La -Beata Mariana de Jesús, Merce

Transcripción

La -Beata Mariana de Jesús, Merce
Or olno de su Venerable
erm
Orden Tercera y Cofradías.
AÑo
vil
24 MARZO 1925
Dirección y Administración:
PP. MERCEDARIOS
Silva, 39.—Madrid (12)
NÚM. 80
Tr . LA BEATA MARIANA DE JESÚS, por Fr. Bernardo Mateo de la Santísima
Q . 11a-iidM.— VIDA DE LA BEATA MARIANA DE JESÚS, por Fr. Juan Gilabert.—
e L ' hA' PR . AN TONIO CORREA, por Tirso de Molina.—PÁGINA MISIONAL. —
le,r AVOR D OLOR, por Julia G. Herreros.—UN OFRECIMIENTO AL NIÑO
Por Fr. Manuel Sancho.—MÁRTIR!, (poesía), por Fr. Miguel
b esci 4rieZ• —C RÓNICA MENSUAL, por Fr. Lorenzo Santamaría.—FAVORES
' A BEATA MARIANA DE JESÚS. — NUESTRO S AMIGOS DIFUNTOS.
La -Beata
Mariana de Jesús, Mercedaria Descalza.
Gloriam praecedit humilitas. (Prov. XV, 33).
l'Ino bleció y aromatizó a cinco siglos, que no han podis.' ac abar, ni con su memoria, ni con su virginal cuerpo. El
2.1P° XVI con su nacimiento, infancia y juventud; el si;Iio -XV II con la santidad de su vida, heroico de sus virtudes,
,innu merables milagros y con su dulce muerte; el sija ° con su exaltación a los altares; el siglo XIX con
fr-; 11e ° rru pción perdurable de su cuerpo y con la admirable
cii ,-atleia que exhaló, con motivo de la inspección canónica,
e n 13 de Febrero de 1802 se hizo del mismo con miras a
éf earlon ización, y el siglo XX, siglo del Racionalismo, Insmo y Modernismo, con todo esto junto; pues se ha
s
r el ,-erentI
b l—c)rd ado su nacimiento e infancia, su juventud irreprensiacie•L su vida y milagros, su muerte dulcísima; y, como sello
rr 1r able de todo lo enumerado, con la permanente meotbitipeiö n de su virginal cuerpo, y con el penetrante y balsáp; e aroma que exhala después de trescientos años. Gloriam
° dit humilitas.
ciece
ec,,,, ste no puede explicarse naturalmente, dice la ciencia
' 2111 Poránea con todos sus progresos; Digitus Dei est hic,
— 563 —
— 562 —
dice el pueblo católico en sus atisbos sobrenaturales;
de segundo orden declaró Pío VI, al considerar tcdas
gro de
fra.'
las circunstancias que concurren en la incorrupc ión Y
gancia del cuerpo de nuestra Beata Mariana de Jesús.
Yo lo ví en la faustísima mañana del 18 de Diciembre Sode1924; cuando después de haber tenido el honor de llevar
bre mis hombros el cuerpo de nuestra Madre Maña na, Pre.
sencié en la Catedral la apertura de la caja que conti ene sil
se
cuerpo venerando; yo percibí el aroma indefinib le querer21
0"39
desprende del mismo, y la dije: Post te curremus iii
unguentorum tuorum; y oí en mi interior una voz, voX eXgc
e,
tationis et laetitiae, que, brotando de sus labios de azue
me decía: filioli mei, quos iterum parturio, donec forlfletlÁr,,
Christus in vobis; oré allí, con mucha fe, con todo el fel
de mi alma; y a las súplicas y peticiones que le hacía, P 3recía me oir por respuesta: Sicut mater unicum amat 1-2
ita et ego consolabor vos.
Yo la contestaba desde el fondo de mi alma, con lägriglgs
del corazón, que son las propias del hombre: Reverter6,
vertere, Maria Anna, revertere, revertere ut intueam ur te'
Y después de haber orado por muchos, después d e h'iaabdeor
orado por todos ante su virginal, incorrupto y pedan
cuerpo, besé su caja diciendo: Mane nobiscum, Maria Anna,
non dimittam te, nisi benedixeris nihi; dejando ante su altar,
eS
como recuerdo de nuestra visita, este propósito a que
t ¡MIS
acreedora: Maria Anna: Narrabo nomen tuum fra'r
meis, in medio ecclesiae laudabo le.
orig
La humildad profundísim2 de su vida mereció la gi
que recibe: Gloriam praecedit humilitas:
FR. BERNARDO MATEO DE LA SANTISIMA
Comendador de la Merced Descalza de Toro
Vigla de la Beata Mariana de Jesús
(CONTINUACIÓN)
XI
Al
gu nos
hechos maravillosos acaecidos en este
tiempo.
Desde la profesión fué creciendo de día en día la fama
d' e sant
idad y milagros de la Beata de Santa Bárbara, sin
que
ternohaYa año que no esté señalado con algún hecho porle ve s° , llegando a convertirse en una verdadera apoteosis
enu e nerd ción pública en su última enfermedad, muerte y
rro.
eq ui drra fo aparte hacemos de sus milagros y prodigios;
ten s 8 610 narraremos algunos de este tiempo que manifiessu 0,11 i nvicta paciencia, don de profecía y amor a Madrid,
itria.
unteV2vÍa en la Corte un joven de título y de excelentes
es e d nat urales, enredado en una torpe amistad con gran
opo nldal o público. Nadie se atrevía ni a cortegirle ni a
okkerse a su vida licenciosa por su posición Llegó a
ferve de la Beata, y encomendándolo a Dios con todo
ejdo rnandöle un aviso pidiéndole viniese a verla. Conoikud ,cle la Beata y su aficionado, o simplemente cortés,
disip ió a la celda de Mariana. Reprendiöle ésta su vida
peiij da , hízole comprender el escándalo que daba y el
In aie ro en que estaba de condenarse. Arrepentido de su
metu v ida, empeñó su palabra a la Beata de romper para
)re con aquella amistad; confesóse y cumplió la
Pulebra.
e tZtiti cho sintió la mala mujer el cambio de vida de su
qu e 1,1te Por lo mucho que con esto perdía, y enterada de
a su lariana de jesús había sido la autora, enfurecida fuése
c Celda y encontróla sola (de haber estado allí la buena
y e pat alina, nada hubiera pasado, que a lealtad a su ama,
ell e , ufl os y a lengua pocas la ganarían), la emprendió con
ern o t go l p es hasta derribarla en el suelo, llamándola hipoCo' embustera, entrometida en lo que no le importaba,
los izh esto le daba con uno de sus chapines. Sin desplegar
elnici lhios ni inmutarse sufrió Mariana la borrasca, y, conle vantöse como pudo y, de rodillas ante su ofensora,
le d ie Por Dios que la perdonase. Desarmada estaba ya
sat entada mujer; la conciencia le escarbaba en el
— 564 —
— 565 —
corazón, la paciencia y serenidad de Mariana la tenía fue
de sí, y estas palabras de súplica de perdón acabaron105
de
rendirla; de modo que, no siendo dueña de sí, prorrun
h Jrde
en llanto que pretendía disimular, y corrida de su co-jrie la
da
acción se marchó arrepentida de su vida y edifica
virtud de la Beata. Quebrantada y dolorida quedó lvlarillsaa'
pero gozosa de haber ganado un alma más para Di'
costa de sus espaldas.
3 In o
El año 1619 abrieron las MM. Carmelitas el conY‘ falde las Maravillas. Alguna formalidad canónica debió
tares en esta fundación, pues se opusieron a ella los bale1:•a
dictinos de San Martín, en cuyo término parroquia] es
el convento, y llegó el ordinario a amenazarlas con cel a5U,
ras para que dentro de un tiempo dado levantasen l a e'
quitándoles por de pronto el Santísimo y prohibiendo que
este
se les dijese misa y administrase los sacramentos. 1--in
e
apuro, enviaron a doña Casandra de Alba, que desd la
estancia de la Corte en Valladolid conocía a la Bealln' to
que la visitase y le pidiese consejo en este asunto. Ley'
Mariana los ojos al cielo como pidiendo ayuda, y encendído el rostro y animado el semblante, con viveza Y vebr
mencia no acostumbrada, pues en todos los suces os, alni
los más adversos, permanecía inalterable, asió fuertenlente
Y
las manos, a doña Casandra, y despacio, recarg ado
fn - ti
entrecortando las frases, le dijo: «Anda, dilas que i e-- nO,
mucha fe, que son hijas de la Madre de Dios, y que r 0
° clijningún acontecimiento se retiren ni se vayan, s inni
sY
esperen y tengan paciencia, que esta es causa de —c
este convento ha de ser una gran cosa.» Y añadió, badén dola volver dos o tres veces cuando ya se iba: «M ira qu e
no te puedo decir más, y mira que te digo mucho.»
ontCumplióse la profecía, y esta Comunidad, con el 2
bre de las Maravillas, está hoy en el barrio de
manca.
Por estos años deseaba Madrid ver canoniza do a 511•
Patrón San Isidro, y para promover esta causa nolfibru
dita,
su agente en Roma a don Diego de Barrionuevo y ver
del hábito
hábito de Santiago, su regidor, devoto del santo
leño, y muy agradecido por haberle curado milagrosanlente
de la gota.
ocia
Lo largo del viaje, lo incierto del tiempo de la esta de
en Roma, traía preocupada a su mujer, doña ¡sabe oda
Avendaño, que tenía que acompañar a su marido c on 1 del
su familia, y a él teníale no menos preocupado el éxitc
1-1
ne
g°cio , de suyo dificultoso, cual suele ser el de las canofezeciones. Determinaron ver a la Madre Mariana, cuya
,tna de virtud y de profecía era general en Madrid, Y
e ct.
g °MPatiados de doña Paula de Orbe, que con ellos atestient el caso, vinieron a Santa Bárbara, en cuya iglesia la
tiv'eon tr aron. Propusiéronla el asunto de la visita y los modr °8 q ue tenía para no excursarse de esta misión que Mai
y l e Y el Rey le habían confiado. Oró brevemente Mariana
ba n di lo en presencia de otras personas que allí se hallag In: « Que en nombre del Santísimo Sacramento los aseeidirba y daba su palabra que harían su viaje con toda feil que en Roma negociarían muy bien y volverían a
ti2 drid t odos, sin que en la ida, estada y vuelta experito,nta sen suceso alguno que fuese infausto; y volverían
u
.
a si. criados
como amos, sin faltar alguno, muy gozoor's Y co ntentos por haber obtenido lo que habían ido a
t
er, y no sólo la canonización de San Isidro, sino
q i:12 bi n otras gracias habían de obtener de su Santidad,
- serían muy en servicio de Dios.»
c/u Con fiados en estas palabra, emprendieron el viaje, sin
elil e e n elles sucediese cosa que de contar sea. En Roma
crijerma ron de gravedad doña Isabel dos veces y una, su
rii l'ada , hasta el punto que la desahuciaran, pero sin que
eiç un m omento temiesen la muerte, pues tenían por muy
e 1.t (2' q ue todos habían de regresar a Madrid. Apenas llegó
ch.Q ° 111a , se informó don Diego del embajador de España,
de Alburquerque, y de varios Cardenales amigos
IY 9 S , de la disposición de ánimo del Pontífice, muy cona nuevas canonizaciones. Sin desmayar empezó a
cRIP los p rimeros pasos, diciendo a todos, y al mismo Papa,
'ele e staba seguro de salir con su pretensión, confiado en
re l labra e intercesión de la Beata madrileña. Tuvo feliz
2.(sult ado su gestión, «de suerte—dice el mismo don Diej.)----clue en todo y por todo se cumplió la profecía de la
qt1erve de Dios, porque su Santidad el Papa Gregorio XV,
h ie ° eupó la Silla de San Pedro desde el año de 1621
d jst a el 1625, se resolvió a hacer esta canonización sin
eeleners e a mirar las dificultades que le detenían, y no sólo
szi , s ino también la de otros cuatro Santos (San Ignacio
San Francisco Javier, Santa Teresa de jesús y
auL e ol d, Neri) que se canonizaron juntamente; y si bien
Peli Pe
e fie Su Santidad para eso tuvo cartas suplicatorias de mubi12 s r eyes y potentados de la Cristiandad, don Diego tam' n l e hizo particular instancia sobre que los canonizase,
1111n.-_
—
— 566 —
que
y, ccomo notorio es, se lo concedió su Santidad; con iv aie
vino a verificarse lo que dijo la Sierva de Dios qu e su de la
sería para otras cosas del servicio de Dios, demá s ' osas
canonización de San Isidro. Y habiendo puesto las
(
c f orio,
A
en tan feliz estado y hecha la cononización, fué su LA.
