El rey de la mentira
Transcripción
El rey de la mentira
JacksonWorkmanPickens,conocidoportodoscomoWork,esunabogadocriminalistade Carolina del Norte, sur de Estados Unidos. Atrapado en un matrimonio muy conflictivo, abrumado por los problemas psicológicos de su inestable hermana, Work se encuentra repentinamente bajo sospecha cuando aparece el cadáver de su padre, más de un año despuésdesudesaparición.Demostrarsuinocenciaseconvierteapartirdeentoncesensu únicoobjetivo;unabúsqueda,delaquedependerásulibertad,quereabriráantiguasheridas yqueleobligaráahacerfrentetantoasupasadocomoasudestino. JohnHart Elreydelamentira ePubr1.0 Ablewhit e20.06.15 Títulooriginal:TheKingofLies JohnHart,2006 Traducción:FranciscoJavierCalzada Editordigital:Ablewhite ePubbaser1.2 ParaKatie Agradecimientos Nadaocurreenunvacío,ypublicarunanovelanoesunaexcepciónaestaregla.Senecesitatiempo y fe, y el camino puede ser largo. Querría expresar mi más sincero agradecimiento a cuantos lo recorrieronconmigo. En primer lugar y por encima de todo, quisiera dar las gracias a mi esposa, Katie, fuente de constante apoyo y de impagable consejo… así como la mirada más competente que un escritor de ficción desearía tener siempre por encima de su hombro. Te quiero, cariño. A mi agente y buen amigo, Mickey Choate, que no temió apostar por un novato: gracias por tu fe en mí y por tus lecciones. Y, en la misma línea, muchas gracias a mi editor, Pete Wolverton, el hombre más irreverenteymáscapazqueheconocidoentodamivida.Quenuncasedigaquetúnotemojas.A Katie Gilligan, que es aguda como una chincheta…: gracias por aguantarme; eres la mejor. Y un agradecimiento general y sincero a todos cuantos han trabajado tan diligentemente en St. Martin’s Press,St.Martin’sMinotauryThomasDunneBooksparahacerposibleestelibro. Mimásprofundagratitudatodoslosqueleyeronelmanuscritoensupeorestadoyaúnsiguen considerándomeamigosuyo.Y,enparticular,aaquelloscuyabenevolenciafuetanevidente:aNancy y Bill Stanback, Kay y Norde Wilson, John y Annie Hart, Mary Hart, Charlotte y Doug Scudder, Sterling Hart, Ken Peck, Annie P. Hart, John y Megan Stanback, Anne Stanback, Charlotte Kinlock, Mark Stanback, Nancy Popkin, Joy Hart, John Betts, Boyd Miller, Stan y Ashley Dunham, Sanders Cockman, Sean Scapelatto, George Guise, Linda Parker, Darby Henley, Debbie Bernhardt Gray y Allison Wilson, y David y Jennifer Wilson. Doy las gracias en especial a Clint y Jody Robins, que siempreestuvieronpresentes,yaMarkWitte,unamigodelapalabraescrita,quesiempretuvouna excelente idea. Gracias también a James Randolph, abogado y amigo que se tomó el trabajo de cerciorarse de que no hubiera olvidado demasiadas cosas acerca de la ley, y a Erick Ellsweig, que sabeperfectamentelarazónporlaquelomencionoaquí.Yqueconsteque,siheolvidadonombrara alguno,elfalloesexclusivamentemío.Tened,sinembargo,laseguridaddequeosrecuerdoatodos yquecontáistambiénconmigratitud. Hayotrosconlosquemeheencontradoenelcamino…personasconlasquejamásimaginéque mecruzaría,peroquemehanayudadoahacerqueestaexperienciafueramuchomásdeloquenunca esperéquepodríallegaraser.MiagradecimientomáscalurosoaMarkBozekyRussellNuce,que adquirieronlosderechosparaelcine,yalosmaravillososautoresquehansidotanamablesdeleer este libro y de compartir sus ideas al respecto: Pat Conroy, Martin Clark, Steve Hamilton, Thomas Perry,MarkChildressySheriReynolds.Hasidoparamíunextraordinarioprivilegiocontarconsu ayuda. Finalmente,unagradecimientosuperespecialamishijasTaylorySophie,porsermaravillosas. 1 Siempreheoídodecirquelacárcelhueleadesesperación.¡Quétontería!Silacárcelhueleaalguna emoción,esatemor:temoralosvigilantes,temorarecibirunapalizaoserviolado,temordeser olvidadoporaquellosqueunavezteamaronyquepuedenonoseguiramándote.Peroyodiríaque, sobre todo, es el temor al tiempo y a todas las demás cosas oscuras que habitan en los rincones inexploradosdelamente.Agotareltiempo,llamanalacondena…¡menudochiste!Llevobastantes añosporaquíparatenerunaideamáscabaldelarealidad:eseltiempoelqueteagotaati. Duranteunrato,mehabíasentidobañadoenesetufocarcelario,sentadofrenteaunclientealque acababan de sentenciar a cadena perpetua. El juicio había sido condenatorio, como ya le había advertidoquesería.Laspruebaspresentadasporelfiscalfueronabrumadorasyeljuradonomostró la más mínima simpatía por un hombre condenado ya en tres ocasiones anteriores, que había disparado contra su hermano durante una discusión por un mando a distancia. Fueron doce sus supuestos iguales, y a ninguno de ellos le preocupó que hubiera estado bebiendo, que estuviese borracho como una cuba y que no lo matara intencionadamente. A nadie le importó que el tal hermanofueraunasnoyunsinvergüenzacontodaslasdelaley:noleimportóaningúnmiembro deljuradoytodavíamenosamí.Todoloqueyodeseabaeraexplicarlesumariamentecuáleseransus derechosdeapelación,responderalaspreguntaslegalesquequisierahacermeysaliraescapedeallí. MisolicituddereembolsodegastosalestadodeCarolinadelNortepodríaaguardarhastalamañana siguiente. Reconozcoquehabitualmenteyomemostrabaambivalente,comomucho,acercadelaprofesión quehabíaelegido,peroendíasasíodiabaserabogado;unodioquemepenetrabatanprofundamente que me hacía temer que algo estuviera mal dentro de mí. Que ocultaba como otros ocultarían una perversión. Ese día, además, me sentía peor de lo usual. Tal vez fuera por el caso en sí, o por el cliente,oporlasconsecuenciasemocionalesdeunatragediamás,completamenteinnecesaria.Había estadoenaquellamismahabitaciónuncentenardeveces,pero,noséporqué,estavezlaencontraba distinta.Lasparedesparecíanmoverseysentíuninstantededesorientación.Procurésacudírmelode encima,meaclarélagargantaymepuseenpie.Lascosassehabíanpresentadomaldesdeelprimer momento,peronoerayoquienhabíatomadoladecisióndeirajuicio.Cuandobajódelacaravana sosteniéndose a duras penas, ensangrentado y sollozando, tenía el arma en una mano y el mando a distanciaenlaotra.Laescenaocurríaaplenodíayélestababorrachoperdido.Elvecinomiróporla ventanilla cuando mi cliente comenzó a gritar. Vio la sangre, la pistola…, y llamó a la policía. Ningúnabogadohubierapodidoganaruncasoasí…,yfueloqueledije.Hubierapodidosacarlocon solo diez años, pero él se negó a aceptar una declaración de culpabilidad que hubiera podido servirmeparanegociarunacuerdo.Nisiquieraaceptóhablardeello. Puedequeelsentimientodeculpafueraexcesivoenél,oquealgoensuinteriornecesitaraese castigo.Encualquiercaso,todohabíaconcluidoya. Finalmente, desvió su mirada de los chanclos carcelarios que habían calzado un millar de pies antesquelossuyosyobligóasusojosafijarseenlosmíos.Lashúmedasaletasdesunarizaparecían brillantes bajo la cruda luz y sus ojos enrojecidos temblaban, aterrados por lo que veían en el rompecabezasdesumente.Eraélquienhabíaapretadoelgatillodelarma:unaverdadbrutalqueal finhabíaacabadoporarraigarensuespírituycuyahuellasehabíaidomarcandopocoapocoensu rostroenelcursodelasúltimashoras,mientrasélyyoconversábamos.Hastallegarelmomentoen que dejó de farfullar sus negativas y yo vi, inasequible, cómo sus esperanzas se marchitaban y morían.Habíavistotodoesoantes. Unatoscarrasposadesúbito,eldorsodelantebrazoqueextiendemucosidadporlasmejillas… —¿Yaestá,entonces?—preguntó. Nomemolestéenresponder.Élasentíayaparasíyamímeresultabafácilleersuspensamientos comosiestuvieranescritosenelairefríoyhúmedoquehabíaentrenosotros:cadenaperpetuayun hombrecomoél,queaúnnohabíacumplidoveintitrésaños.Senecesitabandías,engeneral,paraque estabrutalcertezaafloraraatravésdelaestúpidabravuconadaquehastaelmásneciodelosasesinos conducidoaquísecomplaceenrepresentarcomosifueraunaespeciedederechoinalienable.Perotal vezestetipofueramáslistodeloqueyopensaba.Enelbreveespaciodetiempotranscurridodesde que el juez dictara su sentencia, su mirada era ya la del condenado a perpetuidad. Le aguardaban cincuenta,talvezsesentaañosdetrásdelosmismosmurosdeladrillorojo.Sinposibilidadalgunade obtener la condicional. No dentro de veinte años, ni de treinta, ni de cuarenta años siquiera, sino a perpetuidad:todalaVida,conmayúsculas.Esomemataríaamí,yDiossabequeeslapuraverdad. Unamiradaamirelojdepulseramedijoquellevabaallídentrocasidoshoras,queeraellímite del que disponía. Sabía por experiencia que a esas alturas el olor habría impregnado mis ropas, y pudeverlashuellasdesudorquesusmanoshabíandejadoenmichaquetaalsaludarme.Sediocuenta dequelevantabamimiradadelrelojyélbajólasuya.Suspalabrasseevaporaronenelaireinmóvil, dejando un vacío que mi cuerpo llenó al levantarme. No le tendí la mano para despedirme, y él tampocomealargólasuya,peroadvertíunanuevarigidezensusdedos. Habíaenvejecidoantesdetiempo:estabarotoasusveintitrésaños,yyocreíahaberalejadopara siempre cualquier simpatía que pudiera albergar en su corazón. Comenzó a llorar, y sus lágrimas cayeronalmugrientosuelo.Eraunasesino,sinduda,peroapartirdelamañanasiguientesuvidaiba a ser un infierno en la tierra. Casi contra mi voluntad, alargué el brazo y apoyé la mano en su hombro.Élnolevantólacabeza,peromedijoquelosentía,yyosupequeestavezlodecíadeveras. Yo era su último contacto con el mundo real, el mundo con árboles. Todo lo demás había sido cortadoporlaafiladarealidaddesusentencia.Notéquesushombroscomenzabanatemblarbajomi mano,ysentíunenormevacío,quecasiparecíapesarfísicamentesobremí.Enestoestabacuando vinieronadecirmequeporfinhabíanencontradoelcuerpodemipadre.Laironíadelcasonoseme escapó. ElalguacilquemeescoltóalasalidadelacárceldelcondadodeRowanydespuéshastalaoficina delfiscaldeldistritoeraunhombrealtoyhuesudo,congrandescerdasgrisesdondelamayoríade loshombrestenemoscabellos.Nosemolestóendarmeconversaciónmientrasíbamosatravésdelas salas llenas de presos en los juzgados, y yo tampoco lo insté a hacerlo. Nunca he sido muy conversador. Elfiscaldeldistritoeraunhombredebajaestatura,deunaredondezdesarmante,queeracapazde apagaravoluntadelcentelleonaturaldesusojos:unespectáculodignodeverse.Paraalgunoseraun político,abiertoycordial.Paraotros,elfríoeinsensibleinstrumentodesuoficio.Yparaunospocos que estábamos en el ajo, un buen tipo: una persona a la que conocíamos y por la que sentíamos aprecio.Lehabíanheridodosvecesendefensadesupaíspero,adiferenciadeloquesolíallamarnos mipadre,jamásconsideróalosjóvenesdemiépocacomo«elbajovientredeunageneraciónqueno haconocidolaguerra».Respetabaamipadre,peroamímeapreciabacomopersona,aunquenunca he sabido con seguridad la razón. Tal vez porque yo no proclamaba a gritos la inocencia de mis clientesculpables,comohacíanlamayoríadelosabogadosdefensores.Oquizápormihermana…, aunqueesaeraunahistoriamuydiferente. —Work…—medijoencuantomevioentrarenlahabitación,sinmolestarseenponersedepie —,lamentomuchísimoesto.Ezraeraungranabogado. Como único hijo varón de Ezra Pickens, yo era para algunos Jackson Workman Pickens, pero casitodoelmundopreferíallamarme«Work»,enloqueamímeparecíaverunanotadehumor. —Douglas… —asentí, volviéndome al oír el ruido de la puerta del despacho al cerrarse a mi espaldaenelmomentoenquesalíaelalguacil—.¿Dóndeloencontrasteis?—pregunté. Douglassemetióunaplumaenelbolsillodelacamisayapagóelcentelleodesupupila. —Estonoesnormal,Work,peronoveasenelloningúntratoespecial.Estásaquíporquepensé quequerríasconocerlahistoriapormíantesdequeempezaraadifundirse.—Hizounapausayse pusoamiraratravésdelaventana—.SupusequetalvezquerríascontárselotúaJean. —¿Qué tiene que ver mi hermana en todo esto? —pregunté, consciente de que mi voz sonaba demasiado alta en el pequeño y atestado espacio. Sus ojos giraron hacia mí y durante un momento fuimosdosextraños. —Noquieroqueellaseentereporlosperiódicos.¿Ytú?—Suvozteníaahorauntonofrío,como si se hubiera malogrado la oportunidad—. Esta es solo una llamada de cortesía, Work. No puedo decirtemuchomásqueelsimplehechodequehemosencontradoelcadáver. —Hanpasadodieciochomesesdesdequedesapareció,Douglas:untiempodemasiadolargoenel quenohahabidomásqueinterrogantes,susurrosylascarasqueponelagentecuandopiensaquehay algoquenopuedesdecir.¿Tienesideadeloduroquehasidotodoesto? —Nocreasquenotecomprendo,Work,peroesonocambianada.Aúnnohemospodidoconcluir la investigación sobre el escenario del crimen. No puedo discutir el caso con un miembro de la asociacióndeabogadosdefensores.Sabesdesobralapésimaimpresiónqueesoproduciría. —Vamos, Douglas… Se trata de mi padre, no de algún innominado traficante de drogas… — Estabaclaroquenoconseguiríaconvencerlo—.¡Meconocesdetodalavida,porDios! Eraasí,enefecto…,meconocíadesdequeyoeraniño.Pero,siesoledabaalgúnpieparaquese dejarallevarporlossentimientos,nosereflejóenabsolutoensusojosahorasinluz.Mesenté,pues, ymepasélapalmadelamanoporlacara,olfateandoelolordelacárcelqueaúnnotabaenellay preguntándomesiélloestaríaoliendotambién. —Podemosseguirtodoslospasos—proseguíentonomástranquilo—,perotúsabesquelomás correctoesquemecuentesloquesepas. —Estamos hablando de un asesinato, Work, y va a ser el mayor notición que haya sacudido el paísentodaunadécada.Esomeponeenunasituacióndifícil.Vaahaberunenormerevueloenla prensa. —Necesito saberlo, Douglas. Jean ha sido la que lo ha pasado peor. Sabes que no es la misma desde aquella noche. Si tengo que hablarle de la muerte de nuestro padre, necesitaré darle algunos detalles…,melospedirá.Necesitarásaberlos,¡quédemonios!Pero,porencimadetodo,hedesaber hastaquéextremovaaserduroparaella.Tendréqueprepararla.Comodijistetúmismo,nodebería enterarseporlosperiódicos.—Hiceunapausa,yrespiréprofundamenteparacentrarme.Necesitaba visitar la escena del crimen y, para eso, me hacía falta su consentimiento—. Es preciso que manejemosbienaJean. Éljuntólosdedosbajoelmentón,enungestoquelehabíavistohacermilesdeveces,peroJean eramibaza,yéllosabía.Mihermanahabíatenidounagranamistadconlahijadelfiscaldeldistrito. Habían crecido juntas, eran las mejores amigas y Jean viajaba en el mismo coche cuando un conductorborrachocruzólamedianadelaautopistayfueachocardefrentecontraellas.Jeansufrió unaconmociónleve,perosuhijamurióprácticamentedecapitada.Fueunodeesoscasos,dijeron,en que muy bien hubiera podido suceder lo contrario. Jean cantó en el funeral de su amiga y todavía ahoraaDouglaslebastabaverlaparaquelosojosselellenarandelágrimas.Habíacrecidobajosu mismo techo y dudo que, aparte de mí mismo, hubiera otra persona que sintiera su pena como el propioDouglas. El silencio se prolongó, y me di cuenta de que mi flecha se había colado por un pequeño resquiciodesuarmadura.Insistíparanodarlelaoportunidaddepensardemasiado: —Hapasadomuchotiempo.¿Estáissegurosdequeesél? —SetratadeEzra,sí.Elforenseestáallíahorayharáluegolaidentificaciónoficial,peroyohe habladoyaconladetectiveMills,ymeaseguraqueesél. —Quieroverdóndeocurrió. Aquellolofrenó.Lopillóconlabocaabiertaytuvequevercómolacerraba. —Unavezhayamosexaminadoellugar… —No,Douglas…,ahora…,porfavor. Talvezfueralaexpresióndemicara,oelquemeconocieradetodalavidaylecayerabiendesde hacíadiezaños.Oquizáfuera,despuésdetodo,porJean.Entodocaso,cualquieraquefueselarazón, mesalíconlamía. —Cincominutos—dijo—.YnoteapartesniuninstantedelladodeladetectiveMills. Mills salió a recibirme al aparcamiento del centro comercial abandonado en el que habían encontradoelcadáver,ynoestabaenabsolutofeliz.Irradiabaenfadodesdelaspuntasdesuscaros zapatoshastalacoronilladesucortedepelomasculino.Teníaunrostroafilado,quesubrayabasu habitualexpresióndesuspicaciaeimpedíaquelagentelaencontraraguapa,apesardesuexcelente figura. Contaba más o menos mi edad —unos treinta y pocos años—, pero vivía y siempre había vivido sola. En contra de los comentarios que corrían entre los medios de la abogacía, no era lesbiana:simplemente,sentíaantipatíaporlosabogados;locualeraunabuenarecomendaciónami mododever. —Tienesquehaberlebesadoelculoalfiscalparaconseguiresto,Work.Ynopuedocreerqueyo meestéprestandoahacerlo.—Suestaturanoalcanzabaelmetrosetenta,peroparecíamásalta.Ylo que le faltaba en fortaleza física lo compensaba con su inteligencia. En más de una ocasión había vistoenapurosamásdeuncolegamíoquesehabíaatrevidoadesafiarla. —Ledijequenomeapartaríadetulado,ynoloharé.Soloquieroecharunvistazo.Esoestodo. Meestudióalaluzgrisdeldía,ytuvelaimpresióndequeledesaparecíadelrostrotodahuellade animosidad.Confiesoquelavisióndeunanotaderelajamientoenunacararigurosamenteentrenada paranodejartraslucirsemejantecosaresultabamásbienrepelentepero,aunasí,laagradecí. —Pontedetrásdemí,ynotoquesnada.Lodigoenserio,Work.Notoquesnadaenabsoluto. Comenzóarecorrerapasovivoelfirmedelaparcamiento,ahoracongrietasenlasquecrecían hierbajos, y durante un momento fui incapaz de seguirla. Mis ojos se movieron hacia la nave comercial, la zona en la que antes aparcaban los coches y, finalmente, encontraron el arroyo: un riachuelo sucio, medio cegado por basuras y arcilla roja; iba a parar a un túnel de hormigón que recorríaelsubsuelodelaparcamiento.Aúnpodíaevocarelolorquedespedía,lamezcladegasolina ylodo.Poruninstante,olvidélarazóndemivisita. «Podíahaberocurridoayermismo»,pensé. Oí entonces que Mills pronunciaba mi nombre y aparté mis ojos de aquel lugar oscuro y de la infanciaquehabíavenidoarepresentarparamí.Yoteníatreintaycincoañosahora,yhabíavueltoa estelugarporunmotivomuydiferente.MealejédeélycaminéhaciaMills,yjuntosnosacercamos losdoshacialoqueensudíahabíasidoelCentroComercialTowne.Inclusoensusmejorestiempos eraunedificiofeo,unatiradeelementosprefabricadosconstruidaentrelaautopistainterestatalyuna plantatransformadoradeenergíaeléctricaqueclavabaenelfirmamentolosdientesdesustorresy líneas de alta tensión. Construido a finales de la década de los sesenta, había luchado durante años contra una clausura inminente. Hacía un año, solo un tercio de las tiendas mantenía actividad comercial,ylaúltimadeellashabíacerradosuspuertasconelinvierno.Ahoratodoelsolarestaba lleno de bulldozers, bolas de demolición y trabajadores itinerantes, uno de los cuales, según Mills, habíalocalizadoelcadáverdemipadreenunespaciodedicadoaalmacénenlatraseradeunadelas tiendas. Yoqueríasaberlosdetallesyellamelosdioenbrevesyrecortadasfrasesquelatibiabrisade primaveranopodíasuavizar. —Alprincipio,loúnicoqueviofueronunascostillas,ypensóqueeranhuesosdeperro.—Me miró en un intento de tranquilizarme—. No me refiero a huesos que comería un perro, sino a un, esqueletodeperro. Asentí neciamente, como si no estuviéramos hablando de mi padre. A mi derecha, un martillo hidráulicotriturabahormigón.Amiizquierda,elterrenoseelevabahaciaelcentrodeSalisbury;los edificiosquesealzabanallíparecíanresplandecer,comosifuerandeoro:yenciertosentidoloeran. Salisburyeraunapoblaciónrica,conunmontóndefortunasantiguasyunabuenacantidaddenuevos ricos.Peroenalgunoslugaresdeella,labellezaerafinacomounacapadepinturaqueapenaspodía taparlasgrietas;porqueenSalisburyhabíapobrezatambién,aunquemuchosfingieranignorarlo. Millslevantólacintaamarillaquerodeabaelescenariodelcrimenymehizopasarpordebajo. Entramosenlanavecomercialatravésdeloqueantesfueunadoblepuerta…,ahoraconvertidaen unaenormebocairregularconcolumnasdehormigónquesobresalíandeellacomodientesrotos. Fuimosdejandoatrásescaparatesdetiendasahoracegadoscontablonesdemaderahastallegarala últimadelafila:teníaabiertalapuertabajounrótuloenelquepodíaleerse:«Nature’s:animalesde compañía y ejemplares exóticos». Nada más exótico, en efecto, que las ratas que llevaban años correteando tras aquellas chapas…, las ratas y el cadáver en descomposición de Ezra Pickens, mi padre. Nohabíaluzeléctricaeneledificio,perolosmiembrosdelaunidadencargadadeexaminarla escena del crimen habían instalado unos focos portátiles. A su luz reconocí al forense, cuya cara crispada recordaría siempre de la noche en que murió mi madre. Rehuyó que se cruzaran nuestras miradas, lo cual no me sorprendió en absoluto: aquella noche había habido muchas preguntas difíciles.Delosdemás,obtuvealgunasinclinacionescortesesdecabeza,peropodríaasegurarquela mayoría de los policías no se sentían contentos de verme. Aun así, se hicieron a un lado mientras Millsmeguiabaatravésdelatiendallenadepolvohastaelcuartuchoquehabíaenelfondo.Tuvela sensación de que actuaban más por respeto a Mills y a mi padre que por cualquier compasión que pudierantenerporeldolorqueyosentía. Y allí estaba él, con las costillas descarnadas mostrándose a través del largo desgarrón de una camisaquehabíaolvidadoperoqueahorarecordéperfectamente.Teníaenciertomodoelaspectode uncrucifijo,conunbrazoextendidoylaspiernasunidasjuntas.Lamayorpartedesurostroquedaba ocultobajoloquemeparecióunablusaarayascolgadatodavíaensupercha,perodistinguíluegoun trozo de mandíbula de color porcelana y aquello me hizo recordar sus patillas, pálidas y mojadas bajolafarolalaúltimavezquelovivivo. Lasmiradasqueloshombresfijaronenmíhicieronquemeapartara.Despuéslosmiréaellos; algunos de los policías sentían simplemente curiosidad, pero comprendí que otros buscaban su secreta satisfacción. Todos querían verme la cara: la cara de un abogado defensor metido allí, en aquel lugar enmohecido donde el crimen era algo más que un simple caso archivado, donde la víctimaeracarneysangre,ydondesenotabaelolordelafamiliaconvertidaenpolvo. Sentí sus ojos sobre mí. Sabía lo que deseaban, y por eso me volví de nuevo a mirar aquellas ropascasivacías,elbrillopálidodelhuesocurvándose…Peronolesdaríanadadeeso,ymicuerpo no me traicionó, cosa que agradecí. Porque lo que sentí fue el retorno en mí de una rabia mucho tiempoacalladaylaconviccióndequeaqueleraelrostromáshumanoquejamásmehabíaofrecido mipadre. 2 Estabamirandofijamenteelcadáverdemipadre,preguntándomesipodríaolvidaraquellaimagen einclusosialgunavezquerríaintentarlosiquiera.MeinclinécomosifueraatocarloynotéqueMills semovíaamiespalda.Enseguidaapoyólamanoenmihombroymeempujóhaciaatrás. —Yabasta—medijo,ysumiradaseendureciómientrasmeapartabadelaescenadelcrimeny meacompañabahastamicaroperoyaviejocoche. La seguí con la mirada mientras ella regresaba a la entrada y observé que se volvió en dos ocasionesamirarme.Medespedídeellaconunainclinacióndecabezacuandosevolvióporúltima vezydesaparecióenelinteriordeledificio.DespuésintentéllamaraJeandesdemiteléfonomóvil. Al primer timbrazo respondió a mi llamada su compañera de piso, Alex, una mujer arisca y dura, pocodadaahablar.Nonosllevábamosbien,ymilistadepreguntaserabastantemáslargaquelade contestacionesqueestabadispuestaadarme.Surelaciónconmihermanahabíaenvenenadotambiéna lafamiliadurantemuchotiempo,yellanohacíaningúnsecretodelconceptoenquemetenía.Yoera unaamenaza. —¿PodríahablarconJean?—pregunté. —No. —¿Porquéno? —Noestá. —¿Dóndepuedoencontrarla?—Hubounsilencioalotroextremodelhilo,ydespuéselsonidode unencendedor—.Esimportante—insistí. La oí inhalar el humo de un cigarrillo, como si estuviera reflexionando, pero a mí no me engañaríaconeso.Alexnuncadabanadadebuengrado,noamí,porlomenos. —Eneltrabajo—dijoporfin,haciendoqueyomepreguntaracuándoeralaúltimavezquemi vozhabíasidobienrecibidaenaquellacasa. —Gracias—ledije,peroellayahabíacolgado. TenerquevermeconJeaneralaúltimacosaquedeseabahacer,enespecialensutrabajo,donde laatmósferadedeteriorodebíadehaberimpregnadoprofundamentesupiel.Apesardeeso,fueel olorapimientosysetasloquemeasaltónadamásentrarenlaviejaPizzaHutdeWestInnesStreet. Era un olor rancio, que combinaba recuerdos de citas adolescentes y torpes besos a hurtadillas. Solíamosreírnosdelaspersonascomomihermana,yelrecuerdodeaquellasrisashundióaúnmás mishombrosmientrasibahaciaelmostrador. Conocíadevistaalencargado,quienmeinformódenuevodequeJeannoestaba. —Hasalidoahacerunaentrega—medijo—.Puedetomarasientoyesperar,silodesea. Fuiasentarmeenunreservadoconasientosdevinilorojoypedíunacervezaparaacompañarla espera.Estabafríaeinsípida,queeraexactamenteloqueyonecesitabaesedía.Mepuseabeberlaa sorbosmientrasobservabalapuerta.Peroenalgúnmomentomisojossedistrajeronparaexaminara lagentesentadaalrededordelasmesas.Habíaunaatractivaparejaderazanegra,cuyamesaestaba siendoatendidaporunaflacuchacamarerablancaquellevabapiercingsenlalenguayunacrucecita deplatainsertadaenunaceja.Losdossonreíanalamuchachacomosituvieranalgoencomúncon ella. Más cerca del aparador, dos mujeres desafiaban la estabilidad de sus taburetes, que parecían débiles y altos, aunque no lo eran, y vi cómo instaban a sus hijos a que comieran hasta hartarse, puestoqueerajuevesylosjueveselestablecimientoofrecíabuffetlibre. Enlamesacontiguaalamíahabíatresjóvenes,probablementeestudiantesdelauniversidadlocal quehabríanacudidoabebersuprimeracervezadelatarde.Eranruidososybastos,perosedivertían. Yo notaba los ritmos de su charla e intentaba recordar cómo había sido aquella edad en mi caso. Ahoraenvidiabasusilusiones. Se abrió de pronto la puerta para dar paso a la luz de un pálido sol, y al volverme vi a mi hermanaqueentrabaenelrestaurante.Mimelancolíamaduróalverla.Llevabasudecadenciacomo llevaba yo mi cartera de mano, con formalidad, y la caja roja de pizza parecía perfectamente acomodada bajo su brazo. Pero su tez pálida y sus ojos huidizos no encajaban en el recuerdo que tenía de ella…, no más que las sucias zapatillas deportivas o los deshilachados tejanos. Estudié el perfildesurostromientrassedeteníaanteelmostrador.Solíasersuave,peroahorasehabíatornado anguloso, con una nueva dureza en los ojos y en la boca. Y se me hacía difícil interpretar su expresión:ahorayaeraincapazdeleerla. Teníatreintayunañosyaúneraatractiva,porlomenosfísicamente.Peroparecíallevaralgún tiempoencontrándosemal,sinserlamisma.Algonofuncionababienenella.Paramí,quelaconocía deotramanera,estabaclaroqueleocurríaalgo,perolosdemásreparabanenelloyseloechabanen cara.Eracomosihubiesedejadodeesforzarse. Sedetuvoanteelmostrador,dejólacajatérmicaysequedómirandolossucioshornosdepizza como si esperase que alguien cruzara su campo visual. Pero no se movió en absoluto. Ni un gesto siquiera.Yopodíanotarlaamarguraqueemanabadeellacomoporoleadas. Unrepentinosilencioenlamesadelosjóvenesatrajomimiradahaciaellos.Medicuentadeque estabanobservandoamihermana,queseguíaallí,ajenaaellos,enlapenumbradelapartedelantera delmostrador. —¡Oye!—lallamóunodeellos;y,después,unpocomásalto—:¡Oye! Susamigoslomirabansinesconderlasrisas.Sacómediocuerpodelasillaendirecciónhaciami hermana: —¿Quétalsimellevaraacasaenunacajauntrozodeeseculotuyo? Unodesusamigossoltóunsilbidodeadmiración.Estabantodosmirándolaahora. Yoestuveapuntodelevantarme—fuecasiunmovimientoreflejo—,perocuandoellasevolvió hacialamesaocupadaporlosjóvenesborrachosylosmiródearribaabajo,mequedéinmóvil.Algo secrispótrassurostro.Podíahabersidocualquiera. Onadie. Levantóambasmanosylasagitó,manteniendoaquelademánporespaciodeunossegundos. Enaquelmismoinstantesematerializóelencargadoenlapartedeatrásdelacocina.Tiróhacia arribadesucinturón,apoyócontraelmostradorlabarrigaqueloceñíayledijoaJeanaloídoalgo queyonopudeoír.Ellaasintiómientraselotrohablabaymediolasensacióndequesuespinazose doblaba bajo el peso de sus palabras. Finalmente, el hombre le indicó casi imperceptiblemente la mesa de los muchachos, dijo unas pocas palabras más y entonces me señaló a mí. Mi hermana se volvió y sus ojos me enfocaron. Al principio creí que no me reconocía; su boca pareció crisparse con expresión de desagrado, pero vino hacia donde yo estaba; al pasar junto a la mesa de los muchachos,lesdedicóuncortedemangasconeldedo,peroconlamanoapoyadacontrasupecho, dondenopudieraverlaelencargado. Losmuchachosrieronysiguieronbebiendo.Jeansesentóenelreservadodelantedemí. —¿Qué haces tú aquí? —preguntó sin una simple sonrisa como preámbulo. Tenía unos ojos inexpresivosporencimadelasombravioletadelospárpados. Laestudiémásdetenidamente,tratandodeencontrarelmotivodequemostraratantodespegode mí. Seguía teniendo la misma tez clara; tan pálida que parecía casi translúcida; unos ojos grandes, sorprendidos; una barbilla delicada; y unos cabellos oscuros que le caían por la frente hasta los hombrosconunaondulaciónnatural.Decerca,selanotabasegura.Estudiandosolounaspectosuyo cadavez,parecíaestarperfectamente;peroesaimpresióneraerrónea. —¿Quétehadicho?—lepregunté,señalandoconungestoalencargado.Peroellanosemolestó enseguirladireccióndemimirada.Siguióconlavistafijaenmí,aunquesinexpresarningúncalor ensumirada. —¿Importaeso?—dijo. —Supongoqueno. Enarcólascejasymemostrólaspalmasdelasmanosenmudoademándeextrañeza: —¿Entonces…? Yonosabíacómoirapararalpuntoalqueteníaqueir.Extendílosdedosporelresbaladizohule acuadrosrojosquecubríalamesa. —Novienesnuncaaquí—observó—.Nisiquieraacomer. Alolargodelúltimoaño,yoapenashabíavistoamihermana,asíquenopodíareprocharlesu distanciamiento. Por injusto que fuera, evitarla se había convertido en una especie de religión para mí.Lamayoríadelasvecesnoseríacapazdereconocerlo,peroaquellosojosamoratadossuyosme apenaban.Habíademasiadodenuestramadreenellos,yaellatampocolehabíanservidodenada. Laindecisióncontrajomislabios. —HanencontradoelcadáverdeEzra—dijo.Nofueunapregunta,sinounaafirmaciónque,por uninstante,hizoquesintieraunaextrañapresióndetrásdemisojos—.Meestabapreguntandocuál seríaelmotivodetuvisita.—Nodescubríperdónensurostro,sinounarepentinaintensidadque,en lugardesorpresaoremordimiento,meintranquilizó. —Sí—asentí. —¿Dónde? Selodije. —¿Cómomurió? —Hablan de asesinato —respondí mientras estudiaba su cara: ni un simple parpadeo—. Pero nadiesabemuchomásdeloqueteexplico. —¿TelodijoDouglas?—preguntó. —Asíes. Ellainclinóelcuerpoacercándosemás. —¿Sabenquiénlohizo?—inquirió. —No—respondí. Inesperadamente, sus manos rodearon las mías y noté en sus palmas un tibio sudor que me sorprendió.Eracomosihubiesellegadoacreerquenocorríasangreporsusvenas,delofríaquese me había mostrado. Ahora apretó mis manos mientras sus ojos recorrían mi rostro y me escudriñaban.Despuésserecostódenuevoenelagrietadorespaldodevinilo. —Entonces…—mepreguntó—,¿dedóndehassacadotútodoesto? —Vielcuerpo—respondí,asustadodemispropiaspalabras.Apesardeloquelehabíadichoa Douglas,noteníapensadocontarlemivisitaallí. —¿Y…? —Estabamuerto—declaré,abriendounparéntesisdesilencioqueseprolongódurantemásdeun minuto. —Elreyhamuerto—dijoJeanfinalmente,fijandosumiradainmóvilenlamía—.Esperoquese estépudriendoenelinfierno. —Esmuyduroeso—observé. —Sí—replicósinénfasis,yyoquedéesperandoquedijeraalgomás. —Noparecessorprendida—comentéalcabo. Jeanseencogiódehombros. —Sabíaqueestabamuerto—explicóparamisorpresa. —¿Porqué?—pregunténotandounasensaciónduraymolestaenmiestómago. —Ezra jamás se hubiera separado durante tanto tiempo de su dinero ni de su prestigio. Nada habríapodidomantenerloalejadodeambos. —Peroloasesinaron—observé. Ellabajólavistaaladesgastadamoqueta: —Nuestropadresegranjeómuchosenemigos. Bebíunossorbosdecervezaintentandoganarunospocossegundosparacomprenderlaactitudde mihermana. —¿Estásbien?—preguntéporúltimo. Ellaserio,dejandocolgadaunacarcajadaquenoguardabarelaciónconlaexpresióndesusojos. —No, no lo estoy —dijo—. Pero eso no tiene nada que ver con su muerte. Para mí murió la mismanochequemuriómamá,sinoantes.Ysinoentiendeseso,novamosatenernadaquedecirnos elunoalotro. —Nosédequémehablas. —Losabes—replicó,conuntonocortanteensuvozquejamáslehabíaoídoanteriormente—.En lo que a mí concierne, murió aquella noche, en el mismo segundo en que mamá se precipitó por aquellaescalera.Sinoloentiendesdeestaforma,estuproblema,porqueyolotengomuyclaro. Habíaesperadoencontrarlágrimas,peronoira;y,sinembargo,estaúltimaestabadirigidaamí tantocomoaEzra,yesometurbaba.¿Cómohabíanpodidosepararsetantonuestroscaminosenun plazotancortodetiempo? —Mira, Jean…, mamá se cayó por aquellas escaleras y murió. Tengo clavado ese dolor en el almatantocomotú. Elladejóescaparotracarcajada,perohorribleestavez. —«Secayó»—repitiócomouneco—.Tienegraciaeso,Work…Esjodidamentegracioso.—Se pasólamanoporlacarayresoplóconfuerza—.Mamá…—empezó. Pero inmediatamente balbuceó y le fallaron las palabras. En los rabillos de sus ojos afloraron súbitamenteunaslágrimas,ysemeocurrióentoncesque,desdequeenterramosamimadre,jamásla habíavistomostrarningunaemoción.Ella,entanto,recuperósucomposturayalzóunosojosqueno expresabanningúndeseodepedirdisculpas. —Estámuerto,Work,ytúsiguessiendosugrumete.—Suvozibatomandomásfirmezaahora—. Y su verdad está muerta también. —Se sonó la nariz, arrugó el pañuelo de celulosa y lo dejó caer sobre la mesa. Yo me quedé mirándolo—. Cuanto antes admitas esta verdad, que es la única que importa,tantomejorteirá. —Losiento,Jean…Noeramiintenciónentristecerte. Elladesviólavistaparamirarporlaventana,alotroladodelacualhabíaunpardeestorninos peleándoseenelaparcamiento.Lasmomentáneaslágrimashabíandesaparecidodeltodo:sinelrubor queaúnteñíasusmejillas,nadiehubierapodidoadivinarqueestabaenfadada. De repente olí a ajo, y aparecieron dos pizzas sobre nuestra mesa. Levanté la mirada y vi al encargado,quehizocasoomisodemíysedirigióaJean. —Es tu favorita —le dijo—. Lo siento. —Luego dio media vuelta y marchó hacia la cocina, llevándoseconsigocasitodoeloloraajo. —Tengo que irme ahora —anunció Jean, inexpresiva—. Una entrega. —Después se incorporó para salir del reservado y, al hacerlo, sacudió la mesa y derramó parte de mi cerveza. Sus ojos evitaron cruzarse con los míos y comprendí que mi silencio haría que se marchara sin decir nada más.Peroantesdequesemeocurrieraalgoquedecirle,ellahabíaapiladolascajasysealejaba. Hurguéenmibolsilloenbuscadelacartera,saquéunpardebilletesdedólarquedejésobrela mesaylogrédarlealcancejuntoalapuertadelestablecimiento.Comoviquenomehacíacaso,la seguíalexterioryhastasudestartaladoautomóvil.Sinembargo,yoaúnnosabíaquéqueríadecirle. «¿Cómoteatrevesajuzgarme?»,talvez.O«¿dedóndehassacadotantafuerza?».O«erestodoloque tengoytequiero»…Algoporelestilo,quizá. —¿Quéhaqueridodecir?—lepregunté,sujetándolaporelbrazocuandoteníayamediocuerpo encajadoenlaaberturadelaportezueladelcoche. —¿Quién?—preguntó. —Tuencargado.Cuandohadicho«Estufavorita»,¿aquéserefería? —Anada—respondió,pormásquepusocaradetragaralgoamargo—.Cosasdeltrabajo. Poralgunarazónquedesconozco,noqueríadejarlamarchar,peromefallólaimaginaciónpara darconunaformaderetenerla. —Bien…—conseguíarticularporúltimo—.¿Cenamosjuntoscualquierdía?ConAlextambién, naturalmente. —Claro—asintió,conelmismotonodevozquelehabíaoídotantasotrasveces—.Selodiréa Alexytellamaremos. Eseeraelquiddelacuestión,enefecto.Yyolosabía.Alexyaseencargaríadequeesacenanose celebraranunca. —Dalerecuerdos—dije,mientrasellaseintroducíaenelpequeñococheyarrancabaelcansado motor. Yopeguéunapalmadaenelcapócuandosealejaba,diciéndomeamímismoquelavisióndesu rostroatravésdelaventanilladeaquelcacharroconelrótulodePizzaHutsujetoeneltechoerala cosamáspenosaquepodríaverenlavida. A punto estuve de meterme en mi coche entonces, y pienso ahora que ojalá lo hubiera hecho. Pero,enlugardeeso,fuiaveralencargadoylepreguntéquéhabíaqueridodecircuandoJeanse fue.Surespuestamerevelóuncrueltormento,semejantealdearrancarlasalasdelasmoscasqueno había visto desde mis tiempos en el instituto y que ahora formaba parte de la vida diaria de mi hermana. Tanto es así que me marché sin decir nada, y estaba ya en mi coche y fuera del aparcamientoantesdequelapuertadelrestaurantesehubieracerradoamisespaldas. Yo me fijaba a veces en las personas sin hogar y trataba de imaginar cómo había sido su vida anterior. No era fácil. Bajo la mugre y la degradación, había un rostro que alguien había adorado antes. Es esta una verdad que escapa a nuestros ojos; sobre la que resbalan nuestras miradas. Pero algodebiódeocurrirparaarruinaraquellavidaydespojarladetodo;algoquemuyprobablemente notuvolaimportanciadeunaguerra,unahambrunaounaepidemia.Quefue,talvez,pequeño,yque, denoserporlagraciadeDios,podríasucedernosacualquieradenosotros.Taleraladesagradable verdad, una verdad que mi hermana conocía demasiado bien. Jean tenía un techo bajo el que cobijarse,peroeldestinoylainsensibilidaddeotrossehabíanconfabuladoparaarrebatarleunavida queellateníaengranaprecio.Unabuenavida—algunosdiríanqueexcelente—quetodavíapuedo verahoraconsolocerrarmisojos.Unavidaenlaqueellaconfiabaentonces,deslumbradaporla promesadeunosañosqueseprolongaríancomoplateadosraíles. Peroeldestinopuedeserunaarpíacaprichosa. Comolaspersonas. Mismanosdirigíanelvolantedelcocheporunacarreteraqueconocíadememoriayquepodíair mirando mientras conducía. Pasé por delante del caserón que los dos conocíamos desde nuestra infancia,vacíoahorasalvoporlaspolvorientaspertenenciasdemipadreylashuellasqueyohabía dejadoenlascontadasocasionesenquemedeteníaallíparacomprobarquetodoestabaenregla.Dos manzanasmásallá,surgíamipropiacasa,enlacrestadeunapequeñacolinaydominandoeltráfico de la carretera y el parque que se extendía más allá de ella; era una hermosa casa antigua, con excelentes huesos, como a menudo solía decir mi mujer, pero que seguía necesitando pintura y un repasoparaeliminardeltejadolaszonasverdesporelmusgo. Másalládemicasaestabaelclubdecampo,consucampodegolfdiseñadoporDonaldRoss,sus pistas de tenis de tierra batida, la casa-club y una piscina rodeada de cuerpos ociosos que se bronceaban.Tambiénestaríaallímimujer,enalgunapartedelclub,fingiendoqueéramosricos,o felices,otalvezambascosas. Por el otro lado del campo de golf, si sabías cómo cruzarlo, podías encontrar una espléndida urbanizaciónconstituidaporlascasasmásnuevasyhermosasdeSalisbury.Lashabitabaunapléyade demédicosyabogadosyotragentericayselecta,entrequienessecontabaneldoctorBertWerstery suesposa,Glena,lamismísimareinadelasarpías.GlenayJeansolíanirjuntascuandoJeanestaba casada también con un cirujano y tenía asimismo bronceadas piernas de tenista y una reluciente pulseradebrillantes.Eran,dehecho,ungrupodeseisosietemujeres,quealternabanelbridgeyel tenis con cócteles margarita y largas escapadas de fines de semana sin maridos a Figure Eight Island[1]. ElencargadodeJean,cuyonombredesconocía,mehabíadichoquelasmujeresseguíanjugando albridgetodoslosjueves,yquesolíanllamarparapedirpizzas. Asíera,pues,lavidademihermana. LleguéhastalacurvaqueseiniciabaalgomásabajodelacasadeldoctorWerster—unatorrede piedra cubierta de hiedra— y observé cómo Jean subía los escalones que cualquier otro hubiese encontradocómodos,peroqueaellasindudadebíandeparecerleterriblesporlapesadacargade pizzas. Deseépoderquitarleaquellodeencima,deseépoderquitardeenmedioaGlenaWersterconun rifledelargoalcance. Pero,envezdeello,retrocedíparaalejarme,sabedordequeelvermenoconseguiríaotracosa queaumentarelpesodelacargasobresusfrágileshombros. Conduje, pues, hasta mi casa, más allá del club, y ni siquiera me fijé en las prendas de vivos colores que resplandecían bajo el sol. Al final de mi camino de acceso, apagué el motor y fui a aparcarbajounasaltasparedescuyapinturadescascarilladadabalaimpresióndeburlarsedemí.Me asegurédequenadiemeviera,subílasventanillasdelcocheyllorépormihermana. 3 Me costó veinte minutos serenarme; después entré en la casa en busca de una cerveza. Había correspondenciaacumuladaenlaencimeradelacocinayelcontestadorautomáticoindicabaconsus centelleosqueteníacinconuevosmensajes.Nopodíaimportarmemenosloquedijeran.Fuiderecho al frigorífico y rodeé con los dedos los cuellos de un par de botellas de cerveza. Sonaron la una contralaotraybebídelaprimeramientrasdejabalachaquetaenlasilladelacocinaymemovíapor lacasavacíaysinhijoshastallegaralapuertadeentrada,queabrídeparenparalmundoquese extendíaabajo.Mesentéenelescalónsuperior,cerrélosojosalcalorcillodelsolybebíungeneroso tragodelabotella. Habíacompradolacasavariosañosantes,cuandolapresenciadeEzraconferíaalaprácticadela leyunapátinaderespetabilidadylosespíritusdesesperadospagabanloquefueraportocarsiquiera la orla de su toga. Había sido el mejor abogado del condado, lo cual facilitaba mucho mi tarea. Compartíamoseloficioyelapellido.Esosignificabaquepodíaescogerlosmejorescasosyqueseis semanasdespuésdequelacamionetaderepartodeuntenderodelalocalidadatropellaraaunchico deochoañosalretrocederenelaparcamiento,recibíunpagoacuentadecienmildólares. Bebí otro trago y de repente me sentí presa del pánico al darme cuenta de que no recordaba el nombredelpobrechiquillo.Duranteuninterminableminutoestuvedebatiéndomebajoelhorrorde sentirmeunhombresinentrañashastaque,finalmente,comoenunsuspiro,mevinoalamemoria aqueldato: LeonWilliamMcRae.Recordétambiénlacaradesumadreeldíadelfuneral,laformacomose deslizaban sus lágrimas por los surcos que el dolor había marcado en su rostro, hasta caer en el blanco cuello de encaje de su mejor vestido. Recordé sus palabras ahogadas, su vergüenza por el humilde ataúd de pino que era lo único que había podido darle a su hijo y su entierro en la zona oscuradelcementeriodelospobres,alasombradelatorredelasaguas,dondelepreocupabaque jamássentiríalatibiezadelsoldelatardecer. Mepreguntéahoraquéhabríahechoconeldineroquehabíarecibidoporlamuertedelchico,y esperéquelohubieraempleadomejorqueyo.Porque,adecirverdad,amínomegustabalacasa:era demasiadogrande,demasiadoostentosa.Yomemovíaenellacomounamonedaenunrecipientede hojalata.Perosiempremegustabasentarmeallíalfinaldeldía.Eraunlugartibioalatardecer.Podía verelparqueyoírlamúsicaqueelvientocreabaconlashojasdelosrobles.Trataríadenopensar sobremiseleccionesoelpasado.Eraunlugarparasentirselibredetodo,paralaabsolución…yque raravezerasolomío.LohabitualeraqueBarbarasepresentaraparafastidiarlotodo. Terminémisegundacervezaydecidíquetomaríaotra.Mesobrepuseyentréenlacasa.Alpasar porlacocina,viqueelcontestadorteníaahorasietemensajes,ymepreguntévagamentesialgunode ellosseríademimujer.Denuevofuera,pudesentarmeatiempoparaverquedoblabalaesquinauno delospaseanteshabitualesdelparquequesolíaatraermiatención. Destacaba,ciertamente,porsuaspectoestrafalario.Secubríalacabezaconungorrodecazador forrado de piel, cuyas orejeras llevaba siempre caídas, con independencia del tiempo que hiciera. Unos pantalones raídos, de color caqui, azotaban sus flacas piernas al caminar y sus brazos eran esqueléticoscomolosdeunniñofamélico.Lasgruesaslentesapoyadasenelpuentedesunarizysu boca,siemprebigotuda,ledabanunairededolor.Noseguíaningunapautaensuspaseos,sinoque parecía caminar compulsivamente: a medianoche bajo un aguacero, explorando los senderos que recorríanlazonaestedelapoblación,osudandobajoelsoldelamañanamientrasrecorríaelbarrio histórico. Nadiesabíagrancosadeél,aunquellevabaañosviviendoporallí.Yohabíaoídomencionarsu nombreciertavezduranteunafiesta:MaxwellCreason.Sehabíahabladomuchodeélaquellanoche. Eracasiunelementocaracterísticodelpaisajeurbano:todoslohabíanvistopasearpero,alparecer, ningunohabíahabladonuncaconél.Nadiesabíadequévivíaycasitodosdabanporsentadoqueera un sin techo, uno de los que se cobijaban regularmente en alguno de los pocos refugios de la poblaciónotalvezunpacientedelhospitallocalparaveteranos;perolasespeculacionesnoibanmás allá. En su mayoría se trataba de comentarios jocosos acerca de cómo vestía o de su obsesión por caminar.Ningunodeloscomentarioseraagradable,enrealidad. Yo jamás me había reído de él de esa manera. Para mí era un enigma y, en ciertos aspectos, la personamásfascinantedelcondadodeRowan.Fantaseabainclusoconlaideadequealgúndíame cruzaríaconélypodríapreguntarlequéeraloqueveíaenaquelloslugaresqueparecíafrecuentar siempre. Nooíabrirlapuerta,perodeprontolavozdeBarbaraamiespaldamesobresaltó. —La verdad, Work… —comenzó—, ¿cuántas veces te he pedido que te tomes la cerveza en el patiodeatrás?Parecesunpordioseroquehaocupadolacasayseasomaahífueraparaquetodoel mundolovea. —Buenas tardes, Barbara —dije sin volverme, pues tenía aún los ojos fijos en mi misterioso paseante. Alcaerenlacuentadelabrusquedaddesuspalabras,Barbarasuavizósutono: —Tienesrazón,cariño.Losiento.Buenastardes.—Pudenotarcuandoseacercóunamezclade perfumeydesdénquemeenvolviócomosifueraunacapadecenizas—.¿Quéestáshaciendo?—me preguntó. Nopodíaresponderasupregunta…¿Quépodíadecir? —¿Verdadqueestodounpersonaje?—dije,señalándoloconungestodelacabeza. —¿Quién?¿Él?—precisó,indicándolocomosiloapuntaraconunarmadefuego. —Sí. —¡PoramordeDios,Work!Avecesnoteentiendo.Deverasqueno. Mevolvíporfin.Levantélavistahaciasurostroylaencontrémuybella. —Venasentarteaquíconmigo.Comohacíamosantes. Ellariodeunamaneraqueafeósurostroporunmomento,yyomedicuentaentoncesdequemis esperanzasnoconseguiríancambiarnada. —Antessolíallevartejanosazulestambién.Yahoratengoqueprepararlacena. —Porfavor,Barbara.Solounpardeminutos. Algodebiódenotarenmivoz,quelaobligóadetenersecuandoyadabamediavueltayasentarse amilado.Afloróasuslabiosunasonrisay,aunquefuemuybreve,hizoquepensaraenlostiempos enquelassonrisaseranespontáneasysinceras;enlosdías,notanlejanos,enqueunasonrisasuya eracapazdedeslumbrarme.Yolaamabaentonces,ocreíaamarla,yjamásdudédelaelecciónque habíahecho.Peroentoncesellatambiénconfiabaennuestrarectitudyhablabadenuestrofuturocon un apasionamiento que se percibía como profético. Decía que seríamos la pareja perfecta, que tendríamosunavidaperfecta;yyolacreí.Meconvirtióensudiscípulo,memostróelfuturoatravés desusojos,yloviluminosoybrillante. Aunquetodoestoocurriómuchotiempoatrás,todavíaahorapodíacerrarlosojosypercibiruna sombradoradadeaquellavisión.¡Habíaparecidotanfácil…! Quitéybarríconlamanolaresinadeunbrotedeprimaveraquehabíaaparecidoenlamadera delescalón.Ella,entonces,seinclinódespacio,ycuandolavisentadaconlosbrazosapoyadosenlas rodillas,creíverensusojoselaleteodelantiguoamor. —¿Estásbien?—preguntó. Lamiréypenséquesupreguntaerasincera. Por un momento noté un nudo en la garganta y sentí que, si dejaba que salieran las palabras, seguirían tras ellas las lágrimas. Por eso, opté por señalar nuevamente con un gesto la figura del hombrequesealejabayaendirecciónalparqueydije,comoantes: —¿Verdadqueestodounpersonaje? —¡PorDios,Work…!—exclamóponiéndoseenpie—.Esunviejohorrible,yloquemásdeseo esquedejedeunamalditavezdepasarpordelantedenuestracasa.—Memirabacomosiyofueraun extraño,yamínosemeocurrióquédecirle—.¡Señor…!¿Porquétienesqueponermelascosastan difíciles?Tomatucervezayveasentarteatrás.¿Quiereshaceresopormí,porfavor? Mientras ella entraba en la casa, me restregué la cara. Hasta entonces no se me había ocurrido pensarqueaquelhombreeraviejo,ymepreguntéporquésehabríadadocuentamimujerdeaquel hechoyyo,encambio,no.Loseguíconlavistamientrasdescendíaporuntaludcubiertodehierba hastalaorilladelpequeñolagosituadoenelcorazóndelparqueyseperdíadespuésenelcampode juego,quedabalaimpresióndeirreduciendosusuperficieconelpasodelosaños. Dentro,lacasaestabafría.LlaméaBarbaray,comonoobtuverespuesta,entréenlacocinaen buscadeunacervezaquepensébeberme,aunquenoenaquelprecisomomento.Atravésdelapuerta quecomunicabaconlasaladeestarviaBarbarainclinadasobreelperiódico,conunvasodevino blancotodavíasinprobarasulado.Raravezlahabíavistotanquieta. —¿Hayalgoenelperiódico?—preguntéconunavozquesonótenueinclusoenmisoídos. Llevémicervezaalpozodesusilencioyfuiasentarmeenmibutacafavorita.Barbarateníala cabezainclinada;sutezmostrabaelmismotonopálidodeloshuesosdeEzrayunasombraoscurae inmóvilrellenabaloshuecosdesusmejillas.Cuandoalzólosojos,viquelosteníayaenrojecidosy que se enrojecían aún más. Me pareció que sus labios eran más finos y por un momento la creí asustada,peroenseguidasumiradaseserenó. —¡Oh, Work! —exclamó, mientras las lágrimas resbalaban como aceite por las llanuras de su cara—.¡Losientotanto…! Leíentonceseltitulardelperiódicoymeparecióextrañoqueellapudierallorarcuandoyome sentíaincapazdehacerlo. Esanoche,mientrasaguardabaechadoenlacamaaqueBarbarasalieradelcuartodebaño,pensé enelartículodelperiódico:enlascosasquesedecíanenélyenlasquesecallaban.Describíaami padrecomounaespeciedesanto,undefensordelpuebloyunpilardelacomunidad.Estotrajode nuevoamimenteelconceptodeverdadyladesnudasubjetividaddeloquedeberíaserpuraesencia. Mipadrehubieravistoaquelartículocomounadecuadoepitafio,peroamímeprovocabanáuseas. Contempléatravésdelaventanaunanochebañadaporelsuaveresplandordelaluna,delaque solo desvié la mirada al oír una tímida tosecilla de Barbara. Mi mujer estaba de pie allí, inmóvil, prendidaentrelalunaylaluzquesalíadelcuartodebaño.Llevabapuestoalgovaporosoquejamás le había visto, y su cuerpo tenía un aspecto fantasmal bajo las gasas. Se movió al notar mi mirada escrutadora,ysuspechossemovieronauna.Suspiernaseran,comosiempre,muylargas,peroesa nochemeloparecíanaúnmásylazonadesombradesuunióntirabahaciaellademisojos. Hacíasemanasquenonosamábamosymedicuentadequeentoncesseofrecíaamíporcierto sentido del deber. Por extraño que parezca, aquello me conmovió y respondí con un vivo y casi doloroso deseo. No necesitaba una esposa en ese momento. No quería ninguna comunicación, ni sentimiento.Solodeseabahundirmeenlasuavidaddelacarneysentirlarealidaddeesedíadesde mishuesos. Barbaratomólamanoqueyolealargabayladeslizóbajolassábanassindecirnada,comosi tambiénparaellalaacciónfueraalgoimpersonal.Labeséconfruición,saboreandoelgustosalado deunaslágrimasapenasenjugadas.Mismanossemovieronsobreellayenellay,mientraslohacían, dealgunamaneradesaparecieronsusropas.Barriómitóraxconsuscabellosyofreciósuspechosa mi boca. Yo los mordí, oí su grito ahogado y después me abismé en el ímpetu de la sangre y el entrechocardelacarnehúmedayfeliz. 4 Habíadescubiertoenlosúltimosañosquelacasasesumíaamenudoenunsilencioespecial.Era como si la propia casa hubiera exhalado un profundo suspiro. Por eso, cuando me desperté a la mañana siguiente, antes incluso de abrir mis ojos hinchados, supe que estaba solo. Y mientras permanecía tendido en la cama, en los cinco segundos del primer día del resto de mi vida, me di cuentatambiéndequemiesposahabíadejadodeamarme.Noséporquémesorprendiósemejante constatación,perolociertoesquenopudeponerlaenduda.Eraunarealidad,comosonrealesmis huesos. Mirélamesilladenocheynovienellanadamásquelalámparayunvasodeaguaconelborde plateado manchado de lápiz de labios. Barbara solía dejarme notitas: «He ido a la librería»; «Iré a tomarcaféconlaschicas»;«Tequiero».Peroesoeraantesdequeanduviéramosmaldedinero.Me preguntéadóndehabríaido,ysupusequeseríaalgimnasio,paraeliminarallíconelsudortodolo quelequedabademídelanocheanterior.Habríaexaminadosurostroenelespejo,modeladouna sonrisaensuscuidadasmejillasyfingidoquenohabíaprostituidosuvidaporunmatrimoniopoco deseadoyunpuñadodebrillantesmonedas. Saquélospiesdedebajodelassábanasymelevanté.Unvistazoalrelojmemostróqueerancasi las siete. Sabía que me aguardaba un día movido. A esas horas, la noticia de la muerte de Ezra se habríadifundidoportodoelcondadoyesperabaencontrarrepercusionesdeellaencualquierlugar alquefueradurantelajornada.Entréenelbañoconestepensamiento,yallímeduché,meafeitéy me cepillé los dientes. En el armario tenía un traje limpio, que vestí sin ganas, añorando tejanos azules y chancletas. Después, en la cocina encontré una cafetera a medio llenar, me serví una taza, añadílecheyfuiatomarmicaféfuera,bajounaluzdifusayuncieloamenazador. Eratempranoparairalaoficinaylosjuzgadosnoabríanhastalasnueve,asíquedecidídaruna vueltaconelcoche.Medijeamímismoqueiríasinrumbo,perodespuésmelopensémejor.Todas lascarreterasvanaalgunaparte,endefinitiva;essolocuestióndeelegir.Laquetomémellevófuera delapoblaciónyatravésdeGrant’sCreek.PasépordelantedelacasadelosJohnson,yviunletrero escritoamanoenelqueseofrecíancachorrillosgratisaquienlesdieraunbuenhogar.Mipiedejó de pisar el acelerador y frené. Por un instante, consideré la posibilidad de pararme, pero después imaginélareaccióndeBarbaraysupequenomedetendría.Aunasí,mivelocidaddisminuyómucho y tuve la vista fija en el espejo retrovisor mientras el letrero se hacía cada vez más pequeño y desaparecíacomounasimplemanchablanquecina.Pasadalacurva,lavelocidadlímiteascendíaalos noventakilómetrosporhora,yyolaalcancéaltiempoquebajabaloscristalesdelasventanillasy echaba de menos a mi perro, que llevaba ya dos años enterrado. Intenté apartarlo de mi recuerdo, peronoerafácil:habíasidounbuenperro.Asíquemeconcentréenconduciryfuisiguiendolalínea amarillaqueibadejandoatráspequeñosedificiosdeladrilloyurbanizacionesconnombresdemoda comoPlantationRidgeySaintJohn’sWood. «Elcampoinvadiendolaciudad»,diríamimujer,olvidandoquemipadrecrecióenelSur,enuna familiapobre. AunosquincekilómetrosdeSalisbury,lleguéaladescoloridaseñaldecarreteraqueindicabael camino de la granja Stolen. Aflojé la marcha y me metí por él, contento de oír el rechinar de los neumáticosenlagravaylasvibracionesdelvolantebajomismanos.Elcaminocruzóunaparedde árbolesyseadentróenunlugartodavíaintacto. La granja Stolen era una propiedad antigua, casi tanto como el propio condado, que había pertenecidodurantegeneracionesalamismafamilia:lashilerasdeárbolesqueladelimitabaneran cedrosplantadosconanterioridadalaguerradeSecesión.Lagranjaensíhabíasidoenormeenotros tiempos, pero las cosas cambian. El paso de los años la habían reducido a unas treinta y seis hectáreas,yyosabíaquellevabaañosalbordedelaquiebra.Delafamilia,solovivíaVanessaStolen, aquiendesdelainfanciaconsiderabantodosunainfelizdepocasluces. ¿Quéderechoteníayoapresentarmeallíconmisproblemas?Yoconocíadesobralarespuesta: ningunoenabsoluto.Peronopuderesistirlatentación.Lahierbaestabaempapadaporelrocío,yella habríapreparadocaféenelporchetrasero.Habríapreocupaciónensurostroalcontemplaraquellos camposquepodíanhacerquecualquierasesintiesejovendenuevo,peroestaríadesnudabajolavieja camisa de algodón que llevaba. Yo necesitaba ir a ella, porque sabía que me recibiría como había hecho siempre; sabía que acercaría mis manos a su vientre cálido, que besaría mis ojos y me aseguraríaquetodoibabien.Yyolacreería,comoentantasocasionesanteriores,aunqueestavez estuvieraequivocada,terriblementeequivocada. Me detuve en una curva del camino y avancé despacio hasta ver la casa. Se estaba cayendo a pedazos y me dolió observar más ventanas cegadas en el piso de arriba, desde donde antes me gustabacontemplardenocheellejanorío.Habíapasadoañoymediodesdelaúltimavezquehabía estadoenlagranjaStolen,peroaúnrecordabasusbrazosycómoceñíaconellosmipechodesnudo. —¿Enquépiensas?—mepreguntaría,consucaraapoyadaenmihombroyreflejándosecomoun fantasmaenelcristaldelaventana. —Encómonosconocimos—lediríayo… —Nopiensesencosastandesagradables—merespondería—.Venalacama. Aquellaeralaúltimavezquelahabíavisto.Perotodavíahabíaunaluzencendidaenelporche,y yosabíaqueeraparamí. Puse el coche marcha atrás, pero aún me quedé unos momentos. Siempre había sentido la conexión que tenía Vanessa con aquel lugar. Sabía que no lo dejaría nunca y que algún día sería enterrada en el pequeño cementerio oculto en sus bosques. Me decía a mí mismo que era hermoso saber dónde ibas a pasar la eternidad, y me preguntaba si semejante certeza le aportaba a uno paz. Posiblementefueraasí. Dimediavueltaymemarché,dejandocomosiempredetrásuntrocitodemí. Devueltaenlacintadeasfalto,elmundohabíaperdidosucarácterapacible,yelcaminohastala oficinameparecióásperoyruidoso.Yollevabayanueveañostrabajandoauntirodepiedradelo queloshabitantesdelalocalidadllamaban«lascasasdelosabogados»,queseencontrabanaldoblar laesquinadelosjuzgadosyfrenteporfrentedelaviejaiglesiaepiscopaliana.Dejandoaparteunpar de secretarias que trabajaban en el despacho contiguo al mío, la iglesia era el único atractivo que había en toda la manzana, y yo conocía al dedillo los motivos representados en cada una de las vidrierasdecristalemplomado. Aparquéelcocheylocerréconllave.Elcielocomenzabaanublarseahora,porloquesupuse queelhombredeltiempodeCharlotteestaríaenlociertoalpredecirquetendríamoslluviaaúltima hora de la mañana; me pareció, en cierta manera, apropiado. En el momento de ir a entrar en la oficina,meparéymevolvíamirarelcercodearcillarojaquebordeabamisneumáticoscomolápiz delabios.Después,entréeneledificio. Mi secretaria, la única que me quedaba, me recibió en la puerta con café y un abrazo que se transformóeninconteniblessollozos.Porlarazónquefuera,leteníacariñoamipadreylegustaba imaginarloenalgunaplaya,recargandolaspilasyapuntodevolverparairrumpirnuevamenteensu vida. Me dijo que había habido numerosas llamadas telefónicas, en su mayoría de otros abogados, para ofrecerme sus condolencias, pero también de periodistas locales, e incluso de uno que decía telefoneardesdeRaleigh.Porlovisto,elasesinatodeunabogadoseguíateniendociertointeréspara aparecerenletrasdemolde.Mepasóelmontóndecarpetasquenecesitabaparallevaralostribunales —temasdetráfico,casitodosellos,másunorelativoaundelincuentejuvenil—,yprometióquese encargaríadedefenderelfortín. Salídeldespachominutosdespuésdelasnueve,conelpropósitodepresentarmeeneljuzgado cuando ya hubiera comenzado la sesión, para evitar así innecesarios encuentros con curiosos o personasdeseosasdeexpresarmesusimpatía.Porlamismarazóndecidíentrareneledificioatravés delaoficinadelmagistrado.Lasalitadeespera,apesardelahoratemprana,estabayallenadelos habituales malhechores y vagos. Dos hombres estaban esposados, en tanto que los agentes que los conducían compartían un periódico y daban la impresión de aburrirse. Había una pareja que presentaba una queja por agresión contra su hijo adolescente, así como dos sesentones ensangrentados y molidos a golpes, pero demasiado cansados ya o suficientemente sobrios ahora paraseguirpeleándoseelunoconelotro.Reconocíporlomenosalamitaddeellosporhabérmelos encontradoyaeneljuzgadodelopenaldeldistrito:eranloqueennuestrajergallamamos«clientes de por vida», que entran y salen del sistema aproximadamente cada dos meses por una acusación menoroporotra:violacióndeunapropiedadprivada,agresión,tenenciailícita…,loquesea.Unode ellosmereconocióymepidióunatarjeta,peroyomediunaspalmadasenlosbolsillosparaindicar quelosllevabavacíosyseguíadelante. Fuerayadelaoficinadelmagistrado,medirigíalazonanuevadeledificio,dondesereuníael tribunaldelopenaldeldistrito.Pasépordelantedelpuestodebebidasybocadillos,regentadopor una mujer medio ciega llamada Alice, y después me colé por una puerta que no ofrecía más obstáculoquelaplaquitaquehabíaenellaconelrótulosoloabogados.Másalládeestapuertahabía otra,estasídotadadeunacerraduradeseguridad. Entré en la sala por la parte de atrás y el primero que advirtió mi presencia y me dedicó una miradadeconmiseraciónfueunodelosalguaciles.Sugestofuecomounaseñal,puesalmomento siguientetodoslosabogadospresentesmeestabanmirando.Vitantosrostrossinceramenteapenados, que aquello me paralizó momentáneamente. Cuando tu vida es una mierda, resulta demasiado fácil olvidar cuántas buenas personas hay en el mundo. Hasta la juez, una atractiva mujer madura, interrumpió la lectura de las vistas programadas y me invitó a acercarme al estrado, donde me expresósupesarenvozbajayenuntononotablementeafectuoso.Vientonces,porprimeravez,que teníalosojosmuyazules.Despuésapretólevementemimanoconlasuyayyobajélavistaconun brevedesconciertoalverlosgarabatosinfantilesquehabíadibujadoensublocdenotasjudiciales. Me propuso aplazar mis casos, pero yo decliné su ofrecimiento. Entonces me apretó la mano de nuevo,medijoqueEzrahabíasidoungranabogado,ymepidiófinalmentequeocuparamiasiento. Durante las siguientes dos horas actué sin convicción y negocié apelaciones para clientes que pudieranohaberconocidosiquiera;después,paséaltribunaldemenores.Miclienteteníadiezañosy estabaacusadodeincendioconagravantesporhaberprendidofuegoaunacaravanaabandonadaen laqueotroschicosmayoressereuníanparafumarhierbayfollar.Elmuchacholahabíaincendiado sinlugaradudas,perojurabaquehabíasidounaccidente.Yonolocreía. Elayudantedelfiscaldeldistritoquellevabalaacusacióneraungilipollaspagadodesímismo, salidohacíaapenasdosañosdelafacultaddederecho.Fanfarroneabayeratanpocoapreciadopor los fiscales como por los defensores…, un idiota, en suma, al que jamás se le había pasado por la imaginación que un tribunal juvenil debe ocuparse más de ayudar a los chicos que de conseguir elevadosporcentajesdecondenas.Presentábamoselcasoanteunantiguofiscalconvertidoenjuez, queencontróculpablealchico;pero,aligualquelamayoríadelosqueteníamosalgodecerebro,el juez pensó que el muchacho había hecho probablemente un servicio público y lo dejó en libertad condicional:uncastigopensadotantoparareforzarlaautoridaddelospadrescomoparaaleccionar alchico.Paramí,eralonormalylojustopueselmuchachonecesitabaayuda. Elayudantedelfiscaldeldistritodejóescaparunasonrisillaautosuficiente.Seacercóalamesa deladefensayechóhaciaarribaloslabiosparadejaraldescubiertosubocadentonaydecirmeque sehabíaenteradodelodemipadre.Despuéssepasóporlosdientesunalenguadetintepurpúreoy observó que la muerte de Ezra planteaba tantas preguntas como había dejado sin resolver la de mi madre. Estuveapuntodedarleunpuñetazo,perocomprendíjustoatiempoqueaquelloleencantaría,así que me contenté con hacerle un corte de mangas. Vi entonces a la detective Mills; se hallaba algo apartada,cercadelasalida,ymedicuentadequedebíadellevaralgúntiempoallí.Denoestaryotan entumecido,aquellomehubieraalucinado:eslaclasedepersonaalaqueaunolegustairledetrás. Cuandorecogímiportafoliosymeacerquéasaludarla,ellamecortóconungesto: —Fuera—medijo,yyolaseguí. Laantesalaeraunherviderodepersonasydeconversaciones,ylosabogados,alvernos,dejaban dehablarynosmiraban.LadetectiveMillseraunadestacadainvestigadora;yo,elhijodeuncolega asesinado.Noselocensuro. —¿Quéocurre?—lepregunté. —Aquí no —me dijo, agarrándome por el brazo y dirigiéndome hacia la escalera, en sentido contrarioalflujodelagente.Caminamosensilenciohastaquedoblamosporelcorredorquellevaba alaoficinadelfiscaldeldistrito—.Douglasquiereverlo—meexplicó,comosirespondieraaotra preguntamía. —Meloimaginaba—dije—.¿Tienenalgunapista? Surostroeraseveroahora,loquemedabaaentenderqueaúncoleabaelasuntodeldíaanterior; peroyoconocíaelpaño.Sialgoibamal,Millsaguantaríaeltipo,yyointuíaqueyasehabíacorrido lavozdemivisitaallugardelcrimen.Eraalgoqueibaencontradetodoslostabúes.Lospolisno permitíanquelosabogadosdefensorescamparanporelescenariodeuncrimenycontaminarantal vezlasposiblespruebas.Brillantecomoeraysabedoradeloquehabíaquehacerparaguardarselas espaldas,probablementehabríaincluidoensuinformetestimoniosdeotrospolicíasacercadeloque yo había tocado exactamente y lo que no había tocado. También abundarían en él referencias al propioDouglas. Susilencionopodía,pues,sorprenderme. ElaspectodeDouglaseraeldeunhombrequesehubierapasadoenvelatodalanoche. —Nosécómohanpodidoenterarsetanprontolosmalditosperiódicos…—medijoencuantome vioentrarporlapuerta,alavezquemedioseincorporabadelasiento—.Peroserámuchomejorque túnotengasnadaqueverenello,Work. Melimitéamirarlofijamente. —Entra—siguió,ysedejócaerdenuevoensuasiento—.Cierreesapuerta,Mills. LadetectiveMillscerrólapuertayfueacolocarsetraselhombroderechodeDouglas.Metiólas manosenlosbolsillosdesustejanos,echandohaciaatrássucazadoraparamostrarlaculatadelarma quellevabaenlasobaquera.Despuésserecostócontralaparedysequedómirándomecomosifuera unsospechoso. Era un viejo truco, al que probablemente recurría solo por hábito, pero con aquella postura acentuabaalmáximosuimagendeperrosabueso.MefijéenqueDouglasseretrepabaensuasientoy sedesinflabacomosiperdieraaireporunpinchazo.Eraunabuenapersonaysabíaqueyotambiénlo era. —¿Tenéisalgunapista?—pregunté. —Nadasólidoaún. —¿Hayalgúnsospechoso?—insistí. —Prácticamente todo el mundo —replicó—. Tu padre tenía un montón de enemigos. Clientes insatisfechos, hombres de negocios que no han sabido entenderlo, y quién sabe cuántos más. Ezra hizomuchascosas,peroelcaminarprocurandonopisaranadienofueunadeellas. Unaformademasiadosuavededecirlo,sinduda… —¿Algunoenparticular?—pregunté. —No—dijoDouglas,enarcandounaceja. Mills carraspeó y Douglas dejó caer de nuevo su ceja. Era obvio que la detective se sentía incómoda y supuse que ella y el fiscal del distrito habían estado discutiendo entre ellos acerca de cuántoconvendríadecirme. —¿Quémás?—pregunté. —Pensamosquemuriólamismanochedesudesaparición. Millsentornólosojosycomenzóacaminarporeldespachocomounhombrecondenadoadiez añosenlamismacelda. —¿Cómosabéiseso?—pregunté.Ningúnforensehubierapodidosertanpreciso.Noalcabode añoymedio. —Por el reloj de tu padre —respondió Douglas, demasiado veterano en esos temas para poder regodearsedesuperspicacia—.Eraautomático.Eljoyeromehadichoquepodríafuncionartreintay seishorasdespuésdequelapersonaquelollevarapuestohubieradejadodemoverse.Solohemos tenidoquecontarhaciaatrás. Penséenelrelojdemipadreeintentérecordarsiteníaindicacióndefecha. —¿Ledispararon?—pregunté. —Enlacabeza—respondióelfiscaldeldistrito—.Dostiros. Recordé la camisa a rayas que cubría la cabeza de mi padre, la pálida curva de su mandíbula expuesta… Alguien había tapado su rostro después de matarlo, una acción nada habitual para un asesino. Millssedetuvofrentealosampliosventanalesquedabanalbancolocal,alotroladodelacalle mayor.Caíaunasuavelloviznayfinasnubesgrisestapabanelcielocomosifueranunaespeciede pelusa,peroelsolseguíabrillandoatravésdeellas:recordéentoncesamimadreyaquellafraseque siempremedecíadequelalluviayelsoljuntossignificabanqueeldemonioestabagolpeandoasu mujer. Millssecolocóanteelalféizarconlosbrazoscruzados,mientrasasuespaldaelfirmamentose oscurecíaylasnubeserancadavezmásespesas.Alfinaldesaparecieronlosúltimosrayosdesoly yosupusequelamujerdeldiabloestaríatendidaenelsueloysangrandoaesasalturas. —Tendremos que ir a examinar la casa de Ezra —siguió Douglas, y yo asentí, súbitamente cansado. Douglas hizo una pausa y añadió—: También tendremos que ir a registrar su despacho. Revisarsusarchivosyaveriguarsidescubrimosquiénpodíatenermotivosparaestarresentidocon él. Aquellodespejómicabezaydeprontotodocobrósentido.Ezraestabamuerto.Subufeteeramío, locualsignificabaqueDouglasylospolismenecesitaban.Permitirquelospolicíasrevolvieranen los archivos de un abogado defensor era…, bueno, era como consentir que un abogado defensor paseara por el escenario del crimen. Si yo me negaba, necesitarían una orden judicial. Habría una audiencia, y probablemente yo ganaría. A los jueces no les hacía ninguna gracia minar la relación privilegiadaentreabogado-cliente. Comprendí entonces que el fiscal del distrito habría pensado todo esto cuando me llamó a su despachoeldíaanterior,ylaideameresultóindescriptiblementetriste.Elquidproquoesunafea cosaentreamigos. —Déjamequelopiense—dije,yDouglasasintió,dirigiendounaenigmáticamiradaaladetective Mills. —Encontramoslasbalas—medijo—.Lasdosenelcuartito:unaenlaparedylaotraenelsuelo. Yo sabía lo que aquello significaba. Era sumamente dudoso que Ezra hubiese entrado voluntariamenteenaquelcuartucho.Lehabríanordenadoquelohicieraapuntadepistola.Elprimer tiro lo había pillado de pie; le había atravesado el cráneo y había ido a empotrarse en la pared. El segundoselohabíanasestadocuandoseencontrabatendido:elasesinohabíaqueridoasegurarse. —¿Y…?—pregunté. DouglasmiródenuevoaMillsycomenzóatirarsedesucejaderecha. —Aúnnotenemoselinformedelforense,perofuerondisparadasporunrevólvercalibre357— dijo Douglas, inclinándose hacia delante en su asiento, como si el movimiento le doliera en las posaderas—. Hemos examinado los registros. Tu padre tenía un revólver calibre 357, un Smith & Wessondeaceroinoxidable.—Yonodecíanada—.Necesitamoseserevólver,Work.¿Sabesdónde está? Sumanoderechasealzódenuevoysepusoatrabajarensuceja.Yomelopensécuidadosamente antesdehablar. —Notengolamásmínimaidea—respondí. Élseechóhaciaatrásyapoyólasmanosenelregazo. —Búscalo…,¿loharás?Yavísanosencuantoloencuentres. —Loharé—prometí—.¿Esoestodo? —Sí —dijo Douglas—. Llámame respecto a lo de estos archivos. Necesitamos tener acceso a ellos.Ypreferiríanotenerquemolestaraljuez. —Comprendo.—Erasinceroaldecireso.Mepuseenpie. —Esperaunsegundo…—dijoMills—.Tengoquehablarcontigoapropósitodelanocheenque tupadredesapareció.Hayunmontóndepreguntassinrespuesta.Ypodríahaberalgovaliosoenellas. LanocheenlaquedesaparecióEzraeralamismanocheenquemuriómimadre.Noerauntema fácilparamí. —Después—dije—.¿Teparece? Ellamiróalfiscaldeldistrito,quenodijonada. —Deacuerdo.Peroqueseahoy—añadió. —Estábien—asentí—.Hoy. DouglassiguióensuasientomientrasMillsabríalapuerta. —Seguiremosencontacto—dijoDouglasylevantólamanomientrasladetectiveMillscerraba la puerta en mis narices. Fuera, en el vestíbulo, mientras los ojos de todos caían sobre mí como dedos,mesentímuysolo. Fui hacia la escalera de atrás y pasé de nuevo a través de la oficina del magistrado. No había prácticamentenadieahora,ysaludéconungestoalamujerquesehallabadetrásdelarejilladetela metálica.Ellamerespondióreventandounglobodegomademascaryyodesviélavistaensilencio. Fuera,elsolseguíatapado,perolalluviasehabíatransformadoenfinaniebla,cuandoloqueamí me hubiera apetecido más era un buen aguacero. Deseaba el gris encapotado del cielo, el susurro constanteyelrepiqueteodelaguasurgidadelvacío;necesitabasentirenmirostrolapurezadelagua y el peso sobre mí de un traje de tres temporadas convertido en una prenda definitivamente inservible. Sin decisión ni acción, necesitaba difuminarme, ser apartado de la vista y colocado, duranteunsusurrodetiempo,enunlugardondenadiemeconociese.Pero,enlugardeeso,megané lamiradacuriosadedoschicos;enlugardeeso,meempapé. Noeraaúnmediodíacuandoentréenlaoficina,ymisecretariasemostróintranquilacuandole dijequesefueraacasa.Metióensubolso,intacto,elalmuerzoquesehabíatraídoporlamañana,un montóndecuadernosyundiccionariodetérminosjurídicos,ydespuéssemarchóconairedolido. Yo tenía que ir al piso de arriba para registrar el despacho privado de Ezra, pero su fantasma me detuvo en las escaleras. Hacía seis meses que no había subido allí y ahora me sentía demasiado deprimido para enfrentarme al esplendor polvoriento de un imperio de paja que inopinadamente había pasado a ser mío. Decidí, por ello, agenciarme un almuerzo inocuo que me diera el valor suficiente para encarar de nuevo el hogar de mi infancia y los recuerdos de huesos rotos tendidos comounasuciaalfombrasobrelaseveraescalera. Conduje por espacio de veinte minutos, buscando un lugar para almorzar que me ofreciera alguna posibilidad de anonimato. Acababa de renunciar a buscarlo cuando di con la entrada a un BurgerKing.Mecomíunpardehamburguesasconquesomientraspasabapordosvecesfrenteala casa de mi padre. Era un reto para mí con sus gruesas columnas, sus abiertas ventanas que hacían dañoalavistaylaperfectapinturadesualabastro.Máscastilloquecasa,estabaagazapadatrasfilas desetosyarbustosdebojquemerecordabanlosfortinesquehabíavistoenciertaocasióncuando EzrallevóalafamiliaalasplayasdeNormandía.Yosabíaquemipadrehabíadeseadodespertarmis instintos para que pudiera continuar su cruzada contra el esnobismo de las viejas fortunas de esta ciudadqueduranteañoshabíanafeadoelbrillodesusmagníficoslogros.Peroahoraeraconsciente, como siempre lo he sido, de que eso no ocurriría jamás. Empeñarse en una guerra requiere convicción,yaunqueyocomprendíalasfuerzasqueimpulsabanamipadre,noteníanadaquever conellas.Existíanmuchasclasesdeveneno,yyonoeraunperfectoestúpido. Me adentré por el camino de acceso de vehículos, pasé bajo las ramas cruzadas de árboles que hacían de centinelas y de esta forma retrocedí en el tiempo, hasta mi infancia, que sentí a mi alrededorcomovidriosrotos.Tintinearonlasllavesymesentéenelsilencioquesiguió.Viconlos ojos de la imaginación muchas cosas que ya no existían: mi primera bicicleta y mis juguetes, escacharradoshacíamuchotiempo;aunpadreconelrostroencendidoporsutempranotriunfo;ya mimadrecuandotodavíavivía,felizaún,contemplandolasonrisainquisitivadeJean.Lointacto,sin lapátinaamarillentadeltiempo;peroentoncespestañeéydesapareciótodo,comocenizasbarridas porunsúbitoviento. La policía no se había presentado aún allí y, cuando probé a entrar, me costó abrir la puerta porqueestabaatascadaporfaltadeuso.Desconectéelsistemadealarmayfuiencendiendolaslucesa medidaquerecorríalashabitaciones.Habíaunacapadepolvoenelsueloylassábanasquecubrían los muebles de mi padre. Vi viejas huellas en las escaleras mientras bajaba lentamente por ellas, recorría los dos comedores, la leonera, la sala de billar y llegaba a la puerta que conducía a la bodegadevinodemipadre.Elaceroinoxidableteníaunbrilloapagadoenlacocina,quemehizo pensarencuchillosconmangodeébanoymanosfinasypálidasdemimadre. Busquéprimeroensuestudio,pensandoqueencontraríaelarmaenelcajónsuperiordesumesa, juntoconelabrecartasdeplatayeldiariocontapasdepielquelehabíaregaladoJeanenlugardeun nieto. No estaba allí. Me senté durante unos segundos en su silla y me quedé mirando la única fotografía enmarcada que había: una desvaída instantánea en blanco y negro de un chamizo medio derruidoydelaadustafamiliaquelohabitaba.Ezraeraelmásjoven,unchiquillogruesoconlas piernassuciasydescalzo,quevestíaunmonodepantalonescortos.Observélasmanchasnegrasde sus pupilas y me pregunté qué estaría pensando aquel día. Tomé el diario y hojeé sus páginas, sabiendo que mi padre jamás hubiera confiado a un papel sus sentimientos más íntimos, pero alentando,apesarmío,laesperanzadequelohubierahecho.Peroeldiarioestabaenblanco,asíque volví a dejarlo donde lo había encontrado. Mis ojos recorrían la estancia intentando hallar alguna sensación de aquel hombre al que antes había creído conocer, pero aquella habitación no me decía nada. Estaba repleta de mapas antiguos, muebles de cuero y recuerdos de toda una vida… y, sin embargo, ¡se notaba tan vacía! Me di cuenta de que la habitación en sí misma era un trofeo; podía imaginarlo sentado allí, y sabía que podría sonreír en aquel despacho mientras su esposa yacía sollozandoenlagrancamadelpisodearriba. Sentado en su butaca, me sentí confusamente incestuoso, por lo que no permanecí allí mucho tiempo.Aldejarsuestudionotéquemispisadasenelsuelocubiertodepolvonoeranlasúnicasque había. Había otras más pequeñas, que me dijeron que Jean había estado allí. Las huellas iban del estudio al vestíbulo, y después a la gran escalera. Desaparecían en el camino enmoquetado que ascendía por el centro de la escalera, y reaparecían después en la madera dura del pasillo que conducíaalahabitacióndemispadres.Yohacíamásdeunañoquenohabíasubidohastaallíylas pisadaseranevidentes.Seperdíandenuevoenlaalfombrapersaquecubríaelsuelodeldormitorio, pero junto a la cama y la mesilla de noche donde esperaba encontrar el revólver, había una huella mediomarcadaenelpolvo.Mefijéenellechoyviquemostrabaenelcentrodelacolchaunahuella semicircular,comosialgúnanimalsehubieraenroscadoallí. Busqué el revólver, no encontré nada y finalmente me senté en la cama y alisé la colcha para quitar aquella huella. Tras unos instantes más de reflexión, me levanté y salí de la casa. Lo hice arrastrandolospiesparanoagitaraquelsuelocubiertodepolvoenelqueantañohabíanjugadodos niños. Yaenelexterior,meapoyécontralapuertacerrada,esperandotalvezqueladetectiveMillsse presentara por el camino para vehículos con una docena de coches patrulla siguiéndola. Traté de serenarmirespiración,quesonabaagitadayfuerteenunmundodeinsólitosilencio.Dealgúnlugar llegabaelolordehierbareciénsegada. Recordaba el revólver de mi padre de la noche en que lo vi apuntado contra el rostro de mi madre.Cuandomipadremedescubrióallí,enlapuertadeldormitorio,tratódefingirquesetrataba deunabroma,peroelterrordemimadreerareal.Loadvertíensusojosllenosdelágrimas,ensu postura,enlaformacomosusmanostirabandelcinturóndesubatacuandomedijoquevolvieraala cama.Mefuiporqueellamelopidió,peroahorarecordabaelsilenciodelacasayelchirridodelos muelles de la cama mientras ella intentaba hacer las paces del único modo que sabía hacerlo. Esa nochelleguéaodiaramipadre,peromecostómuchotiempodarmecuentadelaintensidaddeesa emoción. Nunca supe por qué discutían, pero aquella imagen jamás cicatrizó y, mientras me alejaba de aquellugar,penséenlaslágrimasdemipropiaesposayensucansadasumisiónlanocheantes:la pobre satisfacción que obtuve de su pequeñez mientras me aprovechaba vergonzosamente de ella. También Barbara había llorado y, al recordar el sabor salado de sus lágrimas, pensé que por un instantehabíasabidocómosesentíaeldemonio.Sexoylágrimas,aligualqueelsolylalluvia,se suponequenodebencoexistirenelmismomomento;peroparaunalmacaída,unactodebondad podíaaveceshacerquemesintierabienyahuyentarelinfiernodemí. Bajé hasta donde había aparcado mi coche, arranqué y, mientras pasaba nuevamente bajo los árbolesqueguardabanlacasaymedirigíahaciamihogar,mispensamientosestabansuciosporel polvodelugaresalosquemimentenovolveríanunca. 5 Todoloquedeseabaeraquitarmeeltraje,tumbarmeenlacamayencontraralgúnalivioenaquel horizontenegroyarenoso,peroenelinstanteenquegiréenlacarreterahaciadondesealzabami casa,medicuentadequenoibaaocurrirnadadeaquello.Lacurvaencuestadelcaminodeacceso, que en ocasiones como esta debería dar la bienvenida a un hombre, rebosaba hoy de relucientes vehículosdecolornegroyplata.Lostiburonessehabíancongregado.Habíanacudidolasamigasde mi mujer, cargadas con sus melifluas pamplinas, sus chismorreos y sus ávidas preguntas: «¿Cómo habíamuerto?».«¿CómolosobrellevabaWork?».Y,después,cuandoBarbaranopodíaoírlo:«¿En quéasuntoestabametido?Heoídoquelehandisparadodosbalasenlacabeza…».Paraañadirluego envozmásbajaaún:«Probablementeselomerecía».Másprontoomástarde,algunadeellasdiríalo que muchas pensaban: «¡Purria blanca!», murmurarían, y los ojos centellearían por encima de los labios, partidos por demasiadas sonrisas tensas. ¡Pobre Barbara…! Idealmente, debería habérselo pensadomejorantesdecasarseconmigo. Porprincipio,yomeneguéavermeexpulsadodemipropiacasa,peromicochesenegóadar media vuelta en el estrecho camino de acceso. Así que, en vez de hacerlo, seguí para ir a comprar cervezas y cigarrillos en el autoservicio que hay al lado del instituto. Pensaba ir con la bolsa al estadiodefútbol,subirlasgradasyemborracharmelentamentesobreelrectángulodehierbareseca. Perolaverjadelestadioestabacerradaconllaveyconunafuertecadena,demasiadoaltaparapoder tirardeella.Regresé,pues,conelcochealacasademipadreymepuseabeberenelcaminode acceso.Habíadadocuentadelamayorpartedelpaquetedeseislatasantesdedecidirmearegresara casa. Cuando doblé el camino en dirección a ella, vi que el número de coches había aumentado, dándole un desgraciado aire festivo. Aparqué en la calle, dos casas más abajo, y caminé hasta la entrada. Dentro, me encontré a toda la gente que había pensado encontrar: nuestros vecinos, varios conocidosdefueradelaciudad,médicosysusesposas,propietariosdenegociosylamitaddelos parroquianos del bar local, incluido Clarence Hambly, quien durante muchos años había sido el mayorrivaldemipadre.Fueélquiencaptódeinmediatomiatención,puestoquedestacaba,altoy desdeñosoinclusoenaquellareunióndegenteadinerada.Teníalaespaldareclinadacontralapared, elcodoapoyadoenlarepisadelachimeneayunvasodebebidaenlamano.Élfueelprimeroen verme,yapartólavistacuandonuestrosojosseencontraron.Yomedesentendídeél,considerándolo unamolestiamenor,yexplorélahabitaciónconlamiradaenbuscademimujer,alaquevienelotro ladodelasala.Mirándola,pudedeciralinstante,sinperderniunsegundoenpensarlo,queerauna hermosa mujer. Tenía una tez impecable, pómulos altos, ojos centelleantes. Aquella noche lucía un peinado perfecto y estaba asombrosa en su vestido más caro y de última moda. La rodeaban sus amigasmáshabituales,mujerescuyasmanosestabanfríasporlasjoyasyelcalortenuedelasangre. Encuantomevio,dejódehablarysusamigassevolvieronamirarmetodasauntiempo.Susojos hicieronmidisección,fijándoseenlalatadecervezaquellevabaenlamanoy,cuandoBarbaradejó sucírculo,noledijeronnada,peroyoimaginésusafiladaslenguasdesollándomelaespalda.Encendí otro cigarrillo y pensé que aún tenía que disponer el funeral. Al momento siguiente, Barbara se materializóamiladoyporunmomentoestuvimosjuntosyasolaslosdos. —Hermosafiesta—dije,yarenglónseguidosonreíparaquemispalabrasnosonarandemasiado crueles. Ellaapoyóunoslabiosdurosenmimejilla. —Estásbebido—medijo—.Hazelfavordenoponermeenevidencia. Aquel hubiera podido ser el momento más bajo, si Glena Werster no lo hubiera elegido para aparecerporlapuertadeentrada.Exhibíaunaradiantesonrisaquehacíapareceroscurossusdientes, y su vestido negro era demasiado corto y demasiado ceñido. Verla en mi casa me ponía enfermo. PenséenJeanyenloduroqueseleteníaquehacersubirlaescalinatadelamansiónconpilaresde GlenaWerster. —¿Quéhaceesaaquí?—pregunté. Barbara miró por encima de su vaso de vino mientras Glena se instalaba en un rincón, en el centrodesucamarilla,yyoadvertíunanotadeinquietudenlosojosdemimujer.Cuandosevolvió haciamí,sumurmullofuesevero: —Pórtatebien,Work.Esamujeresmuyimportanteenestaciudad. Yoyasabíaque,paramiesposa,«serimportante»significabaqueGlenaWersterpertenecíaala junta del club de campo, era asquerosamente rica y disfrutaba arruinando reputaciones solo por el placerdehacerlo. —Nolaquieroaquí—dije,eindiquévagamenteelgrupodemujeresapiñadasbajoelretratodel padredeBarbara—.Noquieroaningunadeellasaquí.—Meinclinéhaciasucarayellaseapartótan rápidamente que pienso que mi olor la echó atrás instintivamente. Aun así, le dije—: Tenemos que hablar,Barbara. —Elsudortehaempapadolacamisa—dijo,introduciendotresdedosatravésdelosbotonesque lacerrabanbajomicuello—.¿Porquénosubesacambiarte?—Empezóaalejarse,perodeprontose volvió.Alargólamanohaciamicarayyolainclinéhaciaella—.Yaféitatetambién,¿quieres? Almomentosiguienteyasehabíaapartadodemíparavolveralcírculodesusestiradasamigas. Mequedésolo,pues,perdidoenmipropiacasamientraslagentepronunciabapalabrasamablesy yoasentíacomosiestuvieradeacuerdocontodoloquemedecían;aunasí,existíaenunaespeciede mágicosilencio,ylaspalabrasamablesrompíansobremícomoeloleajesobrealguiendesplomado enlaplayamediomuerto.Unaspocaseransinceras,peronadiecomprendíalomásbásicoacercade mipadre…,loquelohacíataninexplicable,tanextraordinarioytanmalvado. Peregrinando a través de palabras inconexas me encaminé a la cocina, donde había esperado poderencontrarunacervezafría.Pero,enlugardeeso,mehalléconlasorpresadeverallíunbar perfectamente dispuesto, lo que hizo que me maravillara confusamente de mi mujer que, en la fría secuela de una muerte, aún era capaz de improvisar lo necesario para una ocasión así. Pedí un bourbonconhielo,yenaquelmismoinstantenotéunamanoapoyadaenmihombroyunavozque parecíatriturarelhieloyqueseuníaalamíaparadecirlealcamareroquefuerandosenvezdeuno. MevolvíyviamiladoaldoctorStokes,mivecino,cuyosrasgoscorreososybarbablancaledaban ungranparecidoconlasfotografíasdeMarkTwain. —Gracias —le dijo al camarero, y después me apartó del bar con su mano firme de médico, diciéndome—:Demosunpequeñopaseo.—Meguioatravésdelacocinay,después,haciaelgaraje, donde los últimos rayos del sol proyectaban polvorientos rectángulos sobre el cemento gris del suelo.Mesoltóenelespaciovacío,ydespuéssesentóenlosescalonesdelporchetrasinvitarmea queyoloimitaraconungruñidoyunareverencia.Bebióuntragodesuvasoychasqueóloslabios, relamiéndose—:Estesíqueesunbuenamigo—dijo. —Sí—asentí—.Puedeserlo. Lovimirarmeconcuriosidadmientrasdabacuentadesubebidayencendíauncigarro. —Heestadoobservándote—dijofinalmente—.Notienesbuenaspecto. —Hetenidounmaldía. —Noteestoyhablandodehoy.Llevoañospreocupadoporti.Soloquenoteníalaoportunidadde decírtelo…,yameentiendes. —¿Quéesloquehacediferentelasituaciónhoy?—pregunté. Memiróyexhalóunhumoazulado. —Llevocasadocincuentaycuatroaños—respondió—.Pensarásquenomehasvistonuncaasí, comositumejoramigoteacabaradedarunpuntapiéenlaspelotas.Peronohacefaltaserungenio paraverlo;mimujersehafijadotambién.—Sesacudiódelaperneradelpantalónunaimaginaria pelusa,estudiósucigarroyprosiguió—:Bueno…,nopuedohacernadaacercadetuesposa…,enfin decuentas,elmatrimonioesalgoenloqueunonopuedeinterferirse…,perohayciertascosasque deberíasoír,ysémuybienqueningúnotrovaaquererdecírtelas. Puesto que no sabía qué decirle, coloqué mi vaso en una carretilla volcada y encendí un cigarrillo.Elsilencioseprolongómientrasguardabaelpaqueteenelbolsillodemicamisa.Cuando volví a levantar la vista, vi que los ojos del doctor aparecían velados por sombras ahora. Eso me entristeciósingularmente,porquesusojosteníansiempreelbrillodelafecto. —Tupadreeraelmayorgilipollasqueheconocidoenmivida—sentenció,yacontinuacióndio unachupadaasucigarrocomosiacabaradehaceruncomentarioacercadeltiempo.Yonoobjeté nada,porloqueelancianocontinuóalcabodeunospocossegundos—:Erauncochinoegoísta,cuya únicaambicióneraadueñarsedelmalditomundo…,peroesotúyalosabes. —Sí—asentí,aclarándomelagarganta—.Esoyalosé. —Unhombrepropensoaodiar,además,perocapazdemirartealosojosmientrasteclavabael cuchillo,sientiendesloquequierodecir. —No,noloentiendo. —Quierodecirqueeraunhombresinceroensuavaricia.Comopodíaverlocualquieraquefuese sincerotambién. —¿Yeso?—inquirí. —¿Te parece que he acabado de hablar? —me preguntó, y yo no supe qué decirle—. Deja que siga, entonces… Estaba también Jean. A mí no me agradó nunca la forma como educaba a tu hermana. Me parecía estar desaprovechando un talento sin tacha. Pero uno no puede elegir a sus padres,yesafuesudesgracia.Aellalaheobservadoigualmenteypiensoquetodoleirábienahora queEzraestámuerto. Nopudereprimirunaásperacarcajada. —¿De verdad crees que la has observado de cerca? —pregunté, pensando en lo mucho que distabaJeandeestarbien. Inclinóelcuerpohaciadelante,yadvertíunsúbitodestelloensusojos. —Másdecercaquetú,apostaría—replicó,ylaverdaddesuobservaciónmeescoció—.Perono estoypreocupadoporella.Erestúquienmepreocupas. —¿Yo? —Sí,yahoracierralaboca.Esoesloquehevenidoadecirte.Asíqueprestaatención…Tupadre fue un gran hombre, con amplias visiones y grandes sueños. Pero tú, Work…, tú eres un hombre mejor. Sentíelescozordelaslágrimasenmisojos,ydeseéfervientementequeaquelhombrehubiera sidomipadre.Teníaensurostrotalexpresióndesinceridadsincomponendasymovíasusgruesas manoscontalconvicción,queporunmomentolocreí. —Eresmejorqueélporquetúnodeseasgrandescosaspormotivospequeños.Eresmejorporque tepreocupas…portusamigosytufamilia,porlascosasjustas…,comosevioporlaformacomo apoyasteatumadre.