Instantáneas: la vida ilustrada del 8 de marzo de 1901. Número 126
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Instantáneas: la vida ilustrada del 8 de marzo de 1901. Número 126
ANO IV .-N ú m . I2 6 .- V íe r n e s 8 d e M a rzo d e 1901. 2 0 c é n iim o s n ú m e r o e n E s p a ñ a . O ficin as: C la v e li l| M adrid. Ayuntamiento de Madrid í D O S M IR A D A S ¿Te .acuerdas, dulce amor, de aquella tarde que marchamos al huerto? —.Te quiero con pasión!—así me hablaba lu mirada de fuego. Y después de pasar felices horas que olvidar no consigo, tu mirada glacial sólo expresaba iJOQía, desdén y mucho hastío. ¿Porqué una variación tan repentina? ¿II» lo dices, m i cielo? iQué cíunliiaste lo ideal por lo tangible? No seas niña, mujer; ¡si eso es io eterno! jfilo n s o y JViurUlas. M H L a G a . —V a p o r ■ A lic a n te i. In sl. d e D , César Y a tli. e O P L A S Las campanas de la lori'e, cuando me dijiste: sí, estaban tocando á g loria, y pensé: tocan p o r mí. Tanto me has hecho penar, que, acostumbrado al dolor, quiero con tu am or llorar y no re ír sin tu amor. Tú me enseñaste á fingir, tú me engañaste primero, luego... ¡te engañé yo á ti! Injustamente, serrana, maldigo tu falsedad; yo digo que te aborrezco... ¡y no te puedo olvídai'! Cuando vayas á la iglesia, no digas al confesor todo el daño que me hiciste... ¡porque te niega el perdón! f e d e r ie o ff¡¡ jfs e n s io . V a p o r c lto r e m o lc a d o r (B a y o n a ). Iiist. d c l Sr. I), H . Ocaña. P la y a d e N a z a r e t (P o r t u g a l. - P e s c a d o r e s v e n d ie n d o . IiisC. d e l '. Vugós. P u e r t a d e l D u a u e (Z a r a g o z a ). Inat. de E . G atcfa Mcjia. Ayuntamiento de Madrid a ü § H < U fi g 0 1 ;s o o a H a % g © s ®® i 2 >- = w* = CQ ’S’ ® ® fes •- na «S ?O ,a cQ m p• D D g**• O ^ a < fj © P U < Q § ■< K ei c a ? ® H ,2 ® T3 a .§ a “a ocQ «sa 1 ® J '© „ •fe üo . fl S s g cr © ® ® -fe © O t© .. s ® -a bn Ch re 9 - P C tí © ' 3 tí tí ® CL O © S .p 2 a ® ® £. —' O ■fe g ■§ n «o a c, 9 -fe £ © O © ^* ® ► ti- ® "fe ^ ="■§ s o" t í o ® -- S. © tí c ü c ® tí s. T3 o £ a ® a O g© 'tí « uS ® -5 _2 -2 3 a*'3 ^ '9 sO ^ § — > ' S j , 2' - o a «® fe o ^-D 5 ® o © © © =5 S ^ .a a 2 o ^ tT ft fe 2 © o & ® a .§ ® g) § ~ 9 9 -2 tí a § . CT ^ . 2.® S re S « '5 a are re s S» a 1 1 § g g <1 a - - a ^ a a ©-g '§ I ICQ ÍK |S'^ &§ i-a © 9 g J fe* a •© w ’l. ’f i a “ “ 73 ® ií ® £ o -»■73 tí ® -i¿ 5 a $ -fe t í oO^ Sa5 -S \F^ a. te" XI 3 « I ■a >x . '© © « cr ©g ® 9 tí © g-’§ ^ a « T3 ^ a ■« ^ o « '« 2? i® © o o a o s, — fe 2 g .® ?2 3 ^ ’S £ a « O" ° ‘So © 2 tí a §< ® “so « i; e? 2a tí c B -x: > ,'0 tí 2 o o XI a T3 «JO C 3 § © £ ‘3 Si © ^© *3 cr 'tí tí - ( § © tí co g o ^ 3 ® • “ O a £ o 9 o © tí d 1H iM^ .^3 g ® © a cr a -w o o c ^ 2 ® tí a c © VD © « « a "fe t, ta) s ® £ o 64 S f-2 tí í® I I © © V a © “ tí a Cíi © £ 2 © <U ■ §- -e b ^ — o a* o L.T s á “P £ ® 'ci. a-3 a a< © © © tí o © -© 4 ^ $ -o ítí a o o^ o* , B © o © -w © 9“ tí 'O «H 2 tí 9 O © ^ .z S 9 i9 -a <D ® ft p S o •© a © ©. t-i s tí ® -na © © © •a *2 U tr d « g-s «M n « -a cr’T 5 P © ^ o ^ p s. 7o3 ® ” o a "g ^ ,2 i tí © o a 2 :2 '« O a i a a -5 '3 2 X) T T '© o > • >o tí g. S^- I -a ® ’-S o M ® .2 'S ^ §) §) 3 ^ 2 S a ® o © SQ « tí a -2 ■3 o > fe © © £ & a s © mw •r; tí Sh o s £ - « »■ j 3 9 *«S b a o —a © o tí ^ tí a ®Sh I—tí( Po '©tí o® tí ■p© i-s otí 1 ^ tí a '« a 9* § .£ _ o a o tí tí a « ^ ®3 'O Ph © a "£ 9* tí N £-•£ © a o m o tí 9 o 73 d © 3 a “ © j3 © ctí o, g ' . í ' s fe P ® © !T § a o tí .2 ^ >o fe tí >» tí re ® 9 g •fe' © o 2 9 £ a aSh a tí ® tí © ® o 'S § ■? a a p tí +H £© o N " m Tí a •S i3 tí 2 o ^ üo © "re © a a S a O d O ^ tí a a tía 9^ o£ -ro © ci ©« sto ®. o © d '9 ‘*=' o 's* a o ^ tí o o s H J —' a ® ® . § S 13 p tí tí tí 2 p © o © •w \o _ * o a g g 3 a ® » a 2 o« . “XI © 5T ©tí^^ S* ^ 45 tí o o •2 ’js g >>a a > a bO'tí •4-» M '© "O CL © © © C Q'© á1 I .‘ © © © e a a a -fe i s ® 9 2 g h g£ O .2 fe 'I tí o © o ■tí tí © h hH Xi as hP d* PO 3 tí © l©_ e& CLl©jj ití l-Og ío. tí ® tí tí O £ tí -tí © § g' © ts tí uT © tí a ¡o « 2 ^ a N s. o © 4-i >■ 9 a s. a cj g fe* , rv. tí © >a © ® a « o 3^ 1s © a í© w “^ tí í ^o fi -42 © © rs fwe | | - § r e f e o ^ S ^ o _, 9 CQ g fe •« c 2 o S © « 2 © > 4-> w © ,2 ., © 0 © > ■ Sh "o i -i 3a !2c á «®gI; I- ¿sÍg |•§ 5 .S fe* © r' tí fe-252 ao ® -s fe o a a £ 2 -9 “ 9 9 ® o* Qi-g © © 9 Sh® " f© e 2 3^ O © tí — a XI •« o x! fe i M' fe '© © re © o c3 fe© b 'd o o., 2.S ■3 fe a J3 ® «a- 'tí 2 -e o Sh J O ™ m o *—i 9 fe a ® -S -a > -% © h i 're © .2 > ■fe re •• tí 2 'tí © H ?na re fe re o § a Ífe fe a •§ >-» cr » o S g £ C3 tí ■a A© © ^ I re 2 g _© tí cr 'cí ^ .-* ü . 2 o .2 3 ” © a Tre T3 © ,a 1 °tí © © —O a a- xi re CS . . © © 'd o Ijfe Io 2 o fe >-< xI: I- a t3. re—Tíre £Q. reo Sh, M ^9 ® a¿ a ih ” a J3 o OO re re 9 tT’ 9 re Sh a — a n3 Ayuntamiento de Madrid o Q re o 9 « S 2 O >» £ T3fe n3 fe O ^ -S ^ “ 3 o te © 2 fe ® ® ~ S s •> ■'O s I n a > <s R O > i t I'' : -I 9 ® «Q SO O — R W 2 2 R O g a a § H e> tt 1-5 0 to CD ■F" O 0 o. Hí> D 0 *o’ ci5‘ O o o P 0 O o 00 » 9 0 0 o a 0 p P © O" Jfi fD B CC 5' o cc o M« a o p § *5 O > © S- o T* Ayuntamiento de Madrid SSTMTÍÉS REDACCIÓN Y U i VIDA ÍLDST8ADA OFICINAS C LAVEL, NÚM. 1 D IR E C T O R : M ANU ELSALVI M A D R ID b e n e f ic io d e la p i n o . — B e n e f ic io de J iie v e s S u á r e z .— D t a U a y if a U a n i.— Q ir c u lo de p e ll a s J í r t e s . Benavente, autor y actor en una sola pieza, la titulada ¡Cómo trabajaron todos los artistasIJLas Sra3.i.Valverde y S í» gwerer (y ustedes perdonen el retruécano), era la nove Domus; los Sres. Balaguer, Larra, Santiago y Morano, todos dad de la función del beneficio de la Pino. en general ofrecieron un hermoso conjunto. Así en la comedia /Do» T om ás! como en el juguete renovó sus triunfos la Sra. Pino. En ambas obras la gen Los periódicos de Barcelona dan cuenta de un nueve éxito til y bellísima artista pone en juego todos sus atractivos obtenido por la Sra. V italiani en la reprisse de L a casa p a y encantos de m ujer, terna, vigoroso drama y todos sus talentos de de Suderm ann, que TCAERO DC APOLO; actriz cómica. Muchos produjo honda im pre aplausos logró tam sión en e l numeroso bién en Sin gaerer, bre públicoque había acu ve é ingenioso diálogo dido al teatro de No que lleva la m arca de vedades. fábrica, por la senci 4 Italia V italiani hizo llez y la naturalidad una i n t e r p r e t a c i ó n que desplegó en el di propia [de la parte do fícil aríe de conservar. protagonista, que ha Benavente llevó su estudiado y compren galantería con la be