Taller 7 - Asociación de Historia Contemporánea
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Taller 7 - Asociación de Historia Contemporánea
Taller 7 El mundo rural en la España contemporánea: conflictos, consensos, vigencias Coordinadores: Vicente Cendrero Almodóvar y Ángel R. del Valle Calzado (Universidad de Castilla –La Mancha), José María Lana Berasain (Universidad Pública de Navarra) y David Soto Fernández (Universidad Pablo de Olavide) [email protected]; [email protected]; [email protected]; [email protected] Textos aceptados: 13 Álamo García, Silvia del (Universidad de Castilla – La Mancha), “Intereses particulares frente a derechos colectivos: conflictos en torno al Monte de Robledo de Montalbán (Toledo) durante la Restauración”………………………..…………………..………….3 Arnabat, Ramón y Gavaldá, Antoni (Grupo de investigación ISOCAC de la Universitat Rovira i Virgili), “El cooperativismo agrario catalán: un espacio de sociabilidad y ciudadanía (1887-1939)” económico-social permanente (18881939)”…………..........................................................................................................…25 Botella Rodríguez, Elisa (Universidad de Salamanca), “Desigualdad económica y restricciones en el acceso a la tierra, desafíos persistentes en la historia rural (19002015)”………………………………………………………………………………..…47 Cabana Iglesia, Ana (Universidade de Santiago de Compostela), "En femenino plural. La perspectiva de género en la historia rural"……………………………………………....77 Carmona, Juan y Simpson, James (Universidad Carlos II de Madrid), “¿Campesinos unidos o divididos? La acción colectiva y la revolución social entre los yunteros durante la Segunda República en España (1931-1936)”………….......................................……93 Collantes, Fernando (Universidad de Zaragoza), “”¡Es una tijera!: oferta, demanda y epistemología en la histoira del sistema alimentario”…………….....……….……..…129 Ferrer Gálvez, Francisco (Universidad de Almería), “Conflictos y consensos en la construcción del Mar de Plástico”……………………....…………………………….149 Iver Medina, Paz (Universitat Jaume I), “Huelgas y conflicto social entre los pescadores tradicionales. Costa cantábrica, 1850-1930”……………………………….………….161 Martín-Retortillo, Miguel (Universidad Pompeu-Fabra), “Transformaciones agrarias desde la historia económica cuantitativa: una visión de la producción y productividad agraria europea, 1950-2005”…………………………………………………………..179 1 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | Medina-Albadalejo, Francisco José (Universitat de València), “Cooperativismo y desarrollo rural en el viñedo español durante el siglo XX”…………………………....201 Ortega Santos, Antonio (Universidad de Granada), “Matrices Ambientales-Decoloniales para el estudio de los conflictos rurales en España. Praxis de la resistencia en el sur mediterráneo”…………...…………………………………………………….........…227 Saldaña Fernández, José (Universidad de Valparaíso), “La politización en el mundo rural a principios de la contemporaneidad: aproximaciones desde el suroeste peninsular”…247 Serrano González, Ana (Universidad de Girona), “La modernización del sector agrario español: una evaluación de su impacto sobre los recursos hídricos”…………………..267 2 Intereses particulares frente a derechos colectivos: conflictos en torno al monte de Robledo de Montalbán (Toledo) durante la Restauración Silvia del Álamo García1 Universidad de Castilla- La Mancha Introducción Durante las primeras décadas del siglo XIX, la revolución liberal supuso el desmantelamiento del Feudalismo y la implantación de un nuevo modelo económico de producción capitalista basado en el mercado y en las relaciones de libre cambio. La implantación del capitalismo en el campo no sólo alteró los derechos de propiedad, sino también los usos tradicionales de la tierra y, en consecuencia, las relaciones sociales y la cultura política de la época. Pues bien, en este contexto de nuevas prácticas y comportamientos se enmarca el presente estudio de caso que analiza una modalidad del conflicto surgido por la “desarticulación” del comunal: el desatado entre los pueblos y los particulares en torno a la titularidad de la tierra y los aprovechamientos derivados de ella2. 1 Silvia del Álamo García es investigadora predoctoral de Historia en la Universidad de Castilla- La Mancha. Dirección para correspondencia: Facultad Letras, Avenida Camilo José Cela s/n, Ciudad Real 13071. [email protected] 2 Antonio Ortega Santos propone la categoría “desarticulación” para referirse a las múltiples estrategias de individualización de la tierra y la alteración de los usos agrícolas tradicionales. Véase: Antonio ORTEGA SANTOS: “La desarticulación de la propiedad comunal en España, siglos XVIII-XX: una aproximación multicausal y socioambiental a la historia de los montes públicos”, Ayer, 42 (2001), pp. 191-211. Para conocer el estado actual de los estudios forestales, consúltese: José Ignacio JIMÉNEZ BLANCO: “El monte: una atalaya de la Historia”, Historia Agraria, 26 (2002), pp. 141- 190. Xesús, LOPÉZ BALBOA: “La historia de los montes públicos españoles (1812- 1936): un balance y algunas propuestas”, Historia Agraria, 18, pp. 96- 128. Un estado de la cuestión sobre conflictos desatados en el medio rural por el control de los recursos naturales puede encontrarse en: Francisco COBO ROMERO, Salvador CRUZ ARTACHO y Manuel GONZÁLEZ DE MOLINA NAVARRO: “Privatización y protesta campesina en Andalucía 3 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | Fuentes empleadas Metodológicamente se trata de una investigación monográfica apoyada en un análisis crítico de las investigaciones ya realizadas, y que aparecen citadas a pie de página, y en la consulta de una variada tipología de fuentes primarias. Para empezar era necesario conocer la legislación forestal de la época. Los textos jurídicos más relevantes están digitalizados y pueden consultarse en la página web del Boletín Oficial del Estado. Para conocer el resto de disposiciones es necesario recurrir a las clásicas compilaciones legislativas editadas en papel. Las más completas, y por lo tanto la más recomendables, son las de Alcubilla y Aranzadi3. Para conocer la evolución de la propiedad se ha echado mano de la Clasificación general de montes públicos de 1859, el Catálogo de los montes exceptuados de la desamortización de 1862 y el Catálogo de los montes de utilidad pública de 19014. En algunos casos, la fiabilidad de esta fuente es cuestionable, pero en general es una buena fuente de información para aproximarse a la reconstrucción de la historia de la propiedad pública de los montes públicos españoles. Desde el punto de vista productivo, los Planes Provisionales de Aprovechamiento Forestal son una fuente válida para conocer la riqueza forestal de nuestros montes desde finales del siglo XIX. El origen de estos planes de aprovechamiento puede variar en cada provincia. En el caso de Toledo, el más antiguo que se ha encontrado es el correspondiente al año forestal 1876- 18775. Estos documentos contienen dos cuadros estadísticos, uno se Oriental (1836- 1920), Agricultura y Sociedad, 65, (1992), pp. 253-302. Algunos estudios de caso sobre historia social y conflictos en el medio rural son: Manuel GONZÁLEZ DE MOLINA y Antonio ORTEGA SANTOS: “Bienes comunes y conflictos por los recursos en las sociedades rurales, siglos XIX-XX”, Historia Social, 38, (2000), pp. 95-116. Óscar BASCUÑÁN AÑOVER: “La lucha por los montes. Conflicto y política en la sierra de Cuenca durante la Restauración”, Historia Agraria, 61, (2003), pp. 45- 77. Joseba de la TORRE y José María LANA BERASAÍN: “El asalto a los bienes comunales. Cambio económico y conflictos sociales en Navarra, 1808- 1936”, Historia Social, 37, (2000), pp. 75- 95. Carmen FRÍAS: “Conflictividad, protesta y formas de resistencia en el mundo rural. Huesca, 1980- 1914”, Historia Social, 37 (2000), pp. 97- 118. Eduardo RICO BOQUETE: “Política forestal y conflictividad social en el noroeste durante el primer franquismo, 1939- 1959”, Historia Social, 38, (2000), pp. 117- 140. 3 Marcelo MARTÍNEZ ALCUBILLA (Dir.): Diccionario de la administración española: compilación de la novísima legislación de España en todos los ramos de la administración pública. Madrid, apéndices. Thomson REUTERS ARANZADI: Repertorio de jurisprudencia, Aranzadi, Pamplona. 4 ICONA: Catálogo de Montes Públicos exceptuados de la desamortización, 1862. Madrid, 1991. ICONA: Catálogo de Montes Públicos exceptuados de la desamortización (suplemento), 1864. Madrid, 1991. ICONA: Rectificación del Catálogo de los Montes Públicos exceptuados de la desamortización (1877-1896). Madrid, 1992. ICONA: Catálogo de los Montes Públicos y demás terrenos forestales exceptuados de la desamortización por razones de utilidad pública (1901). Madrid, 1993. 5 En el Archivo del Ministerio de Agricultura se encuentran los expedientes desde los inicios hasta 1915. Los posteriores a dicho año se encuentran en el Archivo General de la Administración. 4 refiere a los montes exceptuados de la desamortización y el otro a los enajenables. En este trabajo sólo se tendrán en cuenta los montes exceptuados. Los diferentes estados de los cuadros se refieren a: 1º al número del monte en el Catálogo, 2º terreno poblado en hectáreas, 3º método de beneficio, 4º turno, 5ºclase de edad dominante y 6º superficie aprovechada en hectáreas. A continuación aparecen las casillas correspondientes a los distintos productos: productos leñosos (maderas, leñas y ramaje), pastos, ramón, corteza, frutos, caza, etc. A su vez, cada producto contiene varios estados en los que se informa sobre la cantidad, la especie y el valor de los productos. La lectura de las tablas se apoya en una memoria redactada por el ingeniero jefe del distrito en la que se justifican los productos propuestos para su aprovechamiento, y en ocasiones también se conservan las memorias de ejecución, útiles para conocer la marcha de los proyectos. Por otro lado se ha realizado una cata en los principales periódicos de la época con el objetivo de obtener información que arrojara más luz al caso. Sin embargo, los resultados no han sido demasiado favorables. En cambio sí hubo más suerte con la búsqueda de artículos de revistas científicas de la época, lo que ha sido especialmente útil para conocer el pensamiento y la doctrina forestal del momento6. Por último, el grueso de la información que aparece en este trabajo se ha obtenido del Archivo de la Dirección General del Medio Ambiente y Política Forestal (“expediente de exclusión del Monte de Robledo de Montalbán”). Robledo de Montalbán en el contexto de la política forestal. La privatización de la tierra, clave de las políticas de los liberales. A comienzos del siglo XIX, España era un país de base fundamentalmente agraria. Según el censo de Floridablanca de 1787, el 71,5% de la población activa estaba ocupada en el sector primario7. La industria, salvo en algunos puntos como en Cataluña, tenía muy poco relieve8 y el comercio se basaba, también, en los intercambios de productos 6 Revista de Montes, Montes e Industrias, España Forestal, Montes y plantíos, etc. Rafael ANES ALVAREA: “Pensamiento agrario de los ilustrados asturianos” en MINISTERIO DE AGRICULTURA. Estructuras agraria y reformismo ilustrado. Madrid, Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación, Secretaria General Técnica, 1989, p. 529. 8 Agustín ENCISO: El nacimiento del capitalismo en Europa. Pamplona, Eunate, 2011. Sobre la burguesía catalana, véase: Antoni JUTGLAR: Historia crítica de la burguesía en Cataluña. Barcelona, Anthropos, 1984. 7 5 agrarios9. Los productos industriales que se llevaban a América provenían en buena medida de Europa porque en España no había un tejido productivo suficiente como para abastecer los mercados ultramarinos10. Esto explica que la mayoría de los cambios propuestos para que el Estado entrara en una dinámica de prosperidad y crecimiento estuvieran dirigidos a transformar el sector agrario. Es lógico que esto fuera así, no sólo porque la agricultura era el sector que reportaba mayores ingresos al Estado, sino porque era la rama en torno a la cual se concentraba el mayor volumen de población activa y por tanto, alrededor de la que se tejían todos los conflictos, aspiraciones y deseos de la sociedad. En este sentido, es de justicia citar a Ángel García Sanz quien ha resumido las características generales de la reforma agraria: la primera, la abolición del régimen señorial; la segunda, la desvinculación de mayorazgos y por último, la desamortización11. Con estas medidas los liberales pretendían erradicar la vinculación estamental de las tierras y fijar una forma de propiedad libre y circulante sobre la que el propietario tuviera plenas facultades para actuar y cuyo precio lo fijara el mercado a partir de la ley de la oferta y la demanda. Por tanto, es una forma de propiedad plena, tal y como la entendemos hoy en día, sin embargo en la época supuso toda una auténtica revolución porque vino a acabar con el ordenamiento feudal tradicionalmente impuesto. Se retoma así, el modelo de propiedad presentado a finales del siglo XVIII por Jovellanos en su Informe sobre la Ley Agraria12. No obstante, cincuenta años después de que Jovellanos presentara su Informe en la Sociedad Económica Matritense, aquella exacerbación al liberalismo económico fue corregida con los nuevos aportes de las ciencias naturales como ser verá más adelante. En nuestro país este nuevo planteamiento de signo liberal adquirió carta de naturaleza en 1855 al hacer efectiva la Ley de Desamortización General del 1 de mayo de dicho año. Es verdad que la desamortización comienza mucho antes pero elegimos esta fecha como punto de arranque por el alcance que tuvo para los bienes comunales. Pedro RUIZ TORRES: “Reformismo e Ilustración” en Josep FONTANA y Ramón VILLARES. Historia de España (vol. 5). Barcelona, Marcial Pons, 2008, p. 572. 10 Sobre la burguesía mercantil del siglo XVIII véase: Carlos MARTÍNEZ SHAW: Cataluña en la carrera de Indias, 1680- 1756. Barcelona, Crítica, 1981. Pedro MOLAS RIBALTA: La burguesía mercantil en la España del Antiguo Régimen. Madrid, Cátedra, 1985. 11 Ángel GARCÍA SANZ y Ramón GARRABOU (eds.): Historia agraria de la España contemporánea. Cambio social y nuevas formas de propiedad (1800- 1850) (Vol. 1). Barcelona, Crítica, 1985, pp. 7- 103. 12 Gaspar MELCHOR DE JOVELLANOS: Espectáculos y diversiones públicas: Informe sobre la ley agraria. Madrid, Cátedra, 1977. 9 6 La Ley de Desamortización General de 1855 declaró en estado de venta “todos los predios rústicos y urbanos, censos y foros pertenecientes al Estado, el clero, a los propios y comunes de los pueblos y a cualesquiera otros pertenecientes a manos muertas”, pero, en el artículo segundo, exceptuaban de lo dispuesto en el artículo anterior “los montes y bosques cuya venta no crea oportuna el Gobierno” y “los terrenos que son hoy de aprovechamiento común”13. Para hacer efectivo esto último, el gobierno encargó a la Junta Facultativa de Montes que redactara un informe justificando qué montes debían superar la desamortización14. Y esto tiene una enorme trascendencia porque supone reconocer dos cosas: en primer lugar, que los montes, por sus propias características naturales, tienen efectos saludables sobre las sociedades y por eso interesa conservarlos y, segundo, que el Estado es el único capacitado para garantizar su conservación, lo que supone admitir ciertos límites a la propiedad privada. Con el paso del tiempo, los criterios de excepción fueron cambiando y se fueron haciendo más restrictivos, y por eso este fue siempre un campo abonado para el estallido de conflictos. La defensa del monte en España y la tutela del Estado. La preocupación por la conservación del monte no es ninguna novedad contemporánea. Sin embargo, a principios del siglo XIX, la sociedad española estaba en fase de profunda transformación, lo que tuvo consecuencias inmediatas sobre la conservación del monte y sus riquezas naturales. Las mejoras fitosanitarias provocaron un aumento de la población que se tradujo en el incremento de las demanda de productos agrícolas. Y dado que las innovaciones tecnológicas fueron muy modestas, el aumento de la producción sólo pudo alcanzarse poniendo en cultivo nuevas tierras, con lo que aumentó la presión sobre los montes. Buena muestra de ello son las roturaciones de espacios forestales, sobre todo, los más próximos a los núcleos de población. Las roturaciones se realizan por medio de las rozas, una técnica que consistía en talar los árboles y quemarlos. Con este procedimiento se eliminaba el arbolado y a la vez, las cenizas servían de abono para el suelo. Las tierras se cultivaban durante varios años mientras duraba la fertilidad del suelo, sin embargo, después de unos años se abandonaban y sin cubierta vegetal, el suelo quedaba desprotegido y sufría acusados procesos erosivos. 13 Ley de 1 de Mayo de 1855 sobre bienes declarados en estado de venta, y condiciones generales de su enajenación. 14 Real decreto disponiendo lo conveniente para la ejecución del art. 2º de la ley de desamortización de 1º de Mayo último en la parte relativa a los montes. 7 Otro de los elementos característicos de la destrucción de los montes es el pastoreo. Primero porque los brotes tiernos de los árboles jóvenes son devorados por los animales que, con sus bruscos movimientos, también imposibilitan la regeneración de las plantas. La expansión industrial también supuso una amenaza para la sostenibilidad de los montes porque para desarrollarse necesitaban de materias primas, leña como combustible y madera como material de construcción para el levantamiento de infraestructuras. El desarrollo de las comunicaciones, muy especialmente la demanda de madera para la elaboración de traviesas para el ferrocarril, y la construcción de obras públicas en las ciudades, también exigió enormes cantidades de madera que tuvieron que salir de los montes. Pues bien, en este contexto de desarrollo económico, industrial y crecimiento poblacional que se dio en España durante las primeras décadas del siglo XIX, poco a poco, se empieza a ver la necesidad de proteger los montes y adaptar su gestión a las necesidades de los nuevos tiempos, y con esta intención se crea la Escuela de Ingenieros de Montes en 1846 con sede en Madrid, en el pueblo de Villaviciosa de Odón. La iniciativa partió de diferentes personalidades vinculadas al gobierno, al ámbito académico y a algunas instituciones ilustradas como el Jardín Botánico de Madrid o la Sociedad Económica Matritense de Amigos del País. Con todo, el momento exacto del despegue de la ciencia forestal española se produjo cuando se tomó la decisión de enviar a Agustín Pascual y Esteban Boutelou a Alemania para que completaran su formación. Agustín Pascual destacó por ser alumno aventajado de Antonio Sandalio de Arias, naturalista, que impartía clases de agricultura en el Jardín Botánico de Madrid. Esteban de Boutelou provenía de una familia de prestigiosos botánicos también ligados al Jardín Botánico de Madrid. Ambos obtuvieron una beca para desarrollar sus estudios en la escuela alemana de Tharandt. La escuela era una de las más prestigiosas de toda Europa porque fue fundada y estuvo dirigida Heinrich Cotta, considerado padre de la moderna ciencia forestal15. Agustín Pascual supo rentabilizar muy bien su estancia en el extranjero y de vuelta en España difundió los conocimientos aprendidos. Lo más novedoso son las condiciones básicas que creen necesarias para la conservación de las riquezas naturales. La primera, la existencia de un cuerpo de técnicos facultativos especializados en la gestión y administración del monte. La segunda, que hay determinados bienes que por 15 Vicente CASALS COSTA: Los ingenieros de montes en la España contemporánea, 1848-1936, Barcelona, Ediciones del Serbal, 1996. Josefina GÓMEZ MENDOZ: Ciencia y política de los Montes Españoles (1848-1936). Madrid, ICONA, 1992. 8 sus propias condiciones naturales, tienen una “utilidad pública” para las comunidades y por ello deben exceptuarse de la desamortización16. Sin embargo, la iniciativa privada, cegada por la obtención de rendimientos inmediatos, no es capaz de reconocer estas virtudes y por eso el monte alto y maderable debe permanecer en manos del Estado por el ser único garante de la conservación y administración de este tipo de monte. En definitiva, y con la intención de recapitular lo dicho hasta ahora, la llegada a España de las nuevas doctrinas económicas de signo liberal, junto con la existencia en el país de circunstancias favorables a la asunción de los nuevos preceptos económicos, será lo que explique el triunfo del Liberalismo. En ese contexto, marcado por las dificultades económicas y financieras y por el deseo de minar el poder económico de los grupos sociales sobre los que se asentaba el Absolutismo, es donde debe enmarcarse la desamortización de la riqueza forestal. Los montes que a partir de mediados del siglo XIX fueron desamortizados pasaron a depender del Ministerio de Hacienda, mientras que los montes exceptuados de las ventas quedaron bajo la tutela del Ministerio de Fomento a través del Cuerpo de Ingenieros Forestales que fue constituido por aquel entonces. La intervención estatal sobre los montes públicos alteró las formas de vida y las prácticas tradicionales de las comunidades campesinas, esto, necesariamente, tuvo que provocar resistencias entre los más afectados. En la mayoría de las ocasiones esas resistencias no superaron la esfera de lo local y consistieron en seguir desarrollando las “mismas prácticas de siempre” aún a sabiendas de que, desde entonces, la administración liberal había tipificado como delitos muchas de esas actuaciones tradicionales. Conflictos entre los grandes propietarios y las comunidades: Robledo de Montalbán El monte de Robledo de Montalbán está enclavado en el término municipal de Menasalbas, situado a unos cincuenta kilómetros al norte del parque Nacional de Cabañeros y en contacto con las primeras estribaciones de la formación montañosa de los Montes de Toledo. Vicente CASALS COSTA: “Defensa y ordenación del bosque en España: ciencia, naturaleza y sociedad en la obra de los ingenieros de montes durante el siglo XIX”, Geocrítica, 73, (1996) pp. 1-67. 16 9 Mapa 1. Situación de Robledo de Montalbán en el mapa de la provincia de Toledo Fuente: www.zonu.com Desde el punto de vista de la propiedad, el monte de Robledo de Montalbán superó todos los embates desamortizadores del siglo XIX y por eso figura en la Clasificación General de los Montes Públicos de 1859, el Catálogo de Montes Exceptuados de la Desamortización de 1862 y el Catálogo de Montes de Utilidad Pública de 1901 como perteneciente “a la mancomunidad de Menasalbas y otros pueblos” (el Carpio y la Puebla de Montalbán)17. En 1859 este monte era uno de los de mayores dimensiones de toda la provincia con 7680 hectáreas según la cifra que adscriben los ingenieros forestales en la Clasificación de ese mismo año. En ese tiempo, de los 217 montes exceptuados de la desamortización en la provincia de Toledo, Robledo de Montalbán ocupaba el puesto noveno en el ranking de los más grandes en extensión. Sin embargo, con el paso del tiempo su superficie experimenta una evolución tendente a la baja pues pasa de las 7680 hectáreas en 1859, a tener 3699 hectáreas en 1962 y finaliza con unas 2808 hectáreas en 1901. 17 Para conocer los antecedentes puede consultarse la tesis doctoral de Florencio HUERTA GARCÍA: El señorío de Montalbán y la casa de Uceda durante la Edad Moderna. Tesis doctoral, Universidad Complutense de Madrid, 2008. 10 Tabla 1. Montes con mayor cabida aforada. Provincia de Toledo, 1859. % sobre la Extensión (Has.) superficie total de la provincia Id Ayuntamiento Nombre de los montes 1º Yébenes Las Guadalerzas 39.680 10,94% 2º Yébenes Montes de Yébenes 19.200 5,30% 3º Navalucillos Sierra de Navalucillos 16.000 4,41% 4º San Pablo Monte de San Pablo 12.800 3,53% 5º Torrecilla Torrecilla 12.800 3,53% 6º 10.240 2,82% 7º Ventas con Peña Aguilera Martin Dominguez y Sierras del Vedado Robledo del Mazo Sierras del Robledo 8.960 2,47% 8º Santa Cruz de la Zarza Monte Encinar 8.192 2,26% 9º Menasalbas Robledo de Montalbán 7.680 2,12% Fuente: Clasificación General de los Montes Públicos de 1859. Llama la atención que en un periodo tan corto como el que va entre 1859 y 1862, el monte llegara a perder más de la mitad de su superficie original. Parecen unas cifras muy exageradas tanto para tratarse de variaciones de ajuste o corrección de los valores iniciales como para tratarse de ventas, pues se estaría hablando de la enajenación de cerca de 4000 hectáreas. En cualquier caso esto permite cuestionar la fiabilidad de la fuente. Sin embargo, no es mi intención ofrecer interpretaciones aventuradas por lo que baste por ahora con dar cuenta de lo llamativos que resultan los datos y de anunciar que es cuestión interesante sobre la que convendría seguir avanzando en el futuro, no sólo porque las variaciones de cabida sean escandalosas por sus valores, sino porque me consta por las fuentes que fue un monte altamente codiciado por su buen estado de conservación gracias a que fue uno de los pocos que estuvo aprovechado bajo un sistema de cortas regulares. Por otro lado, hay que tener en cuenta lo determinante que resultó para el mantenimiento de los pueblos vecinos y para la satisfacción de los intereses económicos de las oligarquías rurales. Por eso sorprende que ante un proceso de pérdida de la propiedad forestal tan sobresaliente, no hubiera reacciones por parte de los usufructuarios, o tal vez la hubo y nosotros no hemos podido encontrarlas. Es, por tanto, un monte con unas vicisitudes importantes al que no queremos perderle la pista pues consideramos que puede revelar determinadas dinámicas del momento histórico que se trata de analizar. Las especies arbóreas dominantes en Robledo de Montalbán son las propias del bosque mediterráneo: roble, encina, alcornoque, acebuche, etc., con la presencia de otros ejemplares más característicos de las zonas húmedas como son el olmo, el fresco, el álamo, etc. 11 Atendiendo a las condiciones de origen y crecimiento de la masa arbórea, el método de beneficio elegido es el monte bajo, caracterizado por asegurar la regeneración de la masa mediante la reproducción de los individuos por brotes de cepa o de raíz y por limitar su duración de corta a edades cortas. Todo lo anterior explica que desde el punto de vista económico, los principales aprovechamientos del monte sean las leñas, las maderas de pequeñas dimensiones resultado de las podas, los pastos y, con menor representación en el conjunto de la renta, los frutos. Los pastos cumplen una función determinante para garantizar el mantenimiento de la cabaña ganadera y el aprovechamiento de maderas resulta clave para cubrir las necesidades los hogares colindantes, tanto como materia prima para la construcción y reparación de las casas, como combustible para la obtención de energía térmica y luminosa. El siguiente cuadro permite conocer la importancia económica del monte sobre el conjunto del patrimonio forestal de la Provincia, de lo que se desprende que se trataba de un monte imprescindible porque en la mayoría de los años llega a representar una décima parte del total de la producción generada por los montes públicos toledanos. 12 Tabla 2. Tasación de los productos leñosos, pastos y frutos en el monte de Robledo de Montalbán (1876- 1901) Años Importe en pesetas % sobre la producción total de los montes de la Provincia 1876 12.500 18,76% 1877 9.745 12,15% 1878 12.500 14,55% 1879 11.750 14,57% 1880 7.750 10,15% 1881 11.288,75 14,16% 1882 8.100 9,90% 1883 10.864 12,27% 1884 11.168 11,28% 1885 10.320 11,26% 1886 11.168 13,78% 1887 9.360 13,04% 1888 10.350 13,22% 1889 9.150 11,06% 1890 5.700 7,92% 1891 10.500 14,73% 1892 10.950 14,59% 1893 9.900 15,47% 1894 10.800 16,71% 1895 - - 1896 10.050 13,12% 1897 10.050 12,96% 1898 9.150 13,63% 1899 11.775 15,93% 1900 12.350 16,11% 1901 11.955 15,46% Fuente: elaboración propia a partir de los P.A.F. para los años forestales 1876- 1901. Provincia de Toledo. 13 Tabla 3. Aprovechamiento de leñas y pastos en el monte de Robledo de Montalbán (1876- 1901) Leñas gruesas (estéreos) Años 1876-1877 1877-1878 1878- 1879 1879- 1880 1880- 1881 1881- 1882 1882- 1883 1883- 1884 1884- 1885 1885- 1886 1886- 1887 1887- 1888 1888- 1889 1889- 1890 1890-1891 1891-1892 1892-1893 1893-1894 1894-1895 1895-1896 1896-1897 1897-1898 1898-1899 1899-1900 1900-1901 1901-1902 Robledo de Montalbán (A) 1.852 1.398 6.666 5.200 2.000 4.831 1.900 3.200 3.400 2.700 3.400 1.700 2.000 2.305 1.200 2.200 2.350 1.750 2.140 1.900 2.000 1.500 1.880 2.600 1.600 Producción del total de montes % A sobre B de la provincia (B) 5.082 36,44% 16.281 8,59% 26.467 25,19% 11.014 47,21% 7.948 25,16% 8.523 56,68% 4.987 38,10% 9.150 34,97% 8.750 38,86% 9.050 29,83% 8.100 41,98% 3.900 43,59% 4.750 42,11% 4.466 51,61% 3.030 39,60% 3.762 58,48% 4.579 51,32% 3.362 52,05% 3.843 55,69% 2.845 66,78% 3.006 66,53% 2.320 64,66% 2.730 68,86% 3.710 70,08% 2.514 63,64% Pastos (nº de cabezas de ganado) Robledo de Montalbán (A) 3.050 2.600 3.000 3.500 3.500 3.500 3.500 4.000 4.000 4.000 4.000 4.000 4.000 3.000 2.310 4.180 4.180 4.400 1.984 4.000 - Producción del total de montes de la provincia (B) 34.512 37.743 40.093 38.426 37.025 39.190 37.620 39.270 40.076 41.660 41.780 38.140 37.260 36.470 34.580 35.750 35.950 34.120 32.620 38.520 - % 8,84% 6,89% 7,48% 9,11% 9,45% 8,93% 9,30% 10,19% 9,98% 9,60% 9,57% 10,49% 10,74% 8,23% 6,68% 11,69% 11,63% 12,90% 6,08% 10,38% - Fuente: elaboración propia a partir de los P.A.F. para los años forestales 1876- 1901. Provincia de Toledo. “Según carta ejecutoria del Ayuntamiento”, tanto los pueblos mancomunados como Doña Amalia Pacheco tenían reconocidos derechos de disfrute sobre los productos forestales aunque estos derechos no se dieran en plano de igualdad. Los pueblos estaban autorizados a aprovechar todos los productos que necesitasen para satisfacer sus necesidades con el único óbice de cumplir con lo preceptuado por el técnico forestal en materia de explotación forestal, mientras que Doña Amalia Pacheco sólo estaba facultada para aprovechar los sobrantes de los pueblos una vez que aquéllos hubieran cubierto sus 14 carencias, esto quiere decir que los derechos de disfrute no se daban en plano de igualdad18. Sin embargo, a comienzos del siglo XX, doña Amalia Pacheco tratará de modificar ese estado de cosas en beneficio propio. Y aquí es donde situamos el inicio de una larga serie de litigios en torno a la propiedad del monte y los aprovechamientos derivados de ella, en una pugna constante entre los intereses particulares de las oligarquías del momento y determinados derechos comunales reconocidos en el marco del derecho y avalados por la tradición y las practicas consuetudinarias. Tal y como se ha dicho, el monte figuraba en el Catálogo de los Montes de Utilidad Pública de la provincia de Toledo de 1901 y, sin embargo, en 1904, doña Amalia Pacheco solicita al Ministerio de Fomento, dependiente del Ministerio de Agricultura, Industria y Comercio, su exclusión. En cualquier caso, esta solicitud fue desestimada por considerar que no tenía lugar al referirse a una finca exceptuada de la desamortización por razones de utilidad pública. Sin perjuicio de emprender acciones legales en los tribunales ordinarios, doña Amalia Pacheco recurrió por la vía contenciosa- administrativa y la demanda llegó hasta el Tribunal Supremo que concluyó el 17 de junio de 1905 declarándose incompetente para decidir sobre un monte incluido en el Catálogo. Agotada esta vía, la demandante acude al juzgado de primera instancia de Navahermosa que, por sentencia del 30 de marzo de 1906, acabó reconociendo la plena propiedad del monte en favor de la parte litigante, condenando a los pueblos a reconocer los hechos y obligando al Estado a rectificar la casilla de pertenencia del Catálogo. Finalmente, por sentencia de 7 de julio de 1909, la Audiencia Nacional de Madrid confirmó la plena propiedad del monte en favor de doña Amalia Pacheco, salvo los aprovechamientos de pastos de Menasalbas y de leñas y maderas que corresponden a Menasalbas, El Carpio y La Puebla de Montalbán. La parte activa, que no había logrado alcanzar la redención de servidumbres, recurre la sentencia emitida por el juzgado de Navahermosa. El Juzgado reabre el caso y tras examinarlo de nuevo, se reafirma en sus propias palabras ratificando lo dispuesto en 1906. Con lo cual estamos ante una forma de propiedad plenamente liberal, sin superposición de dominios, pero sobre la que se mantienen determinadas servidumbres que gravan el monte y que probablemente provenían de tiempo muy atrás. Así, este es un 18 Ver memorias justificativas de los Planes de Aprovechamiento Forestal para cualquier año forestal. 15 ejemplo de la pervivencia de viejas reminiscencias feudales que se imponen sobre la propiedad liberal, a la vez que un ejemplo de que el Estado, más allá del programa político que tuviera diseñado, tuvo que lidiar con las realidades impuestas en cada momento. Doña Amalia Pacheco continua la causa haciendo llegar sus reivindicaciones hasta el Tribunal Supremo que por sentencia del 23 de noviembre de 1910, confirma lo que había resuelto el juzgado de Navahermosa y para hacer efectiva esa orden se promulgó la R.O de 18 de noviembre de 1911. En ella se dispuso, primero, que se modificara el estado del Catálogo referente a la pertenencia en favor de Doña Amalia Pacheco., segundo, que se procediera al deslinde del monte por ser una de las máximas prioridades para asegurar el respecto de los nuevos dominios., tercero, que se ponga en macha la ordenación del monte, y cuarto, se confirma la preferencia de aprovechamiento que tienen los pueblos sujetos, siempre, a las preinscripciones fijadas por el ingeniero ordenador19. La propia resolución del conflicto, que inmediatamente se dará a conocer, explica que la ordenación del monte no llegara a materializarse. Pero no deja de ser significativo que se propusiera porque esto confirma la riqueza productiva del monte, ya que no todos los montes españoles fueron objeto de ordenación, sino únicamente aquellos que ofrecían mejores perspectivas económicas. Hay constancia, por las fuentes consultadas, de que en este momento, el Ministerio de Fomento y los representantes legales de los pueblos interpusieron una reclamación al Tribunal Supremo en contra de la rectificación del Catálogo. Sin embargo, el Tribunal Supremo, por sentencia de 23 de noviembre de 1910, concluye que no hay lugar a los recursos de casación interpuestos por aquéllos y el proceso sigue hacia delante en favor de la demandante. La propietaria del monte, inconforme con una resolución que le impedía actuar con plena libertad sobre su finca, se dirigió a la Delegación de Hacienda, en 1912, con el objetivo de solicitar la redención de las servidumbres. Merece la pena comentar, aunque sea de forma breve, el contenido de la instancia presentada por la demandante para conocer el peso sus razones. Primero invoca el artículo séptimo de la Ley de 1866 sobre la redención de las servidumbres. No obstante, esta es una legislación que sólo afectaba a los montes declarados en venta y que, por tanto, no atañe a los exceptuados de la desamortización como era el caso de Robledo de Montalbán. Y por otro lado, trata de legitimar su demanda desacreditando los usos comunales por considerarlos una forma de 19 (Sin autor). La correspondencia de España: diario universal de noticias, 4 diciembre de 1911. 16 explotación irracional del monte que es necesario erradicar «por el prejuicio que se derivan de aquellas servidumbres». Hoy en día, la historiografía ha renovado la valoración de los usos comunales, demostrando que eran prácticas bastante respetuosas con el medio, no porque los campesinos tuvieran una conciencia ecológica desarrollada sino porque dentro de un modelo productivo de base orgánico, la subsistencia del hombre depende del mantenimiento equilibrado de los recursos naturales. El Ministerio de Hacienda, probablemente atraído por la perspectiva de obtener ingresos extraordinarios de la redención de servidumbres, trató de responder a la demanda de doña Amalia Pacheco. Sin embargo, después de entrar en conflicto con el ingeniero jefe del Distrito que se negó a colaborar en el peritaje de las servidumbres seguramente porque en la defensa de lo público le iba su propio oficio, el Ministerio de Hacienda terminó por declararse incompetente para decidir sobre el estado de un monte incluido en el Catálogo. El proceso tuvo continuidad porque Doña Amalia Pacheco volvió a reclamar ante Tribunal Supremo que por R.O de 19 de octubre de 1915 anuló todo lo actuado y pidió que el expediente volviera a la delegación provincial de hacienda de dónde había salido. Y este es uno de los puntos clave de todo el proceso porque, más adelante, el Consejo Forestal verá en esta sentencia del Tribunal Supremo la causa de la no intervención del Ministerio de Fomento en la resolución del litigio, o lo que es lo mismo, la desautorización del Ministerio de Fomento para resolver el pleito. Sin embargo, el Tribunal Supremo no ordena que Hacienda sea el organismo encargado de dirigir el proceso, sino que únicamente le pide que revise expediente y que cumpla con todos los trámites que marca la Administración para resolver la solicitud en el sentido que fuera. Textualmente manda: proceder a “devolver el expediente a la dependencia provincial donde se inició, para que sea tramitada y resuelta con arreglo a derecho la solitud de redención”. Lo que ocurre es que el Ministerio de Hacienda hace una interpretación interesada de la sentencia hasta el punto de atribuirse para sí, la resolución del sumario. Aun así, es de justicia señalar que, en este tiempo, el Ministerio de Fomento tampoco emprendió ninguna acción para cuestionar las facultades auto designadas por el Ministerio de Hacienda. En definitiva, se puede concluir que tras toda esta serie de causas y disputas extendidas a todos los niveles de la administración y la jurisprudencia, lo que demuestra, 17 también, la capacidad de la litigante, doña Amalia Pacheco, si bien logró modificar la pertenencia del monte en beneficio propio, no consiguió erradicar las servidumbres. Tras el fallecimiento de doña Amalia Pacheco, sus herederos decidieron poner en venta la finca que fue adquirida por el conde Romanones. La escritura de compra está fechada a 7 de agosto de 1916. Desconocemos cuál fue el valor total de tasación de la finca pero por la prensa sabemos que el conde Romanones dejó pendiente el pago de 25.000 pesetas hasta la cancelación de otros tres censos que grababan el monte y cuyo caso fue llevado a los tribunales por los herederos de doña Amalia Pacheco con fecha de 22 de junio de 1916. Los dos primeros censos consistían en el pago anual de una renta de 65.737,36 y 2.662, 36 reales en favor del cabildo de Cuenca y fue establecido por Andrés Pacheco, hermano del conde de Montalbán (1574) el 11 de marzo de 1616. El tercer censo fue impuesto el 21 de mayo de 1624 por Beatriz de Rojas y Toledo y grababa el monte con un capital de 14.705,58 reales. Los nietos de doña Amalia Pacheco solicitan la extinción de los censos por considerar que habían prescrito puesto que desde 1881 ni se habían abonado ni se habían reclamado. Finamente el juzgado de primera instancia de Navahermosa declara extinguidos y caducos por preinscripción los dos censos en favor del cabildo de Cuenca, pero se desestima la demanda de redención el censo eclesiástico en favor de la capellanía de Beatriz de Rojas porque según el artículo 1936 del Código Civil los censos eclesiásticos no prescriben conforme al principio “Res sacrae et religiosae praecrisbi non possunt”. Una vez verificada la compra, el conde Romanones continuó la causa emprendida por doña Amalia Pacheco con el propósito de liberar al monte de los usos públicos que tenía y contrariamente a lo que establecía la ley, trató primero de redimir las servidumbres para solicitar, después, la exclusión del monte del Catálogo. Lo primero se ha podido comprobar porque se conserva una carta de pago del primer plazo de la redención de servidumbres de 2 de septiembre de 1916, cuyo importe total alcanzaba cerca de 300.000 pesetas. Teniendo en cuenta el poco tiempo que trascurre entre la compra de la finca y el abono del primer plazo para la redención de las servidumbres, un mes escaso, es probable que el Ministerio de Hacienda hubiera tasado la finca con anterioridad a la fecha de compra, lo cual podría ser interpretado como una acción en favor del Conde. Sin embargo, este es un supuesto que con los documentos disponibles no se ha podido demostrar. 18 Como por estos dos hechos, la propiedad y el usufructo del monte pasaron a pertenecer en exclusiva al conde Romanones, éste entiende que no hay razón ni fundamento legal para que continué figurando en el Catálogo y solicita su exclusión. Ante el riesgo de que no pudiera resolverse antes del inicio del próximo año forestal, que va desde el 1 de octubre al 30 de septiembre, solicita que se suspendan los aprovechamientos que sólo a él le corresponden por su condición de nuevo propietario. Tan sólo tres días después, la R.O de 5 Septiembre de ese año viene a confirmar la suspensión provisional de los aprovechamientos, y en el día 20 del mismo mes el conde Romanones solicita del Ministerio de Fomento la autorización necesaria para el aprovechamiento de pastos y leñas en dicho monte, y cinco días después se autoriza al Conde para ejecutar el disfrute de los aprovechamientos de pastos y leñas previstos para ese año forestal y que estaban tasados en una cantidad total de 13.500 pesetas. Además el Distrito Forestal le concede la gracia de poder dilatar el pago del 10% del importe sobre los aprovechamientos hasta final del año forestal, para ver si entre tanto se resolvía la cuestión referente a la exclusión del monte del Catálogo. Estas actuaciones del Ministerio de Fomento confirman que aceptó, sin más, la interpretación interesada que el Ministerio de Hacienda hizo de la sentencia dictada por el Tribunal Supremo. Por otro lado, llama poderosamente la atención el ritmo de los tiempos, ya que en el plazo dos meses escasos, el conde Romanones había adquirido la finca y erradicado las servidumbres que gravaban el monte. Sin duda, esto no se entiende sin tener en cuenta la influencia que tuvo como personaje político de la época y lo que podría calificarse como una relación con la Administración de trato de favor. Finalmente, en noviembre de 1916, el Ministerio de Hacienda resuelve el conflicto en beneficio del Conde Romanones, al que reconoce como nuevo propietario y único beneficiario de los aprovechamientos del monte. Sin embargo, en 1924, al solicitar la exclusión del monte del Catálogo, el Consejo Forestal (máxima instancia asesora del Ministerio de Fomento en materia forestal) recabó los informes del Distrito Forestal y solicitó al Consejo de Estado la nulidad de todas las actuaciones desarrolladas desde la R. O de 19 de octubre de 1915 en relación a la redención de las servidumbres porque considera que, por tratarse de un monte incluido en el Catálogo de los de Utilidad Pública, debería haber sido resuelto por el Ministerio de Fomento que es el único que tiene competencias en esa materia. Consideraba, además, que la causa de la no intervención estaba en la sentencia emitida por el Tribunal Supremo en 1915, por la que se ordenaba 19 que el expediente volviera a la Delegación de Hacienda. Líneas más arriba se ha explicado el verdadero contenido de esa sentencia. Se cierra todo este proceso, con el dictamen emitido por el Consejo de Estado en el mes de abril de 1924 por el que se resuelve que debe proceder a la exclusión del monte del Catálogo y la abolición de sus servidumbres en beneficio de su nuevo propietario, aun cuando se reconoce la legitimidad de las reclamaciones del Consejo Forestal por los errores habidos en la resolución del proceso. Sin embargo, debe ser así porque no parece adecuado reconocer los errores de la Administración ni desacatar la sentencia del Tribunal Supremo, ni hay tiempo para admitir más reclamaciones. “La Sección opina que debe acordarse la exclusión solicitada, porque aunque en principio coincide con el parecer el Consejo forestal, no acepta su propuesta por respeto á la sentencia dictada por el Tribunal Supremo y porque parece violento que la Administración pueda volver sobre sus propios actos (…) No comparte tampoco en este extremo la Comisión Permanente el criterio del Consejo Forestal, porque, sin necesidad de examinar ahora los fundamentos de aquel acuerdo, carece la Administración de facultades para anularlo ó hacerlo ineficaz, ya que una vez firme y consentido no puede ser reformado, según dispone la vigente ley de lo Contencioso, sin previa declaración lesivo ó impugnación ante dicha jurisdicción, camino este que tampoco cabe hoy utilizar por haber transcurrido con gran exceso el plazo que para ello marca la ley20”. En síntesis, en 1916 el conde Romanones se hizo con la plena propiedad del monte a partir de la compra de los derechos de propiedad a los herederos de Doña Amalia Pacheco. El mismo año procedió a la redención de las servidumbres con el apoyo del dictamen emitido por el Consejo de Estado en respuesta a las reclamaciones hechas por el Consejo Forestal y en 1924 obtuvo la exclusión del monte del Catálogo de los montes de Utilidad Pública de 1901. No tenemos noticias del modelo de explotación que impuso el conde Romanones en la finca después de adquirirla. Ojeando algunos periódicos de la época, se llega a constatar que se optó por la explotación indirecta a través del arrendamiento de pastos para el desarrollo de la cabaña ganadera. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones, 20 Expediente de exclusión del Monte de Robledo de Montalbán. 20 y al menos durante los primeros años, las subastas quedaron desiertas por ausencia de licitadores. No hay información suficiente para conocer las causas de esto pero sí se pueden plantear dos posibilidades, que por supuesto deben tomarse como provisionales hasta que la investigación avance lo suficiente y permita confirmar, o no, lo anunciado. Si los pastos que se pretendían arrendar salieron a subasta en grandes lotes es de suponer que este sistema dejó al margen a los pequeños y mediados ganaderos por no tener capacidad económica suficiente para hacer frente a precios tan elevados, lo que confirmaría la hipótesis de que el cambio de propiedad trajo consigo la alteración de las formas tradicionales de subsistencia, dejando fuera del sistema a las pequeñas economías y beneficiando a los grandes propietarios. Por otro lado, y con independencia de la interpretación anterior, este fenómeno podría ser considerado como una especie de pacto tácito entre los vecinos para boicotear las subastas y ser interpretado como una forma de protesta ante la desarticulación del comunal. Esto ocurrió por ejemplo en el pueblo de Navalucillos, también en la provincia de Toledo. Hacía tiempo que el alcalde de este pueblo venía reclamando al Estado la propiedad de los montes números 17 y 18 de los incluidos en el Catálogo de 1862 amparándose, para ello, en que dichos terrenos eran de propiedad particular de los vecinos. El conflicto fue encausado por la vía judicial pero a la altura de 1895 aún no había sido resuelto, y mientras tanto se acordó que los aprovechamientos fueron adjudicados mediante pública subasta, sin embargo, por más que se repitieran siempre resultaban negativas ante la falta de licitadores. Acciones como estas evidencian el desacato de las comunidades campesinas frente a al Estado. Gracias también a la prensa histórica tenemos noticia de varios incendios intencionados que afectaron a la finca una vez que pasó a manos del conde Romanones. ¿Puede ser esto, también, expresión del malestar vecinal ante el cambio de propiedad y la limitación tradicional de sus derechos de usufructo? Sin duda, estas son cuestiones en las que hay que seguir indagando en el futuro. “En una finca de Robledo de Montalbán, propiedad del conde de Romanones, se ha producido un incendio, quemándose más de 400 hectáreas de monte. Las pérdidas se calculan en unas 8000 pesetas. Se cree que el siniestro ha sido intencionado, pues el fuego comenzó por cuatro puntos distintos. En este mes se han registrado en la misma propiedad cuatro incendios”21. 21 (Sin autor). Diario de Valencia, 11 de septiembre de 1919. 21 Algunos periódicos de la época, quizá enemigos políticos del Conde, se dedicaron a divulgar de forma generosa, la deuda que Romanones tenía contraída con Hacienda al no satisfacer, dentro del plazo estipulado, el impuesto de débito por la compra de bienes desamortizados. Esto también puede ser entendido como una estrategia política puesta en marcha por los adversarios políticos del Conde con el objetivo de minar su autoridad y protagonismo social. Conclusiones En conclusión, este estudio de caso permite cuestionar la eficacia del Ministerio de Fomento en su intento de conservar la riqueza forestal en manos del patrimonio público. Aunque lo cierto es que resulta difícil comprender la actuación de Fomento en todo este proceso, sobre todo si se tiene en cuenta que el monte de Robledo de Montalbán era uno de los montes más codiciados de toda la Provincia, no sólo por la extensión que abarcaba, sino porque se encontraba en muy buen estado como consecuencia de haber sido explotado a turno fijo durante muchos años, y esto hacía que sus productos estuvieran muy cotizados en el mercado. Por eso sorprende que el Ministerio de Fomento no sólo no tomara la iniciativa de inhibir a Hacienda en el ejercicio de sus facultades, sino que además le abriera camino acordando, por ejemplo, la suspensión de los aprovechamientos hasta que se resolviera el proceso. Y todo ello aun cuando el Ministerio de Fomento era el organismo que reunía las competencias necesarias para para decidir sobre el estado del Monte por estar incluido en el Catálogo por razones de utilidad pública. En este sentido, quizá habría que tener en cuenta la posible influencia que pudo ejercer el conde Romanones en Madrid, tanto en el Ministerio de Fomento como en el de Hacienda, e incluso en el propio Distrito Forestal. Se desconoce quién era el ingeniero jefe de Toledo en aquellos años, pero sin duda, sería interesante avanzar por esta vía en el futuro. El tema también es interesante porque evidencia el enfrentamiento entre dos organismos estatales, el Ministerio de Hacienda y el Ministerio de Fomento, dos departamentos que van a intervenir en el conflicto pero con distintas finalidades. El Ministerio de Hacienda inclinado en beneficiar al conde Romanones y pensando, quizá también, en favorecer el establecimiento del modelo de la plena propiedad. Y por otro lado, el Ministerio de Fomento con unos intereses más condicionados por la conservación 22 de la riqueza forestal que tenía carácter de utilidad pública. No sólo por razones puramente naturalistas o ecológicas, los P.A.F. demuestran esa vertiente de carácter productivista, sino porque en ello también les iba su oficio. Pues no hay que olvidar que el Cuerpo de Ingenieros Forestales, dependientes del Ministerio de Fomento, había surgido justamente para gestionar el patrimonio forestal. Sabemos, también, que en 1936 el Instituto de Reforma Agraria intervino en la propiedad en un intento de revertir restaurar “el carácter social” de la finca. “Se ha pedido al Gobierno de la República la devolución de una hermosa finca, llamada El Robledo de Montalbán, de la cual se apropió el ex conde de Romanones hace dieciocho años, con ocasión de ser ministro sin entregar a este pueblo ni un céntimo22. “Una memoria de todo lo hecho en Reforma Agraria. Consejo Ejecutivo de la Reforma Agraria: Por mayoría, y con el voto en contra de los representantes de los propietarios, se declaró la utilidad social de las siguientes fincas (…) en la provincia de Toledo la finca Robledo de Montalbán, sita en Menasalbas, con excepción de la parte que pueda retener el dueño con arreglo a los artículos 15 y 16 de la vigente ley.23” Para finalizar, también sería necesario preguntarse por la acción de los poderes locales, quizá interesados en vender los derechos de uso del monte, porque hasta el momento no tenemos constancia de que se pronunciaran en contra del proceso de venta y exclusión del monte del Catálogo. En definitiva, creemos que el monte de Robledo de Montalbán presenta una casuística muy particular y por lo mismo puede ser un buen campo de experimentación para el estudio de nuevas realidades. Se espera, por tanto, que en el futuro se den las condiciones necesarias para seguir reconstruyendo su historia. Por el momento, entiéndase ente trabajo como un primer acercamiento al tema, en el que sin ánimo de exhaustividad, se pretende dar a conocer nuestro objeto de estudio con el fin de discutir sobre la potencialidad que ofrece como tema de investigación histórica. 22 23 (Sin autor). La libertad, 11 de marzo de 1936. (Sin autor). El día de Palencia: defensor de los intereses de Castilla, 4 de mayo de 1936. 23 El cooperativismo agrícola catalán: un espacio de sociabilidad y ciudadanía (1887-1939)* Ramón Arnabat Antoni Gavaldà Grupo de investigación ISOCAC de la Universitat Rovira i Virgili En este texto analizamos el desarrollo y los modelos de cooperación agrícola en Cataluña durante el período 1887-1939, en el marco de la difusión de las relaciones sociales capitalistas. Distinguimos dos etapas en este periodo: 1887-1931 y 1931-1939. La primera coincide con la legislación básica del derecho de asociación (1887) y de los sindicatos agrícolas (1906), y con los años de la Mancomunidad de Catalunya (19141923), en los cuales se produce un avance cuantitativo y cualitativo en la construcción de espacios cooperativos para la transformación de los productos agrarios, espacios que actúan como revulsivos económicos y sociales. La segunda etapa coincide con la Segunda República y la guerra civil, momentos en que se produce un afianzamiento en el cooperativismo agrario en los primeros años, y una fuerte confrontación en el seno de estas entidades, en el momento de la convulsión. Una de las peculiaridades del caso catalán estriba en que durante ambas etapas, las sociedades cooperativas o sindicatos agrícolas, constituyen, además de espacios económicos de producción y consumo, espacios de sociabilidad formal e informal de los campesinos como formación de ciudadanos, en el sentido de autodotarse de capacidad de conocimiento, discusión, 25 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | participación y consenso, de igual forma que había sucedido o estaba ocurriendo en otros países europeos como Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia o Dinamarca.1 El campo catalán entre 1887 y 1939. Apuntes generales. A finales del siglo XIX la propiedad privada de la tierra estaba plenamente consolidada y las relaciones sociales capitalistas hegemonizaban el campo catalán. A lo largo del período analizado la población que vive en el mundo rural disminuye -del 60% al 40%y lo mismo ocurre con el porcentaje de la población activa dedicada a la agricultura -del 55% al 27%-. Durante estos años la explotación familiar se mostró compatible con el capitalismo agrario a costa de su autoexplotación y del trabajo de alguno de sus miembros en otros sectores económicos o también como jornaleros temporales de explotaciones agrícolas.2 Entre 1887 y 1939 el eje del conflicto agrario fue la distribución del producto agrario, sobre cómo se asumían los costes y se repartían los beneficios de la explotación agrícola. En definitiva, cuáles eran las remuneraciones del trabajo y del capital. La situación se agudizó a partir de la crisis postfiloxérica ya que la viña era el cultivo preponderante. La progresiva hegemonización de las relaciones sociales capitalistas aceleró la diferenciación social, entre el campesinado acomodado y la gran mayoría de agricultores de subsistencia.3 En este contexto de cambio el capital comercial fue apropiándose de una parte cada vez más importante del excedente agrario, en el marco de un mercado cada vez más internacionalizado. Los campesinos debían acudir con mayor frecuencia al mercado libre, pero controlado, para adquirir los productos necesarios para el sustento familiar y para la compra-venta de sus producciones.4 Así, el movimiento cooperativista surgió, en buena medida, para hacer frente al creciente poder del capital comercial que comportaba * Este texto se ha elaborado en el marco del proyecto “Sociabilidades. Espacios de construcción de la ciudadanía en Catalunya (1868-1939)”, financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación HAR201454230. 1 Joan VENTOSA i ROIG: Importancia y estado de la cooperación en el mundo, México, 1947; Jean-Louis LAVILLE y Anne SALMON: Associations et action publique, París, Desclée de Brouwer, 2015; JeanLouis LAVILLE: Asociarse para el bien común, Barcelona, Icaria, 2015. 2 Emili GIRALT (Dir.): Història agrària dels Països Catalans. Segles XIX-XX, Fundació Catalana per a la Recerca, Barcelona, 2006; Ramon GARRABOU, Jordi PLANAS y Enric SAGUER: “Sharecropping and the management of large rural estates in Catalonia, 1850-1950”, The Journal of Peasant Studies, 28-3 (2001), pp.89-108. 3 Joaquim CAPDEVILA: Modernització i crisi comunitària. Estudis d’etnohistòria rural, Lleida, Universitat de Lleida, 2012. 4 Karl POLANYI: La gran transformación. Crítica del liberalismo económico, Madrid, La Piqueta, 1989. 26 el empobrecimiento de las familias campesinas, ávidas de supervivencia. Ello espoleó la sociabilidad y la movilización campesinas. Y fueron los campesinos más desatendidos pequeños propietarios, arrendatarios, aparceros, masoveros, rabasaires y jornaleros- los que protagonizaron el movimiento cooperativo, en base a dos modelos diferenciados5: el de clase u obrerista, unido y espoleado a través de las organizaciones sindicales campesinas, y el interclasista impulsado por los medianos y grandes propietarios de tierras con la aquiescencia de la iglesia católica, bendecido a través del Institut Agrícola Català de Sant Isidre (IACSI) y la Federació Agrícola Catalano-Balear.6 De esta forma el primer cooperativismo catalán intentó vertebrarse en su autoorganización, en algunos casos al margen del control de los propietarios y/o de la parroquia, en simbiosis con vínculos en el mundo urbano y las nuevas culturas políticas (republicano federal, socialista o anarquista), estableciendo formas de relación con los poderes locales, económicos, políticos, sociales y culturales. Estas nuevas entidades se desarrollaron bajo la premisa de la equidad, de un hombre un voto, creando espacios de relación entre la cultura obrera y la popular. El cooperativismo en este arranque se desarrolló en paralelo a otras formas de sociabilidad rural: los socorros mutuos de provisión social ante la enfermedad y la muerte; las sociedades culturales y recreativas para gestionar el ocio y la cultura, y las organizaciones sindicales para defenderse de los grandes propietarios y el estado burgués.7 Andreu MAYAYO: El cooperativisme agrari: un moviment dual”, en Conxita MIR (Coord.): Actituds polítiques i control social a la Catalunya de la Restauració (1875-1923), Lleida, Pagès-EGL, 1989, pp. 209-232. 6 Jordi PLANAS: Els propietaris i l’associacionisme agrari a Catalunya (1890-1936), Girona, Associació d’Història Rural de les Comarques Gironines, 2006 y Montserrat CAMINAL: L’Institut Agrícola Català de Sant Isidre, Tesis doctoral, Universitat de Barcelona, 1979. 7 Antoni GAVALDÀ: L’associacionisme agrari a Catalunya (El model de la Societat Agrícola de Valls, 1888-1988), Valls, Institut d’Estudis Vallencs, 1989; Jordi POMÉS: La Unió de Rabassaires. Barcelona, Publicacions de l’Abadia de Montserrat, 2000; Andreu MAYAYO: De pagesos a ciutadans. Cent anys de sindicalisme i cooperativisme agrari a Catalunya, 1893-1994. Catarroja, Afers, 1995; Ramon ARNABAT y Xavier FERRÉ: Ateneus: cultura i llibertat, Barcelona, Federació d’Ateneus de Catalunya, 2015; y Ramon ARNABAT y Antoni GAVALDÀ: “Sociabilidad y asociacionismo como factores de movilización social: el mundo rural catalán entre 1870 y 1980”, en Santiago CASTILLO y Montserrat DUCH (Coords.): Sociabilidades en la historia, Madrid, Catarata, 2015, pp. 169-193. 5 27 Catalunya y el cooperativismo. Catalunya ha sido una tierra fértil para el cooperativismo.8 Según datos de Pere Solà, 4.764 asociaciones, un 15% de las 34.011 que se formaron en las provincias de Barcelona y Tarragona entre 1870 y 1939, eran cooperativas.9 La fuerza del cooperativismo en Catalunya se vio reflejada en 1898 con la constitución del Comitè Regional de les Societats Cooperatives. El 1899 la publicación de la Revista Cooperativa Catalana (1899-1905) amplió la difusión de los valores cooperativos visibilizando las actividades del cooperativismo catalán. Precisamente, en el primer número de la Revista Cooperativa Catalana se publicó un artículo dirigido a los campesinos en el cual, después de señalar la importancia de la agricultura para el bienestar general, indicaba que la única solución organizativa era a través del cooperativismo: “Teniu en vostras mans una arma poderosa: la cooperació. Uniu-vos en societats cooperativas pera `l consum, pera ‘l crèdit y pera la producció. Según el anónimo autor del artículo, si el campesino quería salir de la pobreza en que estaba sumido y convertirse en ciudadano, la única vía era la organización, con el cooperativismo como norte: “tots plegats us organiséu, aneu millorant la vostra sort y engrandint la vostra cultura”, porqué: “si á pagès endarrerit cap anyada l’hi és bona; á pagès cooperat cap anyada l’hi és dolenta”.10 El 1899 se celebró el Primer Congrés Cooperatiu Catalano-Balear en el que se discutió una ponencia sobre cooperación agrícola presentada por Enric O. Raduà, delegado de la Junta comarcal de Sociedades Agrícolas Federadas de la provincia de Lleida. En esta ponencia se defendió que la solución economicoagraria pasaba por el cooperativismo, como único instrumento capaz de conseguir los tres objetivos claves del proceso de cambio social: mejorar el nivel de vida de las familias campesinas, poner al día las explotaciones agrícolas y las industrias de transformación, y potenciar la participación de los trabajadores del campo en todos los niveles e instituciones, para convertirse en 8 Joan RAVENTÓS: El movimiento cooperativo en España, Barcelona, Ariel, 1960; y Joan VENTOSA i ROIG: El moviment cooperatiu a Catalunya, Palma de Mallorca, Moll, 1961. Una prueba la tenemos en la colección “Cooperativistes Catalans” dirigida por Antoni Gavaldà, que en el período de diez años ha publicado bajo el patrocinio de la Fundación Roca i Galès y la editorial Cossetània, 27 biografías de cooperadores. 9 Elaboración propia a partir de los datos de Pere SOLÀ: Història de l'associacionisme català contemporani. Barcelona i les comarques de la seva demarcació (1874-1960), Barcelona, Generalitat de Catalunya, 1993, e Itineraris per la sociabilitat meridional catalana: l'associacionisme i la cultura popular a la demarcació de Tarragona 1868-1964, Tarragona, Diputació de Tarragona, 1998. Actualmente el grupo de investigación de la URV “Ideologies i Societat a la Catalunya Contemporània” está elaborando una base de datos del asociacionismo catalán contemporáneo (1870-1980). 10 Lucrecius: “Pera ‘ls Pagesos. El cooperativisme al camp”, Revista Cooperativa Catalana, 1 (mayo, 1899), p. 11-13. 28 ciudadanos de pleno derecho. Un cooperativismo que como complemento debía facilitar la adquisición colectiva de los productos necesarios para el trabajo campesino del día a día, la formación de cajas de crédito agrario, la creación de escuelas y granjas agrícolas para mejorar la formación y la explotación de la tierra, y como punto de encuentro para promover la cooperación agrícola en el trabajo en tierras a censo redimible.11 En el segundo congreso, celebrado el 1902, se decidió enviar una representación al congreso de la Alianza Cooperativa Internacional. En años sucesivos hasta el 1920, se sucedieron otros congresos, en diversas poblaciones catalanas. En 1913 se celebró en Barcelona el Primer Congreso Nacional de Cooperativas, en que uno de los puntos trató de las relaciones entre las cooperativas y los sindicatos agrícolas.12 Con todo, no sería hasta el año 1928 que se crearía la Federación Española de Cooperativas.13 El primer cooperativismo agrícola (1887-1906) La ley de Asociaciones de 1887 posibilitó, moderadamente, la expansión del movimiento cooperativo agrario, como lo atestiguan las escasas entidades que se organizaron. Un año después, el 1888 apareció la primera sociedad agrícola catalana –la Societat Agrícola de Valls- en la provincia de Tarragona, a la que siguieron algunas otras en las comarcas de Tarragona y de Lleida. En otro estadio organizativo, el 1890 un Real Decreto estableció el marco legislativo para el funcionamiento de las Cámaras Agrarias al cual se acogieron mayoritariamente los propietarios agrícolas. El 1906 se publicó la Ley de Sindicatos Agrarios, que activó la creación de cooperativas agrarias de toda condición. El primer cooperativismo agrario catalán se inició, por tanto, en la provincia de Tarragona, en las comarcas de la Conca de Barberà y del Alt Camp, en núcleos cercanos a las poblaciones de Montblanc y Valls. Aparecieron con el nombre de sociedades agrícolas surgidas de sociedades de resistencia. La mayoría de estas entidades iniciales se gestaron como sociedades “obreras”, según el principio democrático de “un hombre, un voto”, la aportación de una cuota anual previamente establecida, y la obligación de aceptar los cargos sociales que pudieran derivarse. Aglutinadas a menudo alrededor de 11 Primer Congreso Cooperativo Regional Catalano-Balear celebrado en Barcelona los días 23, 24 y 25 de junio de 1899: libro de actas y acuerdos, Barcelona, Imprenta Vda. J. Miguel, 1902. 12 MUSEO SOCIAL DE BARCELONA: Anuari d’Estadística Social de Catalunya, Barcelona, 1913, p. 176. 13 Joan VENTOSA y ROIG: Les cooperatives obreres, Vilanova i la Geltrú, Imprenta Diario, 1918. 29 un café como espacio de sociabilidad, pronto dispusieron de nuevos espacios, ampliando servicios para satisfacer necesidades económicas y sociales de los socios, en función de la potencia que adquirían: locales de compra-venta de mercancías, servicios de cesión mancomunada de instrumentos agrarios, actos culturales y de ocio formativo para la masa que albergaba, sección de crédito para evitar la usura instalada, caja de invalidez para subsanar posibles accidentes laborales y ayudas a la vejez para paliar la miseria, llegando incluso en algunos casos a la construcción de una bodega para la elaboración de vino en común, máxima expresión de la sociabilidad por cuanto el trabajo individual y familiar de todo el año quedaba a expensas de una elaboración y venta de forma cooperativa. Este primer cooperativismo agrario, en sus diversas formas y ligado al asociacionismo sindical, cultural y recreativo, permitió romper los lazos de patronazgo vertical y potenciar los engarces solidarios horizontales, fomentando la autoorganización de los campesinos, la autogestión de sus recursos, la autonomía política respecto de los propietarios y la no sujeción a las orientaciones paternalistas fomentadas desde una iglesia católica que perdería influencia social y cultural. Este cooperativismo configuró, en suma, un espacio de sociabilidad formal e informal autónomo de los sectores acomodados –en algunos casos complementario-, donde confluyeron diversas culturas políticas progresistas (republicanas, socialistas y anarquistas). Un espacio que contribuyó decisivamente a la formación de ciudadanos autónomos, capaces de poder utilizar sus maltrechos derechos sindicales y políticos. El impulso de la Ley de Sindicatos Agrícolas (1906-1923) El 1906 aparecerá una legislación específica para el asociacionismo agrario: la Ley de Sindicatos Agrícolas.14 La Ley, corta, constaba de ocho artículos con diversos subapartados. Nacía de la necesidad de modernizar la agricultura y de implicar a los campesinos en ello, promoviendo mejores condiciones en la adquisición de abonos y utillajes, y en la transformación y comercialización de su producción. En su primer artículo se establecía que pasaban a ser considerados sindicatos agrícolas las asociaciones, sociedades, comunidades y cámaras que tuviesen como finalidades: la adquisición de herramientas y máquinas, abonos, plantas, semillas o animales para el trabajo agrícola; la 14 Enrique GADEA: Evolución de la legislación cooperativa en España. Vitoria-Gasteiz, CSCE-EKGK. 1999 y Samuel GARRIDO: “Alentar y obstruir. Las vacilaciones de la política estatal sobre cooperativismo en los inicios del siglo XX”, Noticiario de Historia Agraria, 7 (1994), pp. 131-154. 30 elaboración, conservación, venta y exportación de productos; la aplicación de remedios contra las plagas; la explotación de terrenos; el financiamiento mediante cajas, bancos o pósitos; las diversas formas de cooperación, de mutualidad y de enseñanza, y aún otros de similares. La nueva Ley establecía para los sindicatos agrícolas o cooperativas la exención del impuesto de timbre y derechos reales; la devolución de los costos de aduanas; y la preferencia en la adquisición de semillas y animales selectos. Aspectos que se concretaron en el Reglamento publicado el 16 de enero de 1908, aunque su aplicabilidad fue escasa. La Ley de 1906 facilitó una sociabilidad pragmática e implicó la generalización del voto proporcional, basado en la diferenciación en función del capital aportado por cada socio. Aprovechado por asociaciones de propietarios y entidades católicas, se impulsó el cooperativismo interclasista, algunas veces de corte católico, intentando evitar la politización izquierdista y de clase del campesinado catalán. En esta tesitura se produjo una diferencia importante entre el sindicalismo agrario o cooperativismo catalán respecto al del resto del Estado español, concretado que en Catalunya el sindicalismo católico no arraigó demasiado. En ese aspecto las diócesis de Tortosa y Girona las Federaciones Católicas Agrarias fueron las que tuvieron más actividad. Con todo, la relativa poca presencia católica en el mundo cooperativo, fue compensada por la presencia activa de los propietarios agrarios catalanes que actuaron de catalizadores del sindicalismo interclasista.15 Puede servir de ejemplo de cooperativismo agrario católico el Sindicat Agrícola de Banyoles constituido en 1905 a iniciativa del cura párroco y que integró en su seno a los principales propietarios. Sería a partir de 1913 cuando el sindicato se dinamizó, con la llegada de un nuevo cura seguidor de la encíclica Rerum Novarom del papa León XIII, iniciando una actividad económica frenética que puede seguirse en la publicación propia del Butlletí Sindical.16 Sin duda, sería la constitución de la Mancomunitat de Catalunya en 1914 -la unión económica de las cuatro diputaciones catalanas, buscando un modelo nuevo de país, regional-, la que ejerció un efecto multiplicador en la formación de sindicatos agrarios. 15 Jordi PLANAS: Catalanisme i agrarisme. Jaume Maspons i Camarasa (1872-1934): escrits polítics, Vic, Eumo, 1994 16 DDAA: Sindicat Agrícola de Banyoles, Girona, Editorial Massó, 1920. Más información en http://blocs.esquerra.cat/documents/el-sindicat-agricola-de-banyoles-1905-1939-doc. 31 La avanzada provino del año 1912 con la creación de l’Escola Superior d’Agricultura por parte de la Diputación de Barcelona, a la que siguió el 1917 cuando la Mancomunitat creó los Servicios Técnicos de Agricultura, y en su seno, el 1919, un servicio para fomentar la cooperación: la Acción Social Agraria (ASA) para organizar el campesinado siguiendo los parámetros de una agricultura y ganadería cooperativas y modernas. 17 Para conseguirlo se nombró a Josep M. Rendé18, propietario rural, el cual gestó un “Plan de organización social agraria de Cataluña”, siguiendo modelos europeos de éxito, como era el caso de Francia y Dinamarca. Se pretendía que los sindicatos agrarios incorporasen a todos aquellos activos que trabajaban la tierra, sin distinción, con los objetivos, amén de los culturales y mutuales, de propiciar la adquisición de simientes, plantas y herramientas para sus cultivos; la elaboración y venta de los productos producidos y sus derivados; y la constitución de cajas o secciones de crédito. Propuso, también, una estructura de sindicatos locales, agrupados en federaciones comarcales, y éstas, a la vez, en una confederación, la Confederació Agrícola de Catalunya.19 La labor de la ASA fructificó con la creación de sindicatos agrarios, pasando de los 216 que figuraban en los censos oficiales de 1916, a los 558 que constan en 1922.20 Aunque la Mancomunitat intentó que los sindicatos se creasen por intereses económicos, no pudo evitar que algunos surgieran por intereses de clase, consolidándose en Cataluña la doble vía conocida como los “sindicatos de los ricos” -en realidad interclasista bajo el impulso de asociaciones católicas o de los propietarios-, y los “sindicatos de los pobres” -bajo impulso obrerista-. Una diferencia substancial y definitoria fue en el grado de democracia, que en el primer caso implicaba un voto proporcional a la aportación efectuada, según diversas variables, mientras en el segundo cada socio tenía derecho a un voto y sólo uno. Esta duplicidad manifiesta implicaba una de las muestras de la doble sociabilidad existente (cultural, política, social) en bastantes municipios catalanes, coincidiendo con la politización asociativa y la polarización política del primer tercio del siglo XX. En el fondo, lo que estaba en juego era la hegemonía social, cultural, económica 17 Josep CASANOVAS PRAT: L'acció tècnica agrària (1912-1939): la política agrària de la Mancomunitat i la Generalitat de Catalunya, Tesis doctoral. Universitat de Barcelona, 1996 y del mismo autor “L’ensenyament agrícola a Catalunya (1912-1939)”, Recerques, 37 (1998), pp. 81-108. 18 Antoni GAVALDÀ: Josep M. Rendé i Ventosa, Barcelona, Fundació Roca i Galès, 2005. 19 Josep M. RENDÉ: Pla d’Organització Social Agrària de Catalunya, Barcelona, Mancomunitat de Catalunya, 1924. 20 MINISTERIO DE FOMENTO: Menoría estadística social agraria de las entidades agrícolas y pecuarias en 1 de abril de 1918, Madrid, Ministerio de Fomento, 1918 y MINISTERIO DE AGRICULTURA: Censo Estadístico de Sindicatos Agrícolas y Comunidades de Labradores, Madrid, Viuda de M. Navarro, 1934. 32 y política de las dos visiones en que se había ido forjando cada segmento social dentro del municipio.21 La obra de la Mancomunitat procuró dar solidez a las cooperativas, a través de la constitución en bastantes sindicatos de una caja de crédito rural, sin descuidar aspectos de contabilidad, en aras de conseguir que la cooperación no tuviera mala administración. Desde la plataforma de Acció Social Agrària se viajó incansablemente a todos los rincones de Catalunya fomentado el asociacionismo agrario, animando y colaborando además en la constitución de federaciones agrícolas comarcales; así como implicando la participación de los sindicatos agrarios en eventos internacionales como la Exposición Internacional de Cooperativas en Gant (Bélgica). Durante la dictadura de Primo de Rivera, la Mancomunitat sería suspendida, pero la simiente y los beneficios ya estaban sembrados y se recogían22. En estos treinta primeros años del siglo XX, en algunas de estas organizaciones cooperativas se dio, además, un fenómeno de sociabilidad que podemos considerar de alto nivel: la construcción de bodegas. Este proceso constructivo implicaba la culminación civil comunal, voluntaria, de la sociedad productiva, detrás de la que se había perpetrado a lo largo de los siglos en la construcción de la iglesia, de factura obligada. La primera bodega cooperativa en Catalunya -y de España- se fraguó en 1901 en una de las comarcas donde había surgido un sindicato, según la ley de 1887: era la de Barberà de la Conca, en la provincia de Tarragona. En el período de 1906 a 1911 hay constancia de diez construcciones de bodegas en Cataluña, nueve en la misma zona: cuatro más de la Conca de Barberà, dos en el Alt Camp, y una en la comarca del Penedés, el Priorato y el Maresme, respectivamente. No obstante, la peculiaridad estribaría en que mayoritariamente fueron impulsadas por agricultores de orden, en función de la aportación de capital, con el soporte financiero del Banco de Valls, entidad que se convertiría en la punta de lanza en ayudar al estamento agrario. En este 1916 se constituiría la primera federación de cooperativas agrícolas de Cataluña -la Federació Agrícola de la Conca de Barberà- a iniciativa de los sindicatos agrícolas o agrarios de la comarca. Esta cooperativa llegó a aglutinar 25 sindicatos afiliados, una destilería propia 21 Ramon ARNABAT y Xavier FERRÉ: Ateneus..., pp. 224-229. Josep CASANOVAS PRAT: “L’obra cooperativista de la Mancomunitat de Catalunya”, en Cooperació Catalana, 384 (febrero 2015), pp. 21-23. También Antoni Gavaldà, Josep M. Rendé… y del mimo autor El batec periodístic d’un dirigent cooperativista català: Josep M. Rendé i Ventosa, escrits 1903-1925. Valls, Cossetània Edicions, 2007. 22 33 y quince bodegas cooperativas y diversas secciones, bajo la presidencia del citado Josep M. Rendé. A ésta federación siguieron otras. Significativo fue lo que sucedió en la comarca más vinícola catalana -el Penedés- respecto la construcción de bodegas, ya que supuso un retraso constructivo frente a las zonas anteriormente indicadas, con la excepción de la construcción de la bodega del Vendrell. No fue hasta el periodo del trienio bolchevique -1918-1921- que se construyeron bodegas en diversas poblaciones: en el Alt Penedés cinco poblaciones levantaron esta gran magna obra civil de los veintisiete pueblos con que cuenta la comarca; y en el Baix Penedés sólo se construyeron tres de las quince poblaciones que hay. Las razones de este escaso empuje señalan que se construyeron para afrontar una mejora de la comercialización, pero que resultaron con derrotas parciales por la saturación del mercado, por las prácticas oligopolísticas desplegadas por el comercio tradicional, por el escaso auge del cooperativismo de la zona y por la misma fragilidad financiera en el proceso constructivo23. Sindicatos agrícolas de la Dictadura a la República. La dictadura no impidió que se siguieran creando nuevos sindicatos agrícolas, aunque se redujo su intensidad. Al finalizar la dictadura, en 1930, había en Catalunya 86 bodegas cooperativas, situadas, sobretodo, en las comarcas de la Conca de Barberà (12), el Alt Camp (10), Priorat (10), Bages (6), Alt Penedès (6), Baix Penedès (5), Vallès Occidental (4), las Garrigues (4) y el Empordà (3).24 Estas bodegas dedicadas a la elaboración de vinos se convirtieron en una referencia económica de primer orden a nivel local y comarcal, pero también a nivel arquitectónico, ya que buena parte de ellas se edificaron en pleno modernismo, siendo vistas como las “catedrales del vino” o “catedrales del pueblo”.25 En este contexto el cooperativismo de orientación “obrerista” triunfó en las diez comarcas de la provincia de Tarragona y en las del Alt Penedès, Garraf, Baix Llobregat, Barcelonès y Maresme en la provincia de Barcelona. Antoni SAUMELL SOLER: Viticultura i associacionisme a Catalunya. Els cellers cooperatius del Penedès (1900-1936). Tarragona, Diputació de Tarragona. 2002. 24 Jordi POMÉS: La Unió…, pp.547-549. 25 Raquel LACUESTA et al.: Les catedrals del vi: arquitectura y paisatge, Manresa, Angle editorial, 2009. 23 34 Durante la dictadura de Primo de Rivera el movimiento cooperativo en su aspecto legislativo se continuó moviendo. Se empezó a gestar un anteproyecto legislativo el 1925, cerrado el 1927 por parte del Instituto de Reformas Sociales, aprobándose una nueva ley de cooperativas y reglamento el septiembre de 1931, en la República, siendo firmadas ambas por Niceto Alcalà Zamora y Francisco Largo Caballero, presidente y ministro de Trabajo del gobierno provisional, respectivamente. Un eje básico fue reconocer la cooperación como organismo autónomo dentro del marco de los fenómenos societarios y asociativos de contenido económico. En la exposición de motivos se decía que era inaplazable dotar a las cooperativas de un régimen jurídico propio para distinguir la cooperación auténtica de la simulada. La ley reconocía que la cooperación tenía que ser tarea de cooperadores, mientras que el Estado debía tener cuidado de fomentarlas, por lo cual se necesitaba dotar a las cooperativas de un régimen jurídico específico. Además, recogía los principios de la Alianza Cooperativa Internacional y clasificaba las cooperativas en cuatro tipos: de consumidores; de productores –cooperativas de trabajadores y cooperativas profesionales entre las que había las agrícolas-; crédito -ahorro y seguro-; y mixtas e indeterminadas. En el reglamento posterior se observaron algunas disfunciones, como que buena parte del entramado cooperativo que se primaba sería considerado como cooperativas populares formadas por obreros y asalariados-, las cual tendrían ayudas especiales, mientras que las cooperativas profesionales, entre las que se encontraban las agrícolas, quedaban excluidas. Con esta premisa, a la cooperación agrícola, mayoritariamente, no le interesó depender de esta nueva ley puesto que perderían los beneficios de la ley de 1906. Esta legislación de ámbito estatal, fue completada en Catalunya. Así, el Estatuto de Autonomía de 1932 situaba la organización cooperativa bajo el manto de la consejería de Economía y Agricultura. La ley marco que impulsó la Generalitat fue la Ley de Bases de la Cooperación para cooperativas, mutualidades y sindicatos agrícolas, de 17 de febrero de 1934 (BOG 20), y con fecha de 17 de marzo del mismo año, la Ley de Cooperativas. Entre la normativa se reinstauraba el principio rochdaliano de un hombre un voto; se señalaba que no podía haber “privilegios o ventajas especiales a determinadas personas o sociedades”, en claro choque con la normativa de la ley de 1906; que los mayores de dieciséis años, todavía sin poseer los derechos civiles, no necesitaban autorización expresa para ser socio, pudiendo incluso ejercer cargos directivos con la autorización de los padres o tutores, aspecto éste que se complementaba señalando que la mujer casada 35 no necesitaba la licencia del marido para ser socia; se instituía una Comisión Revisora de Cuentas; y que las cooperativas se podían constituir siguiendo la forma popular o mercantil, siendo los sindicatos agrícolas denominados también cooperativas agrícolas, integrados dentro de las mercantiles, definidos como aquellos organismos constituidos por personas naturales o jurídicas de toda condición que traten de mejorar el rendimiento de sus negocios por medio de la organización de tipo cooperativo. En otro orden de cosas, a nivel general, las sociedades se integrarían en Federaciones locales, comarcales o generales, y como norma explícita se creó el Consejo Superior de la Cooperación, organismo encargado del estudio, proposición y difusión de las disposiciones legales referentes a la cooperación; del fomento y de favorecer y registrar el movimiento cooperativo catalán; y con la misión específica de inspeccionar las sociedades y tutelarlas si fuera necesario. En el Consejo Superior de la Cooperación formarían parte, entre otros, dos representantes de la Federación de Sindicatos Agrícolas. Algunos autores han precisado que la legislación catalana incurrió en el defecto de unificar cooperativismo y mutualismo, implicando que esto cortó las alas a la modernización del sistema, al dificultar a las cooperativas actuar con terceros 26. Como aspectos positivos se instauró el control que cada anualidad se debía entregar a la Consejería una copia de la memoria, balance y cuentas de pérdidas y ganancias, y que se harían inspecciones cada tres años. Según el Censo Agrario de 1933 en España había 4.268 sociedades o sindicatos agrícolas que contaban con 555.609 socios y un capital de 98.808.033 pesetas, 540 de los cuales, con 79.018 socios y 28.213.305 pesetas de capital, radicaban en Catalunya. 