cabo de hornos - Academia de Historia Naval y Marítima de Chile

Transcripción

cabo de hornos - Academia de Historia Naval y Marítima de Chile
CABO DE HORNOS
ELSIO HUGO CÁRCAMO VELÁSQUEZ
ACADÉMICO CORRESPONDIENTE
El famoso, respetado y temido cabo de Hornos –también conocido como el
“Cabo de las Tempestades” o “Donde se acaba el Mundo”–, que tuviera tan malas
referencias, fue sin lugar a dudas el lugar geográfico más comentado, entre el siglo XVII
y las primeras décadas del siglo XX, que cualquiera otro lugar del globo terráqueo. Por
diversas razones era muy conocido por referencias, siendo la principal de ellas, las
pésimas condiciones climáticas imperantes en el lugar, como ser, fuertes vientos, que a
veces alcanzan velocidades de 150 kilómetros por hora y que cambian de dirección en
poco espacio de tiempo, además de las fuertes lluvias, nieve, granizos, siempre
acompañados por la furia del mar, generando grandes olas montañosas, las que
produjeron la pérdida de miles de vidas humanas y centenares de naufragios, con
pérdida de las naves que se atrevieron a navegar por esa zona austral, alcanzando,
según cálculos históricos, a 800 naves desaparecidas, con toda su tripulación, de
aproximadamente 10.000 marinos.
Un trágico balance, no igualado en ninguna otra parte del mundo, en lo que a
siniestros marítimos se refiere; es por eso que a la zona también se le denomina como
el “cementerio marítimo” más grande que existe en el orbe. El cabo es el punto
geográfico más austral del continente americano, en donde se puede observar en sus
paisajes naturales la increíble historia de los cambios geológicos y otros que se
desarrollaron a través del tiempo y que tienen una vinculación directa con el continente
antártico, estudios cuyos resultados quizás nos depararán a futuro grandes sorpresas.
Haciendo comparaciones: así como el máximo galardón para un alpinista es llegar a la
cumbre del monte Everest, en los montes Himalaya, para los marinos lo es cruzar el
cabo de Hornos, ya que es un desafío personal por su agreste y desafiante clima.
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Isla Hornos
Vista oriental del cabo de Hornos
El cabo de Hornos está situado en la isla Hornos, que tiene forma de media luna,
cuya superficie rocosa con variada vegetación se eleva en su parte más alta a 425
metros de altura sobre el nivel del mar en el cerro Pirámide, siendo su costa sur
compuesta de altos barrancos casi verticales, en donde las olas golpean fuertemente,
las cuales son siempre visibles por las rompientes que forman. El terreno de la isla
Hornos está formado en su mayor parte por turba dura, líquenes, musgos y hepáticas,
estas últimas denominadas “bosques en miniatura” y cuyo estudio y observación se
conoce también como “turismo con lupa”; es un microcosmos que recién se está
estudiando y observando.
Vista aérea de la isla Hornos
Como información sobre esta materia, respecto de los musgos en ese sector,
existen más de 800 especies de las 15.000 conocidas a nivel mundial. Se puede decir
que la vegetación de esa zona es bastante desarrollada, pese a las lluvias y heladas
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constantes. Es el lugar forestado más austral del planeta. Como dato curioso sobre la
flora y fauna de ese lugar, se puede indicar que existen varias especies de plantas y
aves australes que tienen de hecho un origen tropical, como es el canelo, cuyas
semillas son dispersadas por el fio-fio (Elaenia albiceps), un ave neo tropical que cada
primavera emigra a más de 3.500 kilómetros, hasta el cabo de Hornos, para nidificar y
consumir los frutos del canelo.
Ave fío-fío anidando en un canelo en la isla Hornos
Su vuelo migratorio es tan preciso que se han recapturado ejemplares anillados
de fío-fío, los cuales regresan cada año para anidar en los mismos árboles de los
lugares en estudio. Muchos de estos árboles, como el canelo (Drimys winteri) y el
coigüe o coihue magallánico (Nothofagus betuloides), crecen desarrollándose casi en
forma de alfombra, es decir, se arrastran por el suelo llevados por los fuertes vientos
que los azotan. El canelo tiene una hoja ancha y siempre verde, que le da un aspecto
de jungla fría austral; es el árbol sagrado de los araucanos y tiene algunas propiedades
medicinales. Existen además algunos arbustos como la verónica (Veronica elliptica),
que dispone de delicadas flores blancas y de hojas perennes, lo que le da cierta belleza
a ese salvaje territorio. Sin embargo, pese a todos los contrastes climáticos, esta isla
también sirvió como hábitat transitorio para la etnia originaria de esta región, los
yámana o yagán, pueblo canoero por excelencia que recorría toda esa extensa zona en
frágiles embarcaciones que llamaban ánan desde hace más de 1.000 años. A la isla la
llamaban ushtanush y la tenían como un lugar preferido para obtener la exquisita
centolla, a la cual llamaban ustacalush, y para lo cual utilizaban una horquilla de unos
2,5 metros de largo, que llamaban sirsa, y cuando no podían recolectarla de esta
manera, las mujeres se sumergían en estas heladas aguas para obtenerlas, que era la
forma más común de este tipo de faena.
