testimonio sobre aida - Misioneras Cruzadas de la Iglesia

Transcripción

testimonio sobre aida - Misioneras Cruzadas de la Iglesia
A todos los que formamos
la Obra Total de Nazaria Ignacia:
MCI, MSI, FENI, SACERDOTES y AMIGOS DE NAZARIA
Me encontraba en Roma cuando me
sorprendió la noticia de la muerte de H.
Aída Salek sexta Superiora General de
nuestra Congregación, ella ya goza de la
presencia del Señor, juntamente con Madre Nazaria y todas las hermanas que
nos han precedido, sus padres y familia.
Recibir esta noticia en Roma, hizo
que enseguida viniera a mi memoria algo que yo palpé siempre en ella fuertemente y de manera especial en sus cartas siendo Superiora General, el amor al
Papa como concreción de su gran amor
a la Iglesia y a la jerarquía y también la
unidad, profundamente arraigada en ella
desde nuestro Cuarto Voto. Por ello
cuando H. Virginia Dávalos Provincial de
Bolivia me comunicaba que la Eucaristía
Celebrada en Santa Cruz en su funeral estuvo presidida por dos obispos y diez sacerdotes y religiosos, me alegré mucho pues se merecía la presencia de la iglesia por la que tanto se entregó.
Ciertamente estaba informada del deterioro
que iba sufriendo su salud; pero la verdad es
que nunca imaginé que su partida a la casa
del Padre fuera tan inminente. Hoy pienso que
el Señor le ha escuchado su deseo “quería
morir” según me decían las hermanas, morir
para dar el paso a la VIDA, donde creemos
por la fe que goza de la presencia de nuestro
Dios y ya vive para siempre.
Qué más deciros de Aída. Desde el año
1978 conocí a Aída, en mi primer viaje a Bolivia (posiblemente la conocí anteriormente,
pues ella estuvo en España en el capítulo del
68, pero yo era novicia), allí la recuerdo mostrándonos con gran cariño todo lo que Oruro
guarda de Nuestra Madre, el archivo, objetos
personales, todo lo que nos hace respirar la
presencia de Nazaria de manera muy especial
cuando pisamos ese lugar tan querido para to-
dos. En esa como en otras ocasiones lo hizo
con gran pasión y entusiasmo transmitiéndonos el conocimiento y la vivencia que ella tenía de Nazaria y del Instituto, por supuesto
fruto de su mucho amor. Lo hacía con tanta
fuerza que solíamos decir algunas hermanas
que era “intensa” en todo lo que hacía y vivía.
En estos momentos se evocan en mí, muchos recuerdos de todo lo vivido con ella o
cerca de ella, tanto alegrías como tristezas, ya
que compartimos bastantes años juntas en
este servicio de gobierno.
Durante sus años como Superiora General,
son muchas cosas las que viví junto a ella y
que me ayudaron bastante en mi vida. A través de sus cartas y escritos, siempre nos remitía a Nazaria, en toda fiesta o celebración
del Instituto era frecuente recibir de ella algún
recordatorio bien por carta u otra comunicación, donde descubrí la importancia de saber
“hacer memoria” de la vida de la Congregación y la nota específica en cada momento
oportuno, que nos ayudaba en la vivencia del
Carisma.
En las comunidades nos repetía con
frecuencia la importancia de “salvar
siempre la proposición del prójimo”, señalar sólo lo negativo no construye y ella
puso un gran esfuerzo que fuéramos
mujeres constructoras de unidad y la comunión.
Podría seguir enumerando otros, pero
no quisiera olvidar todo el empeño que
puso en fortalecer la OBRA TOTAL DE
NAZARIA IGNACIA, el cuidado y la cercanía con los Sacerdotes, que les dio su
primer impulso, con miembros de FENI y
en general con todos los amigos de Nazaria.
No sé si el vivir con tanta intensidad,
o qué, fue lo que hizo que pronto en Aída se notasen las huellas del desgaste,
en las ocasiones que visité Bolivia, después
de su regreso, sentía gran pena al verla “tan
gastada”, ya no tenía fuerzas, eso sí su amor
a Jesucristo, a Nazaria, al Instituto y a los pobres, siempre bien vivo.
Quiero terminar agradeciéndole a Dios todo
lo que nuestra hermana Aída vivió como mujer y como hermana, en una palabra como
M.C.I. y que todo lo “bueno” que en ella descubrimos, lo vivamos también cada uno de
nosotros.
Que nuestra oración por ella nos una a todos y a través de ella, que ya estará “cerquita” de Nazaria, le arranque al Señor el milagro que deseamos para su Canonización. Unidos fraternalmente.
Superiora General
Condolencia
S. E. Julio Cardenal Terrazas CSsR, Arzobispo de Santa Cruz; Obispos Auxiliares, Sacerdotes, Religiosos, Religiosas y Agentes Pastorales
del Pueblo de Dios en Santa Cruz, hacen llegar su adhesión y solidaridad cristiana, a la Congregación Misioneras Cruzadas de la Iglesia
que acompañan con su oración el trayecto al encuentro con Dios-Padre que ha convocado a su Servidora
† Hna. Aída Salek Gutiérrez
Q.D.D.G.
La Hermana Aída nació en Charagua el año 1937, era licenciada en Servicios Sociales y licenciada en Sociología. Como religiosa y profesional
trabajó arduamente en gran parte de Bolivia. Fue responsable de la parroquia de Porongo en Santa Cruz, luego docente y decana en la Universidad
de La Paz, colaboró en la Conferencia Episcopal Boliviana, trabajó en Oruro, apoyó en el proceso para la beatificación de la Hermana Nazaria, fue
Superiora General de su Congregación de 1999 al 2005. Llegó a Santa Cruz el 2007 aquejada por la osteoporosis y falleció en las últimas horas a la
edad de 74 años por una complicación bronconeumonía.
La misa de cuerpo presente se realizará el día de hoy miércoles 18 de mayo en la parroquia La Santa Cruz a las 15:00 h. (Avda. Cristóbal de
Mendoza, 855) para luego dirigirse al cementerio general donde encontrará su última morada.
Esperamos que la vida de la hermana Aída que cesa en la tierra, dé frutos de vida para la Iglesia y su Congregación, a la vez que pedimos a toda
la Iglesia de Santa Cruz su oración fraterna por el descanso del alma de nuestra hermana Aída. Agradecemos al Dios de la vida por la vocación y
ejemplo misionero de esta hija suya que encontrará descanso en sus brazos.
Santa Cruz, 18 de mayo de 2011
Aída
“Ninguno de nosotros vive para sí mismo y ninguno muere para sí mismo. Si vivimos, vivimos para el Señor, si morimos, morimos para el
Señor; en la vida y en la muerte somos del Señor. Para eso murió y resucitó Cristo, para ser Señor de vivos y muertos” Rm 14,7-9.
Aída fue consecuente. VIvió para el Señor. Su entrega
generosa y exigente fue un testimonio para quienes tuvimos la dicha de vivir con ella. Las hermanas de la comunidad de Santa Cruz, tuvimos el privilegio de compartir con
ella los últimos nueve meses de su paso por esta tierra y
de acompañarla en el momento de su paso a la casa del
Padre. Verdaderamente, vivió para el Señor y murió para
el Señor. Se fue con mucha paz. El lunes 16 vino el P.
Eduardo de nuestra Parroquia, le dio el Sacramento de la
unción de los enfermos y el 17, a las 2,30 de la madrugada, el Señor se la llevó.
El día 29 de septiembre de 2010, trajeron a Aída de La
Paz, muy grave y directamente a terapia intensiva a la clínica INCOR. Debido a una subida de presión, porque fue
de Cochabamba a La Paz. El 1 de octubre, en la clínica
HAMACAS, le pusieron marcapasos. El día tres la trajeron
a la comunidad.
Se encontraba muy débil y fue difícil sacarla de su estado de anemia y deshidratación. Con los cuidados y medicamentos volvió a ser la Aída de siempre. Fue mejorando, y hasta salía sola, con la ayuda de su carrito, a dar un
paseo por el barrio.
Eran frecuentes sus salidas con su hermano Carlitos,
que la llevaba con la familia o a tomar un “tesito” “La Monseñor” (frente al Cristo). Compartía momentos agradables
con la comunidad, participaba en todo. Se puso muy bien,
aunque no le faltaban dolores.
Así pasaron los meses, hasta la última semana de cuaresma. Llegaron los primeros “sures” (vientos del sur) y
con ellos el frío húmedo que aumentó sus dolores. Le costaba levantarse y en esa semana apareció varias mañanas
sentada en el suelo, tal vez intentaba hacer yoga. El sábado, 16 de abril, vísperas del Domingo de Ramos, fue internada en una clínica y estuvo hospitalizada tres semanas por una broconeumonía y subida de presión. Ya no se
Hna. Aída, joven religiosa entre obispos
y sacerdotes, en su entrega por la Iglesia en Bolivia.
levantó más. La Semana Santa fue para ella un verdadero calvario y así siguió sufriendo mucho, hasta el 17 de
mayo, que el Señor se la llevó.
Recibió mucho cariño de los suyos, que la acompañaron todo este timpo, colmándola de detalles. También de
la comunidad y de las enfermeras y médicos. En su vida
dio mucho amor y debió gozar al recibirlo, aunque al final
ya no se daba cuenta. Fue bueno que pasara sus últimos
días en Santa Cruz, donde tiene a sus hermanos y sobrinos.
El lunes por la tarde estuvo rodeada de hermanos, sobrinos, sobrinos nietos. Los médicos se despidieron con
manifestaciones de cariño, uno de ellos lloró y la besó. Su
hermano Fernando la animó diciéndole que se fuera tranquila, que ellos estaban bien. Tal vez ya no se daba cuenta, pero la paz se manifestaba en su rostro. Esperábamos
que viviera un poco más y todos se retiraron. En la noche
se quedó Hna. Marina con la enfermera. A las 2,30, después de una breve fatiga, se durmió para siempre en el
Señor.
Llegó Hna. Viky con Carmencita y Lucía. También llegaron hermanas de todas las comunidades de Bolivia.
Los obispos auxiliares, Mons. Sergio y Mons. Estanislao, se encontraban en una reunión en nuestra Parroquia,
al recibir la noticia, vinieron a rezar. Por la tarde, el P. Max,
de la Parroquia, celebró la Eucaristía. El Cardenal estaba
en Montevideo y Mons. Braulio en Corea.
Nuestras alumnas, participaron por cursos con sus profesoras y el profesor de música dirigió los cantos. Seguro
que Aída, desde el cielo gozó escuchándolos como todos
los presentes. Sus familiares, quedaron muy agradecidos.
La misa fue en la parroquia, concelebrada por Mons.
