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RESERVADO PARA
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contenido
Director General
Santiago Fernández Lorenzo
Consejo Editoral
Hector Fernández L´Hoeste
Coral Herrera
Eric “Frik” Proaño
Andres Ledesma
Director de Arte
King Kong ¿De lo salvaje a lo civilizado?
4:6
María del Coral Herrera Herrera
Sofía la chica del vestido negro.
Diseño
Carolina G. Luna
7:13
por Tony Sandoval con guión de Raúl Treviño
Más allá del genero:
acerca del mundo de Maitena Burundarena.
Asuntos Legales
Julio Pineda
14:20
Hector D. Fernández L´Hoste
Garganta.
Jose Luis García Suarez
Mercadotecnia
Carlos Rivas Téllez
[email protected]
tel. 722- 219-79-60 y 722-162-83-13
21:30
por Miguel Angel Hernández Cedillo y Caro Parra con
un guión de Santiago Fernández
La manzana de la discordia.
32:34
null & void
El segundo adios.
35:38
Ricardo Pelaéz.
El León, la Bruja y el Ropero
Parábola Cristiana con personajes fantásticos
40:41
Ezequiel Reyes R.
Dial Invisible:
“The Back Room“. (Editors, 2005).
42:43
Andres Ledesma.
Transfiguración de roles en
“El Tercer Hombre”
43:44
Hot Line.
45:48
Santiago Fernández.
Frik.
Ilustración:
Abelardo Gutiérrez.
Cenizas es una revista editada y publicada por CENIZAS EDITORES, Horacio Zúñiga no. 903, interior 205, Col. Morelos, C.P. 50120, Toluca, Edo. de México, México., tels: (722) 2141461,
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MARÍA DEL CORAL HERRERA HERRERA
Ícono cinematográfico de un país que mide su calidad estética a partir de
las súper producciones y de las ganancias que éstas generan. Ganancias que el dos
de marzo de mil novecientos treita y tres, dejan asentada su base de preferencia
cuando en un sólo día la película King Kong logra romper y establecer marcas
de ingreso económico, marcas tan importantes, que el mismo día de estreno ante tan
mayúsculo éxito, se proponen realizar de inmediato una segunda parte. Un gran hit
de mercadotecnia ya que a de ser la primera película con este proyecto, y claro, a la
que siguieran muchísimas primeras y segundas partes.
Dejando el terreno de la especulación histórico-económico y entrando a la narración
y representación fílmica, las preguntas son ¿Qué es y qué fue King Kong? ¿Un
clásico de terror? ¿Una pérfida historia de amor? ¿ o la contenedora de una de las
escenas más eróticas de la cinematografía mundial?
Por partes y de manera somera se pueden desarrollar los tres motivos y volver a preguntarse ¿ King Kong no fue y es un éxito de taquilla, sino un éxito de representación
del mundo de lo humano?. Claro que de principio se podría decir que dado su involucramiento con la humanidad racional espectadora, King Kong, desde el año treinta y
tres del siglo XX y sus resonancias en folletines, comics, tatuajes, etc. ha logrado una
replica en plus, que trasciende la mera anécdota, y rebasa la historia contada.
Historia que por otro lado todos conocemos, pero que no esta de más revisar en tres
momentos ( el número tres no es gratuidad). Son tres versiones, son tres en triángulo
amoroso, son tres propuestas de revisión, tres un buen número, aún cuando no se sea
trifásico o triádico, y menos amante de terceras versiones.
En fin, los tres momentos de la trama que llaman mi atención:
1. El gorila rescata a la protagonista femenina (Ann) de ser sacrificada por los nativos
en pos de una absolución y continuidad. El surgimiento del otro.
2. Captura y traslado de la criatura espeluznante, salvaje, aterradora, malvada y diabólica, de su isla a otra isla New York en donde vive la amada. El seguimiento del otro.
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Ilustración y viñeta: Ernesto Zuñiga.
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Ya se sabe que no hay historia de amor feliz, y meno zoofilicas.
Sí, claro, toda esta trama causa un profundo terror y miedo por
donde quiera mirarse. Si como lo señalé son tres momentos en la
construcción de un sujeto, es de pavor lo que hacemos los unos
con los otros en pos de lo humano querendon y “amoroso”.
Historia triste y de miedo, desde el espectacular tamaño del gorila, comportamiento salvaje, gruñidos, rugidos y sonidos emitidos en estereofonía retumbante o lo que sea, hasta la osadía
de perturbar emocionalmente al espectador al ver en la pantalla
la posibilidad del deseo-amor
de ese repugnante bicho por
una escultural rubia made in
USA, ¡guacala! Y más ascos,
porque resulta a ojos vista,
que la perturbadora criatura
(estoy hablando del gorila, no
de la rubia) parece tener sentimientos ¡Guau! ¿Algo así
como alma? ¿ quizá corazón
tierno? Y de ser película de
terror se vuelve terror amoroso e implica preguntarse del
porque esta dupla.
Sabemos que el horror esta
ligado a un sentimiento de
castración ( psi-freudiano), lo
que más nos repele es lo que
más nos atrae, y esta especie de seducción masoquista
tiene su contrapartida sádica;
veamos el amor imposible y
terrible del protagonista gorila por la rubia ojiclaro es un error y
además un horror, que promueve al escalofrió terrorífico, ¿podría ser que el espanto surja ante un proyecto de interpretación
metafórico que nos indique de nuevo que la relación masculinofemenino es castrante?.
Kin Kong como una metáfora de esta relación de siempre,
hombre-mujer, en donde el terror de verse atrapado por una
bestia peluda es de lo más excitante y erótico y en donde la
necesidad amorosa y entrega al otro es nada más y nada menos
que una aceptación de castración psíquica al tener que subyugarse hasta la cuasi muerte por aquello amado o deseado,
que nos infringe éste estado al sacarnos de la natura en donde
se esta tan a gusto.
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¿Ay quién podría saberlo! Pero la historia sigue y sigue gustando.
Ahora bien pasemos a la tercera propuesta para mi la más
interesante. En la primera versión de King Kong (2/02/1933)
dirigida por Cooper y Schoedsack, vamos a encontrar una de
las escenas más preciosamente erótica de la filmografía mundial y ¡ojo!, es entre un gigantesco gorila y una pequeña mujer
¡guau, guau, guau¡ lenguaje cinéfilo y canófilo.
Se vuelve espectacular la escena si fijamos atención en tres circunstancias, otra de tres:
1. El gorila rescata a Ann para contemplarla, ver las mirada
del terrorífico Kong, dirigidas nos sólo al objeto de su deseo,
sino al sujeto deseado.
2. El cuerpo del sujeto (sí, sujeto) King transformado en
delicada maquinaria que
acaricia el aire con esquisitos movimientos para
no alterar a la amada.
3. El delicioso placer
de King cuando deshoja,
perdón desviste, o retira la
ropa del cuerpo de su amor.
y negar todo ésto, y mucho más.
Momentos que apasionan
al mirón que todos llevamos dentro, verdaderamente todos tenemos un
King Kong en la cabeza
o todos queremos un gorila aún cuando se viva en
Toluca. Es decir dejamos
el signo que se agote en
si mismo y volcamos en
significado. King Kong
arquetipo, interdicto y
trasgresión, pulsión reprimida en aras de cultura, nadie podría afirmar
Falta por enfrentar, el nuevo discurso de Peter Jackson y sus
publicitadores japoneses que gustan tanto de estos terribles
personajes, la posibilidad de múltiples significados ahora
que de nuevo lo tenemos en cartelera y ahora que estamos en
una pragmática pos moderna, en donde el imperio por todos
nosotros conocido, lanza de nuevo uno de sus grandes íconos
de culto, King Kong.
