Untitled - Marco Zet San juan Garcia
Transcripción
Untitled - Marco Zet San juan Garcia
NEO BARRIO Y OTROS LARES PRESENTACIÓN Y CONTRAPORTADA Los cuentos, por siempre se han alcanzado a las manos del hombre, y han sido fieles compañeros por todos sus horizontes. Han viajado adjuntos a nosotros desde la primera caída, tanto, como han estado cercanos a nuestro primer levantamiento. Los cuentos, han habitado en aposento de ricos y opulentos palacios, al tiempo que han habitado entre las chozas más pobres y de lo más humilde. Los cuentos han viajado en una alforja llena con centenarios, como también han salido por algún bolsillo roto y mendigo. Por lo tanto, los cuentos han estado entre los valles y las montañas, como han caminado por todas las calles y, han estado a la espera en cualquier esquina. Los cuentos presentes, tampoco se escapan a la realidad anterior, pues son temáticas que otro día deambularon por alguna localidad. Además del cuento de una ficción factible, el cual comprenda una nueva cultura de respeto y seguridad; puesto que todos merecemos una calidad “plus” de vida, que nos rescate y rescate hasta el último de todos nuestros conterráneos. Neo Barrio. Jesús Eloy. TRIÁNGULOS Pág. - X - Por el firmamento claroscuro de esta narrativa como una estrella fugaz ha de transcurrir la vida de la protagonista estelar, y si fue como una señal de buena o mala suerte; es nuestro gentil lector el que podrá contemplarlo. Pero para darle el paso a Atala por los caminos y llanos de estas páginas, primero tendremos que retroceder hojas de años resueltas, para encontrar la rama y nido en el árbol genealógico de la bella ave del presente cuento. Germán pudo ver la primera luz al borde de un barrio bajo de la ciudad luz de París, fue un niño muy normal hasta su adolescencia en la cual éste sufrió una grave transformación, y de repente se convirtió en un pillo que naturalmente pasó a ser la oveja negra de la familia. Del mal camino que había tomado Germán, no podría su decente aunque pobre padre, inculpar a F. Villon --poeta villano, y a quien Germán releía con gran pasión, hasta memorizar algunos versos de aquél. Y, la problemática fue que ya circulaba el rumoreo por el barrio sobre la reputación de su hijo Germán, y para colmo, también perjudicaba la mal andanza de aquél a toda la honrada familia parisina, hasta entonces muy respetada. El aprendiz de villano, antes de que pasara otra cosa, se vio orillado a salir pronto huyendo hacia España, pues no quería saber nada de su país. Germán soñaba con ser un aventurero, y como ya lo era y no tenía algún oficio, continuó con su carrera irreverente por algunas ciudades de dicha península Ibérica, vendiendo diferentes vinos con licores apócrifos. Nunca me hube enterado, si en España Germán llegó a estar tras de las rejas, pero la cuestión fue -1- que después de algunos años mejor empacó todas sus cosas, y casi derrotado abordó un barco hacia el nuevo mundo, y para ser más precisos, hacia el país de México. Ya en costas mexicanas se sintió muy libre sin su abrupto ayer, pero como habría que alimentar y saciar su sed para poder subsistir; se resolvió a continuar con el pillaje por una corta temporada mientras encontraba un acogedor lugar, en donde pudiera radicar definitivamente y así cambiar su mala conducta para ser un hombre de bien. Un día en que Germán viajaba por el centro de la República, al llegar a la estación de una bonita y pacífica ciudad, éste bajó por fumar un cigarro y para estirar las piernas; vio en su contorno y los árboles agitaban despacio sus hojas al suave viaje del viento, las florestas despedían sus penetrantes fragancias paradisíacas, y una luna azul mostraba toda su coquetería al natural. Y eso, concluyó por convencer a Germán para radicar en aquel lugar. Y sin perder tiempo, veloz bajó sus pertenencias del autobús, y buscó un alojamiento lo más cerca de aquel paraíso tan exuberante, impreso junto a un entronque a la entrada de aquella ciudad. Germán, compró un terrenito “de mil metros al cuadrado” que estaba arraigado por un ángulo del crucero vial antelado. Allí, él; construyó con sus propias manos y con la ayuda de dos mozos, una amplia cabaña con horcones (de pino) y pintada de color café, con techo de dos alas y con tejado de barro cocido al natural, más una gruesa puerta de madera de ahuehuete, y como ventana la gran rueda de una carreta --y de la rueda, provino la taberna con el nombre de La Carreta. -2- Por lo que consta a la añeja costumbre de aquel pillo francés de adulterar las botellas importadas, de nuevo tuvo la tentación de volver hacerlo pero en cuánto se recriminó; e hizo un juramento: ante las imágenes (de Santa Lourdes y nuestra Señora de París) hizo el votó: de no a la piratería. Y, las bebidas importadas de La Carreta, se cobraron en la redonda un caro crédito, por su bouquet como la calidad, y sobre todo por su exclusividad como por lo genuino de las marcas. Además de la regia y sabrosa cerveza, acompañada por la exquisitez de la siempre bienvenida botana. De la madre de Atala, se puede decir poquito o casi nada; que llegó de la sierra más baja con dos o tres paisanas suyas para vender fruta. Todos los fines de semana se apostaba por un costado de la plaza pública; y ella, era la menos morena de las otras indígenas, y llevaba el nombre de María: y a pesar de su origen era de facciones atractivas de paso muy delicadas. Un día domingo que Germán descansaba, luego del medio día fue hacia la plazuela para comer. Y después de tomar los sagrados alimentos, tuvo el animado deseo de rondar por la ágora, cuando las tres jovencillas serranas se aproximaron a él para ofrecerle diferentes frutas; Germán, vio aquellas indígenas con total indiferencia, pero como todas las frutas gustaban a su paladar, les compró de lo más multiplicado para prepararse un cóctel. Con la grata sorpresa para Germán, que al saldarles a cada una de aquéllas, para cuando le tocó la paga a María, el francés se quedó prendado a esos dos ojitos de mirada dulce como el capulín. Al séptimo día, Germán regresó a la plaza, y en cuanto se dio la oportunidad buscó prontamente -3- a las fruteras. María y otras dos, quienes serias pero no perezosas, nomás lo divisaron y hasta le corrieron a alcanzarlo. Les compró toda la fruta que traían y, un rato después de darse a entender con ellas a puras señas mímicas y unas frases en castellano… --Germán terminó por convencer a María y otra de ellas para que fueran auxiliar en la taberna a la cocinera. María, era como una gatita montés, que sutil y entrecortada gruñía frases mezcladas, entre una extraña lengua y un extraño castellano: “El tipo le gustaba porque lo veía muy chistoso, además por su color de maíz amarillo, con esas barbillas de duende travieso, y sus cabellos lisos como el pelo de una mazorca descolorida, y por lo flaco de sus miembros le parecía como un coyote, no le hace que mirara como zorro; y por lo de la maña en sus ojos por eso lo quería como si fuera un príncipe azul”. Y accedió a juntarse con él. El aún joven francés, pensó hacer lo que busca hacer cualquier hombre, puesto también tenía que cumplir con su ciclo biológico; por poco cumplía los 33 años de existir, y si la fortuna de la vida le dispensaba tener hijos, él, deseaba verlos crecer y desarrollarse en todos sentidos, con la conseja y el apoyo de un padre no tan viejo. Y del matrimonio nacieron dos hijos, primero fue Atala, y 3 años después precisamente vino de París Emilio. Si hubiera visto su padre a Germán, seguro que no lo hubiera creído, el pelo y la salpicada barba se la había recortado, y ora vestía con sobriedad ya no sicodélicamente; había dejado por un lado sus libros favoritos los del romanticismo con los del simbolismo francés. Y desde que se unió con -4- María, como el padre formal que sería, leía reacio y muy flojamente las obras de J. J. Rousseau con música de fondo --Debussy y Berlioz-- aunque a partir de 2 ó 3 páginas se quedaba dormido, y de lo poco leído la verdad no asimilaba ni un tantito. Pero definitivamente era otro hombre. Por esto, a su corto entender creyó que la mejor educación de sus hijos, sería conforme y según a lo que había leído en el Emilio; y Germán abusó con ellos y actuó muy austero y deliberadamente injusto. Poco liberal. Tenía como 30 años que Germán había partido de su patria, y con su familia (su padre y tíos) se comunicaba por correo, y últimamente se había olvidado de hacerlo; por lo que acordó disponer de unas cortas vacaciones de 3 semanas y viajar hacia París en compañía de Emilio. Atala, ya era toda una mujer de belleza mucho exótica, de tez color marfil y cabellera platinada como hilos de luna, de frente muy amplia con un lunar en el lóbulo izquierdo de la bien perfilada y aguda nariz, sus pómulos eran como dos atalayas de tersas arenillas, más sus ojos de color violeta; sin adversaria la más hermosa, a pesar de su boca mediana y labios delgados, labios que no besan a otra boca; porque se cierran: y besan solamente a sus propios labios. Restaban tres meses para que Atala egresara de la normal licenciada como maestra (de educación primaria). Y por aquel tiempo, a escondidas de su celoso padre, ella tenía como novio a un señorito pasante de medicina quien hacía el servicio social en el centro de salud local. Aprovechando que el rígido padre junto con su hermano vacacionaban en la ciudad luz. Y, María -5- su madre, después de la gravosa jornada de labor caía rendida en la cama. Atala, sobornando a las dos muchachas que servían en la taberna. Hasta se atrevió a recibir por la madrugada al novio. Sin tomar en cuenta la necedad del ebrio viento que azotaba la puerta de la taberna, para penetrar a su antojo; y al no lograrlo se introducía a vuelo de pájaro por la rueda de La Carreta y alborotado saturaba con silbos el lugar. Para entonces, Atala con su pareja tras de la barra, se despachaban con todo hasta el tope de sus cuerpos, y al derramarse sus copas sobre las cantinas de su piel: ella con él hasta resecaban el hielo, porque estaban tomados sus miembros y porque estaban en brasas y humo ardientes y húmedos de placer. Afuera, creo la media luna también debió estar media borracha, o sería por algunas escandalosas nubes que pasaban en colapso; pero Selene no se dio siquiera por enterada que a una distancia por lo más de 50 metros de La Carreta se encontraba parado un viejísimo carretón. La mula que jalaba al antaño mueble de 2 ruedas estaba echada y en la siesta; y un hombre sentado arriba; al agazape con un jorongo oscuro y con un sombrero de ala ancha estaba inclinado hacia el frente: pero con los ojotes bien abiertos divisando hacia donde el portón de la taberna. El fulano que estaba espiando afuera sobre del viejo carretón llevaba el nombre de Tomás y era proveedor --de mezcal-- de don Germán, nomás que el creído indio también era un admirador, si no es que sería hasta un pretendiente de Atala: Y como ésta se divertía tras de la caja de cobro a su poca manera, naturalmente que le coqueteaba, y le guiñaba un ojazo de vez en cuando para que al -6- Tomás se le trepara más: y dejara propinas, pero de las más espléndidas. En la tercera madrugada que el señorito médico salió de La Carreta, el fuereño lo persiguió a paso veloz y a escaso centenar de metros de la taberna lo alcanzó, y sanguinariamente lo macheteó hasta matarlo… hecho consecuente --quiso subirlo al carretón, pero a esas horas pasaron por ahí varias personas y el asesino huyó. Don Germán regresó de Europa pero sin Emilio ya que éste al verse en París, para libertarse de la cortante tiranía de su padre, prefirió pedirle asilo a su abuelo, que sin pedírselo dos veces con todo el mejor grado aquél se lo concedió. Y aquí en América donde estaba con su esposa e hija, lo que encontró fue la mala noticia que no tendría nada que ver con ellos, de no ser Atala la manzana de la discordia: en aquel fatuo y alevoso homicidio. Atala quedó descuartizada del alma. Y por luto vestía toda de negro, lloraba por las noches y casi no dormía… y a la luz ayunaba mucho; pensó en el suicidio o en desterrarse a París o retirarse a un claustro de algún convento. Pero no, finalmente a como lo esperaba no quedó loca, y todavía que se siguió vistiendo de luto, antes de un año ya bullía en Atala un carnaval por dentro. Furtivamente volvió a tener algunos noviecillos de besitos sanos. Y los días domingos acudía a la misa vespertina. Para después a veces irse al cine. Al través de la semana siempre ataviada hasta los tobillos y holgada, con vestuario lúgubre de muy mal ver, mata pasiones del siglo pasado. Empero, ¡ajá! Tras de la caja de la barra… aparentaba otra cosa. Pero, hay algo que nadie sabía, y de seguro - 7 - pocos lograron intuirlo ¡no usaba pantaletas! Más que los días precisos, y los días en que iba a misa, o en vacaciones que salía de viaje con su madre. Que era cuando se daba vuelo, dos veces al año a través del país --playas, montañas, llanuras y los lugares más turísticos… para entonces vestía con jeans y escotadas playeritas, además de bañarse y solearse playera con chiqui bikini: y le daba entre al salva vidas y al camarero y al restaurantero y a todos los varones ocasionales nomás que fueran sanos y limpios y osados. No pensaba ejercer su profesión, porque ahí en la taberna ganaba lo que no hubiera ganado como maestra de primaria. Nada más que el cura de la parroquia católica se organizó con algunos abates de otros templos, para impartir periodos y cursos de alfabetización y otras materias, a hombres y a mujeres mayores de edad; y para este objetivo el primer sacerdote invitó a Atala para que se uniera a la causa y cooperara como profesora. Atala aceptó con mucho gusto la invitación del joven y apuesto sacerdote, y ya finalizando cada semana (sábado y domingo), empezó con aquella filantrópica labor. La cercanía y el trato del padre con Atala. Hizo que los dos cayeran en la tentación, y sostuvieron relaciones carnales como dos bestias infernales; y pensaron fugarse de la ciudad. Él, renunciaría sin tardanza a los hábitos, y ella sería su amante para así aparearse sin prejuicios y, tendrían un montón de hijos. Estos eran los planes, que tenían Atala y el perjuro clérigo. Un día sábado por el atardecer Atala acabó con sus quehaceres, y con sobrada antelación y deseo fue hacia el templo adonde impartiría clases a las -818 y 19 horas p. m… --aquélla llegó. E introdujo a un improvisado salón, donde esperaba ver a tal padrecito; y como no lo encontró se fue hacia la sacristía y entró con el debido sigilo y respeto ¡y de repente se paralizó estupefacta! ¡El párroco en una posición indecorosa; estaba manoseando a un pequeño acólito! La joven, salió corriendo y sin volverse ante los gritos del pederasta. Y, después no volvió jamás a pisar aquel profanado templo. Atala regresó a su estado luctuoso y no volvió a tener ni un sólo novio. Estaba siempre atrás de la caja de cobro tras del mostrador de madera, si no tejiendo o bordando, o luego nada más se distraía leyendo (cuando se hallaba más deprimida releía a Corín Tellado, y cuando se hallaba inquieta leía a “S. Holmes o A. Hickot”). Al fin que después llegarían las vacaciones, y sin traba saldría a flote a relucir su segunda personalidad, ¿o quizás sería que esa frívola actitud, pertenecía a su verdadera personalidad? La primera. Una década después. En que las afueras --de La Carreta-- se habían manchado de sangre. Y toda la honra de Atala, también se había visto en poco o en mucho empañada. Llegó a la taberna un tipo recién establecido en la ciudad, puesto él; era un maestro rural con mucha experiencia, que obtuvo una plaza en la escuela primaria de esa ciudad; en creciente atractivo y florescencia. Esa tarde el maestro Sixto, se sentó por un lado de apartado rincón, y con calma bebió 3 cervezas paladeándolas hasta la espuma, bien combinadas a espacios con sal y limón, y además con música de la luminosa rokola; y, bebió gratuitamente de la exquisita presencia de Atala, quien ni siquiera -9- reparó en la presencia de aquél. Sino hasta en la hora de pagar, cuando pidió la cuenta en voz alta para llamar la atención; fue cuando Atala le hizo la cuenta y le dio el ticket a la mesera quien se lo llevó a su mesa --él, pagó con la mejor sonrisa de sus secos labios, y dejó una espléndida propina. En el grande corredor de la taberna, a veces se servían comidas y banquetes. Y en una comilona organizada por los maestros de la escuela en cita donde trabajaba Sixto. La Carreta, fue adonde se festejaron a causa del ágape; y como en casi todo simposio se hace un brindis, el nuevo compañero magisterial fue quien se sirvió con un discurso: y como tenía el don de hablar de excelente manera muy elocuente; convenció y conmovió tanto que arrancó los aplausos de todos los maestros. El estruendo de las palmas llegó tan lejos que a los oídos de Atala tocaron, y ella; fue cuando fijó por vez primera su curiosidad y atención en Sixto quien agradecía la ovación: con las manos por las alturas y agitándolas como si fuera un púgil, o un politiquillo de la baja. Y las comilonas se continuaron en ese comedor selecto por los maestros. Por lo regular se servían a cabo los días viernes por la tarde, y sin retardos fue Sixto el que se adueñó de la costumbre de ser quien hacía el brindis; y durante toda la comida y sobremesa se seguía de filo: “mitos con leyendas y anécdotas, crónicas históricas y temas varios de la actualidad”… --por lo visto era listo y jamás se cansaba de hablar. Sin embargo, cuando éste; iba a decirle algo alguna mujer enmudecía. Así, igual le pasaba con Atala pues lo único que coordinaba decir frente a ella era, gracias. A don Germán le simpatizó el maestro. Y Sixto - 10 - individualmente se hizo cliente, puesto llegaba a La Carreta 3 ó 4 días a la semana, y se marchaba ya casi hasta que cerraban; y se lo pasaba viendo de soslayo a Atala, mientras bebía algún tarro de cerveza: si no conversando con don Germán, que no se echaba atrás para platicar largo y tendido, a la hora que sea sobre cualquier tema. Cuando no había más clientela. Atala oía hablar al modesto maestro, y la verdad hasta empezó a gustarle el sereno acento de éste; pues esa voz no correspondía a su personalidad física --esto era lo que pensaba Atala--. Porque en realidad Sixto ya no se cocía al primer hervor, y no sobresalía algo un sólo atractivo en su cuerpo: de color moreno oscuro, el pelo lacio y poco canoso peinado hacia tras y barba hirsuta, y con los ojos oblicuos como al estilo oriental, por lo que sus compañeros de la escuela, a su espalda lo apodaron el máster Chale --y aunque Sixto se llegó a enterar de aquel mote no se ofendió en lo mínimo. Atala, por aquel tiempo se acercaba y sin poder refrenarse a los 28 años de edad, y por esta razón esto le empezaba a preocupar seriamente, porque con todo y que seguía siendo muy hermosa todos los hombres parecían correrle: y como vio que el maestro Sixto se derrapaba por ella, quiso darle a su indefenso admirador una oportunidad. A Sixto le gustaban las revistas. Ya recientes o con fecha pasada, y cuando hallaba alguna buena oportunidad compraba revistas (Life En Español, Sucesos, Siempre, Revista De Revistas y muchas otras más) en tianguis y en diferentes puestos. Y como iba a la taberna siempre acompañado de alguna revista dentro del portafolio, antes que otra cosa la sacaba poniéndola sobre de una mesa - 11 - --esto, dio hincapié para que Atala, iniciara algún trato y correspondencia con aquél. --Oiga Six --así le dijo un día, tal a como oyera que su padre le llamaba--. Y ahora ¿qué trae para leer? El otro se quedó atónito unos segundos, ya que no se esperaba que Atala se dirigiera al más feo y último de sus enamorados; y sumamente tímido y tembloroso se acercó a ella, para mostrarle dicha revista. --Es una revista Impacto de hace 10 años. Y ella, aprovechando que su padre servía algún cliente; fingiendo interés por aquella apolillada y vieja revista, la tomó en sus manos y comentó en una forma muy audaz. --¡Impacto! El que hoy me ha causado usted Sr. Six, qué bien se ve con ese color tan bonito de su chaleco. Refiriéndose a un chaleco de estambre en color guinda, y que hasta se confundía con el color del dueño; quien cambió de color y no hilaba alguna frase ni qué contestar al claro cumplido. --Gracias --expresó al fin, con la boca reseca y amarga, más de emoción que por la sed. --¿Me la presta? --Atala se la pidió. Porque vio que aquel insignificante hombre, no podía hablar ni verla a los ojos. --Sí --fue lo único que contestó, y viendo hacia su calzado color vino; se fue a su mesa encogido y con el rabo entre las piernas. Atala se dio cuenta que no sería fácil que Sixto cayera entre sus garras, pero lo tomó con cordura y calma, y lo que podría ser un simple juego para ella, esta vez se tornó en un simple reto. --Y ahora profe Six ¿qué revista está leyendo? - 12 - En otra oportunidad. Atala, de nuevo dijo todo lo que se le fue ocurriendo. Porque a toda costa su capricho era seducir al ingenuo maestro. --Es una Ayer --inhibido, pero calculador y casi en guardia: esperó el comentario de Atala. --¡Ayer! --agilísima y al acoso. Recto sobre el bulto-- ayer que no vino, hasta lo soñé Don: muy cerca de mí y hablándome al oído, Six. El maestro no lo creía, que aquella tan educada y lindísima musa le hablara así, como sabe hablar cualquier mujerzuela de banqueta, con corrientes frases insinuantes. Y otra vez, Sixto, se fue hacia la mesa que ocupaba muy chiveado y con pasitos torpes, y la cerviz gacha. Inevitablemente, a Atala no se le podía ver mal dijera lo que dijera. Y Sixto, cayó sin más retenes y en su fantasía deliraba con estar muy juntito de ella; y preparó la siguiente revista. Porque ora sí, ya no dejaría pasar por alto los claros invites a la gran oportunidad presente Un día sábado. Se dispuso y vistió una muda de ropa que tan sólo se ponía en los días de fiesta, o en navidad y el año nuevo: pantalón de gabardina negra con camisa blanca, y un chaleco tejido con estambre marfil, además de los zapatos de color negro con apenas dos o tres puestas y muy pocos kilómetros de recorrido. Al momento de llegar el maestro a la taberna el señor Germán iba saliendo. Ellos, luego de darse un estimable saludo, hicieron un leve comentario y se despidieron. Por lo que al introducirse Sixto al establecimiento. Atala, no se tardó en lanzarle un piropo. --¡Guau, qué guapo Six! ¿Ahora qué revista me trajo? --sin darle tiempo a que se repusiera, habló - 13 - confianzudamente. --Una revista Hoy --dijo ruborizado aunque a la expectativa, preparado para contestar lo que fuera así como se expresara ella. --¡Hoy! Tengo mucho trabajo, pero descanso el día de mañana. Y cómo anhelo que algún hombre caballeroso, me invitara al cine --se lanzó a fondo Atala, y esperó la respuesta de Sixto riendo y con la inconmensurable mirada clavada en aquel soso y afortunado hombre. --Pu pues yo po podría invitarla --muy apenado tartamudeando, casi cerrando los ojos exhortó --. Si usted gusta yo puedo acompañarla mañana. Bajo de esas circunstancias, se apalabraron y se citaron el día domingo, por el centro de la ciudad. Se fueron a una de las 2 salas