AGUSTÍN GARCÍA

Transcripción

AGUSTÍN GARCÍA
Todos los derechos reservados conforme a la ley
© Icocult
© Diseño de portada y diagramación: Mario Sifuentes Valdés
Fotografía de portada: Víctor Salazar
Cuidado editorial:
Odila Fuentes / José Antonio Santos / Miguel Gaona
Impreso en México
PRESENTACIÓN
Q
uienes laboramos para el pueblo de Coahuila
desde el Gobierno del Estado somos conscientes de que, además de las estrategias institucionales en materia de seguridad, salud, educación y obra pública que hemos implementado, algo
indispensable para generar riqueza e igualdad entre
los coahuilenses es el compromiso activo de todos los
miembros de nuestra sociedad. Los programas tienen
un impacto inmediato y cuantificable, pero es sólo la
voluntad y el trabajo de la gente lo que puede transformar estos hechos de gobierno en beneficio comunitario permanente.
Es por ello que ofrecemos a los ciudadanos
este proyecto editorial: Nuestra Gente, colección de
semblanzas biográficas de quienes desde la iniciativa
privada, la academia, el servicio público, el activismo comunitario y la asistencia pública no gubernamental, están contribuyendo día con día a hacer de
Coahuila un estado más seguro, más competitivo y,
sobre todo, más justo.
En esta ocasión se le rinde tributo a don Agustín García Ramos, toda una institución en el Tec de
Saltillo, donde lleva más de cincuenta años desempeñándose como entrenador del equipo de futbol americano, los famosos Burros Pardos. Además conocerá
otras facetas de este incansable hombre que tuvo que
tener durante muchos años hasta tres trabajos para
sacar adelante a su familia; recordaremos cómo entró
a laborar casi de manera accidental en el periodismo
para quedarse muchas décadas.
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Asimismo conoceremos facetas menos públicas de don Agustín, como su gran afición por el cine,
la música, y por todo lo relacionado con la Revolución mexicana y, por encima de todos, la mítica figura de Pancho Villa.
A través de estos títulos, Nuestra Gente se propone un doble objetivo: por una parte, ofrecer justo
homenaje a quienes hoy por hoy han sido pilares de
nuestra ciudadanía, dando a conocer al público los
detalles de su vida y su obra. Por otra, nos interesa
que el ejemplo de estos hombres y mujeres se arraigue en los lectores y cristalice, a la larga, en nuevas
generaciones de individuos cuya voluntad y espíritu
de servicio estén a la altura del porvenir.
Gobierno de Coahuila
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En el futbol americano no hay ni ganadores ni
perdedores, hay supervivientes.
John Madden,
ganador del Super Bowl XI como entrenador en jefe de los Oakland Raiders
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Agustín García Ramos
L
os seres humanos tenemos la facultad de poder
soñar. Los hay que sólo pueden hacerlo cuando
duermen y hay quienes tienen la facilidad para
hacerlo incluso cuando están despiertos. Son éstos últimos los más afortunados, pues son los sueños que
armamos durante la vigilia los únicos que podemos
construir a nuestro antojo; los otros pertenecen al
misterioso mundo del subconsciente. Pero aun así,
como esos sueños que cimentamos conscientemente
pertenecen al mundo de lo etéreo, puede ocurrir que
éstos se conviertan en pesadillas por azares del destino que escapan a nuestra voluntad. Quienes logran
sobreponerse a la pérdida de ellos, mirando con la
frente en alto a la vida, dándole batalla aunque ésta
los lleve por derroteros distintos a los soñados, son los
verdaderos supervivientes. Y don Agustín García Ramos puede presumir de ser uno de ellos.
De joven nuestro entrevistado deseaba estudiar
una ingeniería, ése era uno de sus sueños; sin embargo,
por situaciones familiares que conoceremos más adelante, tuvo que abandonarlo. A pesar de todo, aunque un
mundo se cerraba, otros muchos se abrían; y supo don
Agustín aprovecharlo de tal manera, que ahora, más de
50 años después de que se desmoronara la ilusión de la
ingeniería, no se arrepiente de nada, se siente orgulloso
de lo realizado y feliz por la vida que le ha tocado vivir.
La clave para ello: trabajo, trabajo y más trabajo. Para
su fortuna, el más valioso tesoro que le dejó su padre
fue el gen del trabajo; de él aprendió a luchar, a no quejarse ante la adversidad, a aprender de los errores.
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nuestra gente
Todo eso le ha servido para convertirse en un
ciudadano ejemplar, en un saltillense de pro que ha
creado escuela allá donde ha ido; en definitiva, en un
candidato ideal para aparecer en esta colección de
Nuestra Gente. He aquí su historia.
Don Agustín García Ramos nació el 25 de septiembre de 1936 en Saltillo, Coahuila, más concretamente en el número 412 de la calle Corona poniente, casi
esquina con Xicoténcatl, en una casa que pertenecía
a sus entrañables abuelos maternos, don Enrique Ramos y María Guadalupe Farías, quienes terminaron
viviendo en la capital del estado después de haber
pasado gran parte de su vida en el pueblo mágico de
Parras de la Fuente.
Don Agustín fue el mayor de dos hermanos,
aunque con tristeza nos comenta que podían haber
sido tres, pero una hermana que había nacido antes
de él murió al año de vida a causa de una pulmonía.
Su hermano Santiago, por el que siente verdadera devoción a la par que admiración, es seis años menor
que él.
Recordar es un sano ejercicio, sobre todo si los
recuerdos que se tienen son hermosos. Eso es lo que
le ocurre a don Agustín cuando habla de sus padres:
su cara se ilumina y se quiebra la voz al hablar de
ellos. Los recuerdos se agolpan, quieren salir todos a
la vez, pero don Agustín logra dominar los caballos
desbocados de la memoria y con parsimonia va desgranando los avatares de su vida junto a sus progenitores.
Don Agustín García Sánchez, su padre, era originario de Santa Catarina, Nuevo León, mientras que
su madre, Luisa Ramos Farías, había nacido en la Hacienda La Campana, aunque se crió en Parras de
la Fuente. El destino los unió en Saltillo, en una época en la que el papá de nuestro entrevistado, siendo
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Agustín García Ramos
Don Agustín a la edad de dos años.
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muy joven, bajaba leña de la sierra de Arteaga para
venderla en la capital. Fue al pasar por la calle de Corona, precisamente por la casa donde después nacería nuestro entrevistado, donde quedó prendado de
una joven morena de ojos verdes; no le importó que
fuera un poco más alta que él, o que fuera de una
condición económica mejor que la suya, ni que tuviera más estudios. Lo cierto es que se enamoró de ella
y eso fue más fuerte que todas las diferencias que
pudieran presentarse.
A su papá lo recuerda don Agustín como un
ser especial, siempre con la sonrisa en los labios y
con una vocación de trabajo encomiable. Aunque trabajó un tiempo en la antigua Compañía de Luz, donde realmente se desempeñó durante gran parte de su
vida fue como chofer de transporte urbano. Rememora nuestro entrevistado los tiempos en que le llevaba
la lonchera a su papá y cómo, por arte de magia, casi
siempre iba a dar a la bolsa de su pantalón un veinte
de esos de cobre que se usaban en aquella época, y
que le servía al joven Agustín para ir al cine o gastárselo con sus amigos. En un Saltillo mucho más pequeño y menos caótico, las rutas eran muy pocas: su
padre trabajó principalmente en la Obregón-Ateneo,
aunque también se desempeñó algún tiempo en la conocida como ruta Panteones, porque unía el panteón
Santo Cristo con el de san Esteban, los únicos de la
ciudad en aquel tiempo. Era tal el don de gentes del
papá de nuestro entrevistado, que una vez ganó un
concurso que organizó un periódico local para premiar al chofer más simpático y amable.
El único vicio que le conoció a su padre, menor
en este caso, fue su afición a los cigarros; recuerda
que fumó mucho durante toda su vida, pero considera que el hecho de que anduviese muchísimo contrarrestaba los males que éste pudiera causarle. Reme-
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Agustín García Ramos
mora que su padre le contaba que cuando estaba cortejando a la joven María Luisa, si no encontraba un carro
que le diera aventón, se venía a pie desde la sierra de
Arteaga para verla. Es más, con noventa años y un ojo
casi sin visión por un glaucoma, todavía le gustaba ir
al periódico para comprar su ejemplar. Tuvo el final
placentero que se merecen todos los grandes hombres, murió por causas naturales en 1994, a los 91
años de edad.
De su mamá destaca su belleza, tanto exterior
como interior. Era una madre amorosa, enteramente
dedicada a su hogar y que con su sabiduría orientaba
y apoyaba en todo a su marido. Desgraciadamente
ella murió en 1974, muy joven aún, dejando un gran
vació en toda la familia.
Lo más común del México de aquellas décadas
era que las familias fuesen siempre numerosas, no
importando la clase social a la que se perteneciera.
Por eso, que la familia García Ramos estuviera compuesta tan sólo por dos hijos (ya hemos comentado
que una hija, la primogénita, murió al poco de nacer), era algo poco común. Quizás por esa razón, la
relación de don Agustín con su hermano Santiago,
a quien cariñosamente llama Chago, haya sido siempre tan estrecha. “Tenemos una gran relación. Todos
los lunes nos reunimos para tomarnos un café, y así
ponernos un poco al día de nuestras vidas. Actualmente trabaja en la biblioteca de la Normal Superior,
pero durante mucho tiempo trabajó conmigo como
cronista deportivo en El Sol del Norte. Tiene la condición física de un joven de 15 años; le gusta mucho el
boxeo, pero sobre todo el tenis, del que es un jugador
consumado. Los fines de semana, se puede pasar horas y horas en la deportiva con la raqueta en la mano.
Su apodo es Papantla. Afortunadamente la vida lo ha
tratado como se merece y tiene una familia muy boni-
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ta, con un varón y dos muchachitas, que le han dado
puras nietas. Hay una anécdota muy simpática y que
a mí me llena de orgullo: yo jugué durante cinco años
en el Tec de Saltillo con Burros Pardos, y cuando comencé portaba el número 83 en la playera. Ya retirado yo, cuando entró a formar parte del mismo equipo
mi hermano Chago, el primer número que portó fue
también el 83”.
