1a11
Comentarios
Transcripción
1a11
La función del falo en Psicoanálisis (2006) Debemos escuchar en el corazón del síntoma el silencio de lo escrito J. Aleman En principio en la enseñanza de Lacan el falo será el objeto alrededor del cual se verá comprometida la castración como acción simbólica efectuada por un agente real siendo imaginario su estatuto. Será el símbolo de la potencia, de la vida. Este símbolo lo vamos a abordar a partir del esquema elaborado por Lacan en diciembre de 1957, en su escrito “De una cuestión preliminar a todo tratamiento de la psicosis”, el esquema R, aquí Lacan intentará abordar cómo se construye la realidad en el ser Humano. Podemos comenzar por el triángulo llamado simbólico, el cual tendrá la relación MadreNiño, la cual será legalizada a partir del tercer vértice que es P, lugar del Nombre del Padre en la batería de significantes de A. Aquí debemos aclarar estos términos, en principio P, será el significante del Nombre del Padre y A será definido como el lugar desde donde el sujeto está condicionado; de otra manera para decir lo mismo, “la condición del Sujeto (Neurosis o psicosis) depende de lo que tiene lugar en A”(Pág.530). Hay que ver aquí el esquema presentado al principio, el esquema Z (S, su inefable y estúpida (béance: boquiabierto, no sólo hiancia) existencia; a, sus objetos; a’, su yo, a saber lo que se refleja de su forma en sus objetos; A, el lugar donde puede planteársele la cuestión de su existencia). Lacan dirá que lo que se desarrolla allí (en A) está articulado como un discurso (el inconsciente es el discurso del Otro), el sujeto se interesa en él, por ser parte interesada, por ser-entre, Inter-ser, va a ser entre los elementos del discurso, entre los significantes del discurso del Otro. Luego de este esquema, Lacan va a establecer: “Es una verdad de experiencia para el análisis que se plantea para el sujeto la cuestión de su existencia (…) “¿Qué soy ahí?”, referente a su sexo y su contingencia en el ser, a saber que es hombre o mujer por una parte, por otra parte que podría no serlo, ambas conjugando su misterio, y anudándolo en los símbolos de procreación y de la muerte”(Pág. 531) Para empezar a aclarar, cuando Lacan habla de procreación no tiene que ver con la gestación (animal) sino con la creación ex-nihilo, sólo posible a partir del símbolo del Padre; por otra parte y con respecto a la muerte, se puede pensar que el significante, de por sí mata la cosa en su naturalidad, lo que denominará segunda muerte. La función simbólica del padre que él denomina Nombre del Padre, es la de ser el representante original de la autoridad de la ley (se debe creer), mientras que la madre es el sujeto real que encarna al Otro. Autoridad, en su raíz indoeuropea, tendrá desde el latín auctor, el significado de productor, creador, antepasado, abuelo, padre, fundador. Y a su vez dicho vocablo latín proviene de augur, que significaba sacerdote, quien daba los presagios favorables. Augur era un título oficial de sacerdote-magistrado, articulando en sí mismo lo religioso y lo legal. Así puede entenderse la frase de Lacan en “Subversión del Sujeto y dialéctica del deseo”: “Lo dicho primero decreta, legisla, aforiza, es oráculo, confiere al otro real su oscura autoridad”. Así mismo se deberá diferenciar el padre como “atta”, del padre como “pater”. El segundo es una función desaparecida en la estructura social y cultural de occidente, su diferencia con atta ya no se realiza en las lenguas modernas. Debido a no existir las fratrías, que eran organizaciones de hermanos, phrateres, que compartían un pater de origen mítico divino. Ese sistema daba prescripciones y proscripciones matrimoniales, es decir, interdicción del incesto y la exogamia, sobre la base de la nominación originada en el pater. Estos hermanos no coincidían con los adelphos, que eran los que surgían del mismo seno materno. El padre era una divinidad original imposible de ser confundida con ningún padre nutricio. En el mismo sentido se puede diferenciar para entender lo que Lacan llama orden simbólico (propiciado por significante del Nombre del Padre), es decir la ley como “thémis”, de la