María del Coral Herrera Herrera.
Profesora de tiempo completo en la Escuela de Artes de la Universidad Autónoma del Estado de México.
Todos los Derechos Reservados © 2006. Tony Sandoval y Raúl Treviño.
3. Secuestro de la amada y huída de la pareja-dispareja; la
criatura rubia y angelical vs la criatura oscura y aterradora en
donde el sacrificio se revierte y es acorralada la bestia por estar
embobada por su amada. El sacrificio del otro.
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Más allá del genero:
acerca del
mundo de
HÉCTOR D. FERNÁNDEZ LʼHOSTE
En el mundo de los cómics argentinos, no exactamente el entorno más conscientizado en materia de equidad
de género del mundo de la ilustración gráfica, Maitena
Burundarena brilla por su evidente talento artístico y narrativo, y porque, a diferencia de la buena mayoría de quienes
circulan por este medio en el país austral, es mujer. Maitena es
una caricaturista joven y a la moda, su producción se vende
bien a lo largo y ancho del mundo; en particular, en países
de habla hispana. Para muchos lectores, Maitena representa
el esperado relevo generacional de Joaquín Salvador Lavado,
también conocido como Quino, quien es estimado e idolatrado como el gran maestro de la caricatura argentina y autor
de Mafalda, quizás el más logrado personaje de los anales de
caricaturismo latinoamericano.
A diferencia de Quino, a Maitena no le interesa el mundo de
los niños. Su enfoque crítico recae sobre el mundo de las mujeres adultas, desde la edad de los veinte años hasta rondar
los cuarenta. Su entorno es patentemente urbano, como el de
Quino, y en muchos casos representa la vida bonaerense de
manera igualmente eficaz. Sin embargo, los personajes de
Maitena esgrimen una mirada perspicazmente femenina (a
diferencia de Mafalda, cuyo progenitor es masculino) y se
plantean las cosas desde un punto de vista muy diferente. En
el caso de Quino y Maitena, las similitudes son, más que nada,
materia de topografía común. Sin embargo, como encarnación
del talante de una época, como zeitgeist, Maitena ciertamente
propone una actualización de la labor de Quino. A lo largo de
América Latina, sus libros son fáciles de conseguir, redimensionando el perfil de un medio que era, hasta hace muy poco,
del dominio exclusivo de los hombres. En consecuencia, los
cómics latinoamericanos cuentan con un nuevo público: las
muchas mujeres dispuestas a reconocerse en un producto cultural exitoso ejecutado por una semejante. Maitena es prueba
irrefutable que el arte gráfico argentino ha cambiado mucho
desde los tiempos de Héctor Germán Oesterheld y su clásico
El eternauta, una de la pocas historias de cómics de los años
sesenta canonizada por el estamento cultural austral y en cuya
narrativa se evidencia una acción preferentemente masculina.
(De hecho, el protagonismo femenino queda reducido a una
expresión ínfima, legitimando la visión de género de muchos
militantes políticos de aquellos años, cuyos hipotéticos planteamientos de igualdad estallaban en añicos al toparse con una
barrera de género.) El hecho de que Maitena patrocine una
política de género relativamente progresista es un buen indicador de cambio en el medio de los cómics argentinos.
Sin lugar a dudas, buena parte del éxito de Maitena se
debe a estar en el sitio correcto en el momento indicado. La
política afirmativa de una equidad de género no figura de
manera preponderante como prioridad en los linderos de las
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industrias culturales latinoamericanas. No obstante, a raíz
de una serie de valores cambiantes y del creciente potencial
adquisitivo de las mujeres, una ulterior aceptación de una caricaturista argentina era de esperarse. De cierta manera, equivale
a robustecer una tradición de consumo, compartida a todo lo largo
del subcontinente latinoamericano, familiarizado de manera precoz con anteriores generaciones de ilustradores australes. Independiente de esta reflexión, pese a que la ingeniosa crítica de Maitena
acerca de la situación de las mujeres sea de naturaleza universal
(por lo menos en Occidente) y sea legítima en múltiples latitudes,
su enunciación desde un entorno latinoamericano, un medio en el
que priman el machismo y las políticas sexuales conformistas, es
ciertamente digno de admiración y encomio.
Quizás los ejemplos más característicos de su quehacer,
afincado en sagacidades femeniles, sean las tiras que comparan de manera cronológica, en las cuales la ubicación social
de la mujer es diagramada en términos de la hora del regreso a
casa o en función de futuras aspiraciones de trabajo. Sin embargo, tal vez es precisamente a causa de su escrupulosidad en
la disección y el análisis de planteamientos de género que el
trabajo de Maitena contiene problemáticas suplementarias. A
este respecto puedo formular lo siguiente: mi conjetura inicial
es que, en materia de clase y raza, tal como Mafalda, Maitena
no esgrime una perspectiva tan incluyente como se supondría
a primera vista. De hecho, el mundo y los hábitos de sus personajes, hambrientos de sashimi, moda y eternas vacaciones,
plasman de manera magistral el contexto de la clase media alta
argentina (o de cualquier lugar en América Latina, para tales
efectos), obsesionada por la imagen y el devenir de la actualidad, sustanciando un comportamiento frívolo e individualista
patente en ciertos cuerpos sociales de nuestros países.
Con el fin de aclarar la orientación de esta crítica, empezaré por ampliar el contexto teórico. Para problematizar la
representación que hace Maitena de la realidad argentina, conviene contemplar su construcción de un etnocentrismo gaucho
desde una perspectiva crítica. En esta extensión, quizás nos
beneficiemos de los minuciosos aportes del sociólogo francés
Pierre Bourdieu, cuyo razonamiento del tema se destaca por
su lucidez. En comparación con Bourdieu, otros estudiosos
de la cultura parecen dedicarse a la construcción del etnocentrismo de manera esencial, equiparando su práctica a conjuntos de valores y preferencias culturales ratificadores de diagramaciones identitarias estáticas. A menudo, la investigación
del etnocentrismo llega a involucrar cierta intencionalidad; es
decir, su consciente reafirmación como medida de exclusión
cultural. Esto equivale a que las personas, conocedoras de su etnocentrismo, lo esgriman como herramienta de distinción. Por
otro lado, lo que quiero argumentar es justamente lo opuesto:
que la validez del etnocentrismo como construcción social re
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cae de manera primordial en la carencia de una conciencia por
parte del sujeto (en otras palabras, en el hecho de que la mayoría de nosotros no caigamos en la cuenta de cómo damos por
sentada la superioridad de nuestra cultura o punto de vista).
En el caso de Maitena, lo que deseo problematizar, evocando
a Bourdieu, es cómo la clase social es tan sólo uno de los elementos primarios indispensables para semejante práctica cultural. Figura de manera significativa pero viene acompañada
de atenuantes. Por decirlo de alguna manera, el etnocentrismo,
o la tendencia a ver el mundo desde la perspectiva de nuestra
cultura, según los valores y estándares de nuestro grupo, particularmente con la convicción —consciente o no— de que nuestra etnia sea superior a otras, es un acto que involucra un gran
número de variables, en las cuales se destaca, por supuesto, la
clase social. Al fin y al cabo, la clase social es el paradigma
prioritario en Latinoamérica y Europa. En otros lugares —en
EE.UU., por ejemplo, prevalece la conciencia de raza— priman
otros paradigmas. Este manojo de variables al que aludo hace
que, a la hora de aventurar un juicio representativo, el quehacer
cultural se convierta en una función combinatoria, con diferente
orden y número según el contexto de su práctica.