27 De manera que en Catalunya, donde vivía el 12% de la población española, según el censo de 1930, residían el 12,6% de los sindicatos agrarios españoles, el 14,2% de sus socios y el 28,5% de su capital. Respecto de 1927 en el Estado español habían desaparecido 1.553 sindicatos agrícolas (- 26,7%), aunque había aumentado el número de socios en 113.403 (+ 25,6%). La valoración de la Dirección General de Agricultura respecto a estas variaciones era que “muchas entidades de escasa importancia han desaparecido, a la vez que otras de las antiguas han adquirido mayor desenvolvimiento y han surgido nuevas con gran vitalidad, lo que demuestra la eficacia de esta sindicación agrícola y la confianza que inspira a los 26 Javier DIVAR: Régimen jurídico de las sociedades cooperativas. Bilbao: Universidad de Deusto, 1987. MINISTERIO DE AGRICULTURA: Censo Estadístico de Sindicatos Agrícolas y Comunidades de Labradores, Madrid, Viuda de M. Navarro, 1934. 27 36 agricultores, pues hay que tener presente que se trata de Asociaciones de constitución puramente voluntaria.”28 El cuadro atestigua lo indicado. Cuadro 1: Sindicatos Agrícolas registrados oficialmente en Catalunya a finales de 1933 Provincia Sindicatos Agrarios Socios Capital Barcelona 152 26.520 4.649.901 Girona 130 13.930 1.307.495 Lleida 110 16.896 5.153.300 Tarragona 148 21.672 17.102.609 Catalunya 540 79.018 28.213.305 Fuente: MINISTERIO DE AGRICULTURA, Censo Estadístico de Sindicatos Agrícolas y Comunidades de Labradores, Madrid, Viuda de M. Navarro, 1934. A través del cuadro siguiente podemos seguir la evolución en la creación de Sindicatos Agrícolas que estaban activos en 1933. Entre 1906 y 1916 se registra un primer impulso con la creación de 73 sindicatos agrícolas. Entre 1917 y 1922 se produce la máxima expansión del cooperativismo agrícola con 237 nuevos sindicatos. Durante la dictadura de Primo de Rivera hay un claro reflujo con 83 sindicatos nuevos. Y, coincidiendo con los primeros años de la Segunda República española (1931-1933), se registra otro impulso decisivo, con la creación de 147 nuevos sindicatos agrícolas. Aunque, si tomamos como referencia los sindicatos agrícolas creados anualmente, el período 1931-1933 es el más fructífero con 49 cada año; seguidos del período de 1917 a 1922, con 39. La cronología varía según las provincias: en las de Lleida, Tarragona y Barcelona el período 1917-1922 es el que aporta mayor número de sindicatos agrícolas; en cambio en la Girona el período más fructífero es el de 1931 a 1933. 28 Ibid., p.7. 37 Cuadro 2: Año de fundación de los Sindicatos Agrícolas Provincia 1906-1916 1917-1922 1923-1930 1931-1933 Total Barcelona 17 (11%) 58 (38%) 41 (27%) 36 (24%) 152 Girona 19 (15%) 44 (34%) 11 (8%) 56 (43%) 130 Lleida 9 (8%) 63 (57%) 14 (13%) 24 (22%) 110 Tarragona 28 (19%) 72 (49%) 17 (11%) 31 (21%) 148 Catalunya 73 (14%) 237 (44%) 83 (15%) 147 (27%) 540 Sindicatos/año 7,3 39,5 10,4 49 19,3 Fuente: Elaboración propia a partir de MINISTERIO DE AGRICULTURA, Censo Estadístico de Sindicatos Agrícolas y Comunidades de Labradores, Madrid, Viuda de M. Navarro, 1934. Fracasado el movimiento de octubre del 1934 el sindicato de la Unió de Rabassaires movió ficha en la organización cooperativa agraria. Confeccionó unos estatutos agrarios adaptados con el fin de que los sindicatos agrícolas que le eran afines entraran de lleno en su adscripción, implantando las Secciones Económicas, tomando el nombre de Sindicato Agrícola Unión de Rabassaires. Según los cálculos confederales, que ha subscrito la historiografía, el control de la situación cooperativista el 19 de julio de 1936 en Cataluña era el que sigue: la Lliga Catalana- Instituto Agrícola Catalán de Santo Isidre, dominaba el 40% de los sindicatos agrícolas; la Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) y la Unión de Rabassaires (UdR), otro 40%; la Confederación Nacional del Trabajo (CNT) , el 15%; la Unión General de Trabajadores (UGT), el 3%, y los adscritos a Sindicatos Agrícolas Católicos, un 2%.29 La cooperación en el período de la República en guerra. Los sindicatos agrícolas se convirtieron en el curso de la guerra en una pieza básica del sistema económico, colaborando de manera indirecta a parar el golpe de estado, por cuanto desde su seno se centralizó la entrada de las cosechas, imprescindible para 29 Acció Sindical, Valls. 16 desembre 1937, 63, p. 1. 38 abastecer de víveres el frente y para una regulación de la producción30. En todo el período, la legislación agraria la comandó la Unión de Rabassaires (UdR), partido-sindicato que tuvo a su cargo la cartera de Agricultura, decantado hacia tesis del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC). La UdR se aprovechó de la circunstancia que su presidente, Josep Calvet, era el consejero de Agricultura para agrandar todavía más la separación respecto el principal competidor agrario, la CNT. Así, la problemática cooperativa se agudizó en el curso de la conflagración y se enquistó por las posturas muy diferenciadas de los principales actores sindicales y políticos. El anarcosindicalismo catalán más ortodoxo, al estallido de la guerra no creía demasiado en los interlocutores de las cooperativas agrarias –en algunos casos creía más bien poco, por considerarlas antirrevolucionarias. La excepción a esta postura era el bastión de dirigentes agrarios de algunas comarcas de la provincia de Tarragona y de núcleos dispersos de Cataluña, con base cooperativista de años. En vano este grupo había intentado organizarse en la época republicana, a partir de la Asamblea de Vilafranca del Penedès de 1932, sin haberlo podido conseguir tanto por la crisis interna que había padecido el sindicato como por la poca voluntad mostrada en conjunto por el mismo sector. Este sector cooperativista, ligado con tentáculos personales treintistas, había intentado estructurar una unidad agrícola en perspectiva de futuro. A esta nula organización se añadió el problema que la CNT agraria al inicio del golpe de estado estaba desestructurado de manera orgánica, sin liderazgo expreso, ya que estaba dominado por el segmento de trabajadores industriales, más combativos y organizados. Aunque conforme la guerra avanzó y la CNT fue modificando en algunos casos su postura, ello se debió más a que el secretario agrario del nuevo organismo que surgió, desde el Comitè de Relacions Camperoles, era un acérrimo defensor de la estructura cooperativa, siendo ayudado por articulistas muy potentes de la zona que le daban cobertura en los medios escritos. A pesar de ello el modelo de organización catalán de las cooperativas agrarias chocó en diversos frentes. Por una parte se fraguó un bloque amplísimo, mayoritario, cercano y seguidor de las tesis de la Unión de Rabassaires (UdR) y de ERC, y por extensión del Partido Socialista Unificado de Cataluña (PSUC), con la pujante Unión General de Trabajadores (UGT) como cobertura, y por otro lado uno de minoritario adscrito a la CNT. 30 Más ampliación en Antoni GAVALDÀ: Fam de pa i de terra. La col.lectivització agrària a Catalunya. Publicacions URV. Tarragona 2016. 39 El 27 de agosto de 1936, un mes después del golpe de estado, se publicó el Decret de Sindicació Obligatòria dels Conreadors de la Terra, gestado en el seno del Consell d’Economia de Catalunya, el representante agrario del cual, Joaquim Pou Mas, era de la UdR. Este decreto obligaba a todos los labradores a ingresar forzosamente en el sindicato agrícola local y a realizar todas las transacciones comerciales en su seno, formulando además que se habían de fusionar, si era el caso, los dos sindicatos agrícolas que pudieran existir en la misma localidad. Era la guerra. Ello contribuyó a aumentar el protagonismo económico de los sindicatos agrícolas. La normativa de fusión implicó dos medidas concatenadas. Se debería dar entrada a todos los agricultores que en ese momento no eran socios, en una resolución que traería muchísimos problemas, ya que entraron payeses sin base cooperativa. Y, en el caso que no hubiera sindicado agrícola local, se debía de crear uno de nuevo, con la peculiaridad que los que se crearon fueron copados por el partidosindicato que ostentaba la cartera de Agricultura o sea la UdR. A estas medidas se reguló que el sindicato agrícola estaba obligado a formarse con cuatro secciones fijas: venta y eventualmente transformación de productos, adquisición de suministros agrícolas, seguros mutuos, y caja de crédito. Estas medidas implicaban, además, un apartado que afectaba las nuevas organizaciones de trabajo que se creaban, las colectividades agrícolas, por cuando se legisló que los sindicatos agrícolas tenían que tener en su seno, además, la Sección de Trabajo Colectivo, dando cobertura a las colectividades. Al Decreto lo siguió el reglamento, el cual se aprobó el 19 de octubre. El encaje obligatorio de los campesinos en los sindicatos agrícolas, fue conflictivo y rebatido básicamente por la CNT que no realizó su primer pleno agrario hasta el 5 de setiembre de 1936, o sea unos diez después de la aprobación del citado Decreto. De hecho, hasta pasado unos días del pleno indicado, no se nombraría el secretario del Comitè de Relacions Camperoles. Ya en este pleno, y posteriormente en el curso de la guerra, la CNT agraria catalana mostraría reticencias, abogando por la no obligatoriedad de la sindicación obligatoria. Ello se agravó por cuanto, segmentos agrarios colectivistas, desoyendo la voz de los dirigentes agrarios cenetistas que apostaban por cumplir la ley, o sea por entrar como socios en los sindicatos agrícolas, conforme rezaba el Decreto, optaron por no entrar en dichos sindicatos. Esta circunstancia motivó que la CNT durante todo el período de guerra chocara con la estructura oficial, recordemos que dominada por la UdR. Un reproche que la CNT sindical agraria planteó fue que los sindicatos agrícolas hacían obra puramente política, partidista, “toda vez que los carnés que se expenden para 40 el ingreso de socios, dicen ‘Sindicato Agrícola. Unión de Rabassaires”. Era la culminación de la derrota sindical de la CNT31. El 8 de octubre de 1936 la Consejería siguió actuando, creando el Servicio de Cooperación Agrícola con el fin de proporcionar a los sindicatos agrícolas “la enseñanza sindical que reclamen, asesorarlos e informarlos de las materias relativas a organización societaria; registro, estadística y aprobación de estatutos, y, en general, en todo aquello derivado de la aplicación del Decreto de sindicación obligatoria”. Para ayudar a coordinar los delegados del Servicio de Cooperación Agrícola, la Consejería invitó a Georges Fauquet, miembro del Comité Central de la Alianza Cooperativa Internacional y exjefe del Servicio de Cooperación de la Oficina Internacional del Trabajo a dar un curso de perfeccionamiento. No obstante, el gran eje de la batalla del campo fue el organismo de la Federación de Sindicatos Agrícolas de Cataluña (FESAC). Aprobado el 2 de diciembre de 1936, sus estatutos se publicaron el 5 de diciembre y fue operativo desde el día 19. Tuvo por misión agrupar todos los sindicatos agrícolas de Cataluña para representarlos ante la Generalitat y ante toda otra autoridad, promover la organización y funcionamiento de estos, y facilitar la realización de las actividades económicas. Este último aspecto resultaría capital. Dentro de la FESAC los sindicatos agrícolas serían representados por la Federación comarcal respectiva. Internamente se anotó que se organizaría en cinco secciones generales: Ventas; Transformación; Agencia Central de Compras; Caja Central de Seguros; y Trabajo Colectivo. Los recursos económicos por el funcionamiento estarían en base de cuotas de los mismos sindicatos agrícolas, cifradas entre las 25 y las 100 pesetas por sindicato en función del número de socios. La FESAC se formó, por la fusión de los activos de las organizaciones agrarias catalanas de la Unión de Rabasaires y otros cultivadores del Campo de Cataluña (Federación de Sindicatos Agrícolas), la Unión de Sindicatos Agrícolas de Cataluña y la Unión de Sindicatos y Labradores de Cataluña En este panorama, la FESAC se convertiría en la dominadora económica del campo catalán en tiempos de guerra, en un choque constante con una CNT que denunció repetidamente la parcialidad de sus actuaciones. La disputa dentro de los sindicatos agrícolas se agudizó por dos motivos básicos: uno porqué la FESAC no controlaba los 31 Disposicions legals que regulen el funcionament dels Sindicats Agrícoles a Catalunya, Barcelona, Departament d'Agricultura, 1937. 41 productos de algunas colectividades, ya que éstas actuaban en algunos casos al margen de la normativa comercializando sus productos entre las mismas colectividades sin aportarlos a la cooperativa como era obligatorio; y un segundo porque las cooperativas agrícolas recibían productos para revender a sus socios, productos que no llegaban por la misma vía a los campesinos no incorporados en su seno, como era el caso de algunos agricultores encuadrados en colectividades de la CNT que habían optado por no entrar en el seno de los sindicatos agrícolas. La CNT, valiente y débil a la vez a partir de los hechos de mayo de 1937, reprochaba que se podía producir una crisis en el campo catalán de fatales consecuencias y de rebote en el gobierno de la Generalitat, así como la reproducción de los dolorosos sucesos registrados en la población tarraconense de la Fatarella que motivaron una batalla campal, cruenta, con diversos muertos, en aras de buscar que la UdR rebajara sus planteamientos de fuerza como potencia dentro de la FESAC. El tema a debate en estos sindicatos agrícolas cenetistas fue la manera de hacer el reparto de materias primeras, aspecto del todo esencial para intentar conseguir una adecuada cosecha en un futuro. La lucha entre la UdR y el Comitè de Relacions Camperoles de la CNT agrícola, como hemos indicado, era abierta, y por consiguiente las acusaciones fueron cruzadas. Ambos interlocutores, en sus diatribas, dijeron sólo verdades a medias. El nudo del problema era que un segmento amplio de labradores, colectivistas, no habían querido entrar en los sindicatos agrícolas, y la FESAC, según la CNT, no los atendía como correspondía en cuanto a proporcionarles productos como abonos o productos fitosanitarios. Ello implicó que una parte de la directiva del Comitè de Relacions Camperoles de la CNT, entre el que no constaba el secretario oficial, -substituido por un secretario efectivo pero no oficial-, decidieran no pagar los suministros ya proporcionados por la FESAC a estas colectividades a través de la CNT agraria, por la que la FESAC les cortó toda transacción comercial. Ello conllevó unas disputas agrias en el seno del Comitè de Relacions Camperoles, por cuanto el secretario real aunque no efectivo demandó de ejercer de nuevo el cargo, y también por tener que dar explicaciones ante la CNT catalana, árbitro en un intento de solución. Analizado el caso se constató que la CNT agraria catalana tenía en su seno una Sección Económica propia, o sea de la CNT, que adquiría productos a la misma FESAC e incluso en determinados casos había estado abastecida por compras a la CNT del Estado, para sustento de las colectividades. 42 Y así se siguió en un 1937 del todo convulso. El 5 de abril, la Consejería dio potestad a los sindicatos agrícolas locales, a las Federaciones comarcales y a la FESAC para fijar los precios de los productos agrícolas al por mayor, precios que serían considerados legales a todos los efectos. Por esta medida la FESAC, se convertía en la entidad reguladora de un arma de combate: los abastecimientos. Puestos a modificar en aras de un orden contable, el 10 de abril se obligó a los sindicatos agrícolas a emplear el sistema métrico decimal en sus transacciones comerciales. El 11 de mayo un decreto creó el Comité Català de Relaciones Intercooperatives, usual en otros países de Europa, la finalidad del cual era el establecimiento de empresas mixtas entre las cooperativas de consumidores y los sindicatos agrícolas por la venta, distribución y transformación de productos agrícolas. Otro tema de repercusión en los sindicatos agrícolas se dio tras la publicación de la orden del 26 de enero de 1937 (DOG 29), por la que el Departamento desarrollaba el Decreto de Sindicación Obligatoria, en demanda de confección del censo sindical agrario. Se señalaba que en este censo debían de figurar todos los labradores con domicilio en el término municipal y los jornaleros inscritos en la Sección de trabajo colectivo. El 16 de junio de 1937 (DOG 19) la Consejería publicó un decreto que quería paliar su política errática y en algunos casos lenta, buscando el control efectivo de los sindicatos agrícolas por lo que el censo sindical resultaba imprescindible. El decreto fijaba la renovación de las juntas de todos los sindicatos agrícolas de Cataluña, negando la posibilidad de voto y de ocupar lugares de responsabilidad “a aquellos elementos que antes del 19 de julio del 1936 se hubieran demostrado como contrarios o desafectos a las organizaciones sindicales y políticas que componen el actual bloque antifascista”. Para el despliegue se dio potestad al recién creado Consejo de Agricultura –o Consejo Superior de Agriculturade 16 de junio (DOG 18) para organizar las elecciones, organismo en el que inicialmente sólo participaban las tres sindicales que tenían campesinos en sus filas –CNT, UdR y UGT-, y en el que posteriormente entraron representantes de partidos políticos. Un Consejo de Agricultura que se valía de las Juntas Municipales Agrarias, organismos locales que siguieron la composición mimética del Consejo cuando a componentes, juntas creadas también en aquel mismo momento, y que darían un juego enorme respecto a la relación entre la Consejería y los sindicatos agrícolas32. 32 Parte de este capítulo en Antoni GAVALDÀ: La implementació i transformació del cooperativisme agrari al segle XX. (en prensa). 43 La fecha de las elecciones para la renovación de los consejos directivos de los sindicatos agrícolas se fijó para el 25 de julio de 1937. El 2 de julio a instancias de interpretaciones que no cuadraban sobre quién tenía derecho a estar en las listas en el censo sindical, la Consejería tuvo que dictar una orden en que especificaba que entraban tanto “los titulares de explotaciones agrícolas, forestales, ganaderas y piscícolas que tengan en ellas el medio de vida básico”, y que ejercieran como mínimo el 50% de su trabajo en el sector, como también los miembros de la Sección de Trabajo Colectivo de los sindicatos agrícolas o de las colectividades agrícolas. La problemática de las elecciones fue enorme, implicando que se tuvieron que repetir en muchos casos por listas hechas por partidos sin la voluntad manifiesta de participación de las personas que estaban incluidas, o por confección de listas en las que figuraban personas que no tenían derecho a ser elegidas por su pasado proclive al golpe de estado, entre otras diversas cuestiones. Resumiendo, los tres problemas más usuales del proceso fueron: el de aquellas localidades donde se tuvieron que anular; cuando no se presentó ninguna lista para dirigir la sociedad agrícola; o en las localidades donde se presentaron impugnaciones que tenía que resolver el Consejo de Agricultura. De aquí derivaron más órdenes de la Consejería para arreglar la problemática, no siempre resueltas en tiempo y forma. Elecciones que tuvieron una segunda vuelta en enero de 1938. Con todo, ser de junta de un sindicato agrícola no fue apetecible por las presiones sindicales y políticas que se ejercieron sobre sus miembros. Un ejemplo aleatorio fue el decreto de Presidencia de la Generalitat de 20 de agosto de 1937, el cual determinaba que las juntas directivas de estas entidades, conjuntamente con los alcaldes, se las hacía responsables del incumplimiento de normativa en lo referente a la regulación del trigo, para que este cereal no hiciera falta a la población. Se les conminaba para velar porque los cosecheros cumplieran con la normativa de declaración, persiguieran las ocultaciones que observaran, impusieran las sanciones que la ley preveía o incluso que denunciaran a los infractores ante los tribunales de justicia si era el caso. Seguramente eran demasiadas funciones comprometidas por una economía de guerra que iba a la defensiva. A estas problemáticas se sumaron las inspecciones del Departamento de Agricultura a los sindicatos agrícolas y las intervenciones de algunos de ellos, sin descuidar el papel de los Consejos Municipales en la vertiente agraria ya que en parte dependían de los sindicatos agrícolas para obtener productos para la población. 44 El final de la guerra de las armas, implicaría cambios substanciales respecto la sociabilidad. Bastantes sindicatos agrícolas serían cerrados momentáneamente y algunos de sus dirigentes depurados. Se entraba en una nueva fase, en el que la sociabilidad agraria sería trastocada e impuesta. 45 Desigualdad económica y restricciones en el acceso a la tierra, desafíos persistentes en la historia rural (1900-2015) Elisa Botella Rodríguez Universidad de Salamanca1 Desde la revolución mexicana hasta los recientes Informes del Banco Mundial favorables a la reforma agraria (asistida por el mercado), pasando por las experiencias europeas, como el caso de España durante la Segunda República (1931-1939), y del sudeste asiático tras la II Guerra Mundial (Japón, Corea del Sur), la reforma agraria parece una condición necesaria aunque no suficiente para el ulterior proceso de desarrollo económico. Tanto las experiencias de Guatemala en 1952, las reformas asociadas a la Alianza del Progreso donde destacan, en un contexto muy diferente al de 1961, los casos de Chile (1967) Perú (1969), la radical reforma de Cuba (1962), ó Brasil desde 1994 forman parte del escenario y debate sobre la cuestión agraria en América Latina. En este contexto, se presenta una revisión de literatura sobre los problemas de acceso a la tierra, analizando el papel multifuncional de los pequeños productores frente a las grandes explotaciones ó latifundios, los procesos de concentración de tierras, el ascenso de los movimientos de trabajadores rurales sin tierra y las oportunidades que tienen los pequeños productores para producir alimentos en la era global. En este sentido, la comunicación muestra algunos estudios de casos sobre los procesos de reforma agraria, tratando de relacionar nuevas y viejas perspectivas sobre la cuestión agraria y rural en América Latina y Europa. 1 Este texto es muy preliminar y meramente descriptivo, por favor no citar. 47 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | Tan diferentes contextos políticos, sociales y económicos (desde los modelos de industrialización por sustitución de importaciones a la globalización) apelan a la cautela en el análisis comparativo. A pesar de dicha heterogeneidad y teniendo en cuenta todo el trabajo realizado en anteriores congresos, seminarios y proyectos de investigación sobre la cuestión agraria (con Ricardo Robledo, José Antonio Serrano y Ángel Luis González), es posible encontrar unos cuantos puntos comunes que orienten el contenido de esta comunicación y el posterior debate: 1. Modelos de crecimiento y reformas agrarias: el papel del Estado, el mercado y las políticas agrícolas. 2. Reforma agraria, comercio internacional: agricultura familiar versus agro- negocios y exportaciones agrarias no tradicionales. 3. Desigualdad en la propiedad de la tierra y posibilidades de crecimiento económico. 4. La función de los nuevos movimientos sociales. 5. Influencia de la reforma en la sostenibilidad. 6. Razones del fracaso/éxito de la reforma agraria: algunos estudios de casos. Este artículo ofrece una reflexión sobre algunos de los problemas, conflictos y vigencias en el acceso a la tierra y la producción de alimentos desde la I hasta la II Globalización. En este sentido, trata de construir paralelismos y elementos para el debate del taller entre dichos procesos en la España del primer tercio del siglo XX y los países de América Latina a partir de 1960. La importancia de la agricultura y el pequeño productor en el proceso de desarrollo económico. Gran parte de la literatura del desarrollo considera el papel de la agricultura como secundario dentro del proceso de desarrollo económico, primando el desarrollo industrial como principal motor de crecimiento económico. Sin embargo, lejos de tener un papel secundario, la agricultura juega un papel esencial en el proceso de desarrollo económico. La agricultura y el desarrollo rural, son parte indispensable de cualquier esquema holístico 48 de progreso económico especialmente en los países en desarrollo.2 La agricultura es un instrumento singular para el desarrollo; en los países menos desarrollados ayuda a impulsar el crecimiento, superar la pobreza y mejorar la producción de alimentos y la seguridad alimentaria. Estimula además el crecimiento de otros sectores de la economía generando encadenamientos productivos entre sectores.3 El progreso agrario como precursor del desarrollo industrial fue muy significativo en la historia económica de los países europeos industrializados.4 Antes del siglo XX la revolución agraria era un requisito indispensable para la Revolución Industrial. Por ejemplo, la Revolución agrícola inglesa fue el condicionante fundamental de la Revolución Industrial.5 En los países del sudeste asiático, el crecimiento con equidad dando un rol importante a la agricultura como principal fuente de mano de obra para el sector industrial y producción de alimentos para el sector urbano en crecimiento fue esencial tras la Segunda Guerra Mundial (por ejemplo en Corea del Sur, Japón, Taiwán).6 El aumento sostenido de la producción agraria y su productividad tiene tres efectos en el ulterior proceso de industrialización. En primer lugar, genera un excedente de productos alimenticios para alimentar a las ciudades cuyo crecimiento va aparejado al proceso de industrialización. En segundo lugar, el aumento demográfico genera éxodo rural sin caer la producción de alimentos; la liberación de mano de obra rural y la creación de un mercado más extenso para la producción industrial suponen el origen en las ciudades. Por último, la agricultura contribuye al proceso de acumulación de capital a través de la comercialización interior o de los beneficios de exportación.7 2 TODARO, Michael and Stephen SMITH: Economic Development, 8th Edition. Boston, MA Boston, MA, Addison Wesley, 2003. 3 HAZELL, Peter, POULTON, Colin WIGGINS, Steve and DORWARD, Andrew: The future of small farms for poverty reduction and growth, 2020 Discussion Paper 42, Washington DC: International Food Policy Research Institute, 2007. 4 TODARO, Michael and Stephen SMITH: Economic Development, 8th Edition. Boston, MA Boston, MA, Addison Wesley, 2003. TORTELLA, Gabriel: El desarrollo de la España contemporánea. Historia económica de los siglos XIX y XX, Madrid, Alianza, 2002. 5 FELIU, Gaspar y Carles SUDRIÁ: Introducción a la historia económica mundial, Universitat de València, Valencia, 2013. 6 KAY, Cristóbal: ‘Rural Poverty and Development Strategies in Latin America’, Journal of Agrarian Change (2006), vol. 6, no. 4, pp. 455-508. ROSSET, Peter: Moving Forward: Agrarian Reform and Food Sovereignty, Land Research Action Network (LRAN), 2005. Available at: <http//www.landaction.org> 7 TODARO, Michael and Stephen SMITH: Economic Development, 8th Edition. Boston, MA Boston, MA, Addison Wesley, 2003. TORTELLA, Gabriel: El desarrollo de la España contemporánea. Historia económica de los siglos XIX y XX, Madrid, Alianza, 2002. 49 En el actual contexto de II Globalización, en los países menos desarrollados la agricultura sigue siendo un instrumento de desarrollo fundamental. Tres de cada cuatro personas pobres en los países en desarrollo habitan en zonas rurales; la mayoría depende directa o indirectamente de la agricultura para su subsistencia; aproximadamente dos tercios viven en pequeñas explotaciones. En este contexto, es importante señalar el rol del pequeño productor y la agricultura familiar, así como su mayor eficiencia económica si la comparamos con grandes explotaciones, la gran cantidad de empleo productivo que pueden generar, su rol en la reducción de la pobreza y la inseguridad alimentaria y la promoción de una importante economía rural no agrícola. A su vez, este tipo de explotaciones son menos dependientes de empleo asalariado, insumos externos, agroquímicos y tecnologías importadas de los países desarrollados. Ante un shock externo, los pequeños agricultores son los únicos capaces de producir para el mercado nacional. Su contribución a la producción nacional de alimentos supone un 40-60% en los países menos desarrollados. 8 En definitiva, el desarrollo económico está intrínsecamente ligado al desarrollo agrario y rural. En los países en desarrollo, como era el caso de España a principios del siglo XX, la agricultura y los pequeños productores familiares eran cuestiones claves para promover el crecimiento económico, la reducción de la pobreza y terminar con la persistente desigualdad social. España y la provincia de Salamanca a principios del siglo XX: estorbos físicos, sociales y culturales. La agricultura española no llevo a cabo satisfactoriamente las funciones de la agricultura para el ulterior proceso de desarrollo industrial. A principios del siglo XX, España se caracterizaba por el estancamiento agrario y el retraso de la modernización económica. Según señala Tortella (2002), esto se debía a una serie de factores naturales y geográficos (según Jovellanos, estorbos físicos) y factores sociales y culturales (estorbos morales y políticos). Entre los estorbos sociales y culturales, la desigual 8 HAZELL, Peter, POULTON, Colin WIGGINS, Steve and DORWARD, Andrew: The future of small farms for poverty reduction and growth, 2020 Discussion Paper 42, Washington DC: International Food Policy Research Institute, 2007. IFPRI: ‘The Future of Small Farms’, Proceedings of a research workshop, Washington, D.C: IFPRI, 2005. Véase Holt-Giménez, 2001, 2006. La experiencia de Mesoamérica tras el Huracán Mitch. Funes-Monozote, 2008 para el caso de Cuba. 50 distribución de la tierra era un problema generalizado en la España de principios del siglo XX. Los patrones de colonización de la Reconquista habían encumbrado a un pequeño número de familias aristocráticas y entidades eclesiásticas como propietarios de grandes latifundios en la mitad sur de la península y algunas otras provincias, como era el caso de Salamanca.9 España en 1914 era un país en vías de desarrollo, con una mayoría de población rural y ocupada en el sector primario. En 1920 el 57,3% de la población ocupada trabajaba en sector primario frente al 21,9% en el sector secundario.10 La industria era muy limitada con una escasa mano de obra cualificada debido a las altas tasas de analfabetismo (hacia 1900 alrededor del 50% de la población adulta no sabía leer ni por tanto escribir), pobreza, marginación y un carente de estado de bienestar. En 1900 la población española era de 18.830.649 habitantes y el 12,1% residía en municipios menores de 1000 habitantes.11 La pobreza extrema de la mayor parte de los campesinos frente a la extrema riqueza y gran poder de los aristócratas latifundistas era una característica fundamental de la economía española hasta principios del siglo XX. Precisamente el caso español es más extremo que el de otros países europeos. La Europa preindustrial presentaba características similares, pero en otros países se dieron ciertas reformas de la propiedad que permitieron la introducción de nuevas técnicas así como la expansión de la producción; este fue el caso de Inglaterra con la disolución de los monasterios en Inglaterra del S.XV o la reforma agraria de la Revolución francesa. En España, las leyes de desamortización implementadas en el siglo XIX sólo supusieron un cambio de mentalidad en la manera de asignar/relacionar los factores de producción de la subsistencia al capitalismo así como una expansión de la producción pero no una redistribución real de la tierra.12 9 JOVELLANOS, Gaspar Melchor: Informe sobre la Ley Agraria. Jovellanos. G. M. de Jovellanos, 1795. Informe de la Sociedad Económica de esta Corte al Real y Supremo Consejo de Castilla en el Expediente de Ley Agraria. Extendido por su individuo de número el Sr. D. Gaspar Melchor de Jovellanos, á nombre de la Junta encargada de su formación, y con arreglo á sus opiniones, Antonio Sancha, Madrid, reedición en Jovellanos, Obras Completas, X. Escritos económicos, 2008, pp. 693-826. ROBLEDO HERNÁNDEZ, Ricardo (coords.): Sueños de concordia. Filiberto Villalobos y su tiempo histórico, 1900-1955, Salamanca, Caja Duero, 2005. TORTELLA, Gabriel: El desarrollo de la España contemporánea. Historia económica de los siglos XIX y XX, Madrid, Alianza, 2002. 10 PÉREZ MOREDA, Vicente: ‘Evolución de la población española desde finales del Antiguo Régimen’, Papeles de Economía Española (1984), nº. 20, p. 20-38. 11 BBVA: Cuadernos Fundación BBVA, Población. nº. 51, 2009, Serie disponible en www.fbbva.es TORTELLA, Gabriel: El desarrollo de la España contemporánea. Historia económica de los siglos XIX y XX, Madrid, Alianza, 2002. 12 ROBLEDO HERNÁNDEZ, Ricardo (coords.): Sueños de concordia. Filiberto Villalobos y su tiempo histórico, 1900-1955, Salamanca, Caja Duero, 2005. 51 Salamanca era un buen ejemplo de estos estorbos físicos, sociales y culturales. La provincia presentaba un alto índice de desigualdad en el acceso a la tierra y una población eminentemente rural hasta los primeros lustros del siglo XX. La población se concentraba en núcleos menores de 10.000 habitantes que representaban en 1900 el 86,3% de la población total y en 1935 el 80,3%.13 Se trataba de una economía poco dinámica, con un modelo de desarrollo ‘mirando hacia dentro’, caracterizado por el proteccionismo y basado en la producción cerealícola. La provincia presentaba una estructura social muy diversificada y poco igualitaria, con una desigual distribución de la propiedad de la tierra y problemas en el pago de la renta. Estas condiciones explican por qué Salamanca fue la única provincia de Castilla y León incluida en la Ley de Reforma agraria de 1932 frente a la resistencia de los grandes propietarios.14 En particular, tres factores hicieron definitivamente relevante el problema agrario en la provincia de Salamanca a principios del siglo XX.15 En primer lugar, el uso del suelo, con una superficie adehesada (Campo Charro), la integración de los aprovechamientos agrícolas, forestales y ganaderos donde primaba la explotación pecuaria con escasa demanda de empleo de la dehesa (de apenas un hombre al año por hectárea). En segundo lugar, la distribución de la propiedad, con un poco más de un centenar de propietarios titulares de fincas de más de 1.000ha que acumulaban algo más de 180.000ha y el 15 % de la superficie agraria útil de la provincia.16 Los medianos y pequeños campesinos suponían unos 45.000 en los años 30 frente a los grandes propietarios, 260. En 1933 estos grandes propietarios poseían un total de casi 207.000ha con explotaciones caracterizadas por el absentismo, proteccionismo y la poca renovación tecnológica. En el último estrato social, se encontraban los propietarios muy pobres, arrendatarios y jornaleros, el proletariado rural tan expuesto a la gran emigración hacia América Latina de finales del TORTELLA, Gabriel: El desarrollo de la España contemporánea. Historia económica de los siglos XIX y XX, Madrid, Alianza, 2002. 13 REDERO SAN ROMÁN, Manuel: “Las tendencias económicas y sociales”, en ESTEBAN DE VEGA, Mariano; REDERO SAN ROMÁN, Manuel; LUIS MARTÍN, Francisco de; y BRASAS EGIDO, José Carlos: El siglo XX en Salamanca, Salamanca, La Gaceta Regional de Salamanca, 2010, pp. 65-112. Según el padrón municipal de 2007 del INE, el 21,8% de la población española vive en municipios menores de 10.000 habitantes. En España se establece habitualmente el límite de lo rural como los municipios menores de 10.000 habitantes (BBVA, 2009). 14 Ibid, pp.65-112. 15 ROBLEDO HERNÁNDEZ, Ricardo (coords.): Sueños de concordia. Filiberto Villalobos y su tiempo histórico, 1900-1955, Salamanca, Caja Duero, 2005. 16 Inventario de Fincas Expropiables, 1933. 52 XIX principios del siglo XX. En 1930 este proletariado rural lo formaban 15.000 propietarios muy pobres, 3.000 arrendatarios y 18.000 jornaleros.17 Por último, el sistema de tenencia con raíces seculares era otro problema clave en el campo salmantino, un estorbo social y cultural. En particular, el despoblamiento-adehesamiento iniciado en la baja Edad Media comprometía la viabilidad de varias comunidades campesinas y situaba a una selecta clase intermedia de grandes propietarios en un situación muy privilegiada.18 Tal y como señala el Grupo de Investigación de Historia De Salamanca, GIHS (2002, p.1) ‘desde tiempo inmemorial el territorio de la provincia de Salamanca es un conjunto de grandes dehesas señoriales, extensas superficies incultas, pobladas de encinares y robledales, administradas por apoderados de los propietarios, con residencia en la capital y custodiadas por ‘guardabosques’ que son los verdaderos árbitros de las dehesas y que a la vez ellos o sus deudos suelen ser los colonos o renteros que las explotan.’ Se trataba de una ‘agricultura de rapiña’ donde jamás se devolvían al suelo los principios que extrajeron las cosechas. Los colonos sin capital labraban la tierra que creían poder cultivar, la esquilmaban y la empobrecían. El absentismo y el escaso interés por las mejoras tecnológicas eran aspectos generalizados, destacando el papel del montaraz y el administrador como grandes.19 Agricultura y desarrollo económico en América Latina: de la I a la II globalización. Desde finales del siglo XIX la agricultura se convierte en el principal motor de crecimiento económico de América Latina bajo el modelo de crecimiento basado en las exportaciones tradicionales (por ejemplo azúcar, café y banana). La dotación de factores (trabajo, tierra y capital), las ventajas comparativas y los encadenamientos productivos se convertirán en elementos clave para entender el papel de la región como exportadora de REDERO SAN ROMÁN, Manuel: “Las tendencias económicas y sociales”, en ESTEBAN DE VEGA, Mariano; REDERO SAN ROMÁN, Manuel; LUIS MARTÍN, Francisco de; y BRASAS EGIDO, José Carlos: El siglo XX en Salamanca, Salamanca, La Gaceta Regional de Salamanca, 2010, pp. 65-112. 18 GRUPO DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICA DE SALAMANCA, GIHS: ‘La naturaleza y el mercado: orientaciones para una explotación agraria a finales del siglo XIX.’ Historia Agraria, vol. 28, Diciembre 2002, pp. 155-176. ROBLEDO HERNÁNDEZ, Ricardo (coords.): Sueños de concordia. Filiberto 17 Villalobos y su tiempo histórico, 1900-1955, Salamanca, Caja Duero, 2005. GARCÍA SANZ, Angel: ‘Explotación y renta en una dehesa salmantina durante el siglo XIX: Miguel Muñoz, 1802-1895’, El medio rural españo/. Homenaje a D. Ángel Cabo Alonso. Tomo 1. Universidad de Salamanca, CE.S., 1998, pp. 348-380. GRUPO DE INVESTIGACIÓN HISTÓRICA DE SALAMANCA, GIHS: ‘La naturaleza y el mercado: orientaciones para una explotación agraria a finales del siglo XIX.’ Historia Agraria, vol. 28, Diciembre 2002, pp. 155-176. LÓPEZ, Santiago y Ricardo ROBLEDO: ‘El administrador de los antiguos patrimonios agrarios según la teoría de la agencia’, Historia empresarial, ICE (2004), vol. 812, pp. 105-123. 19 53 materias primas y minerales hacia los países desarrollados industrializados desde finales del siglo XIX, el período de I globalización. En particular, como señala Bulmer-Thomas (1995) el concepto de commodity lottery, es decir la suerte de cada país en la lotería de las materias primas y minerales de la región, explica las ventajas comparativas y la especialización de muchos países latinoamericanos en el último cuarto del siglo XIX y principios del siglo XX, un escenario de nuevas oportunidades globales para la expansión de las exportaciones de América Latina.20 Las principales razones que explican este escenario de nuevas oportunidades globales fueron la innovación tecnológica asociada a la revolución de los transportes, el aumento de la demanda de alimentos y materias primas de los países desarrollados, la gran emigración europea de finales del XIX hacia Brasil, colonias británicas, Argentina y Caribe; y la inversión extranjera en el sistema ferroviario que caracterizan a los grandes movimientos de capitales de la primera globalización (1870-1913). Entre las características del desarrollo agrario durante este período destaca la gran diversidad regional, dominando hasta la década de 1920 el modelo exportador dominaba en la mayoría de países. Los resultados del modelo se basaron en patrones generales y particularidades nacionales, suponiendo una modernización institucional significativa en la región, especialmente en países más grandes como Argentina y Brasil. Sin embargo, las limitaciones internas como la desigualdad de la renta y los nuevos tipos de dependencia externa restringieron las oportunidades de un cambio económico y político real. Tras la II Guerra Mundial comienza la transición definitiva hacia la sustitución de importaciones (ISI). Tres shocks externos trasladaron paulatinamente a los países grandes hacia un nuevo modelo: la Primera Guerra Mundial, La Gran Depresión de los años 30 y la Segunda Guerra Mundial. Argumentos teóricos a favor de la ISI, el estructuralismo y otras explicaciones en favor de la industrialización animaron el modelo desde finales de la Segunda Guerra Mundial en América Latina. La protección elevada para la recaudación de impuestos se utilizó en los países más grandes donde ya existía un sector manufacturero en crecimiento como es el caso de Brasil y el desarrollo de su industria textil durante el boom cafetalero del primer cuarto del siglo XX. Los economistas estructuralistas cuyo origen fue Raul Prebisch y la CEPAL señalaban dos conceptos clave 20 BULMER-THOMAS, Victor: The Economic History of Latin America since Independence. New York and Cambridge: Cambridge University Press, 1995. THORP, Rosemary: Progreso, Pobreza y Exclusión. Una Historia Económica de América Latina en el siglo XX, Banco Interamericano de Desarrollo/Unión Europea, 1998. 54 para promover la ISI: centro y periferia. La periferia se caracteriza por la heterogeneidad y la especialización. Estas características llevan a un deterioro en el largo plazo de la relación real de intercambio. Las ventajas de la industrialización se basaban en learning by doing, spillovers y aumento de los beneficios. Si la industrialización es beneficiosa, la protección se convierte en un instrumento necesario para su desarrollo (por ejemplo el argumento de las industrias nacientes de List, 1841). Casi todos los países recientemente desarrollados han adoptado alguna forma de estrategia de promoción de industria naciente cuando estaban en posiciones retrasadas.21 En muchos países, la protección arancelaria fue un componente clave de esta estrategia, pero no fue ni el única ni necesariamente el más importante.22 Los cambios en la economía mundial, en particular en Estados Unidos, contribuyen a la explicación de ISI y su consolidación como una estrategia de desarrollo así como los argumentos desarrollados por la CEPAL que dieron el trasfondo científico necesario para el apoyo industrial a otras partes de América Latina. En definitiva la ISI supuso un conjunto de políticas centradas en el estado para promover y expandir los mercados y la inversión doméstica (en otros casos, regional con los primeros intentos de integración regional). Sus resultados dieron lugar al período de más rápido crecimiento en la historia de América Latina. Pero se deben señalar las importantes limitaciones y debilidades del período como el elevado endeudamiento y la dependencia de los ingresos de exportaciones tradicionales para mantener el modelo, especialmente en las economías más pequeñas y tradicionalmente dependientes de varias exportaciones tradicionales (el caso centroamericano). La ISI (1960-70) en Costa Rica y otros países altamente dependientes de los ingresos de las exportaciones tradicionales perpetuó a los pequeños productores como los principales actores y beneficiarios de la estrategia. En estos países siguió primando la importancia de la producción de granos básicos para el consumo interno. Los problemas para reducir la vulnerabilidad de determinados países de la región altamente dependientes de sus exportaciones agrarias tradicionales a los cambios en el mercado internacional y shocks externos no se resolvieron con el nuevo modelo de ISI. Los resultados más comunes fueron el dualismo (urban-rural gap) como omisión fundamental de la estrategia de industrialización y el desarrollo muy limitado del sector agrícola; el coste de la industrialización urbana y una inversión totalmente secundaria en aras del desarrollo industrial dirigido por el estado dejó unos precios agrícolas muy bajos 21 CHANG, Ha-Joon: Kicking Away the Ladder—Development Strategy in Historical Perspective. London, Anthem Press, 2002. 22 Ibid. 55 para el productor, desincentivando la producción, alimentando el éxodo rural-urbano y propiciando en determinados momentos, un lento crecimiento de las exportaciones primarias, llegando en algunos países al estancamiento. En Argentina, Brasil y México el desarrollo promovido por el estado fue capaz de ampliar la infraestructura económica y crear empresas públicas además de contribuir a una importante evolución institucional que apoyó el crecimiento. En este escenario destacaron dos innovaciones de la política económica: la integración económica para promover la ISI a nivel regional y la reforma agraria tratando de solventar los problemas de acceso a la tierra y la desigualdad social en las zonas rurales. Aunque la reforma agraria entró en la agenda de la mayor parte de los gobiernos para tratar de reducir la pobreza rural y la desigualdad social, la mayor parte de estos programes resultaron incompletos y sólo trataron de captar los fondos de la Alianza para el Progreso del Gobierno de Kennedy a principios de los 60.23 Los resultados fueron muy limitados y siguieron relegando a la agricultura a un segundo plano, especialmente la pequeña explotación familiar de productos tradicionales y granos básicos que paulatinamente fue perdiendo el apoyo del estado y sufrió un desmantelamiento progresivo desde principios de la década de los 80. A partir de los años 80, durante la década pérdida, la ‘Agricultura de Cambio’ trató de promocionar nuevamente el ‘desarrollo mirando hacia fuera’ pero ahora basado en la reconversión productiva, el desmantelamiento de la producción de granos básicos y promoción de exportaciones agrarias no tradicionales (como la piña, frutas tropicales, plantas ornamentales, palma aceitera entre otros tantos cultivos) mucho más lucrativas en el mercado internacional. En los años 90 y bajo el Consenso de Washington esta estrategia se profundiza con mayores incentivos a las exportaciones agrarias no tradicionales (como los certificados de abono tributario en Costa Rica). Este modelo va a ser predominante en la mayor parte de los países latinoamericanos hasta la crisis alimentaria global (20072008). En este contexto, los problemas del modelo de desarrollo agrario centrado en el mercado exterior y las exportaciones agrarias no tradicionales plantearon una necesidad de un cambio de paradigma. Comienza a plantearse la elección entre un modelo dominante, muy productivo en el corto plazo, con síntomas claros de agotamiento y KAY, Cristóbal: ‘Latin America's Exclusionary Rural Development in a Neoliberal World’, Paper presented at the meeting of the Latin American Studies Association (LASA), Continental Plaza Hotel, Guadalajara, Mexico, 17-19 April 1997. THORP, Rosemary: Progreso, Pobreza y Exclusión. Una Historia Económica de América Latina en el siglo XX, Banco Interamericano de Desarrollo/Unión Europea, 1998. 23 56 numerosos problemas sociales añadidos para la gran mayoría rural de los países subdesarrollados , frente a un modelo alternativo basado en una agricultura sostenible, con mejor uso de los recursos y servicios naturales, del conocimiento y las habilidades de los campesinos.24 En este escenario estalla la crisis alimentaria global de 2007-2008 con problemas claros y continuados de desarrollo dependiente. En este caso, la dependencia de alimentos importados y el desmantelamiento del sector interno de granos básicos van a ser uno de los principales problemas para la mayor parte de los gobiernos de la región. Países como Costa Rica en vísperas de la crisis agraria los ingresos de las exportaciones agrarias no tradicionales (como raíces tropicales, yuca y palma africana) no eran suficientes para cubrir el 50% de la los granos básicos importados. La importancia de la reforma agraria en América Latina a partir de 1960. Seis factores explican el entusiasmo de la reforma agraria a principios de los años 60 en América Latina: el crecimiento económico, la distribución del ingreso y reducción de la pobreza, la inflación, el tamaño del mercado, razonamientos políticos y la presión externa. Para la CEPAL, la Alianza para el Progreso y los asesores externos la redistribución de la tierra era el camino hacia la modernización que aliviaba el cuello de botella inflacionario del abastecimiento de alimentos en una situación en que la población urbana estaba creciendo durante el período de sustitución de importaciones en América Latina. Era necesario un crecimiento del mercado para la industria y el ulterior efecto sobre la distribución del ingreso y la pobreza. Además del rol político que tenían de las reformas agrarias tratando de restarle influencia a las élites terratenientes. Se pusieron en práctica diversos tipos de reformas agrarias más o menos efectivas por parte de los gobiernos para poder acceder a los fondos de la Alianza para el Progreso (1961-1970). La percepción de ineficiencia de la hacienda tradicional con estructuras sociales desiguales, ociosidad, monocultivo de plantación y sus efectos sobre el medio ambiente cada vez era más clara. La precariedad de los trabajadores agrícolas y la concentración de la propiedad eran otros problemas añadidos. La eficiencia de la agricultura no era una prioridad para los grandes terratenientes latinoamericanos que buscaban el prestigio social y poder político. La concentración de la tierra era la principal causante de la 24 PRETTY, Jules: Agri-Culture. Reconnecting People, Land and Nature. London, Earthscan Publications Limited, 2002, pp.4. 57 desigualdad social, la marginación y el bajo nivel de vida de la mayoría de la población rural de América Latina.25 En este sentido, con el respaldo del Comité Interamericano de Desarrollo Agropecuario (CIDA) se desarrolló el primer estudio sobre la cuestión agraria en la región con una de las estructuras agrarias más desiguales del mundo. En 1960 los latifundios representaban aproximadamente el 5% de las unidades de producción y poseían las 4/5 de la tierra de cultivo. A su vez, los minifundios con 4/5 de las unidades de producción poseían el 5% de propiedad de la tierra. Los argumentos de la productividad del trabajo (latifundio) versus productividad de la tierra (minifundio), la fuerte oposición de intereses rurales así como los intereses empresariales urbanos trataron de frenar las reformas o el alcance de las mismas. Se dieron de esta manera un gran abanico de reformas; desde aquellas con objetivos amplios hasta las reformas que meramente trataron de captar los recursos de la Alianza para el Progreso. Las reformas agrarias más profundas fueron el resultado de revoluciones sociales como México (1917), Bolivia (1952), Cuba (1959) y Nicaragua (1979). Otros gobiernos que emprendieron reformas radicales fueron Chile durante los gobiernos de Frei (1964-69) y Allende (197073) ó Perú con el general Velasco Alvarado, de 1969 a 1975. En el resto de países se implementaron reformas agrarias de menor alcance en términos de superficie expropiada y número de campesinos beneficiados.26 En Argentina la reforma agraria no fue una prioridad en la agenda política debido a la abundancia de tierras, la importancia de las explotaciones medianas y el elevado nivel de urbanización. Brasil por el contrario, a pesar de la necesidad de un proceso de redistribución de tierras, se enfrentó a la fuerte oposición de los terratenientes que impidió toda reforma agraria de importancia hasta el gobierno de Fernando Henrique Cardoso a partir de 1995. En Paraguay, Uruguay y Costa Rica se pusieron en práctica programas de colonización muy asistenciales como es el caso de los asentamientos del IDA en Costa Rica. Sólo en Cuba, Bolivia y México los campesinos y trabajadores rurales se beneficiaron más de la reforma agraria. En Cuba continúa el proceso de reforma agraria bajo la entrega de tierras en usufructo a los productores privados (Decreto 259 de 2008 y 300 de 2012). KAY, Cristóbal: “The landlord road and subordinate peasant road to capitalism in Latin America”, Etudes rurales (1988) No. 77, Paris, pp. 5-20. THORP, Rosemary: Progreso, Pobreza y Exclusión. Una Historia Económica de América Latina en el siglo XX, Banco Interamericano de Desarrollo/Unión Europea, 1998. 26 THORP, Rosemary: Progreso, Pobreza y Exclusión. Una Historia Económica de América Latina en el siglo XX, Banco Interamericano de Desarrollo/Unión Europea, 1998. 25 58 Los mecanismos de redistribución fueron diversos como títulos individuales, cooperativas ó colectivizaciones. La mera entrega de tierras sin embargo no palió otras dificultades graves como la falta de recursos, incertidumbre ó problemas de gestión. El principal resultado fue la reconcentración de las tierras por parte de sus antiguos o nuevos propietarios, subestimando la importancia de la agricultura campesina. Este grupo de productores tuvieron un papel muy pequeño en la modernización y el crecimiento fue pequeño e indirecto asociado al crecimiento de la agricultura capitalista y el agrobusiness a partir de 1960 con el empleo agrario y rural no agrario que estos conglomerados comienzan a generar. Como señala Kay (1988) resulta irónico que muchas de las reformas agrarias de América Latina no suprimieron el sistema de haciendas tradicional como era de esperar tras los programas de redistribución de tierras a los campesinos; el resultado fue la modernización y transformación del agro en granjas capitalistas. El acceso a la tierra: agricultura familiar y seguridad alimentaria en la II globalización (1990-2008). La Globalización presenta nuevas oportunidades pero también nuevos retos y problemas recurrentes. Las asimetrías del comercio internacional con el excesivo peso de las empresas transnacionales, el doble estándar del comercio internacional (proteccionismo en los PD versus liberalización comercial indiscriminada en los PMD) y los problemas estructurales de acceso al mercado y otros factores claves, especialmente la tierra pero también la educación ó la sanidad, no generan el mismo escenario de oportunidades para los pequeños y grandes productores de los países desarrollados y los países en desarrollo. La globalización plantea un conflicto histórico entre dos modelos económicos, sociales y culturales de desarrollo en el mundo rural.27 Un modelo dominante, muy productivo en el corto plazo, con síntomas claros de agotamiento y numerosos problemas sociales añadidos para la gran mayoría rural de los países subdesarrollados.28 Basado en los principios de la Revolución Verde. Incentivado a su vez por el nuevo regionalismo desarrollado en América Latina desde mediados de los años 90 (NAFTA, FTAA). Modelo 27 VIA CAMPESINA: Food Sovereignty. Flyer distributed at the World Food Summit +5, Rome, Italy, 2002. Available at: http://www.peoplesfoodsovereignty.org/statements.html 28 PRETTY, Jules: Agri-Culture. Reconnecting People, Land and Nature. London, Earthscan Publications Limited, 2002, pp.4. 59 alternativo: agricultura sostenible (ej. Soberanía Alimentaria).29 Liberalización agraria e integración económica al estilo NAFTA Ó TLC (FTAA): el caso de México, Costa Rica. Frente a un modelo alternativo basado en una agricultura sostenible que plantea un mejor uso de los recursos y servicios naturales, del conocimiento y las habilidades de los campesinos. Basado a su vez en el capital social como la capacidad colectiva de las personas para trabajar de manera conjunta y resolver problemas de administración comunal.30 Algunos ejemplos los podemos encontrar en el caso de la agricultura sostenible de Cuba o el MST en Brasil: basados en la agro-ecología y la agricultura familiar. Dos modelos con objetivos tan distintos como maximizar la producción frente a optimizarla, donde la agricultura pasa de ser un negocio a un medio de sostenibilidad económica, social y medioambiental. Con características económicas, sociales, medioambientales y tecnológicas opuestas (Ver anexo I). Desde un punto de vista más teórico y teniendo en cuenta este conflicto de modelos, autores como Hellinger et al. (2001), Lappé et al. (1998) y Rosset, (2006) critican las oportunidades que generan las políticas neoliberales en el sector agropecuario, rechazando la utilidad del comercio internacional tal y como está diseñado en la actualidad.31 En particular, el excesivo énfasis del crecimiento basado en las exportaciones (principalmente exportaciones agrarias no tradicionales, EANTs), las patentes de los recursos genéticos de los cultivos, y el sesgo de la investigación agraria hacia las tecnologías importadas y caras. La mayoría de estos autores proponen un enfoque alternativo centrado en el desarrollo de oportunidades domésticas sostenibles como una estrategia viable de largo plazo para los pequeños productores en la era global, ya que los patrones de desarrollo agrario de corte neoliberal han profundizado las asimetrías globales y locales del agro latinoamericano desde principios de la década de 1990.32 29 ROSSET, Peter: Moving Forward: Agrarian Reform and Food Sovereignty, Land Research Action Network (LRAN), 2005. Available at: <http//www.landaction.org> 30 PRETTY, Jules: Agri-Culture. Reconnecting People, Land and Nature. London, Earthscan Publications Limited, 2002, p. 4. 31 HELLINGER, Douglas, HANSEN-KUHN, Helen and April FEHLING: Stripping Adjustment Policies of Their Poverty-Reduction Clothing: A New Convergence in the Challenge to Current Global Economic Management. Washington, D.C: Development Group for Alternative Policies (D-GAP), 2001. Available at: http://www.developmentgap.org/UN%20paper.pdf. LAPPÉ, Frances Moore, Joseph COLLINS, and Peter ROSSET: World Hunger: Twelve Myths, New York and London, Grove Press and Earthscan, 2 nd edition, 1998. ROSSET, Peter: Food is Different, London and New York, Zed Books, 2006. 32 ALTIERI, Miguel. A: Small Farms as a Planetary Ecological Asset: Five Key Reasons Why We Should Support the Revitalisation of Small Farms in the Global South. Penang, Malaysia, Third World Network, 2008. HOLT-JIMÉNEZ, Eric: Campesino a Campesino: Voices from Latin America's Farmer to Farmer 60 Las primeras décadas del siglo XXI han sido testigos de un proceso global significativo hacia el reconocimiento de la necesidad de más estrategias destinadas al desarrollo doméstico. Grupos de productores y ONGs especialmente en América Latina y Asia, demandan un espacio cada vez mayor para la discusión de la implementación de estas estrategias.33 Propuestas más radicales piden el rediseño de la economía campesina a través de la aplicación de un modelo de desarrollo autónomo.34 A pesar de que muchas de estas alternativas varían según las diferentes regiones y países, la mayoría tienen sus raíces en los principios ecológicos de la agricultura tradicional no dependiente de los agroquímicos y capaz de desarrollar policultivos para producir alimentos destinados al mercado doméstico y local.35 Estos sistemas tradicionales han sostenido la seguridad alimentaria mundial durante siglos, conservando la integridad ecológica a través de la aplicación de conocimiento campesino.36 Ejemplos de esta agricultura tradicional todavía se puede encontrar después de 4.000 años en los Andes, Mesoamérica, el sudeste asiático y partes de África, demostrando el éxito de experiencias indígenas de adaptabilidad y resistencia.37 Compartiendo el conocimiento campesino y la información, los pequeños Movement for Sustainable Agriculture, Oakland, CA: Food First Books, 2006. ROSSET, Peter: Moving Forward: Agrarian Reform and Food Sovereignty, Land Research Action Network (LRAN), 2005. Available at: <http//www.landaction.org> 33 BEBBINGTON, Anthony: ‘Livelihood Transitions, Place Transformations: Grounding Globalization and Modernity,’ in R.N. Gwynne and C. Kay, 2nd (eds), Latin America Transformed: Globalization and Modernity, London Arnold, 2004, pp. 173–92. GIARRACCA, Norma: ¿Una nueva ruralidad en América Latina? Buenos Aires, Argentina, CLACSO, 2001. GONZÁLEZ, Carmen .G: ‘Trade Liberalization, Food Security and the Environment: The Neoliberal Threat to Sustainable Rural Development’, Transnational Law and Contemporary Problems (2004), vol. 14, pp. 419-498. IFAD: Rural Poverty Report. Gaining Ground in the 21st Century. Rome, IFAD, 2011. PRETTY, Jules: Agri-Culture. Reconnecting People, Land and Nature. London, Earthscan Publications Limited, 2002. 34 BARKIN, David: ‘La Nueva Ruralidad y la Globalización’, in E. Pérez and M.A. Farah (eds), La Nueva Ruralidad en América Latina. Maestría en Desarrollo Rural 20 años (2001), Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, pp. 21-40. TEUBAL, Miguel: ‘Globalización y nueva ruralidad’, en N. Garriacca (ed), ¿Una Nueva Ruralidad en América Latina?, (Buenos Aires: CLACSO), 2001, pp. 45-65. 35 DENEVAN, William.M.: ‘Prehistoric Agricultural Methods as Models for Sustainability’, Advanced Plant Pathology (1995), no. 11, pp. 21-43. HOLT-JIMÉNEZ, Eric: Campesino a Campesino: Voices from Latin America's Farmer to Farmer Movement for Sustainable Agriculture, Oakland, CA: Food First Books, 2006. 36 HOLT-GIMÉNEZ, Eric: The Campesino a Campesino Movement: Farmer-led Sustainable Agriculture in Central America and Mexico, Oakland, Institute for Food and Development Policy, 1996. (Food First Development Report no. 10). HOLT-GIMENEZ, Eric: ‘Measuring Farmers Agroecological Resistance to Hurricane Mitch’, LEISA (2001), vol. 17, pp. 18-20. HOLT-JIMÉNEZ, Eric: Campesino a Campesino: Voices from Latin America's Farmer to Farmer Movement for Sustainable Agriculture, Oakland, CA: Food First Books, 2006. 37 FUNES, Fernando, et al (coords.): Sustainable Agriculture and Resistance: Transforming Food Production in Cuba. Oakland, Food First Books, 2002. FUNES-MONZOTE, Fernando: Farming like We’re Here to Stay: The Mixed Farming Alternative for Cuba. PhD thesis, Wageningen University, The Netherlands, 2008. HOLT-GIMENEZ, Eric: ‘Measuring Farmers Agroecological Resistance to Hurricane Mitch’, LEISA (2001), vol. 17, pp. 18-20. WILKEN, Gene C: Good Farmers: Traditional Agricultural Resource Management in Mexico and Guatemala, Berkeley, University of California Press, 1987. 61 productores trabajan libremente en redes organizadas de intercambios ‘de campesino a campesino’, transformando simples conjuntos de técnicas sostenibles en estilos complejos de producción agroecológica, dando a cientos de de miles de pequeños productores en Mesoamérica y el Caribe más margen de maniobra.38 Todas estas estrategias tratan de revitalizar la agricultura campesina y aumentar su contribución a la producción nacional de alimentos. En este marco nace la soberanía alimentaria como una propuesta desde abajo surgida de la sociedad civil y promovida por la ONG La Vía Campesina. La soberanía alimentaria se trajo por primera vez al debate público en la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996 por la ONG Via Campesina.39 Para garantizar el acceso universal e independiente a los alimentos para todos los habitantes del mundo, la soberanía alimentaria promueve esquemas diversificados y basados en la comunidad de producción de alimentos, así como la protección y gestión de la producción agrícola local y el comercio para alcanzar los propósitos del desarrollo rural sostenible.40 Agricultura familiar y seguridad alimentaria. Más del 80% de los tres mil millones de habitantes rurales se dedican a actividades agrarias; tres de cada cuatro pobres en los países en vías de desarrollo viven en zonas rurales; la mayoría de ellos dependen de manera directa o indirecta de la agricultura como medio de vida; y aproximadamente dos tercios viven en pequeñas explotaciones (el 85% de ellas operan con menos de dos hectáreas) de las cuales hay unos 500 millones.41 Definir a los pequeños productores es una tarea difícil. No hay una definición precisa ni 38 HOLT-JIMÉNEZ, Eric: Campesino a Campesino: Voices from Latin America's Farmer to Farmer Movement for Sustainable Agriculture, Oakland, CA: Food First Books, 2006. PERERA, J: ‘Programa Campesino a Campesino en Cuba: Un movimiento agroecológico a escala nacional’, in Proceedings II International Symposium on Agroecological Livestock (SIGA), Cuba, 2004, pp. 176-179. 39 VIA CAMPESINA: Food Sovereignty. Flyer distributed at the World Food Summit +5, Rome, Italy, 2002. Available at: http://www.peoplesfoodsovereignty.org/statements.html 40 NGO/CSO FORUM FOR FOOD SOVEREIGNTY: ‘An Action Plan of the NGO/CSO Forum for Food Sovereignty’. NGO/CSO Forum for Food Sovereignty, Rome, 8-13June 2002. 41 HAZELL, Peter, POULTON, Colin WIGGINS, Steve and DORWARD, Andrew: The future of small farms for poverty reduction and growth, 2020 Discussion Paper 42, Washington DC: International Food Policy Research Institute, 2007. IFPRI: ‘The Future of Small Farms’, Proceedings of a research workshop, Washington, D.C: IFPRI, 2005. NAGAYETS, Oksana: ‘Small farms: Current Status and Key Trends’. In The Future of Small Farms. Proceedings of a research workshop, Wye, UK, 26–29 June 2005. Washington, D.C: IFPRI. Available at: http://www.ifpri.org/events/seminars/2005/smallfarms/sfproc.asp. NARAYANAN, Sudha and Ashok GULATI: Globalization and Smallholders: a Review of Issues, Approaches and Implications. Washington, D.C: IFPRI. (Discussion paper no.50), 2002. 62 universalmente aceptada. World Bank’s Rural Strategy (2003) define a las pequeñas explotaciones como aquellas con menos de dos hectáreas de tierras de cultivo y con una base de recursos escasa. Nagayets (2005) destaca la importancia del contexto a la hora de definir la agricultura familiar: una finca de 10 hectáreas en muchas partes de América Latina sería más pequeña que la media nacional de muchos países de la región, funcionando fundamentalmente con trabajo familiar y produciendo para la subsistencia. El artículo utiliza indistintamente pequeña producción y agricultura familiar para referirse al mismo grupo de productores. Aunque la viabilidad de los pequeños productores está amenazada de una manera sin precedentes en el contexto actual de redes de producción y distribución de alimentos globales, hay todavía argumentos importantes para preservar la agricultura familiar.42 Los pequeños productores tienen un papel fundamental en el crecimiento y la reducción de la pobreza en los países en vías de desarrollo. En el caso de los países pobres, la importancia de los pequeños productores estriba en su eficiencia económica si la comparamos con grandes explotaciones, la gran cantidad de empleo productivo que pueden generar y su rol en la reducción de la pobreza y la inseguridad alimentaria. Al mismo tiempo, los pequeños productores pueden promover una importante economía rural no agrícola así como limitar las migraciones campo ciudad.43 Los pequeños productores en países de bajos ingresos también son menos dependientes del empleo asalariado, insumos externos, agroquímicos y tecnologías importadas de los países desarrollados. Por lo tanto, si se produce un shock externo (como la crisis alimentaria global o condiciones climáticas adversas) los pequeños agricultores son los únicos capaces de producir para el mercado nacional.44 Esto señala la capacidad de los pequeños productores en la producción nacional de alimentos así como en la reducción de la dependencia alimentaria en los países en vías de desarrollo. La agricultura familiar y a pequeña escala está ligada de manera indisociable a la seguridad alimentaria mundial. ‘La seguridad alimentaria existe cuando todas las personas tienen, en todo momento, acceso físico, social y económico a alimentos suficientes, inocuos y nutritivos que satisfacen sus necesidades energéticas diarias y 42 HAZELL, Peter, POULTON, Colin WIGGINS, Steve and DORWARD, Andrew: The future of small farms for poverty reduction and growth, 2020 Discussion Paper 42, Washington DC: International Food Policy Research Institute, 2007. 43 Ibid 44 Ibid. IFPRI: ‘The Future of Small Farms’, Proceedings of a research workshop, Washington, D.C: IFPRI, 2005. 63 preferencias alimentarias para llevar una vida activa y sana’.45 La Soberanía alimentaria es el derecho de los pueblos a alimentos nutritivos y culturalmente adecuados, accesibles, producidos de forma sostenible y ecológica, y su derecho a decidir su propio sistema alimentario y productivo.46 Se trata de un concepto político, construido ‘desde debajo’, movimientos sociales y la sociedad civil. A pesar de la gran cantidad de impedimentos que encuentran los pequeños productores para insertarse en la producción nacional de alimentos, la evidencia nos muestra la elevada proporción de alimentos que estos producen en los países en vías de desarrollo. La agricultura familiar rescata los alimentos tradicionales, contribuyendo a una dieta equilibrada, a la protección de la biodiversidad agrícola del mundo y al uso sostenible de los recursos naturales.47 Hay una serie de características intrínsecas de la agricultura familiar que explican su importancia en la producción nacional de alimentos.48 Esto es especialmente notorio en el caso de la producción de cereales. Mientras el 91% de las 1500 millones de hectáreas de tierra agrícola se destinan a las agroexportaciones, biocombustibles y soja transgénica, millones de pequeños productores en los países en desarrollo producen un gran porcentaje de los granos básicos y productos esenciales para alimentar a las poblaciones rurales y urbanas de todo el mundo.49 De los 960 millones de hectáreas cultivadas (cultivables y con cultivos permanentes) en África, Asia y América Latina, el 10-15% es gestionada por pequeños productores, que producen entre el 40% y el 60% de los alimentos disponibles para el consumo nacional.50 En América Latina aproximadamente 17 millones de pequeñas explotaciones ocupan el 34.5% del área total 45 WORLD FOOD SUMMIT: Food and Agriculture Organization of the United Nations, Rome Declaration on World Food Security and World Food Summit Plan of Action; International Food Policy Research Institute, A 2020 Vision for Food, Agriculture, and the Environment: The Vision, Challenge, and Recommended Action, Washington, D.C, 1995, p.5. 46 Ibid, p.5 ROSSET, Peter: Moving Forward: Agrarian Reform and Food Sovereignty, Land Research Action Network (LRAN), 2005. Available at: <http//www.landaction.org> 47 FAO: Año Internacional de la Agricultura Familiar 2014 www.fao.org/family-farming-2014/es Roma, 2014. 48 PATEL, Raj: Stuffed and Starved: Markets, Power and the Hidden Battle for the World Food System, London, Portobello Books, 2007. 49 ALTIERI, Miguel. A: Small Farms as a Planetary Ecological Asset: Five Key Reasons Why We Should Support the Revitalisation of Small Farms in the Global South. Penang, Malaysia, Third World Network, 2008. IFAD: Rural Poverty Report. Gaining Ground in the 21 st Century. Rome, IFAD, 2011. 50 ALTIERI, Miguel. A: Small Farms as a Planetary Ecological Asset: Five Key Reasons Why We Should Support the Revitalisation of Small Farms in the Global South. Penang, Malaysia, Third World Network, 2008. HAZELL, Peter, POULTON, Colin WIGGINS, Steve and DORWARD, Andrew: The future of small farms for poverty reduction and growth, 2020 Discussion Paper 42, Washington DC: International Food Policy Research Institute, 2007. 64 cultivada con un tamaño medio de explotación comprendido entre 3.6ha y 1.8ha.51 Estas unidades campesinas producen el 51% del maíz, el 77% de los frijoles y el 61% de las patatas disponibles para el consumo en la región.52 En Brasil aproximadamente 4.8 millones de pequeños productores con el 30% de la tierra agrícola total del país producen el 84% de mandioca y el 67% de los frijoles.53 En Chile a pesar de ser considerado uno de los países exportadores más importantes de América Latina, existen 11 veces más agricultores produciendo para el mercado doméstico que aquellos destinados a las exportaciones. De los productores que producen para el mercado doméstico el 89% son pequeños y medianos productores destinados al consumo nacional.54 En África subsahariana los pequeños agricultores producen el 90% de la producción agrícola.55 En Asia más de 200 millones de productores de arroz son pequeños productores con parcelas de unas dos su propio sistema alimentario y productivo. Esto pone a aquellos que producen, distribuyen y consumen alimentos en el corazón de los sistemas y políticas alimentarias, por encima de las exigencias de los mercados y de las empresas. La soberanía alimentaria da prioridad a las economías locales y a los mercados locales y nacionales, y otorga el poder a los campesinos y a la agricultura familiar, la pesca artesanal y el pastoreo tradicional, y coloca la producción alimentaria, la distribución y el consumo sobre la base de la sostenibilidad medioambiental, social y económica.56 En India los pequeños productores con menos de 2ha representan el 78% del número total de BERDEGUÉ, Julio. and Ricardo FUENTEALBA: ‘Latin America: The State of Smallholders in Agriculture’, Paper presented at the IFAD Conference on New Directions for Smallholder Agriculture, 2425 January 2011, Rome. 52 Ibid Ver también KAY, Cristóbal: ‘Latin America's Exclusionary Rural Development in a Neoliberal World’, Paper presented at the meeting of the Latin American Studies Association (LASA), Continental Plaza Hotel, Guadalajara, Mexico, 17-19 April 1997. 53 ALTIERI, Miguel. A: ‘Applying Agroecology to Enhance the Productivity of Peasant Farming Systems in Latin America’, Environment, Development and Sustainability (1999), vol. 1, pp. 197-217. 54 BERDEGUÉ, Julio. and Ricardo FUENTEALBA: ‘Latin America: The State of Smallholders in Agriculture’, Paper presented at the IFAD Conference on New Directions for Smallholder Agriculture, 2425 January 2011, Rome. ODEPA: Estadísticas de la agricultura Chilena. Santiago, Chile: Oficina de Estudios y Políticas Agrarias, 2002. Available at: odepa.gob.cl/webodepa/templates/basedatos.html 55 IFPRI: ‘The Future of Small Farms’, Proceedings of a research workshop, Washington, D.C: IFPRI, 2005. NARAYANAN, Sudha and Ashok GULATI: Globalization and Smallholders: a Review of Issues, Approaches and Implications. Washington, D.C: IFPRI. (Discussion paper no.50), 2002. SPENCER, Dunstan: ‘The Future of Agriculture in Sub-Saharan Africa and South Asia: Wither the small farm?’, in Sustainable Food Security for All by 2020. 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Available at: <http//www.landaction.org> WORLD FOOD SUMMIT: Food and Agriculture Organization of the United Nations, Rome Declaration on World Food Security and World Food Summit Plan of Action; International Food Policy Research Institute, A 2020 Vision for Food, Agriculture, and the Environment: The Vision, Challenge, and Recommended Action, Washington, D.C, 1995. 51 65 explotaciones y producen el 41% de los granos básicos del país. 57 Por último, Soto Baquero (2009) señala que los pequeños productores no sólo contribuyen de manera significativa a la producción nacional de alimentos, también ayudan a reducir la inseguridad alimentaria y la vulnerabilidad de una importante proporción de los habitantes rurales pobres en América Latina, especialmente en zonas de agricultura de subsistencia y áreas subdesarrolladas.58 En el caso de que se produzca un shock externo los alimentos producidos localmente implican muchos menos costes de transporte y comercialización frente a los alimentos importados. De esta manera, los pequeños productores presentan una estrategia sostenible para alimentar a la población nacional. Tal y como argumenta Altieri (2008), pequeños incrementos en la productividad de los productores familiares que producen la mayoría de los granos básicos, tendrá un impacto mucho más significativo a nivel local y regional que los aumentos en las importaciones de alimentos procedentes de países desarrollados y controlados por grandes empresas multinacionales altamente dependientes de tecnología, insumos químicos y semillas transgénicas. Aproximadamente el 50% de los alimentos consumidos en los países en desarrollo durante los 80 y los 90 eran importados.59 Murphy (1999) destaca que en el Caribe, la inseguridad alimentaria es una consecuencia directa del pequeño tamaño de estos países y los siglos de colonialismo que priorizaron la producción de azúcar y otros monocultivos tradicionales de exportación, negando de esta manera la producción de cultivos para el consumo doméstico. Estos patrones históricos han empeorado y se han profundizado en la mayoría de países del Caribe y América Central; en el actual contexto de redes globales de producción y acuerdos de libre comercio estos países permanecen como importadores netos. La crisis alimentaria Global de 2008 mostró los problemas de la dependencia de importaciones de alimentos y la inseguridad alimentaria, especialmente notorio en 57 IFAD: Rural Poverty Report. Gaining Ground in the 21 st Century. Rome, IFAD, 2011. GREENLAND, Dennis James: The Sustainability of Rice Farming, Wallingford, UK, CAB International, 1997. 58 ROSSET, Peter: Moving Forward: Agrarian Reform and Food Sovereignty, Land Research Action Network (LRAN), 2005. Available at: <http//www.landaction.org> SOTO BAQUERO, Fernando: Crisis financiera y financiamiento agropecuario rural en América Latina: Una mirada más allá del corto plazo, Chile, FAO-RLC, 2009. 59 FAO: La política agrícola en el nuevo estilo de desarrollo latinoamericano. Roma: FAO, 1994. MURPHY, Catherine: 1999. Cultivating Havana: Urban Agriculture and Food Security in the Years of Crisis. Oakland: Institute for Food and Development Policy. (Food First Development Report no. 12). 