1 - Biblioteca Virtual del Principado de Asturias
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CONSEJERÍA DE EDUCACIÓN Y CULTURA DEL PRINCIPADO IN STITU TO DE ESTUDIOS ASTURIANOS (c. s. i. c.) BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS N.° 117 AÑO XI OVIEDO Enero Abril 1986 S U M A R I O Págs. Secular historia del H ospital de C aridad de Luarca, por J. E. Casariego. 3 E l Sella, sometido a prueba, por Eutimio Martirio ..................................... 11 E l concejo de V aldés, según el Catastro de la Ensenada.— II. (L a parro quia de San Juan de M uñas), por Ramona Pérez de Castro .......... 29 L in a je y naturaleza del pintor Carreño M iranda, conferencia pronun ciada por M arino Busto ........................................................................... 57 Jovellanos visto por su contemporáneo y amigo M anuel M aría de A cevedo y Pola, por Perfecto Rodríguez Fernández ................................. 73 ^ L o s vadinienses, por Marcos G. Martínez .................................................... 125 Aportación a la biografía de Rosario de Acuña, por Luciano Castañón. 151 o-Ante la hermenéutica de dos cuevas con arte rupestre del ámbito cántabro-aquitano.— L a s H errerías (Llanes, Asturias) y L e Cantal (C a brerets, Lot), por José M . Góm ez-Tabanera ......................................... 173 Tres poesías desconocidas de Leopoldo Alas, por David Torres .............. 201 P eñ alb a y R ip o ll: dos m onasterios en la España del siglo X , por Sera fín Bodelón ................................................................................................. 207 Ideas educativas de Jovellanos, por Martín Dom ínguez Lázaro .............. 217 - L a s cerám icas de la cueva de la Z u rra (Purón, Llan es), por Pablo Arias Cabal, Carlos Pérez Suárez y Antonio Trevín Lom bán ...................... Em igración asturiana a U ltra m a r y arquitectura.— Parte I : 235 L a em igra ción, por Covadonga A lvarez Quintana ................................................ 243 A proxim ación al abadologio de Sta. M aría de Valdediós, por Leopoldo González Gutiérrez .................................................................................. 2?1 Francisco B ern ardo de Quirós, un autor del siglo X V I I recuperado, por Francisco Serrano Castilla ...................................................................... -L a 301 cerámica m edieval en fortalezas y castillos asturianos.— (Peñón de Raíces y Castillo de Tudela), por Manuel Encinas Martínez .............. 307 CONSEJERIA DE EDUCACIÓN Y CULTURA DEL PRINCIPADO IN S TITU TO DE ESTUDIOS ASTURIANOS (c. s. i. c.) BOLETIN DEL INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS N .° 117 AÑO XL OVIEDO Enero Abril 1986 Depósito Legal: O . 43 - 1958 I. S. B. N.: 0020 0384 Im prenta “L A CRUZ” Hijos de Rogelio L a b ra d o r Pedregal G randa-Siero (O viedo), 1986 BOLETIN DEL ESTUDIOS A ño x l INSTITUTO DE A S T U R I A N O S E ner o -A b r il N ú m . 117 SECULAR HISTORIA DEL HOSPITAL DE CARIDAD DE LUARCA POR J. E. CASARIEGO El camino asturiano de herradura era como una aguja de piedra que iba cosiendo tajos o como una sierpe que trepaba o se des colgaba por montañas a la vera de la mar. Tierra en algunos tramos pobre, en ocasiones áspera, pero siempre bella, muy visitada de viajeros de todo el orbe cristiano. Unos viajeros que, durante si glos, fueron tejiendo la gran romería que iba a Compostela después de haber adorado a El Salvador, en Oviedo. Y ese camino costa nero por el que circulaban al año millares de peregrinos, pasaba por una villa llamada Luarca, cuya existencia ya constaba con ese nombre en pergaminos de principios del siglo X (1), cuando albo reaba la romería jacobea y las únicas sendas libres de moros eran las que bordeaban las playas y cantiles del Cantábrico. COMO SE FORMA U N A POBLACION ASTURIANA Muy verosímilmente ya en esas fechas, hace unos mil setenta años, Luarca pudo haber tenido hospital y alberguería para pere grinos. Luarca era entonces sólo dos barrios que colgaban de las rocas y llegaban a los acantilados en las bandas de Levante y Po(1) N o es éste lu g a r apropiado p ara recordar las copias del “L ib ro de los Testam entos” de O viedo y la polémica en tom o al Obispo don Pelayo. 4 J. E. CASARIEGO niente de la boca del río: los barrios del Cambaral y la Pescadería. Poco a poco su caserío fue descendiendo y se hizo muelle sobre la margen derecha. Así nació el Cambaral bajo, llamado después Muelle viejo, a cuyo extremo, por la parte de tierra, se edificó un nuevo templo para la parroquia de Santa Eulalia, parroquia tan antigua que aparece ya citada en el dicho documento del siglo X. Más tarde, estos barrios se extendieron cubriendo las marismas a orillas del río y dando lugar al arrabal «de las plazas» y de las calles luego de la Zapatería, la Ferrería y el Lobo. Y para prote gerlas se levantaron unas fortificaciones almenadas que dieron nombre a otro muelle interior: el de la Barbacana, amparado por otros baluartes tierra arriba, llamados Torrealtina, la Garita y Torre del Merino. Salvo esta del Merino, hoy truncada, de las otras de fensas medievales sólo queda recuerdo en la toponimia de la villa. El siglo X I I I vio una expansión urbana de Luarca. Fue un siglo de oro de la Cristiandad, especialmente en España, una época de gran progreso y sólidas reconquistas territoriales que aumentaron grandemente la riqueza y el poder de los Reinos cristianos penin sulares. Fue el siglo de Fernando I I I el Santo, el que tomó Córdoba y Sevilla y con ellas tres cuartos de toda Andalucía más el Reino de Murcia. Fue el siglo del desarrollo de la Marina de Castilla a impulsos de la guerra y el comercio. Pero, sobre todo, fue el siglo de una verdadera eclosión cultural que representó y dirigió Alfonso X el Sabio, el cual supo engarzar en Toledo las grandes tradiciones intelectuales de Oriente y Occidente. Fue también, al menos en teoría e intención, el siglo de la Jurisprudencia y la Justicia, del alto pensamiento jurídico-político representado por la magna obra de Las Partidas, que es la más valiosa y completa creación en orden al Derecho de todo el medievo europeo, e igualmente el del intento de una unificación legislativa con el Fuero Real. Y para hacer la unidad de destino de España, fue también aquella centuria, la de Jaime I de Aragón, el gran monarca catalán que reconquistó para la Cruz, Valencia y Baleares y contó (como el castellano) con una Corte de sabios y artistas. España marchaba hacia adelante. Dentro de ese desarrollo tan completo, Luarca alcanzó mejoras materiales y legales: sus nacientes industrias de tabla-duela, sala zones, fierros, calceterías, etc., empezaron entonces a tomar impulso y a crear un comercio. En aquellos barrios colgados de las peñas y ganados al río, existía ya una población estable y laboriosa de gentes de mar, propietarios y traficantes, anticipo de una burguesía que en otras partes del Reino hacía poco había sabido ya ganar una representación en las Cortes. Luarca, como otras villas de Asturias, SECULAR HISTORIA DEL HOSPITAL DE CARIDAD DE LUARCA 5 era ya una población real que aspiraba a ser una Pobla por Ley y con Ley propia. Se estaba creando, pues, una clase urbana que necesitaba de paz y protecciones jurídicas, cuyos intereses estaban en pugna absoluta con los de los señoruelos sin señorío legal que en campo abierto vivían alborotadamente, egoistamente, desposeyendo mu chas veces a los aldeanos de sus frutos y a los traficantes de sus mercaderías. LA LEY Y E L ORDEN DEL FUERO A mediados del siglo X III, Luarca era una villa pescadora, artesana, mercante, con un puerto y armadores incipientes, que tuvo alientos para enviar un navio a la flota de Bonifaz, aquella que remontó el Guadalquivir y tomó Sevilla el año 1248. Y ese nuevo núcleo humano que podría llamarse de hidalgos-burgueses, que representaba el orden, el progreso y la riqueza, frente a las turbu lencias anárquicas de los pseudoseñoruelos rurales, logró del Rey Alfonso X, en 1270, un estatuto jurídico o Carta de Fuero con la Ley del Fuero de Benavente adaptado a sus realidades marítimas. Y así, en ese texto, se habla de navios, de mercancías, de pesquerías y caza de ballenas. Y en él se fijan los límites del Concejo, el Con cejo de Valdés, con su Ayuntamiento rector y su cabecera en la Pobla de Valdés, o sea en aquella misma villa de Luarca que apa rece citada en el documento del siglo X. En su propia letra, el Fuero de Luarca explica cómo el Rey protegió a los luarqueses de las tropelías de los malandantes: « los homes de la tierra de Valdés senos enbiaron a querellar muchas veces, que rescebian muchos males e muchos tuertos de caballeros e de escuderos e de otros homes mal facedores que les rrobaban e les tomaban lo suyo sin su plazer». La finalidad de la Ley de Fuero se explica también en sí misma: « les facer [a los vecinos] bien e mercé para que la tierra sea m ejor poblada e se mantenga más en justicia». Las referencias a la in dustria pesquera y al comercio exterior son terminantes al aludir al portazgo o aduana de «los otros Nabios que vinieren de fuera p a rte...» « e los pobladores de esta Pobla [Luarca] y su alfoz pueden pescar libremente por la mar y non den portazgos nin derechos de lo que pescaren con los sus Nabios». Este documento lleva data del 29 de mayo de 1270, hace más de setecientos años. 6 J. E. CASARIEGO HOSPITAL PARA UN PUEBLO Y PARA UNA HUMANIDAD CAM INANTE Luarca tiene en el siglo X I I I puerto, población sedentaria y una constante afluencia de extranjeros de tránsito, que son los peregri nos. Y, entre otras instituciones, cuenta con un Hospital, en este caso, Hospital en la doble acepción de la palabra: de casa para curar enfermos y de albergue para acoger viajeros (peregrinos pobres que no pueden pagarse su posada). Así pues, Luarca cuenta con un Hospital, verosímilmente desde el siglo X y, ciertamente, desde el siglo X III. En el siglo XV se sabe que este Hospital ocupaba dos edificios de la calle de la Iglesia y que fue ampliado gracias a una donación del notorio caballero luarqués Alonso Rico. Era muy frecuente que las familias luarquesas de los siglos X I I I a principios del X IX , dejasen mandas o legados para tan caritativo estableci miento y también para el hospital-lazareto de Barayo, que aunque situado en el Concejo de Navia, pero a pocos metros del límite del de Valdés, se le consideraba como institución luarquesa. Así, en numerosos testamentos valdesanos figuran mandas para «los malatos de Barayo». Digamos de paso que también con mandas y donativos se creó en el siglo X V una cátedra regular de latinidad y humanidades que llegó a alcanzar cierta notoriedad en el Occi dente asturiano y sirvió, siglos después, de antesala para pasar a la Universidad ovetense. Se conocen referencias de viajeros, peregrinos a Compostela, que aluden a Luarca, con menciones a su situación y hospitalidad. Son varios, sobre todo a partir del siglo XV. Pueden recordarse al caba llero Antonio Lalaing, Señor de Montigny, flamenco; a Bartolomé Fontana, italiano; a Jacobus Soviesky, polaco; a Guillaume Manier, galo; al ingeniero Salandro, genovés, y las indicaciones detalladas del curioso y completo itinerario francés de Jouvin, del siglo X V II. Por ellos sabemos la existencia del famoso «puente temblón», situa do en la propia Luarca o en sus inmediaciones por los linderos con el Concejo de Pravia; las posadas de buen yantar y el Hospital. Al ocurrir la guerra de la Independencia (1808-1814), Luarca contaba con un buen Hospital, convertido en establecimiento mi litar del Ejército asturiano, que se amplió con abundantes donativos de locales, camas, ropas y otros efectos. Por cierto que su director fue un notable médico de mi apellido: el Licenciado don Cayetano Blanco Casariego, que era autor de un valioso trabajo sobre enfer medades de los nervios ópticos (amaurosis) y de análisis de las aguas de algunos balnearios de la región. Este Blanco Casariego tuvo un fin heroico: ya anciano, en 1834, al sobrevenir la famosa SECULAR HISTORIA DEL HOSPITAL DE CARIDAD DE LUARCA 7 peste colérica, y pese a estar exento de prestar servicio por su avanzada edad, fue voluntariamente a visitar y atender coléricos de Oviedo, y allí murió contagiado por el terrible mal. En 1822, con motivo de un curioso proceso instruido a causa de la presencia en Luarca de un extravagante que decía ser un enviado de Dios y que trató de embaucar a algunos aldeanos, se tienen noticias directas del Hospital en el que aquel individuo fue internado y sometido a observación facultativa. Tenía entonces el establecimiento camas, lavandería, portería receptora, tina para baños, local para la hospitalera y algún instrumental de cirugía procedente de la época de la guerra. El procesado, por su intento de sustituir a la Divinidad reconocida, se llamaba Juan Francisco Fraga, era un maniático obsesivo, natural de Vivero de Galicia, de 51 años, que había recorrido gran parte de Europa y hablaba ita liano, francés y algo de latín. Se le envió a su tierra de Vivero para que fuese debidamente internado en un manicomio. Así terminó aquel Fraga-Dios, curioso personaje divino y gallego a un tiempo. En 1838, a causa del «inmenso latrocinio» que fue la desamor tización, el Hospital luarqués perdió sus legítimos bienes con sus rentas y tuvo que disminuir en más de la mitad sus camas y servi cios, pues quedó reducido a vivir de las limosnas de las almas caritativas. Poco después, hacia 1844, con el torpe pretexto de unos supuestos abusos, pero principalmente por el encono de las luchas políticas internas entre progresistas y moderados, cerró sus puertas con la promesa de que sería enseguida reorganizado. Mas la verdad fue que no se reorganizó hasta medio siglo después. Y los pobres de Luarca se quedaron reducidos a una mísera asis tencia municipal de médico y botica, poco efectiva. Unicamente durante el período 1854 y años siguientes en que desempeñó la Sanidad municipal el ilustre médico don Ricardo M. Piedra Casa riego, se experimentó alguna mejora. Era éste un facultativo de verdadero talento y estudios, que con frecuencia realizaba viajes por Francia e Inglaterra para conocer los adelantos de su profe sión. Parece fuera de duda que él fue quien realizó, en una especie de clínica particular que tenía en Luarca, la primera operación de ovariotomía que se hizo en España, año 1861. 8 J. E. CASARIEGO E L NUEVO HOSPITAL DE CARIDAD Luarca permaneció cincuenta años sin hospital. En 1894, una benemérita señora llamada doña Bernarda Anciola, más conocida por la «X arria», dejó un legado de cuarenta mil pesetas y diversos efectos para fundar un Asilo de ancianos. Esto removió la necesidad de restaurar el Hospital, creando un nuevo Hospital-Asilo. Se abrió para ello una suscripción en el periódico «La Voz de Luarca». El Ayuntamiento contribuyó con diez mil pesetas; los vecinos don Ra món Asenjo, doña María G. Trío, don Manuel García Fernández y don Gil Rico, cada uno con cinco mil pesetas, en total treinta mil pesetas, que unidas a las cuarenta mil de doña Bernarda Anciola, montaron un capital inicial de 70.000 pesetas, cifra estimable para la época, que enseguida se vio incrementada por la contribución de gran número de vecinos. Se realizaron las primeras obras en unos solares adquiridos en el barrio de Villar, dos pabellones exteriormente gemelos, uno para Asilo y otro para Hospital, separados por una torreta donde estaba la capilla y algunos servicios. Las obras costaron cincuenta y ocho mil pesetas. Se compraron camas, ropas, muebles, instrumental médico y utensilios necesarios. Se nombró director facultativo al prestigioso médico local don Ceferino Rodrí guez, que era un oculista formado en Madrid y en París, que gozaba de justo renombre en toda la provincia; le auxiliaban dos médicos más y se nombró también un boticario y un capellán. Un grupo de entusiastas señoras y señoritas luarquesas se encargó, con caridad cristiana, de la atención a los primeros enfermos, secundadas por varias criadas-hospitaleras. Enseguida llegaron las Hermanas de la Caridad. El establecimiento quedó bajo la advocación de María Inmaculada. Alguien propuso que en el frontispicio del edificio nuevo se esculpiese la vieja frase «V irtu s in infirmitate perfecitur» (La virtud se perfecciona con la enfermedad), que figuraba en el antiguo. Pero ya terminadas las obras no se llegó a grabar tan clá sico aforismo. Debe decirse que durante el siglo X IX , tras la desamortización, la Sanidad provincial asturiana no andaba mucho m ejor que la local luarquesa. También la política desamortizadora que hizo «más ri cos a los más ricos y más pobres a los más pobres», arruinó los viejos y mal organizados hospitales ovetenses y de otras poblacio nes. Una ley dispuso la creación de hospitales provinciales. El de Asturias, en Oviedo, consistió en amontonar unas cuantas camas en el saqueado y destartalado antiguo convento de San Francisco SECULAR HISTORIA DEL HOSPITAL DE CARIDAD DE LUARCA 9 (donde hoy está el Palacio regional, calle Fruela). Entre convento y hospital hubo allí cuartel fortificado que tomaran los carlistas en 1836. Así quedó maltrecho el gótico edificio. Oviedo, para vergüen za del régimen dominante, no tuvo un Hospital moderno hasta 1894 en que empezó a funcionar un nuevo edificio construido para Hos pital-Manicomio, capaz de 440 camas, que costó 578.000 pesetas. Como se ve, el proceso hospitalario ofrece cierto paralelismo entre Oviedo y Luarca, incluso en las fechas. POR EL AMOR DE DIOS Desde finales del siglo X IX hasta no ha muchos años, el Hos pital luarqués, aunque pasó apuros, pudo ir viviendo y progresando. En ocasiones recibió valiosos donativos, todos de luarqueses resi dentes en la América hispana, como por ejemplo los de los herma nos García Fernández (los «Pachorros») y los de don Ramón García. Durante ese período se construyeron nuevos pabellones para en fermos infecciosos, cirugía, laboratorio e higiene y otros servicios. Allá por el final de la década del 20, se nombró cirujano a un mé dico muy capaz y laborioso, don Jesús Landeira, el cual modernizó y dio impulso y prestigio al establecimiento. Entonces al sostenimiento de tan ejemplar institución contri buían casi todos los luarqueses. Recuerdo que mi abuelo pagaba 15 pesetas al mes, que era una cuota alta, pues permitía costear una cama durante tres o cuatro días. La mayoría de los abonos eran entre dos y cinco pesetas mensuales. Pero había muchos po bres que pagaban un real o dos al mes y hasta se contaban los del perrón (moneda de cobre de diez céntimos). Y conste que gran parte de los donantes no esperaban recibir nunca ningún beneficio, pues se trataba de un «Hospital de Caridad» sólo para «pobres de solemnidad», como se decía entonces con frase muy tradicional y expresiva. Había también numerosos donativos en especies, como el de un almacenista de carbón para vapores, que regalaba dos o tres to neladas al año con destino a las cocinas y estufas. Los aldeanos «fuertes» entregaban un carro de patatas y los demás sus cestinas de patatas, cebollas, etc., o su docena de huevos o una « pita pal caldo de los vieyinos», y los pescadores generalmente muy pobres, daban, cuando podían, su cuarterón de sardinas (veinticinco) o unas botonas, fanecas o barbadas para los convalecientes. En los primeros años, cuando la escasez apretaba, las Herma nas tocaban de cierto modo la campana, se corría la voz y la gente acudía con los socorros, incluso con viandas ya guisadas. Luego, 10 J. E. CASARIEGO el capellán en la misa, daba las gracias a todos los que tal hacían «por amor de Dios a los pobres». Y hubo más de un capellán que renunció a sus míseros estipendios a beneficio de los acogidos. ¡Qué tiempos aquéllos! Existía también un Colegio-Asilo que, si no legal, sí espiritual mente formaba parte del Hospital-Asilo. En él cien niños y cien niñas pobres recibían diariamente medio kilo de pan cada uno, gracias a un legado del bienhechor del Colegio, don José García Fernández. Con otros legados y suscripciones se sostenía una «can tina escolar», que en las Escuelas nacionales (llamadas de baldre, o sea gratuitas) daban desayuno a los niños necesitados. Con igua les aportaciones funcionaba la «Cocina Económica», patrocinada por varias señoras, entre ellas mi abuela, que facilitaba raciones a diez, quince y veinte céntimos, o gratuitas con vale. Y todo eso se hacía «p or el amor de Dios». Verdad es que algunos barajaban entre sus buenas acciones la palabra filántropo, que era un termi nacho pedante sacado del griego con cierto tufillo liberal y masó nico. Ciertamente la institución hospitalaria luarquesa formaba parte de una sociedad en la que todavía quedaba algo de patriarcal, con sus defectos y sus virtudes a cuestas. El Hospital estaba a cargo de una junta de gobierno o patronato elegido por los vecinos que pagaban donativos fijos o eventuales. Esta dirección-administración era siempre eficaz y de honestidad irreprochable, pues también actuaba «por amor de Dios», sin suel dos, ni gajes, ni trampas. En ella intervinieron, a lo largo de casi un siglo, los vecinos de mayor prestigio. Además de los fundadores ya citados, pueden recordarse al Arcipreste Doctor D. Raimundo Camino, a D. César y D. Godofredo A. Cascos, D. Ramón R. Guate mala, D. Celestino Portal, D. Macario Fernández, D. Ramón García, D. Emilio Blanco y últimamente D. Román Suárez Blanco. En 1952, un incendio destruyó el pabellón de cirugía, que se reconstruyó rápidamente con donativos. Por entonces o algo antes, se instaló la calefacción central y se adquirieron algunos aparatos para realizar la moderna medicina y luego televisores para el recreo de los ancianos. Así el Hospital de Luarca llegó a ser, sin duda, el m ejor que existía desde Avilés y Oviedo a la raya de Galicia, hasta Lugo y Coruña. En todo momento fue una entidad privada con recursos propios. El Ayuntamiento figuraba como un donante más y un puesto en la directiva. La Diputación Provincial, vista su capacidad sanitaria, le alquilaba camas para situar en ellas a enfermos de la zona occiden tal; de ese modo venía a ser, de hecho, el HOSPITAL DEL OCCI DENTE DE ASTURIAS. EL SELLA, SOMETIDO A PRUEBA POR EUTIM IO M ARTINO El año Pasado, 1984, se publicó en esta misma revista un breve trabajo titulado E l Sella bajo la firma de José B. Arduengo Caso (mayo-agosto, p. 555-564). Hasta fines de 1985 no he tenido cono cimiento del referido artículo, por lo que, hasta ahora, mal podía tomar posición sobre el mismo. Dividiremos nuestra exposición en tres apartados: A ) La opinión del Sr. Arduengo, o tesis del Sella pongueto. B ) La tesis del Sella sajambriego. C) Replanteamiento y síntesis. A) LA O PIN IO N DEL SR. ARDUENGO, O TESIS DEL SELLA PONGUETO Al hilo de su presentación, haremos algunas breves observa ciones. Admite, siguiendo la opinión más común, la derivación Salía, Saelia>Sella, y a continuación se pregunta: «¿Qué río es el verda dero Sella?». Hay dos versiones — dice— , la leonesa y la asturiana. Según los leoneses, el Sella nace en la «Fuente del Infierno», cerca del puerto de Pontón, y esta tesis es la que oficialmente se sostiene. Según todos los ponguetos y en general los ribereños del hoy Sella,nace en Cotalvo, en el puerto de Ventaniella, próximo a Sobrefoz (Ponga), Asturias. Permítasenos comenzar a discrepar aquí sobre un dato de la que él llama «versión leonesa», el relativo al origen del río. No son 12 EUTIM IO MARTINO «los leoneses», así en general, los llamados a opinar sobre el origen de este río; sin duda que el mismo Arduengo, al escribir «los leo neses» tenía en la mente a los sajambriegos, a las gentes de Sajambre, municipio al que pertenece la Fuente del Infierno. Pues bien, no es cierto que para los sajambriegos el Sella nazca en la Fuente del Infierno. Más adelante volveremos sobre este extremo, que no es algo accidental, como para el caso lo sería la disputa entre una u otra fuente, sin más, todas pertenecientes a la misma zona. Precisa Arduengo que la tesis leonesa es la que oficialmente se sostiene. Sin duda que se refiere a mapas, folletos de turismo, in dicadores de carrtera, etc., producidos por organismos públicos y que de hecho se ajustan — al menos en lo esencial— a la llamada versión leonesa. Decimos «en lo esencial» porque durante muchos años ha figurado en el puente de la carretera tendido sobre la Rie ga del Infierno, nombre auténtico de aquel caudal, un indicador con el rótulo: «R ío Sella», el cual no le corresponde y sólo consi gue confundir. La polémica entre la tesis asturiana y la leonesa, a que alude a continuación Arduengo, dejémosla en polémica no más. Seguidamente pasa a la exposición de aquella tesis bajo el epígrafe: EL SELLA ES ASTURIANO. Y remacha: «es enteramen te nuestro». El primer argumento a favor es el testimonio de Jovellanos: «E l Sella nace en el puerto de Ventaniella, recoge las aguas del concejo de Sajambre desde Argolivio». Varias observaciones cabe hacer al texto de Jovellanos. No se ríamos el primero que atribuye tal afirmación a un error, apenas comprensible, del esclarecido autor. Pero, sin llegar a tanto, ya los escolásticos decían: Auctoritas tantum valet quantum argumenta. La autoridad de Jovellanos vale tanto cuanto valgan sus argumen tos. Ahora bien, ignoramos (al menos el que esto escribe) los motivos que asistían a Jovellanos para estampar semejante afir mación. Y — lo que resulta más dudoso todavía— no escribe, p. ej., «E l río que nace en Ventaniella se llama Sella... sino que formula de modo excluyente: «E l Sella nace en el puerto de Ventaniella...». Con ello, el onus probandi, la incumbencia de probar lo que se dice, se hace infinitamente más grave, pues habría que demostrar la inexistencia de otro Sella. Todo ello se agrava más por la continuación: «recoge las aguas del concejo de Sajambre desde Argolivio». Estas aguas ¿carecen de nombre? ¿Lo conocía Jovellanos? O ¿es que son insignificantes al lado de las que bajan de Ventaniella? Francamente resulta un E L SELLA, SOMETIDO A PRUEBA 13 poco extraño todo. Pues tampoco el dato final de Argolivio respon de a precisión especial, situado como está varios kilómeros por encima de la confluencia, cuando justo en ella misma se hallan núcleos de población como Santillán o Precendi. Sinceramente, y salvo m ejor opinión, uno duda entre el Jove llanos conscientemente precisa o, más bien, es víctima de una equivocación. Tras Jovellanos aduce Arduengo el Diccionario de Madoz. Este presenta en un lugar al Sella como formado por la unión de los ríos «Ponga, Güeña y Piloña», y añade que «tom a el nombre con que se le distingue en Arriondas». En otra parte, al tratar de Can gas de Onís, dice que el Sella «tiene su nacimiento en los puertos altos, término del ayuntamiento de Ponga». Por otro lado nos describe también el Precendi: «riachuelo en la provincia de Oviedo, partido judicial de Cangas de Onís, el cual nace en la falda septentrional de las montañas que dividen esta provincia de la de León». Concluye Arduengo: «Luego Madoz, el diccionario geográfico de más autoridad, a favor de la tesis asturiana». Sin embargo la interna discrepancia entre el Sella formado en Arriondas y el Sella nacido en Ponga neutraliza, nos parece, la fuerza del testimonio. Ni siquiera la figura del Precendi como río de Sajambre (vamos a dejar lo de riachuelo por agravio compara tivo) basta para decidir las tablas, puesto que no deja de ser compatible con el Sella formado en Arriondas, y no forzosamente nacido en Ponga. En las citas de Madoz se advierte la intervención de distintas manos. Una de ellas, la que presenta el Sella pongueto ¿será inde pendiente de Jovellanos? Mientras ello no conste no hemos añadido nada a Jovellanos. Nada que objetar, por supuesto, contra el hidrónimo Precendi, que Arduengo apoya también recurriendo al Catastro del Marqués de la Ensenada (Concejo de Amieva). Bajo el prometedor epígrafe DOCUMENTOS PUBLICOS Y P R I VADOS el autor se refiere a cierto documento de mediados del siglo pasado, que menciona como límite de una finca de San Juan de Beleño «el Río Sella», cuando se trata del actual Ponga. Y aún alude vagamente a más documentos de San Juan de Beleño. LA TRAD ICION la representa un anciano conspicuo de Sobrefoz, gran lector, quien asegura que hace setenta años, en la escuela, se le enseñaba que el Sella nace en Ventaniella. 14 EUTIM IO MARTINO LA TO PO NIM IA contribuye, por su parte, con el topónimo SELLAÑO, nombre de un pueblo situado junto al actual río Ponga, que implica un Saelia como nombre del río. A nuestro juicio, éste es el argumento de más fuerza, por no decir el único de verdadera fuerza, en la exposición de Arduengo, por su antigüedad, su transparencia y su misma entidad toponími ca. Podemos decir incluso que se basta por sí solo, por lo menos para una época y un lugar determinados. No podemos, en cambio, mostrarnos de acuerdo con el último argumento que apunta el autor como LA RAZON FILOLOGICA. Escribe nuestro autor: «Los filólogos señalan como frontera lingüística el Sella, pero precisamente no lo es el actual Sella, sino el hoy Ponga, otrora Sella, el que realmente es frontera lingüística pues dentro de su cuenca los habitantes de la margen izquierda usan la j y dicen jaba, jacer, jesoria y jiu, y en la otra usan la f y dicen: faba, facer, fesoria, fiu...». El límite entre la /- y la h- lo han establecido los lingüistas — al gunos a través de un intenso trabajo de campo— en las montañas de la margen izquierda del río conocido actualmente como Sella, es decir, el que atraviesa el desfiladero de Los Veyos (1). ¿Cómo se puede lógicamente, sin realizar un trabajo similar al de aquellos autores, negar de plano el resultado aportado por ellos y trasladar la frontera lingüística del Sella al río Ponga? Admitida la línea fijada por estos autores como la correcta, si tuemos el río Ponga con respecto a ella. Como quiera que, en general, aun la izquierda del Sella es «jotista», o sea, que habla con la /-, allí (1) Mz. P id a l había escrito: “El límite de /- y h- hacia las fuentes del río Sella es, pues, un límite estacionario, o casi estacionario” ( Orígenes del espa ñol, 228-229). B asad o en este dato lingüístico, traza m ás tarde Schz. A lbornoz la frontera entre cántabros y astures (D ivisiones tribales, “Bol. A cad , Hist.” , X C V , 331-332, luego incorporado en Orígenes de la nación española, I, 51 s.). P ero A lbo rn o z deja la línea flotante en la zona que nos ocupa: “Pudo m archar con el Sella por el desfiladero de los Beyos, gan ar la cordillera en las cum bres que lim itan a poniente el valle de O seja de Sa jam bre y seguir las cim as de aquélla hasta C ofiñ al; pero pudo también p asar por la serie de m ontañas que separan los valles del Sella y de su afluente el Ponga, del valle del N a ló n ; lleg ar por el cordal de Ponga hasta la cordillera cántabro-astur y torcer desde allí hacia poniente hasta el Puerto de San Isidro y el m enciona do C ofiñ al” ( O rígenes, I, 60-61). En 1946 publica L. Rodríguez-Castellano su trabajo m onográfico: piración de la “H ” en el Oriente de Asturias. En él concluye: La as “L a frontera de la h aspirada en A sturias no la determina el río Sella, como se venía cre yendo. P o r lo general, este sonido se halla también en una estrecha extensión de la m argen izquierda de este río” (36-37). “L a aspiración se detuvo en la EL SELLA, SOMETIDO A PRUEBA 15 donde el río Ponga, afluente izquierdo del Sella, se acerque a su confluencia, sus dos márgenes han de ser «jotistas»; y viceversa, aguas arriba del Ponga, que viene de occidente, al apartarnos de la margen izquierda del Sella en dirección oeste, las dos márgenes del Ponga deben ser «efetistas», es decir, que hablan con la /-. Esta es la regla general, así como lo es también el que aun la ribera izquierda del Sella sea «jotista», no se diga ya la derecha. Lo cual no impide la excepción, por ejemplo, de Rubriellos, que, siendo derecha del Sella, se valía de la Pero la situación descrita por el autor, si se la acepta como norma, no solamente contradice a la de los citados autores, antes viene a subvertir la misma localización de las tribus, puesto que la margen izquierda del Ponga es occidente, y al Occidente le corres ponde la /- astur, mientras que la margen derecha del mismo Ponga es oriente, y al Oriente le pertenece la /- cántaba, como es evidente, justo al revés de como describe Arduengo. También es posible que el autor haya sufrido la simple confu sión de invertir los términos. En este caso, reiteramos que se opone al límite fijado por los citados autores, como dijimos anteriormente. LOS ARGUMENTOS CONTRARIOS titula a continuación el autor. Y rechaza las pruebas aducidas a favor del Sella sejambriego en la polémica mencionada al principio: no se documenta en el estamen to de El Arcediano, tampoco en el Catastro de Ensenada relativo a Sajambre, etc. ¿POR QUÉ, PUES, EL CAMBIO?, se pregunta. «Es muy conoci do — por ser «vox populi— », continúa. Hacia mediados del siglo pasado, con ocasión de que se proyec taba una carretera que uniese Asturias con León, siguiendo el Sella, los hermanos Díaz Caneja, obispo de Oviedo el uno, ministro de Gracia y Justicia el otro, «con el fin de que pasara por su pueblo natal, Oseja de Sajambre (León), decidieron cambiar el nombre, cosa fácil en aquellos tiempos para un obispo y un ministro, y, así, la carretera que debiera haber unido Asturias y León pasando por San Juan de Beleño (Ponga-Asturias), vía Ventaniella, se fue por el Pontón». línea del Sella, coincidiendo así sus límites con los de la antigua C an ta b ria” (38). Sim ultáneam ente se llevó a cabo un trabajo sem ejante por A . G alm és de Fuentes y D. C atalán M enéndez Pidal, que fue publicado en R evista de D ia lectología y tradiciones populares, II (1946), 196 s., con el título: lingüístico. L o s autores proclam an: U n límite “El trazado del lím ite de Rodríguez-C as tellano concuerda con el nuestro salvo en los lugares de A le a y E l Rom iín (R o m illín )” (238). 16 EUTIM IO MARTINO Dos temas hallamos entrecruzados aquí: el de la historia de la carretera y el del traspaso del nombre Sella del río de Ponga al río de Sajambre. Del primero prescindimos ahora, sin desesperar de poder consagrarle un día más directa consideración y advirtiendo que tampoco en este punto suscribimos algunas de las afirmacio nes del Sr. Arduengo. ¿De verdad el cambiar el nombre de un río era «cosa fácil en aquellos tiempos para un obispo y un ministro»? El mismo autor, en adjunta nota, modera el alegato en estos términos: «N i que decir tiene que las cosas no sucedían por estas kalendas como el pueblo mal pensado supone», pero sin dejar de insistir en que «sí debió de pesar la influencia» del ministro en Madrid para que tuviese mayor aceptación el proyecto por el Pontón. Aislemos el tema del cambio de nombre del río suponiendo que de hecho se hubiera producido con el expresado fin de suplantar el proyecto de la carretera. Según eso, el Ponga se llamaba Sella pero a mediados del siglo pasado perdió su nombre, el cual pasó al río de Sajambre, al actual Sella. Semejante manipulación, par ticular y de orden práctico ¿pudo haber surtido tan universal efecto que, incluso en las esferas cultas, geógrafos y editores de mapas de la segunda mitad del siglo X IX , pasaran a denominar Sella al que no era tal y dejasen de llamar así al que lo era? El alegato roza punto menos que el absurdo. Y en el absurdo cae con frecuencia el rumor popular — que no es en modo alguno la vox populi— pero es deber de los cultos el desmentir semejantes infundios, en particular cuando atentan contra la fama de hombres honorables, en lugar de hacernos eco ciego de los mismos. «Es muy conocido», había escrito Arduengo, pero inquirimos: ¿Como sim ple rumor, local y partidista, o como hecho demostrado? (2). (2) L a gran alteración en cuanto al proyecto de la carretera consistió en que inicialm ente se ordenó que fuese trazada por el puerto de Tarna. Pero en la m em oria de este proyecto se hace constar por el autor que la comuni cación por Pontón había de ser m ás ventajosa por ser este puerto menos elevado que T arn a y menos expuesto a las nieves, así como la distancia m u cho m ás corta. E l dilem a era, pues: o T a m a o Pontón. O tra m odificación parece que hubo, que afecta sólo a Sajam bre, y entra mos en el terreno del rumor, aunque éste, ciertamente, no rebasa los límites de lo verosímil. D entro del concejo de Sajam bre, la carretera debería remon tar la m argen izquierda, es decir la de Pío, cuando interviene un personaje de O seja (que, por cierto, no se apellidaba Díaz C an eja) y consiguió que subiera por Oseja, por la m argen derecha del río. ¡C u á n distinto es todo esto de lo que se dice cam biar el nom bre de un río de im portancia de tal suerte que el cam bio cristalice a todos los niveles de inform ación! E L SELLA, SOMETIDO A PRUEBA 17 Sienta, por fin, el autor su tesis de que el Sella nace en Ventaniella, describe su curso y nombra sus afluentes hasta llegar al último: «en el kilómetro 139 de la carretera de Sahagún a Arriondas se le une el Precendi de antes y ahora, aunque injustamente en la versión oficial Sella». Diríamos que todo terminaba con esto cuando surge la siguiente observación: « Y cabe una tercera tesis, porque la leonesa también tiene argumento y tradición a su favor. Entre los argumentos está la toponimia de Salambre y el propio Sajambre indudablemente de Saliamen y también un documento, si bien no perfectamente datado, de 1005, que habla del riachuelo Selia en el lugar de Salia men (Sajambre), territorio de Riangulo (Riaño)». Siempre hubiéramos pensado que ésta no es una tercera tesis nueva sino la combatida todo a lo largo del trabajo, la del Sella sajambriego, que en el punto preciso de la confluencia con el Pon ga tomó el nombre de Precendi. En consecuencia no sabemos si el distraer a este lugar la mención de esta tesis obedece propiamente a desorganización de la exposición o, más bien, al intento de sus traer estas pruebas a la combatida tesis del Sella sajamb riego. La confusión tampoco se disipa con el final, en el que el autor intenta prácticamente una concordia entre las tesis, al remontarse a una consideración más universal, la de que los hidrónimos pri mitivos no eran nombres propios, individualizados, sino que de un modo genérico significaban «agua» y sólo se individualizaban al perder significado el nombre primitivo genérico. En aplicación de esta norma, «Salia es un término indoeuropeo y prerromano que significa «corriente de agua», y por ello Salia o Sella en Amieva y Ponga, y Salia o Sella en Sajambre... Pero enton ces ¿cuál de los dos ríos es más Sella? Desde luego el asturiano tiene más argumentos a su favor y más tradición también...». Esta consideración final, universalista, parece que debía pedir como emplazamiento lógico el primer lugar de la exposición. Se diría que le sobrevino al autor después de haber compuesto su trabajo. En realidad, le hubiera mantenido lejos del exclusivismo que en él campea, razón por la cual se vuelve contra el discurso anterior cuestionándolo casi en su totalidad, sobre todo teniendo en cuenta el reconocimiento inmediatamente anterior sobre Sajam bre ( Saliamen) y su correspondiente Salia. Todavía el autor hace una fugaz incursión por el tan contro vertido pasaje de Mela sobre nombres de ríos y pueblos de los cántabros, pretendiendo dar una última clave de la tesis por él mantenida, pero, a lo que nos parece, sin salir de la confusión reinante. 18 B) EUTIM IO MARTINO LA TESIS DEL SELLA SAJAMBRIEGO Partimos del Salia del geógrafo Mela, que, en el contexto des criptivo en que figura (I I I , 1, 12-15), se transparenta como frontera entre los astures y los cántabros. De Salia deriva, sin duda alguna, el nombre de grupo étnico Salaenos, consignado por el mismo Mela en el mismo pasaje (13). quienes evidentemente participan de la cuenca del citado río, por más que no tengan que limitarse a ella. Mela formula introductoriamente un aserto de conjunto sobre los cántabros: «Los cántabros poseen algunos pueblos y ríos, pero sus nombres apenas pueden pronunciarse en nuestra lengua» (15). Y comienza la serie de los extraños nombres, diciendo: per eundi et Salaenos Saunioum, frase que, ante la corrupción del texto, corregiríamos así: pereundi per Salaenos et Saunium, lo que hace un sentido perfecto, no sólo gramaticalmente sino so bre el terreno, traduciendo: «E l Berrundi corre por los Sálenos, así como el Casaño». El actual Casaño puede provenir de Aqua Sauriium, «río Saunium», así como en la región existe Capozo ( Aqua punteo), «Agua de pozo» (Caín). En cuanto a Berrudi o Berrunde, tal es el nombre de la pradera situada en la caída norte del puerto de Pontón, en la que confluyen las fuentes del valle central de Sajambre. En Sajambre es corriente referirse al «río de Berrunde». Pensamos que Pereundi pudiera corresponderse con Berrundi, aunque más por una confusión o asociación fonética que por es tricto parentesco, como tampoco parece que deba relacionarse fonéticamente Pereundi con Precendi, nombre histórico del río de Sajambre al llegar a la confluencia con el Ponga y topónimo en el mismo lugar. No hay que pedir al pasaje de Mela que mencione los ríos cán tabros por sí mismos, puesto que los cita en conexión con ciertos grupos étnicos, procediendo, en general, de oeste a este. El Salia ya ha sido nombrado previamente, por lo que no hay que repetirlo. En cuanto a Pereundi y Saunium, si se acepta la identificación con Berrundi y Casaño, se observará que entre ambos queda en cuadrado todo el Macizo Occidental de los Picos de Europa, desde Sajambre a Cabrales, ambos incluidos, por lo que son ríos señeros. E L SELLA, SOMETIDO A PRUEBA 19 Pero, además, de acuerdo con el papel especial que parece haber correspondido al Macizo Occidental en la batalla del Monte Vindio sostenida por los romanos contra los cántabros, nada extraño que ambos ríos figurasen unidos en relatos presenciales de la conquista, cual es la autobiografía de Augusto, sin duda manejada por Mela. Sirva solamente de preámbulo esta ojeada sobre Mela, siquiera para situarnos en la cuenca del Salia que es el Sella. Porque, pese a las discusiones acerca de cómo Salia pudo pasar a Sella, lo cierto es el hecho, como los testimonios de la zona prácticamente demues tran a través de la toponimia. LA T O P O N IM IA SAJAMBRIEGA: Junseya, Sajambre, Salambre, Ose ja, Roseria, Puente Ose ja, Aguasalio, Resellao. Junseya. N o es la Riega del Infierno la que los habitantes de Sajambre señalan como fuente del río cuyo nombre aquí se discute sino la Riega de Junseya, que nace cabalmente de las Llombas de Junseya, lomas de la vertiente norte del mismo Collado Pontón. Su situación es 43° 06', I o 20'. En el mapa del Instituto Geográfico, ho ja 80, figura como Arroyo de Fonsella, presunto refinamiento mo derno de aquella primitiva pronunciación cántabra que aspiraba en Junseya la f- latina de fonte. No cabe duda alguna de que Junseya deriva de Fonte Selia. Una ojeada al mapa nos basta para convencernos de que el caudal de Junseya constituye la vena más directa del valle central de Sajam bre. A pesar de tratarse de un terreno tan quebrado, los hombres que pusieron los nombres prehistóricos dominaban a la perfección la configuración del paisaje por su íntimo y permanente contacto con él y en particular el curso de las aguas; éstas eran sagradas para los celtas, debían ser aprovechadas in situ por hombres y ganados, e incluso les ofrecían el sistema de orientación para sus pasos. Siguiendo una norma general de la historia de la hidronimia, Salia, antes que nombre propio de una fuente o arroyo determina dos, era nombre común de «corriente» de agua. Sólo cuando, en el transcurso del tiempo y el cambio de hablantes, el significado con tenido en Salia o Selia se oscureció, en este caso para los latinohablantes, la necesidad imperiosa de saber que se trataba de una fuente obligó a que se le antepusiera el apelativo de fonte. Y fue Fonte Selia. Pero el proceso volverá a repetirse. Cuando la evolución foné tica llegó a convertir, a lo largo de generaciones de hablantes, Fonte 20 EUTIM IO MARTINO Selia en Junseya, término que no transparenta inmediatamente su significación, se recurre a especificarlo anteponiéndole un apelati vo común, el de «riega», con lo que resulta la Riega de Junseya, expresión que implica por triplicado el concepto de «corriente» de agua. Sajambre-Salambre. Reconocemos en estos dos topónimos el componente Salia, sólo que diversamente evolucionado. En el pri mero, Salia pasó a Saja exactamente lo mismo que en el río cán tabro Saja, perfectamente documentado como Salia en la Edad Media (E. JUSUE, Libro de Regla de Santillana del Mar), en el segundo no se aprecia sino la pérdida de la -i-. De pasada notemos cómo los topónimos Sajambre y Salambre testimonian de la existencia de la forma Salia en la zona, totalmen te de acuerdo con el Salia de Mela, por más que no surja en la documentación, sin tener que recurrir forzosamente a la forma Selia o Saelia, precedente inmediato de Sella. Pero todavía vere mos ejemplos más evidentes. Nos preguntamos por el segundo elemento del compuesto, el que se oculta bajo el actual -ambre. Dado que Salia es «corriente» de agua, como dijimos, lo natural es pensar en amne, «r ío » en latín, de acuerdo con el frecuente calco semántico, realizado también en Junseya mediante el latino fonte. Sólo que, en vez de Amne Salia, el latino amne por delante para especificar al más antiguo Salia, se habría producido la inversión Salia amne. Esta inversión, que, siendo conocida en el habla común latina, no parece serlo en la toponimia, es lo que nos torna dudosa la presencia de amne como segundo elemento de los citados com puestos, no en cambio el que -mn- deba producir siempre -ñ-, como es propio de la segunda declinación, en lugar de -mbr-, propio de la tercera (hóm>ine>homne>hombre). Pero existe un hidrónimo antiguo, precisamente emparentado con amnis, que puede facilitarnos la clave. Se trata del céltico amber (HOLDER, Alt-celtischer Sprachschatz), formación de un pri mitivo +ambi-s, que dio también Ambas Mesías, «confluencia de ríos», justamente en Asturias (A. C. FLORIANO, Diplomática astur, II; siglo IX ). En la misma zona de Sajambre contamos con varios ejemplos, incluso hidrónimos, que atribuimos al citado amber y que respaldan la presencia del mismo en Sajambre, Salambre, pero cuyo análisis no podemos desarrollar aquí. Baste con citar el río Zarambral. La documentación más antigua, en torno al año 1000, nos da sobre todo la forma Saliamne, también Salíame (E. M ARTINO, EL SELLA, SOMETIDO A PRUEBA 21 Valdeburón, p. 201-207), que pueden explicarse como latinización culta de Salia +Amber, Salia +Ambre, el conocido calco semántico, el Sajambre y Salambre de la actualidad no serían propiamente derivación de Salia amne cuanto de Salia Ambre, la forma primiti va y popular que se habría mantenido al margen de su reflejo en el latín culto de los documentos. A nuestro propósito bástenos aquí aislar el componente Salia en cuanto presente, ya sea en los dos topónimos actuales — Sajam bre y Salambre— ya en las formas medievales latinas — Saliamne, Salíame, etc.— . Evidentemente la forma Salia tuvo que anteceder a la de Selia. Y se nos ha conservado, si no independiente como en Mela, sí por lo menos incrustada en los compuestos, como acaba mos de ver. La misma documentación de Sajambre sugiere que hay que contar con la alternancia de Salia y Selia puesto que, junto a la constante forma Sajambre, no deja de surgir también la de Sejam bre desde el siglo X V I al IX, testimoniada en documentos fidedig nos. Más tarde volveremos aún sobre el aspecto histórico-geográfico de Salambre y Sajambre. Ose ja. Aproximadamente de la misma época de las primeras menciones de Saliamne, Salíame, para Sajambre — los aledaños del año 1000— data el primer testimonio de Oseja como Sancta María de Oselia ( Valdeburón, 204-205). Y contemporáneo es también el documento que presenta en Saliamne, Saliamen, el rio Selia, como veremos adelante. Por eso no podemos menos de reconocer el citado Selia en ese O-selia. Para ello partimos de ciertas consideraciones fonéticas y de otras histórico-geográficas. Así como en Saliamne, Saliamen, etc., no es indispensable des cifrar con seguridad el segundo elemento del compuesto para poder establecer el primero — Selia— , de igual manera, en el caso de Oselia, no habremos de esperar a descifrar el elemento O- inicial para poder asentar el segundo: Selia. ¿O tal vez sí? De todos modos tenemos juicio formado acerca de ese primer elemento a base de varios paralelos de la misma zona, paralelos en el aspecto fonético tanto como en el semántico, pero que no expondremos en esta ocasión. En el aspecto puramente semántico, y aun dentro del ámbito latino, valgan como paralelos el mismo Junseya, ya conocido, y Reuseya, término en el mismo Oseja, que tocaremos inmediatamente. Nuestra convicción es la de que Oselia deriva de Aqua Selia, «agua Selia», un calco semántico latino similar a Junseya y Reu- 22 EUTIM IO MARTINO seya. Convendrá recordar que Oseja se halla perfectamente centra do, en el sentido longitudinal, en el valle principal de Sajambre, sobre el río que viene de Junseya, sobre los bancales de su margen derecha, justamente sobre Reuseya, hoy Roseria. Sin embargo, el monasterio de Santa María de Oselia contaba con una hermosa fuente al pie, cuya referencia, más puntual y perentoria, es la que más probablemente se contiene en el topóni mo: Santa María de la «fuente» Selia. Roseria. Se llama así la ería situada por debajo de Oseja, mi rando al río, pero se denominaba Reuseya en las antiguas Orde nanzas del concejo de Sajambre, ya viejas en 1701. Comprendía precisamente los pagos que de Oseja caen hacia el río ( Valdeburón, p. 267, 278). Evidentemente Reuseya deriva de Rius Selia, un calco semántico más. Puente Oseja. Es un hecho natural el que los puentes puedan recibir su nombre propio del río mismo que salvan. Citemos Puen te Dobra, Puente Nansa, dejando ejemplos más próximos y menos transparentes. El Puente Oseja pasa el río que viene de Junseya precisamente al pie de Reuseya, margen derecha, para comunicar con los pueblos de la izquierda, Vierdes y Pío. Todavía de esta úl tima orilla nos vendrá una precisión acerca del Puente Oseja, si cabe, más valiosa que la de Reuseya. No cabe la menor duda; Puen te Oseja es Ponte Aqua Selia. Aguasalio. Otro perfecto calco semántico, el cual nos guarda la forma primitiva Salia, interpretada por el latino aqua, por cierto muy poco evolucionado aquí, a diferencia de lo que vemos en Oseja ( ¡imponderables del lenguaje a través de los siglos!). Agua salio abunda extraordinariamente en torno a los Picos de Europa. Nos limitamos aquí al ámbito de Sajambre. Los Aguasalios es pradera de Soto, Los Abasalios monte de Pío (deformación de Aguasalios), ambos términos con agua y fuera ya del valle principal de Sajambre. Merece mención especial un afluente derecho del río principal de Sajambre, inmediato al municipio, llamado El Aguasalio. Este nace junto al Puerto de Veza y se reúne con aquél en Bidosa. Resellao. Término en Verrunde, con arroyo ( Río Sellao). Un documento medieval. El documento arriba aludido está da tado en la era 1038, año 1005, el cual corresponde al rey Alfonso V pero no a Servando, obispo de León, ni a Cipriano, abad de Sahagún. Como no se trata del original sino de la copia posterior, con servada en el Becerro Gótico de Sahagún (año 1110), no se le puede EL SELLA, SOMETIDO A PRUEBA 23 rechazar, sólo por ello, en modo alguno. Aparte de que la fecha del Becerro ya le da similar antigüedad. El documento recoge una donación de fincas otorgada por Vegito, que es abad en un monasterio situado en el territorio »de Riangulo (Riaño), en el lugar llamado Saliamen (Sajambre), «en donde corre el riachuelo Selia» ( Valdeburón, p. 27-28; 206-207). A favor de indicios de todo tipo, localizamos el monasterio de Vegito en donde la iglesia antigua de Vierdes, a unos cien metros del río que acaba de pasar bajo el Puente Oseja del antiguo cami no real. Es decir, a unos cien metros del «riachuelo Selia». Dos testimonios modernos. El Diccionario Geográfico Universal, t. V I I I (Barcelona, 1833), dedica un artículo al concejo de Sajam bre. Se refiere dos veces a Oceja — con -c- en lugar de -5----por Ose ja. De las aguas dice que «se reúnen en el lugar de Ribota, y forman un río bastante caudaloso llamado Oceja, el cual abunda en truchas, y, dirigiéndose a Asturias, toma en Ponga el nombre de Sella, dándolo a Rivadesella...». Corrijamos una vez más Oceja por Oseja. Según el autor, pues, el río se llama en su origen Oseja pero en el inmediato Ponga pasa a llamarse con el nombre de Sella. Sólo debemos hacer notar que el río no cruza este concejo más que por un breve ángulo al este, al recorrer el desfiladero de Los Veyos, allí donde recibe por la derecha el ya mencionado Aguasalio, por otro nombre Arroyo de Redonda. Ya en este siglo, escribe M. Medina Bravo: «... ya alejado de los Picos, se desliza el río Sella, nacido en el Puerto de Pan de Rue das. Este curso fluvial tiene la particularidad de llevar otro nombre en su origen, Sajambre, de donde proviene el de la pequeña región leonesa de igual denominación» ( Tierra Leonesa, 2.a ed., León, sin año, p. 20). En un adjunto croquis de los Picos de Europa designa efecti vamente como Río Sajambre al citado río pero como R. Sella tan pronto penetra en Asturias. Y en otro mapa general de la provincia de León representa el río como R. Sajambre. Todavía en otro lugar se expresa de este modo: «E l Sella, naci do en la cordillera y al norte del Puerto de Pontón, riega la región de Sajambre, que de él toma este nombre, y se interna en Asturias por una gigantesca garganta, el desfiladero de Los Beyos...» (p. 40). Los dos testimonios citados ejemplifican a la perfección algunos aspectos de la cuestión que juzgamos más esenciales y que recoge remos al final. 24 EUTIM IO MARTINO EL TOPONIMO VEGA DEL SELLA La hoja 55 del Instituto Geográfico, titulada Beleño, denomina Vega de Sella a la aldea situada en la margen izquierda del río que baja de Sajambre, frente a Cien, y perteneciente a la antigua pa rroquia de San Martín de Argolibio. Popularmente se la denomina Vega de Cien. Como esta aldea se halla unos cuatro kilómetros por encima de la confluencia del río que viene de Ponga, si el nombre Vega de Sella le perteneciese realmente, tendríamos aquí una constancia de cuál es el río Sella. Pero no hemos logrado encontrar este nombre, como aplicado a ella, más allá del año 1944, en que se data el citado mapa. No nos es posible decidir si esa adjudicación viene desde an tiguo como tampoco si se debe a un error del mapa. Existe además el topónimo La Vega del Sella como título con dal. Según el Diccionario de Tomás López, se trataba de un coto llamado Tornín o Vega de Sella, perteneciente al concejo de Can gas, el cual comprendía desde la confluencia del Dobra hasta el mismo Cangas (Biblioteca Nacional, Ms. 7295, f. 106). Este, por consiguiente, de nada sirve para la presente discusión puesto que por allí ya van juntas las aguas en litigio, las de Sa jambre con las de Ponga. LA TRADICION DE SAJAMBRE A efectos de redondear el cuadro no podemos omitir este ren glón. Pues bien, la tradición unánime del valle es que su río prin cipal se llama Sella. Una tradición firme, que no vacila en absoluto si se la enfrenta con la contradicción. Sus argumentos más a punto son: la fuente de Junseya como su nacimiento más el curso central y directo que lleva este río, flanqueado como está por el de Ponga y por el Dobra. Se recuerda en Sajambre una cantilena tradicional: El Sella na ce en Junseya / pasa por «Useya» / y acaba en Ribadesella». SOBRE PONGA Y EL RIO PONGA Sólo algunas observaciones por nuestra parte acerca de este presunto aspirante a Sella. Ya se ha dicho; sólo el topónimo Sellaño — de todos los argu mentos aducidos— posee fuerza probativa. EL SELLA, SOMETIDO A PRUEBA 25 Un testimonio singular, que no se debe ignorar, es el del Diccio nario Geográfico, de Tomás López (siglo X V III). El informe sobre Ponga es el cura de Taranes, quien se muestra detallista, por no decir prolijo, describiendo la hidronimia. Según él, los arroyos afluyen al Río Grande. Sobrefoz «tiene un río caudaloso que allí tiene por nombre de zima (s¿c) y lo mismo su puente». Luego relaciona diciendo: «el Río Grande que dije lla marse de Cima». Casi a continuación: «Dicho Río Grande nace en el Puerto de Ventaniella de muchas fuentes de muchas majadas». Finalmente: «E l río del Moro nace en Murmiello, ...y especialmen te de Fuente Bramadora y se une al Río Grande en Sellaño» (B i blioteca Nacional, Ms. 7295, f. 31 ls.). En el mapa de T. López figura como R ío de Cima. Al río que viene de Sajambre, dice, «según informes, llaman de Pontón» (una denominación que no hemos visto en ninguna otra parte) (3). En fin, se impone un análisis del nombre Ponga. Pensamos que se trata primariamente de un hidrónimo, naturalmente prerroma no. Lo relacionamos con el radical indoeuropeo pen-, «lodo, agua», bajo su variante pon-, éste con el sufijo -io, ia (PO KO RNY, Indogerm. Etym. Wórterbuch, 807). De +Pon\a derivaría Pon ja, forma testimoniada para Ponga en el siglo XV ( Libro de la Montería del rey D. Alfonso X I, 70). Muy cerca de Ponga se documenta en el siglo X II Río de Ponfos, hoy Redipollos, junto al Porma (M. BRAVO, Monasterio de Eslonza, «Archivos Leoneses» (1948) 1, p. 111). En Barniedo (Riaño) el Arroyo Valponguero muestra el mismo componente. Tanto Valponguero como Redipollos parecen ser calco semántico de un hidróni mo precedente. Ponga es, como Salía, un hidrónimo indoeuropeo primitivo. (3) En cambio, el inform ante de Cangas de Onís p ara el m ismo Dicciona rio se exp resa de este modo a propósito del S ella : “ Este río tiene sus princi pios en las m ontañas de Ponga y recibiendo las aguas que vienen d el concejo de Sajam b re, en el Reino de León, fórm ase el río llam ado D o b ra después de un puente de piedra que está a una legua de C an gas...” B N, Ms. citado, Can gas de O nís). Como se ve, los errores del informe son tan graves que se des califica en absoluto. N os atenemos a la información del cura de Taranes, que está describiendo lo que tiene ante la vista. 26 C) ÉUTIM IO MARTINO REPLANTEAM IENTO Y SINTESIS Lo que más cuidadosamente habremos de evitar en el plantea miento y desarrollo de la cuestión es el exclusivismo en cualquiera de las formas en que puede surgir. Ni exclusivismo de región, ni de la corriente de agua, ni del nombre de la misma, ni, en un cierto sentido que luego explicare mos, de la documentación. No exclusivismo de un insignificante rincón. Así, el hidrónimo prerromano Salia se dio no solamente en la frontera oeste de Cantabria, en Amieva, Sajambre y Ponga, sino en el corazón de Cantabria con el Salia-Saja, en Liébana ( Aguasalio, Aguasel), en Riaño (Salió, Pico Aguasalio). Dondequiera que se habló aquel idio ma, cualquiera que fuese, en el que salia significaba «corriente de agua», se aplicó el término a las corrientes, lo que llevó a que, andando el tiempo y al producirse mutación del habla común, el mismo pasase a sonar como nombre propio, como un hidrónimo individual, en los determinados casos en que se conservó. Tampoco, exclusivismo por lo que hace a la corriente de agua. No se adjudicó solamente al río principal de la cuenca sino tam bién al arroyo secundario e incluso a la fuente, pues, evidentemente, se trata siempre de «corriente de agua», sólo variantes por el as pecto cuantitativo. Los ejemplos aducidos, y tantos más que se pudieran añadir en el oeste de Cantabria, confirman lo que ya a p riori parece ser evidente. La ley vale también para otros hidrónimos en cuanto que «nombres de agua». Especialmente interesa rechazar aquí el exclusivismo de nom bre, que parece subyacer en todo momento al trabajo anteriormen te comentado. Es decir, no porque un río determinado lleve tal nombre se ha de concluir que no pueda llevar además otro, Es un hecho muy frecuente el que un mismo río sea conocido por varios nombres, en particular según tramos. Lo podemos observar hoy en día tanto en ríos como en arroyos, lo sabemos de tiempos antiguos incluso por la geografía, y debió de ser cosa normal antes como ahora, siempre que la geografía no imponga un determinado nom bre sobre los demás. El fenómeno se explica muy fácilmente. En general, todo grupo hablante dispone de más de un apelativo común para designar lo que aquí nos ocupa. Añádase que, a lo largo de los tiempos, han ido asentándose uno tras otro en las márgenes del río pueblos de idiomas diversos, cuyos apelativos de agua, varios y nümerosos, bien pudieron, cuándo el uno, cuándo el otro, bien aquí, bien allá, EL SELLA, SOMETIDO A PRUEBA 27 quedar anclados en la corriente como propios de ella, conforme se oscurecía su inicial significado común de agua. Relacionado con este que podemos llamar no-exclusivismo del nombre se halla también el no-exclusivismo de la documentación. Es un hecho normal el que tal o cual nombre antiguo de un río no abunde absolutamente en la documentación latina y española sub siguiente. Sencillamente los hablantes de la era en cuestión tampo co son excepción a la norma común, la de valerse habitualmente de sus apelativos comunes de agua más que de un nombre sentido como propio, sobre todo tratándose del río principal, con respecto al cual no cabía confusión. Así, en documentos en castellano, basta la mención de «E l río», «el río grande», «el río caudal», «el agua»,, simplemente. Otro tanto se diga de la era latina, solamente cambiados los apelativos. Lo cual no excluye el que algunas veces aparezca el nombre prelatino — Salia, Selia, Seya, Sella— acompañando al apelativo, como diji mos al hablar del calco semántico, incluso hasta llegar a fundirse como en Reuseya, Puente Oseja, etc. Por ello no sería lógico extraer deducciones, o superficiales o apresuradas, en contra de la existencia de un hidrónimo antiguo, sólo porque no lo reflejan los escasos documentos por nosotros controlados, cuando el mismo consta espléndidamente por hidrónimos y topónimos de su ribera. El principio de no exclusión halla cabida incluso entre las for mas pertenecientes de algún modo al mismo radical y aplicadas al mismo curso fluvial en un momento determinado. En concreto, y en el caso que nos ocupa; nada impide que más o menos en la misma época un mismo río sea denominado Sella por un habalnte, Oseja por otro, y Sajambre por el de más allá, mientras que acaso los más ignoran el nombre propio y se contentan con decir «el río», sin especificarlo más que, acaso, por el lugar de donde viene: «el río de Verrunde», «el río de Pontón». Surgidos en épocas tal vez muy distintas y distantes entre sí, todos aquellos nombres propios nos llegan rezagados y confundi dos, como a saltos por el cauce de la tradición oral. Son erráticos fragmentos, vencidos por la deriva, después de que se desintegrara sin remisión el bloque de que antaño formaban parte, cada uno por su lado. Decimos «cada uno por su lado» porque lo seguro es que nunca un solo nombre del río llegó a recubrir — como capa de hielo-— toda la corriente, ni siquiera en una época determinada, por lo 28 E UTIM IO MARTINO menos en un tramo de cierta consideración y en condiciones nor males de población. Es en la Edad Contemporánea cuando la ciencia de la Geografía se afana por dar un solo nombre al río, sin duda por ansia de sim plificar las cosas, pero el proceso histórico fue todo lo contrario de la uniformidad. Es la Geografía la que nos impone la obligación de ser exclusi vos muy a contracorriente. Una exclusión, por consiguiente, que sólo podrá llevarse a cabo mediante comparación: «¿Cuál es el río que más títulos ostenta en su origen para ser llamado Sella, enten diendo por títulos aquellos vestigios históricos, hidronímicos y toponímicos, de haber sido llamado Salía en tiempos antiguos?». El lector dispone de suficientes elementos para dar la respues ta. Disponía de ellos también C. Cabal, cronista mayor de Asturias, cuando escribió: «E l Sella tiene su fuente en el sosiego silencioso y blando de la tierra de Verrunde» (4). (4) C. C abal, La Asturias que venció Roma, 69. EL CONCEJO DE VALDES, SEGUN EL CATASTRO DE LA ENSENADA II (L A PARROQUIA DE SAN JUAN DE M UÑAS) POR RAMONA PEREZ DE CASTRO La presente transcripción de las Respuestas Generales, dadas al Interrogatorio de la Letra A, para la parroquia de San Juan de Muñás, la hicimos, al igual que la ya publicada en el Boletín ante rior (N.° 116) sobre Ayones y Alienes — también del antiguo concejo de Valdés— , por las fotocopias obtenidas del volumen manuscrito que las contiene y se encuentra en el archivo histórico del Ayun tamiento de Luarca (1). Advertimos nuevamente que procuramos respetar la versión li teral del texto, en la confianza de que el lector habrá de salvar en su lectura, aquellas palabras sin sentido, que el copista traslada por confusión con otras similares; algún nombre propio también incorrecto, y no digamos la puntuación ortográfica y la redacción defectuosa que el texto nos ofrece; todo lo cual atribuimos a que la copia que manejamos lo es de un original que el copista no supo trasladar fielmente. No obstante tales fallos son de fácil subsanación. (1) A gradecem os al A lcald e de este Ayuntamiento, don Joaquín M orilla, las facilidades que nos dió p a ra la consulta del archivo. 30 RAMONA PEREZ DE CASTRO Su contenido dice así: Concejo de Valdés. Copia de sus Respuestas Generales: En el lugar y parroquia de San Juan de Muñas, concejo de Valdés, a catorce días del mes de octubre de mil setecientos cin cuenta y dos años, en consecuencia del auto proveído por su Merced, el Sr. Don Diego García Tuñón, subdelegado que opera, en este Partido, sobre el establecimiento de la Unica Real Contri bución. El día doce del corriente se juntaron en su casa de Posada, y por testimonio de mí el escribano los señores D. Lope José Avello y Valdés, juez noble y ordinario de dicho concejo, Rodrigo Fer nández que lo es por el estado llano del; D. Ilario Yáñez Avello, cura propio de esta dicha parroquia, D. Francisco Arias Velasco, y D. José Juan González Villa de Moros regidores perpetuos de dicho concejo, D. Juan Rico Villa de Moros procurador general del, Fran cisco Lorenzo Suárez Trelles escribano de Ayuntamiento, Lázaro Martínez Alonso de Cabo, vecinos de la parroquia de Arcallana; Pedro Alvarez y Jacinto Pérez que lo son de la de Castañedo; Juan García Arrojo y José Rodríguez de la de Paredes; Pedro Suárez Llantero y Francisco Avello de la de Trebíes; José Suárez de la Cogolla, Roque González de la de Cañero; Juan Fernández Folguerúa y Diego Martínez de la de Muñas, unos y otros peritos agrimensores, nombrados por dicha Justicia, y Concejo para el reconocimiento general de los términos de dichas parroquias, y asimismo por lo repective, al producto de molinos y más artefactos que previene el Auto del citado día doce, comparecieron en este acto en su cum plimiento, Pedro Menéndez, Domingo Menéndez Inclán, Juan Anto nio Fernández, Juan Fernández, Francisco de la Aspra, D. José Avello y Llano, Francisco Martínez, y María García, vecinos todos de dichas parroquias. Personas de toda inteligencia, como adminis tradores y llevadores que son de dichos molinos y más artefactos para satisfacer con toda individualidad, con dichos peritos, al con tenido de la pregunta diecisiete, del Real Interrogatorio, de pre guntas, que adelante se expresará y para que son comparecidos, para por este medio regular dichos artefactos por su justo valor de suerte que por ignorancia, o falta de inteligencia, a dichos pe ritos, no se perjudique la Real Hacienda; y estando así juntos, a excepción de dicho cura, de todos dicho señor subdelegado, recibió juramento, que hicieron, a Dios nuestro señor, y una señal de cruz, prometieron decir verdad de él y declarándola al tenor del. dicho EL CONCEJO DE VALDES, SEGUN EL CATASTRO DE LA ENSENADA 31 Interrogatorio de Preguntas señalado con la letra A, enterados de sus circunstancias, y a cada una de ellas dijeron lo siguiente... 1.a) 2.a) y 3.a)...A la primera, segunda y tercera preguntas de di cho interrogatorio dijeron se remiten al contenido de las que en este asunto evacuare el Subdelegado que opera en la capital de este concejo según la orden que para ello tiene el presente Subde-; legado extrajudicial de su señoría el Sr. Intendente General de dicha única contribución de este Principado. 4.a)...A la cuarta pregunta que en los términos de dichas parro quias, hay las especies de tierras de regadío y secano y son las • .... . siguientes: 1.a...Tierras que se siembran de maíz y habas blancas seguida mente. 2.*... Tierras que se siembran de escanda, maíz y habas alterr nando los años. ’ ' • c\ ; 3.a...Tierras en que se siembra centeno, maíz y habas con la misma alternativa. “; 4.a...Tierras que se siembran de centeno, m ijo o panizo. 5.a...Tierras en que siembra centeno solo con descanso de diez años. , . . . • * ■ 6.a...Prados regadíos de dar hierba y dos paciones de primavera y otoño. 7.a...Prados secanos de dar hierba y pación de otoño. 8.a...Monte alto de robles. 9.a...Monte alto de castaños. 10.a...Tierra en término común que sirve de pasto. ' Nótase que no hay ninguna tierra en el término de dichas pa rroquias que produzca más que una cosecha al año y se encontró haber algunas que fructificasen de diez en diez años por ser éstas. muy estériles; y el producir las demás seguidamente consiste en el continuo abono con que las benefician sus dueños y labradores,.. 5.a)...A la quinta que dichas heredades son de buena, mediana y ínfima calidad, y también hay de la inculta que sirve de pasto. Y se advierte que las tierras que dan maíz y habas, sin descanso, son ’ únicamente de buena calidad, las que dan pan, maíz y habas alter nando y sin descanso son de buena, mediana e ínfima calidad, y las que fructifican centeno, maíz y habas, son de ínfima calidad sola-’ mente, y lo mismo las que producen centeno, m ijo o panizo, y todas aquellas que también fructifican centeno con descanso de los dichos' 32 RAMONA PEREZ DE CASTRO diez años son de ínfima calidad, y asimismo los prados regadíos, son de buena y mediana calidad, y los secanos de ínfima calidad todos ellos... 6.a)...A la sexta que en el término de estas dichas parroquias hay plantío de árboles frutales, como son perales, manzanos, no gales, castaños, higueras y nisales y otros árboles no frutales, como son robles, hayas, fresnos y espineras. 7.a)...A la séptima que dichos árboles están plantados algunos dentro de las tierras y otros en el márgenes y cierros de ellas; a excepción de los castaños, nogales, fresnos, y más infructíferos que se hallan en el poseo común de dichas parroquias... 8.a)...A la octava que dichos plantíos, están según llevan decla rado, en la antecedente, en las márgenes de las tierras y sus cierros, y no extendidos en toda ella, ni puestos en hileras... 9.a)...A la novena que la medida qu se usa en estas parroquias es por días de buyes, que es la que está dada generalmente por la justicia de este concejo y otras de este Principado que se compo ne de treinta varas de frente, y sesenta de largo o costado, caste llanas, pero el uso común divide este dicho día de bueyes, en grande y corto mirando a la sobredicha medida que es la corriente y se ejecuta judicialmente con asistencia de agrimensores y que el tér mino que ocupa, un día de bueyes de cualquiera calidad que sea de la citada medida de dichas parroquias, se siembra con tres copinos de escanda o trigo, y al siguiente año alternando, se siembra de maíz, con copín y medio, y de habas con un cuarto todo mez clado: el día de bueyes que alternativamente, y sin descanso pro duce maíz y habas, lleva la misma simiente, el día de bueyes que alternando produce, centeno un año, y al siguiente maíz y habas, lleva de aquello copín y medio, de maíz otro tanto y de habas un cuarto todo mezclado para su sembradura, el día de bueyes que con la misma alternativa produce centeno, y al siguiente año panizo o mijo, lleva de esto un cuarto, y de aquello copín y medio de sem bradura, y el día de bueyes en que se siembra, sólo centeno, con descanso de un año, digo, de diez años, lleva de simiente copín y medio, que por la medida de este concejo que es igual, a la de la ciudad de Oviedo, que ocho copines u ochavas, según el uso de dicho concejo, hacen fanega y cada copín tiene dos celemines, y la fanega diez y seis castellanos. E L CONCEJO DE VALDES, SEGUN EL CATASTRO DE LA ENSENADA 33 10.*)...A la décima que en el término de dichas parroquias hay cincuenta y tres mil, ciento veinte y dos días de bueyes, los cuatro mil trescientos cuarenta y uno de tierra de sembradura, en esta forma, doscientos y veinte y seis, secano de buena calidad, mil ciento noventa y tres de mediana, y los dos mil novecientos veinte y dos, también secano de ínfima calidad, dos mil ciento y noventa días de bueyes de que se componen los prados, de éstos los dos cientos veinte y seis son de regadío buena calidad, quinientos y catorce regadío de mediana, mil trescientos y siete secano de ínfi ma calidad, ciento y cuarenta y tres de pascón, ochocientos y diez plantados de castaños, en tierra de ínfima calidad, veinte y un días de bueyes de nogales, treinta y dos de robles monte alto de corta diez y ocho perales plantados también en tierra de ínfima calidad, de higueras catorce días y medio de bueyes, tres y medio de nisales de la calidad dicha, y los cuarenta y cinco mil seiscientos y setenta días de bueyes restantes son de tierra de matorral, y montes altos y peñascosos con diferentes árboles, infructíferos, todo común que sirve de pasto para los ganados de dichas parroquias; y en cuanto al número de medidas, se remiten a la respuesta cuarta, y a la novena, donde dejan dada razón de las especies, que se siembran en los términos de las citadas parroquias... 11.a)...A la decimaprima que en este término hay las especies de frutos que tienen declarado en la cuarta y además el de pera, manzana, nuez, higos, nisos y el de castañas. 12.a)...A la doce que un día de bueyes, que se siembra con tres copinos de pan, en tierra de buena calidad, con una ordinaria cul tura y beneficio, produce unos años con otros, dos anegas y media de a ocho copines cada una en tierra de mediana calidad dos ane gas, y en la de ínfima anega y media; un día de bueyes de buena calidad, sembrado, con copín y medio de pan, digo, maíz, un cuarto de habas, produce de aquello cuatro anegas, y tres copines de es tas; el de mediana calidad, que lleva la misma simiente, produce tres anegas de maíz y dos copines de habas, y el de ínfima calidad, que no se le hecha más simiente, por ser tierra suave, ligera, pro duce dos anegas de maíz, y un copín de habas, un día de bueyes de ínfima calidad aunque se siembra centeno un año, maíz y habas otro, y lleva de sembradura de centeno, copín y medio, de maíz otro tanto, y de habas un cuarto, produce de centeno catorce copinos, de maíz dos fanegas y de habas un copín; el día de bueyes también de ínfima calidad, sembrado de centeno, panizo, mijo, alternando, 34 RAMONA PEREZ DE CASTRO y lleva de esto un cuarto, y de aquello copín y medio, produce unos convotros, de centeno catorce copinos, de m ijo o panizo anega y media; el día de bueyes en que se siembra; sólo centeno con des canso de diez años, en tierra de ínfima calidad lleva de simiente dosvcopinos, y produce dos anegas y se anota, que esta especie, la de m ijo,vy panizo no se siembra en tierras de buena calidad, ni de mediana calidad, sino sólo la ínfima, como va declarado, un día de bueyes de prado regadío de buena calidad, produce unos años con otros, dos carros de yerba, que hacen uno por los de la ciudad de Oviedo, y dos paciones de primavera y otoño,, el de mediana cali dad también regadío, carro y medio de yerba y otras dos iguales paciones, y 'e l de secano de ínfima calidad produce un carro de yerba y una pación. NOTA Resultó de los reconocimientos practicados haberse encontrado, algunas tierras incultas por naturaleza, y por desidia y otras en abertal, a las cuales no se les ha considerado producto alguno. ATEMPAS Resulta asimismo haber en los términos de dichas parroquias, algunas atempas de pastos, por los que se pagan quinientos noventa y seis reales vellón a diferentes particulares, remítense a las rela ciones que de ellos dieren... 13.a)...A la trece, que en dichas parroquias, hay los árboles fru tales que se refieren en la respuesta sexta, los que no se hayan plantados en medida de tierra alguna, a excepción del monte de "castaños, que se halló ser de ochocientos y diez días de bueyes, a diez y ocho pies por cada uno, regulan de producto tres anegas en cada segundo año; un día de bueyes plantado en debida forma, de nogales ocupa su espacio diez y ocho pies, regulando su produc to, en tres anegas, de fondo un año de intermedio: Un día de bueyes plantado de perales, en igual forma, ocupa su ámbito cin cuenta pies, produce cada segundo año, cuatro anegas; el día de bueyes plantado de manzanos con año de intermedio, produce cua tro anegas, y ocupa otros cincuenta pies; el día de bueyes plantado de nisales, que necesita los mismos cincuenta pies, produce dos anegas cada año; el día de bueyes plantado de higueras, produce cuatro anegas en cada un año, y necesita otros diez y ocho pies; E L CONCEJO DE VALDES, SEGUN EL CATASTRO DE LA ENSENADA 35 el día de bueyes plantado de robles monte alto de corta, necesita de los mismos diez y ocho pies al que no se le regula utilidad al guna por la abundancia de montes de robles y ayas comunes de dichos vecinos y los dueños de dichos montes, no ser de peor ca lidad que los que no les poseen. 14.a)...A la décima cuarta, que el valor que ordinaria tiene la fanega de pan de escanda o trigo de ocho copines en fanega es el de veinte y cuatro reales, según el uso y práctica de este concejo. La de maíz a trece reales la fanega, la de habas blanca a los mis mos veinte y cuatro reales, la de centeno a diez y seis reales, a diez reales la de m ijo o panizo, la de castañas a ocho reales; también regularon un jamón ordinario en ocho reales, una arroba de cura dillo, en quince reales; otra de aceite en cuarenta reales, otra arro ba de mielga curada en veinte reales, y aunque en los términos de dichas parroquias, y junto a las casas de algunos de sus habitado res, hay unos pequeños pedazos de huertos plantados de berzas para el gasto de sus casas no se ha hecho ni se hizo aprecio ni regulación de ellos por no haber huerta alguna de dimensión apreciable; y dichos pedazos, van comprendidos en los aprecios corres pondientes de las partidas de casas de cada uno. El carro de yerba, ha tenido y tiene el valor de doce reales haciendo dos de éstos uno regular por los de dicha ciudad que componen el de veinte y cuatro reales, y la entrada o suerte correspondiente a su terreno de un día de bueyes regadío de buena calidad de pasto y pación de pri mavera y otoño, se reguló esta, en siete reales, y aquello en nueve, la suerte o entrada de la pación de prados también, regadío media na calidad, regulan la de primavera en siete reales y la de otoño en cinco, y la entrada de la pación de prado secano, ínfima calidad que sólo producen la de otoño en cuatro reales por la media de pasto común o valdío que haya en las oteicas o pagos, y no podrá producir sino pasto a diente, se reguló en un copín de escanda, y el de atempa a diez y siete maravedíes, y que valúan la anega de nuez en ocho reales produciendo cada día de bueyes, tres anegas; la anega de pera en cuatro reales, dando cada día de bueyes otras cuatro anegas, la de manzana en cuatro reales, la de higos en cua tro reales, y la de prunos en dos reales. 15.a)...A la quince, dijeron que sobre las tierras y heredades del término de dichas parroquias sólo se halla impuesto el Derecho de diezmo que se paga de diez uno así en esta parroquia de Muñas como en las demás arriba dichas, y el fruto de esta de pan, maíz, 36 RAMONA PEREZ DE CASTRO centeno, mijo, y panizo, y por razón de primicia, a copín de escan da por hogar y los vaqueros la pagan, en manteca y por ella dos cuartillos cada uno; y también se percibe el de naciones de gana do vacuno, ovejuno y de cerda, y también el de castaña; cuyos diezmos pertenecen, las tres partes de ellos, al préstamo de dicha parroquia que es propio de la Mesa episcopal de la ciudad de Ovie do el que trae arrendado D. Andrés Avello, vecino de la parroquia de Carcedo, seglar, en tres mil y trescientos reales vellón, y otras dos partes pertenecen a D. Ilario Yáñez Avello, cura de esta pa rroquia, que las lleva y administra de casa y la otra parte restante al beneficio, o simple de que es poseedor D. José Avello presbítero residente en la ciudad de Oviedo la que tiene arrendado a D. José González Villa de Moros, también seglar y vecino de dicha parro quia de Carcedo, en cantidad de ochocientos reales de vellón, en la de Santiago de Castañedo, se percibe igualmente por razón de diez mo el de pan, maíz, centeno, m ijo y panizo, y el de castañas, como también las naciones de ganado vacuno, ovejuno, cabrío, y también el de lana que asimismo se paga y percibe el derecho de primicia que asciende este, a un copín de escanda, de cada vecino, que man tiene hogar, y por razón de cena de Cuaresma, otro copín, y el de buzela que es un manojo, de cada vecino de aquel primero que siegan, lo que regulado un año con otro asciende el total a hanega y media de pan cuyos diezmos pertenecen por mitad a D. Toribio Cubiellas, cura de dicha parroquia de Castañedo y al venerable Deán y Cabildo de la Santa Iglesia Catedral de la ciudad de Oviedo y tiene arrendada dicha mitad a D. Lope José Avello, seglar y veci no de Trebies en cantidad de mil ciento y sesenta y nueve reales de vellón en cada un año, y la mitad perteneciente a dicho cura la administra este de su casa; en la parroquia de San Julián de Arcallana se percibe igualmente este derecho de diezmos, que es el de pan, habas, maíz, centeno, mijo, y panizo, medio copín de pan por el derecho de primicia de cada vecino, y otro tanto por razón de cena de Cuaresma y esta la pagan los vaqueros en manteca, la que asciende a seis arrobas, el de lana, el de naciones de ganado vacu no, ovejuno y cabruno y no el de cerda, castaña ni otra especie alguna, cuyos diezmos pertenecen por mitad a D. Roque García Avello, cura de dicha parroquia con más el todo del importe de primicia y cena de Cuaresma, y la otra mitad de los frutos restan tes pertenecen a los vecinos de dicha parroquia por lo que al tiempo del diezmo se habían de dar de diez uno, solo diezman de veinte uno, quedándose cada uno de dichos vecinos con su contingente al respective, al número de frutos que coge en la de San Pedro de E L CONCEJO DE VALDES, SEGUN EL CATASTRO DE LA ENSENADA 37 Carcedo, también se diezma de diez uno que es el de pan, maíz, centeno, m ijo, panizo, y el de castañas, y por razón de primicia, a copín de pan por vecino, y los vaqueros satisfacen esta en mante ca, y por el derecho de cena de Cuaresma, otro copín de pan de cada vecino, también se percibe, el de naciones de ganado vacuno, ovejuno, cabrío y el de cerdas cuyos diezmos pertenecen las cuatro partes de ellos a dicho venerable Deán y Cabildo, las tres por razón de préstamo, y le tiene arrendado a José López, vecino de la pa rroquia de Otur de este concejo, en cantidad de dos mil setecientos ochenta y tres reales, y diez y ocho maravedíes de vellón, y la otra parte por razón de simple, que le tiene arrendado igualmente a D. Lope José Avello, seglares, vecino de Trebies, de este dicho con cejo, en cantidad de ochocientos cuarenta y ocho reales y catorce maravedíes vellón en cada un año y las dos partes restantes per tenecen a D. Manuel Fuertes Castrillón, cura de dicha parroquia las que administra y lleva de su casa: en la de San Miguel de Tre bies, se diezma igualmente de diez uno, el pan, maíz, habas, centeno, m ijo y panizo, copín y cuarto de pan de cada vecino, por el derecho de cena de Cuaresma, y también se percibe el de naciones de ga nado vacuno, ovejuno, cabrío y el de castañas, cuyos diezmos se dividen en nueve partes, una pertenece a D. Domingo Antonio Magadán, cura de dicha parroquia y además el todo de lo que asciende dicha cena de cuaresma la que lleva de casa otra nona parte a D. Juan Fuertes clérigo de corona, vecino del lugar de Cañero de este concejo, y la tiene arrendada a D. Alvaro de Granda, a D. Pe dro Fernández Capalleja presbíteros, vecinos de dicha parroquia de Trebies, en cantidad de mil y cien reales vellón en cada un año otras tres nonas pertenecen al convento de San Pelayo de la ciu dad de Oviedo, y las traen arrendadas, Pedro Alvarez, D. Juan Alvarez, presbítero, Domingo y Pedro Fernández vecinos de dicha parroquia de Trebies en cantidad de tres mil ciento y cincuenta reales vellón en cada un año: otra nona es de D. Manuel Martínez, cura de la villa de Gijón, la trae arrendada de su mano D. Antonio García Brieves cura de Anleo, concejo de Navia, en cantidad de mil reales vellón, en cada un año, otra mitad de una de dichas nonas partes, pertenece a D. Alonso de Lerma, presbítero residente en la corte de Madrid, la que lleva en arriendo Lorenzo Fernández de las Quintas, vecino de dicha parroquia de Trebies, en quinientos y yeinte y cinco reales de vellón en cada un año, la otra mitad de dicha nona pertenece, a D. Francisco Junco, Chantre en la Catedral de Oviedo, llévala en arriendo dicha mitad, Luis Menéndez, vecino de dicha parroquia, en los mismos quinientos y veinte y cinco reales 38 RAMONA PEREZ DE CASTRO de vellón, en cada un año, otra nona, es de D. Francisco Javier de la Concha, ausente en las Indias ya muchos años y la trae arrenda da Pedro Suárez Llantero y Francisco Suárez, vecinos de la misma parroquia en noventa y dos ducados vellón anualmente, y la otra nona restante es propia de D. Esteban de Mestas, capellán de la Suprema Inquisición, residente en dicha Corte, la que tiene arren dada a D. Domingo Fernández Maurera, y Juan Fernández Capalleja, vecinos de dicha parroquia en cantidad de novecientos reales, digo novecientos y cincuenta, en cada un año y asimismo se per cibe este derecho de diezmos en la parroquia de San Pedro de Paredes, de diez uno que es de pan, maíz, centeno, mijo, panizo, y el de castaña, y medio copín de pan de cada vecino« de los de la aldea, por el derecho de cena de cuaresma, y los vaqueros pagan esta en manteca, a libra por cada uno que mantiene hogar, y los mismos satisfacen, otra libra o cuartillo mas por el derecho de calenda, también se percibe, el de naciones de ganado vacuno, ove juno, cabrío, cerdos, el de lana y hierba, cuyos diezmos mitad de ellos pertenecen a D. José Antonio Paredes cura de dicha parro quia los que lleva y administra de casa y de la otra mitad, un quinto y medio de otro, pertenece, por razón de patronato, a D. N i colás de Merás seglar y vecino de dicha parroquia que también administra de casa otro quinto y medio y dos sesmos de otro per cibe de Doña Josefa Paredes, viuda y vecina de dicha parroquia, por el mismo derecho de patronato, que también administra de casa: un quinto menos dos sesmos, a D. Diego García Paredes, cura de la villa de Luarca, el que administra de casa por mano de sus medio quinto al Marqués de Ferrera que la administra por mano de su mayordomo. Un medio quinto percibe, D. Juan Antonio Trelles, cura de villa Pane por razón de Capellanía que también administra por si y la cuarta parte del medio quinto restante pertenece a Doña María de Omaña, viuda y vecina de la villa de Tineo que también administra de casa; y se nota sin embargo de lo dicho, pertenecer por entero al cura de dicha parroquia el derecho de cena de cuaresma, y sus efectos y no otro ninguno. 16.a)...A la decima sexta, dijeron que el derecho de fruto diezmable de pan en la parroquia de Santiago de Castañedo, asciende a veinte y cuatro anegas en cada un año, el de maíz, a otras sesenta y cuatro fanegas, el de centeno a ocho fanegas, el de m ijo y panizo a seis anegas, el de castañas a veinte y dos fanegas, y también se percibe el de naciones de ganado vacuno que asciende a seis reales, E L CONCEJO DE VALDES, SEGUN EL CATASTRO DE LA ENSENADA 39 el de corderos a ocho, el de cabritos a cuatro, el delana a veinte y cuatro libras; que igualmente asciende el derecho de primicia a siete anegas y media de escanda de cena de cuaresma sesenta copinos; y de la misma especie el de buzelas doce copinos de dicha especie. Cuyos frutos pertenecen según se dijo en la pregunta ante cedente al cura de dicha parroquia y al venerable Deán y Cabildo de la ciudad de Oviedo por mitad: En la parroquia de San Julián de Arcallana asciende igualmente el fruto diezmable de su territorio a cuarenta anegas de escanda, el de maíz a ciento y cuarenta ane gas, el de habas blancas a seis fanegas, el de centeno a diez copinos, el de m ijo y panizo, a otros seis, y también se percibe el derecho de naciones de ganado vacuno que asciende a doce terneros, el de corderos a cuarenta, el de cabritos a veinte, el de lana a nueve arrobas, y por razón de cena de cuaresma cinco anegas y media de escanda, y de los vaqueros se percibe este derecho de manteca, que asciende su producto a seis arrobas, y de primicia se perciben cinco anegas y media de pan, cuyos frutos diezmables, según va declarado, en la antecedente, se dividen por mitad entre el cura de dicha parroquia y vecinos de ella y en esta de San Juan de Mu ñas, asciende, este derecho a veinte y una fanegas de pan, el de maíz a ciento y ochenta anegas, el de centeno a nueve, el de m ijo y panizo anega y media, el de primicia de los vecinos de aldea que asciende a once fanegas y media de escanda, y esta la pagan los vaqueros en manteca que asciende a noventa libras, se percibe igualmente el diezmo de las naciones de ganado vacuno que ascien de a dos terneros, el de corderos a treinta, el de cabritos a dos, el de castañas a dos anegas, cuyos frutos decimales según se dijo en la pregunta quince, pertenece mitad a la Mesa Episcopal de la ciu dad de Oviedo y de la otra mitad dos partes al cura de dicha parro quia y la otra restante a D. José Avello, presbítero, vecino de la ciudad de Oviedo, de quien es el simple de dicha parroquia, en la de San Pedro de Carcedo, asciende el derecho diezmal de pan a veinte y cuatro fanegas, el de maíz a ciento y ochenta fanegas, el de centeno a siete anegas, el de m ijo y panizo a seis anegas, el de cas tañas a quince anegas, el derecho de primicia a ciento y veinte y ocho copinos de pan de los vecinos de la aldea y quince libras de manteca, que pagan por dicha razón, los vaqueros de las brañas, asciende también el derecho de cena de cuaresma a doce anegas de pan, también se percibe el derecho de diezmo de las naciones de ganado vacuno que asciende a ternero y medio, el de corderos a seis, el de cabritos a dos y el de cerdos a cuatro; cuyos frutos de cimales, según llevan declarado en la pregunta antecedente, perte 40 RAMONA PEREZ DE CASTRO necen las cuatro partes de ellos al venerable Deán y Cabildo por razón de préstamo y simple y las dos partes restantes al cura de dicha parroquia: En la parroquia de San Miguel de Trebies, im porta el fruto diezmable de pan diez y ocho anegas, el de maíz a treinta y sesenta anegas, el de habas blancas a treinta y seis ane gas, el de centeno a diez y ocho anegas, el de m ijo y panizo a cuatro anegas y media, el de castañas a diez y ocho copinos, el de cena de cuaresma a treinta y nueve anegas de escanda; cuyos frutos deci males se dijo en la pregunta antecedente y sus especies pertenecen, y se diezma, en dicha parroquia, junto con el de naciones de ganado vacuno, que asciende a setenta reales, este derecho: de corderos, quince de ellos y cabritos diez, y todos los dichos efectos se dividen en nueve partes, las que pertenecen a las personas que contiene dicha pregunta quince que antecede y en la parroquia de San Pedro de Paredes, asciende el derecho de fruto de pan diezmable a quince anegas, el de maíz a ciento y sesenta anegas de maíz, el de m ijo y panizo a diez anegas, el de centeno a quince anegas, el de castañas a otras cinco, el de hierba a sesenta reales, de cena de cuaresma, por lo tocante a los vecinos de aldea suple este derecho ocho ane gas de pan y esta cena la pagan los vaqueros en manteca que as ciende a treinta libras con más satisfacen estos por razón de calenda otras veinte y cuatro libras, y se percibe igualmente que en las demás parroquias dichas el diezmo de naciones de ganado vacuno que asciende este derecho a cuatro terneros, el de corderos a seis, el de cabritos a ocho y el de lechones de cuyos frutos deci males tienen dado razón en la pregunta antecedente, y lo mismo en dicha parroquia como en todas las demás de los sujetos que traen arrendados dichos frutos y en que cantidades cada uno respectives como también los que los administran y llevan de su casa, y en cuanto al pie de Altar y mas correspondiente desde derecho asciende el de la parroquia de Castañedo a doscientos y noventa y tres reales; en la de Arcallana, a setecientos reales, en la de Pare des a ciento y cincuenta reales, en la de Trebies a ciento y ocho reales, en la de Carcedo a ciento y veinte y cinco reales y dos ma ravedís, y en la de Muñas, a noventa y nueve reales. Como mas bien resulta de las certificaciones, que en este asunto dieren los curas de dichas parroquias a las que se remiten. 