Hasta que se independizó, nuestro entrevistado vivió en distintos puntos de la capital: de la calle
Corona donde nació se mudaron a la calle de Bravo,
a escasos 30 metros de la escuela Miguel López, donde
estudió la primaria; regresaron a Corona, y cuando
la abuela vendió la casa, se mudaron definitivamente
a la calle de Álvarez, donde pasó gran parte de su
adolescencia, lugar en el que nació su pasión por los
deportes y encontró a sus mejores amigos.
Una feliz infancia y
adolescencia. Sus años de estudio
El vivir tan cerca de la escuela donde cursó la primaria, además de las imaginables comodidades que ello
suponía, tenía una ventaja adicional a la que sabía
cómo sacarle fruto nuestro entrevistado: la directora Esther Santos se hizo amiga de la mamá del niño
Agustín, e iba muy seguido a la casa de éste a tomar
café; la amistad de la maestra Esther y doña María
Luisa convertía a Agustín en una especie de niño consentido, lo que lo libraba de castigos por acciones
como las que él mismo nos narra, con una sonrisa
pícara en su faz: “En tercer año de primaria teníamos una maestra, Cuquita, que era guapísima y que
nos tenía locos a todo el salón. Aunque éramos todavía unos niños, ya teníamos cierta picardía, inocen-
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te pero picardía al fin y al cabo. Así que para verle
las piernas a la maestra, no se nos ocurría otra cosa
que tirar monedas al piso y agacharnos a recogerlas.
Muchas de las veces nos descubría y nos sacaba del
salón, pero por suerte a mí me iba bien siempre con
la directora”.
Otro de lo recuerdos más vívidos que conserva de la primaria y del que incluso guarda con celo
una prueba testimonial en forma de pequeña fotografía es el siguiente: “El gobierno del estado organizaba
siempre un concurso de bailables para festejar a las
madres el 10 de mayo. Éste se celebraba en el antiguo
Estadio Municipal de Saltillo, frente a la Alameda. Todos los años lo ganaba la Escuela Anexa, y las malas
lenguas decían que era porque ahí estudiaban los hijos o los nietos del Gobernador. Pero aquel año de
1947 lo ganamos nosotros con el Vals del Emperador.
Yo era el más grande e iba delante, con bigote pintado. Nos hicieron una foto en la que estoy flanqueado
por dos compañeras que también bailaron, y esa foto
estuvo durante mucho tiempo colgada en la dirección
de la escuela”.
También tiene nuestro entrevistado muy presente el recuerdo de un policía encargado de cuidar la escuela por las noches y con el que se reunían cuando se
escondía el sol para que les contara historias de terror.
Un día el señor dejó de ir y al preguntar el motivo de la
ausencia, le dijeron que el pobre hombre había muerto
de un susto. Al parecer, estando vigilando la escuela,
escuchó que alguien tocaba el piano en el piso superior. Subió sólo para comprobar que no había nadie;
ya de bajada, un manto blanco le pasó rozando, tirándole incluso la gorra. Era la Llorona, que se llevó
al pobre vigilante con ella. En una de esas paradojas
macabras del destino, aquel policía que murió de un
susto se llamaba Tranquilino.
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Foto del recuerdo de cuando ganaron para la Escuela Miguel
López el concurso de baile del Día de la Madre, en 1947.
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Agustín García Ramos
Para un niño de aquella época la ciudad de Saltillo era sinónimo de libertad. Además de la belleza
que aun hoy guarda con celo, el cacareado progreso
no había puesto apenas coches en las calles de tierra,
donde los niños eran los amos y señores y se daban
vuelo jugando a los trompos, a los arreones (con fichas de refrescos con doble corcho que se ponían encima de una piedra y a las que había que pegarles con
el trompo), a se va la bala, al balero, al chicote...
Y si libres estaban del peligro de los coches,
no menos afortunados eran gracias a que la llamada
caja tonta todavía no ocupaba un lugar primordial
en la sala de estar de las casas mexicanas. En su lugar,
la radio era la encargada de hacer soñar a los niños,
de hacer llorar a las mujeres y hacer que los hombres vieran con sus oídos las hazañas de sus ídolos
deportivos. Aunque en estos últimos casos, siempre
había algún comentarista que se dejaba llevar por las
emociones y cuyas narraciones daban lugar a equívocos, como nos recuerda don Agustín. “A partir de
las ocho de la noche la radio centraba nuestra atención. Recuerdo programas como el de El Monje Loco,
El Risámetro... Los sábados agarrábamos nuestros refrescos y nos íbamos con el señor Niño, que reparaba
calzado, a escuchar box. Recuerdo una pelea entre el
Ratón Macías y Halimi, donde el gran Agustín Álvarez
Briones narró de tal modo la pelea que al final todos
creímos que el Ratón había ganado la pelea. Cuál no
sería nuestra sorpresa cuando al ver la prensa escrita
nos enteramos de que había sido su oponente quien
la había ganado. Años después, cuando trabajaba en
el periódico, escribí algún artículo en el que la calificaba como una de las grandes farsas del box a través
de la radio”.
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Equipo de futbol representativo de la calle
Álvarez en el Primer Torneo Interbarrios.
Al acabar la secundaria se inscribió en la Academia Comercial Emilio Carranza, pero recuerda que no
terminó porque lo sacaron en segundo año. A pesar
de ello, a su mente vienen los nombres de muy buenos maestros como don Félix Ruano Méndez y don
Gabino García, el director. Precisamente cuando éste
murió, su esposa, Amalia Vitela, quiso que la academia pasara a llamarse como su difunto esposo, y así
se la conoce hoy en día: la Gabino García.
La adolescencia de don Agustín fue más accidentada de lo normal; si ya de por sí suele ser época de dudas e insatisfacciones mezcladas con sueños,
cuando se le unen factores externos a la vida del joven pero que afectan a ésta de manera directa, puede convertirse en un caos. Por suerte, la cabeza del
joven Agustín, como se suele decir, estaba muy bien
amueblada.
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Agustín García Ramos
Acompañado de su padre, don
Agustín García Sánchez.
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Los tres años de secundaria los cursó en el Tec
Saltillo, y lo mismo ocurrió con la vocacional o bachillerato, aunque tuvo que compaginarlo con el trabajo,
debido a unas circunstancias que él mismo nos explica: “Papá lo pasó muy mal en el trabajo. Antes los camiones eran cooperativas, y los trabajadores tenían
sus acciones. El capital accionarial de mi papá ascendía a 63,000 pesos aproximadamente, pero una persona de mucha influencia en Saltillo les jugó chueco
y compró todas las acciones a costo bajísimo. De los
63,000 pesos, pasó a tener 630 pesos. Se deprimió
muchísimo. Gracias al futbol americano, yo tenía una
beca para ir a Nuevo León a estudiar Ingeniería Mecánica y jugar en el equipo de la institución, pero tuve
que rechazarla. Me puse a trabajar en El Sol del Norte
y en cuanto ahorré le compré a mi padre unas placas
de sitio y un carrito para que trabajara como taxista”.
Tuvo don Agustín que compaginar estudios y
trabajo, lo que a veces le valía que algunos profesores le pasaran la mano para ayudarlo, y otras fueran
más estrictos con él, sobre todos aquellos de las áreas
donde estaba laborando: “Don Arturo Ruiz Higuera
era mi profesor de español y siempre me criticaba por
cosas que ponía en mis columnas; me cuestionaba sobre palabras que utilizaba o expresiones que según él
no venían a cuento, aunque siempre tuve la impresión
que lo hacía para ayudarme a ser mejor. Otros de los
maestros de los que guardo un gran recuerdo es don
Guillermo Meléndez Mata, quien además llegó a ser mi
jefe en El Sol del Norte. Era un maestro para los encabezados: en uno de nota roja escribió lo siguiente:
‘Desde que conoció a Juan no pudo dormir’. Todo el
mundo se imaginaba que se enamoró de Juan o algo
similar, pero leyendo la noticia nos enterábamos que
Juan le había robado la cama”.
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Con el famoso boxeador Kid Azteca.
De jugador a entrenador
de los Burros Pardos del Tec
El joven de nombre Agustín García que se paseaba por
los campos de futbol americano defendiendo la playera de Burros Pardos tenía que ser un gran jugador. En
ningún momento se definió como tal durante las horas
que ocupamos en las entrevistas para hacer esta semblanza, y mucho menos, por razones de edad, quien
esto escribe tuvo la oportunidad de verlo jugar. Pero
no podía ser de otro modo pues cuando tuvo que dejar el equipo por razones de haber cumplido su ciclo,
su entrenador, Ricardo Peart, hermano de Óscar Peart,
director del Tec, le pidió que le ayudara entrenando al
equipo juvenil de la institución. Para ello contó con la
colaboración de dos amigos. Al siguiente año ya tenía a
su cargo dos equipos porque al ingeniero Peart le dieron más clases, y así hasta que se hizo cargo del primer
equipo de Burros Pardos del Tec, todo un orgullo para él.
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En sus inicios como entrenador de Burros Pardos.
Recuerda que en su época de jugador era el mariscal y capitán del equipo, y que el futbol americano
era muy distinto del que se practica en la actualidad:
“Era un futbol más romántico, pero muy duro, donde
primaba más lo táctico que lo técnico. Había un amor
por la institución que ahora ya se ha perdido. A mí
nunca se me hubiera ocurrido jugar con la Narro, por
ejemplo. Recuerdo que un hijo del director del Tec
se fue a jugar con el Ateneo, y a pesar de ser hijo de
quien era, muchas veces al pobre la raza lo golpeaba.
Yo nunca me ponía una camisa roja porque eran los
colores del Ateneo, e incluso recuerdo que una vez
me arranqué los pelos del pecho porque alguien me
dijo que parecía Buitre de la Narro.
”Los entrenamientos e incluso los mismos jugadores eran menos especializados. Yo era mariscal,
pero también jugaba de safety, o de receptor o de defensivo. Cuando iba al cine los domingos después de los
partidos, salía con una bola de calambres porque ha-
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bía jugado todo el partido. Ahora hay líneas defensiva y ofensivas, pateadores, equipos especiales... En
mi época éramos 35 por equipo y ahora lo ideal son
55; antes bastaba con cuatro entrenadores y ahora el
mínimo son 12.
”La liga local la componían la Narro, el Ateneo
y el Tec, y aunque más tarde se unió la Normal, los
duelos clásicos eran los que se disputaban entre
los tres primeros. Eran juegos en los que alguna vez
hubo hasta baleados; recuerdo que en un juego con
la Narro, un muchacho resultó con herida de bala.
