Feria Real de Porcuna 2013

Transcripción

Feria Real de Porcuna 2013
Feria Real de Porcuna 2013
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Feria Real de Porcuna 2013
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Feria Real de Porcuna 2013
Saluda
del Alcalde
Miguel Moreno
Lorente
Queridos paisanos:
Cada año, cuando se va acercando la Feria Real, tengo el
honor de dirigirme a todos vosotros con el propósito de saludaros
atentamente y a su vez presentaros el programa de fiestas que desde
la Concejalía de Festejos hemos elaborado. Un año más, tenemos
preparadas una serie de actividades que a buen seguro nos harán
pasarlo bien en compañía de familiares y amigos.
Si bien el año pasado presentamos una austera programación
de feria debido a la complicada situación económica en que nos
encontrábamos, este año lamentablemente no podemos decir que
dicha situación haya mejorado, y por tanto, debemos seguir en esa
línea de austeridad, lo cual, no quiere decir que la feria no vaya a ser
atractiva, pues continuaremos contratando esas magníficas orquestas
de primer nivel que engrandecen las actuaciones y los bailes al aire
libre en la Caseta Municipal del Paseo de Jesús.
Como muchos de vosotros sabéis, soy consciente de la delicada
situación que varias familias del Municipio estáis atravesando,
situación que, no es buena para nadie pero son los más débiles los
que sufren más los efectos de esta crisis que nos azota desde hace
varios años, por ello, desde este Ayuntamiento que presido hemos
puesto en marcha varios planes de empleo utilizando como medio de
contratación las distintas bolsas de trabajo que viene dando respiro a
muchas familias durante el año. Son más del mil contratos de trabajo
que se vienen realizando cada año desde nuestro Ayuntamiento y que
como he dicho han ayudado económicamente a muchas familias.
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Feria Real de Porcuna 2013
A veces parece mentira que el tiempo pase tan rápido, pues ver
que este año será la séptima feria que organizamos desde mi llegada a
la Alcaldía me hace reflexionar sobre el comportamiento del Gobierno
Local hacia todos vosotros. Son varias interrogaciones las que día a
día se abren en mi mente en ese sentido y sobre todo, si habremos
cumplido con vuestras expectativas. Aunque nunca se consigue todo
lo que se pretende, creo que pese a las fuertes adversidades surgidas
en los últimos años, hemos avanzado cuantitativa y cualitativamente
en todas las materias, lo cual no nos puede llevar a relajarnos porque
es mucho lo que queda por hacer. Son varios y grandes los proyectos
que tenemos en pleno desarrollo, recién acabados o pendientes
de empezar como los nuevos servicios de Alharilla, el gimnasio, el
antiguo juzgado, el sendero peatonal desde Porcuna hasta Alharilla o
las distintas obras de infraestructuras rurales.
Quiero confesar que se hace muy complicado a veces seguir
adelante, sobre todo cuando tus vecinos te dicen que quieren trabajar
y no pueden. Lo dije en mi saluda el pasado año y lo vuelvo a repetir,
no me arrepiento de ser vuestro Alcalde, al contrario, es lo que más
me aporta y apasiona en mi vida profesional y política, no tengo otras
aspiraciones en mi carrera política que ser Alcalde del mejor pueblo
de España, al menos para mí. Nunca imaginé que me enfrentaría a
tanta adversidad, que me tocaría ser alcalde en la peor época de la
democracia, pero reitero que soy feliz afrontando cada mañana los
desafíos que se presentan y aunque a veces dudo si estoy a la altura
o no, podéis estar seguros que siempre es mi intención ayudaros a
todos sin distinción alguna.
Por último quiero manifestar mi más sincero agradecimiento a
todos por vuestra comprensión y colaboración, pues sería imposible
avanzar en multitud de ocasiones si no fuese por la voluntad y apoyo
que mostráis para que todo salga adelante. Especialmente quiero
agradecer a los comerciantes e industriales que pese a la difícil
situación que atravesamos, sigan colaborando con la edición del
programa de feria, a las cooperativas de aceite por su colaboración
en tantas ocasiones durante el año, a los sindicatos y organizaciones
agrarias por su función en defensa de trabajadores y agricultores, a
los trabajadores del Ayuntamiento por su buen hacer durante todo el
año al servicio de los ciudadanos, a los que participáis escribiendo en
el programa, a nuestro Cronista Local D. Antonio Recuerda Burgos y
como no, a todos los Concejales de la Corporación.
Un fuerte abrazo de vuestro Alcalde
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Feria Real de Porcuna 2013
Saluda
de la Concejal de Igualdad, Festejos y Protocolo
Sandra Santiago Garrido
Querido pueblo de Porcuna:
La Feria Real para nosotros es de gozo y diversión,
pero siempre anteponiendo la hospitalidad que caracteriza al
porcunero para personas que en un momento se tuvieron que
marchar por motivos de trabajo, como a vecinos de las comarcas
que quieren compartir con nosotros nuestra Feria Real.
Me he prometido no mencionar palabras que puedan
entristecer estos días de feria, porque son días para aparcar
problemas y embriagarnos de alegría con los nuestros y con
quien nos visita.
Desde la Concejalía de Festejos quiero manifestar mi
agradecimiento a todas las personas y asociaciones que durante
los eventos que se han llevado a cabo desde la feria pasada a
ésta, han contribuido a su pleno desarrollo, porque entre todos
conseguimos que seamos UN PUEBLO GRANDE.
No quiero dejar pasar la oportunidad de agradecer a todos
mis compañeros de la Corporación Municipal, y en especial al
Grupo de Gobierno, por su inestimable ayuda y apoyo en estas
fechas.
A todos gracias y disfrutad de nuestra Feria Real 2.013.
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Feria Real de Porcuna 2013
•
PORTADA: EVA MARÍA GUTIÉRREZ SACO
TEMA: RAMILLETE DE ACEITUNAS
•
SALUDA DEL ALCALDE
MIGUEL MORENO LORENTE
Pág. 3
•
SALUDA DE LA CONCEJAL DE FESTEJOS
SANDRA SANTIAGO GARRIDO
Pág. 5
•
PREGÓN 2012
SERAFÍN QUERO TORIBIO
Pág. 7
•
EL TAJO DE D. ÁNGEL PALOMO
ALFREDO GONZÁLEZ CALLADO
Pág.19
•
CERTAMEN LITERARIO CIUDAD DE PORCUNA
Pág. 7
• PRIMER PREMIO LITERARIO INFANTIL
CARLOS NAVAS VALLEJO
Pág. 46
• SEGUNDO PREMIO LITERARIO INFANTIL
PATRICIA NAVAS VALLEJO
Pág. 52
• PRIMER PREMIO LITERARIO
RAFAEL JESÚS NAVAS MILLÁN
Pág. 53
ANTONIO RECUERDA BURGOS
Pág. 63
•
HACE 100 AÑOS
•
EVENTOS DEPORTIVOS
Pág. 68
•
PROGRAMA OFICIAL DE FESTEJOS
Pág. 79
•
MI HISTORIA CON EL ALCOHOL
RAMÓN RUIZ SORIANO (MOCHI)
Pág. 90
•
POEMA
Mª ÁNGELES CABEZA TORRES
Pág. 97
•
LA ANTIGÜEDAD DEL OLIVO Y SUS PRODUCCIONES
FLORENCIO MORENO PALOMO
Pág. 105
•
LA CODICIA DEL HOMBRE ES LA DESTRUCCIÓN DE LA NATURALEZA FLORENCIO MORENO PALOMO
Pág. 111
•
DEDICADA A MI AMIGO “CASTO”
FLORENCIO MORENO PALOMO
Pág. 121
•
BIOGRAFÍA: “EL CICLÓN DE PORCUNA”
JUAN RUIZ COBO
Pág. 126
•
SER INTELIGENTES EN NUESTRAS EMOCIONES
JOSÉ PELÁEZ QUERO
Pág. 134
•
MI SUEGRA CONFLICTIVA
JOSÉ DEL PINO GARCÍA
Pág. 143
•
PARQUE DE JESÚS
JOSÉ DEL PINO GARCÍA
Pág. 145
•
MI PRIMERA COMUNIÓN
JOSÉ DEL PINO GARCÍA
Pág. 149
•
RESEÑA BIOGRÁFICA DEL MAESTRO: EMILIO RUIZ RAMÍREZ DE
ENRIQUE ESCOBEDO MOLINOS
Pág. 152
JOSÉ DEL PINO GARCÍA
Pág.160
AGUILERA
•
MI VECINA GUILLERMINA
•
HACE 50 AÑOS
Pág.161
•
XXIII CONCURSO PORTADA PROGRAMA FERIA REAL 2013
Pág.164
EDITA: Ilustre Ayuntamiento de Porcuna
IMPRIME: Teresa Puentes
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Feria Real de Porcuna 2013
PREGÓN
FERIA REAL
DE PORCUNA 2012
Serafín Quero Toribio
Ilustrísimo Sr.Alcalde, señoras y señores Concejales, autoridades, queridos amigos y paisanos:
Antes que todo quiero dedicar un emocionado recuerdo a mis padres y a mi hermana que ya no
están aquí.
Cuando el alcalde me propuso dar el pregón de la Feria Real de este año, yo me encontraba en
Alemania, donde trabajo como profesor de la Universidad de Dresde, a tres mil kilómetros de
Porcuna, pero esa larga distancia que separa a Dresde de Porcuna, no ha impedido que yo recuerde
a diario este hermoso pueblo, donde nací y donde tanto jugué, cuando era niño.
En este marco incomparable que es el Paseo de Jesús daba yo vueltas durante una hora con una
bicicleta que alguien, no recuerdo su nombre, alquilaba por un duro. No podían comprármela y
con lo poco que me daban ahorraba hasta juntar las cinco pesetas que costaba el alquiler de la
bicicleta.
Dar este pregón ha sido un estupendo motivo para volver a Porcuna y reencontrarme con las raíces
de mi vida. Significa volver a mi pueblo y disfrutar de mi pueblo, de sus calles, de sus plazas y sus
esquinas, donde el tiempo es quimera lejana, y sobre todo de sus gentes a las que decir “con Dios”
o darle los buenos días. Es un enorme placer volver a Porcuna, atalaya y verde llanura ondulada,
amorosamente dibujada en este campo andaluz, verde como el trigo verde, verde como las ramas
y el viento de García Lorca y verde como la bandera que soñaba Blas Infante.
Esta vuelta a Porcuna supone disfrutar de su paisaje, de su inmenso paisaje verdiplata, donde el
olivo es la firmeza del trabajo y de la fuerza, en el que todos los años, cuando las aceitunas repican
a otoño, brota de sus entrañas el milagro del aceite, milenario sustento de los pueblos mediterráneos y por supuesto del nuestro:
Olivares de Porcuna,
hojitas de verde y plata,
y luego, negra aceituna.
La historia del aceite empieza en Grecia, cuando Minerva, la diosa de ojos brillantes y resplandecientes, de mirada viva y penetrante como la mirada de las lechuzas, entregó a la ciudad de Atenas
el olivo, como símbolo de la paz. Y en este remanso de paz que es el campo de Porcuna se viene
rindiendo culto a la minerva olivarera en un ritual que empieza a la caída del otoño y se prolonga
hasta finales del invierno, ritual no exento de miradas furtivas a las aceituneras, cual minervas con
la cara encendida por el frío del rocío mañanero:
Tú cogiendo asituna,
yo vareando,
de ramita en ramita te voy mirando
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dice la copla. A este aceitunero se refería Rafael Alberti en uno de sus poemas:
Aceitunero que estás
vareando los olivos
¿me das tres aceitunitas
para que juegue mi niño?
Muy contento se las diera,
si el dueño del olivar,
señora, lo permitiera. VIBRADORES
¡Cuánta belleza encierra el campo de Porcuna!:
Campo, campo, campo,
y entre los olivos,
los cortijos blancos.
Un campo que se parece al mar, cuya contemplación estremece por su belleza y seriedad. Un
campo que, visto desde la Torre, sirvió para aliviar las penas del rey Boabdil, hecho prisionero
en la batalla de Lucena. Un campo en el que año tras año, sol a sol, surco a surco, los hombres y
mujeres de Porcuna han ido derramando su sudor, lágrimas y esperanzas, porque las labores del
campo son el cuento de nunca acabar. Un campo en el que resplandece el contrapunto del verde
de los olivos y el amarillo de los jamargos, jamargos que nadie siembra y florecen como plantados
por el viento, como si un pintor hubiera pintado de amarillo las lindes y lindones del campo. Un
campo que en verano se queda mudo, en un silencio solamente roto por la cigarra que de noche
le da la vez al grillo para no interrumpir su cansina melodía. Un campo que además ha dado origen a una profesión tan sonora como ser del campo. Sonora y singular, porque cuando había que
rellenar un formulario y pedían la profesión del padre era difícil encasillarla, agricultor, labrador,
era eso, pero también algo más. Un campo que asimila e identifica a la persona que en él trabaja,
lo que no ocurre con el resto de las profesiones. Nadie diría soy de El Corte Ingles o soy de Carrefour. En cambio ser del campo encierra un gran sentido de pertenencia y compenetración con
la tierra en la que se trabaja. El campo y el hombre vendrían a ser como una misma cosa. Ser del
campo, la profesión más ecologista de la historia. En el corazón de este campo se encontró por
fortuna una de las más bellas muestras del arte ibérico, las esculturas del Cerrillo Blanco, que no
voy a comentar, porque son de todos de sobra conocidas, pero sí quiero deciros la emoción que
me produjo verlas en Alemania, en Bonn, en una exposición que organizó la embajada española.
Igual que la copla Ay trece, trece de mayo, a mí me corrió por las venas un toro de escalofrío, al
contemplar el magnífico toro de Porcuna que tenía ante mis ojos y no lejos del Cerrillo Blanco, en
la huerta de mi cuñado Luis, preparé las oposiciones para catedrático de Inglés. Todavía recuerdo
las horas que pasé aprendiendo de memoria los temas de las oposiciones en la huerta. El “ser o no
ser” de Hamlet recitado entre las matas de tomates y las higueras, cuando los tomates eran tomates
y la fruta sabía a fruta. Si aquel príncipe de Dinamarca viviera y tomara un tomate en la mano su
famosa duda se convertiría en un “es o no es tomate”; porque por desgracia el sabor de aquellos
tomates y el de aquellas frutas ha desaparecido, al menos en Alemania. VISITA DEL JAPONÉS
No sé si hoy día por la globalización y la invasión de productos industriales que padecemos se
siguen haciendo los platos tradicionales de Porcuna, que definen y conforman una cocina popular
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que hunde sus raíces en la España romana, medieval cristiana y mora. Cervantes en su Quijote
habla de la alboronía, plato medieval, malagueño y cordobés, pero que aquí en Porcuna se vuelve
musical y recibe nombre de guitarra, así llamado quizás por el parecido que las berenjenas partidas tienen con la guitarra.
Hemos hablado de la aceituna, pero no me olvido de las espiga, que ya aparece en la moneda que
aquí se acuñaba, de los trigales verdes en primavera y amarillos en agosto, cuando el pueblo era
un ir y venir de bestias, de borricos y mulos cargados con costales de trigo, que después nos daría
ese invento maravilloso que llamamos pan, el pan que con su olor impregnaba todas las calles de
Porcuna, el pan que entra en todo: en aceite, en el gazpacho, en el queso y la uva; para dar sabor
a beso, en el vino, en el caldo, en el jamón , en él mismo, pan con pan. También solo, como la
esperanza, o como una ilusión.
Con ese pan se hacía, y se hace, el hoyo , el hoyo tan popular y entrañable, que regado con aceite y azúcar se volvía fantasía gastronómica en las meriendas infantiles. Digo fantasía porque la
cocina es imaginación y el hoyo en su sencillez es una excelente síntesis de la cocina fusión, tan
de moda en la actualidad. Un hoyo que también sabe muy rico en Alemania con unos panecillos
que allí hacen y parece que los alemanes los hacen pensando en el hoyo de Porcuna. Donde está
un hoyo, que se quite la pizza. El fantástico invento andaluz que llamamos tapa tiene en Porcuna
una deleitosa representación, llamada violete, hecho con pan de oblea, y una vez frito nos cautiva
el paladar. No sé si ahora se sigue comiendo tanta olla o cocido como en los años de mi infancia.
Por aquel entonces el plato de todos los días, hiciera sol o sombra, fuera domingo o jueves, era
la olla. A mí me llevaron con diez años al seminario de Jaén, y creyendo que allí me libraría de
los garbanzos, que también llamaban trompitos, resulto que me tope de nuevo con ellos. Los comíamos en silencio y para facilitar su difícil digestión nos leían la Imitación de Cristo, de Tomas
de Kempis. Mis amigos que estudiaron en los salesianos de Córdoba también los comían, y para
animarles les decían “si quieres mantenerte sano; come trompitos salesianos”. Eran malos tiempos y con frecuencia aquella humilde olla no llevaba todos sus avíos, pero nunca faltaba el tocino,
cumpliendo así con el saber popular que con acierto dice así:
Castigo de Dios le venga
a una botella sin vino,
a una muchacha sin novio
y a una olla sin tocino.
Y el refrán popular
Después de Dios, la olla,
lo demás, todo es bambolla,
parecía que lo habían inventado los curas del seminario.
En los siglos XVI y XVII en toda España se hacía, sobre todo en Madrid, un delicioso plato, al
que llamaban manjar blanco. Sus ingredientes eran pechuga de gallina, arroz, almendra y azúcar.
Con el tiempo desapareció la gallina y se incorporaron los huevos y la canela.
Afortunadamente ese plato no se ha perdido, ya sólo se hace en Porcuna, donde recordando su
origen se llama gallina en leche. La gallina en leche es el vivo y delicioso recuerdo de un plato que
también está en el Quijote y en todos los autores de nuestro Siglo de Oro. Las monjas dominicas
de Porcuna se lo llevaron al convento Madre de Dios de Sevilla y allí se popularizó.
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Porcuna también puede sentirse orgullosa de hacer la mejor fruta de sartén de España, ligera y
sutil, algo crujiente, que por ahí llaman churros y aquí llamamos jeringa, haciendo honor a esa
especie de jeringa por donde se echa la masa en la sartén. No puedo acabar estos comentarios
gastronómicos sin referirme al día de Reyes, cuando era niño. Si a los jóvenes aquí presentes les
hablo de un jaco o torico, seguro que no deben tener ni idea de lo que les hablo. En cambio, los
que tengan mi edad recordarán al instante aquel día de Reyes de los años 40 y 50 en el que recibíamos un cestico decorado con papelines de colores, en cuyo centro destacaba un jaco o torico,
más duro que una piedra, tan duro como las piedras que Gronzón utilizó para construir su célebre
casa. Solamente lo rompía la ilusión y entusiasmo con que lo recibíamos.
Al llegar la primavera, Porcuna entra en un trance de fiestas, con las que celebra a sus patronos. El
21 de marzo San Benito sale de su iglesia para saludar a sus paisanos y ver a su pueblo, y comprobar de paso si el alcalde lo tiene en condiciones y sigue siendo tan bello y hermoso como él lo soñó
en su monasterio. (Saco bendito)A San Benito le sigue San Marcos, el 25 de abril, con sus chiscos tradicionales. Por cierto ¡qué bonita es Porcuna vista desde san Marcos! ¡qué extraordinaria
estampa, armoniosa y blanca! El segundo domingo de Mayo el pueblo se engalana, afloran sus
raíces andaluzas y rinde homenaje a su patrona, la Virgen de Alharilla, en una romería desbordada
por el color y la alegría de sus gentes, motivo de atracción de tantos devotos y forasteros. Esta
sucesión de fiestas culmina con la Feria Real, llena de actividades culturales y deportivas que este
año tan cuidadosamente han preparado el alcalde y la concejala de Festejos Sandra Santiago. A
ellos y a todo el Ayuntamiento mi más sincera felicitación. A San Benito, a la Virgen de Alharilla
y a Nuestro Padre Jesús que desde ahí no está mirando les pido por vuestra salud, vuestra felicidad
y bienestar.
No voy a comentaros la historia de esta feria, porque todos la conocéis mejor que yo. Pero sí
quiero animaros a que la viváis con la máxima intensidad, para que durante estos días Porcuna se
convierta en una explosión de jolgorio y controlado desenfreno. Julio Romero de Torres no sólo
pintó los murales de la Parroquia de Nuestra Señora de la Asunción. También pintó la mujer morena, morena y guapa, andaluza y de Porcuna, con la cual podremos bailar bajo este cielo andaluz,
embriagador, grandioso y fascinante con su pespunte de sus estrellas.
Os incito a celebrar esta feria con vino, en recuerdo del vino que antes también se hacía en Porcuna, el vino que en nuestra juventud nos acompañaba hasta las claras del día. Que caiga ese vino en
nuestro corazón y en nuestra garganta. Bebamos, no porque estemos tristes, sino por un embargo
de amistad y alegría. Vino que beberemos con calma y sin olvidar el sabio consejo del poeta:
Beber es todo medida,
alegrar el corazón,
y sin perder la razón,
darle razón a la vida.
En esta feria, sin perder nunca la razón, vamos a darle la razón a nuestra vida, a nuestro pueblo,
que es fuerza y belleza, esperanza y libertad.
¡VIVA LA FERIA REAL! ¡VIVA SAN BENITO! ¡VIVA PORCUNA!
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EL TAJO DE DON ÁNGEL PALOMO
b
(A los que se fueron y a los que aun estamos aquí, y también nos iremos un día, sin más
remedio; y a Carmen Vallejos Carballo, que siempre me habla del hinque de rodillas en la
recogida de la aceituna, como si se estuviera rezando un oración)
(I)
Ahora que todo el campo es ruido; que el vaivén hacia delante
de los progresos ha instalado la mecánica del gas-oil donde
antes frecuentaba el terruño de los primitivos usos y útiles.
Ahora que las voces agrestes que coreaban por los olivares
son silenciosas melancolías y la voz de la maquinaria ahoga
fábricamente las armonías agrestes de las gentes por los tajos.
Ahora que el ayer de las cuadrillas es una imagen acartonada
y sepia de la que se guarda en el cajón de la cómoda bajo el
oloroso tomillo de las blancas sábanas de las abuelas, esas con
iniciales bordadas con primores de bastidor y tardes de modorra y besos tras las rejas de las ventanas; amarillentos encajes
almidonados de preciosos calados bolilleados en las largas
tardes de los veranos, aquellos veranos en que las puertas de
las casas- aceras enlosadas de piedra de la local cantería- eran
una fiesta de comadreos en vela y manos alentadas en el color
de las nuevas telas; yo voy a contar aquí, como si contara un cuento o cantara un canto, la historia
de un Tajo de Aceituna- en mayúsculas como si fuera río- de los de antes. Un cuento-canto que no
será melancolía sino imagen en sepia, retrato del ayer colgado en el interior de las cabezas; que los
pasados con sus pasados deben quedar; historia ya de los libros de Historia de los pueblos, esos
libros orales que se cuenta como cuentos a la lumbre anaranjada de los lares, hirviendo en las
hornillas de yeso con carbón, el arroz quinquillero de los mediodías.
Hoy que todo es maquinaria, y entre varas mecánicas y sopladoras sin más viento que el arrastre se
siente ya como en olvido la vara de roble y los escobones de varetas, que barrían las tierras como
si barrieran aceras; en que por los amaneceres de los campos, los olivareros ya no van buscando
varetas para levantar el fuego de los chiscos donde se derretían las escarchas o hacían vapor de
locomotora las goteras de las ruciás, yo me voy hacía atrás, tampoco muy atrás, que poco camino
hay que recorrer en el tiempo de la memoria para avistar a una cuadrilla de aceituneros, gélidos
de frío mañanero, ataviada de campo, cuando el campo tenía sus ropajes, sus parafernalias y sus
ritos vestideros, para empezar la jornada.
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(II)
Las gentes del campo, tienen, tenemos, en los adentros de la cabeza como un reloj de cuco que va contando y cantando las horas como si fueran cuentas de
rosario: casi como un rezo. Incluso, es posible que
las gentes del campo nunca duerman profundamente
su sueño y anden con una oreja en Dios y con la otra
oreja en lo que le queda al amanecer, para vestirse de
claridades. Las gentes del campo, las nobles gentes
que dan a la tierra sus brazos para los cultivos y las
recolecciones, nacen con un gallo metido entre los
sesos, que no los deja dormir tranquilos, cantándole
siempre los tres avisos que abren los ojos, despejan
las aterciopeladas y volátiles almas, y los echan de
la cama como toque de diana militar, sino floreada
si olivarera.
Las gentes del campo sienten que no hay mejor sol
que aquel sol que se presiente retirando a la luna de
su lugar en el cielo de la noche para ser él la única
estrella en el firmamento. Las gentes el campo se alimentan de primitivos despertares cuando era
el sol el dueño absoluto de las oraciones y había que estar alerta para darle la bienvenida.
Las gentes del campo duermen siempre como en el revés de las sábanas, y más que apoyar las
cabezas sobre las almohadas, las dejan flotantes, como en nubes, en sueños o en duermevelas, por
si se les pasa la hora, y se les adelanta el sol el tiempo justo para ganarles el madrugueo.
Es un don emigrado de los siglos de las cuevas, de
nuestros principios de cueva, que no han podido resquebrajar el progreso de los despertadores; es un arreglo o un acuerdo entre el sol y el campo que se cría en
el inconsciente, quizá por aquello de que, la agricultura, suele crecer en las horas de las madrugadas.
(III)
Aquí estoy yo ahora, yéndome -por ejemplo- hasta el
año del Señor de 1976, que es año clave donde se entierra el olvido y se ajardinan las voces, y se despiertan
las consciencias como de un sueño malo; pero, todavía
los inviernos traen reminiscencias de primitivos inviernos, con sus sábanas ásperas y blancas, sus mantas de
plomo y sus campos blancos de escarchas; las calles en
sus aceras alumbradas por las tímidas y melancólicas
bombillitas de las salamanquesas, apenas vistiendo de
luz amarilla los tímidos besos que se daban los enamorados a las puertas de las casas, en esas calles que
subían y bajaban en adoquines de piedra, y todo era un
silencio hermoso, como de paraíso encontrado.
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Cuando los olivareros abren los ojos- llevan su reloj de cuco
en la cabeza como una reliquia antigua-, descorren las floreadas cortinas de las mínimas ventanitas, y ya se presienten en
el aire aun oscuro de las calles, los olores sagrados del pan
recién horneado, y más voces de hombres con mulos traqueteando despertares en la música mañanera y de campo de las
herraduras sobre las piedras, pregonando los panes, los panetes y las bobicas de cantos, las tortas de aceite, los borrachos
de aguardiente y las roscas sin bendecir.
Los aceituneros, antes de dar con los pies en el sólido suelo
rojo de los dormitorios, que eran cámaras de cañas y vigas
de madera a las que sólo les faltaban panales de avispas o
nidos de golondrina, encendían las radios de los ruidillos que
despertaban también sobre la muerte de la noche. Las radios
de los aceituneros estaban siempre sintonizadas en la misma
frecuencia, en esa varita roja que se interponía entre los números, que es la frecuencia que les
lavaba las caras, les disolvían las legañas y les chasqueaban los dedos para adentrarse en los ritmos copleros, o les amparaban en el silbo invulnerable de los labios como un beso para silbar la
tonadilla del madrugueo.
Los aceituneros del 76, por ejemplo, que es buen año, como queda dicho, encendían la radio y
ya les salía la frecuencia de la mañana; la frecuencia que les animaba el día en su despertar y los
vestían de toro como diciendo “aquí estoy yo”. En Radio Popular, la voz grillo y como antigua de
Juanita Pastor saludaba, invernal, a los aceituneros desde su programa “Alegre despertar”, o en
la cadena SER, Indalecio Prieto, voz macha en tonalidades de arpégicos colores, enamoraba a los
despertantes en el amanecer cálido de su programa “Radio modistas”, en unos meses donde las
adolescentes modistillas porcuneras cambiaban sus hilos, sus agujar y sus hilvanes por el panadero verde de los fardos, los refajos sin feria y los delantales recios como telas almidonadas; habían
preparado dentro de las talegas a cuadros rojos y blancos o blancos y azules el hato de los campos:
panes o panetes, que en el calentón de la mañana creaban un humo de espiritual fuego de volcán,
aceite de oliva en botellitas de jarabe, sal dentro del bote que fuera de las pastillas farmacéuticas ,
sardinas arengas como momias de sultanes con sabor a alimento de postguerra, colas de bacalao,
tomates en sus rojeces y alcachofas en sus desnudos, o laticas de aceite vinagre con su coliflor,
sus mínimas aceitunas y su pimiento morrón, y andaban de cama en cama levantando a los hijos,
a los hermanos chiquitines para
llevarlos a las casa de los abuelos, que eran las tiernas y cálidas
guarderías de los fríos inviernos
o al Auxilio Social del arroz con
chorizo y regalos de Navidad por
el día de Reyes.
