La ciudad construida

Transcripción

La ciudad construida
Demos|6
Fulls de recerca i de divulgació
David Estal
Ramon Marrades
Chema Segovia
La ciudad construida
Del plan urbanístico al proceso ciudadano
Prólogo de
Josep Sorribes
Con la colaboración de:
Colección Demos, nº 6
Director académico: Vicent Flor i Moreno
Primera edición (en valenciano): junio de 2014
Primera edición (en castellano): noviembre de 2014
© del texto: David Estal, Ramon Marrades y
Chema Segovia (www.laciudadconstruida.com)
© del prólogo: Josep Sorribes
© de esta edición: Fundació Nexe (www.fundacionexe.org)
Producción: Jaume Ortolà
www.riuraueditors.cat
Carrer de l’Agregació, núm. 1, 2n 1a
08041 Barcelona
ISBN: 978–84–940877–7–6 (de la edición en valenciano)
Contenidos
Prólogo: La orquesta del «Titanic»
5
Perspectivas y oportunidades de la ciudad construida 13
La ciudad bajo nuestros pies
15
La resiliencia de la ciudad mediterránea
15
Dinámicas espontáneas y espacios urbanos
24
El puente desde la política pública
35
Del plan urbanístico al proceso ciudadano
41
La planificación en crisis
42
El proceso ciudadano, base del desarrollo local
50
Uso, diseño y gestión
58
Bases y aplicaciones 66
Implicación ciudadana
67
El tiempo inmediato
76
Innovación es social 84
Conflicto y convivencia
90
Identidad urbana
96
Conclusión y agradecimientos
102
Anexo fotográfico
104
Bibliografía
113
Prólogo: La orquesta del «Titanic»
Cuando David, Ramon y Chema me pidieron un prólogo
para su trabajo La ciudad construida: del plan urbanístico
al proceso ciudadano, experimenté un gozo que no tenía
nada que ver con cualquier otro tipo de encargo. Gozo, y
—¿por qué no decirlo?— un cierto orgullo, del hecho de
que gente joven tan valiosa hubiera depositado en mí su
confianza. En mí, que ya tengo a tiro de piedra la jubilación y que a pesar de mi acreditada costumbre (un poco
vampiresca o fáustica) de rodearme de gente más joven,
soy —quiera o no— miembro de la generación precedente, aquella que se lo creyó, y tengo la cabeza hecha
y deshecha por las prácticas habituales de hace diez,
veinte, treinta e incluso cuarenta años. Gozo y orgullo,
por lo tanto, como primera respuesta al encargo.
La segunda reacción instantánea fue la aceptación de
la encomienda. En primer lugar, por razones obvias de
amistad. A un amigo (en este caso en plural) nunca se le
dice que no, si no es para hacer honor a la amistad, que,
precisamente, permite y hasta exige la franqueza, la falta
de circunloquios y la ausencia del imperativo de «quedar bien». Y del corazón a la razón, aunque en ésta siempre permanece el pesimismo. El ácido Amadeu Fabregat
escribió ya hace muchos años un artículo magistral en
5
la revista Batlia en el que renunciaba a hablar del futuro de Valencia porque Valencia y futuro eran términos
antagónicos. Artículo literariamente brillante y lleno de
ironía y amargura, pero que no me sirve de referencia.
Yo todavía creo en el futuro de esta desafortunada pero
vitalista ciudad, y trabajos como el de David, Ramon y
Chema son los que ayudan a divisar alguna esperanza.
Por lo tanto, también me apetecía escribir el prólogo
para mostrar públicamente mi acuerdo con el grueso de
las reflexiones y las propuestas que siguen. Acuerdo y
compromiso personal —humilde y con fecha de caducidad— que he tratado de cultivar con los tres autores (y
con una docena corta de personas) en un quilombo que
tiene por nombre Aula Ciutat.
Gozo, orgullo, amistad, compromiso… Todavía queda
una pequeña razón —la menos importante de todas—
para explicar mi presencia en este trabajo en forma de
prologuista. Tenía mucho interés en ver la sistematización de las ideas —nuevas ideas— que habíamos comentado mil y una veces, pero que todavía no se habían
puesto negro sobre blanco. Y, al leerla, no descartaba
a priori hacer alguna enmienda u observación, porque, como dicen los mismos autores en algún lugar, lo
importante es «el valor del trayecto», y todas las ideas
tienen que pasar por la criba de la crítica para poder
madurar y convertirse en un pensamiento alternativo con fuerza, en un nuevo paradigma. En resumidas
cuentas, al final son el gozo, el orgullo, la amistad, el
compromiso y el deber crítico el quinteto que justifica
que, con su permiso, tome la palabra.
6
No haré ni intentaré hacer ninguna «síntesis» de
las ideas que los autores desarrollan. Es mucho mejor
que el lector se enfrente con el alud de nuevas ideas
que le espera, porque si algo caracteriza el trabajo es
precisamente la acumulación organizada de un nuevo
análisis y de las sugerentes propuestas que se derivan.
Me limitaré, pues, a subrayar algunas ideas (que ya han
dado frutos concretos en el campo de la acción como
se demuestra en el quinto apartado) y a mencionar al
final algunas pruebas de las resistencias al cambio que
mis amigos y autores no desprecian en absoluto, pero
que para mí —cosas de la edad— tienen inevitablemente
más peso. Marginalmente, haré alguna matización de
orden menor de la familia del «sí, pero…». Pongámonos
manos a la obra.
El libro, largo ma non troppo, porque el tema se lo
merece, expone de forma contundente y razonada la
necesidad de una nueva mirada sobre la ciudad, sobre
nuestra ciudad, pero también sobre otras. Una nueva
mirada que busca plantear nuevas categorías analíticas
hasta que podamos hablar con propiedad de un nuevo
paradigma. Una mirada que también busca conjugar
(y el esfuerzo «no hace ruido») las nuevas ideas sobre
continente y contenido que, además, interactúan de
manera tan continua como provechosa. En cuanto
al continente (hagamos esta separación por motivos
estrictamente discursivos), el grueso de la argumentación descansa en la evidencia de la obsolescencia de los
instrumentos de planificación y de intervención sobre
la ciudad que han cristalizado en un urbanismo jerár7
quico, impuesto desde arriba, del cual la crisis se ha
encargado de demostrar su incapacidad para resolver
los problemas y las necesidades. Una justa e inmisericorde crítica del «plan» —desde el urbanismo del siglo
xx—, en el que todo está ligado y muy ligado, pero que
no tiene respuesta para unas ciudades que ya no crecen
ni crecerán en el futuro y que están llenas de espacios
o edificios no utilizados o infrautilizados, de descampados periféricos de futuro incierto (que a mí me gusta
denominar la estética del matojo).
Unas ciudades llenas de oportunidades precisamente por su coexistencia con esta no ciudad. ¿Para qué
queríamos un plan en que todos los usos están grafiados y en el que todo está «previsto», pero que no tiene
ninguna previsión temporal de ejecución ni da ninguna
garantía de que lo previsto sea lo que los ciudadanos
necesitan o desean? Frente al plan impuesto (a pesar de
que alguien defienda que la democracia formal aplicada
elimina la «imposición»), la alternativa del triángulo
virtuoso uso-diseño-gestión donde la voz y la iniciativa la tienen los ciudadanos. Utopía necesaria como el
aire que respiramos 30 veces por minuto como dice la
canción.
El tema está explicado y reexplicado con mucho
detalle y sobran las palabras de un servidor. Si acaso,
además de la dificultad de aprovechar las «grietas»
del sistema —de la cual hablaré después—, la lectura
del texto me ha suscitado la pregunta de cuáles son las
enseñanzas positivas que se pueden sacar de la historia
de la disciplina urbanística. Después de haber leído
8
dos veces la History de Benevolo, sospecho que habría
que releerla para encontrar las cosas aprovechables
en el nuevo paradigma. Es, simplemente, una duda/
sugerencia.
En cuanto al contenido, a aquello que hacemos en las
ciudades, a los usos que damos a los espacios, el discurso de mis amigos es teóricamente sólido, muy sólido. A
partir de la evidencia de la crisis y del muy estructurado
concepto de la resiliencia, o capacidad de recuperarse
de un golpe, hay todo un discurso sobre las ventajas de
la densidad, la diversidad de usos, el mix socioeconómico, que bebe del más fructífero pensamiento sobre las
ciudades actuales: el que nos ha dejado como herencia
Jane Jacobs, y el que se esfuerzan por desarrollar Richard Florida —y su clase creativa— o el propio Glaeser
(siempre un poco más académico). Un pensamiento
que gana adeptos a una velocidad inusitada y que cada
vez es más irrebatible.
Es cierto que la ciudad mediterránea, compacta, «la
nuestra», tiene ventajas a la hora de reorientar y renovar el uso que hacemos de las ciudades, pero ni somos
tan mediterráneos (ved cómo ha avanzado el Urban
sprawl en el área metropolitana de Valencia) ni los
mensajes de Jacobs, Florida, Glaesser y tantos otros se
limitan, afortunadamente, a un tipo concreto de ciudad.
Lo que es irrenunciable es la necesidad de añadir al
espacio público tradicional los terceros espacios colaborativos donde tenga lugar la catarsis de la innovación
transversal (y de ésta tenemos mucha), y donde, a pesar
de la ampliación de las disparidades socioeconómicas
9
provocada por la crisis, se mantenga un nivel de cohesión social (convivencia y sentimiento de pertenencia)
que haga que la población (particularmente la más
joven) se reafirme en aquello de «es bueno estar aquí».
Tolerancia, talento propio y atraído y mucha innovación transversal… Una buena receta para una ciudad
mucho más viva, participativa y divertida, que es la
única manera conocida de salir de la crisis con nuevos
equipajes.
Pero las políticas públicas tienen que permitir que las
cosas buenas pasen. Si ayudan, mejor. Pero, al menos,
podrían dejar hacer, no por liberales (que supuestamente lo son), sino para no aumentar las trabas a las
nuevas iniciativas civiles. Y otro tanto podría decirse de
las fuerzas de la oposición que a veces tienen la tentación de sumarse a los movimientos sociales o capitalizar de manera artificial algunas iniciativas. El famoso
laissez faire tiene otra dimensión mucho más provechosa. Hablaré, por último, de aquello que anunciaba hace
poco: las resistencias al cambio. La propuesta hecha
por los autores es impecable. Es, como ya he dicho,
la utopía necesaria y los hechos empiezan a darles la
razón. El proceso se impone cada vez más a aquello que
se ha previsto en el plan y las nuevas dinámicas urbanas
y los terceros espacios colaborativos se multiplican. Tal
vez más en la ciudad central que en el conjunto del área
metropolitana; y dentro de la ciudad central, más en
unos barrios (con mayoría, curiosamente, de aquellos
«anexionados» a la fuerza en la segunda mitad del xix)
que en otros. Pero funcionar, funciona.
10
Lo que no funciona es el carácter inmovilista de unas
políticas públicas que no permiten que pasen las cosas
buenas y una institución sagrada como es el derecho de
propiedad que, cuando menos, dificulta (y mucho) la
capacidad democrática de los ciudadanos de decidir el
mejor uso de espacios y edificios vacíos o infrautilizados. Habrá que afanarse de lo lindo para superar estos
obstáculos por la vía de los votos o de la presión directa. No se puede aguar la fiesta a la que todos estamos
convocados. Y David, Ramon y Chema forman parte de
una cada vez más numerosa orquesta del «Titanic», ya
saben, la de aquellos que no dejaron de tocar ni en los
momentos más difíciles. Chapeau!!
Josep Sorribes, economista
Abril de 2014
11
Perspectivas y oportunidades de la
ciudad construida
La ciudad temporal, la ciudad espontánea, la ciudad
que decrece, la ciudad después del abandono, la ciudad
vacante, la ciudad del mientras tanto, la ciudad en transición, la ciudad improvisada, la ciudad adaptable, la
ciudad jubilada, la ciudad arrítmica, la ciudad intermedia…, la ciudad construida. Todos estos nombres tratan
de acotar una misma realidad: la ciudad del presente.
El planeamiento vigente, de herencia racionalista,
nos ha acostumbrado a formular el hecho urbano en
tiempo futuro, soñando con el ideal imposible de una
ciudad terminada y estática. A medida que el camino
que lleva hacia ese punto final se hace más difícil de
transitar, el plan necesita cerrar los ojos a todos esos
obstáculos e imprevistos naturales a los cuales es incapaz de dar respuesta.
Ahora que el desfase temporal entre los planes y su
ejecución efectiva se eterniza hasta hacerlos obsoletos,
es hora de buscar respuestas ágiles y rápidas a las necesidades de nuestras ciudades. Éstas señalan la exigencia
de anteponer el tiempo presente a la promesa de futuro
e implican el aprovechamiento de los recursos existentes, la inmediatez de respuesta y la reivindicación de la
13
figura del ciudadano. En contraste con aquella ciudad
del planeamiento concentrada en crecer ordenadamente según aquello que se ha pautado, la ciudad de hoy
exige ser pensada desde su realidad construida como
escenario de la vida ciudadana.
Nuestro enfoque supone revisar el modelo precedente de hacer ciudad en base a tres conceptos: el uso
como la herramienta más potente de participación ciudadana; el diseño como servicio y no como imposición;
la gestión como garantía de sostenibilidad de la ciudad.
Para avanzar en este contexto compartido, sugerimos
pasar del «plan» al «proceso»; construir sobre lo ya
construido e incorporar las dinámicas de uso que existen y se están desarrollando de manera espontánea y
múltiple en la ciudad al margen de quien la diseña. Hay
que dar valor al aprendizaje del trayecto, entendiendo
la ciudad como una construcción social y cultural abierta en el tiempo, un cuento de nunca acabar.
14
La ciudad bajo nuestros pies
Antes de plantear nuestra propuesta de construcción
urbana se hace necesario dibujar el marco general y
el escenario económico en que surge. La herramienta
que desarrollamos en estas páginas es indisociable de
los factores propios que caracterizan la ciudad mediterránea y también de una crisis económica todavía no
superada del todo.
Explicaremos, usando el concepto de «resiliencia» y
tomando muchas veces el ejemplo de Valencia, cómo
la estructura urbana ha reaccionado ante esa crisis. Lo
relacionaremos con la emergencia de dinámicas espontáneas de carácter espacial (geográficamente localizadas y transformadoras del territorio) que la obsolescencia de modelos rígidos de política urbana no permite
aprovechar. Por último, explicaremos cuáles tendrán
que ser las bases y tendencias que definan las nuevas
herramientas propuestas.
La resiliencia de la ciudad mediterránea
Un sábado de diciembre de 2013, las 11.30 h y 24 °C.
Una deriva aleatoria por el centro histórico o un paseo
por el Mercado Central. Quizás sean el color de la luz y
15
la temperatura de perenne primavera, pero Valencia no
parece estar en crisis. A salto de mata, los turistas compiten con los locales para disfrutar del limitado espacio
público en la plaza de la Reina. Un grupo de jóvenes
baila swing a las espaldas de la Lonja, las terrazas de
los bares, dinamizadoras y a la vez apropiacionistas del
espacio público, están a rebosar. Parece que la ciudad
hierve de energía; pero los indicadores económicos
muestran lo contrario. Una de cada cuatro personas que
quiere trabajar está en el paro, sólo dos de cada cinco
personas están afiliadas a la Seguridad Social.1
Es relativamente sorprendente que la ruptura de la
cohesión social (suma de convivencia pacífica y algún
tipo de sentimiento de pertenencia) no se haga más
visible, a pesar de que las disparidades económicas se
ensanchan: pensamos en las brechas generacionales
o, todavía más, en el gap entre fijos y temporales en el
mercado de trabajo. En los últimos años se ha despedido
masivamente a la gente con contratos de corta duración —y los jóvenes se ven obligados a trabajar en una
gran proporción con este tipo de contratos (Villodres,
2013)—. La crisis ha golpeado especialmente a los sectores con un bajo nivel de capital humano y alta temporalidad como por ejemplo la hostelería, los servicios, el
turismo y la construcción. Sectores que, por otro lado,
habían ganado mucho peso durante el periodo anterior
al estallido de la burbuja.
1. Datos de la Oficina Estadística Municipal del Ayuntamiento de
Valencia para el tercer trimestre de 2013.
16
El relato de la crisis es conocido, pero la respuesta
no es obvia cuando nos preguntamos cómo es posible
que el sufrimiento económico no provoque niveles más
patentes de malestar y conflicto social. Es posible que
haya algunos elementos estructurales que hacen que,
en términos agregados, nuestra sociedad pueda soportar cotas altísimas de sufrimiento económico. Volvamos
al territorio.
Valencia, la ciudad mediterránea, es un espacio de
convivencia y encuentro. Un espacio de innovación social
—concepto redundante, porque la sociedad es innovadora por definición— y de desarrollo económico. Nuestra
tradición urbanística, parcialmente distorsionada en el
periodo de la burbuja inmobiliaria, ha generado ciudades consistentes y accesibles. A pesar de que en España
hemos doblado la cantidad de terreno urbanizado en
el periodo anterior a la crisis (Gómez Mendoza, 2013),
creando algunos barrios segregados e incrementando
los costes medioambientales, el diseño urbano es, en
general, consistente. Los barrios centrales y de primera
corona (Russafa, Gràcia o Lavapiés) siguen mostrando
una gran diversidad de usos y una aparente diversidad
socioeconómica. La pura convivencia elimina factores
irracionales de rechazo al otro que son caldo de cultivo
para el surgimiento de la ultraderecha. La consistencia de
la trama urbana, que permite desplazamientos peatonales
y movilidad blanda —muchas veces a pesar de algunas
políticas públicas— tiene efectos directos en la felicidad
de los ciudadanos. Por ejemplo, para mostrar los mismos
niveles de satisfacción con la vida, una persona que dedi17
ca una hora diaria a desplazarse tiene que ganar un 40 %
más que otra que puede ir andando al trabajo (Stutzer y
Frey, 2008). A la inversa, si existe este trade-off, la relativa
densidad de nuestras áreas urbanas hace que podamos
conformarnos con niveles de ingresos bastante inferiores.
