76 BACOA La Piedra de Pinto, estado Aragua. Dibujo

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76 BACOA La Piedra de Pinto, estado Aragua. Dibujo
Bacoa. Revista Interdisciplinaria de Ciencias y Artes. ISSN 2343-5542. Año 1. Vol. 1. N° 1. Enero – Junio, 2011.
Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (UNEFM). Autor: Leonardo Páez. Título: La Avifauna mítica en las representaciones rupestres
venezolanas: el caso de las rapaces nocturnas en la región nor-central, p.p. 76 - 93.
La Piedra de Pinto, estado Aragua. Dibujo Guillermo Diessl.
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Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (UNEFM). Autor: Leonardo Páez. Título: La Avifauna mítica en las representaciones rupestres
venezolanas: el caso de las rapaces nocturnas en la región nor-central, p.p. 76 - 93.
LA AVIFAUNA MÍTICA EN LAS REPRESENTACIONES
RUPESTRES VENEZOLANAS: EL CASO DE LAS RAPACES
NOCTURNAS EN LA REGIÓN NOR-CENTRAL
Leonardo Páez
Sociedad para el Estudio de las Manifestaciones del Arte Rupestre de Venezuela
(SEMARVE)
D
entro del mundo mágico-mítico aborigen encontramos ciertos elementos importantes
relacionados con el búho y la lechuza, rapaces nocturnas del orden Estrigiformes,
puestos en evidencia por algunos investigadores dentro de las manifestaciones
rupestres de la región centro-norte venezolana.
Representan el inframundo nocturno por excelencia, atribuyéndoseles características
asociadas a la muerte y al desastre, aunque también se las suponía dotadas de sabiduría, siendo
utilizadas en la medicina popular y en la magia. Desde épocas prehispánicas eran consideradas
por algunos pueblos indígenas como signo de la muerte y de los malos presagios, y por otros
como el intermediario del inframundo, personificando la fertilidad. Usada por los chamanes
en su contacto con el mundo inmaterial, ofrecían ayuda y protección en la oscuridad.
Uno de los primeros investigadores que relaciona al búho y la lechuza con las
manifestaciones rupestres fue Luis Oramas, quien en 1939 hace referencia a unas grafías
representativas de la “serpiente cascabel devorando una lechuza”, según él ave distintiva de
las tinieblas. La figura de “los ojos de la noche” (la lechuza o búho) la encontramos, siguiendo
las hipótesis de Oramas y continuadas por Hellmuth Straka (Straka, cit. Ydler, verbi, 2007) representada en múltiples diseños rupestres de la región centro-norte venezolana.
Por consiguiente, haremos un intento por abrir camino en la interpretación de las
manifestaciones rupestres venezolanas, esperando ahondar más para la comprensión de este
tema.
PALABRAS CLAVE: avifauna, simbología, rapaces nocturnas, mitología.
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venezolanas: el caso de las rapaces nocturnas en la región nor-central, p.p. 76 - 93.
Introducción
La región montañosa de la Cordillera de la Costa, ubicada en la zona centro-norte
de Venezuela, aloja un importante conjunto de yacimientos de petroglifos, abarcando los
estados Yaracuy, Carabobo, Aragua, Miranda, Vargas y el Distrito Capital. En ésta es común
la observancia de figuras que evocan formas animales, personificadas en reptiles, moluscos,
mamíferos, batracios, peces, aves, entre otras. Dentro de las representaciones de la avifauna,
la personificación del búho o la lechuza, pájaros nocturnos conocidos en el ámbito del valle
Yacimientos de la región Nor-central de Venezuela, según Sujo y de Valencia
del río Vigirima como “Los Ojos de la Noche”, se encuentra extendida por todo este vasto
territorio, particularidad que nos permite vincular la simbología rupestre con elementos
cosmogónicos de nuestros pueblos ancestrales.
La labor de relacionar estas grafías a objeto de dar pasos en su significancia con la
tradición mítica de los pueblos primigenios, da por sentado la irrupción en supuestos que
para nada podemos catalogar de absolutos. Para los estudiosos del tema rupestrológico esta
materia es un camino escabroso en el cual debemos andar con sumo cuidado. En el actual
momento coyuntural que atraviesa el tema rupestre venezolano, es necesario en principio
adelantar la sistematización de la documentación y registro, para luego comenzar con más
fundamentos a hilvanar posibles soluciones en la comprensión de esta vasta simbología.
