El extraño caso del espectador ideal

Transcripción

El extraño caso del espectador ideal
Creador = Obra = Espectador ¿simulacro o realidad?
El extraño caso del espectador ideal...
Claudia Fallarero
...«Mediante el canto de la ballena, Cooper persigue reproducir en el espectador un complejo estado emocional».
«...Una mezcla de materiales inesperados y enfoques nuevos que susciten en el espectador una sensación entre
ambigua e incómoda». «Las composiciones de Aziz y Cucher aspiran a desconcertar al espectador suscitando en
él respuestas psicológicas no siempre deseadas». Por su parte, «Claerbout juega con el concepto espacio-tiempo
para introducir literalmente al espectador en una imagen estática y sugerirle nuevas realidades». «Hay una
connivencia con los límites y proporciones del espacio que ocupan, y el espectador se convierte en parte activa de
la obra»...
Posturas como estas se han presentado cotidianamente desde la primera de las creaciones artísticas. El dialéctico
ciclo de comunicación entre el creador y el espectador, a través del cual media como protagonista la obra de arte,
se ha rediseñado y replanteado en tantas ocasiones desde entonces, que casi podemos asegurar que existe un
número similar de interpretaciones de este proceso como obras mismas. Sólo un hecho sigue siendo constante
entre las múltiples visiones que se tienen de la creación: el espectador-perceptor constituye una preocupación
para todo aquel que se manifieste a través del arte.
Es el espectador un ente modélico en un contexto epocal, que sólo puede ser determinado tomando como
intercesora a la distancia histórica. Para cada artista existen «posturas de interpretación ideales» aún cuando su
intencionalidad esté persiguiendo despertar reacciones de desconcierto. No obstante, ¿quién es (psicológica,
estética, moralmente) el espectador de cada propuesta artística? Sin dudas el personaje más controversial de la
historia.
Por supuesto un individuo, pues la percepción es un proceso exclusivamente humano; con una lectura particular e
irrepetible que no puede ser el resultado de un consenso circunstancial colectivo. Para llegar a encontrarse con la
obra, debe al menos poseer una competencia artística elemental, o sea, un marco de referencias conceptuales,
que le permita elegir la actividad de percepción de entre otras acciones humanas.
La inquietud de cada artista aumenta si este ingenuo «marco de referencias» del espectador (para el cual no
existen mecanismos de predicción) es lo suficientemente contundente como para ejercer un juicio de valor
especializado. No obstante, la creación en cualquiera de sus fases es un proceso tan angustioso y aberrante, que
en ocasiones se prefiere como «espectador ideal» al sujeto con mayor competencia para la percepción activa.
Ahora bien, el espectador que invade hoy el espacio, no está exento de ser un personaje ideal, como tampoco lo
son los restantes componentes en la muestra de Duvier del Dago, donde cada una de las aristas conceptuales
constituyen simulacros de realizaciones paradigmáticas.
Los dibujos sobre pared hablan de una propuesta de solución matemática bidimensional, que exige llegar a una
economía de líneas imprescindibles. Este pretexto, extremadamente lúdico desde su esencia por su relación con
los pasatiempos, hace partícipe al espectador pues permite un sin fin de otras posibilidades creativas imaginarias
resultantes de la percepción.
Los dibujos, el espectador, así como los antecedentes creativos de las series Teoría y práctica y Castillos en el aire,
poseen más de un punto de convergencia en tanto apropiación del concepto tridimensional. Se convierte en un
mecanismo a través del cual Duvier aborda tópicos como lo idílico, lo real-irreal, lo cotidiano elevado a noción de
icono producto del imaginario colectivo...
El hilo, como «hilo conductor» en estos proyectos, más que material es ya autoafirmación identitaria. Las
peculiaridades indómitas pero simultáneamente dóciles del mismo; lo inesperado de cada resultado donde se
involucra este medio; lo artesanal en la simulación escultural del 3D; y a la vez su presencia indiscutible en el
espacio, lo señalan como elemento inseparable de las entelequias duvinianas.
Por último, la dinámica circular de toda la muestra alude a la dramaturgia cíclica creativa donde se mezclan la
cotidianidad, que sirve de referencia al artista, su representación en obra, la lectura perceptiva del espectador y el
retorno de la idea al reservorio cotidiano.
Y así, sin más miramientos, coexistamos vivencialmente como espectadores con «el espectador». Interactuemos,
dialoguemos con él, que hoy, como afán infinito de todos los artistas, es más funcional que creativo, más real y
más standart que nunca.
La Habana, febrero de 2006.

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