Estanislao, Mons. Tito Solari, que vino expresamente de
Cochabamba, los tres padres de la Parroquia y otros sacerdotes amigos. La iglesia estaba llena. Nuestras hermanas jóvenes amenizaron con los cantos y todos participaron, animados por el P. Roberto y Adán, el organista
de la parroquia. Se dio lectura a un mensaje de Viky y
otro de Jesús de Machaca.
Familiares de Aída y muchas amistades nos acompañaron al cementerio, donde se dio una emotiva despedida.
Se sentía mucha paz. Estamos en la novena de misas, en
la parroquia, como es costumbre aquí.
“Si el grano de trigo muere, da mucho fruto”. Pedimos al Señor que nos dé muchas vocaciones, como Aída,
amantes del Carisma y locas por el Reino.
De la seguridad a la intemperie
Quisiera tener una pluma ágil y sabiduría para hacer memoria de nuestra querida hermana Aída sexta superiora General de nuestro Instituto.
En una llamada de teléfono desde Bolivia se nos dio la noticia... ¡nunca estas noticias se esperan... interrogantes... preguntas!... pero desde el corazón también nos brotó: “el Señor nos la dio el Señor nos la quitó ¡Bendito sea el nombre del Señor!”.
Mujer intensa, tenaz, que juntaba el día con la noche... mujer inteligente, despierta y a la vez sencilla en su porte y en su comunicación,
de palabra fácil y casi siempre larga, de muchos escritos y papeles pero siempre disponible para quien los necesitara. Todas la recordaremos
por su amor a la Congregación, a la Iglesia, a los Pobres y a lo que ella amaba, hablaba, trabajaba y quería hacer realidad. La Obra Total.
Su vida fue un camino con salidas a lugares geográficos y simbólicos, haciendo evocación de Jon Sobrino, podríamos decir que tuvo ese
triple desplazamiento: el desierto, la periferia y la frontera.
Cuando hablamos de desierto, hablamos de la soledad, de la prueba, de la experiencia de Dios desnuda...
Cuando decimos, periferia decimos que apostó siempre por la causa de la justicia, de los que buscan la paz, de entrelazar la vida con los
sencillos, también de desplazamiento, de lugares de responsabilidad hacia lugares de impotencia y limitación.
Cuando hablamos de frontera, la percibimos con la fuerza de ir desde la seguridad de lo conocido, hacia la intemperie... uno de sus sueños fue Filipinas... salir hacia lo desconocido, porque nuestra vocación es, “para cualquier parte del mundo”.
Esa misma tarde del 17 de Mayo, nos reunimos las hermanas con un grupo de laicos, para celebrar la Eucaristía a las 19,30 en la Casa
de Ejercicios de Carabanchel. Presidió la Celebración Javier Sánchez, uno de los sacerdotes con los que Aída hablaba mucho y participa de
ese grupo de sacerdotes que ella inició alrededor del Carisma.
Fue una celebración pausada, emotiva, con lazos de afecto, partimos desde el agradecimiento a Hermana Aída por su entrega a la Congregación. Hermana Margarita Torrubia, con su verbo fluido, hizo una semblanza de ella desde su entrada a la congregación, pasando por
los distintos momentos de su vida. Hubo muchas intervenciones tanto de hermanas
como de laicos en donde su vida se iba enriqueciendo, y siempre desde la acción de
gracias.
Quiero que estas líneas sean sólo un dar gracias, como cuerpo de provincia unidas a la Congregación por su vida y el reconocimiento por el servicio de Superiora
General que realizó durante seis años.
Oremos por ella y pidamos que interceda por nosotras para que seamos lo que
Nazaria Ignacia soñó para la Cruzada Pontificia que “Nos estrechamos en un solo
abrazo, sí así tiene que ser, una sola alma, un solo corazón... Por las ausentes,
tan presentes de América y de España. Un nuevo abrazo de corazones” (carta
desde la fundación de Málaga).
Cristina Ventura, m.c.i.
Hermana Cristiana:
Soy Julián Nicolás el sacerdote de Madrid que estoy
en Argentina, amigo del carisma de M.N.I., la hermana
Mercedes me ha pasado el
correo y me comunica que ha
muerto la M. Aída, lo siento y
he ofrecido la misa y mis oraciones por ella, no he podido
escribir antes pues hemos estado toda la semana de retiro
y recién llegamos a la madrugada y ahora que termino las
misas y los pueblos me decido a escribir y responder a
los correos que se han acumulado en estos días.
Ruego que transmita mi
pésame a todas las hermanas y a la M. Provincial tanto
en mi nombre como de todos
los sacerdotes amigos del
Carisma, ella fue la que nos
convocó, nos reunió y alentó
para empezar y Gracias a
Dios parece que vamos caminando, seguro que desde
donde esté nos ayudará a todos.
Un saludo y gracias por lo
bien que nos tratasteis en
esos días en Bolivia, hasta
pronto.
María Jesús de Miguel, m.c.i.
Provincial de España
P. Julián Nicolás
SACNI
Prensa Boliviana
AIDA SALEK FUE ENTERRADA EN SANTA CRUZ
Fallece la vicecanciller de Iglesia cochabambina
La religiosa y vicecanciller de la Iglesia cochabambina, Aída Salek Gutiérrez, falleció y fue enterrada ayer en el cementerio general de la ciudad de Santa Cruz.
El 25 de febrero de 2008 se dio a conocer el nombramiento oficial de la vicecanciller de la Iglesia cochabambina, Hermana Aída Salek Gutiérrez, que pertenece a la comunidad religiosa Misioneras Cruzadas de la Iglesia...
Palabras de Hna. Virginia Dávalos,
Provincial de Bolivia
Hermana Aída Salec Gutiérrez, nació en Charagua,
Santa Cruz el día 6 de Febrero del año 1937, ingresó en
el Instituto de Misioneras Cruzadas de la Iglesia, de una
manera, romántico-mística, escapando de su casa, como
una joven enamorada detrás de su Amado, el 3 de Mayo
del año 1958.
Empezó su vida de consagración al Señor con toda la
fuerza y el ímpetu de su corazón juvenil, siendo una religiosa con mucha experiencia de Dios, alegre, generosa,
entregada a los trabajos, sin medirse, con gran amor a los
pobres y a los más necesitados.
Antes de terminar el tiempo del Noviciado, las Superioras, dándose cuenta de su capacidad intelectual y espiritual, la enviaron a La Paz a estudiar servicio social en la
Universidad de San Andrés, de la que años más tarde fue
Decana de esa facultad.
Por las situaciones sociales de nuestro país, de entonces, tuvo que salir de Bolivia y fue enviada a Bélgica a hacer una especialidad en sociología, en Lovaina.
Fue Canciller del Obispado de Oruro, siendo Obispo de
esa Diócesis Mons. Julio Terrazas.
Al interior de la Congregación, tuvo muchos envíos, de
servicio a las comunidades como: Superiora, Maestra de
novicias, Maestra de junioras y Maestra de Tercera probación como formación antes de los Votos Perpetuos. También fue Consejera Provincial en varios períodos.
Fue Consejera General y finalmente Superiora de la
Congregación.
Aída fue una hermana que se distinguió por su gran
amor al Instituto, por amar con ternura a la Madre Nazaria Ignacia, Nuestra Fundadora, fue la que organizó la
Biblioteca Nazariana, desde sus inicios en Oruro. Profundizó muchísimo el Carisma de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, sobre todo en el Cuarto y Quinto Votos que tenemos: dar la vida en la misión trabajando por
el Reino y sobre todo en el amor y unidad con la Iglesia,
en la persona de nuestros pastores, el Santo Padre y los
Obispos.
Hasta siempre Aída
En Oruro con Aída.
Apenas una semana después de la muerte de Aída lo que me sale es expresar
una profunda acción de gracias al Padre por su vida, una vida especialmente sencilla y entregada a dos tareas fundamentales: el amor a los pobres, su tesoro desde
siempre, y el amor a Nazaria, el otro tesoro que descubrió también desde muy joven.
Siempre que compartía ratos con ella, y tengo que decir que por suerte fueron muchos, eran esas sus dos únicas preocupaciones también para mí como cura: ama a
los pobres, entrégate a ellos, dales lo mejor de ti, y conoce y encomiéndate siempre
a Nuestra madre, a Nazaria.
Estos eran los dos tesoros de “la ópera”, como cariñosamente yo la conocía, pero además tengo que decir y resaltar de ella su profundo sentido de la misión, la misión que había recibido desde Dios era continuar el carisma de Nazaria Ignacia desde hacer posible lo que ella misma también quiso desde siempre: extender el Reino
de Dios pero desde el marco incomparable de la Iglesia de Jesús. En Aída también
se juntaban ambas cosas, como si hubiera descubierto que en la Iglesia, con todas
sus dificultades, y desde la Iglesia, se podía contribuir al sueño de Nazaria de extender y trabajar por el Reino.
Ha sido también, como su madre Nazaria, una mujer en la que se unían el
amor a las hermanas desde trabajar intensamente por ellas, por sus preocupaciones y por sus sentimientos, y el amor al Instituto, por quien trabajó hasta el
final de sus días. Una mujer de gran temperamento, exigente, pero que volcaba la exigencia a los demás desde su propia exigencia; su única obsesión fueron sus pobres, los pobres de Bolivia, los pobres de su patria... A mí me hizo
enamorarme también de esas dos realidades; cuando marché la primera vez a
Bolivia fue desde el impulso especial que ella me hizo para conocer in situ esa
misma realidad de la que ella estuvo siempre enamorada. Y cuando llegué a
Oruro, y me encontré en la cripta, ante Nazaria, escuché aquel himno compuesto en tierras bolivianas, que daba música a las palabras de Nazaria “Adelante, siempre adelante, sirviendo y amando a todos por igual, por igual...” y todavía recuerdo el sentimiento que me produjo de seguimiento, de encuentro especial con el carisma, y sobre todo de fortaleza, de manera que desde entonces ha acompañado mi vida, y en momentos duros y de sufrimiento ha resonado en mi interior: Adelante siempre, adelante, eran y son las palabras de Nazaria hacia mí, hacia mi ministerio y hacia mi misión.
Su insistencia siempre fue que conociera a Nazaria cada día más, que me embebiera de sus escritos y de su carisma y cuando últimamente la hablaba de la cárcel y de mis experiencias con los presos siempre me decía lo mismo: estás con Nazaria, donde ella siempre ha estado, con los pobres, sigue adelante... y cuando esos
pobres, esos presos en la cárcel llevan las reliquias de la madre y rezan a Nazaria
Ignacia, recuerdo a Aída, y a sus palabras...
Hoy por eso sólo me sale decir GRACIAS, gracias a Dios y a Nazaria por su hija muy querida... sus desvelos seguro que serán premiados... no sé con quien se habrá encontrado antes si con Jesús, a quien amó profundamente, o con Nazaria, de
quien también se enamoró... quizás haya sido un encuentro simultáneo y ahora esté
ya gozando de los dos para siempre... Gracias, Aída, gracias “opera”, gracias hermana y amiga... estarás siempre donde se guardan las cosas más importantes... en
lo más profundo del corazón... nuestro de tantas personas que te conocimos y compartiste tu vida...