Dejando asentado lo anterior, este trabajo se inscribe hipotéticamente dentro de las
posibles relaciones entre la simbología rupestre y el mundo mágico-mítico aborigen, línea de
investigación en la cual es imperioso la discusión y el debate, desde diversos puntos de vista,
para obtener conclusiones aproximadas a una interpretación satisfactoria de la cosmovisión
prehispánica. Queda a su vez, intensificar la búsqueda de información en fuentes de primera
mano que den peso o validen las aseveraciones que en un primer intento aquí se expresan.
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Características de búhos y lechuzas
Las lechuzas y búhos, por lo general aves que el común de la gente confunde y
relaciona, conforman el orden de las rapaces nocturnas. Se encuentran diseminadas por
casi todo el planeta. Son grandes cazadores, de hábito nocturno y solitario. Se alimentan
generalmente de pequeños mamíferos, insectos y otras aves, aunque algunas especies se
especializan en la pesca. Sus ojos y oídos permiten diferenciarlos de las demás especies:
los primeros son muy grandes y están orientados hacia adelante, como entre los mamíferos
ocurre con los primates, rodeados por un gran disco de plumas, fijado su extensión por un aro
de plumas pequeñas, duras y rizadas.
Aunque los búhos tienen visión binocular, es decir, al mirar intervienen simultáneamente
los dos ojos, éstos están fijos en su lugar y tienen que girar toda su cabeza para ver hacia
otra dirección, facilitado por un cuello relativamente largo y flexible, que les permite girar la
cabeza hasta 270 grados. En cuanto a los oídos, son muy grandes y presentan en el exterior
notables repliegues de piel, como si tendiesen a formar una oreja, con la particularidad de
que ésta ofrece a cada lado, en la mayor parte de los casos, formas distintas. Su plumaje
es muy espeso y blando, con una mezcla de diversos matices amarillos, rojizos, pardos y
negros. Los huevos que ponen las hembras son casi esféricos, y absolutamente blancos. Sus
nidos son elementales y pueden estar situados en árboles, cuevas, escondrijos e inclusive en
caballerizas.
Mitos y leyendas de las rapaces nocturnas
Muchos son los mitos y leyendas a lo largo de la historia alrededor de las rapaces
nocturnas, documentados en el folclore de los pueblos y que han llegado hasta la actualidad.
Tanto el Búho como la Lechuza se han visto afectados por estas historias, que de acuerdo
al área geográfica y la cultura han tenido diferentes interpretaciones. El temor a la muerte
siempre ha sido el principal generador de mitos, y las lechuzas fueron las aves de la muerte
en el antiguo Egipto, India, China, Japón y gran parte de América. Varias particularidades
de la fisiología de estas aves han favorecido la indeseable reputación que sufren: sus hábitos
crepusculares y nocturnos, sus cantos y reclamos misteriosos y la mirada fija, casi humana,
de sus grandes ojos. Se le atribuyeron características asociadas a la muerte y al desastre,
aunque también se las suponía dotadas de sabiduría y se utilizaban en la medicina popular y
en la magia.
Mitos fuera de América
Fuera de las tierras americanas los relatos, mitos y leyendas sobre búhos y lechuzas
son ricos y variados. En la Grecia clásica han sido asociadas con el conocimiento y la cultura,
quizás debido a su penetrante mirada. En el mundo antiguo griego a la lechuza se le vinculaba
con Tropos, siniestra deidad que partía el hilo del destino. Aparece en el escudo de Atenas y
también en sus monedas. Los atenienses adoraron tanto a la lechuza, que no había templo,
palacio, calle, plaza, ni esquina donde no existiese una efigie, retrato o pintura, inclusive en
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sus banderas. En la fábula de Esopo “La lechuza y los pájaros” es considerada como un ave
inteligente y por ello estaba consagrada a Atenea (Charro Gorgojo, 1997).
En los jeroglíficos egipcios, la lechuza alude a la muerte, la noche, el frío y la pasividad.
También se refiere al reino del sol muerto, es decir, del sol bajo el horizonte, cuando atraviesa
el lago o el mar de las tinieblas (Op. Cit.).