Charles Montgomery explora en The Happy City (2013) la
intersección entre urbanismo y felicidad. Sus ejemplos se
asemejan mucho a lo que podemos observar cada día en
el Jardín del Turia de Valencia, un espacio compartido, de
movilidad sostenible, de actividad y, también, de felicidad.
Muchas veces los urbanistas, especialmente los norteamericanos, ponen énfasis en la virtud de la densidad,
los usos mixtos y la convivencia geográfica de gente con
un estatus socioeconómico distinto. Virtudes que, dejando de lado el paréntesis del último tercio del siglo xx
y la primera década del xxi, con la creciente suburbanización y la fascinación por un modelo impropio, están
en la base de las maneras tradicionalmente valencianas
y, por extensión, mediterráneas, de hacer ciudad.
La ciudad de configuración mediterránea ha demostrado tener unas características físicas, en primer
orden, y socioeconómicas, en segundo orden, que le
permiten superar esas crisis, haciendo patente la relación entre la trama urbana, la manera en que se usan las
ciudades y la resiliencia urbana.
¿A qué nos referimos cuando hablamos de resiliencia? La resiliencia urbana es la capacidad de reacción y
adaptación de los sistemas urbanos, regionales, económicos ante crisis económicas entendidas como fenómenos causados por elementos externos.
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La resiliencia es un término relativamente nuevo
en ciencias sociales que nos ayuda a redefinir el éxito
económico, puesto que el PIB no nos dice mucho sobre
la asignación eficiente de recursos (principalmente del
capital humano), y, además, periodos de rápido crecimiento pueden tener por consecuencia una mayor
vulnerabilidad de la economía si este crecimiento está
basado en la expansión de sectores de difícil reconversión. El caso del País Valenciano es paradigmático con
la construcción y el turismo.
Antes, cuando explicábamos como Valencia se enfrenta a situaciones económicas adversas, hablábamos
de resiliencia. Las recesiones económicas son choques
sistémicos que interrumpen y perturban periódicamente el proceso de desarrollo económico (Martin,
2012). Richard Florida (2010) afirma que los cambios
en la distribución geoeconómica son causados por las
crisis y que cada gran crisis va acompañada de una
nueva redistribución espacial y de nuevas maneras de
trabajar y de vivir. Las aglomeraciones urbanas europeas han experimentado varios choques en los últimos
veinte años. Pensemos en la caída del muro de Berlín o
el estallido de la burbuja inmobiliaria; son fenómenos
con evidentes consecuencias para las ciudades que han
catalizado una reconfiguración de la estructura económica —determinando cómo se adaptarán en el futuro a
los cambios— y en la distribución geográfica de actividad y población. La creciente atención a la resiliencia
puede ser una respuesta a una sensación generalizada
de incertidumbre y de inseguridad, y una búsqueda de
19
fórmulas de adaptación y supervivencia (Christopherson, Michie y Tyler, 2010).
En general, la resiliencia es la capacidad de un sistema determinado de recuperarse de un golpe. Es interesante comprobar si una ciudad ha sido capaz de asimilar los shocks que sufre de una manera flexible y cuáles
han sido los impactos de los resultados de esta absorción en términos de cambio estructural. Ron Martin
(2013) distingue cuatro dimensiones de la resiliencia: la
resistencia, la recuperación, la reorientación y la renovación. La resistencia mide cuál es el grado de sensitividad de un sistema económico respecto a un shock
exterior, y tiene un componente cuantitativo (el mantenimiento de un cierto nivel de ocupación, el volumen
de incremento de las desigualdades, etc.), pero también,
y no menos importante, un componente cualitativo que
está ligado a las percepciones de las magnitudes de las
crisis. En cuanto a la recuperación, trata de la capacidad y la rapidez para volver a los niveles previos a la
crisis de indicadores económicos —de ocupación, del
PIB, etc.—. La renovación supone el retorno a la senda
de crecimiento de antes de la crisis o la asunción de un
nuevo patrón de desarrollo, y está relacionada con la
reorientación que cuantifica los cambios estructurales
de un sistema económico debidos a efectos de la propia
crisis.
Analizar la resiliencia urbana tiene algunas implicaciones en cuanto a las políticas públicas y el urbanismo.
¿Cuáles son las razones por las que una ciudad es capaz
de recuperarse de las crisis y soportarlas? Es decir, ¿por
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qué son unas ciudades más resilientes que otras? ¿Qué
políticas públicas se pueden llevar a cabo para fomentar
la resiliencia? La respuesta es difícil porque las reacciones agregadas a las recesiones son la consecuencia de
un cúmulo de ajustes y respuestas de un grupo heterogéneo de agentes urbanos. Buscaremos una respuesta.
Las cuatro dimensiones citadas de la resiliencia —resistencia, recuperación, renovación y reorientación—
ocurren simultáneamente en escalas distintas y con una
cierta secuencia temporal. La resistencia mide un comportamiento prácticamente inmediato o de corto plazo,
ejemplifica cómo el sistema soporta un acontecimiento
relativamente inesperado. La recuperación necesita
un margen de tiempo y, obviamente, será más o menos
rápida dependiendo del nivel de resistencia. Con todo,
no hay una relación causal evidente entre un alto nivel de
resistencia y una rápida recuperación. La recuperación
puede estar basada en factores externos y puede implicar
o no una cierta renovación y reorientación económica.
El nivel de resistencia estará relacionado, pero no de
manera evidente, con la magnitud de la renovación y/o
reorientación.
Al mismo tiempo, vivimos en un periodo de emergencia de las geografías locales y regionales. Los escenarios de resiliencia se encuentran en estas escalas y,
en esencia, están al margen de las instituciones y las
dimensiones estatales. El mantenimiento de los niveles
de ocupación y de ingresos durante una crisis económica depende del volumen del mercado interno, del
nivel de exposición al exterior, de la estructura produc21
tiva, etc. Pero, dada una caída de la ocupación y de los
ingresos, los elementos de resistencia a las situaciones
adversas que mantienen la cohesión social y el dinamismo económico se encuentran, sobre todo, en el nivel
sublocal (el barrio, la familia y la red de amistades).
Podríamos decir que la resistencia es para la resiliencia
económica, la dimensión de las personas. Ésta es una de
las razones por las cuales Valencia ha mantenido —e incluso aumentado— un gran nivel de dinamismo, sobre
todo en los sectores donde predomina la autoorganización como el ocio, la cultura y la creatividad.
Por otro lado, la recuperación económica, la velocidad con la que se vuelve al estado anterior a la crisis,
se produce a nivel supraregional. A escala de las euroregiones se dan los intercambios productivos y se da
gas a la actividad económica. La recuperación depende
entonces de la actividad empresarial y emprendedora
que detecta opciones de mercado. Muchas veces supone la reanimación de sectores subsidiarios de demanda
exterior que ya eran dinámicos antes del estallido de la
crisis. Puede tratarse de los mismos sectores —como el
caso del turismo o la fabricación de vehículos de motor— en los cuales se daba una sobreespecialización.
Sobreespecialización que era a la vez sobredependencia
de la demanda externa y, por lo tanto, elemento de baja
resistencia o vulnerabilidad.
Finalmente, la renovación y la reorientación son las
dimensiones de la resiliencia más relevantes a largo plazo. La adopción de un nuevo patrón de desarrollo económico y, sobre todo, la reorientación de la estructura
22
productiva catalizada por la crisis, establecen las bases
para el desarrollo futuro y determinarán la capacidad
de adaptación a las siguientes crisis y a cambios exógenos. La renovación y la reorientación hacen necesario
establecer un puente —desde la política pública— entre las escalas locales y regionales. Las dinámicas de
recuperación, dependientes de mercados externos, se
tienen que aprovechar vinculándolas con las dinámicas
endógenas de resistencia y, así, desarrollar un modelo
de crecimiento endógeno orientado al exterior vinculando las dos dimensiones geográficas. Volveremos a
este último aspecto.
Volvemos a tomar Valencia como ejemplo. La capital, como las otras ciudades del País Valenciano, ya es
compacta, densa y de usos mixtos. Sus características
endógenas han potenciado la resiliencia urbana fomentando los mecanismos de encuentro y el dinamismo
creativo de las personas y los barrios. Están ahora sobre
la mesa los elementos de recuperación y reorientación.
Es el momento de aprovechar las virtudes intrínsecas y
fomentar la creatividad ciudadana a través de los procesos urbanos. El Cabanyal quizás es el mejor ejemplo
de cómo un barrio puede recuperarse de presiones
sucesivas: el incendio de las barracas (1796), los bombardeos de la Guerra Civil (1936–39), la riada (1957),
los escombros del PEPRI (2001–2013). No es cuestión
de elogiar sólo esta capacidad de supervivencia, la cual
puede ser consecuencia de «ataques exógenos» desproporcionados, sino de basar el desarrollo urbano en esas
capacidades.
23
Dinámicas espontáneas y espacios urbanos
Los instrumentos de construcción urbana tienen que
nacer de las relaciones consistentes de fidelidad entre
economía y territorio en las que la identidad y la identificación son claves. Si sentirnos a gusto en el lugar
donde vivimos ha sido un elemento clave de resiliencia,
ese sentimiento es un ingrediente fundamental para la
ciudad del mañana.
Estas relaciones simbióticas tienen mucho que ver
con lo que entendemos por sentido de comunidad. La
gente de Gallup y de la Knight Foundation analizaron
diferentes áreas urbanas americanas en «The Soul of
the Community»2 para intentar averiguar qué factores
hacen que las personas se encuentren arraigadas al lugar donde viven. Desde el Mediterráneo occidental nos
podemos sentir muy identificados con los hallazgos: la
estética del lugar, la vida social, la apertura y la tolerancia (las barreras sociales de entrada son bajas, después
hablaremos de los mecanismos de integración). Factores que en segundo orden están correlacionados con
el crecimiento económico. Finalmente, el sentido de
comunidad, la calidad de vida y la actividad empresarial se pueden reforzar mutuamente.
Trasladándolo al espacio físico, el sentimiento de
confianza, la sensación de pertenencia, la relación de
2. Gallup es una empresa de análisis de opinión. La Knife Foundation se dedica a financiar ideas transformadoras en el periodismo, la
comunicación y la participación ciudadana. Se pueden consultar los
resultados del informe en <http://soulofthecomunity.org>.
24
fidelidad entre una persona y el lugar que habita, tienen
mucho que ver con la existencia de espacios de encuentro donde pasan determinadas cosas en clave colectiva.
El sociólogo Ray Oldenburg observó en su libro The
great good place (1982) que la sociedad suburbanizada
norteamericana había renunciado a los encuentros
informales en el espacio público en beneficio de la
esfera privada, y que, así, a los americanos se les negaba una de las formas de aliviar el estrés que actúa tan
efectivamente en otras culturas (como la nuestra) y que
son elementos claves en la generación del que denomina «sentimiento de comunidad». Lo que Oldenburg
observaba en espacios como cafés, librerías, bares o
salones de peluquería, sucede de manera multiplicada
en nuestras calles. Oldenburg denominó esos lugares
third places (terceros espacios); son espacios donde
las personas pueden observar y encontrarse, donde se
dejan de lado las preocupaciones del trabajo y el hogar,
y se pasa el rato simplemente por el placer de la buena
compañía y la animada conversación. Son el corazón
de la vitalidad social de las comunidades y la base de la
democracia.
Los terceros espacios funcionan como terreno
neutral, sirven de niveladores, puesto que son espacios
inclusivos. La mayor parte de las asociaciones humanas
están basadas en relaciones con algún propósito objetivo. Por el contrario, lo que Georg Simmel denominaba
«sociabilidad pura» es precisamente las ocasiones en
que la gente se encuentra sin ninguna finalidad específica. En los terceros espacios la conversación es la acti25
vidad principal. Un cuarto elemento que los caracteriza
es la accesibilidad y el confort. Los terceros espacios
con más éxito son aquellos donde se puede ir solo a
casi cualquier hora del día o la noche con la seguridad
de que habrá algún conocido. Porque los habituales, el
quinto elemento, son tan importantes como el espacio
físico. Los terceros espacios no son nada sin las personas concretas que están allí para llenarlos de vida. Cada
cliente/usuario regular fue una vez un recién llegado, y
la aceptación de los recién llegados es esencial para la
vitalidad sostenida de los terceros espacios. Los terceros espacios no tienen barreras (sociales) de entrada. El
séptimo factor es el perfil bajo. Además, el ambiente es
festivo. El espíritu lúdico es clave, la alegría y la aceptación reinan por encima de la ansiedad y la alienación.
El tono de las conversaciones no suele estar marcado
por la tensión o la hostilidad. Finalmente, son un hogar
fuera de casa. Aunque de una manera radicalmente
diferente, los terceros espacios son muy similares a la
propia casa en cuanto al bienestar psicológico que generan. Los ocupantes de los terceros espacios a menudo
tienen los mismos sentimientos de calidez, posesión
y pertenencia que tendrían en sus propios hogares.
Sienten que un trozo de ellos mismos está arraigado al
espacio, y su espíritu se reconforta pasando el rato allí.
Desde una óptica contemporánea podemos identificar algunos lugares físicos que tienen características similares en los terceros espacios de la teoría de
Oldenburg (desde la socialización a la reunión o el
ambiente), pero además son embriones de transforma26
ciones urbanas a partir, precisamente, de los encuentros
que acogen. No nos referimos ya a espacios que funcionan como contrapeso del hogar (primer espacio) y de la
oficina (segundo espacio), sino que mezclan hábitos y
usos propios de ambos espacios: el ocio o el disfrute y el
trabajo o la profesión. Son espacios que tienen, además,
atributos típicamente de espacio público tal y como lo
entiende Habermas (2004): el espacio donde ocurre la
discusión política y las acciones de cambio.
Tabla de negociación y autogestión.
Espacios de «la
esfera pública»
Terceros espacios
colaborativos
Propiedad
Accesibilidad
Uso
Decisión
común
común
común
común
común/
privada
común
común
colectiva
Los espacios públicos tradicionales se caracterizan
por el hecho de que tanto la propiedad como la accesibilidad, el uso y el proceso de decisión sobre lo que allí
sucede son comunes, públicos. El ejemplo clásico es
el del ágora y su equivalente del s. xx es el de la plaza
pública. Lo que denominaremos «terceros espacios
colaborativos» siguen teniendo accesibilidad y uso
comunes, pero la propiedad de éstos puede ser tanto
pública como privada, y la gestión y el proceso de decisión suelen ser colectivos. Una reducida comunidad o
un grupo de personas con objetivos similares controlan
—descargando el control de un significado coercitivo—
el proceso de decisión.
27
Los espacios culturales multifuncionales, los coworkings, las tiendas efímeras, los huertos urbanos, los
solares recuperados como espacios públicos funcionan
así como terceros espacios colaborativos, y son el pilar
de una generación involucrada con el entorno próximo.
Esos terceros espacios colaborativos, que tienen elementos de ocio y trabajo, tienen en común las siguientes características:
En primer lugar, son escenarios de transformación
urbana: acogen la discusión política (al menos implícitamente) y suponen el paso de la reivindicación reactiva a la activa a través de acciones efectivas. En segundo
lugar, utilizan la temporalidad como herramienta de
negociación. Bishop y Williams (2012) exploran en The
Temporary City los casos en que nuevos usos temporales pueden tener efectos duraderos sobre las ciudades.
En tercer lugar, son financiados y gestionados colectivamente, muchas veces con maneras profesionalizadas
para garantizar la sostenibilidad económica; como los
espacios de la clase creativa de Florida (2002) o los de
los «culturemprendedores»3 de Lange et al. (2008), de
los cuales a continuación hablamos. Por último, son espacios permeables (Sennett, 2006), sin barreras sociales de entrada.
Desde una perspectiva generacional —pensamos en
los jóvenes adultos del momento, los llamados millen3. Lange (2008) acuñó el término culturpreneurs para definir los
profesionales creativos y flexibles (muchas veces precarios) que
emprenden en los sectores culturales.
28
nials—, observamos que muchos de los factores que
gobiernan nuestros objetivos y nuestras aspiraciones
giran en torno a la disponibilidad y la percepción de
espacios de participación más allá del marco tradicional de la implicación politicoinstitucional, incluyendo
aspectos sociales y económicos. Son lugares, tanto
simbólicos como físicos, donde las personas pueden
relacionarse y sacar un provecho activo de estas conexiones para hacer y crear colectivamente. Los espacios
relacionales estimulan el intercambio de conocimiento
e ideas que desencadenan procesos de transformación.
Actúan como epicentros de una generación altamente
móvil que alterna el autoempleo con los trabajos por
proyecto. Estos espacios sirven de intersecciones donde
ocurre el networking vital, a caballo entre el ocio y la
profesión. La existencia de terceros espacios colaborativos está intrínsecamente ligada a la creatividad,
puesto que significa repensar, transformar y utilizar
espacios vacíos y obsoletos (desde antiguas oficinas a
parkings sin uso) o mejorar los espacios públicos tradicionales con nuevos usos y actividades.
Los factores descritos están estrechamente entrelazados con la movilidad urbana, el mercado inmobiliario y el clima local. Un buen transporte público y una
buena infraestructura ciclista son esenciales para una
generación que ya no compra coches. Un mercado de
alquiler asequible afecta positivamente las decisiones
de localización. Finalmente, un buen clima como el
nuestro facilita el uso del espacio público y afecta a la
calidad de vida. En general, una ciudad atractiva para
29
los jóvenes adultos del presente es una ciudad que
permite que las cosas buenas pasen: esto requiere un
espacio asequible y accesible para encontrarse, vivir,
hacer negocios y divertirse.
