Piqueteros: los cortes de ruta y el clima de violencia

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Piqueteros: los cortes de ruta y el clima de violencia
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Archivo TEA y Deportea. Material seleccionado para uso interno.
Diario Clarín, 2 de septiembre de 2002.
Ubicación: BD155.pdf
SEGUNDA NOTA:
UN METODO POLEMICO PARA QUE ATIENDAN SUS RECLAMOS.
Piqueteros:
los cortes de ruta y el clima de violencia
Los reivindican diciendo que no tienen otra opción. Los deciden en asambleas. Hay
encargados de seguridad, temor a los infiltrados y odio a la Policía. Tienen que
participar todos: el que falta puede perder su plan de empleo.
Gerardo Young, Lucas Guagnini y Alberto Amato. DE LA REDACCION DE CLARIN.
Miguel muestra su casa, convertida en un centro popular piquetero de la agrupación
Aníbal Verón en Quilmes. Miguel señala, mate en mano, el proyecto de una huertita, el
recién estrenado horno de barro, hasta que llega al fondo del terreno, donde está
repleto de cubiertas de autos...
–... Y éstas son nuestras herramientas de lucha –, dice, aunque pícaro, en tono guía
de turismo. No miente: las cubiertas encendidas y humeantes son el símbolo del
piquete, esa marca distintiva de estos movimientos de desocupados que crecen en el
Gran Buenos Aires y el interior del país.
El piquete es todo para ellos porque así consiguen lo poco que tienen: los planes de
asistencia social, ahora llamados Jefas o Jefes de Hogar, que el Gobierno les cede a
cambio del fin de los cortes de ruta. Es menos que poco: 150 pesos por mes a cada
piquetero. Algunas familias, con suerte y evadiendo los controles, logran juntar dos.
Pero entre los tres principales movimientos piqueteros del país – los de CTA y
Corriente Clasista, el Bloque Piquetero y la Coordinadora Aníbal Verón – ya lograron
cerca de 120 mil planes. Ningún político se atrevería a quitárselos así como así.
El piquete, que se organiza para cortar rutas y avenidas, es un método muy
cuestionado por algunos sectores políticos y sociales. Pero no genera debate entre
las distintas corrientes, salvo en estos puntos:
Si deben o no ser cortes totales.
Si a los piqueteros les conviene o no taparse la cara.
Si conviene ir al choque directo con la Policía.
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Una misma pregunta a dos referentes de la Coordinadora Aníbal Verón, catalogados
como los más violentos:
– ¿No es infantil o hasta suicida enfrentar a la Policía con palos y piedras?
El interrogante remite a la trágica represión del 26 de junio, que empezó con un
enfrentamiento cuerpo a cuerpo con la Bonaerense y terminó con dos piqueteros
asesinados en la estación de Avellaneda.
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La respuesta, luego de un silencio pensativo, fue idéntica en los dos casos:
– Sí, pero no tenemos otra.
¿Es válido un método que perjudica al resto de la sociedad? ¿No es acaso una
extorsión al Gobierno? ¿Hasta dónde están dispuestos a llegar?
En los movimientos piqueteros hay dos posturas. Los agrupados en la CTA y CCC,
con Luis D' Elía y Juan Carlos Alderete al frente, optaron por hacer cortes parciales.
Esto es: cortan rutas, pero por la mañana y la tarde abren una vía al transporte público
para que los vecinos de la zona que viajan en colectivo puedan ir y volver de sus
trabajos. Y no bloquean los ingresos a la Capital, con la idea de evitar el odio de la
clase media. Las otras dos agrupaciones, Bloque Piquetero y Verón, son en cambio
terminantes: los cortes son totales, durante la protesta no pasa nada ni nadie.
