Pinceladas de la Historia de los Agustinos Recoletos

Transcripción

Pinceladas de la Historia de los Agustinos Recoletos
Pinceladas de la Historia de los Agustinos Recoletos
Oficialmente los agustinos recoletos nacimos en 1588. El acta fundacional fue la
ordenación 5ª del capítulo que la provincia agustina de Castilla celebró dicho año en
Toledo. 1
Pero, ¿de dónde arranca el espíritu de reforma que se manifestó pujante en el
siglo XVI en casi todas las órdenes mendicantes y que, en la hoy llamada Orden de San
Agustín, cristalizó en la Recolección Agustiniana o Agustinos Recoletos?
Cuando nace un deseo de reforma es indicio de que algo no está funcionando
satisfactoriamente. Los primeros en despertar a este ideal de reforma fueron los
franciscanos en Italia, ya en el siglo XIV, pero pronto se extendió este santo deseo a
otras congregaciones religiosas y a otros países, como España. Y a España hemos de
limitar nuestra charla fundamentalmente, y a los frailes agustinos y agustinos
recoletos.
Una figura clave dentro de esta historia de ansias de reforma entre los agustinos
fue Juan de Alarcón (1395-1451), que hizo sus estudios en Roma, y en Italia se
encendió su espíritu reformador, de modo que el prior general agustino Favaroni le
encomendó introducir en España la reforma que ya se había iniciado en Italia.
El obispo de Valladolid, Roberto Moya, donó a Juan de Alarcón el convento de
Nuestra Señora de los Ángeles o de los Santos en Villanubla (Valladolid), que se
convirtió en cabeza y centro de la congregación de la observancia agustina en España.
En este convento de Villanubla se establecieron las normas por las que se debían regir
los conventos de la observancia. A este convento se le sumaron el de Arenas de San
Pedro, el de Dueñas y Valladolid, y el de monjas de Madrigal de las Altas Torres.
En el capítulo de 1531, celebrado en este convento fue elegido santo Tomás de
Villanueva prior del convento de Burgos; también se eligió prior provincial a Francisco
de Nieva, quien envió a México la primera expedición de misioneros en 1533. En 1545
la iglesia tenía ya un altar dedicado a Nuestra Señora de Gracia, advocación muy
querida en la tradición agustiniana. [Pedro de Villacreces (1350-1422): convento de la
Salceda, en Tendilla, Guadalajara].
En España, en la corona de Castilla, en el siglo XVI los aires de reforma soplaron
con especial fuerza y se vieron favorecidos por el cardenal Cisneros, franciscano,
reformador y gran político, y por una pléyade de grandes personalidades, más o menos
coetáneos, muchos de ellos santos: Juan de Ávila, Ignacio de Loyola, Pedro de
Alcántara, Teresa de Jesús, Juan de la Cruz…, y los agustinos Tomé de Jesús, Tomás de
Villanueva y Alonso de Orozco. El terreno en España era propicio, pues, para los
cambios a una vida espiritual de altos vuelos.
Este relato tiene por objeto no presentar una historia de la Orden de los Agustinos Recoletos, aunque sea
abreviada, sino ofrecer un cuadro marco en que poder situar la conferencia dictada por fray José Manuel Bengoa
Prado, agustino recoleto, con motivo de la presentación del tomo XIII de la Historia General de la Orden de los
Agustinos Recoletos, de modo que los asistentes al acto pudieran con más facilidad seguir tanto la exposición de
fray José Manuel como el origen y la especificidad de la Orden de los Agustinos Recoletos por medio de las
“pinceladas” con que se cuenta una historia de más de cuatro siglos.
El relato es sencillo y lineal; en su afán de simplificación ni siquiera hace mención de la historia de los Agustinos
Recoletos en Colombia ni de la interesante historia de las monjas agustinas recoletas y de las otras congregaciones
que han brotado de las comunes raíces de la Recolección agustiniana a lo largo del tiempo.
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Pero estas figuras habrían quedado solas en sus vuelos cimeros si no hubiera
habido un respaldo social además del oficial o jerárquico.