66 aquellos países en desarrollo que habían desmantelado sus sectores de granos básicos en los 90 y se habían convertido en importadores netos de alimentos. Agricultura familiar en la UE: una breve reflexión. En el caso europeo, el problema principal de los pequeños productores se relaciona con el tipo de políticas agrarias y los canales de distribución de alimentos. El porcentaje de explotaciones familiares en la UE supera el 95%. En España, el Censo Agrario de 2009 registro un 94% de unidades productivas bajo la titularidad de una persona física. Es decir con un carácter eminentemente familiar. Las transformaciones de las estructuras agrarias desde los años 90 del siglo XX han supuesto una importancia creciente de las explotaciones grandes, el aumento trabajo asalariado y el debilitamiento de los rasgos familiares de las explotaciones españolas.60 El Primer Foro por la Soberanía Alimentaria celebrado en Europa, se desarrolló del 16-21 de agosto de 2011 en Krems, Austria y planteó diferentes objetivos así como las bases de la Soberanía Alimentaria y la agricultura familiar en Europa: una política agrícola y alimentaria (PAC) alternativa, una gobernanza global del comercio agrícola internacional localizada en la FAO y no en la OMC, un cambio en la manera en que se producen, consumen y distribuyen los alimentos, reconociendo el derecho a nuestros bienes comunes así como un cambio de las políticas públicas de gobernanza del sistema agrario y alimentario europeo. Sin embargo, definir la soberanía alimentaria en los países de la UE es complicado. La pobreza y el acceso a bienes básicos de producción no se presentan de la misma manera que en los países en desarrollo aunque existen situaciones rurales precarias (por ejemplo en Rumanía) en determinadas regiones. Existen ejemplos, estrategias particulares ligadas a la Vía Campesina y la soberanía alimentaria pero son casos aislados que no representan la situación general ni la opinión de todo tipo de agricultores. Tratan de promover estrategias que apoyen y conecten a los pequeños productores con el mercado; señalan la necesidad de un I+D independiente que rescate el conocimiento tradicional campesino y sea menos dependiente de las grandes compañías. MORENO, Olga: ‘Los rasgos familiares de la agricultura española’, Agricultura Familiar en España 2014. Fundación de Estudios Rurales. UPA, pp. 47-53. http://www.upa.es/anuario_2014/pag_047053_Moreno.pdf 60 67 Conclusiones. Viejos problemas, desafíos recurrentes. Los cambios en los patrones de producción y tenencia de la tierra desde la I a la II Globalización muestran cómo los viejos retos y problemas recurrentes en la historia agraria española se reflejan en el actual modelo de desarrollo agrario de América Latina. La cuestión agraria en España y América Latina de la I a la II Globalización presenta una serie de dificultades relacionados con el tipo de políticas agrarias implementadas (proteccionismo vs liberalización comercial), los problemas estructurales de acceso a los recursos básicos (agua, tierra, educación, sanidad, infraestructuras básicas), el peso de las empresas transnacionales, la seguridad alimentaria y soberanía alimentaria y sus diferencias en países desarrollados y en desarrollo. Aunque se trata de períodos muy distintos, contextos económicos, sociales y geográficos distintos, el debate sobre la cuestión agraria debe señalar la importancia de políticas sociales activas, la función de los nuevos movimientos sociales (o de la ‘reforma desde abajo’ en España el Frente Popular o el MST en Brasil), la influencia de la reforma en la sostenibilidad, la reforma agraria y comercio internacional, la desigualdad en la propiedad de la tierra y posibilidades de crecimiento económico. Todos estos aspectos ayudan a comprender las razones del fracaso de las reformas agrarias en diferentes países y momentos históricos. Los problemas recurrentes hasta la II República en el caso español en un contexto caracterizado por la desigualdad social, analfabetismo, falta de acceso a los recursos básicos como la tierra, la educación , la sanidad, las diferencias entre el mundo urbanorural, muestran a España como un país en vías de desarrollo. ¿Es realmente una situación tan distinta a la que encontramos en los países en vías de desarrollo en la II Globalización? El debate sobre el acceso a la tierra sigue basándose en la relevancia de la agricultura familiar frente a la gran explotación en un contexto global que presenta oportunidades y amenazas pero dónde este grupo de productores a pequeña escala tienen un gran potencial para alimentar a la población en los países menos desarrollados. Las crisis alimentarias (2007-2008) muestran las carencias de modelos de inseguridad alimentaria y cómo afectan las políticas agrícolas dominantes a las posibilidades de producción local de alimentos. Estos aspectos reunifican y conectan la seguridad alimentaria y nutricional y la soberanía alimentaria de los pueblos tanto en los países desarrollados y en vías de desarrollo. El reconocimiento del año Mundial de la agricultura familiar por la FAO en 68 2014 fue un pequeño avance para el diseño y recomendaciones de políticas agrarias en el contexto global. ANEXO I Tabla 1 Modelo Dominante versus un paradigma agroecológico CARACTERÍSTICAS MODELO SISTEMA CONVENCIONAL AGROECOLOGICO: (Neoliberal) PARADIGMA DE LA SOBERANÍA ALIMENTARIA Principal objetivo Maximizar la Optimizar la producción producción Significado de la agricultura Sostenibilidad: Un negocio económica, social y medioambiental IMPACTO SOCIO- Negativas Positivas ECONÓMICO estática dinámica Externalidades alta Baja Baja /media Alta alta Baja /media Alta Baja /media Bajo o nulo Alto Ventaja comparativa Dependencia en insumos químicos (petróleo) Productividad de la tierra 69 Producción (cultivada) Baja Alta Estabilidad de la Muy baja Sana producción Limitado y Elevado: pequeña Espacio para el concentrado en explotación familiar. mercado local grandes explotaciones (MST en Brasil) Autonomía de monocultivo a gran escala. Calidad de los alimentos Acceso a la tierra (TNCs) IMPACTO Muy negativo Respetuoso/positivo MEDIOAMBIENTAL Baja Alta Sostenibilidad Baja Media/Alta Diversidad Baja Media Recuperación Alto Media/baja IMPACTO Desde arriba, Participativa y local. El TECNOLÓGICO importada. campesino primero. Generación de Agronomía Investigación tecnología convencional participativa Diseño de la Alta Media Desplazamiento humano del proceso medioambiental investigación Dependencia de insumos humanos externos Fuente: Rosset, 2005, Gliessman, 2000. 70 ANEXO II Importancia del sector agrario España, ppios S. XX América Latina hoy Motor de crecimiento Muy importante: crecimiento basado en las Exportaciones tradicionales y producción exportaciones, de granos para el consumo agricultura doméstico, vino. Ganadería (1900-2015) de cambio Subsistencia Concentración de Extrema , la provincia de la tenencia de la Salamanca, latifundios, tierra absentismo, subsistencia Extrema: latifundios, grandes plantaciones vs explotaciones familiares Reformas agrarias fallidas/asistenciales Papel de los grandes propietarios Importante, poderoso Grandes desigualdades sociales Importante y poderoso: absentismo, aparcería, empresas transnacionales Papel de los Inexistente Nunca movimientos de Ligas de agricultores productores sin un acuerdo: movimientos de los tierra hubo sin tierra son esenciales para conseguir la reforma agraria (Brasil) Papel del estado Capturado Búsqueda Muy escaso: capturado de renta, control de los grupos de poder 71 Resultados: Limitados : subsistencia, Diversificación, agricultura familiar escaso acceso a las mejoras limitadas y tecnológicas, en empleo y actividades pluriactividad, emigración rurales no agrarias producción alimentos de a América conflictividad rural Latina, oportunidades Aumento de importaciones de alimentos Pobreza urbana y pobreza rural Bibliografía ALTIERI, Miguel. 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La perspectiva de género en la historia rural Ana Cabana Iglesia1 Universidade de Santiago de Compostela Una propuesta: ampliar el foco de interés. Señalar que la historia agraria ha introducido en sus investigaciones la perspectiva de género sería, a todas luces, un eufemismo. A nadie puede sorprender el hecho de que se afirme que hasta el momento la historia de las mujeres y, específicamente, la historia de género y la historia agraria han evolucionado por caminos que se han cruzado mucho menos de lo que sería deseable. Nacidas y crecidas al calor del desmigajamiento sufrido por la historia en su versión más política y más “desde arriba”, siendo ambas fruto del deseo de superar la historia que se centraba exclusivamente en los que ostentaban el poder, comparten el objetivo de profundizar en nuevos objetos de estudio, mujeres, en un caso, el campesinado en otro. Dado que en el mundo rural el género o, si se quiere expresar en términos menos postmodernos, las mujeres –no importa desde que perspectiva de estudio nos parapetemos, tanto sea desde sus presencias como desde sus más señaladas ausencias, reales o no- suponen un sujeto fundamental (como lo son los varones), no deja de ser una extraordinaria flaqueza la tremenda escasez de estudios sobre aquellas. La falta de una relación fluida entre ambas disciplinas es bidireccional en el caso de la historiografía española. Una sencilla búsqueda de títulos de artículos que contengan La autora es miembro del Grupo de Investigación “Histagra” (http://histagra.usc.es/) del Departamento de Historia Contemporánea e de América de la Universidad de Santiago de Compostela. 1 77 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | conceptos como “mujer” o “femenino” en el buscador de la revista Historia Agraria, la más prestigiosa de cuantas de publican sobre temas de historia rural en España, o la pesquisa de “campesina” o “ mujer rural” en los títulos de investigaciones que han visto la luz en publicaciones periódicas de referencia en el campo del género, como la revista Arenal, revelan que si las y los agraristas han dejado mayoritariamente de lado a las mujeres rurales, las estudiosas (lamentablemente no cabe precisar el masculino) de la mujer y del género en España tampoco las han visto como sujetos susceptibles de protagonizar sus análisis salvo en casos tremendamente excepcionales2. La explicación de esta falta de maridaje entre dos disciplinas, cuando una de ellas, como es la historia de las mujeres, está tan abierta al contacto con múltiples enfoques historiográficos, puede argumentarse en los mismos términos con los que se evidencia en general la ausencia de interés por el campesinado por parte de la historiografía de corte generalista3. Atraso, tradición, inmovilismo, pasividad… continúan a ser los atributos que, bien mezclados y en diferentes dosis, configuran las representaciones e imaginarios de investigadores ajenos a su estudio. ¿Por qué las estudiosas del género habrían de ser diferentes y sentirse atraídas por el sector femenino de ese colectivo? ¿Qué razones tendrían para mirar hacia las menos visibles dentro de un grupo ya de por sí invisibilizado por la historiografía?4 La mayoría de las investigaciones realizadas hasta el momento han centrado su atención en aquellas casuísticas en las que las mujeres presentaban unas características que las alejaban de los estereotipos asociados a los contextos y actividades del rural. Aun cuando en el espacio urbano como en el campo estaban supeditadas a Entre los trabajos más destacados por su condición de pioneros, su impacto historiográfico, su novedosa factura o su valía como estado de la cuestión podríamos señalar los realizados por Serrana GRIAL GARCÍA: El trabajo de las mujeres del campo en la Galicia moderna, Madrid, AEIHM/AHS, 2005; Teresa María ORTEGA LÓPEZ: “Democratizando la democracia. Estrategias de género de las trabajadoras agrícolas españolas (1977-1990)”, Historia Agraria, 91, (2013), pp.181-209; Ofelia REY CASTELAO: “El trabajo de las mujeres rurales en la España Moderna. Un balance historiográfico, 1994/2013”, Revista de Historiografía (RevHisto), 22, (2015), pp.183-220; Sofía RODRÍGUEZ LÓPEZ: Memorias de Los Nadie. Historia oral del campo andaluz (1914-1959), Sevilla, Centro de Estudios Andaluces, 2015. 3 Sobre la necesidad de que los avances realizados por la historia agraria en las últimas décadas sean visibilizados por la historiografía española, Francisco COBO ROMERO y Teresa María ORTEGA LÓPEZ: “Introducción: algunas propuestas interpretativas sobre la evolución política, social y cultural del mundo rural en la España contemporánea”, en Teresa María ORTEGA LÓPEZ y Francisco COBO ROMERO, La España rural, siglos XIX y XX. Aspectos políticos, sociales y culturales, Granada, Ed. Comares, 2011, pp. IX-XLI 4 Las mujeres rurales no se han considerado dignas de ser representadas ha señalado Carmen Sarasúa, idea en la que Mary Nash ha incidido recientemente. Carmen SARASÚA: “Historia, género y cultura popular”, en Tomás M. MANTECÓN MOVELLÁN (ed.): Bajtín y la historia de la cultura popular. Cuarenta años de debate, Santander, Universidad de Cantabria, 2008, pp. 21-32; Mary NASH: “Prólogo”, en Teresa María ORTEGA LÓPEZ (ed.), Jornaleras, campesinas y agricultoras. La historia agraria desde una perspectiva de género, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2015, pp. 9-12. 2 78 determinados patrones comunes en función del género femenino compartido, como la condición de subordinadas, unas fueron erigidas como modelo de “modernidad” desde el punto de vista de la acción política, de la formación educativa, del estatus social, etc., mientras las otras quedaron detrás del velo del rol de la domesticidad que difumina todo lo demás. Esta circunstancia ha incidido de la misma manera en la investigación realizada desde la historia agraria. No podemos negar que como disciplina esta tiene enormes dificultades teóricas y metodológicas para aprehender unos sujetos tan resbaladizos en las fuentes documentales con las que mayoritariamente se llevan a cabo las investigaciones de este tipo5. Seguir el rastro de determinados colectivos femeninos se torna enormemente complejo, con la paradoja de la obviedad. Siempre hemos sabido que estaban, que importan, que condicionaban pero, aun así, o precisamente por ello, no hemos podido enfocarlas con acierto en la complejidad y amplitud que a nuestro entender merecerían como actores imprescindibles de la evolución histórica del agro español. Un método: caminar hacia el género. Las mujeres rurales han sido objetivo de diferentes estudios que impiden que podamos hablar de ellas como las grandes olvidadas de la historiografía de corte ruralista. En este sentido es palmario el hecho de que en España ha sido la historia económica la pionera y la disciplina que les ha prestado una mayor atención, ya fuera como colectivo específico (mujeres rurales), ya como integrantes del agregado femenino genérico6. Al igual que en otras disciplinas históricas, su atención ha sido mucho mayor hacia colectivos femeninos de ámbito urbano y ocupaciones laborales relacionadas con el sector secundario o el comercio (tabaqueras, trabajadoras de teléfonos, trabajadoras del sector textil, etc.), pero 5 Es el caso de la antropometría histórica, cuyos estudios sobre la evolución de los niveles de vida y bienestar en el rural español han dejado fuera habitualmente a las mujeres debido a que sus fuentes son fundamentalmente las derivadas de los procesos de reclutamiento de quintas. Antonio David CÁMARA HUESO: “Fuentes antropométricas en España: problemas metodológicos para los siglos XVIII y XIX”, Historia Agraria, 38, (2006), pp.105-118. 6 Una de las claves para entender estas investigaciones pioneras en la historiografía económica española, y mucho más concretamente en la historia del trabajo, probablemente sean las aportaciones al debate feminista de obras como Women, Work and Family que aborda el estudio de la historia del trabajo de las mujeres integrando tres elementos (mujer, trabajo y la familia) que aún en la historiografía más reciente siguen formando un conformando una especie de engranaje de reloj a través del cual analizar la aportación de lo femenino a los estudios socioecónomicos de manera que los mencionados elementos se constituyen como un todo integrado en el que la mujer se define en relación con su papel dentro de la unidad familiar y/o unidad de producción (aunque este último se plantee en términos de ausencia). Lousie TILLY y Joan W. SCOOT: Women, Work and Family, Nueva York, Holt, Rinehart and Wiston, 1978. 79 su preocupación por el análisis histórico de las desigualdades sociales (salario, oportunidades educativas, alimentación, etc.) y su empeño en conocer las claves de la construcción del modelo de división sexual del trabajo han conllevado esta incorporación de los sujetos femeninos rurales a su investigación7. Esta disciplina se ha acercado a las mujeres del agro utilizando registros cuantitativos (censos, padrones, etc.) y perfiles estadísticos como fuentes. Estos, pese a saberse que no son totalmente fiables (por debilidades en la recogida de datos, por encubrir ocupaciones con categorías falaces, etc.), gracias a un enorme esfuerzo en su crítica y manejo, han posibilitado a los investigadores recoger huellas de la presencia femenina que resultan transcendentales para la mejor compresión del mundo rural y su evolución8. Debe señalarse también que, en un evidente empeño por realizar investigaciones de historia económica en el marco de la historia de las mujeres (o viceversa), muy a menudo se ha focalizado la atención en el estudio de mujeres rurales que en alguna medida se han diferenciado de la comunidad de origen sin que esto deba suponer un abandono total de la misma), ya sea por pasar a tener determinadas ocupaciones distintivas desde el punto de vista laboral (empleo en la protoindustria o industria rural) o por la movilidad espacial (emigración), lo que nos ha ayudado a observar las desigualdades no solo entre hombres y mujeres, sino también entre las propias mujeres9. Las mujeres del campo también han recibido atención diferenciada por parte de la demografía histórica10. En este caso se podría sintetizar, de modo tremendamente simplista, que las campesinas han importado, sobre todo, en tanto que cuerpo y elemento 7 No tendría sentido aquí citar exhaustivamente el listado de investigaciones que desde la historia económica han demostrado su preocupación por lo femenino y lo han hecho en ámbitos rurales. Algunas con gran significación serían Carmen SARASÚA y Lina GÁLVEZ, (ed.): ¿Privilegios o eficiencia? Mujeres y hombres en los mercados de trabajo, Alicante, Publicaciones de la Universidad de Alicante, 2003; Luisa MUÑOZ ABELEDO: “Women in the Rural and Industrial Labor Force in Nineteenth-Century Spain”, Feminist Economics, Vol 18, 4, (2012), pp. 121-144; Cristina BORDERÍAS y Lina GÁLVEZ: “Cambios y continuidades en las desigualdades de género. Notas para una agenda de investigación”, Áreas. Revista Internacional de Ciencias Sociales, 33, (2014), pp. 7-15. 8 Pilar PÉREZ FUERTES, “El trabajo de las mujeres en los siglos XIX y XX. Consideraciones metodológicas”, Arenal, 2-2, (1995), pp. 219-245. 9 Desde las primeras voces renovadoras como Carmen SARASÚA: “La industria del encaje en el Campo de Calatrava”, Arenal. Revista de Historia de las Mujeres, 2-2, 1995, pp. 151-174; a otros trabajos en esa línea como Luisa MUÑOZ ABELEDO: Género, trabajo y niveles de vida en la industria conservera de Galicia, 1870-1970, Barcelona, Icaria, 2010. 10 Marie-Pierre ARRIZABALAGA: “Las mujeres pirenaicas y la emigración en el siglo XIX”, en Julio HERNÁNDEZ BORGE y Domingo Luis GONZÁLEZ LOPO, (eds.) Mujer y emigración. Una perspectiva plural, Santiago de Compostela, Universidad de Santiago Compostela, 2008, pp. 107-132. 80 medular de reproducción social11. Los análisis de este corte realizados desde esta disciplina ponen sobre la mesa un debate relevante, el de si los cómputos matemáticos de los cuerpos femeninos (índices de fecundidad, edad de maternidad, etc.) pueden ser clasificados como historia de las mujeres o no. Dicho de otra manera ¿visibiliza a las mujeres rurales como sujeto el registro material de sus cuerpos o, por el contrario, las cosifica en la medida en que las reduce a números? En nuestra opinión, no puede negarse la importancia y significación de lo cuantitativo, pese, evidentemente, a no ser suficiente para dotarlas de esa visibilidad que desde los años setenta pretende la historia de las mujeres en su finalidad de evidenciar la presencia femenina en los ámbitos de estudio de la historia clásica12. Porque, si no todos los estudios realizados en enclaves de carácter rural son susceptibles de definirse como corpus específico de la historia agraria, tampoco todo acercamiento al estudio de las féminas debiera ser identificado por defecto como resultado de una decisión consciente de engrosar las investigaciones sobre historia de las mujeres. Por fundamentales que resulten esos trabajos, que lo son, no han reparado, para su realización desde un punto de vista teórico y metodológico, en la variable de género (definitoria en cualquier intento de aproximación a la historia de las mujeres) sino en la diferencia binaria de sexos13. Es decir, desde la demografía histórica se enfatizan las diferencias biológicas entre hombres y mujeres, pero no ha sido su objetivo adentrarse en las construcciones sociales generadas a partir de las mismas. En los últimos años cabe destacar el inicio de algunos movimientos de inclusión de la historia en femenino dentro de la historia agraria, entre los que se encuentran la realización de sesiones específicas en los congresos de la Sociedad Española de Historia Agraria. Nos referimos a “Jornaleras, campesinas y agricultoras. La historia agraria desde una perspectiva de género” (Badajoz, 2013) y “La historia agraria desde una perspectiva 11 De ahí que su estudio vaya usualmente aparejado al del matrimonio o la familia, José Pablo BLANCO CARRASCO, “Notas sobre el matrimonio y el inicio de la vida familiar en el mundo rural extremeño del siglo XVIII», en María José PÉREZ y Alfredo MARTÍN (eds.): Campo y campesinos en la España Moderna. Culturas políticas en el mundo hispano, Madrid, FEHM, 2012, pp. 1073-1077; José Pablo BLANCO CARRASCO y Mercedes SANTILLANA PÉREZ: “Nupcialidad, mercado matrimonial y movilidad en la España interior: Extremadura, ss. XVI-XVIII”, Norba. Revista de Historia, 24, (2011), pp. 35-51. 12 Marisa NAVARRO: “El androcentrismo en la historia: la mujer como sujeto invisible”, en Congreso Mujer y realidad social, Vitoria-Gasteiz, Servicio de Publicaciones de la Universidad del País Vasco, 1988. 13 Lourdes MÉNDEZ: “Administrando la desigualdad entre los sexos: ¿Los estudios de género a la deriva?”, en Carmen ROMERO BACHILLER y Fernando José GARCÍA SELGAS (coord.), El doble filo de la navaja, Madrid, Trotta, 2006, pp. 169-188. 81 de género” (Lisboa, 2016), ambas promovidas por Teresa María Ortega14. Su iniciativa ha conseguido constituir y ocupar un espacio propio para una temática que hasta entonces no había contado con una entidad diferenciada y un peso específico dentro de la disciplina. La relevancia de los estudios presentados en el primero de los encuentros ha permitido la publicación de una monografía específica en la que se da cuenta de las múltiples y fructíferas posibilidades de confluencia entre la historia agraria y la historia de las mujeres a la hora de acercarse a las mujeres del campo, sin importar el periodo histórico y sus diferentes perfiles (jornaleras, propietarias, aparceras, artesanas, etc.)15. Los trabajos presentados en los mencionados congresos pueden servir de indicadores de las potencialidades de acudir a nuevas fuentes (como la historia oral) y/o de revisitar las ya transitadas (catastros) para rastrear en ellas la presencia de lo femenino. Igualmente confirman la importancia de los datos obtenidos al indagar en el día a día de las mujeres rurales y no solo de la población activa agraria específicamente, lo que amplía los márgenes del análisis y añade sujetos a las investigaciones. También se pudo comprobar la apuesta clara de los investigadores por detenerse en las mujeres corrientes, mujeres que han hecho historia en su devenir cotidiano, como parte sustancial y decisiva de las sociedades y las economías rurales. Aquellas que no se encuentran entre las transgresoras, sino que, pese a que en algunos casos rompieron techos de cristal accediendo a estudios, puestos, trabajos y cargos que no les eran "propios" según la división de género establecida, no abandonaron en ningún momento el statu quo de partida. Se ha constatado que la investigación no se ha dejado deslumbrar ni se ha acomodado en el estudio de casos heroicos o excepcionales que, por serlo, son distintivos y llevan asociados mayor visibilidad y una mayor facilidad a la hora de encontrar fuentes de estudio, pero mucha menos proyección social. Si tenemos en cuenta la situación actual en la que se encuentra la historia agraria con respecto al estudio de las mujeres, quizás cabría señalar la pertinencia de indicar posibles opciones de futuro que caminaran hacia una mayor incorporación de aquellas, de tal forma que se reforzase su visibilidad. Se trataría, en primer lugar, de continuar con aquellos estudios que centran su interés en la diferenciación por sexos, dada la 14 Las comunicaciones de ambas sesiones pueden ser consultadas en http://seha.info/2_2013_sesiones.asp y https://lisbon2016rh.wordpress.com/programme/papers/ respectivamente. 15 Teresa María ORTEGA LÓPEZ (ed.): Jornaleras, campesinas y agricultoras. La historia agraria desde una perspectiva de género, Zaragoza, Prensas de la Universidad de Zaragoza, 2015. 82 importancia de la dicotomía masculino/femenino como categoría de análisis válida en retrospectiva histórica para comunidades rurales como la española marcadas por el heteropatriarcado. En segundo lugar, resultaría de sumo interés ampliar las investigaciones que sobre las campesinas que se han hecho hasta el momento, aumentando la diversidad, tanto en las coordenadas espaciales como temporales, e introduciendo análisis comparados entre diferentes territorios (por tanto agriculturas). Es decir, no negamos en absoluto la pertinencia de seguir trabajando como se ha hecho hasta ahora, si acaso ponemos la atención en la pertinencia de aumentar el número de investigaciones sobre las mujeres. Pero creemos firmemente que sería muy conveniente integrar en los estudios de historia agraria las aportaciones realizadas desde la historia de las mujeres. En ellas se encuentran herramientas útiles para aprehender las casuísticas de estos sujetos de estudio tan “silenciadas” y “ocultas para los demás y secretas incluso para ellas mismas”16. Es más, su encaje en la historia agraria nos permitiría superar las aproximaciones a los estudios en femenino realizados a modo de reconocimiento hacia grupos minoritarios: las mujeres son sujetos subalternos y deshistorizados, pero en ningún caso comparten la categoría de minoría. Y, en último término, vinculado también a la ampliación y apertura de perspectivas que serían enriquecedoras para la historia agraria, consideramos de especial interés implementar la historia de género tanto en lo que se refiere a sus aportaciones teóricas como metodológicas. Los estudios feministas han transitado desde el estudio de “la mujer”, como categoría individual, en términos de análisis de estereotipos y alteridad de los patrones de masculinidad, al interés por “las mujeres”, es decir, se ha superado la simplicidad de lo individual para atender a la diversidad de lo múltiple, porque aun dentro de una misma colectividad la diferenciación por factores de sexo resultaba transversal a otros como la edad o la clase social. Con ello se cuestionaba no tanto la representatividad que podía tener un solo individuo sobre su colectivo base, como la identificación de este con aquel como modelo único y se arrojaba luz sobre ámbitos de estudio que hasta entonces habían permanecido en la penumbra. De acuerdo con las nuevas tendencias o corrientes en el estudio de las mujeres, que se sustentan en la crítica (y superación) de esa fórmula de Parafraseando a Antonio Pascual MARTÍNEZ SOTO: “La voz silenciada. Sindicalismo jornalero femenino, negociación y dinámica salarial en el área vitícola del sureste español (1914-1936)”, en Carmen SARASÚA y Lina GÁLVEZ (eds.), ¿Privilegio o eficiencia? Mujeres y hombres en los mercados de trabajo, Alicante, Publicaciones de la Universidad de Alicante, pp. 79-110 y a Carmelo LISÓN TOLOSANA: “Antropología de las fronteras”, Revista de Antropología Social, 3, (1994), pp.75-103 16 83 análisis, había un doble desacierto en relación con la perspectiva que lo guiaba: 1) dar por sentado que lo importante era la cuestión numérica o de cómputo: no era lo fundamental la falta de relevancia de un sujeto, el problema no se subsanaba con más representatividad en la muestra, no era suficiente con agregar sujetos, como pareció entenderse y 2) entender que visibilizar grupos de mujeres era la finalidad del análisis, es decir, se había incidido en “rescatar”, “descubrir” mujeres, pero no se había planteado una cuestión central: el porqué resultan importantes las mujeres como objeto de estudio. Subsanar estos errores ha sido lo que ha llevado a los estudios sobre las mujeres a transitar a los estudios de género. Y, en lo que en este caso nos compete, a pasar de la historia de las mujeres a la historia de género o historia feminista17. Esta corriente innovadora ha superado la identificación de la mujer como modelo único, o las mujeres como colectivo, como un elemento para la investigación sobre el que formular hipótesis que pudieran ser asumidas o no, porque con ello lo que se estaba haciendo era plantear lo femenino en clave de problema (lo que no deja de implicar iniciar un análisis partiendo de una estigmatización). Abandonar el estudio de lo femenino de manera acotada ha posibilitado desviar el foco de atención de estas investigaciones hacia el análisis de la compleja construcción de la identidad y las múltiples representaciones sociales o roles que esta lleva incorporados. Se ha abierto, por lo tanto, el interés por lo relacional como elemento constituyente de dicha identidad. Así, la categoría “género” no compete a las mujeres, ni tan siquiera se refiere exclusivamente a ellas, sino que las coloca en un entramado de relaciones que incluye el componente masculino y abre la posibilidad de aumentar esta dicotomía. Además, coloca a todos los sujetos, sin importar su diformismo sexual, en procesos de construcción social y, por lo tanto, en redes de poder18. Joan W. SCOTT: “El género: una categoría útil para el análisis histórico”, en James S. AMELANG y Mary NASH, (eds.), Historia y género: las mujeres en la Europa moderna y contemporánea, Valencia, Ed. Alfons el Magnanim, 1990, pp. 23-58; Gisela BOCK: “La historia de las mujeres y la historia del género: aspectos de un debate internacional”, Historia Social, 9, (1991), pp. 55-77; Susana NAROTZKY: Mujer, mujeres, género. Una aproximación crítica al estudio de las mujeres en las ciencias sociales, Madrid, CSIC, 1995; Mary NASH: "Los nuevos sujetos históricos: perspectivas de fin de siglo. Género, identidades y nuevos sujetos históricos”, en María Cruz ROMEO e Ismael SAZ (eds.): El siglo XX. Historiografía e Historia, Valencia, Universidad de Valencia, 2002, pp. 85-100; Cristina BORDERÍAS (ed.): Joan Scott y las políticas de la Historia, Barcelona, Icaria-AEIHM, 2006. 18 El género se construye en los procesos sociales, es en las acciones e interacciones diarias donde se negocia y se redefine y tanto la construcción de la feminidad como la de la masculinidad van parejas a las cuestiones relativas a la identidad. Gina BUIJS (ed.), Migrant women: crossing boundaries and changing identities. Cross-cultural perspective of women, Oxford, Berg, 2004; Mary NASH, Feminidades y masculinidades. Arquetipos y prácticas de género, Madrid, Alianza, 2014; Lourdes MÉNDEZ: Antropología feminista, Madrid, Síntesis, 2008. 17 84 Resulta obvio por tanto lo mucho que puede ofrecer la incorporación de esta nueva perspectiva de los estudios de género a la historia agraria como disciplina. Si agregar lo femenino ha resultado hasta ahora, y está llamado a resultar en el futuro, un innegable avance en términos de un mayor conocimiento de las comunidades rurales y sus procesos de cambio en perspectiva histórica, introducir el género supondría ir un paso más allá y contemplar el corpus social de manera integral, reparar de manera mucho más afinada en los procesos de construcción histórica de las identidades conformadas y negociadas en el campo español a lo largo de la historia. Herramientas para el trabajo: lo multidisciplinar. La historia agraria puede colaborar en el proceso de preguntarse por cómo se ha construido históricamente el género y puede ofrecer material específico de reflexión teórica para el estudio transversal del género. Tiene mucho que decir sobre las relaciones de género entendidas como lo que son, relaciones de poder, en el hogar y la comunidad rural, necesariamente diversas a lo largo de la geografía española, entre las generaciones o entre las clases sociales que han habitado el agro. Estas estrategias de poder, desplegadas por hombres y mujeres, se reformulan y cambian de dinámicas en el seno de las estructuras sociales (casa), la práctica laboral o la migratoria y a través de los discursos, y todo ello recae dentro de lo que le es propio al campo de trabajo de la historia agraria. Analizar lo rural con “sensibilidad hacia el género” nos permitirá necesariamente abrir nuevos puntos de vista y que otras perspectivas analíticas tomen sentido. La multiplicidad de miradas posibles desde epistemologías, estructuras conceptuales y perspectivas teóricas diversas no puede resultar sino enriquecedora. Muchas categorías de análisis que incluyen la perspectiva de género están siendo revisadas y cuestionadas desde otras ciencias sociales. Este es el caso de divisiones como productivo-reproductivo, privado-público, doméstico-político, etc.19 Y es innegable que la historia agraria tiene ahí un campo de actuación que podría ser tremendamente fértil. Lejos de falsas modestias, y aplicando una terminología feminista, nuestra disciplina, podría, y debería, empoderarse y no renunciar a participar en revisiones de términos, conceptos y postulados teóricos, que siempre han formado parte de nuestro quehacer Louise LAMPHERE, “The domestic sphere of women and the public world of men: the strengths and limitations of an anthropological dichotomy”, en Caroline B. BRETTELL y Carolyn SARGENT (eds.), Gender in cross-cultural perspective, Pearson Prentice Hall, 2009, pp. 90-98. 19 85 científico y, desde luego, no desestimar un sujeto que a todas luces forma parte inexorable de la historia agraria. ¿Dónde sino en la historia agraria ubicar a las mujeres rurales? No estamos proponiendo que la investigación agraria en España pivote ahora hacia las mujeres, sino que incorpore e integre una nueva manera de mirar que preste atención al género dentro de las temáticas con las que trabajamos de manera habitual: propiedad, conflictividad, migraciones, políticas agrarias, innovación tecnológica, comunales, producción agrícola, sindicalismo agrario, relaciones laborales en el campo, etc. Y una buena forma de iniciar este camino sería parapetarse en la multidisciplinariedad, en el diálogo con los estudios de género y, específicamente, con la historia de género, pero también con ciencias sociales como la sociología, la antropología o la psicología social20. La confluencia de estas disciplinas amortiguaría el posible retardo con el que la historia agraria ha llegado a abordar esta temática y proporcionaría asideros metodológicos y conceptuales que facilitarán nuevas investigaciones planteadas desde estas premisas. Más adelante, el objetivo óptimo sería ser capaces de llevar a cabo investigaciones de carácter interdisciplinar, un reto de mucho mayor calado. Entendemos que no debiéramos prescindir tampoco de recursos y categorías de análisis que otros campos de estudio ya han construido y constituido como referenciables para estudiar el género. En esta línea, cabe mencionar, a modo de ejemplo, los impagables aportes que desde la sociología rural se han hecho vinculados a los procesos de desagrarización y despoblación rural, como por ejemplo la idea de “arraigo”, entendido como un elemento de enganche emocional con un lugar (entiéndase lugar en términos geográficos y simbólicos), el concepto de “generación soporte”, para referirse al último colectivo o cohorte de edad que presenta esa vinculación emocional con el rural, el empleo de la metáfora del “círculo quebrado” como para representar la ruptura en el traspaso generacional de las claves culturales que permitían descifrar el funcionamiento de la comunidad rural sostenida en el tiempo (aprendizaje técnicas de cultivo, manejo del ganado, redes de sociabilidad, etc.) o la idea de “huida ilustrada”, para referenciar el 20 Atiéndase a los buenos resultados obtenidos a través de la firmeza mostrada por la historia agraria en otros ámbitos de estudio que requirieron del diálogo y la convergencia con otras disciplinas. El caso más paradigmático sin duda ha sido el de la historia ambiental, que ha interactuado con campos de conocimiento tan dispares a priori como la agroecología, y lo ha hecho a partir de grupos de trabajo multipisciplinares (ejemplos más visibles el nucleado entorno a Manuel González de Molina en la Universidad Pablo de Olavide y a Enric Tello en la Universidad de Barcelona). 86 abandono del rural por parte de los sujetos más jóvenes y con mayor acceso a la formación de la comunidad21. Ahora bien, más fundamental si cabe es acercarse a las propuestas teóricas argumentadas desde los estudios de género. Si con el liberalismo, equivalente a la “modernidad” en términos filosóficos, empieza a perfilarse el individuo entendido como un “cuerpo inacabado” 22, los estudios de género han rescatado la noción en la que este se contempla como una posibilidad de transformación, de constante elaboración. Dicha imagen de cuerpo en constante construcción es el origen sobre el que tiene cabida la idea de “capacidad de agencia” que actualmente asume la teoría social y que los estudios de género han empleado para romper la visión tradicional de las mujeres como entes sumisos sin margen de negociación23 y/o resistencia en la interacción social. Capacidad de agencia con la que, sin dejar de ser mujeres, pasan a ser entendidas como actores sociales de primer orden, esto es, con entidad propia en el diálogo social. Potencialmente activas en los márgenes permitidos por los roles de género y con capacidad de transgresión de los mismos24. 21 Estos conceptos en Luís Alfonso CAMARERO RIOJA; Rosario SAMPEDRO GALLEGO y Josechu VICENTE MAZARIEGOS: Mujer y ruralidad en España. El círculo quebrado, Madrid: Instituto de la Mujer, 1991; Luís Alfonso CAMARERO RIOJA “Pautas y tendencias demográficas del medio rural: la población rural en la última década el siglo XX”, en Cristóbal GÓMEZ BENITO y Juan Jesús GONZÁLEZ RODRÍGUEZ (ed.), Agricultura y Sociedad en el cambio de siglo, Madrid, McGraw Hill, 2002, pp. 63-77; Luís Alfonso CAMARERO RIOJA y Rosario SAMPEDRO GALLEGO“¿Por qué se van las mujeres? El continuum de movilidad como hipótesis explicativa de la masculinización rural”, REIS. Revista Española de Investigaciones Sociológicas, 124, 2008, pp. 73-105; Cecilia DÍAZ MÉNDEZ: “Aproximaciones al arraigo y al desarraigo femenino en el medio rural: mujeres jóvenes en busca de una nueva identidad rural”, Papers, 75, 2005, pp. 63-84; Cecilia DÍAZ MÉNDEZ: “Mujeres jóvenes y ruralidad: dos generaciones y dos estrategias de inserción sociolaboral”, Aula Abierta, vol 35, nº 1,2, (2005), pp. 117-132; Cecilia DÍAZ MÉNDEZ y Capitolina DÍAZ MARTÍNEZ: “De mujer a mujer: estrategias femeninas de huida del hogar familiar y del medio rural”, Agricultura y Sociedad, 76, 1995, pp. 205-218; Teresa del VALLE MURGA: “La cultura del poder desde y hacia las mujeres”, en Margaret Louise BULLEN y Carmen DÍEZ MINTEGUI (coords.): Retos teóricos y nuevas prácticas, Donosti: ANKULEGI, 2008, pp. 1-178. 22 Anthony GIDDENS: Modernity and selfidentity and society in the late Modern Age, Cambidge, Polity Press, 1991. 23 Un trabajo excepcional y ya clásico sobre dicha capacidad de negociación tanto en las dinámicas intradomésticas como extradomésticas cuyas argumentaciones serían susceptibles de una mucho mayor aplicabilidad en las investigaciones de historia agraria es el de Bina AGARWAL: “Negociación y roles de género: dentro y fuera de la unidad doméstica”, Historia Agraria, 17, (1999), pp. 13-58. También sobre la negociación de los roles de género Jennifer S. HIRSCH: “En el norte la mujer manda: gender, generation and geography in a Mexican transnational community”, American Behavioral Scientist, (1999), 42-9, pp. 1332-1349. 24 Seguimos a Volkman cuando señala que toda cultura está rodeada de un espacio en el que se permite una cierta flexibilidad de los límites, pequeñas rupturas discontinuas que, en realidad, apuntalan con firmeza la norma por la que se rige la organización de la estructura. El concepto de margen de Bourdieu sería igualmente applicable. Toby Alice VOLKMAN: “Our garden is the sea: conting ency and improvisation in Mandar women ́s work”, American Ethnologist, 21, (1994), pp. 564-585; Pierre BOURDIEU: La dominación masculina, Barcelona, Anagrama, 2000. 87 Este axioma de capacidad de agencia se vuelve, por tanto, central en cualquier intento por parte de la historia agraria de aplicar los principios de la perspectiva de género. De hecho, observados desde nuestra óptica, los trabajos ya realizados sobre determinadas casuísticas, como por ejemplo el papel de las viudas o las mujeres que migran, o incluso las campesinas propietarias, responderían, al menos en cierta medida, a la asunción (más o menos consciente) de que esos sujetos estaban dotados de cierta capacidad de acción social25. Bien es cierto que las mujeres en dichas circunstancias pasaban a ser percibidas por la sociedad de la que formaban parte y, por lo tanto, por los investigadores que a posteriori se interesaron en su estudio, en tanto en cuanto, habían si no abandonado el rol de domesticidad que las caracterizaba, sí incorporado al mismo facetas de masculinidad que encajaban de manera más sencilla en el entramado heteropatriarcal. A pesar de seguir siendo mujeres, el grupo las hizo susceptibles de ser clasificadas con determinadas variantes masculinas, lo que les otorgó calidad para ser integradas en las fuentes históricas (lo que las ha hecho tangibles para la investigación) en las que no había cabida para aquellas en las que no se implementaron estas atribuciones y capacidad de representación limitadas al género masculino. El reto que se plantea a la historia agraria de aquí en adelante es conseguir poner a la vista los “otros cuerpos” femeninos, aquellos a los que aún no hemos otorgado capacidad de agencia alguna. Del principio de “capacidad de agencia” emana otra idea sustancial en las teorías de género que entendemos igualmente útil para enfocar estudios de historia agraria. Se trata del concepto sociopolítico de “empoderamiento”26. El género no deja de ser, como ya hemos mencionado, un terreno en el que se evidencian las relaciones de poder y, en ese sentido, el empoderamiento no es un ente ajeno a los intereses de los estudios históricos sobre el rural, siempre tan atentos a las relaciones jerárquicas. Ahora bien, debemos 25 El papel de las viudas ha focalizado el interés de varias comunicaciones en el último congreso de la SEHA realizado en Lisboa en 2016 presentadas a la sesión sobre “Vivir en soledad: viudedad, soltería y abandon en el mundo rural ibérico y lationamericano” https://lisbon2016rh.wordpress.com/programme/papers/. Un colectivo al que igualmente se le ha otorgado capacidad de agencia consolidándose como un objeto de estudio en significativo crecimiento ha sido al del monacato femenino, Ofelia REY CASTELAO: “Las economías monásticas femeninas: un estado de la cuestión”, en Cristina BORDERÍAS, (ed.), La historia de las mujeres: perspectivas actuales, Madrid, Icaria, 2009, pp. 197-222; En cuanto al interés por las campesinas propietarias, María José VILALTA: “Mujeres en el catastro. Propietarias rurales en la Cataluña moderna (siglos XVII y XVIII), en José Antonio Salas Auséns (coord.), Logros en femenino. Mujer y cambio social en el valle del Ebro, siglos XVI-XVIII, Zaragoza, 2013, Prensas de la Universidad de Zaragoza, pp. 219-239 26 Magdalena LEÓN (comp.): Poder y empoderamiento de las mujeres, Bogotá, Tercer Mundo Editores, 1997; Clara MURGUIALDAY MARTÍNEZ: Empoderamiento de las mujeres: conceptualización y estrategias, 2006 [consulta a través de http://www.vitoriagasteiz.org/wb021/http/contenidosEstaticos/adjuntos/es/16/23/51623.pdf}]. 88 introducir un matiz que entendemos fundamental: el empoderamiento en clave de género solo tiene lugar cuando es construido en el propio sujeto, a nivel individual, de tal forma que, para referirnos a él en sociedades pretéritas, tendríamos que ser extremadamente cautelosos y conscientes de que la constatación del mismo es un ejercicio de enorme dificultad y que muy probablemente necesitará de la adaptación a nuestros propios parámetros de esta emblemática concepción de los estudios de género. Pero lejos de suponer un obstáculo insalvable para nuestra propuesta de implementar el género en la historia agraria, puede ser entendido como un incentivo para desarrollar estudios de caso con los que pueda confirmarse o refutarse dicho principio. Otro concepto que ha sido rescatado por los estudios de género para el análisis social es el de “resiliencia”. Este término, utilizado en la física para denominar la capacidad de recuperación del estado inicial de un elemento una vez que ha cesado la presión que lo deformaba, ha experimentado en la actualidad un gran auge debido a su utilidad en ámbitos como la historia ambiental (estudio de la evolución histórica de los paisajes). Sin embargo, en su aplicación a otras ciencias sociales, entendemos que dicho concepto ha sufrido una apreciable modificación, puesto que no se entiende como capacidad de recuperación sino como capacidad de adaptación a un agente perturbador que no tiene por qué desaparecer. Así entendido, en el primero de los casos se trataría de un proceso de recuperación por desaparición de los factores externos que lo provocaban y, en el segundo, estaríamos ante una transformación para soportar la presencia de esos agentes externos que interfieren en los individuos27. En esta línea, si la resiliencia es la capacidad de transformación ante la modificación de las circunstancias vitales y sociales que rodean el individuo, su aplicación con carácter general en los estudios de historia agraria se vuelve pertinente en todo lo relacionado con las relaciones de poder y los grupos sociales sometidos. Por lo que respecta a la incorporación específica de la perspectiva de género, el empleo de esta noción resulta imprescindible toda vez que, como ya hemos señalado, lo femenino se define por la subalternidad. Nos parece evidente la riqueza de matices que ofrecería la inclusión de esta percepción en estudios de caso que se ocupen de procesos migratorios femeninos temporales, en los que las mujeres, durante un período más o menos largo de su vida, mudaban sus roles de forma transitoria y tenían que volver a Michael RUTTER: “Implications of resilience concepts for Scientific Understanding”, Annales of the New Yor Academy of Sciences, 1094, (2012), pp.1-12; Elisardo BECOÑA: “Resiliencia: definición, características y utilidad del concepto", Revista de Psicopatología y Psicología Clínica, vol. 11, 3, (2006), pp. 125-146. 27 89 renegociarlos con el retorno a sus lugares de origen. Estas transformaciones no siempre tienen que ir acompañadas por un desplazamiento espacial de corto o largo recorrido, sino que son plausibles sin el mismo. Nos referimos aquí, por ejemplo, a la multiplicidad de funciones desempeñadas por la misma mujer en el marco de la economía campesina o las mudanzas que tienen lugar a lo largo de los diferentes ciclos vitales. Atendiendo a esta capacidad de resiliencia que permite aflorar la diversidad de representaciones que pueden asumir los sujetos femeninos y, con ello, determinadas estrategias de adaptación a las variaciones del contexto, debemos también hacer mención al uso de la sororidad para las cuestiones de género28. La sororidad puede ser definida como una variación sobre la solidaridad que está en la base de las relaciones interpersonales, con el matiz de que presta especial atención a la posibilidad de elevar a categoría lo que hasta ahora había sido considerado como una anécdota. Las formas y los fondos de las estrategias específicamente femeninas han sido usualmente percibidas (fuera real o no) como insignificantes en tanto que no ostentaban la representatividad social del grupo familiar, ni su peso era considerado como indispensable en la economía de la casa. Así, superar la percepción de que las “cosas de mujeres” no tienen entidad ni calado suficientes, nos pone ante un nuevo escenario, el de analizar la cotidianeidad del acontecer de las mujeres del campo como sujetos en igualdad de condiciones. Una nueva forma con perspectiva de género para entender que lo femenino no es lo raro, lo negativo, ni lo excepcional, de tal forma que las “cosas de mujeres” dejen de ser entendidas como simples retales y zurcidos, ya sea en el plano de la economía, de la política o de lo social para elevarse a propuesta asumible por el colectivo29. Converger en la sororidad es el reverso de la estigmatización heteropatriarcal, proponer que las habilidades con las que las mujeres han resistido en su cotidianeidad pueden ser un modelo para el grupo que abandone lo doméstico y se haga extensivo a la escala de lo público, como herramientas de acción colectiva. Marcela LAGARDE Y DE LOS RÍOS: “Sororidad”, en Susana GAMBA (coord.), Diccionario de estudios de género y feminismos, Buenos Aires, Biblos, 2009, 305-311; Marcela LAGARDE Y DE LOS RÍOS: “Enemistad y sororidad: hacia una nueva cultura feminista”, en Marcela LAGARDE Y DE LOS RÍOS (ed.): El feminismo en mi vida. Hitos, claves y topías, México, Instituto de las Mujeres, 2012, pp. 461-491. 29 Lourdes MÉNDEZ, Cousas de mulleres. Campesinas, poder y vida cotidiana (Lugo, 1940-1980), Barcelona, Anthropos, 1988; Luís Alfonso CAMARERO RIOJA y Jesús OLIVA SERRANO: “Como si no hiciera nada: la naturalización del trabajo rural femenino”, Sociología del trabajo, 53, 2005, pp.3-30. 28 90 En fin, apenas unas nociones que bien pudieran contribuir a impulsar investigaciones de historia agraria con sensibilidad hacia el género, con intención de descubrir las cambiantes dinámicas del mismo y con ansia por conocer en profundidad el papel de las mujeres como sujetos en los diferentes contextos históricos. 91 ¿Campesinos unidos o divididos? La acción colectiva y la revolución social entre los yunteros durante la Segunda República en España (1931-1936)1 Juan Carmona y James Simpson Universidad Carlos III de Madrid La generalización de los conflictos rurales durante la Segunda República fue un factor importante para explicar la inestabilidad política que condujo al golpe de Estado y la Guerra Civil en 19362. Uno de los conflictos más importantes fue las invasiones de tierra que se produjeron en dos oleadas, en 1932 y, especialmente, en 1936 cuando cerca de 115.000 cultivadores ocuparon unas 570.000 hectáreas lo que para algunos investigadores habría jugado un papel clave en la desestabilización del régimen republicano3. En este trabajo se analiza Extremadura, escenario del 75 % de las invasiones de tierras en el país durante la República. Existe cierto consenso actualmente sobre las causas de este movimiento. La narración más habitual explica las invasiones como el resultado de una reducción brusca y generalizada de la oferta de tierras por parte de los grandes propietarios, bien como consecuencia de la crisis de 1929, bien para evitar las consecuencias de los primeros 1 Este trabajo ha sido presentado en el XIV Congreso Internacional de Historia Agraria (Badajoz, 7-9 noviembre 2013) y en el IV Workshop “Cooperación y conflicto en el mundo rural”, Estado y agricultura en España (1920-1960): continuidad y cambios (Getafe 17-18 de noviembre 2014). Agradecemos los comentarios de Sergio Riesco, Samuel Garrido, Salvador Calatayud, Mikeas Lana, Juan Pan-Montojo, Miguel Artola, y Francisco Beltrán. Este trabajo ha contado con la financiación del proyecto del Ministerio de Ciencia e Innovación ECO2012-36213. 2 Por ejemplo Preston, 1984, 159-81, Payne, 2005, 330-43; Espinosa, 2007 subtitula su libro sobre los campesinos de Badajoz, ‘origen de la Guerra civil’. Rey Reguillo, 2012, 182-83. Kalyvas (2006, 43) subraya el papel de los conflictos rurales en las guerras civiles. 3 Malefakis 1971, 423-33; Casanova, 2007; Espinosa , 2007; 93 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | cambios legislativos del gobierno del Primer Bienio republicano en una región donde la distribución de la propiedad de la tierra era muy desigual4. El hecho de que las dehesas fueran cultivadas por aparceros en pequeñas explotaciones con contratos temporales e inseguros y totalmente dependientes de la voluntad de los grandes propietarios explicaría, tanto el gran impacto de la reducción de la oferta de tierra o ‘retraimiento’ de los propietarios a través de expulsiones masivas de colonos, como la reacción de los aparceros invadiendo las abundantes tierras sin cultivar, anticipándose a la aplicación de la Ley de reforma agraria recién aprobada (1932), o tras el éxito del Frente Popular (1936). Esta interpretación plantea tres tipos de problemas: uno, no concuerda con algunas evidencias económicas y políticas del periodo; dos, se sustenta en la seguridad de que había muchas tierras cultivables disponibles; y tres, se halla muy alejada del debate y de la literatura actual sobre las causas de la conflictividad agraria. Con respecto a las evidencias, la polarización existente entre un pequeño número de grandes propietarios (unido a veces a grandes arrendatarios y ganaderos) y una gran mayoría de pequeños cultivadores y jornaleros no concuerdan bien con los resultados electorales de la Extremadura rural, no solo en 1934, cuando triunfaron las derechas, sino incluso en 1936. En este último caso, el triunfo del Frente Popular se produjo únicamente en ocho de los 15 partidos judiciales de Badajoz, quedando en porcentaje de votos muy igualados en la provincia5. Tampoco los desahucios quedan corroborados por la estadística de la superficie cultivada y de la producción de cereal del periodo republicano. Más importante aún es el hecho de que la literatura actual tienda a considerar, como lo hacía la mayoría de los contemporáneos, que existía una gran abundancia de tierras potencialmente cultivables en las regiones adehesadas. Sin embargo existen numerosas evidencias que no apoyan esta hipótesis, y tampoco concuerda con los estudios geográficos de la región de las últimas décadas que sugieren que ya se había agotado la posibilidad de extender el cultivo sin afectar su sostenibilidad a largo plazo6. Si las posibilidades de extender el cultivo eran limitadas, las invasiones no se produjeron en tierras vacías, en cuyo caso cabe preguntarse quién las estaba cultivando: ¿aparceros, como los invasores? ¿o procedían de otro grupo social? Al acentuar la importancia del conflicto entre propietarios y ganaderos contra los cultivadores de cereal, tanto los 4 Malefakis, 1971, 279-285; para Badajoz, Espinosa, 2007; para Cáceres, Riesco, 2009, 52-4. Espinosa, 2007, 97. 6 Balabanian, 1984 y Campos Palacín, 1983. 5 94 contemporáneos como los estudios históricos actuales han ignorado esta cuestión, a pesar de la existencia de numerosas evidencias al respecto. Por último, los estudios sobre las invasiones en este periodo parten del supuesto de que el hambre de tierra y la pobreza son suficientes para movilizar a la población rural, una afirmación que contrasta con los análisis de las últimas décadas sobre conflictividad rural, tanto históricos como contemporáneos. Los problemas de acción colectiva debido a los altos costes de organizarse ponen en duda que la queja o necesidad fueran condiciones suficientes para la movilización, y en cambio subrayan la importancia de los distintos factores que pudieron influir en la reducción de estos costes7. Los debates recientes sobre la prevalencia de la desigualdad o pobreza por un lado, o los factores de oportunidad política que facilita la movilización, por otro, han puesto de evidencia la complejidad de la cuestión, y la necesidad de estudiar mejor los protagonistas de los conflictos, las formas de organización, o la estructura de incentivos que establecen las instituciones políticas, entre otras. En el caso español, ya ha sido señalada la importancia del impacto de la legislación agraria de la II República (ley de laboreo forzoso, de términos municipales, jurados mixtos, ley de intensificación o ley de bases de la reforma agraria, entre otras) no solo en las reacciones de la población rural8 sino en el marco de incentivos de la población rural y su capacidad de movilización9. En el caso de las invasiones en Extremadura mostramos que la información con la que contaban los legisladores y el gobierno republicano en Madrid era muy limitada y que ignoraban la naturaleza de la organización agraria, la de los conflictos y las consecuencias potenciales de la legislación reformista del periodo a nivel local. A partir del aprovechamiento de diferentes fuentes aún poco explotadas, tales como el Archivo del Instituto de Reforma Agraria (AIRA), la de los Jurados Mixtos de la Propiedad del Partido Judicial de Cáceres10, y algunos archivos locales mostramos, en primer lugar, que la sociedad agraria extremeña de los años treinta era mucho compleja y diversificada de lo que ha tendido a sugerir la historiografía hasta el momento, y que la mayoría de los cultivadores ya se organizaban en asociaciones formales o informales para 7 Cramer, 2003; Blattman y Miguel, 2010; Hidalgo, 2010 o Tarrow, 1998 entre otros. Malefakis, 1971 o Cobo Romero 2000 9 Domenech, 2015 y Montañés y Simpson, 2015 10 Archivo Histórico Provincial de Cáceres (AHPC). 8 95 cultivar la tierra antes del advenimiento de la II República; en segundo lugar, dada la escasez de tierras potencialmente cultivables, las distintas medidas de redistribución de tierras puestas en marcha por los gobiernos entraban en conflicto no solo con los intereses de los propietarios, sino con las formas de acceso a la tierra de otros cultivadores, llegando incluso los propios beneficiarios de la reforma agraria a entrar en conflicto entre sí. Este tipo de conflictos nos permite cuestionar si la naturaleza de los conflictos sobre la tierra en Extremadura era solo entre grandes propietarios y pequeños cultivadores es decir de tipo vertical, o si no habría tenido igualmente importancia los de tipo horizontal, entre grupos sociales mucho más similares entre sí por sus características económicas11. Si la desigualdad no fue la fuente principal del conflicto agrario, otro tipo de divisiones, como las ideológicas, políticas, incluso comunitarias, pudieron haber jugado un papel importante y habría permitido a los invasores excluir económicamente a agentes económicos similares usando otros mecanismos, como ya ha puesto de evidencia otros estudios sobre conflictos y violencia rural12. Por tanto, los aparceros que cultivaban las dehesas, y que los contemporáneos de la II República empezaron a llamar yunteros, habrían estado divididos con respecto a su participación en las invasiones. Este estudio se compone de 5 partes: en la primera veremos la economía de la dehesa, su evolución en las décadas anteriores a 1931 y el papel de los colonos en ella. En la segunda definiremos la llamada ‘cuestión yuntera’, los cambios legislativos que explican su aparición, y como los legisladores y diputados lo trataron. En un tercer apartado intentamos definir quiénes eran y cuáles eran las características, tanto de los cultivadores de las dehesas extremeñas como la de los invasores de tierra, mostrando que se trataba de una clase media pero más diversificada de lo que considera la literatura. En el cuarto, mostraremos los conflictos rurales en torno al acceso a la tierra, y su economía política en el contexto de la II República. Con el fin de evitar una lectura excesivamente naif de los discursos políticos de la época, en este artículo usaremos el concepto de colono para todos los que cultivan la tierra (excluyendo los ganaderos arrendatarios) tales como subarrendatarios o subaparceros y reservaremos el concepto yuntero para los cultivadores asentados por el Decreto de intensificación de cultivos (oct. 32) y del 20 de marzo de 1936. 11 12 El impacto de la desigualdad horizontal en los conflictos en Cramer, 2003, 409. Esteban, Mayoral y Ray, 2012 o Kalyvas, 2006 entre otros. 96 La economía de la dehesa y el cierre de la frontera Las invasiones de yunteros en Extremadura se produjeron fundamentalmente en las dehesas, explotaciones en las que una parte variable de su superficie se dedica a pastos permanentes y monte y otra parte a cultivos13. Las características de su cultivo son relevantes para entender la naturaleza de las invasiones. Las dehesas se caracterizan por contar con una importante actividad ganadera y por un cultivo extensivo en rotaciones de tres o más hojas. La baja calidad del suelo explica los largos periodos de descanso en las áreas marginales, y aunque se estaba produciendo un incremento en el uso de fertilizantes químicos, estos solo tenían un efecto temporal y un cultivo continuo acababa teniendo un efecto esquilmante14. El espacio cultivado no dejó de expandirse durante los treinta años anteriores a la II República, especialmente a partir de 1918, gracias a los altos precios de los cereales (gráfico 1A y cuadro 1). La superficie cultivada duplicó entre 1900 y 1930 en ambas provincias, alcanzando los máximos en 1925 y 1934 en el caso de Badajoz, y 1928 y 1934 en Cáceres. No todos los cereales crecieron por igual, la cebada, y especialmente la avena se expandió más rápidamente que el trigo (gráfico 1B). Por una parte refleja el mayor peso de la producción para la producción de pienso para ganado, pero en el caso de la avena (triplicó entre 1900 y 1928) indica que la expansión se estaba produciendo en tierras de peor calidad. La rápida extensión y la existencia de numerosos indicios de erosión, implica que ya que no quedaban tierras nuevas por roturar y que se había alcanzado el límite ecológico15. Los propios ingenieros agrónomos encargados de realizar los planes de asentamiento de las comunidades campesinas durante la Segunda República, ponen más a menudo de relieve el exceso de intensidad de cultivo que su falta (Simpson y Carmona, 2015). Además, la extensión de enfermedades en el arbolado, al reducir la producción no cerealera estimuló, en ocasiones, una mayor extensión del cultivo para compensar la caída de ingresos16. 13 Campos Palacín, 1983; Balabanian, 1980. Balabanian, 1984, 71; Cascón, 1934, 347-350. 15 Por ejemplo en el informe previo a la reforma agraria realizado por el Ingeniero agrónomo Alonso Peña, p.7. AIRA, caja 0-3. 16 Soria y Notario (1990, 252) hacen referencia a caídas de 618 a 80 kg por hectárea los rendimientos de bellota por el efecto de la oruga de la tortrix viridiana. Estas plagas no fueron controladas hasta los años 1950’. Los incentivos en AIRA, caja 6.9 14 97 Gráfico 1 A. Superficie sembrada de trigo, cebada, avena y centeno en Badajoz y Cáceres, 1899-1935 (en miles de hectáreas) Fuente: Zapata (1986), pp. 1413-6. Gráfico 1B. Superficie sembrada de trigo, cebada, avena y centeno en Extremadura (1899-1935 (en miles de hectáreas). Fuente: Zapata (1986), pp. 1413-6. 98 Cuadro 1: Cambios en la superficie sembrada de cereal en Extremadura, 1929-1935 Badajoz 000s Cáceres 1931 000s 1931 Extremadura España 000s 1931 = 1931 hectáreas =100 hectáreas =100 hectáreas =100 100 1929 441 103 324 92 765 98 95 1930 427 99 321 91 748 96 99 1931 430 100 353 100 783 100 100 1932 401 93 345 97 746 95 101 1933 421 98 357 101 778 99 99 1934 450 105 380 108 830 106 101 1935 442 103 365 103 807 103 99 Fuente: Zapata (1986), pp. 1309-12. Incluye trigo, cebada, avena y centeno. Con respecto a la explotación, la dehesa extremeña comparte con el cortijo andaluz la característica de su gran extensión pero se diferencia en que mientras la ganadería se explota a gran escala, el cultivo del cereal se realizaba en pequeñas explotaciones familiares sin mecanizar aun en 1931. Mantener la coexistencia de ambas escalas requería establecer diferentes tipos de contratos con diferentes agentes, usualmente un ganadero y un gran número de pequeños labradores. Cuando el propietario no cultivaba por sí mismo (especialmente en el caso de los propietarios absentistas), el sistema habitual era que este estableciera un contrato formal de 3 a 8 años con el ganadero, local o foráneo, y éste subarrendaba a su vez el cultivo a pequeños colonos locales que se repartían el terreno de cultivo en forma de suertes de tamaño variable, un sistema que ahorraba costes de transacción frente al uso de mano de obra asalariada. El contrato de subarriendo, informal u oral, afectaba exclusivamente las tierras que iban a ser cultivadas, y duraba por ello dos o tres años (barbecho, siembra y ‘resiembro’ o ‘relva’, en muchos casos), pero el colono no tenía el derecho a retomar el cultivo en la misma hoja de la finca tras 99 los años de descanso, de forma que su relación con la parcela cultivada era siempre temporal, haciendo de los subarrendatarios ‘colonos flotantes’17. La dificultad para los cultivadores de dehesas de consolidar sus derechos de uso de forma permanente o formalmente y la necesidad de los grandes arrendatarios o ganaderos foráneos de reducir los costes de transacción asociados a la selección de los cultivadores explican el desarrollo, desde muy pronto, de asociaciones de cultivadores. En la comarca de Cáceres entre 1931 y 1932, el 57 por 100 de los cultivadores trabajaban en grupos de más de 5 colonos y más de un tercio en grupos de más de 10, como subaparceros generalmente18. Pero en numerosas ocasiones se trataba de asociaciones formales, algunas de ellas creadas incluso antes de 1900, muchas de ellas católicas19. Fuentes judiciales sugieren además que las tierras se repartían entre los miembros por sorteo, o que el tamaño de los lotes podía ser muy desigual dependiendo de los recursos del cultivador20. A pesar del gran tamaño de algunas de esas asociaciones, estas estaban lejos de poder ejercer el monopsonio o controlar las rentas, dado que competían en un área grande con cultivadores de otros municipios colindantes en numerosos casos. La escasa fertilidad de las dehesas y la necesidad de invertir en largos descansos entre cosechas podían llegar a ser fuente de conflictos. Por una parte, no siempre era fácil legitimar los extensos pastos que servían para descansar la tierra frente a las presiones roturadoras, agravado con la difusión de una literatura regeneracionista contraria a estos descansos (Carrión es el ejemplo más conocido); y por otro, la inseguridad de los sistemas de tenencias que no permitía dejar en manos de explotaciones familiares la gestión individual de la finca a largo plazo como en el resto del país. Un cultivo continuo habría resuelto estos problemas pero en detrimento, como vimos, de la fertilidad a largo plazo21. En el sistema tradicional, los propietarios o ganaderos eran los que determinaban la intensidad de cultivo, guiándose por los precios de los factores y de los productos, y los ajustes se realizaban a nivel local. Sin embargo los nuevos mecanismos de 17 Leal Ramos, 1921. Carmona y Simpson, 2014, 204-205. Contrasta con la descripción de Pérez Rubio,1994, 212-3, donde el propietario señalaba dónde se cultivaba y las relaciones eran más personales. 19 Esta característica ha tendido a pasar desapercibida por la historiografía, probablemente por falta de evidencias al respecto. Sin embargo aparece en publicaciones de la época (Instituto de Reformas Sociales, 1923, p.8) para el caso de Carmona (Sevilla). En el caso de Badajoz, Baumeister, 1997, 134. 20 Carmona y Simpson, 2014, 207. 21 La continuidad en el cultivo para mantener los derechos de propiedad sobre la tierra de los grupos más vulnerables, en detrimento de los rendimientos a largo plazo por falta de descanso en Goldstein y Udry, 2008, p.981. 18 100 intervención implementados por los primeros gobiernos republicanos, tales como el Decreto de laboreo forzoso (7 de mayo 1931) o el Decreto de Intensificación de cultivos de 1932 (véase más abajo), que tenían por objetivo reducir el paro o mejorar las condiciones de los cultivadores más pobres a través de la implementación de un cultivo más intensivo en trabajo, implicaban costes de transacción muy elevados y eran difíciles de aplicar. Por un lado, no es fácil determinar cuál es la intensidad de cultivo sostenible a largo plazo ya que supone altos costes de medición, y además requiere arbitrar sistemas de incentivos que impidan el esquilme22. Por otro lado, también resulta costoso obtener una información objetiva sobre la situación financiera de la población rural con el fin de seleccionar la población susceptible de ser ayudada, dada la facilidad de ocultamiento a nivel local23. Finalmente, la creación de nuevos tipos de organizaciones, tales como las Comunidades campesinas (el tipo de organización creada para ocupar las tierras expropiadas según la Ley de Reforma Agraria de 1932), o los asentamientos para la intensificación de cultivos, como sustitutas de organizaciones tradicionales, también supondrían elevados costes de transacción, como ha puesto de relieve la literatura sobre organizaciones24. Estos factores explican las enormes dificultades de intentar reorganizar completamente, y desde arriba, la explotación de las tierras a nivel local. La II República y la “cuestión yuntera”. La “Cuestión yuntera” se iniciaría en octubre de 1932 con masivas invasiones de tierra por parte de cultivadores que exigían repartos de tierra25. La reacción del gobierno fue promulgar el Decreto de Intensificación de cultivos que consistía en repartir tierras de cultivo entre los cultivadores sin tierra con el fin de apaciguar las invasiones (RD de 23 de octubre y 3 de noviembre 1932)26. El decreto estipulaba la concesión temporal de unas pequeñas parcelas de tierra (1-5 hectáreas), para iniciar el barbecho y la siembra, es decir por dos años, generalmente dentro de la rotación y bajo la supervisión del Instituto de Reforma Agraria (IRA) que se encargó de enviar unos ingenieros, tanto para elegir las 22 Allen y Lueck, 2002, 69-77. Popkin, 1979. 24 Williamson, 1981, 553-556. 25 Contamos con una buena descripción de las invasiones y asentamientos (Malefakis, 1971, 280-285; García Pérez, 1985; especialmente detalladas son las de Riesco, 2006 para Cáceres y Espinosa, 2007 para Badajoz). 26 Es muy improbable que los yunteros hubiesen cultivado la tierra en ausencia de una concesión de ciertos derechos sobre la recolección. Una práctica habitual era exigir un pago por la realización del barbecho. 23 101 fincas en las que se producirían los asentamientos como para la selección de los asentables. Sin embargo, la lentitud del proceso explica que el gobernador de Extremadura, decidiera acelerar el proceso en Cáceres de forma que un porcentaje importante fue resuelto de forma gubernativa y no por el IRA27. La “Cuestión yuntera” se reabre de nuevo en el Parlamento en 1934 y 1935 para discutir y aprobar una prórroga de la ocupación por otra cosecha más, y solo entonces se iniciaría una oleada masiva de expulsiones al acabar el contrato28. La “Cuestión yuntera” se introdujo en el programa del Frente Popular a través de la promesa de la recolocación de los yunteros desahuciados, y menos de 15 días después de su victoria electoral se pondría en práctica a través del decreto de 3 de marzo 193629. Sin embargo las presiones del sindicato socialista, la Federación Nacional de Trabajadores de la Tierra (FNTT), explicaría la promulgación de otro decreto (RD de 20 de marzo) que justificaba la ocupación de tierras por ‘causa de utilidad social’30. Lo que no impidió una segunda oleada de invasiones aún más masivas unos días más tarde, que fueron legalizadas de forma muy similar a 1932, esto es, a través de la supervisión del IRA, un control contestado a menudo por la FNTT que prefería dejar las ocupaciones en manos del poder local31. En la primera oleada (oct-dic 1932) se asentaron unos 33,000 campesinos sobre algo menos de 100.000 hectáreas entre las dos provincias extremeñas, unas 3 has por campesino32. Estos ocuparon unas 932 fincas (unas 100 hectáreas por finca ocupada) en 129 municipios, es decir en menos de un tercio de los municipios de la región 33: en Badajoz, 17 de los 18 municipios de Llerena experimentaron ocupaciones de tierra, dos tercios de los municipios de Jerez de los Caballeros, cerca de la mitad de los de Herrera del Duque, pero ninguno de los 15 municipios de Almendralejo, ni los de Fregenal o Zafra, y solo uno en el de Don Benito; en Cáceres tampoco los municipios de la Sierra (las Hurdes) ni el Valle del Jerte o la Vera estuvieron afectados. Se concedieron además unos créditos, la mayoría en Badajoz, algo más de 500 pesetas por cultivador y 180 pesetas por hectárea de tierra ocupada para la compra de semillas, abonos y el 27 Riesco, 2009. Malefakis, 1971, 395-398. 29 Id. 423. 30 Tuñon de Lara, 1985, 175-76. 31 Tuñón de Lara, 1985, p.176. 32 Malefakis, 1971, 284 y 554 33 BIRA, 1933, 10, pp.52-59. 28 102 mantenimiento de los asentados34. Teniendo en cuenta que los gastos habituales en semillas y abonos no superaban los 40-60 pesetas por hectárea en estas tierras, dos tercios de los mismos se destinaron por tanto a avances salariales35. Para el IRA fue un éxito, al menos según el informe publicado en el Boletín que publicaba, al favorecer el asentamiento de numerosos campesinos sin tierras, y frenar las invasiones descontroladas36. La segunda oleada de invasiones y asentamiento fue mucho más importante, unos 81.000 cultivadores sobre cerca de 240.000 hectáreas, solo en Extremadura37. Si las de 1932 fueron un fenómeno minoritario las de 1936 afectó a casi todas las poblaciones extremeñas (un 85%). Aunque los principales decretos sobre la Intensificación de cultivos no pasaron por el parlamento, los debates en torno a la cuestión yuntera, tanto en 1934 como en 1935, ofrecen una visión muy interesante del mismo, quizás no tanto por la descripción de los hechos, sino porque pone de manifiesto la escasa información disponible a nivel nacional sobre la cuestión. Por ejemplo, los debates muestran que no existía un consenso básico sobre quiénes eran los asentados o yunteros: si para algunos diputados eran los propietarios de yuntas sin tierra, o tierra insuficiente, es decir, cultivadores en potencia, incluso parte de un grupo ascendente que debía fomentarse, para otros era un grupo de campesinos sin capital suficiente (borriquillo…) o incluso obreros no agrícolas atraídos por la oferta de tierras e incapaces de llevar una explotación sin ayuda externa 38. Si la derecha prefiere reservar el término yuntero para los asentados por la ley, y usar el de cultivador o labrador para los demás, la izquierda prefiere, al menos hasta 1935, el de obrero o proletariado, por ejemplo, para definir a los asentados haciendo énfasis en su origen humilde. Menos controvertida es la adscripción política de los yunteros: así, si los colonos socialistas habrían sido las principales víctimas de los desahucios previos a las invasiones, pero también los principales beneficiados por la ley, gracias a la intervención de los alcaldes de su signo político. De forma implícita las intervenciones ponen de evidencia dos tipos de ocupaciones: en unos casos habrían tenido por objeto reponer los desahuciados de 1932, a costa de los nuevos ocupantes de las tierras, indicando que se 34 BIRA, 1933, 10, 52-59. Los gastos en semillas y abonos en Simpson y Carmona, 2015, 13. 36 BIRA, 1933, 11, 258-66. 37 Tuñón, 1985, 172-77. 38 Por ejemplo Fermin Daza que afirma que solo un tercio de los asentados eran auténticos yunteros (Diario de Sesiones, 1934, p.4926). 35 103 trata de un conflicto por el acceso a la tierra cultivada entre yunteros socialistas y los de otro color político; otros diputados en cambio insisten en que el decreto ha promovido la destrucción de pastos (especialmente majadales) por parte de obreros en paro pero no cultivadores. Pero los diputados no aportan realmente evidencias, excepto algunos ejemplos aislados o locales, dado que las únicas estadísticas disponibles fiables eran las del IRA, que insistía en que el 80 % de los asentamientos de 1932, por ejemplo, se habían realizado en las rotaciones y no en pastos y majadales39. Con la excepción de las cuestiones de índole jurídica, los debates requerían una información inexistente, tal como el número de desahucios previos, el tipo de tierras en que se realizaba la ocupación (si se ponía en duda los datos del IRA) o las características de los asentados. Pero en general, la mayoría de los diputados, incluso de signos políticos opuestos y con diferentes implicaciones políticas, tendían a considerar a los yunteros como cultivadores pobres con escaso capital. ¿Quiénes eran los yunteros? La “cuestión yuntera” de la II República explica que contemos hoy con dos definiciones distintas de yuntero: la primera como sinónimo de pequeño arrendatario, colono, mediero o senarero dueños de una yunta de labor con la que labraban una o varias parcelas de cereal en las dehesas y entraría a formar parte por tanto de la clase media rural40; y otra como los invasores o asentados por el IRA en 1932 y 1936, y comúnmente asociado a trabajadores hambrientos de tierra pertenecientes a los peldaños más bajos de la sociedad rural. Es numerosa la documentación oficial en la que no aparece el término yuntero para definir a los cultivadores o campesinos extremeños en esta misma época. En la documentación de los Jurados mixtos, (1931-33), se usa el de aparceros, subarrendatarios, mediero o colono. En los planes de asentamiento de los ingenieros agrónomos (1933-36), éstos utilizan la palabra senarero para describir tanto a los ocupantes de tierras fruto de la intensificación como a otro tipo de cultivadores. La difusión del concepto yuntero es por tanto posterior a la aparición de la Cuestión yuntera, su uso fue incrementándose durante la II República, y perdurará después de la Guerra 39 Margarita Nelken menciona 135.000 hectáreas que se dejaron de cultivar (aunque no cita la fuente), o la expulsión de 500 colonos en San Benito, a pesar de ser un pueblo donde no hubo ocupación de tierras según la estadística publicada en el BIRA. 40 Por ejemplo Leal Ramos (1921, 24) que identifica yuntero con subarrendatario; Alvarez Jusué (1933, 31) usa el término labrador para el cultivador subarrendatario de las dehesas.. 104 Civil como puede verse en el gráfico 2. Hasta qué punto los dos conceptos son sinónimos es la pregunta que trataremos de contestar en este apartado. Gráfico 2. El uso de la palabra yuntero en la literatura del siglo XX, según Google Ngram Solo contamos con una información precisa sobre el número de yunteros asentados y la superficie ocupada, pero bastante menos sobre sus características. Con respecto a los cultivadores de las dehesas en la Extremadura de 1930, sabemos aún menos ya que ni siquiera existen estadísticas sobre cuantos eran. A la ausencia de censos sobre la estructura de la población activa agraria desde 1860 a 1956 se une, en el caso extremeño, la movilidad de los cultivadores, la informalidad de los contratos y los cambios recientes de la superficie cultivada. Cuadro 2. Distribución de la población agraria en Extremadura, 1930. Censo jornaleros población población Estadísticas campesino. informe activa catastrales. Hogares Badajoz. masculina Hogares agrícolas Hogares. 1948. agropecuaria 1930 agrícolas 1929 1933-34 100.892 44% 43.466 23% 91.440 arrendatarios 34.664 Plan activa. Encuesta (solo Badajoz) 1956 57% 94.283 62% 192.249 52% 22% 127.325 56% propietarios 149.349 77% 105 propietarios - 10 has. 126.349 66% 33.716 propietarios + 10 has. 23.000 21% 12% empresarios que emplean mano de obra 59.409 empresarios familiares 117.711 32% productores con tierra suficiente productores sin 16.991 11% 40.229 27% tierra suficiente población activa total hogares agrícolas 16% 228.217 100 369.369 100% 192.815 100 campesinos pobres 151.503 100% 126.104 100 Fuentes: Poblacion activa masculina en Carmona, Roses y Simpson, 2015; Familias agrícolas en Carrión, 1932, p.390; Censo Campesino en Espinosa et alii, 2007, p.336 (hemos ajustado las cifras teniendo en cuenta que solo el 80% de la población fue censada); Informe Plan Badajoz en Rosique Navarro, 1988, 82; Población activa 1956 en Malefakis, 1971, cuadro 23. El cuadro 2 recoge diferentes tipos de aproximaciones basadas en información estadística contemporánea entre 1929 y 1956. Según estimaciones recientes sobre la distribución de la población activa, propietarios y arrendatarios (sin distinción) sumaban 127.000 individuos, esto es, más de la mitad de la población activa masculina, una fracción considerable de la población activa41. Otra estimación indirecta es la que realiza Carrión en 1932 usando padrones y fuentes fiscales de 1929, a través de la que distingue las familias de jornaleros puros, las propiedades insuficientes para mantener a una familia (por debajo de las 10 hectáreas) y las demás. Solo un 12% de los hogares estaba por encima de este umbral, y cerca de los 2/3 de los hogares, 126.000, tendrían tierra, pero necesitaban trabajar fuera de sus propiedades. La cifra de jornaleros es mucho más baja que en la primera estimación, aunque es posible que no estén incluidos los pequeños propietarios que obtenían la mayoría de sus ingresos como jornaleros. El problema con esta fuente fiscal es que no ofrece ninguna información sobre los arrendatarios, aunque 41 Carmona, Rosés y Simpson, 2015, 20-21. 106 es muy probable que se encontraran entre los propietarios con aperos de labranza pero con tierras insuficientes. El Censo Campesino, el instrumento usado por los republicanos para determinar los elegibles para la Reforma Agraria también usa como criterio de explotación insuficiente la barrera de las 10 hectáreas, si bien aquí sí distingue los arrendatarios y aparceros de los propietarios42. Pero el Censo recoge un número muy inferior de cultivadores pobres, unos 67.000 entre arrendatarios y propietarios, la mitad que en las anteriores, probablemente porque muchos arrendatarios prefirieron registrarse como jornaleros, como se observa en la documentación municipal43. Por último, la encuesta agropecuaria de 1956 que usa Malefakis, separa las grandes explotaciones de las familiares, en este caso no de acuerdo con las dimensiones de la explotación sino por el empleo o no de mano de obra no familiar44. Las explotaciones familiares, que incluían a las explotaciones de dimensiones insuficientes, suponían los dos tercios del total con 120.000 familias, 60.000 como propietarios, y otro tanto como arrendatarios. Pero el problema de esta encuesta es que se realiza unos 25 años después de los hechos y coincide con una oleada de desahucios de yunteros45. Sin embargo los datos recogidos en 1948 para la elaboración del Plan Badajoz, pero solo para esta provincia, guarda ciertas similitudes con esta última en la distribución entre empresarios con tierras suficientes (1/3 del total de cultivadores) y tierras insuficientes (2/3). En resumen, las fuentes estadísticas contemporáneas, aunque ofrecen datos dispares, nos muestra que el número de propietarios y arrendatarios era muy numeroso en la Extremadura de 1930, de 120 a 150.000 familias, más de la mitad de los hogares agrícolas y superior al número de jornaleros. En cambio el Censo campesino parece indicar que los jornaleros eran más numerosos, mostrando importantes problemas de definición entre categorías. Finalmente, encuestas posteriores sugieren que en el seno del grupo de los 42 La formación de un Censo campesino respondía a la necesidad del gobierno republicano de fijar las listas de los potenciales beneficiarios de la reforma agraria y se realizó, según las localidades, entre 1932 y 1935 (Por ello formaba parte (como base 11) de la Ley de Bases de la Reforma Agraria del 9 de septiembre de 1932). 