—Hizounapausayasintióconungesto—.Notedejesasfixiarporlastareasde Ezra,Work.Tengoochentaytresaños,lossuficientesparahaberaprendidounpardecosas;ylamás importantedetodasesesta:quelavidaescondenadamentecorta.Decideloquetúquieresser.Sétu propiodueñoysacalomejordetimismo. Sepusoenpielentamenteyoíloscrujidosdesusarticulaciones.Comoelhieloalrechinarcontra elcristalenelvasodelqueestababebiendo. —Entierra a tu padre, Work, y cuando estés listo, nos encantará que vengas a casa a cenar. Yo conocíabienatumadre,queDioslatengaensuseno,ymegustarácharlarcontigodesusbuenos tiempos.Yunaúltimacosa…,nopierdaselsueñoporBarbara.Esunamalapécorapornaturaleza, noporelección.Asíquenoseasdemasiadodurocontigoporsucausa. Me guiñó el ojo y sonrió a través del humo de su cigarro. Yo le agradecí que hubiera venido, porque no se me ocurría qué otra cosa podría decirle. Después cerré la puerta tras él y me senté dondeéllohabíahecho,enelmismoescalóndemaderatibioaúnporsusestrechasposaderas.Bebí bourbon aguado, pensé en mi vida y deseé que el anciano tuviera razón en todo lo que me había dicho. Finalmente,agotéelcontenidodemivaso…,peroesoteníaremedio.Mirelojseñalabaqueeran casilascincodelatardey,allevantarme,penséporunmomentoenladetectiveMills:nolahabía llamado,perotampocomepreocupabanohaberlohecho;todoloquequeríaenaquellosmomentos era beber más. Entré y salí de la cocina sin decir ni una palabra a nadie; y, si aquello ofendió a alguno, peor para él. Yo ya me había hartado de charla. Así que retorné a mi húmedo retiro en el porche para ver cómo iban avanzando las sombras y beber mi bourbon tibio. Permanecí en aquel desapaciblelugareltiemposuficienteparaquelaluzdisminuyeraylasparedesdelacasadieranla impresión de desmoronarse. Yo no era un borracho irritable; no me pondría a lloriquear ni me abandonaríaaimaginaciones.Michaquetafueapararauncajónllenodehierbacortadaqueyono vaciabanuncaymicorbataacabóatadaaunclavoquehabíaenlapared,peroconservépuestasel restodemisropas,loquereconozcoquemecostó:deseézarandearlotodo,romperconmiactitud complaciente…,yenunmomentodelocurainclusomeimaginéamímismocorreteandoencueros por la casa. Hablaría con las amigas de mi mujer y las desafiaría a fingir, en la siguiente reunión socialquecelebraran,queaquellonohabíasucedidonunca;yellasaccederíanahacerlo:diríanque yosiemprehabíaestadovestido.Porqueasítodaspodríanmirarmealacaraatravésdelosvasoso enlacenadelasemanasiguiente,preguntarcontodatranquilidadquétalmeibaelbufeteydecirme despuésqueelfuneraldemípadrehabíasidoespléndido. Necesitabareírmeynecesitabamataraalguien. Pero no hice lo uno ni lo otro. Entré, en cambio, en la casa… y conversé. Eso sí, con la ropa puesta;ysisoltéalgunatontería,ningunomedijounasolapalabraalrespecto.Hastaque,finalmente, salídecasayfuiasentarmeenelinteriordemicoche,conlasventanillasabiertas;ymientrasestaba instaladoallí,conlaluzrojadelsalpicaderoiluminándomecomounasegundapiel,digraciasaDios porunacosa:porqueapesardeestarperdidamenteborrachoyhaberestadoconfundiendorostrosy palabrasquenoteníanparamíningúnsignificado,nohabíadejadoescaparniunasolapalabraacerca delúnicopensamientoirrecuperablequemeobsesionaba.Y,albuscarmisojoscansadosenelespejo, reconocí,paramí,porlomenos,quecreíasaberquiénhabíamatadoamipadre. Motivo.Medios.Oportunidad. Sedabanlastrescosas,sisabíasdóndemirar. Peroyononecesitabamirar.Nuncalohacía.Poresogiréhaciaarribaelretrovisoryloaparté. Despuéscerrélosojosypenséenmihermana,yenunostiemposquenoeranmenosdurosporsu sencillez. —¿Estásbien?—lepreguntéaJean. Ellaasintió,mientraslaslágrimascaíandesupequeñabarbillayempapabansustejanosblancos como lluvia en la arena. Sus hombros se hundían con cada sollozo, hasta el punto de parecer humilladayrota,conelflequillotapándolelojustolapartesuperiordesurostro.Desviélavistade lospequeñoscírculosgrisesdelllanto,evitandomirarlasangrequeleescurríadeentrelaspiernas. Rojaylíquida,empapabatambiénlospantalonesnuevosdelosquesesentíatanorgullosa:losquele habíaregaladonuestramadreaquellamañanadesuduodécimocumpleaños. —Hellamadoapapáymehadichoquevendríaabuscarnos.Pronto,teloprometo.Esloqueme hadicho. Ella no decía nada y yo observaba cómo se oscurecía el rojo de la mancha. Sin pronunciar palabra,mequitélachaquetaylaextendísobresuregazo.Memiróentoncesdeunaformaquehizo quemesintieraorgullosodesersuhermanomayor,comosiesolocambiaratodo.Despuésdeslicéun brazosobresushombrosyfingíquenoestabamortalmenteasustado. —Losientomucho—dijoella,llorosa. —Todovabien—ledije—.Notienesporquépreocuparte. Estábamosenelcentro,enunaheladería.MamánoshabíadejadoallídecaminoparaCharlotte, dondepasaríalatarde.Teníamoscuatrodólaresparaheladosyplanesparavolvercaminandoacasa. Yo apenas sabía lo que era la regla en una chica. Cuando vi por primera vez la sangre, pensé que podíateneralgunaherida,ysololuegomedicuentadequellevabaunratovertiendolentaslágrimas. —Nomires—mehabíadicho,yhabíainclinadolacabezaparaquenovieraquelloraba. Papánovinonunca,yalcabodeunahoranospusimosacaminarhaciacasa,llevandoellami chaquetaanudadaalacintura.Habíacasicincokilómetros. Ya en casa, Jean se encerró en el baño hasta que regresó mamá. Yo me senté en el porche delantero,buscandovalorparadecirleamipadrequeeraunmalnacido—pornocuidardeJean,por hacerunmentirosodemí—,peroalfinalnoledijenada. ¡Cuántomeodiéamímismo! Cuando desperté era prácticamente de noche. Había un rostro en mi ventanilla y yo pestañeé sorprendido por las gruesas lentes y las pobladas patillas. Instintivamente me eché para atrás, y no soloporladesagradableaparienciadelhombre. —Bueno…—gruñó—.Penséquepodíasestarmuerto. Teníaunavozgutural,conunmarcadoacentosureño. —¿Qué…?—pregunté. —No deberías dormir en tu coche. Es peligroso. —Me miró de arriba abajo, atisbó el asiento trasero—.Unmuchacholistocomotúdeberíatenermejorjuicio. Lacaraseretiróyelhombredesaparecióalpunto,dejándomemedioadormiladoybebidoaún. ¿Quédemonioseraaquello?Abrílaportezuelaysalídelcoche,agarrotadoydolorido.Mirécalle abajoylovipasardelaluzalaoscuridad,conunlargoabrigocuyosbajosflameabanalaalturade sus tobillos, y gorro con amplias orejeras. Era mi paseante del parque: por fin, tras años de silenciosascaminatas,élyyohablábamos.Eramigranoportunidad.Podíaponerpieenlacalzada,ir trasélenlaoscuridad,formularlemispreguntas…,peronomemoví. Lodejéescapar,ylaoportunidadseperdióenlaparálisisdelaindecisión.Memetíenelcoche; notabalabocapastosaybusquéenlaguanteraunchicleounapastilladementa,peronoencontré ninguna de las dos cosas. En su lugar, encendí un cigarrillo, pero sabía horrible y lo arrojé enseguida.Mirelojmarcabalasdiezdelanoche.Habríadormidodos,talveztreshoras.Atisbépor lacalleendirecciónamicasa.Loscochessehabíanidoya,peroaúnhabíalucesenlacasa,deloque dedujequeBarbaraestabadespierta.Amílacabezamedabapunzadasysabíamuybienquediscutir ahoraconellaeramásdeloquepodíasoportar.Loqueechabademenosrealmenteeraotracerveza y una cama vacía. Pero tenía otra cosa completamente distinta que hacer y, mientras permanecía sentadoallí,comprendíquehabíaestadoposponiendoloinevitable.TeníaqueiraldespachodeEzra, parahacerlaspacesconsuespírituybuscarsurevólver. Giré la llave de contacto, pensé en todos los estúpidos borrachos a los que había defendido de acusacionesporconducirbajolosefectosdelalcoholydespuésmedirigíalaoficina.Eraundíaa propósito. Aparqué en la parte de atrás, como hacía siempre, y me introduje por el estrecho pasillo que discurreentrelasaladedescanso,lahabitacióndelafotocopiadorayeldepósitodematerial.Cuando salíalazonaprincipaldeoficinas,encendíunaluzytirélasllavessobrelamesa. Oíentoncesalgoenelpisodearriba,unchirridoyungolpesordoacontinuación,ymequedé helado. Silencio. Permanecíquietoescuchando,peroelsonidonoserepitió.PenséenelespíritudeEzra,perola idea no me pareció divertida, y me pregunté si no lo habría imaginado todo. Moviéndome con lentitud,fuihacialapartedelanteradelaoficinaencendiendotodaslasluces.Elhuecodelaescalera quesubíaalosdominiosdeEzraatraíatodamiatención,consuoscuridadysusparedespulidasy lustrosas.Micorazónestabaalertaypalpitanteynotabaenmíelsudorinsanodelbourbon.Meolía mí mismo en mi inmovilidad y me pregunté si, después de todo, no sería en realidad un cobarde. Luegoalcancéciertadosisdecalmaymedijequelosedificiosantiguosseasientanydanlugaraque loshombresborrachosimaginencosas.MerecordéqueEzraestabamuerto. Eché un vistazo a mi alrededor, pero todo parecía estar como siempre: escritorios, sillas, archivadores…,todoenorden.Mirédenuevoalaestrechacajadelaescalerayempecéasubir.Me movíadespacio,Conunamanoenlabarandilla.Cincoescalonesmásarribameparé,creyendohaber notado un movimiento. Di, titubeando, un paso más, oí algo y me detuve. Pero entonces, en aquel preciso momento, descendió a toda prisa sobre mí algo enorme, oscuro, que se estrelló contra mi pecho y me hizo caer. Sentí un instante de ciego dolor; y, después, me envolvió una completa negrura. 6 Viluz.Vacilóycesó;despuéstemblódenuevo.Medolíaalavista.Yonolaquería. —Estávolviendoensí—dijounavoz. —Bueno…,porlomenosyaesalgo.—Reconocílavoz:eraladeladetectiveMills. Abrílosojosalabrillanteydifusaluz.Parpadeé,peroeldolordemicabezanodesapareció. —¿Dóndeestoy? —Enelhospital—respondióMillseinclinóelcuerposobremí.Nosonreía,peropodíaolersu perfume:denso,comoeldeunmelocotónquellevarademasiadotiempoenelbolso. —¿Quéhaocurrido? Millsseagachómás. —Dínoslotú—meinstó. —Nolorecuerdo. —Tu secretaria te encontró esta mañana al pie de la escalera. Tuviste suerte de no partirte el cuello. Meincorporéparareclinarmeenlosalmohadonesymiréamialrededor.Unascortinasverdes rodeaban mi cama. A los pies de ella había una enfermera de aspecto corpulento, que sonreía bucólicamente.Oíavocesdehospitalyolfateabaolorahospital.BusquéaBarbaraconlamirada.No estabaallí. —Alguienmearrojóunabutaca—dije. —¿Cómodices?—preguntóMills. —La butaca de Ezra, creo. Estaba subiendo la escalera y alguien empujó la butaca para hacerla caerencimademí. Millsguardósilenciolargorato.Estabaobservándomemientrassegolpeabalosdientesconsu pluma. —Hehabladocontuesposa—medijo—.Segúnella,anocheestabasbebido. —¿Yeso? —Muybebido. Miréaladetectiveconmudasorpresa. —¿Estás diciendo que me caí rodando por las escaleras? —Mills no respondió, y yo sentí el primerramalazodeira—.Mimujernosabríasiunoestáonoborracho,amenosquelepegaraun mordiscoenelculo. —Hecorroboradosudeclaraciónconvariaspersonasqueestuvieronenvuestracasaanoche— dijoMills. —¿Quiénes? —Esonoesrelevante. —¡Relevante…! ¡Santo Dios, Mills…, hablas como un abogado! —Ahora estaba furioso. Sobre todoporquemedabacuentadequemetratabacomosifueraunidiota—.¿Hasestadoenmioficina, detectiveMills? —No—replicó. —Pues,entonces…¡ve!—ledije—.Veamirarsiesabutacaestáallíono. Ella me estudió, y pude asistir a su debate interior: «¿Estaba hablando en serio aquel tipo, o simplementeletomabaelpelo?».Sialgunavezmehabíaconsideradounamigo,veíaclaramenteque ya no era así. Su mirada era intolerante, y supuse que la presión la estaba venciendo. Se habían publicado muchas historias en la prensa —retrospectivas acerca de la vida de Ezra, especulaciones conpalabrasveladasapropósitodecómomurió,vagosdetallesdelainvestigaciónencurso—yen todasellassemencionabarepetidamenteaMills.Yocomprendíaqueaquelcasolaencumbraríaola destrozaríapero,poralgunarazón,habíaimaginadoquenuestrarelaciónpersonalpermaneceríaal margen. —¿Cómo se llama tu secretaria? —preguntó. Se lo dije y se volvió hacia la enfermera, que parecíaincómoda—.¿Hayalgúnteléfonocerca?—Laenfermeralerecomendóqueemplearaunode lasaladeenfermeras.Alfondodelvestíbulo.Lasegundapuerta.Mills,entonces,sevolvióamirarme —. No te vayas de aquí —dijo, y yo casi sonreí antes de darme cuenta de que no me lo estaba diciendoenbroma. Se abrió paso a través de las cortinas y desapareció. Estuve oyendo durante un rato su taconeo sobrelasbaldosas,ymequedéasolasconlaenfermera,queseacercóymeahuecólaalmohada. —¿Estoyenlasaladeurgencias?—lepregunté. —Sí, pero los sábados por la mañana no hay mucho jaleo. Se han acabado los tiros y los navajazoshastalanoche.—Sonrióaldecirlo.Ydeprontoseconvirtióparamíenunapersonareal. —¿Quéesloquetengo? —Oh…,nadadeparticular.Algunascontusionesytodoeso.Puedequeeldolordecabezaledure algomásdeloquecabíaesperar.—Otrasonrisaymedicuentadequeyonoeraelprimercasode resacadefindesemanaquehabíavisto—.Ledaránprontodealta. Apoyémisdedosenlatibiacarnedesuantebrazo. —¿Ha venido a verme mi esposa? Metro sesenta y cinco. Cabello negro, corto. Guapa. —Me miróinexpresiva—.Miradasevera,porcostumbre—añadí,bromeandosoloamedias. —Losiento…No. Desviélavistaparaevitarsugestodesimpatía. —¿Estáustedcasada?—lepregunté. —Llevoyaveintidósaños—dijo. —¿Dejaríaustedasumaridosoloenlasaladeurgencias? Ella no respondió, y yo pensé: «No, claro que no. Las diferencias en una pareja acaban en la puertadelhospital…». —Dependería —contestó finalmente. Estaba alisando mis sábanas, con manos que se movían segurasyrápidas,ymedijequenoqueríaacabarlafrase. —¿Dequé?—insistí. Memiróysusmanosseinmovilizarondepronto. —Desiélselomerecieraono. «Ahí la tenemos», pensé. La diferencia entre ella y yo. Porque a mí ese detalle me resultaría indiferente. No importaría lo que fuese. De repente, aquella enfermera había dejado de ser una inesperadaamiga,yconsemejantetristeconstataciónseevaporabaporcompletoelcalorexistenteen el pequeño espacio entre cortinas. Y por más que ella siguiera en él intentando prolongar la conversación,yomesentíasolasconmidolordecabezaymisdesordenadasimágenesdelanoche anterior. Habíaoídounsonido:ruedasgirandosobreelpisodemadera.LagranbutacadecuerodeEzra habíacaídorodandodesdeloaltodelaescalera.Estabaabsolutamentesegurodeeso.Yhabíasentido elimpacto,¡malditasea! Esdecir,quenoestabatanborracho. CuandoMillsreapareció,veníacabreada. —Hehabladocontusecretaria—dijo—.Nohayningunabutacaalpiedelaescalera.Nolahabía cuando te encontró esta mañana. Además, no hay nada fuera de sitio. Ninguna ventana rota. Ni una solaseñaldequehayanforzadolaentrada. —PerolabutacadeEzra… —Estáarriba,juntoalescritorio—dijoMills—.Dondehaestadosiempre. Hiceunesfuerzopararecordareldíaanterior.Habíaenviadoamisecretariatempranoasucasa. —Quizáolvidécerrarlapuertaconllave—aventuré—.Mira…,nomeloestoyinventando.Sélo queocurrió.—Lasdos,Millsylaenfermera,memirabanfijamenteahora,sinpronunciarpalabra—. ¡Malditasea!¡Osdigoquealguienlanzóunabutacaporlasescaleras! —Escucha,Pickens…Ahoranotetengoprecisamenteenlalistademisfavoritos.Ayerperdíuna hora intentando dar contigo, y no voy a perder más tiempo porque hayas decidido agarrar una cogorza.¿Meexplico? Nosabíaquéeraloquemeenfurecíamás:siqueMillssenegaraaaceptarloqueledecíaoelque mimujernotuvieraladecenciadeaparecerporelhospital.Teníalacabezaapuntodeestallar,mi cuerposesentíacomoelperdedordeuncombateconTysonymeparecíaqueelverdedelhospital ibaahacermevomitar. —Estábien.Loquedigas. Millsmemirócomosihubieraesperadomásluchaysesintieradecepcionada.Laenfermeradijo que tenía que hacerme firmar unos papeles, y desapareció para ir a buscarlos. Mills no apartaba la vistademíyyocontemplabaeltecho,decididoamantenerlabocacerrada.Aqueldíapodíadiscurrir dedosformasdistintas:podíamejoraroempeorar.Trasloquemeparecióunlargoratodefingir estarinteresadoporelrevestimientoacústicodeltecho,alfinalfueMillsquiensedecidióahablar: —Aún tenemos que conversar tú y yo de la noche en que desapareció Ezra. —Su tono era más suaveahora,comosiselehubieraocurridoqueestainformaciónpudieraserrelevanteyqueyola mantenía controlada. Yo no dije nada, y mi silencio provocó en ella una explosión de enfado—: ¡Malditasea,Work…!¡Eratupadre! Yolamiréentoncesfijamente. —¡No tienes ni puñetera idea de eso! —dije, e inmediatamente me arrepentí de mis palabras. Habíahabidomuchovenenoenmivoz,peroenlosojosdeladetectivedetectésorpresa—.Mira… Necesito una ducha. Tengo que hablar con mi mujer. ¿Nos vemos después, esta tarde? —Ella iba a hablar,peroyolacorté—.Entuoficina.Hoyalastres.Iréaverte. —Nohagasquetengaquearrepentirmedeesto—medijo. —Estaréallí.Alastresenpunto. EloloramelocotónmaduropersistiódespuésdehaberseidoMills.¿Mepresentaríaalacita?Tal vez. La noche en cuestión había sido una mala noche, y yo no había hablado de ella. Nunca. Uno guardaciertossecretosyestetansololohabíacompartidoconmihermana.Fueelúltimoregalode Ezra, una mentira envuelta en culpa y convertida en algo vergonzoso. Me había hecho perder el sueño pensándola y tal vez perder incluso mi alma. ¿Cómo la había llamado Jean? «La verdad de Ezra».Bien…,laverdaddeEzraeramiverdad,teníaqueserlo;ysiJeanloveíadeotramanera,se estabaengañandoaellamisma. Levantélasábana.Alguienmehabíametidoenuncamisón.Perfecto. La enfermera me dejó esperando casi una hora. Cuando por fin reapareció con mi papeleo, yo aúnnoteníaropaqueponermeymedejóduranteotrosveinteminutosmientrasibaabuscarlasque llevaba puestas cuando me ingresaron. El día estaba empeorando y el roce de unas prendas sucias sobremipielnocontribuyóadisminuiresasensación. Abandonélasaladeurgenciasparaencontrarmeconundíadesapacibleygrisporlosnubarrones bajos que arrastraba el viento. Hacía un calor húmedo, que enseguida hizo brotar el sudor en mis poros.Busquémisllaves,noconseguíencontrarlasyrecordéentoncesquetampocoteníacoche,así que decidí ir caminando a casa. Si alguien me vio, no se ofreció a llevarme. Ya en casa, cerré la puertacomosimepersiguieraelviento. —¡Estoyencasa!—llamé. Perolacasaestabavacía,comoyaimaginabaquelaencontraría.Enelgarajenoestabaelcoche de Barbara. La luz del contestador automático parpadeaba con su señal roja, y en la isla de los mueblesdelacocinaviunanota:unrectángulobeigedecaracartulina,conlaapretadaescriturade Barbara bajo una pluma colocada en perfecta diagonal. Me acerqué a leerla sin ningún interés real porloquepudieradecir. «Querido Work», empezaba, lo que me sorprendió, pues esperaba algo diferente. «He ido de compras a Charlotte. Pensé que te convendrían unas horas de tranquilidad. Siento que la velada de anocheresultaratanduraparati.Talvezyohubieradebidoprestartemásapoyo.Loreconozco…,y tenemosquehablarlo.¿Quétalsicenamosjuntoshoy?Losdossolos.Barbara». Dejélanotadondeseencontrabayfuialaducha.Lacamaestabahecha,yesomerecordóqueno tendríatrajelimpioparaellunes.Miréelreloj;lastintoreríascerraríanenveinteminutos.Metíenel armariolasprendasmugrientasdemiropaymemetíenladucha. Alsalir,mevestíyfuiamioficina.Unavezallí,encontrémisllaves,queguardéenelbolsillo,y echéunvistazoamialrededor.Millsteníarazónenalgunascosas:todoparecíanormal.Peroalguien había estado a punto de matarme, y necesitaba saber el motivo. Si allí había alguna respuesta, esperabapoderencontrarlaenelpisodearriba. EldespachodeEzrasealineabaalolargodelafachadadeledificio.Teníalasparedesdeladrillo visto, lo que creaba en él una sensación de calidez todavía mayor que la de la alfombra persa de veinte mil dólares que cubría el suelo. Tenía el techo con las vigas expuestas, mobiliario de piel y lámparasTiffany.Ezranoposeíagustopropioparaladecoración,porloquehabíatenidoquepagar aotraspersonas.Tratéderecordarelnombredesudecoradora,peronomevinoalamemoria.Era unamujeraficionadaalaspinturasalóleoyalosgrandesescotes:levilospechosunavezquese inclinóparaenseñarunasmuestrasdetapicería,Ezramepillómirándolosymeguiñóelojo.Aquello había hecho que se me pusiera la piel de gallina pero, al compartir conmigo el placer de aquellos blancossenos,mehabíatratadocomoaunigualporprimerayúltimavezenlavida.¡Quéestupidez!, ¿verdad? Las pinturas de Ezra hablaban de dinero…, de dinero antiguo. Mirándolas, te parecía oír las trompetas de los cazadores y percibir el olor de los perros. Los personajes representados en ellas tenían guardabosques, monteros y batidores. Cazaban vestidos con costosas ropas y volvían de la cacería para instalarse en mesas con vajilla de plata y atendidas por criados. Cazaban gacelas y corzosenlugardeciervos,faisanesenvezdecodornices.Susmansionesteníannombrespropios. Estaeralabestiaquehabíacabalgadoalomosdemipadre.Eldineroantiguolohabíahumillado, pero,muchomásqueeso,lohabíairritado.Porque,apesardelobuenoquefueraensuprofesión, deléxitoylariquezaquelehabíadado,siemprelehabíafaltadolaarrogantefamiliaridadconella. Lapobrezahabíasidosuacicate:lohabíaimpulsado,peronuncahabíacomprendidolofuertequelo hacía.Ahora,depieensucostosaalfombra,deseéhabérselodicho.Penséenlafotodesufamiliaque conservabaenelescritorioqueteníaensucasa.Sehabríavistoconfrecuenciaenaquellosrostros cansados,asintiendocomosiconversaraconellos.Habíaluchadoporescapardesumundo,másque porprocurárnoslo.Yesolehabíacausadoheridasqueyonuncahabíaexplorado.Aquellaspersonas llevabandemasiadotiempomuertas,demasiadofríasydescompuestasparaejerceralgunaimpresión, perohabíansidosusprioridades. «Aesolollamanlucharcontralasombradelpasado»,lohabíallamadoJeanenciertaocasión, asombrándomedesuperspicacia. Meacerquéahoraasumacizoescritorioyobservélabutaca.Habíamarcasderasponazosenel cuero, pero podían haber sido antiguas. Enrollé una parte de la alfombra y escuché el ruido de las ruedassobreelpisodemadera:eraelmismoquehabíaoídolanocheanterior.Volvíacolocarlaen susitioyexaminélasparedesdelhuecodelaescalera.Teníanrasponazostambién,peropodíanser decualquiercosa.Devueltaenelescritorio,pasélasmanosporelcueroyasentísatisfechoalver quenomehabíaimaginadonada. Lanocheanterioresamismabutacamehabíagolpeadoenelpecho.Y,siMillsnoqueríacreerme, ¡alláella! Miréportodoeldespacho.Alguienhabíasubidohastaallíporalgunarazón. MesentéenlabutacadeEzra,ahoramía,yapoyélospiessobreelescritorio.Buscabaunindicio. ¿Quépodíasertanimportante? DespuésdeladesaparicióndeEzra,lamayoríadenuestrosclienteshabíanseguidosuejemplo. Ezra los había representado en sus pleitos. Los había tenido en sus manos. Él se había llevado los titularesdeprensa,yellosnoteníanniideadequegranpartedeltrabajoquehabíadetráseramío. «No hay nada personal en esto», decían antes de retirar sus archivos para llevarlos al primer gran bufetedeabogadosdelaciudadquepodíanencontrar.LamuertedeEzrahabíaenriquecidoaunbuen montóndeabogadosdeCharlotte,unhechoqueaéllohubieramatadodenoserporquealguiense habíayaocupadodehacerlo.MipadreodiabaalosabogadosdeCharlotte. Yyomequedéenlalistadelosabogadosdeoficio,condenadoavivirdeloscasosrechazados porotros. Poresodudabamuchodequealguienhubieraidoallíporsusarchivos.Sihedesersincero,no me importaba entregarle aquellos archivos a Mills. No había nada en ellos. Los había repasado a conciencia meses atrás, buscando migajas. Era solo que no quería ponerle las cosas demasiado fáciles. Peroentoncesrecordéelmotivoquemehabíahechoiraldespacholanocheanterior.Registréel escritorio de Ezra, sus archivadores, e inclusive las mesitas que había a los lados del gran sofá de pieladosadocontralapared.Peronada…Noviningúnarma.Abríelarcónquehabíabajolaventana e incluso me arrodillé para mirar debajo del escritorio. Volví al piso inferior y registré hasta el último lugar imaginable donde hubiera podido esconderse un revólver. Al cabo de media hora de búsqueda,tuvelacertezadequemioficinaeraunespaciocompletamentelibredearmasdefuego. Subídenuevolasescaleras,fuialotroladoenelrellanoydesdeallíempecéacaminarsobrela cara alfombra persa de Ezra. De inmediato advertí una diferencia, pequeña pero que me llamó la atención.Mequedéinmóvil,estudiándola. Alotroladodelahabitación,casialpiedellargosofádeEzra,laesquinadelaalfombraestaba dobladahaciaabajo.Ellugarquedabadirectamenteenmilíneadevisión:laesquina,juntoconunpar depalmosdeflecos,todoelloremetidobajolapropiaalfombra.Examinérápidamenteelrestodel despacho, pero no vi ninguna otra cosa que pareciera fuera de sitio. Así que empecé a recorrer la estanciahaciaallí.Habríadadosietelargaszancadascuandomeparecióquealgocedíabajomispies. Notéelsordocrujidodelamaderaalflexionarse.Retrocedíyobservéunalevísimaelevaciónbajola alfombra.Volvíapisar.Otrocrujido. Echéhaciaatráslaalfombrayencontréunaseccióndeentarimadoflojo:dostablasanchasquese levantaban levemente por uno de los extremos, curvadas acaso por la acción del agua. Sobresalían apenasmediocentímetrodelasdemásdelentarimado,perosusbordesdecortenosealineabanbien con los de las otras y daban la impresión de haber sido serrados en algún momento, pues eran ásperos y todavía pálidos, en tanto que los otros bordes se veían casi negros por los años y las junturasentreelloslosuníansólidamente. Hundímisuñasenlosextremosclarosyásperosdelcorte,ytiréhaciaarriba.Lastablascedieron con facilidad. Debajo de ellas encontré una pequeña caja de caudales. No debería haberme sorprendido—mipadreeraunhombreaficionadoalossecretos—,peroaunasímequedémirándola unbuenrato. Era alargada y estrecha, y estaba encajada entre las viguetas del suelo. Su parte frontal era de metal cepillado, con un candado numérico en la derecha. La coloqué sobre mis rodillas mientras consideraba aquel nuevo problema. ¿Debería hablarle de ella a Mills? Decidí que aún no. No sin conocersussecretos. Enconsecuencia,intentéabrirla.Probéaadivinarlacombinación.Primerointentécontodaslas fechasdenacimientodelosmiembrosdenuestrafamilia,yconlosnúmerosdelaseguridadsocial, también.ProbéconlafechaenqueEzraingresóenlaabogacíayconladesubodaconmimadre. Intenté con números de teléfono, y después escribiéndolos en sentido contrario. Perdí media hora contemplando la caja y apretando botones, y al final la emprendí a puñetazos con ella. Puñetazos fuertes,quemelastimaronlosnudillos.Eramuyparecidaamipadre:oculta,callada,indestructible. Al final, me separé del duro metal. Encajé de nuevo las tablas en su sitio y extendí sobre ellas la alfombra, alisándola. Después estudié la escena con ojo crítico. Seguía habiendo un bulto debajo; pequeño,perovisible.Caminéporencima:elcrujidodelamaderaresultóperfectamenteaudible. Bajéalcuartodematerialenelpisoinferior.Enelestantemásaltoencontréelmartillodeorejas y los clavos que solíamos utilizar para colgar en las paredes cuadros y diplomas. Los clavos eran demasiadopequeñosparaelempleoquedeseabadarles,peroalfondodelestanteencontrémediacaja declavosdeochocentímetros…,largosygruesos,comolosqueemplearíaunoparaclavarlatapa deunataúd.Toméunpuñado.Denuevoarriba,hundícuatrodeellosenlastablasflojas,dosencada una. El martilleo era ruidoso, y en unas cuantas ocasiones tuve que dar demasiados golpes, que quedaban marcados en las tablas cuando fallaba. Dos de los clavos se hundieron bien rectos, y los otrosdossedoblaronmientrasloshundía;remachélascabezasparadejarlosplanos.Cuandovolvía extenderlaalfombraencima,noadvertíningúnbultoperceptible.Pisésobrelastablas.Silencio. DejéelmartilloylosclavossobrantesenlapartesuperiordelalibreríadeEzra,ydespuésme dejécaerpesadamenteenelsofá.Eraprofundo.«Paradormiruno,parafollardos»,habíadichoEzra enciertaocasión,yamímehabíaparecidounadivertidaocurrencia.Peroahoralonotéduroyfrío, yoptéporlevantarmeenseguidadeél.Denuevoenmicoche,meenjuguéelsudordelacaraconla mangadelacamisa.Estabaagotadoytembloroso,cosasambasqueatribuíalaresaca;peroenmi fuero interno me pregunté si no estaría desmoronándome. Puse en marcha el aire acondicionado y apoyé la frente contra el volante, cuya dureza me serenó. Tomé aire, lo exhalé, y al cabo de unos momentos me sentí mejor. Necesitaba hacer algo, tenía que moverme; así que puse el coche en marchaymeadentréenelescasotráfico. ErahoradeiraveraJean.Cuandounoseacercabaasucasa,siempreoíaruidodetrenes.Vivía enlapartepobredelapoblación,cercadelasvías,enunacasaqueeltiemponohabíarespetado:un edificio pequeño, blanco y sucio, con un porche delantero cubierto y columpios verdes metálicos comolosquelosnegrossolíantenercuandoéramosniños.Unherrumbrosotanquedecombustible aparecíainclinadocontralasparedesdemaderaylasantañoflamantescortinasseagitabanporefecto de la intermitente brisa que pasaba por sus ventanas abiertas. Yo solía ser bien recibido en aquella casa.Habíamosbebidocervezaalasombradelporcheeimaginadoloquedebíadesercreceruno pobre. No era difícil imaginar eso: por encima de la cerca crecía la maleza, y a una manzana de distanciahabíaunacasaenruinas. Los trenes pasaban por allí unas cinco veces al día, tan cerca que sentías sus vibraciones en el pecho,profundasydesacordescontucorazón,ysupitido,cuandoloemitían,eratanagudoqueno podríasnioírungritoaunquesalieradetupropiagarganta.Eltrendabaalaireunapresenciafísica, deformaquesiextendíaslosuficientelosbrazospodíaempujartehaciaabajo. Salídelcocheymirécalleabajo:unaseriedecasasdiminutasysilenciosas;enunpatiopróximo, un perro atado a una cadena trazaba pequeños círculos sobre la tierra. «Es una calle miserable», pensémientraslacruzabaparallegaralacasademihermana.Losescalonesdemaderasecombaban bajomipesoyhabíasuciedadenelporche.Unoloramohosalíaporlaventanaabierta,ydistinguí unos bultos en las sombras del interior. Llamé a la mosquitera, detecté movimientos dentro y enseguidaunavozdemujer: —Sí,sí…,yava. SeabriólapuertayapareciódelantedemíAlexShiften,envueltaenunanubedehumodetabaco. Seapoyóenlajambaymirómásalládemí. —¡Ah…!Erestú…—dijo. Alex es la persona menos espiritual que he conocido nunca. Llevaba vaqueros y una camiseta ceñida sin sujetador. Era alta y delgada, con hombros amplios y brazos esbeltos. Su mirada era intensa, fija, y pensé que probablemente me daría una patada en el culo. O que, por lo menos, le gustaríaintentarlo. —Hola,Alex—lasaludé. —¿Quédemoniosquieres?—respondió,accediendoporfinamirarmealacara,conelcigarrillo colgandodesuslabios. Teníaloscabellosrubios,cortadosalochicojustoporencimadelosmarcadospómulosyunos ojoscontraídosquemirabanconaspectocansado.Lucíacincoaretesenlaorejaderechayunasgafas degruesamonturanegrasincristalesenellas.Másalládeunmanifiestoantagonismo,susojosno medijeronnada. —EstoybuscandoaJean. —¡No me digas…! El caso es que ha salido. —Comenzó a retroceder hacia el interior, con la manodispuestaparacerrarlapuerta. —Aguardaunminuto—dije—.¿Dóndehaido? —Nolosé—respondióAlex—.Avecessolovaadarunavueltaconelcoche. —¿Pordónde? Ellasemovióporelporche,echándomehaciaatrás. —Yo no soy su niñera. Ella entra y sale cuando le apetece. Cuando queremos estar juntas, lo estamos;porlodemás,yonolafastidio.Esunconsejoquetedoygratis. —Tieneaquísucoche—observé. —Sehallevadoelmío. Viéndolafumar,meapeteciótambiénuncigarrillo,yselopedí. —No me quedan —dijo, a pesar de que yo estaba viendo la cajetilla que llevaba metida en el bolsillodelantero.Sumiradaeradesafiante. —Notecaigobien,¿verdad?—lepregunté. Suvoznocambió. —Noesnadapersonal. —Entonces…¿quées?—Alexllevabacasidosañosennuestroentorno.Yolahabríavistotalvez encincoocasiones.AJeannolegustabahablardeella,noacercadesulugardeorigennideloque había hecho en sus veintitantos años de existencia. Todo lo que yo sabía era dónde se habían conocido,yesoyaplanteabaalgunaspreguntasserias. Meestudióysacudiólacenizadesucigarrilloaldesnudopatiodetierra. —EresmaloparaJean—dijo—.Noloconsentiré. Suspalabrasmedejaronatónito. —¿QuesoymaloparaJean? —Asíes.—Inclinómáselcuerpo—.LerecuerdasaJeanlosmalostiempos.Contigocerca,no puededesprendersedeellos.Hacesquesehunda. —Esonoesverdad—repliqué,ehiceungestoamialrededor,abarcandotodoconél,incluidala propiaAlex—.Lerecuerdotiemposfelices.Anterioresatodoesto.Jeanmenecesita.Soysupasado. ¡Sufamilia,malditasea! —Cuando Jean te mira no ve dicha, sino otra cosa muy diferente: debilidad. Eso es lo que le aportas.Teveyrecuerdatodolomaloquelesobrevinoenelmontóndeladrillosenelquecrecisteis. Losañosquepasóahogándoseenlamierdadetupadre.—Alexdiounpasomás.Olíaasudorya cigarrillos.Yoretrocedídenuevo,reprochándomehacerlo.Bajóeltonodesuvoz—:«Lasmujeres novaléisparanada.Lasmujeressoisdébiles…». Sabíaloqueestabahaciendoysentíunnudoenlagarganta:eralavozdeEzra.Eransuspalabras. —«Follarymamar»—continuó—.¿Noesesoloquediríaél?¿Queeraparaloúnicoquevalían las mujeres, aparte de ocuparse en las tareas de la casa? ¿Cómo piensas que hacía que se sintiera Jean?Teníadiezañoslaprimeravezqueleoyódecireso.Solodiezaños,Work…Unaniña. Yonopodíaresponderaeso.Queyosupiera,habíadichoesosolounavez.Peroyabastaba.No sonpalabrasqueunniñopuedaolvidarconfacilidad. —¿Estásdeacuerdoconél,Work?Tú…,elhombrecitodepapá…—Hizounapausaymeespetó —: Tu padre era un misógino malnacido. Eso es lo que tú le recuerdas a Jean…, y a tu madre: la formacomoselotomóellaysureacción,queeslamismaquehubieraacabadoteniendotambién Jean. —Jean quería a nuestra madre —le rebatí, tratando de mantener mi posición—. No intentes tergiversareso.—Eraunapobreafirmación,yyolosabía.Peronopodíaevitarsalirendefensade mipadre,aunquetampococomprendíaelmotivodequemesintieraimpulsadoahacerlo. Alexseguíadisparandopalabrascomoescupitajos: —EresunapiedrademolinoalrededordelcuellodeJean,Work.Asídeclaroysimple. —Essolotuopinión—repliqué. —Ni hablar. —Su voz estaba tan desprovista de inflexión como su mirada, falta de cualquier titubeooduda. Yo no hacía más que mirar en torno al escuálido porche, pero no encontraba ayuda en él: solo plantasmuertasyunamecedoradeexterior,enlaqueimaginéaAlexempapuzandoamihermanade mentirasyodio. —¿Quélehasestadodiciendo?—pregunté. —¿Ves? Ese es el problema. Yo no necesito decirle nada. Ella es suficientemente lista para entenderlotodo. —Yaséqueeslista—dije. —Puesnoactúesdeesamanera.Lacompadeces.Erescondescendienteconella. —Nolosoy. —Noloconsentiré—meespetócomosilahubierainterrumpido—.Yolahesacadodetodoeso. Lahehechofuerte,lehedadoalgoynopermitiréquetúseloquites. —Nomemuestrocondescendienteconmihermana—protestécasiagritos—.Mepreocupopor ella.Menecesita. —Elquetúlonieguesnocambialarealidad;y,encuantoalodenecesitarte,nolehacesmásfalta queunagujeroenlacabeza.Eresarrogantecomotupadre,yellasedacuenta.Presumesdesaberlo quenecesita,comosialgunavezlahubierascomprendido,perolaverdadesmuydiferente:notienes lamásremotaideadequiénesycómopiensatuhermana: —Y tú sí… ¿es eso lo que estás queriendo decir? ¿Sabes quién es mi hermana? ¿Sabes qué necesita? —Había elevado mi tono de voz. Me enardecía la ira y era una sensación agradable. Allí teníaamienemiga:alguienaquienpodíaverytocar. —Sí.Tienesrazón—dijo—.Loséperfectamente. —¿Qué?—pregunté. —No lo que quieres tú de ella. Nada de sueños vanos e ilusiones. No un marido, ni un coche familiar,yunclubdebridgealqueacudirunavezporsemana.Nadadelmalditosueñoamericano. Todoesoyalechupólasangre. Me fijé en sus ojos centelleantes y deseé hundir mis dedos en ellos porque veían claramente lo muchoquemeparecíaamipadre. LaacusacióndequeyojamáshabíaconfiadoenqueJeansupieraencontrarsupropiocaminoera una verdad brutal, y el hecho de serlo y de que aquella mujer a la que yo apenas conocía me la arrojaraalacarasincontemplacionesmesacódequicio. —¿Teestásacostandoconmihermana?—pregunté. —¿Sabesunacosa,Work…?¡Quétezurzan!Notengoquedarteexplicaciones.Jeanyyoestamos juntasahora.Sabemosloquequeremosytúnoformaspartedeesaecuación. —Pero¿quiéndiabloserestú?—pregunté—.¿Porquéestásaquí? —Sehaacabadoelinterrogatorio,imbécil.Quieroquetelargues. —¿Quétienestúqueverconmihermana?—lerepliqué. Noté que apretaba los puños a los costados y vi, bajo su piel, la tensión y crispación de sus músculos.Unaoleadadesangresofocósugarganta.Torciólamandíbulainferior. —Tienesqueirteya—dijo. —Jeanesladueñadeestacasa. —¡Yyovivoenella!¡Lárgatedemiporche! —NohastaquehayahabladoconJean—dije,ymecrucédebrazos—.Laesperaré. Alex se puso tensa, pero yo me negué a ceder. En las últimas veinticuatro horas me habían mangoneado en exceso. Ahora necesitaba a mi hermana, necesitaba saber que se encontraba perfectamente.Necesitabaquecomprendieraqueestabaallíporella,yquesiempremetendría.Enla caradeAlexsepintóuninstantedeindecisión.Peroentonceshubounmovimientoasuespaldayla hojadelamosquiteraseabrióporcompleto.Jeansalióalporche.Yomequedémirándolaconfuso. Tenía pálido e hinchado el rostro, con los cabellos despeinados. Me fijé en los círculos enrojecidosquemarcabansusojoscongestionados. —Vete,Work—medijo—.Veteacasaahora. Sevolvió,yalinstantesiguientehabíadesaparecido,trabadaporlahúmedacasa.Alexsonriócon expresión brillante de triunfo, y a continuación cerró la puerta de golpe en mi cara. Yo apoyé las manos en la madera de las jambas y las dejé caer después a los lados, donde quedaron crispadas. Estaba viendo el rostro de Jean, prendido en el aire como si fuera de humo. Había dolor en aquel rostro,ycompasión,yunahorriblefuerzadevoluntad. Todavía incrédulo, regresé a mi coche, donde me sumí en una especie de parálisis emocional. Seguía mirando la casa y su patio de tierra cuando oí el pitido de un tren acercándose. Contuve la respiraciónparaevitarungrito,perodespuésfuetodovientoyruidoatronador. 7 Siempreheoídohablardelqueríeelúltimo,sobretodoporpartedeEzra.Perojamáshesabido quequienríeelúltimopudieraserunapersonareal,alguienaquienpudieraunorecordaryecharde menos. Todavía podía oír la risa de mi hermana. Siempre había sido una risa franca, incluso en las ocasiones en que no había entendido del todo la gracia del chiste. Suave habitualmente, solía reprimirla levemente en pleno desarrollo, como si fuera a darle un ataque de hipo. Sus labios marcabanesepuntoconunaespeciedetic;despuésaparecíanuninstantesusblancosdientes,comosi estuvieranerviosa.Peroavecesnoconseguíadominarlayleestallabaruidosaatravésdelanariz. Estasrisaseranrarasenella,peroamímeencantaban;sobretodoporquenuncapodíapararunavez empezaba a reír, y corrían por sus mejillas regueros plateados de lágrimas. Cierta vez, cuando éramosniños,seriotanfuertequeseleescapóporlanarizunaburbujademucosidad,ylosdosnos reímos tanto al verlo, que temimos morir por falta de aire. Aquella fue la mejor risa de mi vida. Ocurrióhaceveinticincoaños. EstabapresentetambiéncuandoJeanrioporúltimavez.Acababadecontarleunchisterealmente malo…,algoacercadetresabogadosyuncadáver.Ellamerespondióconunadesuscaracterísticas risas,delasentrecortadas.Peroentoncesentrósumaridoyanuncióqueibaallevaralacanguroasu casa. Ni mi hermana ni yo sabíamos que ellos dos se acostaban juntos. Así que Jean lo besó en la mejilla y le dijo que condujera con prudencia. Él dio un bocinazo cuando se disponía a tomar la carreteraalsalirdelcaminodeaccesoalacasa,yellasonrióalcontarmequesiemprelohacía. Elaccidenteseprodujoenlaparadadedescansoquehabíaaunoscincokilómetrosmásalláenla carretera interestatal. El coche estaba aparcado. Los dos se encontraban desnudos en el asiento trasero,yéldebíadeestarencimadelamuchachaporqueelimpactololanzóatravésdelparabrisas, pero ella quedó dentro del coche. Mi cuñado sufrió fractura de la mandíbula, contusiones y laceraciones en la cara, tórax y genitales, que sanaron sin complicaciones. Pero la muchacha no recobrójamáselconocimiento,locualfueunacompletatragedia. Elagentedetráficoqueinstruyóelasuntomecontóqueunconductorborrachohabíatomadoa demasiadavelocidadelaccesoalazonadedescanso,habíaperdidoelcontroldesuvehículoyhabía idoaestrellarsecontraelcocheaparcado.«Unadeesascosasquepasan»,mehabíadicho.«Unade esasmalditascoincidenciasquepasan». Jeanestuvojuntoasumaridodurantedosmeses,hastaqueelperiódicoanuncióquelamuchacha dediecisieteañosenestadocomatososehallabaembarazada;entoncessedesmoronó.Yolaencontré laprimeravezqueintentómatarse.Habíaaguasanguinolentacorriendopordebajodelapuertadel baño,ymedisloquéelhombrorompiéndola.Ellateníasusropaspuestasydespuésmeenterédeque lo había hecho porque sabía que yo la encontraría y no quería que me resultara violento hallarla desnuda.Esepensamientomepartiósinremedioelcorazón. Ezrasenegóainternarla.Supliqué,razoné,grité,perosemostróinconmovible:internarlasería undesdoroparalafamilia.Jean,pues,sequedaríaconélyconmamá,yviviríanlostressolosenla enormecasa. Cuandoelmaridoladejó,sellevóconsigoasuúnicahija.Demasiadodeprimidaparacuidarde ella,Jeanseloconsintió:éllepresentólosdocumentosqueleconfiabanlacustodia,yellalosfirmó. Sisehubieratratadodeunchico,enlugardeunahija,meimaginoqueEzrahubieraluchadoporél. Pero,puestoqueeraunaniña,nolohizo. Aquellanoche,Jeanlointentódenuevo.Estavezconpastillas.Sepusosuvestidodenoviayse tendió para morir en la cama de nuestros padres. Después de aquello fue internada durante ocho mesesenuncentroasistencial…AlexShiftenfuesucompañeradehabitaciónenél.CuandoJeaniba a casa, Alex la acompañaba también. Jamás supimos nada de ella. Las dos compartían una conspiracióndesilencio.Nuestraspreguntas,cortesesalprincipio,fueroneducadamentesoslayadas. Ycuandosehicieronmásmordaces,tambiénlofueronlasreaccionesqueprovocabanporpartede las dos. Cuando Alex le dijo a Ezra que se fuera a la mierda, pensé que habíamos tocado fondo. Dejamos de preguntarles. Ninguno de nosotros sabía cómo manejarlas y, en nuestro desconcierto, fingimosquetodoibabien.¡Quéhatajodelocos! Ahora,mientrasconducíaalejándomedeaquellacalledejadadelamanodeDios,penséenlarisa y en lo semejante que era a una respiración: nunca sabías cuándo podía ser tu última risa. Y me entristeció pensar que la última risa de Jean hubiera sido tan breve. ¡Ojalá le hubiera contado un chistemejor! Tratéderecordartambiénlaúltimavezquemehabíareído,perosolopodíapensarenJeanyen aquella burbuja de mocos. ¡Qué gran momento aquel! Pero la memoria puede ser como una compuerta que, una vez abierta, resulta muy difícil cerrar: mientras conducía pasaron sobre mí oleadasdeimágenesydesentimientos.Viamimadre,desplomadaenelsuelo;vilacajafuertede Ezra, su fría sonrisa y la sonrisa triunfal de Alex Shiften. Vi a Jean de niña y después ya mayor flotandoenlabañeramientrassusangrediluidaformabaunamortajatranslúcidaquecorríabrillante por el suelo y se derramaba por el hueco de la escalera. Las manos de mi esposa, frías sobre mi cuerpo, e, inevitablemente, imágenes de Vanessa Stolen —del sudor que bañaba su rostro y sus muslos,desusfirmespechos,queapenassemovíancuandoarqueabalaespaldaparalibrarsedelas húmedasmantasdefranela…—.Sentíalamiradadesusojossobremí,oíaelbalbuceodesugarganta cuando pronunciaba entrecortadamente mi nombre, y pensé en el secreto que durante tantos años había evitado revelarle. Y en lo terriblemente que le había fallado en aquel oscuro lugar en que nuestrasvidashabíancambiadoparasiempre. Peroalgunascosassonmásfuertesquelasdudasolosreprochesaunomismo.Lanecesidad,por ejemplo. Tenía que ser aceptada. Amada sin reservas. Aun cuando uno no pudiera devolverle ese apego.Reiteradamentevolvíayoaaquellugar,alaúnicapersonaquejamásmehabíafallado.Había hechoestoasabiendasdeldolorquedejabaamipaso.Habíatomadotodosindarnada.Y,encuantoa esperar algo a cambio, ella jamás había pedido ni esperado nada, aunque hubiese tenido todo el derechoahacerlo.Yyo,pormiparte,habíatratadodemantenermeadistancia;lohabíaintentado,sin conseguirlo. Sabía perfectamente que volvería a fallarle de nuevo. Mi necesidad era demasiado grande,comounanimaldentrodemí. Poresomesalídelacarretera,mealejédelmundoycondujedespacioporelcaminollenode baches que conducía a la granja Stolen. Sentía como si en mi cabeza se hubiera accionado un interruptor. Las presiones cesaron; las preocupaciones, también. Ahora podía respirar, y lo hice, comoaquelquehaestadomuchotiempodebajodelagua.Paséatravésdelapantalladealtosyfinos robles,deloscedrosfamiliares,ylagravillacrujióbajomisneumáticos.Viunalcaudónquellevaba en sus barras una lagartija atrapada en la cerca, y me pareció algo natural, como si yo también pertenecieraaaquellugar.Eraunasensaciónagradable,perofalsa,yallínohabíamásmurmullos quelosdelviento. Doblé la última curva y vi la casa de Vanessa. Ella estaba en el porche de delante, haciendo pantallaconlamanosobresusojos,yporunmomentomeparecióquehabíaadvertidomipresencia. Mi pecho se tensó y sentí un cosquilleo en mi cuerpo y mi espíritu. Mucho más que el lugar, era aquellamujerquienprovocabatodosesosefectosenmí.Estabaenjutaporeltrabajodelagranja,con los cabellos muy rubios y unos ojos que resplandecían como el sol en el agua. Tenía las manos recias, pero a mí me encantaban por las cosas que podían hacer. Me gustaba verla plantar cosas, hundirlasmanosenlatierraoscura.Locualmerecordabaalgoquesabíayodesdeniño:quelatierra esbuenayque,además,perdona.Teníaunospechospequeñossobreunvientreplano,ylamiradade susojoseradulcecuandolatragediahubierapodidoconvertirlaenduraoindiferente.Lasarruguitas quesemarcabanenlascomisurasdesusojosybocacarecíandeimportancia. Mirándola,yosentímidebilidad.Sabíaqueaquelloestabamal,quejamáspodríadarleloqueella tanto se merecía. Lo sabía y, por un momento, eso me preocupaba, pero solo por un momento. Porque enseguida estaba fuera del coche y me veía en sus brazos, con mi boca unida a la suya y perdidoelcontroldemismanos.Nosabíasiyaestabaenelporche,oaúnenelcaminodeentrada.Ni siquiera recordaba haberme movido, aunque todo era movimiento. Ella amanecía en mí, y al momentomesentíaperdido.Nohabíatemorniconfusión:soloaquellamujeryelmundoquegiraba entornoanosotroscomounaniebladecolor. Oíaunruidolejanoyreconocíaminombreenél,queabrasabaenmisoídos.Luegosentíaquesu lenguaeraloúnicoquepodíaenfriaraquelardor.Suslabiossemovíansobremí…pormisojos,mi cuello,mirostro.Susmanosencontrabanlaparteposteriordemicabezayatraíanmislabioshacia lossuyos.Gustabasusaboraciruelas,labesabamásintensamenteyellasedebilitabaenmiabrazo. Lalevantabahaciamíysentíasuspiernasrodeándome.Unmovimientomásyyaestábamosdentro losdos,enelpisodearriba,enlacamaquetanbienconocíalafuerzadenuestrapasión.Lasropas desaparecían,comovolatilizadasporunacarnedemasiadoardienteparatolerarlas.Mibocabuscaba suspechos,losfirmesydispuestospezones,ylablandallanuradesuvientre.Saboreabatododeella: elrocíodesusudor,lossurcosmásprofundosdesucuerpo,suspiernasqueseapretabancontramis orejascomobandasdeterciopelo…Susdedosseclavabanenmiscabellos,seenredabanytirabande mí,mientraspronunciabapalabrasqueyonopodíaentender.Meguiabaconlaendurecidapalmade su mano y me hacía penetrar en ella. Mi cabeza se echaba hacia atrás. Era calor, fuego, gritaba mi nombre una y otra vez, pero yo estaba ya en un lugar desde el que no podía responder, perdido y desesperadodondenadiemeencontraríajamás. 8 Meabandonéasíduranteloquemeparecieronhoras.Ningunodelosdoshablaba.Noestábamos para eso. Una paz así rara vez se sentía y era tan frágil como la sonrisa de un niño. Ella se había acurrucadocontramí,delado,conunapiernaatravésdelasmías.Sumanosemovíaperezosamente sobremipecho,bajandoporélhastamivientre.Decuandoencuandosuslabiosrozabanmicuelloy yosentíasurocecomosifueranplumas. Teníamibrazoalrededordeella,conlamanoapretandolasuavecurvadelfinaldesuespalda. Observabaelgirodelventiladordeltecho,consusaspasmarronesdestacandocontralapinturacolor cremadelahabitación.Atravésdelaventanaentrabalabrisa,quenosacariciabacomoelsusurrode un penitente. Pero yo sabía que aquello no podía durar, y ella lo sabía también; jamás lo hacía. Hablaríamos y, a medida que fueran brotando las palabras, iría cayendo sobre nosotros el firme empellón de la realidad. Sabía cómo ocurría. Empezaba siempre como un pequeño e impreciso desasosiegoenelespíritu,comolasensacióndehaberdejadoalgoinacabado.Entonceslaimagende mimujerharíasucalladayrápidainvasión,yseimpondríapocoapocolasensacióndeculpa.Pero noeraelremordimientodeladúltero;estehabíapasadoañosatrás,pocodespuésdequeseperdiera lasonrisadeBarbara. Esteeraunremordimientodistinto,surgidomuchosañosantesdelaoscuridadyeltemorenun apestosoarroyo…,eldíaenquenosconocimos,eldíaenquemeenamoréyelmismodíaenquele fui infiel. Aquel remordimiento era un cáncer y bajo sus efectos se malograría la crisálida y yo tendríaquemarchar,odiándomeamímismoporhaberutilizadodenuevoalaúnicapersonaeneste mundoquemeamabadeveras,deseandopoderdeshacerelpasadoyhacermedignodesuamor.Pero aquelloeraloúnicoquejamáspodríahacer,porque,sielremordimientoerauncáncer,laverdadera como un balazo en la cabeza. Ella me odiaría si lo supiera. Lo que significaba que, con el tiempo, tendría que marchar, como siempre lo hacía, y ya estaba temiendo el dolor que descubriría en sus ojoscuandoledijeraqueteníaquehacerunavisita,ysugestodeconformidadylasonrisaconque expresabaquecreíaenmispalabras. Cerrélosojosymesumergíbajolamantadeaquelmomentáneogozo,peropordentromesentía huecoynotabayaunpuñoheladoalrededordemicorazón. —¿Enquéestáspensando?—mepreguntó. Habíaempezadoelasaltodelarealidad,perotodoibabien.Echabademenoselsonidodesuvoz. —No te gustaría saberlo —respondí. Ella se apoyó sobre el codo y sonrió mirándome. Yo le devolvílasonrisa—.Sonpensamientostenebrososyhorribles.—Eltonointrascendentedemivozlo desmentía. —Dímelos,detodasformas.Comounregalo. —Bésame —le pedí, y ella lo hizo. Le explicaría mis pensamientos, pero solo los que pudiera soportar—.Teechabademenos—dije—.Siempreteechodemenos. —Mentiroso. —Ahuecó su mano libre para abarcar con ella mi mentón—. Eres un pésimo mentiroso.—Mebesódenuevo—.¿Sabescuántotiempohapasado? Lo sabía: diecisiete meses y algo menos de dos semanas, de los que cada día había sido una agoníayunejerciciodeañoranza. —No—ledije—.¿Cuánto? —Noimporta—dijo—.Nopensemosenello. Advertíunaexpresióndedolorensusojos.Laúltimavezquehabíaestadoconellafuelanoche en que murió mi madre. Aún recordaba el reflejo de su cara suspendido en el cristal de la ventana mientras yo exploraba la noche y buscaba en ella fuerzas para decirle la verdad. Pero sus propias palabrasmehabíandetenidoentonces.«Nopiensesencosasdesagradables»,mehabíadicho.Asíque nolehicecaso. —Ezrahamuerto—ledije—.Encontraronsucadáverhaceunpardedías. —Losé.Ylosientomucho.Deverdad. Ellanuncahubierasacadoarelucireltema.Erasolounacosamásenlaquesediferenciabade cualquierotra.Perosiemprehabíasidoigual.Noinstabaoindagaba,nolepreocupabanlosdetalles. Vanessavivíaenelmomento.Yosiemprehabíaenvidiadoesoenella.Erasufortaleza. —¿CómoselohatomadoJean? Eralaprimerapersonaquemehacíaesapregunta.Noquéhabíaocurrido.Nocómomeloestaba tomando yo. Sus pensamientos se centraban en Jean porque sabía que esa sería mi mayor preocupación.Meestremecíalcomprobarlaprofundidaddesucomprensión. —EstoypreocupadoporJean—dije—.Haidodemasiadolejosynosésipodrávolveratrás.— Le hablé de mi confrontación con Alex. A propósito de Jean, en el porche—. Jean me ha dejado, Vanessa.Yanolaconozco.Séqueestáenunapuro,peronomepermitiráayudarla. —Jamásesdemasiadotarde.Paranada.Todoloquetienesquehacerestenderlelamano. —Yalohehecho—ledije. —Talvezsoloteparezcaquelohashecho. —Tedigoquelohehecho. Notélafuerzademispalabrascuandopasabanatravésdemislabios,eignorodedóndemevenía laira.¿EstábamoshablandodeJeanodeVanessa?Ellaseincorporóenlacama,cruzólaspiernasy memiró. —Tranquilo,Jackson—medijo—.Soloestamoshablando. Vanessa nunca me había llamado Work. Empleaba ahora mi nombre de pila, como había hecho siempre.Yolehabíapreguntadoenciertaocasiónporquélohacía,ymerespondióquejamássería untrabajo [2]paraella.Ledijequeeraunasalidaingeniosayquizálomásbonitoquemehabíandicho nunca.Aúnrecuerdolaformacomomemiraba.Laluzdelsolentrabaporlaventanaabiertaynoté por primera vez que ya no era la jovencita que había conocido anteriormente; los años y el duro trabajohabíandejadohuellasensurostro.Peronomeimportó. —Tienesrazón.Erasoloundecir.¿Cómotevanlascosasati?—lepregunté. Sesuavizólaexpresióndesurostro. —Ahora me dedico a la agricultura orgánica —me dijo—. Estoy orientando cada vez más mi producciónaloscultivosecológicos.Fresas,arándanos…,loquesea.Lagenteseinteresaporeso estosdías.Ysaleacuenta. —Entonces…¿elnegociofunciona?—inquirí. Ellaserio. —¡Ni hablar! El banco aún me persigue todos los meses. Pero yo voy en la cresta de la ola de moda de la agricultura ecológica. Y eso marcará una diferencia. Esta granja no irá a parar a otras manos.Teloprometo.—Siguióhablándomedelaagriculturaecológica,deltractorqueseleestaba quedandoviejoydelcamiónquenecesitabaunatransmisiónnueva.Mehablódesusplanes,yyola escuché.Endeterminadomomentoselevantóyfueenbuscadedoscervezas,quetrajodelacocina. Paramí,Vanessaeraunabocanadadeairefresco.Seadaptabaalasestaciones,tocabatierrafértil todoslosdías…Yo,encambio,sabíacuándoestaballoviendo,peronoantesdemojarme. —¿Sabes…?—medijoalpasarmelacerveza—.Eltiempoesunacosabienloca.—Sedeslizóde nuevo en la cama y puso una almohada en su regazo. Un mechón de cabellos le caía sobre el ojo izquierdo.Lepreguntéquéqueríadecir—.Estabapensandoennuestrasfamilias—meaclaró—.Enel augeyladecadenciadelasfortunasfamiliares. Yobebíunsorbodecerveza. —¿Quépasaconellas?—pregunté. —Eso…,queestodounalocura.Piénsalo,sino.¿Dóndeestabatufamiliaalfinaldelaguerrade Secesión? Ella sabía perfectamente dónde había estado mi familia; lo habíamos comentado muchas veces. Cincogeneracionesatrás,miantecesoreraunsoldadodeinfanteríaprocedentedePensilvania,que tuvo la desgracia de perder por efecto de un cañonazo buena parte de su pie. Lo capturaron y fue llevadoalaprisiónconfederadadeSalisbury,dondepermanecióvariassemanashastaquemurióde disenteríaeinfección.Ledieronsepulturaenunadelascuatrograndesfosasexcavadasallí,enlas que llegaron a ser enterrados más de once mil soldados de la Unión. Esto ocurrió al final de la guerra.Suesposaseenteródelamuerteyembarazadacomoestabadelhijodeambos,viajóhasta Salisbury. Pero no había ninguna cruz con su nombre: sus huesos estaban perdidos entre miles de otrosseresanónimos.Dicenqueaquellolepartióelcorazón.Diosuúltimodólaralmédicoquele ayudó a dar a luz a mi tatarabuelo, y murió dos semanas después. A menudo he pensado en aquel antepasado mío, preguntándome si con la muerte de su madre se secó para siempre la última gran pasióndemifamilia. Murióconelcorazónroto.¡Diossanto…!¡Quéformademorir! Su hijo fue acogido por varias familias del condado y pasó la mayor parte de su vida descargando paletadas de estiércol en la plantación de otro hombre. Mi bisabuelo repartía hielo en veranoycarbónparaalimentarloshornosdelosricoseninvierno.Suhijofueunborrachoinútil, quesacudíaamipadresolopordivertirse.LosPickenseranpobresdesolemnidadytratadoscomo basuraenestecondadohastaquellegóEzra.Éllocambiótodo. La familia Stolen era exactamente lo contrario. Doscientos años atrás, esta granja había tenido casicuatrocientashectáreasylosStolenmandabanenelcondadodeRowan. —Haymuchahistoriaenestacama—observé. —Sí—asintióVanessa—.Ytambiénmuchoamor. No dije nada, pero el silencio habló por nosotros y narró una historia de amor. Vanessa me amaba,yenlosbuenostiemposcomprendíaqueyotambiénlaamabaaella.¿Porquénopodíayo admitir que ahí estaba el problema? Ella no lo entendía y a mí me daba demasiada vergüenza explicárselo.Poresovivíamosenestehorribleestadodeindefinición,sinnadaaloqueagarrarnos cuandolasnocheseranfríasysenoshacíaninterminables. —¿Porquéestásaquí,Jackson?—mepreguntó. —¿Necesitounarazónparaestar?—repliqué,sintiéndomerastrero. —No—respondióellaapasionadamente—.Nunca. Yoletomélamanoquemebuscaba. —Estoyaquíporquequeríaverte,Vanessa. —Peronoparaquedarte. Permanecíensilencio. —Nuncaparaquedarte—prosiguióella,yvilágrimasensusojos. —Vanessa… —Nolodigas,Jackson…No.Yahemoshabladodeestoantes.Sémuybienqueestáscasado.No entiendoquémepasa.Olvidaloquehedicho. —Noeseso—dije. —Entonces…¿quées?—preguntó,yadvertítalangustiaensurostroquemequedésinvoz.Era unerrorhaberidoaverla.Ungravísimoerror. Ellaintentóreír,perosucarcajadaquedóamedias. —Vamos,Jackson…,dilo. Peroyonopodíadecírselo.Memirófijamentealosojosduranteunlargosegundomientrasyo observabacómodesaparecíaeltinteencendidodesurostroyseinstalabaenéllaresignación.Medio unbeso,perofueunbesosinvida. —Voyametermeenladucha—medijo—.Noteatrevasairte. La seguí con la vista mientras salía de la habitación con los pies descalzos y desnuda. Normalmentehubiéramosestadolosdosjuntosbajoladucha,sintiendoyosucuerpovivobajomis manosenjabonadas. Apurémicervezaypermanecítumbadoperezosamente,escuchandolospájarosenelexterior.Oí elruidodeladuchaenelbañoymerepresentélacaradeVanessavueltahaciaelaguadirectamente bajoelchorro.Añoréelfrescordesupiel.Hubieradeseadolavarsuscabellos,pero,enlugardeeso, melevantéyfuialpisodeabajo.Habíamáscervezasenelfrigorífico;toméunaylallevéalporche delantero. Era agradable sentir la caricia del sol en mi piel desnuda, que me secaba el sudor. Los cultivosdelagranjaseextendíanhastalalejanalíneadeárboles,ysupusequeloqueestabaviendo eranfresas.Apoyélaespaldacontraunposteycerrélosojosparapercibirlabrisa.Nooíacercarsea Vanessacuandobajóporlaescalera. —¡Diossanto…!¿Quélehapasadoatuespalda?—Avanzórápidamenteporelporche—.Parece comositehubierangolpeadoconunbatedebéisbol.—Apoyólevementesusdedosenmí,siguiendo lasmarcasdemismagulladuras. —Mecaíporunasescaleras—ledije. —¿Estabasbebido? —Unpoco,creo—respondíriendo. —Tienesquesermáscuidadoso,Jackson.Pudistehabertematado. Noestabasegurodeporquélementía.Peronoqueríadecirletodalaverdad.Yateníasuficientes problemas. —Prontoestarébien. Ella tomó la cerveza de mi mano y bebió un sorbo. Estaba envuelta en una toalla, con el pelo húmedo todavía. Quería atraerla hacia mí, abrazarla y prometerle que nunca me iría. Necesitaba decirlequelaamaba,quedeseabapasarelrestodemividateniéndolaasí.Pero,enlugardehacer eso, le pasé torpemente el brazo por los hombros: un brazo que a mí mismo me pareció el de un extraño. —Meencantaestelugar—ledije,yellaaceptómispalabrassinmáscomentario. Eralomásquepodíaacercarmeacompartirlaverdaddemissentimientoshaciaellay,dealguna forma,ellalosabía.Larealidad,contodo,jamáshubierasidotansimple. —¿Tieneshambre?—mepreguntó,yyoasentí—.Vamosalacocina.—Fuimosalacocinayella, al pasar por delante del cuarto de la plancha, tomó una bata y se la puso—. Ve a ponerte los pantalones—medijo—.Aquípuedeshacerdesnudotodoloquequieras…,salvosentarteamimesa. —Medioungolpecitoeneltraseroalpasarasulado. Tenía una mesa apoyada sobre caballetes, que dataría de mil ochocientos y pico, con el tablero lleno de melladuras y arañazos. Sentados a ella, comimos jamón y queso, y hablamos de insignificancias. Yo me bebí otra cerveza. Le hablé de la caja fuerte de Ezra y del revólver desaparecido.Ellavacilóunminutoydespuésmepreguntócómohabíamuerto.Ledijequededos balazosenlacabezayVanessaentoncesdesviólavistaysepusoamirarporlaventana. —¿Tesientesdistinto?—mepreguntóporúltimo. —Nocomprendo. Memiróentonces. —QuierodecirquesisientesquetuvidahacambiadoahoraqueEzrahamuertoysehaido. Noentendíaelsentidodesupregunta,yasíselodije.Guardósilenciounosmomentosymedi cuentadequedeliberabaconsigomismasidebíaonocontinuar. —¿Eresfeliz?—mepreguntóalcabo. —Tal vez —respondí encogiéndome de hombros—. Pero no lo sé. Hace mucho que no lo he pensado.—Teníaunaexpresiónespecialensusojos—.¿Adóndequieresiraparar,Vanessa? Elladejóescaparunsuspiro. —Nopiensoqueestésviviendotuvida,Jackson;nodesdehacemucho. Callé,poniéndometenso. —Pues…¿quévidavivo?—preguntétrasunosmomentos. —Lo sabes muy bien. —Hablaba en voz baja y casi con miedo, como si temiera una reacción violentapormiparte. —No,Vanessa…Nolosé. Meestabaponiendofurioso,ynosabíaporqué…,noqueríasaberlo.Lanegacióneraunarma: matabalaverdad,entumecíalamente,yyoeraunadictoalamentira.Unapartedemíreconocíaeste hecho: la misma parte que sabía perfectamente adónde iba Vanessa, pero yo prefería ignorar esa parte.Porquemelastimaba. —¡PorDios,Jackson!Estoyintentandoayudarte. —¿Deveras?—repliqué—.¿Aquiénestástratandodeayudar?¿Amíoatimisma? —No es justo eso que dices —respondió. Y tenía razón, pero no me importaba. Estaba llevándomeaextremosalosqueyonodeseabair—.Erestúquienmepreocupas.¡Siempreerestú! —¡Malditasea,Vanessa!Esoesdemasiadapresión.Yojamástehepedidoquelascosasseandela maneraqueson.Losonasí,sinmás. —Ese es tu problema. —Me quedé mirándola fijamente—. Las cosas nunca son sin más. Las elegimosnosotros,activamenteono.Túpuedesinfluirsobreelmundo,Jackson.Ezraestámuerto. ¿Nolosientesasí? —Esdecir…,quevolvemosaEzra—dije. —Nuncalodejamos.Yahíestáelproblema:quetúnolohasdejadonunca.Quedurantemásde veinteañoshasestadoviviendosuvida,yquenotehasdadocuenta. Yo no sabía de qué estaba hablando, pero en aquel instante su rostro pareció transformarse. Despuésdetodo,eracomolasdemás. —No—dije—.Noesverdad. —Síloes.—Intentótomarmimano,peroyolaretiréjustoatiempo. —¡Nohayniunapizcadeverdadeneso!—grité. —¿PorquétecasasteconBarbara?—preguntó,conunacalmaestoicaensuvoz. —¿Qué? —¿PorquétecasasteconBarbaraynoconmigo? —Nosabesdequéhablas. —Losé,ylohesabidosiempre. —Estásdiciendotonterías.—Mirécómoselevantabadelasillayapoyabalasmanosenlamesa en que había comido su familia durante generaciones. Se inclinó hacia mí, y noté que tenía congestionadaslasaletasdelanariz. —Escúchame,Jackson,yescúchamebienporquejuroporDiosquejamásvolveréadecirteesto. Peronecesitohacerloahora.Hacediezañosmedijistequemeamabas.Yestoyseguradequeeras sincero.PeroluegotecasasteconBarbara.Ahoraquieroquemedigasporqué. Me recliné en el respaldo de mi silla, consciente de sentirme a la defensiva, pero no podía evitarlo.Teníalosbrazoscruzadossobreelpecho,comoparaprotegermicorazón.Mezumbabala cabezaymefrotélassienes,peroeldolorquesentíadesúbitosenegóadesaparecer. —Te casaste con Barbara porque Ezra te dijo que lo hicieras —siguió Vanessa. Pegó después sobrelamesaunapalmadatanfuertequemeparecióquesonabaahuesosfracturados—.Reconócelo. Admítelo,Jackson…,reconóceloaunquesoloseaunavezyjamásvolveréamencionártelo.Túvives lavidadeEzra,teadaptasaloqueéleligió.LafamiliadeBarbaratieneunapellidorespetado;ella fueabuenoscolegios,teníalasamistadesqueconveníatener.Eslaverdad.Reconócelo.Malditasea, Jackson…,actúacomounhombre. —¡No! —grité, poniéndome de pronto de pie—. No lo reconoceré porque no es verdad. —Di mediavueltayabandonélamesaparairalpisodearriba,ponermeelrestodemisropasyrecoger misllaves.Vanessaseequivocabaynoestabadispuestoaseguirescuchando.Perosuvozmesiguió. —¿Quémedicesdeloshijos?—gritó—.¡Túsiemprequisistetenerhijos! —¡Cállate,Vanessa!—Semequebrólavozalforzarla.Medabacuentadequeellanosemerecía migrito,peroyonopodíadarmásintensidadamivoz. —¿Dequiénfueesaidea?¿Eh?¿Aquiénseleocurrió,Jackson?Túsolíashablardeesoacada momento. ¡Montones de hijos! Era lo que siempre habías planeado…, una casa llena de hijos, una granfamiliaalaqueeducar…,parapoderserelpadrequedeseabasquehubierasidoEzra.¡Maldita seaJackson…!Nocierreslosoídosaesto.¡Esdemasiadoimportante! Peroyonolehicecaso.Teníalacamisaenelsueloyencontrémisllavesdebajodelacama.Me calcéloszapatossinponermeloscalcetines.Lacasameahogaba,mesofocaba…Teníaqueirme.No deberíahabervueltoallí. Vanessameaguardabaalpiedelaescalera. —Notemarches—merogó—.Nodeestamanera. Habíaternuraensuvozyensusojos,perodenadaservirían. —Déjamepasar—ledije. Ellasubióelprimerpeldaño,hostigándome.Almirarhaciaabajo,pudeverlarayadesupelo,las pequitasqueteníaenelpuentedelanariz,aquellosojossuyosqueparecíandemasiadograndespara serinocentes. —¡Porfavor!—mepidió—.Porfavor,Jackson.Losientomucho.Retirotodoloquehedicho.Te ruegoquenotevayas. —Apártate, Vanessa. —La expresión dolorida de su rostro me cortó, pero yo no podía parar. Aquellaerasulucha,nolamía. —Jackson, te lo suplico… Ha pasado muchísimo tiempo. No puedo volver a perderte. Quédate. Tomaotracerveza.—Buscabaconlasuyamimano. Lasescalerasmeforzabanaacelerarmispasos.Nopodíacontenerelalientoeignorabaloque meestabapasando.Necesitabaaire,necesitabasalirdeallí.Liberémimanoylaempujéalpasar. —Nodeberíahabervenido—dije,yapartélamosquiteracontalfuerzaquefueachocarcontrala pareddelacasa. Notéquemeseguía;oísuspasosenelporcheyluegoenlagravilla.Surespiraciónerafuerte. Sabíaque,simevolvía,veríalágrimasensusojos.Asíquenomevolví.Seguíadelanteyellamedio alcanceenelcoche. —Notevayas—insistió. Tampoco entonces me volví a mirarla. Ella puso una mano en mi hombro y la otra junto a mi cuello,dondeaúnsentíasucalor.Apoyósurostroenmiespaldayyovacilé.Nadadeseabatantoenla vida como quedarme allí, pero ella necesitaba demasiado de mí: una verdad con la que yo estaba reñido. —No me obligues a suplicarte, por favor —dijo, y yo sabía bien cuánto le costaba pronunciar esaspalabras. Peroseguísindarmelavuelta:nopodíahacerlo…porque,silamiraba,aquellomeobligaríaa quedarme. Y, sin embargo, lo quería: eso era lo que me mataba. Si fuera posible, nunca me marcharía,peronecesitabatambiénmiira.Tampocopodíarenunciaraesta. —Lolamento,Vanessa.Nodebívenir. Ellanointentódetenermemientrasmemetíaenelcoche.Retrocedísinmirarlaytanaprisaque lasruedasrechinaronsobrelagrava.Bajélavistaynolalevantéhastaqueestuvecasienlacurvade lacarretera.Luegolaviporelespejoretrovisor,arrodilladaenelpolvo,conlacaraocultaensus fuertesmanosdemuchachacampesina.Parecíapequeña.Parecíahundida. Mi ira acabó disipándose y me dejó profundamente turbado. Era la única mujer a la que había amado,yestoeratodoloqueteníademí:laspalmasdelasmanosllenasdepolvorientaslágrimas. «¡Diosbendito!—pensé—.¿Quéesloquehehecho?». 9 Medetuvealllegaralacarreteraasfaltada,tanmareadocomosiacabaradepisarunpájarorecién nacido. No podía pensar en lo que acababa de suceder, pero lo tenía ante mí ahora, insoslayable. Sentíasuslágrimas,ellevetactodesusdedosenmicuelloylasuperficielisadesumejillaapoyada contra mi espalda. Busqué algo sólido en lo que apoyarme: el volante, el salpicadero, el reloj que marcaba unos minutos después de las cuatro. Respiré profundamente y volví a poner el coche en marcha.DespuésrecordéaladetectiveMillsynuestracitadelastresdelatarde.Enalgúnpuntoentre engañaramiesposaydestruiralamujerqueamaba,mehabíaolvidadodeaquelcompromiso. Piséafondoelacelerador.Lacarreteradiscurríanegrabajomispies.Reconocíunacanciónenla radio y me pregunté cuándo la habría conectado. Pulsé el botón mientras iban pasando las colinas sobrepistasdehierbayquedabanatráslasexplotacionesagrícolas.Aparcamientospararemolquesy pequeños centros comerciales aislados iban saliendo a mi encuentro mientras me adentraba en la población y notaba en mí el olor del sexo como una marca grabada con hierro candente. Llamé a casaparasabersiestabaallíBarbara,ycolguécuandorespondió.Suvozalmibaradameinspiróla idea de hablar, aunque no fuera más que para ver si se amargaba al oírme; pero, si así fuera, se amargaría con preguntas que yo no estaba preparado para responder. Necesitaba calmarme, controlarme.Enfriareldeseo. Alllegaralaoficina,empleéladuchadeEzraparalavarelpecadodemicarneymepregunté cuántasveceslahabríausadoEzraparaelmismopropósito.Ninguna,medije.Ezrateníatratoscon mujeres, pero jamás le habían acometido sentimientos de culpabilidad. ¿Lo envidiaba por eso? No. Yomecomplacíaenlaculpaqueaquelloimplicabaparaelalma.Poreso,alsalir,dediquéuncortede mangasalacajadecaudalesdeEzra.Quesejodieratodoelmundo.Loquenecesitabaahoraeraun tiempoparamí.Talvez,despuésdetodo,compraríaunperro. Yafuera,ibahaciamicochecuandonotéunmovimientoporelrabillodelojo.Mevolvíamirar. —Hevistotucoche.—EraDouglas,elfiscaldeldistrito.Parecíacansado,conlosojoshinchados sobreunanarizdeuntonovinoso.Meobservóconunaireextrañoymepreguntésihabríaestado bebiendo—.Llamépero,comonorespondías,decidíesperarte. Nodijenada.Poralgunarazón,micorazónsenegabaaserenarse.Élcruzólostresmetrosque nosseparabanysedetuvoantesdeaproximarsedemasiado.Susojosmeexaminarondelospiesala cabeza, tomando nota de mis cabellos mojados y de mis ropas en desorden. Yo notaba arder mis mejillas, pero no podía suprimir el rubor. Douglas era un hombre al que no podía engañar fácilmente. —¿Vatodobien?—mepreguntó,dejandoasomaruntrozodegomademascarensuboca. —Sí—respondí,recuperandomivoz—.Sí.—Eraconscientedequemerepetía. —TelopreguntoporqueacabodehablarahoramismoporteléfonoconladetectiveMills.Dice que más valdría que te hubieras muerto. Es la única excusa que te aceptará. —Le centelleaban los ojos, más que parpadear, y me di cuenta de que era su mirada oficial, la que ponía en las vistas—. ¿Estásmuerto?—mepreguntó. —Casi—dije,yesbocéunasonrisafueradelugar—.Mira…,sientomuchonohaberpodidoira veraMills.Hetenidoproblemas. —¿Teimportaexplicármelos?—preguntóDouglas,acosándomesindarunsolopaso. —Nopuedo. Noloimpresionóeltonoairadodemivoz.Semetiólasmanosenlosbolsillosymeestudió.Yo intentéofrecerlemicaradepóquer,micaradeabogado,peroallí,alasombradelasoficinasdemi difuntopadre,meresultabadifícil.Noteníaniideadecómomeveíaél,perosabíaquemirostrono teníalaexpresiónserenaytranquilaquehabíapracticadoalgunavezanteelespejo. —Voyadecirtealgo,Work,yquieroquemeescuchesbien.—Yonoparpadeabasiquiera—.Esla últimacosaquepuedodecirtecomoamigo.Unbuenconsejoquedeberíasseguir.—Hizounapausa comosiesperaraqueledieralasgracias,ysuspiróalverquenolohacía—.NolacaguesconMills —me dijo—. Lo digo en serio. Está cabreada y frustrada. Eso la convierte en la persona más peligrosaentumundo. Sentíquemerecorríaunhorribleescalofrío. —¿Quémeestásdiciendo,Douglas? —Noteestoydiciendonada.Estaconversaciónnoestásucediendo. —¿Meconsiderasunsospechoso?—pregunté. —Yatedijeelotrodíaquetodoelmundoessospechoso. —Nomehasrespondido—repliqué. Douglasmovióloshombrosypaseólavistaporelaparcamientovacíoparasubirlaluegohasta lalíneadetejados;despuésvolvióafijarsusojosenlosmíos.Fruncióloslabios. —Ezraeraunhombrerico—dijo,comosiesoloexplicaratodo. —¿Yeso?—Noentendíaadondequeríairaparar. —¡PorDios,Work!—Habíaunanotadeexasperaciónensuvozmientrastomabaunaprofunda bocanada de aire como si quisiera enfriar su ira con ella—. Mills está buscando un motivo y estudiandoaloshabitualessospechosos.SupongoqueEzrahizotestamento. —¡Oh,mierda!—repliqué—.¿Meestástomandoelpelo? —Barbaratienegustoscaros,ytubufete…—Hizounapausayseencogiódehombros. —Vamos,Douglas… —Solo estoy aludiendo a lo más obvio, ¿estamos? Tú eres un estratega brillante, Work. Tienes unadelasmentesjurídicasmásagudasqueheconocidonunca.¡Demonios…!Inclusotecomportas decentemente en el tribunal… Pero no haces milagros. No aceptarás casos de reclamación de indemnizacionespordañospersonalesniirásbesandoelculoparaconseguirgrandesclientes.Todo eso es lo que enriqueció al bufete y a Ezra. Pero un bufete jurídico es un negocio. Hasta Mills entiendeeso,ytienesuficienteshorasdevueloparasaberqueeltuyoapenasessolvente…¡Enfin…! Yoséquetúnohasmatadoatupadre.LoúnicoquetepidoesquenoledesaMillsunmotivopara que la tome contigo. ¡Coopera, por amor de Dios! No seas un maldito idiota. Dale lo que desea y siguecontuvida.Noesunproblematancomplicado… —¡Esuncondenadoproblema! —Unoyunosumandos.Peroañádeleseisosietecerosylacosacobramayoratractivo. Me asombraron sus palabras, y vi en su rostro una mirada escrutadora como si se dispusiera a abrirmeencanalparapredecirelfuturoenmisentrañas. —Ezrateníaunmontóndeceros—concluyó. Se me revolvió el cuerpo, como si él ya lo estuviera manejando con sus gruesos y carnosos dedos. —¿HacomentadoMillsestocontigo?—pregunté,porquenecesitabasaberlo. —Notanclaramente—admitióelfiscaldeldistrito—.Peronohacefaltaserningúngeniopara llegaraestaconclusión,Work.Séquéestáspensando.Cede,tómalocomounhombreysiguecontu vida. —¿TehadichoMillsquealguientratódematarmeanoche?—pregunté. Lainterrupciónloobligóareflexionar. —Talvezmemencionóalgo,sí. —¿Y…? Douglasseencogiódehombrosyapartósumiradademisojos. —Notecree. —Ytútampoco—añadíyo,concluyendounpensamientoinexpresado. —Ladetectiveesella,Work—dijoentononeutro. —¿Creesquemeloheinventado? —Noséquécreer.—Aquellasencillaafirmaciónlodejabatodoenelaire. —Alguienempujóesabutacaescalerasabajo,Douglas.Sinopretendíanmatarme,estoyseguro dequebuscabanquitarmedeenmedio. —¿Meestásdiciendoqueesotienerelaciónconlamuertedetupadre? Penséenlacajafuerteyenelrevólverdesaparecido: —Talvez.Esposible. —Deberías saber que Mills no lo ve así. Piensa que estás generando confusión, ocultando las claves.Siyopensaraqueesaeratuintención,yfíjatequeestoydiciendoquesilopensara,sipensara queactuabascomounmalditoabogado,mesentiríainclinadoamostrarmedeacuerdoconMills.Es lodela«navajadeOccam»,Work…Laexplicaciónmássimplesueleserhabitualmentelacorrecta. —Esosonsandeces,Douglas.Alguienintentómatarme. —Dale a Mills tu cortada, Work, y cualquier otra cosa que desee. Deja que ella investigue y conténtateconeso. PenséenloqueDouglasmeestabapidiendoquedijera.Podíaoírelruidodeuncuelloalpartirse bajounaterriblefuerza. —Túsabesloqueocurrióesanoche,Douglas.—Hubounadeclaración,casitanlargacomouna novela. —Séquetumadremurióaconsecuenciadeunatrágicacaída,peroesoestodoloquesé.—No habíaningúnacentodedisculpaensuvoz. —Essuficiente—dije. —No, Work…, no lo es. Porque es también la noche en que desapareció tu padre y porque, conforme a lo que Mills ha podido averiguar, tú y Jean fuisteis los últimos en verlo vivo. Es importante,ynadievaamontarunnúmeroapropósitodetusdelicadossentimientos.Tupadrefue asesinado.Estoesunainvestigacióncriminal.HablaconMills. Medijeque,sihablabaunavezmásdeasesinato,loasesinaríayoaél.Nohacíaningunafaltaque melorecordara.Veíalamandíbuladescarnadademipadrecadavezquecerrabalosojos,eincluso ahoraluchabaconlaimagendesusrestossometidosalosbisturíesysierrasdelforenseenChapel Hill. LasúltimaspalabrasdeDouglasimplicabanunaamenaza,yelsilencioquesiguióaellaspedía unarespuesta,peroyonoalcélamirada.Élqueríaqueyosoltaramirecuerdodeaquellanochecomo un tumor sanguinolento que Mills pudiera manosear, extenderlo como plastilina y comentarlo con otrospolicíasmientrastomabancaféyfumabancigarrillos.Policíascomoaquellosconlosqueyo me peleaba a diario ante el tribunal. Sabía cómo iba la cosa, conocía el retorcido voyeurismo de personasquelohanvistotodoy,sinembargo,nuncahantenidosuficiente.Loshabíaoídoespecular enlasdependenciasdelostribunales,acercadelasvíctimasdeviolaciones,curiosearlasfotografías ydiseccionarlahumanidaddeunapersonaenbuscadelaocurrenciamásdivertidadeldía.Loshabía oído burlarse de la forma como habían asesinado a una persona: «¿Le habría dolido? ¿Habría suplicado? ¿Estaba viva cuando la violaron? ¿Consciente cuando el cuchillo se clavó en su pálida piel?¿Loviovenir?Oídecirquesemeóencima…». Era una negra farsa, una tragedia basada en el sufrimiento de las víctimas de todas las poblacionesdelpaís.Peroestavezsetratabademidolor.Demifamilia.Demissecretos. Veíaamimadrealpiedelaescalera,conlosojosabiertosylabocadejandoescaparunhilillode sangre…, con el cuello doblado en un rictus cómico y cruel. Lo veía todo: el vestido rojo que llevaba,laposicióndesusmanos,lazapatilladeCenicientaquequedóenelescalóndesdeelquese precipitó.Elrecuerdoeracruelylocorté.PerosilevantabalamiradapodíaveraEzra,yaquelloera muchopeor.Noestabalistoparaeso.Nopodíahacerlo.Nootravez.Porque,simirabamásalláde Ezra, vería lo que Ezra le hizo aquella noche, todo lo que le hizo, helado en su rostro en aquel horriblecuadroquetodavíaaterrabamissueños.Habíahorrorensucara,yrabia,unafuerzaanimal que la transformaba. En aquella cara yo veía a un extraño, alguien a quien podría matar, y eso me aterraba ahora más incluso que nunca. ¿Qué había hecho de mi hermana aquella noche? ¿Y estaría ahoraperdidaparasiempre? SihablabaconMills,todoaquellovolveríaasalir.Ellahurgaríaeindagaría;trataríadequesu mentedetectivescalofisgonearatodo.Podríavercosas,cosasqueyonopodíapermitirqueviera. —Nohayproblema—ledijealfiscaldeldistrito—.Hablaréconella. —Asegúratedequelohaces—merespondió. —Notepreocupes.—Abrílapuertademicoche,deseandodesesperadamenteescapar—.Gracias porinteresartepormí—ledije,peromisarcasmofueunesfuerzoinútil.Mesubíalcoche,peroél medetuvoapoyandolamanoenmiportezuela. —Porcierto—medijo—.¿QuéestabashaciendolanocheenquedesaparecióEzra? Tratédemirarloalosojos. —¿Meestáspreguntandopormicoartada?—inquirícomosimeloestuvieratomandoabroma. Élnodijonada,yyomereí,peromirisasonóahueca—.¿Comoamigoocomofiscaldeldistrito? —Talvezencalidaddeambascosas.Unpoco,porlomenos. —Tienesmuchagracia—ledije. —Síguemelacorriente,entonces. Yo deseaba escapar de allí, evitar sus preguntas y sus ojos inexpresivos. Así que hice lo que cualquierhombrehabríahechoenidénticascircunstancias:mentí. —Estabaencasa—ledije—.Enlacama,conBarbara. Élsonrió.Unasonrisapococonvincente. —Nocostabatanto,¿verdad?—mepreguntó. —No—reconocí,sorprendido—.Noeranadadifícil. Me dedicó entonces una sonrisa más amplia, que me permitió ver que tenía comida entre los dientes,restosdealgomarrón. —¡Buenchico!—medijo,tratandodemostrarsecordial,peroenuntonoqueamímeparecióde condescendencia. Intentédevolverlelasonrisa,peronopudehacerlo.Unainclinacióndecabezafuelomásqueme salió; y, aun así, a duras penas. Douglas no estaba seguro de mí; lo leí en sus ojos. ¿Podía haber matadoyoaEzra?Eralapreguntaquesehacíayparalaquecomprobaríamicoartada.Sabíatambién quehabíadiscutidoelasuntoconladetectiveMills.Setratabadeuncasoquehabíatenidoresonancia enlosmediosdecomunicación,yaquelerasucondado:nuncasemantendríaalmargen.Poresome había mentido como yo le había mentido a él, lo cual solo podía significar una cosa: que nuestra amistadestabamuerta,tantosiDouglasloqueríacomosino.Puedequeenpocotiempocolgaraa alguienporlamuertedemipadre,peroyonopodríayanuncavolvermeatrás.Aquelpuenteeraun montóndecenizashumeantes. Lo dejé, pues, y vi cómo sus anchas espaldas se perdían por el aparcamiento mientras iba arrastrandolospiesenbuscadesuviejoChevrolet.Semetióenélysealejó.Nuncamiraríahacia atrás,yyomedabacuentadequeéltambiéneraconscientedeeso.LamuertedeEzraeracomoun fósforo aplicado a yesca húmeda: ardía lentamente ahora, pero era solo cuestión de tiempo que la inflamara.Mepreguntéquémásacabaríaconvertidotambiénenunaruinahumeante. Puse en marcha mi coche y salí con las ventanillas bajadas. Quería que se me secara el pelo y fumar un par de cigarrillos para quitarme de encima el olor fresco del jabón. Pensé en la cara de Vanessaalaluzdelasprimerashorasdelatarde.Esoeraloqueconservaríadetodo:cómoempezó, nocómoterminó.Noloquelediríalapróximavezquecedieraamidebilidadybuscararedimirme ensutiernoperdón. Pronunciésunombreunavez,ydespuésloguardédentrodemí. Eran casi las seis cuando llegué a casa. Al minuto de entrar supe que algo ocurría: había velas aromáticas perfumando el aire y música suave sonando en el estéreo. Barbara me llamó desde la cocina,yyolerespondí,dejécaermichaquetaenelrespaldodeunasillaymedirigílentamenteasu encuentro.Ellamerecibióenlapuertadelacocinaconunvasodevinoblancofríoenlamano:un chardonnay, que probablemente valdría una fortuna. Mostraba una gran sonrisa y vestía un escueto conjuntonegro. —Bienvenidoacasa,cielo—dijo,ymebesó. Suslabiossesepararonynotélapuntadesulenguaenelbeso.Nopodíarecordarcuándofuela últimavezquemehabíallamado«cielo»,ylaúltimavezquemehabíabesadodeesamaneraestaba completamentebebida.Apretósucuerpocontraelmíoy,almirarhaciaabajo,vicómosuspechos sobresalían de la parte de arriba de su vestido por efecto de la presión. Rodeó con los brazos mi cintura. —¿Estásborracha?—preguntésinpensarlo. Ellanosequejó. —Todavíano—dijo—.Perodosvasosmásdevinoypodríasconsiderarteafortunado. Sepegómásamí,haciendoquemesintieravagamenteincómodo.Meveíarastreroamímismo. Miréporencimadesucabezayvicacharrosenelfuego. —¿Estásguisando?—pregunté,sorprendido.Barbarararavezcocinaba. —SolomilloWellington—respondió. —¿Celebramosalgo? Barbaradiounpasoatrásydejósucopadevinoenlaencimera. —Esparaquemeperdones—dijo—.Porlamaneracomotetratéanoche.Fueuntragohorrible para ti. Lo pasaste malísimamente mal y yo podía haberme mostrado más dispuesta a apoyarte. — Bajólavista,peroniaunasílacreí—.Deberíahaberlohecho,Work.Debíahaberestadoatulado. HacíaañosqueBarbaranomehabíapedidodisculpaspornada.Asíquemequedéestupefacto. Ella tomó mis manos y se quedó observándome con lo que tenía que ser una fingida preocupación. —¿Te encuentras bien? —preguntó refiriéndose, supuse yo, a mi caída—. Debería haber ido al hospital, ya sé…, pero aún estaba enfadada contigo. —Hizo un mohín con los labios y comprendí que,ensuopinión,aquelloarreglabalascosas.Sevolvióantesdequeyopudieradecirnada,ycogió sucopadevino.Sucalmamepareciómenosnaturalcuandoviquelamitaddelcontenidodelacopa desaparecíadeunsolotrago.Sevolviódenuevohaciamí,apoyadaestavezenelfregadero,conlos ojosbrillantes—.Dime…—empezóotravez—.¿Quétaltefueayer? Casimereí.Medieronganasdesoltarle,aunquenofueramásqueparaverlaexpresióndesu pintiparadacara:«Alguientratódematarmeanoche,ytúnitepresentasteporelhospital.Hoymehe acostadoconunamujerfrágilysolitaria,ydespués,poroscurosmotivosquesoydemasiadomierda paraexplorar,mehededicadoarebajarlayecharsusánimosportierra.Amipadrelomatarondeun pardebalazosenlacabeza,yelfiscaldeldistritoquieresaberdóndeestabayolanocheencuestión. Reconozcoquemegustaríaborrardeturostroesafalsasonrisaque,enmiopinión,significaquemi matrimonioestáencrisis.Mihermana,alaquelehefalladodetodaslasformasposibles,meodia.Y lopeordetodoesquetengolaíntimaconviccióndequeesahermanamía,alaquequiero…,matóa nuestropadre». —Bien—ledije—.Hetenidounbuendía.¿Cómotehaidoati? —Igual—respondió—.Veasentarte.Tieneselperiódicoenlamesa.Lacenaestarálistadentro demediahora. —Iréacambiarme—dije,ysalídelahabitacióncaminandoconpiesdeplomo. Teníalasensacióndepercibirlascosasamedidaquememovía:lapared,labarandilla…¿Era todo ello real? Pero… ¿qué importaba? Si regresaba a la cocina con la boca llena de mierda, ¿me besaríaBarbaraymediríaqueteníagustoachocolate? Me eché agua por la cara y me puse unos pantalones caquis y un jersey de algodón, de cuello vuelto,queBarbaramehabíaregaladoporNavidadañosatrás.Estudiémirostroenelespejoyme sorprendió ver la completa serenidad y calma que reflejaba. Después sonreí y la ilusión se desvaneció.PenséenlascosasquehabíadichoVanessa. Barbaraestabaaúndelantedelhornocuandoregreséalacocina.Teníasucopallenadenuevo. Sonriómientrasyomeservíatambiénmásvino.Hicimoschocarlascopasensilencioybebimos. —Diezminutosmás—dijo—.Teavisaréencuantoestéapunto. —¿Quieresquepongalamesa?—lepregunté. —Yalohehechoyo.Siéntateydescansa. Dimediavueltaparairalasala,enbuscadelmullidoysuavesofá.Diezminutosmeparecíanun tiemporazonable. —Douglashapasadoporaquíestamañana—anunciómiesposa. Medetuveymevolvíamirarla. —¿Cómo? —Unavisitaderutina,segúnél.SoloparahablardelanocheenqueEzradesapareció. —Derutina…—repetíyo. —Parallenaralgunaslagunas—explicó—.Ensusinformes. —Susinformes… Ellameobservóconaireburlón. —¿Porquérepitestodoloquetedigo?—preguntó. —¿Hagoeso? —Sí,casicadapalabra. —Losientomucho.Nomehedadocuenta. —Laverdad,Work…—comentóriendo—.Aveceseres…—Sevolviódeespaldasalaencimera, con una cuchara de madera en la mano. Yo me quedé inmóvil, consciente vagamente de que el aturdimientoseestabaconvirtiendoenmiestadonormaldeexistencia. —¿Quéledijiste?—lepreguntéporfin. —Laverdad.¿Quéotracosapodríadecirle? —Laverdad,claro.Pero,concretamente,¿sobrequé? —Nomeagobies,Work—replicó—.Estoyintentando… No concluyó la frase, y se limitó a señalar con la cuchara la atestada cocina. Gotas de algo amarillo cayeron sobre la encimera y yo me quedé mirándolas porque no era capaz de buscar sus ojosconlosmíos.Cuandoalcélavistaviqueteníalamanosobresubocayquelaslágrimasque brillaban en sus ojos rodaban hacia el suelo. Otro hombre se hubiera acercado a ella y la hubiese estrechadoentresusbrazos,peroyoyateníaelalmademasiadonegradementiras. Lediuntensominuto,esperandoaqueserecobrara. —¿Quéledijiste?—lepreguntédenuevo,estavezconmayorsuavidad. —Solamentelopocoquesé.Porquetújamásmehascontadograncosa.—Suvozeratenue—.Le contéque,despuésdeiralhospitalcon…—hizounapausa,incapazdeconcluirlafrase:habíaestado apuntodedecir«conelcadáverdetumadre»—contumadre,fuistealacasadetupadre.Ydespués vinisteaquí.Ledijequeestabasmuytrastornado…,queloestabaislosdos,túyJean.—Miróhaciael suelodenuevo—.Yquelosdosospusisteisadiscutir. Yolainterrumpí: —¿Tecontéyoeso? —Nomeexplicasteporquédiscutíais.Nioílaspalabras.Soloséquediscutíaisporalgo.Yquetú estabasmuytrastornado. —¿Quémás? —¡Cielos,Work!¿Quéestodoesto? —Dímelo,porfavor. —Nohaynadamásquecontar.Queríasaberdóndehabíasestadoaquellanoche,yyolecontéque estuvisteaquí.Mediolasgraciasysemarchó.Esoestodo. ¡GraciasaDios!Peroteníaqueponerlaaprueba.Teníaqueestarseguro. Procuréadoptaruntonodespreocupado: —¿Podríasjurarqueestuveaquítodalanoche?¿Podríasdeclarareso,sitellamaranatestificar? —Meestásasustando,Work. —No hay ninguna razón para que te asustes —la tranquilicé—. Es solo el abogado que llevo dentro.Sécómopuedenpensaralgunaspersonas,yesmuchomejorquetengamosbienclaroesto. Ellaseacercómásysedetuvoenlapuertadelacocina.Teníaaúnlacucharaenlamano.Había muchafirmezaensusojosybajólavoz,comoparaponerespecialénfasisensuspalabras. —Yo lo sabría, si te hubieras ido —afirmó simplemente, pero algo en su rostro hizo que me preguntara si sabía la verdad. Que me había ido. Que había pasado largas horas sollozando en el hombro de Vanessa antes de volver a meterme en nuestra cama una hora antes de amanecer, procurandonohacerelmásmínimoruidoparanodespertarla. »Estuvisteaquí—dijo—.Conmigo.Nopuedehaberningunadudaalrespecto. Sonreí,rogandoparaqueestavezmirostronomedelatara. —Bien—asentí—.Esoyaquedaclaro.Gracias,Barbara.—Merestreguélasmanos—:¡Québien hueleesacena!—añadídemanerapococonvincente;ymevolvíayahaciaelsofáfingiendotodala tranquilidadquemepareciórazonable,cuandootropensamientomedetuvo—:¿Aquéhoradicesque sepresentóaquíDouglas? —Alascuatro—respondióBarbara. Yomesentéenelsofá.Lascuatro.Unahoraantesdequeyohablaraconélenelaparcamiento. Estabaenunerror,pues.Nuestraamistadnohabíamuertoconsuinterrogatorio:erayauncadáver frío y que comenzaba a apestar cuando él vino a mi encuentro. Aquel gordo malnacido estaba poniéndomeaprueba. Lacenahabríasidoexcelente,siyolahubieseprobado.Tomamosbriecaramelizadoconláminas dealmendras,ensaladaCésar,fileteWellingtonypanreciénhecho.Elchardonnayresultóserunvino australiano.Mimujerestabaradiantealaluzdelasvelasyenalgunosmomentosmepreguntésino la habría juzgado mal. Hizo atinadas observaciones que yo pasé por alto, se refirió a noticias de actualidadyaunlibroquehabíamosleídolosdos…y,ocasionalmente,sumanotocólamía.Yome ablandé con el vino y la esperanza. Para las nueve y media ya pensaba que tal vez tuviéramos una posibilidaddespuésdetodo.Peronodurómucho. Habíamosretiradolosplatos,dejándolosamontonadosenelfregaderoparaqueseocuparande ellos las asistentas que vendrían el día siguiente. Los restos del postre cubrían aún el mantel, y estábamos dando cuenta del café y unas copas de Baileys. Una tranquila satisfacción me invadía y estabayapensandoamarlaporprimeravezparasiempre.Teníasumanosobremipierna. —Dime—preguntó,inclinándosemás,enloqueparecíaunaactituddeofrecimiento—.