Sin ir más lejos, a nuestro director lo descalabraron
de un ladrillazo en la cabeza. Eso sí: terminando el
juego, tan amigos. Recuerdo que nos juntábamos, yo
menos porque nunca me gustó tomar, en un lugar
En su segundo año como jugador de los Burros
Pardos. Porta el jersey con el número 83.
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nuestra gente
Saludando a Antonio Yaqui Heredia
al término de un clásico Tec-Narro.
que se llamaba Los Bajos, donde está el actual Bancomer; era un sitio muy bonito que después tiraron
para hacer el banco. También La Guacamaya, frente a
la Alameda, era un lugar donde solíamos reunirnos y
donde podíamos disfrutar de música tomándonos un
refresco. Además de la liga local, también llegamos a
participar en la Liga Noreste, en Monterrey”.
Siguiendo con las diferencias que encuentra en
el futbol americano de su época de jugador a la de
nuestros días, don Agustín nos afirma que ahora es
más científico, que se basa mucho en el que se practica en los Estrados Unidos y que allí se avanza cada
año. “Antes no se usaba barra en el casco. Una vez
metí la cara y me rompieron los dientes; antes sólo
había riñoneras, coderas y poco más; ahora se protege casi todo el cuerpo. Pero el principal problema de
nuestro futbol actual es la pérdida de identidad. Por
ejemplo, Lobos de la UAdeC lleva muy poca gente a
sus partidos, quizás porque falta esa identidad al ser
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Agustín García Ramos
jugadores de todas las facultades que comprenden la
universidad. Nosotros en el Tec, en los grandes partidos podemos llevar hasta 2,500 personas, y es que el
sentimiento de pertenencia es mayor: todos los muchachos pertenecen al Tec.
”Por supuesto que nada que ver con lo que
ocurre en los Estados Unidos. Estuve una semana en
la Universidad de Oklahoma, la de los famosos Sooners. Es una universidad privada y toda la ciudad
depende y gira en torno a su equipo de futbol americano. Tienen un estadio con capacidad para 77,00
espectadores y siempre lo llenan. De hecho, le dije a
Norman Foster, uno de los entrenadores del equipo,
que me gustaría asistir al clásico contra Texas y me
dijo que era imposible, que tal vez para la temporada
siguiente podrían encontrar algo. Tal despliegue no
sería posible sin la ayuda económica de los derechos
de televisión, gracias a los cuales se pueden becar jugadores y tener instalaciones y programas deportivos
de primer nivel”.
Y en este punto recuerda los años gloriosos en
los que el Tec estuvo jugando en Liga Mayor, en la
Organización Nacional Estudiantil de Futbol Americano (ONEFA), cuando en las reuniones que tenían
en México se quejaba junto a otros miembros, de la
actitud de las grandes instituciones privadas que se
valían del trabajo de formación de jugadores hechos
por clubes más modestos y a quienes quitaban esos jugadores ofreciéndoles becas difíciles de rechazar. Al
final, las universidades privadas desaparecieron de
la ONEFA.
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nuestra gente
Con sus hijos Agustín y Sergio Alonso, quienes
siguieron sus pasos en los Burros Pardos. 1989.
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Agustín García Ramos
Los mayores logros al frente de Burros Pardos
Casi sesenta años dan para mucho: éxitos, decepciones, momentos amargos como cuando llegaban directores que no eran afectos a que se jugara futbol
americano en el Tec, y un largo etcétera.
Sólo como ejemplo comparativo para que intentemos hacernos una idea del amor que don Agustín le profesa al futbol americano, vamos a expresar
lo siguiente: el mayor tesoro de nuestro entrevistado,
sin ningún lugar a dudas, es su familia. Pues bien,
le gusta tanto lo que hace, se siente tan identificado
con sus muchachos, que, a expensas de quitarle algo
de tiempo a los que más quiere, y teniendo en cuenta
que durante muchos años lo que ganaba como entrenador no daba para cubrir las necesidades básicas,
así y todo, se ha entregado al Tec en cuerpo y alma
desde la década de los sesenta hasta nuestros días.
Recuerda que no fue sino hasta 1967, cuando ya casi llevaba diez años trabajando para el Tec,
cuando por fin le dieron dos horas remuneradas,
unos 240 pesos de la época; hasta entonces, nada:
todo por amor al arte y a unos colores.
Nos dice don Agustín que todos los campeonatos dejan sensaciones maravillosas; bajo su mando, el Tec de Saltillo ha conseguido 18 títulos. Sin
embargo, nos platica de, quizás, los dos hechos más
significativos de su carrera: “De 1993 a 2002 el Tec
de Saltillo jugó a nivel nacional, en la ONEFA. Para
una escuela tan humilde, enfrentarse durante tanto
tiempo a monstruos como el Politécnico, la UNAM, los
Tec de Monterrey en sus distintos campus, fue un
reto mayúsculo. El antecedente a nuestro ingreso en
la liga mayor, y el otro gran logro que quisiera destacar, fueron los dos tricampeonatos conseguidos a
inicios de la década de los noventa jugando en la liga
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nuestra gente
intermedia y con dos equipos de categoría diferente: intermedia novatos e intermedia regular. Es decir, durante esos tres años fuimos campeones de verano y
de invierno, y lo logramos estando invictos en ambos
casos. Eran campeonatos donde jugaban equipos de
Saltillo y de Monterrey. Ganamos 38 juegos, empatamos cuatro y no perdimos ni uno; anotamos 981
puntos y recibimos 194. Perdimos lo invictos en 1994
jugando contra Ingeniería Mecánica en Monterrey, de
una universidad de las mejores de allí y que cuenta
con más de 20,000 estudiantes”.
Y nos comenta don Agustín que fue antecedente del ingreso a la ONEFA porque un amigo ya fallecido de nuestro entrevistado, Jorge Castro, le comentó que después de los dos tricampeonatos ya no
Durante el receso de un clásico de Liga Mayor frente a
los Lobos, el coach García los exhorta a superarse.
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Agustín García Ramos
iban a encontrar rival a nivel local, y que necesitaba
codearse con los mejores. A pesar de que la empresa
no era nada fácil, el equipo contó con la colaboración
y el incondicional apoyo del director y del subdirector del Tec, don Manuel Flores Revueltas y el ingeniero Ferniza respectivamente, quienes habían sido
jugadores a las órdenes de don Agustín. “Entramos
en la ONEFA siguiendo la estela de Lobos, que habían
entrado un año antes. Nunca conseguimos un título porque la inestabilidad en instituciones como la
nuestra es mayor: como son gente modesta, muchos
dejan de estudiar para ponerse a trabajar, o bien se
los llevan becados otras instituciones, o simplemente
no dan el promedio académico. Por ejemplo, a mi mariscal de primer año, Abundio Ramírez, ya no lo tuve
en segundo año; y ahí nos ves a nosotros ‘haciendo’
otro mariscal, y es un proceso que no es fácil en Liga
Mayor, donde dicen que hasta el tercer o cuarto año
no explota un jugador. Y a mí no me importaba que
viniera el Tec de Monterrey a llevarse a alguno de mis
jugadores: al contrario, me sentía orgulloso y feliz
por ellos; pero incluso muchos no aceptaban porque
debían empezar los planes de estudio desde el principio y sentían que si lo hacían habían perdido el tiempo que habían estudiado con nosotros”.
En los diez años que estuvieron en ONEFA pudieron llegar a tres postemporadas pero lo que realmente queda en el recuerdo de todos son los grandes
partidos que disputaron y que tanto hicieron disfrutar a sus seguidores. “El primer año, con puros novatos, logramos meternos a cuartos de final, donde
las Panteras del Metropolitano nos dieron una buena
paliza. Pero fue una experiencia inolvidable.
”Uno de mis sueños se cumplió en el segundo
año, cuando nos enfrentamos a un politécnico. Finalmente nos ganaron 42 a 33, pero fue un hermoso jue-
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nuestra gente
go y que me llenó de orgullo por la entrega de mis jugadores; incluso el gran Clemente Carmona, entrenador
del equipo rival, me felicitó por el desempeño al finalizar el juego. Dos años después, jugando en contra
de los famosos Cheyennes de la vocacional 2, el Tec de
Saltillo logró su triunfo más apabullante frente a un
equipo del Politécnico: 61 a 0. No le quiero quitar valía al triunfo, aunque debo reconocer que ellos venían
con muchos novatos porque acababan de ascender a
Liga Mayor, pero aun así, había que hacer tantos puntos sin encajar ninguno”.
Pero las exigencias eran cada vez mayores y
llegó el momento de cerrar la participación en la ONEFA. Por una parte, económicamente era inviable para
el Tec seguir con el equipo, pues los gastos aumentaban año con año; por otra, el nivel de exigencia académico para el jugador, al entrar más carreras, era
mayor, y por desgracia los horarios de clases no ayudaban mucho para que los entrenamientos rindieran.
Comenta nuestro entrevistado que a veces el chico
estaba en clases de siete de la mañana a siete de la
tarde; de ahí tenían que ir a entrenar, saliendo muy tarde, dejando al joven extenuado y prácticamente sin
vida social. “Frank González, entrenador de Borregos
y amigo mío, me dijo que los chicos en esas condiciones no rendían ni al 60%. Y la preocupación no es sólo
que no rinda deportivamente, sino que se pueden lesionar. En el Tec de Monterrey a las tres de la tarde ya
se han acabado las actividades académicas, teniendo
toda la tarde para entrenar y a las siete ya están libres
para hacer lo que quieran. Además, para jugar en Liga
Mayor hace falta que el muchacho dedique sus vacaciones de verano al entrenamiento, junio, julio y
agosto. Aquí no podíamos porque muchos de ellos
trabajaban en verano para pagar sus colegiaturas. El
último partido lo jugamos contra la Metropolitana de
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Agustín García Ramos
México, y sólo pude llevar 27 jugadores, y algunos tenían que repetir posiciones. Así no se podía seguir”.
Fue una decisión difícil pero que había que tomar. Nos confiesa que aunque siempre se quiere más
—más entrenadores, más fisioterapeutas…— no se
puede quejar del apoyo que ha recibido todos estos
años de parte de las autoridades del Tec. El profesor
Arreola (q.e.p.d.), quien para nuestro entrevistado
ha sido uno de los deportistas más completos que ha
conocido en su vida, definió a don Agustín en una de
sus columnas como “el último Burro Pardo”, por su
amor a los colores del Tec.