Javier Sánchez (SACNI)
Su amor a la Congregación y a las hermanas la llevaba a querer que todas entrásemos a gozar de esos conocimientos que ella descubría en su investigación teológica y espiritual, y a veces machaconamente, como
presintiendo que no iba a estar mucho tiempo con nosotras.
Al final de su vida el Señor, amorosamente, la prefirió una vez más, pero a su estilo, abrazándola a su Cruz
por medio de la enfermedad. Fueron muchos meses de
sufrimiento, hasta que el día Martes 17 de Mayo a las
2.30 de la mañana, el Señor vino como un ladrón y se la
llevó dulcemente a la presencia de nuestro Padre Dios,
donde ya descansa y nos bendice, al Instituto, a su familia que la ha acompañado con amor y dedicación todo
este tiempo, a sus amigos y a sus preferidos los pobres
y pequeños.
Santa Cruz,
18 de Mayo de 2011
Aída, compañera de camino
A Aída la conocí desde su venida a Europa y después en mis visitas a Bolivia. Tuvimos ocasión de trabajar juntas en la comisión de preparación de las Constituciones,
según nos pedía el Concilio Vaticano II, y fueron aprobadas en 1991. Comisión en la
que trabajamos intensamente, y Aída, con su habitual entrega exhaustiva, acarreaba innumerable material que nos serviría de respaldo en la iluminación necesaria. Exhaustiva siempre. Diríamos que era un ser que se perdía de vista detrás de sus carpetas...
Pero nuestro trato más entrañable lo vivimos como compañeras, durante el gobierno de la tercera elección de M. Auxiliadora Pérez como General del Instituto 1992-1998.
A Aída, le correspondió como consejera general, el servicio de la formación y a
mí, el de evangelización.
Fueron los años en los que por varias razones, yo volví más veces a España, ya
que seguía radicada en México. Y pude seguirla más de cerca, en su trabajo, que
como ya es dicho común, no conocía límite entre el día y la noche. Su secretaria,
tampoco conocía límite de papeles, carpetas y proyectos...
Con ella iniciamos lo que habría de ser su dedicación más especial, “la Obra total”. Y juntas convocamos el primer grupo de Madrid, en la casa de Ejercicios. Grupo que comenzó con brío y esperanza.
Como preparación al Capítulo General de 1998, elaboró con infinito empeño el
Documento de “La Obra Total de Nazaria Ignacia”. Documento que toda la Obra
Total debe conocer y vivir.
Fueron incontables las horas que le dedicó, porque Aída trabajaba desde su condición de profesional, tomando todas las medidas necesarias para llegar al fin. La documentación reunida sigue siendo una fuente importante para el estudio y profundización de la Obra.
Conocí también su empeño por hacer nacer la incorporación de los Sacerdotes a la
Obra Total. Traía ya un legado de Jaime Virreina quien en Bolivia había profundizado teologica y afectivamente el carisma de Nazaria Ignacia y había congregado a algunos
amigos sacerdotes y seminaristas en torno al carisma. Fue así, como manifestarán otros
testimonios como convocó en Madrid a los primeros sacerdotes, que han seguido después de su marcha, su encuentro, hoy vinculados España, Argentina, Uruguay y Bolivia.
Otra dimensión compartida fue su disponibilidad para abrir el paso al Oriente.
Aceptó la invitación que la M. General le hizo para iniciar ese camino en Filipinas,
acompañada de H. Rosalba Gutiérrez. Fue un viaje importante en el que dejaron
abierta la posibilidad de una fundación con Obispos que incluso vinieron a visitarnos
con el ánimo de formalizar nuestra presencia en el país. No se pudo realizar, sin embargo, durante su gobierno como General del Instituto, pero dejó abierta la puerta,
que hoy se ha hecho realidad en la fundación de la India.
Mis últimos recuerdos aquí en España, como General del Instituto, están referidos sobre todo, al momento en que comenzaba su enfermedad y manteníamos una
comunicación fluida, en la que pude acompañarla afectivamente. Empezaban a manifestarse síntomas, que la mantenían en su celda, donde igualmente no faltaban los
papeles, las revistas, los trabajos... Y ella tenía confianza de hermana conmigo para
compartir sus sentimientos. Así nos despedimos, sin dejar de mantener una entrañable fraternidad y amistad sincera, que certificaban nuestra mutua correspondencia. El
último día de su vida, le enviaba, junto a las otras hermanas de María Goretti, al saber que seguía muy malita, mi último beso fraternal.
Aída nos deja el testimonio de la entrega incondicional y lúcida, de la vivencia del
carisma que nos convoca.
Mª Mercedes de Cristo, m.c.i.
Con Monseñor Villane abriendo el Camino de Filipinas.
Fisonomía de la Hna. Aída Salek
No es fácil hablar de cualquier persona, menos de las personas amigas; siempre o casi siempre nos equivocamos, porque lo íntimo del corazón sólo lo conoce el Señor, nosotros apenas
atisbamos a descifrar algunos rasgos que los interpretamos de acuerdo a nuestros gustos o prejuicios.
Mi primer encuentro con la Hna. Aída fue a raíz
de mi nombramiento de Obispo Auxiliar de Oruro,
encuentro que después se convirtió en una profunda amistad y en un gran aprecio, sin duda fue el
comienzo de una sincera y auténtica relación de fe
y de apoyo pastoral.
Al día siguiente de salir la noticia de mi elección
para el servicio de obispo, se apareció presurosa
por La Paz tocando las puertas del convento de los
Carmelitas la Hna. Aída Salek. Bajo su brazo portaba un fajo enorme de papeles, revistas, resúmenes de las Asambleas Diocesana, planes de trabajo de la Diócesis de Oruro, para que el nuevo Obispo se enterara donde quedaba esa Iglesia, cuales
eran las líneas Pastorales, el camino recorrido,la fisonomía de ese pueblo, su cultura y todo lo que un
pastor debía conocer de la Iglesia. Ni que decir tiene que me asustó, pues si ya el hecho del nombramiento le sobrecoge a uno, cuanto más si hay
que meterse, así de golpe, tanta literatura.
Sin duda, fue un gesto que define a Hna. Aída
en todo su ser: amor a la Iglesia, preocupación pas-
toral, cercanía con las personas, sintonía con el
pueblo, profunda amistad y urgencia de que los
pastores sientan a la Iglesia desde dentro, desde el
corazón.
Desde entonces fueron muchos los momentos
de diálogo, amistad, reflexión y compartir los grandes y pequeños proyectos que se fueron gestando
en Oruro: la Misión Popular, el Sínodo Diocesano,
la marcha de las CEBs, la Pastoral Juvenil y todo
un camino que recorrimos juntos durante muchos
años por las pampas y comunidades más alejadas,
comenzando por Bengalvinto y siguiendo por Ucumasi, Challapata y Huari donde tenían Comunidad
las Cruzadas.
No menos profundos fueron las experiencias,
encuentros y celebraciones junto a la tumba de
Madre Nazaria en el silencio atento de la escucha
de la Palabra y en las búsquedas de los problemas
que día a día venían de las minas, de los barrios
periféricos y de los pobres.
Madre Nazaria Ignacia decía a sus hijas que debían bajar a la calle, pero yo diría que Hna. Aída
estaba en la calle, sentía el palpitar de la gente y
se hacía eco de las necesidades de los más pobres
y sencillos. Gran conocedora de la espiritualidad y
del carisma de la Madre no se contentó con degustarlo o trasmitirlo a los demás, sobre todo a las
jóvenes postulantes que moraban en la casa, su
gran preocupación fue hacerlo vida, encarnarlo en
su persona para descubrir en los necesitados el
rostro de Jesús.
Nuestra amistad no fue idílica ni mucho menos,
tuvo también sus momentos de discusión y confrontación, pues si algo uno tiene que decir de Hna.
Aída es que vivía las cosas con pasión, ya que su
carácter y su personalidad no se quedaba en medias tintas, pero siempre llegábamos a mirar los
acontecimientos desde la perspectiva de la fe y bajo la lupa del Evangelio.
Mujer de grandes convicciones, mujer de fe y de
oración, de un gran amor a la Iglesia y a los pastores. Su pasión fue siempre la misión y el anuncio
del Evangelio sin recortes, ya que el mensaje de
Jesús parte siempre desde los más pobres y de los
sectores más olvidados de la sociedad.
Y, ¿qué más?... cierto hay que poner puntos
suspensivos y sé que me he quedado a mitad de
camino, porque no se puede encasillar su personalidad en unas cuantas líneas y desde una sola
mirada. Mi pequeño testimonio ha querido ser un
testimonio sencillo pero agradecido a esta mujer,
que además de ser mujer, fue creyente, misionera
y enamorada de Cristo y su Iglesia. ¡Que ahora,
desde la presencia del Padre, me siga y nos siga
animando a construir el Reino!
† Braulio Sáez García
Obispo Auxiliar de Santa Cruz
Madre Aída Salek, Superiora General (1998-2004)
M. Aída Salek, fue Superiora General desde
1998 a 2004. Fue nombrada en el XII Capítulo General, en Madrid, después de una vida larga e intensa, entregada a dar a conocer y a vivir el carisma de M. Nazaria, el que ella misma vivía y tenía
totalmente asimilado y vivenciado.
De Juniora estudió Asistencia Social en La Paz,
Bolivia y ya de Votos perpetuos, se licenció en Sociología en Lovaina, Bélgica. En Bolivia estuvo varios años en el consejo Provincial, siendo Maestra
de Novicias y Maestra de Junioras, y trabajando ardientemente en estudios sobre la Madre Fundadora, intentando desde entonces incorporar a estos
trabajos y estudios a grupos de laicos con los que
trabajó codo a codo formando laicos profundamente cristianos y totalmente imbuidos por el carisma
de la Congregación, sobre todo marcándoles profundamente en el amor a la Iglesia, y la preocupación por los problemas sociales de su entorno.
Al terminar sus estudios en Bélgica, asistió por
primera vez al X Capítulo General Extraordinario en
Madrid, y desde entonces participó en todos los Capítulos Generales siguientes, quedando en 1992
consejera General, encargada del área de formación. En realidad este era su campo: forjar misioneras como las que quería M. Nazaria. Acompañó como consejera General a varios grupos de Hermanas
Terceronas en Bolivia para prepararse a sus Votos
Perpetuos. Durante este tiempo su esfuerzo era verdaderamente intensivo, profundamente espiritual, e
intentando que las hermanas jóvenes pudieran profundizar en el conocimiento del espíritu de nuestra
Fundadora y de cómo deberíamos interpretarla hoy,
ante las exigencias de nuestra época.