43 Los problemas del censo campesino en Corrionero, 1984. Por otra parte, las variaciones entre localidades (sobre una muestra de 117 localidades cacereñas, el porcentaje de inscritos en el censo oscilan entre el 4 y el 35%. En estos últimos casos es muy probable que incluyera los individuos en vez de los cabezas de familias. Esta fuente tienen la dificultad añadida de que la autodefinición de pertenencia a un grupo social es especialmente compleja en un periodo en el que la adscripción social (como labrador, yuntero o jornalero) podía llegar a tener una fuerte connotación política. Collier (1987, 43) muestra como el porcentaje de jornaleros aumenta de forma significativa entre 1928 y 1934 por cambios ideológicos en un pueblo de Huelva. 44 Malefakis, 1971, p.121. 45 Pérez Rubio, 1994. 107 cultivadores, las explotaciones con tierras insuficientes suponían en torno a dos tercios de las explotaciones totales. Si aplicamos este último porcentaje al número de propietarios y arrendatarios totales, sumaría de 80 a 100.000 cultivadores con tierras insuficientes. En comparación, los invasores de 1932 (33.000) suponían del 33 al 41 % de estos, los de 1936 (81.000) de 80 a 100% del total. Una característica clave de estos cultivadores de dehesas, dada su movilidad, era la posesión de unos animales de tiro o yunta. Los estudios de la época consideran que una yunta de mulas estaba en condiciones de cultivar entre 25 y 30 hectáreas. Las de asnos, muy habituales también, un 40% de esta cifra (de 10 a 12 hectáreas), y menos las medias yuntas de mulas y asnos. Tampoco contamos aquí con buenas estadísticas al respecto. Según un estudio del IRA (Instituto de Reforma Agraria, 1934), Extremadura contaba con unas 55.000 yuntas, de las que unas 38.000 eran mulares (las restantes eran vacunas) y por tanto mejor adaptadas a las zonas adehesadas. Teniendo en cuenta que la superficie cultivada en cereal en Extremadura era de 1,6 millones de hectáreas46, cada yunta estaría cultivando una media de 29 hectáreas, el máximo que podía cultivar una yunta de mulas, lo que indicaría el pleno empleo de las mismas47. Pero es un supuesto poco realista y excesivamente bajo, dada la existencia de un elevado aunque impreciso número de yuntas en gran parte ociosas como mencionan las fuentes de la época, y porque no incluye las yuntas asnales, muy numerosas en esta época48. Sin embargo el hecho de que coexistieran propietarios de yuntas completas de mulas, medias yuntas o asnales, indica que las diferencias de dotación de capital de un yuntero influía en su capacidad para cultivar explotaciones de distintas dimensiones (de un mínimo de 5 a un máximo de 30), y pone de relieve una heterogeneidad que los censos precedentes a escala provincial no reflejaban. Pero el uso de fuentes a escala comarcal y local permite apreciar, e incluso medir este fenómeno. A partir de la información proporcionada por los Jurados Mixtos de la propiedad del partido judicial de Cáceres, un área de dehesas donde las invasiones fueron 46 Anuario Estadístico de España, 1934, pp. 72, 95 y 296-7. Y hace sospechar que se ajustaron los números para que cuadraran con las superficies cultivadas, tal como hacen los ingenieros agrónomos en los planes de aplicación. En el caso de la dehesa de las Merinillas, por ejemplo, se calcula el número de yuntas dividiendo la superficie (596 hectáreas) entre las 23 hectáreas que podía cultivar una yunta. AIRA, Caja 6.59. 48 Zapata ofrece cifras más altas e incluye los asnos: 123.000 asnos y 91.000 mulas, unas 105.000 yuntas completas, el triple de los números ofrecidos por el IRA, pero a diferencia de esta última, no distingue el uso, y no todas eran utilizadas para la labranza. Zapata, 1982, 706-709. 47 108 importantes, se puede estudiar las dimensiones de las explotaciones en subarriendo al advenimiento de la república49. Si 30 hectáreas marcan el límite máximo de una explotación familiar con yunta de mula se puede observar que 83,7 % de los colonos no superaban estas dimensiones, y el 57,8 % no superaba siquiera las 10 hectáreas, el requisito para registrarse en el Censo campesino. Cuadro 3. Distribución de las explotaciones de aparceros y subarrendatarios según su superficie, 1931-32. Partido Judicial de Cáceres hectáreas según tamaño de explotación la tamaño N % / total has/colono explotación % / total > 100 hectáreas 6 1,3 130,2 781 9,2 50-99 48 10,3 64,2 3.082 36,5 30-49 22 4,7 39,8 876 10,4 76 16,3 62,3 4.738 56,1 10-29 hectáreas 120 25,8 16,1 1.932 22,9 5- 9,9 207 44,5 7,7 1.594 18,9 <5 62 13,3 2,9 180 2,1 Subtotal 389 83,7 9,5 3.706 43,9 total 485 100 15,6 8.444 100,0 explotaciones superiores a 30 hectáreas Subtotal explotaciones inferiores a 30 hectáreas Fuente: AHPC, Jurados Mixtos de la Propiedad Rustica. Solo incluye a aparceros y subarrendatarios (a medias o con renta en metálico) 49 Carmona y Simpson, 2014, 206-8. 109 Sin embargo estos colonos coexistían con un grupo pequeño (un 16,3 %) que cultivaba más de la mitad de la superficie subarrendada, pero en explotaciones de dimensiones superiores a las que podía cultivar una yunta de mulas, por lo que requeriría mano de obra externa. Sin embargo no se diferenciaban del resto de los aparceros, ni por el tipo de contrato, igualmente temporal, ni contaban con ganado de renta, y eran cultivadores locales, esto es “yunteros” en el sentido tradicional de la palabra. Esta heterogeneidad en el grupo de cultivadores de las dehesas es observable también usando otras fuentes locales. Cruzando datos procedentes de diferentes fuentes (Censo campesino, censo ganadero, censo electoral) de una localidad de la misma comarca de Cáceres, Casar de Cáceres, comprobamos que las diferencias son muy acusadas (Gráfico 3). Gráfico 3. Distribución de las yuntas en Casar de Cáceres (Cáceres) por hogares (1932-34). Fuente: Fuente: Archivo Municipal de Casar de Cáceres, Censo Campesino, 1934 y Censo líquido imponible, 1932; Archivo Histórico de la Provincia de Cáceres, Acta de Recuento de la ganadería para el año de 1932. 1. Censo campesino B y D corresponde a arrendatarios y propietarios, el A a jornaleros. El grupo de colonos ganaderos solo incluye a los que labran y a la vez poseen ganado de renta (ovino, cerda y/o vacuno). En este caso, sobre un total de 439 familias con ganado de tiro (excluidos pastores y jornaleros), un tercio de éstas (160 familias) labraban más de 10 hectáreas (lo sabemos porque no estaban registrados en el Censo Campesino) y poseían en su mayoría una yunta 110 de mulas, mientras que un 55% (unos 230) cultivaban menos de 10 (4 hectáreas de media). Pero las características de este grupo más pobre tampoco eran homogéneas: un número importante contaba con yunta mular y la mitad se registraba como jornalero, a pesar de contar también con ganado de labor, si bien disponían de menos capital (el 75% solo contaba con un asno). Sin embargo debe tenerse en cuenta que la población agraria carentes de yuntas representaba un tercio de los hogares agrícolas50. Los datos proporcionados por estas dos distintas fuentes ofrecen, sin embargo, un gran paralelismo: cerca de un 60 % de los cultivadores o dueños de yuntas cultivaban según éstas menos de 10 hectáreas, unos porcentajes similares a los de la encuesta de 1956. En su obra, Malefakis consideraba a los cultivadores que invadían las tierras como un tipo de clase media, dado que por debajo de este se hallaba más de la mitad de la población activa51. De hecho los costes de entrada para llevar una explotación no eran tan bajos como podría inferirse de su pobreza, según las fuentes contemporáneas. El coste de una yunta de mulas se situaba en torno a 1.250 pesetas según los ingenieros agrónomos entre 1933 y 1935, y algo menos de la mitad si era de asnos 52. Sumando los aperos y herramientas el capital necesario alcanzaba un total 2.250 pesetas, una cantidad elevada, muy superior, por ejemplo, al valor de una parcela de tierra53. Incluso los cultivadores más pobres contaban con cierto capital. Así, los asentados de La Pulgosa a pesar de integrar el Censo Campesino, además de contar con la propiedad de sus casas, contaban con yuntas asnales con 200 pesetas en herramientas además del valor de los animales 54. En resumen, los cultivadores formaban una clase media muy numerosa, aunque muy heterogénea. Los cultivadores del Censo campesino, aunque situados en la parte inferior 50 En el censo campesino solo están registrados 106 familias de jornaleros, y no incluyen otras familias (37) que consta en otra lista del ayuntamiento. Es posible que subestime el número total de jornaleros rurales, pero no necesariamente, dado que Casar es un pueblo con un término municipal relativamente pequeño lo que obligaba a la población agraria a contar con ganado de labor para trabajar fuera del término. 51 Malefakis, 1971, 149-151. 52 AIRA, caja 6.72 por ejemplo. Aunque las mulas de más edad tenían valor inferior, unos 375 pesetas las de 12 años, las diferencias de precios entre mulas de la misma edad podía ser importante, de 462 a 625 pesetas por una yunta de 3 años en una muestra de solo 5. AIRA, caja 6.72, Ganado adquirido para la finca Tablado y Capilla, 3 de junio de 1936. La yunta de asnos en Pérez Rubio, 1991, p.342. 53 En Jerez de los Caballeros, la renta media de las dehesas intensificadas en 1932 iba de las 15 hasta 80 pesetas por hectárea, de forma que el precio por hectárea se movía entre los 300 y 1.600 pesetas. AIRA, caja 6.85, Aprobación de rentas de fincas situadas en Barcarrota, Jerez de los Caballeros, Olivenza y Badajoz. 54 Uno de ellos contaba incluso con un carro valorado en 1.000 pesetas. 111 del grupo, habían podido acumular cierto capital, posiblemente en contraste con los jornaleros sin apero alguno. Dadas las grandes diferencias entre ellos en dotación de capital, no está claro que el concepto de ‘hambre de tierras’ que se utiliza habitualmente para explicar las invasiones de tierra tuviera el mismo sentido para todos los participantes. Así, sería distinto en el caso del propietario de una yunta completa que solo cultivaba 8-10 hectáreas y necesitaba llegar a las 25, en comparación con el de un ‘jornalero’ con un simple asno y un par de hectáreas pero deseoso de llegar a 5-6 hectáreas. Sin embargo ambos podían tener el mismo interés en añadir una nueva parcela a su explotación y participar en las invasiones o la ocupación de tierras. De ahí que el hecho de que solo se repartieran parcelas de 2 a 5 hectáreas entre los yunteros y casi siempre a partes iguales no significa necesariamente que el grupo fuera homogéneo. Los contemporáneos no dicen mucho sobre esto, y las estadísticas tampoco. Mientras las correspondientes a los invasores o asentados de 1932 y 1936 son muy detalladas con respecto al número exacto de asentados, superficie ocupada y localización de las fincas, no aporta ninguna información sobre las características de los asentados, ni siquiera sobre los mecanismos de selección55. Es decir, no hay ninguna evidencia de que fueron mayoritariamente los campesinos de menos de 10 hectáreas, o qué parte de ellos, y los criterios usados para seleccionarlos. El motivo es la forma en que se realizaron los asentamientos, ya que desconocemos si fueron los invasores los que finalmente fueron asentados, y cuál fue el papel de los ayuntamientos a la hora de seleccionarlos. A pesar de la falta de información, dado que el proceso se realizó a nivel local con relativamente poca intervención gubernamental, es posible sin embargo reconsiderar las características del movimiento combinando un nuevo tratamiento de las estadísticas combinado con el uso información de tipo local. Por una parte, el número de municipios afectados es muy distinto en las dos oleadas de invasiones: en 1932, solamente un tercio de los pueblos participa en las invasiones (128 en toda Extremadura), pero alcanza el 82 % en 1936 (296). En cuanto al porcentaje de participación por pueblos, si solo tenemos en cuenta la población de los pueblos afectados, es de un 40 % de media de los hogares en las dos invasiones. Esto implica, en términos generales, que el enorme incremento de 1936 no se habría debido tanto a la incorporación de nuevas capas sociales en cada 55 En contraste con los asentamientos de la Reforma Agraria, donde contamos con datos muy detallados, si bien el IRA no contaba con cifras agregadas. 112 pueblo, como se señala a menudo en la literatura, como a la difusión de las invasiones a nuevos pueblos. Nos dice también que se ha sobrevalorado mucho el papel de los desahucios de los yunteros de 1932 en estas segundas invasiones, dado que la gran mayoría de los pueblos afectados por estas últimas no tuvieron ninguna relación con las primeras invasiones. Gráfico 4. Distribución de los municipios con expedientes de intensificación de cultivos según el porcentaje de hogares totales afectados, en 1932 y 1936 (en %). Fuentes y método. Véase cuadro 3; para el número de hogares hemos usado el de cédulas en el Censo de poblacion de 1930. El número de asentados en BIRA, 1933 y 1936. Por otra parte, tampoco las cifras medias resultan significativas, ya que la distribución de las invasiones según las localidades es bastante desigual. Muchos pueblos con censos campesinos no conocen invasiones pero, en el otro extremo, un gran número de municipios cuenta con repartos masivos entre casi todos los hogares. El gráfico 4 muestra qué porcentaje de los hogares accede a fincas intensificadas por localidad en toda Extremadura y se puede observar que un porcentaje muy elevado, tanto en 1932 como en 1936, conocen intensificaciones que afectan a una gran mayoría de los hogares (más del 50%), un porcentaje que es aún mayor si tuviéramos solo en cuenta los hogares agrícolas (según el tamaño de las poblaciones entre un 70 y un 85% de la población total). En el caso de Torreorgaz, por ejemplo, los 182 ocupantes de la finca de la condesa viuda de Campo-Giro, suponían un mínimo del 37 % del número de hogares de la 113 localidad, y un 62% de los propietarios de ganado de labor56. Pero el hecho de que siete de los ocupantes contaban además con ganado de renta (ovino y vacuno), y otros ocho con más de una yunta de mulas indica que no incluía solo a cultivadores pobres 57. En cambio, en el caso de la vecina Malpartida de Cáceres, solo la mitad de los yunteros asentados por el decreto de intensificación de cultivos estaban registrados en el Censo campesino como arrendatarios, y un tercio no tenía ganado de tiro58. Sin embargo, según estas mismas fuentes, dos tercios del censo campesino del mismo pueblo no lograrían ninguna tierra en 1932. Por otra parte, las ventajas que proporcionaba el decreto de intensificación de cultivos eran idénticas para todos los ocupantes, independientemente de los recursos iniciales: el pago de una renta más baja, la obtención de créditos para la compra de abonos o simientes, o incluso recursos para mantenerse durante unos meses. Pero en el caso de no concederse estas últimas, eran los cultivadores más pobres los que podían quedar excluidos al no poder financiar la puesta en marcha de su explotación.59. En resumen, algunas evidencias de tipo local, como el hecho de que en un gran número de localidades la mayoría de los cultivadores participaran en las invasiones sugieren que el grupo de invasores era muy heterogéneo, tanto por sus recursos como como por sus objetivos. El carácter local de las invasiones no solo explicaría la escasa información agregada sobre la naturaleza de las mismas, sino su carácter heterogéneo a nivel municipal, lo que explica las grandes diferencias locales en términos de participación. Sin embargo, los debates de las Cortes y los comentarios contemporáneos han tendido a subrayar la pobreza y total falta de tierras de estos, bien por su condición de jornalero, bien por haber sido previamente desahuciados. En este sentido, el reducido tamaño de las parcelas entregadas en la Ley intensificación de cultivos (3 hectáreas de tierras de secano de mala calidad) que apenas servía para un cultivo de subsistencia, y que ha sido usado como una prueba de esta hipótesis, no descarta sin embargo la 56 AHPC, Censo ganadero de Torreorgaz, 1930. AHPC, Jurados Mixtos, leg.626. La finca tenía una cabida de unas 1.000 fanegas. Sin embargo el censo ganadero de Torreorgaz nombra unos 50 propietarios de media yunta, y otros 133 con una yunta completa. 58 El archivo municipal conserva una lista de 2/3 de los asentados, nominales que pudimos cruzar con el censo campesino y el censo ganadero; Archivo municipal Malpartida de Cáceres. Exp. 746, “Censo de yunteros de esta localidad que no disponen de tierra ni propia ni arrendada”. Exp. 296, Actas de Tomas de posesión, marzo 1936. Exp. 292, Censo Campesino 59 No contamos con mucha información al respecto, pero existen indicios, como esta carta del ingeniero jefe de Badajoz que menciona la disminución del número de obreros por esta razón. AIRA, caja 6.88. 57 114 posibilidad de que pudiera servir para completar las explotaciones de cultivadores más ricos. Campesinos divididos en torno al acceso a una tierra escasa El impacto de los asentamientos en la organización agraria ha sido una cuestión muy discutida por los contemporáneos como ya se mostró a través de los debates parlamentarios. Para algunos, las invasiones se habrían producido en los pastos permanentes o en los majadales (posiblemente para muchos fuera lo mismo), que al ponerse en cultivo amenazaba la fertilidad a largo plazo de las explotaciones. Para otros, se habrían producido en los eriales temporales dentro de la rotación, ya que según ellos era posible cultivar la tierra con más intensidad sin reducir su fertilidad. El IRA y el gobierno defendían el escaso impacto global de los asentamientos recién realizados comparando las superficies asentadas con la superficie útil total de la región, 2,3 y 5,6 % en 1932 y 1936 respectivamente, un impacto ciertamente pequeño teniendo en cuenta el elevado número de participantes y las enormes extensiones ocupadas. Pero en la medida en que se barbechó toda la superficie ocupada (era un requisito para obtener ayudas), tendría más sentido compararla con la superficie sembrada de cereales. Esto produce valores muy superiores, del 13,3 % en 1932 e incluso 32 % en 193660. El uso de uno u otro denominador (superficie útil por un lado o superficie sembrada por otro) dependerá por tanto del tipo de tierra ocupada, una cuestión relativamente compleja en el caso de una dehesa. Las invasiones requerían la existencia de tierras sin cultivar, y el hecho de que los asentados se instalaran sobre 250.000 hectáreas en unas pocas semanas de la primavera de 1936, parece sugerir precisamente que había muchas tierras vacías. Pero esto es olvidar que muchas tierras no cultivadas lo eran solo temporalmente, a diferencia de los pastos permanentes. Con el fin de ilustrarlo, el gráfico 2 representa las hojas de una dehesa y las zonas potenciales en las que asentar yunteros sin entrar en conflicto directo con los colonos existentes. Se observa que el asentamiento solo se puede realizar en dos trozos de la dehesa, la de rastrojos (siempre que el colono no tuviera derecho al resiembro o ‘relva’), y la de pastos dentro de la rotación, a diferencia de lo que ocurría en la las tierras 60 En 1932 se ocuparon 99.130 hectáreas, y en 1936, 238.797 (Garcia Perez, 1985, 1009 y 1018): La superficie cultivada era de 1.607.338, la de cereal de 1.323.000 y la sembrada de 745.869 en toda Extremadura. Anuario, 1934, pp.296-7. La sembrada incluye cereales, leguminosas y barbechos semillados. 115 de año y vez. En la medida en que los contratos de los colonos eran temporales y se acababan al finalizar la recolección de la primera cosecha, no contaban en principio con derechos sobre los pastos, aunque estos formaran parte de la rotación. Sin embargo, en el caso en que el asentamiento se produjera sobre este trozo, no se estaría produciendo un aumento de la superficie sino un cambio de colonos ya que el colono saliente no podría seguir cultivando la misma finca. Las invasiones también se podían producir sobre los pastos permanentes sin afectar a la tierra de cultivo de cereal en cuyo caso se produciría un incremento neto de la superficie cultivada. Grafico 5: Impacto de las invasiones o asentamientos en una dehesa De esta forma las invasiones podían impactar de tres formas distintas en las dehesas: si se trataba de la reocupación de unas tierras que habían estado en cultivo y que los propietarios habían convertido en pastos como reacción a las medidas agrarias de 1931 y 1932, o simplemente para dejarlas en descanso, no aumentaba la superficie cultivada (hipótesis del retraimiento)61; si los invasores se asentaron en pastos permanentes porque no había tierra cultivable disponible (hipótesis de los majadales), que es el tipo de situación denunciada por los propietarios en el parlamento, esto habría supuesto un 61 Los desahucios o no renovación de contratos propios de la tesis del retraimiento de los que habla la literatura se habría producido especialmente en el verano de 1932, un par de meses antes de las primeras invasiones. 116 aumento de la superficie cultivada neta; la tercera posibilidad es que se ocuparan tierras dentro de la rotación, con lo que suponía la expulsión ‘implícita’ de los cultivadores que las estaban cultivando (hipótesis de la sustitución) y tampoco habría provocado un incremento de la superficie cultivada neta62. Las dos primeras suponen un enfrentamiento de los colonos o invasores con los ganaderos o propietarios; la última implica además un conflicto entre colonos entrantes y salientes. En el cuadro 4 se puede observar la importancia que tiene este fenómeno de la sustitución en ciertas fincas del IRA en las primeras invasiones de 1932. En Tablado y Capilla, por ejemplo, la superficie intensificada (ocupada) equivale casi exactamente a la hoja correspondiente a la rotación, sembrada anteriormente por aparceros. El ingeniero agrónomo que realizó el plan de asentamiento deja claro que la mala calidad del suelo no permitía cultivar una superficie superior y no permitía por tanto la coexistencia de las dos comunidades a largo plazo63. Cuadro 4. Superficies ocupadas por el decreto de intensificación y superficies cultivadas en rotación en 1932-34 en algunas fincas (en hectáreas). superficie sembrada superficie previamente % superficie intensificada u en la rotación ocupada sobre la Fincas ocupada (*) sembrable Tablado y Capilla 80 88 91% La Pulgosa 48 136 35% Zarzoso 51 76 67% Los Vidales 64 175 37% Margaritas 64 176 36% Cerrollano 38 179 21% Fresnillo y Pinel 175 281 62% 62 Esta hipótesis incluye los casos en que los propietarios habrían sustituido unos colonos por otros, a menudo como castigo como denuncian los contemporáneos, y que no incluimos en la hipótesis del retraimiento porque siguieron cultivándose. Este caso se habría dado según la literatura especialmente antes de las invasiones de 1936. 63 La creación de la comunidad campesina implicaba naturalmente la expulsión de los asentados de 1932. 117 Guaperal 32 96 33% Palacitos 96 82 117% Lapas y Risquillos (**) 418 520 80% Merinillas 137 446 31% (*) incluye la siembra de leguminosas (**) la superficie intensificada incluye los pastos Las superficies intensificadas en ARIA, cajas 6.85, 6.28, 6.15 Y 6.17 Las fuentes oficiales carecen de estadísticas sobre el tipo de tierra ocupada, pero es muy posible que se dieran los tres casos, dependiendo de cada localidad. Si aceptamos la afirmación del IRA de que en 1932 el 80% de los asentamientos se había realizado sobre suelo cultivable y no sobre pastos permanentes, tendríamos que suponer que las opciones primeras y terceras fueron las más habituales, por lo que la sustitución de colonos estuviera muy extendida64. Precisamente esto es lo que parece confirmar estudios recientes sobre las invasiones y ocupaciones de 1932 y 1936. Riesco, usando la correspondencia del Gobierno Civil, menciona numerosos conflictos entre los antiguos cultivadores y nuevos ocupantes por el uso de la tierra o incluso entre yunteros de diferentes pueblos, o diferentes grupos a que llama ‘competencia desleal entre yunteros asentados y asentables’65. Incluso las comunidades de campesinos creadas por el IRA fueron invadidas66. En otros casos, los yunteros presionarían para ocupar las tierras elegidas por ellos mismos, aunque ya estuvieran en cultivo, en vez de las tierras señaladas por el IRA demasiado alejadas del pueblo67. En el caso de Jaraíz de la Vera, se critica al IRA por ofrecer tierras ‘improductivas’, y se le exige que se las ofrezcan en tierras productivas68. Este último ejemplo pone de relieve la dificultad de ‘intensificar’ las tierras de mala calidad. También en el caso de Badajoz, según el estudio de Espinosa, se habrían dado estos conflictos entre arrendatarios (cultivadores) y yunteros69. El ministerio tuvo que 64 García, 1985, p.1008. Riesco, 2006, 303-4. 66 id., 304. 67 id., 309. 68 id., 310. 69 Espinosa, 2007, 152-54. 65 118 sacar una ley el 9 de julio que exceptuaba los asentamientos en las tierras cultivadas desde antes del 1 de enero, si bien dado el carácter temporal de los contratos es probable que no pudiera impedir la ocupación de otras partes de una dehesa tal como hemos visto70. Una vez iniciada la guerra civil, y tras la ocupación franquista, el decreto 71 sobre yunteros de 28 de agosto 1936 que reasignaba las tierras a los arrendatarios, colonos, yunteros y medieros expulsados tras las invasiones de marzo también van en este sentido71; en algunos casos se expulsó a los cultivadores que obtuvieron tierras en 1935-36 “por causa electoral de intensificación contraria a la II República” o por “reparación moral”72. El archivo del IRA incluye en su documentación casos de denuncias de propietarios o colonos que son expulsados de las tierras que cultivaban, como en Malpartida de Plasencia73. Sin embargo, la historiografía prefiere reservar el uso de la palabra yuntero para los asentados, y dejar el de aparceros, cultivadores, incluso arrendatarios para los cultivadores desplazados74. En todo caso, este tipo de conflictos pone de evidencia la falta de tierras cultivables, no su abundancia. La sustitución de cultivadores con el fin de satisfacer la demanda de tierras por parte de cultivadores no es exclusiva de las invasiones o de la ‘ley de intensificación’. La creación de comunidades campesinas en Badajoz o Cáceres con la Ley de Reforma Agraria también se hizo a costa de la expulsión o fin de contratos de numerosísimos cultivadores, no solo de los ganaderos, en significativo contraste con la retórica en favor de los colonos de los reformistas republicanos. Una relación de los ocupantes de 5 fincas de Navalmoral con vistas a su ocupación por una comunidad de campesinos en 1934 enumera a 143 expulsados75. Es cierto que la ley permitía el reasentamiento de los antiguos colonos siempre que formaran parte del Censo campesino, pero no el de los que cultivaran más de 10 hectáreas. Este fenómeno pone de nuevo de relieve la escasez de tierra cultivable. 70 id., 182. id., 212 y 237. 72 id, 113-14. 73 Cartas de propietarios o de ‘labradores’. AIRA, Caja 10.23 para jaraíz; caja 10.70 para Malpartida de Plasencia. 74 Riesco, 2009 y Espinosa, 2007, siguiendo en esto la terminología de la época. 75 AIRA, caja 10.0.1. 71 119 Cuadro 5. Numero de aparceros salientes y entrantes en los nuevos asentamientos. % colonos incremento existentes en el antes de la campesinos número de Finca expropiación instalados Castillo de Guadajira 29 Señórío cultivadores 65 124% y Taldarrobas 250 180 -28% Cerrollano 18 30 67% Margaritas 16 32 100% Quinto de Almadén 70 33 -53% Tablado y Capilla 17 17 0% Represa 72 70 -3% Tocinillos 7 16 129% TOTAL 479 443 42% Fuente: AIRA, Cajas 6.9, 6.13, 6.25, 6.37, 6.39, 6.40, 6.72 Si los historiadores y contemporáneos no han destacado el conflicto sobre la tierra entre distintos tipos de subarrendatarios o cultivadores, no pasaban desapercibido a nivel local y, como hemos visto, los conflictos ponen de relieve que los yunteros sabían lo que estaban haciendo. En la medida en que la extensión de cultivo ya no era tan fácil en los años 30’, lo que se dirimía a nivel local era determinar cuál de los diferentes grupos de trabajadores tendrían acceso a la tierra de cultivo: ¿los que habían conservado la confianza de los propietarios e ganaderos, y a los que se dio preferencia durante el Bienio Negro?, ¿o aquellos que eran miembros de la FNTT, y que ayudaron al triunfo del Frente Popular en febrero de 1936? ¿Los cultivadores procedentes de los pueblos limítrofes que podían llevar décadas cultivándolas? ¿O los cultivadores locales sin tierras en paro o tierras 120 escasas? La retórica yuntera (o de la FNTT) oculta este problema, dado que solo pone de manifiesto el rasgo anti propietario o anti ganadero, y la existencia de una cierta unanimidad entre una presunta comunidad yuntera frente a ellos. Pero no da mucha información sobre los motivos del desplazamiento de otros cultivadores. Estos últimos eran ¿más ricos?, ¿eran foráneos?, ¿o bien católicos? Mostramos que los aparceros solo contaban con derechos temporales y los distintos proyectos de reformas o regulación de arrendamiento de la Republica no resolvía este problema. Pero lo que pone de manifiesto la distintas actuaciones de la II República para resolver la demanda de tierras de los cultivadores, es que cada una de ellas iba a dirigida a diferentes beneficiarios y siempre a expensas de otros: los ocupantes temporales de la Ley de Intensificación eran heterogéneos, como vimos, si bien parece que los cultivadores socialistas tenían prioridad y solían ser de la localidad76; en cambio los cultivadores de las comunidades campesinas eran elegidos según un orden riguroso de acuerdo con el tamaño de la familia y la posesión o no de capital e incluso podían proceder de municipios limítrofes77; por su parte, la ley frustrada de reparto de comunales de julio de 1936 hace pensar que los cultivadores locales habrían tenido preferencia sobre los foráneos y los criterios habrían venido marcados a nivel local78. Finalmente, en el sistema tradicional, eran los propietarios o los arrendatarios o ganaderos los que tenían la capacidad de elegir a sus colonos y las condiciones, y muy posiblemente dando, por ejemplo, ventajas a los católicos organizados o no79. Dada la escasez de tierras cultivable, las diferentes modalidades de acceso contempladas generaron inevitablemente conflictos entre ellos. Contamos, por ejemplo, con numerosas evidencias de que los ayuntamientos y asociaciones de cultivadores no estaban conformes con la selección de campesinos realizada por el IRA dado que perjudicaba sus intereses80. La FNTT deseaba en marzo de 1936 que el IRA no supervisara los asentamientos y les dejara establecer los criterios81. Los propietarios rechazaban a los yunteros instalados en sus tierras porque vulneraba su derecho a elegir 76 Riesco, 2006, 145-7, Espinosa 2007, 137 o 151. Simpson y Carmona, 2015, 17-19. 78 El rescate de los comunales tuvo un papel destacado en el discurso socialista sobre reforma agraria. Vid Cruz Artacho et alii, 2002, 292. 79 Sobre la importancia de la toma de decisión por parte de los propietarios: Pérez Rubio,1984; Cutileiro (1971) hace la misma observación en el caso del Alentejo. Rees menciona la consigna de las federaciones de propietarios de ceder la tierra exclusivamente a los labradores leales (1990, 105). 80 Simpson y Carmona, 2015. 81 Tuñon de Lara, 1985. 77 121 los colonos, y no necesariamente su derecho a no cultivar o dedicar la tierra a pastos. En otros casos, los cultivadores de las asociaciones católicas podían perder sus contratos en favor de los invasores socialistas82. Finalmente los conflictos entre campesinos de diferentes localidades fueron muy numerosos durante las invasiones83. Riesco menciona varios conflictos entre grupos de yunteros ‘o labradores’ de diferentes pueblos en Torremocha, o en Talayuela84. También Espinosa menciona conflictos entre localidades de Badajoz por el tamaño de los lotes85. La enorme desigualdad entre los recursos de diferentes municipios, incluso contiguos, explica la importancia del poder de decisión local y dificultaba la coordinación en el asentamiento de los campesinos. Así, las diferencias de líquido imponible territorial (un indicador de producto agrícola) por unidad familiar en 1930 en el seno del partido judicial de Jerez de los Caballeros, variaban de un mínimo de 47 pesetas en Valle de Santa Ana hasta los 972 en el enorme municipio de Jerez de los Caballeros86. Estas enormes diferencias explican tanto el interés del IRA por readecuar la población rural sin tener en cuenta los límites municipales, como las resistencias de la población local y las demandas de mayor autonomía a la hora de realizar los asentamientos. En definitiva, la expropiación, temporal o definitiva, u otro tipo de intervención, no sólo limitaba los derechos de propiedad del propietario, sino que afectaban igualmente a los derechos contractuales de los cultivadores87. Uno de los principales éxitos de los invasores es haber convencido a la opinión pública de que se trataba de un conflicto exclusivamente entre propietarios absentistas y la totalidad de los cultivadores locales y favorecer una intervención gubernamental favorable a sus intereses enmascarando el hecho de que se trataba también de un conflicto entre distintas modalidades de acceso 88. En este sentido, las tres reformas acometidas 82 Por ejemplo Espinosa, 2007, 144. La rivalidad entre pueblos vecinos es una constante como pone de relieve Pitt Rivers, 1989, 45-48 o González de Molina y Ortega, 2000, 106. 84 Riesco, 2006, 303-04 y 309-10. 85 Espinosa, 2007, 132. 86 El líquido imponible en Carrión, 1932, 178-179; unidad familiar según Censo de población de 1930. La ley de términos municipales favoreció los conflictos e incluso habría podido tener efecto en las invasiones (Alonso Peña, AIRA, caja 0-3, p.8). El Obrero de la Tierra hace referencia extensamente al conflicto entre S. Vicente de Alcántara, ‘un pueblo sin término’ con sus vecinos. (23 julio y 20 agosto 1932). 87 Existen casos de ofrecimiento de tierras en primavera de 1936 al Instituto de Reformas Sociales. Una posible interpretación de estos es que pudiera ser una forma de garantizar que los contratos existentes fueran respetados. Esta es la condición puesta por el propietario de la dehesa de 2.400 hectáreas llamada Señorío y Taldarrobas (Almendralejo). La asociación de trabajadores de la tierra no es favorable a la distribución de las parcelas, pero se acepta finalmente que los arrendatarios de 10 a 20 hectáreas puedan seguir cultivándolas. AIRA, caja 6.37. 88 Las invasiones como llamadas de atención dirigidas a la opinión publica urbana en Alston & alii. 2010. 83 122 simultáneamente por los republicanos, la Intensificación, la creación de comunidades campesinas en tierras expropiadas, y el rescate de los comunales podía afectar a las mismas tierras, pero no a los mismos beneficiarios. Conclusiones Las invasiones y ocupaciones de tierras de 1936 protagonizadas por los yunteros supusieron el mayor episodio de redistribución de tierras del régimen republicano antes de la guerra civil y para algunos habría permitido desbloquear una reforma agraria demasiado burocrática y que suscitaba demasiadas resistencias dentro y fuera del gobierno89. Es muy posible que este tipo de ocupaciones, de abajo-arriba (bottom-up), fuera el mecanismo más eficaz para redistribuir el uso de la tierra en áreas donde se combinaba la gran propiedad y el cultivo familiar, y la frustrada ley de rescate de comunales de julio 1936 habría tenido seguramente un efecto similar. Pero la ocupación de tierra la realizó una clase media, muy amplia y variada ciertamente, y dividida con respecto a los medios y los criterios de ocupación. En este trabajo mostramos que dada la escasez de tierra cultivable, en consonancia con los estudios actuales sobre la agricultura extremeña, el conflicto no se desarrollaba solo entre grandes propietarios y colonos, sino entre los mismos cultivadores por el acceso a la tierra90. Por otra parte, también mostramos que los factores como la pobreza o la desigualdad tuvieron quizás menos importancia que la oportunidad o la reducción de los costes de transacción para organizarse, y que el éxito de las invasiones respondía mejor a la heterogeneidad de los invasores y al hecho de que los repartos respondían a diferentes tipos de demandas. Finalmente, esta interpretación explica mejor la polarización política de la sociedad rural extremeña que evidencian los resultados electorales, y la existencia de una amplia clase media opuesta a la reforma agraria, o en términos de Cobo Romero, la’ derechización’ de una parte de los pequeños arrendatarios y aparceros91. 89 Robledo, 2010, 137-44. Lo que le aleja bastante de los modelos latinoamericanos o de frontera en los que se basan implícitamente las interpretaciones habituales. 91 Cobo, 2000, 119-42. 90 123 Bibliografía: Allen, Douglas y Dean Lueck (2002), The Nature of the Farm. 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Introducción A lo largo del último medio siglo se han multiplicado las voces que, desde las ciencias sociales, argumentan que el sistema alimentario es un objeto de análisis más apropiado que el sector agrario o cualesquiera otras de sus partes constituyentes por separado. Los pioneros fueron economistas como John Davis y Ray Goldberg, por un * Comunicación para el XIII Congreso de la Asociación de Historia Contemporánea (Albacete, 21-23 de septiembre de 2016), taller 7: “El mundo rural en la España contemporánea: conflictos, consensos, vigencias”. 129 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | lado, y Louis Malassis, por el otro, con sus trabajos sobre el agribusiness y la economía agroalimentaria respectivamente.1 Más adelante, la nueva perspectiva se abrió paso en el campo de la sociología, de la mano del análisis de cadenas de producto iniciado por William Friedland y la teoría de los regímenes alimentarios planteada por Harriet Friedmann y Philip McMichael.2 Aun con evidentes diferencias en los intereses y las metodologías, estas diversas perspectivas comparten la visión de que existe una densa red de interconexiones entre agricultores, industrias transformadoras, distribuidores y consumidores. De dicha visión se deriva una preferencia por el análisis del conjunto de la cadena alimentaria, más que por estudios parciales sobre sus distintos elementos constituyentes. ¿Cuál ha sido el impacto de esta nueva perspectiva sobre la investigación histórica? Los estados de la cuestión habitualmente ven con buenos ojos la adopción del sistema alimentario como unidad de análisis, y no cabe duda de que se ha producido un gran ensanchamiento del campo de visión más allá de los temas y enfoques tradicionalmente vinculados al área de, por ejemplo, la historia agraria.3 Pero, ¿se ha hecho realidad la promesa de una historia cuya unidad de análisis sea la cadena alimentaria? El presente ensayo busca responder a esta pregunta y, al mismo tiempo, contribuir a que su respuesta sea en el futuro un sí más contundente del que es posible dar hoy. El ensayo se organiza del siguiente modo. A continuación presento tres comunidades académicas especializadas en la historia del sistema alimentario: los historiadores culturales, los analistas de regímenes alimentarios y los historiadores socioeconómicos. Más adelante identifico lo que en mi opinión son los sesgos temáticos, metodológicos y epistemológicos presentes en la mirada de cada una de estas tres comunidades. En un apartado posterior planteo una alternativa inclusiva, basada en la incorporación del marco conceptual del ya citado Malassis a un esquema teórico de 1 J. H. DAVIS y R. A. GOLDBERG: A concept of agribusiness, Boston, Harvard University, 1957; L. MALASSIS, Économie agroalimentaire, I: Économie de la consummation et de la production agroalimentaire, París, Cujas, 1973. 2 W. H. FRIEDLAND: “Commodity system analysis: an approach to the sociology of agriculture”, en H. W. SCHWARZWELLER (ed.), Research in rural sociology and development, Greenwhich, JAI Press, 1984, pp. 221-235; H. FRIEDMANN y P. McMICHAEL: “Agriculture and the state system: the rise and decline of national agricultures, 1870 to the present”, Sociologia Ruralis, 29 (2), 1989, pp. 93-117. 3 C. OTTER: “The British nutrition transition and its histories”, History Compass, 10 (11), 2012, pp. 812825; L. GERMÁN: “De la historia agrarian a la historia de la economía alimentaria”, en L. GERMÁN, J. MORENO y R. HERNÁNDEZ (coords.): Economía alimentaria de España durante el siglo XX, Madrid, Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, 2009, pp. 7-24. 130 economía política evolutiva. Las conclusiones resumen los principales argumentos defendidos a lo largo del ensayo. Tres miradas al sistema alimentario En un reciente estado de la cuestión, una voz autorizada afirma que casi no es necesario mencionar que la historia de la comida es, por supuesto, historia cultural.4 Esto es quizá una exageración, pero refleja bien la evolución historiográfica en el área de la historia alimentaria.5 En sus inicios, para la historia alimentaria resultó clave el llamamiento de Braudel y la escuela de los Annales a incorporar el estudio de la cultura material a una historia del capitalismo.6 Pero más adelante, y reflejando tanto la propia evolución epistemológica de la escuela de los Annales hacia la historia de las mentalidades como el giro cultural que de manera más general se produjo entre los historiadores en las décadas finales del siglo XX, la historia de la alimentación ha venido centrándose fundamentalmente en las representaciones culturales y manifestaciones sociales relacionadas con la comida.7 La investigación en este campo suele realizarse desde una metodología que privilegia el trabajo de archivo, la inmersión cualitativa en el contexto de la época y la adopción de una mirada moderadamente influida por la antropología (y, dentro de esta, por su vertiente interpretativista). Para estos investigadores, la comida es un fenómeno social total que puede usarse como lente con la que explorar los más diversos temas, desde la desigualdad entre clases sociales hasta las conexiones transnacionales entre las sociedades, pasando por la relación entre el ser humano y el medio ambiente que le rodea. Pilcher, por ejemplo, distingue cinco grandes campos de investigación: la historia política de la desigualdad social y la legitimación de las hegemonías, el cambio cultural a lo largo J. M. PILCHER: “Introduction”, en J. M. PILCHER (ed.): The Oxford handbook of food history, Nueva York, Oxford University Press, 2012. 5 Para una visión más equilibrada, P. SCHOLLIERS: “The many rooms in the house: research on past foodways in modern Europe”, en K. W. CLAFLIN y P. SCHOLLIERS (eds.): Writing food history: a global perspective, Londres, Berg, 2012, pp. 59-71. 6 F. BRAUDEL: Civilisation matérielle et capitalisme, París, A. Colin, 1967. 7 J.-L. FLANDRIN y M. MONTANARI (coords.): Histoire de l’alimentation, París, Fayard, 196; J. M. PILCHER (ed.): The Oxford handbook of food history. Nueva York, Oxford University Press, 2012; K. W. CLAFLIN y P. SCHOLLIERS (eds.): Writing food history: a global perspective. Londres, Berg, 2012. 4 131 del tiempo, los vínculos entre alimentación e identidad, el ascenso del sistema alimentario industrial moderno, y las cambiantes creencias acerca de la salud nutricional.8 Una mirada muy diferente es la que nos proponen los científicos sociales que, desde una óptica interdisciplinar y neo-marxista, trabajan dentro del programa de investigación de los llamados “regímenes alimentarios”. Ha pasado ya más de un cuarto de siglo desde que Friedmann y McMichael publicaron su artículo seminal, y desde entonces la popularidad académica de este análisis no parece parar de crecer.9 La idea de fondo es que la historia del sistema alimentario se encuentra marcada por una sucesión de etapas institucionales. Cada una de estas etapas, o régimen alimentario, se caracteriza por la relativa estabilidad de un conjunto de condiciones socio-políticas dentro de las cuales tiene lugar de manera fluida la acumulación de capital dentro de la economía alimentaria global. La desaparición de dichas condiciones, por otra parte, abre un periodo dotado de menor coherencia interna, que eventualmente puede conducir a la configuración de un nuevo régimen alimentario tiempo después. Todo el mundo en esta comunidad académica parece estar más o menos de acuerdo con el planteamiento original de Friedmann y McMichael acerca de la existencia de dos regímenes alimentarios históricos. El primer régimen se habría desplegado entre aproximadamente 1870 y 1913, y se habría caracterizado por la creación de una economía alimentaria global bajo hegemonía británica. El segundo régimen, que estuvo vigente bajo la hegemonía estadounidense entre aproximadamente 1945 y 1973, habría venido marcado por el ascenso de poderosos grupos industriales dentro del sistema alimentario, así como por las activas políticas implantadas por los Estados-nación dentro de sus fronteras. El periodo intermedio entre ambos regímenes habría sido un periodo caótico en el que el primero de los regímenes se vino abajo sin que en su lugar surgiera una alternativa dotada de un grado comparable de coherencia. Un periodo similar se habría abierto en las décadas finales del siglo XX, cuando el avance del proyecto neoliberal condujo al retroceso del Estado-nación, si bien existe considerable discusión acerca del grado en que actualmente se ha constituido ya (o no) J. M. PILCHER: “Introduction”, en J. M. PILCHER (ed.): The Oxford handbook of food history, Nueva York, Oxford University Press, 2012. 9 H. FRIEDMANN y P. McMICHAEL: “Agriculture and the state system: the rise and decline of national agricultures, 1870 to the present”, Sociologia Ruralis, 29 (2), 1989, pp. 93-117; A. MAGNAN: “Food regimes”, en J. M. PILCHER (ed.): The Oxford handbook of food history, Nueva York, Oxford University Press, 2012, pp. 370-88. 8 132 un tercer régimen alimentario. Para algunos, este nuevo régimen es un régimen empresarial-ambiental, en el que el sistema alimentario es reestructurado en clave neoliberal por parte de empresas transnacionales cuyas maniobras van encaminadas a captar a un consumidor cada vez más sensibilizado en contra de la comida fordista propia del régimen anterior.10 Para otros, sin embargo, seguimos inmersos en un periodo caótico, en el que la Organización Mundial del Comercio está lejos de desempeñar el papel hegemónico que bajo los dos primeros regímenes desempeñaron Estados-nación individuales como Reino Unido y Estados Unidos.11 Desde el punto de vista metodológico, el análisis de regímenes alimentarios se encuadra dentro del terreno neomarxista delimitado por el enfoque de los sistemasmundo, la escuela de la regulación y la economía política radical.12 El centro del análisis es lo que Marx llamaba las relaciones sociales de producción, y la cuestión clave es el grado de encaje entre dichas relaciones sociales (plasmadas en una determinada estructura de arreglos institucionales para la coordinación de la economía alimentaria) y las tendencias en la acumulación de capital a escala global. Como en el caso de los historiadores culturales, el análisis es fundamentalmente cualitativo. Pero, a diferencia de los historiadores culturales, los analistas de regímenes alimentarios conceden poca importancia a la producción de conocimiento empírico nuevo. En su lugar, dedican mucho esfuerzo a poner el material empírico (con frecuencia derivado simplemente de la consulta de fuentes secundarias) en interacción con el discurso teórico. Finalmente, una tercera mirada es la de los historiadores económicos y sociales. Los historiadores culturales estadounidenses tienden a ignorar este hecho, pero en realidad la mirada socioeconómica ha continuado siendo muy importante entre los historiadores europeos interesados en la alimentación. Es cierto que no faltan en Europa representantes de las tendencias culturalistas descritas al comienzo de este apartado, y en realidad dichas tendencias no dejan de tener su origen en el tipo de historia fomentado P. McMICHAEL: “Global development and the corporate food regime”, en F. H. BUTTEL y P. McMICHAEL (eds.): New directions in the sociology of global development, Amsterdam, Elsevier, 2005, pp. 265-300. 10 B. PRITCHARD: “The long hangover from the second food regime: a world-historical interpretation of the collapse of the WTO Doha round”, Agriculture and Human Values, 26 (2009), pp. 297-307. 12 I. WALLERSTEIN: World-systems analysis: an introduction, Durham, Duke University Press, 2004; R. BOYER e Y. SAILLARD (eds.): Regulation theory: the state of the art; Londres, Routledge, 2002; A. BARCELÓ: Economía política radical, Madrid, Síntesis, 1998. 11 133 por la escuela de los Annales tras su fase braudeliana. Sin embargo, en el último cuarto de siglo la International Commision for Research into European Food History (ICREFH) ha aglutinado a investigadores cuyas afinidades se revelan más próximas al tipo de “historia de la sociedad” propuesto por Hobsbawm que a los giros metodológicos que posteriormente se convertirían en la nueva ortodoxia de la profesión histórica.13 En esta comunidad se valora altamente la realización de algún tipo de aportación empírica, ya sea esta cuantitativa o cualitativa, que contribuya a perfilar y explicar las transformaciones históricas del sistema alimentario. Así, en las monografías editadas tras los congresos periódicos de la ICREFH encontramos una gama muy variada de investigaciones que cubren los más diversos aspectos de la historia del sistema alimentario, desde su articulación empresarial hasta la evolución del consumo alimentario, pasando por el multifacético papel del Estado.14 Una parte sustancial de los historiadores vinculados a la ICREFH pertenecen a Francia, Reino Unido y Alemania, pero el grado de participación de los países europeos periféricos es probablemente superior al habitual en otras organizaciones de este tipo.15 En cuanto al arco temporal del análisis, se percibe entre estos historiadores una preferencia por el periodo contemporáneo, en particular desde mediados del siglo XIX hasta finales del XX; rasgo sin duda compartido con los analistas de regímenes alimentarios y al mismo tiempo diferencial con respecto a unos historiadores culturales cuyos arcos cronológicos son más heterogéneos. La mirada socioeconómica continúa siendo fuerte entre los historiadores europeos por un motivo adicional: en los últimos tiempos, también los historiadores agrarios están apuntando hacia un análisis del sistema alimentario que trasciende las fronteras tradicionales de su campo. Y lo están haciendo, ellos también, desde un enfoque más próximo a la historia económica y social que a la historia cultural. Esto es evidente tanto en la European Rural History Organization como en las dos principales sociedades nacionales de historia agraria, la British Agricultural History Society y la Sociedad Española de Historia Agraria. E. J. HOBSBAWM: “From social history to the history of society”, Daedalus 100 (1971), pp. 20-45. La serie de monografías comienza con H.-J. TEUTEBERG (ed.): European food history: a research overview, Leicester, Leicester University Press, 1992; y por ahora termina con D. J. ODDY y A. DROUARD (eds.): The food industries of Europe, Abingdon, Routledge, 2013. 15 Véanse los datos en P. J. ATKINS y D. J. ODDY: “Conclusion”, en P. J. ATKINS, P. LUMMEL y D. J. ODDY (eds.): Food and the city in Europe since 1800, Aldershot, Ashgate, 2007, pp. 251-253. 13 14 134 En el caso concreto de España, la SEHA ha sido en realidad el foco en el que se han originado buena parte de los estudios sobre la historia del sistema alimentario del país. Junto a una gran cantidad de valiosas contribuciones individuales, podemos distinguir tres grupos de investigación especialmente dinámicos: un grupo catalán originalmente liderado por Ramón Garrabou, un grupo andaluz encabezado por Manuel González de Molina y un grupo aragonés cuya vertiente más relacionada con lo alimentario ha sido liderada por Luis Germán.16 En los tres casos, encontramos una trayectoria que conduce desde la historia agraria hacia la historia del sistema alimentario, manteniendo una mirada socioeconómica que, sin perjuicio de haber seguido su propia evolución a lo largo del tiempo (en especial, a través de una creciente preocupación por los aspectos medioambientales), se diferencia con claridad de la mirada culturalista dominante en, por ejemplo, Estados Unidos. Incluso aquellos investigadores que han realizado importantes contribuciones desde perspectivas que no son la socioeconómica lo han hecho con frecuencia desde una perspectiva de historia de la ciencia que está más próxima a la perspectiva socioeconómica que a la cultural.17 En realidad, en España ni la historia cultural de la comida ni el análisis de regímenes alimentarios han despertado (al menos por el momento) gran entusiasmo entre los investigadores. Tres sesgos Cada una de estas tres miradas al sistema alimentario ha realizado contribuciones importantes, y continuará haciéndolo en el futuro. Cada una de estas tres miradas, sin embargo, ha incorporado también sus propios sesgos. La mirada de los historiadores culturales, por ejemplo, privilegia el lado de la demanda. Hay un gran interés por desvelar las motivaciones de los consumidores y los significados que estos extraen de la comida que ingieren. Es cierto que esto es en muchas ocasiones el punto de partida para un análisis más amplio de las conexiones que vinculan a los consumidores con los productores, con el Estado o con el medio ambiente que los Como muestras, véanse por ejemplo X. CUSSÓ y R. GARRABOU: “La transició nutricional a la Catalunya contemporània: una primera aproximació”, Recerques, 47-48 (2003-04), pp. 51-80; M. GONZÁLEZ DE MOLINA: “Crisis agroalimentaria y desafíos de la Historia Agraria”, Con-Ciencia Social, 18 (2014), pp. 61-68; y L. GERMÁN: “De la historia agrarian a la historia de la economía alimentaria”, en L. GERMÁN, J. MORENO y R. HERNÁNDEZ (coords.): Economía alimentaria de España durante el siglo XX, Madrid, Ministerio de Medio Ambiente, Medio Rural y Marino, 2009, pp. 7-24. 17 Por ejemplo, J. L. BARONA y J. BERNABEU (eds.): Nutrición, salud y sociedad: España y Europa en los siglos XIX y XX, Valencia, Universitat de València, 2011. 16 135 rodea. Incluso es cierto que, siguiendo el muy influyente legado del antropólogo histórico Sidney Mintz (1985), los historiadores culturales gustan de seguir la pista al componente transnacional de dichas conexiones.18 Pero es dudoso que el programa de la historia cultural de la comida haya logrado articular un análisis sistemático y coherente de los cambios en el sistema alimentario por el lado de la oferta. En realidad, la propia comunidad académica se cohesiona en torno a un cierto desinterés por el crecimiento económico o la organización empresarial, en parte considerados buques insignia de paradigmas historiográficos superados. En el análisis de regímenes alimentarios, en cambio, ocurre lo contrario: el lado de la oferta es el gran protagonista. No es que se carezca de una noción acerca de las tendencias de la demanda, pero estas generalmente entran en el análisis como una variable secundaria y escasamente perfilada. Así, con frecuencia se da por hecho que los cambios en la demanda alimentaria básicamente reflejan cambios previos por el lado de la oferta, limitándose a cumplir la función de hacer posible una exitosa reproducción del régimen alimentario diseñado por las elites. Es el caso, por ejemplo, de la visión prevaleciente en esta comunidad académica acerca del tipo de dieta que se impuso en Occidente en las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, el carácter fordista de la cual se señala con frecuencia para así subrayar su vinculación al régimen alimentario “industrialmercantil” vigente a lo largo del periodo. O bien se consideran los cambios en las preferencias de los consumidores como factores más o menos exógenos que rápidamente son endogeneizados por las maniobras de las grandes empresas alimentarias, como en el caso del giro que desde las décadas finales del siglo XX (y en el contexto de lo que algunos llaman el régimen “empresarial-ambiental”) viene produciéndose a favor de los alimentos producidos de manera ecológica.19 Se vislumbran algunas tendencias que podrían contribuir a equilibrar los respectivos programas de investigación de la historia cultural de la comida y el análisis de regímenes alimentarios. En el caso de la historia cultural, hay que tener en cuenta que en los últimos tiempos se ha producido en Estados Unidos el ascenso de la llamada “historia del capitalismo”, que viene a ser una especie de reinterpretación político-cultural 18 S. W. MINTZ: Sweetness and power: the place of sugar in modern history, Nueva York Viking-Penguin, 1985. 19 Sobre el régimen empresarial-ambiental, P. McMICHAEL: “Global development and the corporate food regime”, en F. H. BUTTEL y P. McMICHAEL (eds.): New directions in the sociology of global development, Amsterdam, Elsevier, 2005, pp. 265-300. 136 de la historia económica y empresarial.20 Esto podría contribuir a que los historiadores culturales de la comida pasaran en el futuro a prestar una mayor atención al lado de la oferta. Por su parte, en el análisis de regímenes alimentarios ya se ha levantado alguna voz reclamando que se preste mayor atención a las “relaciones nutricionales” que subyacen a los diferentes regímenes.21 Aunque es dudoso que esto vaya a desplazar a la oferta del centro del análisis, sí puede contribuir al menos a hacer algo más relevante el papel de las transformaciones por el lado de la demanda. Con todo, y más allá del grado en que estas tendencias cristalicen, ni siquiera está claro que estas dos comunidades académicas proporcionen un análisis completo de aquellos campos que les son más queridos. Los historiadores culturales, por ejemplo, han proporcionado numerosos estudios cualitativos sobre las mentalidades de los consumidores y las representaciones sociales de los alimentos, pero han prestado mucha menor atención a las bases materiales de las decisiones de consumo. Las coordenadas culturales influyen sobre el consumo, pero obviamente también lo hacen la renta de los hogares o los precios de los alimentos. El consumo interesa por sus repercusiones en la configuración de una determinada cultura, pero también por sus consecuencias sobre el bienestar biológico de los propios consumidores. Estas, sin embargo, son variables que apenas encontramos en los estudios de historia cultural. Tampoco puede decirse que los analistas de regímenes alimentarios realicen un tratamiento integral del lado de la oferta. Su énfasis está claramente en las relaciones sociales, las asimetrías de poder entre actores y grupos sociales, y las tensiones distributivas resultantes de tales asimetrías. Hay poca investigación, en cambio, sobre la innovación, el crecimiento económico o el cambio estructural. Podríamos decir, siguiendo la tipología de teorías socio-históricas de Tylecote, que los analistas de regímenes alimentarios se cohesionan alrededor de un enfoque marxista y en oposición implícita a un enfoque schumpeteriano.22 El marco institucional se considera la variable central que da forma a los diferentes periodos de la historia, mientras que las bases tecnológicas de la economía alimentaria quedan en un segundo plano analítico. J. ADELMAN y J. LEVY: “The fall and rise of economic history”, Chronicle of Higher Education, 1 de diciembre (2014). 21 J. DIXON: “From the imperial to the empty calorie: how nutrition relations underpin food regime transitions”, Agriculture and Human Values, 26 (2009), pp. 321-333. 22 A. TYLECOTE: The long wave in the world economy: the present crisis in historical perspective. Londres, Routledge, 1993. 20 137 En realidad, los historiadores culturales de la comida y los analistas de regímenes alimentarios reproducen los sesgos genéricos de sus respectivas esferas teóricas de referencia. Los historiadores culturales comparten con los antropólogos interpretativistas una querencia por las viñetas empíricas y las circularidades del tiempo histórico. O, lo que es lo mismo, una aversión por las grandes panorámicas con ambiciones de sistematicidad y, aún más, por las teorías de la historia. Los analistas de regímenes alimentarios, por su parte, se encarnan en una larga tradición de estructuralismo marxista que concede escaso margen a la agencia individual y privilegia el análisis de la infraestructura material, el lado de la oferta y el conflicto social en detrimento del entorno cultural, el lado de la demanda y la cooperación.23 Ambas comunidades académicas comparten, además, un profundo sesgo hacia lo cualitativo. Por debajo de sus profundas diferencias de visión, subyace una común falta de interés por el trabajo con aquellas variables susceptibles de ser cuantificadas. Una parte de los sesgos temáticos de ambas comunidades académicas se deriva, de hecho, de este sesgo metodológico, que probablemente desempeña un importante papel cohesionador en el interior de cada una de las dos comunidades. Los peligros que en su momento destacó el antropólogo Clifford Geertz para su propia disciplina, como el impresionismo, el intuitivismo y la sustitución de los datos por retórica, resultan hoy tan reales para los historiadores alimentarios culturales como para los analistas de regímenes alimentarios.24 Estos sesgos se encuentran más atenuados entre los historiadores socioeconómicos del sistema alimentario. En su caso, encontramos estudios sobre la oferta y estudios sobre la demanda, en no pocos casos realizados por los mismos investigadores. Y, dentro de cada uno de estos dos ámbitos, se desarrollan investigaciones que, tomadas en su conjunto, ofrecen una mirada más equilibrada en lo temático. En el análisis de la demanda alimentaria, por ejemplo, el interés por las bases materiales del consumo va acompañado por una consideración del entorno cultural en que aquel tiene lugar. En el análisis de la oferta, por su parte, se combinan con mayor fluidez el desarrollo del sistema alimentario moderno con las tensiones sociales generadas por el mismo. Desde el punto de vista metodológico, finalmente, estas investigaciones combinan el uso de variables cuantitativas (con fines generalmente descriptivos) y cualitativas, así como el manejo de 23 En este caso son aplicables tanto la crítica histórica de E. R. WOLF: Europe and the people without history, Berkeley, University of California Press, 1982, como la historiográfica de C. LLOYD: The structures of history, Oxford, Blackwell, 1993. 24 C. GEERTZ: “El reconocimiento de la antropología”, Cuadernos del Norte, 35 (1986), pp. 59-63. 138 estadísticas oficiales y documentos primarios de la época. Los historiadores socioeconómicos pueden así haber creado un terreno común más inclusivo que las otras comunidades. La mirada de los historiadores socio-económicos, sin embargo, tiende a presentar su propio sesgo, en este caso de carácter epistemológico. Los historiadores socioeconómicos otorgan gran importancia a la producción de conocimiento empírico nuevo sobre parcelas de la realidad hasta entonces poco exploradas, pero no a la introducción de dicho conocimiento empírico en un círculo de interacción con la teoría. Buena parte de la historia socio-económica de la alimentación se desarrolla implícitamente desde una de las dos siguientes premisas: que la investigación histórica puede apoyarse en el sentido común y el lenguaje ordinario, sin necesidad de conceptos o perspectivas teóricas explícitas; o bien que la investigación histórica, incluso aunque utilice selectiva y autónomamente algunos conceptos teóricos, no forma realmente parte de un proceso a través del cual las teorías disponibles van evolucionando como consecuencia de su interacción a lo largo del tiempo con la observación empírica. ¿Es necesaria, por ejemplo, una teoría de la historia económica que reemplace a la teoría económica?25 ¿O, más bien, dicha teoría es no sólo innecesaria sino también imposible, dada la complejidad de la historia, como plantean tanto los “viejos” como los “nuevos” historiadores económicos?26 Los historiadores alimentarios socio-económicos parecen estar más bien en esta segunda línea.27 Prevalece entre ellos una epistemología que, partiendo de lo que podría ser una saludable autonomía con respecto a los marcos teóricos producidos en el vacío por las ciencias sociales nomológicas, termina sin embargo sacando la investigación empírica de su círculo de interacción con algún tipo de teoría histórica. 28 Esto ha contribuido a que, para estos historiadores, el sistema alimentario haya sido más un 25 Como proponen desde diferentes perspectivas I. WALLERSTEIN: Unthinking social science: the limits of nineteenth-century paradigms, Cambridge, Polity Press y Blackwell, 1991; C. FREEMAN y F. LOUCÃ: As time goes by: from the industrial revolutions to the information revolution, Oxford, Oxford University Press, 2001; o C. LLOYD: “Beyond orthodoxy in economic history: has Boldizzoni resurrected syntheticstructural history?”, Investigaciones de Historia Económica, 9 (2013), pp. 66-70. 26 C. M. CIPOLLA: Entre la historia y la economía: introducción a la historia económica, Barcelona, Crítica, 1991; J. MOKYR: “Is there a theory of economic history?”, en K. DOPFER: The evolutionary foundations of economics, Cambridge, Cambridge University Press, 2005, pp. 195-218. 27 La principal excepción podríamos tenerla precisamente en España, en el grupo andaluz que ha vinculado su investigación a la perspectiva teórica de la economía ecológica; M. GONZÁLEZ DE MOLINA y J. INFANTE: “Agroecología y decrecimiento. Una alternativa sostenible a la configuración del actual modelo agroalimentario español”, Revista de Economía Crítica, 10 (2010), pp. 113-137. 28 Una buena defensa de la autonomía, en F. BOLDIZZONI: The poverty of Clio: resurrecting economic history, Princeton, Princeton University Press, 2011. 139 conjunto de parcelas en las que desarrollar investigación empírica que una auténtica unidad de análisis. Llama la atención que los historiadores socio-económicos, disponiendo como disponen de una base empírica mucho más sólida que sus colegas nomológicos, hayan producido en mucha menor medida visiones de conjunto sobre el sistema alimentario (o sobre las cadenas que lo constituyen). Puede que las visiones de conjunto producidas por (pongamos) los analistas de regímenes alimentarios se encuentren dudosamente fundamentadas en el plano empírico, pero esto no quiere decir que adoptar una epistemología empiricista sea la única manera de superar tales insuficiencias. Puede que los analistas de regímenes alimentarios se beneficiaran de conocer mejor las investigaciones empíricas de sus colegas historiadores, pero estos últimos también se beneficiarían (al menos en mi opinión) de adoptar una epistemología más próxima a la ciencia social histórica. Una propuesta alternativa El cuadro 1 sintetiza la argumentación de las páginas precedentes y un posible recorrido de futuro para la historia socio-económica. Pero, ¿cómo recorrerlo? Cuadro 1. Tres miradas a la historia del sistema alimentario Grado de equilibrio entre oferta/demanda y cuantitativo/cualitativo Bajo Grado de Bajo Alto Historia cultural interacción entre Historia socio- económica lo empírico y lo teórico Alto Análisis de regímenes ¿? alimentarios 140 Malassis como punto de partida El marco conceptual acuñado y utilizado por el economista agroalimentario Louis Malassis proporciona un punto de partida.29 Malassis parte de un conjunto de conceptos fácilmente utilizable en la observación empírica. Por el lado de la oferta, su interés está en la estructura de la economía alimentaria en función del peso de sus diferentes segmentos (en especial, agricultores frente a no agricultores) y en el grado de capitalización e internacionalización del sistema. Por el lado de la demanda, las variables clave son la ingesta alimentaria, el peso de la alimentación dentro del gasto total de los hogares y la estructura del consumo alimentario de acuerdo con el modo de abastecimiento (a través o no del mercado), las características de los alimentos (procesados o no) y las características de los consumidores (de más alta o más baja clase social, por ejemplo). Desde esta óptica, Malassis distingue cuatro periodos en la historia del sistema alimentario occidental. Antes de 1850, el sistema alimentario estaba basado casi exclusivamente en la agricultura. Esta se encontraba escasamente capitalizada y no podía proporcionar a los agricultores sino algo parecido a un nivel de vida de subsistencia. La mayor parte del consumo de los hogares lo era en alimentación, pero aun así esta era pobre y estaba abrumadoramente basada en alimentos de origen vegetal. Entre 1850 y 1950 se desarrolló una segunda etapa en la que estos rasgos estructurales comenzaron a cambiar. Por el lado de la oferta, comenzaron a surgir brotes de un sistema alimentario industrializado, capitalizado e internacionalizado, mientras por el lado de la demanda fue abriéndose paso un nuevo modelo de consumo alimentario caracterizado por mayores ingestas y una diversificación de la dieta hacia alimentos de origen animal y alimentos procesados. Con todo, no fue hasta llegada una tercera fase, entre 1950 y 1980, cuando estas tendencias se volvieron dominantes. Fue entonces cuando emergió un sistema alimentario agro-industrial, altamente capitalizado e internacionalizado, al tiempo que se consolidaba un modelo de consumo agro-industrial de masas. La cuarta fase, tras 1980, habría consistido en la continuación y acentuación de las ya mencionadas tendencias por el lado de la oferta, pero también en dos importantes rupturas por el lado de la demanda: L. MALASSIS: Les trois âges de l’alimentaire: essai sur une histoire sociale de l’alimentation et de l’agriculture, París, Cujas, 1997. 29 141 la superación de un umbral de saciedad biológica que condujo a una nueva era de sustituciones cualitativas entre alimentos (más que la tradicional expansión cuantitativa de una mayoría de ellos a la vez) y el ascenso del consumo alimentario fuera del hogar (que lleva a Malassis a vislumbrar incluso un modelo de consumo agro-industrial de restauración de masas). Más allá de la mayor o menor solidez empírica de la propuesta, el marco conceptual de la misma ofrece un esquema dentro del cual los investigadores pueden ir acumulando resultados empíricos sobre las diferentes parcelas de la historia del sistema alimentario. También ofrece una vía para integrar la inevitable complejidad de esas observaciones empíricas en una serie de hechos estilizados susceptibles de interpretación teórica, como muestran por ejemplo sus propias explicaciones sobre los problemas del nivel de vida de los agricultores bajo el sistema alimentario agro-industrial (en el que coexisten estructuras de mercado bien diferentes entre unos y otros segmentos) o sobre los determinantes (tanto materiales como culturales) de los distintos modelos de consumo alimentario. Con todo, es justo reconocer que la contribución teórica de Malassis se despliega más en el ámbito de los conceptos y los hechos estilizados que en el de los marcos teóricos en sentido estricto. ¿Existe alguna razón por la cual deberían existir sucesivas etapas dotadas de cierta coherencia interna, o es más bien la mirada del investigador la que las construye a posteriori? ¿Por qué existe una correspondencia tan armónica entre las etapas del sistema alimentario por el lado de la oferta y los sucesivos modelos de consumo? ¿Se trata de una contingencia histórica o, por el contrario, es resultado de que los cambios por el lado de la demanda sean provocados básicamente por los cambios que paralelamente tienen lugar por el lado de la oferta (o al revés)? Estas son preguntas que, en el mejor de los casos, Malassis responde sólo de manera implícita mientras desarrolla su propio análisis empírico, y no siempre. La economía política evolutiva ofrece, sin embargo, un marco idóneo para fundamentar teóricamente la contribución conceptual de Malassis. 142 Releyendo y desarrollando a Malassis desde la economía política evolutiva Existe una enorme heterogeneidad entre los economistas que en los últimos tiempos han adoptado la etiqueta de evolucionistas, desde seguidores modernos del institucionalismo estadounidense hasta especialistas en la programación informática de simulaciones y experimentos, pasando por una variedad de familias schumpeterianas no especialmente integradas entre sí. El marco aquí propuesto se apoya en los planteamientos de Thorstein Veblen y Joseph Schumpeter sobre cambio socio-económico a lo largo del tiempo, filtradas y desarrolladas por las contribuciones de algunos de sus seguidores contemporáneos, como Geoffrey Hodgson y Christopher Freeman (respectivamente).30 Hay, en concreto, tres principios organizadores que pueden ser útiles para la discusión presente: el pensamiento en términos de paradigmas (o periodos estructurales), el concepto de variables semi-autónomas, y el concepto de equilibrio puntuado. Las etapas del sistema alimentario y los modelos de consumo alimentario de Malassis son básicamente paradigmas. No resultan de la observación de una única variable, sino de la detección de un determinado patrón a partir de la observación de una constelación de variables relacionadas entre sí; y dicho patrón confiere a cada periodo una coherencia interna que lo distingue de los demás. Esta es básicamente la idea metateórica que subyace a diversos trabajos de inspiración schumpeteriana.31 (Si eso es a lo que vamos, esta idea meta-teórica también informa la visión marxista de la historia basada en “modos de producción” o, en nuestro campo, en “regímenes alimentarios”.) Aunque Malassis más bien piensa sus paradigmas en clave heurística, los economistas neoschumpeterianos argumentan que los paradigmas existen realmente. Su emergencia se deriva de la existencia de complementariedades entre los distintos elementos que los componen. Así, por ejemplo, la emergencia de paradigmas tecno-económicos que definen un determinado periodo es el resultado de la generación de innovaciones rupturistas que T. VEBLEN: “Why is economics not an evolutionary science?”, Quarterly Journal of Economics, 12 (3) (1898), pp. 373-97; J. A. SCHUMPETER: Business cycles: a theoretical, historical and statistical analysis of the capitalist process, Nueva York, McGraw-Hill, 1939; G. M. HODGSON: How economics forgot history: the problem of historical specificity in social science, Londres, Routledge, 2001; C. FREEMAN: “Innovation, changes of techno-economic paradigm and biological analogies in economics”, Révue Économique, 42 (2) (1991), pp. 211-232. 31 Ya sea bajo el concepto de “paradigma tecno-económico” o bajo la noción de “periodo estructural”; véanse respectivamente C. FREEMAN y F. LOUCÃ: As time goes by: from the industrial revolutions to the information revolution, Oxford, Oxford University Press, 2001; y J. LJUNGBERG (ed.): Structural analysis and the process of economic development. Abingdon, Routledge, 2016. 30 143 abaratan inputs de uso general por parte de los más diversos sectores de la economía e, indirectamente, modifican a partir de entonces la senda de innovación dentro de dichos sectores. Es probable que este tipo de complementariedades estén también en la base de las etapas de la economía alimentaria y los modelos de consumo identificados por Malassis. En ambos casos, tanto por el lado de la oferta como por el lado de la demanda las distintas variables definitorias del paradigma se encuentran interrelacionadas, lo cual facilita la emergencia de un patrón estilizado en el que las sendas de cambio de las diferentes variables se complementan entre sí. La industrialización, la capitalización y la internacionalización de la oferta, por ejemplo, a menudo forman parte de una misma dinámica de cambio, como también lo hacen las tendencias agregadas del consumo y sus diversas segmentaciones en función de las características de los alimentos y los consumidores. En suma, las etapas y modelos identificados por Malassis parecen algo más que un simple instrumento para organizar el material empírico: parecen periodos estructurales cuya evolución se desarrolla dentro de las coordenadas definidas por la complementariedad entre las sendas de cambio de las distintas variables relevantes. Los otros dos conceptos que pueden servir para apuntalar teóricamente el marco conceptual de Malassis son los conceptos de variables semi-autónomas y equilibrio puntuado. Tomados conjuntamente, estos dos conceptos permiten resolver lo que en mi opinión es la principal insuficiencia teórica que subyace al planteamiento de Malassis: el carácter indeterminado y, sin embargo, funcional que Malassis parece conceder a la relación entre los cambios por el lado de la oferta y los cambios por el lado de la demanda. De manera inclusiva y sensata, Malassis se resiste a presentarnos los desarrollos por el lado de la demanda como consecuencia unívoca de los desarrollos por el lado de la oferta, o viceversa. Más bien encontramos que los cambios por el lado de la demanda condicionan las estrategias de las empresas alimentarias, al tiempo que los proyectos y movimientos de dichas empresas alimentarias son reconocidos como uno de los factores que influyen sobre el consumo. El problema consiste en que, sobre la base de esta relación de doble sentido (y, por tanto, abierta a una gran variedad de casuísticas empíricas), Malassis construye una periodización en la que oferta y demanda muestran una extraordinaria sincronía. Las etapas de la oferta y la demanda no sólo encajan perfectamente las unas con las otras, sino que además se suceden entre sí de manera 144 contigua a lo largo del tiempo, es decir, sin que existan espacios de transición entre unas y otras. Esto sería un resultado esperable en caso de que Malassis hubiera optado por subsumir el análisis de uno de estos ámbitos dentro del otro: si, por ejemplo, hubiera optado por presentarnos los cambios en el consumo como poco más que una extensión mecánica de los cambios en la producción. Pero, si en realidad la relación entre oferta y demanda es no determinista, no existe ya un mecanismo que asegure la armonía entre sus cronologías. A un nivel mesoeconómico como este, parece clara la posibilidad de que existan etapas históricas en que, por ejemplo, las condiciones de demanda se transformen con mayor rapidez que las condiciones de oferta, o viceversa. O etapas en las que los desarrollos en una y otra esfera sean poco complementarios entre sí, e incluso parezcan ir en direcciones contrarias. Si realmente creemos que no existe un vínculo determinista entre oferta y demanda, es necesario crear espacio analítico para que sus respectivas trayectorias muestren un mayor o menor grado de complementariedad y, por extensión, para una periodización menos lineal que la propuesta originalmente por Malassis. Los conceptos de variables semi-autónomas y equilibrio puntuado ofrecen una vía teórica para ello. El tipo de relación entre oferta y demanda que Malassis está postulando de manera implícita, y que probablemente sería respaldada por una mayoría de historiadores, es de carácter semi-autónomo. En la lectura evolucionista que Freeman y Louçã dan a esta noción keynesiana, esto básicamente quiere decir que, si bien los entornos de selección de unas y otras esferas comparten terreno común, la evolución de ninguna de ellas puede subsumirse por completo en la evolución de alguna otra.32 Aunque existe un condicionamiento mutuo de una esfera sobre la otra, este condicionamiento se une a una gama más amplia de condicionamientos que no son compartidos entre ambas esferas, sino que son específicos a cada una de ellas por separado. Así, por ejemplo, las condiciones de la oferta influyen de diversos modos sobre el comportamiento de los consumidores, desde su efecto sobre los precios de los alimentos hasta las maniobras de las empresas para alterar las preferencias de los consumidores, pero estos condicionamientos se unen a otros que son autónomos con respecto a la oferta, por ejemplo las tendencias macroeconómicas que influyen sobre el nivel de ingreso de los consumidores o el nivel de desigualdad en la distribución de dicho ingreso en función de 32 C. FREEMAN y F. LOUCÃ: As time goes by: from the industrial revolutions to the information revolution, Oxford, Oxford University Press, 2001. 145 la clase social. Lo mismo ocurre en el otro sentido de la relación: la evolución de la oferta se explica por una variedad de factores, entre los cuales se encuentra (pero sólo como uno más entre varios) la evolución de la demanda. Esta caracterización de dos esferas semi-autónomas entre sí, implícita en Malassis, crea espacio analítico para identificar empíricamente la presencia de un mayor o menor grado de complementariedad entre los desarrollos que en cada periodo histórico se producen en cada una de las dos esferas. En otras palabras, obliga a abandonar el supuesto implícito de que dicho grado de complementariedad siempre va a ser elevado y que, por tanto, la historia del sistema alimentario consta de una serie de etapas contiguas dotadas de un alto grado de coherencia interna. Emerge en su lugar una visión menos lineal, más parecida a lo que Veblen llamó “deriva ciega” que a las leyes de movimiento de los economistas clásicos. Un concepto útil para estructurar esta visión es el concepto de equilibrio puntuado. Este concepto surgió en el ámbito de la biología como crítica a las concepciones gradualistas de la evolución, proponiendo en su lugar una concepción en la que breves periodos de cambio intenso definen las trayectorias o bandas dentro de las cuales se desarrollan periodos más largos de cambio moderado. En las ciencias sociales, ha sido utilizado con frecuencia para conceptualizar la sucesión de periodos dotados de un alto grado de coherencia interna y periodos dotados de un grado mucho menor de coherencia interna.33 En los periodos de mayor coherencia, las trayectorias de las variables semiautónomas son complementarias entre sí, y las ocasionales desviaciones en alguna de ellas pueden ser absorbidas por ajustes en alguna o algunas de las otras variables. En otras ocasiones, sin embargo, se abren periodos de transición en los que cambios rupturistas en una o más de las variables del análisis conducen a la descomposición de las regularidades empíricas vigentes hasta entonces, sin que el nuevo conjunto de regularidades empíricas que dará forma al siguiente paradigma emerja con claridad de manera inmediata. Esta pauta de equilibrios puntuados, en la que periodos de evolución gradual aparecen separados entre sí por periodos de cambio en la trayectoria evolutiva, ofrece una vía para Véanse diferentes ejemplos en: C. LLOYD: “Regime change in Australian capitalism: towards a historical political economy of regulation”, Australian Economic History Review, 42 (3) (2002), pp. 238266; I. WALLERSTEIN: World-systems analysis: an introduction, Durham, Duke University Press, 2004; y, para el caso concreto del sistema alimentario o alguno de sus componentes, A. MAGNAN: “Food regimes”, en J. M. PILCHER (ed.): The Oxford handbook of food history, Nueva York, Oxford University Press, 2012, pp. 370-88; y F. COLLANTES: “Dairy products and shifts in Western models of food consumption since 1950: a Spanish perspective”, Rural History, 26 (2) (2015), pp. 249-268. 