Pero esos espacios colaborativos y participativos no
son novedad en la cultura valenciana, sino que suponen
la actualización de elementos locales con tendencias
globales. Me refiero a la concreción física de esa mezcla
tan valenciana de la improvisación, la creatividad y la
colaboración que el profesor Pau Rausell bautizó como
la economía del comboi.4 La economía del comboi es un
término que incluye aquello que los economistas denominamos economías de red y las externalidades positivas del conocimiento y la diversidad. Pero va un poco
más allá, incorporando la improvisación que hace poco
comentábamos y el hecho de dar valor a cosas que a
priori no tenían. La economía del comboi es un concep4. Pau Rausell (2013): «Las fallas son una buena muestra de la ‘economía del comboi’, que es un estilo de acción muy valenciano. Un tap
and chip economy, que dirían los anglosajones y que viene a significar
una especial función de producción en el que capital humano creativo se estructura de manera colaborativa bajo cierta filosofía de que
cada cual participa según sus capacidades, en un grupo más o menos
limitado y con intencionalidad festiva y basada en competitividad lúdica y en la crítica burlona y la autocrítica sarcástica. Utiliza recursos
que tradicionalmente no se considerarían recursos —los desechos
de las carpinterías, la planta baja que no se utiliza, los tomates de la
ensalada, o la rata de marjal—, y se materializa en el espacio público
y es capaz de manera bastante improvisada de generar procesos y/o
productos complejo.» Comboi es una palabra utilizada de manera recurrente. Por ejemplo, el encuentro de la red Arquitecturas
Colectivas hecho en Valencia el verano de 2011 recibió el nombre de
«Comboi a la Fresca».
30
to heredero de las bandas de música, que representan
la auténtica sociedad civil y son un infravalorado motor
de conocimiento —en las mejores orquestas del mundo
encontraréis un trompetista de Algemesí—, los ateneos
mercantiles, las fiestas populares, etc. Pero también
existen nuevas experiencias innovadoras en términos
urbanos como el Solar Corona, los huertos de Benimaclet o Desayuno con Viandantes.5
Los terceros espacios colaborativos o, en nuestra
casa, los espacios de la economía del comboi son espacios donde personas de diferentes raíces sociales
pueden encontrar placeres comunes y oportunidades
para tener en cuenta al otro como algo más que una
abstracción y un estereotipo. Yi y Silver (2011) lo explicaron utilizando las entidades religiosas o los clubes
de yoga y de kárate en Norteamérica. En el País Valenciano las bandas de música, el deporte amateur o las
asociaciones festivas como las fallas han servido para
integrar recién llegados y, después, de argamasa entre
la diversidad socioeconómica.6 Parece especialmente
relevante el caso de las agrupaciones musicales de la
periferia del cap i casal que, durante los grandes aluviones de inmigrantes de interior en los años 60 y 70,
abrazaron y «valencianizaron» los descendentes de los
5. Más sobre información sobre estas iniciativas en sus webs:
<http://solarcorona.wordpress.com/> y <http://www.desayunoconviandantes.org/>.
6. Las Fallas también han sido, por otro lado, instrumentalizadas
para mantener la hegemonía política del Partido Popular en la
ciudad.
31
nuevos vecinos. Un ejemplo reciente y exitoso es el de
la Muixeranga de Valencia, que funciona, nunca mejor
dicho, como una torre de Babel integradora a través del
ocio y la cultura.7
Es fácil ver las coincidencias con lo que Richard Florida denomina la clase creativa (2013), cuando insiste
en el hecho de que cada vez más gente expresa el deseo
de involucrarse en sus vecindarios (aunque con una
participación más subjetiva y menos conscientemente
transformativa). Y esto no es el resultado de una mentalidad «buenista», sino el reflejo del deseo de establecer
sus identidades propias en los lugares físicos que habitan, y participar en la construcción de esos espacios
reflejando y validando a la vez esas identidades. Bastian
Lange (2012) observa en Berlín un patrón dinámico
de autoorganización de las industrias creativas que se
extiende cada vez más a otras actividades económicas.
El tipo de trabajo típicamente de los ya mencionados
culturemprendedores es una respuesta a una creciente
hibridación: los urbanitas flexibles y precarios se encuentran atrapados entre las paradojas de dos sistemas
diferentes. Por un lado, una administración estatal y
municipal que tiene unas maneras estándar de organizar y gestionar recursos y trabajo en un territorio dado.
Por el otro lado, encuentran la realidad de un mercado
que los abandona y se constituye más allá de las fronte7. Sobre la Muixeranga de Valencia se puede consultar este artículo
de la revista Nonada: <http://www.nonada.es/2013/11/la-torre-debabel-de-la-muixeranga-de-valencia.html>.
32
ras administrativas. Reaccionando a esa discrepancia,
los culturemprendedores crean sus propios espacios
relacionales de interacción donde los márgenes se
diluyen: competencia y cooperación, intercambio y
aislamiento, privado y público, trabajo y ocio, coexisten
y son imposibles de separar. Los culturemprendedores
inventan formas de autoorganización para acceder a
estructuras de poder basadas en conglomerados informales y redes extensivas. En otra escala esa espacialización de los culturemprendedores se puede observar en
nuestra casa.
Esos espacios ligados a la creatividad tienen cada vez
más peso en las horas de ocio solapadas con las de trabajo. Son espacios de experiencia para las generaciones
que tienden a preferir tipos de ocio en los que se puede
participar activamente, en que se pasa de espectador a
actor. Ese ocio experiencial está positivamente relacionado con la creatividad profesional. De aquí la importancia de los espacios de participación. La existencia de
estos espacios de participación no quiere decir necesariamente que se usen intensivamente y de manera
exclusiva. Los ciudadanos pueden preferir situaciones
más pasivas y, sólo a veces, implicarse activamente
—también en cuanto a la transformación urbana—. Pero
la existencia y accesibilidad de estas rendijas es lo que
permite las ulteriores transformaciones (Pine y Gilmore, 1999). En general, se tiende a pedir al ocio un retorno más alto en volumen de experiencias por minuto
(eficiencia del tiempo libre).
Si la tendencia es sostenida y se prefiere de mane33
ra progresiva un ocio experiencial y creativo, ligado
muchas veces a la humanización del viario o la práctica
del deporte al aire libre, ciudades como las nuestras, con
sus condiciones climáticas, su cultura de ocio colaborativo del comboi y una trama urbana que puede maximizar los desplazamientos en bicicleta y de peatones,
presenta renovados ventajas competitivas. Ventajas
competitivas que pueden servir para retener y atraer
talento y capital humano. Pine y Gilmore (1999) dejan
claro que hay una clara correlación entre llevar una vida
activa, protagonizar un ocio experiencial —casi siempre usando el espacio público, porque la calle reemerge
como espacio interactivo cultural— y el capital humano.
Los espacios transformativos dependen de la creatividad a la vez que son esenciales para su desarrollo. ¿Qué
factores adicionales sirven para atraer talento? Podríamos decir que los más importantes son los que ya hemos
comentado: la disponibilidad y el acceso a los espacios
de ocio y trabajo para poder conectar, pero también hay
que mencionar la existencia de un clima tolerante (bajas
o nulas barreras sociales de entrada), y, sobre todo, la
calidad de vida. Las expectativas de nuestra generación
han cambiado respecto a aquellas de nuestros padres, y
es difícil esperar tener el mismo trabajo de por vida. Es
por esto que las decisiones de localización adquieren
una renovada importancia y están cada vez más relacionadas con los factores antes descritos. Por ejemplo, los
jóvenes solteros con un alto nivel de educación dan cada
vez más importancia a los factores relacionados con la
calidad de vida a la hora de elegir donde vivir (Cortright,
34
2005). De alguna manera se vive cada vez más como un
turista en la propia ciudad.
El puente desde la política pública
Hasta ahora hemos analizado cómo los factores urbanos y las dinámicas ciudadanas espontáneas influyen en
la resiliencia de las urbes. Esto tiene mucho que ver con
la existencia de espacios compartidos y con el desarrollo del capital humano, los cuales pueden desencadenar relaciones de fidelidad entre economía, personas
y territorio. Para permitir que las cosas buenas pasen,
para aprovechar el talento creativo, facilitar la espontaneidad, etc., necesitamos nuevas herramientas para el
planeamiento urbano y el diseño de políticas públicas.
Presentamos ocho tendencias globales que a modo de
puente desde la política pública, y debidamente aprovechadas, pueden resituar Valencia capital en el camino
del desarrollo económico inclusivo.8
En primer lugar, es cada vez más necesaria una política
urbana multidisciplinar basada en los datos. En política,
hay que pasar del deseado —condición necesaria, pero
no suficiente— a lo apropiado. Más que nunca, en un
contexto de escasez de recursos públicos, es imprescindible que las políticas públicas estén basadas en los datos
8. Estas ideas fueron presentadas por primera vez en un artículo
publicado en el diario El País (5 enero 2014): «Ocho tendencias para
una Valencia productiva», de R. Marrades: <http://ccaa.elpais.com/
ccaa/2014/01/05/valencia/1388924138_384573.html>.
35
resultantes de investigaciones rigurosas. El conocimiento
empírico no tiene que sustituir la práctica democrática
sino reforzarla. Y hay que ir un paso más allá del urbanismo monodisciplinario. Citando a Jordi Borja (2012):
otra confusión [en cuanto al planeamiento]: el menosprecio del marco político y legal y la consideración del
urbanismo como una técnica derivada de la arquitectura,
entendida a su vez como obra de arte del autor y como
voluntad de sus clientes. El urbanismo es ante todo una
dimensión de la política. Primero hay un proyecto de
ciudad, es una opción social, cultural, económica, ambiental, es decir política. A partir de esta premisa se pueden
plantear proyectos de escalas muy diferentes y ubicarlos en el marco legal que les corresponde (plan general,
especial o parcial, proyecto de rehabilitación o de espacio
público, programa de viviendas, etc.). El proyecto preliminar comporta un esbozo de diseño que excepcionalmente
puede ser un ‘objeto singular’, pero en general es un diseño
funcional que permite el debate ciudadano. La política y la
legalidad son los dos pilares del urbanismo.
En segundo lugar, la calidad de vida se tiene que
fomentar también como una herramienta de desarrollo
económico. Las ciudades mediterráneas, al ser compactas y contar con un diseño urbano consistente, fomentan el encuentro y el aprovechamiento del espacio
público. Por las mismas razones, como ya hemos dicho,
son capaces de resistir altos niveles de sufrimiento
económico en forma de desigualdades y paro. Valencia,
por ejemplo, continúa siendo uno de los principales
destinos mundiales para los estudiantes de intercambio
y acoge un número creciente de emprendedores ex36
tranjeros. ¿Cómo puede seguir siendo atractiva a pesar
de las condiciones macroeconómicas? La respuesta es
fácil, su calidad de vida todavía es imbatible. Ante una
reconfiguración del mercado de trabajo que mezcla
vida profesional y personal, esta calidad de vida emerge
también como incentivo económico.9
En tercer lugar, destacamos la importancia de la
contextualización basada en las fortalezas endógenas.
Tenemos que aprovechar aquello en lo que ya somos
buenos: la calidad del diseño urbano, el clima, la identidad, la capacidad transformadora de la sociedad (desde
las fallas hasta las bandas de música). Demasiadas veces
hemos intentado copiar/construir cosas que podrían
estar en cualquier parte del mundo que pudiera pagarlas, pero lo triste es que se ha demostrado que nosotros
no podemos hacerlo. Bajemos de escala y pensemos en
L'Horta, los centros históricos, los símbolos apropiables, las oportunidades únicas aprovechadas colectivamente (El Saler y el Turia).
Un cuarto elemento que observamos es el regreso
de la actividad productiva a los centros históricos. A
escala global se evidencia la reemergencia de las ciudades consolidadas como centros de producción. Una
metáfora obvia significa pasar de los «Sillicon Valleys» a
las «Sillicon Cities». Cuando las empresas se ubican en
9. Detectamos esta tendencia de manera intuitiva, pero todavía se
tienen que definir los aspectos cuantitativos de esa teórica calidad
de vida. Por otro lado, las características del entorno laboral y de
formación de los emprendedores extranjeros y de los profesionales
altamente móviles son difícilmente generalizables.
37
los centros históricos en lugar de situarse en las áreas
segregadas de extrarradio, se potencian las relaciones
sinérgicas con otras actividades, la visibilidad, la conciliación, etc. La crisis ha dejado muchos espacios libres, a
nivel de calle, que pueden ser aprovechados de manera
inteligente por nuevas actividades productivas diversificadas, siempre que se den los incentivos apropiados.
Un quinto factor es, por lo tanto, la recuperación y la
reutilización de espacios vacíos. El sector público tendría que introducir las medidas necesarias para ajustar
un mercado imperfecto: el de espacios y oficinas. Toda
la energía positiva cívica y emprendedora tiene que poder encontrar, en una situación como el actual, espacios
físicos para desarrollarse.
En sexto lugar, destacamos la creciente fidelidad
entre la actividad económica y el territorio. Desde los
nuevos sectores turísticos enfocados a experiencias
realmente locales y únicas, el éxito gastronómico, el
sector agroalimentario, el diseño, el urbanismo, la cultura, emergen actividades productivas que, además de
generar ocupación y crecimiento, refuerzan la identidad local generando situaciones de fidelidad territorial
y crecimiento no especulativo. Esta tendencia expresa
una posibilidad más que una constatación. Pero es evidente que cuando la actividad productiva se refuerza
con los factores del entorno (cultura, capital humano,
etc.) es menos fácilmente deslocalizable y puede generar externalidades positivas.
El séptimo elemento es la emergencia de la participación ciudadana, cívica y transformadora. Votamos a
38
cada hora con nuestros pies y transformamos la ciudad
de manera espontánea. Las estructuras estáticas de la
participación vecinal han tomado formas heterodoxas
de encuentro, diversión y cambio. La ciudad se mejora haciendo. El sector público tendría que dejar de
entender esta energía como competencia y dedicarse
a reforzarla. En caso contrario, cuando el hardware de
la ciudad —la arquitectura y el urbanismo— fracasa,
es el software —usos y disposiciones— el que tiene que
crear el marco para que la ciudad funcione. Cuando la
separación artificial de las funciones residenciales, industriales, comerciales y de ocio de la ciudad moderna
demuestran ser obstruccionistas en lugar de permisivas, cuando el gobierno abandona sus ciudadanos, estos
últimos no tienen otra opción que reinventarse transgrediendo las regulaciones (Polyak, 2013).
Con todo, es necesario suprimir la regulación discriminatoria y superflua (el octavo elemento) y permitir
desencadenar las dinámicas espontáneas de transformación urbana. Mientras contemplamos atónitos una
creciente sobreregulación del uso del espacio público
y una ordenación arbitraria del espacio comercial, en
beneficio de áreas comerciales segregadas, tendríamos
que estar trabajando para abrir todas las grietas posibles para el desarrollo de la energía emprendedora y
cívica. Las ocho tendencias explicadas tendrían que
estar en la base de cualquier proceso ciudadano que,
por fin, articule las relaciones recíprocas entre territorio, producción y ciudadanía.
39
En esencia, citando el maestro de los urbanólogos,
Lewis Munford (1961: 650),
La función principal de la ciudad es la de convertir la
fuerza en forma, la energía en cultura, la materia muerta
en los símbolos vivos del arte, la reproducción biológica en
creatividad social. Las funciones positivas de la ciudad no
se pueden llevar a cabo sin la creación de nuevos esquemas
institucionales, capaces de hacer frente a las vastas energías
que los individuos modernos generan: esquemas tan audaces como los que originalmente transformaron las villas
fortificadas en ciudades nucleadas, altamente organizadas.10
Nos hacen falta nuevos instrumentos urbanísticos
para aprovechar esas energías que Munford identifica.
Esquemas institucionales que estén a la altura de la
capacidad transformadora y la resiliencia que muestran
nuestras ciudades y los ciudadanos que las habitan.
10. La traducción es de los autores.
40
Del plan urbanístico al proceso
ciudadano
¿Quién no ha pensado alguna vez que un descampado
está en ese estado porque es un espacio pendiente de
construcción? Ésto, que en un plano aparece grafiado
y delimitado como «suelo urbanizable», en la realidad
es un espacio vacío, con aspecto de abandonado. Aún
así, un descampado también es un espacio de libertad
donde no están claras la propiedad ni la regulación que
le afecta. Esta dualidad entre planificado y realidad es
el principal dilema que trata de evidenciar y de resolver
la ciudad construida.
Si la finalidad del plan es ofrecer unas condiciones de
mejora futuras para los habitantes de una ciudad desde
unos parámetros reguladores de manera unidireccional; el proceso, en cambio, responde inmediatamente
con acciones compartidas desde el presente. Analizamos a continuación cuáles son las pautas de esta evolución estructural en el urbanismo actual: del plan al
proceso.
41
Descampado «habitado» en Pascua. Bulevar Sur, Valencia.
Foto: David Estal.
La planificación en crisis
Según cualquier manual genérico de la asignatura de
urbanismo de las escuelas de arquitectura, el planeamiento urbanístico se podría definir como una hipótesis de ordenación del desarrollo territorial y urbano
diseñada en varias escalas a partir de la legislación vigente y vinculada a la planificación económica, política
y social.
Así pues, y sobre todo en el Estado español, desde la
Ley del suelo del 1975, los políticos, técnicos y ciudadanos nos hemos familiarizado con planes estatales,
directores, generales de ordenación urbana, parciales,
especiales, de reforma interior o estudios de detalle, por
citar algunos ejemplos. Más recientemente, a medi42
da que las directrices y estrategias europeas nos han
orientado hacia la sostenibilidad y el medio ambiente,
la planificación se ha hecho extensiva con planes de acción territorial, planes de movilidad urbana sostenible y
otros muchos.
Esta autonomía disciplinaria y única doctrina consolidada a lo largo de este tiempo democrático, vinculada directamente a un constante crecimiento urbano
y económico, ha sido poco discutida. Pero dentro
del contexto socioeconómico actual, con una ciudad
construida —estancada en crecimiento demográfico—,
la planificación es una herramienta hegemónica que
necesita ser repensada y explicada con los parámetros
del paradigma postcrisis que viene.
Como es sabido y bastante aceptado, los planes son
exigidos por leyes, elaborados por técnicos, aprobados por políticos, y, en fases avanzadas de redacción,
expuestos «públicamente» a la ciudadanía para hacer las correspondientes alegaciones, entendiendo la
participación ciudadana como un trámite de consulta
y no como un instrumento transversal desde el origen
mismo.