dido,sabiéndola adop neficiada al extremo tar á BUS facultades. de acompañarla en la Es indudable: des interpretación de su pués de Sarah Bemmisma obra. hardt ninguna artis L a Sra. Rodríguez, ta extranjera ha dado las Srtas. Sampedro y tanto relieve al perso Catalá, y los Sres. Gar naje Magda como la cía Ortega, R ubio, La prim era actriz de No Riva, Mora y Gonzá vedades. lez, hicieron loa hono Todas las noches es res de la velada á su ruidosameníeaplaudidistinguida compañe da y celebrada. r a y compartieron los aplausos con ella y E l acontecimiento con el autor de Sin teatral de mañana sá querer que, <aun sin bado en Apolo será la querer» lo hace bien matinée que se cele todo. brará por el Círculo de Bellas Artes, al que E n el teatro L ara ce asistirán SS. MM. y AA. lebró au beneficio la E l pedido de locali lindísim a actriz Nie dades, palcos y buta ves Suárez. cas ea extraordinario. Le B a lle t volant. E n E l patio y en la , Bien por el Círculo hermosa ópera R a ú l y E len a y en Zaragüeta fué aplaudida constantemente, reci En el teatro Real, y con Lohengrín, debutó el tenor señor biendo manifestaciones del cariño que la profesa el público. Viñas, el cual entusiasmó al público y obtuvo ovaciones de E l saloncillo aparecía convertido en magnífico bazar con lirantes. De tal modo cantó el racconto que se vió precisadolos obsequios ofrecidos á la Srta. Suárez por sus admira á repetirlo. dores, que la presentaron como homenaje enorme cantidad Campanini diiigió la orquesta y tuvo que disponer la re de ramos, sombrillas, alhajas, abanicos, rosarios, collares, petición del famoso preludio. sortijas, cuadros, retratos y una guitarra. JVI. S. Ayuntamiento de Madrid La vida Ilustrada. LO Q U E D IC E L A N IE V E (I) (M O N Ó L O G O S D E D N O S C O P O S ,) —«Ckimpafieroa: ¿D insáis ya á Madrid?... Miradle; está allá abajo, bullidor, febril, con sus altos edificios y majestuosas torres. Envuelto entre una vaga neblina, apenas se le distin gue confusamente... Dentro de pocos momentos, nosotros le habremos engalanado con nuestro blanquísim o cuerpo, ex tendiendo una interm inable alfom bra sobre su suelo. >¡Ouán breve es nuestra existencia! Nacidos hace unos m i nutos, estamos destinados á m orir pocos momentos después. Caeremos a l suelo, unos pies ingratos nos matarán, y... ¡adiós ilusiones!... . . . , •Compañeros: ¿No reconocéis que el placer de vivir en el espacio es muy efímero para nosotros? —«¡Sí...! ¡Sí...! — •Pues ni aún el derecho de lamentar esta inju sticia se nos concede. Hasta en las alturas existen contrariedades; ¡yo, que creía que esto era patrimonio exclusivo de la tierra!... Pero abandonemos las reflexiones, que la meditación es cosa m al vista en un humilde copo... •¿Distinguís ya más claramente á Madrid?... ¡Que herm o so aparece! Las calles llenas de transeúntes y oe vehículos, que cruzan en opuestas direcciones... Los establecimientos abiertos... , . ^ > »Pero ¡ay! nuestra muerte esta próxima... Mirad, m irad los tejados, ese será el cementerio para muchos de nosotros... ¡Compañeros, buena suerte y larga vida! •¡¡Quién sabe dónde iré yo á encontrar m i tumbal!» Y ios copos, jugando caprichosamente en el espacio, caían lentos, silenciosos, uno tras otro, con insistente monotonía. Los tejados se engalanaron de blanco, y en las calles apare ció una alfombra inmensa y fantástica... Y al caer, acaricia ban coquetonamente los rostros de los transeúntes y vestían con su albo ropaje las desnudas y escuálidas ramas de los árboles. —«Volando, volando, he venido á m orir dulcemente en un rincón del paraíso: ¡los labios de una mujer! Ea tan hermosa, que al pasar junto á ella para ir á caer en el suelo, cambié de ruta y me posé en su boca. Morir en el cáliz de un clavel, es delicia inefable; yo, al sentir el tibio calor de su boca, me voy evaporando poco á poco... Un estremecimiento de ener vante placer me ha conmovido tan profundamente, q u ejn i muerte se ha acelerado... Dentro de poco habré dejado de Existir* •Nadie lo sabe; p Jro estoy seguro de que muchos mortales habrían envidiado m i dichosa agonía...» —«Yo pensaba con tristeza en m i próximo fin, cuando caí sobre un cuerpo ligeramente blando. Era la mano de un ehicuelo, que la extendió para recibirm e. ¡Cómo sonreía!... •Carró la ventana, y corriendo por la habitación, exclama ba: Mamá, mamá, mira; nieve. Pero al pretender mostrarle m i pequeño cuerpo, me deshice... Y el muchacho al advertir m i misteriosa desaparición, comenzó á llorar desconsolada mente... •¡Pobre! En su corta edad no comprendía que aquello obe decía á una ley inexorable de la vida. ¡Cuántos hombres hay que persiguen nn ideal, y cuando, regocijados, creen poseerle entre sus manos convertido en realidad halagadora, observan que ha desparecido, como yo desaparecí de la palma de una infantil manol...» —«A mal sitio he ido á parar: ¡al arroyo!... No sé cómo ten go serenidad suficiente para contemplar m i alba vestidura manchada asquerosamente por el barro de la calle. ¡Cuánta inmundicia y sucledadl... Mas ¿qué veo? Una impetuosa co rriente avanza amenazadora. E lla me ahogará con todo el cieno que trae en su ondas. ¡Qué muerte tan horrible! •Malditos mangueros y barrosos; ¿porqué se os ocurre re gar ahora? ¿Para lim piar la acera? ¡Es decir, que á nosotros, los copos de nieve, lo más puro, quizá, que existe en la tierra, se nos arro ja a l arroyo, para co ifundirnos entre el lodo é in mundicia!... ¡I Ingratos, ingratos m il veces!!... »¡Qué hermosa m ujer cruza ahora la calle! Pero ¡qué amar ga decepción! ¡Si su rostro tiene una espesa capa de colorete! ¡Sus labios están pintadosl ¡Su cuerpo exhala un empalagoso perfume!... »En medio de mi agonía, encuentro, al fin, un dulce con suelo... m al de muchos... que dijo el otro. ¡Pobre m ujer! Digna compañera mía; pues, qué ¿no fué en su honradez sino un hermoso copo de nieve, que como yo, cayó en el arroyo del vicio desde las alturas de la pureza?... <Yo, por fortuna, tengo asegurada lavida durante mucho tiempo. ¡Qué hermosa está la llanura! Nadie cruza por estas soledades; los árboles, mudos como espectros, elevan al cielo sus raquíticos brazos engalanados con la vestidura de mis compañeros... Nadie interrumpe esta soledad m ajestuosa, n> nos atormenta con sus pisadas... »¡Qué dulce es vivir así, y que aspecto ofrece el campo tan blanco y tan ideal! Después de todo, hace bien el hombre en no m olestarnos... Porque nuestra blancura, que adorna el paisaje, es como la esperanza que alegra la vida; si ésta des; aparece, la existencia es miserabie_, penosa; si á nosotros nos