Cuestionado sobre el por qué del nombre de
Burros Pardos, don Agustín nos dice que posiblemente se deba a que como el Tec nació bajo el amparo del
Politécnico —incluso los colores guinda y blanco coinciden en ambas formaciones— y a los del Politécnico
se les conocía como Burros Blancos, para no parecer
que se estaban copiando, cambiaron el blanco por
el pardo. “Tal vez quien pueda saber con seguridad
sea el ingeniero Corrado Roca, fundador del equipo y
gran amigo que siempre le ha sido fiel al Tec. Respecto a los colores, yo introduje una indumentaria gris,
que a unos gustó y a otros no, pero que es algo muy
común en Estados Unidos, donde a veces los equipos
tienen hasta tres indumentarias distintas”.
En la actualidad, después de superar tres años
de ostracismo por culpa de una directora a la que
no le gustaba el futbol americano, y después de haber vuelto a jugar en la liga local, los Burros Pardos
del Tec de Saltillo participan en una liga que tiene su
sede en Monterrey. “Es una liga donde compiten 16
equipos, divididos en dos grupos de ocho; nosotros
estamos con los siete grandes, donde está Ingeniería
Mecánica, Leyes, Odontología, Ingeniería Civil… Somos el único equipo invitado y es un reto para noso-
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tros. Los partidos son, la mitad más uno, en Monterrey, los demás aquí en Saltillo”.
Algo más que un entrenador
A pesar de todo lo logrado en el campo de lo estrictamente deportivo, los trofeos que más importan a
don Agustín son aquellos que tienen por vitrina su
corazón y que pertenecen al ámbito de las relaciones
personales. “Algo que me hizo ver mi esposa y que
quizás yo no había percibido por estar dentro de mi
burbuja laboral, es que los muchachos que tengo actualmente en el equipo, muchos son hijos de mis primeros jugadores. Es como si fuera el abuelo de ellos”.
Hacer el papel de padre ha sido algo muy común para nuestro entrevistado; siempre lo ha hecho
de manera desinteresada y poniendo todo el cariño
y la comprensión, sabiendo que antes que jugadores
son seres humanos. “Vienen buscando apoyo y consejo, que porque sus padres se van a separar, o porque
han dejado embarazada a la novia, o porque los tronaron en los estudios... Muchos vienen llorando, desesperados. A veces me han dicho que por qué ayudo
a alguien que no está dando el tope en sus estudios,
pero yo les hago ver que a veces no es porque ellos
no quieran, sino que hay circunstancias externas que
afectan y mucho el desempeño de los muchachos”.
Gracias a esa labor hoy puede presumir de
haber pasado por situaciones que le llegaron muy
dentro: “Una vez se me acercó la mamá de un guard
ofensivo muy agresivo en el campo; lo malo es que
esa agresividad la trasladaba también a la casa. Me
dijo que gracias a un consejo que yo le había dado
al muchacho, éste cambió su actitud y no se había
echado a perder. Quería conocerme en persona para
32
Agustín García Ramos
Uno de los grandes jugadores a los que
ha dirigido, Humberto Perrito García.
agradecerme, pues según ella, había hecho por aquel
joven mucho más que su mismo padre.
”Otro día, en la graduación de uno de mis hijos,
se me acercó un joven que había sido jugador mío y
que ya por aquel entonces era millonario pues poseía
una cadena de restaurantes de comida de mar. Casi
me hizo llorar con las cosas que me dijo, y me invitó a
comer en sus locales si alguna vez iba por los rumbos
donde estaban éstos, y a que lo visitara en su casa”.
Muchos de sus muchachos, ya hombres, lo llaman para saber cómo está; todos recuerdan que para
no decir maldiciones, los llamaba “brujas malditas
del demonio”. Algo que quizás no ha hecho el Tec
es dar un mayor seguimiento a los egresados, y pone
33
nuestra gente
como ejemplo el Ateneo o la misma Narro, donde
hay convivencias de generaciones pasadas muy a menudo.
Reconoce que no le gustan los homenajes, entre otras cosas porque es de lágrima fácil, y no puede
olvidar que el mayor homenaje lo recibió de parte
de quienes habían sido sus enemigos más acérrimos:
“La ceremonia fue en el Ateneo, en aquellos años en
los que el Tec se había quedado sin equipo por decisiones ajenas al deporte. Estaba realmente abatido y
aquel homenaje auspiciado por quienes habían sido
mis enemigos en la cancha, aquel reconocimiento a mi
labor, me llenó de tremendo orgullo”.
También lleva grabada con letras doradas en
su memoria el reconocimiento que el Club Corsario
le hizo en 1989 cuando bautizó con su nombre a su
campo, uno que se encuentra en la colonia Dolores.
Era un club que pertenecía a la AFAIS (Asociación de
Futbol Americano Infantil de Saltillo); varios de los
directivos habían sido jugadores del Tec y querían
agradecerle a don Agustín la ayuda que les prestó
cuando envío a jugadores en activo pertenecientes al
Tec para que fungieran de entrenadores de los niños.
Aprovechando que salió a colación la AFAIS durante la conversación, nuestro entrevistado quiso hacer un pequeño repaso histórico de dicha asociación,
a la vez que apuntar una crítica constructiva sobre un
asunto que cree de vital importancia: “La AFAIS fue
fundada en 1973 por valiosas gentes como el padre
Chapo, el coach Jorge Castro, Carlos Ayala y otros más.
Al principio fueron solo dos clubes: los Boxers y las Águilas. En la actualidad son alrededor de 15 equipos, y
ha sido y es un gran semillero del que se surten los
equipos del Tec, la Narro y demás. La labor es encomiable y tienen todo mi respeto y apoyo.
34
Agustín García Ramos
”Sin embargo hay un punto donde discrepo con
ellos, algo que ya he denunciado en columnas cuando
escribía en el periódico: no creo que sea conveniente equipar a los niños desde los cuatro años como
se hace aquí en Saltillo. Y no es una queja arbitraria: alguna vez hablando con el coach Jacinto Licea,
de Águilas Blancas, en congresos a los que asistía a
la ciudad de México cuando el Tec jugaba en ONEFA,
me decía que ellos equipaban a los niños a partir de
11 años, porque consideraban que se podía dañar no
sólo su físico sino también su mente, creando en el
niño complejos e inseguridades. El niño de cuatro
años todavía no tiene claros los conceptos de ganar
y perder, quiere divertirse y no que alguien lo aplaste, porque no sabe qué está pasando. Una solución
es jugar tochito, con bandas y donde no se golpean.
Tienen que desarrollar con esa edad habilidades motrices, destrezas... no aprender a golpear”.
Y para terminar de hablar de una de sus pasiones, del futbol americano, una reflexión profunda
y sincera: “Se puede decir que el futbol americano
es un deporte ‘injusto’: a Liga Mayor llegan los muchachos con 18, con 20 años como máximo, y a los
24 años ya tienen que dejar de jugar. En ese sentido
es muy frustrante para un muchacho porque además
los entrenamientos han sido muy duros y los sacrificios muchos. Hablar de jugar en la NFL es casi una
utopía. Por ejemplo, en el Tec de Monterrey estaba
un chavo llamado Ramiro Pruneda, con 154 kilos,
rápido, un monstruo en la liga mexicana, pero que
estuvo en Kansas en el equipo de entrenamiento. Tenemos el caso de Cantú, que empezó a despuntar con
Cardenales pero una lesión de rodilla le fastidió su
carrera y ahora se dedica a dar clínicas por todo el
país. Y son dos ejemplos de muchos miles. Además
es casi imprescindible jugar siempre acompañado: en
35
nuestra gente
el baloncesto puedes jugar tú solo a tirar a canasta,
y hasta el mismo futbol se puede jugar con la pared
como compañero. En el americano sería muy aburrido jugar solo”.
Periodista por accidente
Con apenas 20 años y por las circunstancias ya conocidas, tuvo que ponerse a trabajar para poder ayudar a su familia. Se le esfumaba el sueño de estudiar
una ingeniería, pero fue algo que asumió como una
obligación para devolver algo de lo mucho que sus
padres habían hecho por él toda su vida.
Sin él saberlo, cuando empezó a publicar La
Burrita, una revista estudiantil en la que prácticamente hacía de todo y que se distribuía en el Tec, estaba
marcando su propio destino. Fue su mejor amigo de
la adolescencia y vecino de la calle Álvarez, José María Gil, alias la Flecha, quien lo invitó a trabajar en El
Sol del Norte, pues andaban buscando un reportero
de deportes y La Burrita podía servir de aval para
que le dieran el puesto. José María, que trabajaba en
la prensa del periódico para ayudarse, lo presentó al
director, el señor Nacho Rosillo y lo contrataron, aunque eso es un decir, porque no tenía sueldo. Sólo después de dos meses y ante las presiones de su padre al
director de El Sol del Norte, empezó a cobrar un ínfimo sueldo. Sin saberlo, aquel mes de marzo de 1956
había entrado a lo que sería su segundo —o tercero
si consideramos también el Tec de Saltillo— hogar:
estuvo laborando en ese periódico hasta 1989.
El jefe de deportes cuando él entró era Faustino Rodríguez Paquín, un periodista de escritura amena y que tenía también una columna en Sociales llamada “Por Victoria”. Se llevaba muy bien con él y fue
36
Agustín García Ramos
En una entrevista al Lic. Antonio Padilla
Segura, director general de Altos Hornos.
su ayudante hasta que don Faustino se fue a Tampico
y nuestro entrevistado se quedó como jefe de deportes.
Recuerda que el primer evento que tuvo que
cubrir fueron unos juegos de tenis que se celebraron
en unas pistas que se encontraban en la calle Victoria
y que eran conocidas como las canchas de Hacienda.
Pero la verdadera prueba de fuego fue a los pocos
meses de iniciar sus labores, cuando lo mandaron a
cubrir una corrida de toros: “A mí nunca me habían
gustado los toros y por lo tanto no le entendía. Así
que hablé con Guillermo López Gómez, un colaborador del periódico y gran entendido, para que me
acompañara a la corrida y me fuera explicando qué
iba pasando. Fue una tarde memorable, se cortaron
37
nuestra gente
nueve orejas y dos rabos. Alternaron Alfredo Leal,
Humberto Moro y Calesero, con toros de la ganadería
de Ramiro González. Recuerdo que aquella corrida
fue en la antigua plaza Armillita, que estaba al norte
de la ciudad, en la antigua Villa Olímpica. Dirigía ya
el periódico don Carlos Herrera, y la corrida se enmarcaba dentro de una temporada taurina que El Sol
del Norte, junto con el ayuntamiento de Saltillo, estaba llevando a cabo para recaudar fondos, y a la que
asistieron toreros muy famosos como El Cordobés,
Mondeño (el rey del toreo vertical, porque era muy
alto), y el gran ídolo de Saltillo, Alfredo Leal, a quien
apodaban El príncipe del toreo y que siempre vestía
de verde y oro. Me tardé como cuatro horas para hacer la crónica de la corrida, porque Guillermo López
me había dicho que para escribir de toros había que
Entrevistando al maestro de maestros, Fermín Espinoza Armillita.