17.a)...A la diez y siete, dijeron dichos peritos y mas personas comparecidas para el efecto que contiene la pregunta haber de artefactos, que ella expresa cincuenta y seis molinos harineros y ocho arruinados, cuatro en la parroquia de Castañedo, uno de Juan E L CONCEJO DE VALDES, SEGUN EL CATASTRO DE LA ENSENADA 41 Fernández, mayor en días, de un molar sobre el río de Labio que muele seis meses al año. Otro de Domingo Martínez vecino del coto de Labio de dos molares, sobre el río de Faedo, muele otros seis meses; otro de Esteban Fernández vecino de dicho coto de dos molares que muele otro tanto tiempo cada molar, y lo restante del año ni unos ni otros trabajan por falta de granos y ser muy reducido y corto el vecindario, y moliendo cada molar en veinte y cuatro horas una anega de todo fruto de pan, maíz, centeno, m ijo y panizo, cuatro partes de maíz, una de escanda, media de centeno y otra media de m ijo y panizo, se regula su producto a cada uno, de dichos cinco molares, por los seis meses que le toca moler, seis fanegas de todo fruto, cuatro de maíz, una de escanda, media de centeno y otra media de mijo, y panizo, dejando cada anega que muelen ocho maquilas. Y el restante molino pertenece a Pedro Fernández, vecino de dicha parroquia el que se halla arruinado y es de un molar, y se halla sobre el río grande de Figueras. En la parroquia de San Julián de Arcallana hay otros seis moli nos uno de Alejos Martínez, de un molar sobre el río de Barganaz muele tres meses al año del cual le corresponden la cuarta parte y las otras tres, a Gerónimo Martínez, Juan del Valle y a Vicente Fernández y les queda de producto tres anegas de las especies dichas según la regulación hecha anteriormente, otro de Domingo Menéndez Inclán de un molar sobre el río de la Piedra y solo mue le seis meses al año por defecto de granos en el que le quedan de producto, seis anegas, cuatro de maíz, una de escanda, media de centeno, y la restante de m ijo y panizo, otro de Francisco Bravo vecino de los Baios de un molar, sobre el río de Forfigón y solo trabaja tres meses en el año por falta de agua y granos, quedale de producto tres anegas de las especies dichas. Otro de Juan An tonio Fernández de un molar sobre el río de Arquellina, muele cuatro meses, y no mas por falta de grano quedale de producto cuatro anegas de las especies dichas. Otro de Miguel del Río de un molar sobre el río de la Piedra que solo muele dos meses al año, por defecto de agua y granos quedanle de producto otras dos ane gas y el otro de Pedro de Menes de Ozinera sobre el río de Colezitoso muele cinco meses al año, quedándole de utilidad cinco anegas de dichas especies, y en dicha parroquia se halla un molino hari nero arruinado, propio de Domingo Fernández de las Llongas de un molar sobre el río de la Piedra. En la parroquia de Muñas hay nueve molinos, uno de Agustín Peláez de dos molares sobre el río de Ferrera, muele seis meses al año, cada molar quedanle de utili dad doce fanegas de dichas especies. Otro de Catalina del Busto 42 RAMONA PEREZ DE CASTRO sobre el mismo río de otros dos molares, muele otro tanto tiempo y le queda la misma utilidad. Otro de José Martínez y Tomás Deben por mitad sobre el mismo río de Ferrera de un molar trabaja otros seis meses, quedales de utilidad, seis anegas según la regulación hecha en la parroquia de Castañedo. Otro de María Menéndez de un molar sobre el río de Riaños muele cuatro meses, quedale de utili dad cuatro anegas de dichas especies. Otro de María García Dorado de un molar sobre el mismo río de Ferrera, trabaja seis meses al año, quedale de producto seis anegas, cuatro de maíz, una de es canda, media de centeno y la restante de m ijo y panizo. Otro de María Fernández de Mones y Pedro Cernuda por mitad, de un molar sobre el río de Mones muele seis meses al año, quedales de utilidad, seis anegas de las especies dichas. Otro de D. Antonio Martínez, cura en el concejo de Cangas de dos molares, que cada uno muele seis meses al año sobre el río de Ferreira quedale de utilidad en cada uno de dichos molares seis anegas de dichas es pecies. Otro del Marqués de Ferrera de un molar sobre el río de la Rehollada, trabaja con agua del río de Lleredo, y la fuente de la Granfina, cuatro meses al año; otro del citado Marqués de otro molar sobre el río de Mones, muele otros cuatro meses, quedale de utilidad en cada uno de ellos cuatro anegas de dichas especies: en dicha parroquia hay cuatro arruinados, uno del expresado Marqués de un molar, sobre el río de Ferrera, otro de Juan Gómez de un molar, sobre el arroyo de Villafermonte. Otro de Simón Menéndez sobre el mismo arroyo, de otro molar, y el otro de Juan Cernuda sobre el arroyo de río Caliente, de otro molar. En la parroquia de Carcedo, hay seis molinos el uno de Pedro García del Pontigón, vecino de la parroquia de Muñas de tres molares, sobre el río Grande que cada uno trabaja seis meses al año y le queda de utili dad en ellos, diez y ocho anegas, cuatro partes de maíz, una de escanda, media de centeno, y la otra media de m ijo y panizo. Otro de Francisco Martínez, de un molar sobre el río de Vienda muele cuatro meses, quedale de producto, cuatro anegas, según dicha re gulación. Otro de D. Antonio García Meras, presbítero, vecino de la misma parroquia de Muñas de un molar sobre el río de Riaños, muele solamente, los granos que necesita, para el gasto de su casa por hallarse algo deteriorado, y le regulan de producto, seis copinos de dicha especie, cuatro de maíz, uno de escanda, medio de centeno y otro medio de mijo y panizo; otro de Juan García Meras y de María Menéndez de dos molares por mitad sobre el río de Murgazón, muele siete meses al año quedales de utilidad, siete ane gas de dichas especies. Otro de dos molares, sobre el río de Brandás EL CONCEJO DE VALDES, SEGUN E L CATASTRO DE LA ENSENADA 43 y pertenece por mitad a Francisco Maurín y Lorenzo Fernández y se halla sobre el citado río Brandás, muele cuatro meses al año y les queda de utilidad cuatro anegas de dichas especies a cada uno. Otro sobre el río de Castro, de un molar de D. José Avello y Llano, vecino de la parroquia de Trebies que solo muele los granos que necesita para el consumo de su casa, y le regularon de producto, seis copinos de todas especies: cuatro de maíz, uno de escanda, me dio de centeno, y otro medio de mijo y panizo. En la parroquia de Trebies, hay catorce molinos; uno de Juan Suárez de un molar sobre el río de Llouredal muele cuatro meses al año, quedale de utilidad cuatro anegas de dichas especies. Otro de José Rodríguez de Pescaredo y de Francisco Rodríguez de dos molares por mitad sobre el río de Balverto, muele seis meses al año, dejando de uti lidad doce anegas por entero, seis a cada uno por dicho molar. Otro de Juan María y Rosa García Lanón, hermanos, de un molar por iguales partes, sobre el río de abajo que muele ocho meses al año, quedales de utilidad, ocho anegas de dichas especies. Otro de un molar sobre el río de Valsera, de José de San Juan y Pedro García Valsera, muele cuatro meses quedales de producto a cada uno, dos anegas por mitad, María Fernández y Francisco García Merás tiene otro de un molar, sobre el río de Balsera, por mitad muele, otros cuatro meses al año, regulanles de producto y utili dad, lo que los antecedentes expresados. Otro de un molar, sobre el río de la Habuya, trabaja otros cuatro meses, el que pertenece por mitad, a D. Juan Antonio Alvarez, presbítero, y a Pedro Fer nández Maurera, vecinos de dicha parroquia, quedales de utilidad a cada uno, dos anegas de las especies dichas. Otro de un molar sobre el río de Valsera, trabaja otros cuatro meses, del qué perte necen las cinco partes a Benito Peláez y la restante a D. Roque García Avello; presbítero como capellán, de la capellanía de Santa Cruz, fundada en la villa de Luarca, uno y otro vecinos de dicha parroquia, quedales de utilidad cuatro anegas de dichas especies. Otro de un molar sobre el río de Llantero, muele seis meses al año, el que pertenece por mitad, al citado D. Roque, y a Domingo Suá rez, quedales de utilidad seis anegas de dichas especies, tres a cada uno. Otro de dos molares, sobre el río de Barbeito, trabaja cada uno ocho meses al año del que pertenece el un molar por entero y las dos terceras partes del otro a Domingo Fernández Cortina y la parte restante a Tomás Fernández, quedales de utilidad ocho ane gas en cada uno, de las especies ya referidas. Otro de D, Fernando Rodríguez Malleza, presbítero, vecino del concejo de Salas, de un molar sobre el río de la Habuya, muele cuatro meses al año, dejan-.. 44 RAMONA PEREZ DE CASTRO do en dicho tiempo de utilidad, cuatro anegas de dichas especies, otro de D. Francisco Rodríguez Malleza, vecino de dicha parroquia de un molar, sobre el arroyo de la Vega que por falta de agua, solo muele cuatro meses al año quedales de utilidad, la misma que en el antecedente; otro de Francisco García Merás y Pedro Ferrera por mitad, de un molar sobre el río del Loredal, muele otros cuatro meses, quedales de utilidad a cada uno de dichas especies. Otro de un molar de Francisco Rodríguez vecino de Villanueva sobre el río del Barbeito, muele seis meses al año quedales de utilidad seis ane gas, cuatro de maíz, una de escanda media de centeno, y otra media de m ijo y panizo; y el otro de D. Jacinto Fuertes vecino de la pa rroquia de Cañero de tres molares, sobre el río de Llozín, muele seis meses al año, quedale de producto, veinte y cuatro anegas de todos granos, cuatro partes de maíz, una de escanda, media de cen teno y otra media de m ijo y panizo y en la parroquia de San Pedro de Paredes diez y ocho molinos, uno a D. Nicolás de Merás vecino de dicha parroquia y del concejo de Tineo de un molar sobre el río de la Vieja que por defecto de granos, solo muele cuatro meses al año, y le queda de utilidad, cuatro anegas de dichas especies. Otro de Juan Antonio Fernández de dos molares sobre el río de Bustie11o, muele cada uno tres meses al año, quedale de utilidad tres anegas en cada uno de dichas especies. Otro de D. Andrés Garrandes de un molar sobre el río de Meras, muele seis meses al año, quedale de utilidad seis anegas, cuatro de maíz, una de escanda, media de centeno, y otra media de mijo y panizo. Otro de Catalina Menéndez Uría de un molar sobre el río de Paredes, muele otros seis meses, quedale la misma utilidad. Otro de un molar sobre el río de Bustiello pertenece por mitad a Domingo García Agüera, y a María García Casona, trabaja tres meses al año y no mas por defecto de agua y granos, quedale de utilidad tres anegas de dichas especies. Otro de Francisco García Miranda, de un molar sobre el río de la Vieja, muele seis meses, y quedale de utilidad seis anegas, cuatro de maíz, una de escanda, media de centeno y otra media de mijo, y panizo. Otro de un molar sobre el mismo río de la Vieja, muele seis meses al año, del que corresponde tercera parte a Fran cisco Fernández, y lo restante por terceras partes, a Pedro García Sastre, y Pedro García Ferrero, quedales de utilidad, seis anegas de dichas especies. Otro de Francisco García Meras, de un molar, sobre el río de Meras, muele cuatro meses al año quedale de producto cuatro anegas de dichas especies. Otro de un molar sobre el río de la Vieja, propio de Francisco Parrondo, mayor en días, muele otros cuatro meses quedale la misma utilidad, otro sobre el mismo río EL CONCEJO DE VALDES, SEGUN EL CATASTRO DE LA ENSENADA 45 de un molar, pertenece a Francisco Feito, muele seis meses al año, Iquedale de utilidad seis anegas, cuatro de maíz, una de escanda, media de centeno y otra media de mijo y panizo. Otro de un molar de D. Lope Matías, vecino de la parroquia de Santiago de Arriba de este concejo, muele siete meses al año sobre el río de Ferrera, quedale de utilidad, siete anegas de dichas especies. Otro de un molar sobre el río de la Vieja que muele cinco meses al año, del que corresponden las dos terceras partes, a D. Pedro Castrillón cura, digo, clérigo de corona, vecino de Luarca, y lo restante a la Capellanía de Santa Marina fundada en dicha parroquia de Pare des, al presente vacante, quedales de utilidad cinco anegas de dichas especies. D. Diego García cura de la villa de Luarca tiene otro de un molar sobre el río de la Vieja, muele otros cinco meses quedale la misma utilidad. Otro de un molar sobre el río de Ovienes, llama do del Penón, muele cuatro meses y pertenece a Juan García, vecino de Bustiello, quedale de utilidad, cuatro anegas de dichas especies. Otro de un molar sobre el río de Bustiello llamado izquierdo muele cuatro meses al año pertenece al dicho Juan García quedale de utilidad lo mismo que el antecedente. María García de Arrojo tiene otro de un molar, sobre el río de Ovienes muele tres meses al año quedale de utilidad, tres anegas de dichas especies. Otro de un molar, sobre el río de Bustiello que se dice de medio, muele seis meses al año, pertenece a Salvador Alvarez y le queda de utilidad seis anegas, cuatro de maíz, una de escanda, media de centeno, y otra media de m ijo y panizo, y el otro de Pedro Rodríguez, vecino de Bustiello de un molar sobre el río que se dice también de Bus tiello llamado izquierdo, muele quaíro meses, quedale de utilidad, quatro anegas, quatro partes de maíz, una de escanda, media de centeno y otra media de mijo y panizo. En dicha parroquia hay dos arruinados, uno de Francisco Fernández, menor en días, de un molar, sobre el arroyo del Zorro, y el otro perteneciente a la capilla de Nuestra Señora de la Caridad, fundada en dicha parroquia, de un molar, sobre el río de Meras. Hay asimismo en dichas parro quias seis molinos de agua para desergar escanda, los tres en dicha parroquia de Paredes, uno de Juan Antonio Fernández, otro de de D. Diego García Paredes, presbítero, y el otro de D. Nicolás de Meras. En la de Muñas, hay dos uno de D. Antonio Martínez, pres bítero, cura del concejo de Cangas de Tineo; y el otro de José y María Martínez. Y en la de Carcedo, uno de Pedro García Paredes vecino de Muñas; y se le reguló de producto a cada uno de ellos, dos copinos de escanda en cada un año. Y en dicha parroquia de Carcedo hay uno arruinado y es de Francisco Martínez. Hay asi 46 RAMONA PEREZ DE CASTRO mismo en dichas parroquias treinta y siete molinos de mano que sirven también para el mismo efecto de desergar escanda los seis de ellos en la parroquia de Arcallana, el uno de Alonso de Cabo de Foedo, vecino de la expresada parroquia. Otro de Francisco Cuervo de la Mafalla vecino asimismo de dicha parroquia. Otro de Fran cisco Fernández vecino también de Arcallana. Otro de Gabriel Fer nández de la misma vecindad. Otro de Miguel Fernández también vecino de dicha parroquia y el restante molino de José Calvin, asi mismo, vecino de la expresada parroquia de Arcallana, en la de Santiago de Castañedo, uno de D. Toribio de Cubrellas cura propio de dicha parroquia. Otro de Pedro Fernández, vecino asimismo de la nominada parroquia, otro de Francisco García Paredes, menor en días, vecino de dicha parroquia de Castañedo. Otro de Francisco Suárez, de la misma vecindad, y el otro de Santiago Fernández, vecino de dicha parroquia; en la de San Juan de Muñas hay cinco molinos de mano, uno de D. Ilario Yáñez Avello, cura de la expre sada parroquia; otro de Juan Gómez también vecino de ella. Otro de Lorenzo Fernández, y este se halla arruinado. Otro de Pedro Cuervo, vecino de dicha parroquia, y el restante de Alonso López de la misma vecindad. En la de San Pedro de Carcedo hay tres, uno de Diego García del Préstamo, vecino de dicha parroquia, otro de Lorenzo Fernández de la Parra, y el otro de Juan Menéndez, unos y otros de dicha parroquia. Y en la de San Miguel de Trebies, hay once molinos de mano, uno de Pedro Ferrera, vecino de dicha parroquia; otro de Francisco Reguerón; otro de D. Matías Fer nández; otro de Domingo Alvarez; otro de D. Francisco de Avello; otro de Manuela Rodríguez, y este arruinado; otro de Benito Ave llo; otro de Juan Fernández de Abedul. Otro de María Suárez viuda; otro de Francisco Avello, y el restante de Domingo Suárez. Y en la parroquia de San Pedro de Paredes, hay tres, el uno de Pedro García Arrojo, vecino del lugar de Ovienes. Otro de Pedro García Arrojo, vecino del de Paredes, y el otro de Antonio Fernán dez, y a todos los dichos molinos de mano se les reguló de producto a cada uno, un copín de escanda por ser poca la que coge en el término. En la parroquia de Arcallana hay un batán propio de Juan Antonio de la Mafalla sobre el río de Barganaz, que sólo tra baja tres meses al año, en los que se reguló de producto ciento y veinte reales vellón. En la parroquia de Carcedo, otro sobre el río de Pontigón, trabaja dos meses, al que se le regula de producto ochenta reales vellón el que pertenece a Pedro García Pontigón, digo Paredes, vecino de Muñas; en la de Trebies otro que trabaja cuatro meses con el agua del río de Barbeito, pertenece a Domingo EL CONCEJO DE VALDES, SEGUN EL CATASTRO DE LA ENSENADA 47 Fernández Cortina que se le regula de producto ciento y sesenta reales; en la de Paredes hay otro sobre el río de Bustiello y perte'nece a Juan Antonio Fernández, tienele de producto por cuatro meses al año que trabaja, ciento y sesenta reales, y sobre el río de la Vieja, hay otro arruinado de Francisco Parrondo, menor en días. 18.a)...A la decima octava que en el término de las dichas parroquas, hay esquilmo de leche de vacas, terneros potrancos, borregos, corderos, cabritos, miel, cera, y de ganado de cerda, y que no hay esquilmo alguno porque cada vecino esquila en su casa su ganado, y que dichos esquilmos con el de sebo, se regula su utilidad en esta forma: a cada vaca parida lechera, un cuartillo al día mante niendo su ternero, y por cada cuartillo de leche un cuarto, y como las vacas regularmente están un año de cría y leche y el otro no, se reputa por medio cuartillo, en cada un día del año. Cada ter nero mientras mama, en veinte y dos reales, y con la consideración antecedente, viene a quedar su valor en once reales, en cada un año como esquilmo de cada vaca, considerándose así unas vacas lecheras con otras que no lo son tanto y unos añojos y terneros buenos, con otros medianos. Y en esta atención se regula, un po tranco en cincuenta reales de vellón considerándose que un año paren y otro no, viene a quedarse este esquilmo en veinte y cinco reales en cada un año, y las naciones de unas puercas de cría, la regulan tres a cada una, mientras maman, y por cada uno tres reales; cada cordero mientras mama en cuatro reales; a cada ca brito en tres reales; la libra de manteca de vacas a dos reales, componiendo dicha libra veinte y cuatro onzas; la libra de sebo también de vacas que compone las mismas onzas en otros dos rea les; a cada cabeza de oveja le regulan un cuarterón de lana, y a cada borrego o carnero, dos cuarterones, y la libra dos reales que a cada cabra mientras mama el cabrito le consideran un cuarterón de leche, en cada un día de los cuatro meses del año, y su precio un cuarto por cuartillo, y que todos estos esquilmos pertenecen a sus dueños y aparceros, según resultara de las relaciones dadas última mente que habiendo hecho varias consideraciones en razón de es quilmo de cada colmena, según estilo del país, y modo de adminis trarlas se ha considerado su producto, en cada un año, cuartillo y medio de miel, y medio cuarterón de cera, esta a diez reales la libra y aquello a real el cuartillo, y en cuanto al número de gana dos propio de vecinos que hay en el término de dichas parroquias, a resultado de los reconocimientos practicados, haver setecientos 48 RAMONA PEREZ DE CASTRO y diez y seis bueyes y su valor de cada uno, por medianos por no ser del ganado mas crecido, y no lo haber en este principado mas chico, que lo de este concejo, en trescientos reales vellón, mil tres cientas y ochenta y siete vacas de leche, vacas orras, mil doscientas sesenta y seis, mil ciento sesenta y nueve terneros; mil ciento y treinta novillos, novillas mil trescientas ochenta y seis ovejas, ocho mil cuatrocientos y ochenta y ocho carneros, cuatro mil cuatrocien tos, sesenta y nueve borregos, cuatrocientos veinte y ocho corderos, tres mil quinientas noventa y cinco cabras, mil novecientos y cinco, cabritos setecientos y cincuenta y cuatro; machos de cabrío ciento y noventa, cerdas, seiscientas y veinte y cinco, guarros mil quinien tos noventa y cuatro, cerdos dos mil doscientos ochenta y uno, yeguas ciento y tres, lechuzos cuarenta y uno, potros cuarenta y cinco, potras cincuenta y seis, caballerías de trabajo noventa, hay asimismo recibido en aparcería de forasteros que pastan dentro del término de dichas parroquias treinta y un bueyes, vacas cincuenta y siete, las treinta y seis de leche y las veinte y una orras, cuarenta terneros, novillos treinta y dos, novillas cincuenta y nuebe, carne ros seis, ovejas diez y nueve, corderos siete, cabras, ocho, cabritos diez y yeguas cuatro. 19.a)...A la diez y nueve que en el término de dichas parroquias, hay mil quinientas veinte y nueve colmenas, que por ser el número de sujetos dueños de ellas muy dilatado, se omite el referirlo, remitense a las relaciones, y reconocimientos, inclusas diez y nuebe de eclesiásticos. 20.a)...A la vigésima que en dichas parroquias solo hay las cinco especies de ganados que van expresados, que son vacuno, caballar, ovejuno, cabrío, y de cerda, y que ningún vecino tiene cabaña, re baño, yeguada ni vacada alguna, dentro ni fuera del término. 21.a)...A la veinte y una que en el término de dichas parroquias hay el número de novecientos ochenta y dos vecinos, doscientas cuarenta y cinco viudas y sesenta y tres menores. Y que las casas se hallan esparcidas por el término de dichas parroquias. 22.a)...A la veinte y dos que hay el número de mil doscientas y doze casas habitables, ciento y diez suelos, ochocientas y nueve E L CONCEJO DE VALDES, SEGUN EL CATASTRO DE LA ENSENADA 49 casas de ganado que [ro to *] cortes y que ningún vecino paga en particular cosa alguna por razón de carga y señorío al común del concejo... 23.a)...A la veinte y tres se remiten al contenido de la que en este asunto evacuare el Subdelegado de la capital y que ninguna de dichas parroquias, tiene particular ni percibe cosa alguna, de lo que contiene dicho número. 24.a)...A la veinte y cuatro se refieren a lo que llevan dicho en la pregunta antecedente. 25.a)...A la veinte y cinco que en dichas parroquias, se hace en cada año la fiesta del Corpus, y el del Santísimo que para ellas y su mayor aumento, pagan cada vecino un real por cada una de dichas fiestas y en cuanto a lo demás que contiene dicha pregunta se remiten a lo que llevan declarado en las dos antecedentes. 26.a)...A la veinte y seis que dichas parroquias no tienen censos ni otra carga alguna. 27.a)...A la veinte y siete que dichas parroquias pagan por si por razón de servicio ordinario y extraordinario en arcas reales cada una la porción, según el cómputo que se les hace, en la capital por los vecinos del estado general en cada un año en los tres ter cios del setecientos treinta y un reales y quince maravedíes de vellón de cuya cantidad corresponde, a la parroquia de Muñas ciento y treinta y tres reales y diez y siete maravedíes. A la de Carcedo ciento y once reales, a la de Castañedo veinte y cuatro reales y veinte y cuatro maravedíes vellón. A la de Paredes, sesenta y un reales, y diez y siete maravedíes; y a la de Trebies ciento y ochenta reales y ocho maravedíes vellón por razón de alcabalas, sisas y mi llones pagan en cada un año y en los dichos tres tercios, cuatro mil ciento y noventa y cinco reales y veinte y seis maravedíes de los que corresponden a la de Castañedo, doscientos setenta y nueve reales, a la de Arcallana quinientos reales, a la de Muñas ochocien tos reales, a la de Carcedo trescientos treinta y uno, a la de Trebies (* ) E n lo roto d el folio, hay que suponer d iría : “que llam a n ” ; pues la voz corte que sigue a la rotura, se usa desde V aldés al Eo, como ’establo’ y ’cu adra’ p a ra el ga n a d o ; según B. A cevedo y M. Fernández ( Vocabulario del bable de occidente. M adrid, 1932; p. 62). R. P. de C. 50 RAMONA PEREZ DE CASTRO mil cuatrocientos sesenta y cinco reales y veinte y seis maravedíes vellón, y a la de Paredes ochocientos reales, los que pagan mancomunadamente todos los vecinos de dichas parroquias. 28.*)...A la veinte y ocho dijeron lo mismo que llevan declarado en la primera, segunda y tercera pregunta de dicho interrogatorio. 29.*)...A la veinte y nuebe que hay en cada parroquia de las re feridas, una taberna propia del común que salen a remate todos los años, y al presente se hallan en arriendo; la de Castañedo la tiene Pedro Suárez en sesenta reales y regulan puede vender en cada un año veinte cántaras de vino, y vendiendose acuartillado a real y su precio principal el de veinte y cuatro cada cántara, después se pa gan los sesenta reales de su arrendamiento le queda de utilidad cuarenta reales en cada un año. La de San Julián de Arcallana la trae en arriendo Diego Martínez, en trescientos y treinta reales y vendiendo en cada un año cien cántaras de vino al precio que que da dicho, de su compara principal y venta por menor le quedan de utilidad, ciento y setenta reales. La de Muñas, se halla a cargo de José Suárez de Castro, su arrendario, en cantidad de ocho cien tos reales vellón, vende en cada un año, doscientas cántaras y le queda de utilidad, satisfechos los ochocientos reales de su arren damiento, doscientos reales de la misma moneda. La de San Pedro de Carcedo, la tiene arrendada el dicho José Suárez, en trescientos cuarenta y un reales vellón, vende al año sesenta cántaras, que a los precios que van regulados de compra y venta, no le queda utili dad alguna, por ser muy poco el consumo que tiene, y este solo del vecindario. La de San Miguel de Trebies, la tiene arrendada Anto nio de la Cogolla, en mil cuatrocientos setenta y cinco reales, y veinte y seis maravedíes, vellón, y vendiendo trescientas cántaras, le quedan de utilidad treinta y cinco reales y la restante de San Pedro de Paredes, la lleva en arriendo Juan García Miranda, en setecientos y ochenta reales de vellón, vende en cada un año ciento y ochenta cántaras, de vino, que a los precios regulados, de compra y venta, le quedan de utilidad ciento y veinte reales de vellón. En dicha parroquia de Trebies, hay dos barcas, una en el río de Brieves propia de D. Juan Avello y Llano, y por su servicio y pasage, le pagan muchos de sus vecinos a copín de maíz, y se le reguló en cada un año, nueve anegas, los vaqueros le pagan, diez cuartillos de manteca, y por lo que toca a los pasageros, regulan ochenta reales, por lo que deja en cada un año, dicha barca de producto por entero, doscientos y diez y siete reales. Otra en el río de Tre- E L CONCEJO DE VALDES, SEGUN EL CATASTRO DE LA ENSENADA 51 bies, que pertenece a la fábrica de dicha parroquia, y por su ser vicio y pasage, le pagan los mas de dichos vecinos otro copín de maíz que se le regula asciende a trece hanegas, si lo que saca de los caminantes (sic.) suma a sesenta reales, que trae arrendada Pe dro Diez en cien reales vellón y le queda a este de utilidad anual mente, ciento y veinte y nueve reales vellón, y otra sobre el río de Esv en la parroquia de Paredes en el bao que se dice la Longa, la que por estar deteriorada, y servir solo a su dueño, Juan de la Engrueba, para cultivar las heredades, que tiene de la otra parte del río solo se le consideró de producto, quince reales vellón por ser camino pasagero solo para una braña, aunque no es el mas usado. Hay asi mismo en dichas parroquias, doce puentes y media de madera que se hallan a cargo su existencia de sus vecinos para el servicio de sus labores. La de Castañedo tiene dos sobre el río de Labio. Arcallana puente y media que la otra mitad corresponde mantener a los vecinos del concejo de Pravia por estar entre tér minos, la que se halla sobre el río de la Piedra. Muñas tiene tres, una sobre el río de Ferrera, y dos sobre el de Mones. En la de Carcedo otras tres, una sobre el río de Ores, otra sobre el de Murgazon, y la otra sobre el de Brenda. En la de Trebies hay dos, puestas una y otra sobre el río de Gamones. Y en la de San Pedro de Paredes, hay otras dos, una sobre el río de Bustiello y otra sobre el de Fe rrera. 30.*) 31 .*)... A la treinta y treinta y una preguntas de dicho in terrogatorio, dijeron que en los términos que llaman, digo que llevan expresados, no hay cosa alguna de lo que en ellas se con tiene. 32.*)...A la treinta y dos que en dichas parroquias hay cuatro escribanos, dos en la de Trebies, que son Juan Avello y Llano a quien pertenece en propiedad su oficio y Ignacio Fernández Villanueva, por nombramiento que del hizo Don Lope Matías, vecino de la villa de Luarca, y en la de San Juan de Muñas hay otros dos que son Francisco García Dorado, perpetuo en su oficio, y el otro Cayetano García San Julián que asiste en esta operación por nom bramiento que en el hicieron, de tal escribano el marqués de Fe rrera y D. José Juan González Villa de Moros, unos y otros del número de este concejo y se les reguló pueden ganar cada uno al año setecientos reales vellón y que no tienen consignada cosa algu na por el común que también hay en dichas parroquias, cincuenta y cuatro arrieros, de los cuales los cuarenta y dos que trajinan en 52 RAMONA PEREZ DE CASTRO vino a Castilla doce trajinan en este Principado porteando cargas de pana telas y lino de unos mercados a otros, también hay otro arriero que trajina a Madrid y los que comercian vino a Castilla de la parroquia de Arcallana se llaman el uno Antonio Rubio, con seis caballerías, hace seis viajes en cada un año quedale de utilidad cuatrocientos y treinta y dos reales a razón de doce reales* por cada caballería en cada uno de dichos viajes. Otro Andrés Cano trajina con cinco caballos, hace seis viajes, gana trescientos y sesenta rea les/ Andrés Cano con cuatro caballerías, hace seis viajes, gana doscientos ochenta y ocho reales vellón, Domingo Martínez con cinco caballos hace seis viajes, gana trescientos y sesenta reales, Domingo de Castro con el mismo ejercicio hace seis viajes, con cuatro caballerías quedale de utilidad doscientos y ochenta y ocho reales de vellón, Domingo Cano, hijo de Magdalena Rubio, trajina a Castilla, con cuatro caballerías, hace otros seis viajes, quedale la misma utilidad. Pedro Cano del Reguero con otros cuatro caballos, hace otros seis viajes, gana lo mismo, Pedro Arias con tres caballos hace seis viajes, su' ganancia, doscientos y diez y seis reales, Pedro Cano, mayor con cuatro gana doscientos ochenta y ocho reales, Pcdró Cano menor, con otras cuatro caballerías, haciendo los mis mos Viajes gana lo mismo, Pedro Garrido con cinco caballos, hace seis viajes, gana trescientos y sesenta reales, Pedro Cano mayor con cuatro caballerías hace seis viajes, gana doscientos y ochenta y ocho reales y el otro Pedro Cano con seis caballerías, hace seis viajes, gana cuatrocientos y treinta y dos reales* unos y. otros tra jinan en vino a Castilla, Francisco Cano vecino de la misma pa^ rroquia, trata en conducir telas, pan y lino de un mercado a otro, con tres caballerías, hace veinte viajes a razón de dos reales por cada caballería en cada uno de dichos viajes con dos caballerías gana ciento y veinte reales, José de Bayos, que tiene el mismo ejer cicio hace otros veinte viajes, con dos caballerías, gana ochenta reales, Juan Feito con otras dos caballerías,, los mismos viajes gana lo' mismo qüe el antecedente Pedro Martínez que se ejercita tam bién en conducir telas y lino de un mercado a otro, con dos caba llerías, hace otros veinte viajes, gana otros ochenta reales, Pedro Cano vecino de los Baos, con el mismo ejercicio, y otras dos caba llerías, haciendo los mismos Viajes, gana otra tanta cantidad. Los de la parroquia de Muñas que trabajan a Castilla, se llama el uno, Antonio Parrondo con cuatro caballerías hace seis viajes, gana dos cientos y ochenta y ocho reales; Joaquín de Castro, hijo de Domin ga Parrondo con tres caballerías hace seis viajes, gana doscientos y diez y seis reales vellón; Domingo Rubio trajina también a Cas E L CONCEJO DE VALDES, SEGUN EL CATASTRO DE LA ENSENADA 53 tilla, con cuatro caballerías hace cinco viajes, gana-doscientos-y cuarenta reales. Juan Gayo con cuatro caballerías hace cuatro, via jes, gana ciento y noventa y dos reales. Santiago Rubio menor en días, con cuatro caballerías> hace tres viajes y gana ciento y cua-4 renta y cuarenta y cuatro reales vellón; unos y otros trajinan a Castilla como, va dicho. Los de la parroquia de San Pedro de Pa redes que trajinan igualmente a Castilla, se llaman el uno Juan de Gayo hijo de Ana de Gayo con dos caballerías, hace cuatro viajes, gana noventa y seis reales vellón. Otro Alonso Ganzedo, con cuatro caballos, hace seis viajes, su ganancia doscientos y ochenta y ocho reales vellón; Vicente Parrondo, con cinco caballos hace seis via jes, gana trescientos sesenta reales vellón; Blas Ardura, con dos caballos, hace tres viajes, gana tres, digo setenta y dos reales vellón, Blas Jaquete con cuatro caballos, hace seis viajes, gana doscientos y* ochenta y ocho reales. Domingo Ardura, trajina con dos caballe rías gana setenta reales vellón, Domingo García Maurín con seis caballos, hace cuatro viajes, gana doscientos ochenta y ocho reales vellón; Manuel Redruello hijo de Domingo Feito, con cinco caba llos hace cuatro viajes, gana doscientos y cuarenta .reales; Pedro Ardura con dos caballos hace seis viajes a Castilla, gana ciento y cuarenta y cuatro reales. Domingo Ganzado con cuatro caballos hace, seis viajes, gana doscientos y ochenta y ocho reales; Domingo Maurín, con seis caballos haciendo seis viajes, cuatrocientos y treinta y dos reales, Francisco Santiago con tres caballos hace seis viajes, gana doscientos y diez y seis reales, Francisco Parrondo menor en días con seis caballos, hace seis, gana cuatrocientos y treinta y dos reales, Juan Feito, con otros seis caballos que hace los mismos viajes, quédale la misma utilidad; Juan Gancedo con tres caballos hace ocho viajes, gana doscientos ochenta y ocho reales vellón. Juan Maurín con siete caballos, hace seis viajes, gana quinientos y cuatro reales vellón; Lázaro Ardura con tres caballos hace seis viajes, gana, doscientos diez y seis reales de vellón;. Mi guel de Gallo, soltero, con tres caballos, hace seis viajes, gana lo mismo que el antecedente; Martín Feito con seis caballos hace seis viajes, gana cuatrocientos y treinta y dos reales;v Pedro Gancedo, con tres, caballos, hace seis viajes, gana doscientos diez y seis reales de vellón, y el otro Pedro Redrueyo, con .otros tres caballos, hace los mismos viajes, quedale la misma utilidad. En dicha parroquia de Paredes, hay dos arrieros, que se ejercitan en portear cargasf de telas y liño .de unos mercados a otros por este Principado, y son el uno Francisco Feito, con dos caballos hace, veinte viajes, gana ochenta reales-«y el otro José del Gayo con .un cahallo, hace, veinte 54 RAMONA PEREZ DE CASTRO viajes, cuarenta reales. Los de la parroquia de Trebies que trajinan a Castilla, en vino, según va dicho se llaman el uno Miguel N io con dos caballos, hace cuatro viajes, gana en cada un año noventa y seis reales; Domingo Nio, hijo de Francisco Nio trajina también a Castilla, con cuatro caballos, hace siete viajes, gana al año tres cientos y treinta y seis reales vellón, y el otro, Santos de Castro, con el mismo ejercicio y seis caballos, haciendo seis viajes gana cua trocientos y treinta y dos reales; Domingo Feito Arriero, que tra jina a Madrid con cinco caballos hace cuatro viajes, en el descurso del año, y por cada caballería en cada uno de dichos viajes, se regulan a veinte y cuatro reales, gana en todas ellas y dichos viajes cuatrocientos y ochenta reales vellón; en la misma parroquia de Trebies, hay otros cinco arrieros, que se aplican en conducir y portear, de unos mercados a otros, de porte algunas telas y granos, que San Juan Fernández, con dos caballos, y hace veinte viajes al año gana en ellos, al respecto de dos reales por cada caballería a ochenta reales vellón; José García con cuatro caballos hace los mismos viajes, gana ciento y sesenta reales vellón; Manuel García con dos caballerías, hace otros veinte viajes al año y al mismo res pecto gana ochenta reales; Manuel del Nio, con otros dos caballos hace los mismos viajes, quedale la misma utilidad; y el otro Pedro Riesgo, hace otros veinte viajes con otras dos caballerías, gana otros ochenta reales. 33.*)...A la treinta y tres dijeron dichos peritos y mas individuos de este acto haber en las parroquias de esta operación los oficios siguientes; en la de San Julián de Arcallana un escultor, llamado Gabriel Fernández, cuyo oficio ejerce seis meses al año, a razón de cuatro reales por cada día y el restante tiempo labrador del campo. Angel Suárez, herrero principiante en el oficio, el que solo ejercita, tres meses al año a razón de dos reales por cada día, y lo demás del año trabajador del campo; en la parroquia de San Juan de Muñas hay un maestro de primeras letras llamado Bartolomé Mar tínez de la Bara, el que tiene de-situado por enseñar en dicha pa rroquia a los niños hijos de los vecinos de ella a leer y escribir doscientos y sesenta y cuatro reales, sin otro sueldo ni interés al guno por este trabajo solo si a otros que concurren de las parro quias inmediatas por enseñarles dichas primeras letras y gramática, que comprende a estos dicho situado le regulan por esta utilidad cuarenta reales mas. Hay en dicha parroquia, Domingo Parrondo cantero oficial, en el que se ejercita cuatro meses al año a dos reales por cada una y el restante tiempo labrador del campo; Juan E L CONCEJO DE VALDES, SEGUN EL CATASTRO DE LA ENSENADA 55 García Meras, arrieros los seis meses del año a tres reales por cada día, y lo demás, trabajador del campo; Jacinto García, también herrero otros seis meses a razón de dichos tres reales por cada día; Pedro Zemuda, también herrero trabaja el mismo tiempo que los otros y a los mismos tres reales por día, y lo demás del año también trabaja en el campo. Juan García Paredes, ejerce el oficio de sastre, todo el año y por cada día del dos reales y de comer, que se reputó esta en otro real; en la de San Pedro de Carcedo hay dos sastres, llamados el uno Juan Pérez, trabaja cinco meses al año a otros dos reales por día y de comer, y se entiende que aunque va dicho haber dos sastres en dicha parroquia solo resultó del que va hecha mención, hay dos herreros, el uno Lorenzo Fer nández y el otro Pedro de la Parra, trabajan, tres meses cada uno al año, y por cada día tres reales. En la de Paredes hay dos sastres, el uno Antonio Fernández y el otro Pedro García, trabajan seis meses al año a dos reales por día y de comer; hay dos herreros Alonso Fernández y Pedro García Meras, trabajan cuatro meses a tres reales por día; y en la de Trebies José Rodríguez, también herrero, trabaja tres meses a tres reales por día; Pedro Fernández, digo Suárez Llantero, cantero, cinco meses al año a dos reales por día y de comer, y uno y otros lo demás del año labradores del campo. 34.a)...A la treinta y cuatro que no hay cosa alguna de lo quella expresa. 35.a)...A la treinta y cinco que hay trabajadores del campo, de diez y ocho años, arriba y que para sus labores se llaman y ayudan unos a otros, sin más intereses que el de la comida, pero que si no tuvieran entre si esta correspondencia, buscaran jornaleros para dichas labores y entonces se pagara a cada uno un real y de comer, esta vale otro real por lo que viene a quedar cada jornalero por dos reales su trabajo al día. 36.a)...A la treinta y seis que no hay cosa alguna de lo que con tiene, y solo si diez y siete pobres de solemnidad. 37.a)...A la treinta y siete que no hay cosa alguna de lo que ex presa la pregunta. 38.a)...A la treinta y ocho que en dichas parroquias hay veinte clérigos, que son D. Toribio Cobiellas, cura de la parroquia de 56 RAMONA PEREZ DE CASTRO Castañedo. D. Roque Avello Paredes, de la de Arcallana y D. Vicente Menéndez, D. Ilario Yáñez de Avello, cura de la de Muñas, D. An tonio José Martínez y D. Antonio Meras, D. Manuel Antonio Fuer tes, cura de la de Carcedo, D. Manuel García San Frechoso y D. Lope García Casares en la de Trebies, D. Domingo Antonio Magadán, cura de ella, D. José Alvarez, D. Alvaro de Granda, D. Pedro Fer nández Capalleja, D. Diego García Brieves, D. José García Cortina mayor. D. José García Cortina menor en días y D. Matías Suárez; y en la de Paredes D. José Antonio Lloredo, cura de ella, y D. Pedro Turría, y D. Diego Antonio García Arrojo. 39.a)...A la treinta y nueve dijeron que en los términos de dichas parroquias no hay cosa alguna de lo que ella expresa. 40.a)...A la cuarenta y última que tampoco hay cosa alguna de lo que refiere dicha pregunta; y que todo lo que llevan dicho y declarado es la verdad, para el juramento hecho en el que se afir maron y ratificaron y que son de edad de treinta y seis años a sesenta poco más o menos, tiempo que no se expresa la de cada uno en particular por evitar prolijidad, firmaron los que supieron, jun to con dicho señor Subdelegado, y por los que dijeron no saber dos de los testigos que lo fueron D. José Fernández Miranda y D. Gregorio de Acebedo y D. Antonio Casares vecinos de este con cejo, del de Grado y de la ciudad de Oviedo, de que yo el presente escribano doy fe. Diego García Tuñón, D. Lope José Avello Valdés; Francisco Arias Velasco; Rodrigo Fernández; Francisco Lorenzo Suárez Trelles; José González Villa de Moros; José Suárez, Juan Rico Villa de Moros, Pedro García; Diego Martínez; Roque Gon zález; Lázaro Martínez; Pedro Suárez; Francisco Avello; Jacinto Pérez; Antonio Casares, testigo; José Fernández Miranda; José Ro dríguez de Paredes; Ante mí, José Cayetano García San Julián. LINAJE Y NATURALEZA DEL MIRANDA PINTOR CARREÑO CONFERENCIA PRONUNCIADA POR MARINO BUSTO, EN EL SALON DE ACTOS DEL INSTITUTO DE ESTUDIAS ASTURIANOS. DIA 19 DE DICIEMBRE DE 1985 SEÑORAS Y SEÑORES: No lo pongan en duda. Este momento es para nosotros muy importante y emotivo; mas a la vez, de mucha responsabilidad. Comprended que no es al uso, antes bien insólito, que un labrador como título más honroso, del concejo de Carreño, abandone mo mentáneamente la «casería» y de un brinco se plante aquí para pronunciar una conferencia ante auditorio tan distinguido. Si el hecho pudiera producirnos algún temor, queda ventajo samente anulado con la satisfacción de ser, sin duda, el primer labrador en ejercicio — si bien no reñido con el cultivo del estudio y de la cultura— que en la historia de esta docta Institución ocupa su tribuna ilustre y dignificada por las personalidades que ante riormente la han ocupado. Hasta pudiera ser muy significativo y aleccionador, pues pone claramente de manifiesto que el Instituto de Estudios Asturianos no es coto cerrado de determinado colec tivo intelectual, ni existen para el mismo distinciones profesionales ni barreras de 'clases sociales, con la única exigencia de amor y servicio al Principado de Asturias, especialmente en ámbitos cul turales. Al efecto de esta conferencia hay, claro está, la causa corres pondiente. Es ella que, al cabo de tres siglos de venirse diciendo y aceptando, poco más o menos como artículo de fe, que Juan 58 MARINO BUSTO Carreño de Miranda era de la villa de Aviles, un buen día tuvimos la oportunidad de manifestar y no a «humo de pajas» precisamen te, que su cuna y naturaleza estaba en el concejo de Carreño, pro vocando regular polvareda que algunos llaman polémica, a nuestro entender injustificadamente, con diversidad de opiniones y réplicas en todos los medios de difusión, que ya por lo menos condujeron a algo muy positivo de lo que todos debemos estar muy satisfechos: hacer que nos interesemos en conocer más y m ejor a una figura asturiana inmortal, hasta hace poco casi desconocida u olvidada. Este ha sido el motivo por el que el señor Casariego, admirado amigo e ilustre Director del I.D.E.A, nos invitó en nombre del mis mo. Hemos aceptado y por tanto, a «lo hecho, pecho». Gracias, pues, a todos por vuestra generosidad y confianza que procuraremos no defraudar. «Linaje y naturaleza del pintor Carreño Miranda», es el tema propuesto, recién cumplido el tricentenario de su muerte. Juan Ca rreño de Miranda ha sido el pintor más importante de Asturias, el más glorioso de cualquier tiempo. «Artista esclarecido, lumbrera y figura señalada entre los más memorables pintores españoles» — le define Fermín Canella en «Estudios asturianos» (año 1886)— . Otros afirman que pintor de claro matiz barroquista, fue la perso nalidad más destacada del siglo X V II. «De la llamada Escuela de Madrid creada por Velázquez, es la figura más eminente» — afirma Constantino Suárez «Españolito», en «Escritores y Artistas Asturia nos», tomo II, Madrid, 1936— Experto y afortunado dibujante, feliz e inigualable retratista, admirado pintor religioso, decorador al temple o al fresco, cultivador excepcional del mundo mitológico. «Como colorista — sostiene Palomino en su obra «Museo pictórico y Escala óptica»— está entre Tiziano y Van Dick, igual a los dos y superior a cada uno». A grandes rasgos nos parece oportuno recordar algunas fechas importantes a lo largo de su vida: Nacido en 1614, abandonó Astu rias con su padre el año 1623 para irse a vivir a Madrid. Definiti vamente asentado y ejerciendo con éxito el oficio de pintor, se casó el 2 de marzo de 1639 con la joven madrileña, hija de padres ilus tres, María de Medina Salazar, con la que no tuvo hijos. Prohijaron una niña hallada por el propio artista en el portal de su casa, cuan do a la mañana salía hacia su trabajo. La bautizaron con el nombre de María Josefa. En 1657, la villa de Avilés le eligió Alcalde honorario de los Hi josdalgo; cargo del que no tomó posesión y parece desdeñó. Sí LINAJE Y NATURALEZA DEL PINTOR CARREÑO MIRANDA 59 aceptó, en 1658, el destino de Fiel ejecutor del estado noble de la villa de Madrid. Comenzó a pintar en el Salón de los Espejos del Palacio Real en noviembre de 1659. Diez años más tarde, 1669, es nombrado Pintor del Rey y ayudante de furiera. El mes de abril de 1671, la Regenta D.a María de Austria le nom bró Pintor de Cámara de su hijo el Rey Carlos II. Dejó de existir a los 72 años de edad, el día 3 de octubre de 1685, siendo enterrado, a petición propia, en el Convento de S. Gil, pa dres franciscanos, sito a la parte meridional de la actual Plaza de Oriente. Su viuda María de Medina, falleció, igualmente en Madrid, el día 3 de marzo de 1687. Perteneciente al Estado de los Hijos-dalgo, descendía del anti guo linaje de «los Carreño», familia la más noble e importante del concejo de su nombre, al que por espacio de siglos rigieron sus destinos, fuese como jueces nobles, alféreces mayores, regidores, procuradores generales, escribanos y «demás oficios de república». De las más poderosas de Asturias, desde tiempos inmemoriales hasta principios del siglo X V II y, entre las más importantes de España en algunas épocas del medievo. Esta familia, de cuyo concejo tomó su nombre, le devolvió a cambio una sorprendente histotria de ejecutorias, títulos de hidal guía, honores, hasta ofrecerle sus propios blasones para el escudo de armas: águila real coronada, con las garras posadas sobre dos ruedas de carro, flores de lis y ocho aspas de oro en la roja bordadura. Aspas que le fueron otorgadas a D. Alvaro de Carreño por el Rey Fernando I I I «el Santo», en reconocimiento a su destacada participación en la conquista de Baeza y victoria de Ubeda, el día de S. Andrés del año 1229. Anteriormente, otro D. Alvaro de Carreño se distinguió en la toma a los moros de Carrión de los Condes (Palencia) bajo el rei nado de Alfonso I I «el Casto». En su recuerdo el escudo de Carrión lleva por blasones dos ruedas de carro idénticas a las del concejo de Carreño. (Así consta en la «Enciclopedia Heráldica de apellidos americanos y españoles», tomo X X IV , Madrid, 1955, de las que son autores Arturo y Alberto G. Garrafa.) No es cosa de relacionar mercedes y privilegios con que la realeza colmó a tan egregio linaje. Tras las dichas, únicamente re cordaremos por sus especiales características, la que Sancho IV «el Bravo», Rey de Castilla y León, otorgó en Burgos a 20 de noviem bre de 1288, a García Fernández Carreño, para que perpetuamente él y sus herederos recibieren, para su uso, los vestidos y calzados 60 MARINO BUSTO que dicho monarca y los sucesores «vistieren y calzaren todos los Viernes Santos de cada un año y además 600 maravedís anuales». Privilegio que duró hasta el siglo X V I, en que Carlos V lo permutó por una pensión de 11.200 maravedís. Merced heredada por nuestro pintor, sin que llegara a detentarla y que más tarde «declaró por suya el Marqués de Camposagrado» — según escribe Fermín Cane11a, en «Cartafueyos d'Asturies», pág. 24. Oviedo, 1886— . Tirso de Avilés, en la obra «Origen y antigüedades de las prin cipales casas solariegas de armas pintar del Principado de Asturias» (siglo X V I), expone: «E l solar de los Carreño es de mucha antigüe dad en el concejo del mismo nombre y ansí los que descienden de dicho solar se tienen por buenos hidalgos». El palacio de tan distinguida familia, rodeado de laureles y arboleda, está en el mismo sitio de la falda del mediodía de la loma Cortina, donde en remoto pasado fue erigido: lugar de Sebades, feligresía de Santa María la Real de Logrezana, concejo de Carreño, a poca distancia de la Iglesia parroquial y a 11 kilómetros de la villa de Avilés, por la carretera inmediata. En la fachada principal de la casona, el escudo heráldico; a su frente, al final de la empedrada antojana, la capilla, con campana. El edificio con serva la primitiva estructura con una puerta de medio punto del siglo X II y otra ojival del X III o X IV. Falta la torre que destruyó un rayo el siglo pasado sin que fuese reedificada. En la pared del Sur un largo corredor y al Nordeste la vieja panera. Sobre esta casa y solar, en 1523 fundó vínculo de mayorazgo D. Rodrigo de Carreño, casado con D.a Luisa de Carreño, como consta en el árbol geneológico que conocemos, tuvimos en las manos y del que toma mos estas notas. Un nuevo D. Alvaro de Carreño, contador, privado y amigo del Rey Enrique II de Trastamara (siglo X IV ), contrajo matrimonio con D.a María Miranda de Quirós, «uniéndose así las dos más an tiguas, nobles, señaladas y ricas del Principado» — cual afirma Daniel Berjano en su libro «E l pintor Juan Carreño Miranda» (1925?)— . Padres del pintor han sido su homónimo D. Juan Carreño Mi randa y D.a Catalina Fernández Bermúdez, familia entre sí, ambos del concejo de Carreño y del estado noble. Este D. Juan desempeñó el oficio de Juez por la nobleza y Procurador General de Avilés, pese a ser «natural y vecino de Carreño, parroquia de Logrezana». Empleo que pudo desempeñar sin contradicción — aún en el su puesto de necesitar la vecindad donde se ejerciese— debido a que, en virtud del Fuero o Carta Puebla de Avilés y pertenencia a su LINAJE Y NATURALEZA DEL PINTOR CARREÑO MIRANDA 61 Alfoz, los rsidente y naturales de Carreño, tenían vecindad compar tida con los avilesinos, hasta entrado el X V II en que los carreñenses con ayuntamiento autónomo consiguieron la independencia muni cipal. Abuelos paternos lo fueron D. Alvaro Prendes Carreño y D.a Lu crecia Miranda. Maternos, D. Alvaro Fernández Bermúdez y D.a Ma ría de la Pola Quirós Valdés. Bisabuelo paterno, D. Fernando de Prendes Carreño. (N o conocemos el nombre de la bisabuela ni tampoco de los bisabuelos maternos). Tatarabuelos paternos, D. Al varo de Carreño y D.a María Quirós. Dicho D. Alvaro fue repostero de camas de los Reyes Católicos, al que concedieron para sí y su cesores 20.000 maravedís sobre las alcabalas de la villa y puerto de Candás, como gratitud «por haber dado orden a costa de mucho peligro y trabajo de reducir la ciudad de Zamora al servicio de S.M. y por haber sido gran parte para que reynasen en los Reynos de Castilla con más quietud». Así lo cuenta el canónigo y Acadé mico de la Historia, candasín D. Carlos González Posada, en «N o ticias históricas del Principado de Asturias y Obispado de Oviedo» (pág. 209), publicado en Tarragona, año 1794. Juan Carreño pintor, tuvo dos hermanos: D. Bernardo, capitán de Infantería en Flandes, por los años de 1664 y D. Sebastián, muertos antes de esta fecha, más dos hermanastros de un segundo matrimonio del padre, como hemos de ver. A D. Juan, «el V iejo», generalmente se le presenta como proto tipo del hidalgo segundón, de menguadas riquezas, caminante, tarambana, despierto y acreditado entendimiento, nutrido de hu manidades y retórica, metido a foliculario. Y «a pretender — ase gura Ceán Bermúdez («Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes de España». Tomo I, pág. 262. Ma drid, 1800)— en tres memoriales impresos (a Felipe I I I y IV, dos en 1623 y el tercero en 1626) proponiendo arbitrios para la real hacienda pues fue gran proyectista». De vida ajetreada sufrió desdichas y humillaciones, hasta pri sión en la cárcel de Medina del Campo en el primer tercio del X V II. «Pobre, aflijido y miserable» escribiría al Rey Felipe IV en un me morial, que ha publicado el mencionado Daniel Berjano en la obra referida, página 34. A partir de Acisclo Antonio Palomino de Castro y Velasco, que en «Vidas de los pintores y escultores españoles», capítulo C LX X II, página 615, tomo I I I de «E l Museo pictórico y Escala óptica» (Ma drid, 1795-1797), afirma que D. Juan Carreño (padre) «vino a esta Corte de Madrid en seguimiento de algunos pleitos, ya viudo», la 62 MARINO BUSTO totalidad de los mejores autores que se han ocupado y ocupan del tema, tales como Ceán Bermúdez, Fermín Canella, Daniel Berjano, Constantino Suárez «Españolito», Jesús Barettini, Luciano Castañón y otros, coinciden en lo de la viudez y pleito y, están de acuerdo, asimismo, en que la salida de Asturias de padre e hijo hacia la Capital del Reino tuvo lugar el año 1623, cuando el futuro gran pintor contaba solamente 9 años de edad. Por el contrario, el refe rido Palomino en la obra y página citadas, asegura que eran 11 los años que tenía. En vista de ello, al tener en cuenta esta diferencia de dos años, anima a pensar que padre e hijo no hicieron directo el viaje a Ma drid, sino que cual dijimos en «Alcurnia y naturaleza del pintor Juan Carreño de Miranda» publicado en BIDEA, número 107-1982, posiblemente se detuvieran en Valladolid, donde residía un herma no de Juan Carreño (padre), de nombre Andrés «el V iejo», pintor de cierto renombre, aunque mayor le tenía como comerciante de cuadros con que hizo fortuna. Con él vivía un hijo, igualmente pintor, si bien mediocre, conocido como Andrés «e l Mozo». Lafuente Ferrari, crítico de arte, no hace mucho fallecido, en «Breve historia de los pintores españoles» (página 237. Madrid, 1946), acerca de los comienzos artísticos de Carreño Miranda, ma nifiesta: «Tenemos indicios para pensar que se formó en Valladolid, junto a su tío Andrés, pintor también, y en la Escuela de Valentín Díaz, pintor de renombre local». Lo expresado es total mente verosímil, e igualmente lo es que allí, entre lienzos, pinceles, contemplando o ayudando a pintar al tío y primo, le surgiera la vocación e iniciación pictórica y no de sopetón, sin formación al guna, a su llegada a Madrid. Probable es asimismo que fuese Andrés «el V ie jo » quien ayu dase a su hermano en los primeros tiempos de estancia madrileña y le preparase al negocio de marchante, puesto que en Madrid ganó la vida como «mercader de cuadros». Pese a las distantes residen cias, quedan pruebas de relación frecuente de ambos hermanos, entre ellas la mencionada por Pérez Sánchez, Alfonso Emilio, en su libro «Juan Carreño de Miranda, 1614-1685» (página 10. Madrid, 1985), en el que reseña a Juan Carreño como «fiador y principal pagador de su hermano Andrés, en un documento de obligación», del año 1633. Cuenta Daniel Berjano en la obra citada, tomado a su vez de la «Historia de la pintura» de Ceán Bermúdez, que D. Juan Carreño, «al ver que al hijo nada le llamaba tanto la atención como la pin tura, determinó ponerle en la Escuela de Pedro de las Cuevas a LINAJE Y NATURALEZA DEL PINTOR CARREÑO MIRANDA 63 donde concurrían los hijos de los caballeros. Pero antes quiso que estudiara la latinidad y las matemáticas» (página 36). El propio Ceán Bermúdez, en el «Diccionario histórico de los más ilustres profesores de las Bellas Artes de España», expresa que «en la Es cuela de Pedro Cuevas es donde hizo progresos, pero mayores en la de Bartolomé Román, con el que también aprendió el colorido.» (Página 262). Lo antedicho es buen testimonio de que D. Juan Carreño, padre, pese a sus escasas rentas de hidalgo segundón y tarambana, con el fruto del trabajo atendió con solicitud y amor paternal a su hijo y fue parte decisiva en el deslumbrante futuro, poniéndole los me dios precisos para formación intelectual y profesional. A partir de ahora, señoras y señores, entraremos en el punto central de esta conferencia: el debatido tema de la naturaleza del eximio pintor, acerca del cual ya algo ha quedado patente, mani fiesto e innegable: su directa pertenencia a la hidalga estirpe de «los Carreño», su oriundez de Logrezana, parroquia del concejo de su nombre, donde estuvieron y están solar y «casona», vinculado a cualquier rama de tan distinguida y noble familia. ¿De Avilés o de Carreño? He ahí la cuestión. Como respuesta nos apresuramos a adelantar que documentalmente de Carreño. Ahora bien, esta afirmación no quiere decir «lugar de nacimiento», que ya es otro cantar. No ignoramos, como nadie ignora, que «nacer» no siempre significa naturaleza. No siempre, repetimos, ya que muchas veces coinciden las dos cosas. Otras, no. De ahí que consecuentemente en más de una ocasión podrá decirse con toda propiedad, «natural de» y «nacido en», como así también, «natural de» y «bautizado en». El nacer, en definitiva, puede ser simple accidente, a veces ca sualidad. Algo tiene que ver con ello el famoso dicho del universal Leopoldo Alas «Clarín», «m e nacieron en Zamora». Carreño Miranda pudo habér nacido en Avilés. Quien histórica mente primero así lo afirma ha sido el susodicho Acisclo Antonio Palomino en el tomo I I I de su obra mencionada, epígrafe, «Vidas de los pintores y escultores españoles» (pág. 615), donde señala la fecha: día 25 de marzo de 1614. Nada dice de la partida de naci miento y bautismo, limitándose a señalar que junto a otros «lo vio en papeles auténticos en poder de Juan Carreño». No es de suponer, y ¡Dios nos libre de la tentación!, que Palo mino lo haya inventado o dijese mentira. ¿Por qué y para qué habría de hacerlo? Sería necedad. Ahora bien: puestos a especular pudiera suceder que sin proponérselo acaso cayese en el error, co 64 MARINO BUSTO mo parece a veces caía, y se deduce del juicio que de Palomino tenía el varias veces mencionado Agustín Ceán Bermúdez. Veamos: En el prólogo del «Diccionario Histórico de los más ilustres pro fesores de las Bellas Artes de España», anteriormente mencionado, se expresa de esta manera: «Palomino escribió con poco auxilio = apnas hizo más que compilar las tradiciones de su tiempo. No pudo ilustrar los hechos ni fijar su cronología y tuvo la desgracia de dar acogida a fábulas y cuentecillos. ¿Quién de los que han leído a Pa lomino no habrán reparado en la poca crítica con que escribe la vida de nuestros pintores? ¿A quién se le puede esconder la esca sez e imperfección de su obra en la parte Biográfica?». Lo dice, señoras y señores, Ceán Bermúdez, personaje relevan te, que se basó precisamente en Palomino, primer biógrafo de Carreño Miranda, para escribir la semblanza del ilustre pintor as turiano y que sirve como principal fuentes documental, directa o indirectamente, a la mayoría de los autores, salvo alguna excep ción; una de ellas la de nuestro distinguido coterráneo el allerano Jesús Barettini Fernández. Este, en su excelente libro «Juan Carre ño Miranda. Pintor de Cámara de Carlos I I» , editado por la Direc ción General de Relaciones Culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores, Madrid, 1972, apunta la posibilidad de que el pintor no fuera avilesino. Estas son sus palabras: «y parece cierto que él no nació en Avilés, sino más bien en una de las parroquias que consti tuyen el concejo de Carreño» (pág. 13). Se fundamenta para dicha suposición en «Vida y obra de Carreño Miranda. 1614-1685», tesis doctoral de la investigadora norteamericana Rosemary Anne Marzolf, escrita en 1961, aún no publicada. De todas formas, en el caso que Palomino se hubiese equivoca do, en nada influye para negar que Carreño Miranda haya podido nacer en Avilés o en el lugar avilesino de Miranda, en la casa de «los Carreño» con capilla de S. Cosme y S. Damián, en la que sí acaso fuese bautizado. Claro que también pudo haber venido al mundo en otros muchos lugares. ¿Por qué no — nos preguntamos— en La Corrada de Soto del Barco, o en Bocines de Gozón o en «La Torre» de Perlora, o en Valdesoto de Pola de Siero, donde la famo sa familia poseía casas y palacios? Hasta quizás surgió el natalicio en la ciudad de Oviedo, adonde quiso llevar su cuna el alcalde Masip, según propias manifestaciones en la conferencia por él pro nunciada el 26 de junio del presente año en este mismo salón. Naturalmente que pudo haber sucedido, puesto que por la capital del Principado andaban notables Carreños y sin necesidad alguna de que fuese hijo natural de una criada... Todo ello, en conclusión, LINAJE Y NATURALEZA DEL PINTOR CARREÑO MIRANDA 65 no pasa de la categoría de simples especulaciones, mientras no aparezca, como es de desear, la certificación correspondiente, que tal vez deparase alguna que otra sorpresa. En tanto, con algún fundamento, nos permitimos creer que el natalicio aconteció en el palacio de Logrezana, donde habían nacido los antepasados, hasta su propio padre «natural y vecino de Carreño», como se lee en varios escritos que poseemos firmados ante escribanos de Candás y en los memoriales dirigidos a los reyes y otros documentos. No falta lógica a nuestra suposición ni capilla en la «casona» para bautizarlo, aunque de hacerlo, más bien sería en la iglesia parroquial, muy cercana, en cuyos libros de asientos constan muchos bautizados, bodas y entierros del apellido Carreño y sucesores Suárez Quirós Carreño, hasta nuestros días. Por cierto que, ante un supuesto bautizo de Juan Carreño, hijo, en la capilla mencionada de S. Cosme y S. Damián, en Miranda de Avilés, un reportaje periodístico en «La Nueva España» de Oviedo, correspondiente al 31 de diciembre de 1984, exponía que «no que dara constancia del hecho por la peculiaridad de la capilla». Ro tundamente falso. Eso no pudo haber ocurrido. Fuese cual fuese «la peculiaridad de la capilla», había grave obligación de asentar al bautizado, e igualmente todos los nacidos en cualquier sitio y circunstancia. De muy estricto cumplimiento en todo momento y lugar, máxime en aquellos tiempos de principios del siglo X V II, no lejanos a los rigurosos mandatos del Concilio de Trento con sus anatemas y excomuniones. Otra cosa sería que al cura encargado de los asientos se le olvidase hacerlo o que con el paso del tiempo, la incuria, el deterioro de los libros parroquiales o la destrucción, se hayn perdido los asientos, como en efecto, muchos se perdieron. Llegados hasta aquí, ahora, a modo de paréntesis, vamos a re ferirnos a algo que bien pudiera orillarse, al no ser sustancial ni indispensable para la finalidad de esta charla, antes más bien un añadido, que por su ligereza no debiera de pasar de lo anecdótico y no demasiado agradable. Es ello que, al presente parece aflorar insinuante tendencia a desprestigiar, en algunos aspectos, la buena fama de nuestro pintor más prestigioso, incitando a creer que faltaba a la verdad, que mentía en determinadas manifestaciones que constan en conocidos documentos. No otra cosa se desprende, por ejemplo, de la para nosotros frívola insistencia en vocear la hipotética condición de hijo natural — que a la altura del mundo actual por serlo no le cuadra tanto aspaviento— , nacido de una criada de su padre. En libros, prensa, 66 MARINO BUSTO boletines informativos y otros medios de comunicación se airea la «fam osa» y nunca publicada carta que al parecer poseía el Mar qués de Lozoya, escrita supuestamente por Juan Carreño, padre, en 1640, en la que al parecer dice: «A mi criada Catalina Fernández Bermúdez, al estanco junto a Santa Clara». El nombre de esta posible criada ciertamente coincide con el de la madre del pintor y «ello hace pensar que el ilustre artista fuese hijo ilegítim o», tal como aduce el Director del Museo del Prado, Pérez Sánchez, en el libro anteriormente citado. Más aún. El referido periódico «La Nueva España» de Oviedo el 19 del pasado octubre en torno a la supuesta carta, en nuevo reportaje, afirma rotundo: «Se puede ver claramente que el artista era hijo natural y que le madre vivía en el estanco de atrás, actual calle de Covadonga». Dicho así, parece que la cuestión está clarí sima. Sin embargo no está «tanto», ni siquiera «algo». Se encarga de desmentirlo el propio pintor, como más valioso e irrebatible testimonio, quien en testamento otorgado en Madrid a 2 de octu bre de 1685, ante el escribano Juan González de la Peña, afirma rotundamente: «H ijo legítimo que soy de Juan Carreño Miranda y de Catalina Fernández de Bermúdez, vecinos que fueron de Ca rreño, Principado de Asturias». Hijo legítimo, declara y firma, víspera de su muerte. ¿Qué más pruebas se necesitan? ¿Con qué propósito y con qué fundamento se intenta desmentir al testador, convirtiéndolo en mentiroso? A nuestro corto juicio, absurdo. No merecería más comentarios. Si como generalmente es aceptado, antes de 1623 ya era viudo Juan Carreño Miranda «el V iejo» de su legítima esposa Catalina Fernández de Bermúdez, madre del pintor, lo que está perfecta mente demostrado es que no pudo escribir en 1640 a quien no existía. ¿Acaso a otra Catalina? ¡Cualquiera sabe! Lo evidente es que el progenitor de nuestro glorioso artista contrajo nuevo ma trimonio de segundas nupcias én Madrid, no con otra Catalina, sino con Ana Iváñez, de cuya unión nació un niño el 1.° de octubre de 1633, fallecido prontamente, ya que fue enterrado el 19 del mis mo mes y había sido bautizado en la iglesia de S. Juan el día del nacimiento. Se llamaba Andrés, como el hermano del padre, resi dente, como sabemos en Valladolid. Un segundo hijo recibió las aguas bautismales en la referida iglesia madrileña el 1.° de enero de 1635. A la ocasión, todavía estaba soltero nuestro venerable artista. Tan interesantes datos figuran en el libro varias veces nom brado del Director del Museo del Prado. LINAJE Y NATURALEZA DEL PINTOR CARREÑO MIRANDA 67 Desgraciadamente las cébalas alrededor de supuestas falsedades de Carreño Miranda e ilegitimidad de nacimiento no conducen a otro camino que al inútil y estéril confusionismo. De por sí humilde y modesto, no ambicionó lisonjas, grandezas ni honores oficiales, hasta el punto de, respetuosamente y agrade cido, desestimar el hábito de Santiago concedido por el Rey Carlos I I y la rica venera del mismo que le ofreciera el Almirante de Cas tilla. Lo afirma el repetidísimo Palomino en la obra citada, páginas 619-620. En contraposición, no desdeñó, antes bien se sintió muy orgu lloso de ella, la nobleza de su estirpe y suya propia, hasta gastar mucho dinero en la recuperación y ordenamiento de títulos y pro banzas, «en perfeccionar y sacar dichos papeles», cual expresa su viuda D.a María de Medina en la Ultimas Voluntades, hechas al mes de la muerte del marido, ante el mismo notario de Madrid, ya mencionado, a 3 de noviembre de 1685. Cerrado el «a modo de paréntesis», retornamos a los orígenes de nuestro insigne personaje. Y si el lugar de natalicio carece de la debida verificación, no ocurre lo mismo con el de naturaleza y oriundez. En este caso, los documentos, prueban; no suponen. Con tra el «dicho», el «hecho». Los documentos de que hicimos mención y debido empleo en nuestro trabajo publicado en BIDEA, 107, de 1982, anteriormente referido, son tres: Expediente matrimonial, Acta de casamiento e Informe de calidades. De los dos últimos, Barettini, en su libro al que ya hemos hecho mención (págs. 13-14), aduce que, «de carácter público y solemne, por su índole sacramental y procesal pudieran constituir prueba plena sobre la naturaleza y origen del pintor». Opinión, claro está, que compartimos. En el Expediente matrimonial tramitado en el Vicariato de la Diócesis de Madrid a 16 de febrero de 1639, ante los notarios ecle siásticos D. Antonio Moreno y D. José Serama, se expresa: «dixo que se llama Juan Carreño de Miranda y que es de oficio pintor y natural del lugar de Carreño, Principado de Asturias, hijo de Juan Carreño Miranda, con el que de hecho habita y de Catalina Fer nández Bermúdez su m ujer ya difunta, y estante en esta villa de más de catorce años»...«que es mancebo libre y soltero, no casado ni desposado, ni palabra de casamiento a persona alguna excepto María de Medina con quien al presente de su voluntad se quiere cassar». Tenía a la sazón 25 años. La copia literal del Acta de casamiento, tomada del libro co rrespondiente, nos fue enviada el 17 de octubre del pasado año por 68 MARINO BUSTO el cura encargado del archivo parroquial de Santiago y S. Juan Bautista de Madrid. Aquí la tenemos. Certifica que, «el día 2 de mar zo, miércoles del año 1639, el Tte. Cura de la parroquia D. Gaspar de Figueredo y Avila, después de las tres amonestaciones en días festivos que mandaba el Santo Concilio de Trento y no resultando hallar impedimento alguno, desposó por palabras de presente ha bidos sus mutuos consentimientos a Juan Carreño Miranda, natu ral del lugar de Carreño, en Asturias, de oficio pintor, hijo de Juan Carreño Miranda y de Catalina Fernández Vermúdez, con María de Medina, natural de esta villa, hija de Juan de Medina y de Ma ría Salazar». Y vayamos al úúltimo de los importantísimos documentos, al Informe de Calidades, para concesión del hábito de Santiago, al pintor Diego de Velázquez. Escrito que no resistimos la tentación de leerlo íntegramente, ya que además de lo fundamental contiene curiosas noticias, dignas y gratas de conocer. De este Informe el Director del Archivo Histórico Nacional tuvo a bien remitirme el 24 del expresado octubre de 1984 fotocopia del original. Dice: «Madrid, 25 de octubre de 1658. En dha villa dho mes y año dchos, para esta Information se toma por testigo a Juan Carreño Miranda, fiel executor por estado de los cavalleros hixos dalgo de dha villa y natural del CONCEJO DE CARREÑO, en el Principado de Asturias y vecino de esta dha villa treinta y cuatro años a, el qual jura en forma de derecho decir la verdad en lo que supiere y fuere preguntado y habiéndolo sido al tenor del auto mencionado en las declaraciones antecedentes, dixo que abra casi treinta y quatro años que conoce a Diego Silva Velázquez, pretendiente y Ayuda de Cámara y Aposentador de Palacio de su Magestad, que son los que vino él a trabajar a esta Corte y siempre le a tenido por na tural de la Ciudad de Sevilla; por comúnmente le llamaron el Sevillano; que le tiene por noble e hijo dalgo de Uso, Fuero y la costumbre de España y por limpio Cristiano viexo, sin Raca de Judío, moro o Converso en ningún grado y que no le toca peniten cia secreta ni publica por la inquisición ni otro tribunal, porque no a oido cosa en contra la limpieza ni nobleza de dho Diego de Silva Velázquez. Antes siempre a oido es la buena sangre en noble za y limpieza que se puede desear y save que yendo un dia del año pasado de seiscientos cincuenta y quatro, seiscientos ginquenta y Cinco a Palacio a buscar el dho pretendiente, subiendo por la es calera del cubo que sale a la Galería del despacho, sintió que venia otra persona detras deste testigo y reconocido que era un Cavallero de la Orden de Calatrava, para con él y que pasara delante; dijo LINAJE Y NATURALEZA DEL PINTOR CARREÑO MIRANDA 69 que no, que puesto que iba a buscar a Diego Velazquez le dixera que su primo D. Fulano Morexon Silva, le esperaba; que aunque a procurado hager memoria del nombre propio no se a podido acordar; que siempre lo a conocido el tratarse con mucha estima ción y lustre y no se sabe aya tenido ocupagion ni oficio yndecoroso y de los que Comprehende la sexta pregunta, porque aunque es Verdad que Comunmente le llaman el pintor del rey Ntro. Sr. el testigo solo sabe que a cuidado y cuyda del aliño del Palacio y nunca a llegado a su noticia tubiese tienda ni obrador, Asi de los años que a que le conoce en esta Corte como antes que viniese a ella de la ciudad de Sevilla; ni que aya Vendido pinturas por si ni por tercera persona, antes se acuerda de un plateado del Sr. Car denal Borxa, siendo Arzobispo de Toledo, que le pidió a Diego Ve lazquez que le hiciera el qual llevándoselo no quiso tomar ninguna cantidad por el y así el Sr. Cardenal le envió un peinador muy rico y algunas alhaxas de plata en Recompensa = Todo lo qual es ver dad debaxo de juramento que dexa fecho en que se afirma, haviendo dho ser de edad de quarenta y cinco años poco mas o menos y que no le tocan las generales de la ley que le fueron dadas a enten der = leyosele su declaración, Retificandose en ella y la firm a» = Al pie del escrito aparecen las firmas y rúbricas de Fernando de Salcedo, Diego Lozano y Juan Carreño. Hermoso e inestimable testimonio que creemos bien mereció la pena haberlo leído íntegramente. Los tres instrumentos cuyo contenido acaban de escuchar uste des quedan fuera de toda sospecha de falsedad. La afirmación del pintor de ser natural del CONCEJO DE CARREÑO es terminante e irrefutable. En el Informe de Calidades jura y firm a decir La VERDAD. En consecuencia estimamos que en limpia y recta con ciencia no se debe poner en tela de juicio su integridad moral, ni acusarle más o menos veladamente de la indignidad de jurar en falso. Dicho sea sin ignorar, acordes con quien nos lo ha recordado frente a las anteriores afirmaciones, «que la verdad raramente es pura y sencilla». Lo sabemos, e igualmente que aunque la verdad absoluta solamente está en Dios, no faltan otras verdades manifies tamente «puras y sencillas», como que durante el día hay luz y en la noche tinieblas, pese a eclipses y nublados, estrellas y lunas llenas. En suma, las pruebas aportadas dejan escasas dudas de la na turaleza de Juan Carreño Miranda, más bien son decisivas, aun por encima de disquisiciones y sutilezas interpretativas del significado de las palabras «naturaleza» y «natural». 70 MARINO BUSTO No obstante, la confusión continúa y palpable interés en fo mentarle en polémica tal vez aparente. Polémica a nuestro criterio irrazonable e infructuosa, puesto que en su planteamiento sólo entran dos factores. Uno: de duda. No aparecen las pruebas de nacimiento en Avilés. Dos: de afirmación. Existen pruebas docu mentales irrefutables de su origen. Es bastante y suficiente. Aun cuando apareciesen las certificaciones de nacimiento y bautismo, no cambiaría el hecho de oriundez y naturaleza del pintor de Cá mara de Carlos II, quien, además, por encima de estrechos loca lismos, hemos de convenir que no sólo es gloria de Avilés y de Carreño, sino de Asturias entera. A punto de terminar, no estará de más fijar la atención en una actitud del artista muy de notar: Desde su llegada a Madrid en 1624, no volvió a Asturias (su padre al menos lo hizo en 1626 a Carreño de que tenemos testimonio escrito ante escribano), ni en ninguno de los escritos conocidos menciona a Avilés, ni para bien ni para mal, como si tuviese especial interés en desconocerlo u ol vidarlo. Aquí viene pintiparado el popular refrán «si te vi no me acuerdo». El hecho en sí, mirado como se mire, es harto signifi cativo. No sabemos si el mencionado Daniel Berjano conocería esta coplilla tan sencilla y hermosa: Patria querida yo no te olvido, recuerdo siempre donde he nacido, como la golondrina recuerda, su amante nido. Mas lo cierto es que a Berjano no le pasó desapercibido la rea lidad, y al tenor, en su libro, varias veces recordado, escribe: «Tampoco cabe atribuirlo a olvido. Carreño, realmente recriado en la Corte, salió de Asturias adolescente, cumplidos los nueve años, y a esa edad nadie olvida a la patria, ni se borran de la mente ni del corazón sus dorados recuerdos, antes bien se agrandan con la distancia y embellecen con la pátina del tiempo» (págs. 47-48). Siendo como dice Daniel Berjano, señoras y señores, aplicán donos el razonamiento y aún a riesgo de caer en el sofisma, decimos: al olvidarse de Avilés y recordar reiteradamente a Carreño, afirma que aquí está la patria que no olvida. LINAJE Y NATURALEZA DEL PINTOR CARREÑO MIRANDA 71 Evaristo Alvarez Casariego Bango, catedrático del Instituto «Carreño Miranda» de Avilés, autor del magnífico artículo apare cido en el «Boletín del Instituto de Estudios Asturianos» (B ID EA), número 115 del presente año, bajo el título «E l contradictorio ori gen de Carreño Miranda» — donde repetida y amablemente nos alude— , en el que refleja el estado actual de la disputa sobre los orígenes del excepcional pintor, al final del trabajo comenta: «L o que sí me parece claro es que en lo sucesivo — y creo que con evidente injusticia— de no aparecer esa prueba documental ver daderamente fehaciente, Carreño Miranda no sólo ha dejado de ser de Avilés, sino también de Carreño. Su patria local será nin guna»... Cordialmente nos permitimos discrepar: Carreño Miranda sí tiene patria local: allí donde la historia se la ha deparado, él ha asumido y de propia voluntad manifestado: el concejo de Carreño. Así está escrito y «lo escrito, escrito está». Nada más. Muchas gracias. JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO Y AMIGO MANUEL MARIA DE ACEVEDO Y POLA POR PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ Profesor Titular de Latín.— Universidad de Oviedo I.— INTRODUCCION 1.— Apunte biográfico de Manuel María de Acevedo Manuel María de Acevedo y Pola es el prototipo de liberal español de finales del X V III y primera mitad del X IX , que vive intensamente los avatares políticos del momento, en medio de las turbulencias consiguientes. Nace en 1769, y muere en 1840. Vive, por tanto, sus primeros años de infancia y adolescencia bajo el reinado de Carlos III, sufre ya en plena madurez intelectual a Carlos IV y Fernando V II, así como la invasión napoleónica, y su muerte coincide con el final de la regencia de María Cristina de Borbón. Tiene todos los ingredientes de un liberal de la época. Es ilustrado, ama sin medida la libertad, y su anticlericalismo no le impide ser un hombre de fe. También sus fatigas y agobios, propios de un liberal consecuente con sus ideas, sintieron el alivio de los aires templados de la Revolución Francesa, los soplos liberalizadores de la Constitución de Cádiz y las brisas de los exilios interiores y exteriores, coincidentes con los cambios de tercio en el ruedo político. Aunque no era asturiano de origen, pues nació en Vigo el 19 de enero de 1769, desarrolló toda su actividad profesional y pasó 74 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ la mayor parte de su vida en Asturias, ejerciendo un gran influen cia en la política liberal del Principado durante la primera mitad del siglo X IX . La situación económica de su familia le permitió estudiar Leyes en la Universidad de Oviedo, ciudad en la que se es tablecerá posteriormente para ejercer su carrra con gran prestigio. Concluidos los estudios literarios y recibidos los grados mayores, pasó a la corte, en donde Campomanes y Jovellanos le distinguieron con su cariño. Al producirse el levantamiento del 2 de mayo de 1808, se dirigió a Asturias, ocupando a partir de aquel momento y hasta su muerte importantes cargos representativos. Fue Alcalde Mayor de Oviedo y, posteriormente, magistrado de la Audiencia. Durante la etapa constitucional que siguió al estallido de la Guerra de la Independencia, ocupó el cargo de Jefe político de la Provincia y la presidencia de la Diputación Provincial, esta blecida el primer día de febrero de 1813. Precisamente el 19 de julio de este mismo año, recordando los tristes sucesos de los preceden tes, que le obligaron a refugiarse en Castropol, escribía, ya de nuevo en Oviedo: «Emigrado en la villa de Castropol por el mes de mayo de 1810 con motivo de la invasión de los franceses en esta provin cia, disperso el tribunal, aislado y casi solo en aquel pueblo em prendí este papel (1) para distraer la ociosidad, el enemigo más capital de mi carácter, sin ningún libro, ni más recursos que los que me suministraba mi memoria, y las reflexiones que había hecho sobre nuestra mala situación, de que es buen testigo don Francisco Sánchez Roces, entonces mi amanuense. Le interrumpí el día 5 de julio del propio año, en que los enemigos ocuparon aquella villa; y desde entonces me sobrevinieron tales incidentes que me fue im posible pensar en su continuación hasta el 11 de noviembre del año siguiente de 1811, en que, vuelto a emigrar a aquel pueblo por la cuarta vez, proseguí mi trabajo, que se volvió a interrumpir a últimos de enero del siguiente año de 12, que, libre la provincia, me restituí a esta capital. Quedó abandonado, pero siempre con intento de proseguirle cuando las circunstancias me fuesen favo rables. En el día, aunque con un destino que por nuevo, por el objeto a que está consagrado, sus muchísimas atenciones, los obs táculos que tiene que vencer, y sumos disgustos que ocasiona, dejan poco lugar y menos tranquilidad de espíritu para pensar en traba- (1) Se refiere a unas Reflexiones sobre las causas y principales sucesos de la actual crisis en que nos hallamos, que por precaución firm ó con el seu dónimo de Canuto L ebrú n. Form an parte de un prim er m anuscrito de apuntes y extractos. JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.a DE ACEVEDO 75 jos literarios, no obstante la idea que tengo formada de sus ven tajas, si logro expresar la que me propongo, los ruegos de algunos amigos que han leído este bosquejo, y lo grandioso de los increíbles sucesos militares y políticos que cada día se nos presentan, me han decidido a dedicar a este ensayo los pocos ratos que me permitan el desempeño de mis primeras obligaciones, sin lisonjearme de que se pueda concluir. Las trabas que en el año de 10 tenía la libertad de escribir me habían precisado a disfrazar mi nombre y apellido con otros tomados de los que me pusieron en el bautismo, y de uno de los de mi familia; mas en el día no hay motivo para ocul tarlos» (2). Al producirse la reacción absolutista (1814-1820) sufrió perse cuciones y destierros a varios conventos de religiosos, como años antes había sucedido a su amigo Jovellanos. En el trienio constitu cional (1820-1823) volvió a desempeñar la Jefatura política de Ovie do y fue miembro de la Junta General del Principado. Al producirse la nueva reacción absolutista (1823-1833) tuvo que emigrar, primero a Inglaterra y después a Francia, viajando por toda Europa durante esos diez años. En Londres desarrolló una gran actividad de tipo propagandístico en función de sus ideas. Fue director e impulsor de E l Español Constitucional, en el que publicó numerosos artícu los reclamando un cambio político para su patria. Posteriormente pasó a residir en Francia, con estancias más o menos prolongadas en Marsella, París y Burdeos, ciudades en la que, pensando en su regreso a España, escribe sus Reflexiones sobre los reinados de Carlos I I I y Carlos I V (3). Quiso regresar a su patria en 1830, pero no fue posible. Dejemos que él mismo nos lo cuente: «Cuando concluí mis Reflexiones sobre el reinado de Carlos I I I , tenía solicitado pasaporte para regresar a España, y no creyendo hubiese ninguna dificultad remití a Bur deos mi pequeña librería, apuntes y equipaje, reservándome sólo el que creí preciso para una corta estancia, que pensaba hacer en París. El entorpecimiento que experimentó mi solicitud, de que hasta ahora no tengo resultado, los extraordinarios acontecimien tos de julio y la incertidumbre de sus consecuencias en su política interior y exterior me decidieron a fijar mi residencia por todo el (2 ) T om ado de la presentación a las Reflexiones, que hemos señalado en la nota anterior y que form an parte del prim ero d e los dos m anuscritos iné ditos del propio M an uel M aría de Acevedo, que tengo a la vista. (3) L a s Reflexiones sobre el reinado de Carlos I I I form aban parte de un tercer m anuscrito que no he podido hallar, encontrándose las Reflexiones so bre el reinado de Carlos I V en el segundo de los dos en mi poder. 76 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ invierno en esta capital. Con esta resolución pensé en continuar mis Reflexiones acerca del reinado de Carlos IV , sobre el que había hecho algunos borradores en Marsella, y reclamé de Burdeos los cuadernos, que me podían proporcionar materiales, y, llegados, puse mano a la obra hoy 2 de diciembre de 1830» (4). A finales de 1832, considerando quizás la caducidad de Fernan do V II, preparaba su regreso definitivo a España: «Los preparativos de mi viaje a España me hacen suspender estas reflexiones, y mi vida, mi salud y el giro que tome la situación política de nuestra amada patria decidirán si algún día las podré rectificar, continuar y concluir. Burdeos, noviembre, 23, de 1832» (5). Por fin, al promulgarse un año después la amnistía, que siguió a la muerte de Fernando V II, comenzarán a regresar los emigrados liberales, que tanto van a contribuir al desarrollo político subsi guiente, y entre ellos Acevedo. Inmediatamente se reintegró a As turias, pasando a formar parte de la Junta General del Principado, siendo diputado en ella hasta octubre de 1835, al constituirse la Diputación Provincial. En la convocatoria de elecciones a cortes del Estatuto Real de 1834 consiguió un escaño de diputado por Oviedo, junto con sus correligionarios Flórez Estrada (pariente suyo) y Argüelles; y por el ala conservadora Alvaro Navia Osorio, Bartolomé Menéndez de Luarca y el conde de Toreno. En los comicios celebrados en vísperas de la primavera de 1836 los asturianos dieron de nuevo el voto fa vorable a Acevedo, que repetía suerte en la lista mendizabalina encabezada por Argüelles. En el otoño de ese mismo año salió diputado por Pontevedra, su tierra natal, en las Constituyentes. Finalmente, el 20 de noviembre de 1837 resultó elegido senador vitalicio por la provincia de Oviedo. Murió tres años después, el 11 de marzo de 1840, en su casa de Miraflores, junto a la sierra madrileña (6). (4) M anuscrito 2, nota 1.a, Reflexiones sobre el reinado de Carlos IV . (5) F in al de las Reflexiones... M anuscrito 2, pág. 264. (6) Un contemporáneo lo veía así antes de su m u e rte : “ E nvejecido de fendiendo la buena causa y padeciendo muerte y pasión por ella, am a la libertad p or hábito, aunque ni ve, ni oye, ni anda [ . . . ] Erudito honrado y m uy español como fino asturiano. Es alto, delgado y casi la rg o ; basado sobre unas babuchas, y coronado de una peluca crespa: en el intermedio están el bastón y las g a fa s ” . Historia de Asturias. Edad contemporáneo I, ed. A y alg a, V ito ria, 1977, p. 41. JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.a DE ACEVEDO 77 2.— Relación Jovellanos-Acevedo Ya hemos dicho en la breve reseña biográfica que precede, que Acevedo gozó de la simpatía y afecto de Campomanes y Jovellanos, asistiendo incluso a veces a las tertulias que se celebraban en la casa del primero. Estos contactos personales de sus años de pre tendiente en Madrid continuaron de un modo esporádico, cuando lo permitieron los vaivenes de la azarosa vida de ambos. Acevedo se sentirá también honrado con una correspondencia «sumamente lisonjera» de parte de Jovellanos. Nos lo cuenta al comienzo de sus reflexiones para justificar algunas críticas super ficiales que se van a desprender de su pluma, y pudieran empañar, a los ojos poco atentos de un lector, el amor y el aprecio que le profesaba: «Se podrá creer demasiado servera la descripción que hago en las reflexiones del carácter de Jovellanos, y más en la plu ma de un sujeto, a quien ha dado muchas señales de aprecio, ha honrado alguna vez con una correspondencia sumamente lisonjera, y que ninguno le excede en amor a su persona y aprecio a las altas cualidades y, sobre todo, amables virtudes» (7). Bastará para confirmar el mutuo aprecio y simpatía saber que en los dos momentos más críticos de la vida de Jovellanos, el de su caída del ministerio, y el de su muerte, estaba su amigo Acevedo presente. En el primer suceso, por casualidad, y en el segundo, por expreso deseo de Jovellanos, que no llegó a ver plenamente cum plido por su precipitado final. El día anterior a la caída de Jovellanos, el 14 de agosto de 1798, se hallaba Acevedo en La Granja. Por la noche fue a ver a su casa al ministro. Aunque no lo dice expresamente, podemos sospechar que cenó con él, y su objeto pudo ser la aspiración a un papel más relevante en la escena política, a juzgar por las enternecedoras palabras de Jovellanos, cuando a la mañana siguiente enterado Acevedo por el camarero de la fonda, donde se hospedaba, de la caída del ministro de Gracia y Justicia, corre a verle a su despacho. En aquellos tristes momentos los dos amigos se sientan a platicar largamente hasta que avisan a Jovellanos que había llegado su su cesor. Pero dejemos que sea el mismo Acevedo quien nos lo cuente: «Y o me hallaba en La Granja en aquella ocasión. En la noche an terior, 14 de agosto, le había visto en su casa, y, a la maña siguiente, el camarero de la fonda, donde estaba alojado, me dijo haber caído el ministro; y preguntándole cuál, me dijo ser el de Gracia y Jus(7) M anuscrito 2, nota 145. 78 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ ticia, y no lo quise creer, pero no lo pudiendo después dudar, le fui a visitar a la hora regular. Habiéndole dado recado el ayudante de cámara, que me hallaba allí, salió de su gabinete, y con cierto aire de ternura, tristeza y sorpresa, sonriéndose, me dijo: «Am igo Acevedo, se finalizó la comedia, cayó el telón, y sólo siento haberle dejado a vmd. fuera de escena»; y habiéndome hecho entrar, nos sentamos y hablamos largamente, hasta que le avisaron estar allí su sucesor, paso que habiéndose llevado muy a mal en palacio, cuando Jovellanos le fue a pagar la visita y despedirse, ya no le recibió, a pesar de no haber pasado sino dos o tres horas entre ambas visitas» (8). Ceán comienza así el relato de los funerales de Jovellanos: «Hallábase entonces la Junta de Asturias en Castropol, y envió dos vocales para concurrir y autorizar en su nombre el funeral. Cele bróse con toda la pompa que el pueblo y las circunstancias pudieron proporcionar en la iglesia parroquial del Puerto de Vega, obispado de Oviedo. Asistieron cuarenta sacerdotes de las feligresías del distrito, convocados desde el día anterior, presididos por el párroco de la misma iglesia, don Pedro Pérez Thames Hevia, y por el pro visor de la propia diócesis, que se puso la capa pluvial. Además de los dos vocales de la Junta, que hicieron el duelo con el señor Acevedo, oidor de la audiencia de Oviedo, fue grande la concurrencia de gentes de todas clases...» (9). Pues bien, ese Acevedo, a quien Ceán no concede excesivo protagonismo, es nuestro Manuel María de Acevedo, que se hallaba allí por expreso deseo de Jovellanos, quien en los últimos momentos de su vida, al enterarse de que su amigo se hallaba en Ribadeo, le mandó llamar. El propio Acevedo nos lo cuenta así: «En los primeros síntomas de su indisposición, viéndose entre gentes extrañas, aunque sumamente atentas y obse quiosas, se angustiaba su espíritu, y habiéndosele indicado hallarme yo en Ribadeo, manifestó sus deseos de que se me llamase; se me hizo inmediatamente un propio, y si no fue bastante a tiempo para tener el placer de verle vivo, serví a contribuir para que se cele brasen sus funerales, si no con la magnificencia que correspondía a su extraordinario mérito, a lo menos con el decoro y dignidad que era posible, no perdonando al efecto ni esfuerzos ni sacrifi cios» (10). Lástima que la nota 193 correspondiente a este texto (8) M anuscrito 2, nota 178. (9 ) J. A . C e á n B e r m ú d e z , Memorias para la vida del Excm o. Señor D. Gas par M elch or de Jovellanos y noticias analíticas de sus obras, M adrid, 1814, p. 123 (10) R eflexiones... Manuscrito 2, pp. 177-78. JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.* DE ACEVEDO 79 falte del original manuscrito por pérdida de algunas hojas. En ella seguramente relataría el autor y protagonista de los preparativos los detalles del funeral que presidió. 3.— Reflexiones de Acevedo sobre Jovellanos Antes de pasar a la lectura del texto original de las reflexiones de Acevedo sobre Jovellanos, conviene decir que no se trata de una monografía sobre el polígrafo gijonés, ni siquiera de un capítulo aparte en sus Reflexiones sobre el reinado de Carlos IV . Sencilla mente, al llegar a historiar el momento que coincide con el de máximo protagonismo de Jovellanos en la vida política, que es el de su ascensión al minis.terio, junto con Saavedra, se detiene a reflexionar para el lector sobre la personalidad de ambos políticos, en el orden y proporción que él cree ajustarse a sus merecimientos. También hay que decir, que le sirven como hilo conductor de su exposición, a modo de hilván, las Memorias para la vida de Jo vellanos de Ceán (11), a quien cita, y en alguna ocasión copia literalmente (advirtiéndolo siempre), cuando lo estima oportuno. Efectivamente, Ceán había publicado su obra en 1814, y Acevedo comienza a escribir estas reflexiones a finales de 1830. Sin embargo en múltiples ocasiones Acevedo se refiere a Ceán para discrepar o completar sus afirmaciones, cuando considera que su apasionada devoción le ha traicionado, o trata de ocultar algo que conoce y podría empañar la memoria de su biografiado. El relato queda condimentado por el variado anecdotario, que le suministró la ter tulia o su protagonismo personal y directo en los acontecimientos. Todo ello enriquecido por abundantes conjeturas y apreciaciones muy subjetivas que brotan de la necesidad imperiosa de clarificar, interpretar y juzgar sucesos oscuros, desde la libertad del exilio. En las relaciones Jovellanos-Saavedra, aparte de su creciente amistad y cierto paralelismo en sus desgracias señala con mucho acierto su marcada diferencia de carácter y tacto político, ejempli ficando con sus distintas actitudes ante hechos insignificantes como algunas recomendaciones, el protocolo debido, etc., o de más im portancia como el anuncio de la frustrada caída de Godoy, punto en el que Acevedo no está de acuerdo con Ceán (12). (11) O b ra citada en la nota 9. (12) R eflexion es... M anuscrito 2, nota 171; Ceán, M em orias..., pp. 69-70. 80 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ La anécdota en Ace-vedo no es un puro adorno, o tiene simple mente como función entretener; sirve siempre para ejemplificar avalando opiniones propias sobre el modo de ser de los biografia dos. La candidez e ingenuidad de Jovellanos queda perfectamente reflejada en anécdotas como las que se refieren a su total oposición a las recomendaciones de María Luisa o sus camaristas, e incluso el mismo Godoy; su conversación con el hermano del valido; el enfrentamiento con Campani, o la de su visita a Logroño, que Ace vedo oyó contar a Jovellanos, y que sucedió así: «Poco antes de la primera época se le dio una comisión reservada en la Rio ja, de que habla en su memoria, y luego que se supo iba arrivar (13) a la ca pital, le salieron a recibir todas las personas visibles de Logroño, que le tenían preparado un gran convite. La mesa muy concurrida, y la conversación muy animada y alegre, que al café recayó sobre la fertilidad de aquella provincia, la hermosa situación de Logroño y las bellezas del pueblo. Jovellanos convino en lo primero y, siem pre que se ofrecía, hacía una hermosa descripción de aquel país, pero hablando del pueblo dijo: «¿Qué concepto quieren vmds. que haga un viajero de esta ciudad, en donde el primer edificio que se encuentra es la Inquisición?», sin reparar hallarse presentes todos los individuos de aquel tribunal, y desde entonces, añadía, los mis mos y los curas le miraban con un ceño que no podían disimu lar» (14). Lo que nos cuenta sobre la provisión de una canonjía de Toledo sirve al mismo tiempo para poner de manifiesto el contraste entre el viejo y experimentado político, Campomanes, buen conocedor de los ambientes cortesanos, sabio y prudente a la vez, maestro en el arte de la política, y Jovellanos, inmaduro y con poca dosis de mundanidad para ejercer un ministerio, que exigía en aquellos mo mentos otras habilidades, además de la sapiencia y honradez pro fesional que poseía en grado elevado: «Sordo a los consejos de los que conocían la corte y deseaban sinceramente su permanencia en el ministerio, sólo oía alguna vez los de Campomanes, a quien tri butaba la deferencia y respeto a que era tan acreedor. Aquél, pues, procuraba, según su frase, hacerle un poco más cortesano; y con motivo de no haber accedido a la recomendación de Arce en la provisión de una canonjía de Toledo, Campomanes le dijo: «Vmd., amigo, se precipita, y su conducta es enteramente opuesta a lo que (13) Galicism o fácilm ente comprensible por lle v a r m ás de siete años en el exilio. N o olvidem os que estas reflexiones las escribe en Francia. (14) R eflexiones... M anuscrito 2, nota 162. JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.a DE ACEVEDO 81 quisiéramos los que le apreciamos y deseamos el bien de la nación. Y o no digo que vmd. dé las canonjías a hombres escandalosos, pero,, ¿qué importa que sean tontos y nulos?; cuanto más maja deros sean, mejor, pues más pronto se desengañarán los españoles de que hombres que para nada valen disfrutan las mejores rentas de España» (15). Son interesantes también algunas opiniones personales de Acevedo, o conjeturas, a veces simplemente basadas en la vox populi, pero no por ello totalmente desdeñables, como las que nos ofrece sobre el posible contenido del informe secreto que Godoy pidió a Jovellanos antes de su elevación al ministerio, el odio de María Luisa al ministro, etc. Indudablemente que si Jovellanos había te nido mucho éxito entre las sevillanas, y luego con las madrileñas, como nos recuerda Acevedo, la reina alguna exigencia había de tener en función de su atractivo personal, y más tratándose de María Luisa. La sinceridad a toda prueba de que hace gala Acevedo le obliga a recoger y aceptar en parte algunas críticas que se podrían hacer a Jovellanos, no sin antes dejar bien claro, como ya hemos visto, «que ninguno le excede en amor a su persona y aprecio a las altas cualidades y, sobre todo, amables virtudes». A renglón seguido justifica su deseo de objetividad, porque «si el historiador debe ser imparcial, aún más, si es posible, el biógrafo destinado al análisis de los sujetos que bien o mal han influido en la suerte de las na ciones y de los acontecimientos que la prepararon o decidieron, y que manifiestan el-espíritu del siglo en que los primeros vivieron, y del país en que habitaron» (16). Acevedo cree también desde su deseo de imparcialidad que «la posteridad le hará justicia (a Jove llanos), notará con odio e indignación a sus infames perseguidores, y se sonreirá al leer los elogios de los que le preconizan como un modelo sin defectos» (17). Lo que pudiera parecer al principio un episodio molesto para un apasionado de Jovellanos, al leer las reflexiones que preceden, se transforma muy pronto en un canto a sus muchas cualidades y virtudes, llegando al colmo de la admiración. Diecinueve años después de la muerte de Jovellanos, cuando proliferaban sus de tractores, desde el exilio Acevedo le rinde un sincero homenaje de (15) R eflexion es... M anuscrito 2, pp. 150-51. (16) R eflexion es... M anuscrito 2, nota 145. (17) Reflexion es... M anuscrito 2, p. 143. 