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Choza yagán
Expedición de La Romanche, 1882
Niños Yámanas 1883
Expedición de La Romanche, 1892
Pertenece esta isla al grupo de islas Wollaston, al Sur de la isla Navarino, donde
está el Parque Nacional ‘Cabo de Hornos’, de una superficie de 64.040 hectáreas.
Cabe mencionar también, que esta zona está considerada dentro de los 482
sitios privilegiados del mundo que están declarados como lugar de “Reserva Mundial
de la Biósfera”. Veamos como describe esa zona el Derrotero de la Costa de Chile,
volumen V, año 1987, página XLII, editado por el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico
de la Armada de Chile:
“Durante los temporales tan frecuente en los mares vecinos al cabo de Hornos,
los vientos soplan 9 veces entre 10 de la parte del horizonte comprendida entre el N.W.
y el S.S.W., lo que equivale a decir que los otros puntos del horizonte ofrecen pocas
probabilidades de tempestad […] El porcentaje de temporales es mayor sobre el océano
que sobre los canales y en especial en la zona comprendida entre los 55º y 60º de latitud
sur y los 70ª y 75º de longitud Weste, donde según las estadísticas, se encuentra
posiblemente el lugar más tormentoso de todo el globo terráqueo. La proporción de
temporales por época del año es la misma que la de los vientos, produciéndose un
máximo en primavera y otoño, en especial en septiembre y una mínima en verano e
invierno […] La duración de los temporales es muy variable, sin embargo, se puede decir
que por lo general comienza a la primera mitad de la noche o al amanecer para concluir
a la caída de la tarde o a principios de la noche siguiente […] Es raro que las
tempestades y borrascas sean acompañadas de relámpagos y truenos, los cuales,
cuando se producen, coinciden siempre con fuertes chubascos del tercer cuadrante que
arrastran grandes masas de nubes negras de los cuales se desprenden espesas masas
de granizo”.
Es así como en forma dramática y tétrica describe detalladamente ese manual de
ayuda a la navegación las condiciones climáticas y atmosféricas de esa región, la más
austral de América.
Sobre el mismo tema de las condiciones climáticas de esa zona, es necesario
conocer algunos antecedentes del siglo IXX, recopilados por el distinguido académico e
historiador Mateo Martinić Beros, quien indica que entre octubre de 1888 a mayo 1892,
existió una “Estación Misionera Anglicana” en la isla Bayly, en las cercanías del cabo de
Hornos, a cargo del pastor Leonard Henry Burligh y su esposa, Susan Ellen Gilbert,
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lugar que se denominó “Estación Wollaston South American Misionery Society” y cuya
principal misión era ayudar material y espiritualmente a los últimos grupos yámana que
residían en esa zona austral, como también el de auxiliar a los posibles náufragos que
eventualmente se producían por el hundimientos de sus naves en esos tormentosos
mares. Esa estación era una especie de cuerpo de salvavidas o puesto de socorro para
los sobrevivientes y desventurados marinos. La heroica y sacrificada señora de Burleigh
escribía en sus informes, que debía realizar cada cierto tiempo, que entre los años 1889
y 1890, sólo hubo 89 días buenos y 113 tormentosos, por lo que se deduce que los
restantes 163 días fueron, a lo menos, de mal tiempo. Por su parte, su esposo, el pastor
Burligh, señalaría en otro Informe que en un año llovió 300 días y hubo 25 temporales;
posteriormente agregaría, abrumado, que “todo lo que la gente ha dicho o escrito
alguna vez sobre el cabo de Hornos es totalmente cierto, las tormentas son casi
terríficas”.
Otro antecedente similar es el registrado por la Expedición Científica Francesa en
la nave La Romanche, que registró en 11 meses de estadía, durante 1882 y 1883, un
total de 304 días con lluvias, 81 de ellos con nevadas y 102 con granizos. Todos esos
antecedentes atmosféricos recopilados, en diferentes épocas, indican claramente que
las condiciones climáticas imperantes en esa zona han sido siempre pésimas. Como
dato histórico muy especial sobre ese lugar, la Armada de Chile, en el año 1890, en su
Memoria Anual, página 168, menciona una información que permite indicar la inminente
instalación de un faro en ese sector, el que por diversas razones no se concretó hasta
70 años después.
Pero antes de ir de lleno a comentar sobre ese famoso lugar geográfico, es muy
necesario conocer otros antecedentes, que corresponden a los cronistas e historiadores
que vivieron antes de la época de su descubrimiento, hecho acaecido en el año 1616.
En ese tiempo existían variados comentarios y versiones sobre ese lejano lugar, en el
sentido que habían sido ya visitados quizás por otros intrépidos navegantes en
diferentes épocas anteriores y cuyos comentarios serían los siguientes. Después del
descubrimiento de América por Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492, las potencias
marítimas más importantes de la época, es decir España y Portugal, competían con
gran empeño, esfuerzo y sacrificio en seguir descubriendo y conquistando nuevas
tierras para sus respectivas coronas. El 1º de noviembre de 1520, el navegante
portugués Hernando de Magallanes, al mando de naves españolas, descubrió el
estrecho que hoy día lleva su nombre y que, 27 días después, lo conduciría al océano
Pacífico, que era el mismo océano que descubriera Vasco Núñez de Balboa en 1513,
al que bautizó como mar del Sur.
