Teorías y sistemas políticos

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Teorías y sistemas políticos
Teorías y sistemas políticos
TEMA 1 POLÍTICA Y PODER
Tema 1
Política y poder
1. Política y sociedad
2. Evolución del poder político:
aparición del estado
3. Estado de bienestar
1. POLÍTICA Y SOCIEDAD
Podemos definir la política como la actividad mediante la cual se adoptan y
se ejecutan decisiones para regir una comunidad. Esta definición presenta la virtud
de incluir tres ideas muy estrechamente relacionadas con la idea de política: la
primera se refiere al sentido de actividad; la segunda nos pone sobre la mesa la
finalidad última de la política: tomar decisiones y aplicarlas; y la tercera nos define
el ámbito de actuación sobre el cual la política se proyecta: la comunidad.
No es posible hablar de política sin la comunidad. La política es una
característica colectiva, social, nunca individual, que sólo aparece cuando se forma
la sociedad. Sin sociedad no existe la política y, al mismo tiempo, la sociedad no es
posible sin política.
El paso del tiempo y las transformaciones que la humanidad ha realizado han
quedado concretados en sistemas de organización social diferentes. El hecho es
que la historia ha originado varias comprensiones en relación con aquello que era y
con aquello a lo que respondía la actividad política. Para los clásicos, la política es la
técnica mediante la cual los seres humanos viven juntos e identificados con su
porvenir colectivo.
De hecho, esta idea impregna y da sentido a la polis, el núcleo de la
organización política presente en la Grecia clásica, y supone la existencia, entre
otros factores, de una actividad individual participativa y activa en el gobierno del
espacio común.
La idea moderna de política supone también una separación bastante nítida
entre una esfera pública y otra privada. La existencia de estas dos esferas ha
dado lugar a la aparición de una de las grandes dicotomías de la sociedad actual:
público/privado. Otra manera de presentar y utilizar esta dicotomía es
estado/sociedad civil. La correspondencia entre estado y esfera pública por una
parte, y sociedad civil y esfera privada por otra, resulta tan grande que los
componentes de estas parejas de términos a menudo han sido utilizados
indistintamente para explicar lo mismo.
El crecimiento de una de las partes implica necesaria e inevitablemente la
reducción de la otra. En este sentido, la relación entre los componentes de estas
dos dicotomías es de suma cero, dado que el espacio que está ganando uno lo
pierde el otro.
Precisamente decidir cuáles son los límites de actuación del estado, es tanto
mo decir cuáles son los ámbitos que quedan para la autorregulación en la sociedad
civil y en el mercado, ha sido una de las grandes cuestiones que ha galvanizado
tradicionalmente el debate y las intervenciones políticas.
Con la pretensión de superar las limitaciones evidentes que supone una
focalización exclusiva en el estado para cualquier estudioso de la ciencia política, a
la hora de comprender la actividad social de la política en su globalidad se fue
consolidando un nuevo concepto bautizado como sistema político. Entendemos
como tal aquellas interacciones e instituciones sociales mediante las cuales una
sociedad toma decisiones que se consideran vinculantes para la mayor parte de sus
miembros la mayor parte del tiempo.
Uno de los peligros que se dan en la definición de sistema político es el de la
indelimitación de su campo de actuación. No resultaría de utilidad para el estudio
de los fenómenos y de la actividad política una concepción tan generosa de sistema
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político que hiciera extensiva esta idea a todas las actividades de la sociedad, sin
ningún límite aparente. El riesgo de esta opción sería el de diluir el objeto de
estudio y hacerlo inalcanzable. Por ello, puede ser de utilidad introducir la idea de
conflicto, ya que por medio de éste se puede contribuir a focalizar el alcance de la
política más allá de las instituciones de gobierno, pero en un ambiente limitado a
aquellas situaciones donde el conflicto esté presente, ya sea de manera latente o
explícita.
Para la regulación efectiva del conflicto, se hace imprescindible el poder. Por
medio de éste, se pueden ordenar y distribuir todos los recursos y valores y
obtener la aceptación de otras personas. La distribución del poder en las
sociedades modernas, aquellas que tienen el estado como principal organización de
poder político, es uno de los fenómenos más estudiados desde las ciencias sociales.
La variedad de teorías y de aproximaciones teóricas existentes sobre la distribución
del poder en nuestras sociedades dificulta el estudio y la comprensión de una teoría
general:
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Clase social: el núcleo de interés de esta corriente lo centra la existencia de
una dimensión social. En las sociedades modernas y especialmente en las
sociedades industriales son las clases sociales los principales actores para
interpretar la realidad. Para los autores que se insertan en esta corriente, existe
el convencimiento de que el estado favorece siempre a la clase que posee los
medios de producción y ello ha implicado la identificación del estado con el
estado capitalista, lo cual supone un perfil clasista.
Pluralismo: Existencia en nuestras sociedades de diferentes grupos que en la
lucha para alcanzar sus objetivos quieren o bien influir en el poder político, o
bien acceder a éste. El sistema político de estas realidades e inequívocamente
democrático y necesariamente participativo en su concepción. La economía se
sustenta en una economía de mercado. El estado y los diferentes grupos
sociales existentes no tienen unos intereses de raíces opuestas y las disputas
existentes se deben situar en el ámbito de las actuaciones concretas del estado
mediante las políticas públicas y no en los fundamentos del mismo sistema. En
resumidas cuentas, sólo las democracias pluralistas corresponden a realidades
sociales como las nuestras, donde el poder político se halla distribuido en
múltiples espacios que, a la vez, se encuentran en competencia constante, lo
cual evita que nadie disponga de una situación hegemónica de poder.
Teoría de la organización: El estado lleva a cabo la función de organización
dominante y ejerce una influencia continuada sobre la sociedad. El análisis de
la distribución de poder se centra en el estudio de la influencia del estado sobre
el resto de organizaciones y de los conflictos que se producen entre éstas a
partir de las posiciones que adoptan las diferentes élites.