82 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ admiración, ensalzándole en algunas ocasiones hasta considerarle «muy superior a Cicerón». Tres son básicamente los defectos que, a juicio de Acevedo, podrían achacársele a Jovellanos: ser a veces poco profundo en sus ideas y escritos, rodearse de amistades «irreflexas», y excesiva sensibilidad a las alabanzas. En el primer caso le objeta haber incurrido en la introducción al Inform e sobre la ley agraria en contradicción, empeñándose en probar que jamás la agricultura había estado más floreciente en España que en aquella época. En general no aplica los principios liberales que asienta respecto a la agricultura, al comercio interior y exterior; y tampoco ataca de raíz los males de la amortización eclasiástica y civil. Su carácter obtinado y poco flexible, sordo a los consejos, y ciertas contradicciones entre su cabeza y su corazón podrían también haber influido negativamente en alguno de sus proyectos. El segundo de los defectos lo atribuye Acevedo a que fallaba en el conocimiento de los hombres y trato del mundo. Lo prueba su amistad con sujetos frívolos que no le corresponden; y muchas de sus amistades siguieron el partido de José. Por último el cúmulo de versos laudatorios, que aparecieron durante su favor, y el placer con que los escuchaba, dieron lugar a anécdotas ridiculas y quizás inventadas. En cambio, y para terminar, los méritos y cualidades que va señalando Acevedo a lo largo de sus reflexiones son tantos que sería prolijo y redundante señalarlos en esta introducción, y más ofreciendo el texto íntegro a continuación. De un modo telegráfico se podrían resumir así: trabajo, actividad infatigable, entendimien to claro e imaginación viva, memoria, probidad, sinceridad, gene rosidad, amor al bien, honradez, insobornabilidad, candor, estoica resignación y heroica firmeza, hermosura, voz agradable, modales finos, sensibilidad hacia el bello sexo, etc. JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.“ DE ACEVEDO 83 M anuel M a ria de A ceved o Jovellanos Flórez E strada 84 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ II.— TEXTO ( Texto original inédito de las reflexiones de Manuel María de Acevedo sobre Jovellanos)* El Príncipe de la Paz, en quien realmente estaba concentrado todo el poder, o por insinuación ajena, o por haber leído sus escri tos, o por una rara cansualidad, puso los ojos en Cabarrús, y cre yéndole el hombre más a propósito para indicarle la conducta que debía observar en tan delicadas circunstancias, depositó en él una confianza ilimitada, aunque muy efímera. El conde, lejos de dis minuir el riesgo a que estaba expuesto por parte del exterior, dominado por una nación ambiciosa y arrogante, y en lo interior por el descontento e irritación general, que le exponía a sufrir la suerte de don Alvaro de Luna, le manifestó era preciso no perder instante en dulcificar la indignación general, meditando y haciendo reformas indispensables, valiéndose para verificarlo de los hombres más aptos, ya por sus luces, ya por la opinión que gozaban en la * nación, que indudablemente eran en aquella época Jovellanos y Saavedra, pues la repugnancia de Florida Blanca a toda especie de reforma, a pesar de que aún conservaba a su favor mucha ilusión, y la ancianidad del conde de Aranda no permitían presentarlos en la escena (142). En esta indicación, si se conocen las buenas intenciones de Cabarrús, no se descubre menos su ligereza de carácter, la poca solidez de su juicio, y su ningún tacto, ni experiencia en el conoci miento de los hombres y de las cosas. Godoy creyó hallar la pana cea universal para todos los males en los dos nombramientos, y preocupado a favor de Jovellanos por la Ley Agraria y varios dis~ , cursos suyos, que Cabarrús le había hecho leer, y de Saavedra por la opinión que se había adquirido en su intendencia de Caracas, de cuyos habitantes había sido el ídolo, y la deferencia que se tri butaba a su voto en el Consejo de Guerra, de que era individuo y el oráculo, con la misma fecha nombró al primero para el minis terio de Gracia y Justicia, lo que dio lugar a una graciosa anécdota (* ) L a s notas que siguen y acompañan al texto original son tam bién del autor, y llevan la misma numeración que en el manuscrito. (142) A ra n d a en aquella época aún se hallaba confinado en la ciudadela de G ranad a, pero luego se le permitió irse a sus estados de A ragón , en donde m urió el día nueve de enero del año de noventa y ocho. JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.a DE ACEVEDO 85 en la secretaría (143), y al segundo para el de Hacienda; y a fin de que no sorprendiese a Jovellanos, trasladado de un destierro honorífico a un puesto tan elevado, y cediendo por un momento a la repugnancia de la reina, le destinó pocos días antes a la emba jada de Rusia, precedido todo de una carta autógrafa que pocos meses antes le había escrito pidiéndole un informe muy reservado acerca de un negocio de la mayor gravedad (144). La carrera de Jovellanos hasta la fatal época de su ministerio fue brillante y, permítaseme esta expresión, sembrada de flores. Togado en una edad en la que acaso fue el primer ejemplar por sus bellas disposiciones, el apoyo de un tío poderoso, y el voto del mayor magistrado que tuvo España, ascendió rápidamente, sin saltar ninguna escala, a Consejero de Ordenes, el más análogo a sus (143) Fueron nom brados ministros en noviem bre de 1797. Su antecesor L lagun o, hom bre de mérito b ajo muchos respectos, como he dicho, había to m ado p or estribillo en las audiencias que daba a los pretendientes, cuando no se trataba de negocios de utilidad pública o en que no tenía interés, el contestar: “ D aré parte al re y ”, de que ya se había hecho refrán, tanto que se decía, que un día yendo al despacho se le cayó un pañuelo, que recogió uno de los m uchos pobres que siempre estaban al pie de la escalera, y se le alargó. E l ministro, preocupado con los negocies que llevaba, sin re p arar en el objeto, creyendo ser un m em orial ( d i jo ): “N o puedo recibirle ahora, déme le vmd. después y d aré parte al rey ” , hasta que advertido por la m ujer, un poco avergonzado, recogió el pañuelo y mandó se le diese un duro. E l día de su separación, luego que entró en la secretaría, le envió a llam a r Godoy, que estaba en la de Estado, y después de darle mil ducados y asegu rarle que su am istad sería siem pre la misma, le hizo ver el nom bram iento de Jovellanos, que se publicaría al día siguiente. A quel era de audiencia; el ministro guardó un profun do silencio, a todos llenó de esperanzas las m ás lisonjeras, asegu rándoles de sus vivos deseos de servirlos. L o s pretendientes, que en lu g a r de la ord inaria e x p re s ió n : “ D aré parte al rey ”, se hallaron con prom esas casi positivas, se creyeron colocados o m uy próxim os a serlo, y se fu eron m uy com placidos a sus habitaciones. A l día siguiente se sabe el nom bram iento de Jovellanos, y chasqueados los pretendientes pensaron m anifestarle su disgusto con una cencerrada, pero los contuvo el temor de las consecuencias y la m ar cha de L la g u n o a M adrid, despachando interinamente G odoy la secretaría hasta la llegada del nuevo ministro. (144) Apuntes para la vida de Jovellanos. cap° 12, parte 1.a, pága 58 (H a y un erro r en la cita en cuanto al capítulo, que es en realidad el 11). Ceán gu ard a un profundo silencio sobre el objeto de la consulta de tal im portancia que G odoy la escribió de su p u ñ o ; y yo no me atreveré a levan tar el velo que cubre este misterio, pero me será lícito aventurar m is conjeturas. Ya entonces se tram aba la m aquinación de p riv a r al príncipe Fernando de la sucesión al trono, pero el Príncipe de la Paz aspiraba a resultados más ventajosos a su am bición que satisfacer la aversión u odio que la reina siem pre profesó a su hijo prim ogénito; y M aría Luisa en su inm oralidad y ciega 86 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ inclinaciones, a sus estudios y a sus deseos de ser útil a la nación, proporcionándole más tiempo para perfeccionarse en las ciencias a que le llevaba su genio, y mayores ocasiones para ponerlas en práctica; dotado de memoria tenaz, cabeza fuerte para resistir mu chas horas de un trabajo mental, hermosa presencia, agradable metal de voz, modales atentos, pronunciación muy clara y caden ciosa que el uso le había hecho familiar, pero que al principio sin duda sería afectada, de un entendimiento claro, imaginación viva para percibir las ideas, aunque en mi dictamen no de igual vigor para profundizarlas, de que se resienten sus escritos, si se toma la molestia de meditarlos; de una probidad estoica, inaccesible a toda clase de seducciones, pero sujeto algunas veces a las ilusiones de amistades irreflexas, y preocupaciones a las primeras ideas de su juventud, efecto de su carácter candoroso y, puede, de su excesiva sensibilidad a las alabanzas; y sobre todo, a ejemplo de su modelo, sacrificándose a los ídolos de la patria y de la gloria, Jovellanos hace época muy notable en los fastos de España. La posteridad le hará justicia, notará con odio e indignación a sus infames perse guidores, y se sonreirá al leer los elogios de los que le preconizan como un modelo sin defectos (145). Abandonando por el consejo de pasión a su favorito no pondría ningún escrúpulo en sacrificarle toda su fa milia. E l lector no h abrá olvidado ni el despotismo con que Felipe V estableció en España la L e y Sálica, privando de la sucesión al trono a las mujeres, por quienes él mismo poseía la corona, ni las inicuas m edidas tom adas por C ar los II I p ara inhabilitar la sucesión del infante don Luis. G odoy estaba casado con la h ija prim ogénita, de quien ya tenía una h ija ; el herm ano era arzobis po de Toledo, incapacitado de reinar, o a lo menos de d e ja r sucesión. Es indu d able que el Príncipe de la Paz no había olvidado los derechos de su esposa, que revelaba la im prudencia de sus favoritos; se habían hecho consultas; nada el rum or público aseguraba tiene pues de inverosím il que Jovellanos fuese uno de los consultores, cuyo voto daría gran peso a los derechos de la hija del infante don Luis. (145) Se podrá creer demasiado severa la descripción que hago en las reflexiones del carácter de Jovellanos, y m ás en la plum a de un sujeto a quien ha dado muchas señales de aprecio, ha honrado alguna vez con una corres pondencia sumamente lisonjera, y que ninguno le excede en am or a su per sona y aprecio a las altas cualidades y, sobre todo, am ables virtu des; pero si el historiador debe ser im parcial, aún más, si es posible, el biógrafo desti nado al análisis de los sujetos que bien o mal han influido en la suerte de las naciones y de los acontecimientos que la prepararon o decidieron, y que m anifiestan el espíritu del siglo en que los prim eros vivieron y del país en que habitaron. M e contraeré a Jovellanos, y para p ro bar que no profun dizaba siempre las m aterias que trataba, citaré sólo la obra que le hace m ayor honor, y por la que es m ás conocido en Europa, La ley agraria. N o hablaré de los errores JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.a DE ACEVEDO 87 sus colegiales y amigos el estado eclesiástico a qile le habían dedi cado sus padres y en que se iba a empeñar en voto solegne (146), tuvo la feliz casualidad de hallar en su primera colocación el hom bre que en España estaba más en estado de dirigirle en la reforma que el joven magistrado conocía debía hacer en sus estudios, Olavide, Asistente de Sevilla (147), que luego conoció las ventajas que la nación debía sacar del joven ministro, que solo ansiaba instruir se; y con sus consejos y los dados por un respetable oydor respecto a la recta administración de justicia, bien pronto consiguió el apre cio en el tribunal y en el pueblo, que desmintió la opinión que, al principio, habían formado los curiales y las damas, creyendo los de que le acusan los economistas moderados, pues seguía la escuela de su tiempo, ni tam poco de que los principios liberales que asienta respecto a la agricu ltura no los aplica al comercio ni interior ni exterior, ni que conociendo los m ales de la amortización eclesiástica y civil, no la ataca en su raíz, y se contenta con indicar sus abusos, pues adem ás de ser esto propio de sus ideas aristocráticas, acaso le arred raría la idea de que la corporación, en cuyo nom b re escribía, y m ás el Consejo de Castilla, a quien se dirigía, rechazarían su doctrina y la d arían p or sediciosa. M e detendré en la visible contradicción en que incurre, em peñándose en p ro b ar en la introducción que jam ás la agricul tura había estado m ás floreciente en España que en aquella época, y que las q u ejas m ism as de su decadencia prueban su prosperidad. M anifestando después de un m odo evidente que la excesiva amortización civil y eclesiástica es una de las trabas legislativas que m ás se oponen a la agricultura, cómo ha podido o lv id a r que desde Felipe II se habían fundado en España 291 con ventos, se habían am ortizado espiritualm ente la inmensa suma de bienes que nos dice Cam pom anes por datos oficiales, que desde la fatal L e y de T o ro se habían hecho m ás de cincuenta mil vinculaciones grandes o pequeñas, y que en el reino de G ran ad a, hasta su funesta conquista, no se conocían semejantes instituciones, pues aun cuando creemos exagerada la fuerza num érica que ha opuesto la dom inación árabe, es innegable que ha resistido tres años a todas las fu erzas de C astilla y Aragón, y que acaso no hubiese sucum bido si no fu eran las crueles discordias de los Ceglíes y A vencerrais, e infam e p erfi dia de un hijo desnaturalizado contra su padre. Respecto a lo segundo, su íntima amistad con el sujeto m ás insignificante, frívolo e ignorante conocido, y que le pagó con una infam e ingratitud el crear en su fa v o r un destino p ara el que no había la m enor necesidad, ni en el agraciado el m enor m érito ni ap titu d ; era haber dado una renta simple cuan tiosa a un hijo cuasi de pecho de otro, que exerció una p erju d icial influencia durante su triste m inisterio; el haber abrazado el partido de Josef casi todas las personas que m erecieron su confianza, son pruebas evidentes de mi aser ción; no lo es m enos la ansia con que solicitaba las alabanzas, la m ultitud de versos laudatorios con que se le inundó durante su favor, el p lacer con que se leían en su tertulia, las ridiculas anécdotas a que dieron lugar, sin duda inventadas o exagerad as por sus enemigos. Repito, estos defectos no son capaces de hacer desaparecer su am or al bien, su actividad infatigable, su entusiasm o p o r todo lo que era grande y glorioso, sus eminentes servicios de 88 PERFECTO RODRIGUEZ'FERNANDEZ' primeros al verle tan joven, que bien pronto le harían un mániquín en sus manos, envolviéndole en las sutilezas, embrollos, que forman su ciencia, y acaso juzgándole no inaccesible al soborno; y el bello sexo, al considerar su presencia, su poca edad, el haber desterrado los tres trajes característicos en la magistratura, el pelucón en el tribuna], la capa de grana en el paseo y la media negra en la ter tulia, cuya primera innovación escandalizó hasta sus mismo com pañeros, las sevillanas no dudaron no tardarían en envolverle en sus lazos. El primer consejo dado por Olavide, viéndole ya muy versado en nuestra antigua literatura, (fue) se dedicase a la italiana, y sobre todo se apresurase a aprender el inglés, o a lo menos a traducirle con perfección, como la única nación, que en aquella época le podía dar nociones exactas y profundas de legislación, economía política y ciencias auxiliares (148). Jovellanos no tardó en ser conocido en toda España. Las socie dades económicas, las academias, los cuerpos literarios, pero no las universidades, se apresuraron a contarle entre sus miembros, a darle comisiones, a pedirle informes, y cada desempeño, cada dis curso, era una nueva palma añadida a sus laureles. El gobierno no podía ser insensible a una opinión tan general, acreditada con tan tas pruebas. El Consejo de Ordenes le hizo su oráculo, sólo se oía m uchas clases y, sobre todo, la estoica resignación y heroica firm eza que des plegó en sus últim as e inicuas persecuciones, que en esta parte le hacen m uy superior a Cicerón, cuya lectura y conducta eran el pasto diario de su alm a' y que recom endaba a cuantos le consultaban estudios. (146) sobre el modo dé dirigir sus Colegial m ayor de A lcalá iba a T uy a hacer oposición a la Doctoral y, al p asar por M adrid, don Juan A rias Saavedra, su padrino de beca, sujeto a quien* Jovellanos m ás respetó y amó, y sus prim os los m arqueses de C asaTrem añes le disuadieron de su propósito a em prender la carrera de la toga. Jovellanos gozaba ya de un beneficio simple, que renunció cuando le dieron el sueldo entero de oydor de Sevilla, y hasta entonces rezó diariam ente el oficio divino. Ceán, 1.a parte, cap° 3.°, p ága 8 y siguientes. (147) H e hablado en las reflexiones sobre el reinado de C arlos III de este célebre personaje, de sus establecimientos en Sierra M orena, de su huida a Francia, de su obra El Evangelio en triunfo, regreso a E spaña y muerte. L a causa que se le form ó es una de las más fam osas qué extracta Llórente. (148) * Ceán, cap0 5.°, pága 18. Era tal la preferencia que daba Jovellanos al inglés que, adem ás de componer las obras en aquel idioma m ucha parte de la selecta biblioteca que form ó para el Instituto Asturiano, solía repetir con frecuencia: “Si lo mucho o poco que en España se sabe en literatura y cien cias exactas por las obras francesas, lo hubiésemos aprendido por los autores clásicos latinos e ingleses; algo más valdría nuestra cabeza y nuestro corazón” ^ JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.a DE ACEVEDO 89 su voto, y en cualquier negocio que se tratase y exigiese investiga ciones, viajes, reformas de sus conventos, arreglo de sus archivos, formación de bibliotecas (149), contestaciones al ministerio, deci sión de competencias, todos los consejos desaparecían, y en la corporación solo veía Jovellanos (150). Su carácter era franco, generoso, idólatra de la juventud estu diosa, no negándose a dar consejos y aun auxilios pecuniarios en cuanto lo permitían sus cortas facultades a cuantos los solicitaban, estimulando siempre a que publicasen sus obras a sujetos que, por modestia o por otros motivos, no daban a luz las producciones que, en su dictamen, eran dignas de la publicidad. Su sensibilidad hacia el bello sexo era extraordinaria, pero contenida por el sumo decoro que ponía en todas sus acciones por la alta idea que se había for mado de la magistratura, y por la educación aristocrática que había recibido; amaba en extremo a sus amigos, pero, sin mucho cono cimiento de los hombres, no era siempre muy feliz en la elección, escogiéndolos entre los que sabían con destreza lisonjear su amor propio, o le seducían hablándole con entusiasmo de virtudes, de patriotismo y de inclinación a las ciencias de que carecían, y esta falta de discernimiento le hizo incurrir en errores que fueron causa principal de sus infortunios, algo perjudicial a la nación, y empañó algún tanto su reputación para los que no le conocían a fondo. (149) A d e m ás del Instituto A sturiano de que acabo de hablar, aumentó, reform ó y coordinó las de San M arcos de León y la de V e le s ; a lo menos en cuanto a la prim era fue un trabajo inútil, pues yo en las varias visitas que hice a aquel pueblo y a San M arcos, donde tenía un prim o carnal y dos ínti m os amigos, siem pre hallé sus estantes y obras llenos de polvo. E l Consejo de O rdenes no tenía biblioteca, y como en el mismo se hacen las oposiciones a los curatos que daba él mismo, p ara los exám enes se pedían libros prestados. Jovellanos hizo presente al duque de H ija r era indecente, y se le autorizó p ara que de los fondos del mismo tribunal form ase una pequeña librería, dejando a su arbitrio la elección de las o b ras; desem peñó la comi sión con el gusto y crítica que le caracterizaban, y como los pocos negocios que se discutían en el consejo d ejaban muchos días vacantes, sin dispensar a sus m iem bros de la asistencia, Jovellanos, cuando contaba esta anécdota, decía con m ucha g r a c ia : “ Con este artificio, ínterin mis compañeros se entretenían en leer la G aceta o en conversación, yo en estudiar y hacer extractos” . (150) Sería prolijo y fastidioso citar todos los trabajos políticos, econó*- micos y literarios de Jovellanos, de que da una sucinta idea Ceán en las dos partes de sus apuntes. H o y que p or permisión del gobierno se p ublican todos sus escritos inéditos, no puedo creer que ningún hom bre de E spaña ilustrado, y aunque no sea enteramente incivilizado, y con m edianas facultades, deje de ■ haberse suscrito a la colección, que se da por cuadernos. ' - 90 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ En medio del aura popular y lisonjeras esperanzas que debía concebir para el futuro, algunos cuentan como su primer desgracia el destierro honorífico que se le impuso en el año de 90 con pre texto de extender un informe de las minas de carbón de piedra, su explotación y utilidades, de que es tan abundante aquella provin cia (151); como aquella providencia tiene una íntima conexión con acontecimientos importantes no solo para Jovellanos, sino para toda la nación, se me permitirá extenderme algún tanto en las cau sas que la motivaron. Cuando se le nombró Alcalde de Casa y Corte, era sin compe tencia la casa de Campomanes, después conde, la tertulia más bri llante de Madrid, no solo por su destino e influencia casi exclusiva que sus dictámenes ejercían en el consejo, sino también por su vastísima instrucción, a la que concurrían todas las personas ilus tradas de la corte y cuantos extranjeros distinguidos conducían a España o la curiosidad o sus negocios, que iban a pagar a nuestro inmortal magistrado el tributo de su admiración, o a disfrutar de (151) L o s discursos elocuentes que pronunció con este motivo andan en m anos de todos; dos obstáculos se opusieron a que no tuviesen el gran resul tado que se podía esperar de sus trabajo s; el prim ero, el proyecto del N alón sustituyendo a la carretera carbonera tan indispensable en aquel país, parto de una im aginación fogosa, pero m uy poco juicio, de una ambición desmedi da, y de tom ar por ciencia y conocimientos sólidos observaciones superficiales hechas en países extranjeros que, no apoyadas en ningún estudio sólido y pro fundo, no perm itían a su autor el reflexionar sobre la diferencia de climas, las situaciones geográficas y topográficas de las localidades, que debían pro ducir contrarios resultados; y con mucho orgullo, que le hacía oír con el m ayor desprecio las nociones prácticas de los habitantes del p a ís ; y abrazado con excesiva precipitación por un ministro celoso del bien, activo, amante de su patria y de los pocos que en aquella época hacían honor a un alto destino; pero sin bastantes conocimientos en la materia, y acaso influido sin percibirlo por su fam ilia que, establecida en P ra v ia casi a punto de la confluencia del río con el océano, debía sacar grandes ventajas de la obra. El otro obstáculo m ás oculto, que le causó m ayores disgustos y que jam ás pudo vencer del todo, fue la pérfida guerra y subterránea que se hizo a su Instituto, a donde se enseñaban las ciencias indispensables p ara la explota ción de las minas y el arte náutico, guerra en unos originada p or la parciali dad que es preciso confesar profesaba Jovellanos a G ijón, alguna vez con perjuicio de todo el principado; en otros por ignorancia, no conociendo el precio de aquellas ciencias o creyéndolas expuestas a ideas irreligiosas; y en algunos p or envidia, y a cuyo frente se h allaba la universidad, reclam ando que si aquellas cátedras eran útiles, se estableciesen en su gremio, cuyo cuer po p or su instituto estaba destinado a enseñar todas las ciencias, pretensión apoyada p or todos los que m iraban con odio a G ijón y p or todos los que pre veían las ventajas que podían resultar a Oviedo. JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.a DE ACEVEDO 91 los encantos de la conversación y a beber en la fuente de una casi universal erudición. Jovellanos no podía menos de ser uno de los más frecuentes concurrentes, ya por los motivos expresados, ya por el gran aprecio que había merecido a Campomanes, cuando era pretendiente; y en ella conoció a Cabarrús, de quien ya he habla do (152), y seducido por la franqueza de su carácter tan análogo al suyo, por la amenidad de su conversación, entusiasmo por ciertos proyectos, que Jovellanos creía útiles, y la analogía que encontraba entre las ideas del joven francés, las que había leído en las obras económicas y oído de la boca de Olavide, su primer instructor en estas materias, le hicieron contraer la estrecha amistad, tan cono cida en España, alabada por unos, vituperada por otros, que hizo casi comunes sus infortunios, y duró hasta que los separó la diver sidad de partido en el año de 8, bien que aun cediendo a los senti mientos de su corazón hace una semiapología de la conducta de su antiguo amigo en su último escrito, que se puede llamar el canto del cisne, y que la posteridad leerá siempre con ternura, viendo pintada con tanta sencillez como elegancia la bondad de su carácter y nobleza de sus sentimientos (153). En el mismo pasaje hemos hablado (154) de aquel establecimiento contra el que, o más bien contra su fundador, bien pronto se levantó una furiosa persecución (152) En las reflexiones sobre el reinado de Carlos I I I con m otivo del establecim iento del B anco de San C arlos y creación de vales reales, funestos resultados que am bos han tenido, y contradicción que m anifiestan los p rin cipios que asienta en la correspondencia con Jovellanos, atacando la arbitra riedad m inisterial, sin ad vertir que am bos fueron los que m ás contribuyeron a la que exerció C arlos I V y su gobierno. (153) L a apología que escribió en Muros, que es una obra m aestra. D es graciadam ente im presa con un abandono increíble, llena de yerros, m aldita letra y papel casi de estraza. U n o de los prim eros usos que hizo el Consejo de C astilla en su nueva instalación el año de catorce fu e p ro h ibir su circu lación, sin h ab e r podido conseguir se levantase los esfuerzos de su sobrino y heredero, solo p orque indica algunas de las faltas y debilidades de aquel cuerpo, aunque con excesiva moderación. Pero, qué se podía esp erar de un tribu nal autor o cómplice hace siglos de todas nuestras calam idades, que en el reinado anterior y actual se ha llenado de infam ia y que en el día es el im placable perseguidor de todo mérito, de toda virtud y de toda ilustración, pero que se le ve ya recibiendo el justo premio de sus bajezas, leyéndose con placer en las gacetas y documentos oficiales que ya no se le consulta para ninguna m edida que pueda in flu ir de algún modo en la prosperidad pública. L a o b ra que se espera con im paciencia sobre la historia de nuestra revolución patentiza la conducta que ha tenido en la célebre causa del E scorial y suce sos posteriores, aunque con el sumo decoro, elegancia y veracidad que carac terizan a su autor. (154) En las reflexiones citadas. 92 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ no fundada en sus vicios esenciales, sino en vagas declamaciones, ignorancia en la materia, ruin envidia, pasiones aun más bajas, a cuyo frente se puso Ibarra, Fiscal del Consejo de Hacienda y apo derado de muchos accionistas. Fue impotente durante la vida de Carlos III, que ponía su orgullo en haber dado su nombre a un banco, el 1.° de España, y compitiendo en Europa en crédito a los de Londres o Amsterdam. No fue así con su sucesor, logrando la oposición atraer a su partido a la reina y al ministro Lerena, que se declararon enemigos irreconciliables de Cabarrús y le sepultaron en un cuartel, privándole de toda comunicación (155). No podía permanecer Jovellanos indiferente a las desgracias de su amigo, y su espíritu caballeresco, la idea que tenía formada de los deberes de la amistad, y la igual o mayor de la probidad de Cabarrús, le hicieron tomar su defensa con el mayor vigor, y no contento con defenderle por escrito dio un paso que ya se puede calificar de heroico o ya de temerario, según el carácter del lector, pero que todos sin duda llamarán inútil y en aquellas circunstancias aun perjudicial para ambos, el defendido y el apologista, y que una imaginación menos ardiente y un mayor conocimiento del mundo y de la época le hubiera hecho prever (156). (155) dadera L a persecución de C abarrús ha sido im placable, y su vida una ver novela, pasando rápidamente de castillos y destierros a un favo r ilimitado, recayendo de nuevo en m ayores desgracias. Su ardiente im agina ción, su volubilidad de carácter y su irreflexión, que nunca le perm itieron p rofun dizar ni los hom bres ni los negocios, tres circunstancias tan distintivas de su nación, tuvieron mucha parte en sus infortunios. (156) Copiemos literalmente lo que acerca de este sujeto nos dice el autor de las mem orias. Después de referir las comisiones que desem peñaba en Sa lam anca el año de noventa, continúa: “Pero habiendo sabido allí que estaba arrestado en M ad rid el conde C abarrús, deseó con ansia vo lve r a la corte en su socorro antes de pasar a Asturias. L a em presa era difícil y arriesgada, pero la am istad y el honor facilitan sin miedo las m ás insuperables. R epre senta inm ediatamente al rey por la vía reservada de M arin a la necesidad en que se h allaba de enterar personal y reservadam ente al Consejo de Ordenes del estado en que d ejaba concluidas las comisiones que había llevado a Sala manca ; por lo que suplicaba se le permitiese vo lver a M ad rid p o r pocos días, donde después de evacuado su encargo, pasaría a A sturias en derechura. S.M . vino en concederle esta licencia, que se le participó por real orden de 7 de agosto del mismo año de 1790. Inm ediatam ente que la recibió se puso en camino el día 20 del propio mes, y yo que estaba bien enterado de todo lo que había en la causa de C abarrús, le salí al encuentro en el camino y le supliqué que no entrase en M adrid, porque adem ás de ser inútil cualquier paso que* intentase d a r en su favor, sería m uy dañoso a entram bos por las preocupaciones que había contra ellos en palacio, pues lejos de haberse desvanecido las habían aum entado en dem a JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.a DE ACEVEDO 93 Este incidente aumentó la antipatía o aversión que María Luisa, hacía mucho tiempo, profesaba a Jovellanos, sin que me sea posi ble fijar el verdadero motivo, porque aquél, siempre que en su presencia se hablaba de este asunto, cambiaba de conversación, o imponía silencio; y el último confidente, para quien jamás tuvo secreto, en los apuntes que publicó para escribir la vida de su amo y protector, en este particular como en otros muchos, nos deja una laguna, ya por una excesiva prudencia, ya por ocultar ciertas accio nes que en su dictamen podían eclipsar algún tanto las glorias del hombre a quien todo lo debía, como cuando habla de su ministerio con tal rapidez que parece corre por un terreno cubierto de brasas, con pretexto de que el ministro no hizo el diario de aquella época, sía los calum niadores. Estas fueron el verdadero motivo d e la prisión del conde, aunque se p retextaba el de sus intereses y el del banco. N o me oyó, entró denodado en M adrid , y a pocas horas de haberse apeado en su casa recibió una real orden, que le acababa de pasar el ministro de G racia y Jus ticia con fecha 25 de aquel mes, concebida en estos térm inos: “H abiendo lle gado a noticia d el rey que sin su precedente real perm iso y sin h aber antes dado cuenta del estado de los encargos a que fue destinado a Salam anca, se ha restituido V.S. a esta corte, me m anda S.M. preven ir a V.S. que inm edia tamente se restituya a aquella ciudad luego, lu ego ...” Con la m ism a fecha y en la hora de haber recibido esta orden respondió lo siguiente: “ Excmo. Señor: A mi regreso a esta corte, cuyo objeto fue dar cuenta al consejo de la comisión que desempeñé en Salam anca, precedió el real perm iso, de q u e acom paño copia (la orden de 7 de agosto); yo estoy pronto a obedecer a S.M., pero pues m e tiene m andado en la real orden citada pase a desem peñar las comisiones de Asturias, y estar ya concluida la de Sa lam anca, espero que V.E. lo haga presente a S.M., y que en su consecuencia m e com unique su últim a real resolución” . ¡C u á l sería la sorpresa de la reina y d e L eren a al v e r la copia que acom pañaba! ¡C uáles las averiguaciones en M a d rid (C e án escribe “ M a rin a ”), y cuáles las consultas de lo que se había de responder! P o r fin se resolvió lo que sigue con fecha de 26: “H abien do dado cuenta al rey del p apel que me dirigió V.S. con fecha de ayer, enterado S.M . de lo expuesto por V.S., me ha m andado prevenirle como lo executo, que su voluntad real es que evacúe V.S. con la prontitud posible en el Consejo de O rdenes los asuntos que le obligaron a venir de Salam anca a esta corte, y que inm ediatam ente se ponga en camino p ara A stu rias a desem peñar la co m isión del real servicio que le está encargada en aquel p rin cipado”. L a res puesta fue al d ía siguiente de esta m anera: “Excmo. Señor: H e recibido la real orden que V.E. me comunica con fecha de ayer, y deseoso de obedecerle del modo m ás conform e a su tenor, y al objeto de mi comisión, pasé a propon a r al señor duque, presidente, (el de H íjar, que lo era del Consejo de O rd e nes), el m edio que ju zg ab a m ás expedito de enterar al consejo del desempeño de mis encargos en Salam anca, reducido a hacer verbalm ente en él las exp li caciones m ás reservad as y poner por escrito m ás largam ente aquellas que no sean de igual naturaleza. H abiendo parecido bien este medio, he satisfecho 94 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ como había prometido (157). Unos atribuían el odio que la reina le profesaba al temor de María Luisa por toda idea liberal o re forma y los sujetos que la profesaban; otros a la estrecha amistad que le unía con Cabarrús, a quien no perdonó que, siendo Princesa de Asturias, no le hubiese proporcionado algunas sumas del banco, cubriéndolas con giros, tan comunes en las especulaciones de bolsa. La crónica escandalosa daba por causa un resentimiento del sexo, que, aunque yo estoy muy lejos de creer, no ignorando la facilidad con que la calumnia inventa en materias tan delicadas y más cuan do recae sobre personas cuya conducta todo lo autoriza y son detestadas, habiendo sido un rumor muy acreditado, no puedo menos de indicarla. Ya he manifestado el aprecio que Jovellanos había merecido a las sevillanas durante su estancia en aquella ciu dad, que fue aun mayor el que recibió de las madrileñas, cuando el destino de Alcalde de Casa y Corte le llevó a la capital. Se tenía por desairada toda función brillante a que no era convidado, y la prim era parte en la m añana de este d í a ; y como el desempeño de la segun da sea compatible con mi obediencia, determ ino p artir en todo el día de m añana, puesto que en los descansos del camino podré extender mi exposición y rem itirla por mano del mismo duque, presidente. = Ruego a V.E. lo haga así presente a S.M . p ara que este testimonio de mi celo, añadido a los muchos que tengo dados en veintitrés años de buenos servicios, me restituyan su real confianza, único prem io a que aspiro”. A sí lo verificó saliendo de M adrid el día 28 de agosto, a las 6 de la tarde con el sentimiento de no haber podido ver a su amigo, que aun perm anecía sin comunicación en el cuartel de la calle del P r a d o ; y aunque vio y trató con los sujetos que le patrocinaban, acordando lo que debían hacer en su socorro, no pudo v er ni h ablar a un amigo íntimo y m uy condecorado, con cuyo favo r contaba, por serlo tam bién de Cabarrús, pues p or miedo, im becilidad o dem a siada adhesión a todo lo que dependía de palacio, no se atrevió a recibir en su casa a Jovellanos, respondiendo de p alabra a una carta que yo le entregué en su mano, que si quería ser heroico, él no podía, ni sabía serlo”. Ceán 1.a parte, cap0 10, p ága 43 hasta la 47. N o puede darse una p rueba m ás evidente d el desorden de aquel gobierno, de la confusión y anarquía que reinaba en las secretarías; y el estilo de las dos órdenes del talento y elocuencia en los que las extendían. (157) Se ve lo frívolo de la disculpa, pues viviendo Ceán en casa del ministro, testigo ocular de todas sus acciones y sentimientos, que en el mismo opúsculo se alaba que nadie como él podía d ar un testimonio de la estrecha am istad que había entre su patrono y A ria s Saavedra, no habiendo tenido los dos p ara él ningún secreto y habiendo acompañado a Jovellanos desde su prim era juventud, sin duda no necesitaba su diario p ara in fo rm am o s de todos los secretos de su ministerio, y cae en contradicción, cuando en la m isma parte nos dice las reform as que Jovellanos tenía m editadas y que su precipi tada caída había impedido. JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M AN U EL M.* DE ACEVEDO 95 llegó al extremo de hacerse de moda un peinado que se llamaba a lo Jovellanos, con alusión al esmero que ponía en aquella clase de adorno y lo conservó toda su vida. La Princesa de Asturias no podía ser insensible a este arrastramiento general, y fuese o porque real mente hiciese impresión sobre su corazón el personal de Jovellanos y su opinión, o no se la creyese era inferior a las de su sexo en apreciar un sujeto, que era el favorito del día, hizo por tercera per sona algunas insinuaciones, que Jovellanos desatendió, ya por sus principios o ya por no comprometerse y su carrera en una intriga amorosa que le exponía a graves riesgos. Jovellanos fue a cumplir su destierro a Asturias, y su mansión en aquel Principado fue sin duda la época más tranquila de su vida, la que más contribuyó a su reputación, la más útil a su patria, y de la que hablaba con más placer y sentimiento en los últimos amargos días de su existencia. Continuos viajes siempre con objetos de interés público, recibido en todas partes con aplausos generales dictados por un amor sincero a su persona, discursos luminosos leídos con entusiasmo, frecuentes consultas e informes, ya de aca demia, ya del mismo gobierno, que le tenía alejado de su tribunal, empleando los ocios en mejorar y adornar el pueblo de su naci miento, que amaba con un exceso que le hacía siempre parcial y alguna vez injusto, promover la conclusión de la carretera de Ovie do a León para finalizar la hermosa que había logrado construir desde Gijón a la capital, promover y fundar el Instituto Asturiano, que si acaso dotó con algunos arbitrios perjudiciales, le destinó otros que sin duda están mucho mejor empleados que el fondo de donde salían (158), institución que le concilio enemigos implaca bles por absurdas preocupaciones y ruines pasiones, que son tan vergonzosas a los que le promovieron la persecución, como hacen honor a Jovellanos por la firmeza con que rechazó todos los ata ques. Estas fueron en resumen sus ocupaciones desde el año de 90 al de 97, que manifiestan con cuánta equivocación miran algunos aquel período de su vida como una desgracia (159). (158) D e la prim era clase son las sum as que sustrajo a la dotación del H ospicio de Oviedo, y de la segunda, las pensiones sobre algun as mitras. (159) A l principio sufrió algunas humillaciones que herían su carácter; tal fue la de presentarse todos los meses al regente de la audiencia don C arlos Sim ón Pontero, que desem peñaba yendo al fin de cada mes con pretexto de visitar a su hrm ana Benita, condesa de Peñalva, perm aneciendo en su casa hasta los prim eros días del siguiente. Sea que Pontero, según se susurraba, le recibiese con poco decoro, sea que su am or propio se resintese de exp eri 96 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ Al diseño que acabo de presentar del carácter de Jovellanos debo añadir cierta firmeza o acaso obstinación, que jamás le per mitía abandonar una idea que una vez hubiese abrazado o proyecto que hubiese concebido, ni aun modificarlo, según podían exigir la prudencia y las circunstancias. Cuando se reflexiona en las que se hallaba la nación, cuando fue elevado al ministerio; que había siete años estaba ausente de la corte, sin más correspondencia ni rela ciones con los miembros influyentes que las que tenían por objeto o asuntos literarios o de economía política o de beneficencia; sin ninguna conexión con las intrigas secretas que dirigían la máquina del estado, de las que nada sabía, sino lo que la voz pública hacía llegar a sus oídos; que, cuando su salida de Madrid, aún Godoy no desplegaba el despotismo que después exerció; que su corazón no estaba tan corrompido ni su juicio extraviado por las inmensas ri quezas que acumulaba, por un matrimonio que le colocaba al pie del trono, por una infame turba de aduladores, sibaritas y pedan tes, que le hacían creer ser un hombre extraordinario, que todo se debía a su mérito, y que una memoria feliz era un talento profun do, y una producción de sabiduría la repetición de papagayo de las máximas más o menos sólidas que oía en su íntima tertulia, entremezcladas con los cuentos más obscenos; que en el año de 90 los consejos, las corporaciones, las primeras autoridades aun conservaban grandes vestigios de la consideración y respeto que se les tributaba en tiempo de Carlos III, substituyéndoles la más baja adulación en los individuos que los componían, y las menos equí m entar en su país esta especie de degradación, después de algún tiempo hizo una representación fuerte al gobierno, y en su vista se le relevó. L uego que subió al ministerio, nom bró a Pontero p ara la plaza vacante en el Consejo de Ordenes y, como los regentes de A stu rias siem pre habían pa sado o a presidentes de una de las chancillerías o del Consejo de Castilla, sus enem igos lo atribuyeron a espíritu de venganza; pero es una falsedad y una calumnia. Jovellanos deseaba y necesitaba en A stu rias un regente que m ere ciese toda su confianza por una antigua amistad, y de ilustración p ara soste ner su Instituto, concluir la carretera de León, ayudarle a la reform a que pensaba hacer en las universidades en su plan de estudios, principiando p or las de Salam anca y O v ie d o ; y con este objeto nom bró p ara obispo de aquella diócesis al célebre T avira, honor inmortal de la m itra esp añola; y p ara re gente de O viedo puso los ojos en don Juan Pérez V illam il, y no habiendo vacante en el Consejo de Castilla colocó a Pontero en el de Ordenes, decidido a conferirle la prim era que hubiese en aquel tribunal. En la elección de V i llam il se equivocó, como le acontecía tantas veces, engañado siempre por apariencias, no respecto a su ilustración, pues sin duda e ra uno de los m ás de la toga española, sino de su carácter, tomando por honradez y pro bid ad lo que era una profunda hipocresía y una desmedida ambición. JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M." DE ACEVEDO 97 vocas pruebas de desprecio de parte del ídolo a quien la tributaban (160); y sobre todo si no se pierde de vista, que en el mismo Jove llanos había no pocas veces contradicción entre su cabeza y su corazón, y que iba a tomar una parte muy principal en el timón del estado contra la expresa voluntad de la reina, que para alejarle de España le había hecho conferir la embajada de Rusia, se podrá formar una justa idea de la increíble ligereza y falta de discerni miento con que Cabarrús se persuadió podía un tal ministro en aquellas circunstancias contener el torrente que impelía al valido, a los monarcas y a la monarquía hacia la sima en que tan pronto se precipitaron, y de la que la última a medias se salvó por esfuerzos extraordinarios, no bastante bien apreciados, y que, si hasta ahora produjeron funestas consecuencias, algún día darán óptimos frutos, y la generación que los disfrute pagará un tributo de respeto y gratitud a la memoria y sacrificios de sus padres. Algunas mayores esperanzas podía inspirar a Cabarrús el nom bramiento de don Francisco Saavedra para el ministerio de Hacien da: dotado del mismo ardiente deseo del bien de su patria que su compañero, de una ilustración, si no acaso tan vasta, más funda mental en ramos que interesaban más directamente a la reforma de ciertos enormes abusos en el ramo de la Hacienda; de costum bres muy sencillas, pero no tan enteras como las de Jovellanos, conociendo m ejor los hombres y la corte por una larga mansión en Madrid, muy apreciado de la reina por su esposa, hija de una familia que siempre había tenido destinos en palacio, y de suma laboriosidad. Sin duda este conjunto de cualidades le hacían muy a propósito para poseer la confianza de los monarcas y dél valido, y que sus consejos fuesen oídos con deferencia. Los dos nuevos ministros no se conocían, pero prevenidos ya por la opinión pública a una recíproca estimación, luego contraje ron una estrecha amistad, que por desgracia no fue ventajosa a la (160) Todos los que han asistido a la escandalosa corte del P ríncipe de la P a z los sábados fueron testigos del apresuram iento con que los consejeros después del tribu n al corrían a doña M aría de A ragón , y cómo los salones estaban ya llenos desde las diez de la mañana, contentándose m uchas veces con perm anecer en el zaguanete y la escalera, sin exceptuar al estoico decano del de C astilla don A r ia s Mon, esperando el turno p ara d ar la cabezada al ídolo. N ad ie ignora los obsequios que la m ayor parte tribu taba a su com pa ñero, el inm undo M arquina, que reunía en su persona la ignorancia p rofun da, los m odales m ás toscos, los vicios m ás b ajo s y groseros, a m ás cuyo frente se h allab a una venalidad sin disfraz, una em briaguez sin rubor, cuya casa era cuasi un público lupanar, dirigido por su esposa y p or sus hijas. 98 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ nación, y solo sirvió para retardar algunas semanas la caída de Jovellanos y ocasionar la de Saavedra y el destierro de ambos. Ceán nos pinta con colores bien vivos la consternación de Jo vellanos a la vista del retrato espantoso que le hizo Cabarrús de la situación de las cosas, cuando le fue a recibir a Guadarrama, y la aflicción de su' espíritu al ver en la mesa, a que le convidó Godoy, sentado al valido entre su esposa y la Tudó (161). Sentimientos que, si hacen mucho honor a su corazón y moral, a la verdad bien poco a su previsión, pues siendo tan notorio en España el matri monio de la una, como el amancebamiento de la otra, y la impu dencia del sátrapa desde que aceptó el ministerio, debía prever tendría que presenciar ésta y escenas aun más escandalosas, si con tinuaba en favor, y ser su caída inevitable y pronta, si no se le admitía a tales confidencias. Su conducta fue consiguiente a esta falta de tacto, dando mucho valor a cosas insignificantes o a lo menos de muy miserable importancia respecto al gran plan a que se le destinaba: reformar en lo posible en unión con su compañero el sistema de gobierno en todos sus ramos, no acordándose de que el verdadero hombre de estado no debe aspirar al estoicismo, sino condescender y aun aprobar ciertos males cuando chocarlos es opo ner obstáculos invencibles a la consecución de grandes bienes, conducta tanto más funesta cuando el que la practica no está exen to de ciertas debilidades. Todos los ministros, por una adulación a la reina, la daban parte de las vacantes que ocurrían en los destinos de su ministerio, y María Luisa les recomendaba los sujetos que deseaba se coloca sen, sin obligarles muchas veces a que lo verificasen, cuando se le hacía ver que o no eran aptos para el destino o que sería una gran de injusticia privar a otros, observaciones que oía, no tratándose o del matrimonio de una camarista, o de un favorito. Jovellanos no tuvo esta condescendencia contentándose con darle parte, al salir del despacho, de los sujetos que eran colocados, atención que lejos de estimarla la reina la juzgaba un insulto. Las damas de palacio se hallaban en posesión de hacer conti nuas recomendaciones a los ministros, que las atendían o no, según el mérito del recomendado o el mayor o menor grado de valimiento de la recomendante; pero para nuestro estoico filósofo bastaba esta especie de empeño para rechazar al Presidente, aun cuando realmente fuese acreedor, y no contento con este desaire, cuando las palaciegas le iban a ver a la secretaría para algún asunto, las (161) Ceán, parte 1.a, cap0 12, pág4 63 y 64. JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.* DE ACEVEDO 99 recibía, si no con descortesía, de que era incapaz, con suma seque dad, que no disfrazaba ni en las frases ni en el gesto. En los pocos destinos que la reina, Godoy y otros cortesanos dejaban a su dis posición, ponía en general un esmero que le hace honor en la elección de los sujetos que los debían desempeñar, mas que llevaba a un exceso que, sin ventajas para la nación, le hacía odioso. Sordo a los consejos de los que conocían la corte y deseaban sinceramente su permanencia en el ministerio, solo oía alguna vez los de Campomanes, a quien tributaba la deferencia y respeto a que era tan acreedor. Aquél, pues, procuraba, según su frase, ha cerle un poco más cortesano; y con motivo de no haber accedido a la recomendación de Arce en la provisión de una canonjía de To ledo, Campomanes le dijo: «Vmd., amigo, se precipita, y su con ducta es enteramente opuesta a lo que quisiéramos los que le apreciamos y deseamos el bien de la nación. Yo no digo que vmd. dé las canonjías a hombres escandalosos, pero ¿qué importa que sean tontos y nulos?; cuanto más majaderos sean, mejor, pues más pronto se desengañarán los españoles de que hombres, que para nada valen, disfrutan las mejores rentas de España». Al mismo tiempo que con esta conducta se hacía odioso o ridículo, sus gran des planes de reforma le hacían temible, y la elocuencia que des plegaba, ya en el despacho, ya en las consultas, que Carlos IV admiraba y alababa, hizo ver a sus enemigos y a los de España que no se debía perder un momento en precipitarle, y para conse guirlo le atacaron por el lado que más podía influir en el espíritu del rey, acusándole de irreligioso. Analizaré los motivos que pudieron dar una apariencia de ver dad a una calumnia tan falsa, al mismo tiempo que nadie acusó en este particular a Saavedra, que en materias religiosas, tanto dogmáticas como morales, tenía opiniones mucho más libres que su compañero. Jovellanos estaba ya consignado en el fatídico libro de la Inquisición desde su primera juventud y conexiones con Olavide; sus continuas comisiones de un consejo consagrado casi exclusivamente a materias eclesiásticas le hicieron conocer los mu chos abusos y reclamar su reforma; sus ideas económicas le demostraban los perjuicios de la amortización eclesiástica en la cantidad en que existía en España, y la franqueza con que los ex puso en la Ley Agraria era inferior a la que expresaba en las conversaciones. El impulso que dio al Consejo de Castilla para que terminase el famoso expediente de la supresión de conventos prin cipiado en tiempo de Campomanes, y que dormía bajo una fuerte losa, no permitió dudar les iba a dar el golpe fatal que tanto temían. 100 PERFECTO RODRÍGUEZ FERNANDEZ El proyecto, que no ocultaba, si no de suprimir la Inquisición, a lo menos de limitar sus facultades, y dar a los procedimientos ma yor legalidad, alarmó a todos los fanáticos. La decidida antipatía que manifestó a su jefe, sin prestarse ni a las meras atenciones de política, le hizo un implacable enemigo en Arce, acaso no tanto por el interés del tribunal como por la herida que se hacía a su amor propio en no recibir obsequios del ministro, gozando todo el favor del visir. El porte de Jovellanos con el último también era irregular, pues no negándose a la comida semanal, a que convida ba (a) todo el ministerio, ínterin lo fue de Estado, no disimulaba que, si apreciaba su atención, no lo estimaba como un favor que le honrase; y haber rechazado o a lo menos dilatado, aunque con mucha justicia, la primera solicitud que le hizo, bien pronto cambió el entusiasmo de Godoy en odio disfrazado con expresiones de des precio (162). Contribuyeron a fortificar la idea de la irreligiosidad de Jove llanos tres incidentes, de los que el uno debía, al contrario, mani festar la escrupulosidad con que (se) adhería a la severa observancia de las disposiciones apostólicas; y los otros dos, el uno solo hace (162) D os anécdotas, la una anterior a su elevación al ministerio, que oí al mismo Jovellanos, y la otra ínterin le desempeñaba, que al momento ex tendieron sus enemigos, que fueron testigos, prueban hasta la evidencia la sencillez de Jovellanos, su poca reserva en expresarse, y la últim a adem ás su carácter aristocrático. Poco antes de la prim era época se le dio una comisión reservada en la Rioja, de que habla en su memoria, y luego que se supo iba a rriv a r a la capital, le salieron a recibir todas las personas visibles de Logroño, que le tenían preparado un gran convite. L a mesa m uy concurrida, y la conversación m uy anim ada y alegre, que al café recayó sobre la fertilidad de aquella pro vincia, la herm osa situación de Logroño, y las bellezas del pueblo. Jovellanos convino en lo prim ero y, siempre que se ofrecía, hacía una hermosa descrip ción de aquel país, pero hablando del pueblo d ijo : “ ¿Que concepto quieren vmds. que haga un viajero de esta ciudad, en donde el p rim er edificio que se encuentra es la Inquisición?” , sin reparar hallarse presentes todos los in dividuos de aquel tribunal, y desde entonces, añadía, los mismos y los curas le m iraban con un ceño que no podían disimular. En la segunda, estando la corte en el Escorial, y en un domingo, convidado a comer en la casa del Príncipe de la Paz, todos los asistentes esperaban que aquél saliese de su gabinete y se le llam ase a la m esa; se puso Jovellanos a la chimenea, donde trabó conversación con don Diego Godoy, manifestando el deseo que tenía de tratarle y la complacencia de su hermano, y como era tan vano como corto de talento, se dejó decir expresiones que m anifestaban lo agradecido que le debían estar Jovellanos y A stu rias p or el honor que les había hecho en elevarle al ministerio, a lo que Jovellanos contestó con seque dad: “Sr. don Diego, yo estoy m uy reconocido al Sr. Príncipe por el fa v o r JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.a DE ACEVEDO 101 ver cuán lejos estaba de ser hipócrita, de que le acusan algunos enemigos con tanta injusticia como los que le calumnian de ateo; y el tercero, cuán poco ocultaba sus verdaderos sentimientos, y el abuso que ha hecho de su franqueza un eclesiástico que, si muy respetable por su ilustración, gozando en materias eclesiásticas una opinión europea, a que es muy acreedor, su conducta política desmiente el odio que en sus obras declara a los jesuítas y a sus doctrinas estando toda calcada sobre la que caracteriza a aquella compañía, calificada ya con el nombre de jesuítica, y en las que me extenderé, no solo por la relación que tienen con la caida de Jovellanos, sino también por lo que contribuyen a dar una idea de aquella época y de los altos personajes. Era General de los Franciscanos el P. Campani, hombre muy fino, magnífico por interés, que reunía a la destreza cortesana el despotismo monacal, le exercía con los prelados superiores de su orden al mismo tiempo que era sumamente humano con los reli giosos particulares, motivo por el que los primeros le detestaban. Se le nombró arzobispo de Zaragoza y, a favor de un gran dona tivo (163), se le trasladó al de Valencia, su patria. Varias bulas y disposiciones conciliares hacen incompatible la dignidad episcopal y la de General de los Franciscanos, y los magnates de los mismos no perdieron esta ocasión de reclamar que el P. Campani, en obe decimiento a las bulas pontificias renunciase (a ) una de las dos dignidades, cuyo expediente se entabló en la Cámara de Castilla, a quien correspondía. Aquel tribunal no pudo menos de hacer jus ticia a la reclamación de la orden, y así informó al rey por conducto de Jovellanos. El arzobispo, previendo el golpe, habló al ministro, para que, o bien inclinase al ^ey a que no accediese al dictamen de la cámara, o que a lo menos sepultase el expediente sin darle resolución; y como no accediese a ninguna de las proposiciones, después de varias contestaciones, le dijo Campani: «Pues bien, ya que vmd. no me quiere servir, a pesar de vmd. seré general y arzo- que m e ha hecho y el concepto que le merezco, fa v o r que siem pre tendré p resen te; m as en cuanto al honor que resulta a A stu rias y a mi casa de un destino, perm ítam e vmd. que le diga que ni aquel principado ni mi fam ilia necesitaban de esta distinción para honrarse” . L a reina llam aba a Jovellanos “el estudiantón” . G odoy “el pedante” y “el p apagay o ” , y cuando se hallaba en M allorca, decía haber tenido tentaciones de h ab er m andado hacer una gran jaula y colocarle en el balcón de su casa. Ceán en la parte citada sólo indica el desprecio con que le trataba Godoy. • (163) U n m illón de reales regalado a M adam a Tudot, o m ás bien a su m adre, que no traficaba menos con el influjo de su hija que con su cuerpo 102 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ bispo»; a lo que Jovellanos contestó: «Como yo, Sr. arzobispo, no tengo ningún interés en el asunto, si S.M. lo hace, estará muy bien hecho, con tal que yo no contribuya a hacer una injusticia», ex presiones que, al momento, llegaron a noticia de la reina y se en venenaron como injuriosas, suponiendo que el ministro podría ser más justificado que el rey, y se desfiguraron hasta añadir que el Papa no podía dispensar, siendo una disposición de concilios ge nerales (163 bis). En los días solegnes llamados de gran capilla, en los que cele bra de pontifical el Patriarca y asiste la familia real en ceremonia, los ministros, aunque no por obligación, concurrían desde Florida Blanca, que no podía menos de tributar este acto de adulación a la superstición de Carlos III; y Jovellanos, a pesar de las exhorta ciones de Saavedra, se dispensó alguna vez, creyendo más útil emplear aquellas horas en desempeñar objetos de su ministerio, y esta imprudente omisión se atribuyó a impiedad, a insulto a nues tros sagrados misterios, análogo a las reformas que meditaba en (163 bis) Si algún día se pone en lim pio o se im prim e el bo rrad o r de las reflexiones, se añadirá el siguiente p á rra fo : L a religión, no desmintiendo la tenacidad que caracteriza a todos los cuerpos colegiados, y m ás a los ecle siásticos, no desm ayó con la orden del rey que sostenía a su general en la usurpación de una dignidad que no debía exercer, y recurrió a Rom a por m edio d el cardenal protector que todas las (órdenes) monásticas tienen en aquella corte, que consiguió una bula del P a p a m andando al arzobispo o que renunciase a su mitra o dimitiese el generalato; pero como todas las bulas pontificias deben tener el exequátur regium, una nueva orden del rey porhibió a la cám ara que le diese. L o s franciscos no se dieron por vencidos, y jugando todos los resortes y empeñando en su fa v o r el am or propio del cardenal protector y el d esaire dado a la autoridad pontificia en un asunto personal en que la nación por ningún título puede tener el m enor interés, consiguie ron que el P a p a escribiese directamente a Godoy, a fin de que hiciese al arzobispo obedecer las disposiciones pontificias, alabando su celo y elogián dole en términos análogos a los que después empleó su sucesor en la bula que d irigió el año de catorce al célebre don Justo Pastor Pérez, tan cono cido con el nom bre de Lucindo. El Príncipe de la Paz, orgulloso y envane cido con una distinción dada por el jefe de la Iglesia Católica y que acaso en su ignorancia creía era bastante para santificar todos sus vicios y crímenes, inm ediatam ente hizo notificar a Cam pani que dentro de un mes renunciase pusiese la cám ara. al generalato, y no lo verificando se declarase vacante el obispado y le proE1 P. C am pani por su destino de Superior de la O rden de San Francisco lo era de todos los conventos de monjas del mismo instituto, las que hacían todos los dulces p ara la noche de navidad, que el padre general re galaba al palacio del rey como obsequio a la reina, los que iban en cajones de caoba y otras m aderas exquisitas. P a ra form arse una idea de su profusión, siendo JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.a DE ACEVEDO 103 el clero secular y regular. En la misma época el célebre obispo Gregoire dirigió una carta al Inquisidor General atacando con la mayor vehemencia al St° Oficio, que, impresa subrepticiamente, circuló por toda España. Don Joaquín de Villanueva no perdió esta ocasión de hacerse valer y, cubriendo con capa de piedad su deseo de celebridad y anhelo de elevarse a grandes dignidades, escribió un opúsculo impugnando aquel escrito, dictado por el mismo es píritu con que poco antes había publicado el Catecismo de Estado, y quiso dedicarle a Jovellanos, que entonces se hallaba en el mi nisterio, quien no sólo no admitió el obsequio, sino que le aconsejó con grande instancia no publicase una obra que, si hacía honor a su erudición, ninguno a su ilustración, y sobre todo a su buena fe; y no habiendo accedió a sus instancias, fue su implacable enemigo. Nada más frívolo que las razones que alega para justificar su opúsculo, confesando al mismo tiempo que personas de gran auto ridad le hicieron grandes instancias para que desistiese de su em presa, alegando por razón que los que le daban tan prudente consejo preveían lo que él nunca sospechó, esto es, que el poder real llegase a convertirse en arma para arruinar la nación y que la hipocresía vistiese el disfraz de la religión para infamarla y per seguirla, como si un Villanueva, que en su obra se supone íntimo amigo de todos los inquisidores generales que hubo en su tiempo desde su llegada a Madrid, pudiese ignorar las causas formadas a todos los hombres que algún tanto se habían distinguido en el reinado de Carlos I I I (164); ni nada admira más a los que fuimos aquellos un g aje del reportero mayor, éste los vendía por un ajuste anual mente al m ejo r ebanista, que re ale s; también lo era de palacio, en cuarenta m il y que a las cam aristas destinadas al cuarto de la reina y de la prin cesa de A stu rias les tocaba a cada una media arroba, y la m itad a la de las infantas. C uando le dieron el arzobispado, le dijo la re in a : “Y o cuento, P. C am pani, que vmd. continuará haciéndome el mismo obsequio” . P a ra no tener m ás m otivo de hacer mérito de este ejem p lar religioso, añadiré que, cuando la corte con motivo del m atrim onio de F em a n d o V I I y de su herm ana, de vuelta de Barcelona, se detuvieron algunos días en V alen cia, la ilum inación del palacio arzobispal fue sin duda la m ás s ign ificativ a; que el arzobispo encargó en Italia tres m agníficos trajes p ara obsequiar a la reina, a la princesa de A stu rias y a la P epa T u d ó ; y presentándolos a la p ri m era p ara que eligiese el que fuese m ás de su gusto, M a ría L uisa, que las aborrecía a am bas, le d ijo : “ Son tan bonitos v preciosos, que p ara no equi vocarm e me quedo con los tres” ; y que el varón apostólico regaló al Príncipe de la P a z doce libras de oro en form a de libra s de chocolate diciendo que un pobre fra ile francisco no podía re galar sino m edia b a rra de chocolate. (164) A fin de que no se crea que ennegrezco el retrato, copio las mismas p a la b ra s de V illan u eva, tomo 1.°, cap0 4.°, p ága 40 de su Vida literaria, que 104 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ testigos de la alegría que manifestó cuando la caída del ministro, no en el Escorial, que es una de sus muchas equivocaciones, sino en la Granja, al ver llamarle su íntimo amigo y compañero, desde que le trató en la Academia Española (165), y asegurar haber oído al mismo Jovellanos en Sevilla el buen trato que había merecido a los cartujos de Mallorca cuando, temiendo su resentimiento, no se atrevió a presentársele sin antes hablar a un sujeto a quien Jove llanos, ya por su aprecio personal, ya por otros respetos, trataba con gran consideración (166). La conducta de Saavedra, conviniendo con su compañero en todos los planes de reformas generales y principiando a verificar los en su ramo, coartándolo algún tanto el escandaloso desperdicio de palacio, y poniendo una cuota a los no menos extravagantes que hacían las camaristas en su primer parto, en el que eran padrinos los reyes y, en su nombre, la primera autoridad de la provincia en donde sus maridos estaban colocados, era muy diferente de la de Jovellanos respecto a sus relaciones con los monarcas y los pala ciegos. Dos fueron las ocasiones que dieron lugar a las economías indicadas; para la primera, haberse negado el cerero de palacio a continuar en proveer de cera para la capilla y las habitaciones, manifestando debérsele más de medio millón de reales, sin haber podido conseguir se le satisfaciesen. Saavedra le hizo contentarse de pronto con la mitad de la suma, prometiéndole se le daría lo restante en ciertos plazos, y que el gasto subsiguiente se pagaría con exactitud, y con este motivo rebajó la profusión de velas, o más bien el robo, que en este ramo se cometía, y se estimó la eco nomía por el cálculo más bajo en 20 á 30 mil rls. mensuales. Cuando una camarista paría la primera vez, además de regalarla la reina un vestido para el día del bautizo, celebrado un mes des pués del parto, más o menos rico según el destino del padre y favor que había tenido su esposa, se daba un magnífico refresco a todas como en algunas de las partes de su obra, no repara en la contradicción m a nifiesta en que incurre, pues en el cap0 3.° de la m isma obra, que titula P erse cución de literatos, consagra varias páginas a referir las personas ilustres que ha perseguido la Inquisición. (165) P á gin a s 51 y 52, cap° 5.°, del mismo tomo, en las que dice no pudo ver Jovellanos en Alcalá. (166) Flórez Estrada se hallaba entonces en Sevilla apoderado de la junta, que había disuelto el m arqués de la Romana, p ara quejarse de las violencias que había cometido aquel general. V illan ueva le pidió con instancia le pre sentase a*Jovellanos, como lo verificó, y aunque alguna otra vez repitió la visita, siempre Jovellanos evitó darle una audiencia p a rtic u la r.. . ..-.J- JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.a DE ACEVEDO 105 las personas visibles del pueblo, y si era capital de provincia, bau tizaba el obispo en la catedral al recién nacido; era padrino el capitán general, que tenía obligación de hacerse un uniforme nuevo para la solgnidad, y le acompañaba todo el estado mayor de la pla za de gala. Una camarista oydora en Barcelona, tan loca como orgullosa, que hizo la desgracia y el martirio de su marido, elevó la cuenta de su primer parto a la suma de cuarenta y tantos mil rls. Escandalizado Saavedra presentó a la reina la cuenta, manifes tándola lo escandaloso, cuando se estaba exigiendo a la nación nuevas contribuciones bajo pretexto de empréstito voluntario y arrancando a las iglesias la plata que no fuese absolutamente pre cisa. María Luisa le mandó pagar la cantidad de su bolsillo secreto autorizándole al mismo tiempo para poner un coto a tales abusos, y Saavedra fijó cuota, la que se había de librar en tales ocasiones, que creo eran ocho o doce mil rls., bien que no estoy fijo. Para formar una justa idea de la diferencia de carácter de los dos ministros, habiendo delineado el de Jovellanos, me es preciso formar el de Saavedra. Principió su carrera en la de las armas, y habiendo desde luego manifestado mucho talento y aptitud, logró el favor de Orrelli, que gozaba todo el de Carlos III, y con el destino de Inspector General era el único árbitro del exército, y el que-más contribuyó a la formación de las ordenanzas. Acompañó a aquel jefe a la funesta expedición de Argel, y poco después circularon ciertos versos manifestando las faltas cometidas, no se perdonando ni al gobierno que la proyectó, ni al ministro que la dirigió, ni al general que la ejecutó, que los ofendidos y el público atribuyeron a Saavedra, no pudiendo menos de ser obra de un testigo ocular, y a quien se conocía por un genio un poco satírico y era versifica dor, aunque él y su familia siempre lo negaron. Fuese o no cierto, los versos le conciliaron fuertes enemigos, que le disgustaron de su primera carrera y le hicieron entrar en la de Hacienda. En los diversos destinos que exerció en este ramo manifestó talento, suma actividad y firmeza de carácter para reprimir abusos y castigar injusticias, cualidades que le hicieron dar la Intendencia de Cara cas, la primera de las Américas, en donde los había enormes respec to al monopolio del cacao, y privilegios que se atribuían o tenían para el cobro de derechos varias corporaciones eclesiásticas, y grandes robos en las aduanas. En este teatro desplegó Saavedra todo su genio: reprimió los abusos, fomentó el cultivo de una planta tan útil, protegió a los propietarios, les puso a cubierto de las injusticias que antes sufrían, les manifestó los errores en que incurrían en el cultivo y proyectó fundar una escuela de agricul 106 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ tura americana; en fin, se hizo el ídolo de los habitantes de aquel país, el objeto del odio de los magnates del mismo, y los demás estados españoles de aquella parte del mundo envidiaban a Caracas su intendente. Uno de los propietarios era la casa de Mallo, no muy rica, o más bien de menos que mediana fortuna, y con la que Saavedra contrajo mayor amistad, muy modesto en su trato y porte doméstico, afable ...(Falta en el original una hoja, que corresponde a las páginas 157 y 158)... se va al Ministerio de Gracia y Justicia, y cuenta a su compañero lo ocurrido. Jovellanos lleno de alegría le dice al momento una orden, para que un exento y un alcalde de corte conduzcan a Godoy a Badajoz, a lo que Saavedra se resiste alegando que, siendo bienhechor de los dos elevándolos al minis terio y sacando a Jovellanos de una especie de destierro, sería una ingratitud y una perfidia. Jovellanos le replica que todas las consi deraciones debían ceder al bien de la nación, que enviarle a su casa sin privarle de sus rentas, riquezas y honores, y solo del influjo de que tanto abusaba, no se podía llamar castigo, sino la m ejor me dida para verificar las reformas que ambos proyectaban; pero Saavedra no cede, hasta que un oficial de la secretaría, que estaba presente y gozaba la confianza de ambos, dijo: «N o se canse vmd. (167) E l P rim ero M ay o r de la Secretaría de H acienda, cuyo nom bre no recuerdo, se dejó sobornar, siendo ministro Saavedra, y habiéndolo sabido, le quitó el destino a pesar de las más fuertes recomendaciones, e impedido de poderle fo rm a r causa le desterró de M adrid. Su sucesor le volvió a llam ar y m uy luego le colocó en el consejo del mismo ramo. (168) Siendo público este amancebamiento, no puede h aber escrúpulo en n o m brar la m adre de los Carnereros, dos hermanos, que am bos se han hecho bastante notables, habiendo seguido en la gu erra de la independencia el uno la causa de la patria y el otro el partido de Josef. (169) Esta iglesia fundada por Campomanes, o m ás bien establecida en el Colegio Im perial de los jesuítas, dio un gran im pulso a los buenos estudios eclesiásticos, p rodu jo célebres predicadores, entre los que se distinguieron B a iles y N av as, literatos distinguidos, para lo que bastaría citar al infatigable M a rin a ; y se concilio irreconciliables enemigos entre los fanáticos de todas clases y sexos y los muchos ocultos partidarios de los jesuítas, que los m ira ban como sus m ás term ibles adversarios. E l año de catorce fue disuelta ; sus m iem bros dispersados en varias iglesias, su edificio y cuantiosa biblioteca restituida a sus antiguos poseedores, y si restablecida en el año de veinte, fu e m uy efím era su existencia. (170) M allo, en el sitio, no residía en casa del ministro, sino en el cuartel de su cuerpo, aun cuando acompañó a su protector a San Ildefonso ; y allí fue donde M a ría L u isa le envió el agasajo de dos grandes cofres de exquisita sopa b la n c a ; en el fondo de cada uno un bolsillo con m il doblones de oro en onzas y un reloj d el mismo metal, guarnecido de brillantes, con el retrato de S.S.M .M . JOVELLANOS VISTO POR S U CONTEMPORANEO M ANUEL M.a DE ACEVEDO 107 Sr. Don Gaspar, el Sr. Don Francisco, a pesar de su ilustración, ignora que las virtudes de un Ministro de Estado no son las de un particular» (171). En esto se extiende por Madrid la noticia de la llamada desgra cia de Godoy; las gentes se abrazaban en la Puerta del Sol y en las tiendas; nadie dudaba que estuviese ya caminando para Extrema dura y, como acontece en iguales casos, muchos aseguraban haberle visto pasar (172). Godoy, aunque al principio aterrado por un golpe tan inesperado, no perdió el ánimo; se fue al cuarto de la reina; se siguió una ruidosa escena, escándalo de palacio y luego de la corte, y fuese o porque se renovase en María Luisa una pasión de tantos años o porque, como se aseguró y es muy verosímil en el genio violento del valido, la amenazase con hacer patente y publicar ciertos documentos que podían comprometer no tanto la opinión de María Luisa, que ya tenía perdida, sino su seguridad personal, relativos a la situación del rey y a los derechos que Godoy podía alegar a favor de su hija, como nieta del infante don Luis, la reina, o seducida por su cariño, o atemorizada con el riesgo que la ama gaba, no solo renovó sus confianzas, sino aun consintió en llevar a la firma del rey el decreto de que voy a copiar las impresiones más notables; aunque con la fecha del día de la separación del ministerio, fue al siguiente, y que, cuando la prisión de Godoy, se halló escrito de su puño en la misma gaveta en que estaba la causa del Príncipe de Asturias, y firmado «Carlos», como igualmente era (171) Ceán, prim era parte, cap0 13, pága 69, creyendo sin duda que pade*- cería la opinión de Jovellanos, en que creyese se había alegrado de la caída del P ríncipe de la Paz, y deseaba fuese decisiva, después de pintar el h orror con que el rey m iraba a Godoy. añade: “Esta era la ocasión, decían algunos, de h ab e r acabado con él, pero la honradez y gratitud de estos dos virtuosos am igos no les perm itieron intentar su ruina, sino la separación de los nego cios, que creían suficiente p ara hacer el bien a la nación, lo que se consiguió con un decreto que llenó al favorito de honores y distinciones” . L a diferente conducta de los dos ministros en esta ocasión fue pública en M adrid, y lo com prueba la extrem a diferencia con que los dos fueron tratados después de su desgracia, el odio im placable con que el Príncipe de la P a z persiguió a J o v e lla n o s; y m al se avíese m irar el rey con h orror al favorito, y llen arle de honores y distinciones, solo conciliable en h abe r sido la reina la que le retiró el favor, y después, arrepentida o temerosa de las consecuencias, se le volvió con usuras. (172) C uando se supo lo contrario y se leyó el decreto, la sorpresa e in dignación sucedieron al regocijo, y a am bos el temor de haberse comprometido y haberse hecho el objeto de persecuciones; pero fuese generosidad o no que re r chocar la opinión pública, que se había m anifestado con tanta evidencia, nadie padeció. Y o me h allaba entonces en M adrid y he sido testigo ocular.- 108 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ de la letra de S.M. y con igual firma el que nombra a Saavedra por su sucesor: «Quedando vos con todos los honores, sueldos, emolu mentos y entrada que en el día tenéis, asegurándoos que estoy sumamente satisfecho del celo, actividad y acierto con que habéis desempeñado todo lo que ha ocurrido bajo vuestro mandato, y que os estaré sumamente agradecido mientras viva, y que en todas las ocasiones os daré pruebas nada equívocas de mi gratitud a vuestros singulares servicios». Estas solas expresiones bastan para caracte rizar al monarca que las dicta, a la persona a quien se dirigen, a la nación que las oye sin manifestar el menor disgusto, y al secretario que las extendió. En los inmensos anales de la adulación y bajeza, que ofrece la historia, se hallarán algunos más infames, pero acaso ninguno tan ridículo, aun cuando se destinasen a uno de aquellos hombres extraordinarios que salvan las naciones o libran a los soberanos de riesgos inminentes; su misma exageración chocaría al decoro y modestia del objeto, siendo tan fácil y más en un idio ma como el nuestro, tan abundante en majestuosas imágenes, expresar los mismos sentimientos con dignidad y decoro; pero cuando se reflexiona que este decreto se dirige a Godoy a un guar dia de Corps que se le eleva a las primeras dignidades militares sin haber mandado una escuadra ni hecho un día el exercicio, a las supremas decoraciones civiles, hijo de una familia obscura sin la menor apariencia de mérito, y haber tomado en jefe el timón del estado, cuando acaso ignoraba la situación geográfica de los diver sos estados de Europa, ni haber leído una sola página de historia, y que sus grandes destinos en el último destino han sido una gue rra temeraria y mal dirigida, una paz vergonzosa, y empeñarse en otra marítima sin ningún pretexto racional, que aniquiló el comer cio de su nación, la privó de una colonia importante y casi destruyó su marina, y que a todos estos extraordinarios méritos añade el público amancebamiento con la esposa de su soberano, el fingido y sacrilego matrimonio con su favorita, y el solegne religioso con una prima carnal de ambos monarcas, viviendo con las dos en vida conyugal, no se sabe cuál sentimiento debe excitar más en el espí ritu del lector el decreto, la indignación o la risa, y debe obligar al crítico más escéptico a creer los desórdones que Tácito nos des cribe con su inmortal pluma, si comparamos las dos épocas: el estado de incivilización en la de los primeros césares y la de per fección suma de los últimos años del siglo X V III y los que hemos pasado del X IX , y más la inmensa diferencia de religión y de dogma y moral (173). (173) M ercu rio de m arzo de 1798. JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M AN U EL M.a DE ACEVEDO 109 A pesar del triunfo de Godoy, la reina se empeñó por entonces en no sacrificar a Mallo, a que sin duda contribuiría el carácter del nuevo favorito, que se abstuvo siempre de tomar parte en negocios e intrigas políticas, contentándose con desplegar mucha brillantez y lujo, no desmintiendo su patria, con desparramar en convites las sumas que recibía, y en servir a sus antiguos amigos en sus pretensiones, pues jamás los olvidó, ni tomó un porte arro gante en u trato. Saavedra se mantuvo en el Ministerio de Estado, o porque el Príncipe de la Paz conoció que los negocios de Europa pedían una mano firme, o por la predilección que realmente le profesaba la reina, o porque quisiese en esta parte salvar a lo menos el honor y decoro del rey y su consecuencia, acabando de nombrarlo por un decreto igualmente inusitado; mas desde aquel momento era ya inevitable la caída de su compañero, a quien Godoy no podía perdonar los esfuerzos que había hecho para vencer la repugnancia, honrosa en su motivo, pero imprudente y casi calificaré de crimi nal en un hombre de estado, y que de todo su corazón amaba su patria y deseaba con vivas veras su felicidad. Por otro decreto del mismo mes se nombra Inquisidor General a don Josef Ramón de Arce por renuncia del cardenal Lorenzana, y Consejero de Hacienda a don Miguel Cayetano Soler, de cuyos personajes tendremos ocasión de hablar. Uno de los primeros actos de Saavedra en su nuevo ministerio fue el objeto del aplauso universal de Madrid. El embajador de Francia, creo Truguet, había pasado una nota a su antecesor con pretensiones opuestas al honor e interés de la nación; la pronta separación del Príncipe de la Paz la había dejado sin contestación, y el embajador la repitió a Saavedra, quien se negó a acceder, fun dándose en motivos que la hacían inadmisible. El diplómata la reclamó en términos más urgentes, y el ministro se mantuvo firme en su resolución. Creyendo aquel sin duda intimidarle la repite en los términos más violentos, añadiendo tener orden de su gobierno de pedir los pasaportes, si no se le satisfacía en el término que señalaba. Llega la hora fatal y a poco tiempo se le presenta un plie go de la Secretaría de Estado, en el que no duda ver cumplidos sus deseos; le abre, y en su lugar se halla con una nota del ministro diciéndole que, habiendo dado cuenta al rey de la suya, S.M. per sistía en su primera resolución que no podía variar sin faltar a su dignidad y a la de la nación, y que en su vista de la reclamación que hacía el Sr. Embajador, le había mandado darle el pasaporte, que le incluía, debiendo por su parte añadir, de que a fin de que 110 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ no tuviese embarazo en su viaje, con la misma fecha, daba orden a la Administración General de Postas y Correos para que pusiese a disposición del Sr. Embajador todos los tiros que necesitase. El embajador, acostumbrado a tratar a Godoy con la mayor altanería y aun sin mucho respeto, se admiró de ver tal firmeza en un mi nistro, cuyo nombre acaso no había llegado a sus oídos hasta que había entrado en la secretaría, y conociendo que con un hombre de tal carácter era preciso no precipitarse, mandó al secretario que fuese a ver al ministro y le dijese que ya hablarían. Esta anécdota al momento se hizo pública y el objeto de todas las conversaciones y alabanzas, y excitó la envidia de Godoy, que extendió a Saavedra el odio que ya había jurado a Jovellanos, aunque en un grado no tan intenso, y en el que encontraba obstáculos en el aprecio gene ral, que iba ya desamparando a su compañero, en la antigua esti mación de la reina, y en el concepto del rey, del que aun después que se logró separarle de su lado, hablaba con elogio, siendo acaso el único ministro favorito de quien se acordó desde el momento que le perdía de vista. La persistencia de Saavedra retardaba la caída de Jovellanos protestando siempre que, si se le quitaba su bolsa, inmediatamente dejaba el ministerio. A sus repetidas instancias, por la insoporta ble carga que se le imponía de desempeñar dos ministerios tan gravosos como el de Estado y Hacienda, se le separa de la Superintencia General del mismo ramo, autorizándole para despachar órdenes por las ocupaciones del ministro, pero añadiendo en la antefirma que era por este motivo y con su expreso permiso, y se confió el destino a don Miguel Cayetano Soler (174), y después se le confirió en propiedad el Ministerio (175), permaneciendo Saave dra en el de Estado. Se ha juzgado en el último una gran falta y aun crimen haber designado para su sustituto y sucesor a un sujeto de las perversas cualidades de Soler, que ha pagado con una muerte bien trágica y horrible las dilapidaciones personales de que acaso con alguna exageración se le acusaba, pero bien ciertamente la bajeza e infame condescendencia con que se prestaba a las de Ma ría Luisa y Godoy, vejando a la nación en todos modos para satis facerlas, y sobre todo inutilizando un recurso casi inagotable del que podían resultar inmensos productos. Y o no puedo asegurar si (174) (175) M ercurio de m ayo de 1798. En agosto del mismo año se le autoriza para despachar directam ente con el rey, alegando la enferm edad de Saavedra. JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.