38
Agustín García Ramos
tener algo de poeta, ir al por qué de las cosas. Batallé
mucho, pero le agarré el gusto al toreo”.
Su ascenso dentro de El Sol del Norte comenzó
cuando se quedó como jefe de deportes al irse don
Faustino a Tampico, y ya no cesó. Con el tiempo fue
nombrado jefe de redacción, sin dejar de ser jefe de
deportes, y finalmente en 1988 fue ascendido a subdirector editorial, un nombramiento que tiene su historia curiosa: “En aquellos años había llegado al periódico don Ricardo Mendieta como director; venía de
Aguascalientes y era conocido mío. Yo seguía siendo
jefe de redacción. Desde la universidad de Oklahoma
me llegó una invitación para asistir a un campus de
los Sooners, el equipo de futbol americano de la localidad. Se puede decir que fueron mis primeras vaca-
En El Sol del Norte, acompañando a los matadores Antonio
Campos el Imposible, Pepe García el Estudiante, Mauro
Liceaga y el novillero saltillense Héctor Güero Domínguez.
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nuestra gente
ciones en más de 30 años. Me fui en mi carro. Regresando, recuerdo que me encontré con un vecino mío
que trabajaba como chofer del periódico y me habló
de usted, lo que me extraño muchísimo porque siempre nos tratábamos de tú. Cuál no sería mi sorpresa
el lunes en el trabajo pues al llegar a mi despacho vi
en la puerta de éste un rótulo nuevo con la leyenda
Subdirector Editorial. Me habían nombrado estando
yo en Oklahoma.
”Don Ricardo era un hombre muy trabajador,
que no le rehuía a la lucha. Por aquel entonces llegó
a Saltillo el periódico Vanguardia, y como es lógico
le echaron todos los kilos para derribar al líder, que
era El Sol del Norte. Sin embargo, desde la matriz de
México no se nos apoyó y don Ricardo terminó renun-
Entregando un ejemplar de El Sol del Norte al presidente de
la República, Gustavo Díaz Ordaz, en su visita a Saltillo.
40
Agustín García Ramos
ciando. Lo más lógico era que yo tomara el mando de
la dirección, pero mandaron a otro y yo renuncié porque consideraba que después de 33 años de servicio
merecía la oportunidad de ser director, uno de mis
sueños. Sólo me quedé dos semanas para ayudar al
nuevo director a que se pusiera al día, al cabo él no
tenía culpa de nada”.
El talento de don Agustín no pasó desapercibido y al poco tiempo Vanguardia le ofreció un puesto
como subdirector; recuerda que en dos meses cobró
casi la misma cantidad que había percibido como finiquito de El Sol del Norte por más de 30 años de servicio. Lo que más le impresionó del nuevo periódico
fueron las ganas de trabajar, y las nuevas tecnologías
que manejaban. No estuvo mucho tiempo en Vanguardia porque tuvo que renunciar para operarse un
problema que tenía en los pies, y cuando se recuperó,
el Tec le ofreció mejoras en su contrato que lo desahogaban económicamente, con lo que pudo dejar el
trabajo de Vanguardia y tomar un merecido descanso. Con tristeza, nuestro entrevistado comenta que
finalmente El Sol del Norte no aguantó la pujanza del
nuevo periódico y terminó desapareciendo a finales
de la década de los 90. Todavía guarda como oro en
paño una edición final del que fue su hogar laboral
por tantos años.
Sin embargo, su deambular por los diarios
locales no había terminado aún. Llegó a Saltillo el
periódico Palabra y con él una nueva oferta a nuestro entrevistado para que trabajara como consejero
editorial de la sección de deportes. “Me invitó David
Brondo, que curiosamente fue el director que llegó a El
Sol del Norte cuando yo renuncié. Fui consejero fundador de la sección Marcador, que después pasó a
llamarse Cancha, aunque ese término no me gustaba porque daba a entender que sólo se iba a hablar
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nuestra gente
de futbol. Tenía una columna que se llamaba ‘Punto y aparte’, y seguía con las crónicas, aunque cada
vez me daban menos espacio, por lo que mitad en
broma mitad en serio, les decía que me cortaban la
inspiración, porque a mí siempre me ha gustado cerrar fuerte y con tan poco espacio era imposible. Por
suerte también hacía reportajes especiales: uno muy
celebrado fue el que realicé sobre las señas en el béisbol, o aquel otro en el que hablaba de la invasión de
entrenadores y mariscales de campo negros en la NFL.
Uno que se me quedó en el tintero por desgracia es
el que pensaba escribir sobre la forma en que la liga
mexicana explota a sus jugadores y cómo muchos de
ellos, como el gran Agustín Bejarano, acaban sus días
pidiendo limosnas en la calle. En la actualidad mato
el gusanillo de la escritura en tacleo.com, un portal
de internet en el que me invitaron a participar y del
que sólo recibo, y no es poco, la satisfacción de escribir y que me lean. Mi columna se llama ‘Yarda 50’”.
Crónicas deportivas de ayer y de hoy
“La crónica deportiva hoy en día es más fría porque
se lucha contra el tiempo y contra el espacio. En mi
época, a mis colaboradores, entre los que se encontraban mi hermano Chago y Carlos Fuentes Aguirre,
grandísimos reporteros, yo les pedía un análisis profundo del resultado, que dijeran por qué sí o por qué
no había ganado un equipo; si había influido el árbitro en el marcador, por ejemplo, se decía sin ningún
reparo. Ahora la crónica es más fría y menos analítica, y no porque los periodistas no sepan, sino porque
los periódicos tienen ahora 10 o 12 secciones y no
hay espacio físico para hacer un análisis detallado de
nada. Antes sólo estaban las secciones de local, in-
42
Agustín García Ramos
ternacional, sociales y deportes. Pero bueno, así es el
nuevo periodismo”.
Hace memoria y nos dice que él era muchas
veces el último en cerrar edición, porque hasta que
no tenía todos los resultados de la liga mexicana de
béisbol, sobre todo a partir del 70 cuando entraron
los Saraperos, no lo hacía. Como no tenía servicio de
resultados, se apoyaba en su amigo Infante, quien
desde Monclova y vía telefónica le iba dando los marcadores de los distintos juegos; hacía hasta las crónicas del juego, sin haberlo visto, pero guiándose por
el marcador y los datos estadísticos, y hasta ponía
una foto del jugador destacado (cuando venían los
equipos a jugar a Saltillo, le pedía a sus fotógrafos que
hicieran una foto de todos los jugadores, para así tenerlas como archivo).
El Sol del Norte era un periódico que no contaba con muchos medios de agencias para estar al día;
ahí tenía don Agustín la excusa perfecta para que las
notas de deportes fueran escuetas o se centraran sólo
en las noticias de lo que acontecía en Saltillo y sus
alrededores. Sin embargo, era tal la pasión que ponía en su trabajo que incluso involucraba a sus hijos
para tener a los lectores bien informados y para que la
sección de deportes luciera atrayente. “Mis hijos me
avisaban de noticias que ellos veían en la televisión
o en el sistema de cable: ‘Papá, acaba de fichar Jim
Plunkett por los Raiders’. Entonces yo hacía la crónica, mi hijo venía con una revista donde venía la foto
del jugador y la poníamos en la sección de deportes.
Era algo que ocurría casi todos los días. También era
la razón por la que compraba tantas revistas de deportes, para poder tener el mayor número de fotografías que me pudieran ayudar a ilustrar una noticia.
Recuerdo una fotografía muy famosa que le hicieron
a Steffi Graf, durante un servicio, y que está tomada
43
nuestra gente
desde arriba: cuando ganó Wimbledon la use para la
nota”.
Es por eso que el periodismo deportivo, sobre
todo el que ofrecen los periódicos no especializados,
deja a nuestro entrevistado tan indiferente. Confiesa
que le gustaría volver, para escribir o para asesorar,
porque comenta que ha llegado a ver la crónica de un
juego de Saraperos en la sección de Internacional, y
eso es algo inadmisible. Exhorta a la gente a quejarse,
a pedir calidad en lo que lee, para que los diarios se den
por aludidos y hagan periodismo de calidad.
Con el inmortal Beto Ávila, recién nombrado
presidente de la Liga Mexicana de Béisbol.
44
Agustín García Ramos
Eventos deportivos que dejaron huella
No cabe duda del efecto catártico que producen en el
pueblo las victorias deportivas de quienes los representan, ya sea como nación, estado o ciudad. Y en Saltillo, una ciudad con alma de pueblo, donde todos se
conocen (o por lo menos hasta hace muy poco tiempo
era así) y se comparten a la par penas y alegrías, no
iba a ser distinto.
El primer evento que viene a la cabeza de nuestro entrevistado cuando le preguntamos por el mayor
logro deportivo acaecido en esta ciudad, no tiene que
ver exactamente con una hazaña deportiva en sí, aunque la relevancia para la ciudad fue mayúscula: “El
arribo a Saltillo de la Liga Mexicana de Béisbol, en
1970, marcó un hito en la ciudad. Desde un año antes
y por órdenes de nuestro director, el señor Escamilla,
en El Sol del Norte habíamos iniciado una campaña
con encuestas, secciones de preguntas y respuestas...
para ir calentando el ambiente. Cuando se iba a dar la
noticia en México, los directivos me invitaron al viaje
y El Sol fue el primer medio en confirmar la buena
nueva; eso fue a finales del 69, formándose el equipo
en un draft. Sé que habrá nombres que se me queden en la memoria y pido perdón de antemano, pero
no puedo dejar de recordar a grandes personas que
estuvieron detrás del sueño de Saraperos y que lo hicieron posible: el motor de todo, don Jorge Torres
Casso, los hermanos López del Bosque, Eleazar Galindo, Gustavo Lara, Eustolio Valdez...
