Imágenes extremas de mujeres a través de la
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Imágenes extremas de mujeres a través de la
IMÁGENES EXTREMAS DE MUJERES A TRAVÉS DE LA COMBATIVIDAD Y DE LA RESISTENCIA Sábado 3 de marzo de 2012 Matadero, Madrid. Nave 16 A Organizado por la Fundación Lydia Cacho Subvencionada por el Ministerio de Cultura DOSSIER DE PRENSA El sábado 3 de marzo de 2012 tendrá lugar en el espacio cultural Matadero de Madrid, en la nave 16 A la actividad Imágenes extremas de mujeres a través de la combatividad y de la resistencia. Cercana a la celebración del día internacional de las mujeres, son las artistas las que vendrán a recuperar un espacio considerado tradicionalmente patriarcal como han sido los mataderos. Fue en estos espacios donde las primeras artistas feministas estadounidenses de los años setenta del siglo XX empezaron a hablar de la violencia ejercida sobre el cuerpo de las mujeres de la mano de Judy Chicago y Miriam Schapiro, un lugar donde además se concienciaron del abuso al que cuerpo femenino ha estado sometido por parte del patriarcado, el mismo que ha considerado que los animales representan los vicios y las virtudes femeninas, ligados a la creencia negativa de la naturaleza animal de las mujeres. Las mujeres artistas que presentamos a continuación parten de un determinado método de conocimiento desligado de la ideología sexista en cuyo recorrido son las protagonistas, como sujetos que estudian y sujetos estudiados, con conciencia política sobre la desigualdad femenina, cuyos conocimientos y representaciones, tienen como fin eliminar su condición de subordinadas. Partiendo de esta liberación, todas ellas han plasmado sobre su propio cuerpo su necesidad de hablar, de pensar y de actuar y éste ha servido de soporte no sólo para opinar sobre los temas que condicionaban su situación femenina como la sexualidad o la maternidad, la primera escindida y la segunda obligatoria, sino que han convertido su arte y su cuerpo en una plataforma para denunciar los abusos del fascismo, la violencia de género y el feminicidio. Por este motivo, ellas han utilizado su cuerpo sin limitaciones porque las limitaciones únicamente eran establecidas por el patriarcado. Ellas son el cimiento mismo de la representación al convertirse su cuerpo en un espacio físico y en un soporte real sobre el que hablar de temas antes jamás tratados, mediante un nuevo discurso en el que ellas dominan. Convertidas en sujetos con conciencia propia, y dispuestas a dejar de ser inefables e indescriptibles, como Lacan las consideraba, sus trabajos constituyen un desafío constante a la ideología dominante al plasmar sobre su cuerpo, convertido en territorio de resistencia, las atrocidades a las que el patriarcado ha sometido a las mujeres. Sus trabajos por tanto, constituyen una irreverencia conseguida a través de unas imágenes extremas, adjetivo aplicado aquello conocido como lo más intenso, cuya herramienta: el cuerpo, tiene la capacidad de herir, de suscitar, de provocar y de hurgar en nuestros tabúes. Unas imágenes en las que se indaga en los límites del arte corporal, las cuales expresarán un afecto del ánimo, la alegría o el dolor. Es por ello por lo que sus cuerpos son primordiales porque a través de los mismos, no dejarán indiferente a nadie ya que son sus obras pequeños actos de resistencia y de denuncia dentro un contexto que las oprime. Y eso significa combatividad. Mediante una mesa redonda en la que se establecerán conversaciones de la mano de las teóricas Rocío de la Villa e Irene Ballester Buigues, de la artista y teórica Lorena Amorós y de la artista y activista Lorena Wolffer en torno a las imágenes extremas y su función de agitar conciencias, se dará paso a la visualización de cuatro videos que ilustran esas imágenes extremas y el desafío que constituyen. La chilena Janet Toro (Osorno, sur de Chile, 1963) nos presenta su trabajo El cuerpo de la memoria realizado en el marco de la II Bienal de Arte Joven “Ala Sur” del Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile en 1999 y compuesto por un total de noventa performances e instalaciones. Presentado por primera vez en España, a través del mismo nos adentraremos en el doloroso tema de las torturas chilenas durante la dictadura de Pinochet. Para ello entrevistó durante más de seis meses a supervivientes de las cárceles de la dictadura que habían sido torturados y torturadas y llevó a cabo una investigación sustentada en la información publicada por la Comisión Nacional de Derechos Humanos y la Vicaría de la Solidaridad, por lo que la artista pudo llegar a sintetizar sesenta métodos de tortura que se llevaron a cabo en Chile. A pesar de no saberse a ciencia cierta el número de mujeres torturadas en Chile en el período de la dictadura, éstas fueron sometidas a la desnudez forzada, insultadas, sometidas a descargas eléctricas, incluso embarazadas (....) fueron abusadas sexualmente, violadas, a través de métodos empleados, a grandes trazos, similares a los de los hombres torturados, pero con consecuencias muy distintas, pues a muchas de ellas se les practicaron abortos en clínicas clandestinas, otras fueron esterilizadas y otras tuvieron a sus hijos como fruto de la violación Janet Toro, El cuerpo de la memoria, 1999. Fotografía de Ximena Riffo Ante la reacción de indiferencia que la mayoría de la sociedad chilena había tenido desde el plebiscito de octubre 1988 organizado por la dictadura militar a través del cual se decidió que Augusto Pinochet no seguiría en el poder hasta 1997 y ante las informaciones que cada día emergían sobre la dictadura y los métodos de tortura a los que fueron sometidos los detenidos en las cárceles ilegales establecidas por todo el país, Janet Toro decidió convertir su cuerpo en un cuerpo de denuncia a través del cual llevar a cabo un arte de compromiso con el ser humano, con su fragilidad, con su sensibilidad y con su dolor. Éste era su único lenguaje y llevarlo al extremo, era la manera de exponer el dolor por el que tuvieron que pasar las personas que fueron torturadas. Sólo así Janet Toro podía expresar lo que sucedía en su interior y en la sociedad al convertirse en una artista crítica, interesada en los problemas existenciales, sociales y políticos del ser humano. Teresa Serrano (México D. F., 1936) denunció en su trabajo esas muertes consideradas menos importantes por una sociedad patriarcal, racista y clasista. En el año 2003, de un modo frío, directo y estremecedor, nos introdujo en la situación que viven las mujeres víctimas del feminicidio de Ciudad Juárez (México) al presentar un video que llevaba por título La piñata en el que una mujer maniquí convertida en piñata que pende del techo, es golpeada brusca y continuamente por un hombre hasta que la rompe, cuya brutalidad del acto esparce el cuerpo desmembrado de la muñeca por el suelo. Teresa Serrano, Video still La piñata, 2003 Teresa Serrano, ante el estallido de la piñata que nos hace estremecer, presenta una realidad patriarcal: el feminicidio y la violencia de género como práctica anclada en los patrones misóginos. La piñata representa a una mujer objeto, joven, entre unos quince y veinticinco años, como la edad media de la mayoría de las víctimas, de tez morena, de pelo largo negro y liso, características físicas que se corresponden a las de las víctimas del feminicidio. Lleva puesta una minifalda, una falda corta que fue la excusa para que la policía considerara, al inicio de las investigaciones, que las mujeres habían provocado a sus asesinos por ser prostitutas. El narcotráfico, la delincuencia y las maras han utilizado los cadáveres de las mujeres víctimas del feminicidio en Guatemala para intimidar el gobierno a través de mensajes escritos. Los mensajes más repetidos fueron «La pagaste perra», «Una perra menos» “ o «Muerte a las perras» por lo que bajo el título de Perra, Regina José Galindo (Ciudad de Gautemala, 1974) en la performance realizada en 2005 en la galería