Mary Rogelio Muciño Castañeda
Transcripción
Mary Rogelio Muciño Castañeda
Mary Rogelio Muciño Castañeda Esa noche Rafael se despertó pronunciando un nombre: “¡Mary, Mary, te quiero!” Lanzó un quejido. Tenía temperatura, lo detectó cuando puso una mano en su frente, a un lado de la herida y el chipote que tenía en la cabeza protegidos con un vendolete. Decidió esperar un rato más para tomar un calmante y así poder descansar. En tanto pensó en Mary, su amor, su compañera, quien había desaparecido hacía dos semanas misteriosamente, del mismo modo como apareció en su vida. Ella no pertenecía al Sindicato Mexicano de Electricistas. En la azotea, a la luz de la luna que brillaba tenue, un gato macho no daba tranquilidad a su hembra. En un momento quedaron quietos mirándose. Parecían haber llegado a un acuerdo… pero el gato se abalanzó y siguieron en su lucha por alcanzar lo sublime, maullando sin descanso, cayendo en patios, subiendo nuevamente a azoteas, hasta desaparecer en el vecindario. El sedante hizo efecto y Rafael quedó profundamente dormido con la imagen de Mary en su mente. No supo en qué momento llegó su hermano Daniel, menor que él y con año y medio de servicio en Distribución Foráneo el día que llegó el artero asalto a los Sectores. Rafael decidió quedarse toda la noche pendiente de lo que necesitara su hermano. Rafael y Daniel llegaron a las 6: 30 de la mañana el martes 26 de junio a la calle de Bucareli. Ya había muchos compañeros del sindicato sentados en la banqueta alrededor de la puerta de Gobernación. Algunos hermanos ondeaban las banderas del sindicato y la de México. Se respiraba una atmósfera de familia que hacía huir a los cerdos, no había ningún tipo de vallas todavía y se pretendía armar el templete y el equipo de sonido. El ánimo de los camaradas creaba un ambiente combativo: “¡Aquí se ve la fuerza del SME! ¡Oe, oe, oe, oe, SME, SME!” Rafael no vio de dónde llegaron en formación los cavernícolas con uniforme (dicen que llegaron en 3 camiones foráneos, no de la PF). “No agresión, no agresión”. Pero los uniformados llegaron empujando. “¡SME, solución, SME, solución!” Los gorilas no se detenían y los compañeros trataban de contener el avance, deteniendo los escudos con las manos. En forma gandalla los gorilas con sus escudos y toletes golpeaban a los hermanos de lucha. Rafael sintió, recibió unos golpes. “¡Asesinos, asesinos!” Los granaderos recuperaron las puertas de Gobernación. Amezcua, del Comité, habló con ellos para que cada quien tomara su lugar y el tráfico siguiera avanzando, pero uno de los federales dijo que no y siguieron empujando a los compañeros. Entonces empezaron a lanzar gases lacrimógenos, toletazos, golpes… Los Guerreros de la luz se defendieron sin más armas que su convicción, su valentía y su dignidad. Los perros amaestrados para reprimir lograron hacer que los trabajadores se replegaran, cerrando el bunker que protegía sus amos. Enseguida llegó la atención médica a los compañeros con los ojos afectados por los gases, con esguinces al tratar de retroceder, con toletazos en brazos, piernas y cabezas. Al fin y al cabo guerreros de ánimo invencible, Rafael y Daniel se unieron a los trabajadores que se reagruparon otra vez en la calle de Lucerna donde está la funeraria, ya con el general Martín y Comité. Y va el regreso: se tumbaron vallas en Abraham González, nuevamente hubo trancazos, un comandante tajante dijo: “Yo traigo la orden de romperles la madre” (¿de dónde vino esa orden?). “¡Aquí se ve la fuerza del SME!” El contingente de compañeros siguió avanzando, ahora el SME controlaba. Los cerdos uniformados sintieron el poder de los trabajadores y pidieron negociar: “Vamos a quedarnos a un metro de distancia cada uno”. Entonces Martín Esparza y su comisión entraron a negociar. Un triunfo más para el Sindicato Mexicano de Electricistas. Eran como las dos de la tarde, no faltaba mucho para que Martín saliera a dar información, y aún faltaba la marcha de los sindicatos internacionales que dirigirían del Ángel de la Independencia al Zócalo. Rafael, un Guerrero de la luz a toda prueba, sintió molestias, el toletazo en la cabeza y los golpes en el cuerpo se hicieron sentir. Pidió a Daniel llevarlo a su casa, las compañeras y los compañeros lo despidieron afectuosamente. Ya en casa, Daniel preparó unas bolsas con hielo y las puso en la cabeza de Rafael y en las partes de su cuerpo que empezaban a inflamarse. Buscó calmantes y encontró clonasepam de 2.5 mg. Esperó un rato para retirar las bolsas, preparó un té caliente, lo tapó bien y le dio una pastilla. Rafael empezó a llorar quién sabe si por los chingadazos o por el recuerdo de Mary, hasta quedarse dormido. Daniel lo tapó bien y se retiró. ¡Viva la Resistencia del SME! ¡Hasta la Victoria! ¡Prohibido rendirse! 19 de julio del 2012 37