”Trajeron a Tomás Herrera como mánager gerente y después de un lógico inicio como sotaneros,
metieron dinero y como vulgarmente se dice, hicieron un trabuco. Desde entonces se les conoce como
el Coloso del Norte”.
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nuestra gente
La final perdida contra los Charros de Jalisco
después de ir ganando la serie final por 3 a 0 y perderla
por 4 a 3, hizo mucho daño a nivel anímico e institucional; el “ya merito” caló entre los aficionados, y
era como si una maldición a lo Babe Ruth pero en
plan sarapero se hubiera instalado en el equipo, año
tras año teníamos que ver cómo era otro club y otra
ciudad quienes disfrutaban de las mieles del triunfo.
Afortunadamente en el 2009 se rompió el maleficio y
Saraperos logró su primer entorchado de Liga Mexicana; y como queriendo compensar a los aficionados
por tantos y tantos años de penurias, en 2010 repitió
hazaña. “Y esperemos que no sea el último campeonato... y que lo vean estos ojos”.
De la tan mentada serie final de 1971 contra
los Charros de Jalisco, don Agustín tiene una anécdota que quiere compartir: “Recuerdo que al ganar el
tercer partido, todos los titulares eran más o menos
parecidos: ‘A punto’, ‘Antesala del título’... A mí se me
ocurrió ‘La champaña está en el hielo’, y fue muy celebrado por compañeros y público. Desgraciadamente
se volvió en contra mía pues en el séptimo juego, ya
con Charros arriba en el marcador, el comentarista
se acordó de mi titular y dijo que la champaña se nos
iba a hacer vinagre”.
Otro de esos eventos inolvidables ocurrió en
1968, cuando un equipo juvenil que había ganado el
nacional en Matamoros acudió a Nicaragua al Campeonato Iberoamericano. A la cabeza del equipo estaba don Mario Nakasima, compadre de don Agustín
y según palabras de éste, “personaje injustamente olvidado a quien no se le han hecho los homenajes suficientes por todo lo que hizo por el deporte”. Resulta
que estando ya en Nicaragua el señor Nakasima llamó
a su compadre para decirle que ya se le había acabado el dinero, que por favor lo ayudara. Rápidamente se
46
Agustín García Ramos
puso manos a la obra nuestro entrevistado, metió una
nota, y un cupón de ayuda para aceptar donativos
para la causa. El licenciado Shubert de XESJ pidió unirse a la causa y en un día reunieron más de 20,000 pesos que mandaron a Nicaragua. “Aunque no llegaron
a la final porque el ampayeo estuvo muy del lado del
equipo de Managua en la semifinal, el recibimiento
que se le hizo al equipo, yo sólo lo equipararía al que
el pueblo de Saltillo le dispensó años antes a Pedro
Infante: la calle Victoria, la Alameda, todo lleno de
gente que vitoreaba a sus muchachos. Fue algo muy
emocionante”.
De menor calado social pero no menos importantes fueron los recibimientos que tuvieron los niños campeones nacionales del Colegio Zaragoza, al
mando del profesor Manuel de Jesús Morales, y los
muchachos que ganaron un regional de futbol conseguido en Guadalajara, entrenados por el profesor
Homero Cárdenas. Ambos entrenadores eran muy
amigos de nuestro entrevistado.
A nivel personal, el juego más emotivo que
recuerda don Agustín fue uno de Saraperos contra
Unión Laguna, a mediados de la década de los 70,
que daba el paso a un segundo play off, y que se resolvió con un home run de Andrés Mora. “Más allá
de la importancia en sí del batazo y el paso a la siguiente fase, en mi crónica reflejé que fue el día en
que Saltillo recuperó la afición. ¿El motivo? La gente
se quedó aplaudiendo de pie, fue algo histórico. Antes, en la séptima entrada solían empezara desfilar, o
bien porque estaba resuelto a favor o bien porque no
había posibilidades de victoria. Pero ese día la gente
se quedó a aplaudir después del juego.
”En mi mente también está el juego que posiblemente hizo que me decantara por jugar futbol
americano: fue un partido jugado en Monterrey entre
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nuestra gente
Con Preston Gómez, mánager de los Padres de San Diego.
los Bulldogs de la Normal de Monterrey contra los
Buitres de la Narro, el equipo que llegó al tricampeonato de la Liga Mayor del Norte. Ganaron los Buitres
106 a 0. Jugaba con ellos el mejor mariscal de campo
que he visto nunca a nivel local, un chilango que trajeron becado de nombre Rafael García, el Pingüino. El
jugador más completo también era de la Narro: Ruiz
Esparza, el Belindo, que jugaba de receptor, pateador,
de todo”.
Otra visión del fatídico trenazo
El 4 de octubre de 1972 es una fecha parteaguas en la
historia reciente de Saltillo: cerca de la medianoche,
un tren abarrotado de pasajeros que venían de una
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Agustín García Ramos
peregrinación a Real de Catorce se descarriló cerca de
Saltillo, en el llamado Puente Moreno. Mucho se ha
hablado y escrito sobre ello, pero queríamos tener la
versión de la persona que avisó a las autoridades, don
Agustín García, nuestro entrevistado. “El Sol del Norte
fue el enlace para que empezara a llegar la ayuda. Yo
estaba solo en la redacción y recibí una llamada del
ayudante del superintendente explicándome lo que
había ocurrido en Puente Moreno; me pidió que diera
aviso a las autoridades y así lo hice. Llamé al alcalde,
el profesor Arturo Berrueto, y él llamó al ingeniero
Eulalio Gutiérrez, gobernador del estado. Yo, por mi
parte, avisé a mi jefe de redacción, que me dijo que
iba para allá, y a mi director, que se encontraba en
Monterrey y que me pidió que lo esperara en el periódico. Al llegar nos dirigimos al lugar del accidente y la
escena era dantesca: había vagones ardiendo, un olor
a carne quemada insoportable y se escuchaban los
gritos de las personas que estaban atrapadas dentro de
los compartimentos. Mi director me dijo que nos fuéramos de allí. Llegamos al periódico y paramos todo;
cuando llegó el jefe de redacción escribió la crónica
y salió la noticia en primera plana, con fotos y todo.
Al día siguiente sacamos un extra que impuso récord
de ventas en Saltillo: 21,000 ejemplares se llegaron a
vender, cuando lo normal era vender 7,000. Lástima
que fuera por este motivo tan penoso. Recuerdo que
el fotógrafo Adolfo González Saco ganó varios premios internacionales por la foto central del extra.
”Se manejó una cifra oficial de 250 muertos, pero
la gente aseguraba que fueron más de mil los que perdieron la vida en esa tragedia. Hubo casas que quedaron
abandonadas, con los focos prendidos para siempre,
porque todos los moradores perdieron la vida en el
trenazo. Era difícil encontrar una casa en Saltillo que
no estuviera de duelo; recuerdo con claridad a un se-
49
nuestra gente
ñor que vendía tacos rojos en la plaza San Francisco:
nunca más volvió.
”Le echaron la culpa a la tripulación pero ya
casi nadie duda de que fue fallo mecánico. Un amigo
mío venía en el tren como fogonero, la Sombra Espinosa; él saltó cuando vio lo que iba a pasar y quedó
inválido. Cuando fui jefe de redacción le mandé hacer
una entrevista a página completa donde relató lo sucedido como él lo vivió”.
La familia, pilar donde todo descansa
De los pueblos mágicos sólo pueden salir personas
mágicas. Eso es lo que puede decir don Agustín de
doña Cristina Cárdenas Treviño, la parrense que comparte su vida desde hace más de 47 años. “La conocí en
un juego de béisbol; yo jugaba en el equipo de El Sol
del Norte y nos enfrentábamos a la Academia Coahuila, en el antiguo Estadio Municipal de Saltillo. De repente miré a las gradas y ahí estaba ella, guapísima.
La academia quedaba cerca del periódico y a partir de
aquel día cada vez que pasaba por allí hacía por verla;
un compañero de trabajo que también estudiaba en
la academia hizo de intermediario, hasta que poco
a poco fuimos conociéndonos y nos hicimos novios.
Hablamos del año 1962; yo tenía 26 años y ella 18”.
Fue un noviazgo corto, pues al año se casaron
en una de las iglesias del precioso pueblo de Parras
de la Fuente, en un día lluvioso, que si le hacemos
caso al saber popular, fue una bendición para la novia, pues reza así el dicho: “Novia mojada, novia afortunada”. Desgraciadamente a quien la lluvia le jugó
una mala pasada fue a la mamá de nuestro entrevistado, pues por culpa de la lluvia tuvo un accidente y
se fracturó el fémur.
50
Agustín García Ramos
Este incidente hizo que el nuevo matrimonio
viviera en un principio en la casa que los padres de don
Agustín tenían en Saltillo, pues querían cuidar de
ella. “El comportamiento de mi esposa fue ejemplar.
Antes de casarnos ella se recibió de la academia, y
estuvimos hablando sobre la conveniencia de vivir en
Parras o en Saltillo. El accidente de mi mamá fue el
empujón definitivo para que nos viniéramos a la capital. Cristina se comportó con una madurez increíble
para lo joven que era, y no tengo más que palabras
de agradecimiento por su actuar. Desgraciadamente
mi mamá nunca curó bien del todo y murió 11 años
después, aunque con la satisfacción de ver nacer a su
nieta, nuestra hija María Cristina”.
La bendición de los hijos pronto llegó al hogar
de los García Cárdenas; además, cuando lo hizo, el
Familia de don Agustín: su hija María Cristina, su esposa Cristina
Cárdenas, y sus hijos Luis Alberto, Agustín y Sergio Alonso.
51
nuestra gente
flujo fue constante, pues los hijos nacieron prácticamente uno detrás del otro. La primogénita fue María
Cristina, quien tiene en la actualidad 45 años, estudió
Derecho, aunque le faltó un año para recibirse, y se
casó con un guitarrista, Sergio Alvara. Tienen tres hijos: Ingrid Cristina (22), a punto de recibirse del Tec
como licenciada en Administración de Empresas; Paola Alejandra (17), quien está en Alemania estudiando
gracias a una beca de intercambio y que le cantó las
mañanitas a su abuelo por teléfono y en alemán, y
Ángel (6), un niño muy buscado por los padres.
El siguiente en la lista es Agustín (44), que
estudió en el Tec Ingeniería Industrial en Producción.
