien—dijo—.Esoestodo.
Regresamosanuestrosrespectivoslugaresylavistacontinuó.Lajuezmecomunicóloscargos,
asesinatoenprimergrado,ymeinformódemiderechoasolicitarunabogado.
—¿Quiereustedquelorepresenteunabogado,señorPickens?
—No,señoría.
Al pronunciar yo estas palabras, una reacción de sorpresa recorrió las filas de los abogados
presentesamisespaldas,yyotuveotrarevelación:todosellosdeseabanelcaso;todosycadauno.
Sería, en efecto, sumamente rentable, con montones de comentarios de prensa. Entrevistas en la
televisión, en el periódico, en la radio…, incluso perdiéndolo, el caso labraría la reputación del
abogadoquemerepresentara.Yconunavictoria,inclusoheredaríaelprestigiodelmismísimoEzra.
—Pretendorepresentarmeamímismo—dije.
La última cosa que quería era que otra persona escarbara en una verdad que era preferible
manteneroculta.
—Firmeelconsentimiento—semedijo.
Un alguacil me tendió el impreso por el que renunciaba a mi derecho a que el tribunal me
nombraraunconsejerolegal.Eraunasimpleformalidad.Sololosindigentespodíanpedirabogados
pagadosporelEstado.Lofirmé,yelalguacilloentregóenelestrado.
Llegamosentoncesalpuntocrucial.Normalmente,estocerraríalaprimeracomparecenciadeun
acusado.Despuésseenfrentaríaaunaaudienciapreliminarde«causaprobable»,enlaqueelEstado
teníalatareadeconvenceraunjuezdelaexistenciadeunacausarazonableparaobligaralacusadoa
comparecer ante un tribunal superior, donde se le juzgaría por cualquier cargo grave que se le
hubieraimputado.Unavezquelajuezhubiesedeclaradoqueexistíaunacausaprobable,elacusado
podíasolicitarquelefueraadmitidaunafianza,perotodoestorequeríatiempo.Locualsignificaba
unproblema…Yosoloconocíaunaformadesoslayarlo.
—Señoría—dije—.Solicitounaaudienciadeimposicióndefianza.
Douglassepusoenpiedeinmediato:
—Protesto,señoría.Protestoenérgicamente.
—Siéntese—dijolajuez,conevidenteexasperaciónensusmarchitosrasgos—.¡Ustedprotesta,
claro! —Volvió su atención hacia mí, entrelazando los dedos y recalcando sus palabras—. Esto es
muyinusual,señorPickens.Ustedlosabetanbiencomoyo.Hayprocedimientosqueseguir.Pasos.
Necesitamosempezarporunaaudienciadecausaprobable.Luegosucasoseráremitidoauntribunal
superior… —Hizo una pausa, como si se sintiera violenta por dar aquella clase jurídica. Estaba
claramentedesconcertada.
—Renuncio a la audiencia de causa probable —dije, consciente de que mis palabras generaban
unaoleadadeconversacionesentrelosabogadossentadosdetrás.
Lajuezsereclinóensuasiento,tansorprendidacomolosdemás.Ningúnabogadodefensorque
acudeajuiciorenunciaaqueseadeclaradalaexistenciadeunacausaprobable.Esenesaaudiencia
dondeelEstadotienequedemostrarquehayunarazonablecausapenal.Nonecesariamenteentodos
sus detalles, pero sí a grandes rasgos. Es una oportunidad perfecta para tantear las fuerzas y las
debilidadesdelosargumentos.Apartedeeso,existetambiénlaposibilidaddequeeljuezconsidere
insuficiente esa fundamentación de causa probable y desestime los cargos. Yo sabía esto,
naturalmente,perosabíatambiénalgomás:Douglasseopondríaaqueunjuezlocalsepronunciara
sobrelamateria,alegandodemasiadainfluenciadelentorno.Lajuez,pues,seríarecusada.Tendría
que venir otro juez, alguien de fuera del condado. Y todo esto requeriría tiempo, tiempo que yo
pasaríaenlacárcel,tiempotraslasrejas.Podríanpasardías.
Poco a poco cesaron los murmullos de la conversación y la sala se sosegó de nuevo en un
silencioprácticamenteperfecto.
—¿Es usted consciente de las ramificaciones de su petición, señor Pickens? —preguntó la juez
entre el frufrú de su toga—. La audiencia de causa probable es una de las piedras angulares del
procedimiento judicial. No me agrada ver que usted prescinde de ella. Temo que su criterio pueda
estarobnubilado.
Fijémivistaenunpuntomásalládelajuezyhablésinmiraraderechaniaizquierda:
—Reiterarémipetición,señoría.
Lajuezsuspiró,ysuspalabrasdescendieronsobrelasalacomocargadasdepesar:
—Muy bien, señor Pickens. Que se haga constar que el acusado ha renunciado a su derecho de
unaaudienciadecausaprobableysolicitaaestetribunalunaaudienciadeimposicióndefianza.—
ElevólavozmientrasDouglasseapresurabaaponersedepie—.Unasolicitudqueestetribunalse
sienteinclinadoaconceder.
—¡Protesto!—casigritóDouglas.
Lajuezsearrellanóensuasientoyagitóunafinamano.
—Acérquense —ordenó—. Los dos. —Una vez en el estrado, nos miró con la severa
desaprobación de una maestra y empleó la misma mano apergaminada para tapar el micrófono.
Douglasabriólabocaparahablar,peroellalodesarmóconpalabrasdehierro—:¿Quéproblema
hay,Douglas?Lohadetenido,lohaacusado,lohatraídoanteestetribunal.¿Creesinceramenteque
hayenélalgúnriesgodefuga?…¿No?Porotraparte,yohevistosuspruebasy,entrenosotros,le
diréquehayhuecosenellas.Peroesoesasuntosuyo,nomío.Loquemecorrespondeamíestomar
estadecisión.—Mirófijamentemirostroynotéquesusojossedeteníanenmishematomas—.Usted
pretenderechazarestasacusaciones,¿verdad,señorPickens?
—Asíes.
—Yquierehacerloenuntribunal.¿Noescierto?
—Enefecto.
—Esdecir,queestaráaquí.
—Sinfalta—dije.
—Ya lo ve, Douglas —dijo la juez—. Estará aquí sin falta. —Me pareció oír un rechinar de
dientesdeDouglas—.Puesbien…,ahoraestamoshablandoenprivado,offtherecord,ypuestoque
noseréyoquienpresidaesejuicio,voyadecirloquedebodecir.—Dirigiósussiguientespalabrasa
mí—: Firmé la orden de detención porque no tenía otra opción. Sobre el papel, existía una causa
probable de delito y, si yo no la hubiera firmado, lo habría hecho cualquier otro juez. —Ahora se
volvió hacia el fiscal del distrito—: No creo que él lo haya hecho, señor fiscal, y si cita usted mis
palabras a este respecto, las negaré. Pero conozco a este hombre desde hace diez años y no puedo
creerquehayamatadoasupadre.Noloharé.Demodoquepuedeustedelevarsusprotestaseneste
tribunal y argumentar contra la fianza. Puede pasarse horas criticándome y despotricando. Es cosa
suya.Peroyonoconsentiréqueestehombreseaencerradoconlosreclusoscomunes.Esmicriterio.
Miprerrogativa.
MiréaDouglas,cuyosrasgospetrificadosapenassemovieroncuandodijo:
—Esopareceráfavoritismo,señoría.
—Hecumplidosesentaynueveañosynotengoplanesparapresentarmealareelección.¿Piensa
ustedqueesopuedeimportarme?Ahoravuelvanustedesasusasientos.Losdos.
Mispiesmellevaronporpropiainiciativaalamesadeladefensa,alaquemesenté.Mearriesgué
amiraraDouglas,queteníalacaradeunrojosubidoytratabadesoslayaraladetectiveMills.
—SeñorPickens—dijolajuez,ymepuseenpie—.¿Tieneustedalgunacosamásqueofrecera
estetribunalenapoyodesupetición?
—No,señoría.
Volvíasentarme,agradecidoalajuezpormuchasrazones.Ponermeenpieanteaquelgentíopara
defender los motivos por los que debía evitárseme la prisión, habría sido, como poco, algo
desagradable.Lajuezmehabíaahorradoesahumillación.
—¿AlgunaobjeciónporpartedelEstado?—preguntó.
Si Douglas quería armar jaleo ahora, podía hacerlo. Podría argüir sobre innumerables
cuestiones,muchasdelascualesteníansentido.Podíadejarenmallugaralajuez,peroconfiabaen
quenoquisierahacereso.Lentamentesepusoenpie,conlosojosclavadosenlamesa,alargandoel
suspensehastaquecasireventó.
—ElEstadosolopidequelafianzasearazonable,señoría.
Denuevounmovimientodeexcitaciónrecorriólaatestadasala,unaondadeenergíaquefuea
rompercontramiespaldaantesdeprovocarunreflujodereverenteexpectación.
—La fianza se fija en doscientos cincuenta mil dólares —dijo la juez—. El acusado tiene la
obligacióndecompareceranteeltribunalsuperior,ypermaneceráencustodiahastaelmomentoen
que la fianza sea entregada. Este tribunal entra ahora en receso durante quince minutos. —Dio un
golpeconsumartilloysepusoenpie:envueltaenlatoganegradesucargoparecíamásmenuday
marchita.
—¡Todosenpie!—tronóelalguacil,yasílohice.
Después observé en silencio mientras se deslizaba por la puerta posterior del estrado y la sala
prorrumpíaluegoentodasuertedeespeculaciones.
MiréaDouglas,quenosehabíamovido.Losmúsculossemarcabanensumandíbulamientras
contemplabalapuertaporlaquehabíasalidolajuez.Luegosacudiólacabezacomosisintierami
miradafijaenél.Hizoungestoalosalguacilesyencuestióndesegundoslasesposasvolvierona
aprisionar mis muñecas. Nuestros ojos se cruzaron. Mills le dijo unas inaudibles palabras al oído,
peroélcontinuabasinhacerlecaso.Peroentoncesadvertíalgoensusojos,algoinesperado.Losupe
inclusoantesdepoderidentificarquéera.Soloséquenosetratabadelamiradanormalquelehabía
vistodirigiraotrosacusados.Ydespuésmesorprendióconunasonrisa.Seaproximóamilado,ysu
vozfueparamícomoaceitetibio.
—Yo diría que te ha ido bastante bien, Work —dijo. Mills seguía en la mesa, con el rostro
inescrutable. Detrás de nosotros varios abogados se volvieron para mirar, pero ninguno se acercó.
Existíamosenunabolsadesilencioquedabalaimpresióndepertenecernosanosotrossolos.Hasta
los alguaciles se convirtieron momentáneamente en algo insustancial—. Deberías poder estar en la
calleenunpardehoras.
Tratédesondearloconmisojos,peroconelmononaranjaylasesposasdeacerohabíaperdido
ese poder. Le afloró la sonrisa a los labios, como si él también hubiera llegado a la misma
conclusión.
—¿Porquémehablasasí?—pregunté.
—Porquepuedo—replicó.
—Eres un auténtico idiota, Douglas. Me pregunto cómo no me he dado cuenta en todos estos
años.
Susonrisasedesvaneció.
—No te has dado cuenta porque querías pasarlo por alto, al igual que todos los abogados
defensores.Túqueríaseltrato.Queríasmiamistadparaqueyotepusieralascosasmásfáciles.Esun
juegoysiemprelohasido.Losabestanbiencomoyo.—Susojossemovieronaderechaeizquierda
yalzólevísimamenteeltonodevoz—.Peroeljuegohaacabadoyyanotengoqueseguirjugando.
Asíquedisfrutadetupequeñavictoria.Elpróximojueznoserátanconsideradocontigo,ypuedes
estarsegurodequeyonoloserétampoco.
Denuevonotéalgoextraño,algoquepercibíaensusojos,talvez,algoquehabíadichooenla
forma como lo había dicho. Traté de imaginar qué podía ser cuando, de pronto, lo vi claramente.
Douglasestabahaciendoteatro.HabíaabogadosmirándoloyDouglasestabaactuandoparaellos.Yo
jamás lo había visto pavonearse antes. Al mirarlo a la cara y considerar esto, se me ocurrió una
pregunta. La había pensado la noche antes, pero casi se me había olvidado. Ahora las palabras me
salieroncasisinpensarlas,ytuvieronunefectoinmediato:
—¿Porquémepermitisteiralescenariodelcrimen?—pregunté.
NotéincómodoaDouglas.Susojossefijaronunotrasotroenlosabogadosquehabíaalrededor,
ydespuésregresaronamí.Suvozsehizomássorda.
—¿Dequémeestáshablando?—preguntó.
—Eldíaenqueencontraronelcuerpodemipadre,cuandotesolicitépermisoparairallugardel
crimen…Nopenséqueaccedieras;ningúnfiscaldeldistritorazonablelohubiesehecho.Perotúlo
hiciste.OrdenasteaMillsquememostraraelcadáver.¿Porquélohiciste?
—Túsabesporquétedejéir—dijo.
—PorJean.
—PorJean,sí.
Seabrióunparéntesisdesilenciotraslaesteladesuspalabras.Paralosdos,Jeanteníaesepoder,
queeraprobablementelaúnicacertezaqueamboscompartíamos.
—Estonovaaayudartetantocomocrees—dijo,refiriéndoseamipresenciaenelescenariodel
crimen—.Nopermitiréqueloutilices.
—Talvezmehayaayudadoya.
—¿Quéquieresdecir?
—Quierodecirqueunhombretienemuchotiempoparapensarenlacárcel,Douglas.Unmontón
detiempo.
Estabaprovocándoloyél,finalmente,sediocuenta.Peroyamehabíaapuntadountanto:lohabía
hechodudar,aunquesolofuerauninstante.Surostroechóelcierrecomountiovivo:sefuelaluz,y
se paralizó todo. Durante un momento mantuvimos aún la comunicación visual: esa clase de
comunicaciónsinpalabrasqueyosolohabíatenidoenmividaunpardeveces.Peronoeratantoun
mensajecomounasensación:unasensacióndefrialdaddeltipoqueyohabíaesperadoencontraren
lacárcelperoque,sinembargo,aúnnohabíatenido.Apesardeeso,susojosestabanvacíoscomo
aquella celda, sin luz, sin movimiento. Después, una emoción inescrutable torció su boca en una
sonrisacruely,conunademándirigidoalosalguaciles,hizoquemesacarandeallí.
Lashorassiguientessemehicieronlargasmientrasesperaba,talvezenvano,quesepresentara
alguienparadepositarlafianza.Mepasarondenuevoelteléfonoyllaméalaúnicapersonaalaque
podíallamar.PeroBarbaranoestabaencasa,oprefiriónocontestar.Asíquedejéunmensajepara
ellayesperéaversimeliberaríaodejaríaquemepudrieraenlacárcel.
Memetieronenunaceldadedesintoxicacióndeparedesacolchadasqueestabapróximaalasala
central de clasificación. «Siguiendo indicaciones de la juez», supuse. En algún tiempo sus paredes
habían sido blancas. Pero ahora eran una mezcla de tonos marrones, como de madera de grano
grueso. En algunos momentos me vinieron ganas de lanzarme contra ellas, gritando como si me
tuvieranaúnesposado.Jamássemehabíahechotanlargoundía.Acadahoraquepasaba,lacelda
parecía encogerse, y llegué a preguntarme si sería posible que mi mujer hubiera llegado a
aborrecermetanto.¿Medejaríaenlacárcelporrencor?Sinceramente,nosabíadecirlo.
Alfinal,vinieronpormíymedevolvieronmisobjetos.Abríencimadelmostradorelsuciosobre
de papel Manila. Salió de dentro mi reloj, seguido de mi cartera, que contenía dinero, tarjetas de
crédito, de identificación. Todo presente y todo retirado; firmé el papel que lo decía. Luego me
devolvieronmisropas,arrugadas,micinturón,miszapatos…Encuantomelaspuse,seoperóenmí
ungrancambio:meconvertíenunserhumanodenuevo,ypaséluegoatravésdelaspuertasdela
cárcel,estavezparaentrarenlamohosasaladondelagentenormalaguardabaapersonascomoyo.
¿Aquiénesperabaencontrar?¿ABarbara?¿Aunfiadorderasgosindeterminados?Laverdadesque
no había pensado en ello, no desde que volví a sentir en mi piel el roce de mi ropa interior. En la
crecienteexcitacióndemirenacimientoalarazahumana,soloesperabacaminarbajocielosazules,
respirarairefrescoytomarunacomidadecente.Mifuturoerataninciertoqueesoeratodoloque
podía esperar. Y, por supuesto, no esperaba a Hank Robins. Ni esperaba lo que finalmente pudiera
veniradecirme.
—¿Quéhacestúaquí?—lepregunté.
Mededicóunamuecaburlona,quedescubriósuincisivomellado.
—Esotendríaquepreguntárteloyoati—dijo.
—Sí,loreconozco.
Habíaotrasdospersonasenlasala.Unaeraunamujerdeaspectoagotado,quetantopodríatener
treintacomocincuentaaños.Estabasentadaenlasilladeplásticoduro,conlacabezainclinadacontra
laparedylabocaabierta;olíaatabacoyaunavidadura,conelrostrosurcadodearrugasyniuna
sola que denotara alegría. Sus muslos quemados por el sol sobresalían, fláccidos, de unos tejanos
demasiadocortosparaunaadolescente.Agarrabasubolsocomountalismánymepreguntécuánto
tiempo llevaría esperando y a quién. La otra persona era un policía de uniforme. Lo había visto, a
través de la ventana a prueba de balas, y después guardar su arma en una de las casillas de acero
montadasenlapared.Enningúnmomentonosdabalaespalda,nocompletamentealmenos,yHank
lo observaba con mal disimulada preocupación. Sabía que a Hank no le gustaba que lo asociaran
conmigoenmispresentescircunstanciasyporesomepreguntécuálpodíaserelmotivoquelohabía
traídoaverme.
—Vamos—ledije—.Salgamosdeaquí.Yahetenidobastantedeestelugar.
Hankasintióconotrasonrisa:
—Notendríasquedecírmelodosveces.Loslugarescomoestemeponenlospelosdepunta.
Fuera,elaireeratonificante.Nosapoyamosenelmuretedehormigónquenosllegabaalaaltura
delpechoyestuvimosmirandoeltráficoquecirculabaporMainStreet.Comenzabaadeclinareldía,
pero el sol lucía bajo y dorado en el firmamento. Dos de los tribunales penales del distrito se
hallabanaúnenplenasesiónporlocualpermanecíanallíunoscuantosabogadosesperandoaquese
vieransuscasos.Habíavistodosenelvestíbulocuandosalíamos,peroahoranohabíaningunofuera,
circunstanciaqueagradecí.
—¿Notendríasuncigarrillo?—lepreguntéaHank.
—No,losiento.Peroaguardaunsegundo…
Antesdequepudieradecirlequenosepreocuparaporello,Hanksehabíaacercadoyaaunade
laspersonasqueaguardabanjuntoalmuro.Cuandoregresó,teníaenlamanounarrugadopaquetede
Marlboroyunlibritodecerillas.Melostendió.
—Sondeesetipodeahí—dijo,haciendoungestoconelpulgar—.Estabahoyeneltribunal,lo
mismoquetú.Mehadicho:«¡Quémalostodos!».
Prendí un cigarrillo y me pregunté brevemente cuál sería el delito que habría cometido aquel
muchacho.Despuésmemetíelpaqueteenelbolsillodemicamisa.
—Nomeinterpretesmal,Hank,peronoereslapersonaqueesperabaverhoyaquí.
Seapoyóenelmurete,deespaldasaltráfico,ysecruzódebrazos.Evitabamirarmedirectamente.
—Yo también estuve en el juzgado esta mañana. Fui a charlar contigo y presencié tu actuación.
Supusequealguiendebíallamaratumujeralverquenosehallabapresente.Penséquealguiendebía
decirlequeseocuparadetufianza.
—Yolointentéestamañana.
Hankasintióymemiróconalgoqueparecíacompasión:
—Yo también. No respondió nadie. Pero no me quedé tranquilo y decidí ir a verla. —Hank
levantó la vista hasta la línea de los tejados de la cárcel, donde confluía con la del edificio de los
juzgados—.Tampocosalióaabrircuandollaméalapuerta,asíquerodeélacasaymelaencontréen
elpatiotrasero,sorbiendotéheladoyleyendoCosmopolitan.
SehizounsilencioentrenosotrosycomprendíqueHanksesentíaviolentocontándomeaquello.
—Talveznoseenteró—dije,aludiendoamicortacomparecencia.
—Losabía—dijoHank—.Ysureacciónalvermefueladequiensesienteculpable.
—¿Losabíaynopensabaprestaresafianzaparaqueyopudierasalirdelacárcel?
—No es tan malo como todo eso. Me dijo que había estado haciendo algunas llamadas y que
aguardabaaqueestuvierareunidoeldinero.
—¿Quéllamadas?—pregunté.
Hankseencogiódehombros.
—Noselopregunté.Loignoro.Peromepreguntósipensabaveniraverte.
—Entonces…¿eseso?—inquirí.
Hankparpadeóydespuéssellevólamanoalbolsillo.
—Casimeolvido…—dijo—.Mepidióquetedieraesto.
Me tendía una nota, con dos dobleces, que reconocí como del papel de su escribanía. Solía
pulverizarperfumeensusnotas.Porquemeamaba,segúnella.Ladesdobléyleísucontenido.Era
breveynohabíasidoperfumada.
—Quierequesepaqueaúnmequieremucho,muchísimo,yqueunsuciovagabundoharobado
miperro.
—Yalosé—repusoHank—.Laheleído.
Doblédenuevolanotaymelaguardéenelbolsillo.
—Losiento,hombre—dijoHank—.Lavidaesunamierda.
Asentí.
—Ytumujertambién.
—¿Porquéestásaquí,Hank?—preguntédenuevo.
—Tal vez para salvarte el culo —dijo, y yo levanté la vista de las puntas de mis zapatos,
escrutando su rostro para ver si me estaba gastando una broma—. Hablo en serio —me dijo—.
Mira…teníamisdudas,sí.Quierodecir…,¿quiénnoibaatenerlas?Quincemillonesdedólareses
unmontóndepasta.Oseaque…sí,pensabaquetalvezhubiesespodidoliquidarlo.Perotedijeque
indagaríaacercadeAlex,yesoesloquehehecho.
De haber estado yo caminando, habría dado un tropezón. Si hubiera estado conduciendo, me
habríapegadouncastañazo.
—¿QuétienequeverAlexcontodoesto?
—Quizánada.Otalvezalgo.Esoesloquetenemosqueaveriguar.
—Volvamosalprincipio,Hank…¿Dequédemoniosmehablas?
Hankmeagarródelbrazoymellevóhacialosampliosypocoprofundospeldañosquebajaban
delaterrazadehormigón.
—Aquíno—dijo—.Luego,enelcoche.
—¿Vamosaalgúnsitio?—pregunté.
—ARaleigh.
—¿ARaleigh?—repetí.
—Ahacerunascuantaspreguntas.
—¿Aquién?—quisesaber.
Habíamosllegadoallugardondecomenzabanabajarlospeldaños.Alpiedeellos,laaceranos
invitabaaseguirhaciaella.Dudédeseosodesaberalgomás.PerolamanodeHankseapoyóenmi
hombrocomosimeurgieraabajar.
—Túsiguecaminando—meinstó,yalgoensuvozhizoquemevolvieraamirar.
Hankestabamirandohaciaatrásporencimadelhombro;pudeseguirlalíneadesumiradahasta
lapuertadelosjuzgados.Elsoldabadellenoenelcristal,ymeimpedíaveralgomás.Nocomprendí
nadayestuveapuntodeperdérmelo.Peroentonceselfinovelodeunanubecillatapólafazdelsoly
viaDouglasmirándonosatravésdelcristalenactituddeconcentración,conelceñofruncidosobre
susmarcadosrasgos.
—Olvídatedeél—meaconsejóHank—.Seráunproblemaparamásadelante.
Mevolvíydejéqueelinvestigadorprivadomecondujeraescalerasabajo.
—Heaparcadoaquícerca—medijo.
Descendimosporlacolina,pasamospordelantedetresvehículosdelapolicíaestacionados,por
delantedelaentradareservadaalosjueces,yjuntoaungrupitodetrabajadoresqueempleabansu
equiporuidosoymalolienteenrepararunapequeñaseccióndelasfaltodelavíapública.Hankme
indicóconunademánunacallejuelalateralquepasabajuntoalpequeñocementeriosinrótulodonde
doscientos años atrás enterraban a las personas de raza negra libres. Doblamos a la izquierda y el
ruidodisminuyóanuestrasespaldas.Empezabaasentirmeyomismodenuevo,yyanotantocomo
unboxeadorsonado.Nosseparamosalllegaralaalturadesucoche,unBuicksedánverdeoscuro:
yobajédelaacerayfuihacialapuertadelacompañante.Élabriólaspuertas,peromediotiempode
mirarloalacaraporencimadeltechodelcocheantesdeentrarenél.
—¿Alex?—pregunté.
Hank,empero,soslayómipreguntaynotéelportazoquedabaalcerrarlo.Elcochesebalanceó
porefectodelgolpe;asíqueentréenélyguardémipreguntaparamí.
—Noessuverdaderonombre—medijoHankcincosegundosdespués—.Poresonoconseguí
encontrarlaenlosregistrosdelhospitaldeCharlotte.Jeansífigurabaenelsistema,conmeridiana
claridad, pero no Alex Shiften. Aquello me olió mal, pero no podía decir el motivo. No hasta que
regreséallíconlafotoquetúmediste.
—¿Quiere eso decir que recogiste la foto? —pregunté yo aturdido, interesándome por los
pequeños detalles porque no era capaz de centrarme en el importante, que estaba allí como un
elefantesentadoenmisrodillas.
—Fui temprano —respondió Hank—. Poco después de las cinco y después me acerqué con el
coche a Charlotte a tiempo para el cambio de turno en el hospital. Enseñé la foto, hice algunas
preguntasyfinalmenteencontréalapersonaquelosabíatodo:uncamilleroquesienteunaprofunda
admiraciónporBenjaminFranklin.
—¿Quétedijo?
—QueconocíaaAlex,enefecto,peronoporesenombre.Segúnél,sellamaVirginiaTemple.
LlevabatresmesesenCharterHillscuandoaparecióJeanallí.Aparentemente,congeniaronlasdosde
inmediato.Yalcabodeunpardemeses,tuhermanasolohablabaconella.
—Virginia…—repetí.
Elnombreparecíainventado.AlexShifteneraunamujerdemasiadoduraparallamarseVirginia;
demasiadocortante…,comosialguienseempeñaraenllamarpaletaparamantequillaaunanavajade
afeitar.
—Espeoraún—dijoHank—.LatrasladaronallídesdeelDorotheaDix.
—¿ElhospitaldeRaleigh?
—ElhospitaldelEstadoenRaleigh,sí.Ellugardondeinternanaloscriminaleslocos.
—Notodoslosqueestánallísoncriminales—observé—.Soloalgunos.
—Escierto.Soloalgunos.Peroloshaytambiénqueconeltiemposalendeallí,ynormalmente
sontrasladadosaunlugarcomoCharterHills.Unpeldañoenelprocesodereintegraciónalavida
normal,comounhogaramediocamino.
—¿YtúcreesqueesepudieraserelcasodeAlex?
Hankseencogiódehombros.
—¡Mierda!—dije.
—Exactamente—replicóHank,altiempoqueponíaelcocheenmarcha—.Esoesexactamentelo
queyopensé.
Metióunamarcha.
—Sesuponequeyonopuedosalirdelcondado—dije—.Formapartedelasnormasestándardel
conveniodefianza.
Hankpusoelcocheenpuntomuertoysevolvióparamirarme.
—Tú mandas, Work. Puedo llevarte a tu casa e ir a comprobarlo yo mismo. No hay ningún
problema.