¿Cuándo piensasquenosmudaremos? Lapreguntamepillóporsorpresa.Nolaentendí,perosusojosteníanunresplandornuevoyme encontréamímismodespejándome,casicontramivoluntad.Ellabebióunsorbodevino,consus ojososcurosdestacandosobrelapálidamedialunadelbordedelacopa.Aguardóensilencio,como siloúnicoqueyotuvieraquehacerfueseelegirunafechaalazar. —Mudarnos…¿adónde?—pregunté,puestoquenoteníaotraelección.Temíasurespuesta,sobre todoporquesabíacuálibaaser. Ellaserio,aunquenohabíanirastrodehumorensurisa. —Nobromees—medijo. Sedesvaneciódeprontoelúltimorestodemiplacer,devoradoporelansiacrueldesuvoz. —Yonoestoybromeando—dije—.¿Ytú? Notecómosesuavizabalaexpresióndesurostro,perovitambiénqueeraforzada.Enelhasta hacíauninstanteencantadorperfildesumandíbula,aúnseadivinabancontraídoslosmúsculos. —PuesalacasadeEzra,naturalmente.Anuestranuevacasa. —¿Quédemoniostehacepensarquenostrasladaremosaesacasa? —Solohabíapensadoque…Quierodecir… —¡Malditasea,Barbara…!Apenaspodemospermitirnosmantenerestacasaynoesnilamitadde grandequelademipadre… —¡Esunacasatanhermosa…!—dijo—.Habíapensadoque… —¿Habías pensado que podíamos trasladarnos a una casa de setecientos cincuenta metros cuadrados,cuyosgastosdecalefacciónnisiquieraestánanuestroalcance? —Peroeltestamento… —¡Nisiquieraséquésedisponeeneltestamento!—exclamé—.Notengolamásmínimaidea. —PeroGlenadijoque… Aquellomesacódemiscasillas.Estallé: —¡Glena! ¿De eso estuvisteis hablando anoche las dos? —Pensé en las horas que había pasado miserablementeenelgarajemientrasmimujerysudetestableamigaplaneabanelencumbramiento socialdeBarbara—.Loteníaistodoprevisto… UncambiosúbitoseoperóenelrostrodeBarbaramientrasyolamiraba.Derepentefuelaviva imagendelcálculomásfrío. —Tiene sentido si vamos a formar una familia —dijo; luego bebió un sorbo de vino y me observóconlapacienciadeuncazador. Aquellonoerajusto.Barbarasabíacuántodeseabayotenerhijos.Suspiréhondamenteyvertíun chorrodeBaileysenmicopa. —¿Estáschantajeándome?—pregunté—.¿HijosacambiodelacasadeEzra? —¡Claro que no! —replicó—. Simplemente estoy sugiriendo que los hijos serían el siguiente pasológicoparanosotrosdos,yquepodríamosdisponerdeeseespaciosobrante. Intentécalmarme.Elagotamientocayósobremícomounacargadecementofresco,perodecidí, sin embargo, que podría ser hora de encarar algunas verdades desagradables. Me venía espontáneamentealamemoriaelrostrodeVanessasurcadoporlaslágrimas.Pensabaenlascosas quemehabíadicho,enlasverdadesquemehabíalanzadoalacara…,unasverdadestanhorribles paramíquehabíaoptadoporircontraellaantesqueafrontarlas. —¿Cómoesquenuncahemostenidohijos,Barbara?—pregunté. —Túdijistequenecesitabasconcentrarteentucarrera. Su respuesta fue inmediata y tan espontánea, que me di cuenta de que estaba convencida de su veracidad.Unsilenciohorriblemeinvadiópordentro:unacalmaglacial. —Jamáshedichoeso—lerepliqué. Hasta la sola idea era absurda. Había sacrificado demasiadas cosas al vano ídolo de mi carrera jurídica.Perojamáshabríarenunciadoalaideadetenerhijos. —Claroquelohiciste—dijoBarbara—.Lorecuerdoperfectamente.Necesitabasconcentrarteen elbufete. —Cada vez que te sacaba el tema de los hijos, me decías que no estábamos preparados para tenerlos.Ycambiabasdetema.Sipormíhubierasido,aestashorastendríamoscinco. UnaextrañasensacióndehabercomprendidoporfinseabriópasoenelrostrodeBarbara. —Bueno…,talvezfueracosadeEzra—dijo,ydespuéstuvounsobresalto,comosilaasombrara haberpronunciadoaquellaspalabras. —¿QuetalvezfueracosadeEzra?—repetíyo. —Nohequeridodecireso—negó,peroyaerademasiadotarde.Sabíaloquehabíaqueridodecir yderepentenotécomounfuertezumbidoenmisoídos,unahorriblealgarabíaqueamenazabacon hacermecaerdemisilla. «TalvezfueEzra». «Talvez…fue…Ezra». Miréamiesposacomosilohicieradesdemuylejos,ycomprendí.Ezraqueríaqueyocontinuara su tradición de grandeza. Ella quería que yo amasara más dinero. Los hijos me distraerían. Las faccionesdeBarbarasecrisparonenunamáscaraquemeaterrorizó.Miesposaymipadrehabían conspiradoparaarrebatarmeamishijos,yyoleshabíapermitidoquelohicieran,torpeyestúpido comounanimaldegranja.Laclaridaddeestepensamientomeabrumó.Diunospasostambaleantes para apartarme de mi silla, mientras la voz de mi mujer seguía sonándome como un zumbido distante.Nosécómo,encontrélabotelladewhiskyymeservíunvasolleno.Barbarameobservaba. Suslabiossemovieronydespuéscomenzóacaminardeunladoparaotroporlacocina.Eltiempo pareciódetenersemientrasaclarabalosplatos,losmetíaenellavavajillasyfregabalaencimera.No meperdíadevistaniuninstantemientrastrabajaba,comosilepreocuparaquepudieradesaparecer. Peroyonopodíamoverme:nohabíanadiequemeguiara.Creoquemereípensándolo. Cuando vino finalmente por mí, yo estaba mucho más borracho de lo que puedo describir con palabras,perdidoenunasprofundidadesquenisiquierasabíaqueexistieran.¡Robado!Loshijosque siemprehabíaquerido,lafamiliaquehabíadeseadotenerdesdemistiemposenlauniversidad…Mi propia vida me la habían arrebatado aquellos en quienes más podía confiar. Y yo había consentido que algo así ocurriera. Llámenlo confianza ciega. Llámenlo cobardía. O quizá pasividad cómplice. Porqueyocompartíalaculpa,ylapropiaenormidaddeellameabrumaba. Como si llegara a través de la bruma, la mano de mi esposa vino a buscarme. Me condujo al dormitorio, me acostó en la cama y se quedó de pie delante de mí. Sus labios se movían, y las palabrasquedecíasalíansegundosmástarde: —No te preocupes, querido. Lo arreglaremos todo. Estoy segura de que Ezra proveerá. —Sus palabrasnoparecíantenermuchosentido. Sedesnudó,ycolgócuidadosamentesublusaantesdevolverseparaofrecermesuspechoscomo el maná del cielo de algún otro hombre. Después se quitó la falda, para revelar unas piernas esculpidas de bronce. Era como una estatua a la que se ha infundido vida, un trofeo a la buena conducta.Susdedosencontraronlosbotonesdelasropasquedeberíanhabermeprotegido,perono lo hicieron; me quitó los pantalones con una sonrisa de victoria, me dijo que me relajara y se arrodilló delante de mí. Yo sabía que aquello estaba mal, pero lo oculté tras mis ojos cerrados mientrasellapronunciabapalabrasyconjurosdeterriblepoder;asíquemerendí,yenmirendición conocílacondenadelcorrompidohastalostuétanos. 10 Eldomingoporlamañana,temprano,abrílosojosaunafríaluzgris.Sefiltrababajolaspersianas para tocar la cama, pero en su conjunto dejaba a oscuras la mayor parte del dormitorio. Barbara dormíaamilado,consusudorosapiernaapoyadacontralamía.Meescurríhaciaelotroladodela camaymequedéallíquieto.Mesentíafrágil.Notabapegadosmispárpados,ylalenguaquellenaba mibocasabíaaalgoquellevabamuchotiempomuerto.Penséenlasverdadesbrutalestanamenudo reveladasconlaslucesdelalba.Yohabíatenidoalgunasdeestaclaseenmivida,perotodashabían llevado a esta. Era un extraño para mí mismo. Por mi padre había decidido estudiar leyes. Por mi padre me había casado, y por él y por la misma mujer con la que ahora compartía mi cama había renunciadoamissueñosdeformarunafamilia…,amipropiaalma.Ahoramipadreestabamuertoy loquemequedabadeéleraestaverdad:quemividanoeramivida.Quepertenecíaauncascarón vacíoquellevabamirostro.Sinembargo,yotodavíamenegabaacompadecermedemímismo. Levanté la cabeza para mirar a Barbara: tenía los cabellos enmarañados por el sueño, la piel arrugadaylabocaentreabiertadejandoveralgobrillanteensuinterior.Micarasecrispóalverla, peroaunasí,enlaauroradelarevelación,tuvequereconocersubelleza.Sinembargo,medijeamí mismoylopensabaconsinceridad,yonomehabíacasadoconellaporsufigura,sinoporsufuerza, por su energía. El fuerte viento de sus convicciones me había arrastrado en su estela. De alguna manerahabíallegadoaconvencermedequeseríalaesposaperfectaydequesolounnecioladejaría escapar. Todavía lo pensaba ahora, cuando ya conocía la triste verdad. Era la que había dicho Vanessa:mehabíacasadoconBarbaraporqueasílohabíadispuestoEzra.¡Diossanto! Mispiespisaronelsueloycaminéatientasparasalirdeldormitorio.Enelcuartodelaplancha encontréunpardetejanossuciosyunaszapatillas.Despuéstoméelteléfonomóvilyunpaquetede cigarrillosyfuiasentarmeenelporchedelantero.Elparqueestabaenvueltoennieblayhacíafrío. Temblabamientrasprendíaunpitilloyarrojabaunanubedehumoazuladoalmundo.Nosemovía nada, y en mitad de aquella quietud y silencio me sentí más vivo que nunca. Marqué el número de teléfono de Vanessa. Respondió su contestador automático, y me dije que estaría ya levantada, descalzaenlahierbahúmeda.Mientrasaguardabalaseñalparadejarleunmensaje,decidídecirlela verdad: que tenía razón y que lamentaba cuál había sido mi reacción al oírla. No le diría que la amaba.Todavíano.Esoteníaquesercaraacara,yaúnnoestabapreparadoparahacerlo.Habíaotros problemas en ello, cosas que no tenían nada que ver con la verdad o con el hecho de que mi vida fuerauncompletodesastre.Peronecesitabaquesupieraqueyohabíacomprendido:queteníarazóny queyoestabaequivocado.Asíqueesofueloqueledije.Laspalabraseranmeraspalabras,unpálido reflejodelarealidad,enconjunto,peroteníanqueservirparaalgo.Cuandoapaguéelteléfono,me sentíbien.Noteníaniideadeloquemedepararíaelfuturo,peronomeimportaba. Así que permanecí sentado, fumando, mientras despuntaba en mi interior una sensación que reconocícomoalgovividohacíamucho,muchísimotiempo:sealzóelsol,merodeóconsusdedos rosadosycálidosyporuninstantesentípaz.AlmomentosiguienteadvertílapresenciadeBarbara, quesalíaatravésdelapuerta. —¿Quéhacesaquífuera? —Fumar—respondí,sinmolestarmesiquieraenvolverme. —Nosonmásquelassietemenoscuarto. —¿Deveras? —Mírame,Work. Mevolví.Barbaraestabaenmitaddelapuertaabierta,envueltaenunabatadefranela.Teníalos cabellosdesgreñadosylosojoshinchadossobreunabocaruin.Supequesuspensamientos,aligual quelosmíos,estabanfijosenloocurridolapasadanoche. —¿Enquépiensas?—mepreguntó. La miré. Mis ojos expresaban una advertencia, pero sabía que ella no sería capaz de descifrar siquierasupálidomensaje.Hubieratenidoqueconocermebienparacaptarlo,peroéramossolodos extraños. Por eso tuve que formular mis pensamientos, expresarlos con palabras claras e inequívocas,quecualquierneciofueracapazdecomprender: —Pienso que mi vida ha sido secuestrada, apresada pidiendo por ella un rescate que yo nunca podíapagar.Estoycontemplandounmundoqueantesnohabíavistoypreguntándomecómodiablos hellegadoaquí. —Estásdiciendobobadas—dijo,ysonriócomosipudieradescartarlassinmás. —Noteconozco,Barbara,ymepreguntosialgunavezteheconocido. —Vuelvealacama—meordenó. —Creoquenoloharé. —Vasahelarteaquífuera. —Hacemásfríodentro. Frunciómásprofundamenteelceño. —Esomeduele,Work… —Tengo la impresión de que es lo que ocurre a menudo con la verdad —dije, y me volví de espaldas a ella. A lo lejos venía hacia nosotros por la calle un hombre vestido con una larga gabardinaygorrodecazador. —¿Piensasvenirono?—insistió. —Meparecequeiréadarunpaseo—ledije. —Estásmediodesnudo—observó.Mevolvísonriendo. —Sí—asentí—.¿Verdadqueesparapartirsederisa? —Meespantas,Work. Me volví a mirar a mi caminante del parque y noté que mi mujer salía al porche. Durante un minuto largo estuvo mirándome en silencio, y yo solo pude imaginar qué estaría pensando. De prontonotésusmanosenmishombros,conlosdedossujetándomeconfuerza. —Venalacama—medijo,conunavozquesugeríalasensacióndesedaperfumadayplaceres íntimosdecama. —Mehedesveladoya—lerespondí,dándoloaentenderenmuchossentidos—.Vetú. Notéqueretirabasusmanosyasentíaensilencio,nosésifuriosaoextrañadaoambascosasaun tiempo. Había desplegado sus alas de ángel en un ofrecimiento de subirme al cielo, y yo la había derribadodeuntiro.¿Adóndeiríaahora?¿Quéresortepodríaemplearparamoverme,sielúltimo, el de la entrega de su propio cuerpo, le fallaba al final? Lo único que podía decir yo era que la retiradaensilencionoeraningunaopciónparaella. —¿Conquiénhablabasantes?—mepreguntó,conunnuevotonocortanteenlavoz. Yomiréelteléfonomóvilqueteníaallado,penséenVanessaStolenymemaravillédemipropia perspicacia. —Connadie. —¿Medejaselteléfono? Mehiceelremolón. —Elteléfono—insistió. Cuandolamirévienellaloqueesperabaver:unoslabiosfinosenunrostroquesehabíapuesto pálido. —¿Deverdadquiereshaceresto?—lepregunté. Con un único y brusco movimiento, se agachó y cogió el teléfono móvil. Yo no hice ningún intentodedetenerla.Mientrasellapulsabaelbotónderellamada,yomevolvídeespaldasparamirar al extraño individuo enfundado en su gabardina. Se acercaba a nosotros, con la mirada baja y el rostroprácticamenteoculto.YomepreguntabasiVanessaresponderíaalallamada,yesperéqueno fueraasí;porlodemás,nosentíanada:nitemor,niiraynisiquieraremordimiento.OíqueBarbara desconectabaelaparato,ydespuéssuvozcuandosedirigióamí,tensaporlaira. —Pensabaqueyahabíasacabadoconella. —Yotambiénlopensaba. —¿Desdecuándo?—mepreguntó. —Noquierohablardeesto,Barbara.Noahora.—Mepuselentamenteenpie,esperando,cuando mevolvía,verlágrimasenlosojosdemimujer:quefuerareveladordealgomásquedelorgullo herido—.Estoycansado.Tengoresaca. —¿Yquiéntienelaculpadequeestésasí?—replicó. Respiréhondamente. —Voyadaresepaseo—ledije—.Podemoshablarmástarde,sitodavíaquiereshacerlo. —¡Nomedejessola! —Unpaseonopondrámásdistanciaentretúyyo. —Oh,comprendo…¿Ahoraresultaquetuadulterioesculpamía? —Novoyahablardeestoahora—repetí. —Talveznomeencuentresaquíalregresar—meamenazó. Yomedetuvecuandobajabayaporlaescalera. —Haz lo que tengas que hacer, Barbara. Nadie te censurará por eso, y yo el que menos. —Me alejé de sus bufidos y comencé a bajar por el camino que llevaba a la calle y al parque, ahora brillanteporelfríorocíoquelobañabatodo. —Esunasuciazorra.Nuncaheentendidoesaobsesiónquetienesconella—meespetóBarbara cuando me alejaba, subiendo el tono de su voz al repetir—: ¡Nunca! —La última palabra fue, en realidad,ungrito. —¡Cuidado,Barbara!—dijeyosinvolverme—.Losvecinosteoirán. Escuché un portazo detrás, y supuse que habría cerrado también la puerta con llave. No me importaba.Mividaseprecipitabapendienteabajomientrassalíadenuestrapropiedadendirecciónal caminodeentrada.Eraunhombrecomocualquierotro.Habíatomadounadeterminaciónylahabía mantenidoconfirmeza.Aquellomeinspirabaunasensaciónderealidadsumamenteagradable. Yaenlaverjadelacasa,aguardéaaquelhombrealquehabíavistounmillardeveces,perocon quiennohabíahabladonunca.Pudeverlomejormientrasseacercaba.Eraunhombresingularmente faltodeatractivo,conrasgospocomarcadosyunamuecaensurostroquelevantabasulabioenel lado derecho de su cara, mostrando sus dientes manchados. Llevaba unas gafas de cristales sucios, congruesamonturanegra,ypordebajodesugorrodecazadorlecolgabanunoscabelloslacios. —¿Leimportasicaminoasulado?—lepreguntécuandoelhombrellegóadondeyoestaba. Élsedetuvoeinclinólacabezahaciamí.Susojosverdesdieronlaimpresióndenadarenunmar amarilloysuvoz,alhablar,eraevidentementeladeunfumador.Escuchésumarcadoacento. —¿Porqué?—Habíadesconfianzaenaquellavoz. —Pornadaespecial—respondí—.Soloporcharlar. —Esteesunpaíslibre—dijo.Reanudósupaseoyyoacomodémispasosalossuyos. —Gracias. Notéqueteníalosojosfijosenmipechodesnudo. —Nosoygay—medijo. —Yotampoco. Élgruñó,peronodijonada. —Encualquiercaso—añadí—,noesustedmitipo. Éldejóescaparunarisotadaqueacabóenungruñidodeaprobación: —Unsabelotodo…¿eh?¡Quiénloibaapensar! Íbamoscaminoabajo,dejandoatráslasgrandescasasyrecorriendoelparquealolargo.Había unos pocos coches en las calles, y unos cuantos muchachos dando de comer a los patos. La niebla matinalcomenzabaadesprenderselentamentedellago. —Yolehevisto—medijofinalmente—.Lohevistoduranteaños…,sentadoensuporche.Debe detenerunavistaespléndidadesdeallí. Nosabíaquéresponderleaeso. —Esunbuenlugarparavercómopasaelmundoatulado,supongo. —Hum.Haríamejorsipasaraustedatravésdelmundo. Dejédecaminar. —¿Quéocurre?—preguntó. —Elcegadordestellodeloobvio—ledije. —¿Yesoquésignifica? —Significaqueesustedunhombremuylisto. —Sí —dijo—. Creo que tiene usted razón. —Se rio al ver la expresión de mi cara—. Vamos. Sigamoscaminandoydejaréquesigaustedhalagándomelosoídos.Mepareceunbuentrato. —Yosécómosellama—ledijecuandodejábamosatráselparqueeíbamoshaciaMainStreety losbarriospobresquesealzanmásalládelasvías. —¡Nomediga! —Loheoídoporahí.MaxwellCreason,¿verdad? —LlámemesoloMax. Le tendí la mano y él se detuvo, obligándome a detenerme a su lado. Sostuvo mi mirada un instanteydespuéslevantósusmanosparacolocarlasdelantedemicara.Teníalosdedosconhuellas defracturasytorcidos,transformadosengarras,yviconhorrorquelehabíanarrancadolamayoría delasuñas. —¡Diossanto!—exclamé. —Ustedsabeminombre—medijo—.Noselotomeamal,perodebodecirlequemásvaleque dejemoslascosaseneso. —¿Quéleocurrió?—pregunté. —Mire…,mealegraconversarconusted(Diossabecuántotiempohapasadodesdelaúltimavez quehabléconalguien),perocreoqueaúnnoleconozcolosuficienteparahablarledeeso. Yocontemplémispropiasmanos:colgabancomomaderamuertaenlosextremosdemisbrazos. —Peroyo…—comencé. —¿Porquéquieresaberlo?—mepreguntóentonoincisivo. —Meinteresausted. —¿Porqué? —No lo sé —reconocí—. Tal vez porque es usted diferente. —Me encogí nuevamente de hombros, consciente de la incongruencia de mis palabras—. Porque creo que usted nunca le ha preguntadoaunapersonacómoseganalavida. —¿Yesoesimportanteparausted? Reflexionésobrelacuestión. —Supongo.—Élcomenzóasacudirlacabeza—.Meimportaporqueustedesreal. —¿Quépretendedecirmeconeso? Apartémimiradadesurostroporquedeprontotuveunainusitadasensacióndedesnudez. —Yotambiénmehefijadoenusted,¿sabe?Lohevistoaquíyallá,paseando.Peronuncalohe vistoconnadie.Piensoquetienequehabersinceridadenesadecisióndeestarsolo. —¿Yustedvaloraeso? Lomirédenuevoalacara. —Loenvidio—dije. —¿Porquémediceustedtodoesto? —Porque usted no me conoce, creo. Porque por una vez me gustaría ser sincero también… decirleaalguienquevoyadispararcontramimujerencuantolaveadenuevoyquemeencantaría prevenirasusamigasdenuestramismacalleparaqueestuvieranatentasaladetonación…—Otro encogimientodehombros—,porquecreoqueustednomejuzgaría. MaxCreasonnomeestabamirando:habíavueltolacabeza. —Nosoyningúncura—medijo. —Avecestansolohacefaltadecirlascosas. Élseencogiódehombros: —Pues,entonces…,hagaalgodiferente. —¿Esoestodo?¿Eseessuconsejo?¿Quehagaalgodiferente? —Sí—dijoelcaminanteporelparque—.Dejedeserungilipollas. Lapalabraquedócolgadaenelaireentrenosotrosdos,yalotroladodeellaestabasurostro,su rostroperfectamenteserio.Y,enelecodetanrudasinceridad,mereí.Mereícontalfuerzaquecasi me desternillo allí mismo; y mucho antes de que mi carcajada hubiera cesado, se unió a ella la de MaxCreason. Treshorasdespués,subíayoporelcaminodeaccesoamicasaluciendounacamisetaazulconletras negrasenlasqueseleíadigmyrootysujetandolacorreadeuncachorrillodeLabradordoradode apenasnuevesemanas,alquehabíadecididollamarHueso.LosJohnsonmehabíandichoqueerael mejordelacamada,yyolocreía.Separecíamuchísimoamiantiguoperro. LlevéaHuesoalpatiotraseroyviamimujeratravésdelaventanadelcuartodebaño.Llevaba puestoeltrajedelosdomingosparairalaiglesiayestabapracticandosonrisasanteelespejo.La estuveobservandoduranteunminutoydespuésdiaHuesounpocodeaguayentréenlacasa.Eran lasdiezmenoscuarto. Encontré a Barbara en el dormitorio. Se estaba poniendo los pendientes, mientras daba vueltas alrededor,mirandoelsuelocomositrataradeencontrarenélsuszapatosolapaciencianecesaria paratratarconmigo.Nolevantólacabezaparamirarme,perosuvozeraalegre. —Voyairalaiglesia.¿Tevienesconmigo? Eraunviejotrucosuyo.Barbaraacudíararavezalaiglesiay,cuandolohacía,eraporqueestaba seguradequeyonoibanunca.Nosetrataba,pues,deunasalidainocente. —No—respondí—.Tengootrosplanes. —¿Quéplanes?—Memiróporfin.Peronohubomáspreguntas.Nialusionesanuestradiscusión oamiinfidelidad. —Cosasdehombres—repliqué. —Meparecemuybien,Work.—Comenzóasalirdelahabitación,perosedetuvo—.Esunaidea excelente—añadióysalióprecipitadamentedelcuarto. Laseguíatravésdelacasayvicómorecogíasuagendaysusllaves,ycerrabalapuertaalsalir. Meservíunatazadecaféyaguardé.Tuvequeesperarcomocincosegundos. VolvióaabrirselapuertayentróporellaBarbaraapresuradamente,paracerrardeinmediatoy volverse,horrorizada,haciamí,queestabaapoyadocontraelfregaderobebiendomicafé. —¡Hayunvagabundoennuestrogaraje!—anunció. —¡Nomedigas!—repliqué,exagerandomiincredulidad. Ellaatisbóatravésdelapersiana: —Estásentadoallíahora,perocreoquehaintentadorobarme. Meerguíentodamiestatura. —Yo me encargaré de él. No te preocupes. —Crucé la cocina y aparté a Barbara de la puerta. Luego salí, mientras mi mujer me acosaba agitando en la mano el teléfono—. ¡Hola! —dije. El vagabundo levantó la cabeza del periódico viejo que había sacado de nuestro cubo de basura. Su acciónempujóhaciaarribaloslabiosquecubríansusdientessuciosyestropeados—.Entraencasa, ledije.—Maxsepusoenpie—.Elbañoestáalfinaldelpasillo. —Deacuerdo—respondió,ypasóalinterior. Nos costó cinco minutos contener la risa después de que Barbara marchara por el camino de accesoentreelrechinaryeloloragomaquemadadelosneumáticos. 11 Mediahoradespuésyaestabaduchado,mudadoyconlacabezaclaraporprimeravezenloqueme parecíanaños.Puedequefueranaños,sí.Peroloquesabíaconseguridaderaesto:todoloquetienes enlavidaesunafamilia.Sitienessuerte,esoincluyealapersonaconlaquetehascasado.Yonoera tanafortunadocomotodoeso,peroteníaaJean.Yocargaríaconlasculpasdeloquehubierahecho ella,sifuerapreciso. Hiceunpardellamadastelefónicas;laprimeraaClarenceHambly:despuésdemipadre,élestaba consideradoelmejorabogadodelcondado.RedactóeltestamentodeEzra.Acababadevolverdela iglesia,peroaceptóaregañadientesrecibirmemástardeesedía.DespuésllaméaHankRobins,un investigadorprivadodeCharlotte,alquehabíaempleadoenlamayoríademiscasosdeasesinato.Su contestadorrespondió:«Ahoranopuedoresponderasullamada,probablementeporqueestoyfuera espiando a alguien. Deje su número de teléfono para que no tenga que buscarlo». Hank era un irreverentebastardo.Teníatreintaañosahora,peroparecíacontar,comopoco,cuarentacuandotenía unmaldía,yeraelhombremásaudazqueyohubieraconocidoenlavida.Además,mecaíabien.Le pedíquemellamaraamiteléfonomóvil. LeescribíunanotaaBarbaraparadecirlequetalveznovolveríaacasaesanocheymetíaHueso en el coche. Fuimos de tiendas. Le compré un collar nuevo, correa y cuencos para perro. Compré también una bolsa de quince kilos de comida para cachorros y una caja de galletas. Para cuando regresé al coche, lo encontré mascando el cuero de uno de los reposacabezas, lo cual me dio una idea. Yo conducía un BMW que, según Barbara, tenía que atraerme clientela; lo cual, visto en retrospectiva,meparececómico.Debíaaúnunospocosmilesporél,ycadaplazorepresentabaun palo.Decidí,pues,llevarloaunacompraventaalairelibredelaautopista150,yallílocambiépor una furgoneta de cinco años de antigüedad. Olía mal por dentro, pero a Hueso pareció gustarle el sabordesusasientos. EstábamosalmorzandoélyyoenelaparcamientocuandoHankllamó. —¡Hombre,Work!Precisamenteheestadoleyendoacercadetienlosperiódicos.¿Quétallevaa mipicapleitosfavorito? —Tengoquereconocerquemepodríairmejor. —Sí.Yamelopensaba. —¿Cómotienestuagendaestosdías,Hank? —Siemprellena.Algunosdías,inclusotrabajo.¿Quétienesparamí?¿Otratragediadeamoryde engaño en el condado de Rowan? ¿Traficantes de droga rivales? Espero que no se trate de otro asesinoporcontrolremoto… —Esuncasocomplicado. —Losmejoressiempreloson. —¿Estássolo?—lepregunté. —Aúnestoyenlacama,siesorespondeatupregunta. —Tenemosquehablarpersonalmente. —¿EnSalisbury,enCharlotteoamitaddecaminoentreambas?Dimetúdóndeycuándo. Nohabíamuchoquepensar.Aprovecharíacualquierexcusaparasalirdelaciudadytomarmeun respiro. —¿QuétalestatardealasseisenelDunhill? El hotel Dunhill se hallaba en Tryon Street, en el centro de Charlotte. Tenía un gran bar, con profundosydiscretosreservados,yestaríacasivacíoundomingoporlatarde. —¿Debollevarunachicaparaquetesirvadepareja?—preguntóHankyoíunarisitaproveniente delotroextremodelalínea,unarisitafemenina. —Alasseis,Hank.Yesecomentariotecostarápagartúlaprimeraronda.—Colguésintiéndome mejor.Hankeraunbuencolaboradorparatenerlodetuparte. El abogado de Ezra me había dicho que no fuera a verlo antes de las dos. Disponía, pues, de mediahora.Llenéloscuencosdecomidaparaperrosylosmetíenlafurgoneta.Despuéssilbépara llamar a Hueso. Estaba mojado por haberse metido en el lago, pero le dejé ocupar el asiento delantero. Poco después lo tenía ya entre mis piernas, asomando la cabeza por la ventanilla. Y así, apestandoaperromojadoyafurgonetavieja,subílosampliosescalonesdelamansiónHambly,que dominabaunafincadevariashectáreasenlasafuerasdelapoblación.Lacasaensíeraenorme,con surtidoresdemármol,puertasdecasicuatrometrosdealturayunpabellóndecuatrodormitorios. UnaplacaalladodelapuertaanunciabaquelamansiónHamblyhabíasidoedificadahacia1788.Me preguntésinotendríaquehacerunagenuflexiónantesdeentrarenella. A juzgar por la cara de Clarence Hambly, yo no daba la talla del distinguido colega que había esperado ver delante de sí en aquel día dedicado al culto divino. Hambly era un hombre viejo, arrugadoymojigato,perosemanteníamuytiesoensutrajeoscuroycorbatadesedadecachemira. Teníaunoscabellosespesosyblancos,conlascejasajuego,locualprobablementeañadíacincuenta dólaresporhoraalatarifadesuminuta. Eraunhombreremilgado,adiferenciadelestiloagresivodemipadre,tanafectadoensuforma deactuarcomoentusiastahabíasidoEzra,perosiempreimbuidodeella:lohabíavistoactuarenlos tribunales suficientes veces para saber que su actitud santurrona no interfería nunca con su desvergonzada búsqueda de cuantiosas indemnizaciones judiciales. Sus testigos eran siempre personasbienformadasyconmuchalabia.LosDiezMandamientosnoteníanunlugardehonoren lasparedesdesudespacho. EraunaantiguafortunadeSalisbury,yyosabíaquemipadreodiabaesoenél,peroeraunbuen abogadoymipadrehabíainsistidosiempreenrecurriralmejor,enespecialsisetratabadetemasde dinero. —Hubierapreferidohacerestomañana—medijosinpreámbulos,mientrassusojosescrutaban desdemisgastadasbotasdeexcursionistaamistejanosazulesmanchadosdehierbayaldeshilachado cuellodelacamisaquemenegabaajubilar. —Esimportante,Clarence.Necesitohacerestoahora.Losiento. Asintió. —Considéralounacortesíaprofesional,entonces—dijo,ymehizopasaralinterior. Yopiséelrecibidordebaldosasdemármol,esperandonotenermierdadeperroenmiszapatos. —Vamosamidespacho. Loseguíporunlargopasillo,quemepermitiódivisaratravésdelasampliascristalerasaspectos delapiscinaexteriorydeloscuidadosjardinesqueseextendíanmásallá.Ellugarolíaacigarros, cuerobienengrasadoygentemayor.Hubierapodidoapostaraquelasdoncellasdelacasallevaban uniforme. Su despacho era una habitación estrecha, pero profunda, con altas ventanas, más cristaleras y librerías que llegaban desde el suelo al techo. Por lo visto, era aficionado a las armas de fuego antiguas,alasfloresreciéncortadasyalcolorazul.Detrásdesuescritoriocolgabaunespejodedos metros y medio con marco dorado: al mirarme en él me vi pequeño y deforme, lo cual probablementeeraunefectointencionado. —Estaba revisando las disposiciones testamentarias de tu padre para legalizarlas mañana —me dijo,encuantohubocerradoladoblepuertadeldespachoymeindicóunabutacadepielenlaque toméasiento.Élfueasituarsedetrásdelescritorio,perosiguiódepie.Meobservabadearribaabajo desdeaquellaposicióndesupuestaautoridad,loquemehacíarecordarcuántoodiabayotodoslos trucosdelaabogacía—.Peronohayningúnmotivoparaquenopodamosdiscutirahoralosdetalles. Queconste,contodo,quepensaballamarteestasemanaparaconcertarunaentrevista. —Teloagradezcomucho—dije,porqueeraloqueseesperabaquehiciera. No importaba la enorme cuantía de los honorarios que le corresponderían como albacea de la herencia de Ezra. Apreté los dedos y me concentré en mostrarme deferente, cuando lo que hubiera deseadohacereraapoyarlospiessobresumesa. —Yhededecirtambiénqueteruegoqueaceptesmiscondolenciasportupérdida.SéqueBarbara seráungranconsueloparati.Provienedeunabuenafamilia,yesunamujerencantadora. Yotambiénhubieraqueridoqueconstaraquedeseéhabertenidomierdaenmiszapatos,perome limitéadecirle: —Gracias. —Aunquetupadreyyohemosocupadoamenudoladosopuestosdelamesa,sientounenorme respetoporsuslogros.Fueungranabogado.—Memiródesdesusalturas—.Algoaloqueaspirar —concluyósignificativamente. —Noquerríaocupartemástiempodelimprescindible—lerecordé. —Sí,claro.Volvamosaloquenosocupa,entonces.Laherenciadetupadreeraconsiderable. —¿Acuántoasciende?—leinterrumpí. Ezrasiemprehabíasidomuyreservadoacercadesusfinanzas,yyosabíamuypocodeellas. —Aunacifraconsiderable—repitióHambly. Yo lo observé extrañado, y aguardé. Una vez legalizado el testamento, su contenido tenía la consideración de documento público. No existía, pues, ninguna razón para mostrarse reticente. Hamblyacabóreconociéndoloaregañadientes. —Ennúmerosredondos,aproximadamenteaunoscuarentamillonesdedólares—dijo. Yocasimecaídelabutaca,literalmente.Hubierapensadoenseisosietemillonesalosumo. —Ademásdesusdotescomoabogado—prosiguióHambly—,fueunhábilinversor.Apartedela casaydeledificiodeoficinaseneldistritodeabogados,todoestáenvaloresdegranliquidez. —¡Cuarentamillonesdedólares!—exclamé. —Unpocomás,enrealidad. Hambly buscó mi mirada y, en honor suyo, debo decir que mantuvo una expresión impasible. Aunquehubieranacidorico,jamáshabíavistojuntoscuarentamillonesdedólares.Aquelloteníaque irritarlo, y yo comprendí de repente que esta era otra razón para que mi padre hubiera acudido a ClarenceHambly.Casisonreíalpensarlo,peroentoncespenséenJeanyenlamiserablecasuchaen quevivía.Olíapizzaranciaymeimaginésurostroatravésdelaventanilladesudesvencijadocoche ylaformacomohabríatenidoquesubirlospeldañosdelmonumentopétreoalacodiciayelegode GlenaWerster.Penséque,comomínimo,esocambiaríamuypronto. —¿Y…?—pregunté. —Lacasayeledificiodeoficinaspasanaserdetupropiedad.Diezmillonesdedólaressonpara crearlaFundaciónBenéficaEzraPickens,encuyoconsejodeadministraciónocuparástúunpuesto. Quincemillonesdedólaresquedaránparatienfideicomiso.Losimpuestossellevaránelresto. Mequedéatónito. —¿YquéheredaJean?—pregunté. —Jeannorecibenada—afirmóHamblyconexpresióndesdeñosa. Melevantédemiasiento: —¿Nada?—repetí. —Siéntate,porfavor. Obedecí,sintiendoquemefallabanlasfuerzasparaseguirdepie. —Túsabesloquepensabatupadre…Quelasmujeresnoteníannadaquehacerencuestionesde dinero o finanzas. Tal vez cometa una imprudencia diciéndote esto, pero tu padre modificó el testamento después de que entró en escena Alex Shiften. Inicialmente, había planeado dejar dos millonesaJeanenfideicomiso,queseríanadministradosporestebufeteoporsumaridosillegabaa casarse.Pero,conAlexenelcuadro…Túyasabescuáleseranlossentimientosdetupadre. —¿Sabíaqueseacostaban?—pregunté. —Losospechaba. —¿Yporesolaexcluyódesutestamento? —Básicamente. —¿EstabaJeanalcorrientedeesto? Hamblyseencogiódehombros,peronorespondióamipregunta. —Las personas hacen cosas muy singulares con su dinero, Work. Lo emplean para lograr sus propiosobjetivos. SentícomounhormigueoeléctricoalcomprenderqueHamblynoestabayarefiriéndoseaJean. —Hayalgomás,¿verdad? —Esefideicomisotuyo…—comenzóHambly,decidiéndosefinalmenteatomarasiento. —¿Quépasaconél? —Tendráselusufructoplenoysinrestriccionesdelasrentasquegenerehastaquecumplaslos sesenta años. Invertido sin correr riesgos, debería rentarse como mínimo un millón de dólares anuales.Alcumplirlossesenta,lorecibirástodo. —¿Pero…?—Tuvelasensacióndequehabíaunatrampa. —Hayciertosrequisitos. —¿Comocuáles? —Setepidequeestésactivamenteimplicadoenelejerciciodelaabogacíahastaesafecha. —¿Qué? —La cuestión está clarísima, Work. Tu padre consideraba muy importante que siguieras con el bufete,quemantuvierastupuestoenlasociedadyentuprofesión.Lepreocupabaque,sisimplemente tedejabaeldinero,pudierascometeralgunaimprudencia. —¿Comoserfeliz? Hamblysoslayómisarcasmoylacrudaydesnudaemociónquedebiódemostrarseenmivoz. Inclusodesdelatumba,mipadreintentabadictarlostérminosdemivida,manipularme. —Nofueconcretoeneseaspecto—dijoHambly—,perosílofueenotros.Estebufeteactuará como fiduciario. Nos corresponderá a nosotros —me dedicó una sutil sonrisa—, a mí, concretamente,determinarsiestásonoimplicadoactivamenteenlaabogacía.Unodeloscriterios, porejemplo,seráquefacturescomomínimoveintemildólaresmensuales,ajustandoesacifraala inflación,porsupuesto. —Yonofacturoahoranilamitaddeeso,ytúlosabes. —Sí.—Unanuevasonrisa—.Tupadrepensabaqueestotalvezpodríamotivarte. —¡Unajodidaidea!—dije,cuandomiiralogróexpresarsefinalmenteconpalabras. Hambly se irguió en toda su estatura y después inclinó el cuerpo hacia delante, con las manos abiertassobreelescritorio. —Permítame que le diga una cosa, señor Pickens… No estoy dispuesto a tolerar esa clase de lenguajeenestacasa.¿Entendido? —Sí—asentíentredientes—.Loentiendo.¿Quémás? —Cadaañoquenosatisfagaslosrequisitosdeldocumentodefideicomiso,lasrentasderivadasde su capital se destinarán a la Fundación Ezra Pickens. Si esa circunstancia se da por dos veces en cualquier período de cinco años, se cancelará el fideicomiso y sus fondos serán transferidos irrevocablementealafundación.Porelcontrario,cuandoalcanceslossesentaaños,sihascumplido con todas las condiciones, la totalidad de esos fondos será tuya y podrás hacer con ellos lo que desees.Porsupuesto,teentregarécopiasdetodoslosdocumentos. —¿Nohaynadamás?—pregunté,conunanotadesarcasmotanmarcadaqueaningunohubiera podidopasarleporalto.Perodeberíahabersupuestoquefaltabaalgo. —Enesencia,sí—respondió—.Peroquedaunúltimoypequeñodetalle.Siseprobaraalgunavez quelehabíasdadoalgúndineroatuhermana,JeanPickens,directaoindirectamente,elfideicomiso seríacanceladoytodoeldineroseríatransferidoalafundación. —¡Esoyaesdemasiado!—exclamé,levantándomeycomenzandoadarpasos. —¡Es la última voluntad y el testamento de tu padre! —me corrigió Hambly—. Su deseo final. Pocos se quejarían después de haber sabido que heredarían quince millones para utilizarlos en su beneficio.Tratadeverlodesdeestaperspectiva. —Aquíhaysolounaperspectiva,Clarence,lademipadre,infernalmenteretorcida,además.—El anciano abogado fue a hablar, pero lo corté en seco viendo cómo su rostro se congestionaba a medidaqueyoalzabalavozysedesvanecíamirespetoporlasnormasdesucasa—.EzraPickens fueunbastardoretorcidoymanipuladoralquenuncaleimportóunamierdasupropiahijayquese preocupópormípocomásqueporelculodeunarata.Ahoramismodebedeestarcarcajeándoseen su jodida tumba. —Me incliné sobre la mesa de Hambly. Era consciente de que al hablar escupía partículasdesaliva,peronomeimportaba—.Élfueunrematadoimbécilyustedpuedeguardarsesu dinerodondelequepa.Yameoye.¡Quédeselo! Medejécaerenlabutacaaltiempoquepronunciabalaspalabrasfinales.Jamáshabíasentidotanta ira,yahoramequedabaagotadoaldarleriendasuelta.Poruninstantereinóelsilencio,rotosolopor el leve rechinar de los nudillos huesudos del viejo abogado. Cuando este habló, tenía la voz profundamentecontenida. —Comprendo que estés ahora sometido a una fuerte tensión, así que procuraré olvidar tu blasfemia,peronoseteocurravolveraestacasanunca.—Susojossugeríanlafuerzaquehacíadeél tan excelente abogado—. Nunca —repitió—. Y ahora, como abogado de tu padre y ejecutor de su testamento,tediréesto.Eltestamentoesválido.Serálegalizadomañana.Puedequetedescuentade quetuposturaalrespectocambiaamedidaquetetranquilizas.Siasífuera,llámame…,amioficina. Y,paraterminar,tediréotracosa.Nohabíapensadohacerlo,perotuactitudmehahechocambiarde idea.LadetectiveMillshavenidoaverme.Queríavereltestamentodetupadre. SiHamblyesperabaunareacciónpormiparte,nolodefraudé.Miiradesapareció,sustituidapor algomenoshonorable:algofríoyresbaladizoqueseenroscóenmiestómagocomounaserpiente. Eratemory,conélenmí,mesentídesnudo. —Al principio se lo negué, pero volvió con una orden judicial. —Hambly se inclinó más y extendió las manos; no sonreía, aunque yo podía notar que se sentía complacido por dentro—. Lo ciertoesquemeviforzadoaacatarlaorden—dijo—.LadetectiveMillsestabaintrigada.Puedeque quieras explicarle a ella por qué no te interesan esos quince millones de dólares. —Enderezó el cuerpoycerróconunchasquidosusdedos—.Peroconestosehaacabadomicortesía,igualquemi paciencia. Cuando quieras ofrecerme una disculpa por haber profanado mi descanso dominical, la consideraré.—Hizoungestoindicandolapuerta—.Quetengasunbuendía. Tenía montones de cosas en la cabeza, pero había una pregunta que necesitaba hacerle. La formulé: —¿SabeMillsqueEzraexcluyóaJeandeltestamento? —EsoserámejorqueselopreguntesaladetectiveMills—respondió,relajándoseaparentemente —.Veteahora. —Necesito saberlo, Clarence —añadí, mostrando las palmas de mis manos hacia arriba—. Por favor. —Nopiensointerferirconlainvestigacióndeladetective.Consúltaloconellaodéjalaenpaz. —¿CuándolaexcluyóEzra?¿Enquéfecha? —Misobligacioneshaciatinovanmásalládeloquerequiereserelalbaceadeestetestamento conrespectoalprincipalbeneficiariodelfideicomisoqueseestableceenél.Dadaslascircunstancias querodeanlamuertedetupadreyelinterésdelapolicíaenelasunto,seríaunaimprudencia,para cualquieradenosotrosdos,seguirahondandoenél.Eslaúnicacosaquepretendíaaclararte.Unavez haya sido legalizado el testamento, puedes ponerte en contacto conmigo, en horas de oficina, para comentarcualquierpuntoquesearelevante.Apartedeeso,notenemosnadamásdequehablar. —¿Enquéfechafuefirmadoestetestamento?—pregunté.Eraunapreguntarazonable,quetenía derechoaconocer. —El15denoviembre—dijoHambly—.Delañoanterioralcorriente. Unasemanaantesdequedesaparecieramipadre. Salídeallídemasiadofuriosoparasentirmeatemorizado.Perosabíacómolessonaríalacosaa los policías. Si Jean se había enterado de que Ezra pensaba desheredarla de los dos millones de dólaresporsurelaciónconAlex,seríaunmotivomásparamatarlo.Asílointerpretaríaladetective Mills.Pero…¿losabíaJean?¿CuándolaexcluyóEzradesutestamento?PodíaoíraMillshaciendo estasmismaspreguntas.Pero…¿losabía? ¡AldiabloClarenceHamblyysumezquinodeseodevenganza! Denuevoenlafurgoneta,Huesosesubióamisrodillasymelamiólacara.Yolefrotéellomo, felizporsucompañía.Medabacuentadequedurantelospasadosdías,mientrasyomeabandonabaal alcohol,lapenaylaira,elmundohabíaseguidogirando.Millsnosehabíamostradoremisa:ibapor mí. Yo era su sospechoso. Esta idea me resultaba insoportable. No podía concebirla. Había conseguido entender muchas cosas, ninguna de ellas agradable. Y ahora resultaba que tenía quince millonesdedólares…,aunquesoloacondiciónderenunciaralopocoqueaúnmequedabademí mismo. Permanecísentadoenelinteriordelafurgoneta,sindejarelcaminodeacceso,bajolasventanas queparecíanmirarmecomoespejosymientrasnegrasideastorcíanmibocaenunaamargasonrisa al pensar en el testamento de Ezra y en su último esfuerzo para manipularme. Mi vida era aún un desbarajuste, pero en este aspecto sabía algo que Ezra ni siquiera logró imaginar. Donde hubiera debido serpentear el temor, surgía un humor negro, que burbujeaba como aceite hirviendo y me relajaba. Me imaginé la cara de Ezra; su horror si lo hubiera sabido; su total incredulidad. Yo no queríasudinero.Elprecioquemeexigíaporélerademasiadoelevado.Estaideamehizoreíry,por eso,mientrasarrancabalafurgonetaparaalejarmedelamansiónHambly,construidahacia1788,iba riendocomounbobo,comounimbécilrematado. Paracuandolleguéacasa,contodo,lahisteriahabíadesaparecidoymesentíavacío.Lacerado pordentro,también,comollenodevidriosrotos;peropenséenMaxCreason,queteníalosdedos rotosyarrancadaslasuñas,peroque,aunasí,todavíaconservabalafuerzayelsentidodelhumor paradecirleauncompletoextrañoquedejaradecomportarsecomoungilipollas.Aquellomeayudó. DejéaHuesoenelpatiotraseroconcomida,aguayunacariciaenlabarriga,ydespuésentré.Mi notaparaBarbaraestabadondelahabíadejado.Tomélaplumayañadí:«Notesorprendaencontrar unperroenelpatio…,esmío.Puedeentrarencasa,sitúquieres».Peroyoyasabíaqueesonoibaa ocurrir;aBarbaranolegustabanlosperros.Alqueyohabíaaportadoalmatrimonio,otroLabrador dorado, nunca se lo consintió. Llevábamos juntos tres años cuando nos casamos Barbara y yo; a partir de entonces, dejó de ser un compañero constante para convertirse en un incordio apenas tolerado:otrabajaalasmalaselecciones.Mejuréqueesonovolveríaasucedernunca.Y,mientras observabaaHuesoatravésdelaventanadelacocina,sentíamialrededorlasoledaddelacasa,su vacío,ypenséenmimadre. Aligualquemipadre,ellatambiénhabíanacidopobredesolemnidad;pero,adiferenciadeEzra, mimadresehabíacontentadoconsupropiapiel.Jamáshabíaambicionadounacasagrande,cochesy prestigio;nadadeeso.Ezra,encambio,habíasidounapersonavorazy,amedidaqueibamejorando suposición,llegóaculparladeserelconstanterecordatoriodesupasado.Ezrahabíallegadoaodiar supasado,aavergonzarsedeélydelahistoriadelapersonaconquienhabíacompartidolacama. Estaeramiteoríaporque¿cómo,sino,podíaexplicarsequedospersonassurgidasdelamisma abyecta miseria y que habían tenido dos hijos acabaran siendo la una para la otra peor que dos extraños? Años enteros de este resentimiento habían hecho que mi madre se sintiera tan vacía como esta casa: el pozo en el que Ezra había volcado su ira, su frustración y su odio. Había aceptado todo, soportadotodo,hastaconvertirseenunasombradesímisma,ytodoloqueteníaparasushijoserasu firme abrazo y una severa advertencia de que guardaran silencio. Jamás había salido en nuestra defensa…, no hasta la noche en que murió. Y fue aquel breve arranque de fortaleza, aquel destello incandescente,loquelamató,yyopermitíqueaquelloocurriera. LadiscusiónhabíasidoporcausadeAlex. Sicerrabalosojos,podíaverlaalfombradecolorrojorubí. Estábamosenloaltodelaescalera,enelampliodescansillo.Yoconsultabamireloj,porqueteníaque apartarlavistadeJeanydemipadre.Ellalodesafiaba,yelambienteseibacargandoypreludiaba unaexplosión.Pasabancuatrominutosdelasnueve;fueraestabaoscuro,yyoapenasreconocíaami hermana. Jean no era ya la ruina humana que nos había devuelto el hospital psiquiátrico. Ni muchísimomenos. Mi madre estaba de pie allí, asombrada, tapándose la boca con la mano. Ezra gritaba, Jean gritabatambiénysubrayabalaspalabrasqueledirigíaclavándoleelíndiceenelpecho.Aquellono podía acabar bien, y yo lo contemplaba como quien asiste a un choque de trenes, cuando vi que mi madrequeríainterponersecomosipudieradetenereltrenenmarchaconsuspequeñosdedos. Ynohicenada. —¡Yaestábien!—gritómipadre—.Asíescomoseránlascosas. —No—replicóJean—.Estavezno.¡Esmivida! Ezraseacercómás,dominándoladesdesuestatura.YoesperabaqueJeansedeshiciera,perono fueasí. —Dejó de ser tu vida cuando intentaste matarte —dijo—. Y a partir de entonces ha vuelto a depender de mí. Tú apenas has salido del hospital. No estás en condiciones de pensar nada correctamente.Hemossidopacientes,hemossidoamablesconella,peroyaeshoradequesevaya. —Alexnoesdetuincumbencia.Notienesningúnderechoapedirleeso. —Dejemos una cosa en claro, señorita. No estoy pidiendo. Esa mujer es un problema, y no consentiréqueconfundatucabeza.Teestáutilizando. —¿Paraqué?Yonosoyrica.Nosoyfamosa. —Túsabesparaqué. —Nisiquieraerescapazdedecirlo,¿verdad?Parafollar,padre. Sí…,parafollar.Estamosfollandotodoeldía.¿Quévasahacerconeso? Ezrabajólavozdepronto: —Eresunavergüenzaparaestafamilia.Esvergonzosalaformacomooscomportáisvosotrasdos. —¡Asíqueeseso!—exclamóJean—.Notienenadaqueverconmigo.¡Todaesaindignaciónespor ti!¡Siemprehasidoporti!Bien…,yaloheentendido. Jeandiomediavueltaparairse.Nomemiró,nomiróanuestramadre;simplemente,sevolvióy dio un único paso. Pero Ezra, entonces, la agarró. Tiró de ella con tal fuerza que la hizo caer de rodillas. —¡Noseteocurradarmelaespaldaasí!¡Nunca! Jeanconsiguiólevantarseyretorcerelbrazoparasoltarlo. —Estaeslaúltimavezquepodrásponermelasmanosencima—ledijo. EltiempopareciócongelarseylaspalabrasdeJeanquedaroncolgandoentreambos.Observéel rostro de mi madre: la viva imagen de la desesperación; sus ojos me suplicaron de nuevo. Pero la sombrademipadremedominabaymimadredebiódeadvertirlo. —Ezra…—laoídecir. —Túnotemetasenesto—leordenó,conlosojosfijosenJeancomounapromesadeviolencia. —Ezra… —repitió mi madre, dando un gran paso hacia él—. Déjala en paz. Es ya una mujer, y tienerazón. —¡Yyotehedichoquecerraraselpico!—LosojosdeEzraseguíanfijosenJean,ycuandoesta tratódevolversedenuevo,éllalevantóenvolandasylasacudiócomoharíaunmuchachofuriosocon unamuñecadegoma;soloqueJeannoeradegoma:teníahuesosyyotemíquesepartiesen—.¡Te dije que nunca me dieras la espalda! —Profería gritos incoherentes, y la cabeza de Jean colgaba comosifueraadesprendersedelcuello.Vicómomimadresedesesperabatratandodeimpedirlo. —¡Déjala ya, Ezra! —Tiró de su fuerte brazo, Jean había perdido el sentido, pero él seguía sacudiéndola—.¡Malditasea,Ezra!—legritó—.¡Dejaenpazamihija! Empezóagolpearloenloshombrosconsuspequeñospuños,ylaslágrimasbrillabanalcaerpor lossurcosdesurostro.Yointentémoverme,deciralgo,peroestabaparalizado.Yél,entonces,golpeó: un golpe de revés que viajó lentamente y que la hizo caer. Dio la impresión de que se detenía el tiempo,peronofueasí:almomentosiguientemimadreestabaalpiedelaescalera:otramuñecade goma,aparentementesinhuesos,enlacasaconstruidapormipadre. Jeancayóalsuelocuandomipadrelasoltó.Élsequedómirandosumanoymirándomedespuésa mí. —Hasidounaccidente,muchacho.Túlohasvisto,¿verdad,hijo? Yolomiréalosojos,viporprimeravezquemenecesitabayalmomentomesentíasintiendocon lacabeza,dandounpasoirrevocable. —¡Buenchico!—medijo. Despuésperdíelmundodevistaymehundíenelprofundopozodeldespreciohaciamímismo. Unpozocuyofondonoheencontradoaún. Si hubieran hallado a Ezra con una sola bala en la cabeza, yo hubiera dicho que se trataba de un suicidio.Porque…¿cómoenfrentarsedeotraformaalaverdaddesusacciones?Y,sinembargo,el mayorpecadopuedeserunpecadodeomisión,comoelqueyollevabaencima,quelehabíacostado lavidaamimadreyamílapérdidademialmainmortal.ProtegeraJeaneraresponsabilidadmía: yo conocía la debilidad de mi madre tan bien como los extremos a que podía llegar la ira de mi padre.Ella,sinpalabras,mehabíarogadoqueinterviniera,suplicandocomosololosdébilespueden suplicar. Y yo ignoraba por qué no había actuado, aunque me temo que mi alma esté viciada por alguna trágica debilidad surgida bajo mi padre. Porque no fue mi amor a él lo que me impidió hablar…, no fue nunca el amor. Entonces… ¿qué fue? Jamás lo he sabido, y es una pregunta que todavíameatormenta.Asíhetenidoquevivirconmiculpaydormirconelrecuerdodeunacarreta precipitándoseporunasescalerascubiertasconunamoquetadecolorrubí. Jean estaba apenas consciente cuando sucedió; nunca llegó a saberlo con seguridad, pero lo adivinó, y en mis ojos leyó la mentira que se había convertido en la verdad de Ezra. Cuando me preguntó,yoledijequenuestramadrehabíaresbalado.Quehabíaintentadointervenirenladiscusión yhabíaresbalado.Quefuesolounadeesasdesgraciasquepasan. ¿Porquéencubríamipadre?Supongoqueporqueélmelopidió.Porque,porprimeravezenla vida,menecesitó.Porquelamuertedemimadrefueunaccidenteyporquelecreícuandomedijo quenadabuenopodríasalirdelaverdad.Porqueeramipadreyyoerasuhijo.Talvezporqueyome reprochabaamímismoaquellamuerte.¿Quiéndemoniospuedesaberlo? Así que la policía hizo sus preguntas y yo conté las horribles palabras que transformaban la verdad de Ezra en mi verdad. Pero la brecha entre Jean y yo fue irreparable; se convirtió en un abismoyellaseretiróasuvidaenelotrolado.Lavienelfuneral,dondelaúltimapaladadetierra cayósobrenuestrarelacióntantocomolohizosobreelataúddenuestramadre.EllateníaaAlex,yle bastaba. Enlamedianochedelamuertedemimadre,lapolicíasehabíaidoya.Seguimosalaambulancia que llevaba el cadáver porque no sabíamos qué otra cosa hacer. Nos dejó en la puerta trasera del hospital,desdedondefuellevadaporunosextrañosalinteriordelblancoysilenciosoedificio,para serdepositadaenalgunahabitaciónfríadondelosmuertosaguardanensilencio.Nosotrostresnos quedamos allí fuera, sin decir palabra, bajo una fina lluvia de noviembre, bajo una farola y con el terrible fardo de nuestros pensamientos. La verdad de su muerte pesaba sobre nosotros y nuestros ojossenegabanaaceptarla.Peroyoestuveestudiandoanuestropadremientraspude,atentoaljuego delaguaalcorrerporsurostro,alosmúsculostensosbajosuspatillas,quebrillaban,blancas,bajo la luz. Y cuando, finalmente, salieron las palabras, brotaron de labios de Ezra, como yo sabía que teníaqueser: —Volvamosacasa—dijo,ytodosloentendimos.Nohabíanadamásquedecir. Enlacasa,laslucesestabanencendidasynossentamosenlasalamientrasEzraservíaalgunas bebidas. Jean se negó a tocar la suya, pero la mía desapareció por arte de magia y Ezra me sirvió otra.Jeanabríaycerrabalasmanosqueteníaenlazadasnerviosamenteensuregazo,yyoveíalas brillantes medias lunas de sus uñas cuando las clavaba en las palmas de las manos. Se mecía levemente,conelcuerpotenso,ydecuandoencuandoseleescapabaunlamento.Tratédeacercarme a ella, pero se apartó. Solo quería decirle que yo no era Ezra, pero de nada hubiera servido eso. Ahoralocomprendo. Ningunodenosotroshablóyfuerontranscurriendolosminutossinmássonidoqueeldelhielo enlosvasosylaspisadasdeEzraquemedíanincesantementelasala. Todos nos sobresaltamos cuando sonó el teléfono. Ezra descolgó; escuchó unos momentos, colgódespuéselaparatoynosmiróanosotros,sushijos.Trasellosaliódelacasasinpronunciar palabra.Nosquedamosatónitos,inmóviles,yalpocosefueJeancasidetrásdeél,conunaexpresión ensurostroquejamáshepodidoolvidar;yaenlapuerta,sevolvióparadecirmeconpalabrasquese hundieroncomonavajasenmialma: —Séqueéllahamatado.¡Ymalditoseasporprotegerlo! Fue la última vez que vi vivo a Ezra. Permanecí por espacio de diez minutos largos en aquella casadeloshorrores,lacasadelasmuñecasrotas,ydespuésmemarchéyotambién.Condujehastala casadeJean,peronovisucochefuera,ynadierespondiócuandollaméalapuerta.Estabacerrada conllave.Aguardéduranteunahorasinqueellavolviera.Marchéentoncesamicasay,delamejor manera que pude, informé a mi mujer de lo que había ocurrido aquella noche. Bebí más luego. ConseguíqueBarbaraseacostaray,mientrasestabadormida,meescabullídelacasaypaséelresto de la noche en la granja Stolen, sollozando en los hombros de Vanessa como un chiquillo. Al amanecer volví a casa; entré en nuestra habitación, me acosté en la cama de espaldas a Barbara y esperéaquelaluzgrisáceadeldíasefiltraraporlaspersianas.Guardésilenciosobreloocurrido, ateniéndome a la verdad de Ezra como si dependiera de ella mi vida. Pensaba que merecía la pena hacerlo,peroeltiempopuedeacabardestrozándotepordentro. Ahorasentídolorymefijéenmismanos:lasteníaprietascontalfuerzaenelfregaderodela cocina que parecían exangües. Las abrí y me dolieron como si quemaran, pero el dolor era solo relativo.Sedebíamásalesfuerzohechointentandorecordarlasimágenesdelpasado,dondetantome habíacostadoencerrarlas.Estabayaencasa.Huesoseencontrabaenelpatiotrasero.YEzraestaba muerto. Oíelruidodeunmotorfueraymeacerquéalaventanadelcuartodelaplancha:uncochesubía lentamente por el camino de acceso; lo reconocí y aquello me hizo pensar en el destino y en su inevitabilidad. Mividasehabíaconvertidoenunatragediagriega,peroyohabíahecholoquepensabaquetenía que hacer: mantener unida a la familia, salvar lo que podía salvar. No hubiera podido saber de antemano que asesinarían a Ezra, que Jean me despreciaría; pero los hechos tenían una innegable contundencia.Mimadreestabamuerta.Ezra,también.Nadapodríacambiareso:nimiculpaniuna vidaenteradedolor.Lohecho,hechoestaba,yfindelajodidahistoria.Asíquemehiceamímismo lapreguntaquemehabíahechoenotrasmuchasocasiones:¿cuáleselprecioquehayquepagarpor laredención,ydóndeesposibleencontrarla? Noteníarespuestaparaeso,ytemíaque,cuandollegaraelmomento,tampocotendríalafortaleza necesariaparapagareseprecio.Poreso,depieallí,enaquellacasavacía,mejuréamímismouna únicacosa:que,cuandotodohubierapasadoymiraraatrás,nomeenfrentaríaalmismoreproche. RoguéaDiosquemedieraesafortaleza. Después,salíafuera,dondemeencontréaladetectiveMillsaguardandoenelcaminodeacceso. 12 V — aldrámásquenotengaslasllavesdelcocheenlasmanos—medijoMillsenelmomentoen que pisaba el camino de duro hormigón y me deslumbraron las luces reflejadas en su parabrisas. Levantélasmanosconlaspalmashaciaarriba,paramostrarlequenoteníanadaenellas. —Relájate—ledije—.Novoyaningunaparte. Ella lucía pantalones anchos de color marrón, botas de tacón bajo y gafas de sol. Como de costumbre, sobresalía bajo su cazadora la culata de su pistola; una automática. La culata era de maderatallada;nolohabíanotadohastaentonces.TratéderecordarsiMillshabíadisparadoalguna vezcontraalguien.Pero,conindependenciadequelohubierahechoono,lociertoeraquesabría apretarelgatillo. —Dios es testigo de que no sé qué hacer contigo, Work. Si no fuera por Douglas estaríamos viéndonosahoraenlacomisaría.Notengopacienciaparaaguantartupamemadepájaroherido.Es unasandez.Vasadecirmeloquesabes,ylovasahacerahoramismo.¿Habloclaro? La tensión y el cansancio pintaban en su rostro una capa más gruesa que el maquillaje con que tratabadeocultarlos.Saquéuncigarrilloymeapoyéensucoche.Nosabíaquéconclusionesestaba sacandodetodoaquello,peroteníaunaidea. —¿Sabesporquépierdenloscasoslosabogadosdefensores?—lepregunté. —Porqueseponendelladoequivocado. —Porquetienenclientesestúpidos.Puedoverlosiempre.Dicencosasalapolicíadelasqueno puedenretractarse;cosasquepudieransermalinterpretadas,enespecialcuandoexistepresiónpara desentrañaruncaso.—Encendíelcigarrillo,ymiréhaciaelpiedelacolinapordondepasabauna ambulanciaconlaslucesapagadas—.Esalgoquesiempremehasorprendido.Comosipensaranque sucooperaciónconvenceráalospolisparaquebusquenporcualquierotrolado.Esunaingenuidad. —Peroqueosmantienealagentecomotúenelnegocio. —Asíes. —¿Hablarásconmigoono?—preguntóMills. —Estoyhablandocontigo. —Notepasesdelisto.Hoyno.Notengopacienciaparaeso. —He leído los periódicos y sé que he estado mucho tiempo sometido a vuestras sospechas. Comprendoquetienesmuchaspresiones…—Millsdesviólavistacomoparanegarloqueleestaba diciendo—.Sifuerasensato,mantendríacerradalaboca. —Nohayningunanecesidaddequetepongasamalasconmigo,Work.Puedoprometértelo. —EsomismoesloquemedijoDouglas. LaemocióntiródelascomisurasdelabocadeMills: —Douglasregabafueradetiesto… —Solomepidióquecooperaracontigo.—Millssecruzódebrazos—.¿Vamosasersincerosel unoconelotro?—pregunté—.¿Sinengaños? —Nohabráningúnproblemapormiparte—measeguró. —Serétansincerocontigocomotúconmigo.¿Teparece?—Ellaasintió—.Paraempezar…¿Me consideráissospechoso?—lepregunté. —No—respondiósindudarlo,yyosupequeestabamintiendo. Casi me reí de que fuera tan transparente, pero hubiera sido una risa muy fea, una risa de «no puedocreerqueestoestésucediendo». —¿Tenéissospechosos? —Sí. —¿Alguienqueyoconozca? —Todos—respondió,imitandoalfiscaldeldistrito. YopenséenJeanyrecéparaqueMillsnohubieraahondadomuchoensuentrevistaconClarence Hambly. —¿Habéismiradoentresustratosdenegocios?¿Antiguosclientes? —Nopuedohablarteacercadelainvestigación. —SéquehablasteconHambly—ledije,observandoatentamentesureacciónsinobtenerotraque el mismo gesto de una boca inflexible y unos ojos que me rehuían—. Sé que estás al tanto del testamento.Odiríaquehayquincemillonesderazonesparaquemeconsideressospechosodehaber asesinadoamipadre. —EseHamblyesuncharlatánpresuntuoso.Deberíaaprenderatenerlabocacerrada. Observándola, comprendí finalmente por qué tenía tanta antipatía por los abogados. No podía intimidarlos,yesolasacabadequicio. —Entonces—lapinché—,¿nosospechasdemí? —Douglasdicequemeolvidedeti.Segúnél,noesposiblequehayasmatadoatupadre…,no pordinero.Yyonosoycapazdeencontrarningúnotromotivo. —Peroloshasbuscado. —Sí,loshebuscado. —¿Ypiensasseguirconeso? —Sieressinceroconmigo,leharécasoaDouglas.Porahora.Pero,endefinitiva,setratademi investigación. Juégamela y caeré sobre ti con tanta fuerza que hasta tus amigos lo pagarán con sangre.¿Estáclaro? —Como el cristal —respondí—. ¿Qué más averiguaste por Hambly? —Intenté no demostrar lo desesperadoqueestabaportenerestainformación. Millsvolvióaencogersedehombros. —Quetupadreeraasquerosamentericoyque,sitúnolomataste,eresunbastardoconsuerte. —Setrataúnicamentededinero—dije. —Asíes—replicó—.Soloesdinero. —¿Quieressabermáscosas?—pregunté. —Sí.Bueno…Acercadelahora. —Entonces, vayámonos de aquí —dije—. Barbara debe de estar a punto de llegar y no hay necesidaddeinvolucrarlaentodoesto. —Oh,tendréquehablartambiénconBarbara—dijoMillssignificativamente,paradaraentender queseguíasiendoellaquienmandaba. —Sí,perodespués,¿vale?Vámonosahora.Conducetú. Sequitólacazadoraylalanzóalasientoposterior.Sucocheolíaalmismoperfumeamelocotón maduroquerecordabayodelhospital.Teníaloshabitualesaparatosderadiodelapolicíayunrifle encajadoenelsalpicadero.Seoíanvocesporlaradio,queellaapagócuandoretrocedíamoshaciala carretera.Laestudiéporelrabillodelojo,fijándomeensusesposas,elespraydedefensapersonal, el gancho suelto en su cinturón y la forma como se le abría la camisa mostrando un sujetador de encaje de tono claro que desentonaba con el resto de su atuendo. Los músculos se marcaban en su mandíbula y sospeché que preferiría mucho más tenerme bajo custodia que pasearme por la poblaciónacuentadelerariomunicipal.Penséenloexcelentepolicíaqueeraymerecordéquetenía queirconmuchocuidadoenloqueledecía.Ellaestababuscandounaexcusa. Ya en la calle, giró a la derecha y pasó por delante del parque. Seguimos por Main Street en silencio,ydespuésdirigióelcochehacialasalidadelapoblación,paraadentrarseporunadeesas largaseinverosímilmenteestrechascarreterastantípicasennuestrocondado. —Habla —me dijo—. Y no te calles nada. Necesito saber todo lo que ocurrió la noche en que desapareciótupadre.Noelijaslaspalabrasnilosdetalles.Cuéntamelotodo. Seguimos,pues,mientrasyotratabadehablarconsumacautela. —¿Porquéteencontrabastúensucasa? —Fueideademimadre.Unacena.Paraintentarhacerlaspaces,supongo. Millsvolviólevementelacabezayapartólosojosdelacarretera. —¿Laspaces…?¿Entrequiénes? —EntreJeanymipadre. —¿Porquéestabanpeleados?—preguntó. —«Pelear» es una palabra demasiado fuerte. Digamos que había cierto distanciamiento entre ellos.Unadeesascosasqueocurrenentrepadreehija. —¿Porqué,concretamente? Deseaba mentirle para proteger a Jean del todo, pero temí que Mills averiguaría la verdad por otrafuente.Unamentiraenestotansoloserviríaparadarlemayorimportanciaalhecho.Eseesel problema al que te enfrentas cuando hablas con los policías: que nunca sabes qué es lo que saben ellos.Asíescomoteatrapan,endefinitiva. —CreoquefueporcausadeAlex. —¿Laamigadetuhermana? —Sí. —¿Noaprobabatupadresurelación? —No.Peroerayaaguapasada.Yahabíasalidoareluciranteriormente. —Tupadrenomencionóatuhermanaensutestamento… —Nuncalacitóenél—dije,mintiendo—.Mipadreteníaideaschapadasalaantiguaconrelación alasmujeres. —¿Yporquéintervinotumadre? —Estabapreocupada.Ladiscusiónhabíasubidodetono. Millsmanteníalosojosfijosenlacarretera. —¿PegabatupadreaJean?—preguntó. —No. —¿Lepegabaatumadre? —No. —¿Quiénfueelquellamóentoncesporteléfono? —Nolosé. —¡Perotúestabasallícuandoserecibiólallamada! —Yonocontesté. —Dimequéfueexactamenteloquedijotupadre. Reflexioné. —«Estaréahídentrodediezminutos».Esofuetodoloquedijo.Cogióelteléfono.Escuchó.Y despuésdijoqueestaríaallídentrodediezminutos. —¿Indicóellugar? —No. —¿Noosdijoadóndeiba? —No. —¿Niquiénhabíatelefoneado? —No.Nada.Semarchósinmás. —¿Cuántoratoestuvoalteléfono? Evoquélaescena. —Treintasegundos. —Treintasegundosesmuchotiempo. —Puedeser—asentí. —Entonces…,alguienteníamuchoquedecirle. —¿Qué hay de los registros de llamadas telefónicas? —pregunté—. ¿Conexiones…, números pin…,todoeso…? —Nohahabidosuerte—seapresuróadecirMillsparanoponerseacomentarlospormenores delcaso,ycambiórápidamentedetema—.Tienequehaberhabidoalgomás.¿Sellevóalgunacosa consigo? ¿Comentó algo? ¿Qué aspecto tenía? ¿Se le notaba enfadado, triste…, pensativo? ¿Qué direccióntomó? Penséenello,deverdadpenséenello.Eraalgoquenuncahabíahechoantes.¿Quéaspectotenía? ¿Había algo en la expresión de su cara? Cualquier cosa… Resolución, tal vez. Determinación…, seguro.Eira,sí.Perohabíatambiénalgomás:petulancia,pensé.Elmuybastardoparecíasatisfecho desí. —Parecíatriste—ledijeaMills—.Suesposaacababademoriryselenotabatriste. —¿Qué más? —insistió Mills—. ¿Se llevó alguna cosa? ¿Se detuvo para recoger algo entre la llamadaporteléfonoyelmomentoenquesalióporlapuerta?Piénsalo. —Separóparacogersusllaves—dije—.Solosusllaves. Yentoncesrecordé:«¡SantoDios…!Susllaves».Ezradejabasusllavesenuncolgadorjuntoala puertadelacocina.Unjuegoparasucoche,otrojuegoparasuoficina.Vilaescenacomosiacabara deocurriresamismamañana.Pasópormilado,fuehacialacocina,extendiólamano…ytomólos dosjuegosdellaves.Yolovi.¡Pensabairalaoficina!Pero…¿porqué?¿Ylohabríahechoantesde queloasesinaran? —Noencontramosningunallaveensucadáver—dijoMills. —¿Ningúnrastrodesucocheaún?—pregunté,deseosodedistraerla.Noqueríahablarleahorade las llaves. No mientras no supiera lo que todo aquello significaba. ¿Para qué querría Ezra ir a la oficina?Penséensurevólverperdidoypensétambiénensucajadecaudales.Teníaqueabrirla. —Nopuedohablarteacercadeeso.¿Tuvistealgunaotranoticiadeél? —No. —¿Llamadasporteléfono?¿Cartas? —Nada. —¿Porquénoinformasteacercadesudesaparición? —Lohice. —Seissemanasdespués—merecordóMills—.Muchotiempo.Esomepreocupa. —Supusimosqueestaríallorandolatragediaenalgunaparte…,intentandoevadirsedetodo.Es unhombremayor. —Eraunhombremayor. —¿Quéestásinsinuando? —Lo que digo es que ni siquiera se presentó en el funeral y que, aun así, no denunciasteis su desaparición.Esoesmuysospechoso.Notengootrapalabraparacalificarlo. ¿Cómoexplicarleaquello?Ezranoestuvoenelfuneralporqueélhabíamatadoamimadre.La había empujado escaleras abajo, ¡y ella se había desnucado! Yo imaginé que el sentimiento de culpabilidad estaría destruyéndolo. Que tenía el buen juicio de no encararnos a Jean y a mí con palabras vacías y vertiendo lágrimas de cocodrilo. Porque ni siquiera Ezra era capaz de hacer el panegíricodelagranmujeralaquehabíamatado.Suponíaqueestaríaborrachoperdidooviviendo debajodeunpuente.Paramí,todoesoteníasentido.Muchísimosentido. —Eldolorllevaalagenteahacercosasmuyextrañas—dije. Millsmeobservóconojosescrutadores. —Esoprecisamenteesloquenodejoderepetirmeamímisma—dijo—.Sicomprendesloque quierodecir. Yo no sabía qué era lo que quería decir, pero su expresión me ayudó a adivinarlo. Aún seguía considerándomecandidatoasospechosodelcrimen.LoqueerabuenoparaJean,teníaqueserbueno para mí. Pero yo no podría cumplir una pena de prisión. Me moriría antes de vivir dentro de una celda.Medecíaamímismoqueesonoocurriría.Teníaquehaberotramaneradeevitarlo. —Meparecequeestonosllevaalagranpregunta—dijoMills.Estábamosenelparque.Dobló hacia la calle lateral que discurre hasta más allá del lago y detuvo el coche. Yo podía ver mi casa desde allí, y capté su mensaje. «No estás en casa aún» —eso era lo que me estaba diciendo—. «Ni muchísimomenos». Elmotordelcochehacíapequeñosruidosmientrasseenfriaba.Yonotabasusojosfijosenmí: quería observarme a fondo ahora, captar mis reacciones. El interior comenzaba a calentarse por efectodelsol;elairesecargaba,peroyonecesitabauncigarrillo.Meenfrentéasusojoscontodala firmezaquepude. —Quierespreguntarmedóndeestuveyoesanoche,¿verdad? —Dameunaexplicaciónconvincente—asintió. Habíallegadolahoradedecidir.Yoteníaunacoartada.Vanessamerespaldaríaencualquiercaso. Esaverdadrecorriómiinteriorcomounchorrodeaguafresca.Comparadaconeljuicio,laspruebas ylaprisión,eralomásvaliosoquehabíaenelmundo.Cualquiercriminalacorraladomataríapor teneralgoasí.Pero…¿queríayoeso?Larespuestaerasí.Lonecesitabatanardientemente,queme parecíaestarsaboreándoloya.QueríaapartardemíaquellamiradaabrasadoradeMills.Necesitaba dormir en mi propia cama y saber que jamás sería el cepo de un convicto. Quería entregarle mi coartadacomounregalo:envueltaenunlindopapelyatadaconungranlazo. Pero no podía. No hasta que Jean estuviera libre de toda sospecha. Si me absolvieran a mí, volverían a fijarse en ella. A hurgar profundamente hasta encontrar un motivo para inculparla del crimen,yafueralamuertedenuestramadre,eltestamentodeEzra,oelhabersufridounavidaentera deabusoprepotente.Porcuantoyopodíasaber,JeanhubierapodidomatarloporAlex.Yrecordando ahora lo vivido aquella noche, como lo había recordado tantas otras veces, comprendía que era probablequelohubiesehecho.Lohabíaleídotodoensucara:larabiaporlamuertedesumadreyla consternación por aquella extrema traición. Ezra se había ido, y Jean había marchado de casa inmediatamentedespués.Nolehubieracostadonadaseguirlo.Y,comotodosnosotros,Jeanestabaal corriente de dónde guardaba Ezra su revólver. Motivo, medios y oportunidad: los tres elementos clavedelaacusacióncriminal.Douglasselacomeríavivasilossupiera.Poreso,antesdejugarla carta de mi coartada, tenía que asegurarme de que Jean estuviera a salvo. Sin embargo, sentía una grandebilidaddentrodemí,undesasosiegoprofundamentearraigadoenmiinterior.Serconsciente deello,porextrañoquepuedaparecer,mehacíamásfuerte.MefijéenMills,cuyorostromostraba rasgos angulosos y duros. Vi mis propias facciones reflejadas en los cristales de sus gafas de sol, aunquedistorsionadaseirreales:separecíandemasiadoaloqueyosentíapordentro.Asíquetomé unabocanadadeaire,quemediofuerzaparadecirleunamentiramás: —YaselodijeaDouglas.Cuandomipadresemarchó,yomefuiacasa.Pasétodalanocheenla camaconBarbara. Algosemovióenlacaradeella,eldestellodeunaexpresióndedepredador,yasintiócomosi hubieseoídoprecisamenteloqueestabaaguardandoquedijera.Oloqueesperabaoírdemislabios. Medirigióunasonrisaquemepusonerviososinsaberporqué. —¿Esoestodo,entonces?—mepreguntó—.Piénsalobien. —Esoestodo. —De acuerdo. —Puso en marcha el motor y me llevó el resto del camino hacia casa—. No abandoneslaciudad—meadvirtióenelinstanteenqueyosalíadelcoche. —Ja,ja…—Mereí—.¡Estasíqueesbuena! —¿Quégracialeves?—preguntó,altiempoqueexhibíasumismaturbadorasonrisa. Despuésretrocedióporelcaminodeaccesoysefue.Yoencendíunpitilloymequedémirandoel hueco que había dejado en el camino el coche al marchar. De pronto se me ocurrió por qué me turbabaaquellasonrisasuya:selahabíavistoanteriormenteeneltribunal,justoantesdearrancarlea un abogado defensor, que había cometido el error de subestimarla, la alfombra en que este tenía apoyadoslospies. 13 Recuerdohabertenidouncliente,miprimercasodeasesinato.Yoeraentoncesunjovenidealistay, aunquelocreíaculpable,sentípenaporél.Habíamatadoasuvecinoenunadiscusióndeborrachos porelcaminoquecompartíanambosparaaccederasusrespectivascasas.Nosabíaqueelarmaque empuñaba estuviera cargada. Solo quería asustarlo: una historia bastante común hasta que vio aparecerunsangrientoagujeroenelpechodelotro. La vista duró ocho días. Yo conseguí que fuera rechazada la acusación de asesinato, pero el juradovolvióconunfalloporhomicidio.Amiclientelecayeronsieteañosymedio:unasentencia nodemasiadoduraengrandeslíneas.Doshorasdespuésdelveredicto,mellamaronparaquefueraa laenfermeríadelacárceldelcondado.Miclientehabíaingeridodoslitrosdelíquidodelimpiezaen uninfructuosointentodesuicidio.Cuandolleguéallí,losempleadosaúnseestabanriendodelcaso enlaunidaddetratamiento.Lacárcel—meexplicaronentrerisas—tansoloutilizabaproductosno tóxicos.Miclientetendríadeposicionesdecolorverdeduranteunasemana,peroluegoestaríabien. Ocurremuchasveces.Guiño,guiño…¡ja,ja! Encontréamiclienteenlaenfermería.Estabaenposiciónfetalylloraba,ajenoamíyalvigilante quevelabaporquenorepitierasuintento.Mecostócincominutosmirarloalosojosyotroscinco conseguirquerespondiera. —¿Noloentiende?—sequejó. Yoestabasinhabla,desconcertado.Noloentendía. —Míreme. Sacudílacabezaparaindicarlequenecesitabaalgomás. Entoncesélgritó,conlasvenasmarcándoseensucuellocomogruesoscables. —¡Míreme!—repitió. Volvílavistahaciaelimpasibleguardia,queseencogiódehombros: —Esunpelma—dijoelguardia—.Mírelo,simplemente. Miclienteeraunhombremenudoybienformado,conlatezclarayunadentadurarectayblanca. Eraatractivo,talvezapuesto,incluso. Derepente,deunamaneravisceralymorbosa,entendíloquequeríadecir. —Nopuedovolveralaprisión—dijofinalmente—.Antes,memoriré.Memataré—añadióen tonodepromesa—.Deunamanerauotra. Finalmente,lahistoriasalióarelucir.Yoyasabíaquehabíacumplidoanteriormenteunapequeña condena.Peroloqueignorabaeraqueotrospresossolíanentrarensuceldadenoche.Avecestreso cuatrosolo.Enocasiones,siete.Lodesnudaban,pegabanasuespaldadesnudaelpóstercentraldeuna revistapornográfica,yseibanturnando…,trasmeterleenlaorejaundestornilladorparaasegurarse de que fuera dócil. Me mostró la cicatriz de una única ocasión en la que trató de resistirse: casi se quedósordodeaqueloído. Melodescribiótodoentrelágrimasysollozosqueconmovíanlasentrañas.Aesoeraaloqueiba avolver.Avecesasesionesquedurabanhorasenteras. —Nopuedoaguantareso.Nopuedo. AldíasiguientelotrasladaronalaPrisiónCentraldeRaleigh.Dossemanasdespués,consiguió finalmente matarse. Tenía veintisiete años, los mismos que yo contaba entonces. Jamás lo olvidaré porque fue la escena de desesperación más desgarradora que yo haya presenciado nunca. Desde entonceshemiradosiempreelsistemapenitenciarioconalgoparecidoaunafascinaciónmorbosa, sintiéndome a salvo detrás de mi portafolios, pero lo suficientemente próximo a él para no poder olvidarnuncaloquevienlamiradadeaqueljoven. PoresemotivoMillsmeasustaba.Meaterrorizaba,dehecho.Yoestabalibrandounapeligrosa partida con ella, en la que las apuestas eran brutalmente reales. Pero Ezra estaba muerto, con su sombratanlamentablementehechajironescomosuspropiascarnes,yahorayoestabacomenzandoa aprenderunascuantascosasacercademímismo. LeconcedíaMillsdosminutosparadesaparecery,después,memetíenlafurgoneta.Teníaque hablar con Jean, prevenirla acerca de Mills. Decirle que tuviera la boca cerrada. Y, si ella no me escuchaba,conseguirquelohiciera.Deunaformauotra. ¡Poderosaspalabras!SubíatodaprisaporMainStreet,perotuvequedetenermeanteunpasoa nivelcerradoporlaproximidaddeuntren.Giré,portanto,aladerecha,paraseguirporEllisStreet yatravesarelpuente,coneltrencirculandopordebajodemícomounaruidosaserpientedecarbón. NosabíasiMillshabríahabladoyaconJeanono.Puedequeestuvieradecaminoasucasa,oincluso detenida por el paso de aquel mismo tren. Así que conduje con solo un ojo fijo en la carretera mientrasmarcabaelnúmerodelteléfonomóvildeJean.Medevolvióunaseñaldeocupado;esperé,y volvíamarcar.Dosvecesmásobtuvelaseñaldeocupado,peroalatercerasonóeltimbre.Estabaa mitaddecamino,circulandoaochentaporunacalledevelocidadlimitadaacincuenta,yelteléfono seguía llamando. Conté quince timbrazos, pero no hubo respuesta. Lo lancé al asiento e intenté calmarme,peronopodía.Estabaalbordedelpánico.Depronto,latensiónyeltemormevencieron, y encendieron mi rostro como si fuera sudor. Me imaginé a Jean en la cárcel, y supe que no lo resistiría;queseríaparaellatanmortalcomolasbalasenlacabezadeEzra. El tráfico comenzaba a disminuir a medida que me alejaba de las calles más transitadas para circular por las estrechas, donde las casas disminuían y se convertían en pequeños solares. Había niños jugando en las aceras, y tuve que reducir la velocidad por temor a atropellar a alguno. Iba pasandocadavezmáscallessinasfaltaramedidaquemeacercabaalasvíasdelferrocarril.Enlos patios se amontonaban coches que parecían abandonados y la herrumbre marcaba los tejados de chapa ondulada en su segundo siglo de existencia. Los bordillos se deshacían y desmoronaban en ruinas,yentoncesmedicuentadequeyaestabaenlacalledeJean.Unchiquillosecolumpiabaenun neumático colgado en el patio de enfrente de su casa y me observó con cara inexpresiva mientras arrastraba los pies por el polvo. Por detrás de él apareció un rostro en una ventana: dos ojos y un atisbodeboca,quesedesvanecieronalpuntotraslascortinasdecolormostazaquetemblaronalser corridasencuantoyovolvílacabeza. AparquédelantedelacasadeJeanydesconectéelmotordelafurgoneta.AlexShiftensehallaba sentadaenelporchedelantero,echadahaciaatrásenunamecedorayconlospiesenlabarandilla.De su boca colgaba un cigarrillo. Me observó a través de sus gafas sin cristales. Las comisuras de su bocasetorcieronhaciaabajoalvermesalir.Oíaeltrenalolejos,yelvientoagitabalascopasdelos árboles,aunqueyonopodíaverlos.Meloimpedíanlashierbasrastrerasquecrecíanalosladosdela calle. Subí para sortearlas y caminé hacia el patio, pisando tallos bajo mis pies. Alex no apartó ni un momentosusojosdemí.Cuandoestuvemáscerca,viqueteníaunanavajaenlamano,conlaquese dedicabaatallartranquilamenteuntrozodemadera.Estabadespeinada,conloscabellosapelmazados en pequeños mechones y los firmes músculos de sus brazos se movían mientras tallaba. Se plantó delantedemíantesdequeyosubieralaescalera,descalzayluciendounosestrechosydescoloridos tejanos. —¿Quéquieres?—mepreguntó. —¿Porquénorespondesalteléfono?—lesolté. —Tengoidentificadordellamadas—dijo,ysonrióconfrialdad. Puseunpieenlaescaleraymedetuve.Susonrisasetransformóenunamuecacuandocerróla hoja de la navaja y se la metió en el bolsillo, como si me dijera que no la necesitaba para lidiar conmigo. Se reclinó contra un pilar del porche y yo tuve entonces una abrumadora sensación de déjàvu. —NecesitohablarconJean—dije. —TúsiemprenecesitashablarconJean. —¿Estáaquí?Esimportante. —Sehaido—replicóAlex. —¿Atrabajar? Alexseencogiódehombrosydesviólamirada,mientraselhumodelcigarrilloascendíaenel airealrededordesucara. —¡Malditasea,Alex!¿Estáeneltrabajo? Ellameobservódearribaabajoymehizouncortedemangas.Salióentoncesdemigargantaun sonidoirreconocible,yalmomentomevihaciéndolaaunladoyentrandoenelinteriordelacasa. Nomesiguió,yesomesorprendió,porquehabíaesperadoresistencia. Lapuertasecerródegolpeamiespalda.Erauninteriorsombrío,enelqueelaireestabarancioy olíaacol.LavozdeAlexmesiguió: —Miratodoloquequieras.Peroesonocambiarálascosas.Jeannoestáytampocoteayudaráen nada.Asíqueechaunvistazoylárgateenseguida. Las habitaciones eran pequeñas, de techos bajos; los muebles, viejos y desvencijados. Me moví porelcombadopisoalaluzquesefiltrabaporlassuciasventanasycaíasobremispiesylaraída moquetaverde.Pasépordelantedeltelevisor,viencimadeélunafotografíaenmarcadademimadre y proseguí hasta la cocina, sin perder el tiempo en mirar si había alguna foto mía o de Ezra. Los cacharrosestabanalineadosenlarejilladelescurridorparaquesesecaran;vidossillasjuntoala estrechamesaquehabíadebajodelaventanaquedabaalpatiotraseroyhuellasenélquelorecorrían yseperdíanalolejos.Enelalféizarhabíaunavioletaafricana,cuyoscapullosponíanunabrillante notadeexóticocolor. Llamé a Jean a voces, aunque sabía ya que Alex no me había engañado: me lo decía ya la sensacióndeunacasavacía.Miréeneldormitoriosinningunaesperanzaya,yvilacamaindividual pulcramentehecha,elmontóndecatálogosperfectamenteapiladosquehabíaenlamesilla,lanovela vueltaparaabajoyelvasodeaguasobreelposavasos.Recordécómosolíairasentarmeyoporla noche junto a la cama de Jean para charlar los dos de nuestras cosas de niños. Ya entonces ponía siempreunposavasosenlamesilla.Decíaquelamadera,comolaspersonas,necesitabaprotección. Ahoraentendíaqueestabahablándomedesímismamásquedelamesilla.Nolahabíaentendido…, noenaqueltiempo. De pronto la eché de menos. No el pensamiento de ella, sino la intimidad que en otra época habíamoscompartidocuandoelmundoeramáspequeñoycompartirlossecretoseraalgomásfácil de hacer. Apoyé mis dedos en la mesa, miré la habitación a mi alrededor y me pregunté si las dos compartiríanrisasallí,sihabríagozoensusvidas.Esperabaquesí,perolodudaba.Alexeratoda ellacontrol.YJeannecesitabadirección,lanecesitabadesesperadamente,yseguiríaacualquieraque selaseñalara. Busqué algún indicio de nuestro pasado compartido, algo revelador de que aún pensaba en aquellostiemposoquelosechabademenos,peronohabíanada.Misojosrecorrieronlasparedes desnudas, los estantes de libros, y volvieron después a la cama. Me di la vuelta para irme en el momento en que el tren pasaba de nuevo tan cerca que hacía vibrar la casa; vomitó su luctuoso lamentoysefue,comoapagandolosrecuerdosdelainfancia. Estabacasienlapuertacuandolodescubrí.Medetuve,dilavuelta,regreséalaaltayestrecha libreríaquehabíaenelrincón,ymeagachéconlasrodillastemblándomecomolasdeunanciano. Encajadoenelrincónmásbajodelaestantería,casiescondidoallí,habíaunmanoseadoejemplarde ElHobbit,deTolkien:elregaloquelehabíahechoaJeancuandocumpliónueveaños.Teníalatapa arrugada,ellomorotoyfrágilbajomisdedos.Lehabíaescritounadedicatoriaenlasegundapágina. Aúnlarecordaba:«ParaJean…,porquelospequeñostambiénpuedenviviraventuras».Abríellibro, perofaltabalasegundapágina.Rota,talvez,odesprendida…,nopodíasaberlo. Volvíacolocarcuidadosamenteellibroenelestante. FueraencontréaAlexensumecedora. —¿Satisfecho?—mepreguntó. Meesforcéendominarme.IrritandoaAlexnoconseguiríaloquenecesitaba. —¿Sabescuándovolverá?—inquirí. —No. SaquédemicarteraunatarjetayselatendíaAlex.Ellalamiró,peronohizoademándetomarla, asíqueladejéenlabarandilladelporche. —¿QuerrásdeciraJeanquemetelefoneecuandolaveas?Elnúmerodemimóvilestáabajo. —Noquerrállamarte,peroselodiré. —Esimportante,Alex. —Yadijisteeso. —Porfavor,díselo.—Alexjuntólasmanospordetrásdelacabeza,ylaapoyóenellas—.Sime llama,notendrénecesidaddevenirotravezamolestarte—dije—.Piensaeneso. —¿Dequévalacosa?—preguntó. —EsalgoentreJeanyyo—respondí. —Loaveriguarédetodasformas. —Yasupongo,peronopormí.—Bajédelporche,mevolvíyseñalélatarjetaquehabíaquedado sobrelabarandilla—.Eselnúmerodemásabajo. —Sí,sí. Caminéporelpatio,deseosodealejarmedeAlexydesucalladaautosuficiencia,peroentonces oíelclicdelanavajaalabrirseyelsonidodeunarisita. —En cualquier caso, ya sé de qué va —dijo Alex. Yo seguí caminando, harto de sus impertinencias.Estabayacasijuntoalafurgoneta—.«Tienesderechoapermanecerensilencio…» —dijo,yyomequedéhelado. —¿Quéhasdicho?—pregunté,ydiunpasoparaalejarmedelafurgoneta,balanceandolasllaves enlamano.Susonrisasepropagabacomouncáncer. —«Todocuantodeclarespodráserutilizadoentucontraenuntribunal».—Estabadepie,conlas manosapoyadasenlabarandadelporcheylascaderascontralamadera,inclinadahaciaelexterior, provocativa. Fui hacia ella y se inclinó más aún, con la boca abierta y los ojos brillantes: estaba disfrutando. —«Sinopuedespagarunabogado,seteasignaráuno»—añadió,ydespuéssoltóunacarcajada, nosésiporlaexpresióndemicaraoporsupropiaocurrencia.Talvezporambas. —¿Dequédemoniosestáshablando?—pregunté. Me miraba desde arriba, obligándome a mí a mirarla desde abajo. Fue un momento que se eternizó. —Havenidoavernosciertaseñorita.Unamujermuycuriosa,porcierto—dijofinalmente—,que queríavernosamíyaJean. —¿Cómo? —Sí…, una mujer muy atractiva y muy curiosa. —Esperaba que yo dijera algo, pero no podía hacerlo—.Unamujermuybien…dotada. —Mills—dijeyo.Elnombreseabriópasoatravésdemislabios. —Teníaunmontóndedivertidaspreguntas—comentóAlex. Yo ya sabía que Alex estaba jugando conmigo, que lo pasaba en grande viendo cómo se me retorcíanlastripas.Peroyomeencogíaporefectodeunaterriblesensacióndefracaso,dedesgracia inminente. Debería haber hablado con Jean inmediatamente después de saber que habían hallado el cadáver de Ezra. Debería haberla prevenido, haciendo por una vez buen uso de mis conocimientos jurídicos.PeroaqueldíaenPizzaHuthabíatenidomiedo:miedodequequisieraalejarse,alejarsede míparasiempre.Miedodeveryolaverdadensusojos:queeraellaquienlohabíamatado.Miedode que mis sospechas se convirtieran en una realidad irrevocable. Miedo de no saber cómo vivir con eso.Después,habíaoptadoporemborracharmedurantedíasyabandonarmealaautocompasión.No habíadichonaday,conello,habíaabiertolapuertaaldesastre.¿QuélehabríadichoJean?¿Hastaqué extremohabríallegadomihermanamientrasyomerevolcabaenlapozademiapestosomatrimonio y malgastaba mi vida? Notaba el sabor de la desesperación como si fuera bilis. Pero Mills no era tonta.PorsupuestoteníaqueinvestigaraJean. —Preguntasacercadeti—puntualizóAlex. Notéquerecuperabaciertacalmaenmiinterior. —¿Porquémeodiastanto?—lepregunté. —Yonoteodioenabsoluto…Es,simplemente,queteinterponesenmicamino. —Nopiensasdecirmeloquenecesitosaber,¿verdad?AcercadeMills. —Comodijistetúantes,esoescosatuyaydeJean. Noté en su cara que ya se había despachado a gusto. Había dicho la última palabra, y eso la contentaba. Se repantigó en su mecedora, tomó el pedazo de madera que estaba tallando y señaló haciamifurgonetaconél. —Vete—medijo—.LediréaJeanquehasestadoaquí. Mealejéynovolvíamiraratráshastaqueestuvedentrodelafurgonetaconelmotorenmarcha. Ellanolosabía,peromehabíadadoalgo;muchomásdeloquepretendía:mehabíadichoqueyome interponía.EsosignificabaqueJeantodavíaestabapreocupadapormí,deunamanerauotra,locual eramejorquenada. LlaméaPizzaHutmientrasconducíaymedijeronqueJeannoestabatrabajandoallíporquetenía el día libre. Dediqué la hora siguiente a dar vueltas por la ciudad buscando su coche. Miré en el centro comercial, en los aparcamientos de los cines y en las bollerías. No estaba allí. Finalmente, desesperadoperosereno,telefoneédenuevoasucasa.Norespondiónadie. AlascincodelatardemarchéhaciaCharlotteparaencontrarmeconHankRobins.Eltráficoenla I-85 era inusualmente fluido, y cubrí la distancia en un tiempo excelente. Hacia las seis estaba ya cómodamente instalado en la butaca de cuero de un reservado en la parte trasera del bar. El lugar estaba en penumbra y se oía una música suave de fondo que sonaba vagamente a celta. Junto al cenicero de cristal encontré un paquete mediado de Gitanes; saqué un cigarrillo de él, arranqué un fósforo,loprendíydejécaerelpaqueteenlamesitademaderalacadamientraslacamarerasemovía entrelasmesas.AlgoensuformadecaminarmerecordóaJean.Lasonrisaquemeofreciórevelaba cansancio.NecesitabaunManhattan,algofuerte,peroenlugardeesopedíunacerveza,unaBeck’s. A efectos prácticos, aquel reservado era solo mío, así que me dediqué a beber mi cerveza y formaranillosdehumoatravésdelconfusohazdeluzqueiluminabamimesadesdearriba. —Muybonito—dijounavoz,yHankRobinsocupóunabutacadelreservadoenfrentedelamía. Señalólosrestosdelanillodehumoqueacababadeformar—:Tehasalidoperfecto. —Llegastarde—ledije. —Demándame. Tomómimanoymelaestrechóconfuerzaunpardeveces,sonriendoatravésdelhumo. —¿Cómo estás, Work? —preguntó, y siguió sin esperar mi respuesta—: Lamento mucho todo esto.Séquetienequesermuyjodido. —Puesnosabesnilamitad. —¿Tanmaloes? Meencogídehombros. —¿Qué hay que hacer aquí para que le sirvan a uno una bebida? —preguntó, y a continuación levantóeltonodesuvoz—.Camarera.Dosmás. Hankeraunanacronismo.Medíaaproximadamenteunmetrosetentadeestaturaynopesaríamás desesentaycincokilos,peroeraelhombremásvalientequeheconocidoenmivida.Yonolohabía vistopersonalmente,perodecíanqueselashabíatenidocondostiposquelodoblabanenestaturay peso,yloshabíapuestofueradecombate.Teníaloscabellosmorenosyespesos,unosalegresojos verdesyundienteincisivomellado.Lasmujeressepirrabanporél. Habíamostrabajadojuntosenunadocenadecasos,ymeconstabaqueerabueno.Nosllevábamos bien porque a ninguno de los dos nos engañaba la ilusión: éramos realistas, aunque él se las arreglaba para hacerlo como si nada le importara un carajo. Para Hank, el mundo jamás tendría sentido,asíqueseadaptabaaél.Nadalosorprendía,aunquesabíaencontrarhumorencualquierparte adondemirara,yyoloadmirabaporeso.Elmundoqueyoveíaera,másbien,undesastre. Nuestracamarerasepresentóalpococonbebidasylamismasonrisadecansancio.Teníalosojos fijosenHank,loquemepermitióestudiarla.Cuarentaytantosaños,conjeturé,derasgosmarcadosy uñasmordidas. —Gracias,muñeca—ledijoHankaltiempoquelededicabaunadesusdeslumbrantesymelladas sonrisas. Elpiropodiolaimpresiónderesultarleembarazoso,perosealejócaminandoconunpasomás vivo. —¿Noseenfadannuncacontigo?—lepregunté. —Sololasmásinteligentes. Sacudílacabeza,dubitativo. —Eh—medijo—.Atodaslesgustaunpiropo.Esunaformabaratadehacerdeestemundoun lugar mejor. —Bebió unos sorbos de su cerveza—. Bueno…, ¿qué te pasa? Te noto hecho una mierda. —¿Dóndeestámipiropo?—Quisesaber. —Esehasidotupiropo. —Gracias. —Enserio,hombre…¿Cómoestás? Deprontosentípesadosmispárpados.Noconseguíalevantarlavistadelabotellaquemirabacon tantaatención.LapreguntadeHanknoteníarespuesta.Porquenadienecesitabasaberlaverdadacerca decómomesentía. —Voytirando—dijefinalmente. —Apuesto a que te cansa dar esa respuesta —observó, dándome a entender que sabía perfectamentequeyonopensabaengañarle.Despuéssonrióparamostrarmequeseconformabacon loqueledecía—.Pero,sicambiasdeidea… —Gracias,Hank.Teloagradezcodeveras. —Hablemosdetrabajo,entonces.Supongoquequieresqueteayudeaaveriguarquiénmatóatu padre. La sorpresa debió de pintarse en mi cara. Pero, por supuesto, era muy lógico que pensara eso. Deberíahaberlovistovenir.Ahorateníaqueiryoconmuchocuidado.Hankyyoéramoscolegasy ocasionalescompañerosdecopas,peronoteníaniideadehastadóndellegaríasulealtadhaciamí. Ahoraseleveíaclaramentedesconcertado. —Jamásquisemuchoamipadre—dije—.Lospolisnosoncapacesdeentendereso. —Comprendo—dijoHankdespacio;tambiénaéllodesconcertaba,peronoqueríainsistirenel tema. Tamborileó con los dedos sobre la mesa—. Entonces… —Aguardó a que yo completara los puntossuspensivos.Ylohice.Comobuenamentepude.Tardéunrato,peroleexpliquétodoloque necesitabadeél. —¡Señor…!—exclamó—.Nosabíaquetuvierastanbuenconceptodemí. —¿Puedeshacerlo?—lepregunté. —¡Ojalápudieradecirtequesí,peronomeesposible!Quieresqueaverigüequiéntelanzóesa butacaescalerasabajo,ynotelocensuro.Peroyonosoyningúntécnicoenhuellasdactilaresyno tengoaccesoalsistemaautomáticodeidentificaciónyaotrosbancosdedatospoliciales.Loquetú necesitasesunpolicíayaunprofesionaldelanálisisdelescenariodelcrimen.Esoestáfuerademi competencia. —Lapolicíanoseentretendráeneso—ledije—.Nomecreen,yyo,pormiparte,tampocoestoy segurodequererinsistirles. —Entonces…,estásbienjodido,muchacho.Losiento. Meencogídehombros.Surespuestanomesorprendióenrealidad.Peroteníaquesaberquiénera elresponsabledeaquello.Habíaocurrido,yhabíaocurridoporalgunarazón.Talveztuvieraalgo queverconlamuertedeEzra,otalvezno,peroencualquiercasoeraimportante. —¿Quémedicesdelodeabrirlacajadecaudales?—pregunté. —Paraesonecesitasuncerrajerooundelincuente,yyonosoynilounonilootro. —Pensabaquequizá… —¿Qué?¿Quequizáconocieraaalguno?—Asentí—.Puesmira…,sí.Peroestáenlacárcel.De diezadoceaños.