Ese nuevo descubrimiento, que por muchos años fue un gran secreto muy bien
guardado por los capitanes de las naves españolas, al final fue conocido parcialmente
por otras potencias marítimas y comerciales, como eran la nueva república de Holanda
y el reino de Inglaterra, quienes también deseaban encontrar una nueva vía marítima
para llegar a las islas de las especierías, como igualmente al renombrado y lejano reino
de Catai (China), tan divulgado por Marco Polo en su libro “Los viajes de Marco Polo” o
“El libro de las maravillas”, que en esos años fue considerado por la mayoría de los
lectores como una fantasía extravagante más que un relato verídico.
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Pero lo que más llama la atención, es la tenacidad y empeño de ambos famosos
navegantes, Colón y Magallanes, en su porfía por seguir navegando hacia el oeste y
sur, respectivamente, pese al descontento y sublevación de sus tripulantes, ya que ellos
tenían pavor de navegar en mares totalmente desconocidos. ¿Cuál era el motivo, causa
o razón, que les daba esa plena seguridad de encontrar nuevas tierras? Algunos
historiadores o cronistas de esa época deducen que ambos intrépidos marinos tenían
pleno conocimiento de la existencia de esas nuevas tierras, por estar detalladas en
mapas antiguos que ellos guardaban muy celosamente. Al respecto, se sabe que el
almirante turco Piri Reis había confeccionado un mapa entre los años 1513 y 1528,
basado en otros mapas mucho más antiguos que, según algunos cronistas, tenían una
antigüedad de 10.000 años. En el año 1929 fue encontrado en el “Museo Topkapi” de
Estambul, dos fragmentos de esos mapas, que al ser estudiados y analizados por
diferentes especialistas de esos años, incluso por expertos de la Oficina Hidrográfica de
la Armada de los Estados Unidos, se llegó a la sorprendente conclusión de “No
comprendemos cómo fue posible trazar un mapa tan exacto sin la ayuda de la
aviación”.
Según los expertos que estudiaron esos fragmentos, en dicho mapa aparece la
zona comprendida entre Terranova y Brasil con una exactitud impresionante, como
también Europa y África. La parte sur del continente americano no se aprecia tan similar
a la actualidad, pero sí se deja percibir otro continente más al sur, que bien podría
tratarse de la Antártica, lo que da a entender claramente que ya existía un paso
marítimo, es decir el actual mar de Drake.
Fragmento del mapa de Piri Reis
Mapa del territorio austral
También es necesario recordar que el capitán Francisco de Hoces, en su nave
San Lesmes, que pertenecía a la flota de Frey García Jofré de Loayza, en el año 1526,
al intentar ingresar al reciente descubierto estrecho de Magallanes por el Atlántico,
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debido a un fuerte temporal su buque fue arrastrado hasta la latitud 55º sur, según lo
informara posteriormente a sus superiores, detallando que más al sur había mar libre y
que allí estaba el término de la tierra, como que había visto el cabo de Hornos, un siglo
antes que lo descubrieran Le Maire y Shouten. Esta valiosa información permaneció por
muchos años, ignorada u olvidada, quizás premeditadamente.
Otro hecho histórico fue el realizado en 1540 por una de las naves de la
expedición de Francisco de Camargo, quien también se dirigía al estrecho de
Magallanes y que, debido a un fuerte temporal, derivó hasta la zona del canal Beagle y
cabo de Hornos, en donde invernó por espacio de varios meses, según lo describió en
su informe a sus superiores. No hay antecedentes, hasta este momento, para aclarar
cuáles fueron los motivos por los cuales el reino de España no dispuso verificar lo
expuesto por Francisco Hoces y Francisco de Camargo.
Es necesario tener presente también, que en el año 1578, el corsario inglés
Francis Drake, con su nave Golden King, fue arrastrado por un fuerte vendaval hasta
los grados 55º de latitud sur, pudiendo divisar a larga distancia el término de la Tierra
del Fuego. Ese inesperado descubrimiento aportó a la geografía de su tiempo, que esa
Terra Australis, que se suponía unida a América, y que el supuesto único paso que era
el estrecho de Magallanes, no eran tales, ya que más al sur se extendía el océano, el
actual mar de Drake.
En el año 1599, otra nave holandesa, la Buena Nueva, al mando del capitán
holandés Dirk Gherritzoon Pomp, fue también sorprendida por un fuerte temporal a la
salida del estrecho de Magallanes y llevada por los vientos huracanados hasta la altura
del paralelo 56° de latitud sur, pudiendo observar que allí se terminaba el continente
americano.
Todas estas valiosas informaciones eran recopiladas y analizadas con gran
reserva por las autoridades marítimas y comerciales de Holanda. Se sabe que los
capitanes y pilotos de las naves que participaron en esos viajes, estaban juramentados
para guardar esa secreta y valiosa información, no así su tripulación, que en los
diversos puertos que recalaban, en especial en Inglaterra y Holanda, en las tabernas
de sus puertos, al calor de la buena mesa, hermosas damiselas, más el abundante ron,
ginebra y otras bebidas espirituosas, se les soltaba la lengua y volcaban su locuacidad
en divulgar con lujo de detalles ese nuevo paso marítimo al sur del continente
americano, en el cual ellos se sentían muy orgullosos de haber estado, a miles y miles
de millas de distancia.