ley como “díke”. Thémis será la ley como orden moral y religioso, el derecho familiar; siendo en cambio díke la enunciación formal de la norma, el derecho interfamiliar e intertribal. La primera se articula al vocablo latino fas, que se articula la trasgresión que produce lo nefasto y el segundo a “ius” relacionado con la justicia. Lo forcluído en la psicosis será el orden simbólico, como fas o thémis, u “ordo rerum”, el orden de las cosas, idéntico al orden de la realidad. También habla de los misterios, y aquí Lacan si bien remite al falo, el mismo estatuto que el dá a los misterios, hace que debamos tomar no el falo que aparece en este esquema como imaginario (φ), sino el falo simbólico (estatuto del falo retomado desde el comienzo de su escrito sobre “La significación del falo”; detengámonos entonces en los misterios para entender un poco el paso de un registro al otro. Las preguntas por el sexo y la contingencia del ser, planteadas desde el lugar del A, desde su A, anudan sus misterios, con los símbolos de procreación y muerte. Debemos diferenciar el misterio por ejemplo del enigma o acertijo, recordemos la esfinge de Tebas, ella planteaba enigmas. El misterio no tiene respuesta, nunca podrá ser respondido. Los misterios articulan una serie de cuestiones referidas al falo, ellos remiten a las prácticas religiosas secretas más antiguas, vinculadas al sentido de lo oculto o escondido de un símbolo. Estas religiones de los misterios se desarrollaron entre el Siglo VI AC. y el siglo VI DC; aunque pueden ubicarse en primitivas culturas agrícolas estos ritos asociados, muchos de ellos, al símbolo fálico. Estos cultos paganos serán combatidos por el Cristianismo, pese a que en los primeros tres siglos de la era cristiana fue donde se realizó la mayor parte de la constitución del dogma y los rituales del cristianismo. Así que, incorporó muchos ritos que son nombrados como misterios, el bautismo, por ejemplo. Los términos iglesia (asamblea de misterios) o sacramentos (santos misterios) reproducen su incorporación al dogma cristiano. Además hay en el cristianismo diversos misterios reconocidos, la encarnación, la trinidad, la resurrección, etc. Las religiones de los misterios eran entonces cultos secretos, reservados sólo a los iniciados, eran religiones iniciáticas. Los que participaban de estas experiencias religiosas místicas, suponían obtener la inmortalidad o la resurrección, también suponía en algunos casos el contacto con divinidades, cosa que las religiones oficiales no ofrecían. Misterios proviene del verbo”myein” que quiere decir cerrar, especialmente ojos y labios, tiene la misma raíz que místico, en este sentido las visiones místicas suponían un más allá de cualquier visión mundana y de toda expresión verbal, existía al respecto la prohibición de ser puestas en palabras, debían permanecer inefables. Estos ritos en Grecia surgieron entorno al culto de Dionisio, fuertemente asociados a ritos de iniciación sexual. El falo era el símbolo electivo en estas religiones de misterios y estaba prohibido nombrarlo. La potencia generatriz del grano en los misterios eleusinos estaba asociada al símbolo fálico, símbolo de la vida y la procreación. Así podemos plantear que el elemento misterioso en la estructura es el falo, el falo funciona velado, será nombrado como el significante del velo, así dirá en el seminario V (Pág. 392): “Detrás de este velo hay, o no hay, algo que se ha de mostrar, y por eso el demonio del que les habla a propósito del descubrimiento del falo en el Misterio Antiguo se llama el demonio del pudor”. Podemos decir, que en tanto el falo no juegue su papel en la economía subjetiva, por ejemplo en la clínica de niños, no es posible sufrir el demonio del pudor. En la modernidad se agrega a este misterio la represión de este símbolo. Luego esta distinción entre M y A, es posible pensarla a partir de la siguiente frase en el texto que comenzamos a trabajar (Págs. 532-533): “Para volver a la fórmula que había gustado tanto a Freud en boca de Charcot, “esto no impide existir” al Otro en su lugar A. Pues quitadlo de allí, y el hombre no puede ya ni siquiera sostenerse en