2. EVOLUCIÓN DEL PODER POLÍTICO: APARICIÓN DEL ESTADO
Las formas de estructuración del poder político han ido evolucionando con la
sociedad. La existencia de un poder político estructurado y permanente es una
característica propia de las sociedades sedentarias.
La revolución agraria, gracias a la cual las comunidades humanas se
aposentan, abandonan su nomadismo e inician una estructuración compleja como
sociedad, es el punto de nacimiento de un poder político con identidad propia y con
una estructura reconocible y estable que posee como finalidad última la dirección
de una comunidad determinada mediante la fijación de objetivos compartidos.
La importancia actual del estado se pone en evidencia también por el hecho
de que desde la historiografía o la ciencia política se identifican las formas de
organización política que no son el estado. Nos referimos a las formas políticas
preestatales:
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Democracia ateniense
Imperios hidráulicos: Eran sociedades que desarrollaban actividades
agrarias, mediante las cuales obtenían unos ciertos excedentes que en su
proceso de acumulación acentuaron una estratificación social compleja, aunque
la propiedad tal como ahora la entendemos era inexistente. En estas
sociedades, el poder político empieza a organizarse bajo estructuras
burocráticas. Esta estructura permite la existencia de un tipo de liderazgo
político precisamente diferenciado de las funciones que se desarrollaban dentro
de las estructuras burocráticas, a las cuales se acostumbraba a acceder
mediante procesos hereditarios.
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Formas antiguas: Con este nombre identificamos las
formas de organización política de la Grecia clásica (polis) y de
la Roma republicana. La democracia ateniense es con
seguridad la referencia más conocida de este modelo, aunque
no fue la más estable ni la de más larga existencia. La polis o
la ciudad-estado era una entidad relativamente pequeña,
autogobernada, autosostenida, con autonomía política, que
agrupaba diferentes familias (entendiendo que el concepto de
familia no tiene una connotación de parentesco sino de unidad
económica) y en la cual se combinaban formas de comercio
con actividades agrarias donde el esclavismo tenía un papel
muy destacado. La estructura del poder político se
caracterizaba por la existencia de unas grandes posibilidades
de participación de todos los hombres ciudadanos mediante
las asambleas y por la existencia de una rotación en las tareas
de dirección de la polis.
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Modelo esclavista: La principal característica de este
modelo es la construcción de una organización de poder
fuertemente burocratizada, con una jerarquía muy bien
establecida, en cuyo vértice superior encontramos un jefe
(emperador) que legitima su poder de acuerdo con su origen
divino. La idea de súbdito sustituye a la antigua idea de
ciudadano y su función queda relegada a la obediencia al
emperador.
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Modelo feudal: La invasión de los bárbaros desde el Norte de Europa, pone
fin al Imperio romano y comienza la aparición del feudalismo, que es la
antítesis de un estado o de un poder político central. Es, por definición, el
modelo de los poderes locales vertebrados en torno al señor feudal y al
vasallaje que los integrantes de la sociedad feudal le daban. Las relaciones
entre la población y los señores feudales eran de adscripción y lealtad personal.
Básicamente el campesino ofrecía lealtad al señor por medo del vasallaje,
concretado en unas obligaciones tributarias, como compensación por recibir
garantías de seguridad militar que el señor le otorgaba. No en vano, la nobleza
acaparaba el poder económico y militar.
La aparición del estado se empieza a producir a partir del siglo XV,
aunque no es hasta el XVI cuando se concreta realmente la existencia de la
asociación política que identificamos como estado. Los antiguos vínculos de
relación-subordinación se rompen y aparece la posibilidad de un nuevo modelo de
relación impersonal entre el gobernante y el gobernado, que de hecho será la
pauta que caracteriza la aparición y la evolución del estado.
3. ESTADO DE BIENESTAR
Por estado de bienestar conocemos una determinada manera de
intervención social y económica propia de algunos de los estados democráticos
contemporáneos. Las políticas asistenciales y caritativas llevadas a cabo por el
estado protector a lo largo de los siglos XVIII y XIX, el intervencionismo económico
y social en los regímenes fascistas, durante la primera mitad del siglo XX o la
planificación de los medios de producción que se produce en diferentes países
europeos también en este siglo, son mecanismos de intervención estatal que en
ningún caso se pueden confundir con el estado de bienestar.
El estado de bienestar es una experiencia propia de las economías de
mercado capitalistas y de regímenes políticos con democracia pluralista. Los
esfuerzos para garantizar una igualdad de oportunidades real que afecte al total de
la población y para asegurar una cierta función redistributiva son los objetivos
genéricos que el estado persigue mediante sus actuaciones. Los principales ámbitos
en los que se materializa prioritariamente la acción del estado son los de sanidad,
educación, política de vivienda y sobre todo seguridad social, mediante subsidios
por desempleo, transferencias por enfermedad o invalidez y pensiones.
La experiencia más conocida y la que más impacto tuvo en la reforma
social del estado fue el informe sobre la seguridad social inglesa impulsado por
William Henry Beveridge. Para muchos estudiosos del estado de bienestar, la
propuesta de este político liberal y su aprobación posterior parte del Parlamento
británico es un punto de referencia obligado para entender el estado de bienestar y
su evolución a partir de la finalización de la Segunda Guerra Mundial. Los objetivos
de la redistribución de la renta y el aligeramiento de las cargas de la pobreza
quedaron perfectamente integrados en el informe Beveridge y son referentes
permanentes.
Podemos, pues, determinar la década de los cuarenta, en plena Segunda
Guerra Mundial, como el momento en el que se produce un salto cualitativo y
cuantitativo en las estructuras de los estados democráticos europeos en el camino
hacia la plenitud del estado de bienestar que se producirá en las décadas
inmediatamente posteriores.
La influencia de los efectos de la Revolución industrial en la configuración
previa del estado de bienestar fue variada y a la vez muy intensa. Las
consecuencias políticas, sociales y económicas de la industrialización tuvieron una
incidencia bien visible:
William Henry Beveridge
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El impulso de mutualidades y asociaciones obreras con finalidades asistenciales,
cuyo ámbito de actuación solía ser gremial y absolutamente desligado del
estado.