Toda esa valiosa información entusiasmó a los codiciosos comerciantes de
Holanda, quienes dispusieron organizar y financiar una expedición para descubrir ese
misterioso paso marítimo, la que fue ejecutada por la “Australische Compagnie” o
“Compañía Australiana”, que así se denominó, y que estaba formada en 1613 por Isaac
Le Maire, rico comerciante, y el capitán Willem Cornelisz Schouten, quien era un
experto navegante. Después de intensos preparativos, zarparon del puerto de Texel el
14 de junio de 1615 en las naves Eedracht, de 360 toneladas, y Hoorn, de 110
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toneladas, viajando como veedor de la compañía que había financiado ese viaje,
Jacobo Le Maire, hijo del principal financista de esta nueva empresa.
Cuando la expedición navegaba a la cuadra de puerto Deseado, la nave Hoorn
se incendió totalmente y su tripulación salvada pasó a engrosar la dotación de la
Eedracht, nave que continuó viaje hacia el sur. El 25 de enero de 1616, cuando se
encontraba en la parte sureste de la isla de Tierra del Fuego, divisó hacia el oriente una
tierra que denominó Tierra de los Estados. El paso marítimo en que se encontraba es el
que actualmente se llama estrecho de Le Maire. Cuatro días más tarde, es decir el 29
de enero, después de soportar fuertes vientos de diferentes direcciones, Schouten pasó
a la cuadra del cabo o punta rocosa que señala el punto más austral de América,
descubriendo así ese nuevo paso marítimo para llegar a las Indias, que era el
verdadero objetivo de esa expedición, es decir, netamente comercial. A esta punta
rocosa se le denominó “Hoorn”, en recuerdo a su nativa ciudad de Hoorn, en el Zinder
Zee, en donde había nacido la idea expedicionaria. Posteriormente se castellanizó esa
denominación y, actualmente, se le conoce oficialmente como cabo de Hornos, que
está ubicado geográficamente en Latitud 55º 59`S y Longitud 67º 17`W, ubicado en el
lado sur de la isla Hornos.
Los océanos Atlántico y Pacífico, que ese lugar se funden en un permanente
mar tormentoso con enormes olas montañosas, que ha sido para lo más atrevidos
marinos el mayor desafío a la naturaleza, como también para muchos el lugar de
descanso eterno, en esa zona que registra el mayor numero de naufragios en el mundo.
Conforme a los antecedentes históricos existentes, la primera nave conocida que
naufragó frente a ese imponente peñón fue el Orange Boom, en 1643, y que pertenecía
a la expedición del general holandés Hendrick Brouver, perdiéndose la totalidad de su
tripulación.
Después del descubrimiento de ese nuevo paso marítimo que unía ambos
océanos, cada año que transcurría iba en aumento el número de las naves que lo
cruzaban. Entre las estadísticas registradas se anota que en el año 1892 lo transitaron
más de 1.200 veleros. Hay también estadísticas trágicas, como la registrada en 1905,
para los veleros que optaron por esta ruta, en donde 53 de esas naves sucumbieron
ante los embates de los temporales. Nunca se supo con certeza que fue lo que le
sucedió a esos veleros, ni que suerte corrieron sus tripulantes, sólo quedó el trágico y
triste recuerdo de esos naufragios. Sólo el temporal, con sus fuertes vientos y enormes
olas, más las aves marinas, fueron los mudos testigos de esas desgraciadas
navegaciones.
La Marina de Chile también tiene un penoso recuerdo de ese trágico lugar, en lo
ocurrido a la nave O’Higgins, al mando del capitán Enrique Cobett, de nacionalidad
inglesa, que se dirigía a Buenos Aires, vendida a la República Argentina en 1826, y que
se hundió con toda su tripulación y pasajeros. El historiador chileno Benjamín Vicuña
Mackenna describe esa tragedia marítima en los siguientes términos:
“La lastimera suerte de la ‘O´Higgins’ es demasiada conocida. Vendida al
Gobierno argentino y cargada en demasía de pertrechos, de víveres y de hombres, por
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la porfía de su comandante, el capitán Cobett, zozobró en un temporal en el cabo,
yéndose a pique en una aciaga noche con 600 vidas”.
Otro hecho lamentable de recordar para la Armada de Chile es el naufragio,
ocurrido entre el 7 y 9 de marzo de 1859, del bergantín Pizarro, al mando del capitán de
corbeta Francisco Hudson Cárdenas, cuando se dirigía a Valparaíso. Nunca se
encontraron restos de ese velero y menos se supo cual fue la suerte que corrió toda su
tripulación, como también los soldados que regresaban del relevo a la guarnición de la
Colonia de Magallanes, los cuales iban acompañados de sus familiares y de algunos
pobladores, estimándose sobre 50 las personas desaparecidas en esa ocasión.