barren, el campo queda yermo, árido, tal como es ..» — «¡Adiós tocayas! ¿Con que yo, humildísimo copo de nie ve, emblema de pureza, según dicen los hombres, he venido á parar en las respetables canas, símbolo de experiencia?... Nunca pasó por mis mientes semejante sueño. ¡A fe m ía que esto es ia gloria...! •Pero... ¿qué hace la pobre anciana asomada al ventanuco de su bubardiUa?... ¿Espera á su h ijo , que no sabe de él hace mucho tiempo?... ¡Bah! ¿Y para eso dirige sus mortecinos ojillos hacia el lejano confín del horizonte?... ¡No, caramba, no! ¡iQué los d irija allá arriba, de donde yo caí!!... •¡Pobre senecta! ¡No se ha movido al sentir m i frío contac to en su cabeza!... P or más que tan indiferente como ahora habría permanecido si yo hubiese podido caer en su cora zón... Porque ella, hundida en la penunbra de su vejez, ha brá dicho: — »Un poco de nieve más en la cabeza ó en el pecho, ¿que me importa?...» —«¡Canastos! ¿Qué tejado tan extraño es éste?... ¿Qué signi fica este color gris obscuro? ¿Dónde andan metidas las clási cas tejas de barro, ornato de todas las casas madrileñas? No me explico esta súbita transformación... »¡Ab! .^ ois tejas de pizarra?... Y a veo, ya veo que el hom bre no deja de estudiar... ¡Cómo! ¿Qué?¿Qué es esto un pala cio? ¿Que es la morada de un noble procer?... Ahora ya me explico el color de este tej ado, y el apetitoso olor que despide esa chim enea.. ¡Un procer! L a verdad es que nunca supuse yo que fuera á encontrar la muerte nada menoe que en un palacio. ¡Solamente por esto, me dan ganas de m orirme cuan to an tes!.. . ü • •Pero ¿qué sucede? ¡Cómo gime la ventisca; muy furiosa está hoy!... ¿Eh? ¿Qué es ésto?... ¡Toma, pues ya estoy en el es pacio otra vez!... ¡Adiós, palacio! ¡Adiós, muerte dichosa!... •Lo que me temía; caí en la acera... Un transeúnte distraído ó inhumano me pisará y concluirá m i vida desastrosamente... Pero ¡bah! ¡Quién sabe si á ese ricachón le acontecerá lo que á mí, y del tejado de la opulencia caerá algún día á la acera de la penuria... »¡¡Da tantos soplos el huracán de la vida!!» —«Sería un despreciable copo de nieve, si no me mostrase contento con mi fortuna. ¡Qué muerte tan agradable me ha deparado la casualidad! He caído en el pecho de una ma- MÉXICO.— C a s a A y u n ta m ie n to y p o r t a le s d e M e r c a d e r e s Inet. de L . González Guerra. D e l libro e n pieparsción : A o n O I O f l O S I d e a l e s . Ayuntamiento de Madrid Instantáneas. dre, y á su tib io calor v o y derritiéndom e... Am ante y cariño- sa, me trata como á su hijo. No ie produce sensación mi helado cuerpo, y perm ite que y o permanezca al abrigo de su pecho... Hasta me contem pla eon cierta expresión celestial... •¡Benditas sean las madres)... Siem pre guardan calor en su pecho para todc«, y siem pre conservan en su corazón unos puros destellos de ternura... . • L a n ieve y e l am or maternal, son hijas de la bondad d iv i na: ¡la v irg in id a d y la pureza Ris hermanan! ■Cmilieno T^amlrez. Febrero, ¡001. F L 0 RES S IN YIOH P a r a J o s é G o n z á le z M a ta lla n a . Con extraña habilidad, robando á la luz colores, im iias la realidad haciendo de trapo flores con su b lim e identidad; pues son flores tan hermosas, que para m ostrar tu ciencia, se posan las mariposas engañadas, en las rosaa que sólo lea fa lta eseu'g a. Que sin arom a una flor, n o ea tal flor, L o la querida; m u jer que no sienta amor, y una rosa sin olor, seres son, pero sin vida. Y y a que este punto to c o ,' y o que estoy de am ores loco p o r la b ella jardinera, de una que la falta poco para ser flo r verdadera, he evocado á m i pesar ciertos infaustos amores que escuché allá en m i lu gar, á uno que soñó con flores y halló trapo al despertar. n Mqiif¡3T|fi 3 irSTlC u , Bluituuu niuuü L a profesión literario -p o lítica del perio dism o es, sin disputa, la más i n g r a t a de cuantas puede el hom bre abrazar. Mantiénese la labor en e l in cógnito , BÚfrense las penalidades de una in cesante y ruda tarea, y sólo aparece la perso nalidad del periodista cuando los tribunales le buscan, loa a d ver sarios le retan á duelo ó la s autoridades le ; D. M a r i a n o A r a o s - ' Ilustra periodista y ex-dlputada i Cortes. persiguen. E l m ism o F ot. de J . Bueno. qu e acaba de solicitar silencio ó apoyo, casi siem pre injustos, difam a al periodista y a l periodism o. Como al clero, todo el mundo nos censura, sin p erju icio de solicitarnos en los m omentos culminantes de la vida. Si por si acaso se alcanza personalidad, cosa im posible sm m érito real, á menos de lanzarse p o r la v ía de los escándalos, un detalle cualquiera, independiente á veces de la voluntad de) escritor, que le im pone el alejam iento de la tarea cuoti diana, le borra del mundo d e los v iv o s . N o es extraño, pues, que Araus, retirado há diez años del periodism o, perm aueciera casi en el o lvid o en que él v iv ía ' fe m a n d o S e rra n o V'a’.7/nií. m u y á gusto. R adical en sus opiniones, cosa natural siendo de Huesca, tan pronto com o term inó la carrera de abogado, en Zarago za y en M adrid, se dedicó á luchar p o r los ideales dem ocrá ticos . L a D em acrada, E l Im p a rcia l y E l L ib e ra l, fueron sus tribunas é h izo campañas m u y notables, en que sobresalían de sus condiciones de escritor sus talentos d e periodism o. H a m uerto a! cu m plir ios sesenta años, á pesar de que nada en su aspecto físico ni moral^denotaba el.próxim o,fln de una actividad tan constan te com o la del notable periodista oscense, que en dos épocas difereny por espacio de tres años en cada una, tuvo la dirección de nuestro qu erido colega E l L i beral. 9- Con el presente n ú m ero reiiartimos cuatro plinas de la preciosa novela ilus trada, de Solis, L a In stitu triz, y otras cuatro planas, ilus tradas también, de la inmortal obra del príncipe de los inge nios, Miguel de Cer CÓRDOBA.