* DE ACEVEDO 111 su nombramiento vino del ministro, o solo él aprobó, pero sí que Alcalde de Casa y Corte frecuentaba su casa. La obstinación de Saavedra en resistirse a la separación de Jo vellanos no acompañada de la suya irritó al Príncipe de la Paz y ya incomodaba a la reina que, a pesar de su dominio, no podía conseguir que su marido le privase de su confianza. Los enemigos del primero jugaban todas las baterías para enconar a Godoy, aumentar la aversión de María Luisa, persuadir a Carlos IV que Jovellanos era un hombre sin religión, y sobre todo desacreditarle con el público. Para lo primero se valían de la indiferencia y frial dad con que el ministro trataba a todos los que más o menos gozaban del favor del valido; para lo segundo, del insulto, como ya he indicado, que en idioma cortesano hacía a la reina no aten diendo a la recomendación de las damas a quienes S.M. honraba con su aprecio y tenía en su servicio; para lo tercero, pintando al rey con los colores más negros todas las reformas que proyectaba, su aversión al trato con el Inquisidor General y demás dependien tes del St° Tribunal, y la calumnia de que jamás se le veía en la iglesia, ni desempeñaba ninguna obligación religiosa, dando una apariencia a esta acusación el no asistir a la capilla de palacio, oyendo misa en los domingos y demás festividades en el oratorio de su casa al amanecer, que dejaba más tiempo para el desempeño de los negocios, y para lo último les daba un pretexto plausible, imprudencias de su tertulia, brusquerías y modales duros de sus dos principales confidentes, y exageradas alabanzas, oídas con de masiado placer, o de sus sinceros admiradores, o de pérfidos ami gos, que enseguida las propagaban y creo muy bien las inventaban. Estando la corte en este embarazo, los dos ministros fueron acometidos de un fuerte cólico, de que el uno se restableció con mucha dificultad, y el otro resintió durante toda su vida sus efectos físicos y morales. La opinión pública, un grito universal, atribuyó el insulto a envenenamiento, citando aun la ocasión y el alimento en que se les suministró el fatal líquido, y dos criados que tomán dolo en mayor cantidad fueron víctimas, y otro que llegó a extre mos. Y o bien sé con qué desconfianza, temor y aun incredulidad se deben admitir semejantes acusaciones, tan comunes en la histo ria como acaso raras en la realidad, pero aquí todas las circunstan cias se reúnen para poder asegurarlo. La inmoralidad de la época y de los sujetos influyentes que tenían interés en que desaparecie sen de la escena dos sujetos que tanto los incomodaban, la identidad del tiempo y día en que fueron acometidos, la simultaneidad de los síntomas, la identidad de los remedios, y sobre todo los tér 112 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ minos ambiguos con que habla de este suceso el autor de las memorias, que no se separó un momento de su lado, y la seguridad positiva de otro, que gozaba poco menor confianza con Saavedra, son para mí razones que tienen toda la fuerza de evidencia moral, y más si nos fijamos sobre la reserva con que Ceán trata todos los asuntos para no comprometer a ninguno, y acaso su existencia social. Veamos cómo se explica: «Antes de salir Jovellanos del Escorial para Madrid, fue acometido de cólicos que jamás había padecido; aquí le prosiguieron, sin haberle dejado partir cuando el rey para Aran juez. En aquel sitio llegaron a ser convulsivos, y el médico Sobral apuró todos los recursos de su ciencia para cor tarlos, obligándole a beber todos los días grandes cantidades de aceite de olivas, con que logró algún alivio. Saavedra llegó hasta los umbrales del sepulcro en San Ildefonso, esperándose por momentos los últimos de su vida» (176). En los mismos términos me habló varias veces el oficial de la secretaría que en aquella época acom pañaba a Saavedra, sujeto de suma veracidad, después de muchos años, cuando no había necesidad alguna de mentir, inventar o exa gerar, en conversaciones familiares, asegurándome ser un hecho indudable de que estaba bien convencida toda la familia del mi nistro; y da la última fuerza a las reflexiones anteriores la emba razosa situación en que se hallaban la reina, Godoy y demás satélites, no pudiendo vencer ni la tenacidad de Saavedra, ni la de Carlos IV, que pocas veces la exercía, pero que entonces a nadie oía, de que dio una buena prueba bien decisiva en Roma (177). (176) P arte 1.a, cap0 13, páa 69 y 70. (177) D o n M an uel Sierra, de quien tengo hecho m érito en la p rim era parte de estas reflexiones, que me contó otras m il anécdotas m uy importante que, no teniendo yo entonces escribiente de confianza, las escribí de mi m ala letra en papelitos sueltos, que con tantos viajes se extraviaron, y acaso se hallarían entre una m ultitud de cartas y papeles que tengo por clasificar. C uando el Congreso de Vien a, don A lv a ro Flórez Estrada con otro compañero, cuyo nom bre no recuerdo, con pretexto de v ia ja r y bien provistos de dinero, fueron a Rom a, no solo con el disimulo del gobierno inglés, sino con la expresa anuencia, p ara solicitar de Carlos IV renovase la protesta que había hecho en A ra n ju e z de la violencia con que había abdicado, p ara solicitar de los sobe ranos aliados le colocasen en el trono; tuvieron largas conferencias y reser vadas con la reina y con Godoy, que al momento convinieron, prontos a ju ra r la Constitución de Cádiz, pero jam ás pudieron vencer la dureza del rey, que se obstinó en su expresión: n an do ; “L os españoles me echaron y quisieron a F er que le aguanten” , de que aprovechándose M a ría Luisa, a quien ha b la b a con m ás fam iliaridad por la inclinación que aun conservaba a su m ujer, (d e c ía ): “A h o ra se desengañarán los españoles que decían m andaba yo a C ar los” . N o obstante la negativa del rey, los comisionados fueron a V iena, y los JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M .a DE ACEVEDO 113 A la aguda enfermedad de Jovellanos se agregó el sentimiento de la funesta noticia de la muerte de su hermano, a quien amaba y respetaba por los muchos beneficios que le debía, exercía sobre su espíritu grande influencia, le había decidido a aceptar la emba jada de Rusia, era muy estimado en su pueblo y, si no tenía sus vastos conocimientos, gozaba en la armada de la opinión de un buen marino, y sin duda le era muy superior en el conocimiento de los hombres y trato del mundo. Su natural robustez le hizo vencer sus males y abatimiento de espíritu y, hallándose algo restablecido, marchó a la Granja a reu nirse con la corte y continuar en los negocios; asistió a los despa chos, y su inesperada y repentina convalecencia alarmó a todos sus enemigos, y aprovechando el momento en que Saavedra estaba batallando en lo más fuerte de la crisis e incapaz de oponerse a la separación de su compañero, redoblaron sus ataques con el rey, y con una calumnia, en que los amigos de Jovellanos creen no haber tenido pequeña parte Villanueva, bien que yo no tengo ningún dato para asegurarlo, no dejaron ninguna duda en el espíritu de Carlos IV de ser Jovellanos un ateo. En el atropellamiento de extender el decreto de su retiro, antes de que el rey acaso se desengañase, no se habían fijado en quien sería su sucesor. La reina, para salir del apuro, preguntó al ministro de la Guerra, don Juan Alvarez, tío del valido, si conocía algún togado que en aquellas circunstancias pudiese desempeñar el Mi nisterio de Gracia y Justicia, que sin chocar con la opinión pública observase una conducta distinta a la de su antecesor. Alvarez la contestó, que por razón de su destino y carrera tenía muy pocas relaciones con togados, y sólo oficial y frecuente con el Fiscal del Consejo de Guerra, y creía agradaría a S.M.; y al momento se le nombró para el ministerio con tanta sorpresa del agraciado, que cuando a media noche se le dijo que un alabardero le llevaba un pliego del gobierno creyó ser una jubilación o destierro (178); y la soberanos, especialm ente A le jan d ro, les indicaron por m edio de sus ministros que, supuesta la anuencia de Inglaterra, con el m ayor gusto restablecerían en el trono a C arlos I V p or el m al ejem plo dado por su hijo y consecuencias que p odía tener, pero que era preciso una protesta de su p adre que justificase la violencia de su abdicación. (178) Y o m e h allaba en la G ra n ja en aquella ocasión. En la noche ante rior, 14 de agosto, le h abía visto en su casa, y a la m añana siguiente el cam a rero de la fonda, donde estaba alojado, me dijo h aber caído el m inistro; y preguntándole cuál, me d ijo ser el de G racia y Justicia, y no lo quise creer, pero no lo pudiendo después dudar, le fu i a visitar a la hora regular. H abién - 114 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ de la destitución de Jovellanos estaba concebida en términos muy cortos, pero concediéndole plaza efectiva en el Consejo de Estado, e indicándole pasara luego a Asturias a restablecer su quebrantada salud (179). El exministro fue al día siguiente a despedirse de la familia real, que le recibió con bastante agrado; la reina con su acostum brada falsedad le dijo no había tomado parte en su destitución; y el rey, con mayor sencillez, que quedaba satisfecho de sus servicios, pero que tenía muchos enemigos (180); y cuando Jovellanos a sus íntimos amigos repetía después esta escena, solía añadir: «S i me hubiera sido lícito replicar, podía haber contestado, sí, Señor, los tendré, pero los que me han hecho perder la confianza de S.M. han sido entre los poderosos el Príncipe de la Paz, entre los intrigantes el clérigo Villanueva, lo que da algún peso a la opinión de su fa milia». Jovellanos se fue a Trillo por dictamen de su médico, para aca bar de restablecerse con las aguas; a la vuelta se detuvo unos días en Madrid y desde allí, en jornadas regulares se retiró a Gijón. A pesar del poco tiempo que duró su ministerio y ser tan bo rrascoso, es preciso confesar haber dejado pruebas de su ilustración y probidad en las reformas proyectadas de que he hablado, en ha ber sacado de presidios, calabozos y conventos a muchas personas beneméritas, que habían sido condenadas como impías o sediciosas por el maquiavelismo de Vallejo, haber asegurado a los dueños de las casas de Madrid los sagrados derechos de propiedad, aboliendo el odioso privilegio de aposento, que renovó su sucesor, y en la sabia y larga exposición que hizo al rey para promover la instruc ción pública, que no dudo se publicará o se habrá publicado en la impresión que se está haciendo de sus obras; fomentó el comercio con providencias parciales, ya que no se le dio tiempo para veri ficarlo con una ley general, y sobre todo protegió la agricultura dolé dado recado el ayudante de cámara, que me h allaba allí, salió de su gabinete, y con cierto aire de ternura, tristeza y sorpresa, sonriéndose, m e d ijo : “A m igo Acevedo, se finalizó la comedia, cayó el telón, y haberle d ejado a vmd. fu era de escena” ; solo siento y habiéndom e hecho entrar, nos sentamos y hablam os largam ente, hasta que le avisaron estar allí su sucesor, paso que habiéndose llevado muy a m al en palacio, cuando Jovellanos le fue a p a gar la visita y despedirse, ya no le recibió, a pesar de no h abe r pasado sino dos o tres horas entre am bas visitas. M ecurio de aquel mes. Ceán, parte y capítulo citados, pága 70 y 71. (179) A p artir de aquí faltan todas las notas por haberse perdido las ho ja s correspondientes del manuscrito. JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.h DE ACEVEDO 115 conteniendo las exorbitantes pretensiones de la Mesta, que le conci* lió el odio de aquella corporación poderosa, que también contribuyó no poco a su caída (181). Desde aquella época principió la serie casi no interrumpida de calamidades, que hasta su funesta muerte abrumaron al desgra ciado ministro, y desde la misma brillaron las virtudes con un lustre que bastaría él solo para inmortalizar su nombre. Conven cido que los ataques contra su persona se dirigirían luego contra su amado Instituto, no por eso desmayó en protegerle y promo verle; principaron a escasear los fondos, que precisaron a suspen der las obras que faltaban para concluir el edificio, y los maestros a experimentar atrasos en sus sueldos. El celo de Jovellanos en lo posible suplía todo; prestaba los auxilios de su bolsillo, él mismo algunas veces daba las lecciones, los exámenes públicos se practi caban en las épocas señaladas por el reglamento, repetía solicitudes a fin de que se hiciesen efectivos los arbitrios que estaban señala dos, que eran o despreciadas o eludidas con frívolas disculpas, al mismo tiempo que era infatigable en adornar y hermosear su ama do pueblo por la confianza ilimitada que merecía al ayuntamiento y al vecindario. Un traductor, o imprudente o pérfido, hace su elogio en la (traducción) de una obra, computada en España como la más se diciosa, y Jovellanos, temiendo se juzgase haber tenido alguna parte, ya en la traducción, o a lo menos haber aceptado un pane gírico, da parte al gobierno, que le manda recoja todos cuantos ejemplares le sea posible y los remita a la corte; habiendo avisado no haber hallado ninguno, se le prescribe, en los términos más duros, no moleste más en lo sucesivo a ningún ministro con su correspondencia (182). Se le arresta en su casa con un estrépito militar escandaloso, tomando el regente, esbirro encargado de la comisión, todas las medidas que se acostumbran cuando se proyecta prisión de un facineroso de caminos (183). Lasauca, juzgando la alma del preso por la suya, manda que un criado le presente un vaso de vinagre para neutralizar las consecuencias del susto. Jovellanos con gra vedad pregunta al sirviente, a qué efecto le traía la agua, y contes tando el regente haber sido prevención suya, le dice: «Y o creí, Sr. regente, que V.S. me conocía mejor; poco me hubieran servido mis estudios y la experiencia del mundo, si no previese las desgra cias que me podían acometer, y no tuviese bastante firmeza para soportarlas», y rechazó la agua, de lo que sorprendido Lasauca casi le pidió perdón. Desde aquel momento se le prohibió toda comu 116 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ nicación; el mayordomo de su casa, que idolatraba a su amo, pidió licencia para hablarle, y obtenida se echó a sus pies llorando, pidiendo con instancias acompañarle a cualquiera parte que se le condujese ,y Jovellanos le abrazó con lágrimas. El regente, incapaz de conocer los sentimientos generosos, le dijo admiraba aquella debilidad después de haber manifestado tanta firmeza en su des gracia, y Jovellanos le manifestó sorprenderle más que S.S. equi vocase la constancia en la adversidad con los tiernos sentimientos por un criado que le daba pruebas tan tiernas de su lealtad. Se embargan y sellan sus papeles con el mayor rigor, y, después de nombrar un oydor de Oviedo, para que haga el inventario, al día siguiente del arresto, en su propia berlina, se le conduce entre tropa a León, llevándole por Oviedo y casi delante de la casa donde había pocos días había fallecido su hermana, habiendo un camino más corto sin otro embarazo que tener que montar a caballo legua y media, de lo que avergonzado después el comisionado daba por disculpa haberse resistido Jovellanos a tomar este arbitrio (184). Se le encierra en aquella ciudad en el convento alcantarista diez días, sin permitir que nadie le viese, esperando una escolta de caballería, y de este modo atravesando media España llega a Bar celona, en donde despedido de Lasauca, se le entrega al capitán del buque correo de Mallorca, que le presenta al capitán general, quien sin prmitirle entrar en el gabinete le hizo esperar en la antesala la orden para encerrarle en la cartuja (185). Interin se cometían estas violencias, el oydor encargado del inventario de los papeles y de una selecta librería le desempeñó con la educación y grosería que le es natural, y que tanto perjudica a su notoria integridad como magistrado, que forma un contraste con su natural miseria acompañada de sumo orgullo, fundado en ser activo y laborioso en el desempeño de sus obligaciones, y que, dotado de una memoria muy feliz, la equivoca con el talento; y haber hacinado en su cabeza multitud de textos y de párrafos, con ser un gran jurisconsulto, y mirar al código y al Digesto, Partidas y Recopilación como la cima de la sabiduría legal (186). El comi sionado executó el inventario de los papeles con el mayor rigor, los cerró en dos cofres con un sello, le puso en el salón de la libre ría, llevándose la llave, y remitió aquellos a Madrid, y si faltase otra prueba del impudente despotismo de aquella época y de la arbitrariedad de la violencia cometida contra Jovellanos, sin darse siquiera apariencia de un procedimiento judicial, interpretando, aunque fuese con la mayor inverosimilitud, algunas expresiones que se hallasen en los papeles embargados, basta saber que cuando JOVELLANOS V ISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.a DE ACEVEDO 1 17 su dueño fue a Madrid en el año de ocho encontró los cofres en una de las piezas de la Secretaría de Estado llenos de polvo y sin tocar los sellos. El perseguido ministro fue tratado por los monjes de la cartuja con todos los miramientos a que era acreedor; y si al principio les dictó esta conducta la humanidad y la caridad cristiana, bien pron to la convirtió en convicción al ver su constancia y resignación, la tranquilidad con que se entregaba a sus trabajos literarios, al arre glo del archivo del monasterio y a sus infatigables investigaciones en adquirir y extractar noticias y documentos que le pusiesen en estado de escribir la historia de aquella casa, si no toda la isla. La severidad con que se sujetó a toda la austeridad de aquella orden religiosa, sin querer admitir la más ligera dispensa, la afabilidad de su trato, la igualdad de su humor, la amenidad y variedad de su conversación le ganaron el corazón de todos aquellos anacoretas, y su gratitud por un precioso regalo que les hizo contribuyeron a abismar a Jovellanos en desgracias mayores. Aquel benemérito español no podía confundir la constancia con el abatimiento, ni la resignación con una tácita aquiescencia a las orientales injusticias de que era víctima. En lugar de imitar a Ci cerón en lacrimosas quejas, en solicitar la protección de sus amigos y procurar ablandar a sus ocultos y poderosos enemigos, su admi rador creyó más digno executar los preceptos que dan sus obras filosóficas, que imitar su pusilánime conducta. Hace al gobierno dos enérgicas representaciones, en que demuestra con el acento que inspiran la verdad y la elocuencia, las injusticias que se han cometido en su persona; pinta con los más vivos colores la igno minia con que fue arrastrado en los días más santos del año por tantas provincias de España; designa con señales imposibles de equivocar al vil calumniador a quien atribuye sus desgracias, y reclama un tribunal ante quien pueda elevar sus quejas y demos trar su inocencia, ya sea el Consejo de Ordenes, del que era un individuo, ya el de Castilla, supremo de la nación, y del que le habían dado los honores, ya el de Estado que le contaba entre sus miembros. Jovellanos no dejaba de prever las consecuencias que le podía acarrear un paso tan inusitado en aquella época, en que todos doblaban la rodilla ante el inmundo ídolo que avasallaba la nación y que, lejos de encontrar resistencia al menor de sus capri chos, se hallaba rodeado de infames cortesanos, que unos le pros tituían sus mujeres y sus hijas, otros sus reales y exagerados talentos para preconizar todas sus acciones, y otros la santidad de su profesión o estado colocando su retrato en los altares y consa 118 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ grándole una especie de apoteosis no muy desemejante a la que el degradado y envilecido Senado Romano divinizaba a sus empe radores y tiranos (187), lo que no debe sorprender, cuando se sepa ser la religión católica en este siglo, y más en España, la mal dis frazada idolatría de Roma en tiempo de Augusto. Jovellanos fue arrancado de su asilo con el mayor estrépito y conducido al castillo de Bellver, mandando a su comandante le tratase no con rigor, sino con dureza, acompañándole siempre el fiel criado, cuya fidelidad había arrancado tantas lágrimas a su amo. No bastaba a la venganza de María Luisa y del valido el oprimir a la víctima de su resentimiento, era preciso extenderla a los ver daderos y aparentes cómplices de su atentado. De los primeros era un eclesiástico encargado de la administración de sus bienes en Gijón, a quien Jovellanos había dado la comisión de entregar las representaciones, el que sin duda vendido por algún falso amigo antes de llegar a Madrid, tuvo noticias de su salida y su objeto el superintendente de policía de la corte, capaz por sí solo de degra dar la magistratura española de aquella época, añadiendo a una profunda ignorancia, excepto de los embrollos curiales, a vicios que por sí solos infamarían a un particular no revestido de auto ridad alguna, una grosería de modales apenas disculpable en el hombre más envilecido de las heces de la sociedad, contentándome por ahora con dar su diseño, antes de llegar a la época de justificar mi acusación. Envió al momento esbirros a todos los caminos para interceptar su persona, que, sea por casualidad o por las precau ciones que había tomado Sampil, no le encontraron, mas a pocos momentos de haberse apeado le arrestaron. Entre sus papeles se hallaron las representaciones y una carta de un ayuda de cámara de Camposagrado que estaba en Barcelona (188), que aunque sin conexión alguna con la misión de Sampil, fue bastante para que se le hiciese padecer. Después de algún tiempo de estancia de Jovellanos en el castillo, el oficial le permitió algunos alivios, aunque bien inocentes, que habiendo llegado a noticias del Gobierno, cuando la corte se ha llaba en Barcelona entregada a públicos regocijos, celebrando los duplicados desposorios del Príncipe de Asturias y su hermana, una furibunda orden intima al Capitán General de Mallorca una severa represión por la benignidad con que permite se trate a un criminal como Jovellanos; le manda separar al gobernador del castillo, y muda de guarnición; le prescribe duplique su número y nombre por jefe un oficial que no tenga ninguna consideración. La orden JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.a DE ACEVEDO 119 fue ejecutada con la mayor exactitud. El nuevo comandante añadía a lo horroroso de las medidas la grosería de los modales. Se con fina a Jovellanos en su cuarto, se le priva del uso de la tinta, papel y pluma; no se le permiten más libros que los antes revisados, y un confinamiento tan duro, si no debilitó una línea la firmeza de Jovellanos, atacó su físico; principió a experimentar ataques de nervios, que amenazaban un insulto; su vista a cubrirse de cierta niebla, que indicaba una próxima oftalmía; y llegando la noticia de su situación al capitán general que, o compadecido o más bien consternado a vista de las consecuencias que podían resultar y de la responsabilidad en que incurría, ya sin duda moral para toda la nación, y acaso algún día legal, envió al castillo un médico, para que diese su informe. El facultativo aumentó con su dictamen los temores del general, que se apresuró a enviar a Madrid una expo sición fundada del lastimoso estado del ilustre preso. Los amigos de éste creyeron la ocasión oportuna para ver si podían conseguir saliese su desgraciado amigo de su encierro, y el Príncipe de la Paz se prestó a sus deseos, si Jovellanos accedía a escribirle solicitando su protección, lisonjeándose sin duda con la idea de humillar al único hombre que hasta entonces no le había doblado la rodilla. El ministro autorizó al capitán general a permitir a Jovellanos tomase los baños de mar, único remedio que había prescrito el médico, prescribiendo fuesen en cierto sitio público y a presencia de uno o dos centinelas. Jovellanos rechazó ambas propuestas con la mayor indignación, prefiriendo perder la vista y aun exponer su vida a faltar a las reglas del decoro y la decencia y besar la mano de su verdugo; y el jefe militar, viendo se agravaba el mal y que en Mallorca se acusaba su dureza, le dispensó los tomase en un sitio retirado y estuviese un centinela a cierta distancia, pero sin ser visto (189). Desde entonces no fue tan riguroso el confinamiento de Jovellanos, permaneciendo en esta situación hasta la revolución del año de ocho. Fernando V II en los pocos días de su reinado mandó poner en libertad a todos los presos y confinados víctimas del despotismo anterior, pero en la orden comunicada al ilustre preso, el infame instrumento de aquella tiranía no podía olvidar ni la perversidad de su corazón ni el odio que profesaba a su antecesor, o más bien a toda especie de mérito y virtud, y la expidió en términos que hirieron el pundonor y delicadeza del que todo lo había sacrificado a la opinión y a sus principios. Aceptó la libertad que se le con cedía, reclamando siempre se hiciese justicia a su inocencia, pero 120 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ los extraordinarios acontecimientos que siguieron no permitieron se cumpliesen sus deseos. Se restituye al continente, halla la península en fermentación; en Zaragoza se reclaman su asistencia, sus auxilios, su patriotismo, y su descalabrada salud no le permite acceder, o acaso prever que su país, el primero en la lucha, le llamaría en su auxilio, y siendo parte de España debía llevar la preferencia. Vuela a los brazos de su amigo, que se sorprende y llora, ya de placer al verle en su compañía, ya de sentimiento al contemplarle tan desfigurado y quebrantado; mas en aquel pacífico retiro nuevos riesgos le ame nazan y nuevos compromisos le esperan: una posta de Murat le llama a Madrid, una orden de Napoleón le prescribe ir a Asturias para tranquilizar a sus paisanos. Una confidencial le anuncia estar nombrado por el Emperador Ministro del Interior de Josef, Rey de las Españas por la insaciable ambición de su hermano, infamia de Carlos IV, infernal odio de María Luisa y criminal debilidad de su hijo. Antiguos y respetables amigos le instan a que acepte el destino, y el fogoso Cabarrús le urge con la vehemencia de su ca rácter y la irresistible influencia de una íntima conexión de tantos años. Resiste con pretexto de salud a unas invitaciones que acep tadas podían creerse honoríficas a ciertos ojos, y rechazadas expo nerle a grandes riesgos. Todo lo resiste y nada es capaz de doblegar su conciencia ni hacerle falsear sus principios. En fin, la Junta de Asturias le nombra individuo del gobierno nacional que se iba a establecer, y desaparecen todas las conside raciones: edad avanzada, salud quebrantada con tantas fatigas e injusticias, perspectiva de los peligros a que se expone, idea de las ocupaciones a que se va a entregar, presentimiento de que todo el peso del gobierno, confiado a una junta numerosa compuesta de individuos o desconocidos o sin la ciencia y experiencia que reque ría una época sin modelo en la historia, debía recaer entre los dos o tres que se les suponía mayor aptitud para el desempeño, entre los cuales debía ocupar un preeminente lugar, y la noticia que recibió de ser una Florida Blanca, el más opuesto a sus ideas, a su carácter, a sus principios, y que si deseaba con ardor la inde pendencia de su patria, no detestaba con menor vehemencia con quistase su libertad. Todo cede al patriotismo de Jovellanos y al deseo de sacrificar el resto de sus días en las aras de la patria; y aunque previendo que acaso sus esfuerzos serían útiles para con seguir ambos objetos, el desempeño de esta obligación, le oí, no dependía del feliz o mal éxito del resultado, sino del imperioso dictado de su conciencia. JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.a DE ACEVEDO 121 Una pluma elocuente, acaso el único estadista de que se puede gloriar España, un patriota, a quien, si la calumnia y la malignidad denigran, algún día se le hará justicia, un escritor, que debió a la naturaleza por su nacimiento, a la fortuna por su riqueza y a la educación por su ilustración todas las cualidades y todos los auxi lios para escribir la historia de aquella época con la verdad, impar cialidad y dignidad que exige la grandeza del objeto, describirá los trabajos de la Junta Central y la parte que tuvo en ellos Jove llanos, que si al principio inspiró exageradas esperanzas y en el día se le ataca con una censura demasiado injusta, es preciso confesar haber sido monstruosa en su organización, y que a este defecto capital se deben atribuir todos sus yerros. La obra del historiador, que me honra con su íntima amistad, que se dará a luz cuando y estos borrones se puedan publicar sin riesgo, me dispensa entrar en los pormenores de las operaciones de la Central y las causas que produjeron su brusca disolución. Nombrada la primera regencia, el Consejo de Castilla, autor o cómplice de cuantas calamidades sufre la España hace tantos años, que indiferente a la ruina que amagaba a su patria hizo una guerra tan obstinada como pérfida a cuantos gobiernos estuvieron a su frente desde el año de ocho hasta el de catorce, y que prestó una obediencia forzada al que acababa de desaparecer, no perdió una ocasión de inevitable desorden para dirigir sus tiros contra los individuos que le habían compuesto, creyendo o fingiendo creer rumores ridículos y absurdas calumnias, fomentadas por él mismo, e influyendo en una regencia sin fuerza moral, dudosa de ser reco nocida por el resto de la nación, y siendo sus principales miembros un obispo que tenía, si se quiere, todas las virtudes de su ministerio, pero ninguna de las cualidades que exigían las circunstancias con la presunción y amor propio de creer poseerlas; y un general a quien la fortuna había hecho célebre, la educación cortesano, la naturaleza gracioso y bufón, el trato del mundo diestro y fino, y sus principios sumamente inmoral, le hizo tomar medidas odiosas contra los miembros de la Junta, en las que fue comprendido Jove llanos en la parte más sensible de su corazón (190). Avergonzada al ver el resultado de una vergonzosa pesquisa, le pasó una hono rífica orden en la que se le llenaba de los más justos elogios, se reclamaban sus ulteriores auxilios, se le permitía ir a Asturias co mo había solicitado y se le encargaba del desempeño de las comisiones que había tenido durante el ministerio de Carlos IV, con especialidad la del Instituto Asturiano. Gozoso con tan lison jera perspectiva se embarca para Gijón. Una furiosa tormenta, en 122 PERFECTO RODRIGUEZ FERNANDEZ que se creyó el naufragio inevitable, le arroja a las costas de Galicia y al pequeño puerto de Muros en donde sabe la ocupación de As turias por Bonet. La Junta de Galicia arrastrada por una preocupación vulgar, o una envidia vergonzosa, imperdonables en sus individuos, que colocados al frente de la administración de su país se debía supo ner que estuviesen a lo menos dotados de sentido común y de sentimientos de decoro, lejos de tributar a Jovellanos y a su com pañero el miramiento a que eran acreedores ambos por sus de coraciones, y el primero por tantos respetos, o a lo menos las atenciones a que es siempre acreedora la desgracia, cuando no es ocasionada por la convicción de un crimen, decretó una pesquisa en sus equipajes y papeles. Si la comisión era odiosa, el comisio nado la hizo más insultante al pundonor y delicadeza de los ilustres personajes sobre quienes la exercía. El coronel Osorio, o porque su educación no le dictaba otra conducta, o la naturaleza le hubiese dotado de más carácter, o creyese adular la autoridad de quien le empleaba, por desgracia privado del don de profecía, que no le permitió prever que el general que insultaba podía algún día ser su jefe, les trató no con grosería sino con insulto, bien que después avergonzado, al ver la entereza con que Jovellanos exigió insertase su protesta en el expediente, medio se disculpaba con la necesidad de ejecutar la orden que llevaba. Haciendo beneficios a aquel pueblo, exursiones por varios pun tos de Galicia, aumentando Jovellanos a su favor en todas las clases la grande opinión que le había precedido, y escribiendo su mani fiesto, que calificaré con el nombre de el último canto del cisne, y conciliándose Camposagrado la benevolencia y un aprecio gene ral por la finura de sus modales, lo agradable de su conversación, reuniendo en su persona la dignidad aristocrática que debía a su 'nacimiento y a su educación palaciega con la afabilidad popular que exigía la época y las circunstancias, los dos permanecieron en Muros hasta la segunda evacuación de Asturias por Bonet (191). Trasladado Jovellanos a Gijón, donde fue recibido en triunfo, olvidó todos sus trabajos; su físico recobró fuerzas; su espíritu adquirió nuevo vigor y, sin perder momento ni permitirse hora de descanso, se consagró todo entero a los objetos que siempre habían fijado su atención. El preeminente era sin duda el restablecimien to, o más bien la resurrección del Instituto Asturiano; en el mismo día de su arribo le visita, reconoce las obras interrumpidas, se in forma del estado de sus recursos, averigua si existen los antiguos JOVELLANOS VISTO POR SU CONTEMPORANEO M ANUEL M.* DE ACEVEDG 123 catedráticos y escribe a cuantos sujetos podían en época tan cala mitosa contribuir a levantarle de sus ruinas (192). Ocupado en estos afanes, y con la perspectiva de ver en parte buenos resultados, le sorprende la tercera invasión, tan precipitada que apenas le deja tiempo para salvarse en el Volante, pequeño bergantín vizcaíno que por casualidad se hallaba en el puerto. (Em barcaron también) los dependientes de Real Hacienda, sus efectos y la multitud de vecinos de ambos sexos que recordaban las veja ciones que habían sufrido en la invasión anterior. Un corsario, Garnesey, condenado a restituir una presa que había hecho, reclamó el importe del Volante como si éste fuese responsable de la suma, aun cuando la sentencia hubiese sido injusta. Fue inútil la firme resistencia de Jovellanos y sus compañeros, pues el pirata hizo amenazas que llenaron de consternación a la tripulación y espe cialmente a las mujeres, y fue preciso ceder a su violencia. El tiem po que duró la contestación ocasionó los resultados más funestos, pues impidiendo al buque montar el cabo de Peñas para entrar en Ribadeo sobrevino una terrible tormenta, que después de ocho días le permitió arribar al puerto de Vega a costa de muchos peli gros. Don Antonio Trelles, vecino de aquel pueblo, recogió a Jove llanos y a su amigo desde la infancia don Pedro de Llanos, que aceptaron el hospedaje creyendo sería la detención de pocas horas. Una nueva tormenta rompe los cables del buque, la tripulación se salva casi milagrosamente, pero se pierde toda esperanza de reem barque. Sobreviene a Llanos una enfermedad mortal, que le lleva al sepulcro. Jovellanos con tantas fatigas, el sentimiento del estado peligroso de su amigo, aunque ignoraba su fallecimiento, y poca precaución, le hacen víctima de una pulmonía que, equivocada o no conocida por el facultativo de Gijón, uno de los pasajeros, muy charlatán y en quien el enfermo tenía una ciega y mal fundada confianza, corta la vida del ilustre personaje, que, aunque ya de sengañado y cediendo a las vivas instancias de los dueños de la casa se había llamado a Ribadeo un médico de opinión, llegó tarde. En los primeros síntomas de su indisposición, viéndose entre gentes extrañas, aunque sumamente atentas y obsequiosas, se an gustiaba su espíritu, y habiéndosele indicado hallarme yo en Riba deo, manifestó sus deseos de que se me llamase; se me hizo inmediatamente un propio, y si no fue bastante a tiempo para tener el placer de verle vivo, serví a contribuir para que se cele brasen sus funerales, si no con la magnificencia que correspondía a su extraordinario mérito, a lo menos con el decoro y dignidad que era posible, no perdonando al efecto ni esfuerzos ni sacrifi cios (193). LOS VA DI NI E NS ES POR MARCOS G. M ARTINEZ Cuando en el año 212 de nuestra Era el rey Ordoño II, recién establecida su corte en León, delimita la diócesis de esta ciudad [Arch. Cat. León, n.° 976] lleva la jurisdicción de la sede hasta más allá del río Araduey y del Cea, ambos a oriente del Esla o Astura, al que llama Estola. Comprendía aquella demarcación localidades como Castrodeza («castrum de Aeiza»), Gutierre de Hornija («guterriz de ornisa»), Muedra («m o d ra ») y Castroverde («castrum virid e ») en la actual provincia de Valladolid. Y Dueñas («donnas»), Vertavillo («bretavellos»), Cevicos («ciuicos»), Tariego («tarego»), Baños («balneos»), Monzón («m onteson»), Carrión, Saldaña («saldania»), Cervera («ceru aria») y Castrejón (castelion») en la de Palencia y casi todas al E. del río Pisuerga. Pero estas localidades marcaban una especie de frontera «cis», esto es, «exterior» en que seguramente jugaban su papel los ríos Hornija y Pisuerga. Dentro de esos límites estaban incluidos lo que denomina «comissos»: como el de Bernesga («uernisca») con Cascantes; el de la calzada que va a Astorga («calzata cúrrente ad Astoricam»), y el de Valderratero («ualderatario») con los lugares de Villavelasco («u illa Uelasco»), Villarrevelle («u illa reuel»), Santa María, Villeza («u illa egas»), Perales, Calzada del Coto (Mahamutes) y Galleguillos de Campos («galleguelos de caiti») riberas del Araduey, y cercanos a Sahagún de Campos, en la vega del Cea. En las riberas del Torio las iglesias de los santos Cosme y Da mián; en las del Porma, Paradilla («paratella»), «uilla Gaton», San 126 MARCOS G. M ARTINEZ Juan, Toldanos («toletanos»), « margen de calzata ad sursum»; en Payuelo («p a io lo »); entre los ríos Esla y Cea, Santas Martas («sancta M arta»), «Castrum Fadhot», Vega y San Salvador de «Mata Plana» (Matallana de Valmadrigal), etc., etc. Quiero subrayar en esta zona oriental del Esla, la mención de «la calzada que va a Astorga», y la persistencia de unos lugares que marcan perfectamente la línea por Calzada de los Molinos, al O. y cerca del río Carrión, Calzadilla de la Cueza, por Ledigos y Moratinos a Sahagún. Después, por Calzada del Coto, Calzadilla de los Hermanillos a Villasabariego, Toldanos y León. La de los Hermanillos, al S.E. de los montes de Payuelo, que separan las riberas del Araduey y las del Esla, es calzada en la que había fijado su atención el Sr. Blázquez hace sesenta y seis años. Todo esto quiere decir, a mi juicio, que si el río Esla era el Astura como parece lógico conjeturar y que si aún a principios del siglo X la zona hasta el Cea se consideraba leonesa, los astures tu vieran sus asentamientos en ella y consiguientemente en el río, es decir, «a caballo de él», en ambas márgenes, circunstancia que no era exclusiva de los astures, ya que los ríos eran en aquella época vena y médula de unos pueblos eminentemente agrícolas y ganade ros, cosa que no debemos olvidar en nuestros planteamientos histórico-geográficos. Sánchez Albornoz al compendiar en su trabajo de las «Divisio nes tribales y administrativas del solar del Reino de Asturias en la época romana» los datos contenidos en las fuentes geográficas e históricas, establece el límite oriental de los astures a partir de la costa; en la siguiente forma: «el curso del Sella, o m ejor — dice— el límite occidental de este río», con lo cual descarta — digo yo— que ocupasen ambas márgenes. «Desde Cangas, desfiladero de los Beyos, hasta Cofiñal, entre Tarna y San Isidro; la corriente del Porma, del Esla, desde Valdoré hasta más abajo de Cistierna; la cuenca del Esla hasta el Cea (que está a oriente) en Almanza; las aguas del Cea, hasta Sahagún; el Cea y el Esla hasta el D uero». Traza Sánchez Albornoz la frontera, en concepto administrati vo moderno, por Valdore y por Cistierna, pensando acaso, en las estelas vadinienses por allí halladas, fuesen o no cántabras, y para él no es segura la delimitación ultramontana entre el desfiladero de los Beyos y Cofiñal. ¿Que Cofiñal fuese una linde? De acuerdo. Pero que Cofiñal señalase el límite de los astures, habiendo situa das al E. alguna de sus tribus. ¿Desde cuándo ese confín? ¿Por qué llevar hacia occidente un límite tribal que debió ser prehistórico, LOS VADINIENSES 127 impuesto por la configuración de la tierra y por lo tanto impre ciso? Desde las fuentes del Sella en las vertientes septentrionales del puerto montañoso del Pontón, hasta las laderas meridionales del puerto montañoso de Ventaniella, al O. de aquél, en la misma cor dillera, donde nace el Esla, hay apenas una decena de kilómetros (menos de siete millas), a través de trochas y encrucijadas, cierta mente, pero que en aquella época no debieron ser obstáculo insal vable para establecer una comunicación, una relación entre los pobladores de los cauces de ambos ríos, y con ello el consiguiente «h iato» para el límite entre astures y cántabros. Al S. del puerto del Pontón, que precisamente significa «puen te», nace un arroyo que pasa por el llamado Valle de la Iglesia, se une con el riego de la Colina, que viene del E., pasan por Retuerto y Vegacerneja y fluye al Esla por la izquierda más al S. de Burón. ¿Quién puede demostrar que no sea éste, precisamente, el cauce principal del Esla y no el brazo que viene de Ventaniella, que, hasta el caserío de La Uña, se llama Osín y solamente en Acebedo y Lario, cinco kilómetros al NO. de Burón se le adjudica el nombre de Esla? ¿Por qué? ¿Porque es más largo este tramo? ¿Porque forma una vega más abierta? ¿Por acoge más afluentes? «Más al S. de Cistierna — dice Sánchez Albornoz— la raya orien tal de los astures avanza hasta el Cea, donde ponen los confines de la Gallecie remotos documentos medievales». Lo cual concuerda con lo que dice el documento de Ordoño II, e incluso documentos del monasterio de Sahagún, de finales del siglo IX , en los cuales se lee reiteradamente «in finibus Galleciae» refiriéndose al río Cea y no al Esla. «Com o esa Gallede romana — sigue diciendo S. A.— comprendía también a los astures, no mencionados de antiguo co mo entidad singular, es claro que éstos llegarían hasta el Cea, puesto que era la tribu más oriental de aquéllos». Así lo manifiesta Estrabón al decir, al menos en dos ocasiones, que «los astures estaban al E. de los galaicos», con lo cual se insinúan dos cosas: la antigua existencia de la tribu, aunque no se la mencione en los «fastos del Im perio» antes de las guerras, y su diferenciación dentro de la re gión Galaica. «Junto al Cea — continúa S. A.— se hallaba Camala «m ansio» de la «vía a Legio», que Saavedra coloca hacia Sahagún de Campos, en tierras leonesas». ¿Es que Sánchez Albornoz consi dera astur a Maliaca? Claro que todo esto, aunque referido en cierto modo a la época romana, se testimonia en la Edad Media, como reminiscencia, que no verdad absoluta. Porque, p.e., las guerras romanas contra los 128 MARCOS G. MARTINEZ indígenas sublevados, son, precisamente, primero contra los cánta bros y luego contra los astures. Porque, p.e., ya Plinio cita a los astures como conjunto de veintidós clanes. Porque, p.e., ya Estrabón y Tolomeo mencionan a los astures como entidad. Aunque todo esto pueda referirse a una época posterior a las más sonadas luchas. Pero, volvamos al Cea. Desde Sahagún (o Camaía) «mansio iti neraria», siguiendo hacia el N. y remontando su curso paralelo al del Esla alcanzamos la comarca Cistierna-Riaño en un recorrido aproximado de sesenta kilómetros (unas 40 millas romanas), dis tancia excesiva, en caso de que entre ambas zonas no hubiera exis tido alguna otra «mansio» aún no descubierta, que pudiera servir de etapa y estuviese ubicada precisamente hacia Almanza, como recuerda S. A., por donde se uniría con la vía Lacóbriga-Astúrica. De esta forma, separada aquella comarca, resulta perfectamente idónea para asilo de fugitivos. No lejos de Camala (¿considerada como astnr?) se encontraba Lancia (Villasabariego, margen derecha del Esla) entre éste y el Porma, a unos treinta y dos km. (o veintiún millas), también astur, y en la «vía a Legio», la ciudad que fué objetivo de la campaña romana del año 25 a. C. Desde Lancia puede seguirse fácilmente la ribera del Esla por ambas márgenes y llegar a la comarca Cistier na-Riaño, donde pudieron tener asiento aquellas indómitas tribus, antes y después del desastre lanciense. Aunque en Plinio se lea que entre los astures había veintidós tribus (yo diría clanes), sólo enumera a los gigurros, localizados hoy hacia Valdeorras, en las riberas del Sil; a los paesici, situados allá por los altos del curso del río Navia; los zcelce, en paradero desco nocido, y los lancienses; cuatro solamente. Ha de ser Tolomeo, cien años posterior, quien nos amplíe la nómina con los brigecinos de Brigecio; los superados con Paetauonio; los arnacos con Astúrica Augusta; los bedunienses con Bedunia; los lungones con Paelontio y los saelinos con A/ardinium. Para él Foro era de los gigurros, Flavionavia de los paesicos; pero Tolomeo no asigna ciudad deter minada ni a los zcelce ni a los lancienses de Plinio, acaso porque ambas hubiesen dejado de existir como núcleos urbanos. En cam bio menciona a A/emetóbriga como ciudad de los tihuros. Con esto serían once los pueblos astures. Entre los cántabros incluye Tolomeo a Argenomescon, Vadinia, Vellica, Camarica, etc. Sin embargo la crítica histórica moderna, apoyada en sus ciencias auxiliares, ha venido a revelarnos la rela tiva fiabilidad de las noticias contenidas en aquellos cronistas antiguos. 129 LOS VADINIENSES En consecuencia, tras este prolongado exordio, vamos a tratar de elucidar, probablemente con el mismo éxito que lo han inten tado otros anteriormente por falta de datos claros y suficientes, relativos a unos puntos concretos del asunto que nos ocupa. Esa penuria se pone de manifiesto al enumerar las fuentes de informa ción de que disponemos: tres historiadores: Estrabón (s. I a. C.), Plinio (s. I d. C.) y Tolomeo (s. II d. C.); dos «Itinerarios», el de Antonino el llamado «de Barro», y una determinada serie de «es telas funerarias» halladas «in situ». Comencemos por Estrabón. En él sólo hay dos noticias concer nientes a nuestro asunto: una, ya la hemos dicho: que los as tures eran la tribu más oriental de los galaicos; la otra que itera la ante rior añade que los astures estaban entre los ríos Nerva y Salia. Al Nervia le dicen hoy Navia (según otros Nalón) y al Salia, Sella (se gún otros Saja). Aparece así ya la frontera oriental de los astures. Pero ¿qué era efectivamente el Salia? ¿El Saja? ¿El Sella? La pri mera solución puede favorecer nuestra hipótesis al llevar la frontera tan al E. Pero, no era el Saja, sino el Sella. Sigamos con Tolomeo y sus coordenadas geográficas, que tanto han hecho calcular a geógrafos y matemáticos de todos los tiempos, pero que para nuestra cuestión pueden simplificarse, recogiendo esquemáticamente los datos que nos proporciona y ordenándolos según la versión más aceptada de la grafía griega. Tolomeo da co mo cántabros a: Vadinia Argenomescon Vellica H°20' 44°40' 12° 44°30' 12°30' 44°15' Según esto, la longitud de Vadinia (a nuestro entender) sería la más occidental y la latitud la más meridional de las tres. Incluso se detecta una mayor proximidad entre Vellica y Argenomescon que entre ésta y Vadiriía. He de aclarar que estos datos están to mados de la edición tolemaica hecha en Basilea en 1552. De todos modos, la edición de M üller de 1883 sólo nos haría variar la situa ción de Vadinia con relación a Argenomescon, ambas aún no loca lizadas sobre el terreno. Ahora bien, a Vellica la sitúan modernas investigaciones en Monte Cildá (Olleros de Pisuerga, al S. de Aguilar de Campóo, Palencia) donde, al parecer, existió un castro fortificado y donde fueron hallados importantes y numerosos vestigios de épocas ro 130 MARCOS G. MARTINEZ mana y anterior. Se dice que, por el Itinerario de Barro (placa I: «de Legio V II a Portus Blendius») hay que situar a Vellica en Villegia, a cinco millas (7.4 km.) de Amaya (en la actual provincia de Burgos). Otros sitúan a Vellica hacia Herrera, más al S. Ambas localidades, Olleros y Herrera están situadas en el mismo meridia no, que señala la corriente N.S. del río Pisuerga y que, para nuestro estudio no ofrece inconvenientes ya que la «vía romana» a Astúrica, llevaba esta última dirección, la de Herrera y pasaba un poco al S. de Legio. Pero ocurre que Amaya está situada unos cinco km. al E. del curso del Pisuerga, y por lo tanto habría que colocar a Villegia más al O. y más al S. Todo estriba en la definición de los ejes Amaia-Villegia-Legio IV y Vadinia-Vellica-Kamarica. Y así segui mos con el enredo. La ciudad orgenomesca de Tolomeo, que, según Plinio habría de estar en el litoral, como correspondía a ese pueblo, se identifica hoy con Tamaña, también llamada Tamarica, Camarca o Camala, que, según Sánchez Albornoz, era Sahagún, localidad situada a X X III millas (40 km.) al O. de Vellica. Esta, la ponen también en San Juan de Fuentes Divinas, cerca de Velilla de Guardo, o del río Carrión, que está efectivamente a esa distancia aproximada de Sahagún, y en donde asimismo se encontraron im portantes vestigios de la antigüedad en torno a sus tres fuentes intermitentes. A la Legio IV hacen corresponderle Aguilar de Cam pos, al S. de Villalón. Con lo cual, si Vellica estaba en Velilla, concuerda con existir una «vía » de comunicación por zonas sep tentrionales, acaso enlace ntre la de Septimancas-Legio V II y Amaya-Suances. Desde Velilla de Guardo hasta el valle Cistierna-Riaño hay sólo unas trece millas romanos (20 km.). A medio camino tenemos la vega de Almanza, citada por Sánchez Albornoz, en el curso alto de las riberas del Cea. En la actualidad hay una vía que comunica Guardo (Palencia) con Puente Almuey (León), y desde aquí, otras hacia el O., esto es, a Cistierna y hacia el S. a Sahagún. No sabemos hasta qué punto estos caminos modernos se corresponden con otros antiguos, pero parece muy probable que así sea, con algunas lógicas variantes impuestas por el terreno, por los sistemas de comunicación y por las condiciones de los poblamientos. Sí que las hubo remontando el curso de los ríos Carrión, Cea y Esla, independientemente de los enlaces entre sí. Hemos de tener en cuenta que los terrenos llanos se prestan a más fácilmente variable y frecuente comunicación y LOS VADINIENSES 131 son más vulnerables en su trazado por las exigencias de la propie dad de los predios por donde pasan. Hoy día la distancia entre Villasabariego (la antigua Lancia) y CisPierna puede recorrerse por ambas márgenes del Esla, pero es pecialmente por la izquierda, la del E., en unos treinta kilómetros. Ahí, en Cistierna precisamente termina la llanura de Los Campos y comienza la quebrada montañosa, con altitudes que pronto reba san los mil cuatrocientos metros. Si, como supongo, los vadinienses fueron una tribu astur esca pada de Lancia tras el desastre, resulta natural y hasta forzoso que escogieran esas vías para ir a refugiarse en lugares que acaso ocu paron con anterioridad a ese regreso masivo, siguiendo hacia el N. las riberas de su familiar Astura, donde encontrarían uno o va rios núcleos de asentamiento. No es, por cierto, una solución ni satisfactoria ni definitiva, so bre todo pensando en las divergentes identificaciones señaladas, pero me parece la más probable, a la vista de los datos que po seemos y de su interpretación objetiva, que pretendo librar de prejuicios o malformaciones. Veamos ahora lo que nos informan las estelas: Con las treinta y una seguras vadinienses hasta ahora conocidas pueden concretarse los siguientes datos: a) Ocho fueron halladas en la Asturia trasmontana; cinco en Corao, margen derecha del río Güeña, afluente del Sella por la derecha en Cangas de Onís, a unos cinco kilómetros hacia el E. y cerca de La Estrada, Abamia, C. d. O.). Otra en Llenín, más al E., sobre el río Piedrafita, afluente del Güeña por la derecha, concejo de Grazanes. Otra en Villaverde, margen derecha del Güeña, entre Corao y Llenín. Y otra en Beleño, sobre el río Ponga, afluente del Sella por la izquierda, casi en las fuentes de aquél, en las inme diaciones del puerto montañoso de Ventaniella, por el camino de Yano y Sobrefoz. Quiero destacar dos datos: el río Piedrafita, con el monte del mismo nombre, al S. de Grazanes, en cuya falda occidental se en cuentra el pueblo de Con. Y las fechas de estas inscripciones pro puestas (salvo dos del s. III ), la del s. I de nuestra Era. b ) En la zona cismontana, Riaño-Cistierna, justamente «a ca ballo» del Esla, aparecieron, que yo sepa: Una en Valverde de la Sierra (Boca de Huérgano), sobre el río Yuso, afluente por la iz quierda del Esla. Otra en Pedrosa del Rey (Riaño), sobre el mismo río, cinco kilómetros al E. de Riaño. Tres en el mismo Riaño-La Puerta, confluencia del Yuso con el Esla. Tres en Liegos, margen 132 MARCOS G. M ARTINEZ derecha del Esla, unos treinta kilómetros al S. del puerto monta ñoso de Ventaniella, en la ruta Sobrefoz-Beleño. Otra en Lois (Salamón, Riaño), sobre el río Dueñas, afluente por la derecha del Esla, entre el escobio de Remanganes y el alto de La Toaca. Cinco en Crémenes, margen derecha del Esla, catorce km. al S. de Riaño y quince al N. de Cistierna, esto es, a medio camino entre una y otra. Una en Argovejo, sobre el arroyo de Las Llampas, afluente por la izquierda del Esla, casi a la altura de Crémenes. En Valdoré y Vetilla, margen derecha del Esla, otras dos. Otra en Verdiago, en la ribera derecha, tres kilómetros más abajo. Y otra, más al S., en la margen izquierda, en Aleje. c) Esporádicas. Dos en Armada (Vegamián), margen derecha del Porma, catorce kilómetros al N. de Boñar. La de Villapadierna (Cubillos de Rueda, Sahagún), margen izquierda del Esla, catorce kilómetros al S. de Cistierna y la de Luriezo (Liébana) de no segura filiación vadiniense. Y la del Puerto de San Isidro. Las conclusiones de esta primera agrupación son: 1.° Una mayor cantidad de estelas en la zona Riaño-Cistierna, especialmente en torno a Crémenes, con Argovejo, Valdoré y Aleje y Verdiago. 2.° Mayor antigüedad de las «asturas», sobre las «saelinas». Hay que proponer, pues, aunque de modo provisional, que la emigración vadiniense, de haberse producido, hubo de tener efecto de S. a N. y entre los siglos I y III, sin que esa dirección adoptada signifique forzosamente que tuviese un móvil de atavismo ultra montano, en una época posterior a las guerras cántabro-astúricas. Aunque el promedio de la edad entre los cismontanos sea inferior al de los otros, este hecho no se corresponde con la antigüedad de las lápidas. Podían los vadinienses tener acendencia saelina o lanciense y aún de los lejanos lungones pero eran, indiscutiblemente astures. Es posible que aquellos indómitos montañeses no acepta ran con decidida resignación las condiciones de vida en la llanura parámica, o quizá la demasiada vecindad de los dominadores, si es que, efectivamente, en su caso, habían sido obligados a cambiar sus asentamientos de la montaña por las del llano. En las estelas vadinienses que hemos seleccionado se rastrea la existencia de los siguientes clanes o familias, a juzgar por los pa tronímicos que se consignan: Entre los ultramontanos: el silon (de Beleño), el flavo o flavio (en Corao y Llenín), de probable origen orgenomesco, o con enlaces en esa tribu; el aroniecivo, el arreno, el cabedo y el bodo (en Corao) y el corovesco (en Villaverde). LOS VADINIENSES 133 Entre los cismontanos: el tauro (en Armada), el ubalacino (en Liegos), el paramon (en Lois), el aravo (en Riaño y en Crémenes), el veliago (que evoca la localidad de Verdiago), en La Puerta de Riaño; el balaesio (en Aleje), el flaco y el tuscoque (en Crémenes), el obano (en Valdoré) y el virono (de origen orgenomesco) en Villapadierna. Los bodos de Corao se repiten en Liegos, en Arvojedo y proba blemente en San Isidro (el bodivesco); hay otro arreno (Corao) en Crémenes, y aquí se registra un «segisamonense». Estos que se re piten en ambos grupos cis y ultramontanos parecen indicarnos una relación familiar. En total diecisiete clanes de la tribu vadiniense. Casi medio centenar de individuos quedaron perpetuados en estas lápidas por uno u otro motivo. Con todos esos nombres, ex cluyendo los gentilicios, tenemos la impresión de que aquellos clanes recibieron en cincuenta por ciento la impronta latina: Abilio, Antonio, Aurelio..., como no podía ser menos después de tantos años de dominación romana. Sin embargo hay nombres muy sig nificativos, que considero indígenas, merecedores de un estudio detallado y profundo: Arreno, Dovidena, Fusco y Pentio en los ultra; y en los cis: Balaesio, Boutio, Bovecio, Cado, Cangilio, Munigaligo, Pentio, Tedo, Tureno, Ulíbago, Vocareca, aunque algunos tengan también aspecto latino. Si se me permite, antes de seguir adelante con este punto, una digresión sugerida por la semejanza entre los antropónimos reco gidos y los topónimos que perduran, diré que me ofrece cierto parentesco el clan de los pentios con la localidad de Pen, en Amieva, no lejos de Corao, donde apareció la lápida de Pento Flavio; el de los arrenios (independientemente de la fonética euskera que han querido atribuirle) con la localidad de Arriondas (Parres); el de los bodegos, con la localidad de Bode, en el mismo concejo de Parres. Otros antes que yo han señalado esas semejanzas y no está sobrado consignar la coincidencia de opiniones basadas en datos concretos. Queda por probar la prioridad temporal del topónimo o del antro pònimo. Tampoco sobra destacar la nominación argonomesca en ambas vertientes, referencia a la desaparecida (? ) Argenomescon tolemaica, de filiación cántabra. Los veliagos pudieron proceder de Vellica (lo mismo el de Riaño que el de Liegos. Estos y el segisamo nense pueden ser una prueba de solidaridad tribal y también testi monio de la emigración hacia el oeste y hacia el norte. Dada la época tardía de la mayor parte de las estelas, nada tiene de extraño que Plinio (siglo I ) ignorase la existencia de esa tribu 134 MARCOS G. MARTINEZ vadiniense cuyo origen atribuyo, en gran parte, a esos clanes, aun que hayan podido contribuir otras circunstancias. Incluso podría aventurar, como otros lo han hecho, que las tolemaicas Vadinia y Argenomescon no hubiesen sido localidades determinadas sino im precisas circunscripciones, situadas con aproximación en las coor denadas que señala. No se puede, desde luego, sentar como definitivo el origen cis montano de la tribu vadiniense en base a la grafía bastante antigua de alguna de esas estelas, probablemente del siglo I de nuestro cómputo, pero ello no impide que sean considerados como astures puesto que, como es sabido, aunque no rebasaran en mucho el río Esla, sí ocuparon la vertiente meridional de la cordillera, llegando incluso a alcanzar el río Duero. Pero el principal problema que plantea esta agrupación de cla nes bajo la denominación común de vadinienses, pienso, como otros antes que yo, que radica en la ubicación de la «ciudad», «urbs» u «oppida», si es que existió, como germen u origen de aquella comunidad. Los ultramontanos, escasos en número, aparecen concentrados en una zona que no puede compararse con la de los cismontanos: Aleje, Valdoré, Crémenes, Argovejo, en que fueron halladas el ma yor número de estelas. Alguien insinuó que la remota Vadinia fuese la actual Cangas de Onís dada su antigüedad y los comprobados hechos históricos que allí ocurrieron. M ejor sería pensar en Abamia, que también suena de antiguo en los cronicones y aporta una cierta simlitud fonética. Pero los lugares situados en las márgenes del río Esla (el Astura) entre Argovejo, Crémenes y Valdoré, escalonados en una «v ía » que, bordeando el río hacia el N. salvaba la cordillera por uno de los puertos de montaña, Lillo, Ventaniella o El Pontón, para entrar por este último directamente en la cuenca del río Sella. Pue de que Vadinia no hubiese sido una «mansio» de tránsito en una «v ía » principal y que por ese motivo no figurase en los itinerarios, como ocurría con otras «oppida», mencionadas en la antigüedad. Todo ello puede servirnos para establecer una relación natural y lógica entre los clanes de una y otra vertiente de la cordillra, de la gran familia vadiniense, que surge primero en el S. y se traslada luego hacia el N., como indicando que ya la dominación no era tan férrea y que, a pesar de los años transcurridos (no muchos por cierto) aquellas gentes no olvidaban sus orígenes montañeses, aun que esto, repito, no pueda probarse ni sea necesario. Ese trasiego, por otra parte, nos señala una vez más que para las demarcaciones LOS VADINIENSES 135 étnicas, otras que las administrativas, ni los montes ni los ríos fueron fronteras definidas y que en las relaciones humanas preva lecen los lazos sociales y los intereses agrícolas y pecuarios por encima de los obstáculos de la naturaleza. Pero aún hay otras consideraciones que apoyan la hilación Esla-Sella, y por lo tanto su filiación astur para los vadinienses, a pesar de la occidentalidad del Cofiñal aducido. Esta localidad casi cismontana se encuentra en la margen izquierda del río Porma, de resonancias astures (hay otro Porma afluente del Nalón, muy den tro de Asturias) que corre de N. a S., paralelo y al O. de la zona del Esla. Aguas abajo del Esla, en tramo que éste hace de O. a E., antes de llegar a Vegamián, en Armada aparecieron las estelas de los tauros-vadinienses, Virono y Abloño. En el puerto de San Isidro, aún más a occidente, la del flavio Andoto, hijo de Arrenio, como aquel de Corao. Pero también a oriente del Esla se halló la estela de un pzntio-vadiniense, Cado, en Velilla de Guardo, sobre el río Carrión, muy al E. del río Cea y la del pento^io-vadiniense Ambato, en Luriezo (Liébana). Estos hallazgos estraterritoriales a nuestro ámbito, lo mismo los del O. que los del E., no invalidan sino que refuerza el hecho fundamental de la convergencia vadiniense precisamente «a caballo» del río Astura, río significativamente astur, míreselo por donde se lo mire, y el de que las emigraciones de aquellas tribus, o mejor, si se quiere, inmigraciones, se encaminasen hacia el Sella, siguiendo un canal definido, hacia el interior de la región astur y no hacia el E. por otros cauces, que también les eran conocidos, del Sella y del Nansa, donde se sitúa Velilla ( Vellica) en dirección a Portus Blendius. Algo querrá decir esa preferencia por la región astur, a pesar de las anfractuosidades de la región en el puerto de montaña de El Pontón y del impresionante desfiladero, labrado en las monta ñas por el Sella, tránsito difícilmente franqueable la mayor parte del año a no ser por grandes conocedores de sendas subsidiarias como la del Zalambral al O. y la de Panderruedas al E., todas ellas, como también el puerto de Ventaniella, seguramente familiares a aquellos vigorosos montañeses. No ignoro ni desecho los argumentos que, en virtud del hallaz go de estelas vadinienses a occidente del Esla (escasas, sin embargo) y de otras razones históricas no muy claras, se aducen para trans ferir la identificación del río Astura con otros ríos que corren hacia poniente, por ejemplo, el Tuerto, afluente del Orbigo (el Urbicus medieval) y aún este mismo río, cuyo nombre puede aludir a la 136 MARCOS G. MARTINEZ proximidad de la gran «urbs» Asturica Augusta. Si aceptásemos este desplazamiento, alguno de los clanes o tribus hasta ahora re conocidos indudablemente como astures, dejarían de serlo; p.e. los intercatienses y los lancienses precisamente. Dentro de la significativa comarca que las estelas vadinienses nos marcan en la ribera del Esta entre La Puerta de Riaño, o Valverde de la Sierra, al N., hasta Villapadierna al S., unas treinta y dos millas romanas (47 km.), la zona de mayor concentración, como hemos visto, corresponde a Aleje-Crémenes-Valdoré. Pues bien, hemos de fijarnos atentamente en los reductos que por allí existen: a) La localidad de Vatdoré, margen derecha del Esla, cinco millas y media (10 km.) al N. de Cistierna, desde donde remontan do el curso de un arroyo que viene del O., a poco más de una milla, llegamos a Vetilla, donde la estela de Bovecio, tenida como vadiniense indudable. ¿No suena Velilla algo a Vadinia? b) Bajando hacia el S., por la ribera izquierda del Esla nos encontramos con Santa Olaja (Santa Eulalia) de la Varga, donde afluye, viniendo del E., el río Duerna, que pasa por Ocejo de la Peña, en el camino de Mental. El cauce de este río está configurado por los montes llamados Peña Negra, Peña Verde, Pico Cerroso, Peña Rionda, Pico Moro, Peña Quebrada y alto de la Verena en su margen derecha y de N. a S. Por esta otra ladera, Peña Negra (1.608 m.), está el cogollo llamado Los Castros (a 1.630 m.). La margen izquierda del Duerna está contenida por Campriondo (1.668 m.), al E. de Oceja de la Pe ña, los Llamargones, el Castillón de Fuentes, donde vecinos del pueblo de Fuentes (Fuentes de Peñacorada) me hablaron de restos de construcciones antiguas, que yo no pude observar directamente. Su altura es de 1.506 m. y acaso deba su nombre a su aspecto en hiesto y aislado. Al O. de esta cumbre y por debajo, está el Llano Coronas y las Coronillas, que bordea por el N. el arroyo San Román o de la Noca, que llega al Duerna por la izquierda en Santa Olaja. Al Castillón hay acceso por el O. desde Fuentes y por el E. desde La Mata de Monteagudo, en la vertiente del Cea; caminos que son ahora poco más que sendas de cabras, pero que al que parte de Fuentes llaman aún hoy «la calzada», y tiene aspecto en algunos puntos de haberlo sido. c) A la derecha del Duerna, O. de Oceja, subiendo hacia Pico Moro está la loma de Las Viñas, ladera escalonada, donde los luga reños, aún los más ancianos, no recuerdan haber existido jamás cultivos de ese tipo ni de ningún otro. ¿No suena Las Viñas a LOS VADINIENSES 137 Vadinia? No lejos, por el E. pasa aquel camino que de Aleje se pierde en el monte de Peña Quebrada, al que también llaman la «calzada». Quiero llamar la atención sobre Peñacorada, al que en los siglos medios (X I y X I I ) llamaban Cor abita y estaba comprendido en territorio Ceia, flanqueado por por el río o arroyo Tolia. En la la dera S. de este monte fluyen al menos media docena de arroyos: el de la Fuente Colorada, el de Los Pastores, el del Moro, el de Monterrojo, el de Las Bolijeras y el de Peña Mijo; no se recuerda al T olia ; todos ellos bajan a la margen derecha del río Cea, entre Cebanico y La Roba, ya del partido judicial de Sahagúún. Allí está Campociudad y más abajo el caserío de Quintana de la Peña. Pero esta zona no he podido reconocerla personalmente. ch) Ocho kilómetros al N. hemos dejado a Crémenes con sus cuatro estelas vadinienses. Es comarca salpicada de recuerdos ve tustísimos, desde la ermita de Nuestra Señora de La Pereda, camino de Argovejo, hoy totalmente restaurada, donde, al parecer, en su reconstrucción fueron hallados sarcófagos antropomorfos tallados en roca granítica, cuya piedra fué aprovechada para las obras, er mita que se sitúa en la proximidad de otra «calzada», que subía al pueblo de Trapa, hoy totalmente abandonado. Había otras ermitas a San Juan Degollado y a San Miguel en Aleje, que, asimismo apor to su lápida dedicada a Pentio. Se recuerda aquí que el caserío de Trapa pudo tener su origen en alguna fundación monástica sobre ruinas anteriores como suele ocurrir en estos lugares asentados en recodos montañosos, de más o menos difícil acceso y propicios al retiro y al recogimiento. La comprobada frecuencia con que por estos contornos se citan las «calzadas» nos sugiere que estos poblamientos debieron ser consecuencia de antiguas vías de tránsito, como la de Aleje (que en la lápida se lee A L IS S IE G IN I) que nos lleva a las Viñas y la de Vegamediana que conduce al Castillón de Peñacorada. La «cañada» antigua, llamada «de las merinas», vía de trashumancia que sigue un rumbo regular de S. a N. en busca de climas suaves y pastos jugosos para el verano, deja, en el tramo que nos interesa, la margen derecha del río Cea, que viene del N. y un poco por encima de Soto de Valderrueda (4 km. al N. de Puente Almuey) sube, faldeando por el O. el pico Matalutero (1.346 m.) a la loma de Valdecastillo o Valdencia y al arroyo de Mental, donde se en cuentra con el camino que por la izquierda sube al Castellón, y se llega a Prioro. Luego, por El Trillón, sigue al collado de El Pando, para bajar al pueblo de Salió, al 0. de Pedrosa del Rey, cruzar el 138 MARCOS G. MARTINEZ valle que aquí forma el río Yuso, afluente del Esla por su izquierda, entre Pedrosa y Riaño, cinco km. al O. y continuar hacia el N. al valle de La Horma, al E. del pueblo de Escaro. Por otros muchos caminos, en gran parte perdidos por apro vechamiento agrario u olvidados, pero patentes, comunicáronse siempre entre sí los numerosos recintos poblados en estas monta ñas, cuyos repliegues, a veces escarpados, eran adecuado refugio para huidos. De Ocejo de la Peña, además de los anteriormente citados, sube un camino hacia el S. que pasa por la ermita de Santa Marina, y en Llamargones (ya citado) se bifurca: al pie del Castillón de Fuen tes: el de la derecha, por la ladera N. de Peñacorada y Fuentes, baja a Vegamediana; otro, hacia el E. encamina a la Mata de Monteagudo y de allí a Otero, por Valdetuéjar (¿val de Tolia?) a Taranilla y a Puente Almuey. El estudio minucioso que Schulten hace de las tribus cántabras, astures, galaicas, etc., y sus guerras con Roma, no aporta ayuda alguna a nuestro objetivo que está fuera de su plan. Presenta aque llas tribus con un aspecto casi inmaterial o movidos por apetencias elementales. Aquellas guerras se desarrollan con un sentido estra tégico moderno que, según él, inspiró a los romanos en otras oca siones y en otros escenarios europeos y asiáticos. Interpreta bajo ese prisma los datos contenidos en historiadores contemporáneos a los hechos (Livio, Floro) y aún bastante posteriores (Orosio), sin tener en cuenta la mentalidad de los mismos y la estructura geo gráfica y cronológica que en el relato histórico es en cierto modo anacrónico, así como las condiciones o circunstancias realmente materiales de los ontendientes. Que las frases latinas, como ocurre hasta bien entrada la Edad Media, tienen un sentido relativo, mu chas veces difícil de captar por una mente moderna. Que las trans cripciones de los textos clásicos, como hemos visto con Tolomeo, llegaron a nosotros de forma inexacta y que las interpolaciones, más o menos intencionadas, eran habituales en todo tiempo y lugar. Hay en este análisis tan provechoso como confuso una recopi lación de datos muy útiles pero que al compaginarlos, conducen a resultados divergentes y parciales. Lo achaco, según mi entender, quizá también erróneo, a no haber podido alcanzar el exacto sen tido de las ideas que había en aquellos tiempos referentes a los campos de la lucha y a los sistemas de combatir. ¿Por qué, gene ralmente, las «calzadas» buscaban trazados abiertos y dominantes? ¿Por qué las «mansio» no eran siempre lugares de estancia? LOS VADINIENSES 139 Recordemos que Finisterre era el límite del mundo conocido entonces; que allí moraban los «galaicos»; que los astures eran las tribus más orientales de aquéllos. Que más a oriente estaban los cántabros, parapetados tras la cordillera. Iberia vista desde Roma era una especie de promontorio que se alargaba hacia el ocaso, a partir de los Pirineos por la derecha y del Mare Nostrum por la izquierda, surcado por sus naves que llegaban al promontorio cél tico. De ahí la primitiva división en Citerior y Ulterior, separadas por el río Iberus. Los caminos que fueron consolidando, sobre otros anteriores, con lógicas correcciones que facilitasen y mejorasen el tránsito eran «vías de penetración» hacia el «más allá», hasta el «non plus ultra», sin que ello excluyera enlaces entre sí; pero se nos escapa la preponderancia de unos sobre otros, que debió fluc tuar con el tiempo, no obstante el estudio detallado de los restos que nos quedan. La «penetración» estaba motivada no sólo por el dominio de las tribus sino principalmente por el aprovechamiento de las riquezas minerales y agrícolas con que contaban aquellas tribus. La lucha comenzó cronológicamente por los cántabros, que eran los más cercanos, los más audaces y los más depredadores; eran en efecto los que con más asiduidad bajaban de los montes al llano para establecer su rendimiento en provecho propio. Continuó con los astures, aliados de aquéllos por razones de vecindad y espíritu de independencia, y acabaría con los galaicos, los más occidentales. No me parece aceptable una campaña cronológicamente simultánea en aquel extenso territorio de más de trescientas millas, aún admi tiendo la intervención de elevado número de contingentes. No se trataba de un país ni despoblado ni inerme, como lo demostraron los hechos difícilmente soslayados por los inevitablemente parcia les cronistas. Así pues, la campaña del año 29 que inicia la lucha, calificada, naturalmente, como cántabra, acredita el carácter particular de la misma, y quizá fuese en el período 29 a 27 en el que haya que en cuadrar los ataques a Aracillum ( Cantabria) y al «m ons vindius» ( astures) y al «.mons medullius» ( astur). El «M onte Vindio» se sitúa aún hoy hipotéticamente en la región leonesa de El Bierzo, la «bergidum flavia» y el «Monte Medullio» en la inmediata al O., en Ponferrada. Todo ello al S. de las montañas, donde, al parecer, seguían habitando tribus que no habían sido trasladas al llano. Finalmente (no del todo), hacia el año 25 los astures bajaban de las montañas para atacar las posiciones romanas situadas a lo largo de la «vía Pallantia-Lucus». Habían escogido como puntos 140 MARCOS G. MARTINEZ de apoyo a Intercatia, vaccea o astur, que Schulten coloca en Ceínos, al S.O. de Villalón, pero que no consta en su mapa del «Teatro de Guerra Cántabra» que acompaña a su estudio, y a Lancia, inmedia ta a la actual Villasabariego (¿Sabaria?), entre el Esla y el Porma, cercana a su confluencia. De la lejana Lustania nada menos, de Brácara, más de trescientas cincuenta millas al O., vienen las legio nes de Carisio al teatro de la lucha entre el Esla y el Araduey. Los astures, lógicamente, bajarían siguiendo las márgenes del Astura. Entonces ocurre el episodio de la traición de los brigecinos, tribu o vaccea o astur, más bien esto úúltimo, que estaban, según Schul ten, junto a Benavente, los cuales avisan a Carisio de los planes astures. Carisio ataca a Intercatia, a la que somete sin gran esfuer zo (así dicen) y luego marcha contra Lancia que sí opuso resistencia y cuyo sometimiento supuso el final de la etapa más cruenta de la lucha, que aún continuaría. En todo este proceso interesa destacar los puntos siguientes: 1.° Cuando el mismo Augusto establece su base de operaciones lo más cerca posible de los cántabros, lo hace en Segisama (Sasamón, hoy localidad burgalesa, más de ochenta kilómetros al E. del Estala (Astura), esto es, unas 54 millas, equivalentes a más de cua tro jornadas de andadura para un ejército en marcha. Allá queda ban, pues, convenientemente alejados los astures. Se me dirá que entonces el objetivo inmediato y directo era el corazón de Cantabria, que había de ser atacado por la ruta del Psisuerga, a Aradillos (Aracillum), pero no podemos suponer que el emperador menospreciase la conocida, sabida por todos, solida ridad entre cántabros y astures y por eso decidiera marchar primero contra los unos, manteniendo alejados a los otros. 2.° El ejército romano, que desde los primeros momentos tenía que estar alertado, echa mano de las legiones asentadas en la Lu sitania, en Bracara, y, de acuerdo con una táctica que debió ser antiquísima, la de «convergencia de esfuerzos», vino contra los astures, concretamente, siguiendo la antigua ruta que bordea por el N. las montañas que forman la margen derecha del Duero, y lle garon a Intercatia (que sitúan en Villalpando o en Castroverde, sobre el río Araduey) al E. del Esla, donde, al parecer no encon traron resistencia ( ! ! ) a pesar de su condición de astures y de que habían sido provocadores. Marcharon luego contra Lancia, cruzan do la amplia llanura de Campeos (luego llamados «campos góticos», pero que entonces eran «caudoces» y selváticos) a la que asediaron y al fin rindieron. El hecho de que entonces el poblado no fuera destruido abona la suposición de que muchos de los habitantes no LOS VADINIENSES 141 capturados huirían hacia el N., hacia sus montañas, remontando el curso del Astura, por donde habrán venido los insuficientes refuerzos. 3.° La noticia de haber sido los brigecinos quienes traicionaron a sus congéneres se presta a muchas conjeturas e interpretaciones, pero vamos a limitarnos. Señalemos la situación de Brigecio cerca de Benavente, también en la ribera del Esla, setenta kilómetros al S. de Lancia, muy cerca de Intercatia, sometida fácilmente. Ese Brigeco (cuya raíz «b riga» suena tan celta) tenía que ser o astur o galaica. Se llamó también Malgrat, como consta en el Fuero que en 1167 le otorgó el rey Fernando II de León, donde se lee: «a toto concilio de Malgrad», y en la edición Tolemaica de Basilea de 1552, en la que, además de imprimir Malgrat, se identifica Benavente con Maliaca, llamándola «urbs asturica». Estableciendo, pues, que Intercalia y Lancia eran asentamientos astures, lo mismo que Brigeco o Maliaca, asentadas «a caballo del Astura, que es el Esla; que los vadinienses ocupaban también las márgenes del río; que la región «astur», comprendida administra tivamente en la Galecia, se extendía hasta la confluencia del Esla con el Duero; que los astures ocupaban ambas márgenes del río, se sigue que la tribu VAD INIE NSE era astur y no cántabra como pareció deducirse de otras proposiciones no tan claras como éstas. Hay, sin embargo, algunos puntos oscuros. ¿Intercatia y Lancia recibieron refuerzos de la montaña? ¿Cómo es que ambas ciudades desaparecieron definitivamente sin que sepamos les ocurriera lo que a Numancia o a Sagunto? ¿No resulta sospechoso que tanto astures como cántabros osaran presentar batalla a los romanos en la llanura? ¿Por qué éstos no aprovecharon su triunfo prolongando y prorrogando su estancia en aquellas encrucijadas montañosas? Y otras muchas preguntas más. Queda la tarea de ubicar exctamente la «urbs» llamada VADINIA, si es~ qué ' existió, germen o resultado de aquella" tribu V AD IN IE N S E indubitablemente atestiguada. La Vadinia tolemaica, se encontraba, según él, al O. de Argenomescon, pero aún en terri torio cántabro. La Vadinia de los vadinienses, de las inscripciones, se sitúa en las márgentes del Esla-Sella. Por eso Schulten cree que eran astur y la coloca en Cangas de Onís, atendiendo la latitud que supone a los «argenomescos». En otras ocasiones se me ha reprochado recurrir al procedi miento estadístico y analítico, basado en datos históricos concretos para resolver problemas geográficos; pero sigo pensando que, hoy por hoy, lo mismo que hace más de treinta años insinuaba Diego 142 MARCOS G. MARTINEZ Santos, es el único sistema que puede encaminarnos con relativa certeza, cuando hay escasez de datos o inseguridad en los mismos, a soluciones hasta cierto punto fiables. ¿Cómo pudo Plinio (siglo I de n. E.) ignorar la existencia de una tribu que Tolomeo menciona sólo cien años después? Tanto para éste como para aquél, las guerras cántabro-astures, o al menos sus episodios más importantes, ya habían transcurrido? ¿Por qué no pensar que los vadirvlenses fueron un «resultado» de la lucha? ¿Por qué no buscar a Vadinia en la reducida comarca de apenas doscientos km2 que va desde Aleje, al S., hasta Pedrosa del Rey, al N., y epecialmente, insisto, en la zona de Crémenes, sobre todo cuando no conocemos el contenido y significado de otras lápidas y objetos, que, al parecer fueron recogidos en aquellos lugares por enviados de la diócesis leonesa? APENDICE DOCUMENTAL C IL , II. 5712 [I] M [ onumentum] C ^ S A R O N I [S ] [F I ]L I V S [14] A M IA A N [n ]0 / R V M / V L IB A G I XXXX / [p a ]T R I P O S V IT /... VTVDA / [V ] A D IN IE N - SIS / H [i c ] S [it u s ] E [s t ] Cesaron Monumento de Cesaron, hijo de U libago, de cua U lib ago renta años... utuda A m ia lo dedicó a su padre A m ia vadiniense. A q u í yace. H allad a en V A L V E R D E D E L A S I E R R A (B o ca de Huérgano, Riaño). G óm ez M oreno [I I ] [ 22] M O N V M [e n tu m ] / T E D I V I C A N I / V A D I N I E N SIS / D O IT E R I F [i li i ] Tedo Monumento del / A N [n ]O R V M aldeano Tedo, / XXX vadiniense, de treinta años, hijo de Doidero. H alla en P E D R O S A D E L R E Y (Riaño). C IL , II, 5720 [ 20] [III] M [ onumentum] / V IR O N O TAVR /O D O ID E R I F [ilio ] / V A D [in ie n s i] A N N O R V / M X L / H [i c ] S [itu s ] E [s t ] / P L A C ID V S A V [u ]/ N C V L I S [u o ] P O S fu it] 143 LOS VADINIENSES V irono T au ro Doidero Monumento P lá G id o vadiniense, de cuarenta años. A q u í yace. P láci a V iron o Tauro, h ijo de Doidero, do lo erigió a su tío materno. H allad a en A R M A D A [I V ] C IL , II, 5708 (V egam ián, Riaño). M [on u m en tu m ] / A B L O N / N O T A V R I/ N O D O ID /E R I F [ ’lio ] V A / D [in ie n s i] A N N O / R V M X X X / H [i c ] S [itu s ] E [s t ] S [u i ] A b lo ñ o T au rin o / P O S [u it ] / P L A C I D V S A V [u n ]C V L I H [i c ] S [it u s ] Doidero M onum énto a A blo ñ o Taurino, hijo d e Doidero, Plácido vadiniense, de treinta años. A q u í yace. Plácido su tío materno lo puso. A q u í yace. H allad a en A R M A D A [V ] C IL , II, 5718 (V egam ián, Riaño). M [on u m en tu m ] N E C O N I [s ] / B O D D E G V M L O A N / C IN IS F I L [ i i [ V A ]d in ie n s is ] A N / [n o r u m ] [18 ] XXI A V R E L IV S P R O [c u lu s ] A V [u n ]C V L O S V O Necon Bodego Loancino A u re lio Próculo (?) / P O S V [i t ] / M V N I M E N [t u m ] A los manes. Monumento de Necon Bodego, hijo de Loancino, vadiniense, de veintiún años. L o dedicó A u relio Próculo, su tío materno. H allad a en L IE G O S (San Pelayo, Acebedo, Riaño). Góm ez M o re n o , ([25] 44 [V I ] M [a n ib u s ] [tio ] Cestio F lavo M fonum en tum ] F L A [V U S ? ] P A [t r i ] B O D [D O ] / P [o s u it ] P [ie n tis im o ] V A D [in ie n s i] C E S [tiu s ] / SVO C ES- A N [n o r u m ] L X X V / H [i c ] S fitu s ] E [s t ] Cestio B oddo A los manes. Cestio F la v o (?) puso el m onum en to a su piadosísimo p adre Cestio Bodo, vadinien se de setenta y cinco años. A q u í yace. Hallada en L IE G O S (Acebedo, Riaño). 144 G MARCOS G. M ARTINEZ óm ez M oreno, 44 [V I I ] [2 4 ] M [ onumentum] A N D O T O V B A L A / C I N O V A D O N IS F [ilio ] / V A D [in ie n s i] A N [n o r u m ] X X V . C L V / D A M V S A M IC O / P O S S IT / H [i c ] S [it u s ] E [s t ] Andoto U balacino Vadon M onumento a A ndoto Ubalacino, hijo de Vadon, dudam o vadiniense, de veinticinco años. L o puso Cludamo su amigo. A q u í yace. Encontrada acaso en L I E G O S (A cebedo, R iaño). G omez M oreno , 44 [V I I I ] [23] M [on um en tum ] A M B A T O P A R A M / O N IS F [i li o ] V A D [in ie n s i] A N [n o r u m ] / X X X . O R IG E N V S / C O G N O S V O P [o s u it] H [i c ] S [it u s ] E [s t ] A m bato Param ón Monumento de Am bato, hijo de Param ón, va- Orígenes diniense, de 30 años. L o erigió O rígenes a su pariente. H allad a en L O I S (Salam ón, Riaño) C IL , II, 5713 [I X ] [15] D [i is ] M [a n ib u s ] / C A N G I L I V S / V IR O N O / A V [u ]N C V L O / S V A S E G IS / A M I F [i li o ] V A [d iniensi] / A N [o r u m ] X X X V H [i c ] S [it u s ] E [s t ] Cangilio V iron o A Segisam o hijo de los dioses manes. Concilio a su tío Virono, Segisamo vadiniense, de treinta años. A q u í yace. H allad a en V I L L A P A D I E R N A Rueda, Sahagún). G óm ez M oreno, 45 [2 6 ] [X ] D [i is ] M [a n ib u s ] / TVRENO B O D D I F [ilio ] V A D [in ie n s i] (C u billo s / BODDEGVN de / A N [n o r u m ] X X X P O S IT / D O ID E R V S P A / T R I S V O P IE N / T IS S V Tureno Bodego M O / S [itu s ] H [o c ] S [e p u lc ro ] B ode Doidero A los dioses manes. A Tureno Bodego, hijo de Bodo, vadiniense, d e treinta años. L o puso Doide ro a su piadosísimo padre. Y ace en este sepulcro. Hallada en A R G O V E J O (m. Matahaces, Crémenes, Riaño). 145 LOS VADINIENSES C IL , II, 5717 [X I] M [on u m en tu m ] / M V N I G A L I G I / A B A N I B O V T I [i] [17] F [i li i] V A D [in ie n s i] A N [n o r u m ] XXV / H [i c ] S [it u s ] E [s t ] M unigalio A b an o M onumento a M anigaligo A bano, hijo de Boutio, Boutio vadiniense, de veinticinco años. A q u í yace. H allad a en V A L D O R E (Crém enes, Riaño). C IL , II, 5722 [X I I ] ... / D I V A D IN IE N / S IS B O V E C I [i ] F I L I [ i ] / A N [n o r u m ] X X X V ...do vadiniense, hijo de Bovecio, de treinta y Bovecio cinco años. H allad a en V E L IL LA DE (C ré VALDORE menes). C IL , II, 5719 [19 ] [X I I I ] M [ onum entum ] / P E N T I [i ] / B A L A E S I [i ] F [i - l i i } , / V A D I N I [e n s is ] / A N [n o r u m ] X X X / V I A - > M V S / P [o s s u it] A L I S S I E G I N I / H [i c ] S [it u s ] E [s t ] Pentío B alaesio Monumento a Pentío, hijo de Balaeso, de treinta V iam o años. V iam o lo puso en Alisiegino. A q u í yace. H allad a en A L E J E C IL , II, 5716 [1 6 ] [X I V ] (Crém enes, Riaño). M [on u m en tu m ] / M A N I L I [ i ] A R / A V [u ]M E L A N / I [i ] CADVS F [i li i ] V A D [in ie n s is ] A V [u ]N / C V L O S [it u s ] E [s t ] A N [n o r u m ] SVO P [o s u it ] , XXX H [i c ] , M anilio A ra v o Elanio Monum ento de M anilio A rav o , C ado vediniense, de treinta años. Cado lo dedicó a su tío. A q u í yace. Hallada en RIA ÑO. h ijo de Elanio, 146 G MARCOS G. MARTINEZ óm ez M oreno , 45 [X V ] M [on um entum ] / S E G IS [a m o ] M A R ... F [i li o ] / V A D [in ie n s i] A N [n o r u m ]... / H [i c ] S [it u s ] [27 ] E [s t ] D [o c i ]V S (?) P [a t r i ] P O S V [it ] Segisam o Monumento a Segisamo, h ijo de M a r... vadinien- Docio vediniense, de treinta años. C ado lo dedicó a su padre. H allad a en C R E M E N E S G óm ez M oreno , 45 [X V I] IV N IV S A R A V V [m ] / A B I L I [ i ] F [iliu s ] V A D [i niensi] [2 8 ] (Riaño). A N [n o r u m ] XX. H [i c ] S [it u s ] E [s t ] N E P O T E S S V I P O S V E R V N [t ] Junio A rá v o Junio A ravo , hijo de A bilio, vadiniense, de vein A b ilio te años. A q u í yace. L o pusieron sus nietos. H allad a en C R E M E N E S (R iaño). G óm ez M oreno , 83 [X V I I ] M [on um en tum ] / ...O F L A C C O / F L A C C I F [i li o ] V A D [in ie n s i] A N [n o r u m ] X X X A V R E L Í V S P A [29 ] T R I / F [ac ien d u m ] C fu r a v it ] H [i c ] S [it u s ] E [s t] ...o Fiacco Fiacco Monumento a... O Fiacco, hijo de Fiacco, vadi A urelio niense, de treinta años. A u relio procuró hacerlo a su padre. A q u í yace. H allad a en C R E M E N E S G om ez M oreno, 84 [X V I I I ] M [on um entum ] B O V E C IO T V S C / O Q V E S A D O CI F [ilio ] [30 ] (Riaño). V A D I N I E N S I A N [n o r u m ] XXI Bovecio Tuscoq Monumento a Bovecio Tuscoq, hijo de Vesalio, V esalio vadiniense, de veintiún años. H allad a en C R E M E N E S (Riaño). G óm ez M oreno , 84 [X IX ] D [i is ] M [a n ib u s ] / [A ]R E N U S M A N I L I O / ...D O L O / / ... IO M I G U / [ P ] A T R I S V O / M ...L IO 147 LOS VADINIENSES A ren o A los dioses manes. A ren o ...iom igo M an ilio ... a M anilio su padre Manilio. H allad a en C R E M E N E S [X X ] C IL , II, 5711 (Riaño). D [i i s ] M [a n ib u s ] / B O D E R O B O D IV E S [c u m ? ] / D O ID E R I F [ilio ] SVO / M [a t e r ] / A N [n o r u m ] P [o s u it] XXV / H [i c ] / F IL IO S [it u s ] E [s t] B odego Bodivesco A los dioses manes. B odero Bodives, h ijo de D oi D oidero dero, de veinticinco años. L a m adre lo puso a su hijo. A q u í yace. H allad a en el P U E R T O D E S A N I S I D R O . C IL , II, 5715 [X X I ] E L A N IO [n o ru m ] V E L I A G V [M ] F I L I V S P A T E R N I A N X X X T R ID E L L V S P [o s s u it] A M IC O SV O . S [u m p tu ] S [u o ] Elanio V eliago A T ridelo años. T ridailo lo puso a su amigo a sus expensas. Eliano Veliago, hijo de Paterno, de treinta H allad a en L A P U E R T A (R iaño). C IL , II, 5721 [X X I I ] [T ]V R A N O A I...V T IO C V M A N N [o r u m ]... T urano ' '• / V IV I / S E M P R [O N I V S ] F [i li o ] P [o s u it ] F R A [t r i] S V O A i...utioco V iv o A Turano Ai...tiocum , V iv o hijo de... años Sem Sem pronio pronio lo puso a su hermano. H allad a en R I A Ñ O . C IL , II, 5723 [X X I I I ] [A c u a ]R I O V I R / [o n i]C V M CA/ ... [filio ] A N [n o r u m ] X L / ... IO H [i c ] S [it u s ] E [s t ] Vironico A cu a rio A A cuario Vironico, hijo de C a... de cuarenta años. A q u í yace. Hallada en V E R D I A G O (Crémenes, Riaño). 148 MARCOS G. MARTINEZ C IL , II, 5735 [X X I V ] D [i is ] M [a n ib u s ] M [on u m en tu m ] A E L [i u s ] D. S. 40 ./Elio P O S [u it ] S E P [tim io ] S I L [o n i] Septim io Silon F R A [t r i] S V O V A D [in ie n s i] A N N O [r u m ] X X X V S [i t ] T [i b i ] En el cabo: T [e r r a ] L [e v is ] L . S E P [tim io ] S I L [o n i] B E N [e ] Monumento a los dioses manes. A elio puso a Septimio Silon, su herm ano vadiniense, de trein ta y cinco años. L a tierra te sea leve. H allad a en San Juan de B E L E Ñ O (Ponga). C IL , II, 2712 [X X V ] D. S. 48 M [on um en tum ] P E N T I F L A V I V I C [t o ] Pentio Flovio R IS Víctor ,• P A T E R E l P R O M E [r it a ] [ilii] V A D [in ie n s i] A N [n o r u m ] X X X t - P O S S IT Monumento a Pento Flavio, hijo de Víctor, vadi niense, de treinta años. L o puso su p adre p or sus méritos. H allada en C O R A O C IL , II, 2713 [X X V I ] D. S. 49 D [iis ] M [a n ib u s ] M [o n u m en tu m ] P O S fu it] A N T [o n iu s ] F L A C [u s ] A ntonio Flaco Terencia (Cangas de Onís). V A D fin ie n s is] C O [n iu g e ] ........... SVE | T E ]R [e n tia e ] A R O N I A E C IV O R V [m ] A N [n o r u m ] X L I C O S fu la tu ] C C C X X X IIX S [i t ] T [i b i ] T [e r r a ] L [e v i s ] M onumento a los dioses manes. Antonio Flaco, vadiniense, a su esposa Terencia aronieciva, de cuarenta y un años. Consulado 338. L a tierra te sea leve. Hallada en C O R A O (Cangas de Onís). LOS VADINIENSES C IL , II, 2706 [X X V I I ] D. S. 50 149 D [i i s ] M [a n ib u s ] A N T O N I P A E [m i ] A ntonio V A D [in ie n s i] A rre n o A E D V M [u m ] ARC A N [n o r u m ] X L A E L [i u s ] F [i li o ] P [o s u it] S [i t ] T [i b i ] T [e r r a ] L [e v i s ] A los dioses manes. A A ntonio Paterno, h ijo de A rreno, vadiniense, arcaeduno, de 40 años, puso su hijo A elio. L a tierra se sea leve. H a lla d a en C O R A O . C IL , II, 2709 [X X V I I I ] D. S. 51 M [ onumentum] FVSCI CABEDI Fusco C abedo A M B A T I F [i l i ] A m b a to V A D IN IE N S I S A N [n o r u m ] X X V . H [i c ] S [it u s ] E [s t ] Monumento de Fusco Cabedo, h ijo d e A m bad o, vadiniense, de veinticinco años. A q u í yace. H a lla d a en C O R A O . C IL , II, 2714 [X X I X ] D [n s [ M ]a m b u s ] M [o n u m en tu m ] T E R [e n tu is] D. S. 52 Terencio B odo B O D [d u s ] V A [d in ie n s i] P O S [u i t ] M A T R [i ] S V E C A R [a e ] V Voccareca OC . CAREC [V oscon ia C a rec a] A E A N N [o r u m ] X X C I I X C O S [u la t u ] C C C X X I I X . S [i t ] A T [i b i ] T [e r r a ] L [e v i s ] los dioses manes. Terencio B o do vadiniense, puso a su querida m adre Vocareca d e 88 años. Consulado 328. L a tierra te sea leve. Hallada en CORAO. 150 MARCOS G. MARTINEZ C IL , II, 2708-5730 D. S. 55 [X X X ] M [on um en tum ] I... C A S S IO COROVESCVM IV I F I L [i i ] V A D I N I E N S I Casio Corovesco [an n oru m ] IX , V F I L [i o ] SVCX.. Monum ento Casio Corovesco... vadiniense. H allad a en V I L L A V E R D E (C an gas de Onís). C IL , II, 5752-3 D. S. 56 Dovidena Dom icio F lavo [X X X I ] P O S [u it ] A N A D [io v id e n a? ] V A D [in ie n s i] [M ]A R [i t o ] S V O D O M [it io ] F L A [v o ] 0 [rgen o m esco ] A N [n o r u m ] L C O S [u la tu ] C C C X V I S [i t ] T [i b i ] T [e r r a ] L [e v i s ] Puso A n a Dovidena, vadiniense, a su m arido D o micio Flavo, orgenomesco, de 50 años. Consulado 316. L a tierra te sea leve. H allad a en L L E N I N (G razanes, C. d. O.). APORTACION A LA BIOGRAFIA DE ROSARIO DE ACUÑA POR LUCIANO CASTAÑON Creemos procedente dar algunas noticias biográficas sobre la escritora Rosario de Acuña, a fin de que se recuerden datos que la sitúan cronológicamente, ya que no son escasas las personas que ignoran lo fundamental de ella, especialmente en lo que atañe a sus vivencias. ¿Nació en el siglo X V III o X IX ? ¿Era de Mérida o de Cartagena? ¿Cómo pensaba? Fugazmente, pues, señalaremos las siguientes fechas de sinópticos hechos. CRONOLOGIA 1851 1874 1876 Nace en Madrid Rosario de Acuña y Villanueva (algunas de sus obras las firma como Rosario de Acuña y de Laiglesia, por ser éste — de la Iglesia— el apellido de su esposo). Son sus padres Felipe de Acuña y Solís, y Dolores Villanueva. Comienza a colaborar en publicaciones periódicas; no con la entera conformidad de sus padres, que por su condición burguesa y acomodada del momento, no estiman propio de la mujer la dedicación a escribir; aunque por otra parte tampoco se lo prohíben. El 12 de enero — a los 21 años— se estrena su drama Rienzi el tribuno, interpretado por-Rafael Calvo. Se representarán 152 1882 1883 LUCIANO CASTAÑON posteriormente sus dramas Tribunales de venganza y Am or a la patria. Contrae matrimonio con el comandante Rafael de la Iglesia. Aparece su obra La Siesta. Fallece su padre, a los 55 años. La hija le dedica un soneto, que se graba en la lápida, y que mucha gente entonces apren de y recita: Piedra que serás polvo deleznable pues todo al paso de los años muere. Mi pensamiento en su amargura quiere fundirse en lo que guardas implacable. Alcanza en lo infinito y no le es dable darse a la muerte si el dolor le hiere, que el pensamiento en su amargura adquiere una fuerza vital imponderable. En los abismos de la muerte hundido está mi padre, luz del alma mía, y aún más allá del polvo y del olvido; más allá de mi noche eterna y fría concibo su recuerdo bendecido y la esperanza de encontrarle un día. 1884 1891 1893 1905 Lee poemas suyos en el Ateneo de Madrid, resultando insó lito que se conceda el estrado del Ateneo madrileño a una mujer. En años sucesivos viaja a Roma y al Vaticano. Regresa a España y colabora nuevamente en la prensa. Por infidelidad se separa de su culpable esposo. El 3 de abril se estrena en Madrid su drama E l padre Juan, representación que es suspendida por la autoridad compe tente — como suele decirse— . Realiza nuevos viajes por Europa; también recorre muchos lugares de España, para terminar estableciéndose en San tander, donde vivía su madre, pasando pronto al pueblo de Cueto, del mismo ayuntamiento, en el que crea una granja avícola experimental, siendo premiada en un concurso in ternacional de avicultura. Sufre descalabros de fortuna. Obtiene nuevos éxitos con su obra La voz de la patria. Fallece su madre en Santander, y posteriormente le dedica rá Rosario de Acuña el siguiente soneto: APORTACION A LA BIOGRAFIA DE ROSARIO DE ACUÑA 153 Ya estoy contigo, madre; nuestras vidas caminaron por senderos diferentes, llegando, al fin, cansadas y dolientes, a dormir en la muerte, confundidas. Por filial, y materno amor unidas, queden en paz eterna nuestras mentes, cual dos opuestas ramas o corrientes de un solo tronco o manantial nacidas. ¡No despertemos nunca, amada! ¡Mas si el mandato del poder divino, el yo consciente surge de la nada, uniendo tu destino a mi destino, llévame entre tus brazos enlazada y sigamos las dos igual camino! 1907 1911 Escribe su primer testamento. Por este tiempo pasa a Gijón, invitada por el Ateneo Casino Obrero. El 29 de noviembre de este año pronuncia un am plio discurso en la inauguración de la Escuela Neutra de Gijón. 1912 (Puede ser el año definitivo de su afincamiento en Gijón). A causa de un artículo publicado en «E l Diluvio», de Barce lona, es obligada a exiliarse, pasando dos años en Portugal. Decide, a su regreso a Gijón, vivir en la zona denominada del Cervigón, un promontorio aislado, y allí hay que cons truir su casa, cumpliendo lo que anteriormente había escrito, refiriéndose al lugar en que le gustaría pasar el resto de su existencia. 1923 El día 5 de mayo, a los setenta y dos años, fallece en Gijón de una «em bolia cerebral». Trasladan el cadáver hasta la avenida de Rufo García Rendueles, donde era esperado por un gran gentío. El duelo lo presiden representantes de diversas sociedades, entre los que figuran Alberto Lera, Gervasio de la Riera, Lucas Merediz, Marcelino Aguirre — al gunos de ellos masones— . La ceremonia del enterramiento, a petición de la interesada, fue muy sencilla. Falleció prác ticamente pobre, y en pleno aislamiento. En este mismo año de 1923, en el mes de julio, la Sección Artística Obrera pone en escena, en el teatro Robledo, de Gijón, como homenaje a la escritora y propagandista, la obra de ésta, E l padre Juan, que se desarrolla precisamente en Asturias. Para dicho homenaje se podían adquirir loca 154 LUCIANO CASTAÑON lidades en el Centro Obrero Benito Conde, Tomás Amutio y Felipe Redondo, en La Calzada; Luis Cuesta, en el Llano, en el Bazar X, en el Ateneo Obrero de Gijón, y en La Filo mena — popular confitería— . Si nos trasladamos al año 1933, vemos que el 7 de diciembre, en sesión municipal, el Ayuntamiento — y no sabemos por qué pre cisamente por informe de la Comisión de Caminos— acuerda la construcción de un mausoleo en la sepultura de Rosario de Acuña, con el voto en contra del concejal católico Rufino Menéndez. Que sepamos, tal mausoleo no se construyó, pues siempre hubo en su tumba — del cementerio civil— una sencilla lápida, incluso rota, y luego restaurada. M I CONEXION CON ROSARIO DE ACUÑA Como mi infancia transcurrió más en la playa que en el domi cilio y en la escuela, resulta que el edificio donde residió Rosario de Acuña fue siempre como un destacado plinto en mi visión diaria desde la arena playera. A la izquierda el montículo de Santa Cata lina, a la derecha aquella casa blanquirroja que entonces destacaba mucho más que ahora, por no existir ninguna construcción en sus proximidades. La casa, erguida en lo alto del Cervigón, imponía su maciza silueta a cualquier hora del día mientras de niños jugá bamos incansables y no indagábamos el porqué de su denominación — «Rosario Acuña— , sin preocuparnos si la habitaban los dueños o la dueña, si había existido ésta, quién era o quién había sido. También, durante la infancia, casualmente, visité la casa. Re sulta que todas las tardes, cuando se dirigía al trabajo, y todas las mañanas, cuando salía del mismo, visitaba el bar — o chigre— que tenían mis padres, un hombre cuya profesión era la de vigilante nocturno en un Banco. La asiduidad del cliente fomentó la amis tad, y cierto día fui a su casa, que era, nada menos, que la casa de Rosario de Acuña, pues aquel hombre — Rafael— y su familia, eran entonces los caseros, los inquilinos de la casa. Y así yo anduve por su interior, pero también, por mis pocos años, ignorando la perso nalidad de quién había vivido allí, de quién había escrito allí. Todavía el nombre de Rosario de Acuña no me decía nada, porque de haberlo sabido hubiera recorrido el interior con más detenimiento, y relacionado las paredes y habitaciones con la es critora que un día — hoy— hasta incluso recordaría públicamente APORTACION A LA BIOGRAFIA DE ROSARIO DE ACUÑA 155 detalles de la misma. Cuando yo andaba por los mismos pasillos que la escritora, ésta hacía cuarenta años que había fallecido, y a mi niñez no le había llegado el eco de su personalidad. Sin embargo, los chiquillos, cuando ella vivía, la respetaban. Me recordaba el pintor Marola que durante su niñez, uno de los juegos infantiles era «andar a guerrilla», lo cual consistía en hacer dos grupos — entre los amigos— , enfrentarse a cierta distancia y comenzar a tirarse piedras. En cierta ocasión, jugaban en las in mediaciones de la playa, y entonces vieron aproximarse, por lo que se conoce como «e l muro», a una señora anciana y menuda; inme diatamente cesaron en la guerrilla, pusieron sus manos atrás como sumisión y respeto a aquella mujer que avanzaba por allí, y que les dirigió unas palabras cariñosas. O sea, ellos comprendían, a pesar de su desconocimiento intelectual, que aquella mujer era acreedora de consideración por la nombradla que sin duda, mien tras vivió, tenía en Gijón. Para ellos era tal persona el mito, para mí, años después, el mito era la rectangular casa a la que de pascua a ramos nos acercábamos los niños en inverosímiles excursiones, la poliédrica casa siempre enhiesta como demandando soledad, y al mismo tiempo como muestra de perennidad de quien la había construido y en ella residido. AMARO DEL ROSAL Amaro del Rosal nació en Avilés en 1904. Ejerció cargos en Ferrocarriles del Norte y Banco de Urquijo; fue miembro del Consejo de Trabajo y Director General de la Caja de Reparaciones. Tras la guerra civil se exilia a México, donde ocupa cargos profe sionales relacionados con la siderurgia. En España había ocupado puestos sindicales de mucha responsabilidad, asistiendo a Congre sos Internacionales. Pronunció conferencias, colaboró en la prensa, y ya va resultando densa y amplia su bibliografía, entre la que se pueden señalar títulos como «Historia del movimiento sindical bancario 1920-1932», «Los Congresos Internacionales en los siglos X IX y X X », «H istoria da la U.G.T. de España» y «L a violencia, en fermedad del anarquismo». Pues bien, este Amaro del Rosal, asturiano exiliado y residente en México, viene, con un equipo de entusiastas, y desde hace mu chos años, compilando todo lo que se refiere a Rosario de Acuña, por lo que están en posesión de un archivo muy importante, no publicado por el afán de reunir la mayor cantidad posible de ma terial relacionado con la escritora. 156 LUCIANO CASTASON L ap id a en el cementerio civil de Gijón. APORTACION A LA BIOGRAFIA DE ROSARIO DE ACUÑA 157 158 LUCIANO CASTAÑON En 1968 me escribe desde México: «Estuve ausente de México una pequeña temporada y esto hizo que retrasara mi contestación a sus cartas relacionadas con Rosario de Acuña. Para su información debo decirle que un colaborador en Madrid y otro en Barcelona, traba jan en la búsqueda de algunas de las obras de Rosario de Acuña siguiendo el guión biográfico que le adjunto.. Sin embargo es obvio que donde se encuentran los mejores ma teriales es en Gijón, muy especialmente aquellos que puedan tener un carácter inédito, como sucede con el proyecto de testamento que usted logró. Con esta fecha estamos escri biendo a la señora Aquilina Rodríguez, de acuerdo con sus indicaciones. Le adjunto copia de la carta. Sería muy impor tante que si usted pudiera obtener los documentos que posee doña Aquilina [amiga de Rosario de Acuña]. Lo sería, igual mente, si con una grabadora se pudieran registrar unas con versaciones con ella para luego pasarlas a máquina. Igual procedimiento sería interesante si se pudiera realizar con alguna otra persona que hubiera conocido personalmente a Rosario de Acuña. Hablé con Celso [Celso Amieva] hace unos días y en efecto, recibimos las fotos de la casa y del cementerio que usted nos envió. Ese detalle ya está cubierto. Nos damos cuenta, amigo Castañón, que le estamos moles tando demasiado y quitándole tiempo. N o sabemos cómo compensarle de todas estas molestias. Es nuestro propósito que cuando se publique el libro se ponga a su disposición una buena cantidad para que se distribuya y venda en Gijón. Posiblemente tengamos la posibilidad de editarlo en Barce lona. En México está asegurada su edición. Escribo a mi hermana para que insista con ese otro señor que también tiene materiales de Rosario de Acuña, indicándole que le ayude a usted en lo que pueda en cuanto a convencer a doña Aquilina para que nos facilite los documentos que tiene, de jando a usted en libertad en lo que se refiere al crédito de honor. Bastará que nos haga la indicación del compromiso para cubrirlo inmediatamente y más tarde dejárselo como obsequio a doña Aquilina. Nos interesaría saber si sigue funcionando el «Comité Femenino Pro-Rosario de Acuña». Los directivos de este comité que puedan existir es posible que cuenten con materiales interesantes...» Por la misma fecha escribía Amaro del Rosal a Aquilina Rodrí guez Arbesú — que había conocido bien a Rosario de Acuña— y entre otros párrafos le decía: «L e estamos enviando esta carta para molestar su atención con un problema que estamos seguros le interesa a usted mucho como interesa a un grupo de asturianos que estamos APORTACION A LA BIOGRAFIA DE ROSARIO DE ACUÑA 159 en México, y que deseamos sacar del olvido a la gran figura de Rosario de Acuña, a quien usted conoció personalmente, y de la que según nos informó el profesor Castañón [se equivoca Amaro en asignarme el cargo de profesor] guarda usted imborrables recuerdos y algunos de los materiales que produjo nuestra escritora. (...) Castañón está colaborando muy seriamente en este esfuerzo. Visitó a usted en alguna ocasión. Estoy seguro, señora Rodríguez, que por el cariño que ha manifestado siempre por Rosario de Acuña, encon traremos en usted toda clase de ayudas y colaboraciones. El que suscribe esta carta es asturiano y tuvo la suerte de haber conocido a Rosario de Acuña poco antes de su muer te, y aún la recuerda sentada en un sillón de mimbre delante de su modesta y grande casa, grande por el tesoro moral, por la reliquia humana que guardaba. Siempre viví bajo la impresión de ese recuerdo de mi juventud que influyó en mi vida como en la de muchos otros a través de su obra literaria (...) el que nos cuente algunas anécdotas, recuer dos de tan insigne «paisana» — aunque no haya nacido en Asturias debemos considerarla como asturiana— será una aportación inédita que dará un gran valor al libro que es peramos publicar cuanto antes. (...) Sabemos que obran en su poder algunos materiales, fotografías, artículos, folletos, escritos (...) no nos guía otro propósito que el de sacarla del olvido y darla a conocer a la juventud de hoy que tanto necesita de un ideario de libertad, de justicia y de humanis mo, que son las tres palabras a las que Rosario de Acuña dedicó su vida...» A Q U IL IN A RODRIGUEZ Esta Aquilina Rodríguez Arbesú a quien escribió Amaro del Rosal vivía en Roces — Gijón— y era persona fundamental para escribir la historia de Rosario de Acuña. La visité y me emociona ba el cariño que ponía en las palabras con las que mostraba su admiración por la escritora. Conservaba varios recuerdos de ésta, como cubiertos, retratos, rizos de pelo, incluso una sábana que había pertenecido a la abuela de Rosario de Acuña. Antes de la guerra civil, Aquilina, con otras mujeres, como Ma rina Entrialgo y la esposa de Alfredo Villa y Villa, crearon en Gijón un titulado Comité Femenino Pro-Rosario de Acuña, sito en la calle Ezcurdia número 7, que era donde entonces estaba el Ateneo Obre ro, Comité que tenía como finalidad enaltecer la memoria de Rosario de Acuña. 