Yonoqueríaquelajuezlamentarasubondadconmigo,peroestoerademasiadoimportantepara
jugar según las reglas, y yo había decidido recientemente que las reglas no eran necesariamente
buenas.Durantetodalavidahabíajugadoateniéndomeaellas,ynomeparecíaahorahaberlohecho
demasiadobien.
—Olvídalo—dije—.Vayamoslosdos.
—¡EseesmiWork!
—Perotendremosquehacerunpardeparadasdepaso,antesdemarchar.
—Estuvida—dijoHank,acelerandoparaalejarsedelaacera—.Yosoloconduzco.
27
HabíauntrayectomuycortohastaelbufetedeClarenceHambly.Comolamayoríadelosabogados
delaciudad,teníasuoficinacercadelosjuzgados.Hankentróensuaparcamiento,unespaciolleno
de coches, con detalles de ladrillo diseñados para hacer menos austero el aspecto del áspero
hormigón.Eledificioensícontabamásdedoscientosañosdeantigüedad:eraunaclásicaestructura
georgianadecuatroplantasdivididasencuatroespaciosinteriores,alaqueselehabíaadosadouna
ampliaciónpordetrás,quequedabaocultadesdelacalle.
—¿Quéhemosvenidoahaceraquí?—preguntóHank.
—Tengoqueformularunaspreguntas.Nonosentretendremos.
Ocupaban el vestíbulo numerosos acusados en procesos penales, de los que Hambly se
desentenderíaconfiándolosaalgúnsociojovendelbufeteporundólarveinticincocentavoslahorao
unpreciofijobasadoenlanaturalezadelaacusaciónylaprobabilidaddeafrontarunjuicio.Tenía
una entrada posterior y una escalera privada para sus clientes más encumbrados, por la que iban
directamentehastalosayudantespersonalesqueprotegíansudespacho.Yoyasabíaquenolograría
entrar allí sin haber sido anunciado, así que ni siquiera me molesté en intentarlo. En lugar de eso,
paséentrelaspersonasapiñadasenelvestíbuloprincipalyfuialrelucientemostradorderecepción,
de madera de cerezo. Una de las colaboradoras de Hambly —una mujer de edad— me preguntó si
podíaservirmedeayudaydespuésdiounpasoatrásysequedómirándomealreconocerme.
—MegustaríaveraClarence—dije.
—Esonoesposible—replicó.
—Querríaverloya.Yestoydispuestoalevantarlavoz.Asíque,porfavor,hágalesaberqueestoy
aquí.
Meexaminódearribaabajoconsiderandomipetición.Yoyadabaporhechoquehabríatenido
que lidiar con centenares de clientes frustrados y furiosos, y que, por lo mismo, debía valorar mi
situación.AlcabodeunospocossegundosdescolgóelinterfonoyledijoalasecretariadeHambly
queyoestabaallíydeseabaverlo.Pasóunminutolargoantesdequeobtuvieraunarespuesta.
—Puedesubirusted—medijo.
Hamblysalióamiencuentroenlapuertadesudespachoysehizoaunladoparadejarmeentrar.
Eraunahabitaciónalargadayelegante,convistasaledificiodelosjuzgados,enelladoopuestode
MainStreet.Nomepidióquemesentara,sinoquemeestudiódesdelasalturas,cuyocuellolucíauna
corbatadelazodecachemir.
—Lamayoríadelaspersonaspidenunacita—dijo.
—Serásolouninstante—repliqué,mientrascerrabalapuerta.Despuésdiunpasohaciaélyme
plantédelanteconlospiesbienseparados—.Necesitosabercómofueapararamicasaunacopiadel
testamentodemipadre.
—Ignorabaquealguienlatuviera.
—¿Quiénteníacopia?
—Estaconversaciónesmuyimpropia—objetóHambly.
—Mipreguntaesmuysimple.
—Deacuerdo.Lediasupadredosoriginalesyguardéunoaquí.Siélhizocopias,fuecosasuya.
Notengoniideadecómofueapararunadeellasacasadeusted.
—¿Havistoustedlaquelapolicíatienebajocustodia?
—Sí,peronopuedodecirconseguridadqueeslaqueencontraronensucasa.Mepidieronquela
identificarayasílohice.
Insistíeneltema:
—Sinembargo,esunacopiaexacta.Ustedverificóesoapeticióndelapolicía.
—Sí—reconoció.
—¿PorquénomedijoustedqueEzraibaaexcluirmedesutestamento?
—¿Dedóndehasacadoustedesaidea?
—DeMills—dije.
Hamblysonrióforzadamente,conundestellodeluzensusojos:
—SiMillsledijoeso,debiódehacerloporsuspropiosmotivos.Esverdad…,supadrepensaba
introducir unos pequeños cambios, pero nunca intentó quitarlo a usted como beneficiario. Lo tenía
firmemente decidido. Sospecho que Mills intentaba engañarlo para que cometiera usted alguna
indiscreción.
—¿Quécambioseranesos?
—Nada significativo y, además, nada que llegara a cambiarse. Consiguientemente, nada que le
conciernaaustedcomobeneficiariodesulegado.
—¿Estálegalizadasucopiadeloriginal?—pregunté.
—Archivadaconelsellodeltribunalquelaautentificó.Estoysegurodequeselamostrarán,silo
solicita.
—Sinembargo…,ustedhizocopias.
—¡Claroquehicecopias!Estaesunaoficinajurídica.RepresentoalEstado.
—¿Aquiénmáslediocopias?¿AMills?¿ADouglas?¿Aalgúnotro?
—Nomelevanteustedlavoz,joven.Noloconsentiré.
—Entonces,sigamosconesto,Clarence.SisoydeclaradoculpabledelasesinatodeEzra,¿puedo
heredarsegúnlalegislacióndeCarolinadelNorte?
—Usted sabe que el Estado no permitirá que un asesino saque provecho de su crimen de esa
manera.
—Entonces…¿quiénretieneelcontroldelosbienesdeEzra?
—¿Adóndequiereiraparar?—preguntóHambly.
—¿Aquién?
—Todoslosbienesdesupadrepasanalafundación.
—¿Yquiéncontrolaesafundación?
—Nomegustaloqueestáinsinuando…
—Controlaríaustedlatotalidaddeloscuarentamillonesdedólares.¿Meequivoco?
Hamblysequedómirándomeconelrostrotensoyunafuriaapenascontenida.
—Encuentrointolerablessusmezquinasmaquinaciones,Work.Salgademidespacho.
—Estuvoustedenmicasa.Porprimeravezdesdequelaadquirí,estuvoustedenmicasa.¿Por
qué?
—FuiporqueBarbarameinvitóaella.Yporqueeraunamuestraderespetoporeldifunto.No
deberíatenerqueexplicárselo…Y,ahora,váyase—repitió,agarrándomeporelbrazo.
Fuera,lalindasecretariasehabíapuestoenseguidadepie.Yoliberémibrazo.
—Alguienintrodujoesedocumentoenmicasa,Clarence.Dealgúnlugartuvoquesalir…
Hambly se irguió en toda su estatura y me dirigió una mirada rencorosa. Noté cómo se le
congestionabaelrostroyelpulsodelasangreenlasgruesasvenasquerecorríansucuello.
—Todavía hoy sentía alguna compasión por usted, Work. Pero se ha acabado. Esperaré con
impacienciaquellegueeldíaenquelojuzguen.—Señalóconsudelgadobrazolaescalera,ynoté
queletemblaba—.Ahorahágameelfavordemarcharsedeaquí.
—Muybien,Clarence.Graciasporsutiempo.
Bajé por la escalera privada de Hambly, sin volverme a mirar atrás. Escuché un portazo
provenientedesudespacho.
EncontréaHankenelcoche,conelbrazoapoyadoenlaventanillaabierta.
—¿Cómohaido?—preguntó.
—Nolosé—dije.
—¿Deveras?
MiréaHank.
—Deveras.
—Entonces…¿Adóndevamosahora?
—Carreteraseis-cero-uno,endirecciónaMocksville.Yateindicarédóndehayquegirar.
Salimos de la población y nos dirigimos hacia la granja Stolen. Yo sentía que una fuerza iba
creciendo en mi interior. Tenía la cabeza aturdida por un cúmulo de emociones, que aumentaron a
medidaquenosaproximábamosalacasadeVanessaycuandonosdetuvimosdelantedeella.
—Esperaaquí—ledijeaHankalsalirdelcoche,inclinándomedespuésporlaventanillaabierta.
—¡PorDios,Work!
Levantélasmanosconlaspalmashaciaarriba.
—Eslaúltimavez—leprometí.
La granja Stolen se alzaba entre las sombras de los bosques próximos. Finos rayos de luz se
extendíancomodedoshaciaeledificio,peronollegabanaalcanzarloysecontentabanconteñirde
uncolorrojodesvaídoelmurodelviejogranero.Habíamosaparcadoenelcaminodeaccesolleno
derodaduras,conlacasaalaizquierdayelgraneroaladerecha.NovielcochedeVanessa,peroallí
estabaaquelhombresuyoinnominado:observándomedesdelabrechallenadepajaquepartíaendos
el granero. Si hubiera mirado más arriba, habría visto la puerta del altillo donde Vanessa y yo
encontramosloquepensábamosqueduraríasiempre.Peronolohice.Mefijéensuhombre.Había
estadotrabajandoconeltractor.Teníalasmanoscubiertasdegrasa,igualquelapesadallaveinglesa
quesostenía.Seinclinabasobreelenormeyprofundamentemarcadoneumáticodelamáquinaconla
actituddeunpropietarioymeobservómientrascruzabaporlatierrahaciaél.Parecíamásaltodelo
querecordaba,peroeraciertamenteelmismotipo:unhombredereciamusculatura,cuyajuventud
medeprimía.
—Noseacerquemás—medijo.
Yomedetuveaunostresmetrosdedistanciaypuselasmanosenalto.
—Novengoacrearproblemas—ledije—.SolodeseohablarconVanessa.
Abrió la boca como para responder a una pregunta que no le había formulado, y dejó la llave
inglesasobrelacubiertadelmotordeltractor.Despuésseacercóamí,limpiándoselasmanosenlos
pantalones.Lainquietudmarcabasurostro.
—Penséqueestabaconusted—medijo.
Dejécaerlosbrazosamiscostados,sintiéndomeunnecio.Podíaserquelohubieraderribadola
otranoche,peroveíacontodaclaridadqueahoranoestabaamialcanceintimidarlo.
—¿Porquélodice?
Se paró dominándome a mí desde su estatura. Escudriñó mi cara como si buscara en ella algo
concretoydespuésmeindicóconunpestañeolacasa.Yoseguíladireccióndesumiradaesperando
veraVanessa,peroelcaserónestabaensilencioyoscuro.
—Novolvióacasaanoche.
—¿Cómo?
—Yhoynolahevistoentodoeldía.
Notéenmiestómagounafamiliarsensacióndevacío.Algopasótambiénporlosojosdeljoveny
yoloviporquesabíaquéera.Meacerquéaél.
—Comienceporelprincipio—lepedí—.Cuéntemelotodo.
Élasintióytragósaliva.Necesitabacontármelo.Loquefueraqueteníaensusojosloimpulsabaa
decírmelo.Eramiedo;elmuchachoestabamuyasustadoy,depronto,yotambiénmeasusté.
28
—¿
Dequévatodoesto?
Estábamosdenuevoenlacarreterainterestatal,aunosdiezminutosalnortedelaciudad.Hank
habíaintentadohablarporlomenosencincoocasiones,peroentodasellasalgoquenotabaenmi
cara lo había detenido. Yo no quería responderle. No quería decírselo pero, por alguna razón, esta
vezlohice.Quizáesperabaquenosonaríatanmalsiloexpresabaenvozalta.
—Hadesaparecidoalguienqueesmuyimportanteparamí.
—¿Alguienimportante…?¿Aquién…?¡Ah,yaentiendo!¿Unanovia?
—Muchomásqueeso—dijeenvozbaja.
—Haymuchospecesenelmar,Work.Créeme.
Bajéelcristaldelaventanillaporquenecesitabaoleralgolimpio.Elvientoabofeteómirostroy
porunmomentonopuderespirar.
—Enestoteequivocas,Hank—dijefinalmente.
—Puesseráquetúyyonadamosendiferentesaguas.
«Noestoynadando—pensé—.Sinoquemeahogo».Yporuninstantemesentíasí.
—¿Quiénesesemuchacho?—Norespondí,yHankmehizolapreguntadenuevo—.Elchicode
lagranja,quierodecir.
Meretrepéenmiasiento,hundiéndomeenlasuavidaddelreposacabezas.
—Limítateaconducir,Hank.¿Teimporta?Necesitopensar.
Suspalabrassalierondemuylejos:
—¡Puesclaro,hombre!Loquequieras.Esunviajelargo.
Estabaenlocierto.Loera.
PerollegamosalaparcamientodelhospitalDorotheaDixpocoantesdelanochecer.Estaballeno.
NingunodelosdosdijonadahastaqueHankdetuvoelmotor.Yoatisbéporelparabrisas.Deentre
todos los lugares miserables de este mundo, a mí me pareció que aquel escondía los secretos más
oscuros.PenséenBedlamyenlosalaridosahogadosporlosvómitos.
—Estelugarmeponelospelosdepunta—comenté.
—Noestanmalocomounopudierapensar—dijoHank.
—¿Hasestadoaquíantes?
—Unpardeveces—dijo,sinquererprecisar.
—¿Y…?
—No he estado nunca en las plantas de seguridad. Pero el resto del edificio es como cualquier
otrohospital.
Estudiénuevamenteelterreno.
—Salvoporlaalambradadepúas—observé.
—Enefecto.
—¿Yahoraqué?—pregunté.
—¿Cuántodinerollevas?
Miré instintivamente mi cartera, olvidando que ya había contado el dinero cuando me la
devolvieron.
—Trescientossetentadólares.
—Dámelos.—Separólostresbilletesdeciendólaresymetendióelresto—.Estodeberíabastar.
—Lovidoblarlosbilletesjuntosymeterlosenelbolsillodelanterodesustejanos—.¿Estáslisto?—
preguntó.
—Comosiempreloheestado—respondímuyenserio.
Hankmediounapalmaditaenelhombro.
—Relájate—medijo—.Serádivertido.
Cuandosalíamosdelcoche,sepusounacazadoraybuscóalgoenelbolsillointerior.Nosabría
decirquéera,peroleoíemitirunlevegruñidodesatisfacción.Mirélasiluetadelhospital,quese
recortaba contra el fondo violeta del firmamento. Las luces daban la impresión de saltar desde sus
ventanasymorirenseguidaenelsuelo.
—Vamos—medijoHank—.Procurarelajarte.
Comenzamosacaminarhacialaentradaprincipaldelhospital.
—¡Espera!—MedetuvoHank.Yviquevolvíacorriendoalcoche,loabríaybuscabaalgodentro.
RegresóconlafotodeAlexquelehabíadejadoenelbuzón—.Puedequelanecesitemos—medijo.
La foto brilló bajo la débil luz, pero vi perfectamente la cara de Alex. Al igual que el edificio,
teníarasgosmuymarcadosyyomepregunté,noporprimeravez,quélahabríaconducidoaaquel
lugar…,porquélahabríaningresadoallíyporquélahabríandejadomarchar.Siloquefueraselo
habíacontagiadoamihermanaencasaysieratanterriblecomomimenteturbadaloimaginaba.
Necesitaba una respuesta y, al mirar a Hank, pensé que teníamos una excelente posibilidad de
averiguarlo.
Entramosenelvestíbulo.Lassalasseabríanenmúltiplesdirecciones.Teníamosfrenteanosotros
unabateríadeascensores.Elolorahospitallodominabatodo.
Hank se acercó a una hilera de máquinas de venta de periódicos y buscó unas monedas en los
bolsillos.
—¿HasleídoelperiódicodehoydeCharlotte?
Sacudílacabeza.
—No.
IntrodujolasmonedasenlamáquinaquedistribuíaelCharlotteObserver.Sacóunejemplaryme
lotendiódiciendo:
—Lonecesitarás.
Nocomprendínada.
—¿Paraqué?—inquirí,sosteniendoelperiódicocomosinuncahubieravistouno.
—¿Lodicesenserio?—mepreguntó,ysealejóunpoco.
—¡Oh!—Memetíelperiódicodebajodelbrazo.
Hank estaba mirando la asombrosa proliferación de indicaciones y pareció dar con la que
buscaba. Yo no tenía ni idea de qué era pero, cuando me dijo que lo siguiera, lo hice. Pronto nos
perdimosenaquellaberinto,perolasomnipresentesindicacionesnosllevabanahundirnosmásenel
hospital.Hankcaminabaconlamiradabaja,comosisupieraexactamenteadóndeiba.Nomirabaa
nadie,yningunolomirabaaél.Yoprocurabaimitarlo.Porfinsalimosaunpasilloqueconducíaa
unasalitadeespera.Enunrincónjuntoalapared,untelevisormostrabasupantallaennegro.Una
notapegadaenellainformabaacuantosseacercabandequeelaparatoestabaaveriado.
Había una serie de sillas de plástico alineadas junto a una pared. De allí salían, en direcciones
opuestas,dospasillosmás,cuyosbrillantessuelosreflejabanlaslucesdelosfluorescentesdearriba.
Resonabanvocesanuestroalrededor,deenfermerasquepasaban,deestudiantesdemedicina,deun
altavozenlaparedquellamabaalosdoctores.Enfrente,alotrolado,habíaunapuertaazuldehojas
batientes,sobrelaquehabíaunrótuloquedecíasoloempleados.
—Aquíes—dijoHank.
Mirédenuevoamialrededor,convencidodequedebíadehabermeperdidoalgo.Hanksacódel
bolsillo de su cazadora una tarjeta de identificación de plástico y la prendió sobre su camisa. La
tarjetallevabaunafotografíasuya,unnombrequeyonohabíaoídoantesyelnombredelhospital.
Parecía igual a las tarjetas de identificación que yo había visto en otros empleados desde que
entramosallí.
—¿Dedóndelahassacado?—lesusurré.
—Esfalsa—respondiósinmás.
—Pero…
Exhibiódenuevosumaliciosasonrisa:
—Yatehedichoquehabíaestadoaquíantes.
—Vale—asentí—.¿Quéquieresquehaga?
—Esperaraquí—dijo.Yyoseguísumiradahacialahileradeincómodassillasdeplástico—.Lee
elperiódico.
—Quieroircontigo—dije.
—Yalosé,ynoteloreprocho,perolagentequelehablaráaunapersonatalveznohablecon
dos.Conunaesunacharlaamistosa.Condos,uninterrogatorio.
Veíalaemociónenmirostro;sabíaloimportantequeeraaquelloparamí.
—Tranquilízate, Work. Lee el periódico. Si hay alguna respuesta que encontrar aquí, la
encontraré.¿Vale?Esoesloqueharé.Confíaenmí.
—Nomegustaesto.
—No lo pienses. —Hank se alejó, pero volvió al instante—. Déjame la sección de Deportes —
dijo.Busquéenelperiódicoyselatendí.Élhizounrolloconlaspáginasymesaludóconél—.Para
romperelhielo—explicó—.Todoesimportanteenestenegocio.
Me senté muy tieso en la dura silla y esperé mientras Hank pasaba atrevidamente por la puerta
destinadasoloparalosempleados.Nomiróhaciaatrás,ycuandolapuertasecerrótrasél,fuecomo
sielhuecolotragara.
Me recliné en el respaldo, abrí el periódico y me quedé mirando sin ver las palabras que
sobrenadaban en el mar de letras. Cuando pasaba gente, trataba de aparentar normalidad, como si
pertenecieraalacasa,peromeresultabadifícilporque,enmicalenturientamente,erauncriminal.
Permanecísentadoallíloquemirelojmedijoquefueronsolocuarentaycincominutos.Peroel
relojmentía.Fuetodaunavida.
Devezencuandoseabríalapuertaazul.Laprimeravezsalióunhombrederazanegra,después
unamujerblancayunhombregruesoalquenuncahubierapodidoconfundirconHankRobins.Otra
mujer. Dos hombres. Un reguero continuo de personas, todas luciendo la misma tarjeta de
identificación.
Lapuertaseguíaabriéndoseunayotravez,yencadaocasiónquelohacíaelmuelledemicuerpo
setensabaunpocomás.DebíandehaberdescubiertoaHank.Nosalía.
Pero entonces lo vi, en el breve instante que tardó en cerrarse la puerta detrás de un viejo que
trasladaba un cubo. Iba hacia la puerta y la siguiente vez que esta se abrió fue para darle paso. No
sonreía,peroselenotabaenlosojosunaintensasatisfacción.Meagarróporelbrazoantesdequeyo
pudiesepronunciarpalabra;yalpocoratovolvíamosarecorrerlosdosaquellospasillosqueeran
comolasarteriasdeaquellugar,quenuestrospasosfuertessobrelasdurasbaldosashacíanresonar
hastalostechos.
—No ha sido tan malo después de todo, ¿verdad? —me preguntó con una voz tan alta que me
sorprendióporqueesperabaunsusurro.
—¿Lohasconseguido?—pregunté,aludiendoalarespuestaanuestraspreguntas.
Laexpresióndesatisfacciónpasóahoradesusojosasusonrisa:
—Oh,sí…Lotengo.
Hubieraqueridosacárseloalafuerza.
—¿Y…?—pregunté.
—Algohay.
Caminamosenunsilencioquesemehacíainsoportable,peroalfinalllegamosalcoche.Hankse
deslizódetrásdelvolante,dioelcontactoyapretóelbotóndelsegurodelaspuertas.Aúnnohabía
dicho una sola palabra. Dio marcha atrás en el aparcamiento y navegó entre el mar interior de
vehículosaparcados.Finalmente,memiró.
—Abróchateelcinturón—medijo.
—¿Meestástomandoelpelo?—lepregunté—.Porquenoesunbuenmomentoahora.
Élnorespondió,ysiguióconlosojosfijosenlacarretera.
—Solo estoy ordenando mis pensamientos, Work. He de decirte muchas cosas y trato de
encontrarlamejormaneradehacerlo.Nodeseoprovocarteunataque.
—Mevaadar,sinomelodicesenseguida.
PeroHanknoestabadispuestoaprecipitarseycontinuóconlabocacerradahastaqueestuvimos
en la interestatal 40, viajando en dirección oeste a quince kilómetros por debajo de la velocidad
límite.
—¿HasoídohablaralgunavezdelEastBend?—preguntóporfin.
—Talvez.Mesuena.
—Esunafincapreciosa.Muylinda,concaballos.EstáaorillasdelríoYadkin,nomuylejosde
Winston-Salem.
Laslucesdelosfarosdevehículosconducidosporpersonassinnombreiluminabanelrostrode
Hank,pasandoporencimadeladivisoriadehierbaqueseparabalascalzadasdelacarretera.Enlos
intervalososcuros,lacaradeHankeraparamítansolounperfilborroso.Enunmomentodado,se
volvióamirarme.
—Tienesqueirallíalgunavez—dijo—.Hayunpequeñoviñedo,justoenlaorilla…
—¿Eselvinoloquetehacedartantosrodeos?
Memiródenuevoylosfarosllenaronelespacioentrenosotros.
—Alexesdeallí—dijo—.Esallídondecreció.Durantesusprimeroscatorceaños,entodocaso.
—¿Y…?
—Mira,Work…Losdetallessonsoloesquemáticos.Todoloquetengoesloquemehacontado
un auxiliar de enfermería, y le he comprado información que no siempre es fiable. Aún no he
comprobadonadadetodoesto.
—De acuerdo. Quedas totalmente absuelto de las consecuencias de pasarme información falsa.
Perodimedeunavezquéhasoído.
—Ellamatóasupadre,Work.Loesposóalacamayleprendiófuego.
—¿Cómo?
—Tenía catorce años entonces. Su madre estaba en la cama también, pero sobrevivió. Era a
papaítoaquienqueríamatar.—Hizounapausa—.Yloconsiguió.Loasóensupropiacama.
NotéquelosojosdeHankespiabanmireacción,peronohuboninguna,porloqueprosiguióen
untononeutro.
—Esperó a que cesaran los alaridos, y entonces telefoneó a los bomberos y salió de la casa;
estuvo viéndola arder. Cuando llegó el primer camión contra incendios, fue a su encuentro en la
cunetaylesdijoquesumadrepodríaestarviva.Laencontrarondebajodelaventanadeldormitorio,
con quemaduras en más de un setenta por ciento del cuerpo. Había sufrido importantes heridas,
además, al arrojarse a través de los vidrios. Cuando apareció la policía, la chica les contó lo que
habíahecho.Nolesmintióalrespecto,perotampocosevanagloriódesuhazaña.Correlavozdeque
no derramó ni una sola lágrima. El auxiliar de enfermería no sabía si fue a juicio o no, pero el
Estadolaencerróenuncentropsiquiátrico.PasócuatroañosenelDorotheaDix,peroeramenorde
edadcuandocometióaquellabarbaridad.Poreso,cuandocumpliólosdieciochoaños,latrasladaron
aCharterHills,dondecoincidióconJean.
—Estofuehacesolotresaños—observé.
—Esjoven.
—Noloaparenta.
—Hatenidounavidamuydura,noteengañes.Esoenvejeceaunapersona.
—¿Lacompadeces?—pregunté.
—En absoluto —respondió Hank—. Pero no pudieron decirme qué ocurrió antes de que lo
matara. Debió de tener alguna razón, y no es demasiado difícil conjeturar cuál fue. —Noté que se
estremecía—.Tengodebilidadporesasinfanciasdesgraciadas—añadió,ynodijomás.
Yonosabíalosdetalles,peromeconstabaquelainfanciadeHanknohabíasidoprecisamenteuna
meriendacampestre.
Elsilencioseprolongaba.Nosadelantabanloscoches.
—¿Esoestodo?—pregunté—.¿Todoloquesabemos?
—He intentado comprar una copia de su expediente, pero mi informador no quiso arriesgarse.
Dijoqueunacosaerairsedelalenguayotramuydiferenterobardocumentos;peroestababastante
segurodeloquemecontaba.Segúnél,eraunsecretoavocesentreelpersonaldelcentro.
Hankmirósuespejoretrovisoryadelantóaunafurgoneta.Estateníaapagadounodesusfarosy
diolasensacióndeguiñarnosunojoalpasarla.Vielindicadordelainterestatal85ypermanecimos
calladoshastaquedejamoslaI-40ynosdirigimosalsur,haciaJeanylamujerqueguardabatanbien
lossecretosdesuviolentopasado.
Hank se llevó la mano al bolsillo y me devolvió dos de los tres billetes de cien dólares que le
habíadado.
—Solohenecesitadouno—dijo.
—¿Esoestodo,entonces?
—Prácticamente.
AdvertíuntitubeoenlavozdeHank.
—¿Quésignifica«prácticamente»?—pregunté.
Hankvolvióaencogersedehombros.
—Eltipoteníamiedo.
—¿DeAlex?
—DeAlex.OdeVirginia.Medijoquetodoelmundoteníamuchomiedodeella.
—ExceptoJean—dije.
Notédenuevoquesusojosmeexplorabanenlaoscuridad.
—ExceptoJean—repitióporúltimo—.Jeanlaama.
AsentíensilencioydespuésmevolvídenuevohaciaHank.Habíaadvertidoalgoextrañoensu
voz.
—¿Hayalgoquenomehayasdicho?
Élsacudiólacabeza.
—Enrealidad,no.SoloalgoqueoíenCharterHills.
—¿Qué?
Unnuevoencogimientodehombros.
—El comentario de otro tipo. Otro empleado de la planta del hospital, uno con quien charlé el
otro día. Le pregunté por Jean y Alex, y se me quedó grabada una frase suya. Me dijo que Jean la
amabacomounpredicadoramaasuDios.—Hankapartólavistadelacarretera—.Sonsuspalabras,
nolasmías.
Lasimaginéjuntasalasdos.
«UnpredicadorconsuDios».Obediencia.Sumisiónciega.
—¿Puedeamarlatantoenrealidad?—pregunté.
—¿Quiénpuedesaberlo?Yojamásheoídonadaigual.
Parecía nostálgico. Yo callé durante un buen rato, y también Hank pareció contentarse con sus
pensamientos.