en compañía del duque de Alburquerque, a besar e l Pie
o en
Santidad, que le dijo: Entre otras cosas que he Puest
ratón,
consideración para hacer esta gracia a su Majestad — ca, a la Villa de Madrid y Reinos de España, ha bid°meun'
r e'
vez la constante perseverancia de este caballero, que - lió a
cía le levantasen estatua; y al punto don Diego se
sus pies a darle gracias a su Santidad, diciéndole: «,4 ,
h Y ill'
sim o Padre, con este favor y honor grande qu e - Ac O de
hace y ha hecho vuestra Beatitud, me doy por P ag--- c AStodos mis trabajos, y por bien empleados todos los 11"i riaA
que he dado y diligencias que he hecho; porqu e fi'a role
hubiese conseguido mi pretensión, me disponía a re,." I desa un desierto y morir en él, que no me atrevería en la 1
gracia a ponerme a presencia de mi Rey y Señor, ni,.1',cado
ver a Madrid. Y así concluye: «Vió su señoría ven"nsió"
que el feliz suceso y buen expediente que su pret e Ap
'' u'
había tenido, había sido 'por la oración de la S iell
eh°
i
Dios, cuanto por las instancias grandes que él habí a 1 e
en Roma, fiado en lo que la Sierva de Dios le había
dicho.»
pios,
Tres o cuatro meses antes de morir la Sierva d e poli
sucedió un caso portentoso atribuído a su interce sióm au.,o
Pedro Marquina tuvo un disgusto con otro homb re, `i
ujer
airado, le diö con una lezna en la parte de la tetilla d¡Mcluda. Cayó al suelo acudieron médicos y cirujanos que(13e
-'
ele
raron mortal la herida. Confesöse y administrós
on 1itramaución, pues el Viático no pudo dársele por losstico,
nuos vómitos. Desconsolada su mujer por el pronvA ionde
Ilegóse en un momento de la calle de Santa Brígido( a la
vivían, a Santa Bárbara, a pedir a Mariana que rezased rid°'
Santísima Virgen una salve por la salud de su 111' 511
la doo oyó
Alentada con las palabras de la Beata, volvió al lamarido confiada en que no moriría. A media noch( árI)éste, como volviendo en si, las campanas de Santa - 1/1ara, que tocaban a maitines, y al mismo tiempo est as <<YÖ
bras que las decía su mujer al advertir la mejorí a: de
la
comienza a obrar lo que me prometió la buena Ma 1b3 deeK
Jesús. Preguntó le qué voz era aquélla y qué era lo que Ao Nil
A lo que respondió ella: «I-lermano, esta noche, cua l u
567 —
Iltle e stabas tan de muerte, me fuí a pedir socorro a la Madre Ma
riana, diciéndole que rezase una salve, y me ofreció
raezdria por tu salud y encomendarte a Dios en los maitines
, e esta noche, y voy viendo que Dios me hace merced por
'118 ruegos, porque estás mejor y hallo que esta es la hora
qu e ella está rezando a Dios por tí.» Con esto fué tanto el
1. °. z0 que él tuvo de oir lo que decía su mujer y de que la
b
'\' 0 de Dios le hubiese tomado a su cargo, que se halla° COn aliento y le daban ganas de vestirse y levantarse al
•
1)1 4 ,nto Volvió a la mañana siguiente el cirujano a ver Si
y hallóle riendo y bueno y que ya había comido"un muerto
b ocado. Informado del caso, se quedó admirado y
d9.
«P oderoso es Dios para todo.» El enfermo quedó tan
, L(j no, que a los ocho dias pudo correr la posta de Madrid
9e villa, que es de unas ochenta y dos leguas, llegando
s ano y bueno.
XII
Su última enfermedad, muerte y entierro.
t.„ El 11 de Abril de 1624, jueves, que ella solemnizaba exf`rdi nariamente por su devoción al Santísimo Sacramen' I), es tando en la iglesia, sintió un repentino agudo dolor de
rs ta do, aldabazo que Jesús la daba llamándola a las bodas
C lestial es. En brazos la llevaron a su cama, colocada en
d' n r incón de la tribuna de la Iglesia de Santa Bárbara, en
i °nd e tres o cuatro años había que vivid. No había ya de
'va ntarse; concluida la larga y penosa, pero felicísima nave, entraba como en el puerto su cuerpo a tomar tierra
1,2c1ón
.
Wra que el alma saltase a las playas serenas de la
"ernidad.
sc, 511 paciencia e inalterable semblante, fiel reflejo del
y'll,e11 0 cielo de su alma, ocultaron por el momento la gra eu ad del accidente.
o , Visitóla el sábado el médico don Francisco Millero, y
br 45 encontrarla de cuidado, pues aquel mismo día hizo
s,,er, ian a el desapropio de lo concedido para su uso, como
glete n hacerlo los religiosos antes de recibir los últdnos
' cra mentos. Esto indujo al padre Pedro del Salvador
cr eer que este día fue sacramentada; pero nos atenemos al
,,Pddre Juan de la Presentación, contemporáneo de la Beata
Y qu e trató a los que la conocieron, el cual pone la ad_i s tración de los Sacramentos el martes siguiente, víspe." ue su muerte.
569 —
—
El lunes, los médicos, que, además del mencionad°'
fueron su amigo el Dr. Alonso de Santiago, médico del Re»
y algún otro mandado por sus amistades de la aristocraci%
perdieron toda esperanza de salvarla, y así lo manifest?r°de
al padre Comendador. Con tan malas nuevas, trató é ste ne
explorar el parecer de la Beata, que lo tendría en mäs de el de los médicos, y acercándose a la enferma, vin°,
cine: «Esto, Madre, me parece que es caminar».41,511"-,0
parece a mí respondió ella—, que estos remedios no liac-ei
más que dilatar la jornada». Apenados los religiosos por,a
temor de tan gran pérdida, le dijeron que pidiese a Pir de
salud. «No me lo dicta Dios—repuso ella -; y y o n°
pedir ni vida ni muerte, sino que se haga en mí su sarnis'-ni,
voluntad y lo mismo le pidan vuestras reverencia s». Y143',5
festóle entonces el padre Comendador las pocas esperani,-,8
que los médicos tenían de su salud y preguntóla Si
que se moría. Contestóle que sentía en su alma te in gt,r-dia
des avenidas de gozo y júbilo interiores, que ente"dia
cierto le esperaba algún gran bien, y que para ella n o P°dia
ser otro que ir a gozar de Su Majestad, y así que ententils
ser aquella la última enfermedad. Los mismos sentilnierh„-te
rnanifestó a su amigo y conocido de doce años, D. Vi,r-de
Ferrer y Esteban, Penitenciario de Orihuela y CaPellailrca
honor del Rey, con el que solía tener conferenci as aee'.;)
de asuntos espirituales, declarándole, entre otras disposi%;
nes de su ánimo en aquella enfermedad, que sen t ' 'se
lo interior del alma un deseo ardentísimo de des2t,ar-0
de las prisiones del cuerpo para volar a su Esposo urist-y.
Amaneció el martes muy recargada de la calenturtie
muy fatigada de la supuración interna de una postern115
se le había formado en el pecho. Aplicáronle los lenéu;`remedios extremos y dispusieron que, sin pérdida de
po, se le administraran los Sacramentos. sta'
Advertida de ello la Madre Mariana, segura como
ba de que aún se podía diferir, y deseosa de recibir en a0
nas el Viático, dijo: «Pienso que mejor será mañan a, Pede,
hágase lo que disponen y mandan». «Con gran de de,
voción, con mucha, con grandísima, con extraordinaridaiiö
voción y ternura, con notables señas de santidad, recii,
aquel Santísimo Sacramento» -dicen textualment e los
gos en
en los procesos.
Se creía no saldría de la noche, por lo que s u ani-0
doña Elvira Manrique de Lara pensaba quedarse a su
Despidióla la Beata con estas palabras: «Amiga, väYa-
ctiLl, a llana nos veremos». Quedaron con ella su criada
p:k in a de Cristo; su discípula predilecta, Juana de San
ep",r; algún religioso sacerdote por lo que pudiera suliZer, Pues conste quedó el hermano sacristán fray Fes„re del Santísimo Sacramento, y tal vez algunas perD',‘" s más. Era este hermano un excelente religioso y
r eSto muy querido de la Beata; suplicóle que cuando se
1; Se Con Dios se acordase de él y le pidiese le llevase
e‘9 111. ° a gozarle. Prometióselo Mariana y le anunció que
seria , que dentro de pocos días después de su muerte,
él. Así sucedió, que después del entierro de la
io
si que :32s i2stim
ó ucr ö.m o sacristán, cayó enfermo, y el
I ti-nme' ' aglui
l
Nb i-, a v oz de que «estaba enferma y de peligro la Madre
,'1.1an a >> esparcióse por Madrid. Acudió al convento de
e:nta B árbara tal gentío de todas las clases sociales, que
I-d,cediö— dice un testigo—a cuanto puede encarecerse, y se
P r eciso poner guardia a la puerta de la casa para evit:1r el de sorden e inconvenientes que del tropel de tinta genPo drían seguirse y hacer que con orden entrasen algunos
qd tle , a unque fueron muchos, en comparación con los que lo
28," bau y no pudieron, fueron poquísimos.
La gente, aglomerada ante el convento, la aclamaba
ci7,11t , r eferían sus virtudes y contaban los favores recibi-8,Y lo s milagros de que habían sido testigos.
e,,d -o n semblante sereno y afable, como si no sintiese el
h a ? r de la fiebre ni el dolor del costado, recibía a todos,
c,-,- „elles la señal de la cruz en la frente y elábales consejos,
q ue se retiraban ufanos de estas atenciones de una sant; Y ad mirados de su tranquilidad y presencia de espíritu en
n'uda enfermedad. Y así, dice el padre fray Bartolomé de
ei7 11.1 ° s , que oyó su última confesión, que «hasta el último
b` nt o estuvo dando saludables consejos a los que entrasp"2 d verla y pedían su bendición » . Al salir, empezando los
111;1„Ores y Grandes—dice doña Isabel Bautista—echaban
Para reliquia de todo lo que estaba al alcance, Ilevänoh-se hábito y velo, y hasta el plato en que comía, y el vaso
t oI 'reerria para el agua y el lamedor, de modo—dice el doc" 'Al onso Santiago—que fué necesario comprarlo todo de
h..,,evo.
2
Fl jntre los que entraron a ver a Mariana, fué uno su cunrm , don Marcos Gil, venido de desahogada fortuna a
g„ ticha Pobreza y cargado de familia. Lamentábase amar-Mente con su santa hermana de la desgracia que les
— 570 —
amenazaba con su muerte. Consolábalo en vano MaLia1/25'
con razones generales, hasta que hubo de decirle:
canséis, que yo os confieso he tenido gran parte con 1J1,vio
en que os quite la hacienda, porque cuando la tení ais sa°05
servía para condenaros con ella». Este mismo, tres a",6
después, declara en el proceso apostólico que s i n°11ere.uir
de su hermana bienes terrenos, heredó el consuelo de viv
contento con su suerte, que no fué poco.
Vino también a visitarla en nombre de la Rei na 'Van
Isabel de Borbón y a pedirla bendición su azafata dona
na Zapata. Acercóse también a la cama de la Beata 1111 lä
ven cortesano de vida no muy arreglada y que nunc43
había conocido. Vióle la Beata y díjole al oído:
9 NO
—Hijo, ¿quiere servir a Dios, quiere servir a Di °s ' Ando
si quiere servir a Dios, ¿quién se lo impide, a e,1-1—,r),
aguarda? Ejecute los buenos propósitos, que Dios 1 ° viara.
Debieron llegarle al corazón estas palabras, que, sin rioe:
parar en la nota de los circunstantes, prorrumpió en e°Pi
so llanto.
de
Eran tan generales y manifiestas las aclamaciones o,
santidad que a la Beata daban los que entraban a v eria icremo los que llenaban la iglesia y se agolpaban en l os ruhi,
, se
dedores del convento, que el padre Comendador tem iu
ciesen alguna mella en el ánimo de Mariana, y acercán°
a ella, le dijo:
fe
—Madre, mire que el demonio es muy fuerte; no
sino estar alerta. ¿Hale venido algún pensamiento de 0"
gloria con estas públicas demostraciones? hon'
— No—contestó la humildísima Mariana—, por l a -ne,
dad y misericordia de mi Señor; antes me dan muy gr.°
na; no saben ellos quién soy yo, que si lo supieran, n ° con
nieran; pero yo pido a Nuestro Señor que mire a la fe
que, siendo yo la misma miseria y la misma nada, nie
nen a ver.
ndo
Enterneciéronse los religiosos hasta llorar, y repara-en ello Mariana, les dijo:
roo
—IVálgame Dios, y qué mal llevan que me muera, C°„0,
si esto no hubiera de ser! No me lloren, que me dan
sino este tiempo de llorar gástenlo en encomendarm e a II°
que me dé buena muerte.