El búho y la lechuza tienen presencia en la Biblia, habitualmente en condiciones de
ruina y desolación. Así, en un fragmento del libro de Isaías, capítulo 34, versículos 11, 14 y
15 leemos:
“Se adueñarán de ella el pelícano y el erizo, la lechuza y el cuervo
morarán en ella; y se extenderá sobre ella cordel de destrucción, y
niveles de asolamiento (…) las fieras del desierto se encontrarán
con las hienas, y la cabra salvaje gritará a su compañero; la
lechuza también tendrá allí morada, y hallará para sí reposo.
Allí anidará el búho, pondrá sus huevos, y sacará sus pollos, y los
juntará debajo de sus alas; también se juntarán allí buitres, cada
uno con su compañera”;
Y en los Salmos 102, 6 dice:
“Soy semejante al pelícano del desierto; Soy como el búho de las
soledades”.
Además están incluidos como animales impuros según las prescripciones que dio
Jehová a Moisés, constituyendo desde antiguo las aves por antonomasia de anuncios siniestros.
Los bestiarios, tratados escritos en prosa o verso de la época medieval que contienen la
descripción de animales reales o fantásticos así como los rasgos humanos que ejemplifican,
insisten en la suciedad del búho basándose en una cita del Deuteronomio 14: 15, donde se
habla de las aves impuras que no pueden comerse: “el avestruz, la lechuza, la gaviota y el
gavilán según sus especies” (Op. Cit.). La preferencia de este animal por la oscuridad es
descifrada por el cristianismo como un rechazo a las doctrinas de Jesús.
Mitos americanos
En América son muchos los casos en donde los mitos relacionados con el búho y
la lechuza son duales; independientemente del origen de la leyenda, se le asocia con dos
conceptos normalmente opuestos. Así, para ciertos grupos indígenas Norteamericanos, el
búho ofrecía al ser humano protección y ayuda en la oscuridad, mientras que en otras se
consideraba mensajero de la muerte.Simbolizaba poder pero negativo, utilizado por muchos
chamanes y jefes de clanes para aumentar su poder y grandeza solo para su provecho.
En el mundo Maya le creían el intermediario del inframundo y a su vez personificaba
la fertilidad. Los Señores del Inframundo maya encomendaron a las lechuzas cuidar un campo
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con árboles floridos para que no robaran
sus flores los Gemelos; éstas no fueron y
enviaron a las hormigas arrieras, quienes no
se conformaron con hurtar las flores, sino
que también partieron con sus mandíbulas
las alas y las colas a las lechuzas sin que
se dieran cuenta. Como escarmiento, los señores del inframundo desgarraron la
boca a las lechuzas y por esta razón la
tienen rajada.
En México al búho se le conoce
como Tecolote o Teco y desde tiempos
prehispánicos era considerado como signo de la muerte y de los malos presagios, representando
a varios dioses principalmente del inframundo en la mayoría de las culturas del México
antiguo.
En el folclore de Chile y parte de Argentina los búhos y lechuzas son considerados
un tipo de “ave agorera” (ave de mala suerte); siendo relacionados con el mito del temido
Chonchón. Originalmente en la cultura Mapuche, la leyenda refiere como Chonchón a la
transformación que efectuaría el Calcu, el cual practica la hechicería con la ayuda de los
espíritu wekufe. Más adelante la metamorfosis a Chonchón sería relacionada al poder de
las hechiceras y brujos que sirven al demonio. El Chonchón se presenta como una rara ave
de plumas color gris ceniciento, formada a partir de una espantosa cabeza humana, de la
que nacerían garras afiladas y unas desproporcionadas orejas que usa como alas para volar,
emitiendo un funesto chillido.
Entre los Ona, pueblo prehispánico chileno que habitaba la zona del archipiélago
de la Tierra del Fuego, la lechuza nacería por una mujer (Kuumits), la cual estaba casada
con Chiep (gorrión), inclinado a comer carne de guanaco (mamífero rumiante sudamericano
emparentado con la llama y la alpaca). A la esposa no le gustaba esa carne, por lo que mató a
su cuñado para comérselo. Cuando el consorte retornó a la casa, no encontró a su hermano,
descubriendo lo sucedido. Kuumits se convierte así en lechuza y en la noche escapa riendo,
burlándose por lo hecho.