Repetimos, su trabajo fue siempre intensivo,
profundo, incansable... deseaba que todas las hermanas se introdujeran afectiva y espiritualmente en
todo lo que era el patrimonio espiritual de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia.
En el XII Capítulo General, la M. Auxiliadora Pérez cumplía 18 años de Superiora General, y se imponía el nombramiento de su sucesora, el que recayó en M. Aída Salek.
Su salud estaba ya un tanto quebrantada, sobre
todo su problema óseo, con una fuerte osteoporosis,
que iba proporcionándola no pocas complicaciones
pero a pesar de todo ella mantenía fuerza y vigor interior para seguir trabajando a tiempo completo.
No me puedo entretener en detalles sobre sus
trabajos como Superiora General, sino que me limitaré a decir que una vez más, entregó todos sus
afanes y preocupaciones a impulsar, revitalizar y organizar la Obra total, la gran Familia de Nazaria Ignacia, delegando en una hermana para visitar con
este objetivo todas las Casas de la Congregación,
tanto en España, como en Latinoamérica y África,
reuniendo y convocando a todos cuantos de alguna manera se sentían vinculados con nuestro Carisma. Fruto de este trabajo, fue la elaboración de
los Estatutos de Familia de Nazaria (FENI), en los
que intervinieron los grupos de diferentes países, y
los que fueron aprobados por el XII Capítulo General en Bolivia y por la Sagrada Congregación en
Roma en 2005.
Sí, para todos ha sido dolorosa la muerte de Aída. En la homilía que tuve a los nueve días decía
que me daba dolor de corazón su separación, pero no tristeza, sino más bien envidia porque ella ha
podido presentar una vida totalmente entregada al
servicio de Dios y de los hermanos/as. Lo que a mí
más me impresionaba es que era una mujer que
“amó mucho”. Tuvo un gran amor a la Iglesia y estuvo siempre disponible para ayudar a los obispos,
como lo hizo en Oruro con Mons. Terrazas, y en
Santa Cruz con Mons. Tito en la redacción de la
historia de la Arquidiócesis. Un gran amor al Instituto como apareció a lo largo de toda su vida y al
que sirvió como General. También manifestó siempre un gran aprecio por la Compañía de Jesús y
por los jesuitas. Y procuró vivir intensamente el Carisma de las Cruzadas muy semejante al de San Ignacio.
Siempre se distinguió por talento brillante y su
eficiencia en el trabajo. Pero lo que más me llama-
M. Aída, tuvo mucho que ver con la organización
de reunir sacerdotes que vivieran su sacerdocio fortalecidos y animados por carisma eclesial de Nazaria: de Unidad, Comunión y Disponibilidad. Este
grupo sigue creciendo y consolidándose gracias al
apoyo y acompañamiento de Hna. Mercedes García Gutiérrez.
Este trabajo de Aída como General, creemos
que ha sido como la meta de todos sus trabajos anteriores, dejando abierto el campo para seguir trabajando en la socialización del Carisma de M. Nazaria, que ante todo consistía en “meter a todos
los creyentes en la barquilla del pescador... Por
Cristo, la Iglesia y las almas”.
M. Aída fue una mujer de Iglesia, comprometida, igualmente con las realidades sociales de nuestro tiempo, tanto más que lo social, era parte integrante de su carisma, como en M. Nazaria.
Terminó su período de Superiora General, con
una salud muy quebrantada, su problema óseo se
intensificó y tuvo que pasar por algunos tratamientos duros que la iban restando actividad.
Después de un proceso de deterioro físico grande, tuvo que ir reduciendo más y más sus actividades, pero siempre mantuvo su interés, su oración y
su entrega, especialmente preocupada por la formación de las jóvenes.
Hoy, cuando ya M. Aída Salek está en Dios, todas la recordamos como una mujer de dotes extraordinarias, y de gran capacidad de trabajo. Revestida del carisma de M. Nazaria y con gran capacidad para comunicarlo. La conocíamos entre nosotras con el apelativo de “Aída , la intensiva”..., por la
fuerza y la intensidad de su palabra... Nos unimos a
toda la Congregación y a la gran familia de Laicos,
por los que tanto trabajó y se entregó. Deseamos de
corazón que M. Aída por fin, “descanse en paz”.
Víctoria Azuara, m.c.i.
ba la atención es la solidez de su vida espiritual. Yo
tuve ocasión de acompañarla espiritualmente allá
en su juventud y siempre encontré en ella una persona enamorada de su vocación y con una vocación y espiritualidad sólida y gozosa. La recordaremos siempre como una religiosa entregada por
completo a Dios y a los intereses de su Reino y al
servicio de todos.
Carlos Palmés, S.I.
Mi recuerdo de Aída Salek
Conocí a Aída Salek en los años 60, en Lovaina (Bélgica), cuando ella hacía estudios de Sociología y yo de Teología. Desde entonces se comportó siempre como si fuera mi hermana y yo su hermano y así lo decía a todos. En
Lovaina tenía muy buena amistad con el grupo de bolivianos y bolivianas que estudiaban en diversos lugares (entre ellos había médicos, sociólogos, abogados, la mayoría
de los cuales han ocupado importantes cargos a nivel profesional y político). Aída hizo especial amistad con ellos y
con sus familias. Y recuerdo que tenía especial cariño y
cercanía con los niños. Algunos de ellos todavía hoy recuerdan con estima a la que llamaban y llaman “Aidita”.
Me resulta difícil resumir lo que me ha impresionado en
la Hna. Aida Salek. Era una mujer de una personalidad muy
rica y dotada de muchas cualidades. Yo sólo me fijaré en
algunos rasgos que me llamaron la atención en ella desde
el principio y que pueden ayudarnos en nuestra vida.
1. Su personalidad femenina: No sólo era una persona preparada en el campo de la sociología, sino que era
muy inteligente y vivaz. Sus conocimientos los puso muy
temprano al servicio de la Iglesia, del País y de su Instituto. Podía discutir de tú a tú con profesionales, sacerdotes,
obispos y lo hacía con firmeza, al punto que en ocasiones
su seguridad podía incomodar a algunos. Su capacidad organizadora le fue de gran ayuda para los cargos que ocupó, aunque un cierto tic gerencial pudiera dar la impresión
a algunas y a algunos de que quería imponer o por lo menos empujar en exceso. De ánimo fogoso, ella no comprendía siempre por qué algunas personas la seguían con
dificultad. Pero yo la he visto algunas veces callar o disminuir la marcha cuando veía que no todos la seguían. Se
movió mucho para inculcar la formación en su Instituto, especialmente la de las jóvenes, con destinos y estudios poco comunes en otras Congregaciones femeninas.
Para mí es evidente que personas como ella nos hablan de lo desaprovechadas que están en la sociedad, pero sobre todo en la Iglesia, las potencialidades de la mu-
Aída con Hna. Teresa Auchen en su secretaría.
jer. Y de cómo es preciso no sólo dedicar más años a la
formación de las religiosas, sino aprovechar mejor sus talentos en la Iglesia.
2. Mujer de Iglesia: Aída Salek asimiló bien las enseñanzas de su Fundadora. Era sin duda una de las personas que conocía mejor el Instituto de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia. Amaba a la Iglesia y lo manifestaba en
su oración, en su asimilación del Concilio, en su trabajo, en
su amor a la Jerarquía y al Pueblo de Dios, en su colaboración con las labores parroquiales, diocesanas y otras. Un
rasgo que le vi desde el principio y que creo fue creciendo,
especialmente cuando era Superiora General de las MCI,
era que no permitía que delante de ella se hicieran críticas
fáciles a la Iglesia. Las respetaba si era constructivas y respetuosas o si eran a modo de información. Pero no las toleraba fácilmente si notaba en ellas un deje de amargura o
si las consideraba negativas o exageradas. En todo caso
prefería mirar el lado bueno, aunque era suficientemente inteligente para ver que no todo lo que reluce es oro.
Para mí este ser “mujer de Iglesia” es un toque de alerta frente a una visión sesgada de la vida eclesial y a veces amarga. Y esto se da en grupos progresistas y en grupos integristas... Si es verdad que debemos estar abiertos
a la realidad y no esconder la cabeza bajo el ala frente a
los males eclesiales que por desgracia no faltan, por otro
lado hemos de mirar el futuro con ojos de fe y sobre todo
vivir con coherencia.
3. Misioneras Cruzada de la Iglesia: La Hna. Aída figurará a mi parecer entre las Misioneras que amó más al
Instituto, que luchó más por conservar el espíritu de su
Fundadora y por llevar a la práctica el estilo propio de las
Cruzadas de la Iglesia. La Iglesia, el Reino, Bajar a la calle, inculcar las enseñanzas y hacer conocer los escritos
de la Beata Nazaria Ignacia son realidades de la vida, de
las acciones y de las palabras de Aída Salek. Si cuando
estaba en Madrid, Roma era un lugar de peregrinaje, cuando estaba en Bolivia, Oruro era el lugar hacia el que se
orientaba su corazón. Oruro y los estudios y archivos de
la Bta. Nazaria Ignacia eran el sueño de sus últimos años.
No lo logró todo, pero quizá nos enseñó en esos años difíciles para ella que la última palabra de nuestra vida la tiene el Señor. “Cuando seas viejo extenderás los brazos y
será otro el que te ponga el cinturón para llevarte a donde
no quieres” (Jn 24,18).
Este profundizar en las raíces me recuerda y nos recuerda que un pueblo desmemoriado o que no hace memoria de su pasado, tampoco tiene porvenir, ni futuro. Todo esto se me ha quedado grabado de Aída. Sin duda no
era perfecta, como nada humano es perfecto. Pero Aída
me enseñó y me recordó todo esto en su vida y ahora especialmente en su Pascua, en su paso al Señor, ¡Gracias,
mi querida hermana Aida!
Cochabamba, 26 de mayo de 2011
Luis Palomera, S.J.
En memoria de hermana Aída Salek Gutiérrez
Nuestra querida hermana Aída, salió de las manos del
Padre en el año 1937 que donó, como un regalo precioso
a su Iglesia y a nuestra Congregación. Volvió a los brazos
amorosos del Padre que la protegieron y guiaron durante
toda su vida. Volvió a sus manos, como digo, el día 17 de
mayo de 2011 a la una de la madrugada, hora boliviana.
Nuestra querida hermana Aída era boliviana. Nació en
Charagua, pueblo del departamento de Santa Cruz. Su padre libanés y su madre boliviana, hicieron de ella una personalidad rica y al mismo tiempo compleja, pienso yo, porque en ella se conjugaba la fortaleza, el coraje, la energía
y la exigencia de la raza árabe junto con la delicadeza y
ternura de la raza boliviana.