—¿CreesqueAlexpudohabermatadoamipadre?
—¿Suponiendoquetúnolohiciste?
—Muygracioso—dije.Peronobromeaba.
—¿SabesdóndeestabalanocheenqueEzrasalióylomataron?
—No.
—¿Teníaalgúnmotivoparadesearverlomuerto?
PenséenEzrayensupersistentedesdénporAlex.RecordéladiscusiónentreélyJeanlanoche
enquetodosefuealtraste.ElmotivodeaquelladiscusiónhabíasidoAlex.Ezraintentabaforzarla
separacióndelasdos.
—Teníaunmotivo—dije.
—¡Yhacesieteañoshabíaasadoasupadreensucama!
Asentíparamí.
—Puedeser,entonces.
—Esoesloquehay.
29
Llegamos a Salisbury pasada medianoche. La ciudad estaba silenciosa, con pocos coches en
circulación y todavía menos luces encendidas. Me sentía como un fantasma mientras
intercambiábamossusurrosenaquelsilencio.HastaHankestabaapagadoyadivinéqueél,comoyo,
nopodíaexpulsardesumentelaimagendeloquehabíahechoAlex.
Cuandohuboentradoenmiaccesodecoches,salíyrodeéelsuyoparaacercarmeasuventanilla.
Élbajóelcristal.
—Escucha,Hank.Realmenteteagradezcoloquehashecho.Significamuchísimoparamí.
—Yateenviarémifactura—replicó.
—Mejorquenotardesenhacerlo—dije.
—No te enviarán a la cárcel de nuevo, Work. Los dos sabemos cómo acabará esto. Alex es tu
pieza.VeacontarleaMillsloquehemosaveriguadoyqueellalocompruebe.
—Talvez.Yaveremos.—AúnteníaquehablarconJean—.Encuantoaesafacturatuya…
—Tevaasalirporundineral.
—Másdelquetútepiensas—dije.
Memiróconcaradeextrañeza.
—¿Quéquieresdecir?
Apoyélasmanosenelcercodelaventanillaymeinclinéhaciaelcoche.
—Necesitoquemeencuentresaunapersona,Hank.Esmuyimportante.
—¿Tunovia?
—SunombreesVanessaStolen.Yasabesdóndevive.Necesitoencontrarla.Necesitohablarcon
ella.Necesito…—Mivozseapagó,perolarecuperéenseguida—.Lanecesito,simplemente.
Sehabíaapoderadodemílaabrumadoraconviccióndequeestabamuerta.«Ellanuncasemarcha
así».Fueloúltimoquemehabíadichoelmocetónqueteníaempleado,juntoaltractor,enlagranja
Stolen.«Nosinocuparsedesusanimales.Jamáslosdejadesatendidos».
—¿Yusted?—lehabíapreguntadoyo.
—Yo solo trabajo aquí, señor. Siempre me llama si necesita que me ocupe de cosas cuando se
ausenta.Tengoquecuidardemicasatambién,yellalosabe.
En mi imaginación, yo los había visto juntos, su cuerpo vivo bajo las fuertes y encallecidas
manosdeél.Pensabaquesehabíaentregadoaélyqueconaquellaentregahabíamatadoloúltimoy
lomejorquequedabademí.
—Encuéntralapormí,Hank.Haycosasquenecesitodecirle.
—¿Quémáspuedesdecirmedeella?Cualquiercosaquemeayudeabuscarla.Familia.Amigos.
Lugaresdondepudieraestar.Esaclasedecosas.
—No tiene familia. Es la última que queda de ella. No sé si tiene amigos y, hasta donde puedo
saber,raravezdejalagranja.Eselugarestodasuvida.
—¿Cuándofuelaúltimavezquelaviste?
—Justoantesdequemedetuvieran.
—No me gusta preguntarte esto —dijo Hank—, pero… ¿es posible que ella no quiera que la
encuentres?Esoocurreaveces,Work.Enocasionessolonecesitamosdesaparecerporuntiempo…
—Desviólavistacomosituvieraquehacerloparaacabarsupensamiento—.Eresunnombrecasado,
Work.Tehabíandetenidoporasesinato…Talvezvuestraaventurayanomerecíalapenaparaella.
Talvezteníauncostedemasiadoelevado.
—Noeraeso,Hank—dije—.Notratesdepresentarloasí.
—Tranquilo,hombre…Ocurreadiario.Teníaquepreguntártelo.
—Noesesaclasedeaventura.
Hankselimitóaasentir,todavíasinmirarmealacara,ysehizoentrenosotrosunembarazoso
silencio.Consultósureloj.
—Es tarde ya. Tengo que ir a casa. Pero mañana buscaré a tu amiga desaparecida. ¿Vale? Y la
encontraré.
—Eresunbuenhombre,Hank.Teloagradezco.
—Tellamarédespués.
Subió el cristal de la ventanilla y arrancó. Entonces me di cuenta de que no estaba el coche de
Barbara.Entréenlacasavacíaymeencontréotradesusnotasenlaencimeradelacocina.Medecía
enellaquepasaríalanocheencasadeGlena.
Yo estaba demasiado nervioso para dormir. Cada vez me parecía mayor la posibilidad de que
Alex fuera responsable del asesinato de Ezra. Había dado muerte a su propio padre. ¿Por qué no
podía haber matado al mío también? Pero había más cosas en aquella historia y yo necesitaba
conocerla entera. Era preciso que la conociera. Tenía la sensación de que me faltaba una pieza
importante. En cuanto la tuviera, y una vez hubiese encontrado Hank a Vanessa, iría a ver a Mills.
Peronoantes.
ConectémiordenadorybusquéenlasPáginasBlancaseldirectoriodeEastBend,enCarolinadel
Norte.EncontrécitadosdosTemplemaridoymujer,yunaRhondaTemple.Apuntéladirecciónde
estaúltima.Peroentoncesmedicuentadequenoteníaningúnvehículo.Millssehabíaincautadode
lafurgonetacuandomedetuvo.Considerélaposibilidaddeesperarhastalamañana,peronopodía
enfrentarme a la posibilidad de aguardar seis horas despierto en aquella casa vacía. Al final fui a
llamar a la casa del doctor Stokes, que salió a recibirme en su puerta trasera. Llevaba puesto un
pijamaarayasyteníaloscabellosalborotados.
—Sientodespertarlo,doctorStokes,peroesimportante.
Nopermitióquemeexcusara:
—Le dije que le ayudaría y lo decía en serio. Además, hace mucho tiempo que nadie viene a
llamarmeenplenanocheporunaurgencia.Másbienloechodemenos.
Saliódelacasayconversamosunmomentoenelcaminodeacceso.Alaluzdelporcheparecía
másmenudoaún.
—¿Quécochequiere?—preguntóindicandolosdosqueestabanaparcadosallí,unLincolnazul
oscuroyunafurgonetapequeña,carrozadaconpanelesdemadera.
—Cualquiera.Nomeimporta.
—Entoncesserámejorqueselleveelmío—dijo.
Volvióalinteriordelacasayregresóconunjuegodellaves,quemetendió.
YomefijéenelLincoln.Erauncochegrandeycuidado.Sabíaqueseríarápido,además.Hiceun
ademánhaciaélmientrasledecíaaldoctor:
—Selocuidarébien.
AldoctorStokesseleescapólarisa.
—EseeselcochedeMarion,Work…—Yañadiósacudiendolacabezaeindicandoconellala
furgoneta—:Yoconduzcoesto.—Tendríaporlomenosnueveaños.
—Ah…Deacuerdo.Estarédevueltaamediamañana.
—Tómeseloconcalma.Notengoningúnplanparamañana.
LleguéalapoblacióndeEastBendalasdosymediadelamadrugada.Eraunpequeñoenclaveenla
autopista 67, a unos cuarenta y ocho kilómetros de Winston-Salem. No había gran cosa allí: un
restaurante,unaagenciainmobiliariayunoscuantosestablecimientosdeservicios.Entréenlaúnica
cafetería que estaba abierta, pedí una taza de un café de calidad más bien dudosa y pregunté al
dependientesivendíanmapasdeEastBend.Elmuchachotendríaprobablementeveinteañosyllevaba
elpelolargobajounagorradecazadordecamuflaje.Serioaloírmipregunta.
—¡Estasíqueesbuena!—dijo—.Tendréqueanotarlapararecordarla.
—Estoybuscandounacalle:TrinityLane—dijemientraspagaba.
—Nolaencontrará.
—Poresobuscounmapa.
—Es que no se trata de una calle propiamente dicha. Por eso no la encontrará. Se trata de un
simple camino de tierra, de esos que le dejan a uno la posibilidad de bautizarlo como le apetezca.
Peroelindicadorquetieneesazul,enlugardeverde.Elcolorverdeleserviráparasabersisetratao
no de una verdadera calle. Verde…, verdadera…, las dos palabras comienzan igual. Es la mejor
maneraderecordarlo.
—Pero…¿cómomeacordaréyodeloquesignificaelcolorazul?
—¡Toma…!¡Puestieneustedrazón…!
—EstoybuscandoaunamujerllamadaRhondaTemple.—Nomedijonada.Permanecióinmóvil
traselmostrador;sediounapalmadaenelvientreymeobservófijamente—.Noesparanadamalo
—dije—,siesesoloquelepreocupa.
Élseriodenuevomostrandounosdientessucios.
—Pormí,puedeustedmatarlasiquiere.Esamujeres,sinduda,labrujamásbrujaquehevistoen
lavida.¿Paraquéquiereustedhablarconella?
—¿Nosufrióunincendioensucasaharácosadesieteuochoaños?
—Esella,sí.
—Puesdeesoquierohablarle.
—¡Vaya!Aquítodoelmundopuedehablarledeeso.Esaimbécildehijasuyaprendiófuegoala
casa.Esposóalacamaasuviejoydejóqueseabrasara.
—Alex…
—No,nofueAlex.
—Virginia,quierodecir.ElnombredesuhijaesVirginia.
—Enefecto.
—¿Laconocíausted?
—Enrealidad,no.Eraunañoodosmayorqueyo,solo,peroyaestabamaldelaazotea.Yfuea
loscatorcecuandoselallevarondeaquí.
Meinclinésobreelmostrador.
—¿Tieneustedalgunaideadeporquélohizo?—pregunté.
Élsequitólagorrayserascólacabeza.
—Puramaldad,supongo.Yqueestabalocadeatar.
—Entonces…,¿cómoencuentrolacasadeesamujer?
—Oh…Sigaporaquíydoblealaizquierdaalllegaralaluzámbar.Busqueelindicadorazulala
izquierda…,uncaminodetierra.Ellavivealfinal.
Lomiréfijamente.
—Penséquehabíadichoquenoloencontraríanunca.
—Bien…,nololograríasiyonoselohubiesedicho.¿Volveráporaquíestanoche?
—Talvez—dije—.Aúnnolohedecidido.
—Bien…, yo no lo haría, en su lugar. Conducir por caminos marcados en azul a las tres de la
madrugadaesexponerseaqueaunolepeguenuntiro.
Ledilasgraciasymevolvíparamarchar.
—¡Eh,señor!—mellamó.
—¿Sí?
—Nosedejeasustarporella.—Esperéaqueañadieraalgomás—.Esfeacomoellasola.
Pese a lo mucho que deseaba hablar con Rhonda Temple, la madre de Virginia Temple, alias Alex
Shiften,sabíaqueeldependienteteníarazón.Porlotanto,mebebíelcaféenelcocheaparcadoyme
puseapensarencómomanejaríaelasunto.ReflexionéacercadeldoctorStokesydesussentimientos
sobrelafe,elinfiernoylaposibilidaddesalvación.Hastaquefinalmentemeadormilé.
EncontréTrinityLanepocosminutosdespuésdelassiete,justodondesesuponíaquedebíaestar,
aunque a punto estuve de perderme. En algún momento anterior, un coche había chocado contra la
señal azul, que ahora estaba doblada en un ángulo, retorcida y casi oculta entre la maleza que
bordeabalacarreteraasfaltadadedoscarriles.ElsenderollamadoTrinityLaneerapocomásqueun
camino de carro, de tierra, un tajo en el lindero del bosque. Se curvaba delante de mí como un
confuso callejón en la luz indecisa de la madrugada. A medida que me adentraba en el bosque fui
pasandoespaciosvacíosycaravanasdesguazadas;unas,quemadasyotrassimplementeabandonadas
depuroviejas.Pedazosdefibradevidrioaislantecolgabandeloslugaresdondehabíanarrancadoel
revestimiento, y los accesorios oxidados se fundían lentamente con la arcilla roja y cubierta de
malezadelsuelo.Era,ensuma,unlugardesolador.
Elcaminoterminabacincuentametrosmásallá,enelparachoquestraserodeunDodgeOmnide
veinteañosdeantigüedad,queestabaaparcadoenlaparceladetierraqueservíadepatioalaúltima
caravana:unacasamóvil,deanchosencillo,conunaantenaparabólicaallado.Salícautelosamente
delcoche.Detrásdelremolque,enelpuntodondelatierracaíahaciaelrío,habíaunvertederode
basura.Deunacuerdaparatenderlaropacolgabaninmóvilesdistintasprendas.Salíaluzdeunade
lasventanas.
Llaméalapuertadealuminio.
Lamujerquelaabrióera,claramente,lamujerqueyoandababuscando.Teníagrandescicatrices
en la cara y las manos, no solo por las quemaduras del fuego, sino también por los cristales de la
ventanaporlaquehabíasaltadoparahuirdelasllamas.Elladoderechodesurostro,desdelanariza
la oreja, era una horrible taracea de tejidos e injertos, en la que se cruzaban largas y abultadas
cicatrices blanquecinas. Tenía los cabellos grises, gafas de montura rosa con gruesos cristales y
fumabauncigarrilloconunfiltrodeplásticoenelextremo.
—¿Quiéndemoniosesusted?—mepreguntó—.¿Yquédiablosestáhaciendoenmicasaaestas
horasdelajodidamañana?
—Mi nombre es Work Pickens, señora. He venido conduciendo desde Salisbury. Lamento
molestarlatantemprano,peroesmuyimportantequehableconustedacercadesuhija.
—¿Porquédiablostendríayoquehablarconusted?
—Si le he de ser sincero, no tengo respuesta para eso. Usted no me conoce y no tiene ninguna
obligaciónhaciamí.Es,simplemente,unruegoquelehago.
—¿Diceustedquequierehablardemihija?¿Esustedpolicía,periodistaoalgoporelestilo?—
preguntómirándomedearribaabajo.
—No,nosoynadadeeso.
—¿Quées,entonces?
Soslayélapreguntaypreguntéamivez:
—VirginiaTemple…Eshijasuya,¿meequivoco?
Diounalargachupadaatravésdelfiltrodeplástico,ymeestudióconojosdereptil.
—Yoladialuz,siesesoloqueustedquieredecir.Peronoeshijamía.
—Nocomprendo—dije.
—Esa muchacha se echó a perder cuando cumplió los diez años. Dejó de ser mi pequeña ya
entonces. Pero cuando hizo lo que me hizo, cuando prendió fuego a esto y mató a mi Alex…,
bueno…,decidíqueyanoteníaningunahija.Nolateníaentoncesnilatendréjamás.
Nopodíaevitarmiraraquellascicatrices,ypenséenloquedebíadehabersidodespertarrodeada
dellamas.
—Losientomuchoporsumarido.
—¿Esustedidiota?—mepreguntó—.Amímetienesincuidadoaquelinútildemierda.Tuvolo
quesemerecíayestoymuchomejorconélmuerto.LeestoyhablandodeAlex.
Susojosseempañaronyseenjugóunodeellos.
—¿Alex?…Nocomprendo.
—Alexeralaúnicacosabuenaenmivida.
Yoestabaallí,confuso…
—Pero,señora…
—¡Malditasea!Alexeramiotrahija,mipequeña.Teníasieteañoscuandoaquelloocurrió.Esa
perradeVirginialamatótambién.¿Oesquenolosabíausted?
30
RhondaTemplesecerróenbandadespuésdesuestallido.Yanodiríagrancosa,noapropósitode
Virginiayenabsolutoacercadeloquehabíahechoydelmotivoporelquelohabíahecho.Perome
explicó cómo había muerto Alex, su hija menor. Su narración me acompañó mentalmente durante
todo el viaje de vuelta a Salisbury y me hizo comprender que había llegado el momento de hablar
conJean.Teníaquepreguntárselo.Teníaquesaber.
AparquéelcochedeldoctorStokesymedirigíalaentradadelasaladeurgencias.Cambiéun
saludo con un médico que estaba fumando en el exterior, y después entré en el hospital y en sus
iluminadasdependencias.Todoestabatanensilencioqueporuninstantemeparecióhaberentrado
másenunmausoleoqueenunhospital.Nohabíanadieenlamesadelaenfermeradeclasificación.Y
tampocohabíanadiesentadoenloslargosbancososillasdelasaladeespera.Pudeoírinclusoel
zumbidodelosfluorescentesyelsiseodelapuertaneumáticacuandosecerródetrásdemí.Advertí
algúnmovimientoalotroladodeunamamparadecristal,elbrillodeunabatablanca,peroesofue
todo.Ellugarparecíacompletamentemuerto.Yasí,sintiéndomemásquenuncaunfantasma,paséa
travésdelvestíbuloderecepciónymeadentréporellargopasilloquemecondujoalasmáquinasde
venta automática, a los teléfonos y a las puertas cerradas de las pequeñas oficinas, semejantes a
madrigueras, en las que los auxiliares administrativos trabajaban de nueve a cinco. Encontré la
bateríadeascensores,entréenunodeellosypulséelbotóndelaterceraplanta.
La mesa de la enfermera del ala de Jean estaba vacía, y apresuré el paso para dejarla atrás.
Cuandollegabaalahabitacióndemihermana,otraenfermeradoblabalaesquinadelpasillo;venía
haciamí,perollevabalacabezainclinadaynomevio,loquemepermitióentrarycerrarlapuerta
por dentro. En contraste con la luz del pasillo, la habitación estaba oscura, pero no tanto que no
pudieraver.Sefiltrabanalgunosrayosdeluzprovenientesdelexteriorylosmonitoresproyectaban
suresplandorfantasmal.CasimehabíahechoalaideadequeencontraríaaAlexallíy,sinceramente,
noséquéhubierahechoentalcaso.Pero,afortunadamente,noestaba.Necesitabacontarcontodala
atencióndeJeanynovermeenredadoenunadiscusiónirritante.
CuandotomélamanodeJean,lanotéseca,comosisehubieradesangradoporcompleto,pero
percibísucalorybajélamiradahaciaellaparamirarlaalacara.Susojossemovíandebajodelos
párpados, y me pregunté qué estaría soñando. Algo malo. Su vida era una pesadilla. No habría
remisiónparaellatrasunosojoscerrados.Hubieraqueridodespertarla,peronolohice,sinoqueme
senté en la silla que tenía a su cabecera, sosteniendo su mano febril. En algún momento apoyé mi
cabezaenelestrechobordedelacamaeinclinéelcuerpohaciadelanteenaquelpococonfortable
asiento,hastaquemequedédormido.
También yo debí de soñar. Porque noté su mano en mi cabeza y escuché su voz. «¿Cómo has
podido,Work?¿Cómopudistehacerlo?».Elrocedesumanocesó,juntoconsuspalabras…,peroen
laclarividenciadelossueños,supequeellaestaballorando.
Cuandomedesperté,fueconunsobresalto.LapieldeJeaneracarbóndescoloridoysusojosdos
rendijasnegras,peroentoncespestañeóyyoviqueestabadespiertayhabíaestadovelándome.
—¿Cuándohasentrado?—Suvozeraásperacomosusmanos.Merestreguélosojos.
—¿Quieresunpocodeagua?—lepregunté.
—Sí,porfavor.
Vertíunpocoenelvasodeplásticoqueteníaenlamesilladenoche.
—Nohayhielo.
—Noimporta.—Bebióelaguaylellenédenuevoelvaso.
Observélabolsadesoluciónsalinasuspendidaporencimadeellayseguíeltubohastadondela
agujaentrabaensubrazobajounaequisblancadeesparadrapo.Erafácilparamírecordarelcharco
rojodesusangreenelsuelodelacasadenuestrospadres.Probablementeaúnseguiríadeshidratada
duranteunasemana.
Mefijéensucara,notéciertaflaccidezenlosmúsculosdealrededordesubocaymepreguntéa
quésedebería.¿Antidepresivos,talvez?¿Sedantes?Mesorprendiómirándolayvolvióelrostro.
Noqueríapreguntarlecosasquepudieranpareceruninterrogatorio.Eratransparente,yyosabía
quejamáshabíavistoanadietanfrágil.
—¿Cómoteencuentras,Jean?¿Loestássuperando?
Ellapestañeóyporuninstantepenséquenorespondería.Levantólasrodillas,sehizounovilloy
penséqueibaadarselavueltaparanoverme,comohabíahecholaúltimavez.
—Dicenquemesalvastelavida.—Suafirmaciónestabaabsolutamentedesprovistadecualquier
contextoemocional.
Comosidijera:«Dicenquetucocheesazul».Algoasí.
Casimentí.Noqueríaquemeodiaraporhaberhecholoquehabíahecho.
—Puedeser—admití.
—LamismaAlexlodice.Dicequemeencontrasteymehicisteunostorniquetesenlosbrazos.
Quesilohubieseshechounminutomástarde,habríamuerto.
Mirémisdedosyrecordélasensaciónresbaladizadesusangre;ladificultadquehabíatenidoen
apretarconellossugargantabuscandoelpulso.
—Túmellamaste—dije—,yyoacudí.
—Eslaterceravez—continuóJean.Notéunmovimientoenellaylevantélacabezaatiempopara
vercómoapartabalacara—.Tienesqueodiarme—dijo.
—No.—Apoyélamanoensubrazoylaobliguéavolverseparapoderseguirmirándolaalacara
—. Eso nunca, Jean. Ni se te ocurra pensarlo. Jamás podría odiarte. —Le sujeté el hombro y
pronuncié unas palabras que deberían haberme salido con facilidad, pero que nunca me resultaban
fáciles—:Eresmihermana,ytequiero.
Ahora le tocó a ella asentir. Lo hizo con movimientos espasmódicos, mientras los párpados se
cerrabansobresusojoscomocortinasylaslágrimasseencharcabanenlarepisadesusconsumidos
pómulosantesderodarporlasmejillasendoslargosyardientesregueros.Lasenjugóconunbrazo,
secándolasconelpesadovendajequecubríasumuñeca.Despuésabriólabocaparahablar,perola
cerróenseguidasinlograrpronunciarlaspalabras,aunquesiguióasintiendo.Peroyolaentendí.Nos
habíaneducadoparaentendernossinnecesidaddeellas.
Deseabapreguntarlesinecesitabaalgo…¿Másagua?¿Otraalmohada?Queríaquemispreguntas
serefirieranaesaclasedecosas,peronofueesesucontenido.Teníaenmicerebrounapreguntamás
amplia,máspeligrosa.Unapreguntaqueyanopodíareprimirmás.Cuyarespuestanecesitabasaber.
NopodríairaveraMillshastaqueoyeralarespuestadelabiosdelapropiaJean.
—¿Lohicistetú?—lepregunté.
Jeanparecióhorrorizada.
—¿Qué?
Un gemido casi, y nuevas lágrimas que afloraron al punto a sus ojos. Pero a mí me resultaba
imposibleparar.Todocuantohabíahechoalolargodelasemanaanteriorsehabíabasadoenmis
suposicionesdequeJeanhabíaapretadoelgatillo.Inclusohabíaidoalacárcelporellas.Yahorame
enfrentaba,porlomismo,alriesgodeunavidaenprisión.
—¿Lomatastetú?—preguntédenuevo—.¿MatastetúaEzra?
LabocadeJeanseabrióconasombro,paraquedardenuevofláccida.
—Penséquelohabíashechotú—dijoconunavozinfantil,tanvulnerablequeadvertíalpuntola
verdaddesuspalabras.
Jeanestabarealmenteconvencidadequeyohabíasidoelautordelamuertedenuestropadre.
—¿TedijoesoAlex,Jean?¿Poresolopensabas?¿Porqueellatedijoqueyolohabíahecho?
Jeansacudiólacabezaysuscabellossemovieronsobresusojosparaacabardescansandoensu
frente. Me di cuenta de que había tirado de las sábanas para taparse con ellas hasta la garganta. Su
miradaevidenciabaperplejidad.
—Lohicistetú,Work.Tuvistequesertúquienlohizo.
—Yyopensabaqueteníasquehabersidotú.
Mis palabras la estremecieron como balazos. Puso ojos de asombro y se hundió más
profundamenteenlasalmohadas,queseelevaronpordetrásdeella.
—¡No!—Sacudiólacabezaotravez—.Tuvistequesertú.Eralaúnicaexplicación.
—¿Porqué?—pregunté,inclinándomemás—.¿Porquéyo?
—Porque…—Suvozseperdió.Lointentódenuevo—:Porque…
Yoconcluísupensamiento:
—Porque,sitúnolohabíashecho,yyotampoco,entonces…teníaquehabersidoAlex.¿Eseso
loqueestásintentandodecir?
Estavezrodósobresímismaparaalejarse;seencogióenposiciónfetal,comositemieraqueyo
fueraagolpearla,yporuninstantefuiyoquienmesentídesconcertado.Jeannolohabíahecho.De
nohabersabidoyolaverdadacercadeAlex,tampocohabríaaceptadoesehecho.
Peroestabatanabsolutamenteseguro…
—HayalgunascosasacercadeAlex,Jean…Algunascosasquetalveznoconozcas.—Teníaque
sacarladesucomplacencia,obligarlaaaceptarlarealidad.
Mehablóatravésdelabismoqueyoacababadeabrirentrenosotrosdos:
—SétodoloquehayquesaberacercadeAlex,Work.Nohaynadaquetúpuedasdecirmedeella.
—¿Sabesqueesenoessuverdaderonombre?
—Nohagasesto,Work.NotratesdeinterponerteentreAlexyyo.
—¿Losabes?—preguntédenuevo.
Jeansuspiró.
—VirginiaTemple.Sellamaasí,enrealidad.Cambiódenombrecuandoladejaronenlibertad.
—¿Sabesquematóasupadre?—pregunté.
—Losé—dijo.
—¿Sabes también eso? —No podía creerlo—. ¿Sabes cómo lo mató? —Jean estaba asintiendo
conlacabeza,peroyonopodíaparar.Elhorrordeaquellahistoriaaúnestabafrescoenmiespíritu.
Carneabrasada.Pulmonescarbonizados.Alexmirandoysumadrereducidaajirones…—.Loesposó
alacamayleprendiófuego.Loquemóvivo,Jean…PoramordeDios…,¡loquemóvivo!
Deprontomeencontréamímismodepie.Bajomimirada,Jeansehabíaencogidotodavíamás.
Seabrazabaasusrodillas,queteníadobladascontraelpecho,comoavergonzada,ymedicuentade
queeneltubodelabolsadesoluciónsalinasehabíaformadounnudo.Veraquellomecalmóyme
obligó a poner un freno a mis enfurecidas emociones. Me daba cuenta de que me estaba dejando
arrastrar por ellas. Todo aquello era excesivo. Tomé una profunda bocanada de aire y después me
inclinésobreJeanparaarreglarelnudodeltubo,perocuandomimanorozósubrazo,aellasele
escapóungemidodedolor.
—Losiento,Jean.Losientomuchísimo.
Jeandeclinóresponder,perosucuerposeelevómientrassuspulmonessellenabandeairecon
unapoderosainspiración.Yobusquélasilladenuevoymedejécaerenella.Ocultéelrostroentre
mismanosycerréconfuerzalosojoshastaverestrellasdeluzenlaoscuridad.Pero,apartedesus
sollozos,lahabitaciónestabaencompletosilencio.Retirémismanosylamiré.Todavíaseguíahecha
unovillosobrelacama.
—Measusta,Jean.Measustaquehayamatadoasupadre,ymeasustaquetengatantopodersobre
ti.—Hiceunapausa,paraelegirmejorlaspalabras—.Soloeseso:quemedamiedo.