—P a s e o vantes, Don Q uijote d e l G r a n C a p i t I n - J í - o r S l a '.m a S a n a J-'s*. d e í . M olina, Ayuntamiento de Madrid DE l a Mancha. La Vida Ilustrada. E L E -AfelsTE E / O Delante de su hermoso caballo, que aparejado á la andalu za lleva sobre sus lomos dos grandes fardos de telas, hacien do sonar con su acompasado movimiento un sinnúmero de campanillas, que prendidas en ancho petral, adornado eon bordados de seda y largos flecos de variados colores, da al presumido animal un aspecto precioso, va el pañero vocean do su mercancía por todos los pueblos de la provincia. Angel el P añ ero era un hombre como de veintitrés á vein ticuatro años; guapo, moreno, con el pelo negro y rizado, los ojos grandes y expresivos; su cara, simpática, y siempre son riente su boca; sus ademanes, distinguidos y airosos; vestía sombrero ancho, siempre inclinado hacia el lado derecho, y chaqueta corta con coderas. >' Cuando entraba en un pueblo se colocaba sobre el hombro izquierdo un retazo de tela, y llevando en la mano derecha la vara de medir, voceaba, con fresca y bien timbrada voz, el P añ eróooo. Más de una joven, abando nando lasfaenas do mésticas, salía á sa ludará Ajigel,acha cando á esta demos tración de simpatía la necesidad de com prar... precisamen te aquel género que no llevaba. Poseyendo esto^dones’con'quefla.Naturaleza había privile giado al Pañero, no es extraño que María, la moza más her mosa de Carrión de los Céspedes, la mimada por todos, la imprescindible en cualquier fiesta, donde al compás de la bien rasgueada guitarra ejecutaba eon sin igual donaire las clásicas sevillanas, se hubiese enamorado de él con todas las fuerzas del primer amor. E n igual caso se hallaba Angel; pero por temor á una con testación negativa, jam ás se atrevió á declararle su amor á María, auque sí á demostrarle muy significativamente sus simpatías en cuantas ocasiones se le presentaban. Mas un día, al pasar por su casa, voceó como de costum bre, y salió María con su habitual gracejo, su peinado bajo, BU guirnalda de flores en la cabeza y su pañuelo de taUe, y comenzó el siguiente diálogo: —Pañero... Pare usted la jaca. —Hola, Mariquita; Dios la guarde. —Venga usté con Dios, Angel. ¿Trae usté lana durse? —S í, señora... —¿No le ha gustao á usté la pregunta? —¿Por qué me dise usté eso? —jCómo se ha puesto tan coloraol... —No, no es por eso; es... que siempre que la veo me pasa lo mismo. — [Po h ijo , es usté poco vergonsoso que digamo!... —¡Qué quiere usté... no lo puedo remediar!.... Con nadie me pasa eso más que con esa cara de rosa y ese cuerpesito, digno de estar entre loa ángeles der sielo. —¡Mira también el vergonsoso y qué burlón esl... -.¿O ree usté que es burla?... ¡No, María! Son sentimientos que emanan de lo más jondo der corasón y que nunca me atreví á decírselo, por temor á que se burlara de eyos. —Angel... —¿Se ruborisa usté también?... ¿Sentirá usté lo mismo que yo?... ¡Si así fuera!... —Ño, no, señor; es que tiene usté una manera de desir las cosas... —A usté, no sé... no puedo hablarle de otro modo; y ya que hoy he tenido el descaro de desirle el cariño que hase mucho tiempo abrigo aquí dentro, no me deje usté ir sin un rayito de esperanza, que será para m í la mayor alegría que pueda resibí en mi vida. —Angel... por Dios... saque usté la lana durse y déjese de.. —Pero ¿será posible que no me conteste naté á lo que le pido? Si total para usté es poco... para m í... ¡m i felisidál... ¡Sí, sí me contestará; es usté muy buena, y de un alma tan grande y tan noble no ae puede esperar más que... consuelol —Está usté hoy desconosido. —Porque sienpre disimulé mucho; pero calcúlese usté lo que habré sufrido para contener los impulsos de un querer tan grande, encerrado en un pecho relativamente chico y ca reciendo de valor para levantar la várvula que lo aprisionó por espasio de tanto tiempo. —¿Pero eso es verdad? ¿No me engaña usté? —¿Acaso no revela m i cara la veracidad de m is palabras? —¡Se finge tanto! —No lo ignoro. Pero no me tendrá usté á m í en ese con cepto. —No, señor; á usté lo tengo en el mejor. —Grasia, presiosa María; eso me basta para satisfaser mis amorosos deseos. ¿Cuento con su conformidad para m is presiados fines? —Angel... que me está usté hasiendo sufrir... váyase usté, haga usté el favor. —Si supiera que en m i ausencia consistía su felisidá, me iría pa no volver, aunque me matara la pena. —No, yo quiero que vuelva usté pronto; pero ahora se debía de marchar. —¿Vuelvo mañana? —Como usté quiera; pero.,, ¿y si enteran m is padres? —Mejor; mañana hablo con evos del asunto y verá usté con qué libertad podremos hablar delante de todo el mundo. -G r a s ia , Angel. —Adiós, salaísim a; hasta mañana. —Adiós, feísimo. Y soltando ambos una sonora carcajada, como demos tración de la inmensa alegría que sintieran, se separaron sa tisfechos: ella, á proseguir sus interrumpidas faenas do mésticas, dulcificadas desde aquel momento con el recuerdo de su futuro Angel; él, á vender sus géneros, seguido de su noble caballo, que marchando detrás de él sin necesidad de coger sus riendas parecía participar de la alegría de su amo. ¡Cuántas cábalas se forjaban aquellos jóvenes cerebrosl Cuando Angel llegó á la posada aquella tarde, estuvo más chistoso que nunca, más alegre que el pajarillo que logra escapar de la jau la que constituyó su prisión. Y a de noche, salió el Pañero de Carrión con dirección á C ptillejo ’del Campo, donde trabajaría sus artículos medio día del siguiente, y volvería per la tarde á donde ya tenía quien lo esperaba, quien pensaba en él, quien realmente era la dueña de su pensamiento. Daba gozo o ir cantar á Angel, desde encima de su caballo, las sentimentales y alusivas «malagueñas», poblando el obs curo espacio con su hermosa voz, que se extendía con agra dabilísim as vibraciones, llevando en cada nota una lágrima y en cada lágrim a un átomo de la felicidad que sentía en su pecho. Pronto se propagó la nueva, en particular por el elemento joven, quienes, de acuerdo con la antigua costumbre, espe raban con anhelo la llegada del Pañero al día ¿guíente para cobrarles el «Piso», lo cual consiste en hacerle pagar un pe queño banquete á a^uel que siendo forastero consigue haeeerse novio de una joven del pueblo. P or fin llegó el deseado momento en que Angel, después de d ejar en la posada su comercio ambulante y de ataviarse lo m ejor posible, ciñéndose su faja celeste bordada y poniéu- Ayuntamiento de Madrid i Instantáneos i dose Gon mucha gracia su sombrero cordobés, se dirigiera á casa de María, en cuya puerta le esperaban unos cuantos mo zos con el objeto de felicitarle y tomar en su compañía, y por su cuenta, ias copas de ley, supuesto que las costumbres ha cen leyes. ¡Con qué cariño estrechaban su mano aquellos nobles y leales mozos! [Con qué satisfacción les deseaban á los recientes y guapos novios todo género de fellcidadesl Después de los citados preliminares, bastó la simple indi cación de uno de ellos para que Angel, eon la generosidad que tanto le caracterizaba, comunicase á sus amigos la satis facción que sería para él verles aceptar una pequeña invita ción, y dirigiéndose hacia la plaza del Ayuntamiento, donde existe la m ejor taberna del pueblo, empezaron á beber enmedio de amenísima conversación, sin