Ya Casi agonizando y batallando con las ansia s uTaue
muerte, volvióse a su buena amiga doña Elvira Man'
de Lara, y le dijo:
— 571 —
—Y a se está haciendo nuestra imagen—una de la Inmacul
t
ada Concepción que habían encargado a Valladolid , y
H a de salir muy linda, porque será muy parecida a la del cielo.
e Po deaban su cama en aquel momento supremo el padre
r .°Ine ndador de Santa Bárbara, fray Tomás de Santa Ma(lid; m uchos de sus religiosos; don Alfonso de Torres Maldel Supremo de Indias; su mujer, la mencionada
r 9 üa Elvira,
Elvira,
y varias personas de la nobleza. Viendo un
rel
la paz y gozo con que moría, le dijo:
er, — Madre, agora gran recibimiento le espera en el cielo
"n nu estro padre Juan Bautista, su santo confesor.
0 2Con alegre semblante—dice el padre Presentación—
12 est as palabras, y sin responder, levantó los ojos y
- " uno s al cielo, y con la avenida de celestiales gozos,
it eció s uspensa por largo espacio de tiempo, despidiendo
cieç Su v irginal rostro clarísimos resplandores que bañaron
11-1Z todo el aposento, transformándolo en breve cielo».
e, A e so de las ocho de la noche del miércoles 17 quedó
0 d ormida, y en realidad recogida en su interior, pues
1,- °ar111sta que ni perdió el habla ni el sentido hasta despedir el
,5": nt o aliento. Los religiosos le rezaron la recomendación
y acabado, empezaron a cantar el Credo, como
erg m andado en las Constituciones de la Orden, hasta que
e : en fermo expire. Cerca de las nueve, mirando con aten1„6, 1 los presentes, se despidió con palabras breves y
p or osas, y fijando la vista en un cuadro de Juan de las
ajhelas que representa a Jesucristo todo llagado ofreciendo
adre los sufrimientos de su pasión, sin dar otra señal,
d nice m ente expiró con los nombres de Jesús y María en los
4i " y con un crucifijo entre los brazos.
Tr istes quedaron todos por la pérdida y gozosos de tan
fel'
m uerte. Doña Elvira mandó hacer hábito y ropa lo
e. "M de cente que la premura del tiempo permitió, y es de
breer que ella misma, ayudada de Catalina de Cristo y
15 .11 a de San Pablo, que consta estaban allí, la amortajaría.
Tnek' dron la en la misma cama en que había fallecido, y allí
peZ nio , a las altas horas de la noche, la veneraron algunas
af-L8° na s que lograron entrar por la casa de los patronos,
p- mo doña Catalina de °cariz y Otaloza, que entró acomysTlad a de sus criados, después de aguardar cuatro horas,
eal ° 116 algunas de las flores que había sobre el cadáver y
05, y llegada a casa, se las aplicó a una criada que
' e ei a terribles dolores de garganta y repentinamente
clnedó sana. '
'r
— 575 —
— 572 —
En la misma noche de su muerte apareció a varia s Per'
o,
sonas. Una fui Inés García, terciaria de San FrafflJsc
que había hecho con la Beata el concierto de que l a que
oI
primero muriese daría, permitiéndolo Dios, aviso a '13
ser
de su estado en el otro mundo y de si en algo Podía
H del
socorrida. Hallábase Inés en su aposento en la Vi-rd
Corral de Almaguer, distante de Madrid unas dieciséiste
,
leguas, en oración a las doce de la noche, e «interi or][yen
da,
al
le vino una noticia que le quitó toda ignoranci a y
que la sierva de Dios Mariana de Jesús había Pas°d°de
esta vida a Dios en gracia de Su Majestad». ComP r ° 13sa los
verdad de esto por una persona que vino de Madrid
seis o siete días de esta fecha y que había visto el cadäver
de la Beata Mariana.
maría
La otra favorecida con revelación semejante fu e «¡da e
Requejo, a quien la Beata había convertido de mala
de un
infundido valor para oponerse a las pretension es p.paja,
I"'
hombre feroz. Ignorante de la enfermedad de la Ha, v
estaba acostada y había dormido como hora y Irle(
ier vñ
y«vió orilla de su cama, real y verdaderamente, a la 3las
de Dios Sor Mariana como muerta, con su hábit o Y .
°i r
manos juntas». Salió al otro día temprano de casa P ar°
odie
la misa del alba, y oyó decir que había muerto aquella
la madre Mariana. Estando a la noche siguiente en oración'
e ia
sintió que le daban como un golpe en las espald as, va
manera de quien llama, y oyó clara y distintamente
de la madre Mariana que le decía:
por.'
—Hija, no desmayes en lo comenzado ni te aflijas
yo haya muerto, sino en cualquiera aflicción o ne_sir°
que yo
dad que tengas llámame, que yo pediré a Dios 1111-1
ha ra
Señor que te ayude. Ve a mi convento de Santa B ar- ri
con el padre que predique el sermón de mis honra s e°"'
fiésate, y lo que él te ordenare y advirtiere eso e s lo que
has de hacer.
Con gran constancia y firmeza afirmó en el proc eso iniuformativo y en el apostólico ser la voz aquella que Co)'
de Sor Mariana.
enei
Don Juan Mascón de Moncada dejó atestiguado,,,vo,
D-J
o
proceso apostólico lo siguiente: «Que cierto devot , e n co:
que cuando ella vivía había tomado de su cuenta ei !i do el
mendarla a Su Majestad en la noche que murió, est'31.eron:
retirado en cierta soledad, desde una puerta le dil
aI
Ahora acaba de expirar la ,madre Mariana; y que hCO
lu
dose él entonces afligido de una fortísima tentación,
que había
trabajado muchos años para desarraigarla de sí,
oi• er
le s l o dicho, levantó los ojos al cielo, donde creyó que
ya
ella drlici de Dios estaba, y se encomendó interiormente a
éndola: Ahora es tiempo, santa, de que yo expeII:II-lente lo que creo que eras en esta vida; pues tengo por
d,„
que gozas de Dios, experiméntelo yo en el remedio
„ ju
a a flicción y quede curado, para que de aquí adelante
' St11.a
e e mbarace a buscar a Dios, como tú sabes lo he
de ,s e_
"
a
,1
ues do y deseo; y a este mismo tiempo tuvo unas prendia, e n ciertas que había alcanzado de Dios esta misericorlla nto ha experimentado desde que murió, sin que por
el
Pens
g'éner amiento le haya pasado ofender a Dios en aquel
° de pecado que tanto le afligía y afligió hasta ent ° n ee;s.»
l cac ó Vicente Carducci tres mascarillas de. la Beata: una
p
l e de :nao y las otras dos en yeso, con tan mala suerte, que
l gi urö pnuodtoabol bem
c i ó n tifitnia
l rostro, como aún en la inspecee.
seern
vtaers
, D.. E_! m adrugada estaba ya colocado el santo cuerpo soure
todouI:I tablado en el presbiterio. La muerte no ejerció en él
p oder: el color no era el pálido cadavérico, ni macilentSu
sino
claro y natural; la carne estaba tratable y las
°,
er ticu
,1 jzi
t
c bne sja
fs x ibles, como deponen los testigos; todo él
e tflexibles,
2xn ali h
toacafragancia que se comunicaba a
avíéslim
a
OS
o objet os
k A
0,4 r
ti
i Pesar de que el tiempo era lluvioso y las calles esta-
dei ltr ansitables, dice un acta notarial formalizada el 19
to ci , j is mo mes: «Concurrió mucha cantidad de gente de
e stados, eclesiásticos y seglares, que no se daban
'Llgr unos a otros por ver el dicho cuerpo, y según era la
upen l ud ni cabía en la iglesia ni en la dicha capilla mayor,
¡d ando todos por la dicha sierva de Dios y IlegánClola
nied a besar las manos y pies, y tocando rosarios y
todo, como dicho es, movidos de la santidad de
a di ila s,
jo do ch a sierva de Dios». Jerónimo de Quintana, presente a
tr
& en(
tienip
esto, en su Historia de la antigüedad, nobleza y
/eza de Madrid, dice: «Acudió en este espacio de
.4)/1 9:) (el de cuarenta y ocho horas) gran concurso de la
tern ae a verla y tocar rosarios a su bendito cuerpo, y co r .
rerick de voción que la besaban las manos y los pies, procu-
haber alguna cosa suya por reliquia, teniéndose por
el que pudo haber alguna de sus pobres alhajas, Y
ee rd, ser grande la defensa de los religiosos y algunos sa°tes devotos, sin duda el tropel grande de la gente hi-
dio] :
e no
'80
— 574 —
ciera algún atrevimiento en quitarla alguna parte del misill°
cuerpo; en particular ví una mujer (que tanto cuanto tienen
de devotas en materia de piedad, tienen de atrevida s ) , que
la quiso cortar con unas tijeras un dedo del pie, Y si 11°
fuese por los que estábamos presentes, que lo advertim
pusiera por obra su piadoso deseo».
En uno de estos días en que el cadáver estuvo expuet
sucedió un hecho que tiene mucho de maravilloso, ates",,
guado en el proceso apostólico por el favorecido, P or ti
amigo suyo y por doña Ana María Villa Toro. A Ju an u;
Valle se le contrajo la pierna derecha y se le form ó en 17,
rodilla un gran tumor por los fríos que sufrió al pasa r a Pird
el puerto de Guadarrama en tiempo de grandes nieves.Fueron vanas las medicinas que le dieron médicos y ciruianohs.
Entró a verle sü amigo Miguel Sevillano y díjole que iva
«a Santa Bárbara porque había muerto la venerab le ala"
dre sor Mariana de Jesús, persona muy santa y de quien
contaban maravillas, cuyo cuerpo difunto estaba en di,e":
iglesia y le iba toda la Corte a ver y a venerar»; animóie
que se encomendase a ella, puesto que nada aprovechabun
las medicinas, y que se viniese con él, que le ayudarí a. Pecidióse a ello y haciendo muchas paradas y con gran
bajo porque se le exarcebaron los dolores, llegaron a 5'311,"`
Bárbara, entraron en la iglesia, pero era tanta la gen te c1"2,
no pudo acercarse el enfermo al cuerpo de la Beata.
el rosario del bolsillo y puesto en el palo en que se aP°Y%
ba, se lo alargó a un religioso para que se lo toca se :1
cuerpo de Mariana. Se lo aplicó a la parte enferma Y <",",
punto sintió mejoría, de manera que al mismo instant e Pnui:
sentar el pie», lo que antes era imposible, y al salir de
iglesia se halló bueno, sin dolor ni hinchazón, ni actgig:;`,,
miento de nervios. Fui andando y como a cien pasos le u90)
a su compañero: «Amigo Miguel, bien puedes tomar
palo, que yo no lo he menester, porque la Santa Mallan"
nie ha sanado». Tres años después atestiguó que la Oración había sido tan perfecta que a pesar de los mucho s tr,nbajos que pasó y de haber atravesado muchos ríos Yeruf
de soldado en la jornada de recuperación del Brasil,
se resintió del mal pasado.
Disponíanse a darle sepultura la tarde del Vierne s 1A9;
revestidos ya los sacerdotes, formada la Cornunidnw
acompañada de muchos religiosos de otras Ordenes, sincerdotes y gente principal; pero fué tal el tumulto que se Prf.,°movió en la iglesia al retirar el cuerpo del tablado, exigie"-
— 575 —
do <
o Cine vo lviesen a poner el cuerpo donde le pudiesen ver
of, 2 8 Y con eso se irían y darían lugar a que se hiciese el
, que hubieron de desistir por entonces del entierro.
ro` s Pedida la gente y cerradas las puertas de la iglesia, diettnnii. sep ultura debajo del altar mayor, según Quintana, en
ej p ue co, seguramente la bóveda que para enterramiento
pr 8 Patronos ya entonces debía estar hecha. Halláronse
clep8
- 7,entes , además del convento, sus patronos don Alonso
° rre s Maldonado y doña Elvira, y algunas personA
n.8 inäs.
td
tilu «,E n el sábado siguiente—dice un testigo —viniendo
(J 'C,r,
Id g ente a ver el dicho venerable cuerpo y oyendo decir
Cipi 1/43
b ha ía ya enterrado, no lo querían creer a los prinw 2 8 ; Pero cuando ya al fin lo creyeron, el modo de con,, u ,rse que tomaron fué confesarse y comulgar, asistiendo
tQs ' e Mi nisterio en la iglesia siete confesores toda la maque h asta las doce del día», de modo—continúa otro—
(Z,,Pa recía la iglesia con tanta frecuencia de sacramentos
' ' e mana Santa».
‘- eleb ráronse por nueve días sus funerales solemnes,
Cn cie P r edicaron los más célebres oradores de la Corte.
ticO r maba Dios cada día con milagros la opinión de san" que de Mariana de jesús se tenía concebida y en estos
se di vulgaba desde el mismo púlpito.
