Jesús y los comensales de la Última Cena
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Jesús y los comensales de la Última Cena
ENCUENTROS CON JESÚS JESÚS Y LOS COMENSALES DE LA ÚLTIMA CENA MIRADA A LA VIDA Podemos constatar que, en la historia humana, la PALABRA tiene un valor significativo, determinante, hasta el punto de que la “palabra dada” es, en muchas ocasiones, la base de muchas de las relaciones de todo tipo e, incluso, de determinados contratos. La “fidelidad a la palabra” era, pues, algo así como inviolable. Era tal su “fuerza” que su valor no se cuestionaba. En la cultura actual no es así. La “palabra” ha sido devaluada hasta extremos de no ofrecer apenas garantía de fiabilidad. Las “palabras” no tienen ninguna fuerza interna que garanticen su ser y sus compromisos. Incluso las más hermosas y sugerentes (paz, democracia, amor, libertad, Iglesia, Eucaristía…), en muchos casos y situaciones, no se sabe lo que significan y el contenido que incluyen. Es ésta una realidad que forma parte de nuestra cultura. En el cuadro que hoy se nos propone para la contemplación, lo que se ve en un primer vistazo, es que lo que hoy se presenta no es algo baldío ni insignificante. Mucho menos para el pueblo judío al que Jesús pertenecía. Al contrario, toca a la esencia misma del ser y de la fe de Israel. De ahí que el evangelista lo presenta con tanta solemnidad. Esto mismo ocurre en los otros evangelios sinópticos (Mateo y Marcos); y en el de Juan (el del “discípulo amado”) con unas particularidades propias y singulares. Por lo tanto, aquí nos encontramos ante un HECHO de una RELEVANCIA ESPECIAL. Y es que la fe de Israel tiene un fundamento muy concreto: es la PALABRA que Dios ha dirigido a su pueblo a lo largo de los tiempos y que “sella” la relación entre ambas partes: Dios y el pueblo. Toda esta relación queda visualizada en la ALIANZA, sellada con los padres y con un mediador concreto y a quien todos admiran y respetan: Moisés. Tan importante es esta relación de Alianza, que recuerda el origen mismo de Israel como pueblo, y que arranca con la liberación de este pueblo de la esclavitud de Egipto por parte de Dios, y que CADA AÑO es celebrado como un acontecimiento vivo; no como algo que sucedió en el pasado, sino que HOY MISMO se vuelve a hacer realidad. Y tiene DENTRO una fuerza especial y renovadora, porque el pueblo y Dios reviven su compromiso de fidelidad. Es verdad que la historia de Israel, en su caminar, deja mucho que desear en esa vivencia de fidelidad para con su Dios. En los momentos más significativos y a través de las personas más relevantes, Dios renovará esa ALIANZA con su pueblo y con todo lo que ello conlleva. Dentro de este ambiente VIVIÓ y CAMINÓ Jesús de Nazaret y el grupo de discípulos que le acompañaban. De ahí que el “marco” del ENCUENTRO, que hoy se nos ofrece, incluye todos esos elementos que hemos anotado. El “marco” es la CELEBRACIÓN de la PASCUA; esto es, la celebración de la liberación de la esclavitud, pasando a formar parte de ese pueblo de miembros libres. Aquí es donde se renueva la ALIANZA hecha entre Dios y su pueblo. Además, según el evangelista Lucas, Jesús y los suyos han “subido a Jerusalén”; esto es, ha sido una peregrinación en toda regla. Es verdad que es para celebrar la Pascua, pero, en esta ocasión, esa ALIANZA renovada que suponen las fiestas de Pascua, van a tener un “tono” muy especial: Jesús se prepara para ser el CORDERO PASCUAL, el nuevo signo de la Alianza. Esto supone entregarlo todo por ser fiel al proyecto de DiosPadre, y aquí se va a sellar la NUEVA y ETERNA Alianza, y que ya nada, ni nadie, ni nunca la van a quebrar. Esta Alianza tiene un estilo y un modo particular; ahora es la PERSONA de JESÚS el signo de esa nueva y definitiva Alianza. Los amigos de Jesús lo van a vivir, pero