Jeannodecíanaday,durantelargorato,yolaobservéensilencio.Peroalospocosminutossentí
lanecesidaddemoverme,dehaceralgo.Melevantéymeacerquéalaventana.Descorrílacortinay
contemplélazonadeaparcamiento.Entróenellauncoche,yencendiósusfaros.
CuandoJeanhabló,apenaspudeoírla.
—Teníaunapiscina.Deniña,teníaunapiscina.
Yo regresé al lado de la cama. Cuando levantó la cabeza de la almohada, pude ver los surcos
húmedosdesuslágrimas.
—Unapiscina—repetí,paradarleaentenderqueestabaallíydispuestoaescuchar.
Mesenté.Teníalosojosmuyabiertosehinchados;mepermitióverlosuninstante,paravolverse
luegodecaraalapared.Yomirésuespaldayesperéaquesiguiera.Finalmente,lohizo.
—Eraunadeesaspiscinitasdeinterior,comolaqueteníamosnosotrosparajugarcuandoéramos
niños.Unasimplepiscinainfantil.Aellanoleimportabaquefuerabarataoendeble.
Noleimportabaqueestuvieradetrásdeunremolqueniquefueravisibledesdelacarretera.Era
unaniña,comprende…,yeraunapiscina.—Jeanhizounapausa—.Lomejorquehabíatenidoenla
vida.
Podíaverlacomosiestuvieraallí,ysuspalabrasrevelabanautenticidad.EralaformacomoJean
locontaba.Lapiscinanoeralomejorqueellahabíatenido.Nidelejos.
—Cuandocumpliósieteaños—continuóJean—,supadredictónuevasnormas.Fueexactamente
así como las llamó: «Vamos a instaurar nuevas normas respecto a la piscina». Intentó presentarlas
comounjuego.Aellanoleimportabaloquefueran.Pero,siqueríameterseenlapiscina,teníaque
ponersezapatosdetacónymaquillarse.Esaseranlasnormas.—Jeanhizounapausaylaoírespirar
profundamente—.Asíempezótodo.
Yo supe entonces adónde iba a parar todo aquello, y sentía en mi interior un movimiento de
repugnancia.Hankhabíaacertado.
—Lasnormasnoincluíanasumadre.Soloaella—siguióJean—.Mecontóenunaocasiónque
sumadredejódeiralapiscinadespuésdeaquello.Nohacíanadaalrespecto:simplemente,noquería
verlo.Supadreestabasintrabajoaquelaño,yesoeratodoloquehacían:jugarenlapiscina.Aquel
verano, supongo, eso fue suficiente. Observarla, quiero decir. Pero dos semanas después de que la
hubieraguardadoparaelinvierno,todocomenzó.
Yo no quería oír aquello. Deseaba que Jean no siguiera. Pero tenía que oírlo y ella tenía que
explicármelo.Estábamosintentandoencontrarlamanera.
—No se contentó con acariciarla, Work. La violaba. La sodomizaba. Y, cuando ella intentaba
resistirse,lepegaba.Apartirdeaquelverano,noledejóponersepijama.Teníaquedormirdesnuda,
¡porDios!Otranormamás.Lacosanocomenzódespacioparairaumentandoprogresivamente.Fue
como una explosión en su vida. Un día tenía siete años, y al día siguiente aquello era ya era algo
habitual.Ladiversióndelpadre.Pero,apesardeeso,coneltiempofuesiendopeor.Comocuandose
aburríaconellayteníaqueencontrarnuevasmanerasdedivertirse.Ellanopuedehablar,nisiquiera
ahora,dealgunasdelascosasquelehacía.Yesoqueeslapersonamásfuertequeconozco.
»Siguieronasíduranteaños.Élyanovolviónuncaatrabajar.Seemborrachabamásyperdíamás
eneljuego.Entresocasioneslaprestóaotrosparacubrirsusdeudasdejuego.Ciendólaresaquí,
doscientos allí… Tenía once años la primera vez. El otro era el capataz de turno de la fábrica de
cauchodeWinston-Salem.Unindividuodemásdecientotreintakilosdepeso.Alexpesabaentonces
pocomásdetreinta.
—Perosumadre…—empecé.
—Enunaocasiónintentódecírseloasumadre,peroellanoquisooírla.Laacusódementiryle
pegóunabofetada.Peroellalosabía.
Jeanguardósilencio.
—Podíahaberidoalasautoridades—dijeyo.
—¡Era una niña! No conocía nada diferente. Para cuando cumplió los trece años, empezó a
sentirse un poco mejor. Él la molestaba menos aunque la golpeaba más. —Jean me dirigió una
significativa mirada—. Se estaba haciendo demasiado mayor para él. Ella alcanzó la pubertad y
empezóasuscitarlemenosinterés.
—Peroteníacatorceañoscuandolomató—objeté—.Bienpasadalapubertad…
DelagargantadeJeanescapóunsonido,enparterisa,enpartegritoahogado.Volvióhaciamí
todosucuerpoyseincorporósobreuncodoparapodermirarmedehitoenhito.
Noloentiendes,Work…
—Siyahabíadejadodeabusardeella…
—Teníaunahermana,Work.—Estavezlodijogritando—.Poresohizoloquehizo.Unaniñade
sieteañosllamadaAlexandria…
Deprontocomprendí…,locomprendítodo.
—EldíaqueAlexmatóasupadre,suhermanaacababadecumplirsieteaños.Habíacelebradosu
fiestaeldíaanterior.Adivinaloqueleregalósupapá…
Yoyasabíalarespuesta.
—Unos zapatos de tacón, Work. Sus primeros zapatos de tacón y una barra de lápiz de labios.
Paralaniñapequeñadepapá.Yaellaleencantó.Nosabíaloqueaquelloqueríadecir;soloquería
vestirsecomosuhermanamayor.PoresoAlexlomató.
Yo no deseaba hablar. No quería lastimar más a mi hermana, pero sabía que probablemente lo
haría. Hank me había dicho que Jean amaba a Alex como un predicador ama a su Dios. Podía ser.
Peroesediossuyonoeraunserdivino,nisiquieraunalmabenevolente:setratabadeunapersona
tarada,deunaasesina,yJeanteníaquesaberlaverdadacercadeella.Porsupropiobien.
—¿Quéleocurrióasuhermana?—pregunté—.¿TehahabladoalgunavezAlexdeella?
Jeansoltóundesdeñosobufido,perosuvozeratranquila.
—Ella no habla de su hermana. Supongo que se perdió el contacto entre ellas después de que
ingresaranaAlex.Lomásprobableesquesuhermananolocomprendiera,noatancortaedad.
Teníaqueactuarrápidamente,antesdequemeinterrumpiera.Jeanteníaquesaberlo.
—Suhermanamurió,Jean.Volviócorriendoalacasaysequemóallíjuntoconsupadre.
LabocadeJeanseconvirtióenotrosilenciosocírculonegroenelqueeraninvisibleslosdientes.
—Accidente o no, ella mató a su hermana. Y por alguna razón adoptó su nombre, Alexandria,
Alex…Matóasupadre,matóasuhermanay,porloqueyopuedoconjeturar,matótambiénaEzra.
LostembloresrecorrieronelcuerpodeJean.
—Me lo hubiese dicho —aseveró, pero después me miró con una súbita expresión suspicaz—.
¿Porquémehacesesto?—mepreguntó.
—Losiento,Jean.Séqueteduele,peroteníaquedecírtelo.Merecessaberlaverdad.
—Notecreo.
—Telojuro,Jean.Porlamemoriadenuestramadre,tejuroqueeslaverdad.
—Vetedeaquí,Work.Vetedeaquíydéjamesola.
—Jean…
—Túsiempretepusistedepartedepapá.Siemprelahasodiado.
—Matóanuestropadreyquierequemeenvíenalasillaeléctricaporello.
Jeanseincorporóenlacama,convertidaenunagrisytambaleantesombradesímisma;cayeron
lassábanasquelacubríanalmoverseenlaestrechacama.Temíquetropezaraysegolpeaselacabeza
contraeldurosuelo.Meapuntóconeldedocomoclavándoloenmíyvilaincredulidadensusojos.
Habíapresionadodemasiado,habíaidodemasiadolejos.
Lahabíaperdido.
—¡Vete! —gritó, prorrumpiendo en lágrimas—. ¡Sal inmediatamente! ¡Vete de aquí, maldito
mentiroso!
31
Salídelahabitaciónporquenoteníaelección.Jeanestabadeshecha;lahabíaempujadoaunpunto
muypeligroso.Soloteníadoscosasenelmundo,aAlexyamí.PeroenestemomentoAlexeralo
únicoqueleimportabayyohabíaintentadoarrebatársela.
Pero, cuando menos, yo conocía por fin la verdad: Jean no había matado a Ezra. No era una
asesina y, sin ese peso sobre su conciencia, podría recuperarse, llegado el caso, del bajón que la
había llevado, en último término, a aquel hospital. Sin embargo, las alternativas podían ser
igualmenteterribles.AalguientendríanquemeterenchironaporelasesinatodeEzrayporlaforma
como iban las cosas, solo podría ser a Alex o a mí. ¿Se recuperaría Jean de cualquiera de esas
posibilidades?Tendríaquehacerlo.Asídesencillo.
Encuantoamí,lascosashabíancambiadoespectacularmente.Yopodíaestardispuestoapagarel
patoporJean,peronoporAlex.Deningunadelasmaneras.
Meapoyécontralapared.Lasentíadurayfríaenmiespalda,ycerrélosojos.Penséquelaoía
sollozar, pero pronto desapareció aquel sonido. «¡Imaginaciones! —me dije—. Sentimiento de
culpabilidad».
Cuandoabrídenuevolosojos,teníaunaenfermeradelantedemí.Parecíapreocupada.
—¿Sesienteustedbien?—inquirió.
Lapreguntamepillóporsorpresa.
—Sí.
Meestudiódespacio.
—Estáustedpálidocomounasábana,ydalaimpresióndeiraquedarsemuertodepie.
—Estoyperfectamente.Solocansado.
—Nodiscutiréconusted—medijo—.Pero,sinoesunpaciente,tendráquemarcharse.Faltaaún
unahoraparaqueempieceelhorariodevisitas.
—Gracias—ledijeymealejé.
Perocuandomevolvíamirar,estabaobservándomeconunaexpresióndeextrañezaenlacara.
Casipodíaleerlelamente.«¿Dóndehevistoyoantesaeste?».Reflexionóuninstantemás,ydespués
sefue.
Seguíporelpasillohacialosascensores.PensabaenAlex.Yonoerapsiquiatra,porloquesolo
podía conjeturar su estado mental, pero tenía que ser un desastre. ¿Por qué el cambio de nombre?
Podía entender que necesitara huir de su infancia, pero ¿por qué tomar el nombre de su hermana
muerta? ¿Porque había muerto intacta y virgen, purificada por su inocencia y por el fuego que la
había matado? ¿O era porque se sentía culpable y deseaba que viviese aunque fuera de esa manera
mínima? Probablemente no lo sabría nunca. Pero tenía algo meridianamente claro…, algo que me
inquietaba. Alex Shiften era ferozmente leal, y tomaría medidas drásticas para eliminar cualquier
peligroque,asusojos,laamenazaraaella,aJeanoalarelaciónentreambas.Habíamatadoasu
padreparaprotegerasuhermana.HabíamatadoaEzraparaprotegersurelaciónconJean.Ahoraera
yolaamenazayestabatramandoquemeacusarandelasesinato.HabíapuestoaJeanenmicontra.
Habíaminadomicoartada,dealgunamanerasehabíahechoconunacopiadeltestamentoylahabía
dejadoenmicasaparaquelapolicíalaencontraraallí.
De repente me quedé helado, paralizado por una idea que me había asaltado de pronto pero
nítidamente. Alex había minado mi coartada. Sabía que yo no estaba en casa con Barbara cuando
mataronaEzra.¿Sabríatambiéndóndeestabayoesanoche?¿SabríaalgoapropósitodeVanessa?
¡Santo Dios! ¿Sabía que Vanessa podía proporcionarme una coartada? ¡Y ahora Vanessa había
desaparecido…!
«Novolvióacasaanoche».
Nopodíaconcluiraquelpensamiento.Peroteníaquehacerlo.Nohabíatiempoparaeltemorola
negativa. Así que tuve que plantearme la pregunta con toda crudeza. Si Alex supiera que Vanessa
podíadesbaratarsusplanes…,¿lamataría?
Larespuestaerainequívoca.
«Sinlugaradudas».
Seabrieronlaspuertasdelascensor.Salíempujandoalosqueaguardaban,numerosaspersonas
conblusasverdesybatasblancas,ycasiechéacorrerhacialasalida.Fuera,medicuentadequeno
teníaningúnplan.Ningúnlugaradondeir.Consultémireloj.Eranlasdoceymedia.Telefoneéala
granjaStolen,parateneralgunanoticia,perodeseandocontodaslasfibrasdemiserunasolacosa:
«Descuelga.Descuelga,porfavor».Elteléfonosonócuatroveces,ycadaunodelostimbrazossin
respuestafuecomounclavoenmicorazón.Alexlahabíamatado.
El dolor casi me venció; y, con todo, a través del dolor, como si se tratara de un traidor
susurrandoaloído,secolóunúnicosentimientoegoísta:yonoteníacoartada.Podíairapararala
cárcelelrestodemivida.Laaparicióndeestaideamehizopensarquetalvezmelomerecería.Con
esoloaplastéyyanovolvióareaparecer,deloquemesentíagradecido.
MisiguientepasofuellamaraHank.Teníaquehablarconél,ahoramásquenunca.Norespondió
encasa,asíqueprobéconsuteléfonomóvil.
—Estabaapuntodellamarte—medijo.
—¡Hank!¡GraciasaDios!
—Callaunminuto.Tenemosproblemas…Muyjodidos.—Notéquetapabaelmicrófonoconla
manoporquemellegabanvocesapagadas.Transcurriócasiunminutoantesdequevolvieraatenerlo
nuevamenteenlínea—.Estábien,yaestoyfuera.
—Escucha,Hank…CreoquetengoalgoapropósitodeVanessa.
—Querría decírtelo de la manera más educada posible, pero ahora no tenemos tiempo para
ocuparnosdetunoviadesaparecida.Estoyenlacomisaríadepolicía.
—¿EnSalisbury?
—Sí. Vine aquí para revisar los informes de accidentes antes de empezar a buscar a tu amiga.
Peroestoesunmalditoavispero.Tenemosquehablar,peronoporteléfono.¿Dóndeestásahora?
—Estoyenelhospital.Depiefrentealasalidadelaladeurgencias.
—Quédateahí.Procuraquenadietevea.Estaréahíenunpardeminutos.
—Espera,Hank…—Lopilléantesdequecolgara—.¿Quédemoniossucede?
—Hanencontradoelrevólver,Work.Elquearrojastealrío.
—¿Qué…?
—Quédateahí.Dosminutos.
Colgué,ymequedémirandoatónitoelteléfonoqueteníasincomunicaciónenlamano,durante
losquetalvezfueronlosdosminutosmáslargosdemivida.
Habíanencontradoelrevólver…¿PodíaserAlexresponsabledeestotambién?
CuandoHankentróenelaparcamiento,salíasuencuentroenlaaceraymemetíenelinteriorde
susedán.Élnomemirónimedijonada.Giróalaizquierdaparasalirdelaparcamiento,diovarias
vueltas aparentemente al azar y después se paró en la acera. Estábamos en una zona residencial.
Silenciosa,sinnadiealavista.Hankmirabaatravésdelparabrisassindecirpalabra.
—Estoyesperandoquehables—dijofinalmente,mirándome.
—¿Quéquieresdecir?
Suexpresióneradura,igualquesusojos.Cuandohabló,meparecióquesuvozsehabíaenfriado
también.
—«¿Quérío?».«¿Quérevólver?».Estassonlaspreguntasquedeberíashabermehecho.Loque
mepreocupaesquenomelashagas.
Nosabíaquédecir.Teníarazón.Unhombreinocenteselashubierahecho.
—Yonolomaté,Hank.
—Háblamedelrevólver.
—Nohaynadaquedecir.—Lamentirafuecasiinstintiva.
—No tienes mucha gente de tu parte, Work, y estás a punto de quedarte solo. Yo no ayudo a la
gentequememiente.Esasídesencillo.Oseaquetómateunminutoypiensabienenlaspróximas
palabrasquesaldrándetuslabios.
JamáshabíavistoaHanktantenso,comosisedispusieraapegarmeunpuñetazoenlacaraoa
tirarsedesuspropioscabellos.Perohabíaalgomásqueiraenél.Sesentíatraicionado,yyonopodía
reprochárselo.
Si Jean no había apretado el gatillo, entonces ya no tenía ninguna razón para mentir acerca del
revólver. En realidad, yo debería desear que lo tuviera la policía, si eso contribuía a probar la
culpabilidaddeAlex.Peroyolehabíalimpiadolashuellasylohabíaocultado…,undelitoenypor
símismo.Aunasí,loqueimportabaahoraeraencontraraVanessa.Y,siHankpodíaayudarmeaeso,
yolediríacualquiercosaquequisierasaber.Peroteníaunapreguntaprimero.
—¿Cómoencontraronelrevólver?
Hank me miró como si estuviera decidido a arrancar y dejarme allí mismo, así que hablé de
nuevo.
—Telojuro,Hank…Explícameestotansolo,yyoresponderétodastuspreguntas.
Diolaimpresióndequeselopensaba.
—Alguienllamóparainformardequehabíavistoaalguienarrojarunarmaalrío.Unbuceador
de la oficina del sheriff se sumergió esta mañana y la encontró precisamente donde el informador
dijoqueestaría.Esofuehaceunahora.SabenqueeselrevólverdeEzraporquetienesusiniciales
grabadasenél.
—¿Sabenquiénhizolallamada?—YoestabapensandoenAlex.Habríatenidoquecerciorarsede
queelarmaestabalimpiaantesdehacerunacosaasí.Noquerríaquesiguieranlapistahastaella.
—La persona no se identificó, pero describió a alguien que se parece muchísimo a ti. Misma
constitución,mismaedad,mismoscabellos,idénticocoche.Estánintentandolocalizarlaparamontar
unaruedadeidentificación.Silaencuentran,seráselprimeroensaberlo.Millsquerrátenerteenla
comisaríatanpronto,quetedarávueltaslacabeza.Ysiélteidentifica,yaestarátodo;puedesdarte
porcondenado.
—¿Eraunhombre?—pregunté—.¿Elquehizolallamada?
—¿Nomeoyes?Estántratandoderelacionarteconelrevólver.
—Peroelquellamó…¿eraunhombre?
«¿Noeraunamujer?».
—Mira… Eso es lo que he oído, ¿vale? No es como si yo hubiera estado al otro lado del hilo
telefónico. He oído que fue un hombre. Y ahora háblame del maldito revólver. No quiero
preguntártelootravez.
Estudiésusrasgos.Éldeseabaqueyofuerainocente,noporquelecayerabien,aunquetalvezme
tenía aprecio, sino porque no quería estar equivocado, no en una cosa así. Hank Robins jamás
ayudaríaaunasesinoy,comotodoelmundo,aborrecíaqueloengañaran.
—Quieressaberporquéarrojéalríoelrevólver,siyonolomaté.—Eraunaafirmación,nouna
pregunta.
—Ahorasíestamosyendoalgrano,Work.
Abrí,pues,laboca.Comencéahablarynoparéhastaquelehubeexplicadotodo.Élnodijoni
unapalabrahastaqueyoacabé.
—Esdecir…,quepensabascargarconlasculpasporJean…
Asentí.
—Yporesotedeshicistedelrevólver.
—Sí.
—ExplícamedenuevoporquépensabasqueeraJeanquienhabíaapretadoelgatillo.
Yomehabíamostradovagoconrespectoaesepunto.Nopodíahablardelanocheenquemurió
mimadre,niconHankniconningúnotro.Ignorabasiaceptaríamiteoríasincomprenderquépodía
haberimpulsadoamihermanaalasesinato,peroeraunriesgoquedebíaasumir.Aquelcuerpoestaba
enterradoyyoqueríaquesiguieraasí.
—Jeannosehaencontradobien,mentalmentequierodecir,desdehacemuchotiempo.EllayEzra
teníanproblemas.
—Hum—dijoHank,ycomprendíquecomenzabaadudar—.Problemas…
—Es un asunto de familia, Hank. No puedo hablar de él. Puedes creerme o no, ayudarme o
dejarmeenlaestacada.Peroesoestodoloquepuedodecirtealrespecto.
Guardósilencioduranteunminutolargo.Noapartabalosojosdemicarayyocasipodíaverel
cursodesuspensamientos.
—Haymuchascosasquenomecuentas…
—Sí,pero,comotedigo,sonasuntosdefamilia.—Titubeé.Noqueríasuplicarle,peromedaba
cuentadequeestabaapuntodehacerlo—.Yonolomaté,Hank.Mipadreeraembustero,arrogantey
unmalnacidodondeloshaya.Deacuerdo.Loreconozco.Peroeramipadre.Podríahabermeliadoa
puñetazos con él en numerosas ocasiones, pero nunca hubiera sido capaz de matarlo. Tienes que
creerme.
—¿Ylosquincemillonesdedólares?—preguntóHank,consusrasgosensombrecidosdenuevo
porladuda.
—Jamásmehapreocupadoamasardinero.
Hankmemiróenarcandounaceja:
—Amasardineronoeslomismoquetenerlo.Tupadrenaciópobre.Apuestoaqueélentendíala
diferencia.
—Yonolonecesito—reiteré—.Nadiecomprendeeso,peronolonecesito.Medejólacasayel
edificiodelasoficinas.Esoprobablementeascenderáaunmillóndoscientosmildólares.Asíquelos
venderé,ledarélamitadaJeanyaúnserémásricodeloquenuncahabíaplaneadoser.
—Seiscientosdelosgrandesnosonlomismoquequincemillones.
—Amímebastan—dije.
—Esoapenaslodiríaunhombreentreunmillón.—Hankhizounapausa—.¿Erestúesehombre,
Work?
—Creoquesí.
Hankseretrepóensuasiento.
—Yotomaríalosquincemillones—dijo,yentoncessupequemeayudaría.
Pusoelcocheenmarchayseapartódelaacera.Estuvimosavanzandoensilencioduranteunos
minutos.
—¿Qué quieres que haga, entonces? —me preguntó al cabo de un rato—. Tal como yo veo el
asunto,tenemosdoselecciones.OindagamosmássobreAlexovamosahablarconMillsydejamos
queellalainvestigue.Comprendo,sinembargo,quetúnoquierashablarconMills,asíquenotendré
inconvenienteenhacerloyo.Cuantomáslopienso,creoqueseríaprobablementelamejoridea.Tú
tendrásqueaclararelasuntodelrevólver,peronadiedicequetengasquehacerloinmediatamente.En
cuanto convenzamos a Mills, una vez haya elaborado una acusación contra Alex, tal vez se lo
diremos.Porsupuestoquesilocalizanalautordelallamadaanónimalacosasepondrápeliaguda.
Noseráfácil,lohagamoscomolohagamos.Millssetecomeríavivosipudierasalirseconlasuya.
Noseráfácilconvencerla.Quierequeseasculpable.Esalgocasipersonal.
Yoapenasloescuchaba:teníalacabezaenotraparte.
—CreoqueAlexvendrápormí—dije.
—¿Quéquieresdecir?
—LecomentémissospechasaJean.Alexnosequedaráquieta.Vendráabuscarme.
Hanksacudíayalacabeza.
—Sirealmenteeslaasesina—dijo—,esoseríaloúltimoqueselepasaríaporlacabeza.Sehará
latonta.Aguardaráaqueelmundoseprecipitesobretucabeza.Todoeltrabajoduroestáyahecho.
Ahorapuederelajarseyvercómoseempleansusimpuestos.
—Talvez—dijesinconvicción.
—¿Quieres,entonces,queyohableconMills?
—QuieroqueencuentresaVanessa—dije—.Esonohacambiado.
—¡Maldita sea, Work! Ahora no es el momento de malgastar energías buscando a una persona
extraviada. No me importa lo que sientas por ella. En cuanto Mills localice al informador, serás
detenidoy,porloquepodemossaber,yaandandetrásdeél.Esprobablequetengasqueacudirmuy
pronto a una rueda de reconocimiento, y en esta ocasión no habrá ninguna fianza. No después de
haber intentado destruir pruebas. Ningún juez de la tierra te dejaría salir. Te pudrirás en la cárcel,
amigo.Asíqueponenordentusprioridades.¡Seacabólapartida!
—Necesitoencontrarla,Hank.
—¡Diosbendito,Work!¿Porqué?
Noqueríadecírseloporquenoeralarazónmásimportanteyporqueyamesentíabastantemal.
PeroHankteníaquesaberlo.
—Vanessaesparamímásqueunaamigaíntima,¿entiendes?¡Esmicoartada!
—¿Qué?—LaincredulidaddeHanksemanifestabaclaramenteensucara.
—MeencontrabaconellacuandomataronaEzra.EstabaenlagranjaStolen.
—¡Santocielo,Work!¿Porquénomelodijiste?
—EninterésdeJean,Hank.Perotodavíahayotracosa.Yesperoestarequivocado…
—¿Quémás?—preguntóHank.
—Creo que Alex sabía que Vanessa era mi coartada. Es posible que haya ido por ella; puede,
incluso,queyalahayamatado.
Hanksopesómirevelación;susrasgosadoptaronporúltimounaresignadadeterminación.
—Laencontraré,Work—dijo,sinsonreír—.Vivaomuerta,laencontraré.
—Encuéntralaviva,Hank—lepedí,peroélnorespondió.Memiróunavezmásyvolvióafijar
lavistaenlacarretera.
—¿Tienestucocheenelhospital?—preguntó.
—Tengouncocheallí,sí.
Cuando llegamos al hospital, lo encaminé hacia donde estaba aparcada la furgoneta del doctor
Stokes.
—Quieroqueahoratevayasacasa—medijoHank.
—¿Porqué?Notengonadaquehacerallí.
—Enrealidad,sí—replicó—.Tienescepillodedientes,máquinadeafeitar,ropas…Quieroque
recojastodasesascosasybusquesalojamientoenalgúnmotelalejadodelasrutasnormales.Perono
demasiadolejos:solounlugardondepuedaspasarteundíatumbado.Teduchas,duermesunpoco.
UnavezhayaencontradoaVanessa,iremosaveraMills,peronoquierohacerlohastaqueestésen
condicionesdeentrarporlapuertadesudespachoconunadeclaraciónjuradadetucoartada.
Salídelcocheymeinclinésobrelapuertaabierta.
—¿Túquévasahacer?—pregunté.
—Mi trabajo, Work. Si es posible encontrarla, la encontraré. Una vez estés tú en condiciones,
hazmesaberdóndetealojas.Llámameamimóvil.
—No creo que pueda estarme tranquilamente sentado —dije; intentaba encontrar las palabras
justasparaexpresarloquesentía,perosemehacíadifícil—.Yanoquieroseguirescondiéndome.
—Veinticuatrohoras,Work.Treintayseisalosumo.
—Estonomegusta—dije,altiempoquecerrabalapuerta.
—¡Eh!—añadióHankvolviéndose—.Nopierdastiempoenlacasa,¿vale?Entraysalenseguida.
Millspodríaestarbuscándoteya.
—Entendido—dije.Ylovialejarse.
Entré en la furgoneta y fui a casa. Ya allí me quedé contemplando las altas paredes que antaño
estuvieron pintadas de blanco y ahora eran grises y cuya pintura comenzaba a descascarillarse.
Barbarasiemprehabíadichoqueaquellacasateníabuenoshuesos,yteníarazóneneso;peronotenía
corazón.Noconnosotrosviviendodentrodeella.Enlugarderisas,confianzayalegría,habíaallí
unasensacióndevacío,unaespeciedepodredumbrequeahorameasombrabanohabervistoantes.