La aparición de una nueva pobreza urbana, atribuible a la aglomeración
humana en grandes núcleos urbanos.
El nacimiento de las primeras legislaciones laborales.
La división en períodos del estado del bienestar, nos da una visión
globalizadora en el tiempo:
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Experimentación (1880-1925): Uno de los aspectos más revolucionarios que
podemos encontrar en el origen del estado del bienestar es la sustitución de la
incertidumbre que suponía la providencia religiosa o familiar propia del estado
moderno, caracterizada por una actuación privada y caritativa, por la certeza de
la providencia pública, propia del estado contemporáneo.
Consolidación (1919-1940): El período de entreguerras es el momento que
podemos considerar como el punto de no retorno de las experiencias vividas
desde finales del siglo XIX en la actividad asistencial por parte del estado. Los
años que van desde la finalización de la Primera Guerra Mundial hasta el inicio
de la Segunda representan la desaparición de la rigidez del viejo paradigma
liberal de separación radical entre estado y sociedad. El incremento de los
parados con la consiguiente aparición de un desempleo masivo obligó a los
estados a diseñar políticas que pudieran enfrentarse con esta nueva realidad.
Expansión (1950-1973): No podemos despreciar la experiencia que las dos
guerras mundiales aportan a muchos gobiernos europeos en el ámbito de la
intervención pública, ni tampoco las consecuencias que suponen. Por otra
parte, no se puede pasar por alto que todos estos cambios producidos en el
ámbito de la intervención del estado se encuentran enmarcados en un intento
por parte de los gobernantes de evitar conflictos sociales masivos. En este
sentido, el miedo al incremento del desempleo provocado por el paso de una
economía de guerra a una de paz; las consecuencias internacionales de la
Revolución Rusa, especialmente en las clases obreras; las revueltas sociales
que se produjeron por toda Europa y la ascendencia cada vez mayor de los
partidos de izquierda; fueron algunas causas del temor que muchos gobiernos
tenían en el período de entreguerras y condicionaron buena parte de su
intervención pública una vez acabada la Segunda Guerra Mundial.
Redefinición (>1973): A principios de los años 70, el período de crecimiento
económico iniciado en la década de los cincuenta origina serios problemas. Dos
hechos pueden situarse en el origen de la recesión económica: la decisión de
EEUU de no mantener la convertibilidad de su moneda en oro, decisión que fue
en parte motivada por la cantidad de divisas americanas existentes en terceros
países; y las dificultades que la nueva situación supone para los gobiernos, los
cuales vieron dificultadas sus capacidades para continuar llevando a cabo una
política de raíz keynesiana. La virulencia de la situación se demuestra en el
crecimiento simultáneo del desempleo y la inflación. Por otra parte, la aparición
a partir de los años 80 del déficit público a unos niveles desconocidos provoca
el debilitamiento del modelo de bienestar existente. En este marco se abren las
puertas al cuestionamiento del modelo de estado de bienestar social existente
desde la década de los 50 y aparecen las fuertes polémicas sobre la bondad y
la viabilidad de la intervención pública.
Las dificultades en la financiación del estado han llevado a algunos autores a
hablar de un aumento de los conflictos por la distribución o por las provisiones. Lo
que parece evidente es la dificultad que conlleva hablar de la ruptura del consenso
existente en torno al estado del bienestar. Estos fenómenos no han sido patrimonio
exclusivo de ningún país ni de ninguno de los modelos posibles de estado del
bienestar. El cuestionamiento de los niveles de impuestos, la crítica por el hecho de
que las contribuciones de las diferentes categorías sociales se encontraban
bastante lejos de una situación equitativa o bien el descontento por la percepción
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de unos servicios públicos burocratizados e ineficientes pueden ser algunos de sus
exponentes principales.
La incertidumbre sobre el futuro del estado del bienestar crece a causa de las
nuevas realidades que impone la sociedad postindustrial y, específicamente, por las
consecuencias que estos cambios presentan sobre las políticas de sanidad y de la
tercera edad, en especial las pensiones.
El dualismo entre sectores cualificados y sectores no cualificados provoca una
polarización en la demanda de servicios sociales. Los primeros piden más
transferencias y de mayor calidad, mientras que los segundos necesitan cada vez
más políticas focalizadas que los liberen de la marginalidad. El estado de bienestar
tiene planteado un nuevo reto que debe permitir compatibilizar la existencia de
prestaciones universales con unas nuevas demandas cada vez más personalizadas,
si quiere continuar manteniendo un consenso amplio de apoyo.
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TEMA 2 TEORÍA DE LA DEMOCRACIA
Tema 1
Teoría de la democracia
1. Fundamentos históricos de la
democracia
2. Teorías democráticas en el
siglo XX
3. Funcionamiento efectivo de la
democracia y sus retos
Instituciones políticas romanas
1. FUNDAMENTOS HISTÓRICOS DE LA DEMOCRACIA
En el mundo clásico, democracia significaba gobierno de muchos, o también
gobierno popular. A pesar de la corta experiencia de gobierno democrático de
algunas de las ciudades-estado griegas de los siglos VI a IV a.C., este término no
tenía forzosamente unas connotaciones positivas.
Aristóteles realizó una tipología de los distintos tipos de gobierno de su
tiempo. Así, la república era el gobierno ejercido por muchos en provecho del
interés de la comunidad, mientras que la democracia era una variante degenerada
de este mismo gobierno en la que muchos ejercían el poder sólo en interés propio.
Esta concepción del interés de la comunidad como algo contrapuesto por definición
al interés particular es clave para comprender la mentalidad política de la cultura
antigua.
La opinión más usual en la Antigüedad era que cualquier gobierno de
muchos tendría una tendencia a actuar sólo en beneficio de ellos mismos, es decir,
de los pobres, tal como ya había puntualizado Aristóteles. Si la multitud gobernaba,
sólo podía hacerlo por motivos inherentes a su hostilidad de clase, radicalmente
alejada de los elevados objetivos que debían guiar a todo ciudadano.