Referente a este último naufragio es necesario recordar también, que en esa ocasión la
nave siniestrada navegaba en compañía del Meteoro y que, debido a los fuertes vientos
que azotaban en el estrecho de Magallanes, no les fue permitido salir por la boca
oriental de esa vía, decidiendo ambos comandantes hacerlo por la vía del cabo de
Hornos. Esta última nave iba al mando del capitán de corbeta Martín Aguayo, amigo y
cuñado del capitán Hudson, y se encontraba mejor dotada, pudiendo así vencer, con
gran dificultad y suerte, el temporal que los afectó en mayo de 1859, razón por la cual
ambos buques se separaron y perdieron todo contacto. En esa nave se encontraba
embarcado el guardiamarina Luis Pomar Avalos, quien describió ese temporal que lo
acometió en los siguientes términos:
Fragata O’Higgins 1º
Capitán de navío Luis Pomar A.
“Entre tanto el huracán no parecía dar tregua. El mar era un campo inmenso de
agitadas espumas. La ola del cabo de Hornos, que es larga y tendida, se había
convertido en longitudinales hondonadas, en forma de cañadones, entre grandes
montañas de agua, desde cuyas alturas descendía un segundo mar de embravecidas
olas que bajaban al abismo y al morir estallaban en inmensos penachos con grandes
estruendos. En tan furiosa tormenta el ‘Meteoro’ era una cáscara de nuez… Las olas no
tenían dirección fija y las que recibía el buque por su amura de estribor se encontraban
con otras que pasaban por la popa, las que, al chocar a sotavento, volvían atrás y se
precipitaban dentro del buque… Diez o quince minutos habían transcurrido desde que la
campana de abordo picó los cuatro dobles de la 4 P.M., cuando el buque se detuvo en
su balance, estremeciéndose por un segundo, crujiendo todas sus cuadernas y
armazón, y una inmensa ola lo cubrió y lo arrolló por completo, perdiéndose bajo la
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inmensa masa de agua que inundó la nave de proa a popa. El golpe de mar se había
llevado los botes de los pescantes, destruido parte del combés, las batayolas habían
desaparecido, el lastre de piedras de la bodega se había corrido levantando los
cuarteles volantes de que estaba formado el entrepuente y con la presión de aire se
habían apagado las luces de los faroles que alumbraban ese departamento.”
Con esta descripción tan estremecedora y dramática, uno puede darse cuenta de
las angustias y penurias que se deben soportar estoicamente, cuando se enfrenta un
temporal desatado en esa zona.
Entre los naufragios ocurridos en esa región es necesario mencionar también al
buque de guerra español San Telmo, que en mayo de 1819 zarpó desde el puerto de
Cádiz, España, hacia los mares del sur. Los fuertes vientos experimentados en el área
del cabo de Hornos provocaron la pérdida total de esa nave con sus 632 tripulantes. Es
por eso que, al hablar de 10.000 marineros desaparecidos en los naufragios, esa cifra
quizás sea un poco menor que la real, ya que sólo en las tres naves que hemos
mencionado, dos chilenas y una española, sobrepasan los 1.250 marinos de los que
nunca se supo la suerte que corrieron.
En su segundo viaje a la zona austral del Ingles James Cook, en 1775, explora el
sur de la tierra del fuego y, al pasar por el cabo de Hornos, anotó en su cuaderno: “No
hay en la naturaleza otro sitio que presente más salvajes y horripilantes visiones”.
En 1968 se realizó una competencia de veleros o yates tripulados por una sola
persona, los que debían zarpar de un puerto de Inglaterra y navegar, sin recalar a
ninguna otra parte, con el propósito de circunnavegar el globo terráqueo. A esa
competencia se presentaron 12 experimentados marinos de diferentes nacionalidades.
Los periodistas de esa época, al consultarle a esos navegantes solitarios, ¿Qué era lo
que más temían de su arriesgado viaje alrededor del mundo?, casi todos concluyeron
que era navegar en la zona del cabo de Hornos. De los 12 participantes, sólo uno, de
nacionalidad francesa, llegó a la meta; los otros, por diferentes motivos, no llegaron a
destino. La navegante solitaria, también francesa, Maud Fontenoy, el 15 de marzo de
2007, después de 151 días de navegación, completó la vuelta al mundo en su velero,
habiendo pasando por el temido cabo de Hornos y recorrido en total 25.000 millas
náuticas, demostrando no sólo gran pericia marinera, sino también capacidad física
deslumbrante, coraje y gran decisión para cumplir su misión. Otro famoso navegante
solitario que hizo esa misma navegación en la década de los años 1960, fue el inglés
Sir Francis Chichester, KBE, quien por su hazaña fue investido caballero comendador
de la “Orden del Imperio británico” por la reina Isabel II en 1967.
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Navegante francesa Maud Fontenoy
Sir Francis Chichester, KBE
En lo referente a hechos trascendentales ocurridos en ese lejano lugar, es
necesario recordar con justa admiración al capitán Gunther Pluschow, de la Marina
Imperial Alemana, quien, a fines de 1928, en su hidroavión Hainkel, bautizado por él
como “Cóndor del Plata”, recorrió toda la Patagonia, alcanzando hasta el cabo de
Hornos el 29 de enero de 1929, convirtiéndose así en la primera persona que sobrevoló
ese lugar y que además, tomó fotografías e incluso filmó un documental desde el aire
de ese imponente e histórico peñasco. Sobre esa experiencia, escribió un libro titulado
“Sobre la Tierra del Fuego”. En sus vuelos siempre lo acompañó su amigo y técnico
mecánico Ernest Dredlow. El aviador Pluschow falleció trágicamente el 28 de enero de
1931, al caer su avión mientras se encontraba volando en la zona sur de la Patagonia
Argentina. Pluschow escribió en su diario lo siguiente sobre esa experiencia:
Gunther Pluschow & Ernest Dreelow
El Cóndor de Plata, 1929
“Allá abajo en donde el Atlántico y el Pacifico se reúnen en impetuoso abrazo
envistiéndose mutuamente con rugiente cólera y en donde la resaca, oleaje, corrientes y
vientos cambiantes se entrechocan, originando unas condiciones atmosféricas tan
espantosamente malas que en ninguna otra parte del mundo, ni aun en las mismas
regiones polares que se conocen”.