habidas en la bella y esplendente localidad. Y Sixto, tan emocionado hasta las lágrimas, se abalanzó en atenciones con Atala: “limonada, palomitas, helado”… Y ya saliendo del cine. Se fueron algún café de un sitio cercano. Sixto, ya con más soltura estuvo platicando con Atala, abordando diferentes temas que los mantuvo interesados por un largo tiempo; más de lo que ella pensaba tardarse. Por lo que a última hora, salieron de ahí muy aprisa. Para que él la acompañara próxima a La Carreta; y de paso para darse la promesa, de lo más pronto que fuera posible volver a distraerse juntos. Aquella noche: Sixto no cerró los ojos y estuvo pensando en lo que le parecía casi imposible pero cierto, si bien no había acariciado ni besado a esa mujer la más increíble que había conocido; pero ventajosamente ya eran amigos, y con la amistad de Atala era más que suficiente. Como el hombre maduro que era, casi 15 años - 14 - de edad mayor que Atala, Sixto pensó hablar con don Germán para pedirle permiso de poder salir en compañía de su hija, en pura vía de amistad y con el debido respeto que merece una señorita de tan noble cuna. La noche que hablaron al respecto. El padre de Atala no se opuso a que ésta cultivara esa semilla de amistad que le ofrecía Sixto; y así fue, como a bien lo tomó, consintiendo que ellos dos podrían salir a divertirse sanamente a cualquiera de todos los lugares de la ciudad… --y cuando después de 5 meses se hicieron novios, don Germán al igual estuvo conforme con dicha relación. Y al año que formalizaron su noviazgo con metas a casarse; el señor Germán, también con buen gusto estuvo de común acuerdo, para que éstos pronto contrajeran algún “contrato social”. El maestro no cabía en sí de gusto. Y como era un hombre hecho a lo anticuado, desde el primer día que salieron en compañía hasta el día en que formalizaron su unión; éste, no sabía qué ofrecer a su ideal hecho de carne y curvas: flores y aretes y dijes, chocolates y versos o alguna romántica y dulce serenata con la rondalla. --“Esa novia mía va a ser mi tormento de noche y de día no sé lo que siento cara tan bonita cara tan bonita va a ser mi tormento”… En la escuela donde impartía clases Sixto, éste fue el centro de atención y crítica, al saber todos que era el novio formal de Atala; la directora del antedicho plantel resolvió hablarle en concreto al - 15 - estimado y competente maestro. --Maestro disculpe que lo interrumpa y que me meta en lo que no me interesa, pero como vos es un buen maestro y es usted buena persona, voy a decirle lo siguiente: “supe que usted y la señorita hija del señor Germán, ya son novios oficiales; y por un lado lo felicito. Pero por otra parte, luego me preocupa el futuro de usted; y no me tilde de loca o de una vieja chismosa”… --y, le chacoteó todo lo que sabía y se murmuraba de Atala: “que después de que por su culpa habían macheteado al servicial médico; también decían que mantenía una relación incestuosa con su padre. Y ahora, se decía que era machorra por no tener hijos; aparte de ser una bruja”. Y de remate, la directora quien según no era supersticiosa se fue hasta full, hasta el más allá… “que había energía muy negativa y diseminada por La Carreta a raíz de aquel celoso y alevoso homicidio en contra del pobre doctor; y que en algunas madrugadas, los humanos mucho perceptibles, lo han visto vestido de blanco como flotar o caminar por el corredor de la taberna”. Sixto, escuchó muy atento a la directora que no se contuvo. Y posiblemente, hasta le predicó más de lo que se decía de Atala por la ciudad. Aunque al concluir ésta, Sixto ocultó sus temores, pero se quedó como plantado en el piso del salón. Dolido y estremecido ante las funestas noticias, pues con certidumbre no sabía algo o nada; del pasado, del presente y del mañana de Atala. Y aún, si ésta era la peor y más perversa de toditas las mujeres, eso no le importaba; porque a cada vez que pasaba, y a cada día acaecido, la quería más que a su vida. En esa ciudad. Atala estaba harta que todos los que se querían lavar las manos, la señalaran con - 16 - el dedo muy erecto… como la mujer más sucia y pecadora de toda la ciudad y sus fronteras. Por lo mismo en las últimas fechas, lo que ella deseaba era salir lo más próximo de aquel sitio: y, cuando Sixto le compuso el anillo de compromiso en uno de sus dedos, no opuso resistencia y muy amable aceptó formalizar su compromiso; aunque nomás se casarían por la ley civil, pues por tener malas y sobradas razones no se casaría por la Iglesia. “Atala seguía creyendo en los santos, pero más en Cristo y las vírgenes; pero, por la politización del clero, además de su eterno patriarcado, y por la corrupción y perversión de muchos sacerdotes ya no creía en aquel personal. Y ahora, sumando su también pecaminosa actitud, decididamente y de manera irrevocable; predispuso respetar aquel templo de Cristo, no volviendo ella a penetrar en ningún templo católico. Y guardarse su Fe. Muy dentro de su alma vacía”. --El enlace civil fue de lo más discreto. Y, casi no hubo invitados fuera de los dos testigos. Pero como más vale llegar a tiempo en lugar de haber sido invitado. La directora se coló a la recepción efectuada en La Carreta… y lo hizo no nada más en calidad de maestra gorrión, sino como una vil Paparazzi. Al poco tiempo. El maestro Sixto, permutó una plaza con algún otro maestro, y fue por un puesto en una escuela del mismo estado. Pero, estable a una grande distancia de la ciudad anterior. En un pequeño poblado, bien escondido por entre ríos y montañas: adonde el novel matrimonio, llegó con la compañía de un noble perro Labrador y, arriba de una camioneta de modelo reciente que además - 17 - traía caseta; pues esa troca de color caqui habría de ser su hotel mientras conseguían una vivienda en buenas condiciones --la camioneta fue regalo de don Germán a su hija. Atala, era en aquel pueblo y por aquella región como un sol, como una luna, y como eran todas las estrellas de la caverna celeste. Luego, cuando ella recorría en su órbita diaria por las calles, los hombres la admiraban, pero aparte del saludo no osaba alguno seguirla ni molestarla; porque para ellos Atala no era una simple mujer, sino era una diosa sobre de la tierra. Ella respiraba la libertad en su nuevo estado de democracia. Pues se daba a Sixto, cuando él ni lo esperaba; ya que ésta no tenía débitos ni cadenas sexuales. Y él: mirando como el chinito, pues no tenía ni voz ni voto. Y no obstante, nada más con vivir cerca de ella… Sixto era muy feliz. Ahora, Atala tenía todo el tiempo del universo para hacer lo que más le gustaba; en primera ella caminaba mucho para ejercitarse y mantenerse de lo más querida. Y, como lo hacía resguardada por el fiel perro Labrador y algún otro can de por esa misma comunidad… --se bañaba en el río, en los manantiales o por la cascada. Y ya cuando volvía al pueblo, por las tardes sacaba un caballete para ponerse a pintar todos los paisajes contemplados a su alrededor, más los visualizados dentro de su interior (con música de fondo como la que oía su padre para la siesta: Rabel y Chopin, además del divino Bach). Del ermitaño pueblo hacia la ciudad que menos tiempo se hacía en camión. Estaba a una hora con un cuarto --media hora por brecha y, tres cuartos cuanto más por la carretera. Y Atala, se dirigía a - 18 - esa ciudad cada quincena por la despensa y hacer varias compras. La maravillosa hermosura de Atala nunca podía pasar desapercibida, en cualesquiera ciudad o por cualesquier rincón del mundo; reluciendo dentro de todas sus ropas y con los atuendos folklóricos de hilados policromos; a veces con la cabellera al son del aire o sujeta con algún listón o una correa de cuero. En uno de aquellos viajes relámpago conoció a un transportista, que era el dueño de una pesada flota de tráileres. Hicieron alguna ligera pausa de amistad y; en algún próximo viaje de aquélla a la antelada ciudad. Sin más formalismo y sin medir distancias: y además sin condiciones, se hicieron amantes. Por el pueblo y en la escuelita. Antes que nada, las lenguas de doble filo empezaron a castrar, en cuanto se enteraron, quisieron herir los oídos del humilde Sixto; pero él no atendía a las indirectas o puramente se hacía el distraído. Aunque en sus adentros lo aniquilaba que de voz en voz fuera el nombre de Atala, rodando por la calle empedrada --“que tenía un amante rico, blanco y muy guapo con ojos claros; y tenía varios tráileres. Y, que de alguno de éstos, bajaban la camioneta cual era de Atala. Aquel hombre, la despachaba a un costado de la carretera; para después ella manejar por las curvas de la gravosa y angosta brecha”. El máster Sixto, fuera de las habladas, de todos modos por pura intuición se las olía cuando ella llegaba de aquella ciudad; pues la notaba bastante contenta, más que de costumbre; y trayendo ricos regalos de joyería: “Atala le contaba, que allá en la ciudad vendía sus cuadros pero a unos precios - 19 - del oro” --como si fueran de J. Cázares Campos y Sixto se lo tenía que creer todo, ¿y lo de los pelos castaños y gruesos enredados por el fleco de sus vestidos? De eso, mejor no le mencionaba ni una sola palabra o media sílaba, y sin otra alternativa tenía que poner buena cara y conformarse. --“Todavía quedan restos de humedad sus olores llenan ya mi soledad en la cama su silueta se dibuja cual promesa de llenar el breve espacio”… Los viajes de Atala se prolongaron. Pero, como no podían llevarla a ninguna parte, porque con un hombre casado y con hijos; lo extramarital, en un corto o largo plazo siempre acaba. Por eso, Sixto a petición de Atala consiguió otra plaza, ahora en un poblado perteneciente a otro estado opuesto al punto cardinal adonde residían. La siguiente población era más pobre y no tenía tanta vegetación como la pasada. Y nada más se veían lomas y montes, y nomás habían riachuelos y arroyos casi secos. La tierra era intratable, y los pocos sembradíos no afloraban por resequedad y la falta de sistemas de riego. Sixto amaba mucho su trabajo de maestro. Pues ponía todo lo que estaba a su alcance para aportar su ayuda a la comunidad; daba clases, y después alfabetizaba y organizaba variados eventos socio culturales y demás… --mientras que Atala, vivía para sí misma y para su sola contemplación, o ya para plasmar sus paisajes, y para su perro el buen Labrador. Y en sus paisajes, se paseaban por todo el lienzo, los colores claros y oscuros muy juntos de la mano, tonos ligeros y pesados codo a codo, y matices alegres y sobrios fundidos amorosos en - 20 - un abrazo. En aquellos recuadros, revivía todo el encanto de la naturaleza, porque así como no hay mujer fea, así tampoco hay naturalezas feas; sino hay malos ratos: convivían fauna y flora y todo el hechizo de los campos y montañas. Pero no había seres humanos, niños ni ancianos como tampoco había hombres ni mujeres; mas en cambio había veredas y senderos, había brechas y caminos. Y, también carreteras… “que iban hacia las grandes ciudades, y por ellas viajaba con su pensamiento y cuando podía lo hacía con todo su cuerpo”. La ciudad más inmediata al poblado adonde por ahora radicaba el consorcio, no distaba a más de una hora; y la pista era casi recta y toda asfaltada aunque con baches. En aquella próspera ciudad. Atala conoció a un diputado local acaudalado, y realizando la misma clase de jueguito: ella con él se hicieron amantes. También incondicionales, porque el Lic. político por igual era casado y tenía hijos. --“…todavía yo no sé si volverá nadie sabe al día siguiente lo que hará…” Por ende. Como las noticias vuelan delante del tiempo a velocidad de la luz. Llegaron hasta los oídos del maestro Sixto las malas nuevas: “En la entrada del pueblo, a un lado del puente negro de cantera, han visto descender de la camioneta que es de Atala a un hombre muy trajeado; y que, en seguida se sube a un automóvil negro de lujo con chófer uniformado, el mismo quien seguidamente de cerrar la portezuela de su amo lo conduce otra vez hacia la macro ciudad”. --“…no comparte una reunión mas le gusta la canción que comprometa…” A fuer de que Sixto dormía en una colchoneta - 21 - al pie de la cama de Atala. Esto, era cosa de poca importancia para ella que dormía cómodamente; y lo de menos para Sixto. Pero, si algo hubiera conformado aquella unión. Probablemente habría sido un hijo, no le hace que fuera adoptivo, pues por una imposición uterina, Atala era estéril. Y la contrariedad era ésa, que ésta no deseaba adoptar algún hijo ni hija, porque lo cierto, ella no quería tener ninguna otra responsabilidad: y además con Labrador era más que suficiente, pues lo quería y atendía como a un hijo. Por consiguiente ellos continuaron muy cerca y distantes. De ese pueblito hacia otra población, y después a otro pueblo más: Sixto instruyendo a la gente más necesitada, y a todo aquel que tenía un verdadero deseo de aprender. Y Atala, de amante en amante; y de ciudad en ciudad. A los ocho años de vida nómada. Sixto hubo de jubilarse. Y como Atala siempre lo dirigía. Ellos, resolvieron radicarse de planta en la pacífica villa provinciana donde él nació; con la condición que ella le impuso --que con los ahorritos de Sixto le hiciera alguna cabaña a gusto de ésta, y después la pusiera a su nombre, “ya que se habían casado por bienes separados”. La cabaña fue construida por las afueras de esa villa. A cinco ó seis kilómetros de brecha… de la bien edificada pero casi vacía población. Ya por causa del hambre y la sed material que empuja al paisano nacional hacia la emigración. La nueva cabaña fue una réplica casi igual a la cabaña donde vivió Atala con sus papás. Con una cierta diferencia de la anterior, la cual estaba en el tras patio de La Carreta y que era de madera. A lo que la reciente cabaña fue hecha con tabique de - 22 - color rojo, y distribuida así: una recámara grande con un baño muy amplio, una pequeña biblioteca con una comodísima sala, y una media cocina. Y los ahorros de toda su larga vida se quedaron allí, hincados y enterrados al servicio de Atala. Pero a él, no le interesaba seguir siendo como un criado más para su esposa; con tal de adorarla y servirla. Además. Un piquito de dinero extra, cual Sixto todavía tenía en el banco, lo retiró para completar a Atala en la compra de una camioneta nueva. Y con aquel vehículo Ford último modelo se escapó solita, para probarlo hasta la capital del estado, el mismo que se hallaba a una velocidad máxima a hora y media de distancia. A diferencia del resto del censo. Sixto, ya como maestro jubilado, podría haber economizado una buena cantidad de plata y tener un hábitat de vida desahogado; pero para dar gasto a Atala como lo requería y exigía ella. Tenía que ganar un dinero extra --y pensó, en serio e inspirado en su suegro poner al servicio del pueblo, una atenta y amable y puntual cervecería. Por otro conducto. Y como era la costumbre de Sixto, se presentó a las órdenes de tal municipio presidencial. El gabinete: se lo agradeció mucho, a la vez que lo tomarían en cuenta; pero, para las próximas elecciones locales. Siendo así. Ya con más confianza se entregó a servir cabalmente en su cervecería, instalada por el centro de aquel pueblo y a la vera de la difícil carretera; por cierto vía muy transitada; que para el negocio de Sixto le favoreció rápidamente con una crecida clientela. En lo que atañe a Atala proseguía haciendo sus viajecitos hacia la capital del estado. Fiel a todos - 23 - los axiomas de libertinaje impuestos por ella para efecto de su amoral bigamia. En aquélla, primero tuvo relaciones con un hotelero, y ese idilio pudo mantenerlo algún tiempo; y al corte. Mantuvo un mercantil idilio con rico empresario, y con aquel fabricante (de ropa); perduró más o menos igual temporada que con el anterior. La cervecería fue ampliada con el propósito de también ser un depósito. Y por la concesión de la cervecera menesterosamente le reclamaba más a Sixto de su atención. Por esas fechas halló por la calle a una joven indígena, con un niño como de una década de edad; ella con su hijo comían un verdoso pedazo de pan tieso cada quien. Y con la otra mano desocupada, pedían limosna a la gente que pasaba por allí… --ante aquel presente y feo cuadro, Sixto: “recordó su niñez”. Y pensó darles algunas monedas, pero después; mejor pensó que le ofrecería trabajo a la madre. Y ya luego podría obsequiarles dinero para que comieran un poco y bebieran algo caliente. La desamparada indígena aceptó al instante esa propuesta de trabajo; y en cuanto, el dinero para tomar alimentos. Y como Sixto pensó que Atala pasaba mucho tiempo aislada en la cabaña: sería muy conveniente para ésta, que aquella indígena la sirviera, y además le sirviera de compañía con aquel desnutrido hijo. Domitila y su hijo Camilo fueron admitidos de mal modo por Atala --que directo les exigió, que primero se fueran a bañar al río, y ya después se fueran a limpiar la cocina de la casona vieja, cual estaba un tanto retirada de la cabaña, ya que ahí sería donde morarían. Y esa casita levantada con adobe y tejamanil fue donde vivió Sixto, que fue - 24 - huérfano de padre y madre, y luego fue adoptado por sus padrinos que no tenían hijos. Y por tales circunstancias, al morir aquéllos le dejaron como herencia la vieja casa junto al buen terreno cuán abarcaba más de diez hectáreas. Dentro del poseído y viciado micro círculo de la política local, nadie quería salirse ni renunciar a su fosilizado huesito, ya que nomás le daban la vuelta y, nunca se lo podían terminar. Nomás que a veces tenían que recurrir al pueblo, aunque éste no fuera del momificado grupo y corrupto gremio se auxiliaban con algún paisano; y en ese caso el elegido por ser letrado fue Sixto: que fue votado en privado para el cargo de secretario. Así, con un ojo al gato y el otro al garabato; en las primeras de cambio, Sixto descubrió cómo en la tesorería había ciertas anomalías, y se desviaba plata y recursos del erario municipal… todo hacia puros intereses personales de los más cabezones. Y como tuvo el valor civil de hacerles ver que su ambiciosa actitud, estaba lejos de la justicia y de una mínima moral --así, apresurados trataron sin más de silenciarlo; ya por las buenas, o si no por las malas. Y seguidamente hablaron con él. --“Según tú, la política es una hijastra más de la filosofía, y puede ser que así sea. Pero, hay otras cosas a tomar en cuenta, que la política le duela a quien le duela, sin ser hija universal de Dios y sin ser verdadera hermana de la ciencia. Es y será: la heredera universal, en todas las sociedades como en todos los estados y repúblicas del mundo. Así, el más sublime objetivo de los hombres, es servir al estado de su comunidad. Nosotros servimos al pueblo, y nuestro trabajo, como lo hace cualquier empleo, tiene que recibir alguna paga con alguna - 25 “plus valía”. --¡Pero no tanto! Que todo sea justo, según sea el valor de su trabajo. --Exacto Sixto. Ahí tenemos, ¿cuánto ganan en nuestro país los políticos? Diputados y senadores y gobernadores. Y no digamos de aquélla quien es la líder del sindicato de maestros, que es super millonaria, y otros tantos maestros acomodados y de los tuyos que cobran cheques mensuales más gordos que ni los del mismo primer mandatario de la República mexicana. Tú ya ves, cómo vives siendo jubilado, ganas muy bien y tienes una casa de primera; así como son las casas de muchos de los maestros que ganan muy bien. Sixto, escuchaba con cordura, pero ya no podía seguir oyendo las pseudo razones de aquél. --Las casas de vosotros, las han construido ayer de la noche a la mañana, y sin poner un tantito de su parte, que no sea más que alargar las manotas; yo lo poco que tengo lo he trabajado durante toda mi vida con mucho sudor y honradez. Y además, no porque la mayoría de esos políticos que están arriba roben mucho, nosotros también tengamos que imitarlos. Pues nuestro primer trabajo como hombres es cultivar la virtud… --y sin retenerse Sixto con prontitud sacó un librito, y quiso leer a los compinches un poco de “La Cartilla Moral de de don A. Reyes”-- pero aquel primer mandatario sin darle tiempo lo desarmó. --Te lo creemos Sixto. Pero no tiene algún caso entrar en minucias y polemizar; mejor escúchame por favor lo que te voy a decir, en nombre de mis compañeros (tres) y en mi nombre: “únete Sixto a la causa de nuestro grupo, y por supuesto que las ganancias para vos serán las mismas que sacamos - 26 - nosotros”. El maestro jubilado sin tentarse y sin prestarles más oídos, rechazó la abyecta propuesta presente. Y antes de salir del salón presidencial tuvo a bien advertirles; que de no rectificar aquellos abusos y y la falta de honorabilidad municipal en cuanto a los puestos que tenían a su cargo: “él, tendría que publicar un periódico local, adonde informaría al pueblo detalladamente sobre su ilícito confort”. Al corto tiempo del anterior choque. Sixto tuvo que renunciar a su puesto. Y además para callarlo y para intimidarlo, le enviaron varios anónimos y amenazas: “que si divulgaba una sola actitud mal vista, y fundaba un periodiquillo, lo eliminarían a él o a su familia”. Y en otro, “que velara por esos días que le quedaban de vida, o por los días que le quedaran a su mujer y a Camilo”. Ante aquellas amenazas. Sixto desistió de todo lo que tenía proyectado, y mejor recapacitó; para consistentemente entregarse de lleno a su trabajo en la cervecería y el depósito. Escarbando una vara. La moza indígena madre de Camilo, conoció por una ranchería a un joven quien la conquistó; y se la llevó consigo hacia los Estados Unidos. Pero Domitila dejó a Camilo. El niño desamparado conmovió a Sixto, porque en él vio como un retoño de su propia niñez; y al abandonarlo su madre. Se transformó en su tutor y Atala en su tutora --aunque de negro talante, la doña aceptó finalmente. El infante tenía complejas trabas. Por sufrir los graves maltratos y agresiones; por un costado en manos de un padrastro, y al otro costado a manos de su madre; y cuyos efectos lo dañaron con esa - 27 - atrofia del habla en Camilo: quien medio hablaba pero parecía mudo. Pues con muchos pesares, no tartamudeaba más que algunas palabras. Sixto, desde los primeros días puso un poco de atención en el mal del niño, pero por sus muchos compromisos y su excesivo trabajo. Él, no podía ocuparse un poco más del infante. Cuando se fue Domitila con aquel hombre. Y el matrimonio se hizo cargo del niño, este aborigen tenía 11 años de edad y no progresaba, aparte de tartamudear 2 ó 3 frases no podía hablar más. Y, fue cuando Sixto hizo todo lo posible en sus ratos flojos por auxiliarlo. En lo personal al maestro le complacía escribir muchos discursos sociales de temas diferentes. Desde ha tiempo, mega influido e inspirado en retóricos como un Gorgias o algún Isócrates. Por lo tanto, pensó en Demóstenes que siendo un efebo fue tartamudo, y pudo superar la penosa enfermedad, para llegar a destacarse como el padre de la elocuencia. En virtud, Sixto junto a Camilo haciendo un simulacro del anterior; por la orilla del río… el tutor escogió algunas diminutas piedrecillas que extendió a Camilo, para que éste se aplicara con una piedrecita, y después con