Entre los Moche, pueblo amerindio cuya civilización se desarrolló en la costa norte
del Perú, el búho, muchas veces representado por este pueblo en distintos soportes como la
cerámica y el metal, fue reverenciado como uno de los entes que ayudan al chamán en su
viaje al mundo sobrenatural, siendo posible observarlo tanto en su forma más realista, como
en su metamorfosis hombre-búho, emparentado estrechamente al mundo sagrado y a la clase
gobernante, como imagen del poder sacro que permite a ciertos hombres relacionarse con
elementos sobrenaturales.
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En la cosmogonía de las naciones Caribe-Tupí-Guaraní, el Primer Padre, Ñamandú,
le encarga la labor a la lechuza de ser la dueña de la noche y las tinieblas, cuando concluye
el acto de creación. Un mito guaraní relata que Pa-pamirí –creador de la nueva tierra–,
convertido en lechuza, golpea con sus alas a una niña púber que vivía en el centro de la tierra,
dando nacimiento a Paí, el gemelo señor del cuerpo resplandeciente, el sol (Fundación OGA,
2003: 4). El indígena tupí de las llanuras amazónicas reverencia a las lechuzas porque ellas
devoran las cobras solapadas y funestas que se deslizan por los plantíos inyectando la muerte
con su colmillo hueco.
Las rapaces nocturnas y su representación
en las grafías rupestres de la región norcentral venezolana
Los primeros intentos de identificación de rapaces nocturnas en las manifestaciones
rupestres de la región centro-norte venezolana del que tenemos conocimiento pertenecen al
investigador Luis Oramas (1939: 210). En una descripción detallada del yacimiento Piedra
Pintada y los alineamientos pétreos del valle de Vigirima, escribiría lo siguiente:
“…Arriba de este petroglifo hay otro curioso, que tiene trazada
una serpiente cascabel (Crotalus horridus); del tamaño natural, en
posición de caminar, agitando el cascabel al devorar una lechuza
(ave representativa de las tinieblas). La figura de serpiente se
repite varias veces en otras piedras de esta agrupación…”
Con respecto a esta descripción hecha por Oramas, Marc de Civrieux en su libro
“Watunna. Un ciclo de creación en el Orinoco” (1992: 2, 80-82) describe igualmente una
lucha entre estos dos animales mitológicos, la serpiente y la lechuza, donde sale triunfante
esta última. El mito relata que Fri’mene, la hermana joven y bonita de Nuna, la Luna,
escondió en su vagina a Huehanna –el huevo con cáscara de piedra que contenía los espíritus
personales y eternos de los hombres terrestres por nacer– para salvar a los hombres de su
temible hermano, quien había robado Huehanna de Kahuña –el Cielo– haciéndose pasar por
Wanadi, el hijo del Sol:
“–no puede ser que se los coma. Los voy a salvar, los voy a
guardar para mí. No quiero devolverlos a Wanadi. Voy a criarlos,
a empollarlos. Seré su madre– así pensó la muchacha cuando vio
Huehanna. No dijo nada, pensó nada más”.
Huyendo de Nuna se convirtió en Hui’io, la gran culebra, dueña del agua. Wanadi,
molesto porque habían robado su Huehanna fue en busca de la muchacha, pero no la encontró.
Entonces encomendó a su hermano Mudo, el espíritu familiar de los huhais terrestres (los
brujos o chamanes), para que la encontrara. Mudo llamó a su amigo Höhottu –la pavita– para
que lo ayudara, se cambiaron en aves nocturnas (lechuzas) y comenzaron a gritar, llamándola:
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La serpiente Cascabel devorando a una lechuza. Dibujo de Luis Oramas.
Hui’io flechada por los cazadores. Dibujo de Manuel Velásquez (Dawaschuwa)
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Petroglifos de Cerro Pintado. Foto: Colección CINAP-GAN
Petroglifo de Piedra Pintada asociado a las rapaces nocturnas. Foto: Leonardo Páez
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“Se cambiaron los dos en aves nocturnas. Toda la noche,
llamaron, chillaron. Llegó aquella. Cuando amaneció, salió del
agua, se alzó sobre el río, altísima diciendo: –Llegué–. No era
aquella muchacha la que llegó, sino la Gran Serpiente Hui’io”.