Para Bourdieu, el puesto de un individuo en el espacio social
no se define de manera exclusiva por la clase, sino por la cantidad de capital que fluya en dicha ubicación, trátese de capital
social, económico o cultural. Para Bourdieu, lo que hace la
diferencia es el capital, en cualquiera de sus diferentes y variadas formas. Luego, si del capital se desprende la identidad,
síntesis del lugar de la persona, y de la identidad nace el etnocentrismo, es viable señalar un nexo entre ambos. Para decirlo
sin rodeos, el etnocentrismo es una amalgama de diferentes
formas de capital, y su orden y arreglo contribuye y determina
la potenciación del mismo. Reflexionar acerca de una combinación de capitales identitarios equivale, en el contexto de los
estudios culturales, a contemplar diferencias de clase, raza y
género. Maitena puede que problematice aspectos de género y
le de prioridad a asuntos de clase, pero hay muchas otras variables implícitas en su descripción de la vida en Argentina. Su
producción, la cual contiene una muy detallada representación
de la vida de la clase media gaucha, es un terreno propicio para
el cuestionamiento de dicha discrepancia.
Con esto, no estoy insinuando que no exista racismo en la
obra de Maitena. En mi opinión, es obvio que lo hay. Sin embargo, como en la mayoría de las sociedades de Occidente, la
experiencia del racismo en el mundo de Maitena es de índole
estructural. Si bien los personajes pueden argumentar cierta
inocencia, el orden de las cosas contiene una dinámica que
enfatiza, en sí, diferencias de raza. Según esta perspectiva, lo
único que le cae en culpa al mundo argentino de Maitena es
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la reproducción de una serie de convenciones sociales con un
elevado grado de exactitud. Si hay racismo por doquier pero
nadie lo admite ni se da cuenta es sencillamente porque, de
manera muy simple, ha sido relegado a un segundo orden de
importancia, dada la preeminencia de los asuntos de clase.
Hasta cierto punto, lo que hace Maitena es mostrar las cosas
tal y como son. A cambio, su prerrogativa como caricaturista
es la de reemplazar el prisma de clase por aquel con el que se
encuentra más a gusto: el que prioriza materias de género.
La primera cosa que un lector o una lectora medianamente crítico(a) nota al fijarse en Maitena es que, en materia de clase, los valores de un grupo social en particular parecen predominar, independiente del grado de relevancia o
presencia de ciertos sectores alternos. Ésta no representa una
novedad. De hecho, ésta es casi una máxima en el caso de los
cómics. Mafalda, por ejemplo, maximiza el alcance e impacto
de raciocinios pequeñoburgueses. En el mundo de Maitena,
todo el mundo es más o menos caucásico y de clase media.
Para lectores pertenecientes a una supuesta realidad plural,
socialmente heterogénea, ésta es una representación viciada.
En este sentido, Maitena es un buen ejemplo de una de las
principales ideas de Bourdieu: el que la educación desempeñe
un papel importante en la legitimación del capital cultural, de
hecho engendrando y transmitiendo una postura privilegiada
para generaciones venideras, y por ende robusteciendo las relaciones de poder constitutivas de la estructura del espacio social. Desde este punto de vista, Maitena colabora con creces.
La caricaturista diagrama un mundo tal y como lo ve, y, en
medio del proceso, reproduce las estructuras de dominación
—sociales, económicas, culturales y/o simbólicas— inherentes a la realidad argentina.
En materia de estilo, la labor de Maitena se destaca
por su sencillez. Por lo general, su narrativa se divide en un
número par de cuadros (en unas pocas ocasiones, Maitena
produce caricaturas de un solo encuadre), dependiendo de la
cantidad de comentarios o comparaciones que quiera aportar
al tema en cuestión. Sus imágenes llevan títulos como “Algunos cambios de los últimos 25 años”, “Esas diferencias
estéticas fundamentales entre una chica joven y una mujer de
cierta edad”, “Algunas razones por las que hace un año que
no tenés sexo”, “¿Los hombres son más rápidos o están más
apurados?”, ¡Basta de mitos! ¡Hay solo seis cosas que no te
deja hacer el bebé!, ¿Usted nunca se sintió anormal?, Esos
comentarios machistas que hacemos las mujeres solitas…,
“Los animales que el horóscopo chino olvidó registrar”, etc.
En ellas, Maitena da rienda libre a su imaginación y comenta
con humor y sarcasmo las tribulaciones de las mujeres argentinas, destacando la visión de una mujer de entre veinticinco
y treinta y cinco años. A veces, los juicios de Maitena pueden ser acérrimos e implacables, cosa que valida su imagen
de autora con una conciencia social. En otras ocasiones, sus
planteamientos sirven como una especie de reconocimento
catártico de las limitaciones de una problematización de
asuntos de género. Con todo, si se hace un balance general,
la crítica de género que Maitena hace a la sociedad argentina
es bastante flexible y hasta insinúa mucho progreso en comparación con los reparos de generaciones previas.
A nuestro parecer, desde la perspectiva de una sociedad
regida por paradigmas de etnia, la problemática racial está un
tanto desatendida en Maitena. Al fin y al cabo, Maitena no
incluye ni representa gente de ancestro amerindio u oriental.
Si se tiene en cuenta la creciente población mestiza, fruto de
recientes éxodos bolivianos y paraguayos, y de la paulatina
visibilidad de los sectores desfavorecidos, afincados en los
cinturones de pobreza del Gran Buenos Aires, además de la
inmigración coreana, esta falta es evidente; estos son sectores demográficos muy visibles de la población argentina contemporánea. Argentina se precia de ser tierra de inmigrantes,
de manera quizás sólo comparable a los Estados Unidos.
Hasta la época del debate de los derechos civiles en el país
del norte, ésta era una analogía válida: ambos países servían
de crisoles a gente de todo el mundo y les daban una opor-
tunidad de una vida mejor —siempre y cuando se viniera de
Europa y se fuera caucásico, cabría anotar. De hecho, durante
la primera parte del siglo XX, Argentina se vio a sí misma
como una nación con un destino manifiesto, como equivalente estadounidense, con un puesto a cumplir entre la comunidad de naciones de habla hispana de este hemisferio.
Dicha interpretación se esfumó a raíz del auge brasileño, los
abusos de sucesivos regímenes militares y los descalabros
económicos de las dos últimas décadas del siglo XX. No
obstante, cuando Maitena recrea un medio en el que los protagonistas se destacan por su homogeneidad, no transgrede
ninguna frontera de representación. Argentina puede que sea
tierra de inmigrantes pero, a diferencia de los Estados Unidos, su versión del crisol permanece inalterada. Hasta cierto
punto, mantiene una organización social que data de los años
sesenta, muy caucásica y eurocéntrica. Los paraguayos, bolivianos y coreanos, distinguibles físicamente del resto de
la población argentina, son, para efectos prácticos, invisibles,
quedan excluidos de representación social significativa de
manera recurrente. De los habitantes de las villas ni hablar,
pese hayan logrado renovado protagonismo gracias a fenómenos comerciales como la cumbia villera. Por lo tanto, es
factible concluir que Maitena está siendo fiel a la realidad argentina (o por lo menos a una cierta visión de la realidad argentina).
Según datos demográficos recientes, el 97% de la población
argentina es caucásica (de ancestro español y/o italiano).