Galería de Misioneros Mereedarios.
P. Fr. Antonio Correa.
Por
Tirso
de Molina.
Padre fray Simón de Lara, hijo de la provincia de
Y verdaderamente digno de que ella se precie de su
tej e, r emitió una información auténtica y devota de los
ig12, s ° s que en aquellas partes remotísimas ilustraron la
Pa ie-j—‘, co nquistaron innumerables idólatras para el cielo, y
q 4e" nu estra nación, el más fértil y hermoso pedazo del orbe
4u e eil sol fecunda. Llegó a mis manos, entre otros papeles
a h„e Padre maestro Remón, cronista general me dejo, como
Pori,ecle ro de este oficio, y aunque algo larga, repartiéndola
se xenios que se siguen, cumpliremos con nuestra oblicitk,e—n , sin fastidiar a quien se deleite en su lectura, puesto
Iliosrr no defraudarles la memoria que merecen, atrasareutes°s a ños en que florecieron hasta emparejar con los pre_.
Ch,41 ,,1
— 576 —
— 577 —
El padre fray Antonio Correa'
Sea, pues, el primero un soldado portugués, q ue 133,siädtledose a la milicia celestial desde la humana, no sé en cuc"
ellas fue más valiente; sé, empero, que de entrambas sa
dichosamente victorioso. Llamábase Antonio Correa, Y
que este apellido sirve en Portugal, a no poco, diversas e_
lidades, la belicosa profesión del que escribimos no le as;
gura noble, porque los de sangre limpia de aquel rein o s°
manejan profesiones que añaden y no desdoran su crédit°,1.,
estima. Llevóle al Perú la fama de sus conquistadores .Yils,
quezas; hallóse en los tumultos y guerras, más que evi1ecie
de los Almagros y Pizarros, memorables éstos y digne al,
le`äe
mejores premios y fortuna, siguió este bando como mas
más justificado y más seguro—historias hoy imPresns
estos varones prodigiosos que no me pertenecen.
Pasa a Chile'
Sosegadas, pues, alteraciones con la justicia que ilernartl:
do Pizarro hizo en el Cuzco de la cabeza de ellas, Y rePa'
dos los descubrimientos de aquel imperio anchísimo, le etl,Ni,
a nuestro portugués pasar a Chile con el gobernad or Val
via, cuyas victorias y sucesos, también están suficientern%
te celebrados en versos y prosas. ¡Ojalá no los ai ruinaraatan presto vicios e insolencias que la abundancia trae c0,0,
sigo! Portóse en todas las facciones militares nuestr o A n ` a
nio Correa como portugués hidalgo, que pasta y so bra Par
decir que salió de ellas envidiado y valeroso.
lo
Era mozo y era soldado, por lo primero travieso y P° 1 a
segundo libre; más atento a los pundonores del duelo que s
las puntualidades de cristiano; derrotado en amores, jl-legi°,
galas y banquetes, animoso en los peligros y cobard e en jäe
finezas para el alma; observante en todo lo ceremoni°91as
las
leyes que llaman de la honra, y remiso en las Preciv",..-a
para la conciencia; en fin, soldado totalmente divertido.
otro su camarada, íntimo en la amistad de ilícitos empleo s , nigé,
que en la sólida simpatía de las voluntades, y acabad os aq,,tin
llos, se desbarata estotra. Así le sucedió al portugu és in`-rs
anf
siderado, pues pararon sus finezas en las de sus semejla
no sé que ocasión los desavino de suerte que se convirtiuhay
conformidad recíproca en mortal aborrecimiento: ri°
más perjudicial contrario que el que primero indivisible arl,:a
go, la más pura sangre si llega a corromperse, es Ponz°,1els
irremediable, que mata con la eficacia misma que daba ano
la vida. Extremáronse en perseguirse del modo que prim ei
en ayudarse y llegó el rencor a tanto, que no sintiéndose„ropuesto con bastantes fuerzas para ofender al lusitan o , P-ti.
que le conocía superior en todo, se valió de la ruindad Y aA1.,4
a“—
ficios —lícitos son los engaños y ardides en las hostiliol
erunes
de un ejercito contra otro, no, empero, en singulares
competencias, que son desdoro infame. Solicitó, pues,
sacarle del mundo por la mano cohechada de un barbero.
con largueza, que siempre la venganza se precia de
Pródiga , porque cuando le afeitase fuese la navaja su vergödiga
go . P rometiólo el asesino, que no es la traición primera
q ue ha hecho
el oro. Llegóse la coyuntura, acostumbraba a
9( ,11,, itarse con él la barba el vendido portugués, y al tiempo
il," e el oficial avaro quiso ejecutar su insulto, alzó los ojos a
' Pared frontera, y vió los tres dedos de una invisible mano
hcille es cribía en su blancura, estas palabras: Mira lo que
Despulsado el delincuente a tan milagrosa novedad,
&•\ mismo modo que el sacrílego rey de Babilonia, imitänC'e en el suceso, lo hizo en el sobresalto, turbación y asomnir.(); Pa smósele el sentido, temblándole la mano, sin aliento
Reparó en ello el inocente, preguntäle qué tenía.
'„
F,c°10r.
`“töle la lengua para la respuesta y suplió la mano su der'cto m ostrándole la otra que le amenazaba. Leyó la favoable cl áusula, suspenso y en ella los descaminos por donde
le
Prec ipitaban sus inadvertencias; trocóse al punto en otro,
-Propuso
despedirse del mundo, señor tan poco agradecido
„
' :e Paga a quien le sirve con navajadas; asentó sueldo en 1,
de ir itual milicia de quien socorre, aun cuando está ofendia
s 2, Y para comenzar a serle grato, perdonó al barbero agrev-:rsti
Y iarlaasge-iebnitee. de su homicidio; no pudiera llevar cartas farjabl e s para la misericordia que solicitaba como el perdod'r inj urias tan dignas de castigo en los primeros ímpetus
Agr adóse Dios de esta fineza, y para reformársela, ordeque recibiese nuestro hábito redentor quien en la cruz
n„,° gö por los que le tenían en ella, y religioso redentor
„e,ri o lvidaba ofensas tan recientes.
Habían pasado algunos de nuestra Orden desde el Perú a
j con versión de los de Chile, que no se hallara conquista de
e ganos en las Indias en que los frailes nuestros no lleven
j, i-Y ari guardia y allanen el camino a las otras religiones. La
, Q1leittld de nuestro santísimo Patriarca San Pedro Nolasco
V;) P, uso al conquistador Don Jaime para las de Mallorca,
n jte, nci a y Murcia, el mismo y para lo mismo a Don FerCuo el Santo en la de Sevilla; a la de Orän pasaron con
ki,,11 fray Francisco Ximénez, religiosos nuestros; al Nuevo
1-"Ticlo (aunque llevó consigo el glorioso Colón la vez primen; a , u n monje benito, no hizo éste más que descubrir algutslas y dar la vuelta a España), llevó el dicho Almirante
in-,Cg unda frailes solos nuestros, que presentaron al bautises-t ' as Primicias y fruta nueva de aquella gentilidad remota;
n °S e n Cuba, Méjico, Guatemala y aquellos innumerables
paise
p,„ S ) éstos todo lo que llaman tierra firme, Nuevo Reino,
'ru , T ucumán, Chile y las demás provincias; viceapóstoles
— 578 —
— 579 —
en todas, predicaron, dispusieron, domesticaron aquellos
mismos incultos al yugo le re de la Romana Iglesia. Después,
de nosotros entraron los demás, hallando ya casi hech o ei
Agosto, o por lo menos sazonado el fruto, para que gozando
los esquilmos, se nos aventajasen en las medras, ya que u°
en los trabajos; porque los nuestros no edificaban monas te-y
rios al principio, ni podían andando peregrinando tierras
convirtiendo idólatras; no amontonaban oro, sino mereci -mientos; no perpetuaban rentas, sino virtudes; no pedían po
sesiones, sino almas en que se apasionase Cristo, ciert os de
la visión cuatro veces enseñada a nuestro glorioso Funda.
dor en aquellos alcázares de luz divina que le dijo: «Petre,
domo Patris mei mansiones multae sunt » ; estas mansiones,
estos alojamientos, estos edificios pretendieron en Indias sus,
primeros religiosos redentores; ocasión que hoy día s e n'ab
aventajen en ellos los que llegaron a la postre.
Dejábase correr la pluma por el extendido campo de estas
certidumbres; no se maravillen, que cuando la verda d Y
afición se juntan, no saben poner coto a los afectos.
Obras ejemplares de religios°'
Profesó, pues, fray Antonio por mano de estos padre s , 11°
en algún convento, que no lo teníamos en Chile, en medio si de
los escuadrones militares; singularidad de más ejempl o , Pues
halló entre los estrépitos de las armas la tranquilidad de las
clausuras. Empleóse todo desde entonces en convertir los iri"
dios y redujo más con su doctrina que primero con la eS133endió su lengua; predicábales, y con caricias y reda. Apr
galos domesticaba aquellos corazones casi brutos, que hasta
los más silvestres por bien se rinden, que los más domesiicos por mal se encolerizan.
ahora espaldas al convento nuestro de la ciudad de Santiago , c abeza de Chile, y se llama de Santa Lucía, y despertaba
con sus festivas voces, no sólo a los vecinos españoles, que
n J Punto le enviaban sus tanacones, o indios de servicio,
sin
.° a los de toda la comarca, que, dejando sus begios, co,rrian a aquel puerto. Juntábanse con esta industria infinidad
ue t odos sexos, y predicándoles la doctrina y misterios de
nu estra salvación, hacía que la aprendiesen cantándola con
ellos al son de los alegres instrumentos, a un lado las mujeres y los niños, a otro los varones, y él en medio servía con
Una misma acción de maestro de capilla y de cura de almas,
cc)nl enzando desde la serial de la cruz hasta los artículos y
inand amientos. De este modo, sin sentirlo, se llevaban a sus
Casa s sabidas las lecciones, disponiéndolos sin dificultad
Para el bautismo. Innumerables fueron los que con este ardid
redujo a la gracia, con pérdida del demonio que los tiranizaba.
Aficionado como portuguis a la música'
Era, como dije, portugués nuestro fray Antonio, y c°in°
tal aficionadísimo a la música. Reparó, pues, en que a qUiellos bárbaros se deleitaban con el desconcertado son 'e
ciertas flautas que usan en sus fiestas; sabía más que medianamente de este ministerio, y tenía extremada voz que
ayudaba a su destreza—si en el siglo agradaba en el cor°,
suspendía—; para cumplir, pues, con las solemnidades .det
divino culto, con su inclinación y con la de los indiost,'
escogió cuatro de los más capaces y enseñándolos poe.0
poco a poder de industrias y lecciones, los sacó marav111°sos menestriles. Con ellos, como señuelos o añagazas, atrala
aquellos rústicos, que hechizados con el sonoro canto se ¡han
tras él absortos, que, buen Orfeo, subí ase con sus chirinilais
que él mismo había labrado, todas las mañanas al asoniar,";
aurora, sobre la cumbre de un apacible cerro, que ha
Funda en /a ciudad de Santiago de Chile
nuestro monasterio.
Fué este siervo de Dios el principal fundador del monas1- erio que tenemos en dicha ciudad de Santiago de Chile, y
en esta provincia la comunidad primera que se congregó en
iausura y coro religiosamente a continuar loores a la MaJestad Suprema, oficiar misas y cantar horas canónicas con
la so lemnidad debida a tanta Omnipotencia. Introdujo a
In edia noche los maitines sin que dejase una siquiera de
asis tirlos, antes siempre que los acababan por engañar el
7ileflo de sus súbditos, los entretenía con pláticas espirituaes , razonando fervores con ejemplos dulces y donaires sanque el amor de Dios también es invencionero y tratista
"ra cista?) mejor que el mundano; tan hechiceramente los
enajenaba de sí mismos, que sin sentirlo cuando salían del
cc'ro habían las más veces cantado ya la prima y misa de la
aurora.
No estudió más que gramática, pero suplió la gracia en
las otras ciencias, para que predicase los más días con
nto aprovechamiento de nuestros españoles, con tantas
'edr as de los naturales, que afirman los que hoy viven, por
r`lOticias de sus padres, que hablaba Dios por su lengua.
e. nerábanle los conquistadores como a varón del cielo,
Qt-irin cipalmente el gobernador Rodrigo de Quiroga, que no
2P0 apartarse de su lado, asegurándole su compañía de
f' viclentes peligros, que confesaba él mismo haber desbaraLado su oración y sus consejos.