Acotando al ámbito municipal, cuando se elabora o
se revisa por ejemplo el Plan General de Ordenación
Urbana (PGOU), se hace a partir del diseño de un proyecto urbano. Éste consiste en unas determinaciones
dibujadas y escritas que prefiguren «una cierta idea» de
ciudad pensando en su futura construcción. Y se piensa
a partir de un diagnóstico previo de necesidades socioeconómicas, de contexto y de previsión inducida. Ade43
más, el plan (planos) incorpora unas normas (memoria)
y un catálogo (fichas), con el cometido de desarrollar
técnicamente la mencionada idea con las determinaciones tomadas.
Esta componente de futuro dibujado es muy inquietante, pero como habitantes nos hemos acostumbrado
a que nuestro futuro urbano esté predefinido en base
a unas promesas de mejora urbana, de felicidad y de
incremento de la calidad de vida en la ciudad, que
muchas veces superan la variable temporal prevista y
acaban convirtiéndose en utopías o sueños no realizados, incluso, molestos para la vida cotidiana.
La planificación urbanística moderna, con el propósito de ordenación de nuestro entorno para mejorarlo
o para habitarlo, se remonta a la ciudad europea de los
años 30, con la conocida zonificación —zoning— planteada por el urbanismo del Movimiento Moderno, a
pesar de que se materializa de manera explícita al final
de la Segunda Guerra Mundial con la reconstrucción de
las ciudades afectadas junto con la necesidad de creación de vivienda como después veremos. En el Estado
español (Chueca Goitia, 1968), encontramos las primeras manifestaciones en la Ley del suelo de 1956 (art. 3º,
6º, 8º y 9º).
Desde entonces, las descripciones de la zonificación
en los planes son básicamente estáticas. Por un lado,
nos encontramos habitualmente con la clasificación
parcelaria destinada a viviendas, equipamientos, servicios, zonas verdes e infraestructuras —viales—; o bien
se delimita el territorio en suelo urbano, urbanizable —
44
programado o no programado—, no urbanizable —rústico— e, incluso, protegido. A pesar de que hay mucha
variabilidad, con esta estructura acotada a la superficie, la localización y el aprovechamiento, la disciplina
urbanística no contempla —ni cuantitativamente ni
cualitativamente— los valores añadidos derivados de un
ecosistema habitado, habitable, activo o vital. Es decir,
los planes no incorporan la percepción fenomenológica
del ámbito porque desgraciadamente no entienden la
ciudad como un «lugar» donde siempre hay una historia narrada y previamente construida —por personas
o por la natura—, sino simplemente como una infraestructura pasiva y receptora del crecimiento.
Seguramente, la ciudad regulada como una estructura funcional sea más fácil de controlar administrativamente, pero se aleja de lo cotidiano sin poder responder
a una realidad compleja y cambiante. El contexto actual
nos presenta la oportunidad para redefinir los espacios
urbanos más allá de sectores, sistemas, áreas y redes.
Como hemos enunciado, hay un antes y un después
en el planeamiento occidental: La Charte de Athenes
de 1933, escrita por Le Corbusier como un manifiesto
urbanístico durante el IV Congreso Internacional de
Arquitectura Moderna (CIAM), sirvió para marcar las
bases del desarrollo urbanístico después de la Segunda
Guerra Mundial como una voz dogmática, que llega todavía a aplicarse con normalidad en la disciplina actual,
a pesar de ser un paradigma superado.
Y es que este momento histórico evidenció la debilidad de la ciudad, pero al mismo tiempo desveló una
45
oportunidad de acción de la cual se sacó rendimiento
económico con las reconstrucciones, acompañándose
de un discurso urbanístico que hizo de la necesidad su
razón de ser, y además fue capaz de extenderse, con
dos efectos: ofrecer soluciones y contagiar optimismo,
sobre todo porque comportaba movimiento y prometía
un futuro mejor sin exiliarse. Aún así, este planteamiento olvidaba el pasado, la ciudad histórica, el contexto
local y sólo se preocupaba de ofrecer modernidad.
Para reconocer esta sociedad moderna de la segunda
mitad del siglo xx, según el citado manifiesto, la ciudad
o el territorio tenían que ordenarse en función de sus
usos y necesidades: habitar, circular, trabajar y recrear
—ocio, salud, educación, etc—. En la reinterpretación
de la planificación encontraron los técnicos y gobernantes el instrumento adecuado para poder hacerlo,
diseñando la ciudad ideal, además de funcional, de la
posguerra europea, que a partir de ese momento tenía
que crecer y crecer de manera programada.
Frente al lento y más individual desarrollo natural,
espontáneo, informal, doméstico u orgánico, es decir, de
agregación según la necesidad; la planificación considera la ciudad como un todo, un organismo vivo reducido a una trama donde se incorpora una colectividad
que tendría que adaptarse a lo que ha sido minuciosamente pensado—. A pesar de que «la idea del plan» en
sí misma se normaliza con el Movimiento Moderno,
hacemos un ejercicio de perspectiva histórica con esta
tabla comparativa enumerando de manera cronológica
varios modelos de ciudad planificada.
46
Modelos de ciudad planificada.
HECHO
PLANIFICADOR
PERIODO
PARTICULARIDADES
CONSECUENCIAS
El campamento
romano
aC
Cardus (N-S) y decumanus (E-O).
La ciudad.
Desarrollo agrícola.
La ciudad amurallada. La diferencia
perceptiva, evolutiva
y peyorativa entre el
interior y el exterior
(extramuros).
Las actuaciones
defensivas de la ciudad > s. xi
medieval
La ciudad colonial
Construidas según los
modelos existentes en los
países conquistadores.
s. xv – s. xix
Trama perpendicular y en
el centro la plaza institucional y religiosa.
La desamortización
española
s. xviii
Expropiación y subasta
de suelo.
Origen de la burguesía.
Sventramento
s. xix
París. Haussmann. Transformación urbana de los
centros históricos en la
ciudad preindustrial.
La sombra urbana.
La reforma interior*
s. xix.
Higienismo y revolución
industrial.
Especulación urbanística.
Falansterios
s. xix.
Socialismo utópico francés. Charles Fourier.
Idea de comunidad,
autogestión y autosuficiencia.
Familisterios
s. xix
Carácter industrial.
Jean-Baptiste André
Godin
Servicios comunes
pero vida individual.
La ciudad jardín
s. xix
Londres. Ebenezer
Howard.
Investigación de la
vida social plena pero
controlada. Ciudades
dormitorio.
La ciudad lineal
s. xix
Dicotomía campoMadrid. Arturo Soria. Idea
ciudad. Urbanizade conexión y de creciciones y transporte
miento vertebrador.
público-privado.
Colonias industriales
s. xix – s. xx Revolución industrial.
Origen de núcleos de
población actuales.
Los ensanches.
Pla Cerdà.
Barcelona. Ildefonso
Cerdà. Destrucción de
s. xix – s. xx las murallas. Expansión
ciudad con estructura de
cuadrícula.
La isla. Reproducción
del modelo en otras
ciudades y contextos.
Movimiento Moderno
Carta de
Zonificación.
Atenas, 1933
Planificación moderna.
47
La ciudad informal.
Urban sprawl
s. xx.
Norteamèrica.
Dependencia del
transporte privado.
Poblados agrícolas de
colonización
Posguerra
española
Construidos según tipología de pueblo. Instituto
Nacional de Colonización.
Abandono con la
decadencia del sector
agrícola.
Viviendas de Renta
Limitada
Posguerra
española
Planes de vivienda para
La periferia y la vizonas devastadas. Instituto
vienda de protección.
Nacional de la Vivienda.
Leyes del suelo
1942,**
1956, 1975,
Derecho urbanístico.
1990, 1997 y
2007
Clasificación y valor
del suelo. Reglamento
de planeamiento y
planes generales. El
«derecho» a urbanizar.
Plan Bolonia
Carta de
Venecia,
1964
De la restauración a la
conservación.
La ciudad vertical
s. xx – s. xxi Edificios híbridos. La city.
Atentados 11-S. Urbanismo de «petrodólares».
La ciudad temática
Años 90
Ciudad sin ciudad.
De la Justicia, de la
Pelota, de la Cultura,
del Teatro, de las Artes
y las Ciencias, etc.
La ciudad sostenible
Carta de
Aalborg,
1994
Agenda 21. Libro Verde
Europeo.
Preocupación ambiental en las ciudades.
Planes de acción
ambiental y local.
La ciudad eventual
Finales
s. xx
La ciudad planificada a
partir de las olimpiadas,
exposiciones internacionales, ferias de arte,
festivales de música, competiciones deportivas, etc.
Golpe de efecto, éxito
turístico y pérdida del
valor de la ciudadanía.
Agenda Territorial
de la Unión Europea,
2020.
La ciudad social
Carta de
Leipizg,
2007
Preocupación por los
barrios más vulnerables.
Políticas urbanas para
una mejor cohesión
social y territorial.
Renovación urbana
contemporánea
s. xxi
Regenerar, revitalizar,
reavivar, redinamizar.
Vecindario y paisaje
urbano. Prácticas de
código abierto.
Shrinking cities
s. xxi.
La ciudad postindustrial.
Detroit, Manchester, etc.
Abandono de la
ciudad por la crisis y el
paro. Ciudad global.
La protección y reutilización del patrimonio
monumental y menor.
* El siglo xix acuña y nos lega el término «reforma interior» que todavía hoy perdura en la memoria colectiva; se emplea de nuevo en la
Ley del suelo de 1975, para usarla a partir de la transición democrática en los planes especiales de protección y reforma interior (PEPRI)
de los conjuntos históricos, a pesar de que con un carácter menos
«destructor», salvo alguna excepción.
48
** «Se trata del primer texto de amplío enfoque general del problema
urbanístico, donde el planeamiento tiene tratamiento protagonista.
Toda la actividad urbanística debe estar realizada a través de un
jerarquizado sistema de planos, acompañados de un conjunto de
normas sobre la actividad constructiva.» (Fernando de Terán, 1982).
Actualmente, la crisis disciplinaria de la urbanística,
que pone en entredicho no sólo el hecho o las formas,
sino también su leitmotiv, el planeamiento desarrollador, deriva del siguiente escenario:
Primero, el abandono de la ciudad. El estancamiento
demográfico, en algunos lugares pérdida evidente de
población urbana, por la falta de trabajo, unida al sustancial regreso al campo o a los municipios de menor
densidad con más oportunidades gracias a la reagrupación de las unidades familiares, nos deja un paisaje
de una ciudad infrautilizada, con muchos espacios en
desuso o construidos a medias. El plan está pensado
para la ciudad que crece, no para la que decrece. Por lo
tanto, con éste no podemos abordar la ciudad después
del abandono con un exceso de suelo.
Segundo, la falta de adaptabilidad de la ordenación
urbanística. Muchos de los planes actuales se encuentran en fase de revisión. El contexto económico y el
marco jurídico entran en conflicto con la realidad deseada. Los planes del periodo democrático ya son viejos
y muchas de sus buenas intenciones no se han llegado a
cumplir. Además, el planeamiento diferido ha generado
varios conflictos ciudadanos. La reacción vecinal al plan
es constante, es un instrumento poco flexible —y demasiado técnico— que genera temores porque «afecta»
tanto en las promesas no cumplidas como en los pro49
blemas generados en el mientras tanto. La ciudad que
vivimos, la ciudad del presente, no está resuelta con el
planeamiento ni con sus consultas o estudios de detalle.
Y, tercero, el cambio de paradigma cultural. De igual
manera que la sostenibilidad fue la reacción a la crisis
de los años 70, el plan es —era— una herramienta que
responde —respondía— a prácticas hegemónicas de
hacer ciudad. Por lo tanto, el cambio cultural occidental
—reflejado en las ciudades— derivado de la nueva crisis
nos exige un nuevo discurso urbanístico que lo acompañe y esté a su altura.
En definitiva, si nos planteamos la hipótesis en que
el plan urbanístico sería un instrumento obsoleto para
diseñar la ciudad construida, ¿qué herramienta tendríamos que utilizar? Tal vez la respuesta deriva en
otra pregunta: ¿Cómo y cuándo se tiene que diseñar la
ciudad? A continuación veremos qué alternativa ofrecemos a los municipios que habitamos.
El proceso ciudadano, base del desarrollo local
Hoy más que nunca tenemos la ocasión —y la obligación— de poner en entredicho la planificación urbana e
imaginar la ciudad sin plan.11 Lo que pasaría ya lo sabemos porque lo estamos palpando a nuestro alrededor.
Estamos de acuerdo en que el urbanismo actual
11. A finales de los años 60, el urbanismo ya soñó una libertad que no
le ofrecía la planificación, como es el caso del manifiesto «Non Plan»
(1969), defendido por R. Banham, P. Hall, P. Barker y C. Prize.
50
muestra síntomas de fatiga, consecuencia de una
planificación que crea problemas constantemente, que
enreda y que ya no soluciona porque ya no necesitamos
idealizar la ciudad, ni pensarla con las ya convencionales clasificaciones de suelo basadas en un crecimiento
zonificado y jerárquico de dentro hacia fuera, o en una
reforma que implica derribar y hacer de nuevo en lugar
de construir sobre lo que está construido. Al mismo
tiempo, aparecen espacios de transición, resultado de
un planeamiento inacabado por motivos económicos,
legales o políticos, que se pueden construir desde su
uso.
Entonces, si las respuestas a corto plazo ya se han hecho presentes, porque ya nos rodean numerosas iniciativas que dinamizan la ciudad de manera más o menos
espontánea —desde los márgenes—, que no reivindican
explícitamente o que no recuperan desde la nostalgia
de un pasado funcional, sino que hacen desde el presente; hace falta que nos preguntemos por la necesidad
de generar fórmulas que a medio plazo permitan el
aprovechamiento de los recursos comunitarios infrautilizados potenciando estas prácticas contextualizadas y
participativas.
Describir una metodología sobre un presente que
cambia constantemente parece una contradicción.
Pero, frente a la virtualidad de la práctica urbanística, la
sociedad civil empieza a reclamar realidad ciudadana.
Este giro es factible relatarlo desde aquello que denominamos el proceso ciudadano, urbano y comunitario.
Desde la ciudad construida, definimos este concepto
51
clave para el desarrollo local de la ciudad del s. xxi
como una herramienta que flexibiliza la planificación
urbana catalizando las situaciones existentes. Es decir,
que hace valer la capacidad de transformación a partir
de la relación directa entre agentes implicados, gobernantes y técnicos. Como hemos visto, esta opción se
facilita a partir de la terna uso, diseño y gestión.
Para hacernos una idea más directa, comparamos
significados y aquello que comporta el proceso frente al plan con la siguiente tabla, donde enumeramos
algunas de las diferencias entre los dos paradigmas
urbanísticos:
Plan
futuro
top-down
rígido
consulta
morfología
dibujo
mapa objetivo
s. xx
orden
hegemónico
sistema
jerárquico
un modelo
Proceso
presente
bottom-up
flexible
implicación
ciudadanos
acción
mapa perceptivo
s. xxi
equilibrio
intercambio de conocimiento
parasistema
heterárquico
varios modelos
52
Cuando nos referimos al proceso, son recurrentes las
referencias a finales de la década de los años sesenta
y principios de los setenta, en que ya varios autores
vinculados al ámbito urbanístico, como por ejemplo
J. Jacobs (1961), B. Rudofsky (1969), o P. Hall (1966),
trataban el diseño de la ciudad desde una óptica más
humana que la meramente disciplinaria. Aquellas
experiencias están sirviendo de guía para la definición actual del método, de igual manera que el Plan de
Bolonia se convirtió en un referente para recuperar los
centros históricos.
En el contexto local, si hace treinta años, Valencia,
maltratada por el desarrollismo, necesitaba una idea
de futuro de ciudad;12 hoy esta opción no es suficiente
porque, a pesar de que de nuevo todo está por hacer, la
ciudad ha estallado intensamente por las diversas rendijas de la ciudad construida, derivando hacia formas
poliédricas de libertad, como por ejemplo los huertos
de Benimaclet, Desayuno con Viandantes, la Calderería,
Cabanyal Íntim, el solar Corona, las fallas populares y
combativas, etc., las cuales necesitan un planteamiento
más experimental. Por lo tanto, hay que salir a la calle
para definir las nuevas «reglas» y éstas tendrían que
ser menos rígidas que antes y más abiertas para poder
12. Reflejo de esta voluntad son todas las publicaciones y las exposiciones, promovidas desde la corporación municipal o el ámbito
universitario, con referencia al modelo de ciudad que querían vivir y
proyectar: Libro de la ciudad (1983), La ciudad que queremos (1985),
Valencia la mar de bien (1987) o La Valencia de los 90 (1987).
53
adaptarlas con enmiendas colectivas desde los diferentes barrios.
Entonces, por un lado, la realidad está preparada,
pero no tenemos definido uno o varios modelos que la
faciliten. ¿Lo podemos hacer? ¿Cómo? Si el origen del
proceso está en la acción directa de la ciudadanía con
su hábitat inmediato, empezamos a observar cuáles
son los lugares de estas intervenciones efímeras o más
permanentes, más allá de la reivindicación intrínseca.
Es así como podemos visualizar en un ámbito, lugar,
espacio o entorno los siguientes recursos compartidos,
que en el plan tendrían forma de equipamiento, pero
que en el proceso pueden no etiquetarse como tal, y que
pueden tomar las siguientes formas:
Solar.
Descampado.
Edificio abandonado.
Bajos sin uso.
Espacio público infrautilizado.
Lugares de paso.
Lugares de espera.
Patios interiores.
Azoteas comunitarias.
En el ámbito técnico, las fases por las cuales pasa un
proceso de activación de los recursos infrautilizados en
el marco de la ciudad construida son las siguientes, no
necesariamente en este orden:
54
Necesidad de uso. Diagnóstico de un espacio público,
privado o semipúblico que se encuentre en una situación de transición, heredada de la ciudad planificada en
un escenario de postcrisis.
Mapeo perceptivo del entorno. Definición de la cotidianeidad y de lo que sucede día a día en el ámbito de
trabajo. Contrastar esta evaluación subjetiva con un
análisis estadístico de datos oficiales y entrevistas.