Lo explican así:
"No negamos que lo que hacemos tiene violencia. Pero 75 chicos muertos por día
por la pobreza también es violencia. La violencia viene de parte del régimen en que
vivimos", dice Antonio Bitto, de 62 años, del Movimiento Teresa Rodríguez. Y
agrega: "Sí que es violento lo que hacemos. Y nos parece válido. No quiere decir
que disparemos armas de fuego ni que tengamos las mismas armas que tiene la
Policía ni ninguna de esas pavadas que se dicen por ahí. Pero nosotros nos
estamos jugando no un trabajo, nos estamos jugando la vida."
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El paisaje de los piquetes no es diferente al que muestra la televisión. Llantas que se
queman en medio de la ruta, grandes ollas populares – se festejan por sabrosas y
atraen a muchos como única opción para comer –. Mujeres con chicos a cuestas,
hombres con palos y, en muchos casos, con la cara semitapada.
Lo de los pañuelos en la cara tiene una explicación: dicen que lo hacen para
protegerse, para que cuando tienen que volver a sus barrios la Policía no los
identifique. Pero con el tiempo esa lógica cambió. Ahora ya son todos conocidos y el
significado fue mutando.
"Hay un debate porque muchos piensan que intimidan sin sentido. Pero hoy son
más simbólicos que otra cosa, como el pasamontañas del subcomandante Marcos",
dice Claudio, vocero del Movimiento de Trabajadores desocupados de la Verón.
Un conteo que sirve como muestra de la formación típica de cada piquete o
movilización: en el paso por La Matanza de la marcha de la CTA de Tigre a La Plata,
el 13 de agosto, Clarín contó en 300 metros de piqueteros, 22 cochecitos de bebés,44
bicicletas, un ciclomotor y un carro de cartoneros, al que uno le gritó "ahí va la familia
Ingalls" y otro, rápido, los tildó de "Los Locos Adams".
Lo que en general no permite la imagen de los piquetes que ofrece la televisión, es
captar el ánimo de los piqueteros: es ahí donde están contentos.
"Es lindo el piquete, sentís que existimos, sentís la libertad. Es que en los barrios
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hay mucha bronca con la cana. Entonces eso en los piquetes se refuerza. Tenés el
poder", dice Neka Jara. Una mujer de treinta y pico, jogging y borceguíes, vincha y
pelo enrulado, cara dura, de la Verón de Solano, en Quilmes.
La mística se alimenta con el odio. Y la Policía es uno de los dos principales enemigos
del piquetero. El otro, se verá en una próxima entrega de esta investigación, son los
punteros políticos, sobre todo los del peronismo, muy fuertes en el conurbano y duros
competidores por captar desocupados.
Lo que pocos dicen es que la asistencia a los piquetes, marchas y toda otra protesta
que impulse la organización, son condición obligatoria para que las agrupaciones de
piqueteros gestionen y mantengan los planes de asistencia social. Así como deben
cumplir una jornada de cuatro horas diarias de "contraprestación" en los centros
populares, el faltazo a los piquetes es también motivo de apercibimiento, bajo la
amenaza de quedar afuera de los planes de asistencia. "Es parte de la lucha y
cuando se decide hay que ir", explican, tímidos, los que lo admiten.
Instalar piquetes, como todo, se decide en asambleas. Y ahí, también es cierto, suelen
ganar los referentes, de discurso bien articulado, muchos de ellos con pasado de
militantes partidarios o de organizaciones que asumieron la violencia como método
de acción política. La corriente piquetera con más fama de dura es la Verón. Una
parte importante de su organización está coordinada por militantes de Quebracho, la
agrupación que alcanzó notoriedad en los años 90 con sus rostros tapados y el
piedrazo fácil. Fueron los primeros en romper bancos, en quemar banderas
estadounidenses ante las cámaras, y hoy están insertados entre los piqueteros.
Quebracho ganó, además, una repetida fama de estar infiltrado por servicios de
inteligencia, cosa que Nicolás Lista, uno de sus principales referentes, niega cuando
puede.