Los principales teóricos políticos de la
Antigüedad no fueron partidarios de la
democracia. Así, Platón, Aristóteles, Polibio y
Cicerón se decantaron por un gobierno mixto,
que establecía una separación entre los
distintos grupos de ciudadanos según su
posibilidad de acceso a determinadas
magistraturas, aunque todos tenían una
cierta igualdad básica.
El modelo de gobierno mixto por
antonomasia, la República romana, consistía
en un mecanismo complejo de distribución de
poderes y funciones que reservaba la
dirección real del gobierno al pequeño grupo
patricio del Senado, sin embargo admitía que
un grupo más numeroso de individuos, los
plebeyos, disfrutaran de la condición de
miembros de la República y estuvieran
representados mediante los tribunos de la plebe, con capacidad para vetar
determinadas decisiones del Senado.
La génesis del concepto moderno de democracia se originó en un
período de tiempo relativamente corto, como consecuencia de la Revolución
inglesa, la Declaración de Independencia de Estados Unidos y la Revolución
Francesa.
Es durante este período, entre mediados del siglo XVII y principios del XIX,
cuando se configura la idea de que un orden político legítimo no se puede fundar ni
puede operar sin incorporar el concepto de voluntad popular.
En su acepción moderna, la finalidad última de la democracia sería que los
ciudadanos controlaran y definieran objetivos en relación con el poder político y
que intervinieran en él, y de este poder les correspondería la titularidad a partes
iguales, de acuerdo con el principio de que el gobierno debe reflejar la voluntad del
pueblo. Otro elemento que diferencia la democracia moderna de la antigua es que
la primera se ordena según el principio de la representación política, surge así lo
que se denomina democracia representativa.
El desarrollo de la democracia representativa como forma de gobierno va
indisolublemente unido al desarrollo de la teoría política liberal.
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La soberanía fue una nueva manera de entender la naturaleza del poder y
el gobierno. Cuando las formas de autoridad perdieron o vieron debilitada su
legitimación teocrática, la soberanía ofreció un camino alternativo de concebir la
legitimidad del poder.
La soberanía es, en la concepción de Bodin, el poder ilimitado e indivisible
de dictar leyes. Es el poder supremo sobre los súbditos, el derecho general a
imponer leyes a todos los ciudadanos con independencia de su consentimiento. La
ley, por lo tanto, no es sino el mandato del soberano en el ejercicio de su poder
absoluto. La soberanía es la característica definitoria y constitutiva del poder del
estado, en el cual el soberano es el jefe legítimo en virtud del cargo que ocupa y no
de su persona.
Jean Bodin
1530-1596
El mandato imperativo supone, en esencia, que los elegidos actúan en
nombre de sus electores concretos, a los cuales se encuentran ligados por un
mandato donde se especifica la manera concreta que deben seguir cuando estos
gobernantes actúen. Si no cumplen esta norma estipulada, pueden ser revocados
en cualquier momento por los electores.
En cambio, el mandato representativo significa que los Declaración francesa de
elegidos actúan libremente, en nombre propio y en representación no hombre y del ciudadano
sólo de sus electores concretos, sino en nombre de todo el pueblo. Por
ello, sólo han de rendir cuentas de su gestión al final de la legislatura,
cuando se sometan a otra elección.
El desarrollo de la democracia representativa va íntimamente
unido al desarrollo del constitucionalismo. Una constitución es el
entramado de normas que regulan los poderes y las competencias que
corresponden a las distintas instancias del estado. Las declaraciones
de derechos que pronuncian los derechos individuales y colectivos y
garantizan el acceso de los ciudadanos al poder y su limitación legal
son parte integrante de toda constitución escrita.
Tanto la declaración americana, como la francesa muestran los
rasgos definitorios de los derechos humanos:
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Su carácter universal, ya que se reconocen en todo sujeto por el
solo hecho de formar parte de la Humanidad.
Su carácter previo a la constitución del estado, de manera que
éste sólo puede reconocerlos, pero no crearlos, lo que hace que se
califiquen de naturales.
Su concepción como derechos morales, en tanto que tutelan la
dignidad de la persona.
Su concepción como derechos jurídicos porque fijan criterios de
actuación y su trasgresión supone consecuencias jurídicas.
2. TEORÍAS DEMOCRÁTICAS EN EL SIGLO XX
Se dice que un gobierno democrático ha de reflejar y expresar la voluntad
popular, o que es aquel régimen político que postula una correspondencia
necesaria entre los actos de gobierno y los deseos de los ciudadanos que se ven
afectados, o también un régimen político caracterizado por la capacidad continua
de respuesta del gobierno a las preferencias de los ciudadanos considerados
políticamente iguales.
Estas definiciones plantean cuestiones como las siguientes: ¿Qué es la
voluntad popular? ¿Cómo es posible identificar los deseos o las preferencias de los
ciudadanos? Todos éstos ¿Se deben tener en cuenta aunque algunos sean
moralmente reprobables o tengan consecuencias no deseadas para la comunidad?
¿En qué han de ser iguales los ciudadanos? ¿En libertades, en derechos, en
recursos, en bienestar? Las diferentes respuestas a éstas y otras cuestiones han
dado lugar a una pluralidad de conceptos de democracia.
los derechos del
Año 1789
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Encontamos así dos corrientes empíricas: el elitismo y el pluralismo, y tres
corrientes normativas: el liberalismo igualitarista, la crítica comunitarista y el
neoliberalismo.
Elitismo
La actitud de los elitistas se puede ejemplificar mediante las palabras de
Moise Ostrogorski:
La función política de las masas en una democracia no es la de gobernar, probablemente
nunca serán capaces de hacerlo. Siempre gobernará una pequeña minoría, en democracia
igualmente que en autocracia. La propiedad natural de todo poder es concentrarse, es como la
ley de gravitación del orden social. Sin embargo, es necesario que la minoría dirigente sea
mantenida a raya. La función de las masas en la democracia no es gobernar, sino intimidar a
los gobiernos.
Distinguiremos tres etapas en la evolución del elitismo: el clásico, el
democrático o competitivo y el neoelitismo.