sólo más tarde llegarán a entender todo su significado y las consecuencias que entraña y conlleva. Nos adentramos en el relato evangélico; nos ubicamos dentro de él, y dejamos que nos EMPAPE de su fuerza y energía. Disfrutemos del ENCUENTRO. A LA LUZ DEL EVANGELIO EBANJELIOA: Lucas 22, 14-15.19-20.24-27 Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos, y les dijo: - «He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a comer hasta que se cumpla en el Reino de Dios». Y, tomando pan, dio gracias, lo partió y se lo dio diciendo: - «Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros; haced esto en memoria mía». Después de cenar, hizo lo mismo con la copa diciendo: - «Esta copa es la nueva alianza sellada con mi sangre, que se derrama por vosotros». Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser tenido como el primero. Jesús les dijo: - «Los reyes de los gentiles los dominan y los que ejercen la autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que gobierne, como el que sirve. Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve?, ¿verdad que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como el que sirve…». HOY Y AQUÍ “He deseado enormemente comer esta comida pascual con vosotros antes de padecer…”: es necesario que tengamos presente este “marco” que nos ofrece el relato evangélico de hoy. Así, podremos captar, en toda su profundidad, cuanto ahí se nos está ofreciendo. El primer elemento es que Jesús es muy consciente del “hacia dónde” camina. Todo cuanto se avecina, no es una enorme fatalidad que se cierne sobre un Jesús abandonado e indefenso. No. Más bien, es el MOMENTO CUMBRE, donde el AMOR y el PROYECTO de VIDA de Dios van a tomar “cuerpo” real y se va a hacer realidad. Y esto, Dios lo va a llevar a cabo por medio de la ENTREGA de JESÚS, una entrega hasta el final. Jesús, consciente de todo ello, es capaz de plantear a los suyos y poner delante de sus ojos, lo que va a vivir y que lo quiere significar, -de manera gráfica y visual-, en este marco de la Última Cena, antes de su entrega. Los discípulos, los “amigos” de Jesús, muy posiblemente, intuyen “algo” de cuanto allí se está viviendo, porque no olvidemos que es dentro del marco de la Pascua. Y la Pascua es ese paso de Israel, -gracias a la acción salvadora de Dios-, de la opresión e injusticia a la tierra prometida, a la libertad de los hijos. Aquellos amigos de Jesús viven y participan del gesto simbólico y profético que Jesús realiza con el pan y la copa de vino. Pero es verdad: lo irán descubriendo poco a poco y, especialmente, cuando se ENCUENTREN con el SEÑOR RESUCITADO. Sólo entonces penetrarán hasta dentro en el gesto, y asumirán como válido el legado que les ha dejado el Maestro. Y es que en el PAN y VINO, entregados por el mismo Jesús, descubrirán una vida vivida como DON, dada y rota por todos. Y aquí no es posible permanecer como “meros espectadores”, sino que obliga necesariamente a implicarse. Jesús ha compartido con la gente su pan, su vida, su fe en el reinado del Padre. Ahora comparte su cuerpo-pan para la vida, y su sangre será el sello de la Alianza, y aquí se constituye el Nuevo Pueblo de Dios. Esta Cena pascual (= Eucaristía) va a recoger y expresar cuanto Jesús ha vivido y lo que va a significar, para siempre, para sus seguidores. La entrega total, consciente, a favor de todos… es la ofrenda que Jesús propone a los suyos; y, HOY, a NOSOTROS. Sólo desde este punto de apoyo, la participación en la Cena Pascual (= en la Eucaristía) tendrá su validez y su sentido real y concreto. Ahora sí, el ENCUENTRO en la cena de Pascua tiene un “rostro” concreto y visible: es en la ENTREGA, en el SERVICIO (destacado, especialmente, por el discípulo amado, con el lavatorio de pies), en la FIDELIDAD plena y total de Jesús, y que sus