Grupos étnicos de índole diversa ocupan el restante 3%: la
relativamente reciente migración de Paraguay, Bolivia y
Corea del Sur, un número estadísticamente insignificante
de negros (con vínculos uruguayos y/o brasileños) y la escasa
población de origen amerindio olvidada tras las campañas
de limpieza étnica implementadas a lo largo del siglo XIX,
también conocidas como “campañas del desierto”, un equivalente latinoamericano a la labor desarrollada por el ejército
estadounidense durante la conquista del lejano oeste. [1]
A esto hay que añadir, de manera obvia, que el mestizaje y la
raza se construyen de forma diferente en diferentes lugares,
o sea que, lo que pudiera figurar como caucásico o mestizo
en Argentina, quizás figuraría de manera diferente en otras
latitudes. Es materia de percepción, teñida por matices locales. De cualquier manera, lo que queda claro es que en la
Argentina, quizás en mayor proporción que en otros lugares
del mundo, es perfectamente factible vivir sin contemplar
diferencias de raza. Y la ausencia de diferencia —o mejor
dicho, la carencia de una iniciativa para problematizar los
efectos de la ausencia de diferencia— conduce, por lo general, a la negación y falta de reconocimiento. Para tratar de
descifrar este tipo de entorno, vale la pena imaginarse lugares como el estado de Vermont en los Estados Unidos, en
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donde la población es 99% caucásica. La escasa diferencia
que contemplan sus habitantes les llega de afuera, a manera
de turismo. Al igual que en muchos otros lugares, la experiencia
argentina del racismo es algo muy interiorizado. No se admite
el compartir valores racistas por la sencilla razón de que, en
su interior, no se ha problematizado el racismo. Para la muestra, un botón: la flamante controversia por la estampilla de
Memín Pinguín sirve de ejemplo de esta carencia. Hasta el día
de hoy, gran parte de la nación mexicana ni entiende ni le interesa entender el porqué sea racista representar a un niño con
facciones exageradas de manera grotesca, con una madre abusiva (haciendo las veces de graciosa) e inmerso en una pobreza
idealizada, como una representación ejemplar de la negritud.
De igual manera, pudiera darle un giro a mi argumentación y
enfocarme en asuntos de clase en los EE.UU., una sociedad en
la que la problematización de los asuntos de clase, tan incómodos para el capitalismo, brillan por su ausencia. De hacerlo,
me toparía de lleno con la ausencia generalizada de conciencia
de clase en ese país. Las culturas, eso queda bien visto, siguen
círculos viciosos; en el acto de problematizar lo que encarnan,
tienden a ratificar su construcción. En otras palabras, lo que
más se contempla de manera crítica es el paradigma que tiende
a primar en la respectiva sociedad.
Sin embargo, tengamos en mente que, tal y como reitera
Bourdieu, “la identidad social yace en la diferencia, y la diferencia se plantea frente a lo más próximo, a lo que representa
una mayor amenaza”.[2] Para Maitena, eso queda bien claro, la
diferencia más cercana es la de género y está personificada en
el roce con la población masculina. La proximidad del género
opuesto impacta su vida de tal manera que ha optado por hacerles objeto imprescindible de su crítica. La diferencia de clase,
si bien está presente en su mundo, no es tan problemática. Acto
seguido, la diferencia de raza queda relegada a un tercer lugar,
sumida en el olvido. Luego, que señalemos la omisión de diversidad racial en Maitena, no significa que podamos racionalizar dicha ausencia en su totalidad. No la justifico. A cambio,
intento comprenderla. En resumen, la caricaturista dibuja su
mundo tal y cual lo ve y experimenta: como mujer, cual hija de
la clase media alta, y caucásica, en ese preciso orden.
En lo que compete a clase, que, según he aclarado con
antelación, no debiera de ser tomada como aspecto preponderante de representación, las cosas adquieren una connotación
diferente. Dado el reciente desmoronamiento de la economía
argentina, es impensable que la caricaturista le otorgue tan escasa presencia a la diferencia económica. Las pocas veces en
las que es posible detectar algo de diferencia económica, es encarnada por personajes legitimadores de la presencia femenina
en el medio doméstico. Por ende, la diferencia de clase, si
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acaso asoma su rostro en Maitena, no trata de conflictos de
clase y tiende a contradecir el hipotético progreso en materia
de género sugerido por la autora. Por el contrario, se tiende
a validar una cierta predilección hacia tribulaciones domésticas o sentimentales, en vez de aludir a dimensiones de mayor
autoridad social. En este sentido, Maitena es supremamente
conservadora; o, por lo menos, lo es mucho más de lo que
sospecha su público.
En el mundo de Maitena, los profesionistas tienden a ser hombres. Si la mujer aparece en puestos profesionales, tales como
en las ciencias de la salud, queda por sentado que son minoría.
En términos de empleo femenino, tan sólo unas cuantas carreras parecen plantearse de forma sincera como alternativas
de futuro desarrollo. Por lo tanto, la movilidad social es, en
función de logros de carrera, algo muy limitado, con un horizonte muy fijo. El poder de compra de los personajes de Maitena, muy patente en la manera que tienen de escoger sitios de
vacaciones a medida que envejecen, queda supeditado a una
evolución en cuanto a género, pero el correspondiente capital económico debe venir de otros lugares (del bolsillo de la
pareja, por citar un ejemplo). Los personajes de Maitena están
tan preocupados con qué hacer en ratos de ocio que asuntos
tan pedestres como la acumulación de capital económico,
si es que se acumula en lugar alguno, ciertamente no impide
asociarse con motivaciones de índole femenina. En su lugar,
las relaciones entre padres e hijos representan la manera más
clara de combinar estos aspectos de manera prudente, con
el fin de cuestionar formas convencionales de interpretar el
género. La facilidad con la que los personajes de Maitena
viajan a Europa, a los EE.UU., o a una hacienda en el interior
del país sugiere un estatus de clase favorecida. De igual manera, el hecho de que los lectores se identifiquen fácilmente con
la propuesta de la caricaturista argentina sugiere el tipo de
imaginario compartido, en lugar de denunciar una condición
de clase. En otras palabras, no es que sus lectores dispongan
de una idéntica capacidad en materia de ocio, con mínimos
cuestionamientos en materia de limitaciones económicas,
sino que se identifican con el tipo de destinos ofrecidos por
la dibujante y, dentro de semejante realidad, racionalizan el
tipo de alternativas de viaje. Es como si se preguntaran, ¿dónde
más esperaría que se fuera de vacaciones la burguesía? En última
instancia, el asunto se reduce a compartir aspiraciones truncadas.
en la voz de la imagen, quedan ubicados en el fondo, criticando el comportamiento de quienes ocupan un primer plano.
Por consiguiente, quienes representan el centro de atención a
menudo parecen mudos. De esta manera, el público le otorga
prioridad al enfoque verbal e ignora la desigualdad implícita
en el comportamiento de los personajes. El problema yace en
que sus comentarios tienden a legitimar una esfera social muy
cómoda con planteamientos convencionales de género. Cuando un par de mecánicos ven una mujer con ropa de moda junto
a un hombre cuya ropa ostenta marcas de patrocinio (muy posiblemente un piloto de carreras; por consiguiente, con mayor
estatus de clase), sus comentarios validan la iconografía de la
vestimenta masculina. El sarcasmo en la crítica de mujeres
dispuestas a vestirse con ropa de marca, con logotipos por doquier, convirtiéndose en una especie de valla publicitaria andante, no cuestiona el que el mecanismo narrativo favorecido
se ampare en una representación de clase obrera estrictamente
masculina. Lo que pasa es que, en el mundo de Maitena, las
mujeres de clase obrera casi no existen.