percatarse ninguno de ellos que Fernando, pálido y sombrío, hacía esfuerzos so brehumanos por demostrar la misma alegría que los demás, pero no le era posible; al llevarse el vaso de vino á la boca temblaba su mano, y éste, al beberlo, le abrasaba la gargan ta; y no pudiendo, á su pesar, articular una sola palabra en demostración de lo que realmente no sentía, salió de ia ta berna, pretextando una urgente diligencia, y fuese á romper el llanto que le abogaba á las afueras del pueblo, donde nadie viera verter sus ardientes lágrimas, donde nadie pudiera sor* prender sus celos, ni le pudieran echar en cara el odio que sentía hacia el diclioso y afortunado Angel, hacia un hombre que en nada le ofendió nunca... en nada... y en mucho—pen saba él;—en nada supuesto que el hombre tiene la libertad de declararle su amor á aquella m ujer por quien lo siente, y en mucho... por lo mismo, porque indirectamente Angel le hirió en lo más sensible de su corazón. A llí, on el recodo del camino, con la cara oculta entro las manos, lanzando sollozos y juramentos como protestando de su adversa fortuna, estaba Femando, y allí hubiera seguido si el alegre son de las campanillas del Pañero no le hubieran sacado de eu horrible letargo. iQué latidos sufrió su corazón al escucharlas! Inconscientemente, guiado por febril impulso, cogió con crispada mano el mango de su faca, apartándola repentina mente, cual si hubiera tocado un cable eléctrico. Al aproximarse Angel, que montado sobre su caballo, con la vista flja en el espácio, sonreía tal vez eon el grato re cuerdo de María, sin apercibirse ni preocuparle los objetos que le rodeaban, sintió de pronto que un hombre, sujetando al caballo por ias bridas, le decía: —Angel, bájate del caballo que tengo que hablar contigo. —Hola, Fernando; aquí me tienes. ¿Qué te se ofrece? — ¡Lo que tal vez ignores! —No comprendo... ¿Qué te pasa? ¡Estás nervioso! ¿Has llorado? —¡Yol ¡No, nunca lloré!... Los hombres no deben llorar por nada. Los hombrea, antes que verter una sola lágrim a, deben matar al culpable, si está al alcance de su mano. Y por eso te estaba esperando; ¡para matarte! —Pero ¿te has vuelto loco? ¿Te ha hecho daño el vino? —¡No) Eres tlí el que me has hecho el daño, mucho daño; tanto, quela herida que me has abierto no se cicatrizará más que con tu vida ó la mía. —Pero, Fernando, piensa lo que dices... que ignoro... - B i e n ; pues si lo ignoras, yo te lo diré: ¡es que me has ro bado á m i María! Y acompañando á esta palabra la acción, le dió tan tre menda bofetada, que Angel, perdiendo el equilibrio, rodó or el suelo casi sin sentido; mas antes de que Femando puiera segundarle, de un salto se incorporó, y sacando de en tre Ja faja un cuchillo de dos filos se puso en guardia, u tili zando el brazo izquierdo á manera de rodela para evitar los golpes de su adversarlo, dioiéndole: —Nunca intenté hacerle daño á nadie,ni á ti tampoco; pero si quieres pelear por lo que no te pertenece, tira. Al concluir recibió un corte de Fem ando, hiriéndole en el antebrazo izquierdo. Entonces, lanzando un rugido, cual león castigado por el domador, se abalanzó hacia su agresor con tal furia, que le hundió en el pecho la reluciente hoja de su cuchillo. Este, abandonando la faca, dió un grito de dolor y cayó pesadamente al suelo, espirando á las pocas horas, no sin perdonar ante el juez á su matador y suplicarle á la justicia que no condenaran á Angel, porque no era culpable de su muerte. S Ocho meses después de ocurrido el lance mencionado, cuando en la audiencia de Sevilla se efectuaba la vista de la causa, ia justicia, dictaminada por su conciencia, nombró jurado para que diese el fallo que mereciera el delito, y fuá pronunciado un veredicto de inculpabilidad á favor de Angel, y, por lo tanto, absuelto. C elestino X aón. e a p R i e H o s El que peca una vez y se arrepiente, logra de la Divina Providencia, que es grande su clemencia, le conceda el perdón de penitente. En adorar á una m ujer divina tan sólo m i pecado ha consistido; ni perdón, ni clemencia he conseguido, aunque h ice penitencia en una esquina. Te tapas los ojos porque es un exceso que en esa boquita estampe yo un beso. ¿Qué, te ruborizas? ¡Tu rubor me choca! ¿Por qué no te tapas entonces la boca? J o s é S olis. PE D R O D C M EC Q (C asa fundada sn I7B0.) Vinos seled os de Jerez . Ylfío eseamso esliio diampme. e & K A e D O M E eQ M É X I C O . — S a n g r a d o d e [ l a [p l a n t a d e l « M a g u e y » q u e p r o d u c e l a b e b i d a LLAMADA «PUIQUE». Inet cT'lT (Méxic^. Ayuntamiento de Madrid 6 La Vida ilustrada. ZA H A R A Son las cuatro de la madrugada. T o d o duerm e en la orien C orría el año 1250. Fernando I I I el Santo ocupaba el trono tal S evilla. L a luna acaba de ocultarse, se o ye e l viento silbar de Castilla y L eón y sus vencedores ejércicos se habían hecho sobre las gigantes torres y p o r e l entreabierto ajim ez d e l pa dueños de M urcia y Córdoba, la antigua corte de los Omniala cio de Ornar se divisa una som bra blanca que m ira con an das. Mahomed Alham ar de Granada se deciai'aba a u xilia r y sia al río , com o si qu isiera disipar las tinieblas para penetrar tribu tario suyo, y Abul-Hasán tem blaba a la p roxim idad de en' ellas con su mirada. sus aguerridas huestes, que se d irigía n a la G ran l ^ i l i a , Es Zahara que espera ansiosa la ven id a de Alfonso. com o los m oros llamaban á nuestra hermosa perla d e l Betis. Quien no haya esperado nunca ia llegada de un sér q u eri Las o rilla s del G u adalqu ivir se veía n en esta época llenas do; quien no haya sentido la im paciencia del que desea tener de preciosas casitas y suntuosos palacios, rodeados de flores á su lado el objeto de sus amores; quien no haya contado esas que, con sus brillantes colores, los dulces sonidos de las guzhoras interm inables en que cada m inuto parece una eterni las, panderetas y dulzainas, ia belleza de las musulmanas que dad, cuando en todos los rum ores que llegan á nuestro oído asomaban á los ajim eces envueltas en sus blancos velos y el nos parece conocer los pasos d e l que esperamos y e l m u r suave m urm ullo del agua, todo en arm ónico conjunto, bajo m ullo del viento nos fin ge el eco de su voz; quien n o haya el lím p id o cielo de Andalucía, hacía creer en la posesión del visto pasar el tiem po, sucederse las horas, disiparse las ti paraíso del profeta y las d elicias prom etidas a los creyentes nieblas y v o lv e r á asomar su disco e l astro de la luz, no pue h ijos de Mahoma. , , . , de com prender el estado de desesperación y desconsuelo