Mepreguntésiseríaelalcoholloquelahabíahechosoportable.Osisetrataríadealgodiferente,
comounfallodemicarácter.Talveznofueraningunadelasdoscosas.Dicenquesidejascaeruna
ranaenaguahirviendo,escapaenseguidadeunsalto.Peroquesiponesesamismaranaenaguafría
yvaselevandopocoapocolatemperatura,sequedaráquietahastaqueempieceahervirsusangre.
Permitiráquelacuezanviva.Talvezpasaraasítambiénconmigo.Quizáyoeracomoesarana.
PenséenesoypenséluegoenloquehabíadichoHank.Teníaelcorazónensusitio.Y,puestosa
decirlotodo,tambiénsucabeza.Peroyonopodíairahoraaunhotel.Nopodíaescondermeyfingir
quetodoaquellopasaríasinmás.SiMillsveníapormí,queviniera.YAlextambién,llegadoelcaso.
«Lohecho,hechoestá»,pensé.Yentréenlacasa.
EncontréaBarbaraenlacocina,paradaatresmetrosdelapuerta,comosisehubieraquedado
heladaoestuvieseapuntodehuir.Duranteunafraccióndesegundo,surostrodiolaimpresiónde
deshacerse, pero enseguida abrió la boca con una media sonrisa y corrió a mi encuentro. Yo me
quedéallí,firmeyenvarado,mientrasellameechabalosbrazosalcuelloymeapretaba.
—¡Oh,Work,querido…!¡Sientotantonohaberidoavertealacárcel!Peroesquemehasido
imposible.—Laspalabrassalíanatodavelocidaddesusansiososlabios,ysentirlasjuntoamicuello
aúnsucioporlacárcelmeproducíaciertadesazón.Ellameempujabahaciaatrás,enmarcabamicara
con sus manos. Sus palabras se aceleraban en una sucesión escurridiza. Se empinaban unas sobre
otras,tropezabanycaían.Eranblandasyempalagosas,comochocolateolvidadoalsol—.Lagente
ha estado mirándome, comprende…, como la miran a una en ocasiones…, y yo sé lo que estaban
pensando.Comprendoquenotengoexcusasicomparoesoconloquetúhaspasado,porsupuesto,
perotodavíameduele…Nopodíairallí,alacárcel…,paravertedeesamanera.Medecíaqueno
seríabuenoparanosotros…,quesería…morboso.Poreso,cuandosepresentóeseamigotuyo,el
señorRobins,lepedíquefueraélaverte.Esperohaberhechobien.Penséquelosería.Perodespués,
alverquenovolvíasacasaynomellamabas,yanosabíaquépensar.—Tomóunabocanadadeaire
—. ¡Hay tantas cosas que quería decirte…! Bueno…, no poder hacerlo sin duda ha sido lo peor de
todo.
Calló por fin y, ante la falta de respuesta por mi parte, surgió entre los dos una situación
embarazosa.Retirólasmanosdemicara,lasbajóhastamishombrosy,unavezenellos,losapretó
por dos veces antes de dejarlas caer. Quedaron por fin enlazadas ante su pecho, con los nudillos
blancosporelesfuerzo.
—¿Quéera?—pregunté.Pareciósorprendida,comosinoesperaraenrealidadqueyodijesealgo
—.¿Quéeraesoquequeríasdecirme?
Barbaraserio,perofueunamediarisitaqueseapagóenunsegundo.Soltóunamanoyrestregó
conellamihombroderecho.Nomemiróalacara.
—Yasabes,cariño…Laprincipalesquetequiero.Queconfíoenti.Esaclasedecosas.Esperaba
quequisierasoírlas,enespecialenunosmomentoscomoestos.
—Muyconsideradoportuparte—logrédecir,porseguirlasnormasdelabuenaeducación.
Ella sonrió, sonrojándose. Bajó la mirada hacia el suelo como si pensara que sus cuidadas
pestañastodavíapodríanseducirme.Cuandolaalzódenuevo,habíandesaparecidodesusojostodas
lassombrasdeinseguridad.Suvozseafirmó,igualquelaseguridaddesusojosylarenovadafuerza
conquesujetabamishombros.
—Mira,Work…,yaséqueesdifícil.Peroloconseguiremos,¿verdad?Túeresinocente,losé.
Nohayningúntemordequevuelvasdenuevoalacárcel.Todoestopasaráy,cuandolohayahecho,
lascosasnosiránbien.Podemosserdenuevoelmatrimonioperfectocomoenlosviejostiempos.La
gente nos mirará, y dirá: «¡Qué buena pareja hacen!». Solo tenemos que superarlo y salir adelante.
Saliradelantejuntos.
—Juntos—repetíyo,pensandoenlarana.
—Essolountropiezo.Grandeydesafortunado.Peronadamás.Podemosmanejarlo.
Pestañeé,yenestaocasióninclusovilarana.Comenzabanasalirburbujasdelagua,ysusangre
empezaba a hervir. Yo quería gritar, prevenirla, pero no lo hacía; y, mientras la observaba, le
estallaronlosojos.¡Puf!Fueradesusórbitas.
—Necesitounaducha—dije.
—Buena idea —asintió Barbara—. Te das una buena ducha caliente y, cuando salgas, nos
tomamos una copa. Tomaremos una copa y todo estará bien. —Yo comencé a marchar, pero ella
hablódenuevo,enunavoztanbajaquecasimeperdíloquedecía—.Comoenlosviejostiempos—
susurró. La miré a los ojos, pero eran impenetrables y sus labios mantenían aún la misma media
sonrisa—.Tequiero,cariño—añadió.Salídelacocinaysuvozmellamómientrasmealejabayla
ibaperdiendo—:¡Bienvenidoacasa!
Fui al dormitorio, donde encontré la cama perfectamente hecha y un jarrón con flores. Los
estoresestabanlevantadosylaluzentrabaaraudalesenlahabitación.Almirarmeenelespejodel
tocadormeviviejoypisoteado,perotambiéndescubríunaluzderesoluciónalmirarmispropios
ojos, vaciar mis bolsillos y despojarme de mis ropas sucias. No parecían tan viejos ni castigados
comoelrestodemí.
Yaenladucha,abríatopeelgrifodelaguacaliente,alamáximatemperaturaquepodíaaguantar.
Levantélacarahaciaelchorroydejéqueelaguamegolpearaconfuerza.Nooíqueseabrierala
puertadeladucha:notélacorrientedeairey,después,susmanos.Seposaronenmiespaldacomo
hojasdeotoño.Talvezmeestremecí.
—Chist…—dijoBarbaraenvozbaja—.Estatequieto.—Empecéavolverme—.Notevuelvas—
meinsistió.
Pasó los brazos a mi alrededor y metió las manos bajo la ducha. Frotó entre ellas el jabón y
volvió a dejarlo en la jabonera. Después puso las manos en mi pecho, que se hacía cada vez más
resbaladizoasutacto.Debiódeencontraralgunaresistenciaenmistensosmúsculosyenmipostura
inflexible…, tal vez en la rigidez de mi silencio. Pero optó por soslayarla y sus manos siguieron
trazandounarutadeespumademipechoamivientre.Adaptósucuerpoamiespaldaysentílafirme
presióndesucarnecontralamía.Elaguacaíaencascadasobremishombros,abriéndosepasoala
fuerzaentrelaunióndenuestroscuerpos;hastaqueellaseentregótambiénasuacciónparamojarse
porcompleto.Despuéssedeslizósobreelmío,introdujosuesbeltapiernaentrelasmíasyconlas
manosalcanzóunlugarenmídondeenelpasadosiemprehabíansidobienrecibidas.
—Barbara…—dije.
Mi voz irrumpió en aquella escena, en la que sus dedos trabajaban insistentemente, como si su
solapersistenciapudieraobligarmeaconcederlelaabsoluciónqueellapensabapoderofrecerme.
—Déjamequelohaga—mepidió.
Yonoqueríahacerledaño.Noqueríahacernadaconella,enabsoluto.
—Barbara…—repetí,conmayorinsistenciaestavez.
Busquésusdedospararetirarlos.Ellameobligóadarmelavueltaparamirarla.
—Quierohacerlo,Work.
Teníamojadalapartedelanteradesuscabellosyladeatrásaúnseca,ysurostroestabatanserio
quecasimereí.Perohabíadesesperaciónensusojos,comosiaquellofueratodoloquelequedaba
por ofrecer, y fuera consciente de no tener ya más. Por un instante no supe qué decir, y ella
aprovechóaquelmomentoparaponersederodillas.
—¡PorDios,Barbara!—Nopudecontenerlanotaderepugnanciaquehabíaenmivoz,laalejéde
míconbrusquedad;abrílapuertadeladuchayagarrémitoalla.
El vapor me siguió fuera, junto con un silencio mortal. El agua dejó de correr. No me volví a
mirar. Cuando Barbara salió de la ducha y se puso a mi lado, no se molestó en taparse. No prestó
atención al agua que resbalaba de sus cabellos y se le metía en los ojos, así como la que se
encharcabaenelsuelo;yyolasoslayéaellahastaquecomprendíquenoselimitaríasimplementea
salir.Mevolvíentoncesamirarla,conlatoallapesadaporelaguaquelaempapaba,casitantocomo
micorazón.
—Tambiénmividaseestáviniendoabajo—medijo.Peronoeratristezaloquepodíaverensus
ojos,sinorabia.
32
Encontréenmiarmariounahileradeperchasvacías,locualmepareciódeperlas:jamásvolveríaa
vestirtraje;esopodíadarloporseguro.Saquéunpardetejanos,unaviejacamisadecortedeportivo
yunasviejaszapatillasparacorrer,quehabíautilizadohacíaaños.Enelestantesuperiordelarmario
encontréunaviejaydesastradagorradebéisbol,quetambiénmepuse.
Barbaraestabaenlacocina.Preparabacaféyteníalabatafuertementeceñida.
—¿Qué podemos hacer para arreglar las cosas? —me preguntó—. Quiero que todo esté bien
entrenosotros,Work.Notienesmásquedecírmelo.
Unasemanaatrás,yohubieraflaqueadoyhabríaacabadocediendo.Lehabríadichoquelaquería
y que todo iría bien. Una parte de mí hubiese creído eso también, pero el resto de mi ser habría
rechinadopordentro.
—No te quiero, Barbara. Creo que no te he querido nunca. —Abrió la boca, pero yo continué
antes de que ella pudiera hablar—. Y tú tampoco me quieres. Tal vez pienses que sí, pero no me
quieres.Dejemosdefingirdeunavez.Todohaacabado.
—¿Asíporlasbuenas?—preguntó—.¿Melodices,ysanseacabó?—Suiraeraevidente,aunque
tambiénpudieraserelamorpropioherido.
—Llevamosañosdemalenpeor.
—Noteconcederéeldivorcio.Hemospasadojuntosdemasiadascosas.Estásendeudaconmigo.
—¿Endeuda?
—Esohedicho.
—Nonecesitotuconsentimiento,Barbara.Nisiquieranecesitounacausa.Loúnicoquehacefalta
esunañodeseparación.
—Menecesitas.Sinmínosaldrásadelanteenestaciudad.
—Puedequetesorprendasaberlopocoquetenecesito—repliquésacudiendolacabezaaloírla.
Peroellanomehizocasoycruzóelsuelodelacocinacaminandoconunospiesinvisiblesbajoel
bordedesubata.
—Tenemosunproblema,Work,perosomosunequipo.Podemosresolvercualquiercosa.
Alargóelbrazohaciamí.
—Nometoques—ledije.
Dejó caer las manos, pero lo hizo con suma lentitud. Después me miró y dijo como si diera
marchaatrás:
—Deacuerdo,Work.Esestoloquequieres,¿no?¿Unaseparaciónseca,faltadeemociones?Una
rupturalimpia,paraquepuedasseguiradelantecontunuevavidayyotratedeimaginarcómoserála
mía,¿verdad?
—Minuevavidapodríaserlaprisión,Barbara.Puedequeesteseaelfavormásgrandequejamás
tehayahecho.
—Túnoirásaprisión—dijo,peroyonohicemásqueencogermedehombros.
—Dispondrélascosaslomejorquepuedaentuinterés;encuestióndedinero,quierodecir;por
esononospelearemos.
Barbarasoltóunacarcajada,yyoviasomarasusojosalgodesuantiguaamargura.
—Túnotienessuficientedineroahora,Work.NoloteníasnienvidadeEzra,ynadiehasabido
hacerdinerocomoél.
Suspalabrasfueroncomountimbrazodentrodemicabeza,quedesencadenaraunmecanismo.
—¿Quéacabasdedecir?
—Yamehasoído.—Sevolvió,tomóunacajetilladetabacoyencendióuncigarrillo.Yonosabía
cuándohabíavueltoafumardenuevo.Laúltimavezquelehabíavistouncigarrilloentreloslabios
debiódesercuandoestabaenlauniversidad,peroestebailabaahoraensubocamientrashablaba—.
Apenas podías hacerlo con Ezra mirándote. En realidad, no conozco ni un solo abogado de esta
ciudadqueganemenosdineroquetú.—Expulsóelhumoendirecciónaltecho—.Oseaqueguárdate
paratitusvanaspromesas.Sébienlopocoquevalen.
Peronofueaquelloloquemellamólaatención.
«Amasardineronoeslomismoquetenerlo»,habíansidolaspalabrasdeHank.
—¿DiríastúqueaEzralegustabaamasardinero?—lepregunté—.¿Omásbienquelegustaba
tenerlo?
—¿Dequéestáshablando,Work?¿Quéimportaloquelegustara?Estámuerto.Tanmuertocomo
nuestromatrimonio.
Peroyoandabaahoratrasalgo.Laspiezasnoencajaban,perohabíaalgoensuspalabrasyyono
podíadejarlopasar.
—Estoy hablando de dinero, Barbara… ¿Qué es lo más importante para ti? ¿Conseguirlo o el
merohechodetenerlo?
Soltó otra bocanada de humo y se encogió de hombros como si ya no importara nada de todo
aquello.
—Tenerlo—respondió—.Aélnoleimportólaformadeobtenerlo.Eraunameraherramienta.
Estaba en lo cierto. Mi padre dependía de ella, podía utilizarla. Y, de repente, lo vi claro. No
quierodecirqueintuílacombinaciónexactadesucajadecaudales,perosídóndeibaaencontrarla.Y
deestaformaabrirlacajadecaudalesdemipadreseconvirtióparamíenlacosamásimportantede
mimundo.Eraalgoqueteníaquehacerysabíacómohacerlo.
—Tengoqueirmeahora—apoyémimanoensubrazoyellanoloretiró—.Losiento,Barbara.
Ellaasintióybajólamiradaalsuelo,mientrassalíamáshumoporsuslabios.
—Hablaremosmástarde—dije,yrecogílasllaves.
Me detuve en la puerta del garaje y miré atrás. Esperaba ver en ella tal vez una actitud algo
distinta,peronofueasí.Memirócomosiemprelohacía.Teníayalamanoenelpomodelapuerta
cuandomeparóporúltimavez.
—Unapregunta…—dijo.
—¿Qué?
—¿Quépasacontucoartada?—mepreguntó—.¿Notepreocupaquedartesinella?
Duranteuninstantenuestrasmiradasquedaronatrapadascadaunaenladelotro.Entoncessupe
queellalosabía.Quelohabíasabidosiempre.Asíquepronunciélaspalabrasyalpronunciarlastuve
la sensación de quitarme un peso de encima y de que, en aquel mismo instante, hasta la propia
Barbaraquedabalibredetodaculpa.
—Túnuncafuistemicoartada,Barbara.Losdoslosabemos.
Ellahizounlevegestodeasentimientoyestavezasomaronlágrimasasusojos.
—Hubountiempoenelquehabríamatadoporti—dijo,ylevantólavistadenuevoparamirarme
—.¿Quépodíaimportarunamentirijilla?
Laslágrimasseapresurabanahoraasalir;letemblabanloshombros,comoagotadosfinalmente
porunainvisiblecarga.
—¿Estarásbien?—lepregunté.
—Hacemosloquetenemosquehacer,¿verdad?Todoescuestióndesobrevivir.
—Todo es cuestión de llegar al punto en el que debe hacerse una cosa. Es lo que hará que nos
vayabienalosdos.Talvezpodamossepararnoscomoamigos.
Aspiróconfuerzaparasorberseelllantoyrio.Despuésseenjugólaslágrimasdelosojos.
—Seríaalgo,¿nocrees?
—Lo sería —admití—. Escucha…, tengo que ir a la oficina. No tardaré. Cuando vuelva,
seguiremosestaconversación.
—¿Paraquétienesqueiralaoficinaahora?—mepreguntó.
—Paranada,enrealidad.Essoloquesemehaocurridoalgoytengoqueiracomprobarlo.
Señalóconunademánelespacioquenosrodeaba:lahabitación,lacasa,talvezlatotalidadde
nuestrosañosdevidajuntos.
—¿Esalgomásimportantequeesto?—preguntó.
—No—respondí,mintiendo—.Porsupuestoqueno.
—Entonces…,notevayas—dijo.
—La vida es así, Barbara…, cada vez más complicada. Las cosas no salen siempre como uno
desea.
—Sí,cuandolasdeseascontodastusfuerzas.
—Soloaveces—dije.
Yentoncesmemarché,cerrandolapuertaalavidaquedejabaamisespaldas.Arranquéelcoche
y di la vuelta para salir. Aún había niños jugando en el parque: pequeños destellos de color que
corríanydabangritosdealborozo.Apaguélaradio,accionéelcambiodemarchasyentoncesmedi
cuenta de que Barbara estaba en el garaje. Me observaba sin hacer ningún movimiento y por un
momentolavidiferente.Peroluegomehizoseñasdequeesperaraycorrióhacialaventanilla.
—Notevayas—meinsistió—.Noquieroqueestoacabeasí.
—Tengoqueirme.
—¡Malditasea,Work!¿Quéestanimportante?
—Nada—repliqué—.Nadaquetengarelacióncontigo.
Secruzódebrazosprotegiéndoseeinclinandoelcuerpocomosiledolieraelestómago.
—Estoacabarámal.Losé—dijo.Susojossevolvieronamiraralolejos.Recorrieronelparque,
como si la visión de la chiquillería la afectara también—. Diez años de nuestras vidas, y todo
malgastado.Borradodeunplumazo…
—Lagenteseseparatodoslosdías,Barbara.Nosomosdiferentes.
—Esa es la razón de que lo nuestro no pudiera salir bien nunca —dijo, y me pareció notar un
reprocheensuvoz.Meobservódearribaabajo—.Túnuncaquisisteserespecialynohubonadaque
yopudierahacerparainspirarteesedeseo.Teníastantasganasdecontentarteconcualquiercosa…
RecogíaslasmigajasdelamesadeEzrayteparecíagozardeunfestín.
—Ezraestabaencadenadoalamesadesudespacho.Noeramásfelizqueyo.
—Sí lo era. Tomaba todo cuanto quería y disfrutaba haciéndolo. Era todo un hombre en ese
aspecto.
—¿Intentaslastimarmissentimientos,Barbara?—pregunté—.Nosigasporahí,porquelascosas
yaestánbastantedesagradablesparaquetepongasaecharmásleñaalfuego.
Barbaragolpeóconlamanolapartetraseradelcoche.
—¿Ytúpiensasqueparamísonagradables?Teequivocas.
Alejémimiradadeellayvolvílavistahacialacolinaylosdestellosdecolorquemoteabanel
verdeoscurodelahierba.Deprontodeseéestarlejosdeallí.Peroquedabaalgopordecir,ylodije:
—¿Sabescuálesnuestroproblema,Barbara?Quetúnuncamehasconocido.Visteenmíloque
queríasver:unjovenabogado,defamiliarica,conunpadrecasifamoso,ysupusistequeconesome
conocías.Quesabíasquiénerayo.Loquequería,loquemepreocupaba…Tecasasteconunextraño
e intentaste convertirme después en alguien a quien reconocieras. Durante diez años me has estado
fustigando, y yo te he dejado hacer, pero jamás podía ser lo que tú querías. Por eso te has
transformadoenunapersonafrustradayamargada,yyomeheidohundiendo.Meloocultabaamí
mismo pensando que todo eso pasaría, y eso me hace tan merecedor de reproches como tú. Nos
casamospormotivosequivocados,unerrorbastantecomún;pero,dehabertenidoyolasuficiente
hombría,haceyaañosquehubierapuestofinaestacomedia.
LoslabiosdeBarbarasetorcieronenunamueca.
—Esosairestuyosdesuperioridadmoralmeponenenferma—dijo—.Noeresmejorqueyo.
—Nopretendoserlo.
—Vete—replicó—.Tienesrazón:todohaacabadoentrenosotros.Oseaquelárgate.
—Losiento,Barbara.
—Ahórrateesajodidacompasión—dijo,yregresóalacasa.
Ladejéir.Yduranteuninstantetuvelasensacióndeestarflotando,perolaausenciadedolorno
puedepasarporplacermuchorato,yyoaúnteníacosasquehacer.Asíquemedirigíensucocheala
oficina.
SupongoqueunpsiquiatrapodríaexplicarmiobsesiónporabrirlacajadecaudalesdeEzra.Al
revelar su último secreto, lo que hacía era sustituirlo, asumir su energía o luchar por intentar
comprenderlo. Superarlo. Pero, en realidad, no era tan complicado. Yo había estado diez años
trabajando en aquel edificio, trece si contaba, además, mis prácticas en los veranos mientras aún
estudiabaenlafacultaddederecho.Entodoesetiempo,mipadrenohabíaaludidoalaexistenciade
esacajadecaudales.Éramospadreehijo.Éramossocios.Nodeberíahabertenidosecretosparamí.
Sí,sentíacuriosidadpero,másqueeso,mesentíamolesto,yunapartedemíteníaelconvencimiento
de que descubrir aquel secreto me serviría para conocer a mi familia de una vez para siempre. A
menudonuestroauténticosereslapersonaquesomoscuandoestamossolos,nolaquepermitimos
queotrosvean.Enelmundoreal,noscorregimos.Asumimoscompromisosyprevaricamos.
Yonecesitabaveralhombrequeseocultabatraslapantalla.
Porque había llegado a una conclusión que debería haber visto mucho antes: que lo que
obsesionabaaEzraeratenerdinero;eralamaldicióndequieneshancrecidoenlamiseria.Eldinero
servía para comprar comida, para tener un techo bajo el que cobijarse. Tenerlo equivalía a
sobrevivir.Poresto,elveredictodelmillóndedólaresqueleconcedióeljuradoyque,endefinitiva,
levaliólafamaylariqueza,noeralomásimportanteparaél.Yoandabadesencaminado.Porquelos
veredictosmillonariosdelosjuradosamenudosonapeladosy,auncuandonolosean,nadiecobra
unchequeeldíaenquesedictaelveredicto.Hacerdinerofrenteatenerdinero…Enestaecuación
soloexisteunafechaimportante;ladeldíaenqueingresaselchequeentucuenta.
Yo ignoraba cuál sería esa fecha, pero sin duda existirían apuntes: en algún lugar de la oficina
habríaunaanotaciónrelativaauningresode333333,33dólares;exactamentelatercerapartedeun
millóndedólares.Paralaépocaenquemurió,unospocoscientosdemilesdedólareshubieransido
unaminucia,peroeraeldineroquelohabíahechoaél,ydeberíaconsiderarlodeestamanera.
Aparqué en la parte de atrás y alcé la vista para mirar el alto y estrecho edificio. Ya me sentía
comounextrañoallí,yresonabanenmimentelaspalabrasdeBarbara:«diezaños…malgastados.
Borradosdeunplumazo».
Salí del coche. No había nadie cerca, pero oí sirenas a lo lejos y pensé en Mills. Le imaginé
mirandoelrevólverdeEzra,golpeandoconlaspalmasdelasmanosabiertaslosdurosmúsculosde
susmuslos.Acabaríaencontrandoalanónimoinformador,yyoseríaidentificado,detenido,juzgado
ydeclaradoculpable.TodoloqueyoteníaeraaHank,ylayavagaesperanzadequeVanessaStolen
pudierasalvarmicuerpoymialma.
Dentro,laatmósferadelaoficinaolíaamoho,comosihubieranpasadosemanasomesesdesde
la última vez que yo estuve allí. La luz que se filtraba por las rendijas de las persianas proyectaba
sombrassobrelasparedesyseveíapolvoensuspensiónentrelasfranjasdeluzalternantes.Reinaba
un silencio desagradable, como me habían anticipado mis pensamientos. Yo no pertenecía a aquel
lugar:esteeraelmensaje.Eledificioparecíaserconscientedeello.
Cerrélapuertaamisespaldasyrecorríelpequeñovestíbulohastalazonaderecepciónprincipal.
Los sonidos se percibían apagados; yo avanzaba a través de un aire que parecía agua y tenía que
aceptarquegranpartedeloquetocabaerainformeyaterrador.Intentésacudirloparadevolverloala
vida.
Los policías se habían incautado de mis ordenadores, así que bajé por la estrecha y crujiente
escalerahastaelsótano,dondehabíamontonesdecajasbajolaluzdeunasimplebombillacolgada
del techo, que se balanceaba como si pendiera de una horca. La estancia estaba llena de viejos
archivadoresqueconteníandocumentosfiscalesyestadosdecuentabancarios.Vimueblesrotos,una
máquinadegimnasioquedataríadelosañossetentayochodiferentesbolsasdegolf.Habíaunagran
confusiónperolomásantiguoeraloquesehallabamásalfondo.Meabrípasohaciaallímientras
trataba de adivinar cuál era la pauta del sistema de almacenaje. Los archivadores parecían
amontonarsealazar,peroaparecíanagrupadosporfechas.Loquesignificabaquelascarpetasdeun
ejercicio dado estarían enterradas juntas en aquella especie de fosa común. Localicé el que me
parecióqueseríaelañocorrectoycomencéaabrircajas.Noviningúnorden,locualmesorprendió
porque Ezra siempre había sido muy meticuloso en sus asuntos, pero allí había miles de carpetas,
aplastadasentresimplescartonesdeseparación.Enelinteriordelascajasmásgrandeshabíaotros
archivadoresqueconteníancalendarios,recibos,apuntesdemensajes,plumasestilográficassecasy
clipssujetapapeles.Habíatambiénblocslegalesamediogastarytarjetasdesechadasdelarchivode
direccionesrotatorio.Eracomosimipadrehubieravaciadosuescritoriocadaaño,paraempezarel
siguiente con materiales nuevos. Abrí su agenda diaria por las páginas correspondientes al mes de
diciembre; me fijé en el pequeño signo de admiración que había puesto en el 31 de diciembre y
comprendí el motivo de que aquella marca fuera tan diferente. Era un año acabado y, como tantas
otras cosas de su pasado, Ezra había hecho que lo metieran todo en una caja para olvidarlo. A él
siemprelepreocupabaelfuturo.Todolodemásestabadestinadoalolvido,casialrechazo.
Encontréloqueandababuscandoenelfondodelaséptimacaja,sepultadobajotrespalmosde
demandas de divorcio. Reconocí el lomo, perfectamente marcado, del grueso libro de contabilidad
que Ezra elegía siempre. Se abrió con un crujido característico, y al momento estaba pasando las
páginasverdesdeaquellibro,ahoramarronesenlosbordes,yvilashilerasdecifrastrazadascon
precisiónporsumano.Miprimeraimpresiónfuedepequeñez:letrasmenudasycifraspequeñas…,
nadaqueseparecieranidelejosalasfacturasqueprontogiraría.Encontréelapuntedeldepósitoen
lapáginatreintaytres.Elapunteanterioreradecincuentaysietedólares;elposterior,deuncentenar
exacto.Suletranovariabadeunapunteaotro,loquesignificabaqueaquelterciodeunmillónde
dólareshabíasidotratadocomouningresodiariomás.Vistoasí,solopodíaimaginarlasatisfacción
que aquel ingreso debió de producirle. Era, con todo, como si hubiera querido reprimir toda
manifestacióndealegríaoplacer.Pudieraserporegoísmo,perotambiénporautodisciplina.Entodo
caso,yorecordabaaúnlanocheenquenosinvitóacenarparacelebrarlo.«Nadapuededetenerme
ahora»,habíadicho.YhabíatenidorazónhastaqueAlexledescerrajódosbalazosenlacabeza.