Para los servicios de Inteligencia de las fuerzas de Seguridad y la SIDE, consultados
para esta investigación, los piqueteros podrían generan acciones mucho más
violentas que cortar una ruta. Pero no tienen datos certeros: sólo estiman como
peligrosos sus contactos con los movimientos Sin Tierra del Brasil y supuestas
relaciones con las FARC colombianas. Uno solo de todos los dirigentes piqueteros
consultados para esta investigación admitió haber hablado con uno de los voceros de
la guerrilla de Colombia que suele caminar Latinoamérica, Rafael Calderón. "Pero no
nos dieron armas. Sólo compartimos discusiones", asegura.
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¿De dónde vienen los referentes piqueteros? Hay de todo. En la CTA está D' Elía, que
se inició como militante laico de la Iglesia, y Alderete, que proviene del viejo
sindicalismo. En el Bloque Piquetero hay trotskistas y viejos militantes comunistas. En
la Verón hay guevaristas, peronistas rebeldes, militantes de derechos humanos, los de
Quebracho y también gente de base de la Iglesia. Tantas divergencias complican los
consensos y explican que cada grupo vaya por su lado. Pero, ¿qué tipo de cambios
quieren? ¿Acaso plantean una revolución?
Los de la CTA piensan en términos de la política actual: intervienen en la discusión
electoral, aceptan cargos (el propio D' Elía es diputado provincial y colocó funcionarios
en el Instituto Provincial de la Vivienda)no van al choque en los piquetes para no
romper el diálogo ni debilitar sus filas.
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Los del Bloque Piquetero sostienen, como dijo el dirigente Néstor Pitrola, que lo que
comenzó con la caída de Fernando de la Rúa es una revolución popular.
Algo parecido piensan en la Verón, donde sueñan con un especie de "Cuba sin Fidel"
aunque, como dice Juan Cruz Dalfunchino,"para eso falta mucho, primero hay que
combatir el hambre".
Sólo se los puede unir bajo el amplio paraguas del autodenominado "campo popular"
o como sindicalistas de los desocupados con un proyecto de izquierda.
Dalfunchino tiene el look Guevara. Barba fina, pelo largo atado atrás y leída toda la
biografía del Che en su adolescencia de Mar del Plata. Lleva años trabajando en
Florencio Varela, ahora es coordinador y explica que los lugares de los piquetes se
eligen por sorpresa: "En la asamblea se decide si se hace o no. Pero después dos o
tres tomamos la decisión del lugar exacto. Es para no alertar a la Policía, que se
entera de todo", dice. La infiltración policial es más sencilla de lo que parece: todos en
el barrio saben qué se charla en las asambleas.
No hay manera de hablar con un piquetero sin hablar de la Policía. "A los referentes
los respetan, pero a los pibes los vuelven locos", dice Dalfunchino. Y se denuncian
aprietes, piqueteros apuntados a revólver en la noche, llamados telefónicos con
amenazas, detenciones por averiguación de antecedentes con sutileza de elefante.
D' Elía recuerda el día en que su hijo fue el único detenido en un recital de la banda de
rock Los Piojos en la cancha de Huracán. Lo llamaron al grito de: "A ver, vos,
piquetero, vení para acá". Quedó preso por haber tenido supuestamente un cigarrillo
de marihuana, aunque luego fue sobreseído por la Justicia federal.
Mary, de la Corriente Clasista y Combativa, que camina pidiendo un cigarrillo y
chequeando la asistencia de los beneficiarios de su barrio a la movilización, cuenta:
"En una marcha a Capital por la muerte de Kosteki y Santillán nos paró la Policía en
la autopista Riccheri. En eso sube una persona que dice que era de un barrio
nuestro, pero era raro. Nosotros somos pobres, pero él estaba como desarrapado
muy a propósito, como sucio y con la ropa rota. No bien bajamos empezó a gritar, a
provocar. Llamamos a los referentes del barrio y no lo conocían. Lo rajamos. Era un
camuflado".
Por cosas como ésta, la organización interna de un piquete es una cuestión delicada.