Llegóse, en fin, el término de su carrera y acereöse al
ciPag, 0 de sus merecimientos. Sintió su muerte no sólo la ciu"nu , no sólo el Obispo don Diego de Medellín, de la seráfica
- 581 —
- 580 —
Orden, que le amó de suerte que por sus manos mismas le
z, Pe,
diö el postrero sacramento; no sólo los indios de pa
muchos de aquellos indomables levantados, que entrando e
por las puertas con demostraciones lastimosas se le postraban a los pies y le lloraban. Descansan sus venerables hile"
e°11sos en lugar señalado de nuestra iglesia, fábrica suya,
e
lo'
d
ía
casi certidumbre de que su alma goza la compañ
bienaventurados.
d e morir en el ejercicio de mi ministerio, a mano airada de algún
lvaie o mordido por una serpiente o devorado por una onza. Abrig:an mas o menos estos ideales todos los misioneros que se lanzan a
`I'vang elizar regiones desconocidas e inhospitalarias, aunque no faltan
horas de desfallecimiento y hastío. Afortunadamente para la misión
haY salvaje en ella que pueda matarnos, ni lasUserpientes, aunque
llenen pi cadura mortal, lo pueden hacer frecuente y fácilmente, ni la
_.n°°""
PÁGINA MISIONAL
El R. P.
Horacio
R. de
11i.oraes•
Tenemos la fortuna de tener unos días con nosotros al Revereffd°
Padre Horacio de Moraes, Terciario de la Merced, operario celos o de
nuestra misión del Piauhy, cuyos trabajos de fundación, organizaci.611
Y dirección del Patronato agrícola de Saó Raymundo y ministerios
sacerdotales, en partes se publicaron ya en esta sección de la revista'
No debemos desperdiciar esta ocasión de dar a nuestros lecto res Y a
;
los numerosos favorecedores de nuestras misiones una información
la más completa posible, de esta misión. Para ello solicitamos de
padre Horacio un artículo, o una serie de .eilos, sobre este ast il-1f°' l'a
falta de tiempo no le permite acceder a nuestra demanda, pero en carry
bio—que para la satisfacción de nuestra natural curiosidad d e sanr,
noticias de aquellas apartadas regiones viene a ser lo mismo—acflui:
a darnos una relación oral que, revisada por el autor, trasla do aclui;
El padre Moraes es persona de edad madura, muy conocedor de
hombres, de porte cosmopolita dentro de la circunspección sacerci°IaA,
adquirido en sus viajes y estancia en las ciudades principal es d e fórAmérica y Europa, optimista, emprendedor, de palabra fácil y cMiva'
de trato flexible a toda condición de personas, que lo mismo se ac°111°Ada a oir la última confesión del miserable que sobre una piel d e Calle)
agoniza en la cabaña perdida en la inmensidad de una cattinga 03°sc121;0
que, representando a los Municipios de Bom Jesus de Gurgueia,
l
Raymundo, Gilbués y Torrente, pisa los suntuosos palacios de
presidente del Brasil, o de sus ministros solicitando el apo yo °ficn,°,•
para las muchas necesidades de la Prelacía; sus ojos a veces s e flun,-nan con la visión del porvenir risueño de la Prelacía, y a veces s e só":.brean ante las perspectivas de los obstáculos que se oponen a la read.
zación de toda buena obra.
Mi ida al Pialo"'
de Enero de 1923 salí de Roma y embarqué en el buque
no «Regina de Italia» para Río Janeiro con dirección al Piauhy. Llevaba el corazón lleno de deseos del martirio e iba esperanza d°
131 1 . 0
Pe
citlefio s a ctores, caracterizados, de nuestro Colegio de San Pedro (Madrid) que represen taron admirablemente el drama de Tirso, «El condenado por desconfiado».
°riza sorprende a menudo al hombre. Cuando empezaba a clarear el
e n una de mis excursiones, echado en mi red colgada de los árbo'es, e n pleno campo, al lado de un bullente arroyo, se deslizó entre las
,stlialezas , debajo de mi red, sigilosamente, un animal sospechoso que
ivaloteando bebió del arroyo; contuve el resuello y no me atreví a rebu`41-ne en la red de miedo al indeseable huésped. Fuese el bicho llamé a
m ozo de mulas que estaba en otra red, pregúntele si había advertido
el fitilmat que había venido a beber, y me dijo con sobresalto que era
mila onza.
Nad a que de contar sea ocurrió en la travesía.
Ei 2 de Febrero dimos vista a Río Janeiro (Guanabara), que surge
—
— 582 —
de las olas del océano en un horizonte espléndido de luz, eoill ° anona
evocación verdaderamente fascinante. A la izquierda del que entre
la bahía, se levanta el Corcovado, morro ingente que servir á de Pecleisä
tal y trono a una grandiosa estatua del Corazón de Jesús qu e se erig,,r
por suscripción popular a la que contribuye el Gobierno federa l c'e
doscientos contos (unas 200.000 pesetas); momentos despu és se eVii
Pao (pan) de azúcar de unos 400 metros de altura, que se adentra
el mar y tiene la forma de un cono que era la que antiguamente davade
los indios a los terrones de azúcar. Llegados a la altura d e /93°
azúcar se ve la bahía, sembrada de islas—unas trescient as, 0°berrij;
dor, Cobras, etc. —, y a los lados, de negruzcos peñascos, toda ella c"5cada de altas montañas cubiertas de bosques y de verde de tod os lasS
tonalidades, desde el esmeralda al verde pajizo, y coronados
cumbres de gallardas palmeras, de unos seis y siete metro s , que sde
cimbreaban al compás del viento. Al fondo de la bahía, y enfren.ten.n
nosotros, llama extraordinariamente la atención un monte por la sitlb-e:
laridad de su forma, que es la de una mano cerrada con el ín dice I
vantado; se llama O Dedo de Deus y parece decirnos: arriba los Or
zones. A la izquierda extiéndese la ciudad de Río Janeiro, de 1.2e°
habitantes, llana a ratos y a ratos ondulando por montículo s y valleicro
tos, y ofreciendo el aspecto de un pulpo inmenso. En frent e , al °"
lado de la bahía, está la ciudad de Nitheroy, de unos 800.00 0 tiobit,a,rir;
tes, capital del Estado del Río, como Río lo es de toda la Federac.'áun
brasileira. Grandes lanchones establecen una continua comunicad
entre las dos ciudades.
i'e
ocho horas, más o menos, que allí hacen de escala los nutlecs
1
las dedican los viajeros a recorrer la hermosa ciudad en autornövi
los numerosos que para el servicio público están de punto en a ;
Maua. La avenida Río Branco, por su comercio y belleza de edifici°,
nada tiene que envidiar a las mejores avenidas europeas. Si gnen a é:la
la playa de la Gloria, la playa de Botafogo, la playa Berrnelhia
playa Copacabana, hermosa playa de blanca y finísima aren a Y Ifffirti,
das aguas. En estas playas tienen sus suntuosas mansiones los °P
lentos brasileños. Típicas son las calles de palmeras, qne dan 5011-ibtä
buena y sana. Sobresale entre estas calles Paysandu, a cuy o final ens y
el gran palacio de don Pedro, último rey del Brasil; alineada s o °ni- e,
otro lado como columnas, están las palmeras, algunas de quince tros de altura, coronadas con amplias copas.
Dignos son de visitarse el palacio del Catete, residenci a del
je
dente, el de Relaciones exteriores, llamado de Itamarathy, en don e
ministro un ilustre piauhyense, don Félix Pacheco.
faV or
Dos días estuve en Río y visité, para recabar apoyo oficia l en
de nuestra misión, al mencionado ministro de Relaciones exteriores',,
ministro de Agricultura don Miguel Calmón, uno de los mayor es Pr-LI
Las
583 —
fl ectores de los Mercedarios por haber establecido el Patronato Agríco-
2 : Mucho me ayudaron en estas gestiones el diputado federal don
Cri sóstomo da Rocha Cabral y el actual ministro da Aviazao
,111unic aciones en el sentido más amplio de la palabra: telégrafo,
te13
i
110 , a viación, carreteras, etc.), don Francisco Sá, excelente cató(ic ° , que diö para el Patronato un camión que por falta de estradas
: atriin ° s), no pudo usarse, doscientas barricas de cemento, doscientas
siguela s de hierro, dos kilómetros de tubería para la traída de aguas a
i(5 () N Ymundo desde el pantano de aguas pluviales, que está a un kim linktr ° , Y Prometió tender el telégrafo entre Born Jesus y Sao Rayo, d istantes unos 350 kilómetros.
di El 4 d e Febrero, a las diez de la noche, embarqué, llegando a las
80e,z de l a mañana del día siguiente a Porto de Santos, ciudad de unos
' 000 h abitantes, y después de visitarla salí en tren de cremallera
En
Sa o Paulo, adonde llegué después de un viaje de dos horas. .En
;-" ' a c iudad de 800.000 habitantes, en el clima y en los edificios complet : dillente e uropea, punto muy apropósito para restablecerse los debiliC mns Por el enervante clima del Piauhy. La colonia más numerosa es
italian a, la sigue la portuguesa, y la española es la más rica por de-f? rse a la explotación agrícola, principalmente la del afamado café.
i j nibié n se produce el vino que es de clase inferior a los ordinarios de
le:ari Paíse s vinícolas, y es la región única del Brasil donde se da el
me color verdoso y muy inferior al de la India.
nn p rincipal de mi ida a Saó Paulo fui' visitar el célebre Instituto
, 14nl an donde se preparan los sueros antiofídicos para todo el Brasil
ann Para el extranjero, y conocer las famosas serpientes del Brasil
e(2 las que me imaginaba poco menos que iba a convivir. Es la coleevj t1 ntä s completa de serpientes vivas y disecadas que existe, una
e n-rdadera preciosidad, En un parque que rodea el Instituto, divididos
bi secc iones, que corresponden a los estados de Marañón, Piauhy,
c, te' gros o, etc., están las serpientes cada una en un pequeño prado
r ' ll su casita en medio, rodeado completamente de agua y con una patlecl baj a completamente lisa. El Piauhy tenía una representación lucida.
011 " Cu arenta serpientes; las del Marañón son las más grandes, verh2 erainente gigantescas. Aquí están las serpientes, además de la exj' elön que es lo secundario, como están en algunas ciudades las tero -nras Para la extracción de la vacuna, para la extracción del veneno. La
j erció n la hacen todos los ocho días los estudiantes del Instituto,
e ,"1 0 Pol ainas de algodón para evitar una posible mordedura e inoculafe6n de veneno, especialmente de las recién cazadas que suelen estar
b t'c' ees ; con un palo en forma de cruz de San Benito le oprimen la caeZ Y se enroscan alrededor del palo completamente, y cogiendo la
Cabe
ciu za con la mano, con la otra le dan pinchazo en la bolsa del veneno
e Se rec oge en una vasija para preparar los sueros. Con la repetición
- 584 --de esta operación se van amortiguando, hasta que concl uyen Pc)r
morirse.
El suero este inmuniza por unos seis meses el cuerpo humano con"
Ira la picadura de las serpientes, e inyectado inmediatamente desPués
de la picadura, preserva de la muerte. He oído decir en el Piauh y que
algunos, sintiéndose picados en una mano o en un pie, se atan fuerte
,
Mí'
s
mente la parte superior de la mano o pie herido, y ellos mismo
que los demás no tienen valor, con el hacha se cortan el pie o l a plari,°
la
y con un tizón encendido van cauterizando la herida, por mied o a
muerte que sobreviene antes de las veinticuatro horas. Con este Pr°ee'
dimiento cruel hecho a tiempo, se libran de la muerte,
En pabellón aparte está la colección de las serpientes no vene11°sas, negras, verdes y amarillas, y de los animales y pájaros enernig°5
y perseguidores de las venenosas.
Son éstos el «Gato do Mato», el Cagambá, el pájaro «Cancán» Y la
serpiente negra.
sa"
El Cagamba, parecido al puerco espín, de piel cerdosa, e carne
vene'
brosa, parecida a la del cerdo, mata o ahuyenta a las serpientes
nosas con un líquido que arroja de sí. Este ani mal es muy cariñoso,
come de todo y se le tiene en las casas p ara alejar de ellas las ser"
—
585 —
Viaje en gr
t aecn
iim
n llevó dos días y medio. Aquí me embarqué río arriba,
el de San Francisco, para Remanso adonde llegué después de dos días
E n R emanso me proveí de red, botas, comida, alquilé un caballo y
tin mozo que me acompañase hasta Sao Raymundo. De madrugada'
empren dimos nuestra caminata; a medio: día hicimos alto en pleno
te:admup doe, ppreparamos el almuerzo, y después de comer, colgadas las re'es de árbol a árbol, echamos la imprescindible siesta hasta las tres,
en que re anudamos el viaje. Al anochecer llegamos al deslinde del esy y el de Bahía. Desde esta altura, vése una inmensa ex-
pientes.