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Sobre ese hecho histórico existe, como un justo homenaje, una placa de bronce
conmemorativa en la avenida Colón de la ciudad de Punta Arenas, que dice lo
siguiente:
“Capitán de corbeta Gunther Pluschow 1886–1931 de la Marina Imperial
Alemana, el primero que sobrevoló la Tierra del Fuego, el cabo de Hornos y la Patagonia
Andina (1929–1931) realizando reconocimientos aéreos y abriendo rutas para otros
aviadores esforzados en la conquista del cielo austral”.
En el año 1929, el velero inglés Peking realizó una filmación de su navegación
por la zona del cabo de Hornos, constituyendo la primera filmación marítima de esa
zona.
Por haberse constituido el paso del cabo de Hornos en una nueva ruta marítima
para comunicarse y comerciar entre los puertos del Atlántico y del Pacífico, cada año
que pasaba era mayor el número de veleros que transitaba por esa arriesgada y
tempestuosa zona, ya que para ese tipo de nave era muy difícil y arriesgado hacerlo por
la vía del estrecho de Magallanes, debido principalmente a los intensos vientos
reinantes y a las fuertes corrientes marinas que existen, en especial en la primera y
segunda angostura. Es así que varias compañías marítimas, de diversas
nacionalidades, estimaron que era más seguro para sus veleros utilizar esa nueva ruta
por el cabo de Hornos. Pero, con el correr del tiempo, se demostró cuan equivocados
estaban en sus apreciaciones.
Los más conocidos y renombrados veleros quizás hayan sido los clipper
estadounidenses, que hacían el trayecto entre Nueva York y San Francisco de
California y viceversa. Esos veleros de tres palos, que desplazaban de 1.000 a 1.500
toneladas, eran de elegantes y finas líneas, con un andar a veces superior a los 14
nudos, que para esa época era una gran hazaña marinera. En 1851, el velero Flying
Cloud cubrió esa ruta marítima en sólo 89 días, todo un record y proeza de navegación
para ese tiempo. Esa ruta por el cabo de Hornos decayó notablemente con la apertura
del Canal de Panamá en 1914.
El historiador estadounidense John Lynan, en sus estudios realizados sobre la
actividad marítima, estimó que durante el período de 1850 a 1920, sólo desde los
puertos de la costa este de Norteamérica, zarparon hacia San Francisco 10.000
veleros, con materiales y colonos que iban a instalarse en esas nuevas tierras de
promisión, señalando además que, sólo en 1849, se registró el zarpe desde el Atlántico
Norte hacia San Francisco de California, por la ruta del cabo de Hornos, de 777 naves
veleras, constituyendo una de las mayores migraciones navieras en la historia marítima
moderna. Como se puede apreciar, fueron miles y miles las naves que surcaron esa
alejada zona austral de América y que, en la actualidad, todavía se sigue surcando por
diversas naves del orbe, aunque más que nada con fines turísticos, deportivos y
científicos. Para todo marino que ha tenido la oportunidad de navegar la zona del cabo
de Hornos, es todo un mérito y orgullo haberlo hecho, con mayor razón para los
capitanes, ya sean de veleros u de otro tipo de nave.
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Velero Classic Clipper
Velero Flying Cloud
En 1937, en Saint Malo, Francia, se fundó una organización que agrupaba a los
capitanes de veleros que cruzaron el cabo de Hornos. Posteriormente, esa institución
pasó a denominarse “Amicale”, cuyos integrantes se reunían para confraternizar y
también rememorar sus experiencias marineras. Por diversas razones, la organización
Cofradía de Capitanes cesó sus funciones en el año 2003. En el año 1987, en Chile se
fundó una organización muy similar a la “Amicale”, estableciéndose como requisito
necesario para ingresar a esta novel institución, el haber cruzado el meridiano del cabo
de Hornos al mando de una nave de cualquier tipo. Su primer presidente fue el
almirante Jorge Sepúlveda Ortiz.