la posición de Narciso”. Por un lado implica una crítica a los posfreudianos que sostenían que algunas psicosis eran producto de una fijación a la fase narcisista. Pero además diferencia al Otro del lugar A. A es el orden simbólico, el Otro es el lugar tercero convocado por cada acto de palabra. Esta distinción permitirá pensar por ejemplo el efecto de hospitalismo, no hay Otro sin sujeto que lo encarne. También no se entendería esta frase de “Subversión del sujeto y dialéctica del deseo”: “…el sujeto que se ve arrastrado a ocupar realmente el lugar del Otro, a saber (…) la Madre”. El A como orden simbólico no miente, no hay en él verdad garantizada, digamos verdad verdadera, pero la posibilidad de la mentira es la prueba de la presencia de Otro Sujeto. Esta distinción nos permite decir que si la Madre (Otro primordial) se localiza por fuera del A, la ley (thémis) no puede operar, será esta la condición lógica para poder concebir la psicosis. Así para alguien puede no funcionar la ley para ella, pero el estar en ese lugar o no, será la condición necesaria; planteamiento que se remonta a la discusión con Piera Aulagnier, sobre la condición suficiente para que alguien sea psicótico. Este tercer término, P, que Lacan nombra como: “…la posición en A del Nombre del Padre,…” (De una cuestión preliminar…Pág. 535), la operatoria del padre será la de separar o distinguir al sujeto que encarnó el lugar del Otro del lugar A. Lacan dirá que el esquema Z en su estructura cuaternaria, permite el cuestionamiento de la existencia del sujeto en la estructura, y luego continúa: “Para sostener esta estructura, encontramos los tres significantes en que podemos identificar al Otro en el complejo de Edipo. Bastan para simbolizar las significaciones de la reproducción sexuada, bajo los significantes de relación del amor y de la procreación” (Pág.532) La relación de amor se realiza entre M, el significante materno e I, el ideal simbólico(o significante del niño), Ideal del yo, lugar éste último que será posible en tanto hay intervención del padre, como significante de la procreación (ya explicado). “El cuarto término está dado por el sujeto en su realidad, como tal precluída (forclose) en el sistema, y que sólo bajo el modo del muerto entra en el juego de los significantes, pero que se convierte en el sujeto verdadero a medida que ese juego de los significantes va a hacerle significar…” (Pág. 533). El término precluído desde el lenguaje jurídico es correcto, se utiliza en nuestra jerga en general, porque Lacan habla de forclusión, de forcluído, lo forcluído en este párrafo es la realidad del sujeto, es el elemento simbólico que está presente en el sistema desde el lado de adentro, es decir está determinado, lo que lo hace entrar en la realidad como significación. Podemos pensar también que el significante que representa al sujeto está fuera del sistema significante. La metáfora del sujeto entrando a jugar como muerto, remite al bridge, en el que uno de los jugadores recibe las cartas como los otros(son tres y uno), pero ordena sus cartas y las extiende sobre la mesa, pero son los otros jugadores los que toman y juegan las cartas por él. Pero dirá que aunque entra a jugar el juego como muerto, escomo vivo como va a jugar, a partir del símbolo de la vida por excelencia, el falo imaginario. El sujeto dirá en el seminario V, que en diversas circunstancias, se identificará a un símbolo de fuerza, de virilidad. Algunos autores plantean que se puede pensar esta identificación a figuras imaginarias que representan cierto saber hacer con su realidad: la diva, el gran profesor, la persona generosa, la buena madre, el padre trabajador, etc. Podemos en este sentido oponer el triángulo inferior, como triángulo simbólico, el triángulo que, mediante la función paterna, inscribe la muerte, esto será lo que llamará en el seminario V el látigo significante que mortifica.; al triángulo vivificante que garantiza la vida, así como en las sociedades de los misterios. Uno y otro serán indispensables, si el padre no opera, el falo tampoco; toda significación dirá años después Lacan será fálica. Al final de este escrito que hizo