¿Porquénoempleasauncerrajero? —Porquenoséquéhayallídentro,ytampocoquieroquelosepaunextraño.Noconlapolide pormedio. —¿Esperasencontrarelrevólver? Asentí.Sielarmaestuvieraenlacajadecaudales,entoncestalvezfueraposiblequeJeannolo hubieramatado.Ysinolohabíahechoella…,yopodíalibrarmedeaquellaprueba.Apartedeque… ¿quiénsabíaquéotrossecretosescondíaEzraenaquellacaja? —Lolamento,Work…tengolasensacióndeestardefraudándote.Perotodoloquepuedodecirte esunacosa:elcomportamientodelagenteesmuypredecible.Cuandolaspersonastienenquefijarla combinación de una cerradura de seguridad, emplean normalmente números que son importantes paraellos.Deberíaspensareneso. —Loheintentadoya.Heprobadoconnacimientos,númerosdelaseguridadsocial,númerosde teléfono… Hanksacudiólacabeza,peroelcentelleodesusojoseraamable. —Hedichopredecibles,Work,noestúpidos.Piensaentupadre.Imaginaquéeraimportantepara él.Talveztendrássuerte. —Talvez—repetíyosinconvencimiento. —Mira,muchacho…Lamentohabertehechoperdertutiempo.¡Ojalápudieraayudarte! —Bueno…,hayotracosamás—ledije—.Espersonal. —Lascosaspersonalesmevan.—Bebióungrantragodecerveza,esperando. —TienequeverconJean. —Tuhermana. —Sí.—Lecontéentoncesloquedeseaba.Sacópapelypluma. —Deacuerdo—asintió—.DimetodoloquesepasacercadeesaAlexShiften. Leexpliquétodoloquesabía.Poco,enrealidad. Élsemetióelpapelenelbolsillodelacamisajustoenelmomentoenquedosmujerestomaban asiento en el bar. Eran veinteañeras las dos, y ambas atractivas. Nos miraron y una de ellas saludó imperceptiblemente.Hankdevolvióelsaludo,peroamínomeengañó. —¿Hasmontadotúesto?—preguntéseñalandoalasmujeres. Susonrisalodelatóantesdedecirnada: —Penséqueiríabienparaanimarteunpoco. —Bueno…, te lo agradezco. Pero ya hay bastantes mujeres en mi vida ahora. Una más es lo últimoquenecesito.—Comencéasalirdelreservado,peroélmedetuvosujetándomeelbrazoconsu mano. —Estanotienenadaquehacerentuvida,Work.Soloentuspantalones.Créeme. —Graciasdetodosmodos.Talvezenotraocasión. Hankseencogiódehombros. —Hazloquetúquieras.Peroescuchaunacosaantesdeirte.—Suvozeragraveyseria—.Ten cuidado, ¿vale? Este caso va a dar mucho que hablar en los periódicos, incluso aquí, en Charlotte. Quienestémetidoenél,novaaandardepuntillas.Asíquevigilatutrasero. Pensé por un instante que quizá me había mostrado indiscreto: que había revelado demasiadas cosasyqueélsehabíaformadounaideageneraldelasunto.Peroensusojosnohabíanadamásque unsencillodeseodequetodosalierabien. —Loharé—prometí,ydejésobrelamesaunbilletedeveintedólares. —Eh,hombre…Metocabaamí… —Págalesatusamigasunarondaenminombre.Yahablaremosmásadelante. Fuera,eldíamoríalentamenteenuncrepúsculovioleta,cuyoalientoeralabrisaquerecorríalas callescasivacías.Unafinacuchillanaranjamarcabalasoscurasnubes,quesedifuminabanmientras lasmiraba.Sentíbajomispieselcalordeldíaatrapadoenelsuelodehormigón;mehizopensaren elinfierno,comosiseenfriaraamedidaquelopisaba. Si tenía que rescatar a Jean, tenía que salvarla de todo…, lo cual significaba que tendría que vérmelasconAlex.Paraeso,necesitabainformación.YahíentrabaHank.Necesitabaquehurgaraen cualquierverdadquehicieralatiraAlex.JeanamabaaAlex.Deacuerdo.Pero…¿quéqueríaAlexde ella?Pormuchoquemeesforzara,nolograbaencontrarningunacapacidadparaelamorenAlex.Y, sinembargo,Alexveíaalgoenmihermana.Soloqueríaasegurarmedequeesealgonofueranada malo. 14 De nuevo en la interestatal, conduje la furgoneta todo lo aprisa que me fue posible, y cuarenta minutos después circulaba otra vez por su calle. Las farolas estaban fundidas o rotas, pero vi que salíaundestellodeluzdedebajodesusventanas.Descendídelafurgonetaenelmomentoenquese oíaelladridolejanodeunperroyelcricridelosgrillosenlamalezaquecrecíaalosladosdela carretera.Dealgúnlugarllegabaelsonidodeuntelevisor.Subílosbajospeldañosqueconducíana suporcheyatisbéatravésdelaestrechaaberturadelascortinas.Lahabitacióndelotroladoestabaa oscuras,perovialasdosenlacocina,sentadasalamesa.Jeanmedabalaespalda,ylacaradeAlex eraapenasunaimagenconfusaqueseentreveíaporencimadesuhombro.Habíavelasenlamesa, cuyo cálido parpadeo movía las sombras, y escuché la risa de Jean. ¿Quién era yo para juzgar a Alex?Yonohabíaoídoreíramihermanadesdeaquellanoche,hacíamuchotiempoya,enlaquesu maridosaliódecasaconlacanguroysumundosedesvanecióenunáreadedescansodelaI-85. Casiestuveapuntodeirme,perohabíauncadáveryciertamenteMillsnodescansaría.Llaméala puertayalmomentocesaronlasrisasyoícómomovíanlassillas.Apenasuninstantedespuéstenía frenteamíaJean,queabríalosojosypronunciabaminombre,sorprendida.Alex,asuespalda,me observóconcaradeirritaciónypasóunbrazoporelcuellodeJeanparaabarcarleelhombrocon suslargosyfinosdedos. —Hola,Jean—dije—.Lamentomuchoveniramolestaros. —¿Quéhacestúaquí? Laexpresióndesucaranoteníaladurezadelaúltimavezquehabíaestadoyoallí:pudeverlo consolodarunamiradaalosbrillantespuntosnegrosqueAlexllamabapupilas. —¿NotehadichoAlexquehevenidoantespreguntandoporti?—Jeansevolvióhaciaellayyo notéqueAlexlaagarrabaconmásfuerza. —No—dijoJean,indecisa,volviendolacabezauninstanteantesdevolveramirarme—.Nome lomencionó. Mimiradaoscilabaentreambas,pasandodelapalidezdelacaradeJeanaloscrispadosrasgos delrostrodesuamante.Jeanteníalosojoshúmedosymeparecióoleravino. —¿Puedoentrar?—pregunté. —No—replicóAlexantesdequeJeanpudieradecirnada—.Yaesmuytarde. JeanrodeóconlamanoelbrazodeAlexyapretó. —No—dijo—.Estábien…Puedeentrar.—Mededicóunamediasonrisa,quemehizosentiruna oleadadegratitud. —Gracias. —Entré en la casa, oliendo al pasar junto a ella el perfume que Alex llevaba. Jean encendiólaslucesymedicuentaentoncesdequellevabapuestounvestidolargoylápizdelabiosde colorrosapálido.NotéqueAlexlucíatambiénunvestidolargo.Lacasaolíaaúnacomida. —¿Llegoenmalmomento?—pregunté. Jeandudó,peroAlexseapresuróallenarelsilencio. —Celebramosunaniversario—dijo,ehizounapausacomodandolugaraqueyopreguntara—. Dosañosjuntas.—MoviódespuéslamanopordetráshaciaelcuellodeJean.Suactituderaclara,así quemedirigíaJean. —Tengo que hablar contigo. Es importante. —Vi una sonrisa despectiva en la cara de Alex, y pensé en sus palabras desafiantes cuando había estado allí la vez anterior—. Sé que no es buen momento,perononosllevarámuchorato. AlexsoltófinalmenteaJeanyfueasentarseenelsofá,conlasmanosdetrásdelacabezayuna expresiónexpectanteenlosojos. —Megustaríahablarasolascontigo—dije. La mirada de Jean fue del uno al otro, mostrando una confusión que la hacía vulnerable. Yo recordéentoncesque,cuandoéramosniños,siempreestabadeseandoiracualquierparteconmigo. —Deberíaishablaraquí—ledijoAlexaJean. —Deberíamos hablar aquí —repitió Jean, y vi cómo se sentaba junto Alex y la manera como apoyabasucuerpocontraeldeella—.¿Dequéquieresquehablemos? —Eso, Work —me instó Alex—. ¿De qué quieres que hablemos? —Bailaba la risa en sus ojos. «Tienesderechoapermanecerensilencio». Yo trataba de encontrar el mejor enfoque, la mejor manera de plantear aquella cuestión tan delicada;perotodaslasfrasesensayadas,todaslasbrillantesideasquesemehabíanocurridodurante miviajedeidayvueltaaCharlotte,sesecabanylasbarríaelvientocomosifueranpolvo. —Notienesquehablarconlapolicía—dije.Ellasepusotensa,alarmada,ysevolvióamirara Alex—.Enrealidad,seríamejorquenolohicieras. —No sé a qué te refieres —dijo trabajosamente, como si su boca intentara encontrar otras palabras—.¿Lapolicía?¿Dequéestáshablando?—Parecíaasustada,nerviosa,vivadeprontoenel sofá. Alex le puso una mano en la pierna y se calmó visiblemente. Luego, como si aceptara lo inevitable,exclamó—:¡Oh…!¿TerefieresaladetectiveMills? —Así es —asentí—. Es la detective que está al frente de la investigación por el asesinato de nuestropadre.Deberíamoshaberhabladodeestoantes…Soloquieroqueentiendascómofunciona esto.Cuálessontusderechos… Jeanmecortocomosiaquellolasacaradequicio. —¡Noquierohablardeesto!¡Nopuedohablardeesto!—dijolevantándosedelsofá. —Yono… —LadetectiveMillsdijoquenohablaradeestoconnadie.Dijoqueteníaqueguardarsilencio. Suactitudmeextrañóymepreocupó. —Pero,Jean…—empecé. —Noledijenadaacercadeti,Work…Deveras.Mehizounmontóndepreguntas,peroyonole dijenadaacercadeti. FueAlexquienhablóenelsilenciodemiconsternación. —Díselo,Jean.Eselverdaderomotivodesupresenciaaquí. —¿Dequéestáishablando?—pregunté,yJeanmemirócomosifueraunextraño.Abriólaboca ysuslabiosbrillaronconlasalivadesulengua. —Millsestáconvencidadequefuistetúelautordelasesinatodetupadre—dijoAlex—.Deeso vinoahablarnos.PiensaquetúmatasteaEzra. —¿Esoesloquedijo? —Nocontantaclaridad,perosí. —¿Quécontóexactamente?—insistí. TeníalosojosfijosenAlex,perolapreguntaibadestinadaaJean.Alexnopronunciabapalabra,y Jeandabalaimpresióndequererescabullirsecadavezmás.Asintióvariasveces. —Nopuedohablartedeesto—dijo—.Nopuedo.Deverdadquenopuedo. Vi que tenía los ojos llenos de lágrimas. Parecía presa del pánico e iba de un lado a otro de la habitacióncomounanimalenjaulado. —Estábien,Jean—ledije—.Todovabien. —¡No!—gritó—.Noestábien. —Tómateloconcalma. —Papá está muerto, Work. Está muerto. Asesinado. Mató a mamá y alguien lo mató a él. Alguien…,alguien…—Suvozseperdíajuntoconsusojos,querecorríanelsuelosinrumbo.Dejó de caminar y empezó a mecerse, con los dedos entrelazados y pálidos por la presión de los unos contralosotros. AlmiraraJeanyobservarlapalidezdesurostro,aceptéfinalmentequeeraciertoelpeordemis temores:queellahabíamatadoaEzra.Queeraellaquienhabíaapretadoelgatilloyquelaconciencia deaquelhecholaatormentaba.Sumenteibaaladeriva,sintimóntrasunosojosqueexpresabanun horror indescriptible. ¿Cuánto tiempo llevaría así? ¿Habría ido ya demasiado lejos para poder recuperarse? Meencontréamímismoponiéndomeenpieyalargandoelbrazoparaofrecerleelconsueloque pudiera.Letoquéelhombroysusojosseabrieronmuygrandesyblancos. —¡Nometoques!—dijo—.¡Queningunometoque! —Jean…—leimploré. Aún tenía húmedos los ojos, vidriosos bajo la débil luz de las bombillas. Retrocedió hacia su dormitorioypusolamanoenlapuerta,comodecididaacerrarla. —Papá decía siempre que lo hecho no tenía remedio, y en esas estamos ahora. He recitado mi papel,Work.Nolehedichoaesamujernadaacercadeti.Peroahoravetedecasa.Lohecho,hecho está.—Unruidoextraño,mitadrisa,mitadsollozo,escapódesugargantacomoungorgoteo—.Papa está muerto…, y lo hecho, hecho está. —Sus ojos dejaron de mirarme para fijarse en Alex—: ¿Verdad, Alex? —le preguntó—. Es así, ¿no? —Aún tenía una expresión terrible cuando cerró la puerta. Mesentíaturdido,conlaspalabrasdeJeanresonandoenmicabeza.Suspalabrasyaquellacara quejamáspodríaolvidar.MedisponíaairhaciaellacuandonotélamanodeAlexsobremihombro. LapuertadelacasasehallabaabiertayAlexmelaindicaba. —Novuelvas—medijo—.Lodigoenserio. Señaléconunademándeimpotencialapuertaporlaquehabíadesaparecidomihermana. —¿Quélehashecho?—pregunté,sabiendoque,porunavez,nopodíaculparaAlexdeaquello, pero sin que aquella injusticia me importara. Dejé caer el brazo, sin fuerza—. Jean necesita ayuda, Alex. —Nodeti. —Nohaynadaquepuedasdecirohacerparainducirmeaabandonarla—insistíymeacerquémás aella—.Olaayudastú,oseréyoquienlohaga.¿Estáclaro? Alexnocedióyyonotélapuntadesuíndiceclavadaconfuerzaenmipecho. —¡Aléjate de Jean! ¡Mantente lejos de nosotras y de esta casa! —me espetó, con la cólera inflamandosusojos—.¡Tú…!—dijo,golpeándomedenuevoconelíndice—,¡túereselproblema! Estábamosfrenteafrentelosdos.Habíaquedadotrazadaunalíneaentreambos,peroensusojos vi brillar un destello de la horrible verdad. Yo era el problema. No todo el problema, pero sí una parte.Podíapercibirelamargoregustodelaculpa. —Estonoacabaaquí—ledije. —¡Vetealamierda!—mereplicó. Porunaveznodiscutí;salíensilencioalairesuavedelanoche.Lapuertasecerróconunruido metálicoyoícómocorríaelcerrojo. Yaenelexteriordelaverja,mesentíterriblementesolo. Merefugiéenelsilenciouterinodelafurgonetay,conlosojosfijosenlacasaaoscuras,reviví losmomentosdelprogresivodeteriorodeJean.¿Cuántotiempopasaría—mepregunté—hastaque intentara quitarse la vida de nuevo? Las señales precursoras estaban allí, y una parte oscura de mi menteproferíapalabrasdepesadilla. «Alaterceravalavencida». Yyotemíaqueaquellofuerasolocosadetiempo. Girélallavedecontactodelafurgoneta,yelmotormecontagiósuvibracióndentrodemí:noté sutartamudeoenmicorazóncomolaverdaddeloquehabíaaprendidoaexprimir.Yanocabíanmás preguntas: Jean lo había matado. Mi hermana pequeña le había metido dos balas en la cabeza y se habíaidodejandoquesepudrieraallímismo.LaspalabrasdeJeanresonabanenmicabeza—«Lo hecho, hecho está»—, y yo sabía, ahora más que nunca, que recaería sobre mí la tarea de salvarla. Nuncapodríairaprisión.Esolamataría. Pero…¿quérumbopodíatomaryo?¿CómoimpedirqueMillssumaradosydos?Nosetrataba deunacuestiónaritméticafácil,yamítansolosemeocurríaunaformaderesolverla:hacerquelos ojosdeMillssefijaranenmí.CorreríalasuertedeJean,siteníaquehacerlo;peroeseseríasoloel últimorecurso. Teníaquehaberotramanera. Cuando llegué al aparcamiento de delante de mi casa, me di cuenta de que no podía recordar el trayectoquemehabíallevadohastaallí.RecordabahaberestadoenlacasadeJeanyahoraestabaallí. Unparpadeo,yaotracosa.Paraespantarsecasi.Giréparatomarlacallelateralquecorrejuntoal lago,haciamicasa,yvientoncesunacamionetaaparcadaenlaacera,decaraalaslucesdemicasa. Mientrasmeacercaba,lareconocí.Frenéamitaddecamino.EraladeVanessa.Seguíhastaponerme asuladoymedetuve.Cerrélallavedecontacto.Laviatravésdelcristaldelaventanilla,conlas manosaferradasalapartesuperiordelvolanteylacabezaentreellas,comosiestuvieradormidao rezando. Si se dio cuenta de que estaba allí, no lo manifestó, y durante unos largos segundos pude observarla,conscientedemipropiarespiraciónenelsilencio.Despuéslevantólacabeza,despacio, comoaregañadientes,yvolviósurostrohaciamí.Enlaoscuridadreinante,erapocoloquepodía verdeella:sololoesencialdesusrasgos,quetanbienconocía.Bajéelcristaldemiventanilla. —¿Quéestáshaciendoaquí?—lepregunté. —Mehasasustado—respondiósecamente. —Nohequeridohacerlo. Se le escapó un sollozo y me di cuenta de que había estado llorando; observando mi casa y llorando. —Recibítumensaje—medijo—.Pensabaquenecesitabaverte,pero…—Hizoungestoconla cabeza en dirección a la casa y, por primera vez, noté que había coches extraños en el camino de accesoyqueteníantodoslaslucesencendidas.Vanessaseenjugólasmejillasymedicuentadequela habíahechosentirseavergonzada. —¿Pensaste…?—empecé. Por espacio de un minuto, que pareció larguísimo, no dijo nada. Un coche se metió por la carretera,ylaluzdelosfarosperfilólabellezadesucara. —Mehicistedaño,Jackson—dijo.Unapausa—.Nocreoquepuedadejarquemehierasasíde nuevo.Peroluegollegóesemensajetuyo…—Selecortólavozydejóescaparunpequeñosollozo antesdeabrazarseotravezalvolante. —Eratodosincero.Todoeraverdad. —Tengoqueirme—dijoelladepronto.Sumanobuscólallavedecontacto. —Espera—lepedí—.Déjameiracasacontigo.Volveralagranja.—Lediríatodo…acercade Jean,sobreEzra…,perosobretodoacercademissentimientosporellaydeloquemeavergonzaba habérseloocultadodurantetantosaños—.¡Sontantaslascosasquenecesitoexplicarte…! —No.—Suvozerafuerteyclaraahora.Luegolasuavizó—:Nopuedohacerlo.Nopuedovolver alasandadas. —Síquepuedes. —No, de veras. Si lo hiciese, temo que tú me destruirías, y he decidido que no hay nada que merezcaeso.—Accionóelcambiodemarchas—.Nisiquieratú. —Vanessa…,espera. —Nomesigas,Jackson. Alinstantesiguientesehabíaidoya,yyoestabamirandosuslucestraseras:sehicieronpequeñas, giraronydesaparecieron.Cerrélosojos,peroaúnpodíaversuresplandorrojo.Alrato,medirigía micasa,aparquéentreunMercedesyunBMW,yentréenlacocinaatravésdelgaraje.Delcomedor mellegabanrisas,quesiguieronenvolviéndomemientrasibahaciaallí. —Oh,estásaquí—dijomimujer—.Llegasatiempoparaelsegundoplato. Yenseguidasepusodepieyseacercóteatralmentehaciamí,conunasonrisaqueabríasurostro bajo unos ojos que yo era incapaz de leer. Había otras dos parejas allí: los Werster y otra cuyo nombrenosabríadecir.Todossonreían,divertidos,ydeprontoteníaaBarbaraamilado,oliendoa perfumeyavino.Mepasólamanoporlacamisa.Ahora,decerca,notéqueestabainquieta.Perono, mejordicho:estabaaterrada.Seinclinóhaciamí,meabrazóymedijoenvozmuyqueda: —No me hagas una escena, por favor. —Después se recostó de nuevo en su silla—. Estábamos muypreocupadosporti. Yo miré más allá; todos asentían y sonreían, perfectamente acicalados e inclinados sobre un manteldelinoycuberteríadeplata.Elrojovinocontenidoenlascopasdecristaltalladoreflejabalas luces de una docena de velas, y eso me hizo pensar en Jean y en la cera que se fundía sobre la inestablemesadesucocina.Laimaginévestidaconelmononaranjadelaprisión,enlacolaparael almuerzo,mientrasvertíanconuncucharónensubandejadeaceromoldeadounasustanciatibiay marrón.Aquellaimagensemeclavótanprofundamente,quetuvequecerrarlosojos.Cuandovolvía abrirlos,BertWerstersehallabasentadoensilencioenmisilla. —Voyacambiarme—dije. Me volví y salí del comedor. Al pasar por la cocina, tomé una botella de bourbon y salí directamenteporlapuertatrasera. Enelmomentodecerrarlaamiespalda,oíunnuevoestallidoderisas.Fuera,enelairenocturno, contemplé el firmamento y traté de eliminar la tensión. Luego oí más risas, como el sonido del tráficoalpasar,ycomprendíquenoibaasertanfácil.Mepreguntécuántotiempotardaríanadarse cuenta de que no iba a volver. ¿Qué excusa ofrecería Barbara como justificación de que su matrimonionofueraperfecto? Rodeé el patio trasero y encontré en él a Hueso que escarbaba la tierra para poder salir por debajodelacerca.Lometídentrodelafurgonetaynosalejamoslosdosdeaquellugarsinecharuna sola mirada hacia atrás. No podía salvar a Jean; no esa noche, al menos. Pero Vanessa estaba sufriendo, y decidí que era hora de acabar con toda aquella mierda de una vez por todas. Así, mientras miraba la carretera, iluminada por los faros de los coches, pensé en lo que le diría a Vanessa.Recordéeldíaquenosconocimos.EldíaenquesaltéparaayudaraJimmy.Yoteníadoce años entonces, y ellos dijeron que me había portado como un héroe. Dijeron que había sido muy valiente,peroyonosabíanadadeeso.Loúnicoquerecuerdoesquemeasusté,yqueluegomesentí avergonzado. SellamabaJimmyWaycaster.Perotodoslollamaban«Jimmy-Un-T».Habíaunarazónparaeso. 15 Jimmyteníaunsolotestículo:unaparticularidadqueloacompañócuandofuetransferidoanuestra escueladealgúnotrolugardelcondado.Suspadresnoteníanmáshijos,loquenofueobstáculopara queelentrenadordebéisbolloalinearacomo«paradorencorto»enlaprimaverasiguiente.Erael primerpartidodelatemporada,yJimmyrecibióunpelotazoenelsegundolanzamiento.Cuandose desplomóenelsuelo,hubouncompletoyatónitosilencio.Hastaquecomenzóachillar. ResultóluegoquelafamiliadeJimmyerapobre.Yquelaintervenciónquirúrgicaparasalvarle suúltimotestículoeramuycostosa.Elpadredeotrodeloschicosdelequipoloorganizótodo,ydos semanasdespuésestábamostodoscompitiendoporJimmy.ElescenariofuelaZonaDeportivadela Ciudad, en los tiempos en que era un espacio abierto y fresco, antes de que se transformara en el actualcentrocomercial,enelqueseamontonanlaspersonasentiendasatestadasdegente.Ylaidea erasencilla.Loschicosrecogeríandonativosysaltaríanalacuerdaengruposdecuatroduranteuna hora, a tanto por hora. Se suponía que la competición duraría el día entero. Había veinte equipos. Ochentachicosentotal. Vanessaformabapartedeunodeellos.Yyotambién. Erarealmentemuyatractiva. Supusequetendríaunosquinceaños,estudiantedeprimeroodesegundocursodeinstituto,locual estaba francamente bien. No eran muchos los alumnos mayores dispuestos a saltar por el huevo de Jimmy.Mefijéensuvestidovioletaenelmismomomentoenqueentré.Sehallabaalfinaldellargo pasillo,alotroladodelaSkyCity.Mepillómirándolaunpardeveces,peronodimuestrasdequeme importara.Mesonrió,incluso,peroeraunabonitasonrisa,limpiayenabsolutoprovocativa. Despuésdeaquello,yopensabasobretodoensusonrisayencómoseríabesarla.Pensémuchoen eso.Eraunasonrisaespecial. Habíanumerosospadrespresentes,peroningunodeellosprestabagranatención.Noéramosmás que un grupo de chicos saltando a la cuerda. Cada diez minutos cambiábamos de turno, lo que nos dejabatreintaminutosantesdequevolvieraalavezsiguiente.Medabatiempodesobraparairala galería, charlar con los amigos y observar a la chica del vestido violeta. Pero después llegaba de nuevo mi turno y tenía que volver a saltar. Así durante todo el día. Los padres aparecían y desaparecían,comprabanenlastiendasyseibanatomaruncafé. Habíanpasadodoshoras,yyonopodíadejardepensarenella.Teníaloscabellosrubiosyunos grandesojosazules.Suspiernaseranlargaspordebajodelascaderas,quesemarcabansolounpoco. Reíamuchoyeramuyamableconloschicosmáspequeños.Yopensabaqueeralachicamáspreciosa quehabíavistoynuestrasmiradasparecíanestarcruzándosesiempre. —Nopierdaseltiempo—medijounavoz. Lareconocísinvolverme:eraDeliaWalton,unamocosapresumida,hijadeFulanooMengano. Ellayunpardeamigassuyasigualmentelindasdictabanlaleyenlaescuela.Eranlasmáspopulares, conunascarassindefectosycuentasdeorobrillandoensusgargantas. —¿Cómosellama?—lepregunté. —VanessaStolen—meinformóDelia—.Esmayor.Yavaalinstituto. Melimitéaasentir,conlosojosfijosenVanessaStolen.ADelianolecaíabien.Sabíaqueseguía mirándola. —Esmorralladerazablanca—meinsistió. —¿Noesyatuturnodesaltar?—pregunté. —Sí—asintió,haciendoungestodedesdénconlamano. —Pues,entonces,ve—ledije,ymealejédeella. Llegó la hora del almuerzo y los chicos seguían saltando. Oí que un adulto comentaba que probablementesuperaríamoslosochomildólares,loquemeparecióunaciframuyconsiderablepor unhuevo. Eransobrelastrescuandoviquelachicadelvestidovioletaseiba.Nomesorprendiósentirel deseodeseguirla;tansolomeasustóunpoco.Peroaqueldíanoibaaprolongarseindefinidamente. Fuerasoplabaunvientocálido,quetraíaconsigoalaparcamientoelolordelostubosdeescape de los coches que circulaban a toda velocidad por la interestatal. Los pájaros miraban desde las líneasdeltendidoeléctrico.Entonceslavi,másabajo,juntoalrío,enellugarpordondesehundía parafluirpordebajodelaparcamiento.Semirabalospiesyarrojabapiedrecillasalagua.Parecía muyseria,yyomepreguntéenquéestaríapensandoyquépodríadecirlecuandoporfinreunierael valornecesarioparadirigirmeaella. Dejó atrás el último de los coches aparcados. Estábamos lejos de las galerías comerciales. No había nadie en los alrededores. Ni niños, ni padres… Solo nosotros. Ella estaba casi en el arroyo, junto al negro túnel que se abría en la maleza crecida del talud del ribazo. Pasaban nubes que tapabanelsolyaumentabanlaoscuridad.Elvientosecalmóyporuninstanteyolevantélavista. Pero entonces vi que Vanessa se sobresaltaba, que agitaba los brazos como si quisiera atrapar algo,perosinemitirningúnsonido.Diounúnicopasoatrás.Yviemergerdellechodelarroyoaun individuolarguirucho,queseponíadepieyseacercabaaella.Teníaojosenrojecidos,ropassuciasy barbadescuidada.Laagarró,lepusolamanosobrelabocaydesaparecióenseguida,metiéndosede nuevoenelarroyoyeltúnelquediscurríabajoelaparcamiento. Miré en busca de ayuda, pero solo vi coches vacíos y al fondo, muy lejos, la nave del centro comercial.Mequedéparalizado,peroentoncesescuchéungritoahogado.Yantesdedarmecuentade loquehacía,estabayabajandoelribazo,tanasustadoqueapenaspodíarespirar.Volvíaoírlaotra vez, ahora más un quejido que un grito, y la oscuridad me tragó. Pensaba en el vestido de color violetayenlassonrisasquemehabíadirigido.Diotropasoenelnegroagujero,yyaseredujotodoa nosotrostres.Peroyoseguíapensandoensucara,ensusojosazulesmuyabiertosporelespantoy tapadoscasiporlosdedosmugrientos;veíalaspiernaspálidasmientraséllaarrastraba,laspatadas que la hacía intentar el terror… y seguí adelante, tropezando, como si estuviera en mitad de una pesadilla… Bajéloscristalesdelasventanillasenbuscadeaire.Lasimágeneshabíansidoenestaocasiónmás vivasqueenmuchosaños,yestaveztodofuediferente,comosialguiendesearaherirme.Penséen lasmargaritasazulesqueparecíanojosabiertosobservándome,yentoncesretrocedíeneltiempo,de regresoalaoscuridad,comositodoaquelloestuvieraocurriendoahoraynohacíaveintitrésaños. … Un agua negra se movía como brea en la oscuridad. La sentía en el interior de mis deportivas, lamiéndomelasespinillas.Losoímásadelante,unúnicogritoagudoprimeroydespuéssoloelrío…, sumurmulloyunoscuantosdébileschapoteos.Medetuveymiréatráshaciaeldiminutocuadradode luzqueaparecíayamuylejano. Quería retroceder, pero eso era propio de los cobardes, de los mariquitas. Así que continué adelante y la oscuridad aumentó. Extendí los brazos al frente como haría un ciego. Las piedras me hacían tropezar y la oscuridad intentaba derribarme, pero en mi cabeza yo aún seguía viendo a la chica.Despuésdiviséunaluzalfrente,lejana,ymeparecióverlos. Tropecé,caídebruces.Mismanossehundieronenelcienoynotéqueunaguaviscosasalpicaba micara.Algosemoviópormibrazoyestuveapuntodechillar.Pero,enlugardehacerlo,melevanté. «Séfuerte»,medije.Extendídenuevolosbrazosyseguícaminandohacialaluzdistante. Eracomoserciego,peropeor.Muchísimopeor. «Unciegonohubierahecholoquehice»,medijeamímismocuandolleguéalacasadeVanessay apaguéelmotordelafurgoneta. «Unciegonuncalohubierahecho». Agaché la cabeza y miré a través del parabrisas. Había luz en el interior de la casa; brillaba a travésdelasventanasycortabalaoscuridadcomocuchillas.«Salvolasventanasqueestáncegadas contablas»,pensé.Estassehallabanaoscuras,ysinvisión. Arrancadas. Ciegas. La chica prorrumpió en un largo y prolongado «NO», que quedó asfixiado; después oíla voz de un hombre,graveyapremiante: —¡Calla,pequeñazorra!¡Cierraelpicoo…! Elrestoseperdió,reducidoaunásperofarfulleo. Entonces los vi. Los vi claramente: dos figuras inmóviles sobre una exigua mancha de luz. Las piernas de la niña se agitaban, chapoteaban en el agua, y él la sacudía mientras la arrastraba. La cabezadelamuchachaparecíatorcidabajoelbrazodelhombre.Logolpeabaconsusbrazos,pero eranunosbrazospequeños.Volvióagritaryéllagolpeó.Una,dos,tresveces…,hastaqueelladejó de moverse, colgando simplemente de sus brazos. Estaba indefensa y yo me di cuenta de que nadie podíaprestarleayuda.Nadie,exceptoyo. Depronto,tropecéotravezyaterricédebrucesenelsuelo,conlacabezadentrodeunaguaque sabíaagasolinaybarro.Cuandolevantédenuevolavista,mediocegadoaúnporelaguaenmisojos, tuvelasensacióndequeelhombrehabíaoídomitropezón:estabainmóvil…,mirandohaciaatrás.Me acurruquéenelsuelo,conlasangrelatiendoconfuerzaenmisoídos.Nosabríadecircuántotiempo permanecióasí,perosemehizounaeternidad. Volveríahaciamí.Meencontraríaymemataría. Pero no lo hizo. Al final se volvió y siguió caminando en la misma dirección que llevaba. Yo, entonces,estuvecasiapuntoderetroceder;peroteníapresentelaimagendesusonrisayrecéaDios como nunca lo había hecho en la iglesia. Ignoraba si me habría oído o no, pero seguí adelante en lugardevolverme.Aúnseguíaoyendolosgolpesdelospuñosdelhombrecontrasucara.Uno,dos, tres… Noladejesmorir,Señor… Oíasuspasoscontodaclaridad,moviéndoseporelaguacomosiestuvieracorriendo,ylaluzfue pasandodelnegrodelabreaalgrisoscurohastaquepudevermispropiasmanos.Veníaaúndemuy lejos, pero me permitió orientarme. Allí había un aliviadero subterráneo y me di cuenta de que teníamos que estar ya muy lejos por debajo del aparcamiento. Tanteé la pared con la mano y lo encontrébajomisdedos:unmurodecementoresbaladizoyviscoso. Sedetuvieronbajolaalcantarilla,iluminadosdesdearribaporaquellaluzcenicienta.Porencima del arroyo se alzaba una especie de repisa de hormigón. Él la dejó allí. Miraba en mi dirección al hacerlo,peroyosabíaquenopodíaverme.Aunasí,seguíaconlavistafijadondeyoestabacomosi, peseatodo,advirtieramipresencia.Casipresadelpánico,mevolvítambiénamirarpordondehabía venido:amiespalda,eltúnelseprolongabaalolejos,convertidoenunagarganta. Al instante siguiente, su mirada había dejado de escudriñar la oscuridad, desgarrada por su propiaimpaciencia.Farfullabadenuevoparasí,yahoralaexpresabaensuvoz,ensudeseo: —Sí,sí,sí…Oh…,sí… Susdedossemovieronporencimadeella.Oíeldesgarróndelatelaymeacerquémás.Ahorala voz del hombre se excitaba a medida que le arrancaba el vestido violeta. Lo tenía debajo de ella, destrozado,entantoquesucuerpo,encima,aparecíabajolaluzconelbrillofríodelmármol.Lavoz delhombrecanturreabasubiendoybajandodetono,comolasalmodiadeunloco. —Gracias, Señor… Te doy gracias, sí. ¡Tanto tiempo, tanto tiempo…, tanto tiempo…! ¡Oh, mi bondadoso,midulceSeñor…! Se movió hacia un lado, dándome la espalda, y entonces pude ver la cara de la niña y la parte inferiordesuspiernas.Nuevamenteoícómodesgarrabalatelayescuchélaexclamacióndelhombre: —¡Oh…! Era propiamente un gemido. Las bragas de la niña quedaron flotando en el agua que circulaba silenciosa.Bajélavistaylasseguí:margaritasazulesenuncamponegro,comoojosmirandoenla oscuridad.Rozaronmipiernaalpasar,giraronydesaparecieronporlagargantahúmedaqueseabría amiespalda. Apartémisojosdeellasymedicuenta,entonces,delomuchoquemehabíaacercado.Noestabaa más de seis metros de distancia, y la luz casi me rozaba. La niña tenía los ojos abiertos y fijos. Su bocaestabaabiertatambiénypudeverdóndelahabíagolpeado.Suslabiostemblaronparaemitirun gritoahogadoymoviólosdedosendirecciónamí:peroelhombrelagolpeódenuevoy,apartirde entonces, los labios quedaron inmóviles. Seguía teniendo los ojos abiertos, pero aparecían casi completamenteenblanco.Sentíenmíunaoleadadeiraylaalimentésabiendoquelanecesitaba:que medabafuerza. Mispiestocaronalgobajoelaguayenseguidasupequéera. Meagaché,misdedossecerraronalrededordeunapiedradeltamañodelcráneodeunbebé… Estaba mirando la luz que salía de la casa de Vanessa. Pero no conseguía alejar mis propias imágenes;asíquecerrélosojosymelosrestregué,temiendoque,sinolohacía,talvezpudieran ponerseaverterlágrimas. Levantélapiedraporencimademicabezaydiunpasomás,esperandoqueélsevolvería,meveríay vendríapormítambién.Peronolohizo.Soloteníaojosparalaniña. Unnuevopasoy,juntoconlaira,aumentóeltemor,queahoraeramásfuerte.Medabacuentade queelhombrenosmataríaalosdos.Deberíahaberidoabuscaramipadre.Aquelhombreerafuerte, estabalocoyquerríamatarnos.Eraseguroqueloharía.Estuveapuntodedarmediavueltayescapar corriendo.Yaestabaempezandoaaceptarlo.Empezandoavolvermeatrás. Peroentonceselhombresemovió.Yvialaniña,comounaestatuademármolsobreunpedestal dehormigón. Eraperfecta. Nopodíaapartarmisojosdeella.Jamáshabíavistoantesaunachicadesnuda,nocomoaquella almenos.Nounachicareal.Mesentíararomirándola,avergonzadoysucio,peronopodíadejarde mirarla.Ynotéquemispiessenegabanamoverse.Lapiedraquellevabaenlamanodejódepesarme, lo mismo que me pareció dejar de notar el peso de mi cabeza sobre mis hombros. Se me aceleró la respiraciónysuimagendiolaimpresióndeprecipitarsesobremíhastallenarmisojos.Visuspechos yelsuavevellorubioquellenabaelespacioentresuspiernas.Meolvidédelhombre,demipeligro,de todo lo que no fuera ella tendida en aquel altar… Fueron solo unos pocos segundos pero se me hicieroninfinitamentemáslargos,yloúnicoquepudehacerfuemirar. Después el hombre se movió, y sus sucios dedos comenzaron a deslizarse por el estómago de la chica, hacia abajo, como serpientes en un nudo; y al momento siguiente estaba encima de ella, gruñendocomounanimal,buscandoconunosdientesnegroscomoalubiassusblancoseindefensos pechos. Nopodíamoverme. Peroentoncesvisusojos,ymedicuentadequenohabíanadaenellos,ymeencontréamímismo enaquelvacío.Mimanosetensóyaparecióenellalapiedra. Fuihacialaluz,diunpardepasosantesdeverlacaradeaquelhombreylalocuradesusojos. ¡Los tenía clavados en mí, directamente en mí! Separó los labios para descubrir aquellos dientes repugnantes:¡estabasonriendo,mientrassucuerposeguíahaciendofuerza,comosipertenecieraaun animaldistinto!Cuandohabló,suspalabrasseclavaronprofundamenteenmí: —Tegustaloqueves,¿eh,chico? Mequedéhelado. —Tehevistomirando. Sus ojos estaban inyectados en sangre, de una forma que los hacía inhumanos. Pero su cuerpo continuaba moviéndose. Arriba y abajo. Arriba y abajo. Un gruñido. Otro gruñido. Otro. Unos ojos queyosentíacomograsaenmirostro.Ysiempreconaquellaterriblesonrisa.Élsediocuenta. —Bueno…Fíjatebien,chico…,¡porquetúseráselsiguiente! Seseparódeellaluegoyvinoriendohaciamí,conelbrazoextendido,comosifueraarodearcon élmishombros. —¡Señor,dulceSeñor…! Subocaeraunnegroyapestosoagujero.Letemblabanlosdedos.Deprontosentíunavaharada hedionda,comoladelacarroñadeunperroqueencontréciertavezjuntoalacarretera. —¡Adán y Eva! —gritó—. ¡Eva y ahora Adán! —Inclinó el cuerpo hacia delante, agachándose hastaparecerunaenormerata—.Ahorarecemos. Repitiólasmismaspalabrasunayotravez: —Ahorarecemos.Ahorarecemos… Hastaquefinalmentelaspalabrassetransformaronenunacarcajadagrotescayagudaquecesó cuandoloteníaapenasaunospalmosdedistancia.Curvóentoncesloslabiosycambiólaspalabras, diciendolentamente: —Juguemos…,juguemosahora. Notésusdedossobremíyempecéachillar. Gritabaaúncuandolegolpeéenalgunapartedelcuerpoconlapiedraqueteníaenlamano,sin lograr otra cosa que hacer que arreciaran sus risotadas. Intenté golpearlo otra vez, pero él me arrebatólapiedraylalanzólejos.Laoíchapotearcomosicayeraenunpozosumamenteprofundo. Despuésmirostroseestrellócontraelmuroynotéenmibocaelsabordelasangre.Unayotravez, hasta que ya no pude gritar. Sentía sus manos en mí, en todo mi cuerpo, pero no podía moverme. Estabaapenasallí,casiinconsciente,pero…,aunasí,sentíasusmanos.Lasensaciónresbaladizade sulenguasobremimejilla. …Yempecéasollozar. Depronto,sinembargo,seprodujoundestellodeluz,yseescucharonvocesalolejos.Vicómo forzabalavistaparaintentaratisbarenlaoscuridad;lovisepararloslabiosparasacarlalengua comountrozodecarneenmalestado.Porúltimo,bajólamiradadenuevoyacariciómicaraconla mano. —Eresunchicoconsuerte—medijo—.Sí,Señor.—Despuésmedejócaerenelagua.Micabeza golpeólaparedotravez,yvilasestrellas.Cuandoestascesaron,élseguíaallí,agazapadosobremí, con los ojos brillantes pero asustado; tenía la mano en mi ingle y apretaba—. Pero te recordaré, chico…Adánenunacruz…Oh,sí…SiempreserásmipequeñoAdán. Semarchóinmediatamente,arrastrandolospiesporeltúnel,alejándosedelaluzydelasvoces que parecían muy lejanas aún, pero se iban acercando cada vez más. Yo pensé en la muchacha, desnuda e indefensa, pero esta vez fue diferente. Me arrastré por el barro y me incorporé. Después reuní los jirones de su vestido y la cubrí con ellos. Finalmente, uní sus manos sobre su vientre y le juntélasensangrentadaspiernas. Entoncesmedicuentadequememiraba:unsoloojoazulabierto,apenasvisibleatravésdela carnetumefacta. —Gracias—medijo,aunqueyoapenaspudeoírla. —Yasehaido—ledije—.Todoirábienahora. Peroyonolocreía,ynopiensoqueellalocreyeraasuvez. Pensabaquehabíaconcluidotodo,quelascosasestabanresueltas,perootrorecuerdollegócomoun depredadorsiguiendolashuellasdelprecedente. Era algo que había dicho mi padre. Era tarde y yo estaba acostado en la cama, pero no podía dormir.Enrealidadnohabíaconseguidodormirbienenlasdossemanasquehacíaquenoshabían sacado del agujero y a los ojos desmesurados de unas personas que nos señalaban como si pudiéramosverlas.Laniña,conlosjironesdesusropasmantenidosjuntosgraciasalachaquetacon quelahabíanenvuelto.Yo,conlosmalditosdientescastañeteando,tratandodecontenerlaslágrimas. Mis padres discutían en la sala, no lejos de mi puerta. No sé qué fue lo que dio origen a la discusión.Oíprimerolavozdemimadre. —¿Porquétienesquesertanduroconél,Ezra?Essolounniño,ymuyvaliente,simeapuras. Yomeacerquésigilosamentealapuerta,abríunarendijaymiréfuera.Mipadreteníaunvasoen lamano.Llevabasueltoelnudodelacorbatayhacíaquemimadreparecieramuymenudaenlatenue luzdelaestancia. —No es un jodido héroe —replicó mi padre—. A pesar de lo que se empeñen en decir los periódicos. Bebiódeuntragoelcontenidodelvasoyapoyólamanoenlaparedporencimadelacabezade mimadre.Dealgunamanera,élestabaalcorrientedemivergüenza;deaquelfuegoqueabrasabami espírituymemanteníadesveladoenlanoche.Yoignorabacómohabíapodidodarsecuenta,perolo sabía.Yesohacíaqueresbalaranpormismejillaslágrimasardientes. —Estápasandounamalaépoca,Ezra.Necesitasaberquetesientesorgullosodeél. —¿Orgulloso de él? ¡Ja! Es solo un chiquillo estúpido que debería tener mejor juicio. Me enfermalamaneraquetienesdeconsentirlo… Noescuchéelresto.Cerrélapuertaymemetídenuevoenlacama. Élnolosabía. Nadielosabía.Soloyo.«Yaquelhombre».«Tehevistomirando…». Abrílosojos,agotadoporqueyanopodíamás.AhorateníaqueexplicarleaVanessacómolehabía fallado.Lahabíanvioladocuandoteníaquinceaños,yyohabíapresenciadolaescena,permitiendo quesucediera. Deberíahaberhechomás. Levantélavistahacialacasaysentíunasúbitasensacióndenáuseas.Habíaunhombredepieen suporche,observándome.Nolehabíavistosalirniteníaideadecuántotiempollevabadepieallí;ni quiéneraniquéhacíaensucasa.Seacercóbajandolentamentelasescaleras.Yosaltédelafurgoneta yfuiaencontrarmeconéldelantedeesta.Eramásjovenqueyo:tendríaunostreintaañostalvez,de espesos cabellos castaños y ojos cejijuntos. Era alto, recio de hombros y con grandes y pesadas manosquesalíancomosifuerandehierrodelasmangasdeunacamisatejana. —LaseñoraStolennodeseaverlo—dijosinmáspreámbulo,mostrandounamanoconlosdedos extendidos—.Quierequesemarche. —¿Quiénesusted?—lepregunté. —Noesasuntosuyo.—Seacercómásamí,colocandosumanoaapenasunoscentímetrosdemi pecho—.¿Porquénosemetesimplementeenlafurgonetaysevaasucasa? MirémásalládeélyvilacaradeVanessa,desdibujada,enlaventanadelacocina.«Tehevisto mirando…». —No—repliquéfurioso—.Estonoesdesuincumbencia.—Hiceungestobruscoqueincluíala granja,amímismo,aVanessa…Teníamuchascosasquedecirypensabadecirlas—.Necesitohablar conVanessa.—Diunpasoadelanteysumanoseapoyócomounapesaenmipecho. —Meparecequenopodráser. Deprontomeinvadiólairayestallóenmiinterior.Todaslasfrustracionesdemividaparecieron hervirencuestióndesegundos,yaqueldesconocidolasencarnótodas. —Apártesedemicamino—dijeconvozbaja,fríaypeligrosainclusoparamispropiosoídos. —Nilosueñe—dijoelotro. Ira.Rabia…Mesentíaencendidoporellas,apuntotalvezdeexplotar.Lacaradelotroeraduray firme,yenmiinteriorseacumulabalapresión.Elasesinato.Lainvestigación.Laacuciantenecesidad dehablarconVanessa.Enunfogonazoquemeparecióprofético,vialadetectiveMillsponiéndole las esposas a Jean y a mi hermana pequeña sentada en una celda sombría y con las muñecas rasguñadasporunmaltrozodemetaldentado.Todosedesmoronabaamialrededor,yloúnicocon quepodíacontareraaquelinstanteylairaquelodefiníaconunaclaridadperfecta.Poreso,cuando elotromeempujó,yoloderribéendosándoleunpuñetazo.Lasensacióndelimpactoquerecorriómi brazohizoquemesintierasatisfecho.Elhombrecayóalsueloyyopermanecídepieobservándolo, esperando que se levantara y me ofreciera alguna excusa. Pero él por el contrario, rodó sobre su espalda,sesentóenlatierraymemirósorprendidoydolido. —¡Caray, señor…! ¿Por qué me hace esto? —De pronto me pareció mucho más joven: un muchachodeveinteañosalosumo. Cesómifuriaymesentídeprontomuchomayorqueél. Almomentosiguiente,Vanessahabíabajadodelporcheysehallabadelantedemí,conlasmanos enjarras. —¿Sepuedesaberquédemoniosteocurre,Jackson?¿Cuálestujodidoproblema? Mesentíconfuso,mareado. —¿Cómoteatrevesaveniraquíycomportartedeestaforma?Quieroquetevayas.Ahoramismo. Veteatucasa.Vetedeaquí. Estaba ayudándole a ponerse de pie y tenía su pequeña mano unida a la de él. Me los imaginé durmiendojuntosysentíunnuevodolor. —Necesitaba hablar contigo —dije, y la excusa sonó pobre, incluso a mí mismo. Estaba desconcertado,sinsaberquépodíahacer. —Tedijequenomesiguieras… —Estavezesdiferente—balbuceé. Peroellasealejódemí,hastallegaralporche,dondeabriólapuertaylasostuvoparaqueelotro entraraenlacasa.Luegosevolvióamirarmecomosilohicieradesdeunaalturainmensa,ylaluz delporchelailuminódentrodesupequeñocírculo. —Saldemipropiedad,Jackson.¡Lodigoenserio! Permanecíallícomounpasmarote,abrumadoporeldolorquebrotabaparaconsumirme;pero solo cuando se hubo marchado e interpuesto la puerta entre nosotros como un desgarrón en el universo…,soloentoncesmedicuentadequellevabapuestounvestidovioleta. Laviatravésdelaventanaenlamesadelacocina.Llorabaconvulsamentebajolamanoqueel otrohombremanteníaapoyadaensuhombro. Memarchédeallí,conelpesodelaspalabrasquenohabíaconsentidoqueledijera. Enelmomentodesalirdeldesvíodelagranjayrodardenuevoporelnegroasfalto,recordéque noteníaningunacamaadondeir.Demaneraquemarchéalaoficina,alespaciodeEzrayalaluzde unalámparadeltecho,queeraloúnicoqueproporcionabaalgúncalorallí,metendíenelsofáde piel e hice que Hueso se tumbara contra mi pecho. El animal cerró los ojos y se durmió prácticamenteenseguida.Yoestuvecontemplandoeltechohastabienpasadalamedianoche,peromis ojossiguieronvagandohastalalargaalfombraantigua.Extendíelbrazoylatoqué. Penséenlacajadecaudalesyenlossecretosquetendríamipadreguardadosallí. Finalmente,medormí,peronosinhaberpensadoantesqueeralunesyayqueteníavistasenlos tribunales.Porirrealqueesomepareciera. 16 Despertéenmitaddelaoscuridad,sinsaberdóndeestabaysinquetampocomeimportarasaberlo. Lo atribuí al sueño que había tenido: dos manos entrelazadas, su paso entre campos verdes, los ladridosdeunperroyunarisa;undestellodecielosazulesquesesucedíaninterminablementeyunos cabellosfinosyrubiosrozabanmirostrocomosifueranseda. Unsueño,ensuma,sobreVanessaysobrecosasquejamástendríanlugar. Había soñado también con una niña de tez dorada y con los ojos del color de la flor del maíz, comolosdesumadre.Teníacuatroocincoaños,yestabaradiante. —Explícameelcuento,papá…Sindejardesaltarentrelasaltashierbas. —¿Quécuento? Ellasereía: —Túyasabesquécuento,papá.Mipreferido… Pero yo no lo sabía. No había ningún cuento, ninguna historia favorita; no lo habría nunca. El sueñosehabíadesvanecido.HabíapensadoqueVanessaestaríaallísiempre.Habíapensadoqueyo teníatiempo.Poralgunarazón,estabaconvencidodequelascosasiríanbienporsísolas. ¡Quérematadoidiota! —Explícameelcuento,papá… Me incorporé y saqué las piernas del sofá; me restregué la cara con las manos. Me dije a mí mismoquenuncaerademasiadotarde.Pero,enlaoscuridad,laspalabrasmesonaronhuecasypensé enelmuchachoquehabíasidoenotrostiempos.Luegolasrepetí,másaltas,másfuertes: —¡Nuncaesdemasiadotarde! Consulté mi reloj. Las cinco y cuarto. Lunes. Tres días antes, yo había estado observando el cadáverdemipadre.AhoraEzrasehabíaidoyconél,también,elconsuelodelailusión.Vanessa acertabaplenamentealdecirlo:mipadrehabíasidoelarmazónyladefinicióndetodo,pero…¿de dónde le había venido semejante poder? ¿Era un don que le habían hecho, o algo que él había robado?Aunque,endefinitiva,esoimportabapoco.Mivida,encambio,erauncastillodenaipesque elvientodeladesaparicióndeEzrahabíahechocaerporcompleto. Me calcé los zapatos pensando, mientras lo hacía, que aquel día era muy semejante a cualquier otrolunes. Encontré a Hueso sobre el recalentado asiento y adiviné que había estado roncando. Estaba calienteydistendidocuandocarguéconélylollevéalafurgoneta.Alllegaracasa,puselacafetera afuncionarmientrasmeduchabayvestía.Cuandosalí,Barbarameaguardabaenlacocina.Sehabía sentadoenlaencimera,envueltaenlabatadefranelaquellevabaeldíaanterior.Estabamuyalterada. —Buenosdías—lasaludésincomprometerme. Ellamemirómientrasyomesecabaconlatoallapreguntándomequéeraloquevería. —Dudodequelosean—respondió—.Laverdadesquehedormidomal.—Meceñílatoallaala cintura,yellaañadióunaobviedad—:Novinisteacasa… —No.—Sentíalanecesidaddeañadiralgomás,perodecidínohacerlo. —¿Dónde…?—Vacilóantesdeconcluir—.¿Pasastelanocheensucasa? —No—respondí.Nonecesitabadetalles. —¿Entonces…? —Enlaoficina. Asintióyobservóluegoensilenciomientrasyorevolvíaenelarmario.Habíaolvidadoqueno teníaningúntrajelimpio,asíquesaquédedentrounospantalonessueltosdecolorcaquiylacamisa de tela arrugada que solía ponerme para andar por casa. Podía notar sobre mí las miradas de sus ojos, pero, puesto que no sabía qué decirle, me vestí en un silencio que nuestros diez años de matrimoniohacíanmásembarazoso. —Work… —dijo por último—. No quiero que te vayas así. —Percibí una calma forzada en su voz,ytratéderesponderconlamía.Lamiréalacara:eracasiobligado. —¿Quiereseldivorcio?—lepregunté. Saltódelaencimera,sorprendida,yelevóeltonodesuvoz: —¡Diosbendito…!¡No!¿Porquésetehapasadoporlaimaginaciónsemejantecosa? Intenté ocultar mi decepción y, al hacerlo, no conseguí más que darme cuenta de lo desesperadamentequenecesitabalibrarmedeaquelmatrimonio. —Entonces…,¿qué…? Barbarasemeacercóyapoyólasmanosenmipecho.Tratabadesonreír,peroeraunespectáculo lastimoso.Sualientoexplorómicara,entantoqueloúnicoqueyoqueríaeraapartarla.Habíavivido tanconfiado…Tomóentoncesmismanosylascolocóalrededordesucinturaparareclinarseluego sobremí. —Quieroquetodoseacomoantes,Work.Quieroarreglarlascosas.—Meapretócontrasíenun gestoquepretendióserjuguetónsinconseguirlo—.Quierohacertefeliz.Quieroquelosdosseamos felices. —¿Tepareceposible?—lepregunté. —¡Porsupuestoqueloes! —No somos los mismos que éramos, Barbara. Hemos cambiado. —Retiré mis brazos de su cinturaydiunpasoatrás.Suvoz,cuandohabló,teníaeltonoduroqueleconocía:cortanteybrusca. —Laspersonasnocambian,Work.Sololascircunstancias. —Puesahora,compréndelo,somosmuydiferentes.—Mepusemichaqueta—.Tengoqueirmeya —dije—.Estamañanahedeiraltribunal. Mesiguióporlacasa. —¡No te alejes de mí, Work! —gritó, y creí ver la cara de mi padre. Recogí mis llaves de la encimera de la cocina y renuncié al café, que de repente me olió a bilis. En la puerta, sus manos agarraron mi brazo y me obligó a detenerme—. Aguarda un minuto, por favor. —Yo cedí y me apoyécontralapared—.Todavíahayesperanzasparanuestromatrimonio,Work… —¿Porquélodices,Barbara? —Porquetienequehaberlas. —Esonoesningunarespuesta. —Otroshanfuncionadoconmenosdeloquetenemosnosotros—dijo,yapoyólapalmadela manoenmirostro—.Podemossacarloadelante. —¿Meamasaún,Barbara? —Sí. Todavía te amo —se apresuró a responder, pero vi la mentira en sus ojos, y ella se dio cuentatambién. —Bien…,yahablaremosdespués—dije. —Teprepararélacenaestanoche—anunciósonriendo—.Yaverás…Todoirábien. Mebesóenlamejilladespuésymeenvióaltrabajo,comolohacíaenlosprimerostiemposde nuestromatrimonio.Lasonrisaeraidéntica,comotambiénelrocedesuslabiosenmicara,igualque otrasmilvecesanteriores.Yonosabíaquéseproponía,peronopodíasernadabueno. Fuiatomarfueraundesayunoyuncafé:huevosconpancetayunemparedadodequeso,queme hubieransabidoagloriadenoserporqueencontrétambiénenlacafeteríaunejemplardelperiódico deldomingo,encuyaprimerapáginaaparecíaelrelatodelamuertedeEzraynoticiasacercadela marchadelainvestigaciónencurso,aunquenohabíamuchomásquedeciralrespecto.Poralguna razón,publicabantambiénunafotodesucasa.Queeraahoralamía.Leíporencimaelartículoyme alivióverquenosemencionabaminombre.Quizáloreservabanparaotraprimerapágina. Pagué la consumición y salí de la cafetería. Era un día fresco, con cielos plomizos y vientos racheados.Memetílasmanosenlosbolsillosmientrasobservabaelpasodeltráficorodado.Nome sorprendióenabsolutoverentrarenelaparcamientodelacafeteríaelcochedeladetectiveMills:era una de esas cosas que a uno le parecen coherentes como si estuvieran predeterminadas. Me incliné haciasuventanillacuandopasóamilado. —¿Meestássiguiendo?—lepregunté.Ellanosonrió. —Unameracoincidencia. —¿Deveras? Indicóconungestoelrestaurantequeteníaamiespalda. —Sueloalmorzaraquíunpardevecesporsemana—explicó—.Losmiércolesyviernes. Laestudié.Llevabatejanosyunsuéterceñidodecolormarrón.Teníaelarmaenelasientodel acompañante.Nopudeolersuperfume. —Perohoyeslunes—observé. —Esloquetedigo:unacoincidencia. —¿Deverdad? —No—rectificó—.Hepasadoportucasa.Tumujermedijoquecreíaquetalvezteencontraría aquí. Sentíunescalofríopremonitorio,nosésiporqueladetectiveMillshubieraestadobuscándomeo porqueellaymimujerhubieranrespiradoelmismoaire. —¿Quéquieresdemí? —Douglasyyoqueremosiraverteapropósitodelosarchivosdetupadre.¿Hastenidotiempo derevisarlos? —Estoyenello—dije,mintiendo. —¿Estaráshoyentudespacho?—preguntóMills. —Tengo vistas esta mañana. Luego me pasaré por la cárcel una hora, más o menos, para entrevistarmeconalgunosclientes…Yamediodíairéalbufete. Millsasintió. —Seguiremosencontacto,entonces—dijo. Se alejó conduciendo mientras yo la observaba. Finalmente, me metí en la furgoneta y me fui haciaeldespacho.Eratempranotodavía,ymisecretarianohabíallegadoaún,loqueagradecí:no hubierapodidosoportarsusojoscompungidosyladecepciónqueparecíarelucirenelloscadavez que me miraba. Prescindí de las escaleras que conducían a la gran oficina y fui a sentarme en la butacademipequeñodespacho,enlaesquinadeatrásdeledificio.Laluzdelcontestadorautomático sepusoaparpadearhastaqueyo,dejandoescaparunpequeñosuspiro,apretéelbotón.Mellevódiez minutosoírtodoslosmensajes,lamayoríadeloscualeserandeperiodistas.Todosmegarantizaban la máxima discreción…, si podía encontrar un momento para confiarles unos cuantos comentarios acercademidifuntopadre.Perounoenparticularmellamólaatención.Lallamadasehabíahecho esamismamañana,másomenosunahoraantes. El nombre de la periodista era Tara Reynolds. Yo la conocía bien. Trabajaba para el Charlotte ObserveryseocupabadelainformacióncriminalparaNorthMecklenburgyloscondadoslimítrofes de Charlotte por el norte: Cabarrus, Iredell y Rowan. Nuestros pasos se cruzaban de cuando en cuando.Ellajamáscitabaerróneamentemispalabrasoabusabadealgunainformacióninicialqueyo le hubiera dado. A menudo los casos criminales se ventilaban en la prensa y yo no era contrario a utilizarlacuandolascircunstanciaslorequerían.Ellaactuabadelamismamanera;y,sinembargo, existíaunalíneainvisiblequeningunodelosdoshubiesecruzadojamás.Llámenlorespetomutuo,si lesparece.Osimpatía,incluso. Taraeraunamujerdecincuentaytantosaños,deconstituciónrecia,ojosverdesbrillantesyvoz de fumadora. Siempre estaba desengañada de todo, esperaba lo peor de cualquiera y creía que su trabajoeralomásimportantedelmundo.Puedequetuvierarazón.Respondióalsegundotimbrazo. —Quieroquesepasquenuncahehechoesto. Fueloprimeroquemedijo. —¿Qué?—pregunté. —Limítateaescuchar.Voyacontartealgunascosas,yluegonovolveremosahablardeellas. Teníatodamiatención,pero,aunasí,mepareciódeprontoquevacilaba. —¿Dequésetrata,Tara? —Unsegundo…—Hubierapodidoasegurarquetapabaelmicrófonoconlamano:sefiltraron, sinembargo,unasvocesahogadasydespuésseprodujounsilencio—.Perdona…,losiento…—me dijo—.Voyatenerquesermuybreve.Túyasabesquetengoalgunasfuentes,¿verdad? —Lo sé. —Tara sabía de ordinario, a propósito de los casos de asesinato en el condado, más cosasquenadie,apartedelospolicíasylosquetrabajabanenlaoficinadelfiscaldeldistrito.Jamás supecómolohacía,peroelhechoesquelohacía. —Corre la voz en la oficina del fiscal del distrito de Salisbury que tu nombre está mencionándose…enexceso. —¿Cómo? —Quesehablademasiadodeti,Work.Teestáninvestigandoafondoporesecrimen.—Suvoz erabajayurgente,comosinopudieradarcréditoaaquello. —Laverdadesquenomesorprendedemasiado,Tara. —Escucha. Hay unas cuantas cosas que tal vez no sepas. Primera: han identificado la munición con que mataron a tu padre. Las balas eran de la marca Black Talons…, muy poco empleadas e ilegalesporahora.Ensímismasnosonningunapistaimportante,perohaninvestigadolosregistros delosarmeroslocales.TupadrecomprótrescajasdeBlackTalonsjustoantesdequelasretiraran delmercado. —¿Entonces…? —Esoaumentalasprobabilidadesdequefuerautilizadoeserevólver.Piensanquetúteníasacceso aél.—Unapausa—.¿Haaparecidoya? Meestabasondeando,tratandodesonsacarmeinformación. —Nolosé—respondí. —Bueno…,nolotienen,yesoresultasospechoso. —¿Quémás?—pregunté,conscientedequeteníaquehabermás.Podíaoírsurespiraciónalotro ladoyescuchéelclicdeunencendedorysusfuerteschupadasalinhalarelhumounavezprendidoel cigarrillo. —Dicen que tu coartada no se tiene en pie. —Otra pausa—. Que les mientes acerca de dónde estuviste. Eseeraelasunto. —¿Porquépiensaneso?—pregunté,sorprendidodequemivozsonaraconlatranquilidadcon quelohacía. —Nolosé,peroestánconvencidos.Añadeaesoelfactordinero,ylacosaparecesólida. —¿Estáshablandode…? —Sí,sí.Delosquincemillones. —Lasnoticiassepropaganconrapidez…—comenté. —Muchamásdelaquetúpiensas. —¿Hayotrossospechosos?—pregunté. —¿Sabes…?Mehabríapreocupadoquenomehicierasestapregunta. —¿Loshay?—insistí. —Sí.Loshay.Hubovariosnegociosenlosquealqueseoponíaatupadrelodespacharonporla vía rápida. Perdóname que te lo diga, pero tu padre era un mal bicho. Listo, pero no precisamente escrupuloso.Sacódesuscasillasaunmontóndegente. —¿Aalgunoenparticular? —Aunoscuantos.Peroaningunoquetuvieraunincentivotanobvio.Algunosexpresidiariosque fueron puestos en libertad por la época en que lo mataron. Están siendo investigados. El fiscal del distritoestátirandodetodosloscabossueltosmientrasseresuelvelacuestióndetucoartada.Ahora Millshaapretadolastuercas.Elfiscalyanoterespalda. Nomesorprendió.MillsdebíadehabercensuradoladecisióndeDouglasdepermitirmeverel escenariodelcrimen.EllahabíaconsentidomipresenciaporqueDouglasselohabíapedido.Anadie leimportaríasielcasoquedabaviciadoporculpadeeso.Alfinyalcabo,eradecisiónsuya.Millsya se apañaría si en esta ocasión soplaban malos vientos. En circunstancias normales, yo lo hubiera sentidomuchoporDouglas,porquenuestraamistadlehubieracausadoproblemas;peronoeraasí ahora.Nadapodíaimportarmemenos. Porque Douglas llevaría adelante el caso, tanto si tenía que detener a Jean como si tenía que detenermeamí.EsosignificabaqueDouglasibadetrásdelafamiliayqueelpasadoerairrelevante. Recordé nuestra entrevista en el aparcamiento, la forma como sus facciones se habían mostrado inexpresivasentornoasunarizota.Yoeraparaélunasimplepresa:metragaríaomeescupiría,igual queharíaconcualquierotro. —¿Quiéndicequemicoartadanoesbuena?—pregunté,sabiendoqueTaranopodíaayudarme. —Nolosé,perohayalguienqueaduceunmotivoparanodarlaporbuena.Lospolicíaslocreen así.Millsdicequetúlecaístebiendesdeelprincipio.Quelomásdequeteacusabaeradeentorpecer suinvestigación.Peroahorarecibemuchaspresiones.Todoelmundosabequefueellaquientellevó allugardelcrimen.Ahoravegrietasenturelatoycorrelavozdequesesientecomounniñoenuna tiendadecaramelos. —Millsesunabruja. —No quería decirlo, pero no te diré que no. Sé que aborrece a los abogados, aunque tampoco puedo censurarla a ella por eso. —Tara lo dijo en broma, pero cayó como una declaración—. Lo lamento—seexcusó—.Soloqueríaanimarte. —Mi mujer puede jurar que estuve con ella toda la noche —dije. Solo quería expresar la coartada…,vercómoreaccionabaella. —Testimonio sesgado, Work. Cualquier fiscal que se precie sería capaz de desayunarse con él acribillándoloabalazos. Estaba en lo cierto. El testimonio de Barbara era mejor que nada, pero no valía gran cosa, en especial a la luz del testamento de Ezra. Un jurado podía imaginar que una esposa mentiría por su marido.Pero,conquincemillonesdedólarespormedio,cabíadarloporseguro. —Perohayunaspectobuenoentodoesto—dijoTara—.¿Quieresoírlo?—Siguióadelantesin darmetiempoaresponder—:¿ConocesaeseabogadollamadoClarenceHambly? —Sí. —Andadiciendoquetúnosabíasnadadeltestamento.Quetupadreledioinstruccionesexplícitas paraquenosupierasnadadeélbajoningunacircunstancia.Esoleharestadoalgúnvientoalasvelas delaMills.Hamblytienemuchocrédito. Meimaginéalancianomirándomedesdesuencumbradaposiciónconunrictusdedesagradoen subocapatricia.PeroelhechodequeHamblyestuvieraconvencidodeesonosignificabaquefuera forzosamente verdad. Eso era lo que diría Douglas al jurado. Podía oír incluso sus palabras: «Yo jamásdudaríadelapalabradeestesobresalientecaballero».Despuésmiraríafijamentealjuradoy apoyaría la mano en el hombro del anciano para demostrar que los dos estaban en el mismo lado. «Estoyabsolutamentesegurodequeéljamáscomentóeltestamentoconelacusado».Acontinuación haríaunapausaparaapuntarmeconsudedosebosoycondenatorio.«Perohayotrasformas,damasy caballeros…Yelacusadoesunhombreinteligente…,unhombreeducado…».Alllegaraestepunto alzaríasutonodevoz:«¡Unabogado!Queporespaciodediezañoshacompartidounbufeteconel difunto. Que durante treinta y cinco años convivió en el hogar del pobre asesinado… ¡Su propio padre!». Asíseríasuinterpretación.Asíloharíatambiényo.Necesitabasimplementeunmotivo. «Quincemillonesdedólares,damasycaballeros.Unmontóndedinero…». —Ynoolvideslomásobvio—siguiólaperiodista—.Todavíalesfaltaelarmadelcrimen.Esun granagujero. «No tan grande como el de la cabeza de mi padre», pensé, asombrado de mi propia rudeza. Porque,siacaso,mirechazoporaquelhombrehabíaaumentadodesdesumuerte. —¿Algunacosamás?—pregunté. —Unamás—medijoTara—.Yesimportante. —¿Qué? —Nocreoquelohicieras.Poresoestamoshablandotúyyo.Nohagasquetengaquelamentarme dehaberlohecho. Comprendí lo que quería decir. Si se corría la voz de que me había contado todo aquello, sus fuentessesecaríanporcompleto.Talvezinclusopudieraverseobligadaaresponderdeacusaciones penales. —Teentiendo—ledije. —Mira,Work…Mecaesbien.Erescomounniñojugandoadisfrazarse.Notedejespillarconel culoalaire.Noseríalomismosinti.Lodigodeveras. Noestabasegurodeloquequeríadecir,peroledilasgracias. —Cuando llegue el momento —prosiguió—, cuéntamelo todo…, a mí, solo a mí. Si hay una historiainteresante,quierounaexclusiva. —Todoloquetúquieras,Tara. Laoíencenderotrocigarrillo.Murmuróalgoparasí,ydespuéssuvozsehizomásfirme: —Estoúltimoquetevoyadecirvaadolerte,Work,ytepidodisculpasdeantemano.Peroyano dependedemí. Unespantosopozoseabrióenmiestómago,ytuvelasensacióndequemicorazónseprecipitaba porél.Supequéibaadecirmeantesdequelohiciera. —Nolohagas,Tara—lepedí—.Nolohagas. —Es decisión de mi director, Work. El reportaje se publicará. No formulará acusaciones concretas…, si eso te tranquiliza. Ya sabes…: «fuentes próximas a la investigación piensan…», ese tipodecosas.Nodiráqueseteconsiderasospechoso,sinosoloqueteestáninterrogandoenrelación conelcrimen. —Pero…¿publicarásminombre? —Puedoconseguirteundía,Work…,quizádos,peronocuentesconello.Sepublicará…,yen primerapágina. Nopudeevitarunanotadeamarguraenmivoz: —Entonces…,graciaspornada,Tara. Siguióunlargosilencio,queellarompió: —Noteníaobligacióndedecírtelo… —Losé.Peroesonohacelascosasmásfáciles. —Hededejarteahora,Work.Cuídate—dijo,ycolgó. Permanecí sentado en silencio un buen rato, pensando en lo que me había dicho. Trataba de imaginareltrenlanzadoatodavelocidadquesemeveníaencima,peronopodía.Aldíasiguiente,o alotro.Eraunacolisiónenorme,demasiadointensa.Penséenlasotrascosasquemehabíadicho…, porqueteníaquehacerlo.Forzosamente. Munición Black Talons. Era difícil conseguirla. Ahora me parecía casi seguro que habían dado muerteaEzraconsupropiorevólver.Penséenmiúltimavisitaasucasa,eneldormitoriodelpiso dearribaalquecualquierapodíahabersubidoaecharseunratoparadescansarollorar.Jeanhabía ido allí buscando, quizá, cierta paz. Fue allí, entonces, donde todo empezó, en aquella noche que ahora parecía tan lejana. Habría ido en busca del revólver; todos sabíamos que era allí donde lo guardabamipadre.Mepreguntécuántasveceshabríavueltoluegoaaquellugaryenquépensaría mientrasestabaallí…¿Desearíacambiarelpasado,sipudiera? Luegoestabanlosquincemillones…Nadiecreeríaqueyonopodíadisponerenabsolutodeaquel dinero:lespareceríaunamentirademasiadoobviaeinteresada.Ylapolicíasabía,además,queyono habíapasadolanocheencasaconBarbara.Estoplanteabaungraninterrogante:¿dedóndeleshabía llegado esa información? De pronto pensé en Jean y en las palabras que trabajosamente había pronunciado su boca mientras me miraba con las mil facetas que la luz arrancaba de sus ojos llorosos…«Lohecho,hechoestá…Papáhamuertoylohecho,hechoestá». PeronopodíaalejardemimentelaimagendeTara.¿Porquémeayudaba?¿Quéeraloqueme había dicho? ¿Que yo era como un niño jugando a disfrazarme? ¿Así me veía ella, como un niño empeñadoenponermeeltrajedemipadre?Medicuentadequeteníarazón,aunqueseequivocaraen su razonamiento. Porque, si parecía un niño disfrazado, era porque el traje de mi padre jamás me sentaríabien.Elproblemanoestabaenlatalladelapersona,sinoenlaeleccióndeltraje:unaverdad que yo me estaba viendo forzado gradualmente a aceptar. Los buitres volaban en círculo buscando unacarroña,uncuerpoconelquealimentarlaruidosamáquinaqueeralajusticia.Yyosabíacon seguridadquemipadrejamásseofreceríaalavista.Nuncapodríahaberhechosemejantesacrificio. Yo rezaba para que se me concediera la fuerza necesaria para hacer lo que tenía que hacer. Me imaginaba a mi hermana, y eso me ayudaba a encontrar esa fuerza. Pero el pánico acechaba en mi interior,alaespera,yyoalejabademíesospensamientosenterrándoloscomoalgoodioso. Jean tenía razón. Mi padre estaba muerto, y lo hecho, hecho estaba. Solo una cosa importaba ahora. Me recliné en la butaca que había empleado durante muchos años y estudié las paredes del despacho, en las que colgaban diplomas y mi título de abogado. Lo vi todo como si fuera por primera vez. Allí no había toques personales, ni pinturas ni fotos, ni siquiera una fotografía de mi mujer.Eracomosiunapartedemíjamáshubieseaceptadomivida,yvieraquetodoestoeratansolo temporal.Y,sinembargo,paramíeracierto,eraunapequeñapartedemí.Hastaaquelmomentotodo ello me había parecido bastante normal. Pero era consciente de que en solo cinco minutos podía abandonar aquella oficina y que sería como si nunca hubieran existido los últimos diez años. La habitaciónnocambiaríaapenas.«Comonocambialaceldadeunaprisión»,medije.Elbufetenome echaría de menos, y una parte de mí necesitaba prender fuego a todo. Porque… ¿qué importancia podíateneresoahora?Laceldadeunaprisiónsepareceaotraceldacomounagotadeaguaaotra gota. «Tendríaquehaberfotosenlasparedes»,pensé.Yarenglónseguidodecidítelefonearalagranja Stolen.Medijeamímismoquelohacíaparadisculparme,paraintentarunavezmásponerenorden elpasado,peronoeratodalaverdad:necesitabaoírsuvoz,necesitabaoírledecirunavezmásque meamaba. Peronohuborespuesta. Paracuandosalíhaciaeltribunal,elcielosehabíaencapotadoyahoraestabatapadoporgrandes nubarronesqueamenazabanlluvia.Tuvelasensacióndeagacharmebajolapresióndeaquelcielo,y teníaelcuerpoinclinadocuandoentréeneledificiodelosjuzgados.Habíaesperadoencontrarque todos me trataban de distinta manera, como si estuvieran al tanto de todo, pero no fue así. Había imaginadolopeor,unrechazopúblico,peroendefinitivafuesoloundíamásenlosjuzgados.Asistí, pues,casiensilencioalalecturadelasvistasprogramadas,dirigiéndomealtribunalamedidaque ibasiendoleídalalistadecausas:estaparapresentarunapetición,estaotraparaservistaenjuicio. Despuéssalíaencontrarmeconmisclientesenelatestadovestíbulo. Eran casos insignificantes, faltas o delitos menores en general; tenía que echar un vistazo a las carpetaspararecordardequéseacusabaamisclientes.Latípicamorralladeloslunes…,salvoun muchachoque,enmiopinión,talvezfuerainocente.Habíaelegidosucasoparapresentarloajuicio. Estábamosdepiejuntoalapuertadelasala,envueltosenhumodetabacoyutilizandoyocomo escritoriouncubodebasura.Habléprimeroconotrodelaposibilidaddepresentarunapetición.Era un hombre de cuarenta y tres años, obeso y divorciado. Asentía compulsivamente mientras le hablaba,conellabioinferiorentreabiertosobreunosdientesmanchadosporeltabacoylacamisa empapada ya por un sudor dulzón y enfermizo. Los «sudores del pánico», como los llamábamos. Eranalgofrecuente.Paralamayoría,unjuiciocriminaleraunasituaciónextraña,algoquenuncase producíarealmente.Peroque,depronto,sehacíarealidad:oíastunombrepronunciadoenvozaltaen unahabitaciónllenadecriminales,alguacilesarmadosyelrostroseverodeljuezpresidiéndolotodo. Haciaelmediodía,laatmósferadelvestíbuloseríasofocante,yestaríallenoarebosar;enelinterior delasalatodavíaseríapeor.Paraesedíasehabíanprogramadoquinientoscuarentacasos:todoun microcosmos de codicia, ira, celos y lujuria. Podías pensar cualquier emoción: allí encontrarías el delito que la encarnaba. Y todos ellos se movían a nuestro alrededor, como un mar ilimitado: uno buscandoasuabogado,otroasutestigo,eldemásalláasuamante.Otrosbuscandosolofumarun cigarrilloparamatarelratohastaquelollamaranacomparecer.Muchoshabíanpasadotantasveces a través del sistema judicial, que ya eran gatos viejos. Otros, como mi representado, conocían por primeravezlossudoresdelpánico. Lohabíanacusadodeagresiónsexualaunamujer,undelitograveclasificadocomoAl,próximo alafelonía.Vivíafrentealacasadeunajovenmuyatractivaquehabíaestadosufriendoproblemas matrimonialesconsumarido,unpastordelaIglesia.¿Quecómosabíaestomicliente?Puesporque durante meses había estado utilizando un escáner para interceptar sus llamadas telefónicas inalámbricas.Duranteestetiemposehabíaconvencidoasímismodequelacausadelosproblemas delmatrimonioeraquelamujerestabaenamoradadeél…,unasuposiciónquecualquieraquetuviera ojos en la cara podía decir que era absurda. Pero que él creía a pies juntillas. La creía ahora, lo mismoqueseissemanasatráscuandoselashabíaarregladoparaentrarenlacaravanadelapareja,la habíaempujadocontralaencimeradelacocinayhabíarestregadosusexoporencimadeldeella.No había habido violación, ni penetración, puesto que en todo momento habían conservado las ropas puestas. Se mostraba reticente a la hora de explicar por qué había acabado dejándola. Pero yo sospechabaquehabíatenidounaeyaculaciónprematura. Yadesdenuestraprimeraconversaciónhabíaexpresadosudeseodeirajuicio.¿Porqué?Porque decía que ella había querido que hiciera lo que hizo. Y, por lo tanto, no merecía ser castigado por ello.¿Osí? «Noestaríabien,seloaseguro.Ellameama.Ellalodeseaba»,mehabíadicho. Yoodiabaalosquesudanporefectodelpánico.Teescuchan,perosiemprebuscabanacercarse demasiadoati,comosirealmentepudierassalvarlos.Tressemanasantesnoshabíamosencontrado enmidespachoymehabíacontadosuversióndelahistoria.Laversiónquedabalavíctimaerala previsible:queapenasloconocíadenombre,queloencontrabarepulsivofísicamenteyquenohabía podido dormir una noche entera desde el día en que aquello ocurrió. Me pareció completamente merecedoradecrédito.Unamiradaaellayeljuezdejaríacaerelmartillosobremidefendido.De esonocabíalamásmínimaduda. Alfinalconvencíamiclientedequeleconveníaaceptarunaacusacióndeagresiónsinmás.Era un cargo menor, y yo haría un trato con el fiscal del distrito. Lo sentenciarían a realizar algún serviciocomunitario,peronoaunapenadecárcel. En el vestíbulo vi cómo se pasaba la lengua por los labios y distinguí saliva reseca en las comisurasdesuboca.Necesitabaexplicarleloquecabíaesperarydecirlecómoteníaquedirigirseal tribunal.Peroélsolodeseabahablardeella.¿Quémehabíadichodeél?¿Quéaspectotenía?¿Qué ropallevabapuesta? Tenía,ensuma,todoslosnúmerosparaconvertirseenmiclienteparatodalavida.Lapróxima vez,lepodíasalirpeor. Leadvertídequeeljuezordenaríaquesemantuvieraalejadodelavíctimayqueelacercarsea ella supondría una violación de los términos del alegato. Él no lo entendió o, si lo hizo, no le importóenabsoluto;peroyohicemitrabajo,porrepugnantequefuera,ypudovolverasuagujeroy asusoscurasfantasíasacercadelamujerdelpredicador. Misegundoclienteeraunjovenderazanegra,acusadoderesistenciaalaautoridad.Elpolicía dijoquehabíaentorpecidounarrestoyquehabíaincitadoalamultitudquepresenciabalaescenaa dargritoscontralosagentes.Micliente,empero,contabaunahistoriacompletamentedistinta.Habían hecho falta cuatro policías blancos para detener al hombre de raza negra que había sido arrestado. Cuandoeloficialqueestabaalmandohabíapasadojuntoamicliente,veníafumandouncigarrillo,a lavistadelocualmiclientehabíacomentadoenvozalta:«Estaeslarazóndequenopuedadetenera nadie:queestáustedfumando».Eloficialsehabíaparadoparadecirle:«¿Quiereustedqueloenvíea la cárcel?». Mi cliente había soltado una carcajada: «Usted no puede detenerme por eso», le había dicho. Elpolicíalehabíapuestolasesposasylohabíametidoenelcochepatrulla.Yenesasestábamos ahora. Yodabacréditoalrelatodemicliente,sobretodoporqueconocíaaaqueloficialdepolicía.Era unhombregordo,malhumoradoyqueempalmabauncigarrilloconotro.Eljuezlosabíatambién. Asíquepenséqueteníamosposibilidadesdelograrunaabsolución. Lavistadurómenosdeunahora.Miclientesaliólibre.Avecesresultafácilencontrarunaduda razonable. Otras veces, no. Mientras le estrechaba la mano y me alejaba de la mesa de la defensa, miréporencimadesuhombroyviaDouglasdepieenelpequeñoentrantequehayalfondodela sala de vistas. Él no solía acudir al tribunal del distrito, no sin algún motivo especial al menos. Levanté la mano para saludarlo como de costumbre, pero él se mantuvo con los brazos cruzados sobreelpecho.Apartélavistadesusojosentornadosparadespedirmedemifelizclientey,cuando mevolvídenuevoamirarlo,Douglashabíadesaparecido. Esta circunstancia disipó de golpe la última de mis ilusiones, dejándome desnudo ante las verdades que llevaba toda la mañana sin querer aceptar. De pronto la sala pareció dar vueltas y un sudor repentino y caliente bañó mi rostro y las palmas de mis manos: los sudores del pánico, surgidos esta vez desde dentro de mí. Abandoné la sala con pasos vacilantes, pasé junto a otros abogadossinoírlosniverlos.Mehundíluegoenlamasahumanaqueseapretujabaenelvestíbulo, buscandoatientasmicaminocomosiestuvieraciego.Tropecécasicontralapuertadeloslavabosy noperdítiempoencerrarladeunodelosretretes.Lascarpetassemecayerondelasmanosalsuelo en el instante en que mis rodillas chocaron contra las húmedas baldosas sucias de orines. Y finalmente,enunaarcadaquemeparecióinterminable,vomitéenelhediondoinodoro. 17 Finalmente,meincorporé.Salíalexteriorybusquéelairefresco,quesoplósobremirostroylo barrió dejándolo limpio. A mi espalda se alzaba el edificio de los juzgados, pálido contra un firmamento monolítico. La luz era plateada y tenue, una luz fría. Abajo, por la acera, pasaba un reguero continuo de gente: personas normales, que hacían cosas normales, aunque parecían encorvadas por el peso del firmamento, inclinadas hacia la acera mientras iban colina arriba hacia restaurantes y tiendas. Ninguna de ellas miraba hacia los juzgados al pasar por delante. Probablementenisiquieralesdedicabanunpensamiento;enciertamanera,lasodiaba,odiríamejor quelesteníaenvidia. Mis ojos se desplazaron calle arriba hasta la descolorida puerta del bar local del centro. Necesitabaalmorzar,peroqueríaunabebida.Ladeseabatanvivamente,quecasinotabasusaborenla boca. De pie allí, mientras fantaseaba sobre una cerveza fría, me di cuenta de lo mucho que había estadobebiendoenlosúltimosaños.Nomepreocupaba.Erasoloelmenordemisproblemas,una pequeñarevelaciónentreotrasmuchomásgraves.Perodecidíacabarconél.Asípues,meencaminé aldespachobajandoporlaampliaescalinatadelosjuzgados. Una vez en la acera giré hacia la zona de los abogados. Iba mirándome los pies, así que tardé unos momentos antes de advertir miradas extrañas pero, finalmente, caí en la cuenta de ellas. Mientrascaminaba,lagentesedeteníaamirarme…,personasconocidasmías:unpardeabogados, unaseñoraquetrabajabaenlasoficinasadministrativas,dospolicíasquesedirigíanaljuzgadopara declarar en un juicio. Todos se detenían para verme pasar, y yo tenía una sensación de irrealidad, como si estuvieran congelados en el tiempo. Veía con gran claridad sus expresiones: incredulidad, curiosidad, desagrado. Había murmullos también cuando abogados a los que conocía desde hacía diezañossenegabanamirarmeycuchicheabanentresítraslapantalladesusmanos.Mispasosse hacíantorpesylentosmientrascruzabaaquellaextrañaescenayporunmomentohastasemeocurrió que caminaba hablando para mí mismo o que llevaba la bragueta abierta. Pero cuando doblé la esquinaysalíalazonadelosbufetesdelosabogadosmedicuentadelainsoportableverdadylo entendítododerepente. Lapolicíasehabíapresentadoenmidespachoysehallabaenelinterior.Habíacochespatrulla frente a la entrada, iluminándola con sus luces centelleantes. Vehículos sin identificación habían aparcadoaltuntún,condosruedasenlaacerayotrasdosenlacalzada.Losagentesentrabanysalían de mi despacho llevándose cajas. Los curiosos formaban grupos dispersos: pude reconocer a casi todosellos:eranabogadosquetrabajabanenlasoficinaspróximas.Sussecretarias.Susbecariosy sus ordenanzas. La mujer de uno de ellos se llevó la mano a la garganta, como si temiera que yo pudierarobarlesusjoyas.Mequedéhelado,perodealgúnmodomantuvemiairededignidad.Solo unabogadoseatrevióamirarmealosojos,perosumiradafuecomoyohabíaimaginadoquesería. Douglassehallabaalgoapartado,enfundadoenunabrigogrisquelesentabacomosifueraunsaco. Estabadepiejuntoalapuertaynuestrosojosseencontraroncomoporuntácitoacuerdo.Despuésél sacudiólacabezayvinohaciamíapartandoalamultitud.Mecostóunesfuerzodevoluntad,perofui haciaélparaencontrarnoslosdosenplandeigualdad. Él levantó las manos con las palmas hacia arriba, pero yo fui el primero en hablar. La gente respetabaladistanciaynosobservabaensilencio. —Supongoquetendrásunaordenderegistro—ledije. Douglastomónotademiaspectoymedicuentadequevioloqueesperabaencontrar.Conlos ojosenrojecidos,caradeandarhuyendo…Eralavivaimagendelaculpabilidad.Cuandohabló,no habíatristezaensumirada. —Sientohabertenidoquellegaraesto,Work,peronomehasdejadootraelección. Los agentes de policía seguían entrando y saliendo de mi despacho. Al mirar por encima del hombrodeDouglas,distinguíporprimeravezamisecretaria,quedabalaimpresióndefragilidady abatimiento. —Siemprehayotraelección—dije. —Noenestecaso. —Megustaríaveresaorden. —Porsupuesto.—Douglassacólaordenylamirésinleerla.Algonoencajabaenaquelcuadroy necesitabatiempoparaaveriguarquéera.Cuandolodescubrí,fueundurogolpeparamí. —¿DóndeestáMills?—Miréamialrededor.Nohabíanirastrodesucoche. Douglasvaciló,yfuesutitubeoloquemerevelólaverdad. —Estáenmicasa,¿no?¡Estáregistrandomicasa! —Tómateloconcalma,Work.Tranquilízate.HagamosestocomoDiosmanda.Losdossabemos cómovanestascosas. DiunpasohaciaélynotéporprimeravezqueeramásaltoqueDouglas. —Sí,yasécómovanestascosas.Tútesientesfrustradoymesacasamídemiscasillas.¿Crees quelagenteolvidaráesto?—añadíconunademán—.Miraatualrededor.Nadavolveráaserigual. Douglas estaba inconmovible y no se conmovió. Miraba mi barbilla tan de cerca que hubiera podidoalargarloslabiosybesármela. —No me lo pongas más difícil de lo que ya es. ¿Vale? Ninguno de nosotros desea estar ahora aquí. Nopudeevitarqueelsarcasmoafloraraamivoz. —TeestásolvidandodeMills—observé. Douglassuspiró:suprimerindiciodeemoción. —Ya te dije que no la cabrearas. Te lo advertí. —Dudó como si no acabara de decidirse—. No deberíashaberlementido. —¿De qué mentira me hablas? —pregunté, en un tono de voz más alto de lo que pretendía—. ¿Quiéndicequehementido? Mesorprendiódeprontouncambioensucara.Diolaimpresióndequeseablandaba.Meagarró porelbrazoymealejódelamuchedumbredecuriosos.Juntoscaminamosporlaacerahastallegar fueradelalcancedesusoídos.Vistosdelejospareceríamoscomponerunaescenahabitualenundía normal en la zona de los abogados: dos de ellos cambiando impresiones sobre un caso o compartiendounchistedemalgusto.Conlaúnicadiferenciadequeaquelnoeraundíanormal. —Te lo estoy diciendo porque consta en la declaración jurada que ha apoyado la orden de registro,yporqueensumomentotendrásaccesoaella.Nohabríamospodidoconseguiresaorden sinindicarunacausaprobable… —Nomevengasconclasesacercadelaleysobreregistroyobtencióndepruebas,Douglas.Ve derechoalgrano. —SetratadeAlexShiften,Work.Contradicetucoartada.LedijisteaMillsquelanocheenque murió tu madre, tú, Jean y Ezra fuisteis a casa de Ezra al salir del hospital. Le dijiste también que despuésdedejarlacasadeEzrafuistedirectamentealatuyaypasasteallítodalanocheconBarbara. Alexafirmaqueesonoescierto:lohadeclaradobajojuramento,dehecho. —¿CómodiablospodríasaberAlexsiesoesciertoono? Douglassuspiródenuevoymedicuentadequeaquellaeralapartequemásloincomodaba. —SelodijoJean.Tuhermanafueatucasamástardeesanoche.Dicequequeríahablarcontigo. Llegóallíenelmomentoenquetúteibas.Esodebiódeserbastantetarde,enalgúnmomentodespués delasdoce.ViocómoteibasconelcocheyluegovolvióasucasayselocontóaAlex.Estaselo dijoaMills,yenesasestamos.—Hizounapausayseinclinóhaciamí—.Nosmentiste,Work.No noshasdejadoelección. Bajélavistaycerrélosojos.Lossucesosdeaquellanochecomenzabanaaparecerclarospara mí.JeansiguióaEzraalcentrocomercialyallílomató.Luegofueamicasaatiempodevermesalir paralagranjaStolen.Sabía,pues,quemehabíamarchado.YselocontóaAlextambién.Peroloque ningunadelasdospodíasabereraadóndehabíaidooquéhabíahecho.Loúnicoquemepreguntaba yoahoraeraelmotivo.¿PorquéhabríaidoJeanamicasa?¿Yteníaaúnensupoderelrevólverde Ezracuandollegóallí? Cuando levanté de nuevo la vista, vi que Douglas había adoptado una postura de paciente complacenciayledediquéunafríasonrisa. —Tuordenderegistroseapoyaenuntestimoniodeoídas,Douglas. —Tampocotienesquedarmeclasestúamí,Work.PrimerovinoAlex,peroluegointerrogamos aJean.Seresistíaadeclarar(deberíassaberlodesobra),perocorroborólodeclaradoporlaShiften. Mesentímareadodenuevomientrasunsudorfríoatenazabamicuelloydescendíapormiespina dorsal.VielrostrodeJean,elferozabandonoqueseplasmabaensusojosmientrassollozaba:«Papá está muerto…, y lo hecho, hecho está… ¿Verdad, Alex? Es así, ¿no?». Lo que me hundía, sin embargo,erasaberqueellaselohabíacontadoalapolicía.Douglassedabacuentadeeso;loleíaen susojos. NotélosdedosdeDouglasalrededordemibrazo. —NoirásadecirmeahoraqueJeanmiente,¿eh,Work?Jeanjamásmentiría.Nuncaacercadeuna cosaasí. MirémásalládeDouglas,observandoaaquellamultituddegentequehabíansidocompañerosde trabajocuandomenos,einclusoamigosenelpeordeloscasos.¿Quéeranahora?Loshabíaperdido por completo. Se habían alejado ya de mí como si estuviera en prisión. La serpiente del temor se desenroscabaenmivientreperolasoslayépararesponderalfiscaldeldistritolomejorquepodía. —Nopuedoimaginarmequeellainventaraeso,Douglas.Jean,no. Así era. Yo había dejado mi casa pasada medianoche, y, por lo visto, Jean me había visto salir. Pero…¿quéhabíacreído?¿Sehabíaconvencidoasímismadequeyohabíamatadoanuestropadre? ¿Habíallegadoaeseextremo?¿Oestaríasimplementefingiendo?Silamuerteerasuficientecastigo paraelhombrequehabíamatadoanuestramadre,¿cuáleraelquememerecíayo?Habíahechomía laverdaddeEzra.¿Cuántopodíaodiarmeporhaberhechoeso? —Barbaraapoyamicoartada,Douglas.Estuveconellatodalanocheyellalodeclararáasí.No tienesmásquepreguntárselo. —Yalohemoshecho—dijoDouglas. —¿Cuándo?—pregunté,atónito. —Estamismamañana. Ahoraloentendía. —Mills —dije—. Ha hablado con Barbara esta mañana. —Imaginé a Mills en el restaurante. Estabaalcorrientedequeeljuezaccederíaadictarlasórdenesderegistro.Poresoqueríasabermi horario—.¿Vasadetenerme?—pregunté. Douglasfruncióloslabiosyapartólavista,comosilapreguntaloturbara. —Seríaprematuro—dijofinalmente,loquesignificabaqueaúnnoteníapruebassuficientespara procederaunarresto.Entoncesloentendí.SiBarbaralehubieradichoalgodiferente,Douglashabría obtenidotambiénunaordendedetención.Poresohabíanesperadotantoparainterrogarla:sabíanlo quelesdiríayqueunaconfirmacióndemicoartadapodríaperjudicarsusolicituddeunaordende registro. El juez hubiera podido dudar. O sea que más valía, en su opinión, conseguir primero la ordenderegistro.YsiBarbaraleshubieradichoalgodistintoqueinvalidaramicoartada,Douglasy yoestaríamosmanteniendoahoraunaconversaciónmuydiferente. Asentí y me dediqué a estudiar por última vez aquella escena callejera como si tratara de memorizarlaspequeñascosasquesiemprehabíadadopordescontadas. —Deacuerdo.Entonces,procuraréapartarmedetucamino. EmpezabaairmecuandoDouglashabló: —Sideseashacerunadeclaración,seríaunbuenmomento,Work. Mevolvíeinclinéelcuerpohaciadelante: —¡Quétezurzan,Douglas!Ahítienesmideclaración. Douglasnisiquierapestañeó. —Esonoteayudarágrancosa,Work. —¿Quieresquetelopongaporescrito?—lepregunté. Douglasfruncióelceñoymiróatrás,amioficina. —NoledigasaJeannadadeesto—mepidió—.Tieneyademasiadosproblemasparaquetúle causes más ahora. No quiero que la enredes confundiendo las cosas para ella. Ha hecho ya una declaraciónjuradayesoesloqueimporta. —Túnotienesautoridadparaeso,Douglas.Nopuedesordenarmequememantengaalejadode mihermana. —Pues,entonces,teharéotraadvertencia:interfiereencualquieretapadeestainvestigaciónyme veráscaersobreticonunadurezaquetepareceráimposible. —¿Algunacosamás?—pregunté. —Sí.Otramás.Hamblylegalizóhoyeltestamentodetupadre.¡Enhorabuena! Loseguíconlavistamientrassealejaba.Endirecciónamidespacho.Amivida,pordecirlode otramanera. Desaparecióenelinterior,yloscuriosossearremolinaronjuntoalapuerta.Enaquelinstante,me sentíademasiadofuriosoparaatemorizarmeysolomepreocupabalafacilidadconquehabíahecho trizas la envoltura de seguridad que protegía mi vida. De nuevo advertía sobre mí las miradas de todos,peroyanoerandecuriosidad.Eso,sobretodo,eraloquemásmerepugnaba.Yoconocíaa aquellaspersonas,yellas,asuvez,meconocíanamí.Sinembargo,encadaunadesusmiradasse hacía patente que no me veían solo como un sospechoso, sino que me condenaban; que estaba allí solo en una tierra hostil. Preferí, pues, marcharme. Rodeé la manzana caminando y volví al aparcamientodelapartetraseradeledificio.Unavezallí,memetíenmifurgonetaysalícondestino desconocido. Alcabolleguéalparque:teníamicasaenfrente,comosifueraladeunextraño.Resplandecíaen laluzdelatardeceryparecíamásaltadelonormalcontraelcielodeungrismetálico.Tambiénallí estabanlospolicías,unadocenaalmenos,ymisvecinossehabíancongregado,comomiscolegas, para ver qué pasaba. En menos de una hora la noticia recorrería toda la ciudad. Veía ya en mi imaginaciónexpresionesdeincredulidadyasombro,perotambiénestaríapresenteenelfondouna corrientedeemociónauténtica,anteeloscurotemordeotrocolapsomásextremoaún.Sesoltarían laslenguasydeellasemergeríalafiguradeEzracomoelhéroemartirizado,eltrabajadorybrillante hombredeleyesquehabíasacadoasufamiliadelapobrezasoloparaafrontaraltérminodesuvida aquellainjustarecompensafinal.Ahoraloveía:lohabíaasesinadoporeldinero. Imaginéasimismoalapolicíadentrodemicasa.Enconcreto,merepresentéaMillsmanoseando miscosas,miscajones,miescritorio.Mirandoenelinteriordemiarmario,bajomicamayenmi desván.Nadaseríasagradoparaella.Millsseocuparíadeeso.Mividaseríadesnudada,etiquetaday metidadentrodebolsas.¡Conocíabienaesagente,malditasea!Yahorasabíandemícosasqueno erandelaincumbenciadenadie,salvodemímismo.Quécomía.Québebía.Quémarcadedentífrico usaba.Laropainteriordemimujer.Nuestrométodopreferidoparaevitarelembarazo.Todoaquello me cabreó tanto que, en lugar de marcharme, conduje la furgoneta a la casa. Barbara estaba allí, caminandoporlaentradadecoches,presadelpánicoydeladesesperación. —¡Gracias a Dios! —exclamó—. ¡Oh, gracias a Dios! He intentado llamarte por teléfono. He intentado… Laestrechéentremisbrazosporefectodelacostumbre,sensibleasupánico,peroanadamás. —Losiento.Estabaeneltribunal.Yteníadesconectadomimóvil. Ellaempezóasollozar,conlavozapagadapormipecho. —Llevan aquí horas, Work. Han mirado todo. ¡Y se están llevando cosas! Pero se niegan a decirmequé.—Seechóhaciaatrás,conlosojosencendidos—.¡Hazalgo!Túeresabogado…,por amordeDios.¡Hazalgo! —¿Tehanmostradounaorden?—lepregunté. —Sí.Mehanenseñadoalgo,noséqué.Peropiensoqueeraunaordenderegistro. —Pues,entonces,nopuedohacernada.Losiento.Odioestotantocomotú.—Intentéabrazarlade nuevo, para ofrecerle lo que pudiera darle, pero ella me rechazó con dureza empujando mi pecho conlasmanos. —¡Maldita sea, Work! ¡No sirves para nada, por Dios! Ezra no habría permitido jamás que sucedieraesto.Sehabríaopuestoylospolicíasnohubieranrechistadosiquieraparanoincomodarlo. —Sealejódemíabrazándosefuertementeasímisma. —Yonosoymipadre—dije,conscientedelosmuchossentidosqueteníaestafrase. —¡Tienes toda la razón en decirlo! —me espetó Barbara. Después señaló con un gesto a la multituddecuriosos—.Vanatenerunbuendíadefiestaconesto…Esoyatelopuedodecir. —¡Quésejodan! —No…, jódete tú, Work. Es nuestra vida. Mi vida. ¿Tienes idea de lo que significa esto? ¿Lo sabes? —Piensoquesémejorquetúloquesignifica—repliqué,peroellanoqueríaoírme.Lointentéde nuevo—:Escucha,Barbara.Vanahacerestoconosinnosotros.Nohayningunarazónparaquenos quedemosaquí.Déjamequetelleveaalgunaparte.Entraréyprobaréasacaralgunasdetuscosas. ¿Vale?Notienesnecesidaddevertodoesto.Despuéstellevaréaunhotel. Ellaestabayasacudiendolacabeza. —No.VoyairacasadeGlena. Lamomentáneacompasiónquehabíasentidopormiesposaseevaporóenuninstantedejándome helado. —AcasadeGlena—repetí—.Claro… Cuandosevolvióhaciamí,surostroaparecíamalhumorado: —Mañana,Work.Mañanahablaremos.Ahoranecesitomarcharme.Losiento.—Diomediavuelta. Comosiobedecieraaunaseñal,enaquelinstanteseoyóunclaxonyvienlaaceradedebajodela casaelMercedesnegrodeGlenaWerster.Cuandomiesposasevolviódenuevoamirarme,pensé quehabíacambiadodeidea—.Túhacesqueestonofuncione,Work…—dijoconfrialdadglacial—. Hacesqueasínopodamosseguir.Nopuedosoportarlo.—Empezóavolverse. —Barbara…—dije,dandounpasohaciaella. —Teverémañana.Hastaentonces,déjamesola,porfavor. La seguí con la mirada mientras bajaba por el camino de acceso de coches, hasta que subió al elegantevehículo.AbrazóaGlenayenseguidadoblaronlasdosporlaesquinaendirecciónalclub de campo y a la fortaleza de la casa de Glena. Mientras yo miraba en dirección al parque se me ocurrió un pensamiento horrible. Barbara no me había preguntado si yo lo había hecho. Ni se le habíaocurridoplanteareltema. De pronto noté una presencia a mi espalda y supe que era Mills antes de volverme. Vestía pantalones azules y una cazadora a juego. No le vi el arma. Su expresión era serena, lo que me sorprendiópuesesperabadetectarantagonismo.Ounaexpresióndetriunfo.Perotendríaquehaberla conocidomejor:Millseraunaprofesionalynodisfrutaríadesuvictoriahastahaberconseguidouna condena.Despuésdelocual,todaslascuentasquedaríansaldadasyyoprobablementerecibiríasus tarjetasdeNavidadenlacárcel. —¿Dóndeestátucoche?—mepreguntó. —¿Cómo?—Supreguntamepillódesprevenido. —TuBMW.¿Dóndelohasdejado? —Noteentiendo. —Notehagaseltonto,Work.Estáincluidoenlaordenderegistro.Quieroverlo. Porsupuestoquenecesitabaverelcoche.¿Quiénsabíaloquepudierarevelarmedianteunbuen análisisforense?UncabellodeEzraenlamoqueta.Manchasdesangreenelmaletero.Mientrasle respondía,medicuentadelofalsasquesonaríanmisexplicaciones. —Lohevendido. Estudiómirostrocomosipudieraleeralgoenél. —Muyoportuno—dijo. —Meracoincidencia—observé. —¿Cuándolovendiste? —Ayer. —¡Ayer!—repitió—.Llevasañosconeseautomóvil.Lovendesapenasunosdíasdespuésdeque hayaaparecidoelcadáverdeEzra,justoeldíaantesdequeyoejecuteunaordenderegistro…,¿y pretendeshacermecreerqueesunacoincidencia?—Yomeencogídehombros—.¿Porquévendiste elcoche?Dímeloparaquequedeconstancia. Habíaenellounaamenazaclara.Respondíconunasonrisainconsciente: —Porquealguienmedijoquedejaradedarmeimportancia. —Estásjugandoaunjuegomuypeligroso,Work.Teloaviso. —¡Estáisenmicasa!