Max Weber
1864-1920


Elitismo clásico: La tesis mantenida por este elitismo era que en cualquier
sociedad sólo una minoría poseía el poder en todas sus formas. La clase
dominadora se configuraba como una minoría organizada que perseguía
mantenerse en el poder mediante una fórmula política que utilizaba en
beneficio propio. Integraban la fórmula política aquellas representaciones de
carácter cultural e ideológico que legitimaban a la clase política que les daba
publicidad y, al mismo tiempo, cohesionaban sus miembros.
Elitismo democrático o competitivo: Es el representado por las ideas de
Max Weber. Su visión sobre el poder y la dominación del estado constituye un
desarrollo significativo y sofisticado del pensamiento elitista. Como en el
elitismo clásico, Weber consideraba que el protagonismo creciente de las masas
en la política no modificaba la realidad de la dominación de la minoría, no
obstante, su principal objeto de estudio consistía en evidenciar los métodos
mediante los cuales esta minoría era seleccionada y las cualidades necesarias
para que ejerciera el poder de forma efectiva. En este sentido, su defensa de la
democracia parlamentaria no se basaba en valores democráticos sustantivos,
sino en la confianza en que las instituciones democráticas constituían la mejor
garantía para la selección de un líder eficaz. Si no existía un liderato político, ni
políticos vocacionales capaces de este liderato y de controlar la administración,
las decisiones políticas pasarían a depender directamente de la administración,
de manera que el gobierno se hallaría en la burocracia, en lugar de gobernar
sirviéndose de ésta.
Neoelitismo: El trabajo de Charles Wright Mills fue el más impactante.
Establecía una gradación de la distribución de poder en tres niveles, el más
importante de los cuales era el superior. En éste situaba a una élite de poder
integrada por las principales jerarquías institucionales de la sociedad, es decir:
el ejecutivo, las multinacionales más poderosas y el ejército. La superposición y
la conexión entre los líderes de estas instituciones creaba una élite con una
relativa cohesión fundamentada no sólo en las coincidencias estructurales de
las posiciones de mando y en sus respectivos intereses colectivos, sino también
en la acción directa que llevaban a cabo para coordinar sus actuaciones
mediante una red de relaciones sociales compartidas.
Pluralistas
La concepción pluralista de la democracia se encuentra relacionada con la
visión elitista. La diferencia principal radica en el hecho de que la elitista postula
una élite unida que atiende a las demandas de los ciudadanos como concesión
prudencial, mientras que la pluralista afirma que la capacidad de respuesta es una
condición estructural de la existencia de las diferentes élites en competencia.
Todo este planteamiento se halla incluido en el concepto de poder
compensador. La idea es que, si un grupo demuestra ser más fuerte que los otros,
éstos desarrollan diferentes estrategias como contrapeso al poder y a la influencia
del grupo original.
10 · Teorías y sistemas políticos
Para los pluralistas, el proceso político es un continuo de negociación y
conflicto entre distintos grupos que representan intereses diferentes como las
organizaciones empresariales, los sindicatos, los partidos políticos, los grupos
étnicos o religiosos, los estudiantes, etc. No todos los grupos tienen el mismo grado
de influencia, sin embargo, incluso los menos poderosos pueden influir en el
proceso de toma de decisiones, dado que los recursos (dinero, información,
conocimiento técnico, capacidad de movilización) no se distribuyen uniformemente
y ello impide que un grupo sea siempre dominante.
Liberalismo igualitarista
Es una perspectiva teórica que entronca bien con la realidad de los estados
de bienestar de las sociedades democráticas occidentales y que permite ser
adoptada tanto desde una perspectiva de cariz liberal, como de cariz
socialdemócrata.
La posición de John Rawls es liberal, puesto que es deontológica y defiende
la neutralidad de la acción pública respecto de cualquier concepción particular
sobre lo que se debe considerar como una vida buena, sin embargo, desde un
punto de vista socialdemócrata, el atractivo de sus planteamientos teóricos radica
en el hecho de que este politólogo introduce las políticas distributivas como un
criterio normativo.
Crítica comunitarista
El conjunto de las teorías denominadas comunitaristas han tenido mucha
incidencia desde los años 80 hasta hoy. Sus críticas se han centrado en dos
aspectos: la asunción liberal de la prioridad del individuo sobre la comunidad y el
intento de derivar pautas distributivas de los principios abstractos.
Respecto a la primera crítica, los comunitaristas subrayan la prioridad de la
comunidad ante un individualismo liberal que consideran injustificable desde
cualquier punto de vista. Respecto a la segunda, la sujeción de los individuos a
principios morales abstractos lleva a olvidar dos aspectos esenciales en la
consideración del problema de igualdad distributiva: la multiplicidad de dimensiones
y esferas sobre las cuales ésta incide y la dependencia radical de los criterios de la
justicia de su contexto social.
Por ello, los principios universales y sustantivos de la justicia servirán de
poco a la hora de elaborar las políticas necesarias en una sociedad democrática, ya
que o bien están vacíos a causa de su generalidad, o bien son demasiado
específicos para distribuir todo tipo de bienes.
Neoliberalismo
Una sociedad libre y justa sólo se puede asegurar mediante lo que von
Hayek denomina catalaxia, un neologismo que utilizaba para describir la especial
forma de orden espontáneo producida por el mercado.
Insistía Hayek en el hecho de que la condición fundamental de la libertad
es que se permitiera a todos los individuos utilizar su conocimiento para llevar a
cabo sus propósitos, sólo con el obstáculo de una normativa de la conducta justa
de aplicación universal.
El estado democrático debe tener un papel limitado. Sólo un gobierno
mínimo puede ser un gobierno decente, porque no existen, ni pueden existir, reglas
generales para la asignación de beneficios particulares. La obligación de la
autoridad política no es perseguir sus propios fines, sino proveer, dentro del
imperio de la ley, las condiciones adecuadas para que la catalaxia se pueda
producir.