En la realización de estos ideales dentro de la Orden de San Agustín tuvo un
papel de singular importancia el prior general Jerónimo Seripando (prior general 15381551), y en toda la Iglesia la celebración del concilio de Trento (1545-1563) y la
aplicación de las normas dictadas por este concilio. Además, en España, el rey Felipe II
(reinó entre 1556 y 1598) se mostró siempre favorable a todas las reformas que se
fueron produciendo en las órdenes religiosas y en la Iglesia en España en general.
Los objetivos de Seripando y de los priores generales que le sucedieron se
limitaron a hacer cumplir las Constituciones vigentes. En el capítulo general de 1564 se
acoge la legislación tridentina, pero sin excesivo entusiasmo. Ciertamente que la
aplicación de estas normas tridentinas disminuyó ciertos abusos graves y promovió el
cultivo de la cultura y de los estudios filosóficos y teológicos, pero no satisfacían los
anhelos de los religiosos más celosos, de los espíritus más señeros.
En efecto es en la provincia de Castilla donde cristalizan los profundos deseos de
reforma, que recibe el espaldarazo oficial en el capítulo que esta provincia celebró en
Toledo a principios de diciembre de 1588. En el acta V capitular se reconoce que hay
religiosos más deseosos de la perfección monástica, por lo que, para no oponernos al
Espíritu Santo, determinamos que “se destinen tres monasterios de hombres y otros
tantos de mujeres para quienes desearan abrazar un sistema de vida más austero”.
El consejo provincial quedó encargado de redactar su forma de vida, que realizaría de
hecho fray Luis de León, de modo que el consejo provincial ya pudo aprobar en
septiembre de 1589 la “Forma de vivir los frailes agustinos descalzos”.
No se trataba de una ruptura con la Orden, sino de una reforma impulsada por
los mismos superiores de la Orden y que subraya los elementos típicos de todas las
recolecciones de la época, pero empapadas, sin duda, por el espíritu agustiniano del
amor o caridad. Así, la insistencia en el amor o en la caridad en la Forma de vivir los
frailes agustinos descalzos es clara; comienza así: “Porque el fin del cristiano es la
caridad…” (Prólogo); “Así como nuestro blanco es amar a Dios…” (cap. 1,1); “Del amor
de Dios nace la caridad para con el prójimo…” (cap. 2,1). ¿Cuáles son los otros rasgos
de las recolecciones y presentes más o menos intensamente en la Forma de vivir?:
- Intensificación de la vida contemplativa y comunitaria;
- Acentuación de los rasgos ascéticos, la descalcez;
- Oración y vida recogida / soledad;
- Abolición de toda clase de privilegios y exenciones;
- Proscripción del peculio (propiedad personal) e insistencia en la igualdad
de todos los religiosos;
- Tendencia ascética, materializada en ayunos y disciplinas;
- Pobreza de edificios, celdas y vestuario; pobreza tanto común como
personal.
De la consideración de estos rasgos se deduce cuáles eran los déficits de las
comunidades y frailes de aquel entonces.
La recolección comenzó su decurso vital con garra, pero sin que todo le fuera
fácil. Se fundan nuevos conventos, algunos como casas de formación, lo que sería el
embrión de una autonomía completa respecto a la provincia madre –la de Castilla–. Ya
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en 1602 la Santa Sede desligó los cinco conventos reformados de la obediencia al prior
provincial de Castilla.
Pronto, en 1605, los recoletos van como misioneros a Filipinas, horizonte único
durante tres siglos. Cientos fueron los misioneros agustinos recoletos que, en
ocasiones, aún sin ordenarse, viajaban al archipiélago filipino y allí terminaban sus
días.
A lo largo de los siglos XVII-XIX los recoletos se gobernaron con un vicario
general que, en teoría, estaba bajo la jurisdicción del prior general agustino; en la
práctica gozaba de plenas atribuciones y autonomía.
En 1835 tuvo lugar la desamortización de Mendizábal. Los recoletos perdieron
en España treinta y dos conventos. Solo quedó el de Monteagudo al ser casa de
formación de misioneros para Filipinas.