Cada vez que van a salir a cortar una ruta se designa una Comisión de Seguridad,
que irá al frente y por los costados de la columna, con intimidantes palos de un metro
de largo. Sus objetivos: que entre los suyos no se metan infiltrados, que los piqueteros
no se dispersen y queden al descubierto o muestren a la columna menos nutrida. En
los choques con la Policía, esos mismos palos tienen, claro, otra función más pesada.
" ¿Qué haces con esa bolsa? ¿Para qué mierda andás juntando piedras vos? ¿Para
qué mierda querés piedras? ", incrimina a los gritos uno de los miembros de la
"autodefensa"– que lleva una pechera blanca con la sigla CCC y un autógrafo de
Carlos Santillán que dice "Perro"– a un manifestante que salió de la columna que
marcha a La Plata y está agachado al costado de la ruta.
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El joven se ríe, sin negar, y el miembro de seguridad deja la columna que avanza a
paso rápido, corre 15 metros y le arranca la bolsa de las manos.
Al abrirla se encuentra con unos sándwiches de mortadela y la risa del dueño de la
bolsa. La desesperación por evitar incidentes va más lejos que las violaciones a las
reglas mismas.
Ya en los piquetes de 2000 en La Matanza se veía a los hombres de seguridad
"requisando" vino, prohibido en las marchas, aunque esta regla se cumple menos que
la de cargar y tirar las piedras. En los barrios, el vino no se llama vino sino "guli-guli".
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La organización de los cortes de ruta, a medida que creció el movimiento se fue
haciendo más sofisticada. "En las asambleas se resuelve cuáles compañeros van a
ir el primer día, van a llevar los nailons para no mojarnos si llueve, las gomas. Se
establece qué hacer frente a la represión, cómo enfrentarla, cómo retroceder. Por
supuesto que hay una estrategia a seguir. No estamos dispuestos a que hagan con
nosotros lo que quieran. Entre morirnos de hambre y que nos maten a tiros,
elegimos que nos caguen a tiros", asegura Bitto, del Teresa Rodríguez.
En los piquetes matanceros el centro es la olla popular. Al principio las carpas de la
CCC y la CTA se dividían claramente, pero ahora quedan mezcladas. Y un micro con
amplificación de sonido del grupo de música popular Culebrón Timbal se estaciona el
tiempo que dure el corte. Frente a él se instalan unas tablas que hacen de escenario y
todas las tardes algunos grupos de folclore o bailanta se llegan para hacer su aporte
musical.
El primer piquete en La Matanza lo decidió una asamblea de representantes de
distintos barrios, gremios y comunidades eclesiales. Juan José Cantiello. Un cura que
pidió licencia para sumarse al movimiento, recuerda la discusión que los llevó a la
ruta, en 1998: "Nos planteábamos una medida que llamara la atención. Hay que
hacer algo para que nos reciban sí o sí".
Sin embargo ese primer piquete no se hizo porque, cuando llegaron a la ruta, estaba
repleta de policías y decidieron cambiar de planes para evitar el choque: finalmente
tomaron la iglesia del Sagrado Corazón.
Dos años después, el 30 de octubre, volvieron a la ruta. Y esta vez la cortaron por
cinco días. Cantiello explica su efecto: "La gente pobre es un número. Pero a partir
del piquete empieza a tener rostro. La sociedad ve si tiene arrugas, si es joven, si es
un nene al que lo lleva la mamá. Tiene visibilidad".
No todo es visible. De la resistencia en los piquetes, de la resistencia en los centros
populares, de la resistencia a secas, las que saben son las mujeres. Entre ellas están
las primeras y las más aguerridas piqueteras.
"Vamos por el segundo argentinazo"
Néstor Pitrola es el líder del Polo Obrero, una organización que forma parte del Partido
Obrero y está en el Bloque Piquetero. Viene de militancia gremial, dentro del sindicato
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gráfico, y en los últimos años se empezó a ocupar de los desocupados.
–¿Cómo trabajan en el Bloque?