Pero cuando la muchacha llega al amanecer convertida en la gran serpiente, Mudo y
Hohottu no la reconocen. Al presentarse ésta como la muchacha, Mudo le pidió que devolviera
Huehanna, la cual ella se negó; ahora Mudo y Hohottu llamaron a la gente para perseguir y
matar a Hui’io; fabricaron arcos, flechas, lanzas. Ellos les daban órdenes a todos. Así empezó
la primera cacería, matando a la gran serpiente y comiendo su cuerpo, siendo la primera vez
que comían carne
“Los cazadores fueron a flechar la Gran Serpiente: eran
muchísimos los que dispararon, al mismo tiempo; sus flechas
volaron; ahora Hui’io parecía un puerco espín con todas las
flechas clavadas en el cuerpo. Se desplomó, aflojó Huehanna.
Huehanna salió disparada en el aire”
Pero la Gran Serpiente Hui’io no murió, debido al gran poder que tenía. Se fue a vivir
a lo más alto del Cielo, dueña del lago Akúena, de la vida eterna, de la juventud eterna. Es así
como en el principio de los tiempos Mudo y Hohottu, las aves nocturnas, fueron los guías de
las primeras gentes:
“Mudo, Hohottu, las aves nocturnas, fueron los jefes de aquella
gente, en el principio…”
Son recurrentes los diseños que evocan formas de serpientes en las representaciones
rupestres, motivo que puede protagonizar una investigación profunda más adelante. En el
estado Amazonas, a doce kilómetros de Atures, se encuentran unos grabados de tamaño
monumental, localizados en una muralla de roca vertical de grandes dimensiones donde hay,
según Civrieux, una representación de 30 metros de largo de Hui’io, la Gran Serpiente, dueña
de las aguas, de los mawadi (seres sobrenaturales de los ríos) y del Arco Iris, diosa de las
lluvias, de la fertilidad de la Tierra y las mujeres:
“una representación pictográfica de la Gran Serpiente
emplumada, Dueña de las Aguas y de la vida terrestre se encuentra
a 12 kilómetros de Atures, Alto Orinoco, fue descubierta por
Chaffanjon hace un siglo” (Op. Cit.: 245).
Siguiendo con Oramas en su descripción de algunos glifos de Piedra Pintada, en otro
pasaje de su obra leemos:
“…Frente a esta muralla, interceptada por la quebrada seca y
un antiguo camino en la afloración esquistosa, hay interesantes
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grabados artísticos distintos a los anteriores, donde se observan
manos, círculos radiados y signos complejos (…); en una parte
de estas series se ve la lechuza, esa ave parece que formó parte
del tema mitológico de los indios de Mariara y Tacarigua;” (Op.
Cit.: 214).
Aunque Oramas no deja pistas fehacientes sobre la ubicación del diseño en
referencia, damos por cierto que detalla una grafía localizada en la denominada estación tres
del Complejo Arqueológico, hoy convertido en museo. Haciendo un análisis descriptivo,
el diseño se compone de dos puntos rodeados de círculos, encerrados éstos por dos líneas
que bordean el contorno, toda esta ejecución realizada dentro de una depresión artificial de
la roca, característica que no es recurrente en los petroglifos; acompañando y fuera de la
depresión se encuentran varias líneas paralelas unidas entre sí por una línea curva.
Compartiendo la propuesta de Oramas, encontramos analogías de las grafías
anteriormente descritas del yacimiento Piedra Pintada con los grandes ojos del búho o
lechuza, afirmación que se refuerza con los reportes de este diseño en otras áreas de la región
centro-norte, como es el caso de la parroquia Carayaca del estado Vargas (Rojas y Thanyi,
1992), en los alrededores de la Colonia Tovar del estado Aragua (Szabadics, 1997: 147) y la
Cuenca del río Cepe, municipio Mariño del estado Aragua (recolectado en trabajo de campo
realizado en conjunción con el investigador arqueológico Gustavo Pérez). Siendo estas aves
actoras del mundo mágico-mítico aborigen, quienes les otorgaban dotes negativos o positivos
dependiendo el grupo étnico, no sería descabellado pensar en consecuencia su representación
en las manifestaciones rupestres.