Así era Aída. Era muy exigente consigo misma y con los
demás, especialmente con las jóvenes que tuvo a su cargo.
Pero al mismo tiempo era de una ternura y delicadeza incomparable con las hermanas mayores y las enfermas. Tenía detalles de verdadero cariño, me conmovía cuando hablaba de nuestra “Catita” Hna. Catalina Espada, la número
siete del Instituto, con tanta veneración y respeto.
No fue fácil su vida. De pequeña tuvo que sufrir la separación de sus padres. Más tarde su madre se casó en segundas nupcias de cuya unión nacieron varios hijos, a los
que ella cariñosamente les decía “los Calderón” y a los otros
“los Salek”. A ambos los quiso por igual. Para ella no hubo
división. Todos ocupaban un lugar privilegiado en su corazón.
Siendo muy joven entró en nuestra Congregación y en
el segundo año de noviciado, fue enviada por Hna. Ana
María Poves (Provincial de Bolivia) a La Paz, donde estudió la carrera de trabajadora social en la Universidad; estudios que completó más tarde en Lovaina (Bélgica), y que
hicieron de ella una persona que amaba entrañablemente
a los pobres, que luchaba por la justicia social. Era para
ella todo lo social una fuerte llamada a luchar y a trabajar
por los pobres, los marginados.
Muy joven, todavía juniora, Hna. Ana María Poves puso en sus manos junto a Hna. Virginia Dávalos los tesoros
de nuestro Instituto que estaban en el archivo guardados:
los diarios de nuestra Madre y las ediciones de “El Adalid
de Cristo Rey”. Ayudadas por el jesuita Fernando Manresa profundizaron en ellos. De ahí nació en ella un amor
apasionado, profundo, sincero, exigente a nuestra Madre
fundadora y al Instituto. La amó entrañablemente y por eso
yo pienso que para ella, éste amor a Nazaria, al Instituto,
a los pobres, necesitados y marginados fueron como alas
que la hicieron remontar por las alturas y le exigieron sacrificios superiores a sus fuerzas físicas.
Aída no tenía fronteras entre el día y la noche. Trabajaba sin descanso, ni horarios establecidos.
Como misionera trabajó incansablemente en Bolivia,
quizás no tanto en las misiones rurales pero sí en la universidad con los estudiantes como decana y profesora que
fue; también con la Conferencia Episcopal, ¡cuánto colaboró con los obispos! En ocasiones ayudó a sacerdotes y
seminaristas en la elaboración de sus tesis.
Fue delegada junto con hermana Aída Quiroga por Bolivia para asistir al Capítulo General Especial que se celebró en nuestro Instituto en el año 1968. Sus intervenciones
fueron muy valiosas para todas. Después, pienso, que
asistió a todos los Capítulos Generales que se celebraron
en nuestro Instituto.
Cuando se inició el proceso de Canonización de nuestra Madre Nazaria Ignacia en Roma, el año 1985, fue nombrada Vice-postuladora por Bolivia para trabajar en la causa. Inmediatamente se preocupó por conseguir toda la documentación, no sólo de nuestros archivos sino de los archivos de todas las diócesis de Bolivia. Esta documentación
la envió a Roma por medio de la Nunciatura Apostólica, que
nosotras recibíamos desde la secretaría de estado.
Recuerdo que en una ocasión, se presentó monseñor
Jorge Manrique con un paquete que contenía las fotocopias
de todos los diarios publicados en Bolivia con relación a Madre Nazaria y su Instituto. La recopilación de todos estos documentos nos ayudó grandemente para elaborar la “Positio”
y poder presentarla rápidamente a los teólogos para su estudio. Pero no quedó solamente en esto su trabajo por Nazaria. Renunció ir a Roma para la Beatificación y se quedó
en Bolivia propagando la devoción a Madre Nazaria Ignacia
por todos los Departamentos especialmente en Oruro, dónde celebró la fiesta de acción de gracias por la beatificación
con gran pompa y solemnidad. Me contó que en este día
repartieron gran cantidad de comida entre todos los pobres
y asistentes. Así era nuestra querida Aída con un amor grande a Nazaria y con un amor grande a los pobres.
A finales de 1992 se convocó al Capítulo General de la
Congregación y en él, fue elegida Consejera General. Du-
rante 6 años estuvo en el gobierno dedicada especialmente a la formación de las que hacían la Tercera Probación
Ordinaria y Especial, tratando de incentivar en ellas el amor
a Nazaria y a su Instituto. ¡Cuánto trabajó en éste período
hermana Aída Salek! Todas la recordamos abnegada, exigente consigo misma y con las demás. Al terminar éste período de gobierno como Consejera General a finales de
1998 y principios de 1999, fue elegida como sexta Superiora General del Instituto. Recibió este nombramiento con
verdadera sencillez y humildad. Y durante su gobierno, todas hemos conocido cómo viajaba de una parte a otra procurando avivar en todas el amor a la Congregación, el amor
a Madre Nazaria e impulsando el desarrollo de la Obra Total. Poco antes de que terminara su período de gobierno,
su salud física se deterioró grandemente. Los trabajos, las
velas nocturnas, su exigencia consigo misma hicieron que
su salud se quebrantara. Preparó con esmero el Capítulo
General, convocado para finales de 2004, y a principios de
2005 entregó el gobierno del Instituto en las manos de la
nueva superiora General H. Lucila Choya Brezmes. A partir de éste momento fue destinada a Bolivia con una salud
muy precaria, que se deterioraba día a día en lo físico, pero también en lo anímico.
Yo pienso que el Señor le dio un motor tan fuerte y potente que su carrocería física no podía resistir. Y así a los
74 años de edad, nos dejó en Bolivia en la ciudad de Santa Cruz.
Ahora se ha encontrado con nuestra Madre Fundadora, a la que tanto amó y con tanto fervor propagó su devoción. También se habrá encontrado con H. Ana María
Poves a la que quiso muchísimo porque en ella tanto confió. Y al encontrarse con ellas, yo le pido insistentemente
que rece por nuestro Instituto, para que vivamos con fervor las virtudes propias de nuestra vocación de Misioneras
Cruzadas de la Iglesia y que nos alcance del cielo muchas
vocaciones que continúen la Obra que nos legó Madre Nazaria Ignacia y, si entra en los designios de Dios, se pueda realizar pronto la Canonización de nuestra Beata Madre tan esperada y deseada por todas.
Que Dios nos bendiga y que Aída desde el cielo nos
alcance una bendición especial para cada una de nosotras.
Margarita Torrubia, m.c.i.
Aída Salek
Conocí a Aída hace más de 30 años y traté frecuentemente con ella en Oruro, Cochabamba y Santa Cruz. Mujer muy valiosa y capaz, muy dinámica, a veces incluso
arrolladora, siempre apasionada.
Su pasión la puso al servicio de sus tres grandes amores: amor al Señor y su Reino, al que se entregó con alma, vida y corazón; amor a la Iglesia, concretamente a la
Iglesia local boliviana, que le llevó a colaborar estrechamente con el episcopado y el clero diocesano; amor a Nazaria Ignacia y a su Congregación de Misioneras Cruzadas
de la Iglesia, con una entera dedicación a su servicio y misión, que culminó en sus años de Generalato.
Todo ese dinamismo estaba animando desde una espiritualidad profundamente ignaciana que nacía de los Ejercicios y que le hacía sentirse muy hermana de los jesuitas.
Un detalle familiar: en una de sus viajes a Barcelona fue a
saludar a mi madre y hermanos para agradecerles el trabajo que mi hermano Gabriel y yo hacíamos en Bolivia.
Pero esta pasión en sus últimos años se volvió dolorosa,
tuvo que sufrir las pasividades de una vida físicamente dis-
minuida y de algún modo marginada, participando así de la
pasión del Señor. Su muerte le ha abierto el camino para participar ahora de su resurrección, pues habiéndole seguido en
la pena, también ahora le puede seguir en la gloria...
Pero sin duda desde el cielo Aída no dejará de interceder por su Iglesia y su Congregación. Y espero que también por sus hermanos jesuitas.
Víctor Codina, S.J.
Cochabamba, 29 de mayo de 2011
Tita el recuerdo presente
Mi tía Tita es una gran persona, ocupa entre nosotros
un lugar importante, ha sido el nexo de unión, la presencia
indispensable en los momentos necesarios, las palabras de
reflexión oportunas y sobre todo el cariño incondicional.
Nosotros, su familia, aún no podemos hablar de ella en pasado, seguramente difícilmente lo haremos, nos ha dado
tanto y significa tanto que siempre será un presente.
De ella no podrían esperarse jamás “términos medios”,
si uno no quería recibir una respuesta a algo, era mejor no
preguntarle porque su lucidez y claridad hacían temblar, a
la vez que su comprensión absoluta y ternura te hacían
sentir a salvo.
En este tiempo de enfermedad pensamos que saldría
adelante porque tenía una fuerza innata, ingenuamente
creímos que no se acabaría nunca. No fue así, fueron unos
meses muy dolorosos, ella no se lo pasó bien, como todo
en su vida el final también fue intenso.
A lo largo de estos días hermanos, primos, sobrinos, hemos intercambiado opiniones sobre lo que ella nos había
aportado, mi conclusión es que resulta increíble que tantas
personas pudiésemos sentirnos especiales a la vez, como
decía Vicky Dávalos ella era muy fiel, siempre se acordaba
de todos.
Mi tía Tita es uno de los seres más importantes en mi
vida, admiro su coherencia, fuerza, inteligencia y capacidad
de compromiso con su Iglesia, Congregación, con su familia y con todo cuanto ha emprendido. Ha sido mi amiga, mi
tía y porque no decirlo mi madre, ha estado presente en los
momentos importantes de mi vida, no hubo equivocación
sobre la que no me ayudase a reflexionar y si tengo algún
mínimo de conciencia social y preocupación por la realidad
se lo debo sin duda a ella. No guardaba rencores, podía reprender pero nunca dejar de amar. No fue perfecta, no creo
que pretendiese serlo, pero sí terriblemente autoexigente y
exigente con los demás. No creo que me equivoque al decir que su gran pasión fue Nazaria, su lugar entrañable Oruro y sus colores el rojo, amarillo y verde de la pequeña bandera boliviana que siempre llevaba a todas partes entre los
libros y papeles que constituían su equipaje más valioso en
la infinidad de viajes que realizó.
Nada será igual sin ella, pero a la vez sería absolutamente injusto y poco agradecido permitir que la tristeza lo
ocupe todo, porque como ella solía decir: “hay que dar gracias por la vida” y más por una vida que dio tantos frutos;
merece ser recordada por su fuerza, vitalidad, por ese carisma y don de Dios que la hacía aceptar y querer por sobre todo a las personas sin etiquetas, sin importar su sexo, edad, religión, creencia u opciones políticas. Sí, mi tía
Tita es una gran persona.