dos; y ya en seguida con tres y con cuatro. E intentara pronunciar sílabas y palabras, y cuales Sixto, iba diciéndole lenta, clara y concienzudamente. Así, con el curso de varios meses del aplicado alumno como del competente profesor, encauzados a la enseñanza de Camilo. Éste, sin ser alguno de los elegidos del dios Mercurio, y sin llegarle siquiera a los talones de un Lisys --de analfabeta, por fin aprendió el abecedario, y aprendió a leer como a escribir; y ya casi no tartamudeaba. En esos años siempre con la ayuda de Sixto, hasta pudo hacer - 28 - el sexto año de la primaria, pues estudió dos años al tiempo de uno, esto, por tres periodos. Unas cosas crecen y otras decrecen. Y así como otras cosas se van otras llegan. Pero, hay muchos valores irreparables, que un día parten y ya jamás vuelven. Y por ellos evidenciamos los verdaderos dolores de la vida, y que lloramos, casi todos los seres humanos… --así, por aquel entonces murió a los pies de su ama, el Labrador color de trigo y con orejas semejantes a hojas secas. Y como fue buen perro falleció como buen animal, porque su expirar fue por cansancio y muerte natural. Atala enterró a Labrador en el patio, muy cerca de un pequeño jardín, y enfrente a una ventana de su grande aposento --y cavó la fosa, con sus finas manos que terminaron sangrantes. Todavía Sixto y el adolescente Camilo, quisieron ayudarla a las horas de excavar; pero ella, muy categóricamente agradeciéndoles les rechazó su ayuda. Y una de malas tras otra. Pues Atala apenas iba recuperándose por el deceso de Labrador. Y hoy, a sus incesantes lágrimas; les tendría que agregar otro caudal: por la muerte de su mamá María que bendita sea, y a quien Atala fue a llorarle a la vez de arrojarle un puñado de tierra. Camilo entró a estudiar la secundaria. Y aun no lo atrasaba que se mofaran de él, por renegrido y cejijunto, y por excederse de machetero; pues no quería reprobar alguna materia. Y, todo iba bien. El sábado se quedaba en la cabaña hacer primero la tarea, y luego le ayudaba hacer los quehaceres domésticos a Atala. Un sábado despejado, en que la paleta color de - 29 - la naturaleza se expandía por todos esos campos y ascensos y hondonadas… por donde la platinada y blanca curvilínea ondina acostumbraba llegar a tomarse el baño matinal. En ese feliz día. --“La pintora de paisajes dejó el pincel como el caballete, para ir hacia el río. Y despojándose del camisón de seda negra, se quedó sin algún listón ni un trapito; para tibia y sensualmente, penetrar en ese manso río en que apenas corrían sus aguas a la altura de tan acogedor ombligo. Y, la llanura de la sutil espalda, era como un columpio el cual descendía hacia un trasero redondeado, entre dos lisas lomas: una estética antología formada como con la fina arena del río… de aquel tan enaltecido río, quien así contenía dentro de su lujurioso y ya viril cauce, a esa desbordante ninfa que por ahora era sobreviviente de un cuadro mitológico”. Camilo, estaba afuera de la casona vieja. Sobre de unas tablas sentado y hojeando un libro, a esas horas fue en que divisó a tía Atala como le decía, atravesando hacia el río; e inmediatamente pensó a lo que iba. Ya que desde un tiempo atrás, sabía que en días contemplados, antes de mediar el sol se bañaba en aquellas frescas aguas. Y así, como lo haría cualquier chamaco, empezó por lubricar inquietantes y fantasiosas ideas voyeuristas, que lo movieron de su lugar. Camilo, de una manera parcial conocía los argentinos miembros como la impresionante anatomía de Atala, pero así, a flor de piel y a raíz del tallo; aunque más de mil veces lo había querido nunca la había admirado. Y con la ausencia del celoso Labrador quien en paz descanse. Camilo, bajó con mucha confianza hasta el río y vadeando lo trascendió. Y entonces, poco a poquito se colocó lo más próximo posible - 30 - del sitio adonde se remojaba ella; pero, por culpa de unos peñascos no la podía ver a su gusto, tal a como él quería --pero algo es algo se dijo. Y a las horas que salió de enjuagarse tan deslumbrante hembra ¡pa su mecha! Camilo, bien pudo en toda la expresión del verbo ¡ahogarse admirándola! Cuando salió Atala de la cabaña. Nomás debajo de esa prendita a media pierna, y llevando en sus manos una grande toalla blanca, también miró la presencia de Cam --como lo llamaban en casa-- e igualmente supo, que el chamaco pelado a rape y con cara de espantajo, también descendería hacia el río para espiarla, por lo que contantemente ella sintió la presencia del fisgón; y al salir empapada de las aguas para alcanzar la toalla, ya por purita intuición supo que Cam estaría trepado en alguno de los árboles de la primera fila: Y así, ondulante y con el arte y la entereza de la mujer que se sabe más que bella, paseó por la pasarela de un bordo con verde pasto, y modeló al máximo su traje de piel de fina gamuza. --Cam entre las ramas del primer árbol de aquel pecado, saboreó visualmente el reencarnado fruto de Atala con hambre y engaño; pues él creyó que ella no lo vio, cuando por un pelito, el mirón se viene hacia bajo del alto sauce. Atala oyó como un fondo musical, el crujido de las ramas de un árbol próximo al otro costado del río, y al voltear hacia allá, vio a Cam colgado por una rama con las dos manos; para velozmente sin gran esfuerzo trepar al pulso nuevamente: adonde el palco, que sin boleto ni reventa. Le había caído como regalo de los mismos ángeles. El sábado siguiente. Camilo estuvo atento a las horas que Atala podría bajar hacia el río, pero ella - 31 - aquel día prefirió bañarse en la cabaña, y no salió para nada; por lo que a Cam hasta se le extinguió el apetito y ayunó hasta muy tarde. Así, varios sábados venideros Camilo esperó en que la esplendente escena se repitiera. Y otra vez la gracia, como al mes del espectáculo pasado, ¡y en exclusiva! En el centro de la pista de agua: Atala, al ritmo de un ballet acuático se vistió con la pura y clara espuma; para melódicamente, volverse otra vez a desvestirse con agua… Y, premeditadamente vio hacia el mismo sauce, adonde estaba subido Cam quien se quiso camuflar. --¡Cam ven Cam! --gritó ella. Y al ver que éste no bajaba al llamado, repuso-- ¡si ya te vi Camilo no te hagas! ¡Y si no vienes acá te voy acusar con tu tío Sixto! Nomás terminó de oírla, que dizque lo acusaría con su tío, se dejó venir el mancebo mustiamente y trató de disculparse pero devorando la límpida desnudez de Atala; quien de tajo le ordenó. --Tállame la espalda --autoritaria. Empero, con una voz tan grave, que Cam embelesado no supo ni qué contestar. Pero en cuanto, se arremangó el pantalón. Y así se metió al río… asiendo la esponja de las níveas y resbalosas y lindas manos; para tallarle todo el paraíso de su espalda: entre temblores y, cálidas caricias; con sus manos cuadradas y toscas. Todos los días sábados antes que otro mandato Camilo partía la leña para toda la semana, y hasta se imaginaba ver en los troncos de los árboles las soñadas piernas de Atala. Pues las tenía trepadas en la mente, así; tal como dos limpios horcones y sin alguna corteza. - 32 - Prestamente. Ella, acudía a Cam para bañarse y aquél la auxiliaba tallándole la espalda, una vez a cada tres o cuatro semanas; y para él era un fatuo suplicio de eternidad si no lo llamaba. Pues, tenía que esperarla. Y aquélla, nada más cuando estaba muy de buenas o muy caliente; o de plano nomás iba a buscarlo a la casa vieja, cuando a ésta, no le salían bien las cosas en la capital. Y a propósito. El amante en turno de Atala, era un reconocido maestro escultor, y aquél tenía una sala de arte. Donde ella próximamente habría que exponer con sus paisajes como con otras pinturas propias: en una galería del anterior artista. Igual que su suegro. Sixto, descansaba por cada semana un día, el séptimo. Que para él, lo mismo que para don Germán era el día domingo. Precisamente un domingo a levante hora. Atala al volante de la camioneta, salió del rancho ahora excepcionalmente acompañada por Sixto; porque iban para la capital. Llegando aquella capital. Se encaminaron hacia donde la dirección de la sala de arte. Sixto, desde antes sabía que un escultor era el amante de Atala pero ya estaba bien curtido. Y, como acompañó a la pintora en condiciones de lacayo bajó todos los cuadros con exagerada cautela. Y para cuando lo creyó oportuno, se acercó a su ama, para avisarle que todo estaba cumplido. Y partió solo, ante la indiferente artista, que apoyada al brazo de aquel galán escultor; apenas si se dignó en voltear a ver a ese insignificante hombre quien sonrientemente fue a despedirse de ella. --“…la prefiero compartida antes que vaciar mi vida - 33 - no es perfecta pero se acerca a lo que simplemente soñé…” Notoriamente, Atala no era una genialidad y ni tampoco era una revolucionaria de la pintura. Ya que durante la temporada que permaneció con la exposición de sus cuadros. La crítica, tanto como el medio cultural y periodístico, tal parece que no se dieron ni por enterados. Por esto fue, y además por otras razones, que Atala con el buen escultor concluyeron con su estrecha relación. Ante este cosechado fracaso experimentado. El refugio de Atala estuvo de lleno en la cabaña, las caminatas y la música clásica, y a la vez, hasta la pintura; pero ya de manera desinteresada: estos hechos la rescataron de aquella decaída moral. Y quien salió ganando fue Camilo, puesto regresó a ocupar el puesto de tallador oficial. Y en cuanto a este tema, no advirtiendo las diferencias, de edad ni caracteres --la menopausia de ella. Y, la parca expresión por parte de él-- hicieron migas. Camilo era tan feo, que para los bellísimos ojos de Atala, ser feo era su único y mejor atractivo, y con éste se divertía. Se restregaba desnuda contra el tostado cuerpo y magro de Cam, que tenía una piel reseca y dura y era sumamente huesudo, y su pene parecía un moco de guajolote… y podría ser que entre ellos dos no fornicaran. Pero, inquietos hacían travesuras como dos adolescentes. Sixto, era de los que su caja fuerte estaba por el agujero más inesperado de la casa. Y como en un día sábado tenía que hacer algunos pagos, por eso tuvo que volverse a la cabaña. Para poder extraer el dinero olvidado, que hubo guardado entre unos libros de la biblioteca. - 34 - --Cuando Sixto entró a la sala muy precipitado, de pronto se quedó estático. Y, ¡no podía creerlo! ¡Atala y Cam a capela! Ella nomás en purita piel y él en puro cuero y jugando almohadazos. Él no les dijo algo y trató de esquivarlos mirando hacia otra parte, rápido se metió a la biblioteca para un poco después salir; y otra vez ignorándolos se fue aunque aquéllos ya estaban vestidos. Ese día Sixto llegó ya pasada la media noche, y sin hacer más que el mínimo ruido. Se resguardó en la biblioteca, la cual le servía de recámara por aquel entonces; y aun de no poder dormir estuvo en vela --recostado-- puramente pensando. A la mañana siguiente. Sixto, no salió hasta ya muy tarde de la biblioteca, y únicamente fue a la cocina para prepararse unos bocadillos, y regresó a encerrarse. Atala, hubiera querido que aquél le hubiera reclamado cualquier cosa, que le hubiera proferido --¡ramera, puta, perra!--. Pero Sixto, no se molestó en decirle nada, y eso la desquiciaba. De Atala, como de cualquiera super hembra no se puede confiar mucho. Y Sixto, mejor le fijó a Camilo toda su atención, no para recriminar sus faltas sino para comprender su situación. Los sábados en lugar de quedarse en casa para jugar con Atala, Camilo tenía que irse con el tío Sixto para ayudarlo en la cervecería. Y para que no todo fuera estudio y trabajo, el tío contrató los servicios de una moza, para dizque acompañar a Atala en la cabaña y además ayudarla. Y tal, fue acomodada en un espacio de la casa vieja junto al cuarto de Camilo. E instintivamente, en cuanto se conocieron se aproximaron ya insinuantes uno al otro, y antes que nada prontamente se enredaron sus brazos, sus piernas y sus miembros. Con una - 35 - previa orientación sexual de Sixto, quien tuvo el buen acierto de proveer alguna basta provisión de condones a Camilo. Primero, para poder evitar un embarazo a ciegas y, en segunda, para prevenirse de equis contagios. Atala tenía la diaria costumbre de ir al pueblo a desayunar o almorzar. Y de una vez llevaba hasta la cabaña algún platillo para la comida. Y fue ahí en alguna fonda, adonde conoció a un hombre ya maduro y con buen aspecto, aquel hombre estaba en compañía de algunos trabajadores. Por el tono de la plática, ella se dio cuenta que el fuereño era un Ing. topógrafo, y que ahora, estaba trabajando en aquella localidad, y que en la misma tenía que permanecer una larga temporada. Y por entonces Atala, siguió encontrándoselo en la cocina, o por el jardín y hasta en la cervecería; y allí fue donde se saludaron: mirándose directo a los ojos, acaso por primera vez. En un viaje de Atala a la capital. Prefirió partir sola y sin la camioneta, por lo que se trasladó un día lunes --en ómnibus. Y casualmente se subió a bordo el Ing. aquél, quien también viajaría hacia la capital. Por lo que fueron compañeros por dos horas, en las cuales platicaron muy interesados y animadamente; hasta que el tiempo se adelantó a exceso de velocidad y el fugaz viaje se les figuró en toda su extensión muy insignificante. En corto, programaron otro viaje. Y como a eso fueron sin obsta se convirtieron en amasios; y los viajes persistieron lo más discretamente que ellos pudieron lograrlo. Nomás que como el amor sale a relucir aunque se oculte: Atala, pronto comenzó a delatarse, porque dejó atrás la frescura francesa - 36 - y empezó a usar calzones diariamente, además de que aprendió a cocinar y ya oía música popular. Sixto no era invidente, y adelantándose a Atala. Se dio cuenta que ahora sí estaba enamorada más que las veces anteriores. Pero, como él estaba tan acostumbrado a ocupar dentro de todos aquellos triángulos trazados por Atala, el último rincón de el vértice más estrecho… no hizo mucho caso del cambio experimentado en Atala. Y como siempre solía hacerlo, se hizo el desentendido. En primo sentido la servil mocita fue llevada al rancho para normalizar la conducta de Cam, y ya casi lo había hecho, pero de pronto la oposición y rebelión del joven vinieron a cambiar de nuevo la situación, presto se enfrascó con el licor. Camilo con todos sus defectos aun pasaba como un aceptable muchacho, que era obediente y daba por bien todo lo que ordenara su tío Sixto, nunca rezongaba ni levantaba la voz, y en general a los ojos del maestro se comportó siempre servicial y humilde. Pero con tanta borrachera dejó de ser el joven sumiso y se transformó en una calamidad. Una ocasión. Sixto en tertulia, con dos amigos animado dialogaba tocante al tema más discutido y más añejo que hay --si el mundo y los hombres nacieron por evolución o por creación. --El mundo nace del polvo y, del polvo con un poco de tiempo brota todo… --afirmó un Sr. Rico harto experimentado como constructor en bienes raíces-- y a eso se le llama evolución. --Muy cierto. La vida nace del agua y, son esas aguas de los mares… donde nace el dios germen de las especies y los géneros… --corroboró otro, un socio de la cervecera para quien ora trabajaba Sixto-- y ciertamente, a eso se le conoce desde la - 37 - antigüedad, como evolución. --Ustedes lo han dicho: “polvo somos y al final polvo seremos”… Y “desde la primera gota nada el velamen del espíritu de Dios por la superficie de los océanos”. Por esto les declaro, “que todas las artes las ciencias y hasta la evolución; no son mas que instrumentos de Dios. Todo, al servicio de la inteligencia y la gran creación de la Unidad de Dios Padre. Así Sea”. La verdad de aquellos dos hombres era tan sólo brindar. Por lo que ordenaron a la mesera que les sirviera más vino y más botana. Y dándole por su lado al eufórico Sixto, dejaron que disertara y sin oposición monologara a su antojo. --Es por la libre expresión, que puede el mundo precisamente expresar su discurso, y éste se debe y desprende de la idea perfecta del todo. Y así se traduce en todas las cosas, igualmente que se lee y se traduce en el hombre. Por esto: les comparto mis evangelios y, mi palabra de caballero, que la traducción e idea perfecta, es Dios… “La misma idea que se concentra… y se hace acción como se hizo acto la presencia de un Sócrates o un Platón. O como se hizo un hecho de amor el Cristo hijo de Dios, o Dios mismo hecho corazón. Porque, al saber de la experiencia y el amor; la verdad en sí más universal y perfecta es la relación dada entre el Padre y el Hijo”. Cuando entró Camilo al negocio, Sixto ya ido y extasiado en la palabra. Seguía hablando pero sin oyentes. Pues los otros dos ni lo fumaban, puesto veían atragantados a la comestible mesera. --¡Ya para de decir tantas pendejadas tío! Y, lo mejor es que prestes una feria para jugar baraja. Camilo, miró desafiante a los ojos ebrios del tío - 38 - Sixto quien había bebido como nunca. Y los dos tipos hasta volvieron en sí; para aplaudir la mofa y exigencia de aquél. Entonces Sixto también rió y quiso justificarse ante todos, y por esto trató de responder de la manera más educada, a Cam. --¡Es que yo amo a Dios. Y. También soy muy idealista hijo! --Pues a mí me vale una tiznada que tú seas un idealista --altanero y majaderamente-- y ya mejor afloja una lana. “Y acuérdate de una cosa tío, de lo que me enseñado haz: que el hombre que habla mucho no dice cosas buenas, y es un ignorante”. Ahora, no sólo rieron los dos hombres sino que se carcajearon ante los ojos casi cerrados, y hasta sin órbita de Sixto. Quien se levantó tambaleante lo más rápido que pudo, para irse hacia el cajón donde guardaba el dinero; sacó un papel de a100 pesos y se lo entregó a Cam, quien salió enojado porque le pareció muy poquito. Arrebatándole el dinero, sin escrúpulos y sin darle las gracias. Las dos personas de dinero más destacadas que conocía Sixto, y contra quienes atentó con alguna retórica, para desconvertirlos del estado sin fondo y tan materialista en que vivían. Aquellos amigos con penas se fueron trastabillando y cantando en zig zag por toda la calle. Sixto, cerró la cortina al tiempo que despidió a los otros; y se sentó solo, a la mitad del establecimiento a pensar: “Atala, por la mañana, sin preámbulos ni alguna prórroga: Le había pedido el divorcio. Y eso fue como alguna especie de anzuelo, que lo empujó a tirarse en ese pozo de alcohol… Después de 17 años de gozar y padecer unido a ella, que era un agridulce. Hoy el paladar de su vida se quedaría seco y sin ninguna o alguna esperanza, de volver a saciarse, con las - 39 - mieles y la hieles de Atala. Pues se casaría con el ingeniero, y esta vez se iría para siempre, para no volver jamás. Y para acabarlo de hundir y además desmoralizarlo hasta el fondo. Cam: a quien más que como su tutorado lo quería como a su propio hijo, y que le había enseñado el alfabeto; y había puesto todo su empeño para formar en el futuro un hombre respetuoso y de bien. Aquél, ahora lo había descubierto a él de su parte más pudenda y grosera, y en ese lance quedó con cero prenda, su ignorancia encubierta tras de algunas copas; pura con ideas desvestidas y descarnadas de materia y concreción. Pero húmedas y espumosas y locas o ebriamente filosóficas, y que trataban de cubrirse con hilachos de pobres palabras”. Sixto, ese día esperó la última corrida de a las 3 de la madrugada, la cual lo dejaba a un kilómetro de la cabaña. Luego se bajó a la altura que bajaba siempre, pero ora tomó la dirección contraria por donde se iba a su cabaña. --Se acercó a los pies de una montaña ermitaña y pedregosa. Y se fue escalando por una escalera de peñas y sin descansos… pero acompañado del viento, mientras las nubes trémulas al arrastre del aire se disolvían sobre la mesa redonda del cielo inmóvil. Y un brillantísimo lucero, como si fuera un ojo bajo la ceja depilada de la luna, guiñaba y parpadeaba intrigado ante la precaria y deslucida suerte de aquel empequeñecido hombre; que aún todavía razonó por última vez --“sí, soy un tonto ignorante, y lo confirmo. Pero yo, tan sólo sé que Dios existe--. Y ya en la cúspide de esa montaña hendida por el hacha del airoso tiempo; ante todo y ante sí mismo, y ante Dios. Pidió perdón, antes poco de lanzarse al precipicio. - 40 - A labrador, Atala le chilló un jardín rasado con puras lágrimas. A su madre, le lloró algún ramaje de gotas en botón. Y por Sixto, apenas si le chilló una flor muerta con rocío de sal, pero aun así ella lloró. No importando que al otro día de haberse sepultado al suicida exonerado, la muy saludable viuda recogió al Ing. divorciado, en la cabaña. Camilo se conmovió por la fatal muerte del tío Sixto, pero no hasta las lágrimas. Pues creyó que ya sin la autoridad del extinto, se prestaba alguna posibilidad de acercarse a la tía. Porque Cam, sin freno ni bozal tomaba mucho, y aunque ya estaba bien ayuntado con su pareja. Seguía desvariando con la tía Atala, brincando por la sala en cueros; y de paso fregándole la espalda en el río. Y como Cam ya se había sorteado y marchaba en un cuartel militar, rápidamente fue estirándose un tanto, y dejó de estar tan ñango pues todos sus músculos engrosaron levemente. Por tal, imaginó tener todo el poder con la fuerza necesaria como para someter a sus caprichos a la tía. Y una tarde que se emborracho con puro pulque, se apostó al acecho de ella hasta que llegó. Pero, como Atala ya no se apartaba del ingeniero, llegaron los dos juntos y estrechamente entraron a la cabaña. Camilo, muy iracundo se fue a la casa vieja con negras intenciones. Siguió bebiendo pulque y aún esperó a que se metiera el sol; y, en seguida tomó un machete y se fue hacia la cabaña. Y allí estuvo enfrente a una ventana de la recámara de Atala, y estuvo gritando ofensas e improperios. La pareja de amigos y novios y amantes. No se inmutaron, solo vieron los desfiguros de Cam por entre las cortinas del claro tisú; y rápidamente se regresaron a la cama --redonda-- para entregarse - 41 al arte y la ciencia del sexo. Al otro día. La pareja se fue a presentar ante las autoridades del pueblo, una denuncia, a versus de Camilo por amenazas de muerte… --y el acusado fue aprehendido, y encerrado por varias semanas; alimentándolo solamente a pan y agua. Y ya cuando tuvieron preso a Camilo. Ella y él, arreglaron todos los asuntos que tenían en la mira --Atala, depositó las escrituras de la cabaña en un banco, para venderla. Y el ingeniero termino con el proyecto que realizaba en el poblado. Y pronto sin despedirse de alguien ni nadie, se fueron para la capital de otro bonito estado a radicar. Remoto del pasado sitio. Y adonde se matrimoniarían por las dos leyes, por la Iglesia y por lo civil. Cuando salió Cam de la celda local. Se observó tal cual era; prepotente y ruin, ingrato y loco más todo lo peor que hay. Después, al poco tiempo de seguir embriagándose, desesperado y con grande sentimiento de culpa; propiamente lamentó haber sido él un culpable indirecto en aquella frustrada y triste decisión del tío Sixto. Entonces, fue paso a paso siguiendo las huellas de aquel hombre que fue como su padre; y estando en el mismo punto adonde se arrojó