en mitad del año que realizaba el Seminario V, va hablar del falo como significante del deseo, íntimamente ligado al tema de los misterios; cuestión esta del significante del deseo, que para poder abordarla deben tomarse dos conferencias efectuadas sobre el final de ese ciclo lectivo: la “Significación del falo” y “Dirección de la cura”. Por mi parte me interesa recortar un comentario que hará Lacan en el Seminario V sobre una paciente de Freud, en donde aclara, mostrando la transformación teórica que estaba llevando a cabo, que el falo no es el objeto del deseo sino el significante del deseo; específicamente cuando presenta un segundo sueño: “Su marido pregunta: ¿No habría que hacer afinar el piano?”. Ella “No vale la pena”. Freud explica que esta frase la dijo ayer cuando estaba de visita en casa de una amiga. Le decían que se quitara la chaqueta y ella se negaba, diciendo:”No vale la pena, ya me voy”. Entonces, piensa Freud, se me ocurre que ayer, durante el análisis, se llevó la mano de repente a la chaqueta, uno de cuyos botones acababa de abrirse. Era como si hubiera dicho: “Por favor, no mire hacia aquí, no vale la pena” (Pág. 387) Aquí Lacan precisará lo que para él constituye la posición de la mujer en la histeria, en cuanto mujer se hace máscara, para que, detrás de esa máscara ser el falo. Todo el comportamiento de la histérica se pone de manifiesto en ese gesto de aquella mano que se lleva al botón, acompañada de la frase no vale la pena. Ella indica el lugar más allá de la máscara de algo que se le presenta al deseo sin, permitirle su acceso, porque es algo que se presenta detrás de un velo, siendo imposible encontrarlo ahí. Es como si diría no vale la pena que abra mi blusa, porque no encontraría usted el falo, pero si me llevo la mano a la blusa es para que usted designe, detrás de mi blusa, el falo, es decir, el significante del deseo. Esto podemos relacionarlo con solución que propone Lacan (ver soluciones al penis neid en “Ideas directrices para un congreso de sexualidad femenina”), del penisneid, en la mujer, la mascarada femenina, como la mujer no lo tiene pero tampoco lo es, entonces decide parecer ser, esto también pasa en el hombre, cuando quiere parecer ser viril; la mascarada siempre tiene que ver con un parecer ser, en “La significación del falo, dirá: “…por la intervención de un parecer ser que se sustituye al tener, para protegerlo por un lado, para enmascarar la falta en el otro, y que tiene el efecto de proyectar enteramente en la comedia las manifestaciones ideales o típicas del comportamiento de cada uno de los sexos, hasta el límite del acto de copulación” (Pág. 674). Lacan dirá que la significación del falo, es propia de la comedia, como los seres hablantes no pueden ser hombres y mujeres por instinto, les queda parecerlo, la máscara aparece aquí como la búsqueda de un punto ideal, debe pensarse que si se responde desde el Ideal (esto lo dirá en el seminario de “La angustia”), peor es lo que sucede desde el deseo, aniquila el deseo. Otro punto que me interesa resaltar que se produce como resultado del cambio de estatuto del falo, es lo que atañe al sujeto dividido, en este mismo texto dirá: “El falo es el significante de esa Aufhebung misma que inaugura por su desaparición. Por eso el demonio del Aidos (del pudor), surge en el momento mismo en que el misterio del antiguo, el falo es develado. Se convierte entonces en la barra que, por la mano de ese demonio, cae sobre el significado, marcándolo como la progenitura bastarda de su concatenación significante”. La anulación entonces que remite a la anulación Hegeliana, que debe por lo tanto ser interpretada como superación, síntesis, ser elevado a; siendo por esto la sexualidad humana remitida al sistema significante, ya no entrará en lo que estudia la etología, el comportamiento animal. Surgirá en ese momento el pudor, lugar al que, según Lacan en “Kant con Sade”, el perverso apunta, barrando al sujeto. El pudor es uno de los tres diques frente a la sexualidad, según Freud, los otros dos son la vergüenza y el asco. Es interesante que en este punto, cuando un paciente dice algo de lo cual se avergüenza