de A uno de estos palacios es donde vam os a conducir a nues Zahara, que durante toda la noche había estado atenta al m e tros lectores. n o r ru m o r y m il veces había v u e lto á caer en su mutisrno, A la grandiosidad de su estilo árabe-mauritano, con sus hasta que la zozobra, la desesneración y el tem or la habían arcos ojiva les y sus esbeltas columnas, se agregaba la riq u e vencido, y abandonando el m irador, se había dejado caer en za del decorado, sus pavim entos de m árm ol de colores, sus los cojines. paredes adornadas de ajaracas y alicatados, en los que se De pronto sintió m id o de pasos a su lado, se levantó p re combinaban ricam ente e l rojo, azul y oro; sus tedios de cedro surosa y se encontró fren te á Ornar. con artísticos relieves; sus puertas de nácar, ébano y m aríll; L a sorpresa fu é tan violenta que no pudo disim ularla, y de y los elegantes surtidores que derram aban las aguas en ricas n o haber estado tan turbada hubiera notado a lg o extraño en fuentes de jaspe, hacían que en aqu el recinto se reuniera el rostro y la sonrisa d e l M oro, cuando dejando á un lado su todo lo b ello y m agnífico que podía soñar la ardiente fanta cim itarra y despojándose del alqu icel, la co gió cariñosamen sía do los árabes. ,, , . - , . te p o r el talle y le preguntó; E n uno de los salones de este aloazar, reclm ada indolente — ¿Me esperabas, Sultana? _ . ^ mente en rico cojín de seda, había una m u jer envuelta en un — N o, Ornar, d ijo ella procurando ocu ltar su m quietud; ve lo de blanco lin o, que era d ign a p o r su herm osura de ser pero e l ru id o del viento m e tenía desvelada y no quise acos v ir de centro al artístico m arco que la rodeaba. tarm e. Parecía im p osib le que la diosa Fortuna no cerniera sus c — L o com prendo, mas ¿por que no mandaste encender lu alas sobre los m oradores del palacio, y no se com prendía es y que tus esclavas distrajeran tu desvelo con sus cantoscóm o la desgracia pudiera tener entrada en aqu el nido fo r y sus danzas? mado para e l placer. — Me sentía triste, Ornar m ío. _ ■ . , Mas fijándose con detenimiento en la bella morisca, se no — ¿Acaso m ereceré la dicha de que m i ausencia fuese la taba la som bra del pesar extendida sobre su m oreno rostro, causa de tu tristeza? y las huellas de las lágrim as en sus m agníficos ojos negros. — ¡Eres tan bueno! . , , , L a puerta de la estancia g ir ó con_suavidad sobre sus goz — N o , te amo m ucho y eso es todo; p o r ü he buscado el nes y una esclava, de agraciado y simpático rostro, apareció lau ro en ios combates; p o r ti he procu rado reu n ir en el p a en e l dintel, deteniéndose temerosa de turbar la m editación lacio todas las riquezas d e l Oriente; p o r ti tengo en m is ja r de su dueña. dines desde la a ltiv a palm era hasta la sencilla violeta ; m i — Adelante, Noeim a; d ijo ésta. ¿Qué hay? dicha es verte dichosa; pídem e terciopelos, pídem e chales, —Nada, ama mía; Ornar y A l í han partido, el centinela tomo perlas y plumas y que y o vea sierapre serena tu frente, satisel refresco que le brindó tu esclava y el Nazareno encontrara fech o tu rostro y am orosa tu m irada. lib re el paso hasta el p ie de tu ajim ez. . — T u bondad p rovee con exceso m is deseos. — T iem b lo , Noeim a; la dicha y el pesar inundan m i alm a a — Uno tienes qu e no m e has m anifestado y que m e ha he un m ism o tiem po; para seguir á A lfo n so dejo la re lig ió n de cho dejar mia huestes y v o lv e r á tu lado para satisfacerle. mia m ayores, dejo este encantado Edén en que se deslizo m i — Yo... no sé... . , fe liz infancia y abandono al generoso Ornar, cuyo corazón — T o m a esta caja: p o r lo que ella encierra habría quien hago pedazos. _ , . , . j , i d iera toda su existencia. ¿N o aciertas lo que es? — A ú n estás á tiem po, ama m ía, huye al in terior del pala Zahara tom ó la caja presa de va ga inquietud y le dio vu el cio; no veas al cristiano y o lv id a esa funesta pasión que des ta entre sus manos. garra tu pecho. — A b rela , d ijo Ornar, no retardes tu dicha. — ¡O lvid a rlo, im posible! P íd e le a l sol que no alum bre, pi— ;S on algunas ajorcas ó algunas piedras preciosas? dele á las aves <jue no canten, pídele á los astros Que se d e — V e lo tú m ism a, Sultana, y o q u iero gozar con tu sortengan en BU carrera; pero no le pidas á m i corazón que deje de la tir p o r A lfo n so . . , , ^'^La^morisca abrió la caja con mano trémula; dentro de ella, Desde el p rim er d ía que lo v i cautivo, trabajando en los sobre el fondo de damasco blanco, se v e ía un corazón ensan jardines, no aliento más que para él; durante la ausencia de grentado; en e l m om ento no com prendió la in feliz lo que Ornar busqué ocasión de encontrarlo, le hice conocer m i pa aqu ello significaba; m iró á Ornar y lo y ló con la faz contraí sión, nuestros corazones se fundieron en uno solo y la dicha da y la m irada torba que le decía con ira: ~ , de«am ar y ser amada lle g ó á m i alm a p o r vez prim era... P ero — Darías tu v id a p o r v e r el corazón de A lfon so. T u deseo Ornar v o lv ió , la fa m ilia de A lfonso pagó su rescate y nos tuestá satisfecho. P a g a tu deuda... y alzando su alfan je se p re tim os que separar... quiso que le siguiera... m e he resistido a cipitó sobre ella. . . , . , , ello... he luchado... pero com prendo que sin él la v id a es miP ero antes de acercarse la v io a b rir los o jo s desmesurada posibie; no qu iero más D ios que su Dios, n i más felicid ad mente, llevarse á los labios el ensangrentado corazón y caer que ser su esclava. Estoy decidida. V ete, N oeim a; cuando la al suelo com o herida del rayo. noche esté en m itad de su carrera vendrá A lfon so y abando Ornar se detuvo. naré estos risueños lu g a res... mañana Zahara se llam ara Ma — ¡Esclavos, luces!, gritó. ría y ias vestiduras orientales serán sustituidas p o r los senci Socorred á vuestra señora, les ordenó cuando acudieron. llos vestidos de las damas cristianas... Sólo un pesar dom ina Loa servidores se p recipitaron á levantarla y observaron en m í á todos los demás. ¿Me amará siem pre A lfon so? ¡Obi con terror que estaba muerta. Daría m i v id a toda p o r poder v e r su corazón. — Se escapó á m i venganza, exclam ó ferozm ente el Moro, • fu é á unirse con él en el paraíso de los cristianos y m e deja • • solo y abandonado á m í, que no pod ía v iv ir sin ella. Si no hubiesen estado tan agitadas N oeim a y Zahara, hu y rápido com o e l pensamiento v o lv ió contra si m ism o el bieran notado que la pesada cortina de brocado de c ro que acero, cayendo