Por las radios, con sus tapetitos
de ganchillo que fueran blancos y
ya eran ocre de años, a pesar de
sus lavadurías con “polvos americanos en roca”, desde el “Alegre
despertar” de la Pastor, o desde el
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“Radio modistas” del Prieto, sonaban canciones dedicadas, que
ya nos parecían antiguas cuando
eran clásicas, desde el “porompompero” de Manolo Escobar
para despertarse con energía,”
las flechas del amor” de Karina
sonando como viniendo de unos
ojos azules, o “el campesino” de
George Dan , que daba más con
la época aunque verano no fuera
y no hubiera guateques a donde
ir.
Las niñas adolescentes, que sin
escuela y con enamorados, empezaban en los menesteres del fardeo, del faldeo y el hoyo con aceite de ayer, se pedían a Camilo Sexto, Tony Landa, Nubes grises o Manolo Galván, que les hablaban desde el amor de algún intrépido jovenzuelo de melena lavada al champú de huevo embutido
en las ciñeras de lona, siendo las más rebeldes las que levantaban el puño pasionario de Vainica
doble, Pablo Guerrero o Paco Ibáñez.
Y entre el cuco interno de las cabezas y el cuco externo de las emisoras de radio y las losetas de
piedra de las aceras cabalgadas madrugueramente por el so de los borricos repartidores del pan
nuestro de cada día dentro de sus serones de tablas de madera, los aceituneros altivos, elevaban
sus corpachones de los lechos y esperaban al sol como agricultores primitivos de las cuevas, sólo
que dentro de otras cuevas distintas.
(IV)
Antes de que el gallo cantara por los corrales porcuneros, antes de que el gallo pasara en horas
veraniegas a hacerse arroz con pollo caldoso y amarillo, y a los aceituneros, los hombres de las
varas y el cigarrillo “Celtas” en los labios, levantaban en las gargantas el aguardiente macho y
Machaquito de las tabernas; en esas tabernas antiguas de las calles,”El Rano”, “El Guiñolero”,
“La Soga”, “Pacharca” o “El niño las talegas”, con olores
rancios a vino amontillao reponsando, fermentando y oscureciéndose como vino loperano en sus barricas de madera,
y aceitunas zapateras, mirando un sí y un no hacia los altos
y aun oscuros cielos por ver si alguna nube ocultaba alguna
estrella o estaba el claro de luna como anieblado , derramándose en aguas, o había una limpidez absoluta de portal
de Belén y en lugar del chispeo de las lluvias se anunciaban
las varas y la escarcha de nieve derramándose sobre los pañuelos blancos atados sobre las cabezas a guisa de gorra o
de sombrero: las gorrillas de los cuatro nudos.
Ay, las tabernas, estigma pobre y jornalero de las calles de
los pueblos; cada calle con su taberna, su tabernilla o su
tugurio con vino, como cada calle con su hornacina de imagen con vela y alguna fuente de agua; esas académicas altitudes y actitudes del vino y el julepe que hacían de la espera
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el trino gorgotero de los invernales amaneceres, antes
de subir a los remolques de los tractores, con asientos
de fardos y de sacos, y un toldo verde a medio cubrir
para taparse del frío de las mañanas sobre los sabañones de las orejas, o por si un chubasquillo descansaba
sus aguas sobre los cuadros de las talegas.
Por otro lado, y antes de que el gallo cantara sus tres
cantos de las tres veces, las mujeres, con los cenachos
de vareta de doble lengua en las manos o en el ajuste
interior de los codos, subían hacia la Plaza, eso que hoy
queda en mercado de abastos, pero que suena más clásico, más hermoso y más porcunero, mayúsculamente
en Plaza, para hacer las compras matinales de las carnes, las verduras , los pescados y los embutidos, con el
frío de los pocos grados calando en los huesos como
agujas de costura, o como si fueran revestidos y acolchados con cubitos de hielo.
Los puestos de los hortelanos de los dedos verde alcachofa o verde penca, tiritando en los fríos
del patio sin cubrir, guantes de lana para las manos, bufandas para los cuellos y braseros de picón
alumbrando más que calentando en latas de sardinas, era un brillar andaluz de verdes y rojos colores recién traídos de las huertas de las redondas.
Colgados de los ganchos de hierro de los puestos de los carniceros, las cabezadas de cerdo, los
amarillentos pollos y las ristras de los chorizos y las morcillas de cebolla dibujando un espectro
de fantasmas de cementerio o una luz de quirófano descomponiéndose en gulas y arreos para el
anochecer aceitunero de las cenas, ya con los cuerpos cansados y los estómagos abriéndose en el
agrade de las viandas.
Y la plata del boquerón, la sexualidad de la almeja, la japuta sin sus cartericas dibujando escenas marítimas escenificadas en el frescor de los hielos y trayéndonos hasta estos secarrales de
terrones y arrollicos de lágrimas y peces imaginarios,
la grandeza de las almadrabas y las pequeñitas barcas
de los pescadores ondulando su insignificancia de cargadero mínimo sobre el ímpetu de los mares y de los
océanos.
Cuando los cenachos de mimbre o de vareta enhebrada
en primor de tejido se llenaban de los santos alimentos,
las aceituneras altivas, sobre las piedras lunares de los
primeros rayos de sol ya alargando el día como en una
celebración de luces de cabaret y nalgas en medias, volvían al hogar de los ripios y los cielos rasos de cañas
cosidas en guitas o en mizos, no sin antes comprar alguna papelada de estraza grasienta y olorosa llena de
geringas que dispensaba Clara dentro de su casetita de
lata y de madera, con la iglesia de San Francisco mirándola derruida y melancólica como un Ave María que se
quedó tímidamente en suspiro de techo bombardeado y
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altar ya sin sacrificios, y unas escuelas de niños
con flequillos franciscanos , niñas con trenzas y
maestros y maestras vestidos de época enseñando
los cuatro puntos cardinales de las cuentas esenciales para no contar con los dedos, o contando
el cuento de las oraciones gramaticales mientras
un árbol moral ya sin moras miraba un patio de
barro, un huerto de pencas y matas de habas, y un
Ave María Purísima concebido en boquitas niñas
sin pecado.
Yo, niño yo de ayer aun sin ciñeras y suspenso
siempre en asignaturas escolares y ávido de lecturas de Stevenson o El capitán trueno, en estos
inviernos de aceituna, en estas frías mañanas de
escarcha y ruciá, siendo niño, si no de pecho, sí
de sandalia, subía gustosamente todas las mañanas, madrugador sin lagañas y pasamontañas sobre la cabeza, hacia los puestos de la Plaza para
hacerle la compra a mi madre, mientras ella preparaba los hatos, hacía las camas, y vaciaba las
doradas interrupciones del sueño de los orinales
en los pozos ciegos de la Casa grande, como una
comunión del hoy con el pasado de las cloacas romanas de Obulco y para mí fue siempre uno de
los más sagrados placeres de los que guardo memorias; también, porque, aun podía sisarle a los
dineros que Marina ponía en mis manos, unos centimillos para convertirlos en pipas , jobitos o los
primeros cigarrillos sueltos de tabaco negro que se vendían a diez por peseta, en la casas donde,
“Prudencia”, la Bartola o Vicentillo enseñaban sus maravillosas golosinas, esas de la baba en la
boca y la poca prisa en el comer, para que nunca se acabaran del todo.
(V)
Los aceituneros y aceituneras - no voy más a distinguir entre unos y otras-; la cuadrilla de aceituneros que formaban el tajo de don Ángel Palomo, por aquel año, años anteriores y años venideros,
de 1976, realizaban su encuentro mañanero a la puerta
de la taberna de Francisco “Talegas”- como los bañistas de la piscina de La Galga hacían también su descanso en la misma taberna entre la subida y la bajada;
más en la subida que en la bajada- allá por el llanetillo de San Lorenzo, vertical con la fuente del agua, al
lado de la invisible, blanca y mínima ermita o capilla
del santo Lorenzo del lugar, un santo de campo haciendo dueto de espiga y amapola con el San Marcos
chiquitillo de los veintitantos de abril; santo al que se
veía oscuro desde la reja de la ventanilla del portalón,
como envuelto en polvo de silencio y ojo guiñado, que
quizá fuera aureola para la feligresía, una aureola sin
más luz que los cuatro rayos de sol que se colaban por
las rejillas de hierro señalando del santo su sacrificio
de escayola.
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La taberna de Francisco “Talegas” madrugaba sus licores del aguardiente y del coñac como para
darle la calor del verano al día de las tiriteras y las boinas hasta las cejas, lo mismo servía para un
lavado que para un planchado: taberna de encuentro para los aceituneros de los tajos en los inviernos, o para la juventud dislocada y melenuda de la rebeldía de mesa camilla y baile de guateque,
que por los veranos bajaban todos los barrios de Porcuna para allegarse a los baños públicos de
la piscina municipal de la Galga, con sus aguas oteadas y presentidas en verde desde los altos
callejueleros de las alamedas, y sentidas en riachuelo claro nada más tenerla al alcance de los
bañadores.
Pero aquí estábamos en invierno: frío de mañana con un río helado sobre los adormilados rostros,
cuerpos del no me avisen para el vareo o para el estirado del fardo; ganas de estar sentados en
unas sillas bajas de anea sintiendo el calor de la leña haciéndose ascuas de chisco bajo el negro
incendiario, fantasmero e infernal de las chimeneas, o amodorrados al calor del picón, de rojo y
de ceniza, de las mesas camillas; pero había que estar al tajo en ese soplo horario de las ocho de
la mañana, ya el sol haciéndose rey, cuando no mendigo en medio del cielo, como un botón de nácar amarillento. Ya las estrellas invisibles y la luna haciéndose de noche o de melancolía en otros
pueblos, en otras latitudes y en otras cosechas.
Los aceituneros de la cuadrilla de don Ángel Palomo tenían su encuentro en esta taberna de Francisco “Talegas”, al lado de la tiendecilla de Zumaquero, donde los niños aceituneros, los de la
asignaturas escoleras marcadas en el rojo rotulador de los suspensos, cada mañana, entrábamos
para comprar la barrita de turrolate con sabor a extraña y dulce almendra, o unas jícaras de chocolate de la “Virgen de la Cabeza”, que, a falta de bendición cerrera y peregrina, nos proporcionaba
un sabor de chocolate árido, arenoso y como antiguo, de ese duro que duraba más en la boca, derritiéndose mejor que las chocolatinas de a peseta, haciendo crujires de mandíbula, y estaban las
caries ahí, a su amor, como en un banquete de boda, claro que a lo porcunés, que por aquí no se
sabía aún lo que era una caries, ni lo que provocar podría, y a todo lo más se sabía que don Juan
“Esparraguito”, tenía unos alicates diminutos donde iban a parar las muelas enfermas, mientras
doña Estela asistía a sus partos y a sus parturientas.
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Los aceituneros del tajo de don Ángel Palomo que vivían por los alrededores, ya fueran alrededores amplios, de la taberna de Francisco “Talegas”, eran los primeros en llegar al remolque del tractor que conducía mi primo Alfredo “Callao”, que era el manijero del señorito: un Alfredo “Callao”
joven, apuesto, medianero y adolescente casi: un maduro adolescente que sonreía siempre como
dando un premio en cada sonrisa, que no hay nada mejor, en el buen recibimiento de la cuadrilla
de aceituneros, que sonreír como contrapunto de las varas, los fardos y los esportones.
Desde la calle Comedero se acercaban Sole “La Colorina”, que era una de las alegrías de la
cuadrilla, cuando ya en el tajo, nos decía y nos mostraba y nos enseñaba, en la mímica caricata
y caricorta de sus gestos, cómo se hacía la tonta ante la guardia civil en las épocas de la rebusca
para que no le encontraran ni le requisaran las aceitunas, ya casi aceitunas pasas, que daban el pan
y el aceite para los hogares pobres de chimeneas de raigones y cámaras con fantasmas, telarañas,
aparejos de bolillos y melones colgados de los rabos y ya pura miel. Con ella venían su marido Sebastián, si es que Sebastián no estaba ya esperando en el aguardiente del mostrador de “Talegas”,
y sus hijos, Pedro, Seba y Luis, en un desfile de cuadrilla hogareña dibujando alegrías de juventud
matinal de salarios en cada paso que daban.
Separados por el cuesco y cuarta de unas blancas casas, ya mirando para las loperanas tierras
dibujadas sobre el austero verde oscuro de los reciente despertados olivos del mochuelo, venían
Gonzalo “Callao”, el de los aires suizos y las ajedrecísticas posturas del ladrillo, el agua y el
cemento. Clemen, doblando el solar de las relatorías e invisibles aceras donde María “La Coca”
dispensaba el sabor dulzón de los caramelos de café con leche, esos que sellaban los dientes como
en pegamentos, cargando talega y espuerta de esparto, y un adolescente Periquín en vaqueros y
zapatos Segarra, para trocar en el impudor escarchado del invierno los quehaceres eléctricos de
la “Muy Leal, Noble y Patriótica” tierra de Montoro, por la inalámbrica habilidad del fardeo en
hilos verdes o grises y el esporteo de la aceituna sobre la cabeza, abriendo surcos por entre la costra de los terrones o el barrizal alfarero del atasque, en inarmónica acuarela en el blanco y negro :
aceras de sombras y un centro con sol por donde caminaban los mozos porteadores.
Del Llanete Abades, aun sin jardines con rosas, ni casas con dos plantas y San Marcos sin procesión aunque con muchas amapolas y con muchos jaramagos y muchos chiscos ardiendo los
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colmados y guardados de las
cuadras, llegaban al remolque
del tractor, Antonio “El Gilo”,
en su bondad de hombre alto
y ya más para lo pensionista que para la vara, su mujer
Aurelia, “La pantalona”, sin
más pantalón que el refajo
bajo el brazo y las ataduras
del pañuelo de la cabeza encontrándose en sus lazadas, y
sus dos hijas, Encarni y Ani,
en el auge floral y sin poesía
de su adolescencia de pantalón de campana y traje largo
abierto en la espalda, cantando sin cantar las tiernas canciones de los enamoramientos, pospuestas las costuras para los días de
primavera o los fresquillos atardeceres de los veranos, con una radionovela escuchándose en las
ondas de los aires en besos de viento.
Desde la lejana altura de la calle Derecha bajaban al santico encuentro de San Lorenzo, y haciendo como un recorrido blanco al blanco pueblo de las casas madrugadoras, Dolores y su marido
Antonio; “El cabrero”; Dolores ya con el refajo puesto y sus años casi ya en paga del gobierno,
arremangando en un suspiro un sombrero de paja por si las moscas del sol, y Antonio, cabrero ya
sin cabras, ni la Lucera ni la Blanquita, soltando sus cagarrutas en el silencio de un corral solo
adornado con las ramas de olivo de los alimentos. Dolores y Antonio eran los despejados, los que
ya venían con la cara fresca donde se despide el madrugue, que por eso de la distancia y de la
caminata de las calles, ya venían con los ojos abiertos y con energías en el cuerpo para el vareo, el
fardeo o la recogida del suelo emprender: Dolores comiéndose una magdalena, Antonio mirando,
de Dolores, su comer, como tortolito enamorado al que aun no se le han desdibujado las miradas
del amor tras las rejas de la ventana.
Desde la quintera calle Benito de Torres, con su lápida blanca y sus oscuras letras, y sin hombre
de acompañamiento, como viuda de tajo y zarcillos de oro y perlas falsas en mujer de espuerta en
el menudeo disparejo de las aceitunas saltás, juvenil y dispuesta como mujer en baile de feria, a la
que, de tarde en tarde acompañaba su hijo, más que como hombre de jornal como niño de las correrías por los lindones de las esparragueras, bajaba Mercedes la calle abajo atareada en el repegue
de sus pantalones azul marino, con permanente de peluquería, rouge en los labios y un pespunte
memorialístico y popular, de huevos rotos en el acontecer de un aplauso.
De la cortés, leonera y guerra santa y patriótica independencia de la calle Daoiz bajaban para San
Lorenzo la alegría de los recién maridados en una luna de miel de vara y fardo, Carmen “La Callá”, y Rafa “Churra” ; Carmen de cabello largo, de cabello liso, de cabello negro; de juventud dibujándosele en esos sus ojos negros, una cosa andaluza, más arjonera que de Porcuna cierta y un
tentetieso aflamencado y revoltoso del feminismo con lustre y tesón a lo Clara Campoamor que
levantaba la voz para hacer los mandos de las nuevas eras y las egipcias disposiciones matriarcales, y Rafa “Churra”, de rubio y pecas, fumando sin salírsele de la boca un cigarrillo negro con
sabor a tagarnina, enhebrando en el frío de la escarcha mañanera un tirabuzón de humos creando
misteriosas y seráficas nubes que no daban en aguas sino en nublados pasajeros de cenizas sobre
las camisas.
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La palomera y arrecida trouppe de la calle Santa Ana se arrejuntaba en alforjas y talegas en el
número tres o en la esquina del horno, aun oliente de panes, panetes y roscas de a peseta, crujientes como terrones de azúcar, mientras la Niña el horno despedía a los aceituneros a la puerta del
portalón sacramental y milagrero, ondulando el orondo de sus carnes y la permanente panocha de
sus azabachados cabellos:
-Pasen buena jornada los aceituneros.
-Y tú que los veas en sus regresos, Niña.
-Escarcha hay.
-Y cuentas que pagar, Niña, apuntaícas en las libretas de a rayas de los cajones de madera, como
voluntades testamentarias.
-Ya tengo preparado el lápiz para tachar los débitos a cuenta.
De la casa de “Maraña”, seis jornales como seis bendiciones, de los que se rezan a San Benito
encendiéndole velicas de a perrilla, o velones de a peseta: cuatro santiguaciones y una mirada de
reojo por la ventanita de rejilla, por ver si se ajetrean, en el adentro del templo benedictino, las
descompuestas almas de los santos de madera.
Manuela en sus carnes, en sus cosas, y en el por qué de las cosas, y en ese decir pasionariamente
revolucionario y buenote de las cosas claras y el chocolate espeso, cultivo maternal de las cosas
son como son, con la boca abierta y parlanchina, y si moscas entran, mejor alimento tiene ya el
estómago, o cosquillas de risa por el aleteo de transparente esparto, bajando tubos y recorriendo
tripas.
Pedro “Maraña” en la risa matinal del aguardiente guiñolero y el cigarrillo en los labios emboquillao y chupeteante, haciendo cabriolas de saltimbanqui de su casa al tractor, dibujando sonrisas
en los tristones, despaciosos y ariscos rostros mañaneros, como si, más que ir de trabajos fuera de
feria o sarao cortijero de señoritos ociosos y cazadores.
-¡Haznos unas gracias, Pedro!
-¡Qué os la hagan………!
Y el jajaja de las risas arco iris despejando nieblas, cual sol salido de una boca, vahado y exhalado
del aroma campero, dulzón y genial del aguardiente sin aguar.
Manolín en su adolescencia de muchachote de antaño, con pelo, cigarrillo rubio y trampas para
atrapar gorriones, zorzales y todo bicho viviente que se pusiera al alcance canoro y zumbón de la
“alua”, y sonoro en la palmada de la trampa al cerrarse en el atrape.
Pedrín con su pequeñez de escolar sin escuela en el solaz invierno de los jornales, cambiando el
juego del pincho de “la Casa trepá”, por el juego del baile rebailador de las aceitunas descendiendo la cuesta esquiadora en escarcha de la limpia metálica.
Y Luisa en la doncellez del refajo y del pelo acaracolado en moño y pañuelo de pico, como soga
de horca arañando dulce en la eufemística nuez de su femenino cuello, boticheliado, como collarín
de femme africaine, de esos cuellos con pulseras que salían en los documentales en blanco y negro
de la tele.
Y Juani como un adorno de niña jugando con las aceitunas al juego de las canicas de colores,
y arrejuntando florecillas, amarillas y anaranjadas hasta formar una gavilla de ramo de novia,
entregado a algún duende, de esos que se esconde por los medios de los olivos partidos o por las
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frondosidades de las ramas, y que sólo ven los ojos de luna y el ensueño de la leña ardiendo.
Del número cuarenta de Santa ana, “Pelusos y Callaos”, ascendiendo y descendiendo calles; Manolín descendiendo para el arrejunte en San Benito de la cuadrilla de Felipe Morente, por donde
andaban, novia, Juani, y suegros, Manuela y Antonio, y Eduardo subiendo para Marconi donde
se hacía el encuentro de los aceituneros del Capitán Ostos, bajo el mando manijerial de Manuel
“Callado”, y un tractor conducido por su hijo Manolo, el otro medianero de la saga: muchachos
independientes que se buscaban sus propios tajos , sus propias libertades y sus propios avíos ,
masticando hebras de paja por entre la blancura de los dientes, y gozando y luciendo gorras chulescas para el enamoramiento de las mozas vírgenes y casaderas, oliendo a colonia de lavanda, o,
a colonia de limón.
Los demás bajando la calle Santa Ana hacia el tractor lorencero y verde y frío del otro medianero
de Manuel “Callao”, el Alfredo:
Manolo “Peluso” aun en la delgadez de cuando vivía en San Benito; talega al hombro como portando serones de mulo panadero, haciendo sobre sus hombros el juego y el mohín de la balanza,
ligando aceites y vinagres agriando, y removiendo sales finas como salidas de una marea salinera
de las salinas de Chiclana de la Frontera.
Marina “la Callá”, ya puesta en punto de aceitunera, con reaños, saberes y apetencias del comulgue en umbra bajo las estacas, pañuelo a la cabeza, cubriendo el marcado en permanente de la Joselita, la peluquera de la calle Sardinas; refajo burdo como lavado en aguas de almidón y delantal
sonoro en el frufrú del movimiento, haciendo músicas sin estribillo al trastrás de la caminata.
Y un servidor, adolescente en sus trece años, insipiente pero con rimas y una corona de rosas, metafóricas y líricas, como una aureola divina coronando mi testa rapada al tres. Yo, en el quehacer
pueblerino del estudias o trabajas, mitad blanco, mitad moro, y la mitad invisible de los tratos
romanceros y las novelas de aventuras, en el frío mañanero de mi primer invierno de aceitunas;
frío y alicaído como un adolescente sin hojas y con los ojos llenos de misteriosas y místicas flores.
Yo ya, un pelín lírico y un tanto metemuertos, que de noche se dormía queriendo ser el Antonio
Machado del barrio de San Benito, conformándose al amanecer con ser un Eugenio Molina de
bonitas rimas, adecentadas, floridas y cursis.
Y del Albercón, desde los otros aledaños del pueblo, ya casi Camino alto, ya casi Alharilla, ya
casi carretera de Arjona y prioral de cementerio, venía a la cosecha del tajo de don Ángel, Paquito
Gascón, en su melena de adolescente de otras adolescencias y otros supuestos, ya dado a novias
y a amantes de casualidad, y a tentativa en Redonda, con su moto tronadora, novísima y díscola,
para hacer motocross por las lomas con baches de las cuestas del Cortijuelo. Un Paquito Gascón
que ya no ejercía de mancebo repartidor de cosas, de tratos y de calles en la Central telefónica de
la señorita Paquita, y al que yo, había sustituido en esos menesteres y en esas maternidades.
Un Paquito Gascón al que, el manijero le echaba la tarea mañanera y sola de un par de sacos de
aceituna para que, tras llenarlos, tuviera la tarde libre para el ajetreo motociclero, de los trotes, las
taras y los troníos; ufano galán, ni altero ni lobisón, haciéndole a los olivos el rumor angelnieto
de las curvas y las restas, las subidas y las bajadas, espantando liebres y ahuyentado pajarillos,
derritiendo sombras y espejeando medialunas de sol, mientras las mujeres oradoras del hinque
de rodillas bajos las estacas ya en el bendito sol de la primera tarde, lo mandaban a tomar viento,
sino a tomar cosas peores y palabras más graves y más sexuales, para que las dejaran escuchar las
radionovelas de Lucecita o de Esmeralda, radiadas por los pequeños transistores de bolsillo.
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(VI)
Haciendo rueda de pavo al verde tractor de la manijería, los aceituneros soportaban el aguanieve
de la mañana, mitad de sol, mitad de frío, un poco sombra y un poco somnolencia, con las talegas
y las alforjas oliendo a las matanzas de noviembre, el pimentón de los chorizos, el dulzor de cebolla de las morcillas, el amargo aceite frito de los torreznos, las chicharrillas y los lomos de orza.
Los aceituneros aun con los ojos de hule y sentimientos de copla en los discos dedicados, vilordos
y arreados en el atranque del empezar la jornada.
La puerta trasera del remolque abierta mientras por la escalerilla de madera subían los hombres
y subían las mujeres; los jovenzuelos aprendices de machos, directamente saltaban las tapias metálicas y verdes del remolque saltando la altura olímpica con el empuje y el primor de las carnes
nuevas y sin mácula. Alfredo, “el Medianero”, como buen manijero en el manejo de sus gentes,
haciendo mentalmente el balotaje de los aceituneros:
-Uno, dos, tres, cuatro……
Y siempre faltaba el hombre de la taberna, el del último trago, el de la última calor de la copichuela alcanforada:
-Vamos, que se nos va el día.
-Dos duros a que llueve.
-Tira p’adelante y móntate ya, que está el sol como un melón amarillo.
-Frío hace.
-Ya te lo quitará la vara del vareo.
-Ay, de los “probes” jornalerillos del campo.
-Peor estarán los pobres de espíritu.
-¿Están los hatos arriba?
Y de las rábulas bocas aceituneras salía un sí como un son o como un himno, o un barajuste oracional de misa con pan y olla.
Antonio “El Gilo” y Sebastián, comandantes celadores de la cuadrilla aceitunera y aterida, montaban en el pescante por un sí o un no de los mareos, para mirar más amplio el horizonte, como
diciéndose el uno al otro, en el vaho tabernil del sueño de las matalahúvas: “estos son nuestros
territorios”
Y metidos en el remolque, como ganado humano, sentados sobre los fardos verdes, sobre los fardillos, otrora blancos y en el hoy olorosos a aceitunas pisoteadas, o sobre los sacos de alpechín,
amontonados como reos de pira en plaza pública para el matadero de los olivos, los aceituneros y
aceituneras del silencio, un silencio que enjolgaría, como para salir de la tristura de las legañas y
los callos de los quemados rostros de sol y de viento, las gracias, las ferias y los chistes, de don
Pedro “Maraña” bailando el baile de san Vito, haciendo despertar de las encogidas almas el caricato reír de las primeras horas, mientras el tractor cogía camino abajo, trastabillando renqueante,
como viejuca de marra y de luto, los duros adoquines de las Puertas de Córdoba, sin más amortigüe que los fardos y sacos bajo las posaderas innombrables, en un subilibaja de feria deslomando
carnes y desencajando huesos, hasta llegar al imaginario arco triunfal que daba al campo y como
echándoles cerrojos al pueblo en una despedida de ocho horas, o las horas que fueran menester, y
unos billetes marrones en los bolsillos.
Camino del Cortijuelo, a la cuadrilla de aceituneros del tajo de don Ángel Palomo le iban pasando
cosas, como en un veloz desfile de dibujos animados o una turística visita panorámica:
El Parral, con su sabor antiguo de mancebía, afantasmado en espectros de meretrices placenteras
y líricas, diciendo adiós con las manitas llenas de anillos y pedrerías falsas, mientras lavaban las
sombras de sus ayeres con jabones de olor y perfumes de la France, y había como un brillar de
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perlas enjalbegadas entre las rejas de hierro que tanto vieron por los siglos de los siglos, como
braguitas blancas puestas a secar al sol.
Pasaban las alamedas verdes, descendientes por la antigua carretera de Córdoba, abanicando el
aire de la mañana con rumor de cosas ya dichas y de cosas ya sabidas, fulgor de olas y olor de
montes, mientras almacenaban o lanzaban al camino de las pisadas, en el frondoso amor de sus
ramas, los garbanzos amargos de sus semillas sonando maracas y crótalos árabes.
El rumor quedo, agónico, prisionero de leve escarcha, del agua de las fuentes, la de la Galga, la de
la Fuente Chica, la de la Huerta del Comendador, y hasta de las lejanas otras fuentes, comunicadas
entre sí por las amantes venas de las aguas subterráneas.
-Qué bien se escuchan las aguas de las fuentes, que parecen ríos.
-Eso es que va a llover.
-¡Ya estamos……!
Pasaban cuadrillas de otras gentes y de otros tajos, y de otros fríos y de otras penas y de otras
alegrías, y nos decíamos adiós con las manos como saludando a los pañuelos, y nos gritábamos
nombres como si nombráramos al mundo, y los que no, callaban, protegidos por el verde cielo del
toldo, como un emparrado de plástico, por donde no entraban las ruciás amanecientes.
Y pasaban mulos con sus muleros, y pasaban burros con sus retrancas, sus rebuznos y sus cabezonerías, y aceituneros a pie hacia los olivares cercanos, esos que daban a día de campo con
mantelería a cuadros y vasos de plásticos, y perrillos amarrados con mizos en el amarre varetal
de las aguaderas.