o siente pudor, aunque en su contenido puede parecer banal o incluso una tontería, es decir no surge de lo que dice, ahí está la marca de la barra que divide al sujeto, el falo se de-vela, el demonio del pudor lo divide al sujeto en su enfrentamiento con lo reprimido. El término bastardo referido a la barra, remite al escudo de armas que portaban los bastardos de la aristocracia, el cual tenía una barra cruzada índice de bastardía. Dirá progenitura, ya que además de ilegítimos, eran hijos de dos órdenes sociales desiguales; el sujeto barrado será por lo pronto hijo de las nupcias del cuerpo y la cadena significante. El sujeto dividido puede pensarse como el estatuto simbólico del mismo; fue imaginario, por ejemplo en los esquemas Z y el R ; será pensado como real, a partir del esquema de la alienación, pensado como conjunto vacío a partir del Significante 1 que lo nombra. Para entender cómo es abordado el síntoma en este momento de la enseñanza en Lacan y en perspectiva de lo que pensará, tomaré un el ejemplo que utiliza en el seminario V, pensando en principio cómo funcionaría el ser humano con un lenguaje artificial impuesto como lo hizo Pavlov en su experiencia, así cada emisión pulsional será asociada a un sonido de campana diversamente modulado, de tal forma que quien la oye satisfará inmediatamente dicha necesidad. Esta sería una sociedad ideal. La dificultad comienza en su relación con este Otro que impone su capricho, su omnipotencia por un lado y con el circuito de la imagen del cuerpo propio y con la imagen del otro, con respecto a éste último el sujeto sentirá reacciones de malestar, de decepción en relación a la imagen ideal de dicho cuerpo. En el nivel de este Otro, afectado por el padre, como portador de un significante que autoriza y funda todo el sistema de significantes. Únicamente a nivel de este Otro que encarne la ley puede cobrar su dimensión el mundo humano. Así el universo del lenguaje se muestra eficaz en la estructuración no sólo de las necesidades sino del deseo. El Otro de la campanilla es un sistema de significantes que introduce orden y regularidad en los intercambios vitales en el interior de una determinada especie (ideal de la política moderna). El efecto del significante en el Otro, la marca que recibe de él, desnaturalizándolo representa la castración. En el trasfondo del sistema de la demanda se produce el efecto significante en el sujeto, la marca dejada por el significante en el sujeto y la dimensión de la falta introducida en el sujeto. Lo que Freud halló en principio fue los síntomas en el sujeto. En el esquema que estamos recorriendo (Grafo del deseo) está a nivel de la significación, del significado. Freud va a decir que está siempre sobredeterminado. No habrá entonces síntoma que no se traiga de una experiencia anterior, esta experiencia está a nivel de lo reprimido y el corazón de todo lo que está reprimido en el sujeto es el complejo de castración, es el Significante de la A tachada, nunca totalmente articulado. Lacan pensará que el famoso traumatismo y la escena primitiva de la que partió Freud, está en el corazón del descubrimiento del Inconsciente; dicho traumatismo o escena primitiva se capta en su extrañeza total, en su brutalidad opaca, como puro significante de una existencia intolerable para la propia vida tan pronto se aparte de ella, éste será el trasfondo significante en la formación de todo síntoma. El ser vivo entraña también esa autonomía de la dimensión significante y el traumatismo y la escena primitiva (Sem. V-Pág. 474). El falo en este momento en tanto significante del deseo (luego de goce), será el que proporcione la otra vertiente del síntoma, más allá de la determinación significante, que se manifestará al reconducir a la Demanda más allá del Otro, a lo que denominará demandas arcaicas, las cuales se exteriorizan como filigrana en su discurso o significantes “englobantes” respecto al sujeto, y el propio sujeto se convierte en su signo. El falo en el lugar del Significante barrado del Otro, será el lugar en donde la frase freudiana “allí donde eso era, el yo (Je) ha de advenir” cumple su sentencia. Hernán Cenoz