exánim e al lado d e l cuerpo de su adorada cubría la puerta se agitaba y una som bra se deslizaba silen Zahara. ciosa á lo largo de la ga lería . Qartrien B u r g o s do JJIva reg. Ayuntamiento de Madrid Instantáneas ÍN Y IE R N © Y E S T Í© Ya llegaron laa tardes cortas, de Enero; ya de plomizas nubes se cubre el cielo, y ya el sol blanquecino, sin resplandores, rojos ó anaranjados, en horizontes paliduehos, muy tristes, descoloridos, semejantes á un cíelo de raso antiguo, se esconde tras las brumas de lejanías impregnadas de tierna melancolía, monótonas y tristes, desdibujadas, tan sólo interrumpidas por secas ramas, que derechas se elevan llegando al cielo, mendigando los rayos del sol de invierno. Y a no tienen los campos los verdes tonos que eran en el verano su fresco adorno. Ya no tiene la parra las verdes hojas que en el suelo formaban tan dulce sombra. Y a no duermes bien mío bajo la parra, ¡son las tardes tan cortas! ¡y son tan largas estas noches de invierno en que se cubre ese cielo plomizo de negras nubes! Alégrale, mi alma, que ya el verano con sus días alegres, es anunciado por los negros vencejos, que con piadas delirantes, agudas, al sol ensalzan, á ese sol deslumbrante que es sol de fuego, un himno de alegría, de amor intenso. Y a los campos se visten de verdes tonos; ya no hay nieve en el monte, y ya el arroyo murmura dulcemente 1 . ° A l l l e g a r . — 2 .0 U n r i n c ó n a n t i g u o . — 3.o C a s t i l l o d e S a n S e r v a n d o . — 4.“ L a cual la enramada que susurra caricias; P u e r t a d e l S o l . — 5 .’ P a t i o - j a r d í n de San Juan d e lo s R e y e s (restaura y ya la parra do).—eV V i s t a d e l c a s t i l l o d e b d e l a c i u d a d . - 7 . o P a t i o d e l a p o s a d a d e l a proyecta dulce sombra SANGRE (donde Cervantes e s c r ib ió L a Ilustre Fregona). con que nos brinda, jara admirar desde ella as lejanías de un cielo transparente, sobre mis hombros bello, tan bello, y entorna dulcemente como son alma mía, tus negros ojos, tus ojos negros. E l núm ero p ró x im o de I n s t a n t Á m a s será dedi que mientras duerme todo, Y a ha llegado el verano, cado principaim ente á las señoras, con preciosos figu menos la fronda, ¡bendito sea! rines y labores, con texto de gran interés y cuentos que oscila levemente Ya puedes vida mía cual perezosa, ilustrados. dormir la siesta, por halagos y besos bajo la añosa parra También le acompañarán para que los coleccionis adormecida, que te acaricia, tas no se perjudiquen, V o n Q u ijo t e d e l a M a n » cuando á sus hojas mueve y que entre sueños siente c h a y L a In s t it u t r iz . tibias caricias la blanda brisa. E n este mes se publicarán dos números dedicados que son del viento, Ya ha llegado el verano, te diré muy bajito vente mi alma, á la m u jer, y tres In s ta n t á n e a s . cuanto te quiero. y aquí, bajo la sombra E n d mes p ró x im o introduciremos g ra n m e que hace la parra, jora y economía deprecio. X u is 7{ort]ano. reclina tu cabeza Ayuntamiento de Madrid * La Vida Ilustrada. DEL Ar t ic o C ó m o s e m ip o j p o r Ciita. a l a n t a r t ic o U n n u evo f ’'lin o . Indudablem ente el m a m ífero de que vam os á dar noticia á nuestros lectores no es producto de alguna nueva evolu ción; el gato ciego, que tal es e l nom bre con que podem os de signarle, debe existir desde la más rem ota antigüedad en al gunas de ias regiones del Congo; pero hasta hace m u y poco había pasado inadvertido para los naturalistas. E l gato ciego ea de m ncho m ayor tamaño qu e el gato montés y es m u y parecido a l tigre, con e l que se le confunde fá cilm ente; su cualidad característica consiste en que durante el d ía es un anim al com pletam ente in ofen sivo, no ataca á nadie, y si es maltratado ó herido no hace resistencia alguna, y si 80 le acaricia recib e los halagos com o cu alqu ier m inino de buena casa; en cambio de noclie tórnase en el más terrible y voraz de los de su especieE l doctor DaníchofE, célebre naturalista y explorador ruso, es el que ha hecho las prim eras experiencias en este feUno. Y endo de caza se h a lló frente á frente de un tigre, tal al m e nos le pareció al doctor, que, lejos de acometerle, pasó casi tropezando con él y sin hacerle e l m enor caso. E n vista de esto e l doctor le echó un lazo, de los que v a provisto siem p re que hace alguna expedición, y e l pacífico tigre se dejó aprisionar y conducir com o un faldero; lo lle v ó á su casa, y durante todo e l día estuvo pacífico y dejándose acariciar con gran asom bro de D anichoff, que advirtió a l p rop io tiem po mucha torpeza en los m ovim ientos del felin o, p o r lo que llegó á suponer si estaría enferm o y era el su frim ien to lo que le tenía postrado. L o encerró en una ja u la con objeto de segu ir observándo lo; pero así que se puso el sol e l dócil gato se trocó en fiero tigre, y el doctor estuvo á punto de ser víctim a de su arrojo p o r haberse atrevido á entrar en la jaula. T o d a la noche sigu ió el animal dando muestras ds su fe rocidad, y en un a b rir y cerrar de ojos m ató y devoró una cabra montés que le echaron v iv a en la jaula; pero así que loa prim eros rayos del sol invadieron la jau la, el prisionero recobró su docilid ad y mansedumbre. E l doctor se dedicó á estudiarlo detenidamente, y pronto d ió en la cla ve de aquellos cam bios. Las pupilas del anim al carecían de la propiedad de contraerse; así es que durante el día e l sol le dejaba poco menos que ciego, pues apenas dis tin gu ía los bultos, y esta era la causa de la torpeza observa da en aus m ovim ientos. Su estado de ceguera le tenía aco bardado y . por lo tanto, no se atrevía á com batir con nadie, prefiriendo soportar dócilm ente los halagos ó los malos tra tos que_ luchar sin condiciones para ello. D udó el doctor si aquel sería un caso especial del ejem plar que poseía ó peculiar de toda una especie, y se propuso cap turar otros ejem plares, lo quo a l cabo de bastante tiem po, y gracias á su constancia, consiguió; y habiendo matado algn gunos y estudiándolos detenidamente ha podido com probar plenam ente que pertenecen á una fam ilia de felin os no cono cida hasta e l día, y que, en efecto, su especialidad más ca racterística es la ceguera diurna. E l doctor ruso ha observado que en estado salvaje no salen de sus guaridas durante las horas del sol com o no sean m uy acosados p o r la sed; pero se desquitan de noche, invadiendo los bosques y acometiendo á cuantos seres vivien tes encuen tran á su alcance. E l to u r is ta L a z r a m . — ------ e o rre sp o n d e n c ia literaria. _A. G. 3? G.