Por lo tanto, las únicas funciones del estado son el mantenimiento de la
seguridad colectiva contra las agresiones externas (ejército), la preservación del
imperio de la ley y del orden público (policía) y la provisión de un número limitado
de bienes públicos que no pueden ser suministrados eficientemente por el
mercado.
Teorías y sistemas políticos · 11
3. FUNCIONAMIENTO EFECTIVO DE LA DEMOCRACIA Y SUS RETOS
La calificación de democrático se ha convertido, después de la caída del
muro de Berlín, prácticamente en el equivalente de gobierno legítimo. Al mismo
tiempo, alcanzar la democracia parecer ser el reto al cual se enfrentan aquellos
sistemas políticos que todavía no cumplen los requisitos suficientes para poder ser
calificados como tal.
La democracia, pues, ha triunfado y se ha impuesto como el sistema de
gobierno más extendido en el mundo occidental. Paralelamente, el triunfo de la
democracia como sistema de gobierno no ha significado en absoluto la consecución
del gobierno del pueblo, ni tampoco la extensión de la misma democracia en otros
terrenos como el económico o el laboral. En gran parte, ello ha sido producto de la
complejidad de las decisiones que los estados deben tomar actualmente.
El modelo de democracia que parece haberse impuesto es una síntesis
entre la democracia como competencia de élites para conseguir el voto del pueblo y
la afirmación de que dentro del sistema político existe una pluralidad de intereses
contrapuestos en los cuales el gobierno se debe proponer consensuar y moderar.
Todo lo cual no ha dejado de plantear numerosos problemas:

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
La verdadera participación-representación de los ciudadanos en el proceso
democrático.
La democracia se ha convertido en una democracia de partidos: son los
partidos políticos los actores principales que canalizan la participación política
de los ciudadanos en el proceso de toma de decisiones.
Los partidos políticos se han convertido en un elemento determinante de los
sistemas democráticos, que ha supuesto la pérdida progresiva de la
independencia de los diputados.
El funcionamiento real de la democracia en la actualidad ha sustituido la vieja
distención liberal entre el gobierno y el parlamento, por la distinción entre la
mayoría gubernamental y la minoría de oposición.
12 · Teorías y sistemas políticos
TEMA 3 SISTEMAS POLÍTICOS COMPARADOS
1. ENFOQUE COMPARATIVO
El enfoque comparativo es básico en ciencia política, porque a diferencia de
lo que sucede en otras ciencias, aquí no es posible hacer experimentos. La
comparación es la única vía posible para avanzar sistemáticamente en el estudio de
los fenómenos sociales y políticos.
La primera dificultad a la que conviene enfrentarse se refiere al
establecimiento de las categorías de análisis para determinar a cuál pertenece cada
caso, ya que no se pueden efectuar ni grandes generalizaciones ni detallismos
excesivos que lleven a una simple casuística.
En el origen de las comparaciones modernas, se deben situar los esfuerzos
por llevar a cabo una clasificación de los sistemas de gobierno en la cual se pongan
de relieve las interrelaciones existentes entre distintas variables de todo tipo, dando
por supuesto que ha de tender hacia una cierta simplicidad. De lo que se trata es
de encontrar algunas pautas que sean útiles para comparar casos diferentes.
Con la intención de avanzar en la comparación entre los diferentes sistemas
políticos, una propuesta de criterios para llevar a cabo una primera distinción es la
que se basa en el grado de participación que existe en cada uno de los ciudadanos
en la toma de decisiones públicas.
Otra distinción diferencia entre sistemas democráticos y autocráticos,
poniendo toda la atención en descubrir cómo ejercen el poder las autoridades. En
los sistemas democráticos, los dirigentes del país se encuentran sometidos a
determinadas restricciones. No pueden realizar todo aquello que quieren ni de la
manera que quieren. Deben llevar a cabo aquello que quiere la mayoría sin acabar
con la minoría y de acuerdo con los procedimientos legales preestablecidos, a
menudo explicitados en una constitución. Son, pues, responsables de su
comportamiento ante el reto de la población.
En contraposición, los sistemas autocráticos se caracterizan por el hecho de
que los gobernantes no son responsables ante los gobernados. Los derechos
humanos no son respetados y tampoco se obedece ni el imperio de la ley, ni la
independencia del poder judicial, ni ninguno de los elementos característicos del
estado de derecho. Aunque no se puede negar que la violencia es un recurso de
cualquier estado, la represión (o en el mejor de los casos, la amenaza constante a
llevarla a cabo) es la fuerza principal de los sistemas autocráticos.
En un modelo exclusivamente teórico, un gobierno democrático sería aquel
cuyas acciones estuvieran siempre en perfecto acuerdo con la voluntad de todos
sus ciudadanos. Ahora bien, en la realidad, esta forma política no se ha dado nunca
y es, como mínimo, muy improbable que llegue a existir alguna vez. Por esta razón,
el concepto de democracia se ha restringido a favor de la denominada democracia
representativa, es decir, aquella que es definida como el gobierno de los
representantes del pueblo libremente elegidos por el mismo.
2. SISTEMAS POLÍTICOS AUTOCRÁTICOS
Los sistemas políticos autocráticos, a pesar de los elementos comunes que
los diferencian de los sistemas democráticos, presentan muchas divergencias entre
ellos. Una primera distinción que se puede realizar, aunque es discutible, es la que
permite una división entre los sistemas autoritarios y los sistemas totalitarios.
Además, dentro de cada subgrupo, también se pueden distinguir varios tipos de
sistemas políticos, según las respectivas características institucionales y atendiendo
a las justificaciones ideológicas sobre las cuales éstos se fundamentan.
Mientras que en un sistema autoritario los gobernantes tienen el objetivo
de someter a la sociedad, en un sistema totalitario la voluntad que lo guía es la de
conformarla de acuerdo con un nuevo sistema de valores, con unos referentes
ideológicos fuertes y con la ayuda de una intervención decidida del estado.