Elizabeth Salek
Te recordaremos siempre
Hoy un día muy especial para mí, porque al despertar
sonreí, pero la verdad que una llamada cambió en mí esa
sonrisa, porque me enteré del fallecimiento de una gran
hermana, como le decía mi Tía Aidita, (la Hna. Aída Salek),
me dolió mucho su partida porque ella nos enseñó a mi familia y a muchas parejas aquí en Oruro el valor de ser familia entregada al servicio de nuestro Señor, amar a la Iglesia como ella y Nazaria lo hicieron, solo me queda pedirle
a Dios que le abra las puertas de su Reino para que desde allá siga guiándonos en el camino del bien.
Tía Aidita, te queremos mucho y siempre te llevaremos en
el corazón, Dios te llevó a su lado para que desde allá sigas haciendo el trabajo que más te gustó, proteger y cuidar a todos los
pobres, ¡gracias por tus enseñanzas, te recordaremos siempre!
¡La distancia nos impide estar a tu lado físicamente pero te sentimos en el corazón y de ahí no saldrás!
Nunca te olvides de la familia que te quiere y te recordará siempre.
Barrero Mendizábal, Marcelo y Ruth
Barrero Ortubé, Marcél, Verónica, Andrés y Leonardo
Barrero Estrada, Juan Carlos, Carmen, Jael
y El nuevo Bebito
Salazar Barrero, Ruthita y Marcelo
Oruro, 17 de mayo de 2011
Les envío un saludo de condolencia por el fallecimiento de la hermana Aída Salek, me uno en oración para que el Señor las colme de paz y fortaleza en este momento. Que la pascua de la hermana Aída nos siga iluminando en la misión que cada una cumplimos como parte de la Obra Total.
Dios las bendiga las recuerdo con mucho cariño un abrazo fraternal, cuenten con mis oración.
Bertha Feni Colombia
Con Aída,
al estilo Nazaria
Maestra, testigo
y amiga en el Señor
En algún momento de haberla conocido, se me ocurrió llamarla entre los amigos,
como la “Jach’a Mama”. A la distancia, pienso que es el apelativo que mejor le describe puesto que con ese nombre se designa a las autoridades originarias de nuestro
pueblo: los Jach’a Tatas (Jach’a= GRANDE, Tata= Padre)… Y es que nuestra querida amiga y hermana Aida ha sido en todo GRANDE y además una mamá que nos ha
guiado con mucha paciencia en la formación y crecimiento. (HABLA COMO QUIEN
TIENE AUTORIDAD…)
Recuerdo haberla conocido por el año 84 cuando ella llegaba a Oruro como superiora de su Comunidad. Mons. Julio Terrazas, entonces Obispo de esta Iglesia particular, seguramente ya conocía a Aida desde cuando él estaba como Obispo Auxiliar
en La Paz; lo cierto es que le encomienda una primera responsabilidad junto al P.
Ángelo Fiorese OSM y a Juan Enviz SJ. y es la de organizar y dirigir nuestra III
Asamblea Diocesana de Agentes de Pastoral. Qué desafío más grande puesto que
los tres eran unos líderes natos y con una capacidad intelectual y creativa de cuál a
mejor.
Estando a cargo de los Medios de Comunicación en la Diócesis, encontré varios
boletines eclesiásticos del año 1925 de cuando fue erigida la Diócesis. Entre otras
cosas a parte de las bulas, Decretos y otros documentos propios de una Iglesia
Particular, me llamó poderosamente la atención una serie de comunicaciones epistolares cursadas entre Sor Nazaria Ignacia y el Primer Obispo de Oruro, Mons. Abel I.
Antezana relativo a lo que sería la fundación de las Misioneras de la Cruzada Pontificia.
¿Qué era aquello? Le pregunté a Hna. Aida en algún descanso de nuestra Asamblea…
Ella simplemente me dijo fuera a visitarla a su casa y allí me daría información.
Cuánto bebí de aquello que Aida me daba: a sorbitos y de a poco de manera que
no me indigestara. Después lo supe: fui el primer laico en leer e interpretarlos. Allí inició mi conocimiento cercano de la que estaba destinada a ser ejemplo de seguimiento
de Dios en los altares. Creo que mi aprendizaje fue como escuchar una melodía stereofónica en dos canales: La teoría desde los escritos de M. Nazaria, los boletines
que describen su acción, pero desde mi amistad con Aida, también su obra, porque
la siento viviendo y actuando “Nazariamente”; es decir, “Diosmente”.
La he visto siempre en una actitud de profundo amor y respeto por esta Iglesia que
ha servido. Visitar y acoger a nuestros sacerdotes, estar siempre pendiente de sus
“ñaños” en sus inquietudes, pero también como consuelo en sus momentos difíciles.
Cuán versátil era en la producción y la planeación. A veces me preguntaba yo …Y ella, cuándo duerme?
En su trabajo se rodeó de mucha gente a la que formó, acompañó y vigiló SIEMPRE. Aún cuando su responsabilidad la alejó de su terruño, a la distancia siempre
tenía un gestito para con sus “ñaños”: una medallita, unas breves notas acompañando algún libro… a veces también una llamada.
Somos muchos los que somos lo que somos gracias a la formación recibida de
Aida: Que las cosas no se las improvisa… Un pastoralista verá adelante para planificar su acción; pero sobre todo, un amor sin límites a Dios y a su Iglesia.
Actualmente, mi Obispo me ha confiado algunas responsabilidades en la Diócesis,
las cuales las asumo con mucha alegría porque así me lo enseñó Aida y ella, como
Misionera Cruzada, así lo ha asumido como hija de Nazaria.
Una de las preocupaciones fuertes de Aida fue la formación en el
Instituto, se desvivió por una formación seria y por estudios sistemáticos.
Fue mi maestra el primer año de juniorado y posteriormente de la
Tercera Probación.
Aída era un pozo de dones, un pozo de sabiduría; en sus respuestas podíamos encontrar la historia y la novedad de lo nuevo.
¿Qué recuerdos guardo? ¡Muchos y muy entrañables!
Como maestra. Aida era una mujer exigente, exigía por encima de
todo la rectitud de intensión en todos los sentidos, en el seguimientos de
Jesús no admitía las “medias tintas”.
Ante sus ojos el reto de formar era grande, tal vez como una madera por tallar, algo en bruto que necesitaba ser trabajado, y a la vez como
una joya preciosa que, con sabiduría, podía pulirse para darle brillo. Así
la percibí y la he experimentado como maestra.
Su vida misma nos hablaba del Carisma de Nazaria, el amor al
Instituto era innato en ella, la espiritualidad ignaciana le brotaba de
manera experiencial, su sueño fue inyectarnos por “activa y por pasiva”,
como solía decir.
Fomentó entre mis compañeras de camino el ser “amigas en el
Señor” y del que formaba parte como hermana mayor, con ella, se podía
confrontar la vida con total libertad y confianza... ¡Te echaremos de
menos!
Algo que me ayudó a crecer y recuerdo con fuerza es el “fiarse” de
la capacidad de cada una, y “arriesgar”... Era una mujer de fe.
Como misionera. Fue una mujer humana, sensible con la realidad, su amor por los pobres la llevó a ser consecuente, los llamaba
“mis hermanos”. Antes de emprender alguna misión tenía la costumbre de enseñarnos a hacer un análisis sociológico del lugar de la
misión, analizar las causas que empobrecen. Decía: “no podemos
acercarnos de cualquier manera para construir el Reino”. Nos enviaba a los centros mineros con las herramientas necesarias, siendo
junioras.
Como hermana mayor. Siendo General, su presencia fue permanente en la casa de formación, su interés por la buena marcha, el
seguimiento del proceso de las jóvenes era continuo a través de llamadas telefónicas y cartas. Personalmente me repetía que el “envío”
que tenía era del Instituto. Gracias Aida, me he sentido acompañada
como formanda y como formadora. Estoy segura que seguirás velando
por nosotras...
René Cueto Félix
Miembro de la Familia Extensiva
Emiliana Mamani, m.c.i.
Testimonio de Hna. Aída
Doy gracias a Dios por hermana Aída Salek Gutiérrez,
por haberla conocido, para mí, fue una amiga y compañera fiel. Su vida fue trasmitir la presencia de Dios, Tenía el
don de la humildad. Se identificaba con filipenses 3, su
búsqueda por la corona que no se marchita, en el combate de serle fiel, y en la causa por extender el Reino de Dios.
El año 1982 la conocí por primera vez en la ciudad de
Oruro, me pronosticó mi vocación, para ser Misionera Cruzada de la Iglesia. En ese entonces no tenía en la mente
ninguna motivación ni sueños de ser religiosa, pero este
hecho marcó profundamente mi vida. Al año siguiente ingresé a la congregación.
Su presencia me cautivó, Hermana Aída fue una persona muy cercana, alegre, sencilla, humana; lo que le caracterizaba.
El año 1986 fue superiora de Oruro y maestra de novicias
tuve la dicha de ser su novicia. Con ella aprendí a compartir
con los demás. Uno de los hechos más significativos fue el
compartir de nuestra olla de comida, con ocho personas pobres de la calle todos los días. Fui testigo de que Ella, buscó
la manera de reabrir nuevamente el comedor del pobre en Oru-
ro, obra querida por nuestra Madre fundadora, sin tener un presupuesto inició esta obra solamente confiada de la misericordia de Dios, sabemos que se fiaba mucho en la mano del Señor, el número de personas aumentaba cada día, el insulto de
los vecinos también crecía, pero ella como responsable nos
enseñó más con su alegría que con la respuesta a esos reclamos. La herencia que había recibido de nuestra Madre, era
lo único en lo que ponía todo su ser y empeño, veíamos cómo les hacía sentir que tenían la misma dignidad que los demás, eso fue para mí una de las lecciones que marcó mi vida.
El siguiente año 1987, fue ordenado Obispo Auxiliar
Monseñor Braulio Sáenz García, para la Diócesis de Oruro.
Otro de los aspectos propios de su personalidad de la
Madre Aída era su adhesión a la jerarquía, personalmente
se encargó de hacerle conocer la Diócesis, preparando por
escrito la realidad de nuestra Iglesia de Oruro. También tenía la capacidad de coordinar y de acompañar a todos los
grupos entonces vigentes de nuestra Iglesia local, tanto de
la ciudad como del área rural. Se notaba en ella ese buen
trato con todos, no había color, raza o estatus social todas
eran importantes.
El año 1990 nos acompañó a 10 junioras, nos capacitó
para conocer más los documentos de Iglesia, las etapas de
la historia de Iglesia, doctrina social de Iglesia, la cual nos
ayudó mucho en esta etapa de nuestra formación.