160 LUCIANO CASTAÑON Algo muy importante es el hecho de que Aquilina nunca dejó de llevar flores a la tumba de Rosario de Acuña, dos veces al año, el 1 de noviembre por ser fiesta de Todos los Santos, y el 5 de mayo por ser el día del aniversario de su fallecimiento. Pero lo curioso de esta costumbre acendrada en Aquilina — que iba acom pañada de su esposo o de su amiga Pilar García— era que lo siguió haciendo en la postguerra, y entonces recibió algunas advertencias de que no debería ir al cementerio óivil a llevar las flores a Rosario de Acuña, pues eran momentos de tensión y de censura, cuando los ánimos estaban desatados y se cometían tropelías y asesinatos. Citar entonces el cementerio civil parecía pronunciar una blasfe mia, y estar enterrado en el mismo se estimaba — por algunos— una apostasía. No eran pocos los que se preguntaban quién sería la persona que adornaba la tumba de Rosario de Acuña, ya que no había constancia de ello. Y era la madrugadora Aquilina, como fiel defensora de los ideales recuerdos de la escritora, a la que había conocido siendo ella una niña. Aquilina tenía una hermana, llamada también Rosario. A ambas les escribió la siguiente carta, fechada el 30 de diciembre de 1919, es decir, cuatro años antes de su muerte. Dice: «Amigas Rosario y Aquilina. Estoy muy agradecida a las atenciones que tienen conmigo. No puedo corresponder co mo se merecen, pero les envío unos recuerdos, sin más valor que lo que representan para mí. La corbata morada la llevé hace 50 años (poco más, tal vez 58) al Vaticano, y sobre ella y sobre mi cabeza puso la mano Pío IX , para bendecirme, siendo sin duda su bendición como mano de santo para se pararme definitivamente y radicalmente de la secta católica. La corbata bordada me la bordó mi madre, para que hiciera juego con el vestido que era del mismo color, con que em prendimos mi marido y yo el viaje de boda, el mismo día del casamiento, y los dos alfilerillos dorados los compré en la Exposición de París del año 1867 (los vendían a 50 céntimos cada uno) ya veis que nada vale nada, pero representa toda una serie de fechas de mi vida, y por estos recuerdos tan unidos a mí, es por lo que me atrevo a enviároslo con un fuerte abrazo, y si os sirven bien, y si no que mi intención valga. Vuestra amiga que os estima bien.» Y sí que apreciaban lo recibido, por minúsculo e intrascendente que fuera, pues para las dos hermanas, Rosario de Acuña repre sentaba un ideal que ellas pretendían alcanzar dentro de sus Y sí que apreciaban lo recibido, por minúsculo e intrascen APORTACION A LA BIOGRAFIA DE ROSARIO DE ACUÑA 161 dente que fuera, pues para las dos hermanas, Rosario de Acuña representaba un ideal que ellas pretendían alcanzar dentro de sus posibilidades. ASTURIAS A pesar de no ser asturiana, se encariñó con nuestra región, de la que escribió en ocasiones. Se conocen unos trabajos titula dos «Estudio filosófico del carácter astur» y «Estudios folklóricos sobre temas asturianos». En un fragmento de uno de los capítulos de que consta su colaboración, «Pequeñas industrias rurales», hace referencia al queso asturiano: «Uno de los quesos más exquisitos, no sólo de Europa sino del mundo, se fabrica en las montañas de Asturias (Cabrales) en las cumbres de Potes. Pues bien; este queso está hecho por mujeres aldeanas, toscas y rudas, que apenas saben hablar. Metidas en cuevas y chozas verdaderamente troglodíticas, se pasan el verano, y el otoño, en las altas cumbres de las Peñas de Europa, enmoheciendo el famoso queso, dándole vueltas, arro pándole y ventilándole, según requieren los cambios atmosféricos bruscos casi siempre, en aquellas alturas...» Y en otra oportunidad escribe: «Recorriendo en una ocasión la costa asturiana desde Vidiago a Tinamayor, me encontré escondida entre aquellos abruptos acantilados que engarzan con asperezas de las rocas praderías y maizales, una casería pequeña y pobre, casi colgada sobre el mar, al asentarse en una especie de península o cabo, socavado en sus cimientos por las furias del océano, que a veces manda resoplidos de espumas por las grietas y agujeros abiertos en medio de los campos...». Se referirá, con estos «resopli dos y espumas por las grietas y agujeros abiertos en medio de los campos», a los famosos bufones que se extienden por la costa oriental de Asturias, siendo el más popular el de Vidiago, por ha berlo poetizado Zorrilla. También enalteció a Asturias en versos, dándose la curiosa cir cunstancia de que éstos que vamos a citar, los conocen muchas personas, pero ignorando quién es su autora, pues se repetían en algunas escuelas como anónimos. Se titula el poema: 162 LUCIANO CASTAÑON ASTURIAS Altas cumbres abruptas, coronadas por el cendal de inmaculada nieve; prados cercados de florida sebe; maizales, viñedos, pomaradas. Tupidísimas selvas intrincadas donde el sol ni a penetrar se atreve; regatos limpios de corriente leve y ríos que descienden en cascadas. ¿Quién podrá descifrar tanta belleza que Asturias toda guarda en sus rincones? ¡Cuando el hombre se libre de locuras y odie al odio, y encauce las pasiones, podrá vivir la vida de venturas que ofrece una región con tales dones! Aun escribiendo poesía, procura, como hace al final, apostillar sin intención generosa de que se dominen las pasiones, de que se odie al odio. Gijón, villa que tanto la apreciaba, no podía quedar exento de su estro. Existe el siguiente soneto manuscrito, titulado «A Gijón»: ¡Gijón! ¡Gijón! El mar en oleadas vierte en tí su infinita poesía, y el sol primaveral bello te envía sus caricias fulgentes, nacaradas. ... Por doquiera tus suaves pomaradas perfuman el ambiente de alegría, y, doquiera también, la brisa pía purifica tus calles esmaltadas. Vaya hoy mi canto a tí con dulce acento, mientras oigo del mar los soberanos arrullos, y transporte el raudo viento mi saludo a los nobles asturianos: ¡Es la ofrenda de un vivo sentimiento al pueblo en que naciera Jovellanos! Cae el soneto en la renovada trampa de citar a Jovellanos, cuyo nombre parece como una obligada constante para cualquier refe rencia que se haga en Gijón. Recuerda Rosario otro Gijón, el de APORTACION A LA BIOGRAFIA DE ROSARIO DE ACUÑA 163 1919, sin los bosques de monstruosos bloques de celdas urbanísti cas o de colmenas humanas; entonces todavía podía decirse de Gijón que estaba cercado de pomaradas, porque era cierto. OBRAS Aparte de sus colaboraciones en la prensa periódica, Rosario de Acuña dejó editada bastante obra, sin tener en cuenta, además, su teatro representado. Las obras fueron publicadas unas antes de 1923, fecha de su muerte, y otras en 1929 y 1930, por la editorial Cooperativa Obrera Publicadiones E.C.O., dirigida por Regina Co mo O'Neill, quien fundó la editorial con el exclusivo fin de publicar las obras de Rosario de Acuña. De ésta existen los títulos: — La vuelta de una golondrina. Poema. Madrid 1875. — Rienzi el Tribuno. Drama en dos actos y epílogo. Estrenado en el Teatro Circo de Madrid, el 12 de febrero de 1876. — En las orillas del mar. Poesía. Madrid 1876. — Ecos del alma. Colección de poesías, con retrato de la autora. M. 1876, 216 págs. — Am or a la patria. Drama en un acto, en verso, estrenado en Za ragoza el 27 de noviembre de 1877. M. 1877. — Tribunales de venganza. Drama histórico en dos actos y epílogo. En verso. Representado en el Teatro Español el 6 de abril de 1870. M. 1880. — Influencia de la vida del campo en la familia. M. 188. — La siesta. Colección de artículos. M. 1882, 244 págs. — Tiem po perdido. Colección de artículos. M. 1882. — La herendia de las fieras. Misterios de un granero. Cartilla de instrucción y recreo. — La casa de las muñecas. Cartilla de lectura para los niños. — Certamen de insectos. Opúsculo instructivo para los niños. 1888. — Morirse a tiempo. Ensayo de un pequeño poema, cuarta edición. M. 1883. — Sentir y pensar. Poema cónimo. M. 1884. — Odia el delito y compadece al delincuente. Editorial José María Faquineto. M. 1889. — E l padre Juan. Drama en tres actos. Segunda edición corregida y aumentada. M. 1891. — La voz de la patria. Cuadro dramático en un acto y en verso, estrenado en el Teatro Español el 20 de octubre de 1893. 164 LUCIANO CASTANON — La higiene de la familia obrera. Conferencia dada en el Centro Obrero de Santander el 23 de abril de 1902. — Avicultura. Colección de artículos. Folleto. Santander 1902. Obra premiada con medalla de plata en la exposición internacional de avicultura de Madrid. — Cosas mías. Folleto. Barcelona 1929. — España. Folleto. Barcelona 1929. — Carta a involuntario español en el ejército francés de la Gran Guerra. 1914-1918. Barcelona 1929. — E l país del sol. Novela corta. Barcelona 1929. — E l enemigo de la muerte. Barcelona 1930. — E l secreto de la abuela Justa. Cuento. Barcelona 1930. — E l cazador de osos. Barcelona. — E l pedazo de oro. Barcelona. Todas estas obras son muy escasas; rara vez se ofrece alguna en las llamadas librerías de lance o de ocasión. El poeta José Martí nació en La Habana el año 1853, de padre español. Fue un patriota reivindicador de la autonomía de su pue blo. Es autor del libro Lira guerrera, en el que comete un lapsus, pues publica un poema que dedica «A Rosario Acuña», autora del drama «Rlienzi el tribuno», pero se equivoca cuando la llama «Poe tisa cubana». El poema es ponderativo. LA ESCUELA NEUTRA En 1911 se da cima a un deseo de los librepensadores gijoneses: la fundación de una Escuela Neutra. Dicho así, sin más, queda la duda de qué es una Escuela Neutra. Quien dedicó párrafos con tundentes sobre esta Escuela fue Antonio López Oliveros, director del periódico gijonés de entonces «E l Noroeste», y autor de la obra publicada en 1935, Asturias en el resurgimiento español. Escribió de la Escuela: «De ella pueden decir los católicos, como dicen hoy de toda enseñanza oficial, que es una escuela sin Dios; lo que no pueden afirmar es que allí se ataque a Dios y mucho menos que se defienda al diablo. Neutra y nada más que neutra; es decir, formativa de cultura». Con motivo de la inauguración de la Escuela Neutra Graduada de Gijón, se celebró un solemne acto, en la noche del 29 de sep tiembre de 1911, en el teatro Campos Elíseos, al que asistió el político Melquíades Alvarez, y en el que Rosario de Acuña pronunció un APORTACION A LA BIOGRAFIA DE ROSARIO DE ACUÑA 165 extenso discurso titulado «E l ateísmo en las Escuelas Neutras», que posteriormente sería impreso. Del largo contenido del discur so, se pueden deducir algunas conclusiones, tales como: — La autora está enamorada de la razón, la justicia, la belleza y la Suma Verdad. — La enseñanza en la Escuela Neutra será la enseñanza de las le yes de la Naturaleza, «no como la presentan los deformadores de Dios, sino como la ofrece, a la atónita mirada de los pensa dores, la voluntad divina de su Creador». — El orgullo no debe imponer sus dogmas, ni entorpecer el camino hacia la razón, conducida por las leyes de la Naturaleza que es obra de Dios. — La Humanidad camina hacia Dios. La existencia debe ir de lo imperfecto a lo perfecto. — El bello ideal de una alta mentalidad debería consistir en borrar del lenguaje la palabra Dios, no para negarlo, sino para no pro fanarlo. Las religiones tienen a Dios para asegurar la supervi vencia personal y la compraventa de los paraísos. — La Escuela Neutra no es atea, pues coloca al hombre en el ca mino de la fe, ya que el estudio de las leyes de la Naturaleza no es una oración clarividente del Sumo Hacedor. Conocer a Dios en su ser nos es imposible; admirarlo en sus obras, obliga ción de toda alma racional. — Exclama Rosario de Acuña: « ¡Quién osa calificar a la enseñanza de las Escuelas Neutras! ¡Qué templo puede compararse a esa iniciación de Dios que se le ofrece al niño al abrir, ante su ins tinto investigador, las páginas de la Creación! ». — Recomienda a-las madres el ingreso de los niños en la Escuela Neutra. Propugna que la nueva generación reciba la luz de la sabiduría, y termina: « ¡Vayamos todos unidos, hombres y mu jeres, jóvenes y viejos, cultos e incultos, a buscar el porvenir, esculpiendo en el fondo de nuestras almas aquella frase que, hará diez mil siglos, enseñaban las leyendas de los dioses indios, y que hace diecinueve siglos fue repetida por los labios de un justo, en el corazón de Galilea: Amaos los unos a los otros». Añadamos que la Escuela Neutra de Gijón sufrió alternativas, a causa de, principalmente, sus recursos económicos, pues durante la Dictadurade Primo de Rivera se le retiraron las subvenciones; duró la Escuela hasta la guerra civil de 1936. Comenzó — según Ramón Alvarez Palomo en su biografía de Eleuterio Quintanilla— 166 LUCIANO CASTAÑON en una casa de los patrocinadores, Marcelino González, en la calle Covadonga. Y o la conocí en la hoy nuevamente calle de la Playa — también fue General Riego y Vázquez de Mella— . En este local hubo una logia masónica, y algunas personas veían en Rosario de Acuña cierta vinculación con los masones. A su entierro acudieron entre otros, Alberto de Lera, que pertenecía a la Gran Logia Re gional del Noroeste de España, con sede en Gijón, siendo Gran Maestro, Grado 33 y Miembro del Supremo Consejo de la Masone ría Española. Rosario de Acuña perteneció a la masonería en Ali cante (1886). ¿FEM IN IST A ? ¿Era feminista Rosario de Acuña? En su obra Tiempo perdido, publicada en Madrid en 1881, recoge varias narraciones y artículos, uno de ellos titulado «Algo sobre la mujer», en el que apunta sus convencimientos femeninos. Dice: «Jamás podrán los dos sexos tenerse por enemigos; somos dos partes de un todo, cuya entidad, invisible a los sentidos y potencias, tiene por única e ineludible misión la reproduc ción de la especie; y si en las manifestaciones especiales de nuestro distinto sexo puede haber diferenciales condiciones, en el fundamento primordial de la esencia, digo y repito, que son equivalentes las partes de nuestra organización, co mo corresponde al cumplimiento de nuestro común destino sobre la tierra. Procurad, mujeres, la íntima seguridad de vuestro valer; llegad a ser sabias sin vanidad, grandes sin amor propio, entendidas sin falsa erudición, modestas sin hipocresía, generosas sin debilidad, y vuestro reinado que dará asegurado por largas miríadas de siglos.» Rosario de Acuña no quiere, como mujer, sentirse inferior al hombre, desdeñando la supuesta superioridad de éste, ya que las posibilidades femeninas son las mismas que las masculinas para conseguir afectos, así como posiciones profesionales y culturales idénticas. Y eso lo sentía y lo escribía hace nada menos que cien años. APORTACION A LA BIOGRAFIA DE ROSARIO DE ACUÑA 167 TESTAMENTO N o sabemos si en las postrimerías de su vida redactaría otro distinto del que nosotros disponemos, escrito en Santander, el 20 de febrero de 1907, cuando tenía 56 años, que dice así: «E n la ciudad de Santander a veinte de Febrero de mil novecientos siete, yo, Rosario de Acuña y Villanueva, viuda de D. Rafael de la Iglesia y ¿Cruset-¿Anset-¿Awset; de edad de cincuenta y seis años; usando de las facultades que otorga el artículo seiscientos setenta y ocho del Código Civil, en re lación con el seiscientos ochenta y ocho del mismo, hallán dome en pleno uso de mi voluntad e inteligencia, hago este testamento ológrafo que anula cuantos hubiera hecho ante riormente y dejo dispuesto o expresado lo siguiente. Habiéndome separado de la Religión Católica por una larga serie de razonamientos derivados de múltiples estudios y observaciones conscientes y meditados, quiero que conste así después de mi muerte, en la única forma posible de ha cerlo constar, que es no consintiendo que mi cadáver sea entregado a la jurisdicción eclesiástica testificando de este modo, hasta después de muerta, lo que afirme en vida con palabras y obras, que es mi desprecio completo y profundo del dogma infantil y sanguinario, visible e irracional, cruel y ridículo, que sirve de mayor rémora para la racionalización de la especie humana: Conste pues, que viví y muero separada radicalmente de la iglesia católica (y de todas las demás sectas religiosas) y si en mis últimos instantes de vida manifestase otra cosa, conste que protesto en sana salud y en sana razón de seme jante manifestación, y sea tenida como producto de la en fermedad o como producto de manejos clericales más o me nos hipócritas, impuestos en mi estado de agonía; y por lo tanto ordeno y dispongo que diga lo que diga en el trance de la muerte (o digan que yo dije) se cumpla mi voluntad aquí expresada, que es el resultado de una conciencia serena derivada de un cerebro saludable y de un organismo en equi librio. Cuando mi cuerpo dé señales inequívocas de descomposi ción (antes de ningún modo, pues, es aterrador ser enterrado vivo) se me enterrará sin mortaja alguna, envuelta en la sá bana en que estuviese, si no muriera en cama, écheseme como esté en una sábana, el caso es que no se ande zarandeando a mi cuerpo ni lavándolo y acicalándolo, lo cual es todo baladí; en la caja más humilde y barata que haya, y el coche más pobre (en el que no haya ningún signo religioso ni ador nos o gualdrapas, de ninguna clase, todo esto cosa impropia de la sencilla austeridad de la muerte) se me enterrará en el cementerio civil, y si no lo hubiere donde muera, en un cam- LUCIANO CASTAÑON po baldío, o a la orilla del mar, o en el mar, pero lo más lejos posible de las moradas humanas. Prohibo terminante mente todo entierro social, toda invitación, todo anuncio, aviso o noticia ni pública ni privada, ni impresa, ni de pala bra, que ponga en conocimiento de la sociedad mi falleci miento: que vaya una persona de confianza a entregar mi cuerpo a los sepultureros, y testificar donde qué enterrada. Si no se me enterrase en Santander, que no se ponga en mi sepultura más que un ladrillo con un número o inicial; nada más; pero la sepultura sea comprada a perpetuidad. Si mue ro en Santander entiérreseme en el panteón donde yacen los restos de mi madre, y donde hay nicho para mí ya compra do, y cuando yo muera póngase sobre el sepulcro de mi madre una losa de mármol con el adjunto soneto, esté o no esté mi cuerpo enterrado junto al de mi madre. Declaro por mi único heredero a Don Carlos Lamo y Gi ménez, abogado, mayor de edad, a quien lego todos mis bienes muebles o inmuebles, en una palabra, todo cuanto posea en la fecha de mi fallecimiento, salvo las mandas que a continuación expresaré, y es mi voluntad terminante que nadie le dispute la herencia ni en total, ni en parte, pues quiero y mando que todo sea para el dicho Don Carlos Lamo y Giménez. La propiedad de todas mis obras literarias, lo mismo las publicadas que las inéditas, se las dejo también a D. Carlos Lamo y Giménez, y le hago aquí una súplica, por si quiere cumplirla, bien entendido que es solo por merced suya el que me la otorgue, pues no tengo derecho ninguno para ello con arreglo a la ley, mas se lo hago por si su bondad me la satisface. Desearía que a la muerte de Don Carlos Lamo y Giménez pasara la propiedad de todas mis obras literarias a poder de los hijos de Don Luis París y Zejín, en recuerdo de la fraternal amistad que me unió a su padre. Todas mis ropas de mi uso particular, así blancas como de color, se las dejo a mi prima Petra Solís y Acuña, condesa de Benazuza, para que las use en memoria del cariño que nos unió desde la más tierna infancia. De mis alhajas que elija una para él y otra para su hija D. Luis París y Zejín. Todas mis ropas de cama y mesa, así como colchas, man tas y demás ropas, sean también para D. Carlos Lamo y Giménez, y le encargo haga, a su voluntad, algunos regalos entre las personas que me hubiesen asistido en mi última enfermedad. Todas las coronas y ramos de laurel que poseo, regala das en homenaje al mérito de mis escritos, ordeno que sean depositadas sobre el sepulcro de mi padre Felipe de Acuña y Solís que yace en el cementerio de San Justo, y sean allí dejadas hasta que el tiempo las consuma, como última ofren da del inmenso cariño que nos unió en vida. APORTACION A LA BIOGRAFIA DE ROSARIO DE ACUÑA 169 Encargo a mi heredero universal, Don Carlos Lamo y Giménez, con el mayor empeño, y se lo suplico encarecida mente, cuide de los animalillos que haya en mi casa cuando yo muera, especialmente mis perros, y sobre todo mi pobre Toñita; que no los maltrate, y les proporcione una vejez tranquila y cuidada, y que tenga piedad y amor hacia las pobrecillas avecillas que dejé, y si no quiere o puede soste nerlas hasta que vayan muriendo de viejas, que las mande matar todas, pero de ninguna manera las venda vivas para que sufra los malos tratos que las da el brutal pueblo espa ñol: sean todas muertas antes que vendidas vivas. Recomiendo también a mi heredero que aquello que hu biera habido que gastar en entierro religioso o social, que lo reparta entre desvalidos, primero ancianos, luego niños y con especialidad ciegos. Creyendo en el Dios del Universo; con la esperanza de poseer un espíritu inmortal el cual no se hará dueño de la conicencia de la voluntad Ínterin vaya unido intrínsecamen te a la naturaleza terrestre; segura de que en la inmensidad de la creación nada se pierde ni se anonada; presintiendo, con los fueros de la razón, una justicia inviolable cuyos prin cipios y fines no pueden ser abarcados por la flaca naturale za humana, confiando en la existencia de la verdad, la belleza y la bondad absolutas, Trinidad omnímoda de la Justicia Eterna, me recomiendo a la memoria de las almas que amen la razón y ejerzan la piedad perdonando a todos aquellos que me hicieron sufrir grandes amarguras en la vida, rogan do me perdonen todos a quienes yo hice sufrirlas. Dejo por ejecutores testamentarios de mi voluntad a Don Carlos Lamo y Giménez y a Don Luis París y Zejín, y encar go a Don Luis París y Zejín que ayude a ordenar, coleccionar, corregir y publicar (poniéndole prólogo a la colección) a D. Carlos Lamo y Giménez todas mis obras literarias publi cadas o inéditas, en prosa o en verso, recomendándole que para la colección y publicación se atenga al orden de las fechas, con la cual podrá seguirse la evolución de mis pen samientos. Este es mi testamento, que deseo y mando sea fielmente cumplido en todas sus partes, y que escrito de mi puño y letra y por triplicado, en papel rayado de la clase oncena número = 9375,022 y 9375,023 y 7i 29,419 = y que firm o y rubrico en el sitio y fecha que en la cabeza se dice.» En plan sintético recordemos algunas aseveraciones de su tes tamento. Aparte de lo que suponen meras concesiones de sus esca sos bienes para una prima, para Luis París y Zejín, así como para ancianos, niños y ciegos, y de nombrar heredero universal a su sobrino Carlos Lamo y Giménez, hay otros datos de interés, como pueden ser los siguientes: 170 LUCIANO CASTAÑON — Tiene una atención preferente hacia los animales que posee, en la suposición de que pudieran quedar desvalidos cuando ella fallezca. — Afirma rotundamente que se ha apartado de la Religión Cató lica — así como de otras sectas— , y que tomó tal decisión tras razonamientos derivados de estudios y observaciones, o sea, anteponiendo, para su deserción, la razón a la credibilidad in fundada. — Por ello no quiere, que una vez fallecida, se celebre un entierro con los habituales ritos católicos. Insistiendo en que si al final de su vida cambiara de opinión, no se le haga caso entonces, ya que cuando escribe el testamento está en su sano juicio, y lo que escribe en ese momento es lo que debe prevalecer. — Renuncia a la mortaja. Quiere una caja pobre, ningún adorno en el coche, y que se la entierre en el cementerio civil, y si no lo hubiere, entonces en el campo, o cerca del mar, o en el mis mo mar. — Renuncia asimismo a todo lo que pueda suponer publicidad de su muerte. — Afirma que cree en el Dios del Universo; confía en poseer un espíritu inmortal; presiente una justicia que los humanos no pueden abarcar; cree en la existencia de la belleza, la verdad y la bondad. — No olvida sus trabajos literarios, y ruega que sean editados por orden cronológico, notándose de esa manera su evolución. Dos aspectos sustanciales parecen destacar en el testamento. Por una parte su renuncia a lo que pueda suponer halago para su persona; y por otra, sus aspiraciones hacia lo abstracto, como pue den ser el Dios del Universo y las entidades contingentes, posibles pero no inexorables — por razones humanas— como son la belleza, la verdad, la justicia, la bondad... Se integraban en Rosario de Acuña un deseo de rechazo respecto a lo íntimamente personal en cuanto supusiera ostentación, y un apoyo en la razón para fundir cierto afán panteísta y cósmico con conceptos tales como — repeti mos: justicia, bondad, verdad, belleza...— latentes en las personas. APORTACION A LA BIOGRAFIA DE ROSARIO DE ACUÑA 171 LA CALLE Ya en 1923 la Asociación de señoras de Madrid, titulada «La Fraternidad Cívica», rogaba al Ayuntamiento que se le designara una calle, en Gijón, a Rosario de Acuña. También lo interesa su sobrino, Carlos Lamo, que había vivido los últimos años con la escritora. Se aprueba que lleve su nombre el llamado camino del Piles a la Providencia. El Centro Católico — obsesionado con el masonismo del Ateneo y la escritora— se congratula de que el Gober nador suprima este acuerdo. En 1931 se decide reintegrarle el nombre, y en 1939 — en plena postguerra— se acuerda prescindir del nombre de Rosario de Acuña y volver al de «Camino de la Pro videncia». ANTE LA HERMENEUTICA DE DOS CUEVAS CON ARTE RUPESTRE DEL AMBITO CANTABRO-AQUITANO LAS H ERRERIAS (LLANES, ASTURIAS) Y LE CANTAL (CABRERETS, LOT) POR JOSE M. GOMEZ-TABANERA INTRODUCCION En el oriente de Asturias, concejo de Llanes y entre los lugares de La Pereda y El Ribazo, se abre una cueva que ha pasado a los inventarios espeleológicos españoles con el nombre de cueva de Bolao o de Las Herrerías. Su entrada principal se encuentra prác ticamente en la misma base del denominado Pico Castiello, frente al camino vecinal y a la vera de un mojón que señala el Km. 99 de la carretera nacional Santander-Gijón (N-634). Por su misma configuración la cavidad se presta a diversas confusiones toponímicas, hasta el punto de que en ocasiones se la ha confundido con la llamada cueva de Bolao o Bolado, nombre con el que pasaría a principios de siglo a la historiografía arquelógica, tras el lapsus de unos religiosos agustinos, que, tras visitarla en una excursión dieron noticia de la misma al prehistoriador francés H. Breuil, quien a su vez la visitaría con M. Boule y H. Obermaier, dejando constancia de ello en la nota que publicó en U Anthropologie, a la que acompañaba un croquis a mano alzada del presunto' «a rte» rupestre que discernió en ella: 174 JOSE M. GOMEZ-TABANERA «La cueva de Bolao est située à peu de distance (2 Km .) de Lia nes (Oviedo) vers le S.E., à côté du village de ce nom. C'est tout au fond que se trouvent les figures tectiformes peintes en rouge; partant de la paroi gauche, elles traversent le ciel de la galerie et rejoignent la paroi droite. Un ruisseau, qui traverse le fond du couloir, a sapé le sol argileux depuis de l'époque paléolithique supérieur où ont été faits les dessins; aussi sont-ils pour la plus part inaccessibles, et le dessin que nous en publions a dû être fait à vue, sans pouvoir decalquer les figures» (1). Dicho croquis proporcionaría una idea aproximada de la situa ción de las distintas representaciones pictóricas. No obstante, éstas siguieron siendo prácticamente desconocidas para los especialistas hispanos dada la dificultad de su localización para el no avisado, aún cuando podían verlas ya reproducidas a escala 1:5 (51 x68) en un diseño del mismo Breuil aportado a Madrid junto con otros documentos, del Institut de Paléontologie Humaine de París, en la Exposición de Arte Prehistórico Español, que patrocinada por la Sociedad Española de Amigos del Arte, se celebró en 1921 en la capital de España (2). Resumiendo; el conjunto de Las Herrerías muy deficientemente conocido, no empezaría a ser estudiado hasta muchos años después, quizá en 1964, aún cuando era conocido por estudiosos locales y a raíz de la revisión que haría del mismo el Prof. F. Jordá (3) con vistas a un estudio pormenorizado que habrá de esperar al año 1972, para dar base a una publicación mo nográfica (4), en la que persiste en las tesis breuilianas, conside rando al complejo sígnico como fruto de los ideales que hicieron (1 ) M. B o ule, 1974, pág. 235: (2) H. B r e u i l y H. O b e r m a ie r : Cf. “L ’A nth ropologie” , t. X X V , Travaux de Vannée 1913. Instituí de Paleontologie Humaine. En el catálogo del mismo figura “ C averna de B o lad o ” , con el núm. 28, con la presentación del calco de los “tectiformes” que contenía dicha caverna, a escala 1:5 y hecho por H. Breuil. Cf. Catálogo-Guía de la Exposición de A rte Prehistórico Español. M adrid, m ayo-junio 1921. Soc. Española de A m igo s del A rte, pág. 35 (3) T a l revisión coincide m uy posiblemente con la que lleva a cabo en un predio no m uy lejano al lugar, donde un aparcero del Conde de la V e g a del Sella, Cesáreo C ardín y en una cueva conocida de antiguo junto al mismo y del mismo nom bre (Lled ías), pretendió haber descubierto un arte rupestre animalista, cuya autenticidad será puesta en entredicho, a la vez que un su puesto yacimiento. (4) F. J o r d á C e r d á & M . M allo V ie s c a : Las pinturas de la cueva de Las H errerías (Llanes, Asturias), Seminario de Prehistoria y A rqueología, U n iv e r sidad de Salam anca, 1972. 175 ANTE LA HERMENEUTICA DE DOS CUEVAS CON ARTE RUPESTRE florecer el llamado arte paleolítico, en el ámbito astur-cantábrico de la denominada área hispano-aquitana del grafismo cuaternario. (Cf. Lámina I del anexo). La revisión que hace algunos años pudimos llevar a cabo de una serie de yacimientos arqueológicos asturianos, referidos a horizontes prehistóricos dentro de concretos niveles paleoecológicos y antrópicos, nos ha hecho reconsiderar el contenido gráfico de la cueva de Bolao o Herrerías, al estudiar su ubicación territo rial en la cornisa astur-cantábrica (Oriente de Asturias), (Cf. Lámina II, 2), haciéndonos disentir de aquellos planteamientos que incluyen, sin más, a la citada cueva en un determinado horizonte semiético, al definir su contenido como «un conjunto pictórico paleolítico excep cional» (5). Incluso, tras varias tentativas de relacionar sus significa tivos «tectiform es», «parrillas», «ideom orfos», o como queramos denominar a los grafismos que se contienen en ella (6), con otros (5 ) C f. J o r d á & (6 ) La M allo , lo e . cit. p á g . 39. tectiform e h a voz H . B r e u i l y e p íg o n o s, p a r a tad os, ya graba d o s, de pasado a s e r c lá s ic a desde su u t i li z a c ió n por d e s i g n a r d e t e r m i n a d o s s í m b o lo s a b s t r a c t o s , y a p i n fa c tu ra hum ana, que ap a re ce n en el lla m a d o arte p a le o lít i c o , s e g ú n l a s p r e c is io n e s l l e v a d a s a c a b o e n l a o b r a c lá s i c a L . C a p i t á n , H. B y r e u il E. c u y o c a p í t u lo En 1911, H P eyrony 16 s e A lcalde La , t it u la R del Caverne de Fon t-d e-G aum e aux Eyzies p r e c is a m e n t e “ L e s ío , H. B y r e u il t e c t ifo r m e s L. S ie r r a de 1910, F o n t-d e -G a u m e ” . L es cavernes de la en R egión Cantabrique ( Espagne ), v u e l v e n s o b r e e l t e m a , e s t a v e z r e f e r i d o a d i v e rsa s cuevas h is p a n a s con p a r t i c u l a r m e n c ió n y p o r m e n o r iz a d a d e s c r ip c ió n d e lo s “ s i g n o s ” d e S a n t i á n , lo s t e c t ifo r m e s p r o p i a m e n t e d ic h o s y d i v e r s o s s ig n os d e la c u e v a d e E l C a s t illo a ce p tad o e n la p a r ie t a le s que m ad eram en (P u e n t e V i e s g o ) y d e A l t a m i r a . E l n o m b r e s e r á lit e r a t u r a e s p e c ia liz a d a p arecen que p ara re p resen ta r u n a c o n s t it u y e la d e s ig n a r e s p e c ie te c h u m b re (e n de a a q u e lla s arm az ó n o fig u r a c io n e s a rm ad u ra tectum ) d e l a t ín en d e te rm in a d a s c o n s t r u c c io n e s d e p u e b l o s p r im it iv o s , s ie n d o r e c o g i d o in c lu s o p o r e t n ó lo g o s r e n o m b r a d o s c o m o e l a le m á n J. L ip s , e n “ F a l l e n s y s t e m e d e r N a t u r v o o l k e r ” , Etno lógica, t o m o I I I , L e i p z i g , 1927, p á g s . 123 y ss. y p á g s . 238 y ss., a l r e f e r i r s e a l a c o n s t r u c c ió n de p a r a v ie n to s e n su a p o rta c ió n , e s rre ría s t ie n e n d e h ie r ro que a asado o veces (d e con s u g e r id a de u t i li z a aquí la p o r la voz b a rra s p ara r e n c ia , d e la fra n c e s a m e n te en “ A rte de de p arte de d iv e rs o s lo s g r a f i s m o s d e L a s H e que m a n tie n e e l m is m o , el por una d iv e rs a s una de d ad o en in t r u s ió n a d o p tar v ia n d a s asado J o rd á 63 y Hispánico I, 1 La Antigüedad, E d i t o r i a l A l h a m b r a , c o n c r e t a s p a u t a s d e i n t e r p r e t a c ió n . en en a lg u n a s su su p a rte , la un d e re fe s e n t id o p u b lic a c io n e s a d e s a r ro lla r y a ss. aun p ara e je c u t a d o p u b lic a c ió n l in g ü í s t ic a qu e em p e za rá d e P ie d r a ” , págs. la r e jilla c o m b u s t ib l e , o e n r e ja d o ) y o tra s d e r iv a d a s . P o r h ab rá Edad que grillade p a r a d e s i g n a r u n a r t e p r e h is t ó r ic o , y la por c u l i n a r i o s c o n s t it u id o s so b re in d u d a b l e m e n t e c o n c e p t u a l, q u e s o b r e t e m á t ic a s e m e ja n z a v o z ideom orjo e n e l s e n t id o c o n s t it u y e p a r t ic u la r e le m e n t a l e s d e h ie r r o poner s o b r e u n a grille, r e j a , p a r r i l l a u t i li z a c ió n r e fu g io s c o n c r e t o s u t e n s ilio s arm azó n se y v o z parrilla u t i li z a d a r e p e t i d a m e n t e p o r J o r d á y M a l l o p u e b lo s p r i m i t i v o s . L a a m p lia (C f . Historia del A rte M a d rid 1978) s e ñ a l a n d o JOSE M. GOMEZ-TABANERA 176 que pudieron antojarse semejantes, similares o emparentados y que suelen presentarse en el llamado arte paleolítico parietal ( = ru pestre) franco-cantábrico (7). Y ello, sin incluir a aquellos que hace ahora unos cinco años, coetáneamente a M. Lorblanchet, pudi mos examinar en la pequeña cavidad de Le Cantal (Cabrerets, Lot, Francia), que se abre en el farallón de la orilla izquierda del río Cele, a unos 300 m. de la misma localidad de Cabrerets, justo en la curva del río y frente a la carretera comarcal D-41, que lleva a Figeac. (Cf. Lámina VI, 12, del anexo gráfico). Minuciosas observaciones personales, así como la ausencia total de todo tipo de yacimiento o estratigrafía conocidos, de carácter paleolítico en el lugar, así como el mismo topónimo de éste (8), nos ha hecho sospechar desde que empezamos la revisión del lugar, en torno a su caracterización, que más que paleolíticas pudieran ser post-paleolíticas, haciéndola así trascender, incluso a la Edad de los Metales, las pictografías que contiene la cavidad. Se sientan así, las bases de una nueva elaboración, que procuraremos integrar a la que pudiera sugerir la revisión de Le Cantal, en Cabrerets. 1. DESCRIPCION DE LA CUEVA DE LAS HERRERIAS No obstante, antes de seguir se impone dar una idea, siquiera somera, de Las Herrerías que, más que una cavidad singular, puede considerarse como un complejo kárstico fruto de las erosiones y presiones hidrostáticas que conoció el lugar durante milenios. Hoy, muchas de las galerías, cavidades y conductos que integran el com plejo presentan indicios de fosilización. Otras, en cambio, continúan en actividad. (Cf. Lámina IV del anexo gráfico). El principal acceso al conjunto se encuentra en un amplísimo zaguán natural de unos 13 x 10 m. que se abre al NW, y por el que se penetra inmediatamente a una zona laberíntica, en la que se (7) Prescindiendo aquí de los trabajos pioneros del francés A . L ero i- G ourhan y p ara un conocimiento de tales grafism os Cf. P ilar C asado L ópez , Los signos en el arte paleolítico de la Península Ibérica, Z aragoza 1977. (8) El mismo supone que en el lu gar en cuestión y en tiempo indeterm i nado pudo estar instalada ya una Serrería ya un mazo, mazuco o martinete, aunque conviene establecer una distinción, ya que la denominación de terre rías suele darse exclusivam ente a los lugares donde se funde el m ineral fe rroso, m ientras que los mazos son los artefactos destinados a elabo rar el hierro en bruto producido por aquéllas. Tanto la voz Serrería como la voz mazo o mazuco y derivados han dado lu gar a numerosos topónimos asturianos. ANTE LA HERMENEUTICA DE DOS CUEVAS CON ARTE RUPESTRE 177 aprecian en un espacio de unos 25 m. grandes bloques desprendi dos, a la vez que formaciones estalagmíticas. Al N., y en un plano ligeramente superior, vemos abrirse una especie de boca por la que en dirección descendente N.-S. se accede a la sala principal que se describe más adelante. En dirección NE.-SW. y desde el «carrefour» kárstico en el que hemos penetrado, tras atravesar una sala de planta triangular en cuyo centro se aprecian asimismo varios bloques desprendidos en lapidificación cabe observar cómo la techumbre o bóveda de la ga lería va perdiendo altura hasta encontrarnos en un paso más bien angosto, que acaba en la ya citada sala principal, la más espaciosa de todo el complejo, de una superficie de unos 18 x 20 m. y que presenta un techo prácticamente plano con una altura media de unos 2 m., techo que todavía hoy sigue sometido a un proceso de estalagmitización. Siguiendo la misma dirección NE.-SW., se llega a una galería de unos 14 x 3m., con una techumbre que presenta el mismo nivel que el de la sala y un suelo que lo mismo que en aquélla, se nos ofrece horizontal y arenoso. Esta galería desemboca en otra que es la que se ha venido a denominar Galería de las Pinturas, ya que en el techo de la misma se encuentra figurado el principal conjunto de grafismo. Paulatinamente la planta de esta Galería de las Pin turas va adoptando forma de embudo, con su angostura. Y ya al final, se nos presenta curvada hacia el S. No obstante, suelo y bó veda siguen presentándose planos, hasta la zona indicada en el gráfico que presentamos e indicamos con la letra B, descendiendo de pronto ambos hasta converger por un buzamiento del techo y un hundimiento del suelo, originado este último por los arrastres de la corriente hipogea que corre por detrás de la gatera en la que, como se ha notado, casi se tocan suelo y techo. Después de esta gatera se apreciaron, en el momento de nuestra exploración, dos divertículos anegados de lodo, que hicieron harto difícil el tránsito por la zona. Retornando pues a la sala principal observamos que en su pared orientada al S. se abre otra galería que nos lleva a una sucesión de pequeñas salas y conductos de dificultosa exploración, algunos de los cuales se presentan aún activos, por lo que nuestro interés hacia esta parte se muestra un tanto secundario. Cabe no obstante, registrar dos zonas con grafismos o arte ru pestre, independientemente de la datación que puedan darle los especialistas. La primera (A), se nos presenta situada en el interior de un breve y estrecho divertículo al que se accede por una entra 178 JOSE M. GOMEZ-TABANERA da lateral. Su extremidad N. se presenta cegado por un hundimiento lapidificado y el opuesto, el ápice S. quizá más amplio, hoy cegado por una colada. La situación exacta de las pinturas la da el lateral izquierdo del extremo N. del mismo divertículo y no nos presenta más que unas manchas rojas, cuyo sentido se nos escapa. La segunda zona, que hemos indicado en nuestro plano (Cf. Lá mina IV ) como B, se presenta justo donde se inicia el buzamiento de la techumbre de la Galería de las Pinturas, (Cf. Lámina II, 3), en la misma techumbre o bóveda y en toda una franja que ocupa apro ximadamente 1 m. de anchura, de un lado a otro. Bajo las pinturas pueden apreciarse unos testigos del primitivo suelo estalagmítico, bajo el que entre arenas y cantos rodados puede recogerse algún resto óseo que otro, cuyo origen no se ha estudiado. Por otra parte, en el centro de la galería quizá pudiera observarse un tanto la es tratigrafía del mismo suelo. No obstante, al no haberse hecho una prospección metódica carecemos de datos indicativos de posible interés arqueológico. Ya en la pared izquierda y a 1,10 m. aproximadamente sobre el nivel descrito se presenta otro testigo de un más antiguo nivel del suelo, semioculto por una concreción, apreciándose su convergencia con el techo en el centro de la curva, que éste forma en su buza miento. (Cf. Lámina II, 3). Por otra parte, en la zona izquierda del zaguán o portalón apa recen restos de un nivel muy pobre, con algunos restos orgánicos, incluso «patelas» — que en manera alguna consideramos pleistocénicas— , así como restos de hueso. Son posiblemente «restos de cocina», que, a todas luces, se nos antojan postpaleolíticos. Hecho significativo es, por otra parte, que en toda la zona del gran zaguán a la que llega la luz natural, se apreciaban hasta hace pocos años catas de diversas prospecciones hechas in situ a lo largo de los siglos por buscadores de los tesoros y «ayalgas», que las tradiciones populares situaban en el lugar. Hoy en 1986 no existe nada de éste, ya que hace seis años, cierto emprendedor industrial del vecino Llanes, allanó todo el zaguán, con la idea de hacer de la cueva un «pub» o lugar de esparcimiento más o menos exótico, iniciativa que paró la Administración, ante el informe ne gativo de la Dirección General de Bellas Artes. Diremos asimismo, por otra parte, que desde tiempo inmemorial, las zonas contiguas al acceso principal a Las Herrerías, presentan indicios de haber contemplado una explotación industrial del lugar, entre la que por deducción lógica no desechamos una ferrería — a la que quizá se deba el topónimo de la cavidad— , ni tampoco una cantera, al haber quedado huellas de barrenos horadados para introducir los llamados ANTE LA HERMENEUTICA DE DOS CUEVAS CON ARTE RUPESTRE 179 tacos de dilatación. A esta última explotación, aparte de otras cau sas, quizá pudiera achacarse en gran medida el derrumbamiento de la gran cornisa natural que de acuerdo con nuestras observa ciones presentaba en su umbral la cueva en tiempos pleistocénicos, al igual que tantas otras del oriente de Asturias. Las pinturas En la que se ha denominado Galería de las Pinturas, y única mente en ella, se han apreciado la presencia de una seriación de grafismos, cuya enumeración y descripción ofreceremos acto se guido, siendo un orden en cierto modo consecuente al dado en su descripción por los tratadistas que nos precedieron en el estudio de la cavidad, concretamente a F. Jordá y M. Mallo (9) por un lado y a P. Casado (10) por otro. Buscando no obstante y en lo posible la mayor objetividad a nuestras observaciones, evitaremos toda descripción de los grafismos, que pueda dar lugar a «prenociones», a la hora de su posible comparación con otros, que hoy, sea cual fuere su significación suelen estudiarse dentro del llamado «arte paleolítico». Seguiremos asimismo, y en la descripción que ofrecemos, un orden de izquierda a derecha, numerando a cada signo o conjunto semiótico significativo sin presuponer asociación o conexión entre ellos (Cf. Lámina V del anexo gráfico): 1. Tres líneas ligeramente arqueadas, que junto a su parte cóncava, presentan restos de pintura quizá perteneciente a otra línea hoy semiborrada. 2. Vestigios borrosos de cuatro o cinco líneas paralelas, de acuerdo con una temática a repetirse en toda la semiótica gráfica de la galería. 3. Figuración de composición compleja, constituida por líneas y puntos. En su mitad superior se aprecian doce líneas paralelas (9) F. J ordá y M . M allo , loe. cit., nota infra, 4. Quizás sea de justicia traer aquí el nom bre del avilesino M . Pérez Pérez, quien colaboró en dicha publicación con el levantam iento topográfico de la cueva y asim ism o el calco de los grabados. (10) P. C asado L ó p e z , loe. cit., pág. 114. P ila r Casado insiste en la ori ginalidad d e las “p a rrilla s ” de la cueva de L a s H errerías y lo difícil que es establecer p aran gón entre estos signos y otros, que aparecen en diversas cue vas españolas. 180 JOSE M. GOMEZ-TABANERA que van arqueándose suavemente, a medida que se aproximan a la base, presentándose ésta convexa. Se continúa por un lado y otro por dos series de puntos o punteados, cuatro en la parte izquierda y seis en la derecha, quedando exenta la parte inferior. 4. Una serie de diez puntos que, en conjunto, constituyen algo así como una especie de percha figurada. 5. Figuración paralelípeda, constituida por trece líneas para lelas, dispuestas repitiendo los lados menores del rectángulo que constituye su conjunto. 6. A la izquierda de la figura anterior, dos grupos de líneas, curvas y convergentes, situados simétricamente y que aparecen unidos por un trazo transversal que viene a constituir el eje de la figura. En el grupo de la izquierda, muy deteriorado por la descal cificación, sólo cabe apreciar el nacimiento de tres líneas, aunque en origen quizá pudieran ser siete. En su conjunto toda la figura ción recuerda a un haz o, si se permite la comparación, a un visillo sujeto por su parte media. 7. Conjunto de cinco líneas arqueadas y convergentes al pare cer orientadas hacia la derecha. 8. Signo de configuración poligonal (cuadrangular) relleno por una serie de catorce líneas paralelas, cada uno de los cuales en su presunta parte terminal presenta un punto, aún cuando de las catorce, sólo se aprecien diez de ellas. 9. En la parte inferior de la 8, otra figura en cierto modo se mejante, constituida por ocho líneas que configura en su conjunto, una forma que se antoja rectangular. Las líneas aparecen paralelas a los lados mayores de la figura que, en su parte inferior, se pre senta terminada en puntuaciones dispuestas en arco, de las que parecen destacarse tres. 10. Un poco más abajo de las dos figuras anteriormente des critas, y, asimismo en la bóveda, se observa un signo rectangular, constituido por nueve líneas paralelas y arqueadas dispuestas según el lado mayor. Todos los trazos parecen presentar mayor intensi dad en virtud de una particular convención. 11. Restos de pintura, cercanos a la figura anteriormente des crita y que se antojan vestigios de cinco o seis líneas paralelas. A la izquierda, se aprecian también vestigios de dos o más líneas. 12. A la derecha de la anterior, y cercana a la siguiente (13), se encuentra una especie de haz trapezoidal constituido por ocho pequeñas líneas paralelas. 13. Signo constituido por dos restángulos de líneas paralelas que se unen en un trazo transversal ligeramente curvado, asumiendo ANTE LA HERMENEUTICA DE DOS CUEVAS CON ARTE RUPESTRE 181 una configuración rectanguliforme y conteniendo respectivamente cinco y siete líneas. 14. Junto a la figura 9 y a la derecha, cuatro líneas paralelas de pequeñas dimensiones. 15. Forma rectangular de seis líneas, dispuestas en el sentido menor de la figura. 16. Junto a la anterior, y a la derecha, signo rectanguliforme constituido por nueve líneas, seis de ellas cerrando un espacio y las otras tres de longitud decreciente, a partir de la sexta línea del conjunto. Sobre la figura considerada aparecen cuatro puntos pa ralelos a las terminales de las líneas, quizó en relación con la figura. 17. 9igno rectangular constituido por ocho líneas paralelas, siendo más acusada la parte inferior de las del extremo derecho. 18. A la derecha de la anterior, el grafismo más complejo de toda la bóveda. Está constituido por una forma rectangular, quizá cuadrangular, ejecutada a base de nueve líneas paralelas, dándose entre la tercera y la cuarta algo así como cuatro «festones» inscri tos, con su arco hacia abajo. El cuarto «festón» aparece un tanto borroso, quizá deteriorado por el paso del tiempo. 19. Figura constituida por dos formas rectangulares conexas formando una especie de L. El rectángulo izquierdo consta de nueve líneas y el de la derecha de cinco, apreciándose sobre la última de la derecha algunos «festones». 20. Sobre las figuras anteriores, indicios de un haz constituido por cuatro líneas curvas y paralelas, de las que pueden apreciarse aún, restos de la derecha y el nacimiento de las tres restantes. 21. Restos muy poco visibles de lo que debió constituir otro signo rectangular. 22. Restos muy difusos de otro conjunto constituido por cua tro líneas paralelas. 23. Próximas a la conjunción de la bóveda y la pared, cinco lí neas paralelas muy nítidas y otras dos, con la pintura difuminada. Cerca de las mismas, vestigios de pintura sin formas definidas. 24. Signo rectanguliforme constituido por un conjunto un tan to diferente a los anteriormente inventariados, integrado por doce líneas de las que tres, las del centro, destacan respecto a los otros dos grupos laterales, de seis y tres líneas respectivamente. En las proximidades de esta figura se aprecian tres puntos constituyendo una especie de triángulo y un poco aparte, vestigios de pintura, quizá restos de puntuaciones, JOSE M. GOMEZ-TABANERA 1 8 2 _ 25. A unos 3,5 m. de la figuración inventariada con el número 13, y en dirección al fondo de la galería, aparece asimismo una figuración bastante difuminada constituida por un grupo de cuatro líneas convergentes y curvas que nos recuerdan al primer signo inventariado (1). Se ve pues, consideradas globalmente, que las figuras que apa recen trazadas en la zona B (Cf. Lámina V del anexo gráfico) de la cueva podrían quizá considerarse como un conjunto que presenta cierta unidad conceptual (11), constituido en su mayor parte por seriaciones cuadrangulares, que constituyen signos o semas, apenas utilizados en el llamado arte parietal de la Era Paleolítica, a la vez que líneas y puntos varios. Todos los grafismos aparecen ejecutados en pigmento rojo y no se ha encontrado connotación o contexto que permita referir su elaboración a período alguno de la Era Paleo lítica. Causa cierta extrañeza que, aún cuando algunos tratadistas siguen unánimes en emparentarlos con otros signos y concre tamente tectiformes que se dan en cuevas y santuarios de clara utilización durante el Paleolítico y concretamente en el horizonte magdaleniense, en ningún caso, con excepción del de la Cueva de Le Cantal en Cabrerets, Lot, Francia, se dan una serie de caracterís ticas topográficas o contórnales, que puedan justificar la presencia de los grafismos, al presentarse en las cuevas aludidas en condicio nes bien diferentes y constituyendo parte de particulares contextos (mitogramas). Por otra parte, Jordá y Mallo intentaron comparar algunas de las figuraciones con otras que datadas en horizontes paleolíticos se han inventariado en el llamado arte mueble y sobre material óseo (12). Sin embargo, para tal aproximación no se ha procedido (11) T a l idea nos la sugiere ya la finada A . L am ing en diversas publica ciones, alguna de ellas clásica. A sí “Signification de l’art rupestre paléolithi q u e”, P a rís 1962; “P o u r une nouvelle approche des sociétés préhistoriques” , Annales 5, págs. 1.261-1.269 (1969); “Systeme de pensée et organization sociale dans l ’art rupestre paléolithique” en L ’H om m e de Cro-M agnon, págs. 197-211, P a rís 1970, y “A rt rupestre et organization sociale”. Santander Sim posium (D ir. M . A lm a gro ), págs. 65-79, Santander 1972. L a s interpretaciones pueden ser, no obstante, varias, teniendo en cuenta d elo que es capaz el que podríam os lla m ar “pensam iento arcaico” en las comunidades tribales, con manifestaciones bien conocidas como las que nos ofrecen, pongam os por caso, los Dogon de A frica, pero tam bién los aborígenes australianos. Cf. R. L a y t o n , The Anthro pology of A rt. P a u l Elek, G ran ad a Pu bl. Londres 1981. (12) P a ra el mismo podría aducirse num erosa bibliografía. N o s referire mos sobre todo a I. B arandiaran M aestu , A rte m ueble del Paleolítico cantá- ANTE LA HERMENEUTICA DE DOS CUEVAS CON ARTE RUPESTRE 183 siguiendo unas pautas realmente objetivas, mas teniendo en cuenta que en el arte mueble, paleomesolítico de referencia (13) la mayoría de las veces, las figuraciones que pudieran emparentársele son me ramente líneas paralelas que incluso no llegan a constituir formas geométricas y, desde luego, no aparecen surcadas o rellenas cons tituyendo figuras «parrillas» como quizá ha acertado Jordá a deno minar (aunque asimismo los llamará «ideom orfos») a concretos grafismos del conjunto de Las Herrerías y cuya interpretación, hoy por hoy, ante nuestro conocimiento muy lagunar del mundo ideo* lógico del artífice que los ejecutó, o del ideario que pudo inspirarles, se presenta muy aleatoria. Cronológicamente tampoco puede llegarse a conclusión riguro sa alguna si no se toman en cuenta, no ya las hipótesis de Breuil, sino también el alegre comparativismo tipológico de F. Jordá y M. Mallo, que les hace integrar su ejecución, en un horizonte que a su juicio cabe contemplar en el llamado Magdaleniense Medio Cantábrico, e incluso, a un momento final del Paleolítico. Algo así como un Magdaleno-Aziliense, al que podrían referirse asimismo alguna de las más recientes ejecuciones de la cueva de Llonín des cubierta en 1973 y cuyo estudio e inventario icònico se inició en fecha reciente por M. Berenguer. Junto a la misma, habría que recordar alguna de las representaciones gráficas que aparecen eje cutadas sobre guijarro (14) y que tradicionalmente se han venido atribuyendo al Aziliense (15). Por todo lo expuesto, es realmente difícil establecer el momento en que pudieron ser ejecutados los grafismos de Las Herrerías; las causas que los motivaron e incluso, establecer — siquiera provisio nalmente— su posible datación. No obstante, teniendo en cuenta determinadas circunstancias que trascendiendo de la Arqueología considerada de una forma un tanto pedestre, e incluso de la His toria del Arte, hallan sus raíces en la Antropología religiosa y en brico, Z arag o z a 1973, que contiene numerosísimos ejem plos hispanos de distinta funcionalidad y motivación. (13) I. B arandiaran M aestu , loe. cit. Cf. particularm ente págs. 285 y ss. (14) Cf. I. B arandiaran M a e s t u : “E l arte m obiliar cantábrico”, en La P r e historia en la cornisa cantábrica, Santander 1975, págs. 123 y ss. (15) C f. E. C a r t a il h a c : “L a Grotte du M as d ’A z il” , L ’ Anthropologie, P a rís 1891, pág. 143. En la región astur-cantábrica se han detectado niveles azilienses en las cuevas de E l V alle, Rasines; Rascaño, M iro n e s; Salitre, A lto M ie r a ; M orín y Castillo, Puente Viesgo y E l Pendo, así como en L a R iera y B alm ori, Lianes, llegando m uy posiblemente hasta el 7500 a. C. Asim ism o C. C ouraud , L ’art azilien ( X X supl. “ G allia Prehistoire” , París, C N R S , 1985). 184 JOSE M. GOMEZ-TABANERA la que podíamos llamar Etnosemiótica, quizá pudiera intentarse una nueva proyección del asunto bajo nuevas perspectivas. Intento éste, que ha motivado este trabajo, unido con una nueva proyección y tentativa de reinterpretación de los grafismos que presenta la cueva ya citada de Le Cantal, Cabrerets, Lot, Francia, que pasare mos inmediatamente a considerar. 2. DESCRIPCION DE LE CANTAL (GROTTE DU C AN TA L), CABRERETS, LOT El primer intento de describir esta cavidad, así como su conte nido gráfico, se debe al Abate A. Lemozi (16). Como se ha dicho, el acceso de Le Cantal se encuentra sobre el mismo farallón de la orilla derecha del río Celé, bajo un gran abrigo rocoso, hoy cubierto de matorral y vegetación espontánea, acceso que da entrada a la cueva, a la que se puede penetrar, sin excesiva dificultad, hasta prácticamente 166 m. de recorrido, momento en que la galería se convierte en un minúsculo agujero por el que sólo pueden penetrar perros y alimañas, para salir, según una tradición local, en el llama do Igue de Conte, sobre el mismo terraplén, aunque a algunos cientos de metros de la entrada de la cueva. En realidad, nos encontramos con una galería subterránea muy regular y monótona, constituida por una especie de túnel de unos 3,50 m. de ancho por 3 m. de altura media, aún cuando en la en trada, esta altura llega a los 4,5 m. y poco después se haga un tanto angosta momentáneamente, hasta medir 1 m. (Cf. Lámina V I del anexo gráfico). No presenta estalagtitas. Realmente cabría interpretarlo como un antiguo conducto natural en el que las aguas a presión han pro ducido a ambos lados del mismo una serie de peldaños horizontales. Todo el pasadizo presenta una espesa capa de arcilla roja muy fina, cuya coloración ha penetrado en las mismas paredes colorando a éstas en algunos lugares de unas franjas en tonos más o menos fuertes, que quizá indiquen sucesivos niveles de agua. El suelo, seco durante la mayor parte del año, presenta muchas veces huellas de animales salvajes, principalmente de zorros y mar tas. A la vez, las paredes se aprecian surcadas de finos arañazos, en su mayor parte obra de la visita animal, por lo general roedores y murciélagos. (16) Cf. A . L e m o z i : “L a Grotte du ’C antal’ vallée du Célé prés C abrerets” (L o t), en Bull. Soc. Prehist. Franc., IV, 1937. ANTE LA HERMENEUTICA DE DOS CUEVAS CON ARTE RUPESTRE 185 A unos 90 m. de la entrada un pequeño divertículo incide sobre la galería. Aquí las aguas de la corriente que en ocasiones la ha ocupado va a unirse con las del río Celé, se aprecian asimismo dos grandes fisuras negruzcas, de unos 4 m. de largo, de perfil en V, producidas por el depósito de óxido de manganeso y que darán na cimiento al nivel del divertículo. Su simetría podría hacer creer a cualquier lego que han sido ejecutadas de mano del hombre. En realidad se trata de un lusus naturae, de un capricho de la Natura leza, fruto de las corrientes de aire y de los remolinos del agua, aspirada por el tragadero que aparece en la base de ambas líneas negras. Todas estas particularidades hidrogeológicas parecen dejar por sentado que la cueva, muchas veces inundada, sólo pudo ser utili zada temporalmente y en ocasiones excepcionales, como habitación, de forma parecida a lo que ocurrió con el vestíbulo y galerías prin cipales de la cueva astur de Las Herrerías. No obstante, de hecho, a cada lado de la entrada pueden apreciarse la presencia de unos taladros practicados toscamente, para sostén de un posible made ramen, a unos 2 m. por encima del suelo y que pudo servir para mantener a salvaguarda a los presuntos ocupantes o sus pertenen cias. Todo esto, vistos los taladros casi a la salida de la galería, hace pensar que en un tiempo, que muy bien podría remontarse al Medioevo, en los procelosos lustros de la Guerra de los Cien Años, pudo aquí ser montada una plataforma que permitía a las personas refugiadas en la cavidad, escaparse de un posible sitio de los posi bles asaltantes alcanzando la parte superior del terraplén. Observaciones como las presentes, dejan suponer que en el cur so de los siglos muchas cuevas del ámbito cántabro-aquitano han podido ser utilizadas en numerosísimas ocasiones, idea ésta que corroboran los numerosos graffitti contenidos en ella, al igual que alguna de las fechas que puede leerse en la misma. Alguna de ellas realmente significativa, así como ciertos rótulos han sido recorda dos por el mismo Abate A. Lemozi (17). Observamos incluso, que algunos han sido dictados por diferentes motivaciones, desde el más fino humor, a la más aberrante obscenidad. Le Cantal, hoy por hoy, no ofrece vestigio alguno de yacimiento arqueológico. Otra circunstancia ésta, que le hace un tanto pareja a Las Herrerías, donde también cabe apreciar numerosos grafitos, a datar en diferentes épocas históricas. (1 7 ) A. L e m o z i, lo e . cit., p á g . 5 d e l s o b r e t ir o . 186 JOSE M. GOMEZ-TABANERA Le Cantal y su « arte» rupestre A unos 90 m. de la entrada y a unos tres metros del suelo, en la bóveda que se presenta horizantal, de unos 2,50 m. de anchura, áe aprecian diversos signos rojos, acompañados de algunos raros trazos negros, a nuestro juicio, de ejecución muy posterior. El con junto observado, (Cf. Lámina V III del anexo gráfico), cuyo estudio iniciamos numerando previamente los signos o simulacros percep tibles, ocupa 1,60 m. x 2,20 m.: 1. Figuración esquemática, que se presenta al parecer, «miran do» hacia la derecha, de unos 0,65 m. de longitud y en la que Lemozi quso ver, ya a un bóvido, ya a un sarrio (18), aún cuando nada en ella, sin dar a la imaginación, permita en manera alguna asimilarla a una figuración animalista. 2. Contorno de forma peculiar que el mismo abate Lemozi asimiló al que ofrece la suela (? ) de una gran sandalia (19). La figura resultante se ofrece un tanto aplanada, con 0,40 m. de lon gitud y 0,20 de anchura, siendo delimitada en el sector orientado hacia la pared izquierda por una línea puntillada integrada por una serie de 92 puntos de 0,01 m. de diámetro, trazados uno con tiguo a otro. La parte más ancha se presenta ejecutada mediante diez líneas o bandas «digitales» juntas y paralelas que ocupan prácticamente las dos terceras partes del grafismo y se presentan rodeadas por unos 60 puntos rojos. El resto del puntillado (32 puntos) aparece un tanto aislado, aunque se destaque claramente. 3. A la izquierda de esta configuración que denominaremos «petaloide» aparece figurado un conjunto gráfico en rojo, integra do por siete líneas al parecer trazadas mediante un dedo en sentido horizontal y de unos 25 cm. de longitud. En uno de sus extremos aparece constituido, y sólo de un lado, por puntuaciones iniciales más o menos nítidas, que dan la impresión de que la línea resul tante se inició partiendo de un punto concreto, con la extremidad del dedo impregnada en pigmento y apoyándole con cierta firmeza sobre la superficie del techo. 4. Más arriba y a la izquierda se vislumbra un signo rojo del tamaño de la palma de una mano, compuesto al parecer por ocho líneas oblicuas más o menos paralelas y que nos recuerdan a una de las más características formas cuadrangulares que aparecen en (18) A . L e m ozi , loe. cit., pág. 6. (19) L a figu ra en cuestión se nos antoja a nosotros m ás bien como un “ capazo” de recolector provisto de asa, que la planta de una abarca o san dalia. L A MI N A I 1. Distribución del arte rupestre cuaternario (santuarios paleolíticos) en elN. de España, Aquitania, Pirineos y Mediodía francés. Las localidades señaladas en el Levante español (vertiente mediterránea) son en su mayoría canchales al aire libre, con arte rupestre muy posterior (Mesolitico y Edad de los Metales). Según A. Varagnac actualizado por J.M.G.-T. LA MI N A II 2. Situación de la cueva de Las Herrerías en el Oriente de Asturias, España. De propó sito se han suprimido en el mapa viales, nomenclaturas, etc. para mayor claridad 3 y 4. Sección transversal y longitudinal de la galería de la cueva de Las Herrerías, en cuyo techo se encuentran pintadas los “grillades”¡ideogramas. Dibujo de M. Pérez L A MI N A III 5 - 6 - 7y 8. Fotografía parcial de algunas de las “grillades”/ideogramas, tal como se encuentran en el techo de una de las galerías de Las Herrerías, constituyendo el conjun to que figura en la lámina V. Estas reproducciones fueron hechas en 1976, por el autor, antes de que laspinturas conociesen diversos deterioros, antes de su cerramiento al público LA MI N A IV CUEVA DE LAS HERRERIAS, Croquis planta zona pinturas 9. Plano topográfico de la cueva de Las Herrerías Asturias, España, ejecutado por M. Pé rez en 1971 y aprovechado por F. Jorda y M. Mallo, en su publicación sobre dicha cueva (Salamanca 1972) L A MI N A V CUEVA DE LAS HERRERI AS c o m p o s ic ió n zona " b " 10. Situación general de los diversos ideogramas/“grillades”, pintados en rojo en Las He rrerías, según dibujo de M. Pérez. La numeración corresponde a nuestro texto LAMINAVI 11. Testa desvaida en ocre rojo, de un ibex figurado en la cueva del Cantal (según M. Lorblanchet, 1984) 12. Plano de la cueva del Cantal en Cabrérets (Lot, Francia), según el levantamien to topográfico delfinado A. Lemozi, 1937: 1. panel de los signos rojos; 2. mano ras pada en rojo; 3. puntuación gruesa en rojo; 4. cabeza de ibex en rojo; 5. puntua ción en rojo señalada por A. Lemozi L A M I N A VII 13. Detalle de uno de los ideogramas fi gurados en la Cueva del Cantal, Lot, Francia. Cortesía de G. Sauvet 14. Ideograma de forma particular en ro jo, figurado asimismo en la misma cueva. Cortesía de G. Sauvet LA MI N A Vi l i 15. ..Reproducción del llamado “conjunto de los signos rojos”, de la Cueva del Cantal, Lot, Francia. Según calco deM. Lorblanchet, 1984 ANTE LA HERMENEUTICA DE DOS CUEVAS CON ARTE RUPESTRE 187 la cueva as tur-cantábrica de Las Herrerías. (Cf. Lámina V del anexo gráfico). Esta forma se presenta limitada en uno de sus extremos por 11 puntos bien destacados, siguiendo una línea que se antoja semicircular y distando aproximadamente 0,01 mm. cada punto del otro. 5. Una figura que asimismo guarda extraordinaria semejanza con otra de las ya inventariadas en la cueva de Las Herrerías. Se presenta compusta por once líneas hasta cierto punto paralelas, de unos 0,20 cm. de longitud y que adolecen en su parte central de una ligera curvatura, lo que da al conjunto una conformación un tanto esferoide, aunque aplanada, en ambas zonas polares. Una de las líneas, concretamente la tercera, contando desde la izquierda, se ofrece ligeramente puntuada por la extremidad. La figura en su base y hacia la derecha se nos presenta un tanto deteriorada, posi blemente por acción moderna. 6. En la misma zona aunque un tanto a la derecha y un poco más arriba se ofrecen cuatro signos semejantes compuestos res pectivamente de cuatro, tres y una línea y que parecen contornear un grueso punto (signo) ovaliforme de unos 0,2 m. de ancho. 7. En la parte superior derecha, contemplando el conjunto desde la pared asimismo derecha, se aprecian vestigios de una posi ble figuración cuyo trazado aparece borrado en gran parte y que a Lemozi le dió «la impresión muy vaga» de una estilización animal. 8. En medio de todo el conjunto y asimismo siguiendo en la contemplación de la pared derecha se aprecian algunos restos de color entre los que sólo con alguna insistencia pudieran discer nirse huellas de un trazo en ángulo. 9. A la izquierda de la «figura» anterior y asimismo contem plada desde la pared derecha se presenta otra figura cuya inter pretación se nos antoja aleatoria y en la que el Abate Lemozi quiso vez la imagen de un presunto ciervo, ejecutado en forma esquemá tica, llegando a distinguir las astas, el morro, el dorso e incluso una pata o extremidad proyectada hacia delante, como si estuviera corriendo. Interpretación ésta, que se nos antoja más bien fantás tica y que desecharemos. 10. Finalmente y precisamente junto a la pared derecha que hemos utilizado de punto de observación o mira y hacia el interior se presenta una especie de mancha de pigmentación rojiza, de unos 10 m. de diámetro y en cuya posible significación no podemos pe netrar. Tal es, en total, el conjunto de «arte» rupestre que nos ofrece la cueva de Le Cantal y que para su consideración damos reprodu cido al lector al igual que de la cueva de Las Herrerías en el anexo 188 JOSE M. GOMEZ-TABANERA gráfico del presente trabajo en el que se ofrecen asimismo diversas fotografías en color de ambos conjuntos. Quizá fuera interesante señalar, que posteriormente a su conocimiento y publicación por el mismo abate Lemozi en 1937 (20), sería publicado por el propio autor veinte años después (21) otro hallazgo, hecho en la misma cueva, al parecer tiempo después, y a unos 93 m. de la entrada, sobre la pared vertical derecha, a 2,50 m. sobre el nivel del suelo actual de la misma y a unos 3 m. de distancia de los signos pun tillados rojos que hemos descrito supra (2). Se trata de la figura de un Ibex, (Cf. Lámina VI, 11), trazada con un pigmento rojizo apagado, y que se ofrece ejecutada linealmente entre dos fisuras de la pared y a 1,50 m. más alto, utilizándose posiblemente pa ra su ejecución una especie de escalón natural. Dicho hallazgo según me expuso hace ya algunos años el finado espeleólogo A. Da vid, descubridor del arte de Pech-Merle, y una de las personas que pudo conocer prácticamente la totalidad del arte rupestre de Lot inventariado, le ofrecía algunas sospechas, en relación con su «autenticidad». Estas surgieron a raíz de la visita y estudio que tuvo ocasión de hacer de dicha figuración otro viejo cono cido nuestro, asimismo desaparecido, F.-Ed. Koby y al que tuvo ocasión David de acompañar. No ofreciéndonos duda alguna la buena fe de Koby, que alcanzó cierto renombre en el estudio de diversas especies figuradas en el arte rupestre cuaternario, algunas aún vigentes en el ámbito alpestre (22), hecho éste digno de ser tenido en cuenta antes de entrar a resumir las consideraciones e ideas suscitadas por el «arte» rupestre ya de Las Herrerías, ya de Le Cantal. (20) A . L em ozi , loe. cit., supra nota 16. (21) Cf. A . L e m o z i : “Bouquetin, peinture p arietale; Grotte du ’C antal’, près C abrerets”, Lot, en Bull, de la Soc. Prehis. Franc., tomo L IV , 1957, pág. 722 (com unicaciones cortas). (22) P a ra un conocimiento pormenorizado del ibex (C. Pyrenaica o C. Ib e x ) sigue siendo fundam ental el trabajo de A . C o u t o u r ie r : “L e Bouquetin des A lp e s” , G renoble 1962. P a ra su incidencia en el ám bito cuaternaro es m uy útil la referencia al m ismo llevada a cabo por J. A ltuna en algunas publicaciones y concretamente en J. A ltuna & J. M .a A p e l l a n iz : “L a s pinturas rupestres paleolíticas de la cueva de A ltx erri (G uipú zcoa)” , en M u nibe, San Sebastián 1976, págs. 195-202. ANTE LA HERMENEUTICA DE DOS CUEVAS CON ARTE RUPESTRE 3. 189 EN LA ENCRUCIJADA DE LAS SIG NIFIC ACIO N ES Sin detenernos a recordar circunstancias de una u otra espe lunca, ya anecdóticas, ya enojosas por su misma naturaleza (23), conviene, no obstante, tener en cuenta una serie de circunstancias o hechos que en parte habrán podido ser ya notados por el lector: 1. Existe una semejanza formal que no es fruto de la casuali dad en la ubicación y motivación de los signos y «a rte» rupestre de ambas cuevas, aunque no pueda probarse que su respectiva eje cución obedeciera a motivaciones similares. Llevada la cuestión al campo operativo del análisis de datos se presenta el cálculo de un índice de sim ilitud (d), partiendo de fórmulas conocidas. Así aque lla por la que dados dos objetos (a y b ) caracterizados por un número limitado de parámetros su índice de similitud es de di (a ,b )= (la suma de los cuadrados de las diferencias de los valores tomados para a y b sobre cada parámetro). También, estableciendo por ejemplo d 2 (a,b) = (la suma de los cuadrados de las diferencias ponderadas mediante la suma de todos los valores tomados para cada parámetro) (24) y cuyo cálculo dejamos al especialista. 2. Aún cuando no existen elementos de juicio objetivos, para establecer la datación de ambos conjuntos e incluso ante deter minadas circunstancias, se hace un tanto aleatorio remontar su ejecución a algún momento del llamado Paleolítico Superior. No (23) L a visita de una y otra cueva, tanto de la cueva de L a s H errerías en Asturias, como la de L e Cantal sobre el Cele, en Lot, Francia, es un tanto di ficultosa. L a prim era, de no conocer de antemano la situación de la bóveda con las pinturas, y disponer de la llave de la cancela con las que se las pre serva o intenta p reserv ar de unos años a esta parte — llave que p o r otra parte puede sum inistrar la Consejería del Patrim onio Artístico (Fundación C uevas) del Principado— . L a segunda, sin problem as de cerramiento p or la dificultad de descolgarse sobre el río Cele y abrirse paso entre la m aleza que cubre prácticam ente su entrada. (24) E l cálculo en cuestión puede d ar lu gar a sendos planteam ientos m a temáticos : dx (a, b) = 1 (aj-bj)? j= l d2 (a, b) = donde p ( j ) es la suma de los valores dados mediante el parám etro j. 190 JOSE M. GOMEZ-TABANERA obstante, la comparación de los simulacros en cuestión, con otros que han sido datados en tal horizonte cultural, parece ofrecer una cierta base para poder admitir como hipótesis de trabajo y como límite ad quem el mismo, refiriéndolas incluso a la misma área cultural (hispano-aquitana) del llamado arte paleolítico. 3. Pueden admitirse así, que ambos conjuntos son fruto de un ideario similar, que alimenta un mito prehistórico, que no nos es dado conocer. De la misma forma, pongamos por caso, que los de muchos aún vigentes entre concretos pueblos que viven una «eco nomía de la Edad de Piedra» configurando su existencia espiritual y explican concretos comportamientos e idearios. En ese sentido, y teniendo en cuenta obvias limitaciones, quizá pudiera verse en los llamados ya tectiformes, rejifornes, ideomorfos, etc., etc., así como «puntillados» que han sido conservados en ambas cuevas, como fruto de comportamientos semejantes a los que dan vida a concretas formas del que podríamos llamar «arte prim itivo», pero también «arte aborigen» al referirse a concretos contextos (24), sin olvidar, independientemente de presuntas motivaciones ritua les (25), otras de más compleja explicación (26). Todas ellas, legado de un «patrimonio común» que hace posible y ello puede ser com probado estadísticamente que en concretas áreas geográficas, pue dan ser utilizados muy concretos modelos gráficos y figurativos, en virtud de la difusión cultural. Como ejemplo de tal asevera ción puede señalarse que no está probado absolutamente que el mammuthus primigenius constituyese un biotopo real en el mundo de los artistas/cazadores, artífices del palimsesto de la cueva de Pindal en la región cantábrica (27), por lo que el modelo pudo ser aportado por algún artista perigordino, ni que tampoco el llamado «serpentiforme» de la cueva de Llonín (Cabrales, Asturias) y cuya identificación naturalista con un ofidio se nos antoja aleatoria, pu- (25) E n realidad son las mismas que se imponen en el arte rupestre lle vado a cabo p o r pueblos naturales actuales de nivel socio-económico sim ilar al que conocieron las gentes del paleolítico franco-cantábrico y hoy susten tado únicamente p o r “ contemporáneos bosquim anos, paleosiberianos, etc.) prim itivos” (fueguinos, australianos, con significado ya animista, ya mágico, ya terapéutico, ya religioso (26) P a ra las m ism as remitimos a las elaboraciones bien conocidas de A . L a m in g , A . L eroi -G ourhan y otros autores contemporáneos, que puedan p artir de planteam ientos epistemológicos distintos aunque siem pre teniendo en cuenta la realidad antropológico y paleoecológica. (27) Cf. F. J ordá C erda & M. B erenguer A l o n s o : “L a cueva de E l P in dal, A stu rias”, Bol. del Inst. Estudios Asturianos X X III, págs. 337-364. ANTE LA HERMENEUTICA DE DOS CUEVAS CON ARTE RUPESTRE 191 diera ser fruto de la observación real (28), ni que en la vecina Francia la apabullante figuración femenina esculpida en bajorre lieve sobre caliza y conocida con el nombre de «Venus de Laussel», hoy depositada en el Museo de Aquitania (Burdeos) y encontrada junto a otras figuraciones más o menos relegadas, pueda datarse al Perigordiense Superior (29,). En Las Herrerías, la cronología «atribuida» al contexto no influye en que éste pueda ser una elabo ración simbólica vinculada a concretas realidad o mitos (30). 4. En manera alguna cabe desechar el que los tectiformes, rejiformes, ideomorfos, etc., de ambas cuevas, tengan como origen la trasposición naturalista de un concreto artefacto, fruto de la ergología de los artistas/cazadores, utilizados en su vida cotidia na (31). En tal sentido, pudieran ser identificados: a) como empa lizadas, construidas con fines venatorios o piscatorios, cerrando pasos en sendas de caza o a corrientes fluviales a efectos de atrapar los peces de las mismas; b) simulacros que son representación de trampas venatorias, ejecutadas en madera, y c ) representación de narrias o plataformas de arrastre, a manera de trineos, para portar diversos productos a los habitantes, y cuya representación asume así cierto papel significativo. 5. En el terreno de la proyección simbólica, tectiformes, rejiformes e ideomorfos de Las Herrerías y Cantal, ofrecen un cúmulo de alternativas, entre las que podríamos enumerar algunas: a) sig nos esquemáticos, referidos a mitos de origen, de preservación del grupo e incluso de carácter iniciático (32); b ) signos referidos a (28) J. M. G ómez - T abanera : “El arte prehistórico de la cueva de Llonín (P eñ am ellera A lta, A lle r ) y la lógica de la conexión de los sím bolos de la P re historia y E tnografía astures” , Bol. del I.D.E .A . 96-97, págs. 421-444. (29) U n resum en de las circunstancias que acom pañaron a su hallazgo en 1908 p or G L a la n n e puede encontrar en H. D e lpo r te : U im a g e de la fem m e dans Vart prehistorique, París, Picard, 1979, págs. 60 y ss., y que hemos tenido el privilegio de verter al castellano el pasado 1983. (30) que H o y p or hoy es im posible conocer el contenido de unos y otros, aun m uy posiblem ente el conocimiento de los mecanismos de la llam ada m entalidad arcaica pueda servir p ara sostener alguna de las llam adas “hipó tesis de tra b a jo ” en la especulación prehistórica. (31) Cf. al respecto J. M. G ómez - T a b aner a : “Sobre cepos y tram pas ve natorias en la v ie ja E uropa y su presencia en A stu rias” , en Bol. del Instituto de Estudios Asturianos 109-110, págs. 403-430. Oviedo, 1983. (32) En este sentido las “p arrillas” de Cantal y H errerías vendrían a constituir fo rm as de esquem atización semejantes a las adoptadas p o r d iver sos pueblos de la T ie rra en concretos trances existenciales en creaciones en cierto modo sem ejantes a las que dan lu gar en A m h e m L a n d concretas realizaciones “ artísticas” de carácter ceremonial. (A u s tra lia ) a 192 JOSE M. GOMEZ-TABANERA concretas experiencias religiosas (33); c) signos referidos a cultos concretos, como el de los antepasados o los muertos (34); d) signos referidos a una cosmovisión particular mantenida por el grupo al que perteneció el artista que los ejecutó (35); e) signos de carácter calendárico, trazados con fines de cronofactorización o represen tación de artefactos contadores como abacos, «quipos», etc. (36); f) signos astrales (37). La enumeración podría ampliarse ad nauseam. 6. En manera alguna puede desecharse totalmente el hecho de que las figuraciones en cuestión pudieran pertenecer a un contexto cultural ajeno a la Prehistoria. La misma ubicación y toponimia de la cueva de Las Herrerías, así como la evidencia que pudieran ofrecer otras espeluncas próximas a ella, en las que aisladamente y trazados en ocre, hemos podido vislumbrar algún que otro signo de imposible datación, nos impele a tal puntualización. La cueva (3 3 ) La la s p r á c t i c a s p o s ib l e r e la c ió n q u e p u e d e re lig io s a s sa n tes m o n o g ra fía s , del h o m b re e x is tir e n tre e l g ra fis m o p r e h is t ó r ic o ha dado p a le o lít i c o y lu g a r a m u y in te re a lg u n a s h o y c lá s ic a s , c o m o l a m i s m a de T. M a in a g e , Les religions de la prehistoire. L ’A g e paleolithique, P a r í s 1912, o l a m á s r e c ie n t e so b re el Ed. J J. R o m e n d iv e rs a s m is m o te m a & e d i c io n e s in c lu s o c o n t r ib u c io n e s d e A . L te s is se h a c e yendo d e b id a en ú lt im a s a J. M a r in g e r , De Godsdienst der Prehistorie, Z o n e n , R o e r m o n d e n M a a s e ik , 1952, q u e r e f u n d i d a c o n o c e r á en c a s t e lla n o e r o i- G o u r h a n (1 9 6 2 ). M u c h o m ás r e c i e n t e s so n a lo l a r g o d e d e c e n io s , c u y a p r i m e r a la s s ín L es religions de la prehistoire, P a r í s , P . U . F . 1964, c o n s t it u a p o rta c ió n e l l i b r o d e J. E . P f e if f e r , The Creative Explosion. A n inquiry into the origins of art and religion, N u e v a Y o r k , H a r p e r & R ow , 1982, y J o s e p h C a m p b e l l , The W ay of the Anim al Pow ers. Historical Atlas of W orld M ythology ( I ) T i m e s B o o k s , L o n d r e s 1983. (3 4 ) P a ra los mismos hay que utilizar el método etnológico, pudiendo ser v ir de pauta los trabajos contenidos en “Form in Indigenous A r t ”. Ed. por P. J . U cko , con el título Schematisation in the art of A boriginal Australia and Prehistoric Europe, pero también bastantes de las conclusiones de A . L eroi G ourhan en diversos trabajos recientemente compilados con los títulos Sím bolos, artes y creencias de la Prehistoria y A rte y grafismo en la Europa prehistórica (trad. J. M. Góm ez-Tabanera). M adrid, Istm o 1984. (3 5 ) En este sentido proporcionan nuevas perspectivas D ale W . R itter & E ric W . R itter en Prehistorie Pictography in North A m erica of M edical Sig nificance, en W o rld Anthropology, Mouton P u bl. 1975. (3 6 ) A . M arshack: The Roots of Civilization, N u ev a Y o rk 1970. N o se ha intentado hasta la fecha la explicación de las p arrillas como expresión de un intento de estructurar relaciones espacio-temporales, con la medición de rit mos estacionales, pero tal solución no es descartable. (37) La percepción de los movimientos astrales b ajo la bóveda celeste, acom pañando diversos fenómenos estacionales, no pudo ser en m anera alguna ajena al hom bre prehistórico como tampoco lo es, a diversos contemporáneos prim itivs. Sin em bargo es aleatoria toda asimilación de signos o grafism os paleolíticos concretos con astros o fenómenos celestes, en lo que se refiere a la Edad de Piedra, incluso asimilando las p arrillas á signos géománticos, lo que h aría poder datarlas en la Edad de los Metales. ANTE LA HERMENEUTICA DE DOS CUEVAS CON ARTE RUPESTRE 193 de Las Herrerías albergó en tiempos posteriores a gentes de par ticulares dedicaciones, entre las que se encontraban desde luego herreros y metalúrgicos, que dejaron gran cantidad de escorias no sólo en la zona vestibular del gran salón de acceso al conjunto kárstico, sino asimismo en todos los alrededores. La dedicación metalúrgica es proclive a un concreto arte esquemático... ¿Podría llevarse la investigación por tales derroteros? Por otra parte, des conocemos los avatares históricos a que estuvieron sujetos, tanto Las Herrerías como Le Cantal, tras su formación geológica y ni una ni otra han proporcionado yacimiento arqueológico alguno hasta la fecha. Con cierto pragmatismo, puede no obstante admitirse que en algún momento pudo ser utilizada una y otra como refugio temporal y por diversas gentes, desde transeúntes ocasionales, hasta fugitivos y bagaudas o forajidos que incluso pudieron acondi cionar los accesos con andamios, techumbres y escaleriformes... que más tarde serían reproducidos mediante el arte rupestre. Un signo en el conjunto de Cantal permanecería empero sin explica ción, el que hemos llamado «petaloide». Por lo que se refiere a los «puntillados», trascendiendo éstos de la Era Paleolítica, la signifi cación a darles es asimismo varia y polivalente. 7. Atención particular suscita la localización de los «tectiformes» de la cueva llanisca de Las Herrerías, a la hora de vincularles o no, a cualquier otro tipo de elaboración simbólica, a referir, ya a la Era Paleolítica, ya a tiempos postpleistocénicos o epipaleolíticos, puesto que no hay claros elementos de juicio para considerarles ya paleolíticos. En tal caso, habría que tener en cuenta con M. Lorblanchet que la cueva de Le Cantal, quizá se integre con otras cuevas del Quercy francés, de estilo II/ III francés de A. LeroiGourhan (38). Sin descartar empero, que pueden ser epizalienses, o incluso, referirse a las Edades del Metal, lo que quizá permitiría considerarlas bajo distintas perspectivas, más, si se vincula su ela boración a otras concepciones metafísicas que no conoció el Paleo lítico franco-cantábrico. Ello permitiría interpretar los «rejiform es» de Las Herrerías, como una elaboración particular de algún morador de la cueva, en un período postpaleolítico cuando no protohistórico o histórico para decepción de paleolitistas y prehistoriadores. 8. En el terreno de la pura lucubración intelectual, no puede descartarse que en un momento no conocido de la Prehistoria del área franco-cantábrica, ciertas gentes privilegiadas de dicho ámbi(38) Cf. M. L or blan ch et : “ Grotte págs. 459-60, P arís, M in. C ulture 1984. du C antal” en L ’A rt des Cavernes, 194 JOSE M. GOMEZ-TABANERA to, llegasen a conclusiones comunes, que vinieran a ser algo así como una clave unificadora de las fuerzas activas presentes en los mundos físico y psíquico. Algún lector pensará que tal orden de esfuerzos jamás pudo ser posible en una sociedad tan «atrasada» como la de los cazadores paleolíticos. Pero ¿acaso hay fundamentos para poder afirmar tal cosa? Pues hoy, ya puede pensarse, que los brujos y chamanes paleolíticos siempre buscaron la unificación de los mundos físico y psíquico, aunque su labor no se desarrollara de acuerdo con los que aceptamos como modelos científicos. De todo ello, surge nuestro planteamiento que, en el terreno de la lógica, habría que remitir más que al Paleolítico, a las llamadas Edades del Metal y horizontes similares a los que en el Lejano Oriente euroasiático, permitieron la elaboración de sabias compila ciones adivinatorias, como pueda ser el Yi-King (/ Ching Libro del cambio o de las Mutaciones) (* ) y sobre el que existe una ingente bibliografía que por razones obvias suelen desconocer los expertos y prehistoriadores de la Era Paleolítica, aunque no en tal propor ción, los paleopsicólogos, historiadores de religión, etc., etc. Indudablemente, no es lugar éste para metemos en anteceden tes (39). Sin embargo, es necesario señalar que la compilación de que se trata no es prehistórica, en el sentido estricto del término, sino más bien protohistórica, al datar hacia el año 1143 a. de C., por lo que habría de situarse su concepción, tal como llegó hasta no sotros, a la Edad de Bronce, concretamente, durante el reinado del monarca chino Wen, e incluso de su hijo el duque de Chu, ejercien do a la larga un extraordinario influjo sobre las dos grandes religiones orientales configuradas en confucionismo y taoismo, trascendiendo desde ambas, al mundo histórico. (*) L a transcripción del título de dicho libro varía, según se utilice el sis tema W a d e (antiguo) o el sistema O xford, hoy en uso. (3 9 ) ta n t o c io n e s La b ib lio g r a fía d is p e rs a . L a s de la s U n a e d i c ió n en le n g u a e d ic io n e s e x is t e n t e s le n g u a s a le m a n a c a s t e lla n a se b a s a n e in g le s a , que a a c r e d i t a d a e n l e n g u a e s p a ñ o l a e s la so bre el te m a es p a r t ic u la r m e n t e su vez lo fu e ro n escasa en y trad u c d e l c h in o . v e r s ió n d e R i c h a r d W ilh e m , b a j o e l t ít u lo I Ching. El Libro de las Mutaciones, (D ü s s e l d o r f , 1960), E d i t o r i a l S u d a m e r ic a n a , W ilh e lm , no, la EDHASA, e n tre otro s p u b lic a c ió n con p ró lo g o s o r ig i n a l m e n t e C.G. J u n g , R . e x p lic a tiv o s d e a lic ie n t e s . M á s a s e q u i b l e en fran c és e s q u iz á , de M ic h e l ta m b ié n en G a ll, & H. c a s te lla L e Y i-K in g . La B ible des Chinois (R . L a f f o n t , P a r í s , 1980), G E D I S A , B a r c e l o n a / M é x i c o , 1980. A s im is m o p u e d e la q u e se h a n s e n te t r a b a jo . c o n s u lt a r s e r e p ro d u c id o la d e M i r k o L a u e r , eds. A k a l, M a d r id , lo s h e x a g r a m a s in c lu i d o s en la s lá m in a s 1983, d e del p re un ANTE LA HERMENEUTICA DE DOS CUEVAS CON ARTE RUPESTRE 195 Más de un lector se sentirá sorprendido de tal conclusión, que rompe quizá todos los esquemas vigentes en torno al contenido gráfico del corpus, que hasta la fecha venía integrando el llamado arte paleolítico hispano-aquitano. Pero ha de tenerse en cuenta, que desintiendo gravemente de la opinión de autoridades conoci das, al hacer tal planteamiento dejamos implícitas nuestras dudas en torno a su asignación no ya a la era cuaternaria — al ser consi deradas magdalenienses— , sino al a misma Edad de Piedra, llevan do su entorno de ejecución a la Edad del Bronce, viendo en las mismas una serie de signos destinados a fines oraculares, de la misma manera que, ya lo hemos dicho que se utilizaron inicial mente, los que más tarde más o menos elaborados empezaron a integrar el ya citado libro del cambio o de las Mutaciones. Tal en foque de la cuestión abre indudablemente inéditas perspectivas hacia nuevas interpretaciones de cierto arte rupestre, prehistórico y protohistórico, por lo general simbólico/esquemático y cuya eje cución se presenta vinculada a determinados estados de conciencia, que sólo podemos intuir buceando en el campo de la paleosicología y de las religiones arcaicas, a la vez que en el chamanismo como ins titución arcaica. Por otra parte en la gestación de tales signos no cabe ver más que el resultado de determinadas consecuencias del impacto de un universo mítico particular que nunca podremos conocer pero cuya relevancia no fué ajena, digamos a determina das personalidades que en tales signos pudieron ver la respuesta de concretos problemas cotidianos, al ver en los trazos una especie de baterías cargadas ya de energía positiva, ya negativa (40), en virtud de la práctica oracular, cuyo mecanismo pudo ser o no se mejante al que parece ofrecerse en el citado Libro del Cambio/Libro de las Mutaciones. En el L ib ro de las Mutaciones, el “sí” se señala simplemente mediante un trazo entero ... .. , el “no” mediante un trazo in terru m p id o «— — . N o obs tante, desde época inm em orial pareció imponerse la necesidad de una m ayor diferenciación, y de los trazos simples surgirían conbinaciones mediante una d u p licación : (40) O bsérvese que aquí, m ás o menos, se presenta una concepción en cierto modo sim ilar a la concepción binaria que en un principio y como ex plicación del sentido del arte rupestre paleolítico elaboró A . L ero i -G ou r h an , al h ab lar de L o M asculino y L o Femenino, como fuerzas que se m anifestarán en concretas epifanías animales, como toros, caballos, etc., en connotación con las mismas. 196 A JOSE M. GOMEZ-TABANERA éstas se añadía después un tercer elemento lineal, form ándose los así llam ados “ ocho signos” (trigram as). Estos ocho signos fueron concebidos co m o im ágenes de lo que sucedía en el cielo y sobre la tierra. En este sentido se había impuesto el concepto de perpetua transición de un signo a otro, a la p ar de la perpetua transición recíproca de los fenómenos en interacción que tienen lu gar en el mundo. N o se nos presenta pues aquí la iddea fundam ental decisiva de las mutaciones, que em ergerá después. L os ocho signos son sím bolos de cam biantes estados de transición, imágenes que, permanentemente, se transform an. L a m ira no se presenta puesta en el ser de las cosas — como ocurrirá en Occidente a raíz de su indoeuropeización— , sino en los m ovim ien tos cam biantes de las cosas. D e ésta form a, los ocho signos iniciales del libro oracular chino no vienen a constituir reproducciones o representaciones de las cosas, sino de sus tendencias de m ovilidad. Así, estas ocho im ágenes po drán obtener polifacéticas expresiones al representar ciertos procesos de la naturaleza que correspondían a su esencia. Podían representar, p or ejemplo, una fam ilia integrada por padre, madre, tres hijos, tres h ija s ; no en un sen tido mítico como ocurre en el politeísta O lim po greco-rom ano, sino conser vando una vez m ás el sentido, llamémosle abstrancto, según el cual no se representan cosas, sino funciones. Si recorrem os los susodichos ocho símbolos en el sentido en que vienen a constituir la base del fam oso I Ching, o L ibro de las Mutaciones, obtenemos la siguiente disposición: Nom bre Cualidad Imagen Familia Ch’ien Kien*, lo Crea tivo fuerte Cielo Padre K ’un Kun, lo Recep tivo abne gado Tierra Madre Chen Dschen, lo Suscitativo movili zante Trueno 1er. hijo K ’an Kan, lo Abismal peli groso Agua 2° hijo Ken Gen, el Aquietamiento quieto Montaña 3er. hijo Sun Sun, lo Suave pene trante Viento, Madera 1* hija Li Li, lo Adhé rente lumi noso Fuego 2* hija Tui Dui, lo Sereno regoci jante Lago 3? hija Identificam os pues, en los hijos el elemento m ovilizador en sus diversos estadios: comienzo en el movimiento, riesgo en el movimiento, relajación (descanso) y consumación del movimiento. En las h ijas observam os el ele * L a fonetización d e la prim era columna, es la del difundido sistema W a de-Giles. L a de la segunda es la que adoptó R. W ilhelm y que se aproxim a un poco m ás a la pronunciación real. ANTE LA HERMENEUTICA DE DOS CUEVAS CON ARTE RUPESTRE mentó de la penetración; entrega, la claridad y abnegación en adaptación; sus diversos estadios: una 197 suave calma serena. Con objeto de obtener una diversidad aún m ayor pronto podrán convinarse tam bién estas ocho imágenes, obteniéndose así el núm ero de 64 signos. Estos 64 signos, (h exagram as), se componen finalm ente cada uno de seis tra zos positivos o negativos. Estos trazos se conciben como susceptibles de m u tación, el estado representado p or un signo se va transform ando en otro. Así, p or ejem plo el signo doble K ’un, lo Receptivo, la T ie r r a . Representa la índole de la tierra, lo que con poder se e n tre g a ; en el trans curso del año representa las postrim erías del otoño, cuando todas las fuerzas vitales descansan. Sin em bargo, cuando el trazo de las a b a jo entra en m u tación obtenem os el signo Fu, el Retorno. Representa al Trueno, un movimiento que vuelve a agitarse en m edio de la tierra, en la época del solsticio de v e ra n o ; el Retorno de lo Lum inoso. Y así podíamos dar uno y mil ejemplos en los que no entran necesariamente en mutación todos los trazos, ya que ello depende totalmente del carácter inherente al trazo. Un trazo que contiene la naturaleza positiva en estado superlativo, se convierte en su contrario, lo negativo; en cambio, un trazo positivo de menor fuer za sigue invariable, y lo correspondiente sucede de forma idéntica con los trazos negativos. Todo esto parecerá a más de uno no familiarizado con la me tafísica del signo, tan demencial o caótico como les pareció a los epígonos de H. Breuil y del conde H. Begouen, — por citar sólo a dos «monstruos sagrados» de la historia del desvelamiento del arte rupestre— , la elaboración que en su día llevó a cabo la inolvidable A. Laming-Emperaire con su tesis (41) y años después, las de A. Leroi-Gourhan, con sus formulaciones más o menos estructuralistas, y hoy admitidas por un amplio sector de estudiosos. A fin de cuen tas, nuestra teorización quizá pueda hermanarse a planteamientos similares, aunque, insistimos, de resultas de contemplar en los «rejiform es», «parrillas», «ideogramas» de Le Cantal y de Las Herre rías, la expresión de cosmovisiones, de estados simbólicamente expresados, que no se nos antojan en manera alguna, patrimonio (41) Cf. A . L am ing E m peraire , La Signification de L ’A r t rupestre paléo lithique, P arís, Picard, 1962. 