Tema 3
Sistemas políticos comparados
1. Enfoque comparativo
2. Sistemas políticos autocráticos
3. Sistemas políticos democráticos
Teorías y sistemas políticos · 13
Así, los regímenes nazifascistas y los regímenes comunistas, a pesar de las
diferencias ideológicas evidentes, compartirían algunos elementos que permitirían
englobarlos dentro de los grupos de sistemas totalitarios:





Existencia de una ideología completa que proporciona una determinada visión
del mundo y una explicación global.
Recurso en los mecanismos emanados de un liderato fuerte, acompañado por
la estimulación del culto a la personalidad de los dirigentes.
Fuerte intervención del estado en todos los ámbitos; públicos y privados.
Establecimiento de una fuerte jerarquía en el ejercicio del poder.
Participación Pular en las tareas de agitación y propaganda, con el fin de
incentivar la adhesión de la ciudadanía al régimen político.
Con respecto a los sistemas autoritarios, los elementos que permiten
identificarlos como tales serían los siguientes:



Un sistema autoritario no posee estas pretensiones de construir una nueva
sociedad.
Existe la posibilidad de que se manifieste un cierto pluralismo con respecto a
las élites, si bien éste tiene un carácter limitado.
La ideología dominante es más difusa y menos globalizadora.
Regímenes comunistas
El primer estado de este tipo surgió en Rusia después de la Revolución de
Octubre de 1917 y del conflicto bélico subsiguiente, el cual finalizó con la creación
de la URSS. Después de la Segunda Guerra Mundial, en aquellos estados de la
Europa del Este ocupados por el ejército soviético, se constituyeron gobiernos
inspirados en el modelo de la URSS.
Los regímenes comunistas son aquellos que se fundamentan en la
aplicación de los principios ideológicos del marxismo-leninismo, si bien matizados
en cada estado por su propio contexto histórico.
Regímenes teocráticos
Son regímenes políticos surgidos de revoluciones o de crisis políticas de
amplio alcance en los que el elemento religioso, el cual tiene el apoyo de las masas,
es básico para legitimar el sistema político. En estos sistemas, donde la mayoría de
la población es musulmana, se establece la supremacía del elemento religioso, al
cual el político se debe supeditar.
La religión es la base de todos los demás aspectos de la vida y nada puede
separarse de ella. La ley no puede ser laica, sino que ha de fundamentarse en los
preceptos islámicos. Asimismo las autoridades del estado, son religiosas.
Monarquías tradicionales
Se caracterizan por un sistema político autocrático integrado por los
regímenes tradicionales, los cuales toman la forma de monarquías u otros sistemas
análogos, como el sultanato, el emirato, etc.
Regímenes militares
Muchos de estos regímenes surgen o bien después de acceder a la
independencia, o bien después de un golpe de estado. Este último tipo de sistema
político autocrático es el que engloba el conjunto de regímenes militares, ed decir,
aquéllos en los cuales el ejército es una pieza fundamental en el ejercicio del poder
y en los cuales el recurso a la coerción es más claro.
Los militares son los gobernantes gracias a la fuerza de las armas, aunque
pueden tener el apoyo más o menos generalizado de sectores de la población civil.
Conviene tener presente que la existencia de un régimen militar tiende a coincidir
con territorios en los cuales el nivel de desarrollo económico es bastante bajo.
14 · Teorías y sistemas políticos
3. SISTEMAS POLÍTICOS DEMOCRÁTICOS
Los sistemas políticos que se basan en el modelo de la democracia liberal
pueden organizarse de formas muy diferentes. Uno de los criterios más utilizados
para llevar a cabo una primera clasificación se fundamenta en las relaciones que se
establecen entre el poder ejecutivo y el poder legislativo, es decir, entre el gobierno
y el parlamento.
Para tipificar las relaciones entre el poder ejecutivo y el legislativo en un
sistema democrático se pueden tomar dos criterios fundamentales que son los que
plantean las preguntas siguientes: ¿Quién elige al jefe del ejecutivo? ¿Cuál es el
grado de dependencia de éste en relación con el legislativo?
Con respecto a la primera pregunta, se dan dos opciones, dado que el jefe
del ejecutivo puede ser elegido tanto por el legislativo (parlamento) como por los
electores. En cuanto a la segunda cuestión, el jefe del ejecutivo o bien puede estar
sujeto a la confianza del legislativo, o bien puede ser independiente respecto de
éste.
Cuando el jefe del ejecutivo es elegido por el legislativo y se encuentra
sujeto a su confianza, se habla de un sistema parlamentario, cuyo caso de
referencia modélico es el Reino Unido de Gran Bretaña y de Irlanda del Norte.
Cuando el jefe del ejecutivo es elegido por los votantes y es independiente de la
confianza del legislativo, nos hallamos ante un sistema presidencialista, cuyo caso
de referencia es el de Estados Unidos.
Parlamentarismo
La mayoría de las democracias del siglo XX se han decantado hacia el
modelo definido por el parlamentarismo. La voluntad general se expresa por medio
del sufragio universal en unas elecciones que sirven para constituir el parlamento,
representante de la nación y en la cual se manifiesta una mayoría y una minoría.
Se dan varias opciones:



El jefe de estado y el jefe de gobierno son personas diferentes. En un sistema
parlamentario el jefe del estado puede ser un monarca (Reino Unido, España,
Países Bajos) o un presidente de la República (Italia, Irlanda, Alemania). Ahora
bien, tanto en una monarquía como en una república, el jefe de estado
simboliza y representa al estado y sus funciones son sobre todo ceremoniales,
aunque en algunos casos, disfruta de alguna potestad más relevante que
resulta establecida en la constitución o en los usos y costumbres de aquel
estado. La diferencia fundamental entre una monarquía y una república
parlamentaria es que en el primer caso, el jefe del estado es vitalicio y su
sucesión se encuentra establecida por la vía hereditaria, mientras que en la
república, el jefe de estado es elegido por la ciudadanía o por sus
representantes.
Existe una relación de mutua interdependencia entre gobierno y parlamento. La
relación entre el poder ejecutivo, representado por el gobierno y el poder
legislativo, identificado por el parlamento, es de interdependencia hasta el
punto de que se suele hablar, en el sistema parlamentario, de la fusión de
poderes, vista la estrecha colaboración existente entre ambos.