El año 1996 y 1997 hicimos nuestra tercera aprobación 21 hermanas, 7 mexicanas, 5 centroamericanas, 2
de Argentina y 7 bolivianas. También me acompañó en
esta última etapa de mi formación, su testimonio de vida
me ayudó a conocerme, a ver a Dios en todas las realidades, fue un tiempo de gracia, como siempre imprimió
en mí la riqueza del carisma, que con tanto celo transmitía. Doy gracias a Dios también, por acompañarme espiritualmente.
Cuando ella fue nombrada Madre General nos separamos físicamente pero, espiritualmente siempre me sentía
unida, fue mi maestra espiritual con ella aprendí a crecer
como persona y como religiosa.
Doy gracias a Dios infinitamente por su vida por todo lo
que significaba para mí y para el Instituto.
Hna. Arminda Poma Benito, m.c.i.
Conferencia Episcopal Boliviana
Llegó el momento que esa persona tan querida ya no está presente con nosotros, no la podemos tocar, ni oír su voz...
Es un gran dolor y nos parece que todo está perdido para siempre...
Pero un amor sincero, no morirá jamás.
La memoria de la Hna. Aida Salek Gutiérrez, m.c.i., a quien quisimos tanto vivirá siempre en nuestro corazón.
Y eso es más fuerte que cualquier abrazo, más importante que cualquier palabra.
En estas ocasiones, nunca se sabe qué decir... Cualquier palabra parece vacío de sentido frente a un dolor tan grande, sólo queremos decirles que el Área de Evangelización de la
CEB, les acompaña en este momento.
Atte.
La Paz, 17 de mayo de 2011
Una vida entregada,
intensa y coherente
Hermana Aída para mí ha sido una hermana, amiga y madre
espiritual, desde que
entré a la Congregación he admirado su
amor apasionado por
Cristo y su Reino, su
amor entrañable a la
Congregación, a M.
Nazaria Ignacia, a la
Iglesia y su cercanía
con los más pobres.
Aída fue mi maestra los primeros años
de juniora y de la Tercera Probación. Con
ella hice el mes de
ejercicios espirituales,
me ayudó a crecer en
mi conocimiento personal, en el “conocimiento interno de Jesús pobre y humilde”
y en el amor a la
Congregación. Nos hacía gustar el Carisma y la espiritualidad ignaciana.
Aída, nos transmitía una profunda experiencia de Dios, se caracterizó por ser una
mujer de fe, comprometida con la realidad social, estaba atenta a los signos de los
tiempos para responder con audacia y riesgo. Su seguimiento fue radical con una entrega total a Dios.
Se preocupó por la formación, nos exigía formarnos para un mayor servicio y responder a las exigencias de la sociedad actual y a las necesidades de la Misión.
Las lecturas que más le identifican es las Bienaventuranzas era como el programa de su vida Mt 5,1-13 y el mandamiento del amor (Jn 15,1-17). Se notaba en su
entrega a los pobres, decía: “mis hermanos”.
María Barrón, m.c.i.
Querida Lucila
Quiero manifestar mi oración y mi unión a todas ante la llamada del Señor de las hermanas, que parece que este año son bastantes las que se reúnen con el Señor y con
nuestra Madre Nazaria.Hoy me ha dicho Teresa de Aida. Ya tenemos un gran número
que están protegiendo el Instituto, para que siga adelante según el carisma de Nazaria.
Mi oración, mi cariño y mi unión para ti y todo el Instituto.
Un abrazo muy fuerte,
Goyita, Feni
Lo que nos tocó compartir
Nada más que recordar ciertos momentos del compartir fraterno que nos tocó vivir a Aída y a mí en las comunidades MCI, como parte de nuestra historia.
Nos conocimos antes de ingresar en la Congregación, por los años 1955-56, en
los que ella era parte de J.E.C., juventud estudiantil católica, a nivel de la Arquidiócesis de La Paz y yo de mi parroquia de San Pedro en la misma ciudad, de tal modo que en las reuniones de jóvenes pudimos reflexionar y comprometernos en muchas tareas a este nivel.
Cuando yo ingresé al Instituto en febrero de 1959, ella se encontraba dentro como novicia lo cual nos permitió ser compañeras en los primeros tiempos de formación. La enviaron luego a La Paz, donde comenzó a estudiar Servicio Social, y a mí
después de mis primeros votos, me destinaron también como personal de esa misma comunidad.
La M. Inés Mercado era superiora de la comunidad y nos empujaba a todas a tener compromisos misioneros serios con nuestra parroquia y Arquidiócesis, por esto
con Aida comenzamos a trabajar en la zona del Tejar y otras zonas pobres y marginales que agrupaban la gente obrera y de escasos recursos. Junto a varios sacerdotes diocesanos, religiosos y algunos laicos, como equipo de trabajo, fuimos acompañando en su formación y compromiso a estos grupos como L.T.C., Liga de Trabajadores Católicos.
Así nuestra casa de la Avda. Armentia se convirtió pronto en un centro de múltiples reuniones, tanto de formación para los jóvenes obreros como para sus familias
y otros grupos. Todo este trabajo apostólico, a ella le iba dando la oportunidad para
sus prácticas de estudio de Servicio Social. A la comunidad y al equipo, la cercanía,
la vivencia, el gozo del compartir luchas, esperanzas, y búsquedas de algo mejor que
respondiera a las necesidades de nuestro pueblo sencillo y marginal, nos ayudaba
mucho.
Han sido experiencias muy ricas y profundas que no sólo nos han involucrado a
las dos en el compromiso social, sino a la comunidad y a otros hermanos con los que
compartimos eclesialmente, ya que fuimos haciendo camino y descubriendo nuevos
desafíos en este caminar, y por tanto realizamos misiones continúas en las diferentes fábricas, SAID, SOLIGNO, FORNO, ESTATEX, PLASTIC, FANASE, etc. Allí no
terminaron nuestras jornadas; entramos en los cuarteles, cárceles, colegios, universidad, oficinas públicas. Así nuestra casa de espiritualidad tenía las puertas abiertas
para estos y otros grupos, con los que organizábamos los retiros, convivencias, jornadas de reflexión y formación. Surgieron tantos líderes, que aun hoy continúan su
tarea.
No perdimos las oportunidades de dar lo mejor de nosotras y por eso mismo puedo anotar...
¡Cuántas gracias y respuestas tan positivas de nuestro pueblo! ¡Cómo gozamos
al lado de tantos hermanos, cuya vida y respuesta hacia sentir que valía la pena jugársela toda por el Señor y su Reino.
Hace poco tiempo, estuvimos con Aída compartiendo y recordando varias de estas experiencias vividas juntas en nuestro caminar y dimos gracias al Señor por habernos brindado estas oportunidades de saborear junto a nuestro pueblo, los gozos,
las luchas, las esperanzas de un caminar fecundo y lleno de vida. Aída fue desde
el principio de su vida religiosa muy inquieta, sobre todo en la opción por los marginados. Eso nos llevó a compartir momentos fuerte y ricos de servicio a los hermanos.
Que el Señor, al que tanto buscó, le esté haciendo gozar de lo que aquí tanto
procuró.
Santa Cruz, 26 de mayo de 2011
María Luisa Rodríguez Rojas, m.c.i.
Aída Salek Hermana y amiga de ayer, hoy y siempre
Apareció en nuestras vidas como una luz que ilumina
nuestros corazones, pues hasta ese momento no habíamos identificado el camino que debíamos seguir.
En aquel momento la Diócesis de Oruro optó por la
Pastoral Familiar, Pastoral Juvenil y por las Comunidades
Eclesiales de Base.
Aidita reunió a varias parejas, con el objeto de llevar
adelante en nuestras parroquias la Catequesis Familiar, algo verdaderamente nuevo para todos nosotros y algo que
debíamos hacer realidad en el trabajo parroquial, entre estas parejas estábamos mi esposa Ruth y yo Marcelo Barrero.
Entre aquellos momentos, mi familia estaba adornada
con tres lindos hijos: Luis Marcél, Juan Carlos y Ruthita,
quienes pequeños aún se quedaban en casa y nos daban
la posibilidad de asistir a las reuniones que convocaba
nuestra hermana Aidita, en la casa de las Misioneras Cruzadas de la Iglesia, casa que en muchos momentos se
constituyó en nuestra casa.
En aquellas reuniones no teníamos tiempo ni para cansarnos, ni para tener sueño, Aidita conducía estas reuniones con mucho conocimiento y sobre todo con mucho cariño, siempre con el espíritu y la fortaleza que recibíamos
de madre Nazaria Ignacia, así es pues que aprendimos
mucho el VER - JUZGAR y ACTUAR.
En una ocasión cuando nuestros hijos entraron a la casa de las hermanas misioneras y preguntaron: “¿Dónde
está mi tía Aidita?”, las hermanas que les escucharon sorprendidas, porque sabían que Aída no tenía sobrinos en
Oruro en ese momento, preguntaron: “¿Por qué es la tía
Aidita?”, a lo que casi en coro mis hijos respondieron: “Porque mis papás le dicen hermana, entonces por eso es
nuestra TIA”. Por esto y por más, Aidita para nosotros fue,
es y será siempre nuestra HERMANA.
Soy odontólogo de profesión y mi esposa Ruth es profesora. En una oportunidad cuando estábamos reunidos,
como muchas veces, hasta altas horas de la noche, Aidita
vio que nuestra pequeña hija que nos acompañaba tenía
ya algo de sueño y le preguntó: “Tita” –como siempre la
trató a Ruthita– “¿Quisieras quedarte a dormir con nosotras?”, a lo que nuestra pequeña respondió con contundencia: “¡Sí, pero primero, tengo que ir a traer mi cepillo
de dientes!”, anécdotas que Aidita siempre recordó con
mucho cariño.
Aidita nos contagió y cautivó con el espíritu y el don
que tenía madre Nazaria, de ver el rostro de Cristo en los
pobres: “El día 6 abrimos el comedor de los pobres pues
sabiendo, la gente se levantaba por hambre, decidimos en
nombre de Dios abrirlo... Que hermosa corte de andrajos
humanos; pero Él tiene sus delicias con los pobres, con los
desgraciados... Oh Jesús mío, cómo no amarte hasta el
delirio, hasta el martirio”. (Del diario de Nazaria), es así
que mis hijos crecieron y maduraron bastante en su fe, colaborando en muchas ocasiones en el comedor en el que
las hermanas acogieron siempre a los más necesitados,
gracias Aidita por ésta experiencia tan linda que hiciste vivieran mis hijos.
Pasaron los años y gracias al seguimiento que nos
prestaba nuestra querida Aidita, maduramos en nuestro
hogar y sobre todo aprendimos a llevar con mucha responsabilidad la administración de la parroquia de Santo
Domingo, responsabilidad que nos la dio el entonces Obispo de la Diócesis de Oruro, Mons. Julio Terrazas.
Días muy felices pasaron cuando Aidita con mucho
amor iba ordenando la documentación para la Beatificación
de madre Nazaria, trabajo con el cual nos empapamos mucho más con el carisma Nazariano.