198 JOSE M. GOMEZ-TABANERA cultural de la Edad de Piedra, sino más bien, de sociedades com plejas cuyo estudio compete a la llamada arqueología social (42). En nuestro caso concreto, las «imágenes de los estados mutantes» (ideogramas) que parecen presentarse tienden quizá a la identifi cación del hombre con el universo circundante, y que se integra en el pensamiento antiguo oriental en dos fuerzas iguales y com plementarias, el Yang y el Yin, El Yang constituye el principio activo, representación de los atributos positivos; el Yin constituye el principio pasivo aunque no por ello es menos importante, vi niendo a ser la encarnación de lo negativo. El Yang simboliza la luz y Yin las tinieblas. Y puesto que todo lo existente supone una con junción de Yang y de Yin, la diferencia es observable en las cosas del mundo tendrán de obedecer a las diversas proporciones de uno u otro componente; de aquí que todo acontecer viene a ser el pro ducto de la interacción de ambos principios. Veamos ahora el porqué. Nuestro conocimiento, evidentemente paupérrimo de el I Ching, nos ha traído a la mente en un récord imaginativo, las figuras (rejiform es) de Le Cantal y de Las Herre rías, récord en el que posiblemente superemos a los más conspicuos y famosos tratadistas. Resulta que el I Ching contiene sesenta y cuatro figuras o hexagramas, cada uno de los cuales consta de seis líneas continuas y discontinuas. ¿Por qué los «rejiform es» o «pa rrillas» de ambas cuevas no pueden situarse en la Prehistoria, de una elaboración semejante, que indudablemente no ha llegado hasta nosotros? He aquí nuestra formulación. Los trazos discontinuos que inspiran el I Ching representa los atributos Ying y los continuos los Yang. En ambas cuevas prehis tóricas se dan ambos tipos de trazos. Ahora bien; en I Ching, cada hexagrama posee su nombre simbólico, referido a una situación de la existencia, acompañándose de un breve texto explicativo cuya reacción se atribuye al rey Wen. Pero también se ofrece al que se quiere iniciar en el sistema, un comentario del texto — posiblemen te obra de Confucio— , amén de una interpretación simbólica del hexagrama y de cada una de sus líneas componentes. Ni en Le Can tal ni en Las Herrerías tenemos tales explicaciones y comentarios que, ¿por que no?, quizá existieron hace miles de años y que no (42) Sobre el concepto de la misma, remitimos a nuestra recentísima traducción del libro del conocido prehistoriador inglés C olín R e n f r e w , El A lba de la Civilización (B efo re Civilization). M adrid, Istmo, 1986, cuyas pautas pue den asimismo avalar la legitimidad de nuestros planteamientos metodológicos. ANTE LA HERMENEUTICA DE DOS CUEVAS CON ARTE RUPESTRE 199 han llegado hasta nosotros, por lo que se hace inútil todo intento de interpretación. Para consuelo nuestro, podríamos terminar que en el sistema / Ching no se acepta la inmutabilidad del futuro, ni pretende adi vinarlo, y sólo se limita a facililitar directrices de cierta calidad moral con objeto de que el iniciado decida libremente en torno a la linea de conducta a seguir y como tales directrices dependen en gran medida de la interpretación atribuida por el consultante, es de todo punto imprescindible que el iniciado considere el I Ching desde una perspectiva de credibilidad, seriedad y receptividad. La misma, que el artífice de los rejiformes de Le Cantal o de Las He rrerías pudo pedir a sus «feligreses». CONCLUSIONES El llamado arte rupestre de Las Herrerías y Le Cantal constitu yen dos casos parejos y similares y a una distancia de unos 500 Km. a vuelo de pájaro uno de otro, en la misma área cultural, conte niendo simulacros que tradicionalmente se han venido atribuyendo a la Era Paleolítica, aunque según nuestro punto de vista personal, tal atribución carece aun de argumentos científicos que permitan sustentarla (43). El descubrimiento del «bouquetin», ibex o cabra montés, pinta do en Le Cantal (44), veinte años después de que cuidadosamente el Abate Lemozi hubiera publicado un conjunto de difícil y aleato ria datación, parece demostrar el interés que ciertas personas y en un momento determinado pudieran tener por incorporar, tanto el arte de Le Cantal como el de Las Herrerías en un contexto deter minado. Por otra parte, todos sabemos de estudiosos consagrados, incapaces de desdecirse de conclusiones precipitadas, adoptadas, a veces por espejismos mentales, sin suficientes elementos científicos de juicio, o por simple espíritu de contradicción, conclusiones que (4 3 ) En este sentido C f. F. Jordá C e r d a , quien anteriores, en Historia del A rte Hispánico ( “L a reafirm ándose en tesis A n tigü edad ” , pág. 98), Ed. A lh am b ra, M ad rid 1978, atribuye el trazado de las “p a rrilla s ” de la cueva de L a s H e rrerías a fases finales del M agdaleniense cantábrico. (4 4 ) En torno a las representaciones del ibex o cabra montés, en el arte prehistórico sigue siendo fundam ental el trabajo ya clásico del fin ad o F.-Ed. K o b y , “L e B ouquetin dans la Prehistoire”, en Actes de la Societé jurassiene d’Emulation, 1957 (págs. 2 9 -6 4 ) con la bibliografía sobre el tema, aun cuando la figuración de Cantal, fu era ignorada p or el autor. 200 JOSE M. GOMEZ-TABANERA son iricorpóradás a la bibliografía especializada, sin los necésarios controles. Esto ya es un claro exponente. El caso bieñ conocido de la cueva de Lledias, no lejos de la cueva de Las Herrerías con tigua al predio del finádo C. Cardín en el cueto homónimo (c. supra nota 3), puede servirnos de ejemplo, como también el mucho más reciente del abrigo levantino de Cehegin, Murcia, que puede poner nos sobre aviso. Aunque nunca hay que olvidar que todos somos humanos y en ello estriba precisamente nuestra grandeza y nuestra miseria. TRES POESIAS DESCONOCIDAS DE LEOPOLDO ALAS POR DAVID TORRES (* ) En una composición que permaneció inédita hasta 1951, el propio Leopoldo Alas confiesa su incapacidad para escribir versos, subrayando lo que él llama un «ripio clásico de esta época del año». Se trata de la tercera estrofa de una poesía en ocasión de felicitar las Pascuas a Víctor Díaz Ordóñez, catedrático de Derecho Canónico de la Universidad de Oviedo: «Como escribiendo en verso estoy en ascuas, mas no tengo la cítara de Justo y en cada endecasílabo un disgusto acabo por decir: ¡Felices Pascuas!» (1). Clarín sintió los mismos temores cuando, en 1887, tuvo que comparecer ante Apolo, que ya había prescrito sus delitos poéticos: «Y o entré con el sombrero en la mano, con paso tardo, y, valga la verdad, un tanto turbado. Al atravesar el umbral recordé de repen te que en mi niñez, en mi adolescencia y en mi primera juventud había escrito miles de miles de versos, no tan malos como decían mis amigos, que conocen de ellos una pequeña parte, pero al cabo capaces de sacar de sus casillas al dios de la poesía, aunque fuera (• ) (1 ) D e la A n gelo State U niversity. M a r in o G ó m e z-S a n t o s , dios Asturianos, V , N .° “C larín poeta”, Boletín del Instituto de Estu 14 (1951), 399. E l Justo que menciona en el verso segundo era Justo A m an d i, catedrático de la U niversidad de Oviedo. 202 DAVID TORRES éste de un natural menos irascible del que en efecto le caracteriza, como dicen ahora los estilistas» (2). Efectivamente, la bibliografía clariniana registra más de treinta composiciones, sin incluir obras anónimas o enterradas en perió dicos. Su amigo íntimo, Palacio Valdés, asegura que Leopoldo Alas «enviaba al G il Blas artículos y versos» (3). El propio Clarín afir ma: «P o r cierto que in illo tempore era yo un adolescente bastante buen católico, aunque muy liberal, que con un seudónimo envié dos o tres poesías místicas a E l Cascabel, que me las publicó ensegui da» (4). No todas sus composiciones datan de su primera juventud, como lo comprueban las tres que ahora se exhuman; si no estamos equivocados, Clarín escribió versos desde los catorce o quince años hasta los cuarenta y dos años de edad, tal vez hasta el año de su fallecimiento. Existen por lo menos tres artículos modernos sobre la poesía de Clarín (5). Todos están de acuerdo que Leopoldo Alas fue un gran poeta en prosa pero no en verso; el Clarín novelista y crítico literario supera decididamente al Clarín poeta. La versificación está descuidada en la mayoría de los casos, y contiene tantos ripios y deslices gramaticales como él había censurado en Antonio Grilo, Emilio Ferrari, José Velarde, y otros poetastros de la época. Algu na poesía suya — por ejemplo, el soneto sin título que empieza «Crece la hiedra sobre el fuerte muro»— fue cruelmente satirizada en vida del autor (6). En enero de 1895 La Gran Vía, revista semanal madrileña, fun dada por Gaspar Abati y dirigida a la sazón por el poeta Salvador Rueda, anunció que pronto daría a conocer tres poesías inéditas de Clarín, «escritas precisamente en los metros predilectos nues tros: una de ellas de una delicadísima ternura, otra humorística y espléndida de músicas y matices; y la otra escrita en un origina(2 ) C l a r ín , A polo en Pafos ( M a d r i d , 1887), p á g . 7. (3) A rmando P alacio V aldés , La novela de un novelista (M ad rid , 1946), pág. 214. rín , (4) C l a r ín , “P a liq u e”, Madrid Cómico, N .° 208 (29-1-1887). (5 ) Adem ás c r ít ic o del a r t íc u lo lit e r a r io — P o e s ía de y G ó m e z -S a n t o s , v é a n s e a n t i -p o e s ía ” , Revista R ic a r d o G ulló n , “ C la de la Universidad de Zaragoza, X X V I , N . ° 3 (1 9 4 9 ), 415-419, r e c o g i d o e n l a a n t o l o g ía Leopoldo Alas Clarín, e d . J. M . M a r t í n e z C a c h e r o J. M . M a r t ín e z 89-100, r e c o g i d o e n l a s p á g s . (6) (M a d r id : T au ru s, 1978), p á g s . 134'-138; C a c h e r o , “ L o s v e r s o s d e L e o p o l d o A l a s ” , A rch ivum , I I 105-111 d e l a m is m a F r a y M ortero , Cascotes y machaqueos y (1 9 5 2 ), a n t o lo g ía . ( Pulverizaciones a Valbuena y Clarín) (M adrid , 1982), págs. 227-237. E l texto de este soneto puede leerse hoy en la antología de J. M. M artínez Cachero, pág. 109. TRES POESIAS DESCONOCIDAS DE LEOPOLDO ALAS 203 lísimo ritmo, imitado de Gabriel D'Annunzio ... ritmo tan audaz y valiente ... que jamás nosotros, tildados de progresistas en este punto, nos hemos atrevido a tanto. En una de las poesías, Clarín canta a mi tierra, a Andalucía» (7). El domingo siguiente el poeta-director cumplió su promesa, pu blicando las tres composiciones precedidas por un extenso artículo lleno de elogios y el retrato de Leopoldo Alas con dedicatoria «A mi querido amigo, Salvador Rueda, Clarín» (8). Entre otras obser vaciones, el poeta malagueño esboza este curioso perfil de Alas: «E l sentido de su tacto literario pudiera compararse a un haz lar guísimo de tentáculos que llegasen a todas partes y de todas sacasen el conocimiento íntimo. Valga la andaluzada, pero yo creo que en Cádiz, por ejemplo, está escribiendo un poeta unos versos malos, y Clarín oye el rasguear de la pluma desde Oviedo. Todo poeta es de cristal para Clarín. Es una especie de conciencia que se pone delante de nosotros cuando escribimos. Su influencia en la literatura moderna española es grandísima: él ha enseñado ló gica a los escritores; ha elevado su miras artísticas; les ha hecho que conozcan la literatura francesa; les ha enseñado a reírse de lo cursi, de lo fofo, de lo malo; les ha refinado el gusto estético ...» (9). Salvador Rueda habla aquí por experiencia propia, según su co rrespondencia con Leopoldo Alas, los paliques de éste en el Madird Cómico, y el prólogo que el crítico asturiano había puesto al libro de Rueda, Cantos de la vendimia (1891). La primera composición, «Córdoba», firmada en dicha ciudad en diciembre de 1882, consta de 44 dodecasílabos (con puntos sus pensivos al principio y entre los versos 8 y 9) y reza así: «H e llegado a la tierra de Lagartijo, que también es la patria de Vega Armijo, el cual tiene una huerta, que me parece que por mucho que él valga, no se merece. Vi, al llegar, cierto puente, junto Alcolea, que de tanto pasarlo, ya se menea, y en la cima de un monte, blancas, chiquitas, miré las decantadas — por Grilo— ermitas. (7) S alvador R ueda , “ C larín ”, La Gran Vía, III, N .° 80 (6-1-1895), pág. sin núm ero, que parece ser la 25. (8) S alvador R ueda , “ L os m aestros: Leopoldo A la s Vía, III, N .° 81 (13-1-1895), dos págs. sin numeración. (9) Idem . (C la r ín )”, L a Gran 204 DAVID TORRES Mas de estas impresiones harto sombrías me hicieron olvidarme las alegrías que me entraron de pronto por los sentidos en forma de colores, aromas, ruidos. Yo, que llevo aquí dentro, y ha tantos años¿ un corazón cargado de desengaños, escuché su latido que me decía: ¿Quieres curar la tisis del alma mía? ¿quieres aquellas ráfagas embriagadoras, que tibias, voluptuosas, te acariciaron cuando en precoz infancia las dulces horas de ensueños amorosos te esclavizaron, haciendo para siempre de tu existencia un eterno suspiro por una ausencia? ¿Quieres gozar de nuevo de los efluvios del amor esparcido por el ambiente? ¿Te acuerdas de los suaves cabellos rubios que el azahar coronaba sobre una fuente? ¿Quieres sentir de nuevo palpitaciones como aquellas sentidas, por sus hechizos, al pasar por debajo de los balcones de la niña de azahares entre los rizos? Pues vamos a la tierra de Andalucía; mis latidos hoy te hablan en profecía; allí verás palpables tus sueños vanos, allí existe la vida que tú deseas, allí verás qué sombras dulces, livianos aires que mezclan flores con las ideas ... Sentirás en la mente mayor holgura, y la dulce armonía del pensamiento; harás de cada idea bella figura, que allí hay versos en todo, y hasta en el viento, y habla de todas suertes la poesía, exuberante, rica, como ya hablaba cuando Lucano en Roma versos decía, que Nerón poderoso triste envidiaba.» Nótese que aun en sus versos, Clarín aprovechaba la ocasión para tirar una chinita a Grilo. La segunda composición, «Fragmen tos de un incendio», firmada en Oviedo en 1892, contiene 27 hexasílabos con asonancia en «e-o» en los versos impares, y es de una delicada sencillez que no encontramos en otras poesías de Leopoldo TRES POESIAS DESCONOCIDAS DE LEOPOLDO ALAS 205 Alas. Parece aludir a su segundo hijo, Adolfo, que había nacido el 20 de septiembre de 1887: «Tengo un hijo enfermo ... Quisiera que el alma que tengo en su pecho tuviera mi carne, tuviera mis nervios, todos sus dolores, para padecerlos. Mi pena es más pena, pero no es del cuerpo; yo lloro, yo sufro, pero no padezco la sed que le abraza, el ansia del pecho ..., todos los dolores de que estoy tan lejos, aunque están mis labios dándole mil besos. Quisiera, quisiera ... ¡ay! ahora comprendo por qué Dios al mundo vinó'defcde el cielo, y quiso ser hombre, y su amor inmenso tomó sangre humana que vertió contento ... ¡Para mí la fiebre de mi niño enfermo! » La tercera poesía, «De la torre» (Oviedo, 1893), lleva el subtítu« Ritmo imitado de D'Annunzzio» y consta de once versos libres: «Bruma callada amiga, circunda cual manto la torre, símbolo del misterio de mis amores místicos. Piramidal fantasma, la gótica sombra vigila, y ofréceme el sigilo de su silencio eterno. Sí; callará la torre, como calla triste la noche, y no sentirá celos de su rival humano. Calla la blanca estrella, cual de nieve copo con alas, sobre la cruz brillando del índice teológico. 206 DAVID TORRES Como la torre y astro, callo siempre dulce secreto, ya la rival humana duerme en la cripta obscura: bajo el astro y la torre.» Sólo aparecieron tres tomas de La Gran Vía, desde el 2 de julio de 1893 al 14 de diciembre de 1895. La revista tenía sus oficinas en Fuencarral, 19 y 21, y durante esos tres años tuvo tres directo res: Felipe Pérez y González, Carlos Frontaura, y Salvador Rueda. En ella colaboraron casi todos los amigos «m enores» de Clarín (Ramos Carrión, Sinesio Delgado, Sánchez Pérez, Vital Aza, Eduar do de Palacio, Pedro Bofill, etc.) y por lo menos dos enemigos (Manuel del Palacio y Novo Colson). En 1895 publicó cuatro cuen tos de Rubén Darío, probablemente tomados de otras revistas. Cesó con el número 127 a causa de «grandes dificultades» para conse guir su propósito «y el cansancio del público hacia ün periódico que por su ya larga vida no podía ofrecerle el aliciente de la no vedad». La única otra contribución de Leopoldo Alas a esta revista fue «Dos pensamientos de Alas» (Año III, N.° 106, 7-VII-1895) que copiamos a manera de colofón: «España es un país de cabezas montadas al aire». «Sólo el genio puede ser exagerado impunente». C l a r ín PEÑALBA Y RIPOLL: DOS MONASTERIOS EN LA ESPAÑA DEL SIGLO X POR SERAFIN BODELON GENADIO, AMIGO DE ALFONSO I I I Genadio ingresó en el monasterio Ageo, hoy Ayoo (cerca de Vi dríales, en Zamora) y tras reconstruir San Pedro de Montes y San Andrés, funda Santiago de Peñalba. Nos queda de él su Testamento, en un latín docto y elegante, en el que nos habla de la fundación, dotación y biblioteca de ete monasterio berciano (1). Genadio fué persona de confianza y amigo de Alfonso III, quien le nombró obispo de Astorga, función que desempeñó entre 909 y 920; en esta fecha se retiró al monasterio de Peñalba, donde aún vivió dieciséis años. Por el 916 debía ya estar finalizado Santiago de Peñalba, pues por entonces empieza a sonar en la documenta ción el de S. Andrés (segunda fundación) y ese año comienza sus fundaciones más alejadas con San Alejandro de Santalavilla. Y pre cisamente en el 915 se data el Testamento, en el que se trata de la dotación de Peñalba (2), así como la dotación de los otros dos monasterios bercianos próximos: la biblioteca debería ser común para los tres cenobios, estableciendo un turno rotativo, de donde (1 ) A. Q u in t a n a P (2 ) P. p. 477. R o d r íg u e z r ie t o L , Peñalba, L e ó n , 1978, p. 14. ópez, Episcopologio Asturiense, Astorga, 1906-1910, 208 SERAFIN BODELON Pérez de Urbel ha sacado la idea de que Genadio fué el fundador de la primera biblioteca criculante de España (3). Genadio poseía una notable cultura, a deducir, no sólo por la elegancia del latín de su Testamentum, sino también por los libros donados por él a los tres monasterios bercianos; entre tales libros se encuentran cuatro obras de Isidoro: Las Etimologías, la Regla, el De officiis y el De Viris illustribus (4). Además las Epístolas de S. Jerónimo, los Moralia de Gregorio Magno, el In Apocalypsim de Apringio de Beja, la Chrórvica íntegra de Próspero de Aquitania, así como la obra de Juan Clímaco que se había inspirado en el Antirretikós de Evagrio y los Capita Centum de Diadoco de Fotice. Donó, además, Genadio, a la biblioteca de los tres monasterios bercianos, el Liber Comicus, un leccionario de contenido litúrgico, bien estudiado por Pinell (5), así como varios libros de contenido bíblico: el Patenteuco, el Libro de Job, el Libro de Ezequiel y otros libros sacros. De todo ello cabe deducir que Genadio fué el promotor de la cultura en el Bierzo del siglo X, ya que esos libros alcanzarían no sólo a un conjunto aproximado de cien monjes, que podrían habitar los tres cenobios por el siglo X, sino también a cuantas personas cultas pudieran acceder a la biblioteca monacal; y de ellos, sin duda, se hicieron copias para otras fundaciones cenobíticas, siguien do el «o ra et labora» (6). El Testamentum, además, no es una mera descripción objetiva, es también una autobiografía. Y así nos cuenta Genadio: «Un día salí del monasterio de Ageo, ansioso de la vida silenciosa y tras la bendición del abad Arandiselo, llegué con doce hermanos al solar de San Pedro de Montes, que estaba destruido, olvidado y cubierto de maleza y zarzales. Lo restauré, restablecí edificios, planté vides y manzanos, cultivé las tierras, hermoseé los huertos y preparé allí una vida apta para los monjes; más tarde, elegido obispo de Astorga, amplié la iglesia con maravillosas construcciones» (7). Es (3) J. P erez de U rbel , Los M on jes en la Edad Media, II, M adrid, 1945, p. 357. (4) M. C. D íaz (5) J. P in e l l , “L a L itu rgia H ispánica” , Repertorio de las Ciencias Ecle y D ía z , D e Isidoro al siglo X I, Barcelona, 1976, p. 177. siásticas en España, 2, Salmanca, 1971. (6) J. P erez de U rbel , El Monasterio en la vida española, Barcelona, 1942, p. 42, “ sabemos que Ordoño, hijo de Alfonso III, le entrega un ejem p lar de la R egla de S. Benito, “cuya doctrina deífica le encargo observe con todos los m onjes que le están sujetos...”, por un documento del año 898.” (7) Ibídem anterior, p. 65. PEÑALBA Y RIPOLL: DOS MONASTERIOS EN LA ESPAÑA DEL SIGLO X 209 lamentable constatar que las malezas y zarzales, que hace casi mil cien años Genadio primorosamente cercenó, hoy vuelven a cubrirlo casi todo en San Pedro de Montes, gracias a la incuria de las auto ridades correspondientes, a la desamortización del pasado siglo y al incendio del año 1842, posterior a la exclaustración (8). En mi última visita a aquel lugar, en lo que fuera otrora venerable claus tro, pude otear un lozano patatal. V entana m ozárabe en Peñalba. Para la fundación de Santiago de Peñalba su amigo Alfonso I I I le regaló una hermosa arqueta-relicario, que es hoy la m ejor joya del Museo de la Catedral de Astorga. Es una pieza de madera cu bierta de plata repujada, con incrustaciones de piedras preciosas de color verde, azul y rojo; su estilo es visigótico en la parte infe(8) M. D ü ra n y , San Pedro de Montes, el dominio de un Monasterio bene dictino de El Bierzo, León, 1976, p. 18. 210 SERAFIN BODELON rior, y en la tapa presenta la arquería del prerrománico asturiano con estilizadas vegetaciones de reminiscencia bizantina. En la base exterior hay una cruz cincelada similar a la Cruz de la Victoria de la catedral de Oviedo. La pieza es una de las más preciosas joyas de la época de Alfonso I I (9). Cruz de Peñalba. Genadio no sólo se ganó la confianza de Alfonso I II; condes como Guivado y su esposa Levuina le consultaron, y a él acudieron en busca de consejo los reyes Ordoño II y Ramiro I I (10). Este monarca regaló al monasterio de Peñalba, con motivo de su visita, (9) (10) B. V elado, La Catedral de Astorga y su M useo, A storga, 1983, pp. 19-20. E. C otarelo , Alfonso I I I el Magno, M adrid, 1933, p. 176. PEÑALBA Y RIPOLL: DOS MONASTERIOS EN LA ESPAÑA DEL SIGLO X 211 una preciosa cruz de azófar, imitación de la Cruz de los Angeles de Oviedo, que es actualmente una de las mejores joyas del Museo de San Marcos de León. Posee una inscripción que dice Ob honorem Sancti Jacobi Apostoli Ranemirus Rex ofert (en letras capitales). Entre los objetos que han desaparecido de Peñalba se encuentra también el precioso cáliz, que Genadio cita en su testamento y que hoy se encuentra en el Louvre en París. Un atril de plata, que tam bién se cita en la dotación del cenobio, ignoro a dónde habrá ido a parar. Peñ alba, agazapada en el verdor del V a lle d el Silencio. Urbano, amigo de Genadio, le asistió en sus últimos días y le sucedió como abad, pero por poco tiempo, pues falleció a los tres años. Se conserva el Him no a San Urbano, que debe fecharse en torno al 939, fecha de su muerte. Curiosamente entre los muchos objetos expoliados de Peñalba se encuentra el cuerpo del fundador: lo robó la Duquesa de Alba en el siglo X V I (11). (1 1 ) A. Q u in t a n a P r ie t o , o p . cit., p . 30. 212 SERAFIN BODELON RIPOLL: GRAN FOCO CULTURAL Cataluña mantuvo especiales lazos culturales con Francia, al constituirse en la Marca Hispánica, vinculada al reino carolingio en el siglo IX ; y esos lazos culturales siguieron existiendo en los siglos X y X I y además les invitaba a ello la vecindad geográfica. Por otra parte Cataluña, condado incipiente, era terirtorio fronte rizo con el mundo árabe y a Cataluña acudían europeos deseosos de beber en las fuentes árabes los saberes que se filtraban hacia territorio cristiano. Y éste fué el principal papel jugado por Ripoll durante los siglos X y aún los siguientes; baste citar al célebre personaje Gerberto de Aurillac, que estudió tres años en Cataluña, donde aprendió los números arábigos (12). Tras llegar a ser Papa con el nombre de Silvestre II, mandó a todo el orbe cristiano cam biar los números romanos por los arábigos. La actividad de Ripoll, y en menor medida Vich (donde había estudiado Silvestre II), se desarrollaba en el campo científico, utilizando traducciones del árabe, pero sobre todo en la vertiente literaria, especialmente en la poesía (13). En el siglo X el monje llamado Salomón escribió en Ripoll un libro con el título de Sentencias, donde es posible entrever la huella isidoriana. La influencia isidoriana se ejerce en Cataluña a través de Ripoll, que también la esparce por Europa; no obstante se ha insistido en que la influencia isidoriana fué netamente inferior en Cataluña que en el resto de la España medieval, cosa que también aconteció, aunque en menor grado en Aragón; y ese descenso de la influencia isidoriana se compensó con una mayor dependencia ultrapirenaica (14). Del conde Sunifredo de Urgell canta así un poema del ínonje Oliba: «Resplandeció éste por su afabilidad, / pero nadie le ganó en valentía; / de sus enemigos fue el terror, / y el orgullo de sus vasallos». W ifredo el Velloso, fundador de Ripoll, hijo del conde sunifredo de Urgell, es catado así por un autor anónimo: «Fue éste un hombre excelso, / un conde poderoso que brilló en el orbe, / mientras gozó de vida; pasó siempre muy alta la mirada, / hasta (12) L l . N icolau D ’O l w e r , G erbert ( Silvestre I I ) i la cultura catalana del segle X , Barcelona, 1910. (13) L l . N icolau D ’O l w e r , L ’escola poética de Ripoll en els segtes X -X I l í , Barcelona, 1920.— Y el artículo del mismo título y autor aparecido en “ A n u a ri de l’Institut d ’Estudis Catalans” , M C M X V -X IX , pp. 3 y ss. (14) M. C. D íaz y D ía z , D e Isidoro al siglo X I, Barcelona, 1976, pp. 175-176. PEÑALBA Y RIPOLL: DOS MONASTERIOS EN LA ESPAÑA DEL SIGLO X 213 que Dios le concedió un tronó / en el mundo de las estrellas* (15). Hermosos versos para cantar al hombre que unió los condados de Gerona, Urgell, Cerdaña, Besalú y Barcelona; al hombre que repobló el Ripollés, la Ausona, el Bagés y la Bergada; al fundador de S. Juan de las Abadesas y de la casa Condal de Barcelona. Sin él no habría existido Cataluña. Al colocar al héroe en el mundo de las estrellas, el poeta entona un canto a la naciente Cataluña, a la que presagia también uíi futuro lleno de fulgor. Ripóll h o y : Conjünto exterior de la basílica en el estado actual. A fines del X, o quizás a principios del X I, otro autor anónimo de Ripoll escribe un libro de poemas con notaóiones musicales; no era un Guido de Arezzo y no se imaginó la pragmática idea de una clave y un pentagrama. Pero sus notas musicales se entonaron hasta el siglo X II; al llegar los cluniacenses, portadores de las re formas romanas, sus notaciones fueron olvidadas, sin que hoy sea posible descifrarlas (16). En la Biblioteca monacal de Ripoll poseían manuscritos de Terencio, Virgilio, Horacio, Lucano, Marcial y Prudencio (17). A (15) J. P erez de U rbel , El Monasterio en la vida española de la Edad M edia, M adrid , 1942, p. 87. (16) Ibídem , op. cit. anterior, p. 204. (17) V . J. H err er o , Introducción al estudio de la Filología latina, M adrid, 1965, pp. 37-38. 214 SERAFIN BODELON finales del siglo X la biblioteca del Monasterio de Ripoll contaba con ciento veinte manuscritos: una gran biblioteca para aquellos tiempos. Ripoll nos hace sentirnos en un florecimiento cultural inmenso en pleno siglo X y X I, cuando las historias nos cuentan que esos eran siglos oscuros: y no es eso lo que cabe deducir tras R ip o ll: los L a basílica en ruinas, acuarela de Soler y Rovirosa. Se aprecian arranques de las bóvedas góticas levantadas después del terremoto de 1428. PEÑALBA Y RIPOLL: DOS MONASTERIOS EN LA ESPAÑA DEL SIGLO X 215 la lectura de Nicolau d'Olwer sobre Ripoll, o del libro de Vinay sobre el Alto Medievo (18). De la creación del siglo X en Ripoll sobresale muy especialmen te la producción anónima1 : en el ora et labora no interesaba tanto resaltar el individualismo del autor, sino el hecho de transmi tir un legado a la posteridad. Y ese anonimato afecta tanto a la poesía, como a la producción revestida de un tinte cientificista. Tanto el poema de entrenamiento métrico Carmen de metricalibus uersibus, como el poema Eun ¿ine doctrina nulla, como el titulado Sante puer (19), son de monjes anónimos de Ripoll. Son también anónimos un De H orologio y un De astrolabio, que se han transmi tido a través de un manuscrito copiado en Ripoll en el siglo X I, por lo que cabe deducir que pueden ser de un monje del siglo X de dicho cenobio, que habría tenido acceso a la ciencia arábiga (20). Gisemundo, probablemente monje en Ripoll, escribe un tratado de Geometría, que un manuscrito de fines del siglo X, procedente de Ripoll, nos ha transmitido con el nombre de Liber Geometriae (21); por este tipo de actividades de inspiración científica, cabe deducir que Ripoll desempeñó, por el siglo X, idéntico papel al Toledo de la escuela de Traductores, aunque a menor escala y con unos medios inferiores. Procede también de Ripoll un curioso opúsculo con el título de Kalendarium Rivipullense, redactado por el siglo X; presenta la incorporación de conocimientos médicos y técnicos, que pare cen proceder no sólo de fuentes árabes, sino también de Beda el Venerable, lo que demuestra las buenas conexiones europeas de Ripoll. Lupito, archidiácano de Barcelona quizás formado en Ripoll, escribe también en el siglo X, por el 980, un opúsculo De Astrolabio, que circulaba con títulos diversos (22). V , A lto M ed ioevo latino. Conversazioni e no, N à p o l i , (1 8 ) G. (19) C ifr. nota 196, p. 67. (20) M . C. D íaz (21) J. M . M il la s , Assaig d’historia de les idees fisiques i matemátiques in a y y D ía z , oper. cit., núms. 644 609. a la Catalunya m edieval, Barcelona, 1931, pp. 327-335. (22) 1978. J. M . M il l a s , op. cit., pp. 271-275 y 275-293. J. L . M oralejo , Literatura Hispano-Latina, Barcelona, 1980, p. 59. IDEAS EDUCATIVAS DE JOVELLANOS POR M AR TIN DOMINGUEZ LAZARO En este trabajo intento exponer y comentar brevemente algunas ideas del ilustre asturiano sobre educación. Para realizarlo he selec cionado los textos más significativos, difuminados por su extensa obra. En estos fragmentos se manifiesta claramente la constante preocupación que tenía Jovellanos por solucionar los múltiples problemas que padecía el pueblo, mediante una buena política educativa. Además, en dichos escritos se refleja fielmente el espí ritu ilustrado de la época y lo embebido que estaba el autor de la pedagogía imperante allende los Pirineos. Y como a los seres huma nos se les valora por los pensamientos y las obras, leamos sus asertos. JOVELLANOS DIDACTA Esta afición la manifiesta al redactar el Curso de Humanidades Castellanas en el que incluía la enseñanza de la gramática general, la castellana, retórica y poética. Así dice: «Este curso supone una perfecta inteligencia del arte de leer y escribir; esto es de las pri meras letras». Y aclara: «empezaré por los principios de gramática general enseñados según nuestro método», y así lo realiza, expo niendo toda una serie de referencias sobre dicho asunto. (* ) U n iv ersid ad de E xtrem adura. 218 MARTIN DOMINGUEZ LAZARO A continuación describe el modo de concebir los estudios humanísticos: «De aquí se pasará naturalmente al estudio de la elocuencia y por el mismo método, es decir, se darán aquellos principios generales de este arte...», pues «si la gramática es el arte de hablar, la elocuencia es el arte de hablar con elegancia» (1). Y añade otro tema que considera fundamental en esta materia: «También la poética tiene sus principios universales y que abra zan todas las lenguas. Por ella deberá empezar la enseñanza; al estudio de la poética deberá seguir el de la lógica», que en aquella época se reducía a la recta disposición y utilización de las propo siciones gramaticales. Una vez cursadas las nociones humanísticas propone seguir con los estudios filosóficos propiamente, por la estrecha relación que guardan con los anteriores, asentando: «Se deben, pues, enseñar a los jóvenes principios de la metafísica, esto es, de la naturaleza de los entes; y como el primero de todos y el que los abraza y contiene en sí, es el supremo autor de cuanto existe, es visto que en esta enseñanza de la metafísica debe entrar la teología natu ral» (2). Conocida la criatura natural y el Criador, se establecerán las normas éticas que rigen la buena correspondencia entre ellos. «Este conocimiento establece los principios del derecho natural, porque descubiertas las relaciones que tiene el hombre hacia su Criador y hacia sus semejantes, serán fácilmente establecidas so bre ellas sus derechos y obligaciones». Finalmente, comenta: «Resta sólo el estudio de la política para completar la filosofía especulativa o racional». Mas él propone una política que haga relación al gobierno interior de cada sociedad, y que por lo mismo, se llama económica, «cuyos principios son ya generalmente conocidos». Y concluye con su exhortación acostum brada: «H e aquí los estudios que deben servir de cimiento a todos los demás, y sin los cuales, el teólogo, el jurisconsulto, el filósofo natural jamás alcanzará otra cosa que ideas vagas, inconexas y fal tas de buen cimiento» (3). Este tratado fue uno de los primeros que redacta y comprendía las materias comunes antes de pasar a los estudios superiores propiamente dichos. (1) Curso de Humanidades Castellanas, Obras de Jovellanos, B.A.E., T. I, p. 101. (2) Ibídem , p. 101. (3) Ibídem , p. 102. . _ ... . IDEAS EDUCATIVAS DE JOVELLANOS 219 DIDACTICA DE LA GRAMATICA CASTELLANA Habiendo hecho una exaltación de lo que son las bellas letras para el espíritu humano y de cómo deben adquirirse las nociones generales de cualquier lengua, pasa a considerar la didáctica útil y más conveniente para las tres partes de la nuestra: «L a práctica es sin duda la más importante, porque tanto se aprende una lengua con reglas, cuanto con ejemplos selectos: no tanto con una gra mática, cuanto en los buenos autores». Después desciende a nimios detalles sobre cómo deben mostrarse las diferentes partes de la oración gramatical: artículo, nombre, pronombre y modalidades del verbo, etc., para finalizar con una breve exposición de sintaxis. Dentro del arte de bien decir incluye el estilo o la forma de hablar con pulcritud, pues, «llámase estilo aquel modo peculiar con que un hombre expresa sus conceptos por medio del lenguaje. Sus cualidades pueden reducirse a dos: perspicuidad y ornamen to». Para conseguir éste los hombres se valen, además del lenguaje real, del figurado, con las múltiples figuras de palabra y pensa miento que más frecuentemente se emplean en los tres discursos literarios: «E l estilo simple, el adornado o florido y el grande y elevado, éstos sólo responden a los tres deberes de un orador, a saber: al de instruir, al de agradar, al de conmover» (4). Más cada uno ha de emplearse según e-1 asunto y objetivos que se pretenden, pues de lo contrario no tienen sentido completo. Termina el autor exponiendo unas nociones de la enseñanza de la poética, a la que define como el «lenguaje de la pasión o de la imaginación animada, formado por lo común en números regula res», que se presenta a través de la poesía pastoril, lírica, didáctica, épica, dramática, tragedia y comedia. Lo mismo dice cuando trata de la Declamación cuyos dos factores principales son la pronuncia ción y la acción, y expone una serie de pormenores sobre cómo realizar los gestos, las articulaciones y los diversos movimientos que deben acompañar la correcta recitación. Para la instrucción del idioma francés propone unas nociones gramaticales breves y someras, que dan una idea bastante acertada del estudio y recta pronunciación de esa lengua para un princi piante. Lo mismo podemos decir del conjunto de normas propuestas para aprender la lengua inglesa. De todo esto podemos concluir que el erudito asturiano, no sólo fue un teorizador de la educa (4) Curso de Humanidades Castellanas, Obras de Jovellanos, B.A.E., T. I, p. 126. - • ■--~ 220 MARTIN DOMINGUEZ LAZARO ción, sino que tuvo una constante preocupación didáctica y redactó ciertas directrices para la enseñanza práctica; incluso él mismo ejerció, en varias ocasiones, la docencia de las humanidades caste llanas en el Real Instituto Asturiano. LA ILUSTRACION, PANACEA DE TODOS LOS PROBLEMAS Los años que pasa en Madrid, a la vuelta de la ciudad hispalense, son los más exaltados y en los que más manifiesta su ardor como hombre ilustrado. Así en el Discurso dirigido a la Real Sociedad de Amigos del País de Asturias, sobre los medios de promover la fe licidad en aquel Prinicpado, el autor deja correr su imaginación y expone sus sentimientos patrióticos y su fe plena en la ilustración. Después enumera los medios idóneos para declarar la guerra a la incultura y conseguir desterrarla de todas partes, y citando los prejuicios que se oponen al patriotismo dentro de la Sociedad, dirá: «La ignorancia es otro vicio que deben desterrar las so ciedades. Un socio debe procurar aquellos conocimientos que son indispensables para promover el bien del público, porque ésta es una empresa que nunca podría acabar...», y aclara su diáfano pensamiento: «N o pretendo yo que la Sociedad sea una academia, ni todos sus miembros sabios consumados; pero deseo que el es tudio de la economía política haga familiares a la Sociedad y a los socios las buenas ideas de administración y gobierno; sin este estudio se pueden cometer mil errores, y con él se pueden inventar y verificar muy útiles establecimientos» (5). Hasta tal punto es su pasión por la cultura, que llega a confun dir, de alguna manera, sabiduría con virtud, la ignorancia con la maldad y la causa de todos los males, escribiendo textualmente: «A l contrario, la ignorancia siempre es ciega. No conoce el bien para seguirle, ni el mal para evitarle. Deja de hacer muchas cosas por temor de hacerlas mal, y cuando quiere obrar, ni sabe buscar caminos nuevos, porque no los conoce, ni huir de las sendas co munes y trilladas, porque desconoce los errores y males a que le han conducido». El ilustre gijonés está en esa época plenamente influido de las ideas de su tiempo, con esa fe inalterable que caracteriza a los ilustrados coetáneos para los que la « instrucción es la principal fuente de riqueza y prosperidad de un pueblo. Y citando a su con(5) Obras de Jovellanos, B.A.E., T. II, pp. 439-440. IDEAS EDUCATIVAS DE JOVELLANOS 221 temporáneo Campomanes gritará: «Pero yo reservaba para este lugar memoria de sus sabios discursos y apéndices, sobre la in dustria y sobre la educación popular, obras excelentes a quienes España deberá algún día su esplendor y su prosperidad, y a quienes deben ya su existencia tantos cuerpos patrióticos, tantas escuelas públicas, y tantos establecimientos útiles, que son las más seguras prendas de esta misma prosperidad» (6). Una vez anunciadas las causas que contribuyen al bienestar de un país, concluye: «quisiéramos que el nuestro aplicase su atención a otros, sin cuyo auxilio nunca podrían ser los primeros debida mente promovidos»; se refiere, claro está, al problema de la « instrucción», llegando a decir: «La educación de la nobleza es un artículo de grandísima importancia porque de esta clase esperamos que salgan con el tiempo los celosos e ilustrados patriotas, que trabajan más útilmente por el bien de nuestro país». También advierte de la trascendencia que tiene la educación de la mujer, por los beneficios que conlleva a la Sociedad y a la Na ción entera. Y compasivo comenta: «N o sería menos importante un colegio de niñas nobles para los mismos fines. La primera edu cación se recibe siempre de las madres, a cuyo cargo corren los niños hasta cierta edad: esta educación sería perfecta cuando las madres la hayan recibido tal» (7). Con lo cual vemos su pensamien to feminista, preocupándose ya por la formación del sexo débil. Finalmente, no quiere que falte la educación pública, encon trándola muy útil por los beneficios que reporta. «Las escuelas patriotas y otros establecimientos pertenecientes a la enseñanza del pueblo, son asimismo de muy grande utilidad». Esto que en nuestros días parece una verdad evidente, no lo era así en los su yos, cuando la mayoría de la población vivía en una ignorancia supina, y según el Informe posterior de A. Derozier, Quintana y la naissance, había muchos lugares sin escuelas. LA FORMACION, BASE DE TODA PROSPERIDAD El autor está convencido de que la instrucción y es la solución para todos los problemas que tiene En repetidas ocasiones y con distintos argumentos tra: «N o hay navegación sin comercio activo, no (6) Ibídem , p. 452. (7) Obras de Jovellanos, B.A.E., T. I, p. 303. lo puede todo la humanidad. así lo demues hay comercio 222 MARTIN DOMINGUEZ LAZARO activo sin industria; no hay industria sin primeras materias; no hay éstas sin agricultura; no hay nada sin capitales; no hay capi tales sin todas estas cosas, y no hay navegación, comercio, indus tria, agricultura, población, capitales, sin instrucción». Y añade: «Pero analícese este principio y se verá cómo la primera fuente de prosperidad es la instrucción». Así lo manifiesta con una serie de razones, para concluir: «Y no se responda que todos estos recursos existen sin las ciencias, porque es seguro que sin ellas no se pue den suponer sino imperfectos y que cualquier perfección que se les suponga será debida a la instrucción» (8). En cambio, defiende que el saber lo es todo para el hombre: «Pero supóngase un país a quien todo falte menos la instrucción. Por lo menos, los hombres que le pueblan emplearán bien su tra bajo, y cualesquiera que sean los instrumentos, sus capitales saca rán de él el mayor producto posible. De este modo aumentarán los medios de subsistir y por consecuencia, su número». Y después de usar varias sorites para confirmar su aserción, concluye: «La instrucción perfeccionará las especulaciones; se echará de menos la navegación; pero ciencias de una parte y materia y proporciones de otra, llamarán hacia este objeto una porción de los capitales sobrantes; y la instrucción supuesta, dirigiendo el interés, llenará de naves los puertos y de diestros pilotos, y de marineros las na ves» (9). O sea, tenía fe ciega en los resultados que produciría en cualquier camino la formación del hombre; considerándola la palanca primaria que mueve todos los resortes del progreso y bie nestar del género humano. En un tratado de Economía, después de una serie de razona mientos platónicos, llega a la conclusión de que la instrucción es la principal fuente de riqueza de un país; preguntándose «¿qué hará una nación para adquirir esta pericia, y para perfeccionar el arte de aplicar sus capitales y sus brazos a la producción de la riqueza? Instruirse en los conocimientos conducentes a esta per fección. Luego, la primera, o sea la principal fuente de la prospe ridad pública, se debe buscar en la instrucción». Y más abajo añade: «Dos artículos no indicados hasta aquí tienen una influencia muy conocida en la prosperidad de los pueblos: la moral y la po lítica. Es preciso examinarlos; es preciso descubrir sus relaciones con la instrucción de los pueblos. Si los halláramos enlazados con ella habremos dado un gran paso; pero si por suerte los halláramos (8) Ibidem , p. 330. (9) Ibidem , p. 331. IDEAS EDUCATIVAS DE JOVELLANOS 223 dependientes de ella, entonces habremos demostrado que la ins trucción es no sólo la primera, sino también la más general fuente de la prosperidad de los pueblos» (10). Luego trata de demostrar las consecuencias nefastas, que se siguen para los ciudadanos y el Estado, por la ausencia de forma ción: «S i buscamos las causas inmediatas de la corrupción, las hallaremos ya en los extravíos de la legislación, ya en la flaqueza de los gobiernos, ya en los vicios de las instituciones civiles, ya en la carencia, o en la perversión de la educación o, en fin, en otra muchedumbre de causas que, aunque menos grandes y manifiestas, no por eso son menos derivadas de la ignorancia ni más indepen dientes de la instrucción» (11). Finalmente, arguye: «Establecido, pues, que el hombre puede perfeccionar su ser por medio de la instrucción, fácil es de inferir que ella sola puede ser el primer instrumento de su felicidad». Vuelve a recalcar que la formación, no sólo es la fuente de todo adelantamiento material; y que el analfabetismo es la razón de las muchas desgracias que padecen los hombres, y confía en que por medio de una «adecuada instrucción» llegará a alcanzar la Huma nidad toda clase de dichas. Jovellanos aprovecha todas las oportunidades para ensalzar el valor que tiene la formación para el hombre. Así en la « Felicitación a Carlos I I I » con motivo del doble desposorio de los infantes de España, Carlota y Gabriel con los infantes de Portugal, Juan y Ma ría Ana, utiliza las circunstancias para ensalzar las virtudes patrió ticas, y la educación dada por este monarca a su prole; escribiendo: «O jalá que los pueblos a cuyo bien consagra la Sociedad sus tareas, atentos a su voz y al respetable modelo que les propone, se empe ñasen, se apresurasen a porfía por imitarle. ¡Qué de bienes no produciría a la nación esta dichosa competencia! ¡Cuánto no ga narían en ella las costumbres públicas, cuánto la educación, que tiene tan señalada influencia en la prosperidad de los reinos! ». Y reitera sus convicciones: «Esta educación, cuyo descuido es la cau sa primitiva y más general de todos los males políticos; esta edu cación cuyos defectos han engendrado el orgullo, la ignorancia, la pereza, la ociosidad y todos los monstruos que combate la sociedad por instintos» (12). (10) O b ra s de Jovellanos, B .A.E., T. IV , p. 10. (11) Obras de Jovellanos, B.A.E., T. I, p. 307. (12) Discurso T. I, p. 307. de Felicitación a Carlos III, Obras de Jovellanos, B .A.E., 224 MARTIN DOMINGUEZ LAZARO En una prolongada carta que dirige Jovellanos, el día 23 de julio de 1800, a don Rafael Floranes, luego de un extenso razona miento de por dónde debe comenzar la aplicación de la Ley Agraria, le pregunta: «La instrucción ¿es un medio de previa absoluta ne cesidad, para que obre el principio, o sólo un medio necesario para que obre más eficaz y plenamente?». Su amigo se inclina por lo primero; él, por lo segundo; sobre todo ve tan complicado querer llevar a la práctica momentáneamente la enseñanza, que le repli ca: «Vm. sabe que la instrucción supone instituciones; las institu ciones, maestros; los maestros, fondos; y todo ello, luces, celo, actividad, sin lo cual ninguna institución se organiza y prospera». «Vm . sabe que se necesita tiempo, porque no se trata de instruir a un hombre, sino a un pueblo, no a una edad, sino a una genera ción». Advirtiéndole: «Vm. sabe, en fin, que no se trata sólo de infundir ideas especulativas, sino de comunicar conocimientos prácticos, dirigidos y perfeccionados por ella; y esto, no a perso nas perspicaces y estudiosas, sino a hombres rudos y sencillos, a quienes no pueden descender las altas teorías, sino solamente sus resultados; a hombres que no teniendo otro órgano para alcanzar los que sus sentidos, sólo pueden recibirlos después de conducidos al último grado de simplicidad e identificados con la experien cia» (13). Sin embargo, esto que pudiera parecer contradictorio con lo que había defendido en otros escritos, no lo es, sino que saca de toda duda al repetir la frase que condensa su doctrina: « ¡Oh! ¡Bien sé yo cuánto vale esta deseada instrucción para la agricul tura y cuál es lo que necesita para subir a su prosperidad! Vm. sabe también cuánto he clamado por ella en mi papel! ¡Qué d ig o !, para mí la instrucción es la primera fuente de toda prosperidad social, y a la demostración y a la persuasión de esta verdad están consa grados mi celo, mis luces, mi tiempo y mi existencia». Y así lo hizo realmente durante gran parte de su ajetreada y azarosa vida. Y explica ahora: «Sé que no hay que perder un instante en buscarla; sé que éste debe ser nuestro grande, nuestro primer cuidado, nues tro uno necesario»; y exclama: «Mas en tanto le obtenemos ¿cru zaremos las manos?, ¿dejaremos existir y arraigarse las demás semillas de nuestros males? No, comencemos a trabajar por donde esté a nuestro alcance y se pueda; pues ya llegaremos a la causa primera». (13) Cartas, Obras de Jovellanos, B.A.E., T. IV, p. 230. IDEAS EDUCATIVAS DE JOVELLANOS 225 Además mantiene que para redimir a un pueblo de su miseria intervienen varios factores, la industria, la libertad de actuación, etc.; pero «la ilustración fijará siempre la medida de esta posibi lidad». «Es pues, indispensable, traer la ilustración a este país y yo aseguro a usted que tardaría muy poco en ser industrioso». Y aclara más abajo esta afirmación: «Bien sé que la ilustración por sí sola no puede hacer todo; pero ella traerá capitales, arrancará auxilios al Gobierno, y forzará por decirlo así, a toda la provincia a que se convierta a este primer manantial de prosperidad» (14). Finaliza esta extensa carta diciendo: «Cuando mis paisanos tengan matemáticos, físicos, químicos, mineralogistas y dibujan tes; cuando aprendan a emplear más útilmente los fondos; cuando sepan alcanzar del Gobierno los auxilios que nunca niega a los que buscan con justicia y oportunidad, entonces tendrán fábricas y artefactos, podrán emplear en ello un doble número de familias y la población y la riqueza crecerán como la espuma; pero mientras falten tales auxilios, los progresos serán muy perezosos» (15). JOVELLANOS, PIONERO DE LA FORMACION FEM ENINA El polígrafo gijonés no tiene ningún tratado que verse directa mente sobre esta materia; cuando expresa su pensamiento sobre el sexo bello, es al enfrentarse con algunos de los muchos temas que comenta, mostrándose siempre feminista y totalmente partidario de la instrucción y promoción de la mujer. Demostraremos nuestra aserción glosando los puntos fundamentales donde deja correr su pluma más fluidamente sobre dicha cuestión. En la ciudad del Betis fue donde, por primera vez, se preocupó de la educación del sexo débil y desheredado, tanto de las monjas de clausura, como de las niñas abandonadas, por las que sentirá gran compasión y propondrá crear un establecimiento para educar las e instruirlas en la hilanza para que puedan defenderse por sí solas. Así se lo comunica en una extensa carta al arzobispo de Se villa, a quien, después de otras proposiciones, le dice: «A l mismo tiempo debo hacer presente a vuecelencia que la casa de niñas huérfanas está reducida en el día al número de cuatro o cinco por su escasa dotación, y aún dos de estas niñas andan todo el día por la ciudad pidiendo limosna para mantenerse». Más adelante le ex(14) Ibidem , pp. 298-299. (15) Ibidem , p. 300. 226 MARTIN DOMINGUEZ LAZARO presa: «P o r tanto, sería muy conveniente que se dotase provisio nalmente algunas plazas, lo que pudiera hacerse a bien poca costa, así porque estas inocentes, recogidas a vivir retiradas y en común, podrían pasar con poco, como porque el sacerdote que las cuida y dirige es un varón piadoso y de notorio celo y caridad». Y añade con compasión: «P o r este medio se las libraría de la distración y peligros a que las expone la necesidad de mendigar, vivirían todas reducidas, y su aplicación a las hilanzas (que cuidaría la Socie dad no les faltaran nunca) podría producirles algunas ganancias, con las cuales se aumentase la proporción de mantener a otras niñas» (16). Siguiendo el mismo pensamiento en el discurso que pronunció unos años después en la Sociedad Económica de Madrid, el 24 de diciembre de 1784, ensalza el bien conseguido por esta asociación, con la promoción de las doncellas olvidadas, y les comunica a sus socios: «Vosotros, señores, estáis mirando el más recomendable de todos en estas inocentes criaturas, que hemos librado del desam paro y la miseria», y especifica: «Las obras delicadas que salieron de sus manos, al mismo tiempo que dan el mejor testimonio, del esmero con que hemos promovido su enseñanza, testifican también que no será pasajero ni momentáneo el beneficio, que han recibido de nosotros, sino tal que puede librar sobre él la subsistencia de toda su vida...». Luego vuelve a recalcar su pensamiento con diáfanas palabras: «Pero si alguno quisiera poner en duda esta verdad, que compare su situación presente con la que tenían cuando la Sociedad volvió hacia ellas su vista y su cuidado. Privadas por la Provincia de sus padres, vivían expuestas a todos los males que suelen acarrear el desamparo y la pobreza». Y reitera: «La pereza y la ignorancia crecían con ellas, y el vicio las acechaba desde lejos, aguardando el momento de su adolescencia para perderlas en razón» (17). Tal era el afán del autor que intentará redimir e instruir por todos los medios a estas chicas iletradas. Mas será, en 1785, en el Inform e dado a la Junta General de Co mercio y Moneda sobre el libre ejercicio de las artes, donde Jove llanos se mostrará abiertamente sobre la igualdad de la mujer para muchas actividades. Por sus aciertos, podemos compararlo a un pedagogo moderno, llegando a escribir: «E l Criador form ó las mu jeres para compañeras del hombre en todas las ocupaciones de la (16) Obras de Jovellanos, B.A.E., T. II, p. 356. (17) Ibídem , p. 29. IDEAS EDUCATIVAS DE JOVELLANOS 227 vida, y aunque las dotó de menos vigor y fortaleza para que nunca desconociesen la sujeción que les imponía, ciertamente que no las hizo inútiles para el trabajo». Y afirma claramente: «Nosotros fuimos los que contra el designio de la Provincia, las hicimos dé biles y delicadas». Y expone una sentencia tan profètica que el tiempo ha confirmado su intuición: «Acostumbrados a mirarlas como nacidas solamente para nuestro placer, las hemos separado con estudio de todas las profesiones activas, las hemos encerrado, las hemos hecho ociosas, y al cabo hemos unido a la idea de su existencia una idea de debilidad y flaqueza, que la educación y la costumbre han arraigado más y más cada día en nuestro espíri tu» (18). Estas afirmaciones contundentes las ilustra con una serie de ejemplos, sacados de las diferentes sociedades y épocas histó ricas. A su vez advierte que estos prejuicios son hechos consumados que se dan realmente en la sociedad, contra los cuales argumenta: «Y o no negaré que existe la idea de esta repugnancia; pero existe en nuestra imaginación, y no en la naturaleza. Nosotros fuimos sus inventores, y no contentos con haberlas fortificado por medio de la educación y las costumbres, quisiéramos ahora santificarla con las leyes». Por eso pide libertad de acción para la ejecución de las activi dades femeninas, convencido de que las tareas que no son propias a sus limitadas fuerzas no las acometerá. Lo mismo sucede con las profesiones relacionadas con el decoro y el pudor, aunque «ésta es una materia regulada por la opinión aún mucho más que la an tecedente». Y reitera: «La opinión sola califica la mayor parte de nuestras acciones, y lo que es indecente en un país y en un tiempo, es honesto o indiferente en otros. Por lo común la idea de la de cencia sigue el progreso de las costumbres públicas; y exhibe varios casos para demostrar su afirmación y defender la total indepen dencia, pues: «estas ideas que, naciendo de la opinión ni necesita ban ser auxiliados, ni pueden ser vencidas por la ley, jamás se confundirán en medio de la libertad» (19); porque, según él cada cual sabe lo que conviene en cada lugar a su decencia y honestidad. Por su parte, en el Inform e extendido en la Junta de Comercio y Moneda, tratando de imponer un nuevo método para la hilanza de la seda, tiene otras pinceladas que reflejan la postura de Jove(18) Inform e dado a la Junta General de Com ercio y Moneda sobre el libre ejercicio de las Artes, B.A.E., T. II, p. 33. (19) Ibídem , p. 34. 228 MARTIN DOMINGUEZ LAZARO llanos respecto a la instrucción de las chicas. Así sostiene: «Que a este fin se podrían proponer a su majestad la necesidad de esta blecer en Valencia, Murcia, Granada, Zaragoza y Barcelona escuelas gratuitas de hilanza de seda para mujeres y niñas, según el método de Mr. Vaucauson, dotando estas escuelas completamente, y po niéndolas bajo la dirección de las juntas particulares y sociedades económicas, que como cuerpos permanentes podrán establecer, per feccionar y conservar la disciplina de esta enseñanza con general utilidad» (20), mostrando así claramente su afán reformador, y sus sentimientos paternales para con el otro sexo tan arrinconado a través de la historia. En el contencioso surgido en el seno de la Sociedad Económica de Madrid, será donde más contundentemente se manifieste femi nista con la «M e m o ria » presentada a dicha sociedad. Ante el dilema existente, si deberían o no recibirse las damas a formar parte acti va de aquella asociación recién fundada, informa: «Paréceme que la admisión de las señoras se deberá hacer en la forma común. Si esta junta no hubiese puesto límites a la libre facultad de proponer que se habían arrogado los socios, sería sin duda necesario ocurrir a la licencia, que infaliblemente nacería de esta libertad, pero vincu lado ya en el señor director el derecho exclusivo de proponer, nada tenemos que recelar» (21). Mas saliendo al encuentro de los que querían aceptar la con currencia femenina, pero no la igualdad ante los estatutos, les dirá: «Desengañémonos señores, estos puntos son indivisibles: si admi timos a las señoras, no podemos negarle la plenitud de derechos que supone el título de socios; mas si tememos que el uso de estos derechos puede sernos nocivo, no las admitimos; cerrémosles de una vez y para siempre nuestras puertas» (22). Pero advierte que, para que éstas no la desmerezcan, deben en trar sólo las que tengan cierta valía personal. «Y o supongo que no admitiremos un gran número de señoras: Esto conviene y esto está en nuestra mano. Si queremos que miren este título como una verdadera distinción, no lo vulgaricemos; dispensémosle con par simonia y sobre todo, siempre con justicia». Y comenta a continua ción en qué consisten esas dotes peculiares: «N o le concedamos precisamente al nacimiento, a la riqueza, a la hermosura. Aprecie mos enhorabuena estas calidades; pero apreciémoslas cuando estén (20) Obras de Jovellanos, B.A.E., T. I, p. 74. (21) M em oria, Obras de Jovellanos, B.A.E., T. I, p. 54. (22) Ibidem , p. 55. IDEAS EDUCATIVAS DE JOVELLANOS 229 realzadas por el decoro y la humanidad, por la beneficencia, por aquellas virtudes civiles y domésticas que hacen el honor de este sexo». Después de hacer una exhortación, incitando a socorrer a la mujer para conseguir su ingreso, finaliza con esta clara sentencia: «Concluyo, pues, diciendo que las señoras deben ser admitidas con las mismas formalidades y derechos que los demás individuos, que no debe formarse de ellas clases separadas; que se debe recurrir a su consejo y a su auxilio en las materias propias de su sexo, y del celo, talento y facultades de cada una; y finalmente, que todo esto se debe acordar, por acta formal y, si pareciese, extender un reglamento separado, que fije esta materia para lo sucesivo» (23). Por fin, asentaremos que en su último plan sobre Instrucción pública hace unas anotaciones muy breves, pero dignas de elogios; de tal manera que, por ellas, podemos considerarlo un pedagogo progresista, puesto que tendrá que pasar bastante tiempo para que se lleven a la praxis sus ideas. Transcribiendo literalmente su pen samiento, dice: «L a educación de las niñas, que es tan importante para la instrucción de esta preciosa mitad de la nación española, y que debe tener por objeto el formar buenas y virtuosas madres de familias, lo es mucho más tratándose de unir a esta instrucción la probidad de costumbres». Por eso propondrá los medios para llevar a la práctica sus ideales y querrá que la Junta Suprema prepare todo lo que esté a su alcance, escuelas y centros para la formación y promoción de todas las niñas afortunadas y desampa radas. EL GIJONES, IM PULSOR DE LOS ESTUDIOS PRACTICOS En esta cuestión toca la llaga al problema de la «titulación y la criticará por la poca formalidad que existía en la concesión de los grados: «Pero estando por la verdad, las maestrías nada supo nen. Los exámenes son por lo común formularios, y la amistad, el parentesco y el interés abren la entrada a las artes a los más igno rantes», y explica el procedimiento de efectuarlo: «las piezas de examen, o son de fácil ejecución, o se trabajan con ayuda de veci nos, o se admiten aunque defectuosas. Así que, al lado de algunos buenos oficiales se ven en la misma corte insignes chapuceros, (23) Ibidem , p. 56. 230 MARTIN DOMINGUEZ LAZARO autorizados con el título de maestros, y situados en tienda pú blica» (24). Para la enseñanza de estas materias propone dos tipos de es cuela: una de principios generales; otra de principios particulares: «Las primeras serán unas escuelas generales para todas las artes, y en ella se enseñarán aquellos principios de dibujo, de geometría, de mecánica y de química que sean convenientes a los artistas, considerando estas facultades como reducidas a prácticas y aplica da al uso de las artes». En cabio de la segunda dice: «Las otras serán escuelas particulares de las mismas artes; cada una tendrá la suya, y en ella se enseñarán por principios científicos sus reglas y preceptos». Mas dándose cuenta de nuestro retraso cultural en estas artes, luchará para ponernos al nivel extranjero; para ello sustenta: «E l gobierno deberá cuidar de que se forme una descripción científica de cada arte, traduciendo y aplicando a nuestra actual situación las que trabajaron y aplicaron en francés las academias y sabios de aquel reino, y formando de nuevo las que no lo estén» (25). También analiza y propone cómo deben transmitirse y hacerse asequibles estos conocimientos a los que lo deseen: «De estas des cripciones deberán sacarse unas cartillas prácticas, breves, claras y acomodadas a la comprensión de unos jóvenes que ordinariamen te carecen de toda instrucción, y estas cartillas se podrán imprimir y enseñar por los maestros a cada uno de sus aprendices» (26). En el Discurso pronunciado en la Sociedad Económica de Ami gos del País de Asturias, sobre la necesidad de cultivar en el Prin cipado el estudio de las ciencias naturales, siguiendo el impulso arrebatador que lo caracteriza por esos años, escribe: «Y o no me detendré en asegurar a la Sociedad que estas luces y conocimien tos sólo pueden derivarse del estudio de las ciencias matemáticas de la buena física, de la química y mineralogía, facultades que han enseñado a los hombres muchas verdades útiles, que han desterra do del mundo muchas preocupaciones, y a quienes la agricultura, las artes y el comercio de Europa deben los rápidos progresos que han hecho en este siglo» (27). Donde más abiertamente defiende los estudios utilitarios es en el «Real Instituto Asturiano», fundado ex profeso para ellos, y co(24) Obras de Jovellanos, N u eva edición, edit. M ellado, T. IV , p. 89. (25) Ibídem , pp. 102-103. (26) Ibídem , p. 104. (27) Obras de Jovellanos, B.A.E., T. I, p. 303. IDEAS EDUCATIVAS DE JOVELLANOS 231 mo muy bien señala el Dr. Viñao Frago en su reciente obra, Política y educación, en los orígenes de la España Contemporánea, este cen tro «surgirá como obra personal de Jovellanos, con unos objetivos no generales, sino concretos y utilitarios, verificando posteriormen te, una gradual «generalización» de su enseñanza, conforme a la idea de su fundador» (28). El Real Instituto Asturiano según deseo expreso del propio Jo vellanos, se abría con la esperanza de que a la larga pueda servir este Instituto a la educación de aquella parte de la nobleza de Asturias que se destina a la profesión de las armas y aun de toda la gente acomodada, que no siguiere la Iglesia o la magistratura». Y el estudioso Viñao comenta: «De acuerdo con ello Jovellanos trataba solamente de ofrecer un «nuevo» sentido utilitario a las actividades profesionales y más atractivas, diferentes a las tradi cionales dentro del Antiguo Régimen» (29). En un reciente artículo personal, sobre dicho centro, defiendo que el «Instituto Asturiano» vino a ser el «prim er establecimiento d¿ enseñanza técnico-científica del país, precursor de los diversos centros de «Estudios Elementales», que proliferaron en el siglo X IX y X X . de las Escuelas Técnicas Superiores y de las Universidades Laborales que, con tanta pujanza, se expandieron en la segunda mitad del presente siglo. Don Antonio Viñao, que ha profundizado minuciosamente en el pensamiento de la época intentando aclarar lo que suponían aque llos estudios en la generación-puente a la España contemporánea, sustenta: «En realidad Jovellanos lo único que hace es deslindar unos estudios especulativos para las funciones de gobierno o ecle siásticas (escuela de latinidad y Universidad) que deben tener un carácter minoritario, de otros experimentales y prácticos, más ge neralizados, auténtica innovación que no es sino una cualificación profesional de tipo medio y superior no universitaria (ni artesanalobrero) concebida en base a la mera extensión al resto del país de su experiencia particular del Instituto de Gijón» (30). (2 8 ) V iñ a o F rago , A . , Política y educación en los orígenes de la España Contem poránea, Edit. S. X X I, M adrid , 1982, p. 77. (29) Ibídem , p. 83. (30) Ibídem , p. 169. MARTIN DOMINGUEZ LAZARO 232 DEFENSOR DE LAS DIVERSIONES PUBLICAS Aunque este tratado no sea directamente de educación, sin em bargo es una materia muy oportuna, donde, una vez más, captamos la profunda inquietud y preocupación del polifacético escritor por la suerte de los ciudadanos. El autor se muestra en este asunto tan humano como en todo lo suyo, interesándose siempre por el bien de ese pueblo que tra baja, sí, pero que, al mismo tiempo, él quisiera ver disfrutar de la felicidad, a que tiene derecho todo ser humano. Después de ha cer un recorrido histórico de toda clase de esparcimientos habidos en nuestro país, desde los romanos hasta sus días, se pregunta: «¿Qué espectáculos, pues, qué juegos, qué diversiones públicas han quedado para el entretenimiento de nuestros pueblos? Ningunos». Mas continúa él argumentando: «¿ Y esto es un bien o es un mal? ¿Es una ventaja, o un vicio de nuestra policía?», y contesta: «Para resolver este problema basta enunciarle. Creer que los pueblos pueden ser felices sin diversiones es un absurdo; creer que la ne cesitan y negárselas, y prescindir de la influencia que pueden tener en sus ideas y costumbres, sería una indolencia harto más absurda, cruel y peligrosa que aquella inconsecuencia». De aquí infiere: «Resulta, pues, que el establecimiento y arreglo de las diversio nes públicas será uno de los primeros objetos de toda buena política» (31). Hablando del pueblo que trabaja, afirma: «Este pueblo nece sita diversiones, pero no espectáculos. No ha menester, que el gobierno le divierta, pero sí que le deje divertirse». Luego de enumerar las formas sencillas de recrearse las aldeas y ciudades, lamenta: «Sin embargo, ¿cómo es que la mayor parte de los pue blos de España no se divierten de manera alguna? Cualquiera que haya recorrido nuestras provincias, habrá hecho muchas veces es ta dolorosa observación». Y añade: «En los días más solemnes, en vez de la alegría y el bullicio que debieran reinar y contento de sus moradores, reina en las calles y plazas una perezosa inacción, un triste silencio que no se pueden advertir sin admiración ni lás tima» (32). (31) M em oria sobre la policía de los espectáculos y diversiones públicas y su origen en España, O bras de D. G asp ar M elchor de Jovellanos, Edición M ellado, T. I, M adrid, 1845, p. 414. (32) Ibídem , p. 415. IDEAS EDUCATIVAS DE JOVELLANOS 2 33 Jovellanos refiere que toda esta falta de holgario popular se debe a las leyes rígidas que imponen a los campesinos y labradores. Pero él está convencido de que la alegría es una palanca que mueve a la gente. «Un pueblo libre y alegre será precisamente activo y laborioso. Y siéndolo, será bien morigerado y obediente a la justi cia. Cuanto más goce, tanto más amará el gobierno en que vive, tanto m ejor le obedecerá, tanto más de buen grado concurrirá a sustentarle y defenderle», concluyendo más adelante: «E n una pa labra, aspirará con más ardor a su felicidad, porque estará más seguro de gozarla» (33). El está tan convencido de estas verdades que escribe: «hasta lo que se llama prosperidad pública, si acaso es otra cosa que el resultado de la felicidad individual, pende también de este objeto»; y lo aclara: «porque el poder y la fuerza de un estado no consiste tanto en la muchedumbre y en la riqueza, cuanto y principalmente en el carácter moral de sus habitantes». Finalmente, una vez analizada las ventajas que reportan estas fiestas populares, concluye: «Tales son nuestras ideas de las diver siones populares. No hay provincia, no hay distrito, no hay villa ni lugar que no tenga ciertos regocijos y diversiones, ya habituales, ya periódicas, establecidos por costumbres. Ejercicios de fuerza, destreza, agilidad, o ligereza; bailes públicos, lumbradas, o merien das, paseos, carreras, disfraces o mogigangas: sean los que fueren, todos serán buenos e inocentes con tal que sean públicos» (34). Habiendo señalado los pasatiempos, que deben extenderse para la clase privilegiada, al tratar del teatro afirma que es la principal de todas éstas. «H e aquí el grande objeto de la legislación, perfec cionar en todas sus partes este espectáculo, formando un teatro donde puedan verse continuos y heroicos ejemplos de reverencia al Ser Supremo, y a la religión de nuestros padres; de amor a la patria, al soberano y a la constitución; de respeto a las jerarquías, a las leyes y a los depositarios de la autoridad, de felicidad conyu gal, de amor paterno, de ternura y obediencia filia l...» (35). En este tratado se vuelve a traslucir la mentalidad ilustrada de Jove llanos, y sus deseos de hacer dichosos a los demás. Debemos hacer notar que el tiempo está confirmando sus buenas intenciones y que hoy es realidad lo que en su mente eran meros proyectos. (33) Ibídem , p. 416. (34) (35) M em oria sobre la policía de los espectáculos y diversiones públicas, Ibídem , p. 421. op. cit., pp. 418-419. 234 MARTIN DOMINGUEZ LAZARO CONCLUSIONES Una vez comentados los diversos aspectos de su pensamiento, debemos escribir unas líneas, a modo de conclusiones, en las que pretendemos sintetizar nuestras opiniones. Jovellanos es un «polígrafo» que aborda los problemas más complejos que se le presentan al hombre, intentando darles una solución inmediata a los mismos. Escribe sobre la didáctica de las humanidades castellanas, so bre cómo debe enseñarse el francés e inglés con tanto acierto que parece un didacta consumado. Como ilustrado tiene gran fe en la educación y defiende que la formación fomenta todo lo bueno que hay en el hombre; por el contrario, la ignorancia es la causa de todos los males que afligen a cualquier sociedad. Sus ideas pedagógicas tienen claras influencias de Helvetius Rousseau, Condorcet y el filósofo alemán Kant, quienes atribuirán un poder casi omnímodo a la educación. Tal optimismo pedagógico fue propio de los hombres de la Ilustración. Se preocupó de la educación de la mujer, tan descuidada en aquella centuria, con tal tino y seriedad que parece que estamos escuchando a un pedagogo progresista actual. Propugna la implantación de los estudios prácticos y utilitarios, que tan olvidados habían estado en nuestra patria y tan en boga se hallaban en sus días, en los ideólogos extranjeros y nacionales de la educación. El no sólo fue un teorizador de estos estudios, sino que para materializar sus inquietudes, funda el «Real Instituto Asturiano» que pretendía sirviera de modelo a otros centros de los muchos que necesitaba España. Igualmente se interesa porque se alegre y goce ese pueblo llano que trabaja mucho y se recrea poco, pasando la mayor parte del tiempo libre en el tedio. Como colofón de todo lo dicho, debemos reiterar que muchas de las cuestiones que afronta, tienen plena vigencia. De lo cual de ducimos fácilmente que los hombres pasan, pero las ideas y las dificultades permanecen y se le va encontrando solución, cuando se superan las circunstancias adversas y se hacen familiares a la mayoría de los mortales. LAS CERAMICAS DE LA CUEVA DE LA ZURRA (PURON, LLANES) POR PABLO ARIAS CABAL, CARLOS PEREZ SUAREZ Y ANTONIO TR E V IN LOMBAN A finales de 1982 llegó a nuestro conocimiento la existencia de algunas vasijas de cerámica aparecidas en una cueva en las cerca nías de Purón. Dichas piezas habían sido localizadas unos años antes por J. M. Fernández y J. J. Cerezo, quienes amablemente nos permitieron su estudio y nos condujeron al lugar en el que habían aparecido. Dado el escaso conocimiento que en general se posee sobre la cerámica no reciente en nuestra región, hemos considerado opor tuno hacer una breve reseña sobre estas piezas. CONTEXTO DEL HALLAZGO La cueva de la Zurra, lugar de procedencia de dichas cerámicas, se halla en el extremo suroriental del concejo de Llanes, a escasos metros del límite con Peñamellera Alta y en las cercanías del pueblo de Purón. Sus coordenadas son: 43° 22' 55" N. y l 9 1' 55" W. (m eri diano de Madrid); siendo su altura sobre el nivel del mar de unos 500 m. (1). (1) Instituto G eográfico y Catastral. M apa escala 1:50.000, n.° 32 “L la n e s ” . 236 PABLO ARIAS CABAL, CARLOS PEREZ SUAREZ Y ANTONIO TREVIN LOMBAN La situación de la cueva — en la abrupta ladera septentrional de la Sierra de Cuera— y su orientación permiten el control visual de la plataforma costera y el valle de La Borbolla, así como el rápido acceso al camino que lleva a la Llosa de Viango y El Mazucu, zonas de gran potencial ganadero. Las mismas inmediaciones de la cueva constituyen una de las principales zonas de pastos del pue blo de Purón. La Zurra es una cavidad angosta y alargada que desciende de forma casi ininterrumpida desde la boca hasta la sima en la que dimos por finalizada la exploración. La entrada se hace por una estrecha oquedad que da paso a una rampa descendente de piedras sueltas; ésta termina en una pequeña sala que constituye el lugar más amplio de la cueva y el punto más interior iluminado con la luz del sol. En una oquedad, limitada en parte por una columna estalagmítica, aparecieron tres vasijas de cerámica. Según los des cubridores daba la impresión de que se encontraban colocadas allí intencionalmente. A partir de este punto una húmeda galería, estre cha y descendente, permite llegar a la mencionada sima. Durante la exploración de la cavidad no encontramos ningún otro resto de interés arqueológico. DESCRIPCION DE LAS PIEZAS N.° 1.— La primera pieza es un jarro de pasta de color marrón rojizo de mala calidad, con abundantes desgrasantes de cuerzo de tamaños variados, alcanzando los 4 mm. de longitud máxima. Por el exterior presenta una coloración no uniforme, en la que alternan tonos rojos con otros negruzcos e incluso con zonas blanquecinas que podrían corresponder a restos de un engobe similar al de la pieza n.° 3. Está elaborada a mano y la forma no es simétrica, estando la base desplazada hacia la parte opuesta al asa. Tiene 106 mm. de altura, unos 90 mm. de diámetro en la boca y 73 mm. de diámetro en el pie. Sus bordes son salientes, presentando un cuello bien mar cado, cóncavo, y formando un pequeño hombro, en el que se sitúa la parte superior de la decoración. La parte más ancha de la vasija se localiza ligeramente por debajo de los hombros, lo que produce un perfil poco panzudo, que se estrecha suavemente hasta llegar a una pequeña concavidad, la cual define un pie de fondo plano, de 3 ó 4 mm. de altura, un poco saliente. PIEZA N.° 1 PIEZA N.° 2 PIEZA N.° 3 LAS CERAMICAS DE LA CUEVA DE LA ZURRA (P U R 0 N , L L A N E S ) 237 Posee un asa de sección circular, vertical, que forma una media elipse desde los hombros hasta la mitad de la panza. Está ligera mente desviada respecto al eje vertical de la pieza. La decoración es sumamente original. Consiste en una banda de 17 mamelones en los hombros (de los que se conservan 15), debajo de los cuales se sitúa una sucesión de motivos: 3 mamelones ver ticales, un espacio en blanco y un gallón. La seriación real no es perfectamente regular. Partiendo del asa hacai la izquierda hay: 3 mamelones, 1 gallón, espacio en blanco, 3 mamelones, espacio en blanco, gallón ligeramente desviado a la derecha, espacio en blan co, 3 mamelones, espacio deteriorado correspondiente 4 mamelones, gallón, espacio en blanco, 2 mamelones, espacio en blanco, gallón. P I E Z A N .° 1 Los motivos se consiguieron pellizcando la pasta por el exterior cuando aún estaba blanda, de lo cual han quedado señales en el interior de la vasija. Esta decoración podría estar inspirada en las piezas metálicas con clavos, cuya imitación en cerámicas es bastante conocida. Aunque rajada, la pieza está casi entera; sólo le falta algún fagmento del borde. En parte ha perdido la superficie original. N.° 2.— Jarro de pasta de coloración que va del rojo oscuro al negro, con desgrasantes como los del anterior. También parece estar hecha a mano. Sus dimensiones son: 107 mm. de altura, 95 mm. de diámetro en la boca y 72 mm. de diámetro en la base. La forma es similar a la de la primera pieza, presentando las siguientes diferencias: el borde es menos saliente y el cuello me 238 PABLO ARIAS CABAL, CARLOS PEREZ SlíAREZ Y ANTONIO TREVIN LOMBAN nos marcado; es más panzuda (la panza forma una curva de radio menor que la anterior); no tiene pie; el asa tiene también sección circular, si bien es más pequeña y forma un círculo por su interior, estando al igual que en el caso anterior desviada; la parte superior del asa arranca del hombro, pero no llega hasta un punto tan bajo de la panza. La decoración es una especie de motivo en espiga formado por puntos incisos sobre la zona de los hombros. Es bastante irregular. La forman un friso de 55 líneas de entre 4 y 6 puntos que bajan de izquierda a derecha — los números 7-14 empezando por el asa hacia la derecha son incisiones continuas lineales— . Además, a am P I E Z A N .° 2 bos lados de la unión superior del asa y el cuerpo, hay dos líneas de puntos oblicuas. La de la izquierda, en dirección opuesta a la habitual, para adaptarse al abombamiento que produce dicha unión. Bajo las líneas anteriores hay otras líneas de puntos, más hori zontales, que se combinan con ellas según dos esquemas; parecen estar hechas más tarde. En el primer esquema la línea de abajo parte de cerca del límite inferior de una de las de arriba, toca el siguiente y se une a una tercera hacia el cuarto punto empezando por arriba. En el segundo tan sólo unen la parte inferior de las de arriba. Este es menos frecuente. De todas formas los esquemas no son totalmente rígidos. La pieza está entera, salvo pequeños desconchados en el lado. Conserva restos de la capa blancuzca a la que hacíamos alusión al hablar de la vasija anterior. LAS CERAMICAS DE LA CUEVA DE LA ZURRA (PURON, L L A N E S ) 239 N.° 3.— Jarro de pasta negra, con desgrasantes gruesos; hecho a mano. Su altura es 101 mm., el diámetro de la boca 95 mm. y el de la base 65 mm. Tiene una forma muy parecida a la del recipiente n.° 1, aunque es bastante más simétrico. Las mayores diferencias se advierten en el pie — más alto (5 mm. de altura) y casi cilindrico— y en el asa, que iba — pues falta— del labio a la parte superior de la panza. Su sección era circular. P I E Z A N .° 3 Presenta una capa blancuzca aplicada a la superficie exterior con posterioridad a la decoración. Esta se sitúa sobre los hombros y está integrada por líneas incisas que forman motivos similares a los de la pieza n.° 2, pero más variados. Hay desde dos líneas formando un ángulo hasta esquemas como los del n.° 2; incluso llega a haber entrecruzamiento de líneas. Aparece roto pero ha sido posible reconstruirlo casi en su tota lidad. CONSIDERACIONES FINALES Poco es lo que se conoce sobre la cerámica no muy reciente en Asturias, en general, y en el oriente de la región en particular. Esto se debe en gran medida a su propia escasez, favorecida tra dicionalmente por la utilización de recientes de otros materiales: madera, cuero... Si nos limitamos a tiempos prehistóricos tan sólo 240 PABLO ARIAS CABAL, CARLOS PEREZ SUAREZ Y ANTONIO TREVIN LOMBAN ^podemos citar su presencia en La Lloseta (2 ) y Les Pedroses (3), en Ribadesella; Cueva Rodríguez (4), Pueblo Bajo de Lledías (5), La Llana (6), El Bufón (7) y La Cuevona de Pendueles (8), en Llanes; Mazaculos I I (9) en Ribadedeva y Trespando (10) en Cangas de Onís. Respecto a cerámicas posteriores tan sólo existen algunas referencias aisladas. Esta situación hace aún más difícil la interpretación de las va sijas de la cueva de La Zurra, ya que aparecieron desprovistas de contexto arqueológico. Tan sólo podemos mencionar la existencia de algunas piezas líticas procedentes del paraje conocido como Les Calveres, aparecidas en el punto en que el camino que desde el pueblo de Purón se dirige a la Llosa de Viango alcanza la vega que se abre al pie de la cueva (11). Los materiales se recogieron en el mismo camino y en algunos puntos en los que la cubierta herbórea había desaparecido y consisten en: un raspador circular de sílex, dos lascas con algunos retoques (sílex), una hoja de sílex con truncadura parcial inversa, un núcleo piramidal de sílex, un resto de núcleo (sílex), una lasca de decorticado secundario y un fragmento, ambas también en sílex. En cuarcita contamos con una muesca, un denticulado, un núcleo amorfo, un fragmento, tres lascas de reto que, cinco lascas de descorticado secundario y cinco lascas simples. Resulta imposible atribuir con certeza este conjunto lítico a un momento determinado, tanto por el escaso número de piezas con que cuenta como por lo poco significativo, desde el plinto de vista cronológico, de los útiles. De hecho podría corresponder verosímil mente a cualquier etapa entre los inicios del Paleolítico Superior y (2) Jordá C erda, F .: Avance al estudio de la Cueva de L a Loseta (A rd i- nes, Ribadesella, A sturias). Oviedo, Diputación Provincial de Asturias. (3 ) E sco rtell P onsoda, M .: 1958. Catálogo de las Edades de los Metales del M useo Arqueológico. O v ie d o , C o n s e j e r í a d e E d u c a c ió n y C u lt u r a d el P rin c i p a d o d e A s t u r i a s , 1982, p á g . 20. (4) M árquez U r ía , M . a del C .: “T ra bajo s de campo realizados por el Con de de la V ega del S e lla” . B .I.D .E.A., n.° 83 (1974). (5) E (6) Comunicación personal de M. R. González M orales. (7) M sco rtell enéndez, P onsada, J. F . : M . : Catálogo de las..., p á g . 85. “D e la prehistoria de Asturias. L a cueva de “ El B u fó n ” en V id ia g o ” . Ibérica, Vol. X I X , n.° 481 (1923). (8) G avelas, A . J . : “Sobre nuevos concheros asturienses en los concejos de R ibadesella y L lan es (A stu ria s )”. B .II.D .E .A ., n.° 101 (1980), pág. 688. (9) (10) Comunicación personal de M. R. González M orales. A r ia s C abal, P . ; P s e p u lc r a l d e T r e s p a n d o (11) C oordenadas: érez S u á r e z , C. y M a r t ín e z V il l a , A .: “L a cueva (C o r a o , C a n g a s d e O n ís ), A s t u r i a s ) ” . E n p r e n s a . I o 01’ 56” O (m eridiano de M ad rid ). 43° 22’ 30” N LAS CERAMICAS DE LA CUEVA DE LA ZURRA (PU R O N, L L A N E S ) 241 el Bronce Antiguo. En cualquier caso parece claro que no es posi ble relacionar las cerámicas de La Zurra con los materiales de superficie. A la vista de estas circunstancias la atribución cronológica/cultural de las cerámicas se hace sumamente difícil. Tanto la forma de las tres vasijas como la decoración de la n.° 1 son sumamente ori ginales, sin que conozcamos paralelos claros, sino a lo sumo ligeras similitudes, demasiado débiles para ser utilizadas como criterio cronológico. Por el contrario, la decoración de las otras dos piezas es muy sencilla y puede ser relacionada con motivos en espiga presentes en momentos y ámbitos muy diferentes. Tanto las formas como las decoraciones nos hacen rechazar una cronología muy antigua (Eneolítico o Edad del Bronce). No se puede decartar, en cambio, que puedan corresponder a la Edad del Hierro, especialmente a la primera Edad del Hierro, e incluso al Bronce Final, ya que existen ligeros parecidos con formas de esos momentos en otras zonas peninsulares. Tampoco se puede descartar una atribución a época romana o medieval, o incluso a momentos más tardíos, en los que se siguieron empleando técnicas muy primitivas. Quizá salgamos de esta indefinición cronológica en el momento en que dispongamos de una secuencia post-epipaleolítica más pre cisa para el oriente de Asturias, en especial en lo que a la cerámica se refiere. También desconocemos las actividades de las gentes que deja ron estas vasijas en la cueva de La Zurra, aunque dado el empla zamiento de ésta hay que suponerlas ligadas a prácticas ganaderas, actividades que han debido venir realizándose en la zona desde épocas prehistóricas hasta la actualidad. AGRADECIMIENTOS Queremos expresar nuestra gratitud a Juan Jesús Cerezo y José Manuel Fernández Gómez, descubridores de las piezas, por haber nos permitido su estudio y haberlas cedido a la Casa de la Cultura de Llanes para su conservación y exposición. También queremos dar las gracias a Alejandro Fernández, Ernesto Abad y Ramón González por habernos acompañado en nuestras visitas a la cueva de la Zurra. Los espléndidos dibujos que ilustran este artículo son obra de A. Diego Llaca. EMIGRACION ASTURIANA A ULTRAMAR Y ARQUITECTURA PARTE I: LA EMIGRACION POR COVADONGA ALVARÈZ QUINTANA INTRODUCCION La arquitectura ha constituido siempre un documento histórico de incalculable valor, debido sobremanera a su condición de objeto físico y visual, dotado del extraordinario privilegió de perdurar sobre las generaciones humanas. Toda arquitectura incorpora así uno más al conjunto total de sus significados y valores: el de testi monio visual de la historia de un lugar. La emigración a Ultramar es sin duda el hecho de más sobre saliente constancia que registra la historia de Asturias durante el período de tres cuartos de siglo que media entre 1855 y 1930. Un posible itinerario por la geografía rural asturiana hacia esta última fecha, descubriría en sorprendente y estrecha convivencia una ar quitectura doméstica de traza y factura eminentemente popular, con otra de muy diferente carácter y fisonomía, más o menos próxima a la culta e incluso en ocasiones relacionada con los grandes estilos europeos gestados a lo largo de los sesenta años (1870 a 1930) que circundan el cambio de siglo. Esta emigración asturiana a Ultramar, nutrida especialmente de contingente demográfico procedente del sector rural, fue recisamente quien decidió la intensa actividad cons 244 COVADONGA ALVAREZ Q UINTANA tructiva observada en la región durante el referido período. El grupo más favorecido de la empresa transoceánica, los aquí denominados indianos o americanos, se constituyeron así en promotores y artí fices de esta otra arquitectura doméstica, emplazada preferencialmente en el sector rural de nuestra geografía y cuya aparición tuvo por objeto la creación de viviendas — estables o temporales, de nueva planta o reformadas— que facilitaran la reincorporación de este sector de la población asturiana a sus lugares de origen. Fue precisamente esta emigración con retorno quien decidió la apari ción de la aquí denominada arquitectura indiana o colonial, con sus consiguientes y múltiples rangos y variantes formales y tipo lógicas, siempre en estrecha relación con las también a su vez múltiples posiciones económicas de sus propietarios. Con menos generosidad pero a la vez con cierta regularidad, se sumó a la arquitectura indiana de carácter doméstico otra pú blica, al igual que la anterior costeada también con dinero proce dente de América y consistente, por lo general, en edificaciones de tipo sanitario, educativo, recreativo o servicios públicos de ca rácter vario, en los que quedó impresa cierta práctica proteccionista y filantrópica, muy extendida entre los componentes más acauda lados del grupo indiano en cuestión. La arquitectura colonial asturiana lejos de mostrar una unidad formal, y precisamente por ser su propietario — por lo general in diano de gran fortuna— y no el profesional que la ha configurado, el elegido como objeto de selección, se presta a una casi exacta homologación con el resto de la arquitectura doméstica burguesa y no indiana del período que media entre las dos fechas anterior mente citadas. Su máximo valor no radica pues en peculiaridad formal o arquitectónica alguna — sí manifiesta, en cambio, en el caso de estudios monográficos sobre la obra de un arquitecto, o de la arquitectura circunscrita a un ámbito geográfico o período cronológico concreto— sino en su especial emplazamiento disemi nado y descentralizado respecto a los principales núcleos urbanos de la región, y por tanto en estrecha convivencia con la arquitec tura popular, y al igual que en ella libre también de la amenaza especulativa tan característica en los suelos sobre-edificados. La arquitectura indiana en Asturias, gracias a la mencionada emigrción transoceánica y muy distante en esto del resto de las provincias españolas — donde el frecuente emplazamiento de las viviendas burguesas en núcleos urbanos favoreció su posterior de molición, o donde no se observa presencia alguna de muestras de arquitectura indiana por no existir la previa emigración a Ultra EMIGRACION ASTURIANA A ULTRAMAR Y ARQUITECTURA 245 mar— dejó convertida a la casi totalidad de la región en un auténtico y extraordinario archivo arquitectónico (muy especial mente doméstico), aún hoy con amplias garantías de supervivencia. De tan privilegiada situación regional deriva la consiguiente posi bilidad de elaborar múltiples trabajos de investigación con los que quede correctamente documentado este sector de la arquitectura doméstica asturiana, aparte de indiana, extraordinariamente repre sentativa de la tan característica tipología de vivienda burguesa del cambio de siglo. Aún a pesar de esta posición de privilegio de la que Asturias goza en lo referente a arquitectura indiana, incluso respecto al res to de las zonas mayormente afectadas por la referida emigración a Ultramar, y muy especialmente sobre el conjunto del territorio peninsular no partícipe en el referido éxodo, el tema de la arqui tectura colonial asturiana no parece haber sido hasta el momento objeto de estudio serio. A fin de aminorar tan acusante vacío en la investigación de este aspecto de nuestro patrimonio arquitectónico, hemos abordado su estudio con cierta prudencia, ciñéndonos para empezar a un número reducido de concejos, a fin de establecer unas referencias básicas e iniciales que animen a un posterior es tudio progresivo y global de la arquitectura indiana en Asturias. El objeto de la presente colaboración se circunscribe así al con junto de esta arquitectura colonial pública y doméstica — preferen temente esta última por presentar mayor interés e importancia cuantitativa y cualitativa— , estable o temporal, modesta o preten ciosa, de nueva planta o reformada sobre casa más ant’gua. Los límites cronológicos hn venido dados: las ya mencionadas fechas de 1870 y 1930 aproximadamente, la primera observando un lógico retraso sobre el inicio de las salidas hacia América, la segunda casi sincrónica con el cierre de la emigración. La geografía, en cambio, sí ha sido recortada intencionadamente, seleccionando para esta primera los concejos de Muros de Nalón y Cudillero, así como el pueblo de Somado cuya muestra arquitectónica, como habrá oca sión de observar, alcanza allí excepcional interés. Siempre al objeto de evitar las características limitaciones a la materia concreta de estudio, ha sido dividido el presente trabajo en tres partes, correspondientes éstas a su vez con los tres aparta dos básicos a los que el título hace referencia. Atraídos por un estudio «integral» de la arquitectura, hemos abordado el tema desde sus mismos orígenes: la emigración y el emigrante (parte primera de la investigación y de esta publicación por entregas), sin olvidar por ello cada uno de los factores que de un modo u otro 246 COVADONGA ALVAREZ QUINTANA han determinado su configuración definitiva: el cliente y promotor, el profesional, los materiales y técnicas constructivas (parte segun da). Sin deseo de hacer un inventario exhaustivo hemos incluido (parte tercera) una selección o muestra antològica de la arquitectura colonial correspondiente de los referidos enclaves cuidadosamente ordenada de oriente a occidente e ilustrada con mapas e imágenes del objeto de estudio en cuestión. Debido a la ausencia total de planos, memorias de obras y docu mentación similar en los ayuntamiento de cada término municipal estudiado, o en los archivos de la antigua Diputación Provincial y Colegio Oficial de Arquitectos de Asturias, hemos abordado la in vestigación de forma directa, a través de un programa de campo consistente principalmente en la extracción de fichas individuales de cada casa o edificio, fotografías, croquis y encuestas mantenidas con propietarios indianos, descendientes directos de éstos o veci nos del lugar. El material, una vez recogido, ha sido estudiado y contrastado con documentación paralela y lecturas sobre temas arquitectónicos coetáneos o similares, y nunca sobre publicaciones referentes a la misma arquitectura indiana, hasta la fecha absolu tamente inexistentes. Fueron también de gran ayuda las consultas en las Delegaciones Provinciales de Hacienda y Delegación del Mi nisterio de Cultura de Oviedo y muy especialmente las efectuadas en el archivo fotográfico de casas indianas del Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Asturias en Oviedo. Cuando en 1853, por Real Orden del 16 de septiembre se hace pública la primera medida oficial del gobierno español que pone fin a una larga política de represión emigratoria, España era ya un país en estado de franca precariedad. La Guerra de la Independen cia y los sucesivos enfrentamientos entre liberales y absolutistas por un lado y contra carlistas por otro, señalaron los reinados de Fernando V II y M.a Cristina con un signo de guerra civil e inesta bilidad gubernamental. En estas circunstancias, cualquier proyecto económico que tendiera a un aprovechamiento realista y próspero de los recursos de un territorio nacional de dimensiones y riquezas naturales considerables, corría el mismo riesgo de omisión que cualquier proyecto político bien intencionado. Paralelamente y durante un período de casi noventa años, él gobierno había mantenido una política de repoblación rural (1) (1) Entre 1767 y 1855, explica Jordi N a d a l (L a población española, siglos X V I a X X , Barcelona, 1976, págs. 177 y 178) cómo fueron llevadas a cabo una serie de m edidas que directa o indirectamente favorecieron el crecimiento EMIGRACION ASTURIANA A ULTRAMAR Y ARQUITECTURA 247 apoyada en tesis poblacionistas; política ésta que aparte de activos métodos higiénico-sanitarios de lucha contra la mortalidad, incluía una serie de medidas oficiales coactivas de la emigración que se tradujeron, en la fecha mencionada de 1853, en un excedente de mográfico fuertemente concentrado sobre unos puntos muy con cretos de la periferia española. Habíase asentado en estas zonas una población directamente vinculada al comercio con América, al que el gobierno había concedido amplias libertades en el siglo X V III, y que de alguna manera debió contribuir también a la so brecarga demográfica aquí ubicada. Pero pese a esta actividad mercantil, la inmensa mayoría de la población periférica pertenecía al sector primario de la economía, más deprimido aquí como en el resto de la península, dado el fuerte desequilibrio existente entre demografía y recursos naturales explotados. En estas zonas super pobladas los jornales y el nivel adquisitivo de los campesinos eran bajos respecto a los precios vigentes para los artículos de primera necesidad. Así, cuando el gobierno hace pública la Real Orden del 16 de sepi'embre de 1853, a la que sucedieron toda una serie de decretos y medidas tendentes a reanudar y favorecer la emigración a Ultra mar (2), en realidad lo que estaba traduciendo era el paso de una tendencia poblacionista a otra muy distinta y de signo contrario: una política emigratoria que paliase momentáneamente el grave pro blema del excedente demográfico y la crisis económica que sufría el país (3). Con estas medidas, España se vió aliviada de la crisis de desempleo que padecía, a la par que, y también por la misma d em ográfico en las zonas rurales. Cabe m encionar entre ellas la orden de venta de terrenos valdíos entre labradores o la que hace exención de diezmos y prim icias p or cuatro cosechas a roturadores de terrenos incultos. (2 ) En efecto, de 1853 a 1903 la legislación española pasa de un extrem o a otro, elim inando sucesivamente todos los obstáculos que se oponían a la salida de sus naturales. L a s m edidas más determinantes y clarificadoras las transcribe así Jordi N a d a l (ob. cit., págs. 1 8 0 -1 8 2 ): “L a R eal O rden circular de 16 de septiem bre de 1853, levantando con m uchas reservas, la prohibición a los canarios en particular, y a los peninsulares en general, de em igrar a las R epúblicas de A m érica del S u r... L a R.O. de 30 de enero de 1873, que dispuso — m edida capital— la supresión de la fianza de trescientos veinte reales por em igrante, que la R.O. de 1853 im pusiera a los arm adores de las em barca ciones expedicion arias... L a R.O. de 8 de abril de 1903, que suprim ió la nece sidad de pasaporte o perm iso especial de la autoridad gubernativa, y perm itió la expedición de pasajes con sólo la exhibición de la cédula personal” (3) “E s inútil em peñarse en crear un Estado numeroso cuando este Es tado da señales de impotencia p ara garantizar la vida de todo el núm ero” . N adal, J ., ob. cit., pág. 180. 