Mediación. Diálogo entre agentes (sociales, vecinales, empresariales), técnicos y políticos. Dinámicas de
participación atractivas con vecinos y visitantes. Campaña de comunicación adecuada para desvelar una
necesidad y crear una expectativa a través de la difusión
(encuentro), la acción (acontecimiento) y la formación
(actividad), capaz al mismo tiempo de tejer una red de
contacto de sinergias urbanas a diferentes niveles (localglobal). Complementariamente, la intervención efímera
puede ayudar a desvelar oportunidades de diseño.
Convocatoria de uso. El mecanismo del concurso plantea un procedimiento abierto para encontrar soluciones
a partir de unas bases o pautas previamente trabajadas.
Habitualmente, en urbanismo y arquitectura, el concurso se ha enfocado al diseño, a la forma, es decir, al
continente y no al contenido. Una convocatoria recibe
varias ideas valiosas y la selección puede ser más compleja, múltiple y mezclada que una simple ordenación
lineal de clasificación.
Convenio de responsabilidades. Determinación del
régimen jurídico entre propietario y usuarios, a través
de una cesión, custodia compartida (aparcería urbana),
55
cooperación o con los contratos más convencionales de
compra, alquiler, etc.
Activación del espacio. A consecuencia de las fases
anteriores se produce esta transformación trabajando desde la citada relación entre el uso, el diseño y la
gestión del contenido, integrando el posible fracaso, la
debilidad o el conflicto en la metodología.
Evaluación continua. Todo proceso se basa en un ensayo
continuo de prueba-error y devolución (devolution) a
los participantes y al entorno, acompañado de un intercambio de conocimiento entre experiencias similares,
normalmente de código abierto, pero también aprendiendo de planteamientos pasados.
Continuidad. Mantenimiento, transparencia y evolución
de la iniciativa a través de prácticas compartidas de gestión que, además, puedan incorporar posibles nuevas
aportaciones que mejoran el sistema inicial, perfectible
e innovador.
En cuanto a política urbana, el giro que se tiene que
producir desde la iniciativa municipal implica reconsiderar el marco de intervención hasta ahora delimitado
dentro de las ordenanzas del plan general. Un esquema
demasiado repetido en nuestro territorio y poco contextualizado. Ahora sí, en cualquier lugar ha servido de
excusa para especular sin conciencia con un fraude de
promesa incumplida. Por lo tanto, en la ciudad construida consideramos de vital importancia modificar el
marco de trabajo del proyecto urbanístico a un marco
en armonía con el proceso comunitario, que dividimos
en cuatro ámbitos de actuación:
56
Patrimonial
Urbanístico
Vecinal
Económico
• Construir sobre lo que está construido.
• Rehabilitación ambiental.
• Contextualizar a escala local la llamada Ley de las 3R.*
• El patrimonio son las personas.
• Pasar de la forma al fondo.
• Recomendaciones en lugar de ordenanzas.
• Partir de las bases de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos de 1948, el Libro Verde sobre el
Medio ambiente Urbano de 1990 y la Carta de Leipzig
sobre ciudades europeas sostenibles de 2007.
• Transformar las Unidades de Ejecución (UE) como
Unidades de Activación (UA) con nombres propios
atendiendo los procesos que los vecindarios están
desarrollando con usos en los márgenes.
• Construir una visión global y compartida por un
consenso amplio.
• La colectividad.
• El cómo es el qué.
• Crear comisiones de seguimiento.
• Generar espacios de trabajo entre actores locales,
instituciones y técnicos.
• La participación como una herramienta transversal en
otras áreas.
• Generar puestos de trabajo de la innovación social.
• Apoyarse en programas europeos como Horizon 2020,
desde disciplinas que trabajan la ciudad como un lugar
de intercambio y producción de conocimiento.
* Ley 8/2013, de 26 de junio, de rehabilitación, regeneración y renovación urbana. BOE 153. «La actividad de rehabilitación en su conjunto debe buscar áreas que permitan aplicar políticas integrales que
contemplen intervenciones no sólo en el ámbito físico-espacial, sino
también en los ámbitos social, económico, ambiental y de integración
de la ciudad.» (pág. 47/969, sec. I).
«Por lo que respecta a las actuaciones de transformación urbanística, se introducen modificaciones tendentes a adecuar sus actuales
parámetros a la realidad del medio urbano y a las actuaciones que
se producen, tanto sobre el patrimonio edificado, como sobre los
propios tejidos urbanos.» (pág. 47/975, sec. I).
57
Con todo, hemos visto como el proceso ciudadano
sustituye las descripciones estáticas propias de la zonificación de la urbanística moderna por descripciones
basadas en las dinámicas ya existentes, incorporando
valores ambientales, identitarios y perceptivos.
En conclusión, es pertinente que la disciplina urbanística y la política municipal atiendan cómo se desarrolla el presente continuo, reaccionando a los nuevos
retos, ofreciendo un giro13 hacia el proceso ciudadano,
urbano y comunitario. El concepto está claro y ahora
analizaremos algunas prácticas en nuestro territorio
que siguen esta intención que poco a poco se consolida
tal como lo hicieron los planes generales en los años
setenta y ochenta.
Uso, diseño y gestión
Con las tres palabras que titulan este capítulo llegamos
a la clave de la ciudad construida. Para entender la relación entre el uso, el diseño y la gestión, primero observamos y comparamos estas dos imágenes:
En la primera encontramos una silla solitaria en un
chaflán de la reurbanizada Russafa mirando hacia un
bajo cerrado con su aire acondicionado, unas señalizaciones verticales adosadas a la fachada y otras horizontales pintadas sobre el pavimento para el mercado
13. Este paso no es «nuevo», pero sí que significa un «giro» en el sentido que utiliza Kant o Dante para hablar de la Historia, como explica
J. L. Pardo, en «El arte del giro» (Babelia, 1 febrero 2013).
58
59
temporal y, por último, el límite de bolardos entre la
acera y la calzada. Esto es un cruce. La creación de las
llamadas orejas en las esquinas ganando espacio para
peatones al coche, ha dejado un amplio espacio que el
diseño ha «tratado» de resolver colocando mobiliario
urbano, en singular.
¿Tiene algún sentido esta decisión proyectual? ¿Responde a alguna necesidad? ¿Está vinculada a las actividades que acontecen en el cruce? ¿Implica al ciudadano
en relación al cuidado y la identidad de su entorno?
Muchas preguntas para una sola silla. Aun así, éste es
un ejemplo paradigmático y, desgraciadamente, bastante habitual, de cómo el diseño en cuanto a previsión de
uso fracasa, sea cual sea su estética. Las esquinas son lugares de encuentro en la ciudad. Su uso como espacios
singulares nos pide que el diseño acompañe este hábito,
no que lo expulse. Esta silla evidencia una renuncia en
el espacio público, y al mismo tiempo es consecuencia
de una falta de consideración del planeamiento por el
ámbito más próximo y local a escala de vecindario.
La segunda imagen tiene, en cambio, otro carácter
más positivo y revelador de las posibilidades no previstas del mobiliario urbano. En este caso, podemos
observar un macetero bastante grande y elevado —seguramente para impedir el paso de vehículos— con una
pequeña palmera que sirve de «asiento urbano» para
una mujer mayor que vive en una planta baja de esa
calle y que, en un paréntesis de las tareas tempraneras,
busca el descanso en la sombra, su sombra. Es una imagen cotidiana que destaca todavía más al estar tomada
60
en una calle lateral a la Lonja, patrimonio de la humanidad por la Unesco, situada en el centro de Valencia,
un lugar bastante comercial y turístico, por lo tanto, de
suficiente trasiego y no tanto de estar. Aun así, la actitud
de esta mujer apropiándose el macetero con un uso no
previsto, potenciado en este caso por su escala, se adecua perfectamente. Seguramente, además, a la palmera
no le debe de faltar el agua y el macetero no está meado
por los perros. Esto no es casualidad, es el resultado
directo de la atención que debe de hacer esta persona
de un recurso común, pero al mismo tiempo propio.
Ambas imágenes nos causan una cierta sonrisa, pero
la primera, más pesimista, genera un malestar y un
poco de rabia; mientras que la segunda, más optimista,
es una esperanza y una confianza en la ciudad. Pero las
dos son la muestra evidente de que el diseño impuesto
no garantiza el éxito de uso. A escala global, en el planeamiento de la ciudad, pensado sólo desde el diseño,
las posibilidades de error sin corrección son mayores.
La incertidumbre del futuro y la negación del presente
son dos constantes en el diseño urbano en todas las
escalas que se pueden considerar, dado que hay ejemplos que nos muestran que el uso evidencia el diseño, el
cual tiene que dar significado, como etimológicamente
indica su nombre, a la necesidad existente.
Para que la cosa «funcione», hay que completar en el
mismo ciclo el binomio uso-diseño con la gestión. En el
planeamiento convencional, la estrategia de gestión se
considera fundamentalmente como un sistema de instrumentos y maneras de proceder que puedan conver61
tir el diseño urbano en una «realidad». Y por eso, desde
la Ley del suelo de 1975 la gestión se ha limitado a una
relación impositiva entre administraciones, propietarios y usuarios a través de relaciones de compensación,
cooperación y/o expropiación. Pero cuando en la ciudad construida hablamos de gestión nos referimos a un
concepto más amplio que el meramente económico, es
decir, la gestión urbana es motor y mantenimiento del
hecho cultural y del tejido social.
USO
GESTIÓN
DISEÑO
Teniendo en cuenta la gráfica de relación entre uso,
diseño y gestión, tenemos que considerar las siguientes
particularidades para cada uno de estos fundamentos:
62
El uso como herramienta de participación ciudadana:
• Significa y da valor social a un lugar.
• Descubre lo que es público.
• Transforma el paisaje urbano.
• Visibiliza las oportunidades y carencias del diseño de un
ámbito.
• Cataliza relaciones.
• Actúa desde la actitud frente a lo que está construido.
• Considera las potencialidades existentes.
• Participa desde la implicación.
El diseño como un servicio y no una imposición:
• Está condicionado al uso y no al revés.
• Sugiere posibilidades abiertas.
• Se somete a pruebas de uso ciudadano.
• Es perfectible y adaptable.
• Es inclusivo, accesible e intergeneracional.
• Es identitario y contextualizado en el territorio.
La gestión es la sostenibilidad de la ciudad:
• Aprovecha los recursos comunes existentes.
• Teje sinergias entre actores implicados.
• Coordina tareas y necesidades.
• Marca decisiones y responsabilidades colectivas.
• Garantiza la interdisciplinariedad del diseño.
• Dinamiza la ciudad.
Desde la disciplina arquitectónica, podríamos decir
que el proyecto de ejecución es el documento profesional donde se plasma, de manera pautada, la infor63
mación gráfica y escrita para detallar una obra, previamente imaginada con seductoras imágenes virtuales
de futuro. Ya hemos enunciado también como en el
planeamiento, de ordenación y/o de reforma, esta documentación va acompañada de unas normas o un catálogo con las pertinentes fichas que guían esta regulación
diseñada sobre el papel. Aun así, desde la tríada uso-diseño-gestión, hay que reformular el contenido técnico
de estos estudios, transformándolos en conocimiento
más integral, abierto e incluso perfectible.
Por lo tanto, sirva de aproximación la siguiente tabla,
según sea el caso, pero con la idea de convertirse en
una base utilizable y exportable a los trabajos que en
este sentido se están desarrollando en nuestro entorno
construido, dentro de un contexto de postcrisis, también profesional, en que la reinvención de las disciplinas vinculadas al urbanismo implica también la reinvención de los métodos y los documentos de trabajo.
Parece bastante atrevido tipificar las nuevas prácticas
urbanas, pero desde nuestra experiencia, consideramos
que hay que formular este modelo. Así pues, a modo
de manual, proponemos en un esquema los siguientes
capítulos que compondrían un estudio integral relativo
a un proceso en la ciudad construida.
A continuación, siguiendo este esquema orientativo,
tenemos que introducir en los colegios profesionales,
en los concursos, en las universidades (formación en
general), en el asociacionismo y en las administraciones
públicas (sobre todo, ayuntamientos), un debate para
determinar cómo formalizar el marco de trabajo que dé
64
respuesta al paradigma actual, más allá de la tendencia
pasajera. Y que nos permita establecer un nuevo consenso urbano, la carta de la ciudad construida, como en
su momento lo hizo la normalización de la planificación ortodoxa.
Tabla: Estudio integral del proceso de la ciudad construida.
Contexto y diagnóstico.
Mapeo sociourbano.
Derechos frente a intereses, conflictos y
convivencias.
Alianzas locales y externas.
Análisis de casos similares.
Definición
Evaluaciones técnicas.
arquitectónica y/o Posibilidades de intervención, adecuación
urbanística.
espacial y materialidad.
Programa de usos.
Presupuesto y cronograma.
Orientación del lugar, ámbito o centro.
Estrategia de gestión y líneas de
Gestión
activación.
económica, social Financiación, viabilidad económica y
aprovechamiento de los recursos.
y cultural.
Impacto socioeconómico en el desarrollo
local.
Marcos europeos de innovación social.
Manual de identidad visual arraigada.
Identidad.
Propuesta de comunicación.
Acciones de visibilización y apropiación.
Articulación
urbana y/o
territorial.
65
Bases y aplicaciones
¿Se puede dibujar el proceso? ¿Se puede fijar aquello
que está en movimiento? El proceso ciudadano es un
instrumento de trabajo todavía por hacer. Su base es
la sensatez y al mismo tiempo sus aspiraciones son en
parte contradictorias. Aspiramos a contagiar la esfera
institucional de aquello que debe su dinamismo a la falta de reconocimientos, a construir metodologías que la
aplicación misma pondrá en entredicho, a aprender de
gestos tan ligeros que en multitud de ocasiones pasan
desapercibidos, a incentivar lo que sucede de manera
natural, a simplemente facilitar sin necesidad de dotar,
a hacer de la vida en la ciudad una manera de trabajar
sobre la ciudad misma.
Todavía no tenemos recetas o fórmulas mágicas, y
quizás nunca habrá. Tenemos guiones, índices, intuiciones y atajos para intentar abrir camino, pero en
este momento todo está hecho al mismo tiempo que
todo está por hacer. Los diferentes casos de aplicación
expuestos más adelante en esta publicación, pretenden
mostrar las perspectivas y oportunidades de la ciudad
construida. ¿Se puede dibujar el proceso? Sí, pero éste
es un dibujo que no se acaba nunca, que siempre permanecerá abierto.
66
Implicación ciudadana
El distanciamiento entre ciudadanía y poder político,
alimentado en materia de urbanismo por la fuerte centralización institucional a la que nos ha acostumbrado
el planeamiento y su pérdida de capacidad de actuación
en un contexto post-crisis, subraya la importancia del
trabajo compartido y la coordinación de esfuerzos a la
hora de hacer ciudad.
En la coyuntura actual, los llamamientos a la participación por parte de una administración necesitada de
respaldo se hacen cada vez más frecuentes. Esta toma
de conciencia corre en paralelo, aunque también con
cierto retraso, a las voces ciudadanas que reivindican
ser tenidas en cuenta a la hora de expresar sus necesidades y decidir sobre las soluciones propuestas en su
entorno próximo.
Aunque la palabra «participación» suene ahora familiar, su tradición en materia de política urbana resulta
escasa. En consecuencia, en multitud de ocasiones, el
corto alcance de los procesos de participación propuestos, habitualmente concentrados en la mera consulta,
evidencia una manera parcial de entender el valor de la
participación.
Como hemos visto, la historia de la planificación de
las ciudades es un relato de progresiva abstracción en
el aparato técnico y de creciente unidireccionalidad. El
planeamiento urbanístico se ha basado en un modelo
de desarrollo expansivo que ha convertido la construcción de hardware (edificios) en un potente generador
de plusvalías, olvidándose del valor del software (las
67
personas y las ideas), generando oferta sin atender a la
demanda.
Poner las personas en primer plano, cederles espacio de decisión, no es un gesto de generosidad de
los que concentran el poder de decidir en la ciudad,
ni mucho menos un peaje impuesto. Ocurre a menudo que la participación es entendida por el poder
público como una forma de legitimar intenciones
repartiendo engañosamente responsabilidades.
Desde la política pública se debe tomar consciencia
de que atender a la voz ciudadana no es sólo un gesto
de necesario compromiso social, sino que también
significa incorporar un valioso potencial a la hora
de hacer ciudad, tomando decisiones más eficientes,
más inclusivas y que en lugar de encubrir el disenso
puedan gestionarlo.
La participación no puede quedar paternalmente
limitada a la consulta, a los periodos de alegaciones,
a las votaciones populares. Aunque útiles, éstas son
maneras de relación entre administración y ciudadanía
desde arriba hacia abajo, típicamente jerárquicas y unidireccionales. Como hemos expuesto en el marco de la
ciudad construida insistiendo en la importancia de las
dinámicas espontáneas que se producen en la ciudad a
través del uso, en la ciudad siempre ha existido y existirá una participación espontánea, natural y deseable.
Ésta puede venir formulada de varias maneras, desde
las más articuladas y grupales (asociaciones, colectivos, cooperativas, etc.) hasta aquellas más informales
y difíciles de categorizar (movilizaciones, activismos
68
e individuos en riesgo de exclusión social, en una lista
imposible ni siquiera de esbozar).
La participación espontánea es un recurso urbano de
alto valor y de estimulante vitalidad: posee un valioso
conocimiento directo y subjetivo del entorno habitado,
prioriza desinhibidamente los objetivos frente a los medios, tiene una alta capacidad para ofrecer propuestas
aunque no cuente con los recursos para dar respuestas.
Estas inercias piden ser incorporadas a la manera de
hacer ciudad por medio de nuevos espacios de decisión
y canales de relación; no sólo físicos, sino también legales, culturales o económicos.
Partiendo de la base de que, como política pública, el
proceso ciudadano necesita diseñarse, en este diseño
parece adecuado anteponer al momento de la participación un paso previo que es el de la implicación. Mientras que la idea de «participar» descarga sus exigencias
en la persona llamada a participar, «implicar» otorga
el papel activo a quien llama a la participación: será
tarea suya construir ese espacio para la participación
ciudadana.