Salídelsótanoyapaguélaluz.Eloloracartónenmohecidomesiguiómientrassubíaaldespacho
deEzra.Meparéalpiedelaescalerarecordandoelruidodelapesadabutacaalcaerescalerasabajo,
peroahoratodoestabaensilencioytansoloyolorompíalsubirpesadamentelosgastadospeldaños.
Laalfombraseveíadistinta;talvezfueralaluz,peromeparecióarrugadaenlaesquinamásalejada
de mí. La retiré y de nuevo tuve que preguntarme si mi imaginación me estaba jugando malas
pasadas.Lamaderaestabamelladaenelborde,conmarcasentornoalascabezasdelosclavos.Unas
marcasqueyonohabíavisto,pequeñas,comohechasconlacaraplanadeundestornillador.Pasélas
yemasdemisdedosporellas,preguntándomesialgúnotrohabríaestadoregistrandoallí.
Descarté semejante idea: no tenía tiempo que perder y se abrían aún en mi cabeza demasiados
interrogantes.Toméelmartilloymepuseenseguidaatrabajarconlosclavos.Necesitabadeslizarlas
orejasdelaparteposteriordelmartillopordebajodelascabezasdelosclavos.Dejémásmarcasen
la madera, raspé la parte visible de los clavos, pero no conseguí sacarlo. Por último, introduje las
orejas del martillo por la juntura entre las tablas y apoyé mi cuerpo en el mango. No cedieron.
Presionéconmásfuerza,sintiendocómotodamiespaldaseponíaentensión.Peroloscuatroclavos
grandesresistieron.
Bajédenuevoalsótano.Allí,alaluzdelavacilantebombilla,habíavistodetrásdelascajasde
cartónunrincóndeherramientasenelquehabíaunaescalerademano,unapala,unrastrillorotoyel
gato de un viejo coche. Encontré la palanca que iba con el gato: una barra de acero de sesenta
centímetros de longitud, con un extremo afilado y en disminución. De nuevo arriba, respirando
afanosamente,introdujeentredostablaselextremoestrechoymepuseadarmartillazosenelotro.
Elacerosedeslizópordebajodelajuntura,endondelamaderadecolorblancoamarillentodiola
impresión de sonreírme. Metí después el martillo en la base de la palanca, para apuntalarla, y,
finalmente,carguésobreellamisochentaycincokilosdepesohastaqueoíquelamaderacrujíayse
rajabaluego.Acontinuación,elegíotropuntoenlamaderayrepetílamismaoperación.Arranqué
primero una tira y luego otra, hasta que todo se aflojó. Retiré las tablas, sin preocuparme por los
pequeñosrasguñosquesentíaenmispalmas,yfinalmenteapartéaunladolastablasrotas.
La caja de caudales apareció ante mí como un desafío, y por un instante tuve miedo; pero me
imaginé a mi padre escribiendo en su libro de contabilidad las cifras del apunte, y comprendí que
habíadadoconlacifracorrecta.Estabaapuntodedescubrirelsecreto;listoparasaberlo.Poresome
pusenuevamentederodillas.Mearrodillésobreaquelúltimorestodeél,pronunciécalladamenteuna
plegariaycompuselascifrasdelafechaenquemipadrehabíadepositadolacantidadmásaltadesu
vida.
Laportezuelasemovióensilenciososgoznes;mostrósuinterioroscuroyyopestañeé.
Lo primero que vi fue dinero, montones de dinero, fajos de diez mil dólares perfectamente
agrupados.Lossaquétodos.Eldineroeraalgosólidoenmimano,comounladrillodeefectivoque
podía oler por encima de la atmósfera general a moho. Calculé a primera vista que habría unos
doscientos mil dólares. Los dejé en el suelo a mi lado. Pero se me hacía difícil apartar la vista de
ellos.Yonuncahabíavistotantodinerojunto.Peronoestabaallíporél.Volvíporelloafijarmeenel
agujeroabierto.
Habíafotosdesufamilia.Nodesuesposaydesushijos.Nodeestafamilia,sinodelaotra,la
quelocrio:lafamiliaindigente.HabíaunafotodeEzraconsupadre.Otradesupadreysumadre.
Otramásdevarioschiquillossuciosdeojosinexpresivos,quequizáfueranhermanos.Yojamáslas
habíavistoantesydudabadequeJeanlohubierahecho.Lagente,hastalosniñosparecíancansados,
yenunafotoviloquehabíahechodiferenteaEzra:algoquehabíaensusojos,comoenlafotoque
teníaencasasobresuescritorio.Habíafuerzaenellos,comosi,niñoaúncomoera,pudiesemover
mundos.Talvezsintierantambiénesosushermanosyhermanas,porqueenlasfotografíasdabanla
impresióndeagruparseentornoaél.
Perotodosellosmeresultabanextraños.Jamáshabíavistoaninguno.Nisiquieraunavez.
Dejélasfotosjuntoaldineroyregreséalacajadecaudales.
Enunagrancajadeterciopeloencontréalgunasjoyasdemimadre…,nolasquellevabacuando
murió, sino las realmente valiosas, a las que Ezra se había referido una vez como «la jodida
chatarra». Hacía que mi madre se las pusiera solo cuando él quería impresionar a un hombre o
conseguir que la mujer del otro pareciera vulgar. Por eso mi madre aborrecía lucirlas y le había
dichoenunaocasiónquehacíanquesesintieracomolaconcubinadeldiablo.Noesquenofueran
bellas,queloeran;peroerantambiénherramientasyjamáshabíansidoadquiridasparaserotracosa.
DejéapartelacajapensandodárselasaJean.Talvezellaquerríavenderlas.
Lascintasdevídeoestabanenelfondo;tresentotal,sinrotular.Lassostuvedelantedemícomo
sifueranunaserpiente,preguntándomesitalvezobrabamal…,porquequizáhubieracosasacercade
unpadrequeelhijonuncadeberíasaber.
¿Porquéesconderunascintasdevídeoenunacajadecaudales?
Habíaunvídeoyuntelevisorenunaesquinadeldespacho.Toméunacintaalazarylaintroduje
enelvídeo.Despuésconectéeltelevisorypulséelbotóndeplay.
Al principio, la pantalla solo recogió electricidad estática, Luego se vio un sofá. Luces suaves.
Voces.Mevolvíparamirarellargosofáqueteníaeneldespachoamiespalda.Luegoalapantallade
nuevo.Eraelmismo.
—Nosé,Ezra…—Unavozdemujer,quemeresultóvagamentefamiliar.
—Dameesecapricho.—EralavozdeEzra.
Oíelchasquidodeunbeso,seguidodeunestallidoderisafemenina.
Aparecíanluegounaspiernasdemujer,largasybronceadas.Pasabancorriendopordelantedela
cámaraysetendíanenelsofá.Lamujerestabadesnuda,riendo,yduranteuninstantepudedistinguir
fugazmenteeldestellodeunosdientesblancosyunospechostambiénmuypálidos.LuegoentróEzra
en el campo de visión, ocupando toda la pantalla. Su imagen se fue reduciendo a medida que se
dirigíaalsofá,perolooímurmuraralgoydecirluego:«Bien…,vamosallá,entonces».Lamujer
tenía los brazos sobre la cabeza y se tapaba la cara con ellos. Abrió sus piernas para apoyar la
izquierda en el curvo respaldo del sofá de piel y rodear con la derecha la cintura Ezra, como
atrayéndolohaciasí.
Él,entonces,sedejócaerencimadeella,aplastándolabajosucorpachón,peroviquelaspiernas
delamujersemovíanyteníanfuerzasparamoversedebajodeél.
—¡Oh,sí!—repetía—.¡Fóllameasí!
Y él lo hacía, sacudiéndola, empujándola hacia el interior del blando cuero. Unos finos brazos
escapabandedebajodeél,encontrabansuespaldayhundíanlasuñasenesta,dejandograbadassus
marcas.
Al observarlo me sentía enfermo, pero no podía desviar la mirada. Porque una parte de mí lo
sabía.Losupeporlavozdelamujer,porlaformacomoviqueenlazabasuspiernas.Porelfugaz
instanteenqueatisbéelhorribledestellodesusdientes.
Losupey,desdeelpozodemiincredulidad,vicómomipadresecepillabaamimujerenelsofá.
33
Lasimágeneseranmartillazos.Éllausaba,lamaltrataba,ylosojosdeella,cuandopodíaverlos,
brillabancomolosdeunanimal.Yanohabíabufete,nimundo;todohabíadesaparecido,cancelado,y
nisiquierapudenotarelsuelocuandosubióalencuentrodemisrodillas.Elestómagosemerevolvió
ytalvezmibocasellenódebilis,pero,silohizo,nisiquieranotésuamargura.Todosmissentidos
estaban abrumados por el único del que hubiera querido carecer por siempre. Visiones que ningún
hombre debería ver se hinchaban y reventaban como fruta podrida. Mi esposa tendida sobre la
espalda,apoyadadespuéssobresusrodillasymanos…Mipadrepeludocomounanimaldegranja,
gruñendoencimadeellacomosifueraunsimpledespojodecarneinconscienteynolaesposadesu
únicohijo…
¿Cuántotiempo?Elpensamientomeasaltódepronto.¿Cuántotiempoduróesto?Y,después,de
inmediato:¿Cómohepodidosertanciegoparanodarmecuenta?
Y justamente cuando ya no podía más, se apagó la pantalla. Yo me doblé sobre mí mismo y
aguardéuncolapsoquejamásllegó.Estabaaturdido,estupefactoporloqueacababadeveryporlo
quetodoaquelloimplicaba.Suvoz,cuandohabló,medejóaterrado.
—Asíquefuistetúquienclavóesastablas…
Mevolvíylavi.EstabadepiejuntoalamesadeEzra.Nolahabíaoídosubirporlaescalera,así
quenoteníaniideadecuántotiempollevaríaallí.Dejóelmandoadistanciaenelescritoriomientras
yo me incorporaba y me ponía de pie. Parecía tranquila, pero tenía los ojos vidriosos y los labios
húmedos.
—¿Sabes cuántas veces he intentado yo abrir esa condenada caja? —Se sentó en el borde de la
mesaymemiró,perosurostropermanecíapálidoysuvozcarecíaigualmentedeexpresión—.En
plenanoche,habitualmente,mientrastúdormías:eralagranventajadeestarcasadaconunborracho.
Siemprehasdormidocomounleño.Yoconocíalaexistenciadeesascintas,naturalmente.Nohubiera
debidopermitirlequelasgrabara,peroinsistió.Nosupequelasguardabaenlacajadecaudaleshasta
queyafuedemasiadotarde.
Sus ojos carecían de luz, y cuando parpadeaba todo su cuerpo daba la impresión de vacilar.
Parecíadrogada,ytalvezloestuviera.Nolaconocía.Nuncahabíallegadoaconocerla.
—Demasiadotarde…¿paraqué?—pregunté,peroellasoslayómipregunta.Setirabadelaoreja
conunamanoymanteníalaotradetrásdelaespalda.Comprendíentoncesquemehabíaequivocado
enmuchísimascosas.
—Fuistetúesanoche—dije—.Túlanzastelabutacaescalerasabajo.
Paseélavistaporlahabitación.Nohabíaningunaotrasalida.
—Sí—asintióBarbara—.Losiento.Perosupongoqueteníaquesucedertardeotemprano.¡He
estadotantasvecesaquíarriba…!
Seencogiódehombrosyentoncesapareciólapistola.Lateníaenlamanoizquierda,yactuaba
como si no la tuviera. Me quedé helado al verla. Era un arma pequeña y plateada, algún tipo de
automática.Empleóelcañónpararascarselamejillaconél.
—¿Para qué es esa pistola, Barbara? —Procuré que mi voz sonara lo menos amenazadora
posible.
Volvió a encogerse de hombros y miró la pistola. La inclinó a un lado y a otro, como si la
fascinaran los reflejos de la luz en el resplandeciente borde. Tenía fláccidos los rasgos de la cara.
Evidentemente, no era ella misma; tanto que me pregunté si no estaría colocada o completamente
aturdida.
—Es algo que tengo desde hace algún tiempo —respondió—. Esta ciudad se está volviendo tan
peligrosaahora,sobretodoparaunamujersoladenoche…
Medicuentadequeerayoquienestabaenpeligro,peronomeimportó.
—¿Porquélomataste,Barbara?
De repente estaba de pie, esgrimiendo el arma hacia donde yo estaba; había desaparecido la
inexpresiva calma de sus ojos, reemplazada por algo absolutamente distinto. Me puse tenso,
esperandoelbalazo.
—¡Lo hice por ti! —gritó—. ¡Por ti! ¿Cómo te atreves a preguntármelo? Todo lo hice por ti,
ingratobastardo.
Levantélasmanos.
—Losientodeveras.Tratadeserenarte.
—¡Serénate tú! —Dio tres pasos desiguales en dirección a mí. Siempre empuñando la pistola
como si fuera a utilizarla. Cuando se paró, no se molestó en bajarla—. Ese hijo de perra iba a
cambiareltestamento.Mecostóseismesesdefollarconélantesdequeseavinieraaredactarlobien
la primera vez. —Se rio, con aquella risa suya que sonaba como el chirrido de unas uñas sobre
pizarra—.Esofueloquemecostó,perolohice,ylohicepornosotros.Conseguíqueloredactara.
Peroahorasedisponíaadeshacertodoaquelloyadejarlocomolohabíaplaneadoinicialmente.Yo
nopodíapermitireso.Asíquenoseteocurradecirquenuncahehechonadaporti.
—¿Poresoteacostasteconmipadre?¿Pordinero?
—Por dinero, no. Eso se dice cuando se habla de mil o diez mil dólares. Él jamás te hubiera
dejadoquincemillonesdedólares:pensabadejartesolotres.—Rioamargamente—.Solotres.
¿Puedes creerlo? ¡Podrido de dinero como estaba! Pero yo logré convencerlo. Y lo subió a
quincemillones.Lohiceporti.
—Nolohicistepormí,Barbara.
Lapistolacomenzóaoscilarensumano,ynotéquesusdedosseponíanblancosalagarrarlacon
fuerza.
—Túnomeconoces.Nopretendasahoraquemeconoces.Oquesabesporquéhehechoalgo.
Sabíaquelascintasestabanaquí.Sabíaloquepodríaocurrirsialgúnotrolasencontraba…
—¿Puedesbajaresapistola,Barbara?Noesnecesaria.
Ella no respondió, pero el cañón se inclinó para abajo, hasta apuntar al suelo. Los ojos de
Barbaralosiguieronydiolasensacióndequeibaacaerse.Duranteuninstantetemíinclusorespirar,
perocuandovolvióaalzarelrostro,lecentelleabanlosojos.
—Peroentoncestúcomenzastedenuevoavisitaraesazorracampesina.
—Vanessanoteníanadaqueverconnosotros—protesté.
LapistolareaparecióapuntandoyBarbarachilló:
—¡Esaputaintentabarobarmemidinero!
Tuveunhorriblepresentimiento:
—¿Quélehashecho,Barbara?
—Ibasaabandonarme.Lodijistetúmismo.
—Peroesonoteníanadaqueverconella,Barbara.Eraalgoentrenosotros.
—Ellaeraelproblemaqueseinterponíaentretúyyo.
—¿Dóndeestá,Barbara?
—Sehaido.Esoesloúnicoqueimporta.
Enmiinteriorsentíundesgarrón.Vanessaeralaúnicarazónqueteníaparavivir.Poresodijelo
queteníaenlacabeza:
—Hedormidocontigosuficientesvecesparasabercuándoestásfingiendo…
Estavezdiounpasohaciamí.Yoestabaacabado.Noteníanada.Esamujermehabíaquitadotodo,
dejándome solo una creciente ira. Hice un ademán hacia la pantalla del televisor. Ahora estaba
apagada,peroenmiimaginaciónseguíaviéndolaaellayoyendosusgemidos.
—Teencantaba—dije—.Teencantabafollarconél…¿Tanbuenoera?¿Otegustabasololaidea
dehacermedaño?
Barbaraserioylapistolareapareciódenuevoapuntándome.
—Oh…,ahoratehaceselhombre.Ahoratemuestrasuntipoduro…Puesbien,telodiré.Sí,me
encantaba.Ezrasabíaloquequeríaysabíacómoconseguirlo.Teníafuerza.Nomerefieroafuerza
física:estoyhablandodepoder.Cuandomepenetrabasentíaelmayororgasmoquehesentidoenla
vida.—Torcióloslabios—.Volveracasacontigoeracomounabromapesada.
Vialgoensucaraytuveotrarevelación.
—Él te rechazó —dije—. Le gustaba follar contigo porque eso le hacía sentirse fuerte. Te
controlaba,temanipulaba.Peroentoncessediocuentadequeatitegustabaycuandoesoocurrió,se
cansódeti.Poresoterechazó.Yporesotúlomataste.
Estabaenlocierto.Supequeeraasí.Loviensusojosyenlaformacomocontrajoloslabios.
Porunmomentosentíunjúbilohorrible,peronoduró.
Laviapretarelgatillo.
34
Soñé de nuevo, feliz, con campos verdes, con la risa de una niña pequeña y con la mejilla de
Vanessaapoyadasuavementeenlamía,perolossueñossonvolubles,engañososyefímeros…Capté
finalmenteunatisbofugazdeojosazulescomolaflordelmaíz,oíunavoztandébilquedebíade
provenirdemásalládelosocéanosydespuésmeasaltóeldolorcontalferocidadquesupequeme
encontraba en el infierno. Unos dedos despegaron mis párpados, unas manos me arrancaron las
ropasysentíelfríodelmetalcontramipiel.Medebatía,perolosdedosblancoscomoelhuesome
inmovilizaron y ataron. Rostros inexpresivos entraban y salían de mi campo de visión: parecían
flotarenelaireyhablarunlenguajequeyonopodíaentender…ydespuésseiban,paravolveral
poco rato. El dolor era lo único constante, siempre…; latía con pulsaciones igual que la sangre,
circulabaportodomicuerpo;y,después,notémásmanosencimademíytratédegritar.
Sentímástardemovimiento,yelvaivéndeunfirmamentoblancoquesemovíacomosiestuviera
en el mar. Vi un rostro que había llegado a aborrecer, pero Mills no siguió atormentándome más.
Movióloslabios,peroyonopodíaresponder;nolaoía.Semarchóenelprecisomomentoenqueyo
entendísuspalabras,yentonceslallamé;legritéqueteníalarespuesta.Mismanosensangrentadasla
obligaron a volver…, hasta que ella las apartó, encontró un lugar encima de mí y se inclinó para
escucharmispalabras.Tuvequegritarlas,porquemeencontrabaenunpozoprofundoycayendoa
todavelocidadenél.Grité,pues,perosurostroseperdióparasiempreenlablancuradelcieloyyo
meprecipitéenelpolvodetintaquellenabaelfondodelpozo.Miúltimopensamientomientrasla
oscuridad se posaba a mi alrededor fue de extrañeza porque hubiese un firmamento blanco en el
infierno.
Pero incluso en aquella negrura el tiempo parecía pasar y ocasionalmente había luz. El dolor
subíaybajabacomolasmareasy,cuandonoeraintenso,imaginabacarasyvoces.OíaHankRobins
discutiendoconladetectiveMills,queparecíadeseosadehacermemáspreguntasaunqueparamíno
teníansentido.VitambiénaldoctorStokes,avejentadoaúnmásporlapreocupación.Sosteníaenla
mano una tablilla con un sujetapapeles y conversaba con un desconocido de bata blanca. Y en una
ocasiónestuvotambiénJean,llorandocontaldesconsueloquemepartíaelalmaverla.Medijoque
lo comprendía, que Hank se lo había contado todo… acerca de la cárcel y mi disposición a
sacrificarmeporella.Dijoquemequeríamucho,peroquesabíaquejamásseríacapazdepasarsela
vida en la cárcel por mí. Que eso me hacía mejor que ella, pero que algo así no tenía sentido
tampoco.Yovivíauninfierno,perouninfiernocreadopormímismo.Intentéexplicárselo,perono
conseguí abrir la garganta. Por eso me limité a mirarla en silencio y a esperar que el pozo se
decidieraatragarmedenuevo.
En una ocasión me pareció ver a Vanessa, pero aquella fue la burla más cruel de ese infierno.
Tantoquenisiquieramedejéllevarporelimpulsodeacercarmeaella.Cerrélosojosylloréporsu
pérdida. Y cuando volví a abrirlos, ya se había ido. Estaba solo, helado en la oscuridad. El frío
parecíadestinadoadurareternamenteperodevezencuandonotabacaloryesomerecordabaqueme
encontraba en el infierno, Porque en el infierno hace calor, no frío. Y el infierno era doloroso
también.
Por eso, cuando me despertaba y notaba que el dolor había desaparecido, pensaba que había
vuelto a soñar. Abría mis ojos al sueño, pero no había niños en él, ni campos, ni tampoco estaba
Vanessa.Quizálostormentosdeaquellugarfueranmásdurosqueelmerodolorfísico.
Cuando desperté, finalmente, pestañeé al notar el aire frío y percibí movimientos a mi lado, lo
cualhizoquenomesorprendieraveraparecerunacaraporencimademí.Estabapreparadoparaeso.
Laviborrosaalprincipio,perodespuéscerréyabrílosojosparaenfocarlabienymedicuentade
quesetratabadeJean.
—Tranquilo—medijo—.Todoestábien.Terecuperarásmuypronto.
Aparecióundesconocidojuntoaella,elhombredelabatablanca.Teníarasgoscetrinosyuna
barbaquebrillabacomosisehubieseaplicadobrillantina.
—SoyeldoctorYuseph—sepresentó—.¿Cómoseencuentra?
—Siento sed —dije, o grazné más bien con la garganta reseca—. Y muy débil. —No podía
levantarlacabeza.
EldoctorsevolvióhaciaJean:
—Puededarleuntrocitodehielo,perosolouno.Ydespuésotro,dentrodediezminutos,máso
menos.
OíeltintineodeunacucharayalmomentosiguienteJeanseinclinósobremí.Hizoresbalarhasta
elinteriordemibocapartedeuncubitodehielo.
—Gracias—susurré.
Ellasonrió,peroensusonrisasetraslucíaeldolor.
—¿Cuántotiempo…?—pregunté.
—Cuatro días —respondió el médico—, recuperando y perdiendo el conocimiento. Tiene usted
suertedeestarvivo.
«Cuatrodías».
Medioungolpecitoenelbrazo.
—Serecuperará.Vaadolerle,perosaldrádeesta.Ledaremosalimentaciónsólidaencuantoesté
encondicionesdetolerarla.Unavezrecuperelasfuerzas,comenzaráconlafisioterapia.Ynotardará
muchoensalirdeaquí.
—¿Dóndeestoy?
—Enelhospitalbaptista.EnWinston-Salem.
—¿QuéhapasadoconBarbara?—pregunté.
—Suhermanaleexplicarátodoloquequierasaber.Perotómeseloconcalma.Yopasaréotravez
por aquí dentro de una hora. —Se volvió a mirar a Jean—. Que no se fatigue. Aún estará débil
durantealgúntiempo.
Jeanreapareciójuntoalacabeceradelacama.Teníaelrostrohinchado,ylapielalrededordesus
ojosteníaelcolorrojodelvino.
—Parecescansada—ledije.
Sonrióforzadamente.
—Tútambién.
—Ha sido un año duro —comenté, y ella rio pero apartó después la cara. Cuando volvió a
mirarme,estaballorando.
—Lo siento muchísimo, Work. —Se le quebraban las palabras y sus aristas parecían cortarla.
Teníalacaraenrojecidaylavistabaja.Suslágrimassetransformabanensollozos.
—¿Porqué?
—Portodo—dijo,yyosabíaqueestavezsuspalabraseranunasúplicadeperdón—.Porhaberte
odiado.
Inclinólacabezay,haciendounesfuerzotremendo,yoalarguémibrazotratandodellegarhasta
ella.Encontrésumanoeintentéestrecharla.
—Yotambiénlosiento—murmuré.
Necesitabadeciralgomás,peromigargantaseatascódenuevoyduranteunratocompartimos
los dos un amargo y dulce silencio. Jean retenía mi mano con las suyas, y yo miraba fijamente la
parte de arriba de su cabeza. No podíamos desandar el camino recorrido para volver a nuestra
infancia porque había crecido allí mucha maleza. Pero, al mirarla, yo me sentía lo más cerca que
había estado nunca de nuestra niñez. Y ella lo sentía también igual que yo, como si hubiéramos
regresadoauntiempoenelquelasdisculpasimportabanyelrehacerlascosasdependierasolode
unapalabra.Loviensusojoscuandolevantólamirada.
—¿Hasvistotodaslasfloresquetehanenviado?—mepreguntóconunatímidayfrágilsonrisa.
MirémásalládeJeanyporprimeravezvilahabitación.Habíafloresportodaspartes,docenas
defloreroscontarjetas.
—Hayunramoenviadoporlaasociacióndeabogadoslocal,conunatarjetafirmadaportodos
losdelcondado.
Metendíauntarjetónmonumental,queyonoquisever:aúnrecordabalaformacomomehabían
miradoeneledificiodelosjuzgados,supredisposiciónacondenarmesinmás.
—¿QuéhapasadoconBarbara?—insistí,yJeanvolvióadejareltarjetónenlamesasinabrirlo
nileerlo.
Susojospasearonporlahabitaciónyestuveapuntoderepetirotravezlapregunta.
—¿Estássegurodeencontrarteendisposicióndehablardeesoahora?—mepreguntó.
—Tengoquehacerlo—respondí.
—Lahandetenido.
Exhalé una mezcla de alivio y de desesperación; algo dentro de mí esperaba que su traición
hubierasidopartedemisueño.
—¿Cómo?—pregunté.
—Millsteencontró.Tehabíandisparadodosveces:unaalpechoyotraalacabeza.—Susojosse
movieronhaciaarriba,yyo,siguiéndolos,mellevélamanoalacabeza;lateníavendada—.Labala
dirigidaalpechoteatravesóunpulmón.Ladelacabezanohizomásquerozarte.Alprincipiopensó
queestabasmuerto.Ycasiloestabas.Pidióunaambulanciaytetrasladaronalhospitalregionalde
Rowan.Dedondemástardetetraeríanaquí.
—Pero…¿quélepasóaBarbara?
—Recobraste el conocimiento en la ambulancia. Le dijiste a Mills quién te había herido.
DetuvieronaBarbaradoshorasdespués.
AJeanselecortólavozydesviólamirada.
—¿Quémás?—pregunté.Estabasegurodequenomelohabíacontadotodo.
—CuandoMillsladetuvo,estabaalmorzandoenelclubdecampocomosinadahubieraocurrido.
—Apoyósumanoenlamía—.Losiento,Work.
—Continúa.
Tenía que saberlo todo. Pero podía imaginar perfectamente la escena: bebiendo vino blanco a
sorbitos,conunafalsasonrisaestampadaenelrostro.Almorzandoconlasamigas…
—Encontraronlapistolaentucasa,ocultaenelsótano,juntoconunmontóndedineroylasjoyas
demamá.
—MesorprendequeMillsnopensaraqueerayoquienlashabíapuestoallíymehabíadisparado
eltiroamímismo…—Nopodíareprimiruntoquedeamarguraenmivoz.
—Sesientemuymal,Work.Haestadomuchosratosaquíynotemeconfesarsuerror.Queríaque
tedijeraqueestámuyapenada.
—¿EsotehadichoMills?
—Y me ha dejado algo para ti. —Jean se levantó y fue al otro lado de la habitación. Cuando
volvió, traía un montón de periódicos—. La mayoría es prensa local. Hay también algunos de
Charlotte. Sales bien en las fotos… Mills ha hecho incluso una declaración pública pidiéndote
excusas.—Meenseñóelprimerperiódicodelmontón.VienélunafotografíadeBarbaratomadaen
elmomentoenquelametíanenuncochepatrulladelapolicía.Ibaesposada,eintentabaocultarsu
rostroalascámaras.