Prometeo de Milán, vestida de luto riguroso, sin maquillaje, en honor a las víctimas del feminicidio, se sentó sobre una sencilla silla metálica y rasgó con un cuchillo sobre la piel de su pierna izquierda esta palabra, con total valentía, sin que la mano le temblase. Regina José Galindo, Perra, 2005. Prometeo Gallery di Ida Pisani, Milano La sangre empezaba a brotar de esta herida autoinflingida que quedaría rasgada para siempre en su piel, como un grito de denuncia frente a la criminalización que sufren las mujeres víctimas por parte del Estado, quien las ha acusado de pertenecer a estas maras o a bandas de delincuencia juvenil, por lo que si el cuerpo de una mujer aparece rasgado con este tipo de insultos, ni la policía ni la justicia investigan el caso, a pesar de que siempre son antes violadas o sufren alguna mutilación sexual, saña que no existe en los cuerpos masculinos. Para la realización de la performance Anti-dog, Alicia Framis (Barcelona, 1967) eligió en Madrid la fachada del Museo Reina Sofía donde llevó a cabo una reflexión sobre la violencia contra la mujer, transformando el exterior de dicho museo en una pasarela donde las modelos desfilaron, desde la galería Helga de Alvear hasta la fachada de entrada al museo, veintitrés vestidos realizados con twaron, un tejido dorado anti-bala, ignífugo y resistente a las agresiones de los perros, diseñados cada uno por un modisto diferente, uniendo de este modo la moda con el arte político. Ese aire futurista que envolvía la performance, venía acompañado por frases tan contundentes que portaban las modelos en sus vestidos de cinco metros de cola como «Belleza contra puños» o «Belleza contra agresiones», en un año, el 2002, en el que en España hubo 52 casos de mujeres víctimas del feminicidio. La idea de diseñar trajes contra la violencia de género surgió contra la intención de subvertir la idea de que las mujeres feministas tienden a seguir prototipos masculinos, en vez de femeninos. Esa misma idea de prototipos es la que permitió que Alicia Framis visibilizara la violencia de género ya que conocemos prototipos de vestuario creados para determinados tipos de males, porque del mismo modo que la sociedad está acostumbrada a la presencia de chalecos antibalas, deberíamos estar acostumbrados y acostumbradas a trajes contra la violencia de género, ya que los datos de mujeres muertas por la violencia feminicida, superan en España a los muertos por el terrorismo de ETA. Desde el 28 de junio de 1960, ETA ha asesinado a 857 personas, muertes que suponen una media de 16.8 homicidios al año. Sin embargo, tan sólo desde 2003, año en que se unifican las estadísticas por violencia de género, el machismo ha asesinado en España a 545 mujeres en el ámbito de la relación de pareja, es decir, un 68.1 de media anual. En los últimos cinco años el terrorismo ha matado a 12 personas, mientras que la violencia feminicida ha acabado con la vida de 345 mujeres, y sólo hay dos años, 1979 y 1980, con 86 y 93 víctimas, en que ETA ha matado a más que la violencia de género. La tarde será abierta con la presentación de dos performances en directo. Mientras dormíamos: el caso Juárez, será la primera performance realizada entre 2002 y 2004 en la que Lorena Wolffer (México D. F., 1971) abordará directamente el tema del feminicidio. A través de su cuerpo, Lorena Wolffer denunciaba los trágicos eventos de esta ciudad fronteriza y la pasividad de la justicia y el país ante tales hechos. Su cuerpo se convertía en vehículo de conocimiento sobre las atrocidades que se cometieron en los cuerpos de las víctimas, dejando atrás lo genérico que significa las muertas de Juárez, lo cual todavía conlleva más indiferencia cuando sólo los familiares pueden enterrar de las víctimas una osamenta que se corresponde con un número. Lorena Wolffer, Mientras dormíamos: el caso Juárez, 2002-2005. Fotografía de Martín L. Vargas Con la intención de dignificar el cuerpo de todas las víctimas, Lorena Wolffer se presentaba ante el