El Gato do Mato, mayor qu el doméstico, con la zarpa ma ta las
serpientes, hiriéndolas en la cabeza, y después las come, dejand o sOl°
la cabeza.
del tamaño y color del mirlo, al ver una serpie nte veel
grito
«can-can» metálico y vibrante, reune a otros Päla'
nenosa, co n
ros de la misma especie, que la emprenden a picotazos con la serPieir
e, hasta que la dejan sin vida; no la comen.
La serpiente negra, de un negro brillante de ébano, llama da la
aliada natural del hombre, mata las serpientes venenosas y las e°111e
después de terrible lucha, en la que casi siempre sale vencedora •
gente acude a ver estas luchas, formando un gran corro alrededo r ; er(1zanse los silbidos de una y otra combatiente, se acometen a mordi5e05i'
y se enrolla una en la otra, quedando sólo las cabezas sueltas, has°
que la una mata a la otra.
Con tantos y tan buenos defensores cobré ánimo contra toda s las
serpientes que pudiera haber en el Piauhy, proveyéndome, con tod°'
para mayor seguridad de agujas para las inyecciones y del faino°
suero antiofídico.
Volví a Río Janeiro y obtuve del Ministro de Agricultura pasaje gratuito en los vapores da Costeira (cabotaje que diríamos), para Babia'
antigua capital del Brasil, en tiempos del Imperio.
Desde Bahía me dirigí a Joaseiro que está a la orilla del río Saii
Francisco, teniendo en frente al otro lado la ciudad de Petrolina.
El «Cancán»
U n grupo de niñas misioneras del 'Colegio de MM. Mercedarias de Bilbao.
len Si ón cubierta de verde, al parecer llana, pero ondulante en lomas y
vile citos. Me hospedó Paulo Paez Landín en su casa y me hizo muy
buen a acogida. Suelen tener las casas un corredor cubierto, en donde
recibe n a los viajeros que atraviesan estas soledades, pero al Padre
siempre le hospedan en casa. Madrugué, dije misa en mi altar portátil
eOn a sistencia de mi huésped y familia y el mozo de mulas, y a las
c2 mro , bien comidos, salimos con intención de llegar al fin de la ¡orna" a Sao Raymundo.
A la caída de la tarde, entrábamos en Sao Raymundo, donde, por
'° s tel egramas que había puesto—hasta Sao Raymundo hay telégrafo—
Ene esp eraban el Prelado P. Pascual Miguel y el P. Francisco. Apenas
cumb larnos nuestros saludos y dadas mis impresiones de -viaje, empe-
— 587 —
— 586 —
e de
zó a llegar gente, de la granada del pueblo, y la pancadeira, especi
murga, compuesta de bombo, caja y platillos y reforzada en esta oc a
a , Y-sióncolaret,bjyomardin,eóust
después, se pronunciaron los discursos consabidos de bienvenida,
los que hay que contestar, aunque sea en español, que lo entienden
fácilmente.
No se contenta esta buena gente con dar música y la bienven ida al
r
recién llegado, le obsequian con presentes. Fui para mí una sorrresa
la rica y espléndida mesa, hasta adornada de flores, provista de plata
nos, atas (chirimoyas), condesas (parecida a la chirimoya agreste),
mangos, uvas-que se dan en parra, pero no maduran por igual,
- naranjas, y de sabrosísimos mamaos, de carne amarilla, cuyo sab or Y
,
frescura es parecida al melón; de gallinas, que abundan en el pafis et_
cétera, y de la imprescindible y áspera mandioca con que se espolv°rean todos los manjares, y que yo no tuve arrestos para probar.
Antes de la cena y durante ella me hablaron de las terribles cobras.
Esta conversación me impresionó vivamente.
Concluída la cena, me llevaron a la habitación que se me destinaba.
Tenía salida a un palio interior, sin puerta, ventanas no las h abía; la
red, colgada de un extremo a otro, me servía de silla, el altar portal'
de mesa, un candil de petróleo me alumbraba. Molido del viaje, falig4do con tantas impresiones, alejado del ambiente en que me había cria
do y en que había vivido, con la imaginación llena de serpiente s , ule
eché en mi red después de cortas oraciones. ¡Qué noche! Las serPien"
tes me asediaban: unas se erguían del suelo para alcanzarme; otras'
pendientes del tech p , amenazaban con caerse encima; otras, enroscadas en las cuerdas bajaban por ellas hacia mí; dí un grito que oty el
d en
Prelado, preguntándome qué tenía. ¿Qué había de tener? Mic-I
sueños a las serpientes.
FR. JUAN GILABEP
(Continuará.)
Del P. Mariano Ferirer.
«Born Jesus do Gurgueia, 6 de Enero de 1925.
...Con placer recibimos ayer un paquete de periódie°s
que acertadamente nos enviaron de ahí, que nos sacaro n de
la pesadilla que la prensa de aquí nos produjo en los meses
pasados con algunos telegramas de origen francés, que a firmaban que la opinión española estaba contra el Gobierno
perdida en absoluto la Monarquía, Unamuno y Blas
Ibáñez se aprestaban a salvar a España con la república; que
en Marruecos habían sido abandonadas todas las princiP"
les posiciones; que lo mejor del Ejército había sucumbido;
que sólo quedaban a España los puestos que podían defew
ders 2 Con
lu ck
d
los barcos de guerra; que había estallado la revo-
Contra Alfonso XIII y los soviets se habían apoderado
varias
nuevo
G ciudades de España, donde pronto implantarían su
La Cosa nos parecía demasiado fuerte, pero es tal la borras
Por ea q ue descargó sobre Europa, que llegamos a temer
l
ues Va trsuerte de nuestra Patria, pues ya todas las revolucioastornos parecen posibles.
th fiem os pasado tres meses de ansiedad, hasta que recibi
un n úmero de LA MERCED y los periódicos.
ueElj 2 1 de Diciembre caí enfermo con fiebres intermitentes
le a ,Los del país llaman sezoes; el Prelado tampoco está bien,
pk , , qu ejan fuertes dolores de cabeza y se le nubla la vista.
rh " las Pascuas nos esperan, si Dios quiere que así le sirva,Los,
sea; pero de acabar la vida en un convento a
or1r
ir
lejos
y
casi
abandonado, no es difícil la elección.
s e. • cT s eñor Intendente me dió, días hace, muy buenos consita ;) Pero no me satisfacen, porque de seguirlos no nece_ a haber venido aquí.
e Mire, Padre—me decía, lleno de interés por mi salud
d d ebe cuidarse más y no trabajar tanto, y en vez de salir
n'eo enr° c he a visitar los enfermos y de madrugar, descanse y
Seca Ili P r enda viajes, recibiendo lluvias, que ya sabe tiene que
lla l a ropa sobre sí, y este paí:; doma() y no hay medi e s
C uando vengan a buscarle para los enfermos, usted
d4.u. r'' unero que nadie; que si llega a perder la salud, no tenAn as remedio que la Providencia de Dios.
gr adecí al Sr. Intendente sus buenos deseos, pero no es
se guirlos, me parecería una cobardía.
f e n.o ya una cama que aun dista mucho de ser ni de
n-1, ,aile , mas ya puedo dormir con más holgura que en la red
re servo para los viajes.
Nue stras Pascuas pasaron sin turrón ni otras golosinas,
que
L u-0 e charíamos de menos teniendo salud.
hice a fiesta de la Inmaculada la pasé en Nova Lapa, donde
u uó (Cat equesis, bautismos y casamientos; el Prelado conti3. (51 0 desde el 5 del pasado en Born Jesus.
que l P . R. Bolados salió el 4 para Corrente y Parnaguá,
gacepze.>c> e están allí más tranquilos los revoltosos can-
- 588 -
EL MAYOR DOLOR
y
Reclinada en una butaca, apoyado el codo en su mesita de costu ra
la pálida frente en la palma de la mano, la Condesa permanecía muda.'
inmóvil; su mirada, fija en la fotografía de un apuesto joven con 02:
forme militar, que encerrado en lujoso marco de plata descansau“
sobre la mesa, tenía una expresión desolada; sus pupilas seca s miraban con ese extravío que comunica el dolor sin consuelo, sin leniliY°'
sin esperanza.
re
Pasaba de los cincuenta años, pero en un año habían caído sob ,,..
ella otros diez; el peso del dolor destruye las más robustas fortaleza'
y aquella dama hermosa y arrogante, aquella elegantísima señor a 41-1c'
al pisar los salones parecía una reina, se había tornado en una anciana!il
bella y majestuosa aún, pero cuyos cabellos blancos y marchito rostro
denotaban que una de esas catástrofes que conmueven de vez e,
cuando la vida humana, para demostrar que en ella nada es durader'
había arrebatado la dicha a aquel alma. er
Una doncella vestida de luto, entró en la estancia después de hab
demandado en vano el permiso.
-María Isabel pregunta si la señora Condesa puede recibir la - dii°
respetuosamente.
Los ojos de ésta se apartaron con pena del retrato, para mira r a la
doncella.
- ¡,María Isabel? -repitió como un eco. -¡Pobre muchac ha! Que
entre, ella también es desgraciada...
iz
La doncella salió, y a poco volvió a aparecer sosteniendo el tap
para que pasara la visitante.
ta
Era una joven de modesto porte, largo manto de luto la cubrí a ha5-0
los pies, y en sus brazos llevaba una criaturita de pocos friese s, e
cuyo gorrito de encaje se veía un lazo negro también. la
Se detuvo a pocos pasos de la Condesa, moviendo tristemenicabeza.
- ¿,Siempre igual, madrina?-preguntó con tono de doloro so reproche.
- parece mentira que digas tú eso, María Isabel-contestó nervios
mente la dama-que una persona dichosa se extrañara de que no hay
consuelo para mí, pase; pero tú...
Una sonrisa tristísima entreabrió los labios de María Isabel, y 13c5
pando a una seña de la Condesa una sillita casi a los pies d e és'-'
dijo mientras mecía dulcemente a la niña en sus rodillas: nue
-n'o señora Condesa!... Veo que la extraña mi conformidad,
hasta parece echármela en cara... y sin embargo, mi recuerdo es
vivo, mi dolor tan profundo hoy como el día que supe la horrib le cied';
gracia de la muerte de mi pobre Antonio, q. e. p. d., pero en vez 6
encerrar este dolor en el fondo de mi alma, para mí sola -y reCli1C5
esta frase-voy a depositarlo a los pies de la que es Madre de fou°,
los dolores... Usted, querida madrina, tiene aún una esperanz a ; el.
fiorito Luis María puede no haber muerto; todos dicen que está Pris`-nero, pero mi pobre marido fue descuartizado por los moros.
Un sollozo cortó la frase de la joven viuda.
-Si yo me hubiera entregado como usted a la desesperación-e°;
tinuó después de una breve pausa-hubiera muerto; pero mi hijita,
aun no había visto la luz, me obligaba a vivir y... ya ve usted-terfn".
- 589 -
2c 311 s ublime acento de resignación-vivo para ella, esperando reunirme
un día con su padre en el cielo.
L . L. a C ondesa, que había empezado escuchando distraídamente a su
aultad a, la miró fijamente, preguntándola:
-i, D ónde has encontrado esa resignación maravillosa?
. -Ya se lo he dicho, querida madrina; a los pies de la Madre de
1do dos los dolores.., desde muy niña, mi buena madre me inculcó esa
av°eión; sin ella, no hubiera soportado la durísima prueba que el
Or tue reservaba.
Y Co mo la Condesa bajara la cabeza sin proseguir la conversación,
Entusiastas misioneras del Colegio de Escoriaza (Guipúzcoa),
- Isabel dirigió a su alrededor una mirada interrogadora, como
b aria
as eando algo que no encontraba.
s„..-M uy sola está usted en su dolor-dijo tristemente-el retrato del
-"rho Luis María estaría mejor, como tengo yo el de mi Antonio.
11. ' mo?_Preguntó la dama con una curiosidad no exenta de
IVez
-A los pies de una imagen del Señor o de la Santísima Virgen1)2,la joven con dulce firmeza.
largo silencio reinó entre las dos mujeres; María Isabel contemolera la magnífica estancia adornada de hermosas obras de arte, pero
re Is cuales no se veía ninguna de carácter religioso.
„ V lendo que la señora permanecía abstraída en sus pensamientos, se
"S O en pie diciendo tímidamente:
d ..
— 591
— 590 —
—¿Por qué no viene usted conmigo?
—La dama levantó su pálida frente ligeramente ceñuda.
—,No sabes que desde que he perdido a mi hijo no he puest o 1°5
pies en la calle?—dijo secamente.
a su
Por eso mismo; si el señorito ha muerto, necesita sufrag ios P ar : la,
alma; si vive en la cautividad, oraciones para que el Señor l e aSIS
Estas palabras parecieron hacer una profunda impres ión en
Condesa.
--¿,Y dónde es donde tú ves?—dijo poniéndose a su vez en Pie.
—Al Sermón de Soledad—dijo María Isabel sencillamente.
La Condesa vaciló un momento.