33 146 retener una visión empíricamente realista de la relación de doble sentido entre oferta y demanda sin por ello abandonar el pensamiento teórico en términos de paradigmas. Conclusión En un momento en que el pensamiento económico estaba virando de manera crucial desde una concepción objetiva hacia una concepción subjetiva del valor, Alfred Marshall (1890) buscó ofrecer una síntesis inclusiva de la cuestión: en su opinión, el precio de las mercancías no era determinado exclusivamente por la oferta o por la demanda, sino por ambas a la vez.34 La oferta y la demanda serían dos filos de una tijera: su acción conjunta y simultánea permitía a la tijera cortar un papel en dos trozos. Aunque Marshall no llegó tan lejos, para un realista filosófico contemporáneo lo que ocurre es que es la tijera (y no sus distintos componentes por separado) lo que corta el trozo de papel. Dentro de una realidad que se encuentra estructurada en varios niveles diferentes, la tijera es un objeto de nivel superior cuyas “propiedades emergentes” no pueden encontrarse en los objetos de nivel inferior que la componen, como por ejemplo sus filos.35 Puede que con el sistema alimentario ocurra otro tanto. En este ensayo he descrito la existencia de tres grupos académicos con miradas bien diferentes entre sí: los historiadores culturales de la comida, los analistas de regímenes alimentarios y los historiadores socio-económicos del sistema alimentario. Los tres grupos han realizado contribuciones importantes, que han hecho que hoy sepamos mucho más que hace (pongamos) cuarenta años acerca de alimentación, sociedad e historia. Con todo, cada uno de los tres grupos ha ido desarrollando sus sesgos. Los historiadores culturales y los analistas de regímenes alimentarios han adoptado una mirada sesgada en lo temático, en el primer caso hacia el lado de la demanda (y, dentro de este, hacia sus aspectos representacionales) y en el segundo hacia el lado de la oferta (y, dentro de este, hacia sus aspectos organizativos). Los historiadores socio-económicos, por su parte, han ofrecido estudios más diversos desde el punto de vista temático, pero no han avanzado mucho a la hora de integrar dichos estudios en algún tipo de teoría sobre la historia del sistema 34 35 A. MARSHALL: Principles of economics, Londres, Macmillan, 1890. Por ejemplo, T. LAWSON: Economics and reality, Londres, Routledge, 1997. 147 alimentario. En otras palabras, mientras que dos de las tribus académicas se encuentran asentadas en uno solo de los filos de la tijera de Marshall y no tienen demasiado interés por lo que ocurre en el otro filo, la tercera tribu se mueve fluidamente entre ambos filos pero sin demasiado interés por utilizarlos como partes constituyentes de un objeto de orden superior llamado tijera. En este ensayo he abogado por una ruta para pasar de los filos a la tijera. Esta ruta parte del esquema conceptual del economista agro-alimentario Louis Malassis, cuyas fortalezas son su alto grado de inclusividad temática y su proximidad al quehacer cotidiano de la investigación empírica. Este esquema conceptual puede insertarse en el marco de la economía política evolutiva que se deriva de Thorstein Veblen y Joseph Schumpeter. Algunas de las ideas teóricas habituales en esta corriente, como el pensamiento en términos de paradigmas, la noción de variables semi-autónomas o el concepto de equilibrio puntuado, pueden ser útiles para apuntalar teóricamente el esquema de Malassis y, de ese modo, favorecer la introducción del material empírico en un ciclo de interacción con teoría histórica. Claramente existen rutas alternativas para llegar a este punto, incluidas la teoría de los regímenes alimentarios y la economía ecológica. En el espacio aquí disponible no ha sido posible tratar la cuestión de cuál de estas diferentes rutas posibles es más prometedora. Además, es probable que la cuestión no deba ser enfocada desde la teoría en sentido estricto, sino más bien desde una valoración historiográfica de los respectivos ciclos de interacción entre lo empírico y lo teórico que cada una de estas perspectivas vaya produciendo. Por ahora, de todos modos, es probable que lo prioritario sea menos definir las características de la tijera que consolidar la visión de que, en efecto, lo que tenemos ante nosotros es una tijera. 148 Conflictos agrarios en la construcción del “Mar de Plástico” Francisco Ferrer Gálvez Estudios del Tiempo Presente Universidad de Almería Introducción La presente comunicación pretende mostrar algunas de las respuestas del campesinado1 de la comarca del poniente almeriense ante la transformación de sus estructuras agrarias. Mostraremos algunos ejemplos de la diversidad de los conflictos que han protagonizado los agricultores para preservar y mejorar su modelo económico. El espacio de la investigación se ubica en el centro neurálgico de esta nueva agricultura intensiva, la comarca del poniente almeriense, un vasto “mar de plástico” de aproximadamente unas 30.000 has. dedicadas al cultivo de hortalizas en invernaderos2. El marco cronológico de esta transformación está determinado por el propio proceso de innovación y por la aplicación del plan de colonización proyectado por el Estado franquista, que desde 1959 y a través del INC, fue eliminando una de las barreras fundamentales para el posterior desarrollo agrario en la comarca como fue el acceso al agua para riego. A finales de los años 70 y con las nuevas legislaciones a favor, el mundo 1 Para comenzar entendiendo el mundo campesino hay que conocer la definición de campesinado en todo su conjunto, por ello he tomado la definición de Sevilla Guzmán, E. en la evolución del campesinado en España : El campesinado es el sector integrado por unidades familiares de producción y consumo, cuya organización social y económica se basa en la explotación agraria del suelo, independientemente de que posean o no la tierra y de la forma de tenencia que las vincule a ella, y cuya característica red de relaciones sociales se desarrolla en comunidades rurales, las cuales mantienen una relación asimétrica de dependencia –y en muchos casos de explotación – con el resto de la sociedad en términos de poder político, cultural y económico 2 La comarca del poniente almeriense es también llamada con el nombre de campo de Dalías ya que era el núcleo matriz del que dependían los diversos pueblos de la comarca, en 1982 el Ejido se segregó de Dalías arrebatándole la capitalidad de la comarca y los pueblos que dependían de él. Los pueblos que componen esta comarca son: Adra, Berja, Dalías, El Ejido (y sus pedanías), Vicar, la Mojonera, Darrical, Enix y Felix. 149 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | agrario en general y el almeriense en particular entraron en un período convulso de luchas de diversa índole para defender el sistema agrario, ya fuera de las instituciones o de otros sectores económicos. A nivel general, el proceso de industrialización que se desarrolla en España va a tener en la agricultura un elemento fundamental a pesar de su progresiva marginalidad. El sistema agrícola fue la base económica y social en la cual se sustentó el propio proceso de conversión industrial iniciado en la década de los 50, y cuyo resultado final fue la pérdida del papel hegemónico que había tenido la agricultura durante largo tiempo en el sistema económico nacional3. Este cambio va a suponer para la agricultura la pérdida de gran parte de la mano de obra jornalera que emigraba a las ciudades industriales en busca de mejoras de vida, y sumando las exigencias de consumo cada vez mayores, van a empujar a los agricultores a un proceso de tecnificación y modernización necesario para poder hacer frente a estas demandas y a la escasez de mano de obra. Este período ha sido denominado por los sociólogos como la segunda modernización agraria en que el debate ha girado en torno a la empresarialización productivista frente al ruralismo o campesinismo tradicional (1959-1986)4. La transformación tecnológica que sufre la agricultura almeriense en el último tercio del S. XX va a suponer un profundo cambio que no sólo va a afectar al sector agrícola, sino que va a transformar todo el panorama socio-económico de la provincia de Almería5. Poco a poco va a emerger una gran masa de pequeños y medianos agricultores propietarios de tierras que van a revitalizar una comarca antaño improductiva y además van a impulsar el entramado empresarial y agroindustrial de la provincia de Almería6. Este proceso va a estar marcado por una serie de conflictos que varían de forma según va avanzando la propia transformación del sector agrario. 3 Eduardo MOYANO: Corporatismo y Agricultura. Asociaciones profesionales y articulación de intereses en la agricultura Española, Madrid, MAPA, 1984. 4 Alfonso ORTÍ: “Una visión histórica generalista de la sociología agraria en España: Las tres modernizaciones del desarrollo capitalista”, Revista de estudios Agrosociales, 161 (1992), pp. 231-280. 5 José A. AZNAR y Andrés SÁNCHEZ: “Innovación y distrito en torno a un "milagro": la configuración del sistema productivo local de la agricultura intensiva de Almería”. Horticulture, 2009, pp. 157-193. 6 Francisco J. FERRARO y José A. AZNAR: “El distrito agroindustrial de Almería: un caso atípico”, Mediterráneo Económico, 13 (2008), pp. 353-382. 150 Conflictos por los recursos naturales y defensa de los pueblos contra los abusos del poder político y económico. Como hemos visto anteriormente en la introducción, el desarrollo agrícola de la comarca y todo el frenesí de construcción de invernaderos, se va a desarrollar en una época convulsa en muchos aspectos. La pérdida hegemonía de la agricultura y la progresiva normalización del libre mercado o los cambios políticos y sociales que se estaban produciendo en el país, harán que el campesinado se organice y defienda el modelo de vida que habían ido construyendo con el tiempo. El acceso a la tierra. A diferencia de la conflictividad generada en buena parte de Andalucía por el acceso a la propiedad de la tierra, en el poniente almeriense, salvo en el caso concreto que aquí se tratará, no ha sido un elemento principal de lucha en el proceso de transformación. Hay varios factores fundamentales que han reducido (casi eliminado) los conflictos por la titularidad de la tierra en el poniente almeriense, el primero de ellos y sobre el cual oscilan las demás es la intervención estatal en la comarca. Las actuaciones de transformación y colonización que el INC emprendió en la provincia y que posteriormente continúo el IRYDA, abrieron la posibilidad de ser propietarios a cientos de agricultores bajo la protección del estado7. El segundo factor es sin duda la disponibilidad de una gran cantidad de tierras incultas, que tradicionalmente fueron improductivas debido a la falta de agua y la mala calidad de los suelos, obstáculos que se fueron sorteando gracias a las mejoras tecnológicas como la construcción de pozos mecanizados en distintos puntos del campo. Y como tercer factor, la progresiva facilidad de acceso a los créditos agrícolas para poder llevar a cabo las mejoras correspondientes en las explotaciones, la inversión para la construcción del invernadero o para poner en marcha la producción 8; la conjugación de estos elementos fueron abriendo el acceso a la propiedad a miles de agricultores que desde distintos puntos de la geografía, sobre todo desde las alpujarras, fueron consumando la colonización y que a su vez ese efecto llamada incentivó la transformación de buena parte de las tierras por la iniciativa privada. A pesar de que estos elementos favorecieron el acceso a la tierra de una forma pacífica vamos a encontrar un caso conflictivo que llevará a los arrendatarios de una gran 7 8 José RIVERA: Política de colonización agraria en el Campo de Dalias, 1940-1990, Almería, IEA, 2000. La Voz de Almería, 21 de septiembre de 1978, p. 14. 151 propiedad a utilizar estrategias extremas, y que a su vez creará un consenso en torno a las soluciones. En la pedanía de Balerma situada en la costa del campo de Dalías, existía desde finales del S. XIX una gran propiedad que ocupaba unas 850 has., y cuyas parcelas estaban arrendadas a cientos de agricultores que pagaban un precio anual. Durante los primeros años de la década de los 70 ya hay contactos entre arrendatarios y propietarios para la compra de las tierras que no llegarían a ningún acuerdo. A pesar de que la zona donde estaban las tierras había sido declarada como parte de la transformación que llevaría a cabo el IRYDA, concretamente la transformación del sector VI aprobada por decreto 681/1973 de 15 de Marzo, la propiedad, en connivencia con el ayuntamiento de Dalías, publica el 3 de abril de 1975 una ordenanza donde parte de esas tierras se dedicarían a zonas urbanísticas. En diciembre de este mismo año, los propietarios junto a la promotora “Mar de Alborán” inician los contactos para que se declaren esas tierras como centro de interés turístico nacional (CITN). A pesar de que los diferentes organismos llegaron al acuerdo de que la propiedad reubicara a los arrendatarios en otras tierras y pagaran las indemnizaciones de las mejoras realizadas en las explotaciones, los arrendatarios veían como pasaba el tiempo sin obtener ninguna solución a sus problemas. Se dieron lugar diferentes asambleas en varios espacios sociales del pueblo, en estas reuniones se intentó llegar a un consenso de las actuaciones a llevar a cabo por los agricultores. En marzo de este 1977, se llegó a un acuerdo entre el pueblo de Balerma, y los máximos representantes de las instituciones agrícolas del poniente, como el presidente de la hermandad de labradores y ganaderos o los presidentes de las diferentes cámaras agrarias de Almería. Esta reunión recogería las demandas de los arrendatarios, pedían que el IRYDA defendiese a los arrendatarios ante las actuaciones del poder económico y político, en este caso por una parte la propiedad y por otra el ayuntamiento; que se vendieran las tierras a los cultivadores y que el precio lo pusiese el IRYDA. Aunque las demandas que se habían acordado fueron aceptadas por la propiedad siempre que pudieran seguir con sus planes turísticos, no se invertiría ni se reubicaría a ningún agricultor en los siguientes años hasta que en septiembre de 1978 estalló la situación. El 20 de septiembre de 1978, el párroco y media docena de agricultores se declararon en huelga de hambre hasta que se solucionara el problema de la tierra y el pueblo secundó y arropó a los agricultores; otros agricultores crearon una comisión que se encargó de viajar a Madrid y reunirse de urgencia con las instituciones y el día 27 llegaron las noticias del triunfo de los arrendatarios. La propiedad 152 veía frustrada su intención de construir la urbanización y se comprometía a vender las tierras a los arrendatarios, al final del conflicto fueron unos 323 agricultores los que accedieron a más de 500 has.9 Este conflicto de “clase” como la demanda de tierras demuestran que la lucha por la propiedad de la tierra fue un elemento que destacó intensamente en estos primeros años de la transición hacia el sistema democrático, conflicto que en definitiva fue cuasi único debido a la gran cantidad de tierras disponibles en la comarca y a la actuación del Estado. Este conflicto creó un consenso en torno al pueblo de Balerma, la reivindicación de la tierra como el elemento fundamental para el desarrollo de las poblaciones pobres. Se comenzó a desarrollar un sistema asambleario y democrático para velar por los intereses de la mayoría social del pueblo en contraposición a los privilegios de unos pocos. Recursos naturales. La arena. El rápido triunfo del cultivo en invernaderos tiene mucho que ver con el ingenio de los agricultores, con la labor de los técnicos del INC y sobre todo de las nuevas técnicas que en él se desarrollan y que además van a necesitar de un reservorio importante y continuo de recursos naturales. En el caso anterior hemos visto un conflicto importante sobre la titularidad de la tierra, pero también vamos a encontrar conflictos por otros recursos naturales como la arena. Una de las técnicas que ya se utilizaba tradicionalmente en zonas de la costa almeriense y granadina, va a constituirse en imprescindible en el nuevo sistema agrícola, hablamos de la técnica del enarenado10. Esta técnica consiste en cubrir el suelo de las explotaciones con una capa más o menos fina de arena, sus beneficios eran amplios ya que esta práctica permite una menor evotranspiración del agua y además mantiene la temperatura constante de las raíces, dando grandes beneficios a las explotaciones. Esta técnica demandaba un gran aporte de arena y este se extraía de las playas y de las canteras del municipio. Hay que recordar que las décadas de los años 60 y 70 van a ser los años del despegue turístico en muchos lugares de la costa y en Almería se estaban creando amplias zonas de interés turístico nacional (CITN)11. En 1964 se declara en Aguadulce el primer CITN y en 1967 se aprobará el de Roquetas de Mar, posteriormente en 1973 el José A. PEÑA: “Balerma, lucha por la propiedad de la tierra”, Farua, 4-5, (2001-2002), pp. 217-235. Odón FERNÁNDEZ y Antonio PIZARRO: “La técnica del enarenado transforma un desierto”, Revista de Estudios Agrosociales, 115, (1981), pp. 31-70. 11 Antonio J. GARCÍA: “Los 27 Centros de Interés Turístico Nacional”, Andalucía en la Historia, 37, (2012), pp. 32-36. 9 10 153 CITN de Almerimar. La construcción de estas zonas urbanísticas va a chocar con los intereses agrícolas, se repetirán los conflictos entre agricultores y asociaciones naturalistas por la extracción de las arenas. Como ejemplo de este tipo de conflicto podemos mencionar el que tuvo lugar durante el verano de 1978 con la extracción de arena en la playa de “los cerrillos”, en el término municipal de Roquetas de Mar. El sindicato agrario UAGAL convocará una serie de asambleas para mediar con los diferentes sectores económicos12. Esta problemática va a ser denunciada por la Asociación Naturista de Andalucía (ANA) a cuya cabeza se situaba su presidente Branko Bruckner. Aludían a que la empresa “Cerrillos S.A.”, encargada de las extracciones de arena en la playa, ocupaba más espacio que los que decían las ordenanzas y utilizaban el camino naturista, y que además estaban causando un grave problema medioambiental. Por parte de los agricultores el conflicto se generó debido a que la zona de playa se utilizaba para las extracciones de arena todo el año excepto los meses de verano, esto era un grave problema para los agricultores ya que estos meses eran los destinados a preparar las explotaciones para la siembra tras el período estival. También aludían a que el camino naturista era el único acceso para extraer la arena. Tras un informe del Ayuntamiento de Roquetas de Mar que ratificaba la ilegalidad de la playa naturista, se va a encontrar enfrente la oposición de la asociación de vecinos, a la ANA y al sector turístico representado por en este caso por Almantur. Los agricultores, organizados en una asamblea realizada en la sede de la asociación “Hortamar” y tras reunirse con los representantes de las cámaras agrarias intentaron llegar a una solución favorable para los dos sectores económicos13. Este episodio no va a ser único y se repetirá en el campo de Nijar , este caso CNJA mediará en el conflicto. Luchas contra la política agraria de la administración. En estos primeros años de andadura democrática, uno de los elementos más importantes de conflicto va a girar en torno a la política agraria estatal. El campo almeriense, cultivador casi exclusivo de frutas y hortalizas, va a demandar un mayor apoyo de la administración para la solución de una serie de problemas que desde su propia génesis atenazaban al sector agrario. En estos primeros años de negociaciones colectivas 12 13 La Voz de Almería, 26 de agosto de 1978, p. 16. La Voz de Almería. 09 de septiembre de 1978, p. 11 y 18. 154 en el Fondo de Ordenación y Regulación de Productos Agrarios (FORPA), las hortalizas no estaban insertas en el cupo de productos regulados por el Estado, dejando al sector en una posición de indefensión ante los mecanismos del mercado. Las demandas que negociaban las OPAs como interlocutoras a favor de los cultivadores cuyos productos no estaban protegidos por el Estado se orientaban a las medidas complementarias, como las relativas a las subidas porcentuales de los precios de los carburantes, de los inputs externos, de los abonos o los fertilizantes. En el poniente, tras una década de construcción ininterrumpida de invernaderos y del abandono por parte de las instituciones del Estado del campo almeriense, va a aflorar un grave problema de sobreproducción. Los productos de la horticultura almeriense, como las diferentes variedades de tomate, se veían apilados en los puntos de venta, la poca capacidad de las empresas exportadoras y la negativa de las instituciones a permitir una mayor exportación hacían dudar de la rentabilidad agrícola. En varias ocasiones este problema se veía intensificado en las fronteras, principalmente por la reacción de los jóvenes agricultores franceses que, viéndose amenazados por un producto que competía cada vez más con el suyo, decidían bloquear el paso de los camiones o en algunos casos acabar directamente con la mercancía. Ante todos estos problemas se va a llegar un consenso necesario entre la mayoría de asociaciones que representaban a los agricultores, e incluso se va a crear una coordinadora de agricultores que va a velar, a parte de los sindicatos y asociaciones agrarias, por el interés común de los agricultores. De estas asambleas van a surgir varias reivindicaciones, pero la que implicaba directamente a la administración va a ser fuertemente impulsada. Se va a exigir la planificación y la reordenación del sector hortofrutícola almeriense aludiendo a la marginalidad y el abandono por parte de las administraciones de un sector que producía un valor de unos 27.000 millones de pesetas en el año en 1978. Formalmente se solicita al ministerio de agricultura que dada la importancia de la producción y la comercialización de las hortalizas almerienses en el conjunto nacional, se actúe de urgencia en la provincia creando una mesa integrada por agricultores, comerciantes y administración con el objetivo de reorganizar el sector y planificar la producción. También se exigirá que el Estado asegure la libre exportación de sus productos a los demás países europeos mediante una política internacional que favorezca a los agricultores. “Otro acuerdo de la asamblea fue el asesoramiento técnico de la comisión elegida tanto de nivel jurídico como agrario y económico y, finalmente, se acordó redactar un escrito 155 que irá firmado por los agricultores interesados para elevarlo a la <<autoridad competente>>. Que se solicitará la anulación "de medidas discriminatorias respecto a la exportación de tomate, pidiéndose a la Administración que para nuestros productos rijan las mismas medidas que para el resto de los negociadores con !a CEE dejando libertad de mercado con la que los productos se beneficiarán y se contribuirá notablemente a acabar con la gran especulación que actualmente se da en el sector”14. La negativa a las demandas de los agricultores por parte de la administración propició unas reacciones conflictivas en febrero de 1979 que ocasionaron una huelga en el sector. Se tiraron tomates a la calle como protesta e impidieron que los camiones se llevaran el género y salieran de las alhóndigas, la policía tuvo que utilizar la fuerza saldándose la confrontación con 41 agricultores detenidos. Tras los acontecimientos la administración tuvo que ceder ante algunas de las peticiones como la planificación del sector mediante un grupo de trabajo permanente15. Otro frente en el cual los agricultores almerienses estaban inmersos fue la confrontación contra las cámaras agrarias, si bien esta conflictividad va a ser más simbólica que efectiva, hay que hacer referencia a que en las elecciones a ésta institución en la comarca de poniente se va a producir un absentismo muy importante. De los 44.281 agricultores que estaban llamados a votar en toda la provincia, sólo un 32,5%, es decir unos 14.398 ejercieron su derecho a voto, en el campo de Dalías el porcentaje fue aún menor, con un 16,5% de votantes. Las causas de este absentismo no están del todo claras, pero si hay que hacer hincapié en la lucha enconada de los sindicatos agrarios, sobre todo de la COAG y la FTT en la eliminación de ésta institución que estaba siendo utilizada por el gobierno de la UCD para tener bajo control el mundo rural. El informe reservado del instituto de relaciones agrarias sobre las candidaturas independientes, filtrado y revelado por la COAG, publicado en diciembre de 1978 daban a conocer estas maniobras, en referencia a la provincia, todas estas candidaturas independientes estaban controladas por la UCD y eran miembros del sector conservador, e incluso se demostró las conexiones entre los secretarios de las antiguas hermandades de ganaderos y labradores con las candidaturas independientes. Las anteriores irregularidades fueron denunciadas públicamente por las organizaciones profesionales de izquierdas como UAGAL o FTT, que pedían la actualización de los censos y la planificación de candidaturas que realmente 14 15 La Voz de Almería, 12 de septiembre de 1978, p. 15. La Voz de Almería, 05 de abril de 1979, p. 15. 156 representaran los intereses de los agricultores, en contra de aquellas candidaturas independientes monopolizadas por el gobierno16. A pesar de los intentos de las organizaciones progresistas, sólo 5 pueblos de la provincia van a romper el monopolio de las candidaturas independientes: Carboneras, Ohanes, Fines, y Berja y Darrical del poniente almeriense. Luchas por la autonomía de la comercialización. El cambio de modelo económico que progresivamente va experimentando el país desde los últimos años de la década de los 50, va a desplazar al sector agrario a una posición subordinada dentro de la estructura económica estatal. Si bien es que hasta los últimos años del régimen franquista no vamos a encontrar mucha conflictividad en el campo, debido por una parte al sistema represivo estatal y en otra al exhaustivo control de las instituciones rurales sobre los sectores campesinos, la década de los 70, impulsada sin dudas por la crisis del petróleo de 1973, va a marcar el inicio de la conflictividad en el mundo agrario español17. La incapacidad del estado franquista para solucionar los nuevos problemas que traía el libre mercado va a conformar el germen del asociacionismo al margen de las instituciones, y van a precipitar a los agricultores a un paulatino proceso de emancipación del poder estatal. Estos nuevos conflictos generados por el propio sistema capitalista vienen derivados de la comercialización y especialmente los que tienen que ver con los precios de los productos. Ante los conflictos generados por las actuaciones estatales entorno a la llamada “guerra del tomate” de 1978, se va a articular un acuerdo en torno a las actuaciones a llevar a cabo por los agricultores en defensa de sus intereses. Las organizaciones profesionales agrarias (OPAS) también van a resultar un elemento fundamental a la hora de impulsar las reivindicaciones del sector18, e incluso van a promover como ya hemos visto, la creación de una coordinadora de agricultores del poniente almeriense para canalizar las reivindicaciones que demandaba el sector hortofrutícola. Esta comisión va a estar formada por UAGAL, CNJA, APS Hortamar, APS Ejidomar y las cooperativas “El 16 La Voz de Almería, 13 de abril de 1978, p. 11. V.L. ALONSO, J. CALZADA y VVAA.: Crisis agrarias y Luchas campesinas (1970-1976) Madrid, Editorial Ayuso, 1976. 18 Francisco FERRER: “El papel de las OPAs en la construcción de un nuevo campesinado en el poniente almeriense”, en VI Congreso Internacional “Historia de la Transición en España. Las Instituciones”, (Recurso electrónico) 2015. 17 157 Porvenir”, “Cabasc” y “Arisol”19. El consenso al cual llegaron estos agentes del campo se dividía en dos bloques: en el primero solicitaban a las autoridades que regularan la exportación del tomate a los mercados exteriores ya que la actual no daba salida a toda la producción, lo que hacía que los precios del tomate se desplomaran. Demandaban la libre exportación del tomate “asurcado” y la entrada de Almería en el cupo del tomate “liso”. Al margen de todos estos problemas que la exportación y las empresas exportadoras estaban produciendo en el sector agrícola. Los agricultores de la comarca van a culpabilizar a estas empresas como parte del problema de los bajos precios y de la escasa capacidad de comercialización de los productos. La carencia en la comarca de empresas comercializadoras autóctonas, dejaban en manos de empresas que no eran de la provincia todo el volumen comercializador. Empresarios murcianos o de la comunidad valenciana monopolizaban la comercialización de los productos y por su condición de foráneos los agricultores sugerían que estos no tenían interés en el desarrollo de la comarca. Como consecuencia de estos acontecimientos y este malestar se va ir desarrollando una respuesta cooperativista que pudiera competir y asegurar la comercialización desde una posición principal. Por lo que desde finales de 1977 se va a articular una cooperativa de cosecheros y exportadores de Almería (COEXPAL), que poco a poco irá penetrando en el espacio de la comercialización hasta convertirse en una de las cooperativas referente en el espacio de la comercialización y exportación. Conclusiones La modernización agrícola que se desarrolla en el poniente almeriense desde finales de la década de los años 50 del S. XX, y el imparable desarrollo de la economía capitalista, va a encontrar en el poniente almeriense un espacio muy contestatario. Como hemos visto con los ejemplos anteriores, hay una variada tipología de conflictos que se van sucediendo en la comarca desde los años 70. Las pocas resistencias de los “sin tierra”, aunque sí existieron como vimos con la huelga de los arrendatarios de Balerma, van a dar paso a una intensa conflictividad propia de la agricultura en los sistemas capitalistas. Los precios en general como la venta de los productos, los inputs agrícolas que cada vez eran más necesarios, o los problemas con las empresas de comercialización van a ser continuos en este espacio durante las décadas de los 70 y los 80. Otro importante caballo de batalla 19 La Voz de Almería. 27 de mayo de 1978. p 16. 158 será las luchas continuas con las administraciones para mejorar las legislaciones y para aumentar la importancia de la agricultura almeriense en el contexto institucional. La conflictividad también se va a orientar a la lucha contra la aparición de otros sectores económicos como el turismo que va a competir con la agricultura en la apropiación de recursos naturales, fundamentalmente la tierra y el agua. La lucha por mejorar y preservar a la agricultura como el elemento motor de la economía de esta comarca, enfrentándose a las instituciones y/o a los mecanismos de una modernizada sociedad capitalista que relegaba el papel de la agricultura a un segundo plano, va a lograr el acuerdo de estos elementos rurales en diversos frentes. Las asambleas y coordinadoras derivadas de los conflictos por la tierra, por la comercialización o para mediar en las instituciones van a ir consolidando la unión de estos agricultores en estos momentos, y van a contribuir a la mejora del mundo rural almeriense. Bibliografía Alfonso ORTÍ: “Una visión histórica generalista de la sociología agraria en España: Las tres modernizaciones del desarrollo capitalista”, Revista de estudios Agrosociales, 161 (1992) pp. 231-280. Antonio J. GARCÍA SÁNCHEZ: “Los 27 Centros de Interés Turístico Nacional”, Andalucía en la Historia, 37 (2012), pp. 32-36. Eduardo MOYANO ESTRADA: Corporatismo y Agricultura. Asociaciones profesionales y articulación de intereses en la agricultura Española, Madrid, Instituto de Estudios Agrarios y Pesqueros, Ediciones MAPA, 1984. Eduardo SEVILLA GUZMÁN: La evolución del campesinado en España: elementos para una sociología política del campesinado, Barcelona, Península, 1979. Francisco FERRER GÁLVEZ: “El papel de las Organizaciones Profesionales Agrarias (OPAS) en la construcción de un “nuevo” campesinado en el poniente almeriense”. En VI Congreso Internacional “Historia de la Transición en España. Las Instituciones”. (Recurso electrónico), Almería, Junio 2015, p. 665.680. Francisco J. FERRARO GARCÍA y José. A. AZNAR SÁNCHEZ: “El distrito agroindustrial de Almería: un caso atípico”, Mediterráneo Económico, 13 (2008), Fundación Cajamar (El Ejido), pp. 353-382. José A. AZNAR SÁNCHEZ y Andrés SÁNCHEZ PICÓN: “Innovación y distrito en torno a un "milagro": la configuración del sistema productivo local de la agricultura intensiva de Almería”. Horticulture, 2009, pp. 157-193. José A. PEÑA: “Balerma, lucha por la propiedad de la tierra”, Farua, 4-5, (2001-2002), pp. 217235. La Voz de Almería, Hemeroteca Digital. Odón FERNÁNDEZ y Antonio PIZARRO: “La técnica del enarenado transforma un desierto”, Revista de Estudios Agrosociales, 115 (1981), pp. 31-70. V.L. ALONSO, J. CALZADA y VVAA: Crisis agrarias y Luchas campesinas (1970-1976), Editorial Ayuso, Madrid, 1976. 159 Huelgas y conflicto social entre los pescadores tradicionales. Costa cantábrica, 1850-1930 Paz Iver Medina* Los pescadores tradicionales La actividad pesquera en la costa cantábrica había mantenido, hasta aproximadamente mediados del siglo XIX, una serie de rasgos característicos, comunes en parte con el resto del litoral español. Estas particularidades, que abarcan desde la propiedad de los barcos y aparejos hasta la organización de la actividad extractiva o el reparto de los beneficios, configuran lo que se ha denominado sistema de pesca tradicional o artesanal. Esta pesca se realiza con artes y técnicas que no varían demasiado a lo largo del tiempo, en embarcaciones a vela o a remo cuya tipología varía en función de las zonas y de las especies capturadas. Los barcos pertenecen a uno o varios pescadores, y la relación que se establece entre el dueño (armador) de la embarcación y el resto de la tripulación se denomina compañía. Se trata de una persona jurídica, por la cual los marineros son compañeros o socios que aportan su trabajo, junto con los propietarios o maestres 1. Al igual que comparten su trabajo, la compañía comparte los beneficios de la pesca. No reciben un salario, sino una parte de lo ganado, una vez descontados los gastos comunes: es el sistema de retribución a la parte. * Grupo de Historia Social Comparada del Departamento de Historia, Geografía y Arte de la Universidad Jaume I. Financiación por Programa de Formación de Profesorado Universitario del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte, 2013. 1 Josu Iñaki ERKOREKA: “ Las compañías de pesca del litoral vasco durante el Antiguo Régimen”. Itsas Memoria. Revista de Estudios Maritimos del Pais Vasco, 3 (2000), pp. 179-222. 161 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | Un elemento fundamental en la caracterización del sistema tradicional de pesca es la regulación y control de toda la actividad pesquera a través de asociaciones de pescadores, herederas de los gremios y cofradías medievales2 que durante la Edad Moderna tienen un gran poderío y gozan de importantes privilegios. Estos gremios de pescadores tienen el control de la actividad de la pesca pero también de aspectos socioeconómicos, culturales o incluso morales en las comunidades de pescadores. El abanico de funciones que cumplen estas organizaciones es amplio: desde las asistenciales o de previsión social hasta la regulación de todas las fases de la actividad pesquera, del tráfico interno en los puertos3 , el socorro de barcos o la organización de las fiestas patronales. Se encargaban también de dirimir conflictos entre los propios socios; en el caso de las cofradías vascas la conflictividad laboral entre los asociados era corriente, en especial los casos por el abandono de uno de los tripulantes antes de terminar la costera4. Dentro de sus funciones está la defensa de los intereses económicos de sus asociados, de ahí que sean numerosos los conflictos que entablan con otras sociedades por cuestiones de exclusividad de zonas de pesca o intrusismo de los pescadores de otros puertos. Gran parte de los problemas o conflictos de los pescadores tradicionales son canalizados a través de estas asociaciones, que intentan, mediante diversas estrategias, solucionarlos: desde reuniones o cartas hasta demandas y pleitos o la apelación a la mediación de las autoridades civiles (alcaldes, gobernador civil) o de la Marina. Por ejemplo, la Cofradía de San Martín de Laredo demanda, ante el Inspector de los Tercios Navales del Norte, al gremio de mareantes de Castro Urdiales por el trato discriminatorio que se aplica a los pescadores de Laredo que debido a las tormentas se ven obligados a amarrar y llevar su pesca al puerto de Castro Urdiales5, Se trata de un 2 El origen y los antecedentes de los gremios es tema de discusión entre los historiadores. Véase, entre otros, Antonio, RUMEAU DE ARMAS, Historia de la previsión social en España, Cofradías, Gremios, Hermandades, Montepío, Barcelona, El Albir, 1981; José Ramón, GARCÍA LÓPEZ, “El gremio de mareantes de Gijón. Estudio preliminar”, Ordenanzas del Gremio de Mareantes de Gijón, Gijón, Fundación Alvargonzález, 2000, pp. 13-25;. Manuel, REBOLLO PUIG, Ramón, FALCÓN Y TELLA, Mariano LÓPEZ BENÍTEZ, Naturaleza y régimen jurídico de las cofradías de pescadores. Córdoba, Universidad de Córdoba, 1996. 3 Se trata de un privilegio recogido en las Ordenanzas Generales de la Armada Naval de 1793. José Ramón, GARCÍA LÓPEZ, “El gremio de mareantes…”, p. 37. 4 Josu Ignacio, ERKOREKA GERVASIO, Análisis histórico institucional de las cofradías de mareantes del País Vasco. Bilbao, Servicio Central de Publicaciones del Gobierno Vasco, 1991, esp. p.306 5 12-09/1-10-1831, Archivo Histórico Provincial de Cantabria, Cofradía de San Martín de Laredo, l.12, nº.7. 162 caso interesante puesto que pone fin a una concordia anterior que demuestra la existencia de acuerdos entre las cofradías ante las amenazas compartidas, en este caso, la de los temporales. Mucho más comunes son los conflictos relativos a las áreas de pesca y las normas que deben seguir los pescadores foráneos en las aguas y puertos: lo encontramos entre Laredo y Colindres en los años 1819 y 1820, o entre los pescadores vizcaínos que acuden a vender a Laredo6. Si bien la defensa de los intereses de los mareantes es uno de los pilares de estas instituciones, no por ello ha de entenderse que se trata de organismos armónicos. Por lo general, el principal requisito para pertenecer a ellas es dedicarse a la actividad pesquera, ya sea como armador, piloto o marinero y residir en la localidad. En algunos casos, se contempla la posibilidad de acoger en la sociedad a aquellos trabajadores foráneos que, de manera temporal, habitan en la localidad dedicándose a la pesca. Los socios suelen dividirse en dos o más categorías en función de su antigüedad o profesión, diferenciando a los armadores del resto. En ocasiones existe la figura del socio de mérito o protector. Se trata de personalidades locales que ayudan económicamente a la asociación, a la vez que le aportan prestigio. El vínculo de estas asociaciones con los notables locales obedece a intereses concretos: una de las formas de conseguir mejoras por parte de la Administración (reparación de muelles, instalación de faros, etc.) es mediante la intercesión de alguna personalidad importante,y, si hay suerte, de algún cargo político. Esto requiere, por otra parte, el mantenimiento de unas relaciones, si no fluidas al menos no conflictivas con las distintas autoridades civiles y militares. En Puerto de Vega, en 1925, asistimos a la visita del gobernador junto con el ingeniero jefe de obras publicas de la provincia. Pasean por el embarcadero en obras y sobre el terreno hacen estudios para mejorar las condiciones de trabajo de los pescadores. Es obsequiado por las autoridades, fuerzas vivas y por el gremio de pescadores con un banquete7. Como decíamos, los conflictos internos en el seno de estas instituciones son abundantes: 6 7 1819-1820. Ibid. l.13, nº.29. La Voz de Asturias: diario de información, III, 565, 06 de febrero de 1925. 163 En 1897 el párroco José González-Pola, presidente de la Sociedad de Luanco, presenta su dimisión alegando no puede presidir una sociedad cuyos socios carecen de religión y le han deshonrado8. De nuevo en Asturias, una memoria anual de la Sociedad de Mareantes de Candás nos habla veladamente de conflictos interno suscitado a raíz la refundación de esta sociedad y la aprobación de su nuevo reglamento: “Pasemos, sin embargo, en silencio la guerra solapada y artera que desde un principio se declaró [...] y quédeles a sus autores la triste satisfacción de tratar de convertir en elemento disolvente, lo que debía ser, y es, centro de atracción y vínculo de caridad”9. Lo cierto es que a los autores, además de esta satisfacción, les quedan 78 de los 181 socios inscritos que “oyendo la astuta voz de la Sirena, cayeron incautos en sus redes” abandonan la Sociedad. Estas divisiones internas no parecen obedecer simplemente a luchas intestinas por el poder, que también lo eran, sino que pueden encuadrarse en un proceso general de decadencia de las tradicionales formas asocativas. Es, efectivamente, en el siglo XIX cuando el sector pesquero abandona definitivamente las épocas de esplendor de siglos anteriores y debe afrontar una profunda reestructuración de la pesca marítima. Si bien se ha de manejar con precaución, informes de principios de siglo nos dibujan una panorama asociativo en franco declive: “Los pescadores guipuzcoanos son poco menos que inasociables, puesto que las cuatro sociedades de importancia que existen en esta provincia, hállanse divididas en dos grupos o bandos cada una”10. Así, en Fuenterrabía parte de los pescadores se habían desligado de la tradicional cofradía de San Pedro, a raíz de un conflicto complejo en el que interviene el enfrentamiento entre los derechos del párroco y los del alcalde; si bien, apunta el autor, tal división se produjo tras una elección de Diputados a Cortes que desune a los pescadores. En San Sebastián, de los 500 pescadores que habitan, solo la mitad está asociado, realizando el resto las ventas de pescado de forma independiente. Igual desunión se produce en Guetaria, donde conviven s.a.: “Datos y fechas para una historia del Gremio de Pescadores de Luanco. 1881-1906”, Álbum de Luanco: en las tradicionales fiestas del Socorro, 5 de febrero de 1994. (1994), Cofradía de Pescadores Cristo del Socorro. 9 Memoria leída por el secretario de la Sociedad de Mareantes de Ntra. Sra. Del Rosario de Candás en la junta general celebrada el día 14 de enero de 1895, Gijón, Imp. del Comercio, 1895, esp. pp.7-8. 10 Benigno RODRÍGUEZ SANTAMARÍA: Los pescadores del Norte y Noroeste de España. Su vida social y particular por provincias, Madrid, Imprenta Alemana.1916. Ed. facsSantiago de Compostela, Consello da Cultura Galega, 2005, esp. p.58. 8 164 dos sociedades. En Motrico, a raíz de las deudas contraidas, se embargan el edificio y bienes de la sociedad, que acaba por desaparecer11. Esta situación de desintegración de los pescadores ha de relacionarse con todas las medidas liberalizadoras puestas en marcha por el Estado durante el siglo XIX que culminan con la abolición de los gremios. Se pretende el fomento de la industria y el fin de unas instittuciones anacrónicas que lastran la libre iniciativa, además de dar cabida a los cambios económicos y productivos que se van produciendo. Se elimina también el estanco de la sal y la Matrícula de Mar en 1873. El decreto de 1864, que supone el fin de los gremios de pescadores en todo el territorio español, permite la pervivencia de las asociaciones de pescadores sujetos a las leyes comunes y, más adelante, bajo el amparo de la Ley de Asociaciones de 30 de junio de 1887 o de los artículos 35 a 39 del Código Civil12. A partir de entonces, los pescadores forman sociedades que, bajo distintas formas y nombres —“Sociedades”, “Gremios” o “Cofradías”, pervivencias simbólicas de su pasado— defienden y procuran auxilio a sus miembros. Por otra parte, la función asistencial intentará ser cubierta, con desigual éxito, mediante diversas iniciativas de regeneración desde el Estado, como la Comisión de Reformas Sociales, el Instituto de Reformas Sociales en 1903,o el Instituto Nacional de Previsión, del que nace la rama más específica de la Caja Central de Crédito Marítimo. La modernización del sector pesquero Junto a la liberalización del sector, el segundo pilar del cambio en la pesca en el siglo XIX y principios del XX es la introducción de avances técnicos, la modernización de embarcaciones, materiales y de estructuras económicas. El principal cambio en el Cantábrico es la progresiva implantación de la pesca con embarcaciones de vapor y redes de arrastre, que se generaliza en el último tercio del siglo XIX y principios del XX13. El aumento de la demanda interior vinculado a la urbanización, la extensión del ferrocarril y de nuevos sistemas de conservación, además del peso de las importaciones, fomentará el crecimiento de la pesca industrial y la modernización de los puertos. Se trata 11 Ibid., pp.28-43. Manuel REBOLLO PUIG; Ramón FALCÓN Y TELLA y Mariano LÓPEZ BENÍTEZ, Naturaleza y régimen jurídico… p. 13. 13 Josu Iñaki ERKOREKA: “ Las compañías de pesca..." 12 165 de un proceso progresivo y con diferentes ritmos, así, en puertos vascos como Bermeo, Ondarroa o Pasaia, la expansión de los vapores de arrastre es más temprana14. En Galicia es especialmente visible desde inicios de siglo, primero en Vigo y La Coruña, el desarrollo de la industria pesquera capitalista y la conversión de muchos de los pescadores tradicionales en trabajadores de los vapores y motoras sardineras15. Por otra parte, a partir del siglo XIX se van instalando en los pueblos costeros fábricas de salazones, escabeches o conservas, en principio con capital catalán, francés o italiano. En el último tercio del XIX experimentan una importante difusión por todo el Cantábrico. Además de los evidentes cambios económicos que trae esta modernizacion de la pesca, en el ámbito sociológico se producen importantes novedades: por primera vez se laboraliza o proletariza a la tripulación16. En los grandes buques de arrastre ya no existe la compañía ni el sistema a la parte: el armador no suele ser parte de la tripulación, de hecho no suele ser pescador sino un empresario, y los marineros trabajan por un salario fijo. Cambian para estos trabajadores el sistema de retribución, la movilidad, los hábitos y tiempos de trabajo. Resistencias Aunque en un principio los primeros arrastreros no parecieron chocar mucho con los pescadores, pronto empiezan las reacciones debido a la imposibilidad de competir en el volumen de capturas ante estos grandes barcos y la consiguiente bajada de los precios. Los pescadores tradicionales protestan ante la utilización de estas redes y las culpan de las malas campañas: en Vizcaya, por ejemplo, de la escasez de merluza y besugo, que eran las especies más rentables para los pescadores tradicionales17. Juan Antonio APRAIZ: “La pesca artesanal en el siglo XX. Cambios y transformaciones en la Costa Vasca”, Zainak, 25 (2003), pp. 327-348. Ander DELGADO CENDAGORTAGALARZA: “La introducción de las máquinas de vapor en el sector pesquero tradicional vasco (Bermeo, 1900-1915)”, Itsas Memoria. Revista de Estudios Maritimos del Pais Vasco, 3 (2000), pp. 349-362. Para Cantabria véase Luis Javier ESCUDERO DOMÍNGUEZ: “La mecanización de los barcos pesqueros: lanchas de vapor en la historia de Santoña y primeras referencias en Cantabria” Monte Buciero, 8 (s.d.), pp.11-35. 15 Dionisio PEREIRA: “Capitalismo pesquero y sindicalismo en la España de anteguerra: la Federación Nacional De Industria Pesquera”, Revista Andaluza De Antropología, 4 (2013), pp. 122-146. 16 Iñaki ERKOREKA: “ Las compañías de pesca..." Habla de habla del “obrero del mar”, p. 179. 17 Luis Javier ESCUDERO DOMÍNGUEZ: “La mecanización..." 14 166 Ya en 1889 se unen pescadores asturianos de Candás, Luanco, Cudillero y La Arena para luchar contra el “malhadado boliche”, llegando a producirse altercados y el encarcelamiento de algunos pescadores durante los disturbios18. Aunque existan casos aislados de altercados, la formación de comisiones y la búsqueda de apoyo de notables y autoridades es una constante durante todo el periodo analizado: en 1907 una comsión de pescadores de Galicia acude al ministerio de Marina para conferenciar con el general Ferrandiz. A la salida, manifiestan que han expuesto al ministro los grandes perjuicios que les origina la pesca con el arrastre, por lo que le habían solicitado que dictase una disposición prohibiendo este tipo de pesca pesca19. Un año más tarde, en Cantabria, las cofradías de pescadores de Laredo y Santoña le presentan al rey durante su estancia en Santoña un memorial en el que solicitan la supresión de la pesca de arrastre "que tantos perjuicios causa a la gente pescadora"20. Avanzando el siglo, en 1924 tenemos noticia de una comisión con representantes de pescadores de Santander, Asturias, Vizcaya y Guipúzcoa que va a Madrid para conferenciar con el Directorio en representación de los pescadores del norte y noroeste, desde Vigo hasta Fuenterrabía. Piden la suspensión de la pesca por arrastre y tarraza, pues estas " causan grandes perjuicios a los obreros marineros, muchos de los cuales han debido emigrar y otros están en la miseria". Firman los certificados que llevan para demostrar los daños los alcaldes de los puertos, comandantes de la guardia civil y fuerzas vivas de los pueblos21. Como vemos, la resistencia a las nuevas técnicas de pesca es probablemente el principal conflicto de la pesca tradicional del periodo. Esto puede llegar a suponer, en algunos casos, la lucha entre los propios pescadores. Tal es el caso de traineros y jeiteros en Galicia, un conflicto complejo y de largo recorrido (encontramos noticias en la prensa en 1901, 1902, 1905...), que llega incluso a ser tema de obras literarias22. Se combinan en el conflicto cuestiones contra determinadas técnicas de pesca, la traiña, y la desaparición de sistemas tradicionales como el jeito, sin faltar manifestaciones, diligencias judiciales, la intervención del Ayudante de Marina y la presencia de los cañoneros a la entrada de las rías, incluso la colocación de dos bombas en la casa de un comerciante vinculado a la 18 "Acta de la sesión de 13 de diciembre de 1889", Libros de Actas de la Sociedad de Mareantes de Candás.1887-1894, Archivo Municipal de Carreño. 19 Heraldo Alavés : Diario independiente de la tarde, Año VII, Número 2072, 30 de octubre de 1907. 20 Heraldo Alavés : Diario independiente de la tarde, Año VIII, Número 2303, 13 de agosto de 1908. 21 La Voz de Asturias : diario de información, 12 de marzo de 1924. 22 Angel JULIAN: Treineros y Jeiteros. Drama en tres actos y en verso, Astorga, N. Fidalgo, 1903. 167 pesca con traiña23. También violentos llegan a ser algunos de los enfrentamientos entre pescadores españoles y franceses, que utilizan vapores con redes de arrastre. En Galicia, el empleo del bou para la pesca de la merluza y el amarre de barcos franceses en puertos gallegos genera tensiones importantes, que incluyen la rotura accidental de las redes por parte de barcos franceses, manifestaciones y la salida a la calle de la fuerza de caballería para mantener el orden24. También la opinión pública se moviliza en contra de las nuevas técnicas de arrastre: es común encontrar en la prensa de la época artículos que apoyan la lucha de los pescadores, haciendo hincapié en la sufrida profesión de estos hombres y en la miseria y bravura de la clase pescadora, y llamando a la Administración a protegerlos25. En el diario Región, se reproduce la Real que autoriza la tarrafa, aprobada por petición de armadores del distrito de Vivero, acompañada de testimonios de pescadores de la región lamentándose de la escasez de pesca26. El argumento principal de los pescadores es que las artes de arrastre esquilman el mar. En los discursos también se rastrean referencias a aspectos morales, contraponiendo el sufrimiento y necesidad de los pescadores con la ambición de los armadores. En la comisión anteriormente mencionada con representantes de todos los pescadores del cantábrico se muestran unos informes realizados por los gremios, visados por alcaldes y comandantes de Marina, demostrando que : el precio del pescado ha aumentado en un 300% y que la cantidad de pescado en el mercado ha disminuido un 80%. Por ello se insiste en la necesidad de terminar con estas pescas que matan la cría y hacen que la producción para el consumo llegue en malas condiciones. Se añade que su prohibición no perjudicaría ni a propietarios ni a los tripulantes y que con otros procedimientos se contrata más personal27. Nuevas asociaciones, nuevos conflictos. A pesar de todas estas acciones por parte de los pescadores tradicionales contra los nuevos vapores y técnicas de pesca, lo cierto es que la pesca industrial va asentándose en las aguas del cantábrico, no solo a través de embarcaciones con tripulantes franceses, 23 .Heraldo Alavés : Diario independiente de la tarde, Año V, Número 1377, 07 de julio de 1905. Heraldo Alavés, Diario independiente de la tarde, 22 de octubre de1902 ; 29 de octubre de 1902, 15 de mayo de 1903. 25 El Noroeste, 08 de junio de 1904-p.1 26 Región : diario de la mañana Año II Número 432, 07 de diciembre de 1924. 27 Región, 16 de marzo de 1924, p.11); La Voz de Asturias, 12 de marzo de 1924. 24 168 sino también con marineros y pescadores españoles que trabajan para armadores nacionales o extranjeros. Con sede en los principales puertos (Vigo-Bouzas, Pasaia, Coruña, Gijón, Santander) la pesca industrial es uno más de los nuevos sectores que encontramos en las zonas portuarias, junto a barcos mercantes, astilleros, y distintos tipos de industria. Conviven pues en los puertos un gran número de obreros, gran parte de ellos sindicalizados. En el caso de los pescadores, convertidos en obreros del mar con unos hábitos y condiciones de trabajo muy distintas a las tradicionales, vemos surgir algunos conflictos donde lo que prima no es ya la defensa de los intereses sectoriales sino los de clase frente a estos nuevos armadores empresarios: En 1906, estalla una huelga de tripulantes de vapores del bou en La Coruña. El origen inmediato es el despido del marinero Tomás Docampo, despedido injustamente del vapor General Gordon. De fondo, encontramos un conflicto de mayor calado sobre mejora de condiciones laborales y el privilegio de la exclusividad frente a la libertad de elección por parte de los armadores en la contratación de marineros. La Junta de Unión Marítima exige a los armadores la admisión del marinero despedido, el abono de todos los jornales perdidos con motivo de la huelga así como el despido de los esquiroles y admisión de todas las tripulaciones desembarcadas. Por su parte, la Junta de Armadores acuerda no admitir en ninguno de los vapores del bou al marinero Tomás y, aunque no se opone a que los tripulantes de los vapores sean asociados, no acepta que se les impida tomar tripulantes que no lo sean, y acuerda dejar en libertad a los tripulantes para que se asocien o no. Se trata de un enfrentamiento claro entre marineros (agrupando posiblemente a capitanes, marineros, pescadores) y armadores. No se trata de defender los intereses sectoriales, sino de mejorar las condiciones laborales. Asimismo, es clara la tensión entre la liberalización de la mano de obra pretendida por los empresarios y el mantenimiento de unos privilegios de los asociados. Más allá de este conflicto concreto, que termina con la suspensión y clausura por parte de las autoridades de la sociedad de pescadores, podemos ver una nueva conflictividad asociada a la pesca industrial. Cabe destacar que, en solidaridad con los pescadores, se unen momentáneamente carpinteros y albañiles, mientras que también los empresarios crean sus propias redes al formar un concierto patronal de armadores, fabricantes de hielo y otros patrones: ningún fabricante se presta 169 a servir a los vaporcitos-parejas que han hecho causa común con los pescadores huelguistas ni les dan hielo o carbón, pero sí a los esquiroles28. A medida que los marineros se van uniendo, también los armadores van formando sus propias asociaciones, como la Asociación General de Industrias Pesqueras y sus Derivados, que, fundada en 1917, termina representando los intereses de armadores de 202 vapores y los propietarios de 43 fábricas de conserva y salazón de quince de los puertos gallegos29. Dos años más tarde se produce otra huelga de los pescadores del bou en La Coruña. Sus exigencias se encaminan a la mejora de las condiciones laborales: - Señalar sueldos de 125 pesetas para marineros, paleros y cocineros, 150 para fogoneros y 175 para los contramaestres. - Exigir que cada barco vaya tripulado por seis marineros, un contramaestre, dos fogoneros, un palero y un cocinero. - Reclamar 30 pesetas más de sueldo si los barcos saliesen a pescar fuera de aguas de la Coruña. - Cada buque dejará en tierra dos marineros por mares, y todos los barcos regresarán los domingo a puerto para no salir hasta el lunes. Es de destacar, no obstante, que estas exigencias son “las bases que sostendrán los pescadores hasta que no terminen los trabajos que vienen realizando para conseguir la desaparición de la pesca de arrastre”30. Existen conflictos menores, solucionados dentro de las tradicionales asociaciones de pescadores, y que no tienen el cariz de los ejemplos anteriores. Tal es el caso de los pescadores asturianos de San Juan de la Arena, que en 1922 reclaman a los armadores que contribuyan, como venían haciendo, con un impuesto del 4% para el mantenimiento de la Rula31. Esto se inserta, más bien, en la propia tradición de estas asociaciones, que solían exigir una mayor contribución por parte de los socios armadores para el mantenimiento de las infraestructuras comunes o las funciones asistenciales. 28 El Noroeste, 21 de agosto de 1906, 07 de agosto de 1906, 01 de agosto de 1906. Dionisio PEREIRA: “Capitalismo pesquero ...". p.108. 30 El Noroeste, 08 de enero de 1908. 31 Sociedad de mareantes El Progreso Marino, Archivo histórico provincial de Asturias,Sección Gobierno Civil. Soto del Barco. 29 170 Además de los armadores, los fabricantes de conservas es el otro gran grupo de empresarios. Como hemos visto, a partir del siglo XIX se van instalando en los pueblos costeros fábricas de salazones, escabeches o conservas, que en el último tercio del siglo XIX experimentan una importante difusión. Se trata de un sector de gran importancia pues absorben una gran cantidad de mano de obra femenina y ayudan, como veremos más adelante, a la supervivencia de los pescadores tradicionales. No son muchas las fuentes encontradas sobre conflictos entre pescadores y trabajadoras de las fábricas y conserveros. En cuanto a los primeros, encontramos casos en los que los fabricantes se ven afectados por la huelga de los pescadores contra los armadores: en Vigo vemos a los fabricantes de conservas acordando acordando cerrar sus 24 establecimientos por estar en huelga los traineros. El peso de estas fábricas, que dan trabajo a gran parte de la poblaciones costeras, sobre todo mujeres y niños, lleva a la rápida intervención de las autoridades para evitar las huelgas de pescadores y el consiguiente parón de las fábricas. Los mismos motivos llevan a que las autoridades se interesen en solucionar algunas demandas de los pescadores, como es , en 1916, la petición de los pescadores de Santoña, pero también de Bermeo, Mundaca, Elanchove así como de puertos gallegos, de obtener facilidades para la adquisición de carbón en los buques. Se trata tanto de vaporeros como, en estas fechas, de las primeras lanchas a vapor de pescadores tradicionales. El Gobierno reconoce la importancia de esta petición sobre todo por lo que se refiere a las fábricas de salazón en donde trabajan centenares de obreros32. Existen casos puntuales de alborotos entre pescadores y operarios de estas fábricas: “En la playa de Alcabre promovieron una reyerta los tripulantes de una lancha pesquera y los operarios de una fábrica de conservas por diferencias en la venta del pescado. Los operarios agredieron con palos y piedras a los pescadores, hiriendo a cuatro, que tuvieron que echarse al agua para evitar mayores males”33. 32 La Libertad : el diario más antigüo de Vitoria, 14 de marzo de 1916, 16 de mayo de 1916, 3 de junio de 1916. 33 .La Libertad : el diario más antigüo de Vitoria 12 de diciembre de 1916. 171 De mayor trascendencia son las gestiones que llevan a cabo las sociedades de pescadores ante las autoridades para defender sus intereses económicos frente a los de los conserveros, como es el caso de Santander, donde, en 1919, los pescadores piden al gobernador civil que se les permita la exportación de bonito y que se prohíba a los conserveros. Ante la perplejidad del gobernador, recibe a continuación otra comisión, esta vez de los conserveros, para pedir precisamente lo contrario34. El grueso de la mano de obra en las industrias de transformación de pescado está compuesto por mujeres: suponían mano de obra barata y cualificada, puesto que las mujeres de estas zonas costeras habían estado dedicadas tradicionalmente a la manipulación artesanal del pescado. Además de los costes laborales bajos, permite a los empresarios contar con una gran flexibilidad en horarios, ya que el trabajo variaba en función de las campañas: en determinadas épocas del año podía imponer unas jornadas laborales de unas diez horas35. Comenta Muñoz Abeledo que “las asociaciones femeninas fueron escasas y efímeras, surgiendo para resolver algunos conflictos —formas de remuneración, condiciones laborales—, pero disolviéndose cuando estos quedaban resueltos"36. Los ejemplos expuestos sugieren una mayor concentración e intensidad de las huelgas en la zona gallega. Es aquí, precisamente, donde se produce una importante industrialización de la actividad pesquera y donde se crean sindicatos de pesca, vinculados a la UGT y que terminan por formar parte de la Federación Regional de Obreros de la Industria Pesqura de Galicia37. No se trata, sin embargo, de un caso aislado, existen escisiones de sociedades de pescadores en Bermeo o Mundaca en País Vasco o en Santander a raíz de motivos políticos y laborales38. Aún así, en su conjunto, los pescadores no son un colectivo especialmente conflictivo. Sobre todo durante el siglo XIX, pero también durante las primeras décadas del XX, la conflictividad social entre los pescadores no se basa tanto protestas de clase, y mantienen unos componentes pre-industriales donde 34 La Libertad : el diario más antigüo de Vitoria 14 de julio de 1919. 35 Benigno RODRÍGUEZ SANTAMARÍA: Los pescadores... p. 53) Luisa MUÑOS ABELEDO: "Actividad femenina en industrias pesqueras de España y Portugal (18701930), Historia Contemporánea, 44 (2012) pp. 49-72, esp. p. 12. 37 Dioniso PEREIRA: " Capitalismo pesquero..." 38 , Alberto ANSOLA: “Una pesca feliz Alfredo Saralegui y sus pósitos de pescadores (1915-1936)”Historia social, 57, (2007), 3-26. esp. p..7. 36 172 vemos una defensa de privilegios tradicionales, protestas ante impuestos y, sobre todo, defensa de la actividad pesquera ante la nueva pesca industrial39. Volviendo a La Coruña, en febrero de 1903 unas 1000 personas se reúnen. Son vendedores de pescado y traineros. El motivo de la reunión es decidir la estrategia a seguir para impedir la aplicación de un nuevo impuesto de consumos y la forma en la que el Ayuntamiento pretende recaudarlo. Se decide, entre acalorados discursos, elevar una instancia al Ayuntamiento, declarar la huelga general y crear una comisión que evite la venta de pescado en el mercado. Había, entre todos ellos, algunas mujeres. Dos de ellas habían recibido el encargo de pronunciarse de sus compañeros. Aplaudidas, una de ellas afirma “hoy hemos cumplido como hombres, mañana cumpliremos como fieras”. Al día siguiente, en un mitin que reúne a unas 8000 personas, vuelven a intervenir, una de ellas, descalza, consigue imponerse y dominar el vocerío. El motivo del conflicto se encuentra no solo en el impuesto sino en la forma de cobrarlo: tradicionalmente se hacía a ojo, ahora, la empresa encargada de su recaudación pretendía instalar unas básculas para una medición más precisa. Finalmente, los contratistas ceden y las retiran40. Conflictos de similar naturaleza los encontramos en todo el litoral cantábrico, por ejemplo en San Sebastián, en 1911 contra un arbitrio puesto por el Ayuntamiento para los pescadores foráneos, injusto, dicen los pescadores, teniendo en cuenta lo que ellos deben pagar en otros puertos41. Similares protestas se producen en Laredo en 192442. El cambio en las relaciones sociolaborales derivadas de las nuevas formas productivas traídas por la industrialización de parte del sector no supuso un corte brusco. De hecho, seguimos encontrando asociaciones – especialmente en los puertos pequeños y medianos – donde conviven pescadores y armadores, en ocasiones luchando juntos en la defensa de los intereses comunes. No se trata de un proceso simple ni tan siquiera siempre coherente y los límites entre pescadores artesanales y pescadores industriales pueden ser difusos. Además, se ha de tener en cuenta las diferencias que existen entre los grandes puertos y los centenares de pequeños y medianos puertos de la accidentada costa cantábrica. Igualmente, existen diversos tipos de armadores, desde el que posee unas 39 Para los años 1881 a 1888, de las más de cien huelgas registradas por Gutiérrez Sánchez en España, solo 4 provienen de entornos costeros (dos de marinos y dos de portuarios). Mercedes GUTIERREZ: "Trabajo y conflictividad social en España (1881-1888)", El trabajo a través de la historia : actas del IIº congreso de la Asociación de Historia Social. Córdoba, abril de 1995. Santiago CASTILLO (ed.), 1996, pp.351-358. 40 Heraldo Alavés : Diario independiente de la tarde, 12, 13 y 14 de febrero de 1903. 41 Heraldo Alavés : Diario independiente de la tarde 14 de enero de 1911, p.2. 42 Heraldo Alavés : Diario independiente de la tarde 25 de octubre de 1924. 173 cuantas lanchas al gran empresario que posee uno o varios barcos de vapor. Por eso, no es difícil encontrar a pescadores y a pequeños armadores (muchos de los cuales siguen siendo pescadores) defendiendo intereses comunes, intereses que contrastan en ocasiones con las tradicionales reivindicaciones de los obreros: en 1924 el Ayuntamiento de Abanto y Ciérvana apoya las gestiones realizadas por la Cofradía Pósito de Pescadores de Ciérvana para que no se implante la jornada de ocho horas en los trabajos a bordo de las embarcaciones dedicadas a la pesca. En este caso, la sociedad está compuesta por quince armadores pescadores y 227 pescadores. Ese mismo año, sin embargo, los pescadores de Málaga piden precisamente a sus patronos la reducción de jornada de 10 a 8 horas43. Las características del trabajo en el mar, especialmente para los pescadores tradicionales que deben aprovechar las épocas de abundancia, pueden llevar asimismo a que estén en contra de la imposición del descanso dominical. Así, el Pósito Virgen de las Mareas de Avilés se muestra contrario a esta medida que pretendía aplicarse a los pescadores de bajura (condicionados, como hemos dicho, por las costeras), dejando libertad de acción a los asociados44. Aunque existen sindicatos de pesca y se producen algunas huelgas contra armadores, el nivel de politización de los pescadores no parece ser muy alto y tiende a concentrarse, evidentemente, en aquellas zonas más industrializadas. En algunos casos, tal politización es tardía: en Cudillero, pequeño puerto pesquero, se funda un centro socialista en el Pito en 1903. Alfredo Saralegui, impulsor de una serie de iniciativas de reorganización y regeneración de los pescadores, afirmaba que “En el mar, a pesar de que el progreso ha creado también grandes empresas, alejando la posibilidad de que los obreros puedan hacerse dueños de los medios de producción y planteando problemas análogos a los creados en tierra con el establecimiento de la gran industria, aun no había llegado a tan lamentable estado la lucha de clases, que además se planteó mucho más tarde que en tierra, a causa 43 Cofradía Pósito de Pescadores de Ciérvana. Archivo municipal de Abanto y Ciérvana, Archivo Histórico Foral de Vizccaya. La Voz de Asturias : diario de información Año II Número 252 30 de enero de 1924 p.3.. ”Memoria del ejercicio 1931 del pósito virgen de las mareas de Avilés", Archivo Histórico Provincial de Asturias/Gobierno Civl /Avilés. 44 174 de la idiosincrasia de los obreros que en aquel trabajan, a la vida nómada que se ven obligados a llevar y en general a la naturaleza de su profesión que les hace mantenerse en cierto alejamiento de los asuntos de la tierra. [...] sus sociedades de lucha de clases son escasas, a pesar de que las leyes sociales hasta ahora promulgadas, no les son en su mayoría, aplicables en la práctica y de que son de los obreros que ocupan peor situación en la sociedad; de aquellos cuya vida se halla más llena de privaciones y de peligros por dedicarse a una profesión que con justicia podemos calificar de heroica y que para colmo de desgracias se hallan rodeados de una infinidad de explotadores que merman sus, de todos modos, exiguos ingresos”45 . De todos modos, la amenaza de la propagación de sindicatos entre los pescadores, así como para dar respuesta a una situación insostenible, se promueven desde el Estado y desde sectores reformistas, una serie de medidas para regenerar la clase pescadora, procurar su beneficio material y moral. Tras la disolución de los gremios de pescadores, habíamos visto cómo se habían formado una serie de sociedades, con dispar suerte.. La pérdida de derechos y privilegios al liberalizar la pesca así como la competencia de la pesca industrial había supuesto para muchos pescadores una situación muy precaria. Por otra parte, el desinterés de la administración es patente en la ausencia de intervenciones de saneamiento o higiene en los puertos y barrios de pescadores, de creación de organismos efectivos que paliasen la pobreza, el analfabetismo de estas comunidades o en la ausencia de medidas asistenciales básicas. Así pues, medidas como las propuestas por Saragueli, entre otros, pretenden remediar esta situación y fomentar la unión en unas organizaciones que aunasen a pescadores y armadores en defensa de los intereses profesionales comunes. En 1918 se produce una profunda reforma del marco jurídico y legal que ampara a estas sociedades de pescadores con la creación los pósitos. Se pretende una mayor homogenización y control de las instituciones de pescadores. Esta reconversión se produce mediante la introducción en sus reglamentos de una serie de artículos y su supeditación a la administración pública. 45 Alfredo SARALEGUI: "La labor de la Caja Central de Crédito Marítimo", Asamblea de pesca marítima vasca, San Sebastián, 1925, Eusko Ikaskuntza-Sociedad de Estudios Vascos, San Sebastián, 1927, pp. 287312 Recuperado de internet: .https://www.eusko-ikaskuntza.org/es/. 175 Los pósitos son asociaciones cooperativas que aspiran a fomentar la cultura general y profesional entre los pescadores, a extender los seguros sociales y a la explotación, sin intermediarios, de los productos de la pesca. Se trata de sociedades sin filiación política ni religiosa. En algunos casos, forman parte de la sociedad tanto pescadores como “terrestres”. La pérdida de autonomía queda patente en el derecho a inspección —tanto de la documentación como de las reuniones celebradas— por parte de la Caja Central de Crédito Marítimo, a la que se debe reportar todo cambio en el reglamento de las sociedades. La creación de la Caja Central de Crédito Marítimo, dependiente del Ministerio de Trabajo, nace precisamente de esta voluntad centralizadora del Estado, un Estado que empieza a preocuparse por esa “cuestión social”, antes territorio exclusivo de asociaciones profesionales, políticas o de beneficencia. Se impulsan, dentro de estos Pósitos y en conexión con la Caja de Crédito Marítimo, las cooperativas de consumos, préstamos para la adquisición de embarcaciones o materiales, la creación de pósitos infantiles para fomentar la instrucción de los niños, etc. El siguiente paso, desde el punto de vista jurídico e institucional, será la conversión de estos pósitos en cofradías, ya bajo en franquismo, denominación que mantienen hasta hoy. La supervivencia de la pesca tradicional. Como hemos visto, los cambios en el sector pesquero son profundos: por una parte, las antiguos gremios de pescadores, que antes controlaban toda la pesca, pierden gran parte de sus funciones, su poder y, sobre todo, el derecho de exclusividad. Por otra parte, vemos el inicio de una pesca industrial que supone una fuerte competencia económica pero que también altera drásticamente el tipo de relacion laboral que existía hasta entonces en el mundo de la pesca. Altera también la organizacion espacial de los puertos, el sistema económico de estas comunidades costeras, el sistema de propiedad de los barcos. La supervivencia de estos pescadores, y de sus asociaciones, pasa por la incorporación de innovaciones técnicas y algunos cambios en las estrategias de capturas y comercialización de la pesca. En cuanto a los cambios técnicos, destaca la introducción del vapor en la flota pesquera tradicional. En principio vista con precaución y recelo, en parte por el elevado coste. 176 Además de todas estas novedades, se produce un importante cambio en el reparto de las ganancias. Aunque se mantiene el sistema tradicional de retribución a la parte (frente al salario de la pesca industrial), cambian los porcentajes. Al ser mayor la inversión y los gastos de los embarcaciones motorizadas, el armador (propietario) pasa a percibir hasta un un 50% de las ganancias siendo el resto repartido entre la tripulación46. El mantenimiento de la actividad por parte de los pescadores tradicionales se explica, además de por las innovaciones técnicas adoptadas (que permiten mayor autonomía, rapidez y versatilidad), por la demanda de la industria conservera. Las prácticas pesqueras se van así modificando a esta nueva demanda, priorizándose la captura de especies como la sardina, el bonito o la anchoa y especies anteriores van perdiendo importancia hasta casi desaparecer (sobre todo la pesca de altura, como la merluza, besugo), que pasa a ser acaparada por la pesca industrial. Aunque no sea un factor determinante, las propias huelgas de los pescadores en los grandes puertos ayuda a la supervivencia de otros más pequeños. Así sucede al menos en 1936, donde, debido a la huelga de Gijón en los meses de noviembre y diciembre hay un aumento de los beneficios de 9.953,19 pesetas (lo que los salva del déficit de ese año). Por esta razón se contratan a dos personas más en la lonja de la asociación47. El estudio de la conflictividad social entre los pescadores en el tránsito de un sistema productivo a otro arroja, como hemos visto, resultados complejos, no siempre unívocos. El nuevo sistema industrial se configura bajo unos parámetros sociolaborales completamente diferentes. La pesca artesanal, adaptándose y pese a las resistencias, logra sobrevivir. En este proceso, entran en juego el peso de la tradición y de la comunidad, elementos atribuidos a los pescadores y, por otra parte, la posible permeabilidad que existiera al coexistir con las nuevas formas productivas y asociativas, sin olvidar, finalmente, el papel del Estado y sus políticas intervencionistas de regeneración. Se trata de un estudio complejo, aún en proceso, y que plantea interesantes líneas de análisis para profundizar. Juan Antonio APRAIZ, “La pesca...” p.242. ”Memoria del ejercicio 1931 del pósito Virgen de las Mareas de Avilés", Archivo Histórico Provincial de Asturias/Gobierno Civl /Avilés. 46 47 177 Transformaciones agrarias desde la historia económica cuantitativa: una visión de la producción y productividad agraria europea, 1950-2005 Miguel Martín-Retortillo Universitat Pompeu Fabra Introducción 1 La segunda mitad del siglo XX conllevó fortísimas tasas de crecimiento de la producción y de la productividad, cambios estructurales muy fuertes, así como transformaciones muy profundas en la economía. La agricultura no ha sido ajena a estas transformaciones y estos cambios. Estos cambios conllevaron una pérdida de importancia de este sector en la economía conforme los países avanzaban en la industrialización. A pesar de esto en muchos países continúa teniendo una gran relevancia la agricultura, no sólo porque sea una de las principales fuentes de obtención de alimentos, sino porque todavía emplea a millones de personas en el mundo, mientras transforma el entorno en el que se desenvuelve. Esta relevancia del sector agrario no se podría entender sin el análisis de varias transformaciones muy profundas que se han producido durante la segunda mitad del siglo XX. Algunas de éstas que comenzaron desde finales del siglo XIX y primera mitad del XX se aceleraron y ampliaron con nuevas técnicas que surgieron desde la Segunda Guerra Mundial. Varias de estas transformaciones se podrían resumir en la mayor dependencia 1 Este estudio ha recibido apoyo financiero del Ministerio de Ciencia e Innovación de España, proyecto 2012-33286 y del Gobierno de Aragón a través del Grupo de Investigación ‘Historia económica agroalimentaria (siglos XIX y XX)’. Trabajo en curso. Por favor, no citar sin el permiso del autor. 179 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | del factor capital, frente a una menor de los factores productivos predominantes en la agricultura tradicional, el trabajo y la tierra. Otra versión podría ser la mayor obtención de factores productivos desde los sectores no agrarios de la economía. Estas transformaciones han producido incrementos en la productividad de la agricultura europea sin precedentes. El continente europeo, en particular, no ha sido una excepción a estas transformaciones. El cambio estructural que ha tenido lugar en éste, junto con la leve reducción en el uso de tierra y los fortísimos incrementos en el uso del capital son muestras de estas transformaciones2. Muchas de estas transformaciones han conllevado diferencias notables en los resultados de la agricultura durante la segunda mitad del siglo XX, pero que no sólo vienen explicadas por la adopción de nuevas técnicas o cambios en el uso de factores productivos. Las distintas condiciones institucionales o medioambientales entre países han sido muy relevantes también para explicar estas diferencias. Por otro lado, el medio ambiente no ha sido ajeno a estas transformaciones. Algunas de éstas han generado problemas medioambientales graves, cuyas consecuencias estamos observando y sufriendo en la actualidad. Tensiones en unos recursos hídricos cada vez más escasos en algunos países como los mediterráneos o un uso más intensivo del suelo, tanto en la ganadería como en las actividades agrícolas son algunos ejemplos de las consecuencias medioambientales que han tenido las transformaciones que se han comentado anteriormente. Por tanto, el objetivo de este trabajo es estudiar las diferentes tendencias que han seguido la producción y la productividad de la agricultura en el continente europeo y cuáles han sido sus principales determinantes, teniendo en cuenta desde las causas próximas del crecimiento económico como el cambio técnico o la acumulación de capital físico y las causas fundamentales como las instituciones o las condiciones medioambientales. Para concluir esta introducción, repasaremos qué aspectos analizaran los siguientes apartados. El apartado 2 hará un análisis de la evolución de la producción Miguel MARTÍN-RETORTILLO y Vicente PINILLA: “Patterns and causes of growth of European agricultural production, 1950-2005”, Agricultural History Review, 63 (2015), pp. 132-159; ÍD: “On the causes of economic growth in Europe: why did agricultural labour productivity not converge between 1950 and 2005?”, Cliometrica, 9 (2015), pp. 359-396. 2 180 agraria europea, así como de las principales diferencias entre países y causas que ha tenido ésta. En el tercer apartado, se observará el fortísimo crecimiento que se ha producido en la productividad de la agricultura europea, que ha permitido reducir el uso de ciertos factores productivos, mientras crecía la producción. Por último, este trabajo finalizará con un apartado de conclusiones. La producción agraria europea, ¿crecimiento sin límites? La producción agraria europea ha sido un reflejo de las profundas transformaciones de la segunda mitad del siglo XX. Como podemos observar en el gráfico 1 y 2, la producción europea se incrementó fuertemente durante la segunda mitad del siglo XX (1.29% anual)3. Resalta con un ritmo elevado de crecimiento las primeras décadas de esta mitad, especialmente hasta aproximadamente mediados de la década de 1980, en las que la producción agraria europea creció a más de un 2% anualmente. Gráfico 1. Producción agraria europea (miles de millones precios internacionales 19992001 en dólares) Para ver los detalles del cálculo, MARTÍN-RETORTILLO y PINILA: “On the causes…”, p. 387. (Fuente): FAO: “Production yearbook”, (1948-1976, 1977-1986, 1987-2004), FAO Rome; FAOSTAT: FAO Online Database, 2009. Recuperado de Internet (faostat.fao.org). Accessed June 2009, April 2010 and October 2011. 