Esa Cofradía Chilena ha realizado, desde su fundación hasta el presente,
diversas actividades importantes en recuerdo y homenaje para aquellos marinos que
han navegado por esa difícil zona, entre las cuales se puede mencionar las siguientes:
la inauguración del Monumento al Marino Desconocido, el 22.noviembre de 1989; la
erección del Faro Monumental Cabo de Hornos, el 17 de noviembre de 1991; y,
posteriormente, el 5 de diciembre de 1992, la inauguración del Monumento “Cabo de
Hornos-Albatros”, dedicado a los navegantes que cruzaron el cabo de Hornos, como
también a los que murieron en su intento luchando contra las inclemencia de esta
bravía ruta. Este último monumento, de 7 metros de alto, está ubicado en 55º 58º latitud
sur y 67º 17º longitud oeste. Estos tres monumentos se encuentran en el sector sureste
de la isla Hornos, denominado punta Espolón. Este faro dispone de una dotación
permanente de personal de la Armada de Chile, siendo además, estación
meteorológica; el Monumento “Cabo de Hornos–Albatros” está erigido en la parte sur de
la isla, en su parte más elevada, de 57 metros de altura, y donde se puede contemplar
el a veces mal llamado estrecho de Drake, en circunstancias que su anchura sobrepasa
las 500 millas náuticas, que bien se puede denominar como mar de Drake.
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Insignias, internacional y chilena, de la Cofradía de Capitanes del Cabo de Hornos
Al inaugurarse ese monumento, el más austral del continente americano, para
dejar constancia escrita se levantó un Acta, que en unas de sus partes principales, a la
letra, dice lo siguiente:
“ACTA DE INAUGURACION DEL MONUMENTO CABO DE HORNOS
“En la isla Hornos, extremo austral del archipiélago fueguino chileno, a cinco días
del mes de diciembre de mil novecientos noventa y dos, se inauguró solemnemente el
Monumento Cabo de Hornos –Cape Horn Memorial– erigido por iniciativa de la Sección
Chilena de la Cofradía de los Capitanes del Cabo de Hornos “Cap Horniers”, en
conmemoración del Quinto Centenario del descubrimiento de América.
La escultura, que representa un albatros en vuelo –símbolo de la Cofradía–, se
construyó en memoria de los hombres de mar de todas las naciones que perdieron la
vida luchando contra los elementos en el proceloso mar austral chileno.
El monumento fue diseñado por el escultor nacional Sr. José Balcells E. y su
financiamiento se obtuvo por erogación de entidades marítimas y privadas, así como de
personas naturales chilenas y extranjeras.
Más adelante, al concluir el Acta, se anotó lo siguiente:
“Finalmente, se destaca el esfuerzo, entusiasmo, iniciativa y capacidad de trabajo
del grupo técnico y operarios especializados que –bajo la dirección del constructor civil
de la Armada Sr. Galmier Morales Delgado– levantó el monumento en 32 días de arduo
trabajo, superando los inconvenientes propios del lugar, luchando permanentemente
contra las inclemencias de la naturaleza en este remoto bastión de nuestro continente.
La ceremonia de inauguración fue presidida por el Sr. Comandante en Jefe de la
Armada, almirante Don Jorge Martínez Busch, y a ella concurrieron autoridades de
Gobierno, miembros de la Cofradía Nacional e Internacional de los Capitanes del Cabo
de Hornos “Cap Horniers” e invitados especiales, todos los cuales, para constancia,
firmaron el original de la presente Acta de Inauguración.
Jorge Martínez Busch, almirante, comandante en jefe de la Armada de Chile;
Juan Carlos Toledo de la Maza, vicealmirante, presidente Sección “Cap Horniers” de
Chile; capitán Jean Pedraut, Grand Mát Amicale Internacional Au Long Course “Cap
Horniers”; Roberto Benavente Mercado, contraalmirante, presidente Comité Organizador
Monumento Cabo de Hornos.”
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Monumento “Al marino desconocido”
Faro monumental “Cabo de Hornos”
En la insignia de la “Cofradía de Capitanes del Cabo de Hornos” está la figura de
la cabeza de un albatros que en su pico retiene un dispositivo en forma de diamante.
Este diseño está basado en la antigua tradición de los marinos de las naves veleras,
que para entretenerse atrapaban estas aves atando a un anzuelo un trozo de carne
salada que arrojaban al mar y, cuando el albatros mordía esta especie de carnada, el
gancho quedaba atrapado en su pico y, manteniendo tenso el cordel, el ave no podía
escapar. Luego de un rato, lo hacían llegar a la cubierta del velero y posteriormente lo
soltaban. Los marinos de antaño respetaban mucho a los albatros, ya que creían que
en cada una de esas aves se encontraba el espíritu viviente de un marino muerto en el
mar.
Cerca del monumento, hay dos estructuras de concreto; una de ellas presenta
una placa de mármol con un poema de la escritora chilena Sara Vial, que dice:
“Soy el albatros que te espera en el final del mundo.
Soy el alma olvidada de los marinos muertos
que cruzaron el cabo de Hornos
desde todos los mares de las Tierra.