—4Muy lejos?...—balbuceó.
rriOS,
v
—No, madrina; muy cerquita—dijo la joven vivamente. anímese, verá como me da las gracias!
donPor toda contestación la Condesa tocó el timbre, diciendo a la
cella, que no pudo contener un movimiento de sorpresa:
—Un manto y un abrigo, pronto.
—¿,Sale la señora Condesa?—se atrevió a preguntar la m uteHacha
—
—Ya lo ves—dijo la dama secamente.
Isabel
Y poniéndose las prendas que aquella le llevó, dijo a María
con el mismo tono imperativo:
—Wamos!
II
ado
Obscura la ancha nave del templo, sólo se veía en su fond o ro de no
de velas que resaltaban sobre los negros paños de terciopelo, u n grtl:ia
que desde luego atrajo las miradas de la Condesa, poco habitu ada " el
contemplación de las cosas divinas. En una gran urna de cristales'dei
Hombre-Dios yacía sobre blanquísimos paños; la adorable figaranpita
Redentor muerto por sus criaturas, y en pie sobre esta urna, env"-de
en amplio manto negro, con sus manos sosteniendo la corona
espinas, la Madre de los Dolores María Santísima parecía mira r ti",
temente la indiferente multitud que cruzaba el templo, produciendo es'
ruído de las que no recatan el pisar ante la majestad del lugar, •oste, no:
tando las jóvenes sus galas, muchas de ellas con desnudece s lOW e
pias del día y el sitio; humildes y fervorosas otras, que apartándose s
la fila que formaban los entrantes y salientes buscaban un lu gar re
„,,1-apartado, no faltando tampoco viejas beatas que acudiendo con ando
pación para coger buen sitio, habían formado su corrillo, durn'inenins,
unas y charlando otras como si en vez de estar en la morada de
se hallaran a la puerta de su casa.
La Condesa y María Isabel fueron a buscar un lugar a partad°r;
donde no les molestara ni los pasantes ni las charlatanas; l a i'Zvaece
presentó un reclinatorio a su madrina con esa solicitud del que 11,-ho
los honores de un sitio que le corresponde y estrechó contra su Pe-„„a
a su hijita dormida, temerosa de que turbara el silencio del temp lo 'sus infantiles lloros.
Las dolientes notas del Stabat Mater llenaron las bóvedas del te"'rpa
haciendo correr un escalofrío por los nervios de la Condesa,
majestuosas entonaron la inspirada composición y los sacerd otes re-,
deando la urna de Cristo la levantaron, poniéndose er. marcha l a _ifunla
bre procesión, que se dirigió a una capilla en que estaba preparaua
sepultura.
Y, destacándose de los paños negros que la servían de foncl°'Aas
Virgen Dolorosa siguió el cuerpo de su Hijo, vacilando en las anucomo si estuviera próxima a caer.
—
L a C ondesa seguía con mirada fija, como hipnotizada, la procesión;
S?, a lma hasta entonces encerrada en el dolor egoísta que no ve más
snä , se sentía conmovida; aquellas imágenes tomaban vida a sus ojos,
sen tían el paso vacilante de María, sus miradas clavadas en ella...
E l cuerpo de Cristo había desaparecido en la capilla, su Madre Santísi ma
se había detenido a la entrada; alli permaneció breve rato, hasta
f(ine volv iéndose sus conductores, la Condesa la vió de nuevo de
rente , av anzando hacia ella más triste, más sola... y fué colocada al
Pie de la cruz
vacía, de la que sólo pendía ya un blanco sudario...
U n s ilencio profundo se hizo en el templo; un Sacerdote se dirigía
u ' P ú lpito; su voz resonó dulce y austera:
r,„ ----V OSOTROS QUE PASÁIS POR EL CAMINO, VED SI HAY UN
l-ore SEMEJANTE AL MIO...
Aq uellas palabras revelaron el corazón de la Condesa. ¿,Un dolor
' n Y o r que el suyo?...
P ero cuando la voz del Ministro del Altísimo se alzó llevando a sus
° Yen tes hasta la cima del Calvario, abismándose en el mar de amar1
1 'r a del alma santísima de la Madre de Diös, presentándola como
adre de todos los Dolores, como refugio de todos los atribulados,
'0% 0 e speranza de todos los pecadores, la Condesa descendió al fondo
bie su alma débil y egoísta, y la luz de la fe empezó a disipar las tinieh :? 8 q ue la envolvían, y por primera vez después de la pérdida de su
s intió sus ojos húmedos, sintió henchirse su pecho a impulsos de
'OS 80110ZOS.
Y María Isabel la vió inclinar su cabeza ocultando el rostro entre
m anos y romper en sollozos desgarradores.
Sus
dejó llorar recordando lo que tantas veces había oído decir al
- ; tuie o de la Condesa: —Si llorara... Lloraba por fin, y lloraba a los
Pie s de la Virgen; estaba salvada.
b " Mi entras aquellas lágrimas bienhechoras desahogaban el alma atriJliad a de la Condesa, de los labios de María Isabel subía hasta los
' es de María ferviente plegaria de amor y esperanza.
J. GARCÍA HERREROS.
Un
„
ofrecimiento al Niño Jesús.
U n p esebrito muy mono con su Nifio jesús desnudito;
gna mujer gruesa y cefiuda; dos jovencitas hermanas riendo,
P a rlando y enredando; una monja de la Merced, y un
FP.Mre de la misma Orden, grave, sonriendo a las ocurrencias de las dos jovenzuelas y refrenando la sonrisa cuando
,se ac ordaba que era hombre grave... El Padre era Fray
Juan de San José, y la monja Mariana de Jesús que, con su
criada Catalina y las dos muchachas, andaluzas de buena
Cepa , festejaban a su manera al divino Infante.
— Vamos a ver— dijo el Padre terciando en la disputa
que ll evaban las mujeres, las dos muchachas, mejor dicho,
,11:Lle , solas, eran bastantes para armar un cisco regular—
; %o s a ver chiquillas, habláis mucho de obsequiar al Nirio
jeSús y todo es nada hasta ahora.
— 592 —
— 593 —
—Yo—dijo la más pequeña—aparte las mortificaciones
e en
y esas otras cosazas que vuestra Paternidad me impon
el confesonario...
—Eh, deja el confesonario. Aquí, aquí... ¿Qu é le quieres hacer aquí al Niño Jesús?
—Puez...—dijo Mariquilla, que así se llamaba la ntn;
puez cogerlo de esa piernecilla tan gordita y sonrosaua
comérmelo.
La otra muchacha soltó sonora carcajada.
—¡Qué barbaridadt—dijo el Padre contenien do l a risa
con grande esfuerzo.—Eso, ni en broma.
—No, si no es broma. A este Niño tan lindo, me lo conl°'
vaya que me lo como a besos.
La Madre Mariana, sonriente, aprobó con la cabeza.
—¿Y tú, Inesilla?—preguntó el Padre a la otra and aluz 9.°
—Puez yo, yo... Como mi hermanita ya ze habrá 00
ar Niño... me comeré la paja.
Risa mayor que antes.
—¡Niña, qué instintos!—clamó el Padre que, a pe sar e
su gravedad, no supo entonces contener la risa—•
que es...
—¡Bestiall—terminó Mariquilla adelantando el ePttel°
«bestial», hoy tan en boga.
La risa continuaba con intermitencias, sobre todo, 011"i°
chiquillas, que parecían, según era lo que reían, dobl e el'°-a
rro de inagotable fuente clamorosa. El Padre y Moriffilii
reían más apacibles. Sólo Catalina estaba seria. Acluet,¡
irascible mujer, que a pesar de tener corazón de oro, 111°ri,";
ficaba tanto a Mariana con aquel carácter iracundo, e st a`:
escandalizada con las saliditas de las andaluzas que a bla`r
femias le sonaban.
—Vamos, Catalina—dijo el Padre—no pongas es a °l'a
de Jeremías.
Es que parece mentira que vuestra Paternidad agualltree
a esas chapuceras hablando de ese modo; y también Pare',„
mentira que la Madre Mariana escuche estos desatin os 5°"riendo.
—Lo que parece mentira es.. .—y el Padre Juan de 5°Iie
José no dijo más, pero miró a Catalina, con tal durez a, W1,
ella sintió que le penetraba hasta lo más sensible del allita'
calló temblando más de ira que de temor.
Sor Mariana dirigió al Padre una mirada supllealltej
como demandando perdón por Catalina. Entendiálac
Padre, y dejó en paz a la mujer iracunda. A ciertos Cal'
1-ere,s e s mejor no decirles nada en los arrebatos de ira que
a corneterles,; con palabras blandas, se crecen; con
'Liras , se exacerban. Dejarlos, es lo mejor.
— Y usted, Madre Mariana, usted, ¿con qué obsequiará
el Niiio Jesús?
— No sé, Padre mío: no tengo ya nada que darle.
—L a Madre Mariana puede darle—dijo Mariquillaaede darle, la nariz, los ojos, la barbilla con esa peca tan
gra ciosa , la_
8 0r Mariana sonreía de aquella enumeración de la niña
Y aprobaba.
n ,—N o— dijo—yo, como no tengo nada que darle al Divi°, Inf ante, lo cogeré en los brazos, lo pondré en el regazo
Y l e haré de cuna.
— i -Muy bien, muy bien! palmotearon las muchachas.
¿quién columpiará la cuna? preguntó el Padre.
p — Ca talina—contestó Sor Mariana sin la menor malicia.
er,° rcl ue Catalina realmente «columpiaba» a la pobre Beata
la s destemplanzas de su carácter, y se daba el caso
" e , siendo una santa mujer, según decían, martirizaba a
Vrída S anta verdadera y era la piedra de amolar que desculos aceros de aquella virgen paciente.
Ca talina sintió como si le hubieran cruzado la cara de
119._.latigazo.
,, iLa santica, la monja de oración! la Madre Mariana
huui
p ä ndome así! Oiga usted, Reverendo Padre, oid, niñas
rs-sc' n q ué insulto se me descuelga mi ama. ¡Que la columpie
"e l a columpie!
L as niñas enrojecieron escandalizadas.
— Pero, si no lo dije con esa intención, Catalina—decía
.
" se n ta verdaderamente apurada, más que por las injurias
;44e r ecibía de su sirvienta, por verla víctima de aquella ira
diliritl °bl e que ella inocentemente había provocado. Y si ofen, tua te juzgas, perdona, ángel mío--e hizo por postrarse
- sus pies y besárselos. El Padre se interpuso.
Jb — No, eso no, Madre Mariana—dijo --. No haréis tal.
`ci "Inés de decir sin malicia esas palabras y de los estalliye' S de esta.., mala, aún pedirla perdón? No, en mis días.
tü , vete de aquí; pide perdón a Dios, hasta que, entrando
de
, Lntro de ti, luego lo pidas a la Madre Mariana, porque
' t ' or a estás en poder del diablo.
P
tríe uso los ojos Catalina, presa de aquella pasión vehente , p úsolos en Sor Mariana y de tal manera y con tal
av idad vió en aquellos ojos destellos celestiales, reflejo
— 594 —
de otros ojos que la santa en el alma tenia dibuiae„5,.'
que, como Pedro en el Pretorio, así ella sintióse
mente lastimada y «saliendo fuera.., lloró am5rgamenie',;
Hubo una pausa. Las niñas lloraban. Mariana
trajo de la mano a Catalina y la arrimó al pesebrito.
lina, con aquella vehemencia propia de su carácter, bes
mil veces al Niño.
—Ella se lo come, al fin—dijo gimoteando Mariqui".
—Sin merecerlo—murmuró por lo bajo la otra.
de
—Lo merece el arrepentimiento —añadió el Padr e Plan
San José.
Y hubo abrazos, y hubo paz, y hubo alegría con liant°n'
y, a la postre, cantaron las andaluzas acompañándose
las palmas:
Duerme, Niño, duerme, Niño,
al compás de mi canción;
recibe junto con ella
lágrimas del corazón.
Ya sé que te gusta mucho
nuestro sencillo cantar;
y del corazón las lágrimas,
que te gustan mucho más.
Duerme Niño, duerme Niño,
al compás desta canción;
recibe, junto con ella,
nuestro pobre corazón.
R. MANUEL SANC14°_....
I 91ártit (1)
¡Qué bellos, Dios mío, los tres angelinos!
dormidos quedaban
entre los trapitos de una misma cuna
bajo el sucio techo de una misma estancia...
Muda los mira su madre
al fulgor incierto de la aurora blanca
que atravesando los vidrios
de la mezquina ventana,
ilumina b us caritas
y en rosicler suavísimo las baria.
¡Qué bellos, Dios mío!
¡qué bellos estaban!...
(I) El trágico suceso que me inspiró estos desaliñados vers°r5e:
acaeció en Santa Marta de Ortigueira; de él se ocupó la prensa
gional.