Y pasaban huertas sin hortelanos, con sus pencas y sus alcauciles, sus tomateras con tomates de
invierno, y sus lechugas amarraditas para criar buenos corazones, y sus árboles de granadas ya
sin hojas, como imágenes petrificadas, y un rumor de aguas de alberca condensándose en verdes
musgos y ranas adormecidas.
(VII)
Por el tajo del Cortijuelo un cortijo cayéndose en sus piedras lunares, descubriendo el vientre de
sus arqueologías remotas; remotas y tan a mano, por donde hibernan en el calor de las madrigueras oscuras, la esbelta belleza reptante de las bichas sin veneno y con repulses, los lagartos viejos,
verdes y lorquianos, las lagartijas sin rabo, los ratoncillos luceros de las lunas y los hormigos
cabezones en sus retahílas de las filas indias.
Por el tajo del Cortijuelo árboles de bosque en sus bellotas y como ensoñada zalagardas domingueras, un riachuelo cantando el rumor de las antiguas leyendas, un agua clara como agua de
manantial fría y rugidora, o cálida y plácida y clara como agua de charco, y los aromas del campo
entrando por las narices en alubión de jardines en la madrugada de una primavera. El acre olor
de los jaramagos perpetuando prímulas y pequeñeces cual primores de encajes y blondas de opereta; el jíride amargo y apestoso y tan naturaleza de los “follones de cochino” pespunteando, en
bellezas blancas, el mal nombrar porcunero de su nombre, una orla a la universidad del campo,
un collar de perlas para los pescuezos pobres, que cuellos serían si en riquezas anduvieran o se
exhibieran en gozos de bailes de salón.
La primavera extraña de los lirios de campo, esos primores enanos de cálices sagrados goteando
sobre las verdes y amplias hojas el néctar mañanero de un rocío.
La magia legendaria y agraz de la mandrágora, vestidita de mínimas naranjitas que tan bien ven-
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drían para el escozor roñoso de los sabañones de las orejas.
El aliento hortelano de los ajos porros. El primor y dulzor atortillado de las delicadas collejas,
esa verdura del freír en las hornillas de las cocinillas, con las cañas al aire. Los cantoneros, umbrío y espinosos, ínclitos y atardecidos cardillos, los de echar al cocido o a los mejunjes esparragaos…..
Y en todo esto, el zumbe zumbe canoro de los pajarillos mañaneros y madrugadores, luciendo
sus vuelos y sus trinos a las alturas del águila, espantados de aquel ajetreo de faldas y aquel otro
masculino ceñir de pantalones. Gorriones del alba, zorzales sin trinos, y los pajaricos del agua
cantando el canto imitación de las dulces y enamoradizas calandrias:
-Eso es que va a llover.
-Anda y coge la vara.
-La cojo, Medianero, pero si el pajarico del agua canta, es que va a llover, ¿Qué te apuestas?
-El jornal.
-Para tanto no hay.
-Pues un vaso de vino.
-Hecho, pero con dos gotillas que caigan, apuesta ganá.
Las mujeres bajaban del remolque, ayudadas por las masculinas manos, con un vuelo de faldas
arrimadillas al mizo de sus cinturas, y parecían niñas de fiesta en una puesta de largo de la más
alta sociedad. Un revuelo de refajos cogidos por las ajadas manos agrícolas y caseras, dispuestas
a empezar un baile o hincarse en una reverencia. Un frufrú de frotaduras en ropas ásperas, onduladas y aceitosas con olor a almazaras, a tierras adheridas y al color de todos los colores del arco
iris. Refajos para el viento popular de los agaches de las pequeñas aguas en los escondites de los
troncos centenarios, sin más ojos que los ojos de Dios, que era un Dios ciego y ruboroso para esos
menesteres del apriete y la fuente, y que se tapaba la mirada, tan acostumbrada a la cosa tierna,
virgen y sutil de los albos querubines asexuados, azules y de escayola, mientras anudaban, bajo
las imberbes barbillas, el nudo lazal de los floreados y primaverales fazoletos, con primura de
mujeres acostumbradas a las labores de costura.
Los hombres se ceñían las ciñeras con nudo macho y dedos de zapateros y los cuatro nudos de los
pañuelos sobre las cabezas, los unos, que los otros andaban en gorrillas de chulapos madrileños
bailando el minué del chotis sobre un ladrillo imaginario o inventado, mientras frecuentaban de
los cigarrillos sus agrias algarabías de drogas blandas y sus monjiles placeres conquistadores y
labiales, apurando el tiempo de la espera antes de ir al azogue de las varas, como una religión de
abadiados rezos con azotes y cilicios.
Y los mozuelos y mozuelas, que iban al campo como a una fiesta de músicas yeyés y yerbajos
mentolados, andaban las eras de los olivos buscando y acarreando las secas varetas del esfareto,
tímidas de escarcha o lacrimosas de ruciás, para la preparación del chisco sanmarqueño, ululante
y saltador, que, al ser izadas de sus amarronados nidos dejaban caer, pútridas, mohosas, humosas
y cálidas hojarascas sin la verde color, de entre las que, de vez en cuando, salía disparada alguna
liebre a la que apenas alcanzaban las pedradas de la caza árabe de la mocería, echa a las risas pardas de los cazadores prehistóricos.
El chisco hirviendo en llamas, quemando rostros, tostando caras o suelos de panetes y calentando
manos. Las malocas de los olivares sosteniendo varetas verdes donde se pringaban y sudaban
chorizos y morcillas de matanza en el gusto sabor del quemado oscuro.
El chisco levantando nieblas como ectoplasmas que parecían hablar en el musiqueo pirotécnico
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de las chispitas amarillas que quemaban pañuelos, camisas y pecheras de lana, tal en un desprendimiento de chinitas de hachís, mientras ya, las bocas de las palabras, despejadas ya del sueño, se
amontonaban y confundían en las rábulas de los cuchicheos y en el mire usted de los casos de las
cosas y de las casas: las tres ces de los murmullos por los tajos.
Desayuno con chorizos, morcillas y pancetas ahumadas, y pan tostado y aceite de oliva, con tragos
de vino machos o buches femeninos del agua de los porrones.
Y cuando los adentros medio digerían el engrudo de las grasas y el trigo de los panes, silbaban
las varas el ajuste cuartelero de los porrazos resquebrajando el timple sonoro de las escarchas o
lloviendo las aguas de los rocíos; desprendiendo las aceitunas negras y moradas de sus tranquilidades de ramas, dejando los olivos de las aceitunas verdes para el ajuste de cuadra de los aliños,
por aquello de que, en el ayer de las cosechas, las aceitunas verdes daban mal cante o no pasaban
la prueba del aceite de calidad, o sino de calidad, al menos de cualidad, siendo todo agua lo que
en grasa se buscara.
Antonio, Manuel, Sebastián, Rafael, Seba, Pedro y otro Antonio y otro Pedro: los vareadores.
Las niñas adolescentes, las casadas jóvenes y algún arrimado con acné, tendían los fardos en un
primor de ballet y de velos verdes de novia ecologista, ondulando en el arrastre terrero ondas de
mar llegando hasta las orillas de las espumas blancas que eran los fardos de tela, donde, en un
nervio de manos, sin la moda de los guantes aun, quitaban ramones y nidos de pájaros, dejándole
a las aceitunas el mínimo adorno de las hojarascas sueltas.
Carmen, Encarni, Anita, Mercedes, Luisa, y si de faena había, el Periquín y el Luis: las fardeadoras.
Los mozuelos casaderos o en edad de noviazgos noctívagos esporteaban los esportones de mizo
de esparto subidos en las cúpulas de sus cabezas, como mujeres africanas portando los baldes de
las aguas de los lejanos pozos, o las verduras que llevan a los mercados de las aldeíllas de adobes,
de cañas y de pajas. Un desfile de muchachos umbríos y asolados: el Seba, el Luis, y el Manolín
“Maraña”: los esporteadotes, y si falta hacían, el Periquín y el Paquito Gascón, que andaba en
su tarea de llenar los dos sacos para poder cabriolar con su moto; en la fila india del esporteo y
sin perder ni el paso ni el equilibrio, hundiéndoseles en los cuellos las cadenicas de plata con sus
cruces miniatura. Un paisaje africano de pasarela con espuerta, ondulando caderas, sacando pechos y encogiendo barrigas, arremangando mangas y sudando arroyos. Un desfilar armonioso y
equilibrista de porteadores de aceitunas, demostrando hombrías y otras cosas machas: una forma
también de conquistar y enamorar a las niñas adolescentes de los fardos, más tentadoras a las
hombrías trabajadoras que a la belleza de unos ojos, cuando a las niñas se las conquistaban y se
las enamoraban en macho y no en verso; muchachos con palabras sueltas en las bocas cantando el
cante jondo de los flamencos, haciendo el corro de los noviazgos de tajo en el terruño de los olivares. Muchachas con el tilín de la virginidad y los ajuares dibujándoseles en las mejillas. Mozos
chirrichotes y mozas rúbeas. Y un te quiero sin besos y un eco de amor tras el casamiento.
Y los niños sin edad, los del suche y el arrime y la chiquichanca; los mocosos del día de Reyes,
los chiquirriticos navideños del primer esfuerzo laboral, los Pedros, los Periquines y los Alfredos,
en sus tiernos años y en sus primeras calores; los niños sin escuela, en el paripé del juego de los
trabajos y en la puchuela de las 784 pesetas del jornal femenino, en el juego de tobogán de las
limpias de hierro o de madera, viendo descender aceitunas como en un baile de canicas de colores, quitando con sus manecitas adormiladas y niñas, los restos de las hojarascas para la limpieza
impoluta, y el baile de insecto trotadores y resbaladores de las mariagarcías y de los cigarrones:
mariagarcías en sus aposturas de nobles y traicioneras damas asesinas, levantando sus verdes
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patas queriendo degollar a alguien, mientras que, desde el triángulo de su cabeza, unos ojos de
alfiler, miraban niños que parecían gigantes sacados de una leyendo de bosques y enanos malos.
Y cigarrones sin patas y sin mochuelos, descendiendo la limpia hasta el esportón, saltando a la
comba coja de la vida, en una vida, casi muerte.
Los niños bajo el aguanieve y verde de la hojarasca llenando sacos de aceitunas limpias, sacos de
tela o de camisa de bicha, arrejuntados en un detrás de ejército formando en guapo para una revisión de paseo cuartelero, y cuando no, acarreando piedras candentes del chisco para dar calor a las
manos y espeluznos a las almas en las muy frías mañanas de las escarchas. Y la radio al lado, en
su labor de “Los 40 principales” sonando músicas modernas para la diversión de las horas muertas
o para el sólo disfrute del trino popular, que los hicieran de casa, en campo estando.
Pedro “Maraña”, y Alfredo “el poeta”, los limpiadores de la limpia de rejas.
Y las mujeres rezadoras bajo el ala ancha y verde de las ramas de los olivos en el baile de las sombras chinas de sus dedos cogiendo las más negras aceitunas de los suelos, aquellas que treparon
los vientos o mustiaron los fríos y las escarchas, haciendo y luciendo las solás, o trastabillando
las aceitunas saltás, las que se salían de los fardos del fardeo, formando un círculo de extrañas
y brillantes perlas negras alejadas de los suelos, como una aureola de extrañas reminiscencias
arcaicas.
La Marina, la Sole, la Dolores, la Aurelia, la Manuela, la Clemen, las mujeres ya de hogar, las
madamas de los lavados en pilas de piedra, las madres de familia en el hinque sacramental, rogador y rogativo de las rodillas por el suelo como un rezo, rimando, octosílabamente las oraciones
agrestes de los milagros, llenando espuertitas de estaca en estaca hasta dejar una tierra en la limpieza de sólo tierra y alguna hojarasca suelta, y algún hongo en su pata de olivo y algún espárrago
en su navideña esparraguera sin espumillones ni bolitas de colores ; sin el más mínimo brillar de
alguna aceituna perdida, y si alguna perdida quedara, quedara para ser aceituna pasa de la próxima
cosecha, donde se harían delicia en el rechupeteo de su mínimo aceite ya caramelizado.
A las doce la hora de echar un cigarro y un buche de vino, para los hombres; las doce o a cualquier
otra hora; sentados en la tierra, apurando tabacos y exhalando humos, mientras los adolescentes ,
el Manolín, el Seba y el Luis, se iban a colocar las trampas para la caza furtiva de los pajarillos y
los zorzales: avecillas de pobre trino y de vida en suspense, que daban a los adolescentes el plus
de las alcancías para las nocturnas juergas de los bares, la discoteca JR, las verbena popular o el
guateque en el cabriolé sediento de los labios en flor.
-¿Han caído muchos?
-Algunos hay.
-Pues ale, al pele.
Mientras tanto, mientras todo, mientras todo esto, Alfredo “El Medianero”, manijero del alma de
la cuadrilla, poniendo orden, mandando espacios y riendo siempre, como un capataz de opereta,
bueno, romántico y sentimental, azuzando sin azuzar, hablando sin gritos, armonizando en sus
gestos los haceres de un buen y sentido laborar.
Y luego, el hoyo del mediodía; avivadas las ascuas del chisco para tostar los panes y asar los chorizos o los trozos de bacalao en el crujir sonoro de sus pieles de serpiente.
Y al hoyo aceite, tomate y huevo pasado por agua, aquel del suspiro hervor, la sardina arenga
como momia egipcia, y a las manos el pelado sensual y sexual de las alcachofas, desvistiéndolas
de faldas sin pincharse con los gavilancillos de sus hojas afiladas, ya maduras.
Y una mínima siesta de media hora para la digestión de los alimentos, y los mozos y las mozas
jugando al juego de la maísa corría, del salto la papa o del escondite tras de los añosos y rugosos
troncos retorcidos. Las niñas con sus rubores de palabras, o con sus marimachas mandonerías; y
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los mozos con su vística y sus silbidos de hombría.
Y la tarde como un soplo en el repunte final de toda la cuadrilla por el hinque rezador de las aceitunas del suelo, hecha ya la carga del día en su contaduría de sacos, que hablaban de unos kilos más
o menos apropiados. Mientras, por las radios de bolsillo, roncas y en mono, aquellas de los veinte
duros que no más duraban una cosecha, y en un silencio de cuadrilla concentrada en los dimes
y diretes de la dichosa y relatora tarde, la cuadrilla en pleno, los más y los menos, todos iguales,
escuchando las tristezas falsas de la radionovela de la ciega Lucecita en graves amoríos con el
galán Gustavo haciéndole requiebros amorosos de personajes de voz y sonoros besos lanzados al
aire pequeño, sencillo y armónico de los campos olivareros.
Y cuando el sol decía su pronta despedida o su despedida tarda, se arrejuntaban los cachivaches
de los trabajos, se cubrían las carnes de los sudores con las rebequitas de hilo, los jerseys de lana o
las camisas de franela. Lo femenino se desprendía de refajos, delantales y pañuelos y se peinaban
cabellos queriendo salir a la noche, y lo masculino, apretujaba ciñeras y lanzaba un hipo de final
de jornada, en eso que llegaba la hora de la llegada del señorito, don Ángel, en su Seat 150, y en
su marcialidad aristocrática de titulado sin monarquía o espadón combatiendo una república.
Don Ángel Palomo, con su bigotito blanco, su chaquetilla verde de cazador sin escopeta y sin
coto, y su sonora cadencia de flor de olvido. Don Ángel, con su bastón de madera y empuñadura
de nácar, escarbando entre terrón y terrón el hallazgo de alguna aceituna suelta y mal recogida,
olvidada. Don Ángel, en su cháchara amable de hombre con educación y buenos principios catedralicios, en su comunión diaria y en su confesión de tanto en tanto. Caballero romántico de un
tiempo sin romanticismo. Beduino en el camelleo verde de sus aceitunares. Hombre de otro tiempo y de otras palabras, de cuando el amor se decía en versos rimados y la galantería besaba manos
y desnudaba guantes. Don Ángel, que ni contaba sacos, ni contaba gentes, ni contaba chistes,
aunque hablaba chirigotadas y chascarrillos de viejo verde ruborizado, irónico y dicharachero.
Don Ángel, que a veces llegaba al tajo con Sacrita, su sirvienta de toda la vida, la que sabía de sus
secretillos y del quehacer diario de sus dimes y de sus diretes también, en sus cabellos grises de
permanente a rulo y sus vestiduras austeras de mujer sin pretendientes, monjil, casquivana y agradable como una tierna abuela de silla de anea. Don Ángel en su viejo coche de andar los campos
y andar el pueblo, blanco y amarilleándose ya como una fotografía antigua, donde se llevaba para
las calles de Porcuna a algunas mujeres, las de más años y las de más cansancios tener, para librarlas así del traqueteo atardeciente, pastoril y feriado en carrusel del remolque, levantando ruedas
y desajustando miembros, ya de por sí, bastante desajustados. Don Ángel en sus buenas tardes
y sus muchas gracias, dando nociones de urbanidad y bellas palabras a las gentes de la olla y la
campechanería. También don Ángel campechano, señor de sus reinos, amo de sus olivos, galán
de sus cuitas, triquitraque de las cosas agrícolas del querer. Don Ángel con su sombrerillo tirolés,
verde de felpa, con pluma de cazador sin pistola, o que sólo caza misas y miradas al sol.
Y con esto volvía el tractor al pueblo, quedándose en el estacar del Cortijuelo, uno o dos muchachotes, para cuando el tractor volviera de dejar a la cuadrilla, ayudar al manijero a cargar los
sacos y llevar la aceituna a la fábrica de Güeto, donde se formaban aquellos grandes montones de
aceitunas, que se veían desde las cuestas del Parral.
El tractor volvía al pueblo con sus aceituneros ya cansados, sudorosos y pagados en sus mínimas
pesetas, y aun serviles. Sole “La Colorina” contando cosas para las risas de los demás. Pedro
“Maraña”, contando y cantando chistes, para que no se perdiera nunca la gracia de una sonrisa
o un piropo avenido a una moza del camino. Los pajareros contando pajarillos y zorzales o desplumándolos por el camino, creando una sensación de almas desalentadas y terrenas, y los que
no, contando cosas de las noches adolescentes, con su Redonda, con su novia de besos y miradas
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enamoradas. Las madres en el decir de las alacenas, en los avíos a hacer nada más llegar a casa:
que si la comida que era cena, que si el lavado de la ropa en la pila de piedra en la tarde-noche
haciéndose de escarcha, que si la compra en la tienda del barrio, que si el hato de mañana, que si
el día de ayer, de hoy y de siempre, y siempre el mismo día contando en sus mismos aconteceres,
sin más salvedades ni sobresaltos, que arrancarle una nueva hoja al calendario de los días, o una
misa de un difunto o una oración a la hornacina prestada de una virgen chiquitilla y caminante de
casa en casa, de rezo en rezo y de perrilla en perrilla. Y los hombres en el apañe del lavado del
pescuezo y los brazos morenos, sentados a la mesa donde ardían en ascuas los braseros de picón,
con el vaso de vino blanco amontillado y el plato de aceitunas negras en la mejor temporada de sus
aliños, y quizá unas rodajas de mortadela, y si en lujo, media onza de jamón de paletilla.
Y las muchachas en sus labores de hogar y tiras bordadas, o algún paseo por el Paseo de Jesús,
descascarillando picas y burlándose de los piropos machos, del kiosco de Ramírez al mirador de
la Redonda, tarareando canciones rumbosas de amores y de desamores.
Y los muchachos, a la noche, persiguiendo mozas o piropeando lunas en el cerveceo de las tabernas del Caminero, de La Soga o del Bar sin Bragas, o en el despelote de la Revista musical,
impúdica, caricata y de tetamen al aire que se solía exhibir en estos tiempos de bonanza salarial e
invernal, en el Cine Municipal.
Y los niños de la limpia viendo tele o escuchando radio, más radio que tele, con el cansancio
máximo del primer trabajo que daría al día siguiente en agujetas, que ni quitarán los vasos de agua
con azúcar, y la alegría del primer jornal cobrado en billetes de veinte duros con Julio Romero de
Torres y su Chiquita piconera eternizándose en tonos marrones, y alguna que otra moneda suelta
para el deguste de las chucherías de los carrillos.
Y yo escribiendo unos primerizos versos, bien rimados y cursis, y soñando en el noche de la almohada, ser, algún día, el Antonio Machado de Porcuna.
Alfredo González Callado
En Porcuna, Martos y Chiclana de la Frontera, 2011-2013
(Lamentablemente no he podido conseguir testimonios fotográficos de aquel Tajo de Aceituneros
de don Ángel Palomo. Las aquí mostradas pertenecen a los archivos particulares de Eduardo González Callado (Tajo del Capitán Ostos), Antonio Recuerda Burgos, Antonia del Pino Salas, Almu
Santiago Hueso, y Francisco Callado González)
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Primer Premio Literario Infantil
Carlos Navas Vallejo
Aventura en el volcán
Me levanto a las seis de la mañana, suena el despertador. A continuación desayuno y me dirijo a
la estación de autobuses, para luego ir al aeropuerto.
Ya en la estación me encuentro con mis amigos,que nos vamos de viaje a las islas Seychelles,
cerca de Madagascar.
Tras estar un rato sin encontrar a nadie, aparecen Álvaro y Javier. Sin mas demora, nos acercamos
a nuestro autobús y allí nos espera el conductor. Nos subimos y el autobús nos lleva hasta la
estación de Barajas de Madrid.
De pronto, anuncian que nuestro vuelo se retrasa por la niebla y quizás tarde unas horas. Aquel
lugar estaba lleno de gente de todos los lugares del mundo y resultaba un poco agobiante estar allí,
como metidos dentro de una lata de sardinas.
-Si el vuelo se retrasa más, es mejor que cambiemos de destino-Dijo Álvaro
Yo le dije que debíamos esperar, pues merecía la pena ver esa isla, pero al cabo de cierto rato
estábamos desesperados, y nos dispusimos a preguntar por el vuelo
-¡Me parece que si tardan más nos iremos a nuestras casas!- Exclamé en tono irónico para que
todos me escucharan.
-¡Vaya robo!-Vociferó Javier.
De pronto, se acercó una señora vestida con un traje de azafata, que parecía estar muy frustrada,
nos anunció que el vuelo se había anulado, y que podíamos montarnos en un jet privado por un
sesenta por ciento adicional.
Nosotros, como estábamos hartos de esperar aceptamos. El avión era más bien pequeño, pero por
dentro era muy lujoso.
Antes de despegar, fuimos a la cabina de control para conocer al piloto; era un hombre delgado,
con el pelo gris, ojeras, una nariz aguileña, que tendría unos cuarenta años. Vestía una gabardina
negra que luego se quitó, nos daba mala espina.
Después de conocer al piloto, nos sentamos y estuvimos comiendo casi todo el viaje.
Cuando nos informan de que estábamos sobrevolando el Pacífico, el avión empieza a moverse
bruscamente.
-Son turbulencias.-Anuncia el piloto.
De repente, sin saber por qué, una azafata nos anuncia que hemos llegado. Nosotros, como tontos
nos bajamos con paracaídas y aterrizamos en una isla.
-¡Las Seychelles!-Grita Álvaro.
Para mí que no eran las Seychelles, era una isla relativamente pequeña, rodeada de árboles y con
una meseta en el centro.
-¿Dónde está el hotel?-Me pregunta Javier.
-Pues la verdad, me parece que esta no es la isla...-Dije cabizbajo.
Lo primero que hicimos fue buscar a alguien, pero no había nadie, era como si hubiesen pegado
tiros.
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Al rato, subimos a la meseta, y buscamos comida ,y un lugar para pasar la noche. El refugio se
presentaba fácil pues algunos árboles estaban caídos, seguramente por la edad, pudiendo hacernos
una choza para cobijarnos.
Luego nos paseamos por aquella isla, los árboles eran de grueso tronco con unos frutos de color
marrón, quizás comestibles. También, había palmeras datileras, y unos arbustos con bayas rojas
como la sangre.
Nosotros cogimos lo que cabía en nuestras mochilas, y con un mechero que Javier se llevó, y con
mi navaja multiusos, pudimos sobrellevar la situación.
La isla estaba desierta, pero había ruidos que procedían de alguna cueva que habría bajo la
meseta.
Pasamos los tres juntos la noche, y con nuestras linternas fuimos a investigar. La noche, era muy
oscura, y en lo más profundo del bosque, por suerte o desventura, encontramos algo que nos
asustó.
Era una calavera casi deshecha, sucia por el lodo.
Eso explicaba algunas cosas...pero, ¿y los ruidos? Finalmente, después de tantos trotes, nos
acostamos y el día siguiente llegó.
Amaneció lloviendo, y las linternas, mecheros, móviles, y demás quedaron inservibles. La
atmósfera era distinta, hacía calor pero llovía, y en vez de olor a sal marina, olía levemente a
azufre.
Seguimos el hedor que venía de la cueva de la que procedían los ruidos. Dentro olía muy mal y el
olor se hacía más intenso.
-Huele como cuando mi abuelo les echa azufre a los tomates.-Dijo Álvaro.
-Sí, es verdad.-Afirmó Javier.
A medida que nos acercábamos, aumentaba la temperatura y decidimos salir. De repente,unas
viejas palmeras se derrumbaron cerca nuestra, bloqueando la entrada de la cueva. Por suerte
estábamos fuera, y no pasó nada.
Después volvimos al campamento que hicimos, y vimos que la comida no estaba. Los tres, nos
separamos para investigar y observamos a un animal que devoraba vorazmente la comida.
Era una especie de lémur del tamaño de un perro adulto.
Nosotros, conseguimos prenderle una emboscada y lo matamos con la ayuda de algunas piedras.
-Es muy débil.-Reconoce Álvaro.
-Pero da mucho miedo...-Añade Javier.
Antes de comerlo, le quitamos la cabeza y la piel, así como las piedras que le tiramos. Su carne
estaba muy buena, pero tuvimos que racionar la comida debido a la escasez.
Tras comérnoslo, aquellas piedras empezaron a temblar solas, algunas palmeras se cayeron, y la
choza se movía. Aquello parecía un terremoto.
-¡Qué se nos cae el tinglado! Exclamé.
-¡Sujetadlo!- Gritó Javier.
Lo sujetamos pero fue inútil, se derrumbó como una torre de cartas.
Eran las cuatro de la tarde y el suelo se empezó a abrir. Nosotros corrimos como posesos hasta una
zona intermedia entre el mar y la montaña.
-Podría originar un tsunami.-Explica Javier.
De la fisura empieza a salir humo y lava que pronto se solidifica, luego el gas tapa el sol y se hace
de noche en unos instantes.
Las nubes, precipitan ácido de azufre y pequeñas piedras.
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-¡Estamos perdidos!-Grita Álvaro.
Cuando estamos de piedrecitas hasta la rodilla, las nubes se disipan y el volcán se apaga.
Todo se quedó calcinado, excepto la navaja que estaba en el bolsillo de Javier, mi móvil que no se
rompió del todo, y algunas bayas.
Cuando se pasan unas dos horas, las temperaturas normales vuelven y nos adentramos en el
volcán.
El magma había formado unas escaleras de caracol hasta una gruta subterránea inclinada cuesta
abajo.
La gruta forma un pasillo que llega a una enorme caverna, en la que se nota la presencia de
alguien.
En nuestras espaldas, notamos un escalofrío que hace que nos asustemos y bajemos por un pasadizo
por el que hay que quitar rocas de en medio para el acceso.
Allí hay unas especie de casa con muebles, habitaciones y una silla de alto respaldo en la que se
ve a alguien sentado.
La persona de la silla, se acerca a nosotros y cuando sólo está a pocos centímetros, nos coge y nos
tira al suelo.
El hombre tiene el pelo blanco, una nariz que acaba en punta y lleva gabardina.
Éste, se da la vuelta y tiene un agujero en el dorso que hace que se le vea la espalda. La tenía
quemada, y con trozos de piedras afiladas que se le debieron hincar cuando el volcán entró en
erupción. Era repugnante, pero aquel personaje no sentía dolor ninguno. ¿O sí lo sentía...?
-Soy el dueño de la isla y si queréis salir con vida de aquí, debéis encontrar “el cristal carmesí” en
lo más profundo del volcán.-Vociferó aquel hombre.
-Entonces qué remedio nos queda. Iremos-Afirmó definitivamente Javier.
El sol se puso, y aquel lugar se quedó en penumbra, siendo el lugar en el que dormimos.
A las pocas horas se hizo de día y nos metimos por las galerías del volcán. Eran agujeros muy
estrechos en los que apestaba a azufre.
Para poder investigar, nos separamos, y cada uno cogimos veinte piedras para no perdernos.
Acto seguido, acordamos que se colocaría una piedra cada diez pasos dados y que cuando todas
las piedras estuviesen colocadas, volveríamos al punto de inicio.
Cada uno cogimos un camino y nos adentramos en él. El mío era estrecho, pero se iba
ensanchando.
Cuando ya solo me quedaban dos piedras, se iluminó débilmente una luz a mis espaldas provocando
un ligero movimiento de vaivén.