seguidores lo continuarán. HOY y para NOSOTROS, estar y participar en esta Cena Pascual conlleva ACOGER este CAMINO que Dios propone y Jesús asume. Es verdad que nos costará asumirlo (como a los mismos “amigos” de Jesús), pero no hay alternativa. Y en esto Jesús es tajante: “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo” (en el relato de Juan). Esto es, si no quieres vivir en SERVICIO y en una ENTREGA hasta el final, “no tienes nada que ver…”. ¡Duro, pero claro! El encuentro con Jesús en la Cena Pascual es para MÍ, para NOSOTROS, una APUESTA por ser pan “roto y partido” en favor de los hermanos. Lo que no pasa por ahí… seguro que no es aceptado por el Maestro y Señor. De ahí que participar en ese Banquete, en su Eucaristía, es volver a descubrir lo que fue para él y celebrarlo como la NUEVA y ETERNA Alianza. Así, una vez más, el ENCUENTRO con él es una LLAMADA hacia delante, fiándonos de la fidelidad del Padre, que nunca abandona, pero que está empeñado en ese PROYECTO de FAMILIA, donde TODOS tengan su oportunidad. Ésta es la TAREA-MISIÓN que el encuentro de hoy nos deja a cada uno de nosotros, a TODOS sus seguidores. ORACIÓN Padre, misericordioso y bueno, que has salido a nuestro encuentro por medio de Jesús, tu Hijo amado, y, por su medio, nos ofreces la posibilidad de conocer los proyectos de tu corazón. Padre, profundiza en nosotros la fe en Ti, para que experimentando el AMOR que nos has hecho conocer en Jesús, Él vaya modelando nuestra vida y dándole un estilo singular y propio. Que el Espíritu nos acompañe y nos fortalezca en la tarea de ser testigos convencidos de tu Reino. PLEGARIA GRACIAS POR ESTE ENCUENTRO Gracias, Padre. Hemos estado juntos hablando de Ti, de nuestra vida y proyectos, alegrías y dificultades, esperanzas y compromisos... Jesús en medio, y su Evangelio abierto. ¡Qué sólida su presencia y qué sonoro su silencio! Sentíamos fuego en las entrañas respirando con él, al unísono, el mismo aire y vida. Ha sido un hecho salvador a pesar de su sencillez y naturalidad, como cuando estaba con sus amigos. Fue a casa de Zaqueo, y cambió su vida. Nicodemo le citó de noche, y descubrió el día. Conversó con la Samaritana, y la hizo mujer nueva. Se hospedó en casa de Marta y María, y les enseñó a vivir con serenidad y alegría. Entró donde estaban sus discípulos, y los sacó fuera. Todo se hace nuevo, todo adquiere sentido, todo tiene vida, todo es buena noticia con él. Gracias, Padre. Ahora, al terminar este encuentro, nuestro corazón late de agradecimiento y te cantamos lo mejor que sabemos: ¡Aleluya, Padre/Madre, por todo! Somos un poco más hijos tuyos. Mañana será mejor. Será más cálida la presencia de Jesús, más sonoro su silencio. Hablaremos mejor de Ti. Sentiremos más dentro a los pobres, tus preferidos. Tu Reino estará más cerca. Nos haremos más hermanos. Mañana será mejor. Gracias, Padre, por este encuentro. CANTO AMOR Y VIDA 1. Amor es vida, vida es alegría; quien nunca amó, vivió sin ilusión. Alegres cantan sus melodías las ansiedades del corazón. Alegres cantan sus melodías las ansiedades del corazón. ALEGRE ESTOY, CANTANDO VOY, ESTE ES EL DÍA QUE HIZO EL SEÑOR (bis). 2. Cuando recuerdo aquel amor divino, que siendo Dios, al suelo descendió, Mi alma canta, mi alma goza, porque la vida me dio el Señor. Mi alma canta, mi alma goza, porque la vida me dio el Señor. 3. Yo soy feliz por cada día nuevo, por la ilusión de ver amanecer. Por las estrellas y por el cielo, por la alegría de renacer. Por las estrellas y por el cielo, por la alegría de renacer. 4. Por los caminos áridos del mundo, busco la huella de un amor feliz. Soy peregrino, soy vagabundo, un cielo eterno brilla hoy en mí. Soy peregrino, soy vagabundo, un cielo eterno brilla hoy en mí. (Canciones Carismáticas – Disco: “De fiesta con Jesús” – Ed. Paulinas)