¡Enmidespacho!Dametodoslosavisosquequieras.Paratuinformación, lo vendí porque me apeteció hacerlo, porque no encajaba conmigo; aunque eso es algo que tú no entenderásnunca.Pero,siquieresperdereltiempo,puedesencontrarloenesecompraventaquehay enlazonaoestedelaciudad,elqueestáenlainterestatal150.Túmisma. Estabaenfadada.Conelcochefuerademicontrol,suvalorcomofuentedepruebassereducía muchísimo.Yosabíaqueesonoimportaba,porqueelcochenoteníanadaqueverconlamuertede Ezra,peroellaloignorabayporuninstantedisfrutéviéndolaperdersucompostura.Talcomoestaba todo,eraunavictoriapírrica,perolaaprovecharía. —Quiero ver la furgoneta también —dijo Mills indicando con un gesto el viejo vehículo que parecíaencogidoalpiedelacasa.Enaquelmomento,eratodoloqueyoposeía. —¿Semencionaenlaordenderegistro? Untitubeo. —No—reconocióporúltimo. Lerepliquéconunacarcajadagrosera. —¿Meestáspidiendomiconsentimiento? Millsmemirófijamente: —Estásagotandolaescasabuenavoluntadqueaúntetenía.Losabes. —Oh, ya sé… Hemos cruzado ese puente. Tú quieres mi furgoneta… Consigue otro mandamientojudicialparaella. —Loharé. —Perfecto.Pueshastaentonces,nilosueñes. A pesar de tener ambos los ojos cerrados, noté que la recorría una emoción reprimida y que aquelloibamásalládeloprofesional.Ellameodiaba.Queríavermeencerrado,ymepreguntésino habríaalgomásenelcasoquejustificarasuinquina…¿Algopersonal,quizá? —¿Nohabéisacabadoyaaquí?—pregunté,señalandolacasaconunademán. Mills me mostró sus dientes. Eran pequeños y muy blancos, salvo uno de los de delante, que amarilleabaligeramente. —Todavíano—dijo,ymedicuentadequeestabadisfrutandoconeso—.Puedesentraryvigilar, siquieres.Estásentuderecho. Micontrolserelajó. —¿Tieneustedalgúnproblemaconmigo,detectiveMills? —Nohaynadapersonal—respondió—.Tenemosuncadáver,unrevólverperdidoyunhombre quetienequincemillonesderazonesparamentirmeapropósitodedóndeestuvolanochedeautos. Essuficienteparamí,yhasidosuficienteparaquemeextendieranunaordenderegistro.Situviera algomás,tedetendría.Esotedaráideadeloseguraqueestoy.Y,siesosignificatenerunproblema contigo,puessí,lotengo.Asíqueentraoquédateahífuera…,loquequieras.Pormiparte…,yono he hecho más que empezar. —Se volvió para irse, pero al instante dio media vuelta y me miró levantando el dedo hacia arriba como si lo tuviera en erección—. Y que quede claro: buscaré ese coche y, si resulta que me has mentido acerca del lugar donde está, tendré contigo otro problema más. Meacerquéaella,alzandoeltonodemivozparaequipararloconeldeella. —Muy bien. Haz tu trabajo. Pero recuerda que soy experto en hacer trizas esa clase de mandamientos. No solo en cuanto a la forma como estén redactados, sino en la manera como los ejecutan.Veconcuidadoencómoloutilizas.Vuestrocasotieneyaunenormeagujero. Aludía a mi presencia en el lugar del crimen, y pude ver que mi comentario daba en la diana. SabíaperfectamentequépensabaMills.Cualquierindiciofísicoquemerelacionaraconelescenario delcrimenpodíareferirsealdíaenqueencontraronelcuerpodeEzra,noaldíaenqueloasesinaron. Unabogadodefensorqueconocierasuoficiopodríavalersedeesoparacrucificaraunjurado.Mills teníamotivosparapreocuparse.Noshabíamosenfrentadomuchasvecesenlostribunalesysabíaque yoeracapazdeaprovechartodoslosresquicios.Sisepasabaconaquelmandamiento,eljuezpodría rechazarelcasoantesinclusodellevarloajuicio.¡Sindarlesiquieralaoportunidaddeconseguiruna condena!Alobservarelrictusdesuboca,sentíunapequeñasatisfacción.Sí…,yoteníaqueproteger a Jean, pero eso no significaba que tuviera que facilitarle las cosas a Mills, Douglas o a cualquier otro.Habíaunalíneaclaraentrelounoylootro. —Entraréparallevarmeamiperro—dije—.Amenosquequierasregistrarlotambiénaél.—No respondiónada,yselimitóaapretarlamandíbula—.Ycuandotodoestohayaacabado,esperoque mepresentéisvuestrasexcusas. Eraunfarol.Nohabíaformaalgunadequeaquelloacabarabienparamí. —Yaveremos—dijo;despuésdiomediavueltaysemarchósinmás. —Cerradcuandohayáisacabado—legritémientrassealejaba,perofueungestoinane. Lehabíaasestadounpardegolpes,peroellahabíavencidoelasaltoylosabía.Yaenlapuerta,se volvióamiraratrás.Medirigiólamismamiradafríadescubriendosudienteamarillentoyenseguida semetióenlacasa. 18 Memetídentrodemifurgonetayescapédeallí.Dejéatrásloscoches,medetuveantelasseñalesy fui de una calle a otra, pero no tenía ningún lugar adonde ir: todas las elecciones que hacía me llevabandevueltaalamismavida.Eraunamalaépoca,llenadedesagradablespreguntasyverdades merecedoras de desdén. Así que volví al parque, lleno de niños, viejos y basura dispersada por el viento.Millsseguíaaúnenmicasa.Aparquéenlaacerayestuveobservandocómoentrabanysalían los policías, rastreando lo sospechoso y lo indiferente. Aquello me irritaba, pero era una rabia inerme.Nopodíahacernadaenestoymisdedosselimitabanaapretarelvolantecomosifuerael cuello de Mills. Cuando sonó mi teléfono móvil, el sonido me irritó; tardé tiempo en encontrar el aparatoyendecidirmearesponder. —Hola. —Hola,Work.¿Cómoteva? Mecostóunsegundoidentificarlavoz. —¿Hank? —¿Quién,sino?—Semostrabatenso. ¿NonoshabíamosvistoenCharlotteeldíaanterior?Medabalaimpresióndequehabíapasado unasemana.Tratédecentrarme. —Losiento.¿Quéocurre? —¿Estásbien?—mepreguntó. —Sí. —Hice una pausa, sabiendo que me estaba mostrando demasiado lacónico con él. Consciente,también,dequemivozdistabamuchodesernormal—.Dime—dije,altiempoqueme restregabalosojos. —Hetelefoneadoatuoficina—dijo—,yhacontestadounpolicía.Mehapreguntadominombre. —Vaciló,ofreciéndomelaoportunidaddedeciralgo,peroyopermanecícallado.¿Quépodíadecir? Casimereí—.Despuéshetelefoneadoatucasay…,¿loadivinas? —Yasé.Estoyahoradentrodemicoche,viendocómolospolisentranysalencomosiestofuera unaexposicióndeviviendas. —Noséquédecirte. —Nodigasnada,entonces. —Es muy embarazoso, Work. Me pone en mala posición. —Hizo una pausa antes de añadir—: Supongoqueteníanunaorden,¿no? —Meparecequeesperanencontrarelarmadelcrimen—respondí—.Ocualquierotracosaque meincrimine.—SabíaloqueHankestabapensando:queteníanunacausaprobableparasolicitarla orden.Locualsignificabaqueyacontabanconalgoenmicontra. —¿Hayalgunaposibilidadrealdequeteacusen?—preguntó. —Esmuyprobable—dije. Hank guardó silencio. Considerando la noticia, no podía reprochárselo. Éramos conocidos y compañerosdecopas,peronoamigosenelsentidopropiodelapalabra.Casipodíaversudilema. Él,paralamayoríadesustrabajos,dependíadelosabogadosdefensores,peronadieensuposición podíaenajenarsealapolicía.Cuandoformulósusiguientepregunta,medicuentadequeloúltimo quequeríaeratenerproblemasconlapolicía: —¿Esserialacosa? —Pudieraserlo.Lapersonaquedirigelainvestigaciónlahatomadoconmigo.Probablementelo leerásmañanaenlosperiódicos. —¿Mills?—preguntó,aunquenobuscabarespuesta.Supusequelohacíaporganartiempo,antes dedecidirsureacciónantetodoaquello—.¿Hayalgoquepuedahacerporti? Suvacilacióneraobvia.Implicarseenaquellosolopodíatraerleproblemas.Eradeagradecerque melohubierapreguntadosiquiera,peroyosabíaquérespuestadebíadarle. —Noporahora,Hank.Peroteloagradezco. —Mira…Tuviejoeraunidiota,peronocreoqueloasesinaras. —Bueno…, gracias por decírmelo, Hank. Eso significa algo. No hay muchos que digan eso justamenteahora. Eltonodesuvozsehizomáscordial. —No dejes que te pongan nervioso, Work. Tú ya has visto estas cosas antes. Sabes cómo funcionan. «Sabescómofuncionan».EranlasmismaspalabrasquehabíaempleadoDouglas. Decidícambiardetema. —¿Quéhaydenuevo,entonces?¿Queríasdarmeporcasualidadalgunabuenanoticia? Hanknoeraningúnbobo.Loentendió.Yonecesitabaproseguirlaconversación,llevándolaaun terrenoneutral. —HeidoaCharterHillsestamañana—medijo—.Mehepasadounpardehorashusmeando. CharterHillserauncentrodesaludmentalenCharlotte,unodelosmejoresdelestado.Fueallí donde Ezra había decidido finalmente ingresar a Jean después de su segundo intento de suicidio. Todavía ahora podía verlo con claridad. Los colores cálidos y las flores frescas no conseguían ocultar el dolor de los condenados a residir tras sus altos muros de ladrillo; porque condenados estaban, tanto si su presencia era voluntaria como si no lo era. Yo había visitado allí a Jean en repetidasocasiones;nuncaquisohablarme,ysumédicomehabíadichoqueaquelloeranormal.Pero nuncaledicrédito.¿Cómoibaacreerlo…?¡Jeaneramihermana! Habíapasadointerminablesmesesenaquellugar.FueallídondeconocióaAlexShiften. —Mira,Hank…—empecé. —NotienenningúnhistorialdeunapacientellamadaAlexShiften—mecortó. —¿Cómo? —Niunsolodato. —Esonoesposible—dije—.Fueallídondeseconocieron. —Nolocreo.Amenosqueellaestuvieraingresadaenelcentrobajounnombredistinto. Intentéconcentrarme,perosemehacíadifícil. —¿Quémeestásdandoaentender? Hanksuspiró. —No sé qué te estoy dando a entender. Ese es el problema. No aclara nada y ni siquiera tengo informaciónsuficienteparaespecular;peroaquíhaygatoencerrado.Puedoolerlo. MimenteestabatanllenadeMills,quemecostabacentrarlaenalgoquenofueraella;peronada de todo aquello importaría si Jean salía con bien de la investigación solo para seguir estando sola conAlex.Estaeraelproblema.Yolosabíadealgunamanera,ynecesitabamanejarbienestedetalle. Antesdequefuerademasiadotarde.Pordesgracia,noentendíanada. —¿Quésugieres?—lepreguntéaHank. —NecesitounafotodeAlex—respondiósindudar. —¿Quépiensashacer? —VoyavolveraCharterHills.Luego,yaveremos. Sentíunaoleadadegratitud.Hanknoincordiaríaalapolicía,deacuerdo;peroteníaqueseguir conesto,pormíyporJean.Estoloconvertíaenunhombredignodeconfianzaenunmundotanfalto deellos.Enciertomodo,esomereconciliabaconél. —Teloagradezco,Hank—dije,ehiceunapausaporqueteníaquehacerla. —Olvídalo.Esunainsignificancia. —¿Quieresqueteenvíeporcorreoesafoto?—Melasarregléparaproponerle. —Es demasiado lento. Métela en tu buzón una vez se hayan ido los polis. Yo me acercaré a Salisburyenalgúnmomentodeestanoche.Puedequeseamuytarde.Siestásencasa,meverás.Sino, lasacarédelbuzónymelallevaré.Encualquiercaso,tellamarésiaveriguoalgo. —Esfantástico,Hank.Meocuparédedejarlaallí. En el otro extremo de la línea, Hank comenzó a decir algo, pero se cortó. Durante un largo segundoestuveoyendosurespiración. —¿Comprendes,verdad,Work?—NoestabahablandodeAlexnideJean. —Sí.Lavidaesunamierda.Teagradezcoloqueestáshaciendo. —Vale.Tellamaré. Dicho esto, colgó, y yo desconecté el móvil. Miré a Hueso, pero estaba dormido en el asiento contiguoalmío.¿Cómopodíanocurrirtantascosasalmismotiempo?¿Cómopodíasernormalun díaytransformarsealdíasiguienteenunabismoinfernal?Cerrélosojosymeimaginélahierbaque sedoblababajounvientoprovenientedeunlugarlejano.Cuandovolvíaabrirlos,habíaunhombre juntoamiventanilla,mirandoatravésdelcristal.Yoestabademasiadoagotadoparasorprenderme. EraMaxCreason…,elmismogorrodecaza,lamismasublimefealdad.Llevabapuestounponchode colorrojovivo,comosiéltambiénprevieralluvia.Bajéelcristaldelaventanilla. —Hola,Max—dije—.¿Cómoestá? Meestudióintensamente,conlosojosbrillantestrassusgruesasysuciasgafas.Despuésseñaló micasaconunademán: —Hay polis en su casa. —Su tono era más inquisitivo que declarativo, pero yo no mordí el anzuelo. Eso pareció irritarlo, porque sus labios descubrieron los manchados dientes y emitió un ruidoextrañodesdeelfondodelagarganta.Seinclinómás—:Cuandoloconocí,nosabíaquiénera usted.Ignorabaqueeraelhijodeeseabogadoquemencionanadiariolosperiódicos.—Suspalabras sonabanaacusación.Mirólacasaydespuésvolvióafijarlosojosenmí—.¡Yahoralapolicíaestá ensucasa!¿Piensanquelohizousted?¿Loconsideransospechoso? —Noquierohablardeesoahora,Max.Escomplicado. —Perohablaresbueno. —No.Resultapenoso.Mealegravolveraverlo,Max,peroesunmalmomento. Élnomehizocaso. —Vamos—medijo,dandolavueltaalafurgoneta—.Demosunpaseo. —Gracias,perono. Fuecomosinomeoyera.Abriólapuertadelafurgoneta. —Leirábien.Dejequeelperroduermaysalgaadarunpaseoconmigo.—Meindicóquesaliera ytuvequeceder.Enrealidad,noteníaningúnotrolugaradondeir. Dejé,pues,aHuesodormidoenlafurgonetaysalíparaponermealladodeMax.Élmecondujo colinaabajoporunestrechosenderodetierraquediscurríajuntoallago,alejándosedemicasa.No volvílacabezaatrás.Maxdabagrandeszancadasysuponchoflameabasobresuspiernas.Estuvimos caminandonueveodiezminutoshastadejarellago,pasarjuntoalaspistaspúblicasdetenisycruzar una zona de aparcamiento cubierta de gravilla. Ninguno de los dos dijo nada hasta que el parque desapareciópordetrásdeunapequeñacolina.Estábamosenunaestrechacallelateral,enlaquese alineaban viviendas modestas. En algunos de los patios se amontonaban juguetes infantiles. Otros estaban perfectamente limpios. Era, en suma, un vecindario de transición: de recién casados y de ancianos.Pero…¿quéimportanciapodíatenerladiferenciaentreunosyotros? —Voyacontarlealgo—dijoMaxfinalmente,entornandosusojosalmirarme—.Esimportante, asíqueescúcheme.Lehablarédemismanos.—Laslevantódesuscostadosydespuéslasdejócaer: teníanuncolorpálidoterroso,quecontrastabacontraelrojodelponcho,ysusdedoseranlargos—. Ustedmepreguntóantesporellas,recuerde…Ahoralecontaré. —¿Porqué? —Tengomisrazones.Peroahora,calle.Nadieenestaciudadhaoídomirelato,ynomeresulta fácilexplicarlo. —Deacuerdo. —Me las dejaron así en Vietnam —dijo, y yo entendí que se refería a sus manos—. Yo era un muchachoentonces,igualquecualquierotro,yestabaamitaddemisegundoañodestinadoallí.Nos capturaronduranteunapatrullayperdimosacasitodosloshombres.Unoscuantoslograronescapar, peronoyo.Mehirieronenunapiernayacabéenuncampodeprisionerosnorvietnamita.Estabaal mandodeuncoronelquepensóqueteníamuchamásinformacióndelaqueyoteníaenrealidad. Viqueletemblabanlasmanos. —Oeso,oqueeraunperfectoidiota…,porque,enresumidascuentas,creoquetantodaunacosa comolaotra.Meestuvo«trabajando»unascuantassemanas,machacándomelasmanosaconciencia yalfinalmearrojóaunagujeroymetuvoallícincoaños.Casimemueroenaquellugar.—Diola impresióndequeseleapagabalavoz—.¡Cincoespantososaños!—repitió,yquedónuevamenteen silencio.Pudeverqueteníasumentemuylejosdeallí. —Cincoañosenunacárcel—dijeyoenaquelvacío,tratandodeimaginarlo. Suvoz,cuandomereplicó,fuemuyamarga: —¡Noeraunacárcel,malditasea!Eraunajaulaconsuelodetierra,dedosmetroscuarentade anchura.Cincoañosallídentro,muchacho.Medejabansalirdosvecesalmes.Elrestodeltiempo, todoloquepodíahacereradormir,cagaropasear.Y,sobretodo,paseaba.Cuatropasos,yvuelta. Otros cuatro y vuelta de nuevo. —Me miró a la cara—. No puedo soportar los espacios cerrados, Work… Por eso camino. Cuando las paredes se cierran, yo salgo. Entienda…, porque no podía hacerloantes.—Hizoungestoconsustullidasmanos,indicandolosárboles,elfirmamento,todo… —.Ustednopodráentendernuncaloquetodoestosignifica…—Cerrólosojos—.¡Esteespacio! Yoasentí,peropenséquetalvezmetocaríaentenderloalgúndía. —¿Porquémecuentaustedtodoesto?—lepregunté. Élabriólosojosyviquenoestabaloco.Torturadoyatormentado,sí,peronoloco. —Tengo un problema con la autoridad —me dijo—, ¿comprende? No soporto la vista de un uniforme.Ylavisióndeesospolicíasrondandoporaquínohahechoquecambiaranprecisamente mis sentimientos por ellos. No puedo decir que me traten con afecto y respeto. —Una sonrisa se dibujóensutoscorostro—.Nopuedohablarconlospolicías.Noloharé.¿Comprende? Lo entendía pero no del todo. ¿Qué tenía que ver aquello conmigo? Se lo pregunté, y él no respondiódeinmediato,sinoquesevolvióysiguiócaminando.Yocorrítrasél. —Ustedyavecómocamino—medijo—.Siempre.Acualquierhora.Tantomedaqueseadedía comosiesdenoche.Lasparedessecierranyyomepongoacaminarporquetengoquehacerlo. Doblamoshacialaderechayentramosenunacallebiencuidada,endondelascasasteníantodas unencantopropio.Maxseparófrenteaunadeellas,unacasitarodeadadecéspedyconsetosquela separaban de sus vecinas a derecha e izquierda. Estaba pintada de color amarillo, con persianas azules,yteníaunpardemecedorasdelante,enelporche.Losrosalescrecíanserpenteandoporun espaldarapoyadoenunachimeneadepiedra.MiréaMaxymedicuentaderepentedeloaltoqueera. —Selocuentoaustedporquenoquieroiralapolicía.—Mifrustracióndebiódemanifestarse claramente, pues se quitó el gorro y se rascó los apelmazados cabellos que aquel ocultaba—. A su padrelomataronlanochesiguientealdíadeAccióndeGracias,¿verdad?Estaballoviendo… Asentí,mientrasnotabaunextrañonudoenlabocadelestómago. —¿Y, por lo visto, encontraron su cadáver en el centro comercial Towne, ese que está cerrado ahora,juntoalacarreterainterestatal?¿Dondeelríosehundeenelsubsueloycorrepordebajodel aparcamiento? —¿Cómo…?—empecé,peroélnorespondió. Era como si hablara consigo mismo, pero tenía los ojos intensamente clavados en mí, hasta el puntodequelossentíacomosimequemaran. —Leestoycontandotodoestoparasituarlo.Esimportante. —¿Porquéesimportante?—pregunté. —Selocuentoporquenocreoquemataraustedaesehombre. Elnudoquesentíaenmiestómagoseexpandió,transformadoenunaoleadadecalorqueinvadió mismiembrosehizocosquillearmisdedos. —¿Quémeestádiciendo? —Siempreestoycaminando—siguió—.Unasvecesporlossenderos.Otrasporelparque.—Una pausa—.Y,enocasiones,tambiénporlacarreterainterestatal.—Medicuentaentoncesdequelotenía agarradoporelantebrazo,cuyotactodabalasensacióndeagarrarunmiembroesqueléticoyduro bajolaenvolturaresbaladizadelplástico.Élnisiquieralonotó—.Recuerdoesanocheporlalluviay porque fue justo después del día de Acción de Gracias. Era tarde ya, pasada medianoche. Vi los cochescercadelcentrocomercial.Nuncahaycochesallídenoche.Esunlugaroscuro,dondepuede haberunvagabundoodos,oquizáunosdrogatas,peronomás.Enciertaocasiónpresenciéunapelea allí,hacemuchotiempo,perojamáshevistocochesaparcados.Noaesashoras. Elcorazónmelatíaagolpes;teníasecosloslabios.¿Quémeibaadecir?Atisbéatravésdelos gruesos y sucios cristales de sus gafas en busca de algo: de un indicio de lo que se disponía a contarme.Dealgúnmotivoparanosentirmeaterrado. —¿Oyóustedalgo?—lepregunté—.¿Vioalgunacosaallí?¿Comoqué?—Medicuentadeque estaba apretando su brazo con tal fuerza que hasta a mí me dolía la mano, sin que aquello lo molestara.Meobliguéaaflojarlapresión. —Quizáseaimportante.Oquizáno.Nolosé,enrealidad.Peropiensoquetalvezalospolisles gustaríasaberlo.Alguiendeberíadecírselo. —Decirles…¿qué?—Mesaliócasiungrito. —Vi que alguien salía esa noche del centro comercial…, a paso vivo, pero sin correr. Quienquieraquefuesesemovióhastamásalládeloscochesyarrojóalgoalaalcantarilla.Después sesubióaunodeloscochesyselargódeallí. LatrascendenciadeaquellarevelacióndeMaxcayósobremícomoalgoasombroso. —Elañopasado…—repetí—,lanochesiguientealdíadeAccióndeGracias…¿Diceustedque vioaunapersonasalirdelcentrocomercialTowne,arrojaralgoalacorrientedelasaguasdelluvia eirseluegoenuncoche? Maxseencogiódehombros: —Esloquelehedicho,sí. —¿Sefijóustedenelaspectodeesapersona?—pregunté. —No. Sentíungranalivio.NopodíaidentificaraJean. —Eranochecerrada,llovía,yaquellapersonaestabalejos,vestidaconunabrigoytocadacon sombrero.Todomuyoscuro.Peronocreoquefuerausted. Lesoltéelbrazo,peronomediolasensacióndequelonotara. —¿Porquénopodíaseryo? —Aquellapersonaeramásbaja,creo.Demedianaestatura.Usted,encambio,esalto. —¿Erahombreomujer? —¿Quiénpodríadecirlo?Cualquieradeellos. —Peroustedafirmaestarsegurodequenoerayo… Maxseencogiónuevamentedehombros: —Llevocuatroañosviéndolo.Ustednuncahacenada.Sesientaensuporcheybebecerveza.He conocidoamuchosasesinosyhevistounmontóndecadáveres;ynolocreoaustedcapazdematara unhombre.Peroesloquepienso,solomiopinión. Deberíahabermesentidoofendido,peronoloestaba.Maxteníarazón.Apesardehaberidoala facultad de derecho, de haberme casado y de llevar un bufete, jamás hacía nada. Me limitaba a dejarmellevar. —¿Quéropallevabaaquellapersona?—pregunté. —Ropasoscuras.Sombrero.Esoestodoloquepuedodecir. —¿Yloscoches?¿Puededecirmealgoacercadeellos? —Unoeragrande.Elotronotanto.Ycreoquenoeranegro,sinosimplementeoscuro. Reflexionéunminuto. —¿Encuáldeellossemetióesapersona? —Enelpequeño.Losiento,peronopuedodecirlemás.Estabanabastantedistanciayyonoestaba prestandoatención,enrealidad. —¿Quéocurrióconelcochegrande? —Estabaallícuandoyomemarché.Piensequeibadepasotansolo,quenomequedé…Dosdías mástardepaséporelmismolugar,peroyanovielcoche. —¿Quéarrojóaquellapersonaalsumidero,Max?¿Loviousted? —No,perotengounateoría;lamismaqueusted. —Dígame—loinsté.Peroyalasabía. —Cuandounapersonalanzaalgoaunhoyoenelterreno,tienequeseralgoquenoquiereque encuentren.Losperiódicosdicenquelospolicíasestánbuscandoelarmaquematóasupadre.Pienso que,sibuscaustedbajolaalcantarilla,laencontrará.Peroesmiopinión,nadamás,yyonoentiendo deesto. Mirélascosasatravésdesusojos.Comosihubieraestadoyoallí.Porsupuestoquesetratabadel revólver.¿Ysilapolicíaloencontraba?Sehabríaacabadolapartida.Peroaquellaironíaeracomo una horca clavada en mis entrañas. Cuando encontraron el cadáver de Ezra en el centro comercial pasé un mal trago, pero mis recuerdos de aquel aciago día, ahora ya distante, eran solo eso: recuerdos. Pero allí estaba el túnel, la garganta, y ahora tendría que volver allí para encontrar el revólver antes de que los policías lo hicieran. Antes de que Max decidiera que debía contárselo a algúnotro.YqueDiosmeayudara. —Hahechobienendecírmelo,Max.Seloagradezco. —¿Selodiráalapolicía? Yonopodíamentirlealacara,asíquelerespondíconlomásparecidoalaverdadquepodía: —Haréloquetengaquehacer.Muchasgracias. —Tenía que decírselo a usted —observó Max, y había algo más en su tono de voz, algo que callaba. Mevolvíhaciaéljustoenelinstanteenqueuncochenosdejabaatrás.Susojosestabanfijosenél ylosiguióconlamiradahastaquedesapareció;despuésvolvióamirarme. —Llevo viviendo diecinueve años en esta ciudad, Work; casi veinte ya; y en este tiempo probablementehecaminadoquincemilkilómetros.Esustedlaúnicapersonaquemehapedidoquele dejara caminar conmigo…, la única que ha querido hablarme. Puede que esto no le parezca gran cosa, pero significa algo para mí. —Puso sobre mi hombro una de sus maltrechas manos, manteniendo sus ojos fijos en los míos—. No me resulta fácil decir eso, pero tengo que decirlo también. Me conmovió su sinceridad, y me di cuenta de que los dos habíamos pasado por caminos muy durosenestaciudad.Quenuestroscaminoserandiferentes,perotalvezigualmentesolitarios. —Esustedunbuenhombre,Max.Mealegrahaberleconocido.—Letendílamano,yestavezélla estrechólomejorquepudo—.Sigamos,pues.Demosesepaseo.—Empecéavolverme,peroélno mesiguió. —Yomequedoaquí—dijo. Miréamialrededorlacallevacía. —¿Porqué? Hizoungestoindicandolacasitaamarilla. —Estaesmicasa. —Peropensabaque…—Porsuertemedetuveatiempo—.Esunacasapreciosa,Max. Laestudiócomosibuscaraenellaalgunaimperfecciónpero,alnoencontrarninguna,sevolvió haciamídenuevo: —Meladejómimadrealmorir.Hevividoaquídesdeentonces.Entreunrato.Buscaremosunpar decervezasynossentaremosenelporcheatomarlas. Yonosabíaquédecir,cohibidoporlosmuchosañosquelohabíavistopasarpordelantedemi casa y por todas las suposiciones que había hecho acerca de él. De alguna manera, me sentía tan insensiblecomoBarbara,yesomehumillaba. —¿Max…? —¿Sí?—Surostrosetorcióenunasonrisaqueyanomeparecióhorripilante. —¿Puedopedirleunfavor?Esimportante. —Preguntedetodasformas.Inclusopuedequeledigaquesí.—Otrasonrisa. —Sialgomesucediera,megustaríaqueseencargarausteddemiperro.Cuidedeél.Ylléveloa caminarconusted. Medijequeseríaunabuenavidaparaelanimal. Maxmeestudióantesderesponder. —Sialgolesucede—dijocongransolemnidad—,meocuparédesuperro.Somosamigos,¿no? —Sí—respondí,convencidodemispalabras. —De acuerdo, entonces. Pero no le ocurrirá nada malo. Les hablará del arma a los policías y podráocuparsedelperroustedmismo.Entreencasa.Ahoramismoletraigounacerveza. Fueasícomonossentamosenelporchedelanterodesucasa,contemplandoelcuidadocéspedy bebiendocervezadirectamentedelabotella.Hablamos,perodenadaimportante;yduranteuncorto espaciodetiemponomesentísoloymeparecequetampocoél. 19 EncontréaHuesodormidoenlafurgoneta,hechounovillobajoelsol.Unamiradaaloaltodela colina me dijo que la casa estaba vacía. Pero yo no tenía ánimos para enfrentarme a ella con el descubrimiento del cadáver de mi padre todavía reciente. Así que decidí ir al despacho. Seguía sintiéndolocomoelbufetedeEzraypenséqueseríamásfácilcomenzarallí. Eran unos minutos después de las cuatro de la tarde y las calles estaban vacías, así como las aceras. Necesitaba enfurecerme, pero caminaba más bien como si fuera una víctima. Entré por la puertadeatrásyviprimeromidespacho.Loscajonesestabansacados,losarchivadoresvacíos.Se habían llevado carpetas de casos, documentos personales…, todo. Mi información financiera, mis exámenesmédicos,fotografías…Inclusoundiarioquehabíacomenzadoaescribirciertavezqueme había sentido melancólico. ¡Toda mi vida! Cerré de golpe los cajones, y los ruidos sonaron como martillazos en el silencioso edificio. Miré la salita de descanso y vi que se habían servido ellos mismosdelcontenidodelfrigorífico.Latasvacíasyenvoltoriosdeplásticoseamontonabanaúnen la arañada mesita y el lugar apestaba a tabaco. Recogí la basura y la introduje, apretando, en una bolsa de plástico. Limpié todo a medias y, después, arrojé la bolsa al suelo. Nada de aquello tenía sentido. SubíluegoaldespachodeEzra.Todoestabapatasarribatambién,peroprescindídeldesordeny fuiderechoalaesquinadelaalfombraqueocultabalacajadecaudalesdeldifunto.Agarréuntrozo delosflecosytirédeella.Todoparecíahallarseexactamenteigual:dostablascombadasmantenidas juntasmediantecuatroclavos:dosdeelloslimpiamenteclavadosyotrosdostorcidosyremachados enlamadera. Lospolicíasnolohabíanvisto,locualhacíaquemesintieralocodecontento.Sialguientenía derechoadescubrirelúltimosecretodelviejo,esealguienerayo. El martillo estaba donde yo lo había dejado, y me valí del extremo en forma de horquilla para hacerpalancaysacarlosclavos.Lostorcidossalieron,perolosotrosdosseresistieronahacerlo.La horquilla del martillo apenas podía entrar por la separación que quedaba entre las tablas, pero un fuertetirónentreambaslaslevantóconunchirridosemejantealgemidodeunanimal.Lasretiréy meagachéenseguidasobrelacajadecaudales.Hankmehabíadichoquepensaraenalgoimportante para Ezra si quería abrirla sin tener que recurrir a un cerrajero. Yo intenté hacerlo, tratando de representarmeclaramenteaaquelhombrealqueeldestinohabíaconvertidoenmipadre. ¿Qué era importante para él? La respuesta a eso era muy sencilla: el poder, la posición…, el destacarsobrelosdemás.Perotodoesoveníaareducirsealdinero. Enelcorazóndelacasadeunmillóndedólaresdemipadreestabasuestudio,yenelescritorio de este había una única fotografía enmarcada. Siempre la había tenido allí, como recordatorio y estímulo.¿Cuántasvecesnolohabíasorprendidomirándola?Eraelqueerayloqueera:elpasado quesehabíaesforzadoenenterrarylarealidadque,sinembargo,nopodíaresignarseaolvidar.En sucorazón,yapesardesusextraordinarioslogros,mipadresiemprehabíasidoelmismomuchacho sucioconlasrodillasllenasdecostras.Susojosnegrosnuncahabíancambiado. Yo había nacido entre algodones y los dos habíamos sabido siempre que a mí me faltaba su ambición. Aquella ambición que lo hacía fuerte, pero también duro. La falta de piedad hacia los demás era una virtud en él, y encontrarlo en mí era, para él, la prueba más evidente de que había engendrado un hijo débil. Por eso, donde yo buscaba sentido, él buscaba poder. Su vida había sido unadecididaascensiónalacumbre,enlaquetodosereducíaaldinero:erasufundamento.Eldinero habíaservidoparacomprarsucasaenlamejorzona.Eldinerolepermitióadquirircoches,pagar fiestas y financiar campañas políticas. Era una herramienta, una palanca que había utilizado para cambiarelmundoasualrededoryalaspersonastambién.Pensabaenmicarreraymedabacuentade quehabíaelegidoelcaminomásfácil.Ahorapodíaverlo:élmehabíacomprado.Talveznoshabía compradoatodosnosotros,salvoaJean.Paraesta,elcostefuedemasiadoelevadoy,puestoquese negó a doblegarse o fue incapaz de hacerlo, se había roto bajo aquel peso enorme. Por eso, en definitiva,inclusoelpropioEzrahabíatenidoquepagarporello.Eracomounaespeciedekarma. Estudiéatentamentelacajafuerte.Lahabíaencontradoporcasualidadypudierahaberpasadoel restodemividasintenerlamenorideadesuexistencia,aunqueahorapesarasobremí. Dineroypoder. Recordaba la primera vez que mi padre consiguió que un jurado fallara a favor de sus representadosenuncasoenelquesolicitabaunmillóndedólares.Yoteníadiezañosentoncesyél, paracelebrarlo,nosllevóatodalafamiliaaCharlotte.Aúnloestoyviendosujetarentrelosdientes un grueso cigarro y pedir orgullosamente la botella del mejor vino del restaurante, para volverse despuéshaciamamáydecirle:«Ahorayanadapuededetenerme».Yrecordabatambiénlaexpresión delacarademimadre:dubitativa.Porqueélhabíadicho«detenerme»,no«detenernos». MamárodeabaaJeanconelbrazoy,aunqueentoncesyonomedicuenta,veoahora,mirando haciaatrás,queaquellaexpresióneradetemor. El veredicto de aquel jurado fue el inicio de todo. Fue la mayor indemnización concedida judicialmenteenlahistoriadelcondadodeRowan.Laprensahizofamosoamipadrey,apartirde entonces,lagenteacudíaatraídaporelprestigiodeEzraPickens. Estabaenlocierto:nadapodíadetenerlo.Eraunacelebridad,unsímbolocasi,ysuendiosamiento crecióalaparquesufamaysufortuna.Todocambióparaéldesdeaqueldía. Ytambiénparanosotros. Recordabaaúnlafechadeaquelveredicto.FueeldíaenqueJeancumplíaseisaños. Escribílafechaenlacombinación.Nada.Volvíaponerlastablasensusitioylasclavéconcuatro clavosnuevos.Metométiempoparahacerlo,yestavezloshundíenlamaderaperfectamenterectos. Después,suspirando,volvíaextenderlaalfombraydimediavuelta. Hubierasidodemasiadofácil. Me puse a dar vueltas por la oficina, cerrando cajones, apagando luces…, y estaba a punto de irmecuandosonóelteléfono.Apuntoestuvedenoponermealaparato. —¡Al diablo toda la generosidad! —Era Tara Reynolds, que llamaba desde su despacho en el CharlotteObserver—.Amidirectorestáapuntodedarleunaapoplejía. —¿Dequémeestáshablando,Tara? —¿HasvistoelSalisburyPost?—AdiferenciadelObserver,elPostsepublicabaporlastardes. Debíadehabercomenzadoavenderseenlospuestoshacíamenosdeunahora. —No. —Bueno…,puesdeberíasirabuscarunejemplar.Ereslanoticiadeprimerapágina,Work.Yse trata de una jodida injusticia…, de eso se trata. Me he partido el culo con esa historia y cuando lo tengotodolistoparapublicarla,resultaquealgúnimbécildelPostrecibeunallamadaavisándolede quelospolisestánentudespachoynotienemásquedarseunpaseítohastaahíytomartumaldita fotografía. Mivozsemostrófría: —Lamentoqueestotehayaocasionadomolestias. —Policíaregistraoficinaycasadelhijodelabogadoasesinado.Esteeseltitular.Yluegohayuna fotografíatuyaconversandoconelfiscaldeldistritodelantedetubufete. —Esofuehacecuatrohoras—dije. —Ya…,lasbuenasnoticiasviajanrápidamente.Elartículoesbreve.¿Quieresquetelolea? Es decir, que la noticia era ya oficial. El Post tenía cincuenta mil suscriptores. Antes de veinticuatrohoras,lainformaciónapareceríaenelObserver,cuyoslectoresrozabanelmillón.Por extrañoquepuedaparecer,ahoramesentíamástranquiloqueantes.Unavezpierdeslareputación, tus preocupaciones se hacen más concretas: vida o muerte…, libertad o prisión. Todo lo demás se difumina. —No—dije—.Noquieroquemeloleas.Apartedefastidiarmeaúnmáseldía,¿hayalgunarazón paraquemehayasllamado? —Sí.Quieroquemedeslasgracias.Porqueahoramismosoyyolaquehacefavores. —Agradecerte…¿qué?—preguntéconamargura. —Información—respondió—.Conlasmismascondicionesquelavezanterior:túnoledicesa nadiededóndelahassacado,yamímedasunaexclusivacuandotodoesteasuntopuedasalirpor completoalaluz. Yonodecíanada.Teníadeprontounaterriblejaqueca.Nadadetodoaquellosaldríaalaluz.No porsímismo. —¿Tienes alguna otra cosa que hacer ahora? —preguntó Tara en tono sarcástico—. Si es así, dímeloycuelgoelteléfono.Noestoyparajueguecitos. —No hay ningún jueguecito, Tara… Es solo que necesitaba un segundo. He tenido un día muy durohoy. Debiódenotaruntonodedesesperaciónenmivoz,puesrespondió: —Sí,teentiendo.Amítambiénsemehacencuestaarribaalgunascosas.Eslamaldicióndelas personasquetenemosuncarácterimpaciente.Losiento. Pero no parecía sentirlo particularmente y, por eso, mis palabras, cuando salieron, fueron concisasyásperas: —Deacuerdo—asentí—.Túmeutilizas,yyoteutilizo.Nohaynadapersonalenello.¿Estamos? —Así son las cosas —admitió, haciendo caso omiso del sarcasmo—. Ahí van mis noticias: la policíahaaveriguadoporquéestabatupadreeneseviejocentrocomercial. —¿Cómo? —En realidad, sería más exacto decir que creen saber el motivo de que tu padre fuera allí esa noche. —¿Quéquieresdecir? —Lapropiedadibaaserembargada.Tupadrefuecontratadopararepresentaralbanco.Debíade tenerlasllavesdelapropiedad. Estomesorprendió.Aunqueyonoestabaalcorrientedetodoslosasuntosdelbufetedemipadre, deberíahabersabidoalgodelcaso,siquieratangencialmente. —¿Quiéneseranlosdueños?—pregunté. —Estoycomprobándolo.Todoloqueséporahoraesquesetratabadeungrupodeinversores, unos locales, otro no. Adquirieron el centro comercial hace varios años cuando iban a cerrarlo. Invirtieron millones en renovaciones, pero no llegó a materializarse la cifra de arrendatarios que esperaban.Estabanperdiendodineroaespuertascuandoelbancodecidióporfinejecutarelembargo. —¿Hay alguna pista de que eso esté relacionado con el asesinato? —pregunté—. ¿Está investigandoeseasuntolapolicía? —Meparecequeno. —¿Lo dices en serio? —pregunté—. Ezra estaba ejecutando una operación de embargo multimillonaria,fueasesinadoenlapropiedad…¿ylapolicíanoveningunaconexión? NotéqueTaraencendíauncigarrilloyhacíaunapausaantesdehablar: —¿Por qué habrían de hacerlo, Work? Ya tienen a su hombre. —Exhaló el humo del tabaco mientras yo imaginaba sus labios fruncidos y el rojo brillante del carmín que se corría en sus pliegues. —No,nolotienen—repliqué—.Todavíano. —Bueno…,esomellevaamisegundanoticia. Nadamásoíreso,supequeteníaunproblema. —¿Dequésetrata? —Desconozco los detalles, ¿comprendes? Pero corre la voz de que han encontrado en tu casa algoqueteincrimina. —¡Imposible!—exclamé. —Teestoydiciendoloqueheoído.Nosémás. —Perosindudatendrásalgunaidea… —La verdad es que no, Work. Solo que Mills estuvo a punto de tener un orgasmo cuando la encontró:sonpalabrastextualesdemifuente. Pensé en toda la gente que había estado en mi casa desde la desaparición de Ezra…, en fiestas, cenasyvisitasdepaso.Jeanhabíaestadoallíunpardeveces.Alextambién.Hastaelpropiofiscaldel distrito.¡Señor…!Mediaciudadhabíapasadoporaquellapuertaenalgúnmomentodelospasados dieciochomeses.¿AquédemoniosseestaríarefiriendoTara? —Nomeestarásocultandoalgunainformación,¿verdad?—pregunté—.Estoesimportante. —Te he contado todo lo que sé. Ese es el trato que hemos convenido. —Siguió otra larga exhalación, que me dio a entender que tenía que añadir algo más—. ¿Me has contado tú todo? — preguntóporúltimo. —¿Quéquieressaber? —Volvemosdenuevoalarma,Work.Quierenelarmadelcrimen.¿Setehaocurridoalgomásal respecto? Me representé de nuevo la cara de Max y evoqué la humedad de aquel agujero. Olí el barro mezclado con gasolina y, de pronto, me resultó imposible respirar. Por un momento me había olvidadodeaquello. —Ningúnindicioaún—respondíasupregunta. —¿Noquerríashacerunadeclaración?Mealegraríapoderapoyartuversióndelosucedido. PenséenDouglas. —Seríaprematuro—ledije. —Llámamesicambiasdeidea. —Seráslaprimeraensaberlo. —Querrásdecir«laúnica»… —Sí,claro. Hizounapausadurantelaquecasipudeolereltabaco:aTaralegustabanlosmentolados. —Mira…—medijo—.Enrealidadyonosoytanmalbicho.Essoloquetreintaañosdetrabajar en esto me han enseñado un par de cosas, como a no implicarme nunca emocionalmente en las historiasquerefiero.Nohaynadapersonalenesto.Essoloquetengoquemantenerlasdistancias.Es cuestióndeprofesionalidad. —Puedesestarseguradequeactúasdeformamuyprofesional—ledije. —Suenamaleso. —Quizá.Pero,porlovisto,hoyestoyrodeadodeprofesionales. —Lascosasseaclararán—medijo,perolosdoséramosconscientesdelarealidad:dequecon frecuenciaibanapararalacárcelpersonasinocentesyquelasangredelosbuenoseratanrojacomo ladelosdemás. —Cuídate—medijo.Yporuninstantesuspalabrasmesonaronsinceras. —Sí.Cuídatetútambién. Finalizólaconexiónyyocolguétambiénelteléfono.Depronto,lascosasnomeparecierontan claras.¿PorquétuvoqueirEzraprecisamenteesanocheaaquelcentrocomercialcasiabandonado? Su esposa acababa de morir. Y su familia se estaba deshaciendo por todas sus costuras. ¿Quién le habíatelefoneadoyquésedijoenaquellaconversaciónenvozbaja?¡Fuepasadalamedianoche,por Dios! ¿Se dirigió primero al bufete? Y si fue así, ¿por qué? Mi padre conducía un Lincoln negro, modeloTownCar,asíqueelcocheoscurograndedelquehablabaMaxdebíadeserelsuyo,pero… ¿de quién era el otro? Jean tenía también un coche oscuro, como asimismo lo tenían otros mil ciudadanosdeSalisbury…¿Estaríayoequivocado?¿Podíaexistiralgunaotrarazónqueexplicarala muertedemipadre?Volvíaenfrentarmeaunadesagradablerealidad,quehabíamantenidolejosde mis recuerdos simplemente porque no quería afrontarla. El viejo centro comercial se hallaba a menos de un kilómetro y medio del lugar donde estaba sentado ahora. Su estado de ruina era casi total,peroelaparcamientoseguíaintacto,igualqueeltúnelsubterráneoquecorríapordebajodeél. SiMaxestabaenlociertoyelasesinohabíaarrojadoelrevólveralsumiderodelasaguasdelluvia, estaría aún allí, hundido en aquel lóbrego lugar cuyos recuerdos me asaltaban en sueños, por no decirqueenmividaconsciente.Tendríaquevolverallíparareclamarellegadodelúltimoalientode mipadre,ynosabíasipodríahacerlo.Peronomequedabaotraelección.Siaquelarmafueralade Ezra, yo la reconocería. Y entonces podría disponer de ella de manera que Mills no pudiera emplearlajamáscontraJean.¿Ysinofuerasurevólver?¿Ysi,porunmilagro,yoestabaequivocado ynofuemihermanaquienapretóelgatillo? PenséenVanessaymerepresentésurostrolaúltimavezquelahabíavisto.Mehabíaechadode su casa y derramado sus lágrimas en las manos de otro hombre. ¿Seguiría adelante si se lo pedía? ¿Accederíaapronunciarlaspalabrasquemedejaríanlibre? Teníaquepensarqueloharía.Pormuchodañoquelehubierahecho,eraunamujerbuena. Según mi reloj, eran casi las cinco. Eché un vistazo a mi devastada oficina y por un momento considerélaposibilidaddeponermeaordenarla;peroaquellonoeramivida,asíquelacerrécon llaveymemarchédejándolotodointacto.Fuera,lasnubessehabíanabiertoysefiltrabaatravésde ellasunaluzagobiante.Lagenteestabaabandonandolosdespachosdelosalrededores:recogíansus cosasymarchabanacasayalosmismossueñosquesolíansignificartantoparamí.Nadiemedirigía la palabra. Nadie me saludó siquiera con el brazo. Conduje, pues, a casa y aparqué bajo los altos murosdepinturadescascarilladayventanastanfaltasdecolorcomosifuerandecristalesmerilado. Cuando, finalmente, entré en la casa, tuve la sensación de penetrar en una herida abierta. Habían deshechonuestracama,elcontenidodemiescritorioestabarevueltoyenelsuelohabíamontonesde ropa. Lo mismo ocurría en el resto de las habitaciones, solo que en cada una era peor que en la anterior.CerrélosojoseimaginélacaradeMillsysupetulantesonrisacuandomehabíadejadoen elcaminodeaccesodecochesparareanudarsulentayvisceralinvasióndemicasa. Vagué después por toda ella, tocando las que una vez fueron cosas personales y privadas, y finalmenteentréenlacocinaybusquéunabotelladebourbonyunvaso.Semecayeronunasgotas mientraslollenaba,peronomeimportó.Despuésmesentéenlamesadeldesayunoymebebímedio vasoantesdedarmecuentadeloqueteníadelantedemisojos.Entoncesdejéelvasocontantafuerza queelbourbonrestantesederramóyfueaformarunampliocírculohúmedoenlaprimerapágina delperiódicoqueMillshabíadesplegadoallícuidadosamenteparaqueyoloviera. Lo que tenía delante era un ejemplar del Salisbury Post. Y lo que me enfureció no fue tanto el titulardesuprimeraplana,comoelhechodequeMillslohubierapuestoallíparaqueyoloviera,y que aquel acto tan simple hubiera sido calculado para hacerme daño. Me había pillado en casa, indefenso,ymeasestabauncrueltajoconunperiódicodecincuentacentavos. Mivasosehizoañicoscontralapared.Yenseguidaestabayodepieleyéndolo. El autor del artículo no aportaba muchos hechos, pero sus implicaciones aparecían mucho más queexpresadasentrelíneas.Alhijodeunricoabogadodifuntoloestabaninvestigando:eraunade lasúltimaspersonasquealavíctima,yselashabíaarregladoposteriormenteparahallarsemástarde en el escenario del crimen y alterar tal vez las pruebas que allí pudiera haber. Y había por medio, además,untestamentoqueascendíaaquincemillonesdedólares. «Nomucho»,pensé,peroeramásdelonecesarioparapromoverunacrucifixiónpública.Yno tardaríaenhabermás,juntocontodaslasinformacionesdesfavorablesparamíquelosperiodistas pudieransonsacardemisvecinosocolegas. Miré otra vez el periódico y enseguida cruzaron por mi mente relampagueando más y más titulares: ABOGADO LOCAL LLEVADO A JUICIO… LA ACUSACIÓN SE BASA EN… EL JURADODECLARACULPABLEAPICKENSENLACAUSAPORASESINATO…HOYSE DICTASENTENCIA… Sonóelteléfonoymeapresuréadescolgar. —¿Quépasa?—Breveybrutal. Alprincipionoseescuchónada,ypenséquenohabíanadiealaparato.Perodespuésoíelsonido deunarespiraciónmoquiteanteyloqueeraclaramenteunsollozoahogado. —¿Hola…?—dije. Llanto. Sollozo. Un susurro lloroso de impotencia que disminuía hasta transformarse en un lamento tan agudo que ni siquiera podía imaginarlo… Oí unos golpes rítmicos y enseguida comprendí que se trataba de Jean, que estaría golpeándose la cabeza contra la pared o meciéndose convigorensubalancíncomosidesearaexpresarasísuprotesta.Enseguidadisminuyerontambién misproblemashastapermitirmerelegarlosaunlugardistante. —Jean…—dije—.Todoestábien.Tranquilízate. La oí tomar una gran bocanada de aire, como si tuviera los pulmones casi exhaustos y, sin embargo,aúnlequedaranánimosparahacerunúltimoygranesfuerzo.Elaireseprecipitóenellos y, cuando volvió a salir por su garganta, llevó consigo mi nombre…, aunque tan débilmente pronunciadoquecasinilooí. —Sí,soyyo.¿Estásbien?—Intentabamantenerlacalma,perojamáshabíacreídonotartanmala Jean, y hasta la imaginé desangrándose en el suelo o con las venas abiertas en un baño de agua calienteenrojecida—.¡Háblame,Jean!¿Quétepasa?¿Quéestáocurriendoahí? Nuevarespiracióncargadayhúmeda. —¿Dóndeestás?—pregunté—.¿Estásentucasa? Ellapronuncióminombredenuevo.Unamaldición.Unabendición.Unasúplica.Talvezlastres cosas.Luegooíotravoz,ladeAlex,perolejana: —¿Quéestáshaciendo,Jean?—Resonabanpasosenlossuelosdemadera,acelerándose,cadavez másfuertes—.¿Conquiénhablas?—Jeannodecíanada.Inclusosurespiraciónpareciócesar—.Es con Work, ¿verdad? —preguntó Alex, con voz más fuerte ahora, tan dura como si el aparato telefónicoqueyoasíafueraunhachaenmimano—.Dameelteléfono.¡Dámelo! AlinstantesiguienteeraAlexquienestabaalteléfono,yyodeseépoderllegaralotroextremode lalíneaysacudirleconél. —¿Work? —¡DevuélveleaJeanelteléfono!¡Ahoramismo,malditasea! —Sabíaqueerastú…—dijosininmutarse. —Estoy hablando muy en serio, Alex. Más de lo que puedes creer. ¡Tengo que hablar con mi hermanaynecesitohacerloahora! —Puesesoesloúltimoqueaellaleconvieneenestemomento. —Noerestúquientienesquedecidir. —Jeanestádemasiadoturbadaparasaberloquehace. —Esonoimplicaquetengastúquedecidirporella. —¿Quiénhadehacerlo,entonces?¿Tú? Norespondí,yduranteunosinstantesestuveoyendodefondoelllantodeJean.Sentíunaterrible impotencia. —Tú sabes todo lo que ha tenido que pasar, Alex… Conoces su historia. ¡Necesita ayuda, por amordeDios! —La necesita, sí, pero no precisamente la tuya. —Traté de decir algo, pero Alex me cortó—. Déjame que te diga algo con toda claridad. Jean está así porque ha visto tu foto en el periódico, condenadoidiota.Porquehaleídoenletrasdemoldequeestásimplicadoenelasesinatodesupadre. ¿Aúnteextrañaqueesolatrastorne? Entonceslocapté.Loentendítodo.Elartículohabíaexacerbadoelsentimientodeculpabilidadde Jean.Habíamatadoasupadreyahorasuhermanocargabaconlasconsecuenciasdeaquello.Noera extrañoquesevinieraabajo.Talvezyaselehubieraocurridoantesquequizámeacusaríanamí—el díaenqueestuvohablandoconladetectiveMills,porejemplo—,perounacosaerapensarloyotra, muy diferente, ver que me consideraban culpable del crimen: era esto lo que la destrozaba. Esta revelaciónhizoquemetambaleara.Mesentíaconfusoycomprendíaque,entalescircunstancias,ira verlapodríahacermásdañoquebien.¡PobreJean…!¿Quémástendríaquesoportaraún? —Silesucedieraalgomalo,teharéresponsabledeello,Alex. —Voyacolgarahora.Novengasporaquí. —Dilequelaquiero—lepedí.PeroAlexyahabíacolgado. Dejéelteléfonoymesentéenlamesadeldesayuno,enelrincóndelfondodemicocina.Estuve mirando un rato la pared y al final incliné la cabeza y la apoyé entre mis manos. Todo parecía hundirse a mi alrededor —la habitación, mis entrañas…—, y me pregunté qué nuevas penas me traeríaeldía. Cuandoalcélavista,vilabotelladebourbon.Alarguéelbrazoparaasirlaymellevésinmásla botella a los labios. Salió el licor con fuerza y bebí demasiado de golpe, hasta hacerme toser. La sensación de ardor me obligó a cerrar los ojos, me enjugué algo que me parecieron lágrimas y escuchéunosgolpecitosenlaventanitadecristaldelapuertadelgaraje.Levantélamirada,yvial otro lado, sorprendido, la cara del doctor Stokes. Mientras yo lo observaba con perplejidad, él empujólapuertaporfuera.Llevabapuestaunachaquetadetejidoarayascloqué,pantalonestejanosy camisablanca.Teníasuscabelloscanososperfectamentepeinados. —Nolepreguntarésivengoenmalmomento—medijo—.¿Leimportaquepase? Era un rostro grato, arrugado, cálido y sincero…, así que negué con la cabeza. Se movió escatimandomovimientosyentróatravésdeunapequeñarendijaquesecerrósilenciosamenteasu espalda en cuanto hubo pasado. Después apoyó la espalda en la puerta y se agarró las manos por delante del cinturón. Sus ojos se desplazaron por un momento por la cocina, pero retornaron enseguidaparafijarsemásdetenidamenteenmí. —¿Dónde guarda los vasos? —me preguntó. Su actitud era señorial y elegante, perfectamente dueñadesí.Comoestabainsegurodemipropiavoz,melimitéaindicarleconungestoelarmario. Entróunpocomásenlacocinayseparóamilado.Penséquemeofreceríalamanoomedaríauna palmadaenlaespaldapero,envezdeeso,extendiólamano,agarróelperiódicoylocerróalpasar. Caminóluegosobrelostrozosdemivasorotoydespuésllenóconhielodosvasosdeagualimpios —.¿Tendríaustedgingerale,porcasualidad?—mepreguntó. —Bajolaencimera—lerespondí,alavezquemeponíaenpie. —Siéntese,Work.Pareceustedagotado.—Volvióalamesayvertióbourbonencimadelhielo—. ¿Legustaelbourboncongingerale? —Sí, claro. —Yo seguía de pie. Él actuaba con tanta naturalidad, que nada de todo aquello me parecíareal.Meestudiódenuevomientrasacababademezclarlasbebidas. —Sequemaráustedlasentrañassibebedirectamentedelabotella.—Metendióunvaso—.¿Por quénovamosasuestudio? Caminamos los dos a través del largo recibidor y nos metimos en el estudio: una habitación pequeñaconmoldurasdemaderaoscura,paredesverdesydosbutacasgemelasdecueroaloslados deunachimeneaapagada.Encendívariaslámparasparaquenoparecieratanoscura.EldoctorStokes sesentófrenteamíybebióunossorbosdesubourboncongingerale. —NohabríavenidoaverlodesaberqueBarbaraestabaaquí—medijo.Extendiólamanoconla palmahaciaarriba—.Pero… —Sehamarchado—dije. —Esomepareció. Bebimosensilenciounosinstantes. —¿Cómoestásuesposa?—lepregunté,conscientedeloabsurdoquesonaríamiinterésdadaslas circunstancias. —Estábien—respondió—.Ahoraestájugandoalbridgeencasadeunosvecinos. Clavélavistaenlasprofundidadesdelfríolíquidomarrónquellenabamivaso. —¿Sehallabaencasacuandosepresentóaquílapolicía? —Oh,sí.Loviotodo.Dehecho,hubierasidodifícilnoverlos.Eranmuchosypasaronaquítanto tiempo…—Bebióunsorbodesuvaso—.Yoloviaustedensufurgonetaabajo,juntoallago.Seme cayóelalmaalospies,muchacho…,sientonohaberbajadoaverlo,peroenaquellosmomentosme parecióquehubierasidounamalaidea. Sonreíalanciano,agradeciéndolesudelicadeza. —Laverdadesquenohubierasidounacompañíaagradableparanadie. —Sientoloqueleestápasando,Work.Y,porsilesirvedealgo,nohecreídoniunsoloinstante queustedlohayahecho.Quieroquesepaquesipodemosayudarledealgunamanera,notienemás quedecírnoslo. —Seloagradezcomucho,señor. —Somossusamigos.Siempreseremossusamigos. Asentíagradeciéndolesuspalabras,yestuvimoscalladosunosmomentos. —¿ConoceustedamihijoWilliam?—mepreguntóinesperadamenteeldoctorStokes. —SéqueescardiólogoyquetrabajaenCharlotte.Nosconocemos.Perohacecuatroocincoaños delaúltimavezquenosvimos. EldoctorStokesmemiróybajóluegolavistaasuvaso. —Quiero mucho a ese chico, Work, más que a mi propia vida. Es, en todo el sentido de la palabra,miorgulloymialegría. —Comprendo. —Perdonequelehabledeélahora.Leaseguroquelavejeznomehacechocheartodavía.Pero voyacontarleunaanécdotaacercadeél,quemeparecequeencierraunmensaje. —Adelante—ledije,preguntándomepordóndesaldría. —CuandoMarionyyonosvinimosaviviraSalisbury,yoacababadeconcluirmiresidenciaen el hospital Johns Hopkins y era más joven de lo que es usted ahora. En muchos aspectos era un completo idiota…, aunque ni siquiera lo sabía entonces. Pero me encantaba la medicina. Me encantaba todo lo relacionado con ella. Y estaba decidido, compréndame, a montar una consulta. TodoloqueMariondeseaba,encambio,eraformarunafamilia.Sehabíamostradopacientedurante misañosderesidencia,peroentoncesestabatandeseosadetenerhijoscomoyodeprogresarenmi carrera.Elcasoesque,finalmente,tuvimosunhijo. —William—aventuréyo,enelmomentáneosilencioquesehizo. —No —dijo por fin el doctor Stokes—. William no. —Tomó otro sorbo, que dejó reducido el contenidodelvasoaunlíquidopálido,másdehielofundidoquedecualquierotracosa—.Michael nació un viernes a las cuatro de la madrugada. —Me miró—. Usted no llegó a conocer a Michael. Todo esto fue antes de que usted naciera. Quisimos mucho a aquel niño. Era un chico precioso — dijo,yañadióconunasonrisaamarga—:PorsupuestoqueyosoloviaMichaelaratitos:alahorade cenar, algunas veces entre semana; cuando le contaba un cuento ocasionalmente al acostarlo; los sábadosporlatardeenelparque,aquíabajo…—Hizoungestoconlacabeza,indicando,atravésde las paredes, el parque que había al pie de la colina, que los dos conocíamos tan bien—. Yo estaba trabajandomuchoentonces,dedicandomuchashorasamiprofesión.Loqueríamucho,entienda…, peroestabaocupado.Teníaunaflorecienteconsultaquirúrgica.Responsabilidades. —Comprendo—ledije.Perotalveznomeoyera,puessiguióhablandosininterrupción. —Mariondeseabatenermáshijos,porsupuesto,peroyoledijequeno.Aúnestabadevolviendo los préstamos por mis estudios en la facultad de medicina y, de hecho, apenas tenía tiempo, en realidad,paradedicárseloanuestroúnicohijo.Aellanoleparecióbien,peroaceptómidecisión. Vicómolassombrassemovíanporunladodelacaradelhombrealbajarlacabezaymefijéen laformacomoinclinabaelvasoconsusgruesosyarrugadosdedos;contemplabaelmovimientode laluzatravésdeloscambiantescubitosdehielo. —Michaelteníatresañosymediocuandomurió.Elcáncernecesitósietemesesparamatarlo.— Levantólavistaentoncesyviqueteníalosojossecos.Peroesonoimpedíaquesudolorsemostrara a través de ellos—. No le daré detalles de esos meses, Work. Bastará decirle que fueron casi tan horribles como la mente de un hombre puede imaginar. Nadie debería vivir momentos como aquellos.—Sacudiólacabezaehizounapausa.Cuandovolvióahablar,suvozeramuchomásdébil —:PerosiMichaelnohubieramuerto,jamáshabríamostenidoaWilliam.Estaesotracosaqueme resultadurodeciryquelamayoríadelasvecesnopuedoconsiderarsinquemeasalteeltemorde verla como un intercambio. Michael es ahora un recuerdo, pero William es real, y así ha sido por espaciodecasicincuentaañosya.Nopuedoimaginarquéhubierasidomividadeotramanera.Tal vezhabríasidomejor.Nuncalosabré.Loqueconozcoesalhijoquetengo,yesoesinseparablede él. —Nocomprendoporquémecuentaustedesto,doctorStokes. —¿Nolove? —Losiento.Laverdadesquehoynotengolacabezamuyclara. Se inclinó hacia mí y me puso una mano en el hombro. Yo noté el calor de aquella mano y el impulsoquemedabansuscansadosycomprensivosojos. —Elinfiernonoeseterno,Work.Niestátotalmentedesprovistodeesperanza.Esoesloqueme enseñó la muerte de mi hijo: que nunca sabes lo que te está aguardando al otro lado. Para mí fue William.Habráalgotambiénparausted.Todoloquenecesitaesfe. Considerésuspalabras. —Nohepisadolaiglesiahacemuchotiempo—dije,ysentílafirmepresióndesuexpertamano mientrasseponíadepieyseapoyabaenmihombro.Ledabalaluzenelrostrocuandohabló: —Notieneporquéseresaclasedefe,hijo. Caminétrasélmientrasrecorríamoslacasalosdosyloacompañabaalapuerta. —¿Quéclasedefe,entonces?—pregunté. Eldoctorsevolvióymediounapalmadaenelpechosobreelcorazón. —Cualquieraquetesaqueadelante—medijo. 20 Eranlascuatrodeunamañanafríayhúmeda.Observéelagujero:undesgarrónenlatierra,yuna oscuridadmásnegraquecuantohubieravistoenlavida.Amialrededorelmundosetornabagrisy yomesentícomodesnudobajoaquellapálidaluminosidad.Estabaencuclillasmirandolashierbas delbordedelaparcamiento.Unribazoenfuertependiente,cubiertodehelechos,conducíaalreflejo delaguaalláabajo,ypodíaoírundensogorgoteoentornoalamalezaarrancadaporlatormenta quesehabíaacumuladoenlabocadeltúnel.Loquequedabaenpiedelcentrocomercialsehallabaa un centenar de metros de allí. Como todo a la luz del crepúsculo, parecía reducido a un esqueleto, como una fortaleza en ruinas rodeada de excavadoras y camiones, de formas duras e inamovibles. Escuchabaunruidolejano,peroallíparecíacallar.Soloelaguahablaba,ylohacíaenlalenguade loschicosdedoceaños.«Vamos,entra,asústate…»,decía. Aparqué detrás de la tienda de neumáticos que estaba en el extremo de la finca. Estaba cerrada, por supuesto, pero había otros vehículos aparcados allí y la furgoneta no levantaría sospechas. Me habíavestidoparalaocasiónconropasoscurasybotasdecaucho.Mearméconunbatedebéisboly sihubieratenidounapistola,lahabríallevadotambién.Llevaba,además,unapesadalinterna,pero susbateríasnoservíandegrancosa. Nolashabíacomprobadohastallegarallí,yahorasabíaque,siibaenbuscadeotrasnuevas,tal veznovolvería.Nunca. Desdeellugarenquemehallaba,elriachuelocorríaendiagonalpordebajodelaparcamiento. PasabaamenosdetreintametrosdelcentrocomercialantesdedoblaryalejarseendirecciónaInnes Street. Aproveché la primera tormenta que descargó. Estaba frente a la entrada donde habían encontradoelcadáverdeEzra,enellugardondehabíanarrojadoelrevólver.Yosabíabienloque habíabajoaquellaalcantarilla:unaespeciederepisadehormigónquesealzabacomounaltaryel recuerdodeunosojosenrojecidosquemeaguardabaparaamedrentarme. —¡Alcuerno!—exclamé—.Hapasadomuchotiempodesdeeso. Avancé a trancas y barrancas entre la maleza, consciente de estar pisando un suelo peligroso y resbaladizo,ydespuéschapoteéenelaguaconunruidoquesonóexcesivamente.Laszarzasarañaban mirostro,peroaúnteníalalinternayelbate. Estaba en una situación comprometida. Tenía que moverme rápidamente. Existía la posibilidad, pequeñaono,dequeencualquiermomentoaparecieraunpolicía.Simeencontrabanallí,todohabría acabado.Habríademasiadaspreguntasyyonotendríasuficientesrespuestasquedarles.Poresoesta vezlaoscuridadyeltúneleranmisaliados,unaespeciedesantuarioparamí,aunquemirespiración sonarademasiadoagitadaenaquelespaciolibredelvientoentrelosdosribazos. Habíahechoelpropósitodenovolverjamásallí. Encendílaluzdelalinternaymeagachéfrentealaentradadeltúnel.Eramáspequeñadeloque recordaba,másbaja,másangosta.Elaguamellegabaamediapiernayelfondoera,comolaotra vez,unagruesacapadegravaycieno.Proyectélaluzporeltúnelyseextendióalolejossobrela láminadeagua,hastadifuminarseenlaoscuridad.Habíagrancantidaddedesechosyramasmuertas, y en algunos lugares pude ver estrechos brazos de barro que sobresalían del agua como si fueran lomosdecaimanes.Pasélosdedosporlapared:elhormigónestabahúmedoyviscoso.Lorecordé delaotravezymetrajoelpensamientodesangre,lágrimasygritos.Diungolpeconelbatesobreél yseguíadelante. Alcabodedosdocenasdepasoslabocadeltúnelerasolounapagadoreflejometálico,comouna monedadeveinticincocentavosqueyohubiesepuestoenlasvíasdeniño,pararecogerladelagrava una vez pasara el tren sobre ella. Veinte pasos más adelante, incluso aquel lejano brillo metálico desapareció. Me hallaba profundamente hundido en la garganta, pero mi respiración era regular y normalelritmodemispulsaciones.Mesentíafuerteycomprendíquedeberíahaberhechoesohacía años. Era una terapia gratuita: una parte de mí necesitaba encontrar a aquel miserable que había estadoapuntodedestrozarmelavida.Peroélsehabíaido.Teníaquehaberseido. Seguí adelante, y cada paso que daba fue alejándome más de aquellos terrores de mi infancia. Pero cuando llegué a la repisa que había bajo la alcantarilla, la encontré vacía. No había ningún revólverallí.Poruninstante,aquellonomeimportó.Enelconodedébilluzamarillenta,larepisa estaba sucia, como si estuviera manchada de sangre, y me quedé mirando un pasado que se alzaba comounaaparición,súbita,malignay,sinembargo,tanrealquenisiquierameatrevíaatocarla.Y revivítodootravez:elmiedo,eldolor…,todoello.Peroestaveznoerapormí.Eraporella;esofue lo que vi: la densa sangre que manchaba sus muslos, que a mí me había parecido negra, sus ojos cegadosporlaslágrimasyelbrevedestelloazulcuandolosabrióparadarmelasgracias. ¡Diossanto…!¡Mehabíadadolasgracias! Mesentíaturdido,ydespuésmismanosseapoyaronenelhormigón,conlosdedosengarfiados en él como si quisieran extraer así el pasado. Pero aquello era solo hormigón, y mis dedos meramente carne. Pensé entonces en un muchacho en un terreno de juego, pidiendo a gritos una repetición. Pero aquello no era la niñez, y allí no había repeticiones. Así que me lo cargué a la espaldacomounamochila.Lohecho,hechoestaba. Coloquélalinternaenlarepisaymeenjuguélabocaconelrevésdelamanga.Despuésmetílas manosenelaguaycomencéaexplorarelfondo,enunabúsquedacadavezmásfrenética.Encontré mucholodoyunagrancantidaddepiedras,peronounarma.Laluzdelalinternaparpadeó:notéun movimientoenellímitedondelaluzseencontrabaconlaoscuridad:unarata.Dos,mejordicho:una agazapadacontralaparedylasegundanadandocontracorriente.Medejécaerderodillasyampliéla búsqueda.¡Teníaqueestarallí!Sihabíacaídoalagua,nopodíaestarlejos.Apenashabíacorrienteen aquellugar…Peropensétambiénenlastormentasyenlasfuertescorrientesquearrastrabanrestosy ramasmuertashastatanadentroeneltúnel…¿Podríanarrastrartambiénunrevólver?¿Empujarloen sucurso? Giré sobre mis talones e iluminé con la linterna la continuación del túnel: se prolongaba unos ochocientosmetrosmásantesdeirasalirporelotroladodelaparcamiento.Unlargotrayecto. Luegoobservélasratas.Unasehabíaido.Laotrapareciómirarmeconloquemepareciódesdén. TalvezMaxestuvieraequivocado.Talvezestanofueralaalcantarilladedesagüeexacta.Oquizá el revólver no estuviese allí. Alguien podía haberlo encontrado. Si yo estuviera buscando un lugar para fumar crack, aquel podría ser un sitio tan bueno como cualquier otro para darme un chute. Seguroquedecuandoencuandolosdrogatasentrabaneneltúnelconeseobjeto. Exploréconlaluzbajolasuperficiedelagua,buscandoalrededordelalosadehormigón. Nada. Despuésmesentéenlalosa,decepcionado,respirandoansiosamente,ylaluzparpadeódenuevo. No me preocupó. ¡Que se fuera la luz…, que me dejara a ciegas! El túnel ya no encerraba ningún horrorparamí.Misdemoniosestabanenelpasadoycarecíandesustanciaparahacermedaño.Me recliné contra el frío y húmedo muro y extendí los dedos en el lugar donde había yacido Vanessa. ¿Conservaríaalgúnrecuerdodeellalapiedra? Pasélaluzporlasparedesamialrededor,comodudándolo.Erasolounlugarynoteníaninguna necesidaddememoria.Despuésmiréhaciaarriba.Tardéunsegundoendarmecuentadeloqueveía perocuandolohicesentíunanuevaesperanza.Laalcantarillanodesembocabaeneltúnelmediante unconductorectoyvacío,sinoquehabíaotraespeciederepisadeunmetrodeanchura,cercadel techodeltúnel.Parecíaprofunda,además. Meencaraméalalosa,sucio,chorreandoagua,obligadoacaminaragachado.Eraalgomásque unarepisa:otropequeñotúnel,quesehundíaenlaparedunosnoventaocientoveintecentímetrosy encuyoextremoopuestoseveíalaluzdelabocadelaalcantarilla.Surecorridoestabaprácticamente cegadoporrestos;tallosyvegetaciónsecos,basura…Alarguéelbrazoycomencéatirardeellos: llovíanalrededordemispiernaseibanapararalalosay,deallí,alcaucedelarroyo.Tirémásy más.Deprisa.Frenéticamente.Nopodíallegarhastaelfondo,porloquemeviobligadoaaplastarmi cara contra el hormigón y estirar todos mis tendones al máximo. Tenía la boca abierta mientras empujaba.Yentoncesnotéalgoduro.Misdedoslomovieron,loatrajeronhaciamí.Ydespués,enel instanteenqueloasieronsupequéeraylosaquédeallí.Eraunrevólver.Maxteníarazón. Medescolguédelalosa,caminandoencorvadocomounhombreprimitivo.Iluminéelarmacon lalinternayenseguidasupequesetratabadesurevólver.DelrevólverdeEzra.Mipadrenuncame había permitido disparar con él y ni siquiera tocarlo, pero yo lo conocía desde niño. ¿Cómo iba a poderolvidarlo,silohabíavistoensumano,apuntadocontralacarademimadre?EraunSmith& Wessondeaceroinoxidable,concachasdenácarfabricadaporencargo.Teníaincrustadoenestasun medallóndeplataconlasinicialesdemipadregrabadasenelmetal.Sehabíasentidomuyorgulloso deél:eraelarmadeunhombrerico,yconfirmabaloqueyointuíadesdehacíamucho. QueJeansabíadóndeguardabamipadreelrevólver. Abríeltambor:seiscartuchos,dosdeellosdisparados.Vilaspequeñasmarcashechasenestos porelpercutor.«Estasmarcastandiminutas—pensé,tocándolas—hanhechounenormeagujeroen miuniverso».Lovolvídelotrolado.Erapesado,feo,sucio.Nomecabíadudadequedispararíasi apretaba el gatillo. Por un instante retuve esa imagen en mi mente, incapaz de negar la sencilla eleganciadesemejanteacción,misuicidio,precisamenteallí,enaquellugar. Cerréeltambordegolpe,yduranteunossegundosmeabrumólarealidaddemidescubrimiento. Aquelrevólvereraelinstrumentodelamuertedemipadre,laúltimacosaqueélhabíavistoenla tierra. Me dolían los dedos en torno al duro metal mientras trataba de imaginarme los ojos de mi padre. ¿Habrían suplicado? ¿Habrían mantenido su mirada despectiva? ¿O habrían mostrado finalmente alguna clase de amor? ¿Cómo habría interpretado el destino que llevaba a su hija a emplear contra él su propia arma? ¿Habría aceptado alguna responsabilidad por ello o la habría rechazadoinclusoenelmomentofinal?Pasélosdedosporeltambor.Sabíacuáleralarespuestaa mispreguntas,ymedolía.Jeanvivíaconsudesprecio;esoeratodoloqueteníaparaellamipadre: suconsanguinidadysuoscuraherencia. ¡Quévergüenza!¡Quéhorribleyabsurdavergüenza! Deprontosentílaurgentenecesidaddeacabarinmediatamentecontodoaquello,escapardelas ratas, de las pestilencias y los malos recuerdos. Tenía que librarme del revólver y pensar en cuál seríamisiguientepaso.Peroprimeroempleéunpañueloparalimpiarlo.Loabrídenuevoylimpié todos los mecanismos internos. Extraje todos los cartuchos y los limpié a fondo también. Había conocidogenteenviadaalasillaeléctricaporhaberolvidadoesedetalle.Luegovolvíacargarloy envolvíelrevólverenelpañuelo. Si los policías lo encontraban en mi poder, nadie sospecharía de Jean. Con eso yo ya había logradoalgo,almenos;peronomeparecíasuficiente…,aúnno. Echéunúltimovistazoaaquelsórdidolugar,ydespuésledilaespalda.Esperabasentiralgoal dejarlo,perononoténada;tansoloelecodelospasosquemedevolvíanalairefrescoyalaluna, quehacíanqueelmundoparecieramásdeloqueera.Yalsalirdeltúnelallugarplateadoporsuluz, entrelosaltosribazosqueparecíanparedes,deseéarrodillarmeydargracias,peronolohicesino que,porelcontrario,trepécomopudeentrelaszarzashastaalcanzarlapartesuperiordeltúnel.Yme plantéallíarriba,dondelacorrientedelaguaerasolounsusurroqueapenaspodíaoír. 21 Enestasestábamos.Teníaenlamanoelarmadelcrimen,convertidoencómpliceaposteriori del delito.Estabasucio,empapado,llenoderasguñosyasustadodequelospolispudieranencontrarme antesdequehubierahecholoqueteníaquehacer.Aqueleraunmallugarparaestar.Amítodavíano mereclamabalajusticia.Peroestabaconlasogaalcuelloysabíaqueerasolocuestióndetiempo. Habíanpasadocincodíasdesdequeencontraronelcadáverdemipadre:todaunavida,enlaque habíaaprendidounascuantascosassobrelarealidad…,cosasqueéldeberíahabermeenseñado.Solía decirquetodoelmundotieneserpientesquematar,ypensabaqueahoraentendíaloquequeríadecir. Perounhombrenopuedematarsusserpientessinabrirbienlosojosparaverlas:yesteeraunhecho queélseolvidódemencionarme. Estabasoloahoraenelpuente,aunosochokilómetrosdelaciudad.Yacasihabíasalidoelsoly podíaoírelruidodelrío.Sonabaconenergíaymeinclinésobreelpretilcomosipudierallenarme desufuerza.Misdedosexplorabanelrevólvery,alhacerlo,penséenJeanyenloquetuvoqueser paraellaapretarelgatillo,alejarseytratardeescapar.Entendíaporfinsustentativasdesuicidioy deseépoderdecírseloasí.Porqueyo,amimanera,habíarecorridoelmismopenosocamino.Loque antes me había parecido locura, tenía ahora pleno sentido. Olvido. Descanso. Ahora entendía la seducciónylapiadosaternuraqueencerrabanesaspalabras.Despuésdetodo…,¿quéteníayoque perder?¿Unacarreraquemegustara?¿Unafamilia?¿Elamordeunamujeralaqueamarayqueme amara a su vez? Solo la insoportable proximidad de Vanessa y la certeza de saber que pudo haber sidoalgoimportante. Si tenía algo, era a Jean. Jean era lo único que quedaba de mi familia. Y solo en eso tenía la posibilidaddehaceralgobuenoporella.Simemataba,aquí,conestemismorevólver,meculparían de la muerte de Ezra. Caso cerrado. Tal vez entonces podría ella encontrar algo de paz; dejar Salisburyeiraalgúnlugardondelosfantasmasdelosseresqueridosmuertosatormentaranaotros peronoaella.DeseéqueloquepudierahacertuvieseelmismoefectosobreVanessa… Pero eso no ocurriría nunca. Vanessa se había cansado, y había hecho bien. Así que eso no importabaya.Bastaríaunmomentodevalor. Amartilléelrevólver,yelsonidoqueprodujosonóadecisiónirrevocable. Pero…¿habíaidoaaquelpuenteparahacerestoexactamente?No.Habíaidoallíadeshacerme del arma, a asegurarme de que no apareciera nunca y no pudiera ser utilizada contra Jean. Y, sin embargo, la idea de un final resultaba atrayente. Un solo instante, un fogonazo de dolor tal vez, y Jeanseveríalibredetodo.Millssecobraríasulibradecarneymivida,finalmente,habríaservido dealgo. Contemplabaelríodesdeloalto,laluzdelalbaquetocabalevementelabrumaporencimadel aguayledabaprofundidad.Undoradobordedesolasomabasobrelosárboles,miúltimoamanecer, ymequedémirándolomientrasdabalaimpresiónderemontarsehaciaelfirmamento.Eluniversose vioinmersodeprontoenunadescarnadarealidadyviasígranpartedeél—losverdescampos,los oscurosárbolesyelserpenteanteyenfangadoríodelqueascendíalabruma—comositodoaquello estuvieraentrancedeperecertambién. Apoyé el cañón del revólver bajo mi barbilla e hice acopio de fuerzas para apretar el gatillo, buscándolasenunasucesiónderostros.Vieldemimadrecuandoelsuelodesaparecíabajosuspies. EldeJean,abatido,mientrasmereprochabaporhaberhechomíalaverdaddeEzra.Loviasimismo en el funeral, cuando rechazó con disgusto la mano que yo le ofrecía. También el de Vanessa, golpeadahastadejarlainconscienteyfolladacomounanimalenelmalolientecieno.Ymivergüenza fuetanabsoluta,queinclusoahorameenvenenaba.EraesoloquehabíaalejadoaVanessademí,yyo lohabíaconsentido.Eraesolopeordetodo;deformaque,enunarranquededecididoodiocontra mímismo,encontréenéllafuerzaquebuscaba.Elgatillosemovióbajoundedoqueparecíaarder,y apretécontalfuerzaelrevólvercontramibarbilla,queesomeobligóalevantarlacabeza.Fuede estamaneracomoabrílosojosparaverdenuevoelfirmamento:securvabaporencimademícomo lamanodeDiosyhabíaenélunúnicohalcónqueteníalasalasextendidasyparecíaestarinmóvil. Daba la impresión de planear sobre el cielo ajeno por completo a mí. Di una vuelta en círculo mientrasloobservaba.Peroentoncessoltóungraznidoysalióvolando…,yyocomprendíquejamás podríaapretarelgatillo. El revólver se apartó de mi barbilla y quedó colgando de mi dedo. En el silencio, llegaron finalmente las lágrimas. Rodaban ardientes por mis mejillas e iban a remansarse en mis ropas. Ni siquiera levanté la vista cuando solté el arma y la dejé caer al río. Después me arrodillé con los hombros temblando y apoyé la frente en la fría barandilla metálica. Lloré al principio por los recuerdos y mis fallos, por todo cuanto debió haber sido y no fue; pero, a medida que fueron pasandolossegundos,trajeronconsigounagranyterribleverdad:queestabavivo,yquellorabapor esavida.Eratodoloquemequedabayporesobrotabanporellamislágrimas.Nodecontento,sino por la existencia misma, por la respiración que incluso ahora inflamaba mis pulmones y por las muchasvecesque,enadelante,miraríaalcieloyrecordaría. Fueasícomodejéelrío,llenodenuevafuerzaydeterminación…,dealgoquesentíacomouna esperanza.Mientrasconducía,penséenloocurrido.Denuevohabíatocadofondo,yestavezhabía rebotadoenél.Noestabavivoporquemehubiesefaltadovalor,sinoporque,depronto,habíahecho undescubrimiento.Pudehaberapretadoaquelgatillo,peronolohice.¿Porqué?Puesporquelavida noeraperfectayjamáslosería.Maxteníarazóneneso. Marché,pues,haciacasa.Parélafurgonetaalpiedelcaminodeaccesoymiréenelinteriordel buzón. Ya no estaba la foto de Alex que yo había dejado allí para Hank; lo que significaba que él habíapasadoporallíenalgúnmomento.Enciertomodo,mealegrabadenohabercoincididoconél: había oído la nota de desconfianza en su voz y no hubiera soportado verla también en sus ojos. Después,talvezsí;peroenesemomentoestabaagotado. Elagotamientoseapoderódemícuandoentréenlacocina.MecostóDiosyayudaquitarmelas botasyenseguidapudedecirquelacasaestabavacía,comoyameesperaba.Necesitabacomeralgo y,sobretodo,necesitabacafé…,pero¡seestabatancómodoenaquellasilla!Poresofuiasentarme enelpequeñoescritorioenelqueBarbarapasabagranpartedeldía,escribiendonotitasycharlando con sus amigas por teléfono. Casi podía sentir su presencia allí, su perfume y su ensayada risa de divertida atención. Coloqué los pies encima de la mesa. Tenía los pantalones mojados y sucios de barro, por lo que mancharon los objetos de su escribanía. Pasé un buen rato así, contemplando la lucecitarojaparpadeantedelcontestadorautomático.Alfinal,medecidíyapretéelbotón,ylavoz mecánicadelaparatomeinformódequeteníadiecisietemensajesnuevos. Trece de ellos eran de periodistas. Los borré todos. Uno de Hank, para confirmarme que había recogidolafoto,ytresdeBarbara.Enelprimeroestabaamable.Enelsegundo,educada.Peroenel tercero se la notaba furiosa. No es que gritara, pero identifiqué al punto los tonos cortantes y controladosdesuirritación.¿Dóndeestabayo?Esaerasupregunta,yyosabíaloqueimaginaba:que estabaconVanessa. Borrésusmensajestambiényconsultémireloj.Eranlasseisymedia,unnuevodía.Dormirera imposibleahora,asíquefuiahacercafé.Teníalacafeteraenlamano,debajodelgrifo,cuandosonó elteléfono.Dejéquelorecibieraelcontestador.Paracuandoseescuchóelmensajesalientegrabado porBarbara,yoyahabíacerradoelgrifodelaguaymeestabaocupandodelacafetera.Mequedé heladoaloírlavozdeJean.Eradébilyforzada,peorqueantes. —¿Estásahí,Work?—Unavozquebrada—.Work,porfavor…—Tos. Dejécaerlacafeteraenelfregadero,dondesehizoañicos.Agarréelteléfono. —Estoyaquí,Jean…Nocuelgues. —Bueno…—dijoconvozcasiinaudible—.Bueno…,yosoloquería…—Empezónuevamentea toser—.Queríadecirte… —¿Qué,Jean?Teoigomuymal.¿Dóndeestás? —…decirtequetodoestábien.Queteperdono.¿Lorecordarás? —¡Jean!—grité,perdiendodeprontolapaciencia—.¿Dóndeestás?¿Teencuentrasbien? Duranteunosinstantessoloseoyómivozyelsonidodesurespiración,ycuandohablédenuevo, lerogué: —¡Porfavor…!Dimequéestápasando. —Dimetúquerecordarásloquetedigo.Necesitooírtelo. Respondí,sinsaberporquélohacía,sabiendosoloqueellanecesitabaoírmedecirquesíyque yonecesitabadecírselo. —Lorecordaré. —Tequiero,Work—merespondióconunhilodevoz—.NocreasaAlexsitediceotracosa.— Suvozseperdió,paravolvermomentosdespuésconmásfuerza—:Siemprehemossidounafamilia. Inclusocuandoteodiaba. Sabíaqueesoeraciertoynopodíasoportarlo.Peroyasuvozhabíavueltoatransformarseenun susurroapenas: —Deberíahabértelodichomásveces…Deberíahaber… —¡Jean!—exclamé—.¡PoramordeDios…! Penséquehabíacolgado,porquemiexplosiónfueseguidasoloporunsilencio,peroluegovolví aoírla,ahoracomounsuspiroquedespuésseconvirtióendébilrisa,semejantealsusurrodelviento atravésdelahierba. —Escurioso—dijo—.¡Dios…!—Tomóaireconfuerza—.Selocontaré. Oíqueelteléfonoselecaíadelamanoeibaadarcontraelsuelo.Despuésescuchédenuevosu voz,comosillegarademuylejos. —PoramordeDios—repitió,peroestaveznoescuchéningúnindicioderisa. —¡Jean! —llamé—. ¡Jean! —No hubo respuesta, pero en mi cabeza resonaron de nuevo con fuerzasusterriblespalabras:«Alaterceravalavencida». Dejéelteléfonoenlamesaperonolocolgué,paramantenerlalíneaconectada.Después,conmi móvil,llaméaUrgenciasMédicas,leexpliquéloocurridoalacoordinadoraylediladirecciónde Jean.Ellameaseguróqueenseguidaenviaríanunaambulancia,ycolgué.Marquéacontinuaciónel teléfonodelacasadeJean,perolalíneacomunicaba.Eraallídesdedondemehabíallamado. Me calcé las mismas botas embarradas, tomé mis llaves y salí a todo correr por la puerta. La furgonetanoestabahechaparaelcaminopordondelaconduje,peroporallínoencontrétráficoy llegué a la casa antes que la ambulancia. Las tablas flojas vibraron bajo mis pies cuando crucé corriendosuporche.GolpeélapuertallamandoagritosaAlex,peronadieabrió.Unperroladróal otroladodelacalle.Meapartéunpocodelapuerta,apuntéaunlugarentreelpicaporteyelmarcoy lancé un patadón contra ella. La madera se astilló y al momento siguiente estaba allí dentro, en la oscuridadyeloloramoho,buscandoaJeanygritandosunombre.Depronto,Alextambiénestaba allí,enmarcadaenlapuertadeldormitorio.Llevabapantalonescortosyunacamiseta,yloscabellos recogidosporrulos.Comprendíqueacababadedespertarla. —¿DóndeestáJean?—pregunté. —¿Quédemonioshacesaquí?—megritóasuvez—.¿Erestúquienhaforzadomipuerta? Crucélahabitaciónentreszancadas,agarréaAlexporloshombrosylasacudícontalfuerzaque oícómocastañeteabansusdientes. —¿DóndeestáJean,Alex?¿Dóndeestá? Alex se libró de mis manos, entró de nuevo en el dormitorio y reapareció con un arma en la mano.Levantóelpercutorymeapuntóconella. —Lárgateinmediatamentedemicasa,Work,antesdequetehagaunagujero. No hice caso de su amenaza. Para mí, el arma era intrascendente…, como si no hubiera visto ningunaantes. —¡Malditasea,Alex!AlgolepasaaJean.Mehatelefoneado.Estabadolida.¿Dóndeestá? Mispalabrasencontraroncaminoatravésdesuira,yelarmavaciló. —¿Dequéestáshablando? —Piensoqueintentasuicidarse. Surostrorevelóinseguridad.Buscóconlosojosportodalacasa. —Nosé…—dijo—.Noestáenlacama. —¿Quéquieresdecir?¡Vamos,Alex…! —Nosé…Yoestabadurmiendo.Mehasdespertado.Yellanoestáenlacama. —Tienesdescolgadoelteléfono…Hadeestaraquí. —Lodescolgamostodaslasnoches. Miréamialrededorlapequeñavivienda.Soloteníaundormitorio,lacocina,elbañoylasalade estarenquenosencontrábamos.Registrétodoslosespacios,peronohabíarastrodeJeanenninguno deellos. —¡Sucoche!—dije,ymeprecipitéalaventanadelacocina,cuyasuciacortinadescorrí.Peroallí soloseveíaelcochedeAlex,lashierbasquecrecíanenaqueltrozodetierrayunamanchadeaceite enellugardondedebíahaberestadoelcochedeJean. —¡Maldita sea! No está. —Me volví hacia Alex y vi su arma encima del televisor—. ¿Dónde puedeestar?Piénsalo,Alex. Peroellasesentíadesconcertada,yestabaallíindecisa,sacudiendolacabezaymurmurandopara sí: —Ellanoharíaeso.Nuncamedejaría.—Buscómibrazo,entonces,ymemiródesafiante.Suvoz sehizomásfirme—.Jean,no.Nuncaharíanadasinmí. —Pues,aunquetesorprendalanoticia,lohahecho.Yahorapiensa…¿Dóndepuedehaberido? Alexvolvíayaasacudirlacabezacuando,derepente,sehizoenmílaluzysupeconabsoluta claridadadóndehabíaidomihermana. —¿TieneunmóvilJean?—pregunté. —Sí. —¡Diosmío!¡EstáenlacasadeEzra! —¿Cómolosabes? —Losé,simplemente.—Meencaminéalapuertamientrasmimentetrabajabaatodavelocidad —.¿SabesladireccióndelacasadeEzra? —Sí. —PuesllamainmediatamenteaUrgenciasydásela. —¿Ydespués? —Quédateaquíporsiaparecelaambulancia.Y,sivienen,dirígelosalacasadeEzra. —No—protestóAlex—.Jeanmenecesita.Deberíairallí. —Estavez,no. —Nopuedesimpedírmelo,Work. Megirécuandoyaestabaenlapuerta. —Jeanmetelefoneóamí,Alex.Noati. Mispalabrasacabaronconsuresistencia,peroeldolorquelecausaronnomeprodujoninguna satisfacción.Teníaquedecirlealgomás: —Te lo previne, Alex. Te dije que Jean necesitaba ayuda, y te haré responsable de lo que haya podidopasar. Almomentoestabafueraycorríahacialafurgoneta.Lacasademipadreseencontrabaapoco más de tres kilómetros de distancia, pero había ya mucho tráfico en las calles. Adelanté a tres saltándome una línea amarilla continua, circulando a ciento veinte en un tramo con la velocidad limitadaacincuenta,atajécruzandolasvíasdeltrenydespuésrecorríencontradirecciónunacalle de sentido único para ahorrarme dos manzanas del recorrido. Di marcha atrás para entrar en el camino de acceso, me llevé por delante un arbusto de boj y me detuve inmediatamente detrás del cochedeJean.Corríatodaprisaalapuertadeatrásyempujé.Estabacerradaconllave.¡Malditasea! Busquélasllavesenmisbolsillos,peromedicuentadequelashabíadejadoenlafurgonetaytuve que volver a buscarlas. Momentos después tenía ya la llave en la cerradura y la puerta se abría empujándola.Yadentro,empecéadarvocesyaencenderlasluces.ElnombredeJeanresonóenlos suelosdemármol,recorriólospasillosdeparedesrevestidasdemaderayvolvióamícomosime persiguiera.Porlodemás,lacasasolorezumabasilencio. Me moví por ella todo lo rápido que pude: la cocina, el estudio, la sala de billar. Era una casa grande,perojamásmelohabíaparecidotanto.MedabacuentadequeJeanpodíaestarencualquier parte,ypenséprimeroensuantiguodormitorioenelpisodearriba;peroentoncestuveunaintuición y corrí hacia el recibidor donde, al volver la esquina, la vi al pie de la escalera. Estaba inmóvil, pálida,ylaalfombrapordebajodeellasehallabaempapadadesangre. Medejécaerasulado,conmisrodillaschapoteandoensusangre.Teníalasmuñecasabiertascon largoscortesverticales,yvilacuchilladeafeitar,brillanteyrojasobrelaalfombra. Lasangrefluíaaúndeloscortesacadalatido.Pronunciésunombre.Nohuborespuesta.Lesaqué los zapatos, tiré de los cordones y los até alrededor de sus brazos, apretándolos con fuerza por encimadeloscortes.Lahemorragiacesóylebusquéelpulso,probandoenlagranvenaquecorre pordebajodelabarbilla.Nologréencontrarla.Apretémásyentonceslonoté:elpulsoeravacilante, débil…, pero había pulso. Di gracias íntimamente a Dios. Pero ahora ya no sabía qué más podía hacer,porquenoteníaniidea.Asíquelecrucélosbrazossobreelpechoytratédemantenerlosen altoapoyandosucabezaenmisrodillasysosteniéndolaasílomejorquepodía. Estudiésucaraentonces,buscandoenellaalgunarazónquepermitieraalentaresperanzas,pero estaba exangüe y pálida como si fuera porcelana. A través de la piel de sus cerrados párpados se veíandiminutasvenasazules,comosilostuvieralastimados.Subocacaíafláccidaypudeverdónde sehabíamordidoloslabiosdejandoenellosmarcasenformadelunas,deunrojobrillante,entrelas grietas que se le marcaban. Tenía las facciones hundidas, borrosas, pero era la misma Jean de siempre,mihermana.¡Loquesolíamosreírnoslosdos,malditasea!Juréque,sivivía,seríamucho mejorconella.Ydealgunamaneraesomediolacertezadequeviviría,porquelascosasnopodían acabardeesamanera.Noparaella. Le acaricié los cabellos para retirárselos de la cara y no dejé de hablarle. Mis palabras no tuvieron más significado que el de disculparme ante ella; fueron confusas, se prolongaron durante unosminutosquesemehicieronhorasydespuésyanofuicapazderecordarlas…,aunquecreoque talvezlesupliqué,también,quenomedejarasolo. Después oí ruido a mi alrededor: el estrépito de una camilla de ruedas y voces tranquilas y eficientes.Manosqueyoignorabadequiéneranseocuparondemíymealejaron,perotambiénme dieron serenidad para poder ver. A Jean la rodearon hombres vestidos de blanco, cuyas manos se movieron sobre ella para vendarle las muñecas, que le introdujeron una aguja en el brazo y la taparonparaquenoescaparadeellaelcalorqueaúnconservaba.Alguienmepreguntósiaquellos torniquetesloshabíahechoyo,yasentí. —Probablementelehasalvadolavida—medijoelhombre—.Haidodemuypoco. Metapélacaraconlasmanosymeatrevíaconfiarenquemihermanaviviría.Cuandovolvía mirar, Alex estaba allí. Sus ojos se cruzaron con los míos sobre la inmovilidad de su amante; de nuevo recuperarían su orgullo, su ira y su fuerza, pero por un momento ella y yo compartimos el mismopensamiento:siJeanvivía,seríagraciasamí,yAlexreconocióaquelhechoconlosojosy conlosdedosquecorrieronainterponerseantesubocacomoparaimpedirquesalierandeellaunas palabrasquedespuésnopodríaretirar.Peroyoasentí,sinembargo,yellaasintióasuvez. Unos momentos más tarde, Jean estaba en la camilla y esta se la llevaba del lugar que había elegido.YomequedésoloconAlexyestavinoavermeallugardondemehabíaquedadosentado conlaespaldaapoyadacontralapared.Susmandíbulassemovieronbajoloscerradoslabiosysus manos fueron como puños que batiesen sus caderas mientras trataba de encontrar las palabras que queríadecir. —¿Irásalhospital?—mepreguntóporúltimo. —Sí.¿Ytú? —Claro. Asentíy,albajarlacabeza,medicuentadequeestabadescalza.Ibaapoyandosupesopasándolo deunpieaotro. —¿Creesquesepondrábien?—preguntó. Reflexionéantesderesponder. —Piensoquevivirá—dije—.Losdelaambulanciaopinanlomismo.—Hiceunapausa,mefijé en su rostro y vi que había estado llorando—. ¿Crees tú que podrá recuperarse? Quiero decir…, bueno,túyasabesloquequierodecir. —Jeanesfuerte—respondióAlex—.Muyfuerte,pensabayo.Peroahoranosé.Mesientocomo sinolaconociera.Siemprehabíapensado…Siemprehabíamosdicho… Noconcluyólafraseysesonólanariz.YorecordéalgoquehabíadichoenlacasadeJean,y entoncesloentendí,aunquelacomprensiónmedejóhelado. —Siempredijisteisqueosiríaisjuntas…¿Eseso? Alexdiounpasoatrás,comopilladaporsorpresa,yyovientoncesquehabíadejadounahuella desangreenelpisodemaderadura:lahuellaperfectadeunpie.Casipodíadistinguirlasfinaslíneas delaplanta. Ledijelaspalabrasquemehabíanvenidoalacabeza: —«Noloharíasinmí».Sontuspropiaspalabras. —¿Qué?—Suvozsonóagudadepronto,ymerevelóqueestabaenlocierto. —«Ellanoharíaeso…Noharíanadasinmí».Fuerontuspalabras.Necesitosaberquésignifican. Mepuseenpie,cadavezmásfurioso. —¿Habíaishabladodeesto?¿Desuicidarosjuntas?¿Esesoloquequeríasdaraentender? —No.—Otropasoatrás. —¿Es esa la clase de ayuda que pensabas darle? ¿Era eso? —Un grito—. Pues, entonces, es un milagroqueestévivaaún,ynomeextrañaenabsolutoquemetelefonearaamí,enlugardellamarte ati. Alex dejó de moverse, y en la forma como se encaró a mí y en su tono de voz advertí una repentina resolución. Ya no estaba a la defensiva, sino furiosa, cabreada… Era la Alex que yo conocíadesobra. —Nofueasí—replicó. —Fueunallamadadesocorro,Alex,ymellamóamí.¿Porquéhizoeso?¿Porquénotepidió ayudaati? —Tú no puedes saber cómo fue, y no lo entenderás nunca. No te des importancia. Sois todos iguales. —¿Quiénes?—pregunté—.¿Loshombres?¿Losheterosexuales? —LosPickens—respondióAlex—.Todosloshombres.Eligealquequieras…Pero,sobretodo, túytumalditopadre. —Pruebaaver…—dije—.Explícamelo. —Notienesningúnderechoajuzgarnos. Mivozsubiódetonoyladejésalir.Estabafurioso,asustado.Nopodíatolerarlacomparación queacababadehacer.Indiquélapuertaabiertahaciaelvestíbulo,porelcualhabíansacadoencamilla amihermanahacialaambulancia. —Tengotodoelderechodelmundo—grité—.¡Malditasea,Alex,lotengo!Ellamelodioytúno puedescambiareso.SiJeanvive…,ydeberíasrezarparaqueseaasí…,yaveremosentoncesquién tienederecho.Porque,siesasí,voyatenerqueingresarlaparaquetengatodalaayudaquenecesita. —Esoserásiestáspresenteypuedes—dijoAlex,conlosojosbrillándoleconlaintensidadde losdeuninsecto. —¿Meestásamenazando?—pregunté. Alexseencogiódehombrosyrebajólafuerzadesusrasgos. —Soloestoydiciendoqueparecequetienesotraspreocupaciones,otrascosasenlasqueocupar tumente. —¿Quéinsinúas? —Noinsinúonada.Afirmoloqueesobvio.Yahora,sihasacabadocontusimproperios,voyair al hospital para estar con Jean. Pero recuerda esto —dijo, acercándose más—: Jamás has tenido ningúnpodersobremí,nunca;y,mientrasyoesté,jamástendrástampocopodersobreJean. Miré a Alex y, advirtiendo su rabia mal reprimida, sentí que la mía perdía fuelle. ¿Cómo habíamospodidollegaraaquelextremo? —Jeandijoquemequiere,Alex…Apesardetodo,ellasiguequeriendoasuhermanomayor.Así que, ya ves…, no necesito ningún poder sobre ella. No lo quiero. Me llamó y le salvé la vida. Lo mismoquehiceantesdequeteconociera.Piensaeneso.Ydespuéspensemoslosdosquépodemos hacerparaayudaraunapersonaaquienlosdosqueremostanto. SiesperabaqueAlexseablandara,meequivocabaatodasluces. —Esonoesloqueyobusco,Work,ylosabes.Dejadecomportartecomounjodidopicapleitos. Dio media vuelta y salió de allí con los pies descalzos y tan sigilosos como si escapara de la verdad.Oíunportazo,elsonidoapagadodesucocheydespuésmequedérealmentesoloenlagran casa que tan bien conocía. Miré la alfombra extendida bajo las escaleras, el charco de sangre que impregnabaelespacioconsuolorpeculiar…Deélarrancabanunaseriedehuellasdepisadas,así como la de las ruedas de la camilla, que se hacían progresivamente menos marcadas hasta transparentarse y desaparecer. Vi el teléfono móvil de Jean y lo recogí. Lo sostuve en mi mano estudiandolasangreresecaenélydespuéslodejéenlamesitaquehabíajuntoalapuerta. Medecíaamímismoqueteníaqueiralhospital,perosabía,poramargaexperiencia,queelque Jeanvivieraomuriesenodependíademipresenciaallí;yyomesentíaagotado,incapazdediscutir con Alex de nuevo. Pensé en la gran cama del dormitorio de arriba, y me imaginé a mí mismo tendido en sus sábanas blancas como la nieve; necesitaba envolverme en ellas, notar su limpieza e imaginarqueeraunniñodenuevolibredepreocupaciones.Peronopudehacerlo:yonoerayaaquel niñoytampocounimpostor.Poresometumbéenlaalfombra,juntoalerialcasiresecoyaenelque habíaestadoapuntodeagostarselavidademihermana. 22 EnelhospitalmedijeronqueJeanviviría.Dehaberllegadoyounminutomástarde,probablemente hubiese muerto. Tan escaso fue el margen: alrededor de unos setenta latidos. No permitían que hubieramásdeunvisitanteenlahabitación,asíquetuvequeesperaraquelaenfermeralepidieraa Alexquesalieracincominutos.Noscruzamoslosdosenelpasilloexterioreintentamosmostrarnos amablesunoconotro.Fuebastanteviolentoparaambospues,alaluzbrillanteylimpiadelhospital, sehubieradichoqueteníamoselaspectodevíctimas. —¿Cómoestá?—pregunté. —Dicenqueserecuperará. —¿Algúndañoenelcerebro? Alexsacudiólacabezayhundiómáslasmanosenlosbolsillosdesusmugrientostejanos.Mefijé enqueaúnllevabaentrelosdedosdelospiessangresecadeJean. —Piensanqueno—dijo—,peronoseatrevenajurarlo. —¡Parecenabogados!