Por ejemplo, dentro de la tradición mítica de los autodenominados so’to (makiritares)
de la región amazónica venezolana, la lechuza es un “pájaro mítico nocturno de grandes
poderes y sabiduría; reside junto con Mudo y Höhottu en Matawahuña, la casa celestial de
los pájaros. Amigo de Wanadi y poderoso auxiliar de los huhai” (Civrieux, Op. Cit.: 263).
En otro pasaje del libro “Watunna…” (Op. Cit.: 222) se relata cómo la lechuza (Tawadi)
junto con Mudo y Hohottu ayudan a Medatia (el primer huhai humano después de Wanadi)
a curarse:
“Llegó a Matawahuña, a la casa de los Tres Pájaros, donde viven Mudo, Hohottu y
Tawadi los parientes de Wanadi. Con la ayuda del Kaahi sacó los venenos de su cuerpo. Su
cuerpo todavía estaba muy lejos, flotando sobre el akúena. El akato de Medatia regresó a su
propio cuerpo, lo despertó, hizo que se levantara. No estaba muerto…”.
En Piedra Pintada, encontramos una grafía fuertemente trazada que es motivo de
admiración para las personas que visitan este hermoso y místico paraje; nos referimos a
“Los Ojos de la Noche”, diseño que encontramos su análogo en el estado Amazonas, en
el yacimiento conocido como “Laja del Tigre”, entre el río Ocamo y el río Padamo (De
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“Los Ojos de la Noche”.
Foto: Leonardo Páez.
Petroglifo “Laja del Tigre”.
Petroglifo de la Colonia Tovar. Fuente: Arqueología de la Prehistoria de Venezuela
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Petroglifos de la Piedra de la Luna, cuenca del río Cepe, estado Aragua
Por ejemplo, dentro de la tradición mítica de los autodenominados so’to (makiritares)
de la región amazónica venezolana, la lechuza es un “pájaro mítico nocturno de grandes
poderes y sabiduría; reside junto con Mudo y Höhottu en Matawahuña, la casa celestial de
los pájaros. Amigo de Wanadi y poderoso auxiliar de los huhai” (Civrieux, Op. Cit.: 263).
En otro pasaje del libro “Watunna…” (Op. Cit.: 222) se relata cómo la lechuza (Tawadi)
junto con Mudo y Hohottu ayudan a Medatia (el primer huhai humano después de Wanadi)
a curarse:
“Llegó a Matawahuña, a la casa de los Tres Pájaros, donde viven Mudo, Hohottu y
Tawadi los parientes de Wanadi. Con la ayuda del Kaahi sacó los venenos de su cuerpo. Su
cuerpo todavía estaba muy lejos, flotando sobre el akúena. El akato de Medatia regresó a su
propio cuerpo, lo despertó, hizo que se levantara. No estaba muerto…”.
En Piedra Pintada, encontramos una grafía fuertemente trazada que es motivo de
admiración para las personas que visitan este hermoso y místico paraje; nos referimos a “Los
Ojos de la Noche”, diseño que encontramos su análogo en el estado Amazonas, en el yacimiento
conocido como “Laja del Tigre”, entre el río Ocamo y el río Padamo (De Valencia y Sujo,
1987: 333), casualmente área mitológica de los Makiritares. En el trabajo de Civrieux (Op.
Cit.: 56) los Makiritares mencionan dentro de sus relatos míticos la presencia de grabados en
el raudal Tukudi del río Kunukunuma, como se constata en el siguiente fragmento que relata
un encuentro entre Kaweshawa, hija del dueño de los peces de Kasuruña, pueblo subacuático
de las cabeceras y raudales del Kunukunuma, y Wanadi, el hijo del Sol:
“…Ella mira el collar y lo agarra. Ella mira el collar, lo agarra,
lo jala. El aguanta en la orilla, se cuadra y afinca sus pies, deja
impresas sus huellas en la roca. No se han borrado; todavía se
ven a la orilla de Tukudi…”.
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venezolanas: el caso de las rapaces nocturnas en la región nor-central, p.p. 76 - 93.