Pero ellos no murieron en las furiosas olas
hoy vuelan en mis alas, hacia la eternidad,
en la última grieta de los vientos antárticos”
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Vistas del monumento “Albatros”
Grandes escritores e historiadores de renombrada fama se han inspirado en el
cabo de Hornos para escribir sus notables obras literarias. Como por ejemplo, Julio
Verne, Francisco Coloane, Stefen Zweig, W.H. Hudsdon, Bruce Chatwin y muchos
otros. Se pueden escribir muchas historias con los hechos ocurridos en la zona del
Cabo de Hornos, ya que cada naufragio o navegación tormentosa en estas latitudes,
constituye todo un desafío a las pésimas condiciones climáticas imperantes. Pero el
singular personaje que ha hecho historia regional por su actividad de cazador de nutrias
y lobos, a fines del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, fue el Italiano
residente en Punta Arenas, Don Pascual Rispoli Ditorno, más conocido como
“Pascualini”, que sin tener conocimiento de navegación de altura y con sólo un compás
magnético y una que otra carta de navegación, se aventuraba periódicamente a
transitar por esa zona hasta alcanzar lejanas islas como Diego Ramírez, Idelfonso y
otras, en su pequeña embarcación denominada cúter o pailebote, con la cual recorría
esa extensa zona marítima en busca de las apreciadas y valiosas pieles, que se
encontraban en las llamadas piedras loberas, que le servían de hábitat a los miles y
miles de lobos en especial el ‘popi’ de dos pelos.
En la cima sur de la isla Hornos existió un faro, que se inauguró en 1962 y que la
Armada de Chile lo operaba y mantenía, siendo una de las 1.040 señales marítimas que
existen a lo largo de nuestro extenso litoral chileno. Posteriormente ese faro se cambió
a su lugar actual.
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El escritor Francisco Coloane Cárdenas
Durante estos últimos años, el tránsito marítimo ha crecido considerablemente,
en especial de naves turísticas que visitan esa famosa austral región y que en algunas
ocasiones permiten a sus pasajeros bajar a la isla Hornos, para conocerla y llegar
hasta donde están instalados el Monumento “Albatros”, el Faro Monumental, el
Monumento al Marino Desconocido y una pequeña y rústica capilla. Han sido muchos
los osados deportistas que han tratado de cruzar el cabo de Hornos en diferentes tipos
de embarcaciones como ser kayak, motos acuáticas, pequeñas embarcaciones, yates y
otros, incluso la nadadora chilena Fabiola Vega, el 2 de febrero de 1990, trato de nadar
en sus aguas, pero solo soportó estar 16 minutos en el agua, que estaba entre 3° a 4ºC
de temperatura, además corría un fuerte viento de 35 a 40 nudos. También ha habido
varias expediciones de jóvenes ansiosos de aventuras que han recorrido esa isla, como
también las adyacentes, en frágiles embarcaciones. Es el caso de una expedición
francesa compuesta por dos hombres y tres mujeres, más un chileno, que hizo ese
recorrido en febrero de 1990; después narraron sus experiencias, especialmente
cuando en un día relativamente calmo se dieron cuenta que un día hermoso en esa
zona no es necesariamente sinónimo de aguas tranquilas. No quisieron imaginar cómo
sería ese mar si el tiempo fuera malo, ya que en esa ocasión debieron soportar olas de
4 a 5 metros. En la narración de su excursión por la isla dicen que todo el terreno es
verde y blando, que a veces se percataban, con gran asombro, que caminaban sin
darse cuenta sobre bosques de 3 a 4 metros de altura, esto es, caminaban sobre el
techo de los bosques, ya que bajo sus pies existían grandes grietas o acantilados
desde donde crecían los árboles; para esos intrépidos jóvenes, fue como descubrir un
nuevo paraíso escondido.
En la actualidad, navegar por esa aguas en modernas naves, que disponen de
todos los elementos mecánicos y electrónicos de última generación, se puede hacer
con mayor seguridad y comodidad, tanto para los pasajeros como para su tripulación.
Estas naves reciben al instante toda la información meteorológica y de navegación que
le dispensa la Armada de Chile a través de sus servicios correspondientes. Por otra
parte, pueden recibir el apoyo directo en caso de una emergencia, por intermedio de
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sus modernas unidades que además, tienen la finalidad de fiscalizar el tráfico marítimo
en la zona para proteger la vida humana en el mar. Son muchas las naves y veleros
que han recibido este oportuno apoyo en estas últimas décadas, que bien se podría
escribir un libro para cada caso en particular, como fue el caso del yate estadounidense
Whisper, el cual era tripulado por el periodista norteamericano Hal Roth y su esposa
Margaret. Debido a un fuerte temporal que lo sorprendió en mayo de 1974 en la zona
del cabo de Hornos, el yate quedó varado en seco en una playa acantilada y
pedregosa, con serios daños, principalmente en su obra viva, en unas de las islas
Wollaston. Ante la llamada de auxilio que emitió esta embarcación, fue socorrida
inmediatamente por el patrullero de la Armada de Chile WPC Castor, al mando del
teniente 1º LT Horacio Balmelli Urrutia, quien junto a su tripulación logró efectuar una
reparación provisoria, procediendo luego a desvararlo y remolcarlo hasta puerto
Williams, en el Canal Beagle.
Velero Whisper al remolque
Patrullero WPC Cástor
El rescatado periodista Roth escribió un libro en donde narró detalladamente esa
experiencia vivida, como asimismo la rápida y oportuna ayuda, texto que fue editado en
Estados Unidos de Norteamérica, con una amplia difusión.
Por último, quiero transcribir la opinión muy particular y singular de un
experimentado navegante de esos mares australes, quien resumió en los siguientes
términos sus experiencias vividas en esas latitudes: “El que no sepa rezar, que vaya por
esos mares y vera como solo aprende sin que se lo enseñe nadie”.
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BIBLIOGRAFIA
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