PSICOLOGÍA Y EMOCIONES EN EL TRADING I

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PSICOLOGÍA Y EMOCIONES EN EL TRADING I
PSICOLOGÍA Y
EMOCIONES
EN EL
TRADING I
por Tomás V. García-Purriños García - Analista Macro de Cortal Consors
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La inversión en los mercados financieros es una
actividad psicológicamente frustrante. Podemos tener
toda la lógica de nuestra parte y que, sin embargo, el
mercado realice el movimiento que quiera (y lo peor,
cuando quiera). Debemos acostumbrarnos a generar
una alta tolerancia al fracaso frente a las pérdidas y a
no construirnos castillos en el aire cuando estamos en
una posición ganadora.
En general, cuanto más frecuente sea nuestra
operativa, más nos enfrentaremos contra nuestra
propia psicología. Para los que hacen trading intradía
(muchas operaciones rápidas para al final del día no
mantener ninguna operación abierta) o swing trading
(operaciones en un plazo corto, generalmente de un
día a un par de semanas), se hace absolutamente
imprescindible seguir las famosas tres “emes” de
Alexander Elder: “Money, Mind, Method”.
“Money” significa que debemos cuidar nuestra
herramienta de trabajo: el dinero. Igual que un herrero
debe cuidar su yunque y su martillo porque si no
no podría trabajar, el trader debe cuidar el dinero a
través de técnicas de “money management” (gestión
monetaria), que le indicarán de acuerdo a su capital
inicial qué capital podrá arriesgar en cada operación.
“Method” se refiere al método elegido para analizar
el mercado. Generalmente el trader escoge el análisis
técnico, no obstante existen muchos otros métodos
para tratar de predecir el nivel de riesgo del mercado
(que no predecir el futuro, esto es sencillamente
imposible).
Por último, “Mind” quiere decir que debemos
mantener una psicología adecuada que nos proporcione
autocontrol suficiente para seguir a rajatabla el sistema
que hayamos elegido para actuar con nuestro “money”
y “method”. Así pues, debemos adecuar a nuestra
operativa nuestro comportamiento emocional.
El ser humano interacciona con el medio que le
rodea de forma básicamente emocional. Alguien puede
caernos bien o mal sólo por cómo viste. Amamos un
país entero, o lo odiamos, como si todos los miembros
de ese país fueran una sola persona. Podemos sentir
algo más profundo por un objeto, como un coche o un
libro, que por otra persona... En todo momento estamos
experimentando alguna emoción, quizá no la notemos
o no sepamos definirla exactamente, pero el hecho es
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que nuestro día a día (nuestra supervivencia) está en
mayor o menor grado influido por nuestras decisiones,
tanto automáticas como “racionales”. Y como viene
demostrando la investigación neurobiológica actual
(por ejemplo Damasio, Le Doux o P. Ekman) en el
proceso de decidir, las emociones son un requisito
indispensable. Como ya adelantó Pascal: “el corazón
tiene razones que la razón desconoce”. A nivel
filosófico, sin emociones seríamos incapaces de tomar
decisiones de forma eficaz, pues la razón se pasaría
siglos analizando riesgos, pros y contras. Resolvamos la
siguiente duda: nos ofrecen un juego donde hay un 99%
de posibilidades de lograr 1.000 Mill. EUR, pero existe
un 1% de probabilidades de morir. ¿Qué decidimos?
¿Tomaremos la decisión de forma racional?
Toda decisión debe estar influida por una emoción,
puesto que aunque la probabilidad esté de nuestra
parte, muchas veces lo que podríamos perder
hace que no nos compense arriesgarnos. Por
ello, no se trata tanto de eliminar nuestras
emociones para actuar como robots fríos y
calculadores, como de aprender a distinguir
en qué estado emocional nos encontramos
para conocer los errores que cometemos
habitualmente y así poder poner todos los
sentimientos de nuestra parte.
Desde hace muchos años distintas
ciencias se han preocupado de las emociones.
Medicina, Psicología, Filosofía y algunas
ciencias sociales se han encargado, cada uno desde su
campo, de tratar de explicar por qué el comportamiento
humano es emocional. Pero es especialmente durante
los dos últimos siglos cuando ha cambiando la forma
de entender las emociones en el pensamiento social y
han pasado de ser algo malo, que debía ser evitado y
reprimido por la fuerza de la razón a ser algo bueno,
hasta el punto de dar nacimiento a nuevos conceptos
como el de “inteligencia emocional” (frente al conocido
cociente intelectual que mediría la “racional”).