Valencia y Sujo, 1987: 333), casualmente área
mitológica de los Makiritares. En el trabajo
de Civrieux (Op. Cit.: 56) los Makiritares
mencionan dentro de sus relatos míticos la
presencia de grabados en el raudal Tukudi
del río Kunukunuma, como se constata en el
siguiente fragmento que relata un encuentro
entre Kaweshawa, hija del dueño de los
peces de Kasuruña, pueblo subacuático de
las cabeceras y raudales del Kunukunuma, y
Wanadi, el hijo del Sol:
“…Ella mira el collar y lo
agarra. Ella mira el collar, lo
Petroglifo de Cagüíta, estado Vargas.
agarra, lo jala. El aguanta en
Fuente: Rojas y Thanyi
la orilla, se cuadra y afinca sus
pies, deja impresas sus huellas en la roca. No se han borrado;
todavía se ven a la orilla de Tukudi…”.
No obstante el río Kunukunuma estar contiguo a los ríos Padamo y Ocamo, a la
margen derecha del alto Orinoco, la fuente consultada no menciona relaciones entre el
petroglifo de la “Laja del Tigre” con la mitología makiritare. Se presenta entonces el reto de
encontrar en las fuentes orales que perviven en esta región amazónica posibles filiaciones
entre esta representación y Tawadi, el pájaro mítico nocturno mencionado en la mitología de
esta etnia, habitantes desde épocas prehispánicas de las tierras ubicadas al margen derecho
del río Orinoco, entre los ríos Kunukunuma, Iguapo, Padamo, Alto Ventuari y Alto Caura
(Civrieux, Op. Cit.: 11).
En una zona aledaña a la Colonia Tovar (Szabadics, Op. Cit.: 179) y en otra de la Cuenca
del río Cepe, ambas en la vertiente norte de la Cordillera de la Costa del estado Aragua, área
por lo demás de gran concentración de yacimientos rupestres como hemos podido constatar
en varias incursiones de campo (algunas acompañadas con el investigador arqueológico
Gustavo Pérez), se encuentran unas rocas grabadas con grandes semejanzas entre sí. Ambas
reproducen figuras que en un análisis clasificatorio preliminar podrían traducirse como rostros
solares, es decir, astero-antropomorfas. Sin embargo, realizando comparaciones con la forma
del rostro de las rapaces nocturnas, bien podríamos especular en cuanto a su parecido con
estas aves. En ese sentido, y tomando como referencia la mitología makiritare (Civrieux, Op.
Cit.: 81), cabría preguntarse: ¿serán estos grabados representaciones de Mudo, el hermano de
Wanadi, y su amigo Höhottu, la pavita, cambiados los dos en aves nocturnas, o de Tawadi, la
lechuza, habitantes de Matawahuña, la casa celeste de los pájaros?. La respuesta absoluta o
definitiva a esta interrogante es todo un desafío para futuras investigaciones.
En el sector de la Hacienda El Limón, ubicada en la Cuenca hidrográfica del río
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Bacoa. Revista Interdisciplinaria de Ciencias y Artes. ISSN 2343-5542. Año 1. Vol. 1. N° 1. Enero – Junio, 2011.
Universidad Nacional Experimental Francisco de Miranda (UNEFM). Autor: Leonardo Páez. Título: La Avifauna mítica en las representaciones rupestres
venezolanas: el caso de las rapaces nocturnas en la región nor-central, p.p. 76 - 93.
Grafía del petroglifo de Pinto.
Dibujo Guillermo Diessl.
Comparaciones del petroglifo de Pinto con simbología mesoamericana, según Diessl y León.
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venezolanas: el caso de las rapaces nocturnas en la región nor-central, p.p. 76 - 93.