–En asambleas conjuntas, nos ponemos de acuerdo sobre la situación política del
país, sobre la salida de la crisis, sobre los programas de reivindicaciones y sobre las
propuestas en relación al tema de la clase obrera y los movimientos populares. Y
sobre el plan de lucha. Cada organización del Frente Piquetero tiene su forma
democrática, con su cuerpo de delegados y asambleas barriales o sindicales con las
que vamos estableciendo los acuerdos políticos. El Polo Obrero se organiza en base
a asambleas barriales, con un cuerpo de delegados por distrito, mesas regionales y
una mesa nacional.
–¿Qué diferencias tienen entre ustedes?
–Prefiero hablar de las cosas en las que estamos de acuerdo. El Bloque ha realizado
una extraordinaria experiencia de unidad contribuyendo a trazar un camino donde las
divergencias de la izquierda se puedan zanjar en un debate y una lucha comunes.
Dentro del Bloque, el PO tiene una caracterización de esta etapa del país en el sentido
de la crisis de poder que hay en la Argentina. En función de ello el Polo plantea un
segundo argentinazo (el primero fue el 19 y 20 de diciembre) para completar la obra
iniciada por la rebelión popular. Somos conscientes de que las organizaciones de
lucha de los trabajadores y del pueblo, como las asambleas, no están maduras para
hacerse cargo del poder. Luchamos para fortalecerlas y planteamos, como transición
para encarar ya la transformación social, política económica, una Constituyente con
poder político y soberana.
–¿Una Constituyente?
–En este planteo estamos solos en el Bloque Piquetero. Pero todos los grupos
piqueteros coincidimos en la necesidad de acabar ya con el gobierno de Eduardo
Duhalde para abrir paso a un gobierno de trabajadores, lo que nos da una fuerte
homogeneidad política.
"Queremos la revolución, pero falta mucho".
En un movimiento repleto de jóvenes, como es el piquetero, a Lista, de 52 años, sus
"compañeros" le dicen "El viejo Nicolás" y lo miman. No importa que sea, además de
referente de la Coordinadora Aníbal Verón, dirigente de la Agrupación Quebracho,
famosa en los noventa por tirar piedras y hasta bombas molotov a los bancos. De
jogging, campera de corderoy agujereada y sonrisa fácil, Lista es franco y habla sin
vueltas de lo que dice ser un "proceso revolucionario".
"Yo tengo los pies sobre la tierra. En Quebracho queremos hacer la revolución, pero
sabemos que la gente todavía no nos acompaña. Acá primero hay que dar de
comer, hay que educar a la gente. Lo más probable es que yo no vea cómo termina
todo", dice y critica a los que creen, como en el Bloque Piquetero, que esa supuesta
revolución está a la vuelta de la esquina.
Extraña la vida de Lista. Nació en Chilecito, La Rioja, llegó a Buenos Aires de joven,
de basurero se metió en su sindicato, pasó los ochenta como militante radical, con
base en Lanús, devino Quebracho y acabó armando, también en Lanús, a la
Coordinadora de Trabajadores Desocupados (hoy en la Verón), que da copa de leche
a 2.000 chicos por día.
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La Quebracho, por su lado, es una organización nacionalista de izquierda que
reivindica la violencia popular para producir cambios. Y tiene fama de haber sido
infiltrada por los servicios de Inteligencia, lo que en su momento generó entre otros
referentes de la Verón cierta resistencia:
"Esas son mentiras. Como hacíamos quilombo nos decían infiltrados. Pero hoy
todos hacen quilombo, todos tiran piedras, todos putean a los bancos. Fuimos
pioneros", dice, y pasa a contar su plan: primero el apoyo entre los desposeídos,
luego ir subiendo escalones sociales hasta dar el zarpazo final y cambiar el modelo
hacia un gobierno popular, su "Cuba sin Fidel". Lista no habla de Quebracho en los
centros populares porque cree que no es el momento para sumar voluntades. "Hay
que ir de a poco", dice a cada rato, sabiendo que su aventura tiene loca a su familia,
mujer enfermera, hijo médico e hija profesora de teatro. "Ellos ya me conocen y
saben que no puedo volver atrás".

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