Desde esta perspectiva, cobra especial importancia
el papel del técnico, una figura necesitada de revisión
en este paso del plan al proceso. Deshaciéndose del
individualismo de autor, sus tareas en el desarrollo del
proceso serán la mediación y la facilitación. Pensamos
que es necesario pasar del «think tank» al «think do»,
de los centros de pensamiento a los nodos de acción. La
ciudad se ha pensado desde compartimentos disciplinarios cada vez más estancos: los arquitectos pensaban
69
los edificios, los ingenieros civiles las carreteras, la
administración se repartía competencias. Superar la división de tareas que giran alrededor de la ciudad exige
profundizar en el enfoque práctico, volver al trabajo a
pie de calle, donde la vida urbana tiene que ser atendida
en toda su complejidad.
Las formas de trabajo necesitan compaginar el
fundamento empírico con la decisión democrática. Esa
base se construye sobre la observación, la comunicación, el diálogo, la pedagogía, el reparto de tareas y el
desarrollo compartido. La supervisión y la coordinación pueden ser centralizadas, pero la identificación
del problema, la definición de los objetivos y la concreción de unas soluciones se basan en la deliberación y el
acuerdo conjunto. Este planteamiento constituye en sí
mismo un proceso gradual y sostenido durante el cual
se desdibujan distancias atendiendo las diferencias. La
implicación entendida así aspira a ser una manera de
participar sin darse cuenta, viviéndola con naturalidad.
Porque la ciudad no se construye sólo desde la disciplina y el planeamiento, sino que en última instancia la
hacemos todos como ciudadanos cuando la vivimos día
a día.
70
_______________________________________________________________
APLICACIÓN
_______________________________________________________________
Parc-Park, oasis compartido en el Carmen
Acciones de mejora del entorno del Mercado de Mossén Sorell.
_______________________________________________________________
Equipo
Iniciativa ciudadana.
Localización
Plaza de Tavernes de la Valldigna y calle Corona, El Carmen,
Valencia.
Fecha
Fase previa: febrero de 2011.
Primera fase: noviembre de 2013.
Segunda fase: febrero de 2014.
Cliente
Iniciativa ciudadana.
Agentes implicados
Associació Amics del Carme, Col·lectiu de Mares i Pares de Ciutat Vella, estudio L’Ambaixada, colectivo Bosque Urbano, Mercat
de Mossén Sorell, plantas bajas comerciales del entorno, policía
local, propietarios de los solares, usuarios y personajes de la plaza, servicio de Patrimonio del Ayuntamiento de Valencia.
Web
http://vimeo.com/89780001
https://www.facebook.com/bosqueurbanoelcarmen
http://www.lasprovincias.es/v/20110814/valencia/bosques-ocultos-ciudad-20110814.html
http://m.lasprovincias.es/v/20140429/valencia/resurgir-carmen-20140429.html
_______________________________________________________________
Síntesis
«Bienvenidos al Oasis del Carmen, un espacio compartido
recuperado por los vecinos, vecinas y comerciantes del barrio
71
para mejorar el entorno en el Mercado Mossén Sorell. Ya hace
más de 20 años que el planeamiento no sabe qué hacer aquí. Por
eso hemos decidido pasar a la acción, porque necesitamos un
poco de espacio libre para estar más a gusto cuando compramos,
paseamos, jugamos, conversamos o comemos en la calle; en
definitiva, cuando vivimos nuestro barrio histórico. Con nuestra
intervención inicial y vuestra ayuda, queremos activar la plaza
de Tavernes de la Valldigna como un Parc-Park, donde coches y
personas puedan convivir en armonía. Queremos demostrar que,
con nuestras y vuestras manos, es posible hacer de este lugar algo
más que un descampado. Nos podemos equivocar y no queremos imponer. Estamos ofreciendo y mostrando una posibilidad
de felicidad. En el Oasis del Carmen cabemos todos y todas. Si
te apetece, cuídalo y disfrútalo tú también. ¡Este lugar es muy
bonito!»14
_______________________________________________________________
Planteamiento
Mientras que el Ayuntamiento de Valencia se dedica a desarrollar el Plan Especial de Protección de los entornos BIC en Ciutat
Vella, siguiendo los parámetros convencionales de urbanismo y
patrimonio; la implicación vecinal demuestra que está preparada
para construir con sus propias manos un proceso de activación
del Carmen, gestionando directamente los vacíos urbanos, allá
donde el planeamiento se halla encallado.
Algunas de las llamadas Unidades de Ejecución (Actuación)
dentro de los distintos planes de reforma que han sobrevolado el
barrio con la promesa de su rehabilitación han acabado dejando un paisaje de espacios infrautilizados a pie de calle. Vecinos
y comerciantes, unidos, con el acompañamiento de técnicos y
otros agentes, han pasado de la reacción y la larga espera a la acción participativa mediante su implicación explícita, gracias a la
toma de conciencia de su capacidad para transformar su entorno
cercano.
14. Texto informativo redactado por los agentes implicados para
difundir la iniciativa, colocado in situ.
72
En concreto, el objetivo a medio plazo de este ejemplo es
mejorar la accesibilidad y logística del entorno del mercado de
Mossén Sorell con la necesaria reordenación del actual aparcamiento en superficie de la plaza de Tavernes de la Valldigna.
Para conseguirlo, de momento, sin ninguna ayuda económica ni
diseño preestablecido, varios espacios libres han sido ocupados
por plantas y asientos con el eslogan «Siéntese y relájese» donde
antes había coches.
Cómo recogía la prensa, la implicación del vecindario ha
sido tal que parece que el barrio del Carmen haya constituido
su propia concejalía de cultura y medio ambiente en su apuesta
para recuperar el patrimonio habitado y crear nuevos espacios
verdes en la trama urbana construida, de los cuales se beneficia el
comercio, el visitante y el habitante. Así pues, esta zona abandonada desde hace casi tres décadas, a la espera de ser estación del
metro, se ha convertido con pocos recursos y mucha energía ciudadana en un verdadero estado de ánimo que se está contagiando
al resto del barrio, como por ejemplo a la calle Corona, con los
diversos murales que alegran las medianeras. Es una práctica clara de aquello que ahora se denomina placemaking para referirse
a la creación de espacios sociales por medio de una participación
ciudadana que se apropia conscientemente de su entorno más
próximo desde el uso, el diseño inmediato y la gestión común.
_______________________________________________________________
Proceso
Primero fue plaza de la Olivereta; después creció como plaza de
Tavernes de la Valldigna; hoy no hay plaza, sólo un aparcamiento
descuidado y solares abandonados en medio del barrio del Carmen en una zona que, no obstante, gracias a los comerciantes, se
mantiene viva, aunque con demasiadas molestias e incertidumbres no resueltas. Después de veinticinco años, el planeamiento
en el entorno del mercado de Mossén Sorell está completamente
atascado.
Con la llegada del invierno, el Colectivo de Madres y Padres de
Ciutat Vella organizó una nueva merienda con niños y niñas del
barrio del Carmen alrededor del mismo mercado. Se aprovechó
esta ocasión para visibilizar la posible activación de su ámbito
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con la idea enunciada como Parc-Park, que conjuga el aparcamiento logístico con la necesidad de espacio público. De este
modo, se ha estimulado una coalición entre vecinos y comerciantes que abonan un proyecto inmediato. Esta idea fue presentada
a la Concejalía de Urbanismo y a grupos de la oposición; todos
mostraron su interés, pero poca cosa más.
Esta acción se suma a una fase anterior realizada en el espacio previo de un solar vinculado a la calle Alta por el colectivo
Bosque Urbano, con comerciantes, artistas y arquitectos de la
zona, capaces de quitar de manera consensuada espacio al coche
sencillamente con unas jardineras que se cuidan cada semana.
Las últimas negociaciones tratan también de abrir un solar que
hay en la calle Alta, un auténtico bosque salvaje, como ya propusieron el 2011 Estal-Klouman Arquitectos conjuntamente con
Amics del Carme.
Por lo tanto, la implicación trata de proponer, hacer, visibilizar,
catalizar y negociar. Conflicto y convivencia continuarán existiendo en el espacio público, pero esta vez será por la responsabilidad asumida por su uso diario, no por la desidia administrativa.
A corto plazo, hoy, ya se puede disfrutar; y largo plazo, mañana,
el espacio será compartido. La plaza de Tavernes de la Valldigna
es un recurso público del barrio del Carmen y como tal pertenece
al vecindario, que no quiere que sea sólo un solar más. Se puede
aparcar, pero también pasear, comer, comprar, jugar, conversar.
Así de fácil, es una cuestión de actitud. En el Parc-Park todo el
mundo tiene cabida.
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Palabras claves
Solar, aparcamiento, plaza, comercio, acción transitoria.
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75
El tiempo inmediato
El planeamiento nos ha acostumbrado a enunciados de
futuro cerrados. Suprimiendo el antes, el durante y el
después, el proyecto urbano se deshace de responsabilidades de contexto, necesidades de presente y exigencias de uso; una cierta mentira desmontada por la
pésima gestión de las últimas décadas relacionada con
un fetichismo por la infraestructura que dejaba de lado
su aprovechamiento. El plan es incapaz de responder al
omnipresente «¿y ahora qué hacemos con esto?».
La ciudad es una construcción social y cultural abierta en el tiempo, un cuento que no se acaba nunca, fruto
de las cambiantes formas en que cada tiempo piensa lo
urbano. Preservar la memoria (el pasado) y hacer sostenible el futuro de nuestras ciudades son objetivos inseparables de disfrutar de su presente. Por eso, tenemos
que buscar maneras de pensar la ciudad más atrevidas y
flexibles, que reivindiquen nuestro derecho a la ciudad
acompasando los ritmos de trabajo a los de nuestras necesidades presentes. Según Harvey (2008), el derecho
en la ciudad va más allá de la libertad individual para
acceder a los recursos urbanos: es el derecho de los
individuos a cambiar mientras cambiamos la ciudad.
Es un bien común a cuenta de un derecho individual,
porque su transformación depende inevitablemente
del ejercicio del poder colectivo para reconfigurar los
procesos de urbanización. Como respuesta a ese compromiso, proponemos dar valor al trayecto, haciéndolo
capaz de reorientarse hacia direcciones alternativas a
través de la evaluación constante.
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Ahora que el desfase temporal entre los planes y su
ejecución efectiva se eterniza hasta hacerlos obsoletos,
es hora de buscar respuestas ágiles y eficientes en las
necesidades de nuestras ciudades. En contraste con
aquella ciudad del planeamiento concentrada en crecer
ordenadamente según aquello que se ha pautado, la
ciudad de hoy exige ser pensada desde su realidad
construida como escenario de la vida ciudadana.
Abrirse a la diversidad de situaciones que por naturaleza alberga el territorio urbano hace necesario superar
la idea del «modelo de ciudad» como enunciado estático y lugar común. La ciudad construida no está supeditada a un modelo, porque en ella todos los modelos
son posibles a la vez que la obligada contextualización
rechaza la aplicación directa de patrones reproducibles.
Los modelos tienen que ser sustituidos por referentes,
punto de fuga a los que se mira de reojo mientras se dibuja la ciudad propia a mano alzada. La falsa ansiedad
de ruptura y modernidad tiene que dejar paso a una
innovación entendida como evolución cultural derivativa, construida en base a experiencias precedentes y a
la imprescindible contextualización. Paradójicamente,
la originalidad y la inteligencia se encuentran ahora
en aquello que siempre estuvo aquí, en el aquí y en el
ahora. Este otro punto de vista necesita invertir varios
conceptos:
En primer lugar, frente a la noción de límites alimentada por el «efecto Guggenheim» —basado en la confianza en que la intervención acotada conduzca a la mejora de lo que hay alrededor—, proponemos el concepto
77
de «ámbito». El ámbito diluye el radio de alcance del
proyecto sumando ambición y modestia. Buscar apoyos en el entorno para que el refuerzo entre el dentro
y el fuera sea mutuo se convierte en un planteamiento
táctico más sensible a las diferentes potencialidades
urbanas.
En segundo lugar, el proyecto urbano necesita liberarse de su dependencia por la construcción. Superando el enconado debate entre la necesidad o no de construir, planteamos que el proceso se interprete en clave
de activación. Esta idea viene a insistir en la necesaria
coordinación entre diseño, uso y gestión. Buscar modos de hacer un uso eficiente de los recursos urbanos
propios, de disposición inmediata, arraigo cultural y
economía territorial, es el medio de construir ciudades
inteligentes.
En tercer lugar, la intervención urbana tiene que deshacerse de su vocación última de permanencia. Cuestionar la permanencia de un proyecto es una manera
de sensibilizarse con la fragilidad de la ciudad existente
y, al mismo tiempo, descubrir el valor de la idea de
pensar la ciudad en función del tiempo. Este planteamiento, que denominamos «temporalización» (Bishop
& Williams, 2012), comprende conceptos ya bastante
ensayados como lo efímero, lo temporal o el trabajo por
fases y escalable.
Las tres líneas que proponemos convergen en la
búsqueda de soluciones ágiles e inmediatas. Ponemos
la atención en recursos limitados pero de grandes
posibilidades; son de especial interés aquellos espacios
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infrautilizados y situaciones en las que a simple vista
parece no haber nada, ocasionalmente tratados por
el planeamiento como espacios de transición que por
costumbre nos son inadvertidos: bajos comerciales
vacíos, solares y descampados, equipamiento municipal
infrautilizado, patrimonio en desuso, vías de movilidad sobredimensionadas, infraestructuras obsoletas
o viviendas deshabitadas, son algunos de los recursos
urbanos disponibles en grandes cantidades en nuestras
ciudades para los cuales es necesario pensar nuevas
herramientas de trabajo.
Lo temporal no tiene que ser entendido secamente
como una solución provisional o de emergencia; el llamado low-cost (quizás preferimos el más positivo LQC,
lighter-quicker-cheaper, acuñado por la organización
Project for Public Spaces) no tiene que mirarse como
una tendencia estética; las intervenciones secuenciadas
y escalables no son una renuncia a ambiciones mayores. Planteamos respuestas de aproximación, flexibles,
sometidas a una constante evaluación y abiertas a la
reorientación. Es hora de llamar la atención sobre el
valor del trayecto. Lo que para el plan es «mientras
tanto», para el proceso es «durante». Como demuestran
proyectos de gran envergadura y éxito internacional,
ese tiempo intermedio puede servir para implicar a la
ciudadanía (cómo se hizo en la mejora del espacio peatonal de Times Square), crear costumbre gradualmente (la recuperación de los márgenes del río en Lyon),
elaborar una previsión de costes —humanos y económicos— realmente pensada (la reactivación de manera do
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it yourself de los astilleros del NDSM Werf en Amsterdam) o descubrir las posibilidades de uso con las que
abonar la propuesta técnica (el ensayo de Tempelhofer
Freiheit en Berlín para la transformación de un aeropuerto obsoleto en un parque).
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APLICACIÓN
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Camping de Dalt
Hacer camping es hacer ciudad.
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Equipo
Autores: David Estal y Ramon Marrades
Colaborador: Chema Segovia
Diseño e identidad: Marina Senabre
Infografía: Manu Garrote y Bernat Ivars
Localización
Partida de Dalt, Campanar, Valencia
Fecha
Desde diciembre de 2012
Cliente
Grupo Municipal Compromís Valencia
Agentes implicados
Administración municipal, Rain Forest (Bio-Parc), agentes e
instituciones turísticas, vecinos de Campanar, trabajadores de la
huerta y Universidad de Valencia.
Web
https://www.youtube.com/watch?v=3PAAUs8MBZw
http://www.levante-emv.com/valencia/2012/10/20/acampadabioparc/945467.html
http://www.valenciaplaza.com/ver/64538/un-camping-urbanopara-valencia.html
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Síntesis
La propuesta del Camping de Dalt tiene como propósito desarrollar una zona de acampada y un modelo de gestión y explotación
de ésta como herramienta de política urbana para recuperar un
espacio infrautilizado y desvelar las potencialidades turísticas no
aprovechadas en la ciudad de Valencia. Junto al acceso al Bioparc
encontramos un amplio terreno baldío a la espera del plan, que
espera la incierta construcción de un parque de atracciones. En
la parcela allanada por las excavadoras, sigue en pie la Alquería
del Rey, un conjunto arquitectónico de destacado valor abandonado y deteriorado. En esta situación, la posibilidad de intervenir
con un bajo coste, de forma mínima, flexible e incluso reversible,
pero buscando efectos inmediatos en un espacio que el plan
entiende como «solucionado» —y para el cual, consiguientemente, no tiene herramientas de acción al margen de la propuesta de
futuro— sirve además de excusa para recuperar recursos urbanos
en desuso, prestar servicios al entorno donde se localizan (el
barrio de Campanar) y diversificar la oferta turística de la ciudad,
contribuyendo a crear una imagen de ciudad inteligente y atenta
a su territorio. Es decir, el camping pone en relación el entorno
urbano, el territorial y el patrimonial.
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Planteamiento
La propuesta tiene por objetivo principal aprovechar una demanda turística hasta ahora no satisfecha. Se plantea el camping
como una opción distinta de acceso a la ciudad (económica pero
no low-cost) que permita hacer convivir visitantes de distintas generaciones en un espacio de estancia tranquilo y de aprendizaje.
En los últimos años el turismo en la ciudad de Valencia ha crecido de manera exponencial, pero lo ha hecho de manera desequilibrada: han aumentado de manera desproporcionada los hoteles
de lujo (87 % de todas las plazas hoteleras nuevas entre el 2004
y el 2010), al mismo tiempo que se ha disparado el número de
youth hostels. Por otro lado, hay una carencia de establecimientos
en muchos barrios.
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Tanto el modelo de turismo de eventos como el turismo de
fiesta alcohólica corren el riesgo de agotamiento. La propuesta
del Camping de Dalt fomenta la sostenibilidad (medioambiental,
social y económica) de manera desestacionalizada (con un clima
como el nuestro podría estar abierto todo el año). Reclamamos
un turismo cultural, de deportes y de carácter familiar y de aire
libre que esté arraigado al territorio.