Momentos que nunca podremos olvidar fueron aquellos
que vivimos junto a Aidita con motivo de la preparación y
el recibimiento del Santo Padre Juan Pablo II.
Cuando tantas veces la veíamos cansada, muy agotada y le decíamos: “¿Aidita, por qué no descansas un poco?”, ella siempre nos respondía: “Estoy cansada pero madre Nazaria es quien me da fuerzas con su ejemplo, cuan-
El pasado día 17, recibimos la noticia del fallecimiento de la hermana Aída Salek.
La que fuera Superiora General del Instituto de las MCI.
Aída, siempre ha sido una persona cercana al grupo. El espaldarazo real, nos lo
dio ella. Nos hizo sentirnos cuerpo de la Obra Total que soñó Nazaria Ignacia. Ser
parte y parte viva.
Siempre cerca de todos, por cualquier medio nos hacía llegar unas letras, de ánimo en la tarea, de comunión fraterna en el seguimiento de Jesús y en el carisma de
Nazaria Ignacia.
Por nuestra parte, cada año le hacíamos llegar el mismo Evangelio de cada día que
nos acompaña durante ese tiempo. Un saludo, un abrazo... un sentirnos siempre unidos en la oración. Siempre Adelante. Desde aquí, nuestro recuerdo y agradecimiento.
Grupo Misionero. España
En memoria de Hermana
Aída Salek, M.C.I.
En este mes de mayo a un día de su partida de nuestra querida Hermana Aída,
queremos hacer memoria de una misionera entrañable para nuestra parroquia Jesús
de Machaca, del altiplano de la paz donde nos acompañaba. Hna. Aida tú me confiaste la misión de anunciar tu Palabra, de denunciar valientemente el pecado social,
a riesgo de mi propia seguridad y vida, a dar testimonio, con mi propia vida, de los
valores del Evangelio a todos los pueblos de Jesús de Machaca que tenía varias comunidades (Jesús de Machaca y San Andrés de Machaca) eran distancias... para caminar a pie, conjuntamente con las hermanas: Carmencita Morales, Graciela, Nely
Rafaela, Nancy, otras de M.C.I. que pasaron por la comunidad.
El día 17 de mayo de 2011, pasaba de este mundo al Padre, dspués de una rápida enfermedad que acabó con su vibrante vitalidad. En la Comunidad de la casa
Gortti de M.C.I. dependiente de la Arquidiócesis de Santa Cruz, la tenemos presente
como una entusiasta compañera en los trabajos del Reino. Han sido varios años de
sacrificios y desvelos, para formar agentes pastorales y atender a nuestra gente derramados desde su consagración religiosa como Misionera Cruzada de la Iglesia.
La Hermana Aida nos contaba cómo Nazaria llevaba a los pobres en su corazón. Los consideraba la ‘herencia’ que el Señor le había asignado y trabajaba sin descanso por socorrer sus necesidades más elementales y por restaurar su dignidad.
Y cuántas veces nos relataba las peripecias de Nazaria para sostener ‘La olla
del pobre’ –comedor de pobres. Un día Nazaria pidió limosna para conseguir alimentos y un hombre escupió en su mano extendida. Ella con serenidad, y ánimo
sobrenatural le respondió: “Esto es para mí, ahora ¿qué me da para mis pobres?”
Hermana Aída, nos duele experimentar que te has ido. Ya no podemos hallarte
en las calles ni en las casas. Te extrañamos en las misas y en el compartir festivo
desde Jesús de Machaca. Buscamos tu sonrisa entre las jóvenes y las comunidades
de bases y las familias. Mas nos consuela saber que te has adelantado para hacernos campito en el hogar del cielo; nos anima la certeza de creer que ahora velas por
nosotras junto a Madre Nazaria.
Ancha Munata Jullakita, nos estimulan las huellas de tu vida entregada. Nos conforta comprender que vale la pena pasar por la vida haciendo el bien con el cuidado
esmerado con que lo hiciste tú. Ahora, en medio de la ausencia, intuimos que siguieras haciendo presente para alentarnos en los trabajos del Evangelio; más aún,
sentimos cómo nos murmuras suavemente esas palabras que te llenaron de santo
coraje: “¡Por Cristo, la Iglesia, los y las herman@s; adelante siempre adelante!”.
Oh Señor Misericordioso dadle el descanso eterno a tu sierva Hermana
Aída Salek.
La Familia Layme
desde Jesús de Machaca
tas veces ella estando cansada no pudo darse el lujo de
descansar”.
Aidita, la familia ha crecido, Marcél y Verónica, nos han
dado dos hijos lindos, el mayor Andrés Ignacio ¿Por qué
será Ignacio, no?, el segundo Leonardo Gabriel, quienes
tuvieron la suerte de estar junto a ti; Juan Carlos y Carmencita, tienen a Jaelita a quien también conociste y a Alejandrito, el regalo de Dios que recientemente se integró a
la familia; Ruthita y Marcelo, su esposo, recibieron tu bendición y hoy forman un lindo matrimonio.
Gracias Señor por la vida y todo cuanto nos dejó como ejemplo y enseñanza nuestra querida hermanita,
“Tiay” y abuelita Aidita. Ella que, siguiendo el ejemplo de
Nazaria, siempre estuvo cerca de Ti a través de quienes
Tú tanto amas, la gente pobre y los más necesitados
“...los pobres eran la herencia que Jesús me daba; de
ellos recibiría todo; en el cielo y en la tierra”. (Del diario
de Nazaria), goce de tu presencia eterna allá en los cielos e interceda por quienes la recordaremos siempre aquí
en la tierra, ésta su familia que ella acompañó y guió desde que érams solo dos con nuestros hijos y ahora crecimos en las familias Barrero Mendizábal, Ortube, Estrada
y Salazar.
Como decía nuestro Santo Padre en ocasión de su vista a Oruro: “Esperanza sembraron en vuestro país los misioneros, que con el sacrificio de sus vidas dejaron en esta tierra del altiplano las semillas de la fe, que con la gracia del Señor habéis conservado intacta. De este dan testimonios figura ejemplo como la hermana Nazaria Ignacia.
(Juan Pablo II), Aidita, ten por seguro que estas semillas
de la fe quedarán intactas en nuestra familia, para que tal
cual tú no las transmitiste, nosotros continuemos con esta
misión de Nazaria, tuya y ahora nuestra, transmitiéndolas
a las generaciones venideras.
27 de mayo de 2011.
Marcelo Barrero y familia
Vallecas - Madrid, 27 de mayo de 2011
Aída querida, un viento moreno que mucho vuela me acercó tu noticia al oído, y en
el corazón, de repente, se me agolparon a galope muchas cosas tuyas y mías... El galope me traía, emociones, sensaciones, afecto, palabras, pero sobre todo ternura, ternura
que en algún momento construyó mi ternura, en tiempos de invierno y de soledades, aunque es justo decir que también en momentos de alegría.
“Mis queridas Mila y Martita... Las tengo muy presentes en mi recuerdo, pasamos
tan buenos momentos juntas, ¡me decías..!
Aída querida, Martita, nuestra niña, tú sabes, cumplió ya 22 años.
A nuestra niña la debes estar viendo
desde la cumbre desde la que ahora nos miras.
Nuestra niña está lejos de ti y de mí,
ella está cumpliendo su destino
yo el mío,
tú, el tuyo que ya se ha cumplido.
Aída querida quiero decirte que de entre tantas cosas tuyas y mías, el galope, me
traía especialmente una, una que tiene que ver con nuestra niña, como tú la nombrabas.
¿Recuerdas? A nuestra niña convocaste, jovencita era, y darle un regalo era el motivo; regalo envuelto en papeles de colores, muchos colores y con el regalo, tu palabra... Nuestra niña escuchó de ti la razón del abrigo del papel que lo envolvía.
Papel que al regalo le daba calor, color y amor, servido en una caja que no de cristal, envuelta en paño de lino, atado con lazos de seda, que albergaba tu cariño y tu
palabra. A ella le contabas cómo el regalo nos trae ilusión, sorpresa y sueños con aroma de flores que antes de desenvolverlo y mirarlo nos acerca al cariño de quien nos
lo regala. Y los soles de los ojos de nuestra niña te miraban y miraban los papeles de
colores en tus manos que, tu cariño envuelto, acariciaban.
Hoy no recordaremos el regalo, recordamos la palabra, el calor, el cariño y la ternura que de ti siempre recibimos. Gracias por tu cercanía.
Cuando el viento moreno que tanto vuela me trajo la noticia
de que las estrellas ya eran tu cama,
lamenté la distancia, lamenté el silencio, lamenté no haberte buscado más y una
emoción bien triste me embriagó por un rato... pero sólo por un rato, porque sé que
desde donde estás seguirás diciéndonos “Mis queridas Mila y Martita... Las tengo muy
presentes en mi recuerdo, ¡pasamos tan buenos momentos juntas!
Te recordaré siempre con mucho cariño por muchas cosas y además, por el regalo a nuestra niña Marta, como tú la nombrabas, y por tu abriguito gris y el frío de
aquel invierno...
Con mi cariño, un beso bien grande, Aída
Mila, ¡tu vallecana!
Se cruzó en mi camino
Hace algunos años, aún siendo seminarista, se cruzó una monja pequeña en mi
camino, con unas ganas de comunicarnos a un grupo de personas el carisma de Nazaria, durante ese tiempo aprendí muchas cosas. Después más tarde ella fue elegida Superiora General, y yo Sacerdote, el contacto se mantuvo, y eso hizo posible mi
viaje a Bolivia, allí ante la tumba de la Madre nació mi deseo de unirme a la familia
de Nazaria Ignacia como sacerdote.
A mi vuelta se lo conté a Aída, así poco nació el grupo de los “Sacerdotes Amigos del Carisma de Nazaria Ignacia” a través de varios escritos, y del acompañamiento de Aída, dimos los primeros pasos hasta llegar al presente, donde hace unos
meses la visitamos en Santa Cruz en nuestro segundo encuentro, compartiendo con
ella la alegría de la familia que crece con nuevos miembros.
Lo que más me llamó la atención de Aída fue sus ganas de socializar el carisma,
que rompiera los muros, y hacer realidad el sueño de Nazaria donde hombres y mujeres hicieran la cruzada de Amor entorno al Papa. Y por esas ganas creció la familia en todos los lugares.
Yo le tengo que agradecer mucho a Aída, por acompañarnos a los sacerdotes en
nuestros primeros pasos en nuestra incorporación a la Familia. Pero personalmente
me ha ayudado en muchas ocasiones a vivir mi sacerdocio al modo de Nazaria entregado al Pueblo y unido a la Iglesia. Sólo puedo decir ¡Gracias Aída!
Aurelio Carrasquilla Jerez (SACNI)

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