El perro de San Roque
Transcripción
El perro de San Roque
El perro de San Roque 12 de diciembre Mientras observaba los cuadros que formaron parte de la exposición “Símbolo franciscano”, del Museo franciscano Fray Pedro Gocial (estuvo abierta desde el 7 al 30 de noviembre), llamó mi atención un cuadro de autor anónimo, en el que se encuentra retratado San Roque, con una de sus piernas llagadas, y muy cerca de él, un perro que lleva en su hocico un pequeño pan. A simple vista, no se entiende la relación existente entre el santo y el animal, mas al investigar la vida de San Roque, se podrá hallar el sentido de la misma. Cuadro de San Roque San Roque nació en Montpellier (Francia) en el año de 1295. Su inclinación hacia la pobreza y humildad, hizo que entregara sus bienes a favor de los más necesitados, para así convertirse en peregrino. Su largo trajinar lo llevó hasta la ciudad de Acquapendente (zona de la Toscana en Italia) y específicamente al hospital de la urbe, para cuidar a los enfermos contagiados por la peste. Según algunos biógrafos, San Roque tenía conocimientos de medicina, de ahí su vocación al respecto. En su deseo de servir a Cristo, hizo lo mismo en otras poblaciones de Italia, como Rímini y Piacenza. Cuenta la historia, que en este lugar San Roque se contagió de la peste, y que en un acto de renuncia y humildad, buscó refugio en un bosque de los alrededores para no infectar a los vecinos. En medio de la soledad y el dolor, un perrito que se dio cuenta de la presencia del santo, iba día tras día a visitarlo con una rosquilla de pan en el hocico para alimentarlo. El astuto animal, obtenía la comida de la mesa de su acomodado amo Gottardo Pallastrelli, quien al darse cuenta del comportamiento de su perro, decidió un buen día seguirlo, para averiguar lo que hacía con el pan. Cuál fue su sorpresa al hallar en la cueva a San Roque, y constatar que éste había sobrevivido gracias a la solidaridad de su perro. Conmovido, Pallastrelli acogió en su casa a San Roque para que se recuperase de su enfermedad. Durante la convalecencia, el perrito siguió atendiéndole con la misma solicitud de siempre. Una vez recuperado, San Roque decidió retornar a Montpellier, mas en un pueblo del norte de Italia, fue detenido baja la equívoca acusación de espionaje. Algunos biógrafos señalan que murió en 1327, tras cinco años de permanecer en la prisión de Angera, ciudad donde fue detenido injustamente. San Roque perteneció a la Tercera Orden de los franciscanos, una rama de la congregación destinada a personas laicas que desean vivir bajo el modelo de San Francisco de Asís. Fue declarado santo por el Papa Gregorio XIII, por su labor a favor de los enfermos de la peste. Es por ello que se lo venera como el santo de las pestes, y el patrón de los animales, especialmente de los perros. En varios países europeos y de Latinoamérica, los fieles encomiendan sus perros a San Roque, para que los libre de las enfermedades. Su fiesta se celebra el 16 de agosto. Estableciendo un puente entre San Roque, y nuestra ciudad, es necesario ubicarnos en la parroquia que lleva su mismo nombre creada en 1595, y ubicada a finales del siglo XVII entre las quebradas de El Tejar por el norte, y la de Ullaguangahuayku por el sur. Posiblemente su quebradiza naturaleza, o su calidad de centro de intercambio y confluencia de distintos señoríos étnicos (en las inmediaciones de San Roque vivió el Auqui Francisco Topatauchi, hijo de Atahualpa), tal como lo señala la historiadora Inés del Pino, motivaron a que los conquistadores españoles decidieran poner el nombre de San Roque a esta parroquia, ya que la diversidad multicultural ymultiétnica, podía a su vez (esta es una conjetura personal) El perro de San Roque propiciar también la presencia de enfermedades de fácil contagio. Este nexo entre pasado y presente, permite realizar varias lecturas. Una de ellas, es que en la actualidad San Roque, como tal, sigue siendo un sector popular del centro de Quito, en donde el comercio tanto formal como informal, promueve la convivencia de personas de diverso origen étnico (la presencia de indígenas en la zona es notable), brindando al sector una diversidad única. Una segunda lectura, es que cuando se camina por sus alrededores, la presencia de perros callejeros llama la atención, por su número y variedad. Unos han logrado adaptarse a esa vida dura y son buenos buscadores de comida, más están también los menos experimentados, que sufren por la inclemencia de las condiciones externas, y por la indolencia ejercida de parte de los pobladores en general. Si San Roque, tal como cuenta la historia fue salvado por un perro, porque no revertir la situación, y crear conciencia a favor de los perros callejeros, que no solo pululan por este sector, sino por todos los rincones de Quito. En lo personal, nunca pierdo la oportunidad de escribir sobre el malestar que siento, ante las vejaciones diarias que soportan estos animalitos en la calle (yo misma tuve la hermosa experiencia de rescatar a un perrito callejero y adoptarlo), y la falta de una política pública que brindes soluciones reales al problema. Sin embargo no puedo negar, que también existen ciudadanos solidarios y generosos, que día a día, y sin ningún apoyo estatal, acogen a los perros callejeros en sus casas, hasta poder ubicarlos en un nuevo hogar. conocimiento adquirido, entiendo a cabalidad lo que significa para la memoria colectiva, esta canción titulada “El perro de San Roque”: El perro de San Roque el perro de San Roque no, no, no, no, no tiene rabo. Porque Ramón Rodríguez, porque Ramón Rodríguez, se, se, se, se se lo ha robado. El perro de San Roque el perro de San Roque no, no, no, no, no tiene cola. Porque se la ha comido, porque se la ha comido la, la, la, la la caracola. El carro de mi tía, el carro de mi tía, no, no, no, no, no hay quién lo mueva. Porque le han robado, porque le han robado, las, las, las, las, las cuatro ruedas. Retornando al punto de partida, cuando analizaba detenidamente el cuadro sobre San Roque, vino a mi memoria, una canción infantil que las religiosas me enseñaron en la escuela, y que cantaba a viva voz, porque su letra alentaba mi imaginación. Ahora gracias a los años y al .org El Otro Quito Susana Freire García Artículo 12 2014