Se casó con Patricia de la Vega; tienen dos niños,
Agustín y María Fernanda. “Llegó a ser jugador a mis
órdenes cuando estudió en el Tec”.
Luis Alberto (43) es el tercer hijo de don Agustín. Estudió Derecho en la UAdeC, actualmente trabaja en los juzgados, es soltero y muy deportista. “Le
encanta jugar al tenis, y los fines de semana, si lo
quieres ver, hay que ir a buscarlo a las canchas del
Britania pues se puede llevar seis o siete horas jugando tenis”.
Y el benjamín de la familia es Sergio Alonso,
quien al igual que su hermano Agustín se graduó
como ingeniero industrial en producción del Tec Saltillo. Unió su vida a la de Gabriela Yeverino y tiene
tres hijos: Sergio, Diego Armando y Yuliana.
Sobra decir que son todo su orgullo.
Para don Agustín, la familia es su verdadera
razón para vivir, e incluso nos dice “que hay que matarse trabajando para que la familia viva”. Y a fe que
siempre ha predicado con el ejemplo. Hasta ahora
le hemos conocido dos trabajos: el de entrenador de
Burros Pardos del Tec y el de periodista. Asómbre-
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Agustín García Ramos
Don Agustín con su esposa y sus cuatro hijos.
se, pero nuestro entrevistado compaginó por 33 años
esos trabajos con el de dar clases de educación física
en la Escuela Federal núm. 1. Finalmente renunció en
1997.
Aunque no se arrepiente de nada, lamenta no
haber disfrutado más de su esposa e hijos, y él está
eternamente agradecido a su querida Cristina porque
fue una madre ejemplar que supo educar maravillosamente a sus hijos; además siempre contó con su
apoyo y sus consejos oportunos. Mientras, nuestro
entrevistado trabajaba de lunes a domingo, y solo tenía siete días al año de vacaciones. Eso sí, esos días se
desquitaba, y pasaban todo el día juntos: iban al cine,
hacían carne asada, jugaban al tenis, se daban una escapadita por el campo... Nos confiesa que resarce con
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nuestra gente
Participación con el contingente de la Secundaria
Federal núm. 1 en un desfile del 20 de Noviembre.
sus nietos todo lo que no pudo vivir con sus hijos, y
que para poder llevar el ritmo de trabajo que llevó,
lo que más le sirvió fue el ejemplo de trabajo que su
padre le dejó.
Un pequeño collage para
conocer mejor a don Agustín
Don Agustín, después de toda una vida de esfuerzo,
sabe que el tiempo es oro; así que, aunque su ritmo
de vida se haya vuelto más pausado, se levanta muy
temprano para aprovechar al máximo el día. A las
siete de la mañana ya se le puede ver deambulando
por la casa. Le gusta ver algo de televisión durante
el desayuno, y alrededor del mediodía se va al Tec
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Agustín García Ramos
Con gran parte de su familia durante un viaje de placer.
para arreglar asuntos administrativos que siempre
surgen. Se considera un hombre hogareño y le gusta
comer siempre en casa, con la familia, y dos horas al
día están completamente dedicadas a entrenar a sus
queridos Burros Pardos.
Una de sus grandes aficiones es el cine: “Tengo
más de 700 casetes VHS, más de 700 Beta y unos 120
DVDs. Aunque me considero cinéfilo de corazón, de
hueso colorado era mi papá y lo sigue siendo mi hermano Chago”. De Hollywood le gustan las clásicas de
vaqueros, las de John Wayne, Stewart Granger, James
Stewart. Y tiene una gran predilección por las películas mexicanas de charros: “Para mí los grandes ídolos
han sido Jorge Negrete, Pedro Infante y Luis Aguilar.
Mi ‘relación’ con Luis Aguilar ha sido muy curiosa: al
principio me caía un poco gordo, y sin motivo algu-
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no. Era un artista que venía seguido a Saltillo porque
el director de la Narro lo contrataba para los bailes
de graduación; yo sólo lo vi una vez en la Sociedad
Manuel Acuña. Sin embargo todo cambió un día en
que estaba con mis amigos en el cine Palacio viendo
el estreno de El gallo giro; casi al final le da un beso a
Carmelita González y uno de mis amigos dijo ‘hasta
que por fin te conocemos una con zapatos’. Y es que
por lo visto, me parecía físicamente a Luis Aguilar. En
ese momento como que me empezó un sentimiento
de empatía que ya no me iba a abandonar. Algo muy
simpático nos pasó cuando una sobrina que criamos
nosotros, viendo la televisión llamó a voces a mi esposa, diciendo que en el 16 estaba el Toto Papi (así
me decía) en calzones: era Luis Aguilar en la película
A toda máquina cantando ‘Rancho alegre’ con una
escoba en la mano”.
Reconoce que no era el mejor cantante de los
tres, pero lo que le gustaba es que nadie llevaba el traje
de charro con el mismo porte. Cuando quiso hacerle
una entrevista, la mala suerte se cebó con don Agustín: gracias a su hija había conseguido una cita con
Luis Aguilar, coincidiendo con un juego del equipo en
México. Cuando terminó éste, despachó a los muchachos y se dispuso para ir a la entrevista. Pero antes de
llegar a la casa de Luis Aguilar, recibió una llamada
de su hija dándole la noticia de que éste había muerto
una noche antes. Fue un mazazo para nuestro entrevistado, porque moría uno de sus ídolos. Ahora, cada
vez que en Radio Concierto su amigo Enrique García
del Bosque pone música de Luis Aguilar, siempre se
la dedica.
Aunque en general le gusten las películas del
oeste y de charros, tiene sus predilectas (que no son
precisamente de este género): “Mi película favorita de
todos los tiempos es Ben-Hur, que ganó más de diez
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estatuillas de los Oscar. También disfruto mucho de
Doce hombres en pugna, con Henry Fonda. Una película del Indio Fernández, Enamorada, con Pedro Armendáriz y María Félix también viene a mi memoria como de
mis favoritas; y El escapulario, dirigida por el español Servando González, cuyo marco es la Revolución mexicana y
que tiene una trama y un final increíbles”.
Mención especial hace nuestro entrevistado de
aquellos títulos que reúnen en sí mismos dos de sus
pasiones: cine y deportes. “Las películas con temática
deportiva o bien que hablan de la vida de un deportista me suelen gustar mucho. Viene a mi mente una
basada en la vida de John Cappelletti, que ganó el
trofeo Heisman en el 72 y que le dedicó a su hermano
menor, que estaba enfermo de leucemia. La película
se titula Trofeo a la vida. La verdad es que le perdí
un poco el rumbo a Cappelletti cuando se hizo profesional, aunque creo que tuvo muchos problemas de
lesiones. Es curioso, pero muchos de los jugadores
que ganan el Heisman no suelen triunfar en la NFL;
de hecho, Archie Griffith, el único que lo ha ganado
dos veces, nunca lo hizo. Otra película que también
me gusta mucho es El hombre de bronce, basada en la
vida de Jim Thorpe, interpretada por Burt Lancaster,
y que nos cuenta las andanzas de este indio americano que para mi gusto es el mejor atleta de todos los
tiempos. Muchos me dicen que cómo puedo decir eso
si sólo ganó dos medallas de oro, pero es que fueron
las de pentatlón y decatlón, en los Juegos Olímpicos
de Estocolmo, en 1912. Alguien lo denunció diciendo
que jugaba por un puñado de dólares al béisbol, y le
retiraron las medallas, pues en aquellos años estaba
penadísimo ser profesional, y los Juegos Olímpicos
eran sólo para atletas amateurs. Afortunadamente,
en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles se las restituyeron, a título póstumo”. 57
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En el renglón de la música, además de la vernácula, disfruta mucho de la música instrumental, de
las grandes orquestas. No se olvida de los boleros,
por los que también siente predilección. La afición por
la música se la heredó principalmente a su hijo Beto;
no es mala herencia, créanlo. Todavía conserva y los
guarda como oro en paño alrededor de 25 acetatos, con
música que nunca más se ha vuelto a escuchar. Además puede presumir de tener grabadas canciones que
nunca se comercializaron y que nuestro entrevistado
grabó directamente de las películas de sus ídolos; su
esposa grababa las películas y sus amigos de Radio
Tec usaban la tecnología para extraerlas de éstas y
que las grabaciones tuvieran calidad. Recuerda una
canción que compuso José Alfredo y que cantó Jorge Negrete al final de la película El charro inmortal
como una de las más queridas.
Sobre el uso de las nuevas tecnologías, nos confiesa que más que tenerle miedo a éstas, se teme a sí
mismo: “La computadora no me asusta y de hecho la
he utilizado siempre para mandar mis columnas. Lo
que me da un poco de miedo, más que nada porque
me conozco, es el Internet: hay tanta información y
yo soy tan clavado, que si me pusiera a navegar se
me irían los días enganchado a la computadora. Hay
gente que me pregunta de dónde saco tanta información si apenas consulto la red: de mi cabeza, de
mis apuntes, de las revistas y libros que siempre he
comprado”.
Ponemos ahora a nuestro entrevistado en un
pequeño apuro y le pedimos que nos diga quiénes, para
él, son los mejores de la historia en diferentes deportes y distintas posiciones. “El jugador de futbol
americano más completo de la historia es Jim Brown,
de los Cafés de Cleveland; tengo películas de cómo se
quitaba tacleadas, y también lo recuerdo como actor
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Agustín García Ramos
en Los doce del patíbulo. El mejor mariscal de campo, sin lugar a dudas, Joe Montana. Muchos hablan
de Peyton Manning como su sucesor, aunque para mi
gusto baila demasiado: yo lo veo como una debilidad
mientras para otros es todo lo contrario. El mejor receptor, Jerry Rice, seguido de cerca por Lynn Swann
de Acereros. Y el mejor defensivo, Joe Green, de la famosa cortina de acero de los Acereros de Pittsburgh”.
Del deporte rey para los americanos, el béisbol,
don Agustín destaca por encima de todos la figura
del gran Babe Ruth, alguien inigualable según nuestro
entrevistado: “Lo que hizo en su tiempo Babe Ruth es
algo sobrenatural. Batear para 60 home runs en una
temporada, es sólo para elegidos. Por supuesto que
otros lo han igualado, pero siempre en más partidos
que el Bambino y con materiales más avanzados que
hacen más fácil el bateo. Por ejemplo, cuando Roger
Maris bateó 61, lo hizo en 13 juegos más, y es casi
más famoso el asterisco que le pusieron a la cifra que
la cifra en sí (aunque quienes deberían llevar un asterisco y de por vida, son aquellos peloteros como
Barry Bonds o Mark McGwire que usaron sustancias
dopantes para mejorar su rendimiento y que no se
merecen entrar al Salón de la Fama). Además, Ruth
era un gran lanzador, con una velocidad muy respetable. Y para terminar con los peloteros, los lanzadores que más me han impresionado han sido Sandy
Koufax, y de los mexicanos, Fernando Valenzuela”.