No, no era nadie que me perseguía, era el magma que arrasaba todo a su paso. Debido a tal
situación, me puse a correr como un descosido, hacia un recoveco a un metro del suelo en el que
pude salvarme.
Cuando la lava se enfrió, volvía al punto de inicio. No había nadie, así que esperé un rato, pero
me desesperé, y seguí mi camino.
Aquel pasillo llegaba a una sala de techo alto en la que había una bifurcación. En ese momento,
me acordé de mis amigos, que me dijeron que tras poner las veinte piedras volviese, pero yo tenía
dos en mis manos, y las otras se habían fundido...
Estaba confuso, pensativo, aturdido, sin saber nada, absolutamente nada de ellos.
¿Y si ellos han sido calcinados por la ardiente lava, que los ha dejado reducidos a cenizas y
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derretidos, como se derrite el queso?
¿Y si cuando yo llegué al punto de inicio ellos no habían colocado las veinte piedras? No era
posible, y sentía que llegaba el fin de esta odisea.
Me acordaba de ellos, montados en el avión contentos, ese día en el aeropuerto, éramos muy
felices.
Pero todo se acabó cuando nos tiraron del avión a otra isla. Nos lo hubiéramos pasado mejor en
las Seychelles, tumbados en la playa...
Pero ahora mismo no es así y debo luchar por sobrevivir, por mis amigos Álvaro y Javier.
Sin más demora, me metí en el primer túnel que resultó estar bloqueado tras mucho rato de andar,
pero sentí que habría algo detrás de la roca. Pero no, era un pequeño terremoto que me hizo
retroceder. El estómago me rugía como mil leones hambrientos, así que me zampé una de las
bayas que tenía en el bolsillo.
Después entré en el otro túnel que sí tenía salida, cuando estaba dentro me acordé de que la
chaqueta me la había dejado fuera, pero antes de salir, cayó una piedra del tamaño de un coche
que me encerró dentro del túnel.
A través de la roca, se veían la otra sala, por una rendija del tamaño de un puño.
De repente, escuché voces que gritaban mi nombre.
-¡Carlos!
¡Eran Álvaro y Javier! Ellos se quedaron exhaustos al ver mi chaqueta y siguieron con los
llantos.
Yo les llamé, pero como es normal, no me escuchaban.
-¡Álvaro!
-¡Javier!
Ni caso, ni se inmutaban, pero Javier se apoyó en la piedra que me había sepultado, para atarse
los zapatos. Yo le cogí de la pierna que tenía apoyada en el suelo y tiré de ella haciéndole caer a
Javier.
Él me miró y al ver mi cara, nos dimos la mano, puesto que era imposible abrazarnos con la roca
en medio.
-¡Menos mal que estabais vivos!-Exclamé.
Al verme Álvaro, también vino hacia mí.
-Debéis quedaros aquí, y yo seguiré. El otro camino está bloqueado, no entréis.-Les informé.
-Vale, gracias.- Se mostró agradecido Álvaro.
Yo seguí mi camino y llegué a una habitación que probablemente sería donde estuviese la gema,
en la que se posaban dos hieráticas estatuas de mármol sobre un par de columnas, quizás de la
época griega.
Las estatuas poseían afiladas lanzas de pico triangular que apuntaban a una puerta cerrada con una
especie de urna, cercana a la puerta, con una inscripción que decía:
“El que a entrar se atreva
en lo más profundo de la cueva,
que con las manos suyas
a la estatua venza en una lucha,
como derrota dando
los ojos que han estado mirando,
sí pudiendo acceder
con la condición de no volver”
Antes de entrar en combate avisé a mis amigos para que se esperasen. Acto seguido me acerqué
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a las estatuas y dije:
-Acepto el desafío.
Mi voz resonó en la inmensidad y las estatuas empezaron a moverse.
En un principio se me ocurrió pegarles e intentar tirarlas al suelo, pero fue inútil y se me ocurrió
otra estrategia mejor...
Me detuve en el pasadizo de vuelta que estaba bloqueado, pero como era tan estrecho, las estatuas
se dispusieron a intentar embestirme con las lanzas.
Sabiendo lo que hacía, cogí dos bayas rojas de mi bolsillo, una me la exprimí en la cara, para que
pareciese sangre y otra me la guardé en la mano.
Después salí del escondrijo balanceándome y como estaba acordado, debía poner uno de mis ojos
en la urna. Puse la baya y cerré un ojo, lo que no sabía es que al abrirse la puerta, salió una enorme
roca perfectamente redondeada, que rodó hacia mí.
Como acto reflejo, salté hacia un saliente que había cerca de una escultura y esquivé la piedra que
demolió la otra roca que antes me dejó encerrado, y la del pasadizo de la izquierda que les dije a
mis amigos que no entraran anteriormente.
-¡Cuidado, alejaros de la puerta!-Chillé
Al estar todo abierto mis amigos vinieron hacia mí y nos acercamos a la sala secreta que se había
abierto de la que salió la piedra.
Era una simple cueva, así que nos dirigimos al camino nuevo que se había abierto el último. El
pasadizo, era un lugar con joyas incrustadas y unas escaleras de oro que llevaban a algún lugar, o
quizás a ningún sitio...
Aquel lugar era precioso, allí se posaban tres leones de piedra, con los ojos de cristal y los colmillos
de diamante, que cortaban de solo mirarlos.
Estos estaban encima de una espiral formada por dos serpientes entrelazadas. Detrás de esas
figuras, había un pájaro de grandes alas, en cuyas alas tenía un cristal de color rojizo.
-¡Es la joya carmesí!-Se alegró Álvaro.
-Algo falla, es todo tan perfecto...-Opiné
-Pues, después de todo lo que llevamos en el volcán, como no sea... -Añadió Javier.
De repente Javier se acercó a ver la boca del león de la izquierda y sonó un ligero clac.
La habitación empezó a llenarse de serrín que salía de la boca del animal.
-No puedo soltar la mano, me ha mordido.-Se quejaba Javier.
-¡Toca la boca del león del centro!- Grité cuando la habitación estaba casi llena de serrín.
Javier pudo sacar la mano, y tocó la boca, que le volvió a morder. Salía pienso para canarios, y nos
hundíamos como si de arenas movedizas se tratara.
-Entonces será la de la derecha.-Aclaró Álvaro con la boca llena de pienso.
Javier, sacó la mano y cuando iba a tocar el león, éste se acercó a él y le dio un trozo de
terracota.
-Aquí hay algún enigma que debemos resolver.-Pensó Álvaro
-Serrín, pienso y terracota.-Enumeré.
-Si juntáis la primera sílaba de cada palabra, quizás salga algo. Lo vi en una peli.-Dijo Javier.
-Ser-pien-te. Eso es, está en la serpiente.-Dije
Cuando dijimos esa palabra, las serpientes se abrieron y apareció la verdadera gema carmesí y
resonó otro poema:
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“Todo aquel que la joya haya cogido
tendrá derecho a pedir un deseo
si un puro corazón es el que lo pide”
Al volver, Álvaro cogió el cristal falso...
Volvimos y aquel hombre estaba allí y con cara de desprecio, le dio Álvaro el cristal que tenía.
El hombre lo rompió en mil pedazos.
-Ya no podréis pedir el deseo de volver.-Se rió.
-No, porque el verdadero cristal está aquí.-Le dije.
-Curaré tu espalda herida, haré que podamos salir del volcán y volveremos a casa.-Dije en tono
heroico.
Cogí la gema y deseé eso ,y que la mano de Javier se curase.
Ángel deseó que volviésemos a casa.
Javier deseó que todos los animales tanto estatuas como muertos de esa isla volvieran a la vida,
ya que aquel hombre les mató.
Al decir Javier estas palabras, el hombre empezó a llorar y su pecho se iluminó a la vez que la
joya.
-Siento haberos encerrado aquí y matar a esos inocentes animales.
Como su corazón ya era puro, decidió volver a nuestra pueblo y empezar una nueva vida ayudando
a las personas y a los animales.
Entonces volvimos al pueblo, con nuestras maletas, felices y con la alegría de ayudar a una persona
a ser feliz.
Para celebrarlo, comimos juntos, con nuestro nuevo amigo, que se llamaba Miguel y nuestros
hermanos.
Cuando estábamos comiendo, sonó el móvil de Álvaro, y al sacárselo salieron los billetes de
avión.
-¿Y eso que es, es que no habéis vuelto en avión?-Preguntó mi hermana.
-No, pero eso es una historia muy larga...-Añade Luis.
Y como toda historia tiene un final, partimos la gema carmesí en cuatro trozos, y cada uno nos
quedamos uno, poniéndonoslo como un colgante en el pecho.
Finalmente, nos despedimos y descubrimos que aquella joya tenía otro poder, el de hacer que las
personas sean felices y se ayuden mutuamente, sin pensar en el pasado...
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Segundo Premio Literario Infantil
Patricia Navas Vallejo
El misterioso Mayín
Es una tarde aburrida, el cielo está gris y llueve, no puedo salir de mi habitación, y por eso
he decidido volar con mi imaginación, y contar esta historia sobre el misterioso Mayín.
Debo comenzar con “En un país muy lejano... No, no, mejor “Había una vez en un
poblado... No, mejor comenzaré con...
Érase una vez un monstruo llamado Mayín. Él era feo, gordo y muy alto. Un día Mayín
fue al colegio, y aunque no estaba apuntado, consiguió meterse en el colegio. Cuando Mayín
llegó a la clase, todos sus compañeros se quedaron boquiabiertos. ¡No se esperaban a un... un... !
¡Un monstruo! ¿Para que le serviría aprender?. Nunca, ni nadie lo descubriría, porque él era muy
vergonzoso.
Al otro día Mayín, soltó un poco la lengua, aunque casi no se le entendía, tenía un idioma... un
poco raro.
Poco a poco fue aprendiendo el idioma español, aunque no muy bien, él era muy malo y
poco trabajador, igual que Antoñito el demonio. Mayín y Antoñito se hicieron muy buenos amigos.
Ellos siempre estaban pegando a los más débiles. Aunque en el recreo se tranquilizaban un poco,
porque se quedaban castigados en el comedor, mientras que los demás niños jugaban. Hasta que
un día Mayín se sentía cada día más distinto. A la seño le extrañaba mucho, porque Mayín empezó
a traer los deberes, y en unas semanas dejó de portarse como un niño pequeño, y tampoco la seño
le castigaba los recreos, entonces Mayín se convirtió en un angelito, comparado con Antoñito el
demonio... ¡él era un santo!. Entonces al cabo de un tiempo empezó a sentirse raro, su cuerpo ya
no era azul, su cara había cambiado por completo, y por supuesto ya no tenía el pelo morado,
sino castaño. Mayín cuando se miró en el espejo se vio algo raro, ¡Ese no era él!. Él era gordo, y
no lo estaba, él era feo, pero el y sus compañeros ¡no lo veían ya feo! Mayín ¡no se parecía al de
antes! Entonces sé dio cuenta que se había convertido en... en... ¡en un humano! Mayín ahora era
guapísimo, muy educado y muy listo. Antoñito pensaba que su mejor amigo le había defraudado,
pero no, Antoñito pensó y pensó, y se dio cuenta que ya era la hora de convertirse en Antoñito el
angelito, y así fue como cambió completamente, menos su personalidad.
Al final, Mayín, ¡se iba a mudar a otro pueblo!. Pero antes se despidió de sus amigos, y
sobre todo de Antoñito. Mayín emocionado se fue, pero dos días después se lo pensó mejor y
volvió a su pueblo con su querido amigo.
Antoñito emocionado le dijo a Mayín que no le volviera a dar esos sustos, y así fue, como
los dos niños más malos del colegio aprendieron a ser unas personas muy responsables. Y es que
a pesar de su apariencia de monstruo, escondía un gran corazón.
La tarde, con este relato, se me ha pasado muy rápida, ya no estoy aburrida, sino animada,
y es que la imaginación, puede llegar algunas veces a... ¡hacerme volar!
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Primer Premio Literario
Ciudad de Porcuna 2013
g
Rafael Jesús Navas Millán
En la memoria de los sueños
De pequeño, cuando estaba en mi casa, mi mayor temor era que me mandaran el recado de
subir al trastero a recoger alguna cosa o a hacer alguna tarea. Yo tenía claro que aquel lugar oscuro
estaba habitado por extrañas, esquivas y horrendas criaturas que odiaban cualquier intromisión en
su tranquilidad; no querían ser molestadas, y aún menos por un niño tan receloso como yo.
Antes no ocurría como en las casas de ahora, que hay luces por todas partes, y fácilmente
puedes conseguir una linterna o un foco, y hasta el teléfono móvil sirve para alumbrar cualquier
tipo de oscuridad. En mis tiempos mozos la iluminación en las habitaciones, y especialmente
en desvanes de las características del que yo hablo, acostumbraba a consistir en una solitaria
bombilla perdida por allí en medio de la sala. El interruptor no estaba precisamente en la entrada,
sino que había que internarse en aquella negritud agobiante, en aquel terreno hostil e inexplorado,
en las zonas de frontera entre la seguridad lógica y el riesgo calculado; entonces, palpando poco
a poco la pared áspera y húmeda, ibas avanzando por la derecha, y luego a la izquierda hacia el
lugar y altura en el que, teóricamente, se alojaba la clavija salvadora que exorcizaba los excitados
miedos de la intrusión que yo estaba realizando ese día.
Como eran otras épocas, aquel interruptor no era como los de ahora, de los del Clip-Clap, sino de
los que había que retorcer la manilla de la clavija para que se hiciera el contacto y apareciera la
tenue luz de 125 voltios, en esa típica bombilla como la de las ideas sorpresa de Mortadelo.
Entonces, si no había cortocircuito ni telarañas en medio que pudieran haberme obligado a una
rápida huída, llegaba la claridad a aquel panorama dantesco y se alejaban de mi imaginación las
sombras amenazantes que yo veía por todas partes. Cuando se iluminaba el inframundo, yo suspiraba
tranquilizado de ver que todo el conjunto de pensamientos funestos y criaturas irracionales ávidas
de mi miedo, se convertían de golpe en vasares llenos de enseres o libros antiguos de olor rancio
y color amarillo gastado, o en ropa que ya no se usaba de nuestros abuelos, padres o hermanos
mayores, con tufo a alcanfor antipolillas, planchados a sangre con sus líneas muy marcadas y su
colgar balanceante en viejas perchas de madera. También reconocía el contorno de la vieja pila
de lavar a mano, con sus jabones caseros recién recortados esperando la tarea del hábil y certero
restriegue; había damajuanas en la esquina, llenas de aceitunas macerando en salmuera, entre
romero, hinojo, y otras suertes aromáticas; estaba la gran ánfora metálica para aceite de oliva, que
a veces había que rellenar acarreando bidones desde la cooperativa; el arcón de antigua factura,
repleto de mantas y de ropa para utilizar en otras épocas del año; juguetes viejos que dejabas
de usar, esos desvencijados restos de infancia que nunca vuelven, seguramente, a volver a ser
utilizados, pero que siempre se guardaban “por si acaso..”; teníamos también otros utensilios que
no me resisto a recordar, una romana para pesar, palos y trípodes, estréveres, orzas, un barril de
vino dulzón, y cientos de cosas más que acumulaban polvo capa a capa, y alguna que otra huella
de dedo para demostrarlo.
Cuando al fin conseguías hacer la tarea encomendada en aquel desván y te ibas a ir, aún a
sabiendas de que todo estaba en calma y que no iba a pasar nada, pillabas correndilla y, mientras
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Feria Real de Porcuna 2013
retorcías de nuevo la manecilla del interruptor, salías disparado escaleras abajo con la (vana)
ilusión de transitar a velocidad mayor que la luz de la bombilla para evitar la oscuridad. Meta
nunca conseguida pese al esfuerzo.
Así era esto siempre que tenía que subir allí, salvo que fueses acompañado de tu madre, tu abuela,
o incluso con tu hermana pequeña; no imagino la razón, pero cuando llevabas “guardaespaldas”,
te podías poner gallito, y subías sin aparente inquietud a hacer las cosas en aquel tranquilo e inerte
trastero familiar.
Reconozco mis miedos; creo que todo el mundo los tiene, o los ha tenido. No me avergüenzo
de ello, pues se trata de una sensación tan humana como cualquier otra, y no sería lógico aceptar
la realidad, o encabezonarse en que nada te produce respeto.
Creo que lo importante para crecer como persona es saber reconocer las carencias y
limitaciones que cada uno tiene, para poder afrontarlas mejor, y ponerles, de una u otra manera,
remedio.
En cuanto al otro lugar misterioso y secreto de mi infancia, éste era sin duda el pozo del
patio. Se trataba de un pozo redondo de brocal de piedra gruesa y lisa, de media altura, y garrucha
gritona, cuyo borde no me era permitido alcanzar dada la corta estatura de mi edad, y porque
cada vez que me acercaba allí, el intento acababa rápidamente con un “tate quieto” de mi abuela,
acompañada de una manotá paralizante en el culo, no por lo dolorosa (que no lo era), sino por lo
inesperada.
Por lo que yo oía, o por lo que me contaban acerca del pozo, y sobre los seres que lo
habitaban, no es que pudiera apetecer demasiado echar un vistazo allí; pero es que la curiosidad
es una inquietud humana, y opino que más una cualidad que un defecto. Es por ello que, de en
cuanto tenía la menor oportunidad, intentaba encaramarme al poyete del pozo poniéndome de
puntillas sobre un tiesto boca abajo..., pero no llegaba al borde. Otras veces intentaba elevarme
con unas maderas que apilaba debajo; pero nada. Hasta que un día conseguí una banqueta que
había escapado al control de mis mayores. Había llegado el momento.
Yo imaginaba que la boca del pozo era una especie de puerta de entrada (o salida) a
un mundo diferente y, quizás, horrible, habitado por lagartos de gran boca, ranas, serpientes
hambrientas, y demás fauna que imaginaba que intentarían arrastrarme hasta el fondo, como a
cualquier víctima que osara asomar las narices por allí.
Observaba que, cada cierto tiempo, mis familiares mayores sacaban agua que no bebían
de allí, y la utilizaban para tareas de limpieza y adecentamiento de casa y patio, o para abrevar las
bestias que teníamos en el establo y en los corrales. Según los cálculos que yo me hacía, aquellos
seres horripilantes del pozo no se atrevían a atacar a la gente adulta, pero que en lo que respecta
a los niños, ¿quién sabe?. En cualquier caso, yo ya tenía en la mente la inquietud de saber lo que
había oculto y, costara lo que costara, estaba decidido a mirar dentro.
Aunque yo me había dado cuenta de que nadie parecía compartir conmigo aquel miedo
al desván oscuro, sí que parecían tenerle respeto al pozo, por lo que yo estaba seguro de que la
cuestión era real
Orgulloso y alterado, acerqué la banqueta para conseguir dar fin a mis ávidas elucubraciones
en cuanto a aquel insondable misterio.
Ascendí ansioso al borde de aquel escenario inaudito, casi irreal. Casi cegado por la
negritud de aquel embudo visual, pude atisbar la claridad luminosa del espejo lejano que me
ofrecía al fondo. Se trataba de un espectáculo intrigante e inquietante, cuando conseguí atisbar
abajo, en el borde del fondo, la cabecita de un niño que intentaba asomarse y mirar hacia mí con
sus ojos saltones, y me observaba tan absorto en mí como yo en él....; sin conseguir establecer
diálogo alguno.
Tuve que bajarme de allí con gran premura y colocar el banquito en su sitio, para evitar
que mi madre, que estaba llegando, me viera trastear en un lugar tan peligroso. Disimulando con
todo el arte que pude, me senté en el suelo con las piernas cruzadas como si estuviese jugando con
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Feria Real de Porcuna 2013
unas piedrecitas que había sacado de una maceta, y que me sirvieron para improvisar una coartada
creíble.
Me di cuenta de que mi madre había puesto cara seria al ver abierto el portillo del pozo; se
acercó y cerró con enfado la tapa, y giró la aldaba que lo protegía.
Ni que decir tiene que aprendí a abrir y cerrar aquella tapa.
Otro día en que se descuidaron, conseguí volver a subirme a lo alto a mirar.
El crío volvió a aparecer allí en el fondo del pozo; de nuevo con los ojos muy abiertos y
con el pelo revuelto; y parecía querer decirme algo.
Le saludé con la mano y él me devolvió el mismo gesto.
Luego le dije: -¡Hola!-, y sonó como un gran eco que hizo que retumbara todo.... pero su
voz no se oía, no sonaba nada desde su guarida del fondo. Era una charla sin comunicación, y
tampoco la hubo cuando le dije mi nombre o le pregunté el suyo.
Intentando ignorar aquel problema, seguí contándole al niño cosas sobre mi vida, sobre
aventuras, sueños e ilusiones, pero nada. Él también parecía hablarme, pero no se escuchaba nada.
Aquello era un diálogo de sordos.
Otro día lo volví a intentar, pero seguíamos sin oír nuestras respectivas respuestas. Entonces
tuve una idea, o puede que una ocurrencia fortuita, y simultánea con él. Me dispuse a dejar caer un
escupitajo sobre el fondo en el que el chico me contemplaba; y él estaba haciendo lo mismo. Vimos
como caían a la vez aquellas salivas de niño, y como se separaban de las comisuras de nuestros
labios y se precipitaban al vacío en línea recta uno sobre el otro, bajando rápidamente, pero a la
vez como a cámara lenta, dirigiéndose hacia la frontera del agua. Sentimos como chocaban con
energía los dos salivazos a la vez, y como sonaron los dos. Estoy seguro de que ambos generaron
un sonido al chocar, una especie de -¡choppps!-, de pequeño eco salpicante que provocó con
sus ondas que el agua enturbiara la quietud del espejo intermedio. Entonces el rostro del aquel
pequeño se tornó difuso e irreconocible; imagino que también le pasaría igual a él respecto al
mío.
No pude volver a verlo nunca más.
Mi padre había llegado en ese momento, y sorprendido y asustado al verme con medio
cuerpo sobre el borde del pozo, y con los pies en el aire por encima del banquito, me agarró
fuertemente por los pies y tiró de mí hacia abajo, con energía y con cuidado; y me echó un regaño
que nunca olvidaré. De nada valieron mis ruegos y súplicas, ni mis explicaciones acerca del crío
que había en el fondo que me sonreía y que quería jugar conmigo, y yo con él.
El pozo acabó tapado para siempre con candado y cierres de obra. Lo consideraron un gran
peligro para niños chicos como yo; habían decidido esperar a que creciéramos los pequeños para
volver a abrirlo. Con el paso de los años tampoco volvió a aperturarse; ya no hacía falta agua de
pozo, pues el agua corriente era barata y abundante, y tampoco había bestias a las que saciar la
sed; incluso el patio, que había sido objeto de obra con azulejos y enlosado, ya se limpiaba en un
santiamén
Pasaron los años, las circunstancias, las personas, las cosas evitables y las inevitables, las
ansiadas, las temidas, y también las ignoradas... Toda una vida entera pasó de largo.
Llegué de nuevo tiempo después a la vieja casa familiar. Me costó mucho trabajo abrir
la puerta de la calle, pues estaba bufada por la humedad; llevaba mucho tiempo cerrada pues, la
verdad, le habíamos dedicado poco trabajo de mantenimiento. Fue maravilloso, y triste a la vez,
transitar por aquellos pasillos, salas y galerías de la infancia, y surgían como ardiendo en mi mente
a cada segundo y a cada centímetro cuadrado, recuerdos que me hacían sonreír y llorar, afloraban
a mi mente imágenes rescatadas al olvido que ni yo mismo sabía si procedían de la verdad o del
mundo de los sueños.
El antiguo hogar familiar pronto iba a dejar de serlo, pues hacía mucho tiempo que nadie
vivía allí, e iba a ser vendido a un constructor para edificar pisos.
Seguí caminando por aquellas habitaciones húmedas y vacías de vida, por la cocina, el
baño, y llegué al patio de mis antiguos juegos. Vi el pozo allí en el centro, como siempre había
estado, y me acordé de aquella historia lejana de cuando yo no era más que un niño un poco
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miedoso, y lleno de imaginación, de posibilidades, de caminos, de deseo y tiempo por delante.
Pensé si había sido cierta, real o no, aquella mágica historia del niño que yo decía que había allí
en el fondo del pozo y que quería ser mi compañero de juegos.
Con una losa rompí el candado que cuadraba los cierres oxidados, moví sobre sus ejes
los paneles de madera antigua, apartándolos hacia los lados de pozo, dejándolos caer fuera. Me
acerqué con emoción para asomarme ante aquel escenario, buscando encontrar o no respuestas.
Sentí un gran escalofrío que me recorrió toda la piel.
Efectivamente, mi amigo volvió a aparecer allí al fondo.
Recuerdo la gran sorpresa que me llevé...; pero ya no me estaba mirando con la cara de niño que
yo recordaba. Lo que conseguía ver en aquel círculo luminoso era el rostro de un adulto cansado,
con gesto de tristeza, arrugas en la frente, y ya no destacaban aquellos rizos revueltos en su pelo,
como la última vez que le contemplé.
Me saludó con la mano, mientras yo también le deseaba salud. Se puso la mano en el
corazón deseándome suerte, y pareció rezar conmigo una oración durante unos segundos en los
que mantuvimos la mirada, y nos sonreímos amistosamente.
De nuevo creo que sentimos los dos la necesidad de recordar aquel momento emotivo, e
intentamos dejar caer muchos años después otro escupitajo amistoso.
La magia de la simetría hizo de nuevo real aquel hechizo, y coincidieron de nuevo en un sonoro
-¡choppps!-, y en un ondular del agua lento y cadencioso.
Tampoco hubo ocasión de nada más, pues también nos interrumpieron.
Llegaron otros visitantes a la casa, concretamente otros familiares y el constructor, para cerrar los
flecos de la compraventa.
La tapa volvió a cerrarse para siempre.
Todo desaparecería en pocos meses: Casa, patio y pozo incluido, con su pasado,
movimientos, silencio, estares, y cualquier otra sensación física o sentimental. Se convirtieron en
una mole de pisos de aspecto gris, con ventanales abalconados, y portal decorado con elaborados
mármoles estilo cementerio.
Paso muy de tarde en tarde por allí, por mi antigua calle; y cuando lo hago, a pie o en
coche, intento imaginar que habrá sido de aquel niño risueño y de la vida en su mundo que
desconozco, para que luego su rostro se me mostrara tan diferente, ajado, callado, cansado, con
cierto desencanto. Pienso en lo que le habrá ocurrido después; si habrá logrado cumplir sus
ilusiones; si se considera afortunado o no de haber vivido la vida que le haya tocado en suerte
vivir; si ha logrado ser él mismo, y no otro, y si encontró respuesta a las cuestiones a las que
necesitara haber encontrado solución; si halló amistad y amor verdadero allá donde su vida le
haya llevado, si vivencias que le realizaran como persona; si consiguió pausas, silencio y ayuda
cuando le hicieron falta.
También me pregunto si, de vez en cuando, en el lugar en el que él habite, se acordará
de aquel otro curioso ser que a veces iba a visitarle desde lo alto del pozo, buscando ver y saber
cosas más allá de lo que su corazón, o que los márgenes de la mente de los demás, marcasen como
límite.
Con el paso del tiempo, desván, pozo, y otros temores dejaron de hacerse presentes en mi
vida; ahora lo que de verdad me da miedo soy yo mismo. Me horroriza pensar en la posibilidad de
no estar a la altura de mis sentimientos y necesidades, y de los de la gente a la que valoro y quiero
de verdad.
Me parece que ese miedo ni siquiera lo va a poder borrar el paso del tiempo.
Nota del autor: Tuve la inmensa fortuna de poder dedicarle este relato y el premio en vida a mi
madre, Iluminada Millán; ahora también quiero volver a hacerlo en honor a su Memoria."
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HACE 100 AÑOS: 28 JULIO 1913.
EFEMÉRIDES: TRAGEDIA Y MUERTE EN
PORCUNA
1ª parte
El día 28 de julio de 1913 ocurrió en la Cañada la Teja, próxima a San Pantaleón, uno de
los episodios más aciagos de la historia porcunense, la pareja de la Guardia Civil formada por
el sargento José Martínez Montilla y el guardia segundo Francisco Vivancos Cánovas fueron
asesinados, por dos hermanos, Justo y Antonio Ramírez Muños, (a) “Los Nereos”, vecinos de
Porcuna, pero naturales de los Campos de Priego.
Aunque el tema desborda en contenido el espacio que se le puede dedicar en este Programa
y sin perjuicio de realizar en su día un pormenorizado estudio de los hechos y sus consecuencias,
trataremos de condensar los hechos más relevantes valiéndonos de tres fuentes: la tradición oral
que todavía perdura en nuestra localidad, el sumario del proceso y la amplísima información que
nos proporcionan las hemerotecas, con la intensa campaña desarrollada en favor del indulto de
los condenados.
LOS ACTORES.