3 En la producción europea Finlandia, Suecia y Noruega están incluidos. Estos países no están incluidos en el gráfico 2 por el escaso peso de su producción agraria comparada con los otros tres grupos. 181 Gráfico 2. Producción agraria europea por grupos de países (miles de millones precios internacionales 1999-2001 en dólares) Para ver los detalles del cálculo, MARTÍN-RETORTILLO y PINILA: “On the causes…”, p. 387. Los grupos de países están definidos en MARTÍN-RETORTILLO y PINILA: “Patterns and causes…”, p. 157. (Fuente): FAO: “Production yearbook”, (1948-1976, 1977-1986, 1987-2004), FAO Rome; FAOSTAT: FAO Online Database, 2009. Recuperado de Internet (faostat.fao.org). Accessed June 2009, April 2010 and October 2011. La incorporación de nuevas técnicas, así como el uso masivo de algunas que ya existían anteriormente, produjo este crecimiento tan fuerte durante tantas décadas. Algunas de estas técnicas podrían ser el uso masivo de maquinaria autopropulsada y productos provenientes de la industria química como fertilizantes o pesticidas, la selección e hibridación genética de semillas, el desarrollo del crédito agrario, cría de ganado intensiva y el auge del regadío, principalmente en los países mediterráneos4, así como una creciente importancia de los productos ganaderos de mayor valor añadido en la producción agraria total hasta la década de 1980 (gráfico 3). 4 David GRIGG: The transformation of agriculture in the West, New perspectives on the past. Oxford, UK. Cambridge, USA, Blackwell, 1992; Brian GARDNER: European agriculture: policies, production, and trade, London, New York, Routledge, 1996; Giovanni FEDERICO: Feeding the world: an economic history of agriculture, 1800-2000, Princeton, Princeton University Press, 2005; ÍD.: Breve historia económica de la agricultura, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza; Tim JOSLING: “Western Europe”, en: Kim ANDERSON (ed.): Distortions to Agricultural Incentives: A Global Perspective, 19552007, Washington, D.C. and New York, World Bank and Palgrave Macmillan, 2009, pp. 115-176. 182 Gráfico 3. Porcentaje de la producción ganadera sobre la total agraria. Fuente: FAOFAOSTAT: FAO Online Database, 2009. Recuperado de Internet (faostat.fao.org). Accessed June 2009, April 2010 and October 2011. Desde el punto de vista institucional, el continente europeo quedó dividido en dos grupos después de la Segunda Guerra Mundial: el de las economías capitalistas y las de planificación central. El primer grupo a su vez, quedó también dividido entre los países que se iban incorporando a la Comunidad Económica Europea (en adelante CEE) y los países que no pertenecían a la unión comercial, pero tenían economías de mercado. La incorporación a la CEE (posterior Unión Europea) no sólo promovió un mayor acceso a nuevos mercados, sino que también conllevó tener una política agraria común. Los países de Europa occidental tuvieron un fortísimo crecimiento hasta los primeros años de la década de 1990. La formación de la CEE promovió una intervención estatal en la agricultura. Los objetivos que aparecían en el Tratado de Roma buscaban incrementar la productividad y conseguir la autosuficiencia en la producción de alimentos después de las carencias que había producido el conflicto bélico. Asimismo, esta producción tenía que ser a unos precios razonables para los consumidores, conseguir un 183 nivel de vida para los agricultores equiparable a los trabajadores no agrarios y un mercado estabilizado5. La versión de Federico6 es que la intervención en la agricultura fue una continuación de las políticas que empezaron a llevarse cabo en las década de 1930 y que continuaron durante la guerra. Hasta la reforma que se llevó a cabo en 1992, la Política Agraria Común garantizaba unos precios fijos elevados por encima de los internacionales para una buena parte de la producción agraria, impulsando fuertes y sostenidos incrementos en la producción y la productividad. Por otro lado, con esta política de precios era necesario establecer una política comercial proteccionista hacia los productos de terceros países. Esta política conllevó que el comercio entre los miembros de la Unión se incrementara, mientras las importaciones de éstos con respecto a los países no miembros se redujo considerablemente 7, incentivando en mayor medida al incremento de la producción. El resto de países de la Europa capitalista se dividieron en dos grupos. Por un lado, los que implementaron también políticas muy intervencionistas en el sector agrario, incluso en algunos casos con políticas más activas que los países que formaban la CEE, como son el ejemplo de Suiza o Noruega. Este fuerte apoyo tiene su reflejo en la base de datos de Anderson y Valenzuela8 donde los agricultores vieron incrementados sus beneficios en más del 100% por la intervención pública a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Países que no pertenecieron hasta la década de 1990 como Austria o Suecia tuvieron políticas de apoyo al sector agrario, pero en menor medida que Noruega o Suiza9. Por otro lado, otros países llevaron a cabo políticas que no apoyaban el sector agrario 5 Rosemary FENNELL: The common agricultural policy: continuity and change, Oxford, Clarendon Press, 1997; María José GARCÍA GRANDE: “El último decenio: aplicación y consecuencias de la reforma de la PAC”, en José Luis GARCÍA DELGADO y María José GARCÍA GRANDE, Política agraria común, Barcelona, La Caixa, 2005; Larry NEAL, The economics of Europe and the European Union (2007) 6 Giovanni FEDERICO: “Natura non fecit saltus: The 1930s as the discontinuity in the history of European agriculture”, en Paul BRASSLEY, Yves SEGERS y Leen VAN MOLLE (eds.), War, agriculture and food: rural Europe from the 1930s to the 1950s, London, New York, Routledge, 2012, pp. 15–32. 7 Vicente PINILLA y Raúl SERRANO: “Agricultural and food trade in the European Community since 1963”, en Kiran Klaus PATEL (ed.): Fertile ground for Europe? The history of European integration and the Common Agricultural Policy since 1945, Baden-Baden, Nomos, 2009, pp. 273–300; Raúl SERRANO y Vicente PINILLA: ‘Agricultural and food trade in European Union countries, 1963–2000: a gravity equation approach’, Economies et Sociétés, Série Histoire économique quantitative, 43 (2011), pp. 191– 219. 8 Kim ANDERSON y Ernesto VALENZUELA: “Estimates of Global Distortions to Agricultural Incentives, 1955 to 2007”, Washington D.C., World Bank, October 2008. Recuperado de Internet www.worldbank.org/agdistortions, accedido 27/09/2015. 9 Ibid. 184 tanto como los países de la CEE. España o Portugal son buenos ejemplos de una menor intervención pública con respecto a la CEE hasta su entrada en la CEE en 1986. Estos dos últimos casos pertenecían a la Europa Mediterránea, cuya producción también creció a elevadas tasas de crecimiento hasta mediados de los 80. Estos países incorporaron masivamente las tecnologías que permitieron el fuerte desarrollo agrario de la segunda mitad del siglo XX10, aunque a menor ritmo que los países de Europa occidental11. Asimismo, otra parte del crecimiento de estos países viene de un fuerte proceso de convergencia en la importancia de las actividades ganaderas sobre la producción total (gráfico 3), sobre todo gracias a la adopción de las nuevas técnicas de cría intensiva del ganado, a pesar que tenían una menor importancia con respecto a la media europea a inicios de la década de 1960. Uno de los principales problemas que tradicionalmente habían tenido los países mediterráneos era su aridez, que provocaba que en parte de su territorio no pudieran adoptar las tecnologías del mix-farming inglés. España era un claro ejemplo de las consecuencias que tenía esta aridez en su agricultura12. Para solventar este problema, ya desde inicios del siglo XX comenzaron a realizar políticas de fomento del regadío, aunque fue en la segunda mitad del siglo XX el auge de estas políticas. A su vez, estas políticas acabaron concentrando parte de la producción agraria en zonas áridas, que acabaron conllevando fuertes tensiones en la gestión de los escasos recursos hídricos13. Dentro de este grupo, Italia se benefició de su pertenencia a la Política Agraria Común y de su política de apoyo a la agricultura. El caso español resalta porque tuvo un 10 Una muestra del menor nivel de desarrollo agrario que tenían algunos países mediterráneos la aporta el nivel de mecanización de estos países, que era menor en 1950 que en Argentina o Uruguay. Miguel MARTÍN-RETORTILLO et al.: The dynamics of the Latin American agricultural production growth, 1950-2005. Documentos de trabajo Asociación Española de Historia Económica 1610. 11 MARTÍN-RETORTILLO y PINILLA: “Patterns and causes…”. 12 Manuel GONZÁLEZ DE MOLINA: “Condicionantes ambientales del crecimiento agrario español (siglos XIX y XX)”, en Josep PUJOL, Manuel GONZÁLEZ DE MOLINA y Lourenzo FERNÁNDEZ PRIETO (eds.): El pozo de todos los males: sobre el atraso en la agricultura española contemporánea, Barcelona, Crítica, 2001, pp. 43-95. 13 Ignacio CAZCARRO et al.: “Water scarcity and agricultural growth in Spain: from curse to blessing?”, en Marc BADÍA-MIRO, Vicente PINILLA y Henry WILLEBALD (eds.): Natural Resources and Economic Growth: Learning from History, London and New York, Routledge, 2015, pp. 339-361; Ignacio CAZCARRO et al.: “How sustainable is the increase in the water footprint of the Spanish agricultural sector? A provincial analysis between 1955 and 2005-2010”, Sustainability, 7 (2015), pp. 5094-5119. 185 menor apoyo a la agricultura, llegando a ser un sector del cual se extraían rentas para otros sectores de la economía en algunos años de la década de los 197014. Por otro lado, se encontraban los países de la órbita soviética, que a pesar de las grandes diferencias que tenían entre ellos, la planificación central tenía un peso muy relevante en sus economías durante gran parte de la segunda mitad del siglo XX. En estos países hubo un crecimiento fuerte y sostenido hasta mediados de la década de 1980. La década de 1950 para estos países supuso un cambio drástico, ya que comenzó la planificación central que estaría presente en los sistemas productivos agrarios de estos países hasta la disolución de la URSS a principios de los 1990. Este cambio drástico incluyó procesos de colectivización con fuertes cambios en la distribución de la tierra o políticas de regulación muy fuertes de precios y salarios15. Después de estos profundos cambios en la década de 1950, estos países continuaron, como nos muestra el gráfico 2, con su senda de crecimiento, incorporando fortísimas cantidades de fertilizantes químicos y maquinaria agrícola a su sistema productivo, a tasas muy superiores que los países de la Europa occidental16. Además, estos crecimientos en la producción acabaron generando cambios en la estructura productiva hacia actividades ganaderas (gráfico 3) y productos vegetales, frutales y viñas17. El panorama en el segundo subperíodo en la segunda mitad del siglo XX, es decir, desde mediados de la década de 1980 hasta la actualidad, fue muy distinto. Como nos ha mostrado el gráfico 1, la producción agraria europea sufrió un estancamiento (0,29% anual), que mantuvo la producción en niveles nunca antes vistos, aunque dando fin a los crecimientos tan elevados que se habían producido en las décadas precedentes. Kim ANDERSON y Ernesto VALENZUELA: “Estimates of Global Distortions...”; Ernesto CLAR, Miguel MARTÍN-RETORTILLO y Vicente PINILLA: “The Spanish Path of Agrarian Change, 1950-2005: From Authoritarian to Export-Oriented Productivism”, Documentos de Trabajo SEHA, 1602, 2016. 15 Ivan T. BEREND y Gyorgy RÁNKI: The Hungarian economy in the twentieth century, London, Croom Helm, 1985; John R. LAMPE: The Bulgarian economy in the twentieth century, New York, St. Martin's Press, 1986; Zbigniew LANDAU y Jerzy TOMASZEWSKI: The Polish economy in the 20th century, London, Croom Helm, 1985; Frederic L. PRYOR: The red and the green: the rise and fall of collectivized agriculture in Marxist regimes, Princeton, Princeton University Press, 1992; Kim ANDERSON and Johan SWINNEN, “Eastern Europe and Central Asia”, en Kim Anderson (ed.), Distortions to agricultural incentives: a global perspective, 1955–2007, Washington D.C., World Bank, 2009. 16 MARTÍN-RETORTILLO y PINILLA: “Patterns and causes…”. 17 Ivan T. BEREND y Gyorgy RÁNKI: The Hungarian economy; John R. LAMPE: The Bulgarian economy; Zbigniew LANDAU y Jerzy TOMASZEWSKI: The Polish economy... 14 186 Los países de Europa occidental alargaron hasta inicios de la década de los 1990 la senda del crecimiento. En el año 1992, fue cuando se produjo la reforma MacSharry de la PAC, en la cual cambiaron, no sólo la forma de intervención de ésta en la agricultura, sino también sus prioridades. Esta reforma supuso el paso de una política basada en una política de precios a una de apoyo directo a las rentas de los agricultores, virando además hacia una política más preocupada por las consecuencias medioambientales de la agricultura18. Este cambio de política tuvo su continuación en la posterior reforma de 2003, en la cual todavía se profundizó más en el cambio de dirección que se produjo en 1992. Estos cambios de políticas minimizaron el papel que tenía el objetivo de conseguir una oferta estable, que había llevado a problemas de sobreproducción en las décadas anteriores. También a inicios de la década de 1990, se incluyó la agricultura en la Ronda Uruguay del GATT, lo que conllevó el inicio de un proceso de liberalización comercial de los productos agrarios, que acabó afectando a los países pertenecientes a la PAC19. Por otro lado, ya todos los países mediterráneos europeos ya se habían incorporado a la actual Unión Europea en 1986. En el gráfico 2, hemos podido observar cómo mientras las otras dos grandes regiones redujeron o mantuvieron su nivel de producción, los países mediterráneos continuaron incrementando su nivel de producción, aunque a menor tasa de crecimiento20. Una de las principales explicaciones a esta continuación en el crecimiento es que varios de los productos típicamente mediterráneos quedaron al margen de la reforma de la PAC de 1992, es decir, productos provenientes del olivo o la vid no se vieron afectados por el cambio en la política agraria de 1992, aunque sí fueron incluidos en la de 2003. Este hecho permitió que los productores de estos países se vieran beneficiados por casi una década más de políticas de apoyo a la agricultura más potentes. Hay que destacar, además, en el caso de España y Portugal, al entrar en 1986 a la CEE, se vieron beneficiados por las políticas de apoyo a los agricultores de la PAC, en la GARCÍA GRANDE: “El último decenio…”; Arie OSKAM, Gerrit MEESTER y Huib SILVIS (eds.): EU Policy for agriculture, food and rural areas, Wageningen, Wageningen Academic Publishers, 2010. 19 Mark SPOERER: “”Fortress Europe” in long-term perspective: agricultural protection in the European Community, 1957–2003”, Journal of European Integration History, 16 (2010), pp. 143–62. 20 El proceso de convergencia con respecto al acercamiento de estos países a la media europea en importancia de la ganadería que se había producido durante el subperiodo anterior se mantuvo desde 1997. 18 187 cual ellos antes de la incorporación o no habían existido o habían sido de mucha menor magnitud21. Son los países del centro y el este europeos fueron los que tuvieron un peor segundo subperíodo de la segunda mitad del siglo XX. Durante la década de 1980, fueron acumulando los problemas por la insostenibilidad del sistema de subvenciones que tenían al sector agrario. La diferencia entre los precios percibidos por los productores y el precio al consumo de los productos agrarios fue cada vez más grande, especialmente en el caso de los productos ganaderos, que habían estado fuertemente subvencionados22. En el gráfico 3, se puede observar el descenso de importancia que tuvo la ganadería una vez comenzó la transición a una economía de mercado. Además de la acumulación de tensiones a lo largo de la década de 1980, al inicio de los 90, estos países llevaron a cabo la transición hacia una economía de mercado. Las diferencias que ya existían entre estos países se incrementaron a la hora de los distintos procesos de transición que llevaron a cabo23. Estos procesos desmantelaban el sistema de planificación central a través de profundas reformas institucionales, que incluían liberalización de precios o del comercio, reformas del mercado de la tierra y su reestructuración, mientras se producían unas condiciones meteorológicas extremas24. Los principales problemas que sufrieron estos países en su transición a una economía mercantil fueron la pérdida de los mercados internacionales de la COMECON, el monopolio de los distribuidores que incrementó la diferencia entre los precios del productor y al por menor, la reducción en la renta disponible y los subsidios al sector, el incremento de los precios internacionales de los factores productivos, una incertidumbre con respecto a la reestructuración del mercado de la tierra, falta de experiencia en gestión privada y una escasez de crédito al sector25. Ernesto CLAR, Miguel MARTÍN-RETORTILLO y Vicente PINILLA: “The Spanish Path…”. Estos fuertes sistemas de incentivos explican el alto consumo per capita de los productos ganaderos en estos países que superaba al de los países de la OCDE. Kim ANDERSON and Johan SWINNEN, “Eastern Europe and Central Asia...”. 23 Karen MACOURS y Johan SWINNEN: “Causes of output decline in economic transition: the case of central and eastern European agriculture”, Journal of Comparative Economics, 28 (2000), pp. 172–206; ÍD: “Patterns of agrarian transition”, Economic Development and Cultural Change, 50 (2002) pp. 365–94. 24 Ibid. 2000 y 2002; Kim ANDERSON and Johan SWINNEN, “Eastern Europe and Central Asia...”. 25 Alexandra TRZECIAK-DUVAL: “A decade of transition in central and eastern European agriculture”, European Review of Agricultural Economics, 26, 3 (1999), pp. 283–304. 21 22 188 La productividad agraria europea: ¿más con menos? El fortísimo crecimiento de la producción durante la segunda mitad del siglo XX, como hemos visto en el apartado anterior, fue promovido por un conjunto de innovaciones técnicas, así como por unas condiciones geográficas que produjeron diferencias notables entre los países europeos o unas instituciones que también tuvieron un impacto significativo en este crecimiento. A su vez, mediciones de la productividad agraria también profundizan en estas diferencias, incluso en algunas cuestiones en mayor medida que la producción. Este apartado versa sobre el estudio de estas diferencias de productividad, especialmente en dos: la productividad del trabajo y la Productividad Total de los Factores. Productividad del trabajo La productividad del trabajo en este estudio será definida como la producción por trabajador agrario26. El gráfico 4 nos muestra las principales tendencias de esta variable a lo largo de la segunda mitad del siglo XX en el continente europeo y en los principales grupos de países de este continente. En este gráfico podemos observar el fortísimo crecimiento de la productividad del trabajo en el conjunto del continente europeo (4,24% anual entre 1950 y 2005)27. Como hemos visto en la sección anterior, este período se caracterizó por una adopción masiva de innovaciones técnicas como maquinaria agrícola autopropulsada, productos químicos como fertilizantes y pesticidas, selección e hibridación de semillas, así como fuertes aumentos en el crédito agrario y en el regadío implementado. Todo ello, posibilitó un fuerte auge de la producción, el numerador de esta medición de la productividad. Pero el fuerte descenso del denominador, es decir, de la población activa en la agricultura, provocó que esta medida de productividad alcanzara estas fortísimas tasas de crecimiento, no sólo durante el período en el que la producción creció, sino también cuando esta se estancó. 26 La forma ideal de medir el trabajo sería a través de horas trabajadas por año. La dificultad en obtener esta variable para una muestra temporal y espacial tan amplia es una limitación considerable. Lo más cercano que se puede encontrar es en EUROSTAT que aporta una variable llamada unidad de trabajo anual. A pesar de esto, no está disponible para todo el continente y el período temporal empleado en este estudio, y la medición de esta variable incluye supuestos ad hoc. Miguel MARTÍN-RETORTILLO y Vicente PINILLA: “On the causes…”: p. 372. 27 Ibid. 189 Gráfico 4. Productividad del trabajo agrario ($ internacionales a precios de 1999-2001 por trabajador) Fuente: FAO: “Production yearbook”, (1948-1976, 1977-1986, 1987-2004), FAO Rome; FAOSTAT: FAO Online Database, 2009. Recuperado de Internet (faostat.fao.org). Accessed June 2009, April 2010 and October 2011. A su vez, las diferencias entre los grupos de países europeos son patentes en el gráfico 4. Destaca el grupo de los países de Europa occidental, tanto en los mayores niveles como en tasas de crecimiento dentro del continente (4,54% anual a lo largo de todo el período). En la comparativa, ya se observa desde 1950 un mayor nivel de la productividad del trabajo, que puede venir explicado por un desarrollo económico superior, es decir, estos países acabaron su proceso industrializador antes que los países del resto de grupos. Esto les conllevó una adopción de innovaciones y un cambio estructural más temprano. 190 A pesar de esto, existieron grandes diferencias entre los países que formaban este grupo. Países como Reino Unido, resaltaron por la temprana industrialización, cambio estructural y temprana adopción de tecnologías como los tractores, fertilizantes químicos o la selección de especies28, pero luego tuvieron un crecimiento inferior al de este grupo. Por otro lado, Austria o Francia mantuvieron un alto crecimiento de la productividad, ya que incorporaron masivamente estos nuevos inputs que provenían de otros sectores de la economía. Después de este grupo, la Europa mediterránea fue la que más creció en la productividad del trabajo, siendo ligeramente superior su crecimiento anual al europeo (4,40% anual), aunque partían de un nivel de desarrollo inferior al de la Europa occidental. Este grupo fue hasta la década de 1980 por debajo de la productividad del conjunto europeo. A partir de esa década, la productividad fue superior, aunque llevaron crecimientos similares. En este grupo de países mediterráneos, resaltan dos tendencias muy claras. Por un lado, las formadas por España e Italia (4,85 y 5,14% anual, respectivamente) con crecimientos superiores a las de la media de Europa occidental. Por otro lado, los casos de Portugal y Grecia muestran crecimientos más modestos, inferiores a los de la media europea (2,57 y 2,86% anual, respectivamente)29. Los países nórdicos europeos tuvieron crecimientos más modestos que la media europea (3.51% anual), e indudablemente que los países europeos occidentales o mediterráneos crecieron a una tasa inferior a la media europea. Esto les conllevó perder posiciones frente a Europa occidental y la escasa diferencia que tenían en 1950 ambos grupos se hizo más grande. Por último, el grupo de los países de Europa del este o central tuvo un crecimiento inferior a la media europea. La adopción masiva de factores productivos provenientes de otros sectores de la economía fue a un ritmo similar o en algún caso superior al de los países de Europa occidental. David GRIGG: The Transformation…; Paul BRASSLEY: “Output and technical change in twentiethcentury British agriculture”, Agricultural History Review, 48 (2000), pp. 60–84. 29 Miguel MARTÍN-RETORTILLO y Vicente PINILLA: “Patterns and causes…”; ÍD: “On the causes…”. 28 191 Para explicar los determinantes de la productividad del trabajo, podemos seguir la identidad que establecían Hayami y Ruttan30, desagregando la productividad del trabajo agrario en la productividad de la tierra por el ratio tierra por trabajador: 𝑌 𝐴 𝑌 (𝐿 ) ≡ (𝐿 ) ∗ (𝐴), donde Y es la producción, L el trabajo y A la tierra. Gráfico 5. Productividad de la tierra ($ internacionales a precios de 1999-2001 por hectárea) Fuente: Miguel MARTÍN-RETORTILLO y Vicente PINILLA: “On the causes…”, p. 367; FAO: “Production yearbook”, (1948-1976, 1977-1986, 1987-2004), FAO Rome; FAOSTAT: FAO Online Database, 2009. Recuperado de Internet (faostat.fao.org). Accessed June 2009, April 2010 and October 2011. Por ello, vamos a observar las diferencias entre los principales grupos de países europeos en ambos términos en los que la productividad del trabajo en la agricultura queda dividida. En el gráfico 5 podemos observar la evolución de la productividad de la tierra en los principales grupos de países europeos, así como en el conjunto del continente. Primero, se produjo un crecimiento sostenido a lo largo de la segunda mitad del siglo XX 30 Yujiro HAYAMI y Vernon RUTTAN: Agricultural development: an international perspective, Baltimore y London, Johns Hopkins University Press, 1985. 192 en el conjunto del continente (1,68% anual). A pesar de este, crecimiento lo que se podría resaltar es el crecimiento continuo de esta productividad en el conjunto europeo hasta la segunda mitad de la década de 1980. A partir de estos años, el crecimiento de la productividad de la tierra fue menor, incluido algún período con reducciones en esta variable. Como hemos visto, la productividad del trabajo tenía entre los grupos de países europeos diferencias notables, que también están presentes en la productividad de la tierra. Los países de Europa occidental eran los que en 1950 tenían la tierra más productiva y a su vez obtuvieron un crecimiento notable a lo largo de la segunda mitad del siglo XX (1.64% anual). La adopción masiva de fertilizantes químicos, pesticidas y plaguicidas o la selección e hibridación de semillas, así como un uso más intensivo de la tierra en algunos países de este grupo como por ejemplo en los Países Bajos explican este nivel superior, así como el crecimiento de este período31. Los países mediterráneos fueron los que más incrementaron la productividad de la tierra, la triplicaron, con un crecimiento anual medio entre 1950 y 2006 de más del 2%. El fuerte incremento de esta productividad podría explicarse por varias causas, entre ellas, en estos países el auge del regadío es fundamental para entender este fuerte crecimiento32. Además, otros factores como una tendencia a emplear muchas de las innovaciones que hemos comentado en el párrafo anterior como el uso de productos químicos o la mejora en las semillas tienen que ser añadidos al efecto de la irrigación. Los países nórdicos tuvieron el menor crecimiento entre los grupos de países (0,7% anualmente). Las condiciones geográficas de estos países con temperaturas extremas dificultaron que existiera un mayor crecimiento. A pesar de ello, gracias a la biotecnología se ha podido ir solventando estas temperaturas extremas como por ejemplo los trigos de invierno con altos contenidos en proteínas y lisinas para el alimento del ganado33. Los países de Europa del este y del centro, con un crecimiento menor que el continente europeo (1,42% anual), mantuvieron unos incrementos sostenidos en el tiempo 31 David GRIGG, The Dynamics of Agricultural Change, London, Hutchinson, 1982; ÍD: The Transformation...; Giovanni FEDERICO: Feeding...; Josep PUJOL-ANDREU: “Wheat varieties and technological change in Europe, 19th and 20th centuries: new issues in economic history”, Historia Agraria, 54 (2011), pp. 71–103. 32 Ignacio CAZCARRO et al.: “Water scarcity…”; ÍD: “How sustainable…”. 33 Brian GARDNER: European agriculture… 193 hasta la transición hacia una economía de mercado a inicios de la década de 1990. A partir de esta década, esta productividad descendió levemente para a continuación, mantenerse en ese nivel hasta los primeros años del siglo XXI. Gráfico 6. Ratios tierra por trabajador (hectárea de tierra cultivada por trabajador agrario) Fuente: Miguel MARTÍN-RETORTILLO y Vicente PINILLA: “On the causes…”, p. 367; FAO: “Production yearbook”, (1948-1976, 1977-1986, 1987-2004), FAO Rome; FAOSTAT: FAO Online Database, 2009. Recuperado de Internet (faostat.fao.org). Accessed June 2009, April 2010 and October 2011. La productividad de la tierra era una parte de la descomposición de la productividad del trabajo como hemos visto anteriormente. El ratio land-labour, es decir, las hectáreas por trabajador, corresponderían a la otra parte de la descomposición. Esta segunda parte de la descomposición la muestra el gráfico 6. Este gráfico nos muestra el crecimiento continuo y sostenido de este cociente con un crecimiento anual entre 1950 y 194 2005 de 2,52%. También nos muestra que los países con un nivel bajo de productividad de la tierra, tendían a incrementar sus ratios de tierra por trabajador para así incrementar su productividad del trabajo agrario34. A pesar de esto, no acababan de compensar su desventaja por la menor productividad de la tierra como en los países nórdicos o España35. Este ratio, muy importante para explicar las diferencias en productividad del trabajo de la agricultura36, está muy ligado al fuerte cambio estructural que se produjo en la segunda mitad del siglo XX. Una leve reducción en el factor tierra, sumado al fuerte proceso de éxodo rural que se produjo en este período, supuso los fuertes incrementos en este cociente37. De esta manera, el distinto grado del proceso de industrialización que se produjo en los países europeos conllevó una menor importancia de los trabajadores agrarios en el total de la economía, mientras sus iguales de los otros sectores la ganaban. Por tanto, el crecimiento de la productividad del trabajo estaba directamente vinculado a transformaciones que se estaban produciendo en otros sectores de la economía. Esto, a su vez, provocó un crecimiento en el tamaño medio de las explotaciones para el aprovechamiento de una mayor mecanización. Además, era necesario que fuera acompañado de esta mecanización y el uso masivo de inputs que provenían de otros sectores de la economía, ya que un menor número de trabajadores llevaban a cabo no sólo las mismas tareas, sino incrementos en la producción38. Kailash C. SHARMA, D.S. PRASADA RAO y W. F. SHEPHERD: “Productivity of agricultural labour and land: an international comparison”, Agricultural Econonomics, 4 (1990), pp. 1–12; Sun Ling WANG, David Schimmelpfennig y Keith O. FUGLIE: “Is agricultural productivity growth slowing in Western Europe?” en Keith O. FUGLIE, Sun Ling WANG y V Eldon Ball (eds.): Productivity growth in agriculture: an international perspective, Oxfordshire, CABI Publishing, pp. 109–125. 35 Miguel MARTÍN-RETORTILLO y Vicente PINILLA: “On the causes…”. 36 Kailash C. SHARMA, D.S. PRASADA RAO y W. F. SHEPHERD: “Productivity of agricultural labour...”. 37 Miguel MARTÍN-RETORTILLO y Vicente PINILLA: “Patterns and causes…”; ÍD: “On the causes…”. 38 ÍD: “On the causes...”; Rosemary FENNELL: The Common Agricultural Policy...; Giovanni FEDERICO: Feeding the world... 34 195 Gráfico 7. Crecimiento de la productividad de la tierra vs crecimiento de la productividad del trabajo Fuente: FAO: “Production yearbook”, (1948-1976, 1977-1986, 1987-2004), FAO Rome; FAOSTAT: FAO Online Database, 2009. Recuperado de Internet (faostat.fao.org). Accessed June 2009, April 2010 and October 2011. Después de observar las diferencias y evolución de los dos componentes de la descomposición de la productividad del trabajo, este trabajo continua con el estudio de la relación entre el crecimiento de cada una de ellas con el crecimiento de la productividad del trabajo. Para ello, el gráfico 7 comienza mostrando la relación entre el crecimiento de la productividad de la tierra entre 1950 y 2005 y el crecimiento de la productividad del trabajo en la agricultura en el mismo período. En este caso podemos observar cómo la dispersión en este gráfico 7 es relativamente elevada y cómo la línea de tendencia es relativamente poco representativa, aunque de tendencia positiva. Asimismo, el coeficiente de determinación es bajo, ya que en el caso de esta relación es de 0,06. Al fin y al cabo, lo que nos muestra este gráfico es que la relación entre estas dos variables sea positiva, el poder explicativo que tiene el crecimiento de la productividad de la tierra con el aumento de la productividad del trabajo en la agricultura no es muy fuerte. En cambio, el gráfico 8 está mostrando la nube de puntos que relaciona el crecimiento del ratio tierra por trabajador y el crecimiento de la productividad del trabajo 196 comparando ambas variables para el período 1950 y 2005. En este caso, la nube de puntos muestra una relación positiva entre el crecimiento del ratio de tierra por trabajador y el de la productividad del trabajo. La línea de tendencia muestra con mayor magnitud (coeficiente de determinación 0,80) que en el caso anterior cómo el crecimiento del cociente entre la tierra y el trabajo es una variable que en el contexto europeo explica el crecimiento de la productividad del trabajo agrario. De esta forma, para entender las diferencias en esta última están detrás parte de las transformaciones, no sólo del propio sector agrario, sino también de los otros sectores de la economía, que a través del cambio estructural, el proceso de industrialización y del éxodo rural están atrayendo trabajadores agrarios. Estos procesos conllevan, junto a la mecanización y el incremento del tamaño medio de las explotaciones, la obtención de economías de escala en el sector agrario europeo. Gráfico 8. Crecimiento del ratio tierra por trabajador vs crecimiento de la productividad del trabajo Fuente: FAO: “Production yearbook”, (1948-1976, 1977-1986, 1987-2004), FAO Rome; FAOSTAT: FAO Online Database, 2009. Recuperado de Internet (faostat.fao.org). Accessed June 2009, April 2010 and October 2011. Productividad Total de los Factores 197 La diferencia entre las distintas mediciones de la productividad es el denominador del cociente, en el que el numerador es la producción. En el apartado anterior dedicado a la productividad del trabajo es el número de trabajadores o en la productividad de la tierra son las hectáreas empleadas. En cambio, la productividad total de los factores (PTF en adelante) “es una medida de productividad que implica a todos los factores productivos”39. Las estimaciones de la PTF en la agricultura, normalmente desde la economía agraria, suelen tener en cuenta pocos años. A los estudios que tienen una visión de mayor largo plazo suelen obviar los determinantes que la historia económica no puede obviar. Las estimaciones que el autor tiene disponible han mostrado, al igual que en otras mediciones de la productividad, diferencias notables dentro del continente europeo40. El crecimiento de la PTF en los países europeos occidentales y la República Federal de Alemania fue superior a la media europea a lo largo de la segunda mitad del siglo XX. Estos países, que partían con niveles de industrialización más altos, habían adoptado innovaciones técnicas de manera más temprana que el resto de países europeos. Esto les permitió mantener el crecimiento de este tipo de productividad. Los países mediterráneos obtuvieron también notables crecimientos de la PTF, aunque su menor grado de industrialización les conllevó cierto retraso en la adopción de tecnologías que sus pares occidentales. A pesar de eso, el crecimiento de los factores productivos que formaban el capital y que provenían de otros sectores de la economía fue alto, superior al de los países occidentales, lo que les permitió un crecimiento de la PTF elevado. Resalta el caso español e italiano, en los cuales se llega a producir un proceso de convergencia con los países de Europa occidental, debido a un crecimiento mayor de la PTF en estos países. El caso de los países nórdicos es de un crecimiento inferior. Por un lado, tuvieron un crecimiento de la producción muy modesto. Por otro lado, la incorporación al proceso productivo de los nuevos factores productivos técnicos, aunque importante, no llegó al nivel de los países europeos mediterráneos u occidentales. 39 Tim J. Coelli et al.: An Introduction to Efficiency and Productivity Analysis, New York, Springer Science & Business Media, 2005, p. 3. 40 Miguel MARTÍN-RETORTILLO y Vicente PINILLA: “Patterns and causes…”; ÍD: “How important are the fundametnal causes of economic growth? An analysis of the total factor productivity of European agriculture, 1950-2005”, Mimeo. 198 Por último, los países del este y el centro incorporaron masivamente factores productivos provenientes de otros sectores de la economía, pero eso no les permitió crecimientos de la producción y de la productividad tan elevados como el conjunto europeo. Por un lado, la mayoría de los países llevaron a cabo procesos de colectivización, permitiendo cierta estabilidad institucional a los agricultores. A pesar de ello, algunos países como Polonia no tuvieron esa estabilidad, provocada por unos cambios normativos en los incentivos de inversión en este tipo de explotaciones, una disolución de un gran número de colectividades para su posterior colectivización forzosa o una falta de consistencia en la política agraria41. Por otro lado, Federico42 señala que en estos países había un sistema de falta de incentivos de trabajo en las explotaciones colectivizadas, mientras se producía un cambio en la política agraria producida por un exceso de inversión en capital en una agricultura todavía atrasada43. Conclusiones Las transformaciones agrarias que se han ido produciendo a lo largo de la segunda mitad del siglo XX no han tenido precedentes en la historia. Una de ellas es que los factores productivos de la agricultura tradicional, el trabajo y la tierra, han sido paulatinamente sustituidos por los inputs que forman el capital, los cuales muchos de ellos provienen de otros sectores de la economía. Esta transformación ha supuesto cambios en el proceso productivo muy profundos. Por otro lado, Europa en este período ha estado dividida en dos bloques institucionales, dando fin a esta división en la década de 1990. A partir de entonces, la tendencia ha sido a la de ampliar los mercados, principalmente a través de la Unión Europea. Estos cambios institucionales han tenido, indudablemente, su reflejo en la evolución de las transformaciones agrarias, así como de la evolución de la producción y la productividad en la agricultura. Como hemos visto en este trabajo, estas transformaciones han supuesto el crecimiento continuo de la producción agraria hasta la segunda mitad de la década de 1980 o inicios de la de 1990. A partir de entonces, esta variable se mantuvo estable a nivel 41 Zbigniew LANDAU y Jerzy TOMASZEWSKI: The Polish economy...; Frederic L. PRYOR: The red and the green... 42 Giovanni FEDERICO: Feeding the world… 43 Miguel MARTÍN-RETORTILLO y Vicente PINILLA: “Patterns and causes…”. 199 europeo, aunque con incrementos ralentizados en el caso de los países mediterráneos o con descensos en el caso de los países del centro y el este europeos por su transición hacia el mercado y todos los problemas que conllevaron. La productividad del trabajo tuvo un crecimiento notable a lo largo de la segunda mitad del siglo XX y primeros años del XXI. El crecimiento que hubo en el conjunto europeo provocó que esta variable se multiplicara por más de tres. Resalta el caso de los países europeos occidentales, que a pesar de que tenían un nivel superior al europeo en 1950, tuvieron el crecimiento más alto. Los países mediterráneos convergieron al nivel europeo, que acabaron superando en los primeros años del XXI. Los países nórdicos perdieron posiciones frente al nivel europeo y los del centro y este europeos se mantuvieron en un nivel inferior al del conjunto del continente. Esta variable se puede descomponer en la productividad de la tierra y el cociente de tierra por trabajador. Ante esta descomposición, hemos podido observar dos evidencias. Por un lado, los países con una productividad de la tierra baja para incrementar su productividad del trabajo aumentaban su ratio de tierra por trabajador. Por otro lado, el crecimiento de la productividad del trabajo viene más robustamente en el marco europeo por el crecimiento del cociente tierra por trabajador. 200 Cooperativismo y desarrollo rural en el viñedo español durante el siglo XX Francisco J. Medina-Albaladejo Universitat de València Introducción Según la historiografía, el cooperativismo pudo contribuir a la modernización agraria, la mejora de la rentabilidad de los cultivos y la industrialización del sector a nivel europeo. Además, se le puede considerar una fórmula de consenso, aunque también de control, debido a su labor de intermediación entre Estado y agricultor. Sin embargo, en el caso español la historiografía habla de los escasos efectos positivos de un movimiento asociativo que experimentó un desarrollo tardío con respecto a otras zonas de Europa, caracterizado por el reducido tiempo de duración de las entidades y sus escasos éxitos en el terreno agrícola. Una buena parte de los autores que han estudiado el tema parece estar de acuerdo con dicha afirmación, al menos en el periodo previo a la Guerra Civil, ya que la incidencia de estas entidades en el franquismo apenas ha sido estudiada. En este trabajo se va a realizar un análisis de casos con el fin de comprobar el impacto real que pudo tener la labor de las cooperativas en algunas comarcas vitivinícola españolas como fórmula de desarrollo rural durante el siglo XX. Por ello, el objetivo principal será responder a la pregunta: ¿Influyó la implantación del cooperativismo en el Este trabajo ha contado con la ayuda de los Proyectos de Investigación HAR2015-64076-P y HAR201347182-C2-1-P del Ministerio de Economía de España. 201 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | desarrollo y la transformación socioeconómica de las zonas rurales de viñedo en España? Para ello se analizarán los casos de las cooperativas San Isidro y del Rosario y su impacto en las denominaciones de origen murcianas de Jumilla y Bullas respectivamente, localidades de elevada especialización vitivinícola. En dicho análisis de caso se muestra el posible impacto que las bodegas cooperativas pudieron tener en sus respectivos municipios y comarcas, destacando su importancia en el conjunto del sector vitivinícola español, y las transformaciones socioeconómicas impulsadas por unas entidades asociativas que integraron a la mayoría de la superficie cultivable de vid de sus áreas de influencia. Cómo se ha mostrado en otros trabajos1, las cooperativas no funcionaron de forma eficiente desde un punto de vista económico-financiero durante el franquismo, presentando algunos problemas graves en este aspecto. A pesar de eso, pudieron ser una fórmula de desarrollo local en zonas rurales, haciendo más rentables unas explotaciones agrícolas con escasas alternativas económicas y generando importantes externalidades positivas. La existencia de secciones dedicadas a servicios auxiliares dentro de las cooperativas pudo ayudar a la difusión del conocimiento y al acceso de abonos y tecnología por parte de los viticultores. Los estatutos dejaban lugar a la creación de secciones que ayudaran a mejorar el cultivo de la vid en las distintas localidades y comarcas donde se asentaban. Se construyeron almacenes donde los asociados podían suministrarse de abonos, semillas y demás insumos relacionados con el viñedo, y se facilitó la cesión de maquinaría para la vendimia, especialmente tractores. Estas secciones, en ocasiones, se convirtieron en muestra del deficiente funcionamiento de las cooperativas españolas, ocasionando pérdidas a la entidad. Sin embargo, eran conservadas al ser consideradas un servicio al socio, lo que muestra la importancia que pudieron tener estas entidades a la hora de hacer rentable la actividad agraria. El trabajo se articula en dos grandes apartados: tras la introducción se hace una revisión de la literatura sobre el cooperativismo agrario, mostrando algunos datos del fenómeno en España y planteando los principales temas de debate en este campo de estudio: causas de su aparición y desarrollo; características de las cooperativas españolas; e impacto en el sector agrario. En el siguiente apartado se aborda el ejercicio empírico mediante el estudio de las entidades ya mencionadas, centrando el análisis en la importancia de las cooperativas en el viñedo; estructura social; apoyo al asociado; y Francisco José MEDINA-ALBALADEJO: “Co-operative wineries: Temporal solution or efficient firms? The Spanish case during late Francoism, 1970–1981”, Business History, 57, 4 (2015), 109-141 1 202 mejoras en el cultivo de la uva y la producción de vino. Finalmente se incluye un apartado de conclusiones. El cooperativismo agrario en España: cuantificación y revisión de la literatura El cooperativismo agrario apareció en diversas regiones de España a finales del siglo XIX. En 1907 eran 433 los sindicatos agrícolas y 104 las cajas rurales en el total del país, aumentando su número a 1.530 y 517 respectivamente ocho años después2. En 1918 el número creció a 2.009 sindicatos agrarios y 503 cajas rurales. Cantidades que ascienden considerablemente en 1923, agrupando a unos 450.000 titulares de explotaciones agrícolas entre sindicatos y cajas rurales, llegando a ser más de 5.000 los primeros (Cuadro 1). Estas cifras se mantuvieron hasta la irrupción del conflicto bélico del 36. Por tanto, se produjo una tímida expansión inicial de este tipo de entidades durante las cuatro primeras décadas del siglo XX. Sin embargo, el despegue y consolidación del movimiento cooperativo se produjo definitivamente durante las décadas centrales del franquismo, llegando a más de 9.000 entidades y casi 740.000 asociados a principios de los años 70. CUADRO 1. Entidades asociativas de tipo agrario en España, 1918-1972 Cooperativas Número Cajas rurales Socios Número Socios 1918 2.009 211.525 503 51.502 1923 5.180 393.453 499 57.965 1955 3.567 422.406 1.181 124.999 1965 5.537 517.038 2.122 169.056 1972 6.730 563.901 2.288 175.827 Fuente: MINISTERIO DE AGRICULTURA, Estadística social agraria de entidades agrícolas y pecuarias, Madrid, 1918, 1923; INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA, Anuario Estadístico de España, Madrid, 1955, 1965, 1972. 2 Samuel GARRIDO: Treballar en comú: el cooperativisme agrari a Espanya (1900-1936). Valencia, Edicions Alfons el Magnànim, 1996. 203 Dentro de esta evolución general, las bodegas cooperativas experimentaron una gran expansión durante la segunda mitad del siglo XX, especialmente en los años 50 y primera mitad de los 60. Mientras que en 1915 eran 21 entidades que agrupaban a poco más de 3.000 asociados y no suponían ni el 2% de la producción total, en 1935 eran 116 y en 1954 eran 324, que agrupaban a 65.610 socios y el 16,3% de la producción total; en 1961 este número ascendió a 547, 111.833 socios y el 23,7%; y en 1969 782 bodegas, 213.988 socios y el 49,9% del total del vino producido en España3. A principios de los años 80 el país contaba con 855 cooperativas y 239.889 socios, que ya producían más de 20 millones de hectolitros de vino, integrando aproximadamente el 60% de la cosecha española y de la superficie de viñedo. En 2008 las 625 cooperativas existentes en el país suponían un 18,89% aproximadamente del total de bodegas inscritas en los consejos reguladores de las diferentes comunidades autónomas. Estas cooperativas englobaban el 40% de las explotaciones de vid, el 58% de la superficie de viñedo y hasta el 70% de la producción en España, integrando a unos 172.000 socios viticultores que constituyen el 80% del total nacional4. Por tanto, desde el punto de vista productivo las bodegas cooperativas son esenciales para entender el sector vitivinícola español y una de los principales pilares del cooperativismo agrario en el país. Numerosas son los estudios llevados a cabo por la historiografía intentando establecer las causas de la aparición de este fenómeno, sus características y su impacto en el sector agrario. Tradicionalmente se ha considerado su formación como una consecuencia directa de la penetración del capitalismo en la agricultura en momentos de crisis a finales del siglo XIX5, debido a la fuerte conflictividad social generada al modificarse las tradicionales condiciones de explotación de la tierra por parte de los propietarios en un contexto de transición hacia la agricultura capitalista6. Una de las reacciones de pequeños y medianos explotadores (colonos, arrendatarios, aparceros) ante esta situación fue el asociacionismo agrario, ayudado por la irrupción de nuevas corrientes ideológicas en el campo: republicanismo, socialismo, federalismo o anarquismo. Jordi PLANAS y Francisco José MEDINA-ALBALADEJO: “Too Little Intervention or Too Much? The Contribution of the State to the Development of Wine Cooperatives in Spain”, Revista de Historia Industrial (en evaluación). 4 GENERAL COMMITTEE FOR AGRICULTURAL COOPERATION IN THE EUROPEAN UNION, Agricultural cooperatives in Europe, Bruselas, Cogeca, 2010. 5 Samuel GARRIDO, Jordi PLANAS y Alberto SABIO: “Asociacionismo y cooperativismo agrario: España en el contexto europeo”, Historia Agraria, 40 (2006), pp. 609-619. 6 Destaca el caso del conflicto rabassaire en Cataluña, fenómeno especialmente estudiado por la historiografía española. 3 204 En los últimos años han aparecido trabajos que han profundizado en las causas del desarrollo de este fenómeno, constituyendo un debate hoy día aún abierto. Es especialmente importante los estudios llevados a cabo por Henriksen y otros autores para el caso danés, defendiendo la importancia de la formación de capital humano y la existencia de capital social a la hora de explicar la formación del avanzado cooperativismo agrario del país escandinavo7, y el atraso del no tan exitoso caso irlandés. También Guinnane en su estudio de las cooperativas rurales de crédito da especial importancia al capital social8. En el caso de España destaca el trabajo de Beltrán 9, que introdujo la importancia del stock de capital social preexistente en algunas regiones españolas en el desarrollo posterior del cooperativismo agrario. Este autor se refiere a la existencia previa de recursos de uso colectivo en las provincias donde hubo un desarrollo más temprano de los sindicatos agrarios, especialmente los bienes comunales. Esto ayudó a crear redes sociales que facilitaron la difusión de información y la construcción del conocimiento mutuo. Sin embargo, Martínez-Soto, Martínez-Rodríguez y Méndez10 hablan más de la correlación negativa entre la tasa de analfabetismo masculina y la presencia de estas entidades. Estos autores consideran que la educación formal incrementa la propensión a cooperar de los individuos. El papel de las instituciones también es un factor importante a la hora de entender la aparición de este fenómeno y su atraso con respecto otras zonas de Europa, especialmente mediante el apoyo financiero. Simpson o Chevet ya apuntaban este factor, considerando que fue clave para entender el éxito de estas entidades en el sector Ingrid HENRIKSEN: “Avoiding Lock-in: Cooperative Creameries in Denmark, 1882–1903”, European Review of Economic History, 3, 1 (1999), pp. 57–78; Ingrid HENRIKSEN; Markus LAMPE y Paul SHARP: “The Role of Technology and Institutions for Growth: Danish Creameries in the Late Nineteenth Century”, European Review of Economic History, 15, 3 (2011), pp. 475–493; Ingrid HENRIKSEN, Morten HVIID, y Paul SHARP: “Law and Peace: Contracts and the Success of the Danish Dairy Cooperatives”, The Journal of Economic History, 72, 1 (2012), pp. 197–224; Ingrid HENRIKSEN, I. y Kevin H. O’ROURKE: “Incentives, Technology and the Shift to Year-round Dairying in Late Nineteenth-century Denmark”, Economic History Review, 58, 3 (2005), pp. 520–524; Kevin O’ROURKE: “Property Rights, Politics and Innovation: Creamery Diffusion in Pre-1914 Ireland”, European Review of Economic History, 11, 3 (2007), pp. 395–417; Kevin O’ROURKE: “Culture, Conflict and Cooperation: Irish Dairying before the Great War”, The Economic Journal, 117, 523 (2007), pp. 1357–1379. 8 Timothy W. GUINNANE: “Cooperatives as Information Machines: German Rural Credit Cooperatives, 1883–1914”, The Journal of Economic History, 61, 2 (2001), pp. 366–389. 9 Francisco J. BELTRÁN: “Commons, social capital, and the emergence of agricultural cooperatives in early twentieth century Spain”, European Review of Economic History, 16, 4 (2012), pp. 511-528. 10 Ángel Pascual MARTÍNEZ-SOTO; Susana MARTÍNEZ-RODRÍGUEZ e Ildefonso MÉNDEZ: “Spain’s development of rural credit cooperatives from 1900 to 1936: the role of financial resources and forma education”, European Review of Economic History, 16, 4 (2012), p. 449-468. 7 205 vitivinícola francés, frente al menor desarrollo en los casos español e italiano 11. En España, Garrido señaló que el cooperativismo se desarrolló especialmente a partir de la promulgación de la Ley de Sindicatos Agrícolas de 1906, marco legislativo que favoreció y reguló el desarrollo del sindicalismo agrario en España. A pesar de ello, la aplicación de esta legislación fue deficiente y el Estado no ayudó a la expansión del asociacionismo agrario12, quedando el movimiento en una situación de atraso frente a otros países europeos donde la crisis finisecular de la agricultura y una decidida política estatal favoreció un mayor desarrollo13. Planas14 considera el factor institucional como el más importante al explicar el surgimiento de las primeras bodegas cooperativas en Cataluña, debido a la labor de apoyo de la Mancomunitat de Cataluña, circunstancia que no se dio a nivel general en el resto de España. Otros autores también señalan este factor para explicar el posterior despegue de este tipo de entidades durante las décadas centrales del franquismo15. Destaca especialmente el caso de Fernández y Simpson, al considerar que era una forma de intervención directa por parte del Estado con el fin de regular la producción agraria, en un contexto en que el sector necesitaba de este tipo de entidades por sus deficiencias en la producción y comercialización. Además, estos autores también destacan la incidencia de otros factores de tipo cultural y religioso, siendo los países protestantes donde más se expandió este fenómeno16. James SIMPSON: “Cooperation and cooperatives in southern European Wine Production. The nature of successful institutional innovation, 1880-1950”, Advances in Agricultural Economic History, 1 (2000), pp. 5-126; Jean Michel CHEVET: “Cooperative cellars and the regrouping of the supply in France in the twentieth Century”, en Yves SEGERS, Jan BIELEMAN y Erik BYUST (eds.): Exploring the food chain. Food production and food processing in Western Europe, 1850-1990, Turnhout (Bélgica), Brepols, 2009 pp. 253-279. Diversos autores franceses han ratificado esta idea: Yuna CHIFFOLEAU; Fabrice DREYFUS; Joachim EWERT y Jean MarcTOUZARD: “The wine cooperatives face the demand for quality: call for a renewed solidarity in Languedoc (France) and in the Western Cape (South Africa)”, en Simeon KARAFOLAS, Roger SPEAR y Yohanan STRYJAN (eds.): Local Society & Global Economy: The role of Co-operatives, Naoussa (Grecia), Editions Hellin, 2002 pp. 381-394. 12 Samuel GARRIDO: “Why did most cooperatives fail? Spanish agricultural cooperation in the early Twentieth century”, Rural History, 18, 2 (2007), pp. 183-200. 13 Samuel GARRIDO: Treballar en comú… 14 Jordi PLANAS: “The emergence of winemaking cooperatives in Catalonia”, Business History, 52, 2 (2016), pp. 264-282; Jordi PLANAS: “El cooperativismo vitivinícola en tiempos de crisis: el Sindicato de Viticultores de Igualada (1921-1936)”, Investigaciones de Historia Económica, 9, 3 (2013), pp. 155-164. 15 Francisco José MEDINA-ALBALADEJO: “Co-operative wineries…”. 16 Eva FERNÁNDEZ y James SIMPSON: “Product quality or market regulation? Explaining the slow growth of Europe’s wine cooperatives, 1880-1980”, Economic History Review (forthcoming); Eva FERNÁNDEZ: “Selling Agricultural Products: Farmers’ Co-operatives in Production and Marketing, 1880–1930”, Business History, 56, 4 (2014), pp. 547–568; Eva FERNÁNDEZ: “Trust, religion, and cooperation in western agriculture, 1880-1930”, Economic History Review, 67, 3 (2014), pp. 678-698. 11 206 El cooperativismo agrario surgido en España inicialmente era de corte interclasista y dividido en dos tendencias: uno más temprano de carácter laico y reformista, y otro de corte católico y conservador formado más tardíamente, al igual como ocurrió en otros países como Italia17. El primer modelo estaba integrado por la burguesía media agraria de carácter regeneracionista e ideología liberal, e incluso republicana, representando a la pequeña propiedad frente a las grandes oligarquías locales18. El segundo modelo cooperativista mencionado por la historiografía surge tras el rebrote de la conflictividad de los años 1915-1917 por parte de jornaleros, arrendatarios y pequeños propietarios. Será de corte aún más interclasista, integrándose el entramado oligárquico-caciquil que lo utilizaba como estrategia para controlar a todos los actores sociales del campo español y mantener las redes clientelares existentes. En estas instituciones participaron activamente la iglesia y el movimiento católico-agrario, pretendiendo así hacerse con el apoyo del campesino pobre y evitar la difusión de ideologías republicanas y socialistas. El objetivo era lograr la paz social para el campo español19. Este asociacionismo tendrá su momento álgido durante la segunda mitad de los años 2020. Ambos modelos fueron homogenizados a partir de los años 40, donde el franquismo encuadró a este tipo de entidades en función de la Ley de Cooperación de 1942, tras ser depuradas, reestructuradas ideológicamente y sometidas al control de las instituciones sindicales con el fin de reforzar el control social del campo español21. 17 Massimo FORNASARI y Vera ZAMAGNI: Il movimento cooperativo in Italia: Un profi lo storicoeconomico (1854–1992), Florence, Vallecchi, 1997. 18 Ángel Pascual MARTÍNEZ SOTO: “El cooperativismo de crédito en España, 1890-1934: modelos de gestión y balance de su actuación”, Historia Agraria, 30 (2003), pp. 119-150. 19 Mercedes CABRERA: “Organizaciones patronales y cuestión agraria en España (1931-1936)”, en José Luis GARCÍA DELGADO (ed.): La cuestión agraria en la España contemporánea, Madrid, Cuadernos para el Diálogo, 1976, pp. 105-150; Pedro CARASA: “El crédito agrario en España durante la Restauración. Entre la usura y el control social”, en Bartolomé YUN (coord.): Estudios sobre capitalismo agrario, crédito e industria en Castilla, siglos XIX y XX, Salamanca, Junta de Castilla y León, 1991, pp. 289-343; Juan José CASTILLO: Propietarios muy pobres. Sobre la subordinación del pequeño campesino: La Confederación Nacional Católico Agraria 1917-1942, Madrid: Ministerio de Agricultura, 1979; Josefina CUESTA: Sindicalismo católico-agrario en España (1917-1919), Madrid, Narcea, 1978; Samuel GARRIDO: Treballar en comú…; Gloria SANZ: En el campo conservador: organización y movilización de propietarios agrarios en Aragón, 1880-1930, Zaragoza, Prensas Universitarias de Zaragoza, 2005. 20 En 1926, 3.034 de los 5.821 sindicatos agrarios existentes en España estaban asociados a la CNCA (Confederación Nacional Católico Agraria) (Samuel GARRIDO: Treballar en comú…). 21 Daniel LANERO: “Sobre el encuadramiento de los campesinos y la agricultura en el tiempo de los fascismos: una comparación entre nazismo y franquismo”, Ayer, 83 (2011), pp. 53-76; Ana CABANA y Alba DÍAZ-GEADA: “Exploring modernization; agrarian fascim in rural Spain, 1936-1951”, en Lourenzo FERNÁNDEZ-PRIETO, Juan PAN-MONTOJO y Miguel CABO (eds.): Agriculture in the Age of Fascism. 207 Un tema que ha generado también un intenso debate a nivel internacional es el impacto de las cooperativas en el sector agrario. Es bien conocido el ya mencionado caso de las lecherías cooperativas danesas y su importancia en la modernización tecnológica del sector en el país escandinavo, especialmente por la implantación de los separadores de crema, lo que confirió una fuente de ventaja competitiva en el mercado internacional. Además, el éxito de estas entidades también dependía de su orientación hacia los mercados internacionales22. De hecho, Fernández defiende que los países exportadores con un sistema agrario altamente especializado y con elevada productividad son más proclives al éxito del movimiento cooperativo23. En la historiografía española hay una mayor división, con autores optimistas y pesimistas en ese sentido. Martínez Soto considera que las cajas rurales supusieron un avance en el acceso al crédito más barato para los pequeños propietarios, limitando así las redes informales de crédito diseñadas por el entramado oligárquico-caciquil para reforzar su control del mundo agrario24. Otros autores como Arribas consideran que fue un instrumento para la modernización de la agricultura25. Fernández Prieto señala su papel en la difusión de innovaciones entre los pequeños agricultores gallegos26. Y SánchezPérez defiende la idea de que el sindicalismo católico-agrario sirvió a los campesinos para organizarse y defender sus intereses comunes sin incidir las diferencias ideológicas27. A pesar de estas opiniones más optimistas, la mayoría de autores han sido más bien escépticos, considerando que antes de la Guerra Civil este tipo de asociaciones presentaban una escasa solvencia y corta duración28, dedicándose únicamente a la compra de insumos para uso de sus asociados y facilitar crédito. Según Garrido, la nula capacidad de consolidarse y la escasa capitalización fue una característica propia del movimiento en España, a pesar de un marco legislativo favorable que apenas se aplicaba. Además, Authoritarian Technocracy and Rural Modernization, 1922-1945, Turnhout (Bélgica), Brepols, pp. 189217. 22 Ingrid HENRIKSEN: “Avoiding Lock-in:...”.; Ingrid HENRIKSEN; Markus LAMPE y Paul SHARP: “The Role of Technology…”.; Ingrid HENRIKSEN, Morten HVIID, y Paul SHARP: “Law and Peace…”.; Ingrid HENRIKSEN, I. y Kevin H. O’ROURKE: “Incentives, Technology…”. 23 Eva FERNÁNDEZ: “Selling Agricultural Products…”. 24 Ángel Pascual MARTÍNEZ SOTO: “El cooperativismo…”. 25 José María ARRIBAS: “El sindicalismo agrario: un instrumento de modernización de la agricultura”, Historia Social, 4 (1989), pp. 33-52. 26 Lourenzo FERNÁNDEZ PRIETO: “Selección de innovaciones en un agricultura de pequeñas explotaciones. Galicia, 1900-1936. La adopción de trilladoras mecánicas”, Noticiario de Historia Agraria, 14 (1997), pp. 133-163. 27 Elisa J. SÁNCHEZ-PÉREZ: “El asociacionismo como agente modernizador. El Sindicato de Vega de Villalobos (Zamora), 1921-1936”, Historia Agraria, 46 (2008), pp. 47-63. 28 Ángel Pascual MARTÍNEZ SOTO: “El cooperativismo…”. 208 aunque algunos propietarios ayudaron a impulsar este sistema, otros lo miraron con desconfianza o indiferencia, considerando que presentaba más inconvenientes que ventajas, lo que dificultó su expansión29. Otros autores han resaltado su escasa incidencia en ámbitos como la modernización tecnológica o la actividad financiera30. Planas considera que las primeras cámaras agrícolas catalanas tuvieron un alcance muy limitado, con una difusión de conocimientos agronómicos restringida y un escaso desarrollo de los servicios cooperativos (compraventa de abonos químicos), el crédito agrícola o la elaboración industrial31. Esto se produjo por su escasa capacidad económica y la falta de experiencia cooperativa, no logrando captar al pequeño campesinado que era el más necesitado de la acción cooperativa y el cambio técnico. Eran instituciones destinadas a lograr la cohesión social y reforzar el liderazgo de la media y gran propiedad, con su discurso modernizador, más que a desarrollar la labor cooperativa y resolver los problemas de la agricultura, por lo que su impacto fue escaso. Además, tampoco tuvieron mucho éxito en lograr la cohesión social, requisito indispensable para su desarrollo, ya que la conflictividad del momento se vio reflejada en la división del movimiento cooperativo desde un punto de vista ideológico. Esto no ayudó a la consolidación de estas entidades antes de la Guerra Civil, ya que la competencia entre las cooperativas de pequeños propietarios y las católicas supusieron el fracaso general32. O’Rourke alude a este mismo fenómeno para explicar el fracaso de las lecherías cooperativas en Irlanda33. Saumell estudió las cooperativas vitivinícolas de la comarca del Penedés (Barcelona), considerando que este movimiento fue impulsado por la burguesía agraria con el fin de mantener su liderazgo y preservar la realidad socioeconómica preexistente, y no para mejorar las condiciones de vida de los campesinos ni su acceso a la propiedad de la tierra. Tuvieron un escaso impacto social y territorial, unido a su fragilidad económica y la incapacidad de ofrecer adecuados servicios cooperativos a sus socios34. Samuel GARRIDO: Treballar en comú… Pedro CARASA: “El crédito agrario…”. 31 Jordi PLANAS: “Cooperativismo y difusión del cambio técnico en la agricultura. La contribución de las cámaras agrícolas (Cataluña, 1890-1930)”, Historia Agraria, 30 (2003), pp. 87-117. 32 Jordi PLANAS y Francesc VALLS-JUNYET: “Por qué fracasaban las cooperativas agrícolas? Una respuesta a partir del análisis de un núcleo de la Cataluña rabasaire”, Investigaciones de Historia Económica, 7 (2011), pp. 310-321. 33 Kevin O’ROURKE: “Property Rights…”.; Kevin O’ROURKE: “Culture, Conflict…”. 34 Antoni SAUMELL: Viticultura i associacionisme a Catalunya. Els cellers cooperatius del Penedés (1900-1936). Tarragona, Diputació de Tarragona, 2002. 29 30 209 En otros sectores como el cooperativismo citrícola en Valencia o las cooperativas agrarias gallegas, murcianas o navarras no tuvieron un impacto mayor35. La llegada del Franquismo no supuso un mejor funcionamiento de estas entidades, a pesar de su expansión en número gracias a la ayuda estatal. En nuestra investigación sobre el caso de las bodegas cooperativas hemos podido determinar que en España no eran eficientes desde el punto de vista económico-financiero, con una elevada dependencia financiera debido a su excesivo endeudamiento a largo plazo con el Estado. Ese mal funcionamiento se explica por su falta de autonomía y su integración en un sistema corporativo de carácter dictatorial que no supo gestionar el potencial de unas sociedades que acaparaban a una buena parte del sector agrario del país. Sin embargo, esto no ocurrió así en otros países europeos similares a España, como Italia, donde la existencia de sólidas redes en forma de asociaciones ayudó al éxito del cooperativismo36. Cooperativismo y modernización del viñedo: Estudios de caso Importancia y alcance En la Región de Murcia, la comarca del Altiplano de Jumilla-Yecla o el municipio de Bullas se caracterizan por su marcado carácter rural, por encima de la media en una 35 V. ABAD: Cooperativas citrícolas de exportación (1892-1990), Valencia, ANECOOP, 1991; Alberte MARTÍNEZ LÓPEZ: Cooperativismo y transformaciones agrarias en Galicia, 1886-1934, Madrid, MAPA, 1996; Ángel Pascual MARTÍNEZ SOTO: “Cooperativismo y crédito agrario en la Región de Murcia, 1890-1936”, Historia Agraria, 20 (2000), pp. 123-167; Emilio MAJUELO y Ángel PASCUAL: Del catolicismo agrario al cooperativismo empresarial. Setenta y cinco años de la Federación de Cooperativas Navarras, 1910-1985, Madrid, 1991; 36 Tito MENZANI y Vera ZAMAGNI: “Cooperative Networks in the Italian Economy”, Enterprise & Society, 11 (2009), pp. 98-127; Francisco José MEDINA-ALBALADEJO: “Co-operative wineries:…”.; Francisco José MEDINA-ALBALADEJO y Tito MENZANI: “Co-operative Wineries in Italy and Spain in the Second Half of the Twentieth Century: Success or Failure of the Co-operative Business Model?”, Enterprise & Society (DOI: http://dx.doi.org/10.1017/eso.2016.17). 210 región fuertemente especializada en el sector primario hasta mediados del siglo XX. Según datos del censo demográfico de 1950, el 58,9% de la población activa murciana estaba ocupada en la agricultura, porcentaje que se eleva al 70% en las áreas señaladas37. Dentro de la agricultura y la industria alimentaria de la región, el cultivo del viñedo ha constituido históricamente un importante pilar, especialmente en la citada comarca del Altiplano. En 1978 el viñedo ascendía en Jumilla al 67,2% del total de superficie cultivable y al 61,6% en Yecla, por lo que la dependencia de la estructura económica de la zona con respecto a esta actividad parece clara. En el caso del municipio de Bullas su importancia es mucho más reducida, en torno al 20% (Cuadro 2). CUADRO 2. Superficie total, intensidad y porcentaje del viñedo con respecto al total regional en la comarca del Altiplano de Jumilla-Yecla y el municipio de Bullas (Región de Murcia), 1978 Superfic Intensid % ie ad regional 56.515 64,5 83 Jumilla 30.308 67,2 44,5 Yecla 26.207 61,6 38,5 Bullas 1.031 19,4 1,5 68.067 12,3 100 Total Altiplano R. de Murcia Fuente: INSTITUTO NACIONAL DE DENOMINACIONES DE ORIGEN (INDO): Catastro Vitícola y Vinícola. Murcia. Madrid, Ministerio de Agricultura, 1972. En este contexto, el impacto de la existencia de la Cooperativa San Isidro en el viñedo jumillano o la Cooperativa del Rosario en el bullense fue significativo. A principios de los años 40 la entidad jumillana contaba con casi 1.400 socios, los cuales eran todos obligatoriamente del municipio38. Si se tiene en cuenta que, según el censo 37 INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA (INE): Reseña Estadística de la Provincia de Murcia, Madrid, 1962. 38 Fue así hasta que en 1964 se modificaron sus estatutos para permitir la entrada a productores del resto de zonas de la DO Jumilla, que incluye los municipios albacetenses de Albatana, Ontur, Tobarra, Fuente Álamo, Hellín y Montealegre. Aunque es extraño que los viticultores de tales entidades ingresaran en la 211 demográfico de 1950, eran 5.859 las personas activas dedicadas a la agricultura en la localidad, aproximadamente un 25% del total de población agrícola estaba dentro de la cooperativa. En los años 70, el porcentaje de productores vitícolas jumillanos pertenecientes a la cooperativa era casi del 60%, con los más de 2.000 socios de la entidad, lo que muestra la importancia de esta institución en la localidad39. Esta cooperativa controlaba entre unas 18.000 y 20.000 hectáreas en los años 70, o lo que es lo mismo, casi un 72% del promedio de superficie total de viñedo del municipio en el periodo 1970-1985, que son unas 27.949 hectáreas, y más de un 44% del promedio de superficie total de la denominación de origen en el mismo espacio de tiempo, unas 45.063 hectáreas. Durante la segunda mitad del siglo XX la cooperativa jumillana controló casi 3/4 del viñedo total del municipio, y cerca de la mitad de la superficie adscrita a la denominación de origen, lo que muestra la enorme importancia de esta entidad para la zona, acaparando gran parte de la superficie de producción vitícola de la localidad. Esto se refleja en los porcentajes de uva controlada y de producción vínica de la cooperativa con respecto al total de esta área productora, ya que en 1974 sus depósitos supusieron más del 50% del total de la uva producida en la DO, y su producción vínica el 36,3% del total del área y el 60,9% de la amparada bajo la mencionada DO40. El impacto de la entidad bullense era menor en un área más especializada en los frutales, lo que explica el considerable desarrollo de la industria y el cooperativismo conservero en la zona. A pesar de eso, en la DO Bullas la cooperativa engloba prácticamente la totalidad de la superficie adscrita a la denominación de origen hoy día, incluyendo el viñedo de otros municipios como Cehegín, Mula, Caravaca o Lorca, aparte del homónimo de la propia denominación. A principios de los años 50 la cooperativa suponía casi la totalidad de la superficie cultivada y de la uva producida, en torno a un 70% del total con más de 3.000 hectáreas, y englobaba al 80% de los viticultores de la comarca41. Ello es crucial para entender el efecto que tuvo la entidad para el desarrollo agrario de una zona donde el cultivo del viñedo no era mayoritario pero sí importante, entidad jumillana, ya que cada una de estas localidades contaba con su propia cooperativa. Libro de Actas de la Junta General (05/04/1964). Archivo de la Cooperativa de San Isidro (sin catalogar). 39 INSTITUTO NACIONAL DE ESTADÍSTICA (INE): Reseña Estadística de la Provincia de Murcia, Madrid, 1974. 40 Proyecto de ampliación de bodega (1974). Archivo de la Cooperativa San Isidro (sin catalogar); MINISTERIO DE AGRICULTURA: Anuario de Estadística Agraria, Madrid, 1975; MINISTERIO DE AGRICULTURA: Estadística Agraria de Murcia, Madrid, 1975. 41 Libro de Actas de la Junta General. Archivo de la Cooperativa del Rosario (sin catalogar). 212 especialmente debido a que una gran cantidad de asociados poseían explotaciones de cultivo en régimen asociado entre vid y frutales, hecho que explica la creación de una sección de conservas vegetales en la cooperativa. Por tanto, la actividad de estas entidades asociativas tuvo un considerable impacto en la zona productora de las DO Jumilla y Bullas, especialmente en las localidades cabecera de dichas instituciones. Todas aquellas actividades destinadas a la mejora en los sistemas de cultivo del viñedo o en los procesos de elaboración vínica que las entidades introdujeran afectaron al 60-80% de los viticultores y al 70% de la superficie cultivable de viñedo en los municipios mencionados. El impacto que el desarrollo cooperativo tuvo para la actividad rural, y por ende, para toda la economía local de la zona parece significativo. Estructura social El hecho de que la mayor parte del viñedo murciano estuviera integrado en las bodegas cooperativas durante la segunda mitad del siglo XX responde a la propia estructura social de estas entidades, de carácter interclasista, circunstancia que se conformó antes de la Guerra Civil y se intensificó durante el franquismo. La Cooperativa San Isidro de los años 50 estaba integrada por un grupo de medianos propietarios que no llegaba al 7% del total de los socios, pero que controlaba el 30% del total de uva aportada (Gráfico 1-A), y después una mayoría de pequeños y medianos viticultores que aportaban el 70% de la uva que más tarde era transformada en vino. Esta distribución, basada en una masa de pequeños viticultores con menos de diez hectáreas y un pequeño porcentaje de medianos propietarios, es la estructura social que la cooperativa heredó de los años 30, cuando estaba constituida como un sindicato liberal de corte regeneracionista, integrándose la gran propiedad en las entidades asociativas católicas. A mediados de los años 70, como muestra el Gráfico 1 (B), propietarios de mayor entidad se incorporaron a la cooperativa, suponiendo los pequeños viticultores únicamente el 21% de la uva aportada, a pesar de que eran el 57,1% de los socios. 213 GRÁFICO 1. Estructura de la propiedad en las Cooperativas de San Isidro (Jumilla) y del Rosario (Bullas) (% de socios y superficie en hectáreas) A - Cooperativa San Isidro (1955-56) B - Cooperativa San Isidro (1974-75) C - Cooperativa Rosario (1950) D - Cooperativa Rosario (1960) Fuente: Alfredo MORALES GIL: La vid y el vino en la zona de Jumilla. Murcia, Academia Alfonso X el sabio, 1976; Archivo de la Cooperativa del Rosario (sin catalogar). Destaca la presencia de siete socios con fincas de más de 100 hectáreas y 200.000 kilogramos de uva depositados. Sin duda, esta incorporación de algunos medianos y grandes propietarios del municipio muestra como en un principio estos últimos no intervinieron en la formación de los movimientos cooperativos, incorporándose más tardíamente al comprobar los beneficios que reportaban estas entidades en cuanto a precios más remuneradores por la uva. En el caso de la Cooperativa del Rosario la 214 documentación permite trabajar mejor la estructura social de sus socios durante sus primeros momentos de funcionamiento en los años 50. El Gráfico 1 (C) muestra que la estructura social de la cooperativa bullense durante el momento de su fundación también estaba caracterizada por el dominio de la pequeña y mediana propiedad. El 70% de las hectáreas adscritas a la cooperativa, ya sean de viñedo o no, se encontraba en propiedades de más de cinco hectáreas, a pesar de ser únicamente el 37,7% de los asociados. Mientras que más del 62% de éstos tenían menos de cinco hectáreas, agrupando únicamente el 29,8% de la propiedad adscrita, incluido el 5,7% de socios que no poseían parcela alguna. La gran propiedad de la comarca no participó en un primer momento en la constitución de la cooperativa. Era una entidad desigual, que englobaba inicialmente a pequeña y mediana propiedad, y donde una mayoría de pequeños viticultores apenas controlaban un tercio de la propiedad y de la uva depositada. Esta situación se acentuó mucho más tras una década de funcionamiento. A finales de la década de los 50, la estructura social de la cooperativa se había transformado considerablemente, aumentando la desigualdad debido al acceso de la gran propiedad de la zona en las filas cooperativistas. El Gráfico 1 (D) muestra que el 3,6% de los socios en esta época superaban las 50 hectáreas, lo que debieron de ser nuevas entradas, ya que en el anterior registro no existían propietarios que superaban esa superficie. Además, tenían bajo su poder más de la mitad de las aproximadamente 6.000 hectáreas adscritas a la cooperativa, dedicadas a viñedo o no. Mientras que la mediana propiedad vio cómo se redujo su peso al 40% del total de la superficie asociada y del número de socios, y el pequeño viticultor seguía siendo mayoría en número, pero solo controlaba el 8,4% de la tierra. A lo largo de la década de los años 50 se incorporaron 114 socios (de 300 a 414), de los cuales 1/3 fueron pequeños viticultores (menos de cinco hectáreas), un 53,5% medianos propietarios (entre 5 y 50 hectáreas) y un 13,2% poseedores de más de 50 hectáreas, lo que muestra que realmente la mediana y gran propiedad consideró atractivo el sistema cooperativo. En definitiva, una estructura social de carácter interclasista, que favoreció que las actividades llevadas a cabo por las cooperativa impactaran a nivel general en toda la zona, sin centrarse en ningún colectivo en concreto. 215 Mejoras en los sistemas de cultivo y apoyo al socio Las cooperativas analizadas introdujeron métodos industriales a la hora de transformar y revalorizar la uva, a la vez que contribuyeron a la modernización del viñedo mediante la implantación de nuevos sistemas de cultivo de la vid, la mecanización de las labores agrícolas, el uso de abonos artificiales y la plantación de nuevas variedades, sin olvidar su intensa lucha por mejorar la calidad de la uva producida, especialmente a partir de los años 70 y 80, donde la transformación de los gustos hacia vinos de calidad hizo necesaria una mejora en la materia prima. Por ello se establecieron las normas de vendimia, formando al viticultor en las técnicas de cultivo necesarias para que el producto alcanzara la mejor calidad posible. Las cooperativas contribuyeron a trasformar el campo jumillano con la introducción de mejoras en los cultivos y cambiando la mentalidad tradicional de sus viticultores asociados. Además, hizo más rentable un cultivo en clara situación de crisis debido al endémico problema de la sobreproducción, mediante la revalorización del producto que una vez transformado y embotellado adquiere un mayor valor añadido. Esto fue así especialmente durante los años de expansión del movimiento cooperativista en la zona, la época del desarrollismo económico español, erigiéndose como las principales empresas del sector en la zona de Jumilla, Yecla o Bullas42. Las cooperativas ayudaron a la modernización del viñedo y del sector agrícola en general de la zona mediante las diferentes secciones creadas. Por ejemplo, en la Cooperativa San Isidro existía una sección almazara, que ofrecía el servicio de molturación de la aceituna y extracción de aceite a aquellos socios que albergaran olivos en sus explotaciones agrícolas. Esta sección producía durante los años 60 unos 150.000 litros de aceite anuales, manteniéndose aún hasta la actualidad. Otras secciones que ayudaron a mejorar la rentabilidad de la agricultura de sus asociados y de la zona fue la del Molino de Piensos, que aunque tuvo un impacto limitado43, permitía la molturación de cereales destinada a la alimentación del ganado de los asociados. También destaca la existencia de una caja rural, que concedía a los socios créditos de campaña para su 42 Francisco J. MEDINA-ALBALADEJO: Cooperativismo y sector vitivinícola en España durante la segunda mitad del siglo XX, Tesis doctoral, Universitat Autònoma de Barcelona, 2011. 43 Unos 100.000 kilos durante los años 60, aunque en la década siguiente quedo prácticamente inoperativa, siendo mantenida por su función como servicio a los socios y para regular precios, evitando que los comerciantes los elevaran. Archivo de la Cooperativa San Isidro (sin catalogar). 216 subsistencia hasta la práctica de las liquidaciones, así como la preparación y puesta en cultivo de sus terrenos para la vendimia del año siguiente, sin olvidar que facilitaba la financiación para la compra de maquinaria. Esta sección apenas tuvo incidencia hasta los años 50, pero en las dos décadas siguientes si supuso un impacto considerable en la mejora de la agricultura de la zona. Dentro de los servicios que la cooperativa ofrecía al campo jumillano, sobresalen las secciones de maquinaria (tractores y compresores) y abonos. La primera favoreció la mecanización del viñedo de la zona mediante un servicio de tractores que se ofrecía a los socios, y con una serie de maquinaría propia que era alquilada por la cooperativa a las personas que lo solicitaran. La sección funcionó hasta que en 1964 se decide su disolución por la abundancia de esta maquinaría en la comarca, mostrando el impacto de la cooperativa en el proceso de modernización del sector agrícola de la zona. También ayudaba al cooperativista a adquirir la maquinaria necesaria mediante créditos otorgados por la sección caja rural, o facilitando la concesión de préstamos a bajo interés por parte de la Caja Rural Provincial. Otro parte importante de esta sección era la de compresores, disponible para aquellos socios que la necesitasen, y que al parecer era una de los servicios que mejor funcionaban y que más beneficios reportaba a la entidad44. En cuanto a otros inputs como los fertilizantes químicos, resaltar la importante labor de la cooperativa en la difusión de este tipo de mejora en el campo jumillano. Según los datos ofrecidos por el Instituto Nacional de Estadística, en la campaña 1958-59 se utilizaron en el término municipal de Jumilla 253.200 kilogramos de abonos artificiales (Cuadro 3). Cuatro años después, únicamente la cooperativa había facilitado a sus asociados casi medio millón de kilogramos, por lo que no sería aventurado afirmar que una buena parte de los abonos utilizados en el campo jumillano durante esos años podría haber sido facilitada a través de la cooperativa. Además, en 1975 el municipio de Jumilla era el segundo donde más abonadoras se utilizaban de toda la Región de Murcia, detrás del de Lorca, con 180 ejemplares que suponían el 18,8% del total de herramientas de este tipo existentes en la provincia45. Ello a pesar de los problemas de almacenaje que sufría esta sección, que limitaban claramente la expansión de la mencionada labor de difusión de fertilizantes. Este sistema también permitía regular las cotizaciones de estos productos en la localidad, ya que los comerciantes retenían las subidas ante los bajos precios 44 45 Libro de actas de la Asamblea General, Archivo de la Cooperativa San Isidro (sin catalogar). MINISTERIO DE AGRICULTURA: Estadística Agraria de Murcia. 