— M adrid.—E i artículo es la rgo y no m u y m o vido; esta bien. H a g a cosas más breves y mándelas. Y a sabe le apreciamos. R . A . M,—Málaga,— Y a habrá usted visto lo del segando apellido. El artícu lo es nada más que aceptable. Somos fra n cos; no se ofenda; lo demás irá saliendo con mucho gusto. J. A . P .— V elez R u b io.— Es agradable. Se publicará, Á E E H C Iá E X C L U S IY i PÁñi EL PFRÍI * -A •w.t' moU-i c^ue fia ^ o t y ^ la A u b r t c L a i. A e la iv e r s a r ls ín tl primer JtjiSía, - ^ ü , n a buenataoxa, (JH9 tom st v a ra S v . A A á elia, t m e s c s iia 'r ít t e .t o n , auuhaseosasdf cúmer. F . G . A .— Y a habrá usted visto una. L u ego publicarem os la o tra . E. C.—N o extrañe usted que tarden en publicarse. T en e mos tanto o rig in a l! P ero hacemos todo lo posible p o r los amigos. A . O.— C artagena.—F lo jito . ¿Quiere usted m andar otros? M. O.— M adrid.— E l p rim ero , que es un epigram a, es bue no. L o otro, sólo regular. J. A . C .— Id e m .— Aceptables los dos, R . A . G .—L a Bañeza.—Bien. L o publicarem os, después de a rregla rlo algo. F. M.— N ájera.— G ordito es. E l soneto para la fecha op or tuna. J. M. S.— M adrid.— Son bastante medianos y no puede s e r. Mande otra cosa. F. D. S.— Zaragoza.— Está bien; pero es una carta de amor. J. R . C.—Madrid.— E l uno se ha hecho autiguo, e l otro tien e los consonantes un p oco vu lgares. L o de las diez no puede ser. L o sentimos. E. R . S.— N o son más que regulares. Ferrer.— L im a, 48 y 50, P ortal de Botoneras. fln au ip a. 72, Mercaderes. Ayuntamiento de Madrid 'a 1 ó? « hC CQ <>« O ® ^gg $ c6 X 'iá -¿3 •!“ «H O ■© « a o) ® I S 'b . b .- ■<.§ « « .2 ; » s i g l a re gO O. •a S? w o g l 'S ® © Ü §•§1^ CQ © S w l l o r eá g-S a g “ o , o S*E - &2S © ^ O L. ► ■H 05 « 9 s_ O ><! £ 1 < . 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TOffl 2.TO a 3' Ps _ a9 3 3 » ffl ffl 3 = 3 3 oq ffl a 3 TO P3-H a ffl ffl o P o . a ffi » 8 tí ^«<! ® | fflCTO s' Cffl R3 ffi "= ffi ogj-F affl p» ffl ffl •7 p tí a tí S P tí' P a p 3 ffl p.» e ffl h a fe s 3 T O TO ffl p2 p ffi fe = 65 p a® oaE8'£-ffl O a ffl TO J. 1 3 EE» P ffl a3'.“a 9^ F ®- ©3 ai. {g Q ffi HJ )" «e Ayuntamiento de Madrid I M X .A . Is Z C X J J -E R , ; E 3 X j E a - A 3 S r T E '2 ’ S X J O hA - S hA . VESTIDOS DE NIÑAS DE TRES Á CINCO AÑOS F io . 1.“— Este trajecito se hace: la falda, de tela escocesa de lana y el abriguito con pagris perla. FiG. 2.®— T odo el traje esde seda color guinda con ador nos de terciopelo negro; es de buen efecto y m uy fino. F i g . 3.®— Vestido abrigo. Se hace de paño, verd e oscu ro y también puede ponerse el cuello de terciopelo v e r de, algo paño. T R A JE S E L E d A E T E S PA R A SEÑORITAS Y SEÑORA JOVEK L a figu ra IA resulta el cuerpo de un efecto encantador, pero precisa que su ejecución sea m uy exacta. E l traje se hace con paño color cerveza claro, ador nado con cinta d eterciopelo negro, estrechita. L a figu ra 2 es un bonito traje de señora joven , hecho de seda color gris rosa, con adornos de restaoh y trencillas de oro. Ambas figuras las representamos tam bién de fren te y p o r la espalda. ■ ■ Ayuntamiento de Madrid más claro que el E N T R E T E N IM IE N T O S CANTARES P rim a dos á una ires cuatro y escultural m alagueña con tan ciego frenesí, que, si la niña se empeña, d ejo de ser andaluz, m e em barco para la todo, y m e cargo con la cruz... con la cruz del m atrim onio. F ra se hecha- A las cuerdas de m i lira quise d ar entonación, sólo p o r v e r si sus ecos calmaban m i corazón. J f ío n t o y JAuriUas. Cuando te halles sola escucha las quejas que lleva el viento; y verás com o te dice que se las roba á m i pecho. T R IA N G U L O , p o r M a r z a l 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 0 OO ü A la V irg e n la clavaron el corazón con puñales, mas no s u friría tanto com o y o con tus desaires. A d jetivo . Puerto de España. Cabo de España. R ío de Lu go. Vocal. P or M O RAL. M ira lo que d ijo el cura cuando me fu i á confesar: que no te qu isiera tanto, que te qu iero por demás. Solúcm s al búmbíq snierlBr. A la frase hecha: E chan do pestes. e H A R A D A S Y o no sé qué tiene madre m i m oren iía en la cara, que á m í me parece un ángel. A I jero g lífico : E n euab'o meses, no comas en P rim era segunda jV /berfo Q elleffo S a rcia . tremeses. á R ita A gu ilera, sentada en su patio, tomando e l tercera. T ipografía M oderna.— T. Osácar.— E spíritu Santa, IS. ANUNCIOS RECOMENDADOS Crat) Taílef PE FOTOGRABADO con todos los adelantos modernos. P. S A N T A M A R IA I, CLAVEL, 1 A L M A N A Q U E DE I N S T A N T A N E A S Album del año 1901. A L B U M S miniaturas ins tantáneas de bailarinas; L a be lla Ciueriero, 0,25 ptas.— Car men Luque, 0.25.— Am paro G ó mez, ü,2o. — Tapas para 1898, 3 ptas.— Idem para 1889, 3 ptas. — Idem para 1900, cuatro meses de Enero á A b ril inclusive, 3 pe setas.— Idom para 1900, de M a yo á Diciembre, 3,00.— A lbu m Carnaval, 58 figurines, .W cents. lia p atria de Ceri/antes l'Oli LOS KáCUlTUUKS MÁS EMI.VK.STLS 62,~págínas oh pa pel Con ch ó, 1 p a asta en E s p a ñ a . L IC O R D E L PO LO DE O iM VE C A S A Iv-tc iloiitiii'ieo hÍK'iénii'1) os o, imioo i|UC coiiilialo l.is C’ji iCá; .su- cuiidiáoiics ant¡s('|ilic',i- -un a-riiiitii-csi'. La vraiia do íll.ül.iO Lmsiuis pnr iiios cu snlu, i Iciiiiic-I im l.i supiDiiiada (Icl L io o r ciel Polo de O r iv e .«lino lutlos les liuunrriws cxlramciu-. No Üciio sacarina, salol ni áciiíu salicílicü, ((uc son íaii pcqudicialcs al csmailc, j contiene un den tífrico alemán. Í5ERV1CI0S El Sagrad o Corazón FÚNEBRES S A L V I . Dibujos, Labores y Artículos Bordados para teatros, bailes, estandartes, b a n d e ra s , cin ta s p a ra c a rre ra s, u n ifo rm e s, objetos de sala, g a b in e te , d o rm ito rio , co m e d o r, despa cho, colegios, etc. 'e ) L A B O R E S R E L IG IO S A S L A E L E G A N C IA Scinanavío de modas, pai'a señoras } sciioritas, el más útil y práctico. S m e iei, S.50 p ía n — $ m e iei, 7 A rtículos para temos, cnaulfa.', c o rtin a l de la g r a r io , paños de altar, estaw la ríei y laboros de culto. Lo.g géneros son todos do primera clase. Especialidad en oro, 20» ledus, h ilo ! y iilg o d o iu i. Se susciibe en naestras oñciras: Clavel, número 1, entresuelo, Madrid, CASA SfiltVI lia Bopdadopa A IíT lá T IC A filbum de labores y abecedarios U n número mensual de 16 páginas. Cada álbum 2,50 pesetas. . TRES MESES. 7 ptas. C la v e l, 1, M A D J illO p e ie ta i. 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