público que accedía a la sala, acostada sobre una tabla de morgue bajo una atmósfera en penumbra. Con una redecilla que cubría su pelo y vestida, en recuerdo a la mayor parte de las víctimas del feminicidio, con el uniforme que las mujeres maquiladoras llevan durante su trabajo en las grandes multinacionales, su pantalón aparecía colgando de una pierna mientras que su camiseta y su chaqueta, subidas por la artista, semejaban arrancadas con violencia junto a su sujetador, casi a la altura de sus hombros. Con una mirada fría y con sus manos cubiertas por guantes de látex, un plumón quirúrgico era el instrumento con el que se servía para señalar sobre su piel los golpes, los cortes, los tiros y las mutilaciones que estas mujeres sufrieron hasta el final de su vida, siendo previamente descritas las torturas por una voz en off, perteneciente a desconocidos o a familiares de las víctimas, que enumeraban uno tras otro los casos de las cincuenta mujeres. Con esta perfomance, Lorena Wolffer estaba realizando un acto de denuncia al informar sobre una realidad que muchos desconocían. Con su trabajo daba a conocer las malas condiciones laborales de estas mujeres obreras de las maquiladoras fronterizas, víctimas de la globalización y del Tratado de Libre Comercio de Estados Unidos (NAFTA), así como de la realidad de la mujer mexicana en general, donde la violencia hacia la misma es aceptada. El año 2006 fue el año en el que la artista Nieves Correa (Madrid, 1960), a través de la performance Till doomsday (Hasta el día del juicio), denunció la violencia de género mediante el hecho de sacarse de los bolsillos de sus pantalones barras de labio como años tuviese, artículo de cosmética ligado a las mujeres, aunque no siempre haya sido así, fijándolos poco a poco en la pared para proceder, después de quitarse la camisa, separarse de las mismas unos diez metros con sus manos esposadas a la espalda y lanzarse de un modo extremo contra las barras que dejarán unas manchas rojas sobre su pecho, sinónimo de violencia física sobre su cuerpo y violencia psicológica sufrida en su mente. Nieves Correa, Till doomsday (hasta el día del juicio), IVAM, València, junio, 2008. Fotografía de Joan Casellas. Arxiu Aire Este es un acto de naturaleza catártica y de reivindicación feminista extremo, cuyo protagonista es el cuerpo femenino como lienzo de expresión y que tiene como fin liberarse de la naturaleza opresiva y constreñidora de la violencia patriarcal sufrida en silencio por las mujeres, de cuyo torso desnudo de la artista, marcado por la violencia extrema de sus actos, simulando estar ensangrentado y golpeado, procede a escenificar una historia que transcurre diariamente. Todas estas artistas han tenido la capacidad de subvertir la imagen de las mujeres apropiada por la mirada masculina, sustentada en la falacia bíblica de que la mujer fue creada para el placer del hombre, y se han empoderado a través de la combatividad y de la resistencia para hacer frente a la misoginia como ideología que sustenta el patriarcado, aún siendo el estado español y Latinoamérica, zonas en las que el movimiento feminista emergió lentamente y con cierto retraso, propio de unas sociedades tradicionales. El hecho de que estén presentes en este evento tanto artistas latinoamericanas como españolas, nos permitirá establecer un diálogo a través del cual, se de a conocer que el feminicidio, no es sólo un problema del mal llamado tercer mundo, sino que en España, como en Latinoamérica, hay mujeres artistas que han cobrado conciencia ante esta situación y han hecho un arte a favor de los derechos humanos de las mujeres, vulnerados tanto en tiempos de conflicto armado como en tiempo de paz. Irene Ballester Buigues Doctora en Historia del Arte por la Universitat de València Dirección: Irene Ballester Buigues Coordinación técnica: María Noguerol Carmena Secretario Fundación: Ignacio Marba Subvencionado por: Agradecimientos: Galería Helga de Alvear. Colección particular Helga de Alvear.