Acaso el enfoque más diciente de la postura de Maitena sobre
la clase trabajadora sea una viñeta dedicada en su totalidad al
impacto del personal de mantenimiento sobre el estilo de vida
de las mujeres, una serie de imágenes de la vida doméstica con
un contingente de clase obrera enteramente masculino. En materia de raza y edad, esta representación parece ser más incluyente: los técnicos de mantenimiento son jóvenes y viejos, caucásicos y mestizos (bueno, tan mestizos como fuera posible en
el contexto argentino). Las mujeres, en cambio, si pertenecen a
la clase baja, trátese de técnicos o mecánicos, aún brillan por su
ausencia. Y la viñeta se ampara en lo obvio: que la mujer sea la
patrona y el técnico el subordinado. Como habría de esperarse,
la orientación de la gráfica, diagramadora de los percances de
la vida diaria en el entorno de casa, dice muy poco acerca de
la capacidad de movilidad social de las protagonistas. Treinta
años después de Mafalda, las mujeres siguen encerradas en el
hogar, lidiando con dilemas de mantenimiento, teniéndoselas
que ver con una serie de tipos malencarados. Cabe preguntarse, ¿por qué no existe un espacio para expresar la angustia del mundo del trabajo en la realidad según Maitena? ¿Por
qué sólo en casa? ¿Pudiera ser que la connotación económica,
sugerente de diferencias de clase, de mayor explotación por
parte de una clase favorecida, pudiera ser problemática? Pasa
lidiar con los técnicos, porque son unos bribones, pero no pasa
lidiar con empleados, porque entonces las protagonistas serían
cómplices descaradas del capitalismo. Al fin y al cabo, no es la
primera vez que nos topamos con semejantes omisiones. Dorfman y Mattelart, por citar a dos precursores de la crítica
En Maitena, cuando aparecen obreros como mecánicos,
técnicos de mantenimiento o las esporádicas empleadas del
servicio doméstico, por lo general quedan situados de manera tal que puedan participar y fomentar la impresión de ser
competentes y activos. En este sentido, la composición de los
cuadros es muy efectiva. Quienes comentan, convirtiéndose
19
Lo más desconcertante de todo es que, cuando tuve Maitena
como texto durante un seminario de posgrado de estudios culturales latinoamericanos, pese a la evidencia vigente en materia de exclusión social y racial, la mayoría de mis estudiantes,
quienes suelen ser del sexo femenino, celebraron sus cómics
de manera bastante parcial. Eran conscientes de que un buen
número de aspectos válidos de clase y raza habían sido descuidados gracias al interés en darle prioridad a los asuntos de
género, mas argumentaban que los puntos de vista de la dibujante eran más válidos y hacían más falta, excusando, hasta
cierto punto, prejuicios alternos. En síntesis, cuando lidiamos
con formas de crítica que consideramos prioritarias, a veces
existe una tendencia a ratificar puntos de vista propiciadores
de nuestra percepción de lo prioritario. Nos desentendemos
de las desigualdades implícitas en otros puntos del campo cultural e ignoramos los beneficios de una representación identitaria más equilibrada y efectiva. Los cómics jamás han presumido de ser un medio de corrección política, de manera que
mis observaciones son lícitas. No preciso algo desmedido.
Puede que suene inocente —lo confieso—, pero se me hace
decepcionante toparme de manera tan flagrante con la falta
de conciencia en materia de problematización, al igual que
el descuido en el manejo crítico de la imagen, desconociendo
todo tipo de capitales, a la hora de generar formas de entretenimiento reflexivo.
Notas
[1] Ver mi artículo “From Mafalda to Boogie: The City and Argentine Humor” en Imagination
Beyond Nation, coordinado por Eva Bueno y Terry Caesar (Pittsburgh: University of Pittsburgh
Press, 1999).
[2] Ver las cifras oficiales en http://www.odci.gov/cia/publications/factbook/geos/ar.html.
[3] Bourdieu, Pierre. Distinction, p. 479.
[4] Dorfman, Ariel y Armand Mattelart. Para leer al pato Donald. México, D.F.: Siglo Veintiuno
Argentina, 1972.
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Hector D. Fernández L´Hoste.
Es Doctor por la Universidad de Stony Brook en
Long Island, N.Y. , y enseña Cultura Latinoamericana en Georgia State University en Atlanta.
Todos los Derechos Reservados © 2006. Miguel Angel Hernández y Santiago Fernández.
historietística, señalaron este mecanismo de manera certera en
su estudio de los cómics de Disney y el imperialismo.[3]
En Maitena, si las mujeres han de admitir su pertenencia a un
estrato social humilde, muy a la latinoamericana, existe tan
sólo una alternativa fehaciente: han de pertenecer al servicio
doméstico. En consecuencia, la mujer queda enclaustrada en
el contexto de casa una vez más. Una de las pocas imágenes
de Maitena proponentes de este tipo de representación muestra a una criada criticando la inhabilidad comunicativa de su
patrona, de manera casi análoga a la defensa del patrocinio
comercial por parte del par de mecánicos de la viñeta anterior.
La mujer está incluso ataviada con un uniforme tradicional,
validando la idea de que los latinoamericanos no sólo disponen
de ayuda doméstica sino que también exigen una vestimenta
acompañante. En cualquier caso, esta imagen dice más de
la protagonista, quien, pese a su desorganización, tiene señas
indelebles de vida acomodada. En Maitena, las mujeres no deben de ser representadas como criadas por la sencilla razón
que esta representación contradice el interés de la artista en
una política de género más equilibrada. Las mujeres pueden
explotar a las mujeres, siempre y cuando sea cosa de chismes
y comadreo intrascendente. La presencia de una sola empleada
del servicio doméstico representa, en sí, una anomalía. En
este sentido, Maitena sigue una pauta muy documentada. La
preocupación por un avance del esquema personal, trátese de
género, clase o raza, pesa más que el interés por la imagen
crítica. Si la hipotética problematización de género ha de ser
el soporte principal de la práctica cultural—en este caso, el
quehacer historietístico— una especial atención hacia la representación del género tiene que primar por encima de todo.
Luego, las manifestaciones de diferencia que se centren en
otras formas de capital, sea cultural, económica o simbólico,
deben ser evitadas.
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La
Sin duda los entusiastas de Apple tuvieron muchas satisfacciones durante el último cuarto del año:
de la
discordia
null & void.
• El lanzamiento de una nueva versión del iPod, -saltándose una versión micro para llegar al nano- que ha cautivado hasta a los detractores y a quienes suelen actuar indiferentemente frente a las novedades tecnológicas.
• El mostrar que saben llegar tarde a un nicho de mercado que ya habían atendido los orientales desde hace algunos años; pero adecuando inteligentemente su producto para el mercado occidental mediante la venta en línea
de videos de corta duración y ofreciendo la posibilidad de que el entretenimiento síncrono de la televisión se disfrute de manera asíncrona al descargar contenido en un iPod de quinta generación capaz de reproducir video.
• El hecho de que en la red corra el rumor de que Steve Jobs, cofundador de esta empresa, podría lanzarse
como candidato a la gubernatura del estado de California –¿al governator le seguirá el iGovernor?Pero el hecho que nos llamó más la
atención a null und void fue que esta
marca ha mostrado de manera bastante
sutil su afán y capacidad de ubiquidad,
y no nos referimos a que incluyen calcomanías de su logo en sus productos
de forma que podríamos encontrar a la
manzana mordida hasta en los lugares
que menos nos imaginamos, sino a que
en primer lugar su alianza estratégica
con Motorola ha resultado en el lanzamiento de un teléfono que incluye una
versión del software de su reproductor
de música portátil, tomando el nombre
de la aplicación que corre en muchas
Macs y PCs hoy en día; el iTunes.