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Proceso
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La parcela de trabajo (26.500 m²) es un suelo municipal cedido a
la empresa Rain Forest, promotora del Bioparc, donde está prevista la construcción de un Parque de Atracciones de construcción más que improbable. Frente a esto, ofrecemos una propuesta de uso inmediato que active la rehabilitación de la Alquería del
Rey y prevenga el abandono de la huerta.
El Camping de Dalt descarta la privatización por concesión
así como la gestión pública ortodoxa. Se propone en cambio un
modelo de gestión ad hoc, desde un órgano tripartito en el que
ayuntamiento, empresarios y la Universidad sumen esfuerzos, y
que ofrezca además una oportunidad a los jóvenes profesionales
de la gestión turística para iniciarse en el mercado laboral.
En esencia, hay que entender que en la generación de políticas públicas tienen que influir un conjunto complejo de agentes
e instituciones de (y más allá de) la administración, reconocer
la responsabilidad de incidir en temas sociales y económicos,
identificar las relaciones de poder implicadas en la acción colectiva, tejer redes de autogobierno de los agentes autónomos y no
basarse en el poder del gobierno para hacer uso de su autoridad
sino utilizar nuevas herramientas y técnicas para dirigir y guiar.
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Palabras claves
Turismo, diversificación, territorio, barrio, mientras tanto, recuperación de recursos, gestión.
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Innovación es social
La ciudad es una construcción histórica compartida.
Colectiva, sostenida y abierta en el tiempo. Una acumulación de momentos en la que quedan contenidas
las múltiples formas en que las personas han entendido
el entorno que han habitado. La ciudad es una construcción derivativa, hecha sobre lo que se había hecho,
construida sobre lo construido, siempre impulsada por
la sociedad. Es por eso que hablar de innovación social
resulta una reiteración, puesto que todo el que es realmente social es necesariamente innovador.
Como se explicó en el marco de la ciudad construida,
frente al modelo típicamente jerárquico y centralizado del planeamiento (top-down), cada vez son más
habituales los movimientos en el margen, proactivos y
poco estructurados que hacen ciudad desde abajo hacia
arriba (bottom-up), en los cuales los ciudadanos aspiran
a tener poder de decisión sobre el entorno que habitan.
La existencia de estas rendijas, cada vez más diversas y
accesibles, cubre vacíos y carencias del sistema institucional. Suceden a pesar de la falta de apoyo desde las
políticas públicas, de nuevo excesivamente rígidas y
poco capaces de acompasarse a sus ritmos.
Ante esta energía impulsada desde la base, la pelota
está en la azotea de la administración. Es el momento
de construir canales de relación que fluyan desde la
sociedad hacia el proyecto urbano y no a la inversa.
Convertir las dinámicas espontáneas que se dan en la
ciudad, a través de la creatividad y el uso, en instrumentos de desarrollo económico y urbano, implica reco84
nocer su valor, respaldarlas e incentivarlas. Es decir,
aprender de ellas.
Tratar de institucionalizar aquello que nace como reacción a las carencias de la institución misma comporta
el riesgo de desactivarlo. Las redes de participación
informal deben su facilidad de acceso a la ausencia de
jerarquías visibles; su agilidad, a no tener una estructura en exceso definida y repudiar protocolos; su vitalidad
—ocasionalmente—, a la falta de reconocimientos y a
mantenerse ocultas (el grafiti es un buen ejemplo). En
esta condición de agente doble, el proceso tendrá que
proveer de estructuras que apoyen y faciliten la transmisión de estas energías ciudadanas hacia la esfera de
lo público sin caer en secuestrarlas o coartarlas.
Frente al urbanismo especializado y compartimentado, se hacen necesarias maneras de trabajar que fomenten la colaboración, que se presten al trasvase de conocimientos entre disciplinas y que aprendan a compartir
información. Estos intercambios tendrán que fomentarse especialmente en el apartado práctico, y aprovechar para transmitir esa energía conjunta directamente
en el momento de la acción. Hay que vencer la tendencia a sobrestimar los méritos del método científico para
nutrirse también de lo que sucede a ras del suelo.
Frente al tradicional despacho de urbanismo situado
en las partes altas de los edificios, preferimos trabajar a
pie de calle en un local con la puerta siempre abierta y
sintiéndonos parte de lo que sucede fuera, puesto que
la forma en que te relacionas con la ciudad constituye la
base de la manera en que trabajas para ella.
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APLICACIÓN
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Estratègia Comboi
Retorno de la actividad productiva a los centros urbanos.
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Equipo
Estratègia Comboi (Ramon Marrades, Francesc Miralles, Julio
Giménez y Chema Segovia).
Localización
Xàbia (la Marina Alta) y Burjassot (L'Horta Nord).
Fecha
Noviembre de 2012 – abril de 2014.
Cliente
Ayuntamiento de Xàbia y empresa municipal CEMEF de
Burjassot.
Agentes implicados
Administración municipal, asociaciones de comerciantes, asociaciones vecinales, asociaciones profesionales, centros de formación, propietarios de locales y profesionales particulares.
Web
www.estrategiacomboi.com
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Síntesis
Estratègia Comboi es una iniciativa urbana y empresarial que
tiene por objetivos paralelos el fomento de la actividad emprendedora y la reactivación de recursos urbanos en desuso. Por
medio de la construcción de un marco de gestión particular, se
facilita a los profesionales el acceso a bajos comerciales a pie de
calle vacíos. La continuidad del proyecto se afianza generando
dinámicas de trabajo colaborativo con el apoyo acelerador de
profesionales con experiencia. Los propietarios ven ocupados
sus locales comerciales, mientras que el espacio urbano y los
negocios existentes se benefician del aumento del dinamismo en
las calles.
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Planteamiento
Como premisa, decidimos aplicar el proyecto en los centros
históricos de municipios de tamaño mediano; aspiramos a llevar
a estos grandes olvidados una actividad productiva diversificada
que sirva para revitalizarlos. Por más que el talento y las oportunidades tiendan a concentrarse en las capitales, las ciudades medias suelen contar con el potencial de una ciudadanía cohesionada. Dirigida desde una política social transversal e integradora,
esta energía tiene la capacidad de generar transformaciones
productivas que las hagan ser competitivas en su entorno.
Como equipo independiente, desde Estratègia Comboi monitorizamos un proceso que ve fundamental unir esfuerzos a escala
local. Entendemos que el diálogo con la administración pública
y otros agentes sociales tiene la capacidad de acelerar procesos.
Entre todos construimos un marco de acciones que facilita las
iniciativas empresariales y dinamiza la vida en la ciudad para así
dar el paso hacia una economía basada en el conocimiento y la
participación.
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Proceso
Nuestro trabajo comienza a partir de un diagnóstico de la realidad local que combina datos recogidos por la administración
con el trabajo de campo a pie de calle: analizamos la actividad,
mapeamos usos, establecemos relaciones y localizamos espacios
de oportunidad.
En paralelo, implicamos un grupo de agentes sociales de diversa
procedencia, gentes que de otro modo quizás nunca se habrían
sentado en una misma mesa por la aparente falta de proximidad.
Los contactos comprenden desde mesas de trabajo conjunto para
coordinar tareas hasta encuentros individuales menos protocolarios para comentar el desarrollo del proyecto y generar cercanía.
Desdibujándose la jerarquía vertical, cada agente asume responsabilidades y plantea exigencias propias.
De cara a la comunicación pública, Estratègia Comboi hace de
portavoz principal, atendiendo a los trabajadores interesados en
87
la iniciativa, en su mayoría dirigidos desde los agentes sociales.
Reunido el grupo de interesados, seleccionamos con ellos el local
de trabajo anteponiendo la necesidad a la infraestructura. Con
la apertura del local se inicia una fase inicial en la que Estratègia
Comboi coordina lo que sucede en el espacio, implicando a los
participantes gradualmente en la gestión. Trabajamos para que
los usuarios sientan el espacio como propio, haciéndoles responsables y dándoles libertad al mismo tiempo.
La seguridad del proyecto se afianza gracias a un marco jurídico propio, flexible a la vez que seguro. Planteamos contratos por
tramos, que introducen el valor de la mejora y el mantenimiento
del espacio como pago, escalables y temporales en beneficio de
ambas partes. Frente a las condiciones rígidas, asumidas en la
mayoría de los casos por mero hábito, planteamos un tipo de
acuerdo adaptado al caso práctico.
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Palabras claves
Política pública, diagnóstico, facilitación, mediación, dinamización, seguimiento.
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Conflicto y convivencia
Una fotografía tomada en 1915 muestra una plaza de la
Virgen —todavía no convertida en zona peatonal— en
la que las personas se mueven con naturalidad entre los
primeros vehículos de motor y las últimas calesas. Una
sencilla diferenciación de empedrado distingue la acera
de la calzada. La ligereza del diseño ordena la circulación en la plaza al tiempo que se presta a ser pasada por
alto; hace entender al vehículo motorizado que él no es
el único propietario del lugar y permite a los peatones
el uso del amplio espacio de la calzada.
Esta imagen nos sirve para precisar el título de este
apartado: cuando aquí decimos «conflicto y convivencia» no lo hacemos confrontando ambos conceptos,
sino poniéndolos en un mismo plano. Frente a la manera de pensar que entiende que la convivencia es sólo
posible en la ausencia de conflictos, el uso de la ciudad
hace ver que en el conflicto se encuentra el sentido real
de la convivencia, síntoma de una diversidad natural
y deseable. El conflicto hace ciudad. En lugar de plantearnos de qué manera desactivarlo por medio de la
imposición de orden y la aspiración al consenso absoluto, es necesario vencer la aversión y pasar a pensar en
maneras de gestionarlo, y construir un marco de convivencia basado en la asunción de la diferencia y no en la
imposición de homogeneidades.
Prescindir de la regulación superflua y dar libertad al
uso de la ciudad es además una manera de responsabilizar y capacitar al usuario. Frente al excesivo uso pautado del espacio público —asumiendo generalmente un
90
dictado heredado de la circulación motorizada: pasos de
peatones, semáforos, acera, etc.—, resulta especialmente
simbólica para ilustrar lo que tratamos de exponer la
cada vez más habitual filosofía shared space (Karndacharuk, Wilson y Dunn, 2013), consistente en mantener el
tránsito rodado eliminando la casi totalidad de señales
de circulación en la calle. Restando prioridad al vehículo
privado, se consigue una conducción más cauta y serena,
mientras que los peatones ganan en naturalidad de movimientos a la vez que se les exige una mayor atención a
su entorno.
Ante planteamientos falsamente desideologizados
que plantean los proyectos urbanos como grandes hitos
que benefician al total de la ciudadanía de manera homogénea, entendemos el proceso urbano como político: es un instrumento de política pública que gestiona
agregaciones de preferencias en disenso. Desde lo más
nimio, como convertir en zona para peatones una calle,
hasta las grandes estrategias de marca de ciudad, sus
efectos y sus consecuencias, sus agentes y afectados,
difícilmente estarán equidistribuidos socialmente, económicamente y geográficamente.
Acoger el conflicto como energía urbana inextirpable
comporta construir un marco de gestión particular. Asumiendo la imposibilidad del consenso total, tenemos que
buscar una política de acuerdos, negociaciones y convenios. Estos tienen que considerarse bastante flexibles
(escalables, revisables, secuenciados, incluso cancelables) para poder conseguir las condiciones más favorables para cada una de las partes según las necesidades
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específicas. Su principal objetivo será acoger la diferencia, mediante ese espacio de encuentro donde conviven
expresiones diversas.
Estos espacios encontrarán contexto —incluso físico— en aquellos lugares de frontera, en que la tensión
de la disputa se entiende como una oportunidad para la
negociación. Estos espacios serán lugares de intervención en la ciudad construida: aquellos donde se puede
conseguir revertir los aspectos negativos del conflicto
a través del diálogo y la implicación, donde se puede
capacitar a las personas más desfavorecidas o excluidas
del proyecto urbano y donde se puede ganar sensibilidad ciudadana para entender la diferencia como una
riqueza social.
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APLICACIÓN
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Play-Time, interacción y respuesta
Taller del certamen de Activación Sociocultural El Casc.
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Equipo
Tutor: Desayuno con Viandantes.
Participantes: Ana, Andrea, David, Hernán, Jaisel, Matthias,
Laura y Virtu.
Localización
Centro Histórico de Villena.
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Fecha
Entre el 29 de julio y el 9 de agosto de 2013.
Cliente
Organiza: El Fabricante de Espheras (estudio de arquitectura),
Ayuntamiento de Villena y Universidad de Alicante.
Agentes implicados
Representantes y personajes elegidos durante el taller, relacionados directamente o indirectamente en el centro histórico de
Villena como por ejemplo la prensa, los mismos organizadores,
un policía, el arquitecto del plan de reforma, la socióloga de la
oficina municipal, más algunos vecinos y comerciantes con nombre propio de diferentes edades y situaciones contrapuestas.
Web
http://www.elcasc.com/
http://playtimevillena.tumblr.com/
http://www.elperiodicodevillena.com/noticia.
asp?idnoticia=84457
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Síntesis
«No hace mucho tiempo Villena era un humedal y en su tierra
crecía el arroz. El agua discurría en abundancia a sólo tres metros
de la superficie. Las cosas cambian. Vinimos por eso, para formar
parte de una transformación. Hemos recorrido estas calles con
los ojos de quienes miran por primera vez, quizás ingenuos, pero
también sorprendidos, con la capacidad para descubrir el detalle
que quién mira cada día nunca verá. ¿Qué es la ciudad? No son los
edificios, no son los acontecimientos, ni los hechos históricos, ni
los planes urbanísticos. La ciudad son las personas. Las personas
construimos o derrocamos. Para observar, escuchar, comprender y
admirar una ciudad no basta transitarla. Hay que meter las manos
más dentro, en el fondo de la masa. No basta participar, hay que
implicarse. Transformar es actuar. No basta con la presencia, es
necesaria la acción. La ciudad, si no es activa, es un montón de
nada.»15
15. Relato de cocina. Texto introductorio del vídeo de conclusiones
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Planteamiento
Se trató de un taller abierto, es decir, donde el final no estaba previamente definido, y dividido en cuatro partes entre la interacción y la respuesta con el entorno habitado: observación; deriva;
mediación; acción.
Entendiendo la empatía y la interrogación como fórmulas de
participación, el taller en sí mismo es un experimento sobre las
situaciones cotidianas de conflicto y convivencia a la hora de ser
partícipes del entorno.
Finalmente, la experiencia compartida de una acción efímera consistente en 3x3 dúos-conversaciones-cenas en el espacio
público vivido entre participantes del taller y agentes mediados,
donde el intercambio de conocimiento nace del mismo uso del
centro de Villena.
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Proceso
En la trayectoria del colectivo Desayuno con Viandantes observamos su interés de reflexionar sobre el uso del espacio público,
cosa que facilita la implicación directa de las personas que se encuentran; compartiendo un momento urbano, escénico, artístico,
político y gastronómico, que posibilita la activación de relaciones
y el contacto con diferentes actores sociales.
Con la misma intención, el taller transversal de participación
ciudadana tutorizado por este colectivo, desveló y experimentó
las acciones apropiadas para involucrar los actores vinculados a
los espacios públicos del centro de Villena, además de servir de
cruce con el resto de talleres planteados en el Casc.
Durante los días que se desarrolló el taller, los participantes
miraron, pasearon, conversaron e intervinieron efímeramente en
este entorno, explorándolo cada día y descubriéndolo, tanto a sí
mismos como a los habitantes. Prejuicios y emociones se cruzaron sobre la mesa de manera colectiva.
del Taller Play-Time (v. <http://vimeo.com/73375685>).
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Por lo tanto, Play-Time fue un proceso basado en la acción
transversal (organizador-tutor-participante-habitante) que mostró las capacidades de diálogo que genera una mesa para cuatro
en medio de una calle y los beneficios derivados de la activación
de las relaciones urbanas a través de gestos y experiencias más
cariñosas.
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Palabras claves
Cenar a la fresca, conversaciones, espacio público, participación,
implicación.
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Identidad urbana
Venimos de un periodo en el que demasiado a menudo
se ha caído en el error de limitar la cultura a la preocupación por la promoción y la visibilidad exterior, y
se ha presentado la ciudad como un gran escaparate y
no como un escenario de vida. Mientras la historia de
la ciudad se ha congelado a través de la musealización
del patrimonio, su presente se ha pretendido modelar
utilizando referencias descontextualizadas. Hemos hecho ciudades que podrían estar en cualquier parte del
mundo que pudiera pagarlas, olvidándonos de aquello
de valor que ya teníamos.
La ciudad construida entiende la historia de una
ciudad como un proceso contextualizado, derivativo,
social y dinámico, en constante avance. La ciudad que
se vuelve de espaldas a sí misma, a su entorno, a su ciudadanía y a sus formas de hacer, es una ciudad en la que
no podrá pasar nada.
Como hemos insistido, hay que redescubrir aquello
en lo que somos buenos y convertirlo en nuestro material de trabajo: la calidad de vida, el acertado diseño
urbano, el clima, la capacidad transformadora de la sociedad, la riqueza territorial… No nos perdamos mirando al cielo, bajemos la vista y pensemos en la huerta, los
centros históricos, los símbolos apropiables, la diversidad cultural y su marco de coherencia compartido.
Con el proceso se plantea el reto de acoger aquellas
dinámicas espontáneas que caracterizan la manera de
vivir valenciana, canalizarlas y fomentarlas haciendo
que la política pública aprenda de éstas. Nos interesa
96
la manera en que la arquitectura tradicional crece por
agregación según la necesidad, sin que la forma limite nunca el ritmo cambiante de la vida. Nos inspira la
inteligencia con la que en L'Horta se hace uso de los
recursos mínimos disponibles para solucionar problemas (el somier reciclado que sirve de separación entre
cultivos). Confiamos en la energía que la ciudadanía
exhibe a la hora de aprovechar de manera compartida
oportunidades únicas (por ejemplo, en Valencia ciudad, hay que reivindicar que casos como El Saler y el
Turia sean mucho más difundidos, y al mismo tiempo
gusta que se mantengan en el silencio de lo natural y lo
próximo). Aspiramos a dar espacio político a la capacidad transformadora que surge en los márgenes de la
administración, allá donde es más vibrante.