Sixto. Cam, enlazó la soga que llevaba a un gigante Pino --y a la vez, como tío Sixto: pidiendo perdón a Dios, Camilo se ahorcó. --Y los paisanos de mayor edad, a esos que aún les gustan los cuentos, ellos narran por el pueblo: “que la gente que cree en otro mundo adonde se van los muertos, han visto a Sixto y Camilo bajo de la luna subir por la pendiente de la montaña. Y yendo felizmente abrazados; también se escucha como ríen y exclaman palabras de amistad. Pues - 42 - en el otro mundo paralelo, los cuerpos astrales no son alcanzados por los resentimientos ni tampoco por el odio. Porque en aquel mundo de la Unidad. Todos los seres se abrazan en un solo abrazo, así como una gran familia perpetua y universal”. - 43 - NEO BARRIO Pág. - Y - Entre todos los cambios o transformaciones que algunas calles u otras puedan tener, existen calles que se transfieren en caminos mucho peligrosos y difíciles de transitar. “Alguna vez fueron como si fueran arroyos y ríos, otra vez fueron como venas o caños que tan sólo irrigaron peste y dolor”. “Otras veces fueron la furia desencadenada y la lanza y el dardo, y otras tantas el dolor y el llanto luctuoso de la comunidad”. Pero al fin y al cabo, fueron y son y serán calles que van y vienen de largo, y hasta se tropiezan; y se entreveran por siempre en sus esquinas. Y aunque el siguiente cuento. No se atreverá en ir muy lejos. No eludirá de mirar por su contorno y caminar por algunas calles, de un simple barrio tan popular y complejo como existen muchos. Por tanto, entre este pobre ambiente callejero y anárquico, adonde reina el libertinaje y donde las palabras altisonantes abundan; al concurso de la droga y el alcohol… Ahí, se crió y ambientó José aliado el Chano, mote del que prescindiré con tal de llamarlo solamente por su nombre de pila. José es un hombre maduro. Que sabe con sobra que en los cuadriláteros del barrio: “no hay ni un enemigo pequeño”. Como, “que el valentón vive hasta que el cobarde quiere”. Más sin embargo, y con todo lo que se pudiera objetar; el amigo José es muy fuerte y es un “compadre lobo” --pues es de lo mejor para pelear con los puños. Éste, es un hombre casado y padre de familia, quien presume de ser un hombre responsable y trabajador. Y aun de no consumirse en drogas, sí gusta y con fuerte pasión de las bebidas embriagantes; además, que le gusta gritar y pernoctar por las calles. En una de las calles más concurridas ya parece - 44 - dormir el vecindario. El alto cielo: cubre con una cortina muy tupida de nubes la bóveda celeste; y el foco sereno de algún poste alumbra la esquina y la basura tirada por doquiera. El hedor agresivo de orines envuelve aquel sitio, mientras varios de los borrachos en la acera guasean y discuten a un tiempo a grandes voces --ya de política, religión, deportes y otros temas. Porque resulta siempre, a la hora pico, que toda la turba es docta; y termina regularmente por tener la razón, el más necio o el más fuerte físicamente. Si no, el que al final gana convenciendo, es el más ingenioso, presto todo lo atrae y consume y resuelve con una broma. Otro vecino bautizado como Amador, en contra de ser casi sexagenario, todavía es muy respetado para boxear; empero, su mayor poderío radica en su buen humor. Ya que arteramente, es el guasón del abundante grupo de callejeros. Y si José, bien podría ser dentro del presente escenario, un héroe euripidesco. Entonces Amador, por su comicidad se ganaría las palmas como héroe aristofanesco. Claro, que en esta viciada pantalla. No todo son bromas y opacidad, pues luego de las mil risas ya fingidas y, acaso una verdadera --mero enfrente a la casa de Amador que además de burlón es buen herrero. Hay una capillita, dedicada a la madre de México, la virgen de Guadalupe; y realmente son estas capillitas de Fe. Que nunca faltan por todas las calles… la luz de nuestro barrio. Además también hay gente con Fe, como Pedro --otro vecino que coincidentemente salió con una intención, la de caminar. Siendo interceptado por José y después por Amador, para inmediatamente invitarle de beber. Pedro no es un santo porque a traviesa de su descarrilada vida, ha catado bien o - 45 mal de todo… Y si actualmente ya no le pone al licor o a las drogas, o le sigue poniendo; ahora es cosa muy privada porque no lo da a notar. Otra noche, distante a la mañana de hoy. Pedro con José, coincidieron por alguna otra esquina de la barriada. Y hasta esa fecha, fuera de saludarse nunca habían intercambiado pensamientos, ideas ni tampoco otras palabras. Hasta en aquel día. --Mira Pedro --le dijo José, con una voz gruesa e imperante--. Yo no hago distinciones de raza ni de credos, y me gusta medirme con los más locos y gallos: y así me he dado a respetar, gracias a la vida y a mis puños, a punta de madrazos. Pero yo la mera verdad he visto que tú, a base de poesía y verbo te haz dado a respetar en todas partes. --Sí José --contestó Pedro, con una voz pausada --. La cosa, es que yo mantengo “una espada con un escudo”, que es el respeto. --¡Ah jijo! Pues está cabrón tu escudo y espada. Así ni quien diga nada --reconoció José, y se fue muy pensativo. Quebrando por otra calle. Desde aquel día. Cuando José veía a Pedro, sin más lo trataba de contener un poco para entablar algún diálogo con él. Y ora, que parlaba respecto a la elección del nuevo presidente; José quiso que Pedro le diera su opinión acerca de los anteriores y tan discutidos comicios. --Para ti, amigo ¿fueron legales las elecciones o hubo algún fraude? --Pedro. Aún tomó un sorbito del refresco servido en un vaso desechable, y casi no queriendo respondió. --La verdad José, no sé. Yo fui a votar así como lo hace todo ciudadano, cual es responsable de su deber, que es elegir a sus gobernantes. Pero a mí por cierto, no me gusta la polilla; pues porque así - 46 - asá y, asao…--aquel último comentario. José con Amador no lo dieron por bien hecho. Por lo tanto José austeramente le preguntó. --Y tú Pedro ¿cómo gobernarías este país? --No lo sé… --dijo sin titubear-- no estudié para legislador ni estadista ni politólogo. Y yo “lo más y único que sé, es que la ciudad más perfecta está en los cielos”… Y en la tierra, jamás tendremos a una patrística constelar, del estado de Dios. Cuando Pedro se fue. Amador y José nomás se sonrieron y siguieron bebiendo, sin darle ninguna importancia al asunto. Al contrario de Pedro. Que se fue meditabundo, pensando: ¿de cómo podría gobernar a nuestro país? Y pensó en la virtud, en los axiomas de nuestros gobernantes; pensó en su moralidad por cuanto a su honradez y honestidad y otros atributos… Y, luego de carecer de sólidos argumentos. Él, tuvo que reconocerse a sí mismo como otra víctima más de la obscura política. Hacía un calor de los mil infiernos. Pero aún no podía darse el lujo de buscar una sombrita como para refrescarse un poco. Y tuvo que proseguir a bordo de aquel taxi, que afortunadamente era del hermano de Rolando, quien por ahora conducía y sudaba copioso dentro del menudo transporte de color verde. Pero, “tan pronto completara lo de la cuenta y la gasolina, y se hiciera ya de perdida un tostón, se lanzaría para el barrio” --en este lío iba pensando Rolando, apodado el Rol, apócope que utilizaré para identificarlo más pronto y mejor. Y además debo agregar, que antedicho personaje es primo de José, y así también amigo común de los otros mentados personajes. Ese día miércoles. Rol, fue a entregar el coche; - 47 - y en seguida de entregarle la cuenta a su hermano quien era dueño del taxi. Éste, pronto se despidió del consanguíneo mayor, y se fue directo al hogar que compartía con su señora madre. Y terminado de ducharse y ponerse ropa limpia, se fue adonde una concurrida esquina. Donde en los atardeceres Kenia charlaba con algunas amigas. Rolando era un solterón treintañero, aunque feíto y gordo era chistoso, y tenía talento pues era buen bailador y le sobraban las parejas; chicas como Kenia y sus amigas, de las mismas que hasta era coreógrafo y les enseñaba diferentes rutinas --de cumbia, salsa y merengue entre otros ritmos. Lo mismo que las invitaba a los tacos y la cafetería y; a Kenia hasta le hacía “regalitos confidenciales”: y de plano, se la quería tirar. --¿Cómo te fue Rol? –interesada le preguntó. --¡Pss! Mal Kenia, ora sí nomás la hice para los sopes y un chesco, 60 baros. --Con eso nos alcanza Rolcito --palmeándole la espalda, la bien crecida muchacha lo animó-- tú, no te fijes en pequeñeces. Después de bailar un poquito, en un pasillo del vecindario adonde arrendaba la familia de Kenia y la familia de una de esas dos amigas. Ellas tres con Rolando se largaron a merendar a un puesto. Para luego, despedirse del Rol. A quien verían el día viernes por la tarde, para irse a un baile con el sonidero del famoso (Cóndor). Kenia pertenecía a una familia numerosa y con bajos recursos económicos. Y sólo a su padre se le había ocurrido imponerle este nombre africano --presto su progenitor, al ver en la televisión una noticia sobre aquella nación tan discriminada; sin pensarlo más decidió llamarla Kenia… a esa hija - 48 - cobriza y recientemente nacida. Ella, cursaba en tercer año de secundaria y tenía muy poquito que había cumplido sus 15 años, y a causa del clásico vals que puso Rolando, empezó a colarse amistad entre la adolescente y el “maestro”. Aquella cerrada. Se estremecía al vibrato de las mil bocinas del sonido --Cóndor--, y los cristales de las ventanas vecinales hasta parecían que por un poco más y estallarían; y para decirle algo a la pareja había que gritarle: “por esto fue que ella y él se alejaron del baile”, ello, a la insistencia del Rol; quien según tenía que tratar algo de volada y muy importante con Kenia. --Dime rápido, Rolando --pidió ésta--, para que nos regresemos al baile ¡de cuete! --Ya sabes. Ahora no fui a encerrar el taxi, y si quieres mejor te invito a dar una vuelta. Tú sabes y te lo he dicho, que me pasas el resto; y la mera verdad quiero ser el primero --efectivamente esta no era la primera vez que le pedía su virginidad, que Kenia orgullosamente sostenía con la frente por lo alto. --Ya te dije que quiero estudiar la prepa, y más que nada me quiero casar de blanco --mantuvo su manera de pensar con firmeza--. Estas dos cosas son mis mayores ilusiones por ahora, primero por mí y, luego por darle esa satisfacción antes que a nadie a mis padres… --a casi medio año de tratar con Kenia, esa era la tercera vez que ella exponía las mismas razones que ahora estaba escuchando Rolando. Y al parecer, no habría manera de cómo convencerla. Así, comprendió que lo mejor y más prudente sería esperar pacientemente que llegara la oportunidad de bajarle las estrellas; y por tanto todo lo que ésta quisiera. Pues el Rol a su madura - 49 - edad sabía por pura experiencia, que cuando ellas quieren solitas buscan la ocasión. --“…ay, no hay que llorar… (bis, coro) que la vida es un carnaval y es más bello seguir cantando…” Y como si nada, muy trenzados de la mano; sin más palabras volvieron para seguir bailando. Rolando, visitaba a las inseparables amigas una vez hacia la mitad de la semana. Y otra vez hacia los fines de semana, y regularmente se iban a una tocada callejera. Por esos días, una tarde pasiva en que los aires y nubes volaban a una velocidad mínima… Rol estacionó el recién lavado taxi, por la esquina de una vecindad de color verde cemento hecha de 2 plantas; y que a él le parecía un palacio de perlas y fina cantera donde vivía su princesa. --Hola Rol --se adelantó a recibirlo Elisa quien era la mayor de las amigas de Kenia. Y luego del beso en la mejilla, dijo--, ¿cómo la llevas? --Hola Elisa --contempló aquél-- la llevo bien y por la derecha, ¿y tú? Este repetitivo saludo por igual se llevó a cabo al besarse entre Rolando y Carmen. Que aparte de ser vecina de Kenia, igualmente iba en la misma secundaria y el mismo grado. Seguidamente, Rolando preguntó por Kenia. Y entre 2 ó 3 titubeos le respondieron aquéllas: “Le contaron que Kenia había tenido que viajar hacia Toluca, porque su abuelita materna estaba mal de salud, muy grave”… --esto fue lo que finalmente concordaron decirle las dos amigas. Pasó un mes, siguieron los bailes. Y Kenia aún no regresaba al barrio. Rolando siguió asistiendo a los dances de sonideros, y a pesar, que todavía - 50 - continuó acompañándose con Carmen y Elisa. Le parecía vana y vacía toda la calle, y bailaba todas las piezas pero por pura inercia. Por otro extremo de la gran ciudad. Adentro de un Depto. pequeño, al través de una ventanilla se asomaba una joven mujer, con el pelo ensortijado y negro, y unos grandes ojos de tono verde yesca; y al tiempo de divisar hacia la transitada y amplia calle de doble sentido: parece murmurarse, cosas censuradas entre sus labios gruesos; y, se vuelve a encerrar entre lamentos y añoranzas. “Aquí me siento como secuestrada, hasta hoy valoro lo que fue mi libertad ¡qué tonta! Cómo fui a creerme de tantas promesas que resultaron ser puras bobadas y mentiras”… --en eso estaba, cuando escuchó el timbre de la puerta doblemente asegurada. Rauda se limpió los llorosos ojos, y; después de sonarse la gruesa y respingada nariz. Quitó tanto aldaba, como el doble cerrojo. --Antes venías diario aunque sea un rato. Y ora nomás vienes cada tercer día --Kenia con una voz suave y humilde, le recordó al recién llegado. --Ya sabes que doy clases en 2 escuelas. Y que por más que quiera no puedo estarme más tiempo contigo --le respondió aquel tipazo musculoso de alta estatura, cabello corto y castaño claro; quien era instructor de educación física. --Es que tú me lo prometiste, Javier: que nomás que me viniera a vivir contigo. Y así, para pronto te divorciarías, sin pretextos. “Luego de la luna de miel”. Que no perduró lo imaginado por Kenia. Lo único que quedaba, era un poco de sexo forzoso y discusiones. --¡Sí Kenia! Pero eso tarda tiempo. Y también - 51 - se necesita algo de dinero, y la mera verdad ando muy escaso de billetes, tengo muchos gastos. Y así, por vigésima vez trataba de escaparse. Y justificar su dolosa falta de palabra: lo cierto, era que Javier y su rubia esposa Carla, ya tenían una linda niña de tres años de edad; y ellos, llevaban cuatro años de casados --y ni por pienso hablaban de divorcio, porque se llevaban muy bien además de tener muchos intereses de por medio. Carla tenía ojos de oro puro, y era descendiente de padres italianos; estudió economía y así como empresaria le iba exitosamente. Ella, tenía veinte y cinco años de edad cuando conoció a Javier que era un poco menor que ésta; sin embargo no tuvo ningún reparo en hacerlo su esposo. Él, trabajaba como maestro de karate, pero Carla lo convenció con premuras; por lo que aquel noviazgo fue muy corto. Al poco tiempo provino el embarazo, y su amor con mayor razón se hizo carne, pero; Carla no consideraba la fidelidad del cuerpo como algo primordial. Sino, en la fidelidad que idealmente creía residía en el alma. Y como resultado, Javier le tomó la palabra, y lejos del nido familiar; ellos gozaban de ciertas libertades. En el sencillo departamento de solterón había abusado de varias alumnas, y muchas graduadas a saber. Pero con Kenia --observaba Javier: como que se había pasado con la partida y se había ido hasta el extremo. Problema que ya le preocupaba y estaba quitándole hasta el sueño. Porque ahora, no sabía cómo quitársela de encima: “Cuando vio en la primera clase, a Kenia, con un minúsculo y dibujado short… se le metió en la mente. Y así es como fue perdiendo la cabeza hasta llegar adonde ese atolladero, del cual quería salir huyendo”. - 52 - Kenia, lo quería e idolatraba; hasta la locura de comparar a Javier --con la grandiosa escultura de Miguel Ángel --el David--. Y evidentemente a él le gustaba ser amado, y se sentía como el último de los Narcisos. Como llegaba al departamento muy cansado y tan desganado. Kenia lo descalzaba y lo desvestía antes de bañarlo; para después amarlo totalmente oral y libidinosamente hasta que éste decía ¡basta! Otras veces, Javier se lo pasaba viendo frente del espejo del tocador, midiéndose los músculos con la cinta métrica y sonriendo satisfactoriamente de su aparatoso volumen muscular… --Kenia por su lado, parecía no estar presente, a cuenta de que la joven era todo un portento de mujer y que medía: 94-62-94 y 1.73 de estatura. --Estuve haciendo el quehacer --habló Kenia un tanto seria--. Y, hasta tuve que sacar la funda del colchón para lavarla. --¿Ah sí? --contestó el otro como si nada. --¡Y mira lo que saqué Javier! --avizoró al tipo al tiempo de arrojar un puñado de tangas, y otras ropas interiores femeninas (de diferentes tallas). --¿Y eso? --fingiendo indiferencia. Finalmente sorprendido-- ¿de dónde salió? --No te hagas --Kenia, ahora sí muy molesta. Y profiriendo-- ¡hipócrita! Son brasieres y un resto de pantaletas. --Bah, pues han de ser de Carla. Sabías que soy casado ¿o no? --Pues sí. Pero, se nota que la ropa no pertenece a una sola mujer; porque son de varias tallas. --Bueno, si no son de una sola talla, debe de ser porque Carla es poli talla --y el canalla, con guisa cínica e infantilmente se justificó. Y así, sin darle - 53 - más explicaciones a la sosa chamaca, terminó de vestirse; y después de poner sobre de un taburete alguna cantidad limitada de dinero avisó--. Aquí te pongo el gasto de dos días; y cuando estés bien tranquila y relajada, hablamos de lo que quieras; por ahora no tiene caso discutir Kenia. El hombre se fue. Y ella lo maldijo, y como no tenía otra cosa qué hacer, se puso a lamentarse y a llorar su desventura… Pero más tarde, le entró el apetito y dejando por un lado sus cuitas se animó a salir del edificio, para ir a comprar alguna cosa de comer, porque el refrigerador portátil no tenía despensa; pues sólo había puros cubos de hielo. Al regresar del mini súper, la sedujo algún olor de frituras penetrante --tacos de maciza, suadero y chorizo--. Y después de satisfacer su acometido volvió al departamento. Antes de entrar en el edificio encontró a los dos porteros del mismo. Un matrimonio el cual vivía y trabajaba en esa edificación, esto desde que fue inaugurada hace casi 10 años. A la Sra. antepuesta, le simpatizaba Kenia por lo que hasta la invitó a tomar un café con leche; y ésta, aunque estaba llena, tuvo que aceptarlo para no darles una mala impresión. Y allí, en cuanto el esposo de la dama se retiró; ella, comenzó a darle certeros consejos a Kenia: “Ya te lo dije, que eres muy joven y guapa, pero no seas mensa hija; y si tienes familia pídeles perdón y vuelve pronto a tu casa. El tipo con el que estás, no vale un comino ni vale la pena que sigas lloriqueando por él; será maestro de secundaria. Pero la merita verdad, es un corruptor de menores, y al Depto. ha traído de perdida una docena de chamacas como tú, y ya ni se diga a mujeres mayores de edad y muchas con - 54 cara de prostitutas… Él, tiene como tres años que se compró el departamento. Y hace algún tiempo poco más de un año, vinieron unos agentes por él y se lo llevaron detenido; según fue por seducir a una menor de edad como tú. Pero creo más tardó en ser detenido que en comprarles su libertad, no sé en cuánto de dinero le salió el chistecito; pero regresó muy feliz. Y por eso mismo yo no te voy aconsejar que vayas a denunciarlo pues sería pura perdedera de tiempo; y lo mejor es que vuelvas lo más inmediato con tus padres y familia”… --esto aconsejó con su vieja experiencia, a la joven. Hasta el tercer día por la noche. Regresó Javier al departamento, y después de hacer lo mismo de siempre: esta vez sin alteraciones acordaron los 2 en finalizar su relación. Y fijaron un precio, creo de 3000 pesos, que aquél le entregó a Kenia antes de que ella se arrepintiera. “Desde la primera noche de la eternidad. El ser universal lucha desesperadamente, como si fuera ésta su última oportunidad, para vencer a la nada y la muerte. Y, en su abstracción, primero fue un punto antes de ser una línea, y primero debió ser un triángulo para ser un círculo y espacio”. “Para luego, en su natural manifestación y gran multiplicidad: el alma universal, ya en concentro debió ser polvo para ser nebulosa, y debió de ser chispa para ser luz, tal como hubo de ser estrella para ser galaxia… Y así, tuvo que ser una gota de agua para llegar a ser un océano, y en sí, sobre de toda la creación; primero tuvo que verterse como sangre para poder llegar a ser hombre”. “Por ende, y por la gracia del cielo. Hay varios infra humanos, que agradecen con una sola mano - 55 - aunque no tengan pies, así como otros hombres a ciegas miran hacia el cielo humildes. Esto, porque no hay cosa más bella en el mundo, que saber ser un hombre agradecido”. Y a despecho, hay tantos hombres enteros y por todas latitudes, que teniendo todo, ni les va ni les duele la dura beligerancia del ser. Ya porque a la postre nadie da algo de sí mismo; y, a cambio por toda la bondad recibida, tiran todo por los suelos. Hay una grande muralla de ladrillo. Que estorba el paso hacia un centro deportivo. Esa es la causa de que en el barrio haya muchas calles austeras y cerradas. Y por esos callejones que no tienen una salida abundan los vagos y enfermos drogadictos. Como a 2 meses que Kenia se hubo borrado del mapa del barrio. Rolando empezó a flojear con el taxi, y había horas en las que no levantaba pasaje ni para entregar la cuenta completa; también dejó de interesarse por todos los bailes. Y se retiró del ambiente sonidero. Él, no era un hijo modelo que digamos, pero en lo que corresponde, respetaba a los miembros de su clan familiar, principalmente a su señora madre a la que obedecía. Pero por las drogas, y andar en malos pasos junto a amistades escabrosas; dejó de ser el buen Rol y se volvió un malvado cachetón y sin vergüenza. “Y que según él, dizque se volvió drogadicto por Kenia”. Claro que lo más seguro fue que ya tenía la tendencia a perderse y se dejó caer: y ella fue el pretexto, o la gota que derramó el vaso de agua donde ahora se ahoga. Rolando. --El hombre no elige: si quiere ser, cuando ya es - 56 - sí sabe elegir. El hombre sí elige: no quiere ser, cuando ya es no sabe elegir. Llevaba 2 meses en el pequeño ranchito el cual estaba casi al pie del nevado de Toluca. La pobre propiedad pertenecía a su abuelita, quien era muy comprensiva y amorosa; por lo que la nieta Kenia se sentía como en su propia casa. Por la mañana ayudaba a su abuela en todas las actividades propias de un hogar, que era limpio y ordenado aunque modesto. También atendía a los animalitos del gallinero y el corral, y al final para concluir todas las labores, por la tarde junto de la abuela bordaba a mano blusas de manta con hilos multicolores, para luego poder venderlas en una plaza lo más cercana al rancho. “Caminó por esos derredores del rancho, y escaló por entre el pasto y pedregal y las rocas del nevado, hasta alcanzar la falda del mismo ahí adonde comienza la nieve. Y jugó con aquélla haciendo una muñequita igual que como cuando Kenia era niña: y, entonces fue cuando supo que todo había sido un sueño, aquel gran amor únicamente había sido como una mota de polvo que se esfuma, o simplemente como un copo de nieve, que a la luz del sol fugazmente se