—comenté,peroAlexnosonriósiquiera. —Sí. —¿Harecobradoelconocimiento? —No. —Escucha,Alex…CuandoJeandespierte,necesitaráverasualrededorgentequelaquiere,no personasqueseodianunasaotras.Megustaríaofrecerleeso. —¿Meestáspidiendoquefinjamos? —Sí. —LoharéporJean,perohayunadiferenciaentrenosotros.Quenoteengañemiactitud.Túnole convienes,aunqueellanoloveaasí. —Loúnicoquemeinteresaesquesepongabien,yquieroquesepaquelagentelaquiere. AlexdirigiósuvistaporelpasillomientrassealejabadeJeanydemí. —Voyatomaruncafé.Estarédevueltadentrodediezminutos. —Deacuerdo.Gracias. Habíadadodospasoscuandosevolvió. —Nohabríadisparadocontrati—medijo. Suafirmaciónmesorprendió.Hastaentonces,yomehabíaolvidadoporcompletodelarmacon quemehabíaamenazadoydelafirmezaconqueparecíasostenerla. —Graciaspordecírmelo. —Soloqueríaquelosupieses. LahabitacióndeJeanenelhospitaleraexactamenteigualqueaquellaenlaquehabíadespertado después de un intento de suicidio fallido. Una cama estrecha y sencilla, con barandillas de acero, sábanas almidonadas y un brillante despliegue de objetos que, de algún modo, parecían faltos de color.Unostubosserpenteabanparaintroducirseensucuerpo,verdesbajolaluzdelosmonitores; cortinascorridas…Rodeélacamaylasabrí.Laluzdelamañanaeratibia,ybajoellaJeandabala impresión de ser una figura de cera, pálida e incompleta. Quería verla de otra manera, como una superviviente,peronoteníapoderparaatribuirletalcondición,puestodavíanotababajomibarbilla elcañóndelrevólver.Soloentoncessemeocurriópensarenlocercaquehabíamosestadoelunodel otro,y,depiejuntoalacabeceradesucama,tratédeencontrarsentidoatodoaquello.Solosabíaque vivíamosambosenunainmensaysolitariaverdad.Mesentéyletomélamano.Cuandolevantéla vistaasucara,laencontréconlosojosabiertos,mirándome.Notéunmovimientoensuslabiosyme inclinémáscercadeellos. —¿Estoyviva?—preguntóenunsusurro. —Sí—respondíconlavozquebrada—,loestás.—Memordíloslabios…¡Estabatandébil!—. Hafaltadomuypoco. Girólacabezaparaapartarlademí,peronosinqueyoadvirtieseunaslágrimasquebrotabande susojosfuertementecerrados.CuandoAlexregresó,Jeansehabíadormidodenuevoyyosalídela habitaciónsindecirleasuamiganadadeaquelbreveintercambiodepalabras.Talvezfueraegoísta, peronomeimportó. Yaenelpasillo,meapoyécontralaparedduranteloquemeparecióunlargorato.Antesdeirme deallíatisbéelinteriordelahabitaciónatravésdelamirilladecristalarmadoquehabíaenlapuerta. LascortinasestabancorridasdenuevoyAlexsehallabasentadasosteniendolamanodeJean,queno sehabíamovidoypermanecíadecaraalapared.Mepreguntésiseguiríaaúndormida.¿Levolvería laespaldaaAlexcomomelahabíavueltoamí?¿OeraAlexrealmentesuamiga,mientrasquemi presenciasoloerabienrecibidaalfinaldetodo? EstabaapuntodemarcharcuandoviqueJeansemovía.Sevolvió,vioaAlexysetapólacara con las manos. Alex dijo algo y Jean comenzó a temblar, con sacudidas que agitaban los tubos conectadosensusantebrazos.Alexsepusoenpieentonces,seinclinósobreellayapretósurostro contra el de Jean hasta que las dos se quedaron inmóviles. Me marché entonces, sintiéndome un miembronodeseadodenuestratristeypequeñafamilia. Tuvetodoelascensorparamísolo,perocuandoseabrióenelvestíbulovialadetectiveMillsde piejuntoalaentrada.Mirabahaciaelexterioratravésdelaventana,peromedicuentadequeestaba esperándome. Fui a su encuentro y descubrí entonces que había un coche patrulla aparcado en la acera.Unagentedeuniformeseapoyabaenelcapó,mientrasacariciabaconlamanolaculatadesu arma.Erajovenyparecíaimpaciente. —¿Hasvenidopormí?—pregunté. Mills se volvió al oír mi voz y se quedó estudiándome detenidamente. Yo estaba sucio y manchado de sangre. A mi lado, ella parecía la encarnación perfecta del instrumento de la justicia: teníaloszapatosrelucienteseinclusopodíaverlarayaperfectadesuspantalones.Cuandohablóolí inclusoelperfumedesudentífrico. —Asíes—dijo. —¿Qué hace ese aquí? —inquirí, señalando con un gesto al joven agente que aguardaba fuera. Mills se encogió de hombros y no respondió—. Puro teatro, entonces —contesté yo mismo—. No habíaningunanecesidad. Fuera,elpolicíasemetióensucochepatrullaysefue.NomiróaMillsniamí.Ellalosiguiócon lamiradaantesdevolversehaciamí. —Estásunpocoquisquillosohoy,¿eh,Work? —Yaves. Ellasonrió. —Nodijeenningúnmomentoqueestuvieraconmigo… —¿Cómomehasencontrado?—lepregunté. —Oíhablardelodetuhermana—respondió—,ysupusequeestaríasaquí. —Teagradezcoestapruebadeconsideración—apostillésinpoderevitaruntonodeamarguraen mivoz. —Noesnecesarioquetemuestressarcástico,Work. —Noestoydehumorparacharlarcontigo,detective.Noestamañana.Nienestehospital.Asíque excúsame. Larodeéparaevitarlayfuihastalasalidaparadirigirmealaparcamiento.Latemperaturadela mañana había aumentado y el cielo estaba ahora claro y azul. Desde la carretera, más allá del recortadoseto,llegabaelruidodeuntráficointenso,ylagentesemovíaamialrededorpero,apesar detodo,notélapresenciadeMillsamiespalda:llevabataconesysuspasoseranenérgicosyrápidos. Comprendíquenoestabadispuestaadejarquemeescaparacontantafacilidaddesuanzuelo,yme volvídecididoaenfrentarmeaella: —¿Quédeseausted,detective? Sedetuvoprudentementeaunospasosdedistanciademí,ypudeverlaculatadelapistolaque colgababajosucazadora.Despuésmemiróconlamismafríasonrisadeantes. —Esperaba que pudiéramos tener oportunidad de charlar. Hay algunas cosas que necesito comentarcontigo.Puedequeseancosasqueatitambiéntegustaríadecirme.Encualquiercaso,no tengonadamejorquehacerahora. —Yosí—contesté,ymevolvídeespaldas. —¿Quélehaocurridoatucara?—preguntóMills. —¿Qué?—preguntévolviéndome. —Tucara.Estállenadecortes. Mellevélosdedosaellacomosifueraculpabledealgúndelito. —Arañazos—dije—.Sonsoloarañazos. —¿Cómoteloshiciste?—preguntóMillsentonointrascendente. —Salíadarunpaseoporelbosque. Elladesviólavista,asintiendo. —Entonces,¿esallídondeteensuciastetantodebarro?—preguntó. —¿Tienealgúnobjetotodaestacháchara? —¿Quéhicisteenelbosque? —Estuveenterrandocadáveres. —Vuelvesalossarcasmos…—observóMillsentonoreprobatorio. Enestaocasiónfuiyoquienmeencogídehombros. —Quizádeberíamoscontinuarestaconversaciónenlacomisaría… —Enlacomisaría—repetíyo,inexpresivo. Millspaseólavistaporelaparcamientoydespuésporelcieloazullibredenubes,comositodo aquelloleresultaramásbiendesagradable.Cuando,finalmente,volvieronafijarseenmí,susojos conservabanaúnlaexpresióndedisgusto. —Podríaresultarmásprovechoso—dijo. —¿Tienes una orden de detención? —pregunté. Mills sacudió la cabeza—. Pues, entonces, mi respuestaes«no». —¿Siguesafirmandoquenuncahasvistoeltestamentodetupadre? Supreguntafuetanrepentinaquemedesconcertó;erainesperaday,alformulármela,mepareció comosiunvelotaparasurostro.Intuíelpeligro. —¿Porquémelopreguntas?—dije. Millsseencogiódehombros. —Esloquemedijisteelotrodía.Soloqueríaasegurarmedequetodosmisdatossoncorrectos. Medijistequenuncahabíasvistoeltestamento,quenosabíasnadadesucontenido.¿Esexactotodo? Yosabíaloquepretendía.Elqueyoconocieraeltestamentopodíainterpretarsecomounmotivo para el crimen; por ello en el fondo de mi cabeza comenzaron a sonar señales de alarma. Los policíaserancomoabogados.Lasmejorespreguntaseranaquellasparalasqueyateníanrespuesta. —No estoy preparado para comentar esto ahora. Mi hermana acaba de intentar suicidarse. Aún estoycubiertodesusangre.¿Tienealgúnsentidoparatitodoesto? —Soloquierolaverdad,Work.Comocualquierotro. —Séperfectamenteloquequiereusted,detective. Ellapasóporaltomihostilidad. —¿Deveras? —Si quieres la verdad, ¿por qué no investigas el embargo del centro comercial? También allí huboenjuegomillonesdedólares,inversoresfuriosos…,ymipadreenmediodetodo.¡Poramor deDios,Mills!¡Lomataronenesasmalditasinstalaciones!¿Oesqueesonoteparecerelevante? Millsfruncióelceño. —Ignorabaqueestuvierasalcorrientedeeso…—dijo. —Hay muchas otras cosas de las que tú no estás al corriente. ¿Estáis investigando eso o no? ¿Sabesalmenosquiénessonesosinversores? —Llevaréestainvestigacióncomomeparezcaoportuno. —Obviamente. —Notepasesdelistoconmigo,Work.Novalelapena. —Pues,entonces,¡quítateesasanteojerasyhaztutrabajo! Millsbajólavoz. —Tupadrefuesolounmandado.Matarlonodetendríaelembargo.Túeresabogadoylosabes. —El asesinato rara vez se ejecuta a sangre fría; las personas matan por efecto de emociones intensas.Odio,ira,venganza,deseo…Sinoconocesalosimplicados,¿cómopuedesdescartareso? Podríahaberenestecasootromillarmásderazones. —Olvidasuna—dijoMills. —¿Cuál? —Lacodicia—respondió. —¿Hemosacabado?—lepregunté. —Sí…,porahora. —Bien…—dije—.Necesitounbaño.—Comencéaalejarme. —Nosalgasdelaciudad—meadvirtiócuandoyameiba. Girésobremis.Talonesyleespeté,indignado: —Amínomevengacontonterías,detective.Conozcoelsistematambién.Deténgameono;pero, mientraslopiensa,iréyvendrécomomeplazca. Algocentelleóensusojos,peronodijonada;yomeacerquéamifurgonetayentréenelladando unportazocontraMillsytodocuantorepresentaba.Elpequeñoespaciointeriorolíaabarro,gasolina ysangre,peroporencimadetodoyoseguíaoliendoelaromadulzóndesudentífrico.Arranquéel vehículo y conduje para salir del aparcamiento. Después tomé la dirección de mi casa, sin darme cuenta,hastallegarcasiaella,dequeMillsmeseguíaconsucoche.Comprendíentoncesloquehabía queridodecirme:quepodíairyvenircomoquisiera,peroquelaúltimapalabralatendríaella. Aparquélafurgonetaenloaltodelcaminodeaccesoysalídelvehículo.Millssehabíadetenido enlacalle,juntoamibuzóndecorreo.Hizosonardosveceselclaxonysiguióadelante,peronose marchó:rodeólamanzanayfueaaparcarenlacallelateral,juntoallago.Yolaviyellamevioamí. Yasíestuvimosunratolosdoshastaqueentréencasa. Enlacocina,meagarréalaencimeracontodasmisfuerzas,hastaquemetemblaronlosbrazosy mi ira hizo vibrar la habitación. Una vez la hube descargado, me quedé con la sensación de estar exhausto.Sentíamicuerpocomomuerto,peromiespíritusehabíacentradoenunaúnicaresolución. Acertadaoerrónea,buenaomala,estabasegurodequeeralaquenecesitaba. Elauriculardelteléfonomepareciócalientecuandomelollevéalaorejayduranteuninstante creíoírellatidodesucorazóncomosituvieralacabezaapoyadaensupecho.Mesentéenelsueloy marqué su número. El timbre sonó y yo pude oírlo como si estuviera en su granja, en lugar de telefonear desde la mía: agudo en la cocina, suave en el recibidor. La imaginé apresurándose a descolgar,cruzandoelporchedelantero,elgolpedelamosquiteracontralapuerta,eloloralatierra labradayeldeljabónqueellaempleaba.Viconlosojosdemimentecómosecurvabansuslabios para pronunciar mi nombre. Pero nada de todo esto llegó a ocurrir: solamente oí su voz en el contestador, que no era en realidad la misma. Ni de lejos. Tanto que no pude hacerme a la idea de dejarleunmensaje. Colgué,pues,elteléfonoymepuseenpievenciendoelcansancio.Pasémediahorabajoladucha, peronoconseguíentrarencalor.Cuandosalídelaguacaliente,mesequéconunatoallaymemetíen lacama.Penséqueestabademasiadonerviosoparadormirme,peromeequivocaba. Soñé en blanco y negro: sombras en el suelo que se extendían como barrotes bajo mis pies descalzos.Yoteníalosdedosensangrentados,oscuros;corríaporcausadeldolor,ylassombrasme atravesaban en su giro, como si fueran un gigantesco ventilador interpuesto entre el sol y yo. Luz, oscuridad luego, en sucesión cada vez más y más rápida; y luego, finalmente, oscuridad. Estaba ciego.Estabasordo.Pero,aunasí,looí.Algoseacercaba. —Hola,Barbara—dijesinvolverme. —Sonlastresdelatarde—observó. —Nodormígrancosaanoche. —Yalosé—dijoBarbara. Di la vuelta a regañadientes. Barbara lucía un traje de Chanel rosa, con un sombrerito tipo casquete.Sucaraeraperfecta,perolaluzendiagonalarrancabapequeñassombrasenlascomisuras desuboca. —¿Cómolosabes?—pregunté. Elladejósubolsoeneltocadorycomenzóaencenderinterruptores.Semovíamientrashablaba, comosinoquisieraquelevieselacara. —Como no respondías al teléfono, vine a ver. Hacia las cuatro de la madrugada. Estaba preocupada. Me sentía mal por no estar aquí contigo. —Encendió la última luz y se quedó quieta, indecisa, alisando su falda como si tuviera alguna arruga en ella. Todavía no podía mirarme, sin embargo—.Puedesimaginarloquemesorprendióencontrarlacasavacía. —Barbara…—empecé,sinsaberquédecirle. —Noquierooírtusexcusas,Work.Nopodríasoportarelinsultoamiinteligencia.Puedoaceptar quetemarcharasporqueyonoestabaaquíparati;yeneseaspecto,tengounapartedeculpa.Perono quierohablardeelloniquieroquetúmemientas.Nosabesmentirbien. Meincorporéparaapoyarmecontraelcabezal. —Siéntate,Barbara—lepedí,altiempoquedabaunosgolpecitosenlacamaamilado. —El hecho de que esté hablando contigo no significa que te haya perdonado. Estoy aquí para decirtecómohandeirenadelantelascosas,siqueremosmantenerintactalaunidaddeestafamilia. Enprimerlugar,tienesquesaberquenocreoquehayasmatadoatupadre. —Bueno…,teloagradezco—lainterrumpí. —Noesningúnsarcasmo.Ydéjameacabar,porfavor. —Deacuerdo,Barbara.Adelante. —NovolverásaveraesatalVanessa,yyoestaréaquíyteayudaréasuperartodoesto.Sealoque fuereloquehayasdeafrontar,loafrontaremosjuntos.Yojuraréhastaelúltimoalientoqueestabas conmigoalahoraquedicenquemataronaEzra.—Memiróporfin.Unaluzextrañabrillabaensus ojos y su voz, cuando prosiguió, era tan quebradiza y dura como la pizarra—. Sonreiremos a nuestros vecinos. No nos esconderemos como si estuviéramos avergonzados. Cuando la gente nos preguntecómoestamos,selodiremos:maravillosamente.Somosmaravillosos.Yococinaréparatiy hasta me apetecerá dormir contigo. Todo esto pasará y, cuando haya quedado atrás, tendremos que seguirviviendoenestaciudad. Suvoznohabíacambiado—erainconmoviblementemonótona—,ylaobservéconincredulidad mientrasproseguíaenelmismotenor: —Estaremos en casa la mayor parte del tiempo, pero saldremos de cuando en cuando para guardar las apariencias. Todo irá como siempre. Glena ha hecho unas cuantas llamadas. Las cosas estánmal,peromejorarán.Unavezsehayaolvidadoesto,todosearreglará. —Barbara…—dije. —¡No!—gritó—.Nomeinterrumpas.Ahorano.Nodespuésdeloquehaocurrido.—Recuperó la compostura—. Te estoy ofreciendo una oportunidad, Work. Cuando lo superemos, podremos volver. —Volver…¿aqué?—pregunté. —Alanormalidad. Eligióaquelmomentoparasentarseenlacamaamiladoyapoyarunamanoenmipierna.Yome echéareír,conunarisafalsaydesagradable,desprovistadelamásrudimentariaalegría.Unarisa que hasta a mí mismo me pareció demente y a través de la cual, como si fuera un cristal, vi que Barbararetrocedíaconfusa. —«Normalidad» —repetí imitándola—. Nuestra vida de antes. Eso no es ninguna oportunidad, Barbara.¿Oestástanimplicadaeneseplanquenisiquieraerescapazdeentenderesto? Ellasepusoenpie. —¿Quéestásdiciendo? Melevantédelacamadespacio,desnudoymuypoquitacosa,ymiréaaquellamujer,conlaque mehabíacasado.Penséennuestrosañosdevidaencomúnysentílavaciedaddenuestrasalegrías superficialesynuestrossueñossinsustancia.Despuésapoyémismanosensushombros. —Hayunascuantascosasquesébienahora,yunadeellasesquenovolverénuncaalavidade antes—dije,pensandoenlassombrascomobarrotesdemisueño—.Essolootraclasedeprisión.— Retrocedí un paso, y mis manos quedaron colgando a mis costados. También cayó la mandíbula inferior de Barbara, que se quedó con la boca abierta y una expresión de desconcierto, aunque enseguidalacerródegolpe.Yomemiréamímismo—.Voyaversiencuentroalgoparaponerme. Paséporsuladoyellamesiguióalcuartodebaño. —Esella,¿verdad? —¿Quién? —Esazorratehapuestoyaenmicontra. Mevolvíypreguntéfríamente: —¿Dequézorramehablas? —Nojueguesconmigo.Noquieroserobjetoderisaynovoyapermitirquemeabandonespor unafulanalocal. —No conozco a nadie que responda a esa descripción y, si la conociera, mi actitud no tendría nada que ver con ella. ¡Esto es por mí! ¡Es por nosotros dos! Una cuestión de elecciones y prioridades.¡Escuestióndequeabrasdeunaveztusmalditosojosyveaslarealidadenlaquenos ahogamos!Nuestravidaesunamentira.Somosunamentira.¿Noerescapazdeverlo?¿Nisiquiera erescapazdeadmitirlo,dereconocerloantetimisma?Seguimosjuntosporrutina,porquenosomos capacesdereconocerelerrorquecometimosyporquelaverdadnosresultademasiadodura. —¡Laverdad…!—dijo—.¿Quiereslaverdad?Bien…,puesaquílatienes.Piensasqueyanome necesitasyquetodoesedineroquesetevieneencimavaaservirparadarteelpiroyescaparcontu putillacampesina. —¿Quédinero? —Tienegracia,Work.Vivimosenlamiseriadurantediezañosyahoraqueelfinalestáalavuelta delaesquina,resultaquenosoylobastantebuenaparati.Leolosperiódicos.Ysélodeesosquince millonesqueEzratehadejado. Mereíantelaenormidaddeaquelabsurdo. —Para empezar, solo a ti se te puede ocurrir que hemos estado viviendo en la miseria, sin importarte que te he dado hasta el último céntimo de lo que he ganado. En cuanto al testamento de Ezra,jamásverénadadeesedinero. —Enesoaciertas,porqueyosoytucoartadaymeestássacandodequicio. —Noquierounacoartada.Nolanecesito.Ahórrametusjodidasapariencias.Ydéjamealmargen deellas. Sehizoentrelosdosuntensosilencio,duranteelcualellasevolviódeespaldasyyomevestí. EstabaponiéndomeloscalcetinescuandoBarbarasedirigióamídenuevo: —Piensoquetalvezlosdosnoshemospasadounpoco.Yonoquieropelearme,yséquetúestás muy alterado. Puede que estés proyectando contra mí tu resquemor…, no sé. Demos marcha atrás unosminutos. —Deacuerdo—dije—.Loquetúquieras.—Acabédecalzarmeymeajustéelcinturón. —Resolvamos este problema y después podremos mirar nuestra situación con un poco más de calma.Hemosvividojuntosmuchotiempo.Tienequehaberunabuenarazónparaello.Yocreoque estamos enamorados aún. Lo siento así. Cuando esto quede atrás y hayan pasado nuestras preocupacionesdedinero,todonosparecerádiferente. —No va a haber ningún dinero, Barbara. Tendría que vender mi alma por él, sacrificar todo cuanto queda de mi vida, y no puedo hacer eso. No puedo permitir que disfrute de esta última carcajada. —¿Qué última carcajada? ¿De quién estás hablando? ¡Por amor de Dios, Work…! ¡Son quince millonesdedólares! —Por lo que a mí respecta, igual podrían ser mil millones —dije, apartándola de mi paso—. Podemoshablarluego,peronoséquéotracosapodemosdecir. —Es el momento justo, Work. La situación. —Comenzó a seguirme por la casa—. Todo se difuminaconeltiempo.Yaloverás.Cambiaráamejor. Paséporlacocinayrecogímisllavesymicartera. —No lo creo, Barbara. Esta vez, no. —Al momento siguiente estaba en el camino de coches, y ellasehallababajoelmarcodelapuertaamiespalda. —Eresmimarido,Work.Nomeabandones. Puseenmarchaelmotor. —¡Malditasea!¡Eresmijodidomarido! Me alejé conduciendo la furgoneta, sabiendo que en una cosa mi mujer tenía razón: todo se difuminaconelpasodeltiempo. 23 Fui al bufete porque tenía que hacer algo. Si no hacía algo, bebería; y, si bebía, agarraría una borrachera.Estaúltimaideamehorrorizabaporqueeramuytentadora.Peroelalcoholerasolouna formamásdeescapardelarealidad,comolanoaceptacióndeunomismooelautoengaño. Me senté en mi escritorio, sin prestar atención al desorden, y busqué el número del forense en Chapel Hill. Era un exjugador de rugby, exfumador y exmarido. Pero era un buen forense y un testigo decente en el estrado. Habíamos mantenido consultas en varios casos y salido adelante con ellos.Noseasustaríaporunacopademás. Susecretariamepusoencomunicaciónconél. —Nosésideberíahablarcontigo—mesoltósinpreámbulos.Sutonomesorprendió. —¿Porquéno? —Losforensesnovivimosenloaltodeunpedestal,yasabes.Leemoslosperiódicos. Supeadóndequeríairaparar. —¿Entonces?—lepregunté. —Nopuedocomentarcontigomisaveriguaciones. —¡Setratademipadre…! —¡PoramordeDios,Work!¡Estásbajosospecha! —Mira…Séqueledispararondostiros.Sécuálfuelaclasedemunición.Solonecesitosabersi hayalgomás.Algofueradelonormal. —Volvemosalomismoenciertomodo.Comprendoloquedices.Peromeestásponiendoenun brete. No puedo decirte nada…, no hasta que la detective jefe del fiscal del distrito lo autorice. ¡Malditasea,Work!Tendríasquesaberlodesobra. —¿Creesquelohiceyo? —Loqueyocreaodejedecreeresirrelevante. —Túereselforense.Nadadeloquepiensesesirrelevanteenuncasodeasesinato. —Noestamosmanteniendoestaconversación,Work.Siestovaajuicio,noquierovermelastrado aldeclararporalegacionesdenohaberrespetadolasnormas. —Aguarda—lepedí. Unapausa. —¿Qué? —Tengoquehacerlospreparativosparaelentierro.¿Cuándopodrédisponerdelcadáver? Siguióunanuevapausa,todavíamáslarga,hastaquerespondiófinalmente: —Loentregaréencuantorecibaelpapeleodelaoficinadelfiscaldeldistrito.Comosiempre.— Hizootrapausa;pudeintuirquehabíaalgoqueloincomodaba. —¿Quéocurre?—pregunté. —Noteloentregaréati,sinoatuhermana—dijodespacio—.Porlasmismasrazones. —Mihermanaestáenelhospital—dije—.Haintentadosuicidarseestamadrugada. —Nolosabía. —Bueno,puesahorayalosabes. Seabrióunparéntesisdesilencioentrenosotrosdos.ÉlhabíavistoaJeanunpardeveces. —Reconsideraréelasunto,Work.Hastaquelleguenlospapeles.Luegodecidiré. —Muchasgraciaspornada,entonces—dije. —Redactaré una nota acerca de esta conversación, para incluirla en el expediente, y alguien de esta oficina se pondrá en contacto contigo cuando haya terminado el papeleo. Hasta entonces, no vuelvasatelefonearaquí. —¿Quéproblematienes? —Nomejodas,Work.Nojueguesconmigo.Yameheenteradodetuvisitaallugardelcrimen. EngañasteaMillsyellaloestápagandoahora.Podríacostarleelcaso,ytalvezsutrabajo.Amíno mepondrásenevidencianimedejarémanipulardeesamanera.Niamínianadiedeestaoficina.Y ahora,adiós. Colgóyyomequedémirandoelteléfonoqueteníaenlamano.Despuéscolguétambién.¿Qué habría visto él cuando cerró los ojos, se llevó el auricular a su oreja y escuchó mi voz? No a un profesional. No al colega ni al amigo. Había oído lo que nunca había oído antes en su enrarecida oficinaconlasbrillantesmesasdeoperacionesylashilerasdesilenciososcadáveres.Habíaoídola voz del violador, del asesino que le obligaba a pasar días y días olfateando productos químicos y sangre coagulada. Nos conocíamos desde hacía ocho años y, sin embargo, él pensaba que lo había hecho.Habíasidojuzgadoyconsideradocapazdehabercometidoaquelcrimen.Douglas,Mills,mi mujer…Todalamalditaciudad. Cerrélosojosyviunosfinoslabiosazulesmurmurandopalabrasquenopodíaoírperoque,sin embargo,reconocíalinstante:«Purriablanca»,decían.Eranloslabiosdeunamujer,flanqueadospor pendientesdebrillantesquecentelleabancomoelmismísimosol.Viquesecurvabanenunasonrisa amarga.«¡PobreBarbara!Realmente,hubieradebidopensarlomejor». Antes de darme cuenta de lo que estaba haciendo, me vi a mí mismo de pie, arrancando el teléfonodelescritorioylanzándoloatravésdeldespacho.Fueagolpearcontralapareddeenfrente, donde se hizo añicos, dejando en ella un agujero del tamaño de mi frente. Hubiera deseado escurrirme por él y desaparecer, pero, en lugar de ello, caminé hacia allí y recogí las piezas del destrozado aparato. No podía juntarlas de nuevo, así que las dejé caer al suelo otra vez. Después toquéelagujerodelapared.Todosederrumbabaamialrededor. Meacerquéalamesademisecretariaporquenopodíadejardepensarenmipadre.Telefoneéa lafuneraria.Sialencargadoleresultóextrañohablarconmigo,nolodejóentreverensuvoz.Era una voz líquida y medida. Como si saliera de una de las urnas de cristal que yo había imaginado siemprealmacenadasenlossótanosdesulocal.Medijoquenoteníaquepreocuparmepornada.Que lo único que debía indicarle era una fecha para el servicio fúnebre. Todo lo demás estaba ya acordado. —¿Porquién?—pregunté. —Porsupadredeusted.Éllodispusotodo. —¿Cuándo? Elempleadodelafunerariahizounapausa,comosihablardelosdifuntosencualquieraspecto requirieraunaespecialconsideración. —Hacealgúntiempo—respondió. —¿Quéhaydelataúd? —Elegido. —¿Delaceremonia? —Elegida. —¿Elpanegírico?¿Lamúsica?¿Lalápida? —Todo dispuesto por su padre —dijo el de la funeraria—. Fue muy concienzudo en todas sus disposiciones,seloaseguro.—Hizounapausa—.Entodoslosaspectos,unperfectocaballeroyel perfectocliente.Noescatimóningúngasto. —No…,nuncaloharía. —¿Hayalgunaotracosaenlaquepuedaservirledeayudaenestedifícilmomento? Habíahechoestapreguntaentantasocasiones,queinclusoatravésdelteléfonoadvertísufaltade sinceridad. —No—respondí—.No,muchasgracias. Suvozsehizomásgrave. —Entonces… ¿Me permite sugerirle que nos vuelva a llamar? Cuando las cosas se hayan calmado.Todoloquemehacefaltaeslafechaenquedeseaustedquesecelebreelservicio. —De acuerdo —dije—. Eso haré. —Estuve a punto de colgar, pero entonces le formulé la pregunta que me había estado intrigando durante el anterior minuto de nuestra conversación—: ¿A quiéneligiómipadreparaquepronunciaraelpanegírico? Elencargadodelafunerariapareciósorprendido. —Austed,porsupuesto. —Porsupuesto—asentí—.Eradeesperar. —¿Seráalgunaotrapersona? —No,muchasgracias. Colgué el teléfono y me quedé sentado en silencio. ¿Podría pronunciar su elogio fúnebre? Tal vez.Pero…¿diríaloqueélqueríaquedijera?CuandoEzrahizoaquellaelección,yoeraunhombre diferente, su mono de imitación y el depositario de su verdad. A través de mis palabras, él prolongaría su existencia y conseguiría que todos los presentes lo recordaran y se sintieran humilladosporél.Poresomehabíaelegido:porquemehabíahechoyestabasegurodeloquehabía hechodemí.Perolaspalabrassonmeraspalabras,ylosrecuerdossedesvanecenconeltiempo.Por eso había creado la Fundación Ezra Pickens, que perpetuaría su nombre. Y, por si no bastara, allí estabaaquelsobornodequincemillonesdedólaresparagarantizarqueyocontinuaríasuobra. Necesitabaecharlelosbrazosalcuello,decirleque,aunqueenelfondo,yolequerríasiempre… ydespuésdarlepuñetazoshastadejarlomediomuerto.Porque…¿cuáleselpreciodelavanidad,el costedelainmortalidad?Unnombreessolamenteunnombrey,tantosiestáesculpidoenlacarne comosiloestáenelmármol,puedeserrecordadodemuchasmaneras,notodasellasbuenas.Loque mihermanayyohabíamosnecesitadoeraunpadre,alguienaquienleimportáramos. Apoyélafrenteenelescritorio,enlafríayduramadera;descanséenellalamejillayextendílas manos. Aquello me trajo a la memoria el recuerdo del instituto. Cerré los ojos y olí borradores, comoagomachamuscada,yenseguidalahabitaciónsedesvaneció.Estabaenelpasado. Fuenuestraprimeravez.Yoteníaquinceaños.Vanessaerauncursomayor.Lalluviatabaleabaenel tejadodechapaondulada,peroelgranerodelagranjaStolenestabasecoylapieldeVanessatenía un brillo pálido a la luz del crepúsculo prematuro. Cuando descargó un rayo, iluminó el mundo exterior y nos recluyó a los dos en nuestro recinto privado. Éramos dos exploradores, y cuando el truenorugía,másfuertecadavez,lohacíaparanosotros,acompasándoseconnuestroscuerpos.Por debajo, en compartimientos que olían a paja, los caballos piafaban y pateaban el suelo con sus cascos,comosisupieranloquehacíamosyloaprobaran.Yoaúnpodíaolería.Podíaoírsuvoz. —¿Mequieres? —Túsabesquesí. —Dilo. —Tequiero. —Repítelo.Nodejesdedecirlo. Y yo lo hacía; tres sílabas, un ritmo. Igual que nuestros cuerpos tenían un ritmo. Al momento siguiente su voz sonaba en mi oído. Era un ritmo suave, que repetía mi nombre una y otra vez. — Jackson,Jackson…—,hastaquemellenabapordentrocomounafuerza. Yderepenteloescuchémásalto. Abrílosojosymeencontrédenuevoenmioficina.Levantélavistayellaestabaallí,encarney hueso, en el umbral de la puerta. Yo tenía miedo hasta de pestañear, por temor a que ella pudiera desvanecersesinmás. —¿Vanessa? Ellacruzólosbrazosyentróeneldespacho.Parecíavolversemástangiblealmoverse,comosi aportaraunarealidadnuevaalaúnicarealidadqueyohabíaempezadoaodiar.Merestreguélosojos, temerosoaúndequelavisiónsevaciaradecontenido. —Penséquetalveznecesitaríasunacaraamiga—medijo,ysuvozpasóatravésdemícomoel fantasmadeunseramadomuertohacetiempo.Penséamivezentodoloquenecesitabaoír…,enmi confusión,enminecesidadyenmipena. Peromefallólavozymesalióásperaenaquelsilencioexpectante. —¿Dónde está tu nuevo amigo? —pregunté, y su rostro se fundió para mí con el rostro del extraño. —Nomezahieras,Jackson.Yasemehacenbastantecuestaarribalascosas.Heestadoapuntode novenir. Conseguíponermedepie. —Noséporquéhedichoeso.Losientomucho,Encualquiercaso,noesdemiincumbencia.— Hiceunapausayseguímirándolacomosiaúnpudieradesaparecer—.Soyunnecio,Vanessa.Apenas mereconozcoamímismo.—Extendímismanosvacíasyellasedetuvo,asalvo,enelotroladodela habitación. Dejé caer los brazos—. Me siento transparente, ¿sabes? No soy capaz de retener mis pensamientos.—Recordéelteléfonoestrellado,elagujeroenlapared…—.Todosemeestáviniendo abajo. Dejédehablar,peroellacompletómipensamiento. —Estáresultandomuyduroparati. —Sí. —Tambiénparamíloestásiendo—dijo,yyoviquesuspalabrasrespondíanalarealidad. Teníalapielchupadasobreloshuesosdesurostro,tensaporsuspropiosproblemas.Susojos parecíanhundidosysinvida,yvinuevasarrugasentornoasuboca. —Intentellamarte—dije—.Norespondiónadie. Ellairguiólabarbilla. —No quería hablar contigo. Pero luego ocurrió esto. Y pensé que pudieras necesitar a alguien. Penséque…talvez… —Pensastebien—dije. —Déjame acabar. No estoy aquí porque quiera ser tu novia o tu amante. He venido para ser tu amiga,porquenadiedeberíapasarestosolo. Yobajélosojos. —Todoelmundoactúacomosiyolohubierahecho.Lagenteapartalamiradademí. —¿YBarbara?—preguntóVanessa. —Loestáempleandocontramí.Comounarma.—Desviélavista—.Todohaacabadoentreellay yo—dije—.Novolveréconella. —¿Losabe?—preguntóVanessa. Tenía motivos para mostrarse escéptica. Le había hablado a menudo de que pensaba dejar a Barbara. Levantélacabeza;encontrélosojosdeVanessaeintentécomunicarmedirectamenteatravésde ellos.Necesitabaquesupieraqueleestabadiciendolaverdad. —Ellanolohaaceptadoaún,perolosabe. —Supongoquemeechalasculpasamí,¿verdad? —Sí,aunqueyoseloexpliquédeotramanera.Nopuedeaceptarlaverdad. —¡Quéironía!—exclamóVanessa. —¿Por…? —No hace mucho, yo habría aceptado con gusto esa culpa. Si eso hubiera significado que podíamosestarjuntostúyyo. —Peroahorano—dije. —No.Ahorano. Queríadeciralgoparahacerqueaquellaspalabraspasaran,peroestabamuycercadeperderlay elpensamientodesemejantesoledadextremameparalizaba. LacaradeVanessasepusopálidaysuslabiossetransformaronenunafinalíneamientrasmiraba cómobuscabainfructuosamentelaspalabrasquequeríadecirle. —Tengotreintayochoañosya—dijo—.Casicuarenta.—Cruzólahabitaciónparacolocarseal otro lado de mi mesa, y mirarme de frente desde allí—. Solo he deseado tres cosas en mi vida, Jackson;solotres:lagranja,tenerhijosyati. Empalideciómásaún,comosisusangresehubieraaclaradodepronto.Susojosaumentaronde tamañohastaparecerenormes.Medabacuentadequeleresultabamuydifícilhablar. —Queríaquefueraselpadredemishijos,queformáramosunafamilia.—Nopudoreteneruna lágrimayselaenjugóantesdequellegarademasiadolejos—.Teamabamásdeloquepenséqueuna mujerpudieraamaraunhombre.Desdelainfancia.Todamivida.Teníamosloquepocaspersonas han tenido jamás… ¡Parecía tan lógico todo…! Pero entonces tú me dejaste, sin explicaciones, al cabodecasidiezaños.YtecasasteconBarbara.Aquellocasimemata,peroconseguísuperarlo…, arrancartedemí.Hastaquecomenzasteavenir…Erasolounavez,dosvecesalmes…,peronome importaba.Estabasallí,conmigodenuevo,yamímebastabaconeso.Sabíaquemeamabas,incluso cuando me utilizabas simplemente. Hasta el día en que desapareció Ezra. Tú viniste a verme esa noche,lanocheenquetumadremurió,yyoteditodoloquetenía,todoloqueguardabaparati.Me volquéentiehicemíotudolor.¿Teacuerdas? Apenaseracapazdesostenersumirada. —Meacuerdo,sí. —Pensabaque,desaparecidoEzra,túteencontraríasdenuevoatimismo,almuchachodequien yoestabaenamorada.Yyoqueríaeso.Queríaquefuerasfuerte,ypensabaqueasíloserías.Poreso esperé.Perotúnovolviste.Porespaciodeunañoymedionosupenadadeti,niunasolapalabra,y tuve que hacerme a la idea de que te había perdido de nuevo. ¡Un año y medio, Jackson! Casi lo conseguíotravez…Peroentonces,tú,¡condenado!,tepresentasteencasalaotranoche,lasemana pasada y, a pesar de todo, yo me dejé convencer. «¿Por qué no?», me pregunté a mí misma. Tú lo notaste. Dieciocho meses y aún sentíamos la misma pasión, como si el tiempo no hubiera pasado. Perohabíapasado.Porfinhabíaconseguidorehacerme,seguiradelante.Teníapordelanteunavida, tanfelizcomojamáshubieraesperadoquefuese.Noeradichosa,peromesentíacapazdeencararel día.Tútepresentabas,sinembargo,comosaliendodelanada,ymelodestrozabastodo.—Memiró y vi que tenía secos los ojos—. No creo que pueda perdonarte por eso. Pero me enseñó algo: una lecciónfeaybrutalqueheaprendidoparasiempre. —No,teloruego,no…—dije,peroellacontinuó,implacable,atravesándomeconsuspalabras: —Hay algo intangible en ti, Jackson, una parte de ti que es como un muro entre nosotros: un muro alto y grueso, que me causa dolor cada vez que tropiezo con él. He dejado mi sangre en su piedra,yyanopuedolucharmás.Noloharé. —¿Ysiyanotuvierasquehacerlo? Vanessamemiró,sorprendida: —¿Reconocesqueexisteesemuro? —Sédequéestáhecho—dije. —¡Cómo!—Suvozexpresabaduda. —Una vez te lo haya dicho, no habrá marcha atrás. Es algo feo y que me avergüenza, pero he intentadoexplicártelomásdeunavez. —¿Porquénolohashecho?—preguntóVanessa. Titubeé: —Porque,entonces,yanomeamarás. —¡Nopuedesertanmalo! —Espeoraún.Eslarazóndetodolomaloquehayentrenosotros.Elmotivodequenopueda abrirmeati.EldequepermitieraqueEzrameconvenciesedecasarmeconBarbara,puestoqueno podíaexplicártelo.Todavíaahorameasusta.—Memiréensusojosysupequejamáshabíaestadotan desnudoanteella—.Meodiaráscuandolosepas. —¿Cómopuedesdecireso? —Porqueyomeodioamímismoporello. —Nohablesasí. —Esloquepienso. —¡PoramordeDios,Jackson!¿Porqué? —Porque te fallé cuando más me necesitabas y porque el motivo de que me quieras es una mentira. —Extendí la mano por encima de la mesa y tomé la suya—. No soy lo que tú piensas, Vanessa.Nuncalohesido. —Teequivocas.Sealoqueseaenloqueestéspensando,teequivocas,porqueyoséexactamente quiéneresyquéeres. —Nolosabes. —Losé.—Liberósumanodelamía—.Noerestancomplicadocomocrees—dijo. —Entonces…¿quieresoírlo? —Necesitooírlo—dijo,yyocomprendí. Hayunagrandiferenciaentrenecesitaryquerer.Apesardesusvalerosaspalabras,Vanessano queríaoíraquello. Caminépararodearlamesa,yellasepusorígida.Temíquemedaríalaespalda,perosehabía apoderado de ella una calma animal. Se empequeñeció en sí misma y cruzó por sus ojos algo semejante al resplandor azogado de un espejo. Yo, entonces, como un torpe gigantón, recorrí el espacio que me separaba de ella, y en la sombra de su alma abierta y desnuda reconocí la extraordinaria fuerza que se necesitaba para amarme durante tanto tiempo y con semejante convicción. Me senté en la mesa, pero ella no permitía que se cruzaran nuestros ojos. Yo estaba deseando abrazarla,peromecontentéjuiciosamentecontomarsusmanos.Algunaemoción—eltemor,supuse —lasmanteníafláccidas,ycomprendíquesehabíaretiradoaalgúnlugarenelinteriordesímisma. Me atreví a alzarle un poco la barbilla para mirarla en lo más hondo de aquellos ojos suyos semejantesaespejos. —Vanessa—dije. Nuestrosrostrosestabanaapenasunoscentímetrosdedistancia,surespiracióneracomoelroce deunaplumaenelmíoy,encuantoseabrióamí,susmanossecerraronlentamentealrededordelas mías.Necesitabaexcusarme,explicarle,suplicarquemeperdonara,peronadadeesomesalió. —Siempreteheamado—dije—.Desdeelprimermomentoenquetevi.Yjamáshedejadode amarte,nisiquierauninstante. Ellaempezóatemblar,ylafachadatraslaquehabíaocultadosurostrosedesmoronócomosi estuvierahechadearena.Laslágrimasarrasaronsusojos,yyosupequenopodríaocultarlenada, perolaemociónestrangulabamigargantayelsilenciohacíamásintensossustembloreshastaquese inclinó para apoyarse en mí. Se estremecía y yo la protegí con mi cuerpo, pero luego reventó el dique de su resolución y se echó a llorar, de manera que, cuando habló, fue dejando una distancia entre sus palabras como si salieran de un lugar muy profundo y precisaran toda la energía de su alientoparahacerseoír.Mecostabaentenderloquedecía. —Melodije—empezó,ydespuéstuvoquehacerlodenuevo—.Meprometíamímismaqueno lloraría. La abracé más estrechamente. No podía pensar con claridad y por eso empecé a murmurarle frasesaloído,comosimedirigieraaunaniña: —Estábien…Todoirábien. Quería creer yo mismo mis palabras, y por eso se las repetía. Lo había hecho así en otras ocasiones,comoaquellejanodíaenelgranerodelagranjaStolen,cuandolaspalabrasyelcalorde loscuerposabrasabannuestrasalmascomounhierrocandenteylashacíanluminosas.Asípodríaser denuevo,yporesoledije: —Todoirábien. Nooíqueseabríalapuerta.Noviamimujernilaoíhastaqueexclamó: —¡Vaya!—Suvozhizotrizaslacasadepapelquemispalabrashabíanconstruido—.¿Verdadque esunaescenaenternecedora? Noeraunapregunta,enrealidad. Vanessasesoltódemisbrazosysevolvióhacialapuertayaquellavozquenohubierapodido sonarmáscruel.Barbarasehallabaatresmetrosdedistancia,confloresenunamanoyunabotella devinoenlaotra. —Deboreconocerqueestoyunpocosorprendida,Work—dijo. Tirólasfloresaunapapeleraypusolabotelladevinoenunamesitaauxiliar. —¿Quéestáshaciendoaquí,Barbara?—Eltonoairadodemivozerainconfundible. Vanessaretrocedió,peroBarbarasiguióadelantecomosinomehubieraoído. —Porlaformacomohablabasencasadeestazorra,penséquehabíasacabadoconella.—Sus ojossemovíansobreVanessacomosipudierandespedircalorycarbonizarlacarneavoluntad—. Supongo que deseabas una compañía más animada para el camino. —Noté que Vanessa acusaba el golpeysemepartióelcorazón—.Enrecuerdodelosviejostiempos.—Barbaraseacercómás,con susojoscandentesclavadosaúnenVanessa—.Peroyaveoquemeequivocaba. —Esonoescierto—dije—.Nadadeloquedices. PeroVanessayaseencaminabaalapuerta.Sunombrecruzópormislabios,peromispiesfueron demasiadolentos.PasójuntoaBarbaraantesdequeyopudieraalcanzarlaylaspalabrasdemimujer atravesaronlafinaarmaduradesuespaldaindefensa: —¿Pensabasdeverasquepodríascompetirconmigo? Vanessa se volvió; sus ojos se cruzaron un instante con los míos y después cerró la puerta de golpealsalir.Barbaragritóalacalladapuerta: —¡Aléjatedemimarido,asquerosaramera! Noséquémepasóderepente.Fuecomosinofuerayo.LairameempujóalladodeBarbaray meviagarrándolafuertementeporelbrazo.Lairamehizoobligarlaavolverse.Lairamellevóa levantarlamanocontraella.Yabajarladespués.Laabofeteécontalfuerzaqueladerribéalsuelo. Luego la ira me invadió de nuevo y me llevó a amenazarla con darle patadas y reducirla a la sumisiónmásextremaycallada.Lairapedíasangre,uncastigomerecidodesobra.Ymiiraeramuy poderosa. Tuvequereprimirla,quedoblegarlaconunextraordinarioesfuerzodevoluntad.Porque,deno serasí,talvezlahubieramatado. Barbara debió de verla arder en mis ojos porque no dijo ni una palabra hasta que aquel brillo asesinoseapagó.Yasinél,violoquehabíaesperadover:alhombreconelquehabíaestadocasada diezaños.Elhombrevacío.Lacáscara. Porque,sihubieravistolaverdad,jamáshubieravueltoaabrirlabocaparadecir: —¿Has acabado ya? —preguntó—. ¿Has acabado de actuar como piensas que debería comportarseunhombre? —¿Hedetomarmeesocomouninsulto? —Laverdadsueleescocer. —Escucha,Barbara…Yatelodijeantes.Hemosterminado. Sepasóeldorsodelamanoporlamejilla. —Terminaremoscuandoyodigaquehemosterminado.Novoyaserelhazmerreírdenadie.No deesamujer,ytampocodeti. —¡Teparecestantoamipadre!—dije,yaconlamanoenlapuerta. Ella sonrió y yo me quedé mirándola, asombrado de no haber sido capaz de verlo antes. Era comomipadre.Losmismosvalores.Idénticaindiferenciahacialosdemás. —Me lo tomaré como un cumplido —dijo, poniéndose en pie y arreglándose la ropa con aire despectivo. —Noeramiintenciónquelofuese. Respirabaprofundamenteporlanariz.Teníaelrostrocongestionadoysusojoseranbrillantesy duroscomomonedasreciénacuñadas. —Unodenosotrostienequeserfuerte—dijo—,ylosdossabemosquiénloes. Medirigíalapuertadeldespacho,peromedetuveunmomentoantesdesalir. —No te hagas ilusiones —le dije—. Puedes llamar genio a un chiflado, pero al final del día seguirásiendounloco. —¿Quésignificaeso? —Significaquelaobsesióndecontrolarlotodonoeslomismoquetenerfuerzaparahacerlo:es solounaobsesión.Yosíséloqueesesafuerza—añadí,pensandoenVanessa. Ignoroquéveríaellaenmicara:repugnancia,talvezcompasión.Peroloquedecíaeralapura verdad: mi mujer jamás ha sido fuerte; ha tenido solo mal genio, y hay una gran diferencia entre ambascosas.Enelfondo,ellalosabía. —Menecesitas,Work.Losepasono,siempremenecesitarás. Oí las palabras finales de Barbara cuando ya recorría la desierta oficina en pos de Vanessa. Resonaron llenas de confianza y me dije a mí mismo que en esta ocasión eran falsas. Esta vez se equivocabaporcompleto. —Ya sabes dónde encontrarme —gritó, y yo aceleré el paso—. Volverás. —Eché a correr—. ¡Siemprelohaces! Empujélapuertaexteriorconelhombro.Seabriódeparenparylaluzdelatardecermecegó. Parpadeé, hice sombra sobre mis ojos y distinguí a Vanessa tras el volante de su camioneta. Salía marchaatrásdesuaparcamientoysedirigíahacialasalida.Redujolavelocidadalllegaralacalle, peronoseparó;luegodoblóaladerechayaceleró,provocandolasalidadeunanubecilladehumo azulporeltubodeescape.Corrítrasella,gritandosunombre.Olíaaaceitequemadoypodíaoírmi respiraciónagitadayloslatidosdemicorazón.Lagentememirabacuriosa,peronomeimportaba. CorríasiguiendolalíneaamarillayllamandoaVanessaporsunombre. Nosedetuvo. Pero yo no estaba dispuesto a dejar que se fuera; esta vez no. Volví por mi furgoneta. La alcanzaría en la carretera camino de su casa. En algún lugar. Y concluiríamos lo que habíamos iniciado. Yoestabaenbajaformayrespirabacondificultadcuandopisélafranjadehierbaqueseparabael aparcamiento de la carretera. Tropecé, pero logré evitar caer de bruces y, después, hurgué en mis bolsillosbuscandolasllaves.Encontrélaquenecesitaba,laintrodujeenlacerraduradelaportezuela de la furgoneta y la abrí. Vanessa no podía estar demasiado lejos…, a poco más de un kilómetro comomucho. Miré hacia arriba mientras abría la portezuela y vi a Barbara de pie en la entrada posterior del edificio. Su rostro era inexpresivo mientras me miraba. Yo, por una vez, no tenía nada que decir pero,probablemente,misojoslodecíantodo. Al momento siguiente estaba dentro de la furgoneta, con el motor caliente y el pie en el acelerador. Retrocedí y dirigí el vehículo hacia la salida. Y en aquel mismo instante, mi universo cambió:invadierondeprontoelaparcamientocochesqueparecíanllegardetodaspartes.Lucesque destellaban…,uniformes…Ymevibloqueado,rodeadoporaquellosvehículos. Nadiesacóarmas,perovilaspistolasymicorazónsesobresaltó.Mecostabarespirar;sabíalo que estaba ocurriendo. Al poco, Mills se hallaba junto al asiento de mi furgoneta y llamaba a mi ventanillasinquesucaramedijeranada. Yohabíaimaginadoestaescenanumerosasveces,cuandoyacíainsomnedenocheenlacama:el chirridodelasruedasalgirarfrenando,tanestridenteydespiadado.Dealgunamanerahabíapensado queesonoocurriríanunca,peromeimaginabainvariablementeaMills,siempreconunasonrisade júbiloimplacable.Peroahoraaquellainexpresividadsuyameparecíapeortodavía. Bajéelcristaldelaventanillasinsentircasimisbrazos. —¿Querríapararelmotorysalirdelcoche,porfavor?—Lavozdeunextraño. Hiceloquemepedíayelsuelomepareciócomodegomabajomispies. Millscerrólapuertadelafurgonetaamiespalda,yyofuimuyconscientedelruidoquehizo:una puertametálicagolpeadaconviolencia.Agentesdeuniformesehabíansituadoamiscostados.Nolos reconocí,porloquesupusequeMillsdebíadehaberloselegidopersonalmente. Millsproseguíay,mientrashablaba,notéunasmanosquemedabanlavueltaymeobligabana inclinarmesobreelcapódemivehículo. —Jackson Pickens: queda usted detenido por el asesinato de Ezra Pickens. Tiene derecho a permanecerensilencio… Elmetaleraduro,implacable.Viunazonaoxidadaquenohabíavistoantes.Olfateémialiento.Oí ungruñidoquemedicuentadequeeramío. —Cualquiercosaquedeclarepodráserutilizadacontraustedanteuntribunal… LevantélamiradayviaBarbara.Seguíaaúnapoyadacontraeledificioytratédeverlelacara: eracasitaninexpresivacomoladeMills,peroalgotransformabasusrasgosymeparecióqueera furia.Notélasesposasqueseceñíanamismuñecas.Alguientiródemíhaciaarribaporlapartede atrásdemicamisa.Sehabíacongregadogenteenlaacera,atentaaloquesucedía.Yolosmiréami vezmientrasMillsacababadeleermemisderechosdeunatarjetaquellevabaconsigo. —Tiene derecho a consultar con un abogado. —En este punto levantó la vista y se cruzaron nuestrasmiradas—.Sinopuedepagaruno,leseráproveídoparaquelorepresente. Yonoqueríamirarlaalacara,asíquelevantéelrostroalcielo,pensandodeprontoenelhalcón quehabíavistodesdeelpuente.Peroelcieloahoraestabavacíoy,sialgunaredenciónsemovíaenél, lohacíaenalgúnlugarqueyoeraincapazdever. —¿Comprendeestosderechostalcomoselosheexplicado? Porfinlamiré. —Sí,loscomprendo.—Otravozextraña,queenestaocasiónsalíademispropioslabios. —Regístrenlo—dijoMills,ydenuevonotéunasmanossobremí. Me cachearon de arriba abajo, subieron por mis piernas, palparon mis ingles y axilas… Me quitaronmicarterayminavajadebolsillo.Alosojosdelagente,mequitaronelcinturón…Yano eraunapersona:eraunapartedelsistema. Sabía cómo funcionaban las cosas. Me escoltaron hasta un coche patrulla y me metieron en el asientotrasero.Denuevoresonóenmisoídoselestrépitometálicodelapuertaalcerrarladegolpe. Elsonidoduróunratoy,cuandodesapareció,viqueelgentíohabíaaumentadoyqueBarbarayano estabaallí.Noquerríaquelavieran,perolaimaginéenunadelasventanas,conunojoenmíyotro enlamultitud.Necesitaríasaberquiéneshabíanpresenciadomihumillaciónpública. Fuera, Mills hablaba con varios agentes uniformados. Mi furgoneta sería trasladada al depósito municipal y registrada. Yo sería conducido a la cárcel del condado de Rowan y llevado a juicio. Conocíaperfectamentelarutina. Me desnudarían, me someterían a un examen de mis cavidades y me vestirían con un mono holgadodecolornaranja.Medaríanunamanta,uncepillodedientes,unrollodepapelhigiénicoy unpardechancletasusadas.Medaríanunnúmero.Ydespuésmeasignaríanunacelda. Más pronto que tarde, me interrogarían, y yo sabía que tenía que prepararme para ese interrogatorio. Peroenaquellosmomentosnomeimportaba.Nopodíapreverlo.Enlugardeeso,veíaaVanessa ypensabaenloquelehabríadolidoverqueyohabíafracasadoenmiintentodeseguirtrasella. ¿Cuántotiempoesperaríaantesdecerrarmedefinitivamentesupuerta? Larespuestaerainevitable. «Nomucho»,pensé. Sinolahabíacerradoya. Pensé en Jean y traté de mantener la calma. «Motivos», me dije. Tenía que haber motivos para aquello.Buenos.Sinoparamí,almenosparaJean.Mecentréenesepensamiento,yesomeayudóa poner los pies en el suelo. Aquello era solo el primer paso. Me conducían a la cárcel, pero no a prisión.Nadiemehabíadeclaradoculpabletodavía. Peronopodíaengañarmeamímismomuchotiempoy,mientrasnosalejábamos,aguardéaque seapoderarandemílossudoresdelmiedo. 24 Lahabitacióneracuadradayteníalasbombillasdeltechoconprotectoresdealambre;olíaapies. Laspiezasdelinóleonegrosecombabanenelsueloporefectodeltiempoydabanalaestanciauna sensación de retorcimiento, como si se tratara de una distorsión provocada por las manos de un gigante. Me pregunté si sería debido a una mala construcción o producto de mi estado mental. Se hallabaenlapartedeatrásdelacomisaríadepolicíay,comolasdemásestanciasdelacárcel,esta tenía paredes verdes, una mesa metálica y dos sillas. Había asimismo un espejo, detrás del cual yo sabía que se encontraba Mills. Ella era consciente de que yo lo sabía, por lo cual todo aquello me parecíaunaneciapamema. A pesar de todo, una extraña sonrisa bailaba en mi cara. Tal vez fuera porque yo sabía que disponíadeunacoartada.Simeveníaabajo,teníaunasalida,locualhacíatodoaquelloirreal.Talvez me hallara más cerca del límite de lo que pensaba. Pero, en todo caso, la sensación de irrealidad persistía. Me habían conducido hasta allí a través del garaje que utilizaban como aparcamiento y, a continuación,porunpasillodeparedesdecementohastaaquellugarqueapestabaapies.Unavezen él,mehabíanquitadolasesposasymehabíandejadosolo.Llevabaunahorasentado,peronohabía tocadolajarradeaguaquehabíaenlamesa;estabafamiliarizadoconaquellatécnicaporhabérsela oído comentar en broma a los policías: los sospechosos que tenían la vejiga llena a menudo se mostraban más locuaces aunque no fuera más que por acabar y poder ir al váter. La espera era asimismo habitual: los policías buscaban que la realidad calara en el interrogado; les gustaban los sudoresdelmiedo. Por eso permanecí sentado en silencio, e intenté prepararme a mí mismo, aunque lo que necesitaba de verdad era un cigarrillo. Pensaba en todos los clientes que habían ocupado aquella habitaciónantesqueyo. CuandoMillsentró,trajoconsigosuperfumeamelocotónmaduro.Laseguíaotrodetective,al queconocíadecara,aunquenosunombre.Millssesentódelantedemí,yelotropermaneciódepie reclinadocontralapared,alladodelespejo.Teníalasmanosgrandesylacabezapequeña;semetió lasmanosenlosbolsillos,enganchandolospulgaresenellos,ymeobservósinpestañear. Millscolocóencimadelamesalosobjetoshabituales:bloc,pluma,unagrabadora,unacarpetilla depapelManila.Despuésmepusodelanteunahojadepapel,quereconocícomoelimpresoenque declaraba que se me había informado de mis derechos. Puso en marcha la grabadora y comenzó diciendolafechaylahora.Identificóatodoslospresentesy,finalmente,memiróalosojos. —SeñorPickens…HasidoinformadousteddesusderechosMiranda[3].¿Esasí? —¿Puedendarmeuncigarrillo?—pregunté. MillsmiróaldetectiveCabezaPequeñayestesacóunpaquetedeMarlboroLights.Toméunode su mano y me lo metí entre los labios. Él se inclinó sobre la mesa, lo encendió con un mechero baratodecolorrosaydespuésseretiróasulugarjuntoalapared. Millsrepitiósupregunta: —¿HasidoinformadousteddesusderechosMiranda? —Sí. —¿Comprendeesosderechos? —Loscomprendo. —TieneanteustedelimpresoestándardelestadodeCarolinadelNorterelativoalosderechos Miranda.Seleexplicanenélsusderechos.¿Tendríalabondaddeleerloenvozalta,porfavor? Toméelpapelyloleíenatencióndelagrabadoraydecualquierjuezescrupulosoquepudiera verseinstadoaponerencuestiónlalegalidaddeaquelinterrogatorio. —¿Comprendeustedestosderechos?—repitióMills.Noestabadispuestaacorrerningúnriesgo. —Sí. —Si desea usted responder a nuestras preguntas en este momento, le rogaría que indicara su conformidadeneseimpreso,queconsignelafechaenélylofirme. Todosestosimpresosdeconformidadllevanunacasillaqueunohademarcarsideseaseguircon el interrogatorio. De acuerdo con la ley, una vez que un sospechoso está detenido y solicita la presencia de un asesor legal, la policía está obligada a suspender de inmediato el interrogatorio. Cualquiercosadichaapartirdeesemomentoesinadmisibleanteuntribunal;y,enteoría,tambiénlo escualquierpruebaquelapolicíapuedaencontrarapartirdelodeclarado. Yosiemprelesrecomendabalomismoatodosmisclientes:«Nofirmennuncaesamalditahoja. Reclamenlapresenciadeunabogadoymantenganlabocacerrada.Nadadeloquediganlesservirá deayuda». Prescindí de mi propio consejo, firmé el impreso y lo pasé por encima de la mesa. Si Mills se sorprendió,loocultómuybien.GuardóelimpresofirmadoenlacarpetilladepapelManila,comosi temieraquepudiesecambiardeideayromperlo.Poruninstanteparecióinsegura,ysemeocurrió quejamáshabíaprevistoqueyocooperaría.Perolociertoesqueamímehacíafaltainformacióny quenolaconseguiríasinseguirleeljuego.Habíanencontradoalgoyyonecesitabasaberdequése trataba.Eraunjuegopeligroso,sí. Tomélainiciativa: —¿Haycargoscontramí? —Soy yo quien lleva el interrogatorio. —Su actitud seguía tranquila: era aún la profesional indiferente,peroesonoduraríamucho. —Siemprepuedoretirarmiconformidad…—dije. Pocas personas son conscientes de esto. Uno puede firmar con sangre ese documento, pasarse todoeldíarespondiendolaspreguntasqueselehagany,contodo,cambiardeidealuego.Tienenque suspenderelinterrogatorioentonces,algoqueningúnpolicíadeseahacerhastahaberlocompletado. VicontraerseunmúsculoenlamandíbuladeMills.Labarajaestáamañadaafavordelapolicía,que amenudosebeneficiadelaignoranciadelagenteacercadelsistemajudicial. —No.Nohayningúncargo. —¿Perotendráustedunaordendedetención? Titubeódenuevo,perorespondió: —Sí. —¿Aquéhoralarecibió? Sus labios se fruncieron en un apretado mohín y vi que el detective Cabeza Pequeña buscaba mejorapoyoenlapared. —Esoesintrascendente. Podía advertir en su rostro la lucha que se libraba dentro de ella. Su respuesta me sacaría de quicio, pero también lo haría su silencio. Y yo conocía bien a Mills: quería que yo hablara; lo deseaba tan vivamente, que casi podía palparlo. Si yo hablaba, podría ponerme una zancadilla, apuntarse una temprana victoria. Si yo ejercía mi derecho a permanecer en silencio, le negaría ese placer. Y ella quería lo primero, un golpe rápido. Quería sangre y confiaba en su habilidad para conseguirla. —Alauna—dijofinalmente. —¿Yhabéisesperadohastalascincoparadetenerme? Millsfijólavistaensubloc,violentaporqueestaconversaciónfiguraraincluidaenlacintadel interrogatorio oficial. También los policías tienen normas. Y una de ellas es no dejar que los sospechososcontrolenuninterrogatorio. —Solo quiero asegurarme de que nos entendemos el uno al otro —proseguí—. Sé por qué esperasteis. Ylosabía,enrealidad.Deteniéndomedespuésdelascinco,yonoteníalaposibilidaddeacudira unjuezparapresentarunapeticióndelibertadbajofianza,noesedíaalmenos.Esosignificabacomo mínimounanocheenlacárcel,yquelacosaerapersonal,comoelperiódicoquehabíadejadosobre lamesademicocina.Lisayllanamente,queríaquemesintieraconlasogaalcuello. —¿Haterminadousted?—preguntó. —Lojustoparaqueveamoslosdosdequévalacosa. —Pues,entonces,sigamosconello. Comenzó sistemáticamente, y tuve que reconocer que lo hacía a conciencia. Estableció mi identidad, mi relación con el difunto y mi ocupación mediante un diálogo mínimo. Quería una transcripciónclaraydirectadeloshechos.Meinterrogóacercadelanocheenquemuriómipadre,y fueexhaustiva.Deseóqueledieracuentadecadamomento,yyolerepetíelmismorelatoqueyale habíadado.Elaccidentedemimadre.Elhospital.LacasadeEzra.Lallamadatelefónica.Susúbita partida.RebajélaseveridaddesudiscusiónconJeanyconfirmédenuevoque,despuésdedejarla casadeEzra,paséencasaelrestodelanoche. —No—ledije—.Yanovolvíaveramipadre. —¿Quéhaydesurevólver?—preguntó. —¿Aquéserefiere? —¿Sabíausteddóndeloguardaba? —Losabíanmontonesdepersonas. —Esonorespondeamipregunta. —Sabíadóndelotenía,sí. —¿Sabeusteddispararunarma? —Apuntasyaprietaselgatillo.Noestancomplicadocomolanzaruncohetealespacio. —¿Sabeusteddóndeestáahoraeserevólver? —No—respondí—.Notengoniidea. Volvió,pues,alprincipio.Comenzóarevisardenuevotodoslosdetalles,unayotravez.Abordó mirelatodesdedistintosángulos,buscandoinconsistencias…,laspequeñasmentirasquecuentatodo culpable. «¿A qué hora se fue usted a la cama? ¿Cómo encontró a su mujer? ¿De qué hablaron los dos?Háblemedeladiscusiónquemantuvieronsupadreysuhermana.Cuéntemequéocurrióenel hospital.¿Dijoalgomássupadrecuandosemarchó?Háblemedeesallamadatelefónica.Volvamos sobreeso». Y así una y otra vez, durante horas. ¿Qué tal se llevaba usted con su padre? ¿Cuáles eran sus acuerdos financieros con respecto al bufete? ¿Eran socios los dos o era usted un empleado suyo? ¿Teníaustedllavedesucasa?¿Cerrabaélconllavesudespachoporlanoche?¿Ysuescritorio? PedíaguayMillsmesirvióunvasodelajarra.Bebísolounsorbo. —¿Cuándotuvoconocimientousteddelaexistenciadeltestamento? —Sabíaquepensabadejarmelacasa,peronosupenadamáshastaquemeencontréconHambly. —¿Supadrenuncaselocomentó? —Eraunhombremuyreservado,especialmenteenasuntosdedinero. —Hambly dice que se enfadó usted mucho por los términos del testamento. Que maldijo a su padre. —NohabíaincluidoenélaJean. —Yesolemolestó. —Mepareceunacrueldad. —Hablemosdesumadre—propusoMills,yyomepuserígido. —¿Quéquieresaberdeella? —¿Laqueríausted? —¿Aquévieneestapregunta? —Responda,seloruego. —¡Claroquelaquería! —¿Yquémedicedesupadre? —Éltambiénlaquería. —Mereferíaalossentimientosdeustedhaciaél. —Eramipadre. —Esonorespondeamipregunta—dijo. —Yopiensoquesí. Seretrepóensusilla,disfrutandodeesepoderqueteníasobremí. —¿Sepodríadecirqueexistíaamistadentreustedesdos? Reflexionésobreello,ycasimentí.Noestoysegurodeporquésaliólaverdad,peroladije: —Eramipadreyademásmisocioenelnegocio.Noéramosamigos. —¿Porquéno? —Eraunhombrebastantedifícil.Nocreoquetuvieramuchosamigos. Millspasóunaspáginasdesubloc,buscandonotasanteriores. —Lanocheenquesumadremurió… —Esofueunaccidente—dije,elevandolavozquizáalgomásdelacuenta. Millsalzólamirada,sinsoltarlaspáginasqueteníaentrelos,dedos. —Esodeclaróusted.Peroseplantearonalgunaspreguntas.Hubounainvestigación… —¿Nohaleídoustedelinforme?—pregunté. —Loheleído.Planteóalgunasdudas. Meencogídehombroscomosiaquellonomeinteresara. —Unosmueren.Otrosseplanteandudas.Asíescomofuncionanlascosas. —¿DóndeestabaAlexShiften?—mepreguntó. Lapreguntamepillódesprevenido. —¿Alex? —Sí,duranteladiscusión.Ydespuésdeella.¿Dóndeestaba? —Nolosé—dijesinceramente. Millsescribióunanotaensublocydespuéscambiódetácticaalaperfección. —Diceustedquenohavistonuncaeltestamentodesupadre.¿Esciertoeso? «¿Esciertoeso?». Yamelohabíapreguntadoantes. —Jamás he visto su testamento —respondí—. No conocía su contenido. Hasta que hablé con Clarence Hambly ignoraba que su herencia fuera tan cuantiosa. —Intuí un movimiento y miré al detectiveCabezaPequeña.Nosehabíamovidoenrealidad,perolalíneaafiladadesubocasehabía inclinadoenunánguloyderepentefuiconscientedelauténticopeligroqueexistíaenlapartidaque estabalibrando.NopodíaverlatrampadeMills,perolapresentía.Poresopronunciémuydespacio missiguientespalabras—:Y,porsupuesto,ignorabaquemedejaraquincemillonesdedólares. PusemisojosdenuevoenladetectiveMillsypercibíelprimerdestellodeltriunfo.Fueracual fueselacartaqueseguardabaenlamangaestabaapuntodeverla.AbriólacarpetadepapelManilay sacódedentroloqueparecíaserundocumentoconservadobajoprecintoenunabolsatransparente deplásticodelasutilizadasparaguardarpruebas.Leyóenunregistroelnúmerodeprueba,tomóel documentoylopusodelantedemí.Supequéeraantesdequelodepositarasobrelamesa.Unarápida miradaconfirmómissospechas.«ÚltimaVoluntadyTestamentodeEzraPickens»,seleíaenél. —¿Afirmaustednohabervistonuncaestedocumento?—preguntó. —Sí—dije,sintiendoqueseabríaunhuecoinsondableenmisentrañas—.Nuncalohevisto. —Pero,segúneltítuloquellevaestedocumento,eseltestamentodesupadre.¿Meequivoco? —Diceserlaúltimavoluntadyeltestamentodemipadre,asíes.TendríaquepedirleaClarence Hamblyqueloconfirmara. —Yalohahecho—dijoMillsdescubriendosuscartassinlamenorintencióndemostrarsesutil. Todoseríaconfirmado.Todasycadaunadelaspalabrasqueyodijera—.¿Yustednolohabíavisto antes? —No. —¿Afirmaustedquenolohabíavisto? —Asíes. Millsexhibióeldocumento. —Voyairalapáginacinco—dijo—.Hayenellaunafrasequehasidomarcadaconunrotulador amarillo.Lastresúltimaspalabrasdeesafraseaparecensubrayadasentintacontreslíneasrojas.Voy amostrárselasyapreguntarledenuevosinolashabíavisto. Mepresentóeldocumentocolocándolobocaarribasobrelamesa.Lairrealsensacióndecalma quemehabíainvadidohastaentoncescomenzóadesmoronarse. —Eslaprimeravezqueloveo—dije. —¿Tienelabondaddeleerenvozaltalapartedestacadaconrotuladoramarillo? Noté que el detective Cabeza Pequeña se separaba de la pared. Cruzó la habitación y fue a colocarsedetrásdeMills.Convozneutra,leílaspalabrasdemipadre;unavozqueparecíasalidade latumbaparacondenarme: —«Amihijo,JacksonWorkmanPickens,ledejo,enfideicomiso,lasumadequincemillonesde dólares». La cifra aparecía subrayada con tinta roja. Quien lo hubiera hecho, había apretado con fuerzaalhacerlo,yafueseporefectodelairaodelaexpectación.Nopodíalevantarlacabezade ella.Sabíacuálseríalasiguientepregunta.SaliódelabiosdeMills. —¿Querrá usted explicarme por qué este documento, que usted afirma no haber visto nunca, aparecióensudomicilio? Allítenían,pues,elmotivo. Depronto,unafuertepalmadasacudiólamesaantemisojos.YosaltédemisillaymiréaMills. —¡Malditasea,Pickens!Respondaamipregunta.¿Quéhacíaestoensucasa? Millscontinuó,golpeándomeconlaspalabrasigualquehabíagolpeadolamesaconlapalmade lamanoabierta. —Ustedconocíaeltestamento—afirmó—.¡Necesitabaeldinero,ylomató! —No—conseguídecir—.Nadadeesoescierto. —Hamblynosdijoquesupadrepensabacambiareltestamento.Ibaaexcluirloausted,Pickens. Quincemillonesdedólaresestabanapuntodeescapárseleporlaventana,yustedseasustó.Poreso lemetiódosbalazosenlacabezayaguardóaqueencontraranelcadáver.Esesoloquesucedió,¿no? ¡Confiéselo! Yoestabaatónito.¿Mipadreibaaexcluirmedesutestamento?Hamblyjamásmehabíadichotal cosa. Pero archivé el tema y me concentré en el presente. Era un golpe bajo, un revés estratégico, peroloshabíasufridopeores.Teníaquepensar.Teníaquecalmarme.Respirélenta,profundamente,y me dije a mí mismo que debía pensar en la transcripción de la entrevista…, pensar en un futuro jurado.Aquellaeraunameradeclaración,medije.Nadamás. Casimeconvencí. —¿Haterminadousted?—pregunté,apoyándomeenelrespaldodemisilla.Mivozeraserena,y comprendíquemiserenidadhacíaparecerextremosalaactuacióndeMills.Ellaestabadepie,conel cuerpo inclinado sobre la mesa. Estudió mi cara y enderezó el cuerpo—. ¿Puedo tomar eso? — preguntéindicandoeltestamentodemipadre. Millsasintió,diounpasoatrásysesentódenuevo.Desurostrohabíadesaparecidobuenaparte desucolor. —Acondicióndequesigaaccediendoustedaresponderamispreguntas—dijo. No respondí. Levanté de la mesa el documento y comencé a pasar despacio las páginas. Necesitabaalgo.Loquefuera. Encontréloqueestababuscandoenlapáginadelasfirmas. —Estoesunacopia—dije,dejandoeldocumentobocaabajoenlamesayponiendorectoslos bordes. —¿Y…?—Advertíunabreveinquietudensusojos,quesemostrótambiénensuvoz. —Decualquiertestamentosehacensolounospocosoriginales.Normalmente,elclientesequeda conuno,lomismoqueelabogadoqueloredacta.Sondosoriginales,pues.Talveztres.Pero,porsu propianaturaleza,puedehaberunnúmeroilimitadodecopias. —Todoesoesirrelevante.Loqueimportaesqueustedconocíalostérminosdeltestamento. Discutir conmigo fue su primer error propiamente tal. Había abierto una puerta, dándome licenciaparaespecular,yahorametocóamíinclinarelcuerposobrelamesa.Necesitabaquemis siguientespalabrasconstaranenlatranscripción,yporesolaspronunciéclaramente: —Usted consiguió de Clarence Hambly una copia del testamento. Lo hizo con anterioridad al registrodemicasa.Hay,pues,unapersonaquesepamosqueteníaunacopia:usted.Puedosuponer también que hizo usted otra copia para dársela al fiscal del distrito. Son ya dos. Naturalmente, Clarence Hambly tenía uno de los originales, del que pudo haber hecho igualmente una copia. Eso sumatrespersonasprovistasdeunacopiadeltestamentoquehanestadoenmicasaenlosúltimos días. —Me puse a contar con los dedos, extendiendo cada uno a medida que los iba citando—: HamblyestuvoenelvelatoriodeEzralanochesiguienteahabersidodescubiertosucuerpo.Uno.El otro día el fiscal del distrito se detuvo para hablar con mi mujer. Hizo un viaje ex profeso para visitarlaenlacasa.Noenotrolugar.Enlacasa.Dos.Yustedmismaestuvoallíduranteelregistro. Esosumatres.Cualquierdeellospudohaberpuestoallíesacopia. —¿Estáustedponiendoendudamiintegridad?—preguntóMills—.¿Oladelfiscaldeldistrito? —Notéqueelcolorvolvíaasusmejillas.Mispalabrashabíandadoenelblanco.Seestabaponiendo furiosa. —Esustedquiencuestionalamía.Asíque…¿porquéno?Trespersonas,cadaunadeellascon unacopiadeltestamento,hanestadodentrodemicasaenlosúltimosdías.Esoleplanteaaustedun interesante problema, detective Mills… A la gente le encanta una buena teoría conspirativa. Y no olvidemosalosquetrabajanenelbufetedeHambly…Sonunaplantilladequinceempleados,más otros cinco abogados. Cualquiera de ellos pudo haber hecho una copia de ese documento. ¿Los ha investigado usted? Le apuesto a que cualquiera podría comprar por cien pavos una copia del testamentodeundifunto,sidieraconlapersonaadecuada.¿Quémalhayeneso?Barbarayyohemos recibido innumerables visitas en casa a lo largo del pasado año y medio. Así que cualquiera pudo agenciarse una copia del testamento y plantarla en nuestra casa. Es un plan muy simple. Debería investigarlosatodostambién. Millsestabafuriosa,queeraloqueyopretendía.Suvozseelevódetonoaldecir: —Puedeustedretorcerlascosastodocuantoquiera,peroningúnjuradolocreerá.Losjuradosse fíandelospolicías,sefíandelfiscaldeldistrito.Eltestamentoestabaensucasa.Ustedsabíalode esosquincemillones. —Jamásmenospreciaríaasíalosjuradosdeestecondado.Notienenporquéfiarsedenadie.Son muchomásinteligentesdeloqueustedpiensa.Lasorprenderían. Millsadvirtióelpeligrodedejarmetomarelcontrolalvermisonrisa.Yoestabatranquilo.Ella no.Sehabíapermitidocalificardeestúpidoaljurado.Yo,encambio,leshabíadedicadounsincero elogio.Ytodoestohabíaquedadograbado. —Estalíneadeinterrogatoriohaterminado—anuncióMills.Leardíandecididamentelosojos,y yodistinguíenellosauténticoodio. Pormiparte,noestabadispuestoapermitirqueaquelloacabara.Todavíano.Queríaqueconstara enlagrabaciónunateoríamás: —Y está también la persona que irrumpió en el despacho de Ezra —dije—. La que intentó matarmearrojándomeencimalabutaca.Mepreguntoquéestaríabuscando.Quizárobóunacopiadel testamento. —Yabasta.—Millssehabíapuestonuevamentedepieyteníalasmanosaferradasalbordedela mesa.Estabaclaroqueyanosacaríanadamásdeella. Asíquedijeloúnicoquemequedabapordecir. —Muybien.Retiro,entonces,mirenunciaalosderechosMirandayhagovalermivoluntadde permanecerensilencio.Estaentrevistahafinalizado. Millssecongestionómientraslasangreacudíaentropelasucara.Habíasaboreadosupresayle gustaba, pero entonces yo le había tapado la boca abriendo enormes boquetes en su teoría. Eso no bastaríaensímismoparadestruirla—losabíamuybien—,perolahacíaparecerendeble,proyectar sobreellaunapequeñasombradeduda.Nohabíaconsideradoafondolasimplicacionesdequeaquel documentofueraunacopia.Ciertamenteunoriginalhubierasidomuchomáscondenatorio.Pero,en definitiva, todo aquello no eran más que espejismos y humo. Tenía lo que deseaba. Y mis palabras estabangrabadas:nuncahabíavistoaqueltestamento,aunquehubieraaparecidoenmicasa. Y había, además, quince millones de dólares: una cifra capaz de influir sobre la opinión de la mayoríadelosjurados. CuandoMillssemarchómalhumoradaymedejóasolasconmispensamientos,tuvequeabordar dos cuestiones más que, en cierto modo, eran todavía más preocupantes para mí: ¿por qué había queridomipadreexcluirmedeltestamentoyporquénomehabíahabladoHamblydeello? Mepasélasmanosporunrostroquesentícomosipertenecieraaotrohombre.Barbaincipiente, arrugasprofundas…Teníalaspalmasapretadascontralascuencasdemisojosylosabrícuandooí queeldetectiveCabezaPequeñaseaproximabaalamesa.Dejóencimaunteléfono. —Unallamadatelefónica,abogado.Ymejorquesealabuena. —¿Puedeserenprivado?—pregunté. —Nihablar—replicó,yseapartóparaapoyarsedenuevoenlapared. Ya comenzaba a pasar a segundo término el recuerdo de la entrevista. Contemplé el teléfono y recordélacaradeVanessaylaformacomohabíahuidoaloírlavozdeBarbara.Podíahaceruna llamadatelefónica,asíquepenséentodoslosabogadosalosqueconocíaymarquéluegoelúnico númeroqueteníaparamíalgúnsentido.OícómosonabaelteléfonoenlagranjaStolen,yagarréel aparatocontalfuerzaquemedoliólamano.¿Queríaasegurarmicoartada?Quizálopenséporun instante,peroporencimadetodonecesitabaquesupieraquenolahabíaabandonado.«Porfavor», supliquéensilencio…«Descuelga…,porfavor».Peroellanolohizo.Yoísolosuvoz,indiferente, solicitandoqueelquellamabadejaraunmensaje.Peroyonopodíahacereso.¿Quépodíadecirle? Así que bajé el auricular y lo dejé en su horquilla, vagamente consciente de la mirada curiosa del detective y del hecho de que, lejos de allí, una insensible máquina trasladaba el sonido de mi angustiadarespiración. 25 En mi imaginación, las celdas están siempre frías, pero en la habitación a la que me condujeron hacía calor. Fue lo primero que noté; y después de eso, su tamaño. Estrecha y miserable, mediría poco más de metro ochenta de anchura por unos dos y medio de profundidad, con una ventana pequeña que yo siempre había imaginado con barrotes, pero que en este caso era de cristal con armadura metálica. Lo noté cuando apreté mi cara contra ella intentando saber algo más del lugar adonde Mills me había enviado. No la había visto después de que saliera de la sala donde me interrogó,perotampocomedejósolomuchorato.EldetectiveCabezaPequeñayotrosdosagentes deuniformemehabíanesposadodenuevoymehabíanconducidoatravésdedesiertospasilloshasta lapesadapuertadeaceroqueguardabalaentradadelgaraje-aparcamientodelacomisaríadepolicía. Y allí me metieron en un coche patrulla para cubrir el breve trayecto hasta la cárcel del condado, dondemeingresaron. Aquellapartefuepeordeloquehabíaimaginado.Metomaronelnombre,mequitaronmisropas y con una linterna y un guante de caucho, me despojaron del último y lamentable resto de mi dignidad. El detective Cabeza Pequeña estuvo observándolo y encendió un cigarrillo mientras me separabanlasnalgas. Finalmente, alguien me tiró un chándal de color naranja y yo me lo puse, avergonzado de mi entusiasmo. Las piernas eran demasiado cortas y la entrepierna me caía casi hasta la altura de las rodillas.Mistalonessobresalíandelapartedeatrásdelaschancletas,perologrémantenermeencima deellastodoloderechoquepude.EldetectiveCabezaPequeñasonrióaldecirme:«Queduermausted bien,abogado».Despuéssefueymequedésoloconlosvigilantes,queselasarreglaronparaactuar como si no me conocieran de nada…, en lugar de las dos o tres veces por semana que me habían vistodurantelospasadosdiezaños. Permanecíallídepieotrosdiezminutosmientraselvigilantedemásedadrellenabaelpapeleode lostrámitesyelmásjovennomeprestabaatención.Noentrónadieallí,yningunosaliótampoco. Llevábamos diez minutos allí, los tres, y no habíamos pronunciado una sola palabra. La pluma arañaba el papel de los impresos por triplicado, y el carnoso antebrazo del hombre dejaba una húmeda huella de sudor en la mesa mientras se movía para recorrer de arriba abajo los impresos. Dabalaimpresióndeestarmuertodeaburrimiento.Yoteníaganasdesentarme,perolaúnicasilla que tenía a mano estaba sujeta con correas de cuero y no me apetecía tomar asiento en ella: eran correasgruesas,suciasdesudorydesangre,yenunasenotabaninclusomarcasdedientes.Diun pasoatrásconlaintencióndebuscarotra. —¿Vaustedaalgunaparte?—mepreguntóconironíaelmásmayordelosvigilantes.Sacudíla cabeza—. Relájese, abogado. Tiempo es la única cosa que nos sobra aquí. —Después volvió a su tareayeljovensesentóenelbordedelamesa,dondesepusoaescarbarselasuñas. Yomedediquéaobservarlasparedes,elsuelo…,eintenténomirarhacialapuertaqueconducía alassalasdevisitas.Habíapasadoporellaunmillardeveces,peronoeramipuntodedestinoahora. Esta vez me conducirían por otra puerta al lugar donde se hallaban los internados allí. Y, mientras esperaba,penséenlaverdadqueencerrabanlaspalabrasdelvigilante:tiempoeralaúnicacosaque tenía;yenaquelmomentolasentí:sentílarealidad.Nocomounconceptoounameraposibilidad, sino con los huesos, la carne y el pelo. Estaba en la cárcel, acusado. Fue en ese preciso instante cuando me invadieron de golpe los sudores del pánico. Deformaron la habitación, amargaron mi estómagoytuvequereprimirunasúbitanáusea. Estabaenlacárcel.Mesometeríanajuicio. Alcabo,elvigilantedemásedadconcluyóelpapeleoylevantólavista.Susojosseposaronen míyvienellosquemereconocía,perososlayómievidenteconsternación.Habíavistotodoaquello antes.Probablementemásvecesdelasquepodíacontar. —Sectorcuatro—dijo,indicandoaljovenellugaradondedebíallevarme. Yoseguíalguardiaalexteriordelasalacentraldeclasificación,paraentrarenunmundodonde nadaparecíareal.Mehabíanquitadoelreloj,perosentíaloavanzadodelahora.Cruzamospuertas sin ninguna clase de indicación, y vi el parpadeante reflejo de mi rostro en las pequeñas ventanas negrasconlamirillametálica. Perdí la cuenta de las vueltas, consciente solo, en algún sentido real, de los sonidos y de los olores: el de los embetunados zapatos del guardia al pisar el suelo de hormigón, el susurro de las chancletas que calzaba yo, finas como la piel… Sonidos de una lejana discusión que terminaba bruscamente.Eloloraantiséptico,ahumanidadhacinada,yelapenasperceptibletufillodeunvómito quenoemanabademímismo. Fuimospenetrandocadavezmásenelestablecimiento,bajamosenunmontacargas,recorrimos otropasillolejosyadecualquierindiciodeairefresco.Yocaminabaasuespaldayélmellevabaa unlugarcadavezmásprofundo.Enciertomomentomemiróymeformulóunapregunta,peroyo noteníanadaquedecir:mispensamientossedesangrabanpocoapoco,hechosañicos,yseperdían. Me sentía acosado y me acobardaban los rincones aparentemente sin salida y los lugares oscuros. Olfateaba mi propio temor y envidiaba la arrogante indiferencia del guardia. Durante aquel largo paseo,élseconvirtióenundiosparamí,ylleguéatemerelmomentoenquemedejaríaabandonado enaquellugar. Fue así como lo seguí hasta donde quiso llevarme: un espacio octogonal dotado de puertas en todo su perímetro, que era el sector cuatro. Había ocho celdas en él y distinguí más de un rostro apretadocontralospequeñospanelesdevidrio.Unadelaspuertasestabaabiertayelvigilantemela indicóconunademán.Yaenlapuerta,sevolvióhaciamíymedicuentadeque,despuésdetodo,no eraundios.Parecíaindeciso.Diolaimpresióndearrastrarlospies,aunquenolohicieradehecho. Porúltimo,sumiradabuscómisojos. —Lamento mucho todo esto, señor Pickens —me dijo—. Usted ha sido siempre muy amable conmigo. Después,mepidióconungestoqueentrara,cerrólapuertaymedejósolo.Oícómosecerraba tambiéndegolpelapuertadelsectorypenséenelguardia.Norecordabahaberlovistoantes,pero sindudateníaqueconocerlo,ysusamablespalabrasenaquelingratolugarcasimeemocionaron. Fue así como, al igual que otros presos anónimos del gran estado de Carolina del Norte, me encontré ahora con el rostro apretado contra el cristal, como si meramente con la vista pudiera ampliarelnegroagujeroenquesehabíaconvertidomimundo.Mirandoatravésdelsector,descubrí otrorostro,unpardeojosquecolgabanporencimadeunanarizaplastadaporelcristalyeltrazo negrodeunaboca.Duranteunrato,nuestrosojospermanecieroncomoamarrados;después,elotro seapartódelcristalylobesóconunoslabiossombreadosporunfinobigote.Yoretrocedíalverlo, peronofuicapazdedesviarlamirada;nohastaquesusojosseretiraronyviquehabíandejadode provocarme.Soloentoncesmeapartéyfuiatendermeenelestrechoyrígidocolchóndemicatre.El corazónmemartilleabaymiaceleradarespiracióncreabacomounanieblaamialrededor.Estuveasí unminuto,peroentoncesresonóenlosconfinesdeminuevouniversometálicoelásperosonidode un zumbador. Apenas había cesado el sonido, cuando se apagaron las luces, dejándome sumido en una oscuridad tan profunda que solo podía originarse en mi propia alma. El universo se apretó en torno a mí, y en aquel horrible segundo, fui de nuevo un niño, inmovilizado bajo tierra. Notaba aquellas manos sobre mí, aquella voz en mi oído, y el olor de un aliento que apestaba a carne podrida. Peroestavezeradiferente.Elguardiamehabíallamadoporminombre,señorPickens,yaquella infancia quedaba ya muy lejos de mí. Me obligué, pues, a ponerme de pie; me agarré al lavabo de acerohastaquemirespiraciónseserenó,ydespuéscomencéacaminarenlaoscuridad,tentandoel caminocomoharíaunciego.DeprontopenséenMaxCreason.Cuatropasosyvuelta,durantecinco años…,cuatro,yotravuelta.Surecuerdomediofuerzasehizoquemeadueñarademiceldaydela oscuridad interior. La recorría y, aunque veía que podría sobrevivir a aquel interludio, me daba cuentatambiéndequejamásseríacapazdevivirentrerejas.Hubierasidomejorparamíapretarel gatilloenelpuente.Así,caminandoypensando,fuetranscurriendolanoche.Asutérmino,teníauna cosa muy clara: que, si conseguía salir de aquello, jamás daría por descontada mi libertad de elección.Habíapasadolamayorpartedemividaenunaprisiónconstruidapormímismo,atrapado trasbarrotesdetemor,expectativasyopinionesdeotros,cuandonadadetodoaquellomeimportaba uncomino.Verquetodoellohabíaconducidoalamuertedemipadreyamipropiadetencióncasi mehacíareír,peroellugardondemehallabanoeracosaderisa,yjamáslosería.Busqué,pues,una maneradeescapar.Aldíasiguientemellevaríanparamiprimeracomparecenciaanteeltribunal.Con un poco de suerte, sería acusado formalmente y se me señalaría una audiencia para considerar la libertad bajo fianza. De alguna manera satisfaría esa fianza. Después pasaría algún tiempo antes de comparecerajuicio.Paraentoncestendríaquehaberaveriguadoalgooregresaralpuente. «Olounoolootro». Pasóasílanoche,hastahacersetambiénfinacomolapiel.Y,mientrastranscurría,yocaminabay pensaba;pensabaenungrandísimomontóndecosas. 26 La sala estaba repleta de abogados, periodistas y otros demandados. Había familias, amigos y testigos —la mezcla habitual— pero yo me fijé sobre todo en la presencia de otros abogados: ocupaban el espacio junto al estrado, inmóviles, como si en mi ausencia hubieran reclamado para ellos el derecho de constituirse en jueces. Exploré sus caras nada más entrar, flanqueado por guardias,conmismuñecasesposadas.¿Québuscabaenellos?Unasonrisaamistosa.Ungesto.Algo queprovinieradelavidaquesolíatener.Peronoobtuvenada.Losojosseapartaban,omostraban unamiradavidriosa,comosivieranaunextraño.Asífuiconducidomásalládeellos,hastalamesa de la defensa, donde me había sentado un millar de veces cuando era uno de ellos. Estaba presente Douglas, a quien consideraba mi amigo, y con él la detective Mills. Los dos me miraban desde la mesadelaacusacióny,comolosotros,habíanencontradounaformadevelarsusojos. Yomehabíapreparadoparaaquelmomentoenlashorasqueprecedieronalalbayporeso,fui capaz de mantener la espalda erguida mientras ocupaba un sitio detrás de la silla reservada para el acusado.Lasesposastintinearonalcolocaryolasmanosenelrespaldodelasiento,ylosalguaciles dieron un paso atrás. La sala fue invadida por un silencio notable solo por su unanimidad. Normalmente,siemprehayunmurmullodefondomientraslosabogadosintercambiancomentarios tapándoselabocaconlamano,losalguacilesmantienenelordenylosacusadosensayanfrasesen voz baja, con la esperanza de que les sirvan para influir sobre el juez. He oído gente que reza y también que llora. Algunos gritan obscenidades y son expulsados de la sala. He oído de todo, una diaria algarabía con la que todo abogado aprende a sintonizar, pero jamás había encontrado un silenciotanexpectantecomoaquel. Lajuezeralamismamujermaduraquemehabíaofrecidosusentidopésameeldíadespuésde que se descubriera el cadáver de mi padre. Incluso ahora no había animadversión en sus ojos. Mi miradapasódeellaaDouglas,aquiennotéinsegurounosinstantes.Perodespuésélsevolvióhacia mí,sediocuentadequelomirabayadoptóentoncesunaactitudmásparecidaaladelcazador.No encontraríaayudaenél;estabacomprometidoylucharíacontramíencadapasodelcamino. Lajuezhablóy,aunquelohizoenvozbaja,suspalabrasfueronunaavalanchaenaquelsilencio. —Alguacil—ordenó—.QuítelealseñorPickenslasesposas,porfavor. Unmurmullorecorrióladoblefiladeabogadossentadosfrentealatarima.Douglasinclinóel cuerpoenlamesadelaacusación. —Meopongo,señoría.Alacusadoseleimputaunasesinato. Lajuezlocortó: —¿Está usted sugiriendo que el abogado Pickens representa alguna amenaza física contra este tribunal?—Habíaexpresadosuburlademanerasutil,yviqueundébilruborsubíaporelcuellodel fiscaldeldistrito. —Elacusadoestábajocustodia.Seleacusadehaberasesinadoasupropiopadre. —¡Elacusadoesunmiembrodeestaprofesión!Serátratadocomotalhastaelmomentoenquese hayadeclaradosuculpabilidad.¿Meheexpresadoclaramente? Sentíunnudoenlagargantayunainmensagratitudporsuspalabras. —Sí,señoría—dijoelfiscaldeldistrito—.Estáperfectamenteclaro. —Bien.Quítelelasesposas,alguacil. Elalguacilseadelantóyyoletendímismanos.Quedaronlibresdeesposas.Hubieraqueridodar lasgraciasalajuez,perosolopudeindicarmigratitudconunainclinacióndecabeza. Lajuezmemiróconmayorfijeza. —¿Tendrían la bondad los letrados de acercarse al estrado? —dijo. Yo titubeé, dudando de que estuvieraincluidoenaquellallamada—.Sí,señorPickens.Merefierotambiénausted. Rodeélamesa,rozandocasiloshombrosdelfiscaldeldistrito,ylosdosjuntosnosacercamosal estrado. Apenas habíamos llegado hasta allí cuando Douglas se dirigió de nuevo a la juez en un ásperosusurro: —Protesto de nuevo, señoría. Este hombre está aquí como acusado, no en calidad de letrado. Semejanteexhibiciónminamiposiciónenestetribunalyenestecaso. Lajuezinclinóelcuerpohaciadelante: —Yoyahedejadomuyclaramiposiciónenesto,también.Adiferenciadeusted,señorfiscaldel distrito, yo aguardaré las pruebas antes de declarar convicto a este hombre, en mi espíritu y de cualquier otra forma. Ha servido durante diez años como letrado de este tribunal, y no pienso desconocerestehecho. —Deseoquemiobjeciónconsteenacta. —Estábien.Queconste.Peroesteesmitribunalylollevarécomomeparezcaoportuno.Elseñor Pickensnoserátratadocomounvulgarrufiáncallejero. —Sesuponequelajusticiaesciega,señoría… —Ciega,peronoestúpida—replicólajuez.Despuésmemiródirectamentealacara—.Ynosin sentimientos. —Gracias,señoría—logréarticular. Ellaestudiómicaraunossegundosantesdepreguntar: —¿Cómosehizoustedesemoretónenelojo,señorPickens? Misdedossemovieronporsupropioimpulsoytocaronlacarnehinchadaytumefactabajomi ojoizquierdo. —Nadaserio,señoría.Unadiscrepanciaconotrorecluso.Estamañanatemprano—respondí. —¿Alguacil?—dijoella,volviendolamiradahaciaél. Elhombrecarraspeó. —Uno de los presos trató de intimidarlo, señoría. Pero solo verbalmente. El señor Pickens empezó. —Esanoestodalahistoria,señoría. Ellavolvióamirarme. —¿Quiereustedcompletarla? —Notieneimportancia.—Penséenelpresodelaceldadeenfrentealamíaenelsector.Aunque fuisuabogado,lohabíavistoentrarysalirdeljuzgadoduranteaños.Eraundrogadictoymaltrataba asuesposa.Habíavenidoderechoamíencuantoabrieronlaspuertasdelasceldasynosalineamos paraeldesayuno. Lajuez,sinembargo,seguíasosteniendomimiradayestabaclaroquedeseabaunarespuesta,así quemeencogídehombros: —Exigíamizumodenaranja,señoría. Ellavolviósusojosdehalcónhaciaelfiscaldeldistrito. —Usted me aseguró que este hombre estaría apartado de los presos comunes —dijo y, al observarlaintensidaddesusrasgos,medicuentadealgo:eraellaquienhabíafirmadolaordende detención;sesentíaresponsable. —Lohice,señoría.Peronopuedocontrolarloqueocurredentrodelacárcel. Denuevosusojosbuscaronlosmíos;semovieronpormirostroynotéenellosunaprofunda tristeza. —Muybien—dijo—.Esoestodo. Regresamosanuestrosrespectivoslugaresylavistacontinuó.Lajuezmecomunicóloscargos, asesinatoenprimergrado,ymeinformódemiderechoasolicitarunabogado. —¿Quiereustedquelorepresenteunabogado,señorPickens? —No,señoría. Al pronunciar yo estas palabras, una reacción de sorpresa recorrió las filas de los abogados presentesamisespaldas,yyotuveotrarevelación:todosellosdeseabanelcaso;todosycadauno. Sería, en efecto, sumamente rentable, con montones de comentarios de prensa. Entrevistas en la televisión, en el periódico, en la radio…, incluso perdiéndolo, el caso labraría la reputación del abogadoquemerepresentara.Yconunavictoria,inclusoheredaríaelprestigiodelmismísimoEzra. —Pretendorepresentarmeamímismo—dije. La última cosa que quería era que otra persona escarbara en una verdad que era preferible manteneroculta. —Firmeelconsentimiento—semedijo. Un alguacil me tendió el impreso por el que renunciaba a mi derecho a que el tribunal me nombraraunconsejerolegal.Eraunasimpleformalidad.Sololosindigentespodíanpedirabogados pagadosporelEstado.Lofirmé,yelalguacilloentregóenelestrado. Llegamosentoncesalpuntocrucial.Normalmente,estocerraríalaprimeracomparecenciadeun acusado.Despuésseenfrentaríaaunaaudienciapreliminarde«causaprobable»,enlaqueelEstado teníalatareadeconvenceraunjuezdelaexistenciadeunacausarazonableparaobligaralacusadoa comparecer ante un tribunal superior, donde se le juzgaría por cualquier cargo grave que se le hubieraimputado.Unavezquelajuezhubiesedeclaradoqueexistíaunacausaprobable,elacusado podíasolicitarquelefueraadmitidaunafianza,perotodoestorequeríatiempo.Locualsignificaba unproblema…Yosoloconocíaunaformadesoslayarlo. —Señoría—dije—.Solicitounaaudienciadeimposicióndefianza. Douglassepusoenpiedeinmediato: —Protesto,señoría.Protestoenérgicamente. —Siéntese—dijolajuez,conevidenteexasperaciónensusmarchitosrasgos—.¡Ustedprotesta, claro! —Volvió su atención hacia mí, entrelazando los dedos y recalcando sus palabras—. Esto es muyinusual,señorPickens.Ustedlosabetanbiencomoyo.Hayprocedimientosqueseguir.Pasos. Necesitamosempezarporunaaudienciadecausaprobable.Luegosucasoseráremitidoauntribunal superior… —Hizo una pausa, como si se sintiera violenta por dar aquella clase jurídica. Estaba claramentedesconcertada. —Renuncio a la audiencia de causa probable —dije, consciente de que mis palabras generaban unaoleadadeconversacionesentrelosabogadossentadosdetrás. Lajuezsereclinóensuasiento,tansorprendidacomolosdemás.Ningúnabogadodefensorque acudeajuiciorenunciaaqueseadeclaradalaexistenciadeunacausaprobable.Esenesaaudiencia dondeelEstadotienequedemostrarquehayunarazonablecausapenal.Nonecesariamenteentodos sus detalles, pero sí a grandes rasgos. Es una oportunidad perfecta para tantear las fuerzas y las debilidadesdelosargumentos.Apartedeeso,existetambiénlaposibilidaddequeeljuezconsidere insuficiente esa fundamentación de causa probable y desestime los cargos. Yo sabía esto, naturalmente,perosabíatambiénalgomás:Douglasseopondríaaqueunjuezlocalsepronunciara sobrelamateria,alegandodemasiadainfluenciadelentorno.Lajuez,pues,seríarecusada.Tendría que venir otro juez, alguien de fuera del condado. Y todo esto requeriría tiempo, tiempo que yo pasaríaenlacárcel,tiempotraslasrejas.Podríanpasardías. Poco a poco cesaron los murmullos de la conversación y la sala se sosegó de nuevo en un silencioprácticamenteperfecto. —¿Es usted consciente de las ramificaciones de su petición, señor Pickens? —preguntó la juez entre el frufrú de su toga—. La audiencia de causa probable es una de las piedras angulares del procedimiento judicial. No me agrada ver que usted prescinde de ella. Temo que su criterio pueda estarobnubilado. Fijémivistaenunpuntomásalládelajuezyhablésinmiraraderechaniaizquierda: —Reiterarémipetición,señoría. Lajuezsuspiró,ysuspalabrasdescendieronsobrelasalacomocargadasdepesar: —Muy bien, señor Pickens. Que se haga constar que el acusado ha renunciado a su derecho de unaaudienciadecausaprobableysolicitaaestetribunalunaaudienciadeimposicióndefianza.— ElevólavozmientrasDouglasseapresurabaaponersedepie—.Unasolicitudqueestetribunalse sienteinclinadoaconceder. —¡Protesto!—casigritóDouglas. Lajuezsearrellanóensuasientoyagitóunafinamano. —Acérquense —ordenó—. Los dos. —Una vez en el estrado, nos miró con la severa desaprobación de una maestra y empleó la misma mano apergaminada para tapar el micrófono. Douglasabriólabocaparahablar,peroellalodesarmóconpalabrasdehierro—:¿Quéproblema hay,Douglas?Lohadetenido,lohaacusado,lohatraídoanteestetribunal.¿Creesinceramenteque hayenélalgúnriesgodefuga?…¿No?Porotraparte,yohevistosuspruebasy,entrenosotros,le diréquehayhuecosenellas.Peroesoesasuntosuyo,nomío.Loquemecorrespondeamíestomar estadecisión.