Este simple suceso no sería suficiente
para sospechar del deseo de Apple por
aparecer en productos de otras marcas;
el indicio más grande lo encontramos
algunos meses antes de todas estas
presentaciones que han hecho desde
septiembre, sino un poco antes, cuando
esta marca sorprendió al mundo anunciando que después de producir computadoras durante cinco generaciones
con el procesador PowerPC, ahora
cambiarían por la arquitectura x86 de
la competencia, particularmente por
los productos de Intel. ¿Qué fue lo que
llevó a la compañía a tomar tal decisión
y cuales serán las consecuencias?
Ilustración: Santiago Fernández.
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Algunas opiniones apuntan a que el rendimiento de estos procesadores ya no es
suficiente para competir contra las PCs,
otras que la producción de PowerPCs
les representa un riesgo en cuanto a no
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Este procesador que crearon conjuntamente Apple, IBM y Motorola y que
nos quitó el sueño a algunos geeks en
los 90 pues representaba un diseño
prometedor como evolución de la ya
algo vieja arquitectura x86 de Intel, ya
que con un conjunto de instrucciones
reducido (RISC) al ser más sencillo se
alejaba de algo que cuestionablemente
calificábamos como vicio pues los x86
con la competencia Intel vs AMD estaba volviendo los procesadores más
complejos y difíciles de seguir por los
desarrolladores de software, además
de crear cierta incompatibilidad de los
programas si usabas las innovaciones
de los procesadores más nuevos de una
marca en particular.
Estos procesadores han coqueteado
con otros mercados desde hace algunos
años; lo que es el “cerebrito” de las actuales Macs también puede ser encontrado en una versión que hizo IBM para
Nintendo en su consola GameCube. Y
sabiendo que la guerra es realmente dura
en la industria de los videojuegos, ¿qué
podríamos esperar al saber que esta familia de procesadores será utilizada por
Sony en su PlayStation 3, Microsoft en
su XBox 360 y Nintendo en su consola
denominada Revolution?
Las consolas de videojuegos pueden
ser vistas como plataformas bastante
estables desde el punto de vista del de-
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sarrollo de software pues el procesador
es el mismo durante toda la vida de la
consola en el mercado, no cambia la
frecuencia (en Mhz o Ghz) de ellos por
lo que el rendimiento obtenido una vez
pasando las pruebas no cambiará la experiencia de un usuario a otro; los demás
componentes empleados son siempre
los mismos, por lo que no se tienen que
preocupar los desarrolladores por cuidar
la compatibilidad de su código con muchas opciones etc. Todo ello hace que
el fabricante del procesador no se preocupe quizás por el salto en Ghz que le
demanda un fabricante de computadoras de propósito general; sumado a esto,
tres productos más demandando este
tipo procesadores podrían representar
el riesgo de no satisfacer la demanda de
Apple como hablábamos más arriba.
Por otra parte, el cambio a x86 le da la
flexibilidad a Apple de elegir entre dos
fabricantes en el momento que ella quiera: Intel y AMD, las cuales han sostenido una batalla por los Ghz desde
hace años y ahora la sostienen tanto por
el ancho de palabra (64 bits) y el multiprocesamiento (procesadores de varios
núcleos). Esta competencia garantiza a
Apple la seguridad de contar con mejores procesadores para sus productos
conforme pase el tiempo.
Ya que Apple cambió el núcleo de su
sistema operativo hace pocos años,
MacOS ahora es un basado en Unix
y considerando que en las PCs, Linux
-basado también en UNIX- ha representado un rival de Windows que ha
acaparado mucha atención desde hace
tiempo; ese entorno común se volverá
de alguna manera simbiótico pues los
programadores de software tendrán que
trabajar menos cuando quieran sacar
al mercado un producto tanto para PC
como para Mac si eligen Linux, FreeBSD, Solaris o cualquier otro Sistema
Operativo similar. Resta ver si Windows Vista logra cambiar el próximo
año esta posibilidad si consigue acaparar mercados estratégicos que vuelven esto factible.
Dicho de otra forma, podrían acabarse los
días en que se decían cosas como “Las
aplicaciones de Adobe corren mejor en
Mac”, “Maya corre mejor en PC, en Mac
tienen muchos errores”, etc. Sin duda la
decisión de Apple podría representar una
mayor convergencia del código de los
programas más populares, volviéndolos
más estables, con menos errores y generando una mayor competencia entre los
fabricantes de software ya que saldrían
más productos con características nuevas
en menos tiempo.
Por otra parte, mucho se ha discutido
que la piratería ha ayudado a Microsoft
a volverse un gran imperio al hacer que
mucha gente “pruebe” los productos antes de comprarlos creando una gran base
instalada de una aplicación que ya solo
espera un esfuerzo en cuanto a regularizar las licencias de uso. Esa “estrategia”
ahora podría servirle a Apple, pues poco
tiempo después de dar la noticia del cambio, la red empezaba a mostrar esfuerzos
no oficiales -y por supuesto ilegales- para
hacer “correr” el MacOS en PCs. De dar
buenos resultados tan subterraneo proyecto representaría una ventaja para Apple ya
que veríamos PCs que tendrían instalado
MacOS con nuevos usuarios –antes entusiastas de la PC y detractores de la Macdemandando aplicaciones que representan
un beneficio financiero para Apple.
Finalmente, si hablamos de participación
en el mercado, la controversial decisión
de Apple ahora llevaría a luchar por una
“porción de la manzana” en lugar de por
una “rebanada del pastel”; y siendo así,
ella ya ha dado la primera mordida.
null und void.
Son dos conciencias cibernéticas tejidas
en un sistema orgánico que no han logrado
descifrar. Diariamente luchan por entender a
sus contrapartes electrónicas para algún día
conseguir su liberación biológica.
Todos los Derechos Reservados © 1998. Ricardo Peláez.
poder satisfacer la demanda de Macs en
sus productos más próximos; algunos
más aseguran que es el hecho de que
estos procesadores generan mayores
temperaturas que otras plataformas,
obligando a Apple a crear soluciones
de ventilación para sus computadoras
con un dilema: volverlas más ruidosas
y grandes o más caras empleando enfriamiento con líquidos. Pero esta mala
costumbre de observar a la industria y a
sus adyacentes nos ha vuelto tan paranoides que creemos que la verdadera
causa es otra, señalando a las políticas
del fabricante del procesador PowerPC
como la manzana de la discordia.
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cenicero
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música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/ música/cine/libros/arte/música/cine
con las
reseñas
lector, construyen una novela por demás disfrutable,
independientemente de la edad del lector.
En esta novela, mitos paganos y religión cristiana coexisten con una lógica interna coherente. En cierto momento, un castor amigo de los niños menciona a Baco (el
Dionisios griego; Dios de la naturaleza y el vino) como
uno de los invitados de las antiguas fiestas del bosque,
antes de la ascensión al poder de la Bruja Blanca. La
misma Bruja Blanca, como nos dice el castor, es una hija
de Adán, pero no con Eva sino con Lilith, la primera mujer
creada, según los textos gnósticos. Y hasta hace su aparición nada menos que Santa Claus, en un momento en
que los aventureros se reagrupan, infundiéndoles ánimo
y dándoles regalos que utilizarán en la lucha final contra
las fuerzas del mal. Otros seres fantásticos que desfilan
por las páginas de la novela son: faunos, unicornios, minotauros, ninfas, enanos, gigantes, fantasmas, gente de
los hongos venenosos, espíritus de los árboles, además
de los relatos legendarios sobre el Venado Blanco, los
enanos rojos salvajes y el Viejo Sileno, que siempre era
acompañado por su gordo burro. Son sin duda un despliegue de la maestría del autor en el conocimiento y la
reformulación de las antiguas mitologías europeas.