derrite”. El baile sonaba a todo lo que podía rugir. Y por las bocinas del sonido, entre los clamores y gotas de sudores de las parejas, se escuchaban multitud de saludos intermedios para la banda concursante. - 57 - Rolando, andaba bien clavado. Pero, no adonde estaba la improvisada pista de baile, sino atrás de una alta fila de bocinas… degustando hasta el ras de la banqueta junto a otros viciosos. --¡Rol, Rol! ¡Ya llegó la Gata! --estalló el grito apagado de Carmen-- ¡Rol, Rol! ¡Ya retornó otra vez la Gata! --casi al unísono también se oyó otro grito sofocado de Elisa. La Gata era el apodo con el que nombraban a Kenia sus amistades, las que le tenían más confianza. Rolando expiró un poco de humo y, volteó para ver a las amigas de Kenia figurándoselas como si fueran espectros de una pesadilla; y apenas si oyó lo que le dijeron pero no lo tomó ni a pecho: sino se volteó nuevamente a lo suyo, hacia el botecillo aplastado sobre del que puso ansioso una especie de grano de sal amarilla --que tiene mucho pegue y que le dicen crack o piedra. Le pinchó fuego; e inhaló el humo… al tiempo que sintió como todo su cuerpo se sumergía en una alta fiebre. --“…tus ojos no tienen fuego tus labios secos están tu risa ya se apagó tu voz se volvió silencio…” Rolando casi cerrando los ojos, tal vez contuvo alguna lágrima; y mejor su mente se puso a bailar con la música y letra de la picosa pero sabrosona salsa del recuerdo martajada por el sonido. Pasaron algunos días. Y casualmente Kenia vio a Rolando por una esquina. Ella iba a su hogar, y él iba a bordo de un taxi ecológico. El vehículo nuevo era de su hermano mayor, el que lo toleraba tanto, y como trataba de ayudarlo y rehabilitarlo, quiso dispensarle lo que vendría a ser su última oportunidad. - 58 - Después de saludarse y congraciarse, por poder verse nuevamente. Quedaron de entrevistarse por la tarde, para platicar extensamente. Antes de salir la luna Kenia y Rolando sin nada de prisa, entraron en alguna fondita; y allí, ambos tomaron asiento para hablar cómodamente. Tan luego les sirvieron café bien caliente Kenia fue la primera en endulzarlo, y Rolando sin giros lanzó la hiel de la primera pregunta. --¿Porqué no me avisaste que ibas a viajar? Ya de perdis me hubieras dicho adiós, Kenia. --No tuve tiempo, todo fue de repente. Y luego hay cosas que se hacen sin pensar --expresó ella. Y silenció de pronto. --Fui a buscarte 2 veces hasta Toluca, y caminé como loco por todo el centro y las orillas, con tan sólo la esperanza de hallarte en cualquier lugar. --Lo siento Rolando --se disculpó apenada-- en verdad me duele mucho. Pero aunque no quisiera otra vez lastimarte; tengo que decirte algo que no debo ocultarte pues eres mi mejor amigo. --Suelta Kenia --impaciente Rol apremió--. Y ella, le contó todo lo sucedido con susodicho maestro, pues quería desahogarse y lo hizo con el mejor amigo que tenía; además Rolando por más de una vez le había declarado su pasión. Rolando, por boca de los amigotes del barrio ya sabía un poco del idilio entre Kenia y su maestro pervertidor; pero escuchó comprensiblemente esa amarga verdad, por parte de aquella boca de nuez con chocolate. --“Ya lo pasado, pasado” --él aceptó tocando el tema de conocida canción-- “no me interesa”. Y si tú lo quieres, de hoy en adelante vamos hacerla tú y yo; dame un chance Kenia ¿sí? - 59 - --Sí Rol, vamos hacerla --aceptó finalmente tal propuesta-- no le hace que otra vez me caiga otra bronca con mis padres. Pero antes, quiero que me digas porqué te juntas todos los días y las noches por los callejones con la banda de los Locos, y le pones a todas las drogas. Rolando. Quedó en suspenso algunos segundos y, contestó dramatizando su vil conducta. --Cuando te fuiste, me sentí como vacío y muy triste, y como el baile me dejó de gustar, mi fuga fue drogarme Kenia. --Te pregunté un porqué Rol, no un chorote tan gacho como el pinche paro que acabas de aventar --mortificada aclaró--. Sí tú y yo, vamos a probar como novios, no vamos a empezar con piñatas de papel o hipocresías: yo ya te dije, que me fui con ese güey por mi pendejismo y por pura calentura. --Ora pues Kenia. Entonces, le entré al chupe y a la droga por güey y por pendejo --el Rol franco reconoció arrojando su mirada al piso. Durante la relación de éstos. Kenia hizo todo lo que estuvo a su alcance por alejar a Rolando del vicio y la calle: cambió de look, dejó de pintarse los párpados de sus dominantes ojos; también ya no se fajaba minifaldas sino puros pantalones. Y éste, por su curso hizo la intentona de dominar un leve sus vicios, dejó los excesos y aparentemente sólo inhalaba por la nariz una cocaína parecida al azúcar blanca --y esto, según el Rol le servía para eliminar el cansancio y para trabajar a todo vapor sin descansar durante doble turno. La rehabilitación de Rolando perduró muy poco de dos a tres meses. Y, recayó de lleno en el vicio y la calle… inventó auto robos, chocó el vehículo varias veces; por eso su hermano le retiró el taxi. - 60 - Kenia salió preñada. Y después del parto siguió ocupándose de Rolando, pero como aquél dejó de darle un sólo quinto; ella tuvo que conseguirse un trabajo. Y al final tuvo que abandonarlo a su loca obstinación y retorcida suerte. El hombre drogadicto que no trabaja. Pues cae en la delincuencia y hasta la criminalidad, ese fue el nefasto destino que escogió Rolando, que dejó su hogar y familia. Luego, se dormía por la calle. Y al paso del tiempo, ha sido apuñalado así como también golpeado de muerte; y a las horas en que cierro esta página el Rol está desaparecido. “Y la gentuza que todo lo sabe, y si no sabe lo inventa, a última hora publica: que la desaparición del Rol se debe a un menudo ajuste de cuentas, a la orden y manos del cártel del barrio”. --“La calle más larga del universo donde vagan nuestras estrellas es el camino de San Diego o la Vía Láctea… Y, también desde siempre y acullá, viene vagando el tiempo, el tiempo que no es por nada pero es un solitario delincuente. Ese mismo que va por las calles del barrio terrestre asaltando y saqueando las horas, los días, los meses y todos los años que puede por todo el vecindario”. Y al cabo de algunos oscilantes años. Y otra vez de vuelta por el barrio, hago la distinción que los primeros años de Pedro, fueron de menesteroso y recio trabajo ayudando a su padre, cual trabajaba en limpias y padecía varias enfermedades. Pedro a veces sentía disgusto por el sucio trabajo, pero cargaba sus centavos en la bolsa; por esto hasta le tomó cariño, y con el tiempo hizo trámites y a fin de cuentas le pasaron la plaza del autor de sus - 61 - días. Con el concurso de los años ascendió hasta ser conductor --de camión de limpias--, con este nuevo nombramiento: Pedro se sintió realizado y de acuerdo a sus deseos y limitaciones así como chófer del D. D. F. se jubiló. Y entre la basura, desde sus años mozos. Pedro tuvo la ventaja de leer revistas, cuentos morbosos con dibujos y libros literarios de preferencia. Así que tomando en cuenta el buen grado como la aplicación del anterior por la lectura. Pienso, a mi manera de ver: que como “en tierra de ciegos el tuerto es rey”. Así Pedro, es un hombre trivial que con mediana cultura, puede ser un intelectual de barrio o un filósofo de esquina. --Entre cuatro esquinas nació la primera aula en la escuela de la vida. Haciendo un poquito de memoria. Por parte del amigo José, el noble Pedro --recibió un útil favor interesante y valioso; un paquete con doce libros de la Cabalá. Y aunque José no es un frecuente o ávido lector, se siente atraído por la elocuencia y la exquisitez de la palabra… y por sola gratitud a correspondencia del anterior favor, Pedro sin más lo ha exhortado a leer algunos maestros clásicos: D. Alighieri, Víctor Hugo, J. Goethe y otros más monstruos de la literatura universal. Los sexenios se van como el agua sucia por las coladeras y caños… los partidos políticos gastan $ exagerando, en promesas que jamás cumplirán. Y hasta en el fútbol andamos por las redes del ya merito. Y no se diga nuestro barrio bajo, cual no sale de la misma miseria donde vivimos, y a cada día está más peor que hasta los mismos amantes del ocio y la calle estamos preocupados: obvio y - 62 - que no todos, sino los callejeros que podemos ser un poquito conscientes. Una madrugada inquieta en la que deambularon por las calles del barrio muchos ruidos; así como varias notas musicales, cantos, gritos, algazaras y balazos con tardías sirenas. Aquel día. A la hora de la alborada, Pedro salió del domicilio donde vive, lo hizo acompañado de su mascota e inseparable amigo --un perrito. Y para variar, a esa hora. En la acera del frente al costado de la morada del anfitrión Amador, se encontraba el susodicho sentado en la guarnición, acompañado por José con un círculo de amigotes del mismo gremio: ingiriendo cervezas y licor, al tiempo que parlaban de riñas y mujeres; presto ya en estado ebrio son otros de los temas predilectos de aquellos callejeros parlanchines. Y apostándose uno tras del otro. José y Amador retuvieron a Pedro, verazmente ya para saludarlo e invitarle algún trago de refresco: para brindar y platicar un poco, por lo que estos 3 personajes se cambiaron por un lado de los demás compinches; para entablar lo que finalmente sería un diálogo a favor del presente especulador cuento. --Quiero decirte algo Pedro. Ya sabes cómo me las gasto --presumió José, beodo echándoselas de lado--. A mí me pelan los dientes para los golpes. Pero ¿qué crees? Que después de todo, la culera verdad, ya me está preocupando la inseguridad la delincuencia y la criminalidad. Ya que yo mismo vi en carne propia morir a mi hermano, y ahora lo veo en el hundimiento de mi primo el Rol. --Sí mano --unificándose Amador, que era muy satírico y pocas veces hablaba en serio--. Cierto, a mí lo que más me preocupa son mis hijas, pues - 63 - son muy jóvenes, y no me gustaría que fracasaran o se metieran en broncas por su inexperiencia. --Estoy de acuerdo con ustedes --Pedro le cedió crédito al sentir de los otros--. Casi todos quienes tenemos familia y seres amados, desde luego que nos preocupamos por ellos, y nos encomendamos a todos los cielos para que los cuide --Entrando en la pura materia, Pedro --prosiguió José--. Hace algunos años me lancé muy lejos, al preguntarte de cómo gobernar a nuestro país; hoy seré menos pretencioso: pues nomás quiero saber cómo gobernarías la ínsula de nuestro barrio. --Yo estaba esa mañana --memorizó Amador--. La vez que hiciste esa pregunta a Pedro, y ese día día no hubo ninguna respuesta… pero a lo mejor ora sí nos quieres decir algo, sobre algún cambio urgente en nuestro barrio; pues en verdad es muy necesaria “una nueva cultura, y si se puede hasta otra nueva infraestructura. Que mejore la calidad de vida en nuestro barrio, y que mejore la calidad de vida de nuestra propia banda” --Debo aclararles que no me la ponen muy fácil porque no poseo el suficiente talento, tanto como lo tuvo aquél histórico Ingenioso Hidalgo De La Mancha. Empero, trataré en lo probable de darles a vosotros alguna respuesta congruente. De cómo gobernar el estado de nuestro barrio. --Sabemos de verdad --así continuó Pedro calle Pedro esquina Pedro barrio. Que no era dueño de un rostro definido y propio porque él podía ser el rostro de todo el vecindario--. Que nuestro barrio no puede esperar una solución por parte del poder delegacional, ya que la delincuencia además de la criminalidad corroe silenciosamente dentro de su organismo en algunas de sus instancias. Por esto, - 64 - para extirpar el mal canceroso de esta calle como de las demás calles de nuestro barrio, empecemos por nosotros mismos: porque debemos de redimir a nuestra propia banda, rescatando los humillados residuos de dignidad y otros valores que todavía sobrevivan bajo la planta de nuestros pies; nulos salpicados sobre de las guarniciones. Y, para este propósito, ustedes dos --refiriéndose a Amador y José--. Bien podrían ser unos pilares, para la neo restauración del barrio nuestro. --¿Nosotros? --sorprendido José. Tomó su vaso para beber el líquido amargo, y atento esperó que abundara Pedro. --Sí. Se trata de hombres fuertes y que también sean respetados, y mantengan cierto orden en las calles. Ustedes 2, son unos verdaderos ídolos del barrio y el censo ocioso, y hay muchos vagos que los admiran y respetan, tanto, que ni a sus pobres padres, porque ciertamente ustedes son jefes y la neta autoridad en nuestras calles. Por lo cual, los dos juntos con otros igual de respetados, podrían ser como una especie de orientadores; claro: Que para esta empresa primero recibirían ustedes toda la instrucción y capacitación académica. Para una justa y mejor labor social; esta ayuda desde luego vendría de nuestra delegación, ya que sería como una cómplice de nosotros. El objetivo masivo de nuestra orientación, se encauzaría hacia la pronta adaptación y el trabajo en comunidad, de toda esa vagancia descarriada. No se trata de imponer una corte de ancianos bíblicos, como tampoco vamos a tratar de instruir capataces para recrearse algún comunismo rural, y mucho menos atentaríamos a crear un régimen de sometimiento castrense. Lo nuestro sería como un círculo de amigos. En - 65 - sí dispuestos a dar todo lo mejor de nuestra añeja experiencia: a los más chavos que van idos… ya sedientos como hambrientos, consumiéndose con vicios macro suicidas. --Disculpa que te interrumpa --contuvo a Pedro el hombre que tenía la cabeza más plateada y reía para mezclarse una cuba-- “pero cuando anterior dijiste lo de la corte de ancianos, ese choro no me lo lanzaste a mí, ¿no?” --riendo sarcástico. --No sé, pero por lo de añejo y además sediento a mí hasta me llegó un olor a doble A. A. --como para no mirarse lento, José opinó sonriente y, ora sorbió sin medida a boca de botella. --Aunque haya similitud --deslindó Pedro-- no es precisamente en ambos casos lo que os parece a primera vista o al primer olor. Pues, en caso de Amador, aparte de sus canas y su fortaleza física tiene el poder de hacer reír; y aquel hombre quien sabe hacer reír a la gente, es como el hombre que maniobra con sus marionetas, un titerero. Y, Por lo que constata al hedor de un grupo, sí se podría parecer nuestra alianza a la de alguna agrupación de doble A, o a otra cualquiera, eso; por cuanto a una ética y una moral de normatividad. Pero por lo demás, en nuestro grupo no habría salas, como tampoco paredes ni encierros… y nuestro arraigo lógicamente serían las calles del barrio. Al puro vago, al joven miembro de alguna familia que ya sea un grave problema, o al drogadicto más loco: “que no se drogue para vivir, sino que solamente viva para drogarse”… En esos casos, todos estos vales, de pie en cualquier esquina. Tendrían que enfrentarse a la crítica de la enervada banda; y de este modo por medio de los orientadores tan sólo se les invitaría a rectificar su dañina conducta. Y, - 66 - en los casos de terquedad y reincidencia, podrían recibir llamadas de atención más severas, ya por parte de los mismos orientadores; hasta llegar al caso más extremo: “de aplicarles el destierro por parte de toda la banda. O si no, sería entregado a las autoridades competentes --para proceder, con la rehabilitación o hasta penalización necesaria y correspondiente en cada caso”. --Empiezo a visualizar el proyecto --clara pausa del amigo José, como para hacer de las suyas con la botella de bebida inmoderada casi vacía. --Yo también empiezo a comprender --Amador le hizo segunda, y se sumergió un poquito en ese tema--. Y sí tienes razón Pedro: ya que tú o José y yo, o cualquiera de aquellos vales. Antes de ser unos pacientes; como alcohólicos, o drogadictos, o como delincuentes. Antes que todo lo que fuere somos como cualquier cabrón. Y si empezamos actuar como cabrones, cuántos males posteriores se podrían evitar. Equitativamente, así se actuaría con las mujeres que no se quedan atrás, y se están reproduciendo en el alcohol, las drogas y la calle muy rápidamente --expuso riendo escandaloso. --Eso sí podría ser --acometiendo José esta vez como un verdugo-- “un par de cachetadas a buen tiempo”, disminuiría el grosero potencial de todo delincuente en ciernes --concluyó éste, con frases y con términos que nunca había utilizado. Cuales creyó haberlos empleado correctamente. Y como Pedro vio que aquellos dos pudieron a vuelo de pájaro entender, lo que él, someramente les había explicado --enfatizó. --En síntesis. La díada vital y constructora, para una nueva cultura en el barrio, sería: Como un primer subjetivo --el respeto: por uno - 67 - mismo y sus semejantes, y el respeto para todo el mundo y la naturaleza. Como un primer objetivo --el trabajo: en pos de de uno mismo y la sociedad, y por ley o por amor nuestro trabajo en favor de la naturaleza. --Lo que dices está muy bien, pero vamos a ver y recordar, que hay mucho desempleo --acertó en mencionar José. --La cosa, sería chambear mucho. Hacer mucha artesanía, para que cuando menos no compremos las banderitas de México, las que nos exportan de China --también acertó el astuto Amador, a la vez carcajeando. --Exactamente Amador --Pedro conformó--. Y por decir; las calles serían como talleres, y todos aquellos rebeldes de la banda desocupada harían artesanía al parejo de los reclusorios, artesanías; que igualmente les enseñarían los ex presidiarios diestros. Otro gran puñado de callejeros podrían trabajar en limpias como barrenderos, otros más, podrían desazolvar los caños, o si no la harían de peones para la repavimentación de las calles. O, algunos otros trabajos de obras públicas. --Discúlpame Pedro --observó José--. Pero si le das empleo formal a mucha banda ¿dónde se iría el personal desplazado? Porque, para haber cupo se tendría que despedir a alguien ¿no? --Sí José. Y, a quienes tendrían que despedirlos son a todos los que no deseen laborar; pues sí hay trabajo suficiente en distintas instancias. Aunque si nos involucramos otro poco más… Habríamos de saltar el muro de la delegación para juzgar un poquito al cuerpo policíaco: Cuánto dineral para patrullas de turismo, cuánta gasolina para pasear, cuántos uniformes y cuánto equipo. Para que a la - 68 - mera hora no desquiten el sueldo. --Eso sí ¡eh! --nuevamente, recalcando Amador -- acá en nuestro barrio son un chingo de polis y de patrullas que nomás andan paseando. En otros países con menos policías hay más orden y hasta un buen de seguridad; no cuenta la cantidad sino la calidad, la capacidad y eficacia. --Aunque todo este problema sea como “harina de otro costal más grande”, ya yendo más directo no me gustaría quedar a medias… Por eso quiero agregar lo siguiente: “Hay mucho personal en los cuerpos policíacos que específicamente proviene de varias provincias, y, su ambiente natural es en la provincia. Por lo que estarían mejor de regreso en el campo trabajando por allá”: Pues --“la tierra es de quien la trabaja”, y debemos lo más pronto ser autosuficientes, en algunos de esos productos alimenticios vitales para nuestra cultura. Para así ya tampoco andar importando fríjol ni maíz. Pues con la consecuente ventaja, que sembrando todas las tierras de nuestro país, se contrarrestaría algo la producción de los narcotraficantes; eso por un lado, y por otra parte el problema migratorio. --Yo, un día leí en un periódico acerca del gran ideal que predicó el Lic. Gabriel R. Millán, el de sembrar mucho maíz en nuestra patria. Y por eso hasta se le bautizó al Lic. como el doctrinario y el apóstol del maíz. Y me cae que sí, yo hasta como que quiero convencerme que sí se puede mejorar nuestro barrio, y ¿por qué no? Mejorar un tramo más allá de nuestras lindes --con una palabrita un tanto dominguera acabó de dialogar, José. --Yo por mi parte, estoy bien convencido que sí podemos construirnos un barrio primer mundista, en el que la dictadura de la felicidad nos gobierne - 69 - --Amador, con aquella inseparable y fraternal risa igualmente cesó de dialogar. A modo de un epílogo --decidió Pedro--, quiero abusar de la palabra, esto, para resumirles en una forma “coloquial”: “para que la cuña apriete debe de salir del mismo palo”, tal como “del cuerno de la abundancia, tiene que surgir su propio silbido” --así finalizó el discurso de Pedro. Del montón de desvelados que había, dos ó tres yacían aventados sobre la acera… y los demás ya se habían retirado. Y como Amador y José, a esas alturas ya no aguantaban más; también pasaron a retirarse para dormir. “La fiel mascotita de un tono sobrio correteaba al contorno, y seguidamente se detenía exaltado y alertando su olfato, para retener el buqué de cada cosa al catar la cantina repleta de olores; después ya ebrio volvía a correr de un lado hacia otro a la suerte de su olfato: hasta que un tanto discreto y educadamente, se acercó a la coladera en algunas ocasiones para hacer del # 1 y del # 2. Esto para solidarizarse con Pedro, en su ideal por un nuevo barrio” --y al aproximarse a su amo el expectante y pequeño fiel canino, revoloteaba su gran cola a la vista de Pedro--. Quien comprendió de volada que su entrañable amigo, también estaba unido a sacrificar su virilidad incondicionalmente para la prevención de una sobrepoblación: (de perros así como muchos animales callejeros y sin pedigree). A la esterilización de su paternidad, para ayudar a evitar el sufrimiento de perritos no deseados. --El viento caminaba a paso lento, y al parecer iba desvelado y cansado por todo el derroche de la noche y el día anterior. Pero de pronto, cerca a la frente de Pedro como que se recobró y tomó un - 70 - segundo aire… para comenzar liviano su novel y temprano vuelo. Aunque ensimismado. Pedro, también cobró un soplo de ánimo; y en compañía del Negrito, y del fugaz viento… se fue memorando: y resoplando en su pensamiento su expuesto y breve “poema pedagógico”. El que sería como la piedra angular en la rehabilitación del futuro, Neo Barrio. --Barrio Nuestro Que estás en el suelo Levantado sea tu estado Venga a nosotros tu progreso Hágase Barrio tu voluntad Así en las calles como en la esquina. La salud nuestra de cada día dánosla hoy Y perdona nuestras agresiones Así como ni en cuenta a nuestros agresores Y no nos dejes caer en coladeras… Y líbranos Barrio de toda criminalidad. Así Sea. - 71 - DESTINO Pág. - Z - Por el primer cuadro de aquella turgente ciudad sin gran trascendencia histórica, había un grande movimiento en la residencia de la familia Landa García, que era una de las familias más conocidas con firme prominencia socio económica. Y estos menesteres, eran para despedir al hijo único de la pareja cónyuge: el joven Alberto, llamado por las amistades afectuosamente como Júnior. Algunos criados acomodaban las mesas por una parte, en tanto que las fámulas ponían floreros de un lado y del otro. Y otros mozos acomodaban el entarimado, en el que tocarían los músicos de una marimba orquesta con un conjunto norteño. En tanto que Júnior, en su aposento escogía las cosas que se llevaría en el viaje. Primero viajaría hacia la capital del país, y allá permanecería una corta temporada, esto para arreglar la visa y para conocer un poco de la ciudad; para luego sin más tendencias ni