—Mirófijamentemirostroynotéquesusojossedeteníanenmishematomas—.Usted pretenderechazarestasacusaciones,¿verdad,señorPickens? —Asíes. —Yquierehacerloenuntribunal.¿Noescierto? —Enefecto. —Esdecir,queestaráaquí. —Sinfalta—dije. —Ya lo ve, Douglas —dijo la juez—. Estará aquí sin falta. —Me pareció oír un rechinar de dientesdeDouglas—.Puesbien…,ahoraestamoshablandoenprivado,offtherecord,ypuestoque noseréyoquienpresidaesejuicio,voyadecirloquedebodecir.—Dirigiósussiguientespalabrasa mí—: Firmé la orden de detención porque no tenía otra opción. Sobre el papel, existía una causa probable de delito y, si yo no la hubiera firmado, lo habría hecho cualquier otro juez. —Ahora se volvió hacia el fiscal del distrito—: No creo que él lo haya hecho, señor fiscal, y si cita usted mis palabras a este respecto, las negaré. Pero conozco a este hombre desde hace diez años y no puedo creerquehayamatadoasupadre.Noloharé.Demodoquepuedeustedelevarsusprotestaseneste tribunal y argumentar contra la fianza. Puede pasarse horas criticándome y despotricando. Es cosa suya.Peroyonoconsentiréqueestehombreseaencerradoconlosreclusoscomunes.Esmicriterio. Miprerrogativa. MiréaDouglas,cuyosrasgospetrificadosapenassemovieroncuandodijo: —Esopareceráfavoritismo,señoría. —Hecumplidosesentaynueveañosynotengoplanesparapresentarmealareelección.¿Piensa ustedqueesopuedeimportarme?Ahoravuelvanustedesasusasientos.Losdos. Mispiesmellevaronporpropiainiciativaalamesadeladefensa,alaquemesenté.Mearriesgué amiraraDouglas,queteníalacaradeunrojosubidoytratabadesoslayaraladetectiveMills. —SeñorPickens—dijolajuez,ymepuseenpie—.¿Tieneustedalgunacosamásqueofrecera estetribunalenapoyodesupetición? —No,señoría. Volvíasentarme,agradecidoalajuezpormuchasrazones.Ponermeenpieanteaquelgentíopara defender los motivos por los que debía evitárseme la prisión, habría sido, como poco, algo desagradable.Lajuezmehabíaahorradoesahumillación. —¿AlgunaobjeciónporpartedelEstado?—preguntó. Si Douglas quería armar jaleo ahora, podía hacerlo. Podría argüir sobre innumerables cuestiones,muchasdelascualesteníansentido.Podíadejarenmallugaralajuez,peroconfiabaen quenoquisierahacereso.Lentamentesepusoenpie,conlosojosclavadosenlamesa,alargandoel suspensehastaquecasireventó. —ElEstadosolopidequelafianzasearazonable,señoría. Denuevounmovimientodeexcitaciónrecorriólaatestadasala,unaondadeenergíaquefuea rompercontramiespaldaantesdeprovocarunreflujodereverenteexpectación. —La fianza se fija en doscientos cincuenta mil dólares —dijo la juez—. El acusado tiene la obligacióndecompareceranteeltribunalsuperior,ypermaneceráencustodiahastaelmomentoen que la fianza sea entregada. Este tribunal entra ahora en receso durante quince minutos. —Dio un golpeconsumartilloysepusoenpie:envueltaenlatoganegradesucargoparecíamásmenuday marchita. —¡Todosenpie!—tronóelalguacil,yasílohice. Después observé en silencio mientras se deslizaba por la puerta posterior del estrado y la sala prorrumpíaluegoentodasuertedeespeculaciones. MiréaDouglas,quenosehabíamovido.Losmúsculossemarcabanensumandíbulamientras contemplabalapuertaporlaquehabíasalidolajuez.Luegosacudiólacabezacomosisintierami miradafijaenél.Hizoungestoalosalguacilesyencuestióndesegundoslasesposasvolvierona aprisionar mis muñecas. Nuestros ojos se cruzaron. Mills le dijo unas inaudibles palabras al oído, peroélcontinuabasinhacerlecaso.Peroentoncesadvertíalgoensusojos,algoinesperado.Losupe inclusoantesdepoderidentificarquéera.Soloséquenosetratabadelamiradanormalquelehabía vistodirigiraotrosacusados.Ydespuésmesorprendióconunasonrisa.Seaproximóamilado,ysu vozfueparamícomoaceitetibio. —Yo diría que te ha ido bastante bien, Work —dijo. Mills seguía en la mesa, con el rostro inescrutable. Detrás de nosotros varios abogados se volvieron para mirar, pero ninguno se acercó. Existíamosenunabolsadesilencioquedabalaimpresióndepertenecernosanosotrossolos.Hasta los alguaciles se convirtieron momentáneamente en algo insustancial—. Deberías poder estar en la calleenunpardehoras. Tratédesondearloconmisojos,peroconelmononaranjaylasesposasdeacerohabíaperdido ese poder. Le afloró la sonrisa a los labios, como si él también hubiera llegado a la misma conclusión. —¿Porquémehablasasí?—pregunté. —Porquepuedo—replicó. —Eres un auténtico idiota, Douglas. Me pregunto cómo no me he dado cuenta en todos estos años. Susonrisasedesvaneció. —No te has dado cuenta porque querías pasarlo por alto, al igual que todos los abogados defensores.Túqueríaseltrato.Queríasmiamistadparaqueyotepusieralascosasmásfáciles.Esun juegoysiemprelohasido.Losabestanbiencomoyo.—Susojossemovieronaderechaeizquierda yalzólevísimamenteeltonodevoz—.Peroeljuegohaacabadoyyanotengoqueseguirjugando. Asíquedisfrutadetupequeñavictoria.Elpróximojueznoserátanconsideradocontigo,ypuedes estarsegurodequeyonoloserétampoco. Denuevonotéalgoextraño,algoquepercibíaensusojos,talvez,algoquehabíadichooenla forma como lo había dicho. Traté de imaginar qué podía ser cuando, de pronto, lo vi claramente. Douglasestabahaciendoteatro.HabíaabogadosmirándoloyDouglasestabaactuandoparaellos.Yo jamás lo había visto pavonearse antes. Al mirarlo a la cara y considerar esto, se me ocurrió una pregunta. La había pensado la noche antes, pero casi se me había olvidado. Ahora las palabras me salieroncasisinpensarlas,ytuvieronunefectoinmediato: —¿Porquémepermitisteiralescenariodelcrimen?—pregunté. NotéincómodoaDouglas.Susojossefijaronunotrasotroenlosabogadosquehabíaalrededor, ydespuésregresaronamí.Suvozsehizomássorda. —¿Dequémeestáshablando?—preguntó. —Eldíaenqueencontraronelcuerpodemipadre,cuandotesolicitépermisoparairallugardel crimen…Nopenséqueaccedieras;ningúnfiscaldeldistritorazonablelohubiesehecho.Perotúlo hiciste.OrdenasteaMillsquememostraraelcadáver.¿Porquélohiciste? —Túsabesporquétedejéir—dijo. —PorJean. —PorJean,sí. Seabrióunparéntesisdesilenciotraslaesteladesuspalabras.Paralosdos,Jeanteníaesepoder, queeraprobablementelaúnicacertezaqueamboscompartíamos. —Estonovaaayudartetantocomocrees—dijo,refiriéndoseamipresenciaenelescenariodel crimen—.Nopermitiréqueloutilices. —Talvezmehayaayudadoya. —¿Quéquieresdecir? —Quierodecirqueunhombretienemuchotiempoparapensarenlacárcel,Douglas.Unmontón detiempo. Estabaprovocándoloyél,finalmente,sediocuenta.Peroyamehabíaapuntadountanto:lohabía hechodudar,aunquesolofuerauninstante.Surostroechóelcierrecomountiovivo:sefuelaluz,y se paralizó todo. Durante un momento mantuvimos aún la comunicación visual: esa clase de comunicaciónsinpalabrasqueyosolohabíatenidoenmividaunpardeveces.Peronoeratantoun mensajecomounasensación:unasensacióndefrialdaddeltipoqueyohabíaesperadoencontraren lacárcelperoque,sinembargo,aúnnohabíatenido.Apesardeeso,susojosestabanvacíoscomo aquella celda, sin luz, sin movimiento. Después, una emoción inescrutable torció su boca en una sonrisacruely,conunademándirigidoalosalguaciles,hizoquemesacarandeallí. Lashorassiguientessemehicieronlargasmientrasesperaba,talvezenvano,quesepresentara alguienparadepositarlafianza.Mepasarondenuevoelteléfonoyllaméalaúnicapersonaalaque podíallamar.PeroBarbaranoestabaencasa,oprefiriónocontestar.Asíquedejéunmensajepara ellayesperéaversimeliberaríaodejaríaquemepudrieraenlacárcel. Memetieronenunaceldadedesintoxicacióndeparedesacolchadasqueestabapróximaalasala central de clasificación. «Siguiendo indicaciones de la juez», supuse. En algún tiempo sus paredes habían sido blancas. Pero ahora eran una mezcla de tonos marrones, como de madera de grano grueso. En algunos momentos me vinieron ganas de lanzarme contra ellas, gritando como si me tuvieranaúnesposado.Jamássemehabíahechotanlargoundía.Acadahoraquepasaba,lacelda parecía encogerse, y llegué a preguntarme si sería posible que mi mujer hubiera llegado a aborrecermetanto.¿Medejaríaenlacárcelporrencor?Sinceramente,nosabíadecirlo. Alfinal,vinieronpormíymedevolvieronmisobjetos.Abríencimadelmostradorelsuciosobre de papel Manila. Salió de dentro mi reloj, seguido de mi cartera, que contenía dinero, tarjetas de crédito, de identificación. Todo presente y todo retirado; firmé el papel que lo decía. Luego me devolvieronmisropas,arrugadas,micinturón,miszapatos…Encuantomelaspuse,seoperóenmí ungrancambio:meconvertíenunserhumanodenuevo,ypaséluegoatravésdelaspuertasdela cárcel,estavezparaentrarenlamohosasaladondelagentenormalaguardabaapersonascomoyo. ¿Aquiénesperabaencontrar?¿ABarbara?¿Aunfiadorderasgosindeterminados?Laverdadesque no había pensado en ello, no desde que volví a sentir en mi piel el roce de mi ropa interior. En la crecienteexcitacióndemirenacimientoalarazahumana,soloesperabacaminarbajocielosazules, respirarairefrescoytomarunacomidadecente.Mifuturoerataninciertoqueesoeratodoloque podía esperar. Y, por supuesto, no esperaba a Hank Robins. Ni esperaba lo que finalmente pudiera veniradecirme. —¿Quéhacestúaquí?—lepregunté. Mededicóunamuecaburlona,quedescubriósuincisivomellado. —Esotendríaquepreguntárteloyoati—dijo. —Sí,loreconozco. Habíaotrasdospersonasenlasala.Unaeraunamujerdeaspectoagotado,quetantopodríatener treintacomocincuentaaños.Estabasentadaenlasilladeplásticoduro,conlacabezainclinadacontra laparedylabocaabierta;olíaatabacoyaunavidadura,conelrostrosurcadodearrugasyniuna sola que denotara alegría. Sus muslos quemados por el sol sobresalían, fláccidos, de unos tejanos demasiadocortosparaunaadolescente.Agarrabasubolsocomountalismánymepreguntécuánto tiempo llevaría esperando y a quién. La otra persona era un policía de uniforme. Lo había visto, a través de la ventana a prueba de balas, y después guardar su arma en una de las casillas de acero montadasenlapared.Enningúnmomentonosdabalaespalda,nocompletamentealmenos,yHank lo observaba con mal disimulada preocupación. Sabía que a Hank no le gustaba que lo asociaran conmigoenmispresentescircunstanciasyporesomepreguntécuálpodíaserelmotivoquelohabía traídoaverme. —Vamos—ledije—.Salgamosdeaquí.Yahetenidobastantedeestelugar. Hankasintióconotrasonrisa: —Notendríasquedecírmelodosveces.Loslugarescomoestemeponenlospelosdepunta. Fuera,elaireeratonificante.Nosapoyamosenelmuretedehormigónquenosllegabaalaaltura delpechoyestuvimosmirandoeltráficoquecirculabaporMainStreet.Comenzabaadeclinareldía, pero el sol lucía bajo y dorado en el firmamento. Dos de los tribunales penales del distrito se hallabanaúnenplenasesiónporlocualpermanecíanallíunoscuantosabogadosesperandoaquese vieransuscasos.Habíavistodosenelvestíbulocuandosalíamos,peroahoranohabíaningunofuera, circunstanciaqueagradecí. —¿Notendríasuncigarrillo?—lepreguntéaHank. —No,losiento.Peroaguardaunsegundo… Antesdequepudieradecirlequenosepreocuparaporello,Hanksehabíaacercadoyaaunade laspersonasqueaguardabanjuntoalmuro.Cuandoregresó,teníaenlamanounarrugadopaquetede Marlboroyunlibritodecerillas.Melostendió. —Sondeesetipodeahí—dijo,haciendoungestoconelpulgar—.Estabahoyeneltribunal,lo mismoquetú.Mehadicho:«¡Quémalostodos!». Prendí un cigarrillo y me pregunté brevemente cuál sería el delito que habría cometido aquel muchacho.Despuésmemetíelpaqueteenelbolsillodemicamisa. —Nomeinterpretesmal,Hank,peronoereslapersonaqueesperabaverhoyaquí. Seapoyóenelmurete,deespaldasaltráfico,ysecruzódebrazos.Evitabamirarmedirectamente. —Yo también estuve en el juzgado esta mañana. Fui a charlar contigo y presencié tu actuación. Supusequealguiendebíallamaratumujeralverquenosehallabapresente.Penséquealguiendebía decirlequeseocuparadetufianza. —Yolointentéestamañana. Hankasintióymemiróconalgoqueparecíacompasión: —Yo también. No respondió nadie. Pero no me quedé tranquilo y decidí ir a verla. —Hank levantó la vista hasta la línea de los tejados de la cárcel, donde confluía con la del edificio de los juzgados—.Tampocosalióaabrircuandollaméalapuerta,asíquerodeélacasaymelaencontréen elpatiotrasero,sorbiendotéheladoyleyendoCosmopolitan. SehizounsilencioentrenosotrosycomprendíqueHanksesentíaviolentocontándomeaquello. —Talveznoseenteró—dije,aludiendoamicortacomparecencia. —Losabía—dijoHank—.Ysureacciónalvermefueladequiensesienteculpable. —¿Losabíaynopensabaprestaresafianzaparaqueyopudierasalirdelacárcel? —No es tan malo como todo eso. Me dijo que había estado haciendo algunas llamadas y que aguardabaaqueestuvierareunidoeldinero. —¿Quéllamadas?—pregunté. Hankseencogiódehombros. —Noselopregunté.Loignoro.Peromepreguntósipensabaveniraverte. —Entonces…¿eseso?—inquirí. Hankparpadeóydespuéssellevólamanoalbolsillo. —Casimeolvido…—dijo—.Mepidióquetedieraesto. Me tendía una nota, con dos dobleces, que reconocí como del papel de su escribanía. Solía pulverizarperfumeensusnotas.Porquemeamaba,segúnella.Ladesdobléyleísucontenido.Era breveynohabíasidoperfumada. —Quierequesepaqueaúnmequieremucho,muchísimo,yqueunsuciovagabundoharobado miperro. —Yalosé—repusoHank—.Laheleído. Doblédenuevolanotaymelaguardéenelbolsillo. —Losiento,hombre—dijoHank—.Lavidaesunamierda. Asentí. —Ytumujertambién. —¿Porquéestásaquí,Hank?—preguntédenuevo. —Tal vez para salvarte el culo —dijo, y yo levanté la vista de las puntas de mis zapatos, escrutando su rostro para ver si me estaba gastando una broma—. Hablo en serio —me dijo—. Mira…teníamisdudas,sí.Quierodecir…,¿quiénnoibaatenerlas?Quincemillonesdedólareses unmontóndepasta.Oseaque…sí,pensabaquetalvezhubiesespodidoliquidarlo.Perotedijeque indagaríaacercadeAlex,yesoesloquehehecho. De haber estado yo caminando, habría dado un tropezón. Si hubiera estado conduciendo, me habríapegadouncastañazo. —¿QuétienequeverAlexcontodoesto? —Quizánada.Otalvezalgo.Esoesloquetenemosqueaveriguar. —Volvamosalprincipio,Hank…¿Dequédemoniosmehablas? Hankmeagarródelbrazoymellevóhacialosampliosypocoprofundospeldañosquebajaban delaterrazadehormigón. —Aquíno—dijo—.Luego,enelcoche. —¿Vamosaalgúnsitio?—pregunté. —ARaleigh. —¿ARaleigh?—repetí. —Ahacerunascuantaspreguntas. —¿Aquién?—quisesaber. Habíamosllegadoallugardondecomenzabanabajarlospeldaños.Alpiedeellos,laaceranos invitabaaseguirhaciaella.Dudédeseosodesaberalgomás.PerolamanodeHankseapoyóenmi hombrocomosimeurgieraabajar. —Túsiguecaminando—meinstó,yalgoensuvozhizoquemevolvieraamirar. Hankestabamirandohaciaatrásporencimadelhombro;pudeseguirlalíneadesumiradahasta lapuertadelosjuzgados.Elsoldabadellenoenelcristal,ymeimpedíaveralgomás.Nocomprendí nadayestuveapuntodeperdérmelo.Peroentonceselfinovelodeunanubecillatapólafazdelsoly viaDouglasmirándonosatravésdelcristalenactituddeconcentración,conelceñofruncidosobre susmarcadosrasgos. —Olvídatedeél—meaconsejóHank—.Seráunproblemaparamásadelante. Mevolvíydejéqueelinvestigadorprivadomecondujeraescalerasabajo. —Heaparcadoaquícerca—medijo. Descendimosporlacolina,pasamospordelantedetresvehículosdelapolicíaestacionados,por delantedelaentradareservadaalosjueces,yjuntoaungrupitodetrabajadoresqueempleabansu equiporuidosoymalolienteenrepararunapequeñaseccióndelasfaltodelavíapública.Hankme indicóconunademánunacallejuelalateralquepasabajuntoalpequeñocementeriosinrótulodonde doscientos años atrás enterraban a las personas de raza negra libres. Doblamos a la izquierda y el ruidodisminuyóanuestrasespaldas.Empezabaasentirmeyomismodenuevo,yyanotantocomo unboxeadorsonado.Nosseparamosalllegaralaalturadesucoche,unBuicksedánverdeoscuro: yobajédelaacerayfuihacialapuertadelacompañante.Élabriólaspuertas,peromediotiempode mirarloalacaraporencimadeltechodelcocheantesdeentrarenél. —¿Alex?—pregunté. Hank,empero,soslayómipreguntaynotéelportazoquedabaalcerrarlo.Elcochesebalanceó porefectodelgolpe;asíqueentréenélyguardémipreguntaparamí. —Noessuverdaderonombre—medijoHankcincosegundosdespués—.Poresonoconseguí encontrarlaenlosregistrosdelhospitaldeCharlotte.Jeansífigurabaenelsistema,conmeridiana claridad, pero no Alex Shiften. Aquello me olió mal, pero no podía decir el motivo. No hasta que regreséallíconlafotoquetúmediste. —¿Quiere eso decir que recogiste la foto? —pregunté yo aturdido, interesándome por los pequeños detalles porque no era capaz de centrarme en el importante, que estaba allí como un elefantesentadoenmisrodillas. —Fui temprano —respondió Hank—. Poco después de las cinco y después me acerqué con el coche a Charlotte a tiempo para el cambio de turno en el hospital. Enseñé la foto, hice algunas preguntasyfinalmenteencontréalapersonaquelosabíatodo:uncamilleroquesienteunaprofunda admiraciónporBenjaminFranklin. —¿Quétedijo? —QueconocíaaAlex,enefecto,peronoporesenombre.Segúnél,sellamaVirginiaTemple. LlevabatresmesesenCharterHillscuandoaparecióJeanallí.Aparentemente,congeniaronlasdosde inmediato.Yalcabodeunpardemeses,tuhermanasolohablabaconella. —Virginia…—repetí. Elnombreparecíainventado.AlexShifteneraunamujerdemasiadoduraparallamarseVirginia; demasiadocortante…,comosialguienseempeñaraenllamarpaletaparamantequillaaunanavajade afeitar. —Espeoraún—dijoHank—.LatrasladaronallídesdeelDorotheaDix. —¿ElhospitaldeRaleigh? —ElhospitaldelEstadoenRaleigh,sí.Ellugardondeinternanaloscriminaleslocos. —Notodoslosqueestánallísoncriminales—observé—.Soloalgunos. —Escierto.Soloalgunos.Peroloshaytambiénqueconeltiemposalendeallí,ynormalmente sontrasladadosaunlugarcomoCharterHills.Unpeldañoenelprocesodereintegraciónalavida normal,comounhogaramediocamino. —¿YtúcreesqueesepudieraserelcasodeAlex? Hankseencogiódehombros. —¡Mierda!—dije. —Exactamente—replicóHank,altiempoqueponíaelcocheenmarcha—.Esoesexactamentelo queyopensé. Metióunamarcha. —Sesuponequeyonopuedosalirdelcondado—dije—.Formapartedelasnormasestándardel conveniodefianza. Hankpusoelcocheenpuntomuertoysevolvióparamirarme. —Tú mandas, Work. Puedo llevarte a tu casa e ir a comprobarlo yo mismo. No hay ningún problema. Yonoqueríaquelajuezlamentarasubondadconmigo,peroestoerademasiadoimportantepara jugar según las reglas, y yo había decidido recientemente que las reglas no eran necesariamente buenas.Durantetodalavidahabíajugadoateniéndomeaellas,ynomeparecíaahorahaberlohecho demasiadobien. —Olvídalo—dije—.Vayamoslosdos. —¡EseesmiWork! —Perotendremosquehacerunpardeparadasdepaso,antesdemarchar. —Estuvida—dijoHank,acelerandoparaalejarsedelaacera—.Yosoloconduzco. 27 HabíauntrayectomuycortohastaelbufetedeClarenceHambly.Comolamayoríadelosabogados delaciudad,teníasuoficinacercadelosjuzgados.Hankentróensuaparcamiento,unespaciolleno de coches, con detalles de ladrillo diseñados para hacer menos austero el aspecto del áspero hormigón.Eledificioensícontabamásdedoscientosañosdeantigüedad:eraunaclásicaestructura georgianadecuatroplantasdivididasencuatroespaciosinteriores,alaqueselehabíaadosadouna ampliaciónpordetrás,quequedabaocultadesdelacalle. —¿Quéhemosvenidoahaceraquí?—preguntóHank. —Tengoqueformularunaspreguntas.Nonosentretendremos. Ocupaban el vestíbulo numerosos acusados en procesos penales, de los que Hambly se desentenderíaconfiándolosaalgúnsociojovendelbufeteporundólarveinticincocentavoslahorao unpreciofijobasadoenlanaturalezadelaacusaciónylaprobabilidaddeafrontarunjuicio.Tenía una entrada posterior y una escalera privada para sus clientes más encumbrados, por la que iban directamentehastalosayudantespersonalesqueprotegíansudespacho.Yoyasabíaquenolograría entrar allí sin haber sido anunciado, así que ni siquiera me molesté en intentarlo. En lugar de eso, paséentrelaspersonasapiñadasenelvestíbuloprincipalyfuialrelucientemostradorderecepción, de madera de cerezo. Una de las colaboradoras de Hambly —una mujer de edad— me preguntó si podíaservirmedeayudaydespuésdiounpasoatrásysequedómirándomealreconocerme. —MegustaríaveraClarence—dije. —Esonoesposible—replicó. —Querríaverloya.Yestoydispuestoalevantarlavoz.Asíque,porfavor,hágalesaberqueestoy aquí. Meexaminódearribaabajoconsiderandomipetición.Yoyadabaporhechoquehabríatenido que lidiar con centenares de clientes frustrados y furiosos, y que, por lo mismo, debía valorar mi situación.AlcabodeunospocossegundosdescolgóelinterfonoyledijoalasecretariadeHambly queyoestabaallíydeseabaverlo.Pasóunminutolargoantesdequeobtuvieraunarespuesta. —Puedesubirusted—medijo. Hamblysalióamiencuentroenlapuertadesudespachoysehizoaunladoparadejarmeentrar. Eraunahabitaciónalargadayelegante,convistasaledificiodelosjuzgados,enelladoopuestode MainStreet.Nomepidióquemesentara,sinoquemeestudiódesdelasalturas,cuyocuellolucíauna corbatadelazodecachemir. —Lamayoríadelaspersonaspidenunacita—dijo. —Serásolouninstante—repliqué,mientrascerrabalapuerta.Despuésdiunpasohaciaélyme plantédelanteconlospiesbienseparados—.Necesitosabercómofueapararamicasaunacopiadel testamentodemipadre. —Ignorabaquealguienlatuviera. —¿Quiénteníacopia? —Estaconversaciónesmuyimpropia—objetóHambly. —Mipreguntaesmuysimple. —Deacuerdo.Lediasupadredosoriginalesyguardéunoaquí.Siélhizocopias,fuecosasuya. Notengoniideadecómofueapararunadeellasacasadeusted. —¿Havistoustedlaquelapolicíatienebajocustodia? —Sí,peronopuedodecirconseguridadqueeslaqueencontraronensucasa.Mepidieronquela identificarayasílohice. Insistíeneltema: —Sinembargo,esunacopiaexacta.Ustedverificóesoapeticióndelapolicía. —Sí—reconoció. —¿PorquénomedijoustedqueEzraibaaexcluirmedesutestamento? —¿Dedóndehasacadoustedesaidea? —DeMills—dije. Hamblysonrióforzadamente,conundestellodeluzensusojos: —SiMillsledijoeso,debiódehacerloporsuspropiosmotivos.Esverdad…,supadrepensaba introducir unos pequeños cambios, pero nunca intentó quitarlo a usted como beneficiario. Lo tenía firmemente decidido. Sospecho que Mills intentaba engañarlo para que cometiera usted alguna indiscreción. —¿Quécambioseranesos? —Nada significativo y, además, nada que llegara a cambiarse. Consiguientemente, nada que le conciernaaustedcomobeneficiariodesulegado. —¿Estálegalizadasucopiadeloriginal?—pregunté. —Archivadaconelsellodeltribunalquelaautentificó.Estoysegurodequeselamostrarán,silo solicita. —Sinembargo…,ustedhizocopias. —¡Claroquehicecopias!Estaesunaoficinajurídica.RepresentoalEstado. —¿Aquiénmáslediocopias?¿AMills?¿ADouglas?¿Aalgúnotro? —Nomelevanteustedlavoz,joven.Noloconsentiré. —Entonces,sigamosconesto,Clarence.SisoydeclaradoculpabledelasesinatodeEzra,¿puedo heredarsegúnlalegislacióndeCarolinadelNorte? —Usted sabe que el Estado no permitirá que un asesino saque provecho de su crimen de esa manera. —Entonces…¿quiénretieneelcontroldelosbienesdeEzra? —¿Adóndequiereiraparar?—preguntóHambly. —¿Aquién? —Todoslosbienesdesupadrepasanalafundación. —¿Yquiéncontrolaesafundación? —Nomegustaloqueestáinsinuando… —Controlaríaustedlatotalidaddeloscuarentamillonesdedólares.¿Meequivoco? Hamblysequedómirándomeconelrostrotensoyunafuriaapenascontenida. —Encuentrointolerablessusmezquinasmaquinaciones,Work.Salgademidespacho. —Estuvoustedenmicasa.Porprimeravezdesdequelaadquirí,estuvoustedenmicasa.¿Por qué? —FuiporqueBarbarameinvitóaella.Yporqueeraunamuestraderespetoporeldifunto.No deberíatenerqueexplicárselo…Y,ahora,váyase—repitió,agarrándomeporelbrazo. Fuera,lalindasecretariasehabíapuestoenseguidadepie.Yoliberémibrazo. —Alguienintrodujoesedocumentoenmicasa,Clarence.Dealgúnlugartuvoquesalir… Hambly se irguió en toda su estatura y me dirigió una mirada rencorosa. Noté cómo se le congestionabaelrostroyelpulsodelasangreenlasgruesasvenasquerecorríansucuello. —Todavía hoy sentía alguna compasión por usted, Work. Pero se ha acabado. Esperaré con impacienciaquellegueeldíaenquelojuzguen.—Señalóconsudelgadobrazolaescalera,ynoté queletemblaba—.Ahorahágameelfavordemarcharsedeaquí. —Muybien,Clarence.Graciasporsutiempo. Bajé por la escalera privada de Hambly, sin volverme a mirar atrás. Escuché un portazo provenientedesudespacho. EncontréaHankenelcoche,conelbrazoapoyadoenlaventanillaabierta. —¿Cómohaido?—preguntó. —Nolosé—dije. —¿Deveras? MiréaHank. —Deveras. —Entonces…¿Adóndevamosahora? —Carreteraseis-cero-uno,endirecciónaMocksville.Yateindicarédóndehayquegirar. Salimos de la población y nos dirigimos hacia la granja Stolen. Yo sentía que una fuerza iba creciendo en mi interior. Tenía la cabeza aturdida por un cúmulo de emociones, que aumentaron a medidaquenosaproximábamosalacasadeVanessaycuandonosdetuvimosdelantedeella. —Esperaaquí—ledijeaHankalsalirdelcoche,inclinándomedespuésporlaventanillaabierta. —¡PorDios,Work! Levantélasmanosconlaspalmashaciaarriba. —Eslaúltimavez—leprometí. La granja Stolen se alzaba entre las sombras de los bosques próximos. Finos rayos de luz se extendíancomodedoshaciaeledificio,peronollegabanaalcanzarloysecontentabanconteñirde uncolorrojodesvaídoelmurodelviejogranero.Habíamosaparcadoenelcaminodeaccesolleno derodaduras,conlacasaalaizquierdayelgraneroaladerecha.NovielcochedeVanessa,peroallí estabaaquelhombresuyoinnominado:observándomedesdelabrechallenadepajaquepartíaendos el granero. Si hubiera mirado más arriba, habría visto la puerta del altillo donde Vanessa y yo encontramosloquepensábamosqueduraríasiempre.Peronolohice.Mefijéensuhombre.Había estadotrabajandoconeltractor.Teníalasmanoscubiertasdegrasa,igualquelapesadallaveinglesa quesostenía.Seinclinabasobreelenormeyprofundamentemarcadoneumáticodelamáquinaconla actituddeunpropietarioymeobservómientrascruzabaporlatierrahaciaél.Parecíamásaltodelo querecordaba,peroeraciertamenteelmismotipo:unhombredereciamusculatura,cuyajuventud medeprimía. —Noseacerquemás—medijo. Yomedetuveaunostresmetrosdedistanciaypuselasmanosenalto. —Novengoacrearproblemas—ledije—.SolodeseohablarconVanessa. Abrió la boca como para responder a una pregunta que no le había formulado, y dejó la llave inglesasobrelacubiertadelmotordeltractor.Despuésseacercóamí,limpiándoselasmanosenlos pantalones.Lainquietudmarcabasurostro. —Penséqueestabaconusted—medijo. Dejécaerlosbrazosamiscostados,sintiéndomeunnecio.Podíaserquelohubieraderribadola otranoche,peroveíacontodaclaridadqueahoranoestabaamialcanceintimidarlo. —¿Porquélodice? Se paró dominándome a mí desde su estatura. Escudriñó mi cara como si buscara en ella algo concretoydespuésmeindicóconunpestañeolacasa.Yoseguíladireccióndesumiradaesperando veraVanessa,peroelcaserónestabaensilencioyoscuro. —Novolvióacasaanoche. —¿Cómo? —Yhoynolahevistoentodoeldía. Notéenmiestómagounafamiliarsensacióndevacío.Algopasótambiénporlosojosdeljoveny yoloviporquesabíaquéera.Meacerquéaél. —Comienceporelprincipio—lepedí—.Cuéntemelotodo. Élasintióytragósaliva.Necesitabacontármelo.Loquefueraqueteníaensusojosloimpulsabaa decírmelo.Eramiedo;elmuchachoestabamuyasustadoy,depronto,yotambiénmeasusté. 28 —¿ Dequévatodoesto? Estábamosdenuevoenlacarreterainterestatal,aunosdiezminutosalnortedelaciudad.Hank habíaintentadohablarporlomenosencincoocasiones,peroentodasellasalgoquenotabaenmi cara lo había detenido. Yo no quería responderle. No quería decírselo pero, por alguna razón, esta vezlohice.Quizáesperabaquenosonaríatanmalsiloexpresabaenvozalta. —Hadesaparecidoalguienqueesmuyimportanteparamí. —¿Alguienimportante…?¿Aquién…?¡Ah,yaentiendo!¿Unanovia? —Muchomásqueeso—dijeenvozbaja. —Haymuchospecesenelmar,Work.Créeme. Bajéelcristaldelaventanillaporquenecesitabaoleralgolimpio.Elvientoabofeteómirostroy porunmomentonopuderespirar. —Enestoteequivocas,Hank—dijefinalmente. —Puesseráquetúyyonadamosendiferentesaguas. «Noestoynadando—pensé—.Sinoquemeahogo».Yporuninstantemesentíasí. —¿Quiénesesemuchacho?—Norespondí,yHankmehizolapreguntadenuevo—.Elchicode lagranja,quierodecir. Meretrepéenmiasiento,hundiéndomeenlasuavidaddelreposacabezas. —Limítateaconducir,Hank.¿Teimporta?Necesitopensar. Suspalabrassalierondemuylejos: —¡Puesclaro,hombre!Loquequieras.Esunviajelargo. Estabaenlocierto.Loera. PerollegamosalaparcamientodelhospitalDorotheaDixpocoantesdelanochecer.Estaballeno. NingunodelosdosdijonadahastaqueHankdetuvoelmotor.Yoatisbéporelparabrisas.Deentre todos los lugares miserables de este mundo, a mí me pareció que aquel escondía los secretos más oscuros.PenséenBedlamyenlosalaridosahogadosporlosvómitos. —Estelugarmeponelospelosdepunta—comenté. —Noestanmalocomounopudierapensar—dijoHank. —¿Hasestadoaquíantes? —Unpardeveces—dijo,sinquererprecisar. —¿Y…? —No he estado nunca en las plantas de seguridad. Pero el resto del edificio es como cualquier otrohospital. Estudiénuevamenteelterreno. —Salvoporlaalambradadepúas—observé. —Enefecto. —¿Yahoraqué?—pregunté. —¿Cuántodinerollevas? Miré instintivamente mi cartera, olvidando que ya había contado el dinero cuando me la devolvieron. —Trescientossetentadólares. —Dámelos.—Separólostresbilletesdeciendólaresymetendióelresto—.Estodeberíabastar. —Lovidoblarlosbilletesjuntosymeterlosenelbolsillodelanterodesustejanos—.¿Estáslisto?— preguntó. —Comosiempreloheestado—respondímuyenserio. Hankmediounapalmaditaenelhombro. —Relájate—medijo—.Serádivertido. Cuandosalíamosdelcoche,sepusounacazadoraybuscóalgoenelbolsillointerior.Nosabría decirquéera,peroleoíemitirunlevegruñidodesatisfacción.Mirélasiluetadelhospital,quese recortaba contra el fondo violeta del firmamento. Las luces daban la impresión de saltar desde sus ventanasymorirenseguidaenelsuelo. —Vamos—medijoHank—.Procurarelajarte. Comenzamosacaminarhacialaentradaprincipaldelhospital. —¡Espera!—MedetuvoHank.Yviquevolvíacorriendoalcoche,loabríaybuscabaalgodentro. RegresóconlafotodeAlexquelehabíadejadoenelbuzón—.Puedequelanecesitemos—medijo. La foto brilló bajo la débil luz, pero vi perfectamente la cara de Alex. Al igual que el edificio, teníarasgosmuymarcadosyyomepregunté,noporprimeravez,quélahabríaconducidoaaquel lugar…,porquélahabríaningresadoallíyporquélahabríandejadomarchar.Siloquefueraselo habíacontagiadoamihermanaencasaysieratanterriblecomomimenteturbadaloimaginaba. Necesitaba una respuesta y, al mirar a Hank, pensé que teníamos una excelente posibilidad de averiguarlo. Entramosenelvestíbulo.Lassalasseabríanenmúltiplesdirecciones.Teníamosfrenteanosotros unabateríadeascensores.Elolorahospitallodominabatodo. Hank se acercó a una hilera de máquinas de venta de periódicos y buscó unas monedas en los bolsillos. —¿HasleídoelperiódicodehoydeCharlotte? Sacudílacabeza. —No. IntrodujolasmonedasenlamáquinaquedistribuíaelCharlotteObserver.Sacóunejemplaryme lotendiódiciendo: —Lonecesitarás. Nocomprendínada. —¿Paraqué?—inquirí,sosteniendoelperiódicocomosinuncahubieravistouno. —¿Lodicesenserio?—mepreguntó,ysealejóunpoco. —¡Oh!—Memetíelperiódicodebajodelbrazo. Hank estaba mirando la asombrosa proliferación de indicaciones y pareció dar con la que buscaba. Yo no tenía ni idea de qué era pero, cuando me dijo que lo siguiera, lo hice. Pronto nos perdimosenaquellaberinto,perolasomnipresentesindicacionesnosllevabanahundirnosmásenel hospital.Hankcaminabaconlamiradabaja,comosisupieraexactamenteadóndeiba.Nomirabaa nadie,yningunolomirabaaél.Yoprocurabaimitarlo.Porfinsalimosaunpasilloqueconducíaa unasalitadeespera.Enunrincónjuntoalapared,untelevisormostrabasupantallaennegro.Una notapegadaenellainformabaacuantosseacercabandequeelaparatoestabaaveriado. Había una serie de sillas de plástico alineadas junto a una pared. De allí salían, en direcciones opuestas,dospasillosmás,cuyosbrillantessuelosreflejabanlaslucesdelosfluorescentesdearriba. Resonabanvocesanuestroalrededor,deenfermerasquepasaban,deestudiantesdemedicina,deun altavozenlaparedquellamabaalosdoctores.Enfrente,alotrolado,habíaunapuertaazuldehojas batientes,sobrelaquehabíaunrótuloquedecíasoloempleados. —Aquíes—dijoHank. Mirédenuevoamialrededor,convencidodequedebíadehabermeperdidoalgo.Hanksacódel bolsillo de su cazadora una tarjeta de identificación de plástico y la prendió sobre su camisa. La tarjetallevabaunafotografíasuya,unnombrequeyonohabíaoídoantesyelnombredelhospital. Parecía igual a las tarjetas de identificación que yo había visto en otros empleados desde que entramosallí. —¿Dedóndelahassacado?—lesusurré. —Esfalsa—respondiósinmás. —Pero… Exhibiódenuevosumaliciosasonrisa: —Yatehedichoquehabíaestadoaquíantes. —Vale—asentí—.¿Quéquieresquehaga? —Esperaraquí—dijo.Yyoseguísumiradahacialahileradeincómodassillasdeplástico—.Lee elperiódico. —Quieroircontigo—dije. —Yalosé,ynoteloreprocho,perolagentequelehablaráaunapersonatalveznohablecon dos.Conunaesunacharlaamistosa.Condos,uninterrogatorio. Veíalaemociónenmirostro;sabíaloimportantequeeraaquelloparamí. —Tranquilízate, Work. Lee el periódico. Si hay alguna respuesta que encontrar aquí, la encontraré.¿Vale?Esoesloqueharé.Confíaenmí. —Nomegustaesto. —No lo pienses. —Hank se alejó, pero volvió al instante—. Déjame la sección de Deportes — dijo.Busquéenelperiódicoyselatendí.Élhizounrolloconlaspáginasymesaludóconél—.Para romperelhielo—explicó—.Todoesimportanteenestenegocio. Me senté muy tieso en la dura silla y esperé mientras Hank pasaba atrevidamente por la puerta destinadasoloparalosempleados.Nomiróhaciaatrás,ycuandolapuertasecerrótrasél,fuecomo sielhuecolotragara. Me recliné en el respaldo, abrí el periódico y me quedé mirando sin ver las palabras que sobrenadaban en el mar de letras. Cuando pasaba gente, trataba de aparentar normalidad, como si pertenecieraalacasa,peromeresultabadifícilporque,enmicalenturientamente,erauncriminal. Permanecísentadoallíloquemirelojmedijoquefueronsolocuarentaycincominutos.Peroel relojmentía.Fuetodaunavida. Devezencuandoseabríalapuertaazul.Laprimeravezsalióunhombrederazanegra,después unamujerblancayunhombregruesoalquenuncahubierapodidoconfundirconHankRobins.Otra mujer. Dos hombres. Un reguero continuo de personas, todas luciendo la misma tarjeta de identificación. Lapuertaseguíaabriéndoseunayotravez,yencadaocasiónquelohacíaelmuelledemicuerpo setensabaunpocomás.DebíandehaberdescubiertoaHank.Nosalía. Pero entonces lo vi, en el breve instante que tardó en cerrarse la puerta detrás de un viejo que trasladaba un cubo. Iba hacia la puerta y la siguiente vez que esta se abrió fue para darle paso. No sonreía,peroselenotabaenlosojosunaintensasatisfacción.Meagarróporelbrazoantesdequeyo pudiesepronunciarpalabra;yalpocoratovolvíamosarecorrerlosdosaquellospasillosqueeran comolasarteriasdeaquellugar,quenuestrospasosfuertessobrelasdurasbaldosashacíanresonar hastalostechos. —No ha sido tan malo después de todo, ¿verdad? —me preguntó con una voz tan alta que me sorprendióporqueesperabaunsusurro. —¿Lohasconseguido?—pregunté,aludiendoalarespuestaanuestraspreguntas. Laexpresióndesatisfacciónpasóahoradesusojosasusonrisa: —Oh,sí…Lotengo. Hubieraqueridosacárseloalafuerza. —¿Y…?—pregunté. —Algohay. Caminamosenunsilencioquesemehacíainsoportable,peroalfinalllegamosalcoche.Hankse deslizódetrásdelvolante,dioelcontactoyapretóelbotóndelsegurodelaspuertas.Aúnnohabía dicho una sola palabra. Dio marcha atrás en el aparcamiento y navegó entre el mar interior de vehículosaparcados.Finalmente,memiró. —Abróchateelcinturón—medijo. —¿Meestástomandoelpelo?—lepregunté—.Porquenoesunbuenmomentoahora. Élnorespondió,ysiguióconlosojosfijosenlacarretera. —Solo estoy ordenando mis pensamientos, Work. He de decirte muchas cosas y trato de encontrarlamejormaneradehacerlo.Nodeseoprovocarteunataque. —Mevaadar,sinomelodicesenseguida. PeroHanknoestabadispuestoaprecipitarseycontinuóconlabocacerradahastaqueestuvimos en la interestatal 40, viajando en dirección oeste a quince kilómetros por debajo de la velocidad límite. —¿HasoídohablaralgunavezdelEastBend?—preguntóporfin. —Talvez.Mesuena. —Esunafincapreciosa.Muylinda,concaballos.EstáaorillasdelríoYadkin,nomuylejosde Winston-Salem. Laslucesdelosfarosdevehículosconducidosporpersonassinnombreiluminabanelrostrode Hank,pasandoporencimadeladivisoriadehierbaqueseparabalascalzadasdelacarretera.Enlos intervalososcuros,lacaradeHankeraparamítansolounperfilborroso.Enunmomentodado,se volvióamirarme. —Tienesqueirallíalgunavez—dijo—.Hayunpequeñoviñedo,justoenlaorilla… —¿Eselvinoloquetehacedartantosrodeos? Memiródenuevoylosfarosllenaronelespacioentrenosotros. —Alexesdeallí—dijo—.Esallídondecreció.Durantesusprimeroscatorceaños,entodocaso. —¿Y…? —Mira,Work…Losdetallessonsoloesquemáticos.Todoloquetengoesloquemehacontado un auxiliar de enfermería, y le he comprado información que no siempre es fiable. Aún no he comprobadonadadetodoesto. —De acuerdo. Quedas totalmente absuelto de las consecuencias de pasarme información falsa. Perodimedeunavezquéhasoído. —Ellamatóasupadre,Work.Loesposóalacamayleprendiófuego. —¿Cómo? —Tenía catorce años entonces. Su madre estaba en la cama también, pero sobrevivió. Era a papaítoaquienqueríamatar.—Hizounapausa—.Yloconsiguió.Loasóensupropiacama. NotéquelosojosdeHankespiabanmireacción,peronohuboninguna,porloqueprosiguióen untononeutro. —Esperó a que cesaran los alaridos, y entonces telefoneó a los bomberos y salió de la casa; estuvo viéndola arder. Cuando llegó el primer camión contra incendios, fue a su encuentro en la cunetaylesdijoquesumadrepodríaestarviva.Laencontrarondebajodelaventanadeldormitorio, con quemaduras en más de un setenta por ciento del cuerpo. Había sufrido importantes heridas, además, al arrojarse a través de los vidrios. Cuando apareció la policía, la chica les contó lo que habíahecho.Nolesmintióalrespecto,perotampocosevanagloriódesuhazaña.Correlavozdeque no derramó ni una sola lágrima. El auxiliar de enfermería no sabía si fue a juicio o no, pero el Estadolaencerróenuncentropsiquiátrico.PasócuatroañosenelDorotheaDix,peroeramenorde edadcuandocometióaquellabarbaridad.Poreso,cuandocumpliólosdieciochoaños,latrasladaron aCharterHills,dondecoincidióconJean. —Estofuehacesolotresaños—observé. —Esjoven. —Noloaparenta. —Hatenidounavidamuydura,noteengañes.Esoenvejeceaunapersona. —¿Lacompadeces?—pregunté. —En absoluto —respondió Hank—. Pero no pudieron decirme qué ocurrió antes de que lo matara. Debió de tener alguna razón, y no es demasiado difícil conjeturar cuál fue. —Noté que se estremecía—.Tengodebilidadporesasinfanciasdesgraciadas—añadió,ynodijomás. Yonosabíalosdetalles,peromeconstabaquelainfanciadeHanknohabíasidoprecisamenteuna meriendacampestre. Elsilencioseprolongaba.Nosadelantabanloscoches. —¿Esoestodo?—pregunté—.¿Todoloquesabemos? —He intentado comprar una copia de su expediente, pero mi informador no quiso arriesgarse. Dijoqueunacosaerairsedelalenguayotramuydiferenterobardocumentos;peroestababastante segurodeloquemecontaba.Segúnél,eraunsecretoavocesentreelpersonaldelcentro. Hankmirósuespejoretrovisoryadelantóaunafurgoneta.Estateníaapagadounodesusfarosy diolasensacióndeguiñarnosunojoalpasarla.Vielindicadordelainterestatal85ypermanecimos calladoshastaquedejamoslaI-40ynosdirigimosalsur,haciaJeanylamujerqueguardabatanbien lossecretosdesuviolentopasado. Hank se llevó la mano al bolsillo y me devolvió dos de los tres billetes de cien dólares que le habíadado. —Solohenecesitadouno—dijo. —¿Esoestodo,entonces? —Prácticamente. AdvertíuntitubeoenlavozdeHank. —¿Quésignifica«prácticamente»?—pregunté. Hankvolvióaencogersedehombros. —Eltipoteníamiedo. —¿DeAlex? —DeAlex.OdeVirginia.Medijoquetodoelmundoteníamuchomiedodeella. —ExceptoJean—dije. Notédenuevoquesusojosmeexplorabanenlaoscuridad. —ExceptoJean—repitióporúltimo—.Jeanlaama. AsentíensilencioydespuésmevolvídenuevohaciaHank.Habíaadvertidoalgoextrañoensu voz. —¿Hayalgoquenomehayasdicho? Élsacudiólacabeza. —Enrealidad,no.SoloalgoqueoíenCharterHills. —¿Qué? Unnuevoencogimientodehombros. —El comentario de otro tipo. Otro empleado de la planta del hospital, uno con quien charlé el otro día. Le pregunté por Jean y Alex, y se me quedó grabada una frase suya. Me dijo que Jean la amabacomounpredicadoramaasuDios.—Hankapartólavistadelacarretera—.Sonsuspalabras, nolasmías. Lasimaginéjuntasalasdos. «UnpredicadorconsuDios».Obediencia.Sumisiónciega. —¿Puedeamarlatantoenrealidad?—pregunté. —¿Quiénpuedesaberlo?Yojamásheoídonadaigual. Parecía nostálgico. Yo callé durante un buen rato, y también Hank pareció contentarse con sus pensamientos. —¿CreesqueAlexpudohabermatadoamipadre? —¿Suponiendoquetúnolohiciste? —Muygracioso—dije.Peronobromeaba. —¿SabesdóndeestabalanocheenqueEzrasalióylomataron? —No. —¿Teníaalgúnmotivoparadesearverlomuerto? PenséenEzrayensupersistentedesdénporAlex.RecordéladiscusiónentreélyJeanlanoche enquetodosefuealtraste.ElmotivodeaquelladiscusiónhabíasidoAlex.Ezraintentabaforzarla separacióndelasdos. —Teníaunmotivo—dije. —¡Yhacesieteañoshabíaasadoasupadreensucama! Asentíparamí. —Puedeser,entonces. —Esoesloquehay. 29 Llegamos a Salisbury pasada medianoche. La ciudad estaba silenciosa, con pocos coches en circulación y todavía menos luces encendidas. Me sentía como un fantasma mientras intercambiábamossusurrosenaquelsilencio.HastaHankestabaapagadoyadivinéqueél,comoyo, nopodíaexpulsardesumentelaimagendeloquehabíahechoAlex. Cuandohuboentradoenmiaccesodecoches,salíyrodeéelsuyoparaacercarmeasuventanilla. Élbajóelcristal. —Escucha,Hank.Realmenteteagradezcoloquehashecho.Significamuchísimoparamí. —Yateenviarémifactura—replicó. —Mejorquenotardesenhacerlo—dije. —No te enviarán a la cárcel de nuevo, Work. Los dos sabemos cómo acabará esto. Alex es tu pieza.VeacontarleaMillsloquehemosaveriguadoyqueellalocompruebe. —Talvez.Yaveremos.—AúnteníaquehablarconJean—.Encuantoaesafacturatuya… —Tevaasalirporundineral. —Másdelquetútepiensas—dije. Memiróconcaradeextrañeza. —¿Quéquieresdecir? Apoyélasmanosenelcercodelaventanillaymeinclinéhaciaelcoche. —Necesitoquemeencuentresaunapersona,Hank.Esmuyimportante. —¿Tunovia? —SunombreesVanessaStolen.Yasabesdóndevive.Necesitoencontrarla.Necesitohablarcon ella.Necesito…—Mivozseapagó,perolarecuperéenseguida—.Lanecesito,simplemente. Sehabíaapoderadodemílaabrumadoraconviccióndequeestabamuerta.«Ellanuncasemarcha así».Fueloúltimoquemehabíadichoelmocetónqueteníaempleado,juntoaltractor,enlagranja Stolen.«Nosinocuparsedesusanimales.Jamáslosdejadesatendidos». —¿Yusted?—lehabíapreguntadoyo. —Yo solo trabajo aquí, señor. Siempre me llama si necesita que me ocupe de cosas cuando se ausenta.Tengoquecuidardemicasatambién,yellalosabe. En mi imaginación, yo los había visto juntos, su cuerpo vivo bajo las fuertes y encallecidas manosdeél.Pensabaquesehabíaentregadoaélyqueconaquellaentregahabíamatadoloúltimoy lomejorquequedabademí. —Encuéntralapormí,Hank.Haycosasquenecesitodecirle. —¿Quémáspuedesdecirmedeella?Cualquiercosaquemeayudeabuscarla.Familia.Amigos. Lugaresdondepudieraestar.Esaclasedecosas. —No tiene familia. Es la última que queda de ella. No sé si tiene amigos y, hasta donde puedo saber,raravezdejalagranja.Eselugarestodasuvida. —¿Cuándofuelaúltimavezquelaviste? —Justoantesdequemedetuvieran. —No me gusta preguntarte esto —dijo Hank—, pero… ¿es posible que ella no quiera que la encuentres?Esoocurreaveces,Work.Enocasionessolonecesitamosdesaparecerporuntiempo… —Desviólavistacomosituvieraquehacerloparaacabarsupensamiento—.Eresunnombrecasado, Work.Tehabíandetenidoporasesinato…Talvezvuestraaventurayanomerecíalapenaparaella. Talvezteníauncostedemasiadoelevado. —Noeraeso,Hank—dije—.Notratesdepresentarloasí. —Tranquilo,hombre…Ocurreadiario.Teníaquepreguntártelo. —Noesesaclasedeaventura. Hankselimitóaasentir,todavíasinmirarmealacara,ysehizoentrenosotrosunembarazoso silencio.Consultósureloj. —Es tarde ya. Tengo que ir a casa. Pero mañana buscaré a tu amiga desaparecida. ¿Vale? Y la encontraré. —Eresunbuenhombre,Hank.Teloagradezco. —Tellamarédespués. Subió el cristal de la ventanilla y arrancó. Entonces me di cuenta de que no estaba el coche de Barbara.Entréenlacasavacíaymeencontréotradesusnotasenlaencimeradelacocina.Medecía enellaquepasaríalanocheencasadeGlena. Yo estaba demasiado nervioso para dormir. Cada vez me parecía mayor la posibilidad de que Alex fuera responsable del asesinato de Ezra. Había dado muerte a su propio padre. ¿Por qué no podía haber matado al mío también? Pero había más cosas en aquella historia y yo necesitaba conocerla entera. Era preciso que la conociera. Tenía la sensación de que me faltaba una pieza importante. En cuanto la tuviera, y una vez hubiese encontrado Hank a Vanessa, iría a ver a Mills. Peronoantes. ConectémiordenadorybusquéenlasPáginasBlancaseldirectoriodeEastBend,enCarolinadel Norte.EncontrécitadosdosTemplemaridoymujer,yunaRhondaTemple.Apuntéladirecciónde estaúltima.Peroentoncesmedicuentadequenoteníaningúnvehículo.Millssehabíaincautadode lafurgonetacuandomedetuvo.Considerélaposibilidaddeesperarhastalamañana,peronopodía enfrentarme a la posibilidad de aguardar seis horas despierto en aquella casa vacía. Al final fui a llamar a la casa del doctor Stokes, que salió a recibirme en su puerta trasera. Llevaba puesto un pijamaarayasyteníaloscabellosalborotados. —Sientodespertarlo,doctorStokes,peroesimportante. Nopermitióquemeexcusara: —Le dije que le ayudaría y lo decía en serio. Además, hace mucho tiempo que nadie viene a llamarmeenplenanocheporunaurgencia.Másbienloechodemenos. Saliódelacasayconversamosunmomentoenelcaminodeacceso.Alaluzdelporcheparecía másmenudoaún. —¿Quécochequiere?—preguntóindicandolosdosqueestabanaparcadosallí,unLincolnazul oscuroyunafurgonetapequeña,carrozadaconpanelesdemadera. —Cualquiera.Nomeimporta. —Entoncesserámejorqueselleveelmío—dijo. Volvióalinteriordelacasayregresóconunjuegodellaves,quemetendió. YomefijéenelLincoln.Erauncochegrandeycuidado.Sabíaqueseríarápido,además.Hiceun ademánhaciaélmientrasledecíaaldoctor: —Selocuidarébien. AldoctorStokesseleescapólarisa. —EseeselcochedeMarion,Work…—Yañadiósacudiendolacabezaeindicandoconellala furgoneta—:Yoconduzcoesto.—Tendríaporlomenosnueveaños. —Ah…Deacuerdo.Estarédevueltaamediamañana. —Tómeseloconcalma.Notengoningúnplanparamañana. LleguéalapoblacióndeEastBendalasdosymediadelamadrugada.Eraunpequeñoenclaveenla autopista 67, a unos cuarenta y ocho kilómetros de Winston-Salem. No había gran cosa allí: un restaurante,unaagenciainmobiliariayunoscuantosestablecimientosdeservicios.Entréenlaúnica cafetería que estaba abierta, pedí una taza de un café de calidad más bien dudosa y pregunté al dependientesivendíanmapasdeEastBend.Elmuchachotendríaprobablementeveinteañosyllevaba elpelolargobajounagorradecazadordecamuflaje.Serioaloírmipregunta. —¡Estasíqueesbuena!—dijo—.Tendréqueanotarlapararecordarla. —Estoybuscandounacalle:TrinityLane—dijemientraspagaba. —Nolaencontrará. —Poresobuscounmapa. —Es que no se trata de una calle propiamente dicha. Por eso no la encontrará. Se trata de un simple camino de tierra, de esos que le dejan a uno la posibilidad de bautizarlo como le apetezca. Peroelindicadorquetieneesazul,enlugardeverde.Elcolorverdeleserviráparasabersisetratao no de una verdadera calle. Verde…, verdadera…, las dos palabras comienzan igual. Es la mejor maneraderecordarlo. —Pero…¿cómomeacordaréyodeloquesignificaelcolorazul? —¡Toma…!¡Puestieneustedrazón…! —EstoybuscandoaunamujerllamadaRhondaTemple.—Nomedijonada.Permanecióinmóvil traselmostrador;sediounapalmadaenelvientreymeobservófijamente—.Noesparanadamalo —dije—,siesesoloquelepreocupa. Élseriodenuevomostrandounosdientessucios. —Pormí,puedeustedmatarlasiquiere.Esamujeres,sinduda,labrujamásbrujaquehevistoen lavida.¿Paraquéquiereustedhablarconella? —¿Nosufrióunincendioensucasaharácosadesieteuochoaños? —Esella,sí. —Puesdeesoquierohablarle. —¡Vaya!Aquítodoelmundopuedehablarledeeso.Esaimbécildehijasuyaprendiófuegoala casa.Esposóalacamaasuviejoydejóqueseabrasara. —Alex… —No,nofueAlex. —Virginia,quierodecir.ElnombredesuhijaesVirginia. —Enefecto. —¿Laconocíausted? —Enrealidad,no.Eraunañoodosmayorqueyo,solo,peroyaestabamaldelaazotea.Yfuea loscatorcecuandoselallevarondeaquí. Meinclinésobreelmostrador. —¿Tieneustedalgunaideadeporquélohizo?—pregunté. Élsequitólagorrayserascólacabeza. —Puramaldad,supongo.Yqueestabalocadeatar. —Entonces…,¿cómoencuentrolacasadeesamujer? —Oh…Sigaporaquíydoblealaizquierdaalllegaralaluzámbar.Busqueelindicadorazulala izquierda…,uncaminodetierra.Ellavivealfinal. Lomiréfijamente. —Penséquehabíadichoquenoloencontraríanunca. —Bien…,nololograríasiyonoselohubiesedicho.¿Volveráporaquíestanoche? —Talvez—dije—.Aúnnolohedecidido. —Bien…, yo no lo haría, en su lugar. Conducir por caminos marcados en azul a las tres de la madrugadaesexponerseaqueaunolepeguenuntiro. Ledilasgraciasymevolvíparamarchar. —¡Eh,señor!—mellamó. —¿Sí? —Nosedejeasustarporella.—Esperéaqueañadieraalgomás—.Esfeacomoellasola. Pese a lo mucho que deseaba hablar con Rhonda Temple, la madre de Virginia Temple, alias Alex Shiften,sabíaqueeldependienteteníarazón.Porlotanto,mebebíelcaféenelcocheaparcadoyme puseapensarencómomanejaríaelasunto.ReflexionéacercadeldoctorStokesydesussentimientos sobrelafe,elinfiernoylaposibilidaddesalvación.Hastaquefinalmentemeadormilé. EncontréTrinityLanepocosminutosdespuésdelassiete,justodondesesuponíaquedebíaestar, aunque a punto estuve de perderme. En algún momento anterior, un coche había chocado contra la señal azul, que ahora estaba doblada en un ángulo, retorcida y casi oculta entre la maleza que bordeabalacarreteraasfaltadadedoscarriles.ElsenderollamadoTrinityLaneerapocomásqueun camino de carro, de tierra, un tajo en el lindero del bosque. Se curvaba delante de mí como un confuso callejón en la luz indecisa de la madrugada. A medida que me adentraba en el bosque fui pasandoespaciosvacíosycaravanasdesguazadas;unas,quemadasyotrassimplementeabandonadas depuroviejas.Pedazosdefibradevidrioaislantecolgabandeloslugaresdondehabíanarrancadoel revestimiento, y los accesorios oxidados se fundían lentamente con la arcilla roja y cubierta de malezadelsuelo.Era,ensuma,unlugardesolador. Elcaminoterminabacincuentametrosmásallá,enelparachoquestraserodeunDodgeOmnide veinteañosdeantigüedad,queestabaaparcadoenlaparceladetierraqueservíadepatioalaúltima caravana:unacasamóvil,deanchosencillo,conunaantenaparabólicaallado.Salícautelosamente delcoche.Detrásdelremolque,enelpuntodondelatierracaíahaciaelrío,habíaunvertederode basura.Deunacuerdaparatenderlaropacolgabaninmóvilesdistintasprendas.Salíaluzdeunade lasventanas. Llaméalapuertadealuminio. Lamujerquelaabrióera,claramente,lamujerqueyoandababuscando.Teníagrandescicatrices en la cara y las manos, no solo por las quemaduras del fuego, sino también por los cristales de la ventanaporlaquehabíasaltadoparahuirdelasllamas.Elladoderechodesurostro,desdelanariza la oreja, era una horrible taracea de tejidos e injertos, en la que se cruzaban largas y abultadas cicatrices blanquecinas. Tenía los cabellos grises, gafas de montura rosa con gruesos cristales y fumabauncigarrilloconunfiltrodeplásticoenelextremo. —¿Quiéndemoniosesusted?—mepreguntó—.¿Yquédiablosestáhaciendoenmicasaaestas horasdelajodidamañana? —Mi nombre es Work Pickens, señora. He venido conduciendo desde Salisbury. Lamento molestarlatantemprano,peroesmuyimportantequehableconustedacercadesuhija. —¿Porquédiablostendríayoquehablarconusted? —Si le he de ser sincero, no tengo respuesta para eso. Usted no me conoce y no tiene ninguna obligaciónhaciamí.Es,simplemente,unruegoquelehago. —¿Diceustedquequierehablardemihija?¿Esustedpolicía,periodistaoalgoporelestilo?— preguntómirándomedearribaabajo. —No,nosoynadadeeso. —¿Quées,entonces? Soslayélapreguntaypreguntéamivez: —VirginiaTemple…Eshijasuya,¿meequivoco? Diounalargachupadaatravésdelfiltrodeplástico,ymeestudióconojosdereptil. —Yoladialuz,siesesoloqueustedquieredecir.Peronoeshijamía. —Nocomprendo—dije. —Esa muchacha se echó a perder cuando cumplió los diez años. Dejó de ser mi pequeña ya entonces. Pero cuando hizo lo que me hizo, cuando prendió fuego a esto y mató a mi Alex…, bueno…,decidíqueyanoteníaningunahija.Nolateníaentoncesnilatendréjamás. Nopodíaevitarmiraraquellascicatrices,ypenséenloquedebíadehabersidodespertarrodeada dellamas. —Losientomuchoporsumarido. —¿Esustedidiota?—mepreguntó—.Amímetienesincuidadoaquelinútildemierda.Tuvolo quesemerecíayestoymuchomejorconélmuerto.LeestoyhablandodeAlex. Susojosseempañaronyseenjugóunodeellos. —¿Alex?…Nocomprendo. —Alexeralaúnicacosabuenaenmivida. Yoestabaallí,confuso… —Pero,señora… —¡Malditasea!Alexeramiotrahija,mipequeña.Teníasieteañoscuandoaquelloocurrió.Esa perradeVirginialamatótambién.¿Oesquenolosabíausted? 30 RhondaTemplesecerróenbandadespuésdesuestallido.Yanodiríagrancosa,noapropósitode Virginiayenabsolutoacercadeloquehabíahechoydelmotivoporelquelohabíahecho.Perome explicó cómo había muerto Alex, su hija menor. Su narración me acompañó mentalmente durante todo el viaje de vuelta a Salisbury y me hizo comprender que había llegado el momento de hablar conJean.Teníaquepreguntárselo.Teníaquesaber. AparquéelcochedeldoctorStokesymedirigíalaentradadelasaladeurgencias.Cambiéun saludo con un médico que estaba fumando en el exterior, y después entré en el hospital y en sus iluminadasdependencias.Todoestabatanensilencioqueporuninstantemeparecióhaberentrado másenunmausoleoqueenunhospital.Nohabíanadieenlamesadelaenfermeradeclasificación.Y tampocohabíanadiesentadoenloslargosbancososillasdelasaladeespera.Pudeoírinclusoel zumbidodelosfluorescentesyelsiseodelapuertaneumáticacuandosecerródetrásdemí.Advertí algúnmovimientoalotroladodeunamamparadecristal,elbrillodeunabatablanca,peroesofue todo.Ellugarparecíacompletamentemuerto.Yasí,sintiéndomemásquenuncaunfantasma,paséa travésdelvestíbuloderecepciónymeadentréporellargopasilloquemecondujoalasmáquinasde venta automática, a los teléfonos y a las puertas cerradas de las pequeñas oficinas, semejantes a madrigueras, en las que los auxiliares administrativos trabajaban de nueve a cinco. Encontré la bateríadeascensores,entréenunodeellosypulséelbotóndelaterceraplanta. La mesa de la enfermera del ala de Jean estaba vacía, y apresuré el paso para dejarla atrás. Cuandollegabaalahabitacióndemihermana,otraenfermeradoblabalaesquinadelpasillo;venía haciamí,perollevabalacabezainclinadaynomevio,loquemepermitióentrarycerrarlapuerta por dentro. En contraste con la luz del pasillo, la habitación estaba oscura, pero no tanto que no pudieraver.Sefiltrabanalgunosrayosdeluzprovenientesdelexteriorylosmonitoresproyectaban suresplandorfantasmal.CasimehabíahechoalaideadequeencontraríaaAlexallíy,sinceramente, noséquéhubierahechoentalcaso.Pero,afortunadamente,noestaba.Necesitabacontarcontodala atencióndeJeanynovermeenredadoenunadiscusiónirritante. CuandotomélamanodeJean,lanotéseca,comosisehubieradesangradoporcompleto,pero percibísucalorybajélamiradahaciaellaparamirarlaalacara.Susojossemovíandebajodelos párpados, y me pregunté qué estaría soñando. Algo malo. Su vida era una pesadilla. No habría remisiónparaellatrasunosojoscerrados.Hubieraqueridodespertarla,peronolohice,sinoqueme senté en la silla que tenía a su cabecera, sosteniendo su mano febril. En algún momento apoyé mi cabezaenelestrechobordedelacamaeinclinéelcuerpohaciadelanteenaquelpococonfortable asiento,hastaquemequedédormido. También yo debí de soñar. Porque noté su mano en mi cabeza y escuché su voz. «¿Cómo has podido,Work?¿Cómopudistehacerlo?».Elrocedesumanocesó,juntoconsuspalabras…,peroen laclarividenciadelossueños,supequeellaestaballorando. Cuandomedesperté,fueconunsobresalto.LapieldeJeaneracarbóndescoloridoysusojosdos rendijasnegras,peroentoncespestañeóyyoviqueestabadespiertayhabíaestadovelándome. —¿Cuándohasentrado?—Suvozeraásperacomosusmanos.Merestreguélosojos. —¿Quieresunpocodeagua?—lepregunté. —Sí,porfavor. Vertíunpocoenelvasodeplásticoqueteníaenlamesilladenoche. —Nohayhielo. —Noimporta.—Bebióelaguaylellenédenuevoelvaso. Observélabolsadesoluciónsalinasuspendidaporencimadeellayseguíeltubohastadondela agujaentrabaensubrazobajounaequisblancadeesparadrapo.Erafácilparamírecordarelcharco rojodesusangreenelsuelodelacasadenuestrospadres.Probablementeaúnseguiríadeshidratada duranteunasemana. Mefijéensucara,notéciertaflaccidezenlosmúsculosdealrededordesubocaymepreguntéa quésedebería.¿Antidepresivos,talvez?¿Sedantes?Mesorprendiómirándolayvolvióelrostro. Noqueríapreguntarlecosasquepudieranpareceruninterrogatorio.Eratransparente,yyosabía quejamáshabíavistoanadietanfrágil. —¿Cómoteencuentras,Jean?¿Loestássuperando? Ellapestañeóyporuninstantepenséquenorespondería.Levantólasrodillas,sehizounovilloy penséqueibaadarselavueltaparanoverme,comohabíahecholaúltimavez. —Dicenquemesalvastelavida.—Suafirmaciónestabaabsolutamentedesprovistadecualquier contextoemocional. Comosidijera:«Dicenquetucocheesazul».Algoasí. Casimentí.Noqueríaquemeodiaraporhaberhecholoquehabíahecho. —Puedeser—admití. —LamismaAlexlodice.Dicequemeencontrasteymehicisteunostorniquetesenlosbrazos. Quesilohubieseshechounminutomástarde,habríamuerto. Mirémisdedosyrecordélasensaciónresbaladizadesusangre;ladificultadquehabíatenidoen apretarconellossugargantabuscandoelpulso. —Túmellamaste—dije—,yyoacudí. —Eslaterceravez—continuóJean.Notéunmovimientoenellaylevantélacabezaatiempopara vercómoapartabalacara—.Tienesqueodiarme—dijo. —No.—Apoyélamanoensubrazoylaobliguéavolverseparapoderseguirmirándolaalacara —. Eso nunca, Jean. Ni se te ocurra pensarlo. Jamás podría odiarte. —Le sujeté el hombro y pronuncié unas palabras que deberían haberme salido con facilidad, pero que nunca me resultaban fáciles—:Eresmihermana,ytequiero. Ahora le tocó a ella asentir. Lo hizo con movimientos espasmódicos, mientras los párpados se cerrabansobresusojoscomocortinasylaslágrimasseencharcabanenlarepisadesusconsumidos pómulosantesderodarporlasmejillasendoslargosyardientesregueros.Lasenjugóconunbrazo, secándolasconelpesadovendajequecubríasumuñeca.Despuésabriólabocaparahablar,perola cerróenseguidasinlograrpronunciarlaspalabras,aunquesiguióasintiendo.Peroyolaentendí.Nos habíaneducadoparaentendernossinnecesidaddeellas. Deseabapreguntarlesinecesitabaalgo…¿Másagua?¿Otraalmohada?Queríaquemispreguntas serefirieranaesaclasedecosas,peronofueesesucontenido.Teníaenmicerebrounapreguntamás amplia,máspeligrosa.Unapreguntaqueyanopodíareprimirmás.Cuyarespuestanecesitabasaber. NopodríairaveraMillshastaqueoyeralarespuestadelabiosdelapropiaJean. —¿Lohicistetú?—lepregunté. Jeanparecióhorrorizada. —¿Qué? Un gemido casi, y nuevas lágrimas que afloraron al punto a sus ojos. Pero a mí me resultaba imposibleparar.Todocuantohabíahechoalolargodelasemanaanteriorsehabíabasadoenmis suposicionesdequeJeanhabíaapretadoelgatillo.Inclusohabíaidoalacárcelporellas.Yahorame enfrentaba,porlomismo,alriesgodeunavidaenprisión. —¿Lomatastetú?—preguntédenuevo—.¿MatastetúaEzra? LabocadeJeanseabrióconasombro,paraquedardenuevofláccida. —Penséquelohabíashechotú—dijoconunavozinfantil,tanvulnerablequeadvertíalpuntola verdaddesuspalabras. Jeanestabarealmenteconvencidadequeyohabíasidoelautordelamuertedenuestropadre. —¿TedijoesoAlex,Jean?¿Poresolopensabas?¿Porqueellatedijoqueyolohabíahecho? Jeansacudiólacabezaysuscabellossemovieronsobresusojosparaacabardescansandoensu frente. Me di cuenta de que había tirado de las sábanas para taparse con ellas hasta la garganta. Su miradaevidenciabaperplejidad. —Lohicistetú,Work.Tuvistequesertúquienlohizo. —Yyopensabaqueteníasquehabersidotú. Mis palabras la estremecieron como balazos. Puso ojos de asombro y se hundió más profundamenteenlasalmohadas,queseelevaronpordetrásdeella. —¡No!—Sacudiólacabezaotravez—.Tuvistequesertú.Eralaúnicaexplicación. —¿Porqué?—pregunté,inclinándomemás—.¿Porquéyo? —Porque…—Suvozseperdió.Lointentódenuevo—:Porque… Yoconcluísupensamiento: —Porque,sitúnolohabíashecho,yyotampoco,entonces…teníaquehabersidoAlex.¿Eseso loqueestásintentandodecir? Estavezrodósobresímismaparaalejarse;seencogióenposiciónfetal,comositemieraqueyo fueraagolpearla,yporuninstantefuiyoquienmesentídesconcertado.Jeannolohabíahecho.De nohabersabidoyolaverdadacercadeAlex,tampocohabríaaceptadoesehecho. Peroestabatanabsolutamenteseguro… —HayalgunascosasacercadeAlex,Jean…Algunascosasquetalveznoconozcas.—Teníaque sacarladesucomplacencia,obligarlaaaceptarlarealidad. Mehablóatravésdelabismoqueyoacababadeabrirentrenosotrosdos: —SétodoloquehayquesaberacercadeAlex,Work.Nohaynadaquetúpuedasdecirmedeella. —¿Sabesqueesenoessuverdaderonombre? —Nohagasesto,Work.NotratesdeinterponerteentreAlexyyo. —¿Losabes?—preguntédenuevo. Jeansuspiró. —VirginiaTemple.Sellamaasí,enrealidad.Cambiódenombrecuandoladejaronenlibertad. —¿Sabesquematóasupadre?—pregunté. —Losé—dijo. —¿Sabes también eso? —No podía creerlo—. ¿Sabes cómo lo mató? —Jean estaba asintiendo conlacabeza,peroyonopodíaparar.Elhorrordeaquellahistoriaaúnestabafrescoenmiespíritu. Carneabrasada.Pulmonescarbonizados.Alexmirandoysumadrereducidaajirones…—.Loesposó alacamayleprendiófuego.Loquemóvivo,Jean…PoramordeDios…,¡loquemóvivo! Deprontomeencontréamímismodepie.Bajomimirada,Jeansehabíaencogidotodavíamás. Seabrazabaasusrodillas,queteníadobladascontraelpecho,comoavergonzada,ymedicuentade queeneltubodelabolsadesoluciónsalinasehabíaformadounnudo.Veraquellomecalmóyme obligó a poner un freno a mis enfurecidas emociones. Me daba cuenta de que me estaba dejando arrastrar por ellas. Todo aquello era excesivo. Tomé una profunda bocanada de aire y después me inclinésobreJeanparaarreglarelnudodeltubo,perocuandomimanorozósubrazo,aellasele escapóungemidodedolor. —Losiento,Jean.Losientomuchísimo. Jeandeclinóresponder,perosucuerposeelevómientrassuspulmonessellenabandeairecon unapoderosainspiración.Yobusquélasilladenuevoymedejécaerenella.Ocultéelrostroentre mismanosycerréconfuerzalosojoshastaverestrellasdeluzenlaoscuridad.Pero,apartedesus sollozos,lahabitaciónestabaencompletosilencio.Retirémismanosylamiré.Todavíaseguíahecha unovillosobrelacama. —Measusta,Jean.Measustaquehayamatadoasupadre,ymeasustaquetengatantopodersobre ti.—Hiceunapausa,paraelegirmejorlaspalabras—.Soloeseso:quemedamiedo. Jeannodecíanaday,durantelargorato,yolaobservéensilencio.Peroalospocosminutossentí lanecesidaddemoverme,dehaceralgo.Melevantéymeacerquéalaventana.Descorrílacortinay contemplélazonadeaparcamiento.Entróenellauncoche,yencendiósusfaros. CuandoJeanhabló,apenaspudeoírla. —Teníaunapiscina.Deniña,teníaunapiscina. Yo regresé al lado de la cama. Cuando levantó la cabeza de la almohada, pude ver los surcos húmedosdesuslágrimas. —Unapiscina—repetí,paradarleaentenderqueestabaallíydispuestoaescuchar. Mesenté.Teníalosojosmuyabiertosehinchados;mepermitióverlosuninstante,paravolverse luegodecaraalapared.Yomirésuespaldayesperéaquesiguiera.Finalmente,lohizo. —Eraunadeesaspiscinitasdeinterior,comolaqueteníamosnosotrosparajugarcuandoéramos niños.Unasimplepiscinainfantil.Aellanoleimportabaquefuerabarataoendeble. Noleimportabaqueestuvieradetrásdeunremolqueniquefueravisibledesdelacarretera.Era unaniña,comprende…,yeraunapiscina.—Jeanhizounapausa—.Lomejorquehabíatenidoenla vida. Podíaverlacomosiestuvieraallí,ysuspalabrasrevelabanautenticidad.EralaformacomoJean locontaba.Lapiscinanoeralomejorqueellahabíatenido.Nidelejos. —Cuandocumpliósieteaños—continuóJean—,supadredictónuevasnormas.Fueexactamente así como las llamó: «Vamos a instaurar nuevas normas respecto a la piscina». Intentó presentarlas comounjuego.Aellanoleimportabaloquefueran.Pero,siqueríameterseenlapiscina,teníaque ponersezapatosdetacónymaquillarse.Esaseranlasnormas.—Jeanhizounapausaylaoírespirar profundamente—.Asíempezótodo. Yo supe entonces adónde iba a parar todo aquello, y sentía en mi interior un movimiento de repugnancia.Hankhabíaacertado. —Lasnormasnoincluíanasumadre.Soloaella—siguióJean—.Mecontóenunaocasiónque sumadredejódeiralapiscinadespuésdeaquello.Nohacíanadaalrespecto:simplemente,noquería verlo.Supadreestabasintrabajoaquelaño,yesoeratodoloquehacían:jugarenlapiscina.Aquel verano, supongo, eso fue suficiente. Observarla, quiero decir. Pero dos semanas después de que la hubieraguardadoparaelinvierno,todocomenzó. Yo no quería oír aquello. Deseaba que Jean no siguiera. Pero tenía que oírlo y ella tenía que explicármelo.Estábamosintentandoencontrarlamanera. —No se contentó con acariciarla, Work. La violaba. La sodomizaba. Y, cuando ella intentaba resistirse,lepegaba.Apartirdeaquelverano,noledejóponersepijama.Teníaquedormirdesnuda, ¡porDios!Otranormamás.Lacosanocomenzódespacioparairaumentandoprogresivamente.Fue como una explosión en su vida. Un día tenía siete años, y al día siguiente aquello era ya era algo habitual.Ladiversióndelpadre.Pero,apesardeeso,coneltiempofuesiendopeor.Comocuandose aburríaconellayteníaqueencontrarnuevasmanerasdedivertirse.Ellanopuedehablar,nisiquiera ahora,dealgunasdelascosasquelehacía.Yesoqueeslapersonamásfuertequeconozco. »Siguieronasíduranteaños.Élyanovolviónuncaatrabajar.Seemborrachabamásyperdíamás eneljuego.Entresocasioneslaprestóaotrosparacubrirsusdeudasdejuego.Ciendólaresaquí, doscientos allí… Tenía once años la primera vez. El otro era el capataz de turno de la fábrica de cauchodeWinston-Salem.Unindividuodemásdecientotreintakilosdepeso.Alexpesabaentonces pocomásdetreinta. —Perosumadre…—empecé. —Enunaocasiónintentódecírseloasumadre,peroellanoquisooírla.Laacusódementiryle pegóunabofetada.Peroellalosabía. Jeanguardósilencio. —Podíahaberidoalasautoridades—dijeyo. —¡Era una niña! No conocía nada diferente. Para cuando cumplió los trece años, empezó a sentirse un poco mejor. Él la molestaba menos aunque la golpeaba más. —Jean me dirigió una significativa mirada—. Se estaba haciendo demasiado mayor para él. Ella alcanzó la pubertad y empezóasuscitarlemenosinterés. —Peroteníacatorceañoscuandolomató—objeté—.Bienpasadalapubertad… DelagargantadeJeanescapóunsonido,enparterisa,enpartegritoahogado.Volvióhaciamí todosucuerpoyseincorporósobreuncodoparapodermirarmedehitoenhito. Noloentiendes,Work… —Siyahabíadejadodeabusardeella… —Teníaunahermana,Work.—Estavezlodijogritando—.Poresohizoloquehizo.Unaniñade sieteañosllamadaAlexandria… Deprontocomprendí…,locomprendítodo. —EldíaqueAlexmatóasupadre,suhermanaacababadecumplirsieteaños.Habíacelebradosu fiestaeldíaanterior.Adivinaloqueleregalósupapá… Yoyasabíalarespuesta. —Unos zapatos de tacón, Work. Sus primeros zapatos de tacón y una barra de lápiz de labios. Paralaniñapequeñadepapá.Yaellaleencantó.Nosabíaloqueaquelloqueríadecir;soloquería vestirsecomosuhermanamayor.PoresoAlexlomató. Yo no deseaba hablar. No quería lastimar más a mi hermana, pero sabía que probablemente lo haría. Hank me había dicho que Jean amaba a Alex como un predicador ama a su Dios. Podía ser. Peroesediossuyonoeraunserdivino,nisiquieraunalmabenevolente:setratabadeunapersona tarada,deunaasesina,yJeanteníaquesaberlaverdadacercadeella.Porsupropiobien. —¿Quéleocurrióasuhermana?—pregunté—.¿TehahabladoalgunavezAlexdeella? Jeansoltóundesdeñosobufido,perosuvozeratranquila. —Ella no habla de su hermana. Supongo que se perdió el contacto entre ellas después de que ingresaranaAlex.Lomásprobableesquesuhermananolocomprendiera,noatancortaedad. Teníaqueactuarrápidamente,antesdequemeinterrumpiera.Jeanteníaquesaberlo. —Suhermanamurió,Jean.Volviócorriendoalacasaysequemóallíjuntoconsupadre. LabocadeJeanseconvirtióenotrosilenciosocírculonegroenelqueeraninvisibleslosdientes. —Accidente o no, ella mató a su hermana. Y por alguna razón adoptó su nombre, Alexandria, Alex…Matóasupadre,matóasuhermanay,porloqueyopuedoconjeturar,matótambiénaEzra. LostembloresrecorrieronelcuerpodeJean. —Me lo hubiese dicho —aseveró, pero después me miró con una súbita expresión suspicaz—. ¿Porquémehacesesto?—mepreguntó. —Losiento,Jean.Séqueteduele,peroteníaquedecírtelo.Merecessaberlaverdad. —Notecreo. —Telojuro,Jean.Porlamemoriadenuestramadre,tejuroqueeslaverdad. —Vetedeaquí,Work.Vetedeaquíydéjamesola. —Jean… —Túsiempretepusistedepartedepapá.Siemprelahasodiado. —Matóanuestropadreyquierequemeenvíenalasillaeléctricaporello. Jeanseincorporóenlacama,convertidaenunagrisytambaleantesombradesímisma;cayeron lassábanasquelacubríanalmoverseenlaestrechacama.Temíquetropezaraysegolpeaselacabeza contraeldurosuelo.Meapuntóconeldedocomoclavándoloenmíyvilaincredulidadensusojos. Habíapresionadodemasiado,habíaidodemasiadolejos. Lahabíaperdido. —¡Vete! —gritó, prorrumpiendo en lágrimas—. ¡Sal inmediatamente! ¡Vete de aquí, maldito mentiroso! 31 Salídelahabitaciónporquenoteníaelección.Jeanestabadeshecha;lahabíaempujadoaunpunto muypeligroso.Soloteníadoscosasenelmundo,aAlexyamí.PeroenestemomentoAlexeralo únicoqueleimportabayyohabíaintentadoarrebatársela. Pero, cuando menos, yo conocía por fin la verdad: Jean no había matado a Ezra. No era una asesina y, sin ese peso sobre su conciencia, podría recuperarse, llegado el caso, del bajón que la había llevado, en último término, a aquel hospital. Sin embargo, las alternativas podían ser igualmenteterribles.AalguientendríanquemeterenchironaporelasesinatodeEzrayporlaforma como iban las cosas, solo podría ser a Alex o a mí. ¿Se recuperaría Jean de cualquiera de esas posibilidades?Tendríaquehacerlo.Asídesencillo. Encuantoamí,lascosashabíancambiadoespectacularmente.Yopodíaestardispuestoapagarel patoporJean,peronoporAlex.Deningunadelasmaneras. Meapoyécontralapared.Lasentíadurayfríaenmiespalda,ycerrélosojos.Penséquelaoía sollozar, pero pronto desapareció aquel sonido. «¡Imaginaciones! —me dije—. Sentimiento de culpabilidad». Cuandoabrídenuevolosojos,teníaunaenfermeradelantedemí.Parecíapreocupada. —¿Sesienteustedbien?—inquirió. Lapreguntamepillóporsorpresa. —Sí. Meestudiódespacio. —Estáustedpálidocomounasábana,ydalaimpresióndeiraquedarsemuertodepie. —Estoyperfectamente.Solocansado. —Nodiscutiréconusted—medijo—.Pero,sinoesunpaciente,tendráquemarcharse.Faltaaún unahoraparaqueempieceelhorariodevisitas. —Gracias—ledijeymealejé. Perocuandomevolvíamirar,estabaobservándomeconunaexpresióndeextrañezaenlacara. Casipodíaleerlelamente.«¿Dóndehevistoyoantesaeste?».Reflexionóuninstantemás,ydespués sefue. Seguíporelpasillohacialosascensores.PensabaenAlex.Yonoerapsiquiatra,porloquesolo podía conjeturar su estado mental, pero tenía que ser un desastre. ¿Por qué el cambio de nombre? Podía entender que necesitara huir de su infancia, pero ¿por qué tomar el nombre de su hermana muerta? ¿Porque había muerto intacta y virgen, purificada por su inocencia y por el fuego que la había matado? ¿O era porque se sentía culpable y deseaba que viviese aunque fuera de esa manera mínima? Probablemente no lo sabría nunca. Pero tenía algo meridianamente claro…, algo que me inquietaba. Alex Shiften era ferozmente leal, y tomaría medidas drásticas para eliminar cualquier peligroque,asusojos,laamenazaraaella,aJeanoalarelaciónentreambas.Habíamatadoasu padreparaprotegerasuhermana.HabíamatadoaEzraparaprotegersurelaciónconJean.Ahoraera yolaamenazayestabatramandoquemeacusarandelasesinato.HabíapuestoaJeanenmicontra. Habíaminadomicoartada,dealgunamanerasehabíahechoconunacopiadeltestamentoylahabía dejadoenmicasaparaquelapolicíalaencontraraallí. De repente me quedé helado, paralizado por una idea que me había asaltado de pronto pero nítidamente. Alex había minado mi coartada. Sabía que yo no estaba en casa con Barbara cuando mataronaEzra.¿Sabríatambiéndóndeestabayoesanoche?¿SabríaalgoapropósitodeVanessa? ¡Santo Dios! ¿Sabía que Vanessa podía proporcionarme una coartada? ¡Y ahora Vanessa había desaparecido…! «Novolvióacasaanoche». Nopodíaconcluiraquelpensamiento.Peroteníaquehacerlo.Nohabíatiempoparaeltemorola negativa. Así que tuve que plantearme la pregunta con toda crudeza. Si Alex supiera que Vanessa podíadesbaratarsusplanes…,¿lamataría? Larespuestaerainequívoca. «Sinlugaradudas». Seabrieronlaspuertasdelascensor.Salíempujandoalosqueaguardaban,numerosaspersonas conblusasverdesybatasblancas,ycasiechéacorrerhacialasalida.Fuera,medicuentadequeno teníaningúnplan.Ningúnlugaradondeir.Consultémireloj.Eranlasdoceymedia.Telefoneéala granjaStolen,parateneralgunanoticia,perodeseandocontodaslasfibrasdemiserunasolacosa: «Descuelga.Descuelga,porfavor».Elteléfonosonócuatroveces,ycadaunodelostimbrazossin respuestafuecomounclavoenmicorazón.Alexlahabíamatado. El dolor casi me venció; y, con todo, a través del dolor, como si se tratara de un traidor susurrandoaloído,secolóunúnicosentimientoegoísta:yonoteníacoartada.Podíairapararala cárcelelrestodemivida.Laaparicióndeestaideamehizopensarquetalvezmelomerecería.Con esoloaplastéyyanovolvióareaparecer,deloquemesentíagradecido. MisiguientepasofuellamaraHank.Teníaquehablarconél,ahoramásquenunca.Norespondió encasa,asíqueprobéconsuteléfonomóvil. —Estabaapuntodellamarte—medijo. —¡Hank!¡GraciasaDios! —Callaunminuto.Tenemosproblemas…Muyjodidos.—Notéquetapabaelmicrófonoconla manoporquemellegabanvocesapagadas.Transcurriócasiunminutoantesdequevolvieraatenerlo nuevamenteenlínea—.Estábien,yaestoyfuera. —Escucha,Hank…CreoquetengoalgoapropósitodeVanessa. —Querría decírtelo de la manera más educada posible, pero ahora no tenemos tiempo para ocuparnosdetunoviadesaparecida.Estoyenlacomisaríadepolicía. —¿EnSalisbury? —Sí. Vine aquí para revisar los informes de accidentes antes de empezar a buscar a tu amiga. Peroestoesunmalditoavispero.Tenemosquehablar,peronoporteléfono.¿Dóndeestásahora? —Estoyenelhospital.Depiefrentealasalidadelaladeurgencias. —Quédateahí.Procuraquenadietevea.Estaréahíenunpardeminutos. —Espera,Hank…—Lopilléantesdequecolgara—.¿Quédemoniossucede? —Hanencontradoelrevólver,Work.Elquearrojastealrío. —¿Qué…? —Quédateahí.Dosminutos. Colgué,ymequedémirandoatónitoelteléfonoqueteníasincomunicaciónenlamano,durante losquetalvezfueronlosdosminutosmáslargosdemivida. Habíanencontradoelrevólver…¿PodíaserAlexresponsabledeestotambién? CuandoHankentróenelaparcamiento,salíasuencuentroenlaaceraymemetíenelinteriorde susedán.Élnomemirónimedijonada.Giróalaizquierdaparasalirdelaparcamiento,diovarias vueltas aparentemente al azar y después se paró en la acera. Estábamos en una zona residencial. Silenciosa,sinnadiealavista.Hankmirabaatravésdelparabrisassindecirpalabra. —Estoyesperandoquehables—dijofinalmente,mirándome. —¿Quéquieresdecir? Suexpresióneradura,igualquesusojos.Cuandohabló,meparecióquesuvozsehabíaenfriado también. —«¿Quérío?».«¿Quérevólver?».Estassonlaspreguntasquedeberíashabermehecho.Loque mepreocupaesquenomelashagas. Nosabíaquédecir.Teníarazón.Unhombreinocenteselashubierahecho. —Yonolomaté,Hank. —Háblamedelrevólver. —Nohaynadaquedecir.—Lamentirafuecasiinstintiva. —No tienes mucha gente de tu parte, Work, y estás a punto de quedarte solo. Yo no ayudo a la gentequememiente.Esasídesencillo.Oseaquetómateunminutoypiensabienenlaspróximas palabrasquesaldrándetuslabios. JamáshabíavistoaHanktantenso,comosisedispusieraapegarmeunpuñetazoenlacaraoa tirarsedesuspropioscabellos.Perohabíaalgomásqueiraenél.Sesentíatraicionado,yyonopodía reprochárselo. Si Jean no había apretado el gatillo, entonces ya no tenía ninguna razón para mentir acerca del revólver. En realidad, yo debería desear que lo tuviera la policía, si eso contribuía a probar la culpabilidaddeAlex.Peroyolehabíalimpiadolashuellasylohabíaocultado…,undelitoenypor símismo.Aunasí,loqueimportabaahoraeraencontraraVanessa.Y,siHankpodíaayudarmeaeso, yolediríacualquiercosaquequisierasaber.Peroteníaunapreguntaprimero. —¿Cómoencontraronelrevólver? Hank me miró como si estuviera decidido a arrancar y dejarme allí mismo, así que hablé de nuevo. —Telojuro,Hank…Explícameestotansolo,yyoresponderétodastuspreguntas. Diolaimpresióndequeselopensaba. —Alguienllamóparainformardequehabíavistoaalguienarrojarunarmaalrío.Unbuceador de la oficina del sheriff se sumergió esta mañana y la encontró precisamente donde el informador dijoqueestaría.Esofuehaceunahora.SabenqueeselrevólverdeEzraporquetienesusiniciales grabadasenél. —¿Sabenquiénhizolallamada?—YoestabapensandoenAlex.Habríatenidoquecerciorarsede queelarmaestabalimpiaantesdehacerunacosaasí.Noquerríaquesiguieranlapistahastaella. —La persona no se identificó, pero describió a alguien que se parece muchísimo a ti. Misma constitución,mismaedad,mismoscabellos,idénticocoche.Estánintentandolocalizarlaparamontar unaruedadeidentificación.Silaencuentran,seráselprimeroensaberlo.Millsquerrátenerteenla comisaríatanpronto,quetedarávueltaslacabeza.Ysiélteidentifica,yaestarátodo;puedesdarte porcondenado. —¿Eraunhombre?—pregunté—.¿Elquehizolallamada? —¿Nomeoyes?Estántratandoderelacionarteconelrevólver. —Peroelquellamó…¿eraunhombre? «¿Noeraunamujer?». —Mira… Eso es lo que he oído, ¿vale? No es como si yo hubiera estado al otro lado del hilo telefónico. He oído que fue un hombre. Y ahora háblame del maldito revólver. No quiero preguntártelootravez. Estudiésusrasgos.Éldeseabaqueyofuerainocente,noporquelecayerabien,aunquetalvezme tenía aprecio, sino porque no quería estar equivocado, no en una cosa así. Hank Robins jamás ayudaríaaunasesinoy,comotodoelmundo,aborrecíaqueloengañaran. —Quieressaberporquéarrojéalríoelrevólver,siyonolomaté.—Eraunaafirmación,nouna pregunta. —Ahorasíestamosyendoalgrano,Work. Abrí,pues,laboca.Comencéahablarynoparéhastaquelehubeexplicadotodo.Élnodijoni unapalabrahastaqueyoacabé. —Esdecir…,quepensabascargarconlasculpasporJean… Asentí. —Yporesotedeshicistedelrevólver. —Sí. —ExplícamedenuevoporquépensabasqueeraJeanquienhabíaapretadoelgatillo. Yomehabíamostradovagoconrespectoaesepunto.Nopodíahablardelanocheenquemurió mimadre,niconHankniconningúnotro.Ignorabasiaceptaríamiteoríasincomprenderquépodía haberimpulsadoamihermanaalasesinato,peroeraunriesgoquedebíaasumir.Aquelcuerpoestaba enterradoyyoqueríaquesiguieraasí. —Jeannosehaencontradobien,mentalmentequierodecir,desdehacemuchotiempo.EllayEzra teníanproblemas. —Hum—dijoHank,ycomprendíquecomenzabaadudar—.Problemas… —Es un asunto de familia, Hank. No puedo hablar de él. Puedes creerme o no, ayudarme o dejarmeenlaestacada.Peroesoestodoloquepuedodecirtealrespecto. Guardósilencioduranteunminutolargo.Noapartabalosojosdemicarayyocasipodíaverel cursodesuspensamientos. —Haymuchascosasquenomecuentas… —Sí,pero,comotedigo,sonasuntosdefamilia.—Titubeé.Noqueríasuplicarle,peromedaba cuentadequeestabaapuntodehacerlo—.Yonolomaté,Hank.Mipadreeraembustero,arrogantey unmalnacidodondeloshaya.Deacuerdo.Loreconozco.Peroeramipadre.Podríahabermeliadoa puñetazos con él en numerosas ocasiones, pero nunca hubiera sido capaz de matarlo. Tienes que creerme. —¿Ylosquincemillonesdedólares?—preguntóHank,consusrasgosensombrecidosdenuevo porladuda. —Jamásmehapreocupadoamasardinero. Hankmemiróenarcandounaceja: —Amasardineronoeslomismoquetenerlo.Tupadrenaciópobre.Apuestoaqueélentendíala diferencia. —Yonolonecesito—reiteré—.Nadiecomprendeeso,peronolonecesito.Medejólacasayel edificiodelasoficinas.Esoprobablementeascenderáaunmillóndoscientosmildólares.Asíquelos venderé,ledarélamitadaJeanyaúnserémásricodeloquenuncahabíaplaneadoser. —Seiscientosdelosgrandesnosonlomismoquequincemillones. —Amímebastan—dije. —Esoapenaslodiríaunhombreentreunmillón.—Hankhizounapausa—.¿Erestúesehombre, Work? —Creoquesí. Hankseretrepóensuasiento. —Yotomaríalosquincemillones—dijo,yentoncessupequemeayudaría. Pusoelcocheenmarchayseapartódelaacera.Estuvimosavanzandoensilencioduranteunos minutos. —¿Qué quieres que haga, entonces? —me preguntó al cabo de un rato—. Tal como yo veo el asunto,tenemosdoselecciones.OindagamosmássobreAlexovamosahablarconMillsydejamos queellalainvestigue.Comprendo,sinembargo,quetúnoquierashablarconMills,asíquenotendré inconvenienteenhacerloyo.Cuantomáslopienso,creoqueseríaprobablementelamejoridea.Tú tendrásqueaclararelasuntodelrevólver,peronadiedicequetengasquehacerloinmediatamente.En cuanto convenzamos a Mills, una vez haya elaborado una acusación contra Alex, tal vez se lo diremos.Porsupuestoquesilocalizanalautordelallamadaanónimalacosasepondrápeliaguda. Noseráfácil,lohagamoscomolohagamos.Millssetecomeríavivosipudierasalirseconlasuya. Noseráfácilconvencerla.Quierequeseasculpable.Esalgocasipersonal. Yoapenasloescuchaba:teníalacabezaenotraparte. —CreoqueAlexvendrápormí—dije. —¿Quéquieresdecir? —LecomentémissospechasaJean.Alexnosequedaráquieta.Vendráabuscarme. Hanksacudíayalacabeza. —Sirealmenteeslaasesina—dijo—,esoseríaloúltimoqueselepasaríaporlacabeza.Sehará latonta.Aguardaráaqueelmundoseprecipitesobretucabeza.Todoeltrabajoduroestáyahecho. Ahorapuederelajarseyvercómoseempleansusimpuestos. —Talvez—dijesinconvicción. —¿Quieres,entonces,queyohableconMills? —QuieroqueencuentresaVanessa—dije—.Esonohacambiado. —¡Maldita sea, Work! Ahora no es el momento de malgastar energías buscando a una persona extraviada. No me importa lo que sientas por ella. En cuanto Mills localice al informador, serás detenidoy,porloquepodemossaber,yaandandetrásdeél.Esprobablequetengasqueacudirmuy pronto a una rueda de reconocimiento, y en esta ocasión no habrá ninguna fianza. No después de haber intentado destruir pruebas. Ningún juez de la tierra te dejaría salir. Te pudrirás en la cárcel, amigo.Asíqueponenordentusprioridades.¡Seacabólapartida! —Necesitoencontrarla,Hank. —¡Diosbendito,Work!¿Porqué? Noqueríadecírseloporquenoeralarazónmásimportanteyporqueyamesentíabastantemal. PeroHankteníaquesaberlo. —Vanessaesparamímásqueunaamigaíntima,¿entiendes?¡Esmicoartada! —¿Qué?—LaincredulidaddeHanksemanifestabaclaramenteensucara. —MeencontrabaconellacuandomataronaEzra.EstabaenlagranjaStolen. —¡Santocielo,Work!¿Porquénomelodijiste? —EninterésdeJean,Hank.Perotodavíahayotracosa.Yesperoestarequivocado… —¿Quémás?—preguntóHank. —Creo que Alex sabía que Vanessa era mi coartada. Es posible que haya ido por ella; puede, incluso,queyalahayamatado. Hanksopesómirevelación;susrasgosadoptaronporúltimounaresignadadeterminación. —Laencontraré,Work—dijo,sinsonreír—.Vivaomuerta,laencontraré. —Encuéntralaviva,Hank—lepedí,peroélnorespondió.Memiróunavezmásyvolvióafijar lavistaenlacarretera. —¿Tienestucocheenelhospital?—preguntó. —Tengouncocheallí,sí. Cuando llegamos al hospital, lo encaminé hacia donde estaba aparcada la furgoneta del doctor Stokes. —Quieroqueahoratevayasacasa—medijoHank. —¿Porqué?Notengonadaquehacerallí. —Enrealidad,sí—replicó—.Tienescepillodedientes,máquinadeafeitar,ropas…Quieroque recojastodasesascosasybusquesalojamientoenalgúnmotelalejadodelasrutasnormales.Perono demasiadolejos:solounlugardondepuedaspasarteundíatumbado.Teduchas,duermesunpoco. UnavezhayaencontradoaVanessa,iremosaveraMills,peronoquierohacerlohastaqueestésen condicionesdeentrarporlapuertadesudespachoconunadeclaraciónjuradadetucoartada. Salídelcocheymeinclinésobrelapuertaabierta. —¿Túquévasahacer?—pregunté. —Mi trabajo, Work. Si es posible encontrarla, la encontraré. Una vez estés tú en condiciones, hazmesaberdóndetealojas.Llámameamimóvil. —No creo que pueda estarme tranquilamente sentado —dije; intentaba encontrar las palabras justasparaexpresarloquesentía,perosemehacíadifícil—.Yanoquieroseguirescondiéndome. —Veinticuatrohoras,Work.Treintayseisalosumo. —Estonomegusta—dije,altiempoquecerrabalapuerta. —¡Eh!—añadióHankvolviéndose—.Nopierdastiempoenlacasa,¿vale?Entraysalenseguida. Millspodríaestarbuscándoteya. —Entendido—dije.Ylovialejarse. Entré en la furgoneta y fui a casa. Ya allí me quedé contemplando las altas paredes que antaño estuvieron pintadas de blanco y ahora eran grises y cuya pintura comenzaba a descascarillarse. Barbarasiemprehabíadichoqueaquellacasateníabuenoshuesos,yteníarazóneneso;peronotenía corazón.Noconnosotrosviviendodentrodeella.Enlugarderisas,confianzayalegría,habíaallí unasensacióndevacío,unaespeciedepodredumbrequeahorameasombrabanohabervistoantes. Mepreguntésiseríaelalcoholloquelahabíahechosoportable.Osisetrataríadealgodiferente, comounfallodemicarácter.Talveznofueraningunadelasdoscosas.Dicenquesidejascaeruna ranaenaguahirviendo,escapaenseguidadeunsalto.Peroquesiponesesamismaranaenaguafría yvaselevandopocoapocolatemperatura,sequedaráquietahastaqueempieceahervirsusangre. Permitiráquelacuezanviva.Talvezpasaraasítambiénconmigo.Quizáyoeracomoesarana. PenséenesoypenséluegoenloquehabíadichoHank.Teníaelcorazónensusitio.Y,puestosa decirlotodo,tambiénsucabeza.Peroyonopodíairahoraaunhotel.Nopodíaescondermeyfingir quetodoaquellopasaríasinmás.SiMillsveníapormí,queviniera.YAlextambién,llegadoelcaso. «Lohecho,hechoestá»,pensé.Yentréenlacasa. EncontréaBarbaraenlacocina,paradaatresmetrosdelapuerta,comosisehubieraquedado heladaoestuvieseapuntodehuir.Duranteunafraccióndesegundo,surostrodiolaimpresiónde deshacerse, pero enseguida abrió la boca con una media sonrisa y corrió a mi encuentro. Yo me quedéallí,firmeyenvarado,mientrasellameechabalosbrazosalcuelloymeapretaba. —¡Oh,Work,querido…!¡Sientotantonohaberidoavertealacárcel!Peroesquemehasido imposible.—Laspalabrassalíanatodavelocidaddesusansiososlabios,ysentirlasjuntoamicuello aúnsucioporlacárcelmeproducíaciertadesazón.Ellameempujabahaciaatrás,enmarcabamicara con sus manos. Sus palabras se aceleraban en una sucesión escurridiza. Se empinaban unas sobre otras,tropezabanycaían.Eranblandasyempalagosas,comochocolateolvidadoalsol—.Lagente ha estado mirándome, comprende…, como la miran a una en ocasiones…, y yo sé lo que estaban pensando.Comprendoquenotengoexcusasicomparoesoconloquetúhaspasado,porsupuesto, perotodavíameduele…Nopodíairallí,alacárcel…,paravertedeesamanera.Medecíaqueno seríabuenoparanosotros…,quesería…morboso.Poreso,cuandosepresentóeseamigotuyo,el señorRobins,lepedíquefueraélaverte.Esperohaberhechobien.Penséquelosería.Perodespués, alverquenovolvíasacasaynomellamabas,yanosabíaquépensar.—Tomóunabocanadadeaire —. ¡Hay tantas cosas que quería decirte…! Bueno…, no poder hacerlo sin duda ha sido lo peor de todo. Calló por fin y, ante la falta de respuesta por mi parte, surgió entre los dos una situación embarazosa.Retirólasmanosdemicara,lasbajóhastamishombrosy,unavezenellos,losapretó por dos veces antes de dejarlas caer. Quedaron por fin enlazadas ante su pecho, con los nudillos blancosporelesfuerzo. —¿Quéera?—pregunté.Pareciósorprendida,comosinoesperaraenrealidadqueyodijesealgo —.¿Quéeraesoquequeríasdecirme? Barbaraserio,perofueunamediarisitaqueseapagóenunsegundo.Soltóunamanoyrestregó conellamihombroderecho.Nomemiróalacara. —Yasabes,cariño…Laprincipalesquetequiero.Queconfíoenti.Esaclasedecosas.Esperaba quequisierasoírlas,enespecialenunosmomentoscomoestos. —Muyconsideradoportuparte—logrédecir,porseguirlasnormasdelabuenaeducación. Ella sonrió, sonrojándose. Bajó la mirada hacia el suelo como si pensara que sus cuidadas pestañastodavíapodríanseducirme.Cuandolaalzódenuevo,habíandesaparecidodesusojostodas lassombrasdeinseguridad.Suvozseafirmó,igualquelaseguridaddesusojosylarenovadafuerza conquesujetabamishombros. —Mira,Work…,yaséqueesdifícil.Peroloconseguiremos,¿verdad?Túeresinocente,losé. Nohayningúntemordequevuelvasdenuevoalacárcel.Todoestopasaráy,cuandolohayahecho, lascosasnosiránbien.Podemosserdenuevoelmatrimonioperfectocomoenlosviejostiempos.La gente nos mirará, y dirá: «¡Qué buena pareja hacen!». Solo tenemos que superarlo y salir adelante. Saliradelantejuntos. —Juntos—repetíyo,pensandoenlarana. —Essolountropiezo.Grandeydesafortunado.Peronadamás.Podemosmanejarlo. Pestañeé,yenestaocasióninclusovilarana.Comenzabanasalirburbujasdelagua,ysusangre empezaba a hervir. Yo quería gritar, prevenirla, pero no lo hacía; y, mientras la observaba, le estallaronlosojos.