—Déjalosahí—ledije.
—Comoquieras.
Dejocaeralsuelo,juntoalacama,elmontóndeperiódicosyyocerrélosojos.Lafotografíade
Barbarametrajotodoalamemoria:eldolorylatraición.Duranteunosmomentosmefueimposible
hablar.Cuando,porfin,volvíamiraraJean,ellateníalosojosveladosyyomepreguntéquéestaría
viendo.
—¿Losabes?—pregunté.
—¿LodepapáyBarbara?
Asentí.
—Sí,losé.Ynoseteocurradisculparlos.
Cerré la boca, puesto que nada de cuanto pudiera decir serviría. Aquello era parte de nosotros
ahora,tanlegadosuyocomoelcolordemiscabellos.
—Fueunhombrehorrible,Jean.
—Peroahorayanoestá,asíqueolvidémoslo.
Acepté su consejo, aun sabiendo que jamás podríamos olvidarlo. Su presencia entre nosotros
perduraba,comoelolordealgomuertoynosepultado.
—¿Quieresunpocomásdehielo?—mepreguntóJean.
—Teloagradecería,sí.
Memetióelhieloconlacucharillay,mientrasseinclinabasobremíparahacerlo,vilasrecientes
cicatricesensusmuñecas.Lasteníatensasyrosadas,comosilapielhubieracrecidocondemasiada
fuerza sobre las venas. Quizá para protegerlas mejor. No sabía… Con Jean, nunca lo sabía; pero
esperabaypensabaquetalveznofuerademasiadotardepararezar.
—Estoybien—medijo,aldarsecuentadeloqueestabamirando.
—¿Loestásdeveras?
Sonrióysesentóensusilla.
—Teempeñasensalvarmelavida—dijo—.Supongoqueesosignificaquedebedeteneralgún
valor.
—Noteburles,Jean.Norespectoaeso.
Suspiró, se apoyó en el respaldo y por un momento temí haber ido demasiado lejos en mi
insistencia. La frontera entre nosotros se había vuelto imprecisa, y por nada del mundo deseaba
traspasarla.Pero,cuandohabló,lohizosinelmenorresentimiento,ymedicuentadequesoloestaba
pensandoloquequeríadecir,porquenecesitabaqueyolaentendiera.
—Mesientocomosihubierasalidodeunlargoyoscurotúnel—dijo—.Yanohaynadaqueme
obligueaencorvarelcuerpoparanodarmeungolpe,perosíhayalgodentrodemíquemeimpide
ponermederecha.—Seagarrólasmanosdelantedelacinturaylasabriódespuéscomounarosade
diezpétalos—.Meresultadifícildeexplicarlo—dijo.
Peroamímeparecióquelaentendía.Ezrahabíadesaparecido;talvezesocerrabaunaetapa.O
tal vez no. Pero no me tocaba a mí arreglar la vida de Jean. Esa era una realidad que tenía que
comprender. Jean tendría que hacerlo por sí misma. Pero al mirar su sonrisa, comprendí lo que
estabapensando.
—¿YAlex?—lepregunté.
—Nos vamos de Salisbury —dijo—. Necesitamos encontrar un lugar que podamos considerar
nuestro.
—Noeraesoloquetepreguntaba…
LosojosdeJeaneranexpresivosysuspalabras,auténticas.
—Tenemosproblemas,comotodoelmundo.Peroestamostratandoderesolverlos.
—Noquieroperderte—dije.
—Sientocomosiacabáramosdeencontrarnoselunoalotro,Work.Alexlocomprende.Esuna
deesascosasquehemosestadotratandoderesolver;y,aunqueellasiempretendráproblemasconlos
hombres,juraquecontigoharáunaexcepción.
—¿Puedeperdonarmequehayaestadohurgandoensupasado?
—Sabeporquélohiciste.Respetatusrazones,peronuncaselomenciones.
—¿Estamosenpaces,entonces?—pregunté.
—Adondevayamos,túsiempreserásbienrecibido.
—Gracias,Jean.
—¿Quieresunpocomásdehielo?
—Sí.
Melodioyyonotéquemepesabanlosojos.Derepentemesentíagotado,yloscerrémientras
Jeansemovíaporlahabitación.Estabacasidormidocuandodijo:
—Hayunatarjetaquequizátegustaríaleer.Enrealidad,esunacarta.—Entreabrílospárpados.
Jean me tendía un sobre—. Es de Vanessa —dijo—. Estuvo aquí un rato, pero dijo que no podía
quedarse.Detodasformas,quisoquetelodiera.—Metendióelsobre,finoysutil—.Pensabaquelo
comprenderías.
—Peroyocreíaque…—Nofuicapazdeconcluirlafrase.
—Hank la encontró en el hospital del condado de Davidson. Ella había ido allí a la tienda de
piensosdeLexingtoncuando,aliracruzarlacalle,alguienlaatropelló.
—¿Quién?—pregunté.
—Nadielosabe.EllasolorecuerdaunMercedesnegroquesalióDiossabededónde.
—¿Seencuentrabien?
—Unas costillas rotas y magulladuras por todo el cuerpo. La tuvieron ingresada en el hospital
durantelanoche.Andabaunpocodrogadaporloscalmantes.
—Penséqueestabamuerta.
—Bueno…,puesnoloestá.Aunqueporpoconosemueredelsustocuandotevioasí.
Deprontonopodíavernada.Lacartaqueteníaenlamanoeramiesperanzaparaelfuturo,de
algo que pensaba que había perdido. Necesitaba leer sus palabras, ver las letras que habían trazado
susmanos…Peromisdedoseranmuytorpes.
Jeantomóelsobredemismanos.
—Déjame—medijo.
Rompiólasolapaparaabrirlo,sacódedentrounahojadobladaylacolocóenmimano.
—Estaréfueraporsimenecesitas—dijo.
Yoícerrarselapuertaasuespalda.Pestañeéy,cuandologréqueseaclararamivisión,miréla
notaqueVanessahabíadejadoparamí.Eracorta:
La vida es un camino tortuoso, Jackson, y no sé si podré sobrellevar más dolor. Pero nunca
lamentaréeldíaquenosconocimosy,cuandotúestésencondicionesdehablar,yoestarédispuestaa
escucharte.Quizápuedasaliralgobuenodetodoesto.Loespero,perosédemasiadobiencuáncruel
puedesereldestino.Sucedaloquesuceda,recuerdasiempreesto:quedoygraciasaDiosdequeestés
vivo.
Laleítresvecesymequedédormidoconellasobreelpecho.
Cuandoabrídenuevolosojos,mesentíadiezvecesmejor.Eratarde;fueraestabaoscuro,pero
alguien había encendido la lámpara del rincón. Vi a Mills sentada en la silla y me las arreglé para
incorporarmeenlacamaantesdequeellalevantaralavistadellibroqueestabaleyendo.
—¡Hola! —me dijo a la vez que interrumpía la lectura—. Espero que no te importe, pero Jean
llevabahorasaquíyestabaagotada.Ledijequemequedaríayo.—Sepusoenpieconaireindeciso
—.Penséquetalvezquerríashacermealgunaspreguntas.
—Supongoquedeberíadartelasgracias—dije—.Porsalvarmelavida.
Aquellohizo,sicabe,queMillssesintieramásincómodaaún.
—Yyotedebounadisculpa—dijo.
—Olvídalo—dije,paramipropiasorpresa—.Elpasadoestámuerto,ynoquieroobsesionarme
pensandoenél.—Indiquéconunademánlasillaqueteníajuntoalacama—.Siéntateahí.
—Gracias.—Sesentóydejóellibroenlamesita.
Viqueeraunanovelademisterioy,poralgunarazón,loencontrégracioso…,siendoellauna
detective…
—En realidad no sé qué quiero que me cuentes —le dije—. No he tenido mucho tiempo para
pensarentodoesto.
—Yo sí tengo un par de preguntas —dijo Mills—. Si te parece, empezaré por el principio y tú
preguntasloquequierassaber.
—Deacuerdo.
—¿Dónde encontraste el revólver de tu padre? —me preguntó, y yo le hablé del arroyo
subterráneoydemibúsquedanocturnaporeltúnel.
—Enviéaunoshombresaqueregistraraneltúnel—dijo,visiblementecontrariada—.Deberían
haberloencontrado.
Lecontéquelohabíalocalizadoenelinteriordeunagrietaprofundaycegadaporescombros,
peronoquiseexplicarlecómohabíaidoamirarallí.Ellametiródelalengua,porsupuesto,peroyo
nopensabaconducirlahastaMax.
—Alguienmeinformó,detective.Estodoloquepuedodecirte.
Cuando, al final, dejó pasar el tema, lo hizo como un favor, como una forma de compensar el
daño que me había hecho. Pero proseguir la conversación fue un tanto embarazoso: a Mills no le
resultabafácilceder.
—Entonces… ¿hiciste lo que hiciste para proteger a Jean? ¿Porque pensabas que podía estar
implicada?
—Asíes.
—Pero…¿porqué?¿PorquéseteocurrióqueJeanpodíahaberlomatado?
Reflexionésobresupregunta.¿Cuántopodíadecirle?¿Cuántonecesitabarealmentesaberella?Y,
lomásimportante,¿seguíasiendoyoelguardiándelaverdaddeEzra?Habíallegadoaaceptartodo
losucedido…,laformacomohabíamuertomimadre…Pero…¿serviríadealgodecirlaverdad?
Teníaquepreguntármeloamímismo.¿DormiríamejorJean?¿Descansaríaelalmademimadre?
—JeannoestabaencasadespuésdemarcharseEzra.Fuiallíabuscarla.
Millsmeinterrumpió:
—Me contó que había salido a dar un paseo con el coche. Estaba muy alterada y fue a dar un
paseo.Despuésfueatucasaparacomentarlocontigo.Llegójustamenteatiempoparaverqueteibas.
Asentí.Aquellaera,sinduda,laexplicaciónmássencilla,peroamínuncasemehabíaocurrido.
—Jeanllevaunatemporadapasándolomal,detective.Estabafuriosa,inestable.Nopodíacorrer
eseriesgo.
Mantendría,pues,laverdaddeEzra,peronoporél.Espreferiblenoremoveralgunasverdades.
Asídesencillo.
Millssemostrófrustradapormiexplicación.
—Creoquehayunmontóndecosasquenomeestáscontando,Work…
Meencogídehombros.
—Notantascomopiensas,yningunaquepuedaafectaratucaso.
—¿Fue Jean, entonces, el verdadero motivo de que quisieras visitar el lugar del crimen? —me
preguntó por último. Yo vi en sus ojos que sabía ya la respuesta: que había ido al escenario del
crimenporunarazónyque,apesardeloquelehabíadichoaDouglas,estanofueladecontarlelos
detallesaJean.
Desde la seguridad que me daba estar ya al margen de todo, me permití responder con una
sonrisa:
—No.
Mills no me devolvió la sonrisa. Sabía que yo había estado preparando el terreno
anticipadamente, y sabía también el motivo. Mis gestiones con Douglas le habían causado muchos
trastornosyhubieranpodidocostarlemuchomás:elcaso,sureputación,sutrabajo…Peroviquelo
comprendía:yohabíaqueridoirallugardelcrimenporunasolayconcretarazón:ponertrabasa
una posible acusación contra mí. Había estado dispuesto a cargar con las culpas de Jean, pero no
habíaqueridoiraprisiónsiteníalaposibilidaddeevitarlo.Habíapensadoque,enelcasodetener
queirajuicio,podríahacerusodemipresenciaenelescenariodelcrimenparaenredarlotodo…,
quizá para confundir al jurado, o incluso para lograr un veredicto absolutorio. No era ninguna
garantíadenada,perohubierasidoalgo,almenos.
—Teníaquehacerlo—ledije—.CuandopasarondíasyEzranoregresó,imaginéquedebíade
estarmuerto.PensabaquelohabíahechoJean,ynopodíapermitirquefueraalacárcel.—Hiceuna
pausa,pensandoenlalargaausenciadeEzrayenlosnegrospensamientosquemeacosarondurante
aqueltiempo—.Tuvedieciochomesesparapensarlotodobien.
—Lo tenías todo planeado…, desde el primer día cuando Douglas te llamó para que fueras a
verlo a su despacho. Todo previsto para el día en que apareciera el cadáver. Por eso le insististe a
Douglasparaquetepermitieravisitarelescenariodelcrimen.
—Planeadoesmuchodecir.Digamos,mejor,queimaginéqueaquellonopodíairmal.
—¿Sabesquépienso?—mepreguntó—.Creoqueeresmejorabogadodeloquenuncareconoció
Ezraqueeras.
—Nosoyabogado—dije,peroMillsnodiomuestrasdehabermeoído.
—Y eres un buen hermano también. Espero que Jean sepa lo que estabas dispuesto a hacer por
ella.
Desviélamirada,cohibido.
—Hablemosdecómomesalvastelavida—lepedí.
—Deacuerdo.Empezaréporesoy,siseteocurrealgo,meparas.
—Vale.
Inclinóelcuerpohaciadelanteyapoyóloscodosenlasrodillas.
—Fuiallíadetenerte—medijo.
—¿Porelrevólver?—pregunté—.¿Porquemeidentificasteis?
Porunmomentopareciósorprendida,ydespuésfuriosa:
—¡Te lo dijo Hank Robins…! ¡El muy soplón! Yo ya sabía que andaba husmeando algo, pero
penséquemantendríalainformaciónconvenientementecallada.
—Nomeloechesencara,detective…Notodoelmundomecreíaculpable.
AMillspareciódolerleeltonodemivoz.
—Bueno…,loreconozco.Peroescuriosocómoocurrenlascosas.
—¿Yeso?
—Sinotehubiéramosidentificado,yonohabríaidoadetenerte.Ytútehabríasdesangradohasta
morirenelpisodetuoficina.
—Mefuedeunpelo,entonces—dije.
—Amenudoocurre.
—¿Quiénmeidentificó?
—Un tipo que había salido a pescar. Estaba cien metros río arriba, sentado en un cubo viejo,
esperandoquealgopicara.Noquisodarsunombreporquehabíaestadobebiendotodalanocheyno
queríaquesumujerseenterara.
—Un mal testigo, entonces —dije, preguntándome si habría presenciado también mi
desesperación,simehabríavistoapretarelcañóndelarmacontramibarbilla.Tratédesondearel
rostrodeMillsparaversiellalosabíatambién,peroerainescrutable.
—Unmaltestigo—admitió,dejandodemirarmealacara.Ymedicuentadequelosabía.
—¿YBarbara?—Tratédemantenerlaexpresiónserenaycontenidoeltonodemivoz,peroera
difícil. Para bien o para mal, yo había pasado diez años de mi vida con ella. No podía fingir que
aquellomeresultabaindiferente.
—Ladetuvimosenelclubdecampo.Estabajuntoalapiscina,almorzandoconunasamigas.
—¿ConGlenaWerster?—pregunté.
—Sí,eraunadeellas.
—GlenaWerstertieneunMercedesnegro…
—¿Y…?
—AVanessaStolenlaatropellóunMercedesnegro.
Depronto,Millssetransformóenlapolicíaotravez.
—¿Lacreesresponsabledeeso?
—¿Quesicreoquesepondríaenpeligroparaayudaraunadesusamigas?No.Suamistadesuna
especiedeparasitismo.BarbarautilizabaaGlenaparaaprovecharsedesuprestigio,yGlenautilizaba
a Barbara como una bayeta. Lo que creo es que Barbara quería deshacerse de Vanessa y que era
demasiadolistaparaemplearsupropiocoche.
—Entonces…¿piensasquelaWersterestabaalcorrientedelasunto?
—Creoquenoseráunapérdidadetiempoindagarlo.
—Loharé—dijoMills.
LaimagendeGlenaWerstersometidaainterrogatorioporladetectiveMillsmehizosonreír.
—¡Ojalápudieraestaryoallí!—exclamé.
—¿NoestaráspreocupadoporlaWerster…?
—No,enabsoluto.
—Pues,entonces,noselopondréfácil—dijoMillsmuyseria.
—Yamelocontarás.
—Loharé.
—VolvamosaBarbara,entonces—propuse.
—Alprincipiosemostróimpertinente,furiosa,yasabes…Perocuandolepusieronlasesposas,
ya estaba llorando. —Mills enseñó los dientes, y yo reconocí su sonrisa animal—. Disfruté
haciéndolo.
—Siemprelohaces.
—¿Quieresquetepidaperdónotravez?
—No—ledije—.Sigue.
—Yohabíapasadomuchotiempoconversandocontumujer.
—¿Interrogándola?
—Comentandocosas,másbien—dijoMills.
—¿Y…?
—Y se negó a confesar. Me dijo que estaba cometiendo un grave error. Me amenazó con
querellarseconmigo.Lamismaficcióndeinocenciaquehevistorepresentaraotrosenuncentenar
de ocasiones. Pero entonces le dije que tú estabas vivo, y dio la impresión de que algo se rompía
dentrodeella.
—¿Confesó?—pregunté.
Millssemovióensuasiento.
—Noesesoexactamenteloquehequeridodecir.
—¿Qué,entonces?
—Quierodecirqueserompió.Quesevolvióloca.
Intentéencajaraquello.
—¿Creesqueestáactuando?
Millsseencogiódehombros.
—Yaveremos,perolodudo.
—¿Porqué?
—Parlotea…, deja escapar cosas…, fragmentos de información que ninguna persona en sus
cabales le diría a los policías. Lo hemos reconstruido todo a partir de lo que nos ha dicho. El
testamento,suaventuraconEzra…Yencontramoslascintasdevídeo,juntoconeldineroylasjoyas.
Yodudé,peroteníaquepreguntárselo:
—¿Esdedominiopúblico?
—¿LodeellaconEzra?Metemoquesí.
SeabrióunsilencioentrenosotrosmientrasyoreflexionabasobreloquemehabíacontadoMills.
Alfinal,ellalorompió:
—Francamente,mesorprendióquenodestruyeralascintas.Sonmuyincriminatorias.
—Ellalequería—dije—.Deunaformamorbosayretorcidaquenuncaentenderé.Perolequería.
—Mentalmenteestabaviendosurostroylaformacomoparecíanbrillarlelosojos.
—Haymuchasclasesdeamor,supongo.
Penséenlanocheenquetodoempezó,lanocheenquemuriómimadre.
—Entonces…fueBarbaraquienllamóaEzraaquellanoche,despuésdevolverdelhospital.
—No.Enrealidad,fueAlex.
Debídequedarmeconlabocaabierta,peroMillsprosiguióenelmismotono.
—EstabaaltantodeladiscusiónentreJeanytupadre;sabíadequésetrataba.Asíquellamóa
Ezra. Le ofreció dejar la ciudad a cambio de cincuenta mil dólares. Le dijo que, si se los daba,
desaparecería y dejaría sola a Jean. El centro comercial está al lado de la autopista interestatal. Le
dijo que fuera a verla allí, al aparcamiento, con el dinero en mano. Que ella continuaría por la
carretera y abandonaría Salisbury para siempre. Creo que tu padre fue a la oficina en busca del
dineroydesurevólvertambién,probablemente.ÉlledioeldineroyAlexsemarchó.Fuelaúltima
vezquealguienloviovivo,exceptuandoaBarbara,porsupuesto.
—Nopuedocreerquealguienhicieraeso.—«Tomasudinero.AbandonaaJean»—.Nadadetodo
estotienesentidoparamí.
—Alex no gastó el dinero. No lo quería para eso, como hubiese hecho cualquier otra persona.
SoloqueríamostraraJeanlaclasedepersonaqueerasupadre.Queríasepararlosalosdos.Yeso
hubierafuncionadotambién,aunquenohizofalta.
—Ezradesapareció,yallíacabólacosa.Alexteníaloquenecesitaba.Esdecir,amihermana.
—Asídesencillo—asintióMills.
«Exceptoparamí»,pensé.
—Asíque,unavezqueAlexsemarchó,¿llamóEzraaBarbaraofueBarbaraquienlollamóaél?
—Granpartedeloquesigueespurateoría,porahora,peropareceencajarbien,conlascosas
que Barbara ha dicho y los datos que he reunido en la investigación. Verás… La noche en que tu
madremurió,estuvisteislostresencasadeEzradespuésdequesalieraisdelhospital.Ezrarecibió
unallamadatelefónica,queahorasabemosquelehabíahechoAlex,salióparairalaoficinaenbusca
deldineroyseencontróconAlexjuntoalainterestatal.Jeansaliódelacasapocodespuésdeél,lo
cual,enparte,tediopieatiparapensarquepodíaserresponsabledesumuerteyaque,siélfueal
centro comercial, Jean podía haberle seguido. Tú fuiste a su casa y viste que el coche de Jean no
estabaaparcadoallí.Todoestoteníasentido,sisesuponequeJeanteníaunmotivoparaquerermatar
a vuestro padre. —Mills me miró con severidad—. Sigue preocupándome que te empeñes en no
decirme cuál podría haber sido ese motivo… —Yo le devolví la mirada, pero guardé silencio—.
Perosupongoquetendréquedejartambiénesecabosuelto…
»AsíqueEzrafueasuoficinaysacódesucajadecaudalescincuentamildólaresenmetálico.Tal
veztuvieraallítambiénelrevólver.Oquizáloteníaensucasaoensucoche.Nuncalosabremos.Se
encuentraconAlexenelcentrocomercialyledaeldinero.YAlexsemarchasatisfechadequesu
planhayafuncionado.AhoratenemosaEzraenelcentrocomercial.Esmásomenoslahoraenque
túsalistedecasayfuistealagranjaStolen…,pongamoslaunadelamadrugadaoquizáunpocomás
tarde. No creo que entonces se le ocurriera a Ezra llamar a tu casa, sabiendo que probablemente
estarías tú allí… Eso significa que fue Barbara quien lo llamó, poco después de haberte ido tú,
imagino.Querríahablarconélacercadelamuertedesumujerosobreeltestamento.Otalvezsolo
echarademenosunrevolcón.Aúnnoséesaparte…PerosupongamosqueEzrarecibiólallamada
cuandoestabaenelcentrocomercial…
—Ellalequería—dije.
—Yadijisteesoantes.
Meencogídehombros.
—Tal vez pensara que él la aceptaría si me dejaba. Quizá vio un resquicio de posibilidad en la
muertedemimadre.Oalomejorqueríacomentaresoconélentonces.
Millsmeestudióduranteunoslargossegundosmientrasmispalabrasseapagaban.
—¿Teencuentrasbien?¿Estásencondicionesdehablardeesoahora?—mepreguntó.
—Estoybien—respondí,peronoloestaba.
—De acuerdo. Por la razón que sea, se encuentran en el centro comercial. Ezra acaba de
arreglárselas para sacar a Alex de su vida. Su mujer está muerta. Supongo que lo que deseaba era
hacerborrónycuentanuevadetodo,yqueasíselodijoatuesposa.Piensoquequisoquitárselade
encima, que le dijo que todo había acabado entre los dos y que iba a modificar el testamento para
dejarlocomoerasuprimeraintención.Yaharotoconella,¿no?Perodealgunamaneratuesposase
apoderadesurevólver.Élnopodíahaberprevistoeso.Leordenaqueentreenlatraseradeunlocal
abandonado, lo mata de un balazo y después le dispara otro tiro a la cabeza para asegurarse. Tras
esto, cierra la puerta del local, sale del edificio del centro comercial y arroja el revólver a una
alcantarilladedesagüedelaparcamiento.Semeteensucocheyregresaacasa,alaquellegamucho
antesdequelohagastú.Paraentonces,JeanestáyadevueltaensucasaconAlex,sabedoraslasdos
dequetúhassalidodenocheaalgunamisteriosagestión.Ningunadelasdoshavistosaliroentrar
después a Barbara. Así que, cuando Ezra desaparece y hallamos después su cadáver, Jean da por
sentado que tú has tenido que ver con su desaparición. O quizá no lo haya creído hasta más tarde
cuando, una vez aparecido muerto, tú aduces una falsa coartada…, una que Jean sabe que no se
corresponde con la realidad. Recuerda entonces la noche en cuestión y saca una conclusión
razonable.
Yoyaestabaasintiendoparamí:
—Tienesentido,sí.
—Debió de ocurrir más o menos de esta manera. ¿Así exactamente? ¿Quién sabe? Tan solo
Barbarapuededecirloconcerteza.Peronolohará.Nosésipodráhacerlosiquiera.Coneltiempo…,
talvez.
—¿QuépasóconelcochedeEzra?
—Lo robarían, probablemente. Barbara hubiera querido que descubriéramos el cuerpo mucho
antes, para que se procediera a la legalización del testamento. El coche hubiese podido atraer la
atenciónhaciaEzra,asíquelodejóallí.Sequedóconlasllavesdelaoficinaparapodervolveraella
de noche y recuperar las cintas de vídeo. Las del auto las dejaría probablemente en él, como una
invitaciónparaquienquisierarobarlo.—Millssonrióuninstantemostrandodenuevolosdientes—.
Estosúltimosdieciochomeseshandebidodeserunatorturaterribleparaella,pensandoeneldineral
queteníaasualcanceconsoloquealguiendescubrieraelcadáver.
—Todavíaquedaunacosaquenoentiendo.
—¿Quées?—preguntóMills.
—Si Barbara se metió en esto por dinero, ¿por qué intentó matarme? No podía heredar si yo
moría…¿Porquénoselimitóasacareldineroylasjoyasdelacajaymarcharsesinmás?¿Quéla
impulsóaquedarseallí,sinoteníanadaqueganar?
Porprimeravez,Millspareciósinceramenteapenadaysequedómirandodurantelargoratosus
manosenlazadas.
—¿Mills?—insistí.Jamáslahabíavistodudartanto.Cuando,porfin,alzólavista,teníasombras
enlosojos.
—Esverdadloquemedijiste,¿no?Nuncallegastealeereltestamentodetupadre.
—Laúnicavezquelovifuecuandotúmelomostraste.
Asintióymiródenuevosusmanos.
—¿Porqué?—lepregunté.
—BarbaraconvencióaEzradequeaumentaralacantidaddedineroquetedejabaenfideicomiso.
Decía la verdad cuando te lo contó. Pero hay otra cosa que no te dijo. Una cláusula inusual en un
testamento.DebiódeserideadeBarbara.SegúnClarenceHambly,tupadrelainsertóenélunosseis
meses antes de morir. Debió de ser poco después de que Ezra y Barbara comenzaran a acostarse
juntos. Pero Ezra cambió de idea después. Hambly dice que pretendía quitar esa cláusula. Tal vez
porquesedieracuentadelincentivotangrandequepodíaser.
—Nocomprendo.
—Piensoquetupadrecomprendiólopeligrosaquepodíallegarasertuesposa.Nolosé,Work,
pero lo presiento. Creo que al final lo entendió. Vio que te ponía en peligro. Tu padre le pidió a
Hambly que redactara nuevos documentos; había fijado ya una reunión para firmarlos. Barbara lo
matóantesdequeelcambiosehicieraoficial.
—¿Quédecíaesacláusula?
OíqueMillssuspirabay,cuandovolvióalevantarlamirada,surostromostrabaunahumanidad
comojamáslehabíavisto.Suvoznorevelabaemoción,perosentíqueledolíadecirlo:
—Enelcasodetumuerte,losquincemillonesdedólaresquedaríanenfideicomisodecualquier
descendientequetuvieras.Barbaraseríalaalbaceadelfideicomisoytendríapoderesprácticamente
ilimitados,asudiscreción,sobrecómoempleareldinero.
—Noentiendo…—dije,perodeprontosemehizolaluz—.¿EstáencintaBarbara?—pregunté.
Millsapenaspudomirarme.
—Estabaencinta,Work.Abortóayer.