24 8 COVADONGA ALVAREZ QUINTANA circunstancia, se inició en el país un proceso de entrada de divisas que durante más de medio siglo contribuyó a reanimar y sanear nuestra economía. En cambio, para las repúblicas independientes de Iberoamérica — Argentina y Méjico— , antiguas colonias españolas, y para las aún colonias de Puerto Rico y Cuba, todas ellas puntos de máxima atracción de nuestra emigración, debido a la política de libertad demográfica y a los idearios poblacionistas también allí en vigencia, el desembarco de trabajadores españoles en sus puertos equilibra ba de un modo saludable la descompensación existente entre los inmensos recursos económicos a explotar y la falta de brazos para hacerlo. En España la nueva política emigratoria tuvo respuesta inme diata en unas zonas muy recortadas del territorio nacional — sobre todo en las Islas Canarias y las provincias del Norte y Noroeste de la península— , sin que esta limitación geográfica impida referir un éxodo cuantioso al continente americano. Coinciden las esta dísticas (4) en situar en cabeza de lista a las Islas Canarias, e inmediatamente después a las provincias gallegas de la Coruña y Pontevedra, seguidas éstas de Asturias y Santander, muy igualadas entre sí y separadas de las restantes afectadas: Barcelona, Madrid, Cádiz, Vizcaya y Lugo (5). Cronológicamente esta fuerte emigración española a Ultramar — sumada con retraso a la emprendida por los países europeos desde la década de los veinte del pasado siglo— queda inaugurada en la fecha de 1853, estableciéndose desde entonces una constante y cuantiosa corriente de más de tres cuartos de siglo de duración, que remontando períodos de crisis internas de cada país o crisis generales — Primera Guerra Mundial y Gran Depresión de 1929— alcanza con fuerza la década de los veinte de la presente centuria, momento éste en el que el fenómeno manifiesta ya síntomas de un descenso irreversible. (4) Jordi N a d a l (ob. cit., pág. 189) a través de un estudio de las estadís ticas de salidas y entradas de pasajeros por m ar afirm a que desde 1882 y hasta 1914, en sólo 33 años, “el país perdió por el conducto em igratorio cerca de un millón de habitantes, equivalentes a una tercera parte del incremento nacional” Continúa explicando el autor, cómo la cifra, a pesar de ser inferior a la realidad debido a la posible omisión de em barques por puertos de los países vecinos, es suficiente para comprender el valor real de esta emigración que fue sin duda el fenómeno dem ográfico m ás característico de esta época. D e igual m anera, la Historia de España y América, dirigida por J. V icens V i- EM IGRACION A STU RIANA A ULTRAMAR Y ARQUITECTURA 249 La importancia de Asturias fue determinante dentro de esta fuerte corriente emigratoria que afectó a un sector concreto de España desde mediados del siglo X IX . Las circunstancias históri cas, económicas y sociales que la rodean, buscar su especificidad en los aspectos en los que realmente se manifieste, y exponerlos de un modo sucinto son el principal objetivo de este capítulo. Para ello el comenzar por las estructuras agrarias en los concejos seleccionados — lo que equivale de igual manera a hablar de todo el sector rural asturiano— resulta de interés cuando se sabe de antemano que circunstancias concretas operadas en este medio tendrán un peso decisivo en la emigración que nos ocupa. ves, hace mención de esta m ism a em igración como una de las acontecidas con m ayor fu erza en la historia de España. (5 ) N adal, J ., o b. cit., p á g . 193, c u a d r o 28. E m igrantes a A m érica por 1.000 habitantes, en 1885-1886 (prom edio anual). Provincias Total de em igrantes C an arias 18,0 Pontevedra 13,3 L a C oruña 12,7 O viedo 8.5 Santander Barcelona 3,8 7.4 M ad rid 3.4 Cádiz 2.7 V izcaya 2.7 Lugo 2.6 En el com entario d el cuadro, alude N a d a l al exceso dem ográfico como prin cipal causa del fenóm eno em igratorio y desmiente por tanto la im portancia d el “espíritu de aven tura” salvo en casos concretos. C anarias, p or ejem plo, respondió m asivam ente a la em igración para com pensar el extraordin ario cre cimiento vegetativo, superior en m ás del doble, al resto del prom edio español; Pontevedra y La C oruña situadas a continuación, p or su elevada densidad dem ográfica y los altos precios del trigo; A stu rias y Santander tam bién sobrepobladas. Sin em bargo, en los casos de V izcaya y B arcelona, ya es posi b le aludir, aparte de un m óvil de m era subsistencia, al carácter em prendedor de sus gentes. 250 I. COVADONGA ALVAREZ QUINTANA LA EMIGRACION (SOMADO Y CONCEJOS DE MUROS DE NALON y CUDILLERO) (6) 1.1. LA EM ISIO N DEL CONTINGENTE EMIGRATORIO A mediados del X IX Asturias soportaba a duras penas la ya aludida sobrecarga demográfica. La única provincia de la región, limítrofe por el Norte y el Sur con mar y cadenas montañosas res pectivamente, presentaba en los valles intermedios y costas una elevada densidad de población en relación a sus recursos naturales. La propiedad agraria, muy atomizada y de escasas dimensiones debido a lo abrupto del terreno y a las sucesivas divisiones a las que los propietarios sometieron las tierras de labor al objeto de un mayor aprovechamiento, había desembocado en un régimen extremadamente minifundista. Estas tierras de dos o tres hectáreas en el mejor de los casos, constituían el único recurso económico de quienes las explotaban, y en ellas el policultivo de subsistencia tradicional basado en el maíz y la cebada, las habas y las patatas, se combinaba y completaba en el mejor de los casos con algo de huerta y una humilde cabaña familiar. Con las castañas para todo el año y las manzanas se completaba alcanzando esta economía cerrada y de autoconsumo una dieta monótona y de subsistencia (7). Por otra parte los suelos, explotados al máximo, se agotaban con rapidez y no contribuían tampoco a dar mejores rendimientos el uso de técnicas y sistemas de cultivo más adecuados o la intro ducción de productos agrícolas más acordes con el clima y las propiedades de la tierra. La situación se veía agravada más aún por las cargas caídas sobre los campesinos, porque éstos, en su inmensa mayoría, eran colonos y no propietarios, debiendo pagar por ello pesados y debilitadores cánones a señores, Iglesia y Ha cienda (8). (6) Circunscríbese este estudio a dos concejos, los mencionados y al lugar o pueblo de Somado, perteneciente municipalmente al Ayuntam iento de P r a via y parroquialm ente a Sta. M .a de M uros de Nalón. Su ubicación, muy p róxim a a la villa de M uros y aspectos de índole arquitectónico a d escubrir, en su momento, determ inaron la decisión de incluirlo en el presente estudio junto a los concejos señalados. (7) “ En 1853, fecha de las prim eras disposiciones favo rables a la em igra ción, un real decreto había m andado ab rir un crédito extraordin ario para socorrer la m iseria que afligía a algunas provincias del reino, sobre todo a las de G alicia y A stu rias” , N adal, J., ob. cit., pág. 195. (8) . A l respecto de estas cargas y en general para el tema del modelo de EMIGRACION ASTURIANA A ULTRAMAR Y ARQUITECTURA 251 Consultando listas de centros asturianos, clubs, hogares e ins tituciones similares distribuidas por la geografía americana de nuestra emigración (9), se observa una mención casi completa de todos los concejos de la región y sólo la excepción de algunos muy significativos: aquellos que empiezan a medificar sus bases económicas desde mediados del siglo X IX (casi paralelamente al inicio y desarrollo de la emigración a Ultramar) incorporándose a tareas extractivas de la minería e industrias paralelas. Mieres, Langreo, Lena, Quirós y Siero, emplezados en el interior de la zona central asturiana, amplían sus esquemas económicos hasta enton ces basados en la explotación familiar agraria descrita para la generalidad de la región (10). Otros términos con núcleos urbanos importantes y con mayoría de funciones administrativas y comer ciales como Oviedo, Gijón y Avilés, a los que se añade, en el caso de los dos últimos el puerto como factor de atracción demográfica, debieron de arrojar igualmente cifras menores en las estadísticas de emigración. Tanto en este tipo de ciudades como en los municipios de acti vidad minero-siderúrgica ya mencionados, las actividades produc tivas tradujeron un fenómeno demográfico de signo contrario alde la emigración, esto es la absorción de un contingente huma no procedente de las zonas rurales próximas y que de otra manera se habría sumado también a la mencionada emigración trans oceánica. El tráfico de paños con Castilla, preferentemente por el puerto de Pajares — el mejor acceso a la meseta dentro de la tónica general de precariedad en la que se encontraba nuestra red de comunicaciones en el siglo pasado— parece haber sido un cu rioso y muy localizado fenómeno mercantil que inequívocamente también restó cifras a la emigración. De nuevo concejos del área explotación agraria vigente en un sector occidental interior del campo astu riano en los siglos X V I I I , X I X y X X , resulta interesante la Tesis de L icencia tura de Sánchez B rañ a, publicada en Oviedo, 1976, por I.D .E .A . con el título d e: Estudio sobre la geografía agraria y la población del concejo de Boal. Finalm ente y respecto al m ismo tema de las cargas, es preciso hacer mención de los sistemas de préstam o y usura a los que debía someterse el campesino p ara p a gar el p asaje a A m érica de uno de sus hijos, u otras circunstancias de gravedad. A l respecto, el título mencionado ofrece tam bién alguna infor mación. (9) E sp ia g o , F. J., “ Centros A sturian os”, Enciclopedia Asturiana, vol. IV , pág. 265-268. (1 0 ) 1 8 9 »...::- A ram buro : . y Z ulu ag a . F ., Monografía de Asturias, c a p . I V , O v ie d o , .............................................................................. .. ........ COVADONGA ALVAREZ QUINTANA 252 central se mencionan (11) por sus famosas y concurridas ferias y mercados, aludiendo así a zonas con una economía abierta y prós pera, a cierta distancia del modelo económico cerrado y autárquico vigente en la mayor parte de la región: mercados de la Pola de Siero, Infiesto y Villaviciosa, ferias de Oviedo, Gijón y Avilés. En definitiva, parece ser que pese a la carencia de estadísticas detalladas sobre la emigración asturiana a Ultramar (12) — cifras que contribuirían a aumentar la fiabilidad de lo expuesto— los municipios centrales padecieron en menor medida el fenómeno emigratorio que tanto afectó al resto de la región. La zona central, por las amplias posibilidades que ofrecían las actividades econó micas allí en desarrollo, se constituyó en centro de absorción de una parte del excedente de mano de obra que Asturias padecía, debatiéndose el resto de la región entre las dos únicas opciones posibles: proseguir en las míseras condiciones de vida o emigrar (13). El caso concreto de los concejos seleccionados de Muros de Nalón y Cudillero, y el pueblo de Somado (14) corroboran lo ex puesto. Se sitúan éstos ocupando una franja costera que se extiende desde la zona central de la provincia hacia occidente. Pese a la (11) A ram buru (12) Interesan sobrem anera cifras correspondientes a las fechas en las que y Z uloaga , F., ob. cit., págs. 426-428. m ás fuerza tuvo esta corriente emigratoria, o sea, los setenta y cinco años que m edian entre 1855 y 1930, momento este último que las salidas decrecen considerablemente. M artínez Cachero en el Boletín del I.D .E .A . correspondien te al núm ero X L V I, señala la escasa fiabilid ad de los resultados conocidos y hace hincapié en la predominante carencia de los mismos. Posteriorm ente, en las páginas 64 y 65 de su libro La emigración asturiana a Am érica, Oviedo, 1976, Ediciones A y alg a, ofrece cifras correspondientes al período posterior al año 1925, cifras que p or su cronología ya no resultan de utilidad alguna. P o r su parte Jordi N adal, en la obra ya citada, páginas 189-190, descubre estadís ticas de salidas y entradas por m ar para España, pero sin hacer distinción de provincias em isoras ni países americanos receptores. (13) A pesar de ser la referida em igración al N u evo Continente la que m ayor contingente de población asturiana absorbió, es preciso hacer somera referencia a otro tipo de salidas que de un modo m ás lim itado afectaron tam bién a la región. M e refiero en prim er lu gar a la em igración tem poral de jornaleros que se dirigió a Castilla año tras año en períodos de recolección de cosechas. D e otro modo fue también importante la salida de asturianos hacia las grandes ciudades de la península, M adrid sobre todo, donde los em igrantes ocuparon cargos de serenos, conserjes y porteros de organism os oficiales y cargos distintos del servicio doméstico en casas de abolengo: criados y m ayor domos. (14) O frece datos al respecto de las zonas m encionadas el Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y P ascual M adoz , M adrid, sus posesiones en Ultramar, de 1849, en los artículos correspondientes a Somado, EMIGRACION ASTURIANA A ULTRAMAR Y ARQUITECTURA 253 proximidad geográfica de los dos últimos respecto a los concejos centrales de Avilés y Oviedo, el aislamiento era casi absoluto dado el mal estado de las vías de comunicación. Económicamente asumen el aludido modelo de autoconsumo y subsistencia, pero pese a ello (caso de Cudillero) introduce activida des productivas complementarias. La presencia del mar redundó en este último en formas diferentes de aprovechamiento. En Cudi llero villa las condiciones naturales y la presencia de un pequeño puerto favorecieron la aparición de una actividad pesquera in tensa y una pequeña industria de productos derivados del mar (fábricas de salazón y conservas). Estas actividades, junto con una considerable producción de hilados, hizo beneficiaría a la villa en ciertos aspectos de una modesta economía de mercado. Precisa mente por ello los naturales de Cudillero capital fueron mucho menos propensos a la emigración que los nativos del resto de los pueblos del municipio, sin otra fuente de recursos que mejorara la precariedad del modelo económico agrario al que se hallaban sometidos. En el resto del concejo así como en Muros del Nalón — que por su ubicación y falta de puerto no pudo acceder directamente a la explotación de los recursos marítimos— y Somado, la falta de ac tividades económicas complementarias que paliaran el régimen de subsistencia prevaleciente determinaron un éxodo masivo a Ultra mar, sincrónicamente operado al resto de la región. Hablar del muy aludido espíritu de aventura o espíritu imitativo (15) como factores determinantes de la emigración asturiana a UlM u ro s de N aló n y Cudillero. L a importancia concreta de este estudio radica en la fecha de su publicación, m uy interesante si se recuerda que coincide con los años A m érica. (15) inm ediatam ente anteriores al inicio de nuestra em igración a L a m ayoría de los artículos y biblio grafía consultada sobre el tema no omite entre sus causas las ahora referidas del espíritu de aven tura y el espíritu im itativo. A l contrario, su importancia como factor decisivo en la emi gración es a veces sobrevalorada en detrimento de otras causas de índole económica y social. E l espíritu de aventura parece ser frecuente entre natura les de provincias concretas y p ara este mismo destino em igratorio: Cataluña y Vascongadas, sobre todo, con una renta “per cápita” superior al resto de las regiones peninsulares. En condiciones económicas mejores, a veces incluso como obreros cualificados, es aceptable p ara estos em igrantes el m óvil m ixto de subsistencia y anhelo de fortuna, entre otros. E l caso de los asturianos y gallegos, de m ás graved ad debido a las circunstancias económicas que se ges taron sobre estas regiones, restringe obviam ente la im portancia del m óvil aventurero. E l espíritu imitativo, nacido alrededor de un am ericano rico re gresado al pueblo, debió tener cierta relevancia en general, pero aún así, su 254 COVADONGA ALVAREZ QUINTANA tramar cuando la historia de estas fechas ofrece aspectos tan insoslayables a la vez que indicativos de la mala gestión de los gobiernos para paliar la crisis económica, supone, en cierta medida, hacer caso omiso de las que muy bien pudieran considerarse causas car dinales de la cuestión. Porque además, muy próximo en esto al gallego , el asturiano era también nostálgico y, más que abandono voluntarlo de los lares en por de la fortuna, cabe hablar en este, caso de salida impuesta o forzosa. 1.2. LA RECEPCION Al otro lado del Océano, las repúblicas independientes de Argen tina y Méjico, y las aún colonias de Cuba y Puerto Rico recibieron con agrado la emigración que España envía con un retraso de casi treinta años respecto a otros Estados europeos (16). Países del Nue vo Mundo apenas poblados, especulaban por entonces con unas muy saludables perspectivas económicas de futuro, dadas sus extraordi narias condiciones naturales. Propaganda, oficinas de inmigración y toda una serie de medidas favorables a la misma contribuyeron de manera decisiva al logro del contingente humano que los gobier nos americanos precisaban para su expansión económica. Al proceso de desarrollo económico vigente, basado en la explo tación de los abundantes recursos naturales del suelo y subsuelo poder decisorio no debió ser la causa principal del arrastre de jóvenes de trece o quince años hacia unas tierras desconocidas, a no ser, claro está, que las perspectivas de futuro fueran aún más crueles que el mismo proyecto de la em igración. L a difusión de la conducta em igratoria, m ás que la emulación de la misma, debió ser una de las causas de este arrastre masivo. N os referi mos a una difusión del concepto de em igración basado en la consideración de ésta como única alternativa posible, aún a sabiendas del factor riesgo, fa v o ra ble a la fortuna o al infortunio, que se sabía incluía. (16) A lo largo del presente estudio haremos especial hincapié en estos cuatro países am ericanos mencionados, no sólo porque ellos fueron — en espe cial los tres prim eros— los que m ayor contingente de em igración asturiana absorbieron, sino también porque los tres concejos asturianos sobre los que m ás tarde se centrará este estudio, dirigieron tam bién hacia ellos su em igra ción. En relación al retraso que la emigración española a U ltra m a r había m antenido respecto al resto de las naciones del continente, cabe alu d ir como causa principal, aparte de los idearios poblacionistas ya citados, a enemistades de la m onarquía de Fernando V II con las emancipadas colonias. Europa apro vechó así, ya desde el principio, las condiciones favo rable s a la em igración que brindaron las repúblicas de Sudam érica a partir de la fecha de 1820, una vez conseguida su independencia. EMIGRACION ASTURIANA A ULTRAMAR Y ARQUITECTURA 255 en una primera fase, y en la creación de una industria transfor madora de los mismos en segunda, contribuyeron de un modo fundamental a dos aspectos muy concretos: la presencia de capi tales extranjeros (inglés, alemán, francés y norteamericano sobre todo), y la no menos decisiva presencia de un vasto y heterogéneo grupo de inmigrados. Desde entonces, los gobiernos sudamericanos serán quienes re gulen las entradas y salidas de nuestros emigrantes en virtud de las circunstancias económicas particulares de cada uno de ellos. Así, el período que media entre 1855 y las fechas inmediatamente anteriores a la crisis de la Primera Guerra Mundial, período co rrespondiente al máximo desarrollo económico de Latinoamérica, registra las mayores tasas de nuestra emigración a Ultramar. Ha cen excepción solamente las posesiones antillanas en las que el proceso de independencia, retrasado en vano, motivó enfrenta mientos, guerrillas e inestabilidades políticas de traducción inme diata en crisis intermitentes de la economía para el período de 1868 a 1898, fecha, esta última, de la independencia definitiva de la metrópoli. Pero pese a estas circunstancias, el crecimiento eco nómico de Cuba no fue afectado en esencia, y otro período, no sincrónico ya con el resto de las repúblicas latinoamericanas, pro rroga la fase de expansión económica de la isla durante diez prós peros años más, los comprendidos entre 1915 y 1925: la época «dorada» del azúcar cubano (17). (17) En efecto, desde finales del siglo X V I I I el azúcar relevó al tabaco como cultivo prioritario en la G ran A ntilla. L a s plantaciones de azúcar ocupa b an m ás del 50% de los terrenos cultivados y era éste, sin duda alguna, el sector productivo que m ás m ano de obra absorbió. Junto a Java, C uba fue el m ayor país productor de caña de azúcar del m undo y Estados U n id os su prin cipal consumidor. Desde la independencia y casi siempre b ajo iniciativas e inversiones yanquis, se operó la gran transformación de la producción azuca rera, es decir, la aparición de grandes centrales que tendieron a absorber a las pequeñas, apoyadas siempre en inmensos latifundios colectivos (com pa ñías), y en el alto perfeccionam iento tecnológico. El azúcar lleva ba las riendas de la economía cubana y el comercio, sector productivo que m ás em igran tes españoles absorbió, tuvo con respecto a él una dependencia absoluta. L a prim era confrontación m undial supuso por esto una ocasión extraord in aria p ara las salidas de azúcar, pero la posterior recuperación de las naciones be ligerantes, principales consumidores, el “stock” de productos registrados por U .S .A y la crisis de 1929 determ inaron también el “crac” definitivo del perío do m ás brillante de la economía cubana. Fue entonces a p artir de esta fecha cuando la isla se sumó al nivel económico del resto de las repúblicas y la em igración, por consiguiente, dejó de interesar tanto al gobierno de las mis m as como al em igrante en general. 256 C0VAD0NGA ALVAREZ Q UINTANA II. EL EM IGRANTE II. 1. LA PARTIDA El grueso de la emigración asturiana lo constituyó el joven procedente del deprimido medio rural, sin perspectiva alguna de futuro. Para él y su familia América constituía una especie de tierra prometida, una de las muy escasas alternativas válidas a las circunstancias adversas. En la mayoría de los casos no emigraba sólo uno, sino varios hermanos, casi siempre varones, simultánea o sucesivamente. Al cargo de la casa quedaban las hermanas, si las había, y el hermano al que la costumbre hacía preferencial heredero del conjunto del patrimonio familiar (la casa o casería asturiana) (18). A partir de los doce años ya era frecuente embarcar a un rapaz para América. La legislación vigente en la segunda mitad del siglo pasado permitía la salida de varones del país sin previa fianza (18) E l m ayorazgo que el derecho consuetudinario protegía no fue apli cado al pie de la letra. En ocasiones, el resto de los herm anos recibían una pequeña parte del patrim onio fam iliar en herencia, pero solía estar ésta cons tituida por tierras alejadas del núcleo central y, al igual que el resto de las que com ponían el campo asturiano, tenían tan reducidas dimensiones que su explotación no garantizaba en lo más mínimo las condiciones de vida de quien las heredaba. Sólo restaba entonces decidirse entre las escasas opciones posi bles p ara el fu tu ro : tom ar los hábitos, reengancharse en el ejército, casarse fu era o em igrar a Am érica. P o r otra parte el m ayorazgo tam bién determ inó entre la clase terrateniente — poderosa antaño pero entonces en decadencia— un éxodo considerable y no en vano, en este caso, con cierta dosis del ya alu d ido “espíritu de aven tura”. En cualquier caso, la mención de esta particulari dad no hace m ás que confirm ar de nuevo que la em igración transoceánica se alimentó en su inmensa m ayoría de las clases m ás populares del sector ru ral asturiano, y que el resto de los casos posibles de salidas, si bien dignos de tener en cuenta, resultan ser casi siempre excepcionales. L a s prim eras em igra ciones transoceánicas se dirigieron concretamente a C uba, y lejos de tener allí un objetivo exclusivam ente laboral — si bien es cierto que no se descarta tam poco su im portancia— consistieron en partidas militares, los fam osos B atallo nes de Voluntarios, el B atallón Covadonga, por ejem plo, el prim ero que en 1869 em barcó en dirección a Cuba al objeto de sofocar allí las incipientes insurrecciones independentistas. T al y como se irá observando a lo largo del estudio, coinciden en ser indianos pioneros aquellos que partieron en su día en calidad de militares, coincidiendo en ser también estos mismos los prim eros detentadores de las inmensas fortunas americanas. P arece ser que en Cuba, una vez reprim idos los rebeldes — con frecuencia terratenientes y burguesía criolla— pasaba hacerse cargo de sus propiedades el mismo ejército represor, derivando de aquí no sólo las grandes fortunas am ericanas aludidas, sino tam bién el asentamiento de las bases de la economía española en la isla. EMIGRACION ASTURIANA A ULTRAMAR Y ARQUITECTURA 257 antes de los diecisiete y después de los veintitrés, una vez cumplido el servicio militar. Este fue, en gran medida, el factor decisivo que determinó la regularidad casi absoluta en la edad de salida. A los doce, incluso a los diez, y hasta los diecisiete, hacían los prepara tivos de embarque la inmensa mayoría de los jóvenes. El número de los que lo hacían de mayores o tras licenciarse en el servicio militar disminuía considerablemente, en parte porque era esta prestación la ocasión que propiciaba el premditado abandono de la casa en busca de m ejor fortuna. Los años de servicio eran ob servados con escepticismo como un tiempo malgastado en vano, que en nada iba a cambiar el dsalentador panorama laboral con el que el joven debía enfrentarse al regreso. Se abrió así al continente americano una emigración muy joven (la emigración im berbe) y en su casi absoluta mayoría masculina, dado que la salida de mujeres a Ultramar tuvo, con mucho, unas dimensiones notablemente inferiores que inducen a hablar más bien de excepciones que de cifras de importancia real. Aparte de las que embarcaron con el emigrante en calidad de esposa — caso también más excepcional que frecuente, dado el carácter eminen temente individual y no familiar de la emigración que nos ocupa— se sabe también de una emigración femenina de escasa cuantía, con destino preferentemente a Cuba y la Argentina (19). Siempre había algún vecino, o pariente en el m ejor de los casos (hermano mayor o tío), que se había adelantado en la empresa emigratoria y del que se sabía que gozaba, allende los mares, de excelente posición laboral y económica. A través de una carta o aprovechando la visita que solía hacer al pueblo al objeto de rea lizar los preparativos para el ya próximo retiro — compra de fincas, trámites de edificación de la casa, etc.— los padres instaban al afortunado para que intercediera o buscara en América algún tipo de trabajo que solucionara al muchacho, e indirectamente a su fa- (19) En A rge n tin a dos causas debieron ejercer vital decisión sobre el éxo do fem enino. U na, la ausencia de esclavos, que ofreció a la m u jer un abun dante m ercado de empleo, especialmente en el servicio doméstico, y otra, el em inente atractivo que supuso p ara la m u jer el contingente de em igrantes de sexo opuesto por la consiguiente posibilidad de m atrim onio; estado éste al que de otro modo era difícil acceder en el pueblo natal d ada la siega de varones jóvenes que la em igración allí había llevado a cabo. Tam bién en C uba pudo la m u jer em igrante conseguir el deseado empleo que su país de origen le ne gaba, p ero aquí las facilidades para ella sólo em pezaron con la abolición de la esclavitud y la consiguiente necesidad de introducir, p ara el servicio do méstico, personal fem enino a sueldo. 258 COVADONGA ALVAREZ QUINTANA milia, un futuro que obviamente no se ofrecía esperanzador. Daba comienzo así un curioso proceso, muy característico en la emigra ción que nos ocupa, y que hace referencia a una especie de cadena de eslabones generacionales (20), circunscrita siempre a los naturales de un mismo lugar. Basada en el proteccionismo de los emigrantes ya acomodados sobre sus vecinos o parientes jóvenes y recién in troducidos en la empresa de Ultramar, esta curiosa cadena deter minó una serie de aspectos muy concretos del tema que nos ocupa. El apoyo moral y económico que suponía la presencia al otro lado del océano de vecinos o parientes más o menos situados, y la ayuda que confiaban obtener de ellos estos jóvenes recién desembarcados, actuó como un estímulo más dentro de los que cabía suponer como tales para una población forzada a tomar la decisión de emigrar. La zonificación tan característica en los puntos de destino ame ricano y por la cual era frecuente que concejos enteros dirigieran a sus jóvenes a países concretos de Ultramar (21), no constituye (20) L a m encionada emigración española a U ltram ar no parece presentar sus peculiares perfiles fu era del período de tres cuartos de siglo aproxim ada mente al que la dejan circunscrita las fechas de 1855 y 1930. Cabe h ablar entonces de las cuatro posibles generaciones que la consolidaron: la de 1855 a 1875 aproxim adam ente (que m uy bien puede considerarse como la prim era generación em igratoria), la de 1875 a 1895, la de 1895 a 1915 y la de 1915 a 1935 aproxim adam ente. A cada una de estas generaciones correspondieron cir cunstancias históricas m uy específicas y concretas que en ocasiones decidieron “ a p rio ri” el éxito o infortunio de la emigración. L a m edia de años convencio nal p ara una generación (de veinte a treinta) coincide adem ás m uy curiosa mente con el tiempo de duración media del período em igratorio individual. En otro orden de cosas, una costumbre laboral m uy consolidada entre los potentados asturianos en Am érica consistía en d e ja r estos negocios al em plea do que más eficacia y fiabilidad hubiera demostrado en sus quince o veinte años al servicio de la “ casa” y al que previam ente se había ido favoreciendo con ascensos de categroía laboral. D e esta manera, al cabo de los veinte o trein ta años (una generación) pasados en Am érica en condiciones de emigrante, y en los cuales era m uy posible un acceso a la categoría de hom bre de negocios, había desem barcado una nueva generación a la que era preciso proteger y favorecer en su día con el mismo relevo. P o r su parle, los hijos de los em i grantes afortunados no participaron por lo general ni en esta em presa em igra toria ni en la m isma gerencia de los negocios fam iliares. Su posición, m uy por el contrario, se correspondió con la de hijos de nuevos ricos, con acceso directo a una sólida educación y posterior dedicación a profesiones liberales. (21) Los regularidad naturales del concejo de Llanes a M éjico, los de Pola de em igraban A llan d e a la con casi absoluta República Dominicana, F ig u e r a s 'y Castropol a Cuba, C abrales a Estados Unidos. En cuanto a la zo nificación presente em igratoria correspondiente estudio, no es posible hablar a los concejos de un seleccionados para absolutism o tan el fuerte. L os vecinos de M uros de N alón solían dirigirse a las islas antillanas de Sto. Do- EMIGRACION ASTURIANA A ULTRAMAR Y ARQUITECTURA 259 más que otro aspecto de interés dentro del mencionado fenóme no de arrastre. Esta zonificación fue perfilándose con más vigor a medida que no uno, sino varios o muchos varones, se embarcaban para América siempre con el señuelo certero de la ayuda que allí les sería prestada por los ya bien acomodados. Un último aspecto se manifiesta como decisivo para la ya aludida cadena emigrato ria; nos referimos a la frecuente especialización ocupacional que prevaleció en América para los emigrantesde un mismo lugar, e incluso para los de cada pueblo de un mismo concejo. La mayoría de los naturales de Novellana, pueblo de Cudillero, ocuparon en Cuba cargos de carniceros. En cambio gran parte de los vecinos de Somado, llevados a Cuba por un doble y comprobado caso de cadena de absorción — que fueron aquí dos, y no uno, los primeros emigrantes bien instalados que realizaron la labor de arrastre de multitud de muchachos como empleados para sus negocios— ocu paron en la isla diferentes cargos, siempre relacionados con el pequeño y mediano comercio. I I . 2. LA E STANCIA Las salidas masivas coincidían con épocas concretas del año. En otoño (septiembre sobre todo), aprovechando el período de subocupación que seguía a las tareas de recolección, embarcaban cantidad de jóvenes en los muelles más próximos a sus hogares, e incluso en puertos de las provincias limítrofe-costeras,, caso fre cuente en los concejos extremo-occidentales y orientales. Con la cédula personal de identidad y el pasaje a duras penas comprado e incluso a veces adquirido bajo préstamo o hipoteca de una de las escasas tierras de la propiedad familiar, se realizaba el embarque. Comenzaba entonces un largo viaje de duración más que mensual, según el favor de los vientos y la calidad del velero. Posteriormente y con la llegada de los vapores, el tiempo de travesía descendió considerablemente, mejorando a la par las condiciones del viaje mingo y Cuba, esta última con preferencia. C udillero m ayoritario de A rgen tin a y Cuba, mucho m ayor p ara oscila entre un peso el segundo país que p ara el prim ero, y com patible también con casos aislados y m uy esporádicos de em igración a M éjico, Sto. Domingo, etc. El pueblo de Som ado es en este p anoram a heterogéneo de destinos em igratorios el que introduce la nota de m ayor uniform idad, dirigiéndose sus constancia a la isla de Cuba. naturales con absoluta regularidad y 260 COVADONGA ALVAREZ QUINTANA (22). A bordo de veleros y vapores daba comienzo la gran empresa emigratoria. Sorprendería al emigrante la geografía, el clima y la población heterogénea de cualquier país de la América Latina en el que desem barcaba. Evidentemente, la emigración asturiana a Ultramar está muy lejos de ser calificada como relativa, es decir, aquella que presenta afinidades entre los dos países afectados: el de origen y el de destino. Levemente podrían suavizar estas diferencias la pre sencia de la cultura hispana allí Instaurada desde tiempo de la colonización o la lengua peninsular común. Al resto de ellas debía enfrentarse el emigrante, adaptarse si era posible durante el largo período intermedio entre esta llegada, siendo aún rapaz, y el posi ble regreso, ya convertido en hombre maduro. Mediaban entre aquélla y éste unos veinte o veinticinco años, basados exclusiva mente en largas jornadas de duro e intenso trabajo y en la esperan za misma del éxito. Las opciones laborales que cada país americano ofrecía al emi grante eran diversas en virtud de la especificidad de sus recursos económicos, y éste parecía dedicarse en cada destino al sector con creto de la economía en el que se le reclamaba. En Argentina y Méjico — cuyos períodos de expansión económica previos a la crisis de la Primera Guerra Mundial se basaron en actividades extractivas y de transformación de productos naturales— la emigración astu riana fue absorbida por ciertos sectores de la producción en los que se precisaba abundante personal no cualificado. Y a pesar de la importancia que el sector agrícola y ganadero desempeñó en estas economías, los asturianos instalados en los países americanos (22) de cada L a cifra inicial de doscientos o trescientos jóvenes que em barcaban vez decrecía ya durante el mismo período de travesía. L a s m alas condiciones físicas y anímicas en las que el rapaz em prendía el viaje, se agra v aban con la larga duración de la travesía y la falta de comodiddes, el m areo y otras adversidades. A l final, el número de desem barcados no coincidía siem p re con la cifra inicial de em barque, poniéndose de m anifiesto así, ya desde el principio de la empresa, la faceta m ás cruel de la em igración a U ltra m a r: la siega de vidas humanas. Entre las enferm edades m ás asiduas cabe destacar la denom inada comúnmente del vómito o vómito negro. M ás que una enfer medad, el síntoma en cuestión consistía en a rro ja r sangre digerida y cau sada p or hem orragias intestinas, bien debidas al escorbuto — enferm edad m uy corriente en las prim eras travesías oceánicas de larga duración— o de un modo m ás frecuente a la misma fiebre am arilla, enferm edad vírica m uy co rriente en los climas tropicales y que sin duda desempeñó un papel importante de la aludida siega de vidas humanas. EMIGRACION ASTURIANA A ULTRAMAR Y ARQUITECTURA 261 — a excepción de la Argentina (23)— casi nunca acceden a oficios y ocupaciones del sector primario. Procedente de un medio rural deprimido, se instala esta emigración preferentemente en los nú cleos urbanos donde con casi absoluta regularidad presenta una especialización ocupacional muy concreta: la del comercio (24). Por su parte, las fábricas de tabaco y los ingenios de azúcar fueron los dos sectores de la producción que absorbieron en segundo término mayor cantidad de mano de obra emigrante. Esta joven emigración española que procedente del sector pri mario de la producción había ingresado preferentemente en el sector servicios y en la industria, interesaba sobremanera a Amé rica. Las condiciones que rodeaban a estos hombres sin otro medio de vida en su país de origen que la misma empresa emigratoria, los había tornado resignados, conformistas y próximos a una acti tud esclavista a cambio de un puesto de trabajo y un sueldo míseros. Este espíritu de sacrificio que Ramiro de Maetzu traduce con criterio aleatorio como buena educación (25), frente a la que ca racterizó a los jóvenes de la burguesía decimonónica española, debe de ser considerado como una de las notas esenciales de esta emi gración. Conseguido el primer empleo, las condiciones laborales para desempeñarlo eran difícilmente soportables. Sin haber ido a la es cuela, en la mayoría de los casos o con leves nociones de escritura (23) En A rge n tin a las grandes haciendas, tradicionalmente en m anos de descendientes españoles, aceptaron con especial preferencia la m ano de obra que la península envió. A diferencia de los indios oriundos u otro tipo de inm igrantes, resp aldaba aquí al español la fam a de tra b a ja d o r in fatigable y duro, condiciones éstas francam ente apetecibles para cualquier em presario. (24) En C uba el comercio asturiano tuvo una relevancia excepcional. Casi la totalidad del pequeño y m ediano comercio de la isla estaba en m anos de los españoles y española era, en su casi totalidad, la plantilla de estos nego cios. E l carácter em prendedor y laborioso que p riva ba entre nuestros m erca deres no sólo contribuyó a crear la imagen de buen comerciante que el español allí m antuvo, sino que le ayudó también a superar con facilidad conflictos de competencia m antenidos con el comercio criollo, yanqui o chino. N o sólo en C u ba sino tam bién en M éjico y la Argentina, el comercio español se desen volvió preferentem ente en el ram o textil y de alimentación. B odegas, víveres, ultram arinos, abarroteros eran algunos de los diferentes nom bres que según e l país se concedía a establecimientos del último ramo. Finalm ente, los nom bres de ciertos comercios y almacenes, en especial del ram o textil, aún presen tes en nuestras ciudades — L a Favorita, L a Innovación, E l M undo, E l Encanto, G alerías— gu ard an estrecha relación con este histórico comercio español de U ltram ar. (25) de M ae t zu , R., Defensa de la Hispanidad, M adrid, 1934. COVADONGA ALVAREZ QUINTANA 262 y lectura y las cuatro reglas, las posibilidades de ocupar cargos laborales de mínima dignidad dentro de los sectores de la economía descritos quedaban notoriamente restringidas, destinándose con frecuencia las peores tareas para los recién llegados. Tenía vigencia además esa teoría, aún hoy en uso, de que para prosperar y ascender debe empezarse joven y por lo más bajo, y si bien este lema actuaba como estímulo para el rapaz, animándolo a proseguir en aquella ardua empresa recién iniciada, no menos cierto fue que sobre él se apoyó todo el sistema de explotación que acompañó a esta emigración. Porque como tal han de observarse las diecinueve horas de jornada laboral ininterrumpida, la ausencia de vacaciones y festivos y las pésimas condiciones de habitación y sustento a las que el trabajador se vió obligado a someterse. Ante estas circunstancias cabe preguntarse qué relación media entre lo descrito y las grandes fortunas de Ultramar, obvias gene radoras de los tan conocidos indianos o americanos potentados, y cuándo y cómo se forjaron esos capitales ingentes que nuestra his toria más próxima menciona. La respuesta exige establecer una distinción básica entre la totalidad de los emigrantes asturianos residentes en los países americanos. Por un lado, lo que podríamos denominar el proletariado emigrante, el grupo numéricamente de mayor cuantía, compuesto por los peninsulares desembarcados hace cinco, diez o quince años y que ocupan en América cargos deficientemente remunerados y de pésimas condiciones laborales (barrenderos de almacén, cargadores, pinches, dependientes de mostrador). Por otro lado el emigrante burgués, acaudalado pro pietario de un ingenio de azúcar, una fábrica de tabacos o acomo dado comerciante que dirige sus negocios y mantiene un nivel de vida próspero (26). Ambos grupos no proceden de dos clases socia les diferentes, las utilizadas para su mención, sino que muy por el contrario es un mismo estrato social, el campesino, el que genera (26) A sturias Este último tipo de emigrante es al que se le suele denom inar en indiano. “Em igrante que vuelve rico de A m érica” , es la acepción exacta que M aría M oliner incluye en su diccionario. L a relatividad del concep to de “ rico” establece dificultades para su uso exacto. D e cualquier m anera, salvando las categorías posibles en la fortuna de un em igrante, el térm ino indiano no fue usado con igual profusión en toda la geografía asturiana. P a re ce ser que fue Llan es la zona donde los emigrantes con casi absoluta genera lidad eran apodados de esta manera. En la zona seleccionada p ara el posterior desarrollo arquitectónico de este estudio, el término no fue de tanto uso como el de americano o cubano, este último debido sobrem anera a la m ayor cuantía de am igrantes que esta zona registró hacia la G ran A ntilla. ......... „• . EMIGRACION ASTURIANA A ULTRAMAR Y ARQUITECTURA 263 las diferencias a partir de la fórmula trabajo + preparación cultu ral + tiempo. De tal conjunción nació una teoría laboral concreta y característisa de la emigración a Ultramar, por la cual se estableció toda una carrera laboral meticulosamente diseñada y que, seguida con método, habría de coronar la fortuna y el éxito perseguidos. Había que someterse para ello a un régimen laboral despiadado durante un número determinado de años, a partir de los cuales se iría progresando poco a paco (el denominado ascenso desde la escosa (27). Las nociones de contabilidad y cultura general ad quiridas por cuenta propia en clases nocturnas impartidas en diferentes centros asturianos o instituciones similares, aparte de la contribución a la superación del analfabetismo alienante al que el trabajador se hallaba sometido, formaban un apartado impor tante dentro de la fórmula prescrita. Con todo ello y si la inteli gencia acompañaba o la mente era clara y dispuesta para tales estudios, las posibilidades de éxito se incrementaban. Llegado este punto, sólo cabía esperar a que el patrón ofrciera participaciones en el negocio o que aquél lo enviara de encargado a otra sección o filial del mismo establecimiento (28). En otros casos era el principal o una entidad bancaria quien concedía préstamo al subor dinado eficaz y entregado, para que solo, o con otros socios más, se estableciera por su cuenta. Se consumaba así el sueño de media vida y se iniciaba de nuevo el ciclo de protecciones hacia los más jóvenes recién llegados. Pero de cualquiera de las maneras este lanzamiento económico y social, tras veinte o veinticinco años os curos e intermedios, solamente se había dado en un procentaje mínimo del total de emigrantes, quedando el resto al arbitrio de la propia suerte, que se debatía en ocasiones entre la misma enfer medad o la muerte y, en el mejor de los casos, en la consecución de ahorros escasos de alcance poco superior al de la adquisición del pasaje de regreso (29). (2 7 ) edad “ E l q u e e m p ie z a p u e d e c o n c e b ir la b a rrie n d o esp eran za una de t ie n d a a lo s tr e c e o c a t o r c e s e r d e p e n d ie n t e de m o stra d o r años de a n te s de lo s v e in t e , y h a b i l i t a d o a n t e s d e lo s t r e in t a , y so c io i n d u s t r i a l a n t e s d e lo s c u a r e n t a , y p a t r o n o a lg o d e s p u é s ” ,, d e M aetzu , R ., o b . cit., p á g . 135. Esta conducta labo ral integra una parte de los aspectos de la coman dita o sistema m ercantil com anditario que prim ó sobre cualquier otro entre (2 8 ) las sociedades m ercantiles de nuestra em igración a Am érica. (2 9 ) En el artículo titulado “ Inm igrantes asturianos y gallego s”, Ilustra ción Gallega y Asturiana, pág. 394, año 1871, José Pérez M orís ofrece una síntesis cruda de este aspecto. Sin apoyarse en estadísticas y partiendo de un núm ero base de cien em igrantes ofrece el siguiente porcentaje aproximativo-: COVADONGA ALVAREZ Q UINTANA 264 Los aspectos éticos de esta «carrera» estaban también meticu losamente estudiados. Una misma persona podía haber sido explo tada laboralmente durante años sin que la conciencia le impidiera, ahora de patrón, hacer lo mismo con sus subordinados. Era la moral profesional vigente en estos momentos, perfectamente adecuada a las circunstancias históricas y apoyada sobre las líneas maestras del capitalismo y la moral tradicional cristiana. Aspectos similares a éstos se ponen en evidencia de nuevo al sacar a colación ciertas instituciones que desempeñaron un papel decisivo en la emigración. Nos referimos en concreto a sociedades como el Centro Asturiano o Centro Gallego, a sus filiales y múlti ples variantes que, creadas por y para el emigrante, proliferaron por la geografía americana coincidiendo siempre con los puntos de ma yor asentamiento. Cubrían estas instituciones ciertos aspectos que directamente competían al gobierno español, compensando así la postura de total desinterés que éste mostraba en los asuntos más esenciales de la emigración. Creadas a partir de capital mayoritario de socios fundadores — emigrantes con prósperos negocios y posición económica holgada— ofrecían una amplia variedad de ser vicios y actividades a cambio de una módica cuota. Pero en realidad se ocultaban en el fondo ciertos aspectos de sociedades elitistas, no sólo por la discriminación de poderes y servicios disfrutados en virtud de la cuota y categoría del socio, sino también porque en definitiva siempre resultaban gozar de especial privilegio los miem bros más poderosos (30). Asturias tenía Centros Asturianos en los tres países americanos de mayor absorción emigratoria: Cuba, Argentina y Méjico. Estos centros instalábanse con el tiempo en muy buenos edificios, consde cien muchachos, sobreviven cincuenta al cabo de seis años, p or enferm eda des del vómito y otras. De estos cincuenta, diez nunca llegan a ser dependien tes acreditados y se entregan a ocupaciones im productivas. S por fotruna entendemos, a los treinta años de labor, de diez a cien m il pesos, casi siempre irrealizable, entonces podemos asegurar que la mitad de esos cuarente, veinte (el 20% de los que llegó) hacen fortuna. (30) L a asistencia a fiestas y bailes, la presencia diaria en los salones a la hora del café o la tertulia, eran privativas de cierto tipo de socios. Porque el em igrante luchando aún por salir adelante, en modo alguno restaba horas al trab ajo para dedicarlas al ocio en estos lugares. En otro orden de cosas, estos centros y asociaciones, dado el importante prestigio que habían adquiri do en la vida pública de los países donde se instalaron, actuaban como tram polín de lanzam iento político para cierto tipo de socios, en especial p ara los que en ellas ocupaban cargos de gerencia y administración. U n a vez m ás el beneficio era selectivo. EMIGRACION ASTURIANA A ULTRAMAR Y ARQUITECTURA 265 truidos de nueva planta y especialmente concebidos para tales usos. Aparte de esta especie de sociedades centrales, distribuíanse por las ciudades más pobladas de emigrantes una especie de filiales de las mismas. A su vez, en el caso asturiano, cada concejo tenía su Club, Hogar o Casa, especialmente creada por y para sus natu rales. Ofrecíanse en ellos servicios culturales (clases nocturnas, conciertos, bibliotecas, publicación de revistas), recreativos (jue gos, partidas, canto y baile regional) y sobre todo actividades de auxilio y beneficencia. Ocupaban éstas un apartado digno de con sideración especial en tanto que su presencia protegía ciertos as pectos de indefensión y desamparo que rodeaban la trayectoria del emigrante. Se le buscaba cobijo, comida y un trabajo al recién desembarcado que lo precisara, y si la enfermedad sobrevenía — lo que era muy corriente— se le ingresaba en alguna de las quintas de salud que estas instituciones poseían. También había asilo para los jubilados desprotegidos y en el caso extremo de una muerte en soledad y miseria, se le concedía un entierro decente a cargo del mencionado Centro, Hogar o Club. A trazos generales, la emigración a Ultramar queda presentada como un inmenso fenómeno histórico padecido, en el que cualquier aspecto que se someta a análisis incluye siempre de alguna manera los antagónicos, la cara y Ja cruz, la luz y la sombra. Cara es la liberación del paso de un número muy considerable de españoles que el gobierno estimó oportuno permitir emigrar. Cara también en la entrada de divisas «invisibles» enviadas por el emigrante a sus familiares, o en las vigorosas inyecciones de capital americano para bien de la economía peninsular. Cruz del asunto la vida ínti ma, particular y diaria del emigrante en América. A la luz salieron los indianos, los americanos de fortuna. A la sombra quedaron ocultos los miles de asturianos que corrieron la misma suerte que los vecinos del pueblo que no pasaron el océano. Bellos, aunque parciales e ingénuos, los testimonios literario-histórico desperdi gados entre el material bibliográfico y de hemeroteca al respecto de la fraternidad entre el patrón y el subordinado, o del proteccio nismo que aquél brindaba a éste. Cruel, pero insolayable, resulta deducir del análisis económico y social de los mismos hechos, un~ despiadado régimen de explotación laboral entre miembros de un mismo origen social y unas mismas circunstancias históricas.- COVADONGA ALVAREZ QUINTANA 266 I I . 3. E L REGRESO Las emigraciones calificadas de no definitivas aluden siempre al regreso posterior al mismo punto geográfico del que un día se salió. El regreso supone entonces un aspecto de la emigración no absolutamente imprescindible y por tanto, en caso de producirse, ha de ser estudiado a su continuación porque, pese a no ser en esencia parte constituyente de la misma, suele presentarse con fre cuencia a modo de punto final de la misma. Los aspectos del tema del regreso interesan aquí no sólo para completar las respectivas fases de partida y estancia, tratadas bajo el capítulo correspondiente al emigrante, sino también porque es este aspecto último de la emigración el que resulta de decisiva importancia para la parte segunda del presente estudio: la referida especialmente a la arquitectura del regreso. Porque en modo algu no es posible aludir al indiano sin la previa emigración a Ultramar, como tampoco cabe hacer mención de la casa indiana mientras no se haya producido el consiguiente regreso de su propietario, bien para el consiguiente encargo, bien para su ocupación temporal o definitiva. La emigración asturiana a Ultramar no fue un caso típico de enraizamiento presente en otras situaciones similares. La nostalgia referida siempre para los gallegos en el sentido más exacto de la acepción, también jugó en nuestro caso un papel decisivo en relación al retorno. De cualquiera de las maneras, el asturiano embarcaba ya con deseos de volver (31) y parece ser que éstos se consumaban en un porcentaje elevado siempre que determinadas y muy concretas circunstancias, tales como los negocios, el matri monio con una americana o la muerte, no lo impidieran. El retorno podía producirse ya casi inmediatamente después de tomar tierra en el Nuevo Continente. Era éste el caso de los que enfermeban en el viaje o no se adaptaban al clima o a las circunstancias laborales que allí se imponían. Pero por lo común, se regresaba tras ese pe ríodo estipulado que venía a tener aproximadamente la duración (31) “ Quien sale de A sturias p ara la gran aventura de A m érica, lo que verdaderam ente le ilusiona al partir es la esperanza de v o lv e r...” Texto en tresacado del libro de M artínez C achero , ob. cit., p6g. 102, que a su vez cita textualm ente un fragm ento del artículo de V alentín de A n d rés publicado pu blicado en el “Com ercio” de G ijón y en la revista Asturamérica, 2.a época, año III, n.° 27, m ayo 1956, con título “L a obra de los americanos en A sturias. L a prim era ayuda am ericana a la economía española” . EMIGRACION ASTURIANA A ULTRAMAR Y ARQUITECTURA 267 de una generación y que era necesario consumir en aras de la fortuna. En otro orden de cosas, las circunstancias de tipo económico y social que rodearon al emigrante una vez que se hubo producido el retorno guardaron siempre estrecha depedencia con el éxito o el fracaso sobre los que se gestó la empresa emigratoria individual. Los había que regresaban en las mismas circunstancias en las que se habían ido, y se reincorporaban entonces, también casi en iguales condiciones, al tipo de vida propio del medio rural de origen. Otros más afortunados y con algunos ahorros, conseguían retirarse con cuarenta o cincuenta años, hacer una casa nueva, comprar algunas tierras de labor o montar un pequeño negocio. Si los ahorros repa triados no garantizaban la vejez, se hacía preciso entonces inver tirlos bien y seguir trabajando a su costa. A estos últimos se les llamó en Asturias en tono despreciativo y vejatorio americanos del pote (32). El regreso de este tipo de emigrantes, una vez efectuado, era definitivo, cosa que no siempre ocurrió en el caso del indiano. Se apodó así en ciertas partes de Asturias — en Llanes sobre todo— al emigrante de gran fortuna que por lo común visitaba varias ve ces su pueblo natal. La primera, ya rico — porque no había cosa más humillante para cualquier emigrante que regresar en malas (3 2 ) La m i s m a f a m i l i a y e l p u e b lo , e n o c a s io n e s , m o s t r ó a l a m e r i c a n o e v i d e n t e h o s t il id a d . “ B o r o ñ a ” e n lo s Cuentos morales d e C l a r í n .) E n (V e r c ie r t a m e d i d a s u p r e s e n c i a e n n u e s t r a h is t o r ia m á s p r ó x i m a t u v o t a l p e s o y e s p e c if ic i dad que r e g io n a l. d ic a n no es d e s e n c a m in a d o A lg u n o s p á g in a s Pastoral, d e A de a u to res su c o n s id e r a r lo s lit e r a t u r a . P rm ando p e r s o n a je s de n u estra m it o l o g ía c o e tán e o s y c o te rrá n e o s d e e sta e m ig r a c ió n a l a c io La Regenta, d e C l a r í n (V é a s e V aldes, en tre o o t r a s .) E l r e f r a n e r o y la le s d e Sinfonía c a n c io n e ro p o p u l a r , p o r s u p a r t e , l o s r e g i s t r ó e n a b u n d a n t e s c r e a c io n e s , c a s i n u n c a e x e n t a s d e c ie r t o r e c e lo y e n v i d i a e n c u b ie r t a . M e A m e ric a n o r e fie r o a c o p la s c o m o la del q u e sig u e : p o te ¿ c u á n d o lle g a s t e ? ¿ c u á n d o v in is t e ? El r e ló y la cad e n a ¿ y a lo e m p e ñ aste? ¿ y a lo Un del s ig n ific a d o p o te”, p o s ic i ó n y que m uy h a c ía h o lg u r a con creto re fe r e n c ia e c o n ó m ic a v e n d is te ? tu v o a el ta n c o n o c id o apodo e m ig r a n te s r e g r e s a d o s s u p e r io r a su s p o s ib ilid a d e s c o m p u e s t o a d q u i r i ó a s í u n m a t iz b u r l e s c o y h o stil. con de “ a m e ric a n o tra z a s r e a le s . El de una t é r m in o 268 COVADONGA ALVAREZ Q UINTANA condiciones, ni más enorgullecedora que saberse y hacerse ver afor tunado— para descansar, ver la tierrina y tramitar la edificación de una casa. La segunda vez, con la casa ya a punto para disfrutar, era por lo general la definitiva, si bien es cierto que en algunos casos, cuando los negocios de Ultramar reclamaban su presencia* se sucedían de continuo las conocidas idas y venidas. Por lo gene* ral era en alguna de estas visitas temporales o en el mismo regreso definitivo, cuando el indiano, en la mayoría de los casos soltero aún y en edad avanzada, contraía matrimonio con alguna joven del pueblo, accediendo así con cierto retraso sobre la población media al nuevo estado civil. La soltería en el emigrante a Ultramar suele darse como estado frecuente y duradero, aunque no definitivo. Las circunstancias que configuraron su vida desde la adolescencia y que fueron extrayén dose de las páginas anteriores, no fueron en absoluto favorables al estado contrario. El período de emigración — que corresponde con el de formación de una familia en el caso de varones en cir cunstancias normales— impuso una serie de condicionantes que en nada favorecieron la situación matrimonial. El trabajo se pre>sentaba, además, con connotaciones de exclusivismo ocupacional: las largas jornadas, el desgaste de energías, la ausencai de días fes tivos para asueto fueron imponiéndose con fuerza sobre la vida del emigrante de Ultramar. De la esposa podía prescindirse porque ni había tiempo, ni hogar, ni medios. De la mujer no era preciso ha cerlo’ porque el sistema, calculándolo todo con meticulosidad, mos traba su oferta a precios asequibles. , . Hasta el regreso, generalmente, no se plantea la cuestión del matrimonio. Entonces se cambia de estado civil con alguna mucha cha del pueblo, bastantes años más joven que el cónyuge/ manifes tándose así lo que resultó ser una constante en la emigración a Ultramar: la tendencia endogàmica que presidió con casi absoluta regularidad estos matrimonis. Los casos frecuentes de casamientos con sobrinas o jóvenes de abolengo, que acatan de igual manera este modelo, fueron también por su parte objeto de airados co mentarios y chistes vejatorios por parte del vecindario y familiares del mismo americano. El cambio de clase operado en la emigración y con el que el indiano había de presentarse ante sus paisanos al regreso, fue asunto delicado que le impidió, una vez rico, degustar en su debido punto las mieles del éxito y del consiguiente nuevo estilo de vida. Antes de ahora ya había un largo historial rico en conflictos socia les. En España, antes de la emigración, perteneció al grupo social EMIGRACION ASTURIANA A ULTRAMAR Y ARQUITECTURA 269 maltratado por las circunstancias históricas; una vez en América hubo de someterse, en calidad de proletario, a un régimen laboral cruel y despiadado; y una vez más, con el éxito posterior, apare cieron también en América los recelos de la burguesía criolla y europea a la que fue arrebatando poderío económico y social. Ahora, en el regreso a España, la nobleza de abolengo por arriba y el pueblo por abajo le obligaron a cuestionarse de continuo su am bigua realidad social (33). Es entonces cuando el indiano emprende la meticulosa representación del doble papel de benefactor y bur gués, muy propio de las poderosas clases sociales del cambio de siglo. La representación del primero, materializada en abundantes obras públicas — construcción de escuelas, lavaderos, parques y donativos varios— como compensación de la extravagante puesta en escena del segundo — la indumentaria, las fiestas de sociedad, el fastuoso chalet recién construido— , es decir, el universo perso nal y familiar, meticulosamente acorde con su nueva circunstancia social y económica. (33) En este aspecto, y en otros muchos, queda de manifiesto el desarrai go gen eral que determ inó la vida del emigrante. El indiano en concreto, se resiente del d esarraigo social al que le conducen sus particulares circunstan cias. Ocupante sucesivo de dos estamentos, de nacimiento el prim ero, de adquisición el segundo, no alcanza en ninguno de ellos la posición de equili brio deseada, padeciendo adem ás las críticas que en virtud de su delicada posición social emiten los m iem bros de las dos clases con él relacionadas. L a vid a del indiano — y la del em igrante en general— en su pueblo natal, tras su regreso, evolucionará sobre las mismas constantes de desarraigo y descontextualización que caracterizaron tam bién la etapa anterior de la em igración en tierras am ericanas. APROXIMACION AL ABADOLOGIO DE STA. MARIA DE VALDEDIOS POR LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ « Abbas qtii praeése dignus est monasterio, semper meminere debet quod dicitur, et nomen maioris factis im plere». Sancta Regula II, 1. La confección del abadologio de un monasterio partiendo de la documentación existente, no es una tarea fácil. Su historia no siem pre fue pacífica; agua, fuego, pestes, guerras, etc., fueron males a los que difícilmente escapó alguno de nuestros cenobios. Estas circunstancias, como se comprenderá, no facilitan precisamente la conservación de sus archivos. A todo esto debe tenerse presente que a partir de 1835, la documentación de estas venerables insti tuciones iniciará un éxodo, que en el mejor de los casos terminó en el Archivo Histórico Nacional, no sin antes dejar en el camino retazos importantes de los mismos. Por otra parte su clasificación en el Archivo Histórico Nacional deja, aún en estos años, bastante que desear; producto todo ello de la labor deficiente de sus pri meras manipulaciones y el descuido con que se recogió. Así tene mos, por ejemplo, que la documentación del Monasterio de Bujedo (Burgos), premostatense, se encuentra mezclada con el de Bujedo cisterciense, como si se tratara de una sola institución. En definitiva la documentación recogida en el Archivo Histórico Nacional no es más que una parte del archivo de cada monasterio, por lo que resulta difícil reconstruir la historia de una Casa si ésta 272 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ no contó previamente con una recopilación a cargo de algún monje antes que la Desamortización acabara de un plumazo con la vida regular en ellas; siendo aún más difícil el tratar de penetrar en los detalles domésticos de una Comunidad, en conocer facetas de su vivir cotidiano. En esta situación se encuentra nuestro Monasterio de Sta. María de Valdediós, cuya historia cuenta con excesivas lagunas, a pesar de haber llegado hasta nuestros días cumpliendo una amplia fun ción cultural como Seminario o Colegio-Seminario. Al objeto de aportar nuevos datos, creo que inéditos, incluyo aquí una «aproximación» a su catálogo de abades. Soy plenamente consciente que faltan varios y que algunas fechas no han podido ser fijadas con seguridad plena. Los casi setecientos años de vida del monasterio suponen un proníedio de ciento veinte abades, fal tando según este cálculo unos quince a la lista que hoy se publica, y que tengo esperanzas de completar. O R I G E N E S Se trata de una fundación de Alfonso IX , por la que parece sentir una especial predilección a lo largo de su vida a juzgar por el volumen de donaciones y franquicias que le otorgó (1). Por otra parte la ubicación del monasterio no parece obedecer a alguna razón de tipo práctico, como puede ser la política repo bladora , del monarca; en el momento, de la-fundación ya hábía. varios núcleos humanos en los alrededores. Hay que suponer un gesto de sincera piedad. r . : ’- * ' Se va a elegir para la nueva fundación- un .lugar que curiosa-' mente no¿es el más idóneo para vivir, está muy metido en el monte y' la noche llega pronto en aquel lugar. Tuvieron que existir otras razones para escoger precisamente, las .cercanías de San¡. Salvador y éstas no rpueden ser otras que la presencia del -río Asta, que los monjes .desviarán de su primitivo cauce, el centro’ del valle, para poder ocupar un lugar lo .más amplio posible. El ’ segundo problem a' que se presenta es la existencia de una comunidad benedictina en el lugar, tal como indican la mayoría.’de los historiadores 1qUe seocüparon del monasterio. Esto, es difícil de demostrar, pero todo ' parece indicar que fello no fue así. Es cierto que San Salvador per" (1) Iòn aciò -Ftúiz -Ibi Ía^-Peña.--^' Alfonso V aldediós” .:en Revistad Valdediós, 1964«. '■ IX .— Los ........ R eyes fundadores de APROXIMACION A L ABADOLOGIO DE STA. MARIA DE VALDEDIOS 273 tenecía al Monasterio de San Vicente de Oviedo y que el rey se vio forzado a hacer unas permutas con él, al objeto de poder llevar a buen término la fundación, pero no hay rastro de la existencia de una comunidad previa a la fundación cisterciense. El argumento más utilizado y que viene siendo la presencia en la lápida funda cional de la iglesia abacial del nombre del abad (Dom Juan Quarto) no es ninguna prueba concluyente, ya que todo parece indicar no se trate de un ordinal si no del apellido del mismo abad; hay que hacer notar que se cita al Rey y al Obispo de Oviedo sin ordinal alguno, lo que me da pie a pensar que no hay razón para colocarle un distintivo al personaje menos importante de los citados. Puede aceptarse como fecha de fundación de la abadía el 27 de noviembre del año 1200, a pesar de que el padre Carbajo (2 ) y otros historiadores insinúen la existencia de una comunidad monástica en el valle de Boiges, algunos años antes de la fundación cister ciense. En la mayoría de las fundaciones cistercienses las causas de su origen suelen estar claras: Deseos de colonizar una zona margina da por parte de un señor feudal, actos de piedad sinceros, o no tanto, de reyes, poderosos y particulares o a iniciativa de algún monasterio «saturado». En cualquiera de los casos es imprescin dible la existencia de una abadía «m adre» que ceda los monjes precisos para constituir la primera comunidad. En la mayor parte de las ocasiones las comunidades existentes se encontraban tan sa turadas que el monasterio no podía mantenerse; por esta razón se veían en la necesidad de «enjem brar» en un nuevo lugar, era ley de vida. La historia moderna apenas hace justicia a tales realidades. El amontonamiento de sucesos aislados y motivos parciales que se nos pretenden presentar de modo racional, escéptico, «científico», no es precisamente lo más idóneo para explicar el fenómeno del mo vimiento de masas hacia las grandes abadías, que los sentimientos de tipo espiritual causaron en la Edad Media (3). Las numerosas personas, realmente conmovidas y convertidas, que llamaban a la puerta de los monasterios, se encontraban mo- (2 ) M a u r ic io C a r b a j o .— “Historia de So brado ”. M anuscrito conservado en la biblioteca del M onasterio de Osera. H e localizado referencias a un abad de nom bre D om Gonzalo en el año 1180. Creo se trate de un error, ya que D. Gonzalo es el nom bre del prim er abad de V illan u eva de Oseos y la fecha se encuentra dentro de su abadiazgo (1 162-1 182). (3 ) G ustav K im s t l e r .— “El arte románico en Occidente” .- 274 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ vidas por un impetuoso deseo de entregarse a Cristo y el afán de búsqueda de un ideal de- vida. Cuando en la primavera del año 1112 Bernardo de Fontaines se presenta a las puertas de Cister (4), seguido de treinta de sus amigos y familiares, el abad Esteban Harding pregunta, siguiendo la fór mula ritual: «¿Qué buscas, Bernardo?», la respuesta del futuro abad: «La misericordia de Dios y el perdón de mis pecados» (5), guarda en sí todo el sentido de un largo viaje espiritual, que fre cuentemente terminaba a las puertas de una abadía. Esta inquietud espiritual determinó la explosión de fundaciones que Cluny, primero, y Cister, más tarde, extenderán por toda Europa. Mas no siempre estos lugares cumplieron las funciones para lo que fueron Ideados. Los monasterios eran y siguen siendo residen cia de seres que tratan de superar sus condicionamientos humanos, pero que también poseen un cuerpo que tira y se aferra a la tierra. Raras veces la vida interior de estas Casas nos es dada a cono cer, sus muros apenas dejan escapar retazos de la misma, que, sin embargo en la mayoría de las ocasiones fue notable y fecunda. El estudio del catálogo de abades de un monasterio puede aportarnos datos de esta vida íntima, siempre y cuando no se limite a la simple enumeración cronológica de nombres. FUENTES He manejado en la confección de este abadologio la mayor parte de la documentación conservada en el Archivo Histórico Nacional relativa a Valdediós, así como la conservada en algunas bibliotecas particulares. Consulté las actas de las definiciones de la Congre gación Cisíerciense de Castilla y los abadologios ya conocidos de: Nogales, Huerta, Osera, Sobrado, Villanueva de Oseos, Valdeiglesias, Herrera, Oya, Sta. Espina, Armenteira y Belmonte. Para los abades anteriores al siglo X V I, aparte de la documen tación del propio monasterio, se consultó la del resto de los mo nasterios asturianos, no siempre con resultado positivo, Catedral y las actas de Juntas y Diputaciones del Principado de Asturias. Han resultado muy positivas las horas dedicadas en el archivo mo té) T homas M erton .— “L a s aguas de Siloe”. (5 ) T hom as M e r t o n .— “L a fam ilia que alcanzó a Cristo”. APROXIMACION AL ABADOLOGIO DE STA. MARIA DE VALDEDIOS 275 nástico de Osera, manejando documentación muy variada pero siempre enriquecedora. El hecho de que algunos períodos no estén claros, que las filia ciones de varios abades se encuentran duplicadas, según sea uno u otro el documento consultado, obliga a presentar este trabajo como una «aproximación», susceptible por ello de cambios y am pliaciones, aunque no sustancialmente. Para los abades perpetuos anteriores al año 1515, fecha de la incorporación de Valdediós a la Congregación Cisterciense de Cas tilla, se dan como fechas de comienzo y final de su abadiazgo la primera y última constatada documentalmente; en el supuesto de ser una sola la fecha recogida, es la que se hace constar. A partir de 1515 las elecciones dentro de la Congregación se celebrarán cada tres años, hasta 1759 que se amplía el período a cuatro. CATALOGO DE ABADES.— PERPETUOS — DOM ÑUÑO (1200-1209).— Es el primer abad del que tenemos constancia documental. Debe suponerse hijo de Sobrado. Reci be de Alfonso IX la donación del cillero de Sariego y San Juan de Maliaño, los realengos de Boiges, Melgar y Boñar. El 2 de abril de 1206 Alfonso IX le cede el realengo de Melgar, para reedificar en este lugar el monasterio que había edificado en Asturias. Al año siguiente el abad de Sobrado (como padre in mediato) solicita del Capítulo General permiso «para trasladar la abadía a un lugar más cómodo» (6). El permiso fue concedi do, pero no se llegó a realizar. — DOM JUAN QUARTO (1209-1225).— Durante su mandato comien zan las obras de la gran iglesia abacial que ha llegado hasta nuestros días casi intacta. Alfonso IX concede el «eminagium» de la sal de Avilés. Por una donación fechada en Avilés el 20 de marzo de 1220 recibe del mismo Rey la cuarta parte de S. Feliz de Pajuelo, unas casas en Toro con 20 aranzadas de viñas, otras heredades en Malva, Pozo antiguo, Galisteo y Olguero, el lugar de Peón y 2 senras de Sariego. En el año 1214 el abad no se presenta al Capítulo General en Cister. Existen varias cartas de venta a favor del Monasterio en este período. (6) '-J osé M aría C a nivcz .— “ Statutá Capitulorum Generalium Qrdinis Cis- terciensis” . .............. 276 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ — DOM M AR TIN (1229-1245).— El Capítulo General comisiona a lós abades de Sandoval, Carracedo y Moreruela, para que esta blezcan una concordia entre el abad de Valdediós y la abadesa de Gradefes (7). — DOM JUAN (1273).— Aparece su nombre en una carta de dona ción realizada por Doña Mencía, conversa del Monasterio de Valdediós, a favor del abad Juan el día 13 de junio de la era mil trescientos once. — DOM TOMAS (1314-1316).— Recibe una importante donación de D. Rodrigo Alvarez de las Asturias en la que se encuentra el Coto de Camás. — DOM ALFONSO (1320). — DOM TOMAS II (1324-32).— Firma una concesión el 16 de mayo de 1332, por la que el Monasterio de San Francisco de Oviedo obtiene la facultad de acarrear agua de la «Fuente del Prado» que tienen Valdediós y el cabildo de Teverga, también para ha cer camino, entrar y salir. — DOM GARCIA (1348-54).— El 1 de marzo de 1348 Alfonso X I toma bajo su protección al Monasterio y da el título de su ca pellán al abad. Aparece asimismo en una confirmación que hace Pedro I el 1 de setiembre de 1351. — DOM RODRIGO.— Aparece en una donación de este año (1377). — DOM JUAN I I I (1389rl424).— Lleva adelante una intensa activi dad diplomática, concesiones de foro en la mayor parte de las escrituras. — DOM GUTIERRE (1432-1436). — DOM GONZALO DE CILANGA (1437-1452).— Se constata tam bién una intensa actividad diplomática en su abadiazgo. Aparece, al menos, en catorce documentos,, casi todos ellos foros. (7) M onasterio cisterciense femenino en la provincia de León. Se trata de una fundación de 1168. APROXIMACION AL AB ADO LOG IO DE STA. MARIA DE VALDEDIOS 277 — DOM JUAN DEL CAÑO (1474-1475).— Su nombre se encuentra en un privilegio en el cual el Rey manda a las justicias, alcaldes, merinos, regidores y alguaciles del reyno de León guarden y cumplan el privilegio que sus antecesores dieron a este Monas terio, el Hospital y el portazgo de la Puente de Boñar. — DOM FERNANDO DEL ACEBO (1478-1483). — DOM ALONSO DEL CAÑO (1508-1512). — DOM JUAN DE P IN IL L A (1512-14). — DOM JUAN DE CANO (1514-1515).— En marzo de 1515, Valde diós se adhiere a la Congregación cisterciense de Castilla. A pesar de que esta fecha es comúnmente aceptada, algún pro blema debió plantearse, ya que hasta 1516 no tenemos un abad trienal al frente de la abadía. TRIENALES (8) — DOM FERNANDO DE LEON (1516-19), hijo de Valbuena (9).— Fué abad de Valparaíso (10), donde aplicó su ingenio al máxi mo, como lo demuestra el hecho siguiente: La Comunidad de Valbuena decidió integrarse en la Congregación de Castilla; en contra de los intereses de su abad comendatario (D. Juan de Grado, catedrático de la Universidad de Salamanca), eligieron abad a Dom Fernando de León. Don Juan de Grado se dirigió a Roma solicitando bulas para arrojar del Monasterio a D. Fer nando, y en este sentido le fueron expedidas en Roma. Este monje de Valbuena, que no era catedrático, pero que tenía en grado elevado la cazurra sabiduría popular de su tierra, intuyó (8) L a situación en que se encontraba a principios del siglo X V la orden cisterciense h abía m otivado ya varios intentos de reform a. Estos intentos van a cristalizar hacia 1425 en la figu ra de M artín de V argas, que a imitación de los fundadores de Cister m anifestó a un grupo escogido de m onjes del mo nasterio de P ied ra sus deseos. Resultaría largo dar una explicación de los orígenes de la C ongregación y sus peculiaridades, solo in dicar que la figu ra d el abad (hasta el momento perpetuo) se reduce su abadiazgo a tres años, que en principio no podían ser prorrogados. (9) (10) M onasterio cisterciense en la provincia de V alladolid. M onasterio cisterciense en la provincia de Zam ora. 278 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ lo que se le venía encima, convocó a los monjes, les explicó el problema e hizo que la Comunidad eligiera un nuevo abad, con sejos que siguieron al pie de la letra. Así, cuando D. Juan de Grado, muy ufano y seguro de sí mismo se presentó a las puer tas del monasterio con las bulas romanas, se encontró que éstas eran papel mojado, ya que iban dirigidas contra Dom Fernando de León y éste ya no era el abad. De esta manera se quedó sin su encomienda Don Juan de Grado y el monasterio de Valbuena pudo iniciar su andadura por la senda de la observancia. — DOM JUAN DE OSUNA (1520-23).— Su nombre está en una con cordia entre el monasterio y Arias Cornas (abad comendatario), arcediano de Ribadeo, y que tiene fecha de 27 de abril de 1521. Arias Cornas, que fue el último abad comendatario de Valdediós, no abandonará la encomienda hasta 1523. Dom Juan de Osuna será posteriormente abad de Matallana (11). Debe hacerse constar que en 1515 y después del fallecimiento de D. Juan de Cano, abad comendatario, la abadía fue dada por el Papa León X, nuevamente en encomienda, al cardenal Pedro, del título de San Eusebio, quien la devolvió al Pontífice, quien a su vez la entregó a Arias Cornas. — DOM BERNARDO DE AZA (1535). — DOM CRISTOBAL DE HOROZCO (1543-45), hijo de Valbuena. Incorporó el Monasterio de Belmonte a la Regular Observancia. — DOM PEDRO DE HEREDIA (1550-53). — DOM BERNARDO VAZQUEZ (1555), hijo de Sandoval (12).— Fue abad de San Prudencio (13) en 1560 y visitador de la Orden. — DOM PLACIDO DE OCAMPO (1560), hijo de Sobrado (14).— Fue (11) M onasterio cisterciense en la provincia de V alladolid. Se trata de una fundación del siglo X III. (12) M onasterio cisterciense en la provincia de León. Es una fundación de 1167. (13) M onasterio cisterciense en la provincia de Logroño. (14) M onasterio cisterciense en la provincia de L a Coruña. Fue la abadía m adre de Valdediós en la línea de C laravai Uno de los monasterios m ás im portantes del Cister en España. Se trata de una fundación del año 952. H oy se encuentra restaurado y con una comunidad cisterciense. APROXIMACION AL ABADOLOGIO DE STA. MARIA DE VALDEDIOS abad de Herrera (15) y de Villanueva había sido abad de su monasterio de Falleció eíi Villanueva de Oseos, siendo del monasterio con «fam a y opinión de 279 de Oseos (16). En 1546 Sobrado de los Monjes. enterrado en el capítulo santo». — DOM JUAN DE CUBILLANA (1563-66).— Fue abad de Valdeiglesias (17). — DOM PEDRO DE MATALLANA (1566-69), hijo de Matallana, donde siendo abad enriqueció la sacristía con alhajas.— Fue también abad de Sacramenia (18) y de San Pedro Gumiel (19), donde falleció. En su tiempo se levantó en Valdediós la cruz que marcaba la entrada de la abadía y que fue desplazada de su lugar original a principios de este siglo para edificar la casa que hay a continuación de la antigua cárcel, cerca del camino a Puelles. — DOM FRANCISCO DE LA TORRE (1569-72).— Fue visitador ge neral. — DOM ANGEL DE VITO R IA (1575-79), hijo de Herrera.— Es sin duda uno de los personajes más notables que ocuparon la silla abacial de Valdediós. Nace en la primera mitad del siglo X V I, fallece en 1586. Fue abad de su monasterio, Herrera, dos veces; de Sobrado, en el trienio de 1581-84. En 1578 fue nombrado de finidor de la Orden, y en noviembre de 1579, General de la misma. — DOM G ABRIEL CASTELLANOS (1579-81). — DOM HERNANDO DE ANDRADE (1581-84). — DOM LOPE DE LEON (1584-87), hijo de Valparaíso.— Fue abad de Sobrado, donde dedicó una especial atención a_.la construc ción del Claustro grande (1593-1596). (15) M onasterio cisterciense en la provincia de Burgos. (16) M onasterio cisterciense en Asturias. Se trata de una h ija de C arra - cedo, es el m ás pobre de nuestros monasterios y una completa ruina hoy. (17) M onasterio cisterciense en la provincia de M adrid. (18) M onasterio cisterciense en la provincia de Segovia. Fundación del siglo X II. (19) M onasterio cisterciense en la provincia de Burgos. En el museo p a rro qu ial de G u m iel de H izan se guardan algunas piezas interesantes pertene cientes a este antiguo monasterio. 280 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ — DOM FERNANDO DE TOBAR (1587-90), hijo de Montesión (20). Fue electo definidor de la Congregación en 1590 para suceder a Fray Juan Díaz. Abad de Toledo (21) en 1608 y presidente del Capítulo General en el mismo año. — DOM BARTOLOME DE LA CANAL (1590-93). — DOM DIEGO DE LOS REYES (1594-97). — DOM ANGEL ALVAREZ? (1597-60). — DOM JUAN DE ZUAZOLA (1600).— Fue definidor en el Capítulo General. — DOM FELIPE RAM IREZ (1605). — DOM FERNANDO DE ANDRADE (1605-8), hijo de Montesión.— Fue definidor en 1608. Abad de Fitero (22) y de Meira (23). Du rante su trienio al frente del Colegio de Filosofía de Meira, re cién fundado, éste comenzó a dar sus frutos, Manrique uno de ellos. Fallece en 1624. — DOM BASILIO DE LERENA (1611-14).— Fue visitador en 1614. — DOM BENITO DE ALARCON (1614-17), hijo de Moreruela (24). — DOM BENITO DE ALARCON (1617-20) (2.a vez).— Fue abad de Moreruela. Procurador General de la Real Chancillería de Valla dolid. Uno de los abades más afamados de su tiempo. Publicó «Teatro de virtudes». Era natural de Belmonte de la Mancha. (20) M onasterio cisterciense en la provincia de Toledo. Su fundación data de 1427, fue cuna de la Reform a y de la Congregación cisterciense de Castilla. (21) Se refiere a Montesión. (22) M onasterio cisterciense en la provincia de N a v a rra . Fundación de m ediados del siglo X II, en él vivió y fue abad San Raim undo, fu n dador de la O rden de C alatrava. (23) M onasterio cisterciense en la provincia de Lugo. Fue demolido casi en su totalidad a finales del siglo pasado, era uno de los conjuntos monumen tales del Cister en la región. (24) M onasterio cisterciense en la provincia de Zam ora. Se trata de una fundación del siglo IX . Fue la cuna del Cister en España. APROXIMACION AL ABADOLOGIO DE STA. MARIA DE VALDEDIOS 281 — DOM JULIAN DE MORALES (1623). — DOM B EN ITO DE AZUETA (1629). — DOM FELIPE AGUIRRE (1631).— Fue abad de Armenteira (25) de 1635-38. — DOM ALONSO PEREZ (1632-35). — DOM ALONSO PEREZ (1638-41) (2.a vez), hijo de Valdeiglesias. Natural de Belmonte de Tajo. Es otro de los personajes más notables del abadologio de Valdediós. Fue General de la Orden, definidor de la misma dos veces. Abad de San Bernardo de Sa lamanca en 1647, de Sta. Ana de Madrid en 1650. Obispo de Guatemala en 1656, de Almería en 1659 y de Cádiz en 1663. Durante su abadiazgo en Valdediós se construyó el mesón de Arbazal (1640) y dos años antes, en 1638, se hizo la escalera principal del monasterio, por la que se pagó 1.500 reales, can tidad bastante elevada si tenemos en cuenta que el mesón de Arbazal costó 4.000 reales. — DOM ALONSO DE MONDRAGON (1641).— Fue abad de Matallana. — DOM FRANCISCO PACHECO (1642-44). — DOM ANDRES DAVALOS (1644-47), hijo de Sacramenia.— Fue definidor en 1622. En el Capítulo de 1647, Dom Juan Escudero, abad de Carracedo (26), le pone impedimento para votar, por ser electo ilegítimamente. La nulidad estaba en ser nombrado con el P. Fray Benito de Baillo, muerto años antes. El Santo Definitorio declara válida la elección. Levantó en Valdediós una nueva cárcel, la existente en ruinas hoy, ya que la anterior era poco segura y estaba a la puerta del monasterio. Fallece en 1663. (25) M onasterio cisterciense en la provincia de Pontevedra. Fundación de 1164. En él vivió San Ero, el monje que salió un día del monasterio y se quedó cien años escuchando un ave que cantaba. (26) M onasterio cisterciense en el Bierzo (León). E s la abadía m adre de los otros dos m onasterios asturianos: Belmonte y V illan u eva de Oseos. Su es tado actual es deplorable. Es una fundación del año 990 encom endada por A lfon so V I I en 1138 al Cister. 28 2 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ — DOM BENITO PEREZ (1647-50). — DOM BERNARDO SUAREZ DE FIGUEROA (1650-53), hijo de Valbuena (27).— Fue secretario del Capítulo General en 1653, definidor en 1656. Manifestó una gran actividad constructora en Valdediós. En 1650 levanta una chimenea sostenida por colum nas, «calefactorium» que no se conserva. Se hacen las nuevas «secretas». En 1651 se construye la cárcel del Coto de Camas, «el monasterio puso 8 ducados, lo demás lo pusieron los ba saltos». En 1652 realiza obras en el Priorato de Peón. Fallece en 1663. — DOM ATILANO GONZALEZ (1653-56).— En el Capítulo de 1653 fueron propuestos para abad de Valdediós, Fray Antonio Gon zález y Fray Bernabé Alonso, hijos de Sobrado. No fue elegido ninguno de ellos. — DOM VICEN TE PEREZ (1656-59). — DOM ALONSO DE MONDRAGON (1659-62).— Fue abad de La Espina (28) por dos trienios consecutivos. Secretario del Gene ral Fray Pedro de Andrade, abad de Sta. Ana de Madrid, pro curador general de la Congregación, siéndolo más tarde en Roma durante el trienio de Fray Rafael de Oñate. Falleció en 1678, siendo de nuevo abad de La Espina y a los nueve meses de ser elegido para este monasterio. — DOM DIEGO DE QUIROGA (1662-65), hijo de Valdeiglesias.— Fue abad de Villanueva de Oseos (1655-56), donde la crónica nos dice de él lo siguiente: «pues siendo mozo en la edad, gobernó como muy viejo y experimentado, aciendo muchas y muy bue nas obras, más de lo que el tiempo y el estado de la casa pudiera pedir ni esperar sin empeño». — DOM PLACIDO GUTIERREZ (1665-67), hijo de Valparaíso.— También fue abad de Villanueva de Oseos en el trienio anterior, (27) M onasterio cisterciense en la provincia de V alladolid. Fundación de 1144. (28) M onasterio cisterciense en la provincia de Palencia. Su nom bre vie ne de poseer un relicario con una espina que se decía perteneció a la corona de Cristo. Existe una leyenda, poco probable, que hace p rim er abad de este m onasterio al herm ano menor de San Bernardo, el beato N ivardo. APROXIMACION AL ABADOLOGIO DE STA. MARIA DE VALDEDTOS 283 donde hizo grandes obras en la iglesia y sacristía, levantó tam bién la cocina, que no ha llegado hasta nosotros. DOM LORENZO SANCHEZ (1667-68).— El abad anterior no ter minó su trienio por razones que desconozco; para sustituirlo fue nombrado Fray Lorenzo Sánchez, que debo suponer hijo de la Casa. DOM PLACIDO GUTIERREZ (1668-71), hijo de Valparaíso (2.a vez).— Vuelve a ser elegido este monje; al término de su trienio (1671) es nombrado Presidente de la Congregación. Va a mos trarse como una persona activa, llevando a cabo una serie im portante de obras en Valdediós, poniendo un especial interés en la iglesia y sacristía. Manda hacer el retablo de Ntra. Señora y una imagen de la Concepción para él. Se hacen dos facistoles para la Epístola y el Evangelio. Adquiere varias alhajas de plata para la sacristía. En el año 1670, y después de una serie de obras, da a la sacris tía el aspecto que hoy presenta. Cierra el acceso al viejo archivo que se encontraba en el claustro bajo, y del que aún podemos ver el arranque del arco a continuación del «armarium». Abre una comunicación desde la sacristía con este hueco e instala en él la fuente para las abluciones de los sacerdotes. DOM PABLO DE PAZOS (1671-74), hijo de La Espina.— Al fina lizar su trienio fue elegido segundo lector de Castilla la Vieja. En su abadiazgo se hizo el mobiliario de la sacristía, una píxide de plata y un relicario también de plata para la reliquia de San Lorenzo. Se gastan en obras casi 15.000 reales. DOM LEANDRO SANCHEZ (1674-77), hijo de Sobrado.— Se ocupó también de mejorar en lo posible la Casa. En el año 1677 se hizo en el claustro bajo una capilla cuya hechura costó 3.500 reales. Se puso en ella a «Ntra. Sra. de la Antigua». Se trata del altar situado en el claustro bajo y que cierra el acceso al pri mitivo «Calefacctorium», conjunto que era conocido por los seminaristas como «La Virgen de la Concha», denominación debida a encontrarse la imagen entronizada en una venera re nacentista. El conjunto no puede ser contemplado hoy íntegra mente por haber sido bárbaramente mutilado en 1936. 284 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ En 1677 se compra una casa en Gijón para granja del monaste rio. Se gastaron en obras durante este trienio 16.269 reales. — DOM DIONISIO M ANTILLA (1677-80), hijo de Sobrado.— Fue abad de otro monasterio asturiano, Sta. María de Lapedo, Belmonte. Este abad fue solamente electo, ya que no llegó a hacerse cargo de la abadía según se deduce del hecho de ser nombrado otro monje para este trienio y de la siguiente «definición»: Capítulo General de 1677. «E l día 17 junto nuestro R.P. General y Padres Definidores, con firmaron el modo de llamar a su abadía al P. Fray Dionisio Mantilla que oy se halla en Roma y habiendo arbitrado se le llamase con suavidad y con el modo que no concibiese cautela alguna, sino que se persuadiese a que le llamaban con buen ánimo...» Continúa la definición en similares términos hasta marcarle un plazo para incorporarse a su cargo, circunstancia que no debió cumplirse, ya que se nombra para sustituirle a — DOM PLACIDO VALLEJO (1677-80).— Fue abad de Armenteira de 1692 al 95. Durante su trienio en Valdediós se gastaron en obras 28.264 reales, cantidad respetable. — DOM ALEJANDRO DE VILLALOBOS (1680-83), hijo de Sobrado. Sabemos que fue natural de Tarancón, y abad de Sobrado, don de dió comienzo a las obras de la nueva iglesia. Debió llegar a Valdediós en edad muy avanzada. — DOM ISIDORO DE SORIA (1683-86), hijo de Sobrado.— Durante su abadiazgo se mejora notablemente la granja de Gijón, adqui riendo otra casa para panera o granja. Este priorato de Gijón subsistió hasta la Desamortización y el edificio construido para residencia de los monjes estuvo, hasta no hace muchos años, adosado a la casa de la Ferretería Gregorio Alonso, propiedad de esta entidad que lo destinaba a almacén. En 1900 aún se con servaban intactas las celdas de los monjes. Fue pues en la anti gua calle de «Las Arrebalgadas» o de «La Concepción» donde Valdediós tuvo su priorato en Gijón. Durante su trienio se labra también la ermita de la Magdalena de Figares. APROXIMACION A L ABADOLOGIO DE STA. MARIA DE VALDEDIOS 285 — DOM JUAN DEL CASTILLO (1686-89), hijo de La Espina.— Fue abad de La Espina y de Benavides (29). Secretario del Capítulo General. Valdediós puede considerarlo también como uno de sus constructores, lo avala el hecho de haberse gastado en obras durante su trienio la cantidad de 30.867 reales. Hizo las dos ca pillas de la sacristía (muy similares a las que existen en el mo nasterio de Osera), se abrió el sepulcro que hay en la capilla mayor y se levantó la lápida que estaba en el suelo. En el año 1687 hizo el átrio de la iglesia, estropeando ésta como ya opinaba Jovellanos. Se hizo también bajo el mismo pórtico la puerta de entrada al monasterio coronada por el escudo de la Congregación de Castilla. Se hizo un rollo de sillería con sus gradas y una cruz de hierro como remate. (Se encontraba frente a la entrada de la «Xunclara», más o menos, y debió desaparecer a principios de este siglo, lo cual es lamentable, ya que parece ser el único que ha llegado prácticamente hasta nuestros días en Asturias). — DOM PABLO LIR IO (1689-92), hijo de Herrera. Fue definidor de la Orden. — DOM GEROTEO GARCIA (1692-95), hijo de Sandoval (30).— Se mostró como un hombre celoso del culto, como lo demuestra el hecho de haber adquirido las siguientes alhajas para la sa cristía: un cofre para la custodia, dos fuentes grandes (una sobredorada con esmaltes), una jarra, unas vinajeras, cuatro bujías, dos ciriales, un guión y un copón, todo ello de plata. Se gastan en obras 23.543 Rs. — DOM FRANCISCO RECIO (1695-98), hijo de Sandoval.— Conti núa con interés la labor de enriquecer la sacristía, manda hacer «una corona de plata para Ntra. Sra., dos cetros y el candelabro grande del altar mayor». Aún quedan 35.412 Rs. para ser gastados en obras. Fue un abad activo. — DOM ANDRES PALERO (1698-70), hijo de Sandoval.— Hace va rias alhajas pequeñas de plata. (29) M onasterio cisterciense en la provincia de Palencia. (30) M onasterio cisterciense en la provincia de León. 286 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ — DOM GREGORIO M ARTINEZ (1701-1704), hijo de San Pruden cio.