INVITACION A LA ALEGRIA AMERICANA Empiezo por agradecer el
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INVITACION A LA ALEGRIA AMERICANA Empiezo por agradecer el
INVITACION A LA ALEGRIA AMERICANA Empiezo por agradecer el honroso encargo que se me ha hecho, de expresar en este acto y como preámbulo del histórico recomenzar de la democracia en Bolivia, el testimonio de las delegaciones partícipes, de admiración por el pueblo boliviano sin exclusión alguna; el testimonio de reconocimiento por la decisión trascendental de las Fuerzas Armadas de esta gran nación, y el testimonio, de congratulación admirativa ante el Excelentísimo Señor Presidente Guido Vildoso, por su lealtad a la patria boliviana, por su entereza, por su coraje, por ese haber aprehendido este momento trascendental que proyecta la patria boliviana con rasgos fulgurantes en la vida contemporánea. Para mí como hombre latinoamericano y como jefe del Estado colombiano, difícilmente podría darse una constelación más feliz de circunstancias para esta visita a una tierra tan entrañable, tan profundamente hermana, al decir que el pueblo colombiano está jubiloso por la reanudación de la legitimidad democrática en Bolivia, y que comparte como comparto yo, el regocijo patriótico de los bolivianos cuando dentro de unas horas asuma la presidencia de la República el doctor Hernán Siles Suazo, no estoy utilizando un formulismo más o menos protocolario, sino dando parte de la auténtica satisfacción que en todos los ámbitos de la opinión universal, se experimenta ante el hecho de que hoy todos los países bolivarianos tengamos regímenes afines en su respeto a la voluntad popular y al dictado de los pueblos en la urnas electorales. Que es tanto como decir, ante la evidencia de que sean nuestros pueblos y solamente ellos, quienes tienen en sus puras manos -que son las propias manos nuestras- la conducción de su destino, en busca de un alto lugar de historia arriba, cerca de las estrellas. Pues los colombianos, y sé fervorosamente que otro tanto acontece con los bolivianos, latinoamericanos, europeos, asiáticos, africanos, nos resistimos a que se extinga el sueño de que nuestros pueblos y nuestros gobiernos pongan paciencia y tenacidad para conseguir objetivos de unidad, no de alejamiento y mucho menos, Dios nos libre, de pendencias. Los rigores de la historia, agravados quizás por nuestra abulia y nuestra falta de fe, han hecho que no sólo la inicial audacia visionaria de Simón Bolívar haya quedado flotando en el limbo de las utopías, sino también proyectos diseñados no ya por el genio sino por políticos, por juristas, por economistas empeñados en darle contenido concreto, específico y limitado a una identidad común que todos intuimos, que todos proclamamos pero que hemos sido incapaces de plasmar en entendimiento y solidaridad. Dentro de ese contexto, quiero reafirmar la convicción de mi gobierno de que el Pacto Andino, con todas sus dilaciones, con todos sus titubeos, e incluso a pesar de los objetivos relativamente limitados que inicialmente se fijó, constituye un organismo merecedor del apoyo de los pueblos y los gobiernos de los países del área bolivariana, y del hemisferio entero. Sus objetivos son benéficos y me atrevo a afirmar que también son necesarios. Estoy convencido de que su vigorización, atenúa las estrecheces de la situación interna en el aspecto económico, y asimismo en algo puede paliar el alto grado de indefensión en que nos hallamos los débiles frente a los grandes poderes de la economía y de las finanzas, a los ciegos y sordos poderes de las superpotencias que nos venden caro y nos compran barato, quebrantando nuestra insipiencia con la desdeñosa arrogancia de su prepotencia. En la comunidad internacional somos iguales; pero en la mesa pragmática de las negociaciones, somos apenas el patio de atrás de los imperialismos de toda procedencia, los cuales en cuanto tales tienen el mismo rostro frío. Por eso, el gobierno de Colombia que me honro en presidir, ha resuelto incorporarse al grupo de países no alineados, precisamente para expresar así, tanto en su práctica política como en un orden si se quiere simbólico, la necesidad de buscar denodadamente salidas a una situación en la que nuestros propios males se ven agravados por el alud de conflictos y rivalidades que no deberían afectarnos por ser externos a nosotros mismos, a nuestra decisión de ser plenamente libres de toda coyunda, venga de donde viniere, para buscar nuestra propia identidad; y propias modalidades de la libertad. Por eso también, para elucidar una actitud y un talante nuevos frente a la maraña de problemas que integran la actual situación internacional, quiero renovar mi invitación a los mandatarios de América a la reunión que propuse en Bogotá el 7 de agosto pasado, día de mi posesión, y extendérsela personalmente, al ilustre americano que desde hoy va a orientar los destinos de Bolivia: Para que dialoguemos a comienzos de 1983 en Cartagena de Indias, sobre el destino de América. Las circunstancias de este día, pese a lo difícil de los tiempos y a lo ominoso de tantos signos que por doquier convocan a la desesperanza, son circunstancias que convidan a la alegría y al optimismo. Los colombianos todos, los americanos todos, los pueblos libres todos, nos alegramos de que Bolivia se pueda sentir hoy alegre. Bolívar, que tanto nos dio y tanto nos enseñó, nos enseñó también a tener el coraje de ser optimistas. Está bien, por tanto, recordar unas palabras conmovedoras del Padre y del Fundador: “Yo espero mucho del tiempo; su inmenso vientre contiene más esperanzas que sucesos pasados, y los prodigios futuros deben ser superiores a los pretéritos”. ¡Salve, Bolivia, otra vez incorporada a la plenitud de la democracia! ¡Salve, Bolivia, tus hermanos te saludan con acento alborozado, desde el hondón del alma americana! ¡Salve, Bolivia! ¡Honor y gratitud a los nuevos héroes que te devuelven la libertad! Honor y gratitud a tus nuevos gobernantes Hernán Siles Suazo y Jaime Paz Zamora, que te gobernaran con esa libertad. Y honor, en fin, Bolivia, a tu noble pueblo que ha encontrado la huella extraviada de su destino e inicia ahora el nuevo itinerario de su existencia a través de la historia.