otro distraimiento viajaría hacia el extranjero (algún lugar de Europa, o ya de perdis a los Estados Unidos). En donde cursaría alguna carrera, y después hasta un postgrado; pues tenía a unos padres pudientes, y él era bastante capaz e inteligente como para lograr cualesquier de esas metas que se propusiera --y pensaba: “me espera Oxford o La Sorbona, si no, me llama el Instituto Goethe… o ya de perdida Harvard”. Esto soñaba Júnior en sus delirios de grandeza. El joven ejemplar, hasta el bachiller había sido entre los estudiantes de toda la escuela; el mejor alumno como el mejor atleta y el mejor boxeador, y por si fuera poco: el mejor jinete, cosa que bien sabían las mujeres más hermosas, ya que el joven Alberto Júnior tenía muchas seguidoras. La fiesta fue un éxito. Que subió de tonalidad a - 72 - la hora del baile, pero dentro de lo que cabe nadie se propasó y mucho menos hubo trifulca. Cuanto menos media docena de muchachas sin temor al rechazo no se reprimieron, y Alberto fue cortejado y muy acosado durante todas las piezas que bailó; pues hasta se empujaban cuando iban a pedirlo para bailar, y él: por supuesto que se daba su taco y como siempre se dio el lujo de escoger. --Te voy a extrañar mucho a cada día, mi amor y mi cruz, voy a extrañar tus ojos a la luz del día café claros, y a la luz del atardecer café obscuros --así le declaró una joven morena, que era tímida y conservadora, y desde luego muy atractiva--. Y si pasado mañana te vas lejos, y quién sabe si a lo mejor no vuelvo a verte. Por eso, si vos lo deseas podemos vernos mañana en el río, para brindarte mi virginidad como despedida --y todo aquello lo dijo con cierto pudor, pero mirando sinceramente a los ojos de su amor imposible, Alberto. Otra muchacha de piel más clara. Lo mismo le hizo proposiciones indecorosas a su bien amado; hablándole al oído. --Siento mucho que te vayas Júnior, quiero que nunca me olvides y, por si mañana no nos vemos entremos ahora a tu cuarto por última vez. Y, ora sí hacemos los tres coitos, esos que dices que son de cajón para hacer el sexo cuando dos personas se aman; así como yo te estoy queriendo --con un un rubor en las mejillas, la bella castaña por igual se le ofreció sin barreras. Pero la más impúdica de todas aquellas lúbricas proposiciones que recibió. Fue la de Marilyn una blonda hija de un gringo y de madre mexicana; y como era re bonita y tenía ojos de esmeralda, no se mordía los labios como para ponerle un precio - 73 - a todo lo que se le antojaba. --Te vas porque quieres Júnior. Yo ya te lo dije y te lo he demostrado, que conmigo no te hace ni falta trabajar; pues te doy cuerpo mátic y además con circo maroma y teatro… y si también deseas puedo aumentarte tus dominguitos --pues resulta que hasta de chulo la hacía con la güera--. Y si ni así quieres quedarte. Entonces puedes pirarte pero eso sí, quiero estar contigo desde que se acabe el baile hasta mañana por la tarde --y decidida sacó un cheque en blanco que depositó en la bolsita de la camisa de aquél, diciéndole: “mañana me dices cuánto, Júnior”. De todas las pretendientes que Júnior tuvo a las horas del animado baile. Aunque callado escuchó la exhortación sexual que le ofertaron éstas; muy atento pero sin resbalarse con ninguna. Claro que de todas ellas, la que sin rival, le había tocado las fibras del corazón por su elocuencia y persuasiva voz y sus concisas razones, había sido Marilyn; y nomás al terminar la música, se perdieron --ella y él-- por la seductora madrugada y la luna erótica embarazada de arrebol. Y como para saldar a los favores de su amor: al cheque en blanco con tinta imborrable, le pusieron --un 69 con tres ceros--. En la festividad de la despedida de Júnior había recibido muchos regalos. Como si éste fuera toda una quinceañera en lugar de veintiunañero. Pero, la cosa fue que no tuvo ni tiempo de abrirlos para verlos (muñecos de peluche, pijamas bordadas ya con su nombre, ropa interior con otros artículos y delicadamente envueltos). El lunes a las 12 horas menos 30 minutos, Júnior partió lleno de sonrisas hacia la capital del estado, en una nueva avioneta de pasajeros, y llegando a la ciudad destinada; de - 74 - inmediato trasbordaría a un avión. Para concretar el principio del viaje hasta la legendaria Europa. Ya en la capital. Alberto Landa buscó albergue en un hotel de una avenida principal de la ciudad próximo al centro. Poco ha de desempacar todas sus cosas, acomodó su ropa en el closet; y sacó a relucir 2 trajes de buena clase, pero como para el Júnior ya le parecieron muy anticuados pensó en remplazarlos, sí: “por dos de casimir inglés y con raya de gis, cruzados y de solapa ancha; uno azul marino o café y el otro negro. Pero eso sí, serían hechos por el mejor sastre con renombre”. Después de dos semanas en esta urbe. Júnior se hizo al ambiente bohemio, y entraba y salía tanto de cantinas como de cabaretes --y hasta se olvidó de tramitar su pasaporte; porque empezó a tupirle al trago, y bien picado también empezó a entrarle a la Mari. Y como tenía amiguitas que vivían por la merced mejor buscó un cuartucho en la misma, para economizar un poco; y más que eso también para conducirse con mayor libertad. Para tratar de ocultar su caída en aquel fango y revuelta por causa de la ebriedad y el libertinaje, escribió la carta siguiente en cuanto se le terminó todo el dinero, y se la mandó a sus preocupados y desesperados padres; quienes aguardaban recibir algún telefonazo o una noticia de éste: “Queridos padres, reciban antes que nada mil y un saludos y parabienes, y que en vuestra morada por siempre tengan bienestar y un sin número de bendiciones. Y pasando a otra cosa. Me duele, pero tengo que confesarles que no he arreglado lo de la visa por tantos trámites burocráticos. Y por este problema para no perder tanto tiempo, pensé en ingresar a - 75 - estudiar aunque sea en la UNAM. Para ello, pues necesito más dinero; porque ya hice el examen de admisión. Y en cuanto me den el resultado, luego les avisaré para decirles en que facultad me habré quedado. Y sin más noticias, se despide Júnior su hijo que tanto los ama: y recuerden enviar lo más inmediatamente el dinero que más puedan. Por su generosa ayuda, reciban mi gratitud eterna”. Así cursaron los semestres. Y según Alberto se desvelaba estudiando matemáticas, por lo mismo no tenía tiempo de escribirles misivas. Así, como tampoco tenía tiempo de telefonearles --nada más cuando necesitaba dinero, y como poco a poquito empezó a necesitar mucho más y más seguido. Al señor don Alberto le dio la mala espina. Y, como éste le exigió a Júnior, que lo más pronto enviara una tira de materias del último semestre para que viera sus calificaciones. Aquél no lo hizo, y trató de prolongarse lo más que pudo… motivo por el cual su padre dejó de mandarle más dinero. Pero la señora Juana madre del pseudo estudiante, sin importarle si estudiaba o no; llanamente, por ser su madre le mandaba lo poco que podía: todo en secreto. Hasta que un día, el Júnior, como que se perdió o dejó de existir. Y, así aconteció para los viejos y sufridos papás; los que hasta el día de su muerte no volvieron a ver a su hijo Alberto. Por temporadas ya largas o cortas. La vida, que juega a dar es muy dadivosa, pero poco después a la vuelta del camino, como que se cobra pero con réditos crecidos. Y así dentro de la familia Landa García se desataron pesadas desgracias; primero por los sismos desastrosos, el hotel como el cine de su propiedad sufrieron daños bastante fuertes e irreparables --y como los anteriores negocios no - 76 - tenían seguro. La familia se fue a menos sin más directo a la quiebra, porque después de la pasada clausura del cine y el hotel: estando el señor don Alberto en la oficina de su gasolinera, ya por ese entonces el único negocio que tenía; dos hombres sombrerudos y mal encarados entraron de golpe y apuntaron con su revólver al Sr. Alberto. Y como tardó demasiado para abrirles la caja fuerte, éstos lo golpearon alevosos con la cacha de la pistola abriéndole la cabeza. Y a pesar que convaleció y aparentemente había regresado a la normalidad de sus labores; le provino una diabetes: que aun con todas las medicinas y atenciones debidas. Pronto, en escasos meses se fue agravando; y después de otras complicaciones. Falleció. La viuda doña Juana García. Al verse tan sola y achacosa vendió lo único que le quedaba, que era la casa que le parecía fría como un sepulcro. Así, con muy pocas cosas se mudó a una cabaña que estaba dentro de la finca de don Roberto. El cual era hermano del fenecido, y en unión a su esposa invitaron a la viuda para ocupar la cabaña: y esta exhortación fue para que no estuviera tan aislada. Como al año que Juana convivía estrechamente con aquella familia política, que tan hospitalaria y amablemente le había brindado esa cabaña. Ésta, aprovechando que don Roberto se iba de viaje en plan de negocios a la capital. Le pidió por favor y hasta de rodillas; que por caridad buscara a quien aún esperaba, su Júnior: don Roberto, poco antes de viajar le dio su firme promesa de ir a buscarlo. Y Juana, hasta concilió un sueño profundo en esa noche que partió el anterior; dejando su promesa. Don Roberto no disponía de mucho tiempo. Por - 77 - lo mismo llegando a la gran capital. Arregló todo lo que más le urgía, y después de lo anterior hizo algunas compras. Luego tomó las 3 direcciones y una fotografía de Júnior que le fue entregada por su cuñada, y se dispuso ir en busca del sobrino, la mala cabeza, como él lo llamaba en privado. El primer día fue un fracaso pues nadie le pudo dar alguna información. Además, lo miraban con desconfianza y hasta con apatía. Quiso darse por vencido pero había hecho una promesa que debía de cumplir. Y al otro día, volvió temprano por las mismas barriadas, pero vestido como cualesquier paisano; pero otra vez a punto de desistir. Vino la suerte hacia él, y habló con una mujer algo joven que salió de una de las direcciones que traía. --Buenas tardes noble mujer --desprendiéndose al tiempo del sombrero--, discúlpeme la molestia y la pregunta ¿conoce a este hombre? --así le dijo presentándole la fotografía del Júnior. La mujer, vio la foto de Alberto embelesada. Y por último fijó sus ojos en el bigote gris y espeso de don Roberto. --Si eres tira ni lo busques. Porque este cuate ya está en prisión --y se fue la mujer hacia donde el tambo de basura para depositar una bolsa. Pero el otro apresuradamente la alcanzó, para en seguida presentarse e insistir. --Soy Roberto Landa y tío de Alberto. Y nomás quiero saber de su paradero. Yo no soy policía, y no me daré por mal servido con vos --y, sacando un billete de a cien pesos se lo extendió en forma discreta--. Por favor no se ofenda. --Aquí conocemos a su sobrino como el Rico y antes de torcerla estuvo viviendo en aquel cuarto que ahora rento yo. - 78 - --Y él ¿adónde está? --Te digo que está preso. Y si quieres saber más del Rico --ésta presionó-- con otra propinita yo te puedo llevar donde la hacía con una banda de dos que tres rucas, y ellas te pueden informar bien. El Sr. Roberto, le regaló otro billete parece que de la misma nominación. Y, encaminándose con aquélla, se dirigieron hacia otra vecindad habida solamente a dos cuadras. Al entrar por un viejo portón de madera, donde estaba el patio y a un lado una primera instancia, había un grupo de mozalbetes consumiendo una botella de brandy barato…. Y al paso de aquella mujer acompañada por don Roberto; uno de esos tipos malolientes se dirigió hacia ellos, y a un par de metros del hombre mayor le pidió. --¡Padrino! Déjenos una moneda para ir por un chesco ¿sí? Entonces, tomando la iniciativa esa mujer, a un paso de aquél, lo contuvo así. --¡Ten cabrón! --Arrojándole una moneda de 10 pesos-- ¡y deja de estar chingando! Atravesaron el grande patio en partes rasado de adoquín, luego con mosaico y en otras partes con terrazo. Y hasta llegar al fondo, tras de una pileta y los lavaderos estaban cinco mujerzuelas de mal ver aunque no feas; estaban en fachas y fumando, una estaba con un bote de cerveza, y otras dos de éstas tenían 2 bolsas de plástico bien embarradas con algo de color amarillo; que a cada ratito olían y hasta babeaban y se reían. --Él es el tío del Rico --las preparó--. Y la mera neta quiere saber todo lo que sepan de él. La mujer pidió la foto a don Roberto, y la brilló a las otras mujeres; que una a una muy atentas se - 79 - la fueron pasando, incluyendo a esas que estaban riéndose solas. --Sí es el Rico --dijo la primera--. Y aquí ¡salió bien carita el güey! --Si así era cuando vino --afirmó otra con suma aprobación-- ¡me cae que era bien guapo! --¡Ay pinche Rico! Salió rete guapo y la neta sí estaba bien bizcochito cuando le llegó primero al centro y luego por acá --corroboró una tercera. --Sí estaba como quería --como soñando una de las dos que parecían idas señaló-- ¡pero lástima y que de tanto chupe anduviera tan hinchado! --No, ya no se parece al de la foto. Y además a últimas fechas que llegué a verlo, andaba sucio y ya ni se rasuraba --testificó otra de las bobas que olían las bolsas. En seguida todas querían informar al tío. Pero, a nadie se le entendía. Por lo tanto, la primera de las mujeres, quien llevó al señor Roberto ordenó. --Haber. Que hable nada más una: “y como tú y tú” --señaló a dos de las más sobrias-- son o eran buenas amigas del Rico; díganle al Don en dónde está el Rico y todo lo que sepan de él. Y entonces de común acuerdo, ya alternando su versión, coincidieron en lo siguiente. “El rico, le empezó a llegar por la meche desde hace como 10 años, primero rentaba por el centro pero como le gustó el ambiente de por aquí, pues se cambió para esta vecindad. Sus jefes eran muy ricos y le mandaban la pura luz, porque según él; sabían que era estudiante. Pero cuando se dieron cuenta que no estudiaba cayó la bronca y dejaron de mandarle lana. El Rico era bien pedo, y como a veces no tenía ni para curársela, creo empezó a robar porque lo agarró la ley; y en esa ocasión se - 80 - fue a formarle como 3 años. Ya después: Cuando salió anduvo un tiempo como si de veras pero no aguantó mucho, y volvió al chupe. Y tiene como un año que otra vez la torció, creo se lo llevaron por asalto a mano armada; y ora sí se la tiene que aventar más larga”… --aquello fue lo que menos o más hilaron informarle del sobrino. Y fuera del tema, las sexo servidoras fuera de su horario; sin pudores trataron de seducir al tío. Cínicamente le mostraron a la carta todo el menú; pero, el señor Roberto se hizo como que no vio nada. Por esto, mejor sacó de a uñita otro par de billetes al igual de a cien pesos que les alcanzó a las confidentes damas y; agradeciendo mucho se despidió. Indiscutiblemente el Sr. Roberto tuvo para bien que contarle a Juana una mentira buena: “que su Júnior había conocido a una joven canadiense, y se fue con ella hacia aquel extremo país”. Después de un lustro. Alberto Landa salió de la cárcel, e instintivamente vuelve hacia los mismos lugares y a las mismas andadas chuecas. Una vez en su intermitente farra, el Rico encontró a Maya una mujer de las que hablaron con su tío. --Como al año que te clavaron pa tras, llegó un ñor que dijo era tu tío. Traía una fotografía a todo color, tuya .Y lo que sea de cada quien, te veías a todas emes ¡lástima! Que no puedas dejar todo lo que te atascas. Se ve que eres de buena familia de gentes bien, pues el viejo de tu tío traía los puros baros, y lo que es la de hay todavía soplaba como para un buen palenque; la neta, hasta daban ganas de aventarle caballería pero no se dejó. ¡Chále mi rico ya ni la chingas! Teniendo lo que muchos ya quisieran tener, y tú ahogándote en puro alcohol. - 81 --¡Me cae valedora! “Que yo puedo dejar todo y hasta de mamar el día que yo lo quiera, nomás es cosa de decisión y con pura fuerza de voluntad; y yo sin jurar y sin nada de eso puedo dejar el vicio y el alcohol, ¡me cae que ora es el último día! No vuelvo a chupar”… --y siguió aquel infame, con la recitación que declaman todos esos borrachos, los borrachotes que no conocen ni un segundo de honor ni un minuto de vergüenza. El Rico había escogido aquella carrera delictiva y criminal, de esa manera, y con la manita de un hada madrina se metió a la venta de anfetaminas y otros fármacos. Así se la llevaba y sacaba buen dinero como para sobrevivir con cierta holgura, y hasta podría haber juntado algunos ahorros, pero como nunca dejaba la botella y no consumía los suficientes alimentos pues tenía muchos delirios. Por lo que volvió a caer en el reclusorio (y ahora por daños la salud). --“La misma vida necesita de algún alto. Como de los cerrojos y barrotes de la muerte. Esto, para poder aspirar a que un día postrero, ella alcance a ser libre”. “Así también, hay hombres atrás de las rejas… que contradictoriamente: estando libertos sueñan con estar presos. Y siendo presos, sueñan con estar libres”. Esa ocasión. Alberto Landa, pagó una condena de más de 6 años. Y cuando salió libre otra vez lo vemos recuperado, irreversiblemente más viejo y arrugado, pero en forma y con semblante sano. Y como era un tipo sin voluntad ni decisión, mucho antes que canta un gallo volvió a encerrarse en el calabozo del alcohol --y en un delirio, como esos que tuvo antaño. Bruscamente hizo un viaje, y de pronto se vio cerca de la playa; pues estaba en un - 82 - puerto contrario al océano pacífico. Luego de permanecer por allá más de diez días como un turista. Alberto se sintió reconfortado, y tuvo a bien radicar por aquél puerto algún tiempo indefinido. En cuanto pudo buscó un trabajo para poder subsistir honradamente, y muy rápido pudo chambear estibando (en embarcaciones cargueras y mercantiles). Ya habían cursado algunos navíos de pasajeros días, los cuales viajaban con pequeñas maletas de horas, y grandes maletas de semanas. Y al tiempo Alberto parecía sonreírle, tanto, que casi guiñaba sus ojos hacia un mejor horizonte: y hasta llegó a coquetearle con señales de humo… al desliz de la transatlántica vida. Alberto Júnior, por las noches dormía en algún mesón placenteramente. Y muy temprano lo más que podía; y hasta poco después del medio día se ganaba el pan de la vida. Y ya por la tarde pasaba varias horas por la playa, bebiendo con mesura su ginebra con coco. O, se incorporaba en cualquier cervecería cercana con mirador al mar. Entonces dejaba de ser un infeliz individuo, pues de volada se hundía en el todo, se extendía hasta el beso del cielo con la mar: y hasta se contemplaba entre las nubes y la inmensidad como un buque repleto de felicidad… --hasta que una noche, estando Júnior ocupando una mesita de mimbre, y bebiendo una cerveza “para la deshidratación”; lo llamaron dos tipos a ocupar su mesa y lo invitaron a compartir con ellos. Él, los miró detenidamente; y como no vio algún inconveniente aceptó acompañarlos. Se vinieron las presentaciones entre éstos, y después brindaron por lo primero que se les revino en sus húmedas mentes; consecuentemente hablaron de - 83 - cosas demasiado triviales y cotidianas. Esos dos hombres con modales sueltos quienes parecían ser uno cubano y el otro mexicano, poco después de beber el segundo tarro de cerveza con la compañía del Júnior; lo empezaron abordar, y dar a entender que si trabajaba para ellos sería sin riesgos y bien remunerado. Y con otra cervecita y como va: “Que si Alberto llevaba un encargo a la ciudad de Nueva York, dos petacas con finísimas guayaberas… Y, sin preguntar algo más. Le daba las petacas a quien corresponde. Aquel rico señor que recogería el doble equipaje, a cambió tendría que saldarle --15 mil dólares por su servicio. Júnior no les contestó pronto. Sino encendió un cigarrillo; y siguiendo una honda reflexión con la vista fija en el fondo del tarro… bebió lento hasta ver el fin del frío y espumoso líquido; para luego continuar con la fumarola del cigarro. Aunque ya en miras de aceptar el trato. --Cuándo es el viaje --dijo de repente con seria determinación--. Mejor dicho, cuándo me voy de viaje. Al otro día. Esos dos hombres, le entregaron un pasaporte falso y un boleto de primera porque iba hacer la travesía en barco; además de 500 dólares para sus gastos personales (pues habría que vestir lo más decente que pudiera). Al tercer día de hacer el trato. Alberto fue hasta el loby del hotel que le indicaron --llevaba puesto un traje de casimir color marfil, una camisa color negra de seda, con unos zapatos de negro charol. Bajaron los dos hombres con las 2 petacas negras de cuero de becerro, y Júnior, los alcanzó atento para saludar y servirlos; subiendo las dos petacas a una camioneta suburban. - 84 - Por el malecón y a una prudente distancia de la embarcación en que viajaría el Júnior. Se detuvo la camioneta y bajó éste, con una menuda maleta en piel de cabra y color hueso sujeta y atravesada por el costado; y en sus manos las 2 maletas: que desde ese momento estarían bajo de su custodia y encomienda --y se despidió de aquéllos, que sólo le entregaron el boleto del viaje, y se subieron de prisa a la camioneta marchándose velozmente. Por esos días descargaron un grande embarque con toneladas de marihuana y con contrabando apócrifo. Por esta causa hubo un gran dispositivo de seguridad y un exigente despliegue entre todos los agentes y vistas aduanales. El Júnior, presentó aquel falso pasaporte con el boleto de pasajero --iba hacia la ciudad de Nueva York. Depositó las dos pesadas petacas. Y como aún faltaba algún tiempo para abordar la atlántica nave. Apoyado en un dique se dispuso a ensoñar: “Con los 15 mil dólares que recibiría, bien podría poner un pequeño negocio por allá. Por ejemplo, alguna taquería pues no requiere de una abultada fortuna: y bien atendida por él mismo seguro que sería una buena empresa. Sí, finalmente lo mejor sería quedarse a trabajar algunos años por aquella famosa metrópoli de los Estados Unidos”. En la aduana marítima. Entre algunos ojos y las manos de oficiales, las dos petacas despertaron la fortuita sospecha que algo raro traían. Por lo cual las revisaron minuciosamente, hallando el doble forro con los dos kilos y medio de cocaína presa en cada una de las maletas (porque en total eran 5 kilogramos de cocaína de primera calidad). Alberto Landa. Fue sentenciado a doce años de cautiverio sin beneficios. Lo bueno era que aquél - 85 - sabía de sobra lo que era estar preso, y poco antes de lo que él mismo lo creía se acostumbró a todo el sofocante ambiente de esa prisión; trabajaba en los talleres y en la cocina como intendente, y por esto comía de lo mejor. Casi no hablaba ni hacía migas particularmente con nadie, y por esa razón lo conocían como el Callao. En el taller de ebanistería fue donde conoció al más extraño de los reos que hasta entonces había conocido, Claudio era enjuto de carnes y aun era mucho más retraído que Alberto; hablaba menos que el Callao y todos lo apodaban con desprecio y un dejo de iracundia, el Pingo. Tardó varios meses para que aquel preso mejor conocido como el Callao, se atreviera aproximar al anterior, y si lo buscó fue porque dicho interno se empleaba en hacer artesanía de madera, aparte de que en sus ratos libres pintaba acuarelas. Y