El proceso quiere ser una forma de política urbana transversal que, como ya hemos insistido, recoja y
fomente las relaciones de fidelidad entre economía,
territorio y ciudadanía. En este contexto, la identidad
es ingrediente y producto de las innovaciones urbanas.
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APLICACIÓN
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Calp Poble
Proceso de activación del centro histórico de Calp.
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Equipo
David Estal, Ramon Marrades, Madalena Martins, Chema Segovia, Boris Strzelczyk y Nadine Strzelczyk.
Localización
Calp (la Marina Alta)
Fecha
Septiembre de 2013
Cliente
Propuesta finalista del Concurso internacional de ideas para la
regeneración económica, social y ambiental del núcleo histórico
de Calp convocado por el Ayuntamiento.
Agentes implicados
Administración local, diferentes áreas municipales (urbanismo,
turismo, cultura, educación, empresa, etc.), agentes sociales, inversores privados, residentes, comerciantes, convocatorias creativas.
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Síntesis
Calp Poble es un proceso de revalorización y activación del
centro histórico de Calp, resituándolo en el centro del ecosistema
urbano municipal y posicionándolo a su vez a escala comarcal. La
propuesta moviliza de manera sencilla recursos infrautilizados,
entendiéndolos como oportunidades inmediatas para generar
nuevos elementos de desarrollo económico y de disfrute social.
Sin necesidad de grandes intervenciones y basándose en el efecto
instantáneo que supone mantener y potenciar las actividades ya
existentes, el proceso alinea intereses multipartitos, públicos y privados, al servicio del uso ciudadano (diario, individual y colectivo).
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Planteamiento
En la ciudad europea y mediterránea, los conjuntos históricos
son esos lugares complejos llamados corazones de la ciudad.
Hacerlos palpitar es fundamental para que el resto de la ciudad
tenga identidad y vitalidad. Así, pensamos que en la actualidad su
recuperación tiene que entenderse desde la «activación». Puesto
que ya está todo construido, prácticamente todo rehabilitado y
por sus calles se puede pasear, ahora se trata de trabajar en las
relaciones entre sus habitantes y visitantes, promocionando
políticas de gestión que fomenten el uso de aquello que se ha
construido, en definitiva de activarlos socialmente, económicamente y culturalmente, a través de la energía canalizada por los
recursos humanos o potenciando el concepto en red.
_______________________________________________________________
Proceso
Las medidas propuestas se agrupan en seis líneas de acción:
accesibilidad, rehabitar, diversificación productiva, dinamización
del espacio público, turismo integrador y proceso de activación.
Cada una de estas líneas combina elementos de activación social,
económica, cultural y ambiental; están interrelacionadas entre sí
a través de un organigrama de gestión conjunta, una evaluación
constante abierta a la reorientación y un impulso estratégico a
través de un campamento creativo anual llamado Callping.
Cada línea de acción es descrita por una medida principal,
de gran carga simbólica, y varias complementarias. Las medidas
principales del proceso de activación son:
I. Accesibilidad: Transporte a demanda.
Adaptación de los servicios de transporte público a la demanda existente, de forma que no se establecen líneas regulares a
priori sino una red de paradas, líneas y horarios con los servicios
realmente demandados.
II. Rehabitar: Aparcería urbana
Por medio de un contrato de aparcería urbana, la persona (física o jurídica) propietaria de una vivienda cede su uso temporalmente a cambio que los nuevos habitantes asuman las obras de
rehabilitación y mantenimiento.
99
III. Diversificación productiva: Espacios de trabajo
colaborativo.
Generar un vivero de empresas descentralizado, que ponga en
uso los locales vacíos del casco antiguo.
IV. Dinamización del espacio público: Usos temporales.
Dinamización del espacio público con acciones lúdicas y comerciales en la calle para todas las edades. La ciudad se construye a través del uso.
V. Turismo integrador: Hotel difuso.
Recuperación de varias viviendas dispersas por el centro
como espacios de hotel de manera progresiva y escalable. Los
servicios del hotel podrían ubicarse en establecimientos existentes (bares y restaurantes, kábilas, comercio local, etc.).
VI. Proceso de activación: Callping, una llamada a la
creatividad.
Celebración de un certamen creativo de activación sociocultural con carácter internacional, multidisciplinar y anual, el nombre del cual hace referencia a una llamada (Call) desde el centro
de Calp a propuestas efímeras que visibilicen y usen el casco
antiguo como lugar de experimentación urbanística a través de la
participación ciudadana.
_______________________________________________________________
Palabras claves
Hotel difuso, transporte-demanda, centro histórico, Callping,
masovería.
_______________________________________________________________
100
101
Conclusión y agradecimientos
En estas páginas, que esperamos que hayáis disfrutado,
hemos intentado condensar nuestra manera de enfocar el urbanismo del presente. El Demos 6, La ciudad
construida: del plan urbanístico al proceso ciudadano,
supone para nosotros un punto de partida a la hora de
enfrentarnos a los desafíos de la ciudad que habitamos,
muchos de ellos relacionados con la caducidad del planeamiento moderno. Esa obsolescencia está vinculada
a la ineficiencia de unas políticas urbanas que no han
sabido responder a situaciones inesperadas (aunque
desafortunadamente prolongadas, como la crisis económica) y a la falsa ilusión de las soluciones urbanísticas
homogéneas de efectos positivos iguales para todo el
mundo.
Hemos lanzado respuestas abiertas y flexibles, rechazando esquemas cerrados a la manera de ovnis que
se posan en las ciudades sin ninguna relación con lo
que ya pasa. Todavía no sabemos si el proceso urbano
es la respuesta óptima a las inquietudes planteadas,
pero afirmamos convencidos que es un buen punto
de partida que establece las bases para un desarrollo
más inclusivo y más sostenible. Partimos del triángulo
equilátero del uso, el diseño y la gestión como elemen102
tos indisociables de cualquier política urbana, incorporamos siempre procesos participativos, entendemos
las virtudes del territorio donde se producen, y consolidamos y catalizamos las dinámicas espontáneas que ya
funcionan.
A pesar de ser un punto de partida, este documento
no nace de la nada. Los tres firmantes (David Estal,
arquitecto; Ramon Marrades, economista urbano; y
Chema Segovia, arquitecto) hemos trabajado en forma de investigación, práctica, docencia y por ensayo/
error los aspectos que dibujan el proceso ciudadano.
Nuestra tarea, vinculada en la calle desde el estudio
L’Ambaixada a pie del barrio del Carme, es heredera de
aquellos que entendieron la ciudad de manera abierta
y multidisciplinar en los 80 (los maestros Carles Dolç,
Rafa Rivera, Vicente González Móstoles, Joan Romero,
Josep Sorribes y otros muchos). No habríamos llegado
donde estamos sin el apoyo de Aula Ciutat, la ETSAV,
Econcult (Universitat de València), Desayuno con Viandantes, Urbego y las diferentes instituciones que han
contado con nuestro asesoramiento. Este libro no habría sido posible sin el gran trabajo y dedicación de los
amigos de la Fundació Nexe (gracias, Vicent Flor y Pere
Fuset). Muchas gracias también a todos los mecenas
que ha contribuido económicamente a hacer posible
esta edición. Nos encontramos en la ciudad.
103
Anexo fotográfico
Alberca
Camping en el puente.
Campo de fútbol.
Curvas.
Fallas.
Envidia.
Mirador.
Literatura.
Con vistas.
Escala.
Noches de cine.
Tiro al ángulo
Retrato familiar.
El número 5.
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David Estal es arquitecto titulado por la ETSA de Valencia el 2006 con el proyecto «Aparcamientos integrados en Ciutat Vella», merecedor del primer premio de
investigación del CEyD. Becado por la Fundación Caja
de Arquitectos en el estudio de G. Vázquez Consuegra
y formado en el estudio Gradolí&Sanz. Actualmente
colabora con la Politécnica como profesor invitado del
tribunal de proyecto final de carrera del Taller 3; en
la Universidad de Valencia, con el máster de nuevas
políticas turísticas urbanas; y en la plataforma Aula
Ciutat, haciendo de coordinador de foros, exposiciones
y debates. Ha trabajado en propuestas urbanas para
Valencia como la Vía Verde, La Pepri Cabanyal, Recuperamos la Alameda, Camping de Dalt, Rehabilitación
del Bloque de Portuarios, A la redor del Mercat Central
o el Plan de Movilidad. Es cofundador del colectivo Desayuno con Viandantes. Desde la acción, la formación,
el asesoramiento y/o la divulgación, se ha especializado
en materia de espacio público, movilidad sostenible,
política urbana y participación ciudadana.
Ramon Marrades es economista urbano (licenciado
en la Universitat de València y MSc por la Universidad
de Utrecht) y emprendedor social. Es investigador en
Econcult, la Unidad de Investigación en Economía de
la Cultura de la Universidad de Valencia, y miembro
fundador de la plataforma internacional de jóvenes urbanistas URBEGO. Ha recibido una mención honorífica
de la International Young Planning Profesional Award
(2012) y el premio Jóvenes Emprendedores Sociales
118
de la Universidad Europea por el proyecto Cien Pies
(2013). Su trabajo, que lo ha llevado a una decena de
países, se encuentra en la intersección entre la economía y la planificación urbana en forma de investigación,
enseñanza, emprendeduría y consultoría.
Chema Segovia es arquitecto titulado por la ETSA
de Sevilla el 2009. Habiendo formado parte de varios
grupos de trabajo, vinculados unos al mundo universitario, otros al empresarial y en la mayoría de los casos
a la vida de estudio, su formación se ha desarrollado a
caballo entre la investigación teórica y el ejercicio profesional más activo. Fue alumno de Elena Turetti en el
Politécnico de Milán, avivando su interés por la investigación teórica, e inició su carrera profesional junto a
Stefan Häring, de quién aprendió a poner la disciplina
al servicio de las necesidades reales.
119
La edición de este cuaderno ha sido posible gracias a
la colaboración de todas estas personas en una campaña de micromecenaje en Verkami.
Abelard Rodríguez i Llàcer
Albert Vañó Sanchis
Alberto Sanchis
Alfons Sánchez
Álvaro Pérez Fiz
Andrés Boix Palop
Andreu Escrivà
Antonio Gallud Martínez
Antonio Laguna
Aurora Mora Urbano
Blanca Franco Cordón
Carles Hernández Coscollà
Carles Plasencia Vilanova
Carlos O.
Carlos Villodres Iglesias
Clara Ferrando i Estrella
Conxa Ferrer i Simó
Dani Ortega Cuenca
Dani R. Soriano
Elies Ibáñez del Amo
Elies Seguí
Enric Cosme Llópez
Enric Martínez
Fernando Sapiña Navarro
Ferran Puchades Vila
Ferran X. Nogueroles
Fran Calvache
Fran Ferri
Francesc Arechavala Roe
Francesc J. Fort i Silvestre
Francesc Miralles
F. M. Fernández Capilla
Francisco J. Taléns Gallardo
Giuseppe Grezzi
Gustau Pérez Pérez
Hèctor Serra
Ignasi Cervera
Isa Lozano Lázaro
Ismael Rafols
Israel Blasco
Joan Ortí Voltas
Joan Raül Burriel Calvet
Joan Sanchis i Muñoz
Joangre Maria i Femenia
Jordi Belda i Sanchis
Jordi Ferrando Fabra
Jorge Peguero
Jose Ignacio Pastor Pérez
José Víctor Luna i Beneyto
Josep González Vidal
Josep Lluís Miralles Garcia
Josep M. Sancho i Carreres
Josep Maria Tarazona Mas
Josep Vicent Sala Siscar
Josepa Cucó Giner
Juli Jordà Mulet
Júlia Moltó Linares
Julia Pineda
Leticia Amigó Tárrega
Lluís Candel Galan
Manuel Alcaraz Ramos
Maria Donnini
M. Pilar Soriano Rodríguez
Marina Mollà Bolta
Mildred Guerrero
M. Josep Amigó Laguarda
Nathalie Torres Garcia
Natxo Costa
Néstor Vercher Savall
Óscar Bailo
Paula Simó
Pedro García Pilán
Rafa J. Martínez
Rafael Beneyto Cabanes
Rafael Torrent Barris
Ramir Calvo i Cubedo
Ramon Marrades Lloret
Reis Gallego Perales
Ricard Barberà i Guillem
Romà Seguí i Francès
Rosa Sanz Ribelles
Rosella Antolí Santolària
Salva Carrasco Ferrís
Salvador Signes Chover
Sebastià
Sento Puchades i Vila
Sergi Campillo Fernández
Sònia Pérez Ortuño
Susanna Pardines López
Tato Herrero
Vicent Baydal
Vicent Enric Sorribes
Vicent Flor Moreno
Vicent Guillamon
Vicent Manel Garcia Llopis
Vicent Oriola Pla
Vicent Ros i Ordinyana
Vicent Solbes
Vicente González Móstoles
Víctor Martínez i Puchol
Víctor Pons
Virgilio Paricio Talayero
Xavier Masó i Ferrando
Xavier Pastor i Picó
Ximo Cádiz Ródenas
Ximo Ortega Garrido
Guilermo López García
Ximo Estal Lizondo
misión
La Fundació Nexe tiene como misión contribuir a la
mejora y al progreso de la sociedad valenciana mediante
la generació, la difusión y el debate de ideas.
fundadores
Los fundadores de la Fundació Nexe son la Associació
Cívica Valenciana Tirant lo Blanc y varias personas a
título individual.
objetivos
Tenemos la voluntad de extender la conciencia nacional valenciana a la mayoría de la población del País
Valenciano para lograr el máximo de autogobierno y de
cohesión social posibles. Queremos profundizar en el
funcionamiento democrático de nuestras instituciones,
y queremos potenciar los rasfos culturales, lingüísticos,
sociales y económicos propios del pueblo valenciano.
valores
La Fundació Nexe quiere promover la cooperación entre
los agentes sociales en clave valenciana, democrática,
abierta y plural, transformadora y moderna. Estos son
los valores que nos definen.
www.fundacionexe.org
[email protected]
temas
Tratamos múltiples temas que se estructuran alrededor
de tres ejes, siempre pensados en un marco valenciano y
global:
• fortalecimiento de la democracia y de la cohesión
social
• economía y sostenibilidad
• identidad, cultura y patrimonio
actividades
Los objetivos de la fundación se llevan a cabo por medio
de diferentes actividades: seminarios, jornadas, presentaciones de libros, tertulias, publicaciones, convocatorias de becas y premios, etc. El principal medio
de comunicación es la página web fundacionexe.org.
Mensualmente enviamos un boletín digital en el que se
informa de todas las novedades, al cual os podéis subscribir en la página web.
Demos, hojas de investigación y de divulgación son
documentos de trabajo científicos o técnicos que quieren abrir debates y ofrecer propuestas y respuestas a los
retos que tiene la sociedad valenciana.
Los principales objectivos específicos son:
1) participar en los principales debates actuales;
2) difundir investigaciones pertinentes para el valencianismo en los campos de la ciencia política, la sociología, el derecho, la economía, la antropología, la historia,
el urbanismo o cualquiera otro;
3) difundir los trabajos de los investigadores
valencianos.
Los principales ámbitos de producción de la colección serán:
1) la calidad de vida de los valencianos;
2) el autogobierno del País Valenciano;
3) la colaboración, social, económica y política con el
resto de territorios de nuestro dominio lingüístico;
4) la presencia internacional del País Valenciano y del
valencianismo.
Demos está abierto a todos los investigadores. Las
propuestas de trabajos se tienen que enviar a la Fundació Nexe acompañadas de un resumen informativo del
contenido y de un currículum del autor o de los autores
La fundación se compromete a responder sobre la aceptación o el rechazo de las propuestas en un plazo máximo de dos meses. En caso de ser aceptada la propuesta,
la Fundació Nexe enviará las normas de presentación de
originales y establecerá un plazo de entrega.
Col·lecció Demos
www.fundacionexe.org/publicacions
1. La política lingüística al País Valencià. Del conflicte
a la gestió responsable, de Susanna Pardines i Nathalie
Torres.
2. El finançament dels valencians. Una insuficiència
històrica, de Rafael Beneyto Cabanes.
3. Valencians i democràcia. Del malestar a la proposta,
de Carlos Villodres Iglesias.
4. Una nova planta per als valencians. Possibilitats i
límits per a l’organització política i administrativa del
País Valencià dins la Constitució de 1978, d’Andrés
Boix Palop.
5. El darrer cicle immobiliari al País Valencià. O el progrés de la misèria, de Josep Lluís Miralles i Garcia.
6. La ciutat construïda. Del pla urbanístic al procés
ciutadà, de David Estal, Ramon Marrades i Chema
Segovia. Pròleg de Josep Sorribes.
¿Qué queremos decir con La ciudad construida? La
ciudad temporal, la ciudad espontánea, la ciudad que
decrece, la ciudad después del abandono, la ciudad
vacante, la ciudad del mientras tanto, la ciudad en
transición, la ciudad improvisada, la ciudad adaptable,
la ciudad jubilada, la ciudad arrítmica, la ciudad intermedia. Todos estos nombres tratan de acotar una misma realidad: la ciudad del presente. Os ofrecemos la
posibilidad de acompañarnos en lo que consideramos
un giro fundamental en la manera de hacer la ciudad,
desde el ortodoxo plan urbanístico al innovador proceso ciudadano. A lo largo de estas páginas encontraréis un marco teórico, abierto con interrogantes, pero
contrastado con cinco aplicaciones en el territorio.
David Estal Herrero (Valencia, 1979) es arquitecto.
Ramon Marrades Sempere (Valencia, 1986) es economista urbano. Chema Segovia Collado (La Línea,
1982) es arquitecto. Los tres trabajan conjuntamente
propuestas relacionadas con el concepto de la ciudad
construida desde L’Ambaixada, un estudio a pie del
bario del Carme. Con la voluntad de fomentar la divulgación de estas ideas colaboran habitualmente con
eldiario.es/cv, Econcult y Aula Ciutat (UV-UPV).
#demos6
Idees per a la societat valenciana del futur

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