35
Douglasvinoavermeunavez;sequedóparadoenlapuertahastaqueloviymeofrecióluegouna
sonrisa que le salió más bien como mueca. Tenía la piel hinchada bajo los ojos y por debajo del
mentón.Estabafatal.Tratódedisculparseymeexplicóquesoloestabahaciendosutrabajo,queno
habíanadapersonal;perorehuíamisojosy,adiferenciadeMills,nosemostrabasinceroenninguna
delaspalabrasquedecía.Habíaclavadosusdientesenmíylehabíaencontradogustoalacosa.Lo
habíavistoeneltribunalyenlaformacomosonriócuandolosalguacilesvolvieronaponermelas
esposas.Cualquierpesarsuyoerafrutodesumalaconcienciaydelsaberqueseesperabannuevas
eleccionesalavueltadelaesquina.PorqueinclusoenelcondadodeRowannadievotaríaporunloco
al que los periódicos habían puesto a parir. Me dijo que no me procesaría por haber intentado
destruirpruebas,peroluegodesviólamiradaymedijoque,sinembargo,erasudeberinformarde
mi comportamiento a la asociación de abogados de Carolina del Norte. Los dos sabíamos que una
denunciaasísupondríamiexpulsióndelaasociación.Peroaquellonomeimportabalomásmínimo
ysequedómuysorprendidocuandoledijequenosepreocupara.Cuandointentófingirotrasonrisa,
lesugeríquemehicieraelfavordelargarseconvientofrescoynoaparecermáspormihabitación
delhospital.
Tuvetambiénotrosvisitantes:abogados,vecinos,inclusoalgunosviejosamigosdelainfancia…,
que acudieron movidos probablemente por la curiosidad. Me dijeron las mismas cosas, que me
sonaron a falsas. Sabía perfectamente lo que habían pensado de mí, y unos cuantos cumplidos no
conseguiríanhacerqueolvidaralasquenohabíansidodichasensumomento.Perohiceloquetenía
quehacer:agradecerlessuvisitaydesearlesunavidafeliz.ConeldoctorStokesfuemuydiferente.
Vino varias veces a verme y estuvimos conversando de mil pequeñeces. Me contó anécdotas de mi
madre y de trastadas que yo había hecho de niño. Me hizo mucho bien y, después de cada
conversaciónconél,mesentíunpocomásfuerte.Ensuúltimavisita,leestrechélamanoyledije
queteníaenmíunamigoparatodalavida.Élsonrió,medijoquejamáslohabíadudadoeinsistióen
que la próxima vez que tomáramos una copa correría de su cuenta. Después me estrechó la mano
suaveperosolemnementey,cuandosalíadelahabitación,meparecióquesupersonairradiabauna
luzinterior.
Jean y Alex se presentaron el día antes de que me dieran el alta. Habían hecho las maletas y
estabanlistasparamarchar.
—¿Adónde?—pregunté.
—Alnorte.AVermont,quizá.
MiréaAlex,quesostuvomimiradaconlamismafuerzainquebrantabledesiempre.Peroestavez
nohabíaningunaanimosidadenella,ycomprendíqueJeannomehabíamentido:cuandollegarala
ocasión,seríabienrecibidoensucasa.
—Cuidadeella—lepedí.
Alexmeextendiólamanoyselaestreché.
—Loharésiempre—medijo.
DespuésmevolvídenuevohaciaJean:
—Enviadmevuestradirección.Tendréalgúndineroparavosotrasencuantohayavendidolacasa
ylasoficinas.
—Prefieroqueloreconsideres.Nonecesitamosnadadeél.
—Noserádeél.Serácosamía.
—¿Estásseguro?
—Quieroquelotengas—dije—.Empléalobien.Quesirvaparaqueconstruyáisvuestravida.
—Esmuchodinero…
Meencogídehombros.
—Tedebomuchomásquedinero,Jean.Eslomínimoquepuedohacer.
Jeanmemiróentonces.Yparecióhacerlotanprofundamentequenofuicapazdeocultarelvacío
que sentía dentro de mí: el eco de una extrema soledad. No podía esconder la sensación de
culpabilidadquesurgíaenmícadavezquelamiraba.Alfinal,tuvequedesviarlavista.
Oíentoncessuvozyestavezhabíaalgonuevoenella.¿Fortaleza,talvez?¿Unaclaridadpropia?
—¿Nosdejasunminuto,Alex?—dijo.
—¡Claro!—respondióAlex—.Cuídate,Work.
Almomentosiguienteestábamosasolasmihermanayyotraslapuertacerradadelahabitación
delhospital.Jeantomóunasillaysesentóamilado.
—Túnomedebesnada—measeguró.
—Porsupuestoquesí.
—¿Porqué?
Measombróinclusoquepudierahacermeaquellapregunta.
—Portodo,Jean…Pornohaberteprotegidomás.Pornohabersidounhermanomejorparati…
—Mispalabrascaíanenelestrechoespacioquehabíaentrelosdos.Retorcílasmanosbajolafina
sábanaylointentédenuevoporquenecesitabaqueloentendiera—.Pornohabertenidofeenti.Por
permitirqueEzratetrataracomolohizo…
Ellaserioentonces,yelsonidodesurisamedolió;porquemehabíacostadomuchopronunciar
aquellaspalabras.
—¿Lodicesenserio?—mepreguntó.
—Completamenteenserio.
La risa desapareció de su cara. Se reclinó en el respaldo de su silla y me estudió con los ojos
húmedos.Peronoestabaalbordedelllanto,sinomuylejosdeello.
—Déjamequetehagaunapregunta—medijo.
—Loquequieras.
—Yquieroquetelopiensesbienantesderesponder.
—Deacuerdo.
—¿PorquécreesquetemetióEzraenelbufete?
—¿Cómo?
—¿Porquéteanimóaquefuerasalafacultaddederecho?¿Porquétediotrabajo?
Hiceloquemehabíapedido.Reflexionéantesderesponder:
—Nolosé.—Yañadí—:Jamásmelohabíaplanteadoantes.
—De acuerdo. Otra pregunta. ¿Hubo algún momento en que cambió tu relación con él? Estoy
hablandodehacemuchotiempo,Work…
—¿Dealgolejano,comolaniñez?
—Aesomerefieroexactamente…,alaniñez.
—Estábamosmuyunidosélyyoentonces.
—¿Ycuándodejasteisdeestarlo?
—Oye,Jean…¿Quéobjetotieneesto?
—Dime…¿cuándocambió?
—Nolosé…,¿vale?Nolosé.
—¡Diossanto,Work…!Avecespuedesserrealmenteunpocozoquete…Cambiódelanocheala
mañana.CambióeldíaenqueestuvimossaltandoporJimmy.Antesdeaqueldíaerasunaastilladesu
mismopalo,peroentoncestemetisteenaquelarroyo.Y,despuésdeeso,todocambióentrevosotros.
Yojamásentendíporqué…,noloentendíentonces.Perohepensadomuchosobreelloycreoque
ahoralosé.
Nonecesitabaoírmás.Laverdaderademasiadodesagradable;nuncasecallaba,yestoeraloque
medecía:quemipadremehabíasentidodistintoapartirdeaqueldía;quesehabíadadocuentademi
cambioysesentíaavergonzadodemí,aunquenosupieraexactamenteporqué.Decíaqueyanunca
podríasentirelmismorespetopormídespuésdeaquello,quepercibíamidegradacióncomountufo
a basura podrida, y que por eso se apartó de mí. Incluso hoy me doy cuenta de que murió
despreciándome.
Miréfinalmenteamihermana,temiendoverenellaunasombradeesemismodesprecio.
—¿Losabes?—pregunté.
—Comenzasteesedíasiendounniño,Work…,elpequeñodeEzra…,unreflejodeélquizá,pero
nomásqueeso.Alguienalquepodíamirardesdesuvagoorgullo,señalarloydecir:«Esmihijo…,
mi chico». Pero saliste de aquel agujero convertido en un hombre, un héroe, una persona a la que
todosmiraban…Yélnopodíasoportarunacosaasí.Erastú,noél,elcentrodelaatencióndetodos.
Y él odiaba eso; lo odiaba hasta el punto de avasallarte y rebajarte para que jamás pudieras
sobrepujarlo de nuevo. Fue a partir de ese momento cuando cambió su actitud hacia ti, y este el
motivodequelohiciera.
—Nosé,Jean…
—¿Cuántosadultoscreesquesehubieranatrevidoaadentrarsesolosporeseagujero?Yotelo
diré:muypocos.Y,ciertamente,nonuestropadre.Mefijéenlacaraquepusocuandotesacaronde
allíylagentecomenzóaaplaudirte.
—¿Aplaudieron?—pregunté.
—Puesclaroquesí.
—Norecuerdoeso—dije,ynolorecordabaenrealidad.
Tansoloconservabaenlamemoriamiradasdespectivas,quehicieronquemesintieraridículo,y
dedos acusadores. Recordaba a Ezra, bebido, diciéndole a mi madre que yo era solo un perfecto
imbécil:«¡Quécoñovaaserunhéroe!»,esoesloqueledijo.
—Vanessa Stolen probablemente hubiera muerto ese día, violada y asesinada a los quince años.
¿Cuántoschicosdedoceañoshansalvadounavida?¿Cuántoshombresadultoslohanhecho?Esalgo
excepcional, y para lo que se necesita valor. Solo nuestro padre podía lograr que tú no vieras eso,
peroesloquehizo.Ylohizo,además,apropósito.
LaspalabrasdeJeanmedestruían.Yonoeraningúnhéroe.Mipadreacertabaaldecirlo.Perolo
quemihermanaañadióluegoarrojóalgunaluzenlanieblaqueofuscabamiespíritu:
—Ezraquisoqueentrarasensubufeteparatenertesometidoaél.
—¿Yeso?
—Túnotienesmaderadeabogado,Work.Ereslisto,sinduda,peroeresunsoñador.Tienesun
grancorazón.NadiepodíasaberlomejorqueEzra.Sabíaquetújamásteensañaríasconnadie,como
él era muy capaz de hacer, y que, al contrario que a él, a ti no te interesaría el dinero; lo que
significaba que jamás triunfarías en la vida como él. Tenerte en el bufete era seguro para Ezra.
Mientrasestuvierasallí,jamásllegaríasaserelhombrequeélera.Jamástanfuerte,jamástanseguro
deti.—Hizounapausayseinclinóhaciamí—:Quenuncaseríasunaamenaza.
—¿Deverdadcreeseso?—pregunté.
—Fíatedemí.
—Peronadadeesomelibradeculpa.Aúnestoyendeudacontigo.
—Todavíanoloentiendes,¿verdad?Tetratóatimuchopeordeloqueseportóconmigo.Enmi
casofuesimplemisoginia.Yoeraunamujery,porconsiguiente,depocovalorparaél.Peroentu
caso fue algo personal. Montó una campaña contra ti, Work. Una guerra en toda regla, como solo
nuestro padre sabía librar. Porque, para bien o para mal, era un luchador. —Rio de nuevo con una
notadeamarguraydesesperoenlavoz—.Hablasdeprotegermedeél…¡Diossanto,Work…!Jamás
tuvistelamenoroportunidaddelograrlo.
—Quizá—asentí—.Tendréquepensarlo.
—Hazlo—medijo—.Élestámuerto.Nopermitasquesigahundiéndotemás.
DerepentemesentícansadoparaseguirhablandodeEzra.Probablementemecostaríaañossalir
delaconfusiónquehabíacreadoenmicabeza,peroeldesastremeparecíamenoscompletoahora.Y
tal vez Jean estuviera en lo cierto. Tal vez necesitara tomarme un descanso. Tenía solo doce años
cuandoaquellohabíaocurrido,yahorameparecíaunmomentoremotoenmiinfancia.
—Teecharédemenos,Jean.
Ellaselevantóyapoyósumanoenmihombro.
—Estabasdispuestoairalacárcelpormí,Work.Esotehaceunhombremuybueno.Mejorque
cualquieraqueyohayaconocido.Recuerdaesocuandolascosasnotevayanbien.
—Tequiero,Jean.
—Yotambiéntequiero—replicó—.Yenesosesuponequehadeconsistirunafamilia.—Cruzó
la habitación y se detuvo ante la puerta. La abrió y se volvió a mirar atrás—. Te llamaré cuando
lleguemosadondevamos.
Después salió de la habitación y, mientras la puerta batiente se cerraba tras ella, vi a Alex
materializarseasulado.Pasóelbrazoalrededordemihermanaylaencaminóhaciaelvestíbulo.La
puertaqueseinterponíaentrelosdosaúnseabrióunresquicioantesdecerrarseporcompleto,yen
aquelúltimosegundoviqueJeanestaballorando.Peroelsuyoeraunllantobueno,saludable,queme
dio la convicción de que, cuando hubieran encontrado el lugar donde instalarse, me llamaría.
Encontréungranconsueloenestepensamiento.
Aldíasiguienteestabareuniendomisescasaspertenenciasparadejarelhospitalcuandoapareció
Maxenlapuertademihabitación.Teníaexactamenteelmismoaspectodesiempre.
—¿Quiereustedqueledevuelvasuperro?—mepreguntósinningúnpreámbulo.
—Sí—respondí.
—¡Malditasea!—exclamó,ysemarchó.Pudeoírsuvozrezongandoenvozaltaporelpasillo—:
Vengaustedavermecuandoquiera.Puedequeselodevuelvaopuedequeno…,pero,encualquier
caso,nostomaremosunacerveza.
Mereíconganasporprimeravez.
Una hora más tarde entraba en casa, en un edificio que vibraba a cada paso que daba en su
interior.Noloecharíademenos,porsupuesto,perodecidítomarunacervezaenelporchededelante
ysentarmeallícomomegustabahacer.Vicómoelsolbajabasobreelparquemásalládelotrolado
delacalle.Rozabayalascopasdelosárbolescuandopenséenirabuscarotracerveza.Peronome
levanté,yelsolsiguióhundiéndosemientrasloobservaba.Permanecísentadoallíhastayaavanzada
la noche, escuchando los sonidos a mi alrededor. Eran sonidos familiares, cómodos, sonidos
urbanos,ymepreguntésilosecharíademenos.
AldíasiguienteenterraronaEzra,yunavezlehubierondadosepultura,penséenirabuscara
Vanessa. Le diría lo que tenía que decirle, le haría todas las promesas que fueran necesarias.
Necesitabaestarconella,simeaceptaba,perosolounavezquelehubieradichotodalaverdad.Si
tenía que suplicarle, lo haría. Esa era la maldición de la sinceridad y el precio que pagaría yo
gustosamente.Porqueahoraveíalascosascomojamáslashabíavistoantes.Estabadispuestoaseguir
mi propio camino, pero necesitaba que ella lo anduviera conmigo. Necesitaba hacer la vida que
hubieradebidovivirsiempre.
Por eso, cuando salió el sol al día siguiente, me tomé todo el tiempo preciso para afeitarme,
cepillarmeaconciencialosdientesypeinarmebien.Despuésdelocualmepusemistejanosfavoritos
y un par de gruesas botas. El funeral estaba fijado para las diez, pero no tenía intención de ir. En
realidad,Jeanloexpresóperfectamentecuandolepreguntésiasistiría:
—Esa noche murió para mí, Work. Como lo he dicho siempre. No podrán enterrarlo más
profundamente.
Aunasí,meacerquéconelcochealaiglesia;pasépordelantedeellayviellargocochenegro
queloconduciríahastalafosaquehabíancavado.Cuandosalieron,yoaúnseguíaallí.Talveznoera
como Jean; quizá necesitara verlo. Pero, cualquiera que fuese la razón, seguí el cortejo de coches
hastaelcementerioenlasafuerasdelaciudad.Cuandodoblaronparaentrarporlaverjaprincipal,yo
seguí adelante. Encontré la carretera de servicio que subía por la colina y avancé por ella hasta
encontrarunlugardesdeelquepodíaobservar.Habíaenélunárbolmuyalto;apoyélaespaldaenel
nudosotroncoyestuveobservandodesdeallíalagrisconcurrenciareunida,mientrasdescendíande
sus caros coches. Se congregaron alrededor de una fosa rectangular que, desde donde estaba, me
pareciódemasiadopequeña,ydespuésviaunhombre,queprobablementeeraelpredicador:extendía
losbrazosreclamandosilencio,perosuspalabrasseperdieronenunasúbitaráfagadeviento…,que
mepareciósumamenteoportuna.Porque…¿quépodríadecirqueamímeparecieraadecuado?
Estuveallíhastaquecubrierondetierraelataúd.Y,cuandosehubieronidotodos,bajéamirarde
cercaelpequeñomontículoformado.Aúnnohabíalápidaenél,peroyoyasabíacuálibaaserla
inscripción.Habíanrecurridoamíparaqueeligieralaspalabras,yyolohabíahecholomejorque
pude:
«EzraPickens»,seleeríaenella.«SuverdadvaconÉl».
Permanecí junto a la tumba un buen rato, pero sobre todo estuve mirando el lugar donde
descansabamimadre.¿Meagradeceríaquelohubierapuestoasulado?¿Ohubierapreferidoestar
allísola?Tambiénenestohabíaprocuradoactuarlomejorquepodía.Comopenséquedesearíaella.
Habíavividojuntoaélsinquejarse;quefueraasítambiénenlamuerte.Peroenmicorazónmesentía
furiosoysabíaquesiempredudaríadelaconvenienciademidecisión.Peroloquelehabíadichoa
Barbaraeracierto.Lavidaescomplicada,ylamuerte,porlovisto,noeraunaexcepción.
Cuando oí el ruido de un motor a lo lejos no presté atención. Probablemente hubiera debido
hacerlo porque, cuando apareció a mi lado Vanessa, habría podido recibirla con una sonrisa; pero
todoloqueestabamirandoeralatierrareciénremovida,yloscaracteresesculpidosconelnombre
demimadreensulápida,hastaqueellahablóymetocóenelhombro.Mevolvíparamirarlayme
estrechólamano.Pronunciésunombreyellameabrazófuertemente.Susbrazoseranfinosyfuertes,
yolíacomoelrío.Meapoyéenella,ysumanosemovióparaponerlasobreminuca.Cuandome
aparté un poco, tenía una razón para hacerlo: necesitaba ver sus ojos, ver si había en ellos algún
motivodeesperanza.Yloencontré,porqueeranunosojoslimpiosyclaros;ysupe,antesdehablar,
quenosentenderíamoslosdos.
Perohabíaquedecirlaspalabras,aunquenoallí,alasombradelatumbadeEzra.Poresotomé
su mano de granjera y la conduje lentamente colina arriba, hasta el lugar resguardado que había
encontrado en la ladera. Le dije en primer lugar que la amaba, y ella desvió la mirada hacia las
hilerasdelápidasgrabadas.Luegolavolvióhaciamíytratódehablar,peroyolainterrumpíconun
gesto. Pensé en el día en que nos conocimos, el día en que habíamos saltado por Jimmy. Fue allí
donde comenzó todo, donde todo cambió y donde estuvo a punto de terminar nuestro futuro. Si
teníamosalgunaposibilidaddevivirjuntos,ellateníaquesaberlotododeaqueldía,tantocomoyo
necesitabacontárselo.Asíledijetodoloqueteníaquedecirle,yjamáshubopalabrasmássinceras.
Epílogo
Hanpasadomuchosmeses,yeldolorhadisminuidohastanosermásqueunapunzadaocasional.
Aún me cuesta dormir por la noche, pero no me importa: mis pensamientos no son desagradables.
Guardo la carta de Vanessa en el cajón de mi mesilla de noche, y la leo de cuando en cuando,
habitualmenteporlanoche.Merecuerdalocercaqueheestadodemoriryquelavidanoesalgoque
deba darse por descontado. Me hace ser sincero y mantiene en mí lo que he dado en llamar «esta
preciosatransparencia».
El reloj marca unos minutos después de las cinco y, aunque mis jornadas comienzan temprano
ahora,notengoprisa;ytodavíatengofrescoenmímisueño.Asíquepongolospiesenelsueloy
salgodelahabitación.Enelpasilloentralaluzdelaluna,ylasigohastalaventana.Veoabajolos
silenciososcampos,ymirodespuésamiderecha,haciaelrío:serpenteaenlontananzacomounhilo
deplata,yyopiensoenlascorrientesyeltiempo,enlascosasquehansidoarrastradasporél.
Lostribunalesdecidieronqueeldineroylasjoyasdelacajadecaudalesdemipadreformaban
partedesuherencia.Irían,pues,alafundación.Perovendíenseguidalosedificiosporunpreciomás
altodelquehabíaesperado.AlfinalenviéunosochocientosmildólaresaJean,quelosempleópara
comprarunacabañaenlasorillasboscosasdellagoChamplain.Aúnnolahevisitado.Jeanmedijo
queesdemasiadopronto,queaúnnoestánacostumbradasaaquello.Perohemoshabladodevernos
porNavidades.
Quizá.
En cuanto a mi parte del dinero, lo empleé lo mejor que pude. Restauré el viejo edificio de la
granja, compré un tractor decente y adquirí la parcela de ochenta hectáreas contigua. Es una buena
tierra,consuelofértilyunmanantialquebrotaconfuerza.Heechadoelojoatreintahectáreasque
bordeanlapropiedadporelsur,perolosvendedoresestánaltantodemiinterésysuprecioesaún
demasiadoelevado.Puedotenerpaciencia.
Oigoquelapuertaseabreamisespaldasysonríoamipesar.Ellasolosedespiertacuandobusco
micaminohaciaestaventana.Escomosisupieraqueestoyaquíyselevantaparareunirseconmigoy
mirarlosdosjuntoselhuertoquehemoshecho.Susbrazossedeslizan,calientes,pormipecho,y
veosurostroreflejadoenlaventana…ElrostrodeVanessa,miesposa.
—¿Enquéestáspensando?—mepregunta.
—Hesoñadodenuevo.
—¿Elmismosueño?
—Sí.
—Vuelvealacama—medice.
—Enunminuto.
Mebesayvuelvealacama.
Mismanosencuentranelalféizarynotanlacorrientedeairefríoquesecuelaporallí.Piensoen
todoloqueheaprendidodeestascosasyenlomuchoqueaúnmequedapordescubrir.Lavidadel
granjeroesdifícil,estárepletadeinseguridades,ygranpartedeellaresultanuevaparamí.Perohe
adelgazadoyrecibocongustolaslargashorasquehanhechotanreciasmismanos.Estavidameva.
Nohayprisas,niparapensarniparaactuar,yesotalvezesloquemehaaportadoelmayorcambio
detodos,porqueaúnnopuedohacermeunsoloreproche.
Sigosiendo,contodo,elhijodemipadre,ynomeresultaposibleescaparporcompletodelas
censurableseleccionesqueélhizo.Séquenuncapodréperdonarle.Peroaldestino,quepuedesertan
veleidoso,nolefaltaciertosentidodelajusticia.EzrautilizóaBarbara,lamanipulóparasuspropios
yretorcidosfines.Porinsistenciasuya,cambiósutestamentoeincluyóunacláusuladisponiendoque,
cuandoseprodujeramimuerte,cualquierhijomíoheredaselosquincemillonesdedólares.Fueidea
deBarbara,sumedidadeseguridad,yestoyconvencidodequemipadredecidiórevocarlaunavez
quetomóladeterminacióndeterminarconella.PeroBarbaralomatóantesdequehubierapodido
firmarlosnuevosdocumentos.Quizálohizoporeso.Nuncalosabré.Perocuandoporfintuvela
oportunidad de leer detenidamente el testamento, caí en la cuenta de que no se especificaba en él
ningún límite de tiempo. Estudié el asunto, y esto fue lo que concluí: que, cuando yo muriera,
independientementedelmomentoenqueocurrieramifallecimiento,mihijoheredaríaunagranparte
de los millones de Ezra. Presenté, pues, una advertencia de suspensión, solicitando un juicio
declaratorio.Hamblyseopuso,naturalmente,yelhechodeperderloloamargótodavíamás.Peroel
testamentoestabaredactadoentérminosmuyclaros,ylaleyapoyómiinterpretación.
Alcabodeunratovuelvosobremispasosymedeslizobajolasropasdelacama.Vanessaestá
caliente,acostadadelado,yyomearrimoaellatodoloquepuedo.Misueñoparecemásrealcada
vez,ycadavezmecuestamásdejarlo.Estamoslostrescaminandosobreunprado.
Cuéntamelahistoria,papá.
¿Quéhistoria?
Mipreferida.
AlargolamanobuscandoaVanessa,yencuentrosuvientre.Ellasehundemásbajolasropasde
lacamayseacurrucacontramí.
—Esperoqueseaunaniña—lesusurro.
—Loes—dice,yapoyasumanosobrelamía.
Nopuedodecirsiesquelosabeo,simplemente,quelopresiente.Peroparamíesbastante.Oigo
suvozenelsueño—lavozdemihijita—ypiensoenlagranfortunaqueundíaserásuya.Pienso
porúltimavezenmipadre,yensusideasacercadelasmujeresyeldinero.Hayunajusticiapoética
enesto,unaironíaquecompletaelcírculo,ymepreguntosiharáqueserevuelvaensutumbaoscura
yeterna.
Me quedo en la cama unos minutos más, pero el día despunta y no tengo sueño. Me pongo los
tejanosyunsuéter,yHuesomesigueescalerasabajo.Hacefríofuera,ymequedoenelporcheenla
luz del crepúsculo. Tomo una gran bocanada de aire que me llena los pulmones y contemplo los
campossilenciosos.Hayunanieblabajaenlasoquedades,ylascumbresdelascolinassealzanpara
recibirlosprimerosrayosdelsol.
JOHN HART, es un autor de novela criminal, ganador del Premio Edgar en 2008 por su segunda
novela,DownRiveryen2010porTheLastChild.
Segúnsupropiadescripción:
«NacíenDurham,CarolinadelNorteen1965,hijodeunjovencirujanoyunaprofesoradefrancés
que dejó la enseñanza para criar a sus hijos. Con el tiempo, me mudé a Rowan County, donde
transcurrenElreydelamentirayDownriver,yenelquesebasalibrementeelficticiocondadode
Raven.Mirecuerdofavoritodelainfanciaesunagranjadequinientashectáreasqueyahacaídobajo
la marea arrolladora de la urbanización que está devorando lentamente gran parte de Carolina del
Norte.
»Asistí al Davidson College, una universidad fantástica, justo al norte de Charlotte, donde estudié
literaturafrancesa.Mástarde,obtuvelostítulosdeposgradoencontabilidadyderecho.Hetrabajado
comobanquero,corredordebolsayabogado.Tambiénhepasadolargosdíaslijandomaderadeteca
enlacostadeCarolina,trabajandoenhelicópterosenAlaskaysirviendopintasenunpubdeLondres.
Creoqueeltrabajodelpuberaelquemásmegustaba.
»Mi único y verdadero sueño ha sido escribir bien y que se publicara. Admiro a aquellos que son
capacesdeescribiralascuatrodelamañanaytodavíafuncionanenelmundoreal.Despuésdedos
intentosfallidos,decidíquecarecíadeeseparticulartalento.Asípues,conunahijapequeñayotraen
camino, lo dejé todo para intentar cumplir mi sueño. Pasé la mayor parte de todo un año en un
cubículoenlaBibliotecaPúblicadelCondadodeRowan.Elreydelasmentiraseselresultado.
»Yosolíanavegar,pilotarhelicópterosyjugarmuchoalgolf,peroesospasatiempossequedaronen
el camino. Mis hijos son aún jóvenes y la escritura exige mucho. En realidad, tengo tres grandes
pasiones:mifamilia,laescritura,ylaproteccióndelosparajesdeCarolinadelNorte.Coneltiempo,
esperopoderhacerhuecoamáscosas.Porahora,sinembargo,esoestodo;yessuficiente».
Notas
[1]LaislaFormadeOcho.Exclusivocentroderecreoydevacacionessituadojuntoalocéanoala
alturadeWilmington,CarolinadelNorte.(N.delT.).<<
[2]Worksignifica«trabajo»eninglés.Deahíeljuegodepalabras.(N.delT.).<<
[3]LosderechosacercadelosquedebeserinformadoundetenidoporlapolicíaenEstadosUnidos
seconocenconelnombrede«derechosMiranda»,enrecuerdodeErnestoMiranda,aquienen1966
el Tribunal Supremo de Estados Unidos le reconoció tales derechos y, en base a ello, anuló una
confesióndeculpabilidadquehabíafirmadoantelapolicía.(N.delT.).<<

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