Comparaciones de grafías del estado Aragua
con escritura maya de Guatemala, según Szabadics
homónimo, en la parroquia Carayaca del estado Vargas (Rojas y Thanyi, Op. Cit), se
encuentra un importante conjunto de petroglifos que convierte a este hermoso paraje de
la vertiente norte de la Cordillera de la Costa en uno de los sitios importantes del país en
cuanto a cantidad, variedad y estética de las grafías se refiere. Al parecer las exploraciones
de campo y el trabajo de rescate y difusión desarrollados en la zona por el investigador del
tiempo prehispánico del Museo Marapa, Alexi Rojas, arrojan nuevos hallazgos que pronto
tendremos a disposición a través de publicaciones científicas (Rojas, Verbi, 2005). En este
sector, a trescientos metros sobre el nivel del mar (m.s.n.m.) por la carretera hacia la ensenada
de Puerto Cruz, se encuentra la aldea campesina de Cagüíta. Allí están reportadas tres rocas
grabadas (Rojas y Thanyi, Op. Cit: 94-96), entre ellas una conocida por los lugareños como la
“Piedra de los muñecos”, donde en posición vertical están dos figuras que evocan, a nuestro
parecer, representaciones de las rapaces nocturnas. De forma “casual” observamos que al
igual que en las representaciones de Cepe y Colonia Tovar interpretadas hipotéticamente
según la mitología makiritare, encontramos nuevamente un par de estas representaciones.
En las afueras del poblado de La Victoria, en la vía hacia la Colonia Tovar, en el
piedemonte de la vertiente sur de la Cordillera de la Costa y valle del río Aragua (Diessl y
León, 1968: 255), se encuentra una roca grabada de casi seis metros de largo por dos y tantos
de ancho, conocida como la “Piedra de Pinto”. Según el trabajo de Diessl y León (Op. Cit.:
255-259) en la cual dividieron la superficie grabada en cuatro campos, en el tercero de éstos
y con el número veintiuno encontramos un diseño descrito de la siguiente manera:
“Un círculo con cuatro líneas curvadas en su interior y dos
círculos superpuestos, con puntos centrales en la parte superior”.
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venezolanas: el caso de las rapaces nocturnas en la región nor-central, p.p. 76 - 93.
Más adelante, en el mismo estudio, se encuentra la siguiente
referencia:
“...De seguidas encontramos otra figura bastante importante: un
gran círculo con otros dos más pequeños insertos. Este dibujo
es la forma básica de una variedad de jeroglíficos Mayas.
Aunque la semejanza es muy grande, puede tratarse de una pura
coincidencia…”.
Diessl y León hacen comparaciones entre esta figura y algunos dibujos y glifos
presentes en vasos de la región mesoamericana, asentando la posible existencia de un
contacto “precolombino” entre ambas regiones (Op. Cit.: 268,269); en este sentido Szabadics
también hace una comparación entre la escritura Maya de Guatemala y algunos petroglifos
encontrados en el municipio Tovar del estado Aragua (Op. Cit.: 185). Sin embargo, los autores
citados que trabajaron la “Piedra de Pinto” no aluden las terribles semejanzas existentes entre
el diseño “21” y las rapaces nocturnas, motivo de este estudio.
En una información suministrada por Eva Hoffle, de la Fundación para el Rescate,
conservación, estudio y Divulgación de Restos Culturales Prehistóricos (fundaprehistoria),
correspondientes a unos dibujos esquemáticos preliminares de unos petroglifos de la Cuenca
del río Cepe, sitio digno de un espacio en el parnaso rupestre venezolano y que requiere de
mayor investigación, observamos varios caracteres de indudable parecido con las rapaces
nocturnas, en especial uno que guarda amplias similitudes con el petroglifo antes mencionado
de la “Piedra de Pinto”.
Conclusiones
Las Rapaces Nocturnas por sus hábitos, cantos, entre otras funciones orgánicas, han
cautivado la imaginación popular y documentada en el folclor de todas las culturas
del mundo, atribuyéndosele características duales.
• Dentro de los relatos míticos de los pueblos originarios venezolanos encontramos
relaciones con las Rapaces Nocturnas, por lo que no sería extraño su representación
en la simbología rupestre.
• Es importante continuar en la búsqueda de información en fuentes de primera mano
que validen las propuestas de interpretación aquí expresadas.
• Para el estudio rupestre venezolano es imperioso las labores de documentación y
registro, a la vez de coadyuvar en su defensa, tarea que se presenta ineludible y urgente
para la preservación en el tiempo de este legado histórico, herramienta importante
para la reconstrucción del pasado prehispánico venezolano.
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Bacoa. Revista Interdisciplinaria de Ciencias y Artes. ISSN 2343-5542. Año 1. Vol. 1. N° 1. Enero – Junio, 2011.
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venezolanas: el caso de las rapaces nocturnas en la región nor-central, p.p. 76 - 93.
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Recibido: 25 de marzo de 2010.
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