Si las emociones existen, es porque como ya
apuntó Darwin, son útiles para la supervivencia. En
palabras de A. Sloman, la necesidad de enfrentarnos
a un mundo cambiante y parcialmente impredecible
exige métodos que distraigan nuestra atención. Las
emociones influyen en nuestro estado de atención,
pero no para distraernos, sino para hacer más caso
a aquello que nuestro organismo considera más
importante para la supervivencia. Decía Wukmir que las
emociones son como un mecanismo que nos informa
de si lo que experimentamos es negativo o positivo
para así marcar pautas en nuestro cerebro para
favorecer nuestra supervivencia. Con lo que no contaba
este psicólogo es con que, como todo mecanismo
perceptivo, las emociones nos pueden equivocar. Por
ejemplo, “siempre que me voy de vacaciones de verano
al norte llueve”. Incluso en el norte en verano hay más
días de sol que de lluvia, sin embargo nuestra mente
Trasladado al mundo del
trading, muchas veces
los recuerdos sobre la
operativa anterior pueden
jugarnos malas pasadas,
si nos hacen afrontar el
mercado con exceso o con
falta de confianza
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selecciona los recuerdos de acuerdo a las emociones,
lo que crea la falsa sensación de que siempre tenemos
esa mala suerte.
Las emociones ayudan al cerebro a elegir qué
recordar porque nuestra mente no está preparada
para recordar el 100% de las cosas por lo que
nuestra memoria debe seleccionar qué recordar
y qué no recordar, de acuerdo a lo que ella piensa
que es más necesario para nuestra supervivencia.
Las emociones son muy importantes en este tipo de
procesos. Trasladado al mundo del trading, muchas
veces los recuerdos sobre la operativa anterior pueden
jugarnos malas pasadas, si nos hacen afrontar el
mercado con exceso o con falta de confianza. Con
exceso de confianza, cuando por ejemplo recordamos
una operación ganadora. Con defecto cuando las que
recordamos son las perdedoras. Los analistas que
salen en medios de comunicación pueden jugar con
esto (no tiene porque ser conscientemente) porque
es raro que nadie vaya apuntando exactamente todo
lo que dicen. Sin embargo, cuando una analista dice
“como ya dije la semana pasada, tal título ha subido...”
si el oyente escuchó al comentarista la semana
anterior, lo recordará y le dará más valor que a los
otros 25 valores que también fueron recomendados
pero que finalmente bajaron, pero que el analista,
lógicamente, para no tirar piedras contra su tejado
no dirá que los falló. Ocurre también con analistas, o
con nosotros mismos, cuando defendemos con pasión
un lado del mercado. Imaginemos que tenemos una
opinión de que el mercado va a subir con fuerza y lo
defendemos a capa y espada, recomendando a todos
nuestros conocidos que compren. El mercado sin
embargo no para de caer, pero no queremos verlo y
nos empeñamos “mejor ahora, que está más barato...”.
Cuando el mercado ha pasado de 12.000 puntos a 7.000,
seguimos defendiendo el rebote. Entonces empieza a
subir hasta los 10.800 puntos. Nosotros diremos, ¿lo
ves como había que comprar? Y nuestros amigos (o
miles de oyentes) recordarán nuestra afirmación y no
los precios que dijimos y nos tratarán como a un gurú.
Cuando en realidad nos habremos arruinado, pues lo
que importa en el mercado no suele ser a dónde, sino
cuándo y cuánto.
El término emoción proviene del latín emotio, -onis
y significa literalmente “el impulso que induce a la
acción”. Las emociones son fenómenos muy complejos
y probablemente podríamos encontrar una palabra
diferente para expresar cada una de ellas que cada
persona entendiera de manera diferente (por ejemplo,
la mayoría de los españoles entendemos la “angustia”
como un estado de ansiedad cercano al miedo o la
desesperación, pero para algunos habitantes de la
región de Murcia tendrá un significado mucho más
suavizado ya que utilizan el término “angustia” para
referirse a una especie de mareo que provoca un nudo
en el estómago y que puede llegar a la naúsea).
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Las emociones son un fenómeno físico, en el sentido
de que siempre van acompañadas de reacciones
somáticas: cambios en la respiración, secreciones
glandulares, cambios en la circulación, expresiones
faciales, voz, actividad del sistema nervioso... Una vez
generada la emoción, nuestro cuerpo se prepara para
la acción de la forma más efectiva posible y no siempre
nos damos cuenta de ello.
Por otro lado, las emociones son fenómenos
psicológicos, porque cambian la jerarquía normal de
respuestas de las personas. Estas respuestas tienen una
vertiente social muy importante. Así, desde un punto
de vista conductual y como señala acertadamente
Levenson, las emociones establecerán nuestra
posición respecto al medio que nos rodea, haciéndonos
más afines a personas, animales, objetos... y menos a
otros.
Un hecho curioso es que siempre que tomamos una
decisión, nuestra primera reacción es de abatimiento
por haber desechado otras opciones. Sin embargo,
nuestra mente rápidamente exagera las cualidades de
la decisión que hemos tomado y menosprecia las demás
opciones. Nos ayuda a auto convencernos ver que otras
personas también toman nuestra misma decisión.
Extrapolado a la Bolsa creo que no es necesario un
ejemplo... todos nos sentiremos identificados con esto.
Es lo que se llama en psicología “el remordimiento del
comprador”.