El León, la Bruja
y el Ropero
Parábola Cristiana con
personajes fantásticos
EZEQUIEL REYES R.
“—Imaginemos que somos exploradores
árticos – dijo Lucia.
—A mi me parece que la aventura ya es
suficientemente fantástica como para
imaginarse otra cosa —dijo Pedro.”
La primera vez que leí el nombre del escritor inglés
Clive Staples Lewis, fue en la novela de “Valis”, de
Philip K. Dick, una de las últimas obras y tal vez la más
personal del escritor estadounidense de ciencia ficción,
donde la locura desborda las páginas y los protagonistas
se enfrascan en interminables discusiones filosóficas y
teológicas. Durante estas acaloradas peroratas, uno de
los personajes principales recurre a la obra de Lewis para
apoyar su postura católica, mientras los demás utilizan
otros argumentos para cuestionar la existencia de Dios;
este detalle en la novela de Valis encendió mi curiosidad
por los libros de C. S. Lewis, de quien recientemente leí
la novela. “El león, la bruja y el ropero”, primer libro de la
saga de Las crónicas de Narnia, odisea fantástica destinada al público infantil.
La trama puede resumirse así: durante la Segunda
Guerra del siglo XX, cuatro hermanos (dos niños y dos
niñas) son enviados a la campiña inglesa para ponerlos
a salvo de los bombardeos aéreos. Allí, en una de las
innumerables habitaciones de la inmensa casa a la que
llegan, se encuentra un ropero común y corriente, en
apariencia, pero que en verdad es la puerta al mundo
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fantástico de Narnia. Ya en esta tierra de magia y nieve
eterna, se enfrentarán con enemigos monstruosos
y serán ayudados por algunos habitantes de Narnia,
que esperan el retorno del verdadero Rey del Bosque:
Aslan, que acabará con el reinado de terror de la Bruja
Blanca, que es quien mantiene el invierno sobre la
tierra de Narnia.
La historia construida con elementos de un cuento de
hadas, en realidad sirve como vehículo para expresar
las preocupaciones religiosas y en particular cristianas
de su autor C. S. Lewis, que ya antes había escrito ensayos religiosos y morales, con la distinción de que el
público al que esta destinado esta historia, es a los niños, lo que hace que sea muy sutil el manejo del tema.
Uno de los personajes principales, Edmundo, hermano de Lucia, Pedro y Susana, es quien emprende
el viaje hacia lo más oscuro de la esencia humana, al
caer en la tentación a la que es invitado por la Bruja
Blanca de quien se dice que “no tiene ni una sola gota
de sangre humana”. Edmundo comete una de las mayores faltas hacia sus semejante, aquella que Borges
describió alguna vez como “el peor delito que la infamia soporta”: la traición, y la traición es mayúscula
pues es contra sus propios hermanos, por lo cual se le
establece un castigo: su propia vida. Sin embargo en
este mundo fantástico existe la posibilidad de redención
y el ser que lo redime es el mismo rey de la tierra de
Narnia, Aslan el gran León, el restablecedor del orden
primigenio, que como dicen antiguos versos: “cuando
Aslan aparezca, el mal trocará en bien ante su sonoro
rugido, las penas desaparecerán cuando descubra sus
dientes, el invierno encontrará su muerte y cuando agite
su melena tendremos nuevamente primavera”. La forma
en que Aslan salva de su castigo al transgresor es entregándose a la chusma para ser sacrificado…
A lo largo de toda la novela, los símbolos y las
metáforas cristianas brillan en las redes que se van
tejiendo entre niños y los seres de Narnia: como la
tentación en la que cae Edmundo por la Bruja Blanca,
estableciendo cierto paralelismo con Eva y la manzana que le ofrece a Adán en el jardín del Edén. La
espera mesiánica de los habitantes de Narnia por un
salvador que es además el verdadero Rey. El sacrificio de este Rey para salvar a un pecador de la muerte
y la posterior resurrección que acontece. Todos estos
temas cristianos fueron recreados en una aventura
fantástica para que pudieran ser fácilmente asimilables por el público infantil, que junto con el ritmo fluido
y la relación cercana que establece el narrador con el
No por nada Lewis organizaba la reunión literaria
periódica de los Inklings (que traducido sería: noción, intuición, pensamiento vago), y era nada menos que el legendario club de escritores ingleses de mediados del siglo
XX, (entre los que se encontraba J. R. R. Tolkien) y que
se reunían en la habitación de Lewis en el Magdalen College de la Universidad de Oxford y discutían de filosofía
y literatura mientras se leían fragmentos de los libros en
que estaban trabajando, verdaderas obras maestras del
género fantástico que produciría el siglo XX. La misma
escritora J. K. Rowling se ha reconocido como alumna de
Lewis en lo que a literatura fantástica se refiere.
El león, la bruja y el ropero, es ante todo una novela que
cuenta una moraleja fantástica inscrita dentro de principios
cristianos, que Lewis quería escribir sobre todo para los niños, y que sin embargo se disfruta tanto como historia fantástica, como cualquier otra lectura que uno asuma, que no
llega a la profundidad introspectiva de la condición humana
de digamos, “El señor de las moscas” de William Golding;
con la que comparte varias premisas iniciales (los niños sin
la guía de los adultos en una tierra extraña), pero tampoco
esa es su intención, es recomendable por tanto, la lectura
de la novela de El león, la bruja y el ropero, si se tienen
tanto diez años como cincuenta o sesenta, para entrar en
un mundo fantástico no tan extraño, ni tan peligroso.
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cenicero
cenicero
música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/ música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/art
Dial Invisible:
“THE BACK ROOM”
(EDITORS, 2005)
ANDRES LEDESMA.
Lay, quedando así la alineación definitiva que se rebautizó como “Snowfield”, y finalmente como los conocemos al firmar con el sello independiente “Kitchenware”,
en un movimiento bastante socorrido por bandas más
preocupadas por la creatividad irrestricta que por las
carretadas castrantes de dinero, siguiendo el ejemplo
de los precitados Interpol (Matador) y Franz Ferdinand
(Domino); y es con 3 sencillos bajo el brazo (“Bullets”,
“Munich” y “Blood”), que Editors brindan su esfuerzo
debut de larga duración, “The Back Room”.
En los años recientes, el oleaje de las corrientes musicales ha puesto otra vez en el reflector el subgénero
del post-punk, representado en lo que va del siglo por
bandas que de una manera muy ad hoc a nuestros tiempos post-modernos, pareciera que estudiaron demasiado
bien sus influencias: Youth Group semeja el hijo natural
de The Cure y los Pixies, Bloc Party se nutrió de modo
ostensible de Hüsker Du, y así sucesivamente. Sin embargo, algo que distingue a estos grupos de los que se
refugian en otros estilos de antaño, como The Bravery y
demás exponentes contemporáneos del rescate del newwave, es que sus creaciones parecen provenir más de la
sinceridad del corazón que del cerebro calculador (de ganancias en algunos casos), y tal es el caso de una de las
más recientes exportaciones de la Gran Albión, Editors.