217 ofrecidos por la cooperativa, de hecho, cuando la sección comenzó a no ser operativa por la falta de capacidad de almacenaje se mantuvo únicamente como medida para regular tales subidas46. CUADRO 3. Comparativa de abonos totales utilizados en el municipio de Jumilla y los facilitados por la cooperativa San Isidro, 1958/59-1962/63 (kilogramos) Total Jumilla 1958-59 Cooperativa 196263 38.150 323.973 Azufres s.d. 15.548 Amoniacales s.d. 32.247 Nitrogenados 212.550 49.314 Potasas 2.500 45.025 TOTAL 253.200 466.107 Superfosfatos Fuente: INE, Reseña Estadística de la Provincia de Murcia; Memoria anual 1962-63. Archivo de la Cooperativa San Isidro (sin catalogar). La actividad de la Cooperativa San Isidro supuso un proceso de mejora y modernización de la actividad agrícola, ya que englobaba una buena proporción del viñedo de la zona y del sector agrícola jumillano, por lo que las acciones emprendidas tenían un gran impacto económico en la zona, suponiendo la renovación de los procesos productivos, tanto de los sistemas de cultivo del viñedo como en la elaboración vínica de la uva. Esta cooperativa incentivó y facilitó la modernización de las explotaciones agrícolas, sin olvidar que consiguió aumentar su rentabilidad gracias al pago de precios más remuneradores y la aplicación de procesos industriales a la transformación de producto, que le conferían un valor añadido mucho mayor. Además, permitió el acceso a la moderna tecnología de elaboración vínica, consiguiendo economías de escala y la consecuente reducción de los costes de producción, así como la adopción de políticas de comercialización que supusieron una mejor posición negociadora a la hora de acceder a unos mercados cada vez más competitivos. 46 Libro de actas de la Asamblea General, Archivo de la Cooperativa San Isidro (sin catalogar). 218 Especialmente importante es la percepción de unos precios más remuneradores por la uva depositada por los socios que los conseguidos en el mercado, lo que es un factor crucial para entender la incorporación de los viticultores a estas entidades y como ayudaron a que la vitivinicultura fuera una actividad rentable en la zona. En el caso de la Cooperativa de San Isidro se puede observar en el Gráfico 2, donde se aprecia que en la mayoría de años los precios del mercado estaban por debajo de los establecidos por la entidad, y como será esta institución la que marque tales cantidades a pagar por el kilogramo de uva, siguiendo los bodegueros los precios establecidos con el fin de poder competir con ella en la adquisición de materia prima a los viticultores. De los 29 años analizados en este gráfico, en 20 los precios de la cooperativa superaban a los del mercado. GRÁFICO 2. Evolución comparativa de los precios reales de la uva en la Cooperativa San Isidro (Jumilla, Murcia) y el mercado local, 1946-1974 (pesetas constantes 1995, por kilogramo) 219 90 80 70 60 50 40 30 20 10 19 46 19 47 19 48 19 49 19 50 19 51 19 52 19 53 19 54 19 55 19 56 19 57 19 58 19 59 19 60 19 61 19 62 19 63 19 64 19 65 19 66 19 67 19 68 19 69 19 70 19 71 19 72 19 73 19 74 0 Cooperativa Mercado Fuente: Informes de liquidación de campaña. Archivo de la Cooperativa San Isidro (sin catalogar); Alfredo MORALES GIL: La vid y el vino…; Deflactor implícito del PIB agrario (Albert CARRERAS y Xavier TAFUNELL (coords.): Estadísticas Históricas de España. Siglos XIX – XX, Bilbao, Fundación BBVA, 2005, pp. 1357-1358). La cooperativa fue la gran empresa del municipio, lo demuestran hechos como que esta entidad fuera la que consiguiera que Jumilla fuera declarada “Zona de Preferente Localización Agraria” en 1976 sin ninguna ayuda externa47. La Cooperativa de San Isidro fue decisiva a la hora de conformar las características actuales de una de las zonas vitivinícolas con más pujanza en el conjunto del país hoy día. En el caso de la Cooperativa del Rosario decir que no solo mejoró las condiciones del cultivo del viñedo en la comarca, al igual que la de San Isidro, sino que también creó una sección de conservas vegetales en una zona de mayor especialización frutera, con la construcción de una fábrica con capacidad para procesar más de 3 millones de kilogramos de fruta destinadas prácticamente en su totalidad a la exportación. Esta sección funcionó de manera irregular durante 20 años, pero revalorizó un producto que se estaba vendiendo en el mercado a bajos precios, y permitió el acceso a la moderna tecnología, a las ayudas 47 Libro de Actas de la Junta General (11/04/1976). Archivo de la Cooperativa San Isidro (sin catalogar). 220 estatales y a las redes de comercialización internacionales. En esta comarca se desarrolló un fuerte cooperativismo conservero48. En el tramo final del siglo XX, la cooperativa se erigió como la auténtica garante de la denominación de origen conseguida en 1994 para la comarca, con todos los beneficios que eso supone para el desarrollo agrario de las zonas de viñedo49. La cooperativa se convirtió en agente activo para la consecución de una calificación que suponía la oportunidad de mejorar la calidad de los caldos y la imagen de la producción de la comarca, así como la posibilidad de aumentar ventas con un mayor valor añadido, exportaciones o la consecución de subvenciones oficiales. En este caso también debe ser destacado que, excepto en sus dos primeros años de funcionamiento, los precios de liquidación en la Cooperativa del Rosario eran considerablemente superiores a los que se pagaban en el mercado local y provincial (Cuadro 4). CUADRO 4. Evolución comparativa de los precios corrientes de la uva en la Cooperativa del Rosario (Bullas, Murcia) y los mercados local y provincial, 1952-1961 (pesetas por kilogramo) 1952 1953 1954 1955 1956 1957 1958 1959 1960 1961 Cooperativa 1,54 1,27 1,57 1,99 2,19 3,59 3,74 4,00 4,01 4,02 Mercado 1,70 1,45 0,95 1,30 1,40 1,80 2,00 3,00 3,00 2,17 1,81 1,15 1,42 1,77 1,86 2,54 3,17 2,98 2,81 2,79 local Mercado provincial Fuente: Informes de liquidación de campaña. Archivo de la Cooperativa del Rosario (sin catalogar); MINISTERIO DE AGRICULTURA, Anuario de Estadística Agraria. 48 José Miguel MARTÍNEZ CARRIÓN: Historia Económica de la Región de Murcia. Murcia, Editora Regional de Murcia, 2002. 49 En otras zonas de España se conocen situaciones parecidas, como el caso de la Cooperativa Ribera del Duero (actual Bodegas Protos) a la hora de obtener esa zona de Castilla y León la calificación de denominación de origen a principios de los 80. Elena MONTOYA: La Ribera del Duero burgalesa. El vino y su denominación de origen, Burgos, Diputación Provincial, 2006. 221 Mejoras en la producción En el ámbito de la producción, las cooperativas supusieron la industrialización y la integración vertical del sector vinícola en España50. Los viticultores asociados pasaron de producir su vino artesanalmente a hacerlo en grande bodegas industriales, con acceso a tecnología, un mayor valor añadido de su producto y con economías de escala 51. Este hecho generó que durante los años 50, 60 y 70 cada vez fueran más el número de socios que quisieron incorporarse a las cooperativas, depositando más y más uva, y creciendo una producción de vino. Las cooperativas elaboraban un producto que se adaptaba bien al gusto del consumidor, que no demandaba vinos de gran calidad sino caldos de mesa de elevada gradación. Esto hizo que estas entidades se especializaran en vino de mesa a granel, producido a partir de uvas procedentes de los depósitos de sus socios, existiendo un problema de descontrol de la materia prima que después se elaboraba. La tecnología consiguió homogeneizar el producto a pesar de esta diversidad de procedencias, adaptándose bien a los gustos locales del momento52. A partir de la década de los años 70 el consumidor español y mundial cambió sus gustos con respecto a este producto, pasando a demandarse un caldo de calidad, natural, de baja gradación y varietal. Estos cambios en las preferencias y hábitos del consumo supusieron toda una encrucijada para el modelo cooperativista, de carácter productivista y poco orientado al mercado53. Este cambio en la producción exigía un mayor control sobre los procesos de cultivo y elaboración de un producto que presenta grandes sensibilidades a las condiciones en que se ha desarrollado. Las bodegas privadas que apostaron por la calidad comenzaron a suministrarse mediante viñedos propios, sometidos a un minucioso control, o a comprar uva en el mercado estrictamente seleccionada. Pero el sistema cooperativista obliga a aceptar la materia prima cultivada por sus socios en todos los casos, escapando 50 Juan PAN-MONTOJO: La bodega del mundo. La vid y el vino en España (1800-1936), Madrid, Alianza, 1994. 51 Ver Juan PIQUERAS: “El viñedo español entre 1940 y 1990. Medio siglo de cambios hacia la modernización, la calidad y la eliminación de los excedentes”, en Alfredo GIL OLCINA (ed.), Medio siglo de agricultura en España. Alicante, Instituto de Geografía de la Universidad de Alicante, 1992, pp. 85-114; Antoni SAUMELL: “El cooperativisme vitivinícola i els processos de modernització agrària al Penedès (1960-2002)”, Recerques, 49 (2004), pp. 97-132. 52 Francisco J. MEDINA-ALBALADEJO: Cooperativismo y sector… 53 José Miguel MARTÍNEZ-CARRIÓN y Francisco J. MEDINA-ALBALADEJO: “Change and development in the Spanish wine sector, 1950-2009”, Journal of Wine Research, 21, 1 (2010), pp. 77-95. 222 muchas veces los procesos de cultivo al control que requiere la elaboración de vinos de calidad. Ante esta clara desventaja, intrínseca al sistema, las cooperativas comenzaron a establecer normas de vendimia elaboradas por sus enólogos con el fin de imponer unos criterios mínimos que los viticultores debían cumplir, amenazando con sanciones a aquellos que no lo hicieran. Ello les permitía adquirir una más adecuada materia prima, que mejorara la calidad de los caldos, y así competir con más posibilidades en un mercado donde el consumo empezaba a decrecer año tras año. También se instauró la selección de la uva por calidades54. Estas medidas no resolvieron el problema por completo pero al menos supusieron una mejora en la calidad del producto final55. Una muestra de estos intentos de las cooperativas para adaptar paulatinamente su producción a las nuevas condiciones del mercado fue el descenso del grado baumé medio de las uvas56 gracias a la imposición por parte de los técnicos de una vendimia más temprana57, y que después se transformaba en un menor grado alcohólico de los caldos en unas empresas tradicionalmente productoras de vinos con elevada gradación. Este hecho se refleja en el Gráfico 3, donde se aprecia fehacientemente que el grado baumé medio de las uvas depositadas en las cooperativas analizadas tiene una tendencia decreciente a lo largo de toda la segunda mitad del siglo XX. 54 A mediados de los años 90, el total de las 12 bodegas cooperativas riojanas analizadas por un estudio sobre el sector declararon realizar análisis enológicos y controles previos a la cosecha de sus asociados (A. Salvador Ruiz, et al.: Orígenes y situación económico-social de las sociedades cooperativas vitivinícolas de la Rioja Alta. Logroño, Universidad de la Rioja, 1998, pp. 29-30). 55 Actas de la Junta General Ordinaria. Archivos Cooperativa Agro-vinícola Nuestra Señora del Rosario y de Cooperativa San Isidro (sin catalogar). 56 Unidad de medida del nivel de azúcares de la uva, que tras el proceso de fermentación determinara el grado alcohólico del vino. 57 Debido a que una recogida más tardía supone la maduración del fruto, generando más azúcares, que en el proceso de fermentación se convierten en mayor nivel de grado alcohólico. Si la vendimia es más temprana el grado baumé de la uva será menor, y el grado alcohólico también. Esto será así hasta la adopción de los sistemas de fermentación por frío por parte estas entidades, que mediante la regulación de la temperatura permiten una fermentación controlada, consiguiendo el nivel alcohólico deseado independientemente del nivel de azúcares de la uva. Actas de la Junta General Ordinaria. Archivos Cooperativa Agro-vinícola Nuestra Señora del Rosario y Cooperativa San Isidro (sin catalogar). 223 GRÁFICO 3. Evolución del grado baumé medio de la uva depositada por los socios en diversas cooperativas españolas*, 1940-2007. Medias Móviles (5) 16 15,5 15 14,5 14 13,5 13 12,5 12 11,5 19 40 19 43 19 46 19 49 19 52 19 55 19 58 19 61 19 64 19 67 19 70 19 73 19 76 19 79 19 82 19 85 19 88 19 91 19 94 19 97 20 00 20 03 20 06 11 Grado Baumé Medias Móviles (5) *: Cooperativa San Isidro (Jumilla, Murcia); Cooperativa del Rosario (Bullas, Murcia); Cooperativa Virgen de las Viñas (Tomelloso, Ciudad Real); Cooperativa de Pinoso (Alicante); Cooperativa Sant Isidre (Nulles, Tarragona); Sindicato Agrícola de Valls (Tarragona). Fuente: Informes de liquidación de campaña. Archivo Cooperativa San Isidro (sin catalogar); Informes de liquidación de campaña. Archivo Cooperativa del Rosario (sin catalogar); Informes de liquidación de campaña y Actas de la Asamblea General. Archivo Cooperativa de Pinoso (sin catalogar); Estadística de cosecha. Archivo de la Cooperativa Virgen de las Viñas (sin catalogar); Antoni GAVALDÁ: L’associacionisme agrari a Catalunya (el model de la Societat Agrícola de Valls: 1888-1988), 2 vols., Valls, Institut d’Estudis Vallencs, 1989; Antoni GAVALDÁ y Joan SANTESMASES: Història econòmico-social de les cooperatives agrícolas de Nulles (19171992), Valls, 1993. Las entidades llevaron a cabo el proceso de adaptación necesario para obtener vinos más acordes con el gusto del consumidor. Ya no se valoraba de igual forma el elevado nivel de grado alcohólico del vino, tradicionalmente símbolo de calidad entre los consumidores. De hecho, en las cooperativas estudiadas se clasificaba la uva según su más o menos elevado grado baumé, y no por otras cualidades. A partir de finales de los años 70 ya no será así, siendo los enólogos los que dirijan vendimia y producción con el fin de poder competir en el mercado. En la actualidad, la cooperativa del Rosario 224 considera que la uva que sobrepase los 14º baumé ya no podrá ser considerada de primera calidad, mientras que en 1966 el mínimo exigido eran los mismos 14º que hoy día se rechazan58. Conclusiones En este trabajo se ha pretendido comprobar el impacto de las cooperativas agrarias en el mundo rural durante el franquismo mediante un análisis de caso de dos bodegas cooperativas murcianas y su impacto en el viñedo donde desarrollaban su actividad. Todo ello con el fin de ver si ayudaron al desarrollo y la transformación socioeconómica de dichas comarcas. Tras revisar la literatura y ver que la mayor parte de los autores españoles que han estudiado el tema tiene una visión pesimista del impacto de las cooperativas agrarias en el mundo rural antes de la Guerra Civil, se ha podido comprobar que durante el despegue del cooperativismo durante las décadas siguientes estas entidades tenían un alcance muy significativo ya que englobaban a la mayor parte de los viticultores de la zona. Funcionaban de manera ineficiente, como se ha podido comprobar en otras investigaciones, pero las actividades desarrolladas dejaban una intensa huella debido a la importancia de estas entidades en el viñedo donde se circunscribían. Además, al presentar una estructura social de carácter interclasista, dicho impacto tenía efecto a nivel general en toda la zona, no centrándose en ningún colectivo en concreto. Las bodegas cooperativas analizadas contribuyeron a la modernización del viñedo e introdujeron nuevos métodos industriales en la producción de vino. En el primer aspecto ayudaron a implantar la Revolución Verde en la zona, al facilitar la mecanización de las labores agrícolas y la difusión de abonos artificiales y fertilizantes químicos. Al mismo tiempo adaptaron el sistema de cultivo en función de la demanda, orientando su actividad al mercado mediante la plantación de nuevas variedades y el establecimiento de normas de vendimia con el fin de mejorar la calidad de la materia prima. Además, se convirtieron en mecanismos de transmisión del conocimiento, ayudado a la difusión de las nuevas técnicas entre sus asociados y el general de los viticultores de las comarcas analizadas. 58 Actas de la Junta General Ordinaria. Archivo Cooperativa Agro-vinícola Nuestra Señora del Rosario (sin catalogar). 225 En el ámbito productivo permitieron que se aplicaran los métodos industriales, evitando así la barrera de entrada que suponía la elevada inversión inicial. Todo ello sin olvidar que contribuyeron a hacer más rentable la actividad vitivinícola al pagar precios más remuneradores por la uva depositada de los que ofrecía el mercado, ayudando así a fijar la población en zonas con escasa alternativas económicas a la actividad agraria durante los años del desarrollismo. 226 Matrices Ambientales-Decoloniales para el estudio de los conflictos rurales en España. Praxis de la resistencia en el Sur Mediterráneo1 Antonio Ortega Santos 2 Universidad de Granada Introducción. Utillajes Decoloniales para la Historia Ambiental. Los nuevos estudios sobre el territorio nos obligan a repensar de forma crítica y decolonial muchos de los procesos de desarrollo concebidos como positivos desde la ciencia occidental. Estos nuevos enfoques han sido bien descritos Magnaghi 3al apostar por una multiplicidad de enfoques aplicados desde el impacto de los modelos de desarrollo económico: enfoque funcionalista o la eco-compatibilidad del desarrollo económico, enfoque ambientalista o biocéntrico y enfoque territorialista o antropo-biocéntrico. Desarrollo, crecimiento, progreso, bienestar y felicidad son oxímoron, utopías que han guidado al modelo capitalistas con ausencia de cuestionamiento e impregnadas de lógicas 1 La investigación que ha dado lugar a estos resultados ha recibido financiación del Séptimo Programa Marco de la Unión Europea (FP7/20014-2017) en virtud del acuerdo de subvención nº613265 y del Proyecto I+D Naturaleza Gobernada. Un Enfoque ecológico, institucioknal y Cultural del manejo comunitario de recursos (Siglos XIII-XXI) bajo la coordinación del profesor José Manuel Lana Berasain, HAR2015-64076-P. 2 Antonio Ortega Santos, Profesor Titular de Historia Contemporánea, Departamento Historia Contemporánea, Facultad de Filosofía y Letras, Campus de Cartuja s/n. 18071. Email: [email protected]. Investigador Responsable del Grupo PAI Investigador Responsable HUM 952 RESPARTO (Red Estudios sobre Sustentabilidad, Patrimonio y Territorio). 3 Alberto MAGNAGHI (2011). El proyecto local. Hacia una conciencia del lugar. Barcelona: Edicions UPC. 227 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | carentes de reflexión que legitiman históricamente la depredación de la naturaleza a manos de un sistema antrópico de ciencia y poder. En el caso del «enfoque de la eco-compatibilidad del desarrollo económico», la cuestión es obvia, la marginalidad atribuida a la cuestión ambiental permite considerarla en un rango marginal para el funcionamiento metabólico del sistema socioeconómico, «al final de la tubería» 4. Pero en la Modernidad, los saberes se han construido desde una superioridad epistemólógica de la ciencia occidental, que se ha autolegitimado como una colonialidad epistemológica que reside en muchos de los parámetros y propuestas de la historia ambiental también, visiones economicistas que internalizan las externalidades del modelo sin ejercer el más mínimo cuestionamiento sobre la desigualdad socioambiental que se genera, ganadores-perdedores del sistema que permite su continuidad histórica. No existe reflexión sobre formas de poder y colonialidad del saber y del ser territorial (Farres, 2013). Los saberes científicos emergen como los únicos capaces de desentrañar las lógicas inherentes a la convivencia entre recursos naturales y sociedades humanas, aunque así se convierten en una herramienta más eficaz para la marginalidad o supresiónecocidio de los saberes tradicionales. Objetivizada la naturaleza como objeto de explotación, pasiva ante los deseos de las sociedad humanas, se legitiman formas de poder y conocimiento territorial ecocidas. El «enfoque ambientalista» ubica la sostenibilidad como un problema de interacción recíproca entre la ocupación antrópica y el ambiente, entendiendo éste como sistema natural (biosfera, geosfera, hidrosfera, fauna flora…) cuyas leyes de reproducción deben ser respetadas. Esto no implica la superación de un enfoque dicotómico, parcial no holístico para el entendimiento de las relaciones seres humanos-recursos naturales. El propio concepto recursos ya supone una sublimación de los procesos de la naturaleza, otorgando una utilidad marginal al mismo para con los requerimiento del sistema capitalista. Ello no impide que en este enfoque exista «una visión ecosistémica unitaria en la que todo el territorio (incluido el urbano) es tratado como neoecosistema para optimizar la reproductividad de los sistemas ambientales y de las redes ecológicas»5. La colonialidad del saber territorial está en que restringimos usos humanos para “sustentar” un nivel de continuidad del agroecosistema, limitamos el antropocentrismo para habilitar 4 Alberto MAGNAGHI, El Proyecto Local, pp. 85 Alberto MAGNAGHI (1989). “Da metropolis a ecopolis: elementi per un progetto per la città ecologica” en M. MANZONI (ed): Etica e metropoli. Milán: Guerini, Alberto Magnaghi (2001). “Rappresentare i luoghi, metodi e tecniche. Florecia: Alinea 186. 5 228 un biocentrismo regenerador que no implica ningún rango crítico radical al sistema socioeconómico determinante de la degradación ambiental. Por último, si adoptamos un «enfoque territorialista» ubicamos el debate colocando en el centro el territorio como suma dialógica de las lógicas humanas y naturales, focalizamos la atención sobre el “ambiente humano” dentro del concepto de “neoecosistema”. Según Magnaghi, «territorio» designa como referente de la sostenibilidad en vez del «ambiente natural». El camino a la sostenibilidad estaría marcado por: «la evaluación de las acciones y de los proyectos de superación de la degradación ambiental, no mediante la búsqueda de una optimización abstracta de los equilibrios de la naturaleza, sino evaluando la acción ambiental en relación con los efectos sobre la calidad de la ciudad, de los ambientes humanos, del paisaje, de los procesos de autodeterminación de las comunidades, y viceversa»6 A diferencia de los otros, el enfoque territorialista sí contribuye a la descolonización territorial porque apuesta tanto a la «descolonización del poder» como a la «descolonización del ser» y la «descolonización del saber». Otras formas de hacer política, que genera espacios ampliados de gobernanza, de incorporación de actores sociales ubicados en la marginalidad del sistema –igualdad social, de clase, de género, de identidad- mediante la apertura de procesos participativos, todas ellas palancas hacia la descolonización del poder territorial. El interés en la búsqueda de un poblamiento humano orientado a la autosostenibilidad y apuntando contra el modelo de «ser» moderno/capitalista/consumista, fomenta otras concepciones del ser territorial. Y apunta a la descolonización del saber territorial cuando maneja un concepto de «territorio» que es transdisciplinario y sistémico y rompe las estructuras arbóreas del conocimiento. Estamos ante un sistema relacional de formación de sistemas de coevolucion social en el que el “neoecosistema” es un «organismo vivo de alta complejidad» compuesto por lugares «dotados de identidad, historia, carácter, y de una estructura de larga duración que conforman las “tipologías” y las individualidades territoriales y urbanas». Es decir, «es cuidado, es nutrido, tiene una madurez, una vejez, una muerte y un renacimiento propios»; es un organismo que «tiene un carácter, una personalidad y una identidad perceptibles en los elementos y en la morfología del paisaje»; un producto histórico «de largos procesos de coevolución entre el poblamiento humano y el ambiente, la naturaleza 6 Alberto MAGNAGHI. El Proyecto Local, pp. 95. 229 y la cultura; (...) el éxito de la transformación del ambiente a través de sucesivos ciclos de civilización estratificados» 7. Este es un reto de futuro, de sabiduría social emergente e instituyente que contrasta con la realidad de un modelo civilizatorio capitalista en el que el territorio está progresivamente liberado del territorio, en cuanto que insignificante, plagado de contaminación y residuos que lo convierten en un espacio nauseabundo y moribundo . A ello ha colaborado las funciones metabólicas de los sistemas urbanos en los que la globalización impone una «desterritorialización de la metrópoli», esto es: «(una) estructura urbana con un carácter fuertemente disipativo y entrópico; sin confines físicos ni límites al crecimiento; desequilibrante y fuertemente jerarquizante; homologante del territorio que ocupa; ecocatastrófica; devaluadora de las cualidades individuales de los lugares; privada de calidad estética; y reduccionista en cuanto a los modelos de vida» 8 . Sociedad de Consumo de masas, fordismo productivo y social son caras de esa moneda reduccionista, “homo economicus” que reemplaza las lógicas de discurso y diálogo del individuo con la región por un progresivo proceso de liberación del territorio, respecto a aquellos procesos históricos de larga duración, para utilizarlo como mero soporte técnico de actividades y funciones económicas cada vez más independientes de las relaciones con el lugar y sus calidades ambientales, culturales e identitarias (« con la presunción de construir una segunda naturaleza artificial» 9. De igual forma que se libera territorio, se liberan culturas, identidades, saberes . Según Magnaghi, dos características son comunes a ambas “liberaciones”: la descontextualización y la degradación. La primera «evidencia la destrucción de las identidades paisajísticas” a través de la ruptura de las relaciones entre las nuevas formas del poblamiento y los lugares. Entendiendo el paisaje desde parámetros estructuralistas, la pérdida del diálogo biocultural entre seres humanos y naturaleza simplifica, de forma reduccionista, el espacio y el territorio, constituye un acto de “interrupción del paisaje” en cuanto expresión de la identidad del lugar.» La segunda, precisa, se refiere tanto a la degradación del ambiente («ruptura de los equilibrios ambientales debida a la pérdida de la sabiduría ambiental y el abandono de su cuidado por parte de la comunidad allí asentada»), como a la exclusión social («inducida por el empeoramiento de las condiciones de vida de las 7 Alberto MAGNAGHI, El Proyecto Local, pp. 74 Alberto MAGNAGHI, “Da Metrópoli…” pp. 115. 9 Alberto MAGNAGHI, El Proyecto Local, pp. 55-68 8 230 categorías sociales más pobres»); e incluso, «a los efectos del desarraigo y de la movilidad geográfica que han inducido pérdidas de la identidad». El resto es reterritorializar el territorio con mejores y más sustentables modelos de poblamiento, reconstruir espacios devastados y contaminados por la presencia humana, revisar la dimensión de la ciudad como espacio productivo de saberes, haceres y productos socioambientales, lejos de lo tecnocrático. Implica una visión nueva que nos conduzca a la autosostenibilidad del sistema territorial local, «poniendo en relación virtuosa y sinérgica la producción de valor territorial añadido (sostenibilidad económica) con el aumento de la capacidad de autogobierno (sostenibilidad política), el crecimiento en complejidad e integración del sistema decisional (sostenibilidad social), y con la implementación de reglas de ocupación y de producción que generen nuevos equilibrios ambientales (sostenibilidad ambiental)» 10 Fenómeno de la Colonialidad Global. Notas para inducir el trabajo epistémico. Este recorrido y apuesta por el futuro del territorio nos obliga a un ejercicio epistémico nuevo desde la historiografía occidental. Superar el colonialismo científico , superando la modernidad como programa intelectual en cuanto que legitimante de un único camino hacia la consecución de los beneficios del desarrollo y del crecimiento (liberal-monetario). Esa postura, de primacía hegemónica del discurso de la mondernidad, no sólo perpetúa la hegemonía del discurso sobre la superioridad de la civilización occidental sino que responde a un proceso de reconfiguración de las estrategias de dominación colonial, una colonialidad global. Para comprenderlo se ha de tener claro que «colonialismo» y «colonialidad» no son lo mismo. Como indica el colombiano Aníbal Quijano 11, mientras 10 Alberto MAGNAGHI, El Proyecto Local pp.. 96-106 Anibal QUIJANO (1991) “Colonialidad y modernidad/racionalidad”. Perú indígena, 29, pp. 11-20. Anibal QUIJANO e Inmanuel WALLERSTEIN (1992). “Americanity as a Concept, or the Americas in the Modern World-System”. International Social Science Journal, 44. Anibal QUIJANO (1999), “Colonialidad del poder, cultura y conocimiento en América Latina” en Santiago CASTRO-GÓMEZ, Oscar GUARDIOLA-RIVERA y Carmen MILLÁN DE BENAVIDES (eds.). Pensar (en) los intersticios. Teoría y práctica de la crítica poscolonial. Bogotá: Instituto Pensar, Pontifi cia Universidad Javeriana, pp. 99-109 Anibal QUIJANO (2000). “Colonialidad del poder, eurocentrismo y América Latina” en Edgardo LANDER (ed.). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas . Buenos Aires, Clacso, pp. 201-245. Anibal QUIJANO (2001). “Globalización, colonialidad y democracia”. En Instituto de Altos Estudios Diplomáticos en Pedro GUAL (ed.). Tendencias básicas de 11 231 «colonialismo» denota una relación política y económica en la que la soberanía de una nación o pueblo descansa en el poder de otra nación, lo que convierte a esta última en imperio; «colonialidad» refiere a un conjunto de patrones de poder de larga duración que emergieron con el colonialismo pero definen la cultura, las relaciones intersubjetivas, la distribución del trabajo y la producción de conocimientos más allá de los estrictos límites de las administraciones coloniales. Sobre esas diferencias Grosfoguel apunta12: «El colonialismo es más antiguo que la colonialidad (…) Lo nuevo en el mundo moderno-colonial es que la justificación de dicha dominación y explotación colonial pasa por la articulación de un discurso racial acerca de la inferioridad del pueblo conquistado y la superioridad del conquistador» Sobre esto agrega el filósofo puertorriqueño Nelson Maldonado Torres 13 que la colonialidad «se mantiene tan viva en los libros, en los criterios para el desempeño académico, en los patrones culturales, el sentido común, la auto-representación de las personas, las aspiraciones del ‘yo’ y tantos otros aspectos de la experiencia moderna que, como sujetos modernos, «respiramos colonialidad todo el tiempo y cada día». Por su parte Santiago Castro-Gómez 14 señala que el discurso hegemónico del modelo civilizatorio se articula a través de una estructura triangular entre la «colonialidad del saber», la «colonialidad del poder», y la «colonialidad del ser». Por ello es necesario descolonizar esas tres esferas. Visto así, los procesos de descolonización política por los que han pasado los países del «Sur Global» no agotan la problemática de la colonialidad existente. Esta es la esencia de la crítica decolonial o perspectiva de la modernidad/colonialidad, que se ha ido conformando a partir de las críticas que desde la noción «colonialidad del poder» hizo Aníbal Quijano 15 a la «teoría del sistema mundo nuestra época: globalización y democracia. Caracas: Instituto de Altos Estudios Diplomáticos Pedro Gual. 12 Ramón GROSFOGUEL (2008). “Del imperialismo de Lenin al Imperio de Hardt y Negri: «fases superiores» del eurocentrismo”, Universitas Humanística, no.65, pp. 15-26. 13 Nelson MALDONADO TORRES (2007) “Sobre la colonialidad del ser: contribuciones al desarrollo de un concepto”, en Santiago CASTRO-GÓMEZ y Ramón GROSFOGUEl (eds). El giro decolonial. Reflexiones para una diversidad epistémico más allá del capitalismo global, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana-Instituto Pensar / Universidad Central / Siglo del Hombre, pp 127-168. 14 Santiago CASTRO-GÓMEZ y Ramón GROSFOGUEL (comp.) (2007): El giro decolonial: reflexiones para una diversidad epistémica más allá del capitalismo global. Bogotá: Siglo del Hombre Editores; Universidad Central, Instituto de Estudios Sociales Contemporáneos y Pontificia Universidad Javeriana, Instituto Pensar. Santiago CASTRO-GÓMEZ (2007a): “Decolonizar la Universidad. La hybris del punto cero y el diálogo de saberes” en Santiago CASTRO-GÓMEZ, y Ramón GROSFOGUEL (comp.). El giro decolonial, pp. 79-91 44. 15 Anibal QUIJANO, “Colonialidad….”, pp. 95 232 moderno» propuesta antes por el sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein 16. Se trata de un enfoque que pone de relieve el rol fundamental de la expansión colonial hispánica en la conformación epistémica de la modernidad y desvela el eurocentrismo del proyecto civilizatorio De hecho, Wallerstein17 ha continuado desarrollándola. La crítica decolonial plantea que tras el fin del colonialismo y las administraciones coloniales se ha consolidado un sistema-mundo donde la epistemología occidental domina sobre el resto de las epistemologías; hegemonía fundada en la historia imperial de larga duración que construyó al hombre occidental como sujeto de enunciación superior y patrón de supuesta validez universal, capaz de dictar las normas de toda existencia humana mundial. En ese sentido interesa destacar, como apunta Grosfoguel 18 que la jerarquía epistémica del sujeto de enunciación occidental en el sistema-mundo moderno/colonial adquiere múltiples manifestaciones, de las cuales se pueden destacar las siguientes: • una formación de clase global particular donde van a coexistir y organizarse una diversidad de formas de trabajo (esclavitud, semiservidumbre, trabajo asalariado, producción mercantil-simple, etc.) como fuente de producción de plusvalía mediante la venta de mercancías para obtener ganancias en el mercado mundial; • una división internacional del trabajo del centro y la periferia donde el capital organizaba el trabajo en la periferia alrededor de formas represivas y autoritarias • un sistema interestatal global de organizaciones político-militares controladas por hombres europeos e institucionalizadas en administraciones coloniales 19 y, más adelante, neo-coloniales; • una jerarquía étno/racial global que privilegia a los occidentales sobre los nooccidentales 20 • una jerarquía global de género que da primacía a los hombres sobre las mujeres 16 Inmanuel WALLERSTEIN (1999) El moderno sistema mundial III : La segunda era de la gran expansión de la economía mundo-capitalista, 1730-1850, Madrid, Historia Siglo 17 Inmanuel WALLERSTEIN (2006) Geopolítica y geocultura: ensayos sobre el moderno sistema mundial. Madrid, Ed. Kairós. 18 Ramón GROSFOGUEL, 2007 “El giro decolonial…” pp. 85 19 Inmanuel WALLERSTEIN (1989) El moderno sistema mundial II : el mercantilismo y la consolidación de la economía-mundo europea, 1600-1750, Madrid, Historia Siglo 20 Anibal QUIJANO, “Colonialidad…” , “Americanity…” “… Globalización y Decolonialidad…”. 233 y al patriarcado europeo sobre otras formas de relaciones de género. • una jerarquía epistémica que privilegia al conocimiento y la cosmología occidentales sobre el conocimiento y las cosmologías no-occidentales, y está institucionalizada en el sistema universitario global • una jerarquía estética global donde se privilegian las formas de belleza y gustos occidentales y se inferiorizan las formas de belleza y gustos no-occidentales institucionalizados en los Ministerios de Cultura y en la jerarquía de museos y galerías artísticas globales así como en los diseños mercantiles e industriales. • una jerarquía pedagógica global donde se privilegian las pedagogías occidentales de matriz cartesiana sobre las pedagogías no-occidentales institucionalizado en el sistema escolar mundial. • una jerarquía ecológica global donde se privilegia el concepto de “naturaleza” occidental (donde la naturaleza es siempre pasiva, exterior a los humanos e instrumental para un fin) con todas las consecuencias nefastas para el medio ambiente/ecología planetaria y se descartan otras formas de entender el medio ambiente y la ecología (donde las personas son parte de la ecología y la « naturaleza » es un fin en sí mismo). El concepto occidental lleva la lógica de la destrucción ecológica pues al pensar la naturaleza como medio para un fin, toda la tecnología que construye lleva dentro de sí la racionalidad de la destrucción ecológica y no su reproducción. Entre muchos ejemplos, estos bastarían para reconocer «la colonialidad del ser territorial», en la que el ser urbano-colonial dispone hegemonía sobre otras formas de existencia (rural/no-urbana) Que la población mundial sea cada vez más urbana, lo constata: “vivir”, cada día es más sinónimo de “vivir en la ciudad”. Un situación de colonialidad territorial que da muestras de ello en ejemplos como el privilegio con que las disciplinas científicas universalizan nociones occidentales de territorio, ciudad y naturaleza, progreso, crecimiento, bienestar, felicidad…. En cuanto a la «colonialidad del poder territorial», definida siguiendo a Mignolo 21 como el ámbito de la intersubjetividad en que cierto grupo de gentes define qué es Walter MIGNOLO (2000a) “Border Thinking and the Colonial Difference”. En Local Histories/Global Desings: Coloniality, Subaltern Knowledges and Border Thinking. New Jersey: Princeton University Press, pp. 49-90 ((2003). Historias locales / diseños globales. Colonialidad, conocimientos subalternos y 21 234 territorialmente correcto y, por lo tanto, sustentan el poder de enunciación, esta se ejerce tanto en los escenarios territoriales globales como en los locales. En los primeros, operan como transmisores y ejecutores de ese procesos los actores que detentan el control sobre los procesos de explotación de los recursos naturales, megaminería, transgénicos, proyectos de megahidráulica, etc, sustentados en ocasiones por el papel legitimante de espacios de creación de pensamiento. En el lado local, están los que pueden desde la cercanía ejercer procesos de política pública, contextualizada en el territorio más próximo. Esta colonialidad territorial es eficaz generando jerarquías en el territorio que tienen como apoyo genealogías de saber que apuestan por la primacía de las epistemologías occidentales, que jerarquizan el saber sobre el territorio, insertas en una lógica de globalización neoliberal, en una ciencia que sigue parcelando los conocimientos científicos como base para la continuidad del paradigma de la modernidad y la posmodernidad. Muchas veces cuando se explicita una conexión entre diferentes saberes territoriales no se efectúa con un objetivo de crear diálogo de saberes sino de acentuar la primacía de unos sobre otros, de los occidentales sobre los territoriales, de los europeos sobre los indígenas, de los universales sobre los locales. La posibilidad de concebir el territorio desde un «pensamiento fronterizo» a la modernidad/colonialidad, radica en la posibilidad de una total descolonización territorial, implicaría romper el triangulo de la colonialidad territorial y sustituirlo por una concepción justa y sostenible de las relaciones entre poderes, saberes y seres territoriales, tanto global como localmente. pensamiento fronterizo. Madrid: Akal). Walter MIGNOLO (2000b) “Diferencia colonial y razón postoccidental”. En Santiago Castro- Gómez (ed.). La reestructuración de las ciencias sociales en América Latina. Bogotá: Instituto Pensar, Pontificia Universidad Javeriana, pp. 3-28. . 235 De los Ejes a la Praxis. Comunes en Resistencia histórica Las luchas por los comunes han sido un sujeto historiográfico de interés durante los últimos decenios, acompañando el devenir del desarrollo de la historia agraria, con especial aplicación en contexto español y de los sures mediterráneos 22. La resistencia histórica de las comunidades rurales por la defensa de su patrimonio biocultural ha sido un elemento vertebrado a la largo de los dos últimos siglo en el contexto andaluz, como un discurso de rechazo hacia los impactos de las legislación liberales. Una tipología de conflictividad que se asienta en la tensión biocultural entre los procesos de modernización-hegemonizantes desde la imposición de los Estados-Nación y los discursos resilientes de comunidades campesinas ancladas en procesos de sabiduría austera en la formación de sus ciclos reproductivos23 . Esta visión permite anclar nuestra mirada a los conflictos desde el paradigma de la modernidad, como un mero transecto de los procesos vinculados como tendencia inmanente el ejercicio del desarrollo que viene de la mano de una impronta de mercantilización de la naturaleza. El conflicto aparece como una forma de colonialidad de la naturaleza en la que los recursos son subsumidos como meros inputs del modelo industrial-productivo, desgajados de cualquier valor reproductivo e insertos en la esfera de la economía. Pero el camino no se cerraba con la esfera productiva. Desde los procesos de cerramientos, desamortizadores o de descomunalización que acaecieron a lo largo de todo el siglo XIX, las comunidades campesinas vivieron procesos de pérdida de resiliencia24, de privación de capacidades de 22 Manuel GONZÁLEZ DE MOLINA, Antonio ORTEGA SANTOS y Antonio HERRERA GONZALEZ DE MOLINA (2002a) “Bienes comunales desde la perspectiva socioambiental” en Salustiano DE DIOS et al (eds.): Historia de la propiedad en España. Bienes Comunales. Pasado y Presente. Madrid, 2002, Centro de Estudios Registrales, págs. 493-533. Antonio ORTEGA SANTOS et al. (2000) et al. “Bienes Comunes y Conflictos por los recursos en las sociedades rurales, siglos XVIII-XX” in Historia Social nº 38, Valencia, Fundación de Historia Social, págs. 95-116, Antonio ORTEGA SANTOS (2000a) “Common woodlands in mediterranean societies: commercial mamagement versus forms of peasant resistance in Andalucía, Spain, 1750-1930” en Mauro AGNOLETTI y Sven ANDERSON, S. (eds.): Forest History. International Studies on Socieconomic and Forest Ecosystem Change. New York, 2000, CABI Publishing, págs. 223237. Antonio ORTEGA SANTOS. (2001) “La desarticulación de la propiedad comunal en España, siglos XVIII-XX: una aproximación multicausal y socioambiental a la historia de los montes públicos” in Ayer nº 42 Madrid, Ed. Marcial Pons/Asociación de Historia Contemporánea, págs. 191-213; Antonio ORTEGA SANTOS (2002) La Tragedia de los Cerramientos. Desarticulación de la Comunalidad en la Provincia de Granada. Alzira, Centro Francisco Tomás y Valiente/Fundación Instituto de Historia Social. 23 Narciso BARRERA BASSOLS y Victor TOLEDO (2014) La Memoria Biocultural. La importancia ecológica de las sabidurías tradicionales. Popayán. Editorial Unicauca. 24 Gloria GUZMAN CASADO Y Manuel GONZALEZ DE MOLINA (2009) “Preindustrial Agriculture versus Organic Agriculture. The land cost of sustanaibility” Land Use Policy 26, pp. 502-510. Gloria GUZMAN CASADO et al (2011) “The land cost of agrarian sustainability. An assestmet” Land Use Policy, 236 abastecimiento alimentario y energético, en el marco de un proceso de traslación de los flujos energéticos que incentivaron una insustentabilidad de los agroecosistemas mediterráneos que deambulaba de la mano de la “fosilización” de los sistemas productivos 25. Pero este proceso de pérdida de la comunidalidad, analizada en sentido histórico, como un proceso multicausal y determinado por elementos de praxis jurídica (cambios de titularidad, privatización de terrenos sujetos a formas comunitarias de tenencia y manejo, etc) praxis productiva (procesos de expansión agrícola-cerealística en detrimento de usos energéticos-ambientales de territorios comunes 26, acentuando el camino hacia la era de fosilización energética, alteración de suelos por presión agricolizadora, etc) pero sobre todo, praxis de las resistencias. Este última mirada, muy sentida por la historia ambiental en los últimos años 27 ha dirigido nuestra pesquisa investigadora hacia la resistencia como un producto intra-sistémico en el marco del capitalismo como praxis civilizatoria, cuestionando como máximo los procesos de creación del discurso de resistencia como alter-acción al programa legislativo estatal y arguyendo una potencialidad de los procesos 28, pp. 825-835. Gloria GUZMAN CASADO et al. (2014) “Methodology and Conversion factors to estimate the net primary productivity of the agroecosystem” Agro-Ecosystem History Laboratory Working Paper nº 2. 25 Manuel GONZALEZ DE MOLINA y Gloria GUZMAN CASADO (2006) Tras los pasos de la insustentabilidad. Agricultura y Medio Ambiente en Perspectiva Histórica. Icaria, Barcelona. Manuel GONZALEZ DE MOLINA et al (2010) A Guideline to studing the socio-ecological transition in European Agriculture. DT-SEHA 10-06. Manuel GONZALEZ DE MOLINA et al (2014). Crecimiento agrario en España y cambios en la oferta alimentaria, 1900-1933. Historia Social, 80, 157-183. Manuel GONZALEZ DE MOLINA y Victor TOLEDO. (2014a) The Social Metabolism. A Socio-Ecological Theory of Historical Change, Londres, Springer International Publishing. 26 GEHR (1985): "Contribución al Análisis Histórico de la Ganadería Española,1865-1929" en Rarmón GARRABOU y Jesús SANZ FERNANDEZ (1985): Historia Agraria de la España Contemporánea. Tomo 2. Expansión y Crisis. Ed. Crítica/ Grijalbo, págs. 229-279. ID, (1988): "Crisis y Cambio en el Sector Agrario: Andalucía y Extremadura, 1875-1935" en Ramón GARRABOU.(ed.) (1988): La Crisis Agraria de Fines del Siglo XIX. Ed. Crítica/Grijalbo, págs. 161-181., ID. (1991): Estadísticas históricas de la producción agraria española, 1859-1935. Madrid. ID. (1994): "Más allá de la "Propiedad Perfecta". El proceso de Privatización de los Montes Públicos Españoles (1859-1920) en Noticiario de Historia Agraria nº 8. Murcia. Servicio de Publicaciones e Intercambio Científico, Universidad de Murcia, págs. 99-155. ID. (1996): "Política Forestal y Producción de los Montes Públicos Españoles. Una visión de conjunto, 1861-1933" en Pep Pujol et al (eds.): Cambio Institucional e Historia Económica, VIII Simposio de Historia Económica, Universidad Autónoma de Barcelona, Barcelona. 27 Antonio ORTEGA SANTOS et al (2000) et al. “Bienes Comunes y Conflictos por los recursos en las sociedades rurales, siglos XVIII-XX” in Historia Social nº 38, Valencia, Fundación de Historia Social, págs. 95-116; Antonio ORTEGA SANTOS (2000a) “Common woodlands in mediterranean societies: commercial mamagement versus forms of peasant resistance in Andalucía, Spain, 1750-1930” en Mauro AGNOLETTI y Sven ANDERSON (eds.): Forest History. International Studies on Socieconomic and Forest Ecosystem Change. New York, 2000, CABI Publishing, págs. 223-237. Antonio ORTEGA SANTOS (2001) “La desarticulación de la propiedad comunal en España, siglos XVIII-XX: una aproximación multicausal y socioambiental a la historia de los montes públicos” in Ayer nº 42 Madrid, Ed. Marcial Pons/Asociación de Historia Contemporánea, págs. 191-213; Antonio ORTEGA SANTOS. (2002) La Tragedia de los Cerramientos. Desarticulación de la Comunalidad en la Provincia de Granada. Alzira, Centro Francisco Tomás y Valiente/Fundación Instituto de Historia Social. 237 de producción campesina, capaces de asegurar formas de vida ancladas en lógicas comunitarias, que han pervivido hasta la actualidad.28 Luchas por los bienes comunes y su perdurabilidad hasta la actualidad, defensa de los sistemas de irrigación tradicional tanto en su aplicación a la gestion territorial como en baluarte de las formas de cooperación y trabajo comunitario, defensa del valor de los usos pluriactivos de terrenos forestales para abastecimiento energético y alimentario de los grupos campesinos o la conversión de la tierra son elementos que conforman un poliédrico panorama de la resistencia ambiental que no es más que un trasunto de la potencia colonial de un Estado-Nación sobre las dinámicas de gestión comunitaria de los bienes tenidos en común. Una mirada crítica. Desde más de dos decenios se han verificado procesos de investigación en el campo de la historia ambiental, atendiendo a las dinámicas de los agroecosistemas mediterráneos vertebrados académicamente en vario sustratos: a. el conflicto como proceso histórico autoreferencial se convierte en “objeto de estudio”, como laboratorio en el que experimentar las proyecciones de la historia social sobre las luchas devenidas del campo de lo urbano, lo industrial u otras socioesferas de la producción. Esta mirada al conflicto es deudora de un concepto colonial de la naturaleza, como pasivo ambiental que no dispone de capacidad de autogestión, autoreparación y mantenimiento, patrón conceptual existente en otras realidades sociomunitarias. Pachamama es un extraño concepto referencial para las realidades comunitarias en contextos eurocentrados, desnudados de cualquier praxis conceptual y reproductiva con la tierra. b. El conflicto es estudiado como disputa, como tensión, como interpelación entre actores sociales o grupos de poder que jerarquizan sus relaciones socioproductivas sobre los terrenos en común. Territorio y Jerarquización de acciones de apropiación de patrimonio biocultural en el mismo son ejes que no son más que resimbolizaciones de un patrón colonial del poder, en el que la tierra y los grupos humanos son pequeños sujetos de un marco global de capitalización de la naturaleza como ley máxima. Antonio ORTEGA SANTOS. (2012) “El comunal imaginado. De la Transición en los Usos de la propiedad comunal en el siglo XX, Güejar Sierra” en Historia Agraria 58, pp. 73-112. 28 238 c. Cajón de Herramientas: El conflicto escenifica, como ya he comentado, un escenario de poder en tensión. Estado, Poderes Locales y Grupos Sociales tensionan sus relaciones productivas desde el marco que los aparatos legislativos creados por la Revolución Liberal diseñan para la gestión de las tierras orientadas hacia lo agrario y forestal 29. Pero este espacio conflictual ha sido analizado hasta fecha de hoy, en el contexto español, como un panorama en el que las disputas tanto en el marco del modo campesino de gestión de los recursos como en el modo industrial de los recursos30, o incluso en las miradas hacia los conflictos intermodales en sus más recientes visiones como trasposiciones de la perspectiva metabólica de los mismos 31 son luchas colonizadas y desde enfoques académicos, eurocentradas tanto en su lógica transformadora como en su concepción epistemólogica. d. Miradas al conflicto. Resumiendo mucho de lo planteado en paginas anteriores, el conflicto ambiental, en sus dimensiones rurales, se escenifica como la aversión grupal hacia las consecuencias derivadas del manejo capitalista de la naturaleza, que descompone la relación social con el entorno. Una prácticas legislativa, productiva y metabólica desestructurante de los mecanismos comunitarios de colaboración y de construcción social comunitaria. La mirada ha sido introvertida. Los conflictos son revisitados desde la historiografía como depósitos de resistencia socioambiental pero en las lógicas internas del capitalismo. Rechazo a la praxis extractiva de patrimonio biocultural, mirada parcelaria de la relación Antonio ORTEGA SANTOS (2007 a) “Über die historische nachhaltigkeit der kolletiven bäuerlichen Aktiosformen. Sozio-ökologische Konflikte in Ost-Andalusien (18 bis 20.Jahrhundert) (Sobre la sustentabilidad histórica de las formas de acción colectiva campesina. Conflictividad socioambiental en Andalucía Oriental (siglos XVIII-XX) en Marie Luise ALLEMEYER et al. (eds.): Von der Gottesgabe zur Ressource: Konflite um Wald, Wasser and land in Spanien und Detschland Seit der Frühen Neuzeir (De la Conservación a la Ecología. Estudios históricos sobre el uso de los recursos naturales y la sustentabilidad), Essen, Klartext-Verlag, págs. 239-269. Antonio ORTEGA SANTOS et al. (2007 b) “La protesta campesina como protesta ambiental, siglo XVIII-XX” en Historia Agraria nº 47 (Agosto), Murcia, SEHA/Servicio Publicaciones Universidad de Murcia, págs. 31-55. 30 Antonio ORTEGA SANTOS (2001) Ibid. op. cit. págs. 191-213; Ortega Santos, A. (2002) Ibidem, op. cit. Antonio ORTEGA SANTOS (2007) “Where have all the flowers gone? Aprovechamientos forestales y desarticulación de la comunalidad en la provincia de Granada, siglos XIX-XX” en Eduardo ARAQUE JIMÉNEZ y José Domingo SÁNCHEZ MARTÍNEZ (eds. 2007) Los montes andaluces y sus aprovechamientos: experiencias históricas y propuestas de futuro, Jaén, Universidad de Jaén, pp. 59-95. 31 Manuel GONZALEZ DE MOLINA ET AL (2014). Crecimiento agrario en España y cambios en la oferta alimentaria, 1900-1933. Historia Social, 80, 157-183. Manuel GONZALEZ DE MOLINA y Victor TOLEDO (2014a) The Social Metabolism. A Socio-Ecological Theory of Historical Change, Londres, Springer International Publishing; Juan INFANTE et al (2015) “The Spanish Transition To Industrial Metabolism. Long-Term Material Flow Analysis (1860-2010)” Journal of Industrial Ecology, Vol. 19 (5) pp. 886-876. 29 239 metabólica con los agroecosistemas atendiendo a las formas de manejo y extracción pero sin atender a la persistencia o no de una mirada relacional –y no mecanicista- con los entornos más inmediatos. De igual manera, un reto de investigación hacia el futuro es acentuar, casi activar la mirada hacia las resistencia como discursos femeinizados de lucha, en el marco global de una acción política masculinizada. Resistencia desde lo reproductivo 32 debe ser un elemento a reificiar en el centro del debate sobre las resistencias socioambientales, para un contexto mediterráneo en el que estas miradas pueden desactivar los discursos que autoreferencia y legitiman el patriarcado en su dimensión productiva. Resistencia desde lo biocultural. Otras epistemologías, otras haceres académicos. Situemos las lógicas de nuestra investigación en el tiempo presente-futuro, expandamos nuestro porvenir académico, contrayendo el presente epistémico. Resistir defendiendo lo común es luchar por el procomún, defender no es generar niveles de intransigencia legal hacia los modelos de colonialismo político-ambiental que subordinan a muchas comunidades rurales a lo largo del mundo. Defender la tierra como nueva forma de vida en producción social, auspiciar mecanismos de lucha por un acceso a un común global como el agua – cada vez más privatizada tanto en su generación como en su distribución, monetarizando las formas de vida más elementales- son mecanismos que anclan las luchas a la generación tanto de nuevos procesos sociales como de producción académica. Siguiendo la propuesta metodológica inicial, debemos apostar por un cambio en el punto de partida epistemológica, una reconceptualizacion de nuestra forma de abordar los conflictos ambientales para el mundo mediterráneo español en el que la ecología de saberes debe anclar nuestros pasos interdisciplinares. Esta es una apuesta en tránsito de construcción, guía posible y no improbable pero cada vez más necesaria en la creación de puente epistémicos con la realidades de territorios en disputa, extractivismo y Bina AGARWAL (1986): “Women, Poverty and Agricultural in India” en Journal of Peasant Studies vol. 13, nº 4, págs. 165-220, ID. (1990) : “Social Security and the Familiy: Coping with seasonality and calamity in Rural India” en Journal of Peasant Studies vol. 17, nº 3, págs. 341-412. ID. (1994):”Gender, resistance and land: Interlinked struggles over resources and meanings in south india” en Journal of Peasant Studies vol. 22, nº 1, págs. 81-125. 32 240 neoextractivismos, lucha por la vida entre otras muchas que acaecen en realidades no europeas33. Se puede considerar que la mirada hacia herramientas de trabajo sobre los conflictos que incorporen en concepto despojo, saqueo, entre otros sitúan el debate en el campo de la ecología política, pero a la altura de inicios del siglo XX nos cabe reposicionar el estudio sobre estas disputas en la clave de la desposesión comunitaria, en la mirada hacia la ruptura civilizatoria que el capitalismo como sistema de rapiña nos propone. Sin duda es una situación de llamada emergente desde la resituación política de nuestro rol investigador. De esta forma nuestra propuesta se ubica en el campo de los estudios decoloniales para ampliar miradas y formas de hacer académico, con la siguiente ruta de trabajo. La continuidad de las formas comunitarias de gestión de bienes de valor socioambiental estuvo marcada en el tiempo contemporáneo por el legado del modelo político legal de la Revolución Liberal. Privatización de formas de gestión, implantación de prácticas extractivas, supresión de toma de decisiones locales sobre criterios de gestión ambiental, escenarios que forman el teatro en el que se suceden las luchas por los recursos a lo largo de dos siglos. Esta implementación puede retrotraernos a los enfoques convencionales pero también podemos abrir una nueva agenda de trabajo. La oligarquizacionestatalización como rango definitorio de la acción política en el terreno de los procomunes no es mas que una jerarquización del poder que asienta la continuidad histórica en la que los grupos hegemónicos readaptaron el proceso en curso pero perviviendo ejes de colonialidad en las formas de poder. Tomas de decisiones emanadas desde Estados construidos en un modelo jerarquizado de poder, erradicador de cualquier práctica emancipatoria campesina, emanada de un poder hegemonizado por hombres (patriarcado ecocida) asumieron una dinámica de acción en la que la destrucción de los agroecosistemas mediterráneos de la mano del discurso modernizador, acabó siendo el protagonista de todas las luchas. La Reforma Agraria, las luchas por la tierra del primer 33 Alberto ACOSTA et al. (2014) Territorios en Disputa. Despojo capitalista, luchas en defensa de los bienes comunes naturales y alternativas emancipatorias para América Latina. México D.F. Bajo Tierra Ediciones. 241 tercio del siglo XX y del final inicio del siglo XXI no son más que viejas y nuevas praxis de esas luchas decolonizadoras frente a un estado colonizador del poder, saber y hacer de los grupos campesinos. Propiedad Privada, Mercado-Estado, homogenización de sistemas de producción agraria, ruptura y pérdida de las formas plurinaturales de manejo de los bienes comunes de la mano de la agricolización como esfera dominante son sólo algunas de las palancas que nos permiten hablar también en este mundo mediterráneo de un despojo saqueo biocultural de las tierras comunes. En este sentido, los conflictos pueden ser reificados como procesos emancipatorios no sólo en la esfera de la respuesta conflictual sino en la esfera de la resituación del hacer comunitario como praxis política, al margen, al lado (oscuro) de la política hegemónica-colonial del Estado-Nación España. Desarticuladas o en proceso de desaparición las pocas prácticas de poder comunitario que hubieran existido en la España Contemporánea, nos queda un reto. Juntas Colectivas como formas de poder compartido, Repartos Comunitarios como procesos de expansión de prácticas de prestación de trabajo en común son relictos –siguiendo las miradas que hasta ahora hemos tenido para con estos episodios- de un poder desaparecido o subsumido dentro del poder estatal colonizante. Pero en muchos casos pervivieron, adaptaron sus mecanismos o simplemente fueron discreto protagonistas en segundo plano de una historia ya no escrita por sus actores, sino dictada por otros. Memoria biocultural como práctica de recuperación de saberes en común puede ser un reto que permita nuevas iniciativas comunales 34 ancladas hacia el futuro. Saberes y Haceres….. Desde este proceso de subordinación del común en el marco del Estado-Nación, los saberes en común han sido también un sujeto histórico de desaparición. Salvo honrosas excepciones que han trabajado la potencialidad agroecológica de cultivos (monocultivos) como depositarios de haceres ancestrales con potencialidad de expandir el futuro de muchas comunidades rurales 35 . El resultante más evidente de esta praxis ha sido la 34 Véase www.iccaconsortium.org Manuel GONZÁLEZ DE MOLINA y Gloria GUZMÁN CASADO (2006) Ibidem. Op. cit. Manuel GONZALEZ DE MOLINA et al. (2010) Ibidem op. cit.. Juan INFANTE et al. (2013a) “El olivar como cultivo fijador de campos y paisajes” en Fernando MOLINERO. Et al (eds. 2013): Atlas de los paisajes agrarios de España. Ministerio de Agricultura, Alimentación y Medio Ambiente. Juan INFANTE et al. (2013b) “Erosion in the Mediterranean for historical perspectiva. The case of olive groves in the south of 35 242 pérdida de saberes comunitarios, bien aplicados al manejo del territorio a la producción de alto valor sustentable para las comunidades, y la pérdida del saber agroecológico contenido en la praxis comunitaria. Ecodido-Epitemicidio de la mano de un saber científico que amparado en la agricultura industrial biotecnológica y en una artificialización de los agroecosistemas erradicó la continuidad histórica de estos haceres campesinos. Desde los campos de la historia ambiental, la agroecología, la antropología cultural y los puentes interdisciplinares tendidos por los que habitamos varios de estos espacios, nos queda este reto marcado por una acción de rescate. Es obvio que la resistencia de las comunidades campesinas, tal y como la hemos atendido historiográficamente, no ha tenido esta lupa atendiendo a su complejidad. Pérdida de saberes territoriales, valorización de procesos de trabajo singulares o tenidos en común atendiendo a como fueron muchos de ellos desatendidos por el estado de mano de la salarización en la relación simbiótica con la naturaleza son realidades epistémicas poco contempladas. No es una agenda compleja, pero si vuelve a reclamarnos una situación política de nuestra praxis investigadora: catálogos fotográficos de procesos de producción y recolección en el campo, metodologías marcadas desde Participatory Action Research (IAP) y Community Based Participatory Research (CBPR) generando nuevos marcos diálogicos con los actores sociales envueltos en los procesos de resistencia socioambiental. Pero el estudio de los conflictos ambientales para el mundo mediterráneo, empuja hacia varias direcciones de nueva radicalidad emancipatoria. Ante la crisis socioambiental global, al socaire de la sexta extinción, retomar los haceres comunitarios es un deber epistemológico de los sures 36 , frente a la destrucción de las bases económicas de sociedades en precariedad, altamente dependientes de las prácticas de aprovisionamiento alimentario y económico, resurgentes al albur de la crisis civilizatoria. Atisbamos el final del un proceso y el abismo conceptual de una realidad en la que la readaptación de los ciclos económicos y ecológicos es la única vía de escape Spain (1752-2000), Environmental History (18, 2) White Horse Press, 360-382. Manuel GONZÁLEZ DE MOLINA et al. (2014). Crecimiento agrario en España y cambios en la oferta alimentaria, 1900-1933. Historia Social, 80, 157-183. Juan INFANTE (2014) ¿Quién levantó los olivos?. Historia de la especialización olivarera en el Sur de España (s. XVIII-XX). Madrid, Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación 36 Boaventura DE SOUSA SANTOS (2009). Una Epistemología del Sur. La Reinvención del Conocimiento y la Emancipación Social. México D.F. Siglo XXI; De Sousa Santos, B. y Meneses, P. (ed. 2014) Epistemologías del Sur. Perspectivas. Madrid, Ed. Akal. 243 para las comunidades. Frente al fascismo pre y pos-contractual de nuestras sociedades actuales, la resistencia viene de la mano de la emancipación comunitaria y de la construcción de nuevas praxis de colaboración social. Decrecer como mecanismos de cambio civilizatorio, adaptar los procesos productivos a los requerimientos biofísicos disponibles, rebalancear los flujos de materia y energía hacia puntos de equilibrio ecosistémico repensar el procomún en escenarios de trabajo, conocimiento, cuidados, afectos y quehaceres diarios implica una nueva mirada a los bienes comunes. Pero sobre todo supone que la generación de nuevas formas de lucha radica no tanto en la acción reivindicativa sino en la acción proactiva de creación d espacios al margen de los dinámica imperante del modelo capitalista. Resistir es lucha por la defensa del común, pero también reactivar procesos en común que marcan la defensa del territorio como espacio de vida. Algún ejemplo. La defensa del agua y de los sistemas tradicionales se ha convertido en un hito esencial de la pervivencia de comunidades en sistemas de alta montaña. El abandono de los trabajos de mantenimiento de las acequias tanto por la pérdida de población real como por la pérdida de saberes comunes que eran los trabajos aplicados al mantenimiento de las acequias de recarga de acuíferos. Desde MEMOLA (Mediterranean Mountainous Project37) asumimos el rol de investigación participante en varios agroecosistemas mediterráneos, en los que se ha luchado desde hace tiempo contra la pérdida y por la recuperación de los sistemas de regadío tradicional tanto por su valor paisajístico, productivo como de facilitador de generados de pagos por servicio ambiental. Desde los trabajos en la zona de Sierra Nevada-Alpujarra como en los trabajos en Colig Eugenai y Monte de Trapani (Italia) así como en el Valle de Vjosa en Albania38, se trabaja en la activación de prácticas comunitarias mediante procesos de participación dialógica con actores, en los que de igual manera que se rescata el patrimonio arqueológico de estos sistemas, se activan procesos de educación comunitaria, aprendizaje participado y activación de procesos políticos. Defender el común del agua nos supone un compromiso con los sectores campesinos –muchos de ellos jóvenes de vuelta al campo como resultado de la crisis económica- que han luchado tanto contra la administración local-regional como estatal, incluso contra la propia Unión Europea por una directivas de agua que 37 38 http://www.memolaproject.eu/es. http://www.memolaproject.eu/es/sierra-nevada/contextogeo. 244 suponen la cementación de los sistemas tradicionales con la pérdida de los trabajos en común para el mantenimiento de estas acequias, como su valor en cuanto que depósitos de recarga de acuíferos que permiten una agricultura ecológica orientada tanto al autoconsumo como a los canales de comercialización comunitaria, lejos de los grandes distribuidores sujetos a la agricultura convencional. Este escenario es una realidad conflictual en la que jugamos el rol de facilitadores de procesos de diálogo entre las agencias ambientales dedicadas a la gestión del agua y las Juntas Comunitarias de Riego, tensionadas por la distinta orientación y lógica del uso para el agua destinada al regadío. De igual manera, somos interlocutores de acción comunitaria dentro de las propias comunidades generando procesos de concertación para mitigar las lógicas conflictuales de distribución entre la hegemonía para usos humanos, agrícolas o industriales, buscando una lógica comunitaria de toma de decisiones que activa nuevas formas de micropolítica territorial. El resultado está siendo la creación de canales de colaboración comunitaria en la recuperación de las acequias de careo –recargas de acuíferos del sistema montañoso de Sierra Nevada- involucrando a actores del mundo académico –alumnos de grado, master y posgrado en el marco de procesos de voluntariado europeo- así como generar procesos de difusión con materiales en entorno digital 39 que son traslados fílmicos de las nuevas pautas de encuentro comunitario que han ido surgiendo en los dos últimos años del proyecto. Nuestro deseo-intuición final es que el manejo de estos sistemas tradicionales de irrigación salgo del marco lógico creado por las instituciones nacionales o internacionales, incluso del propio marco lógico del conocimiento científico para ser resultado de una serie de pautas comunes de aprendizaje compartido , nacidas del trabajo interacadémico y sobre todo del desborde de la academia a manos del saber territorial comunitaria. 39 http://www.memolaproject.eu/es/activities 245 Conclusiones Termino como comencé este texto. No queda tiempo. No queda mucho tiempo para que nuestras formas de vida sustentadas en la in-sustentabilidad del modelo civilizatorio capitalista occidental cuyos mejores ejemplos son el cambio climático, la desaparición de la agricultura campesina tradicional, la contaminación de acuíferos, las guerras por el agua como bien cada vez más escaso y privatizado –por tanto despojado de su carácter de común global-, etc. Pero queda menos tiempo, para articular una respuesta epistémica viable, ajustada y éticamente responsable. El programa de la ciencia occidental, emanada de/desde los programas universitarios, es un espejo del paradigma de la modernidad. Es un resultado necesario. Pero la necesidad social puede ser otra y la reclamación de un programa científico nacido de una nueva epistemología también. Ciencia comprometida con el futuro, ciencia con conciencia, ciencias aprendidas desde el Sur –no geográfico, sino epistemológico- que nos permitan reaprender a diseñar una sociedad futura más sustentables. Este reto es el que nos permite mirar las relaciones de las sociedades con el territorio desde un prisma biocéntrico, de restaurar las relaciones simbióticas entre la esfera humana y natural con un enfoque holístico de la ciencia que facilite la reconciliación de ciencia con ética. Epistemología aplicada no al saber ambiental sino al “hacer” ambiental diseñando programas locales de desarrollo que atiendan la necesidad de acción y participación política del individuo, no los requerimientos de la ciencia económica clásica. Queda por hacer pero ya estamos en ello, ese es el primer resto estar construyendo una nueva epistemología, sin frontera de saberes. 246 La politización en el mundo rural a principios de la contemporaneidad: aproximaciones desde el suroeste peninsular* José Saldaña Fernández Universidad de Valparaíso Constituye un lugar común la consideración de la Guerra de la Independencia (1808-1814) como el periodo inaugural de la contemporaneidad en España. La trascendencia de aquellos años, ya sea por su significación histórica como por su consideración historiográfica, queda fuera de toda duda. Desde esta perspectiva, muchos son los campos que pueden considerarse a partir de sus dos ejes articuladores básicos, la guerra y la revolución. No en vano, los últimos años, marcados por la conmemoración del bicentenario, no han hecho sino afianzar una lectura integrada de ambos fenómenos que permite constatar no sólo la complejidad de los seis años de conflicto sino también la proyección que alcanzaban algunos de sus componentes en las siguientes décadas. En este sentido no se puede obviar, según ha subrayado Emilio La Parra, que “la guerra de los españoles contra Napoleón fue un factor de aceleración del tiempo histórico, provocó cambios en todos los ámbitos (institucionales, geográficos y humanos), innovó el lenguaje político, abrió de forma rápida y amplia el espacio público y marcó la ruptura con el Antiguo Régimen”1. * Una versión anterior inédita de este trabajo ha sido previamente discutida en el Congreso Internacional Old and News Worlds: the Global Challenges of Rural History (Lisboa, 27-30 enero 2016). 1 Emilio LA PARRA: “Presentación”, Ayer, 86 (2012), pp. 13-24, esp. p. 14. 247 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | Desde este enfoque, algunos autores han venido a subrayar precisamente la significación que alcanzaban entonces ciertas prácticas de sufragio muy avanzadas 2. Otros han insistido, por su parte, en la importancia de aquellos años no sólo por su capacidad para proporcionar mitos plurales movilizadores que ayudaron a construir un mundo político nuevo3, sino también porque la guerra llegaba a constituirse en una suerte de aprendizaje político4. El conflicto de 1808 a 1814 contribuyó decididamente, por tanto, no sólo a la redefinición del marco de gobierno en sus diferentes escalas de representación, a la ampliación del espacio de participación pública y a la densificación de la escena política, sino también al diseño de la nueva cultura política que encontraba su versión definitiva en las siguientes décadas. En palabras de Pedro Rújula, “la Guerra de la Independencia supuso una fase de politización de la sociedad española que, aunque su desarrollo concreto estaba todavía por definir, ya no tendría marcha atrás, porque ésta, la politización, iba a ser una de las claves del mundo contemporáneo”5. En fin, los seis años de guerra generaron la innovación de las prácticas políticas, por un lado, y supusieron el aprendizaje de las nuevas formas de participación en el ámbito público, por otro. Ahora bien, no es mucho lo que se puede concretar más allá del marco general descrito, toda vez que, por ejemplo, a pesar de reconocer la trascendencia del proceso de modernización, no resulta fácil trazar sus perfiles fuera de escenarios centrales y substanciales. Alcanzar un conocimiento más preciso sobre estas cuestiones pasa por la reconsideración de la disparidad de los escenarios, la multiplicidad de los protagonistas y la direccionalidad de los procesos. Desde esta perspectiva no hay que perder de vista que Cádiz adquiría entonces un papel fundamental, pero no exclusivo. Su protagonismo en la edificación y amplificación de la práctica política liberal, a través de las Cortes –como agente- y la Constitución de 1812 –como instrumento-, queda fuera de Eduardo POSADA CARBÓ: “Sorpresas de la historia. Independencia y democratización en Hispanoamérica”, Revista de Occidente, 326-327 (2008), pp. 109-125; Marie-Danielle DEMÉLAS y François-Xavier GUERRA: Los orígenes de la democracia en España y América. El aprendizaje de la democracia representativa, 1808-1814, Lima, Fondo Editorial del Congreso del Perú-Oficina Nacional de Procesos Electorales, 2008. 3 Jean-Philippe LUIS: “Cuestiones sobre el origen de la modernidad política en España (finales del siglo XVIII-1868)”, Jerónimo Zurita, 84 (2009), pp. 247-276, esp. p. 247. 4 Pedro RÚJULA: “La densificación del universo político popular durante la Guerra de la Independencia”, en Pedro RÚJULA y Jordi CANAL (eds.): Guerra de ideas. Política y cultura en la España de la Guerra de la Independencia, Zaragoza-Madrid, Institución Fernando el Católico-Marcial Pons, 2012, pp. 173-190, esp. p. 189. 5 Ibid., p. 190. 2 248 toda duda, pero no debemos caer en el riesgo de abordar este fenómeno desde supuestos unidireccionales y excluyentes. La realidad resultó más rica y compleja. En primer lugar, hablar de la diversidad de escenarios y de la pluralidad de los actores implica necesariamente dirigir la atención sobre los espacios locales de ámbito rural, aquellos en los que se desenvolvía la cotidianeidad de la mayor parte de la población. Desde un plano general no puede obviarse además, como han puesto de relevancia distintos autores, la centralidad que tendría el espacio local a lo largo del siglo XIX, siendo el ámbito primario6 y natural7 en el que encontraba desarrollo buena parte de la vida política y social. Desde un plano más concreto relacionado con el contexto específico de 1808 a 1814 no se puede perder de vista asimismo que los ayuntamientos no sólo fueron objetos de atención preferente por parte de los nuevos poderes superiores –tanto fernandinos como josefinos-, sino que para la mayor parte de la población se erigieron en los instrumentos más visibles y tangibles del nuevo tiempo traído por la guerra. En efecto, el entendimiento acerca de la nueva época vendría marcado en buena medida por la nueva manera de acceder a los cabildos y el modo en el que estos actuaban. Dentro de este esquema, los poderes a escala municipal representaban la versión de la revolución más extendida y reconocida, que era asimismo la que terminaba dando forma y contenido a la recién estrenada ciudadanía política. Un hecho acrecentado además por una excepcionalidad específica de la guerra: el destacado papel que los órganos políticos del municipio asumían en la gestión de los elevados requerimientos y suministros con los que los pueblos tenían que contribuir para el mantenimiento de los ejércitos. Como ha subrayado Pedro Rújula, el telón de fondo de la guerra trajo consigo, en el campo específico de la política, “un aprendizaje profundo y vital que surgía del contacto con las exacciones, con la violencia, con la destrucción o con la lucha por la supervivencia”8. En segundo lugar, hablar de la direccionalidad de los procesos supone no sólo redimensionar el papel representado por las comunidades locales de ámbito rural en el complejo escenario del aperturismo y la socialización política, sino también redefinir el mismo concepto de modernización y su materialización precisa en conexión con ciertas Isabel BURDIEL y María Cruz ROMEO: “Viejo y nuevo liberalismo en el proceso revolucionario”, en Paul PRESTON e Ismael SAZ (eds.): De la revolución liberal a la democracia parlamentaria. Valencia (1808-1975), Madrid-Valencia, Biblioteca Nueva-Universitat de València, 2001, pp. 75-91, esp. p. 77. 7 François-Xavier GUERRA: “De la política antigua a la política moderna. La revolución de la soberanía”, en François-Xavier GUERRA: Los espacios públicos en Iberoamérica. Ambigüedades y problemas. Siglos XVIII-XIX, México, Fondo de Cultura Económica, 1998, pp. 109-139. 8 Pedro RÚJULA: “La densificación del universo político…”, p. 189. 6 249 tendencias democratizadoras. Algunas aportaciones historiográficas ya han avanzado algo en esta línea. Por ejemplo, Posada Carbó ha puesto de manifiesto, a partir de su acercamiento al espacio latinoamericano, cómo en los últimos tiempos se ha recobrado el interés por el periodo de la independencia y por los procesos electorales que se introducían en el mundo hispánico tras la crisis de la monarquía en 1808, dando como resultado unos trabajos que han venido a plantear la reconsideración de esas primeras experiencias del sufragio bajo el prisma de la democratización. Siguiendo estos nuevos postulados, ha llegado a apuntar que la “coyuntura histórica crítica” que determinó el nacimiento de la democracia en aquel escenario sería la invasión francesa de España, y es que, desde 1809, con las elecciones para la Junta Central, los procesos electorales comenzaron a ocupar un papel central en la configuración del poder, lo que se tradujo en la “masiva y súbita incorporación de sectores populares en el cuerpo político”, con la consiguiente irrupción de las rivalidades partidistas para captar el voto por medio de las campañas9. Partiendo de un concepto más amplio de la política y de la democracia basado en la combinación de ciertos elementos formales e informales10, otros autores han insistido en las inconsistencias del relato tradicional sobre la democratización del mundo rural que establecía la idea de que se trataba de un proceso cerrado que venía dado desde arriba y que sostenía, por tanto, una interpretación unidireccional y pasiva del mismo11. Aunque referido a un marco cronológico más tardío, vienen a afirmar que “la democratización es un proceso histórico siempre inacabado por el que se pretende construir un modelo político que tiende a buscar la igualdad en el acceso a los recursos y en la toma de decisión sobre la gestión de los mismos (no sólo recursos naturales)”, y que, en consecuencia, resulta conveniente la exploración de ciertas fórmulas de organización de carácter igualitario desde la óptica aportada por espacios y colectivos que han quedado habitualmente excluidos del relato histórico12. Este enfoque de trabajo ha llevado, entre Eduardo POSADA CARBÓ: “Sorpresas de la historia…”, pp. 110-116. Antonio HERRERA GONZÁLEZ DE MOLINA: “Las categorías conceptuales y el debate teórico actual en torno a la construcción de la democracia: su aplicación a la historia contemporánea de Andalucía”, en Salvador CRUZ ARTACHO (coord.): Andaluces contra el caciquismo: la construcción de una cultura democrática en la Restauración, Sevilla, Centro de Estudios Andaluces, 2012, pp. 51-69, esp. p. 64. 11 Antonio HERRERA GONZÁLEZ DE MOLINA y John MARKOFF: “Presentación”, Ayer, 89 (2013), pp. 13-19. 12 Antonio HERRERA GONZÁLEZ DE MOLINA, John MARKOFF e Inmaculada VILLA GILBERMEJO: “La democratización del mundo rural en España en los albores del siglo XX. Una historia poco conocida”, Ayer, 89 (2013), pp. 21-42. 