así fue como surgió amistad con Claudio, quien tenía unos 3 lustros de edad menos que Alberto, que ya andaba en la cercanía de los 45 años. Detalle que no impidió para que se cobraran sólida y fraternal confianza, a tal grado que aquel ser tan silencioso le confidenciara su trágica experiencia. “En una ciudad fronteriza del norte. Dentro del seno familiar de una familia muy modesta, nació la hermosa Claudia, que por gracia o por maldad del mundo fue muy bella, la más bonita por todo su tiempo y espacio. Por ende, en todos los bailes y eventos sociales siempre tuvo las atenciones de mil pretendientes y admiradores. El Tony era uno de tantos que pretendía a Claudia, y como el tipo era guapo y adinerado, no era mal visto por ésta. Así fue como en una festividad local en redor de - 86 - algún quiosco, se hicieron novios; y tan luego de algunos meses de conocerse a fondo… llegaron a contraer nupcias. Y del pasado y dichoso casorio se dio el nacimiento de unos mellizos --Rómulo y Remo--, nombres propuestos por Tony el papá de estos gemelos; quienes eran muy parecidos como dos átomos de fuego, y eran como dos balas”. “Tony era un ganadero que vivía cómodamente con mucho lujo en su rancho, cuando no; salía de viaje constantemente y siempre despilfarrando el dinero. Por lo que Claudia se sintió con un mayor apego, atraída y enamorada de ese hombre quien era fuerte y poderoso, y que aparte de dedicarse a la ganadería, la hacía como guardaespaldas de un famoso y temido capo narcotraficante”. “La bonita y tan perfecta arquitectura natural de Claudia, era casi como un palacio de bronce muy pulido y brillante; y a contra de que aquel par de redondos ojos fueran como dos ventanas de cobre opaco: tan sólo fulgentes hacia donde localizaban el dinero. La compuerta de sus labios generosos y pronunciados, eran siempre hospitalarios al beso; pero jamás decían algo interesante como también no preguntaban nunca al marido de dónde sacaba tantos dólares”. “Acertadamente Tony era valiente y audaz y no le temía a ningún peligro --y según por esto, éste fue comisionado por don Apolo que era supremo capo del cártel, para una misión especial de rubro y facturas carísimas--. En aquella ocasión, Tony salió vestido formalmente (traje tono gris Oxford y camisa blanca con corbata de moño). Y para el infortunio de él y Claudia como de los dos niños, Tony fue sorprendido saliendo de una misteriosa finca adonde según asistió a una reunión secreta, - 87 - y fue acribillado de manera artera; perforando su cuerpo con más de veinte y cinco balas de grueso calibre --no tuvo tiempo de montar a su flamante camioneta del año blindada, ni mucho menos de sacar su revólver”. “Cuando tuvo lugar el enlace de Claudia. Tony escogió a don Apolo para apadrinarlos, y éste fue quien pagó desde la misa hasta la orquesta y otro buen conjunto para alternar, lo mismo puso desde los anillos y las arras hasta los cojines. Y luego él capo también dio el banquete, y sin lugar a dudas puso todas las bebidas: desde pulque hasta coñac y güisqui. A la ceremonia y recepción don Apolo se presentó acompañado por una guapa cortesana rubicunda, y escoltando a esta pareja iba un grupo de quince hombres (muy armados), con alhajas y bien enchamarrados, y traían sombreros vaqueros de fieltro, además botas de pitón y con cinturones de avestruz. Don Apolo, no era tan alto y se veía un poco delgado hasta con aspecto enfermizo, en cambio era muy astuto y calculador e inteligente; por lo que con obviedad era la cabeza de aquella grande y respetable organización criminal. Desde un apartado especial; durante esa reunión el capo no dejaba de mirar a su ahijada. Y si Tony, hacía caso omiso haciéndose de la vista gorda; Claudia en cambio se sentía como agredida y sobajada al nivel de cualquier objeto, al cual: aquel morboso hombre le disparaba el rafagueo de sus lujuriosas miradas azules e indignantes”. “Con todo aquel poderío que tenía el capo Don Apolo, estaba acostumbrado a comprarse todo lo que a su vista le gustara, por lo cual programó en la agenda femenil de sus proyectos; la presente y segura y próxima adquisición de Claudia. Aun de - 88 - que tuviera que deshacerse del Tony, sea a como fuere. Y como el capo era fan del rey Salomón, a toda costa lo quiso imitar --de cuando aquel sabio rey bíblico ordenó al matadero a Urías. Y ausente él, poder quedarse con su mujer Betsabé--. Apolo similarmente fue el autor intelectual del asesinato de Tony, quien fue baleado sin alguna piedad por los mismos hombres que le sirvieron como guías y guarda espaldas para tal empresa”. “El fatuo padrino de la corporación estuvo en el funeral y todos los rezos del novenario. Y dolido, con un gesto dramático presentó las condolencias a su comadrita Claudia --pues también hubo sido padrino de bautizo de Rómulo y Remo. Y, ahora que el Tony había sido cazado alevosamente, el tan espléndido padrino se había hecho cargo para pagar todos los gastos de aquellas exequias a lujo y pompa. Además, también hubo mandado hacer para el exonerado una cripta marmórea; en donde después de los nueve días del rezo: llevaron una cruz de marfil, con el nombre del difunto inscrito con puras letras de oro. Y vuelvo a redundar, que el padrino de la cruz fue Don Apolo, quien luego de todo aquel ritual católico. Se puso a los pies y a las órdenes de Claudia”. “Claudia con penas empezaba a despertar de lo que parecía ser una espinosa pesadilla, empezaba asimilar poco a poco su amarga realidad y aún no terminaba de creerlo; jamás volvería a mirar a su Tony el padre de sus hijos, y al hombre cariñoso y dedicado que tanto amó”. “Tan pronto de haber enviudado Claudia, en un medio día despejado salió al corredor, y de frente a un mediano espejo: vio bajo sus ojos hundidos las remarcadas ojeras matizadas de gris; después - 89 - con unas tijeras se dispuso a podar la vorágine de la extensa cabellera castaña oscura. Ya casi había concluido su atención a su cometido, a las horas que vio por el mismo espejo… a una caravana de tres elegantes camionetas que se dirigían entre la bruma de la polvareda hacia la cabaña”. “En cada vehículo blindado iban cuatro fieles a bordo y vigilia --de Don Apolo, que descendió de uno de aquellos muebles, solo”. --Buen día comadre. Permítame decirle algo de suma importancia para mí --dijo el hombre luego de quitarse el sombrero, próximo al barandal. --Buenos días, compadre. Dígame usted --así, y con cierta reserva contestó Claudia. Ya que aquel hombre le causaba náuseas y desconfianza. --Comprendo el dolor de su luto. Pero, hay que seguir viviendo comadre, y para vivir se requiere de dinero, y entre más dinero tenga uno se vivirá siempre mejor; y ese dinero yo se los podría dar a usted y mis ahijados: nomás con la condición de que ustedes se muden alguna de mis haciendas, y que desde luego pondría a su nombre comadre. “Ella no le desdijo una sola palabra, y se quedó contemplando hacia el zafir del cielo olvidándose hasta del espejo. Don Apolo recordó que “todo el que calla otorga”… y fue cuando creyó oportuno acercarse lo más pronto a Claudia para alcanzarle un fajo de billetes de alta nominación en galantes dólares; ella los vio y aun más nerviosa siguió un tanto inmóvil sin pestañear siquiera. El capo puso el paquetito sobre el barandal, ya despidiéndose confianzudo y vulgarmente --haber si este dinero le sirve para algo, comadrita chulota”. “Claudia, por un pelito quiso arrojarle todos los billetes a la faz del criminal y tan cínico hombre. - 90 - Pero, se aguantó como las meras machas pues un regalito tan lindo no se desprecia nomás porque sí --en cuanto vio desaparecer aquel séquito tomó el paquete de dólares. Y pronta se introdujo hasta el último rincón de la cabañita; encerrándose hasta con aldabón y tranca para contar la cantidad”. “Después de dicha propuesta. Don Apolo fue a buscar a Claudia, para regalarle preciosas joyas y más dinero. Por lo tanto, no tardó en comprar los favores de la pobre viudita, y Claudia con los dos chicos se cambiaron a la hacienda ya prometida a la comadre y nueva amante. El padrino visitaba a Claudia nomás uno que otro fin de semana y si se lo permitían sus negocios se quedaba algún día y una noche allí… --eso, embarazaba hartamente el latente luto de ella por Tony. Pero cuando al irse Don Apolo, siempre dejaba la recompensa presto no se tentaba el alma para dejar dólares; además de cariñosos presentes de oro con pedrerías caras cuanto vistosas y originales”. “Claudia vivía presa de la zozobra y la angustia pues no poseía la paz interior. Ya tenía más de un año y medio de ser una de las amasias del capo, y de nueva cuenta sintió los estragos semejantes al malestar anterior cuando la preñez de sus 2 hijos, y supuso que estaba encinta. Y así pasó, entonces nació Claudio nombre dado por órdenes del capo Apolo. Y Claudia hasta no deseando se entregó a la tarea de criar al nuevo vástago”. “Para fortuna de Claudia estando don Apolo en su infinita mansión familiar. Salió a pasear, junto con su esposa y un hijo, y; montando a caballo el padrino sufrió una caída: y en la caída se fracturó gravemente a punto de quedar paralítico; por esto decidió renunciar al mando del cártel sin retrasos - 91 - y, se dispuso a tratarse de su mal en el extranjero. Al final Claudia sólo supo que se había ido hacia los Estados Unidos con su familia --pero antes de partir se comunicó con ella por línea telefónica, y le envió a uno de sus abogados para concederle a ésta las escrituras de la hacienda”. “Antes de que se arrepintiera el que fuera capo y el homicida intelectual de su esposo. El arredro de Claudia la hizo poner de inmediato en venta lo que tenía en bienes raíces; para salir de la ciudad casi huyendo… --porque por aquel entonces ella ya se había enterado, por medio de algún familiar y últimamente por medio de una mucama y dama de compañía; que Don Apolo fue quien ordenó el asesinato de Tony. Para adueñarse de ella”. “Claudia dejó con sus padres aquellos dos hijos mellizos. Y nomás cargó con Claudio quien tenía más o menos un año de edad. Viajaron por aquí y por allá y de ciudad en ciudad, como 2 fugitivos. Claudia trabajando en lo que sea para no dar qué decir a los demás, tratando de pasar inadvertida y pobre por donde quiera que viviera. Para después de un promedio de tres años, fastidiada y cansada de la vida nómada; decidió radicarse en definitiva en algún puerto del Golfo De México”. “Cerca de la playa. Y muy cerca de una asistida cadena de hoteles, se compró una vasta casa cuya era de dos plantas y que distribuyó así: 2 Deptos. en cada planta, o sea 4 departamentos en total; de los cuales rentó 3. Y adaptó uno en la planta alta, el más cómodo y vistoso, para ella y el pequeño Claudio”. “Ya no vivía tan temerosa, y para convivir más placenteramente en el puerto, rentó una accesoria por un lugar inmediato a su propiedad. Y fue allí - 92 - donde instaló una módica cafetería decorada con atractivo gusto, además de la buena vista al mar y la gratísima atención de la propietaria. Por esto se hizo de varia clientela, y además de divertirse y disfrutar de su trabajo, ganaba una buena suma de dinero, siempre bien venido”. “Claudio, reciente había ingresado a estudiar la instrucción primaria. Y Rómulo y Remo quienes apenas habían salido de estudiar el último año de enseñanza primaria, quisieron cortar con la tutela que para ellos era insoportable, esto por parte de sus abuelos. Y, determinaron viajar aquel puerto adonde radicaba su madre; para vivir a su lado y junto al hermanastro menor”. --Mis hermanos eran muy rebeldes, y no sabían ser respetuosos con nosotros --Claudio memorizó la grosera conducta de aquéllos--. Con demasiada lata egresaron de la secundaria técnica, y después como ya no desearon seguir estudiando; sumado a que tampoco servían para nada. Se empezaron a dedicar a la vagancia, y se escondían hasta donde están los últimos muelles; a fumar yerba y a libar cervezas con varios holgazanes. Ninguno de los dos había sostenido relaciones copulares a fondo con alguna mujer, pero en plena pubertad los dos se humedecían de alcohol y fantasía. Y a carencia de un patriarca, luchaban por conquistar para uno o para otro, el amor y los cariños, y de paso todo el envidiable continente de Claudia. Yo, pude oír una ocasión que peleaban por eso; ya discutiendo su compleja situación machista muy celosamente e iracundos. --A mí me quiere más que a ti --Rómulo le dijo con seguridad a Remo--. Me lo ha demostrado. --Estás equivocado. A quien ama es a mí, y ella - 93 - también me lo ha demostrado. Y si no te sosiegas con tus malas intenciones, de querer conquistarla nomás para ti, entonces volveremos a luchar para ver quién la gana. Pero esta vez será a muerte. --Como quieras Remo --aceptó el otro este reto --. Pero antes, como hermanos, chance podríamos cumplir un pacto –reflexionando. --¿Cuál pacto Rómulo? --se interesó éste. --Pues el pacto sería: que ni tú ni yo intentemos pasarnos del límite con ella… la podemos espiar y cuidarla como siempre, pero ninguno de los dos intentará acostarse en su cama ni tampoco deberá manosearla. Aparte de que también, tenemos que obedecerla y no agredirla --Rómulo propuso eso a Remo, que fue lo que le pareció más sensato. --Me parece bien --consintió Remo--. Hecho el trato --y se dieron la mano diestra, como hombres y como si fueran dos aliados; beligerando por un mismo ideal y la misma patria. --Lo pactado entre mis dos hermanastros, a mis once años de edad me impactó, y aunque esto no fue decisivo; pienso que sí tuvo mucha influencia en mi celo y desarrollo --especuló Claudio. “Claudia era tan esbelta como un junco oloroso y sexymente esculpida por el viento, era más que una isla paradisíaca donde naufragaba el viento y morían mil deseos; y era más que un ciclón o que un tornado… cual arrastraba hacia un sin número de antojos, y era entonces como un amado cóctel de frutas; era sandía como papaya y así manzana: Y además de ser todo lo prohibido, huerto y edén, era como un temporal engaño; pero tal como del azul y viril mar brota la blanca espuma, así vertía del simple movimiento de aquella ninfa latina, la rítmica veleta de su sensualidad”. - 94 “Todavía no cumplía los 33 años de vida. Pero, como cualquier hembra bien proporcionada; aún sin llegar a la vulgaridad --según su sensibilidad y delicado aprecio--: Lucía lo que tenía. Y no es que anduviera como algunas veraniegas vecinas, que por el caluroso clima de ordinario se vestían con bikinis y top o en bragas de baño. Ella por lo regular se componía vestidos de telas livianas, y eran como un pincel resbalando por su admirable y estival paisaje. O en su variante, complaciendo su gusto y comodidad se ponía algunas bermudas de textura también ligera, como unas licras cuyas también teñían el panorama de aquel codiciado y marítimo cuerpo”. “Los grandullones mellizos, ya se iban de farra enredándose con mujeres en antros. Y como casi diariamente regresaban cruzados, Claudia se veía en duros aprietos con ellos --pues éstos eran unos malandros de lo peor que hay, que querían hacer con su madre lo que hacían con sus amiguitas del talón, ya que cuando estaba más puesta; como no queriendo alguno de ellos la rozaba, o la tocaban y hasta cínicamente llegaron a nalguearla. Y así, como todo iba de mal en peor, y los cuates ya no consentían estar en su santo juicio, y hurtaban lo más que podían a su madre. Claudia los maltrató y trató de intimidarlos un micro: amenazándolos con enviarlos a volar de regreso con sus abuelos; y además dejó de darles un solo quinto sin temer ni importarle sus violentas rabietas. Y por aquel entonces en que aquélla ya no sabía qué iba hacer o a quienes recurrir. De repente y oportunamente, a los mellizos los contagió la calentura americana y con otros vagos y pescadores; se lanzaron hacia el país del norte de los Estados Unidos”. - 95 “Después de la tempestad regresó la calma, y el trabajo era lo único que conmovía a Claudia, que entregó su tiempo completo a atender la cafetería donde acrecentaron los clientes”. “Claudio también se estabilizó un poco, y como estaba acostumbrado a estar solo, amó a placer su soledad como nunca la había amado. Claudia, era su madre pero como si no lo fuera, pues viéndolo bien ni por error se ocupaba de éste; ni trataba de demostrarle su cariño en cualquier forma. Por eso creía que no lo quería ni siquiera un poquito --así lamentaba su suerte el hijo sin amor, ni deseado”. “Cuando se casó Claudia era muy joven. Y, no pensó en programar la gestación de sus dos hijos mayores. Y a Claudio hasta quiso por más de una vez abortarlo; pero Don Apolo le dio órdenes a la madre de conservarlo y sacarlo a luz. Ella veía en este niño el vivo retrato de Don Apolo, pues tenía la misma cara alargada y las mismas entradas con las mismas cejas pobladas; y lo cual parecían dos océanos sin final era el azul de sus dos ojos fijos: ojos tan dilatados que la exasperaban y fijaban en humillantes recuerdos, que la estremecían con un incontenible odio y rencor; y era cuando sin otras razones a la vista repudiaba más a Claudio. Hasta tal punto de no querer volver a mirarlo en toda su lastimosa vida --el niño sentía la animadversión y aquel repudio, y herido por el rechazo. Una vez se quiso suicidar con varios mejorales para adulto, y aunque nomás durmió mucho; atrajo por una vez la atención de Claudia. Esto le gustó a éste, quien no recordaba haber sido tan feliz, como aquel día de su improvisado “teatro”; y comenzó a urdir lo que sería un nuevo ardid para volver a estar junto a su madre: lo más cerca de ella”. - 96 - --Tengo alguna duda, Claudia --así le decía por costumbre a su madre--. No sé si soy gay, pero lo que sí puedo decirte es que me atrae mucho cómo es Eros, un compañero que es el primero en todas las clases pues es el más aplicado. Además de ser el más guapo, pues está bien bonito. “Aquella confesión bruscamente desequilibró a su aceptable estado emocional; pero íntimamente lo que no acababa de entender, era porqué su hijo la estaba postergando por Eros --y esto, claro que no se iba a poder: reclamaba su vanidad. Porque, por muy guapo que estuviera; ésta confiaba en sí misma para recuperar la admiración y el amor de su hijo Claudio”. --Yo creo que estás confundido. Y lo que ahora debes de hacer es estudiar mucho, para que luego con seguridad puedas definirte con certeza. Tanto en tus tendencias como en tu preferencia sexual”. --Es lo que yo hago mamá. Ahora que voy en el segundo semestre de la prepa, estoy ojeando los diálogos de Platón. Ahí leí en un diálogo, adonde los muchachos que rodeaban por la plaza al buen Sócrates considerado como su maestro. Unos con otros se admiraban físicamente así como también intelectualmente; y se enamoraban entre ellos sin algún prejuicio mirándose a los ojos --y de ahí es donde proviene el amor platónico. Y eso tú debes de saberlo ¿verdad Claudia? --Más o menos hijo. Entonces prosigue con tus estudios y conociéndote a ti mismo --ésta, no fue capaz de terminar la preparatoria ya por contraer matrimonio. Pero esta vez trató de comprender y aceptar la situación de Claudio, cual fuera. “Bajo estas circunstancias fue como el hijo con la madre, iniciaron una estrecha comunicación en - 97 - todos sentidos haciéndose muy amigos. Se iban a centros comerciales y se escogían mutuamente su ropa interior (ella para él y él para ella). Después, Claudia creyó que el excelente departamento que tenían era muy grande para ellos; por lo que rentó aquél. Y éstos se mudaron al pequeñísimo Depto. que era el de servicio y estaba en la azotea”. “Persisten algunas culturas que tienen libros de religión, adonde censuran que dos familiares con diferente género, cohabiten y compartan el cobijo e intimidades, apartados y mal aconsejados por la perversa soledad”. “Ellos dormían en la misma cama, y con todo y que se tapaban con sábanas individuales; por esas noches tan fogosas de plenilunio. Era natural que se destaparan y, por alguna fuerza oscura y bajo instintiva, se buscaban subconscientemente y así rejuntaban sus rojos sueños corpóreos --ella tenía el sueño profundo y pesado, y él tenía un sueño a flote y ligerito… Y, como la carne es la carne; él sin poder contenerse, se estremecía ante el suave contacto; y es cuando llegó acariciar sutilmente y a ciegas el cuerpo de Claudia… Ella, motivada al tacto del mismo sueño llegó a despertarse y al ver que era una loca realidad; se hacía como la mujer dormida envuelta por la penumbra de la noche, y la fantasía y la perversidad”. “Con la complicidad del azar. Una tarde vieron una película --sobre un tema incestuoso entre hijo y madre--. Titulada (soplo al corazón). Y, en otra ocasión otra vez los tentó el alcahuete azar; y por simple coincidencia al comprar una peliculilla de tema blanco. Erróneamente contenía alguna cinta de tema muy morboso (pornográfica). Y Claudia, en lugar de ir a cambiar aquélla película barata la - 98 - dejó negligente o deliberada y maliciosamente al alcance de Claudio --y entre que sí y que no. Y al revés. Entre que no y que sí. Finalmente vieron la película de comercio sexual”. “En una decembrina posada organizada por una familia de inquilinos, que rentaba un apartamento en el primer piso. Ahí fueron invitados Claudia y su hijo, quienes fueron convidados como no se lo esperaban, puesto loncharon frugalmente como lo acostumbraban; pero con los ponches como que a la mera hora se les pasó la mano… --y subieron a su cuarto medio propasados e inquietos. Pues, en lugar de dormirse se acostaron pero excitados; y empezaron acariciarse y a besarse y tan pronto de juguetear eróticamente: sucedió lo que al fin tuvo que suceder--. En el clímax del coito, se le revino a la memoria de Claudia, un día que hubo soñado algo muy extraño. “Y si la vida es sueño”, lo que soñó ella; fue que su alma pura sin poseer todavía un cuerpo propio, viajaba como en un transporte invisible y colectivo, en el cual se elevó y acercó visiblemente a una solitaria loma, adonde estaban dos árboles, uno con grueso tronco y que tenía un doble ramaje: con un nido y un aguilucho en cada lado del grande árbol. Y en el otro árbol a simple vista más pequeño, también había otro nidal en el que estaba otro aguilucho más chico que los otros aguiluchos. De pronto volaron los dos mayores, y Claudia singularizando su pluralidad, pudo lograr incorporarse en el cuerpo de un águila: divisando hacia arriba del otro árbol donde aún permanecía el aguilucho menor al parecer en plena orfandad e impotente para volar. Claudia, conmoviéndose se alzó posándose en el nido, para así abrazar contra de su pecho al desamparado aguilucho. Ahora, lo - 99 - sabía todo; que su alma sola y simple, desde ayer de su nacimiento ya había previsto su entidad: Y, a lo que sería hoy, y a lo que sería mañana. Todo en la carne propia de su enigmático destino”. “Amar a Claudia. Era como treparse al más alto Parnaso, desde la planta de sus pies y abajo de su falda, sintiéndola a cada paso y a cada centímetro del camino de su piel. Y cuesta arriba, la humecta bruma de su cutis; hasta llegar a las nubes de esa cima del gozo y lo indecible… Pero, luego venía el vértigo del descenso con un