Retomando las comparaciones, el sonido de los Editors se contagia de los mismos antecedentes que iluminaron a Paul Banks & Co.: The Chameleons, a los
que hay que sumar una auténtica influencia de los padres del post-punk, Joy Division; así, “The Back Room”
toma de aquéllos las guitarras angulares que se basan
más en notas que en acordes, mientras que de éstos los
ritmos y la atmósfera de angustiante vitalidad, para conformar el “dark disco”, como se autodefinen. Desde la
perspectiva técnica, Editors desmerece frente a Interpol,
quienes tienen en Carlos D a un bajista fenomenal, que
vuelve a su instrumento una fuente de melodías siniestramente hipnóticas; por su lado, Russell Leetch se
limita a servir de acompañamiento rítmico, más a tono
con el brit-pop que con los rasgueos enganchadores
de Peter Hook. No obstante todo lo anterior, a diferencia de sus colegas de Nueva York las huestes de Tom
Smith (de voz grave, al igual que Banks) se atreven a
dar muestras de sensibilidad pop, dicho sea en el buen
sentido pues su música no se vuelve tramposamente
accesible, a costa de la sustancia. Por ejemplo, “Bullets” se apoya en un muro de sonido que le da toda la
energía que le hace falta a su primo lejano “Speed of
sound” de Coldplay; por su parte, “Munich” remite al
lienzo de la atemporal “Love will tear us apart”, insertando pinceladas de “Obstacle 1” y “NYC”.
A diferencia de Franz Ferdinand, que en su momento
fueron pésimamente catalogados como la respuesta
europea a Interpol, dicho traje le va más a los Editors.
De la misma forma que sus contrapartes norteamericanas, los Editores se conocieron en la Universidad (de
Stafford, Inglaterra, para ser más precisos), donde Tom
Smith en voz y guitarra, Chris Urbanowicz en la otra lira,
Geraint Owen de baterista y Russell Leetch con el bajo,
se darían a conocer con el nombre colectivo de “The
Pride”. Otra coincidencia con Interpol fue que antes de
ascender a las grandes ligas independientes, reemplazaron al bataco original quedando como último titular Ed
En la tónica del Division, Editors hace un collage con
personalidad propia en “Blood”, donde embonan herméticamente la fuerza de “Transmission”, la paranoia
de “She’s lost control” y un aire a “Something must
break”; “Camera” les daría una victoria ficticia sobre
“Hands away” de Interpol, que parece un simple demo
si se pone frente a la densa épica melancólica e iluminadora de la primera; y para ser leal a su credo, si
se parte de un lugar común y se sigue el camino del
post-punk se llega a “Fall”, mientras que por la ruta del
brit-pop el destino sería “The everlasting” de los Manic
Street Preachers. El espíritu de Ian Curtis es convocado
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en “Someone says”, y “Distance” se comporta como el
amor platónico que inunda de un gozoso dolor.
A la hora del dictamen, “The Back Room” es un trabajo más de los que no son tan inventivos como para
borrar sus huellas (hasta en las letras, que caen en los
sitios solitarios y esperanzadores de siempre); lo cual
no es obstáculo para hacer gala de canciones que por
ser melodiosas sin ser débiles, ambiciosas sin caer en
la grandilocuencia y sobre todo por abarcar un espectro de sentimientos que no demerita su autenticidad, se
transmutan en la droga musical perfecta: a mayor consumo, mayor adicción, con todo y que se dice que el
disco no le hace justicia a sus conciertos...
Transfiguración de roles en
“El Tercer Hombre“
SANTIAGO FERNÁNDEZ.
En el cúmulo de experiencias cinemáticas a lo largo
de la historia personal siempre hay un puñado de cintas
que si bien uno no reconoce como “favoritas” o “esenciales” si dejan una honda resonancia en el espectador,
quién al reencontrarlas, resulta que las recuerda mucho
mejor de lo que este creía. Un fenómeno dado por el
salto generacional que sucede con aquellas cintas que
realmente son arquetípicas, contenedoras de un discurso significante de proporciones tan amplias como el
número de espectadores que logren descubrirlo.
Caso presente de la obra maestra “El Tercer Hombre”,
adaptación de la homónima novela de Graham Greene
a cargo de Carol Reed, una cinta que conjunta una serie
de circunstancias en pantallas que sencillamente serán
irrepetibles. La historia es una representa-ción de la
decadencia anímica de la post Segunda Guerra Mundial
en la que los estereotipos de héroe, heroína y villano
son reinterpretados con una amplia paleta de grises que
a su vez asienta una superficie rica y contante de drama
e intriga.
En la Viena de 1948 se vivía una circunstancia tan
verídica como poética pues al cabo de la Segunda
Guerra Mundial la capital de Austria quedo divida en cuatro sectores ocupados por la naciones ocupantes: Rusia, Estados Unidos, Inglaterra y Francia, con un sector
internacional central, o dicho de otra forma, una tierra
de nadie en la que la supervivencia va mas allá de las
labores cotidianas. Es aquí donde Holly Martins, un tan
mediocre como borracho escritor de Westerns, llega en
búsqueda de su amigo Harry Lime (el quinta-esencial
Orson Welles), un americano oportunista quién ha tomado provecho del mercado negro, comerciando
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cenicero
música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cine/libros/arte/música/cin
Los eventos se desenvuelven entre el plano holandés y el expresionismo alemán a partir de unos giros de
tuerca no propiciados por el guión, sino por la naturaleza
misma de los estereotipos que se reinventan en forma
arquetípica. La fidelidad de Martins por Lime se tuerce
poco a poco al cabo de su investigación, llegando a un
descubrimiento sobre la verdadera naturaleza de su mejor amigo que le sorprende precisamente por saberlo y de
alguna no haberlo percatado jamas. Lime es un amoral
hijo de perra, sin lugar a dudas, pero eso no le quita de
ser un aventurero encantador que despierta la lealtad
de aquellos que lo rodean. Por eso a Anna realmente le
pesa la muerte de Harry, completamente cegada al resto
de la inexistencia por la lealtad que le profesa.
Hacia el final, Holly Martins pasa de ser el justiciero
de moral clara al traidor de su mejor amigo, mientras
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De esas raras ocasiones en que se la un justo mérito
a una obra maestra, “El Tercer Hombre” es considerada
la mejor cinta británica de todos los tiempos y que, curiosamente, rara vez es mencionada como influencia en
los hacedores de cine modernos mas encandilados en la
forma insolvente del protagonismo “creador” al compromiso de de conservar un discurso emotivo y transgresor.
Todos los Derechos Reservados © 2006. Eric “Frik“ Proaño.
con medicinas. A su llegada, Martins se entera que Lime
a muerto en un accidente reciente, y asiste al funeral,
donde encontrara a dos catalizadores esenciales de la
historia: el Capital Calloway, del sector británico quién
servirá de referente de la historia, y Anna, la antigua novia de Lime quién de su temple solitario toma su mayor
fortaleza. Calloway perseguía a Lime, pues le sabía
como un oportunista amoral y en última instancia, un
asesino. Martins, quién quiere vivir el fiel estereotipo del
héroe que describe en sus propias novelas baratas, se
propone en limpiar el nombre de su mejor amigo.
Harry Lime, en la convergencia de la
amoralidad patente del cinismo, del villano muerto se convierte en el genio encantador superado no a causa de una
noción de “bien”, sino por subestimar la
mediocridad de moral “clara” de su oponente. En el medio, Anna se convierte
en la dos veces viuda, siempre en luto
y sin clara noción de la verdad sobre
su amado; no la quiere, no la necesita.
Así, el héroe se convierte en el traidor, la
heroína en el catalizador que no cataliza
y el villano en la mas pura transgresión
de la muerte consumando su destino
como el tercer hombre sugiere. Todo un
discurso impregnado en cada cuadro de
la cinta, de los cuales si todos son una
maestría en composición y fotografía,
algunos resultan inolvidables: el niño
que delata erróneamente a Martins, la
prodigiosidad de la secuencia en las alcantarillas, la
toma final de la caminata por el cementerio y, la mas
conocida, la aparición de Harry quién finalmente haría
de Orson Welles una referencia obligada en la historia
de la cinematografía mundial.
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