9 10 250 otras cuestiones, a reconsiderar las claves del conflicto social en el mundo rural, a redimensionar el significativo proceso político y de dinamización social vinculado con las movilizaciones campesinas, y a revalorizar ciertas prácticas de aprendizaje político que no sólo vienen a objetar el tópico de la apatía del campesinado sino también a equiparar este fenómeno con lo ocurrido en otras latitudes13. En definitiva, todos estos sugerentes planteamientos no hacen sino situarnos frente a dos elementos clave a la hora de abordar el fenómeno de la actividad política en las comunidades locales de ámbito rural a principios del siglo XIX. Por una parte, en torno al grado de participación, dinamismo, autonomía e, incluso, originalidad que estos espacios desarrollaron dentro de un contexto propicio, al menos en el plano de la narrativa, al aperturismo y la socialización del escenario público y político. Por otra, respecto al proceso de aprendizaje no sólo de unas determinadas prácticas políticas sino también en relación a una cultura de gestión de los recursos de carácter liberal cuando no, en sintonía con las propuestas de conceptualización más amplias y flexibles, abiertamente democrática. En todo caso, para comprender en toda su dimensión el recorrido de ambos ejes, así como sus puntos de intersección, habría que considerar, entre otras cuestiones, el grado de complejidad y dinamismo que los pueblos llegaban a alcanzar en su interior, la práctica específica y los espacios de atención preferentes del nuevo cuerpo político vecinal, la experiencia precisa que entonces resultaba y el aprendizaje concreto que ello suponía, ya fuese desde un punto de vista tanto individual como grupal. El análisis de estos aspectos obliga a dirigir la atención sobre escenarios concretos. El suroeste andaluz reúne, en este sentido, características significativas a la hora de extraer las muestras, ya sea por las circunstancias jurisdiccionales preexistentes o ya sea por la redefinición del sistema fronterizo que trajo consigo la ocupación francesa. En el primer caso conviene tener presente la mayor proyección que había alcanzado en aquel área el marco señorial, hecho que tendría no sólo importantes consecuencias en relación a la conformación y el ejercicio del poder con anterioridad a la Guerra de la Independencia, sino también sobre el campo político y el juego de intereses que se ponían en marcha con los distintos cambios amparados por aquella. En el segundo caso debe tenerse en cuenta que junto a la raya tradicional que marcaba la división entre los dos David SOTO FERNÁNDEZ y Antonio HERRERA GONZÁLEZ DE MOLINA: “El conflicto agrario en la historia contemporánea de España. Nuevas perspectivas de análisis”, Vínculos de Historia, 3 (2014), pp. 75-100, esp. pp. 77-78. 13 251 reinos peninsulares se llegó a constituir entre 1810 y 1812 una nueva frontera menos visible y más cambiante, aunque no por ello menos efectiva, la que marcaba la separación entre las tierras ocupadas por los franceses frente a esas otras que quedaban fuera de su control permanente. En líneas generales, los pueblos situados entre los ríos Odiel y Guadiana no fueron ocupados de manera continuada y quedaron sujetos, aunque no sin obstáculos, al marco gubernativo trazado por los poderes fernandinos. De ambas circunstancias participaban Cartaya y Villanueva de los Castillejos, los pueblos elegidos para la muestra. La experiencia política de ambos vecindarios se canalizaría a partir de una realidad muy compleja en la que se mezclaban circunstancias que hundían sus raíces en momentos anteriores con otras particulares del contexto bélico de fondo, así como elementos comunes del marco jurisdiccional en el que se integraban con otros específicos de sus escenarios precisos. Un juego de pasado y presente, de elementos comunes y específicos, que dejaría su impronta a la hora de materializar la nueva forma de participar en el escenario público y de hacer política, y que indudablemente tendría consecuencias sobre la misma manera de ver y entender la realidad política tanto presente como futura. La apertura del espacio público: redimensionando el campo de la política municipal La villa de Cartaya, que formaba parte del marquesado de Gibraleón –bajo la Casa de Béjar-, contaba con un cabildo compuesto tanto por individuos nombrados por el titular de la jurisdicción, bien directamente o a través de la fórmula mediadora de las proposiciones, como por sujetos cuyas vías de acceso podían responder a fórmulas no vinculadas, al menos directamente, con la potestad señorial. Composición y origen diversos que no sólo sufrirían un proceso de ajuste conforme se fuesen activando las nuevas directrices políticas traídas con el inicio de la guerra, sino que encontraban desarrollo asimismo bajo nuevas dinámicas de tensión y confrontación dentro y fuera de la comunidad. Las claves precisas de los primeros encontronazos parecen situarse en cuestiones de orden potestativo o de definición de campos de decisión y de acción. Por ejemplo, en la Audiencia de Sevilla se había abierto una causa con fecha de 17 de agosto de 1809, “principiada por el Theniente Corregidor de la Villa de Cartaya contra varios vecinos de ella por falta de respeto a la Real Jurisdicción ordinaria, contándose entre dichos reos 252 varios Capitulares de aquel Ayuntamiento y el Cura Párroco D. Juan de Buelga”14. Algunas de las declaraciones recogidas en este expediente mostraban a las claras no sólo las fracturas que se habían abierto en el interior de la corporación, sino también de la participación de otros miembros de la comunidad local que, actuando en combinación con ciertos capitulares, tenían capacidad de injerencia sobre el propio órgano de poder municipal. De hecho, diversos testigos venían a insistir en la existencia de un partido encabezado por el cura Juan de Buelga que trataba de influir sobre las decisiones del cabildo. No parece que se tratase de una situación nueva15, aunque, como cabe suponer, en momentos de agitación y convulsión, donde resultaba necesaria la adopción de medidas urgentes y extraordinarias, las disputas y las presiones por la dirección y control de las medidas de gobierno se harían más enérgicas e intensas. El ejercicio del poder municipal iba a dotarse de nuevos condicionantes y significados a partir de la llegada de los franceses a Sevilla y su avance hacia las tierras del suroeste. La proyección de tropas tanto fernandinas como bonapartistas por la región supondría las consabidas reclamaciones en metálico y en especie para el sostenimiento de ambos ejércitos. Indudablemente, no fue un fenómeno fácil de abordar, exento de fracturas ni estridencias algunas, sino que, por el contrario, suscitaría recelos y discrepancias dentro de la comunidad local, de más o menos calado según los casos. Un ejemplo particularmente significativo lo encontramos en la denuncia practicada con fecha de 11 de enero de 1811 por Francisco Zamorano, vecino de Cartaya, contra Clemente Dávila Barroso, regidor del ayuntamiento, que ejercía por entonces la real jurisdicción ordinaria de la villa; cuya acusación situaba a este último en la órbita del colaboracionismo y el afrancesamiento16. Ahora bien, más allá de estas muestras de confrontación en el ámbito de la gestión municipal, sería en los últimos meses de 1811 cuando comenzaron a detectarse de manera más nítida algunos síntomas de apertura de un nuevo escenario. Un primer elemento a considerar se encuentra en la elección y el envío de varios representantes a Sevilla para que intercediesen frente a las autoridades en lo que respecta tanto a los suministros hechos por el pueblo a las tropas imperiales, como a la contribución que mensualmente se le 14 Archivo Diocesano de Huelva. Cartaya. Sección Justicia, Serie Criminales, legajo 12, expediente 55, fol. 1. En uno de los testimonios se señalaba que el cura Juan de Buelga había sido “cabeza de un partido” durante muchos años. Ibid., fol. 13. 16 Expediente tramitado por el juez corregidor de la ciudad y marquesado de Ayamonte, en el que actuaba como escribano Roque Barcia. Archivo Municipal de Isla Cristina, Autos de oficio, leg. 1339, s. f. 15 253 había asignado a la villa. En efecto, a ese acto, celebrado en septiembre de 1811, no solo concurrieron algunos miembros del cabildo, sino también “un número crecido de vecinos”17. Además, al finalizar el acto se hacía explícita la distinción dentro de la nómina de representantes elegidos: uno por el ayuntamiento, y los otros dos por nombramiento del pueblo. Comenzaban entonces a detectarse ciertas modificaciones internas en conexión, presumiblemente, con los efectos que la normativa generada por las Cortes de Cádiz estaba teniendo sobre el tradicional marco jurisdiccional; se vislumbraba, igualmente, una cierta apertura de la gestión de los asuntos públicos de la villa, incorporando plenamente no sólo la voz de individuos que estaban fuera del ayuntamiento, sino también su voto con independencia de éste. Estas líneas adquirían su cuerpo definitivo muy poco tiempo después. Con fecha de 16 de octubre de 1811 volvía a reunirse un cabildo abierto en el que participaron tanto los miembros del ayuntamiento como un crecido número de vecinos, con el objeto inicial de atajar las dificultades por las que pasaba la villa mediante la venta de las tierras de propios. Sin embargo, por iniciativa del pueblo asistente se alcanzaron una serie de acuerdos que, al margen de afectar a otras muchas parcelas de la economía municipal, vino a reorganizar tanto el sistema de relación con los pueblos circundantes –en un apartado tan importante como el del campo común- como el panorama del poder a nivel local. No en vano, se creó entonces una Junta de cinco personas que, como permanente, “queda con la representación del Pueblo, y le toca cuidar de que tenga cumplimiento quanto se ordene, de adaptar los medios que puedan ocurrir más fáciles; de modo que sin su consentimiento y noticia nada se ha de hacer en los subministros, contribuciones, repartimientos y demás”. Es decir, el vecindario asumía a través de una nueva fórmula institucional la dirección de las cuestiones más importantes del momento, quedando el cabildo seriamente devaluado en lo que respecta a su tradicional campo de acción, más si cabe si tenemos en cuenta la capacidad que la Junta se otorgaba para auditar la actuación de algunos de los miembros del ayuntamiento. En definitiva, la población rompía en este momento con los usos tradicionales de gestión municipal, y abría la participación política y la toma de decisiones a todo el conjunto a través de la elección y la representación, eso 17 Archivo Municipal de Cartaya (en adelante, AMC), Actas Capitulares, leg. 9, s. f. 254 sí, dando “cuenta al Supremo Consejo Nacional” al que solicitaba “su aprobación Real sobre todos los particulares acordados”18. En definitiva, la realidad político-institucional de Cartaya entre 1811 y mediados de 1812 reflejaba un cambio en relación a los años anteriores, no sólo en referencia a la mayor autonomía de la que fueron dotándose sus órganos de gobierno municipal, sino también por el desmantelamiento de la estructura señorial que hasta entonces había amparado su propia relación con el entorno. Ambas circunstancias no harían sino afianzarse desde el último tercio de 1812, “desde que entraron los nuevos Consejales con arreglo a lo determinado en la Constitución Política de la Monarquía Española”19. Entre las acciones del nuevo ayuntamiento cabría destacar la comunicación que dirigía al Consejo de Regencia solicitando la aprobación, aún pendiente, de la venta de tierras que se había hecho en octubre de 1811 para atender a las urgencias financieras del momento. Entre otros aspectos, basaba su solicitud en los beneficios económicos que ello había traído, la atención a la recta administración de justicia y del bien público, la tranquilidad del vecindario y la seguridad en sus propiedades20. La equiparación de derechos y la igualdad de condiciones en el uso y aprovechamiento de los campos comunes fue objeto de atención en momentos precedentes, si bien es cierto que en ningún caso alcanzaba el protagonismo que tendría durante los meses de vigencia de la Constitución. En efecto, si ya el cabildo abierto celebrado en octubre de 1811 recogía alguna pretensión respecto a los derechos sobre los productos del campo común que compartía con otros pueblos del entorno, el tratamiento que sobre este asunto se hacía a partir de septiembre de 1812 adoptaba una línea argumental que incorporaba nuevos elementos legales y legitimadores vinculados con el texto constitucional y, lo que resulta más interesante, proyectaba un marco de relación intercomunitaria basado en la equiparación y la simetría que superaba la tradicional articulación del espacio y del poder que se cultivaba con anterioridad. El desencuentro con Gibraleón, la antigua capital del marquesado, afectó a diversos escenarios y situaciones. Por ejemplo, a la concesión de derechos de gestión y explotación sobre determinados productos en lugares que hasta entonces formaban parte 18 AMC. Actas Capitulares, leg. 9, s. f. Palabras que encabezan el libro de acuerdos capitulares correspondiente a los años 1812 y 1813. AMC. Actas Capitulares, leg. 9, s. f. 20 Sesión de 12 de noviembre de 1812. AMC. Actas Capitulares, leg. 9, s. f. 19 255 del campo común. Precisamente, el permiso otorgado por el alcalde de Gibraleón a un particular para que pudiese vender aguardiente y otros licores en el sitio de El Rompido provocaría la movilización de las autoridades de Cartaya, que tachaban de intolerable este hecho por considerar que el alcalde pretendía ejercer en los campos comunes una jurisdicción superior a la que entonces le correspondía. De manera significativa, el escrito de denuncia contenía referencias a la opresión y la esclavitud que habían caracterizado las relaciones entabladas entre estas villas en el pasado21. La nueva articulación del espacio continuó generando en los siguientes meses no pocas suspicacias y tensiones entre sus distintos componentes. El ayuntamiento de Cartaya adoptaría un papel muy activo contra las pervivencias de un sistema tradicional que descansaba en asimetrías y jerarquías, y que le colocaba en una posición de segundo orden respecto a otros miembros del mismo. Ese compromiso con la igualdad y la proporcionalidad entre los pueblos en el uso y disfrute de los recursos que compartían, y con la equivalencia y la simetría en el acceso a los instrumentos y la acción de gobierno, encontraría alcance y proyección durante el tiempo de vigencia de la Constitución. Sin embargo, una vez que se producía la caída del sistema y se reinstauraba el ayuntamiento de 1808, ese activismo revertía y perdía fuelle, al menos en lo que respecta a las convocatorias impulsadas desde Gibraleón para tratar asuntos relativos al campo común. No así sobre otros símbolos y escenarios de poder, sobre los que se ensayaron nuevas y revitalizadas resistencias. La vuelta al modelo de dependencia no significó en todos los casos la pérdida absoluta de la capacidad de resistencia ni la total desactivación de las aspiraciones de mayor autonomía e independencia respecto al marco jurisdiccional inmediato. Algunos hitos vienen a mostrar cómo la vida de la comunidad local siguió canalizándose a partir de ciertos anhelos y pasiones que habían tomado especial proyección durante la etapa constitucional. 21 Sesión de 13 de marzo de 1813. AMC. Actas Capitulares, leg. 9, s. f. 256 La densificación del escenario público: reconsiderando la unidireccionalidad del proceso22 Villanueva de los Castillejos también formaba parte del marquesado de Gibraleón y estaba sujeto a la casa de Béjar, que ejercía la potestad de designación última respecto a los cargos del cabildo. Esta situación se vio particularmente afectada por el Decreto de las Cortes de 6 de agosto de 1811 sobre la abolición de los señoríos, que establecía en su punto segundo que “se procederá al nombramiento de todas las Justicias y demás funcionarios públicos, por el mismo orden, y según se verifica en los pueblos de realengo”23. Esta nueva circunstancia generaría discrepancias internas respecto a la forma concreta de aplicación. En este contexto, los alcaldes y regidores salientes del cabildo anterior, tomando como referencia el procedimiento habitual, constriñeron el acto de elección al estricto marco del cabildo, de tal manera que en la sesión de 7 de enero de 1812, considerando las “circunstancias actuales de despoblación” y los perjuicios que “pueden inferirse a este público en la dilatación de dicha elección”, y deseando que “los empleos concejales recaigan en personas veneméritas y de toda providad”, acordaron los nombres que debían formar parte del ayuntamiento para el siguiente año24. Los primeros en mostrar ciertas precauciones respecto al modo y conveniencia del formato de elección adoptado serían los mismos que habían sido agraciados con el nombramiento. De hecho, la posesión de los cargos no pudo llevarse a cabo no sólo por la escasa asistencia que tuvo, sino además porque los individuos que se personaron mostraron expresamente su negativa a ello. El elegido en calidad de alcalde de segundo voto apoyaba su rechazo en que el ayuntamiento hizo una “elección arbitraria en sus vocales” por cuanto no había hecho propuestas de personas dobles ni las había remitido al tribunal territorial para que determinara sobre ello25. En definitiva, su planteamiento descansaba en la continuidad del tradicional papel del cabildo respecto a la conformación de proposiciones, mientras que lo novedoso radicaba en la institución última que debía componer la lista definitiva. Un análisis más extenso en José SALDAÑA FERNÁNDEZ: “Más allá de Cádiz: la experiencia como aprendizaje en el ámbito político municipal (1814-1814)”, en Butrón, G. y Ramos, A. (eds.) Cádiz, escuela política: hombres e ideas más allá de 1814, Madrid, Sílex, 2016. 23 Remedios MORÁN MARTÍN: “Abajo todo: fuera señoríos y sus efectos’. El decreto de 6 de agosto de 1811”, Revista de derecho político, 82 (2011), pp. 241-262, esp. pp. 259-261. 24 Sesión de 7 de enero de 1812. Archivo Municipal de Villanueva de los Castillejos (en adelante, AMVC), Actas Capitulares, leg. 11, s. f. 25 Documento suelto, no contiene fecha, aunque ciertos indicios permiten situarlo en enero de 1812. AMVC. Actas Capitulares, leg. 11, s. f. 22 257 Este escenario de cambio jurisdiccional, imprecisión en la aplicación normativa y dificultad en la conformación del nuevo cuerpo capitular abrigaría transformaciones de mayor calado, abriéndose la puerta a la proyección pública de ciertas tendencias que abogaban por una ampliación de la base participativa de su vecindario. Cambios que comenzaron a tomar cuerpo de una manera un tanto excepcional, por impulso de sectores poblaciones que se encontraban alejados de los puestos de decisión municipal. Al menos es lo que se desprende del escrito que, firmado con fecha de 18 de enero de 1812 por cuatro vecinos de la localidad –aunque, según afirmaban, actuando “a nombre del Pueblo”-, se había remitido a los diputados del común –a los que reconocía como “únicos Representantes del Público en esta Villa”-, denunciando la miserable situación en la que se encontraba la población y la necesidad de “hacer elección popular de todos los empleos de justicia”26. La revolucionaria petición encontró eco en los diputados del común, quienes impulsaron rápidamente el proceso de “elección de alcaldes y regidores por el pueblo”. El 19 de enero se convocaba a “todo vecino sin ecepción de clases” para participar ese mismo día en un proceso público para la emisión de los votos y su escrutinio, así como para posesionar en sus empleos a los que hubiesen sido elegidos y enviar a continuación, “para que no adolesca el expediente de bicio alguno”, a la autoridad de Cádiz competente en este asunto los resultados en espera de disponer del visto bueno de la misma. El proceso contó finalmente con la participación de unos 50 vecinos, quienes emitieron públicamente sus votos atendiendo a los distintos puestos que debían cubrirse, y cuyo recuento dio lugar a un cuadro de gobierno que presentaba unos perfiles muy diferentes al salido del proceso auspiciado por los miembros del anterior cabildo. Se asistió, pues, a un proceso radical de cambio por impulso del entonces vecindario residente, que supuso el paso, al menos en lo que respecta al derecho y el ejercicio del voto, de un sistema cerrado y acotado en torno a las tradicionales élites locales, a otro abierto que descansaba en la participación de todos los vecinos sin distinción alguna. El éxito de la iniciativa no sólo descansaba en la actividad de sus promotores, sino que respondería, por un lado, a un escenario social interno novedoso y complejo, y, por otro, a una realidad externa no menos innovadora y complicada, caracterizada tanto por los efectos de un panorama bélico extremo y dramático, como por 26 AMVC. Actas Capitulares, leg. 11, s. f. 258 la proyección de nuevos planteamientos político-institucionales edificados en torno a una soberanía cada vez más amplia y diversificada. Las evidentes diferencias con respecto al sistema de formación y composición de los ayuntamientos precedentes no impidieron que se viese afectado por el proceso de renovación y cambio con anterioridad incluso a la finalización del año natural para el que había sido elegido. No hay que obviar en este sentido las diferencias que presentaba respecto al modelo recogido poco después en la Constitución de Cádiz, ya que si bien coincidían en cuanto a la extensión y la apertura del proceso de elección, se distanciaban en la materialización precisa del mismo: frente a la reunión abierta sin restricción aparente y la proyección de un sistema de elección directa, el texto constitucional implantaba un modelo abierto en el que participaban aquellos que estuviesen en el ejercicio de los derechos de ciudadano mediante un sistema indirecto por el cual la potestad última de designación de los nuevos cargos quedaba sujeta a los electores nombrados para ello. El nuevo cabildo que se formaba ya bajo los presupuestos de la Constitución y tomaba posesión el 4 de noviembre de 1812 –y que no contaba con sujetos del ayuntamiento precedente-, se concedía una entidad y naturaleza diferentes al anterior y marcaba una cierta distancia respecto a la actividad desarrollada por aquel. No en vano, llegaba a acusarles de negligencia, omisión y desatención en el cumplimiento y la ejecución de muchas de las órdenes que habían recibido en el tiempo de su ejercicio. Ahora bien, más allá de los problemas denunciados respecto a las funciones y las acciones implementadas por la corporación precedente, las críticas pudieron ser reflejo asimismo, según parece desprenderse de algunos testimonios, de ciertos desencuentros generados en el interior de la comunidad local entre grupos o individuos con intereses diferentes y contrapuestos. Lectura que quedaba confirmada a finales de 1813, momento en el que se iniciaba el proceso de elección que debía conducir a la formación del ayuntamiento constitucional para el año siguiente. El 19 de diciembre se reunían los nueve electores en una junta presidida por el alcalde y con presencia de dos escrutadores y el secretario del ayuntamiento, de la que salieron nombrados a “pluralidad absoluta de votos” el nuevo cuadro de gobierno que tomó posesión el primer día de enero de 181427. En todo caso, el nuevo ayuntamiento no tomaría posesión definitiva hasta un mes más tarde, después de llevarse a cabo una nueva elección por haberse declarado nulo el 27 AMVC. Actas Capitulares, leg. 12, s. f. 259 proceso anterior. Ello había respondido a la denuncia que elevaron 17 particulares sobre las irregularidades detectadas y los atropellos cometidos contra ellos en las elecciones efectuadas el 12 de diciembre para designar a la nómina de electores. En los tres poderes diferentes que éstos otorgaron a lo largo del mes de diciembre, después incluso de conocerse la decisión adoptada por los electores28, y que tenían por objeto recabar los testimonios pertinentes y elevar el recurso de queja sobre las autoridades superiores, se pueden rastrear las circunstancias que amparaban la reclamación. Los denunciantes sostenían que fueron apartados escandalosamente del proceso y “privados de los derechos de ciudadanos”, unos por “seductores y otros por seducidos”29. Y afirmaban además que aunque resolvieron en aquel momento abandonar el acto para evitar una agitación mayor, habían adoptado la decisión de efectuar las protestas más convenientes y ajustadas a la vía legal que establecía el propio sistema. Hay que tener en cuenta asimismo la naturaleza precisa de todos los sujetos que se vieron afectados, entre los cuales no faltaron quienes contaron con una proyección pública relevante en momentos anteriores, ya sea participando en acciones comunitarias significativas o ya fuese desempeñando algún cargo en el ayuntamiento. La respuesta del gobierno político provincial estuvo acorde con los planteamientos de los reclamantes y disponía la realización de nuevas elecciones. Los acuerdos adoptados el día previo a la celebración de la junta parroquial para la designación de los electores, que trataban de impedir el consumo de alcohol y la celebración de reuniones y tertulias en la época de las elecciones, mostraban a las claras el ambiente que envolvía a la villa por aquellas fechas, cuyas tensiones y conflictos internos obligaban a adoptar ciertas medidas que garantizasen la pacificación y la concordia entre sus vecinos30. En fin, los acuerdos de la autoridad municipal no hacían sino traslucir una atmósfera de tensión e inquietud, en la que la celebración de encuentros y reuniones podría condicionar el sentido y la orientación del voto de los particulares, no sólo a través 28 Un primer poder, firmado por ocho individuos, de 15 de diciembre; un segundo, rubricado por seis, con fecha del 22; y un tercero, que cuenta con tres firmas, del día 23. Hay que tener presente que la reunión de los electores en la que nombraron a los miembros del ayuntamiento del siguiente año se llevó a cabo el 19 de diciembre. Archivo de Protocolos Notariales de Ayamonte. Escribanía de Manuel Mateo Yáñez Blanco, El Almendro, año 1813, leg. 1142, fol. 89-91, 93-95 y 95-98. 29 En el poder otorgado el 15 de diciembre se hablaba de “seductores” y “seducidos”; en el del 22 se refería que estaban privados de los derechos de ciudadanía “(sin havérsele notado ni hecho saber con antelación la causa o motivos) por reos de insidencia unos, y otros por seductores”; y en el del 23, que estaban suspensos del goce de aquellos derechos “por ser mosos de soldada”. Ibídem. 30 Sesión de 22 de enero de 1814. AMVC. Actas Capitulares, leg. 12, s. f. 260 de los mecanismos políticos grupales articulados en base a la conjunción de intereses comunes, sino también a partir de la proyección de presiones e influencias que permitirían a determinados sujetos o facciones garantizar el control de ciertos espacios de poder municipal. Este último aspecto resultaba, en todo caso, más difícil de controlar, por cuanto podía desarrollarse en escenarios privados, alejados de la vista y de la fiscalización pública. La nómina de elegidos en el segundo proceso no variaba respecto al anterior, de lo que se desprende, por un lado, que las medidas adoptadas por las autoridades habían logrado el cometido de encauzar el proceso fuera de sobresaltos e intranquilidades, y por otro, que la capacidad de influencia de los supuestos instigadores resultaba limitada, o cuando menos, quedaba contrarrestada por el impulso de otras fuerzas y sectores de la comunidad local. El acto de recibimiento y juramento de los nuevos miembros, desarrollado bajo la supervisión del comisionado nombrado por el jefe político de la provincia, contenía una clara referencia a su atención sobre el bien y la tranquilidad pública. En todo caso, los primeros días de gestión de la nueva corporación debieron de resultar ciertamente difíciles y problemáticos. La salida de individuos y su avecindamiento en otras villas del entorno darían algunas pistas acerca de la convulsión y excitación experimentadas a lo largo del mes de febrero. Lo más llamativo del caso no sería el número de vecinos que se trasladaban –según manifestaba el propio ayuntamiento algún tiempo después, fueron diecisiete-, sino la forma en la que lo hacían y la naturaleza de los sujetos que lo protagonizaban. Por una parte, porque la solicitud de avecindamiento se hizo de manera grupal, como quedaba patente en el escrito que firmaban dieciséis individuos de manera conjunta en Gibraleón el día 24 de febrero31. Por otro, porque según reconocía la misma corporación de Castillejos, los sujetos que habían levantado sus domicilios y se habían pasado a Gibraleón y San Bartolomé de la Torre “eran todos los de mayores riquezas, los más pudientes y principales contribuyentes”32. Entre ellos se encontraban, por cierto, dos de los individuos que habían representado un papel fundamental en el contencioso que propició la apertura del segundo proceso de elección. 31 Archivo Municipal de Gibraleón. Actas Capitulares, leg. 14, s. f. Escrito del ayuntamiento de Villanueva de los Castillejos del 4 de abril de 1814 dirigido al Subdelegado de Rentas del Partido de Ayamonte. AMVC. Actas Capitulares, leg. 12, s. f. 32 261 El desencadenante pudo encontrarse en cuestiones fiscales y hacendísticas, toda vez que en la referida solicitud de avecindamiento se destacaba que una vez materializado el cambio de domicilio no debían ser incluidos ni tenidos en cuenta para ninguna carga vecinal correspondiente a Villanueva de los Castillejos. Pero la clave última estaría vinculada con dinámicas sociales y políticas de mayor trascendencia y proyección: el recurso a la emigración por parte de los sectores más pudientes sería el reflejo de su pérdida de influencia sobre el órgano de gestión municipal, ya que en caso contrario podrían haber arbitrado alguna fórmula que resultase más acorde con sus intereses. Junto a las circunstancias que habían llevado al desplazamiento también cabría considerar las consecuencias que este traía, particularmente en el apartado de los compromisos fiscales a los que debía atender la villa. Desde esta perspectiva no sorprende la movilización vecinal que se implementaba a su alrededor. Un buen ejemplo lo encontramos en el cabildo abierto celebrado a finales de julio con el objeto de atender a una orden del Intendente que establecía el pago de cierta cantidad económica para satisfacer a la manutención de las tropas, y que reunió “a la más sana parte de este Pueblo, vecinos estantes, habitantes y hacendados de las varias clases y profeciones de que se compone” en un número superior a noventa33. Pero esta nutrida junta también permite vislumbrar otras facetas de la vida comunitaria de aquel momento, puesto que entre el vecindario concurrente encontramos a algunos de los individuos que habían protagonizado el sonado desavecindamiento cursado en el mes de febrero anterior. Los cambios, o las expectativas sobre los mismos, que trajo consigo la caída del régimen constitucional pudieron contribuir a esa nueva reestructuración del entramado social y vecinal. Pudieron abrirse por entonces algunos espacios de apaciguamiento y reconciliación entre sectores o sujetos enfrentados. La vuelta puntual o permanente de algunos de los pudientes que se habían desavecindado pudo desempeñar un papel clave en este proceso. Otro sería la proyección de un relato sobre la etapa constitucional no especialmente complaciente, en el que se mezclaban, por un lado, una concepción revolucionaria y turbulenta de aquellos meses, y por otro, una noción de fracaso y desastre en el terreno de la gestión desarrollada por entonces. Las primeras declaraciones del ayuntamiento restaurado marcaban nítidamente las líneas de interpretación a seguir, toda vez que denunciaba que “que por causa de las reboluciones 33 31 de julio de 1814. AMVC. Actas Capitulares, leg. 12, s. f. 262 y disturbios que se han padecido se hallan los puntos más interesantes de este gobierno en la mayor decadencia y desarreglo”, y que en consecuencia resultaba necesario “poner en mayor orden y economía posible” algunos de los campos más urgentes y notables34. Los perfiles del aprendizaje: reinterpretando el espacio de la política municipal Las circunstancias políticas de Cartaya y Villanueva de los Castillejos entre 1808 y 1814 permiten avanzar algunas ideas sobre el proceso de transformación al que se vieron sometidos por entonces los ámbitos municipales. El dinamismo y la complejidad de aquellos años quedaban plasmados en múltiples facetas, ya sea, por ejemplo, en el terreno de la autonomía y la reafirmación municipal frente al marco señorial tradicional, o ya sea sobre las nuevas prácticas políticas implementadas en torno a la conformación y la gestión del poder municipal. Los escenarios locales concurrieron activamente, por tanto, al proceso de apertura y socialización política, de tal manera que además de contribuir a definir el nuevo marco público de participación ciudadana, se erigieron en piezas fundamentales para el aprendizaje de buena parte de las prácticas que lo sustentaban. Otra cuestión sería determinar el sedimento que quedaba de este aprendizaje y su repercusión sobre contextos políticos posteriores. Ciertos acontecimientos ocurridos en los siguientes años aportan algunas pistas al respecto. El ayuntamiento de Cartaya había puesto especial atención durante la etapa constitucional en desactivar todos los elementos que aún recordaban al asimétrico y jerárquico marco señorial extinto, que privilegiaba a la villa de Gibraleón frente al resto de participantes en el marquesado. La reinstauración absolutista no ahogó, sin embargo, estas tendencias articuladoras de esencia igualitarista, que encontraban ahora amparo en un modelo de restauración que había restringido el campo de acción de los antiguos señoríos jurisdiccionales y asegurado la proyección de las instituciones realengas sobre espacios antes sujetos a los mismos. En líneas generales, el juego de permanencias y cambios no haría sino posibilitar la apertura de espacios de confrontación, toda vez que propiciaba lecturas diferentes en función de los intereses defendidos por unos y otros. Por ejemplo, el nombramiento efectuado en marzo de 1815 de José Barragán como corregidor 34 Sesión de 30 de agosto de 1814. AMVC. Actas Capitulares, leg. 12, s. f. 263 de Gibraleón provocaría el choque entre éste –apoyado, como cabe suponer, por las autoridades locales olontenses- y el ayuntamiento de Cartaya, toda vez que este último defendía su independencia y separación respecto al marco potestativo representado por aquel bajo el argumento principal de formar parte de la nómina de villas exentas con jurisdicción real ordinaria, y de contar asimismo con una figura política que demostraba y garantizaba su exención y soberanía jurisdiccional35. En este mismo contexto habría que situar el acuerdo adoptado el 15 de julio con objeto de elevar una propuesta a la corte para que se admitiese el nombramiento de dos alcaldes ordinarios siguiendo la práctica observada en el pueblo desde el tiempo de su conquista hasta el año 1657 y que, tras haber sido reconocida por resolución del Consejo de fecha de 20 de noviembre de 1811 a petición de la corporación, había vuelto a experimentarse en la conformación de la corporación de 181236. En el acto de recibimiento del alcalde mayor del 17 de octubre no se explicitaba ningún movimiento de resistencia, si bien reconocía que se llevaba a cabo “sin perjuicio del recurso que este Ayuntamiento tiene pendiente ante S. M. sobre la aprovación del nombramiento de Alcaldes Ordinarios que les fue concedido en Noviembre del año pasado de mil ochocientos once”37. En el caso de Villanueva de los Castillejos habría que esperar a la reimplantación del modelo constitucional gaditano entre 1820 y 1823 para asistir a un nuevo empuje del marco de apertura y dinamismo político. De hecho, la documentación conservada permite esbozar un escenario político fértil y dinámico en el que se implementaron, por ejemplo, mecanismos de acción colectiva y de toma de decisiones que no eran nuevos, pero que en este contexto debieron de contribuir decididamente no sólo al proceso de redefinición de la comunidad bajo los nuevos conceptos políticos que se estaban manejando, sino también a la identificación de aquellos campos y asuntos que debían ser necesariamente abordados de manera conjunta. Esos cabildos abiertos –acuerdos populares, como en ocasiones eran definidos- se dirigieron mayoritariamente a cuestiones como el cobro de las contribuciones, la distribución de los gastos o la repartición del campo común38; espacios que, al concitar el mayor interés y atención por parte del vecindario, debieron de 35 La real cédula sobre el nombramiento está expedida en palacio a 21 de marzo de 1815. La sesión que recoge el intento de recibimiento y donde se manifiesta la resistencia al mismo tiene fecha de 12 de julio de ese mismo año. AMC. Actas Capitulares, leg. 9, año 1815, fols. 6-7. 36 AMC. Actas Capitulares, leg. 9, año 1815, fol. 10. 37 AMC. Actas Capitulares, leg. 9, año 1815, fol. 15. 38 AMVC. Actas Capitulares, leg. 13 y 14, s. f. 264 contribuir de una manera clara a la visualización y caracterización de las nuevas dinámicas que acompañaban al proceso de modernización y aperturismo político. En todo caso, no hay que obviar la trascendencia que en ese escenario de conformación de nuevas prácticas e imaginarios políticos tendrían los procesos de elección celebrados anualmente para la conformación del ayuntamiento, precisamente porque constituían una vía de participación pública ordinaria y sistematizada, pero también, lo que resulta más interesante aún, porque permitían la exteriorización y explicitación, al menos en parte, del juego de intereses y tensiones que de una u otra forma caracterizan a toda comunidad definida en términos políticos. No en vano, varios episodios inducen a pensar en un escenario no caracterizado precisamente por el sosiego y la serenidad. El ayuntamiento hacía constar en su sesión del 21 de diciembre de 1820 que “son muchas las reuniones que de pocas noches a esta parte se observan en las calles compuestas de hombres y mujeres que después que se poseen de vino cantan coplas infamantes, llegando el escándalo a tal grado que ni se respeta lo sagrado de la Autoridad Constitucional”. Mientras que a mediados de diciembre de 1821 se volvía a insistir en la necesidad de conservar el “buen orden y la armonía” del vecindario, particularmente en “estos días de la celebración de las elecciones de concejales”, por lo que habiéndose observado que se estaban cantando por las noches “coplas satíricas e insultantes” dirigidas a particulares o sobre asuntos generales, el ayuntamiento tomaba algunas medidas de precaución respecto al consumo de bebidas alcohólicas “hasta concluido el acto de elecciones”39. En fin, las décadas iniciales del siglo XIX albergaron los primeros momentos de implantación del régimen liberal y, con ello, la proyección de prácticas de intervención política de carácter extensivo –en cuanto al número de participantes- e intensivo –respecto al grado de actividad-. No se trató, con todo, de un fenómeno exclusivo de escenarios centrales y substanciales. Las comunidades locales de ámbito rural no fueron meros agentes pasivos, sino que participaron activamente en ese proceso de cambio mediante, por ejemplo, la puesta en marcha de una rica y compleja práctica política que descansaba en una lectura no sólo amplia sino también específica del marco político de fondo. Queda mucho por recorrer en este campo, si bien no es poco lo que ya se puede avanzar, particularmente en torno a las claves del proceso de modernización y aperturismo político, 39 AMVC. Actas Capitulares, leg. 13, s. f. 265 resultando conveniente la adopción de nuevos enfoques de trabajo a partir de la reconsideración del papel jugado por los escenarios municipales de ámbito rural. 266 La modernización del sector agrario español: una evaluación de su impacto sobre los recursos hídricos Ana Serrano* Universitat de Girona Introducción Los cambios en los procesos de producción ocurridos tras la revolución industrial afectaron notablemente al medio natural. En particular, los ecosistemas hídricos han sido impactados de forma intensa en el largo plazo, con importantes variaciones tanto en la disponibilidad como en la calidad del agua. Según L’vovich and White (1990), de 1687 a 1987 la extracción mundial de agua aumentó treinta y cinco veces y su consumo se multiplicó por nueve durante el siglo veinte. El crecimiento demográfico, pero sobre todo, el gran incremento de la renta por habitante impulsaron la demanda de recursos hídricos, aumentando los requerimientos de alimentos y motivando un significativo cambio en los patrones de consumo hacia bienes intensivos en agua. En este proceso, el comercio también ha supuesto fuertes presiones, especialmente en un contexto de intensa globalización en el largo plazo. Estas demandas crecientes fueron correspondidas con un incremento de la producción a lo largo del siglo pasado, siendo el regadío el factor clave para esta expansión. Así, el uso de recursos hídricos ha sido tradicionalmente la forma más importante de incrementar la productividad de la tierra y de asegurar las cosechas en regiones áridas y semiáridas. Ello ha implicado no sólo el incremento de la superficie cultivada, sino también la necesidad de desarrollar infraestructuras para el desarrollo del regadío en las zonas más áridas, generando daños al medioambiente y a la biodiversidad (Abell et al. 2008; IUCN 2015). 267 Universidad de Castilla~La Mancha Departamento de Historia. Área de Historia Contemporánea Edificio Benjamín Palencia | Campus Universitario s/n | 02071 Albacete Email: [email protected] | www.ahistcon.org | Estudiar el efecto de los procesos de crecimiento económico en el largo plazo desde la perspectiva de su sostenibilidad permite evaluar cuantitativa y cualitativamente el impacto del sector agrario sobre los recursos naturales. Según Schandl and Schulz (2002) "la comprensión de cómo una determinada relación natural se ha establecido en el curso de la historia y los patrones e interacciones que funcionaron podría permitir a la sociedad intervenir conscientemente en estas relaciones naturales e incluso fomentar la comprensión de la sostenibilidad”. En este contexto, este trabajo analiza el efecto que el proceso de modernización y liberalización comercial de la agricultura ha tenido sobre los recursos hídricos en el largo plazo. Para ello, se estudiará la huella hídrica de la agricultura, esto es, el volumen de recursos hídricos consumidos en la producción de los bienes del sector agrario, entendiendo consumo de agua como el agua evapotranspirada o incorporada al producto (Hoekstra et al. 2011). Además, se evaluará el impacto del comercio a través de los flujos de agua virtual (Allan et al. 1997), i.e., el agua incorporada en la producción de bienes agrarios que son exportados o importados por la agricultura española. Todo ello se llevará a cabo distinguiendo entre agua verde y agua azul. Según Hoekstra et al. (2011) el agua verde se refiere al agua procedente de la precipitación que se acumula en la tierra o en la vegetación, mientras que el agua azul hace alusión al agua subterránea o superficial (lagos, ríos o acuíferos) que puede ser regulada. Con este objetivo, tomaremos el desarrollo del sector agrario desde 1850 en España como caso de estudio. Se trata de un caso especialmente significativo. Un país semiárido caracterizado por una elevada variabilidad espacial y temporal de las precipitaciones, junto con altos niveles de evapotranspiración comparados con la media Europea (González de Molina 2001), donde los desajustes entre la dotación de recursos y los requerimientos hídricos se han gestionado tradicionalmente con políticas de oferta. El desarrollo de regadío que solventó parcialmente el problema de la aridez en las regiones más secas del país, implicó importantes costes ambientales, económicos y sociales. Además, se examina una etapa de especial relevancia con importantes cambios estructurales e institucionales que afectaron al sector agrario, durante la cual España completó su proceso de industrialización convirtiéndose en un país de renta alta al final del periodo. En la medida de lo posible, en el análisis se utilizará una doble perspectiva histórica y regional, ambas altamente significativas para entender el desarrollo del sector agrario 268 español y para evaluar los impactos económicos y ambientales asociados a este proceso. Por un lado, el enfoque histórico permite contextualizar las implicaciones de los incrementos de producción agraria en el largo plazo sobre las huellas hídricas y la escasez, analizando los costes incurridos para proveer agua de regadío a las áreas más áridas. Por otra parte, el estudio de España a nivel regional permite distinguir los efectos de este proceso sobre el propio sector y sobre el agua en las distintas provincias, caracterizadas por diferentes características físicas y naturales que determinan la productividad y eficiencia de la agricultura. La siguiente sección analiza el proceso de modernización del sector agrario español desde mitad del siglo XIX, prestando especial atención al papel clave del regadío. Posteriormente, se estudian las consecuencias de este proceso de desarrollo. En primer lugar, se estudian las presiones sobre los recursos hídricos a través de la evaluación de la huella hídrica. A continuación, nos fijamos en el comercio con el fin de entender en qué medida la integración del sector agrario español en los mercados internacionales impactó sobre el uso del agua. Seguidamente, abordamos otros efectos medioambientales, sociales y económicos de este desarrollo agrario. Finalmente, el artículo termina concluyendo con las principales ideas. La modernización de la agricultura española: el papel del regadío Durante el siglo XIX el incremento de la demanda doméstica fuertemente relacionada con el crecimiento demográfico en un contexto proteccionista, ofreció posibilidades muy atractivas para incrementar la producción agraria. Asimismo, la integración de la economía española en los mercados internacionales durante la primera globalización también impulsó su crecimiento (Garrabou 1985). La aridez fue un factor limitante para la adopción de las nuevas técnicas agrarias (ver Mapa 1), dificultando la introducción de forrajes en el sistema de rotación de cultivos (Garrabou 1994; Tortella 1994). Ello supuso una baja productividad de la tierra comparativamente con otras zonas de Europa donde se introdujeron innovaciones (Pinilla 2004). Además, la irregular distribución de los recursos hídricos entre regiones conllevó importantes divergencias en cuanto a rendimientos medios del grano (Santiago-Caballero 2013). Los escasos datos cuantitativos existentes muestran claramente que a pesar de las numerosas obras hidráulicas de pequeña escala construidas, el incremento de la capacidad de almacenar agua fue reducido. Durante la segunda mitad del siglo XIX el crecimiento 269 del volumen de agua regulada para regadío se limitó a 50 hm3 (Dirección General de Obras Hidráulicas 1992). Las inversiones privadas se combinaron con cambios en el uso del suelo, principalmente hacia productos dedicados a la exportación. Sin embargo, estas iniciativas se encontraron con dos obstáculos. En primer lugar, se financiaron con capital privado lo cual que suponía que los inversores debían asumir la elevada financiación de las infraestructuras y sus largos periodos de amortización (Pinilla 2008). En segundo lugar, desde el punto de vista tecnológico, había grandes limitaciones para la construcción de estos megaproyectos debido a la falta de tecnologías avanzadas que permitiesen construir embalses de cabecera. Mapa 1. Precipitación media anual en España por provincias, 1982-2002 (mm). Fuente: Cazcarro et al. (2014). Estas barreras fueron superadas a finales del siglo XIX cuando con el impulso de las ideas de Costa el estado se erigió como el principal organismo financiador de obras públicas hidráulicas con el ánimo de mejorar el desarrollo del país. El regeneracionismo fomentó el desarrollo del regadío, visto como la solución para las áreas rurales, intensamente afectadas por la pobreza en la época. Además, las nuevas tecnologías llegadas con el desarrollo de la ingeniería y los nuevos materiales permitieron a España superar los obstáculos tecnológicos. La construcción de pantanos supuso el paso del regadío irregular 270 al permanente, los cuales se utilizaron también como una importante fuente de hidroelectricidad. Al mismo tiempo, la adopción de nuevos recursos como los motores de gasolina, gas y electricidad para extraer agua subterránea impulsaron la inversión privada en regadío desde principios del siglo XX. Según Calatayud y Martinez-Carrión (1998; 2005), el 60% de estas nuevas tecnologías se localizaban en el arco Mediterráneo, especializado en productos hortofrutícolas dedicados a la exportación. Sea mediante la iniciativa privada para extraer agua subterránea o mediante capital público, las infraestructuras hidráulicas se multiplicaron por 10 entre 1860 y 1930 (Herranz 2004), aumentando la capacidad de regadío a una tasa sin precedentes. Todos estos proyectos se combinaron con un importante cambio de los usos del suelo hacia cultivos de alta rentabilidad económica y con posibilidades de comercialización en el mercado exterior. Así, durante el primer tercio del siglo XX las regiones mediterráneas tendieron a sustituir los cultivos tradicionales de secano por otros de regadío de alto valor añadido cuyo destino principal era la exportación (Pinilla and Ayuda 2009). Este cambio composicional está relacionado con el desarrollo económico que implicó importantes modificaciones en la dieta del país, así como con la orientación de estos productos a los mercados exteriores. Figura 1: Evolución de capacidad de embalse en España, 1905-2004. Fuente: Elaboración propia a partir de SEPREM. La gran expansión de las infraestructuras hidráulicas llegó durante la dictadura franquista, la cual hizo de estas un eje central de su política agraria (ver Figura 1). Como resultado, se generó un espectacular crecimiento de la capacidad de regulación del agua a través de 271 embalses. Hasta los años cincuenta el crecimiento de la construcción fue sostenido, en torno a 4 presas anuales, pasando de 60 presas en 1900 a unas 270 en 1950. Desde ese momento, el crecimiento se aceleró, incrementando en media en torno a 20 presas/año hasta llegar a la actualidad (MAGRAMA 2016). Estos nuevos embalses permitieron la provisión de recursos hídricos al sector agrario fomentando importantes cambios del uso de la tierra y a su vez la expansión de la superficie de la superficie agraria de regadío. Según Cazcarro et al. (2014), la producción en regadío pasó de representar aproximadamente un 30% de la producción total en 1935 a alrededor de un 33% en 1955 (ver Figura 2). Desde 1960 el sector agrario español estuvo inmerso en un intenso proceso de desarrollo que tuvo como resultado importantes cambios estructurales relacionados con el crecimiento de la renta per cápita y con la integración de España en los mercados internacionales tras la autarquía franquista. Entre 1955 y 2010 el crecimiento de la producción agraria se situó en media en torno al 1.6% anual, siendo el 40% de este crecimiento debido a la extensión de la superficie regadío y el resto a la mejora de los rendimientos agrarios (Cazcarro et al. 2014). Con el inicio del periodo democrático la expansión del regadío continuó tanto por la vía de la construcción de embalses como mediante la extracción de agua subterráneas (Esteban y Albiac 2012). Los pantanos y presas pasaron de regular el 9% de los recursos en 1950 al 40% en la actualidad (Berga 2003) y la capacidad de embalse incrementó de 8,547 hm3 en 1955 a 56,411 hm3 en 2005 (SEPREM 2014). Aunque esta expansión se realizó a un ritmo más lento que durante la dictadura franquista, la concentración de la producción en la superficie de regadío y en productos dedicados a la exportación siguió su curso (Clar et al. 2015). Concretamente, en 2005 la superficie irrigada era unas 2.3 veces superior que en 1955 y la producción de regadío paso de ser alrededor del 42% del total en 1955 al 68% en 2005 (Cazcarro et al. 2014) (ver Figura 2). 272 Figura 2: Evolución de la producción agrícola y superficie de regadío en España, 19352005. Fuente: Elaboración propia a partir de Cazcarro et al. (2014) y Cazcarro et al. (2015). Durante estos años la distribución de la producción agraria se modificó notablemente. Ello se relaciona con la creciente demanda doméstica derivada de un mercado en desarrollo, la expansión de la demanda externa cono resultado de la entrada a la Comunidad Económica Europea y las condiciones climáticas favorables de España para producir ciertos cultivos. El aumento más marcado en el porcentaje de la producción de regadío se produjo entre 1980 y 2006 (ver Figura 2), conjuntamente con el incremento del peso de productos de alto valor añadido como hortícolas, frutas o aceite. Como resultado, España se convirtió en uno de los mayores exportadores de estos productos en el mundo, de los cuales una parte importante son procesados en la industria agroalimentaria, uno de los sectores más dinámicos del país. Por el contrario, cultivos como cereales, forrajes y leguminosas perdieron peso en la producción española de la época, ya que fueron en gran medida importados a partir de la entrada en la Comunidad Europea. A nivel territorial se observó una importante reasignación espacial de la producción agraria desde las regiones más húmedas hacia las más áridas. Las provincias con menor disponibilidad de agua (menos de 600mm/año) tendieron a concentrar la producción agraria generando el 62% de la producción en 1955 y el 77% en 2010. Por el contrario, 273 las provincias con mayores dotaciones hídricas perdieron importancia en la producción agraria, pasando del 16% al 3%. Esto es, las regiones húmedas en el norte de España perdieron peso en favor de las regiones más secas del sur y el Valle de Ebro. El papel del regadío en el desarrollo del sector agrario en las regiones áridas fue esencial, permitiendo el paso de una agricultura tradicional basada en cultivos de secano a un sector de regadío, moderno y altamente productivo. Podemos decir por lo tanto que se produjo una desvinculación entre los condicionantes naturales (disponibilidad de recursos hídricos) y la producción agraria gracias al papel del regadío (Cazcarro et al. 2014; Cazcarro et al. 2015). Hoy en día, más del 60% de la producción agraria final en España se genera en regadío (Cazcarro et al. 2014). Los cambios de largo plazo que hemos analizado han significado transformaciones clave para la agricultura, pero a su vez han tenido efectos significativos sobre la sostenibilidad de los recursos hídricos, además de otros impactos ambientales e importantes costes económicos y sociales. Veamos cuáles han sido sus consecuencias en las próximas secciones. El impacto del desarrollo agrario sobre el agua: La huella hídrica en el largo plazo El desarrollo económico de España junto a su creciente integración en los mercados internacionales como exportador de productos agroalimentarios de alto valor añadido e intensivos en agua supuso presiones crecientes en los recursos hídricos domésticos e hizo necesario intensificar la transición del secano a la irrigación. El éxito del sector agrario español no hubiese sido factible sin la expansión del regadío, ya que la mayoría de bienes agrícolas exportados (naranjas, y otras frutas y vegetales) requerían más agua de la que, en condiciones naturales, era provista por la lluvia. La escasez de agua es un factor importante para entender el retraso relativo del sector agrario español con respecto al resto de Europa a finales del siglo XIX. Sin embargo, esta misma escasez impulsó el cambio tecnológico en la agricultura, permitiendo la explotación de nuevos recursos en las áreas más áridas del país (Cazcarro et al. 2014) y la integración de España en los mercados agrarios internacionales. Esto es, en aquellos lugares donde se consiguió aliviar la escasez construyendo obras hidráulicas el agua pasó de ser un factor limitante a ser clave, especialmente allí donde el clima era mediterráneo, caracterizado por temperaturas suaves y gran cantidad de horas de sol. 274 Tabla 1: Evolución de la huella hídrica de la agricultura española distinguiendo sus componentes. Fuente: Elaboración propia a partir de Duarte et al. (2014a). 1860 1900 1930 1962 2008 Huella hídrica 33,824 (hm3) 49,310 61,795 65,186 80,486 % huella 9.6 azul 14.9 12.8 19.0 19.3 % huella 90.4 verde 85.1 87.2 81.0 80.7 El agua necesaria para llevar a cabo la producción agraria española pasó de 32,824 hm 3 en 1860 a 80,486 hm3 en 2008. Este crecimiento fue gradual hasta 1930 dado el incremento sostenido de la producción durante estos años. Sin embargo, se estancó durante la Guerra Civil Española y la autarquía franquista debido principalmente a las barreras para la importación de productos esenciales para la modernización de la agricultura, como maquinaria o fertilizantes. De 1962 en adelante, el intenso crecimiento de la producción agraria favorecido por la introducción de nuevas tecnologías, los cambios en su composición (con la industria ganadera siendo uno de los sectores líderes) y la creciente integración comercial se tradujeron en fuertes presiones sobre los recursos hídricos (Duarte et al. 2014a). Si bien el uso de agua verde fue siempre el componente más significativo, el agua azul muestra un crecimiento dinámico a lo largo del periodo, principalmente debido a la fuerte expansión del regadío. Por productos, los cereales, la fuente más importante de calorías hasta que España alcanzó un elevado nivel de renta per cápita, suponían alrededor del 30% del uso de agua verde hasta los años sesenta. Posteriormente, cuando España culminó su proceso de desarrollo, se convergió hacia los patrones de dieta de los países más avanzados con un importante peso de la carne. Ello supuso un incremento del uso de agua verde a través de la carne, que en 2008 representaba el 32.7% del total. Lo mismo ocurrió con los huevos y productos lácteos que experimentaron un tardío pero intenso crecimiento (Hernández Adell 2012; Collantes 2014) y que impulsaron la presión sobre el agua verde, alcanzando el 17% en 2008 (Duarte et al. 2014a). Por el lado del agua azul, las frutas y vegetales fueron siempre el componente más significativo, con un estable 30% sobre el total y un crecimiento anual de la presión sobre el agua alrededor del 1.2%. El impacto sobre el agua azul alcanzó su nivel máximo con la apertura de la economía española al resto del mundo, particularmente a partir de la incorporación de España a la Unión Europea (Duarte et al. 2016) . Otros 275 productos como el arroz o el algodón, protegido por el franquismo, pero posteriormente sustituido por fibras sintéticas, también ejercieron presión sobre el agua regulada. El impacto sobre los recursos hídricos se produjo de forma desigual a nivel territorial. Así, desde 1955 más del 75% de la huella hídrica azul se concentraba en las provincias más áridas del país, con menos de 600mm/año de precipitaciones (ver Mapa 2). Este porcentaje se mantuvo constante en el tiempo, mientras que se observa un descenso de la huella de las provincias húmedas (con más de 900 mm/año de lluvia) (Cazcarro et al. 2015). Por productos, las provincias más secas (menos de 600 mm/año) generaban en 1955 el 90% de la huella de frutales, el 80% de productos hortícolas, casi la totalidad de la huella azul de los olivos y el 53% de los forrajes. A principios del siglo XXI la situación era similar, con un incremento de la huella de los hortícolas concentrada en las provincias áridas, que suponía un 93% del total. Por el contrario, las regiones más húmedas perdieron peso en todos los grupos, sólo los forrajes mantuvieron un peso significativo alrededor del 13% (Cazcarro et al. 2015). Para el agua verde, la variabilidad fue mayor. En 1955 la huella hídrica verde de las provincias más áridas en España representaba el 63% del total de la huella española. Esta cifra ascendió en 2010 hasta el 70%. Dentro de las regiones más húmedas (con precipitaciones mayores a 900 mm/año), la caída más significativa en la huella hídrica tuvo lugar en el noroeste y estuvo asociada al descenso de la producción de forrajes así como de algunos cereales, como el centeno, intensivos en agua verde. El mayor incremento de la huella hídrica verde se dio en las zonas más áridas del sudeste de España, donde se sustituyó la producción de cereales por frutos secos, frutales y uva. 276 Mapa 2: Variación de la huella hídrica azul de la agricultura entre 1955 y 2005-2010 (promedio). Los colores de las provincias representan el cambio, mientras que las barras azul clara y oscura indican los niveles de 1955 y 2005-2010. Fuente: Cazcarro et al. (2015). El fuerte crecimiento experimentado por la producción fue el principal factor explicativo del incremento del uso de agua incorporado en la producción agraria durante este periodo. De hecho, el aumento del agua derivado de ésta puede cifrarse en 162 km3 desde 1860 a 2008. El impacto final sobre los recursos hídricos fue menor gracias a los cambios en la composición de la producción que evitaron unos 112 km3 de uso de agua y a la mejora de los rendimientos de la agricultura que también supuso ahorro de agua. Este fue especialmente intenso a partir de 1962 debido a la introducción masiva de fertilizantes, pesticidas, semillas híbridas y otros inputs modernos que conllevaron un considerable incremento de la productividad de la tierra. Así con todo, el aumento final de uso de recursos hídricos entre 1860 y 2008 se eleva a 49.4 km3 (Duarte et al. 2014a). La expansión del regadío y la consecutiva sustitución de la producción hacia bienes intensivos en agua se llevaron a cabo bajo el argumento de su elevada rentabilidad en los mercados. Ello supuso fuertes impactos sobre el agua, cuya huella aumentó de forma notable hasta 2010, generando además importantes tensiones entre la dotación y los requerimientos de recursos en numerosas zonas del país. Así, si observamos el indicador 277 de estrés hídrico obtenido como el ratio entre consumo y la disponibilidad de agua (medida como la escorrentía en un año seco como 2005 con 63 km3/año), en la actualidad 22 provincias muestran índices mayores a 0.3, lo que supone que se encuentran en una situación de escasez hídrica (Cazcarro et al. 2015). La internalización de la agricultura española: el impacto sobre los recursos hídricos La creciente integración de España en la primera globalización hizo que la demanda exterior fuese una de las principales fuerzas impulsoras del desarrollo del regadío y muestra evidencia de la externalización incipiente de las presiones sobre los recursos hídricos. De 1849 a 1935 los intercambios de productos agroalimentarios fueron de gran importancia en el comercio mundial, representando sus exportaciones entre el 60% y 75% de las exportaciones mundiales (Lewis 1952). La integración de España en los mercados internacionales se inició a mediados del siglo XIX gracias por un lado, a la demanda creciente del resto de países europeos más desarrollados en el momento y por otro, a los importantes cambios institucionales promovidos por los gobiernos liberales que hicieron posible el desarrollo de una economía de mercado. Durante este periodo España fue un importante exportador de productos agroalimentarios. Hasta 1890 las exportaciones crecieron notablemente, al 3.2% anual, concentrándose básicamente en productos mediterráneos (vino, frutos secos o aceite de oliva) cultivados principalmente en secano y muy bien adaptados a las condiciones climáticas y de aridez de cada región. Desde 1890 este crecimiento se frenó considerablemente hasta el 1.3% anual, pero se focalizó en productos horticulturales. Si en 1890 estos cultivos representaban el 15% de las exportaciones españolas, en 1930 llegaban al 50% del total (Pinilla y Ayuda 2010). Es más, entre 1900 y 1935 las exportaciones españolas de productos mediterráneos suponían un tercio de las exportaciones mundiales totales (Ramón 2000; Pinilla y Ayuda 2010). La expansión de las exportaciones supuso importantes impactos en los recursos hídricos domésticos, con flujos de agua virtual crecientes durante el periodo, que pasaron de 917 hm3 en 1850 a más de 4,000 hm3 antes de la Guerra Civil (ver Figuras 3 y 4). En este sentido, el efecto sobre el agua verde fue mayor, representando alrededor del 85% de las exportaciones de agua virtual (Duarte et al. 2014b). Sin embargo, puede observarse un impacto creciente sobre el agua azul, debido en gran medida a la expansión del regadío ocurrida durante esos años. Además, el importante cambio composicional de las exportaciones españolas hacia productos 278 intensivos en agua como el aceite, las frutas y los vegetales también implicó necesidades crecientes de agua. Así, según Duarte et al. (2014b), aproximadamente un 92% del incremento de las exportaciones de agua virtual desde 1849 a 1935 puede explicarse por la expansión del comercio ocurrida durante estos años y un 15% por los cambios composicionales hacia las exportación de cultivos más intensivos en agua. Por el contrario, la leve mejora de los rendimientos agrarios en la época implicó una modesta moderación del crecimiento del uso de agua a través de la reducción de la intensidad. A pesar del fuerte proteccionismo en algunos productos clave para para el desarrollo de la agricultura española como el trigo (Gallego 2003), durante el periodo 1849-1935 se importaron mayoritariamente productos que no podían ser cultivados en España como azúcar, café, algodón, cacao etc. En este sentido, las importaciones de agua virtual también muestran una tendencia creciente, que fue bastante moderada hasta 1869, cuando el proteccionismo fue más intenso. Sin embargo, desde este momento y hasta 1929 experimentaron un fuerte incremento, alcanzando tasas medias interanuales de 2.7% (Duarte et al. 2014b). Para el caso de las importaciones de agua virtual, el cambio composicional fue reducido hasta 1935 y los impactos sobre los recursos hídricos externos se produjeron principalmente a través de productos tropicales que no se producían en España dadas sus características climáticas y orográficas. Figura 3: Evolución de los flujos de comercio de agua virtual verde de la agricultura española, 1849-2010. Fuente: Elaboración propia a partir de Duarte et al. (2014b) y Duarte et al. (2015). Desde 1862 España fue exportador neto de agua azul principalmente por el fuerte 279 crecimiento de las exportaciones de productos hortofrutícolas (Figura 4). Por el contrario, durante este periodo España destaca como importador neto de agua verde (Figura 3). En términos generales, y dado el gran peso del agua verde sobre el total, puede decirse que España tendió a externalizar las presiones sobre los recursos hídricos externos. Sin embargo, y particularmente para el caso del agua azul, los impactos sobre los recursos locales fueron muy destacables. Así, las exportaciones de agua azul suponían un elevado porcentaje del agua total necesaria para la producción agraria española, que pasó del 5% hacia 1860 al 16% en torno a 1930. Durante estos años aproximadamente el 31% del crecimiento en el uso del uso de agua regulada de la agricultura fue debido al incremento de las exportaciones (Duarte et al. 2014b). El comienzo de la Guerra Civil española en 1936 y la posterior dictadura franquista supusieron veinte años de aislamiento que implicaron pérdidas sustanciales en los mercados internacionales y una recuperación muy lenta de los niveles de PIB per cápita y producción agraria anteriores a la guerra. El Plan de Estabilización y Liberalización de 1959 supuso la apertura del país al exterior y la liberalización de los mercados interiores. El crecimiento de las exportaciones agroalimentarias fue explosivo a una tasa de 5.3% anual media entre 1959 y 1986. Este proceso aperturista tuvo su culminación en 1986, con la incorporación a la Unión Europea. Como resultado, España se convirtió en uno de los mayores exportadores de productos agroalimentarios en el mundo, siendo la UE el principal destino de estos bienes. Durante estos años se produjeron cambios clave en la composición de los flujos comerciales. Por el lado de las exportaciones, se dio un fuerte crecimiento de las exportaciones de carne (cerdo principalmente) y producto lácteos. Por el lado de las importaciones, destaca el auge de cereales, forrajes y tortas de semillas oleaginosas, inputs necesarias para alimentar la cabaña de una industria ganadera que estaba en proceso de desarrollo. La liberalización comercial de España desde 1960 y su integración en la segunda ola de globalización, hizo aumentar los niveles de integración en los mercados internacionales y como resultado se generaron crecientes intercambios de bienes, servicios y factores productivos. Desde la perspectiva del agua, durante estos años se produjo un crecimiento gradual de las exportaciones e importaciones de agua virtual, especialmente intenso desde 1986 (entre el 70% y el 80% del crecimiento de estos intercambios de agua se produjeron desde esta fecha). En este periodo las exportaciones de agua azul o regulada se sitúan en torno a 30%-40% de las exportaciones totales. Según Duarte et al. (2016), las exportaciones de 280 agua virtual crecieron al 2.3% medio anual hasta 1985, disparándose hasta el 5.6% a partir de la incorporación de España en la Comunidad Europea (ver Figuras 3 y 4). En términos generales, las frutas y vegetales y los aceites alcanzaron más del 50% de las exportaciones de agua, aunque hubo una pérdida de peso del vino y productos mediterráneos como los anteriores en favor de la carne, lácteos y huevos (Duarte et al. 2016). Estos cambios en los patrones de demanda estuvieron principalmente impulsados por la renta creciente generada por la modernización económica del país. Así, la fuerte expansión comercial de estos años fue el principal determinante del crecimiento de los flujos de agua de exportaciones. Los cambios en la composición de los flujos, especialmente en el caso del agua azul, y la mejora de los rendimientos agrarios contribuyeron a la moderación de las presiones crecientes sobre los recursos hídricos domésticos (Duarte et al. 2016). Figura 4: Evolución de los flujos de comercio de agua virtual azul de la agricultura española, 1849-2010. Fuente: Elaboración propia a partir de Duarte et al. (2014b) y Duarte et al. (2015). Para el caso de las importaciones, el gran responsable de la presión española sobre los recursos hídricos del resto del mundo fue, de nuevo, el creciente peso de España en el sector exterior. Los cambios en la composición del agua incorporada a través de las compras al exterior moderaron los impactos notablemente. España importaba agua de forma creciente a través de forrajes usados para la ganadería intensiva. Además, el cambio en el país de origen de las importaciones también supuso una considerable contención en las presiones de España en los recursos hídricos del resto del mundo, mayoritariamente azules. Antes de 1986 se importaba agua incorporada en bienes 281 procedentes de América. La adhesión a la Comunidad Europea, supuso fuertes vínculos con los países vecinos que se convirtieron en importantes socios comerciales y en proveedores de recursos hídricos. También se observaron reducciones en la intensidad derivada de la mejora de los rendimientos que disminuyeron la presión sobre el agua (Duarte et al. 2016). Así con todo, España destacó desde 1960 como exportador neto de agua azul e importador neto de agua verde (ver Figuras 3 y 4). La fuerte presión sobre los recursos regulados se debió a la producción de bienes orientados a la exportación (frutas, vegetales y aceite de oliva), sin embargo, fue posible ahorrar agua a través de la importación de productos como café, té, especias o cacao que no podían cultivarse en España y principalmente forrajes para el sector ganadero en expansión. Aunque en términos generales España fue importador neto de agua (dado el elevado peso del componente verde), el saldo negativo tendió a decrecer. En esta línea, si en 1965 las exportaciones de agua virtual representaban aproximadamente un 4% del agua necesaria para la producción agraria (cifras más bajas que en 1930 como resultado del efecto negativo de la depresión de los años veinte, la guerra civil y la autarquía franquista), en la actualidad estos porcentajes alcanzan valores cercanos al 30%. Cabe destacar que aproximadamente el 85% del crecimiento de las necesidades de agua azul de la agricultura fue debido a los requerimientos crecientes de la demanda exterior. Teniendo en cuenta el agua ahorrada a través de las importaciones, esta cifra se sitúa en torno al 60%. Por lo tanto, la incorporación creciente de España en los mercados internacionales como gran exportador de productos agroalimentarios afectó profundamente al uso de recursos hídricos domésticos en el largo plazo. Además, las importaciones de agua del resto del mundo permitieron la provisión y consumo de productos cuyo cultivo no era posible en España, y el ahorro de una ingente cantidad de recursos locales a través de forrajes y cereales mayoritariamente. Otros efectos medioambientales, económicos y sociales Como hemos visto, el desarrollo del sector agrario español de la mano de la construcción de embalses, pantanos, canales y otras infraestructuras de hidráulicas permitió la provisión de agua en las principales cuencas españolas, reduciendo la variabilidad espacial y temporal del recurso. Ello hizo posible la consolidación del regadío, el crecimiento de la renta agraria y la expansión de la energía hidráulica imponiendo fuertes 282 presiones sobre el agua que hacen cuestionar la sostenibilidad del proceso. Además, es importante tener en cuenta otros costes medioambientales, sociales y económicos derivados de la modernización del sector agrario. En términos generales, el crecimiento más intenso del regadío se dio en las regiones más secas, con ingentes inversiones donde el agua era más escasa, implicando fuertes presiones tanto en los recursos hídricos superficiales como subterráneos. En términos medioambientales, además de las consecuencias sobre la dotación de agua que hemos analizado, se generaron impactos importantes sobre los usos de la tierra, los ecosistemas hídricos o la biodiversidad de las áreas afectadas (Cazcarro et al. 2015). El agua verde, esencial para la producción del sistema agrario, no puede ser regulada pero su consumo conlleva efectos significativos sobre el uso de la tierra (Fader et al. 2011). En este sentido, según Jimenez-Blanco (1986), la superficie cultivada en España pasó de 16 millones de hectáreas (ha) en 1860 a 21.1 millones en 1972, descendiendo hasta 17.8 hacia 2005 (Martín-Retortillo y Pinilla 2015). Además, las afecciones sobre los ecosistemas naturales fueron considerables. En la actualidad, el 3% de las hectáreas de regadío en España están aquejadas de problemas de salinidad (FAO/IPGRI 1994; European-Comission 2002; Amezketa 2008), llegando al 30% del área total en algunas zonas como la cuenca del Ebro (Pinilla 2006). La sobreexplotación de los acuíferos, especialmente en el sudeste del país, también supone un problema, con alrededor de 125,000 ha que deberían ser abandonadas (Oñate 2009). Por otra parte, más de 600,000 ha en España se encuentran en áreas vulnerables a la contaminación difusa (MAPA 2002; Oñate 2009), siendo los impactos en la calidad del agua una de las amenazas para las especies animales que habitan estos sistemas hídricos (ver Díaz et al. (1993) y Ibáñez et al. (1999)). Finalmente, el deterioro de deltas y estuarios ha sido otra de las consecuencias negativas de este proceso de desarrollo. Como ejemplo, la construcción de los embalses de Mequinenza y Ribarroja supuso una reducción gradual de los sedimentos en el delta de Ebro de 22 millones toneladas al año en 1940 a un flujo actual de 0.1 (Ibarra et al. 2008). La gestión del agua en España fue un elemento fundamental de la política de desarrollo económico. Como hemos visto, obtener agua para regadío implicó elevadas inversiones de capital que fueron llevadas a cabo por el sector público en su mayor parte. Según Cazcarro et al.(2015), el stock de capital real neto (medido en miles de euros constantes de 2000) dedicado a infraestructuras hídricas y de regadío pasó de 2,448 millones de euros 283 en 1955 a 25,279 millones de euros en 2010, creciendo en media al 4.8% al año. Desde los años sesenta hasta los noventa la infraestructura de regadío representaba en torno al 20% de la infraestructura total del país. Durante este periodo el valor monetario unitario de estas infraestructuras pasó de 0.285 euros/m3 a 0.702 euros/m3. Además, la distribución territorial del esfuerzo inversor en infraestructura hidráulica fue irregular, con especial concentración en el sur y sudeste de España. En torno a 2010, las cuencas centrales del Tajo, Guadiana y Duero suponían el 19.9%, 14.95% y 13.54% de la capacidad total de embalse respectivamente. Las cuencas del Sur (Andaluzas, Guadalquivir, Júcar y Segura) concentraban el 28.4%, la cuenca del Ebro el 13.5%, siendo el resto explicado por las demás cuencas (SEPREM 2014). Finalmente, la modernización de la agricultura también supuso costes sociales. Más de 400 pueblos desaparecieron en España debido a la construcción de embalses, siendo la compensación de los afectados insuficiente en la mayoría de las ocasiones (ver Herranz (1995) para el caso del pirineo aragonés). Ello conllevó disputas dentro de las cuencas entre los partidarios de las infraestructuras hidráulicas y sus detractores como la gente afectada en las zonas de montaña. Asimismo, el modelo de crecimiento en España impulsó el desarrollo de sectores de alto valor añadido altamente intensivos en agua (agricultura intensiva en regadío, industria agroalimentaria, turismo etc.) sembrando conflictos entre cuencas. El agua ha sido utilizada como un elemento de debate en el campo político y ha intensificado la separación entre disponibilidad natural y uso del recurso. Sirva como ejemplo el conflicto entre Comunidades Autónomas derivado del Plan Hidrológico Nacional que proponía un importante trasvase de agua del Ebro a la cuencas mediterráneas (Arrojo 2001; Villaroya 2006). Conclusiones Los requerimientos crecientes de recursos hídricos derivados del aumento de la producción agraria, principalmente impulsada por una sociedad en desarrollo y por la integración de España en los mercados internacionales, han supuesto un importante reto para la gestión del agua históricamente. La escasez del recurso fue clave para impulsar el cambio tecnológico que permitió la explotación económica del agua en las zonas más áridas de España, donde dadas sus características climáticas se impulsó un sector altamente productivo y fuertemente orientado al exterior. Así, la modernización del sector agrario español estuvo íntimamente ligada al desarrollo tecnológico de la época. Ello 284 permitió la creación de una importante red de infraestructuras hidráulicas, claves para el desarrollo del regadío. De 1860 a 1930 el uso de agua por el sector agrario español se duplicó. Durante este periodo se produjo una importante expansión de la producción agraria junto a una reorientación hacia bienes mediterráneos de alto valor añadido intensivos en agua. En este contexto, el desarrollo del regadío de la mano de iniciativas privadas, pero también financiado por capital público tras el impulso del regeneracionismo, jugó un papel crucial. El crecimiento de la producción agraria española se vio frenado con la dictadura franquista cuya política autárquica desincentivó la producción de ciertos bienes clave y dificultó la importación de inputs necesarios para la modernización agraria. Tras la apertura al exterior, la agricultura española pasó de ser un sector tradicional en el que la producción estaba altamente condicionada a las características climáticas, a un sector moderno integrado en las cadenas de producción con fuertes vínculos con la industria agroalimentaria y competitivo en los mercados internacionales. Así, desde 1950 se experimentaron los cambios más intensos en cuanto a expansión del regadío, de composición de la producción y construcción de infraestructuras hidráulicas, que tuvieron su auge durante la dictadura. Durante prácticamente la totalidad del periodo, España se muestra como exportador neto de agua azul o regulada e importador neto de agua verde, esto es, ejerciendo fuertes presiones sobre los recursos hídricos domésticos, pero también sobre los del resto del mundo. A pesar de las importantes mejoras de los rendimientos agrícolas, los cambios en los productos comerciados y las variaciones en los orígenes de los productos, no pudieron compensar las fuertes presiones derivadas de la modernización de la agricultura y la incorporación de España en los mercados internacionales. El proceso de modernización permitió el crecimiento de la renta agraria, mejorar la seguridad alimentaria e incrementar la productividad de la agricultura. Sin embargo, conllevó importantes costes económicos e impactos medioambientales que deben ser considerados para evaluar la sostenibilidad del proceso. La construcción de infraestructuras hidráulicas financiadas en gran medida por el estado supuso elevado costes económicos. En este sentido, ello no sólo derivó en importantes desembolsos de dinero público, sino que también implicó una importante separación de los usuarios del coste del desarrollo del regadío, así como de sus importantes impactos medioambientales como salinidad, sobreexplotación o contaminación hídrica, entre otros. En la actualidad España se encuentra entre los países con mayor superficie irrigada del mundo, más 285 ecosistemas hídricos amenazados y con una de las mayores huellas hídricas del planeta. Por otra parte, el desarrollo de la agricultura intensiva implicó la reordenación de la producción agraria de forma que las regiones más áridas se beneficiaron del agua regulada, generando divergencias regionales significativas entre las áreas con mayores dotaciones naturales de agua y aquellas con una elevada productividad agraria. Además, se produjeron importantes impactos sociales como el desplazamiento de poblaciones rurales u otros conflictos derivados del uso de agua como instrumento de política. La historia nos muestra la necesidad de analizar los procesos de desarrollo desde una doble perspectiva. El éxito de la modernización del sector agrario español no estuvo exento de costes ambientales, económicos y sociales que necesitan ser estudiados. Así, entender las interacciones socioeconómicas y evaluar las consecuencias del crecimiento en el largo plazo parece necesario garantizar la sostenibilidad del crecimiento económico. Bibliografía Abell R, Thieme ML, Revenga C, et al (2008) Freshwater Ecoregions of the World: A New Map of Biogeographic Units for Freshwater Biodiversity Conservation. Bioscience 58:403. doi: 10.1641/B580507 Allan JA, Hoekstra AY, Chapagain AK, et al (1997) “Virtual water”: A Long Term Solution for Water Short Middle Eastern Economies. 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