— Durante su trienio realiza varias obras que podíamos de nominar «funcionales»: «se sube el refectorio al claustro alto y se hace una escalera desde la cocina», la causa de estas modi ficaciones dice la documentación que «fue la humedad». — DOM RUPERTO PRIETO (1704-07), hijo de Sobrado.— Dió un fuerte impulso a las obras del monasterio; gastará en ello 65.392 Rs. Hizo un dormitorio con doce celdas, el capítulo nuevo (es la edificación que hoy podemos ver anexa a la iglesia), una libre ría, el refectorio alto, un lavatorio, una despensa y se trajo el agua encañada de Santi (esta conducción de agua por medio de cañerías de barro aún se encuentra cumpliendo su misión). Un hecho inusitado hace que el cronista lo recoja en su obra: «ro ban de la sacristía el jarro grande de plata». — DOM BALTASAR FERNANDEZ (1707-10), hijo de Sobrado.— Continuará las obras de la Casa, pero ya en menor escala. — DOM AGUSTIN DE LLANO (1710-13), hijo de Sandoval.— Su trienio también será positivo para la fábrica del monasterio; empleará en obras 37.865 Rs. Hizo: «un órgano grande con su caja dorada y una baranda de hierro para el coro y también el corredor del órgano. Se doró y estofó una imagen de Ntra Sra. Se compra en Avilés la fuente que centra el claustro y que costó 148 Rs. Amuebla y renueva la hospedería. Se enlosa de piedra el jardín del claustro». — DOM AMBROSIO DE BARRIOS (1713-16), hijo de Sobrado.— Era natural de Huete, tomó el hábito a los quince años y medio. Fue abad de Sobrado de 1701 a 1704. Llevó adelante grandes re paraciones en la iglesia. Construye el púlpito y los bancos de nogal, de ellos aún se conservan dos en el Seminario de Covadona. Se hace una casa para el casero en la granja de Peón. — DOM MIGUEL DE CASTRO (1717-21), hijo de Valdediós.— Se puede comprobar una gran reducción en los ingresos de la aba día, la siguiente irregularidad es que fue abad tres años y medio, debido todo ello a la crisis que comenzaba a azotar a la Congre gación. APROXIMACION AL ABADO LOG IO DE STA. MARIA DE VALDEDIOvS 287 — DOM AGUSTIN DE LA SERNA (1721-24), hijo de Nogales (31). Fue también abad tres años y medio debido a la misma situa ción irregular de crisis. Había sido abad de Nogales en el trienio de 1710-13. Durante su abadiazgo el monasterio parece recupe rarse económicamente, se llega a emplear en obras la cantidad de 28.301 Rs. Como dato curioso podemos aportar que en estas fechas «se pintó un cuadro de Ntro. P. San Bernardo que se hizo para la procesión del «Ave Maris Stella». Se trata del hoy desa parecido cuadro de Bustamante representando la «lactación de San Bernardo» y del que nos habla Caveda en el inventario que hizo de Valdediós en 1821. — DOM GEROTEO ROGEL (1721-24), hijo de Carracedo. — DOM CRISOSTOMO DIAZ (1724-27), hijo de Carracedo. — DOM M ANUEL M ARTIN EZ (1727-30), hijo de Oya (32). — DOM BERNARDO DE Q U INTAN ILLA (1730-33), hijo de Nogales. — DOM LOPE MALLEA (1733-37), hijo de Huerta (33). — DOM CLEM ENTE PAZZO (1738).— Presidente nombrado por el P. Comisario. En este año estalla la crisis que se venía fraguan do desde 1717. La situación en que se encontraba la Congrega ción, como consecuencia de las disenciones surgidas en ésta, era de una gran tirantez, que superaba los límites de la Orden v llegaban al Gobierno de la Nación y Roma, quien declarará nulas las disposiciones adoptadas en el Capítulo General de 1733. No se establecerá la normalidad hasta 1738. — DOM CRISTOBAL BLANCO (1738-41), hijo de Valdediós.— En su abadiazgo la Comunidad asciende a 28 monjes y se recuperan los ingresos económicos. (31) M onasterio cisterciense en la provincia de León. (32) M onasterio cistercienre en la provincia de Pontevedra. Fundación de 1185. Com o dato curioso hay que destacar la compañía o guarnición que este m onasterio tenía p ara defender la ensenada y costa próxim a al monasterio con su dotación de artillería incluida. (33) M o n a ste rio . cisterciense en la provincia de Soria. Fundación de A l fonso V I I de 1142. 288 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ — DOM JOSE FERNANDEZ (1741-44), hijo de Valdediós. — DOM FROILAN DE LYRA (1744-47). — DOM D IONISIO FIGUEIRAS (1747-50), hijo de Osera (34).— Llevó el agua encañada hasta la sacristía. — DOM LORENZO DE HUMAYOR (1750-53), hijo de Herrera.— Fue abad de Herrera en el trienio siguiente y en el de 1779-82. Hizo para la iglesia una lámpara de plata que pesaba 511 onzas. La comunidad es numerosa y se superan los 200.000 reales de ingresos. — DOM ADRIANO PALMERO (1753-56), hijo de Balbuena.— Se ha cen los retablos de San Bernardo y San Blas (1754) Se colocan en la sacristía los retablos antiguos de la iglesia. — DOM JOSE FERNANDEZ (1756-59), hijo de Valdediós (2.a vez). Se adquieren dos grandes espejos para la sacristía. Se estofan dos retablos de la iglesia y uno en la sacristía. En 1757 se hacen de nuevo las puertas grandes de la iglesia. CUATRIENALES (35) — DOM EUGENIO RODRIGUEZ (1759-63), hijo de Osera. A partir de este abad los períodos de mandato de los abades se alargan en toda la Congregación un año más. En 1760 se lleva a efecto una obra cuya funcionalidad nadie discute, pero que hoy debemos lamentar, ya que destruyó uno de los rincones más sugestivos que nos podemos imaginar de Valdediós. En este año se desman tela el «solarlum» que se encontraba en lo que los monjes de nominaban «tránsito de la celda abacial a la hospedería» y que los alumnos del Colegio-Seminario conocerán como «sala de Fí sica». Dice el documento de donde copiamos: «En 1760 se de rriban los arcos del tránsito de la hospedería a la celda abacial, (34) M onasterio cisterciense en la provincia de Orense. Se trata de un caso actual de tenacidad y trabajo, protagonizado por la comunidad que des de hace medio siglo se instaló en las ruinas del grandioso edificio, consiguiendo levantarlo. Es una fundación de Alfonso V II de hacia 1135. (35) Clemente X I I I obliga a toda la Congregación a introducir un año más en el período de abadiazgo. APROXIMACION AL ABADOLOGIO DE STA. MARIA DE VALDEDIOS 289 dichos arcos dejándoles reservados para hacer en el claustro otro lienzo en correspondencia al que tiene, y se cerró dicha galería con piedra de manipostería argamasada de cal y arena, a excepción de siete ventanas con sus antepechos y otros tantos maineles que son de sillería». En este mismo año se hace el guardapolvo del púlpito con una imagen que representa la Fé. 1760. «Se hizo para dicha campana de San Salvador una espa daña de cantería aprovechando las piedras de la torrezuela que se arruinó con ochenta años» (36). — DOM CARLOS VALLEJO (1763-67), hijo de Osera.— Había sido archivero en su monasterio. En Valdediós realizará grandes obras, oportunidad que le brindara el hecho de haber superado la Casa durante su abadiazgo la suma de 300.000 reales de in gresos. De esta cantidad gastará en obras 64.567 reales. Dedicará una especial atención a la iglesia, donde pinta y dora el retablo lateral de Ntra. Sra. Se pinta asimismo el último cuerpo del retablo mayor. Francisco de Nava realizará por encargo de este abad los cuatro caballos que hoy vemos en los arranques de la bóveda del crucero. Se enyesó toda la iglesia y se pintó la bó veda, también el camerino de Ntra. Sra. en el Coro. Se hizo y doró el retablo de la iglesia de San Salvador, donde también se - pintan las imágenes. Se hace en el antecoro un encajonado con seis filas de cajones para los ornamentos. Se fundió de nuevo la campana mayor por haberse quebrado y se hizo una pequeña para San Salvador (37). Se hicieron las rejas del capítulo. En 1765 se coloca la imagen del altar mayor. Termina la crónica diciendo que mejoró la Casa y fundamentalmente la iglesia y sacristía. — DOM DIEGO CANO (1767-71). — DOM JUAN DE PRADO (1771-75). (36) En las últim as restauraciones llevadas a efecto en el verano 1980, y que m ejor no se hubieran realizado, he podido com probar “ in situ’’ la exis tencia de la cimentación de la citada torre. (37) A l hacer la restauración de la iglesia abacial, el sacerdote avilesino y profesor del Sem inario de Valdediós, D. José Fernández, encontró tapando el óculo que existe sobre el arco toral una tabla pintada con la inscripción “Reiter p in x it” . A ñ o 1782.— J osé F. M e n en dez : “L a basílica de San Salvad or de V alded ió s y su prim itivo convento”, Boletín de la Sociedad Española de Excursiones. Junio de 1919. LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ 290 — DOM ROBERTO RAMOS (1775-79).— En 1777 se termina la obra del tercer piso del claustro. — DOM CARLOS CASADO (1779-83), hijo de Moreruela (38). — DOM FERNANDO GONZALEZ (1783-87). — DOM JACOBO MOREYRAS (1787-91).— En 1789 se hace la reja del coro y los retablos laterales. Se compra la madera para el coro y hacen las sillas del mismo los hijos de Andrés González. Costó el coro 100 ducados y 822 reales más. — DOM BASILIO ALVAREZ (1791-92).— Fallece en el monasterio el 15-XII-1792 y es elegido para sucederle Fray Nivardo Sáez. — DOM NIVARDO SAEZ (1793-95), hijo de Valdediós. — DOM RUPERTO M ARTINEZ (1795-99), hijo de Osera. ABADES DEL SIGLO X IX El siglo X IX traerá en España la desaparición de los monaste rios. Las causas fueron diversas, pero entre ellas no se contaba la decadencia, tal como insinúan algunos historiadores. En las víspe ras de la Desamortización, y a pesar de los golpes recibidos, estas venerables instituciones se encontraban aún pletóricas de fuerzas y se mostraban capaces de remontar el siglo X IX con pujanza y optimismo (39). En 1808 los franceses invaden España; ello supone la inutiliza ción de los edificios monacales en la mayoría de los casos, así como la dispersión de un elevado número de comunidades. Con grandes esfuerzos se logra salir de la ruina y el desorden, pero en 1820 comienza en España el denominado «trienio consti tucional», durante el cual los grupos que hoy llamaríamos incon trolados, y que suelen funcionar con una eficacia matemática, se encargaron de destruir y robar lo poco que se había salvado de la «francesada». (38) Fue este abad quien encargó a Reiter la decoración de la iglesia y “Conventín” . (39) M. R e v e l t a .— “L a exclaustración en España, 1833-40” . APROXIMACION AL ABADOLOGIO DE STA. MARIA DE VALDEDIOS 291 Debe ser considerado como milagroso que las órdenes monás ticas lograran rehacerse, pero no iba a ser por mucho tiempo; las leyes desamortizadoras, una tras otra (40) acabarán con la vida varias veces secular del monacato español; vida que a pesar de todos los defectos, anacronismos (no tantos como se predicaron) que arrastraba y que los enemigos de las comunidades (y amigos de sus propiedades) procuraban acrecentar y mostrar, de los su cesivos golpes recibidos, aún era capaz de mostrarse vigorosa y digna. Pero la vida de los monasterios había entrado en colisión con los intereses de la burguesía, y lo económico siempre prima. Tam bién es cierto que en este país, cuando la ineptitud de sus gober nantes (situación más frecuente de lo que humanamente sería de desear) lleva la hacienda pública a la ruina, existe ya desde antiguo la costumbre de solucionar el problema a costa de instituciones que por trabajar mucho y gastar poco, tienen una situación patri monial saneada. Independientemente de ello, la actuación de los políticos y en cargados de poner en práctica las leyes desamortizadoras debe inscribirse dentro del más completo desdén hacia la cultura y el patrimonio histórico-artístico de nuestro pueblo, amén de hacer gala de una notable falta de sensibilidad sólo comparable a la que pueden demostrar animales inferiores. No tuvieron el menor reparo en sembrar el país de tristes y deprimentes ruinas a las que, para mayor escarnio, bautizaron con el increíble y pomposo nombre de «monumentos nacionales». Puede sorprender la insesibilidad de quienes han permitido que en la actualidad resulte casi imposible reconocer el perímetro de la cimentación del Monasterio de Belmonte, pero resulta más in creíble que las propias autoridades ordenaran, como condición «sine qua non», a los compradores del Monasterio de Carracedo la demolición del extraordinario claustro reglar, hecho ocurrido ha cia 1920 (41). (40) Fundam entalm ente fueron éstas: Decreto de supresión de la Com pañía de Jesús, el 4 de julio de 1835. L ey de 25 de julio de 1835."Decretó d e ' 11 de octubre de 1835* Decreto de exclaustración general de 8 de m arzo de 1836 y la ley de 29 de julio de 1839. (41) Testim onio verbal recogido del anterior gu ard a del monumento, y que llegó a ver la escritura de compra-venta, cuando el propietario a que se alude vendió al Estado el hermoso solar que hoy podemos ad m irar en vez del C la u s tro -d é Carracedó, V erano de 1985» ........, LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ 292 Resulta incomprensible que a principios de este siglo una comi sión de tasadores visitara el monasterio asturiano de Villanueva de Oseos al objeto de calcular el coste de su demolición y posterior traslado de la piedra hasta Gijón, para ser empleada en la cons trucción del puerto del Musel. La distancia parece ser que encarecía mucho la operación (42). Tales hechos no sólo son indicativos de una alarmante falta de cultura, sino también de un desprecio insultante hacia la misma por parte de quien detectaba el poder. Es deprimente observar cómo algunos de estos «monumentos nacionales» se hunden día a día, pero es peor ver transformarse en pocilgas, gallineros, depósitos de leña, cuadras y viviendas nada confortables; claustro, sala capitular y los antiguos dormitorios de los monjes, tal como sucede en la actualidad con Villanueva de Oseos. Es una estampa curiosa ver en este mismo monasterio monto nes de leña y aperos de labranza en una dependencia de hermosa bóveda, donde antaño estuvo el locutorio de la portería. Hay soluciones y medios para conseguir que las partes nobles de estos edificios presenten una visión que podíamos denominar «más optimista», ofreciendo a quienes lo utilizan lugares idóneos para guardar estos objetos y viviendas dignas donde trasladarse. Tengo esperanzas de un futuro mejor. FIN ALIZA CATALOGO DE ABADES — DOM VICEN TE ARGUERO (1779-1803), hijo de Huerta. — DOM MATIAS MARINO (1803-1807), hijo de Nogales.— Fue abad de Villanueva de Oseos de 1783 a 1787, donde realizó «la espa daña, el antecoro y la famosa sala abacial. Tenemos bastantes datos de su vida. Nació en la diócesis de Tuy el 22 de febrero de 1744. Sus padres se llamaban Manuel Alvarez y M.a Luisa Fígaro. Profesó el 27 de febrero de 1763, adoptando el nombre de Matías Mariño. Estudió Artes en Montederramo (43) y Teo42) Testimonio verbal recogido en octubre d e 1981 de D. Antonio G on zález Michelón, m iem bro de la fam ilia que en su día adquirió las ya ruinas del m onasterio de Oseos y otras propiedades del mismo. (43) M onasterio cisterciense en la provincia de Orense. Tengo un re c u e r -, do deprim ente de su situación. L o visité por prim era vez en el verano de 1980. fachada “h errerian a” Como prim era visión del mismo recuerdo una APROXIMACION AL ABADOLOGIO DE STA. MARIA DE VALDEDIOS 293 logia en Alcalá. Fue bodeguero en San Clodio (44), cillero de Montederramo en 1779. No llevándose bien con el P. General Fondevila, acompañó al abad de Poblet (45), un monje de Monfero (46), Agustín Vázquez Varela. Nombrado obispo el citado abad permaneció a su lado como secretario hasta la muerte de éste. Se retiró a Moreruela, donde en 1795 fue nombrado con. fesor de las monjas de Villamayor de los Montes (Burgos). Las monjas solicitaron su continuación en el cuatrienio de 1799. En 1803 es nombrado abad de Valdediós, donde «hizo obras de mérito y buen servicio». Dejó sus baúles a las monjas, para volver después de la abadía, que había aceptado con repugnan cia. En 1807 fue otra vez confesor de las monjas y con ellas padeció los males y sufrió las vejaciones y saqueos de los fran ceses y también de los guerrilleros. Así perdió todo lo que tenía en bienes y libros. Después de ocho años de sacrificios, por ser la hacienda muy corta, en 1815 se retiró a San Pedro de Gumiel, donde fue nombrado prior claustral en 1819. — DOM GONZALO DIEZ (1807-15).— Fue testigo de la invasión francesa. Conocemos la situación del monasterio durante este período por un testigo presencial. Se trata de Fray Francisco García, monje miembro de la Comunidad de Valdediós y que terminaría su vida como obispo de Tuy. En su libro de «misas» consigna aparte de sus obligaciones religiosas y las que debía oficiar, todos los acontecimientos que él consideraba interesan tes y de los que fue testigo. Por esta razón recoge en el año 1812 la siguiente nota: «Con motivo de haber entrado las tropas francesas en este Principado, y haber permanecido en él, espam uy d esfigu rad a por huecos abiertos por los vecinos que en ella instalaron sus viviendas y negocios. Encim a de la severa puerta principal, un letrero lum inoso de plástico anuncia una conocida m arca de piensos. Superada esta prim era im presión a fuerza de ánimos accedí a través de un pasadizo con una herm osa bóveda decorada al claustro plateresco de la “p ortería” ; allí fue donde, colgado de dos columnas que soportaban una de las arcadas, pude v e r un herm oso cerdo abierto en canal que por lo menos pesaría sus casi 150 arrobas, m ientras una fam ilia se afanaba a su alrededor en los menesteres propios de la “m atanza” . (44) M onasterio cisterciense en la provincia de Orense. Fundación del siglo V I, en 1151 se unió al Cister. (45) 1149. (46) M onasterio cisterciense en la provincia de T arragona, fu ndado en M onasterio cisterciense en la provincia de L a Coruña, es fundación d el siglo X II. 294 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ ció de diecisiete meses, en cuyo tiempo los monjes de este monasterio estuvieron dispersos, manteniéndose cada uno del modo que pudo. El P. Abad de este Monasterio de Valdediós, que a la sazón era Fray Gonzalo Díaz, hizo presente a nuestro padre General Fr. Gabriel Sánchez, Dr Ctto de Prima y Teolo gía de la Universidad de Salamanca, que en todo este tiempo, ni se habían cumplido las obligaciones del monasterio, ni los monjes habían cumplido con las obligaciones de Orden» (47). El documento nos indica que el monasterio conoció el aban dono por vez primera, ignorando si fue saqueado o no, aunque el inventario de alhajas realizado en 1821 da como resultado final una relación muy mermada si tenemos en cuenta las su cesivas adquisiciones de años anteriores (48). En otro orden el archivo también sufrió. De estas fechas data la desaparición del «libro becerro» que Jovellanos estudió y del que ordenó sacar una copia a D. José Acebedo Villaroel. — DOM BENITO ASTORGA (1815-19), hijo de Valdediós. — DOM BLAS ANTON (1819-24), hijo de Valdediós.— Tenemos su firma en el inventario de bienes del monasterio realizado por Caveda y finalizado el 8 de marzo de 1821 (49). El Gobierno se guirá una táctica maquiavélica; primero obligará a los monjes (que no pueden mentir) a declarar sus propiedades y a conti nuación los expolia. — DOM LORENZO MOREYRAS (1824-28), hijo de Valdediós.— En este año aún se realizan obras en la Casa, como lo demuestra la fecha grabada en el dintel de la celda que ocupa la esquina del ala suroeste. — DOM TADEO TOCA (1828-32), hijo de la Santa Espina.— Cono cemos su vida casi íntegra. Nació en Cueto, lugar próximo a Santander, fue bautizado el 11 de enero de 1781 con el nombre de Pablo. Fueron sus padres Antonio Toca García y Manuela Alonso Ochoa. De sus tres hermanos varones, uno de ellos fue también monje cisterciense en Nogales, bajo el nombre de Fray Norberto. Hay un detalle en su vida muy curioso y que nos de muestra lo revuelto que estaba el país. Al m orir su madre en 1809 y hacerse la partición de bienes, se ignoraba el paradero (47) E l libro de M isas de Fr. Francisco García. A rch ivo de Osera. (48) A .H .N .— Sección clero. L egajo 5.250. (49) A .H .N .— Sección clero.— Códice 882-B. APROXIMACION AL ABADOLOGIO DE STA. MARIA DE VALDEDIOS 295 de ambos hermanos, pero les asignaron su parte en la herencia. Durante su abadiazgo en Valdediós dió el hábito a un sobrino suyo, Ramón, imponiéndole el nombre de Miguel, con fecha 2 de diciembre de 1831. Además de este sobrino monje, tuvo otro, hijo de una hermana y que profesó en Sobrado bajo el nombre de Fr. Camilo. Fue definidor en 1825. Al llegar la exclaustración de 1835, este monje ejemplar, en vez de buscarse «un puesto», se retiró a Cueto, a vivir con los medios que le quedaban como monje exclaustrado, que suponía una vida de privaciones. Llegó a ser cura de Cueto, pero con la esperanza de volver a su mo nasterio. Falleció en Cueto el 6 de enero de 1862. DOM FLORENCIO FERNANDEZ (1832-35), hijo de Valdediós. No le fue posible a este monje finalizar su cuatrienio. A él le corresponderá cerrar una larga lista de nombres, ilustres en su mayoría, que rigieron los destinos de Valdediós. La exclaustración hay que suponer no constituiría ninguna sor presa para las Comunidades: se le veía venir. El 10 de febrero de 1834 se recibe en el monasterio una carta de Fray Tomás Blanco, general reformador e hijo de Valdediós, en la cual se prohibe a los monjes «todo tipo de cartas y conversaciones po líticas», aún no habían transcurrido quince años desde que se hicieran los inventarios del monasterio. El 29 de junio de 1834 gira visita a su monasterio él propio Fray Tomás Blanco, firma el último asiento del libro de «Cartas y elecciones». Su firma es el acto oficial que cierra la vida de una institución qué llenó de vida el valle de Boiges durante casi setecientos años. Que había sido capaz de superar incendios, inundaciones, pestes, guerras, y sin embargo no pudo con la codicia de la burguesía del X IX , ansiosa de negocios fáciles e instalada en el poder. Más de la mitad de este libro de «Cartas y elecciones» quedó sin utilizar; la historia se interrumpió de una manera brusca. De este último abad poco conocemos. Por testimonios verbales se puede deducir que permaneció un tiempo, las gentes dicen que escondido, en las proximidades del monasterio. El hecho de que dos monjes continuaran en el monasterio hasta su fa llecimiento: Fray Malaquías Carrera y Fray Valeriano, que otros figurasen como encargados de parroquias vecinas, Fray Atilano en Nava, nos induce a pensar que la disuelta Comunidad man tenía viva la esperanza de una restauración. Finalmente recuer do haber leído la fecha de fallecimiento de Fr. Florencio en el libro de «m isas» de Fr. Francisco García, hacia 1862. 296 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ DESTINO DEL EDIFICIO Y DEL PATRIM ONIO ARTISTICO DEL MONASTERIO DESPUES DE LA EXCLAUSTRACION Valdediós nunca poseyó un tesoro artístico envidiable ni famo so. En su iglesia y sacristía no podemos contar con joyas ni objetos sagrados de gran valor, la modestia es su tónica más general. A pesar de la presencia de dos monjes en el monasterio, des pués de la expulsión de la Comunidad y que el edificio no sufrió, como otros, un saqueo violento, sí debió conocer algún tipo de expolio, como lo demuestra el hecho de la existencia de libros, documentos y muebles en poder de particulares; a pesar de todo esto, Valdediós no ha tenido suerte. Poco a poco los escasos cua dros y libros que quedaron siguieron un destino nada envidia ble (50). En 1865 el obispo de Oviedo, D. Juan Ignacio Moreno, abre en Valdediós (51) un Seminario que a lo largo de su vida alternará sus funciones de seminario con las de colegio de segunda enseñan za. En este período fue conservado cuidadosamente lo que había quedado de interés. Es a partir de 1900 cuando se inicia un expolio, que aún continúa, y que lleva marcado el sello de la destrucción. En los primeros años de este siglo se trasladan al Seminario de Sto. Domingo de Oviedo la serie de cuadros que Reiter había pin tado con escenas de la vida de San Bernardo y que se encontraban colgados en el denominado «Claustro obscuro». Una vez en Oviedo, los cuadros se distribuyeron alrededor del claustro de Sto. Domin go, donde los recuerdan algunos sacerdotes ancianos, y donde per(50) A los cuadros de Reiter se les debió de unir algún otro que existía en la Casa, ya que el número de la serie, 16, no coincide con los trasladados, 20, a Sto. Dom ingo de Oviedo. L a biblioteca fue trasladada después de la exclaustración, en su m ayoría, a la U n iversid ad de Oviedo, donde desapareció en el incendio de 1934, incen dio provocado por los revolucionarios que en aquellas fechas luchaban en las calles de Oviedo. Quedaron en V aldediós algunos libros que fueron el origen de la biblioteca del Sem inario de Valdediós, así como quince cantorales de gregoriano en pergam ino que en 1936 fueron bajados a V illaviciosa y entre gados a los zapateros para hacer suelas de zapatos; de ellos sé salvaron m i- lagrosám ente ocho. L a s alhajas de la iglesia, o lo que quedaba de ellas, fueron entregadas a la p arroqu ia de Puelles, esto al menos dan a entender los inventarios que se conservan de esta parroqu ia y de la propia iglesia abacial de V aldediós, todos ellos fechados a principios de este siglo. En ju lio de 1936 fueron requisadas en su totalidad por un conocido y hoy acaudalado personaje de V illaviciosa. ' (51) V aldediós es devuelto a la Iglesia como seminario y cárcel de corona, en virtud de los acuerdos con la Santa Sede del siglo pasado. APROXIMACION AL ABADOLOGIO DE STA. MARIA DE VALDEDIOS 297 manecerán hasta la revolución de octubre del 34, en que siguieron la suerte del resto del edificio, es decir la destrucción. " En la capilla de la Balesquida de Oviedo se conservan dos cua dros que por las características pudieron pertenecer a esta serie, constituye una incógnita cómo lograron sobrevivir. 'v Hacia 1925 se trasladó a la iglesia de Rozadas el retablo de San Benito, que se encontraba colocado cerca de la «puerta de los muer tos». La imagen que había sido tallada en 1689, costara 74 reales. La iglesia de Rozadas fue víctima del fuego en 1936 junto con todo su contenido. En 1936 son robados, se sabe por quién, los pocos objetos de valor que quedaban en la iglesia. En los años posteriores a la terminación de la guerra civil se trasladó a Covadonga el retablo de San Bernardo, que hoy agoniza pudriéndose en la antecueva de la Virgen, ante la impasibilidad de quien lo permite y puede evitarlo, constituyendo mientras tanto un pegote de mal gusto en el lugar donde se encuentra y un indi cativo de falta de sensibilidad al no poner solución a la destruc ción, lenta pero segura, a que se encuentra condenado por lo improcedente del lugar. A partir de 1947 el expolio se acelera y será más rápido en los años siguientes al cerrarse el seminario. Así se trasladan a Cova donga una serie de objetos muebles; bancos de nogal de la iglesia, un gran espejo que se encuentra en la sacristía de Covadonga, algu nos vasos sagrados de cierto interés, los restos de la biblioteca a la del Seminario de Oviedo, desaparecen una serie de imágenes de la iglesia, entre ellas las de San Blas y San Bernardo, las mejores en opinión de Caveda, etc. Pero no todo termina aquí, hace algunos meses a mentes privi legiadas se les ha ocurrido la idea de trasladar la caja barroca del órgano a la basílica de Covadonga. Ha pasado desapercibido, hasta el momento, que el coro y ór gano de Valdediós, bastante pobres por otra parte, constituyen sin embargo el único ejemplo que ha llegado entero hasta nosotros, al menos que yo conozca, de coro de la Congregación Cisterciense de Castilla, una de cuyas innovaciones y peculiaridades fue la in troducción de los coros elevados en sus iglesias. El conjunto mueble barroco que viste la iglesia de Valdediós corre peligro. Sus elementos se encuentran amenazados por la dis persión. El desmantelamiento parece amenazarle, ante la impasi bilidad de unos y el extraño afán de otros, de concentrar en lugares de idoneidad dudosa unas piezas que arrancadas de su contexto 298 LEOPOLDO GONZALEZ GUTIERREZ pierden hasta su razón de ser, mientras que contribuyen a dar apa riencia de domicilio de nuevo neo al lugar que las recibe. Finalmente quiero pedir más respeto y atención para lo que queda rde este monasterio que fue, por encima de todo, lugar de formación para personas de peso en la cultura asturiana. Caben posibilidades para su conservación, posibilidades que deben ser estudiadas y analizadas cuidadosamente, pero entre ellas ninguna puede empezar con el desmantelamiento. los en la capilla sur Dom Juan del de en proceda de la incompleta Cano.— Falleció encuentra “Conventín” , supongo comendatarios.— Se del Abad abades sepulcral últimos Lauda y fué Sala de en dos uno Capitular. y partida 1515 Silla conservada en Valdediós y que tradicionalmente viene siendo conside rada como “Silla A b a c ia l”.— Según creencia popular fué ocupada por Carlos I durante la visita (no es probable que se haya producido) que hizo al monas terio después de desem barcar en Tazones. APROXIMACION AL ABADOLOGIO DE STA. MARIA DE VALDEDIOS 299 B IB L IO G R A F IA H I S T O R I A Y V I D A D E V A L D E D I O S — H erm andad de A ntiguos Alum nos. M O N A S T E R IO S D E G A L I C I A .— Hipólito de Sá Bravo. A R Q U I T E C T U R A C IS T E R C IE N S E E N G A L I C I A .— José C arlos V a lle Pérez. LOS BERNARD O E S P A Ñ O L E S .— E. M artín. B E C E R R O D E V A L D E D I O S — A rch ivo de Osera. L I B R O D E A C T A S Y T O M A D E H A B I T O S — A rch ivo de Viacoeli. C IS T E R C IU M EL (vario s años). M O N A S T E R IO DE SAN PELAYO DE O V IE D O .— Fernández T orrente Fernández y D e la N o v a l Menéndez. LO S M ONJES E SPA ÑO LES EN L A EDAD U rbel. B IB L IO T E C A ESPAÑA Conde, M E D I A — Fr. Justo Pérez de C IS T E R C IE N S E E S P A Ñ O L A .— Fr. Roberto Muñiz. S A G R A D A .— F ló re z — Tomo X X X V III. D IC C IO N A R IO DE H IS T O R IA E C L E S IA S T IC A D E E S P A Ñ A .— A . A ldea, T. M arín y J. V ives. H I S T O R I A D E L A IG L E S IA .— Josep Lortz. H I S T O R I A D E S O B R A D O .— M auricio C arbajo (m anuscrito). B iblioteca Mo nasterio de Osera. O R I G I N U M C IS T E R C IE N S IU M , tomus I. Vindobonae, 1877. D E F IN IC IO N E S C IS T E R C IE N S E S D E L A SGDA. C O N G R E G A C IO N S A N B E R N A R D O . Salam anca, 1683. H I S T O R I A D E L A O R D E N C IS T E R C IE N S E .— Juan m onje de A igu ebelle. A B A D O L O G IO D E L M O N A S T E R IO L E O N E S G A L E S .— Fr. M .a D am ián Yáñ ez N eira. E L M O N A S T E R IO D E L A E S P IN A Y áñ e z N eira. Y SUS DE de la Cruz Bouton, STA. M A R IA A B A D E S .— Fr. DE DE N O M .a D am ián FRANCISCO BERNARDO DE QUIROS, UN AUTOR DEL SIGLO XVII RECUPERADO POR FRANCISCO SERRANO CASTILLA La Doctora Celsa Carmen García Valdés, ilustre Catedrática del Instituto «Padre Feijoo» de Gijón e investigadora asturiana, ha publicado recientemente la edición de OBRAS Y AVENTURAS DE DON FRUELA, de Francisco Bernardo de Quirós, interesante y po co conocido escritor del X V II, de ascendencia asturiana, editado sólo en su época y digno de una atención que no ha tenido hasta ahora. Una introducción — amplio e importante estudio de más de cien páginas— , abundantísimas notas y selecta bibliografía avalan la obra que gozosamente saludamos (1). La Profesora García Valdés, , Licenciada con Premio Extraor dinario y Doctora en Letras por la Universidad de Oviedo, es autora de publicaciones de indudable mérito en el orden de la historia y crítica literaria, en las que tiene destacada presencia lo relacio nado con Asturias. Un buen comienzo de su actividad investigadora fue su tesis doctoral sobre « E l habla de Santianes de Pravia», dirigida por el Maestro de la Gramática funcional del español, Emilio Alarcos Llorach. Se trata de una significativa aportación a los estudios lin güísticos asturianos. (1 ) F r a n c is c o B ernardo Edición, introducción de Q u ir ó s , Obras y A venturas de Don Fruela. y notas de Celsa Carm en Estudios M adrileños. M adrid, 1984. G arcía V aldés. Instituto de -■ - - • 302 FRANCISCO SERRANO CASTILLA Su libro «E l teatro en Oviedo ( 1498-1700). A través de los docu mentos del Ayuntamiento y del Principado», cuya edición se debe a este último, al Instituto de Estudios Asturianos y al Servicio de Publicaciones de nuestra Universidad, es contribución fundamental al tema, que mereció el Primer Premio «Laureano Carús», en Mé jico, en 1982. Ignacio Arellano ha dicho de él que pertenece «al género de in vestigaciones de archivo y documentos, muy a menudo eludido por los estudiosos por su poca brillantez aparente y el inmenso trabajo que exigen. Se trata, sin embargo — añade— , de investigaciones necesarias y útiles, cimientos inexcusables de una descripción glo bal, más certera que las que hoy poseemos, de la panorámica teatral áurea». Destaca dicho crítico el valor que supone «para los estudio sos de la comedia nueva, parcial, pero rigurosa» y afirma que «incluye todas las noticias que dormían en los archivos de la ciu dad directamente relacionadas con el teatro en Oviedo durante los siglos X V I y X V II y sintetiza con sindéresis la enorme masa de documentos, demostrando que a pesar de sus reducidas dimensio nes y precariedad, el fenómeno teatral aurisecular llega hasta Ovie do en diversas manifestaciones» (2). Y recientísimamente, Felipe B. Pedraza Jiménez, el gran histo riador de nuestra Literatura, ha dicho en el último número de «Segismundo»: «E l teatro en Oviedo ( 1498-1700)» es una amplia visión de cuan to rodea a la escena en una ciudad periférica. La riqueza de la información recogida y la claridad con que se exponen los hechos lo hace particularmente recomendable para cuantos nos interesa mos por la vida teatral española del Siglo de Oro». La labor investigadora de Celsa Carmen García Valdés se centra especialmente en aquella edad. Cuando escribimos las presentes lí neas, entre otros estudios, están próximos a salir los que dedica a figuras de la gran época, como Quevedo, y ediciones que prepara concienzudamente. Sobre Bernardo de Quirós ha publicado otros trabajos, como «E l S ord o» y «D on Guindo», dos entremeses de « figura» de Fran cisco Bernardo de Quirós (19.83) y «U n entremés inédito de Fran cisco Bernardo de Quirós: «E n tre bobos anda el ju ego» (1984), ambos en la revista «Segismundo» y lo tiene presente en su « Anto logía del entremés barroco», de pronta aparición. (2) 303 a 305. Revista del Instituto de Lengua y Cultura Españolas, I, 2, 1985, págs. FRANCISCO BERNARDO DE QUIROS, UN AUTOR DEL SIGLO X V II 303 Veintiún entremeses se deben a Bernardo de Quirós, según dice su distinguida biógrafa y comentarista. « Obras y Aventuras de Don Fruela» viene a llenar un hueco en los estudios del siglo X V II, al dar a conocer la muy estimable pro ducción de Bernardo de Quirós, prácticamente inédita, pues sólo existían dos ediciones de 1656, y tratar cuanto puede relacionarse con dicho autor en el documentado estudio que García Valdés de dica al mismo, apenas conocido, pese a sus méritos para ocupar decoroso puesto dentro de la pléyade de distinguidos escritores de la gloriosa segunda fila del barroco español. Es el caso — y permítasenos la cita por nuestra dedicación al tema— del buen poeta inédito de aquella centuria, José de Cobaleda y Aguilar, cuya obra modestamente venimos editando y co mentando. Celsa Carmen García Valdés ofrece, además de la edición de Bernardo de Quirós, el más importante estudio sobre él, «el traba jo de más envergadura que existe sobre este autor en la actualidad», como afirma Arellano en crítica del libro que nos ocupa (3). La investigadora asturiana traza una biografía lo más completa y documentada posible del escritor barroco, no obstante los esca sos datos que de él se tienen, haciendo referencia a cuantos se han ocupado con algún motivo de Quirós y analizando y valorando con rigor científico juicios y noticias. La citada carencia de datos es el primer problema que aborda y resuelve también en lo posible. Señala la existencia de varios personajes con el mismo nombre y apellidos que vivieron aproximadamente en los años en que trans currió la existencia de Quirós. Enjuicia las contadas citas de éste y los datos en relación con sus homónimos, como cuantos pueden ofrecer interés. Destaca el origen asturiano de los apellidos Bernardo de Quirós y explica sus investigaciones en este sentido, su examen de la ge nealogía de la casa de Quirós, escrita por Felipe Bernardo de Qui rós en 1688, en la que figuran varios homónimos del escritor, ninguno de los cuales por una u otra razón puede ser éste. En el estudio de la Doctora García Valdés queda clara la ascen dencia asturiana del repetido autor. Tras los exhaustivos análisis documentales realizados por ella puede afirmar que nació en Ma drid y se bautizó en la parroquia de Santa Cruz, el 25 de octubre (3) R evista citada, págs. 305 a 309. 304 FRANCISCO SERRANO CASTILLA de 1594, según acredita su partida de bautismo, que publica. (Pá gina X V III). Opina que Bernardo de Quirós debió de nacer en los últimos días de setiembre, probablemente el veintiséis, pues Felipe III, ese mismo día 26, veintiún años más tarde, le concedió el cargo de Alguacil de Casa y Corte, que hasta entonces tuvo su padre, Juan de Quirós. Su madre fue María de Oviedo, madrileña como el padre. García Valdés dice que «las distintas ramas apellidadas Ber nardo de Quirós que se establecieron por el centro de la Península, alrededor de la Corte (en Toledo, Madrid, Torrelaguna, Segovia...), son descendientes del tronco asturiano: sus abuelos ya salieron de Asturias en tiempos de Enrique IV ». (Página XV, nota 14). Habla después de Bernardo de Quirós como «cortesano» y de su amistad «con la mayoría de los autores dramáticos contempo ráneos en una época en que lo ordinario era la envidia y rivalidad entre colegas», lo que «muestra a las claras la generosidad de su carácter». (Página X X I). Aporta todos los datos posibles de su vida hasta su muerte en Madrid, en dieciocho de noviembre de 1668, que documenta tam bién con su partida de defunción. (Página X X IV ). Estudia después las «Obras de Don Francisco Bernardo de Qui rós, Alguacil propietario de la Casa y Corte de Su Majestad, y Aven turas de Don Fruela», cuya edición en el volumen que comentamos es un acierto de Celsa Carmen García Valdés. La doctora asturiana trata de los diversos aspectos de la pro ducción de Quirós, con lujo de datos y análisis de estructura y contenido, resumen comentado del mismo, etc. Las « Aventuras de Don Fruela» con los diez entremeses, la « Fá bula de Polifem o y Galatea», la «Comedia famosa del hermano de su hermana», poesías, etc., que incluye tan curiosa e interesante «miscelánea» han encontrado una ejemplar estudiosa y editora en la Profesora García Valdés. Hace el estudio métrico de «E l hermano de su hermana», en la que predomina el romance en octasílabos. Los entremeses incluidos en «O bras» son asimismo analizados con toda atención. El hecho de terminar en baile diecinueve de los veintiún entremeses conocidos de Bernardo de Quirós, lleva a Gar cía Valdés a realizar un estudio del baile «como género dramático distinto del entremés, con mezcla de música, canto, diálogo y baile propiamente dicho». Los bailes eran — dice— «una especie de inter medio de los entremeses, valga la redundancia». (Página L X X V II). FRANCISCO BERNARDO DE QUIROS, U N AUTOR DEL SIG LO X V II 305 El repertorio bibliográfico de manuscritos y ediciones de Qui rós, la selecta bibliografía y ochocientas cincuenta y ocho intere santes notas enriquecen el libro. Celsa Carmen García Valdés ha prestado un buen servicio a nuestras letras del siglo X V II con su edición y estudio de Francisco Bernardo de Quirós, el autor de ascendencia asturiana, que gracias a ella saldrá del Injusto desconocimiento y olvido en que aún se encuentran numerosos ingenios del período barroco. Y el Instituto de Estudios Madrileños continúaú su gran labor, digna de imita ción y aplauso. Escrita la reseña que antecede acaba de aparecer en «C riticó n », revista de la Universidad de Toulouse-Le Mirail, un nuevo estudio de Celsa Carmen García Valdés, «Bibliografía crítica de las obras de Francisco Bernardo de Quirós». Baste decir en esta nota adicional apresurada que contiene unas ciento treinta fichas. La suerte de Bernardo de Quirós es digna de su mérito al contar con una investigadora que de manera exhaus tiva se ha ocupado y sigue ocupándose de cuanto con él se relaciona. LA CERAMICA MEDIEVAL EN FORTALEZAS Y CASTILLOS ASTURIANOS (PE Ñ O N DE RAICES Y CASTILLO DE TUDELA) POR M ANUEL ENCINAS M ARTINEZ El estudio de las cerámicas medievales cristianas es muy escaso en toda la Península, donde prácticamente no se pueden excluir más que la Meseta Norte y Cantabria por un lado, y Cataluña por otro, como regiones privilegiadas en este sentido. En el resto del norte peninsular los raros estudios cerámicos se basan en los resultados obtenidos en aquellas regiones más adelantadas y en testimonios de tipo histórico antes que arqueológico. En Asturias no existía hasta el momento ningún trabajo dedica do específicamente a este tema, sino que tangencialmente se hacían algunas referencias al mismo, pero basadas en las excavaciones an tiguas (1). Sin embargo, entre los fondos del Museo Arqueológico Provincial de Oviedo existen abundantes restos cerámicos que nos han permitido conocer algunos rasgos esenciales de la evolución cerámica asturiana (2). Entre estos lotes cerámicos se encuentran (1) B uelta (2 ) Esencialm ente las realizadas en la C atedral de O v ie d o : F ernandez , J.— Ruinas del O vied o Prim itivo, Oviedo, 1984. E n c in a s M a r t ín e z , M . — Cerámicas M edievales en la zona central de Asturias, M em oria de Licenciatura inédita. M adrid, 1985. D esde estas páginas agradezco profundam ente a la D ra. Carm en Fernández Ochoa, directora de este trabajo, por el interés y ayuda que me ha brindado en todo momento, y que ha posibilitado la realización de esta tesina. Igualm ente agradezco las atenciones y la confianza de D.* M atilde Escortell Ponsoda, directora del M useo Arqueológico de Oviedo. 308 M ANUEL ENCINAS MARTINEZ los pertenecientes a las excavaciones realizadas en el Peñón de Raíces y en el Castillo de Tudela (3). 1. CARACTERISTICAS DE LOS YACIMIENTOS El Peñón de Raíces se halla situado en el extremo oriental del concejo de Castrillón, muy próximo a la ría de Avilés y en su mar gen occidental, en el pueblo de Raíces, que se encuentra a poco más de dos kilómetros y medio de aquella villa, y entre ésta y Sa linas; la carretera que une estos dos núcleos discurre inmediata mente al sur del Peñón, mientras que el río Raíces lo hace al norte. Desde su altura se pueden apreciar la playa del Espartal al norte y la desembocadura de la ría al noroeste. La atención de los historiadores ha sido atraída desde antiguo por este lugar, pues algunos ya lo identificaban con el Castillo de Gozón, Gauzone o Cauzón de los documentos, mientras que otros eruditos negaban que fuera esa su localización. El deseo de hallar el castillo se debía a la importancia del mis mo en el desarrollo de la historia medieval asturiana. La Historia Silense relata que fué construido por Alfonso I I I para defender la iglesia de San Salvador de posibles ataques enemigos por el mar: «...ad defensionem Santi Saluatoris Ovetensis, opidum Gauzon miro et forti opere, in maritimis partibus Asturiae, fabricauit timebat enim quod naugio locum sanctum hostes attingerent» (4). Asimismo sabemos que aquel lugar sirvió de prisión al hijo del rey Magno, García, como refiere el Cronicón de Sampiro, incluido en la Historia Silense: - ............ ■r- «E t veniens -Cemoram, filium suum Garseanum Comprehendit, et ferro vinctum, ad Gozonem duxit» (5). * - Otros hechos importantes relacionados con este castillo fueron, por ejemplo, la rebelión de 1132 de Gonzalo Peláez contra Alfonso V II; el rey, para sofocar la revuelta, tomó con presteza las forta lezas que se hallaban en los dominios del conde sublevado y entre ellas el Castillo de Gozón (6). También le da renombre el hecho de (3) Debo agradecer también a V. J. González G arcía su autorización p ara poder estudiar los materiales que recogió en sus exploraciones realizadas en estos lugares. (4 ) ■ ‘ Citado por R o d r í g u e z B a l b i n , H . — Estudios sobre los ’ primeros siglos del desarrollo urbano de¡ O viedo, Oviedo. 1977, p. 146. nota 177. : ' Ibidem, nota 176, p. 146, . j . • (6). ^Fernandez- Conde,,.F..‘;J.í—" E l ‘ M edievo Asturiano... (siglos 'X tX I I )" , en (5) Historia de Asturias, t. IV ; Salinas, .-1S79» :pp.; 235 y ' 23.6. i.; LA CERAMJCA MEDIEVAL EN FORTALEZAS Y CASTILLOS ASTURIANOS 309 que fuera concedida la tenencia del mismo, por parte del Maestre de la Orden de Santiago, al influyente magnate asturiano don Ro drigo Alvarez de las Asturias, en el año de 1329 (7). Por otro lado, hay un hecho fundamental que explica la esti mación concedida a este castillo, y es que allí fué realizado el embellecimiento de la Cruz de la Victoria, emblema tradicional del Principado de Asturias, lo que se conoce por la propia leyenda inscrita en el reverso de la cruz, que, concretamente en su brazo inferior, reza así: «et operatum est in castello Gauzon, anno regni nostri X L II, discurrente era DCCCCXLVI» (8). La diversidad de pareceres sobre el emplazamiento geográfico del Castillo de Gozón se mantiene nada menos que desde el siglo X V I. En la actualidad, los detractores de esta hipótesis se basan esencialmente en que el peñón pertenece hoy día al concejo de Castrillón, y no al de Gozón, siendo para ellos lógico que el lugar donde estuviera emplazado el castillo diera su nombre al concejo actual. Sin embargo, el territorio medieval de Gauzón era mucho mayor que el concejo de Gozón moderno, puesto que «se extende ría desde cerca de los límites con el de Gijón hasta las proximidades del río Nalón, y que Carreño, Gozón, Castrillón, Avilés, Illas y Corvera, nombres respectivos de los concejos actuales, pertenecían a la jurisdicción de aquel territorio». (9). Los partidarios del emplazamiento del Castillo de Gozón en Raíces defienden su postura basándose en varios documentos di plomáticos; el primero de ellos es un extenso inventario de los lugares donados a la Iglesia ovetense por Alfonso I I I en el año 905, recogido en el libro de los Testamentos de la Catedral de Oviedo. En él puede leerse: «Castellum etiam concedimus Gauzone cum ecclesia Sancti Saluatoris que est intra, cum omni sua mandatione et cum ecclesiis que sunt extra illud castellum, uidelicet ecclesiam Sánete Marie sitam sub ipso castro,...» (10). (7) R u iz de la P eña, J. I.— “B a ja Edad M ed ia” , en Historia de Asturias, t. V, Salinas, 1977, p. 22. (8 ) C otarflo V alledor, A . — Alfonso I I I el M a gn o, Madrid, 1933, pp. 501 y 502. (9) U r ia R iu , J.— “E l lu gar de emplazamiento del Castillo de Gozón, en Valdediós, Oviedo, 1966, p. 14. V e r tam bién G a r c ía G a r c ía , E.— “El conde asturiano Gonzalo P e láe z” , en Asturiensia M edievalia, 2, Oviedo, 1975, pp. 54 y ss. (10) M a r t ín e z , M. G.— “ G auzón”, en Symposium sobre cultura asturiana de la alta Edad Media, Oviedo, 1967, p. 239. M ANUEL ENCINAS MARTINEZ 310 Los defensores entienden que la mencionada iglesia de Santa María se corresponde con la del monasterio de Raíces, que se ha llaba bajo esa misma advocación, y que estaba próxima al peñón, al oeste del mismo, y de la cual apenas quedan restos en el pre sente (11). La sola mención de una iglesia de Santa María «sub ipso cas tro», no significaría por ella misma que fuera la de Santa María de Raíces. Sin embargo, el documento sigue refiriendo, tras la par te aquí transcrita, otros muchos lugares donados por el rey Magno, de los cuales Angel Garral, a través del estudio de la toponimia actual y de las fuentes medievales, ha localizado, de aquellos men cionados inmediatamente detrás del castro de Gauzón, doce, que se hallan en torno a la zona del Peñón de Raíces, en el lado occi dental de la ría (12). Una reserva podría alegarse a la información transmitida por este documento, cual es la falta de veracidad del mismo, pues pro cede de la cancillería del obispo don Pelayo, donde se falsificó o al menos interpoló el original, ya que parece muy poco probable que Alfonso I I I donara a la Iglesia de Oviedo este castillo levantado con fines defensivos, pues continuó usándolo en los años siguientes como se comprueba en la ya referida prisión de su hijo García en el mismo, en el año 909 (13). De todos modos, que en esa donación se sitúe el castillo entre las iglesias del lado occidental de la ría, es un testimonio topográfico que si bien no es del siglo X, sí lo es del X II, y, por tanto, geográficamente válido. Un segundo documento que puede contribuir a la localización del castillo es la donación de don Fernando I, cuando aún era prín cipe, y de su esposa doña Sancha, del año 1045 (14). Por ella se comprende que el «castro Gauzone» estaba cerca del río Nieva (15); sin embargo, mientras que Marcos G. Martínez piensa que, aunque en el texto se hable del río Neva y del castillo de Gauzón, es sinto mático que no se mencione a Avilés, situado a menos de tres kiló (11) C a s a r e s , E. y M o rales, M . C . — El románico en Asturias ( Centro y O c cidente), Salinas, 1978, p. 86. (12) G aarralda, (13) F ernandez A .— Avilés, su fe y sxis obras, Avilés, 1970, pp. £0 y ss C o n d e , F . J.— El Libro de los Testamentes de la Catedral de Oviedo, Roma, 1971, p. 162. (14) M a r t ín e z , M. G.— Op. cit., p. 227, también en p. 240. El texto com pleto aparece transcrito en F l o r i a n o L ló rente, P.— Colección diplomática del M onasterio de San Vicente de Oviedo, Oviedo, 1968, núm. X I, p. 44. (15) M a r t ín e z , M. G.— “San Esteban de B ID E A , núm. 17, Oviedo, 1952, pp. 378 y ss. L avian a y el río N e v a ” , en LA CERAMJCA MEDIEVAL EN FORTALEZAS Y CASTILLOS ASTURIANOS 311 metros, ya que «Avilés tenía que ser mencionado si Gauzón hubiese estado en Raíces», por lo que cree que estaría al este de la ría y lo suficientemente alejado orientalmente de la villa avilesina como para que no lo mencionara (16); por el contrario Garralda piensa que el texto en cuestión es muy preciso, por lo que si no se dice que está cerca de Avilés, sino sólo cerca de la orilla del mar, junto al río Neva y al castro de Gozón, es porque esta fortaleza está más cerca de los lugares mencionados que de Avilés (17). Se puede con siderar además, que la situación de estos lugares, esencialmente del castillo, era lo suficientemente obvia en aquella época como para que no fuera necesario referirse a Avilés. Otro texto que puede ayudar a resolver este problema es la escritura del año 1329 por la que la Orden de Santiago concede el castillo en encomienda a don Rodrigo Alvarez de las Asturias, don de se especifica que dicha fortaleza se hallaba «gerca de abilles» (18); siguiendo a Uría Ríu, son términos que convienen a su locali zación en la Peña de Raíces sin género alguno de duda (19). Este mismo autor cita otra escritura de 1414, conservado su contenido en los Diarios de Jovellanos, «en la que constataba que los caba lleros de la familia avilesina de los Alas, compradores de aquellos términos, hicieron donación a los religiosos mercedarios, para pri mera morada suya, de la iglesia de Santa María de Raíces, y en ella constaba también que: el lugar y el santuario se hallaban por bajo del castillo de Gauzón» (20). El contenido de este texto clarificaría totalmente el problema, si su crédito no estuviera mermado porque no se conserva en la actualidad, ni se halla recogida su transcripción en ningún lugar; sin embargo, tampoco parece normal que el ilustrado gijonés se inventara este documento. Ahora bien, hay otro texto cuyo original sí se conserva, fechado en el año 1420, por el cual, y a la vista de lo expuesto, parece hallarse una solución: es la donación de don Enrique, infante de Aragón, Maestre de la Orden de Santiago, del lugar de Santa María de Raíces «cerca del castillo de Gogon» (21). (16) M a r t ín e z . M . G.— “ G au zón”, op. cit., p. 227. (17) G arralda, A .— Op. cit., p. 27. (18) U r ia (1 9 ) I b id e m , p. (20) I b i d e m , p. 18. En la nota R íu, J . — Op. cit., p. 17. 18. 15, pp. 18 y 19, cita la referencia de Jove llanos y dice adem ás que A . Fernández G u erra menciona tam bién este docu mento. (21) M a r t ín e z , M . G.— “ G auzón”, op, cit., pp. 251 y 252. .... .... 312 M ANUEL ENCINAS MARTINEZ El hallazgo de restos arqueológicos en el Peñón de Raíces está atestiguado desde antiguo. Por ejemplo, Ciriaco Miguel Vigil escribe que en él «se descubren cimientos de antiquísima fábrica, muchos trozos de ladrillos y cemento de época aparentemente romana» (22). Coíarelo Valledor refiere que ese lugar sirvió de «asiento a un oppidum o castro romano, según demuestran las monedas de cobre, brazaletes, torques y otros objetos hallados al revolver sus ruinas» (23). Hay algunas otras noticias del hallazgo de monedas (24), pero de las mismas, así como de todos los demás objetos descubiertos, no se conserva nada, ni existe en la actualidad ninguna referencia bibliográfica más precisa. Más recientemente Uría Ríu recogió fragmentos de tégula ro mana en una tierra de labor inmediata a la pared meridional de la colina y anota que José Manuel González también poseía dos frag mentos de tégula procedentes de las inmediaciones del Cerro de Raíces (25). Los materiales cerámicos que estudiamos en el presente artículo fueron recogidos por D. Vicente José González entre los años 1974 y 1978 (26). La otra fortaleza asturiana, de la que se conservan cerámicas en el Museo Arqueológico de Oviedo, es el Castillo de Tudela. Se encuentra situado en las proximidades de Olloniego, concretamente sobre las casas de Focara, dominando el valle del río Nalón. La noticia histórica más antigua referida a este lugar aparece recogido en el Testamento de Ordoño I, del año 857 (27). Unos años después, en 895, Alfonso I I I realiza una donación a la iglesia de San Martín de Parada, para sustento de su comunidad religiosa y de los peregrinos que a ella llegaran, y lo hace desde el castillo de Tudela, aunque residiendo el solio del trono en la sede de Oviedo: (22) V ig il , C . M .— Asturias monumental, epigráfica y diplomática, O vie do, 1887, p. 335. (23) C otarelo (24) F ernandez U r ia V alledor , O choa, A .— Op. cit., p. 301. C.— Asturias en la época romana, M adrid, 1982, p. 207. (25) R iu , J.— “Oviedo y A vilés en el comercio atlántico de la Edad M edia (siglos X I I I al X V I ) ”, en Estudios sobre la Baja Edad Media Asturiana, Oviedo, 1979, p. 316 y nota 12 de esa misma pág. (26) G onzález, V . J.— Castillos, palacios y fortalezas en el Principado de Asturias, Oviedo, 1978, ver las fotografías de las pp. 54 y 56. (27) G a r c ía L arragueta, S. A .— Colección de documentos de la Catedral de O viedo, Oviedo, 1962, doc. 6, p. 22. LA CERAMICA MEDIEVAL EN FORTALEZAS Y CASTILLOS ASTURIANOS 313 «In Dei nomine commorante in castro Tutele residentes troni solium in sedem Oueto...» (28). De estos textos se comprende que el castillo ya estaba construido y era utilizado por lo menos desde mediados del siglo IX . Sin em bargo, la antigüedad de este «castro Tutele» tal vez sea mayor. Carmen Fernández Ochoa considera que esta fortaleza y otras como las de Villarmorey (Sobre-scopio), el Condado (Laviana), que fueron importantes baluartes defensivos en tiempos de la monarquía as turiana, podrían haberse asentado sobre torres-vigía de época ro mana en la que denomina ruta del Nalón (29), suposición que basa sobre todo en su valor estratégico y en que en ese lugar se han encontrado tejas y ladrillos romanos (30). Ese valor estratégico, concedido por su situación geográfica que le permitía controlar la ruta que, pasando la Cordillera Cantábrica por el Puerto de Tarna y siguiendo después el valle del Nalón, para llegar finalmente a Oviedo, motivó que esa fortaleza apareciera li gada a varios acontecimientos históricos importantes. Así por ejemplo, Alfonso V II sitió en esta plaza al ya citado conde Gonzalo Peláez (31). Otra noticia relevante une este castillo con los numerosos abusos que el obispo de Oviedo don Fernando Alvarez cometía en Asturias, que los sufría fundamentalmente el concejo de Oviedo, encomendado por entonces a la protección de don Rodrigo Alvarez de las Asturias. Enterado incluso el rey de las acciones del obispo le ordenó en 1315 que cesara en su actitud. Sin embargo, las bandas armadas al servicio de la mitra continua ron realizando toda clase de atropellos, por lo cual don Rodrigo Alvarez en 1316 acudió a pacificar estas tierras centrales de Astu rias. Cercó a los hombres del obispo en el castillo de Tudela, y consiguió terminar «con aquel nido de bandoleros que tenía ate morizada la comarca y dicultaba enormemente el normal desen volvimiento del tráfico mercantil entre la ciudad de Oviedo y las tierras foramontanas leonesas (32). Finalmente se sabe que este castillo fué mandado desmantelar por el rey Juan I, en 1383, después de la rebelión de su hermanastro Alfonso Enríquez. (2 8 ) C o t a r e lo (29) F V a lle d o r , A. ernandez O choa, (3 0 ) I b i d e m , p . 151. (31) G a rc ia (32) R u iz de l a Op. cit., A péndice A , núm. 9, p . 647. C.— O p . cit., p. 53. G a r c i a , E.— O p . cit., pp. 39 y ss. P e ñ a , J. I.— O p . cit., p. 19. 314 M ANUEL ENCINAS MARTINEZ Las cerámicas que estudiamos proceden de la labor de limpieza realizada por V. J. González García y J. M. Quintanal Palicio, ésta «se limitó al espacio más o menos rectangular correspondiente a la torre, que estaba relleno de escombros y material de construc ción procedentes del castillo» (33). Según parece estos señores comprobaron «que los muros pertenecen a dos épocas diferentes, siendo la morfología de la fábrica, en su parte inferior, anterior al siglo IX d. C.» (34). 2. ESTUDIO CERAMICO Los conjuntos cerámicos procedentes de estos dos lugares se hallan, en el momento presente, desprovistos de cualquier contexto arqueológico que pudiera permitir su clasificación y datación cro nológica, por lo que hemos empleado, para poder realizar esta tarea, el recurso de la comparación con otros materiales fechados de un modo más preciso, tanto asturianos como del resto del norte peninsular. En el Museo Arqueológico de Oviedo se hallan recogidos 2.722 fragmentos cerámicos de Raíces, de los cuales 1.552 constituyen el material selecto, esto es, bordes, bases, asas, picos y galbos decora dos o carenados. Su estado de conservación es bastante deficiente y las piezas se hallaban muy fragmentadas, pese a lo cual hemos podido recomponer algunos perfiles bastante completos de estos vasos. Los materiales del Castillo de Tudela son menos abundantes, 838 fragmentos, de los cua!cs se han diferenciado 425 como mate rial selecto, cuyo estado de conservación es relativamente mejor que en Raíces. A través de las características técnicas de estos restos de alfa rería (como son el torneado, cocción, tamaño y frecuencia de sus desgrasantes) y de sus formas y decoraciones hemos distinguido varios grupos cerámicos, ocho fundamentales en Raíces, y tan sólo tres en Tudela pero de similares características a otros tantos de los recogidos en la primera fortaleza mencionada. Estos grupos son: (33) J u n q u e r a , B .— Carta arqueológica del concejo de Oviedo, M em oria de licenciatura inédita, p. 118. (34) I b i d e m , p. 118. LA CERAMJCA MEDIEVAL EN FORTALEZAS Y CASTILLOS ASTURIANOS 315 Grupo 1 Vasos realizados con torno lento, presentan desgrasantes micá ceos y cuarcíticos medianos y gruesos (cuando tienen menos de dos milímetros o cuando miden más de dos milímetros, respectiva mente). Su cocción es en la mayor parte de los casos incompleta mente oxidante (pasta interior gris, superficie exterior acastañada). Su fractura es irregular. Los fragmentos conservados inducen a pensar que se trataban de formas cerradas más o menos globulares, con bordes triangu lares y bases planas (Lám. I, figs.l, 2 y 3). Estos vasos suelen ir decorados con líneas onduladas incisas. Este grupo se encuentra en Raíces pero no en Tudela. — .. La cronología de estos materiales pueden deducirse por compa ración con los recogidos en el Jardín de la Catedral de Oviedo. Según las excavaciones allí realizadas por E. Olávarrl, las cerámicas de ese tipo pertenecerían al nivel más profundo, fechado entre los siglos V I II y X d. C. (35). Además, debe destacarse su similitud con algunos fragmentos recogidos en Monte Cildá (Palencia), a los que se les ha otorgado una datación entre los siglos V I II y X (36). El paralelo más cercano de estos vasos lo hemos encontrado en otros procedentes de las excavaciones de conimbriga, con una forma y decoración muy cercanas a estas piezas (borde corto, labio trian gular, decoración de líneas onduladas incisas), cuyo uso fué fechado por Alargao durante el siglo V y las épocas sueva y visigoda (37), por lo que puede pensarse que las formas de este grupo t;enen una cronología prerrománica, pero un origen de tradición romana con servada durante los siglos V al V IL (35) E n c in a s M a r t ín e z , M. y F ernandez O choa, C.— “Precisiones en torno a las cerám icas m edievales de la m uralla rom ana de G ijó n ” , Actas del I Con greso de Arqueología M edieval Española, 1985 (en prensa). V e r t a m b i é n R o d r í g u e z B a l b i n , H.— Op. cit., n o t a 161 de l a p . 132. (36) G a r c ía G u in e a , M. A . y otros.— “Excavaciones en M onte Cildá, O lle ros de P isuerga (P a le n c ia )” , en E.A.E., núm. 61, fig. 7. (37) A larcao , J.— “ Cerám ica común local e regional de C on im briga” , Su plementos de Biblos, 8, Coim bra, 1974, Lám . X L I X , y cuadro de la p. 166. 316 M ANUEL ENCINAS MARTINEZ Grupo 2 Sus materiales están realizados con torno lento. Contienen des grasantes arenosos y a veces también cuarcíticos medianos y grue sos. Los caracteres de su cocción muestran una gran variedad, ésta pudo ser tanto parcial como totalmente oxidante, reductora o bien los productos fueron ahumados en el horno. Su fractura es irre gular. Las formas de este grupo eran también cerradas, con bordes ligeramente exvasados, casi rectos (Lám. I, fig. 4) o bien triangu lares con o sin el labio ondulado (Lám. I, figs. 5 y 6). Las bases L A M IN A I son planas (Lám. II, figs. 1 y 2). Entre sus formas debió de haber ollas (Lám. III, fig. 1) con una boca bastante amplia, un hombro relativamente marcado y una forma aproximadamente ovoide. Tam bién habría jarras a las que pertenecerían los picos (Lám. II, fig. 3) y las asas conservados, estas últimas están decoradas con puntilla dos en forma de ojal (Lám. II, figs. 4 y 5). Las superficies de estos fragmentos suelen aparecer decoradas mediante líneas peinadas LA CERAMICA MEDIEVAL EN FORTALEZAS Y CASTILLOS ASTURIANOS 317 verticales contadas por otras horizontales. Este grupo tampoco está representado entre los materiales procedentes de Tudela. Estas cerámicas se hallan también en el nivel más antiguo del Jardín de la Catedral de Oviedo (38), de tal modo que podríamos considerar a estos materiales como prerrománicos. Su diseño de L A M I N A II corativo es muy similar al de otros vasos como los recogidos en Monte Cildá, Velilla del Río Carrión (39). En el primer yacimiento se han datado estas cerámicas entre los siglos V I II y X, si bien su origen parece hallarse ya entre los siglos V y V I I I (40). (38) V e r nota 35. (39) G G a r c ía a r c ía B G e l l id o y otros.— Op. cit., Lám s. X V y X V I, fig. 7. u in e a , A. y F ernandez de A v il e s , A . — “Fuentes Tam áricas, V e li lla del Río C arión (P a le n c ia )”, E.A.E., 29, M adrid, 1959, p. 34. (40) G a r c ía G u in e a , M. A . y otros.— “Excavaciones en M onte Cildá, O lle ros de P isuerga (P a le n c ia )” , en E.A.E., 82, 1973, p. 50 y Selección 12. 318 M ANUEL ENCINAS MARTINEZ Grupo 3 Cerámicas realizadas con torno lento. Sus desgrasantes son mi cáceos y cuarcíticos medianos y gruesos. La mayor parte de las piezas fueron sometidas a una cocción incompletamente oxidante, de tal modo que su pasta interior es gris y las márgenes y super ficies blancuzcas. Su fractura es irregular. Sus formas debían de ser ollas con una boca bastante grande con respecto a la panza, que no sería mucho más abierta que aqué lla. Sus bordes son exvasados más o menos largos, o bien triangu lares; las bases planas. Sobre estas piezas aparecen dos motivos decorativos esenciales: líneas incisas con peine verticales anchas L A M I N A III y profundas y líneas peinadas verticales cortadas por otras hori zontales de tal modo que se forman bandas con líneas verticales alternas con horizontales (Lám. III, figs. 2 y 3). Este grupo sólo se halla recogido en Raíces. El único recurso posible para definir su cronología es la similitud de sus decoraciones, y de alguna de sus LA CERAMJCA MEDIEVAL EN FORTALEZAS Y CASTILLOS ASTURIANOS 319 formas, con los vasos del Grupo 2, definido anteriormente, p o rJlo que es de suponer que también tuviera una cronología prerrománica. Grupo 4 Esá formado por materiales realizados con torno lento; contie nen desgrasantes micáceos y finos .(cuando tienen menos de un milímetro). Fueron sometidos a una cocción parcial o totalmente oxidante, más raramente reductora; su fractura es irregular. Estos fragmentos debían formar parte de ollas de boca amplia con bordes exvasados preparados, para .recibir_una tapadera (Lám. III, fig. 6), con el labio a modo de «visera» (Lám. III, figs. 4 y 7), o triangular; las bases son planas (Lám. III, fig. 5), la decoración de estas piezas consiste en líneas incisas con peine verticales u oblicuas, que en algún caso son cortadas por otras horizontales. Estos materiales fueron.recogidos tanto en Raíces como en Tudela. Arqueológicamente rió podemos definir la cronología de este grupo si no es relacionando sus decoraciones con las del Grupo 2. Grupo 5 [ / Cerámicas realizadas con torno lento; contienen desgrasantes cuarcíticos medianos y gruesos; las cocciones a que fueron some tidas son muy variables: la mayor parte dé las pastas fueron ahumadas y también reducidas, más escasamente oxidadas total o parcialmente. Su fractura es* irregular. Estos vasos tendrían fundamentalmente la forma de ollas bas tante grandes, con los1bordes ligeramente exvasados, el labio redondado y las paredes gruesas (Lám. IV, figs. 1 y 3). Otra forma es la que hemos reconstituido hipotéticamente en la Lám. IV, fig. 2, más pequeña, con las paredes más finas, que podría corresponder a una jarra, o también a una olla con asas. Las bases de este grupo son planas, o con un ligero repié y el fondo apenas cóncavo. Las asas son de sección rectangular y pueden ser lisas o estar decoradas-con puntillados (Lám. IV, figs. 4 y 5). Materiales de este tipo no se ha llan entre los restos conservados de Tudela. * La definición cronológica de este grupo es difícil, sin embargo, se encuentran paralelos cercanos al mismo en Veranes.. (Asturias) y en el Castrillo del Haya (Santander), calificados, sin más preci 320 M ANUEL ENCINAS MARTINEZ sión como altomedievales (41). A este grupo corresponderían los materiales recogidos en castros asturianos como los de Pendía y Coaña (42). Grupo 6 Sus piezas están trabajas con torno lento. Contienen desgrasan tes cuarcíticos medianos y gruesos; muestran cocción incompleta mente oxidante o también reductora. Su fractura es irregular. L A M I N A IV (41) O lm o, L.— “ Excavaciones arqueológicas en V eran es” , en G ijón Rom a no, M adrid, 1984, v e r la fig. de la p. 88. B o h ig a s , R.— “Yacim ientos altomedievales de la antigua C an tabria”, en Altamira, I. 1978, ver Lám . III.l. (42) E s c o r t e l l P o n s o d a , M .— Catálogo de las Edades de los M etales del M u seo Arqueológico, Oviedo, 1982, fig. 239, p. 59 y fig. 265, p. 62. LA CERAMJCA MEDIEVAL EN FORTALEZAS Y CASTILLOS ASTURIANOS 321 Las formas de este grupo eran vasos con bordes exvasados y curvados, bases planas o ligeramente cóncavas; asas de sección rectangular, lisas o decoradas con puntillados. Las superficies de estos vasos pueden estar decoradas con líneas peinadas verticales u horizontales. Este tipo cerámico aparece tanto en Tudela como en Raíces (Lám. V, figs. 1 a 7). L A M IN A V Cerámicas de este grupo se hallan sobre todo en el nivel inter medio del Jardín de la Catedral de Oviedo, posterior al siglo X I (43); asimismo son materiales que se pueden relacionar directa mente con los recogidos en la muralla romana de Gijón (44). Se pueden costatar paralelos entre éstas y las llamadas cerámicas «es triadas» altomedievales, que donde mejor consignadas se hallan es en Monte Cildá, al menos desde los siglos V -V III, y que perduran en ese yacimiento por lo menos hasta el siglo X. Sin embargo, la datación asturianas es menos antigua, pues parecen ser materiales (43) V e r nota 35. (4 4 ) I b id e m . 322 M ANUEL ENCINAS. MARTINEZ fechados a partir de los siglos X I y X II. Esta datación más tardía se puede constatar también en yacimientos situados fuera de As turias, como el Castrillo del Haya (45), Allariz (46), -la Peña del Castillo (47), fechados entre los siglos X I y X II. . . Grupo 7 Lo componen vasos realizados con torno rápido; contienen des grasantes arenosos. Sus cocciones son variadas, pero con frecuencia sus pastas fueron ahumadas. Su fractura es irregular. Eran principalmente ollas de cuerpo globular y borde corto, exvasado, que forma aproximadamente un ángulo recto con el cuer po del vaso (Lám. VI, fig. 1). Otras piezas serían jarras de borde L A M IN A VI (45) B o h ig as , R.— Op. cit., p. 45. (46) P erez O u t e ir iñ o , B. y F ariñ a , F.— “Excavación de urxencia na P ra- za M aio r de A lla r iz ” , en Boletín Auriense, t. X I, 1981, p. 26. (47) - B arandiaran , J. M.— “Excavaciones arqueológicas en cuevas artificia les de A la v a ” , E .A .A ., núm. 3, pp. 106 y ss. y . LA CERAMICA MEDIEVAL EN FORTALEZAS Y CASTILLOS ASTURIANOS 323 largo, recto, con pico vertedor y cuerpo globular (Lám. V I, fig. 3). Las asas de este grupo son de sección rectangular o elíptica, lisas o decoradas con puntillados incisos en el barro (Lám. VI, fig. 2). Las superficies se decoran con líneas peinadas horizontales hechas con gran regularidad. Las cerámicas de este grupo se hallan pre sentes tanto en Raíces como en Tudela. Este tipo aparece también en el nivel intermedio del Jardín de la Catedral, fechado a partir del siglo X II. Sus características téc nicas superiores nos inducen a considerarlo, hipotéticamente, como un grupo más moderno que el 6. Tal vez pueden encontrarse simi litudes entre estas cerámicas con algunas de las halladas en Vitoria (48), fechadas entre los siglos X I I I y X IV , o en el lugar de Cea (León), para las que se ha propuesto una cronología entre los siglos X II y X I I I (49). Por otro lado se sabe que en Cataluña, durante los siglos X I I I y X IV , se usaban las decoraciones de líneas peinadas horizontales, realizadas aprovechando el movimiento del torno, que no solían rebasar la parte superior de la panza (50), los cuales son rasgos que también aparecen en este grupo cerámico asturiano, y que tal vez pueden servir para indicar una cronología más reciente de sus piezas dentro del período medieval. Grupo 8 Está compuesto por materiales cerámicos realizados con torno rápido; sus desgrasantes son cuarcíticos finos, a veces también medianos y micáceos. La cocción de estas piezas fué total o parcial mente oxidante; su pasta es blancuzca y su fractura, irregular. La superficie de estos vasos aparece vidriada en verde, esta capa de vedrío se superpone, en algunos casos, sobre decoraciones peinadas incisas (Lám. V I, fig. 4). Sus formas muestran bordes rectos con el labio engrosado (Lám. VI, fig. 5), bases cóncavas (Lam. VI, fig. 6), asas planas, con una sección en la que son más anchos los extremos (48) L la n o s , A . y otros.— “Excavaciones arqueológicas en la ciudad de V ito ria ” , en Investigaciones Arqueológicas en Alava. 1957-1968, Vitoria, 1971, fig. 5. (49) C a s t r o , L .— “A lgun os yacimientos arqueológicos de la zona de Sa- hagún (L e ó n )” , en Santuola II, Santander, 1967-77, p. 204. (50) R iu R iu, M .—-“ Estado actual de las investigaciones sobre las cerám i cas catalanas de los siglos I X al X I V ”, en La ceramique. m édiévale en M éditerranée occidentale, V alvonne, 1978, p. 395. .. 324 M ANUEL ENCINAS MARTINEZ y la parte central (Lám. VI, fig. 7). Este grupo sólo aparece entre los materiales del Peñón de Raíces. La cronología de este grupo de cerámicas vidriadas nos es des conocida; no está completamente fuera de duda que tuvieran una datación moderna, sin embargo, su presencia en lotes de cerámica medieval parece indicar que este tipo se elaborara también en esa época. La aparición de los vidriados se ha fechado recientemente en Cantabria, en el siglo X II I (51). En Cataluña se conoce que las primeras pruebas para obtener vedríos se realizaron en el siglo X I, pero su uso frecuente no se produciría hasta el siglo X I I I en zonas alejadas de las rutas costeras y, en consecuencia, un tanto aisladas. De este modo, hemos de suponer, por el momento, que las piezas del grupo 8 tendrían una cronología similar, a partir del siglo X III. 3. CONCLUSIONES Con el presente trabajo hemos podido distinguir ocho grupos cerámicos esenciales, de datación presumiblemente medieval, entre los dos yacimientos estudiados; estos tipos son uniformes en am bos y, en general, en toda la región central asturiana. El Grupo 1 parece mostrar en su configuración un influjo ro mano considerable, lo cual es importante para poder intuir el peso de la tradición romana en los primeros momentos de la cerámica medieval asturiana (53). El Grupo 2 es el de las cerámicas prerrománicas por excelencia, lo que se puede conocer gracias a las excavaciones en el Jardín de la Catedral de Oviedo y en Monte Cildá (Palencia). Su uniformidad entre la región asturiana y la Meseta Norte y Cantabria parece evi dente en el aspecto formal, lo que sugiere un ambiente cerámico común en la zona septentrional de la Península, tal vez motivado en cierta medida por el proceso repoblador. Los Grupos 3 y 4 tal vez sean prerrománicos, dada la similitud de algunas de sus formas y decoraciones con el Grupo 2. (51) P eñ il , J. y B o h ig as , R.— “L as cerámicas comunes en C an ta bria”, Altamira, 43, 1981-82, p. 23. (52) R iu R iu, M.— Op. cit., p. 395. (53) En el momento presente, tenemos en preparación un trabajo en el que, por medio de algunas crónicas asturianas, se puede com prender m ejor la evolución desde el mundo romano al m edieval, que será publicado en breve. LA CERAMICA MEDIEVAL EN FORTALEZAS Y CASTILLOS ASTURIANOS 325 La presencia del Grupo 2 en el Peñón de Raíces, aunque no fuera segura su identificación con el Castillo de Gozón, demuestra que esta plaza ya fué utilizada en época prerrománica, por lo que sería un valioso elemento defensivo costero, integrado dentro del sistema general de fortalezas prerrománicas. Por el contrario, este grupo no aparece en Tudela, yacimiento del que sí hay constancia docu mental segura de que fué ocupado a comienzos de la Edad Media; esto tampoco es extraño teniendo en cuenta que las cerámicas allí recogidas proceden de la limpieza de unos muros, y no de un trabapo de excavación. Los Grupos 6, 7 y 8 debieron de ser elaborados en un momento posterior a los siglos X I-X II, y seguramente existieron hasta los momentos finales del medievo. Estos materiales, por tanto, se ha llan también en consonancia con los yacimientos presentados, de los que se conoce una ocupación continuada durante toda la Edad Media. Finalmente, hemos intentado definir, además de los caracteres morfológicos de estas cerámicas y sus decoraciones, las formas de estas vajillas, labor problemática debido a la fragmentación de las piezas. Sin embargo, el principal rasgo comprobado es la falta de diversidad en sus formas, ya que no se pueden distinguir más que ollas y jarras, estando ausentes otras formas más abiertas como pueden ser los platos o las fuentes. Este rasgo es también común en otras producciones peninsulares, lo que debe explicarse, proba blemente, por la utilización tradicional de recipientes de madera y cestería que debió de conllevar la falta de especialización cerámica, como se puede comprobar en el torneado lento de la mayor parte de estas piezas. Los estudios cerámicos, en estos momentos iniciales de la Ar queología Medieval en Asturias, resultan áridos y tal vez demasiado desconectados aún de la reconstrucción histórica de la Edad Media, que es su fin primordial; pero dada su abundancia en los yacimien tos y su capacidad de conservación, la cerámica se convierte en un instrumento imprescindible de la labor arqueológica, y en uno de los pasos iniciales para obtener mejores frutos en la construcción del cuadro general de la evolución humana en los siglos medievales. M ANUEL ENCINAS MARTINEZ 326 I N V E N T A R I O L A M IN A I 1.— Fragm ento de borde. Pasta gris. Desgrasantes finos y micáceos. Torno len to. Superficie interior castaña, superficie exterior castaña con líneas on duladas incisas. Procede de Raíces. línea ondulada incisa. Raíces. lento. Superficie 2.— Fragm ento interior castaña. de borde. Pasta gris. Superficie exterior castaña Desgrasantes finos y con micáceos. una Torno 3.— Fragm ento de base. Pasta castaña. Desgrasantes finos y micáceos. Torno lento. Superficies interior y exterior castañas. Raíces. 4.— Fragm ento de borde. Pasta gris. Desgrasantes arenosos. Torno lento. Su perficie interior gris. Superficie exterior gris con líneas peinadas verticales cortadas por bandas alisadas. Raíces. 5.— Fragm ento de borde. Pasta gris. Desgrasantes arenosos. Torno lento. Su perficie interior gris. Superficie exterior gris con líneas peinadas verticales cortadas por otras horizontales. Raíces. 6.— Fragm ento de borde con el labio ondulado. Pasta castaña. Desgrasantes arenosos. Torno lento. Superficie interior castaña. Superficie exterior cas taña decorada con líneas peinadas verticales cortadas por otras horizon tales. Raíces. L A M I N A II 1.— Fragm ento de base. Pasta gris. Desgrasantes arenosos. Torno lento. Super ficie interior gris. Superficie exterior gris, decorada con líneas peinadas verticales cortadas por otras horizontales. Raíces. 2.— Fragm ento de base. Pasta castaña. Desgrasantes medianos. Torno lento. Superficie interior castaña. Superficie exterior castaña, decorada con lí neas peinadas verticales cortadas por otras horizontales. Raíces. 3.— Fragm ento de pico. Pasta gris. Desgrasantes arenosos. Torno lento. Super ficie interior y exterior castañas. Raíces. 4.— Fragm ento de asa puntillada. Pasta gris. Desgrasantes arenosos. Su perfi cies grises. Raíces. 5.— Fragm ento de asa. Pasta gris. Desgrasantes medianos. Superficies castañas. Decoración puntillada. Raíces. L A M I N A III 1.— Fragm ento superior de una olla. Pasta gris. Desgrasantes arenosos. Torno lento. Superficie interior gris. Superficie exterior gris, decorada con líneas peinadas verticales cortadas por otras horizontales. Raíces. LA CERAMJCA MEDIEVAL EN FORTALEZAS Y CASTILLOS ASTURIANOS 327 Fragm ento de base. Pasta gris. Desgrasantes arenosos. Torno lento. Su perficie interior gris. Superficie exterior gris, decorada con líneas peinadas verticales cortadas por otras horizontales. Raíces. 2.— Fragm ento de borde. Pasta gris. Desgrasantes medianos gruesos y m icá ceos. Torno lento. Superficie interior blancuzca. Superficie exterior blan cuzca con líneas peinadas verticales. Raíces. 3.— Fragm ento de borde. Pasta gris. Desgrasantes micáceos. Torno lento. Su perficie interior blancuzca. Superficie exterior blancuzca con líneas pei“ nadas verticales cortadas por otras horizontales. Raíces. 4.— Fragm ento de borde. Pasta gris. Desgrasantes finos y micáceos. Torno lento. Su perficie interior gris. Superficie exterior gris con líneas peinadas oblicuas. Raíces. 5.— Fragm ento de base. Pasta gris. Desgrasantes finos y micáceos. T orno lento. Su perficie interior castaña. Superficie exterior gris (q uem ad a). Raíces. 6.— Fragm ento de borde. Pasta gris. Desgrasantes finos y micáceos. Torno lento. Superficie interior gris. Superficie exterior gris con restos de decoración de líneas peinadas verticales. Raíces. 7.— Fragm ento de borde. Pasta castaña. D esgrasantes micáceos. Torno lento. Superficie interior castaña. Superficie exterior gris. Procede de Tudela. L A M I N A IV 1.— Fragm ento de borde. Pasta gris. Desgrasantes medianos y gruesos. Torno lento. Su perficie interior castaña. Superficie exterior castaña con líneas peinadas verticales. Raíces. Fragm ento de base. Pasta castaña. Desgrasantes medianos. Torno lento. Superficies interior y exterior castañas. Raíces. 2.— Fragm ento de vaso. Pasta castaña. Desgrasantes medianos y gruesos. T o r no lento. Superficie interior castaña. Superficie exterior castaña con líneas peinadas verticales. Raíces. Fragm ento de base con repié apenas marcado. Pasta gris. Desgrasantes m edianos y gruesos. Torno lento. Superficie interior gris. Superficie exte rior castaña. Raíces. 3 .— Fragm ento de borde. Pasta gris. Desgrasantes medianos. Torno lento. Su perficie interior castaña. Superficie exterior gris con líneas painadas ver ticales. Raíces. 4 .— Fragm ento de asa. Pasta gris. Desgrasantes medianos. Superficies grises. Raíces. 5 .— Fragm ento de asa. Pasta gris. Desgrasantes medianos. Superficies grises. Decoración puntillada. Raíces. L A M IN A V 1 .— Fragm ento de borde. Pasta gris. Desgrasantes m edianos y gruesos. Torno lento. Su perficie interior gris. Superficie exterior gris con líneas peinadas horizontales. Tudela. 2.— Fragm ento de borde Pasta gris. Desgrasantes medianos y gruesos. Torno lento. Superficie interior rojo vinoso. Superficie exterior rojo vinoso. T u dela. 328 M ANUEL ENCINAS MARTINEZ 3.— Fragm ento de jarra. Pasta anaranjada. Desgrasantes medianos y gruesos. Torno lento. Superficies interior y exterior anaranjadas. Raíces. 4.— Fragm ento de asa. Pasta gris. Desgrasantes finos y medianos. Superficie castaña. Tudela. 5.— Fragm ento de asa. Pasta gris. Desgrasantes medianos. Superficies rojizas (rojo vinoso). Decoración puntillada. Tudela. 6.— Fragm ento de base. Pasta castaña. Desgrasantes finos y medianos. Torno lento. Superficies interior y exterior grises. Tudela. 7.— Fragm ento de base. Pasta rojiza. Desgrasantes finos y medianos. Torno lento. Superficie interior rojiza. Superficie exterior rojiza (vinoso). Tudela. L A M IN A VI 1.— Fragm ento de borde. Pasta anaranjada. Desgrasantes arenosos. Torno rá pido. Superficie interior castaña. Superficie exterior castaña con líneas peinadas horizontales, así como u n o s ,trazos incisos. Tudela. Fragm ento de base con repié. Pasta gris. Desgrasantes arenosos. Torno rápido. Superficie interior gris. Superficie exterior castaño oscuro. Tudela. 2.— Fragm ento de borde arenosos. Torno con arranque rápido. de asa. Pasta castaña. Desgrasantes Superficie interior gris. Superficie exterior gris con líneas peinadas horizontales. A sa puntillada. Tudela. 3.— Fragm ento de borde. Pasta gris. Desgrasantes arenosos. Torno rápido. Superficie interior gris. Superficie exterior gris con líneas peinadas hori zontales. Tudela. Fragm ento de base. Pasta castaña. Desgrasantes arenosos. Torno rápido. Superficie interior gris. Superficie exterior gris con líneas peinadas hori zontales. Tudela. 4.— Fragm ento de galbo. Pasta blancuzca. Desgrasantes finos. Torno rápido. Superficie interior blancuzca. Superficie exterior con una capa de vedrío verde, que cubre una decoración de líneas peinadas verticales cortadas p or otras horizontales. Raíces. 5.— Fragm ento de borde. Pasta blancuzca. Desgrasantes finos. Torno rápido. Superficie interior blancuzca. Superficie exterior con vedrío verde que cubre una decoración de líneas peinadas horizontales. Raíces. 6.— Fragm ento de base. Pasta rosada. Desgrasantes finos. Torno rápido. Su perficie interior rosada. Superficie exterior cubierta, en parte, con una capa de vedrío verde, que también cubre una decoración incisa de líneas peinadas horizontales. Raíces. 7.— Fragm ento de asa. Pasta blancuzca. Desgrasantes m uy finos. Superficie interior blancuzca. Superficie exterior cubierta por una verde. Raíces. capa de vedrío LIBROS Autores varios: EL MARQUES DE SANTA CRUZ DE MARCENADO. 300 AÑOS DESPUES.— Insti tuto de Estudios Asturianos.— Oviedo, 1985. Con motivo de la celebración de varios actos en honor del Mar qués de Santa Cruz de Marcenado, el I.D.E.A. organizó también un curso de conferencias sobre distintos aspectos de la vida y obra del Marqués. Fueron pronunciadas en varias sesiones, en el salón de actos del Instituto, desde el mes de noviembre de 1984 hasta el 22 de febrero de 1985. Notabilísimas personalidades ocuparon la cátedra del Instituto de E. A., empezando por el Catedrático Pé rez Montero y siguiendo por el Ministro togado de la Armada D. José Luis Azcárraga, el Coronel diplomado de Estado Mayor D. Miguel Alonso Báquer, el Catedrático de Historia D. Jesús Gon zález, el Magistrado del Tribunal Supremo D. Francisco Tuero Bertrand, el Catedrático D. Julio Fonseca, el también Catedrático D. Gonzalo Anes, el jesuíta P. Patac y terminando con la lección del Director del Instituto de E. A., D. Jesús Evaristo Casariego. A esta lista hubo que dejar de incluir al General de Infantería D. Antonio Maciá Serrano, fallecido pocos días antes de su pro yectada intervención. Este volumen que acaba de aparecer publica todas las confe rencias pronunciadas en el curso organizado para el Tercer Cente nario del Marqués de Santa Cruz. Como dice una nota prologal, este libro es «la más acreditada visión sobre uno de los aspectos de esta ilustre centuria del X V III, a cuya cultura aportó Asturias tantas insignes personalidades, como Campillo, Campoamor, Jove — 330 — llanos, Ibáñez el de Sargadelos y el propio Marcenado, por citar sólo los universalmente conocidos». Y hay que reconocer que una vez más el I.D.E.A., al organizar este centenario, cumplió con su deber de servicio a la cultura as turiana. M ig u e l del R io Celso Amieva: ANTOLOGIA POETICA.— Servicio de Publicaciones de la Comunidad Autónoma del Principado de Asturias.— 1985. José María Alvarez Posada, cuyo seudónimo «Celso Amieva» le ha consagrado en el campo de las letras, es uno de los poetas más significativos de nuestra tierra y uno de los que mejor siente y vive y expresa nuestros pasajes, nuestras costumbres, nuestras vidas. Con una impetuosidad que nos recuerda la fuerza de Camín, se enfrenta con nuestra Asturias y la acaricia, la mima, la fuerza, la avasalla con el abrazo fogoso y apasionado del amor violento. Tiembla todo el cuerpo y se descoyunta el espíritu al leer sus poe mas sobre el hórreo, la fuente, Santamarina y los cantos a tantos lugares de Llanes o sus alrededores, Bricia, Frieres, San Emeterio... Celso Amieva necesita ser más conocido y no constituirse en un galardón de unos pocos privilegiados. A este conocimiento se ende reza esta pequeña antología realizada por Pablo Ardisana, hijo de aquel gran maestro de Hontoria, Nemesio, de recuerdo imborrable. Muchas veces hemos intentado poseer algunas de sus obras. Siempre hemos fallado. No hay posibilidad de tener alguna de ellas. Todo está agotado. Y Asturias merce que se ponga a su alcance la producción de un poeta tan singular, tan vibrante y tan asturiano. M ig u e l del R io Luis Bello: POR LAS ESCUELAS DE ASTURIAS.— Consejería de Educación, Cultura y Deportes.— Principado de Asturias.— En colaboración con Tri buna Ciudadana de Asturias— Gijón, 1985. Por los años 1925 y 26 leía yo todos los días el periódico «E l Debate», que dirigía Angel Herrera Oria, con editoriales de Ma nuel Graña y caricaturas de K.-Hito; a media tarde cambiaba mi — 331 — periódico por «E l Sol», que dirigía Félix Lorenzo, que publicaba folletones de Grandmontagne, caricaturas de Bagaria («D ibujo de almohadón») y deliciosas «Charlas al Sol», de «H eliófilo». Y en aquellos años aparecieron, en este periódico, los viajes a las escue las de España, por Luis Bello. Una tristísima impresión se sacaba de las visitas del periodista y mucho influyó en las determinaciones posteriores del Ministerio de Enseñanza. Ha sido un acierto, de quien haya tenido la originalidad idea, recoger las crónicas referentes a nuestra provincia y ofrecerlas a las generaciones que ni habían oído hablar de este asunto. Sin embargo, Luis Bello tuvo suerte y dio, en nuestra tierra, con escuelas y personalidades destacadas, pudiendo ofrecer al lec tor español el panorama de una educación cuidada, de mecenas generosos, de maestros destacados y eficientes y con escuelas — las visitadas por el escritor— bien dotadas y elogiables. No perdamos de vista, sin embargo, que junto a Bello no andaba lejos el Inspec tor de Enseñanza, director de «La Voz de Asturias» Juan Antonio Onieva, que evitó, seguramente, cuadros no muy edificantes de al gunas escuelas asturianas. Dejando al margen consideraciones, tenemos que aplaudir la decisión de publicar este pequeño volumen, porque además de su interés histórico y documental, tenemos que reconocer, con Juan Benito Argüelles, que «el rescate o descubrimiento de algún libro o escrito sobre Asturias es siempre reconfortante para nosotros». M ig u e l del R io ULTIMAS PUBLICACIONES — Hospitales antiguos de Oviedo, de D. Melquíades Cabal. — Epigrafía Romana en Asturias (nueva edición), de D. Francisco Diego Santos. — Diccionario minero astur (nueva edición), de D. César Rubín. — La cuestión hullera en Asturias, de D. Juan Antonio Vázquez. — Las Cruces de Oviedo, de D. Helmut Schlunk. — El habla del sudeste de Parres, de D.a Celestina Vallina Alonso. — La escultura barroca en Asturias, de D. Germán Ramallo. — E l Marqués de Santa Cruz de Marcenado 300 años después, varios autores. — Orígenes sociales de la Monarquía Asturiana, de D. José Ma nuel Gómez-Tabanera. — 332 — PUBLICACIONES EN PRENSA — Discurso de Ingreso del Sr. Novalín. — Navia medieval, de D. Jesús Martínez. — E l léxico de la fauna marina en los puertos pesqueros de Astuturias central, por D. Emilio Barriuso. — San Tirso a través de la Historia, de D. Feliciano Redondo. — E l Cancionero de Torner (tercera edición). — Diccionario Asturiano de González Posado, S. X V III, con estu dio de D. Marino Busto. NECROLOGICA DON LORENZO RODRIGUEZ CASTELLANOS Al entrar en prensa este número de nuestro «B oletín» fallecía, en Oviedo, D. Lorenzo Rodríguez Castellanos, miembro fundador de nuestro «Instituto» y destacada personalidad en Asturias. En el Sr. Castellanos habría que estudiar muchos aspectos en los que fue figura preeminente y sus trabajos le dieron merecida fama y a nuestra provincia destacado puesto en varios campos. El Sr. Lorenzo Rodríguez Castellanos había nacido en el pueblecillo de Besullo (Cangas del Narcea) a principios de siglo. Hizo sus estudios en Madrid y pronto se relacionó con las grandes figu ras españolas de la crítica histórica y filológica, de las que Ramón Menéndez Pidal habría de ser su Maestro preferido y modelo inspi rador. Junto con él y con el fonólogo Tomás Navarro Tomás, se inició la formación del «Atlas Lingüístico de la Península», que que dó interrumpido por la guerra que separó al trío de estudiosos. Unicamente, en el año 1950 el Consejo Superior de Investigaciones Científicas creyó oportuno reanudar la obra grandiosa que se ha bía iniciado y encomendó al Sr. R. Castellanos de la tarea. Así pudo llegar a publicarse el primer tomo de trabajos que quedan aún sin completar. Rodríguez Castellanos tuvo también otra actividad sobresalien te en nuestra provincia. Colocado al frente de la Biblioteca Provin cial de Oviedo, formada a instancias del mismo, dándole una vita lidad que ha exigido la ampliación de sus locales y el aumento progresivo de lectores, sobre todo jóvenes. — 334 — Fue nombrado luego Director del Centro Coordinador de Biblio tecas y es entonces cuando logra llenar de ellas nuestra tierra, haciéndola ocupar el número uno de las provincias españolas. Pero quizá en lo que tuvo más aportación científica fue en los temas filológicos y dialectales. Nosotros le hemos acompañado en alguna de sus actuaciones para determinar con precisión algún fenómeno lingüístico, por ejemplo, el límite de las terminaciones bables de -as y -es. Como muestra de su labor filológica, véase la lista de sus tra bajos en este aspecto: «La variedad dialectal del alto Aller», con prólogo de R. Menéndez Pidal, publicada por el I.D.E.A. en 1952. «Aspectos del habla occidental» (Premio Luis Vives, 1953), edi tado por el I.D.E.A. en 1954. «La aspiración de la «h » en el Oriente de Asturias», publicada por el I.D.E.A. ya en 1946, a poco de su constitución. «La palatización de la «1» inicial en la zona de habla gallega», publicada en el Boletín del I.D.E.A. en 1948. «A propósito de unos romances de Danza Prima», publicado en el Boletín del I.D.E.A. en 1951. «E l pronombre personal en el asturiano», publicado en el Bo letín del I.D.E.A. en 1952. «Industria popular del hierro: El mazo», publicado en el Bole tín del I.D.E.A. en 1954. «Una aportación valiosa», publicado en el Boletín del I.D.E.A. en 1955. «Más datos sobre la inflexión vocálica en la zona centro-sur de Asturias», publicado en el Boletín del I.D.E.A. en 1955. «E l posesivo en el dialecto asturiano», publicado en Boletín del I.D.E.A. en 1957. Pero D. Lorenzo R. Castellanos tiene también para nosotros otra faceta digna de destacar: su labor en nuestro Instituto de Estudios Asturianos. Fue miembro fundador y perteneció y trabajó en él hasta sus últimos años, en los que no pudo, por razones lógi cas de salud y vigor, colaborar activamente. Pero bajo su dirección y orientación estuvo toda la labor de selección y crítica de origina les para los numerosos libros que el Instituto ha publicado; la organización y formación de la Biblioteca general y de la asturiana en general, así como toda la compleja labor que supone la activi dad literaria del Instituto. — 335 — Triste es para nosotros la desaparición de tan buen amigo, de tan perfecto erudito y bibliófilo como bellísima persona en su tra to particular. Nuestro Instituto está de luto y con toda razón. Sin embargo su presencia será constante en nuestro cotidiano quehacer en honra y pro de Asturias. M. de R. L I B R O S A u tores varios.— E l M arq u és de Santa Cruz de M arcenado. 300 años después, p o r M igu el del R ío .................................................................... 329 Celso A m iev a .— A ntología poética, por M iguel del R ío .................................... 330 L u is Bello.— P o r las escuelas de Asturias, por M igu el del R ío .................. ...... 330 U ltim as publicaciones ............................................................................................. 331 Publicaciones en prensa ................................................................................... .......332 N E C R O L O G I C A Don Lorenzo Rodríguez Castellanos, por M . de R ........................................ 333 INSTITU TO DE ESTUDIOS ASTURIANOS P R E S ID E N TE : I ltm o. S r. D. M anuel Fernandez de la Cera D IR E C T O R : D . Je s ú s E v a r is t o C a s a r ie g o SEC RETAR IO G E N E R A L : D. Luís M .a F e r n a n d e z C a n t e l i D IR E C TO R DEL B O L E T IN : D . Jo s é M . a F e r n a n d e z P a j a r e s P R E C IO DE S U S C R IP C IO N ANUAL España. I 500 pesetas. Extranjero. 1.800 pesetas. Número suelto: España. 500 pesetas. Extranjero, (¡00 pesetas. Dirección: Plaza Porlier.— OVIEDO Esta revista no es responsable de las opiniones expuestas p or sus colaboradores I DEA