—
595 —
¡ No han sentid(' las dulces caricias
ni los besos ni las lágrimas
que en sus rostros de nácar y rosa
se imprimieran y rodaran!
¡Pobrecita viuda!
¿Por qué siente tales ansias?
¿Por qué el Jo/or, al apartarse hoy de ellos,
el pecho más que nunca le desgarra?
ZPor qué una y otra vez vuelve a estrecharlos?
¿Por qué tan honda nostalgia
abruma a la valiente pescadora
que lada siempre marchara
a arrancar de las rocas los percebes
mientras rompiéndose brama
bajo sus plantas el mar
y en tanto que ella cantaba
sus penas y sus sentires
con añejas cantinelas, con suspiros de balada?
¡Amor cuasi infinito de una madre!
¡Misterio indescriptible de las &mas!
que eres música de tesos
y sonar de dulces arpas;
que eres de luz y de sombra
y de risas y de lagrimas,
¿sabes decirme
de ello la causa?
¡Mujer mártir!
Madre buena porque eres cristiana,
que como miel saboreas
las hieles de la desgracia
alentada por los hilos luminosos
de la luz de la esperanza,
¿no escuchas el fiebil eco
que allá en el fondo del alma
tu fin cercano te anuncia,
tu obscura muerte presagia?...
Un postrero beso
temblando de amor en sus frentes estampa...
Después desparece
por la solitaria
senda que conduce
a la costa brava,
con la cesta de mimbres al brazo,
y en su rostro las huellas gral adas
— 597
— 596 —
del dolor, sello divino
que con gubia de oro entalla
Dios en el alma escogida
que amando espera y sufriendo canta...
***
Trágica silueta
de la madre santa,
que al claror de los trémulos rayos
de una luna pálida
rígida te veo
flotar en las aguas
con corona de luz y de espuma,
con guirnalda de conchas y algas,
con sonrisa de amor en tus labios
que aún tienen prendidas las santas plegarias.
Campana que tañes
y anuncias al pueblo tamaña desgracia...;
cruz santa que en aquel sitio,
envuelta en fúnebres gasas
y besada de las olas,
al cielo tus brazos alzas...
Muerte, que agitaste
sobre el mar tus alas,
y cruel de este mundo
su vida arrebatas...;
ángeles que rebolando
al cielo lleváis su alma
ceñida de blancas rosas
con la palma del marfil° ensangrentadas...
Bellos pajarillos
que de la ennimada
endecháis la muerte
de la madre buena porque era cristiana...,
si poeta hubiera nacido
y a impulsos del dolor mi arpa os cantara,
tal vez con los suspiros de sus cuerdas
sentida inscripción forjara
para grabar en la tumba
de la madre heroica, de la madre santa!...
Fr. MIGUEL ESCÁIVEZ
Monasterio de S. Juan de Poyo.—Agosto - 924.
C
d ,
fANICA MENSUAL
ca mpaña iniciada a favor del mejoramiento económico
cl ero halló favorable acogida en la opinión pública, que consv i. cieró d e j usticia sus peticiones. El jefe del Gobierno, a quien
ó la C omisión gestora', escuchó la exposición que de la
sit uación del clero hizo el presidente de la Liga Nacional,
2'01-1CCIntrö ra zonables sus peticiones y prometió remediarlas en
I Po sible en
el próximo presupuesto.
l 21 16
de Febrero pronunció el presidente del Directorio en
Ci rcul o de la Unión Mercantil un interesante discurso sobre
fli-311 " eco nómicos de actualidad. Sus principales afirmaciones
er 0: que no sólo se ha de atender al clamor de los consumid
2 res , sino que es necesario defender que los precios sean relier adores para la producción, porque tan esencial como el
De: Merejo o más, es la producción; que el instante español, a
1,
—sar d e las dificultades, es uno de los más tranquilos que en el
; lindo se experimentan y que, aunque depreciada, la peseta va
r.,,i ,111do puestos y el crédito de los valores públicos se ha soC luc ado de tal manera, que cuando el Gobierno ha requerido a
ec° n ° rIlia para que contribuya al desenvolvimiento de gastos,
f2 cudido gustosa dándonos una insuperable muestra de conza- Y t odavía estaríamos mejor, añadió, si los comerciantes
eIll8ier an el veto a la venta de todo lo que no sea genuinamente
-s" fiol , salvo, claro es, las excepciones inevitables.
5, 2 1 26 se celebró en Zaragoza con extraordinaria brillantez el
1,(G1 ele l a Universidad. Para dar mayor realce a las fiestas, el
co mpañado del general Mayendía, trasladóse a la inrnor;' ciudad de los Sitios. La primera visita del soberano fue a la
ai
\i rgen del Pilar, ante cuya imagen con profunda emoción oró
j ulios m omentos, tocando en ella unas medallas para la reina
inf antes. Desde el templo del Pilar se dirigió la comitiva a
t(-)1' cli ltad de Medicina para inaugurar la estatua del sabio hisv1,° don Santiago Ramón y Cajal. Habló el rector de la Uniwi-I'sida d señor Royo Vil l anova, y su majestad el rey pronunció
bi'd disc urso enalteciendo la figura del sabio insigne que ha saco
band locar el pabellón de España al nivel de las más altas
era s de la ciencia internacional. Terminado este acto trasdi' óse l a comitiva a la Residencia de Estudiantes, bendecida el
ant erior por el señor obispo de Huesca, que inauguró fam
h.„
— 598 —
bien su majestad el rey. E-1 entusiasmo de la juventud escolar
fue indescriptible, y el soberano, dejándose ganar de este enitiisiasmo, pronunció un discurso inspirado y expresiv o. Finalde dimente, en la Universidad el monarca descubrió la lápida
de
Z acada a los estudiantes valencianos muertos en los sitios
ragoza.
El 27 visitó el general Primo de Rivera el local de los Sin dicatos Católicos femeninos. Escuchó complacido las peticiones
que se le hicieron y prometió ayudar esta Institución tan bene
ciosa para la patria. Como prueba del interés que le m erece i°
Obra, al día siguiente le envió un cheque de 1.500 peseta s, e°n
una tarjeta que decía: «Cumplo la primera parte de lo promelid°
y procuraré cumplir todo lo ofrecido a esa simpática
tución».
Los catedráticos y estudiantes católicos celebraron e n Madrid con gran solemnidad la fiesta de Santo Tomás de AcitlinT
Por la mañana ofició de Pontifical el señor obispo de M adriuAlcalá, haciendo el panegírico del Santo el obispo de Seg°via'
don Manuel de Castro. Unos 2.000 alumnos de Bachille rato recibieron en la iglesia de la Concepción la comunión de Illan°5
del señor Nuncio de Su Santidad. Por la tarde se celebr ó una
brillante . velada en el teatro Español, a la que asistió su allez a
el príncipe de Asturias. Hicieron uso de la palabra pronunciando elocuentes discursos abogando por la libertad de enseilanla
y autonomía universitaria el señor Negro, representa nte de
Confederación da Estudiantes Católicos; el señor Zútli ga Cerrudo, del Colegio de Doctores de Madrid; el señor Gil Robles,
y don Manuel Senante.
FR. L. SANTAMAIA
—
Pa
vo
599 —
vores de la Beata Mariana
de Jesús.
Sitges (Barcelona).—«Aquí se ha movido mucho la de-
por i ,(521, e a 11
Beata... Para su satisfacción diré a V. R. que
e ;1 2 fi t r cesión de nuestra Beata se han obtenido varias gracias
s i j sla. tina niña de nuestro Colegio que tenía un dolor agudí07)() de m uelas, se aplicó una estampita con reliquia que le diö
Ferre r y en seguida le desapareció. En Ulldemolins, una
que
Padecía bronquitis y estaba medio ahogándose y, al
Par ec
11-10' ecer , sin remedio, le aplicaron también una estampita, y al
de et nto f ue aliviándose y se curó por completo. Una religiosa
tri
' la Co
–uch,
. munidad que padecía años hace de asma y sufría
si e, u, Pidió a la Beata que, para servir mejor a la Comunidad.
sinn'2 ,cl el agrado de Dios, le quitara la dolencia. En el momento
pi e j i " inter iormente una gran conmoción y se le quitó por cornecue::: enairiPa
tiaaadddecimiento.
nee dclieami en to. De esto hace ya algunos meses y se enren- j. ur m uy bien. El mismo médico que la había visitado dup„,
e su e nfermedad, la ha visto y dice está completamente
„re".
Comendadora
m endadora de Sitges a la Comendadora
Al a. r c n )
Alarcón.)
y I,; San tander—Estando con unas décimas de calentura
e
adre con un dolor de costado, pedí a la Beata me quitase
h atib'! l e cal entura para el día siguiente, y a mi madre el dolor, y
de l le 9ome concedido los dos favores lo publico para gloria
(Q„Dea
' ta Mariana.
de A`,' art a de la favorecida a la M. Comendadora de Don Juan
.ii arcón)
(Continuará).
N
uestros amigos difuntos
.A.r1 excel entísimo e ilustrísimo señor doctor don Manuel Lago González,
ge,z ,,°bis
Po de Santiago. Aún no hace un ario que nos hacíamos eco de la
eo—ral al egría con que fué recibido su nombramiento para la sede de
dollPustela por las simpatías de que gozaba nuestro distinguido amigo el
siZt°t. Lago por su acendrada virtud, sus bellísimas cualidades personales,
lekiexcele utes dotes de gobierno, su exquisita amabilidad, su talento priviea24; cu ando nos vemos en la triste necesidad de dar noticia de la edifiaf -` e M uerte del que siempre distinguió a los mercedarios con sincero
bZtj), de sde los días en que, acompañando como secretario a otro ir signe
ent'ec hor de la Orden, el señor don Benito Murua, arzobispo de Burgos,
iiijnces o bispo de Lugo, visitaba nuestro convento de Sarriá, hasta las
411as vi sitas a esta casa donde hemos tenido la honra de hospedarle tres
- 600' --spode
Ob'
veces en breve tiempo: una a su regreso de Roma cuando era aún
y, por último, en
Tuy, otra cuando recibió el palio antes de su entrada ,
Inos ell
Mayo pasado cuando asistió a las conferencias de los Metropolit
Santiago.
,a conl°
En esta casa en que se le reverenciaba como a padre y se le amal all
rgoa
a hermano, siempre nos parecían cortas las horas para escuchar su ¡entes)
conversación de tal extensión en materia tan profunda en conoefin sabía a
tan atinada en observaciones que cautivaba instruyendo y siempre
poco. Poeta y literato, crítico de arte, filólogo conocedor a maravilla
filósofo
número crecido de lenguas vivas y de la mayoría de las nuestras,
de
profundo, teólogo y escriturario de valor reconocido, canonista ama nte
S
las cuestiones sociales que conocía y procuraba solucionar según losdo
principios del Evangelio, no era posible hablar con el de algo rela 1(-1L'
li
nresocon estas ciencias sin quedar prendado de su competencia qu e exr arzoe
con claridad de ideas y aticismo de frase. Descanse en paz el ilustr
bispo, gloria de la iglesia española y honra de Galicia, su patria. LA
pide una fervorosa oración por su eterno descanso.
NIERC19
don
En Madrid don Alberto Merklin.—Desde muy tierna edad se separó aAlberto Merklin del lado de su padre, fervoroso católico y reputado org
afáll
nero de Friburgo de Brisgovia (Alemania), dedicándose con ardoro so13610a recorrer las principales fábricas de órganos de Alemania, Austria
ca, Suiza, Francia, Italia y España, en muchas de las cuales ing'res3"'
4 fiel:llcuando no como director, como simple obrero, permaneciendo allí e arte
aul
es
po suficiente para estudiar a fondo las respectivas especialidad
de la organería y para practicar la lengua del país, resultando así que
pocos arios pudo adquirir una suma tal de conocimientos y experiencig-'
que la fama de su nombre iba extendiéndose rápidamente por todo 31 °luir
do. Y todo ello durante una vida tan breve, que apenas contaba trelotil
tres arios.
Una pequeña muestra de su valer la constituyen su preciosa obri ta d°1ganología» (la cual ha merecido en todo el mundo una acogida exw
riamente favorable, y de ella se ocupó en su día también LA MERCE1) 1 ; Y un,g
serie de artículos que se publicaron en diversas revistas de Europa 3;* Atn'rica.
De su piedad para con Dios y el prójimo, nos quedan preciosos rec1erd°5'
En el mes de Octubre se le declaró una penosísima enfermed ad que
frió con la más admirable resignación, y por fin, una muerte santa, ocurr.pose
da el 22 del corriente, le ha permitido entrar, así lo creemos, en la
de los goces celestiales.
Reciban su afligida esposa, hijos y demás familia, el testimonio de utlestro más sentido pésame.
•
FR. J. M.
R. I. P.
CON LAS DEBIDAS LICENCIAS
Editorial Católica Toledana, Juan Labrador, 6, teléfonO 21 1.

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