En todos los hechos de este suceso intervinieron decenas de personas, aquí vamos a
referirnos solamente a cinco, son éstas: las victimas, los reos y don Niceto Alcalá Zamora que
intervino decisivamente en todo el proceso y en la movilización popular para conseguir el indulto
de los encausados.
Las víctimas: Desgraciadamente poco conocemos de los infortunados guardias que dieron
su vida en acto de servicio.
El sargento José Martínez Montilla, de cuarenta y tres años natural de Aguilar (Córdoba), de
él conocemos que fue cabo en Alcolea (Córdoba) donde era muy estimado. Casado doña Dolores
Jurado Gil, hijo de Luis Martínez Pérez natural de … (seguramente de Gérgal [Almería], en el
libro parroquial figura Gerga y en el Registro civil Guga) y de Dolores Montilla Mieres natural de
Aguilar (Córdoba), a su muerte dejó seis hijos, Luis de 12 años, (a Francisco Casado Burgos, de
la misma edad y amigo de Luis, se le nublaban los ojos al recordarlo, ya nonagenario, y con gran
sentimiento y voz quebrada exclamaba “¡cómo lloraba el pobretico!”), Dolores, con 11, Antonio
con 8, José con 6, Rafael con 4, y Carmen con 2. La desgracia se abatió con esta familia, pues
nueve meses después del asesinato moría la esposa; según dijo entonces su hijo Luis: “mi madre
ha muerto de horror y del sufrimiento que el asesinato de mi padre le produjo”. Los huérfanos
quedaron entonces bajo la custodia de su tío Rafael, soltero, de 24 años, que era factor en Puente
Genil. Luis el mayor se encontraba en 1914 en le Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil, donde
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Feria Real de Porcuna 2013
recibió la noticia de la muerte de su madre, mientras su tío recibía en palabras de Luis: “la pensión
de setenta y cinco céntimos diarios, que á la muerte de mi padre asignaron á los cuatro hermanos
pequeños, pudiendo mi tío con esas tres pesetas diarias atender á las necesidades de los cinco”.
Ni que decir tiene que Dolores con once años se convertiría en la madre y cuidadora de sus
hermanos. Desconocemos si al morir la madre pasaron los demás hijos al colegio de huérfanos, la
única noticia de ellos se produce en 1926, por tener que comunicarles el indulto de Justo (Nereo),
es entonces cuando el alcalde de Porcuna comunica que tienen su domicilio en Málaga, en al calle
Carapalma numero seis.
El guardia segundo Francisco Vivancos Cánovas, de 26 años, natural de Alhama (Murcia),
casado con Aparición Anguita Lopera, natural de Higuera de Calatrava, sin descendencia, hijo de
Pedro Viváncos y de Juana Cánovas naturales de Alhama. Aunque en la defunción se especifica
que no tenía descendencia, su mujer se encontraba en avanzado estado de gestación, dando a luz a
una niña días después de la muerte de su marido. La niña debió nacer en Higuera, donde sus padres
tenían, en la calle Mesón, un establecimiento destinado a estanco, taberna y casa de comidas, ya
que no parece su nacimiento en los registros de Porcuna, y los de Higuera fueron destruidos en
la guerra civil, ignorando su nombre. Después, Aparición, entró al servicio doméstico de Don
Francisco Garrido en Porcuna; la “Señorita Manolita” Garrido, recuerda, por oírlo decir a su madre,
La Unión Ilustrada, 10 octubre 1915. La fotografía fue realizada en la cárcel de Jaén el
6 de junio de 1915. La persona del centro no ha podido se identificada.
que fue una persona de toda confianza de la familia y muy querida, ejerciendo de gobernanta o
ama de llaves. En 1926 al comunicarle el indulto de Justo se hallaba en Valdemoro (Madrid) pues
su hija se encontraba gravemente enferma en el Colegio de Huérfanos de la Guardia Civil. No
sabemos si sobrevivió, aunque es lo más probable, ya que la “Señorita Manolita” recuerda que
tenía una hija.
Los reos: Fueron los hermanos Justo y Antonio Ramírez Muñoz, conocidos como los
Nereos, pues su padre se llamaba Antonio de San Nereo, recibiendo el segundo nombre de Nereo,
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por haber nacido el 12 de mayo de 1860, día en que la Iglesia celebra la festividad de San Nereo,
siguiendo la costumbre de imponer a los bautizados como segundo nombre el santo del día, como
también ocurrió con Justo y Antonio.
Justo de Santa Eulalia Ramírez Muñoz, soltero, nació en el sitio de la Cubertilla de en
medio término de Fuente Tojar (Córdoba), el 12 de diciembre de 1889, fue inscrito en el juzgado
de Priego, y bautizado en Castil de Campos (aldea de Priego).
Antonio Nereo de San Sancho Ramírez Muñoz, soltero, nació en le cortijo de Cubertilla
de en medio de Fuente Tojar (Córdoba) el día 7 de junio de 1892, fue inscrito en el Registro civil
de Fuente Tojar y bautizado en Almedinilla.
Ambos eran hijos de Antonio Nereo Ramírez Ortega, de Castil de Campos, que había
casado en Fuente-Tójar el 8 de diciembre de 1884, con María Muñoz Burgos, de Castil Campos,
viuda en segundas nupcias de Miguel Montes Alba.
Aunque el periodista porcunés Manuel de Quero Morente manifiesta que tenían dos
hermanas, solamente tenemos conocimiento de la existencia de una, que había estado enferma en
Madrid y se encontraba en Porcuna restableciéndose cuando ocurrieron los hechos y que murió
antes de la ejecución de Antonio. En la carta que su padre dirige a su hermano Andrés, poniéndole
al corriente de lo sucedido, e interceptada por la Guardia Civil, solamente habla de la existencia de
una hija llamada María. A través de don Fernando
Leiva Briones, cronista de Fuente Tojar, hemos
conocido que se llamaba María Patrocinio de San
Faustino Ramírez Muñoz nacida el 14 de febrero
de 1885 en la Cubertilla.
La familia debió trasladarse a Porcuna
procedente del Cortijo de Zafra o del Nereo,
posiblemente otro nombre de la Cubertilla, hacia
el año 1900, debieron hacerlo buscando mejores
condiciones de vida, al calor y la protección que
les brindaban los miembros de la familia Burgos, a
la que la madre de los Nereo pertenecía. Aquí
residieron en la calle Salmerón, pero la carencia
de padrones de estos años nos impide conocer más
detalles.
Al criarse en un cortijo aislado ambos hermanos
habían vivido en pleno contacto con la naturaleza,
que no pudieron abandonar al venir a vivir a un sitio
más urbanizado. En la vida montaraz de la Cubertilla
debieron aprender a buscarse su sustento, de ahí su
pasión por la caza, pero no una caza deportiva o
destructiva sino de subsistencia, de buscar sólo la
pieza necesaria para complementar las necesarias
proteínas del sustento diario y aunque al llegar a
Porcuna mejorarían sus condiciones de vida jamás
pudieron olvidar lo aprendido. Como el periodista
Arias Abad hace notar, los dos habían gozado de
ambiente distinto y ello es patente, pues al llegar a
Porcuna el mayor de ellos, Justo, debía tener
La Unión Ilustrada, 20 junio 1915. Por el
11 o 12 años, edad en la que ya no se asistía al
aspecto de ambos creemos que la fotografía
escuela porque se comenzaban a realizar trabajos
fue realizada antes de los sucesos de 1913.
para ayudar a la economía familiar, y por tanto no
poseía instrucción, ni sabía leer ni escribir, lo que
superó estando en prisión apareciendo años después su firma en los documentos, mientras que
Antonio de menor edad al llegar a Porcuna debió asistir a la escuela estando dotado de alguna
instrucción.
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Feria Real de Porcuna 2013
Todo lo que conocemos de ambos hermanos es a través de la carta del padre que rebosa amor
paterno “que buenos y queridos de sus amigos sin vicios ni de tabaco” y lo publicado en la
prensa por personas que tuvieron relación con ellos o que los entrevistaron, artículos en los que se
pretende tocar la sensibilidad de las personas con el fin de mover a la compasión y piedad de los
lectores para que se sumen a la petición de indulto. Estos fueron don Niceto Alcalá Zamora, Luis
Fernández Cancela, Francisco Arias Abad, Manuel de Quero Morente y Arturo Osuna Servent,
todos hablan de su franqueza y honradez, y sacamos la conclusión de que eran altos, fuertes, de
tez rasurada, pelo endrino, enjutos de carnes, cejas pobladas, ojos negros y expresión sincera
con aspecto simpático y respetable, y de hidalga figura, respetuosos hijos y hermanos cariñosos.
O como expresa el diputado por Jaén Manuel Bueno Bengoechea: “Los hermanos Nereos son
dos hombres honrados, un poco levantiscos, como todo el que vive a la intemperie con el pan
tasado y el alma no muy segura de contar con la tutela social, sin pasado delincuente y sin la
menor leyenda de matonismo”. Sin embargo otros los consideraron asesinos vulgares: “el Sr.
Alcalá Zamora tan dominado se encuentra por la generosa idea del perdón que no ha vacilado en
presentar desde las columnas de la prensa á dos asesinos vulgares casi como modelo de honrados
ciudadanos”.
La fatalidad y una serie de circunstancias adversas, fortuitas y no buscadas les hizo
destrozar las vidas y familias de los guardias civiles y las suyas propias.
Antonio como veremos fue ejecutado en la cárcel de Jaén a las ocho de la mañana del día
30 de septiembre de 1915, la tradición que perdura en Porcuna es que la ejecución fue una farsa
y que Antonio fue liberado y puesto en el extranjero, (eso no se lo quitaba nadie de la cabeza a
sus contemporáneos y aún perdura), sin embargo, existe el acta de la ejecución, la defunción en el
Registro Civil de Jaén, la del entierro de la parroquia de San Pedro de Jaén y la inscripción de su
inhumación en el libro correspondiente del cementerio de San Eufrasio, las dos últimas facilitadas
por don Manuel López Pérez, cronista oficial de Los Villares.
Justo fue condenado a cadena perpetua, consistente en 30 años de privación de libertad,
desde el 21 de diciembre de 1915 la cumplió en la prisión de San Miguel de los Reyes de Valencia.
Su condena expiraba el 30 de enero de 1944, pero fue beneficiándose de sucesivos indultos que
le dieron la libertad el 25 enero de 1928. A su salida se acogió a la protección de don Niceto y
durante la Segunda República vivía en su finca de La Ginesa, en aquella fecha fue visto en Priego
por don Francisco Peña Alcalá a la sazón Maestro Nacional en esa localidad.
Don Niceto Alcalá Zamora.
La figura de don Niceto brillante político, abogado y orador, Presidente de la II República
Española, es de sobra conocida. Había nacido en Priego el 6 de julio de 1877, quedando huérfano
de madre al poco tiempo de nacer. La tradición porcunera mantenía que don Niceto era “hermano
de leche” de los Nereo, porque la madre de éstos había sido su nodriza, pero siempre iban más
lejos, afirmando que salvó a Justo, porque también era hermano de padre. No hay nada que avale
esta tradición oral, pero si hay algo de verdad creemos que quien pudiera haber sido hermana de
padre sería la hermana de los Nereos. Como hemos visto, María, la madre, era viuda, quizá durante
su viudez estuviera al servicio de la familia de don Niceto y hasta puede que fuera su nodriza, es
significativo que la boda con Antonio Nereo fue 8 de diciembre de 1884 y el nacimiento de su hija
María dos meses después (14 de febrero de 1885), cuando don Niceto tenía siete años, pero todo
ello son conjeturas derivadas de la tradición oral de Porcuna.
Aunque don Niceto en la fecha de los autos era diputado a Cortes por La Carolina, su
influencia y peso en el llamado “Campo de Priego”, que engloba varias aldeas, numerosos
cortijadas y cortijos aislados, debió ser grande, caciquil y protectora a la vez como correspondía a
una figura de su talla en la época de la Restauración borbónica.
Es curioso que la figura de don Niceto en el caso de los Nereos no aparece públicamente
hasta una vez que la sentencia llega al Consejo de Ministros, con el artículo publicado en “El
Imparcial” de Madrid el 9 de junio de 1915, anteriormente solamente tenemos dos referencias
a su persona, ambas por las cartas interceptadas a Antonio Nereo, una se encuentra en la que el
padre escribe a su hermano Andrés, el 30 de julio de 1913, dándole cuenta de lo sucedido, en
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Feria Real de Porcuna 2013
ella le dice: “le escribes a don Nieto con estos detalles”, la otra de fecha 31 de julio es la que le
dirige don Niceto, en respuesta a la que éste le escribiera dándole cuenta de una desgracia familiar
(seguramente la enfermedad de la hija) y solicitándole una colocación, en ella está esta frase: “Yo
creo que pronto iré por Priego y allí hablaré con la familia”, su sentido queda aclarado cuando
en la entrevista que les hace a ambos hermanos el periodista Arturo Osuna, Antonio le manifiesta
que son parientes de don Niceto por parte de madre.
En el artículo publicado el 9 de junio don Niceto pone de relieve su intervención, trabajando
sin descanso en todo el proceso y por el indulto de ambos. Desde este momento don Niceto
emprende una frenética carrera movilizando a figuras de toda índole, políticos, intelectuales,
prensa, instituciones y opinión pública en pro del indulto, como se expondrá.
CRONOLOGÍA Y EXPOSICIÓN DE LOS HECHOS.
Como ambos hermanos manifiestan en el proceso, se dedicaban a la caza en época en que
no había trabajo, por lo que alguna vez la Guardia Civil les había intervenido las escopetas, al
infringir la Ley de Caza, y habían sido denunciados por varios propietarios, como don Luis Aguilera
y Coca que “se había quejado al sargento de que los hermanos Nereo le habían pisoteado el trigo
causando tanto daño como en la caza de la perdiz, que al quitarle la sombra en las horas de calor
durante la caza se ahogaban la mayor parte de ellas, así como que también en la persecución
atropellaban los sembrados, dando lugar a la queja que produjo, siendo de domino público que
lo hacían en otras propiedades de este término”.
Según manifiesta el padre de los reos “entró Justo de guardia particular con uno de la
familia el día dos del presente (julio 1913) hasta el tiempo que a nosotros nos conviniese”, tal
propiedad, el cortijo Los Borregos, correspondía a la esposa de Antonio Pulido Burgos, Josefa Luisa
Orozco, siendo el abuelo de Antonio primo hermano de la madre de los Nereos. Seguramente tal
contratación laboral debió hacerse debido a esta relación familiar. La llegada de Justo a la zona de
los Borregos supuso perjuicios para las fincas colindantes, ya que Justo, además de cumplir con su
misión de guarda, se dedicaba también a la caza furtiva en época de veda, quizá esta caza tuviera,
en parte, como fin, complementar la dieta proteínica de los residentes en el cortijo, pues como
hemos conocido, todavía a mediados del pasado siglo, la provisión en los cortijos no podía hacerse
a diario, por lo que se carecía de carne y pescado muchos días de la semana; con el fin de que cada
día la “olla” tuviera su correspondiente ración era corriente acudir al palomar a proveerse o cazar
la pieza necesaria para tal fin y cualquiera de ellas valía para acompañar a garbanzos y tocino, en
este sentido y dado que los Nereos llevaban cazado un mochuelo, recordaremos que siempre se
ha dicho y así lo afirman los que lo han visto, que el caldo de cocido salía más blanco cuando la
carne era un mochuelo. Siguiendo con nuestra exposición Justo había sido reprendido por Juan
Vicente Ruiz de Adana, días antes de los hechos, y dos días antes, el 26, al llegar la pareja al
cortijo de Carrasquilla, José Santiago Quero, les denunció que Justo había estado atropellando los
sembrados de trigo sin segar, aconsejándoles, o más bien amenazándoles “que vieran la manera
de reprimir estos atropellos pues de lo contrario haría que llegase a conocimiento de su Teniente
Coronel”, lo cual no le sería nada difícil, al ser el Teniente Coronel Jefe de la Comandancia de
Jaén el porcunés don Juan Ollero Morente.
La pareja al volver del servicio debió ponerlo en conocimiento de sus superiores en
Porcuna, los cuales dispusieron con toda rapidez un nuevo servicio para castigar a los infractores.
No sabemos si el mismo día 27 o con las primeras luces del 28 la pareja de la Guardia Civil,
apremiada por sus superiores y con toda tensión , sale de servicio, llegando a San Pantaleón a
las ocho de la mañana en busca de los Nereos. Es de notar cuan dura y sacrificada era la vida
del guardia civil, el servicio podía durar varios días, recorriendo, a pie, decenas de kilómetros y
teniendo que buscarse el alojamiento y el sustento, que les era proporcionado con más o menos
magnanimidad por los dueños y caseros de los cortijos.
Mientras tanto, al salir del teatro el día 26, seguramente algunas horas después y ya
amanecido, Antonio se dirige al cortijo de los Borregos a donde llega hacia las once de la mañana
del día 27, allí comió junto con su hermano hacia las tres de la tarde y permaneció en cortijo hasta
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las cuatro de la mañana del día 28 en que marchó en busca de su hermano, que había salido la tarde
anterior y aún no había regresado. Según ellos el motivo era que Antonio iba a sustituir a Justo
para que éste pudiera venir al pueblo. Una vez juntos, según su declaración, estuvieron viendo
varias fincas en las Calderas y Reventones, y de paso se dedicaron a practicar la caza en fincas
vecinas, obteniendo una liebre, una perdiz y un mochuelo.
Ya, a las ocho, había llegado la pareja a la cortijada de San Pantaleón, donde preguntó
si habían visto a ambos hermanos, siendo informados por algunos de los presentes que habían
observado, muy de mañana, a dos cazadores. Ante ello declinaron la invitación para almorzar que
les hizo Juan Vicente Ruiz de Adana y solicitaron a Juan Torres Castillo el préstamo de un caballo,
“para salir en busca de unos cazadores que llevaban varios días de burlar a la pareja”, en el que
subieron ambos guardias, partiendo en su busca, regresando a las diez y media sin haberlos podido
hallar. Tras su llegada, almorzaron en el cortijo de Juan Vicente, dirigiéndose a continuación
hacia el cortijo de Juan Torres Castillo para acostarse a descansar. Allí permanecieron hasta que
aproximadamente a las dos y media les avisó Diego Morente Ollero, suegro de Juan Torres, para
que fueran “a gastar la olla”. No consta en ningún lugar lo que la tradición oral ha transmitido
de que las personas que se encontraban en San Pantaleón estaban celebrando una fiesta en la que
participaron los guardias y que una vez saciados, con comida y bebida, recibieron las chanzas
de los asistentes, por su incapacidad para detener a los Nereos, y que ese fue le motivo que los
impulsó a disfrazarse con ropas de paisano, aunque don Niceto Alcalá-Zamora afirma que los
cortijeros eran enemigos de los reos, a quienes guardaban rencor y que por ello incitaron a la
pareja y colaboraron en el disfraz. Lo que creemos y se confirma con las declaraciones, que un año
después hacía Luis, de trece años, hijo mayor del sargento, es que eran apremiados y presionados
para dar con ellos y acabar con su furtivismo y esa presión y tensión fue lo que movió al sargento
a tomar la determinación de disfrazarse para poder llegar a ellos sin ser reconocidos: “—Tu padre
ó el guardia Vivancos, ¿tenían enemigos? —No debían tenerlos; cumplían con su deber. Algo
oía yo de que los cazadores estaban indignados contra mi padre; pero, según me enteré después,
obedecían órdenes, porque alguien dijo que la demarcación estaba abandonada, y sus jefes lo
apretaban para que vigilase el campo”. En todas las declaraciones de los testigos se aprecia que
en San Pantaleón estaban dedicados a las labores propias de la trilla y recolección.
Fue entonces cuando al asomarse a una ventana vieron próximos a la cañada de La
Teja a los dos cazadores. Solicitaron de Juan Vicente el préstamo de dos blusas y sombreros de
paja, utilizando las de Ángel Ruiz de Adana, así como un sombrero, por resultar pequeñas las
de Juan Vicente, tomando el otro sombrero de Diego Morente. El sargento se colocó la camisa
por los hombros, abrochándose el botón del cuello, mientras que el guardia metió los brazos
en ella, después, ya con los sombreros puestos, metieron los tricornios en unas alforjas que les
proporcionaron y, dejando las carteras reglamentarias en el cortijo, subieron en el caballo que les
proporcionó Diego Morente, al estar durmiendo su yerno, yendo el sargento delante y el guardia
detrás, partiendo en dirección al punto donde vieron a los Nereos.
Mientras tanto ambos hermanos Nereos habían llegado a un chozón de la era de Muñoz
(300 metros de San Pantaleón), donde se encontraba solo, el niño de doce años, Luis Morente
Cespedosa, por haber venido los demás al pueblo con cargas de paja, allí bebieron agua en un
cántaro y fueron informados por el niño de que la pareja andaba por aquellos lugares, por lo que
con rapidez procedieron a esconder los morrales con las piezas cazadas en un cendajo próximo y
a emprender la huida.
Casi al mismo tiempo llegaba al chozón la pareja, y al pasar junto a él se le cayó el
sombrero al sargento, quien pidió a niño Luis Morente que lo recogiera y lo guardara, siguiendo
tras los Nereos. Los testigos, que desde los cortijos de San Pantaleón seguían, con la vista, lo que
estaba sucediendo, declaran que bajó del caballo el guardia Vivancos y que al hacerlo se cayeron
las alforjas, sin que ambos se apercibiesen, así como que el sargento se desprendió de la camisa,
aunque esta nunca fue hallada; mientras que los Nereos afirman que ambos iban disfrazados con
camisas de paisanos. Llegados a este punto todos penetran en la cañada la Teja y permanecen
ocultos a las miradas de los testigos. Lo que aquí ocurrió solamente Dios y los cuatro protagonistas
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Feria Real de Porcuna 2013
lo supieron, nosotros hemos de conformarnos con las declaraciones de ambos reos y por las huellas
y evidencias dejadas.
Serían las tres de la tarde cuando en las eras de San Pantaleón vieron salir humo de la cañada
La Teja, dado que José Ruiz de Adana Quero tenía allí un trigo sin segar, tomó inmediatamente
un caballo y se dirigió al lugar, al llegar a la cima de la loma que corona la cañada su estupor
no tuvo límites, y conforme iba descendiendo pudo apreciar como ardía un rastrojo de trigo, de
unos veinte centímetros de altura y mucha hierba seca, y en medio del fuego se hallaba tendido
boca arriba el sargento con las ropas ardiéndole y el guardia, también con las ropas incendiadas,
hincado de rodillas cayendo enseguida boca abajo. Entonces volvió a la loma del cerro y comenzó
a dar grandes voces en solicitud de auxilio a los que permanecían en las eras y cortijos de San
Pantaleón, que se apresuraron a recoger rastros, palas y otras herramientas necesarias para apagar
el fuego, los primeros en llegar fueron Ángel Ruiz de Adana Torres y Sebastián Casado Quero,
que quedaron estupefactos al ver la dantesca escena, rápidamente se dirigieron al pozo de la
Teja, donde en ese momento se encontraba una mujer cargando cántaros llenos de agua en una
caballería, se apropiaron de ellos y se dirigieron a rociar con el agua, para apagar las llamas del
sargento y guardia. Mientras tanto fueron llegando la demás personas que se encontraban en
los cortijos, ayudando Juan Vicente Ruiz de Adana Torres a su hermano Alberto, pues entre los
dos levantaron la pierna derecha el sargento que se estaba quemando. Cuando el fuego quedó
apagado comprobaron que el guardia yacía sin vida, mientras que le sargento daba señales de
ella, aunque sin poder articular palabra, respondiendo con monosílabos, entonces Juan Vicente
envió al cortijo a un operario por un fardo con el que improvisaron sombra para proteger al
sargento. A todo correr Ángel Ruiz de Adana tomó un caballo y con la premura que le fue posible
llegó hasta el cuartel de la Guardia Civil, en la calle Gallos (actual General Aguilera), para dar
la noticia. Inmediatamente partió el teniente jefe de Línea don Santiago Sánchez Isler, con los
guardias José Hurtado Montoro, Francisco García Pérez, Cipriano Martínez Martínez y Ramón
Castillo Molina. Una vez en el lugar del suceso el teniente se constituyó en Juez Instructor Militar
actuando como secretario el guardia Ramón Castillo, y auxiliado por los médicos don Víctor
Funes Pineda y don Florencio Quero Cámaras, y en presencia del alcalde don Emilio Sebastián
comenzó las diligencias judiciales. En ellas recoge que encuentran en un rastrojo de trigo, a mil
metros de San Pantaleón “el guardia Francisco Vivancos Cánovas tendido boca abajo con los
pies colocados hacia el Norte y la cabeza al Sur, con el fusil de su propiedad a unos tres metros
a la izquierda con el cerrojo abierto, la caja partida, llenas de manchas de sangre la culata y el
cerrojo, teniendo tostada la garganta, parte superior del cajón de mecanismo y las abrazaderas,
así como carbonizada toda la ropa, conociéndose en su cuerpo señales de una blusa también
quemada de paisano y un sombrero, de las mismas condiciones de paja de los que usa la gente
del campo, y en estado cadáver, con una herida en el hombro derecho, según manifestación de los
médicos presentes. El sargento, gravemente herido, se encontraba boca arriba a la derecha del
guardia Vivancos a la distancia de unos tres metros, sin sombrero, el uniforme casi carbonizado y
el fusil, con la culata quemada por su parte izquierda, a unos veinticuatro metros de distancia en
dirección al Noroeste, con el cerrojo abierto y un cartucho en el suelo a su inmediación, así como
otros dos esparcidos también a corta distancia, los correajes puestos, el del guardia Vivancos con
la cartuchera quemada y el tirante del mismo lado”. “Además en el acto fueron entregados por
José Ruiz de Adana los morrales que había encontrado próximos al lugar de suceso, de piel de
cabra, iguales los dos, los cuales contenían en su interior, una liebre, una perdiz y un mochuelo
muertos, una navaja de cacha negra chata de pequeñas dimensiones, dos balas calibre dieciséis,
una bolsa pequeña de pólvora, otra de perdigones, una lima triangular pequeña, entregando
también unas alforjas de las que usan los paisanos de listas encarnadas y blancas y forradas
de cuero negro, dentro de las cuales se encontraban los tricornios de la pareja, encontrando las
carteras reglamentarias en el Cortijo de San Pantaleón”. Más tarde se encontró un chaleco de
color ceniza con listas color café, forro de tela a cuadritos pequeños, con un trozo de lápiz negro,
un reloj de acero negro y en su cadena un canuto de hoja de lata, dentro de él fue encontrada una
cédula personal número 6.587 de Nereo Ramírez Muñoz expedida el doce de julio de 1912, y una
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licencia de caza número 381.373 extendida a nombre del mismo. Al día siguiente (Antonio) Nereo
Ramírez Ortega, de 53 años natural de Priego, reconoció como propiedad de sus hijos los morrales
y el chaleco de Antonio.
Terminadas las diligencia en la cañada la Teja, el Teniente Instructor ordenó trasladar al
sargento a unos de los cortijos, entre tanto se disponía su traslado al hospital de Porcuna, donde
falleció a las once y media de la noche, y cadáver del guardia al depósito de cadáveres de Porcuna.
Así mismo se tomó declaración a algunos de los testigos presentes y a otros en los días siguientes,
que fueron: el niño Luis Morente Cespedosa (12 años), José Ruiz de Adana Quero (32 años),
Ángel (22 años) y Juan Vicente (29 años) Ruiz de Adana Torres, Sebastián Casado Quero (37
años), Juan Torres Castillo (41 años), Diego Morente Ollero (73 años), Aurelio Santiago Herrador
(42 años). Luis Toribio Orozco (19 años), Antonio Pulido Burgos (26 años), Luis Aguilera y Coca
(66 años), José Santiago Quero (57 años).
Mientras tanto también llegó al lugar del suceso el Juez Municipal interino don Domingo
Dacosta, por indisposición del titular don Pedro Funes Pineda, a quien por las premuras se
olvidaron de comunicarle lo sucedido y no tuvo conocimiento de ello hasta las seis de la tarde por
rumor público, hora en la que dispuso trasladarse al lugar de autos en compañía del secretario de
Juzgado Municipal, a su llegada ya encontró al sargento en el cortijo y procedió también a realizar
las correspondientes diligencias, recibiendo las declaraciones de los testigos al día siguiente.
La autopsia, realizada al día siguiente, puso de manifiesto que el sargento presentaba en
Croquis del lugar, en la Cañada la Teja, con la reconstrucción de los hechos.
su cuerpo extensas quemaduras en cabeza, cuello, tronco y extremidades superiores e inferiores,
una herida de arma de fuego, en el hombro derecho, situada en la parte externa con un orificio
de entrada de unos tres centímetros de diámetro de bordes negruzcos y de las dimensiones de
una moneda de cinco céntimos (de las de la época), rodeada de pequeñas heridas hechas por
perdigones incrustados. En la cabeza una herida contusa situada en la región occipital de unos
cinco centímetros de longitud y de dirección horizontal que interesa las partes blandas, y en la
región temporal derecha y al mismo nivel que la anterior otra herida contusa de forma estrellada de
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unos dos centímetros de extensión que interesa los tejidos blandos con hundimiento del hueso.