Nuestra mente se vuelve especialmente
peligrosa cuando tomamos decisiones en entornos
de incertidumbre. Claro ejemplo de esto es lo que se
conoce como la “falacia del jugador”: cuando en la
ruleta ha salido 5 veces seguidas el rojo, pensamos
que la probabilidad de que salga negro en la siguiente
tirada será mayor a que vuelva a ser rojo. Esto
es un error, puesto que en una tirada (en sucesos
independientes, como es el caso) la probabilidad de
que sea rojo o negro ¡¡es la misma!! o sea, del 50%. Otra
cosa es que queramos calcular a priori la probabilidad
de que salgan 6 veces seguidas el rojo, pero una vez ha
salido el resultado, el pasado se resetea (puesto que los
sucesos son independientes). De ahí la ineficacia de la
martingala (y lo podemos trasladar al trading: de ahí
la desventaja de promediar una posición perdedora).
Nuestra mente se
vuelve especialmente
peligrosa cuando
tomamos
decisiones en
entornos de
incertidumbre
Otro ejemplo de que no podemos fiarnos de nuestra
mente en este tipo de situaciones lo encontramos
en Kahneman y Tversky (pioneros de la “behavioral
finance”). Estos dos psicólogos, en uno de sus
experimentos daban a elegir las siguientes opciones:
Usted prefiere:
A.- Ganar 2.400 EUR con un 100% de seguridad
B.- Ganar 10.000 EUR con un 25% de probabilidad
o 0 EUR con un 75% de probabilidad.
En este juego la mayoría de la gente escoge llevarse
el dinero a la saca (opción A), aunque en realidad, la
esperanza matemática de arriesgarse (opción B) es
superior a la de no arriesgarse:
A.- Esperanza matemática = 2.400 EUR x 100%=
2.400 EUR
B.- Esperanza matemática = 10.000 EUR x 25% + 0
EUR x 75% = 2.500 EUR
Pero aún es más interesante cuando hablamos de
una pérdida:
Usted prefiere:
A.- Perder 2.400 EUR con un 100% de seguridad
B.- Perder 10.000 EUR con un 25% de probabilidad
o 0 EUR con un 75% de probabilidad.
En este juego la gente suele escoger... ¡arriesgarse!
(opción B), cuando de acuerdo con la esperanza
matemática, es decir, desde un punto de vista racional,
la pérdida sería mayor:
Normalmente la gente elegía la opción 2 cuando
es mucho menos probable que la opción 1. Con la
información que tenemos, es decir, casi nada, la opción
1 engloba a la opción 2.
En este caso interviene también un problema de
exceso de datos, muy común en Bolsa. Por ejemplo
para resolver el siguiente problema:
“Un avión blanco y azul, marca Boeing modelo 747
sobrevuela el mediterráneo, las coordenadas exactas
son 35° 50’ N 14° 35’ E. El número de pasajeros que
lleva el avión es 134, cada uno de ellos con un bulto
y una maleta de no más de 30kg. Un 38% de los
pasajeros son hombres, el resto mujeres y viajan 12
niños menores de 10 años.
¿De qué color son los ojos del piloto?”
Para responder a la pregunta no necesitamos
ninguno de los datos que nos dan (muchos datos,
pero poca información relevante para responder a la
pregunta que nos ocupa).
Pero que todo esto no nos asuste. No nacimos
para ser matemáticos, nacimos para sobrevivir en un
mundo cargado de incertidumbre y si la naturaleza
ha escogido dar mayor valor a la parte emocional
que a la racional, debe ser porque es más eficaz para
la supervivencia. Sólo tenemos que aprender a vivir
con ella, a pararle los pies a las emociones cuando
sea necesario y a dejarnos llevar por ellas en nuestro
beneficio.
A.- Esperanza matemática = -2.400 EUR x 100%=
-2.400 EUR
B.- Esperanza matemática = -10.000 EUR x 25% +
0 EUR x 75% = -2.500 EUR
En fin, que no somos buenos calculando
probabilidades.
Otro interesante descubrimiento de Kahneman
y Tversky demuestra que somos poco racionales y
que nuestro cerebro rellena huecos asignando ideas
preconcebidas acerca de las cosas y de la gente. Su
experimento consistía en una pregunta del tipo:
Más información:
www.lavueltaalgrafico.tk (blog del autor)
Matteo Motterlini -Trampas mentales- (2010), Ed. Paidos
Iberica. ISBN: 9788449323973
Alfonso Álvarez González -Psicología del inversor bursátil-
“María es una persona comprometida con el
ecologismo. Acude a conferencias, utiliza papel
reciclado, tiene 3 gatos y ha acudido a concentraciones
para salvar a las focas del Ártico.”
(2001), Ed. Pirámide. ISBN: 9788436816228
Vicente M. Simón -La participación emocional en la toma
de decisiones-, Psicothema, 1997. Vol 9, nº2, pp. 365-376.
Redes para la ciencia, programa y revista de Eduard Punset.
Daniel Kahneman -Judgment Under Uncertainty-, Ed.
Elija:
1. María es una cajera de un banco.
2. María es una cajera de un banco y está afiliada
a una ONG.
Cambridge Univ Press.
Michael M. Pompian -Behavioral Finance And Wealth
Management- (2006), Ed. John Wiley & Sons Inc. ISBN:
9780471745174
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