El jefe del gobierno y el resto del ejecutivo, el gabinete, forman un órgano
colegiado y responsable ante el parlamento. El poder ejecutivo está
encabezado por el jefe de gobierno, el cual puede recibir denominaciones
diferentes según los estados, de acuerdo con sus tradiciones políticas. Así por
ejemplo en el Reino Unido es el “primer ministro”, en Alemania es “canciller”,
en los Países Bajos es el “ministro-presidente”, y en España es el “presidente
del gobierno”. Las vías mediante las cuales el jefe de gobierno asume las
responsabilidades que le son propias también pueden variar según los estados,
aunque debe disponer, en todos ellos, del apoyo evidente de una mayoría
parlamentaria.
Existen diferencias entre monarquía parlamentaria y república parlamentaria.
En un sistema democrático fundamentado en el parlamentarismo, el único rasgo
Teorías y sistemas políticos · 15
que diferencia una monarquía de una república es que, en la primera, el jefe de
estado lo es por nacimiento (porque la persona hereda según una línea de sucesión
prefijada) y su mandato es vitalicio. En cambio en la república, el jefe de estado lo
es por elección popular (sea directa o indirecta) y por un período de tiempo
limitado.
Ahora bien, sea monarca o sea presidente de república, el papel del jefe de
estado es muy similar. Tiene unos poderes políticos muy acotados, dado que
prácticamente se limita a representar y simbolizar al estado.
El debate sobre la soberanía del parlamento se origina en el momento en el
que se establece que éste representa la nación y se trata de delimitar hasta qué
punto el parlamento es soberano y, en consecuencia, no se halla sometido más que
a su propia voluntad. La postura que defiende la soberanía del parlamento sólo es
dominante en el Reino Unido. Se fundamenta en la doctrina según la cual el
Parlamento británico puede efectuar lo que quiera excepto limitar la soberanía de
su sucesor. En consecuencia, las leyes del Parlamento británico no se hallan
sometidas a ningún control de constitucionalidad.
En el resto de estados apoyados en un sistema parlamentario, que funcionan
con una constitución escrita en un único texto, el parlamento no es soberano. La
soberanía reside en el pueblo, que se ha dotado de una constitución que fija los
poderes que corresponden a las distintas instituciones del estado, entre ellas, el
parlamento. En consecuencia, el parlamento sólo puede llevar a cabo aquello que le
permite la constitución.
Presidencialismo
Es el término que identifica al segundo gran grupo en el que se pueden
dividir los sistemas democráticos atendiendo a las relaciones que se establecen
entre el legislativo y el ejecutivo.
Mientras que en los sistemas parlamentarios, la última y decisiva palabra
corresponde al parlamento, en los sistemas presidencialistas, el jefe del ejecutivo
es independiente del parlamento, dado que el presidente también ha sido elegido
por la ciudadanía y sólo es responsable políticamente ante él mismo.
A pesar de la diversidad interna que también se constata en el grupo de los
sistemas presidencialistas, todos ellos comparten un importante rasgo
característico, que es ser una república, dirigida por un jefe del ejecutivo elegido
por el pueblo.
Un sistema político puede ser clasificado como presidencialista si se dan
simultáneamente las características siguientes:



El presidente es a la vez jefe de estado y jefe de gobierno.
El presidente es elegido por la ciudadanía: a diferencia de los sistemas
parlamentarios, el jefe del ejecutivo es elegido por los ciudadanos por un plazo
de tiempo preestablecido.
El presidente no puede ser destituido del cargo por el parlamento: El presidente
no es parte del legislativo y no puede ser apartado del poder por el parlamento.
Sólo cuando el presidente es acusado de un delito en un proceso penal se
puede iniciar el procedimiento legal especial para destituirlo, como es el caso
de impeachment, en EEUU. Así, en circunstancias normales, la duración del
mandato del presidente es el que marca la constitución.
Siguiendo el ejemplo del único régimen republicano existente entonces, el de
EEUU, las antiguas colonias españolas de América del Sur, a medida que se iban
independizando, aplicaron el modelo presidencialista a los nuevos estados
nacientes. La tradición colonial española, basada en virreyes y capitanes generales,
facilitó la implantación de este modelo. El resultado es que la mayoría de los
sistemas presidencialistas del mundo se encuentran en el continente americano.
Semipresidencialimo, semiparlamentarismo y otros tipos híbridos
Como se ha indicado, la clasificación de los sistemas de gobierno
democrático según el doble criterio de quien elige al jefe del ejecutivo y de si éste
16 · Teorías y sistemas políticos
se encuentra o no sujeto a la confianza del legislativo, preveía la existencia de
cuatro grandes modelos; además de los dos comentados anteriormente
(presidencialismo y parlamentarismo) encontramos:


Semipresidencialismo: es un sistema de gobierno con un ejecutivo dual,
dado que existe un presidente elegido por el pueblo, con poderes que no son
únicamente simbólicos, y un primer ministro elegido por el parlamento dotado
asimismo de poderes ejecutivos. Hay una existencia de un poder ejecutivo
dual, existe elección del presidente de la república mediante sufragio universal
directo lo cual le da una gran legitimidad política y se atribuyen amplios
poderes constitucionales al presidente de la república (Colombia, FIlandia,
Francia, Portugal).
Semiparlamentarismo: Se da cuando el jefe del ejecutivo es un primer
ministro elegido directamente por los ciudadanos, pero que a su vez depende
de la confianza del parlamento para gobernar. El Jefe del estado es una
persona elegida por el parlamento y que cumple las funciones protocolarias y
ceremoniales propias del jefe de estado en un sistema parlamentario. El único
ejemplo de semiparlamentarismo en la actualidad es Israel. Se caracteriza por
que el primer ministro y los miembros del parlamento son elegidos
directamente por los ciudadanos mediante sufragio universal.
Texto elaborado a partir de: Teorías y sistemas políticos
Jordi Sánchez i Picanyol, Eduard Gonzalo Navarro, Jordi Argelaguet i Argemí
Julio 2009

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