“De lo expuesto, ambos médicos deducen.
1º Que el disparo de arma de fuego debió ser hecho a distancia corta como lo prueba el
hecho de estar negruzcos los bordes de la herida y de ser el orificio como de un solo proyectil.
2º Que la herida con fractura del hueso creen más probable sea producida por fuerte
golpe dado con un cuerpo duro y manejado con gran fuerza, que por la caída que debió tener
lugar al recibir el disparo.
3º Que la herida descrita en el hombro derecho siendo grave no era mortal de necesidad.
4º Que la fractura del temporal en unión de las quemaduras han sido la causa de la
muerte”.
El cadáver del guardia presentaba extensas quemaduras en pierna derecha, tronco, brazo,
cuello, cara, ojos, orejas y cabellos destruidos por el fuego. En el brazo derecho en su tercio
medio una herida de arma de fuego de dirección abajo arriba, interesando las partes blandas
incrustándose en ella los perdigones, apareciendo los bordes negruzcos, en el mismo lado; y en
la parte posterior y lateral del tronco, al nivel del sexto espacio intercostal, un orificio de arma
de fuego de bordes negruzcos y del tamaño de una moneda de cinco céntimos, que destrozaba
completamente el pulmón derecho.
“Por todo ello deducen:
1º Que los dos disparos han sido hechos a muy corta distancia como lo prueba el hecho de
ser solo uno el orificio y de estar los bordes negruzcos como si se tratase de un solo proyectil.
2º Que la herida descrita en el brazo derecho la consideran grave pero no mortal.
3º Que las quemaduras que presenta este cadáver son posteriores a la muerte.
4º Que la muerte ha sido producida por la herida de arma de fuego en la parte posterior
y lateral del tronco que destrozó el pulmón derecho, debiendo ser instantánea”.
El día 29 de julio se celebró el entierro de las víctimas, presidió el teniente coronel don
Juan Ollero Morente, con asistencia de la cofradía de la Virgen de la Cabeza, clero parroquial,
autoridades y representantes de todas las clases sociales, cerraron todos los comercios y se
suspendieron las funciones del teatro. Sus cadáveres fueron enterrados en el segundo patio del
cementerio, el guardia en el nicho 192 y sargento en el 193.
Una vez consumado su delito los hermanos Nereo, huyeron internándose en la sierra de
Córdoba y Jaén donde eran buscados por la Guardia Civil, cuyos puestos de comandancia se
establecieron en Montoro por el teniente coronel de Córdoba Sr. Ros Pérez y en Andújar por don
Juan Ollero Morente. Según se recoge en la prensa cordobesa, de esos días, fueron vistos con un
carbonero, que los delató a la Guardia Civil, en la sierra de Cardeña.
Seguramente, viendo la presión y acorralamiento a que eran sometidos en la sierra,
acordaron venirse al término de Porcuna. Francisco Casado Burgos a la sazón con 12 años, que
vivió directamente el drama, me refería, ya nonagenario, que la madre de los Nereos tenía un
melonar y que al ocurrir los acontecimientos le pidió a su madre, de la que era parienta (primas
hermanas), se lo dejara para cuidar el melonar, a fin de poder, ella, atender los asuntos relacionados
con el caso, Francisco recordaba las visitas continuas de la Guardia Civil al melonar y como
durante la noche acudían, burlando la vigilancia, ambos hermanos a la choza; en una de estas
visitas debieron entrevistarse con su padre y acordaron su entrega al Juez Municipal de Porcuna,
evitando pasar por la guardia Civil para evitar represalias. Tal como acordaron, a las doce de
la mañana del día cuatro de agosto, se entregaron al juez Municipal don Pedro Funes Pineda,
según las declaraciones de ambos hermanos en los Llanos de Pescolar, aunque la prensa recoge
que fue en la Cañada de la Esperanza, próxima a los Llanos, y el Juez Instructor Militar del
Consejo de Guerra lo fija en el arroyo Peralta. Una vez en poder del Juez fueron trasladados, en
su propio coche, a Porcuna, donde permanecieron en prisión provisional hasta el día 18 de agosto,
en que fueron trasladados a Martos, pasando el día 23 a la prisión de Jaén. En Porcuna fueron
interrogados en varias ocasiones por ambos jueces, el municipal y el militar, de sus declaraciones
podemos deducir como ocurrieron los acontecimientos, aunque existen partes, deducibles de las
evidencias dejadas, que ambos reos siempre negaron. Este es su relato: A poco de salir del chozón
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de la era de Muñoz se les acercaron dos hombres desconocidos, (siempre afirmaron que dado el
disfraz no los reconocieron como miembros de la Guardia Civil) uno de los cuales montaba a
caballo, yendo el otro a pie, distantes entre sí unos veinte metros, vistiendo sombreros de paja,
blusas blancas y pantalón color caqui y llevando cada uno un fusil o carabina. Al darles alcance les
dijeron “esperaros ahí granujas”, se detuvieron y el que montaba en la caballería se apeó de ella y
dirigiéndose a Justo lo insultó e injurió dándole golpes con le fusil en diferentes partes del cuerpo,
mientras el otro hacía lo mismo con Antonio, ordenándoles que caminaran hacia adelante. Como
no cesaban de golpearlos Justo se volvió hacia el que lo golpeaba (el sargento) y le suplicó que
no le tratara de aquella manera, en ese preciso momento el hombre (sargento) fue a descargarle
un golpe con el fusil poniendo Justo su escopeta (de dos cañones y de las antiguas de pistón) para
protegerse, con la mala fortuna de que el golpe dio sobre los gatillos de la escopeta produciéndose
un disparo que hirió (al sargento) en el brazo, cayendo al suelo, ante ello el otro individuo (el
guardia) apuntó a Justo con su arma, e instintivamente y sin reflexión Antonio montó su escopeta y
disparó los dos cañones a la vez, cayendo herido de muerte el guardia. Lo que nunca reconocieron
ambos hermanos fue haber golpeado con el fusil del guardia al sargento, pues de las pruebas y
autopsias se deduce que puesto que el sargento solamente tenía una herida en el hombro debió de
intentar coger su fusil, lo que le fue impedido por alguno de ellos, que lo arrojo lejos y con el fusil
del guardia le golpeó fuertemente en la cabeza, rompiendo el fusil y fracturándole el cráneo; pero
esto siempre fue negado por ellos, que argumentaban que las heridas se las produjo el sargento
al caer, extremo que negaron los peritos que visitaron el lugar, pues en él no existían piedras y
además la altura de unos veinte centímetros del rastrojo amortiguaba el golpe de la caída. Según
Justo y Antonio y los testigos y peritos, el incendio debió ser producido por el incendio de las
ropas del guardia a consecuencia del disparo a corta distancia y ser los tacos que empleaban de
esparto machacado y saco de abono. Lo ocurrido después fue una escena dantesca y terrible ya
que ambos guardias se vieron angustiosamente rodeados por el fuego y sus ropas ardieron casi por
completo, sufriendo terribles quemaduras. Ocurridos los hechos los agresores se dieron a la fuga,
apercibiéndose cuando ya estaban lejos del humo que salía del lugar.
****
**************
Tras la realización de todas las diligencias e inhibirse la Justicia ordinaria a favor de
la militar, pasó todo el expediente al Gobierno Militar de Jaén, con ello acaban los hechos y
actuaciones realizados en 1913 y este primer artículo, que esperamos continuar en otros próximos,
con las actuaciones y hechos de los años 1914 y 1915, pues su extensión rebasa los límites que
impone este Programa ferial, aunque para no dejar en el aire lo acontecido después, trataremos de
poner a continuación un apretado resumen, anticipo de los que será su continuidad.
Una vez que pasó lo actuado a Jaén, fue nombrando Juez Instructor el capitán de Infantería
Alfonso Carrión que elaboró su dictamen para el Consejo de Guerra, considerando lo ocurrido
como delito de insulto a fuerza armada con consecuencia de muerte y con los agravantes de
haberse cometido en despoblado, formando cuadrilla y con ensañamiento. Este Juez instructor
siempre afirma que fue una emboscada premeditada por los Nereo, porque a los guardias no les
dio tiempo a hacer uso de sus fusiles, existiendo también quienes consideraban, como el hijo del
sargento, que los Nereo esperaron a los guardias agazapados tras unas gavillas, extremo éste que
no consta en ninguna parte del sumario y de haber existido estas gavillas no hubiera faltado su
reseña.
El fiscal nombrado para la acusación en el Consejo de Guerra, en un acto de justicia,
desmonta las tesis del juez instructor y estima que no son aceptables tales agravantes pues la
emboscada precisa la ocultación para realizar el delito, el despoblado es necesario que sea buscado a
propio intento, y en cuadrilla es condición indispensable que vayan armados más de tres y ninguna
de estas condiciones se desprende del sumario, como tampoco es admisible la existencia de la
premeditación en la perpetración de los hechos, porque en el corto espacio en que se desarrollaron
los hechos no pudo haber meditación reflexiva, y termina pidiendo para ambos hermanos la pena
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de muerte, con inhabilitación perpetua en caso de indulto, abono de los daños causados por los
desperfectos y quemaduras de los fusiles, uniformes y correajes, más la indemnización de 3.000
pesetas a cada una de la familias de las victimas.
No lograron su deseo, Justo y Antonio, de nombrar abogado defensor de su predilección,
cuando a finales del mes de agosto de 1914 se les presenta una relación de 19 militares para que
elijan abogado defensor, los rechazan y eligen a don Virgilio Anguita Sánchez, por creer que era
compatible su aceptación con el Código de Justicia Militar, el cual con fecha 12 de septiembre
renuncia el cargo por motivos de salud, eligiendo entonces ambos hermanos como defensor a
don Fernando Anguita Sánchez, pero dado que éste tardaba en dar su aceptación, se les presentó
nuevamente la lista de militares (17 septiembre) y al negarse a elegir se le nombró al primero de la
lista, el capital de Infantería don Antonio Albiñana Buenaño, y aunque al día siguiente se produjo
la aceptación de don Fernando Anguita la autoridad militar no la acepto, aduciendo que ya se les
había nombrado abogado defensor.
El abogado defensor expone en su defensa que es difícil la misión de defensor por no
haber testigos, que ellos no eran cazadores furtivos, que Antonio disparó al ver que el guardia
apuntaba a su hermano y para evitarle la muerte segura, que lo hizo sin premeditación, en un
acto de indignación primero y por el cariño que le tenía a su hermano que le veía cadáver, sin
haber cometido ningún delito y hasta por instinto de conservación, que no tenían intención de
agredir si no los hubieran maltratado y termina pidiendo la pena inferior a la pedida por el fiscal
por concurrir en su favor el hecho de haber sido sorprendidos por la Guardia Civil disfrazada de
paisano, cuyo caso no está comprendido en el delito de agresión a fuerza armada.
El consejo de Guerra tuvo lugar en el Regimiento de Remonta de Jaén el 25 de noviembre
de 1914, a las 9 de la mañana bajo la presidencia del coronel del 4º Regimiento de Remonta don
José Nogueras Frías, asistiendo como asesor el teniente auditor don Vicente Flores y como vocales
los capitanes don Francisco Aguirre Guerrero, don Manuel Molina Burgos, don Eugenio Tamblín
Francés, don Manuel Muñoz López, don Manuel Serrano Montaner y don Antonio Baeza Borrás,
como suplentes los capitanes don Manuel Pérez Almendros y don Antonio Aceituno Gómez,
como fiscal el capitán de Infantería y secretario del Gobierno Militar, don Juan Pancorbo Ortuño
y defensor el capitán don Antonio Albiñana Buenaño.
El mismo día 25 se dictó sentencia condenatoria de pena de muerte para ambos, e
inhabilitación perpetua si eran indultados, pago de daños, por los desperfectos y quemaduras de
los fusiles, uniformes y correajes, e indemnizaciones de 3.000 pesetas a cada una de las familias
de las víctimas.
Tras ello todo el expediente se remitió a la Capitanía General de Sevilla donde el auditor
militar en 11 de diciembre de 1914 considera justa la sentencia y la procedencia de elevar los autos
al Consejo Supremo de Guerra y Marina, nombrándose defensor de los reos ante este Consejo
Supremo a don Emilio Díaz Moren, capitán de infantería de Madrid.
La sentencia fue ratificada por la Sala de Justicia del Consejo Supremo de Guerra y Marina
en sesión del 22 de febrero de 1915, aunque hasta que no fue llevada al Consejo de Ministros el 25
de mayo de 1915, no trascendió a la opinión pública, dando el aldabonazo de salida a la campaña
en pro del indulto, don Niceto Alcalá-Zamora con su artículo “Los reos de Jaén” del día 9 de junio
de 1915 en “El Imparcial” de Madrid, reproducido después en otros de provincias, que levantó
amplio recelo y rechazo entre el estamento militar, por el que conocemos la intervención que el
político había realizado durante todo el proceso, sin obtener resultados. La intervención de don
Niceto supuso la movilización inmediata de otros diputados y senadores por la provincia de Jaén
como Virgilio Anguita, diputado por Martos y Manuel Bueno Bengoechea, por Jaén, ése último
también publicó en 12 de junio un artículo a favor de ellos, y José del Prado y Palacio, senador
vitalicio y alcalde de Madrid. La verdadera movilización pública vino de la mano del periodista
Luis Fernández Cancela, que en “El Imparcial” del día 13 de julio publicó un articulo recogiendo
la entrevista realizada a ambos hermanos en la cárcel de Jaén, con la que consiguió despertar
sentimientos humanitarios y de simpatía por los condenados. Aunque todos los periódicos
nacionales, como de provincias, se hicieron eco del clamor por el indulto, fue “El Imparcial” con
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su sección “Por la vida de dos hombres” el motor de la campaña, pronto comenzó la recogida de
firmas y adhesiones al indulto publicando los nombre de los adheridos, que pasaron de los veinte
mil, en sus páginas, en los días 13, 14 y 15 de agosto se recogieron las llegadas de Porcuna, en
número próximo a las 2.000, sin contar los que lo habían hecho por otros medios que aparecen
incluidos en las relaciones de otros días. La campaña siguió sumando adhesiones: políticos y sus
partidos, sindicatos, periódicos, instituciones y figuras relevantes de la vida artística y cultural se
adhirieron, publicaron artículos o argumentaron su petición.
Don Niceto, junto a otros políticos de Porcuna, Jaén, Córdoba y otros lugares realizó un
trabajo incansable, entrevistándose repetidas veces con el jefe de Gobierno don Eduardo Dato y
con el Rey. Viendo que por las presiones del estamento militar no se lograba el ansiado indulto,
tras grandes manifestaciones en Jaén y Porcuna, don Niceto viaja a Jaén donde Antonio asume
toda la responsabilidad, exculpando a su hermano Justo, que gracias a ello consigue el ansiado
indulto (29 septiembre), no así Antonio que es ejecutado a las ocho de la mañana del día 30 de
septiembre de 1915, ese día como señal de duelo en Jaén cerró el comercio, se suspendieron
espectáculos y los periódicos solamente publicaron una octavilla dando cuenta de la ejecución.
Toda esa segunda parte queda pendiente de una exposición más detallada.
Antonio Recuerda Burgos
Cronista Oficial de la Ciudad
Fuentes:
–Tradición oral, escuchada desde niño y todavía conservada en Porcuna.
–Archivo Histórico del Tribunal Militar Territorial 2º. Sevilla. Causa nº 808 de 1913.
–Biblioteca Nacional de España, Sección Hemeroteca. Madrid.
–Hemeroteca virtual de Prensa histórica: http://prensahistorica.mcu.es/es/consulta/busqueda.cmd
–Hemeroteca digital de la Biblioteca Nacional be España: http://www.bne.es/es/Catalogos/
HemerotecaDigital/
–Hemeroteca de la fundación Pablo Iglesias: http://www.fpabloiglesias.es/archivo-y-biblioteca/
hemeroteca
–Números correspondientes a los años 1913, 14 y 15 del “Pueblo Católico” de Jaén.
–Antonio Recuerda Burgos.- La tradición oral del crimen de los Nereo: http://cronistadeporcuna.
wordpress.com/2010/10/25/la-tradicion-oral-del-crimen-de-los-nereo/
– Antonio Recuerda Burgos. Ocho documentos para aproximarnos a la historia de los
hermanos Nereo: http://cronistadeporcuna.wordpress.com/2013/01/10/ocho-documentos-paraaproximarnos-a-la-historia-de-los-hermanos-nereo/
–Alberto Gay Heredia. Diez artículos publicados en su blog “De Castro ero”, bajo el nombre de
“Los reos de Porcuna” y otros: http://decastroero.blogspot.com.es/
–Registros civiles y/o parroquiales de Porcuna, Jaén, Fuente Tojar y Castil de Campos
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VIERNES 16 de agosto
en Paseo de Jesús,
Milla Urbana Ciudad de Porcuna
SÁBADO 17 de agosto
en Plaza de Andalucía, a las 20:00h.
VII Torneo 3x3 solidario de baloncesto en la calle
JUEVES 22 de agosto
en Pabellón Polideportivo Municipal, a las 18:00h.
Semifinal y Final del
VI Campeonato de Badminton Ogesport
Semifinal y Final del
IV Campeonato de Badmintenis Ogesport
MARTES 20 de agosto
en el Centro Julio Romero, a las 19:00 horas
II Jornadas Actividad física y salud
“Somos lo que comemos”
DOMINGO 25 de agosto
en la Piscina Municipal, a las 20:00h.
Fiesta del Acuagym
Gran actividad de Acuagym al ritmo de la mejor música, aspersores y colchonetas
inflables acuáticas, refrescos, comida.. y mucho más.
Más información Julio Romero Torres o socorristas de la Piscina.
En el Pantano de Vadomojón (Albendín)
IV Torneo de Pesca Feria Real
modalidad Carpa y black-bass
Organiza Club Pezcolar Porcuna
DOMINGO 1 de septiembre
en Piscina Municipal, a las 10:30h.
Concurso de Natación “Los Íberos”
en Pabellón Polideportivo Municipal, a las 20:00h.
Final Senior Masculino XXVII
Campeonato de baloncesto
a las 18:00h.
En el descanso de la final
3º y 4º Puesto
FINAL CONCURSO TIROS LIBRES, FINAL TIROS Y
FINAL CRONOMETRADA
VIERNES 6 de septiembre
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A las 13:00h. En Bar Casa Andrés
IV CAMPEONATO DE CHINOS
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VIERNES 23 AGOSTO
En la Caseta Municipal, a partir de las 21:00h.
FIESTA DE LA SOLIDARIDAD
SÁBADO 24 AGOSTO
08:00h. en el Paraje La Viña (debajo del Bar Parral)
I CONCURSO DE FIELDTARGET CIUDAD DE PORCUNA
21:00h. en la Caseta Municipal. Precio entrada anticipada: 5,00€. Precio en taquilla: 8,00€
IV CERTAMEN CARNAVAL DE VERANO
Actuarán: CHIRIGOTA: “LOS ERASMUS POCOS Y PARIÓ LA ABUELA” (Cádiz)
“PA RECORTES LOS MÍOS”
“CON GUASA PERO SIN WHATSAPP”
“LOS DINAMITA”
“LOS DEL CUARTO”
DOMINGO 25 AGOSTO
09:00h. en el Puente de Pezcolar.
CONCURSO TIRO AL PLATO
09:00h. Llanos de Pezcolar.
GRAN CARRERA DE GALGOS
28, 29 y 30 AGOSTO
20:30h. Iglesia de S. Benito
TRIDUO A NTRA. SRA. DE LA SOLEDAD
VIERNES 30 AGOSTO
12:30h. Emisión provincial a través de la Red de Emisoras de Multimedia Jiennense, del
programa de radio Especial Feria Real 2.013 (102.6 FM DIAL CAMPIÑA)
23:00h. en la Caseta Municipal, precio entrada: 10€
XXXVII BESANA FLAMENCA
Al cante:
El Cabrero
Manuela Cordero
Jesús Méndez
Mari Peña
José Valencia
Juan Fuentes
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A la guitarra:
Rafael Rodríguez
Antonio Carrión
Manuel Valencia
Antonio Moya
Juan Requena
Presenta: Juan Ortega
Feria Real de Porcuna 2013
SÁBADO 31 AGOSTO
I DÍA DEL NIÑO
Todas las atracciones de feria tienen el precio de 1€.
09:00h. en el Camino Alto
FERIA DE GANADO
Durante todo el día en la Iglesia de S. Benito
BESAMANOS A NTRA. SRA. DE LA SOLEDAD
23:00h. en la Caseta Municipal
ESPECTÁCULO DE HUMOR A CARGO DEL
DÚO LOS VIRUS - “CONTÁGIATE DE RISA”
A continuación
FIESTA LATINA
con actuaciones y animaciones de la Escuela de Baile
AZÚCAR NEGRA DE CÓRDOBA
Precio 3 Euros
Organiza: Cofradía Ntra. Sra. Virgen de Alharilla. Patrona de Porcuna
DOMINGO 1 SEPTIEMBRE
09:00h. en el Camino Alto
FERIA DE GANADO
10:00h. en el Paseo de Jesús
CONCENTRACIÓN CANINA Y EXHIBICIÓN.
Trabajo a cargo de ADIDOG y TURCOS DE OBULCO.
Organiza: José Ángel Pérez Pérez.
DEL 1 al 10 de SEPTIEMBRE
Patio de los Cristales del Ayuntamiento
EXPOSICIÓN DE PINTURA “ACUARELAS DE PORCUNA”
JOSÉ Mª Recuerda Cobo
Sala de Exposiciones del Paseo de Jesús. Horario de mañana.
EXPOSICIÓN DE PINTURA. JOSÉ ALCALÁ AGUILERA
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MARTES 3 SEPTIEMBRE
II DÍA DEL NIÑO
Todas las atracciones de feria tienen el precio de 1,5€.
ENCENDIDO PORTADA FERIA REAL 2.013
21:30h.
A continuación en el Templete de la Música del Paseo de Jesús
PREGÓN DE FERIA REAL 2013
a cargo de D. CASTO HERRADOR MARTOS. Seguidamente interpretación a cargo de la
Banda Municipal de Música “Ciudad de Porcuna”.
22:30h. Caseta Municipal. Entrada Gratuita.
FERIA DE LA TERCERA EDAD
Copla: Isabel Mª España.
Orquesta: Cal y Canto
MIÉRCOLES 4 SEPTIEMBRE
10:00h. En la Iglesia de San Benito.
SOLEMNE FIESTA RELIGIOSA
A continuación
PROCESIÓN DE SAN BENITO Y NTRA. SRA. DE LA SOLEDAD.
10:30 Paseo de Jesús.
FESTILANDIA
(TREN NEUMÁTICO, COLCHONETAS HINCHABLES, ETC...)
13:00h. Salida del Ayuntamiento
GRAN DESFILE DE GIGANTES Y CABEZUDOS
acompañados por la Banda de Música Municipal “Ciudad de Porcuna”
(regalos para niñas y niños).
A partir de las 21:00h.
CHARANGA LOS TROTAMÚSICOS
23:00h. Caseta Municipal, entrada gratuita.
NOCHE DE BAILE CON LAS ORQUESTAS
LA TENTACIÓN Y FUSANC
JUEVES 5 DE SEPTIEMBRE
A partir de las 21:00h.
CHARANGA LOS TROTAMÚSICOS
20:00h. Estadio Municipal San Benito
TROFEO ALCALDE DE FÚTBOL
REAL JAÉN CLUB DE FÚTBOL VS. ATLÉTICO DE PORCUNA
21:30h. Salida del Ayuntamiento
PASACALLE “BRASIL SAMBA CARNAVAL”
(Recorrido por Carrera de Jesús y Recinto Ferial)
23:00h. Caseta Municipal, entrada gratuita.
NOCHE DE BAILE CON LAS ORQUESTAS
IBERIS Y DIVINA ORQUESTA
VIERNES 6 DE SEPTIEMBRE
A partir de las 21:00h.
CHARANGA LOS TROTAMÚSICOS
21:30h. Salida del Ayuntamiento
“ENCIERRO TAURINO”
Recorrido por Carrera de Jesús y Recinto Ferial.
23:00h. Caseta Municipal, entrada gratuita.
NOCHE DE BAILE CON LAS ORQUESTAS
MELODÍAS Y DIVINA ORQUESTA
01:00h. desde la Redonda.
COLECCIÓN DE FUEGOS ARTIFICIALES
Nota: Los caballos y coches de caballos deberán abandonar el Recinto Ferial y La Carrera de
Jesús antes de las19:00h.
SÁBADO 7 DE SEPTIEMBRE
21:00h. Cine-Teatro María Bellido
ZARZUELA: LA MALDICIÓN DEL CORREGIDOR
Asociación Lírica del Sur., Libreto: Antero Jiménez, Música: José A. Armenteros
Feria Real de Porcuna 2013
MI HISTORIA CON EL ALCOHOL
Ramón Ruiz Soriano (El Mochi)
A.R.L.O.
Muy buenas a todos: Me vais a permitir que os cuente mi historia. Mi nombre es Ramón Ruiz Soriano.
Seguro que la mayoría de vosotros me reconozcáis mejor si os digo que soy “EL MOCHI”. Tengo 46 años,
dos hijos, estoy divorciado, y desde hace 5 años soy un Enfermo Alcohólico en Rehabilitación.
COMO EMPECÉ: Creo que como casi todo el mundo. Por la curiosidad que se siente, porque casi todo el
mundo lo hacía, porque creía que si bebía alcohol me sentiría mejor y sería más importante, “El Chulito”
de la pandilla, le gustaría más a las niñas, los mayores me aceptarían en su grupo, y toda esa serie de “Chorradas” y equivocaciones que tenemos en la mente con respecto al consumo de alcohol y otras sustancias
adictivas, cuando en realidad no sabemos lo que de verdad nos espera. Pero claro, nosotros nos creemos
los más inteligentes del mundo, sin ponernos a pensar en las consecuencias que todas estas fantasías nos
pueden acarrear en un futuro (todo esto era porque tenía miedo a estar solo, no tenía una personalidad
fuerte ni definida, me preocupaba más, el complacer a los demás, en vez de complacer mis deseos y claro,
la autoestima por los suelos). Pero esto yo no lo podía aceptar ni reconocer. Yo era el mejor y si tomaba
alcohol o cualquier otra sustancia, ya sería lo “Más de lo Más”.
En esta etapa de mi vida (la adolescencia), todo lo tapaba aparentando, complaciendo, quitándole importancia a las cosas, escondiéndome de lo que no me gustaba o no me interesaba, quedándome yo con mis
problemas y sentimientos desagradables, sin hablar ni pedir ayuda (mi orgullo, mis miedos y mis vergüenzas no me lo permitían).
Fue pasando el tiempo y claro, yo seguía consumiendo, y ¿Cómo no?, me seguía creyendo muy listo simpático, importante, etc., (seguía pensando las mismas chorradas).
Fui incrementando el consumo y haciéndome adicto (ya no me conformaba con el alcohol, empecé a consumir otras sustancias, (las cuales no consumía, si no había consumido alcohol). El Alcohol empezaba a
dominar mi mente y mi cuerpo.
Llegó el momento que solamente, me levantaba pensando en el Alcohol. Mi vida siempre estaba rodeada
por él, si no había alcohol allí no me interesaba ir (bares, pub, discotecas, reuniones, fiestas, ratos a solas
y siempre el alcohol por medio). No sabía disfrutar de la vida si no había Alcohol . Si no tenía dinero para
consumir, lo conseguía, mintiendo, robando (a mis seres queridos y cercanos), dejándolo fiado, etc.. (claro,
todo esto siempre mintiendo).
Mis amigos de verdad, (los de toda la vida) ya empezaron a cansarse, comenzaron a dejarme a un lado
y a rechazarme, pero eso a mí me daba igual, no me daba cuenta del daño que me hacía y le hacía a ellos
con mi aptitud egoísta (yo a lo mío, beber y evadirme de todo). La verdad, es que mis amigos ya se estaban empezando a hartar de avisarme y yo me comportaba injusta y violentamente con ellos. Diciéndoles
que se preocuparan de sus vidas, que yo sabía perfectamente lo que estaba haciendo (nada más lejos de la
realidad).
La verdad es que cuando empecé a consumir , (como antes os he comentado) todo me parecía maravilloso
(desgraciadamente no sabía lo que me esperaba) que no había problemas. Yo era un líder, todo el mundo
me admiraba (por lo menos eso creía y estaba convencido de ello, nada más lejos de la realidad). Hasta
que empezó la época de derrumbamiento, y comencé a caer en un pozo que se hacía cada vez más negro,
estrecho y profundo, empecé a darme cuenta de que todo era una farsa, una mentira, que no era real. Las
personas me utilizaban, yo solamente expresaba cosas que no sentía, complacía a los demás por miedo a
que me abandonaran, no supe superar todo eso y me sumergí en mi soledad y mi adicción. No era capaz de
reconocer lo que me estaba pasando, por orgullo, cabezonería, temor a reconocer que me estaba equivocando y que había elegido el camino equivocado (mi vida era una completa contradicción).