triste hundimiento por un infernal vacío: Todo era un mar negro sin playas, lleno de tinieblas y hastío y amargura. Él, era un navío a la deriva --el sol y la luna como el cielo y las estrellas dejaban de brillarle; y así era como experimentaba estar muerto en vida”. “Empero, volvía el levantamiento y revivía esa loca pasión a cada comienzo más intensa; y, otra vez el ascenso y la cúspide y el descenso… pues todos los éxtasis y los caminos se repiten”. “Una vez que los dos amantes en una impronta a imagen del día y la noche, y entrelazados como la luz y la sombra; o ya confundidos como el mal y el bien: o simplemente en pura comunión como cualquier mujer con cualquier hombre” --Claudia le preguntó a él; ¿y el muchacho más guapo de la clase? --a lo cual respondió Claudio así; ¡para mí ya ni existe! --y calló sin decirle más, adhiriendo viscosamente todo su ser al ser de ésta”. “Su luna de miel fue larga enfrente y bajo la luz de la luna del tocador; o adentro de la sorda y tan muda obscuridad del closet. Parecía que nada ni nadie los podría separar, y si en algunas veces se reñían era como lo hace cualquiera que viva con su pareja; ya que todas las parejas saben de estas - 100 riñas y de la dulce reconciliación”. “Fuera de su nidito de amor. Ellos, convivían y llevaban una vida normal sin posesivas celotipias por demás enfermizas; sus celos eran naturales. Y ellos tenían amistades de ambos sexos, que tanto él como ella se respetaban. Y así es como al café iba un muchacho litigante de leyes, cual hizo fiel amistad con los Claudios, como se les llamaba en honor al nombre de la cafetería”. --Vino Fidel hace rato --ella le dijo refiriéndose al estudiante--. Y me confió, que ya le pidieron el cuartito que renta, con urgencia; y como sabe que tenemos unos inquilinos, me pidió: que por favor le rente algún cuarto --comunicó a su hijo. --Pues si no hay ninguno desocupado --cortante y cerrándose bajo cerrojo--. Si no hay un espacio ni para un alfiler. --Eso fue lo que le observé. Que están rentados los 4 departamentos. Pero como lo vi tan fuera de control, le dije; que mientras pueda conseguirse a donde rentar un cuarto, puede venirse unos días a dormir en un cuartito de la azotea. --No querrás meterlo al cuarto adonde tengo mi surf y están las bicicletas --protestó Claudio. --Ahí mero hijo, ¡pobrecito no tiene adónde ir y no tiene dinero! --argumentó aquélla. Y como vio aquél que era inútil contradecir a Claudia. Pronto salió de la cafetería, y se fue hacia la playa para a caminar un poco. “El estudiante Fidel. Ya tenía 3 ó 4 semanas de ocupar el estrecho cuarto adonde apenas cabía un catre, algún buró y un pequeño baúl que le servía de guardarropa; pero estaba feliz porque todas las mañanas veía a Claudia por la ventana… Y todo eso era insoportable para Claudio: quien se sentía - 101 - como invadido por aquel intruso que vivía a unos pasos casi enfrente a su recámara, y que por pura desgracia lo allanaba. Perturbando su privacidad, su intimidad y hasta su paz”. “En esos días tan tensos para Claudio, sin tanto pensarlo aceptó una primaveral invitación de una amiga; para pasar un fin de semana en un yate de lujo junto a otros conocidos. Por allá se estarían 3 días bajo el sol y 3 lunadas; anclados por la costa de algún islote”. “El problema fue que Claudio, se regresó antes de lo planeado. Volvió por la madrugada después del segundo día de haber partido… Con la nueva, de que Claudia no estaba en su cama o dentro del cuarto que ocupaba con ella; y desesperado pudo ver que en el cuarto de Fidel había luz. Entonces, lo que presintió fue lo peor --y rápidamente entró por una pistola y una daga, para precipitadamente abrir la puerta de ese cuarto… y, al comprobar la infidelidad de ésta; los mató a los dos con aquella pistola calibre 25, además de haberlos perforado con el arma blanca para rematarlos bien”. --“Del odio al amor, y del amor al odio. Hay un solo paso”. Y si por egoísmo o un poco de amor me envolví en los brazos de mi origen y abracé la carne de mi carne; quizás todos los siete cielos un un día me perdonen, pero yo: aunque estuviera en la prisión 30, 40 ó 50 años. Estoy condenado más que a una cadena perpetua, pues no me perdonaré eternamente el haber cometido aquel pecaminoso parricidio” --así le confesó Claudio a quien era el único amigo que había tenido en esa prisión. Y el Callao no teniendo una conseja moral para poder ofrecérsela, extendió su mano, apretando la mano del homicida; de aquél que también había sido el - 102 - mejor y único amigo que tenía. “Con aquella revelación de Claudio a su amigo a un tiempo se sintió un poco aliviado. Y, parecía que todo se desenvolvía con cierta normalidad en el encierro de éste. Nada más que por esos días le notificaron que habrían de trasladarlo alguna otra prisión de alta seguridad; y este fue el motivo que hizo reventar la potencial crisis de Claudio quien finalmente: (se degolló en su celda). Y si no se pudo hacer nada por salvarle la vida; fue, porque los custodios ya lo encontraron muerto”. El Callao fue el único quien liberó algunas dos o tres lágrimas por Claudio. Y hasta trató de orar un Padre Nuestro por la salvación de su alma. Y, tan luego de rezarle; Alberto se hizo al silencio se hizo a las soledades y no volvió a liar amistad con algún otro reo. Cuando el Callao lo creía oportuno, buscaba la presencia de los pájaros, quienes salen y entran a la hora que quieren de las cárceles, y así también buscaba la asistencia de los gatos, o de todos esos roedores (ratones); que por igual entran y salen a las horas que lo quieran. Pues los nuevos amigos del Callao, eran todos los seres libres; como libre era el aire, libre era la lluvia, y por igual era libre la luz, como también era libre el fuego del cerillo con que encendía el cigarro; quien al consumirse también libres espirales y nubes de humo fugaba. Todas esas cosas eran sus amistades y por tanto a ellas gentilmente dirigía toda su atención, para en secreto hablarles amante y entre dientes. Se hacía el desentendido, como todos los hombres que por nada quieren enfrentarse a su presa realidad. Y si todavía no estaba precisamente más orate que los demás presos, era porque miserablemente todo lo - 103 - absurdo que podría haber en su nula realidad y en el libre descenso de aquella pobrísima verdad. Ya no era del Callao que no tenía algo qué perder. --A los 13 años de haber ingresado. Salió por la misma puerta; cuando rechinó el cerrojo y resonó la cadena dando paso al Callao. Que al salir libre, dejó aquel apodo para nuevamente convertirse en el Rico, o pensándolo mejor en el Júnior; pues en los últimos años de presidio se le hubo metido en la mente que al salir libre… Regresaría donde el estado de su madre ciudad, sí; retornaría a casa y viviría en unión de sus ancianos padres --esto, si es que todavía le sobrevivían. Durante su larga estancia en ese presidio. Había ingerido bebidas embriagantes muy pocas fechas, que podría contarlas con los dedos de sus manos. Y el resto de los días y meses y años, sólo ingirió agua pura aunque hubo padecido días con noches de insípidas ebriedades secas; quienes ahogaban su sedienta e insaciable garganta. Y, como Júnior no se sabía otro chiste más que hincar el codo; en la primera oportunidad que buscó volvió a su mal hábito. Y aunque no se abrazaba del todo al vicio y no se tiraba a matar; regularmente siempre traía con qué --un cuartito X, al cinto. En un momento de inspiración, se dejó llevar a lo que sería el viaje de regreso a la tierra natal. El camino sería de este a oeste… y como por todas las carreteras no es fácil conseguir aventones; fue el caminó bastante largo pero no tuvo empacho al continuar a puro golpe de calcetín. Ya porque sus desgastados zapatos mineros, se descosieron ante los embates de la grande distancia. --“Él había nacido arriba. Pues no le costó nada - 104 - ni una sola gota de sudor o una sola lágrima para haber subido. Porque desde la primera vez que él abrió sus ojos, vivió en la cima… y, fue entonces que sin ser un dragón intentó traspasar por todos los cielos, y sin ser un tigre quiso imponer su ley y vencer en la selva, y sin ser algún pez de lo más gordo quiso trascender por los mares”. Y de todos aquellos sueños y tantas utopías tan sólo una verdad había para Alberto, y esta simple y llana verdad la tenía en sus manos; que por más que las apretara o escondiera nada más contenían polvo y mugre y nada. A las horas que viaja el sol la carretera es como un paisaje transparente y colorido, detalle que no sucede cuando viaja la luna acompañada de todas las estrellas; o cuando igualmente sólo viaja una marejada de nubarrones pantanosos y oscuros. --La carretera Tiene sus peligros Como cualquier mujer Pero no obsta Para que además Sea muy buena compañera Pues de por medio Te oferta Poco o mucho placer, A los costados De rectas y curvas; los Paisajes y horizontes sin fin. Paso a paso, surco a surco, zanja a zanja. Y así, eslabón por eslabón él había entretejido aquellas - 105 cadenas de su destino. “Porque a su forma de ver creía que si había un destino, sería irse retirando mucho de Dios, pero el Dios de todos los seres y y de todas los razas y de todos los pueblos. Pues al pensar en Dios, lo imaginaba como un cuerpo poliédrico; y si conocía algún rostro o señales de aquel Dios: era la cara que al ser abofeteada pone la otra mejilla --recordaba--. Divino rostro, aquel de Jesucristo hijo de Dios que conoció por medio de la prédica católica, antes de realizar la primera comunión; Alberto aún conservaba una esperanza y algún residuo de fe. Por eso, todo el resto de su vida la emplearía para acercarse un poco a Jesús. El ungido que estando en la Cruz como cualquier hombre también dudó de la potencia --Padre mío, ¿por qué me has abandonado?--. Para raudamente desdecirse, afirmándose: Consumado Está”. En pocas palabras. Júnior creía que morir en el seno del Padre Nuestro. O en el seno del sagrado corazón del hijo, era como escapar al destino. Por lo que vino a su memoria aquel amigo Claudio, y súbitamente se estremeció incontrolable; ante las tinieblas y el destino de aquél --y persignándose como pocas veces, se encomendó a Dios en favor del alma de su amigo desaparecido. La vida bohemia lo había arrebatado locamente con su falsa belleza y placer, un existencialismo a tientas y mal habido lo había alejado de lo mucho o poco que valoraba en su cruda realidad; porque autocriticándose no era seco ni mojado y era sólo simplemente un mediocre más. Desde la nueva perspectiva que vislumbraba el Júnior, el universo no era tan frío y tan informal, ni tan tardío como lo son el ser y el tiempo… así como tampoco era tan vano y tan estéril como lo - 106 - son el ser y la nada: El mundo, además de ser una energía, una materia y una evolución; es además una inteligencia y una voluntad divina: “Por esta pendiente del mundo, en su bajo “concepto de la angustia inmanente en el universo”… Al cabo, sí creía cristianamente, que esta angustia no era por nada o para malograrse, sino para bien y lograrse a sí mismo. Toda la creación del mundo, y todos los hombres tienen en sí mismos una esencia --en tanto, rememorando a Job por sus infortunios, y a Jacob por su destierro--. De modo personal sintió un alivio y se sintió como un hijo pródigo”. Por la sinuosa carretera de la vida lentos fueron yendo miles de fantasmas… la raya divisoria del mismo camino se había borroneado varias veces al curso de sus pasos. Y el grande tráiler carguero que lleva los tiempos; se había llevado en su caja un paquete de dos ó tres meses. Entonces Alberto Júnior llegó al punto adonde ya nomás le faltaban caminar 40 kilómetros por un descenso. Para por fin arribar a su terruño con su sagrada familia. Ya muy poco restaba para que Júnior llegara al sitio fijado, pero le flaqueaban mucho las piernas y casi desfallecía por la sed y más por el hambre; por lo que tuvo que acercarse a molestar y tocar a las puertas de algunas casas --que en otro tiempo cuando partió Júnior la mayoría eran jacales. Hoy se erguían como bellas residencias, aunque en su mayoría aquellas modernas casas estuvieran casi vacías. Pues sus dueños permanecían lejos (en la capital o por el norte), trabajando en cualesquiera labor o profesión en su patria; o como emigrantes en los estados del norte. En algunas mansiones o en los cuartos de servicio, hay gentes que cuidan dichas moradas de la gente que todavía no puede - 107 - ocuparlas por sus trabajos y ausencia. Al abrir al llamado del Júnior quien era un vagabundo o un mendicante hambriento; algunos de aquéllos le procuraron agua y comida o alguna dádiva. Entró a la ciudad de su origen muy despacito. E iba rengueando por una avenida principal, para ir directo donde estaba su casa; pero para entonces ya había unas oficinas de un banco --se supuso lo peor, y le preguntó a una Sra. de edad que atendía una lonchería, por el Sr. Landa que era el dueño de aquella propiedad antes de estar el banco. Esa respetable mujer, lo más que pudo informarle en concreto al extraño hombre; fue que los dueños vendieron antes de morir. El Júnior, destrozado y sin alguna esperanza se fue hacia un templo local y ahí estuvo rezando e hincado demasiado tiempo hasta que volviendo en sí; salió de aquel refugio. Y se fue en busca del tío Roberto Landa. Alberto todavía llegó a pensar tal como creía en el pasado, esto con respecto a sus familiares; que su tío Roberto o alguno de sus hijos serían ahora quienes lo ayudarían a salir de aquel apuro. “Les pediría un módico préstamo de dinero para poner un taller, en el cual trabajaría toda la artesanía de madera que aprendió a hacer con su mejor amigo Claudio” --esa fue su idea más viva. Cuando poco a poco logró llegar hasta el colonial domicilio de aquellos parientes cercanos, se aproximó a la reja de color verde; a la hora que un jardinero podaba el fino pasto del extenso patio. Con este lacayo el Júnior se anunció: y, se mantuvo esperando por espacio de más de una hora… hasta que a la vista de sus ojos miopes apareció nuevamente el servil para comunicarle --“El señor don Roberto Landa - 108 - no se encuentra desde hace tiempo, porque ahora radica en la capital, y como el hijo del Don no lo puede atender porque está muy ocupado. Me dijo que le entregara esto: una muda de ropa, un jabón y una moneda para que fuera al baño y; una bolsa con pan y unas frutas… Y, adiós para siempre”. El Júnior todavía no cumplía ni los 60 años. Y contrariamente parecía 20 años mayor, era de una calvicie semidesértica pero relativamente con una boscosa y larga barba grísea como el heno, y con los ojos hundidos como dos cráteres sin fumarola y apagados; más las grietas arrugadas de su faz. Pensó en el suicidio pero no era un hombre con decisión, además de no ser tan cobarde ni tener el suficiente valor para hacerlo. Por lo cual al llegar el anochecer buscó un rincón muy cercano de un mercado y allí durmió; y así fue, como prosiguió haciéndolo durante las siguientes noches. Padecía un reuma alcohólico y le impedía movilizarse un poco más rápido, Júnior caminaba encorvado por encubrirse o quién sabe porqué; pero lo cierto era que todavía mantenía unas buenas espaldas como para trabajar como cargador… --siendo tal. En un medio día en que Júnior ayudaba a bajar algunos bultos de un camión carguero, se acercó a él otro machetero que era un hombre moreno y chaparro además de flaco, diciéndole. --¿Tú eres el Júnior? --aquél lo había notado al escuchar su voz cuando Alberto se había dirigido al chófer del camión-- yo soy tu primo Pablo. El otro se hizo como el sordo y no daba la cara a Pablo García, hijo de su tía Petra quien era una hermana de su difunta madre. Aunque, tan luego de pensarlo un poco mejor, se decidió a mirar de frente al primo: al que de pronto también empezó - 109 - a recordarlo por el tono de su voz. --Sí soy el Júnior --finalmente le dijo. Y pronto le pidió que le contara todo lo que supiera acerca de su fallecida familia. El primo le contó con lujo de detalles sobre del percance sucedido a sus padres: (la quiebra de los negocios por los terremotos. En seguida, también le refirió sobre de otros sucesos; hasta hablarle de los decesos y sepelios de sus progenitores). Pablo García no conoció a su padre, jamás supo quién fue y era lo que dicen hijo natural. Durante lo largo de su infancia y su adolescencia buscaba constantemente a Júnior, por ser su primo y haber sido compañeros en la primaria además que eran contemporáneos de la misma edad. Y recordaba a Júnior con gratitud, porque éste siempre le tendió la mano --con monedas para el refresco, luego de regalarle su lonche. Más adelante le regalaba sus chamarras y zapatos pues hasta calzaban casi del mismo número. De todo lo anterior, si le hubiera comentado Pablo a Júnior no lo habría recordado; porque sinceramente de muchacho no conoció lo que conocemos por caridad: “ya que los postres y empaderados del refrigerio se los daba a su primo porque no deseaba engordar, y la morralla que le daba más que para su refresco, era porque aquella resonaba y le estorbaba en el los bolsillos del fino pantalón. Y las posteriores prendas que aquél fue obsequiándole al pobre primo; realmente lo llevo a cabo por deshacerse de ellas, y comprarse otras de mejor calidad y de marca”. Ahora, Pablo García trataba de corresponder al primo Júnior de diferentes maneras. No le pesaba aun de seguir siendo pobrísimo, en ofertarle algo de lo poco que tenía; algunas ropas o hasta algún - 110 - vino moderado. Y luego, los 5 ó los 10 pesos del mínimo que ganaba. A la bodega del pasado. Las manazas grandes y fuertes del destino, ya habían arrojado un montón de guacales y racimos de días mal olientes. Y los primos se entreveían un día a la semana, si no, se encontraban cada 15 días; casi no charlaban entre ellos pero compartían algún bocado, algún jugo o algún cigarrillo. Y como por esos días se presentó la víspera navideña, Pablo invitó a su primo, para compartir la cena pascual en su pobre choza en la unión de su familia (su esposa y 2 nietos). --Mientras servían la cena la esposa y una moza familia de Pablo. Éste brindó algunas copas de un ajenjo añejo con Júnior… --y el importante primo invitado estaba muy animado, presto comió hasta el tope con lo que estuvo puesto sobre de aquella mesita; y ya cuando el postre de betabel, hasta se atrevió a preguntarle a Pablo por la rubia Marilyn que era la hija del señor Ford: “éste le dijo que al par de años de haber partido él. Ella había partido hacia Detroit con la familia de su padre; y dizque había ido a estudiar aunque luego se casó con un tipo alto y güero como ella. Tenía bastantes años que la había visto por el parque del centro con un hijo igual al gabacho. Pero últimamente como ya murió el señor Ford, pues Marilyn ya no tiene un motivo para venir; por esto mejor se llevó para el norte a su mamá, doña Gabina”. La casa de Pablo yacía por la orilla de la crecida urbana ciudad. Era muy sencilla y con sacrificios la construyó con adobe y cercos de madera. Pero, Pablo le ofreció a Júnior no nada más por aquella noche, sino que para siempre; un humilde rincón aunque sea ahí en la cocinita: pues el otro cuarto - 111 - lo ocupaba Pablo con su familia. El Júnior, acató por bien hecha la invitación de su primo, y hasta pareció estar de acuerdo a convivir bajo de aquel techo; pero por la madrugada que reposaba sobre de una colchoneta con cierto confort: pensó en la molestia y los gastos que ocasionaría --y. Nomás entrando el primer albor por el techo con láminas de cartón; se levantó, y salió sigilosamente. Pablo ya era el chófer de un camión carguero, y necesariamente tenía que hacer constantes viajes al exterior de esa ciudad; y como Júnior tampoco quiso andar de machetero con el primo ya casi no se veían. Y aunque se quiera o no el tiempo corre de largo sin hacer ruido ni detenerse por un solo segundo para respirar un poquito. Y muy pronto, antes de que se lo esperara el Júnior fue de nuevo invitado por Pablo, para que los visitara y pasara con ellos la celebración navideña; el otro aceptó: Y quedaron de verse en una semana más, para la cena y el brindis de susodicho acontecimiento. Alberto Júnior ya estaba muy consumido por el alcohol, y frecuentemente se le oía decir al viento en voz alta --“salí por aire de la ciudad, y regresé a la misma ciudad casi bajo tierra”. Poco después de hablar con Pablo, Júnior tomó un poco más de la cuenta, pues aparte del dinero que tuvo gracias a las manos de aquél; por igual le dio en rematar la chamarra y la camisa de franela que obtuvo del mismo primo. Finalmente, aquel derroche fue una fatalidad, puesto quedó tirado con pura playera y un gastado pantalón; y profundamente abrazado a Morfeo con ¼ Zeta. Muerto por hipotermia. --Pablo, tenía un itinerario de viaje mucho más largo; nomás que a las últimas horas quien era su amo y dueño del camión le ordenó regresar luego - 112 - a la ciudad: para que llevara otra carga. Volvió, y ya por la tarde, cuando tuvo suficiente apetito fue a comer al mercado; buscó a su primo pero como no lo encontró entró a la cocina. Para entonces al verlo la doña del local, le sirvió rápido la comida corrida; y cuando terminó éste. Al tiempo de que le cobró le comentó: “Que muy temprano, murió un hombre que a veces le ayudaba a él; y que fue porque ya muy borracho se quedó dormido y sin cobija a media banqueta”. Por la descripción final que le dio la cocinera a Pablo, éste en seguida imaginó que podría haber sido su primo quien murió. E inmediatamente se fue hablar con su patrón, y seguidamente se fue a la morgue --identificó el cadáver que por un poco más se hubiera ido a la fosa común, así como una basura o un pordiosero más. Como de costumbre Pablo andaba muy apurado económicamente, por lo que se vio empujado a ir pidiendo limosna para enterrar a Júnior. Y con la novedad, que al andar Pablo de un lado a otro, se hubo hallado al hijo del Sr. Roberto Landa; aquel quien era socio del banco. El banco que estaba en el terreno donde fue la casa de Alberto Júnior con sus padres. “Este hombre pudiente se paró en un alto. Pues iba al volante de una bonita camioneta del año: Pablo aprovechó para decirle a propósito sobre lo del fenecimiento de Júnior; y de favor le pidió una limosna. Aquel soberbio hombre, no se conmovió un ápice; sino mortificado buscó en el cenicero algún cambio cual extendió a Pablo, las 3 monedas de 10 pesos que encontró, diciéndole orgulloso --con esto bien que te alcanza para unas veladoras-- marchándose… dejando paralizado a Pablo quien apenas iba a darle las gracias”. - 113 No fueron los Landa, “como lo hubo esperado el póstumo hombre, sino fueron los García que a como pudieron sepultaron a Alberto Júnior. Pues le compraron un cajón de pura madera, sin pintar y sin ventana: pero en el panteón sobre del bordo de tierra de su sepultura, clavaron por la cabecera una crucecita de amor y de madera --símbolo del árbol de la vida, para el renacimiento material de su polvo sobre la tierra, y para el renacimiento de su alma en los cielos”. FIN. - 114 - ÍNDICE TRIÁNGULOS……………………………… 1 NEO BARRIO………………………………. 44 DESTINO…………………………………… 72 - 115 -