¡Puf!Fueradesusórbitas. —Necesitounaducha—dije. —Buena idea —asintió Barbara—. Te das una buena ducha caliente y, cuando salgas, nos tomamos una copa. Tomaremos una copa y todo estará bien. —Yo comencé a marchar, pero ella hablódenuevo,enunavoztanbajaquecasimeperdíloquedecía—.Comoenlosviejostiempos— susurró. La miré a los ojos, pero eran impenetrables y sus labios mantenían aún la misma media sonrisa—.Tequiero,cariño—añadió.Salídelacocinaysuvozmellamómientrasmealejabayla ibaperdiendo—:¡Bienvenidoacasa! Fui al dormitorio, donde encontré la cama perfectamente hecha y un jarrón con flores. Los estoresestabanlevantadosylaluzentrabaaraudalesenlahabitación.Almirarmeenelespejodel tocadormeviviejoypisoteado,perotambiéndescubríunaluzderesoluciónalmirarmispropios ojos, vaciar mis bolsillos y despojarme de mis ropas sucias. No parecían tan viejos ni castigados comoelrestodemí. Yaenladucha,abríatopeelgrifodelaguacaliente,alamáximatemperaturaquepodíaaguantar. Levantélacarahaciaelchorroydejéqueelaguamegolpearaconfuerza.Nooíqueseabrierala puertadeladucha:notélacorrientedeairey,después,susmanos.Seposaronenmiespaldacomo hojasdeotoño.Talvezmeestremecí. —Chist…—dijoBarbaraenvozbaja—.Estatequieto.—Empecéavolverme—.Notevuelvas— meinsistió. Pasó los brazos a mi alrededor y metió las manos bajo la ducha. Frotó entre ellas el jabón y volvió a dejarlo en la jabonera. Después puso las manos en mi pecho, que se hacía cada vez más resbaladizoasutacto.Debiódeencontraralgunaresistenciaenmistensosmúsculosyenmipostura inflexible…, tal vez en la rigidez de mi silencio. Pero optó por soslayarla y sus manos siguieron trazandounarutadeespumademipechoamivientre.Adaptósucuerpoamiespaldaysentílafirme presióndesucarnecontralamía.Elaguacaíaencascadasobremishombros,abriéndosepasoala fuerzaentrelaunióndenuestroscuerpos;hastaqueellaseentregótambiénasuacciónparamojarse porcompleto.Despuéssedeslizósobreelmío,introdujosuesbeltapiernaentrelasmíasyconlas manosalcanzóunlugarenmídondeenelpasadosiemprehabíansidobienrecibidas. —Barbara…—dije. Mi voz irrumpió en aquella escena, en la que sus dedos trabajaban insistentemente, como si su solapersistenciapudieraobligarmeaconcederlelaabsoluciónqueellapensabapoderofrecerme. —Déjamequelohaga—mepidió. Yonoqueríahacerledaño.Noqueríahacernadaconella,enabsoluto. —Barbara…—repetí,conmayorinsistenciaestavez. Busquésusdedospararetirarlos.Ellameobligóadarmelavueltaparamirarla. —Quierohacerlo,Work. Teníamojadalapartedelanteradesuscabellosyladeatrásaúnseca,ysurostroestabatanserio quecasimereí.Perohabíadesesperaciónensusojos,comosiaquellofueratodoloquelequedaba por ofrecer, y fuera consciente de no tener ya más. Por un instante no supe qué decir, y ella aprovechóaquelmomentoparaponersederodillas. —¡PorDios,Barbara!—Nopudecontenerlanotaderepugnanciaquehabíaenmivoz,laalejéde míconbrusquedad;abrílapuertadeladuchayagarrémitoalla. El vapor me siguió fuera, junto con un silencio mortal. El agua dejó de correr. No me volví a mirar. Cuando Barbara salió de la ducha y se puso a mi lado, no se molestó en taparse. No prestó atención al agua que resbalaba de sus cabellos y se le metía en los ojos, así como la que se encharcabaenelsuelo;yyolasoslayéaellahastaquecomprendíquenoselimitaríasimplementea salir.Mevolvíentoncesamirarla,conlatoallapesadaporelaguaquelaempapaba,casitantocomo micorazón. —Tambiénmividaseestáviniendoabajo—medijo.Peronoeratristezaloquepodíaverensus ojos,sinorabia. 32 Encontréenmiarmariounahileradeperchasvacías,locualmepareciódeperlas:jamásvolveríaa vestirtraje;esopodíadarloporseguro.Saquéunpardetejanos,unaviejacamisadecortedeportivo yunasviejaszapatillasparacorrer,quehabíautilizadohacíaaños.Enelestantesuperiordelarmario encontréunaviejaydesastradagorradebéisbol,quetambiénmepuse. Barbaraestabaenlacocina.Preparabacaféyteníalabatafuertementeceñida. —¿Qué podemos hacer para arreglar las cosas? —me preguntó—. Quiero que todo esté bien entrenosotros,Work.Notienesmásquedecírmelo. Unasemanaatrás,yohubieraflaqueadoyhabríaacabadocediendo.Lehabríadichoquelaquería y que todo iría bien. Una parte de mí hubiese creído eso también, pero el resto de mi ser habría rechinadopordentro. —No te quiero, Barbara. Creo que no te he querido nunca. —Abrió la boca, pero yo continué antes de que ella pudiera hablar—. Y tú tampoco me quieres. Tal vez pienses que sí, pero no me quieres.Dejemosdefingirdeunavez.Todohaacabado. —¿Asíporlasbuenas?—preguntó—.¿Melodices,ysanseacabó?—Suiraeraevidente,aunque tambiénpudieraserelamorpropioherido. —Llevamosañosdemalenpeor. —Noteconcederéeldivorcio.Hemospasadojuntosdemasiadascosas.Estásendeudaconmigo. —¿Endeuda? —Esohedicho. —Nonecesitotuconsentimiento,Barbara.Nisiquieranecesitounacausa.Loúnicoquehacefalta esunañodeseparación. —Menecesitas.Sinmínosaldrásadelanteenestaciudad. —Puedequetesorprendasaberlopocoquetenecesito—repliquésacudiendolacabezaaloírla. Peroellanomehizocasoycruzóelsuelodelacocinacaminandoconunospiesinvisiblesbajoel bordedesubata. —Tenemosunproblema,Work,perosomosunequipo.Podemosresolvercualquiercosa. Alargóelbrazohaciamí. —Nometoques—ledije. Dejó caer las manos, pero lo hizo con suma lentitud. Después me miró y dijo como si diera marchaatrás: —Deacuerdo,Work.Esestoloquequieres,¿no?¿Unaseparaciónseca,faltadeemociones?Una rupturalimpia,paraquepuedasseguiradelantecontunuevavidayyotratedeimaginarcómoserála mía,¿verdad? —Minuevavidapodríaserlaprisión,Barbara.Puedequeesteseaelfavormásgrandequejamás tehayahecho. —Túnoirásaprisión—dijo,peroyonohicemásqueencogermedehombros. —Dispondrélascosaslomejorquepuedaentuinterés;encuestióndedinero,quierodecir;por esononospelearemos. Barbarasoltóunacarcajada,yyoviasomarasusojosalgodesuantiguaamargura. —Túnotienessuficientedineroahora,Work.NoloteníasnienvidadeEzra,ynadiehasabido hacerdinerocomoél. Suspalabrasfueroncomountimbrazodentrodemicabeza,quedesencadenaraunmecanismo. —¿Quéacabasdedecir? —Yamehasoído.—Sevolvió,tomóunacajetilladetabacoyencendióuncigarrillo.Yonosabía cuándohabíavueltoafumardenuevo.Laúltimavezquelehabíavistouncigarrilloentreloslabios debiódesercuandoestabaenlauniversidad,peroestebailabaahoraensubocamientrashablaba—. Apenas podías hacerlo con Ezra mirándote. En realidad, no conozco ni un solo abogado de esta ciudadqueganemenosdineroquetú.—Expulsóelhumoendirecciónaltecho—.Oseaqueguárdate paratitusvanaspromesas.Sébienlopocoquevalen. Peronofueaquelloloquemellamólaatención. «Amasardineronoeslomismoquetenerlo»,habíansidolaspalabrasdeHank. —¿DiríastúqueaEzralegustabaamasardinero?—lepregunté—.¿Omásbienquelegustaba tenerlo? —¿Dequéestáshablando,Work?¿Quéimportaloquelegustara?Estámuerto.Tanmuertocomo nuestromatrimonio. Peroyoandabaahoratrasalgo.Laspiezasnoencajaban,perohabíaalgoensuspalabrasyyono podíadejarlopasar. —Estoy hablando de dinero, Barbara… ¿Qué es lo más importante para ti? ¿Conseguirlo o el merohechodetenerlo? Soltó otra bocanada de humo y se encogió de hombros como si ya no importara nada de todo aquello. —Tenerlo—respondió—.Aélnoleimportólaformadeobtenerlo.Eraunameraherramienta. Estaba en lo cierto. Mi padre dependía de ella, podía utilizarla. Y, de repente, lo vi claro. No quierodecirqueintuílacombinaciónexactadesucajadecaudales,perosídóndeibaaencontrarla.Y deestaformaabrirlacajadecaudalesdemipadreseconvirtióparamíenlacosamásimportantede mimundo.Eraalgoqueteníaquehacerysabíacómohacerlo. —Tengoqueirmeahora—apoyémimanoensubrazoyellanoloretiró—.Losiento,Barbara. Ellaasintióybajólamiradaalsuelo,mientrassalíamáshumoporsuslabios. —Hablaremosmástarde—dije,yrecogílasllaves. Me detuve en la puerta del garaje y miré atrás. Esperaba ver en ella tal vez una actitud algo distinta,peronofueasí.Memirócomosiemprelohacía.Teníayalamanoenelpomodelapuerta cuandomeparóporúltimavez. —Unapregunta…—dijo. —¿Qué? —¿Quépasacontucoartada?—mepreguntó—.¿Notepreocupaquedartesinella? Duranteuninstantenuestrasmiradasquedaronatrapadascadaunaenladelotro.Entoncessupe queellalosabía.Quelohabíasabidosiempre.Asíquepronunciélaspalabrasyalpronunciarlastuve la sensación de quitarme un peso de encima y de que, en aquel mismo instante, hasta la propia Barbaraquedabalibredetodaculpa. —Túnuncafuistemicoartada,Barbara.Losdoslosabemos. Ellahizounlevegestodeasentimientoyestavezasomaronlágrimasasusojos. —Hubountiempoenelquehabríamatadoporti—dijo,ylevantólavistadenuevoparamirarme —.¿Quépodíaimportarunamentirijilla? Laslágrimasseapresurabanahoraasalir;letemblabanloshombros,comoagotadosfinalmente porunainvisiblecarga. —¿Estarásbien?—lepregunté. —Hacemosloquetenemosquehacer,¿verdad?Todoescuestióndesobrevivir. —Todo es cuestión de llegar al punto en el que debe hacerse una cosa. Es lo que hará que nos vayabienalosdos.Talvezpodamossepararnoscomoamigos. Aspiróconfuerzaparasorberseelllantoyrio.Despuésseenjugólaslágrimasdelosojos. —Seríaalgo,¿nocrees? —Lo sería —admití—. Escucha…, tengo que ir a la oficina. No tardaré. Cuando vuelva, seguiremosestaconversación. —¿Paraquétienesqueiralaoficinaahora?—mepreguntó. —Paranada,enrealidad.Essoloquesemehaocurridoalgoytengoqueiracomprobarlo. Señalóconunademánelespacioquenosrodeaba:lahabitación,lacasa,talvezlatotalidadde nuestrosañosdevidajuntos. —¿Esalgomásimportantequeesto?—preguntó. —No—respondí,mintiendo—.Porsupuestoqueno. —Entonces…,notevayas—dijo. —La vida es así, Barbara…, cada vez más complicada. Las cosas no salen siempre como uno desea. —Sí,cuandolasdeseascontodastusfuerzas. —Soloaveces—dije. Yentoncesmemarché,cerrandolapuertaalavidaquedejabaamisespaldas.Arranquéelcoche y di la vuelta para salir. Aún había niños jugando en el parque: pequeños destellos de color que corríanydabangritosdealborozo.Apaguélaradio,accionéelcambiodemarchasyentoncesmedi cuenta de que Barbara estaba en el garaje. Me observaba sin hacer ningún movimiento y por un momentolavidiferente.Peroluegomehizoseñasdequeesperaraycorrióhacialaventanilla. —Notevayas—meinsistió—.Noquieroqueestoacabeasí. —Tengoqueirme. —¡Malditasea,Work!¿Quéestanimportante? —Nada—repliqué—.Nadaquetengarelacióncontigo. Secruzódebrazosprotegiéndoseeinclinandoelcuerpocomosiledolieraelestómago. —Estoacabarámal.Losé—dijo.Susojossevolvieronamiraralolejos.Recorrieronelparque, como si la visión de la chiquillería la afectara también—. Diez años de nuestras vidas, y todo malgastado.Borradodeunplumazo… —Lagenteseseparatodoslosdías,Barbara.Nosomosdiferentes. —Esa es la razón de que lo nuestro no pudiera salir bien nunca —dijo, y me pareció notar un reprocheensuvoz.Meobservódearribaabajo—.Túnuncaquisisteserespecialynohubonadaque yopudierahacerparainspirarteesedeseo.Teníastantasganasdecontentarteconcualquiercosa… RecogíaslasmigajasdelamesadeEzrayteparecíagozardeunfestín. —Ezraestabaencadenadoalamesadesudespacho.Noeramásfelizqueyo. —Sí lo era. Tomaba todo cuanto quería y disfrutaba haciéndolo. Era todo un hombre en ese aspecto. —¿Intentaslastimarmissentimientos,Barbara?—pregunté—.Nosigasporahí,porquelascosas yaestánbastantedesagradablesparaquetepongasaecharmásleñaalfuego. Barbaragolpeóconlamanolapartetraseradelcoche. —¿Ytúpiensasqueparamísonagradables?Teequivocas. Alejémimiradadeellayvolvílavistahacialacolinaylosdestellosdecolorquemoteabanel verdeoscurodelahierba.Deprontodeseéestarlejosdeallí.Peroquedabaalgopordecir,ylodije: —¿Sabescuálesnuestroproblema,Barbara?Quetúnuncamehasconocido.Visteenmíloque queríasver:unjovenabogado,defamiliarica,conunpadrecasifamoso,ysupusistequeconesome conocías.Quesabíasquiénerayo.Loquequería,loquemepreocupaba…Tecasasteconunextraño e intentaste convertirme después en alguien a quien reconocieras. Durante diez años me has estado fustigando, y yo te he dejado hacer, pero jamás podía ser lo que tú querías. Por eso te has transformadoenunapersonafrustradayamargada,yyomeheidohundiendo.Meloocultabaamí mismo pensando que todo eso pasaría, y eso me hace tan merecedor de reproches como tú. Nos casamospormotivosequivocados,unerrorbastantecomún;pero,dehabertenidoyolasuficiente hombría,haceyaañosquehubierapuestofinaestacomedia. LoslabiosdeBarbarasetorcieronenunamueca. —Esosairestuyosdesuperioridadmoralmeponenenferma—dijo—.Noeresmejorqueyo. —Nopretendoserlo. —Vete—replicó—.Tienesrazón:todohaacabadoentrenosotros.Oseaquelárgate. —Losiento,Barbara. —Ahórrateesajodidacompasión—dijo,yregresóalacasa. Ladejéir.Yduranteuninstantetuvelasensacióndeestarflotando,perolaausenciadedolorno puedepasarporplacermuchorato,yyoaúnteníacosasquehacer.Asíquemedirigíensucocheala oficina. SupongoqueunpsiquiatrapodríaexplicarmiobsesiónporabrirlacajadecaudalesdeEzra.Al revelar su último secreto, lo que hacía era sustituirlo, asumir su energía o luchar por intentar comprenderlo. Superarlo. Pero, en realidad, no era tan complicado. Yo había estado diez años trabajando en aquel edificio, trece si contaba, además, mis prácticas en los veranos mientras aún estudiabaenlafacultaddederecho.Entodoesetiempo,mipadrenohabíaaludidoalaexistenciade esacajadecaudales.Éramospadreehijo.Éramossocios.Nodeberíahabertenidosecretosparamí. Sí,sentíacuriosidadpero,másqueeso,mesentíamolesto,yunapartedemíteníaelconvencimiento de que descubrir aquel secreto me serviría para conocer a mi familia de una vez para siempre. A menudonuestroauténticosereslapersonaquesomoscuandoestamossolos,nolaquepermitimos queotrosvean.Enelmundoreal,noscorregimos.Asumimoscompromisosyprevaricamos. Yonecesitabaveralhombrequeseocultabatraslapantalla. Porque había llegado a una conclusión que debería haber visto mucho antes: que lo que obsesionabaaEzraeratenerdinero;eralamaldicióndequieneshancrecidoenlamiseria.Eldinero servía para comprar comida, para tener un techo bajo el que cobijarse. Tenerlo equivalía a sobrevivir.Poresto,elveredictodelmillóndedólaresqueleconcedióeljuradoyque,endefinitiva, levaliólafamaylariqueza,noeralomásimportanteparaél.Yoandabadesencaminado.Porquelos veredictosmillonariosdelosjuradosamenudosonapeladosy,auncuandonolosean,nadiecobra unchequeeldíaenquesedictaelveredicto.Hacerdinerofrenteatenerdinero…Enestaecuación soloexisteunafechaimportante;ladeldíaenqueingresaselchequeentucuenta. Yo ignoraba cuál sería esa fecha, pero sin duda existirían apuntes: en algún lugar de la oficina habríaunaanotaciónrelativaauningresode333333,33dólares;exactamentelatercerapartedeun millóndedólares.Paralaépocaenquemurió,unospocoscientosdemilesdedólareshubieransido unaminucia,peroeraeldineroquelohabíahechoaél,ydeberíaconsiderarlodeestamanera. Aparqué en la parte de atrás y alcé la vista para mirar el alto y estrecho edificio. Ya me sentía comounextrañoallí,yresonabanenmimentelaspalabrasdeBarbara:«diezaños…malgastados. Borradosdeunplumazo». Salí del coche. No había nadie cerca, pero oí sirenas a lo lejos y pensé en Mills. Le imaginé mirandoelrevólverdeEzra,golpeandoconlaspalmasdelasmanosabiertaslosdurosmúsculosde susmuslos.Acabaríaencontrandoalanónimoinformador,yyoseríaidentificado,detenido,juzgado ydeclaradoculpable.TodoloqueyoteníaeraaHank,ylayavagaesperanzadequeVanessaStolen pudierasalvarmicuerpoymialma. Dentro,laatmósferadelaoficinaolíaamoho,comosihubieranpasadosemanasomesesdesde la última vez que yo estuve allí. La luz que se filtraba por las rendijas de las persianas proyectaba sombrassobrelasparedesyseveíapolvoensuspensiónentrelasfranjasdeluzalternantes.Reinaba un silencio desagradable, como me habían anticipado mis pensamientos. Yo no pertenecía a aquel lugar:esteeraelmensaje.Eledificioparecíaserconscientedeello. Cerrélapuertaamisespaldasyrecorríelpequeñovestíbulohastalazonaderecepciónprincipal. Los sonidos se percibían apagados; yo avanzaba a través de un aire que parecía agua y tenía que aceptarquegranpartedeloquetocabaerainformeyaterrador.Intentésacudirloparadevolverloala vida. Los policías se habían incautado de mis ordenadores, así que bajé por la estrecha y crujiente escalerahastaelsótano,dondehabíamontonesdecajasbajolaluzdeunasimplebombillacolgada del techo, que se balanceaba como si pendiera de una horca. La estancia estaba llena de viejos archivadoresqueconteníandocumentosfiscalesyestadosdecuentabancarios.Vimueblesrotos,una máquinadegimnasioquedataríadelosañossetentayochodiferentesbolsasdegolf.Habíaunagran confusiónperolomásantiguoeraloquesehallabamásalfondo.Meabrípasohaciaallímientras trataba de adivinar cuál era la pauta del sistema de almacenaje. Los archivadores parecían amontonarsealazar,peroaparecíanagrupadosporfechas.Loquesignificabaquelascarpetasdeun ejercicio dado estarían enterradas juntas en aquella especie de fosa común. Localicé el que me parecióqueseríaelañocorrectoycomencéaabrircajas.Noviningúnorden,locualmesorprendió porque Ezra siempre había sido muy meticuloso en sus asuntos, pero allí había miles de carpetas, aplastadasentresimplescartonesdeseparación.Enelinteriordelascajasmásgrandeshabíaotros archivadoresqueconteníancalendarios,recibos,apuntesdemensajes,plumasestilográficassecasy clipssujetapapeles.Habíatambiénblocslegalesamediogastarytarjetasdesechadasdelarchivode direccionesrotatorio.Eracomosimipadrehubieravaciadosuescritoriocadaaño,paraempezarel siguiente con materiales nuevos. Abrí su agenda diaria por las páginas correspondientes al mes de diciembre; me fijé en el pequeño signo de admiración que había puesto en el 31 de diciembre y comprendí el motivo de que aquella marca fuera tan diferente. Era un año acabado y, como tantas otras cosas de su pasado, Ezra había hecho que lo metieran todo en una caja para olvidarlo. A él siemprelepreocupabaelfuturo.Todolodemásestabadestinadoalolvido,casialrechazo. Encontréloqueandababuscandoenelfondodelaséptimacaja,sepultadobajotrespalmosde demandas de divorcio. Reconocí el lomo, perfectamente marcado, del grueso libro de contabilidad que Ezra elegía siempre. Se abrió con un crujido característico, y al momento estaba pasando las páginasverdesdeaquellibro,ahoramarronesenlosbordes,yvilashilerasdecifrastrazadascon precisiónporsumano.Miprimeraimpresiónfuedepequeñez:letrasmenudasycifraspequeñas…, nadaqueseparecieranidelejosalasfacturasqueprontogiraría.Encontréelapuntedeldepósitoen lapáginatreintaytres.Elapunteanterioreradecincuentaysietedólares;elposterior,deuncentenar exacto.Suletranovariabadeunapunteaotro,loquesignificabaqueaquelterciodeunmillónde dólareshabíasidotratadocomouningresodiariomás.Vistoasí,solopodíaimaginarlasatisfacción que aquel ingreso debió de producirle. Era, con todo, como si hubiera querido reprimir toda manifestacióndealegríaoplacer.Pudieraserporegoísmo,perotambiénporautodisciplina.Entodo caso,yorecordabaaúnlanocheenquenosinvitóacenarparacelebrarlo.«Nadapuededetenerme ahora»,habíadicho.YhabíatenidorazónhastaqueAlexledescerrajódosbalazosenlacabeza. Salídelsótanoyapaguélaluz.Eloloracartónenmohecidomesiguiómientrassubíaaldespacho deEzra.Meparéalpiedelaescalerarecordandoelruidodelapesadabutacaalcaerescalerasabajo, peroahoratodoestabaensilencioytansoloyolorompíalsubirpesadamentelosgastadospeldaños. Laalfombraseveíadistinta;talvezfueralaluz,peromeparecióarrugadaenlaesquinamásalejada de mí. La retiré y de nuevo tuve que preguntarme si mi imaginación me estaba jugando malas pasadas.Lamaderaestabamelladaenelborde,conmarcasentornoalascabezasdelosclavos.Unas marcasqueyonohabíavisto,pequeñas,comohechasconlacaraplanadeundestornillador.Pasélas yemasdemisdedosporellas,preguntándomesialgúnotrohabríaestadoregistrandoallí. Descarté semejante idea: no tenía tiempo que perder y se abrían aún en mi cabeza demasiados interrogantes.Toméelmartilloymepuseenseguidaatrabajarconlosclavos.Necesitabadeslizarlas orejasdelaparteposteriordelmartillopordebajodelascabezasdelosclavos.Dejémásmarcasen la madera, raspé la parte visible de los clavos, pero no conseguí sacarlo. Por último, introduje las orejas del martillo por la juntura entre las tablas y apoyé mi cuerpo en el mango. No cedieron. Presionéconmásfuerza,sintiendocómotodamiespaldaseponíaentensión.Peroloscuatroclavos grandesresistieron. Bajédenuevoalsótano.Allí,alaluzdelavacilantebombilla,habíavistodetrásdelascajasde cartónunrincóndeherramientasenelquehabíaunaescalerademano,unapala,unrastrillorotoyel gato de un viejo coche. Encontré la palanca que iba con el gato: una barra de acero de sesenta centímetros de longitud, con un extremo afilado y en disminución. De nuevo arriba, respirando afanosamente,introdujeentredostablaselextremoestrechoymepuseadarmartillazosenelotro. Elacerosedeslizópordebajodelajuntura,endondelamaderadecolorblancoamarillentodiola impresión de sonreírme. Metí después el martillo en la base de la palanca, para apuntalarla, y, finalmente,carguésobreellamisochentaycincokilosdepesohastaqueoíquelamaderacrujíayse rajabaluego.Acontinuación,elegíotropuntoenlamaderayrepetílamismaoperación.Arranqué primero una tira y luego otra, hasta que todo se aflojó. Retiré las tablas, sin preocuparme por los pequeñosrasguñosquesentíaenmispalmas,yfinalmenteapartéaunladolastablasrotas. La caja de caudales apareció ante mí como un desafío, y por un instante tuve miedo; pero me imaginé a mi padre escribiendo en su libro de contabilidad las cifras del apunte, y comprendí que habíadadoconlacifracorrecta.Estabaapuntodedescubrirelsecreto;listoparasaberlo.Poresome pusenuevamentederodillas.Mearrodillésobreaquelúltimorestodeél,pronunciécalladamenteuna plegariaycompuselascifrasdelafechaenquemipadrehabíadepositadolacantidadmásaltadesu vida. Laportezuelasemovióensilenciososgoznes;mostrósuinterioroscuroyyopestañeé. Lo primero que vi fue dinero, montones de dinero, fajos de diez mil dólares perfectamente agrupados.Lossaquétodos.Eldineroeraalgosólidoenmimano,comounladrillodeefectivoque podía oler por encima de la atmósfera general a moho. Calculé a primera vista que habría unos doscientos mil dólares. Los dejé en el suelo a mi lado. Pero se me hacía difícil apartar la vista de ellos.Yonuncahabíavistotantodinerojunto.Peronoestabaallíporél.Volvíporelloafijarmeenel agujeroabierto. Habíafotosdesufamilia.Nodesuesposaydesushijos.Nodeestafamilia,sinodelaotra,la quelocrio:lafamiliaindigente.HabíaunafotodeEzraconsupadre.Otradesupadreysumadre. Otramásdevarioschiquillossuciosdeojosinexpresivos,quequizáfueranhermanos.Yojamáslas habíavistoantesydudabadequeJeanlohubierahecho.Lagente,hastalosniñosparecíancansados, yenunafotoviloquehabíahechodiferenteaEzra:algoquehabíaensusojos,comoenlafotoque teníaencasasobresuescritorio.Habíafuerzaenellos,comosi,niñoaúncomoera,pudiesemover mundos.Talvezsintierantambiénesosushermanosyhermanas,porqueenlasfotografíasdabanla impresióndeagruparseentornoaél. Perotodosellosmeresultabanextraños.Jamáshabíavistoaninguno.Nisiquieraunavez. Dejélasfotosjuntoaldineroyregreséalacajadecaudales. Enunagrancajadeterciopeloencontréalgunasjoyasdemimadre…,nolasquellevabacuando murió, sino las realmente valiosas, a las que Ezra se había referido una vez como «la jodida chatarra». Hacía que mi madre se las pusiera solo cuando él quería impresionar a un hombre o conseguir que la mujer del otro pareciera vulgar. Por eso mi madre aborrecía lucirlas y le había dichoenunaocasiónquehacíanquesesintieracomolaconcubinadeldiablo.Noesquenofueran bellas,queloeran;peroerantambiénherramientasyjamáshabíansidoadquiridasparaserotracosa. DejéapartelacajapensandodárselasaJean.Talvezellaquerríavenderlas. Lascintasdevídeoestabanenelfondo;tresentotal,sinrotular.Lassostuvedelantedemícomo sifueranunaserpiente,preguntándomesitalvezobrabamal…,porquequizáhubieracosasacercade unpadrequeelhijonuncadeberíasaber. ¿Porquéesconderunascintasdevídeoenunacajadecaudales? Habíaunvídeoyuntelevisorenunaesquinadeldespacho.Toméunacintaalazarylaintroduje enelvídeo.Despuésconectéeltelevisorypulséelbotóndeplay. Al principio, la pantalla solo recogió electricidad estática, Luego se vio un sofá. Luces suaves. Voces.Mevolvíparamirarellargosofáqueteníaeneldespachoamiespalda.Luegoalapantallade nuevo.Eraelmismo. —Nosé,Ezra…—Unavozdemujer,quemeresultóvagamentefamiliar. —Dameesecapricho.—EralavozdeEzra. Oíelchasquidodeunbeso,seguidodeunestallidoderisafemenina. Aparecíanluegounaspiernasdemujer,largasybronceadas.Pasabancorriendopordelantedela cámaraysetendíanenelsofá.Lamujerestabadesnuda,riendo,yduranteuninstantepudedistinguir fugazmenteeldestellodeunosdientesblancosyunospechostambiénmuypálidos.LuegoentróEzra en el campo de visión, ocupando toda la pantalla. Su imagen se fue reduciendo a medida que se dirigíaalsofá,perolooímurmuraralgoydecirluego:«Bien…,vamosallá,entonces».Lamujer tenía los brazos sobre la cabeza y se tapaba la cara con ellos. Abrió sus piernas para apoyar la izquierda en el curvo respaldo del sofá de piel y rodear con la derecha la cintura Ezra, como atrayéndolohaciasí. Él,entonces,sedejócaerencimadeella,aplastándolabajosucorpachón,peroviquelaspiernas delamujersemovíanyteníanfuerzasparamoversedebajodeél. —¡Oh,sí!—repetía—.¡Fóllameasí! Y él lo hacía, sacudiéndola, empujándola hacia el interior del blando cuero. Unos finos brazos escapabandedebajodeél,encontrabansuespaldayhundíanlasuñasenesta,dejandograbadassus marcas. Al observarlo me sentía enfermo, pero no podía desviar la mirada. Porque una parte de mí lo sabía.Losupeporlavozdelamujer,porlaformacomoviqueenlazabasuspiernas.Porelfugaz instanteenqueatisbéelhorribledestellodesusdientes. Losupey,desdeelpozodemiincredulidad,vicómomipadresecepillabaamimujerenelsofá. 33 Lasimágeneseranmartillazos.Éllausaba,lamaltrataba,ylosojosdeella,cuandopodíaverlos, brillabancomolosdeunanimal.Yanohabíabufete,nimundo;todohabíadesaparecido,cancelado,y nisiquierapudenotarelsuelocuandosubióalencuentrodemisrodillas.Elestómagosemerevolvió ytalvezmibocasellenódebilis,pero,silohizo,nisiquieranotésuamargura.Todosmissentidos estaban abrumados por el único del que hubiera querido carecer por siempre. Visiones que ningún hombre debería ver se hinchaban y reventaban como fruta podrida. Mi esposa tendida sobre la espalda,apoyadadespuéssobresusrodillasymanos…Mipadrepeludocomounanimaldegranja, gruñendoencimadeellacomosifueraunsimpledespojodecarneinconscienteynolaesposadesu únicohijo… ¿Cuántotiempo?Elpensamientomeasaltódepronto.¿Cuántotiempoduróesto?Y,después,de inmediato:¿Cómohepodidosertanciegoparanodarmecuenta? Y justamente cuando ya no podía más, se apagó la pantalla. Yo me doblé sobre mí mismo y aguardéuncolapsoquejamásllegó.Estabaaturdido,estupefactoporloqueacababadeveryporlo quetodoaquelloimplicaba.Suvoz,cuandohabló,medejóaterrado. —Asíquefuistetúquienclavóesastablas… Mevolvíylavi.EstabadepiejuntoalamesadeEzra.Nolahabíaoídosubirporlaescalera,así quenoteníaniideadecuántotiempollevaríaallí.Dejóelmandoadistanciaenelescritoriomientras yo me incorporaba y me ponía de pie. Parecía tranquila, pero tenía los ojos vidriosos y los labios húmedos. —¿Sabes cuántas veces he intentado yo abrir esa condenada caja? —Se sentó en el borde de la mesaymemiró,perosurostropermanecíapálidoysuvozcarecíaigualmentedeexpresión—.En plenanoche,habitualmente,mientrastúdormías:eralagranventajadeestarcasadaconunborracho. Siemprehasdormidocomounleño.Yoconocíalaexistenciadeesascintas,naturalmente.Nohubiera debidopermitirlequelasgrabara,peroinsistió.Nosupequelasguardabaenlacajadecaudaleshasta queyafuedemasiadotarde. Sus ojos carecían de luz, y cuando parpadeaba todo su cuerpo daba la impresión de vacilar. Parecíadrogada,ytalvezloestuviera.Nolaconocía.Nuncahabíallegadoaconocerla. —Demasiadotarde…¿paraqué?—pregunté,peroellasoslayómipregunta.Setirabadelaoreja conunamanoymanteníalaotradetrásdelaespalda.Comprendíentoncesquemehabíaequivocado enmuchísimascosas. —Fuistetúesanoche—dije—.Túlanzastelabutacaescalerasabajo. Paseélavistaporlahabitación.Nohabíaningunaotrasalida. —Sí—asintióBarbara—.Losiento.Perosupongoqueteníaquesucedertardeotemprano.¡He estadotantasvecesaquíarriba…! Seencogiódehombrosyentoncesapareciólapistola.Lateníaenlamanoizquierda,yactuaba como si no la tuviera. Me quedé helado al verla. Era un arma pequeña y plateada, algún tipo de automática.Empleóelcañónpararascarselamejillaconél. —¿Para qué es esa pistola, Barbara? —Procuré que mi voz sonara lo menos amenazadora posible. Volvió a encogerse de hombros y miró la pistola. La inclinó a un lado y a otro, como si la fascinaran los reflejos de la luz en el resplandeciente borde. Tenía fláccidos los rasgos de la cara. Evidentemente, no era ella misma; tanto que me pregunté si no estaría colocada o completamente aturdida. —Es algo que tengo desde hace algún tiempo —respondió—. Esta ciudad se está volviendo tan peligrosaahora,sobretodoparaunamujersoladenoche… Medicuentadequeerayoquienestabaenpeligro,peronomeimportó. —¿Porquélomataste,Barbara? De repente estaba de pie, esgrimiendo el arma hacia donde yo estaba; había desaparecido la inexpresiva calma de sus ojos, reemplazada por algo absolutamente distinto. Me puse tenso, esperandoelbalazo. —¡Lo hice por ti! —gritó—. ¡Por ti! ¿Cómo te atreves a preguntármelo? Todo lo hice por ti, ingratobastardo. Levantélasmanos. —Losientodeveras.Tratadeserenarte. —¡Serénate tú! —Dio tres pasos desiguales en dirección a mí. Siempre empuñando la pistola como si fuera a utilizarla. Cuando se paró, no se molestó en bajarla—. Ese hijo de perra iba a cambiareltestamento.Mecostóseismesesdefollarconélantesdequeseavinieraaredactarlobien la primera vez. —Se rio, con aquella risa suya que sonaba como el chirrido de unas uñas sobre pizarra—.Esofueloquemecostó,perolohice,ylohicepornosotros.Conseguíqueloredactara. Peroahorasedisponíaadeshacertodoaquelloyadejarlocomolohabíaplaneadoinicialmente.Yo nopodíapermitireso.Asíquenoseteocurradecirquenuncahehechonadaporti. —¿Poresoteacostasteconmipadre?¿Pordinero? —Por dinero, no. Eso se dice cuando se habla de mil o diez mil dólares. Él jamás te hubiera dejadoquincemillonesdedólares:pensabadejartesolotres.—Rioamargamente—.Solotres. ¿Puedes creerlo? ¡Podrido de dinero como estaba! Pero yo logré convencerlo. Y lo subió a quincemillones.Lohiceporti. —Nolohicistepormí,Barbara. Lapistolacomenzóaoscilarensumano,ynotéquesusdedosseponíanblancosalagarrarlacon fuerza. —Túnomeconoces.Nopretendasahoraquemeconoces.Oquesabesporquéhehechoalgo. Sabíaquelascintasestabanaquí.Sabíaloquepodríaocurrirsialgúnotrolasencontraba… —¿Puedesbajaresapistola,Barbara?Noesnecesaria. Ella no respondió, pero el cañón se inclinó para abajo, hasta apuntar al suelo. Los ojos de Barbaralosiguieronydiolasensacióndequeibaacaerse.Duranteuninstantetemíinclusorespirar, perocuandovolvióaalzarelrostro,lecentelleabanlosojos. —Peroentoncestúcomenzastedenuevoavisitaraesazorracampesina. —Vanessanoteníanadaqueverconnosotros—protesté. LapistolareaparecióapuntandoyBarbarachilló: —¡Esaputaintentabarobarmemidinero! Tuveunhorriblepresentimiento: —¿Quélehashecho,Barbara? —Ibasaabandonarme.Lodijistetúmismo. —Peroesonoteníanadaqueverconella,Barbara.Eraalgoentrenosotros. —Ellaeraelproblemaqueseinterponíaentretúyyo. —¿Dóndeestá,Barbara? —Sehaido.Esoesloúnicoqueimporta. Enmiinteriorsentíundesgarrón.Vanessaeralaúnicarazónqueteníaparavivir.Poresodijelo queteníaenlacabeza: —Hedormidocontigosuficientesvecesparasabercuándoestásfingiendo… Estavezdiounpasohaciamí.Yoestabaacabado.Noteníanada.Esamujermehabíaquitadotodo, dejándome solo una creciente ira. Hice un ademán hacia la pantalla del televisor. Ahora estaba apagada,peroenmiimaginaciónseguíaviéndolaaellayoyendosusgemidos. —Teencantaba—dije—.Teencantabafollarconél…¿Tanbuenoera?¿Otegustabasololaidea dehacermedaño? Barbaraserioylapistolareapareciódenuevoapuntándome. —Oh…,ahoratehaceselhombre.Ahoratemuestrasuntipoduro…Puesbien,telodiré.Sí,me encantaba.Ezrasabíaloquequeríaysabíacómoconseguirlo.Teníafuerza.Nomerefieroafuerza física:estoyhablandodepoder.Cuandomepenetrabasentíaelmayororgasmoquehesentidoenla vida.—Torcióloslabios—.Volveracasacontigoeracomounabromapesada. Vialgoensucaraytuveotrarevelación. —Él te rechazó —dije—. Le gustaba follar contigo porque eso le hacía sentirse fuerte. Te controlaba,temanipulaba.Peroentoncessediocuentadequeatitegustabaycuandoesoocurrió,se cansódeti.Poresoterechazó.Yporesotúlomataste. Estabaenlocierto.Supequeeraasí.Loviensusojosyenlaformacomocontrajoloslabios. Porunmomentosentíunjúbilohorrible,peronoduró. Laviapretarelgatillo. 34 Soñé de nuevo, feliz, con campos verdes, con la risa de una niña pequeña y con la mejilla de Vanessaapoyadasuavementeenlamía,perolossueñossonvolubles,engañososyefímeros…Capté finalmenteunatisbofugazdeojosazulescomolaflordelmaíz,oíunavoztandébilquedebíade provenirdemásalládelosocéanosydespuésmeasaltóeldolorcontalferocidadquesupequeme encontraba en el infierno. Unos dedos despegaron mis párpados, unas manos me arrancaron las ropasysentíelfríodelmetalcontramipiel.Medebatía,perolosdedosblancoscomoelhuesome inmovilizaron y ataron. Rostros inexpresivos entraban y salían de mi campo de visión: parecían flotarenelaireyhablarunlenguajequeyonopodíaentender…ydespuésseiban,paravolveral poco rato. El dolor era lo único constante, siempre…; latía con pulsaciones igual que la sangre, circulabaportodomicuerpo;y,después,notémásmanosencimademíytratédegritar. Sentímástardemovimiento,yelvaivéndeunfirmamentoblancoquesemovíacomosiestuviera en el mar. Vi un rostro que había llegado a aborrecer, pero Mills no siguió atormentándome más. Movióloslabios,peroyonopodíaresponder;nolaoía.Semarchóenelprecisomomentoenqueyo entendísuspalabras,yentonceslallamé;legritéqueteníalarespuesta.Mismanosensangrentadasla obligaron a volver…, hasta que ella las apartó, encontró un lugar encima de mí y se inclinó para escucharmispalabras.Tuvequegritarlas,porquemeencontrabaenunpozoprofundoycayendoa todavelocidadenél.Grité,pues,perosurostroseperdióparasiempreenlablancuradelcieloyyo meprecipitéenelpolvodetintaquellenabaelfondodelpozo.Miúltimopensamientomientrasla oscuridad se posaba a mi alrededor fue de extrañeza porque hubiese un firmamento blanco en el infierno. Pero incluso en aquella negrura el tiempo parecía pasar y ocasionalmente había luz. El dolor subíaybajabacomolasmareasy,cuandonoeraintenso,imaginabacarasyvoces.OíaHankRobins discutiendoconladetectiveMills,queparecíadeseosadehacermemáspreguntasaunqueparamíno teníansentido.VitambiénaldoctorStokes,avejentadoaúnmásporlapreocupación.Sosteníaenla mano una tablilla con un sujetapapeles y conversaba con un desconocido de bata blanca. Y en una ocasiónestuvotambiénJean,llorandocontaldesconsueloquemepartíaelalmaverla.Medijoque lo comprendía, que Hank se lo había contado todo… acerca de la cárcel y mi disposición a sacrificarmeporella.Dijoquemequeríamucho,peroquesabíaquejamásseríacapazdepasarsela vida en la cárcel por mí. Que eso me hacía mejor que ella, pero que algo así no tenía sentido tampoco.Yovivíauninfierno,perouninfiernocreadopormímismo.Intentéexplicárselo,perono conseguí abrir la garganta. Por eso me limité a mirarla en silencio y a esperar que el pozo se decidieraatragarmedenuevo. En una ocasión me pareció ver a Vanessa, pero aquella fue la burla más cruel de ese infierno. Tantoquenisiquieramedejéllevarporelimpulsodeacercarmeaella.Cerrélosojosylloréporsu pérdida. Y cuando volví a abrirlos, ya se había ido. Estaba solo, helado en la oscuridad. El frío parecíadestinadoadurareternamenteperodevezencuandonotabacaloryesomerecordabaqueme encontraba en el infierno, Porque en el infierno hace calor, no frío. Y el infierno era doloroso también. Por eso, cuando me despertaba y notaba que el dolor había desaparecido, pensaba que había vuelto a soñar. Abría mis ojos al sueño, pero no había niños en él, ni campos, ni tampoco estaba Vanessa.Quizálostormentosdeaquellugarfueranmásdurosqueelmerodolorfísico. Cuando desperté, finalmente, pestañeé al notar el aire frío y percibí movimientos a mi lado, lo cualhizoquenomesorprendieraveraparecerunacaraporencimademí.Estabapreparadoparaeso. Laviborrosaalprincipio,perodespuéscerréyabrílosojosparaenfocarlabienymedicuentade quesetratabadeJean. —Tranquilo—medijo—.Todoestábien.Terecuperarásmuypronto. Aparecióundesconocidojuntoaella,elhombredelabatablanca.Teníarasgoscetrinosyuna barbaquebrillabacomosisehubieseaplicadobrillantina. —SoyeldoctorYuseph—sepresentó—.¿Cómoseencuentra? —Siento sed —dije, o grazné más bien con la garganta reseca—. Y muy débil. —No podía levantarlacabeza. EldoctorsevolvióhaciaJean: —Puededarleuntrocitodehielo,perosolouno.Ydespuésotro,dentrodediezminutos,máso menos. OíeltintineodeunacucharayalmomentosiguienteJeanseinclinósobremí.Hizoresbalarhasta elinteriordemibocapartedeuncubitodehielo. —Gracias—susurré. Ellasonrió,peroensusonrisasetraslucíaeldolor. —¿Cuántotiempo…?—pregunté. —Cuatro días —respondió el médico—, recuperando y perdiendo el conocimiento. Tiene usted suertedeestarvivo. «Cuatrodías». Medioungolpecitoenelbrazo. —Serecuperará.Vaadolerle,perosaldrádeesta.Ledaremosalimentaciónsólidaencuantoesté encondicionesdetolerarla.Unavezrecuperelasfuerzas,comenzaráconlafisioterapia.Ynotardará muchoensalirdeaquí. —¿Dóndeestoy? —Enelhospitalbaptista.EnWinston-Salem. —¿QuéhapasadoconBarbara?—pregunté. —Suhermanaleexplicarátodoloquequierasaber.Perotómeseloconcalma.Yopasaréotravez por aquí dentro de una hora. —Se volvió a mirar a Jean—. Que no se fatigue. Aún estará débil durantealgúntiempo. Jeanreapareciójuntoalacabeceradelacama.Teníaelrostrohinchado,ylapielalrededordesus ojosteníaelcolorrojodelvino. —Parecescansada—ledije. Sonrióforzadamente. —Tútambién. —Ha sido un año duro —comenté, y ella rio pero apartó después la cara. Cuando volvió a mirarme,estaballorando. —Lo siento muchísimo, Work. —Se le quebraban las palabras y sus aristas parecían cortarla. Teníalacaraenrojecidaylavistabaja.Suslágrimassetransformabanensollozos. —¿Porqué? —Portodo—dijo,yyosabíaqueestavezsuspalabraseranunasúplicadeperdón—.Porhaberte odiado. Inclinólacabezay,haciendounesfuerzotremendo,yoalarguémibrazotratandodellegarhasta ella.Encontrésumanoeintentéestrecharla. —Yotambiénlosiento—murmuré. Necesitabadeciralgomás,peromigargantaseatascódenuevoyduranteunratocompartimos los dos un amargo y dulce silencio. Jean retenía mi mano con las suyas, y yo miraba fijamente la parte de arriba de su cabeza. No podíamos desandar el camino recorrido para volver a nuestra infancia porque había crecido allí mucha maleza. Pero, al mirarla, yo me sentía lo más cerca que había estado nunca de nuestra niñez. Y ella lo sentía también igual que yo, como si hubiéramos regresadoauntiempoenelquelasdisculpasimportabanyelrehacerlascosasdependierasolode unapalabra.Loviensusojoscuandolevantólamirada. —¿Hasvistotodaslasfloresquetehanenviado?—mepreguntóconunatímidayfrágilsonrisa. MirémásalládeJeanyporprimeravezvilahabitación.Habíafloresportodaspartes,docenas defloreroscontarjetas. —Hayunramoenviadoporlaasociacióndeabogadoslocal,conunatarjetafirmadaportodos losdelcondado. Metendíauntarjetónmonumental,queyonoquisever:aúnrecordabalaformacomomehabían miradoeneledificiodelosjuzgados,supredisposiciónacondenarmesinmás. —¿QuéhapasadoconBarbara?—insistí,yJeanvolvióadejareltarjetónenlamesasinabrirlo nileerlo. Susojospasearonporlahabitaciónyestuveapuntoderepetirotravezlapregunta. —¿Estássegurodeencontrarteendisposicióndehablardeesoahora?—mepreguntó. —Tengoquehacerlo—respondí. —Lahandetenido. Exhalé una mezcla de alivio y de desesperación; algo dentro de mí esperaba que su traición hubierasidopartedemisueño. —¿Cómo?—pregunté. —Millsteencontró.Tehabíandisparadodosveces:unaalpechoyotraalacabeza.—Susojosse movieronhaciaarriba,yyo,siguiéndolos,mellevélamanoalacabeza;lateníavendada—.Labala dirigidaalpechoteatravesóunpulmón.Ladelacabezanohizomásquerozarte.Alprincipiopensó queestabasmuerto.Ycasiloestabas.Pidióunaambulanciaytetrasladaronalhospitalregionalde Rowan.Dedondemástardetetraeríanaquí. —Pero…¿quélepasóaBarbara? —Recobraste el conocimiento en la ambulancia. Le dijiste a Mills quién te había herido. DetuvieronaBarbaradoshorasdespués. AJeanselecortólavozydesviólamirada. —¿Quémás?—pregunté.Estabasegurodequenomelohabíacontadotodo. —CuandoMillsladetuvo,estabaalmorzandoenelclubdecampocomosinadahubieraocurrido. —Apoyósumanoenlamía—.Losiento,Work. —Continúa. Tenía que saberlo todo. Pero podía imaginar perfectamente la escena: bebiendo vino blanco a sorbitos,conunafalsasonrisaestampadaenelrostro.Almorzandoconlasamigas… —Encontraronlapistolaentucasa,ocultaenelsótano,juntoconunmontóndedineroylasjoyas demamá. —MesorprendequeMillsnopensaraqueerayoquienlashabíapuestoallíymehabíadisparado eltiroamímismo…—Nopodíareprimiruntoquedeamarguraenmivoz. —Sesientemuymal,Work.Haestadomuchosratosaquíynotemeconfesarsuerror.Queríaque tedijeraqueestámuyapenada. —¿EsotehadichoMills? —Y me ha dejado algo para ti. —Jean se levantó y fue al otro lado de la habitación. Cuando volvió, traía un montón de periódicos—. La mayoría es prensa local. Hay también algunos de Charlotte. Sales bien en las fotos… Mills ha hecho incluso una declaración pública pidiéndote excusas.—Meenseñóelprimerperiódicodelmontón.VienélunafotografíadeBarbaratomadaen elmomentoenquelametíanenuncochepatrulladelapolicía.Ibaesposada,eintentabaocultarsu rostroalascámaras. —Déjalosahí—ledije. —Comoquieras. Dejocaeralsuelo,juntoalacama,elmontóndeperiódicosyyocerrélosojos.Lafotografíade Barbarametrajotodoalamemoria:eldolorylatraición.Duranteunosmomentosmefueimposible hablar.Cuando,porfin,volvíamiraraJean,ellateníalosojosveladosyyomepreguntéquéestaría viendo. —¿Losabes?—pregunté. —¿LodepapáyBarbara? Asentí. —Sí,losé.Ynoseteocurradisculparlos. Cerré la boca, puesto que nada de cuanto pudiera decir serviría. Aquello era parte de nosotros ahora,tanlegadosuyocomoelcolordemiscabellos. —Fueunhombrehorrible,Jean. —Peroahorayanoestá,asíqueolvidémoslo. Acepté su consejo, aun sabiendo que jamás podríamos olvidarlo. Su presencia entre nosotros perduraba,comoelolordealgomuertoynosepultado. —¿Quieresunpocomásdehielo?—mepreguntóJean. —Teloagradecería,sí. Memetióelhieloconlacucharillay,mientrasseinclinabasobremíparahacerlo,vilasrecientes cicatricesensusmuñecas.Lasteníatensasyrosadas,comosilapielhubieracrecidocondemasiada fuerza sobre las venas. Quizá para protegerlas mejor. No sabía… Con Jean, nunca lo sabía; pero esperabaypensabaquetalveznofuerademasiadotardepararezar. —Estoybien—medijo,aldarsecuentadeloqueestabamirando. —¿Loestásdeveras? Sonrióysesentóensusilla. —Teempeñasensalvarmelavida—dijo—.Supongoqueesosignificaquedebedeteneralgún valor. —Noteburles,Jean.Norespectoaeso. Suspiró, se apoyó en el respaldo y por un momento temí haber ido demasiado lejos en mi insistencia. La frontera entre nosotros se había vuelto imprecisa, y por nada del mundo deseaba traspasarla.Pero,cuandohabló,lohizosinelmenorresentimiento,ymedicuentadequesoloestaba pensandoloquequeríadecir,porquenecesitabaqueyolaentendiera. —Mesientocomosihubierasalidodeunlargoyoscurotúnel—dijo—.Yanohaynadaqueme obligueaencorvarelcuerpoparanodarmeungolpe,perosíhayalgodentrodemíquemeimpide ponermederecha.—Seagarrólasmanosdelantedelacinturaylasabriódespuéscomounarosade diezpétalos—.Meresultadifícildeexplicarlo—dijo. Peroamímeparecióquelaentendía.Ezrahabíadesaparecido;talvezesocerrabaunaetapa.O tal vez no. Pero no me tocaba a mí arreglar la vida de Jean. Esa era una realidad que tenía que comprender. Jean tendría que hacerlo por sí misma. Pero al mirar su sonrisa, comprendí lo que estabapensando. —¿YAlex?—lepregunté. —Nos vamos de Salisbury —dijo—. Necesitamos encontrar un lugar que podamos considerar nuestro. —Noeraesoloquetepreguntaba… LosojosdeJeaneranexpresivosysuspalabras,auténticas. —Tenemosproblemas,comotodoelmundo.Peroestamostratandoderesolverlos. —Noquieroperderte—dije. —Sientocomosiacabáramosdeencontrarnoselunoalotro,Work.Alexlocomprende.Esuna deesascosasquehemosestadotratandoderesolver;y,aunqueellasiempretendráproblemasconlos hombres,juraquecontigoharáunaexcepción. —¿Puedeperdonarmequehayaestadohurgandoensupasado? —Sabeporquélohiciste.Respetatusrazones,peronuncaselomenciones. —¿Estamosenpaces,entonces?—pregunté. —Adondevayamos,túsiempreserásbienrecibido. —Gracias,Jean. —¿Quieresunpocomásdehielo? —Sí. Melodioyyonotéquemepesabanlosojos.Derepentemesentíagotado,yloscerrémientras Jeansemovíaporlahabitación.Estabacasidormidocuandodijo: —Hayunatarjetaquequizátegustaríaleer.Enrealidad,esunacarta.—Entreabrílospárpados. Jean me tendía un sobre—. Es de Vanessa —dijo—. Estuvo aquí un rato, pero dijo que no podía quedarse.Detodasformas,quisoquetelodiera.—Metendióelsobre,finoysutil—.Pensabaquelo comprenderías. —Peroyocreíaque…—Nofuicapazdeconcluirlafrase. —Hank la encontró en el hospital del condado de Davidson. Ella había ido allí a la tienda de piensosdeLexingtoncuando,aliracruzarlacalle,alguienlaatropelló. —¿Quién?—pregunté. —Nadielosabe.EllasolorecuerdaunMercedesnegroquesalióDiossabededónde. —¿Seencuentrabien? —Unas costillas rotas y magulladuras por todo el cuerpo. La tuvieron ingresada en el hospital durantelanoche.Andabaunpocodrogadaporloscalmantes. —Penséqueestabamuerta. —Bueno…,puesnoloestá.Aunqueporpoconosemueredelsustocuandotevioasí. Deprontonopodíavernada.Lacartaqueteníaenlamanoeramiesperanzaparaelfuturo,de algo que pensaba que había perdido. Necesitaba leer sus palabras, ver las letras que habían trazado susmanos…Peromisdedoseranmuytorpes. Jeantomóelsobredemismanos. —Déjame—medijo. Rompiólasolapaparaabrirlo,sacódedentrounahojadobladaylacolocóenmimano. —Estaréfueraporsimenecesitas—dijo. Yoícerrarselapuertaasuespalda.Pestañeéy,cuandologréqueseaclararamivisión,miréla notaqueVanessahabíadejadoparamí.Eracorta: La vida es un camino tortuoso, Jackson, y no sé si podré sobrellevar más dolor. Pero nunca lamentaréeldíaquenosconocimosy,cuandotúestésencondicionesdehablar,yoestarédispuestaa escucharte.Quizápuedasaliralgobuenodetodoesto.Loespero,perosédemasiadobiencuáncruel puedesereldestino.Sucedaloquesuceda,recuerdasiempreesto:quedoygraciasaDiosdequeestés vivo. Laleítresvecesymequedédormidoconellasobreelpecho. Cuandoabrídenuevolosojos,mesentíadiezvecesmejor.Eratarde;fueraestabaoscuro,pero alguien había encendido la lámpara del rincón. Vi a Mills sentada en la silla y me las arreglé para incorporarmeenlacamaantesdequeellalevantaralavistadellibroqueestabaleyendo. —¡Hola! —me dijo a la vez que interrumpía la lectura—. Espero que no te importe, pero Jean llevabahorasaquíyestabaagotada.Ledijequemequedaríayo.—Sepusoenpieconaireindeciso —.Penséquetalvezquerríashacermealgunaspreguntas. —Supongoquedeberíadartelasgracias—dije—.Porsalvarmelavida. Aquellohizo,sicabe,queMillssesintieramásincómodaaún. —Yyotedebounadisculpa—dijo. —Olvídalo—dije,paramipropiasorpresa—.Elpasadoestámuerto,ynoquieroobsesionarme pensandoenél.—Indiquéconunademánlasillaqueteníajuntoalacama—.Siéntateahí. —Gracias.—Sesentóydejóellibroenlamesita. Viqueeraunanovelademisterioy,poralgunarazón,loencontrégracioso…,siendoellauna detective… —En realidad no sé qué quiero que me cuentes —le dije—. No he tenido mucho tiempo para pensarentodoesto. —Yo sí tengo un par de preguntas —dijo Mills—. Si te parece, empezaré por el principio y tú preguntasloquequierassaber. —Deacuerdo. —¿Dónde encontraste el revólver de tu padre? —me preguntó, y yo le hablé del arroyo subterráneoydemibúsquedanocturnaporeltúnel. —Enviéaunoshombresaqueregistraraneltúnel—dijo,visiblementecontrariada—.Deberían haberloencontrado. Lecontéquelohabíalocalizadoenelinteriordeunagrietaprofundaycegadaporescombros, peronoquiseexplicarlecómohabíaidoamirarallí.Ellametiródelalengua,porsupuesto,peroyo nopensabaconducirlahastaMax. —Alguienmeinformó,detective.Estodoloquepuedodecirte. Cuando, al final, dejó pasar el tema, lo hizo como un favor, como una forma de compensar el daño que me había hecho. Pero proseguir la conversación fue un tanto embarazoso: a Mills no le resultabafácilceder. —Entonces… ¿hiciste lo que hiciste para proteger a Jean? ¿Porque pensabas que podía estar implicada? —Asíes. —Pero…¿porqué?¿PorquéseteocurrióqueJeanpodíahaberlomatado? Reflexionésobresupregunta.¿Cuántopodíadecirle?¿Cuántonecesitabarealmentesaberella?Y, lomásimportante,¿seguíasiendoyoelguardiándelaverdaddeEzra?Habíallegadoaaceptartodo losucedido…,laformacomohabíamuertomimadre…Pero…¿serviríadealgodecirlaverdad? Teníaquepreguntármeloamímismo.¿DormiríamejorJean?¿Descansaríaelalmademimadre? —JeannoestabaencasadespuésdemarcharseEzra.Fuiallíabuscarla. Millsmeinterrumpió: —Me contó que había salido a dar un paseo con el coche. Estaba muy alterada y fue a dar un paseo.Despuésfueatucasaparacomentarlocontigo.Llegójustamenteatiempoparaverqueteibas. Asentí.Aquellaera,sinduda,laexplicaciónmássencilla,peroamínuncasemehabíaocurrido. —Jeanllevaunatemporadapasándolomal,detective.Estabafuriosa,inestable.Nopodíacorrer eseriesgo. Mantendría,pues,laverdaddeEzra,peronoporél.Espreferiblenoremoveralgunasverdades. Asídesencillo. Millssemostrófrustradapormiexplicación. —Creoquehayunmontóndecosasquenomeestáscontando,Work… Meencogídehombros. —Notantascomopiensas,yningunaquepuedaafectaratucaso. —¿Fue Jean, entonces, el verdadero motivo de que quisieras visitar el lugar del crimen? —me preguntó por último. Yo vi en sus ojos que sabía ya la respuesta: que había ido al escenario del crimenporunarazónyque,apesardeloquelehabíadichoaDouglas,estanofueladecontarlelos detallesaJean. Desde la seguridad que me daba estar ya al margen de todo, me permití responder con una sonrisa: —No. Mills no me devolvió la sonrisa. Sabía que yo había estado preparando el terreno anticipadamente, y sabía también el motivo. Mis gestiones con Douglas le habían causado muchos trastornosyhubieranpodidocostarlemuchomás:elcaso,sureputación,sutrabajo…Peroviquelo comprendía:yohabíaqueridoirallugardelcrimenporunasolayconcretarazón:ponertrabasa una posible acusación contra mí. Había estado dispuesto a cargar con las culpas de Jean, pero no habíaqueridoiraprisiónsiteníalaposibilidaddeevitarlo.Habíapensadoque,enelcasodetener queirajuicio,podríahacerusodemipresenciaenelescenariodelcrimenparaenredarlotodo…, quizá para confundir al jurado, o incluso para lograr un veredicto absolutorio. No era ninguna garantíadenada,perohubierasidoalgo,almenos. —Teníaquehacerlo—ledije—.CuandopasarondíasyEzranoregresó,imaginéquedebíade estarmuerto.PensabaquelohabíahechoJean,ynopodíapermitirquefueraalacárcel.—Hiceuna pausa,pensandoenlalargaausenciadeEzrayenlosnegrospensamientosquemeacosarondurante aqueltiempo—.Tuvedieciochomesesparapensarlotodobien. —Lo tenías todo planeado…, desde el primer día cuando Douglas te llamó para que fueras a verlo a su despacho. Todo previsto para el día en que apareciera el cadáver. Por eso le insististe a Douglasparaquetepermitieravisitarelescenariodelcrimen. —Planeadoesmuchodecir.Digamos,mejor,queimaginéqueaquellonopodíairmal. —¿Sabesquépienso?—mepreguntó—.Creoqueeresmejorabogadodeloquenuncareconoció Ezraqueeras. —Nosoyabogado—dije,peroMillsnodiomuestrasdehabermeoído. —Y eres un buen hermano también. Espero que Jean sepa lo que estabas dispuesto a hacer por ella. Desviélamirada,cohibido. —Hablemosdecómomesalvastelavida—lepedí. —Deacuerdo.Empezaréporesoy,siseteocurrealgo,meparas. —Vale. Inclinóelcuerpohaciadelanteyapoyóloscodosenlasrodillas. —Fuiallíadetenerte—medijo. —¿Porelrevólver?—pregunté—.¿Porquemeidentificasteis? Porunmomentopareciósorprendida,ydespuésfuriosa: —¡Te lo dijo Hank Robins…! ¡El muy soplón! Yo ya sabía que andaba husmeando algo, pero penséquemantendríalainformaciónconvenientementecallada. —Nomeloechesencara,detective…Notodoelmundomecreíaculpable. AMillspareciódolerleeltonodemivoz. —Bueno…,loreconozco.Peroescuriosocómoocurrenlascosas. —¿Yeso? —Sinotehubiéramosidentificado,yonohabríaidoadetenerte.Ytútehabríasdesangradohasta morirenelpisodetuoficina. —Mefuedeunpelo,entonces—dije. —Amenudoocurre. —¿Quiénmeidentificó? —Un tipo que había salido a pescar. Estaba cien metros río arriba, sentado en un cubo viejo, esperandoquealgopicara.Noquisodarsunombreporquehabíaestadobebiendotodalanocheyno queríaquesumujerseenterara. —Un mal testigo, entonces —dije, preguntándome si habría presenciado también mi desesperación,simehabríavistoapretarelcañóndelarmacontramibarbilla.Tratédesondearel rostrodeMillsparaversiellalosabíatambién,peroerainescrutable. —Unmaltestigo—admitió,dejandodemirarmealacara.Ymedicuentadequelosabía. —¿YBarbara?—Tratédemantenerlaexpresiónserenaycontenidoeltonodemivoz,peroera difícil. Para bien o para mal, yo había pasado diez años de mi vida con ella. No podía fingir que aquellomeresultabaindiferente. —Ladetuvimosenelclubdecampo.Estabajuntoalapiscina,almorzandoconunasamigas. —¿ConGlenaWerster?—pregunté. —Sí,eraunadeellas. —GlenaWerstertieneunMercedesnegro… —¿Y…? —AVanessaStolenlaatropellóunMercedesnegro. Depronto,Millssetransformóenlapolicíaotravez. —¿Lacreesresponsabledeeso? —¿Quesicreoquesepondríaenpeligroparaayudaraunadesusamigas?No.Suamistadesuna especiedeparasitismo.BarbarautilizabaaGlenaparaaprovecharsedesuprestigio,yGlenautilizaba a Barbara como una bayeta. Lo que creo es que Barbara quería deshacerse de Vanessa y que era demasiadolistaparaemplearsupropiocoche. —Entonces…¿piensasquelaWersterestabaalcorrientedelasunto? —Creoquenoseráunapérdidadetiempoindagarlo. —Loharé—dijoMills. LaimagendeGlenaWerstersometidaainterrogatorioporladetectiveMillsmehizosonreír. —¡Ojalápudieraestaryoallí!—exclamé. —¿NoestaráspreocupadoporlaWerster…? —No,enabsoluto. —Pues,entonces,noselopondréfácil—dijoMillsmuyseria. —Yamelocontarás. —Loharé. —VolvamosaBarbara,entonces—propuse. —Alprincipiosemostróimpertinente,furiosa,yasabes…Perocuandolepusieronlasesposas, ya estaba llorando. —Mills enseñó los dientes, y yo reconocí su sonrisa animal—. Disfruté haciéndolo. —Siemprelohaces. —¿Quieresquetepidaperdónotravez? —No—ledije—.Sigue. —Yohabíapasadomuchotiempoconversandocontumujer. —¿Interrogándola? —Comentandocosas,másbien—dijoMills. —¿Y…? —Y se negó a confesar. Me dijo que estaba cometiendo un grave error. Me amenazó con querellarseconmigo.Lamismaficcióndeinocenciaquehevistorepresentaraotrosenuncentenar de ocasiones. Pero entonces le dije que tú estabas vivo, y dio la impresión de que algo se rompía dentrodeella. —¿Confesó?—pregunté. Millssemovióensuasiento. —Noesesoexactamenteloquehequeridodecir. —¿Qué,entonces? —Quierodecirqueserompió.Quesevolvióloca. Intentéencajaraquello. —¿Creesqueestáactuando? Millsseencogiódehombros. —Yaveremos,perolodudo. —¿Porqué? —Parlotea…, deja escapar cosas…, fragmentos de información que ninguna persona en sus cabales le diría a los policías. Lo hemos reconstruido todo a partir de lo que nos ha dicho. El testamento,suaventuraconEzra…Yencontramoslascintasdevídeo,juntoconeldineroylasjoyas. Yodudé,peroteníaquepreguntárselo: —¿Esdedominiopúblico? —¿LodeellaconEzra?Metemoquesí. SeabrióunsilencioentrenosotrosmientrasyoreflexionabasobreloquemehabíacontadoMills. Alfinal,ellalorompió: —Francamente,mesorprendióquenodestruyeralascintas.Sonmuyincriminatorias. —Ellalequería—dije—.Deunaformamorbosayretorcidaquenuncaentenderé.Perolequería. —Mentalmenteestabaviendosurostroylaformacomoparecíanbrillarlelosojos. —Haymuchasclasesdeamor,supongo. Penséenlanocheenquetodoempezó,lanocheenquemuriómimadre. —Entonces…fueBarbaraquienllamóaEzraaquellanoche,despuésdevolverdelhospital. —No.Enrealidad,fueAlex. Debídequedarmeconlabocaabierta,peroMillsprosiguióenelmismotono. —EstabaaltantodeladiscusiónentreJeanytupadre;sabíadequésetrataba.Asíquellamóa Ezra. Le ofreció dejar la ciudad a cambio de cincuenta mil dólares. Le dijo que, si se los daba, desaparecería y dejaría sola a Jean. El centro comercial está al lado de la autopista interestatal. Le dijo que fuera a verla allí, al aparcamiento, con el dinero en mano. Que ella continuaría por la carretera y abandonaría Salisbury para siempre. Creo que tu padre fue a la oficina en busca del dineroydesurevólvertambién,probablemente.ÉlledioeldineroyAlexsemarchó.Fuelaúltima vezquealguienloviovivo,exceptuandoaBarbara,porsupuesto. —Nopuedocreerquealguienhicieraeso.—«Tomasudinero.AbandonaaJean»—.Nadadetodo estotienesentidoparamí. —Alex no gastó el dinero. No lo quería para eso, como hubiese hecho cualquier otra persona. SoloqueríamostraraJeanlaclasedepersonaqueerasupadre.Queríasepararlosalosdos.Yeso hubierafuncionadotambién,aunquenohizofalta. —Ezradesapareció,yallíacabólacosa.Alexteníaloquenecesitaba.Esdecir,amihermana. —Asídesencillo—asintióMills. «Exceptoparamí»,pensé. —Asíque,unavezqueAlexsemarchó,¿llamóEzraaBarbaraofueBarbaraquienlollamóaél? —Granpartedeloquesigueespurateoría,porahora,peropareceencajarbien,conlascosas que Barbara ha dicho y los datos que he reunido en la investigación. Verás… La noche en que tu madremurió,estuvisteislostresencasadeEzradespuésdequesalieraisdelhospital.Ezrarecibió unallamadatelefónica,queahorasabemosquelehabíahechoAlex,salióparairalaoficinaenbusca deldineroyseencontróconAlexjuntoalainterestatal.Jeansaliódelacasapocodespuésdeél,lo cual,enparte,tediopieatiparapensarquepodíaserresponsabledesumuerteyaque,siélfueal centro comercial, Jean podía haberle seguido. Tú fuiste a su casa y viste que el coche de Jean no estabaaparcadoallí.Todoestoteníasentido,sisesuponequeJeanteníaunmotivoparaquerermatar a vuestro padre. —Mills me miró con severidad—. Sigue preocupándome que te empeñes en no decirme cuál podría haber sido ese motivo… —Yo le devolví la mirada, pero guardé silencio—. Perosupongoquetendréquedejartambiénesecabosuelto… »AsíqueEzrafueasuoficinaysacódesucajadecaudalescincuentamildólaresenmetálico.Tal veztuvieraallítambiénelrevólver.Oquizáloteníaensucasaoensucoche.Nuncalosabremos.Se encuentraconAlexenelcentrocomercialyledaeldinero.YAlexsemarchasatisfechadequesu planhayafuncionado.AhoratenemosaEzraenelcentrocomercial.Esmásomenoslahoraenque túsalistedecasayfuistealagranjaStolen…,pongamoslaunadelamadrugadaoquizáunpocomás tarde. No creo que entonces se le ocurriera a Ezra llamar a tu casa, sabiendo que probablemente estarías tú allí… Eso significa que fue Barbara quien lo llamó, poco después de haberte ido tú, imagino.Querríahablarconélacercadelamuertedesumujerosobreeltestamento.Otalvezsolo echarademenosunrevolcón.Aúnnoséesaparte…PerosupongamosqueEzrarecibiólallamada cuandoestabaenelcentrocomercial… —Ellalequería—dije. —Yadijisteesoantes. Meencogídehombros. —Tal vez pensara que él la aceptaría si me dejaba. Quizá vio un resquicio de posibilidad en la muertedemimadre.Oalomejorqueríacomentaresoconélentonces. Millsmeestudióduranteunoslargossegundosmientrasmispalabrasseapagaban. —¿Teencuentrasbien?¿Estásencondicionesdehablardeesoahora?—mepreguntó. —Estoybien—respondí,peronoloestaba. —De acuerdo. Por la razón que sea, se encuentran en el centro comercial. Ezra acaba de arreglárselas para sacar a Alex de su vida. Su mujer está muerta. Supongo que lo que deseaba era hacerborrónycuentanuevadetodo,yqueasíselodijoatuesposa.Piensoquequisoquitárselade encima, que le dijo que todo había acabado entre los dos y que iba a modificar el testamento para dejarlocomoerasuprimeraintención.Yaharotoconella,¿no?Perodealgunamaneratuesposase apoderadesurevólver.Élnopodíahaberprevistoeso.Leordenaqueentreenlatraseradeunlocal abandonado, lo mata de un balazo y después le dispara otro tiro a la cabeza para asegurarse. Tras esto, cierra la puerta del local, sale del edificio del centro comercial y arroja el revólver a una alcantarilladedesagüedelaparcamiento.Semeteensucocheyregresaacasa,alaquellegamucho antesdequelohagastú.Paraentonces,JeanestáyadevueltaensucasaconAlex,sabedoraslasdos dequetúhassalidodenocheaalgunamisteriosagestión.Ningunadelasdoshavistosaliroentrar después a Barbara. Así que, cuando Ezra desaparece y hallamos después su cadáver, Jean da por sentado que tú has tenido que ver con su desaparición. O quizá no lo haya creído hasta más tarde cuando, una vez aparecido muerto, tú aduces una falsa coartada…, una que Jean sabe que no se corresponde con la realidad. Recuerda entonces la noche en cuestión y saca una conclusión razonable. Yoyaestabaasintiendoparamí: —Tienesentido,sí. —Debió de ocurrir más o menos de esta manera. ¿Así exactamente? ¿Quién sabe? Tan solo Barbarapuededecirloconcerteza.Peronolohará.Nosésipodráhacerlosiquiera.Coneltiempo…, talvez. —¿QuépasóconelcochedeEzra? —Lo robarían, probablemente. Barbara hubiera querido que descubriéramos el cuerpo mucho antes, para que se procediera a la legalización del testamento. El coche hubiese podido atraer la atenciónhaciaEzra,asíquelodejóallí.Sequedóconlasllavesdelaoficinaparapodervolveraella de noche y recuperar las cintas de vídeo. Las del auto las dejaría probablemente en él, como una invitaciónparaquienquisierarobarlo.—Millssonrióuninstantemostrandodenuevolosdientes—. Estosúltimosdieciochomeseshandebidodeserunatorturaterribleparaella,pensandoeneldineral queteníaasualcanceconsoloquealguiendescubrieraelcadáver. —Todavíaquedaunacosaquenoentiendo. —¿Quées?—preguntóMills. —Si Barbara se metió en esto por dinero, ¿por qué intentó matarme? No podía heredar si yo moría…¿Porquénoselimitóasacareldineroylasjoyasdelacajaymarcharsesinmás?¿Quéla impulsóaquedarseallí,sinoteníanadaqueganar? Porprimeravez,Millspareciósinceramenteapenadaysequedómirandodurantelargoratosus manosenlazadas. —¿Mills?—insistí.Jamáslahabíavistodudartanto.Cuando,porfin,alzólavista,teníasombras enlosojos. —Esverdadloquemedijiste,¿no?Nuncallegastealeereltestamentodetupadre. —Laúnicavezquelovifuecuandotúmelomostraste. Asintióymiródenuevosusmanos. —¿Porqué?—lepregunté. —BarbaraconvencióaEzradequeaumentaralacantidaddedineroquetedejabaenfideicomiso. Decía la verdad cuando te lo contó. Pero hay otra cosa que no te dijo. Una cláusula inusual en un testamento.DebiódeserideadeBarbara.SegúnClarenceHambly,tupadrelainsertóenélunosseis meses antes de morir. Debió de ser poco después de que Ezra y Barbara comenzaran a acostarse juntos. Pero Ezra cambió de idea después. Hambly dice que pretendía quitar esa cláusula. Tal vez porquesedieracuentadelincentivotangrandequepodíaser. —Nocomprendo. —Piensoquetupadrecomprendiólopeligrosaquepodíallegarasertuesposa.Nolosé,Work, pero lo presiento. Creo que al final lo entendió. Vio que te ponía en peligro. Tu padre le pidió a Hambly que redactara nuevos documentos; había fijado ya una reunión para firmarlos. Barbara lo matóantesdequeelcambiosehicieraoficial. —¿Quédecíaesacláusula? OíqueMillssuspirabay,cuandovolvióalevantarlamirada,surostromostrabaunahumanidad comojamáslehabíavisto.Suvoznorevelabaemoción,perosentíqueledolíadecirlo: —Enelcasodetumuerte,losquincemillonesdedólaresquedaríanenfideicomisodecualquier descendientequetuvieras.Barbaraseríalaalbaceadelfideicomisoytendríapoderesprácticamente ilimitados,asudiscreción,sobrecómoempleareldinero. —Noentiendo…—dije,perodeprontosemehizolaluz—.¿EstáencintaBarbara?—pregunté. Millsapenaspudomirarme. —Estabaencinta,Work.Abortóayer. 35 Douglasvinoavermeunavez;sequedóparadoenlapuertahastaqueloviymeofrecióluegouna sonrisa que le salió más bien como mueca. Tenía la piel hinchada bajo los ojos y por debajo del mentón.Estabafatal.Tratódedisculparseymeexplicóquesoloestabahaciendosutrabajo,queno habíanadapersonal;perorehuíamisojosy,adiferenciadeMills,nosemostrabasinceroenninguna delaspalabrasquedecía.Habíaclavadosusdientesenmíylehabíaencontradogustoalacosa.Lo habíavistoeneltribunalyenlaformacomosonriócuandolosalguacilesvolvieronaponermelas esposas.Cualquierpesarsuyoerafrutodesumalaconcienciaydelsaberqueseesperabannuevas eleccionesalavueltadelaesquina.PorqueinclusoenelcondadodeRowannadievotaríaporunloco al que los periódicos habían puesto a parir. Me dijo que no me procesaría por haber intentado destruirpruebas,peroluegodesviólamiradaymedijoque,sinembargo,erasudeberinformarde mi comportamiento a la asociación de abogados de Carolina del Norte. Los dos sabíamos que una denunciaasísupondríamiexpulsióndelaasociación.Peroaquellonomeimportabalomásmínimo ysequedómuysorprendidocuandoledijequenosepreocupara.Cuandointentófingirotrasonrisa, lesugeríquemehicieraelfavordelargarseconvientofrescoynoaparecermáspormihabitación delhospital. Tuvetambiénotrosvisitantes:abogados,vecinos,inclusoalgunosviejosamigosdelainfancia…, que acudieron movidos probablemente por la curiosidad. Me dijeron las mismas cosas, que me sonaron a falsas. Sabía perfectamente lo que habían pensado de mí, y unos cuantos cumplidos no conseguiríanhacerqueolvidaralasquenohabíansidodichasensumomento.Perohiceloquetenía quehacer:agradecerlessuvisitaydesearlesunavidafeliz.ConeldoctorStokesfuemuydiferente. Vino varias veces a verme y estuvimos conversando de mil pequeñeces. Me contó anécdotas de mi madre y de trastadas que yo había hecho de niño. Me hizo mucho bien y, después de cada conversaciónconél,mesentíunpocomásfuerte.Ensuúltimavisita,leestrechélamanoyledije queteníaenmíunamigoparatodalavida.Élsonrió,medijoquejamáslohabíadudadoeinsistióen que la próxima vez que tomáramos una copa correría de su cuenta. Después me estrechó la mano suaveperosolemnementey,cuandosalíadelahabitación,meparecióquesupersonairradiabauna luzinterior. Jean y Alex se presentaron el día antes de que me dieran el alta. Habían hecho las maletas y estabanlistasparamarchar. —¿Adónde?—pregunté. —Alnorte.AVermont,quizá. MiréaAlex,quesostuvomimiradaconlamismafuerzainquebrantabledesiempre.Peroestavez nohabíaningunaanimosidadenella,ycomprendíqueJeannomehabíamentido:cuandollegarala ocasión,seríabienrecibidoensucasa. —Cuidadeella—lepedí. Alexmeextendiólamanoyselaestreché. —Loharésiempre—medijo. DespuésmevolvídenuevohaciaJean: —Enviadmevuestradirección.Tendréalgúndineroparavosotrasencuantohayavendidolacasa ylasoficinas. —Prefieroqueloreconsideres.Nonecesitamosnadadeél. —Noserádeél.Serácosamía. —¿Estásseguro? —Quieroquelotengas—dije—.Empléalobien.Quesirvaparaqueconstruyáisvuestravida. —Esmuchodinero… Meencogídehombros. —Tedebomuchomásquedinero,Jean.Eslomínimoquepuedohacer. Jeanmemiróentonces.Yparecióhacerlotanprofundamentequenofuicapazdeocultarelvacío que sentía dentro de mí: el eco de una extrema soledad. No podía esconder la sensación de culpabilidadquesurgíaenmícadavezquelamiraba.Alfinal,tuvequedesviarlavista. Oíentoncessuvozyestavezhabíaalgonuevoenella.¿Fortaleza,talvez?¿Unaclaridadpropia? —¿Nosdejasunminuto,Alex?—dijo. —¡Claro!—respondióAlex—.Cuídate,Work. Almomentosiguienteestábamosasolasmihermanayyotraslapuertacerradadelahabitación delhospital.Jeantomóunasillaysesentóamilado. —Túnomedebesnada—measeguró. —Porsupuestoquesí. —¿Porqué? Measombróinclusoquepudierahacermeaquellapregunta. —Portodo,Jean…Pornohaberteprotegidomás.Pornohabersidounhermanomejorparati… —Mispalabrascaíanenelestrechoespacioquehabíaentrelosdos.Retorcílasmanosbajolafina sábanaylointentédenuevoporquenecesitabaqueloentendiera—.Pornohabertenidofeenti.Por permitirqueEzratetrataracomolohizo… Ellaserioentonces,yelsonidodesurisamedolió;porquemehabíacostadomuchopronunciar aquellaspalabras. —¿Lodicesenserio?—mepreguntó. —Completamenteenserio. La risa desapareció de su cara. Se reclinó en el respaldo de su silla y me estudió con los ojos húmedos.Peronoestabaalbordedelllanto,sinomuylejosdeello. —Déjamequetehagaunapregunta—medijo. —Loquequieras. —Yquieroquetelopiensesbienantesderesponder. —Deacuerdo. —¿PorquécreesquetemetióEzraenelbufete? —¿Cómo? —¿Porquéteanimóaquefuerasalafacultaddederecho?¿Porquétediotrabajo? Hiceloquemehabíapedido.Reflexionéantesderesponder: —Nolosé.—Yañadí—:Jamásmelohabíaplanteadoantes. —De acuerdo. Otra pregunta. ¿Hubo algún momento en que cambió tu relación con él? Estoy hablandodehacemuchotiempo,Work… —¿Dealgolejano,comolaniñez? —Aesomerefieroexactamente…,alaniñez. —Estábamosmuyunidosélyyoentonces. —¿Ycuándodejasteisdeestarlo? —Oye,Jean…¿Quéobjetotieneesto? —Dime…¿cuándocambió? —Nolosé…,¿vale?Nolosé. —¡Diossanto,Work…!Avecespuedesserrealmenteunpocozoquete…Cambiódelanocheala mañana.CambióeldíaenqueestuvimossaltandoporJimmy.Antesdeaqueldíaerasunaastilladesu mismopalo,peroentoncestemetisteenaquelarroyo.Y,despuésdeeso,todocambióentrevosotros. Yojamásentendíporqué…,noloentendíentonces.Perohepensadomuchosobreelloycreoque ahoralosé. Nonecesitabaoírmás.Laverdaderademasiadodesagradable;nuncasecallaba,yestoeraloque medecía:quemipadremehabíasentidodistintoapartirdeaqueldía;quesehabíadadocuentademi cambioysesentíaavergonzadodemí,aunquenosupieraexactamenteporqué.Decíaqueyanunca podríasentirelmismorespetopormídespuésdeaquello,quepercibíamidegradacióncomountufo a basura podrida, y que por eso se apartó de mí. Incluso hoy me doy cuenta de que murió despreciándome. Miréfinalmenteamihermana,temiendoverenellaunasombradeesemismodesprecio. —¿Losabes?—pregunté. —Comenzasteesedíasiendounniño,Work…,elpequeñodeEzra…,unreflejodeélquizá,pero nomásqueeso.Alguienalquepodíamirardesdesuvagoorgullo,señalarloydecir:«Esmihijo…, mi chico». Pero saliste de aquel agujero convertido en un hombre, un héroe, una persona a la que todosmiraban…Yélnopodíasoportarunacosaasí.Erastú,noél,elcentrodelaatencióndetodos. Y él odiaba eso; lo odiaba hasta el punto de avasallarte y rebajarte para que jamás pudieras sobrepujarlo de nuevo. Fue a partir de ese momento cuando cambió su actitud hacia ti, y este el motivodequelohiciera. —Nosé,Jean… —¿Cuántosadultoscreesquesehubieranatrevidoaadentrarsesolosporeseagujero?Yotelo diré:muypocos.Y,ciertamente,nonuestropadre.Mefijéenlacaraquepusocuandotesacaronde allíylagentecomenzóaaplaudirte. —¿Aplaudieron?—pregunté. —Puesclaroquesí. —Norecuerdoeso—dije,ynolorecordabaenrealidad. Tansoloconservabaenlamemoriamiradasdespectivas,quehicieronquemesintieraridículo,y dedos acusadores. Recordaba a Ezra, bebido, diciéndole a mi madre que yo era solo un perfecto imbécil:«¡Quécoñovaaserunhéroe!»,esoesloqueledijo. —Vanessa Stolen probablemente hubiera muerto ese día, violada y asesinada a los quince años. ¿Cuántoschicosdedoceañoshansalvadounavida?¿Cuántoshombresadultoslohanhecho?Esalgo excepcional, y para lo que se necesita valor. Solo nuestro padre podía lograr que tú no vieras eso, peroesloquehizo.Ylohizo,además,apropósito. LaspalabrasdeJeanmedestruían.Yonoeraningúnhéroe.Mipadreacertabaaldecirlo.Perolo quemihermanaañadióluegoarrojóalgunaluzenlanieblaqueofuscabamiespíritu: —Ezraquisoqueentrarasensubufeteparatenertesometidoaél. —¿Yeso? —Túnotienesmaderadeabogado,Work.Ereslisto,sinduda,peroeresunsoñador.Tienesun grancorazón.NadiepodíasaberlomejorqueEzra.Sabíaquetújamásteensañaríasconnadie,como él era muy capaz de hacer, y que, al contrario que a él, a ti no te interesaría el dinero; lo que significaba que jamás triunfarías en la vida como él. Tenerte en el bufete era seguro para Ezra. Mientrasestuvierasallí,jamásllegaríasaserelhombrequeélera.Jamástanfuerte,jamástanseguro deti.—Hizounapausayseinclinóhaciamí—:Quenuncaseríasunaamenaza. —¿Deverdadcreeseso?—pregunté. —Fíatedemí. —Peronadadeesomelibradeculpa.Aúnestoyendeudacontigo. —Todavíanoloentiendes,¿verdad?Tetratóatimuchopeordeloqueseportóconmigo.Enmi casofuesimplemisoginia.Yoeraunamujery,porconsiguiente,depocovalorparaél.Peroentu caso fue algo personal. Montó una campaña contra ti, Work. Una guerra en toda regla, como solo nuestro padre sabía librar. Porque, para bien o para mal, era un luchador. —Rio de nuevo con una notadeamarguraydesesperoenlavoz—.Hablasdeprotegermedeél…¡Diossanto,Work…!Jamás tuvistelamenoroportunidaddelograrlo. —Quizá—asentí—.Tendréquepensarlo. —Hazlo—medijo—.Élestámuerto.Nopermitasquesigahundiéndotemás. DerepentemesentícansadoparaseguirhablandodeEzra.Probablementemecostaríaañossalir delaconfusiónquehabíacreadoenmicabeza,peroeldesastremeparecíamenoscompletoahora.Y tal vez Jean estuviera en lo cierto. Tal vez necesitara tomarme un descanso. Tenía solo doce años cuandoaquellohabíaocurrido,yahorameparecíaunmomentoremotoenmiinfancia. —Teecharédemenos,Jean. Ellaselevantóyapoyósumanoenmihombro. —Estabasdispuestoairalacárcelpormí,Work.Esotehaceunhombremuybueno.Mejorque cualquieraqueyohayaconocido.Recuerdaesocuandolascosasnotevayanbien. —Tequiero,Jean. —Yotambiéntequiero—replicó—.Yenesosesuponequehadeconsistirunafamilia.—Cruzó la habitación y se detuvo ante la puerta. La abrió y se volvió a mirar atrás—. Te llamaré cuando lleguemosadondevamos. Después salió de la habitación y, mientras la puerta batiente se cerraba tras ella, vi a Alex materializarseasulado.Pasóelbrazoalrededordemihermanaylaencaminóhaciaelvestíbulo.La puertaqueseinterponíaentrelosdosaúnseabrióunresquicioantesdecerrarseporcompleto,yen aquelúltimosegundoviqueJeanestaballorando.Peroelsuyoeraunllantobueno,saludable,queme dio la convicción de que, cuando hubieran encontrado el lugar donde instalarse, me llamaría. Encontréungranconsueloenestepensamiento. Aldíasiguienteestabareuniendomisescasaspertenenciasparadejarelhospitalcuandoapareció Maxenlapuertademihabitación.Teníaexactamenteelmismoaspectodesiempre. —¿Quiereustedqueledevuelvasuperro?—mepreguntósinningúnpreámbulo. —Sí—respondí. —¡Malditasea!—exclamó,ysemarchó.Pudeoírsuvozrezongandoenvozaltaporelpasillo—: Vengaustedavermecuandoquiera.Puedequeselodevuelvaopuedequeno…,pero,encualquier caso,nostomaremosunacerveza. Mereíconganasporprimeravez. Una hora más tarde entraba en casa, en un edificio que vibraba a cada paso que daba en su interior.Noloecharíademenos,porsupuesto,perodecidítomarunacervezaenelporchededelante ysentarmeallícomomegustabahacer.Vicómoelsolbajabasobreelparquemásalládelotrolado delacalle.Rozabayalascopasdelosárbolescuandopenséenirabuscarotracerveza.Peronome levanté,yelsolsiguióhundiéndosemientrasloobservaba.Permanecísentadoallíhastayaavanzada la noche, escuchando los sonidos a mi alrededor. Eran sonidos familiares, cómodos, sonidos urbanos,ymepreguntésilosecharíademenos. AldíasiguienteenterraronaEzra,yunavezlehubierondadosepultura,penséenirabuscara Vanessa. Le diría lo que tenía que decirle, le haría todas las promesas que fueran necesarias. Necesitabaestarconella,simeaceptaba,perosolounavezquelehubieradichotodalaverdad.Si tenía que suplicarle, lo haría. Esa era la maldición de la sinceridad y el precio que pagaría yo gustosamente.Porqueahoraveíalascosascomojamáslashabíavistoantes.Estabadispuestoaseguir mi propio camino, pero necesitaba que ella lo anduviera conmigo. Necesitaba hacer la vida que hubieradebidovivirsiempre. Por eso, cuando salió el sol al día siguiente, me tomé todo el tiempo preciso para afeitarme, cepillarmeaconciencialosdientesypeinarmebien.Despuésdelocualmepusemistejanosfavoritos y un par de gruesas botas. El funeral estaba fijado para las diez, pero no tenía intención de ir. En realidad,Jeanloexpresóperfectamentecuandolepreguntésiasistiría: —Esa noche murió para mí, Work. Como lo he dicho siempre. No podrán enterrarlo más profundamente. Aunasí,meacerquéconelcochealaiglesia;pasépordelantedeellayviellargocochenegro queloconduciríahastalafosaquehabíancavado.Cuandosalieron,yoaúnseguíaallí.Talveznoera como Jean; quizá necesitara verlo. Pero, cualquiera que fuese la razón, seguí el cortejo de coches hastaelcementerioenlasafuerasdelaciudad.Cuandodoblaronparaentrarporlaverjaprincipal,yo seguí adelante. Encontré la carretera de servicio que subía por la colina y avancé por ella hasta encontrarunlugardesdeelquepodíaobservar.Habíaenélunárbolmuyalto;apoyélaespaldaenel nudosotroncoyestuveobservandodesdeallíalagrisconcurrenciareunida,mientrasdescendíande sus caros coches. Se congregaron alrededor de una fosa rectangular que, desde donde estaba, me pareciódemasiadopequeña,ydespuésviaunhombre,queprobablementeeraelpredicador:extendía losbrazosreclamandosilencio,perosuspalabrasseperdieronenunasúbitaráfagadeviento…,que mepareciósumamenteoportuna.Porque…¿quépodríadecirqueamímeparecieraadecuado? Estuveallíhastaquecubrierondetierraelataúd.Y,cuandosehubieronidotodos,bajéamirarde cercaelpequeñomontículoformado.Aúnnohabíalápidaenél,peroyoyasabíacuálibaaserla inscripción.Habíanrecurridoamíparaqueeligieralaspalabras,yyolohabíahecholomejorque pude: «EzraPickens»,seleeríaenella.«SuverdadvaconÉl». Permanecí junto a la tumba un buen rato, pero sobre todo estuve mirando el lugar donde descansabamimadre.¿Meagradeceríaquelohubierapuestoasulado?¿Ohubierapreferidoestar allísola?Tambiénenestohabíaprocuradoactuarlomejorquepodía.Comopenséquedesearíaella. Habíavividojuntoaélsinquejarse;quefueraasítambiénenlamuerte.Peroenmicorazónmesentía furiosoysabíaquesiempredudaríadelaconvenienciademidecisión.Peroloquelehabíadichoa Barbaraeracierto.Lavidaescomplicada,ylamuerte,porlovisto,noeraunaexcepción. Cuando oí el ruido de un motor a lo lejos no presté atención. Probablemente hubiera debido hacerlo porque, cuando apareció a mi lado Vanessa, habría podido recibirla con una sonrisa; pero todoloqueestabamirandoeralatierrareciénremovida,yloscaracteresesculpidosconelnombre demimadreensulápida,hastaqueellahablóymetocóenelhombro.Mevolvíparamirarlayme estrechólamano.Pronunciésunombreyellameabrazófuertemente.Susbrazoseranfinosyfuertes, yolíacomoelrío.Meapoyéenella,ysumanosemovióparaponerlasobreminuca.Cuandome aparté un poco, tenía una razón para hacerlo: necesitaba ver sus ojos, ver si había en ellos algún motivodeesperanza.Yloencontré,porqueeranunosojoslimpiosyclaros;ysupe,antesdehablar, quenosentenderíamoslosdos. Perohabíaquedecirlaspalabras,aunquenoallí,alasombradelatumbadeEzra.Poresotomé su mano de granjera y la conduje lentamente colina arriba, hasta el lugar resguardado que había encontrado en la ladera. Le dije en primer lugar que la amaba, y ella desvió la mirada hacia las hilerasdelápidasgrabadas.Luegolavolvióhaciamíytratódehablar,peroyolainterrumpíconun gesto. Pensé en el día en que nos conocimos, el día en que habíamos saltado por Jimmy. Fue allí donde comenzó todo, donde todo cambió y donde estuvo a punto de terminar nuestro futuro. Si teníamosalgunaposibilidaddevivirjuntos,ellateníaquesaberlotododeaqueldía,tantocomoyo necesitabacontárselo.Asíledijetodoloqueteníaquedecirle,yjamáshubopalabrasmássinceras. Epílogo Hanpasadomuchosmeses,yeldolorhadisminuidohastanosermásqueunapunzadaocasional. Aún me cuesta dormir por la noche, pero no me importa: mis pensamientos no son desagradables. Guardo la carta de Vanessa en el cajón de mi mesilla de noche, y la leo de cuando en cuando, habitualmenteporlanoche.Merecuerdalocercaqueheestadodemoriryquelavidanoesalgoque deba darse por descontado. Me hace ser sincero y mantiene en mí lo que he dado en llamar «esta preciosatransparencia». El reloj marca unos minutos después de las cinco y, aunque mis jornadas comienzan temprano ahora,notengoprisa;ytodavíatengofrescoenmímisueño.Asíquepongolospiesenelsueloy salgodelahabitación.Enelpasilloentralaluzdelaluna,ylasigohastalaventana.Veoabajolos silenciososcampos,ymirodespuésamiderecha,haciaelrío:serpenteaenlontananzacomounhilo deplata,yyopiensoenlascorrientesyeltiempo,enlascosasquehansidoarrastradasporél. Lostribunalesdecidieronqueeldineroylasjoyasdelacajadecaudalesdemipadreformaban partedesuherencia.Irían,pues,alafundación.Perovendíenseguidalosedificiosporunpreciomás altodelquehabíaesperado.AlfinalenviéunosochocientosmildólaresaJean,quelosempleópara comprarunacabañaenlasorillasboscosasdellagoChamplain.Aúnnolahevisitado.Jeanmedijo queesdemasiadopronto,queaúnnoestánacostumbradasaaquello.Perohemoshabladodevernos porNavidades. Quizá. En cuanto a mi parte del dinero, lo empleé lo mejor que pude. Restauré el viejo edificio de la granja, compré un tractor decente y adquirí la parcela de ochenta hectáreas contigua. Es una buena tierra,consuelofértilyunmanantialquebrotaconfuerza.Heechadoelojoatreintahectáreasque bordeanlapropiedadporelsur,perolosvendedoresestánaltantodemiinterésysuprecioesaún demasiadoelevado.Puedotenerpaciencia. Oigoquelapuertaseabreamisespaldasysonríoamipesar.Ellasolosedespiertacuandobusco micaminohaciaestaventana.Escomosisupieraqueestoyaquíyselevantaparareunirseconmigoy mirarlosdosjuntoselhuertoquehemoshecho.Susbrazossedeslizan,calientes,pormipecho,y veosurostroreflejadoenlaventana…ElrostrodeVanessa,miesposa. —¿Enquéestáspensando?—mepregunta. —Hesoñadodenuevo. —¿Elmismosueño? —Sí. —Vuelvealacama—medice. —Enunminuto. Mebesayvuelvealacama. Mismanosencuentranelalféizarynotanlacorrientedeairefríoquesecuelaporallí.Piensoen todoloqueheaprendidodeestascosasyenlomuchoqueaúnmequedapordescubrir.Lavidadel granjeroesdifícil,estárepletadeinseguridades,ygranpartedeellaresultanuevaparamí.Perohe adelgazadoyrecibocongustolaslargashorasquehanhechotanreciasmismanos.Estavidameva. Nohayprisas,niparapensarniparaactuar,yesotalvezesloquemehaaportadoelmayorcambio detodos,porqueaúnnopuedohacermeunsoloreproche. Sigosiendo,contodo,elhijodemipadre,ynomeresultaposibleescaparporcompletodelas censurableseleccionesqueélhizo.Séquenuncapodréperdonarle.Peroaldestino,quepuedesertan veleidoso,nolefaltaciertosentidodelajusticia.EzrautilizóaBarbara,lamanipulóparasuspropios yretorcidosfines.Porinsistenciasuya,cambiósutestamentoeincluyóunacláusuladisponiendoque, cuandoseprodujeramimuerte,cualquierhijomíoheredaselosquincemillonesdedólares.Fueidea deBarbara,sumedidadeseguridad,yestoyconvencidodequemipadredecidiórevocarlaunavez quetomóladeterminacióndeterminarconella.PeroBarbaralomatóantesdequehubierapodido firmarlosnuevosdocumentos.Quizálohizoporeso.Nuncalosabré.Perocuandoporfintuvela oportunidad de leer detenidamente el testamento, caí en la cuenta de que no se especificaba en él ningún límite de tiempo. Estudié el asunto, y esto fue lo que concluí: que, cuando yo muriera, independientementedelmomentoenqueocurrieramifallecimiento,mihijoheredaríaunagranparte de los millones de Ezra. Presenté, pues, una advertencia de suspensión, solicitando un juicio declaratorio.Hamblyseopuso,naturalmente,yelhechodeperderloloamargótodavíamás.Peroel testamentoestabaredactadoentérminosmuyclaros,ylaleyapoyómiinterpretación. Alcabodeunratovuelvosobremispasosymedeslizobajolasropasdelacama.Vanessaestá caliente,acostadadelado,yyomearrimoaellatodoloquepuedo.Misueñoparecemásrealcada vez,ycadavezmecuestamásdejarlo.Estamoslostrescaminandosobreunprado. Cuéntamelahistoria,papá. ¿Quéhistoria? Mipreferida. AlargolamanobuscandoaVanessa,yencuentrosuvientre.Ellasehundemásbajolasropasde lacamayseacurrucacontramí. —Esperoqueseaunaniña—lesusurro. —Loes—dice,yapoyasumanosobrelamía. Nopuedodecirsiesquelosabeo,simplemente,quelopresiente.Peroparamíesbastante.Oigo suvozenelsueño—lavozdemihijita—ypiensoenlagranfortunaqueundíaserásuya.Pienso porúltimavezenmipadre,yensusideasacercadelasmujeresyeldinero.Hayunajusticiapoética enesto,unaironíaquecompletaelcírculo,ymepreguntosiharáqueserevuelvaensutumbaoscura yeterna. Me quedo en la cama unos minutos más, pero el día despunta y no tengo sueño. Me pongo los tejanosyunsuéter,yHuesomesigueescalerasabajo.Hacefríofuera,ymequedoenelporcheenla luz del crepúsculo. Tomo una gran bocanada de aire que me llena los pulmones y contemplo los campossilenciosos.Hayunanieblabajaenlasoquedades,ylascumbresdelascolinassealzanpara recibirlosprimerosrayosdelsol. JOHN HART, es un autor de novela criminal, ganador del Premio Edgar en 2008 por su segunda novela,DownRiveryen2010porTheLastChild. Segúnsupropiadescripción: «NacíenDurham,CarolinadelNorteen1965,hijodeunjovencirujanoyunaprofesoradefrancés que dejó la enseñanza para criar a sus hijos. Con el tiempo, me mudé a Rowan County, donde transcurrenElreydelamentirayDownriver,yenelquesebasalibrementeelficticiocondadode Raven.Mirecuerdofavoritodelainfanciaesunagranjadequinientashectáreasqueyahacaídobajo la marea arrolladora de la urbanización que está devorando lentamente gran parte de Carolina del Norte. »Asistí al Davidson College, una universidad fantástica, justo al norte de Charlotte, donde estudié literaturafrancesa.Mástarde,obtuvelostítulosdeposgradoencontabilidadyderecho.Hetrabajado comobanquero,corredordebolsayabogado.Tambiénhepasadolargosdíaslijandomaderadeteca enlacostadeCarolina,trabajandoenhelicópterosenAlaskaysirviendopintasenunpubdeLondres. Creoqueeltrabajodelpuberaelquemásmegustaba. »Mi único y verdadero sueño ha sido escribir bien y que se publicara. Admiro a aquellos que son capacesdeescribiralascuatrodelamañanaytodavíafuncionanenelmundoreal.Despuésdedos intentosfallidos,decidíquecarecíadeeseparticulartalento.Asípues,conunahijapequeñayotraen camino, lo dejé todo para intentar cumplir mi sueño. Pasé la mayor parte de todo un año en un cubículoenlaBibliotecaPúblicadelCondadodeRowan.Elreydelasmentiraseselresultado. »Yosolíanavegar,pilotarhelicópterosyjugarmuchoalgolf,peroesospasatiempossequedaronen el camino. Mis hijos son aún jóvenes y la escritura exige mucho. En realidad, tengo tres grandes pasiones:mifamilia,laescritura,ylaproteccióndelosparajesdeCarolinadelNorte.Coneltiempo, esperopoderhacerhuecoamáscosas.Porahora,sinembargo,esoestodo;yessuficiente». Notas [1]LaislaFormadeOcho.Exclusivocentroderecreoydevacacionessituadojuntoalocéanoala alturadeWilmington,CarolinadelNorte.(N.delT.).<< [2]Worksignifica«trabajo»eninglés.Deahíeljuegodepalabras.(N.delT.).<< [3]LosderechosacercadelosquedebeserinformadoundetenidoporlapolicíaenEstadosUnidos seconocenconelnombrede«derechosMiranda»,enrecuerdodeErnestoMiranda,aquienen1966 el Tribunal Supremo de Estados Unidos le reconoció tales derechos y, en base a ello, anuló una confesióndeculpabilidadquehabíafirmadoantelapolicía.(N.delT.).<<