Luego comenzó una etapa de una caída empicada tanto física como psíquica, fue cuando empecé a darme
cuenta que, mis complaciencias, mis bromas, mis gracias, etc. no causaban el efecto deseado, estaban cansados de avisarme, (pero yo no lo quería reconocer) estaba y me encontraba solo. No fui capaz de darme
cuenta de eso, culpaba a los demás, todo me parecía mal, no pensaba en nadie, solo en mí, pero seguía
complaciendo más y más (y yo no estaba haciendo nada fuera de lo normal, ni nada malo, eran ellos los
que no me comprendían…maldito error).
Llegó el momento que solo vivía con y para el alcohol, me levantaba para beber, trabajaba para conseguir
alcohol, robaba dinero a mis padres para el alcohol. Me daba asco de mí mismo, pero seguía refugiado en
el alcohol, todo se solucionaba siguiendo bebiendo alcohol, todo se basaba en el alcohol acompañado por
mis engaños, miedos, cobardía, vergüenza y como no de la maldita complaciencia.
Recuerdo una vez que mi padre, me echo en cara el tema del alcohol . Me mostré agresivo, negativo, cerrado y como no quise saber nada, me quite del medio (como era normal, me fui a beber), no me di cuenta de
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que solo quería mi bien, estaba preocupado por mí, solo quería avisarme y ayudarme, pero yo no aceptaba
su ayuda, yo estaba convencido de que no pasaba nada, de que lo tenía todo controlado y que eso eran
imaginaciones de los demás.
Durante esa etapa no supe afrontar mis responsabilidades como padre y esposo, no me preocupaba de
ellos (anteponía el alcohol a mis hijos y mi familia ¿existe algo más repugnante? ). Aunque yo creía que
eran ellos los que no me entendían y todo lo hacían para fastidiarme. Tapaba todo echándole la culpa a los
demás y no queriendo saber de los temas que no me interesaban o emociones que no eran agradables, y
como siempre huía. Eso era lo más cómodo.
Recuerdo una ocasión que me enteré que varios amigos estuvieron hablando de mí y de mi problema con
el alcohol y de cómo esto hacia que mi comportamiento con ellos fuera empeorando. Mi reacción fue decirles que no se metieran donde no les importa, que yo sabía lo que tenía que hacer, que estaba bien solo,
que no los necesitaba para nada, que “limpiaran ellos su arroyo”. No me di cuenta de que en realidad lo que
querían era ayudarme, igual que mis padres lo habían hecho en otras ocasiones, ya que me querían y les
importaba. No fui capaz de pedir perdón y reconocer mi error y como siempre volvía a lo mismo a seguir
consumiendo para intentar olvidar todo, pero claro dentro de mí la pelota de la infelicidad, el agobio, la
vergüenza, el miedo, etc. Iba aumentando y estaba a punto de estallar.
Me evadía de mis malos sentimientos echándole las culpa a los demás, pensando “ellos tienen la culpa”,
“ellos no se preocupan por mí”, “ellos no me quieren”, “son unos egoístas” nunca me culpaba a mí mismo
y a mi adicción de mis fallos. Entonces me pregunto... ¿Por qué seguía complaciendo?....Sí ,los demás no
me importaban…(que contradicción). No sabía ni lo que quería.
Recuerdo también que ya cansado de aparentar, no era capaz de superar mis miedos y pensé en quitarme la
vida, pero siempre de una manera que los demás no sospecharan que había sido porque era infeliz, porque
me daba asco a mí mismo. No me importaba nadie, quería que mi muerte, pareciera un accidente. Hasta el
punto de que no me importaba hacer daño a alguien, llevarme a alguien por delante o que sufriera consecuencias irreparables. Hasta ese punto llegó mi egoísmo y mi desprecio por mi vida y la de los demás. Pero
contradictoriamente me importaba tanto el que dirían, el que pensarían que no fui capaz de hacerlo (hasta
ese punto llego mi cobardía)…
No disfrute de cosas importantes de la vida e incluso ni las recuerdo con nitidez, tengo recuerdos entrecortados de reuniones con amigos, nacimientos de mis hijos, mi boda, bodas y reuniones de amigos, romerías
de Alharilla, ferias de los pueblos de alrededor etc.. En definitiva me perdí esas grandes y pequeñas cosas
de la vida, y todo por beberme otra copa más, era más importante el beber que mis recuerdos, mi vida y
la vida de los demás. Mis amigos o familiares a veces comentan anécdotas de días importantes y yo no
recuerdo la mayoría de esas cosas y me siento triste. Y me pregunto ¿mereció la pena, estar borracho y
perderme todos estos recuerdos?..La respuesta está clara ¡¡desde luego que no!!..
Podría contar cientos de experiencias con el alcohol y puedo asegurar que todas desagradables, ya que
antes o después me hacían sentirme más avergonzado y cobarde.
RECUERDO: ¡¡Cómo olvidarla!!, creo que la situación más triste, vergonzosa y desagradable que he podido vivir y hacer vivir a las personas que más quiero (mis hijos). Fue, cuando saliendo del Recinto Ferial
de Porcuna, de pasar un día “maravilloso” con mis amigos (y como no rodeado de alcohol y otras sustancias), me disponía a marcharme a casa con mis hijos, era tal el estado de embriaguez que una vez dentro
del coche no encontraba las llaves del coche, vi a mis hijos agobiados. Poco a poco empezó a acudir gente
e incluso la Policía Local, los cuales me ayudaron a aparcar el coche en un sitio donde no estorbara. A
todo esto, mis hijos se marcharon con una prima mía a su casa, de lo cual al principio no me di, ni cuenta.
Cuando pude reaccionar y dormir un poco la borrachera me sentí triste, agobiado, me di asco. No podía
comprender como podía haber actuado así de esa manera tan repugnante y egoísta, pensé que no merecía
nada, quería desaparecer, quitarme del medio, odiaba lo que era y como era…
Ya, en casa estando “pelando” la borrachera sonó el teléfono, “era mi prima” (la que se había llevado a mis
hijos a su casa) y me dijo que mi exmujer, había ido a su casa y se había llevado a mis hijos con ella (no
fui capaz de llamar para dar explicaciones y dar la cara). Volví a sentirme vacío, solo, avergonzado, ruin,
sentía repugnancia por mi persona, sentí que no merecía vivir, ni podía tratar de esa manera a las personas
que más quería y hacerles vivir esta situación tan vergonzosa y desagradable. ¿Qué pensaran de su padre?,
¿Qué sentirían mis hijos en su interior ? ¡¡¡Qué vergüenza!!!. Cuando mi estado me permitió pensar y reaccionar, decidí que esto no se podía repetir, que no tenía derecho a hacer sufrir a nadie, que tampoco tenía
derecho ni debía engañar, ocultar mis fallos, equivocaciones, que debía afrontar la realidad, poner freno
a el gran problema que me hacia infeliz, desgraciado y por consiguiente hacer infelices y desgraciados a
los seres que me rodeaban, me querían y les importaba (ya tenía muchas dudas si en realidad merecía, que
alguien se preocupara por mí y me quisiera). Ese problema no era otro que mi adicción al Alcohol.
Tenía que intentarlo, conseguir dejar el alcohol y permitirme no defraudar más a las personas que me rodean, quiero y me importan, ser claro, sincero, pedir ayuda cuando la necesite, dar mi cariño y saber recibir
el cariño de los demás, respetar y hacerme respetar, etc. Decidí, dejar atrás esta etapa triste de mi vida, la
cual solo quería que formara parte de mi pasado y por la cual no quería, ni estaba dispuesto volver a pasar.
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Quería volver a conseguir tener confianza en mí mismo. Lo que quería era tan sencillo como “Ser Feliz”.
Pensé en intentarlo por mi cuenta pero no me veía con seguridad y fuerzas, además en miles de ocasiones
me había dicho: “Ya no bebo más y al día siguiente volvía a las andadas, fracasaba siempre y lo peor me
daba igual ese fracaso. Estaba claro que necesitaba ayuda.
Después de meditarlo y convencerme firmemente de mi decisión de cambiar mi vida y mis hábitos en el
consumo de alcohol. Recuerdo que estando en nuestra casa de Alharilla, llamé la atención de mis padres y
le comenté como me sentía y que no podía seguir más con esta vida de consumo, y que necesitaba su ayuda
y la de profesionales. Entonces mi madre me miró, me abrazó y me dijo: No te preocupes hijo mío puedes
contar con nosotros para lo que necesites (jamás olvidaré esas palabras). Y, seguidamente nos pusimos
manos a la obra e hice una serie de llamadas, y empezó mi cambio tanto a nivel personal como social.
Mi proceso de recuperación ha sido duro, muy duro, lloré mucho, he tenido muchas dudas, pensé en abandonar, pensé en beber a escondidas (engañando a los demás y a mí mismo), me han ofrecido en muchas
ocasiones bebidas y drogas, en algunas ocasiones sin maldad, pero en otras muchas con maldad y segundas
intenciones, en varias ocasiones estuve muy cerca de la recaída, (pero no podía defraudarme y no podía
defraudar a los que creían en mí). Si hubiese recaído creo que no lo hubiese podido asimilar, no sé que hubiera sido de mí y no sé si me hubiera vuelto a recuperar física y mentalmente, luché con todas mis fuerzas
contra mi adicción, no quería ni podía consentir que el alcohol siguiera destrozando mi vida y la de los que
me quieren.
Actualmente llevo casi cinco años sin consumir y soy otra persona, no me importa reconocer públicamente
que soy alcohólico (aunque tampoco lo voy pregonando), soy el auténtico Ramón con sus defectos (que no
son pocos) y con sus virtudes (que algunas hay) tengo ilusión por todo lo que hago ( antes todo me daba
igual, no me importaba nada). He recuperado a mis hijos, los cuales me quieren, respetan y admiran (y
eso me gusta). Soy feliz con mi familia, soy capaz de decirles a mis padres y hermanos lo mucho que los
quiero y besarlos cuando me apetece (eso también me gusta). Mis amigos me buscan y me piden consejos
y ayuda (y eso me gusta). He sido capaz de querer como jamás pensaba que lo haría( y eso claro que me
gusta). Intento hacer felices a estas personas que son las que en realidad quiero y me importan
He recibido y recibo multitud de recompensas de las personas antes mencionadas, sé lo mucho que les
importo, sé disfrutar de los momentos agradables, sé afrontar los problemas, los momentos duros y tristes
(aunque me cueste trabajo), aprender de ellos. Intento reconocer mis errores (aunque también a veces me
cuesta trabajo) rectificarlos de la forma más apropiada y pedir perdón si es necesario.
Cuando me miro al espejo, me da igual ser más guapo, más feo, más alto, más bajo, más gordo, más flaco.
Solo sé que me gusta lo que veo y al gustarme lo que veo se que puedo ir con la cabeza alta, ser feliz y hacer
feliz a los que quiero y me quieren.
Aunque a veces me siento triste cuando veo a personas sobre todo adolescentes empezar a consumir sin
saber lo que les puede llegar a ocurrir, me gustaría darle todo mi apoyo y contarles mis experiencias con el
alcohol, para intentar hacerles recapacitar.
También, cuando veo a personas que consumen excesivamente me pongo nervioso por recordar mis momentos pasados, pero también, aunque sea contradictorio me siento bien, al ver que sigo superando mi enfermedad, que mi lucha está causando efectos positivos y me gustaría hacerles ver que se están destrozando
su vida, la de los suyos y que pueden superarlo y volver a ser felices...
Sé que he hecho mucho daño, pero también sé que he aprendido mucho durante este proceso (por eso tengo
mis dudas si esto solo ha sido negativo). Cambiaría casi todas las cosas que me han ocasionado el excesivo
consumo de alcohol, pero alguna quizá dejaría.....
ES DE BIEN NACIDOS SER AGRADECIDOS. Por ello quiero mostrar mi más sincero agradecimiento
a: P.H.”ANGARO” (Por enseñarme a descubrir mi verdadero yo) A MI FAMILIA (Por creer en mí y darme su apoyo), A MIS HIJOS (Por ser los que me han motivado y dado fuerzas para seguir), A TODOS MIS
AMIGOS Y MUY EN CONCRETO A JOSE JULIAN GALLEGO “EL MARQUÉS” (por estar ahí en momentos duros, sin pedir nada) , A JOSE LUIS “GALONES” (por esos ratos de entretenimiento y hobbies)
A ISA (por su apoyo actual y darme su cariño incondicional y dejarme estar a su lado), A EL DEPORTE
EN GENERAL Y MUY CONCRETAMENTE AL ATLETISMO. (Por darme la oportunidad de realizarme
deportivamente y de conocer a excelentes personas, a ARLO ( por acogerme con cariño y respeto, darme
la oportunidad de poder formar parte de su familia, poder verme reflejado en ellos y tenerlos como ejemplo
de tesón, constancia y fuerza).
Sé que tengo que seguir trabajando día a día sin olvidar lo que soy....
YO PERDÍ MUCHAS VECES Y MUCHAS COSAS EN MI VIDA. PERO JUNTO A ESE “PERDER”
HOY INTENTO EL VALOR DE “GANAR”. PORQUE SIEMPRE ES POSIBLE LUCHAR POR LO
QUE QUEREMOS Y AMAMOS, Y PORQUE SIEMPRE HAY TIEMPO PARA RECOMENZAR.
SI ALGUN@S DE VOSOTR@S OS HABÉIS SENTIDO IDENTIFICADOS CON ALGUNA DE ESTAS
SITUACIONES QUE YO OS HE CONTADO, AUNQUE SEA CON SOLO UNA…. NO LO DUDEIS
PEDIR AYUDA, Y A QUIEN MEJOR QUE A VUESTRA Y NUESTRA ASOCIACIÓN A.R.L.O. OS
ASEGURO QUE SERÉIS FELICES Y HARÉIS FELICES A LAS PERSONAS QUE QUERÉIS.
UN FUERTE ABRAZO Y FELICES FIESTAS A TOD@S.
Feria Real de Porcuna 2013
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Poema
Atardeceres plata, plata verde, verde olivo
cuando la aterciopelada brisa acaricia los sentidos
y en ese cálido encuentro con el rostro enmudecido
sentimientos muy profundos se van abriendo camino.
Atardeceres plata, plata verde, verde olivo
que en su dulce balanceo entonan como un quejido
y al moverse con el viento van delatando suspiros
tristes, lejanos, perdidos.
Atardeceres plata, ¡cuánto amor y cuánto olvido!
¡Qué lejos quedan los días, que angosto se abre el camino
qué sentimientos tan hondos
se han ahogado sin motivo!
Hoy la voz de la memoria, despierta al son de un latido
rememorando un pasado que sigue al presente unido
y entre verdes encinares que ahora guían el camino
un clamor en las entrañas resonará como un grito
que dirá con voz callada:
Atardeceres plata, ¡caminad siempre conmigo!
MARÍA ÁNGELES CABEZA TORRES
Feria Real de Porcuna 2013
La antigüedad del olivo y sus producciones.
Árbol milenario desde los fenicios
Árbol de creencias religiosas
Acompañaba las Fuentes de los santuarios
de Egipto la Justicia y la Corona.
En Esparta los cadáveres depositados
en los túmulos funerarios
se cubrían de ramas de olivo y con escobas
de olivo se barrían los hogares para que
salieran los “espíritus malos”.
En la mitología griega
desempeñó un papel fundamental,
Heracles (Hércules) utilizó vástagos
de acebuche para el enemigo clavar.
Algunos tratadistas responsabilizan
de su alimentación y cultivo a los judíos,
las primeras plantaciones fueron en Tarragona
novecientos años antes de Cristo.
Sea cual fuere su procedencia
hasta la llegada de las legiones de Excipión,
después de la tercera guerra púnica
en el siglo II a.C. los olivos se conocieron mejor.
Las plantaciones de olivos cubrieron
extensiones de terreno en la Bética,
quedaron comprometidas las culturas mediterráneas
y las fisionomías meridionales célticas.
El valle del Guadalquivir se convirtió
en un gran centro productor de aceite de oliva,
en la proximidad de los puertos fluviales
como Córdoba, Écija, Lora del Río y Sevilla.
Fue comercio de ultramar en los años 140 y 165
de nuestra era durante el reinado de Antonio Pío,
los cuños en las ánforas del monte Testacio
testimonios de distintas índoles
nos permiten conocer los dominios.
En el literatu de Julio César se relatan
las peripecias del emperador en su confrontación
con las de su enemigo Pompeyo
sobre los frondosos olivares de Sevilla y Estrabón.
El capítulo VIII del libro V del olivo,
de sus variedades de terrenos convenientes,
menciona diez clases de olivos
por aquel entonces los olivos debían de extenderse.
En la época romana los campos de olivos
llegaron a ser consustanciales,
el emperador Adriano impuso
la rama del olivo como símbolo del cristianismo.
Los olivos constituyeron una de las mejores riquezas
de Al-Andalus, y sus plantaciones
en Andalucía, Levante y Toledo,
cubrieron vastas de terreno y extensiones.
Para los españoles entonces
desde el reinado de los Reyes Católicos
hasta el Siglo de Oro
ciertos alimentos se mezclaban con otros.
Burgaleses, cántabros y castellanos
emigraron hacia el sur para purificar
su cuerpo y su sangre con una devoción
y un amor que tiene por la grasa sustancial.
Las aceitunas y el aceite de oliva español
también calaron hondo en los Países Bajos
en 1.604 el aceite aparece como medicamento,
tortas genovesas blancas de impresionante cuadro.
En el año 1.940 los países desarrollados
empiezan a desprestigiarlo y quitar su mérito,
los primeros fueron los Estados Unidos
que lo querían y se lo llevaron para cosméticos.
Crecieron en España silvestres como acebuches
relativos al periodo neolítico
en los pueblos turdetanos meridionales.
Y ésta es la historia y antigüedad del olivo.
FLORENCIO MORENO PALOMO
Plinio ponderaba las favorable condiciones
de la bética para la cultura del olivo,
y Marcial, el gran poeta bilbilitano
aludió al olivífero Betis frases del siglo.
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Feria Real de Porcuna 2013
La codicia del hombre es la destrucción de la naturaleza.
La Tierra le brinda al hombre
para vivir todo lo que necesita,
el hombre no lo agradece
porque él mismo la contamina.
Hay muchos coches de más
en el globo del planeta,
es preciso estudiar que estos gases que despiden
no contaminen la Tierra.
Las personas es que no vemos
la falta que hace la Tierra,
si esto todos lo observamos
miraríamos más por ella.
Y si hablamos de las selvas
que tanta falta nos hacen
las estamos destruyendo
valiendo lo que ellas valen.
Un planeta que esté limpio
no se puede valorar,
agua y alimentos puros
como la Tierra nos da.
Nos dan caza, mucha carne
muchas plantas tropicales
cuando las traspasa el viento
respiramos puro aire.
El hombre no mira eso
la codicia nos domina
todos abusamos del suelo
por eso se contamina.
Amigos de las ciudades
que vais el domingo al campo
para pasar un buen día
pero el entorno limpiarlo.
Todos los seres humanos
la Tierra la envenenamos
por sacarle producción
sin mirar los resultados.
Con esto daréis lecciones
a vuestros hijos pequeños
para cuando sean mayores puedan
cumplir este ejemplo.
Esos buenos ingenieros
metidos en el medio ambiente
no ven que es mucho veneno
el que se echa diariamente.
Es una lástima ver
en verano nuestros montes
ardiendo, todos quemados
por culpa de los hombres.
Pero aquí no pasa nada
vamos a ganar dinero
química y muchos fertilizantes
y eso lo padece el suelo.
A todos os aconsejo
pongamos de nuestra parte
miremos por el planeta
porque el peligro es muy grande.
Todo el grande cosechero
tiene una buena función
abusar bien de la Tierra
por sacar más producción.
Hombres y mujeres del mundo
olvidemos la codicia
mantened limpio el entorno
por los tuyos y por todas las familias.
Esa es la equivocación
que tenemos los humanos
contaminar bien la Tierra
sin saber lo que cobramos.
Que el planeta cuando se ensucia
es como la enfermedad
después por mucho que hagas
remedio no tiene ya.
Si empiezas con los políticos
es una mala gestión
a ellos les importa poco
que haya contaminación.
Un consejo de amigo
FLORENCIO MORENO PALOMO
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Feria Real de Porcuna 2013
Dedicada a mi amigo “ Casto”
Aunque a ti no se te diga
muchos estamos orgullosos
de que leemos tus artículos
aunque nos parezcan cortos.
Esa afición que tú tienes
tantos años ya escribiendo
en nuestro hermoso programa
nos satisface mucho leerlo.
Esos cohetes romeros
que con amor tú nos cuentas
dándole a cada uno lo suyo
pero hay que ver que bien suenan.
Si pasas al tío Benito
su historia muy bien descrita
que aunque tienes ya costumbre
su vocabulario bien lo descifras.
Esto hay que saber valorarlo
tantas páginas con dos lenguajes,
el tío Benito con su forma de hablar
y tú corrigiendo para que salgan iguales.
Nos escribes en los programas
de Alharilla y San Benito,
en todas partes te encuentras
para hacerte más visible, en el colegio y los niños.
Que buena labor la tuya
tú nunca tienes pereza
para recoger todos los datos
siempre en las manos el lápiz y tu libreta.
Y ahora que ya estás jubilado
bien aprovechas tu tiempo,
tienes más tiempo para escribir
y también para hacer el deber de abuelo.
Que a los nietos se quieren mucho
cuando yo te veo con él que vas orgulloso
es ley de vida hacer el bien por ellos
que nuestros abuelos lo hicieron por nosotros.
Y ahora para terminar te deseo
felicidad igual a ti que a tu familia
que os conservéis todos bien
y Dios os de sana y larga vida.
TU AMIGO
FLORENCIO MORENO PALOMO
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RESERVADO
Feria Real de Porcuna 2013
BIOGRAFÍA
EL CICLÓN DE PORCUNA
Autor de la biografía Juan Ruiz Cobo.
Lugar y fecha de nacimiento 31-12-1941 en Porcuna (Jaén). Eugenio López García. Hizo el campamento en Tarifa (Cádiz) y encontró un compañero suyo que era novillero. Entonces cogió la
afición al mundo de la tauromaquia. Le impresionó la corpulencia de este animal fuerte y bravo.
Una vez terminado el campamento, embarcó en Cádiz y fue trasladado en barco hasta “ Sidi Ifni”
antigua colonia española. En este lugar su compañero hacía las prácticas de “toreo de salón” , con
una “cornamenta”, con capote y muleta. En Sidi Ifni después de 18 meses volvió a la Península.
Una vez en España se trasladó a Barcelona y se matriculó en una escuela taurina. El maestro se
llamaba D. Pedro Basaurí “Pedrucho” matador de toros jubilado de la profesión. Esta persona
llevaba a los futuros a las plazas portátiles de Barcelona. Para ser novillero se hizo el carnet de
novillero firmado por dos matadores D. Manuel Carra y D. José María Clavel.
Estuvo trabajando en Barcelona en una empresa de la construcción. Cuando ahorró dinero cogió
el capote y demás trastos del toreo para ir a las dehesas como “maletilla”. Tenía un compañero que
se llamaba D. Matías Regalaíllo, gran aficionado al mundo del toro. En el tren llegaron de Barcelona a Tortosa. Tuvo un incidente con un policía secreta y fue dirigido al cuartel de la Guardia
Civil , donde le requisaron la espada de hierro de matador.
A medianoche, dirigiéndose a Albacete, la policía de tráfico les preguntaron si habían comido
algo, a lo que ellos respondieron “No”. Llevamos 3 días sin probar bocado. Entonces le dieron un
bocadillo a cada uno , deseándole buena suerte para alcanzar la gloria de los artistas. En Albacete,
en una plaza se le acercó un hombre con un “Mercedes” y les invitó a comer en un gran restaurante
y salieron satisfechos con 100 ptas cada uno. Cerca de Ocaña pararon para dormir en una pequeña
caseta y de repente entró una persona pidiendo permiso para dormir con ellos, y a la mañana siguiente se había fugado , porque este hombre era un delincuente huido del famoso penal. Llegaron
a Aranjuez a la ganadería de D. Domingo Ortega y saltaron la valla con la luna, había 5 ó 6 toros y
le dije al compañero Matías: “voy a ver si le puedo dar unos capotazos a un toro de éstos. Atento
por si me cogen y me lo quitas de encima”. Al acercarme a ellos abrí el capote, pero todos salieron
corriendo, porque en una dehesa tiene que estar uno solo.
En el año 1967, se dedicó a las faenas del campo, segando y arando olivos. Entonces un hombre
adinerado le preguntó “que si quería torear en la plaza de Martos”. Se vistió con traje de luces,
siendo una responsabilidad muy grande para él. Esa noche no durmió pensando en la hora de torear, por considerar no tener la suficiente preparación para enfrentarse al toro, al tener mucho valor pero poca técnica. Sin embargo esperó la salida de rodillas con una larga cambiada. Como no
sabía templarlo al no estar bien colocado, el toro lo trepaba al suelo. Al entrar a matar, lo mata al
entrar por derecho, y como recompensa le dieron las 2 orejas y el rabo. En cuestión de poco tiempo, lo llamaron otra vez para torear en la misma plaza. Estaba trabajando en el campo ganando un
jornal y al no estar lo suficientemente preparado no brilló a la altura de su afición y valentía. Si por
aquellos tiempos hubiera encontrado a un buen apoderado y la ayuda necesaria hubiese alcanzado
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Feria Real de Porcuna 2013
la categoría de “matador de toros”, matando novillos en el campo.
Tenía apalabrado que iba a torear en Villacarrillo y Santisteban del Puerto, antes toreo en la plaza
de Jaén. El mismo día fue a los corrales y al sorteo para observar a los novillos. Y le tocó el más
grande de aquellos. Le ofrecieron otro más pequeño, pero él no aceptó y se preparó para la corrida.
Al salir de los chiqueros le recibió con una larga “cambiada” de rodillas. La falta de una buena
preparación técnica y la buena colocación, el toro le “volteaba” tirándolo al suelo en varias ocasiones, nervioso por estos hechos, le dieron 3 avisos y lo echaron al corral. Para ser un buen torero
hay que saber las 3 suertes. 1ª Mandar, 2ª Templar y 3ª Dominar . Y su ídolo que reunía estas tres
cualidades fue D. Dámaso González.
En el año 1968, pensó emigrar a lo más lejos, hasta Australia, y estaban dando contratos para el
extranjero. No había para Australia y se fue a Alemania. En el contrato ponía “vías subterráneas”
que él no sabía que era bajo los puentes. Y su sorpresa fue que los metieron en una jaula con 10
hombres, y que en realidad eran unas minas de carbón. Aquel trabajo le resultó impresionante pero
no le importó nada porque su finalidad era tener un puesto de trabajo y ganar su sueldo. Cuando
se subía arriba, las caras de los trabajadores eran negras del polvo del carbón, y sólo blanqueaban
lo blanco de los dientes.
Firmó un contrato de un año, y después en una empresa metalúrgica durante 20 años. Sin embargo
él sigue soñando con el mundo del toreo y vestirse de torero, es lo más grande que existe y hasta
su muerte seguirá fiel al arte milenario.
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Feria Real de Porcuna 2013
SER INTELIGENTES EN
NUESTRAS EMOCIONES
José Peláez Quero
Madrid, Junio 2013
Hay muchas formas y variedades de participar y colaborar en eventos de festividades como el
que se nos aproxima en nuestro querido Porcuna, la “Feria Real”. Son muchos los años que estoy
ausente de mi querida tierra, pero siempre que se aproximan estas fiestas de feria he querido participar de una forma un tanto especial; escribir unas líneas para su publicación en el programa de
feria. Este año lo hago, como en otros muchos lo he hecho y aunque el tema no se ajusta a festejos
propios de feria, no es menos interesante su texto elegido “Seamos inteligentes en nuestras emociones”. Verdaderamente nos consideramos un tanto inteligentes, pero no lo somos en momentos
críticos y emocionales de nuestra vida.
A continuación unas pinceladas para rendir tributo y homenaje a nuestra querida Feria Real.
Es verdad y nadie lo pone en duda, que durante la última década hemos asistido a una eclosión
sin precedentes de investigaciones científicas sobre las emociones en el hombre o mujer, uno de
cuyos ejemplos más elocuentes ha sido el poder llegar a vislumbrar el funcionamiento de nuestro
cerebro, gracias a la innovadora tecnología del escáner cerebral.
Estos nuevos medios tecnológicos han desvelado por primera vez en la historia humana uno de
los misterios más profundos: el funcionamiento exacto de esa intrincada masa de células mientras
estamos pensando, sintiendo, imaginando o soñando.