Hay un extendido cliché que atribuye a los
deportistas una nula preocupación por todo lo que
tenga que ver con la actividad intelectual. Nada más
lejos de la realidad (de todo hay en la viña del Señor),
y para desmontar esa absurda teoría, qué mejor que
ver el ejemplo de don Agustín. Aunque él no lo diga,
nos atrevemos a afirmar que nuestro entrevistado es
un experto en la Revolución mexicana, y sobre todo
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en la figura de José Doroteo Arango Arámbula, más
conocido como Pancho Villa. “Siempre me ha gustado
la novela de la Revolución: títulos como Vámonos con
Pancho Villa, de Rafael F. Muñoz, o las obras de Martín Luis Guzmán La sombra del caudillo y El águila y
la serpiente, están en mi biblioteca y las disfruto mucho. Pero sobre todo tengo material de la vida y obra
de Pancho Villa; todo lo que encuentro sobre la figura del
Centauro del Norte lo compro y leo con avidez.
”No sé muy bien por qué pero la figura de Carranza nunca ha sido de mi agrado. Ya sé que mucha gente
piensa que Villa sólo fue un sanguinario, pero debe de
haber algo más detrás de ello cuando ha sido tan estudiado y cuando su figura se ha convertido en mito.
Recuerdo las biografías de Paco I. Taibo II, o los libros
del austriaco Friedrich Katz, recientemente fallecido y
uno de los mayores conocedores de las figuras de Villa
y de Zapata. Tuve la suerte de conocerlo una vez que
dio una conferencia aquí en Saltillo y me firmó un libro;
hasta se rió cuando le pregunté si no le daba miedo hablar de Villa en territorio carrancista.
”Algo que resaltaba Katz y que quizás también
sea lo que más me llame la atención de Pancho Villa es la capacidad para organizar un ejército y hacer que éste te sea fiel hasta límites insospechados
siendo un analfabeta; es algo asombroso. Claro que al
final, como le pasó a casi todos los personajes importantes de la Revolución, lo traicionaron, pero durante
un par de años, fue prácticamente el dueño de medio
México”.
Puede presumir don Agustín de haber entrevistado en Chihuahua a una de las muchas viudas que
dejó Pancho Villa, a Luz Corral. Y su ansia de saber es
tal, que el cuñado que tiene en Chihuahua, cada vez
que viene a Saltillo le trae todo lo que sale nuevo del
Centauro, sea libro, película, corridos…
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Nos recuerda que en Chihuahua se respira villismo y Revolución por todos lados: “Es curioso que
la calle donde está la estatua de Villa sea la calle Carranza; además, como a 300 metros de ésta, hay una
estatua de Felipe Ángeles mirando de frente a la de
Villa. Pareciera que eternamente Ángeles le estuviera reprochando el alejamiento que tuvieron; fue en
ese desencuentro cuando empezó la debacle de Villa. Creo que Felipe Ángeles y Lucio Blanco fueron los
más puros de la Revolución”.
Reconocimientos a toda una vida
No es don Agustín muy afecto a los reconocimientos; no es falsa modestia, es más bien la seguridad
interior de que hacer las cosas bien es el único camino posible, y que la mejor recompensa es una nueva
amistad, o un “gracias”, o el abrazo sincero de uno de
sus muchachos que ha recibido un consejo para salir
de un atolladero. Es por ello que quien, como nuestro
entrevistado, a lo largo de los años siembra concordia, honradez y verdad, sólo puede recoger una cosecha enorme de gratitud.
Además de los ya mencionados con anterioridad, cuando cumplió 25 años como cronista deportivo, en 1981, fueron 36 los reconocimientos que
recibió de parte de representantes de todos los deportes: golf, tiro, charrería, futbol americano… También el Salón de la Fama le hizo entrega de un reconocimiento durante un enfrentamiento entre Saraperos
y Reynosa: se lo entregó el director del Salón de la
Fama, Rafael Domínguez, amigo de nuestro entrevistado. Hay que decir que don Agustín fue miembro
fundador del dicho Salón, miembro elector que votaba cada año, pero que nunca fue propuesto “porque
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Junto a su esposa, Cristina, y su hijo Luis Alberto en el homenaje
Cuatro Grandes del Futbol Americano, promovido por la UAdeC.
eso es para los grandes monstruos que se manejan a
nivel nacional”.
Algunos de esos fenómenos a los que se refiere, como Enrique Kerlegand, Jorge de la Serna o Manuel Villasana, eran conocidos suyos porque cuando
venían a Saltillo siguiendo a sus equipos, mandaban
sus crónicas o escribían sus columnas desde El Sol del
Norte. “Aprendí mucho de ellos. Cuando Kerlegand se
vino a Saltillo a seguir a los Saraperos retomamos la
amistad, aunque últimamente no nos vemos mucho
porque ando muy atareado con un proyecto nuevo
en el que quiero estudiar el manejo de las lesiones
propias del futbol.”
Hubo homenajes que también calaron en don
Agustín, como aquel que hizo Armando Niño Rivera,
una persona que atendía los teletipos en El Sol del
Norte, y quien promovió un reconocimiento, a nombre del Club Sertoma, para nuestro entrevistado por
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Agustín García Ramos
Homenaje del Ayuntamiento encabezado por el alcalde, el
Lic. Enrique Martínez, en ocasión de cumplir 25 años en la
crónica deportiva. Lo acompañan su familia y el entonces
director de El Sol del Norte, Guillermo López Figueroa.
su contribución al deporte; lo hermoso de todo ello
es que ya don Agustín no estaba trabajando en el periódico, lo que habla de la nobleza del gesto. “Creo
que todo ello es gracias a que nunca utilicé mi posición para atacar a nadie; tengo la conciencia tranquila. Nunca caí en las tentaciones y si falté alguna vez
a la ética fue por ayudar a la gente. Recuerdo un caso
muy especial: un joven recién contratado por el Grupo Industrial Saltillo se fue a la zona roja a celebrarlo,
con la mala fortuna de que sufrió un accidente. Iba a
salir la nota con foto y todo, pero llegó la madre del
muchacho y me dijo que si salía la nota lo corrían
y ella dependía de aquel trabajo también. Cambié el
nombre y no puse la foto. Al día siguiente cuál no
sería mi sorpresa cuando entré en mi despacho, me
había dejado un lechón vivo”.
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Reportaje de la entrega del premio del
Club Sertoma Saltillo a don Agustín.
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Y para cerrar este capítulo, nos hemos permitido la licencia de transcribir íntegro el mensaje de
un reconocimiento que sus muchachos del Tec le tributaron en el año 2004, y que aparece entre las fotos
de este libro. Sus palabras se expresan por sí solas;
sobran comentarios.
Hace más de 50 años, dejaste tus arreos de jugador
para iniciar una carrera que nunca te imaginaste sería tan fructífera y sobre todo, tan larga.
Decidiste llevar una vida desgastante al enfrentar año con año los retos que el Futbol Americano
ofrece: desvelos, tristezas, felicidad, penumbra, sinsabores, distanciamiento, amargura, éxito y todo por
llevar a lo más alto tus colores y a tu equipo, los:
BURROS PARDOS
Y aunque no son tus hijos has ayudado a forjar
el camino de un sin número de jóvenes profesionistas
que actualmente se desempeñan con éxito en diferentes ámbitos productivos de México y del extranjero.
Es por esta trayectoria que los jugadores de las
generaciones de 1970 a 1990 queremos homenajearte brindándote este reconocimiento:
COACH AGUSTÍN GARCÍA RAMOS
Por tus 50 años como entrenador en activo de
los Burros Pardos del Instituto Tecnológico de Saltillo.
Huelum, huelum, gloria a la cachi cachi porra,
a la cachi cachi porra, pim pom porra, pim pom porra
Tec, Tec Gloria!!!
Saltillo, Coah. A 31 de mayo de 2008
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Placa que le entregó el Tec de Saltillo por sus 50
años de ardua labor al frente de Burros Pardos.
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Agustín García Ramos
Epílogo
Don Agustín es un hombre vital. Superadas ya las
siete décadas, que nadie se atreva a mencionarle la
palabra jubilación porque se las verá con él; probablemente saldrá perdiendo. Le gustaría estar por lo menos cinco años más al frente de su queridos Burros
Pardos, y después, en lugar de sentarse en un sillón,
le gustaría conocer su amado México. “Ni siquiera conozco Zacatecas”, comenta con lástima.
Este hombre que valora la lealtad y la humildad y
desprecia la hipocresía y a la gente mal agradecida, está
convencido que el amor a México es más grande que el
odio de la gente; que vamos a salir adelante como país.
Entre sus proyectos está escribir un par de libros: uno sobre el futbol americano, de puras anécdotas, y otro, cómo no, sobre Pancho Villa: “Se me
adelantó Friedrich Katz, porque yo quería escribir
sobre Villa con el mismo enfoque que le dio el autor
austriaco, dibujando al Villa humano, al ciclón capaz
de arrastrar a tanta soldadera, de enamorar a tanta
mujer, de ser tan humano con los niños…” Si se lo
propone, escribirá el libro de Villa, y encontrará la
manera de ser original. Seguro.
“¿Que cómo quiero que me recuerden? Como
un saltillense más que quiso a su ciudad, que creyó
siempre en la gente, y que dejó la vida por su familia,
una familia de gente buena, noble”.
Así sea, don Agustín.
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Diploma de uno de sus muchos cursos de capacitación.
Artículo periodístico sobre un homenaje a nuestro entrevistado.
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Reconocimiento a don Agustín.
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Cariñosa caricatura de nuestro entrevistado.
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Reportaje de su trayectoria al frente de
los Burros Pardos del Tec de Saltillo.
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Agustín García Ramos, Nuestra Gente
se terminó de imprimir en diciembre de 2010.
El cuidado editorial estuvo a cargo de la
Coordinación de Literatura del ICOCULT.
Las familias tipográficas usadas son
Arial, Lucida Bright y Garamond.

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