Las consecuencias de estas leyes fueron calamitosas. Hubo órdenes que
desaparecieron, y la Recolección no estuvo muy lejos.
En 1898 la Revolución Filipina fue otro duro golpe a la congregación agustinorecoleta que estaba rehaciéndose, pues muchos religiosos perecieron y casi todos
tuvieron que salir de Filipinas sin saber qué futuro les esperaba. Pero debajo de las
cenizas había algunas brasas que conservaron el fuego que dio vida a la Recolección,
como los padres Gabino Sánchez y Enrique Pérez, monseñor Toribio Minguella,
obispo de Puerto Rico y de Sigüenza (Guadalajara, España); san Ezequiel Moreno y
otros…
En 1912, el Papa san Pío X otorgó la bula Religiosas familias. En ella concede a
los agustinos recoletos la autonomía jurídica completa respecto a la Orden de San
Agustín.
La historia de los recoletos en el siglo XX, en conjunto, puede caracterizarse de
“fecunda” y de hecho a lo largo del siglo pasado se extendieron por varios países
iberoamericanos, Estados Unidos, Inglaterra, China y Sierra Leona.
La Orden de Agustinos Recoletos cifra ante todo su gloria en que la Iglesia la
reconoce como una familia que tiene por padre a san Agustín, visto al trasluz de la
Forma de vivir haciéndose partícipe del patrimonio espiritual de la tradición
agustiniana; y en que la Iglesia ha aprobado las Constituciones recoletas como norma
de vida que, observadas fielmente y en comunión de hermanos, conducen a la
santidad, o sea, al amor a Dios y al servicio a los demás.
He aquí en unas pinceladas la historia de los Agustinos Recoletos, una historia,
un pasado que, como nos exhorta el Papa Francisco en su Carta apostólica a todos los
consagrados con motivo del Año de la vida consagrada, hemos de mirarlo con gratitud.
Cualquier familia se interesa por su pasado. La familia agustino-recoleta también se
interesa por su pasado, por su historia.
Ya en 1664 un agustino recoleto ilustre, Andrés de San Nicolás, publicó el tomo I
de la Historia General de la Orden de Agustinos Recoletos. Fue el primer cronista, al
que siguieron Diego de Santa Teresa, Pedro de San Francisco de Asís, Pedro Fabo,
Gregorio Ochoa y Manuel Carceller. José Manuel Bengoa es el último recoleto que ha
dedicado su tiempo y esfuerzos, a pesar de otras responsabilidades asumidas, a
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continuar la Historia General de la Orden de Agustinos Recoletos, y ha centrado su
mirada en un trienio: 1891-1894.
En estos cuatro siglos de historia de los recoletos, hubo un periodo de más de
150 años en que no hubo cronista o historiador, y coincidió con la etapa más gris de su
historia. Con esto quiero decir que no es “banal” escribir la historia de una familia
religiosa o no escribirla, sino que ello está denotando interés y vida, y por tanto
agradecimiento al Dios de la historia que actúa por medio de y en los hombres; o
denota incuria corporativa, que, sin pretenderlo, enterrará en el olvido las gestas o el
prosaísmo de la vida, que todo es historia de una familia, y privará a algunas
generaciones del conocimiento de su pasado, con el consiguiente desenraizamiento.
La obra de José Manuel Bengoa es la continuación de los doce tomos
anteriormente publicados y, sin duda, contribuirá a dar a conocer un periodo, breve,
de la historia de los recoletos. Estos tendrán la oportunidad de hacer suyo el deseo del
Papa Francisco: “mirar el pasado con gratitud”. Además esta publicación ayudará a
fortalecer el sentido de “familia” dentro de la Iglesia.
Gracias, José Manuel, por tu labor, y que en la Orden de Agustinos Recoletos no
falte nunca un alma que valore en su justa medida la importancia que tiene conocer y
dar a conocer la propia historia.
Gracias a todos por haberme escuchado.
Madrid, 30 de mayo de 2015.
Fray Marciano Santervás, agustino recoleto
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