Esta comprensión desconocida hasta hace muy poco de la actividad emocional y de sus deficiencias, pone a nuestro alcance nuevas soluciones para remediar la crisis emocional colectiva.
Hoy en día la ciencia se halla, por fin, en condiciones de hablar con autoridad de las cuestiones
más apremiantes y contradictorias relativas a los aspectos más irracionales, y cartografiar con
cierta precision, el corazón y el cerebro del cuerpo humano.
Esta tarea constituye un auténtico desafío para quienes subscriben una visión estrecha de la inteligencia y aseguran que el coeficiente intelectual (C.I.) es un dato genético que no puede ser
modificado y que el destino de nuestras vidas se halla, en buena medida, determinado por esta
aptitud. ¿Qué factores entran en juego, por ejemplo, cuando personas con un elevado C.I. no saben
qué hacer mientras que otras, con un modesto, o incluso con un bajo C.I. lo hacen sorprendemente
bien? Esta diferencia, radica con mucha frecuencia en el conjunto de habilidades que los hombres
de ciencia suelen llamar “inteligencia emocional del sujeto”, habilidades entre las que destacan el
autocontrol, el entusiasmo, la perseverancia y la capacidad para motivarse a uno mismo.
Todas estas capacidades, como podemos comprobar, pueden enseñarse a los niños, brindándoles
así la oportunidad de sacar el mejor rendimiento posible al potencial intelectual que les haya correspondido en la lotería genética, y dentro (como es de suponer) de un ambiente familiar ético y
de buenas prácticas y costumbres.
Vivimos en una época en la que el entramado de nuestra sociedad parece descomponerse aceleradamente, una época en la que el egoísmo, la violencia y la mezquindad espiritual parecen socavar
la bondad de nuestra vida colectiva. De ahí la importancia de la “Inteligencia Emocional” porque
ésta constituye el vínculo entre los sentimientos, el carácter y los impulsos morales. Además,
existe la creciente evidencia de que las actitudes éticas fundamentales que adoptamos en la vida
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Feria Real de Porcuna 2013
se asientan en las capacidades emocionales subyacentes. Hay que tener en cuenta que el impulso
es el vehículo de la emoción y que la semilla de todo impulso es un sentimiento expansivo que
busca expresarse en la acción.
Podríamos decir que quienes se hallan a merced de sus impulsos - quienes carecen de autocontrol
– adolecen de una deficiencia moral, porque la capacidad de controlar los impulsos constituye
el fundamento mismo de la voluntad y del carácter . Por el mismo motivo, la raíz del altruismo
radica en la empatía, en la habilidad, para comprender las emociones de los demás y es por ello,
por lo que la falta de sensibilidad hacia las necesidades o la desesperación ajenas es una muestra
patente de falta de consideración. Y si existen dos actitudes morales que nuestro tiempo necesita
con urgencia son el autocontrol y el altruismo.
Este modelo ampliado de lo que significa “ser inteligente” otorga a las emociones un papel central
en el conjunto de aptitudes necesarias para vivir. De ahí que debemos de examinarnos algunas de
las diferencias fundamentales originadas por este tipo de aptitudes: cómo pueden ayudarnos , por
ejemplo, a cuidar nuestras relaciones más preciadas o cómo, por el contrario, su ausencia puede
llegar a destruirlas. Las fuerzas económicas que modelan nuestra vida laboral están poniendo un
énfasis sin precedentes en estimular “la inteligencia emocional” para alcanzar el éxito laboral,
cómo las emociones tóxicas pueden llegar a ser tan peligrosas para nuestra salud física como fumar varios paquetes de tabaco al día y cómo , por ultimo, el “equilibrio emocional” contribuye,
por el contrario, a proteger nuestra salud y nuestro bienestar.
Cuando la pasión desborda a la razón, las emociones en el sujeto han sido sabias referencias a lo
largo del proceso evolutivo, las nuevas realidades que nos presenta la civilización moderna, surgen a una velocidad tal que deja atrás al paso lento de la evolución. Las primeras leyes y códigos
éticos, el código Hammurabi, los Diez Mandamientos del Antiguo Testamento, o los edictos del
emperador Ashoka, deben considerarse como intentos de refrenar , someter y domesticar la vida
emocional puesto que , como ya explicaba Freud en el “malestar de la Cultura” la sociedad se
ha visto obligada a imponer normas externas destinadas a contener la desbordante marea de los
excesos emocionales que brotan del interior del individuo.
No obstante, a pesar de todas las limitaciones impuestas por la sociedad, la razón se ve desbordada
de tanto en tanto por la pasión, un imponderable de la naturaleza humana cuyo origen se asienta
en la arquitectura misma de nuestra vida mental. El diseño biológico de los circuitos nerviosos
emocionales básico con el que nacemos no lleva ni cinco, ni cincuenta, sino cincuenta mil generaciones … demostrando su eficacia.
Para bien o para mal, nuestras valoraciones y nuestras reacciones ante cualquier encuentro interpersonal no son el fruto exclusivo de un juicio exclusivamente racional o de nuestra historia personal, sino que parecen arraigarse en nuestro remoto pasado ancestral. Y ello implica necesariamente la presencia de ciertas tendencias que, en algunas ocasiones tengamos que lamentar por no
saber controlar nuestros impulsos emocionales, resultando ciertamente trágicas. Con demasiada
frecuencia, en suma nos vemos, obligados a afrontar los retos que nos presenta el mundo postmoderno, con recursos emocionales adaptados a las necesidades del pleistoceno.
La distinta impronta biológica propia de cada emoción evidencia que cada una de ellas desempeña
un papel único en nuestro repertorio emocional. La aparición de nuevos métodos para profundizar
en el estudio del cuerpo y del cerebro, confirma cada vez con mayor detalle la forma en que cada
emoción predispone al cuerpo a un tipo diferente de respuesta.
¡Eh! Aquí algunas de las emociones que sin darnos cuenta nos vemos afectados en nuestro caminar.
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Feria Real de Porcuna 2013
“El enojo” , aumenta el flujo sanguino a las manos, haciend0 más fácil empuñar un arma o golpear
a un enemigo, también aumenta el ritmo cardíaco y la tasa de hormonas que, como la adrenalina,
generan la cantidad de energía necesaria para acometer acciones vigorosas.
“El miedo”, la sangre se retira del rostro (lo que implica la palidez y la sensación de “quedarse
frío”) y fluye a la musculatura esquelética larga – como las piernas – favoreciendo así la huida.
“El amor”, los sentimientos de ternura y la satisfacción sexual activan el sistema nervioso parasimpático, engloba un amplio conjunto de reacciones que implican a todo el cuerpo y que dan
lugar a un estado de calma y satisfacción que favorece la convivencia.
“La sorpresa”, aumenta el campo visual y permite que penetre más luz en la retina, lo cual nos
proporciona más información sobre el acontecimiento inesperado, facilitando así el descubrimiento de lo que realmente ocurre y permitiendo elaborar, en consecuencia, el plan de acción más
adecuado.
“El desagrado”, es un gesto universal y transmite el mensaje de que algo resulta literal o metafóricamente repulsivo para el gusto o para el olfato.
“La tristeza”, provoca la disminución de la energía y del entusiasmo por las actividades vitales,
especialmente las diversiones y los placeres.
Estas predisposiciones biológicas a la acción son modeladas posteriormente por nuestras experiencias vitales y por el medio cultural que nos toca vivir en cada momento de nuestra vida. La
pérdida de un ser querido, provoca universalmente tristeza y aflicción, ya que el tipo de emociones
que expresamos o que guardamos para la intimidad es moldeada por nuestra cultura, como también lo es el tipo concreto de personas que entran en la categoría de “seres queridos” y que por
tanto deben de ser llorados.
El largo período evolutivo durante el cual fueron moldeándose estas respuestas fue sin duda, el
más crudo que ha experimentado la especie desde la aurora de la historia. Fue un tiempo en el que
muy pocos niños lograban sobrevivir a la infancia, un tiempo en el que menos adultos todavía
llegaban a cumplir los treinta años, un tiempo en que los depredadores podían atacar en cualquier
momento, un tiempo, en suma, en el que la superviviencia o la muerte por inanición dependían del
umbral impuesto por la alternancia entre sequías e inundaciones.
Estas mismas presiones son las que terminaron convirtiendo a nuestras respuestas emocionales en
un eficaz instrumento de supervivencia.
Seamos parcos , moderados e “inteligentes en nuestras emociones”, moldeando éstas a una mente
racional y más despierta más pensativa, más creativa y más capaz de ponderar y de reflexionar
ante el objeto, valorando, con equidad y en su justa medida el equilibrio emocional de nuestra
mente y de nuestro espíritu, pues , del resultado de esta objetividad y análisis, dependerá el triunfo
de nuestras emociones.
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Feria Real de Porcuna 2013
MI SUEGRA CONFLICTIVA
Mi amada suegra paseaba por la orilla del río;
Desencadenose una tormenta agresiva, turbulenta.
Mi suegra había desaparecido.
La busqué río arriba, con inquietud y sin descanso
Ya me faltaban las fuerzas – pero seguíaMi suegra no aparecía;
Me entró depresión de pura “Melancolía”.
Pescadores del lugar me indicaron:
La encontrarás río abajo. Ja, ja, ja…
¡Si ustedes la conocieran
Opinarían de otra manera!
Mi suegra, por llevarme la contraria
Le da palos al agua.
Yo soy muy sensible y no la quiero perder.
Tengo que buscarla al revés.
Llorando me dieron las claras del día,
Mi suegra no aparecía.
Yo creía que mi pobre corazón descansaría
Al razonar que las aguas del río van a la mar…
¡Qué va, qué va!
Cuando menos lo esperaba mi suegra ha aparecido
¡Y qué susto me ha metido!
¡ Y qué inquietud me ha provocado!
Al irse de nuevo a pasear por ese río embrujado
- Cenizo que pocos frutos me has dadoLa yegua negra torbellino – mi suegraNo le teme a los elementos
Se ríe, se mofa de ellos
Aunque la metan dentro de ese río ceniciento.
Esta tarde turbia, ha pasado un tornado
Y en el río la ha dejado.
Se mofó de mí haciéndome el cucurucho
Río arriba
Y el escarabajo
Río abajo.
Me dieron las claras del día, mi suegra no aparecía
Ya me faltaban las fuerzas
Ya no podía buscarla más
Y me fui a mi casa a descansar.
Por fin a media noche mi suegra ha aparecido
Y en mi casa se ha metido
Traía del río una vara leñosa de tarae
Con la vara me ha corrido en el corral
Me ha cazado
¡ Y qué leñazo me ha dado!
Río cenizo, ¡lo qué me estás haciendo sufrir!
Con tu comportamiento fraudulento
Si eres río y tus aguas desembocan en la mar:
¿ Qué es lo que te he hecho yo
para que no me quieras ayudar?
A mi suegra no tengo que agradecerle mucho
Pero si le tengo que reconocer
Que por ella tengo una bella y gran mujer.
Siempre dispuesta para asentarse a comer
Cuando nos ponemos a comer
siempre se queda con gana
Cuando hay que trabajar no la deja la galbana
Por mucho que apriete las clavijas.
Ya es tarde
Ya no me puedo valer
Ni con la madre ni con la hija
¡Qué “desgraciato” me queda que ser!
José del Pino García
Mi suegra se mofa de mí
Se ríe de los elementos
-Yegua negra torbellino: ¡Oh qué tormento!
El río le ayuda, lo tiene engolosinado
Y a todo le da de lado.
Volví a buscarla río arriba, río abajo
Se ocultó en los taraes,
En una rama de taraes se ha colgado
Y se me ha enroscado.
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Feria Real de Porcuna 2013
Parque de Jesús
Parque de Jesús, florido jardín
Impresiona tu belleza sin igual:
Elegido lugar para soñar.
A tu mirador fui una calurosa noche de verano
Adormecido, soñaba con el mar:
Veía barcos venir
Navegando por un bosque de verdes olivares.
Montañas encadenadas
Engalanadas de azul celeste
Brillan en la lejanía con reflejos
Transparentes al sol naciente.
La generosa naturaleza se brindó
Y puso los puntos geográficos
En esa meseta divina.
La mano del hombre
Acertó al ubicarte en ese bello lugar
De ensueño para meditar.
Tus puntos cardinales
Lucen siluetas de pura belleza,
No hay comparación con ningún otro,
Porque eres sin igual.
Tú impresionante mirador,
Activa y conforta la mirada
De todo el que va
A aquel bello lugar, lugar para soñar
Si Nabucodonosor te pudiera contemplar
Sin dudarlo te haría una copia
Para lucir en Babilonia
Como un colgante más.
Parque de Jesús Florido
Olores aromáticos transmites
A flores de mil colores
En tu meseta Divina.
Transparencia de cielo, sol y luna.
Belleza deslumbrante de Porcuna.
Mis elogios a tu grandeza
Nunca se me acabarían
Para poder calificar
Tu belleza sin igual.
Cuando voy paseando
Por el parque de Jesús
Me siento privilegiado
Envuelto de fragancias de aromas
De flores de todos los colores
Soñando con el amor de mis amores.
¡Parque de ensueño!
¡Parque de la alegría!
¡Joya valerosa de mi Andalucía!
v
José del Pino García
145 x
Feria Real de Porcuna 2013
Mi Primera Comunión
M
i Primera Comunión fue una parodia de risas
y desconsuelo. Cuando recuerdo ese día siento pena, profunda melancolía ¿ Cómo iría vestido
que ni mi familia me reconocía? Iba desangelado,
con un traje blanco desgastado que mi padre había
desechado. Mi madre lo aprovechó para que lo luciera en mi Primera Comunión. Le avisó a la costurera para que me lo adaptara y lo arrodeara, porque
por dentro la tela tenía mejor cara.
¡Qué costurera tan parejona! … Se quedaría descansando. ¡Qué vuelta le daría que ni mi familia me
conocía! Los pantalones muy anchos, bombachos.
Les faltaba veinte. Los hombros de la chaqueta; uno
alto; otro bajo. Las mangas desproporcionadas una
de las manos escondía y en la otra hasta codo se
veía.
Cuando salí a la calle, los vecinos sorprendidos
sonreían y se mofaban… La parodia comenzaba.
Las opiniones burlescas comentaban:
¿Qué niño tan desangelado? – dijo un cojitranco.
Tan feo no es – repuso la solterona Jacinta.
Con el traje arrodeado lo han disfrazado – rió con
esta frase un desdentado.
Para hacer la Primera Comunión ese traje no es el
más idóneo ni el más adecuado. Nuestro pobre vecino no se merece comulgar disfrazado, vestido de
pingüino – salió en mi defensa la viuda del malogrado Fernandino.
Con mi inocencia infantil anduve con orgullo, muy
garboso y muy galante. Creía que iba vestido de Almirante. Así fui a la casa de mi chacha para que me
viera vestido de Primera Comunión y para que algunas monedillas me diera. No lo reconoció. ¿Cómo
me vería que me mandó por picón? Le encendí el
brasero, le barrí el corral con un escobón de varetas; le saqué la mugre a la pocilga hijaera. Ya me
sentí muy cansado por el delicado trabajo realizado.
Comencé a hacer la nini – nana esperando que mi
chacha se echara mano a la faltriquera y algunas pesetillas me dieran. ¡Qué dura era! ¿Qué dura era?
Mis primas se presentaron. Venían de oír misa y a su
madre y a sus vecinos les comentaban:
¡La de niños y niñas que han hecho la Primera Comunión! ¡Qué guapa va la niña del Director del banco vestida de blanco angelical; el hijo del boticario
José del Pino García
de almirante y el hijo del panadero de marinero!
¡Qué brillo y qué trajes de tanta calidad! ¡Qué bonitos! ¡Qué elegancia! Van de dulce.
El comentario que hurgaba en la incompetencia de
mi ser, me puso nervioso, al sentirme enojado ya no
pude aguantar más, con voz agitada de enfado dije:
Chacha. Yo también he hecho hoy la Primera Comunión. Pero ni las primas ni tú os habéis dado
cuenta porque yo la he hecho de paisano.
A mi chacha emocionada, se le saltaron las lágrimas, me acarició el pelo y dándome besos de consuelo exclamó:
¡Ay hijo mío! ¡Qué error tan bochornoso he cometido! ¿Por qué no me lo has dicho antes? Me he
confundido. Yo creía que venías por la paga dominguera, esa que ganabas con algún trabajillo. Si yo
me hubiera dado cuenta te habría tratado de otra
manera. Ni hubieras ido por picón, ni el corral hubieras barrido y menos aún te hubiese hecho sacar la
mugre de la “hijaera “ ¡Hijo mío, no sufrás más!.
Para consolarme y hacer desaparecer mi tristeza se
echó mano a la faltriquera. Mi tristeza desapareció,
vino la alegría al observar que mi chacha correspondía, metiéndome en los bolsillos todas las monedas
que en la faltriquera tenía. Viéndome ya con sonrisa y otra cara se mostró generosa poniéndome en
las manos tres billetes de peseta. ¡Vaya una Primera Comunión placentera, eficaz y completa! Yo me
sentía rico y afortunado por la indemnización, pues
no la esperaba tan cuantiosa. ¡Qué rescate! ¡Qué
alegría! ¡Se acabó a la mitad!
Al sentirme rico mi instinto permanente iba activando mi mente, me metió en la pastelería. La de
bizcochos y dulces que allí había. Tres piononos me
comí. Se me endulzó el paladar con chocolatinas,
almendras garrapiñadas y piñonate. Ya no quise
endulzarme más porque el bolsillo de las monedas
había descendido a la mitad.
¡El complejo y la tristeza han terminado! Gracias
al sentir piadoso y generoso que mi chacha me ha
demostrado.
¡Viva la Primera Comunión! ¡Viva la alegría! ¡Soñando con Dios y con la pastelería!.
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Feria Real de Porcuna 2013
RESEÑA BIOGRÁFICA DEL MAESTRO
EMILIO RUIZ RAMÍREZ DE AGUILERA
Quiero aprovechar la oportunidad que me brindan las paginas del programa de
festejos para rendir un modesto homenaje de reconocimiento al músico y compositor
porcunense D. Emilio Ruiz Ramírez de Aguilera, un perfecto desconocido para los
estudiosos de la música en Jaén y del que tan solo se conocen algunas escasas
referencias por las publicaciones, de D. Manuel Heredia Espinosa en su libro
“Historia de Porcuna”, de Dª María Francisca Aguilera Ruiz en su libro “ La
Restauración Borbónica, Porcuna ( 1875-1923 )” y finalmente las de D. Francisco
José Pérez Fernández en su articulo “ La Banda Municipal de Música de La Carolina
a principios del siglo XX”, publicado en la revista Códice.
DATOS BIOGRÁFICOS
Nace D. Emilio en Porcuna, a las dos de la madrugada un nueve de diciembre de
1866, siendo bautizado ese mismo día en la Parroquia de Santa María de la Asunción
de esta Villa, con el nombre de Emilio Leocadio, Eulalio del Corazón de Jesús y
María. Hijo legitimo de D. Fernando Ruiz Moya y Dª Trinidad Ramírez de Aguilera
y de la Torre.
Emilio es el menor de siete hermanos. La música es algo que respira desde el
primer momento en su casa, su padre D. Fernando Ruiz es también músico, así
como su abuelo D. Antonio Ruiz Infante.
A la edad de nueve años y con un instrumento de media marca (según sus propias
palabras) ya desempeña el papel de violín segundo en la orquesta de Bujalance
(Córdoba)
En 1880 a la edad de catorce años, es nombrado pianista del Circulo de La
Unión de Porcuna y, dos años después, en 1882 es nombrado director de la Banda
de Música Municipal de esta misma Localidad.
Con tan solo dieciséis años de edad (1882), compone y estrena la zarzuela
titulada “Un clavo saca otro clavo” con libreto de su primo el poeta, historiador y
primer cronista de Porcuna D. Eugenio Molina y Ramírez de Aguilera.
Dos años más tarde en 1884 dimite de ambos cargos para aceptar el puesto de
director de la Banda Municipal de Villanueva de Córdoba, cargo que desempeñará
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Feria Real de Porcuna 2013
durante tres años, dimitiendo
también de éste.
A nuestro joven músico la
vida en provincias comienza
a agobiarle, quiere conocer
mundo, y decide enrolarse
en una compañía de teatro
como director de orquesta.
Con la compañía de teatro
recorrerá
la
geografía
hispana, pero transcurridos
dos años y convencido de
que este género de vida no le
convenía, renunciará a él y
se trasladará a Jaén, fijando
su residencia en el barrio
de San Ildefonso, donde se
dedicará a la enseñanza de
piano. Pronto fue nombrado
pianista del Casino Español
de esta Capital donde
permanecerá hasta contraer
matrimonio.
El 5 de octubre de 1891
contrae matrimonio con Dª
El joven Emilio, junto a su padre el también músico Fernando Ruiz Moya (1878) María Tremedad Morente
Iñiguez, también natural de
Porcuna, trasladándose el matrimonio a esta localidad donde fijan su residencia.
Al poco tiempo es nombrado por segunda vez pianista del Círculo La Unión de esta
Localidad.
Entre 1893 y 1895 verán la luz sus tres primeros hijos, Trinidad, Dolores y
Joaquín.
Siendo nombrado en septiembre de 1896 profesor de la Banda de música
Municipal.
En mayo de 1898 fallece su hijo Joaquín, con tan solo tres años, pero la vida le
compensará dos meses más tarde con el nacimiento de una nueva hija, Aurora
Durante este año y posteriores, su actividad musical en Porcuna será frenética,
creará una Orquesta Capilla para las funciones religiosas donde no solo actuará
como director si no también como violinista. Creará un sexteto compuesto por
flauta, dos violines, viola, violonchelo y contrabajo para animación de bailes y
conciertos y creará una compañía de zarzuela compuesta por aficionados actuando
bajo su dirección durante cuatro años, acompañada unas veces por piano y otras por
orquesta.
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Feria Real de Porcuna 2013
Decidido a dignificar la profesión,
confecciona el primer reglamento
de la Banda de Música de Porcuna,
reglamento aprobado por el
Ayuntamiento el 23 de diciembre
de 1904 y cuyo original se conserva
en el Archivo Municipal de esta
Ciudad.
En 1908 un hecho luctuoso marcará
su vida, la muerte de su esposa
María Tremedad. La música, será su
refugio y consuelo.
El 23 de Junio de 1910, presenta
y estrena en Porcuna una nueva
zarzuela “Exposición de Belleza”,
compuesta por él, con libreto
del poeta y periodista también
porcunense Gabriel Aguilera.
El Ayuntamiento de La Carolina,
decidido a celebrar con el esplendor
requerido los actos del 700
D. Emilio Ruiz y Ramírez de Aguilera ( 1912)
aniversario de la Batalla de las Navas
de Tolosa, convoca en 1912 la plaza de director de la Banda de Música Municipal. A
la que se presentarán cuatro aspirantes, siendo finalmente D. Emilio el que obtiene
la misma.
Al menos dos años permanecerá como director de la Banda de Música Municipal de
La Carolina, sin embargo una vez cesado seguirá residiendo en La Carolina, dado el
importante momento económico y minero que registra la Localidad en estas fechas.
Será durante este tiempo cuando conocerá a Dª Matilde Torrón Riveira, una chica
25 años más joven que él, natural de La Coruña, con la que contraerá matrimonio
en 1924.
Es entonces cuando decide volver a Porcuna, siendo nombrado el 28 de Junio de
1924 Profesor de la Banda de Música Municipal.
En 1926 confecciona el 2º reglamento de la Banda de Música.
El convulso año de 1931, con las continuas revueltas campesinas, marcará un cambio
radical en su vida, un hecho acaecido, creemos durante las fiestas de Carnaval, será
el detonante del mismo. Su negativa a interpretar la “Marcha de Riego”, al final de
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Feria Real de Porcuna 2013
uno de los conciertos, le provocará la enemistad de parte de algunos miembros de la
Corporación Municipal afines al nuevo régimen en vísperas de su proclamación, así
como la de numerosos vecinos.
La presión social debió llegar a límites insoportables y esto hace que a sus 65 años
Banda Municipal de música de La Carolina ( 1914 )
tome la decisión de dimitir de su cargo y se traslade a vivir a Málaga junto con su
esposa Matilde y los cuatro hijos habidos de su segundo matrimonio: Fernando,
Teodoro, Manolita y Pepe.
Será en esta ciudad donde no sin dificultad, rehaga su vida y donde sabrá inculcar a
sus hijos la pasión por la música, pues todos ellos han sido músicos profesionales,
alguno con cargo de dirección sin olvidar su faceta como compositores
El veintidós de agosto de 1945 fallecerá D. Emilio en Málaga a los setenta y nueve
años de edad, rodeado de los suyos, dejándonos como herencia su legado musical.
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Feria Real de Porcuna 2013
SU OBRA
Por el momento, desgraciadamente solo podemos disponer de una pequeña parte
de su obra, que sabemos debió ser más extensa, por la numeración que presentan
las partituras que se conservan. Todas las obras están compuestas para banda
con los instrumentos típicos de la misma; Flauta, Flautines, Oboes, Requintos,
Clarinetes, Saxofones, Fagotes, Fliscornos, Cornetines, Trombas, Trompas,
Trombones, Bombardinos, Bajos y Batería.
* Un clavo saca otro clavo – Zarzuela en un acto
* Exposición de Belleza - Zarzuela
* El Gólgota – Marcha fúnebre
* En el Madero – Marcha fúnebre
* Pobre Madre – Marcha fúnebre
* ¡¡Expiro!! – Marcha fúnebre
* Fantasía sobre motivos de la zarzuela Exposición de Belleza
* Matilde – Gran fantasía, terceto para requinto, fliscorno y bombardino
Enrique Escobedo Molinos
Cronista Oficial de La Cerradura
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Feria Real de Porcuna 2013
Mi vecina Guillermina
¡Qué bella, que linda es mi vecina
Guillermina!
Vive en la esquina
Tiene la cara muy guapa
Y la piel muy fina
Su mirada risueña
Placentera a mis ojos iluminan
No me canso de mirar
A esa deslumbrante esquina
Donde vive mi vecina Guillermina.
Cuando la veo mi ser se agita
Mi corazón palpita
Al contemplar mis ojos iluminados
A esa Ninfa Divina.
Llena de belleza y hermosura,
Con sonrisa divina.
¡ Ay Guillermina!
¡Qué esquina…!
A mi mamá la tengo muy preocupada –me
riñePorque teme que esa esquina de destello
Sea la culpable de que padezca
Un desprendimiento de retina
-Mamá si yo veo muy bien a nuestra
vecina
Guillermina que no es gorda ni fina.
Todo belleza “ sex a pilk”
Y esa ilusión de grandeza
Al ver la belleza
De esa Ninfa mitológica
Y divina
Me estabiliza la retina
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Y me refuerza.
Si de la mar sacan los peces
Y el oro de las minas
¿ De dónde me habrán sacado
A esa diosa Divina
Que vive en la esquina
¡Ay Guillermina!
¡Joya Divina!
José del Pino García
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Feria Real de Porcuna 2013
XXIII Concurso
Portada Programa Feria Real
2013
1º. La participación será a nivel de vecinos del pueblo e hijos de Porcuna.
2º. La obra premiada será la portada del programa de Feria Real 2014, tendrá
una gratificación de 150 Euros y quedará en poder del Ayuntamiento.
3º. El tema estará relacionado con Porcuna y su Feria.
4º. Las obras presentadas podrán ser dibujo, pintura o fotografía a color, tendrá
formato vertical.
5º. Cada concursante podrá presentar las obras que desee.
6º. Las obras se ajustarán a unas medidas mínimas de 18 x 24. Las fotografías
y dibujos se entregarán enmarcadas en cartulina, con un tamaño mínimo de 30
x 40.
7º. Todas las obras que quieran participar en el concurso se entregarán en el
ILUSTRE AYUNTAMIENTO DE PORCUNA, en horario de oficina, en mano e irán
acompañadas de sobre cerrado, incluyendo los datos del autor y en el exterior
el título de la obra.
8º. El plazo de admisión será del 15 de diciembre de 2013 al 16 de junio de
2014.
9º. El fallo del concurso será privado y las obras presentadas serán expuestas
posteriormente a fallo.
10º. El hecho de presentar obras a este concurso, supone la aceptación incondicional de las bases.
11º. Todo lo no previsto en estas bases se resolverá por la Comisión de Festejos.
Nota: Artículos para el Programa de Feria 2014.
-Todas las personas que deseen colaborar con sus artículos, fotografías y otros
trabajos deberán remitirlos al Ayuntamiento antes del 15 de junio de 2014.
-La extensión de los trabajos no deberán superar los cuatro folios mecanografiados a doble espacio, por una sola cara. Habrá que entregarlo con soporte
digital.
- El contenido de los trabajos será sobre temas relacionados con el pueblo de
Porcuna: Historia, costumbres, reflexiones, poemas, relatos, artículos de investigación y difusión.
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